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-The Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by
-Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: El libro rojo, 1520-1867, Tomo II
-
-Author: Vicente Riva Palacio
- Manuel Payno
- Juan A. Mateos
- Rafael Martínez de la Torre
-
-Release Date: October 30, 2016 [EBook #53405]
-
-Language: Spanish
-
-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II ***
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-Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
-Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
-produced from images available at The Internet Archive)
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- EL LIBRO ROJO
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- DE VENTA
-
- EL LIBRO ROJO
-
- TOMO I
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-Historia de los grandes crímenes de la Conquista, el Gobierno Virreinal,
-la esclavitud y la Inquisición, por Vicente Riva Palacio, Manuel Payno,
-Juan A. Mateos y Lic. Rafael Martínez de la Torre, que fué defensor de
-Maximiliano. Este libro, fundado del todo en la Historia de México,
-produce intensa emoción su lectura.--Indice: =Moctezuma
-II.=--=Xicotencatl.=--=Cuauhtimoc=: I, Los tres reyes. II, El sitio y el
-asalto. III, El tesoro y el tormento. IV, Los tres ahorcados.--=Rodrigo
-de Paz=: I, En el que se refiere quién era Rodrigo de Paz y qué papel
-desea peñaba en México. II, De cómo las cosas del Gobierno de la Nueva
-España iban mal y de cómo Cortés las puso peores. III, De cómo cinco
-enemigos comulgaron con una sola hostia consagrada, dividiéndola en
-cinco partes. IV. De lo que hicieron Salazar y Chirino con Zuazo,
-Estrada, Albornoz y Paz. V, Refiérese cómo murió Rodrigo de Paz.--=Los
-dos enjaulados=: I. El emisario. II, El pregón. III, La arremetida. IV,
-Las fieras. V, Dos gotas en el mar.--=La Sevillana=: I, La tempestad. II,
-Doña Beatriz. III, El Visitador. IV, La audiencia. V, Los azotes y la
-loca.--=Alonso de Avila=: I, Prólogo: la confesión. II, El Marqués del
-Valle. III, Los hermanos. IV, El bautismo. V, La orgía y la
-conspiración. VI, Los oidores. VII, Los degollados.--=Don Martín Cortés=:
-I, La flota. II, De lo vivo á lo pintado. III, El Visitador Muñoz. IV,
-El tormento. V, La justicia del Rey.--=Pedro de Alvarado=: I, El
-Comendador. II, El capitán. III, Tonatiuh. IV, El Gobernador.
-Epílogo.--=Caridad Evangélica.=--=Fray Marcos de Mena.=--=La Familia
-Carabajal=: Christi Nomine Invocato. Contra. Abjuración. Declaración del
-Secretario Pedro de Mañosca. Auto de fe de 1601. Procesión. Amén: Laus
-Deo--=Los Treinta y Tres Negros.=--=El Tumulto de 1624.=--=Don Juan Manuel.=
-=El Tapado.=
-
- =Ejemplar, rústica= =$ 1.50=
-
-
-
-
- EL LIBRO ROJO
-
- 1520-1867
-
- POR
-
- Vicente Riva Palacio, Manuel Payno,
-
- Juan A. Mateos
-
- y Rafael Martínez de la Torre
-
- AMPLIFICACIONES
-
- DE
-
- ANGEL POLA
-
- TOMO II
-
- MEXICO
- A. POLA, EDITOR, CALLE DE TACUBA, NÚM. 25
-
- 1906
-
-
-
-
-Asegurada la propiedad de esta obra conforme á la ley
-
-
-
-
-LA FAMILIA DONGO
-
- Al conde Gálvez imitas,
- Pues entiéndelo al revés,
- Que el conde libertó á tres
- Y tú á tres á la horca citas.
-
- _Pasquin del año de 1789._
-
-
-Por renuncia de D. Manuel Flores fué nombrado virrey de México D. Juan
-Vicente Güemes Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, segundo de
-este título, y muy conocido y popular hasta hoy entre los mexicanos, por
-las muchas y enérgicas medidas que tomó para el arreglo de la
-administración de la colonia, y por los excelentes reglamentos de
-policía que puso en planta, que subsisten actualmente, y que forman la
-base de las ordenanzas y de las disposiciones municipales.
-
-Llegó este célebre gobernante á México el 8 de Octubre de 1789, y á poco
-se presentó un suceso en que acreditó su actividad y su energía.
-
-Vivía en la casa núm. 13 de la calle de Cordobanes un rico español,
-comerciante y propietario, llamado D. Joaquín Dongo. El día 24, á las
-siete y tres cuartos de la mañana, se dió parte por el alcalde D.
-Agustín Emparan de que la casa se hallaba abierta y tirado en el patio y
-nadando en su sangre el propietario de ella. Del reconocimiento judicial
-que se hizo, resultó que once personas que componían la familia y
-criados, habían sido asesinadas de la manera más cruel y más violenta,
-pues todos tenían numerosas heridas y los cráneos hechos pedazos, y que
-faltaban veintidós mil pesos que habían sido robados de las cajas.
-
-El conde de Revillagigedo no durmió desde el momento que tuvo noticia
-del crimen cometido, y dictó toda clase de providencias, aun las que
-menos se pensaba que podrían dar un resultado satisfactorio. Un relojero
-de la calle de San Francisco observó en la calle de Santa Clara que de
-dos personas decentes que platicaban, una de ellas tenía una gota de
-sangre en la cinta del pelo; porque es menester recordar que entonces
-los hombres tenían un peinado con trenzas entretejidas con cinta. D.
-Felipe Aldama, que era el que tenía la mancha, fué reducido á prisión, y
-poco después dos de sus amigos íntimos, D. José Joaquín Blanco y D.
-Baltasar Quintero. Los tres eran personas decentes y aun nobles, como en
-esos tiempos se decía. El 7 de Noviembre, Blanco, Aldama y Quintero
-fueron ahorcados en un tablado tapizado de balleta negra, que se colocó
-entre la puerta principal del palacio y la cárcel de corte. Los
-machetes y varas de la justicia de que usaron para cometer el crimen,
-fueron quebradas por la mano del verdugo.
-
-En un documento que se publicó consta la narración de este horrible
-crimen; y como no podríamos añadirle ni quitarle nada sin alterar la
-verdad histórica, le copiamos á continuación:
-
- * * * * *
-
-Entre cuantos ejemplares de excesos y delitos ha manifestado la
-experiencia desde la creación y fundación de esta imperial corte
-mexicana, no se ha experimentado otro más atroz, más alevoso ni más
-desproporcionado, así por sus cualidades y circunstancias, como por las
-extraordinarias disposiciones de la ejecución, que el que sucedió la
-noche del día 23 de Octubre de 1789, en esta ciudad, en la calle de los
-Cordobanes, en la casa de uno de los republicanos de mejor nota, vecino
-honrado de este comercio, prior que fué del real tribunal del consulado,
-D. Joaquín Dongo, por tres personas europeas, de noble y distinguido
-nacimiento, quienes en un proviso fueron la destrucción suya, y de toda
-su familia, sin reserva, limitación ni excepción alguna, robándoles su
-vida y hacienda con la mayor inhumanidad.
-
-Es el caso, que el día subsecuente, sábado 24, como á las seis de la
-mañana, vió un dragón cerca de su cuartel, en el barrio de Tenexpa, un
-coche solo, sin quien lo dirigiese y cuidase; con el que dada cuenta á
-su jefe le ordenó éste solicitase á su amo, y no faltando prontamente
-quien lo conociese, asegurando ser de Dongo, ni quien por grangear
-alguna dádiva ó gratificación le pasase noticia, fué un cochero cerca de
-las ocho á participárselo á Dongo; pero encontrando la puerta cerrada
-pasó á la de la cochera, y empujándola se le puso á la primera vista el
-horrendo espectáculo de Dongo y sus criados cocidos á puñaladas,
-sembrados todos por el patio, con lo que retirado inmediatamente llevó
-por gratificación aquel asombroso encuentro, que al instante comunicó al
-alcalde de barrio de aquel recinto, D. Ramón Lazcano, quien instruído de
-ello, pasó á participarlo al Sr. D. Agustín de Emparan, del consejo S.
-M., alcalde de corte de esta real audiencia, juez de provincia y del
-cuartel mayor número 4.º, comprensivo á dicha casa, quien con su notorio
-celo y eficacia, pasó inmediatamente, y por ante D. Rafael Luzero,
-secretario del oficio de cámara más antiguo de esta real sala,
-procedieron respectivamente al más prolijo reconocimiento de los
-cadáveres, á la fé de aquellas atroces heridas, y á la más exacta
-observación de cuantos indicios, fragmentos y resquicios podía ofrecer
-la contingencia para inferir luces al descubrimiento de los agresores.
-
-Entrados en la casa por la cochera, se encontró á primera vista bajo la
-escalera del almacén un xacastle de varias vituallas y trastos de
-camino, que según se informó era del indio correo, de la hacienda de
-Doña Rosa, propia del difunto, que había de haber salido aquella mañana;
-á corta distancia un candelero de plata, á la derecha se reconoció el
-zaguán, y la puerta principal que se hallaba cerrada con llave, y en el
-suelo unos cordeles delgados del mismo con que parecía estar atados los
-porteros. Más adelante, en la misma derecha, como á distancia de dos
-varas de la escalera principal, estaba D. Joaquín Dongo, tirado en el
-suelo, envuelto en su capa y sombrero, con varias y atroces heridas, así
-en la cabeza como en el pecho y manos, y de una de las cuales tenía
-separados dos dedos enteramente; la del pecho penetrante hasta la
-espalda, y la cabeza abierta de medio en medio, sin hebillas,
-charreteras y relox. A sus pies el lacayo, reclinado á la derecha, con
-fuertísimas heridas en la cabeza: dividido el cráneo. En la covacha que
-está bajo de dicha escalera, se vió en medio de ella tirado boca abajo,
-atadas las manos por detrás, al portero jubilado, que le llamaban el
-Inválido, revolcado en su sangre, con la cabeza igualmente destrozada.
-En la puerta de la bodega el cochero con iguales heridas. En el cuarto
-del portero actual, se halló dentro al indio correo, tirado en la misma
-forma, con la oreja derecha separada, y destrozada la cabeza. A los pies
-de éste, el portero actual, con las manos atadas por detrás, con igual
-número y clase de heridas.
-
-Reconocido el segundo patio, sus cuartos y caballerizas, y demás piezas
-interiores, no se encontró novedad digna de reparo.
-
-Pasado á reconocer el entresuelo, se encontró en la primera pieza un
-baúl descerrajado ó abierto, del que faltaron cincuenta pesos á D.
-Miguel Lanuza, cajero y sobrino de Dongo, según éste expresó
-últimamente. A la tercera se halló en su cama desnudo á D. Nicolás
-Lanuza, padre de dicho cajero, con una fuerte herida, en la cabeza, la
-que igualmente le dividió el craneo; otra en la cara hacia el lado
-derecho, otra en la mano derecha que en el todo tenía separada, con
-otras varias de igual consideración; el que estaba boca arriba con las
-piernas encogidas, con una escopeta en la cabecera, inclinada hacia
-abajo, en acción de que había intentado usar de ella, y los calzones
-encima de la cama, como que los había querido tomar de su pretina.
-
-Entrando en el almacén se encontraron de menos (según se reconoció por
-dicho D. Miguel Lanuza) varios papeles de medias, y como nueve mil pesos
-que estaban en plata bajo del mostrador. La siguiente pieza se encontró
-descerrajada, y aun quebrados los barrotes de la puerta; en medio de
-ella unos papeles quemados, los que según se reconoció, eran de marca,
-blancos, y una arca ó caja descerrajada, en que había catorce mil pesos
-efectivos en plata, y encima de la mesa una vela de cera, que demostraba
-haberles servido á los agresores en su empresa.
-
-Habiendo subido á las piezas principales y tomado el camino á la derecha
-hacia el pasadizo de la cocina, se encontró á la puerta de ella á la
-galopina (que estaba recién entrada, como de quince á veinte años)
-tirada boca abajo, con la cabeza igualmente destrozada, en grado que los
-sesos se hallaban por el suelo y los cabellos esparcidos, tan bien
-cortados que parecía haber sido con tijeras.
-
-En la cocina estaba la cocinera boca arriba, con la cara y cabeza
-destrozada. Entrando para las piezas principales, se halló en la
-anteasistencia á la lavandera, tirada en la misma forma, con dos
-heridas penetrantes en la espalda, otra en el brazo derecho, quebrado y
-dividido el hueso, y varias en la cabeza. En la asistencia se encontró á
-la ama de llaves en la misma disposición, en el estrado, y con la misma
-especie de heridas en la cabeza y brazos. En la siguiente pieza, que es
-la recámara, se halló descerrajado el ropero y un baúl de carey y concha
-grande. En las salas de recibir no se encontró novedad en el ajuar, que
-era de plata, ni en la labrada que andaba suelta. En el gabinete del
-difunto se encontraron descerrajados dos cofres, y en el suelo algunos
-géneros y calcetas nuevas. Una escribanía abierta con una gaveta menos
-que se encontró encima del mostrador del almacén. Reconocida la azotea y
-demás interiores de los altos, no se encontró más novedad que unas gotas
-de sangre en la escalera que subía á ella, que se supone ser de los
-sables ensangrentados con que subirían á registrarla, recelosos de no
-haber sido vistos ó sentidos, y asegurarse más para su intento.
-
-En este mismo acto procedieron de orden de su señoría los maestros
-profesores en cirugía D. José Vera y D. Manuel Revillas, á la inspección
-y reconocimiento práctico de los cadáveres con la mayor prolijidad y
-esmero.
-
-Evacuada esta diligencia, mandó su señoría se pasasen los cadáveres de
-los criados á la real cárcel de corte, donde fueron conducidos en tablas
-y escaleras, por medio de los comisarios de su señoría, á lo que fué
-indecible el numeroso concurso que asistió quedando en la casa Dongo y
-D. Nicolás Lanuza, los que á la noche pasaron á la iglesia del convento
-de Santo Domingo, donde al día siguiente por la tarde se sepultaron,
-con asistencia de dos de sus agresores (según se dice).
-
-Inmediatamente se proveyó auto cabeza de proceso, dictándose las
-providencias más severas y rigurosas órdenes, expidiéndose en el acto
-las cordilleras correspondientes, hasta para caminos extraviados,
-previniéndose en ellas las reglas y método con que debían manejarse los
-respectivos justicias del Departamento á que se dirigían para su puntual
-observancia; oficio al capitán de la Acordada para la solicitud y
-aprehensión de los que pudiesen descubrirse culpados: órdenes á los
-capitanes de la sala, para que previniesen en todas las garitas lo
-conducente, por si pasase ó hubiese pasado alguno ó algunos fugitivos
-con carga ó sin ella, los que aprendiesen y dieran cuenta, como de
-cualesquiera ocurrencia ó indicio ó presunción que se advirtiese, con
-otras varías al caso conducentes. A los hospitales, por si ocurriese
-algún herido. A los mesones, para tomar razón individualmente de los que
-estaban posando, quiénes, de dónde, con qué fin y destino se hallaban en
-esta ciudad, si la noche del suceso habían salido, ó quedádose fuera
-alguno de ellos. Al cuartel de dragones, por los soldados que hubiesen
-faltado la misma noche. A los plateros con la muestra semejante á la de
-las hebillas que faltaban al difunto, por si ocurriesen á venderlas ó
-tasarlas. Al Baratillo y Parián por lo que pudiese importar. A las
-concurrencias públicas y demás diversiones, por las luces que pudieran
-producir. A los alcaldes de barrio y sus comisarios, para que por su
-parte practicasen las más vivas y exactas diligencias. A los demás
-justicias del distrito, con otras muchas que no tienen número ni
-ponderación.
-
-No cesando el infatigable celo de su señoría, con cuantos arbitrios le
-dictó la prudencia, procedió, á consecuencia de lo determinado, á la
-pesquisa, examinando á los que dieron cuenta del suceso, á los vecinos,
-y cuantos se consideraron útiles á la calificación y descubrimiento de
-los homicidas.
-
-En este acto se proveyó auto para entregar las llaves á D. Miguel Lanuza
-y D. Francisco Quintero, de esta vecindad y comercio, á quien se nombró
-de depositario con las debidas formalidades: se sacó el testamento, que
-se entregó á la parte de la ilustre cofradía de Nuestra Señora del
-Rosario, para que procediese á poner en ejecución las disposiciones del
-testador, como su albacea y heredera, y que corriesen los inventarios
-por cuerda separada, como asunto civil é incompatible á esta pesquisa.
-
-En el siguiente domingo 25 se examinaron á cuantos amoladores fueron
-habidos, por las armas que hubiesen amolado. A los cirujanos que se
-encontraron, por los heridos que hubiesen curado. A los vecinos de por
-Santa Ana y calle de Santa Catarina Mártir, sobre un coche que se decía
-haber pasado la misma noche y hora del suceso, con precipitación, y no
-consiguiéndose otra cosa que un mar de confusiones; sin embargo, se
-continuaron haciendo muchísimas extraordinarias en ronda, registrando
-accesorias sospechosas, cateando casas, vigilando concurrencias,
-vinaterías y demás parajes de esta clase, hasta que en este cúmulo de
-confusiones, en que el público y su señoría se hallaban, dió Dios á
-luz, por un vehemente indicio, á uno de los agresores.
-
-El lunes 26 del mismo ocurrió á su señoría cierta persona de distinción,
-denunciándole privadamente: Que el sábado anterior, yendo por el
-cementerio de Santa Clara, como á las tres y media de la tarde, se puso
-á parlar con un amigo, y que á corta distancia estaba igualmente parado
-en conversación D. Ramón Blasio, con una persona que no conoció, á quien
-le advirtió en la cinta del pelo una gota de sangre, que aún la
-conservaba fresca en aquel acto, y vacilando sobre esto, por si acaso
-pudiese ser alguno de los delincuentes, lo había consultado con personas
-de juicio y prudencia, con cuyo acuerdo lo participaba á su señoría.
-
-En vista de esta noticia, que tuvo á las cinco y media de la tarde,
-mandó inmediatamente por el expresado D. Ramón, relojero de la calle de
-San Francisco, quien examinado sobre el particular, dijo: Que el sujeto
-con quien había conversado en el cementerio de Santa Clara el sábado
-anterior, era _D. Felipe María Aldama y Bustamante_, el que vivía en la
-Alcaicería; lo que oído por su señoría, dió inmediatamente orden para
-que lo fuesen á aprehender, y habiendo ido el capitán Elizalde, D. Ramón
-Blasio y los ministros de asistencia de su señoría, no encontrándolo en
-su casa, se mantuvieron ocultos en ella hasta como las ocho y media de
-la noche, que llegó con la ronda de la Acordada, diciendo era reo suyo,
-pues iba con él, sobre lo que se ofreció disputa y competencia entre
-ambos hasta el grado de haber pasado dicho capitán de la Acordada á ver
-á su señoría, á cuyo tiempo llegó el señor juez originario, y lo mandó
-pasar á la real cárcel de corte, donde quedó á su disposición en una
-bartolina, y cuando volvió de ver á su señoría, dicho capitán se halló
-con él en la cárcel.
-
-Algunos dicen que iba con Aldama para que entregara á Blanco por
-querella de su tía, y otros que iba á catearles la casa por algunos
-indicios que tenía sobre este particular.
-
-El martes 27, á las siete y media de la mañana, pasó su señoría á la
-real cárcel, donde habiendo puesto entre otros reos decentes, en una
-pieza reservada al citado Aldama, hizo entrar al denunciante para
-identificar la persona, quien al punto lo conoció y entresacó de todos.
-
-«Recibídole juramento á Aldama y preguntádole sus generales, expresó ser
-natural de San Juan Bautista Quesama, provincia de Alava, en el señorío
-de Vizcaya, soltero, sin ocupación en aquella actualidad, por estar
-siguiendo una incidencia en la causa criminal que se le siguió en la
-Acordada, acumulándole un homicidio de que había salido idemne dejándole
-su derecho á salvo, de que tenía documento, y que cerca de diez años ha
-que había venido al reino, de edad de treinta y dos años, ser noble
-notorio hijodalgo, cuya calidad justificaría, y para ello exhibía, un
-documento que se le devolvió con reserva de su derecho para que lo
-presentase en tiempo oportuno. Preguntado dónde había andado el viernes
-anterior, con quiénes y en qué forma, dijo: Que como á las tres y media
-de la tarde fué á la plaza de Gallos donde se mantuvo hasta cerca de la
-oración, que regresado á su casa llegó á poco rato D. Joaquin Antonio
-Blanco, con quien fué á la casa de su tía á reconciliarlo con ella por
-cierta desavenencia; que no habiéndola encontrado, se restituyó á su
-posada, donde se quedó á dormir Blanco, hasta que á la mañana siguiente
-salió á buscar á su tía. Preguntado dónde y cuándo tuvo noticia del
-suceso de la casa de Dongo, dijo: Que estando el sábado como á las ocho
-de la mañana en la esquina del Refugio con D. Rafael Longo, llegó con la
-noticia un galleguito, y hablando con Longo, Aldama le dijo: hombre,
-dicen que han matado á Dongo y toda su familia, y que el comercio está
-alborotado; que asombrados del caso se separaron los tres, y Aldama se
-fué para la Acordada, á participarlo á su capitán. Preguntado con quién
-estuvo en la calle de Santa Clara aquella tarde, qué trataron, y adonde
-se dirigió después, respondió que con el relojero D. Ramón Blasio, con
-quien conversó sobre el suceso de que trata la causa; luego pasó á la
-calle del Aguila á la casa de Quintero, y no encontrándolo se pasó á los
-Gallos. Héchosele cargo sobre la mancha de sangre que tenía la cinta del
-pelo, que reconoció, dijo: Que como iba á los gallos donde los que
-mataban solían para sacarlos pasarlos por las cabezas de los
-concurrentes, no ponía duda en que le hubiese caído alguna gota.
-Preguntado de qué se mantenía con la decencia que se advertía, dijo: que
-de las libranzas que le mandaba de Querétaro su primo el marqués del
-Villar del Aguila, y otros sujetos que le prestaban; que desde el último
-Junio había recibido más de mil y seiscientos pesos por mano de D.
-«Joaquín Antonio Yermo, á más de que de «los gallos solía adquirir
-algunos reales.»
-
-Para la justificación de si había dormido el viernes en su casa con
-Blanco, hizo su señoría comparecer á la criada cocinera de Aldama y á su
-hermana María Guadalupe Aguiar, quienes preguntadas si conocían á Blanco
-dijeron que con motivo de visitar á su amo lo conocían; el que había
-dormido el sábado y domingo de la semana anterior en su casa. Que su amo
-Aldama estaba pronto á sus horas, en especial de noche; que la del
-viernes no salió, y á pedimento de ellas había estado tocando en flauta
-hasta muy tarde que se durmieron. Que el sábado se recogió temprano y
-que el domingo en la noche se había ido á la comedia.
-
-«En virtud de la cita hecha á Blanco se libró oficio al juez de la
-Acordada, para su remisión, al que habían aprehendido la misma noche que
-á Aldama en una vinatería, por la dicha queja de su tía, el que habiendo
-comparecido se le tomó su declaración inquisitiva, en la que expresó
-llamarse Joaquín Antonio Blanco, natural de la villa de Segura,
-provincia de Guipuzcoa, soltero, de edad de veintitrés años, sin oficio;
-y examinado acerca de dicha cita discordó en ésto, diciendo que había
-dormido la noche del viernes á casa de su tía; en cuyo acto se careó con
-Aldama y las criadas de su casa, y al cabo de varias disputas hubieron
-de convenir todos en que ambos habían dormido aquella noche en la casa
-de Aldama, diciendo Blanco que había discordado falsamente, consternado
-de que no se le atribuyese algún delito por la falta de su tía, la que
-no se «encontraba en su casa; en cuya virtud se restituyó á la
-Acordada.»
-
-El día siguiente 28, se proveyó auto para el embargo de la hacienda de
-Doña Rosa, y comparecencia de su administrador en esta ciudad, cuyo
-despacho se expidió por la estafeta del día.
-
-«El día 29, en prosecución de la pesquisa y con noticia de ser D.
-Baltasar Dávila y Quintero, uno de los amigos de Aldama, lo hizo
-comparecer por medio del sargento mayor de la plaza, quien expresó
-llamarse como dicho es, natural de la isla del Hierro en las de
-Canarias, capitán de mar y subteniente de milicias provinciales de dicha
-isla: quien preguntado por el conocimiento de Aldama, y si el viernes
-había estado con él, respondió conocerle, y que en efecto, el citado día
-fué á visitar al declarante que estaba enfermo en cama, entre cuatro y
-cinco de la tarde, de suerte que no salió de ella en todo aquel día, ni
-en la noche. Preguntado de qué se mantenía, respondió: que á expensas de
-la caridad de D. Jacinto Santiesteban y D. Manuel Pineda, quienes le
-habían hecho varios suplementos, como constaría de su libro. Preguntado
-si conocía á D. Joaquín Dongo, ó tenía noticia del suceso y de sus
-agresores, dijo: Que ignoraba enteramente la pregunta, y que aunque se
-hablaba con mucha variedad de los agresores, el declarante no podía dar
-razón por no concurrir á las mesas de trucos, ni juegos públicos, donde
-solían tratarse asuntos de esta naturaleza, recogiéndose como se recogía
-á su casa á las siete de la noche. Preguntado si el sábado por la mañana
-salió de su casa á comunicar á Aldama, ó éste fué á visitarlo, ó
-practicó alguna diligencia que le hubiese encomendado, dijo que no hacía
-memoria, aunque una mañana que no tenía presente, lo encontró y le había
-dicho se llegase á la vinatería de la Alcaicería y dijera á su dueño que
-fuera á su casa de Aldama que quería hablarle.» En este estado
-habiéndose hecho comparecer á D. Ramón Garrido, administrador de la
-referida pulquería, se examinó sobre la cita y expresó «que el sábado 24
-(día en que amaneció la desgracia) á las seis y media de la mañana, le
-llevó Quintero recado de Aldama, diciéndole le llevase una libranza que
-tenía en su poder para que le diese los cincuenta pesos en que la tenía
-empeñada, con una capa blanca con galón, que inmediatamente pasó y
-saliendo á recibirlo al medio de la sala, ya con los cincuenta pesos en
-la mano, se los dió, y lo despidió, observando estaba vistiéndose de
-limpio: preguntado dónde había vivido aquellos últimos días, y dónde al
-presente, respondió que en la calle de la Aguila, en un cuarto interior,
-y para componerlo se había pasado á la accesoria de la misma casa, y
-habría como quince días que volvió al referido cuarto (constando de la
-casera que aquella misma noche había vuelto al dicho cuarto), diciendo
-tenía miedo no lo mataran en la accesoria por robarlo.»
-
-En vista de tan claras y manifiestas contradicciones, le tomó su señoría
-la espada, y lo mandó aprehender por medio de un piquete de soldados que
-tenía prevenidos, quienes habiéndolo atado le registraron las
-faldriqueras, y le encontraron veinte pesos en un pañuelo: con este
-hecho lo bajaron públicamente como á las diez del día á la real cárcel
-de corte, y en seguida su señoría,
-
-«Estando en dicha real cárcel, á efecto de continuar la declaración de
-Aldama, sobre los nuevos particulares que había ofrecido una mera
-contingencia, lo hizo parecer ante sí, quien sin embargo de las
-exquisitas y estudiosas preguntas que le hizo, para venir á dar al
-objeto del desempeño de la capa y libranza; contestó categóricamente
-Aldama con el mayor desenfado, concordando en lo declarado por el
-cajero: diciendo, que los cincuenta pesos había pagado de más de ochenta
-que había ganado en los gallos, como lo podrían declarar los
-encomenderos Villalba y Peredo, los que examinados aseguran haber ganado
-como diez y seis ó veinte onzas: pero que al fin salió perdido, y aunque
-en la ganancia de este dinero hubo algunas variaciones, con un genio tan
-astuto y vivo, al instante persuadía, y quería hacer ver lo contrario.
-
-«En este estado trajeron la dicha capa blanca que estaba en su casa, y
-un sombrero negro salpicado de sangre, con una gota de cera en la orilla
-del casco; y puéstoselo de manifiesto, lo reconoció todo por suyo, y
-héchosele cargo de aquella sangre, dijo; que como había ido á la
-procesión de desagravios á San Francisco en que había habido azotados de
-sangre, lo habían salpicado, y aun en la cara le habían caído dos gotas
-que con la mano se limpió, sobre que se le hicieron fuertes cargos, y se
-mantuvo con su dicho. Igualmente se le hizo otro acerca de la gota de
-cera, por haberse alumbrado en la facción de los homicidios y robo con
-vela de cera, dijo: que como había ido á alumbrar al Señor de la
-Misericordia el día de la ejecución de Paredes en la Acordada, y como
-era natural ir con el sombrero en la mano y la vela ardiendo, le cayó la
-que se le demostró, como otras muchas en la capa que se había quitado el
-mismo día, con una cuchara con una brasa, por no tener plancha.
-Reconvenido por su señoría por una mancha de sangre que le advirtió,
-como medio peso, en el terciopelo de la vuelta de la capa que tenía
-puesta, dijo que era de las narices, como lo acreditaba con el pañuelo
-que tenía en la bolsa, que igualmente estaba ensangrentado; y á mayor
-abundamiento, para mejor prueba, fuesen á ver debajo del petate de la
-bartolina donde estaba su colchón, la porción que había vertido de las
-narices el día anterior.»
-
-En este estado se suspendió la diligencia.
-
-Inmediatamente el señor juez, en vista de las contradicciones de
-Quintero, de las mutaciones que le advirtió en el semblante y la
-ambigüedad con que declaraba y se retractaba. En seguida mandó se
-reconociera la accesoria en que había vivido y el cuarto que en la
-actualidad tenía interior.
-
-Pasado inmediatamente su señoría y el escribano actuario, acompañados
-del capitán Elizalde y los comisarios extraordinarios de su asistencia;
-se reconoció la puerta de la accesoria que estaba manchada de sangre,
-asegurando los reos no haber habido motivo para que la hubiese, pues
-ninguno salió herido ni llevaron cosa que la manchara, y abierta ésta,
-se encontró descombrada sin trasto alguno, y levantándose á mano derecha
-al pie de la ventana la primera viga, se percibieron las talegas, y
-levantadas todas, se hallaron 21,634 pesos un real efectivos, inclusos
-ochenta que había con otra porción en un pañuelo. Un envoltorio en otro
-pañuelo con siete pares de medias de seda, cuatro pares de calcetas,
-cuatro camisas, una usada y tres nuevas, y una pieza de saya-saya
-carmesí; en una bolsita de mecate se hallaron las hebillas y charreteras
-del difunto, dos rosarios y un reloj de plata antiguo, lo que, sacado
-públicamente, se pasó á reconocer el cuarto interior y levantando sus
-vigas, no se encontró novedad alguna debajo de ellas; pero sí en la
-ropa, pues se encontró un chupín rociado de sangre, dos sombreros
-manchados de lo mismo, que después se verificó ser uno de Quintero y el
-otro de Blanco; tras de la puerta, á mano derecha, estaba una tranca
-gruesa con muchas señales de tajarrazos con machete ó sable amolado,
-como que en ella habían hecho experiencia y prueba de su corte ó
-fortaleza. Un belduque bajo un colchón. Todo lo cual se condujo en un
-carro al real palacio, custodiado de soldados, con más, unas medias de
-color gris ensangrentadas que estaban debajo de las vigas de la
-accesoria; y depositándose en cajas reales el dinero, lo demás se pasó á
-la sala de justicia para el reconocimiento y convencimiento de los reos,
-á quienes al instante se les puso un par de grillos más.
-
-Como á las cuatro y media de la tarde del mismo jueves se procedió á
-tomar confesión á los reos, previo el auto correspondiente, que se
-proveyó, y nombramiento de curador á Blanco por ser menor, el que se
-hizo en D. José Fernández de Córdoba, procurador del número de esta
-real audiencia.
-
-Habiendo su señoría hecho comparecer á Quintero, le recibió el juramento
-de estilo y generales acostumbradas, y héchosele el fuertísimo cargo de
-lo que resultaba y ministraban los autos sobre ser el agresor principal
-de los homicidios de Dongo y su familia, contestó con gran resolución:
-que no sabía quiénes fuesen, y mucho menos que él tuviese el más mínimo
-participio ni complicidad en ellos: y puéstosele de manifiesto las
-alhajas y ropa robada, demostrándosele cosa por cosa, se le preguntó si
-las conocía: dijo que no conocía nada; se le reconvino que si conocía
-tantas talegas que se habían sacado de debajo del envigado de su
-accesoria, y quería verlas: dijo que no sabía ni conocía cosa alguna.
-Preguntándole que si conocía el chupín, el belduque, los sombreros, la
-tranca y demás que se encontró en un cuarto, dijo: que sólo eso conocía
-por suyo, pero que lo de la accesoria no sabía, y algún enemigo, por
-hacerle daño, lo introduciría en ella; héchosele cargo de la sangre que
-tenía el chupín, dijo: que eran polvos que tomaba y expelía por las
-narices. Héchole cargo sobre la tranca y sobre su negativa en caso tan
-físico y palpable, el que se le iba formando con la mayor severidad,
-dijo en este acto: «Señor, ya no tiene remedio; no quiero cansar más la
-atención de V. S., pues Dios lo determina y me han hallado el robo en mi
-casa: ¿qué tengo de decir sino que es cierto todo? Que me alivien las
-prisiones ya que he dicho la verdad: fuerza es pagar. Aliviándole éstas,
-le preguntó su señoría quiénes eran los cómplices, cuántos, dónde
-vivían, y cuanto condujo al caso. Respondió que D. Felipe María Aldama y
-D. Joaquín Antonio Blanco, que estaba preso en la Acordada, quienes lo
-habían insistido á tal desastre, y como necesitado y frágil había
-accedido á tan horrendo delito; que aunque se recató, no lo pudo
-conseguir, pues lo vituperaron y trataron de un collón; que viéndose
-precisado, hubo de entrar en la casa en su compañía, á las ocho y media
-de la noche del viernes 23, haciendo Aldama de juez, con el bastón del
-confesante, el que le tomó al tocar la puerta; que habiéndole
-respondido, dijo: _abre_, y empuñando el bastón, se metió con Blanco, y
-el confesante se quedó cuidando la puerta: que no había hecho muerte
-alguna: que ellos podrían dar razón, pues no quiso ver aquella
-atrocidad, porque se le partía el corazón, y suplicaba que respecto á
-que sabía que había de morir presto, se le diese término para
-disponerse, dándole la muerte conforme á su ilustre nacimiento, lo que
-haría constar. Héchosele las demás preguntas conducentes, dijo que los
-otros lo declararían por extenso.
-
-Habiéndose hecho inmediatamente comparecer á Aldama, puesto ante su
-señoría con un semblante modesto y compasivo, tiró la vista hacia todos,
-y con un tierno suspiro, dijo: señor; ya ha llegado el día de decir las
-verdades; y compungido con lágrimas del corazón, significó que la
-fragilidad y la miseria humana lo habían conducido á tan horrendo
-sacrificio, estimulado de su necesidad, ya violentado y estrechado de
-sus acreedores, ya de sus escaseces, tan extraordinarias, y ya de lo
-principal, que fué su triste y desgraciada suerte; y pues para Dios no
-había cosa oculta, y era su voluntad pagase sus atroces delitos, estaba
-pronto á declarar cuanto ocurrió en el caso.
-
-Recibídole juramento en forma de derecho, y héchole las preguntas
-acostumbradas acerca de sus generales, que reprodujo, se le formó el
-riguroso cargo que ministraban los autos, y el cuerpo del delito acerca
-de los homicidios, y robo de Dongo y su familia, á efecto de que
-expresase quién promovió el proyecto, entre cuántos, qué día, en qué
-disposición, con qué armas, y en qué lugar; con lo demás que se tuvo por
-conveniente para la aclaración de tantas dudas y confusiones, en cuya
-vista dijo: Que había un mes que estrechado Quintero de sus indigencias
-y necesidades, le propuso el pensamiento de que, siendo D. Juan Azcoiti
-hombre de conocido caudal, y sólo podían matarlo y quedar remediados; á
-lo que resistió bien por su honor, y por estar muy distante de este
-pensamiento, contestándole ásperamente sobre que pensase en otra cosa.
-Que al cabo de pocos días insistió con dicho pensamiento, y ya más sagaz
-le contestó que lo pensaría, con la intención de no hacer aprecio y
-prescindir de ello. Que vuelto tercera vez á insistirlo, le dijo: que no
-había de quién fiarse, pues él no se valía ni de su padre; y
-proponiéndole Quintero inmediatamente á un primo suyo, quedó de verlo
-para el efecto; y habiéndolo solicitado, y sabido que estaba ausente en
-destino, le propuso á Blanco, quien le dijo estaba recién venido de
-presidio, y como quiera que había servido á Azcoiti, era más á propósito
-para el caso, á lo que creía no se excusaría; que le contestó lo viese
-en hora buena. Que habiendo caído malo el confesante, fué á visitarlo
-Quintero, llevando ya á Blanco, y al entrar le dijo: vé á quien te
-traigo acá: ahora le puedes decir lo tratado, á que le contestó Aldama:
-hazlo tú si quieres, que yo no estoy para eso; á poco rato se fueron:
-recuperado Aldama ya de su enfermedad pasó á ver á Quintero, donde halló
-á Blanco á quien había hablado ya Quintero, y tratando del asunto entre
-Aldama y Quintero, acabaron de seducir á Blanco; y habiendo determinado
-el pasar á verificar su intento, vieron ocupadas las piezas vacías con
-una familia que vino de fuera, con lo que se les frustraron sus
-proyectos. Y puesto inmediatamente el pensamiento en Dongo entre los
-tres, ofreció Aldama el instruirse de la casa, diciendo Blanco que tenía
-más de trescientos mil pesos en oro, con lo cual salían de penas: que al
-día siguiente fué Aldama á ver á Dongo con el pretexto de que le
-vendiese una poca de haba, con lo que observó la poca familia que le
-parecía tenía, y convenidos todos, quedaron de acuerdo para acecharlo en
-sus entradas y salidas de noche, á ver cómo y con quiénes salía, y cómo
-volvía: que el miércoles 21 del mismo Octubre dió Aldama cinco pesos á
-Quintero para que comprase y dispusiese las armas con que habían de ir;
-quien compró dos machetes de campo, uno de más de tres cuartas, que
-llevó Quintero; otro más mediano que llevó Aldama, y otro más chico que
-llevó Blanco, los que amolaron por la calle de Mesones: que á la noche
-fueron á observar la primera salida de Dongo, y no aguardaron á que
-volviese: que á la siguiente noche del jueves fueron y estuvieron hasta
-que regresó á las nueve y media Dongo. Que instruídos ya en la forma que
-salía y entraba, determinaron asaltarlo á la siguiente noche del
-viernes: que en efecto fueron dicha noche como á las ocho y media, y
-tomando Aldama el bastón de Quintero, tocó la puerta, y respuéstole
-quién era, respondió: _Abre_; y habiendo abierto el portero jubilado ó
-inválido, le dijo: ¿tú eres el portero? le respondió éste: no, señor;
-está en el entresuelo dando de cenar á D. Nicolás: pues llámalo; y
-entrando para dentro, lo esperó que bajase, y estando presente, le dijo:
-_Pícaro_, ¿qué es de los dos mil pesos que has robado á vuestro amo? y
-sin aguardar respuesta, lo mandó atar por detrás, y meterlo en su mismo
-cuarto, donde puso á Blanco que lo guardase; y volviéndose al inválido,
-le dijo: Y tú, ¿qué razón das de este dinero? Ata á este también, y en
-la misma forma lo metieron en la covacha, donde puso á Quintero de
-guardia, y revolviendo al zaguán, tomó al indio correo del brazo, quien
-estaba en compañía del inválido, y lo pasó al cuarto del portero, donde
-estaba Blanco, y entre ambos mataron al indio y al portero, en tales
-términos y con tal prontitud, que no dieron una voz: de ahí pasaron á la
-covacha, donde estaba Quintero con el inválido, y examinando á éste
-sobre la demás gente que había arriba, entre Aldama y Quintero lo
-mataron en la misma forma: que luego pasaron al entresuelo Aldama y
-Quintero, dejando á Blanco cuidando la puerta, para que avisase de
-cualquiera contingencia, y entrando con la vela en la mano, saludando á
-D. Nicolás; ya que se vieron cerca, le habían acometido ambos á un
-tiempo, y dejándolo muerto, pasaron al instante á las piezas superiores,
-y preguntando á las criadas: hijas, ¿cuántas son udes? con sencillez les
-respondieron ser cuatro, y entonces se volvió Aldama á Quintero, y le
-dijo: vd. meta á esas mujeres en la cocina, y custódielas, inter yo las
-voy examinando una por una. Que inmediatamente las metió Quintero en la
-cocina, y quedó en la puerta de ella custodiándolas: entonces tomó el
-confesante á la ama de llaves de la mano, y se la llevó á la asistencia,
-donde la mató: que inmediatamente volvió por la lavandera, y en la
-anteasistencia la mató; y habiendo vuelto, le dijo á Quintero: dos han
-quedado: una tú, y otra yo; y tomando el confesante á la galopina, y
-Quintero á la cocinera, las dejaron en el puesto con la mayor crueldad.
-Que acabada esta facción bajaron al zaguán á incorporarse con Blanco
-para aguardar á Dongo, donde se estuvieron sentados hasta después de las
-nueve y media que oyeron el coche que se acercaba á la puerta; que
-entonces se pusieron tras de ella y la abrieron cuando llegó, á
-semejanza del portero, y apeándose del coche, éste entró con su lacayo
-por detrás con una hacha en la mano, y se le apersonó el confesante,
-diciéndole con el sombrero en la mano: «_Caballero, vd. tiene su lugar;
-dispense el atrevimiento que se ha tenido de perder los respetos á su
-casa._» Súbase vd. con estos caballeros, que yo tengo que hacer con los
-criados de vd., y echando mano al lacayo, le contestó el caballero
-urbanamente; pero al subir la escalera debió de recelar, por ver los
-cuartos cerrados donde estaban los difuntos, y haciendo que metía mano,
-lo mataron entre Quintero y Blanco; y viendo el confesante que ya
-estaban matando á Dongo, mató él al lacayo que tenía de la mano: en este
-intermedio dió vuelta el coche, y el confesante fué á abrir la cochera
-para que entrase, y luego que entró cerró la puerta, y estando en esto,
-ya los otros habían bajado de las mulas al cochero, y entre todos tres
-lo mataron y fueron á esculcar al difunto; le sacaron las llaves de la
-bolsa, un rosario, el reloj, hebillas y charreteras de oro, de que no
-supo el confesante. Que habiendo subido arriba, habían tenido mil
-aflicciones para ver dónde venían; que encontrando en el gabinete una
-escribanía, le hizo una de ellas, de donde sacaron una gabeta con las
-del almacén; que descerrajaron un ropero y varios cofres, de donde sólo
-tomaron la ropa que se les encontró, lo que no había sido con su
-consentimiento. Que habiendo bajado al almacén, no encontrando el oro
-que buscaban, tomaron nueve talegas que estaban bajo del mostrador y
-unos cuantos papeles de medias nuevas. Que de ahí pasaron á descerrajar
-la pieza siguiente, en la que quemaron los papeles de las medias porque
-les abultaban, y comenzando á tomar el pulso á las cajas que había,
-viendo que entre todas una pesaba más, la descerrajaron y sacaron
-catorce mil pesos, sin tocar la de las alhajas de su mujer, ni una
-fortísima de hierro que no pudieron descerrajar. Que puesto el dinero
-sobre el mostrador, de allí lo bajaron al coche, y montando de cochero
-Aldama, con gran trabajo, por no poderlo retroceder ni sacar, por ser
-difícil aun á los de profesión, como por la gran carga que llevaba, el
-que cimbró de tal modo, (que expresó) que sueños de bronce que hubieran
-tenido los vecinos, se hubieran alborotado sólo del estruendo que hizo
-al salir, y que de un viaje lo condujeron todo después de las once, por
-la calle de Santo Domingo, á torcer por la de los Medinas hasta la
-accesoria de Quintero, donde bajaron la carga dejando á Quintero con
-ella, y el confesante y Blanco fueron á dejar el coche por Tenexpa; y
-aunque el primero quería llevarlo por Santa Ana, no quiso Blanco, por
-decir que arriba había guardas y podían ser conocidos; que dejado el
-coche, arrojaron en el puente de Amaya dos de los machetes, y regresados
-en casa de Quintero, tomaron una talega que tenía cuatrocientos pesos, y
-distribuidos entre los tres, les cupo como á ciento y treinta pesos, que
-tomaron para sus prontas urgencias, y el demás dinero, alhajas y ropa,
-metieron debajo de las vigas; luego se retiró el confesante con Blanco,
-y al pasar por el puente de la Mariscala tiraron el otro sable que les
-había quedado, y de ahí pasó el confesante á dejar á Blanco á su casa,
-quien vivía por el Salto de la Agua, en casa de su tía, y no
-encontrándola en casa se fueron para la del confesante. En el camino le
-dijo Blanco que allí llevaba el reloj de oro del difunto, y habiéndolo
-corregido seriamente hizo lo echara en el caño de la agua de la esquina
-de la Dirección del Tabaco. Llegados á la casa del confesante se
-acostaron, diciendo en la casa que habían ido á un baile. Que al día
-siguiente mandó sacar sus prendas, como tiene dicho, y á las nueve llevó
-la noticia á la Acordada, y después se fué á los gallos. En este estado
-y respecto á que sabía breve había de morir, suplicaba rendidamente á
-la justificación de su señoría se sirviese, con atención á la nobleza
-notoria de su estirpe, se le diera la muerte correspondiente, no por él,
-pues merecía morir tenaceado y sufrir cuantos martirios se imaginasen,
-sino por su pobre familia; y mandádose retirar por ser las nueve de la
-noche, suplicó se le llamasen unos padres del colegio de San Fernando,
-para que lo fuesen disponiendo á su muerte, lo que así se le ofreció y
-cumplió.
-
-Inmediatamente mandó su señoría que los capitanes de esta real sala
-fuesen á sacar los machetes y reloj, que expresó Aldama haber echado
-Blanco en el caño referido.
-
-En virtud de orden de su señoría se mandó por Blanco á la Acordada,
-quien hasta esta hora llegó, y estando presente ante su señoría, previo
-el mismo juramento, se le hizo cargo de sus delitos, quien sin embargo
-de haberle puesto todo el cuerpo del delito de manifiesto, negó,
-diciendo no saber de tal cosa ni haber incurrido en semejante atrocidad;
-que si lo creía su señoría de él; que si fuera cierto lo confesara, como
-había confesado en la Acordada cuando robó á su amo: en esto se mantuvo
-hasta cerca de las once de la noche que se mandó retirar, sin embargo de
-los foertísimos cargos y convencimientos que se le hicieron.
-
-Al siguiente día viernes se hizo comparecer á Quintero, en virtud de la
-discordancia que hubo entre él y Aldama, sobre haber sugerido éste á
-aquél, y aquél á éste, y estando puestos rostro á rostro, previo su
-juramento, se les hizo cargo de las discordancias de sus deposiciones en
-esta materia, y de los homicidios; á que contestó Quintero: que era
-cierto que él había sugerido y propuesto el pensamiento á Aldama: que
-era cierto cuanto decía, y que él también mató al igual de todos, y
-dudoso sobre si él había propuesto primero el pensamiento á Blanco y
-Aldama; que quería disponerse, para lo cual quería también padres de San
-Fernando, lo que se le cumplió.
-
-A este acto se hizo comparecer á Blanco, y puesto (previo nuevo examen
-que se le hizo) rostro á rostro, se le hizo cargo de su negativa, quien
-ratificándose en ella, lo comenzaron á persuadir dijese la verdad, que
-perdía tiempo, el que era muy precioso: que qué tenía que negar á una
-cosa tan palpable como aquella: que no había de tener más resistencia
-que ambos, y viéndose convencidos declararon la verdad: que viera sus
-mismas medias ensangrentadas, con que le hacían cargo: que de todos
-modos había de ser lo mismo; con otras muchas expresiones de esta
-naturaleza, sin embargo de las cuales insistió en su negativa.
-Recibídole declaración á la tía de Blanco, sobre con qué medias había
-salido de su casa, expresó que con unas de color de gris, que son las
-mismas ensangrentadas; y habiéndose hecho comparecer á ésta, luego que
-se le puso delante, dijo: No es necesario, todo es cierto: yo los
-acompañé y cometí los mismos delitos, y me remito en todo á la
-declaración de Aldama. Que le trajeran padres, que quería confesarse y
-disponerse, lo que también se le cumplió; y todos unánimes y conformes
-reconocieron las armas que se les pusieron delante, y dijeron ser las
-mismas que fueron la destrucción de todos; con lo que se suspendió el
-acto de la diligencia.
-
-En la misma tarde, como á las cuatro, hubo acuerdo extraordinario, con
-asistencia de los señores regente y fiscal, que duró hasta después de
-las once de la noche, en el que se determinó se recibiese á prueba por
-tres días, en los cuales se ratificaron los reos y los testigos
-sumarios; se entregasen los autos dentro del oficio al Lic. D. Manuel
-Navamuel, á quien se nombró defensor por veinte horas, y concluidas se
-pasasen al relator.
-
-En la misma hora se hicieron las citaciones correspondientes, y al día
-siguiente se comenzaron á ratificar los testigos, y como á las diez y
-media los reos respectivamente, en que añadió Blanco que Quintero lo
-había seducido, y Quintero se mantuvo en su duda anterior.
-
-El lunes 2 de Noviembre produjeron los reos sus pruebas sobre la
-identificación de sus ejecutorias de nobleza, con tres testigos cada
-uno.
-
-El mismo día se presentó escrito por el defensor, sobre que le
-permitiese ver los autos en su casa, á lo que habiéndose accedido,
-ratificados los cuarenta y seis testigos, se le pasaron los autos por el
-capellán Elizalde, el mismo lunes á las nueve y media de la noche en que
-se cumplieron los tres días, y le empezaban sus veinte horas. El martes
-á las siete y media, que se le cumplieron, pasó dicho Elizalde por ellos
-y los condujo al relator por sólo aquella noche.
-
-En este estado declaró Aldama en descargo de su conciencia, que la
-muerte que se le acumulaba, y por la que había estado preso en la
-Acordada, de un mulato, criado de Samper, era cierta, y que él la había
-hecho por robarle dos mil pesos de su amo, los que en efecto le quitó,
-al que arrastró y echó en una cueva de mina vieja, yendo él mismo al
-reconocimiento del cadáver cuando le dieron la denuncia, como teniente
-general que era de aquella jurisdicción de Cuautla de Amilpas.
-
-Y Quintero expresó haber hecho una muerte en Campeche á un pasajero, á
-quien le robó seiscientos pesos, lo que también declaró en descargo de
-su conciencia.
-
-A las ocho de la mañana del día miércoles se comenzó á relatar la causa
-y se siguió á la tarde, con asistencia del señor regente, el señor
-fiscal y los reos, cuya relación se concluyó después de la oración,
-finalizando el relator Echeverría con las causas de Aldama y Quintero,
-de que se le hizo cargo y vinieron de la Acordada.
-
-Relatada la de Blanco, resultó que el año de 87 se procesó en aquel
-tribunal por cinco robos que ejecutó en compañía de D. Juan Aguirre su
-paisano y cajero que fué de la vinatería de D. Manuel Pineda, en la casa
-de Azcoitia, donde servía también de cajero dicho reo, extrayéndole más
-de tres mil pesos, y cinco que hizo en Guanajuato, en la tienda de su
-amo Alemán; el uno de varias ropas y los otros dos de reales hasta
-seiscientos pesos, lo que resultó justificado, por lo que fueron
-condenados á ocho años de presidio en Puerto Rico, y que de allí fuesen
-conducidos bajo partida de registro, á la casa de contratación de Cádiz,
-de donde se dirigieran á los lugares de su origen: que indultado éste
-por el Excmo. Sr. Flores, se vino á esta ciudad desde San Juan de Ulúa,
-donde desertó.
-
-Por el expediente pasado, con oficio de 2 del corriente, por el Excmo.
-Sr. virrey, se advierte hallarse Quintero, por decreto de la misma
-fecha, declarado no gozar fuero alguno de guerra, cuya declaración fué
-expedida de resultas de la instancia que en el superior gobierno seguía
-sobre goce y restitución del fuero militar, de que se había antes
-despojado, por la causa que se le siguió en la Acordada, á querella de
-la viuda de su primo, quien le imputaba haberle extraído como cuatro mil
-pesos, en la que tuvo absolución de la instancia en 13 de Mayo último, y
-fué puesto en libertad con reserva de su derecho.
-
-Después de dicha relación informó el abogado de los reos muy
-sucintamente, en que pidió que conociendo los graves delitos de los
-reos, ya que en el estado presente por lo mismo eran dignos de
-compasión, se mirasen con piedad y se les aplicase la muerte con
-atención á las circunstancias de su nacimiento, fundando la menos culpa
-y complicidad de Blanco, por lo que, y por su menor edad, era digno de
-más indulgencia.
-
-Después siguió el señor fiscal, quien sin embargo de no haberle pasado
-los autos ni tener más instrucción de ellos que la relación que se hizo
-por el relator, hizo una oración de las más prolijas y exquisitas, en la
-que concluyó pidiendo, que respecto á los extraordinarios delitos de los
-reos, á su gravedad y circunstancias, merecían extraordinarias penas y
-un castigo ejemplar, por los cuales habían perdido el goce y fuero de
-sus privilegios; pero atendiendo á ciertas leyes y á la probanza que de
-su nobleza habían dado, condescendía «en que se les diese garrote
-saliendo de la cárcel, y el verdugo delante con el bastón y armas con
-que cometieron los delitos, y siendo regular ser una de las calles
-acostumbradas la en que vivía Dongo, el pasar por ella, los entrasen por
-la puerta principal, y estando un rato en ella saliesen por la cochera,
-por donde salieron triunfantes con el robo, salieran á pagar con sus
-vidas; que llegados al patíbulo, puestas en alto las armas y bastón al
-tiempo de la ejecución, verificada ésta, se destruyeran en el mismo
-tablado y que se mantuviesen los cadáveres por tres días en el suplicio
-para escarmiento y desagravio de la vindicta pública.»
-
-Por ser ya las ocho de la noche no se votó, y se reservó para el jueves
-siguiente, en el que se pronunció la sentencia, que relativamente es la
-siguiente: «Hecha la relación acostumbrada de los excesos y delitos de
-los reos, hallaron que eran de condenar, y condenaron, á que de la
-prisión en que se hallaban saliesen con ropa talar y gorros negros, en
-mulas enlutadas, á son de clarín y voz de pregonero que manifestase sus
-delitos, por las calles públicas y acostumbradas; y llegados al suplicio
-se les diese garrote poniendo el bastón y armas á la vista del público,
-y verificada la ejecución se destrozasen y rompiesen por mano del
-verdugo, separándoseles las manos derechas: que se fijasen dos en dos
-escarpias donde habían cometido los homicidios, y la otra donde se halló
-el robo, en la parte superior de la pared, todo con ejecución, sin
-embargo de suplicación y de la calidad; y que el dinero depositado y
-demás del robo se entregara á la parte de la archicofradía heredera,
-como se ejecutó, y esta sentencia fué dada, presente el señor fiscal.»
-De la que dada parte á S. E. á las doce de este día, en su consecuencia
-pasó el escribano Lucero á la primera pieza del entresuelo de la cárcel,
-y haciéndolos traer á su presencia se las hizo saber y notificó: quienes
-postrados de rodillas la obedecieron conformes, y asistidos de los
-padres fernandinos y del rector de las cárceles Br. D. Agustín
-Montejano, pasaron á la capilla, quien les hizo las mayores
-exhortaciones de consuelo y conformidad, y postrados ante el altar
-hicieron una deprecación la más tierna y lastimosa, de donde tomaron sus
-respectivos lugares, que abrigaron con biombos.
-
-En estos tres días se dispuso el cadalzo ó tablado, en medio de la plaza
-principal del real palacio y la de la cárcel, con el alto de más de tres
-varas, diez de largo y cinco de ancho, todo entapizado y guarnecido de
-bayetas negras, hasta el piso y palos.
-
-El día sábado, 7 de Noviembre, entró el teniente de corte y demás
-ministros de justicia, y tras ellos los hermanos de la caridad, quien
-les dijo: Ya es, hermanos, la hora de ver á Dios; y levantándose se
-arrodillaron delante del altar, y auxiliados á gritos pidieron
-misericordia, haciendo muchos actos de cristiandad, y puéstoles los
-hermanos las ropas fueron acompañados de muchas personas eclesiásticas y
-condecoradas, y trepa, por las calles acostumbradas, hasta el suplicio:
-subiendo primero Quintero, como capitán de ellos, se colocó en el palo
-de en medio, Aldama en el derecho y Blanco al izquierdo. Se quebraron
-las armas y bastón, cuya ejecución se concluyó á la una de la tarde,
-durando á la vista por orden superior hasta las cinco que se pasaron á
-la real cárcel, y separadas las manos derechas se fijaron como se mandó,
-las que se quitaron el jueves 17 del mismo año, y con los hábitos de San
-Fernando se amortajaron y depositaron en la capilla de los Talabarteros,
-hasta el siguiente domingo que los hermanos de la Santa Veracruz en su
-parroquia hicieron un decente entierro con misa de cuerpo presente, que
-cantaron los fernandinos, y costó doscientos veintisiete pesos.
-
-Este fué todo el infeliz suceso de los desgraciados agresores de Dongo y
-su familia.
-
-_Per misericordiam Dei, requiescant in pace. Amén._
-
- * * * * *
-
-Al concluir este artículo debemos llamar la atención de nuestros
-lectores. El crimen que se ha referido fué, como se vé, cometido por
-tres españoles, de una condición y clase no común. En ochenta años que
-van transcurridos no se ha vuelto á perpetrar en la capital otro
-atentado tan atroz de que sea víctima una familia entera. Esto da una
-idea del carácter de las gentes que habitan la capital, entre las que no
-podemos negar que haya algunas de costumbres bien depravadas; y
-demuestra también que la civilización, aunque lentamente, adelanta entre
-nosotros, y esto lo prueban bastante las narraciones históricas que
-llevamos publicadas.
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-EL LICENCIADO VERDAD
-
-..................¿Y enmudece
- aquella lengua que en el ancho foro
- defendió la verdad...........................
-
- (NAVARRETE.--Elegía en honor
- del Lic. Verdad.)
-
-
-I
-
-El aliento de fuego de la revolución francesa había hecho brotar á
-Napoleón.
-
-Pero si las revoluciones son como Saturno, que devoran á sus propios
-hijos, también es cierto que aquellas madres encuentran siempre un hijo
-que los sofoque entre sus brazos.
-
-Llegó un tiempo en que Napoleón hizo desaparecer las grandes conquistas
-de la revolución: la República se tornó en imperio, el pueblo volvió á
-gemir bajo el despotismo, una nobleza improvisada, la nobleza del sable,
-vino á substituir á la aristocracia de la raza, y de allí de donde los
-pueblos esperaban el rayo de luz que alumbrara su camino, salieron
-torrentes de bayonetas que llevaron hasta Egipto la conquista y la
-desolación; Bonaparte se constituyó árbitro de la suerte de las
-naciones: sin llevar en sus banderas más que orgullo, sacrificó millones
-de hombres á su ambición, la Francia perdió á sus hijos más valientes,
-su tesoro quedó exhausto, y un cometa de sangre se elevó sobre el
-horizonte de la política europea.
-
-Los reyes temblaban ante el enojo del nuevo César, y palidecían cuando
-volvía el rostro hacia sus dominios.
-
-Llegó por fin su turno á la España. Débil y cobarde Fernando VII,
-conspiró contra su mismo padre, é imploró como un favor inmenso la
-protección de Bonaparte.
-
-Los franceses invadieron completamente la España, y de debilidad en
-debilidad Fernando, acabó por abdicar el trono de sus abuelos, y
-Napoleón colocó sobre él á su hermano José Bonaparte.
-
-Pero el pueblo español, abandonado por su rey, traicionado por muchos de
-sus principales magnates, sorprendido casi en su sueño por los ejércitos
-franceses que habían penetrado hasta el corazón del país, merced á la
-ineptitud ó á la cobardía de sus gobernantes, comprendió que le habían
-vendido; el león que dormía lanzó un rugido; se estremeció y oyó sonar
-sus cadenas; entonces vino la insurrección.
-
-Los jefes se improvisaban, brotaron soldados de las montañas y de las
-llanuras, una chispa se convirtió en incendio, el viento del
-patriotismo sopló la hoguera, y la nación toda fué un campo de batalla.
-
-Santo, divino espectáculo el de un pueblo que lucha por su
-independencia: cada hombre es un héroe, cada corazón es un santuario,
-cada combate es una epopeya, cada patíbulo un apoteosis.
-
-Aquella historia es un poema, necesita un Homero; todos los hombres de
-corazón pueden comprenderla, sólo los ángeles podrían cantarla.
-
-La sangre de los mártires fecundiza la tierra; el que muere por su
-patria es un _escogido_ de la humanidad, su memoria es un faro, perece
-como hombre y vive como ejemplo.
-
-La grandeza de una causa se mide por el número de sus mártires; sólo las
-causas nobles, grandes, santas, tienen mártires; las demás sólo cuentan
-con sacrificios vulgares, sólo presentan uno de tantos modos de perder
-la existencia.
-
-España luchaba, luchaba como lucha un pueblo que comprende sus derechos,
-como lucha un pueblo patriota.
-
-Los hombres salían al combate, las mujeres y los ancianos y los niños
-fabricaban el parque y cultivaban los campos.
-
-El ejército francés era numeroso, bien disciplinado, tenía magnífico
-armamento, soberbia artillería, abundantes trenes, y además brillantes
-tradiciones de gloria.
-
-Y sin embargo, las guerrillas españolas atacaban y vencían, porque el
-patriotismo hace milagros.
-
-Entonces comenzó á organizarse la insurrección, y se formaron en España
-las juntas provinciales.
-
-
-II
-
-Las noticias de los acontecimientos de la metrópoli llegaron á la
-colonia, y los mexicanos, indignados, olvidaron por un momento su
-esclavitud para pensar en la suerte de España y en la injusta opresión
-de Bonaparte.
-
-Hay momentos supremos para los pueblos generosos, en que el texto de su
-derecho internacional es el evangelio, y olvidando las reglas de la
-diplomacia y los sentimientos de conveniencia, sienten la gran
-confraternidad de las naciones, olvidan sus rencores, y brota
-colectivamente en las masas una especie de caridad, de pueblo á pueblo,
-de nación á nación.
-
-El duque de Berg, Lugarteniente de Napoleón, comunicó sus órdenes al
-virrey de México que lo era entonces Don José de Iturrigaray, teniente
-general de los ejércitos españoles; pero el virrey no se atrevió á
-acatar aquellas órdenes ni á desobedecerlas abiertamente; quiso
-consultar, quiso saber si contaba con algún apoyo, y citó á la
-audiencia para tratar sobre esto con los oidores.
-
-Reunióse en efecto el acuerdo. El virrey les hizo presente el motivo con
-que los había citado, y aquellos hombres palidecieron como si vieran á
-la muerte sobre sus cabezas, y apenas se atrevieron á dar su opinión.
-
-Entonces el virrey tomó la palabra, y con un acento conmovido, protestó
-que antes perdería la existencia que obedecer las órdenes de un gobierno
-usurpador; que aun podía ponerse á la cabeza de un ejército, y combatir
-por la independencia y el honor de su patria. Los oidores se retiraron
-avergonzados y cabizbajos.
-
-La Audiencia aborrecía al virrey y le hacía una guerra sorda, y sin
-embargo, en aquél momento le había tenido que contemplar con respeto.
-
-Ellos eran el vulgo delante del héroe; sólo el patriotismo pudo haber
-dado al indigno Fernando VII, vasallos y capitanes como los que pelearon
-en España y los que gobernaron sus colonias.
-
-La noticia de estas ocurrencias se difundió bien pronto por la ciudad, y
-el Ayuntamiento quiso también tomar y tomó parte en la cuestión.
-
-En el año de 1701 la monarquía española cambió de dueño; el fanático
-Carlos II legó los extensos dominios que conquistaran y gobernaran sus
-abuelos á la casa de Anjou, y Felipe V se sentó sobre el trono del
-vencedor de Francisco I.
-
-Aquél cambio de dinastía se verificó sin que las colonias españolas de
-la América hubieran dado la menor muestra de disgusto; un rey al morir
-dejaba á un extraño pueblos y naciones por herencia, como un particular
-lega un rebaño ó una heredad, porque sus súbditos eran cosas; pero esto
-acontecía en 1701.
-
-La abdicación de Fernando VII y la usurpación de Bonaparte se sabían en
-México en 1808, es decir, entrado ya el siglo XIX.
-
-Los nietos conocían mejor sus derechos que los abuelos; México protestó
-contra la usurpación: México era colonia, por eso aborrecía las
-conquistas; los mexicanos eran víctimas, por eso detestaban á los
-verdugos.
-
-Una tarde, el Ayuntamiento de México, en cuerpo, presidido de las masas
-de la ciudad, se presentó en palacio, las guardias batían marcha, la
-muchedumbre se agrupaba en derredor de los regidores, el virrey salió al
-encuentro de la corporación, y el alcalde puso en manos de Iturrigaray
-una representación.
-
-En aquella representación el Ayuntamiento, á nombre de la colonia, pedía
-la formación de un gobierno provisional; el virrey la leyó con agrado y
-la pasó en consulta á la Audiencia.
-
-El Ayuntamiento se retiró en medio de las ovaciones del pueblo, que
-tenía ya noticia de lo que acontecía.
-
-Esto pasaba en el mes de Julio de 1808.
-
-
-III
-
-La Audiencia de México, compuesta en aquella época de hombres tímidos,
-intrigantes y que debían sin duda el puesto que ocupaban más al
-favoritismo que á sus propios méritos, no podía estar á la altura de su
-situación.
-
-Los oidores, hombres vulgares que no pasaban de ser, cuando más, viejos
-abogados llenos de orgullo y obstinación, no pudieron comprender ni la
-lealtad del virrey, ni el arranque de generosidad del Ayuntamiento de
-México, ni el esfuerzo patriótico de los españoles.
-
-La medida propuesta por los regidores pareció, pues, al acuerdo muy
-avanzada, y vista á la luz de ese miedo que las almas pequeñas llaman
-prudencia, mereció la desaprobación de todos los oidores.
-
-En los momentos supremos de la crisis de un pueblo, fiar el consejo ó la
-ejecución de las grandes medidas á hombres de poco corazón ó de mediana
-inteligencia, es comprometer el éxito, buscar en la inercia el
-principio de actividad, pedir arrojo al que sólo piensa en precaución.
-
-El virrey Iturrigaray y el Ayuntamiento chocaron con la Audiencia; el
-virrey quiso renunciar el gobierno, y lo renunció en efecto,
-proponiéndose pasar á España á prestar sus servicios; pero este paso fué
-desaprobado por sus amigos y por el Ayuntamiento, y no insistió más.
-
-El 26 de Julio la barca _Esperanza_ trajo la noticia de que toda la
-España se había levantado contra la dominación francesa, proclamando la
-independencia, y esta noticia se recibió en México como el más plausible
-de los acontecimientos.
-
-Salvas de artillería, músicas, cohetes, repiques, paseos, todo anunciaba
-el gozo de la colonia, porque en México se aplaudía instintivamente el
-esfuerzo de un pueblo que buscaba su salvación, porque toda tiranía
-tiene siempre, tarde ó temprano, una reacción de libertad, porque
-aquella lucha era ya la alborada del día de la independencia de los
-mexicanos.
-
-El Ayuntamiento instaba por la formación de un gobierno provisional, y
-el virrey, mirando la resistencia de los oidores, citó una gran junta, á
-la que debían concurrir la Audiencia, el Ayuntamiento, los inquisidores,
-el arzobispo, y en fin, todas las personas notables de la ciudad.
-
-El 9 de Agosto se celebró por fin esta célebre sesión, á la que
-concurrió la Audiencia, no sin haber protestado antes secretamente, que
-sólo asistía para evitar disgustos con el virrey.
-
-Iturrigaray presidía la reunión, y con tal carácter invitó al síndico
-del Ayuntamiento, Licenciado Don Francisco Primo Verdad y Ramos, para
-que usase de la palabra acerca del asunto para el que habían sido
-llamados.
-
-Verdad era un abogado insigne en el foro mexicano, dotado de una gran
-elocuencia y de un extraordinario valor civil. Habló, habló, pero con
-todo el fuego de un republicano; habló de patria, de libertad, de
-independencia, y por último, proclamó allí mismo, delante del virrey y
-del arzobispo y de la Audiencia, y de los inquisidores, el dogma de la
-soberanía popular.
-
-Aquella fué la primera vez que se escuchó, en reunión semejante, la voz
-de un mexicano llamando soberano al pueblo.
-
-El escándalo que esto produjo fué espantoso, el inquisidor Don Bernardo
-del Prado y Ovejero no pudo contenerse, y se levantó anatematizando las
-ideas de Verdad; el arzobispo se declaró enfermo y pretendió retirarse.
-
-El velo del templo se había roto, la luz había brotado por la primera
-vez en la colonia; después de tres siglos de obscuridad, la estátua se
-animaba, pero el suplicio debía seguir al reto audaz del nuevo Prometeo;
-los tiranos no perdonan nunca.
-
-
-IV
-
-El único resultado aparente de la primera junta, fué jurar á Fernando
-VII como monarca legítimo de España é Indias.
-
-Poco tiempo después, el 30 de Agosto, se presentaron en México el
-brigadier de marina Don Juan Jabat y el coronel Don Tomás de Jáuregui,
-hermano de la mujer del virrey, comisionados ambos por la junta de
-Sevilla, para exigir del virrey de México que reconociese la soberanía
-de esa junta y pusiese á su disposición el tesoro de la colonia.
-
-Reunióse con este motivo una segunda junta, y allí los comisionados
-presentaron sus despachos y sus autorizaciones que se extendían hasta
-aprehender al virrey en caso de que se negase á obedecer.
-
-Las discusiones fueron acaloradas, la sesión se prolongó por muchas
-horas, y por fin llegó á resolverse definitivamente que no se reconocía
-á la junta de Sevilla.
-
-Llegaron pliegos de la junta de Oviedo, conteniendo la misma pretensión;
-volvió el virrey á citar otra junta, leyólos en ella y agregó, que
-España estaba en la más completa anarquía, y que su opinión era no
-obedecer á ninguna de aquellas juntas.
-
-Siguióse aún otra junta, tan acalorada como las anteriores, y el virrey
-insistía siempre en renunciar, á lo que se oponía con tenacidad el
-Ayuntamiento, y sobre todos el Lic. Verdad.
-
-En fin, Iturrigaray se decidió á formar en México una junta y un
-gobierno provisional, á imitación de los de España; llegaron á expedirse
-las circulares á los ayuntamientos, y la villa de Jalapa nombró sus dos
-comisionados que se presentaron en la capital.
-
-Los oidores no estaban conformes con esa resolución; pretendían
-indudablemente deshacerse del virrey con el objeto de que la Audiencia
-entrase á gobernar, y como en aquellos días el rey no podía nombrar otro
-virrey en lugar de Iturrigaray, y las juntas españolas no eran
-reconocidas en México, el poder quedaría durante largo tiempo en manos
-de la Audiencia.
-
-Los oidores Aguirre y Batani eran el alma de esta conjuración; casi
-todas las noches se reunían á conspirar los de la Audiencia y sus
-amigos; el fiscal Borbón adulaba al virrey en su presencia, y conspiraba
-con tanto ardor como los demás; Iturrigaray estaba sobre un volcán.
-
-El Ayuntamiento era partidario del virrey, porque el virrey sostenía la
-buena causa; pero el Ayuntamiento de México no pudo ó no quiso apoyar á
-Iturrigaray, y se abandonó, sin conocer que en medio de las tinieblas
-conspiraba la Audiencia, y que el virrey debía arrastrar en su caída á
-los regidores.
-
-Los comisionados de la junta de Sevilla trabajaban también contra el
-virrey; Jáuregui, á pesar de ser su cuñado, y Jabat porque era enemigo
-personal de Iturrigaray desde que éste vivía en España.
-
-La suerte favoreció en su empresa á los conspiradores.
-
-
-V
-
-El odio de los oidores al virrey no conoció límites; habían jurado
-perderle, y lo cumplieron.
-
-El 15 de Septiembre en la tarde salía Iturrigaray á paseo, y al bajar
-las escaleras de palacio, una mujer del pueblo se arrojó á sus pies.
-
---En nombre del cielo, lea V. E. ese papel--le dijo presentándole una
-carta.
-
---¿Qué pides, hija mía?--preguntóle bondadosamente el virrey.
-
---Nada para mí, sólo que V. E. lea con cuidado ese papel.
-
-La mujer se levanto y se alejó precipitadamente. El virrey, pensativo,
-montó en su carroza.
-
-Tenía Iturrigaray la costumbre de ir todas las tardes á pescar con caña
-en las albercas de Chapultepec; así es que apenas entró en su carroza,
-los caballos partieron en aquella dirección y el cochero no esperó orden
-ninguna.
-
-Durante el camino, Iturrigaray leyó la carta que la mujer le había
-entregado; era la denuncia de una conspiración que debía estallar
-aquella noche.
-
-El virrey sonrió con desdén, guardó la carta y no volvió á pensar más en
-ella.
-
-Sin embargo, no era porque no creyese que conspiraban contra él, sino
-porque esperaba los regimientos de Jalapa, de Celaya y de Nueva-Galicia,
-con los cuales contaba para sofocar cualquiera rebelión.
-
-Pero la Audiencia se había adelantado. Don Gabriel Yermo, rico
-hacendado, se prestó á servir á los oidores en su complot, é hizo venir
-de sus haciendas un gran número de sirvientes armados.
-
-Con este auxilio, y contando con el jefe de la artillería Don Luis
-Granados, que tenía su cuartel en San Pedro y San Pablo, determinaron
-dar el golpe.
-
-El día 15 de Septiembre de 1808 los conjurados fueron al palacio del
-arzobispo, y allí el prelado los exhortó y los bendijo para que salieran
-airosos del lance.
-
-Arrojáronse entonces los conjurados sobre palacio, que tomaron sin
-dificultad de ninguna especie, porque además de que contaban ya con el
-oficial de la guardia, habían, por más precaución, hecho entrar allí
-desde la tarde á ochenta artilleros.
-
-Llegaron, pues, hasta la alcoba de Iturrigaray, que dormía
-tranquilamente y que despertó rodeado de sus enemigos, que le intimaron
-darse á prisión.
-
-El virrey no opuso resistencia; los sublevados se apoderaron de su
-persona, lo hicieron entrar en un coche, en el que iban el alcalde de
-corte Don Juan Collado y el canónigo Don Francisco Jaravo, y le
-condujeron á la Inquisición, á donde quedó preso en las habitaciones
-mismas del inquisidor Prado y Ovejero.
-
-La virreyna, en compañía de sus dos hijos pequeños, fué conducida al
-convento de San Bernardo, y los oidores, presididos por el arzobispo, se
-reunieron al día siguiente muy temprano para comenzar su feliz gobierno.
-
-Así se consumó aquella revolución, que dió por resultado la prisión de
-Don José de Iturrigaray y de su familia, y el secuestro de todos sus
-papeles y bienes.
-
-Los individuos que formaban entonces la Audiencia y que fueron los
-directores de la conspiración, eran:
-
-Regente: Catani.--Oidores: Carvajal, Aguirre, Calderón, Mesia, Bataller,
-Villafaña, Mendieta.--Fiscales: Borbón, Zagarzurieta, Robledo.
-
-
-VI
-
-La caída del virrey debía producir indudablemente la del Ayuntamiento, y
-así sucedió.
-
-Casi al mismo tiempo que aprehendieron á Iturrigaray, redujeron á
-prisión al Lic. Verdad, al Lic. Azcárate, al abad de Guadalupe Don
-Francisco Cisneros, al mercedario Fr. Melchor de Talamantes, al Lic.
-Cristo y al canónigo Beristain.
-
-Fr. Melchor de Talamantes fué conducido á San Juan de Ulúa, y allí en un
-calabozo espiró, habiendo sido tratado con tanta crueldad que hasta
-después de muerto se le quitaron los grillos. Azcárate estuvo á punto de
-morir envenenado.
-
-Pero entre todos los presos ninguno tenía sobre sí el odio de la
-Audiencia como el Lic. Verdad.
-
-Verdad se había atrevido á hablar de la _soberanía del pueblo_ delante
-de los oidores, de los inquisidores y del arzobispo, y este era un
-crimen imperdonable.
-
-En efecto, si se consideran las circunstancias en que esto aconteció, no
-puede menos de confesarse que Verdad, con un valor del que hay pocos
-ejemplos, lanzó el más tremendo reto á los partidarios del _derecho
-divino_, hablando por primera vez en México de la soberanía del pueblo:
-este sólo rasgo basta para inmortalizar á un hombre.
-
-El Lic. Verdad fué encerrado en las cárceles del arzobispado, y una
-mañana, el día 4 de Octubre de 1808, se supo con espanto en México que
-había muerto.
-
-¿Qué había pasado? nadie lo sabía; pero todos lo suponían, y Don Carlos
-María de Bustamante, en el suplemento que escribió á los «Tres siglos de
-México,» asegura que Verdad, amigo íntimo suyo, murió envenenado.
-
-Bustamante refiere que él fué en la mañana del mismo día 4 y encontró á
-Verdad muerto en su lecho.
-
-Pero indudablemente Bustamante se engañó: he aquí el fundamento que
-tengo para decir esto.
-
-Cuando en virtud de las leves de Reforma el palacio del arzobispo pasó
-al dominio de la nación, de la parte del edificio que correspondía á las
-cárceles se hicieron casas particulares, una de las cuales es la que hoy
-habita como de su propiedad, uno de nuestros más distinguidos abogados,
-Don Joaquín María Alcalde.
-
-El comedor de esta casa fué el calabozo en que murió Verdad, y cuando
-por primera vez se abrió al público, yo ví en uno de los muros el
-agujero de un gran clavo, y alderredor de él, un letrero que decía
-sobre poco más ó menos:
-
-_Este es el agujero del clavo en que fué ahorcado el Lic. Verdad._
-
-Y todavía en ese mismo muro se descubrían las señales que hizo con los
-pies y con las uñas de las manos el desgraciado mártir, que luchaba con
-las ansias de la agonía.
-
-Allí pasó en medio de la obscuridad una escena horriblemente
-misteriosa--el crimen se perpetró entre las sombras y el silencio.
-
-Los verdugos callaron el secreto: Dios hizo que el tiempo viniese á
-descubrirle.
-
-La historia encontró la huella de la verdad en unos renglones mal
-trazados, y en un muro que guardó las señales de las últimas
-convulsiones de la víctima.
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-HIDALGO
-
-
-¿Quién era Hidalgo? ¿de dónde venía? ¿en dónde había nacido? ¿qué hizo
-hasta el año de 1810?
-
-¿Qué nos importa? Quédese el estéril trabajo de averiguar todos esos
-pormenores al historiador ó al biógrafo que pretendan enlazar la vida de
-un heroe con ese vulgar tejido de las cosas comunes.
-
-Hidalgo es una ráfaga de luz en nuestra historia, y la luz no tiene más
-origen que Dios.
-
-El rayo, antes de estallar, es nada; pero de esa nada brotó también el
-mundo.
-
-Hidalgo no tiene más que esta descripción: Hidalgo era HIDALGO.
-
-Nació para el mundo y para la historia la noche del 15 de Septiembre de
-1810.
-
-Pero en esa noche nació también un pueblo.
-
-El hombre y el pueblo fueron gemelos: no más que el hombre debía dar su
-sangre para conservar la vida del pueblo.
-
-Y entonces el pueblo no preguntó al anciano sacerdote: ¿Quién eres? ¿de
-dónde vienes? ¿cuál es tu raza?
-
---«Sígueme»--gritó Hidalgo.
-
---«Guía»--contestó el pueblo.
-
-El porvenir era negro como las sombras de la noche en un abismo.
-
-Encendióse la antorcha, y su rojiza luz reflejó sobre un mar de
-bayonetas, y sobre ese mar de bayonetas flotaban el pendón de España y
-el estandarte del Santo Oficio.
-
-Del otro lado estaba la libertad.
-
-El hombre anciano y el pueblo niño no vacilaron.
-
-Para atravesar aquel océano de peligros, al pueblo le bastaba tener fe y
-constancia; tarde ó temprano su triunfo era seguro.
-
-El hombre necesitaba ser un héroe, casi un dios, su sacrificio era
-inevitable.
-
-Sólo podía iniciar el pensamiento. En aquella empresa, la esperanza sólo
-era una temeridad.
-
-Acometerla era el sublime suicidio del patriota.
-
-El hombre que tal hizo merece tener altares--los griegos le hubieran
-colocado entre las constelaciones.
-
-Por eso entre nosotros Hidalgo simboliza la gloria y la virtud.
-
-La virtud ciñó su frente con la corona de plata de la vejez.
-
-La gloria le rodeó con su aureola de oro.
-
-Entonces la eternidad le recibió en sus brazos.
-
- * * * * *
-
-Hay proyectos inmensos, que por más que el hombre los madure al fuego de
-la meditación, siempre brotan informes.
-
-Porque una inteligencia, una voluntad, un sólo corazón, no pueden
-desarrollar ese pensamiento.
-
-Porque el iniciador arroja nada más el germen que debe fecundarse y
-brotar y florecer en el cerebro y en el corazón de un pueblo entero.
-
-Porque aquel germen debe convertirse en un árbol gigantesco que necesita
-para vivir de la savia que sólo una nación entera puede darle.
-
-Estas son las revoluciones.
-
-Germen que se desprende, con la palabra, de la inteligencia del
-_escogido_.
-
-Arbol que cubre con sus ramas á cien generaciones, cuyas raíces están en
-el pasado, cuya fronda crece siempre con el porvenir.
-
- * * * * *
-
-México había olvidado ya, que en un tiempo había sido nación
-independiente; los hijos oían á sus padres hablar del rey de España,
-como rey de los padres de sus padres.
-
-El hábito de la obediencia era perfecto.
-
-Dios había ungido á los reyes; ellos representaban al Altísimo sobre la
-tierra; el _derecho divino_ era la base de diamante del trono; para
-llegar á las puertas del cielo era preciso llevar el título de lealtad
-en el vasallaje; los reyes no eran hombres, eran el eslabón entre Dios y
-los pueblos; atentar contra los reyes, era atentar contra Dios, por eso
-la majestad era sagrada.
-
-La obediencia era, pues, una parte de la religión.
-
-Pero la religión no se circunscribía entonces al consejo y á la amenaza;
-no eran las penas de la vida futura ni los goces del cielo el premio ó
-el castigo del pecador, no; entonces la Iglesia dejaba que Dios juzgase
-y castigase más allá de la tumba, pero ella tenía sobre la tierra sus
-tribunales.
-
-El Santo Oficio velaba por la religión, y la obediencia al rey era parte
-de la religión.
-
-Leyes, costumbres, religión, todo estaba en favor de los reyes.
-
-¿Cómo romper de un sólo golpe aquella muralla de acero?
-
- * * * * *
-
-La historia de la Independencia de México puede representarse con tres
-grandes figuras.
-
-Hidalgo, el héroe del arrojo y del valor.
-
-Morelos, el genio militar y político.
-
-Guerrero, el modelo de la constancia y la abnegación.
-
-Quizá ningún hombre haya acometido una empresa más grande con menos
-elementos que Hidalgo.
-
-¡Ser el primero! ¡ser el primero y en una empresa de tanta magnitud y de
-tanto peligro!
-
-Cuando un hombre se reconcentra en sí mismo, y cuando medita en todo lo
-que quiere decir «ser el primero,» entonces es cuando comprende la suma
-de valor y de abnegación que han necesitado poseer los grandes
-«iniciadores» de las grandes ideas.
-
-Entonces, al sentir ese desconsolante calosfrío del pavor, que nace, no
-más, ante la idea del peligro, entonces puede calcularse cuál sería este
-peligro, entonces se mide la grandeza del espíritu de los héroes.
-
-Colón al pretender la unión de un nuevo mundo á la corona de España,
-tenía la fe de la ciencia y el apoyo de dos monarcas.--Hidalgo al querer
-la libertad de México, no contaba más que con la fe del patriotismo.
-
-Colón buscó la gloria, Hidalgo el patíbulo; el uno fió su ventura á las
-encrespadas ondas de un mar desconocido; el otro se entregó á merced del
-proceloso mar, de un pueblo para él también desconocido.
-
-Hidalgo comprendió que la religión fulminaría los rayos del anatema
-contra su empresa; que el rey lanzaría sobre él sus batallones; que los
-ricos y los nobles se unirían en su contra; que los plebeyos,
-espantados, escandalizados, ignorantes, huirían de él; que el
-confesonario se tornaría en oficina de policía; que el clero y la
-inquisición no dormirían un solo instante; que la calumnia tronaría
-contra él en las tribunas, en los púlpitos y en las cátedras; todo lo
-comprendió, y sin embargo, en un rincón de Guanajuato, en el pueblo de
-Dolores proclamó la independencia.
-
- * * * * *
-
-Dolores es, en la geografía, una pequeña ciudad del Estado de
-Guanajuato.
-
-Dolores, en la historia, es la cuna de un pueblo.
-
-El pedernal de donde brotó la chispa que debía encender la hoguera.
-
-La roca herida por la vara del justo, de donde nació el torrente que
-ahogó á la tiranía.
-
-Al pisar por la primera vez un mexicano aquella tierra de santos
-recuerdos para la patria, siente latir con más violencia su corazón.
-
-Al llegar frente á la modesta casa que ocupaba el patriarca de la
-independencia; al penetrar en aquellas habitaciones; al encontrarse en
-la estancia, que en solitarios paseos midió tantas veces el respetable
-anciano, se siente casi la necesidad de arrodillarse.
-
-Instintivamente los hombres se descubren allí con veneración, y alzan el
-rostro como buscando el cielo, y las miradas se fijan en aquel techo, en
-cuyas humildes vigas tuvo mil veces clavados sus ojos el virtuoso
-sacerdote, mientras la idea de la esclavitud de su patria calcinaba su
-cerebro.
-
-¡Cuántos días de congoja! ¡cuántas noches de insomnio! ¡cuántas horas de
-tribulación!
-
-Aquellos muros guardaron el secreto del héroe, ahogaron los suspiros del
-hombre, se estremecieron con el grito del caudillo.
-
-Aquella pobre casa, tan pequeña, podía contener en su recinto todo el
-ejército de Hidalgo en la noche del 15 de Septiembre de 1810. Y sin
-embargo, con sólo eso se iba á derribar un trono, á libertar un pueblo,
-á fundar una nación.
-
-Hernán Cortés fué un gran capitán, porque con un puñado de valientes
-conquistó el imperio de Moctezuma.
-
-Hidalgo, con un puñado también de valientes, proclamó la libertad de ese
-mismo imperio, por eso fué un héroe.
-
-La superstición y la superioridad de las armas aseguraron el triunfo de
-Cortés.
-
-El fanatismo y la superioridad de las armas anunciaron la derrota de
-Hidalgo.
-
-Pero uno y otro triunfaron; Cortés plantó el pendón de Carlos V en el
-palacio de Moctezuma.
-
-Hidalgo murió en la lucha, pero sus soldados arrancaron ese pendón, y
-México fué libre.
-
- * * * * *
-
-Hidalgo pasó como un meteoro, y se hundió en la tumba, pero el fulgor
-que esparció en su rápida carrera, no se extinguió.--Unas cuantas fechas
-bastan para recordar esa historia cuyos pormenores viven en la memoria
-de todos.
-
-Hidalgo proclamó la independencia el 15 de Septiembre, el 28 del mismo
-mes entró vencedor en Guanajuato. Triunfó en las Cruces el 29 de
-Octubre, y en Aculco el 7 de Noviembre.
-
-El 30 de Julio de 1811 moría en Chihuahua en un patíbulo.
-
-Para hablar de Hidalgo, para escribir su biografía, sería preciso
-escribir la historia de la independencia.
-
-Débiles para tamaña carga, apenas podemos dedicarle un pequeño homenaje
-de admiración y gratitud, y creeríamos ofender su memoria, si para
-honrarle quisiéramos recordar, si fué buen rector de un colegio ó si
-introdujo el cultivo de la morera.
-
- * * * * *
-
-Hidalgo es grande porque concibió un gran proyecto, porque acometió una
-empresa gigantesca, porque luchó contra el fanatismo religioso que
-apoyaba el supuesto derecho del rey de España, contra los hábitos
-coloniales arraigados con el transcurso de tres siglos, contra el poder
-de la metrópoli que podía poner millares de hombres sobre las armas.
-
-Hidalgo es héroe porque comprendió que su empresa se realizaría, pero
-que él no vería nunca la tierra de promisión.
-
-Hidalgo será siempre en nuestra historia una de las más hermosas
-figuras, y á medida que el tiempo nos vaya separando más y más de él, se
-irá destacando más luminosa sobre el cielo de nuestra patria, y para
-nosotros llegará un día un que su nombre sea una religión.
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-ALLENDE
-
-
-I
-
-Un día, hace ya algunos años, caminaba yo por las montañas. Era la
-estación de primavera; los campos habían vestido su verde ropaje, las
-florecillas asomaban tímidas sus corolas por las grietas de las rocas.
-Las unas eran rojas como el pudor de la mujer á los diez y seis años,
-las otras moradas como la tristeza que se apodera del corazón en cierta
-época fatal de la vida, las otras amarillas color de oro como la alegría
-de la juventud. ¿Habéis visto los pajarillos volar de una roca á otra,
-colgarse después de una rama, recoger, batiendo las alas, el alimento
-que Dios derrama en las praderas para sus lindas criaturas? ¿Habéis
-visto al insecto dorado besar amoroso á las flores y sacar su néctar y
-llevarse su pólen......? Todo era fiesta y regocijo en la naturaleza. El
-cielo azul, el campo con los ruidos misteriosos de la naturaleza, el
-viento arrojando la delicia y la voluptuosidad con sus frescas alas en
-medio de los rayos del sol, las montañas unas tras otras, altas,
-azules, majestuosas, dejando ver en sus eternas cimas los pinos viejos y
-añosos y los cedros tiernos y verdes; grandes y solitarias alamedas
-plantadas por la mano de la naturaleza.........
-
-Repentinamente cambió todo este paisaje, y el camino, por una angosta
-vereda, me condujo á una de esas mesas interminables de la Sierra Madre,
-donde la vegetación es mezquina, donde las rocas asoman sus calvas
-cabezas y donde las aves pasan rápidas en parvadas, porque su vista no
-descubre ni árboles ni flores. El calor era cada vez más fuerte, los
-rayos del sol de medio día reflejaban sobre las superficies blancas y
-producían una especie de vértigo que entraba por los ojos y se respiraba
-en la atmósfera abrasada. Ni un árbol, ni un animal, ni siquiera una
-choza en aquella inmensa soledad que se perdía en el horizonte
-tembloroso y lleno de vapores, que no alcanzaba á percibir la vista: era
-el verdadero desierto de la Syria.
-
-
-II
-
-¡Qué encanto! ¡qué sorpresa, qué sensación tan inesperada y tan
-agradable! El desierto desaparece repentinamente, se trasforma, se hunde
-á mis pies, y allá en una profundidad diviso una cosa maravillosa. Es un
-jardín, y dentro de ese jardín una ciudad con altas cúpulas
-resplandecientes, con casas encarnadas y blancas, con sus almenas
-feudales y sus balconerías, con calles como si fueran sembradas entre
-las peñas, y luego diviso los arroyos cristalinos que corren como cintas
-plateadas, siento la deliciosa humedad, sube hasta mi rostro el perfume
-de las flores, y se llenan mis pulmones de ese aire embalsamado y
-vivificante que emana de los mejores amigos del hombre, de los hermosos
-árboles que crió y cultiva con tanto primor la maravillosa mano del
-Grande y Excelso Jardinero del mundo.
-
-Unos cuantos minutos más, y estoy ya dentro de San Miguel el Grande,
-dentro de esa ciudad donde todo es amable, donde todo es bello, donde
-son simpáticas hasta las pobres muchachuelas que con sus zagalejos
-encarnados atraviesan las calles, cargadas con su verdura, con sus aves
-ó con sus manojos de flores.
-
-San Miguel el Grande es en el interior lo que es Jalapa en la costa del
-Golfo y lo que es Tepic en el mar del Sur. Ciudades que son al mismo
-tiempo aldeas, pueblos, haciendas, jardines, todo á la vez, y participan
-en ciertas ocasiones del bullicio y de la animación de la ciudad grande,
-otras de la apacible quietud del pueblo pequeño, y siempre del aroma y
-de la belleza de los jardines.
-
-San Miguel, además de su posición, de su hermosura y de su clima, es
-todo él un libro abierto, un monumento histórico, un almanaque de los
-sucesos de la Independencia. En Querétaro, en San Miguel y en Dolores
-nació y se desarrolló todo el drama sangriento cuyo prólogo terminó en
-los patíbulos de Chihuahua.
-
-
-III
-
-Allende fué el mosquetero de la revolución. Comenzó batiéndose con la
-espada y la pistola, y pocos días antes de morir todavía arrojó sus
-balas á la frente de los jefes españoles. Los historiadores que lo
-conocieron lo describen como un hombre alto, bien hecho, hermoso,
-fuerte, ágil en el manejo de las armas, guapo y airoso disparándose en
-su caballo contra los enemigos, resuelto y pronto en sus ataques,
-excelente militar para su época y hombre de previsión. No siempre se
-siguieron sus consejos y sus inspiraciones, y quizá por esto la guerra
-de Independencia no terminó en el primer período en que hizo el mismo
-empuje terrible que la pólvora que se prende encerrada en una mina.
-
-La idea de la Independencia y de la Libertad aparece depositada en el
-cerebro de Allende mucho antes del año de 1810. ¿Fué el verdadero autor
-de la idea, ó el colaborador de Hidalgo? Parece que lo primero es más
-probable; pero la gloria reflejó de una manera más intensa en el anciano
-de Dolores, mientras la muerte y la tumba fueron igualmente negras é
-inexorables para los dos.
-
-Allende era hijo de ese pintoresco pueblo de San Miguel, de que he
-hablado, y su familia y su posición social, tan distinguidas que llegó á
-ser Capitán de dragones de la Reina. Sirvió en San Luis á las órdenes de
-Calleja, y después en el célebre cantón de las Villas.
-
-En principios del año de 1810 ya se registran diversas historias y
-tradiciones que comprueban que Allende, en unión de otros oficiales de
-su cuerpo, habían pensado en la Independencia, y que de todo esto tenía
-conocimiento Hidalgo. La conjuración se descubre, el intendente Riaño,
-de Guanajuato, manda prender á todos los que según la denuncia estaban
-comprometidos; pero Allende intercepta por una rara casualidad la orden,
-manda ensillar sus caballos, y en medio de las sombras y saltando
-peñascos y barrancas, corre veloz como el viento, llega á las doce de la
-noche á Dolores, despierta á Hidalgo, hablan los dos un momento, se
-deciden á arrojarse á lo desconocido de las aventuras, á lo lúgubre y
-sangriento de la guerra; en una palabra, allí abren su sepulcro, labran
-su ataúd, al saludar á la libertad dicen adiós á la vida, se despiden
-de la bella naturaleza, y dan con cuatro ó cinco miserables del pueblo
-el tremendo é histórico grito de Dolores, el 16 de Septiembre de 1810.
-Hé aquí la Independencia, historia sencilla, rápida, magnífica,
-sorprendente, inesperada como todas las grandes cosas.
-
-
-IV
-
-Comenzaron esta obra terrible media docena de hombres. Los mexicanos
-nunca han medido los acontecimientos, y una vez decididos, no han
-conocido tampoco ni la magnitud de las dificultades, ni han podido ya
-comprender ese triste fenómeno nervioso que se llama miedo. Se lanzan,
-se arrojan á una aventura, sin temor de estrellar su frente contra ese
-obstáculo de fierro que se llama lo imposible.
-
-De Dolores marcharon Hidalgo y Allende á San Miguel el Grande. Lo
-primero que hicieron fué entrar á una iglesia y sacar el lábaro
-alderredor del cual había de reunirse el pueblo oprimido y desheredado.
-De San Miguel, la marcha fué á Celaya. Ya no eran seis los personajes,
-sino sesenta mil. En momentos habían aumentado en una progresión decimal
-asombrosa y nunca vista.
-
-Hidalgo era el generalísimo. Allende era su segundo; pero estas
-distinciones poco importaban entre masas que no podían tener
-organización. Eran masas, instrumentos, fuerzas depositadas durante
-siglos, y empujadas por el huracán de la guerra. En vez de seguir á la
-capital esta avalancha humana, retrocedió y se dirigió á Guanajuato.
-
-En el curso de este libro hemos referido historias bien trágicas; pero
-la primera cosa verdaderamente terrible que se vió en Nueva España, fué
-el choque del pueblo desbordado contra la autoridad secular. Es lo mismo
-en la naturaleza: el río rompe el dique, el mar traga á las playas, el
-huracán arrebata los árboles, el volcán hunde las ciudades bajo sus
-lavas. La revolución arrebata á la autoridad y la destroza. Las fuerzas
-todas de la naturaleza se parecen. El orden físico tiene una hermandad,
-una alianza con el orden moral.
-
-Los seis hombres, multiplicados, centuplicados, fueron á romper con sus
-pedazos de miembros, con sus cabezas erizadas por la rabia, con su
-sangre derramada por mil heridas, las fuertes murallas del castillo de
-Granaditas, colocado como un gigante fabuloso, como un cancerbero, á la
-entrada de ese Guanajuato que encerraba tanta plata, tanto oro, tanta
-pedrería acumulada por la paz y arrancada á las entrañas de la tierra
-durante tres siglos.
-
-En la peregrinación á que nos referimos al escribir este artículo,
-nuestros pasos fueron por todos los lugares donde había algún recuerdo.
-Recogidos dentro de nosotros mismos, un árbol, la casa de una hacienda,
-la barranca, la vereda ó la loma nos daban materia para pensar en todos
-aquellos acontecimientos trágicos y extraños que precedieron á nuestra
-existencia como nación independiente. Así, de rancho en hacienda, y de
-hacienda en pueblo llegamos á Guanajuato, y no volviendo de pronto la
-vista ni á las tahonas que molían el metal, ni á las minas profundas ni
-á los tejos de plata que caminaban á la Casa de Moneda, nos detuvimos
-delante del sangriento castillo de Granaditas. Con la historia en la
-mano y con muchos testigos á nuestro lado que nos contaban las cosas
-como si acabaran de pasar, escribimos entonces algunas líneas. No las
-podemos hoy ni variar ni escribir de otra manera. Las trasladamos aqui
-para que formen parte de esta gran colección, donde hemos resumido las
-misteriosas lecciones y las tristes enseñanzas de la suerte de los
-hombres y de los pueblos.
-
-No olvidemos que estamos el 28 de Septiembre de 1810, delante de
-Guanajuato, en compañía de Hidalgo, de Allende, de Abasolo, Camargo, y
-de la multitud que seguía este movimiento terrible de la Independencia.
-
-
-V
-
-«Luego que cundió la noticia de la llegada del ejército insurgente, la
-conmoción fué grande; aquellas calles angostas y pendientes de
-Guanajuato se llenaron de gente que corría en todas direcciones, se
-atropellaban y preguntaban, temerosos cuál sería la suerte de la
-población. Muchos españoles que calcularon que las cosas no habían de
-pasar muy bien, tomaron su resolución definitiva, y recogiendo parte de
-sus intereses y poniendo en seguridad el resto, se marcharon de la
-ciudad por los caminos no ocupados por las tropas insurgentes. Esta
-emigración produjo una consternación difícil de pintar; pero fué forzoso
-que quedaran los que no tenían posibilidad de huir, ó los que demasiado
-entusiasmados por la causa del rey creían en la victoria.
-
-Por entonces el conflicto hubiera sido mucho mayor, si un hombre,
-sobreponiéndose al peligro, y aun á sus opiniones privadas é íntimas, no
-hubiera, con su actividad y sangre fría, asegurado medianamente á la
-ciudad. Este era el intendente Riaño, y del cual es forzoso hablar dos
-palabras. Riaño era uno de esos tipos raros, donde por una feliz
-concurrencia de circunstancias están reunidas las cualidades más
-brillantes, tanto físicas como morales. Hombre de instrucción, de
-experiencia y de buen juicio, comprendía perfectamente que los pueblos,
-como las familias, es forzoso que, trascurriendo un número dado de años
-más ó menos corto, se emancipen y formen otra sociedad. Esta
-reproducción continua, esta indispensable formación es la que ha creado
-las naciones y ha dividido el mundo en pequeñas porciones. Así, pues, en
-el fondo de su conciencia no sólo opinaba por la causa de la
-Independencia, sino que calculaba que una vez encendido el fuego, sólo
-se apagaría con los escombros y las ruinas del gobierno colonial; más
-español y caballero, y leal ante todo, como esos soldados casi fabulosos
-é increíbles que seguían á Gonzalo de Córdoba, en los momentos de
-peligro acalló la voz de su corazón, y no escuchando más que el grito
-del deber, que como primer funcionario público, le obligaba á defender
-al gobierno, se preparó á una obstinada resistencia, calculando que el
-resultado no podía ser otro sino sucumbir. Así sucedió: Riaño trazó el
-plan para fortificar el fuerte de Granaditas, sin pensar que erigía su
-sepulcro. Siempre es un dolor que el destino reserve un fin trágico á
-esos hombres que, cualquiera que sea su creencia política, son un modelo
-de honor y de virtudes. Mas volvamos á nuestra narración.
-
-Riaño, con una actividad increíble, mandó abrir fosos en las calles,
-construir trincheras, animó á los moradores ya decaídos y abatidos, y
-puso sobre las armas cuanta fuerza le fué posible. Ejecutadas estas
-medidas, en las que empleó tres días y tres noches, sin dedicar ni una
-sola al descanso, pasó revista á sus tropas y aguardó más tranquilo los
-acontecimientos. Una circunstancia vino á alarmar al jefe y á los
-propietarios. Pensaron, y racionalmente, que la fuerza era muy corta
-para defender la ciudad, y que en este concepto las tropas insurgentes
-se derramarían por algunas calles, entregándose á la matanza y al
-saqueo. La cosa era urgente; así es que, después de un largo debate
-entre los personajes de más categoría y Riaño, se decidió que los
-caudales del gobierno y los de los particulares que quisieran, se
-encerrarían en el fuerte de Granaditas, y allí la defensa se haría con
-éxito. La medida no hubiera sido del todo mala, si Granaditas no se
-hallara dominado por el cerro del Cuarto y otros edificios; pero como ya
-no era posible más dilación, se adoptó la medida que va referida.
-Inmediatamente comenzó á trasportarse dinero, plata y oro en pasta,
-baúles de efectos preciosos, alhajas, ropa, y, en una palabra, cuanto
-tenían de más valor y estima los riquísimos comerciantes, mineros y
-propietarios de la ciudad. En los días 25 y 26 una cadena no
-interrumpida de cargadores estuvo entrando al fuerte y depositando los
-tesoros en las salas más cómodas y seguras del edificio. Esta tarea
-concluída, ya que no había más tesoros que encerrar, se introdujo maíz y
-otros víveres, y los dueños, con sus armas y municiones, entraron en el
-edificio, cerraron con dobles cerrojos y con fuertes trancas las
-puertas, y esperaron al enemigo.
-
-Este no se hizo aguardar. En cuanto al pueblo, no era difícil pensar lo
-que haría, tanto más cuanto que también tenía un caudillo esforzado que
-lo guiara. Este era un muchachillo de poco más de 21 años, pelo rubio,
-ojos azules y fisonomía inteligente y picaresca. Había sido peón en las
-minas, y después barretero; poseía, como toda esta gente ocupada en
-recios y peligrosos trabajos, un grado de valor y de audacia casi
-prodigiosos. Luego que el cura Hidalgo se aproximó á Guanajuato, el
-atrevido muchacho salió á reconocer la clase y número de gente de que se
-componía el ejército invasor, y con aquel instinto natural que muchas
-veces excede á los cálculos de la ciencia y de la política, pensó que el
-negocio iba á ser funesto á los guanajuatenses. En consecuencia, el
-muchacho se dirigió á Mellado, allí tomó una tea, y descendiendo
-rápidamente por aquellas lóbregas cavernas, comenzó á gritar «afuera,
-muchachos; ya tenemos independencia y libertad». Los barreteros no
-comprendían absolutamente el sentido de estas palabras; mas el muchacho
-les añadió: «que una vez entrado el cura Hidalgo, como de facto entraría
-vencedor en Guanajuato, los tesoros encerrados en Granaditas serían del
-pueblo.» Desde aquel momento no hubo más que una voz: _afuera,
-muchachos: á Granaditas_. Aquellos hombres, ya preparados á la furia y á
-la matanza abandonaron sus trabajos, desoyeron la voz de los capataces y
-salieron de las minas vociferando palabras de muerte y de exterminio.
-Algunas bandadas de hombres se dirigieron al cerro del Cuarto, al de San
-Miguel y á diversas alturas, y otros se desparramaron por las calles de
-Guanajuato y cercanías de Granaditas, formando grupos silenciosos y
-afectando una especie de indiferencia fría y terrible. Riaño, que había
-contado con el auxilio de la plebe, miró con pavor estas masas de gentes
-que lo amenazaban con su silencio, y se convenció que no tenía ya que
-esperar más auxilio que el de Dios.
-
-El 28 se presentaron como comisionados de Hidalgo el coronel Camargo y
-el teniente coronel Abasolo. En la trinchera de la calle de Belén fueron
-detenidos, y habiendo manifestado el primero que deseaba entrar al
-fuerte y hablar verbalmente á Riaño, se le vendaron los ojos y en esta
-forma se le condujo hasta la sala, donde reunida una especie de junta de
-guerra, se discutía lo que sería conveniente resolver. Abasolo no quiso
-aguardar, y se retiró al campo insurgente.
-
---¿Estáis en disposición de hablar, señor coronel? dijo Riaño á Camargo
-con voz afable y serena; decid el objeto de vuestra comisión.
-
-Camargo sacó un pliego cerrado, y sin contestar palabra lo entregó á
-Riaño; éste lo abrió, lo recorrió rápidamente con la vista, y luego,
-volviéndose á los que componían la junta les dijo:
-
---El cura Hidalgo me manifiesta que habiéndose pronunciado por la
-libertad, un numeroso pueblo lo sigue......
-
-Un rumor sordo circuló entre los circunstantes: Riaño, que lo advirtió,
-prosiguió con calma:
-
---Hidalgo quiere evitar la efusión de sangre, y nos amonesta para que
-nos rindamos; garantizando nuestras vidas y propiedades: leed:
-
-El oficio se leyó en voz alta por un individuo; un silencio profundo
-sucedió; ni el aleteo de una mosca se escuchaba, y si acaso sólo se oía
-el ténue ruido que provenía del latido del corazón de aquellos hombres
-cuyos rostros lívidos y descompuestos, cuyas miradas tristes y
-descarriadas anunciaban que estaban poseídos de espanto y de pavor.
-
-Riaño, que notó estos sentimientos, continuó con voz tan tranquila y
-dulce como si estuviera en una conversación familiar:
-
---Mi deber como magistrado me ha obligado á tomar algunas medidas de
-defensa; pero esto no quiere decir que Udes. deban sacrificarse á mis
-ideas, á mis caprichos. El ejército de Hidalgo puede ser muy numeroso;
-traerá sin duda artillería, y en este caso la resistencia es inútil, y
-pereceremos......
-
---Es verdad, dijeron dos ó tres voces.
-
---En ese caso vale más rendirse que no hacer una necia resistencia......
-
-Hubo un silencio de algunos instantes, durante los cuales Riaño y
-Camargo cambiaron una mirada de alegría, hasta que una voz ronca y firme
-gritó:
-
---No, nada de capitulación, nada: _vencer ó morir_.
-
---Sí, _vencer ó morir_, clamaron también los demás, animándose
-súbitamente......
-
---¿Conque estáis decididos? preguntó Riaño tristemente......
-
---Sí, enteramente......
-
---Entonces, como español y como jefe, veréis que sé cumplir con mi
-deber. Una vez que sé vuestra opinión, no tendréis que quejaros de mí.
-Al decir esto sentóse en una mesa y escribió la contestación negativa, y
-levantándose la dió al coronel Camargo, sin que una sola facción de su
-rastro se alterara; sin que su voz perdiera ni su firmeza ni su dulzura,
-sin que una sola de sus miradas pudiese revelar lo que pasaba dentro de
-aquel hombre que veía ya el sacrificio muy cercano.
-
---¿No habrá ya medio de allanar estas cosas mejor? dijo Camargo.
-
---Ninguno: esta gente no vuelve atrás, y yo no puedo tampoco hacerles
-más instancias: dirían que soy un cobarde. Camargo fué llamado á
-almorzar en compañía de Iriarte y de algunos otros españoles; cuando
-hubo concluido se dirigió á Riaño:
-
---Conque por fin.........
-
---Está ya dada la respuesta, le dijo Riaño; pero añadid á Hidalgo, que á
-pesar de la desgraciada posición en que nos encontramos, por la
-diferencia de nuestras opiniones, le agradezco en mi corazón su amistad,
-y acaso aceptaré más tarde su protección y asilo.
-
-Camargo y Riaño se estrecharon la mano; después vendaron los ojos al
-primero y lo condujeron así hasta afuera de la trinchera.
-
---Ahora, dijo Riaño con voz de trueno y mirando que todos permanecían en
-la inacción, es menester defenderse; y pues no hay otro remedio, morir
-como buenos españoles. Inmediatamente dió sus disposiciones y formó á
-toda la tropa disciplinada en la plazoleta de la Alhóndiga; á los que
-tenían mejores armas los colocó en las troneras del edificio, y otra
-porción la destinó á la noria y azotea de la hacienda de Dolores que se
-comunicaba con Granaditas y dominaba la calzada.
-
-En cuanto al ejército insurgente, luego que llegó Camargo con la
-contestación negativa, un solo grito se dejó oír, y fué el de «mueran
-los gachupines,» y aquella masa enorme de hombres armados con picas,
-palos y machetes comenzó á moverse. Era una larga serpiente la que
-retorciéndose por los cerros y por el camino se dirigía a Granaditas. A
-la una del día ya la multitud había ocupado todas las alturas que
-dominan á Guanajuato, y los sitiados podían oír los gritos de furor que
-de vez en cuando lanzaban los enemigos, y ver las banderolas azules,
-amarillas y encarnadas formadas con mascadas, y que eran los estandartes
-á cuyo rededor se agrupaba todo el populacho. Los españoles de la
-hacienda de Dolores dispararon algunos tiros y mataron á tres indios.
-Esta sangre fué como la chispa que necesitaba esta inmensa cantidad de
-combustible. Un clamor tremendo se escuchó, que fué reproduciéndose
-desde las cercanías del fuerte hasta la vanguardia de los insurgentes, y
-una lluvia de piedras cayó inmediatamente sobre los sitiados.
-
-El ejército se dividió en dos trozos: uno de ellos se dirigió al cerro
-del Cuarto y á las azoteas y alturas vecinas, y otro al cerro de San
-Miguel. Los grupos de barreteros que habían aguardado inmóviles y
-silenciosos el principio de este sangriento festín, se levantaron como
-impulsados por una máquina, y corrieron á reunirse con los insurgentes y
-á hacer altísimas trincheras de piedras. Un trozo de caballería, se
-dirigió a las prisiones, puso á los criminales en libertad, y
-recorriendo las calles, rompiendo puertas y arrollando cuanto encontraba
-á su paso, volvió finalmente, aumentado con mucha plebe, al lugar del
-combate. A las dos de la tarde todo el pueblo de Guanajuato se había
-hecho insurgente: los únicos realistas eran los que estaban en la
-Alhóndiga. En cuanto á las gentes temerosas y pacíficas, se habían
-encerrado en sus casas, asegurando las puertas con los colchones y
-trastos, y esperaban, con la agonía en el corazón, el desenlace de este
-horrible drama.
-
-Puede asegurarse que desde la conquista hasta hoy, el único movimiento
-verdaderamente popular que ha habido en México, es el de Guanajuato.
-Quiero que por un momento el lector se figure colocado en un punto
-dominante de Guanajuato, y trasladándose con la imaginación al momento
-en que estos sucesos pasaban, contemple aquellas masas enormes de gente,
-gritando furiosas, conmoviéndose agitadas como las olas de un mar
-tempestuoso, cayendo en un profundo y momentáneo silencio, para tronar
-después de la explosión de las armas de fuego que disparaban los
-enemigos, como las nubes que con el contacto eléctrico revientan
-lanzando mil rayos........................................
-
-En efecto, aquellas montañas se movían, aquellos edificios tenían voz,
-de aquellas profundas grutas salían aullidos horribles, aquellas
-calzadas parecían agitarse, levantarse y estrellarse contra el punto
-defendido por los españoles. Eran los elementos, eran las materias
-inertes las que se animaban; eran los peñascos los que pretendían
-lanzarse solos en el aire y caer sobre los enemigos. Cualquiera que á
-sangre fría hubiera visto estas escenas, habríase creído presa de un
-vértigo, al contemplar una visión que tenía mucho de sobrenatural y de
-fantástico...... A las dos de la tarde el ataque estaba en toda su
-fuerza: las descargas de piedras no cesaban y contínuamente se veía en
-el aire una nube de pequeños peñascos que caía en la azotea de
-Granaditas, como si los cerros hubieran estado haciendo una erupción. En
-cuanto á los sitiados, no recibían mucho daño físico, por estar á
-cubierto en las troneras y bardas. De tiempo en tiempo se suspendía
-instantáneamente la lucha, y sitiados y sitiadores guardaban un silencio
-profundo: un casco de fierro de azogue hendía los aires y caía sobre la
-multitud, que se apartaba, se postraba en tierra; después, cuando el
-frasco relleno de pólvora reventaba y hacía un estrago espantoso,
-rompiendo el cráneo y los brazos y piernas de los desgraciados que
-estaban cerca, aquella masa infinita se oprimía, se lanzaba hasta las
-trincheras, arrojando alaridos de venganza. En estos momentos, los
-españoles, aterrorizados, no tenían fuerza ni para mover el gatillo de
-sus fusiles. A poco, el ruidoso estruendo de la fusilería, los gritos y
-algazara se aumentaban de una manera tal, que se oía en todo Guanajuato.
-Riaño, entretanto, con la serenidad y sangre fría que le caracterizaban,
-recorría los puntos de mayor peligro, animaba á los defensores del
-fuerte, y hacía escuchar su voz de trueno para dar sus disposiciones: su
-valor llegó al grado que, habiendo visto que un centinela había
-abandonado el puesto y dejado el fusil, lo tomó y comenzó á hacer fuego.
-Allí terminó la existencia de este leal español: una bala certera le
-atravesó la frente, y cayó moribundo y cubierto de sangre.
-
-El cuerpo de Riaño fué conducido al interior del fuerte, y retirándose
-también la tropa situada en la plazoleta, cerraron la puerta y la
-atrincheraron cuanto fué posible. El hijo de Riaño estaba en el fuerte.
-Luego que vió el cuerpo de su padre desfigurado y cubierto de sangre, se
-arrojó á abrazarlo, lo regó con sus lágrimas y exhaló las más dolorosas
-quejas, y luego, acometido de un furor inaudito, quiso esprimirse una
-pistola en el cráneo.
-
---¿Qué hacéis? le dijo uno: vale más que antes de morir venguéis á
-vuestro padre. Cerca están los enemigos; id, la sangre y la matanza
-calmarán vuestro dolor.
-
---Decís bien, decís bien, contestó soltando la arma: necesito sangre,
-necesito venganza. Al acabar estas palabras se dirigió á la azotea,
-desde donde continuamente arrojaba frascos de azogue llenos de pólvora.
-
-El generalísimo Hidalgo miraba pasmado esta conmoción horrible del
-pueblo, en que todas las pasiones hervían, ardientes é imponentes en los
-corazones, y conocía que no podían concluirse estas escenas sino con la
-toma del fuerte; así, dirigiéndose al leperillo vivaracho de que se ha
-hablado al principio, le dijo:
-
---Sería bueno quemar la puerta de la Alhóndiga, Pípila.
-
---Ya se vé que sí, contestó el muchacho, dejando asomar una sonrisa en
-sus labios.
-
---Pues la patria necesita de tu valor.......
-
-Pípila, sin contestar una palabra, tomó una gran losa, y poniéndola en
-sus espaldas cogió una tea en las manos, y así se fué acercando á la
-puerta. Los espectadores contuvieron el resuello, y todos los ojos se
-fijaron en el atrevido muchacho. En cuanto á los del fuerte, hicieron
-caer una lluvia de balas sobre Pípila; pero todas se estrellaban en la
-losa, de suerte que llegó á la puerta y arrimó la tea.
-
-En este momento una bandera blanca flotó en lo alto de las almenas, y
-varias voces gritaron: «se han rendido; paz, paz»; pero algunos de los
-que guarnecían la hacienda de Dolores, ignorando esto hicieron fuego.
-Entonces un grito terrible de «traición» se hizo oír, y los insurgentes
-se agolparon á la puerta, que ya incendiada, no tardó en arder y caer á
-pedazos.
-
-Por en medio de las llamas y de los escombros se precipitó el pueblo con
-puñales y hachas en la mano, y derramándose por patios, escaleras y
-salones, comenzó á ejecutar una horrible matanza. Unos se defendían
-obstinadamente; otros, abrazados de las rodillas de algunos sacerdotes,
-pedían á Dios misericordia y sucumbían traspasados á puñaladas. Los que
-guarnecían la hacienda de Dolores, viendo que los enemigos habían
-destruído un puente de madera de la puerta falsa, se replegaron á la
-noria, y allí se defendieron desesperadamente; pero acosados y oprimidos
-por la multitud, tuvieron que sucumbir, arrojándose muchos en el pozo.
-
-A las cinco de la tarde un río de sangre corría por las escaleras y
-patios de Granaditas, y uno que otro había escapado ocultándose debajo
-de los cadáveres. En cuanto á las riquezas que había encerradas, fácil
-es concebir lo que sucedería con ellas. En una hora desapareció el
-inmenso caudal aglomerado durante muchos años por los propietarios de
-Guanajuato.
-
-En la noche, toda esta multitud frenética se desbandó por las calles que
-recorría con teas y puñales en la mano, saqueando las casas, sacando de
-las tiendas los barriles de licores y entregándose á todo género de
-excesos.
-
-Hidalgo y Allende tuvieron mucho trabajo para contener estos desórdenes
-con que se anunció la Independencia de México. Como si el pueblo en
-aquella vez hubiera tenido presentes los tiempos primeros de la
-conquista, la matanza de Santiago y el asesinato de Guatimoc, se vengaba
-de una manera inaudita.»
-
-
-VI
-
-Hidalgo y Allende, después de permanecer en Guanajuato algunos días,
-salieron para Valladolid y se posesionaron de la ciudad sin dificultad
-ninguna. Allí aumentaron y organizaron su tropa tanto como fué posible,
-y en el mes de Octubre todo ese grande ejército independiente, que en su
-mayor parte se componía de indígenas mal armados, se dirigió á la
-capital tomando el rumbo de Maravatío, la Jordana. Ixtlahuaca y Toluca.
-
-En México reinaba no sólo la consternación sino el terror. El virrey
-Venegas creyó en su última hora; pero haciendo un esfuerzo, logró reunir
-una división de tres mil hombres que puso al mando de D. Torcuato
-Trujillo, el que salió al encuentro de los insurgentes; pero su número
-sólo le agobiaba, y á medida que Hidalgo avanzaba, el jefe español
-retrocedía, hasta que en el monte de las Cruces tomó posiciones que la
-naturaleza hacía inexpugnables, y se resolvió á esperar.
-
-Fué en esta célebre batalla donde Allende mostró todo su valor personal.
-Comenzó la acción por el encuentro y tiroteo de las caballerías, y á
-poco fué ya haciéndose general en toda la montaña. Las masas
-desorganizadas de indios, formando una algazara terrible, que recordaba
-los días de la conquista, se arrojaban sobre las tropas españolas, y
-eran destrozadas por la fusilería y la metralla. Las tropas de Trujillo
-eran pocas, como hemos dicho, pero disciplinadas, resueltas y bien
-situadas en alturas, y cubiertas con la misma fragosidad del terreno y
-con los árboles y malezas del bosque. Sin embargo de esto, se repetían
-las cargas confusas, y la muerte y la sangre no hacía más efecto sino
-irritar y hacer más tenaz á la raza indígena. Era, á poco más ó menos,
-el mismo ataque que sufría Cortés en los cuarteles de la ciudad de
-México en 1521. Es un hecho bien averiguado que los indios de Hidalgo
-llegaban hasta las baterías españolas y pretendían tapar con sus
-sombreros de palma las bocas de los cañones.
-
-Allende, al recorrer los puntos de más peligro, tratando, aunque en
-vano, de organizar el ataque y de reducirlo á las reglas de la táctica
-española, observó que los enemigos habían enmascarado unas piezas de
-artillería con unas ramas, de manera que las columnas que atacaban
-llegaban hasta cierta distancia, y allí eran desbaratadas por la
-metralla.
-
-En el instante, sin calcular el peligro ni los obstáculos, dice á los
-que le rodean:
-
---«Es menester quitar esas piezas, y la batalla será nuestra: seguidme:»
-
-Desata el lazo que llevaba en la grupa, pone las espuelas á su caballo,
-y seguido de algunos rancheros corre sobre aquel horno de fuego que
-cubría la verdura de los árboles.
-
-Se oye una detonación que reproducen los ecos de las montañas, y el
-intrépido caballero y los que le seguían quedan envueltos en una nube
-rojiza de humo. ¡Todo se ha perdido!
-
-
-VII
-
-«¡Viva México!» grita Allende que había escapado de la metralla; y de un
-salto llega á donde están las piezas, les tira el lazo, y lo mismo hacen
-los rancheros; amarran á la cabeza de la silla, ponen la espuela á los
-caballos y se llevan la artillería, dejando á los soldados españoles
-atónitos, con la mecha, el estopín y las balas en la mano.
-
-La batalla se gana completamente; todos los oficiales y soldados
-españoles quedan tendidos en el campo, y Trujillo, merced á su caballo,
-se escapa y se presenta como una fantasma sangrienta á anunciar la
-catástrofe al virrey.
-
-Allende da la orden de marchar inmediatamente á la capital; Hidalgo se
-opone, los dos caudillos se disgustan, y el ejército victorioso se
-retira en desorden, en las mismas puertas de México. Era necesario nueva
-sangre y nuevas victorias para que se consumara la obra y el sacrificio
-de los caudillos, para que quedase santificada con su propia sangre. Las
-naciones necesitan su bautismo antes de recibir su nombre social.
-
-El ejército se retiró y fué á estrellarse en una desgracia, Aculco, y á
-desbaratarse en una fatalidad, Calderón.
-
-Los dos caudillos disgustados, porque la desgracia hace á los hombres
-injustos y enemigos, lucharon algunos días más. Allende fué todavía
-favorecido por la victoria derrotando en el Puerto del Carnero al
-comandante español; pero la desorganización había ya destruido la fuerza
-de los independientes. El huracán que comenzó á soplar en Dolores y se
-desató terrible en Guanajuato y las Cruces, comenzaba á perder su
-fuerza.
-
-Los jefes resolvieron, con los restos del ejército y el dinero que
-pudieron reunir, marchar á los Estados Unidos, y allí disciplinar sus
-tropas, disponer la campaña y volver de nuevo á recoger seguros
-laureles, terminando la obra difícil que habían comenzado.
-
-Lo que llamamos suerte, y que no son más que los acontecimientos negros
-y desconocidos que vienen de un caos profundo, dispuso las cosas de otra
-manera.
-
-
-VIII
-
-Hemos comenzado nuestra historia en el pequeño verjel de San Miguel, que
-después tomó el nombre de _Allende_, y vamos á terminarla al cabo de
-seis meses en un lugar triste, solitario y desierto. En Acatita de
-Baján.
-
-Los independientes caminaban lentamente en dirección á la frontera del
-Norte. Llevaban cerca de medio millón de pesos en dinero y plata
-labrada, recuas de mulas con equipajes, catorce coches, veinticuatro
-cañones y cosa de ochocientos hombres repartidos en una grande extensión
-de terreno, escoltando las cargas y los carruajes. Ningún antecedente
-tenían de que serían atacados, y antes creían que serían escoltados por
-tropas insurgentes hasta Monclova.
-
-El capitán español, Ignacio Elizondo, con 450 hombres formó una
-emboscada con tan buen cálculo, que fueron sucesivamente cayendo en su
-poder cuantos componían la comitiva.
-
-Allende, su hijo, Arias y Jiménez, iban en un coche. Fatigados con el
-calor y con el camino, medio dormitaban cuando escucharon un grito:
-_Ríndanse al Rey_. Allende, bravo y denodado, abrió la portezuela, saltó
-á tierra, amartilló su pistola é hizo fuego al oficial español que
-estaba más cerca. Su hijo lo siguió, y tras él Jiménez. Elizondo disparó
-su pistola sobre Allende y gritó «fuego» á la tropa que lo seguía: una
-nube de balas vino á romper los vidrios y las maderas del carruaje. El
-hijo de Allende cayó herido entre las ruedas, y Arias, que asomaba la
-cabeza, quedó fusilado en el mismo respaldo del carruaje; la tropa se
-echó encima con espada en mano, y los que quedaron vivos fueron
-maniatados y entregados á la rigurosa custodia de un oficial. Así que
-Elizondo terminó la captura de toda la comitiva, se encaminó con ella á
-Monclova.
-
-De este lugar se condujeron los presos á Chihuahua, y allí fueron
-juzgados y fusilados. Se cortaron las cabezas de Hidalgo, Allende,
-Aldama y Jiménez, y conducidas á Guanajuato fueron colocadas en unas
-jaulas de fierro en los ángulos del sangriento castillo de Granaditas.
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-EL PADRE MATAMOROS
-
-
-I
-
-En el Sur del rico y hermoso Estado de Michoacán, y al pie de un
-anfiteatro irregular, formado por las montañas, está situada la hacienda
-de Puruarán.
-
-Allí la vegetación es espléndida: anchos y dilatados valles cubiertos de
-caña; gigantescas _parotas_, _zirandas_ que nacen y crecen al lado de
-las palmeras y que enlazan en ellas sus nudosos troncos semejantes á los
-nervudos brazos de un gladiador, y que terminan por ahogarlas y
-levantarlas, desarraigándolas de la tierra; copados _tamarindos_ entre
-cuyas ramas habitan numerosas tribus de aves canoras; voluptuosos
-_plátanos_ cuyas hojas de raso ondulan crugiendo con el aura de la
-tarde, y entretejiéndose por todas partes las lianas, que forman
-caprichosos columpios, cubiertos de flores y de verdura.
-
-Allí los arroyos cruzan entre alfombras de verdura, ó se desprenden
-sobre peñascos tapizados de musgo, y cuando soplan las brisas, todo
-tiene un murmullo, un suspiro, un rumor, árboles, lianas, llores,
-arroyos, cascadas.
-
-Y sobre este paisaje encantador un cielo purísimo, con ese azul sereno
-que cantan los poetas, y que los pintores fingen en sus cuadros de
-gloria.
-
-El sol ardiente de la zona tórrida arroja sobre aquella exuberante
-naturaleza torrentes de fuego y de luz, y todo germina y todo se
-vivifica, y cada hoja cubre un insecto, y cada peña oculta un reptil, y
-cada rama guarda un nido, y cada gruta guarece un ser animado.
-
-De aquellos bosques, durante el día sale un concierto, y cuando la noche
-tiende sus negras sombras, reina por un instante el silencio, y luego
-los cantores del día desaparecen, el bosque se ilumina de nuevo, ya no
-con la luz del sol, sino con la fantástica de millones de insertos
-luminosos que suben y bajan, y cruzan y giran en continuo movimiento, y
-entonces en aquella misma selva, nuevos cantores con distintas armonías,
-dulces como las del día, pero más melancólicas y misteriosas, levantan
-un himno.
-
-Allí la naturaleza canta á Dios eternamente.
-
-En medio de este paisaje está Puruarán, rica hacienda de caña.
-
-La entrada de la casa habitación y de las oficinas de la hacienda mira
-hacia el Norte.
-
-Por el frente de la hacienda pasa el agua sobre un elevado acueducto
-sostenido por garbosos arcos.
-
-Al pie del acueducto y á los lados de la casa, se miran las habitaciones
-de los trabajadores y dependientes, casi todas formadas de adobe con
-humildes techos de paja.
-
-
-II
-
-Era el 5 de Enero de 1814.
-
-El ejército independiente, derrotado en las inmediaciones de Valladolid,
-se había retirado al Sur y estaba en la hacienda de Puruarán.
-
-Aquel ejército que había dado tantas pruebas de valor y de heroicidad,
-que había recorrido triunfante por casi toda la Nueva España, estaba en
-aquellos momentos desmoralizado, falto de armas, de parque y casi sin
-esperanzas de resistir el inevitable empuje de las tropas realistas.
-
-El ilustre Morelos, jefe de aquel ejército, fué obligado por los demás
-generales á retirarse de Puruarán, según dicen algunos historiadores, y
-los independientes quedaron allí á las órdenes del padre Matamoros.--Las
-tropas realistas emprendieron, como era natural, su movimiento sobre
-los insurgentes, y el día 5 de Enero llegaron á Puruarán y atacaron.
-
-La victoria no se hizo esperar, y los jefes realistas Llano é Iturbide
-se apoderaron de la casa de la hacienda y de las oficinas á donde se
-habían hecho fuertes los independientes.
-
-Después del combate, los soldados del rey comenzaron á explorar los
-alrededores con el objeto de aprehender á los insurgentes que habían
-logrado salvarse; y en una de las pequeñas habitaciones de los
-sirvientes de la hacienda, fué hallado el jefe de los insurgentes, el
-general Matamoros, que encontrándose solo, á pie y rodeado de enemigos,
-había buscado allí un refugio.
-
-Según se dice fué entregado por un oficial de los mismos suyos y hecho
-prisionero por el soldado Eusebio Rodríguez, al cual se le dió como
-premio de este servicio la cantidad de doscientos pesos.
-
-Matamoros fué conducido inmediatamente á Valladolid.
-
-
-III
-
-Don Mariano Matamoros, en el año de 1810, cuando Hidalgo proclamó la
-independencia de México, era cura de Jantetelco.
-
-En 1811 se presentó al Sr. Morelos en Izúcar, y desde esa fecha militó á
-su lado hasta la desgraciada batalla de Puruarán.
-
-Matamoros es llamado por la mayor parte de los historiadores «el más
-valiente de los insurgentes.»
-
-En el famoso sitio de Cuautla, Matamoros, por orden de Morelos, se puso
-al frente de una fuerza de caballería y logró romper las líneas
-enemigas.
-
-Matamoros se inmortalizó con la célebre batalla de San Agustín del
-Palmar, en cuya acción no sólo dió muestras de su valor y genio militar,
-sino que además probó, como él mismo lo dice en su parte al Sr. Morelos,
-que los independientes no se habían lanzado á la guerra con el objeto de
-robar.
-
-El convoy custodiado por las tropas españolas derrotadas en el Palmar,
-fué respetado, y todo el comercio de la Nueva-España pudo decir entonces
-que los «insurgentes» eran soldados disciplinados, y no hordas de
-bandidos, como les llamaba Calleja.
-
-Al hablar Matamoros de esta acción, dice:
-
-«La batalla fué dada á campo raso para desimpresionar al conde de
-Castro-Terreño, de que las armas americanas se sostienen, no sólo en los
-cerros y emboscadas, sino también en las llanuras y á campo
-descubierto.»
-
-Constantemente estaba Matamoros organizando tropas, á la cabeza de las
-cuales tenía á cada paso que batirse, y sin duda, á no ser por la
-desastrosa expedición á Valladolid, Matamoros hubiera libertado
-completamente todo el territorio que hoy comprenden los Estados de
-Puebla, Oaxaca y Veracruz.
-
-Pero Dios lo había dispuesto de otro modo.
-
-
-IV
-
-El día 3 de Febrero de 1814, en la plaza de Valladolid, iba á ser
-fusilado un hombre.
-
-Era éste de «pequeña estatura, delgado, rubio, de ojos azules,» y su
-rostro conservaba las huellas de las viruelas.
-
-Marchando con ademán resuelto colocóse al frente de los soldados; se
-escuchó luego una descarga;--aquel hombre había dejado de existir.
-
-Matamoros había muerto en el patíbulo; la causa de la Independencia
-perdía uno de sus más nobles caudillos.
-
-El Sr. Morelos, según su propia expresión, «perdía su brazo derecho.»
-
-México libre, declaró á Matamoros benemérito de la patria, y sus restos
-mortales se guardaron en la catedral de esta ciudad.
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-MORELOS
-
-
-I
-
-EL VIAJERO
-
-Era uno de los primeros días del mes de Octubre de 1810. El sol
-descendía lentamente en el horizonte, y sus rayos ardientes bañaban el
-bosque de ciruelos, entre el cual se levantan el humilde templo y las
-pobres y dispersas casitas que forman el pequeño pueblo de Nucupétaro.
-
-Nucupétaro está situado en el Sur del Estado de Michoacán, en medio de
-esa inmensa cadena de montañas que no termina sino hasta las costas del
-Pacífico.
-
-El pueblo está en medio de un bosque de árboles de ciruela; pero allí el
-calor excesivo hace á la tierra árida y triste, un sol abrasador seca
-las plantas, y apenas unos cuantos días, cuando las lluvias caen á
-torrentes, los campos se visten de verdura, y los árboles se cubren de
-hojas; después, los árboles no son sino esqueletos, y las llanuras y
-los montes presentan un aspecto tristísimo.
-
-En Octubre, pues, la naturaleza no se ostentaba allí con sus encantos,
-un viento abrasador levantaba en las cañadas nubecillas de polvo, y el
-cielo, sin una sola nube, parecía velarse con una gasa que daba á su
-fondo azulado un tinte melancólico.
-
-Delante de una de las casitas del pueblo, y á la sombra de un cobertizo
-de palma, se mecía indolentemente un hombre sentado en una hamaca.
-
-Aquel hombre parecía estar en todo el vigor de su juventud; era de una
-estatura menos que mediana, pero lleno de carnes; moreno, sus negras y
-pobladas cejas tenían un fruncimiento tenaz, como indicando que aquel
-hombre tenía profundas y continuas meditaciones, y en sus ojos obscuros
-brillaba el rayo de la inteligencia.
-
-El vestido de aquel hombre, de lienzo blanco, era semejante al que
-usaban los labradores de aquellos rumbos: un ancho calzón y una
-_campana_, que es una especie de blusa.
-
-Tenía entre las manos un libro, y sin embargo no leía, meditaba, porque
-su mirada vaga se perdía en el espacio.
-
-De repente le sacó de su distracción el ruido de una cabalgadura; volvió
-el rostro; y casi al mismo tiempo se detuvo cerca de allí un anciano
-que llegaba caballero en una magnífica mula prieta.
-
---Buenas tardes dé Dios á su merced, señor cura--dijo el recién llegado.
-
---Muy buenas tardes--contestó el de la hamaca levantándose y
-dirigiéndose al encuentro de su interlocutor.--¿Qué viento nos trae por
-aquí al señor Don Rafaél Guedea?
-
---Aquí vengo de dar una vuelta por Tacámbaro, y á ver si me da posada
-esta noche su merced.
-
---Con todo mi gusto--contestó el cura.--Mándese vd. apear.
-
---Vaya, Dios se lo pague al señor cura Morelos.
-
-Don Rafael entregó su mula á los criados que le acompañaban, se quitó
-las espuelas y el paño de sol, y abrazando al cura con grande efusión,
-se entró á sentar con él debajo del cobertizo.
-
-
-II
-
-GRANDES NOTICIAS
-
---¿Y qué deja de nuevo mi señor Don Rafael por esos mundos?--preguntó el
-cura.
-
---¡Cómo!--exclamó el otro--¿pues aun no sabe su merced las novedades?
-
---No. ¿Hay algo de nuevo?
-
---Y mucho, y muy grave.
-
---Cuénteme vd., cuénteme vd.
-
---Pues ¿recuerda su merced al señor bachiller D. Miguel Hidalgo, que
-estaba en Valladolid en el colegio de......
-
---Sí, sí, y mucho; ¿le ha sucedido algo?
-
---¡Pues no digo nada! está su merced para saber, que se ha levantado.
-
---¿Levantado?
-
---Levantado contra el virrey y contra los gachupines.
-
---Pero ¿es cierto? ¿es cosa de importancia?--preguntó Morelos pudiendo
-contener apenas su emoción.
-
---Tan cierto, que toda la gente de tierra fría anda ya revuelta; no se
-dice más, ni se habla de otra cosa, sino del señor Hidalgo, que quiere
-libertar á la América, y que tan grave es el negocio, que el 16 de
-Septiembre amaneció ya levantado el señor cura que era de Dolores, y el
-día 28 había tomado ya Guanajuato, que dicen que hubo mucha mortandad, y
-que estará ya muy cerca de Valladolid: cuentan, y es seguro, que trae
-muchísima tropa, y los gachupines están huyendo y cerrando los comercios
-y dejando sus haciendas; en fin, no sé cómo vuestra merced no sabe nada,
-porque la novedad es muy grande, y el señor Hidalgo tiene por todas
-partes muchos que lo aclaman y lo requieren.
-
-Morelos había seguido la narración de su amigo sin perder una sola
-palabra; sus ojos se abrían desmesuradamente, su rostro se coloreaba,
-el sudor inundaba su frente, y su pecho se agitaba como si estuviera
-fatigado por una lucha.
-
-Por fin, cuando Guedea terminó su relación, Morelos no pudo ya
-contenerse; levantóse trémulo, dejó caer el libro que tenía en las
-manos, y alzando los brazos y los ojos al cielo, exclamó con un acento
-profundamente conmovido, mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus
-tostadas mejillas.
-
---¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡bendito sea tu nombre!
-
-Después, dejándose caer en la hamaca, apoyó su rostro sobre las palmas
-de las manos, y parecía que sollozaba en silencio.
-
-Don Rafael Guedea, enternecido también, contemplaba respetuosamente á
-Morelos, sin atreverse á dirigirle una sola palabra.
-
-Sin duda el viejo hacendado comprendía el choque terrible que debía
-haber sufrido aquel gran corazón al saber que ya tenía una patria por la
-que podía sacrificarse.
-
-Morelos se había sentido mexicano por la primera vez; el paria, el
-esclavo, el colono, escuchaba el grito de Independencia.
-
-Aquel placer era capaz de causar la muerte.
-
-
-III
-
-EL GUERRILLERO
-
-Pocos días después de esta conversación, Hidalgo con el ejército
-independiente, salía de Charo (inmediaciones de Valladolid) para dar la
-célebre batalla de las Cruces, y al mismo tiempo, aunque con opuesta
-dirección se desprendía de allí Don José María Morelos.
-
-Morelos iba á emprender la campaña por el Sur, y por todo elemento para
-acometer tan aventurada empresa, el Sr. Hidalgo había dado al cura de
-Carácuaro un papel con la siguiente orden firmada también por Allende:
-
-«Por el presente comisiono en toda forma á mi lugarteniente el bachiller
-Don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en las costas del
-Sur levante tropas, procediendo con arreglo á las instrucciones verbales
-que le he comunicado.»
-
-En manos de un hombre vulgar aquella autorización quizá no hubiera
-servido ni para levantar una guerrilla; pero Morelos era un genio.
-
-Sobre aquellas cuantas líneas trazadas en un papel, Morelos iba á fundar
-una reputación gigantesca; aquella orden era para él la vara mágica con
-la que iba á levantar ejércitos, á fundir cañones, á dar batallas, á
-tomar plazas, á formidar por fin á los virreyes y al monarca español.
-
-Durante el camino hasta llegar á su curato, Morelos marchó solo, pero su
-imaginación le presentaba por donde quiera divisiones en marcha,
-batallones en movimiento, cargas de caballería, asaltos, combates,
-escaramuzas, todo el cuadro, en fin, de la terrible campaña que iba á
-emprender.
-
-Morelos llegó á Carácuaro, y allí reunió 25 hombres mal armados, y
-comenzó su carrera militar.
-
-Conforme á las instrucciones del Sr. Hidalgo, se dirigió á las costas
-del Sur.
-
-Saliendo de Carácuaro, llegó á Choromuco, pasó el gran río de Zacatula
-por las balsas, llegó á Coahuayutla, tomó el camino de Acapulco,
-siguiendo desde allí toda la costa.
-
-Por último, dos meses después de haberse puesto en campaña con 25
-hombres, Morelos contaba ya con 2,000 infantes, gran número de jinetes,
-cinco cañones y considerable cantidad de pertrechos de guerra.
-
-Casi todo el armamento y todo el parque habían sido quitados al
-enemigo.
-
-
-IV
-
-EL CAUDILLO
-
-Desde esa época Morelos fué el caudillo prominente en la guerra de
-Independencia.
-
-Vencedor unas veces, vencido otras, pero siempre constante, valeroso,
-inteligente, el humilde cura de Carácuaro era un héroe.
-
-Por todas partes se hacía sentir su poderoso influjo; por todas partes,
-á su nombre, se levantaban partidas, y se organizaban tropas, y se daban
-combates.
-
-Y no se contentaba sólo con defender su causa por medio de las armas,
-sino que sostenía constantemente difíciles polémicas con los curas y las
-principales personas del clero, que valiéndose de la religión,
-pretendían apartar al señor Morelos del camino que se había trazado.
-
-La historia de las campañas del héroe, es la historia de todas las
-poblaciones, de todos los bosques, de todas las llanuras del Sur de
-nuestra patria, y sus recuerdos viven imperecederos en todos esos
-lugares.
-
-Pero el apogeo de la gloria de aquel grande hombre está en el sitio de
-Cuautla.
-
-Reducido Morelos á defenderse en esa ciudad, que hoy lleva con orgullo
-el nombre del ilustre caudillo, dió pruebas de la grandeza de su genio.
-
-Una ciudad pequeña en una llanura, abierta por todos lados, con unas
-fortificaciones hechas de prisa y sumamente ligeras: ésta era su
-posición.
-
-Un ejército bisoño, casi desnudo, con malas armas, con pocas municiones,
-y constando de un reducido número: éstos eran sus elementos de defensa.
-
-Félix María Calleja, el vencedor de Aculco, de Guanajuato y de Calderón,
-seguido de un numeroso ejército bien armado, perfectamente disciplinado,
-orgulloso con sus victorias, provisto de abundantes víveres y
-municiones, y constantemente reforzado: esto representaba el ataque.
-
-Y sin embargo Morelos resistió sesenta y dos días y aquel sitio mereció
-con razón el renombre de famoso.
-
-Viéronse allí episodios de valor inauditos para impedir que los
-sitiadores cortaran el agua; los sitiados hicieron prodigios, y vivieron
-los que custodiaban la toma, bajo una constante lluvia de proyectiles.
-
-Por fin la situación se hizo desesperada; el hambre obligó á los
-insurgentes á tomar una resolución extrema, y la noche del 2 de Mayo de
-1812, el señor Morelos salió de la plaza, atravesó con su pequeño
-ejército la línea de circunvalación, abriéndose paso á viva fuerza, y
-aunque sufriendo grandes pérdidas, y libre ya de aquel peligro, volvió á
-ser el alma inteligente y guerrera de la lucha de Independencia.
-
-
-V
-
-EL MARTIR
-
-La suerte abandonó por fin á Morelos, y en la acción de Tesmalaca (5 de
-Noviembre de 1815) cayó prisionero en manos del general español
-Concha.--El martirio debía coronar aquella vida llena de gloria, y
-Morelos marchó al patíbulo lleno de valor.
-
-La inquisición, el clero, el virrey, la audiencia, todos quisieron tener
-parte en el sacrificio, todos quisieron herir á su víctima, todos
-hicieron gala de su crueldad con aquel hombre que los había hecho
-temblar, y á cuyo solo recuerdo palidecían.
-
-Semejantes á una jauría hambrienta que se arroja ladrando y furiosa
-sobre un león herido, así aquellos hombres _organizaron su justicia_
-contra el pobre prisionero de Tesmalaca.
-
-La inquisición le declaró hereje, el clero le degradó del carácter
-sacerdotal, la audiencia le condenó por traidor al rey, y el virrey se
-encargó de la ejecución.
-
-Y el hereje, el traidor, el mal sacerdote, el ajusticiado, era sin
-embargo un héroe, un caudillo en la más santa y más noble de las
-luchas; era, en fin, _el hombre más extraordinario que produjo la guerra
-de independencia en México_.
-
-Morelos fué fusilado en San Cristóbal Ecatepec, el 22 de Diciembre de
-1815.
-
-Cuando la sangre de aquel noble mártir regó la tierra, cuando su cuerpo
-acribillado por las balas dejó escapar el grande espíritu que durante
-cincuenta años le había animado, entonces pasó una cosa extraña que la
-ciencia aún no explica satisfactoriamente.
-
-Las aguas del lago, tan puras y tan serenas siempre, comenzaron á
-encresparse y á crecer, y sin que el huracán cruzase sobre ellas, y sin
-que la tormenta cubriera con sus pardas alas el cielo, aquellas aguas se
-levantaron y cubrieron las playas por el lado de San Cristóbal, y
-avanzaron y avanzaron hasta llegar al lugar del suplicio.
-
-Lavaron la sangre del mártir y volvieron majestuosamente á su antiguo
-curso.
-
-Ni antes ni después se ha observado semejante fenómeno. ¡Allí estaba la
-mano de Dios!
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-ITURBIDE
-
-
-El Apoteosis
-
-I
-
-Llegó por fin el día de la libertad de México. Once años de lucha, un
-mar de sangre, un océano de lágrimas.--Esto era lo que había tenido que
-atravesar el pueblo para llegar desde el 16 de Septiembre de 1810 hasta
-el 27 de Septiembre de 1821.--16 y 27 de Septiembre, 1810 y 1821. He
-aquí los dos broches de diamante que cierran ese libro de la historia en
-que se escribió la sublime epopeya de la independencia de México.
-
-Y cuánto patriotismo, cuánto valor, cuánta abnegación habían necesitado
-los que dieron su sangre para que se inscribieran con ella sus nombres
-en ese gran libro!
-
-Pero el día llegó; puro y transparente el cielo, radiante y esplendoroso
-el sol, dulce y perfumado el ambiente.
-
-Aquel era el día que alumbraba después de una noche de trescientos
-años.
-
-Aquella era la redención de un pueblo que había dormido en el sepulcro
-tres siglos.
-
-Por eso el pueblo se embriagaba con su alegría, por eso la ciudad de
-México estaba conmovida.
-
-¿Quién no comprende lo que siente un pueblo en el supremo día en que
-recobra su independencia? Pero, ¿quién sería capaz de pintar ese goce
-purísimo, cuando se olvidan todas las penas del pasado y no se mira sino
-luz en el porvenir; cuando todos se sienten hermanos; cuando hasta la
-naturaleza misma parece tomar parte en la gran fiesta?
-
-México se engalanó como la joven que espera á su amado.
-
-Vistosas y magníficas colgaduras y cortinajes ondeaban al impulso del
-fresco viento de la mañana, en los balcones, en las ventanas, en las
-puertas, en las cornisas, en las torres. Cada uno había procurado
-ostentar en aquel día lo más rico, lo más bello que tenía en su casa.
-
-Sus calles parecían inmensos salones de baile: flores, espejos, cuadros,
-vajillas, oro, plata, seda, cristal, todo estaba en la calle, todo
-lucía, todo brillaba, todo venía á dar testimonio del placer y de la
-ventura de los habitantes de México.
-
-Y por todas partes, cintas, moños, lazos, cortinas con los colores de la
-bandera nacional, de esa bandera que enarbolada por Guerrero y por
-Iturbide en el rincón de una montaña, debía en pocos meses pasearse
-triunfante por toda la nación, y flamear con orgullo sobre el palacio de
-los virreyes de Nueva España.
-
-Aquellos tres colores simbolizaban: un pasado de gloria, el rojo; un
-presente de felicidad, el blanco, y un porvenir lleno de esperanzas, el
-verde; y en medio de ellos el águila triunfante hendiendo el aire.
-
-Y entre aquella inmensa multitud que llenaba las calles y las plazas,
-que se apiñaba en los balcones y ventanas, que coronaba las azoteas, que
-escalaba las torres y las cúpulas de las iglesias, ansiosa de contemplar
-la entrada del ejército libertador, no había quizá una sola persona que
-no llevase con orgullo la escarapela tricolor.
-
-
-II
-
-El sol avanzaba lentamente; y llena de impaciencia esperaba la
-muchedumbre el momento de la entrada del ejército _trigarante_.
-
-Por fin, un grito de alegría se escuchó en la garita de Belén, y aquel
-grito, repetido por más de cien mil voces, anunció hasta los barrios más
-lejanos que las huestes de la independencia pisaban ya la ciudad
-conquistada por Hernán Cortés el 13 de Agosto de 1521.
-
-1521, 1821. ¡Trescientos años de dominación y de esclavitud!
-
-A la cabeza del ejército libertador marchaba un hombre, que era en
-aquellos momentos objeto de las más entusiastas y ardientes ovaciones.
-
-Aquel hombre era el libertador D. Agustín Iturbide.
-
-Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente despejada,
-serena y espaciosa, ojos azules de mirar penetrante, regía con diestra
-mano un soberbio caballo prieto que se encabritaba con orgullo bajo el
-peso de su noble jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura
-guarnecidos de oro y de diamantes.
-
-El traje de Iturbide era por demás modesto: botas de montar, calzón de
-paño blanco, chaleco cerrado del mismo paño, una casaca redonda de color
-de avellana y un sombrero montado con tres bellas plumas con los colores
-de la bandera nacional.
-
-Al descubrir al libertador, el pueblo sintió como una embriaguez de
-placer y de entusiasmo, los gritos de aquel pueblo atronaban el aire, y
-se mezclaban en gigantesco concierto con los ecos de las músicas, con
-los repiques de las campanas de los templos, con el estallido de los
-cohetes y con el ronco bramido de los cañones.
-
-Iturbide atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el
-palacio; su caballo pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y una
-verdadera lluvia de coronas, de ramos y de flores caía sobre su cabeza y
-sobre las de sus soldados.
-
-Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel ejército con
-perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus joyas, los padres y las
-madres levantaban en sus brazos á los niños y les mostraban al
-libertador, y lágrimas de placer y de entusiasmo corrían por todas las
-mejillas.
-
-Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más circunspectas se
-arrojaban á coronar á los soldados rasos y á abrazarlos; los hombres,
-aunque no se hubieran visto jamás, aunque fueran enemigos, se
-encontraban en la calle y se abrazaban y lloraban.
-
-Aquella era una locura, pero una locura sublime, conmovedora; aquel era
-un vértigo, pero era el santo vértigo del patriotismo.
-
-Por eso será eterno entre los mexicanos el recuerdo del 27 de Septiembre
-de 1821, y no habrá uno solo de los que tuvieron la dicha de presenciar
-esa memorable escena, que no sienta que se anuda su garganta y que sus
-ojos se llenan de lágrimas al escuchar esta pálida descripción, hija de
-las tradiciones de nuestros padres y nacida sólo al fuego del amor de la
-patria.
-
-Aquel fué el apoteosis del libertador Iturbide.
-
-
-
-
-PADILLA
-
-
-I
-
-Era la tarde del 15 de Julio de 1824.
-
-Frente á la barra de Santander (Estado de Tamaulipas), se balanceaba
-pesadamente el bergantín «Spring,» anclado allí desde la víspera.
-
-La tarde estaba serena, apenas una ligera brisa pasaba susurrando entre
-la arboladura del buque, las olas se alejaban mansas hasta reventar á lo
-lejos en la playa, y los tumbos sordos de la mar llegaban casi
-perdiéndose hasta la embarcación.
-
-Las gaviotas describían en el aire caprichosos círculos, anunciando con
-sus gritos destemplados la llegada de la noche, y se miraban de cuando
-en cuando bandadas de aves marinas que volaban hacia la tierra, buscando
-las rocas para refugiarse.
-
-Melancólica es la hora del crepúsculo en el mar cuando el sol se oculta
-del lado de la tierra; tristísimo es contemplar esa hora desde un buque
-anclado.
-
-Sobre la cubierta del bergantín había un hombre que tenía fija la mirada
-en la playa.
-
-Mucho tiempo hacía que permanecía inmóvil en la misma postura. Esperaba
-y meditaba.
-
-Y esperaba con paciencia, porque no se contraía uno sólo de los músculos
-de su fisonomía, y meditaba profundamente, porque nada parecía
-distraerle.
-
-La noche comenzó á tender su manto y aquel hombre no se movía.
-
-Por fin, los contornos de la tierra desaparecieron entre la obscuridad,
-las estrellas brillaron en el negro fondo de los cielos, y asomaron
-sobre las inquietas olas esos relámpagos de luz fosfórica, que son como
-las fugitivas constelaciones de esa inmensidad que se llama el Océano.
-
-El hombre del bergantín no veía pero escuchaba, y repentinamente se
-irguió.
-
-Era que en medio del silencio de la noche había apercibido el acompasado
-golpeo de unos remos.
-
-Aquel rumor era á cada momento más y más distinto; sin duda alguna se
-acercaba al bergantín una lancha.
-
---¿Jorge, eres tú?--dijo el hombre del bergantín á uno de los remeros
-cuando la pequeña embarcación llegó.
-
---Sí, señor--contestó una voz desde la lancha.
-
---¿Y Beneski?
-
---Espera aquí--contestó otra voz.
-
-El hombre saltó resueltamente á la escala, y con una firmeza que hubiera
-envidiado un marinero, descendió por ella y llegó á bordo de la lancha.
-
---¡A tierra!--exclamó sentándose en el banco de popa.
-
-Los bogas no contestaron, sonó el golpe de los remos en la agua, y la
-lancha, obedeciendo á un vigoroso y repentino impulso, se deslizó sobre
-las aguas, ligera como una ave que hiende los aires.
-
-
-II
-
-Al día siguiente, cerca ya de Soto la Marina, caminaba una tropa de
-caballería, en medio de la cual podía distinguirse al mismo hombre que
-el día anterior había desembarcado del bergantín.
-
-Al lado de aquel hombre marchaba otro que parecía ser el jefe de la
-fuerza.
-
-Los dos caminaban en silencio, los dos parecían hondamente preocupados y
-poco dispuestos á emprender una conversación.
-
-Por fin, el hombre del bergantín rompió el silencio, y acercando su
-caballo al de su acompañante, le dijo con una voz firme:
-
---Señor General Garza, supuesto que soy su prisionero de vd., ¿no podría
-decirme la suerte que se me espera?
-
-Garza levantó los ojos, le miró por un momento, y con acento casi
-lúgubre contestó:
-
---La muerte.
-
-El prisionero no palideció siquiera, pero tampoco volvió á desplegar sus
-labios; poco después llegaron á Soto la Marina.
-
-En la misma noche toda aquella población sabía que á la mañana siguiente
-sería pasado por las armas el destronado emperador de México D. Agustín
-Iturbide, hecho prisionero al desembarcar en la barra de Santander, por
-el general D. Felipe de la Garza.
-
-Los historiadores no están conformes en el modo con que fué aprehendido
-D. Agustín de Iturbide.
-
-Algunos de sus biógrafos, más apasionados de la memoria del desgraciado
-emperador que de la verdad, afirman que Iturbide llegó á las playas
-mexicanas ignorando el decreto de proscripción fulminado contra él en la
-República, y agregan que desembarcó disfrazado, fingiéndose colono, en
-compañía de Beneski; pero que fué reconocido por el modo expedito y
-airoso que tenía de montar á caballo.
-
-Todas estas dudas se disipan y todas esas relaciones se desmienten con
-sólo trascribir el principio de una carta que en el momento casi de
-desembarcar escribía Iturbide á su corresponsal en Londres D. Mateo
-Flétcher, y que inserta D. Carlos Bustamante en su apéndice á los _Tres
-siglos de México_.
-
-
- “A bordo del bergantín “Spring”
- frente á la barra de Santander, 15
- de Julio de 1824.
- «Mi apreciable amigo:
-
-
- «Hoy voy á tierra, acompañado solo de Beneski, á tener una
- conferencia con el general que manda esta provincia, esperando que
- sus disposiciones sean favorables á mí, en virtud de que las tiene
- muy buenas en beneficio de mi patria...... Sin embargo, indican no
- estar la opinión en el punto en que me figuraba, y no será difícil
- que se presente grande oposición, y aún ocurran desgracias. Si
- entre estas ocurriere mi fallecimiento, mi mujer entrará con vd. en
- contestaciones sobre nuestras cuentas y negocios, etc.»
-
- Y esta carta está firmada:--«Agustín de Iturbide.»
-
-Toda la versión, pues, sobre el incógnito de Iturbide, no pasa de ser
-una novela.
-
-
-III
-
-Amaneció el día 17, y se notificó á Iturbide que dentro de pocas horas
-debía morir.
-
-Su muerte estaba decretada por Garza, que se fundaba para dar esta
-determinación en la ley que proscribía á Iturbide para siempre de la
-República.
-
-Notificóse al preso la sentencia, y la escuchó sin inmutarse; pidió que
-viniera, para auxiliarle en el último trance, su capellán que había
-quedado en el buque, y envió á Garza un manifiesto que había escrito
-para la nación.
-
-La serenidad de Iturbide y la lectura del manifiesto conmovieron sin
-duda al general, porque mandó suspender la ejecución y se puso en marcha
-para Padilla, en donde estaba reunido el congreso del Estado, llevando
-consigo al prisionero y tratándole con tantas consideraciones como si él
-fuera mandando en jefe.
-
-Llegaron por fin á Padilla, y el congreso determinó que sin excusa ni
-pretexto fuese pasado por las armas. En vano Garza, que asistió á la
-sesión, procuró probar, convertido entonces en defensor de Iturbide, que
-el decreto de proscripción no alcanzaba á tanto, que Iturbide daba
-pruebas de sus intenciones pacíficas, trayendo consigo á su esposa y á
-sus pequeños hijos. El congreso se mantuvo inflexible, y Garza fué
-encargado de ejecutar la sentencia dentro de un breve término.
-
-Volvió entonces á notificarse á Iturbide que podía contar con tres horas
-para arreglar sus negocios, después de los cuales debía morir.
-
-Iturbide se preparó á morir como cristiano y se confesó con el
-presidente del congreso que era un eclesiástico, y que había salvado su
-voto cuando se trató de la muerte del prisionero.
-
-Las seis de la tarde del día 19 fué la hora señalada para ejecutar la
-sentencia.--Iturbide salió de la prisión sereno y firme, y deteniéndose
-al encontrarse en el campo exclamó:
-
---Daré al mundo la última vista.
-
-Después pidió agua, que apenas tocó con los labios, y se vendó él mismo
-los ojos.
-
-Se trató entonces de atarle los brazos; resistióse al principio, pero
-después se resignó con humildad.
-
-Detúvose allí, caminó cosa de setenta ú ochenta pasos y llegó al lugar
-del suplicio, repartió el dinero que llevaba en los bolsillos entre los
-soldados, y entregó su reloj, un rosario y una carta para su familia al
-eclesiástico que le acompañaba.
-
-En seguida, con firme acento habló á la tropa, rezó en voz alta algunas
-oraciones y besó fervorosamente un crucifijo.
-
-En ese momento el jefe hizo la señal de fuego y se escuchó el ruido de
-la descarga.
-
-Cuando se disipó el humo de la pólvora, D. Agustín de Iturbide no era ya
-más que un cadáver cubierto de sangre.
-
-
-IV
-
-Iturbide libertador de México, Iturbide emperador, Iturbide ídolo y
-adoración un día de los mexicanos, expiró en un patíbulo, y en medio del
-más desconsolador abandono.
-
-Los partidos políticos se han pretendido culpar mútuamente de su muerte.
-Ninguno de ellos ha querido hasta ahora reportar esa inmensa
-responsabilidad.
-
-En todo caso, y cualquiera que haya sido el partido que sacrificó á D.
-Agustín de Iturbide, yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada
-en Padilla, ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la
-historia de México.
-
-Guerrero é Iturbide consumaron la independencia, y ambos, con el
-pretexto de que atacaban á un gobierno legítimo, espiraron á manos de
-sus mismos conciudadanos.
-
-No seré yo quien pueda hablar de la muerte de Guerrero; pero en cuanto á
-la de Iturbide, exclamaré siempre que fué la prueba más tristemente
-célebre de ingratitud que pudo haber dado en aquella época la nación
-mexicana.--Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos
-políticos, venía á conspirar á la República, bien; ¿pero no hubiera
-bastado con reembarcarle?
-
-El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador, es tan
-culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre.--Hay sobre
-los intereses políticos en las naciones, una virtud que es superior á
-todas las virtudes, la gratitud.
-
-El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres, se expone á no tener
-por servidores, más que á los que buscan en la política un camino para
-enriquecer y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.
-
-Dios permita que las generaciones venideras perdonen á nuestros
-antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de
-sus fastos esta sangrienta y negra página.
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-MINA
-
-
-I
-
-En este libro hemos consignado el fin trágico que la suerte reservó á
-los primeros caudillos de la independencia mexicana. Sin experiencia en
-las armas, sin elementos para la guerra, y educados en la sedentaria y
-tranquila carrera de la iglesia, su mérito y su gloria han consistido
-más bien en su abnegación y en su amor á la libertad, que no en el éxito
-de sus expediciones militares.
-
-Después del suplicio de Morelos, de ese hombre singular á quien sus
-mismos enemigos no pueden negar ni el talento natural para la guerra, ni
-la constancia ni el valor, comenzó la fortuna á mostrar su faz hosca y
-sañuda á la mayor parte de los caudillos mexicanos que habían conservado
-las armas en la mano, y que llenos de fe en la causa de la patria,
-habían visto con desdén los ofrecimientos de perdón y aun las más
-lisongeras promesas de parte del gobierno español. Todo parecía
-concluído. Las partidas de insurgentes que habían quedado, siendo ya
-poco numerosas y escasas de elementos para la campaña, no inspiraban ya
-temor al gobierno, y el virrey creyó por un momento que había ya
-recobrado plenamente el dominio en la Antigua Colonia.
-
-Repentinamente un suceso inesperado sacude en sus cimientos á la Nueva
-España, y el fuego de la independencia, que parecía completamente
-apagado, se encendió de nuevo para no extinguirse nunca, pues se
-encuentra aún vivo y ardiente en el pecho de los mexicanos.
-
-Mina fué el relámpago que un momento iluminó el horizonte de la
-revolución, y desapareció en esa insondable eternidad que no podemos
-comprender.
-
-Era labrador, pero labrador en la montaña, no en la llanura. Los
-montañeses tienen que habituarse á la vida aventurera y casi salvaje.
-Los fenómenos todos de la naturaleza parece que se desarrollan de una
-manera más imponente en la montaña, y esto, y el ejercicio de la caza,
-preparan á esa clase de hombres á la vida militar.
-
-Napoleón I hizo del labrador montañés un guerrillero.
-
-Mina peleó por la independencia de su patria y llegó á ser jefe de la
-Navarra, provincia donde vió la luz en fines del año de 1789, Terminada
-la invasión, Mina se encontró con otro enemigo, el despotismo, y basta
-para personificarlo nombrar á Fernando VII, soberano tan repugnante que
-ni aun ha tenido la consideración para los españoles más sumisos y
-monarquistas. Mina, en unión de su tío Espoz y Mina, conspiró en Navarra
-para restablecer la Constitución. Desgraciado en esta tentativa, tuvo
-que huir para salvar la vida, y emigró á Francia y pasó poco tiempo
-después á Inglaterra.
-
-Encontró allí un personaje al que no hemos dado todavía todo el honor v
-la celebridad que merece. Este personaje era el _Dr. D. Servando Teresa
-de Mier_. Este padre fué el primero en propagar las ideas de la
-desamortización eclesiástica y de la separación de la Iglesia y del
-Estado. Sus obras no las mejoraría en ciertas capitales el progresista
-más exaltado de 1870.
-
-Un fraile y un proscrito sin un cuarto en la bolsa, el uno con su
-entusiasmo y el otro con su espada, intentan á más de dos mil leguas de
-distancia, derribar un gobierno que había triunfado de los más valientes
-y esforzados caudillos mexicanos. Desde este momento comienza una serie
-de aventuras propias más bien para un romance.
-
-El mismo día que resolvió Mina hacer una expedición á México, alentado
-por los consejos y entusiasmo del padre Mier, se presentó resueltamente
-en la casa de dos ó tres comerciantes ingleses.
-
-Quizá una semana después, á las tres de la tarde (y hay sobre esto un
-canto popular), el guerrillero español abandonaba las costas inglesas, y
-surcaba los mares en un barco mercante que tomó á flete, y fué el
-principio de su escuadrilla. Le acompañaban el infatigable padre Mier y
-treinta hombres terribles y desalmados, que dieron prueba más adelante
-de una energía indomable. La primera idea de Mina fué poner directamente
-la proa á las costas de México; pero varió de resolución, y para
-proveerse de más gente y recursos, se dirigió á los Estados Unidos del
-Norte, donde reclutó, en efecto, más de doscientos soldados aventureros
-que indistintamente habían servido con los ingleses y con los franceses
-en las últimas guerras. Con estas fuerzas, y con otros buques, aunque
-pequeños, organizó su expedición y se dirigió á Puerto Príncipe, donde
-se encontró con que un terrible huracán le había destruído uno de los
-buques que mandó con anticipación, y con que muchos de los aventureros
-enganchados se habían desertado.
-
-De Puerto Príncipe salió á la mar la expedición, con dirección á Tejas,
-con el fin de reunirse con el comodoro Aury, jefe de unos cuantos
-piratas que había reunido bajo sus órdenes. El vómito prieto se declaró
-á bordo de la improvisada escuadrilla, y comenzaron á morir oficiales y
-marineros. En el estado más triste llegaron á la isla del Caimán. Las
-frescas brisas y una pesca abundante de tortugas, volvieron la vida y
-las fuerzas á los enfermos. Mina, resistiendo á las enfermedades y á
-todo género de contratiempos, llegó por fin á Gálveston, donde abrazó al
-pirata Aury, refrescó los víveres, estableció su campamento, se dedicó á
-formar sus regimientos, á preparar la expedición, y publicó un
-manifiesto que circuló poco tiempo después en México, y reanimó el
-entusiasmo por la Independencia.
-
-
-II
-
-Las aguas de la costa de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) estaban por lo
-común solitarias, y una que otra barca de pescador rompía aquellas olas
-cansadas de rodar en las calientes arenas de la playa.
-
-El tiempo había estado borrascoso. Recios vientos habían soplado sin
-duda más lejos, pues venían las olas todavía gruesas y enojadas á
-azotarse contra la costa. Se observó el palo de una embarcación.
-Empujada por una fuerte brisa que hinchaba sus velas, en breve llegó al
-puerto, y se pudo reconocer que era un barco grande armado en guerra.
-En efecto, era la «Cleopatra,» y á bordo venía el general Don Francisco
-Javier Mina.
-
-El desembarco se hizo sin dificultad y sin experimentar resistencia
-ninguna el 15 de Abril de 1817.
-
-El 22 salió Mina para Soto la Marina. Caminaba á pie, con su espada en
-la mano, al frente de la tropa. Tres días anduvo perdido en los bosques,
-pero al fin llegó á la población, donde fijó su cuartel general. Sus
-buques quedaron en la costa. Un marino español salió de Veracruz á
-atacarlos. La goleta «Elena,» que era muy velera, escapó á la vista del
-enemigo; las tripulaciones de la «Cleopatra» y del «Neptuno» vinieron á
-tierra, y en este estado, el marino español que montaba la fragata
-«Sabina,» se encaró fieramente con la escuadrilla silenciosa del
-aventurero capitán.
-
-El marino español rompió un vivo fuego de cañón. La «Cleopatra» no
-contestaba, y esto irritaba al enemigo.
-
---Que redoblen el fuego, gritó con voz de trueno.
-
-El cañoneo continuó más fuerte. La «Cleopatra,» siempre silenciosa,
-parecía resistir las balas sin que le hicieran un daño visible.
-
---¡Esta es una asechanza sin duda! exclamó el jefe español; se tratará
-de que nos acerquemos, para echarnos una andanada y sumergirnos en el
-agua. ¡Al abordaje! al abordaje! y no hay que perdonar á nadie.
-Hombres, mujeres, niños, que todos sean pasados á cuchillo.
-
-Los botes, tripulados con un buen número de gente provista de escalas,
-garfios, picas y demás instrumentos propios para el abordaje, se
-desprendió de la «Proserpina» y resueltamente se dirigió á la
-«Cleopatra.» El mismo silencio, la misma terrible inmovilidad.
-
---¡Animo, marinos! gritó el jefe que mandaba los botes; acordáos que
-sois españoles y que estais en la tierra de Cortés. Arriba! á ellos! y
-no haya misericordia.
-
-Los marinos españoles se lanzaron como leones.
-
-Un gato, único defensor que había quedado á bordo, corrió por la
-cubierta, y mirándose atacado por los marinos de la «Proserpina,» corrió
-sobre cubierta, se precipitó, sin saber dónde, cayó sobre la cara del
-comandante, se afianzó con las uñas de sus barbas y carrillos, y al
-grito de sorpresa y de dolor del bravo marino, el gato cayó en el agua y
-desapareció entre las ondas. Los asaltantes tuvieron que soltar una
-carcajada.
-
-Sin embargo, el brigadier D. Francisco de Beranger, que mandaba esta
-expedición, dió á su regreso á Veracruz un parte en que describía una
-terrible batalla naval y un sangriento abordaje. El virrey los recomendó
-á España, y decretó que llevaran en el brazo derecho un escudo con el
-siguiente epígrafe: AL IMPORTANTE SERVICIO EN SOTO LA MARINA.
-
-
-III
-
-Mina no perdió su tiempo. Construyó un fuerte regular en Soto la Marina,
-y resolvió expedicionar en el interior del país.
-
-La mañana del 24 de Mayo, Mina, ya con su espada ceñida, estaba en la
-plaza al frente de sus tropas, que eran las siguientes:
-
- General y su Estado Mayor 11
- Guardia de honor al mando de Young 31
- Caballería 124
- Regimiento del Mayor Sterling 56
- Primero de línea 64
- Artillería 5
- Criados 12
- Ordenanzas 5
- ---
- Total 308
-
-Era ridícula esta expedición. Mejor dicho, era sublime. El comandante
-tenía en sus ojos la victoria.
-
-Mina llamó al mayor Sardá.
-
---Te dejo cien hombres, mayor. Con esta fuerza te defenderás hasta el
-último extremo. Te han de sitiar, sin duda alguna; pero no haya cuidado,
-yo volveré y haré á balazos que te dejen quieto. Mina estrechó la mano
-del mayor, y espada en mano, salió de la plaza de Soto la Marina,
-tambor batiente y bandera desplegada.
-
-Después de tres días de marcha por aquellos desiertos faltos de víveres
-y de agua, la tropa comenzaba á fatigarse y á murmurar.
-
---No hay cuidado, mis amigos; antes de algunas horas tendremos víveres
-frescos, y habitación magnífica, y dinero.
-
-En efecto, Mina, burlando con la rapidez de su marcha la vigilancia del
-jefe D. Felipe de la Garza, sorprendió una hacienda y se apoderó de una
-buena cantidad de efectos y provisiones que repartió entre sus soldados.
-
-Ninguna de las muchas combinaciones militares que hizo el gobierno con
-una actividad sorprendente, pudo detener la marcha de Mina. Derrotó á
-Villaseñor en el Valle del Maíz, y el 14 se hallaba instalado en los
-magníficos edificios de la hacienda de Peotillos, que en esa época
-pertenecía á los Carmelitas. Los dependientes y mozos habían huído,
-llevándose todas las provisiones. La tropa, cansada y hambrienta, se
-acostó sin cenar. No habían cerrado los ojos, cuando el enemigo se
-presenta. Armiñan y Rafols, con fuerzas considerables, tocan, como quien
-dice, á las puertas de la hacienda.
-
-Mina recibe el aviso de sus avanzadas, se ciñe la espada, sube á la
-azotea del edificio y observa entre el polvo y la ardiente
-reverberación del campo, una fuerza de infantería como de 1,000
-hombres, seguida á cierta distancia por una numerosa caballería.
-
---Amigos, dice á sus soldados, que habían salido en seguimiento de su
-jefe; vamos á ser atacados dentro de pocos momentos. Si nos encerramos
-en las casas, pereceremos, si no por las balas, sí de hambre. No hay más
-recurso que salir al campo y atacar al enemigo antes de que se acerque
-más.
-
-La respuesta de esta tropa denonada fué un ¡hurra! estrepitoso, y cosa
-de 170 hombres formaron en momentos y se dirigieron á paso veloz al
-encuentro de la formidable columna española.
-
-Mina, á los pocos momentos de comenzada la acción, se vió envuelto por
-la caballería, y sus escasas fuerzas diezmadas por las balas enemigas.
-En este trance supremo, con los pocos que le quedaban, formó un cuadro,
-hizo una descarga á quemaropa á la caballería que se le venía encima,
-mandó calar bayoneta y se lanzó con espada en mano, haciendo un agujero
-sangriento en la masa compacta de enemigos. El pánico se apoderó de
-ellos, comenzaron á vacilar y á desorganizarse, y concluyeron con
-abandonar el campo y echar á correr. El coronel Piedras, de las tropas
-realistas, no paró hasta Río Verde. Rafols se escapó en las ancas del
-caballo de su corneta de órdenes, y Armillan se retiró á San José. Esta
-fué la célebre acción de Peotillos dada el 15 de Junio.
-
-Mina con el puñado de hombres que le había quedado, resolvió seguir al
-interior del país, y al día siguiente se puso en camino, no deteniéndose
-sino delante del Real de Pinos, cuya plaza estaba fortificada y
-defendida por trescientos hombres y cinco cañones.
-
-Para Mina no había dificultades, y á todo trance necesitaba apoderarse
-de este mineral. Mina intimó rendición á la plaza, y habiendo recibido
-una respuesta altanera, se decidió á obrar. Llamó á quince de sus más
-atrevidos soldados, les indicó una tapia, y con una escalera subieron
-sin ser sentidos á las azoteas de las casas. Descendieron á la plaza,
-sorprendieron la guardia y se apoderaron de la artillería. Mina entonces
-asaltó la ciudad, y no habiendo resistido ya los defensores, entró á
-ella, permitiendo el saqueo para castigarla de su resistencia. El 24 de
-Junio Mina se hallaba en el corazón del país, y posesionado del fuerte
-del Sombrero, que mandaba el jefe independiente D. Pedro Moreno.
-
-A los cuatro días, y cuando apenas sus soldados comenzaban á descansar
-de una marcha de más de 250 leguas por un país desierto, se supo que el
-jefe español Ordoñez, con una fuerza de 700 á 800 hombres, se dirigía
-sobre el fuerte. Mina rápido en sus concepciones, resolvió atacarlo, y
-acompañado de Moreno y del Pachón (Encarnación Ortiz), se puso en
-marcha, y á la media noche llegó á las ruinas de una hacienda, donde
-encontró 400 insurgentes armados con unos cuantos fusiles inútiles. Al
-día siguiente muy temprano continuó su marcha, y algunas horas después
-se hallaba frente del enemigo con dos columnas de cien hombres, y en
-menos de ocho minutos Mina derrotó á los españoles, y regresó al fuerte
-con los cañones, fusiles y dinero ganados en esta batalla donde murieron
-los jefes realistas Ordóñez y Castañón.
-
-
-IV
-
-En poco tiempo Mina llenó con su nombre toda la Nueva España. Las
-gentes, cuando pasaba por algún pueblo, salían á verle con admiración, y
-el virrey, al acostarse y al levantarse tenía en sus oídos este nombre
-fatal.
-
-El gobierno colonial desplegó la mayor actividad, reuniendo en Querétaro
-un cuerpo de tropas escogidas que puso á las órdenes del Mariscal Liñán,
-y apeló, además, á los medios de costumbre, que fueron declarar al héroe
-de Peotillos traidor, sacrílego y malvado. Ya en fines de Julio, Mina
-tenía sobre sí en la provincia de Guanajuato á Liñán, Orrantia, Negrete,
-Villaseñor, Bustamante (Don Anastasio), y cuantos otros jefes se
-consideraron capaces de afrontar el ataque rápido y terrible de los
-atrevidos aventureros que militaban bajo sus órdenes. Las fuerzas
-españolas se fueron colocando en puntos convenientes, hasta que al fin
-se acercaron y establecieron un sitio al fuerte del Sombrero. Este lugar
-dista de Guanajuato 18 leguas, y 6 de la ciudad de León, Mina, con cosa
-de mil hombres mal armados y unas viejas piezas de artillería, se
-resolvió á esperar y defenderse hasta el último extremo.
-
-El 1.º de Agosto el enemigo rompió el fuego de cañón, que continuó sin
-interrupción durante cuatro días. Creyendo Liñán que los defensores
-estarían ya acobardados, dispuso un asalto por cuatro puntos, y por
-todos ellos fué rechazado. Entonces se hicieron á Mina proposiciones muy
-lisonjeras, que rehusó constantemente.
-
-El fuego de cañón comenzó otra vez con más fuerza; la escasa agua que
-había en un algibe del fuerte se acabó, y las nubes derramaban en las
-cercanías frescas y abundantes lluvias; mientras los hombres del fuerte
-morían de sed. Mina, entonces, para contener la desesperación de sus
-soldados, hizo una salida sobre el campo de Negrete, le mató mucha gente
-y le tomó un reducto, pero tuvo que retirarse y volverse á encerrar en
-aquellas rocas secas y fatales.
-
-El 15, Liñán hizo un terrible empuje y arrojó todas sus columnas sobre
-el fuerte, pero fué rechazado, perdiendo más de 200 hombres que quedaron
-tirados en las barrancas.
-
-Los independientes no podían, sin embargo, sostener la posición. La sed
-los hacía rabiosos, y la peste los diezmaba. Resolvieron en una noche
-obscura abandonar el fuerte, pero al atravesar la barranca fueron
-sentidos, y las tropas españolas cayeron sobre ellos, y hubo en la
-obscuridad una horrible matanza de que pocos escaparon. Liñán ocupó el
-fuerte el 20, y su primera disposición fué mandar fusilar á los enfermos
-y heridos que habían quedado abandonados en esa noche triste de la
-Independencia mexicana.
-
-Mina, protegiendo la salida, animando á los débiles, recogiendo á los
-dispersos, sostuvo la posición hasta lo último; pero ya rodeado de
-tropas españolas, no le quedó más arbitrio que abrirse paso con cien
-caballos, logrando escapar de la fuerza enemiga y llegar al fuerte de
-los Remedios, en el cerro de San Gregorio.
-
-El 27, Liñán con todas sus tropas se presentó delante del fuerte de los
-Remedios. Mina, dejando sus buenas tropas en esta posición, expedicionó
-por el Bajío con cerca de 900 insurgentes de caballería. Se posesionó á
-viva fuerza de la hacienda del Bizcocho y de San Luis de la Paz. Fué
-rechazado de la Zanja y derrotado por Orrantia en la hacienda de la
-Caja. No pierde, sin embargo, el ánimo, y con veinte hombres que le
-quedaron, se dirige á Jaujilla á conferenciar con la Junta, y empeñado
-en auxiliar á los sitiados en el fuerte de los Remedios, vuelve otra vez
-á Guanajuato, reune á los insurgentes, toma la mina de la Luz, penetra
-en las calles, y allí desorganizadas las tropas que eran colecticias,
-bizoñas é insubordinadas, es completamente derrotado. Con 40 infantes y
-20 caballos pasa la noche cerca de la mina de la Luz, y al día siguiente
-se dirige al rancho del _Venadito_, cuyo dueño era su amigo Don Mariano
-Herrera.
-
-«Por las noticias que Orrantia adquirió en Guanajuato, supo el lugar
-donde Mina debería encontrarse, y á las diez de la noche salió con 500
-caballos, dejando la infantería en Silao. Mina, á quien había venido á
-ver Moreno, en la confianza de estar seguro en un lugar tan oculto y con
-las precauciones que había tomado, se propuso descansar, y por primera
-vez después de muchas noches se quitó el uniforme y permitió que
-desensillasen sus caballos.»
-
-Al amanecer del 17, Orrantia llegó al rancho y su avanzada de caballería
-rodeó la casa y sorprendió á los que todavía dormían tranquilos. Moreno
-murió defendiéndose, y Mina, hecho prisionero, y llevado delante de
-Orrantia, fué insultado por éste y maltratado de una manera villana,
-hasta el extremo de darle de cintarazos.
-
-El 11 de Noviembre, á las cuatro de la tarde, fué conducido Mina al
-Cerro del Bellaco, donde fué fusilado por la espalda á la vista de los
-campamentos español é insurgente, que suspendieron las hostilidades para
-presenciar la muerte del indomable aventurero, que aun no cumplía
-veintinueve años, y que hizo temblar al antiguo virreinato de la Nueva
-España.
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-GUERRERO
-
-
-I
-
-Si Mina fué la tempestad y el rayo que hizo temblar al virrey en la
-silla dorada, Guerrero fué la luz de la independencia. Encendida siempre
-en las ásperas y ricas montañas del Sur, los mexicanos siempre tuvieron
-un punto adonde dirigirse, una esperanza que invocar y un representante
-que abogase siempre por la causa justa, pero al parecer perdida, por las
-victorias de las armas españolas. Si Guerrero hubiese sido uno de esos
-romanos que desde la obscuridad del campo se solían elevar hasta la
-gloria de la República, Tácito le habría consagrado un envidiable
-escrito como el que le dedicó á Julio Agrícola.
-
-
-II
-
-No vamos á escribir la biografía de Guerrero. Su vida fué un tejido de
-aventuras y una serie de rasgos heroicos, que están íntimamente unidos
-con nuestra guerra de once años. Sería necesario escribir la historia
-entera, pues Guerrero tuvo la fortuna de sobrevivir á su obra, y la
-desgracia de ser jefe de la República y de morir á manos de sus mismos
-compatriotas.
-
-Nació Guerrero por los años 1783, en Tixtla. Su familia era de pobres
-labradores, restos escapados de la conquista, y que desde esos tiempos
-quizá buscaron una poca de libertad en las montañas del Sur. Los años
-primeros de Guerrero se pasaron en la fatiga y en el trabajo. ¿Qué
-educación, qué literatura, qué ciencias podían penetrar en esas
-apartadas montañas y en la casa rústica del campesino? El hombre era
-natural, el árbol con la corteza, la flor con todo y las espinas, el oro
-con el cuarzo. Pero la alma era en efecto de oro, y la aptitud moral, la
-inspiración de lo bueno, bastó para conducirle por el camino de la
-gloria y de la honra hasta los grados superiores de la milicia y hasta
-el primer puesto de la República.
-
-
-III
-
-En 1810, como todo el mundo sabe, Hidalgo proclamó la Independencia en
-Dolores. En 1811 ya encontramos que Guerrero había seguido la
-inspiración patriótica, figuraba como capitán, y servía á las órdenes
-inmediatas de D. Hermenegildo Galeana.
-
-El hombre caminaba por una senda derecha, y con rapidez. En Febrero de
-1812, Guerrero ya mandaba fuerzas no despreciables, ya se ponía frente á
-frente con los jefes españoles, ya alcanzaba en Izúcar una victoria
-sobre las tropas regulares que mandaba el brigadier Llano; ya, en fin,
-sin saber quizá entonces ni escribir en el papel, había, sin embargo,
-escrito su nombre en el libro misterioso de la posteridad. Esto es lo
-que se llama _genio_. Mientras menos son los elementos primitivos,
-mientras más inculta es la educación, mientras más obscura es la
-personalidad, más mérito y más gloria refleja en el que abre las puertas
-de la sociedad, y grita á los tiranos con la justicia en el corazón y
-con la espada en la mano: _Aquí estoy_.
-
-En 1814, Guerrero había hecho una laboriosa campaña en el Sur de Puebla,
-había militado á las órdenes del gran Morelos, había pasado muchas
-aventuras y peligros, y era ya por fin uno de los _jefes_ de la
-Independencia; pero se hallaba en una singular situación.--Los azares de
-la guerra y la envidia de sus enemigos, le habían dejado reducido á un
-soldado asistente, á un fusil sin llave y á dos escopetas. Con estas
-terribles fuerzas emprendió una tercera campaña. ¡Es singular! Todos
-esos hombres, es fuerza que tengan algo del Hidalgo de la Mancha en el
-cerebro. Un sabio, en vez de lo que hizo Guerrero, entierra las
-escopetas, despide al soldado y se encierra en su casa.
-
-Sin embargo, salió á los pocos días de su situación, de una manera
-inesperada.
-
-Se presentó por el rumbo una fuerza española al mando de Don José de la
-Peña, de cosa de 700 á 800 hombres. En cuanto lo supo, imaginó que la
-Providencia le deparaba un armamento y un material de guerra, tal cual
-se lo había figurado.
-
-En lo más silencioso y negro de la noche, recorrió el pueblo de
-Papalotla, despertó á los indígenas, los armó con palos; esas armas son
-fáciles de encontrar; y un puñado de hombres medio desnudos atravesó en
-silencio las humildes chozas del pueblecillo hasta la orilla del río.
-Allí, Guerrero dió el ejemplo, y todos se arrojaron al agua, y aquel
-cardumen de extraños peces dió en la orilla opuesta sin haber hecho el
-menor ruido. El campamento del enemigo estaba á poca distancia. Guerrero
-cae sobre él, y los soldados de España son despertados á garrotazos,
-quedando algunos muertos, otros atarantados, y los más, presas del
-pánico, pues no acertaban ni á concebir, como tan de repente tenían á
-los enemigos encima. Cuando amaneció el día, Guerrero, como lo había
-pensado, era dueño de 400 fusiles y de un abundante material de guerra.
-
-
-IV
-
-En la larga campaña que hizo Guerrero en el Sur, habría necesidad de
-llenar un volumen si nos pusiéramos á referir todos los rasgos de su
-valor personal. Citaremos, sin embargo, otro, quizá más notable que el
-anterior.
-
-Un día llegó con una corta fuerza al pueblo de Jacomatlán, y observando
-que un alto cerro dominaba la población, prefirió ocupar esa posición
-militar, como lo hizo en efecto, estableciendo su campamento. La tropa
-estaba cansada; en su larga marcha por las asperezas, se había mantenido
-con raíces y frutas silvestres, y además, tenían necesidad de bañarse,
-pues las enfermedades comenzaban á desarrollarse entre aquel puñado de
-valientes.
-
-Guerrero no pudo desentenderse de estas necesidades, y así, accedió á
-las súplicas de la tropa, y les permitió que pasasen al pueblo á
-proveerse de algunos víveres para surtir el campamento, donde pensaba
-permanecer una ó dos semanas, y los que se hallaban enfermos, se bañasen
-en un arroyo que á la sazón tenía una hermosa corriente de agua. La
-tropa, pues, descendió del cerro, se diseminó entre las casas del
-pueblo, y otra parte de ella se dirigió al arroyuelo. Guerrero quedó
-solo con el tambor de órdenes y el centinela que cuidaba el armamento.
-
-Así, á las seis de la tarde y cuando Guerrero dormitaba en el recodo de
-una peña que le había proporcionado alguna sombra, un muchachuelo llegó
-casi sin aliento.
-
---Señor, el enemigo ha entrado al pueblo y está matando y haciendo
-prisioneros á los soldados y á todas las gentes.
-
-Guerrero da un salto, monta en su caballo que tenía ensillado, deja al
-centinela con orden de dejarse matar antes de entregar las armas, monta
-á la grupa al tambor, armado de un fusil, y se lanza á todo escape por
-aquellos breñales.
-
-Pero en vez de huír, como el tambor lo había pensado, Guerrero entra á
-las calles del pueblo. El tambor se apea y comienza á tirar de balazos
-sobre los enemigos. Guerrero, con espada en mano, se lanza sobre ellos,
-y asustados de la intrepidez de un hombre que se atreve solo y tan
-denodadamente á pelear, dejan el botín que estaban recogiendo, sueltan á
-los prisioneros y huyen. Guerrero reune entonces á los soldados, y con
-algunas armas que los españoles habían dejado tiradas, los persigue y
-los derrota completamente.
-
-Guerrero había peleado contra 400 hombres mandados por un jefe valiente
-que se llamaba D. Félix Lamadrid.
-
-En pocos días se encontraron dos veces Guerrero y Lamadrid en el campo
-de batalla, y en Xonacatlán la lucha fué á la bayoneta y cuerpo á
-cuerpo, como en las guerras de la antigüedad. Guerrero, aunque con
-fuerzas inferiores, salió siempre vencedor.
-
-Después de estas campañas, Guerrero había aumentado mucho sus tropas,
-porque su nombre, su fortuna y su trato amable le granjeaban amigos por
-todas partes. Tenía, pues, necesidad de vestuario, de municiones, de
-armamento y de multitud de otras cosas necesarias para tener en orden y
-en servicio á su gente. No tenía más arbitrio sino proveerse á costa de
-sus enemigos.
-
-Sin dar cuenta á nadie de su designio, se dirigió con mucho sigilo al
-cerro del _Alumbre_, y allí, al parecer, permaneció ocioso y sin objeto
-durante muchos días. Una noche puso en movimiento su tropa y la situó
-convenientemente en la cañada del Naranjo. Una madrugada salió
-personalmente de Acatlán, á la cabeza de una fuerza, toda decidida y
-valiente, y antes de que amaneciera el día sorprendió un rico convoy que
-Don Saturnino Samaniego conducía de Oaxaca para Izúcar, haciendo huír al
-jefe y á los soldados, que escaparon.
-
-Samaniego se reunió en Izúcar con Lamadrid, el eterno antagonista de
-Guerrero, y volvieron juntos á la carga, atacándole furiosamente en
-Chinantla. La acción duró desde que rompió el día hasta muy entrada la
-noche; pero Guerrero quedó vencedor, y Lamadrid y Samaniego, llenos de
-rabia, huyeron, dejando en el campo cuantos pertrechos y equipajes
-tenían.
-
-Guerrero, que al día siguiente examinó todo el botín, volviéndose á sus
-soldados, les dijo: «nuestros almacenes están ya bien provistos, y
-nuestros enemigos nos traen los efectos hasta la puerta de nuestra casa,
-y ni aun el flete tenemos que pagar.»
-
-
-V
-
-El amor propio de Lamadrid se hallaba excitado al más alto punto; así
-que buscó nuevos encuentros con Guerrero; pero en todas ocasiones salió
-derrotado, teniendo á veces que huír, á uña de caballo, como suele
-decirse.
-
-Los últimos sucesos de esta especie de desafío á muerte entre el jefe
-español y el caudillo insurgente, fueron en los años de 1815 y 1816.
-Lamadrid estaba en la orilla izquierda del río Xiputla, y Guerrero llegó
-y ocupó la derecha. Desde las dos orillas, las tropas se estuvieron
-tiroteando y prodigando durante dos días toda clase de improperios.
-Guerrero, en una noche obscura pasó el río, dió furiosamente sobre el
-campo enemigo y destrozó á su rival. En Piaxtla y Huamuxtitlán, corrió
-una suerte igualmente adversa Lamadrid, á mediados de 1816.
-
-La prisión y muerte de Morelos, y el indulto á que se acogieron algunos
-jefes notables, arruinó por ese tiempo la causa de la Independencia.
-Guerrero era ya un hombre formado en la guerra y en las fatigas,
-atrevido para las sorpresas é impetuoso para el ataque. El gobierno
-español conoció su importancia, y llamó al padre de nuestro héroe, le
-puso un indulto amplio y completo en la mano, facultándole para que
-hiciese á su hijo todo género de promesas, ya de empleos, ya de dinero.
-
-El anciano se encaminó hacia el rumbo donde creía encontrar á su
-belicoso hijo, hasta que al fin dió con él.
-
-Abrazó Guerrero con efusión al autor de sus días; pero así que se enteró
-de su misión, tomó la mano del anciano, la besó respetuosamente, y acaso
-la humedeció con una lágrima; recibió el papel en que estaba escrito su
-perdón, quedó un rato pensativo, y después le dobló y le entregó
-tristemente á su padre.
-
---He jurado que mi vida sería de mi patria; y no sería el digno hijo de
-un hombre honrado, si no cumpliera mi palabra.
-
-El viejo abrazó á su hijo, le bendijo y se retiró silencioso, tomando de
-nuevo el camino, para poner en conocimiento del virrey el mal éxito de
-su comisión.
-
-En el año de 1817 Mina desembarcó en Soto la Marina, y en pocos días
-hizo la brillante campaña de que hemos dado idea en nuestro anterior
-artículo; pero una vez fusilado este caudillo, el desaliento más
-completo se apoderó del ánimo de los mexicanos.
-
-Un párrafo de la biografía del general Guerrero, que escribió el Sr.
-Lafragua, pinta perfectamente este período, y da una idea de cuánta era
-la energía moral del caudillo del Sur.
-
-«La muerte de Morelos, Matamoros y Mina; la prisión de Bravo y Rayón, y
-el indulto de Terán y otros jefes, habían derramado el desaliento y el
-pavor en toda la Nueva España, que aunque más cercana que nunca á la
-libertad, gemía más que nunca atada á la metrópoli.
-
-«Un hombre solo quedó en pie, en medio de tantas ruinas: una voz sola se
-oyó en medio de aquel silencio. Don Vicente Guerrero, abandonado de la
-fortuna muchas veces, traicionado por algunos de los suyos, sin dinero,
-sin armas, sin elementos de ninguna especie, se presenta en ese período
-de disolución, como el único mantenedor de la santa causa de la
-Independencia.
-
-«Solo, sin rival en esa época de luto, Guerrero, manteniendo entre las
-montañas aquella chispa del casi apagado incendio de Dolores, trabajaba
-sin tregua al poder colonial, cuyos sangrientos himnos de victoria eran
-frecuentemente interrumpidos por el eco amenazador de los cañones del
-Sur.
-
-«Lindero de dos edades, Guerrero era el recuerdo de la generación que
-acababa, y la esperanza de la que iba á nacer.»
-
-
-VI
-
-En el año de 1820, Guerrero era ya un general habituado á la metralla,
-familiarizado con la sangre de las batallas, heredero legítimo del
-valor, de la constancia y del genio militar del gran Morelos.
-Triunfante, al fin, aunque lleno de cicatrices, levantaba la cabeza como
-los colosos de los Andes, para anunciar á las Américas la buena nueva de
-la Independencia.
-
-Fué en ese año cuando pudo conocerse la grandeza de su alma y la
-elevación del carácter del hombre oscuro que vió la luz en un pobre
-pueblecillo de las montañas.
-
-Nombrado D. Agustín Iturbide comandante del Sur, salió de México el 16
-de Noviembre de 1820, resuelto á proclamar la Independencia. El general
-español Armijo atacaba á Guerrero; y éste, recobrando su buena estrella,
-salía siempre triunfante como años antes del desgraciado Lamadrid.
-
-Iturbide creyó que era necesario contar de todas maneras con un hombre
-de tanta importancia, y le dirigió una carta realmente diplomática.
-Guerrero le escribió otra llena de franqueza, que se resumía en estas
-palabras: «_Libertad, Independencia ó Muerte._»
-
-Esta correspondencia dió por resultado una entrevista de los dos
-caudillos en el pueblo de «_Acatempan_.» Se hablaron, se explicaron, se
-dieron un sincero y estrecho abrazo. A pocos meses la sangrienta lucha
-había cesado, la Independencia estaba consumada, México tenía un
-Gobierno Nacional.
-
-Guerrero en la campaña había sido valiente. En _Acatempan_ fué grande;
-se inscribió, por la generosa inspiración de su alma, en el catálogo de
-los hombres ilustres de Plutarco. Entregó el mando de las fuerzas á
-Iturbide, y puso el sello con este acto raro de confianza, de modestia y
-de abnegación, á la Independencia de su patria.
-
-
-VII
-
-El destino de algunos hombres ilustres, es como el de ciertos astros
-brillantes que recorren la bóveda del cielo, y parece que al amanecer el
-día se hunden y mueren en un horizonte sangriento.
-
-Hemos sólo, á grandes rasgos, apuntado las cualidades militares de
-Guerrero. Los partidos trataron de manchar con mil calumnias y cuentos
-malévolos este gran carácter que en lo familiar era sencillo como un
-niño, consecuente con sus amigos, humilde en la prosperidad, generoso
-con los enemigos, y grande y noble con la patria. Llegó feliz á los
-linderos de la independencia, y tuvo la fortuna de ver á la patria
-libre, pero no dichosa. Apenas terminó la lucha de independencia, cuando
-comenzó la guerra civil que todavía no cesa. Guerrero fué arrastrado en
-sus muchas y tenebrosas combinaciones. Herido y abandonado en una
-barranca, en Enero de 1823, por defender el principio republicano,
-vuelve á aparecer en la escena en 1828. La elección presidencial fué uno
-de los acontecimientos más notables de esa época, y en la cual los
-partidos trabajaron y combatieron terriblemente, divididos y
-perfectamente marcados por los ritos masónicos _escoceses_ y _yorkino_.
-
-Don Manuel Gómez Pedraza, que era el caudillo de los escoceses, salió
-electo legalmente presidente de la joven y turbulenta República. El
-partido yorkino no se dió por vencido ni por derrotado, apeló á las
-armas y colocó en la presidencia á su jefe, que era el general Guerrero,
-el cual entró á funcionar con este alto carácter en Abril de 1829.
-
-En esa época los españoles invadieron á Tampico. Santa-Anna y Terán
-triunfaron, y la independencia se consolidó; pero la seguridad del país
-exigía un ejército cerca de la costa, y se estableció un cantón en
-Jalapa, á las órdenes del general D. Anastasio Bustamante, que era
-vicepresidente.
-
-Bustamante se pronunció contra Guerrero, con las tropas que mandaba.
-¡Extrañas anomalías de la historia, y funestas inconsecuencias de las
-Repúblicas! Guerrero, que había _sido capaz de hacer la independencia_,
-fué declarado _incapaz_ por el congreso; Bustamante entró á gobernar, y
-el caudillo del Sur volvió desengañado, triste, enfermo de sus heridas,
-á sus montañas del Sur, donde tuvo que tomar las armas para defenderse
-de la venganza y de la negra y ponzoñosa saña de sus enemigos.
-
-
-VIII
-
-Ninguna fuerza pudo vencer á Guerrero en las montañas, en tiempo de la
-colonia; ningunas fueron bastantes tampoco en tiempo de la República.
-Fué necesario apelar á la más negra y la más odiosa de las traiciones.
-«La historia de México tiene algunas páginas oscuras.» Esta es negra; y
-ni los años, ni el polvo del olvido, serán bastantes para borrarla.
-
-A principios del año de 1831 se hallaba fondeado en la hermosa bahía de
-Acapulco el bergantín genovés «Colombo.» Era su capitán _Francesco
-Picaluga_, amigo íntimo de Guerrero y quizá de toda su confianza. Un
-día apareció un magnífico banquete preparado á bordo del bergantín.
-Guerrero fué convidado, y sin recelo ni sombra de desconfianza pasó á
-bordo. La comida fué alegre y espléndida; y concluída, los convidados
-salieron sobrecubierta á respirar las brisas de la magnífica bahía.
-Picaluga, con una sangre fría que honraría á Judas, declaró á su huésped
-que estaba preso, levó las anclas y se dió á la vela, dirigiéndose al
-puerto de Huatulco, donde entregó á Guerrero por sesenta mil pesos que
-le había dado el traidor y feroz ministro de la Guerra, D. José Antonio
-Facio. Guerrero fué conducido por el capitán D. Miguel González á
-Oaxaca, y juzgado en consejo de guerra ordinario.
-
-El caudillo de la Independencia, el mantenedor del fuego sagrado de la
-libertad, el hombre que tenía destrozado su cuerpo por las balas y las
-lanzas españolas, fué condenado á muerte por unos miserables oficiales
-subalternos, y fusilado en el pueblo de Cuilapa el 14 de Febrero de
-1831.
-
- * * * * *
-
-Picaluga fué declarado enemigo de la patria, y condenado á muerte por el
-almirantazgo de Génova, en 28 de Julio de 1836; pero bergantín y capitán
-desaparecieron como si un monstruo del Océano los hubiera devorado. La
-existencia de Picaluga es en efecto un misterio. Unos dicen que se le ha
-visto años después en las calles de México; otros que se hizo mahometano
-y vive en un serrallo de Turquía, y otros aseguran que varios mexicanos
-le han visto en un convento de la Tierra Santa, con una larga barba y un
-tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra
-el horrendo crimen que cometió, y que el Señor misericordioso pueda á la
-hora de su muerte abrirle las puertas del cielo.
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-OCAMPO
-
-
-I
-
-Una noche, cerca de las once, Don Melchor Ocampo salía de la casa de una
-persona con quien tenía íntima y respetuosa amistad, y que entonces
-vivía en la calle de ***
-
-Cuando cerró tras sí la pesada puerta del zaguán, un hombre, embozado
-hasta los ojos con un capotón negro, pasó rápidamente, y después otro.
-Ocampo no hizo caso, y siguió lenta y tranquilamente hasta la esquina.
-Atravesó la bocacalle, y entonces advirtió que los dos embozados se
-habían reunido y marchaban delante á pocos pasos, á la vez que otros dos
-venían detrás, á algunas varas de distancia. Comprendió, aunque tarde,
-que había caído en una emboscada. Si retrocedía á la casa de donde
-salió, ó seguía, á la suya, se hallaba siempre en el centro. Registró
-maquinalmente sus bolsas, y encontró que no tenía armas; pero sí un
-reloj de oro, unas cuantas monedas y un lapicero. Siguió su camino
-derecho, pero muy despacio y sin dar muestras ningunas de que había
-observado á los que le seguían, y decidido á entregarles el reloj y el
-poco dinero que traía.
-
-¡La rara casualidad! En todo el largo tránsito que la vista podía
-abarcar, no había ningún _sereno_, ni una alma se encontraba en la
-calle. En este orden, Ocampo y los embozados caminaron dos ó tres
-calles, y Ocampo se creyó en salvo cuando divisó ya á pocos pasos la luz
-de su habitación. Llegó por fin á la puerta, tocó, y con la prontitud
-que acostumbraba el portero le abrió; pero notó, con la poca luz que
-pudo entrar de la calle, que el portero estaba también embozado. Esto
-podía ser una casualidad. Ocampo vivía solo, y aunque preocupado y
-curioso, subió á su habitación sin miedo alguno. Al entrar en el pequeño
-salón encendió una luz y se encontró sentados en el sofá á otros dos
-embozados. Ocampo sonrió entre resignado y colérico.
-
---Señores, si es para broma, basta ya, les dijo. Yo no he gastado bromas
-con nadie; pero bien se puede permitir á los amigos que se diviertan
-alguna vez; y si es alguna otra cosa, acabemos también. La casa y todo
-está á disposición de los que no tienen valor para descubrirse la cara.
-
-Al decir esto, echó á los pies de los embozados un manojo de llaves
-pequeñas, arrimó un sillón y se sentó.
-
-Uno de los embozados se inclinó, tomó las llaves, encendió otra vela y
-se dirigió á la alcoba y á las demás piezas de la casa. A este tiempo
-los embozados de la calle se presentaron en la puerta del salón.
-
---Lo había adivinado, dijo Ocampo con voz firme. Este es un golpe de
-mano, de acuerdo con el portero. Lo siento, porque le tenía yo por
-hombre honrado. Advertiré á vdes., continuó dirigiéndose á los
-embozados, que sin duda han recibido malos informes de mi portero, y se
-han pecado un buen chasco. Yo no soy hombre rico, y aunque lo fuera,
-aquí no tengo gran cosa. Encontrarán vds. cincuenta ó sesenta pesos,
-alguna ropa que no vale mucho, y libros que no han de servir á vdes. de
-nada, porque si tuviesen amor á la lectura, seguramente no tendrían
-afición al robo. Acaben, pues, no vale la pena de que pierdan así su
-tiempo ni me desvelen. Tengo sueño.
-
-Los embozados contestaron con una respetuosa cortesía, y se sentaron;
-solo uno de ellos se dirigió á las otras piezas. Al cabo de algunos
-minutos, los dos hombres que habían entrado á registrar salieron con un
-baulito de viaje y un legajo de papeles.
-
-Ocampo volvió á sonreír.
-
---Otra equivocación tal vez, les dijo. Creerán que yo tengo papeles
-reservados. ¡Qué error! Todo lo que vds. traen no contiene más que
-apuntes sobre diversas plantas de Michoacán, y sentiré mucho que se
-extravíen.
-
-Los embozados, al oír esto, descansaron el baul en el suelo, le abrieron
-y metieron cuidadosamente los papeles.
-
---Esto sí es singular, pensó Ocampo; y luego, dirigiéndose á ellos, les
-dijo: Como habrán vdes. observado, no soy hombre que tengo miedo, ni
-menos trato de armar escándalos ni de procurar que la policía
-intervenga. Esto sería lo más molesto para mí. Deseo únicamente que
-vdes. me digan lo que tengo yo que hacer, y que vdes. hagan breve lo que
-les convenga, y me dejen en paz. Les aseguro que en el acto que se
-marchen, me acuesto en mi cama y no vuelvo á ocuparme más de lo que ha
-pasado.
-
-Uno de los embozados se descubrió. Era un hombre de una fisonomía dura,
-y se podía reconocer al momento, que lo que dijese lo llevaría á cabo
-irremediablemente. Ocampo le examinó de pies á cabeza con mucha sangre
-fría, y no pudo reconocer quién era, si bien recordaba haber visto quizá
-esa misma figura alguna otra ocasión.
-
---Supongo que no me he equivocado, y que vd. es el Sr. D. Melchor
-Ocampo, le dijo el hombre misterioso.
-
---Jamás he negado ni negaré mi nombre en ninguna circunstancia de mi
-vida; pero ahora me permitiré saber por qué razón me veo asaltado por
-gentes que se cubren el rostro. ¿Se trata de algún atentado?
-
---Tiempo hemos tenido para cometerlo, le respondió el desconocido con
-alguna dureza.
-
---¿Pues entonces?
-
---Aquí están las llaves de los roperos. Hemos encontrado un baul á
-propósito y hemos únicamente acomodado en él la ropa necesaria. El
-dinero que estaba en una tabla del ropero, y todo lo demás, queda en el
-mismo estado y tendríamos mucho gusto si el Sr. Ocampo pasa á
-cerciorarse de que lo que digo es la verdad.
-
---Me doy por satisfecho.
-
---Entonces, dijo el hombre misterioso, el Sr. Ocampo tendrá la bondad de
-seguirme.
-
---Y si no es mi voluntad, ¿qué sucederá? preguntó Ocampo con calma.
-
---No quisiera yo que llegáramos á ningún extremo, y sentiría de veras
-hacer cualquiera cosa que pudiera ofender á vd.
-
-Ocampo se puso un dedo en la boca, bajó la cabeza y se quedó pensando un
-rato, y luego dijo:
-
---Creo comprender perfectamente, y como un caballero protesto que sin
-oponer resistencia alguna estoy decidido á seguir con toda calma esta
-aventura. Vamos.............. ¿supongo que se me permitirá tomar un
-abrigo?
-
---Había ya pensado en ello, pues que la noche está un poco fría,
-respondió el hombre presentándole una capa que tenía en el brazo.
-
-Ocampo se embozó en ella, entró á sacar á su ropero el dinero que tenía,
-y tomando la delantera bajó el primero. En el patio estaban los otros
-hombres embozados, y el cuarto del portero oscuro y silencioso.
-
-Echaron á andar por las calles solas y lúgubres, desperdigándose y
-colocándose á ciertas distancias los embozados, mientras el hombre con
-quien Ocampo había tenido el diálogo que acabamos de bosquejar, le tomó
-del brazo y marchaba unido con él, como si fuera su íntimo amigo. Así
-llegaron hasta el barrio escampado y triste de San Lázaro, sin haber
-atravesado una sola palabra en todo el camino. Cerca de la garita estaba
-un coche con un tiro de mulas. La portezuela se abrió, y Ocampo, el
-hombre misterioso, y dos más, subieron al carruaje. Contra las
-prevenciones usuales de la policía y de la aduana, las puertas de la
-garita se abrieron y el coche pasó, tomando el camino de Veracruz. En el
-tránsito Ocampo recibió todo género de atenciones de sus compañeros, que
-se descubrieron naturalmente, pero á los cuales no pudo reconocer. Los
-alimentos eran buenos, dormían en las mejores posadas; pero evitaron la
-entrada á Puebla y á Jalapa. Llegaron á las afueras de Veracruz una
-tarde á la hora del crepúsculo. Se dirigieron á pie al muelle, é
-inmediatamente se transladaron á una barca que estaba ya con las velas
-henchidas y el piloto á bordo. Antes de anochecer sopló un viento
-favorable, y á la media noche apenas distinguían ya el faro de San Juan
-de Ulúa. A los sesenta y cinco días llegaron á Burdeos.
-
---Antes de que nos separemos, dijo el hombre misterioso á Ocampo, quiero
-pediros perdón. He tenido que cumplir un encargo difícil, y lo he hecho
-de la mejor manera posible. Ninguno de nosotros ha traspasado los
-límites de la buena educación, y me atrevo á creer que nuestra compañía
-no ha sido tan molesta como era de esperarse, atendida la situación rara
-en que nos hemos encontrado.
-
---Los viajes y los matrimonios deben hacerse repentinamente, dijo Ocampo
-con cierto acento irónico; pero en verdad, yo no estoy enfadado con
-ninguno de vds. Me resta preguntar qué es lo que me falta que hacer, y
-si la compañía de vds. debe aún continuar algún tiempo más.
-
---Aquí nos debemos separar, y solo espero que en cambio de nuestros
-cuidados nos prometa vd. no pasar á tierra sino hasta que haya salido
-aquel barco que cabalmente comienza á levantar sus anclas. Aquí está una
-cartera que suplico á vd. reciba y no abra ni examine hasta que se halle
-instalado en la posada que elija en Burdeos.
-
---Prometí seguir lo que los mahometanos llaman el destino, y á nada me
-opongo, contestó.
-
-Los hombres estrecharon cordialmente la mano de Ocampo, y con sus
-ligeros equipajes se trasladaron al barco que habían indicado, el cual
-antes de dos horas había ya salido del puerto y perdídose entre las
-ondas y el horizonte de la mar. Ocampo entonces desembarcó y se dirigió
-al hotel que le pareció más modesto y apartado del centro. Allí abrió la
-cartera y se encontró con una orden de una casa de comercio de México á
-otra de París, para que pudiese disponer de una mesada equivalente á 250
-pesos. La cartera, además, tenía otro papel de una letra que quizá no
-fué desconocida para Ocampo, en que se le aconsejaba que viajase, que
-observase el mundo y que no volviese á México sino cuando personas que
-se interesaban sinceramente por él, se lo indicasen.
-
-Esta aventura la refirió á mi padre una persona respetable y formal, y
-yo no he hecho más que evocar recuerdos que, aunque de época lejana, se
-conservan frescos y vivos en mi memoria. No salgo garante de la verdad,
-y de la cual tuve el mayor empeño en cerciorarme.
-
-Muchos años después, y platicando yo familiarmente con Ocampo, hice
-rodar la conversación sobre los viajes, y me atreví á preguntarle si
-era cierto lo que había oído referir respecto á su primer viaje á
-Europa. Ocampo sonrió de la manera triste y sarcástica que le era
-peculiar, y desvió la conversación preguntándome si conocía yo una flor
-que, aunque se la daban por nueva, era originaria de México y muy
-conocida de todo el mundo. Comprendí que no debía instarle más; pero sí
-me llamó la atención el que no me dijese que era una fábula lo que se
-contaba: así, ni negó ni confirmó la narración.
-
-El hecho fué que Ocampo permaneció muchos meses en Francia, que
-probablemente no hizo uso de la carta de crédito, pues vivió no sólo con
-economía, sino hasta con miseria, y se dedicó á estudiar las ciencias
-naturales, y con especialidad la botánica, en lo que fué muy notable.
-
-Otra anécdota ha llegado á mi noticia, y quien pudo conocer el carácter
-de Ocampo, no dudará de ella. Entró una noche en Burdeos á un café donde
-acostumbraba tomar un frugal alimento. Sabía ya y entendía perfectamente
-el francés, y habiendo oido decir algo de México, fijó la atención en un
-grupo que se hallaba á poca distancia. Entre otras cosas graves é
-injurias relativamente á México, uno de los tertulianos fijó esta
-proposición general: _Los mexicanos todos son ladrones_.
-
-Ocampo se levantó de su asiento, y dirigiéndose al grupo, dijo en muy
-buen francés:
-
-«Señores, alguno de vds. ha dicho que todos los mexicanos son ladrones.
-Yo soy mexicano, y con mi conciencia les aseguro que no soy ladrón; en
-consecuencia, el que ha sentado tal proposición, _¡miente!_»
-
-Ocampo se retiró lenta y tranquilamente á su asiento y siguió tomando su
-café.
-
-Entre los del grupo hubo un momento de silencio y de estupor, pero á
-poco comenzaron á discutir y á vociferar. Ocampo les volvió la espalda
-en señal del más soberano desprecio. Ya no pudieron sufrir, y uno se
-levantó, y dirigiéndose á Ocampo, le dijo:
-
---Espero que mañana, antes de las seis, os presentareis aquí con
-vuestros testigos.
-
---Ahora mismo es mucho mejor, y dos de los señores serán mis testigos.
-
-Dos de los concurrentes se levantaron, estrecharon la mano á Ocampo y se
-pusieron á su disposición.
-
---¿Cuáles son vuestras instrucciones?
-
---Todo lo que queráis convenir lo acepto sin observación ninguna.
-
-Al día siguiente, en un lugar aislado y apartado de Burdeos, tuvo lugar
-el duelo. Ocampo, que era menos diestro en la esgrima, salió herido y
-tuvo que estar en cama cerca de un mes. Su adversario le visitó y le
-satisfizo amplia y públicamente. Otros refieren que hubo un segundo
-encuentro, en que el adversario recibió una herida grave; pero de una
-manera ó de otra, Ocampo dejó bien puesto su honor y el de la patria. No
-vaya á creerse que era espadachín, pero sí hombre muy pundonoroso y
-delicado, y cuando creía tener razón y obrar conforme á su conciencia y
-á su deber, no conocía el miedo.
-
-
-II
-
-Algo más hay que contar de la vida privada de Ocampo. Tocóle en herencia
-una grande y productiva hacienda de campo en el Estado de Michoacán, que
-se llamaba Pateo. Era aún muy joven, y de pronto no se le juzgó á
-propósito para la dirección de sus propios negocios. A los pocos días de
-haber recibido sus bienes dió pruebas evidentes de su aptitud, y más que
-todo de su rara probidad.
-
-La finca era extensa y valiosa; pero reportaba muchos gravámenes, y
-había, además, una cantidad de deudas pequeñas que satisfacer. La
-primera providencia de Ocampo fué llamar á todos sus acreedores.
-
---Esta hacienda, les dijo, es más bien de ustedes que no mía. Examínenla
-á su gusto, y convengamos en la parte de ella que cada uno quiera tomar
-para pagarse su deuda.
-
-La mayoría de sus acreedores consentían en renovar las escrituras.
-Ocampo rehusó y quiso pagar. Los acreedores eligieron convencionalmente
-las fracciones que les pareció, y quedó á Ocampo un potrero sin casa ni
-oficinas. Sus acreedores se mostraron satisfechos y fueron pagados, y él
-comenzó materialmente la vida ruda y laboriosa del colono.
-
-Fijó su residencia debajo de un grande y frondoso árbol que todavía
-existe, y ayudado personalmente de los sirvientes que le eran adictos,
-comenzó á levantar una casa pequeña, á cavar las zanjas, á formar las
-cercas, á establecer las tierras de labor, á formar, en una palabra, de
-una tierra salvaje una hermosa propiedad que literalmente regó con el
-sudor de su frente. En el discurso de pocos años había ya una casa
-modesta, pero cómoda; un jardín cubierto de las flores más exquisitas, y
-unas tierras de labor benditas por Dios, y abonadas con el sudor y el
-trabajo de un hombre honrado, y no sólamente admirador de la naturaleza,
-sino muy inteligente en la agricultura. A esta nueva propiedad le puso
-por nombre _Pomoca_, anagrama de su apellido.
-
-
-III
-
-Vulgarmente se decía: «Ocampo es un hombre raro.» En efecto, no era
-común, y en este sentido había razón para calificarle así. Tenía un
-sistema de filosofía peculiar que no pertenecía realmente á ninguna de
-las escuelas antiguas ni modernas. Era el conjunto de todas ellas,
-modelado en su propio cerebro, con independencia de toda preocupación.
-Ocampo pensaba en la misión del hombre sobre la tierra, y para él, esta
-misión era la de hacer el bien y propagar la libertad en toda su mayor y
-más aceptable latitud; así, la política tenía necesariamente que formar
-parte de sus creencias íntimas. ¡Pueden hacer tanto bien los gobiernos!
-¡Pueden proporcionar una suma de libertades tan apetecibles y preciosas!
-El constituir una parte de esa entidad que podía dispensar los más
-grandes beneficios á la sociedad, era para un ciudadano un grande honor
-y un motivo de legítima aspiración. He aquí el aspecto bajo el cual
-Ocampo miró siempre las cosas públicas; y no hacemos más sino recordar
-hoy muchas de las conversaciones que tuvimos con él.
-
-Con unos precedentes tan sinceros y generosos, jamás pudo entrar, ni aun
-remotamente, en sus ideas, ni la consideración de un sueldo, ni el
-deseo del mando, ni la necia vanidad de figurar. Desde el momento que se
-persuadía que no podía hacer el bien en un puesto público, lo dejaba
-positivamente, y omitía esas fórmulas y esas ceremonias propias de los
-que no obran con la firmeza de una conciencia ajena de todo interés.
-
-Ocampo escribió para el público menos que Otero, que Rosa, que Morales y
-que otros muchos hombres distinguidos del partido liberal, y sin
-embargo, ejerció en su época mayor influjo que ellos en la marcha de las
-cosas políticas. Cuando se establecía en México el gobierno conservador
-y dictatorial, Ocampo, ó era perseguido y desterrado, ó desaparecía de
-la escena pública y se encerraba en su hacienda á leer ó estudiar, y á
-cuidar sus pocos intereses, que tenía en un perfecto estado de orden.
-Cuando triunfaba el partido liberal, inmediatamente era llamado á ocupar
-algún puesto distinguido. Se prestaba á servir los cargos populares ó
-políticos; jamás quiso recibir ningún empleo, aun cuando le instaron
-para que aceptara muchos y muy buenos, entre ellos el de director del
-Montepío.
-
-Así, fué gobernador de Michoacán, cuyo Estado ha añadido el nombre de
-Ocampo á su antigua denominación Tarasca. Gobernó bien, estableció
-prácticamente sus doctrinas de libertad; fué, como en todos los actos
-de su vida, nimiamente honrado y delicado, y se puede asegurar que
-jamás tomó un solo peso que no fuese adquirido con su personal trabajo.
-
-Fué llamado al ministerio de Hacienda en Marzo de 1850, durante la
-administración del general Herrera.
-
-En Octubre de 1855 entró á desempeñar el ministerio de Relaciones,
-siendo presidente el general Don Juan Alvarez.
-
-En 1858 volvió á desempeñar el mismo ministerio, siendo presidente el
-Sr. Juárez, y en 1859 y 1860 estuvo encargado al mismo tiempo de los
-ministerios de Guerra y Hacienda. Fué en esta última época cuando
-desplegó Ocampo toda la energía de que era capaz, y participando de los
-inconvenientes y peligros de toda la época tormentosa de la guerra de la
-Reforma, firmó en Veracruz el célebre manifiesto del gobierno
-constitucional, y las leyes se expidieron una tras otra hasta completar
-la serie de providencias y circulares necesarias para consumar la obra
-que había costado tanta sangre y tantos trastornos en los últimos años.
-
-
-IV
-
-Triunfante el gobierno del Sr. Juárez, volvió con él á México el Sr.
-Ocampo; pero á pocos días fué organizado otro Gabinete, y el infatigable
-Ministro de la Reforma, sin ninguna aspiración, sin llevar un solo peso,
-sin pretender, y antes bien rehusando todas las posiciones que se le
-brindaron, se retiró á su hacienda de Pomoca, donde se ocupaba de poner
-en orden sus negocios, y en cultivar sus hermosas flores, que fueron el
-encanto de su vida.
-
-Llevó á su hogar sus manos limpias. Ni el dinero ni la sangre les habían
-impreso algunas de aquellas manchas que, como dice Shakespeare, no
-pueden borrar todas las aguas del Océano.
-
-Los restos del ejército reaccionario, pasados los primeros momentos,
-volvieron á aparecer con las armas en la mano; y en la República, que
-por un momento pareció tranquila, volvió á aparecer la guerra civil.
-
-En la hacienda de Arroyozarco había un español llamado Lindoro Cajiga.
-Por motivos más ó menos fundados, que no es del caso calificar, se
-separó del servicio de los Sres. Rosas, y reuniéndose con una colección
-de hombres desalmados, formó una de esas temibles guerrillas que han
-sido el espanto de las poblaciones pequeñas y de las haciendas de campo.
-
-Un día, el menos pensado, se presentó Cajiga en Pomoca y encontró á
-Ocampo desprevenido, inerme, confiado y tranquilo, en medio de sus hijas
-y de sus sirvientes. Bruscamente le intimó que se diera por preso; y á
-pie, y según se dijo con generalidad, tratándole de una manera indigna,
-le condujo hasta donde había una fuerza mandada inmediatamente por D.
-Leonardo Márquez, y que también estaba á las órdenes de D. Félix
-Zuloaga, que se decía Presidente de la República. Lindoro Cajiga obró de
-su propia cuenta, ó fué enviado expresamente por Márquez ó Zuloaga? El
-caso fué que, apenas este hombre respetable cayó en manos de estos jefes
-militares, cuando determinaron que fuese fusilado.
-
-Ocampo no suplicó, no pidió gracia, ni aun algunas horas para disponer
-sus negocios; recibió con una completa calma la noticia de su próximo
-suplicio.
-
-Pidió únicamente una pluma y una hoja de papel, y escribió, en pocas
-líneas, el testamento que ponemos á continuación, con una mano tan firme
-y un carácter de letra tan regular y tan correcta como si en medio de su
-vida tranquila del campo hubiese estado describiendo las maravillas de
-la naturaleza.
-
-Fué fusilado y colgado en un árbol el día 3 de Junio de 1861, frente á
-la hacienda de Caltengo.
-
-
-TESTAMENTO
-
-«Próximo á ser fusilado según se me acaba de notificar, declaro que
-reconozco por mis hijas naturales á Josefa, Petra, Julia, i Lucila, i
-que en consecuencia las nombro mis herederas de mis pocos bienes.
-
-«Adopto como mi hija á Clara Campos, para que herede el quinto de mis
-bienes, á fin de recompensar de algún modo la singular fidelidad i
-distinguidos servicios de su padre.
-
-«Nombro por mis albaceas á cada uno in solidum et in rectum á D. José
-María Manzo de Tajimaroa, á D. Estanislao Martínez, al Sr. Lic. D.
-Francisco Benítez, para que juntos arreglen mi testamentaría i cumplan
-esta mi voluntad.
-
-«Me despido de todos mis buenos amigos i de todos los que me han
-favorecido en poco ó en mucho, i muero creyendo que he hecho por el
-servicio de mi país cuanto he creído en conciencia que era bueno.
-
-«Tepeji del Río, Junio 3 de 1861.--_M. Ocampo._
-
-«Firman este, á mi ruego, cuatro testigos, i lo deposito en el Sr.
-General Taboada, á quien ruego lo haga llegar á mis albaceas ó á D.
-Antonio Balbuena, de Maravatío.
-
-«En el lugar mismo de la ejecución, hacienda de Jaltengo, como á las dos
-de la tarde, agrego, que el testamento de Dª Ana María Escobar está en
-un cuaderno en inglés, entre la mampara de la sala i la ventana de mi
-recámara.
-
-«Lego mis libros al Colegio de San Nicolás de Morelia, después de que
-mis señores albaceas i Sabás Iturbide tomen de ellos los que les
-gusten.--_M. Ocampo._--_J. I. Guerra._--_Miguel Negrete._--_Juan
-Calderón._--_Alejandro Reyes._»
-
-Así terminó su carrera, á la edad de 54 á 56 años, uno de los hombres
-más distinguidos, más honrados y mejores de la República[1].
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-LEANDRO VALLE
-
- Amigo: te felicitamos por haber dado á tu fe republicana hasta el
- último aliento de tu vida, hasta el último latido de tu corazón. Te
- felicitamos por haber sufrido, por haber muerto.
-
-_V. Hugo._
-
-
-
-
-
-I
-
-Leandro Valle es una de las figuras más prominentes de la revolución
-progresista.
-
-Esa figura, que yace alumbrada por la luz de la historia, dice á la
-actual generación que surge la juventud en la tormenta revolucionaria,
-como el rayo que va á incendiar los escombros del pasado, para echar los
-cimientos del porvenir.
-
-Valle apareció en la revuelta arena de nuestro anfiteatro guerrero bajo
-los estandartes de la REFORMA, cuando el clero era una potencia y
-parapetaba en sus ciudadelas á sus soldados para defender sus tesoros y
-prominencias.
-
-Cuando para escándalo del siglo y vergüenza de la historia, nos
-encontrábamos como en la Edad Media, en pleno _feudalismo_, las
-escuadras invasoras arrojaban sobre la ciudad heroica sus primeras
-bombas en 1847, y la capital se envolvía en las llamas de la guerra
-civil, á la voz de _Religión_.
-
-Valle combatía por primera vez al lado de los reformistas, arrebatado
-por ese espíritu gigante, que no le abandonó ni en los últimos instantes
-de su existencia.
-
-Aquel niño cuya frente serena se ostentó en esos días á la luz
-resplandeciente de los cañones, se dejó ver en el combate con el
-extranjero, en cuyo estadio se trazaban los preliminares de una carrera
-de gloria y de heroicidad.
-
-La fortuna negó á nuestras armas la victoria, pero fué impotente para
-borrar las hazañas de nuestros héroes; se veneran aún en aquellos campos
-de recuerdos patrióticos las cenizas sagradas de nuestros mártires.
-
-¡Gloria á vosotros, que llevasteis vuestra sangre como una ofrenda á los
-altares de la patria!
-
-¡Gloria á vosotros, que rindiendo un homenaje al patriotismo, caísteis
-en la arena lanzando vuestro último grito como un saludo eterno á la
-libertad!
-
-¡Gloria á vosotros, que sobrevivís á esos días de prueba y arrastrais
-una existencia de olvido; vosotros sois los templos vivos de nuestras
-memorias, la tradición palpitante de las batallas; cada vez que las
-descargas anuncian que uno de vosotros baja al sepulcro, nos parece que
-se arranca una hoja de ese libro histórico de nuestras glorias!
-
-
-II
-
-Cuando una sociedad encalla, se necesitan los choques de la revolución
-para sacarla de los arrecifes.
-
-El torrente irresistible del siglo destruye y crea al mismo tiempo; por
-eso vemos al mundo antiguo desaparecer con sus tradiciones, con sus
-hombres, con su filosofía y si invocamos como un derecho las creencias
-de nuestros padres, no recordamos las de nuestros mayores.
-
-La independencia de las naciones no trae siempre consigo la idea de la
-libertad.
-
-México, independiente, cayó bajo el poder del clero, y la sociedad yacía
-esclava de las prácticas religiosas en su orden político y su
-construcción administrativa.
-
-Acabó la _unción_ de los reyes; pero el presidente iba á consagrar su
-cabeza bajo el palio y á arrodillarse en los mármoles de la catedral, y
-á inclinar la frente agobiada, al resonar en las bóvedas el canto de los
-Salmos.
-
-El poder civil desaparecía ante la potestad canónica, ante esa vara
-mágica que abre á su contacto las puertas del cielo y las del abismo.
-
-Desde las aldeas hasta las ciudades, ostentaban, templos y monasterios,
-sitios de tormento para las vírgenes, foco de pereza y de histérico para
-los cenobitas, rompiendo de continuo los _votos_ esas cadenas que el
-ascetismo de los siglos medios ha querido imponer á la naturaleza.
-
-Avasallada la sociedad por el sentimiento religioso, subyugada por el
-fanatismo y ultrajada por una soldadesca inmoral y desenfrenada, sintió
-la necesidad del sacudimiento; la prolongación del letargo podía llegar
-hasta la muerte.
-
-Brotó la idea de la Reforma como una fosforescencia de su cerebro; la
-idea necesitaba armarse, combatir, triunfar.
-
-Los que habían puesto el dogma de la _intolerancia_ en las cartas
-políticas, no eran seguramente los hombres de la revolución.
-
-Los que habían combatido al lado del estandarte de _la fe_, pertenecían
-al pasado. No quedaba sino la nueva generación para realizar el
-pensamiento reformador de la sociedad.
-
-Pero la juventud necesitaba una guía en el terreno práctico de sus
-aspiraciones patrióticas.
-
-Hidalgo había dado el grito de libertad cuando su cabeza estaba cubierta
-con el hielo de la vejez; era necesario buscar para la _Reforma_ otra
-organización privilegiada que no cediera á los embates de la revolución,
-que se presentaría terrible como nunca.
-
-Un antiguo caudillo de la libertad daría con su voz autorizada el
-prestigio de la revolución. En el mapa de nuestros recuerdos se
-encuentra señalado con una estrella roja el pueblo de _Ayutla_, punto de
-la erupción cuya lava debía extenderse sobre los campos todos de la
-República.
-
-No seguiremos en esta vez la marcha trabajosa de esa revolución hasta su
-triunfo definitivo, porque vamos en pos de la huella de un hombre,
-objeto de nuestro artículo.
-
-El gobierno democrático quedó instalado, y la idea de la _Reforma_
-aceptada como una conquista del siglo y de la civilización.
-
-El gigante se sintió herido; alzóse terrible en sus convulsiones; rota
-su armadura, aun podía empuñar la clava y provocar una reacción
-momentánea; pero qué diría de sus esfuerzos sobrehumanos antes de
-declararse vencido y humillado ante sus adversarios.
-
-El motín, la conspiración tenebrosa, la tribuna eclesiástica, la
-cátedra, todo, todo se puso en juego para falsear los principios
-victoriosos.
-
-El 11 de Enero de 1858, la reacción tornó á enseñorearse de la capital,
-comunicando su movimiento á los puntos más distantes de la República.
-
-Juárez, después de una marcha trabajosa y de vicisitudes por el interior
-del país, se embarcó en el Manzanillo, y atravesando el istmo de
-Panamá, entró sereno, como la barca que le conducía, á las aguas del
-Golfo, y estableció su gobierno en Veracruz hasta el triunfo definitivo
-de la idea progresista.
-
-La revolución tronaba como la tempestad en el cielo de la República.
-
-Se alzaron cien patíbulos, corrió la sangre, se consumaron venganzas
-inauditas, el clero se arrancó la máscara, y se entró en la lucha más
-terrible que registran nuestros anales.
-
-Volvamos á nuestra individualidad. Leandro Valle quedó fiel á su
-bandera, quemó sus últimos cartuchos en las calles de la capital, y
-marchó después á unirse con el ejército al interior de la República.
-
-La reacción había tenido un éxito inesperado, el ejército del clero
-ganaba batallas por doquiera, y cosechaba triunfos, de los cuales él
-mismo se sorprendía.
-
-Estrechos son los márgenes de este artículo para narrar las vicisitudes
-de los demócratas y sus grandes sacrificios por la causa de la libertad.
-
-Aparecía un hombre empujado por el huracán revolucionario, se hacía
-célebre por su heroicidad, y desaparecía después en una oleada de muerte
-y de exterminio.
-
-De esa peregrinación de combates queda una estela de sangre, como una
-marca de fuego, sobre los campos y las montañas.
-
-
-III
-
-El terrible sitio de Guadalajara y las jornadas de Silao y Calpulalpam
-anunciaron al mundo de la _reacción_, que había muerto para siempre,
-hundiéndose en el pasado con el anatema de los buenos.
-
-Valle venía en ese ejército victorioso, de cuartel-maestre,
-distinguiéndose por su arrojo y pericia militar. El 25 de Diciembre de
-1860 el ejército liberal ocupó la plaza de México, y los prohombres del
-partido clerical huyeron despavoridos, unos al extranjero y otros á las
-encrucijadas, donde se hicieron á poco de los restos desmoralizados de
-su ejército, entregándose al pillaje desenfrenado y á las escenas de
-sangre más repugnantes.
-
-Juárez estaba de regreso en su palacio presidencial, como el pensamiento
-de la revolución triunfante.
-
-Convocóse desde luego la Asamblea Nacional, y el nombre de Valle surgió
-en las candidaturas populares, y el joven caudillo tomó asiento en los
-escaños de la Cámara.
-
-Arrebatado por su carácter fogoso, fué uno de los que propusieron la
-Convención, cuya idea no pudo llevarse hasta su término. Valle se había
-colocado entre los exaltados, y votaba los proyectos de reforma más
-avanzados en nuestra política.
-
-En aquellos días de efervescencia, cuando las pasiones estaban
-desbordadas, se supo en la capital que D. Melchor Ocampo, uno de los
-hombres más prominentes de nuestro país, había sido asesinado alevosa é
-impíamente por la reacción acaudillada por Márquez, ese miserable que
-está fuera de la compasión humana, entregado al desprecio y vilipendio
-del mundo entero.
-
-El pueblo se sintió herido por aquel rudo golpe, y se lanzó á la cárcel
-de reos políticos, en busca de víctimas: entonces Leandro Valle se
-apresuró á contener el desórden, habló al pueblo en nombre de su honra
-sin mancha, de la gran conquista que acababa de alcanzar en su gran
-revolución de reforma, y de su porvenir.
-
-La tempestad se calmó; pero de aquellas olas inquietas todavía se
-desprendió una voz fatídica como la de un agorero: _Cuando el general
-Valle caiga en poder de los reaccionarios, no le perdonarán_.
-
-Hay palabras que las inspira la fatalidad y las realiza el destino.
-
-El general D. Santos Degollado, de cuya biografía vamos á ocuparnos
-próximamente en la galería del _Libro Rojo_, pidió ir en busca de los
-asesinos de Ocampo. Desgraciadamente una mala combinación militar le
-hizo caer en poder de sus enemigos, que derramaron aquella sangre que
-dejó ungida la tierra.
-
-El Gobierno dispuso que Leandro Valle saliera en persecución de los
-asesinos.
-
-
-IV
-
-Hay detalles que recargan las sombras tenebrosas de un drama.
-
-Valle estaba en la fuerza de la juventud, en esa alborada de la vida en
-que la luz de la fantasía extiende pabellones de fuego en nuestro
-cerebro y envuelve el corazón en una densa nube de aromas: cloroformo
-que nos hace soñar en el encanto engañador de la existencia, y horas de
-amor en que el ángel de la dicha llama á las puertas del corazón y
-trasporta el alma al mundo bellísimo de las esperanzas!......
-
-Valle amaba por la primera vez; su corazón, que parecía encallecido
-entre el rumor de las batallas y los trabajos del campamento, rindió su
-homenaje á la hermosura, palpitó lleno de cariño, y evocó los genios de
-la felicidad y del porvenir!...... Sarcasmo ruin de la existencia!......
-Aquella alma virgen y llena de ilusiones, estaba ya en los dinteles de
-otra vida!......
-
-Valle debía salir á la mañana siguiente.... á los desfiladeros de las
-Cruces, donde el enemigo le esperaba.
-
-Al joven general, que acababa de asistir á combates de primer orden, le
-parecía de poca importancia aquella expedición; así es que se entregaba
-al esplendor de una fiesta en medio de sus ilusiones de amor y la
-efusión simpática de sus amistades.
-
-Valle ofrecía á los pies de su prometida, traer un nuevo laurel de
-victoria, cosechar un nuevo triunfo, manifestarse héroe al influjo santo
-de aquella pasión.
-
-Resonaba la música poblando de armonía aquella atmósfera de perfumes;
-las flores exhalaban su esencia, como el corazón sus suspiros y el
-hervidor champagne apagaba sus blanquísimas olas en los labios
-encendidos de la belleza!...... Ilusiones, amores, esperanzas; velas
-flotantes en la barca de la vida!
-
-En medio de aquel mundo de ensueños, resonó una palabra que es de
-tristeza en todas circunstancias...... Adiós!
-
-Frase misteriosa, exhalación pavorosa del alma, voz de agonía, acento
-desgarrador que anuncia la separación, parecido al choque de una ola que
-se aleja en el mar para no volver nunca!.......... Ay! ¡cuántas olas han
-desaparecido en ese mar siniestramente sereno de la existencia,
-dejándonos la huella imborrable de los recuerdos!
-
-Valle partió emocionado al campo de batalla; oyóse el rumor de las
-cajas, el paso de los batallones, el rodar de la artillería.........
-después, todo quedó en silencio!
-
-
-V
-
-Estamos en la mañana del 23 de Junio de 1861: las nubes se arrastran
-entre los pinares del Monte de las Cruces, y una lluvia menuda cae en el
-silencio misterioso de aquellos bosques.
-
-Todo está desierto; por intervalos se escuchan los golpes del viento que
-agita las pesadas copas de los árboles y arrastra á gran distancia el
-grito de los pastores.
-
-Ni un viajero cruza por aquellas soledades, reciente teatro de una
-catástrofe.
-
-El huracán de la revolución tiene yermos aquellos campos.
-
-Se ignora la altura del sol, porque las montañas están alumbradas por
-luz de crepúsculo.
-
-Repentinamente aquel silencio se turba; grupos de guerrilleros comienzan
-á aparecer en todas direcciones, posesionándose de las montañas y
-desfiladeros, indicando el movimiento de una sorpresa.
-
-Unos batallones se sitúan en la hondonada de un pequeño valle, en
-actitud de espera.
-
-Pasan dos horas de espectativa, cuando se dejan ver las primeras
-avanzadas de una tropa regularizada; se oyen los primeros disparos, y
-comienza á empeñarse un combate parcial; los soldados de Valle se
-extienden por las laderas, desalojando á los reaccionarios, y con el
-grueso de sus tropas hace un empuje sobre las del llano, que resisten á
-pie firme algunos minutos y comienzan después á desordenarse.
-
-Los guerrilleros de la montaña pierden terreno y se replegan á su campo.
-
-Valle debía obrar en combinación con las fuerzas del general Arteaga que
-se le reunirían en aquel campo; pero alentado con el éxito de su primer
-movimiento, cree alcanzar, sin auxilio, una fácil victoria, y se lanza
-con arrojo sobre el enemigo que huye en desórden.
-
-Una coincidencia fatal viene á arrebatarle su conquista.
-
-Márquez llega al campo enemigo accidentalmente, con fuerzas superiores á
-las de Valle, le sorprende en ese desórden que trae consigo la victoria,
-y alcanza á derrotarle completamente.
-
-Valle hace esfuerzos inauditos de valor; sus oficiales le quieren
-arrancar del campo; pero él prefiere la muerte, á presentarse prófugo y
-derrotado en una ciudad que le aguardaba victorioso.
-
-El joven general cae prisionero después de disparar el último tiro de su
-pistola.
-
-El tigre de Tacubaya, la hiena insaciable de sangre, tiene una víctima
-más entre sus garras y no la dejará escapar.
-
-Está en su poder el soldado á cuyo frente había retrocedido tantas
-veces, el que le había humillado en los campos de batalla...... su
-sentencia era irremisible! Valle comprendió desde luego la suerte que se
-le reservaba, y escuchó con serenidad su sentencia de muerte.
-
-Márquez quizo humillar en su horrible venganza al joven general,
-mandando que se le fusilase por la espalda como á _traidor_.
-
-Entre aquella turba de miserables asesinos, no hubo una voz amiga que se
-alzara en favor del soldado que había perdonado cien veces la vida de
-los prisioneros, y evitado en la capital que la cólera del pueblo
-consumase una represalia en personajes de valía entre los reaccionarios.
-
-El vaticinio popular se cumplía: «Caerá en poder de sus enemigos, y no
-le perdonarán.»
-
-Cerraba la noche de aquel día aciago, cuando Valle fué conducido al
-lugar de la ejecución.
-
-De pie, reclinó su frente sobre la tosca corteza de un árbol, se apoyó
-en sus brazos y esperó resuelto el golpe de la muerte.
-
-Oyóse una descarga cuyos ecos repercutieron en el fondo de las montañas,
-y al disiparse el humo de la descarga, se vió en el suelo al general
-Valle tendido en un lago de su propia sangre, agitándose en las últimas
-convulsiones.
-
- * * * * *
-
-El rencor de los hombres tiene por límite la muerte; pero hay seres que
-en mal hora han venido al mundo para deshonra de la humanidad. Aquel
-cadáver, mutilado por el plomo, provocaba aún las iras de su asesino; no
-le bastaba la sangre, no; aquello era poco á la venganza; le faltaba la
-ostentación del crimen, el alarde de la impiedad!
-
-Aquel cadáver fué colgado á un árbol que han desgajado ya los huracanes,
-como el pregón, no del delito de Valle, sino de la infamia de sus
-verdugos.
-
-Desde aquel leño ensangrentado pedía el cadáver justicia á Dios, cuya
-sombra se alza terrible delante de los malvados, como la amenaza del
-cielo en sus horas de inexorable justicia!
-
-
-VI
-
-El cadáver de Leandro Valle fué recibido en la capital con pompa
-fúnebre, y se le tributaron los honores de los héroes.
-
-Sus restos mortales descansan en el panteón de San Fernando, al lado de
-las cenizas venerandas de los mártires de la Libertad y de la Reforma.
-
-_Juan A. Mateos._
-
-
-
-
-DON SANTOS DEGOLLADO
-
-
-I
-
-Hay seres á quienes el destino manifiesto, lanza en el mundo pavoroso de
-la adversidad, como relámpagos desprendidos de una nube de tormenta,
-para alumbrar el caos y quedar perdidos en los pliegues gigantes de la
-tiniebla.
-
-Seres revestidos de una alta misión, apóstoles de una idea sobre el
-ancho camino de los mártires, glorificadores del pensamiento, honra de
-un siglo y veneración de la humanidad.
-
-Ante esos seres del privilegio histórico, es necesario descubrirse la
-frente, como á la vista de un monumento que señala una conquista
-civilizadora, ó la revindicación de un derecho hollado.
-
-Hay una palabra que asume el destino entero de una época, ya se opere en
-la religión, en la política ó en la filosofía: se llama REFORMA.
-
-Cuando esa idea grandiosa encarna en un hombre, hace de él un mártir, á
-veces un héroe.
-
-El mundo oye decir: «_ese hombre es un reformador_,» y su mirada se posa
-en la tribuna, y después en ese gólgota donde ha caído gota á gota la
-sangre redentora de la sociedad humana!
-
-¡El cadalso! trípode magnífica levantada sobre los gigantes círculos de
-la tierra, donde la voz, en sus últimas entonaciones, adquiere el poder
-de resonar en los ámbitos del globo.
-
-Diez y nueve siglos vienen las palabras del ajusticiado de Jerusalem
-disputándose las lenguas, reapareciendo con los idiomas nuevos,
-incrustándose en los monumentos, porque esas palabras cayeron al pie de
-la cruz en los momentos supremos de la agonía.
-
-Y es que al extinguirse el aliento del hombre, comunica á la idea ese
-soplo vivificante de la inmortalidad.
-
-Delante de las cenizas de un reformador venimos á pronunciar las
-palabras del contemporáneo, para que sean recogidas en son de ofrenda
-por los historiadores del porvenir.
-
-No vamos á buscar en la cuna del pontífice de la democracia mexicana la
-voz del augurio, ni la constelación dominante en la hora de su
-advenimiento al mundo; porque esos misterios los encerramos todos en la
-_idea_ que opera transformaciones tan gigantes.
-
-La democracia no cree más que en una raza, en una sangre: la que corre
-al través de la humanidad entera.
-
-Dios arrojó sobre el globo las inquietas aguas del Océano; en vano el
-orgullo de los hombros les ha impuesto un bautismo; son tan salobres las
-ondas del mar Indico, como las del estrecho de Bering.
-
-Sabemos que viene el hombre del sexto día del Génesis, y eso nos basta.
-
-Negamos la profecía sobre el sér que despierta al aliento de la vida,
-como negamos la infalibilidad; porque sabemos que cederá á la influencia
-de su época en las transformaciones sociales.
-
-Vemos al gladiador sobre la arena del anfiteatro sin preguntar si
-mecieron su cuna los vientos emponzoñados del Ganges, ó las brisas del
-Nuevo Mundo.
-
-La filosofía no abre las hojas del pasado, sino para estudiar el
-fenómeno.
-
-Hay tanta obscuridad en derredor nuestro, que apenas podemos determinar
-algo sin auxilio de otro misterio. Ver salir á un hombre á la vida
-social, apoderarse de una idea, convertirse en campeón, luchar, sufrir,
-sacrificarse y vencer al fin, con sólo el esfuerzo de su voluntad
-indomable, con sólo el magnetismo de la palabra, es más de lo que puede
-hacer el resto de los hombres; esto se consigna, se palpa, pero no se
-comprende.
-
-Sale del humilde pueblo Nazaret un inspirado, se hace oír en la tribuna,
-desciende á las márgenes del Galilea, inquieta á la sociedad pagana,
-funda una doctrina, sube con serenidad las rocas del Calvario, acepta
-por completo su misión de mártir, y el mundo antiguo sobrevive apenas á
-la agonía del Crucificado. El catolicismo se apodera del mundo moderno y
-le encadena; ya no son los cristianos los que entran en el circo; de
-víctimas se tornan en verdugos que arrojan al fuego á sus enemigos.
-Entonces se levanta de la humilde celda de un convento de la Alemania la
-voz terrible de Martín Lutero, iniciando la reforma religiosa y la idea
-protestante; señala ya al siglo XIX como el crepúsculo del
-catolicismo.--Decididamente Martín Lutero vale tanto como Mahoma y
-Sakia-Muni.
-
-Estos grandes movimientos religiosos coinciden con los cambios
-políticos, porque la idea civil y religiosa se tocan en la práctica de
-las sociedades.
-
-No entraremos en esas apreciaciones históricas y filosóficas, porque es
-otro el objeto de nuestro artículo.
-
-
-II
-
-Don Santos Degollado fué el Moisés de la revolución progresista; murió
-señalando la _tierra prometida_, al pueblo á quien había guiado en el
-desierto ensangrentado de los combates.
-
-Salió de las obscuras sombras de una catedral, donde la curia
-eclesiástica le veneraba como á uno de los servidores más leales de la
-iglesia; seguramente aquella soledad despertó en su cerebro la idea de
-la reforma, vió al pueblo encadenado á los hierros de la tiranía, y
-pesando sobre la frente de la sociedad la mano inexorable del clero. Le
-pareció ese abatimiento la abyección deshonrosa de una nación, el
-envilecimiento del sér humano, y el síntoma precursor del
-desaparecimiento en la absorción conquistadora.
-
-Sintióse humillado en su calidad de hombre y de ciudadano, operóse en su
-alma una metamórfosis heroica, arrojó de sí la pluma, empuñó la espada y
-sentenció en el alto juicio de su patriotismo las ideas condensadas
-durante medio siglo en el cielo de la sociedad.
-
-La Iglesia le cerró sus puertas como á un _relapso_; entonó los salmos
-Penitenciales al condenado, le excomulgó á su vez, diciéndole anatemas y
-borrándole de los registros católicos.
-
-Pero el pueblo formó valla á su paso, respondió á su voz que le llamaba
-al combate, y le aclamó el campeón de sus libertades.
-
-Entonces se desarrolló á la vista del mundo entero un espectáculo
-magnífico. La juventud se apoderó de aquellos estandartes que debían
-llegar al último reducto acribillados por la metralla. Hubo una sucesión
-de combates sangrientos en que los ejércitos de la Reforma desaparecían
-en medio de los desastres más sangrientos; pero el bravo campeón parecía
-llevar en sus labios el _fiat_ de la creación, porque sus filas
-aparecían como por encanto sobre los mismos campos de la derrota.
-
-Luchaba contra la fatalidad; pero hay algo que está sobre el fatalismo:
-la constancia y la abnegación.
-
-Aquel ejército, impulsado por el aliento sobrehumano del patriotismo,
-recorrió los campos escarbados de la República en una sucesión de duelos
-y de batallas que registran las páginas más terribles de nuestra
-historia.
-
-El 11 de Abril de 1859 las huestes se presentaron al frente de la
-capital después de sostener en su tránsito tres combates formidables.
-Don Santos Degollado creyó dar un golpe de mano tomando por asalto la
-ciudad; pero Dios no había señalado aún el término de aquella lucha.
-
-Mientras una parte del ejército republicano conquistaba el laurel de la
-victoria á bordo de la «Saratoga» en las aguas de Antón Lizardo, y
-rechazaba á los reaccionarios desde los muros de la Ciudad Heroica, una
-nueva catástrofe tuvo lugar en las lomas de Tacubaya.
-
-El ejército de Degollado se retiraba después de un combate sangriento,
-dejando en poder de los soldados del clero un grupo de jóvenes que no
-quisieron separarse del campo, unos por asistir á la batalla hasta el
-último trance, y otros por estar en calidad de médicos, prestando
-auxilios á los desgraciados que yacían en la arena, víctimas del plomo.
-
-Dice la sombría historia de aquella noche memorable, que los prisioneros
-fueron ejecutados en medio de una saturnal espantosa de sangre y de
-venganza.
-
-El autor de la hecatombe yace proscripto y con la maldición de Dios
-vibrando sobre su frente, perseguido de los espectros de las víctimas
-que no le han abandonado desde entonces, ni en las apartadas regiones
-europeas, ni en su peregrinación á la Tierra Santa, ni en su ostracismo
-en los hielos del Norte[2].
-
-Esas augustas sombras presenciarán la trabajosa agonía del malvado,
-tomarán asiento sobre la piedra de su sepultura, y permanecerán allí
-serenas, inmóviles, impasibles, hasta que el soplo de Dios pase sobre
-esos huesos maldecidos, y los mártires pidan justicia en la hora solemne
-de la resurrección!
-
-
-III
-
-La época del obscurantismo entraba en agonía; su causa estaba
-sentenciada, pero le daba aliento la sangre, como si refrescase los
-labios de un moribundo. Las huestes de la Reforma sitiaban las ciudades,
-se apoderaban de los puertos en el Pacífico y el Atlántico, y
-atravesaban el centro del país reconquistando las plazas en son de
-guerra.
-
-La revolución moral estaba efectuada. D. Santos Degollado era el héroe
-de aquel gran movimiento; tenía por soldado á Zaragoza.
-
-El reducto inexpugnable de la reacción acababa de capitular ante las
-armas republicanas. Guadalajara estaba recuperada.
-
-No queremos recordar la combinación política que motivó la separación
-del general Degollado de la dirección de un ejército levantado por él, y
-por él llevado á los campos de victoria. El insigne patriota rindió un
-homenaje á la autoridad constitucional, y bajó en silencio de su alto
-puesto, sin pronunciar una palabra, sometiéndose á las eventualidades de
-un proceso.
-
-Le faltaba la última decepción para llenar la vida de un héroe. En
-cuanto á su muerte, el destino se ocuparía de realizarla.
-
-Desde aquel momento su estrella se empañó en el cielo del oráculo, y
-comenzó á resbalar sobre la huella que termina en el desastre.
-
-Solo, pobre y abandonado, sin más compañía que aquella espada que le
-había acompañado durante tantos años de vicisitudes, partió del campo de
-la ingratitud con la faz serena, pero con el corazón hecho pedazos.
-
-Aquel hombre extraordinario tenía un consuelo: la religión; era como
-Morelos: se persignaba y decía oraciones momentos antes de la batalla.
-
-Se le vió atravesar por los pueblos que respetaban el grande infortunio,
-viendo aquella figura histórica como el paso del alma de la revolución,
-que iba peregrinante por el suelo de los combates.
-
-Unióse á la división Berriozábal que venía de triunfo del Puente de
-Calderón, y tomó hospedaje en la ciudad de Toluca.
-
-La reacción no se dejaría arrebatar el poder sino hasta el último
-momento; así es que haciendo un esfuerzo supremo, organizó sus fuerzas y
-cayó sobre aquella división avanzada, dándole una sorpresa.
-
-El general Degollado fué hecho prisionero y conducido como un trofeo
-entre los estandartes de la reacción.
-
-El pueblo se agolpó á su tránsito, deseaba conocer á aquel hombre que
-había llenado las páginas de cuatro años con sus milagros y sus hazañas.
-
-El ilustre prisionero aceptó por completo su destino; sabía que el genio
-de la vicisitud batía las alas sobre su existencia, y estaba resignado.
-
-La victoria de Calpulálpan vino á decidir el triunfo completo de la idea
-reformista; sobre aquella arena quedó vencida para siempre la reacción.
-Un monumento sería en aquel lugar histórico el sarcófago de la sociedad
-antigua.
-
-
-IV
-
-El ejército de la reforma clavó sus estandartes vencedores en la capital
-de la República, el día 25 de Diciembre del año memorable de 1860.
-
-Las puertas del calabozo que guardaban á Don Santos Degollado se
-abrieron, y aquel mártir de la fe republicana se refugió en un silencio
-heroico, sacando su barca del mar borrascoso de las agitaciones
-políticas.
-
-Un golpe inesperado vino á herirle cuando yacía en el silencio de su
-hogar. Las hordas salvajes de la reacción, esos grupos de miserables
-asesinos, marea infecta en el lago obscuro de los motines, perpetraban
-el más cobarde de los asesinatos en la persona ilustre de Don Melchor
-Ocampo, en el hombre del pensamiento, en el salvador de la idea, en el
-cerebro de la revolución reformista.
-
-Los restos ensangrentados del mártir de Tepeji, colgados á un árbol del
-camino, y agitándose al soplo del viento, eran desde el suplicio el
-pregón de la infamia de sus verdugos, el ejemplo palpitante, la
-enseñanza heroica á las generaciones del porvenir.
-
-La sociedad entera se estremeció ante ese drama pavoroso. La hiena de
-Tacubaya, ese miserable, hecho del barro de Troppman, y animado por el
-soplo del crimen, era el autor de ese atentado, que rechaza con
-indignación la severidad humana.
-
-El pueblo se agolpó á las galerías de la Cámara, buscando un eco bajo
-aquellas bóvedas, y se encontró con un espectáculo que no esperaba, y
-que se registra en la sesión del 4 de Junio de 1861.
-
-En medio de la terrible fermentación de los ánimos, cuando todas las
-voces se convertían en un alarido de venganza, se vió aparecer sobre la
-tribuna á un hombre de aspecto siniestramente sereno, dejando ver, no
-obstante, las señales marcadas del dolor sobre su rostro.
-
-El aparecimiento repentino de aquella figura solemne aplacó la tempestad
-desencadenada; entonces se dejó oír el acento patriótico, que había
-resonado tantas veces en los campos de batalla y la tribuna
-revolucionaria: era la voz de Don Santos Degollado, que vibraba con una
-entonación lúgubre, demandando de sus jueces el permiso para vengar la
-sangre del patriarca de la democracia. _Ave, Cæsar, moriture te
-salutant!_
-
-
-V
-
-El 15 de Junio, ese año histórico de 1861, el general Degollado
-presentaba batalla á la reacción en el monte de las Cruces.
-
-El enemigo le tendió un lazo horrible, aparentó retroceder é hizo caer
-en una emboscada á los soldados republicanos. En medio del desórden que
-sigue siempre á una sorpresa, el general quiso reconquistar lo perdido y
-llamó con su voz de trueno á sus huestes, que se perdían entre los
-pinares y rocas de la montaña.
-
-Aquella voz atrajo la atención del enemigo, que se precipitó sobre el
-general, á quien el caballo le faltó en los momentos supremos, rodando
-sobre las piedras.--Pocos momentos después, la reacción llevaba en
-triunfo el cadáver de Don Santos Degollado, horriblemente mutilado y
-como un despojo de la batalla.
-
- * * * * *
-
-¡Descansa en paz, sublime mártir de la libertad republicana! Los
-pendones enlutados de la patria sombrearán tu sepulcro en son de duelo,
-y el libro de la historia guardará tu nombre en esa página reservada á
-los mártires y á los héroes!
-
-_Juan A. Mateos._
-
-
-
-
-LOS MARTIRES DE TACUBAYA
-
-
-I
-
-El huracán sombrío de las revoluciones arrastra á su paso los despojos
-de las sociedades, desquiciándolas y hundiéndolas en un abismo, tumba
-abierta al extravío humano!
-
-El libro ensangrentado de nuestra historia es uno de aquellos monumentos
-terribles donde se ve la expiación y el castigo que deja caer la mano
-vengadora de Dios, sobre los pueblos á quienes azota la guerra
-fratricida.
-
-Medio siglo de combates, de duelos, de asesinatos, han sembrado de
-tumbas el territorio de la República, y es, que al descarrilarse nuestra
-sociedad de la vía tenebrosa de la conquista, ha llevado en su paso á
-dos generaciones con el tren inmenso de sus costumbres, de su
-superstición y de sus creencias.
-
-La Reforma ha pasado, como en todos los pueblos, sobre un campo de
-muerte; porque las sociedades antiguas se hunden en medio de la
-catástrofe.
-
-Reaparece la sociedad moderna bajo la luz de la civilización y de la
-nueva idea, y sentada sobre los escombros ensangrentados, pasea su
-mirada en torno, y entonces la historia se escribe, y el gran libro de
-la experiencia llena sus páginas con el relato de los desastres.
-
-Registramos hoy en las hojas del _Libro Rojo_ la hecatombe más pavorosa
-que llenó de indignación al mundo civilizado, y determinó la caída de la
-usurpación armada.
-
-He aquí el relato de ese hecho que pasa ya entre los romances populares
-con todas sus sombras é invencible horror.
-
-La hora había sonado para las antiguas preocupaciones; el poder del
-clero se hundía al _Dies iræ_ de la revolución en los avances del siglo,
-y los últimos _soldados de la fe_ luchaban desesperados en nombre de una
-causa sentenciada en el tribunal augusto de la civilización.
-
-El pueblo combatía bajo los pendones del progreso, y oponía su sangre
-como en los días primeros de su emancipación, á los golpes postreros de
-sus enemigos.
-
-El patriarca de la Libertad que como el mito de la religión pagana
-convertía las piedras en hombres, levantando ejércitos con sólo el
-esfuerzo de su aliento y la fe de su constancia, acercó atrevido sus
-trágicos estandartes á la capital de la República, clavando su bandera
-sobre ese cerro histórico de Chapultepec, como un cartel de desafío á
-sus adversarios.--Menguaba el astro de aquel hombre sublime, mientras
-ascendía en el cielo de la patria el sol de sus libertades. La historia
-señalaba el 11 de Abril de 1859 como una fecha siniestramente memorable
-para la República.
-
-Libróse una batalla sangrienta en que las huestes del pueblo quedaron
-derrotadas sobre aquel campo. Hasta ahí, nada presentaba de particular
-el lance de guerra, sino la heroicidad de los vencidos.
-
-Abrimos un paréntesis para dar lugar al relato escrito en la misma noche
-del 11 de Abril, y bajo las impresiones dolorosas de aquel suceso.
-
- * * * * *
-
-El 11 de Abril de 1859 trabóse una batalla en las lomas de Tacubaya, y
-el general Degollado resolvió emprender una retirada, señalando una
-corta sección que resistiera el empuje de los soldados de la guarnición
-de México. Esta sección combatió con valor hasta agotar sus municiones;
-la villa fué invadida, el palacio arzobispal ocupado por los soldados de
-la reacción, que viendo vencidos á sus enemigos les hicieron fuego y
-los lancearon en todas partes, sin hacer distinción entre los heridos.
-
-Algunos jefes y oficiales quedaron prisioneros al terminar la acción del
-11. Los heridos no pudieron seguir la retirada, y quedaron en hospitales
-improvisados en el Arzobispado y en algunas casas particulares. Con
-ellos quedó el jefe del cuerpo médico-militar del ejército federal y
-tres de sus compañeros que creyeron inhumano y desleal abandonar á
-hombres cuyas vidas podrían salvar, cuyas dolencias podrían mitigar.
-
-Un día antes de la acción se supo en México que eran muy pocos los
-profesores que venían en el ejército federal, y que esta escasez podía
-hacer mucho más funestos los resultados de una batalla. Esta noticia
-hizo que algunos jóvenes estudiantes formaran y llevaran á cabo el noble
-proyecto de ir á Tacubaya á ayudar gratuitamente á los facultativos y á
-cuidar y operar á los heridos de los dos ejércitos.
-
-Terminada la acción, varios vecinos recorrían el teatro de la batalla
-para informarse de lo ocurrido y auxiliar á los moribundos.
-
-Otros jóvenes llegaban en aquel momento á la población, viniendo de
-tránsito para México á completar su educación.
-
-La contienda había concluido; contienda entre compatriotas y hermanos,
-no quedaba para el vencedor más que el triste y piadoso deber de curar
-á los heridos, de sepultar á los muertos y endulzar la suerte de los
-prisioneros: esto habría hecho cualquier caudillo que hubiera tenido de
-su parte el derecho y la legitimidad. Pero pocas horas antes había
-llegado á México D. Miguel Miramón como primer disperso del ejército que
-anunció iba á tomar Veracruz y retrocedió espantado de los muros de
-aquella heroica ciudad, sin haberse atrevido á atacarla. Humillado,
-caído en el ridículo, prófugo, quiere vengar los desastres que debe á su
-impericia, y vuela á Tacubaya. El genio del mal, el demonio del
-exterminio y del asesinato, cayó sobre aquella población!
-
-Durante el desorden de la ocupación de la villa, se oían tiros por todas
-partes. Unos huían, otros se defendían vendiendo caras sus vidas, otros
-sucumbían; pero, aunque desigual, había lucha todavía.
-
-Miramón reune en San Diego á Márquez y Mejía; sabe allí los nombres de
-algunos de los prisioneros, y estos tres hombres reunidos en un claustro
-decretan la muerte de los vencidos y de cuantos se encuentren en su
-compañía. Estos tres hombres pronuncian el vae victis! de los tiempos
-más bárbaros. Varios jefes palidecen al recibir las órdenes de los
-asesinos; pero hay cobardes que se encargan gustosos de la ejecución de
-la matanza.
-
-Los soldados caen sobre los heridos; penetran hasta los lechos que les
-ha preparado la caridad, y allí los acaban á lanzadas animados por la
-voz de Mejía.
-
-Los médicos, pocas horas antes, habían dicho á un oficial que estaban
-prestando socorros urgentes á los heridos. El oficial les dijo que
-hacían muy bien en cumplir con su deber, y desde entonces los auxilios
-de la ciencia se impartieron por ellos, sin distinción, á liberales y
-reaccionarios.
-
-Llegó la noche, y comenzó á cumplirse la orden de los jefes de asesinos.
-
-En el jardín del Arzobispado sucumbió la primera víctima, el GENERAL D.
-MARCIAL LAZCANO, antiguo militar, que acababa de batirse con un valor
-admirable, y que al ser conducido al suplicio fué insultado por
-oficiales que habían sido sus subalternos y á quienes había corregido
-faltas de subordinación y disciplina. El general les dijo: «_Hay
-cobardía y bajeza en insultar á un muerto._»
-
-Inmediatamente corrieron la misma suerte
-
- El joven D. José M. Arteaga,
- El capitán D. José López,
- El teniente D. Ignacio Sierra.
-
-Los cuatro murieron con valor y fueron fusilados por la espalda; los
-cuatro animaron á sus verdugos diciéndoles que no temblaran al hacerles
-fuego.
-
- * * * * *
-
-Los médicos oyeron los tiros, conocieron lo que pasaba y sin embargo
-seguían haciendo vendajes y practicando amputaciones. Hubo quien dijera
-á D. Manuel Sánchez que huyera, y él, mostrando un instrumento
-quirúrgico que tenía en la mano, y el enfermo á quien operaba, dijo: «No
-puedo abandonarlo.»
-
-La soldadesca llega hasta las camas de los heridos, arranca á los
-médicos y á los estudiantes de las cabeceras de los pacientes, y un
-momento después caen acribillados de balas
-
- D. Ildefonso Portugal,
- D. Gabriel Rivero,
- D. Manuel Sánchez,
- D. Juan Duval (súbdito inglés),
- D. Alberto Abad.
-
-Portugal pertenecía á una de las familias más distinguidas de Morelia,
-era notable por su ciencia y por su filantropía, y era primo hermano de
-D. Severo Castillo, el llamado Ministro de Guerra de Miramón.
-
-Rivero ejercía las funciones de jefe del cuerpo médico del ejército
-federal, y no quiso retirarse cuando salieron las tropas.
-
-Sánchez fué el que permaneció al lado de los enfermos, aunque se le
-advirtió el peligro que corría.
-
-Duval era un hombre estimado por su caridad, por la conciencia con que
-ejercía su profesión, y que jamás se había afiliado en nuestros bandos
-políticos.
-
-Con estos hombres eminentes que así terminaron una carrera consagrada á
-la ciencia y á la humanidad, perecen los dos estudiantes
-
- D. Juan Díaz Covarrubias,
- D. José M. Sánchez.
-
-Díaz Covarrubias tenía diecinueve años; era hijo de Díaz el célebre
-poeta veracruzano, su aspecto era simpático, en su frente se veían las
-huellas prematuras del estudio y de la meditación. Estaba para concluir
-los cursos de la escuela, y consagraba sus ocios á cultivar las bellas
-letras. Es autor de varias novelas de costumbres y de poesías líricas,
-que revelan una alma pura, sensible y ansiosa de gloria. Todas sus
-ilusiones juveniles, todas sus esperanzas se extinguieron cuando le
-anunciaron que lo llevaban á la muerte. Este joven, este niño, pidió que
-se le permitiera despedirse de su hermano; los verdugos le dijeron que
-no había tiempo. Quiso escribir á su familia; los verdugos le dijeron
-que no había tiempo. Pidió un confesor; los verdugos le dijeron que no
-había tiempo. Entonces el poeta regaló su reloj al oficial que mandaba
-la ejecución, distribuyó sus vestidos y el dinero que tenía en los
-bolsillos, entre los soldados; abrazó á su compañero Sánchez, y
-resignado y tranquilo se arrodilló á recibir la muerte. El oficial dió
-con acento ahogado la voz de fuego, y los soldados no obedecieron; la
-repitió dos y tres veces, y al fin sólo dos balas atravesaron el cuerpo
-del joven; sólo dos hombres dispararon sus armas. Los soldados lloraban;
-Díaz Covarrubias, agonizante, fué arrojado sobre un montón de cadáveres;
-algunas horas después, aún respiraba......... Entonces lo acabaron de
-matar, destrozándole el cráneo con las culatas de los fusiles!
-
-El mundo calificará estos horrores, que jamás había presenciado ni en
-las guerras más encarnizadas. Se ha visto entrar á saco á los ejércitos
-en país enemigo; se ha visto el incendio de las ciudades; se han visto
-actos de crueles represalias; pero ni en los tiempos bárbaros, ni en la
-edad media, ni en las conquistas de los musulmanes, ni en la guerra de
-Rusia en Polonia, ni en la del Austria en Italia y en Hungría, ni en los
-desastres de los carlistas de España, ni en la actual sublevación de la
-India, se han encontrado bárbaros que arranquen de la cabecera del
-enfermo el médico para asesinarlo. A los ojos de ningún tirano ha sido
-delito curar al herido; el médico de ejército no se considera como
-prisionero; jamás es permitido disparar contra la bandera blanca de los
-hospitales de sangre; en medio de la guerra, los hombres todos respetan
-ciertas reglas de humanidad, cuya observancia es la gloria del valor.
-
-A nuestro siglo, á nuestro país estaba reservada la triste singularidad
-de ofrecer un espectáculo tan inhumano, tan cruel, tan salvaje, que hace
-retroceder la guerra á los tiempos de Atila y de los hunos.
-
-Los médicos asesinados en Tacubaya son mártires de la ciencia y del
-deber. Sus verdugos, que defienden los fueros de clérigos y frailes, han
-atropellado los fueros de la humanidad, las leyes de la civilización,
-los preceptos del derecho de gentes sancionados por los pueblos
-cristianos.
-
- * * * * *
-
-Quienes así trataron á los que estaban salvando á sus heridos, ¿de quién
-habrán de tener piedad?
-
-El LIC. D. AGUSTIN JÁUREGUI estaba tranquilo en su casa de Mixcoac, al
-lado de su esposa y de sus hijos, sin haber tenido la menor relación con
-los constitucionalistas. Era hombre que, si bien deploraba los males del
-país, estaba exclusivamente consagrado á su familia. Un infame, cuyo
-nombre ignoramos, lo denuncia á Miramón como hombre de ideas liberales,
-y esto basta para que lo mande aprehender.
-
-Jáuregui tiene aviso de esta denuncia; duda, nada teme, sus deudos le
-aconsejan la fuga; pero era ya tarde: una gavilla de soldados se apodera
-de él, y maniatado es conducido á Tacubaya. No se le pregunta siquiera
-su nombre; es llevado al matadero, y cae fusilado como los otros.
-
-¿Cuál era su delito? ¿De qué se le acusaba?
-
-Nadie lo sabe.
-
- * * * * *
-
-Entre los prisioneros estaba D. MANUEL MATEOS, joven de veinticuatro
-años que hace un año se recibió de abogado, y tenía felicísimas
-disposiciones para el cultivo de las letras, habiéndose desde niño dado
-á conocer por sus poesías, que respiraban un entusiasta patriotismo, y
-en que cantaba las glorias de nuestros primeros héroes.
-
-Este joven valeroso, instruído é inteligente, había combatido varias
-veces contra la reacción; hacía pocos días que, después de haber sufrido
-una larguísima prisión, se había incorporado al ejército federal.
-
-Llevado al suplicio, camina sin temblar, indaga quienes han muerto antes
-que él: cuando quieren fusilarlo como traidor, se irrita, forcejea para
-recibir las balas por delante, y arenga á sus verdugos, diciéndoles que
-_los perdona porque no saben lo que hacen cuando consienten en asesinar
-á los que luchan por darles la libertad; hace votos porque su sangre no
-sea vengada; dice no lo aterra la muerte porque ha cumplido con sus
-deberes de mexicano y acepta gustoso el sacrificio de su vida_...... Sus
-palabras son interrumpidas por las balas que le hieren el pecho; un
-oficial ha tenido miedo de que siga hablando, y manda hacerle fuego
-antes de tiempo. ¡Mateos cae, y espira victoreando la libertad!!!
-
-Cuando este joven fué como voluntario á la campaña de Puebla y estuvo en
-la batalla de Ocotlán, en medio de la confusión de aquel día descubrió á
-su lado á unos oficiales reaccionarios que estaban perdidos. Mateos se
-acerca á ellos, les estrecha la mano, los viste con el uniforme de los
-rifleros, cede á uno su caballo, y así los salva, trayéndolos á México y
-ayudándoles á ocultarse mientras pueden obtener el indulto. Uno de los
-oficiales así salvados por Mateos, era ayudante de Haro y Tamariz.
-
-¡Y hombre tan generoso perece en la flor de su edad, sin encontrar un
-corazón amigo!
-
- * * * * *
-
-Las víctimas completan hasta el número de CINCUENTA Y TRES.
-
-Entre estas víctimas se oyen crueles despedidas, gritos de los que
-pedían un confesor, plegarias dirigidas á Dios y víctores á la libertad.
-Algunos habían sido prisioneros, otros no tenían más culpa que estar
-cerca del teatro de los sucesos: unos eran artesanos, otros labradores;
-muchos quedaron con los rostros tan desfigurados, que nadie ha podido
-reconocerlos. ¡Mártires sin nombre, pero cuya sangre no dejará por esto
-de caer sobre las cabezas de sus asesinos! Entre los testigos de esta
-tragedia, muchos lloraban, y á veces soldados y oficiales abrazaban á
-las víctimas.....
-
-Los cincuenta y tres cadáveres quedaron amontonados unos sobre otros,
-insepultos y enteramente desnudos, porque los soldados los despojaron de
-cuanto tenían, y de paso saquearon algunas casas.
-
-Las madres, las esposas, los hermanos, los hijos de las víctimas,
-acudieron al lugar del trágico acontecimiento, reclamaron á sus deudos
-para enterrarlos, y se les negó este último y tristísimo consuelo.
-
-A los dos días, los cadáveres fueron echados en carretas que los
-condujeron á una barranca, donde se les arrojó y donde permanecen
-insepultos.
-
- * * * * *
-
-¡Víctimas de la ciencia, de la caridad y de la abnegación, dormid en
-paz! Vuestros verdugos os han abierto las puertas de la inmortalidad, y
-han coronado vuestras frentes con la aureola del martirio y de la
-gloria. Estais ya libres de la opresión; no sufrís el sonrojo del
-abatimiento de la patria; no veis triunfante el crimen, y estais ya en
-la mansión de la eterna justicia!
-
- * * * * *
-
-Esta justicia ha condenado ya á los verdugos, que no podrán librarse del
-castigo de su culpa. Malditos serán sobre la tierra que empaparon con la
-sangre de sus hermanos, á quienes cobarde y alevosamente asesinaron:
-malditos sobre la tierra, sí, porque aunque huyan de la patria, en el
-destierro los perseguirán sus remordimientos, y todas las naciones
-cultas los recibirán con horror y con espanto. No hizo tanto el general
-Haynau en la guerra de Hungría, y al llegar á Londres el pueblo lo
-apedreó y lo escarneció en memoria de sus iniquidades.
-
- * * * * *
-
-¡Dios Santo!! Tú que amparaste al pueblo mexicano en sus tribulaciones;
-Tú que diste fuerza á su brazo para filiarse entre las naciones
-soberanas; Tú que inspiraste á su primer caudillo la obra sublime de la
-abolición de la esclavitud, aliéntalo para que lave la tierra que le
-diste, y la purifique de las manchas sangrientas que le imprimen sus
-verdugos. ¡Dios de las naciones! Tú que eres misericordioso y
-justiciero, alienta, alienta á este pueblo para que recobre sus
-inalienables derechos para que asegure su porvenir, para que sea digno
-de contarse entre los pueblos cristianos que siguen la ley de gracia,
-traída al mundo por tu Hijo á costa de sangre!
-
- * * * * *
-
-¡Dios de las naciones! Haz que el crimen tenga expiación; permite que
-este pueblo se lave del baldón de sus opresores, haciendo reinar la paz,
-la justicia y la virtud; y haz por fin, que este pueblo oprimido
-quebrante sus cadenas y sea el terrible instrumento de tu justicia
-inexorable.
-
- * * * * *
-
-¡Ay de los asesinos! ¡Ay de los verdugos! ¡Ay de los modernos fariseos!
-¡Malditos serán sobre la tierra que regaron con sangre inocente, con
-sangre de sus hermanos que vertieron con crueldad y alevosía!!
-
-
-II
-
-Once años han pasado, y está aún abierto el libro de la historia y
-palpitante el recuerdo de la catástrofe.
-
-La iglesia de San Pedro Mártir, en cuyo cementerio reposan las cenizas
-de los patriotas, no existe ya; los huracanes la derribaron por el
-suelo; y hasta sus cimientos han perecido.
-
-Una aguja de mármol señala el lugar del sacrificio; sobre una de sus
-piedras se lee en letras negras: ACELDAMA (_campo de sangre_), palabra
-de la Biblia, que resume el misterio de aquel lugar que velan los
-pabellones de la muerte.
-
-
-III
-
-Víctimas y verdugos duermen ya el sueño eterno; las primeras vestirán en
-el cielo la túnica de los mártires y empuñarán la palma del sacrificio;
-los verdugos, rojos con la sangre de sus hermanos, pedirán con labios
-trémulos misericordia; Dios, sobre la alta justicia de los hombres,
-pronunciará su inexorable fallo.
-
-Uno solo, el principal autor de la hecatombe, vive expatriado de la
-sociedad humana, yace como un condenado entre los hombres, con la carga
-pesada de su existencia, maldito de los suyos, aborrecido de los
-extraños, y con la marca del asesino sobre su frente.
-
-Huye del castigo humano. ¿Podrá esconderse á la mirada de Dios?
-
-México, Octubre de 1870.
-
-_Juan A. Mateos._
-
-
-
-
-COMONFORT
-
-
-I
-
-La sincera amistad que le profesamos en vida, y el pesar y respeto que
-nos causó su muerte trágica y prematura, harán quizá que no seamos
-enteramente imparciales al consagrarle unas líneas en esta publicación
-donde hemos consignado el funesto fin de hombres célebres y distinguidos
-en las edades de nuestra historia. No es una biografía la que vamos á
-escribir, sino el recuerdo familiar de algunos de los rasgos más
-marcados de un personaje que, de todas maneras, tendrá que figurar en
-nuestra historia contemporánea.
-
-
-II
-
-Puebla pasa por uno de los Estados donde ha penetrado con más trabajo la
-civilización.--No tengo esa creencia, y me parece simplemente que el
-apego religioso á sus antiguas costumbres y creencias, da motivo á una
-crítica que tiene mucho de injusta y de apasionada. Los hombres
-distinguidos que ha producido, bastarían para destruir en parte esta
-preocupación. Comonfort era originario de un pueblo del Sur de ese
-Estado. Sus primeros años fueron, como es común, dedicados a la escuela
-y al colegio, donde fué condiscípulo de D. Antonio de Haro y Tamariz,
-que murió el año pasado en Roma con el hábito de jesuita.
-
-Nada se encuentra en los años de la juventud de Comonfort que revelara
-el alto destino que debía ocupar en la República, y la marcada
-influencia que debía ejercer en los negocios públicos. Los empleos que
-desempeñó en los primeros momentos de su carrera política, fueron
-subalternos y de la esfera política. Después vivió algunos años reducido
-al círculo privado, y dedicado al cultivo de una propiedad que tenía en
-el campo, situada entre México y Puebla, y la cual enajenó en los
-últimos días de su gobierno.
-
-
-III
-
-Hubo una época en que una tertulia de hombres eminentes y distinguidos
-gobernó á México. Esta era la tertulia que se reunía en la casa de D.
-Mariano Otero.
-
-Otero era redactor en jefe del _Siglo XIX_, senador, después ministro.
-Yáñez era diputado, después fué ministro. Lafragua, diputado varias
-veces, después también ministro. No había persona de las que concurrían
-habitualmente, que no ejerciese un importante cargo público y un influjo
-más ó menos eficaz en los asuntos del gobierno. El alma de toda esta
-reunión era D. Manuel Gómez Pedraza, que jamás en su delicadeza y
-respeto por los demás, pretendió constituirse en director ó jefe; pero
-que se complacía en los últimos años, de ejercer su influjo y de tener
-íntima amistad con personas cuyos talentos él más que nadie sabía
-estimar. A esta reunión de liberales moderados pertenecía Comonfort, y
-fué verdaderamente la época en que se colocó en una esfera de acción y
-comenzó á tomar más ó menos parte en la política.
-
-Antes había ya dado una prueba de patriotismo y de valor personal. Había
-sido militar, como muchos mexicanos, de milicias nacionales; pero no era
-su profesión: sin embargo, cuando las fuerzas americanas llegaron al
-Valle de México, y el general Santa-Anna se puso al frente del nuevo
-ejército que formó, Comonfort ofreció sus servicios y desempeñó el cargo
-de ayudante en toda la campaña del Valle, atravesando por entre las
-balas y la metralla, y dando pruebas de una serenidad y una calma, en
-medio del peligro, que le captó las simpatías de los antiguos oficiales
-que servían en los cuerpos de las tropas de línea. Concluída la campaña,
-volvió Comonfort á su vida quieta y á sus ocupaciones privadas.
-
-En la tertulia de Otero, Comonfort era verdaderamente querido de todos.
-De un carácter extremadamente complaciente y suave, de unas maneras
-insinuantes, de unos modales propios de una dama, como decía Pedraza, no
-había persona que le tratase, aunque fuese un cuarto de hora, que no
-quedase prendado de su amabilidad. Así sucedió constantemente durante su
-gobierno, y más de un enemigo que hubiese querido aniquilarle, se
-reconcilió con solo una media hora de conversación. Decían que
-Maximiliano era en su trato verdaderamente seductor. Yo no he conocido
-otro hombre más agradable, por sus maneras, que Comonfort. La finura y
-cortesía del gentilhombre francés de los buenos tiempos, estaba
-personificada en él.
-
-
-IV
-
-Comonfort se hallaba en 1854 de Administrador de la Aduana de Acapulco.
-Santa-Anna, que gobernaba entonces, le destituyó. He aquí el principio
-pequeño de una gran revolución social que se llamó de la _Reforma_, y
-que se ha enlazado posteriormente con sucesos tan importantes como
-fueron los de la intervención, y hoy mismo la próxima destrucción de la
-dinastía de los Bonaparte.
-
-Comonfort fué el verdadero promovedor y autor del Plan que proclamaron
-en Ayutla los generales Alvarez, Moreno y Villareal, que se reformó en
-Acapulco, el 11 de Marzo de 1854. Sosteniéndolo con las armas en la
-mano, se hizo notable Comonfort, no sólo como hombre de valor, sino como
-caudillo dotado de una gran constancia y de cierta capacidad militar.
-Fué realmente una aparición repentina en la escena de nuestro gran drama
-revolucionario, que recordaba aquellas figuras que se levantaban
-repentinamente de cualquiera parte, en los últimos años de la dominación
-española.
-
-Santa-Anna, que por política ó por carácter había sido el amigo de todos
-los partidos y el favorecedor de todos los partidarios, en la última vez
-que gobernó el país fué perseguidor, vanidoso, vengativo, hasta cruel.
-Esta tiranía y el aparato monárquico con que revistió su gobierno, chocó
-generalmente á los mexicanos; así, que en los últimos días del año de
-1853, tenía ya la opinión pública enteramente contraria, y su
-administración sin recursos pecuniarios no contaba con más apoyo que el
-de la fuerza armada. La revolución de Ayutla era la chispa, pero el
-reguero de pólvora estaba ya tendido de uno á otro extremo del país.
-Los gobiernos personales han sido frecuentes en la República: como el
-gobierno personal ya cansaba al carácter movible de los mexicanos, un
-plan que prometiese una organización constitucional debía tener eco en
-toda la República; como en efecto lo tuvo el de Ayutla.
-
-Santa-Anna despreció al principio este movimiento; pero pocos días
-bastaron para persuadirle que si no le sofocaba, prontamente podría
-acabar con su gobierno. Como todo gobierno que está para caer,
-multiplicó sus actos de opresión, y no confiando desde luego en ninguno
-de sus generales, ó creyendo conquistar fácilmente una gloria militar,
-se puso á la cabeza de una división de cinco mil hombres y marchó al
-Sur.
-
-Venciendo las dificultades de un país desprovisto de recursos, y los
-ataques poco importantes de algunas guerrillas, Santa-Anna llegó frente
-al puerto de Acapulco el 19 de Abril de 1854.
-
-La gloria de Santa-Anna se apagó para siempre en esta jornada, y
-Comonfort comenzó á ser el hombre de la revolución y el personaje
-distinguido de la época. Se encerró con un puñado de hombres en el
-castillo de San Diego, y de allí no le sacaron ni los cañonazos ni el
-oro. Santa-Anna llevaba y ofrecía pólvora y oro, y la influencia y
-dinero de D. Manuel Escandón, no fueron del todo extraños en esta
-expedición.
-
-Santa-Anna, que temió acabarse de estrellar y perecer con todo su
-ejército en las ásperas montañas del Sur, levantó el sitio de Acapulco y
-regresó á la Capital, teniendo que forzar varios pasos y que perder en
-cada uno un pedazo de su prestigio y algunos de sus soldados.
-
-El dinero que recibió Santa-Anna por el tratado de la Mesilla, prolongó
-por unos días más su existencia; pero la revolución creció en el Sur y
-se propagó por Michoacán y Tamaulipas.
-
-Entretanto, Comonfort salió de Acapulco para San Francisco de
-Californias, donde no pudo conseguir ningunos recursos. De San Francisco
-pasó á Nueva-York, y allí encontró á D. Gregorio Ajuria. Era hombre
-especulador y audaz, y jugó un verdadero albur. Prestó á Comonfort
-sesenta mil pesos, parte en dinero y parte en armas, estipulando que
-recibiría doscientos cincuenta mil pesos si la revolución triunfaba. La
-revolución triunfó, y Ajuria fué pagado, y más adelante arrendó, en
-compañía con otra persona, la Casa de Moneda de México.
-
-El lance fué atrevido, y sea lo que se fuere, Comonfort regresó á
-Acapulco el 7 de Diciembre de 1854 con algunos recursos, y la revolución
-tomó un carácter más positivo y más serio. Comonfort pasó al Estado de
-Michoacán con el carácter de General en Jefe de las tropas de aquel
-Estado, y Santa-Anna, por su parte, salió también de la capital con un
-ejército á combatir á su enemigo; pero regresó el 8 de Junio de 1855,
-sin haber podido obtener sino triunfos efímeros, y dejando en peor
-estado el resto del país donde cundía el incendio de la revolución.
-
-
-V
-
-El 13 de Agosto de 1855 fué día de holgorio y de fiesta revolucionaria
-para el pueblo de la capital. Los bustos de mármol del Ministro D.
-Manuel Diez de Bonilla, los libros de pastas blancas italianas, el
-piano, los retratos del personaje, los muebles, todo volaba de los
-balcones á la calle, donde la plebe furiosa se arrojaba sobre los
-destrozos del menaje del que representaba la aristocracia pocos días
-antes y lo entregaba á las llamas. Por otras calles conducía una
-multitud frenética los coches de Santa-Anna, untados de brea y ardiendo
-como unos hornos ó fraguas ambulantes. El aspecto de la ciudad, llena de
-gentes de los barrios dispuestas á la venganza y próximas al furor y al
-desbordamiento, hicieron que los habitantes cerraran sus casas y
-tiendas, y que los hombres que habían hasta ese momento gobernado, se
-pusieran en salvo.
-
-¿Qué cosa había ocasionado este movimiento?
-
-Santa-Anna, cansado ya de luchar y persuadido de que no podía dominar la
-revolución, abandonó el gobierno, y á las tres de la mañana del 9 de
-Agosto salió para Veracruz, donde llegó pocos días después y se embarcó
-con dirección á la Habana.
-
-Como los reyes, dejó en un pliego cerrado nombrados los gobernantes que
-debían de sucederle; pero la revolución avanzaba á grandes pasos al
-centro.
-
-Comonfort continuaba sus hazañas militares, y se hacía á la vez temer y
-amar de los pueblos por donde pasaba.
-
-Obraba ya con unas tropas medianamente regularizadas, y en un extenso
-Estado como el de Jalisco. Zapotlán era una plaza fuerte, guarnecida con
-fuerzas del Gobierno. Comonfort la atacó, asaltó personalmente una
-fortificación y llegó hasta la plaza, precediendo á mucha distancia á
-sus soldados. Este triunfo, puede decirse personal, le grangeó la
-admiración de todas esas poblaciones, y cuando se dirigió á Colima, la
-ciudad le abrió sus puertas, y en lugar de balas y pólvora hubo
-banquetes, bailes y regocijos.
-
-En la capital se organizó una presidencia interina que ocupó el general
-Carrera; pero no siendo reconocido por la revolución, las fuerzas que
-desde entonces podían llamarse liberales, se avanzaron á la capital, y
-cosa de cincuenta mil hombres de línea que había dejado Santa-Anna, ó se
-disolvieron ó fueron tomando parte en el movimiento.
-
-
-VI
-
-El general Alvarez, patriarca centenario del inexpugnable Sur, fué
-también el jefe de una revolución. Vino á Cuernavaca, y allí una junta,
-como era de esperarse, lo eligió Presidente. Alvarez eligió á Comonfort
-para su Ministro de la Guerra, y con este carácter vino á la capital,
-después de derrocado Santa-Anna. La revolución era en el sentido
-liberal, pero no progresista. El partido moderado, teniendo por
-principio no hacer peligrosas innovaciones, era en ese sentido
-antagonista del partido rojo. Comonfort, representante de esa revolución
-y de ese partido moderado, fué elegido Presidente substituto el 12 de
-Diciembre de 1855, no sin haber tratado de impedirlo el partido liberal
-exaltado.
-
-A los pocos días y cuando apenas acababa la revolución llamada de
-Ayutla, brotó otra nueva en Zacapoaxtla. Todas las tropas de que podía
-disponer el gobierno, le abandonaron; mientras que los pronunciados, á
-cuya cabeza estaba D. Antonio Haro, se posesionaron de Puebla con una
-gran fuerza, y amagaban la capital.
-
-Fué necesario reclutar nuevas tropas, armarlas, vestirlas y enseñarles
-hasta los primeros rudimentos del arte militar; pero con la actividad y
-energía que desplegó la administración en esos momentos supremos, se
-vencieron todos los obstáculos, y en el mes de Marzo de 1856, Comonfort
-se hallaba frente de Puebla con cerca de 16 mil hombres.
-
-Dotado Comonfort, como se dice vulgarmente, de un buen ojo militar y de
-un valor sereno é inalterable, arriesga una batalla en Ocotlán, contra
-los mejores jefes del ejército de línea, que mandaban las fuerzas
-contrarias, y triunfa completamente el 8 de Marzo; estrecha sus
-operaciones sobre Puebla, toma la plaza, y habiendo dominado la más
-formidable de todas las revoluciones que han estallado contra los
-gobiernos de México, regresa triunfante á la capital, donde es recibido
-con unas festividades y unos banquetes populares nunca vistos hasta
-entonces.
-
-Aunque las fiestas que se hicieron se llamaron de la paz, la paz no duró
-sino unos cuantos días. En Puebla hubo otra sublevación y otro sitio, y
-en San Luis estalló otro pronunciamiento. De todos estos peligros salió
-Comonfort airoso, y logró vencer y tener en su poder á todos sus
-enemigos.
-
-Las tendencias progresistas se hicieron sentir forzosamente en la
-administración, y la reforma tenía que comenzar. D. Miguel Lerdo de
-Tejada ocupó el Ministerio de Hacienda con ese designio, y la ley de 25
-de Junio continuó la reforma civil que se había ya comenzado sin éxito,
-hacía algunos años, por D. Valentín Gómez Farías, el Dr. Mora y el Lic.
-D. Juan José Espinosa de los Monteros.
-
-Comonfort, no sólo por opinión sino por carácter, era moderado. Enemigo
-de la violencia, lleno de bondad no sólo con sus amigos sino con sus
-enemigos, nada de lo que se le pedía negaba, y pasaba por falso cuando
-no le era posible contentar todas las aspiraciones ni llenar todas las
-exigencias de los que siempre solicitan favores del hombre que gobierna.
-Con un fondo tal de carácter, los choques que debía producir en su
-espíritu y en la ejecución material todo lo que era necesario hacer para
-llevar á cabo lo que el partido progresista exigía, eran demasiado
-fuertes y superiores á su organización. Valiente por naturaleza, ni el
-temor de ser asesinado, ni las balas, ni los cañones le amedrentaban;
-pero vacilaba ante las observaciones de los hombres notables del partido
-conservador, á quienes siempre trató con una grande consideración. Lo
-que labraba en su ánimo en el día el partido progresista, lo destruía en
-la noche el partido conservador, y venía á quedar en ese término
-moderado; quizá bueno en unas circunstancias normales y ordinarias, pero
-peligroso é inútil en las crisis políticas, que tienen forzosamente que
-sufrir á su vez y en determinado tiempo todas las naciones. Quería la
-reforma, pero gradual, filosófica, sin violencia y sin sangre. Esto era
-imposible; tanto más, cuanto que el clero, después de la ley de 25 de
-Junio, tenía ya que defender sus cuantiosos bienes materiales y su
-eterno principio de administración de esos bienes, sin ninguna
-ingerencia de la autoridad civil!
-
-Así combatido, como la nave por las olas entre dos escollos, su vida era
-una verdadera tortura, y las medidas del gobierno parecían algunas veces
-enérgicas y decisivas, y otras débiles é ineficaces. El 5 de Febrero de
-1857 se promulgó la Constitución.
-
-La Constitución era una base que se trataba de hacer normal y permanente
-para el orden de la sociedad. La Reforma tenía que ir más adelante.
-¿Cómo habían de conciliarse estas dos fuerzas morales que luchaban en el
-seno mismo del Congreso? La solución tenía que ser violenta y
-revolucionaria. Este fué el golpe de Estado, y sin él, la Reforma, tal
-cual se realizó, habría sido imposible, como habría sido también
-imposible, sin el golpe de Estado de Chihuahua, el completo y definitivo
-triunfo sobre la intervención europea. El tiempo, la experiencia, y los
-hechos hacen que los hombres sean más indulgentes, y poco á poco la
-justicia se hace lugar en la historia de las debilidades y de las
-pasiones de la humanidad. Hoy se puede presentar el ejemplo patente,
-vivo é innegable. Si pudiéramos colocarnos en la época de Diciembre de
-1857, tendríamos la constitución republicana, pero no tendríamos la
-Reforma. Hoy existen unidas estas dos cosas, contradictorias entre sí, y
-el golpe de Estado hizo sobrevivir la Constitución y realizó la Reforma.
-Que por los medios lentos que el mismo Código señala se hubiera hecho
-todo lo que hizo el Gobierno de Veracruz, y estaríamos en las primeras
-letras de este abecedario, que las naciones de Europa no han aprendido
-sino á costa de los mayores y más terribles desastres. No hay más que
-recordar los tiempos de Enrique VIII, de Lutero y de la Convención
-francesa. Clero y aristocracia, moderados y progresistas, comparad, y
-todos quedaréis contentos de cuán poco ha costado entre nosotros lo que
-en este momento todavía tiene que comenzar la Francia republicana.
-
-
-VII
-
-Comonfort fué la víctima. Su carácter, su posición y los
-acontecimientos, de que él no era el dueño ni el regulador, le
-condujeron al destierro.
-
-Salió tranquilamente de entre las bayonetas de sus enemigos, tomó el
-camino de Veracruz, y allí, la buena amistad del gobernador D. Manuel
-Gutiérrez Zamora proporcionó un asilo al proscrito. Embarcóse, y en
-breve se encontró en los Estados Unidos, en esa tierra única donde
-encuentran asilo y seguridad los desgraciados y los proscritos de todo
-el globo.
-
-Todo el tiempo de la tenaz y larga guerra que se llamó de la Reforma,
-vivió Comonfort en el extranjero. Restaurada la República, Comonfort
-trató de volver á su país, de abrirse camino con nuevos servicios á la
-patria, y de borrar con la brava conducta el error personal que como
-Presidente había cometido, sin apercibirse acaso de que no había sido
-más que un medio, un instrumento necesario para el desarrollo de una
-revolución social. No es el ingeniero que comienza un camino de fierro,
-el que suele recorrer toda la linea concluída. Así, en la política, el
-que inició el movimiento progresista, no recogió más que los peligros,
-las amarguras y los desengaños, y otros fueron los que recogieron la
-fama, los honores y el poder.
-
-El Sr. Juárez, siempre amigo de Comonfort, le abrió completamente las
-puertas de la patria, por donde ya el infortunado Don Santiago Vidaurri
-le había dejado entrar. Comonfort con su familia residió en Monterrey
-algún tiempo, inspirando celos y temores al partido exaltado, que veía
-en su residencia en la Frontera, una nueva revolución y un amago á la
-constitución restaurada. Nada de eso era: Comonfort no quería más que
-una rehabilitación, y la guerra extranjera le abrió el camino de la
-Capital.
-
-Comonfort llegó con una corta fuerza compuesta de esos hombres del
-desierto, fuertes y atrevidos, acostumbrados á luchar en la frontera con
-los filibusteros y con los indios salvajes. A estas buenas tropas se
-agregaron otras, y se formó un corto ejército que se llamó del centro, y
-se colocó en la línea de México á Puebla.
-
-Cerca de dos meses de un sitio riguroso puesto por las tropas francesas
-á la Plaza, de Puebla, habían necesariamente agotado los víveres y
-municiones. Se necesitaba á toda costa introducir un convoy, y esta
-operación imposible se encargó al General Comonfort, y en verdad, de los
-que la sugirieron los unos obraron por patriotismo y otros por venganza.
-La muerte ó la derrota eran inevitables. Comonfort no podía tener ni la
-más remota probabilidad de vencer á un número más que triple de las
-tropas regulares y bien armadas que mandaba el General Bazaine. Con
-efecto, el día 8 de Mayo de 1863, en poco más de dos horas, las columnas
-de zuavos y de feroces argelinos pusieron en desórden á nuestras tropas
-acabadas de reclutar y de organizar, y ni la muerte de Miguel López, ni
-la bravura de muchos de los jefes mexicanos, ni la intrepidez de
-Comonfort que se arrojó en lo más recio de la pelea y buscó desesperado
-la muerte, ni el sacrificio de muchos infelices soldados que fueron
-materialmente asesinados por los árabes, fueron bastantes para
-restablecer la acción que definitivamente fué ganada por el mismo
-Mariscal que hoy ha dado pruebas en Metz de no haber olvidado las
-lecciones de constancia, de tenacidad y de desesperada resistencia que
-aprendió en sus campañas de México. Comonfort había ya recibido un nuevo
-bautismo, y se presentó en la capital todavía con el polvo y la sangre
-de la batalla. Puebla, como consecuencia forzosa de la desgraciada
-batalla de San Lorenzo, fué ocupada por los franceses cuyo general era
-el memorable Forey, que permaneció todo el tiempo del sitio en el cerro
-de San Juan, y no se atrevió á entrar á Puebla sino cuando ya habían
-ocupado todas las calles y fortines las columnas de Bazaine. Forey, que
-merecía ser destituído y condenado lo menos por diez años á un castillo,
-recibió sin embargo el bastón de Mariscal.
-
-Cuando los franceses emprendieron la marcha para la capital, se pensó en
-una nueva defensa; pero, en verdad, pocos elementos existían para esto,
-y al fin, sin un ejército auxiliar competente para medirse con el
-enemigo, la suerte hubiera sido igual á la de Puebla, donde la historia
-no podrá negar que hubo una resistencia, que sin exageración se puede
-llamar heróica. El Gobierno, pues, salió de la capital, y Comonfort
-comenzó la larga peregrinación que no había de terminar sino el Sr.
-Juárez. El 16 de Octubre de 1863 fué nombrado Comonfort general en jefe
-del ejército que se trataba de reorganizar para resistir sin descanso á
-la intervención. Este honor, dispensado no sólo por la amistad que
-profesaban los Sres. Juárez, Lerdo y Núñez á Comonfort, sino porque
-reconocían en él valor, abnegación y las cualidades militares con que le
-había dotado la naturaleza, fué el origen conocido y visible de su fin
-trágico, y de que por uno de esos designios de la Providencia, que
-escapan á la indagación de la inteligencia humana, muriese obscuramente
-á manos de unos bandidos, en vez de acabar gloriosamente delante del
-enemigo extranjero, empuñando la bandera de la Independencia y de la
-Libertad.
-
-No pudiendo nosotros describir tan minuciosamente ni mejor, los últimos
-sucesos que acabaron con la existencia de este mexicano distinguido y
-valiente; copiamos lo que el General Rangel, que fué siempre su íntimo y
-fiel amigo, escribió con este motivo, haciéndole sólo una ligera
-variación.
-
- * * * * *
-
- El general Comonfort fué nombrado general en jefe del ejército,
- como por el 16 de Octubre, y el 26 marchó para Querétaro, con tan
- amplias facultades como las que tenía el Presidente de la
- República, excepto las que se cifraban en ciertas restricciones,
- impuestas por este mismo magistrado. Establecidas las bases para el
- plan de operaciones, y las de regimentación de todo el ejército con
- que se contaba entonces, para su movilidad conforme á dichas bases,
- faltaban únicamente los caudales necesarios, que se estaban
- reuniendo en San Luis bajo la influencia del C. Presidente Juárez y
- por las agencias de su ministro el C. H. Núñez.
-
- El día 8 salió de Querétaro para San Luis el General Comonfort, en
- compañía del Sr. Cañedo, que acababa de llegar allí de Guanajuato;
- de un oficial del Ministerio, el Teniente Coronel Vergara; de su
- ayudante de campo, que estaba ese día de guardia, el Coronel Cerda,
- y de un empleado de la secretaría particular del Sr. Comonfort, el
- Comandante Velázquez. El día 9 llegó á San Luis, alojándose en la
- casa del Sr. Lerdo, y el día 10 recibió libranzas por valor de
- sesenta y tres mil pesos.
-
- El día 11 salió por la diligencia para Querétaro, con todo el
- séquito que había traído, y además el C. Coronel Rul, ayudante del
- C. Presidente.
-
- Poco antes de llegar á la Quemada, alcanzó á la diligencia un
- extraordinario, por medio del cual el C. Presidente mandaba decir
- al General Comonfort que se cuidara mucho, porque se decía que en
- el camino se hallaba una contraguerrilla que le quería salir al
- encuentro.
-
- El día 12 llegaron á comer á San Miguel de Allende, siempre por la
- diligencia de Querétaro. Allí determinó el Sr. Comonfort tomar
- caballos, para continuar por el camino de Chamacuero para Celaya;
- éstos fueron proporcionados por la autoridad, y se tomaron tantos
- como eran necesarios para su séquito, que era el mismo con que
- salió de Querétaro para San Luis, y además un ayudante del C.
- Presidente, el C. Coronel Rul.
-
- En San Miguel tuvo aviso el General Comonfort, de que los
- Troncosos, bandidos de profesión, merodeaban por cuenta de Mejía,
- desde las inmediaciones de Querétaro hasta las de Guanajuato, donde
- días antes habían asesinado en Burras á un oficial de policía.
-
- El día 13, el General Comonfort salió de San Miguel como á las ocho
- de la mañana, por el camino de Chamacuero, con su repetido séquito
- y una escolta de menos de 80 caballos.
-
- Entre San Miguel y Chamacuero encontraron un batallón que iba en
- marcha para el primer punto, cuyo jefe manifestó al Señor
- Comonfort hallarse en el camino algunas fuerzas bandálicas, y le
- propuso escoltarlo, pero él lo rehusó, porque el informe que le
- habían dado de estas fuerzas, era considerándolas muy despreciables
- y mal armadas, y porque el mismo jefe le aseguró que había otro
- batallón situado en Chamacuero.
-
- A esta población llegó como á las once del día, en ella almorzó y
- recibió detalles más minuciosos del enemigo.
-
- Desde allí mandó un correo extraordinario al C. Ignacio Echagaray,
- avisándole de que esa misma tarde llegaría á Celaya.
-
- Este extraordinario fué interceptado en el monte de San Juan de la
- Vega, por una de las contraguerrillas de Mejía, al mando de
- Aguirre, que se titulaba Comandante, quitándole la comunicación que
- llevaba y exigiéndole declarase si venía allí Comonfort, con qué
- fuerza y cuál era la calidad de ésta, á fin de sorprenderlo,
- dejando entretanto prisionero al correo.
-
- Como á las dos de la tarde salió de Chamacuero el Sr. Comonfort en
- su carretela, que casualmente había encontrado en San Miguel, con
- dirección á Querétaro. El Coronel Cerda se ofreció á montar en el
- pescante, con el fin de dirigir mejor las mulas para el caso de que
- ocurriese algún ataque.
-
- Los demás señores del séquito montaron á caballo, colocándose el
- Sr. Cañedo junto á la carretela al lado del Sr. Comonfort, del otro
- lado el Sr. Velázquez, y en seguida los señores Vergara y Rul. A
- poco andar llegaron al Molino de Soria, adonde sus dueños dieron la
- bienvenida al Sr. Comonfort, ofreciéndole su casa con el mayor
- afecto, pues creyeron que era su ánimo pernoctar en ella; pero
- grande fué su sorpresa cuando les dijo que seguía para Celaya,
- porque les pareció poca la fuerza que le escoltaba. Con este motivo
- le hicieron presente que á poca distancia se encontraban en acecho
- fuerzas enemigas, que podrían verse desde la azotea. El general
- despreció estos avisos porque le parecieron temores infundados,
- pues las fuerzas que se le anunciaban eran de rancheros mal armados
- con lanzas y machetes, para las que creía por lo mismo suficiente
- su fuerza, para contenerlos ó para batirlos si era necesario.
-
- Los dueños del molino, interesándose por la seguridad del General,
- le indicaron que había una vereda á la izquierda del camino, por
- donde se podía evitar una emboscada, saliendo al llano, á donde
- podría defenderse con éxito y cargar la caballería, por ser de esta
- arma la fuerza que escoltaba el General. Este aceptó el consejo, y
- emprendió la marcha con su comitiva y escolta en el mismo orden en
- que había llegado allí.
-
- El Comandante de la escolta dispuso que el Alférez C. José María
- Lara, se adelantase con cuatro exploradores á formar la
- descubierta, á cien pasos del carruaje, para no ocasionar
- polvareda.
-
- El Coronel Cerda, que empuñaba las riendas, se pasó algún trecho de
- la entrada de la vereda, la cual no era muy ancha; pero cuando lo
- advirtió, lo comunicó al General, proponiéndole volverse para
- entrar en ella, quien lo rehusó para no perder tiempo.
-
- A poco andar, se oyeron unos tiros, y en seguida se advirtió que
- eran de los exploradores que se batían contra la emboscada. El
- Coronel Cerda detuvo el carruaje; el General montó á caballo, mandó
- cargar á la escolta, y después de dar esta orden, mandó al general
- Cañedo que avanzasen los infantes que venían á retaguardia para que
- apoyados en los árboles, hiciesen fuego protegiendo el paso de la
- caballería. A este mismo tiempo, y habiendo deshecho la corta
- descubierta, cargaron los contraguerrilleros, que eran muchos, y
- envolvieron á los jefes y á la escolta, haciéndola sucumbir, á
- pesar de la superioridad de sus fuegos, cayendo muertos alderredor
- del General Comonfort, el Comandante Velázquez, el Teniente Coronel
- Vergara, y el Coronel Cerda, gravemente herido.
-
- El General Comonfort, no obstante haber sido cubierto por su
- séquito y por su escolta, había recibido un machetazo en la cara,
- desde el ojo, que le había dividido el carrillo, y conservaba aún
- su pistola, ya descargada, para intimidar á los muchos cosacos que
- le acometían; cuando se le presentó delante el famoso capitancillo
- Sebastián Aguirre, en un brioso caballo tordillo que bailaba aún,
- alborotado por las detonaciones de las armas de los carabineros de
- la escolta, que casi habían cesado. El dicho capitancillo traía su
- lanza en ristre, arma común á toda su fuerza, y deteniéndose
- delante del General Comonfort, bien fuera por el respeto que éste
- infundía, ó por asestarle un golpe seguro, le dió lugar para
- dirigirle la palabra, y le dijo: «Amigo, no me mate vd., y le
- ofrezco hacerle una bonita fortuna.» Aguirre, lejos de aplacarse,
- le contestó: «Que no venía á robar sino á cumplir con las órdenes
- de su general,» dándole al mismo tiempo una lanzada que le dividió
- el corazón, cayendo consiguientemente en tierra, inmóvil, el
- General Comonfort.
-
- En seguida los bandidos de Aguirre no se ocuparon de otra cosa que
- de desvalijar el carruaje y aun á los muertos que habían quedado en
- el campo.
-
- El General Cañedo se encontraba á alguna distancia queriendo
- someter á los llamados infantes para que fueran á batirse, conforme
- á las órdenes del General Comonfort, y que hasta allí habían venido
- custodiando las cargas de fusiles; éstos no quisieron obedecer, y
- corrieron para el monte.
-
- Al día siguiente fué conducido á Chamacuero el cadáver del General
- Comonfort.
-
- * * * * *
-
-Cualesquiera que hayan sido los errores que como gobernante cometió
-Comonfort, su memoria debe ser grata para los mexicanos, porque era
-valiente, honrado, sencillo, afectuoso, franco, generoso y bien
-intencionado; y representaba en conjunto la parte buena, amable y noble
-de la raza mexicana.
-
-_Manuel Payno._
-
-
-
-
-NICOLAS ROMERO
-
-
-I
-
-Cuando encontramos en las hojas sagradas del Génesis que el CRIADOR del
-Universo tomó un trozo de barro que sólo había recibido el peso de su
-augusta planta, forma al hombre, y con su aliento vivificador lo levanta
-á la altura de su destino, admiramos como hechuras del Omnipotente á
-esos séres que se levantan del seno obscuro de la humanidad y describen
-una elipse luminosa en el corto trayecto de su aparición á su muerte.
-
-Dios ha impreso una marca sombría en la frente de los héroes; ellos
-ceden á la predestinación de su alto oráculo, y con la íntima convicción
-de su destino, aceptan el fuego del martirio, como la aureola de su
-glorificación histórica.
-
-Dios marca el momento, y el hombre obedece, impulsado por el oleaje que
-lo lleva á las playas desconocidas de su porvenir; enciende en su
-cerebro la antorcha de la idea, y lo coloca en esa vía que conduce á la
-inmortalidad; desencadena su espíritu, lo fortalece, y se opera esa
-transubstanciación de un sér mezquino á un gigante que arranca un lauro
-á su siglo y una estrofa de gloria á la humanidad!
-
-Nicolás Romero era uno de esos hombres, y sus glorias pertenecen al
-pueblo mexicano.
-
-He aquí las páginas del _Calvario_ de la revolución, trazadas por uno de
-los caudillos que hoy recibe en el extranjero los homenajes rendidos al
-patriotismo:
-
-
-II
-
-La Libertad es como el sol.
-
-Sus primeros rayos son para las montañas, sus últimos resplandores son
-también para ellas.
-
-Ningún grito de libertad se ha dado en las llanuras, como en ningún
-paisaje se ha iluminado primero el valle.
-
-Los últimos defensores de un pueblo libre han buscado siempre su asilo
-en las montañas.
-
-Los últimos rayos del sol brillan sobre los montes, cuando el valle
-comienza á hundirse en la obscuridad.
-
-Por no desmentir este axioma, la Convención Francesa en 93 tuvo su
-llanura y su montaña.
-
-Zitácuaro está situado en una fragosa serranía del Estado de Michoacán.
-
-Era una graciosa ciudad de ocho mil habitantes.
-
-Sus calles, rectas; sus casas, aunque no elegantes, limpias y bonitas.
-
-Su comercio activo, y su agricultura floreciente.
-
-Esta era Zitácuaro en 1863.
-
-La República de México había sido invadida por los franceses.
-
-Los malos mexicanos se habían unido con ellos.
-
-El Gobierno legítimo abandonó la Capital después de esa gloriosa epopeya
-que se llamó el sitio de Puebla.
-
-El ejército de Napoleón III ocupaba las ciudades y los pueblos sin
-resistencia.
-
-Aquella era la marcha triunfal de la iniquidad.
-
-El paseo militar de la fuerza que vence al derecho.
-
-Pero el derecho debía tener sus representantes sobre la tierra, para
-protestar y combatir.--Debía tener sus mártires, y los tuvo.
-
-Y los representantes del derecho y de la Libertad se refugiaron en las
-montañas para protestar y combatir.
-
-Y los mártires encontraron en las montañas su Calvario.
-
-Al principio, es decir, antes de que comenzara esa larga serie de
-sangrientos combates que con fuerzas tan desiguales sostuvieron los
-defensores de aquel heróico pueblo, la hospitalidad no fué de lo más
-cordial.--Después que el fuego enemigo los encontró juntos, todos fueron
-unos.
-
-En las primeras invasiones, la población emigraba en masa.
-
-Así podía llegar la noticia de la venida del enemigo á la mitad del día
-como á la mitad de la noche; en una mañana serena ó en una tarde
-tempestuosa.
-
-La alarma corría veloz como la electricidad, y todo el mundo se ponía en
-movimiento, y la población en masa emigraba á los bosques, llevando cada
-una de aquellas familias lo poco que podía de sus muebles y de sus
-animales.
-
-Era un espectáculo tierno y sublime.
-
-Las madres cargando á sus hijos, los hombres llevando á cuestas á los
-enfermos, las ancianas conduciendo con los niños y pesadamente los
-mansos bueyes y los corderos, las gallinas y los cerdos; todo en una
-inmensa confusión, pero sin gritos, sin sollozos, sin maldiciones; con
-la resignación de los mártires, pero con la energía de los héroes.
-
-Y esa desgraciada muchedumbre se ponía en marcha muchas veces de noche,
-en medio del agua que caía á torrentes, y alumbrada apenas por hachas
-de brea, que la tormenta y el aire apagaban á cada momento.
-
-Y así caminaban entre aquellos precipicios, como una procesión
-fantástica, resbalando en las lodosas pendientes, cayendo á cada
-instante, pisados, maltratados, estrujados, llenos de fango, hasta la
-orilla del bosque, en donde cada familia buscaba, no un abrigo, sino un
-lugar en que esperar la salida del sol y los acontecimientos del otro
-día.
-
-Pero las invasiones y los combates se hacían más y más frecuentes.
-
-Las tropas fieles de Toluca buscaron un asilo en Zitácuaro.
-
-Apenas se pasaba una semana sin que los ecos del orgulloso cerro del
-Cacique, en cuya falda se extendía la población, repitiesen los gritos
-de «viva el imperio,» y con las detonaciones de la fusilería.
-
-Las familias comenzaban á cansarse, pero no transigían con el enemigo.
-
-Poco á poco fueron dejando abandonada la ciudad y retirándose á los
-pueblos y ranchos de Tierra Caliente, adonde el enemigo no había logrado
-aún penetrar.
-
-Nicolás Romero escogió el Estado de Michoacán para teatro de sus
-hazañas.
-
-El león de la montaña, como le decían los franceses, era un hombre como
-de treinta y seis años, de una estatura regular, con una fisonomía
-completamente vulgar, sin ninguna barba, el pelo cortado casi hasta la
-raíz, vestido de negro, sin llevar espuelas, ni espada, ni pistolas: con
-su andar mesurado, su cabeza inclinada siempre, y sus respuestas cortas
-y lentas, parecía más bien un pacífico tratante de azúcares ó de maíz,
-que el hombre que llenaba medio mundo con rasgos fabulosos de audacia,
-de valor y de sagacidad.
-
-Y sin embargo, Nicolás Romero era para sus enemigos y para sus soldados
-un semidios, una especie de mito. Jamás preguntó de sus contrarios
-¿cuántos son?; sino ¿dónde están?, y allí iba.
-
-Romero tenía orden de escaramucear y retirarse después sin pérdida de
-tiempo para Tacámbaro.
-
-Pero Romero era un valiente, y no se contentó con esto, sino que se
-batió un día entero con los franceses, y al otro emprendió su marcha.
-
-
-III
-
-Treinta leguas había caminado la división en cuatro días, y Romero
-determinó dar un día de descanso á la fuerza.
-
-Estaban en una pequeña ranchería que se llama Papasindán.
-
-El camino que había traído la fuerza, y que era el mismo que debía
-llevar el enemigo en caso de una persecución, era una vereda incómoda y
-en donde no cabían dos hombres de frente, escabrosa, y costeando la
-montaña; un ejército podía haberse descubierto desde una legua de
-distancia, que tardaría lo menos tres horas en atravesar, y con cien
-hombres podía cerrarse el paso á tres mil.
-
-Esta es una cañada en medio de montañas elevadas, pero montañas sin
-árboles, sin verdura, sin vegetación. El ardiente sol de los trópicos
-calcina los peñascos que las cubren; la yerba que se atreve á brotar,
-muere como tostada por sus rayos, y apenas se descubren algunos arbustos
-raquíticos y sin hojas, retorciéndose á la viveza del fuego que parece
-circular en la atmósfera: ni aves, ni cuadrúpedos, ni aun insectos.
-
-Por eso la cañada de Papasindán forma un delicioso contraste: arroyos
-caudalosos, grandes y majestuosas zirandas y parotas, muchas aves, mucho
-ganado, y una grama verde y tupida. Es un oasis en aquel ardiente
-desierto.
-
-Romero, pues, podía estar tranquilo.
-
-Pero la suerte de los hombres y de las naciones depende de la
-Providencia.
-
-Eran cerca de las diez de la mañana; la tropa descansaba bajo los
-árboles, los caballos desensillados pacían libremente, y los oficiales y
-los jefes departían alegres en grupos esparcidos acá y allá.
-
-Se habían escuchado algunos tiros, luego un rumor extraño, y
-repentinamente los zuavos, seguidos de una caballería de imperialistas,
-invadieron el campo republicano.
-
-Nadie pensó en resistir; el pánico de la sorpresa se apoderó de todos, y
-el enemigo mataba y aprisionaba sin el menor embarazo.
-
-La división de Nicolás Romero se deshizo como el humo, y el caudillo fué
-hecho prisionero á pocos momentos.
-
-
-IV
-
-En los primeros días de su dominación en México, los franceses eligieron
-por teatro de sus ejecuciones la plazuela de Santo Domingo, que está
-casi en el centro de la población, y que tiene por límites, al Sur,
-edificios particulares; al Norte, la antigua iglesia de los Dominicos,
-que da su nombre á la plazuela; por el Oriente, el edificio de la
-Aduana, y por el Poniente, una portalería que sirve de asilo á esos
-escribientes y poetas pobres que se llaman en México vulgarmente
-«Evangelistas,» y que, sentados en un pequeño taburete, delante de un
-miserable pupitre, ganan escasamente su vida escribiendo y redactando
-versos y cartas de todas clases para los criados domésticos, para los
-aguadores y para los amantes pobres que no saben escribir; escritores
-que son la primera grada de esa inmensa escalera en cuyo último peldaño
-se disputan un lugar Milton y Shakespeare, Cervantes y Quintana, Víctor
-Hugo y Lamartine, el Dante y el Petrarca.
-
-Aquella plazuela está verdaderamente empapada en sangre. Allí han sido
-sacrificadas tantas nobles víctimas, que si un laurel ó una palma
-brotara en memoria de cada martir, ese lugar sería el bosque más
-impenetrable de la tierra.
-
-Pero hay modas hasta en el asesinato, y Santo Domingo cayó de la gracia
-de los civilizadores de México, y la plazuela de Mixcalco pasó á la
-categoría de favorita de los franceses.
-
-Mixcalco está al Oriente de la ciudad, cerca de la garita de San Lázaro.
-
-En otro tiempo había sido el lugar de la ejecución de los criminales;
-por eso tal vez causaba cierto pavor á los habitantes de la ciudad, y
-por eso casi siempre estaba desierta.
-
-Absurdas consejas corrían sobre aquella plazuela: quién contaba que un
-hombre ahorcado allí por haberse robado unos vasos sagrados, paseaba de
-noche envuelto en un sudario; quién refería que la cabeza de un reo
-muerto impenitente, aparecía en las altas horas también de la noche,
-pidiendo «confesión;» quién decía haber oído un grito agudísimo y
-desgarrador que lanzaba una mujer vestida de blanco y con el pelo
-suelto, y que era nada menos que una madre infanticida, muerta allí
-mismo por manos de la justicia.
-
-Sea por esto, ó por lo que es más probable, por la escasez de agua de
-aquél barrio, las casas que forman la plazuela se fueron quedando vacías
-y arruinando; de modo que en la época en que los franceses ocuparon la
-capital, sólo vivían por allí pobres carboneros que durante el día
-salían á expender su mercancía.
-
-En aquél lugar triste y apartado debía tener su desenlace ese drama que
-hemos visto comenzar en Papasindán.
-
-Se oyó un rumor en la multitud; el movimiento uniforme y simultáneo de
-las armas de los franceses produjo, con la naciente luz del sol, un
-relámpago siniestro que cruzó por encima del agrupado pueblo, y Nicolás
-Romero, sereno y animoso, casi indiferente, penetró en el cuadro en
-unión de otros dos oficiales que iban á sufrir su misma suerte.
-
-Infinitas precauciones había tomado la plaza para llevar á efecto la
-sentencia; la popularidad de Romero y la notoria injusticia del
-procedimiento hacían temer una sublevación popular. Se había adelantado
-la hora; la guarnición estaba sobre las armas, la artillería lista, las
-patrullas y la gendarmería en movimiento, y sobre todo, la policía
-secreta, esa víbora que brota como la yerba venenosa de los pantanos,
-del seno de los gobiernos impopulares, en una actividad espantosa.
-
-Romero fumaba desdeñosamente un puro. Los dos oficiales que le
-acompañaban, y que también debían morir, eran: un subteniente que había
-sido el mariscal de un escuadrón de la brigada de Romero, y el
-comandante Higinio Alvarez, jefe de los exploradores de la misma
-brigada. Romero iba envuelto en la misma capa que usaba en campaña, y
-Alvarez en un zarape tricolor, que imitaba la bandera de la República.
-
-¿Para qué referir la ejecución? Los tres murieron con tanta sangre fría
-y con tan orgulloso desdén, como si no fueran á morir.
-
-El sargento francés dió á Romero el golpe de gracia; y sin embargo, como
-si aquella lama de gigante no hubiera podido desprenderse del cuerpo, al
-conducir el cadáver de Romero á su última morada, hizo un movimiento tan
-fuerte, que rompió el miserable ataúd en que le conducían sus verdugos.
-
-El pueblo se dispersó sombrío y cabizbajo.
-
-A las diez de la mañana de ese día, la tierra había bebido ya la sangre
-de aquellos mártires; el sol había secado otra parte, y los vientos
-habían borrado con su polvo los últimos rastros.
-
-
-V
-
-Un sol de gloria da de lleno sobre esas tumbas abandonadas, y la patria
-aun no señala con un monumento el lugar de tantas ejecuciones.
-
-¿Compareceremos ante el juicio de la historia con la fea marca de la
-ingratitud? ¿No habrá quién coloque una piedra en ese Gólgota, para
-decir á nuestros hijos: aquí levantó la iniquidad su _piedra de
-sacrificios_ para inmolar á los patriotas de la independencia mexicana?
-
-Nosotros desde el fondo de nuestro corazón enviamos el más santo de
-nuestros recuerdos á los MÁRTIRES DE LA LIBERTAD, y consagramos en las
-páginas del _Libro Rojo_ la ofrenda de justicia á los héroes cuyos
-sublimes hechos servirán de grandes enseñanzas á las futuras
-generaciones.
-
-_Juan A. Mateos._
-
-
-
-
-ARTEAGA Y SALAZAR
-
-
-Quisiera no tener la necesidad de escribir este artículo; los recuerdos
-que para hacerlo tengo que evocar, punzan mi corazón, pues que á pesar
-de los años que han transcurrido desde la época en que acaeció el
-sangriento drama que voy á referir, hasta hoy siento aún aquella penosa
-angustia que era consiguiente al negro y tempestuoso porvenir que nos
-presentaba la lucha de independencia, y el doloroso vacío que dejaron en
-mi alma las terribles ejecuciones de Arteaga y Salazar, Villagómez y
-Díaz.
-
-Lo que voy á contar no está apoyado en documentos oficiales, ni en citas
-históricas, ni en comentarios de sabios; es lo que yo mismo presencié, y
-lo que llegó á mi noticia por las sencillas relaciones de los jefes, de
-los oficiales y de los soldados que militaban á mis órdenes, y que
-fueron hechos prisioneros en unión de Arteaga y de Salazar.
-
- * * * * *
-
-Comenzaba el mes de Octubre de 1865, y la suerte no podía ser más
-contraria para los republicanos que componíamos el ejército que se
-llamaba del Centro.
-
-Reducidos á un número escaso de combatientes, con malísimo armamento,
-con poco parque de fusil, y eso de mala calidad, faltos de recursos
-pecuniarios, y sobre todo sin esperanza de mejora, los esfuerzos
-combinados de todos los jefes, su fe ciega en el triunfo de la causa de
-la Independencia de México, podían apenas mantener encendida la chispa
-en las feraces montañas del heróico Estado de Michoacán.
-
-Arteaga era el general en jefe de aquel ejército, y en los días en que
-pasaron los acontecimientos que voy á referir, el General Carlos Salazar
-era el Cuartel-Maestre.
-
-El general D. José M. Arteaga era un hombre cuya edad difícilmente
-podría haberse conocido en su rostro, porque su cutis rosado y
-transparente como el de una dama, sus ojos negros, rasgados y
-brillantes, y el fino bigote que sombreaba su boca, le daban el aspecto
-de un joven que apenas contara veinticinco años; y sin embargo, Arteaga
-pasaba ya de cuarenta; y sólo su obesidad, y la torpeza de sus
-movimientos, provenida de las heridas siempre abiertas que tenía en las
-piernas, podía desvanecer la idea que se formaba uno al ver su rostro
-constantemente risueño y alegre.
-
-Salazar era casi de la misma edad que Arteaga; pero Salazar, por el
-contrario, representaba tener mayor número de años de los que en
-realidad contaba, y su aspecto era imponente, porque á las musculosas
-formas de un Hércules se unía la frente despejada y serena, y la mirada
-penetrante del hombre de gran inteligencia.
-
-Durante algún tiempo, Salazar y Arteaga estuvieron desavenidos, lo cual
-fué causa de que el primero se separara temporalmente del servicio; pero
-pocos días antes de la ejecución de ambos, Arteaga llamó á Salazar,
-tuvieron una explicación en mi presencia, y sin dificultad volvieron á
-reanudar su antigua amistad, y Salazar fué nombrado Cuartel-Maestre del
-Ejército del Centro.
-
-¡Tristes días eran aquéllos para nosotros! En el mes de Julio de ese
-mismo año habíamos sufrido un revés terrible en las inmediaciones de
-Tacámbaro, atacados por la legión belga y por las fuerza imperiales que
-mandaba Méndez, y de aquel desastre apenas habíamos salvado algunos
-elementos de guerra; todo parecía perdido, y sin embargo, la constancia
-y el entusiasmo de los jefes volvió á salvarnos del conflicto.
-
-Por todas partes se trabajaba con una actividad prodigiosa; los
-coroneles Villagómez, Vicente Villada y Francisco Espinosa por un rumbo,
-Eugenio Ronda y Rafael Garnica por otro, Méndez, Olivares, Valdés, Díaz,
-Alsate, etc., etc., todos levantaban é instruían batallones y
-escuadrones, y para el día 1.º de Octubre, es decir, tres meses después
-de la desgracia de Tacámbaro, pudimos pasar en Uruapan revista á una
-división, formada de esta manera, y que contaba, ya con muy cerca de
-cuatro mil hombres, y esto, fuera de los que habían quedado de
-guarnición en algunas plazas como Zitácuaro, Huetamo, Tacámbaro, etc.
-
-Aquella revista se pasó en medio de la mayor alegría y del entusiasmo
-más santo. Y tal era la fe de nuestros soldados, que al verse así
-reunidos, se creían tan fuertes, que se hubieran atrevido á batirse
-contra un ejército diez veces superior en número.
-
-Pero aquella alegría y aquel entusiasmo eran los precursores de nuevos
-días de duelo y de tribulación; aquellas esperanzas iban á desvanecerse
-como el humo, á disiparse como una nube de verano.
-
- * * * * *
-
-El día 10 de Octubre, desde las diez de la mañana, comenzamos á tener
-por diversos conductos, noticias de que Méndez, con una fuerte división,
-había salido de Morelia y se dirigía á Uruapam con el objeto de
-batirnos; y estas noticias, como era natural, nos tenían en alarma y
-dispuestos para emprender la retirada ó salir al encuentro del enemigo,
-según dispusiera el general en jefe.
-
-Sería la una de la tarde, cuando llegó á mi alojamiento uno de los
-ayudantes del general Arteaga, á decirme que el General me esperaba en
-su casa; seguí al ayudante, y encontré á Salazar y á Arteaga que
-discutían sobre los movimientos del enemigo.
-
---General;--me dijo Arteaga--el enemigo debe estar aquí á las cuatro de
-la tarde; ¿qué opina vd. que debemos hacer?
-
---Mi opinión--le contesté--es que debemos dar una batalla.
-
-Expliquéle en seguida mi plan, que no fué de su aprobación, y la
-cuestión comenzaba ya á acalorarse, cuando entró el coronel Trinidad
-Villagómez.
-
-Villagómez era un joven de veinticinco á veintiséis años, valiente,
-pundonoroso, patriota de corazón, leal y muy dedicado al estudio; le
-había yo encargado el mando de una pequeña brigada de infantería, que
-con jefes tan dignos como Villagómez, prometía dar al Ejército del
-Centro muchos días de gloria.
-
-El general Arteaga hizo á Villagómez la misma pregunta que poco antes me
-había hecho á mí, y Villagómez fué de mi misma opinión.
-
-Entonces insistí yo; Salazar apoyó la opinión de Arteaga, y éste ordenó
-la retirada.
-
-Pero esta retirada no debía hacerla nuestra fuerza en un solo cuerpo,
-sino que debía dividirse en tres secciones: la primera con los generales
-Arteaga y Salazar, tomaría el rumbo del Sur, internándose por la Tierra
-Caliente; la segunda, á las órdenes del coronel (hoy general) Ignacio
-Zepeda, se dirigiría al Estado de Jalisco, á expedicionar por Zapotlán;
-y yo, con la tercera, debía ir hasta Morelia, si no á intentar la toma
-de la ciudad, porque estaba fortificada y la mayor parte de mi fuerza
-consistía en caballería, sí á poner en alarma á la guarnición.
-
-Con esta resolución ya se dictaron las disposiciones necesarias, y á las
-cinco de la tarde, bajo una espantosa tempestad, comenzaron á desfilar
-las tropas, tomando cada una de las secciones el rumbo designado: Zepeda
-el camino de San Juan de las Colchas, Arteaga el de Tancítaro, y yo el
-de la Sierra de Paracho.
-
-En estos momentos, Méndez, con las tropas imperiales, estaba ya á muy
-poca distancia de nosotros.
-
- * * * * *
-
-Arteaga llevaba la brigada que mandaba Villagómez, una sección que
-estaba á las inmediatas órdenes del coronel Jesús Díaz, y algunos
-piquetes de infantería y caballería que no estaban incorporados en
-ninguna brigada.
-
-A pesar de la tormenta y del mal estado de los caminos, Arteaga hizo
-caminar á la tropa que le acompañaba toda la noche del día en que se
-efectuó la retirada, y al siguiente día llegaron al pueblo de Tancítaro.
-
-Aquella precipitación había sido una medida prudente, y que los
-acontecimientos posteriores confirmaron de necesaria, porque el día 12,
-en el momento en que los soldados iban á tomar «el rancho,» llegó la
-noticia de que el enemigo estaba tan cerca de Tancítaro, que sin
-permitirse tomar el primer bocado á los soldados, se emprendió
-violentamente la retirada rumbo á Santa Ana Amatlán.
-
-Sin embargo, Méndez logró alcanzar la retaguardia de los republicanos;
-pero Villada, que la cubría con un batallón, sostuvo bizarramente la
-retirada, y por esta vez volvió á salvarse aquel pequeño ejército.
-
-Toda la tarde y parte de la noche caminó Arteaga, hasta llegar á una
-pequeña finca situada á siete leguas de Tancítaro, en donde acampó.
-
-La distancia recorrida por las tropas republicanas en aquel tiempo,
-parecerá muy corta á los que no tienen conocimiento de los caminos por
-donde tenían que atravesar; pero cuando se miran aquellos desfiladeros,
-en que los infantes no pueden cruzar sino de uno en uno, en que los
-jinetes necesitan echar pie á tierra, en que cada paso es un peligro, y
-cada peligro es mortal, entonces es cuando se considera que aquellos
-senderos, en el tiempo de las lluvias, son casi intransitables de día, y
-la tropa los atravesaba de noche; entonces es cuando se comprende, por
-qué se caminaba durante tanto tiempo para avanzar sólo unas cuantas
-leguas de terreno.
-
-Por fin, aquellos pobres soldados, que apenas habían podido dormir,
-hambrientos, fatigados y empapados por las constantes lluvias, llegaron
-á Santa Ana Amatlán á la mitad del día 13.
-
-Arteaga y Salazar se creyeron en completa seguridad, fiados en la
-vigilancia del coronel Solano, á quien el primero de aquellos generales
-había ordenado que, con cincuenta caballos, permaneciese cerca de
-Tancítaro, en observación de los movimientos de Méndez.
-
-Como para dar más seguridad á Arteaga, pocos momentos después de que
-llegó á Santa Ana Amatlán, se le presentó un oficial de Solano,
-pidiéndole, de parte de su jefe, un cajón de parque, y confirmó lo mismo
-que habían dicho ya algunos exploradores: que el enemigo no había hecho
-movimiento alguno.
-
-Arteaga, pues, sin temer nada, y seguro de que Méndez había dejado ya de
-perseguirle, mandó desensillar, dispuso que se preparase la comida de la
-tropa, y él mismo se retiró tranquilamente á su alojamiento, y quiso
-descansar también, aunque fuera por algunas horas.
-
- * * * * *
-
-Las armas estaban en pabellón, los calderos comenzaban á hervir con la
-pobre ración de carne, los soldados, abrumados por el ardiente sol de
-aquellos climas, se procuraban un abrigo bajo los árboles y los portales
-de la población, y los oficiales y los jefes buscaban en las modestas
-tiendas algún alimento para calmar su necesidad.
-
-Repentinamente se escuchó un rumor extraño, carreras de caballos y de
-hombres, y gritos y disparos de fusil, y luego la confusión más
-terrible, más espantosa.
-
-Los republicanos habían sido sorprendidos y era inútil pensar en la
-resistencia; un terror pánico se apoderó de los soldados, como sucede
-siempre en estas ocasiones; y ya no escuchaban la voz de sus jefes, y no
-volvían siquiera el rostro para el lugar en donde estaban sus armas, y
-no pensaban más que en salvarse por medio de la fuga, que emprendieron
-ciegos y por todas direcciones.
-
-Todos los jefes, incluso Arteaga, fueron sorprendidos en sus
-alojamientos y hechos allí prisioneros: Salazar, con sus ayudantes y
-algunos criados se hizo fuerte en su casa, y se batió durante algún
-tiempo; pero fué obligado á rendirse, y solo el coronel Francisco
-Espinosa, gracias á su sangre fría, logró escapar de las manos de los
-imperialistas.
-
-Para consumarse aquella terrible desgracia, había bastado apenas una
-hora, es decir, dos horas después de haber llegado Arteaga á Santa Ana
-Amatlán, él y Salazar, y todos sus jefes y oficiales, y gran parte de
-sus soldados estaban prisioneros.
-
- * * * * *
-
-¿Quién fué culpable de aquella sorpresa? ¿cómo pudo Méndez haber llegado
-hasta Santa Ana Amatlán, sin ser sentido por las fuerzas del general
-Arteaga, sin ser detenido por el coronel Solano y por el comandante
-Tapia, que habían quedado con dos cuerpos de caballería cubriendo el
-camino y en observación de los movimientos de los imperialistas?
-Misterios han sido y son éstos para mí, á pesar del empeño que tomé
-para saber la verdad.
-
-Arteaga, Salazar y muchos de los que con ellos iban en aquella
-desgraciada expedición, creyeron que Solano y Tapia se habían puesto de
-acuerdo con Méndez; pero esto me parece imposible, porque Solano era un
-joven honrado y patriota, á quien se habían encargado comisiones
-peligrosas, y siempre había correspondido perfectamente á la confianza
-de sus jefes; y Tapia, por sí solo, nada hubiera podido hacer aún cuando
-hubiera querido traicionar.
-
-A pesar de todo, algo habría podido averiguarse si en aquellos días no
-hubiera muerto Solano de fiebre en el pueblo de Tancítaro; y como sucede
-en las guerras de insurrección, la muerte de un jefe produce,
-necesariamente, la desorganización más completa, y luego la dispersión
-de las fuerzas que manda, sobre todo si son, como aconteció entonces,
-tropas levantadas y organizadas por el mismo jefe, y merced á sus
-esfuerzos y á sus simpatías personales.
-
-A Tapia no lo volví á ver más.
-
- * * * * *
-
-Treinta y cinco fueron los prisioneros hechos por Méndez en Amatlán,
-inclusos los dos generales, y todos ellos, aun algunos heridos, pasaron
-el resto de la tarde y la noche del día de la sorpresa, encerrados en un
-cuarto, frente á cuyas ventanas las músicas de los vencedores tocaban
-alegres sonatas, celebrando aquella poco costosa victoria.
-
-Al día siguiente se emprendió la marcha de regreso para Uruápam, y á los
-treinta y cinco prisioneros se les entregaron quince caballos para que
-pudieran caminar.
-
-Muchos tenían que marchar á pie, pero todos convinieron en que, de
-preferencia, uno de los caballos debía servir al general Arteaga, y se
-le dió en efecto.
-
-Arteaga era un hombre sumamente grueso y por consecuencia pesado y torpe
-en sus movimientos; necesitaba, pues, una montura especial y una
-cabalgadura fuerte y vigorosa, y ni una ni otra cosa se le daba; en vano
-pidió que se le entregase la mula que él montaba ordinariamente, y que
-con todo y arreos estaba en poder de los soldados de Méndez; nada
-consiguió, y se encontró en la necesidad de montar el caballo que le
-habían dado.
-
-El camino estaba casi intransitable; el caballo era débil, la silla
-pequeña, y á cada paso el desgraciado general Arteaga caía con todo y
-caballo, causándose grave mal en sus abiertas y dolorosas heridas.
-
-Salazar hacía casi todo el camino pie á tierra.
-
-Seis días duró aquella terrible peregrinación, durante la cual el
-cansancio y los sufrimientos físicos y morales de los prisioneros, no
-encontraron más compensación que las muestras de simpatía de los pueblos
-del tránsito, y sobre todo de Uruápam, á donde llegaron el día 20 de
-Octubre.
-
-Según me han referido los jefes que estaban allí entre los prisioneros,
-ninguno, inclusos Arteaga y Salazar, creía que después de los días
-trascurridos, se les fuera á fusilar, y en esta confianza ya todos
-hablaban solo de las penalidades del camino, y del día en que
-probablemente debían llegar á la capital de Michoacán.
-
-Descansaban todos reunidos en su prisión, adonde algunas buenas y nobles
-familias les habían enviado abundantes comidas, cuando á las tres de la
-tarde se presentó el coronel Pineda, y en alta voz llamó á los generales
-Arteaga y Salazar, á los coroneles Villagómez y Díaz y al capitán
-González, y los hizo pasar á una pieza inmediata.
-
-Ninguno de los otros prisioneros sabía cuál era el objeto de aquella
-separación, pero todos los corazones lo adivinaron, todos comprendieron
-que iba á representarse allí una terrible y sangrienta escena, todos,
-sin vacilar, aseguraron que aquellos cinco separados iban á ser las
-primeras víctimas.
-
-Entonces desapareció la tranquilidad, reinaron la incertidumbre y el
-temor, y una nube de tristeza cubrió el rostro de aquellos desgraciados
-que ya no esperaban sino su turno para morir.
-
- * * * * *
-
-En aquellos días se había promulgado en la ciudad de Morelia el
-tristemente célebre decreto llamado “del 3 de Octubre” por la fecha en
-que fué expedido, y conforme á ese decreto que recibió Méndez en
-Uruápam, iban á ser pasados por las armas los prisioneros.
-
-Pero ese decreto no podía aplicarse á hombres á quienes no se había
-hecho conocer; ese decreto no podía autorizar al mismo Méndez cuando aun
-no se promulgaba en los lugares en que él estaba, ni aun lo conocían sus
-mismos oficiales.
-
-Nunca Arteaga, Salazar, Villagómez ni ningún otro de sus compañeros de
-infortunio se habrían sometido al imperio, ni dejado de combatir por más
-que ese y otros decretos los amenazaran con la muerte; pero en estricto
-derecho, esa ley no pudo ni debió habérseles aplicado.
-
- * * * * *
-
-Separados ya de los demás prisioneros, Arteaga, Salazar, Villagómez,
-Díaz y González, se les notificó que en la mañana del siguiente día
-debían morir, y se les exhortó á prepararse para aquel horrible trance.
-
-Todos ellos recibieron la noticia con noble serenidad, sin quejas, sin
-recriminaciones, con un valor heróico.
-
-Pocos momentos después se presentó en la prisión el Sr. Ortiz, cura de
-Uruápam, eclesiástico lleno de virtudes, hombre de corazón recto y de
-sentimientos generosos; su palabra fué un bálsamo consolador para
-aquellos desgraciados que no miraban en derredor más que rostros
-amenazadores, y quizá risas sardónicas y de desprecio.
-
-El cura Ortiz no abandonó un solo instante á Salazar y á sus compañeros
-que se sintieron ya menos abandonados, menos aislados en aquella última
-y suprema hora de su vida.
-
-Toda la noche la pasaron escribiendo á sus familias y á sus amigos, y
-dando sus últimas disposiciones, de las cuales fué encargado el padre
-Ortiz, y en todas aquellas cartas se nota un pulso firme, un ánimo
-sereno, una conciencia tranquila, y sobre todo un patriotismo ardiente.
-
-Consejos, recomendaciones, profesiones de fe política, todo con tanta
-calma como si no les faltaran tan pocas horas para morir.
-
-Amaneció el día 21, y á las seis las tropas de Méndez salieron de sus
-cuarteles y formaron el cuadro frente á la prisión.
-
-Eran ya los tres cuartos para las siete; había llegado el momento, y los
-sentenciados se presentaron. A pedimento suyo se les permitió marchar
-al lugar del suplicio sin llevar los ojos vendados.
-
-Con paso firme se adelantaron, Arteaga pálido pero sereno, Salazar fiero
-y amenazador, Villagómez frío y desdeñoso, Díaz con una resignación
-cristiana, González con un aire burlón y despreciativo.
-
-Salazar arengó á la tropa, pero como de costumbre, los clarines y las
-cornetas, y las cajas de guerra resonaron ahogando su voz.
-
-Arteaga quiso arrodillarse para recibir la muerte, pero Salazar se lo
-impidió; se oyó la voz de «fuego,» retumbó la descarga, y poco después
-la columna imperialista desfilaba al lado de cinco cadáveres que Méndez
-dejaba abandonados, sin cuidar siquiera de que se les diese sepultura.
-
-Aquella sangrienta ejecución en las montañas de Michoacán preocupó
-apenas á los defensores de la intervención, y apenas se ocuparon de ella
-los periódicos de las capitales; pero la historia la recogió en sus
-fastos, y la justicia eterna la grabó en su libro, y quizá tuvo un
-grande influjo en el porvenir.
-
-Dios es justo.
-
-_Vicente Riva Palacio._
-
-
-
-
-MAXIMILIANO
-
-
-_6 de Julio de 1832._
-
-_19 de Junio de 1867._
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-Aquella fecha fué el día en que nació Fernando Maximiliano José,
-Archiduque de Austria. Esta, en la que murió.
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-La ciudad de Viena, Schònbrum, fué su cuna; la de Querétaro, Cerro de
-las Campanas, fué su tumba.
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-Su nacimiento tuvo el esplendor grandioso de un regio alumbramiento. A
-su muerte, un golpe eléctrico tocó todos los corazones, para no dejar
-esa memoria, en el reposo del olvido. La luz de la existencia no se
-extinguió en las tinieblas de su último día. Al morir acabó el hombre,
-para dejar al dominio de todo el mundo la vida del príncipe, la del
-político infortunado.
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-¡Insondable es el destino del hombre!
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-Al nacer, los plácemes se multiplican y se anuncia una esperanza de
-felicidad.
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-El que nace despierta toda la fe del porvenir.
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-Un príncipe que viene al mundo, es la alegría de la familia, es la
-ilusión dorada de una dinastía; puede ser el genio benéfico de un
-pueblo, de una sociedad entera. El contento se generaliza, y las
-demostraciones de júbilo resuenan en el extenso ámbito de una monarquía.
-Los más lisonjeros ensueños de los padres encuentran la entusiasta
-predicción de los amigos, de los partidarios, de los adictos, y el
-horizonte de la vida, se dilata más allá de donde en el curso natural de
-la existencia se puede pasar.
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-El príncipe, al nacer, parece que lleva un destino que cumplir:
-inmortalizar con sus hechos un nombre que ya suena como gloriosa
-herencia que en la sucesión de los siglos han conquistado sus
-antepasados. Esperanza de gloria. Esperanza de inmortal nombre.
-Esperanza de los amigos y de la patria; ella y ellos hacen votos porque
-el príncipe esté predestinado para encumbrar los altos intereses de la
-nación; y así lo quieren; porque también quisieran que el que nace para
-gobernar, fuese un conjunto de las más grandes virtudes. El valor, la
-generosidad, el genio, la más elevada educación, la ciencia y el amor á
-la humanidad, debieran ser inseparables compañeros de los que se creen
-con título para mandar.
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-La pasión de mando en los príncipes, lo mismo que en los demás hombres
-públicos, puede ser una virtud ó un vicio. El anhelo de hacer el bien,
-es una virtud, y ese anhelo tiene á menudo los caracteres de una
-pasión...... pasión inmensa, superior á todas las pasiones; porque ella
-lisonjea las más nobles aspiraciones que el hombre puede traer á la
-vida. Ser feliz por la felicidad pública, vivir para un pueblo, trabajar
-sin descanso para una nación, darle vida, esplendor, nombre, poder,
-independencia, respeto, bienestar, libertad, orden, paz, fraternidad y
-dicha, es sin duda la más grande y noble pasión, como también la virtud
-más digna del reconocimiento público.
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-¡Cuántos hombres, sin embargo, habrán tenido estos ensueños, esos
-delirios patrióticos, esas aspiraciones que embriagan, y qué distante
-habrán visto el resultado! ¡Cuántas veces los medios empleados conducen
-á las naciones al inverso fin de los pensamientos y proyectos
-concebidos!
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-Tomad vuestro libro, príncipes, recorred la historia, y al llegar á las
-páginas de Luis XVI, Iturbide, Murat, Carlos I y Maximiliano, meditad en
-ese destino.
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-Abrid el vuestro, hombres públicos; y cuando lleguéis á las páginas de
-Hidalgo, Morelos, Matamoros, Guerrero, Ocampo, Alberto Brum, César,
-Cicerón, Terault de Sahelles, Filipeaux, Danton, Robespierre, Russel,
-Riego, Camilo Desmoulin, y otros y otros, pensad con detenimiento en el
-trágico fin de hombres que hoy suenan como gloria de las naciones que
-impasibles los vieran morir. Llegad con valor á las tumbas de esos
-príncipes y de esos hombres, removed su pasado entero, tocad uno á uno
-los puntos de su vida pública, y fijad, si podéis, con criterio
-indefectible, con la conciencia de juez severo, con la luz indeficiente
-de la razón, con la firmeza de la conciencia universal, el motivo
-determinado, seguro, fijo, que causó su muerte. Para ello, remontad
-vuestro estudio á la intención, que es la guía de la criminalidad.
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-No separéis vuestra atención de los propósitos. Detenéos un poco. Llamad
-á la filosofía en vuestro auxilio. Con el espíritu indagador del
-verdadero filósofo, buscad la criminalidad de los políticos en la
-violación de una ley clara como la luz del día, evidente como el
-sentimiento de nuestra existencia, universal como los preceptos de
-moral. ¿La encontraréis siempre? No.
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-¿Y la dañada intención de ejecutar una criminal voluntad?
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-¿Y el propósito de hacer mal?
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-¿Y la conciencia de sus faltas?
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-¿Y la depravación de sus miras?
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-¿Y el remordimiento de sus actos, y la agitación de su espíritu, y el
-terror de su fuero interno, y la inquietud de su alma, y la pasión ciega
-de sus deseos, y el abominable arranque de un corazón vengativo? ¿Lo
-encontraréis? Decidlo. Decidlo con franqueza. La filosofía no permite
-disimulo; externad vuestro juicio con la severidad filosófica de Catón.
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-Pero ¿adónde vamos?
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-¿A condenar la pena de muerte por delitos políticos?
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-Esto ya lo hemos hecho. Derramar la sangre humana como medida represiva
-ó preventiva, podrá tener su resultado positivo para la paz que forma el
-vacío; pero hay en el fondo de nuestro corazón una profunda repugnancia,
-inconcebible para algunos, poderosa para nosotros.
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-En esa lucha de las necesidades públicas hay una verdad que respetamos
-con toda sinceridad: la extinción de la pena capital es un pensamiento
-que ha encontrado resistencias que han parecido invencibles. Políticos
-profundos han creído que sin la pena de muerte la sociedad perdería sus
-elementos de vida rompiendo el respeto que inspira la posibilidad de la
-muerte por la ley.
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-A través de diez y nueve siglos que tiene la era cristiana, no se han
-podido realizar todas las esperanzas que despertó su existencia; pero la
-lentitud del progreso asegura su triunfo sobre el desmoronamiento de los
-antiguos elementos de política. La filosofía de la libertad vendrá más
-tarde á purificar doctrinas que en su desarrollo detienen el espíritu
-progresivo de la humanidad. El tiempo, armado de su poder irresistible,
-con la sucesión de algunos años en que la paz, condenando las malas
-pasiones, abra el alma á la luz de la enseñanza que entraña la
-fraternidad, será el mejor obrero de lo que hoy se llama utopia
-irrealizable.
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-¡Sombra de Maximiliano, espíritu de ese príncipe en cuya defensa tuvimos
-un encargo de confianza; desde esa mansión donde todo es luz, arrojad
-alguna sobre este cuadro de vuestra vida, para pintar con caracteres de
-innegable verdad las causas de un gran drama político!
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-¿Qué causa determinó ese contraste de destino entre el nacer y el morir?
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-¿Quién guió esos pasos que conducían al patíbulo á un príncipe heredero
-de una gloria secular?
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-¿Por qué causa vino á morir á Querétaro, en el Cerro de las Campanas,
-quien pudo ser rey en Europa? ¿Qué había de común entre la dinástica
-nobleza de Austria y el pueblo de esta República?
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-México pasaba por una crisis cruel en su naturaleza misma; porque era
-trágica y suprema. Las instituciones eran todo y eran nada; porque ellas
-servían de bandera de libertad y de apoyo del Gobierno. Eran nada,
-porque en la práctica no regían. Su vida perfecta era imposible en una
-nación de combatientes. Era ese período en que se rompe para siempre con
-las tradiciones del pasado. Las reformas religiosa y política habían
-sacudido de raíz aquel árbol secular á cuya sombra la sociedad se forma
-de una aristocracia de fueros y privilegios notables en el clero y en el
-ejército. La ley de la igualdad se había proclamado, incorporando á las
-clases privilegiadas dentro de una misma ley civil.
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-El antagonismo de clase, condenado por los principios políticos, era una
-nueva ocasión de guerra. La nacionalización de bienes eclesiásticos,
-secularización de regulares, extinción de la vida monacal y demás
-reformas religiosas, preparaban algunos espíritus para una lucha
-sangrienta, como guerra de religión, interminable por un avenimiento;
-porque alimentada por pasiones que tocaban los extremos, era terrible,
-asoladora. Sus efectos se hacían sentir ya poderosos, cuando estalló la
-revolución que proclamó en la patria de Washington la independencia de
-los pueblos del Sur.
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-Los gobiernos de Europa, que presentían las consecuencias de un triunfo
-glorioso de la democracia, pensaron en que México pudiera ser un punto
-de apoyo, un arsenal inmenso, un cuartel general para ulteriores
-operaciones; y aprovechando las disensiones apasionadas de sus hijos,
-ofrecieron crear una monarquía en la tierra de promisión, que
-descubierta por el ilustre genovés Cristóbal Colón, fué la perla de la
-corona de España.
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-Esta colonia que llevó á su tesoro torrentes de plata y oro en cambio de
-una civilización cristiana, no era aún conocida el año de 1862 en su
-poder nacional.
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-Frágil la memoria de los hombres poderosos, olvidaron pronto los
-sacrificios de México, por su independencia, desconocieron su adelanto
-en medio de sus guerras intestinas, y creyeron obra de una visita
-militar la fundación de una monarquía que renovara las antiguas
-tradiciones, despertando el espíritu de orden y obediencia en que tan
-notable fué este virreinato por tres siglos.
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-En los años pasados después de la independencia, la educación ha
-cambiado las antiguas costumbres. México ha obtenido en medio siglo lo
-que pudiera ser obra para otros pueblos de centenares de años. De 1821 á
-1863 recorrió desde la monarquía absoluta hasta la república más
-democrática, y la obediencia pasiva del antiguo sistema se ha cambiado
-por los fueros de la libertad.
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-Ese año de 1863 será siempre inolvidable en la historia de los sucesos
-que vamos á referir; porque éste fué el período en que el príncipe
-Maximiliano aceptó lo que, obra de los hombres, parecía altamente
-glorioso en sus fines al archiduque de Austria.
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-Inglaterra, Francia y España, unidas por la convención de Londres el 21
-de Octubre de 1861, enviaron en Diciembre del mismo año al puerto de
-Veracruz algunos miles de soldados, representada la primera para los
-fines de la convención por Sir Charles Wyke. Ministro inglés residente
-en México; la segunda por el Almirante Jurien de Lagravière y por el
-Conde de Saligny, Ministro de Francia en México; y España por el
-Teniente general don Juan Prim, Conde de Reus.
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-El tratado que celebró en el pequeño pueblo de la Soledad, distante
-pocas leguas de Veracruz, el Ministro de Relaciones D. Manuel Doblado,
-permitió á las tropas de las tres naciones venir á Orizaba y Tehuacán,
-ajustando un armisticio para acordar, entretanto, los medios de llevar á
-un término prudente las diferencias que en lo ostensible tenían aquellas
-naciones con la República Mexicana. Ese tratado que con el Sr. Doblado
-firmaron los representantes de las tres naciones el 31 de Octubre de
-1861, ha sido juzgado por muchos como el monumento más glorioso de la
-habilidad diplomática de nuestro Ministro. Aplazada la guerra, podía
-crear la división en los invasores, y permitir, además, que se viese
-con claridad el fin á que se encaminaba y los medios de que disponían
-cada una de las partes que formaron la convención.
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-Había en lo íntimo, en lo secreto de las instrucciones reservadas que
-traían los tres representantes, algo contradictorio que no podía
-llevarlos á una inteligencia fácil, á un acuerdo seguro.
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-Los representantes de España é Inglaterra vacilaron, los de Francia
-traían una consigna que cumplir, Napoleón III quería un rey para este
-suelo virgen. El príncipe que debía ceñir la corona, sería acaso dudoso;
-pero la resolución estaba tomada. México sería una monarquía.
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-Aun es un misterio si la voluntad enérgica del Conde de Reus rompió la
-convención, llevando tras esta resuelta conducta el acuerdo del
-representante de Inglaterra; ó si instrucciones superiores prepararon el
-rompimiento que dejó al ejército francés solo en este suelo para llevar
-adelante las órdenes de su gobierno, que ejecutaba por su cuenta y
-riesgo, la más aventurada, peligrosa y estéril de cuantas intervenciones
-se registran en los siglos de la historia política del mundo.
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-La República supo con asombro que, rotas las estipulaciones del tratado
-de la Soledad, avanzaban en son de guerra los franceses al mando del
-general Laurencez, y ligeros encuentros en las Cumbres de Aculcingo,
-obligaron á las tropas de la República, al mando en jefe del general
-Zaragoza, á resistir el choque del ejército francés en la ciudad de
-Puebla.
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-El 5 de Mayo de 1862, á las once, comenzó la acción sobre el Cerro de
-Guadalupe, y á las tres retrocedieron las fuerzas francesas, llevando ya
-en su retirada á Orizaba, la convicción profunda de que la misión que
-debían cumplir era algo más peligrosa que un paseo militar.
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-México ha recogido en la memoria de esa jornada, la de un día de gloria
-nacional que solemniza en su aniversario, como la de una segunda
-independencia. El recuerdo del 5 de Mayo fué la bandera de la República
-en sus días de prueba y de desgracia. Los nombres de los generales
-Zaragoza, Mejía, Díaz, Berriozábal, Negrete y otros, han tenido desde
-entonces un lugar de preferencia en el corazón de un pueblo que se
-apasiona por la superioridad del valor en el cumplimiento del deber.
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-Después de algunos meses, grandes refuerzos llegaron al ejército francés
-mandado ya por el general Forey, y se emprendió un nuevo golpe sobre la
-ciudad de Puebla, la que sucumbió el 17 de Mayo de 1863, obligada por un
-sitio de más de sesenta días. El hambre puso término á ese sitio,
-rindiéndose la plaza, después de romper el ejército mexicano sus armas
-y clavado su artillería.
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-Hoy que Francia sufre, y los peligros y el sufrimiento fanatizan el amor
-patrio, habrá comprendido Napoleón III, capitulando en Sedán, todo el
-inmenso placer que habría en la victoria, toda la inmensa pena de las
-derrotas, todas las inexplicables amarguras de una capitulación, y todas
-las desgracias de conflictos entre pueblos que derraman su sangre,
-gastan sus tesoros, aniquilan sus elementos de vida en luchas que
-excitan las malas pasiones, en cuyo desenfreno todo lo pervierten, á
-pesar de la buena índole de las masas. México, joven, nacida en este
-siglo á la vida nacional, ha sido mártir por los celos extraños de su
-propia infancia. Nacida y codiciada, independiente y dividida, su
-escuela ha sido la guerra interior y exterior. Francia en el apogeo de
-sus días, con su gobierno de veinte años, su rico tesoro, sus
-preparativos de guerra, y teniendo por capital la ciudad de París,
-centro del mundo, donde se encontraban bienestar y dicha, porque había
-algo de magia en aquella gran ciudad para que el viajero de todo el
-mundo, á pesar de la diversidad de sus hábitos y costumbres, encontrara
-allí la asimilación de lo que era la patria, ha sido el objeto de todas
-las miradas; era el baluarte poderoso donde por el hambre podrían
-sucumbir hombres que, héroes en el combate, grandes en su patriótica
-desesperación, tenían la sentencia de su destino en una triste
-capitulación, después de ese sitio de titanes que será el asombro de los
-tiempos modernos. El siglo XIX en sus transformaciones políticas, en su
-marcha poderosa á los fines de la democracia, y en su grandeza
-universal, necesitaba para ser inolvidable, el gigantesco sitio que
-oprimió á la ciudad del orbe. Frente al poder del dinero, de la ciencia
-y del progreso, se presenta la guerra, la muerte, la destrucción, el
-sitio y el hambre.
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-Francia y Prusia en gigantesco duelo, es víctima la primera, en medio de
-su grandeza, y vencedora la segunda, provocada al duelo. París se
-enloquece en su desgracia y enarbola la bandera de guerra civil. París,
-antes resplandeciente de prosperidad y lustre, da muerte á su propia
-vida devorando á sus propios hijos, arrojando, á semejanza del suicida,
-elementos corrosivos á sus entrañas, para morir en el fuego, la
-destrucción, el aniquilamiento y la desesperación.
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-París, reina de las ciudades modernas, sociedad poderosa para imprimir
-movimiento á las ciencias y á las artes, centro privilegiado del orbe
-donde la historia ha grabado sus fechas gloriosas con monumentos que
-recuerdan guerras, gobiernos, luchas, victorias, triunfo de la idea y
-del arte; ciudad que llora hoy los más grandes infortunios que la más
-negra imaginación no podía alcanzar; arrojad de vuestro seno los
-elementos de esa vida cenagosa á que la corrupción levantara altares, y
-Dios permitirá que de ese huracán espantoso de pasiones desencadenadas,
-de ese fuego que destruyó la materia y el espíritu, brote la libertad
-pura y santa, que haga á los pueblos hermanos en el progreso y émulos
-sólo en el trabajo.
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-¡Pobre Francia! ¡cuánto atormentan los terribles golpes de la adversidad
-sobre las masas de un pueblo! ¡Cuántas víctimas inocentes que no merecen
-el castigo de esas grandes desgracias!
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-México ha sufrido los males del incesante anhelo de otras naciones para
-intervenirla. Francia llora hoy la ardiente pasión del imperio, para
-imponer su intervención á otras naciones. México pobre, debil, joven y
-desheredada por sus propias y extrañas guerras, debe á la constancia de
-sus hijos y á su fe, la restauración de la República. Su ejemplo lo ha
-invocado Francia, no sólo como lección adversa de su política, sino como
-bandera de guerra por su nacionalidad. Reciba nuestros votos por una paz
-duradera que afiance en esa poderosa nación la libertad. Ella será
-fecunda también para una gran parte del mundo que, por la lectura, por
-la tradición, por la costumbre de imitar y por los hábitos de educación,
-está dispuesta á aceptar la política de Francia, que tiene, por su
-grandeza nacional, un poder mágico, casi irresistible, de propaganda y
-de asimilación política.
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-¡Cómo cambia el poder de las naciones constituídas al abrigo de un poder
-personal! En 1863, Francia Imperial enviaba algo menos que el sobrante
-de sus legiones á esta tierra víctima de sus disensiones civiles; y hoy
-la República Mexicana envía los votos de muchos de sus hijos al pueblo
-francés, por su pronta y sólida libertad. ¡Ojalá y ellos se cumplan!
-¡Ojalá y el año de 1871, Francia regenerada y libre, sea también la
-Francia de la paz y la prosperidad!
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-La tarde del 31 de Mayo de 1863 salió de esta ciudad el Sr. Presidente
-D. Benito Juárez. Ese día tuvo lugar la clausura de la Cámara, y más
-bien que una solemnidad, fué una lúgubre ceremonia. Era el adiós de
-amigos que se dispersaban: fué la triste asistencia oficial de un día de
-duelo para la patria. Tras de ese día todo era desconocido. El único
-pensamiento de aquellas horas, era partir de la ciudad que debían ocupar
-las fuerzas francesas como fruto de su triunfante expedición sobre
-Puebla.
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-La noche arrojaba sobre el alma de esta gran ciudad una melancolía
-abrumadora. La agonía de una época, el término de un orden de cosas, el
-misterio del día siguiente, daban un tinte sombrío á todas las
-fisonomías. ¡Toda la noche fué de movimiento de salida! ¡Cuántas
-lágrimas derramadas en ese día de luto! Una despedida sin saber el día
-del regreso, tiene algo de semejante á la muerte.
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-¿Cuándo volverán los que hoy salen?
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-Sólo Dios puede saberlo......
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-Esa pregunta del corazón y esta respuesta de la cabeza, daban á tan
-triste despedida una amargura que es fácil sentir y difícil explicar.
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-Los poderes de la federación se dispersaban, dándose una cita para el
-interior del país. El Presidente de la República, al partir, había
-renovado su inquebrantable juramento de vencer ó morir. La lucha era á
-muerte, porque no cabía capitulación. Así lo había dicho este supremo
-magistrado el 21 de Marzo, al recibir las felicitaciones como día de su
-cumpleaños.
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-Abiertas quedaron las puertas de la capital que no podía resistir, y
-tomaron vida por casi todo el país los elementos de un nuevo orden de
-cosas que generalizó el proyecto de la monarquía mexicana.
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-En la dispersión de los poderes públicos, México quedaba sólo al abrigo
-de un ayuntamiento presidido por el Sr. D. Agustín del Río. Hombre de
-valor y de corazón generoso, inspirado por su ardiente amor á la patria,
-supo llenar cumplidamente sus deberes, lo mismo que la corporación que
-presidía. Merced á su actitud, la ciudad no sintió el enorme peso de la
-crisis. La historia consagrará algún día una honrosa página al
-Ayuntamiento de México y su digno Presidente.
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-El 1.º de Junio, un repique en la Catedral anunciaba que se abría para
-la capital de la República Mexicana la primera página del libro de la
-intervención. ¡Pobres campanas! inanimados pregoneros que hablan al
-impulso del que los hiere, y lloran, gritan, pregonan y aplauden á
-nombre del pueblo. ¡Cuántas veces pregonan lo que debieran callar!
-¡Cuántas veces aplauden lo que debieran condenar! El atronador repique
-con que se pretende á nombre del pueblo engañar al pueblo mismo, ha sido
-el medio más usual con que solemniza la alegría oficial lo que ha sido
-muchas veces el duelo de la Nación. Entonces, entre el ruido de la
-armonía del repique, hay siempre una voz que habla más alto: es la
-conciencia pública que condena el sacrificio de un pueblo.
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-La historia del período de la intervención, en sus detalles, no es del
-momento. Pocos renglones debe ocupar la narración sencilla de la muerte
-del infortunado Archiduque de Austria.
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-Preparado el terreno por la invasión francesa, perdida para muchos la
-esperanza de una restauración nacional; mientras la guerra de escisión
-entre los Estados Unidos no llegara á un término, fatigado el espíritu
-por la serie de incesantes revoluciones, el establecimiento, aunque
-pasajero, de una monarquía, era un suceso que la más corta previsión
-alcanzaba. El Imperio, para la Nación, sería un hecho; para los que lo
-deseaban, una gloriosa conquista; y su duración un problema para muchos,
-envuelto en el misterio del tiempo en que debieran realizarse los
-grandes sucesos de América.
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-El príncipe solicitado era Fernando Maximiliano, que residía en su
-palacio de Miramar. Allí fué donde los enviados del Emperador Napoleón
-hicieron despertar en su corazón ese sentimiento de gloria, por lo
-grande y desconocido á que tenía irresistible inclinación. Allí fué
-donde los augures del porvenir espléndido de una gran monarquía en el
-mundo de Colón, fundaban con la riqueza de una imaginación fecunda el
-trono de México. Allí las vacilaciones de un espíritu, que dominado por
-la idea de la gran política, estaba sin embargo preparado para todo lo
-que abría las puertas de ese futuro lleno de encantos por la pasión que
-se llama gloria. Allí ese consejo íntimo de familia, con su esposa la
-princesa María Carlota Amalia, que era su secretario, su amigo, su
-confidente, la compañera, sin duda, de proyectos, de pensamientos y de
-ensueños de un glorioso porvenir; y de allí partieron para esta tierra
-regada por muchos años con la sangre mexicana.
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-Más allá de la política, que glorifica á los hombres y apasiona á la
-multitud, hay algo en una minoría que, con la fe del que mira en
-lontananza los sucesos venideros, pronostica el porvenir como el apóstol
-de una idea; combate y lucha por ella hasta el heroísmo, y sostiene la
-verdad, desconocida para muchos, que parece el patriotismo especial de
-un círculo reducido de hombres.
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-Thiers y Julio Favre en Francia, Juárez, Zaragoza, Díaz y otros en
-México, vaticinaron el mal éxito de la aventura monárquica, y predijeron
-que la intervención sería para Napoleón III el camino seguro del abismo
-donde sepultara su trono.
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-Hasta donde se hayan realizado esas profecías, la historia contemporánea
-puede ya apreciarlo.
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-Maximiliano llegó á la capital de la República el 12 de Junio de 1864.
-Pasados los primeros días, llamó en lo privado á algunos hombres del
-partido liberal, y presentándoles un programa extenso sobre las bases de
-independencia nacional, libertad y consolidación de las conquistas de la
-Reforma, obtuvo de algunos su participio en la formación del gobierno.
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-El programa podía condensarse en estas palabras:
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-Difundir la enseñanza á costa de los más grandes sacrificios, promover
-toda mejora material, alentando la colonización en masas y la
-inmigración de ricos capitalistas, afianzar las conquistas obtenidas por
-la República en favor de la libertad, y encaminar ésta á su aceptación
-por todos los partidos.
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-Difícil era la reconciliación de las clases y de los corazones. Ese
-milagro político no podía ser el instantáneo fruto de un programa. Sólo
-el tiempo y la libertad práctica unen á los hombres divididos en
-política por opiniones encontradas.
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-Francia gastaba, entretanto, algunos millones en el apoyo de su
-aventura; pero el cansancio en una empresa toda de peligros, no tardó en
-expresar palabras de arrepentimiento y de abandono. La versatilidad del
-Imperio francés en los actos que llamaba de alta política, era una
-presunción de que pondría término á sacrificios que no podían tener
-compensación.
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-El Príncipe Maximiliano luchaba con todo esfuerzo por nacionalizar su
-gobierno, y su programa democrático, á su juicio, en lo compatible con
-la forma monárquica, está consignado en seis tomos de decretos.
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-Por un corto período, la fortuna sonrió á la monarquía. Las fuerzas de
-la República habían perdido los grandes centros de las poblaciones, y el
-Sr. Presidente D. Benito Juárez, y su ministerio compuesto de los Sres.
-Lerdo, Iglesias y Mejía, se habían refugiado en Paso del Norte, pequeña
-aldea en los confines de la República, á orillas del Río Bravo. Su fe
-era su bandera, su constancia la base del porvenir.
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-Algunos jefes de inquebrantable energía sostuvieron siempre la guerra;
-entre ellos el ilustre general D. Vicente Riva Palacio, por cuyo encargo
-escribimos esta sencilla historia.
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-El país estuvo por un período sometido á la sorpresa de los grandes
-sucesos; pero la impresión fué pasajera, y las armas de la República
-acudieron á combates repetidos que despertaban en la Nación la fe del
-porvenir.
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-Cuernavaca era la residencia del Archiduque el mes de Junio de 1866,
-cuando recibió las noticias definitivas sobre la conducta de Napoleón
-III. Había resuelto retirar sus tropas y los recursos pecuniarios con
-que apoyaba al imperio mexicano. Este dejaría de percibir los quinientos
-mil pesos de que todos los mesen disponía á cargo del tesoro francés.
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-Tan grave noticia tenía altamente preocupado al Príncipe, quien con su
-triste fisonomía reveló á la Princesa Carlota el pesar de alguna nueva
-desgracia. La mala posición á que se veía reducido el ensayo de
-monarquía en México, despertó en el espíritu de los dos príncipes la
-idea de enviar un comisionado, un embajador especial al Emperador
-Napoleón, para exigirle francas explicaciones, resoluciones firmes sobre
-sus compromisos para con el naciente y agitado imperio de México y muy
-particularmente para con el mismo Archiduque de Austria, antes de partir
-de Miramar. ¿Quién podrá desempeñar esta misión importante? decía
-Maximiliano. ¿A quién escuchará Napoleón? ¿Quién podrá hacerle oir todos
-los deberes que tiene que cumplir? ¿Quién podrá hacerle comprender las
-consecuencias de su falta, si niega hoy lo que antes tenía ofrecido?
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-Se trajeron á la memoria diversos nombres de personas á quienes el
-Emperador de Francia en otro tiempo recibía de buena voluntad; pero que
-en la situación á que habían llegado las cosas, con probable seguridad,
-casi con evidencia, serían desairadas.
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-En un momento de ese silencio que impone la perplejidad de ciertas
-circunstancias, dijo la Princesa Carlota: «Yo tengo un embajador fiel á
-todos sus compromisos políticos, resuelto á todos los sacrificios, y que
-se hará escuchar de grado ó por fuerza. Ante su resolución no habrá
-obstáculos.»
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-«¿Quién puede reunir, dijo Maximiliano, todas esas virtudes de adhesión,
-y además las facilidades de llegar oportunamente cerca de Napoleón para
-contrariar resoluciones tomadas acaso de una manera irrevocable?»
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-«Yo, contestó la Princesa Carlota, y tal vez sólo yo pueda lograr que se
-modifique lo que respecto de México se tiene ya acordado.»
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-El Archiduque meditó sobre este pensamiento, lo encontró oportuno, y
-presentándole solo en oposición dificultades de viaje, recordó que
-estaba próximo el 6 de Junio, que era el día de su cumpleaños, y que
-según la tradicional costumbre de su casa, la Emperatriz recibía y hacía
-todos los honores en la solemnidad de ese día.
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-Los proyectos de conveniencia que se combaten con accidentes de fácil
-solución, están aceptados. Así sucedió con el viaje de la Emperatriz. El
-movimiento de la casa era luego el testimonio vivo de la resolución
-tomada. El Emperador y la Emperatriz regresaron á México, y el seis de
-Junio, después de las solemnidades de la mañana, se hicieron los
-preparativos para el viaje á Europa.
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-El día ocho salió para Veracruz la Princesa Carlota, emprendiendo, con
-el valor digno de un hombre, una empresa que era superior al empeño de
-las más grandes habilidades diplomáticas.
-
-Francia, en la historia de su último imperio, y la del Vaticano en la de
-sus días de prueba, tendrán que consagrar algunas líneas á la
-infortunada y virtuosa Princesa Carlota Amalia visitando en 1866,
-víctima ya de un principio de enajenación mental, á Napoleón III y á Pío
-IX.
-
-En su ciencia y brillante educación no alcanzó todos los peligros de la
-intervención en la República mexicana. La historia de todas las
-intervenciones es la del suplicio de los pueblos, la del peligro de la
-independencia, la del sacrificio de la autonomía, y muchas veces el de
-los actores mejor intencionados. Los años que corren de este siglo daban
-ya abundante materia para demostrarlo sin necesidad de las sangrientas
-peripecias del gran drama en que tan sentido se presenta el fin de
-Maximiliano, vencido, y la vida congojosa de la Princesa Carlota, que
-es la personificación del pensamiento monárquico en la rectitud de su
-intención y en la gloria de la fundación; pero también en el extravío de
-su juicio, por confiar su suerte á una protección extraña, y en el
-sufrimiento de su pesar profundo. Figura histórica, pasajera en su vida
-real, transformada por su dolor en una existencia sombría y melancólica,
-que conservando en su memoria las negras páginas de su martirio, sin el
-orden que imprime el juicio, tiene grabado como en álbum fotográfico el
-período de su vida en México. La memoria, el corazón y el entendimiento
-funcionan en la demencia, siempre con el pasado á la vista; pero las
-páginas de ese gran libro se desencuadernan, se confunden y mezclan,
-para hacer de la vida un repertorio donde la memoria, sin orden y
-armonía, sin concierto ni exactitud, renueva del tiempo feliz de la
-razón lo que más hirió el conjunto de las facultades. La historia del
-viaje de la Princesa Carlota, si llega á escribirse, podrá dar alguna
-luz sobre la materia, y fijará también el verdadero período de su
-enajenación mental. Maximiliano aparece, según la tradición, vivo en la
-adoración de la Princesa su esposa; pero en el altar de sus rezos
-derrama lágrimas que como flores deposita en la tumba de una memoria.
-Tal vez junta en un solo punto, á semejanza de visión extraña, dos ideas
-de vida y muerte como el que ve en medio de una tempestad lanzarse á
-pique una nave sin socorro posible.
-
- * * * * *
-
-El mes de Noviembre de 1866 todo anunciaba la retirada del príncipe y la
-del ejército francés. El primero marchó á Orizaba, y la _Novara_, que lo
-trajo lleno de entusiasmo y de esperanzas, debía también conducirlo,
-atormentado por el mal éxito de su empresa, á su antigua residencia de
-Miramar. Lo esperaba en Veracruz para partir.
-
-El príncipe estaba de choque con el ejército francés, que abandonaba su
-obra.
-
-Aun las relaciones de cortesía se habían cortado. El mariscal Bazaine y
-el general Castelnau habían concertado la retirada del ejército francés;
-y el voto unánime y sincero de los mexicanos era que jamás otra
-intervención pisara este suelo privilegiado, que sólo necesitaba para su
-prosperidad la unión de sus hijos. El imperio francés recibía una
-lección severa. Los gobiernos que no miden las cuestiones exteriores más
-que por la fuerza física, sacrificando la justicia, se suicidan, porque
-preparan ellos su propio sacrificio. Francia, arrebatada por el poder
-militar, sintió todo el peso de sus desgracias en la condenación
-universal de su política, en el triunfo de la oposición y en la
-aceptación tácita de la doctrina Monroe.
-
-Libre Maximiliano de los compromisos de la intervención, llamó á Orizaba
-su Consejo, y sometió á su examen la resolución de su viaje. La duda
-atormentaba su vida, y necesitaba una resolución. Creía llegado el
-momento en que el hombre público debe pertenecer todo á su causa, á sus
-principios, á sus partidarios.
-
-Muchos atribuyen á diversos miembros del Consejo, y muy particularmente
-á las inspiraciones del jóven general Miramón, el regreso á México.
-Nosotros no participamos por completo de esa opinión. Causas de otro
-género fueron las que ocasionaron esa resolución. A la llegada del
-paquete francés á Veracruz, en Noviembre, recibió el príncipe multitud
-de telegramas combinados en cifras. ¿Qué traían de Europa esos
-telegramas? No se ha sabido; pero el hecho es que al día siguiente se
-dieron las órdenes de regreso, y fué gratificado el jefe de la oficina
-del telégrafo con quinientos pesos, entregados en monedas de oro.
-
-Desde ese momento cambió la fisonomía del príncipe. Su vida tomó la
-animación de quien tiene un gran propósito que cumplir. Aislado por su
-propia voluntad los días anteriores, incomunicado con los demás, vagando
-como un sonámbulo por los cercanos campos de Orizaba, volvió á la vida
-cuando resolvió morir ó vencer, jugando la existencia hasta perecer en
-la demanda.
-
-El 25 de Diciembre de 1866 salió para esta ciudad el Archiduque, con el
-propósito de dar vida al ministerio conservador que había formado antes
-de partir para Orizaba.
-
-Reciente la historia del gobierno del Imperio, no es posible tocarla en
-el reducido espacio de que se puede disponer al ocuparse sólo de la
-muerte del príncipe que fué elevado al trono. La historia de esa sombra
-de gobierno monárquico no puede aún escribirse; porque las lecciones que
-de ella se derivan, se pierden cuando todavía están vivos los
-sentimientos de una lucha y de una restauración en un corto período de
-tristezas y alegrías, de esperanzas y decepciones, de tragedias
-políticas, de piedad y de rigor, de templanza y de exceso, de virtud y
-de vicio, de persecución y de amnistía, de gemidos y de bendiciones, de
-duelo y de vida.
-
-Los siete años de 63 á 70, son el gran libro de una historia rápida y
-complexa, que á semejanza de la de los náufragos, estará llena de vida
-en la narración misma de la agonía. Ella entrañará lecciones saludables
-para un pueblo que, al sacudir el yugo de la fuerza extraña, ha
-proclamado la libertad de todos sus hermanos.
-
-Esa historia la conocerán siempre aún los niños y las mujeres; porque
-es la historia de los sentimientos populares y el fin de las disensiones
-religiosas en la política militante. Las pasiones todas tomaron parte,
-todas se mezclaron. El entusiasmo y el dolor se tocaban á cada paso como
-resultado de esos resortes del corazón, que apasionado en una lucha de
-hombres contendientes, son tan fieles y cumplidos como la
-personificación de un deber sagrado, tan resueltos como una virtud
-heroica, y tan firmes como ciegos por la fe, tan adictos á su causa como
-á la de su Dios, su religión y su patria. Por esto creían muchos pelear,
-y aun los seres inculpables en ese conflicto aterrador tributaban un
-culto á la exaltación de sus propias pasiones, como la expresión de la
-conciencia recta, como el eco de la conciencia nacional.
-
-Los más grandes errores toman en política las proporciones de un deber,
-y á la pasión que se llama patriotismo, virtud facticia muchas veces por
-su origen, pero sincera por el tiempo, sólo se le puede desarmar con la
-frialdad de la razón, la luz de la justicia y la generosidad de los
-sentimientos.
-
-Este período era el punto más grave en la escala de las disensiones de
-los partidos; pero también debía ser el término de las profundas
-divisiones.
-
-La confirmación que el Príncipe Maximiliano imprimió á las conquistas de
-la libertad, á los hechos consumados, y á los principios de la
-revolución por la reforma religiosa, puso el sello á cuestiones que
-antes fueron el abismo de odios y de sangre entre los partidos.
-
-Los peligros de una existencia precaria para el porvenir de nuestra
-patria, amenazada siempre por los elementos intestinos y conflictos
-internacionales, ¿no abrirá el corazón mexicano á sentimientos de unión,
-único vínculo de poder nacional?
-
-Estos eran los pensamientos de esa época, en que al través de un corto
-período, todos veían como indefectible la restauración de la República.
-
-Entretanto, las fuerzas organizadas bajo la dirección de los Generales
-Díaz, Escobedo, Corona y Riva Palacio, marchaban sobre las ciudades de
-Puebla, México, Guadalajara, Toluca y Querétaro, donde los más
-caracterizados jefes del partido militar, ligado en sus últimos días á
-la suerte del archiduque de Austria, hacían grandes aprestos de
-resistencia. Ingrata la suerte al príncipe, los franceses se retiraron,
-dejando sin más apoyo á su protegido, que la fuerza mexicana y algunos
-escuadrones de alemanes al servicio del Archiduque, mandados por dos
-valientes jefes y el joven coronel Kevenüller.
-
-Todos los prodigios de valor habrían sido estériles contra el país
-levantado en masa proclamando la restauración de la República. Una á
-una fueron cayendo las ciudades en poder de las armas republicanas.
-
-Querétaro era el lugar que absorbía la atención del gobierno, porque un
-fuerte ejército que mandaba en persona el archiduque Maximiliano era
-compuesto en su mayor parte de jefes de un valor á prueba, de una
-decisión enérgica. Bastaba que entre ese grupo estuviesen los generales
-Miramón y Mejía, para comprender que la lucha sería sangrienta,
-desesperada, heroica.
-
-Dos meses de sitio en que hubo combates dignos de una memoria especial
-en la historia general del país, pusieron término á la lucha desigual
-entre sitiados y sitiadores. Estos tuvieron abundantes recursos que les
-enviaban de todo el país, abierto á su poder, mientras que en la ciudad
-faltaban los elementos necesarios para la vida.
-
-Toda crisis política tiene su término, que es principio y fin de goces y
-sufrimientos. La ocupación de una plaza sitiada es una página de doble
-vista: para unos todo es vida, animación, alegría, gloria, poder,
-porvenir, lisonjas, plácemes, felicitación; para otros es un negro
-abismo.
-
-La ciudad de Querétaro el 15 de Mayo de 1867, que fué ocupada por las
-fuerzas de la República al mando del general Escobedo, era para muchos
-un cementerio donde más que por la muerte misma, tenía el alma de la
-población una tristeza aterradora, porque era la tumba de mil
-esperanzas, el sepulcro de una época. Pudiera ser la de personas
-queridas......... y el misterio del porvenir arrojaba sobre el corazón
-sus negras sombras, que sólo disipa el curso de los acontecimientos
-elocuentes en su lenguaje, mudo para vaticinar el futuro, y poderoso
-para abrir el horizonte.
-
-Al derrumbarse el imperio y caer el monarca en manos de los sostenedores
-de la República, la vida se contaba por minutos, y todos los que se
-deslizaban en la sucesión de las primeras horas, depositaban una
-esperanza de salvación.
-
-Prisionero Maximiliano en el cerro de las Campanas, después de salir del
-convento de la Cruz, fué conducido á Querétaro por el general D. Vicente
-Riva Palacio. Las altas consideraciones con que este jefe lo distinguió,
-quiso corresponderlas el archiduque con alguna demostración, y
-dirigiéndose al general Riva Palacio, le dijo: «Permitidme, señor
-general, que os ofrezca al entrar á mi prisión mi caballo ensillado:
-recibidlo como una memoria de este día.»
-
- * * * * *
-
-Una celda del convento de Capuchinas de Querétaro fué la prisión del
-príncipe Maximiliano. Humilde como todas las habitaciones de quienes
-hacen solemne voto de pobreza, aquella celda tenía que ser histórica.
-Edificada para recibir en su seno los suspiros religiosos de alguna alma
-que, rompiendo los vínculos de la tierra, sólo miraba en la eternidad la
-esperanza de su dicha, recogía hoy á un hombre que en su destino adverso
-tenía que mirar siempre al cielo como única fuente de donde podía venir
-al alma la luz, ó siquiera de ella un débil rayo sobre la obscuridad en
-que va la vida, que en todo su poder, en su pleno vigor, por todas
-partes tiene la imagen de la muerte, por todas partes la presencia de la
-agonía, que en todos los momentos oye la última hora que suena en el
-reloj de la conciencia.
-
-Aquella celda, santificada tal vez años atrás por la vida pura de una
-mujer santa, iba á ser la capilla donde depositara sus últimas oraciones
-el descendiente de muchos reyes, el hermano del emperador de Austria, el
-hijo del archiduque Francisco Carlos José.
-
-Querétaro era todo un cuartel militar. Vencedores y vencidos ocupaban la
-plaza. Unos como guardianes y otros como prisioneros.
-
-El Presidente de la República, desde San Luis Potosí, que era la
-residencia del Gobierno, dió orden el 21 de Mayo, por conducto del
-Ministerio de la Guerra, al general Escobedo, de abrir un proceso al
-archiduque de Austria y á los generales D. Miguel Miramón y D. Tomás
-Mejía. Seis días se tomó el Ministerio para dictar una resolución, que
-quiso fuera hija de una profunda meditación, para que no estuviese
-sujeta á los vaivenes de lo impensado.
-
-El príncipe Maximiliano quiso que el Sr. D. Mariano Riva Palacio y
-nosotros fuésemos sus defensores, y así lo manifestó en el siguiente
-telegrama:
-
- «Remitido de San Juan del Río, Mayo 25 de 1867.--Recibido en
- Guadalupe Hidalgo á las 9 y 12 minutos del día.
-
- «El emperador Maximiliano al barón de Magnus, Ministro de Prusia en
- México.--Tenga vd. la bondad de venir á verme cuanto antes, con los
- abogados D. Mariano Riva Palacio y D. Rafael Martínez de la Torre,
- ú otro que vd. juzgue bueno para defender mi causa; pero deseo que
- sea inmediatamente, pues no hay tiempo que perder. No olviden vdes.
- los documentos necesarios.--_Maximiliano._»
-
-Para cumplir este encargo marchamos á Querétaro acompañados del ilustre
-abogado D. Eulalio María Ortega, que por su ciencia y carácter
-independiente era á propósito para encargarse de seguir el proceso
-mientras íbamos á San Luis á pedir la vida de nuestro defendido. El
-indulto era la única esperanza.
-
-En Querétaro había sido encargado también de la defensa un ilustre
-abogado, el Sr. D. Jesús María Vázquez. La noticia de la prisión del
-archiduque fué un rayo inesperado en esta ciudad, muy conmovida también
-á la presencia y con los sufrimientos de un sitio. La inquietud de
-aquellos días de angustia, sólo se calmaba con la confianza que
-inspiraba el general Díaz y demás jefes superiores que mandaban el
-ejército sitiador. El cuartel general era Tacubaya, por donde salimos el
-1.º de Junio los defensores, acompañados en nuestro viaje á Querétaro
-del barón Magnus, ministro de Prusia, y del Sr. Hoorick, encargado de
-negocios de Bélgica.
-
-La severa ley publicada en 25 de Enero de 1862 por el ministro Doblado,
-no permitía tener confianza en la absolución del consejo de guerra á que
-se debía sugetar el archiduque. Someterse á esa ley y morir, era
-consecuencia natural. Caer bajo la aplicación del decreto citado, era
-perder hasta la más remota esperanza de otra pena que no fuese la
-capital.
-
-El único arbitrio era pedir el indulto; y cuanto se hizo para lograrlo,
-lo hemos publicado en el año de 1867, en el Memorandum de los
-defensores.
-
-«Tomad los decretos del período de mi gobierno, decía el Archiduque en
-las instrucciones verbales que nos dió; leedlos, y su lectura será mi
-defensa. Mi intención ha sido recta, y el mejor intérprete de mis actos
-todos, es el conjunto de mis diversas órdenes para no derramar la sangre
-mexicana. La ley de 3 de Octubre fué creada para otros fines que no se
-pudieron realizar. La consolidación de una paz que parecía casi
-obtenida, era el objeto de esa ley que, aterradora en su texto, llevaba
-en lo reservado instrucciones que detenían sus efectos. Dispuesto á
-sacrificarme por la libertad é independencia de México, no habrá en el
-examen de mi vida un solo acto que comprometa mi nombre. Decidle al
-Presidente Juárez que me otorgue una entrevista que creo provechosa para
-la paz de la República y para su porvenir.» Tales fueron las palabras
-que como despedida dió el archiduque el 6 de Junio, al salir para San
-Luis Potosí.
-
-El Presidente creyó que ningún motivo debía detener el curso del
-proceso.
-
-El consejo de guerra continuó sus procedimientos, y el 14 de Junio de
-1867 se pronunció la sentencia, después de haber agotado los abogados
-Ortega y Vázquez, en Querétaro, cuanto recurso tiene un defensor.
-
-La sentencia, es esta:
-
- «Vista la orden del C. General en Jefe, del día veinticuatro del
- pasado Mayo, para la instrucción de este proceso; la del veintiuno
- del mismo mes, del Ministerio de la Guerra, que se cita en la
- anterior, en virtud de las cuales han sido juzgados Fernando
- Maximiliano de Hapsburgo, que se tituló Emperador de México, y sus
- generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, por delitos contra la
- Nación, el orden y la paz pública, el derecho de gentes y las
- garantías individuales: visto el proceso formado contra los
- expresados reos, con todas las diligencias y constancias que
- contiene, de todo lo cual ha hecho relación al Consejo de Guerra el
- fiscal, teniente coronel de Infantería C. Manuel Aspiroz: habiendo
- comparecido ante el Consejo de Guerra que presidió el teniente
- coronel de Infantería Permanente, ciudadano Rafael Platón Sánchez:
- todo bien examinado con la conclusión y dictamen de dicho fiscal, y
- defensas que por escrito y de palabra hicieron de dichos reos sus
- procuradores respectivos: el Consejo de Guerra ha juzgado
- convencidos suficientemente: de los delitos contra la Nación, el
- derecho de gentes, el orden y la paz pública, que especifican las
- fracciones primera, tercera, cuarta y quinta del artículo primero,
- quinta del artículo segundo, y décima del artículo tercero de la
- ley de veinticinco de Enero de mil ochocientos sesenta y dos, á
- Fernando Maximiliano; y de los delitos contra la Nación y el
- derecho de gentes, que se expresan en las fracciones segunda,
- tercera, cuarta y quinta del artículo primero, y quinta del
- artículo segundo de la citada ley, á los reos Miguel Miramón y
- Tomás Mejía; con la circunstancia que en los tres concurre, de
- haber sido cogidos infraganti en acción de guerra, el día quince
- del próximo pasado Mayo, en esta plaza, cuyo caso es del artículo
- veintiocho de la referida ley; y por tanto condena con arreglo á
- ella á los expresados reos Fernando Maximiliano, Miguel Miramón y
- Tomás Mejía, á la pena capital, señalada por los delitos referidos.
-
- «Querétaro, Junio catorce de mil ochocientos sesenta y
- siete.--_Rafael Platón Sánchez._--Una rúbrica.--_Ignacio
- Jurado._--Una rúbrica.--_Emilio Lojero._--Una rúbrica.--_José V.
- Ramírez._--Una rúbrica.--_Juan Rueda y Auza._--Una rúbrica.--_Lucas
- Villagrán._--Una rúbrica.--_José C. Verástegui._--Una rúbrica.»
-
-El fallo del Consejo fué confirmado en los términos siguientes:
-
- «Ejército del Norte.--General en Jefe.--Conformándome con el
- dictamen que antecede del ciudadano asesor, se confirma en todas
- sus partes la sentencia pronunciada el día catorce del presente por
- el Consejo de Guerra, que condenó á los reos Fernando Maximiliano
- de Hapsburgo, y á sus llamados generales D. Miguel Miramón y D.
- Tomás Mejía, á ser pasados por las armas.
-
- «Devuélvase esta causa al Ciudadano Fiscal, para su ejecución.
-
- «Querétaro, Junio diez y seis de mil ochocientos sesenta y
- siete.--_Escobedo._--Una rúbrica.»
-
- * * * * *
-
-El 16 de Junio de 1867, en la celda de su prisión, preocupado acaso por
-lo adverso de su destino, á las once de la mañana se notificó la
-sentencia al príncipe que había pretendido fundar una monarquía en la
-República Mexicana llamándose Maximiliano Emperador de México. No se
-inmutó, ni dió testimonio alguno de sorpresa ó indignación. Su respuesta
-fué lacónica, pero muy expresiva. Dijo: «_Estoy pronto._» El valor le
-acompañaba siempre, y no le faltó en la hora suprema de la agonía, en
-medio de una vida llena de vigor. Sin duda había pensado mucho en aquel
-momento, y su raza y su sangre le habían dado en instantes tan críticos
-la frialdad alemana que parecían disimular en los buenos tiempos, su
-fisonomía franca y expresiva en sus pasiones, su razón pronta y
-oportuna, su espontánea palabra, su locución de artista, su deseo de
-cautivar, su inquietud incesante en trabajos diversos, su entusiasmo
-ardiente por las ideas de su programa, y su amor á la popularidad.
-Dominaba en aquella naturaleza mucho de la susceptibilidad latina, que
-no es compañera de la inalterable tranquilidad sajona.
-
-Había en aquel sentenciado á muerte una resignación que se asemejaba a
-una extraña, inexplicable y casi espontánea conformidad. Superiores los
-acontecimientos á las fuerzas y á la voluntad del hombre, Dios imprime
-el sello de sus altos decretos á los golpes rudos de la adversidad, ante
-la que se postra la naturaleza humana para pedir misericordia, no al
-mundo ni á sus pasiones, sino al único Juez infalible de la conciencia
-del hombre.
-
-Católico el príncipe, tomó sus disposiciones espirituales. Arregló
-también su testamento bajo la impresión dolorosa de la muerte de la
-princesa Carlota Amalia. La lloró muerta por la Providencia, á la que
-bendijo en medio de su dolor.
-
-Había muerto, en efecto, para la vida animada, para los placeres y la
-dicha. Su razón extraviada la colocaba en ese mundo siempre nuevo y
-siempre misterioso de la enajenación mental, en que la brújula del
-criterio se pierde en los delirios incomprensibles de una enferma
-imaginación.
-
-¡Pobre mujer que no ha tenido el consuelo de llorar á plena luz, con
-conciencia perfecta, y el corazón comprimido por todo el peso de su
-dolor! ¡Desdichada princesa, que acaso tiene un instinto superior á su
-extravío, y á medias percibe y mide, allá en el fondo de sus lúgubres y
-siniestros desvaríos, la gravedad de su infortunio!
-
-Algunas lágrimas del príncipe á la memoria tierna de su esposa, le
-volvieron la serenidad, y su alma, llena de pensamientos y sin dudas
-sobre el destino del hombre más allá de la tumba, sintió la paz de quien
-está dispuesto á la muerte, como el paso para otra vida.
-
-¿A dónde dirige el alma sus primeros pensamientos después de una
-sentencia de muerte? ¿Dios y la familia serán la primera impresión tan
-grande y dolorosa, como aterrador el paso que abre las puertas de la
-eternidad? ¿Habrá en el espíritu una maldición para los hombres y una
-bendición al Sér Supremo?
-
-Morir en salud, perder la vida sin agonía, saber el momento preciso de
-un adiós eterno á los amigos, á la patria, á la familia, y no saber qué
-hay más allá de ese instante supremo en que el cuerpo, perdiendo sus
-resortes, cae en el abismo de una eterna noche para penetrar el
-misterio de la eterna vida, tiene algo de dolor profundo y de
-resignación filosófica. La conciencia se abre toda para iluminarse como
-á la luz de un relámpago, y la revista en examen de la vida pasada, es
-tan súbita, que se dibujan, sin duda, como puntos de meditación, los
-grandes bienes y los grandes males de la conducta. Al tocar el término
-de la vida, cuando llegamos al terrible enigma que separa el tiempo de
-lo infinito, ¿será todo luz, todo evidencia, porque allí esté la
-presencia de Dios iluminando la conciencia del hombre?
-
-Maximiliano, Miramón y Mejía, en sus tres celdas de Capuchinas, oyeron
-casi al mismo tienpo su sentencia de muerte. Al juzgar por su serenidad,
-la vieron como la transformación gloriosa de la vida. Compañeros de
-campaña, prisioneros del mismo día, juntos debían morir. Miramón
-realizaba un pensamiento de su vida. Al ver en Europa el sepulcro del
-mariscal Ney, había dicho: “Esta muerte es dulce porque es pronta.
-Gloria en la vida, honor en la historia y muerte rápida si el destino es
-adverso, es una carrera, que yo apetezco.”
-
-En la resignación de la muerte hay un sello de grandeza que da á el alma
-el brillo de grandes pensamientos, y al corazón un manantial de
-sentimientos tiernos para la vida, y de esperanzas para la eternidad.
-
-Maximiliano, á la presencia de sus últimas horas, trajo á su corazón
-toda la fuerza de quien ha querido hacer de su vida por los peligros una
-existencia de gloria, y de su muerte por su valor, una historia toda de
-vida. Formó su testamento como soberano y como artista. Encargó que se
-escribiese la historia de su gobierno, y también que se acabasen
-trabajos de arte en Miramar; hizo obsequios como memoria de despedida, y
-puso cartas expresivas de gratitud á sus defensores. Habló de sus
-amigos, de sus adictos, y tributando un culto de adoración al porvenir
-que no le pertenecía, á ese futuro que no podía mirar, su conversación
-frecuente era la paz de la República, la unión de los mexicanos: bajo
-esta impresión escribió al Sr. Juárez la carta siguiente:
-
- «Sr. D. Benito Juárez.--Querétaro, Junio 19 de 1867.--Próximo á
- recibir la muerte, á consecuencia de haber querido hacer la prueba
- de si nuevas instituciones políticas lograban poner término á la
- sangrienta guerra civil que ha destrozado desde hace tantos años
- este desgraciado país, perderé con gusto mi vida, si su sacrificio
- puede contribuir á la paz y prosperidad de mi nueva patria.
- Intimamente persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un
- terreno empapado de sangre y agitado por violentas conmociones, yo
- conjuro á Ud. de la manera más solemne y con la sinceridad propia
- de los momentos en que me hallo, para que mi sangre sea la última
- que se derrame, y para que la misma perseverancia que me complacía
- en reconocer y estimar en medio de la prosperidad con que ha
- defendido Ud. la causa que acaba de triunfar, la consagre á la más
- noble tarea de reconciliar los ánimos, y de fundar de una manera
- estable y duradera la paz y tranquilidad de este país infortunado.»
-
-«MAXIMILIANO.»
-
-
-
-
-No satisfecho aún con esa carta, encargó al Sr. Lic. Vázquez, que al
-llegar el Presidente Juárez á Querétaro le hiciese luego una visita á su
-nombre, y le dijera que al morir Maximiliano no llevaba á la tumba
-resentimiento alguno.
-
-El Sr. Vázquez cumplió el encargo, y el Presidente contestó manifestando
-toda la pena que había tenido en aplicar inflexible la ley por la paz de
-la República.
-
-Estas palabras eran el resumen de lo que los defensores habíamos oído en
-San Luis, cuando perdida toda esperanza pedíamos aún economía de sangre,
-como prenda de reconciliación; y el Sr. Juárez decía:
-
- «Al cumplir Uds. el encargo de defensores, han padecido mucho por
- la inflexibilidad del Gobierno. Hoy no pueden comprender la
- necesidad de ella, ni la justicia que la apoya. Al tiempo está
- reservado apreciarla. La ley y la sentencia son en el momento
- inexorables, porque así lo exije la salud pública. Ella también
- puede aconsejarnos la economía de sangre, y este será el mayor
- placer de mi vida.»
-
-Estas fueron las últimas palabras que oímos en San Luis Potosí la noche
-del 18 de Junio, después de haber presentado tres exposiciones pidiendo
-el indulto, y de haber agotado en multitud de conferencias los recursos
-de nuestros sentimientos y de nuestro entendimiento.
-
-En espera de algún incidente favorable á la vida de nuestro defendido,
-habíamos pedido una ampliación del término para la ejecución, que se
-difirió para el miércoles 19, y en ese período Maximiliano puso el
-siguiente despacho:
-
- «Línea telegráfica del Centro.--Telegrama oficial.--Depositado en
- Querétaro.--Recibido en San Luis Potosí á la 1 hora 50 minutos de
- la tarde, el 18 de Junio de 1867.--C-. Benito Juárez.--Desearía se
- concediera conservar la vida á D. Miguel Miramón y D. Tomás Mejía,
- que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte,
- y que como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única
- víctima.--_Maximiliano._»
-
-Nada se obtuvo, y cuando se cerró la puerta de toda esperanza,
-comprimido nuestro espíritu por el fin trágico que se presentaba á
-nuestra vista, pusimos este telegrama:
-
- «Telegrama de San Luis Potosí para Querétaro.--Junio 18 de
- 1867.--Sres. Lics. D. Eulalio María Ortega y D. Jesús M.
- Vázquez.--Amigos: todo ha sido estéril. Lo sentimos en el alma, y
- suplicamos al Sr. Magnus presente á nuestro defendido este
- sentimiento de profunda pena.--_Mariano Riva Palacio._--_Rafael
- Martínez de la Torre._»
-
- * * * * *
-
-En la mañana del miércoles 19 de Junio, formadas las tropas en la ciudad
-de Querétaro, sonaban las seis cuando salían de su prisión Maximiliano,
-Mejía y Miramón. Antes de salir habían oído misa, que dijo el padre
-Soria. ¡Cuánta veneración hubo en aquel acto religioso! ¡Con qué respeto
-se asiste al solemne oficio de una religión que alumbra en el último
-momento de la vida el porvenir de la que no tiene fin!
-
-Al salir Maximiliano de la prisión, abrazó á los Sres. Ortega y Vázquez.
-Marchó al suplicio con la calma de quien ve el fin de una jornada, como
-el principio de una gloriosa conquista.
-
-El Cerro de las Campanas era el lugar designado para el trágico fin del
-segundo imperio en México.
-
-Poco antes de la hora de salida, comprendió que se acercaba el último
-momento de la vida. Después de dar un abrazo al joven militar que debía
-mandar la ejecución, salió del convento de Capuchinas, y como despedida
-tierna y expresiva de todo lo que le rodeaba, dijo:
-
-«Voy á morir......»
-
-Voy á morir.... Negro, horrible pensamiento, presencia de insondable
-abismo, lúgubre, aterrador sentimiento que sobrecoge al espíritu de
-miedo y pavor, que anonada y aterra al corazón que aun ama, que tiene
-gratas impresiones, que acaricia aún esperanza de la vida; pero
-Maximiliano, notificado de muerte; se había despedido del mundo para no
-verlo más...... ni una ilusión, ni una esperanza alimentaba. Extranjero
-en su patria adoptiva, sólo en el mundo nuevo de una prisión, su alma no
-tenía ya quejas que exhalar, ni memorias que evocar. Su dolor fué mudo y
-grande, muy grande su disimulo, ó grande, mucho más grande su
-resignación filosófica, su conformidad cristiana, la aceptación valerosa
-de su destino adverso.
-
-En tres coches caminaban al cerro de las Campanas, acompañados cada uno
-de un sacerdote, Maximiliano, Mejía y Miramón.
-
-¿Qué pensamientos llevaba en su alma el infortunado príncipe
-Maximiliano? ¿Qué sentimientos se desbordaban de su corazón?
-
-¿La luz purísima de ese cielo azul de Querétaro en la mañana del 19 de
-Junio, al caminar al lugar de la muerte, llevaría al alma de Maximiliano
-la amargura de la nada en la vida que se extingue, la verdad terrible
-del polvo en que se resuelve aún la más gloriosa existencia? ¿La razón
-fría y expedita, ó las pasiones nobles y generosas, serían sus
-compañeros al abrirse á sus pies la sepultura de su terrestre vida? ¿La
-noche eterna de la tumba embargaría antes con su impenetrable obscuridad
-todas las potencias? ¿Esa luz diáfana, brillante, sería la atmósfera en
-que se hacía sensible la presencia de Dios para el que en su infortunio
-lo invocaba como el único consuelo?
-
-Ni un solo pensamiento de odio, ni un sentimiento de disgusto, ni una
-palabra de rencor se le oyó á Maximiliano; y su alma y su corazón, su
-memoria del pasado y su pensamiento del porvenir, formaban una corriente
-incesante de votos por la paz de la República y su libertad é
-independencia. Estas fueron sus últimas palabras:
-
-«Voy á morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de
-México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva
-México!»
-
-Maximiliano, sin ligas ni vínculos sagrados de parentesco, sin patria
-que recibiera sus restos inanimados en un monumento destinado á la
-memoria de los grandes de Austria, sin familia que llorase su muerte,
-hizo de México, de sus amigos, de sus defensores, de sus adversarios, de
-sus jueces, de sus vencedores, su propia familia; porque á todos
-consagró recuerdos, y para todos deseaba bien y felicidad. Sus
-conversaciones, sus votos todos y sus últimas cartas, son irrecusable
-testimonio de esta verdad.
-
-Sus últimos momentos fueron sin duda de oración. El que cree, ora.
-Hablar con Dios cuando se tocan las puertas de la eternidad, es ley del
-pensamiento. Este forma la parte de nuestro sér divino; y cuando se
-rompe el velo de la vida para descubrir el misterio de la eternidad,
-Dios y el alma son inseparables. Entre la altura del Sér omnipotente y
-el camino que conducía al cerro de las Campanas, había una cadena
-impalpable: no estaba sugeta al dominio de los sentidos, porque la
-verdadera oración es mental; pero Maximiliano pensaba en Dios, en su
-omnipotencia, en su misericordia, y Dios recibía esta corriente de
-pensamientos como la expresión sincera y religiosa de quien cumple lleno
-de fe los deberes de un providencial destino.
-
-Maximiliano, Mejía y Miramón, poetizaron con el valor su muerte. Antes
-de pronunciar el primero las palabras que precedieron á la descarga que
-imprimió á su vida tan trágico fin, dió á cada uno de los soldados un
-maximiliano de oro, moneda valor de veinte pesos mexicanos. Momentos
-después, traspasado su cuerpo, cayó desprendido de los espíritus
-vitales. Una descarga arrancó su alma del cerro de las Campanas, para
-que fuera á ser juzgada por el único Juez infalible. Su cuerpo quedó á
-merced de los elementos que combaten la corrupción de la materia, y su
-nombre fué saludado como el del héroe mártir del gran drama de la
-intervención en México.
-
-El 6 de Julio de 1832, una multitud saludaba llena de entusiasmo el
-nacimiento de un príncipe de la casa de Austria.
-
-El 19 de Junio de 1867, una multitud lloraba la muerte del príncipe
-Maximiliano.
-
-Nació en medio de los suyos, rodeado de una familia numerosa, en medio
-de un pueblo amigo.
-
-Murió lejos de sus parientes, separado de toda su familia; pero la
-política es una liga superior á las de sangre, más poderosa que las de
-afinidad. El amor y el odio son el fruto de la política. Ella forma
-alianzas impalpables, vínculos sin pacto, simpatías de instinto, afectos
-profundos, adhesión inmensa, entusiasta hasta el delirio, resuelta hasta
-el martirio. Ella despierta sentimientos grandiosos hasta el heroísmo,
-y la admiración sincera, y el entusiasmo ardiente, y la gratitud
-reconocida, dan siempre una familia numerosa al que muere por una causa
-política. Las lágrimas son más abundantes, y su sinceridad está en el
-luto que cubre el corazón que trunca su vida, colocando en el altar de
-sus esperanzas el negro sudario de la muerte.
-
-La patria, la familia, los hijos, esa continuidad de la existencia,
-renueva sin embargo nuestro sér, abre el corazón á los sentimientos
-generosos, el entendimiento á la luz; y después de los sangrientos
-dramas de la política, sólo hay un deseo, la salvación de la patria, la
-unión de los mexicanos, la libertad práctica, la consolidación de la
-independencia.
-
-La historia con el inexorable poder de su criterio, es la única que al
-través de los años que calman las pasiones, mide bien los
-acontecimientos públicos. ¡Ojalá y ella, al juzgar á esta generación de
-que formamos parte, pueda decir: _El velo que la Nación arrojó con el
-decreto de amnistía en 1870 sobre el período de la intervención y los de
-las guerras civiles en la República, puede levantarse sin temor para el
-examen filosófico de sus causas; porque están asegurados los votos de
-Maximiliano al morir; los de Juárez como vencedor y juez, son ya una
-verdad: la paz, la libertad y la independencia de México._
-
- * * * * *
-
-El 6 de Julio de 1832, el corazón de la princesa Sofía se ensanchaba de
-gozo. Un nuevo hijo en una dinastía reinante, era un refuerzo, un apoyo,
-un elemento de poder que se ofrece en el alumbramiento de un niño que
-para la sociedad es la esperanza de la gloria, y para la madre la
-admiración de una preciosa existencia. El 19 de Junio de 1867, el
-corazón de la princesa Sofía ha de haber presentido toda su desdicha, y
-dirigiéndose al Sér Supremo, único consuelo de una madre que vé á un
-hijo en la desgracia, derramaría á torrentes el llanto del alma que, en
-sus penas y dolores, en su desvarío y en sus grandes amarguras, viste de
-luto la existencia que inquieta se desliza llena de sobresalto, en medio
-de la congojosa melancolía de un negro presentimiento.
-
- * * * * *
-
-Poco tiempo después llegaba á México el almirante Tegetthoff á pedir los
-restos inanimados del príncipe Maximiliano, para conducirlos al sepulcro
-de sus antepasados.
-
-El cadáver frío, yerto; pero conservado por la ciencia que momifica,
-permitía llevarlo al sepulcro de los grandes de Austria.
-
-El cuerpo sin el alma es la presencia aterradora que aviva todo el dolor
-por la existencia perdida. Donde el alma se evaporó, no hay luz ni
-brillo, no hay amor ni esperanza, no hay más que tristeza, sombra,
-horror, ausencia, amargura, negra atmósfera que oprime el corazón. La
-única luz es Dios. La única esperanza es la transparencia inexplicable
-pero firme en la conciencia, de ese infinito que está más allá del día
-de la muerte. En ella encontró su consuelo la Princesa Sofía, madre
-adorada por el Archiduque.
-
-La Novara, en 1864, traía á México la vida de un imperio lleno de
-pensamientos, proyectos é ilusiones. Cubierta de luto volvía en 1867,
-conduciendo el cadáver de aquel príncipe que, jefe de la marina
-austriaca, renunció á la posesión tranquila de sus honores, por la
-gloria de fundar una monarquía en México. La Novara será un navío
-histórico de un período de que fué principio y fin. En 1864 traía á
-bordo toda la esperanza de lo misterioso, de lo desconocido, que
-engendra para algunos la vida y para otros la duda y el temor. En 1867
-llevaba la muerte: era el transporte fúnebre de un rey ajusticiado, era
-un ataúd provisional. En 1864, la Novara fué saludada con ardiente
-entusiasmo por los creyentes en la eficacia de la monarquía: en 1867 la
-luz artificial de los cirios que rodeando el cadáver del príncipe,
-chispeaban al cruzar el mar, era la más negra sombra que se proyectaba
-sobre el alma de la tripulación. La luz que oprime, la luz que hiere el
-alma, la luz que arroja sombras, luto y aflicción, es sólo la luz del
-sufragio; porque es el tributo á la nada en que se resuelve la vida que
-se extingue; pero hay aún en algunas naturalezas, para esa nada del
-espíritu, para esa nada de la vida, un amor inmenso, desgarrador, capaz
-de aniquilar nuestro propio sér, convertido al andar del tiempo en
-panteón ambulante de memorias queridas.
-
-Una ceremonia fúnebre oficial, después del estremecedor y triste
-recibimiento de familia, tuvo lugar en el Convento de Capuchinas de
-Viena, donde se depositó el cadáver de Maximiliano. Una historia
-enseñaban aquellos restos, y la familia hizo gravar sobre el ataúd de
-aquellos despojos regios la siguiente inscripción:
-
- FERDINANDUS. MAXIMILIANUS
-
- ARCHIDUX. AUSTRIÆ
-
- NATUS. IN. SCHOENBRUUN
-
- QUI
-
- IMPERATOR. MEXICANORUM. ANNO. M.DCCC.LXIV. ELECTUS
-
- DIRA. ET. CRUENTA. NECE
-
- QUERETARI. XIX. JUNNI. M.DCCC.LXVII
-
- HEROICA
-
- CUM
-
- VIRTUTE. INTERUIT.
-
-Nosotros quisiéramos también poner una inscripción que, á semejanza de
-un epitafio, reasumiera la vida de un período y de un orden de cosas que
-no tiene posible resurrección; pero esto sería pretender un imposible.
-
-La mano del hombre más poderoso, el amor inmenso de los padres, la
-voluntad decidida, de los adictos, el entendimiento de más privilegiada
-fuerza, la historia inflexible en sus sentencias, son impotentes para
-reasumir en un epitafio toda una narración que abraza una época, que
-sólo puede juzgar hoy con imparcialidad el superior de todos los jueces.
-A ese juicio severo é impasible sólo se aproxima la inspiración tardía
-de los pueblos, que se erige, al desaparecer las pasiones, en criterio
-de la historia. Ella juzgará, y su sentencia, detallada en miles de
-páginas, no llegará tal vez á los oídos de los actores ni de la
-generación contemporánea; porque nuestra vida es corta, y el soplo de
-los años, poderoso para hundirnos en la nada de esta existencia, es un
-instante inapreciable en la vida de las naciones. Héroes ó mártires,
-vencedores ó vencidos, afortunados ó infortunados los actores del
-período á que consagramos estos renglones, tienen ya en sus manos el
-porvenir de la República: hay ya en el corazón mexicano un resorte de
-inmenso poder. Una ley de amnistía llama á todos á trabajar por el bien
-de la patria.
-
-Esta página de nuestra historia debe ser también la llave del porvenir.
-Si aun ciegos y obcecados los partidos no abren su corazón y su
-conciencia á las inspiraciones santas del patriotismo y de la unión,
-México sucumbirá; porque la anarquía será el preludio de catástrofes que
-hoy nos amenazan como negra y aterradora sombra...... Pero no...... la
-adversidad no puede, inexorable, perseguirnos: el destino de nuestra
-patria perderá lo sombrío de algunas profecías, y la transformación de
-su sér se explica ya en el deseo general, inmenso, evidente de la paz.
-La Providencia lleva muchas veces á los pueblos á sus grandes fines por
-medios imperceptibles, y ha llegado para México el período de su
-resurrección. La experiencia de nuestros errores, el instinto de
-nuestros peligros, la advertencia de las lecciones pasadas, los
-episodios sentidos de las vicisitudes políticas, forman el hilo, hoy
-invisible de la unión, que dará al país la fuerza y el poder de su
-propia salvación. Sacudimientos ligeros, convulsiones pasajeras, pueden
-aún herir el sentimiento nacional; pero éste, superior á las disensiones
-de partido, se levantará poderoso contra toda tendencia revolucionaria
-que amenace la paz de la República. México había significado antes
-anarquía, desórden, rebelión constante; pero la sangre á torrentes
-derramada, la fortuna perdida á impulso de las revoluciones, la paz
-deseada y siempre perturbada, ha cambiado el carácter revolucionario y
-versátil del pasado que sucumbió para siempre, merced á los sacrificios
-de una generación que quiere para su patria orden, paz, progreso,
-independencia y libertad.
-
-La regeneración de México ha comenzado, y esta regeneración se saluda
-como la vuelta de un joven lleno de esperanzas á la vida normal.
-Alimentemos todos esa preciosa existencia de la patria, con el inmenso
-amor del suelo en que nacimos, y unidos trabajemos por la paz, que es la
-más grande herencia que podemos legar á nuestros hijos.
-
-Llamemos á nuestra mente la trágica historia nacional desde la
-Independencia; evoquemos recuerdos del sentimiento expresado por los
-hombres todos que han muerto por la patria, y como epílogo de esos
-solemnes y lúgubres momentos de la muerte, en que están presentes la
-patria, la familia, la conciencia, Dios y la eternidad, pudieran
-reasumirse esas palabras de agonía santificadas por la presencia del
-suplicio, en esta exclamación: «Patria, patria infortunada y querida: Si
-de los votos de estas víctimas dependiera tu felicidad, la unión de tus
-hijos te abriría el más brillante porvenir, y México sería grande y
-feliz con la unión de los mexicanos.»
-
-Tales deben ser también los votos de los que sobrevivimos, y á su
-realización debemos encaminar nuestra conducta. Hoy tales propósitos
-aparecerán como un error: antes de mucho tiempo tendrán la evidencia de
-un axioma, y más tarde serán el poderoso elemento de nuestra vida
-nacional.
-
-¡Ojalá y la generación que ha asistido al drama sangriento de las
-disensiones por la patria, sea también la que abra por la fraternidad y
-conciliación, una nueva vida en el suelo privilegiado de la República!
-¡Dios permita que el nombre de México, que al pronunciarse evocaba
-recuerdos de sus dolores y lúgubres peripecias, sea saludado en el
-porvenir como el pueblo digno de la libertad, tan grande por sus
-virtudes, como ha sido sufrido en su infortunio!
-
-México, Julio de 1871.
-
-_Rafael Martínez de la Torre._
-
-
-
-
-APÉNDICE
-
-
-AMPLIFICACIONES
-
-POR
-
-ANGEL POLA
-
-
-
-
-EN PEREGRINACION, DE POMOCA A TEPEJI DEL RIO
-
-
-PATEO
-
-Por la vía troncal del Ferrocarril Nacional Mexicano, que parte de la
-ciudad de México y en el kilómetro 205, llégase á la estación de Pateo,
-formada de un pequeño edificio de cal y canto, casi un cubo, con
-techumbre laminada en forma de caballete.
-
-Un amplio y desnivelado camino arcilloso, de dos kilómetros une la
-estación con la hacienda del propio nombre, la cual destaca sobre una
-colina, entre los cerros de San Miguel el Alto y Paquizihuato,
-presentando, al primer golpe de vista, los altos muros blancos de su
-perímetro, coronados por los aleros de las casas, el campanario de la
-capilla y el follaje tupido de la arboleda.
-
-Frente á la puerta principal aparece, tras pequeña verja, un jardincito
-limitado en uno de sus extremos por el departamento administrativo; en
-el otro, por un mirador y la sala, y en el fondo, por el ancho corredor
-que sirve de atrio al pabellón del edificio central.
-
-En uno de los ángulos del corredor hay una piececita de cinco metros de
-latitud por seis de longitud, que tiene paso en su fondo y uno de sus
-costados á dos recámaras. La puerta de entrada presenta en una de sus
-hojas y á la altura de un metro, un orificio circular de dos centímetros
-de diámetro, cubierto por un cristal, y por el que don Melchor Ocampo
-vigilaba la carretera, á fin de evitar á tiempo el peligro que lo
-amenazase, desapareciendo súbitamente por un escotillón abierto á corta
-distancia de sus plantas y que comunica por un subterráneo escalinado en
-su principio y cuyo término se ignora. El escotillón, construído debajo
-del lecho, quedaba oculto por la alfombra.
-
-El edificio, hermoso de puro sencillo en su estilo, de arquería de medio
-punto y esbeltos pilares en sus corredores del interior, ha venido
-siendo ceñido desapiadadamente por construcciones modernas, entre las
-que resaltan la capilla y los graneros. Inmediato á la primera hay un
-jardín extenso de simétricas avenidas y desvanecidos camellones,
-sombreado eternamente por multitud de altos cedros, fresnos, eucaliptus
-y árboles frutales de variadas especies, todos plantados por las propias
-solícitas manos del señor Ocampo.
-
-Existen como testimonios vivientes de nuestra narración, los servidores
-José Dolores Gutiérrez, Benito Campos, Epigmenio Moreno y Tomasa X.,
-empleados todavía en la hacienda. Refieren llenos de ternura, que el
-antiguo amo despertaba con el día, se entregaba invariable y
-pacientemente á las labores de campo, prefiriendo las de floricultura y
-plantación de árboles raros, alternando estos trabajos con empresas de
-mejoras, el estudio á que se dedicaba con afán y la inquebrantable
-vigilancia ejercida sobre la servidumbre, en cuyo bienestar estuvo
-siempre interesado, acudiendo cariñoso, ora con auxilios pecuniarios
-cerca de los pobres, ora con medicinas á la cabecera de los pacientes,
-haciéndose acompañar del doctor Patricio Balbuena, radicado en
-Maravatío, cuando el caso lo requería, y si era trivial, juzgaba
-suficiente su ciencia.
-
-Campos, que raya en los setenta de edad, decíanos, al repreguntarle si
-había tratado mucho al señor Ocampo:
-
---Sí, señores: ¡pues si aquí comencé á ganar medio con él!
-
---¿Y es verdad que se portaba bien?
-
-Y, en vez, de contestar él solo, á una voz nos respondieron los cuatro
-viejos y fieles sirvientes:
-
---Sí, como un santo; pero harto bueno, harto bueno.
-
-Así es que, entrevistados sucesiva y juntamente, y practicados entre
-éllos algunos careos en los puntos discordantes de sus relatos, siempre
-convinieron en que aquel amo fué un hombre de bien á carta cabal, asíduo
-en el trabajo, estudioso infatigable, con especialidad en la Historia
-Natural, la que procuraba llevar á la práctica en sus teorías más
-modernas y elevadas, introduciendo en su jardín botánico plantas
-exóticas de flores y frutos primorosos, como los pudimos apreciar, al
-designarnos estos testigos, cedros, matas de cramelias, arrayanes de
-corte caprichoso que señalan los lindes del terreno y bordan los prados,
-presentando un conjunto boscoso, perfumado é interesante, lo mismo en
-las rotondas, cerca de las fuentes, como en los rincones más apartados y
-umbríos, entre los cenadores de atavíos primaverales.
-
-Se distingue en este jardín la principal avenida, que arranca de un gran
-enverjado y confina en el fondo obscuro de la vegetación que viste la
-tapia que cierra el perímetro, señalada esa avenida por árboles añosos
-de cedro, de que penden lama y heno, testimonios de su vetustez. Las
-semillas de tales plantas fueron depositadas en la tierra por las mismas
-manos del señor Ocampo, que veló por su germinación y desarrollo.
-
-
-POMOCA
-
-(Hoy Hacienda Subterránea)
-
-Pateo, de la propiedad de don Pedro Rosillo en 1743 y después de doña
-María Francisca Javier de Tapia, pasó á ser del señor Ocampo, su hijo, á
-la muerte de esta señora, hasta que, en la imposibilidad de proseguir
-conservando la hacienda, por razón de los muchos gravámenes contraídos
-en el ejercicio de la más pura caridad, calificada por él como derroche,
-vióse obligado á fraccionarla, reteniendo la parte designada Rincón de
-Tafolla, y enajenando la otra á don Claudio Ochoa, quien,
-posteriormente, la vendió á los señores Sotomayor y éstos á su vez á la
-viuda de don Angel Lerdo, que es la propietaria, en el presente.
-
-Dueño el señor Ocampo de la fracción Rincón de Tafolla, fué á vivir bajo
-unas tiendas de campaña, que fijó en el punto donde dió principio con la
-erección de la hacienda, la cual él mismo bautizó con el nombre de
-Pomoca y que, como se sabe, es el anagrama de Ocampo.
-
-Terminada, en parte, la obra material de la moderna Pomoca, estableció
-allí su residencia y puso en práctica sus tendencias, enriqueciendo el
-lugar con un parque de piñones, olivos, cedros y el arbusto rarísimo de
-la cruz, idéntico al que existe en el convento del mismo nombre, en la
-ciudad de Querétaro. Aprovechando una quebrada del terreno, hizo un
-estanque para baños y otro para la procreación de peces, en forma
-circular, y con un jardín de aclimatación en su centro. Introdujo el
-agua, trayéndola de muy lejos, en una bien construída cañería.
-
-Se ve aún, como islote, un prado ricamente provisto de plantas de valor
-científico. Se entraba en esta estancia por una avenida de cedros del
-Líbano; y comunicando de la casa á un baño, tupidamente cubierto de
-plantas trepadoras, veíase una callecita estrecha y ondulada, bajo palio
-de enredaderas de fragancia indecible, que bajaban á trechos sus ramas
-cuajadas de hojas, hasta ocultar los asientos de mampostería.
-
-Si á tal cuadro se añade la riqueza del arbolado, que abraza y esmalta
-el lugar, se comprenderá el interés que despierta en el ánimo del
-viajero el examen de las variadas especies de árboles frutales, de los
-frondosos olivos, los piñones y los sauces.
-
-De la obra material no quedan sino desolación y ruinas, hechas por la
-mano del hombre, que parecen protestar contra el olvido, la incuria y la
-irrespetuosidad de la ignorancia. Sólo se contemplan, abriéndose paso
-entre breñales, los muros carcomidos y agrietados de diez piezas,
-rodeadas de una superficie cascajosa en los cuales crecen hierbas y
-arbustos, y se abrigan sabandijas.
-
-El terreno es una ladera, cerca de San Miguel el Alto.
-
-
-VENTA DE POMOCA
-
-(Hoy Pomoca)
-
-Allá abajo, en un erial, á poca distancia del punto de bifurcación del
-camino real de Toluca á Maravatío, está la venta llamada de Benito Tapia
-en época remota; después, de Pomoca, y ahora, Pomoca á secas: teatro del
-drama que terminó en tragedia en Tepeji del Río, y duró del 31 de Mayo
-al 3 de Junio de 1861: teatro de otra pasión como la del Redentor, que
-tuvo su via crucis y su calvario: esta es la primera estación.
-
-Pomoca es una hostería de dos patios, grande el uno, con cuartos á sus
-costados y la parte posterior de su frente, y pequeño el otro, que es la
-caballeriza y el abrevadero. Fuera, el caserón tiene portal amplio y
-alto, y una llanurita hasta el camino real. En su lado izquierdo, pared
-por medio, edificó el Mártir su hogar, cuyo trazo es un paralelógramo
-estrecho y su fachada la continuación de la fachada de la hostería. Aquí
-hay dos ventanas bajas, sin barandales, pertenecientes á la sala, que
-hacen juego con otras tantas puertas, hacia el interior: una de las
-cuales abre paso al dormitorio del señor Ocampo, siendo una de sus
-paredes la divisoria de la hostería, y la otra puerta da al corredor,
-cuya forma es la de una escuadra de ramas muy desiguales, abarcando la
-menor la mitad de la longitud de la sala, pues que la otra mitad, como
-prolongada por adentro, forma el dormitorio, en donde, sobre la mesa de
-noche, nunca faltaron libros junto á la vela. Este tiene una ventana por
-el corredor y una puerta por un pasillo, que conduce á lo que era
-biblioteca y laboratorio del sabio. Del patio grande de la hostería
-recibía luz y ventilación. En el departamento, además de los libros,
-muchos buenos y raros, había un herbario tan rico y costoso como la
-misma biblioteca, una selecta colección de conchas, recogidas unas
-durante el destierro en Nueva Orleans y otras en Veracruz; animales
-disecados, ejemplares teratológicos, esponjas; planos y mapas, algunos
-obra de su pulso; esferas terrestres, celestes y armilares; hornillas,
-redomas, sopletes y balanzas de precisión; microscopios, botiquines y
-estuches de matemáticas. Ahora el hollín tapiza las paredes y el techo,
-y tapiada la ventana, la luz ha huído del recinto.
-
-Al dormitorio siguen en línea recta el aposento de las señoritas Josefa,
-Lucila, Petra y Julia, sus hijas adoradas, y de doña Ana María Escobar,
-respetada y obedecida; luego, inmediato, el comedor; después, la
-cocina, que ocupa el otro lado pequeño del paralelógramo, con un costado
-libre, que es el paso del corralito denominado de «Las Gallinas,» en el
-que había un subterráneo para ocultar ropa, dinero, alhajas y hasta
-personas. Uno de los muros del corralito lo forma la espalda del comedor
-y la cocina, otro muro es el mismo del jardín; y tiene por éste, á flor
-de tierra, una puertecita secreta de escape.
-
-El jardín era la delicia del señor Ocampo. Las cuatro paredes que lo
-cierran desaparecían bajo la cortina de verdura de unos membrillos
-enfilados, de duraznos, de perales, de capulines, de manzanos, de
-albaricoqueros, de higueras, de sauces. Había frutos de todos tamaños y
-sabores, y flores de todos colores y fragancias. Había hasta ochenta
-especies de claveles y muy variadas de alelíes, rosas y dalias; injertos
-admirables; árboles gigantescos que producían frutos diminutos y árboles
-enanos que daban frutos enormes. Aquel lugar parecía un paraíso: había
-de todos los frutos y las flores de la tierra, formando lindos
-bosquecillos y camellones de figuras caprichosas. ¡El sabio naturalista
-se burlaba con su genio de la uniformidad de la madre naturaleza!
-¡Variaba los colores de las flores, cambiaba los sabores de los frutos,
-les daba forma, hacía los tamaños! Y el agua límpida, fresca y rumorosa,
-discurriendo en mil líneas y vueltas por el jardín, transfundía la vida
-á aquel mundo vegetal. A este sitio delicioso, en cuyo centro había un
-cenador perpetuamente sombreado por plantas trepadoras, ocurría de
-diario el Reformador, y con el pantalón remangado, en chaleco y cubierta
-la cabeza con una cachucha, tomaba el azadón ó la pala, el rastrillo ó
-el zapapico, y abría y esponjaba la tierra, ora para distribuir el agua
-en hilos delgados, ora para depositar la simiente de plantas medicinales
-valiosísimas, cuyo secreto curativo se llevó consigo.
-
-En tal tarea le acompañaba un mocito de nombre José María Hernández, hoy
-anciano, quien, al invocar el recuerdo del amo, nos ha dicho con la voz
-anudada y los ojos arrasados de lágrimas:
-
---Era un buen caballero y un buen señor; pues, como ninguno, auxiliaba á
-los pobres.
-
-En la fachada, cerca de los marcos de las ventanas de la sala, hay
-señales hondas de balazos. Cuentan que una gavilla hizo una descarga en
-esa dirección, para aprehender á un hombre que huía. En las hojas se
-conservan todavía unas claraboyitas, por donde el señor Ocampo espiaba
-el camino.
-
-La sala, desnuda, guarda unos utensilios arrinconados, cubiertos por una
-sábana suspendida de pared á pared á lo ancho. Aquí, los sábados,
-bajaban de San Miguel el Alto los carboneritos, y luego que realizaban
-su mercancía en Maravatío y las haciendas comarcanas, entraban derecho,
-sin otro pase que el buenos días, así como iban: con ese descuido que
-mueve á risa y toca el corazón; y tomaban asiento cual si fuese aquella
-su casuca, y cogían un periódico de entre los muchos que había sobre la
-mesa del centro y muy serios se ponían á leer, como si estuvieran
-enterándose á pechos de la política. Y no: los pobrecillos deletreaban,
-repasaban la lección del otro sábado, dada con empeño paternal por el
-amo, que también leía ante ellos. Parécenos que estamos viéndole con
-aquel su semblante todo de bondad y amor, aquellos sus ojos hermosos de
-puro apacibles, aquellos sus labios que rebosaban energía y mansedumbre,
-su cabeza apolínea de cabellera suave y ondeada, sus maneras
-refinadamente nobles, su alta frente espaciosa, su voz clara y dulce.
-Terminada su clase de instrucción primaria, hablaba á sus discípulos
-humildes, como Jesús á su grupo de pescadores.
-
---No hagas á otro lo que no quieras que te hagan á tí. No juzgues y no
-serás juzgado. Dar es mejor que recibir. Perdona y serás perdonado. El
-que se humille será exaltado, el que se exalte será humillado. Ama á tus
-enemigos. Haz bien á los que te aborrezcan.
-
-Y esto, predicado en aquella comarca desolada y lúgubre, especie de
-Galilea hace tiempo, lo repiten al pie de la letra los iniciados
-supervivientes en los misterios de aquella sinagoga, como enseñanza del
-Evangelio. ¡Cómo no había de ser el Evangelio, si Ocampo fué el doctor
-de la ley! ¡A sí llamaba siempre á los humildes! ¡A él acudían en las
-aflicciones de la carne y del espíritu para hallar alivio!
-
-Esa mañana que visitamos á Pomoca, nos causó indignación y tristeza ver
-salir de unas trancas el ganado del dueño actual. Uno tras otro pasaban
-indiferentes y perezosos los animales, con la cabeza recta,
-tambaleándola, los ojos soñolientos, rumiando todavía. Un toro, negro
-como el azabache, hizo alto en el desfile y se puso á oler fuertemente
-un trecho de tierra, en seguida mugió y comenzó anheloso á llorar.
-Retiróse á carrera, como para participar del dolor á sus compañeros,
-volvió luego, y olía rastreando el belfo, rascaba tierra, azotaba la
-cola en su trasero y, abriendo tamaños ojos, mugía y lloraba
-inconsolable. Otros animales acudieron en tropel y apenas olían ese
-pedazo de tierra, también mugían y lloraban, y venían otros, y otros
-más, hasta formar un círculo apretado de dolientes que sollozaban.
-
-El sitio que abandonaba el ganado era el jardín del señor Ocampo, el
-gran jardín, que siempre causó delicia á su hacedor. De él sólo quedan
-el trazo del cenador y los membrillos, un sauce y el árbol de la
-estricnina, que parecen arrastrar una vida de hastío desde la muerte de
-quien los velaba. Lo demás es tierra raza y estiércol apelmazado por las
-bestias.
-
-
-UN SUCESO EXTRAÑO
-
-En una hondonada, entre Pomoca y Pateo, corre el río de las Minas, que
-nace en Tlalpujahua, y atraviesa el camino real bajo un puente de cal y
-canto. De aquí á Pomoca el camino se hace pedregoso, pero orillado de
-fresnos frondosos. El puente es obra del señor Ocampo y sus manos
-plantaron los fresnos.
-
-Aquí estuvo sentado en el borde del puente, pistola en mano, la noche
-del martes 28 de Mayo, en seguimiento de algo extraño, que trataba de
-alcanzar y ver y que se le perdía. Sucedió que, cenando en familia, á la
-hora del té, tocaron en la pared del lienzo correspondiente al corral de
-las gallinas. Doña Ana Guerrero, ama de llaves y encargada de la tienda,
-mandó á Marcelino Campos que viera qué acontecía. El sirviente entró en
-el corral, buscó y no vió nada. Apenas había vuelto al comedor é
-informaba de que nada era, oyéronse otros toques, tan fuertes como
-golpes.
-
---Parecen de barreta--hizo observar el señor Ocampo.
-
-Entonces doña Ana, en compañía de Marcelino y otras personas, fué á
-registrar todo el corral y examinó la pared en la parte en que salían
-los golpes. Convencida de que nada había, volvió y dijo al señor Ocampo,
-que permanecía de sobremesa con sus hijas Petra y Julia, y don Eutimio
-López, administrador de la hacienda:
-
---Compadre, no es nada.
-
---Pero, ¿han buscado bien?
-
---Sí, compadre, por todas partes y no hay nada.
-
---¡Qué raro!--prorrumpió el señor Ocampo.
-
-En esto, oyéronse otra vez los golpes, más intensos y repetidos,
-precisamente á sus espaldas. Luego, molesto, dijo que la familia,
-inclusa Lucila que estaba enferma y la cuidaba á su cabecera doña Clara
-Campos, esperara en el zaguán chico, que era la salida de la casa á la
-troje y la era, y el paso para el jardín y la hostería; pero á ésta,
-volteando la fachada. Y, levantándose, mandó bajar del zaguán el quinqué
-y pasó á registrar el corral, el jardín y otros lugares. De regreso, no
-habiendo hallado nada, buscó, con igual resultado, entre las tupidas
-enredaderas que tapizaban los pilares y las paredes. Cuando se presentó
-donde esperaba su familia, oyeron todos, como viniendo del puente á la
-hostería, ruido de cabalgaduras á galope, de armas que chocaban contra
-monturas y ecos confusos de voces. Se armó de pistola, dijo á doña Ana
-que, si era muy preciso, ocultase los objetos de valor y á sus hijas en
-el subterráneo del corral de las gallinas; que nadie le siguiera, y
-partió á cerciorarse de quiénes eran. Llegó al portal de la hostería y
-no encontró á nadie ni vió nada: el zaguán estaba cerrado. Se puso á
-escuchar si habían entrado: silencio sepulcral reinaba. Queriendo ver en
-el camino, allá, á cien metros, en medio de la obscuridad, para
-distinguir á álguien, y de nuevo oyó el ruido de las cabalgaduras, de
-las armas y el rumor de las voces; mas, ahora, como que se alejaban. Y
-resuelto, se dirigió en seguimiento de todo eso extraño, que le
-precedía, hasta el puente, en donde dejó de oir. Entonces descansó en el
-borde y, en tanto reflexionaba sobre el suceso, percibió que alguien iba
-detrás; habló y le contestó Campos:
-
---Yo soy, señor amo: me mandaron las niñas que le siga, para que nada le
-pase.
-
-Transcurrida como una hora, á las diez, llegaba de una hacienda
-inmediata á Ixtlahuaca, don Juan Velásquez, con la noticia de que
-acababa de entrar en ella una tropa de reaccionarios. Hizo ver al señor
-Ocampo el peligro que corría, permaneciendo en Pomoca, y la necesidad
-de que partiese pronto á lugar seguro porque parecía que venían por este
-rumbo.
-
---Si yo no he hecho nada, ni he ofendido á nadie. ¿Por qué he de
-huir?--manifestó el señor Ocampo.
-
-Esa noche no pegó los ojos, sino hasta muy tarde. Sus hijas y doña Ana,
-con el sobresalto, durmieron mal.
-
-MIÉRCOLES 29.--El señor Ocampo iba á Maravatío en compañía de sus hijas
-Petra, Lucila y Julia á pasar el Corpus. La presencia del señor Juan
-Velázquez fué la causa de que ya no las acompañase, sino éste, que
-partía para la población. La salida fué á las seis de la mañana. Estaba
-él muy taciturno, rebujado en su capa, cubierta la cabeza con una
-cachucha, de pie en el portal de la hostería, donde las cabalgaduras
-ensilladas esperaban al grupo de viajeros. Sus hijas, al despedirse, le
-besaron amorosamente la mano.
-
---Está bien, mis señoras;--les dijo emocionado--allá nos veremos el
-sábado, para que nos vengamos juntos.
-
-Al partir la caravana, quedó él como clavado, mirándola y mirándola,
-hasta que la perdió de vista. Cuando volvió las espaldas al camino y
-entró ya solo en la casa, se llevó el pañuelo á los ojos é inclinó la
-cabeza.
-
-JUEVES 30.--Llegó á la hostería una persona sospechosa vestida de negro,
-cuyo caballo tenía en una anca este hierro: R (_Religión_);
-acompañábale un guía, á quien encerró en un cuarto, sin dejarle salir,
-ni aun para el sustento, el cual él mismo le introducía. El mantillón de
-su montura era de paño azul, con angostas franjas rojas. Doña Ana y
-Esteban Campos le preguntaron por qué tenía ese hierro el caballo y ese
-mantillón la montura, y contestó:
-
---En el camino unos pronunciados me quitaron mi caballo, que era bueno,
-y me dieron éste, así como está.
-
-Doña Ana, sospechando algo, rogó al señor Ocampo que se fuera, porque
-corría peligro; que probablemente era un espía el desconocido. Pareció
-ceder y mandó ensillar su caballo; pero la respuesta del desconocido,
-repetida por doña Ana, le hizo cambiar de resolución.
-
---Es posible que le hayan cambiado su cabalgadura--dijo el señor Ocampo.
-
-Y en seguida, después de un momento de silencio, agregó:
-
---Ya no me voy. Que desensillen mi caballo.
-
-VIERNES 31.--A las cinco de la mañana el desconocido salió aparentemente
-para continuar su viaje. Le siguió Esteban Campos en observación del
-camino que tomaba. Fué el mismo que trajo la víspera: el del puente;
-noticia que comunicó al señor Ocampo.
-
-Desde aquel instante, parece que un grave presentimiento cayó sobre su
-ánimo: de comunicativo se tornó profundamente reservado; de sereno, en
-inquieto; de laborioso, en inerte; de triste, en enfermo.
-
-Al sentarse á la mesa y tener á la vista una taza de caldo, exclamó,
-dirigiéndose á doña Ana:
-
---Comadre, me voy á tomar este caldo como una taza de agua de tabaco.
-¡Extraño mucho á mis hijas!
-
---¿Por qué no se fué usted con éllas, compadre? ¿por qué cambió de
-parecer?--le preguntó doña Ana.
-
---El sábado voy por éllas--respondió, como si tratara de esquivar la
-contestación categórica.
-
-Había probado el caldo, cuando se presentó Gregorio García, hospedero, á
-noticiarle que un grupo de jinetes, á galope, venía por el puente.
-
-El señor Ocampo se levantó de su asiento y se dirigió á la sala para
-espiar por la claraboya de una de las ventanas: al aproximar el ojo, no
-vió más que á los últimos.
-
-Entre tanto doña Ana, después de haber rogado apresuradamente al señor
-Ocampo que se ocultara, salió al encuentro de los desconocidos, atravesó
-el pasillo y, á su salida al patio de la hostería, tropezó con un hombre
-de elevada estatura, complexión delgada, de tez blanca, cabello un poco
-rubio, tirando á cano, barba poblada, nariz recta y ojos claros,
-vistiendo de charro.
-
-Sin dominar su impaciencia el desconocido, preguntó á doña Ana en dónde
-estaba el señor Ocampo; y como le contestase que no sabía, replicó,
-exaltándose:
-
---Cómo es posible que no sepa usted si está.
-
-Y rehusando otra explicación, la condujo á fuerza al interior de la
-casa, sin dejar de inquirir en voz alta y con aspereza el paradero del
-señor Ocampo. Al pisar los umbrales de la sala el desconocido y doña
-Ana, escuchó don Melchor una frase dura, proferida por quien le buscaba,
-y se presentó tras de doña Ana, diciendo:
-
---¿Qué se le ofrecía? Estoy á sus órdenes.
-
-El charro puso en sus manos un papel, y al terminar su lectura el señor
-Ocampo, dijo:
-
---Está bien; pero ¿tuviera usted la bondad de decirme con quién hablo?
-
---Con Lindoro Cajiga--contestó el portador.
-
-Y haciendo uso de su serenidad habitual y su genial cortesía, dijo á
-Cajiga:
-
---Antes de ponernos en marcha para saber qué me quiere Márquez,
-tomaremos la sopa.
-
-A esa invitación se negó rotundamente Cajiga; y como manifestase
-precisión de ponerse luego en camino, doña Ana, dirigiéndose á don
-Melchor, le preguntó:
-
---Compadre, ¿por qué no se cambia usted de ropa?
-
---No sé si me lo permitirá el señor--contestó Ocampo, señalando á
-Lindoro.
-
---Sí, puede cambiársela--manifestó éste.
-
-El señor Ocampo entró en su recámara y, poniéndose un traje sencillo, se
-despojó del reloj y las mancuernas de oro, dejándolos en su lecho, y
-volvió á presencia de su aprehensor. Al ir á montar en el caballo que le
-había preparado su servidumbre, se encontró con que le había sido
-substituído, de orden de Cajiga, por otro de pésimas condiciones, que á
-lo pequeño y maltratado reunía una montura ridícula. Tan luego como
-Cajiga hubo desaparecido con su presa rumbo á Pateo, ordenó doña Ana á
-Gregorio García que corriese á Maravatío á dar aviso á las niñas de la
-captura de su padre. Ya en la casa de la finada doña Ana María Escobar,
-donde estaban hospedadas, al llamar Gregorio á la puerta salió Lucila á
-su encuentro y leyéndole en el semblante lo que acontecía, le interrogó
-sobresaltada:
-
---¿Qué sucede con mi padre, Gregorio?
-
---Pues nada, niña--contestó, pugnando por disimular la gravedad del
-suceso.
-
---Algo le pasa á mi padre, dímelo. Dime, ¿qué pasa?--insistió Lucila.
-
---Lo han tomado prisionero á la una del día--dijo con honda amargura
-Gregorio.
-
-Como si tratara de substraerse al castigo de su crimen, Cajiga condujo á
-Ocampo á la hacienda de Pateo. Allí estaban de paso doña Teresa Balbuena
-de Urquiza y su hijo don Francisco, que se dirigían á Pomoca, para
-hacerle una visita. Viendo éste que su amigo carecía de abrigo, le
-ofreció unas chaparreras y, para sujetárselas al pantalón, unas correas.
-Aceptólas cariñosamente y, al ponérselas, Ocampo mostró sonriente su
-nueva prenda y prorrumpió, dirigiéndose al alma de sus perseguidores:
-
---Hijo, nadie creería que soy de Michoacán; pues ya ves que los padres,
-para dar el Viático, se ponen chaparreras.
-
-
-PAQUIZIHUATO
-
-En su marcha de fugitivos, se dirigieron á la hacienda de Paquizihuato,
-situada en la falda de un cerro, fertilizadas sus cercanías por el río
-Lerma, que á trechos corre caudaloso rompiendo sus aguas contra rocas y
-los sabinos seculares, que orlan sus márgenes, para esparcirse en
-seguida mansamente por la superficie arenosa y cubierta de guijas del
-antiguo valle de Uripitío de los Pescadores, hoy de Maravatío.
-
-La troje, local saliente de la finca, y que está como entonces, sirvió
-de primera cárcel al señor Ocampo. Cerca de la puerta le tuvieron
-sentado entre centinelas de vista; mientras la soldadesca discurría por
-las casuchas, alardeando de su negra hazaña y entregándose al pillaje.
-Testigos de estas depredaciones son Leandro Hernández y Pascual Molina,
-supervivientes, que nos narraron este suceso, despertando su indignación
-el recuerdo.
-
-
-MARAVATIO
-
-Cerca de las cuatro, Cajiga dió orden de marcha hacia Maravatío. A vista
-de algunas haciendas de las muchas que parecen salpicar el valle, entró
-en la de Guaracha, para aprehender á Gregorio, que esquivaba su
-encuentro, de regreso á Pomoca. Incorporado en la fuerza, continuó ésta
-su ruta.
-
-A la caída de la tarde arribó á la población, la cual, con motivo de ser
-viernes, día siguiente al Corpus, estaba en movimiento inusitado. Al
-percibir á la tropa, huía desbandada la gente, temerosa de sufrir
-atropellos, y cerraba sus casas.
-
-Aprovechando estos momentos de pánico, Gregorio logró confundirse entre
-la multitud, yendo á ocultarse en la carbonera de la finca de don
-Antonio Balbuena.
-
-Hizo alto Cajiga en el mesón de Santa Teresa, de la propiedad de don
-Atilano Moreno, ubicado en el ángulo de las calles de Iturbide y las
-Fuentes. Hállase este edificio horriblemente carcomido por la acción del
-tiempo; la entrada ha sido siempre por Iturbide; el patio estaba rodeado
-de cuartos de alquiler. En uno de los del fondo, pasó el señor Ocampo la
-primera noche de su via crucis. Hoy son ruinas y apenas señalan su
-perímetro las bases de sus muros.
-
-En la esquina, arriba de la placa que nombra la calle de Iturbide, hay
-una lápida conmemorativa que reza:
-
-_En esta casa estuvo prisionero el ilustre C. Melchor Ocampo la noche
-del 1.º de Junio de 1861_[3].
-
-Al circular la noticia de la llegada del señor Ocampo, el personal más
-notable de la población se reunió en la casa de los Balbuena, á
-deliberar qué debía hacer para obtener la libertad de su benefactor, á
-quien debía no sólo su progreso material, sino su desenvolvimiento
-intelectual y moral. Tomado el acuerdo de que el licenciado don
-Jerónimo Elizondo escribiese al general Leonardo Márquez, quien le debía
-la vida, en solicitud de la libertad del Señor Ocampo, partió Teodosio
-Espino con la misión al siguiente día, sábado, 1.º de Junio.
-
-Momentos antes de verificarse la junta, preocupados sus amigos, Dionisio
-y Francisco Urquiza, lograron hablar al prisionero y proponerle la fuga,
-horadando la pared de su celda, que lindaba con la casa de don Agustín
-Paulín. El les contestó:
-
---Yo no me fugo, porque no soy criminal.
-
-No satisfechos los señores Urquiza de la negativa, acudieron á don
-Antonio Balbuena, que ejercía gran ascendiente sobre Ocampo, para que
-nuevamente le propusiera la evasión.
-
---Yo no propongo semejante cosa á Melchor;--les dijo--pues conociendo,
-como conozco, su carácter y honradez, es seguro que me desairará.
-
-Como á las nueve de la mañana, Cajiga, después de formar á su soldadesca
-en el Portal de la Aurora, donde estuvo á la expectación pública el
-prisionero, se puso en camino hacia la hacienda de Tepetongo.
-
-
-TEPETONGO
-
-Como obedeciendo á extraño impulso, la fuerza de Cajiga fué á parar,
-tras larga fatiga, hasta la hacienda de Tepetongo, á las cinco de la
-tarde. Frente al extenso portal, hizo alto, y reconocido el prisionero
-por don Juan Cuevas, dueño de la finca, mandó decirle con el trojero
-Pascual Benavides, radicado actualmente en Toluca, qué se le ofrecía. El
-señor Ocampo contestó que nada, expresando su agradecimiento; pero,
-después de un momento de vacilación, pidió una taza de chocolate. Al
-recibir el aviso de que estaba servido, Benavides, en nombre del amo,
-suplicó á Lindoro que permitiese al señor Ocampo pasar al comedor.
-Habiendo sido la respuesta una negativa, se le llevó el chocolate y lo
-tomó sobre una gran caja de granos, que hizo veces de mesa.
-
-Acto continuo el jefe ordenó la marcha rumbo á la Venta del Aire, la
-Jordana y Toshi.
-
-
-TOSHI
-
-Entrada la noche llegaron á Toshi. Ocampo habló en el despacho con don
-Antonio Rivero, administrador de la Hacienda, y en seguida le llevaron á
-la pieza de una vivienda, que ve al Poniente y guarda todavía las
-mismas condiciones. Allí tomó un vaso de leche, por todo alimento,
-manifestándose triste é intranquilo. Durmió mal y, muy de madrugada, el
-domingo 2 de Junio, se desayunó sin apetito. Vestía traje negro y
-corbata café, y llevaba sombrero hongo de color oscuro. En el patio
-montó el mismo caballo colorado, de frente blanca.
-
-Refieren este acontecimiento don Tomás Marín y una anciana, desde
-entonces cocinera de la finca, sobre quien, parece, no pasan los años.
-
-
-ESTANCIA DE HUAPANGO
-
-(Hoy Huapango)
-
-Atravesando á galope sostenido los llanos de Acambay, encumbraron á San
-Juanico y entraron en la cañada de Endeje, para caer á la Estancia de
-Huapango, después de orillar sus lagunas. Su paso por San Juanico
-despertó la curiosidad de Antonia Peralta y José Martínez, que había
-merodeado en las filas de Cajiga. Esas dos personas viven aún en el
-lugar.
-
-Huapango remeda un castillo medioeval: corona una eminencia, la
-defienden altos y fuertes muros, resguarda su entrada una grande y
-pesada puerta y en el centro se levanta imponente el edificio. Este era
-el refugio de Leonardo Márquez y Félix Zuloaga.
-
-A la hora en que los rayos del sol caían como hilos á plomo, el
-centinela del torreón dió el grito de alarma, al descubrir una polvareda
-que un grupo de jinetes levantaba tras sí, en su avance. Puestos en
-observación los jefes, reconocieron que no era fuerza enemiga la que se
-aproximaba.
-
-La presentación de Lindoro Cajiga y su gente, muy conocidos en el lugar
-por ser un rincón del teatro de sus fechorías, despertó en la tropa la
-curiosidad de saber quién era el que traían entre filas. Luego resonó en
-los oídos de todos el nombre de Ocampo y se hizo el tema de las
-conversaciones: figura formidable en el partido liberal, se daba
-importancia desmedida á su captura.
-
-Puesto en manos de Márquez y Zuloaga, corrieron las órdenes para que
-fuera rigurosa la custodia é inviolable la incomunicación.
-
-
-VILLA DEL CARBÓN
-
-Al atardecer de ese mismo día arribaron Márquez y Zuloaga al pueblo, por
-el camino real, en dirección de la Hacienda de Niginí. La tropa que
-custodiaba al preso ocupó el Mesón de los Fresnos, situado al Poniente
-de la vía y de la propiedad, en esa época, de don José Velázquez, y hoy,
-del señor Longinos Maldonado.
-
-El edificio es del estilo arquitectónico rutinario de los poblachos:
-patio amplio, alojamientos destartalados, tejado de caballete y portal
-corrido. Tres corpulentos fresnos sombrean su frente.
-
-El señor Ocampo durmió en la pieza lateral al zaguán, que tiene salida
-por él. La única modificación que se le ha hecho, es la abertura de otra
-puerta con vista á la calle.
-
-La noche de la estancia del preso, el señor Doroteo Alcántara, vecino
-del pueblo, que conocía á Ocampo y de quien era muy estimado, le
-proporcionó los alimentos y la cama.
-
-Así lo refieren don Agapito Tinoco, la señora Manuela Marín y Pedro
-Gutiérrez, sirviente del mesón, entonces.
-
-Esta jornada, casi toda de cerranías, fue la más penosa, á pesar de su
-hermoso horizonte, á cada paso renovado.
-
-
-TEPEJI DEL RIO
-
-Como si obedeciese al propósito de extremar la crueldad con el señor
-Ocampo, la soldadesca que le condujo, complaciéndose en forzar la
-marcha, llegó bien pronto á Tepeji del Río. Era lunes, día 3. La entrada
-fué triunfal por la ostentación que hacía de su preciada víctima y la
-comedia que representaban, jugando Zuloaga el papel de presidente y
-Márquez el de general en jefe de la República.
-
-Hospedadas las fuerzas en distintos mesones, Márquez dispuso que el de
-las Palomas, en la calle real, sirviera de capilla al señor Ocampo.
-Ocupó el cuarto número 8, hoy convertido en fábrica de jabón.
-
-Casi contiguo al mesón, en la casa de doña Antonia Valladares, viuda de
-Sanabria, se alojaron Zuloaga, Márquez y su estado mayor. Esta casa
-tiene dos grandes ventanas bajas á la calle, correspondientes á la sala,
-donde de continuo estaban los jefes deliberando sobre asuntos
-importantes ó platicando regocijadamente.
-
-A las diez de la mañana, al acercarse para curiosear don Ramón
-Alcántara, á la puerta de la pieza que ocupaba el preso y en la cual no
-había más que una silla de tule, una mesita y una tarima, suplicóle el
-señor Ocampo que le trajese un vaso de agua y tinta y papel. El
-prisionero se paseaba y veíasele triste y demacrado el semblante. Hizo
-su testamento.
-
-A la sazón, era aprehendido León Ugalde, guerrillero liberal, al bajar
-de una diligencia, que conducía Pedro Saint Pierre. Apenas puesto en
-capilla para ser ejecutado, varias personas del pueblo se interesaron
-por su vida y acudieron violentamente á Zuloaga y Márquez en solicitud
-de indulto. Formado el cuadro y á punto de entrar en él, llegó el perdón
-y regresó á la cárcel.
-
-Las mismas personas, entre las que se hallaban los señores Piedad Trejo,
-Agustín Vigueras, José Ancelino Hidalgo y, haciendo cabeza, el cura don
-Domingo M. Morales, después de salvar á Ugalde, pasaron en comisión
-cerca de Márquez y Zuloaga, para impetrar el indulto del señor Ocampo.
-La negativa fué categórica, y hasta con indignación dada por Márquez.
-
-Al preguntar el cura Morales á Ocampo si se confesaba, contestó:
-
---Padre, estoy bien con Dios y Él está bien conmigo.
-
-A las dos de la tarde, hora santa, vióse salir al señor Ocampo, jinete
-en un caballo mapano, entre filas, en camino á la última estación de su
-calvario, con la serenidad del justo.
-
-Los curiosos advirtieron que jugaba suavemente el fuete en las crines,
-el cuello y la cabeza de su cabalgadura. A su paso frente á la casa de
-Márquez y Zuloaga, las ventanas estaban abiertas de par en par.
-
-Recorrido el largo trayecto, del Mesón de las Palomas á Caltengo, hizo
-alto la tropa á solicitud del mártir, para agregar una cláusula á su
-testamento.
-
-Bajo la inquisitiva mirada de sus guardianes, satisfizo su deseo en el
-portal, en una mesita de tapete verde, sentado en un taburete.
-
-Estas prendas y el tintero, la marmajera y la pluma se conservan con
-veneración en el despacho y tienen la nota de pertenecientes á don
-Melchor Ocampo, en el inventario de la Hacienda.
-
-No se oreaba aún la adición testamentaría, cuando emprendieron otra vez
-la marcha. A muy corta distancia, el comandante mandó hacer alto y dijo:
-
---Aquí.
-
-Formó cuadro la tropa, y señaló á Ocampo su lugar. Firme é imperturbable
-lo ocupó, distribuyendo entre sus ejecutores algunas prendas. Al
-vendársele, habló:
-
---Puedo ver la muerte. Mi única recomendación es que no me tiren al
-rostro.
-
-En seguida se oyó una descarga y entre el humo apareció el cuerpo, presa
-de las convulsiones de la agonía. El tiro de gracia consumó el crimen.
-
-Presuroso el grupo de verdugos pasó por las axilas del cadáver las
-cuerdas que preparó de antemano, para suspenderlo del árbol de pirú, que
-se yergue sobre el montículo del ángulo de los dos caminos.
-
-Tenía la cabeza tan caída que tocaba con la barba el pecho. Los
-cabellos, largos y suaves, cubrían la cara.
-
-En este punto, la carretera es amplia y recta hasta el pueblo. Esa tarde
-había transeuntes como en día de plaza y muchos contemplaron aquel
-cuadro.
-
-Márquez no cedió á ningún ruego para que se descendiera el cuerpo.
-Después de la salida de las tropas, lo verificaron algunas de las
-personas que habían preguntado si podía hacerse el descenso.
-
-El cadáver fué transportado á la casa municipal, para el arreglo de su
-entierro. Apolonio Ríos, panadero, le lavó la cara y lo peinó.
-Presentaba en la cabeza una herida en la cima, otra en el carrillo
-derecho y otra en la comisura labial; en el pecho: una en la tetilla
-izquierda y otra en la región dorsal. Tenía quemado parte del semblante.
-
-Estuvieron expuestos los restos hasta el anochecer, en que colocados en
-caja tosca de madera blanca, los trasladaron por orden de la autoridad á
-la Capilla del Tercer Orden. Unas cuantas personas caritativas del
-pueblo los velaron.
-
-Al siguiente día los condujeron á Cuautitlán, donde los recibió una
-comisión del Ministerio de Guerra.
-
-En el lugar de la ejecución, hay un monumento que tiene esta
-inscripción:
-
-_A la memoria del gran reformador don Melchor Ocampo, sacrificado el 3
-de Junio de 1861. 6. 3. 93._
-
-El brazo del pirú que sostuvo el cadáver, ha desaparecido por efecto de
-la sequedad; pero el árbol ha echado renuevos y lo cuida la Hacienda, de
-la que es dueño don Felipe Iturbe. En carta de don José Manuel Vértiz,
-apoderado general, al administrador don Mariano Gil, con fecha 11 de
-Noviembre de 1899, se lee esto: «Que no vayan á tirar el árbol de don
-Melchor.»[4]
-
-_Angel Pola._
-
-_Aurelio J. Venegas._
-
-
-
-
-SANTOS DEGOLLADO
-
-1810-1861
-
-
-I
-
-A fines del siglo XVIII desembarcó en el puerto de Veracruz un español
-que venía á la Nueva España en busca de mejor suerte que la que le
-deparaba la madre patria. Era probo, trabajador y de buena inteligencia.
-
-Entonces Guanajuato tenía fama de ser una de las provincias en que se
-hacía fortuna en un abrir y cerrar de ojos.
-
-¡La minería! ¿quién era pobre dedicándose al beneficio de metales? Y el
-extranjero partió á ese rumbo, con mucha esperanza y el firme propósito
-de que la voluntad no le abandonaría para trabajar.
-
-A la vuelta de algunos años ya era propietario de la Hacienda de Robles,
-en la cañada de Marfil. La constancia y hombría de bien aumentaron su
-capital. Pasó á ser rico y todo el mundo le llamaba don Jesús Santos
-Degollado. Tuvo una compañera, la señora Ana María Garrido, que parecía
-hacerle feliz. Dos niños llegaron pronto á alegrar el hogar: Nemesio
-Santos, el mayorcito, y Rafael.
-
-Más tarde, el rico español veía caer sus negocios, antes prósperos, y
-descendía á la pobreza. Andaba por las calles de Guanajuato, socorrido
-por sus amigos, cuando le sorprendió la muerte en la miseria.
-
-El cura de Tacámbaro, don Mariano Garrido, del Orden de San Agustín,
-antiguo capellán de un batallón y hermano del conocido fray Mucio, de
-Morelia, protegió á la señora Ana María Garrido de Degollado. Allí
-estaba con Nemesio y Rafael.
-
-Rafael, flemático, silencioso y retraído.
-
-Nemesio, nervioso, irascible y raquítico. Gracias á la bella forma de su
-letra, el cura le tenía metido lo más del día en la vicaría, levantando
-actas de matrimonio y escribiendo fes de bautismo. Don Mariano les daba
-un trato muy duro á los dos niños. Exigente para con éllos, cualquiera
-acción era pretexto para descargar su ira. Casi á fuerza hizo que se
-casara Nemesio con la joven Ignacia Castañeda Espinosa[5]. No contaban
-veinte años de edad.
-
-Don Santos solía decir á su hijo Mariano:
-
---Cuando me casé tenía yo dieciocho años.
-
-La pareja vivió al lado del sacerdote, quien, á pesar del cambio de
-estado de Nemesio, no modificaba su tratamiento insufrible.
-
-Un día, aburrido el joven de que no era posible hacer llevadera aquella
-vida, se echó al hombro su capita de barragán y con una peseta en el
-bolsillo se fugó del hogar, dejando en Tacámbaro á su madre, á su
-hermano y á su esposa. Y tomó el camino de Morelia.
-
-Al otro día, al obscurecer, llegó á la ciudad sin conocer á nadie, ni
-tener razón de nada. En una fonda, frente á la cárcel, pidió medio real
-de cena; en seguida dijo á la dueña del establecimiento:
-
---Señora, ¿me puede usted hacer favor de darme un lugar para dormir?
-Acabo de llegar, no conozco á nadie, no sé nada: es primera vez que
-vengo aquí.
-
-La extrema bondad se le salía á la cara.
-
-La señora se lo concedió sin vacilar.
-
-Al otro día, destinó una pequeñísima parte del resto de su capital para
-comprar papel. Escribió, lo mejor que pudo, un pliego y se presentó en
-la notaría de don Manuel Baldovinos, situada en el portal de San José.
-
---Señor, esta es mi letra, ¿puede usted darme trabajo?
-
-El notario vió de pies á cabeza al joven y luego paseó su mirada por el
-pliego, lleno de bonita, preciosa y clara letra.
-
---¿Esta es la letra de usted?
-
---Sí, señor, es mi letra--respondió humildemente Nemesio.
-
---Puede usted venir desde hoy mismo.
-
-Y el fugitivo, muy pobre, sin más ropa que la que llevaba en el cuerpo,
-cubriéndose en la noche para dormir con la capita de barragán, comidas
-las mangas de la levita por el mucho apego á la mesa de la vicaría de
-Tacámbaro, y raídos los pantalones por el roce en la marcha, empezó á
-trabajar de escribiente en la notaría las mañanas, con el sueldo de
-cincuenta centavos diarios. Al poco tiempo, el doctor José María Medina,
-juez hacedor de diezmos y visitador del diezmatorio, que hacía préstamos
-de dinero bajo hipoteca, se presentó en la Notaría.
-
---¿Qué es de mi escritura, Baldovinos?
-
---Aquí está ya, curita.
-
-El doctor apenas la vió, dijo al notario:
-
---¿Quién ha escrito esto?
-
---Ahora lo verá usted, curita.
-
-El señor Baldovinos condujo al cura al interior del despacho y al estar
-frente al escritorio de Nemesio, le indicó:
-
---Aquí le tiene usted.
-
---Cédame á esto joven, Baldovinos.
-
-Convencido el notario de que el doctor le impartiría protección
-decidida, dejó que cargara con él para su casa.
-
-Tendría treinta pesos al mes, habitación y alimentos. La nueva casa
-estaba cerca del Seminario. Fué su trabajo el ser escribiente y profesor
-del niño Nicolás Medina, con el cuidado especial de perfeccionarle en la
-forma de su letra. Siempre le llamó «Nicolacito,» «mi querido
-muchachito;» porque era bueno, cariñoso y honrado como él.
-
-El sacerdote, satisfecho de la vida del joven, á los dos años le dió un
-empleo de escribiente en la sección de glosa de la Haceduría de las
-rentas decimales con la retribución anual de cuatrocientos pesos.
-
-Allí se hizo idolatrar de los canónigos.
-
-Entraba á las ocho de la mañana á la oficina y salía á las doce y media,
-y en vez de irse á paseo, se dedicaba al estudio: aprendía latín,
-griego, hebreo, francés, matemáticas, física, teología y se enseñoreaba
-de todo por su aptitud universal.
-
-El general Medina, que es un retrato fiel de las virtudes de Nemesio, me
-decía á propósito de su genio:
-
---A mí me hizo creer en la ciencia infusa.
-
-Era contador de la Haceduría don Luis Gutiérrez Correa, furibundo
-liberal, á quien el clero quería por su intachable manejo y tener en la
-punta de los dedos los números[6].
-
-Distinguía al escribiente y procuraba que subiera escalón por escalón,
-para cederle su distinguido puesto.
-
-Nemesio llegó á ser contador y mandó traer á su esposa. Por las tardes,
-que le quedaban libres, proseguía dedicándose con ahinco á todo: hacía
-gimnasia para desarrollar su cuerpo; estableció un taller de carpintería
-en su casa y fabricaba bateas y gavetas; aprendió á tocar la flauta y la
-guitarra.
-
-En el Colegio de San Nicolás dió un gran concierto, para ministrar
-recursos al organista de la catedral, un tal Elízaga, que se encontraba
-cesante y pobre.
-
-Nemesio y Pedro Vergara ejecutaron á maravilla en la guitarra unas
-variaciones difíciles de Vivián.
-
-Una vez, para que se vea de bulto su carácter, fué con Nicolás Medina,
-su íntimo é inolvidable amigo, á las fiestas de Tarímbaro.
-
-Había corrida de toros.
-
-Salió uno bravísimo, feroz, temible, que echó al suelo en un dos por
-tres al hombre que lo montaba.
-
---A mí no me tira--dijo Nemesio.
-
-Y dicho y hecho: bajó al redondel así como estaba elegante: camisa bien
-aplanchada, traje de color negro y sombrero alto. Montó á la fiera,
-teniéndose firme con la presión que ejercía con los miembros inferiores.
-El público parecía haberse vuelto loco al mirar al caballero bien
-montado y al animal hecho una furia, corcoveando, bramando, ya libre del
-lazo, sin poder echar al suelo al jinete que se sostenía, sin pretal:
-aplaudía, y gritaba desaforadamente. El joven alcanzó una ovación
-inusitada.
-
-Era tal la fuerza de Nemesio, que domaba un caballo con la presión de
-los muslos.
-
-Morelia tenía noticias de su talento y erudición. Una vez le invitó el
-Seminario para que fuese á replicar en los exámenes de fin de año. El
-Gobierno del Estado no tardó en convencerse de la sabiduría del joven.
-
-A él se debe la organización del Colegio de San Nicolás.
-
-Los señores Luis Gutiérrez Correa, como jefe del partido liberal, Juan
-González Urueña, Juan Bautista y Gregorio Ceballos y Melchor Ocampo
-celebraban juntas secretas para discutir los medios mejores de derrocar
-al gobierno retrógrado. A éllas asistía Nemesio.
-
-El general Ugarte le redujo á prisión por andarse mezclando en la cosa
-pública.
-
-Un día, indignado el gobierno santanista, le puso en el cuartel, en
-compañía de un bandido muy valiente: Eustaquio Arias, que le adoraba.
-
-Hubo vez en que estando preso el bandido, engrillado, á la vista de la
-guardia, hizo que se pronunciara el Cuerpo Activo de Morelia; echó abajo
-las rejas de la prisión, salió á la calle todavía con los grilletes
-puestos, que se los desclavaron los mismos soldados en el instante en
-que el general Ugarte intentaba, reducir al orden á la tropa sublevada.
-
-Dió por muerto á Ugarte y con precipitación pasó sobre él, tomando el
-camino de Cuitzeo de la Laguna, para ir á defender las ideas liberales
-en Puruándiro.
-
-Nemesio, en el torbellino de adversidades, no había olvidado el
-lugarcito aquel para dormir, que, á su llegada de Tacámbaro, le había
-dado de tan buena voluntad en su fonda la señora Josefa Saavedra, ó como
-la llamaba todo el mundo, doña Pepa la Moreliana, á quien regaló seis
-mil pesos, años más tarde[7].
-
-Estrechado por las persecuciones de los santanistas, que no le daban
-punto de reposo, se alejó de la ciudad y de su familia, y estuvo
-distante de la que le dió el sér, de la señora Ana María Garrido, ó
-mejor dicho, Ana María Arcaute, su primitivo y verdadero apellido, que
-era de Roma.
-
-El padre Garrido trajo á México, á la señora Arcaute, para que se curara
-de una peligrosa enfermedad. En junta de médicos fué desahuciada, y
-falleció después de haber recibido los auxilios espirituales de propias
-manos de tres obispos.
-
-
-II
-
-Un día amaneció Morelia entera preguntándose por don Nemesio Santos
-Degollado, por su querido gobernante en 1848 y 1857, que apenas tuvo
-tiempo para hacer bien y que había sido diputado á la asamblea
-departamental en 45, consejero de gobierno en 46 y diputado por elección
-unánime al Congreso General, en 55.
-
-Unos decían que había sido desterrado por Santa-Anna á la Villa de
-Armadillo, San Luis Potosí. Otros, que se encontraba en México en la
-casa de don Valentín Gómez Farías, 2.ª calle del Indio Triste, número 7,
-esquina á la de Montealegre. Otros, que se había lanzado á la
-revolución, á defender el plan de Ayutla.
-
-Pero levantó cabeza y se le vió de cuerpo entero en Tunguitiro, hacienda
-de don Epitacio Huerta, en Michoacán, lugar de cita de los liberales,
-donde se encontraban los coroneles Luis Ghilardi, Manuel García
-Pueblita y Epitacio Huerta, el comandante de batallón Régules y el
-comandante de escuadrón Refugio I. González.
-
-De día estaban con el arma al brazo, ordenando tomas de plazas ocupadas
-por los santanistas y haciendo más posible el triunfo del plan de
-Ayutla.
-
-De noche, teniendo en mucha cuenta la mala fe de las fuerzas de
-Pátzcuaro, se iban á dormir al cerro de Cirate, inaccesible por lo
-escarpado y perdedizo por lo nemoroso.
-
-Haciendo expediciones de acá para allá, tomaron á Uruápam; por asalto, á
-Puruándiro; los santanistas de la Piedad se rindieron.
-
-De vuelta encontraron que Tinguitiro era presa del fuego. El enemigo
-estaba al frente en expectativa. Los soldados de los dos bandos, bien
-formados, sin avanzar un punto, se avistaron; pero no se hicieron nada.
-
-Una noche pasaron bajo las ruinas.
-
-La plaza de Puruándiro fué tomada por cincuenta hombres, á la cabeza del
-comandante Calderón, sin que lo supieran los jefes del sitio. Vieron
-venirse abajo una trinchera y pretendieron ganar tiempo para dar el
-asalto; pero un soldado del general Juan Nepomuceno Rocha dijo:
-
---Señor, si ya están adentro.
-
---¿Quiénes?
-
---Pues nuestras tropas, jefe.
-
-En Penjamillo se recibió carta de que se habían pronunciado en Zamora
-los señores Trejo y Miguel Negrete, acabados de ascender á tenientes, y
-que pedían pronto auxilio.
-
-Degollado ordenó que el comandante Refugio I. González fuera con
-cuatrocientos caballos. Allí se encontró con que ya eran coroneles los
-tenientes de ayer.
-
-Vagando con muy buenas intenciones, don Santos Degollado vino á parar en
-Cocula. El enemigo le dió una sorpresa. Durante el tiroteo se acuerda de
-que no se había despedido de la familia que le dió hospedaje; entonces
-le dijo al general Huerta:
-
---Procure usted detener al enemigo, mientras regreso. Voy á despedirme
-de la familia y á darle las gracias.
-
---Señor, nos ataca con ímpetu.
-
---Sostenga usted el fuego. ¡Cómo va á ser que nos vayamos así, sin
-decirle adiós!
-
---Ya lo tenemos encima.
-
---Voy á despedirme. No vaya á decir que soy ingrato.
-
-Cuando estuvo de regreso, el general Huerta había perdido un brazo.
-
-Defendió el plan de Ayutla con una convicción apostólica, y llegó á ser
-gobernador de Jalisco en 1855.
-
-Era su sueño dorado hacer la felicidad de su país y prácticas las leyes
-y la justicia, tales como debían ser en una forma de gobierno
-representativo popular. Decretó la abolición de las alcabalas.
-
-Hizo efectiva la libertad de conciencia. Un grupo de jóvenes, entre
-ellos Miguel Cruz Aedo, Urbano Gómez, Jesús González, Miguel Contreras
-Medellín y José María Vigil predicaban en la plaza de Escobedo las ideas
-liberales. _La Revolución_, que tenía por lema: «Ser ó no ser: he aquí
-la cuestión», era el órgano del partido puro. No les importaba gritar á
-la luz del día: ¡Muera el Papa! ¡Muera el Clero! Un 16 de Septiembre
-tanto fué lo que se dijo en la tribuna, presidiendo la celebración de la
-fiesta nacional el señor Degollado, que el obispo don Pedro Espinosa
-puso el grito en el cielo. Lanzó una carta pastoral furibunda el
-reverendo y _La Revolución_ la burló. Hubo cambio de manifiestos entre
-los dos, Espinosa y Degollado, en que el uno pedía coacción del pensar y
-el otro la negaba dignamente en nombre de la ley. Por esto le llamaban
-_purete_ al señor Degollado.
-
-Y sin embargo de esta tirantez de relaciones entre el Gobernador y el
-Obispo, cuando unos jóvenes, sin permiso de la autoridad política, ni de
-la eclesiástica, repicaron en la Iglesia Catedral de Guadalajara, por la
-reapertura del Instituto, don Santos reprendió á los jóvenes y mandó una
-satisfacción al señor Espinosa, «manifestándole la ninguna culpa que
-tenía en el acontecimiento.»
-
-Su administración no tuvo más defecto que ser demasiado liberal, hasta
-para los conservadores. Se llegó á decir, á consecuencia de todo esto,
-que don Santos favorecía al partido contrario y lo inclinaba á la
-desobediencia del gobierno federal. Por esos días, en Diciembre, se
-pronunció un grupito de descontentos en Tepic. Reducidos al orden,
-fueron desterrados Eustaquio Barron, cónsul de Inglaterra, y Guillermo
-Forbes, cónsul de los Estados Unidos. Protestaron de la enérgica medida,
-fundada en el contrabando que hacían; pero ningún efecto surtió la
-protesta, porque el consejo aprobó, conforme al derecho de gentes y
-leyes del país, la resolución oficial.
-
-El 10 de Febrero de 1856 expidió un decreto, según el cual no
-reconocería autoridad originada de movimientos reaccionarios y ofrecía
-el territorio para trasladar los supremos poderes; invitaba á los
-Estados para una coalición bajo bases de «unión, libertad, integridad
-del territorio nacional, inviolabilidad del principio democrático
-popular, independencia entre sí para el gobierno interior y cambio
-recíproco de auxilios y recursos.» A pesar de tanto bien que hacía, dejó
-el puesto y vino á México para ocupar su lugar en el Congreso
-Constituyente. Había como cuarenta jóvenes diputados que querían hacer
-entrar las más avanzadas ideas liberales en la Constitución. Con ellos
-votó siempre Degollado.
-
-Llegó vez en que de un voto pendía la existencia de la Constitución de
-57. Muchos deseaban la del año 24 con algunas reformas. Después de tres
-días de sesión permanente, vencieron los puros y sin gozar de un solo
-centavo de dietas. Sin embargo, en ese mismo año de 57, llegó á tener
-algunos miles de pesos el señor Degollado. Un billetero de la Lotería de
-San Carlos se acercó, en la calle, á los señores Benito y Fermín Gómez
-Farías, rogándoles con insistencia que le compraran un número.
-
---Mira, ese no sirve. Tráenos un trece mil cualquiera--dijo don Benito
-al billetero.
-
-Echó á correr y trajo un trece mil. Costó el entero diez pesos, que pagó
-don Benito. Luego que llegaron á la casa, una casita de la calle de
-Victoria del señor Cumplido, donde habitaban, Fermín tomó la pluma y
-escribió en el billete: «Billete de Benito Gómez Farías, Fermín Gómez
-Farías, Nemesio Santos Degollado y Joaquín Degollado.»
-
-El billete fué colocado y olvidado tras un espejo de la sala. Un día, á
-la hora de comer, se presenta el billetero muy alegre.
-
---¡Vengo á decirles que se sacaron la lotería!
-
---¿Qué lotería?--preguntó Fermín.
-
---Pues ¿qué lotería ha de ser? ¡La de San Carlos!
-
---¡Ah, sí, á este señor le compramos el billete que guardamos detrás del
-espejo!--exclamó don Benito.
-
-El premio fué de sesenta mil pesos, que se repartieron fraternalmente
-entre los cuatro, pagando hasta entonces cada uno á don Benito los dos
-pesos cincuenta centavos que les correspondía.
-
-Cuando el golpe de Estado, don Santos Degollado no amaneció en su casa
-del callejón de la Olla. Partió á Michoacán para hacer que el poder
-ejecutivo del Estado reconociera al gobierno constitucional. Luego se
-dirigió al Sur de Jalisco, en Marzo de 1858, después de haber estado en
-un hilo la vida de Juárez, y la de los personajes que le acompañaban, en
-Guadalajara, por el pronunciamiento del 13, del mismo mes, acaudillado
-por Antonio Landa, quien recibió cinco mil pesos.
-
-La última disposición de Juárez, cerca de Colima, antes de embarcarse,
-fué que don Santos Degollado sería Ministro de Guerra y que tenía el
-mando del Ejército y facultades omnímodas en los Estados del Norte y
-Occidente.
-
-La tropa se componía de setenta y cinco infantes y veinticinco dragones.
-Se pudieron conseguir mil quinientos fusiles, y volvió don Santos
-Degollado a Guadalajara; pero en Junio, ya que había sitiado la ciudad,
-supo que Miramón se acercaba con tres mil hombres y catorce piezas de
-artillería, y cambió de propósito, regresando á sus posiciones del Sur.
-En Atenquique, el 2 de Julio, pudo verse que las fuerzas
-constitucionalistas de su mando estaban con alientos para obtener
-victoria, pues sostuvieron con el enemigo un combate del que pudieron
-salir completamente triunfantes.
-
-Ese mismo mes se encontraba nuevamente don Santos Degollado en Colima,
-pertrechándose con esa fe y constancia que le caracterizaban para volver
-á la carga. Allí pareció descansar la tropa.
-
-De los jóvenes jefes, ni uno solo perdió la alegría de la juventud.
-Cierta mañana se presentó á la casa de don Santos Degollado una
-celestina. En una mesa escribía el general Nicolás Medina y cerca de
-otra estaba de pié don Santos Degollado.
-
---Su excelentísima--habló la mujer al señor Medina.
-
---No soy yo--le dijo, haciéndole una indicación con el pulgar derecho
-encorvado.
-
-Entonces, dirigiéndose á quien debía dirigirse:
-
---Su excelentísima, vengo á darle una queja.
-
---Diga usted, señora.
-
---Los jefes Rodríguez, Avila, Saviñón, Rosas Landa, Miravete, Salgado y
-Joaquín Moreno han ido á molestar á mis niñas, que no son gente de mal
-vivir, y me rompieron un espejo y un pabellón. Yo no puedo perder eso,
-excelentísimo señor. Mis muchachas entienden con buenas palabras, pero
-no así como éllos quieren.
-
-A don Santos se le subió la sangre al rostro.
-
---¿Cuánto importa lo que le rompieron á usted, señora?
-
---Nueve pesos, su excelentísima.
-
-Don Santos se dirigió á su recámara y de una bolsita de manta sacó la
-suma.
-
---Aquí tiene usted, señora: pero no haga usted escándalo. Perdónelos
-usted: son jóvenes. No lo volverán á hacer, se lo prometo. Yo los
-reprimiré. Vaya usted sin cuidado. No lo volverán á hacer. Perdónelos
-usted, se lo suplico.
-
-La celestina recibió la cantidad y se fué muy satisfecha.
-
---¿Qué dice usted, Nicolacito? Esta es cosa de los mochos que me quieren
-desacreditar. De otro lo podía creer, ¡pero de Moreno que es casado!
-
-Pero no todo fué contratiempos: el día 21 de Septiembre hizo que en
-Cuevitas pusieran pies en polvorosa las tropas de Casanova.
-
-El 28 de Octubre capituló Guadalajara, mediante un tratado digno para
-los liberales. Se les garantizaba la vida á los jefes del enemigo.
-
-Degollado y don Benito Gómez Farías, considerando la exaltación del
-pueblo, quisieron que el general José María Blancarte permaneciera en el
-palacio de gobierno.
-
---Quédese usted ahí, en esa pieza--dijo don Santos Degollado á
-Blancarte, ofreciéndole amablemente una pieza que seguía á la en que
-platicaban.
-
---Corre usted mucho riesgo--le manifestó Gómez Farías.
-
---Señores, mejor me lo llevo para mi casa--hizo observar el señor
-Antonio Alvarez del Castillo.
-
-Y Blancarte se acogió á Castillo.
-
-El coronel Antonio Rojas se presentó una mañana en la casa en que se
-hallaba Blancarte; hizo que sus soldados dispararan sus armas sobre él,
-y no satisfecho con haberlo matado, hubo uno que le machacó la cabeza á
-culatazos. El hecho llegó á oídos de don Santos Degollado. Primero no
-quiso creerlo; pero después que supo la realidad, le abandonó la calma,
-esa calma suya que hacía que no tuviese arrugas en la frente.
-
-Quiso poner su renuncia de Ministro de Guerra y Marina y general en jefe
-del ejército federal. Los amigos le rodearon para convencerle de la
-inconveniencia del paso.
-
---No puedo permanecer en mi puesto, porque los tratados son inviolables
-y la vida del hombre es sagrada. No puedo dejar sin castigo este crimen.
-¡Qué dirán de nosotros cuando se sepa! Infame, villano..........
-
-Hubo gran junta en la que discutieron mucho Vallarta y Ogazón, para que
-don Santos cambiara de parecer. Medio se calmó luego que Rojas fué
-puesto fuera de la ley:
-
-El culpable, que respetaba y quería al señor Degollado, se puso á salvo;
-sin embargo, así y todo solía preguntar por su buen jefe.
-
---¿Qué tal va el amo?--le preguntó una vez, en retaguardia, al general
-Nicolás Medina.
-
---No se le acerque porque le manda fusilar.
-
---¡Si he matado la víbora que le había de picar!
-
---No le enseñe la cara porque le ha puesto fuera de la ley.
-
---¡Ah, qué don Santitos! ¿Conque estoy fuera de la ley? ¡Si yo nunca he
-estado adentro!
-
-En San Joaquín, el 26 de Diciembre de 1858, después de hora y media de
-combate, Miramón derrotó á Degollado.
-
-No se arredró ante la mala suerte; prosiguió resignado en la defensa de
-las ideas constitucionalistas, sufriendo derrotas y obteniendo una que
-otra victoria.
-
-El 10 y el 11 de Abril de 1859 fué derrotado por Márquez en Tacubaya.
-Allí olvidó en el campo una casaca y una banda que fueron puestas á la
-vista de la plebe en la Plaza de la Constitución, de esta Capital, para
-que las cubriera de lodo.
-
-En el parte oficial, dirigido de Chapultepec, al general Antonio Corona,
-Márquez decía: «Las valientes tropas que me enorgullezco de mandar han
-obtenido esta victoria, disputando el terreno palmo á palmo, y en la
-lucha no sólo derrotaron al enemigo, sino que le tomaron por la fuerza
-toda su artillería, parque, carros, armamento y demás pertrechos de
-guerra, contándose entre su pérdida la _casaca y la banda de general de
-división que tiene la desvergüenza de usar el infame Degollado, sin
-haber servido á la nobel carrera de las armas_.»[8]
-
-Don Santos Degollado fué á parar en Michoacán, para reorganizar fuerzas
-y seguir batiéndose por la causa constitucional. Ante jefes y soldados
-aparecía inmaculado; á pesar de esto, Vidaurri tuvo la ocurrencia de
-ponerle fuera de la ley, el 19 de Septiembre, por pugna con Zuazúa y los
-gobernadores de Aguascalientes y Zacatecas, la cual limitaba las
-ambiciones del gobernador de Nuevo León.
-
-Nada le hacía dar un paso atrás, nada le desalentaba, nada hizo desviar
-en un ápice su constancia. Derrotadas sus tropas en la Estancia de las
-Vacas, el 13 de Noviembre de 59, volvió á la carga más constante á San
-Luis, en seguida á Lagos, después al Bajío.
-
-El 12 de Noviembre, víspera de la batalla en la Estancia de las Vacas,
-tuvo una conferencia con Miramón bajo un mezquite, entre la Calera y la
-hacienda del Rayo.
-
-No pudieron llegar á ningún acuerdo.
-
-Al despedirse, Miramón dijo á Degollado:
-
---Mañana le derroto á usted como tres y dos son cinco.
-
-A lo que respondió don Santos:
-
---Mi deber no es vencer, sino combatir por principios que al fin tienen
-que triunfar porque son los de una revolución grandiosa que en el orden
-moral está verificándose en todo el país.
-
-Y era la verdad: don Santos Degollado no tuvo otra mira en la
-revolución.
-
-Siempre pobre, estaban primero sus soldados que él. Cuando había, los
-jefes sin distinción recibían un peso por cabeza; pero don Santos
-Degollado rara vez recibía sueldo. Lo poco que tenía, lo iba gastando
-con una economía proverbial.
-
-Una botella de vino en la mesa, á la hora de comer, le inquietaba hasta
-la nimiedad.
-
-Le decía al proveedor:
-
---No ponga usted vino en la mesa. Dirán que si para esto queremos los
-préstamos. Basta una comida sencilla sin estos lujos. Es preciso cuidar
-de los recursos del soldado y no verse obligado á gravar con mas
-contribuciones á los pueblos, que son los que pagan todo esto.
-
-No quería ni que los jefes, en las ciudades ocupadas, fueran al teatro
-para que no dieran que hablar. Cuando llegaba su tropa á algún pueblo,
-prefería hospedarse en la casa consistorial que en una de familia, para
-evitar molestias. Muchas ocasiones sucedía que tras de larga jornada, en
-que el cansancio y el hambre estaban por matar á la tropa, al Estado
-Mayor y á él, se negaba caballerosamente á aceptar las ofertas que
-familias enteras le hacían al llegar á un punto.
-
---Excelentísimo señor, pase usted á la mesa con su Estado Mayor.
-
-Gracias, mil gracias. No se molesten ustedes, señoras. Si ya comimos.
-
-El general Ghilardi, que á las espaldas del jefe escuchaba la oferta y
-el rehusamiento, débil de cansancio, hambre y sed, como en realidad se
-encontraban todos, perdía su paciencia y cachaza de italiano, y
-respondía.
-
---Sí, señoras, moléstense ustedes: tenemos mucha hambre.
-
-Y luego, volviéndose á sus compañeros, decía;
-
---Este don Santos no come, no bebe, no pasea, no nada.
-
-La necesidad de sus fuerzas le obligó á dar su consentimiento para
-ocupar la conducta de Laguna Seca, de 1.100,000 pesos, y aun quiso que
-toda la responsabilidad cayera sobre él, en Septiembre de 1860.
-
-Con este motivo decía en su manifiesto á la nación:
-
-«Había reservado para mí y para los mios hasta la severidad mezquina, un
-nombre puro que legar á mi familia: pero un día la necesidad en nombre
-de mi causa llamó á mis puertas para pedirme ese nombre y entregarlo á
-la maledicencia, y yo consentí en entregarme como reo y sufrir ese
-suplicio peor que el martirio, porque en el martirio consuela la mano
-generosa de la gloria.»
-
-Sólamente se le lanzó el anatema de todos los jefes, de Zaragoza,
-Huerta, Doblado, Valle, Ogazón y Aramberri, el 29 de Septiembre, al
-querer celebrar un proyecto de pacificación del país con el ministro
-inglés Mathew[9].
-
-Juárez le destituyó del mando del Ejército.
-
-Todo su pecado fué ese conato de proyecto, cuya alma era el evitar más
-derramamiento de sangre, en bien de la patria, y no en el suyo, como lo
-saben quienes le sobreviven y entre quienes hay muchos que le vieron
-humilde y pobre, como la pobreza y la humildad mismas.
-
-Más de una vez el general Miguel Blanco le llegó á decir:
-
---¡Cómo, señor! ¿Usted mismo arreglando su ropa?
-
-Y no era don Santos Degollado á secas: era el Ministro de Guerra y
-Marina y el general en jefe del ejército federal.
-
-
-III
-
-Destituído don Santos Degollado del mando del Ejército, el 4 de
-Noviembre de 1860, salió de Quiroga para Toluca.
-
-En Queréndaro, el día 25, se le unió don Benito Gómez Farías, su íntimo
-amigo.
-
-A su llegada á Toluca, el 2 de Diciembre, se les «recibió con
-hospitalidad y grandes honores por el general Berriozábal,» que era
-Gobernador y general en jefe de la división del Estado de México.
-
-Amaneció nublado el día 9; á corta distancia no podía distinguirse bien.
-Una avanzada de las fuerzas del general Berriozábal fué sorprendida por
-los exploradores del general Miguel Negrete, cuyas blusas eran de igual
-color que las de aquella,.
-
-Estaban hospedados don Santos Degollado y el señor Gómez Farías en la
-casa del gobernador. Allí el enemigo, los sorprendió á los tres[10].
-
-El general Berriozábal supo por la cocinera que Negrete andaba en las
-calles. Montó violentamente á caballo para organizar la resistencia y
-estar á la cabeza de su tropa. Hubo fuego graneado, pero ya fué tarde:
-casi á todos los cogieron de improviso.
-
-Don Santos tuvo que ceder á los ruegos de una familia para pretender su
-salvación por las azoteas de la manzana.
-
-Herido en la cabeza, el general Berriozábal fué hecho prisionero.
-Tuvieron la misma suerte Degollado y Gómez Farías.
-
-En la cárcel se les formó cuadro para fusilarlos. No esperaban más que
-los disparos, cuando logró salvarlos el general José Joaquín de
-Ayestarán.
-
-Miramón mandó llamar á Berriozábal al palacio de Gobierno.
-
---Han caído en mis manos--le dijo Miramón.
-
---Ya lo veo--respondió Berriozábal.
-
---Los voy á fusilar.
-
---¿Para eso me llama usted? Está bien.
-
-Miramón varió de tono y ordenó que le curaran la herida al general
-Berriozábal.
-
-Temprano, el día 10, los prisioneros en un coche salieron entre filas,
-bien escoltados, de Toluca para México. Miramón se encontraba en el
-balcón de Palacio en el momento que pasaban.
-
-Por la ventanilla del coche asomó una cara desconocida.
-
---¿Quién es ése?--preguntó Miramón desde el balcón.
-
---Excelentísimo señor, es don Juan Govantes--dijo el oficial.
-
---Que eche pie á tierra y que camine así--ordenó Miramón.
-
-Govantes había sido reaccionario neto.
-
-En Lerma, el general Antonio de Ayestarán los vigiló durante la noche en
-la pieza que les servía de cárcel.
-
-Más tarde, supieron la causa del excesivo cuidado de Ayestarán, que no
-los dejó un instante solos en la travesía: Miramón, recelando mucho de
-Márquez, había puesto bajo la responsabilidad de Ayestarán la vida de
-Berriozábal, Degollado y Gómez Farías.
-
-En un punto del camino, la vida de los tres fué severamente amenazada,
-la muerte puesta á la vista.
-
-Márquez ordenó, al atravesar un bosque, que la escolta, disparara sobre
-los prisioneros, si las guerrillas de Aureliano Rivera hacían fuego
-entre la montaña.
-
-Hubo instante en que Ayestarán se cambiara palabras duras con Márquez.
-
-Sonaron disparos de las guerrillas de Aureliano Rivera y no les llegó la
-muerte á los prisioneros, que ya la esperaban por detrás.
-
-En la Capital fueron alojados en el Palacio Nacional. Se les atendió y
-se les consideró. Ignoraban lo que acontecía.
-
-El 24, á las siete de la noche, Miramón, de bota federica, puesto el
-sombrero y con un fuete en la mano, se presentó en la habitación de
-Berriozábal, Degollado y Gómez Farías. Les manifestó que abandonaba la
-Capital, encargándolos del orden, para lo cual les dejaba un piquete de
-soldados á discreción[11].
-
-Libres los tres prisioneros, habiendo rehusado tener el mando en la
-ciudad don Santos Degollado por estar procesado, el general Berriozábal
-dió toda clase de garantías á los habitantes.
-
-El 1.º de Enero de 1861 entró el Ejército federal al mando del general
-González Ortega.
-
-Nunca México ha visto mayor entusiasmo del pueblo, como esa vez.
-
-La ciudad estaba engalanada; por las calles, donde pasaba el Ejército,
-llovían esencias y flores; no había espectador que no lo vitorease.
-
-González Ortega, que traía el estandarte de la ciudad, frente al Hotel
-Iturbide, hizo que se le incorporasen, para participar de la gloria del
-triunfo, Berriozábal y Degollado, quienes se encontraban tras una
-vidriera viendo el desfile.
-
-Ahí el general González Ortega manifestó públicamente, estrechando entre
-sus brazos á don Santos Degollado y vitoreándole, que á él le pertenecía
-la ovación, porque era el primero por su constancia y su fe.
-
-Juárez, Ocampo y Emparan visitaron á don Santos Degollado, el día 13, en
-su casa, la número 2 de San Juan de Letrán.
-
-El gran jurado no pronunciaba aún en la acusación el «ha lugar á
-proceso.»
-
-Seguía siendo Magistrado de la Suprema Corte de Justicia.
-
-Más antes había mostrado un rasgo de desprendimiento de su personalidad,
-sacrificándola por el amor á la patria.
-
-Dos veces se sujetó á juicio, del Congreso y de la Corte, por la
-cuestión Barron-Forbes, que costó dos millones de pesos de
-indemnización.
-
-Ahora que se le formaba otra causa, le asistía también la justicia; pero
-los «hombres de la fortuna, del poder y de la fuerza estaban contra él.»
-
-_El Artesano Libre_, de Morelia, y _El Partido Puro_, de esta Capital,
-le insultaban y vilipendiaban estando _sub judice_: le decían
-calumniador, loco, cuasi general, vergonzante, tinterillo y que había
-incurrido en escandalosa defección y colgado para ludibrio del viento la
-siempre virgen cuanto victoriosa espada.
-
-Y él replicaba en Abril de 1861:
-
-«Siempre se me ha visto bajo los fuegos del fusil en las acciones de
-guerra, retirarme el último en los campos de batalla y cuidar la
-retaguardia en todas las retiradas para reunir y reorganizar las fuerzas
-que estaban á mis órdenes.
-
-«Bien ó mal, yo he servido á la causa nacional, y he probado, hasta en
-mis desaciertos, mi buena intención y anhelo por ser útil á mi país.
-
-«Por despreciable y poco digno que yo sea, al fin es un hecho que fuí
-uno de los caudillos del pueblo, y cuanto mal se diga ó se publique por
-mí, debe afectar á los demás caudillos y deshonrar al gran partido
-liberal en presencia de los reaccionarios.
-
-«No busco ni la gratitud ni el aprecio público por mis servicios, porque
-ya sabía antes de ponerme al frente del Ejército constitucional que en
-todos los países y en todos los tiempos los servicios á la patria no han
-encontrado más que almas envidiosas y corazones desgraciados.
-
-«Si antes me cogiere la muerte, tengo hijos y amigos que sabrán volver
-por mi honra.»
-
-Su honra le preocupaba.
-
-Lo primero que preguntó al general Ramón Iglesias, al irle á tomar
-declaración el 27 de Febrero, fué:
-
---Dígame usted los nombres de mis acusadores: ¿quiénes son?
-
-El general José María Arteaga le escribía de Querétaro el 28 de Marzo,
-participándole que había salido electo presidente en aquella ciudad y
-San Juan del Rio.
-
-Le ofrecían la cartera de Guerra y Marina el 8 de Abril.
-
-En esto llegó á sus oídos la noticia del asesinato de Ocampo.
-
-Gómez Farías se presentó á la casa número 2 de San Juan de Letrán, que
-habitaba don Santos Degollado, y le refirió el hecho.
-
---Iremos á vengarlo--dijo don Santos.
-
---No podemos--respondió Gómez Farías.
-
---Pediremos licencia, y si nó, nos marcharemos.
-
-Don Santos Degollado se apoyó del brazo de Gómez Farías y se dirigió á
-la Cámara á solicitar el permiso de ir á la guerra para vengar á Ocampo.
-
-Al presentarse en el salón, todos los diputados se pusieron de pié; y
-luego que dijo el fin que allí lo llevaba, fué objeto de una ovación
-unánime.
-
-«Mi deseo se limita á marchar á la guerra, no para sacar de sus hogares
-y asesinar á los enemigos indefensos, sino para batirme cuerpo á cuerpo
-con los asesinos.»[12]
-
-Y partió á Toluca para cumplir su solemne promesa.
-
-A la puerta de la casa del general Berriozábal, gobernador y jefe de la
-división del Estado de México, cuando los caballos piafaban de
-impaciencia por la tardanza de los jinetes que no acababan de despedirse
-adentro, sus muchos amigos quisieron disuadir á don Santos del propósito
-que tenía tomado: vigilar el convoy que debía salir de Tacubaya á su
-paso por el Monte de las Cruces, el día 15 de Junio de 1861.
-
-El general Berriozábal le acompañó en el camino.
-
-Hicieron alto en Las Cabezas.
-
-Llegaba la diligencia de México y venía el ayudante Francisco Taboada.
-
---¿Qué sucede con el convoy?--le preguntó don Santos Degollado.
-
---Está en Tacubaya--contestó Taboada.
-
---Retirémonos á Lerma,--dijo Berriozábal al señor Degollado.
-
---Ese no es mi negocio. El gobierno me dice que viene y debo estar
-aquí--respondió don Santos.
-
-Sacó su reloj y dijo á Berriozábal:
-
---Usted debe volverse.
-
---Da usted dado en este monte tan peligroso.
-
---Tomaré mis precauciones.
-
---Entonces quedo á las ordenes de usted.
-
-Y avanzaron: Berriozábal iría por todo el camino real hasta encontrarse
-con el convoy y el general Degollado por entre la montaña; pero antes,
-para emprender la marcha paralela, éste ganaría las cumbres del frente á
-la Pila y en señal de su llegada tocaría diana.
-
-El general Berriozábal, en menos de un cuarto de hora de espera, oyó un
-tiroteo y en seguida la diana prometida; pero debemos advertir, según el
-dicho de testigos presenciales, que la diana únicamente la oyó el
-general Berriozábal.
-
-Y siguió su marcha.
-
-En Cuajimalpa, el teniente Perfecto Soto se le presentó á noticiarle la
-derrota del batallón rifleros de San Luis.
-
-Berriozábal resistió creerlo; sin embargo, retrocedió para reconocer el
-campo.
-
-Algunos disparos le hacían de entre la montaña, á la falda de las
-cumbres.
-
-Vió pendientes de los árboles muchos cadáveres de soldados.
-
-Ya no le cabía duda: don Santos había sido derrotado.
-
-En Huixquilucan supo que Degollado había muerto.
-
-Allá arriba de las cumbres, después de haberse batido valientemente sus
-soldados, el enemigo hizo multitud de prisioneros y luego, afirma solo
-Berriozábal, “obligó á los mismos cornetas y tambores de San Luis que
-tocasen diana.”
-
-Don Santos, pistola en mano, descendía la pendiente al paso de su
-caballo.
-
-Se rompió la brida; se apeó á anudarla y fué hecho prisionero. El
-_Chato_ Alejandro le dió una lanzada.
-
-Conducido entre filas, un soldado indígena que se apellidaba Neri le
-disparó un tiro por detrás, en el cerebelo.
-
-Fué enterrado por orden de Gálvez en Huixquilucan.
-
-Una oración fúnebre le pronunció el señor Francisco Schafino, que andaba
-plagiado por Buitrón.
-
-Corriendo el tiempo, el general Berriozábal derrotó á una tropa
-reaccionaria en Toluca, y entre los muertos encontró al indígena Neri.
-
-Llevaba aún en el dedo una prenda de su ilustre víctima: un anillo que
-lucía un jaspe y un gorro de la libertad con este letrero abajo:
-
-«TODO POR TI.»
-
-
-VI
-
-El general Francisco Alcalde, de paso por Huixquilucan, el 5 de Julio de
-1862, exhumó los restos de don Santos Degollado.
-
-Yacían cerca de la puerta de la iglesia.
-
-Un soldado del general Aureliano Rivera que había presenciado el
-entierro hecho por Gálvez, indicó el sitio.
-
-El cadáver estaba bien conservado: en camiseta, calzoncillos, una herida
-en el cerebelo, otra en el cuello y otra en el pecho.
-
-Se leía en el interior de la tapa del ataúd:
-
- AQUI YACEN LOS RESTOS DEL DESGRACIADO C. SANTOS DEGOLLADO.--UN
- AMIGO SUYO.--SCHAFINO.
-
-Los restos estuvieron expuestos en el Palacio Municipal.
-
-El 21 se le hicieron suntuosas honras fúnebres en esta Capital.
-
-La comitiva del entierro, en la que iba el Presidente de la República,
-recorrió el Portal de Mercaderes, Plateros y San Francisco.
-
-En el centro de la Alameda, bajo una rotonda, se pronunciaron
-discursos.
-
-El cadáver quedaría depositado en el Panteón de San Fernando, según la
-invitación del Gobierno del Distrito, que se hizo representar por el
-señor Pascual Miranda.
-
-Después, á petición de la familia, los restos fueron sepultados en el
-Cementerio Británico, como en sagrado, para que no fuesen profanados.
-
-El 2 de Noviembre de 1889, el señor Francisco Alatorre, empleado en la
-garita de la Tlaxpana y antiguo soldado del general Santos Degollado,
-visitó el Cementerio Británico.
-
-Una arboleda alta y frondosa, la tierra negra y húmeda de fertilidad; la
-gente iba y venía por las amplias y frescas calles; en los sepulcros,
-cargados de adornos, ardían cirios y los deudos parecían retraerse y
-estar en vela; el recogimiento del dolor reinaba.
-
-De súbito, el soldado se detiene ante un contraste: entre el rico
-embellecimiento artificial había un sepulcro humilde; lo señalaba el
-césped y un valladito de arquillos de bejuco, y un ciprés con sus ramas
-secas y su sombra le lloraba. Al encuentro salía un frontón en que se
-leía este como recuerdo de la patria:
-
-EL GENERAL SANTOS DEGOLLADO.
-15 DE JUNIO DE 1861.
-
-El soldado se decubrió y echó á volar su memoria: Morelia, Guanajuato,
-Jalisco, Colima, Toluca, el Monte de Las Cruces.
-
-Y luego olvidó todo y se puso á orar por su buen jefe.
-
-Ahí reposaba su general, el COLMENERO como le llamaban, el valiente que
-no hizo mal á nadie, que tuvo más patriotismo que ninguno, que fué
-siempre justo y honrado y cariñoso.
-
-Lo veía con la eterna dulzura en el rostro alentar á sus soldados en las
-batallas, infundirles la esperanza, hacer que amasen á la patria
-sacrificándose y ofreciéndole la vida.
-
---¿Por qué aquí? ¡Ah, eres humilde hasta en la muerte!--dijo el soldado.
-
-Diecisiete años han transcurrido.
-
-El tiempo ha hecho más humilde el sepulcro de don Santos Degollado.
-
-Bien decía el Archiduque Maximiliano al general Nicolás Medina, en 1864:
-
---¡Pobre hombre! No lo comprendió su siglo, no lo conoció su país[13].
-
-_Angel Pola._
-
-
-
-
-LEANDRO DEL VALLE
-
-1833-1861
-
- Me viene la conformidad, luego que recuerdo que murió por su
- patria--_Ignacia Martinez_, madre de Leandro del Valle.
-
-
-I
-
-En el primer año de la segunda década del siglo XIX, cuando Hidalgo
-desplegaba el estandarte de la independencia de México en el pueblo de
-Dolores, el coronel Rómulo del Valle vivía ya muy comprometido en la
-trama urdida para difundir la idea de nuestra emancipación de España y
-el derrocamiento del gobierno virreinal, que no le parecía en manera
-alguna digno: quería con el alma un régimen político propio y defendía
-su credo por todo Querétaro á la cabeza de un grupo de patriotas. Prestó
-servicios que debe grabar la Historia, desde 1811 hasta el triunfo de la
-Reforma, en que anduvo con el arma al brazo junto con don Juan Alvarez:
-¡cuarenta y cinco años de lucha por la autonomía nacional y la
-República, y en aquellos tormentosos días en que se jugaban vidas y
-haciendas por los principios, el todo por el todo!
-
-Doña Ignacia Martínez, esposa de don Rómulo, con ser católica
-devotísima, jamás discutió, ni en el seno del hogar, los pensamientos
-liberales del valiente soldado y que andando la revolución heredarían
-sus hijos.
-
-Leandro fué quien más llevó en la sangre estos bellos ardores de
-patriotismo y libertad. Venido al mundo en México y en la calle de San
-Agustín núm. 2, el 27 de Febrero de 1833, su padre le inculcó las ideas
-que tejen el indisoluble lazo entre el ciudadano y la tierra en que se
-nace. Recibió su instrucción primaria en una escuela de Jonacatepec, E.
-de Morelos, que dirigía don Francisco Saldaña, un santo profesor que
-cuidaba mucho de tener irreprochable conducta para no aparecer modesto
-con hipocresía. Muy joven, á los once años cumplidos, entraba en el
-Colegio Militar, carrera por la que sentía, más que curiosidad de niño,
-decidida vocación.
-
-Era precisamente el año 1844, cuando Santa-Anna declaró su odio de
-muerte al Congreso porque le había negado facultades para imponer nuevas
-contribuciones y entraba de paso en la Presidencia el íntegro don José
-Joaquín de Herrera. Los ánimos estaban en efervescencia y la dictadura
-hacía sentir su peso de plomo sobre todo el país. Empezó estudiando con
-gran provecho la táctica de infantería y obtuvo el premio en el examen
-de fin de año.
-
-Al siguiente, era sargento segundo, conforme al reglamento del Colegio,
-y la aprobación del consejo de profesores. Aprendió concienzudamente la
-táctica de caballería, Matemáticas elementales y las otras materias
-anexas al curso. Ahí también obtuvo el primer premio.
-
-Intima amistad le unía á Osollo y Miramón, implacables enemigos de los
-liberales. Cuentan que en el Colegio, Miramón y Valle solían saludarse
-así:
-
---Mi General--hablaba Miramón con la mano derecha llevada al kepí y
-cuadrándose marcialmente.
-
---Ordene Su Alteza--decía Valle.
-
-Y la broma juvenil tuvo que ser realidad hasta cierto punto: Leandro
-llegó á ser general, y Miramón Presidente de la República, todavía muy
-jóvenes.
-
-El 20 de Enero de 1847 ascendió á subteniente por especial empeño de don
-Valentín Gómez Farías. Este fué el paso que resolvió el porvenir de
-Valle.
-
-Desde entonces demostró de continuo el valor y la serenidad tan
-peculiares en los trances más difíciles de su vida militar. El 27 de
-Febrero, ese día que los 3,300 mentados Polkos se pronunciaron al grito
-de ¡muera Gómez Furias! y ¡mueran los puros! Valle defendía el punto de
-Santa Clarita y por sostener á don Valentín, se batía cuerpo á cuerpo
-con los rebeldes, teniendo presente que el Gobierno establecido cuidaba
-con sus cinco sentidos de hacer frente á los Estados Unidos. Agobiado
-México por los odios de política y de creencia y por la irrupción de los
-bárbaros del Norte, casi enseñoreados del país por estar á punto de
-ocupar las principales ciudades, Valle se puso á las órdenes del general
-don Juan Alvarez, templado más su denuedo por el peligro en que pasaba
-la patria; y transcurrido algún tiempo, á las de don Antonio Banuet.
-Cuando este su querido jefe fué herido por el invasor extranjero, le
-llevó solícitamente á su hogar y le puso con filial cariño en los brazos
-de sus ancianos padres, en tanto él seguía batiendo al enemigo en el
-Puente Colorado.
-
-Las revueltas tan obstinadas por aquella luctuosa época le impelían en
-fuerza de la índole de su carrera á entrar y salir con frecuencia del
-Colegio.
-
-En 1850, á la vez que estudiaba Física y Mecánica, consagraba sus ocios
-á la literatura sin dejar por esto de ser uno de los alumnos más
-aprovechados: obtuvo como en los anteriores exámenes, el primer premio.
-Tan grandes esperanzas el Gobierno cifró en él, que tuvo el propósito
-de enviarle á París para que sellara su tan brillante carrera con
-mayores conocimientos teóricos en la ciencia de la guerra y más extensa
-práctica. La pobreza de sus padres causó en parte el fracaso de aquel
-viaje que fué para él un sueño dorado.
-
-Dado su afecto por la poesía y su fama de inteligente, que resonaba
-entre sus condiscípulos y profesores, el 15 de Septiembre de 1851, en la
-celebración de la Independencia, recitó en el Teatro Nacional una
-composición que le valió estrepitosos aplausos por el ardor con que fué
-declamada y algunos atrevidos pensamientos que contenía. Por ejemplo,
-habla de los guerreros:
-
- «Con denuedo marcharon á la guerra,
- La paz de sus hogares despreciaron,
- Sus cenizas cubrió sangrienta tierra,
- Pero al sepulcro con honor bajaron.
- ¡Oh recuerdos de gloria! ¡Cómo late
- Mi ardiente corazón! ¡cómo se agita!
- Al recordar los triunfos, el combate,
- El pecho militar siempre palpita.
- --Hidalgo, Allende, valeroso Aldama,
- ¡Cómo os envidio vuestra eterna gloria!
- Trocara mi existir por vuestra fama,
- Por dejar una página en la historia.»
-
-El mérito es intrínseco y está en que todo lo expresa sinceramente, y
-más, en que realizó la promesa al pie de la letra: siempre patriota,
-valiente y sin abrigar un solo pensamiento impuro.
-
-Siendo teniente de Ingenieros, el 29 de Marzo de 1853, le nombraron
-ayudante del Batallón de Zapadores; entonces este Cuerpo del Ejército
-era de lo más escogido entre la milicia, porque los que le formaban no
-tenían tacha en su comportamiento, valor y disciplina. Nunca antes ni
-después Batallón alguno de la República, no olvidando el de Supremos
-Poderes que intentó ser su remedo, tuvo más instruída y decente
-oficialidad.
-
-El dictador Santa-Anna, á quien caía en gracia el joven militar por su
-apostura, su saber en la ingeniería, su conducta y su valentía, le
-ascendió el 1.º de Junio del mismo año á Capitán 2.º de la cuarta
-compañía de Zapadores.
-
-Apoyado por sus méritos, cada día más grandes, subía á pasos de gigante
-el escalafón, sin dar los saltos que ahora se acostumbra, y con el
-previo bautizo de sangre en el campo de batalla recibido de las balas
-enemigas por una causa justa y patriótica. Jamás movió una influencia,
-de las muchas que tenía, para ascender: los grados venían á sorprenderle
-y no iba á buscarlos en las antesalas de los omnipotentes en política.
-
-Un general, antes furibundo reaccionario y hoy republicano, le
-aconsejaba hablando de grados:
-
---Leandro, aproveche Ud. sus buenas amistades de arriba.
-
---Los medios para ascender los tenemos en nuestras manos--respondía.
-
-Esto da la clave del por qué los conservadores eran después
-imperialistas y ahora casi todos estos _fieles y abnegados_ se han hecho
-del partido liberal.
-
-En Puebla apresaron á don Rómulo por haber aparecido en público como
-liberal exaltado y amigo exigente de la rectitud en los actos
-gubernativos. Leandro al llegar á la ciudad y tener conocimiento del
-suceso, pidió indignado su baja al Gobernador y Comandante Militar del
-Estado.
-
---No me es posible servir á un Gobierno que no respeta al autor de mis
-días--manifestaba dando por fundamento de su solicitud.
-
-El general don Juan Alvarez, satisfecho de los grandes servicios de don
-Rómulo durante la revolución del Plan de Ayutla, quiso que Leandro fuese
-Agregado á la Legación de México en los Estados Unidos; pero don Ignacio
-Comonfort, por causas muy ajenas á su voluntad, no pudo llevar á efecto
-el buen deseo de su respetable antecesor; en cambio, á poco tiempo, le
-envió á París para compensarle algún tanto la eficaz ayuda que como
-ingeniero prestó en el sitio de Puebla el año 56.
-
-Tan enemigo era de los títulos de nobleza, que en circunstancias serias
-se burlaba de ellos. Asistió á un gran baile en las Tullerías con el
-Ministro de México don Francisco Modesto de Olaguíbel y se hizo anunciar
-de los heraldos como Conde del Nopalito.
-
-El joven militar quedó satisfecho de tan deseado viaje, visitando
-algunas de las principales ciudades de Europa; la falta de recursos le
-cerró las puertas del colegio y ya no hizo más estudios, como fué su
-propósito. A fines de 1857 pisaba de nuevo el suelo patrio y obtenía del
-mismo Comonfort el grado de Capitán 1.º de la primera compañía del
-Batallón de Zapadores.
-
-En la defección de Comonfort hizo esfuerzos por rebelar á los Zapadores
-en Santo Domingo y por ello tuvo un serio disgusto con el jefe de la
-reacción, al menos así aparecía, el general José de la Parra.
-
-Perdida la capital de la República, el 24 de Enero de 1858, de la noche
-á la mañana, salieron en diligencia su padre y él rumbo á Salamanca,
-donde se encontraba Doblado.
-
-La víspera de su partida, para tomar parte en la guerra de Reforma,
-comió y tuvo una larga entrevista con el general Miguel Miramón en el
-restaurant de La Estrella, en la calle del Refugio, frente al portal de
-Agustinos, y trataron de sobornarse el uno al otro: Miramón ofrecía todo
-un porvenir á Valle, y éste, otro no menos lisonjero á aquél; pero
-ninguno cedió: cada quien tomó senda opuesta, sin perder nada esa
-fraternal amistad.
-
-Miramón ya le debía la vida: se la había salvado en Puebla.
-
-En Salamanca, á principios de Marzo, Iniestra y Leandro del Valle
-formaban parte del Estado Mayor de aquel general.
-
-Cuenta el señor J. Martínez que la víspera de la batalla, en la que más
-que perdieron, se dispersaron sus tropas, aconteció una escena curiosa.
-Valle tuvo un disgusto con el español Bravo, y éste, inquieto por el
-juicio que aquél se había formado de su persona, le dijo:
-
---¿Usted ha dicho que desconfía de mí?
-
---Sí, señor, lo he dicho, respondió Valle.
-
---Podría pedir á usted una satisfacción; pero esto sería indigno entre
-dos jefes liberales; mañana, al frente del enemigo, el que menos avance
-merecerá la duda.
-
---Corriente.
-
---Convenido.
-
---Déme usted la mano.
-
-Y la promesa quedó pactada.
-
-La prueba fué decisiva, más que en Salamanca, en la carga de Calderón:
-Bravo hizo prodigios de valor. Leandro reunió á sus amigos y dijo á su
-rival:
-
---Señor coronel, le pido á usted perdón; yo no había sabido juzgar á
-usted.
-
-A Bravo se le ahogó la voz en la garganta y no pudo más que llorar.
-
-Este fué el origen de la inquebrantable amistad de los dos jóvenes
-militares.
-
-El premio de su bizarría al resistir las fuerzas de la legalidad al
-mando de Doblado, á los tacubayistas de Osollo, y de igual
-comportamiento al querer Landa en Santa Ana Acatlán aprehender á don
-Benito Juárez y su Gabinete, fué ser ascendido á teniente coronel de
-Ingenieros.
-
-Cuando Juárez y su Gobierno, pasado el inminente peligro que corrieron
-en Guadalajara, partieron rumbo á Colima para embarcarse en Manzanillo,
-dar vuelta por el Istmo de Panamá y salir á Veracruz, Valle estaba á las
-órdenes de Santos Degollado; entonces don Rómulo, con el grado de
-general, era el comandante militar de Colima por nombramiento que hizo
-el popular Degollado.
-
-Durante los cortos días de estancia ahí, mientras se rehacían y proveían
-de armamento y municiones las tropas liberales para volver á emprender
-la campaña en el centro de Jalisco, Leandro se dedicaba con ahinco, que
-parecía rayar en delirio, en ejercitar á los soldados que estaban bajo
-su inmediato mando. Su ideal era que reinase entre todos ellos la
-instrucción y la subordinación y que pudiesen arrostrar en cualquier
-tiempo el peligro. Les predicaba siempre: «Ante el enemigo nunca contéis
-el número.»
-
-La acción de Cuevitas le dió nombradía entre los que por envidia
-pretendían rivalizar con él. Su valentía y arrojo llegó á ser
-proverbial.
-
-En el sitio que las fuerzas liberales pusieron á Guadalajara, en el mes
-de Octubre, él fué quien dió el primer paso para alcanzar la victoria. A
-iniciativa del general Refugio I. González y con asentimiento tácito de
-don Benito Gómez Farías, practicaron una mina de pólvora en el bastión
-de la calle de la Merced y se introdujeron por las casas de la manzana
-hasta el lugar elegido; estaban vacilantes porque creían arruinar las
-fincas contiguas y principalmente la en que iba á hacerse la mina, que
-pertenecía á la señora Ornelas de Díaz, quien profesaba hasta el
-fanatismo los principios liberales y tenía por santos de su devoción á
-Juárez, Degollado y Ocampo. Durante las perplejidades, para no
-perjudicarla en lo más mínimo, Leandro del Valle la hacía reflexionar:
-
---Señora, se va á caer su casa.
-
---No le hace; no importa.
-
---Pierde usted todo.
-
---Pero gana el partido puro.
-
-La mina voló parte del bastión y cuarteó la casa de la patriota, pero no
-sin fruto. Una tarde, aprovechando la lista de seis, Refugio I.
-González, el coronel Bravo y Valle con los Mosqueteros, entraron los
-primeros por la brecha y comenzaron en silencio, con audacia
-verdaderamente temeraria, á hacerse de las posiciones del enemigo.
-Bravo, compitiendo en arrojo con Valle, subió á la azotea del Palacio de
-Gobierno, quitó del asta la bandera de la reacción que flotaba é izó su
-blusa roja que llevaba puesta.
-
-Entonces Valle habló así á sus soldados:
-
-«Esta plaza inexpugnable para esos ejércitos asalariados que sirven de
-ciego instrumento al gobierno que los paga, ha caído ante vosotros,
-soldados de discernimiento y de convicción, para quienes la pérdida de
-la vida importa poco con tal que triunfe la causa á que habéis
-consagrado vuestros esfuerzos, y que no aspiráis á otra recompensa que
-al placer de haber hecho la felicidad de la patria y á un recuerdo
-honorífico de la posteridad. Hay entre vosotros algunos más admirables
-todavía, que sin esperar que la historia registre sus nombres, se
-inmolan sin embargo gustosos en el altar de esa divinidad misteriosa que
-ha hecho de los sacrificios humanos la condición indispensable de los
-mejoramientos sociales. ¡Mártires anónimos, que fecundáis con vuestra
-sangre el árbol de la libertad, para que otros recojan los frutos, sin
-pedir salario ni gloria especial para vosotros, mi corazón se llena de
-ternura y de veneración al contemplar tanto patriotismo y tanta
-abnegación! Vosotros sois los verdaderamente _grandes_ y los
-verdaderamente _heroicos_!»
-
-Por esta acción, don Santos Degollado ascendió á Valle, sin perder su
-empleo de teniente coronel de ingenieros, á coronel efectivo de
-infantería.
-
-Desde 1858 hasta el desconocimiento de don Santos Degollado, Leandro
-estuvo compartiendo con él los pocos triunfos y las muchas derrotas,
-acompañándole á Michoacán y siguiendo abnegado y perseverante la misma
-suerte que él, á quien debía su carrera y respetaba como á su padre.
-
-Teniendo en cuenta los servicios que prestó en el valle de México, se le
-dió el grado de general de brigada.
-
-En la Coronilla derrotó á Vélez y le quitó los pertrechos de guerra, y
-con la desventaja de que Leandro del Valle iba á la cabeza de restos de
-tropa mal organizada y sin instrucción.
-
-Al ser herido el general Uraga en el ataque de Guadalajara, á mediados
-de 1860, la presencia de ánimo y el respeto que imponía Valle, hicieron
-que los soldados recuperasen la moral ante el gran peligro que los
-amenazaba.
-
-El fué el que tuvo el mando de una de las brigadas que defendían el
-puente de Tololotlán, cuando las fuerzas reaccionarias emprendieron la
-retirada, después de un fuego nutrido de cañón que rompieron sobre los
-liberales.
-
-El 20 de Octubre de 1860, el coronel Toro le reemplazaba en el mando de
-la primera brigada de la división de Jalisco y era nombrado
-cuartel-maestre. Estaba en el sitio de Guadalajara. Días antes, el 29 de
-Septiembre, en junta de generales, había reprobado la conducta de don
-Santos Degollado, quien envió á González Ortega copia de la carta de
-Mathew y las proposiciones de pacificación que le hizo. Fué uno de los
-que firmaron la respuesta vehemente á la comunicación del general en
-jefe del ejército federal.
-
-Conociendo Zaragoza su pericia militar, le ordenó, el 26 de Octubre, el
-desarrollo de un plan de ataque sobre la plaza. Llevado á la práctica,
-el 29, en uno de tantos combates, parte del enemigo hizo el simulacro de
-suspender el fuego graneado y pasarse: pero apenas estuvo á quemarropa
-de los soldados de Valle, rompió de nuevo el fuego y éste pudo salvar
-arrojándose á un foso. Se encontraba en el punto de más peligro con
-Zaragoza en los instantes en que las fuerzas de la legalidad se
-apoderaban á bayoneta calada del resto de Santo Domingo. Al pedir
-parlamento el general Severo del Castillo, fueron los representantes de
-Zaragoza, Doblado y Leandro del Valle, quienes en la entrevista
-rechazaron indignados los puntos de política del país que les tocaron.
-Las bases acordadas, y que conservaron intacta la dignidad del ejército,
-fueron firmadas por Zaragoza, Doblado y Valle. No habiéndolas cumplido
-el enemigo, Valle dirigió desde Zapotlanejo, donde estaba con la
-división de Jalisco, y algún botín de guerra, un comunicado á Doblado en
-el que se leía: «Supuesto que Castillo ha roto los convenios, debe ser
-batido dentro de la plaza ú obligado por la fuerza á salir de ella, á
-menos que no se rinda con la fuerza que lo obedece.» Castillo huyó de
-Guadalajara rumbo á Tepic y Zaragoza dispuso que Valle le persiguiese.
-Este logró dispersarle buen número de sus soldados.
-
-En marcha el ejército para la capital de la República, iba con el
-general en jefe y le acompañaba á Guanajuato, Celaya, San Juan del Río,
-la Soledad y Arroyozarco. Aquí reunidos los ejércitos del Norte, Centro
-y Oriente, aceptaron la batalla en las lomas de San Miguel de
-Calpulalpan, que Miramón y Márquez les presentaron el 22 de Diciembre.
-El general Jesús González Ortega, á la cabeza de las divisiones de
-Zacatecas y unido á Valle, cogieron á paso veloz la retaguardia al
-enemigo, que se batía ya con Zaragoza, Lamadrid, Antillón, Toro y
-Blanco, y obtuvieron el triunfo definitivo que hizo volver los Poderes
-á la Capital. Antes de entrar el ejército en ésta, su amigo de infancia
-y compañero de colegio, Miramón, le escribía la siguiente carta:
-«Querido Leandro: No sería difícil que Concha necesitase de alguna
-persona de influjo del partido triunfante, y prefiero dirigirme á tí que
-á alguno de sus parientes, á fin de que hagas por ella, en nombre de
-nuestra antigua amistad, lo que en igual caso haría yo por tu familia.
-Disfruta de felicidades y manda á tu amigo.--MIGUEL MIRAMÓN, Diciembre
-24 de 1860.--Señor general don Leandro del Valle.»
-
-Repuesto el gobierno de la legalidad, tuvo el mando de las armas en el
-Distrito y seguidamente ocupó su asiento en el Congreso, como diputado
-por Jalisco. Las más de las sesiones tomaba parte en los debates. Fué de
-los de la iniciativa, á la muerte de Ocampo, para que se pusieran fuera
-de la ley á sus asesinos, desde Zuloaga y Márquez hasta Cobos. El 7 de
-Junio de 1861 pronunciaba estas textuales palabras en plena Cámara:
-«Hemos votado la suspensión de garantías los liberales rojos, á quienes
-no puede atribuirse odio á la libertad y á la Constitución, que hemos
-defendido con las armas en la mano.»
-
-El día 1.º había dicho ya: «En nuestras masas hay poco espíritu público
-y pocas ideas.»
-
-Y el día que México supo el asesinato de Ocampo, tuvo que ser un héroe
-para apaciguar al pueblo amotinado á las puertas de la prisión, que
-pretendía matar á Isidro Díaz y Casanova.
-
-
-II
-
-Iniciando en el Congreso la supresión de los tratamientos oficiales,
-supo la muerte de Santos Degollado, y ciego de ira, dejó escapar una
-palabra dura contra aquél, que originó con el general Nicolás Medina,
-serio altercado, que debía terminar en duelo.
-
---Estas charreteras me las he puesto á cañonazos--dijo exaltado Valle
-palmeándose los hombros.
-
-Y quiso ser el de la revancha.
-
-Una mañana, ¿quién de aquella época preñada de odios, no la recuerda?
-Leandro Valle, montando en San Pedro (un brioso caballo alazán tostado),
-vestido de gris, luciendo la militar botonadura dorada, fieltro negro,
-botas federicas, el pelo al rape, barbirraro en la punta de la barba,
-radiante de gloria y muy joven aún, salía de la casa número 4 del Tercer
-Orden de San Agustín, para marchar á la cabeza de las fuerzas que el
-Gobierno creía suficientes para exterminar las reaccionarias de Márquez
-y Zuloaga, que, después de asesinar á Ocampo en Caltengo, invadían ahora
-el Estado de México. A la vez, el coronel Tomás O’Horán venía de Toluca
-para operar de acuerdo sobre el enemigo, en el Monte de las Cruces. El
-general José María Arteaga iba por otro lado, al mismo punto.
-
-Turbado por tristes presentimientos, Valle se había despedido de la que
-pronto sería su esposa, la señora Luisa Jáuregui de Cipriani,
-prometiéndole la victoria. De paso en la calle real de Tacubaya, dió
-también el adiós á doña Ignacia.
-
---Tal vez no nos veamos más. ¡Quién sabe si me ahorquen, madre
-mía!--exclamó, echándole los brazos, mientras ella, creyente fervorosa,
-le colgaba al cuello un relicario de la Virgen de los Remedios.
-
---No, no quiero; dirán que una cosa creo y otra predico.
-
---Mira, Leandro, hazlo por mí.
-
-La noche del 22, Márquez y Zuloaga tuvieron noticia en Acapulco, de que
-O’Horán, de Toluca, y Valle, de México, salían á combatirles, y
-dispusieron marchar la madrugada del 23, para darles encuentro en el
-Monte de las Cruces. A las diez y media de la mañana, las avanzadas de
-caballería de los coroneles Almancia y Juan Silva tiroteaban á las de
-Valle en la Maroma. Luego Márquez ordenó la carga y se empeñó sangrienta
-batalla bajo fuego nutrido, hasta cerca de la una de la tarde, en que
-Valle, en una loma, ya sitiado, y á la desbandada y muerta parte de su
-tropa, formó cuadro. Debilitado el flanco izquierdo de los Batallones de
-Moctezuma y segundo de Zacatecas, hizo en triángulo resistencia, y en
-zig-zag, para luchar á bayoneta calada. Al ver la irremediable, montó en
-San Pedro y rompió el sitio. Un piquete de la caballería le persiguió á
-escape y el hizo prisionero en Santa Fe. Desgarraba el cielo nublado uno
-que otro tiro de los dispersos en la espesura del monte, cuando Lindoro
-Cajiga y el coronel Jiménez Mendizábal aparecieron en el campo de la
-guerra, conduciendo en medio á Leandro Valle. Se aproximaba fumando un
-puro, con asombrosa tranquilidad, rodeado de una turba furiosa que le
-befaba, gritando: ¡Muera el pelón! ¡mátenlo! ¡mátenlo! Avisaron á
-Márquez, que se encontraba con su estado mayor y Zuloaga en una
-explanada, que habían cogido prisionero á Valle.
-
---Supongo que á éste sí lo fusilaremos--dijo Márquez á Zuloaga.
-
---A éste sí, porque lo hemos cogido con las armas en la mano--afirmó
-Zuloaga[14].
-
-He aquí la orden de fusilamiento:
-
-«Ejercito Nacional.--General en Jefe.--Leonardo Márquez, General en Jefe
-de este Ejército, ordeno que el Capitán de Ingenieros que pertenece á mi
-Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga[15], se encargará de pasar por las
-armas al traidor á la Patria don Leandro del Valle, el cual será
-fusilado por las espaldas, para lo cual se le dejará media hora para que
-se disponga, y después de haberle fusilado, que se le ponga en un paraje
-público para escarmiento de los traidores, para lo cual pedirá en el
-escuadrón de Exploradores Valle, doce hombres, al Comandante de
-Escuadrón D. Francisco Aldama.
-
-«Por lo tanto, mando que le comunique esta orden á dicho capitán. Dios y
-orden. Cuartel general de Salazar. Junio 23 de 1861.--L. Márquez.--Al
-capitán de Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga.»
-
-Lindoro Cajiga y Jiménez Mendizábal cargaron á la derecha del camino con
-el prisionero, y en un claro de monte hicieron alto. Y empezaron los
-preparativos del fusilamiento. Ordenaron á Valle que se apeara de San
-Pedro, porque lo iban á pasar por las armas. Permaneció de pie, cerca de
-un tronco de árbol. Una escolta de infantería esperaba la voz de mando.
-Al aparecer el capitán que debía ejecutarlo, Valle, desabrigándose, dijo
-al P. Bandera, capellán del ejército reaccionario:
-
---Padre, le regalo á usted mi capa.
-
-Sus botas federicas se las dió al coronel Ismael Piña.
-
-En este instante, Miguel Negrete se presentó á caballo.
-
---Señor general, yo soy el general Negrete, por cuya cabeza ha ofrecido
-usted mil pesos; hoy no quiero más que darle un abrazo.
-
---Con mucho gusto.
-
-Se apeó Negrete y abrazó á Valle, y éste le regaló su reloj, diciéndole
-que como un recuerdo.
-
-Otra voz salió del grupo, la del coronel Agustín Díaz.
-
---Un antiguo compañero de usted, de colegio, desea tener esa misma
-satisfacción.
-
-Valle le abrió los brazos.
-
---Deseo escribir á mi familia--suplicó al capitán.
-
-Y en un plieguito de papel, escribió con lápiz esta carta:
-
-«En el Monte de las Cruces, Junio 23 de 1861.--Padre y madre queridos;
-hermanos todos: Voy á morir, porque esta es la suerte de la guerra, y
-no se hace conmigo más que lo que yo hubiera hecho en igual caso; por
-manera, que nada de odios, pues no es sino en justa revancha. He
-cumplido siempre con mi deber; hermanos chicos, cumplan ustedes, y que
-nuestro nombre sea honrado, como el que yo he sabido conservar hasta
-ahora.
-
-«Padre y madre: A...... esa carta, á mí, un eterno recuerdo. También de
-tí me acuerdo, Agus[16], tú has sido mi madre también.
-
-«A mis hermanos y amigos, adiós.»
-
-Reinaba el silencio del respeto que produce el heroísmo.
-
-Así que terminó, el P. Bandera le dijo:
-
---Confiésese usted.
-
---No, no me confieso.
-
-El capellán insistió, acercándosele, cubriéndole con su manteo
-(comenzaba á gotear) y hablándole al oído para convencerle.
-
---Estamos perdiendo el tiempo, padre; ustedes tienen que hacer.
-
-Valle se descolgó un «bejuco» de oro y el relicario que su madre le
-había puesto, y dijo á uno de tantos:
-
---Le suplico que entregue usted á la señora Ignacia Martínez, este
-bejuco y este relicario, que no es muy milagroso.
-
-Sacó de sus bolsillos el dinero que tenía y lo puso en manos del
-capitán para que lo repartiera entre los soldados que lo iban á fusilar.
-
-Como viera que le apuntaban por las espaldas, manifestó indignado:
-
---Por qué me han de fusilar por detrás, si no soy traidor.
-
-Supo que la orden era terminante, y entonces dió las espaldas al
-pelotón, diciendo:
-
---Lo mismo da morir por delante que por detrás.
-
-Le miraban los ojos de los fusiles, cuando volvió la cara y advirtió á
-uno de los soldados que se le había caído la cápsula, de su fusil.
-
-Efectivamente, así había sucedido.
-
-Terminada la ejecución, Márquez mandó colgar el cadáver en un árbol.
-Ratificaba la promesa hecha en Tacubaya, el inolvidable 11 de Abril:
-«Estos jóvenes de valor y de talento son los que necesitamos hacer
-desaparecer.»
-
-Una bonita acción: Luis Alvarez, ayudante de Leandro Valle, se salvó
-porque á su padre, don Melchor Alvarez, debía toda su educación Márquez.
-
-Sabidas las noticias del desastre en México, el general Felipe
-Berriozábal, dispuso en Toluca que el coronel Tomás O’Horán, al mando de
-un piquete de tropa, fuera á buscar el cadáver de Leandro Valle.
-Pendiente de un árbol del camino estaba con este letrero á los pies:
-«JEFE DEL COMITÉ DE SALUD PÚBLICA,» y cerca, en la misma postura, el
-cadáver de su ayudante Aquiles Collín[17]. Bajo éste, un perrito que le
-acompañó siempre en campaña, rascaba la tierra y aullaba con la mirada
-fija en los restos de su amo. El perrito fué á parar en poder de la
-señora Isabel Ochoa, esposa del general Berriozábal, que vivía en
-Toluca. A los cinco días desapareció, y mandado buscar, lo hallaron en
-el Monte de las Cruces, debajo del árbol en que suspendieron á Collín:
-aullaba, rascaba la tierra y miraba lastimosamente arriba. Llevado de
-nuevo á la familia, huyó á los pocos días; pero esta vez fué hallado
-muerto bajo el mismo árbol en que había estado pendiente el cadáver.
-
-Collín ofrendó su vida á la lealtad: había escapado, pero al saber que
-Leandro Valle había caído prisionero, regresó al campo del combate.
-
---Quién es ése?--dicen que preguntó Márquez.
-
-Collín, acercándose, contestó:
-
---Soy Aquiles Collín, ayudante del general Leandro Valle; supe que mi
-jefe había caído prisionero, y vengo á correr la misma suerte que él.
-
---Fusílenlo--dijo Márquez á los suyos.
-
-El día 28 supo la señora Ignacia Martínez que el cadáver de su hijo
-llegaría á Mulitas, y salió á su encuentro.--«Yo estaba loca de
-dolor--me contaba. Lo ví venir en hombros de unos indios y escoltado por
-unos de á caballo. Subí á un coche y le seguí. En la garita de Belem
-cedieron á mis ruegos Alcalde y el «Huero» Medina para que me dejaran
-verlo, diciéndome:--«Pero sólo lo va usted á ver, nada más á ver.»
-Destaparon la caja, ¡ah! estaba hasta en paños menores.»
-
-Esta venerable anciana, que contaba de edad ochenta años y recibía del
-Gobierno cien pesos mensuales de pensión, me decía en 1893:
-
---«Ahí, en ese armario, tengo la camisa ensangrentada que traía Leandro;
-pero hace treinta y dos años que no la veo; no quiero verla. Y ya él
-presentía su fin. Me contaron que cuando llegó al Monte de las Cruces,
-dijo:--«Me huele aquí á muerte»[18].
-
-_Angel Pola._
-
-
-
-
-JOSE MARIA ARTEAGA
-
-1827-1865
-
-
-Llena toda la época del Imperio con su recuerdo, y el de su fin trágico
-aun hincha de odio y venganza el corazón de los mexicanos.
-
-Sus biógrafos no han hecho más que encabezar editoriales con su ilustre
-nombre, considerando muy á la ligera la Intervención y el Imperio, sin
-referir absolutamente nada de su nacimiento, su niñez, su educación y su
-entrada en el ejército. Los bien informados escriben que fué general,
-gobernador y que murió pasado por las armas, dándole Aguascalientes por
-pueblo natal, y nada más. Uno hay, para colmo es el que le da por tener
-autoridad de biógrafo, que ha desempolvado gacetillas y entrefilets, y
-todo esto así remendado lo intitula biografía del general José María
-Arteaga, en un libraco cuyo enorme volumen está en relación directa de
-la inexactitud y la carencia de datos.
-
-El general José María Arteaga no nació en Aguascalientes, como aseguran
-los historiadores, sino en México, el 7 de Agosto de 1827. Sus padres
-fueron don Manuel Arteaga, militar humilde, á quien le picaban mucho los
-puntos de honra, y doña Apolonia Magallanes, toda una señora entregada
-al trabajo y cuidado de sus hijos. Don Manuel se retiró á la ciudad de
-Aguascalientes y abrió una tienda de comercio al por menor, para poder
-pasar la vida. Hasta 1836, José María, que era el primogénito, no tuvo
-otro mundo que la tienda y la escuela del señor Ignacio Islas, «hombre
-sabio y honrado que le infundió buenas máximas y buena educación.»
-Entonces el gobierno dispuso que don Manuel partiese á San Luis Potosí á
-prestar sus servicios como militar. Al año falleció y la familia tuvo
-que regresar.
-
-Desamparada y pobre, cifró sus esperanzas en José María, ya de edad de
-diez años, que quiso aprender el oficio de sastre en el taller de don
-Pedro Magallanes, hermano de su madre. Más tarde pasó á ser dependiente
-de la tienda de comercio del señor José Rangel. El año de 1848, al
-pronunciarse en Aguascalientes contra los tratados de Guadalupe el
-general Mariano Paredes, el licenciado Manuel Doblado y el presbítero
-Celedonio Domeco de Jarauta, Arteaga brincó el mostrador y formó en las
-filas de la Guardia Nacional, de ayudante abanderado. Su madre se
-opuso, intentó volverle á la tienda, movió influencias para que
-desistiera: todo fué infructuoso; no pudo variar la determinación de su
-hijo. Las tropas marcharon á Guanajuato, tomaron la plaza y al cabo de
-mes y tres días fueron derrotadas por las del gobierno que mandaban los
-generales Anastasio Bustamante y Manuel María Lombardini. Los vencidos
-habían dado pruebas de valor y hasta de arrojo. Arteaga dejó la bandera
-depositada en una iglesia y regresó disperso al hogar, donde lloraba
-desesperada la autora de sus días.
-
-Deseando una vida tranquila, abre su taller de sastre y se pone á
-trabajar como hombre formal á quien le inquieta el porvenir. Corridos
-pocos meses, se une en matrimonio con la señora Jesús Ortiz, y el hijo
-que tienen, que hacía la felicidad de los esposos, fallece al levantar
-la bandera santanista en Guadalajara, en 1852, el general José López
-Uraga. Arteaga cierra el taller, ceba á un lado la aguja, el dedal y las
-tijeras, y sin decir nada á su familia, vuelve á tomar las armas y se
-hace soldado del llamado ejército regenerador. Se porta tan bien y tal
-es su temeridad en una de tantas batallas, defendiendo un fortín, que,
-luego de suspendidos los fuegos, Uraga le dice:--«Usted es más digno de
-mi espada que yo.» Y la puso en sus manos, como un regalo por su valor.
-El sastre era capitán y había pasado por los grados de subteniente y
-teniente. Se proclama el plan de Ayutla en el Estado de Guerrero, y
-Arteaga, hecho comandante el 14 de Marzo de 1854, forma parte de la
-brigada del general Félix Zuloaga, á quien manda hacia el Sur el
-Gobierno para volver al orden á los sublevados. Y Arteaga asiste á las
-jornadas de Ajuchitlán, Coyuca, Alto de la Tijera y al sitio de Nusco.
-
-Verdaderamente profesaba las mismas ideas liberales avanzadas que los
-que proclamaban el plan de Ayutla; pero sus deberes militares, que era
-tan escrupuloso en cumplirlos, le retenían al lado de Santa-Anna, sin
-que por esto dejara de pensar en la ocasión propicia para tomar el lugar
-que le correspondía en el partido republicano. A los santanistas,
-después de treinta y siete días de sitio en Nusco, los rindió la
-desnudez, el hambre y la incuria del Gobierno, entregándose á las tropas
-del general Juan Alvarez, previo unánime asentimiento á la determinación
-tomada en consejo de guerra, de obedecer al gobierno que emanase del
-plan proclamado.
-
-Don Ignacio Comonfort agobió de atenciones á Arteaga y le profesó cariño
-de hijo, porque era intachable su comportamiento militar. Arteaga anduvo
-con el coronel José G. Cosío, teniente coronel Luciano Valdespino y los
-comandantes Prisciliano Flores y Juan José de Aranda, todos defendiendo
-el plan de Ayutla. En la expedición que á Michoacán hizo Comonfort,
-casi llevó de mentor al humilde Arteaga, en quien depositaba plena
-confianza, porque le constaba su fidelidad y valentía.
-
-Luego que fué teniente coronel, en Mayo de 1855, se hizo cargo de la
-Mayoría General de la División de Operaciones, librando reñidas batallas
-en Jalisco y distinguiéndose en el asalto y toma de Zapotlán. En marcha
-para Colima las fuerzas de Comonfort, ascendió á coronel del 3er. Ligero
-y regresó á Guadalajara, avanzando hacia México con el general Juan
-Alvarez. Al sublevarse Puebla el año de 1856, unido al Presidente de la
-República, hizo la campaña y levantó más su renombre de valiente en la
-jornada de Ocotlán y los asaltos á la ciudad de los Angeles. Amigo de
-Ocampo, Lerdo de Tejada y Degollado, se carteaba con éllos para saber la
-situación que guardaba el resto del país, porque escribía que la vida de
-la República era su vida.
-
-Su buen humor de muchacho de escuela no se le amenguaba con los
-sufrimientos en la derrota, ni en los peligros; y ardía de cólera cuando
-decaía su fe en el triunfo de las ideas liberales. Derrocado Santa-Anna,
-partió para Aguascalientes á visitar á la autora de sus días, y le
-manifestó:--Aquí me tienes, ya ves dije que confiaras, que triunfaríamos
-y que te estrecharía en mis brazos,--¡Sí, hijo mío, sí! Dios ha querido
-que nos veamos; pero sólo Él sabe con cuántas lágrimas se lo he pedido.
-Mira: mejor te quiero ver de sastre, que no de soldado.
-
-De vuelta de Puebla, habiendo capitulado la ciudad, lucía la banda de
-general de brigada. Y pasó á Comandante Militar de Querétaro, en 1857,
-siendo el primer Gobernador constitucional del Estado. Mil dificultades
-le salieron al encuentro para cubrir los egresos. Cierta ocasión,
-apremiado por la escasez de recursos, empeñó sus armas á fin de poder
-pagar á los empleados que carecían de lo más indispensable. Don Luis M.
-Rivera habla de su gobierno en estos términos: «Durante su permanencia
-en la Comandancia y en el Gobierno se distinguió multitud de ocasiones
-no sólo en el terreno de las armas, sino también dictando muchas medidas
-sabias y prudentes en bien del Estado: fundó varias escuelas públicas,
-arregló los archivos y estableció una biblioteca; todo lo cual fué
-totalmente destruído el memorable día 2 de Noviembre de 1857 en que las
-hordas semisalvajes de la Sierra, acaudilladas por don Tomás Mejía,
-asaltaron esta ciudad bizarramente defendida por el mismo señor Arteaga
-y el general don Longinos Rivera, quedando ambos heridos con la mayor
-parte de sus compañeros de armas.»
-
-Fué tan firme en sus principios, que era capaz por éllos de sacrificar
-cualquiera amistad y hasta su familia. Quería á don Ignacio Comonfort
-como á su padre y para con él tenía tales motivos de agradecimiento, que
-nada podía negarle sin cometer una ingratitud; pues bien: acaeció el
-golpe de Estado, y Arteaga, el predilecto del Presidente de la
-República, se indignó contra su autor; y aun se burlaba del mentado
-golpe, en carta particular á Comonfort, así: «¡Muy bien, muy bien!
-¿Conque usted se ha pronunciado contra sí mismo? Ya me parece verlo
-revestido con su manto de Nuestra Señora de Guadalupe.» Y á su buena
-madre se anticipaba á manifestarle, para que no lo tachase de ingrato:
-«Todo se lo debo á don Nacho, hasta el dulce nombre de hijo; pero no
-retrocederé: soy liberal y defiendo la Constitución.» Entonces formó
-parte del ejército de la Coalición, organizado por los gobernadores de
-Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Jalisco y Veracruz. El 9 de Marzo de
-1858 triunfaron Miramón y Osollo en Salamanca, y Arteaga vagó por
-Acapulco, á pesar de las ofertas repetidas de altos empleos y de fuertes
-sumas de dinero que le hizo Miramón. Incorporado á las tropas juaristas,
-fué defensor de la Constitución en Jalisco, Michoacán y Querétaro, y
-siempre el primero en las batallas.
-
-Decidido el triunfo del partido liberal en Calpulalpan, tomó nuevamente
-las riendas del gobierno de Querétaro. Se adelantó ante el enemigo
-extranjero á la cabeza de soldados que le seguían por el patriotismo que
-ardía en sus pechos. A la vez quería vengar los asesinatos de Ocampo,
-Degollado y Valle. Y marchó á Veracruz. Al general Ignacio Zaragoza
-había ofrecido un simulacro á orillas de Orizaba, antes de partir para
-Acultzingo. Satisfecho del resultado, comenzó su derrotero en defensa de
-la patria contra las fuerzas intervencionistas. Era un hermoso día de
-Abril de 1862, entre once y doce de la mañana, cuando el enemigo se
-presentó al pie del cerro, frente á las fuerzas republicanas que estaban
-en las primeras cumbres. Como pretendiera avanzar, le salió al encuentro
-Arteaga, á la cabeza de sus soldados. En medio del tiroteo, el enemigo
-simuló una retirada y los cazadores de Vincennes se dispersaron, ganando
-la cuesta.
-
-Visto esto por las fuerzas mexicanas, el fuego continuó y con más ímpetu
-por los cazadores que consiguieron herir á Arteaga en la pierna
-izquierda, abajo de la choquezuela, horadando la bala el peroné y la
-tibia. Fué conducido en el caballo del capellán Miguel de los Dolores
-Tebles, que éste mismo tiraba del ronzal, á las primeras cumbres de
-Acultzingo, donde se hallaba un piquete de tropa. Allí le lavó la herida
-el doctor Serdio, vendándola con una bufanda y dos pañuelos. Con la
-puerta de una cabaña le improvisaron una camilla y le trajeron á México
-escoltado por los oficiales Gregorio Ruiz, Miguel Medina, Julián Fonseca
-y Román Pérez. En la cañada de Ixtapa, Leon Ugalde, José Rojo, Juan
-Valencia y los generales Ignacio Zaragoza y Miguel Negrete vieron al
-ilustre enfermo. El acto fué conmovedor.--No me llores, no me llores; al
-cabo no me he de morir, dijo Arteaga á Negrete, que al verle lloraba
-como un niño.
-
-Arteaga llegó á México el 9 de Mayo y Juárez con sus Ministros le
-visitaron diariamente, estando á su cabecera el célebre doctor Rafael
-Lucio. Restablecido, volvió á Querétaro el 10 de Octubre de 1862 á
-ocupar el puesto de gobernador, en el que como siempre observó la más
-absoluta independencia.
-
-Había defendido á Santos Degollado cuando estaba en el banquillo del
-acusado y le veían con malos ojos algunos del poder; y no sólamente hizo
-su defensa, sino que aun llegó á postularle para presidente de la
-República.
-
-Apenas estuvo en el Estado, ascendió á general de división y le
-declararon benemérito de la patria. Organizó fuerzas para resistir á los
-franceses que hermanados con los conservadores se dirigían á Puebla.
-Desocupado México por el gobierno de Juárez, á causa de la capitulación
-de Puebla, Arteaga y los otros jefes republicanos protegieron su
-retirada, procurando defender á todo trance el terreno que iban
-invadiendo los extranjeros y los traidores, y ministrar á Juárez los
-recursos indispensables para el sostén y el funcionamiento regular de su
-administración, aunque fuese ambulante.
-
-El 3 de Enero de 1864, habiendo Arteaga llegado á ser gobernador de
-Jalisco, hacía una retirada al Sur del Estado, y unas veces avanzaba y
-otras retrocedía hacia Michoacán y México, como general de división y en
-jefe del ejército del Centro, por nombramiento de don Benito hecho desde
-Paso del Norte. No obstante su alta posición, llevaba una vida de pobre.
-Su honradez fué tal siendo gobernador de Querétaro, que salió como había
-entrado, atenido á su sueldo de general, pagado con irregularidad. Una
-vez se le presentó el director de las escuelas manifestando que carecían
-de útiles y libros y que aquello no podía seguir así. El pagador Román
-Pérez, que tenía en caja doscientos veinte pesos, dió los doscientos por
-orden de Arteaga al director y los veinte sobrantes al correo que
-esperaba. Luego Arteaga, sacando un reloj de oro, dijo á su ayudante
-Jacinto Hernández:--Dile á Jiménez que me preste cincuenta pesos por
-este reloj.
-
-Jiménez era un empeñero muy conocido de Arteaga por la frecuencia con
-que acudía á él, y la cantidad que ahora le pedía iba á servir para los
-gastos indispensables de su casa. Otra vez, don Cenobio Díaz indujo á
-la señora Dolores Medina, que gozaba de influencia cerca de Arteaga, á
-que le pidiese un poder para denunciar y adjudicarse la casa de
-ejercicios, un edificio de la ciudad de Querétaro. Y contestó
-Arteaga:--Qué, ¿dar poder yo? qué, ¿el pueblo me ha puesto de gobernador
-para robar? Prefiero que mi familia muera en la miseria, y no que digan
-algún día, al verla con lujo: sí, está rica, porque su padre robó cuando
-fué gobernador del Estado.
-
-Cuando fué herido en Acultzingo y estaba postrado en cama en la casa
-número 16 de la 1ª calle de la Merced, Juárez de visita le ofreció
-dieciseis mil pesos.--No, señor, contestó; no recibo nada: mi tropa sí
-los necesita; yo puedo vivir como quiera. En Michoacán, de jefe de las
-tropas republicanas, no se apartó de la misma línea de conducta. A
-mediados de 1855, huyendo del 4.º de caballería de Wenceslao Santa Cruz
-que los perseguía, los suyos le dieron por muerto al caer con caballo y
-todo en un barranco. Afortunadamente á medio declive la banda de general
-se le enredó en una orqueta y ahí permaneció toda la noche. Su tropa
-siguió hacia Tacámbaro; pero su ayudante Jacinto Hernández regresó al
-siguiente día, halló vivo á su general, le condujo á la Hacienda de
-Chopis y se agregó á la fuerza.
-
-Una desavenencia le tenía alejado de Salazar; pero hicieron las paces en
-la casa de don Antonio Gutiérrez, en Tacámbaro. Y empezaron la
-organización de la tropa con que debían hacer frente á Méndez. Arteaga
-era el general en jefe y Carlos Salazar el cuartel maestre. El
-calendario señalaba el 20 de Septiembre. El 4 de Octubre pasaron revista
-á las tropas republicanas en las llanuras de las Magdalenas, al Oriente
-de Uruapan. El 9 se aproximaba Méndez á atacar la ciudad con 1,500
-hombres. Los republicanos la desocuparon á la una de la tarde y tomaron
-camino para Tancítaro. Arteaga iba con parte de la tropa; las otras
-habían partido á distintos rumbos con sus jefes respectivos. Los mil
-cuatrocientos soldados de Arteaga llegaron bien.
-
-El 12, apenas tomaban rancho, se tuvo noticia de que llegaba el enemigo,
-y emprendieron la retirada á Santa Ana Amatlán, llegando el 13. Sin
-embargo de que Méndez les pisaba los talones, ahí descansaron muy
-confiados, porque Pedro Tapia, con un piquete, cubría la cuesta, único
-camino por donde tenía que pasar el enemigo para llegar á Amatlán, y
-Julián Solano exploraba la retaguardia. Eran las once y media de la
-mañana; la tropa de Arteaga descansaba y tenía en pabellón sus armas; de
-repente oyóse en la plaza el grito de ¡viva el Imperio! y unos tiros.
-El teniente Amado Rangel[19], con cincuenta hombres, entrando por la
-cañada, había sorprendido á la fuerza republicana.
-
---¿Qué pasa, preguntó Arteaga al capitán Agapito Cruzado.--El enemigo,
-mi general.--¡Oh, traición infame! Solano, Pedro Tapia y sus
-exploradores!......--Que Dios salve á usted, mi general.
-
-En efecto, Solano y Tapia habían sido comprados desde Uruápan en $3,000
-por dos jefes imperialistas. Uno de los primeros que cogieron prisionero
-fué á Arteaga; dos soldados le conducían; Rangel le salió al encuentro,
-se apeó, clavó su lanza en tierra y sombrero en mano le dijo:--Mi
-general.--Rangelito, hijo, mira cómo me traen; qué figura: sin sombrero,
-en camisa.
-
-Rangel dió órdenes para que trajeran lo que le faltaba al ilustre
-prisionero. Y le manifestó: Señor, yo mando; no se aflija usted, porque
-ante mí á nadie se mata; al contrario, usted dispone de todos mis
-elementos y de los suyos. El grueso de mis fuerzas viene muy lejos.--No,
-hijo; déjanos correr suerte; cumple con tu deber, que la honra no
-vuelve.
-
-A las dos de la tarde entraba el resto de la tropa de Méndez, al grito
-de ¡viva el Imperio!
-
-Arteaga, demudado, dijo á Rangel: Ahí vienen los tuyos.--Ya usted ve;
-tiempo tuvimos.--Lo que siento es que este _Capulín_[20] me
-fusile.--Pues no, señor, no lo fusilará.
-
-La verdad es que Amado Rangel quería pasarse á los liberales; pero éstos
-prefirieron conservar toda su dignidad de vencidos.
-
-Rangel fué á encontrar á los suyos.--¡Alto! gritó á las tropas que
-avanzaban á escape.--¿Qué hay, Rangel? preguntó Méndez.--Que ya no
-corran: hemos tenido completo triunfo: Arteaga está prisionero.--¡Cómo,
-hombre?--Sí, señor.--¿Arteaga? ¿el general Arteaga?--Sí, señor.--Pero,
-¿lo has visto?--Sí, señor.--¿Lo conoces?--Sí, señor.--Rangel, es usted
-capitán!, exclamó Méndez saliendo de su asombro.
-
-Méndez, al redactar el parte oficial de la Victoria[21], prometió á
-Rangel, ante don Gabriel Chicoy y el señor Juan Berna, que no fusilaría
-á ninguno de los prisioneros. El diálogo no deja de ser interesante:
-Señor, vengo á pedirle un favor.--¿Qué quieres, Rangel?--Nada, señor,
-que no fusile usted á ninguno de los prisioneros.--Lo que debes hacer es
-no meterte á defender á esos caballeros; lo que debías haber hecho era
-fusilarlos en el momento que los cogiste prisioneros, no que todo se lo
-dejan á uno.--Como había de hacer eso si los cogí descuidados.
-
-Rangel dió la vuelta, y cuando iba como á diez pasos, Méndez le llamó:
-Rangel.--Mande usted, señor.--Vaya usted sin cuidado: nada se les hará.
-
-Al llegar á Uruapan, Méndez recibió cartas del general Osmont, Bazaine
-y Maximiliano en que le ordenaban que fusilara á todos los prisioneros.
-Juan Berna se oponía, haciéndole palpar la monstruosidad á Méndez; y el
-español Wenceslao Santa Cruz lo tentaba á que cumpliera fielmente las
-órdenes superiores; después de mucho cavilar, Méndez sujetó á la Corte
-Marcial á cinco de los principales: Arteaga, Salazar, Villagómez, Díaz
-Paracho y Juan González. Arteaga, la víspera de la ejecución, envió á su
-madre la siguiente carta que expurgada de erratas se publica por
-primera vez: «Uruapan, 20 de Octubre de 1865.--Señora doña Apolonia
-Magallanes de Arteaga.--Mi adorada madre:--El 13 de Septiembre he sido
-hecho prisionero por las tropas imperiales y mañana seré decapitado;
-ruego á usted, mamá, me perdone el largo tiempo que contra su voluntad
-he seguido la carrera de las armas. Por más que he procurado auxiliar á
-usted, no he tenido recursos con que hacerlo, si no fué lo que en Abril
-le mandé; pero queda Dios que no dejará perecer á vd. y á mi hermanita
-la _yanquita_ Trinidad. Porque no fuera á morirse de dolor, no le había
-participado la muerte de mi hermano Luis, que acaeció en Túxpan en los
-primeros días de Enero del año pasado. Mamá, no dejo otra cosa que mi
-nombre sin mancha, respecto á que nada de lo ajeno me he tomado, y tengo
-fe en que Dios me perdonará mis pecados y me recibirá en su gloria.
-Muero como cristiano y me despido de vd., de Dolores y de toda la
-familia, como su más obediente hijo--Q. B. S. P.--José María Arteaga.»
-
-El coronel Wenceslao Santa Cruz mandó el cuadro de la ejecución, el día
-21, á la espalda del Parián[22]. Al ser formados para la descarga los
-cinco patriotas, todos demostraron entereza. Arteaga dijo: «Muero
-defendiendo la integridad de mi patria, no como general, sino como
-ciudadano.» A los pocos días la señora Magallanes recibía un reloj, un
-real y otra carta del mártir, en la que le decía: «Es el único
-patrimonio que le dejo, defendiendo á mi patria.» El Supremo Gobierno
-Federal quiso honrar la memoria de Arteaga, trayendo sus restos á esta
-capital, para que reposaran en el Panteón de San Fernando; pero no son
-los verdaderos: esos reposan todavía en Uruapan; así lo asegura el único
-que les dió sepultura, Angel Frías, hijo natural del mártir.
-
-Ningún fundamento parece tener esta afirmación tan rotunda, pues después
-del fusilamiento de Arteaga, Salazar, Villagómez y González (los
-indígenas de Paracho se llevaron á Díaz envuelto en una bandera), los
-señores Ramón Farías, Tomás Torres y Rafael Rodríguez, éste como
-presidente del Ayuntamiento, recogieron los cadáveres para velarlos en
-la capilla del Santo Sepulcro y darles sepultura en uno de los ángulos
-del cementerio del barrio de San Juan Evangelista. Al acordar el
-Supremo Gobierno la traslación de los restos de Arteaga y Salazar al
-Panteón de San Fernando, dos personas de las que les dieron sepultura
-presenciaron la exhumación, acompañadas de los doctores Manuel Reyes,
-Braulio Moreno y Teodoro Wenceslao Herrera. Aún tenían intactas las
-ropas y éllas hacían palpable la identidad[23].
-
-_Angel Pola._
-
-
-
-
-CARLOS SALAZAR
-
-1832-1865
-
-
-Harapienta, demacrada y muerta de hambre, la hermana que le sobrevivía
-vagaba calle arriba y calle abajo por el barrio de la Merced, de esta
-Capital, sin que ninguno la diera de caridad un rincón cualquiera para
-dormir. La infeliz, puestas en fuga sus esperanzas por la mala suerte
-que iba tras élla, había tocado un último recurso: que su marido
-mendigase un empleo de puerta en puerta, cerca de los que consideraba
-sus parientes. Un día, después de llamar mucho, le abrió sus puertas don
-Luis Salazar, tío del General; pero élla no volvió por segunda vez, á
-pesar de salirle al encuentro la promesa. La muerte, más compasiva que
-el pariente, al ver á los esposos extenuados de hambre y frío, quiso que
-descansaran y se apresuró á abrirles sus lóbregas fauces.
-
-De su frondoso árbol genealógico, que la fatalidad ha ido podando con
-saña implacable, no quedan sino ramas lejanas, casi ingertos, sin la
-savia del tronco. Hasta un renuevo, su hija Carlota, no vive ya. Ni
-recuerdos hay del capitán Benito Salazar, íntegro empleado de la Aduana
-de Matamoros, padre de Carlos.
-
-Doña Tecla Preciado cuenta que nació el valiente republicano en
-Matamoros, Tamaulipas, por el año 1832, pues que de la misma edad era
-ella. El muchacho parecía el mismísimo demonio por sus peligrosas
-travesuras.--«Cree usted, me decía la señora, que de milagro vivía,
-porque una vez en el puerto le tiró de la cola al caballo del capitán y
-le dió tal coz en la frente que se la abrió. Toda la vida le duró la
-cicatriz.»
-
-De ocho años vino á México y le pusieron en una escuela particular
-católica, porque sus padres, y más don Benito que su madre la señora
-Merced Ruiz de Castañeda, eran antes que todo católicos devotos. Primero
-que nada, Carlos debía aprender el Ripalda para que pudiese lograr la
-gracia, de rodillas en el confesionario; á renglón seguido, vendrían
-como muy secundarias una poquita de Gramática, las cuatro reglas de la
-Aritmética y otras unturas de materias que constituían la instrucción
-primaria en aquella época.
-
-Realizado su sueño dorado (desde pequeño fué de su agrado la milicia),
-entró en el Colegio Militar. Miramón y Leandro Valle estudiaron con él
-y fueron condiscípulos y buenos amigos. La identidad de ideas políticas
-y religiosas de Miramón y él, dejaban pronosticar que juntos andarían la
-misma senda al entrar en la vida pública. El pronóstico tenía
-fundamento: para Carlos, ya de edad en que los años dan ideas propias y
-fijas, era imposible que el domingo dejara de oir misa y tuviera
-cubierta la cabeza al tropezar en la calle con un sacerdote: era herejía
-y sobrado pecado para ir al infierno.
-
-El año 1847, días antes de la batalla de Churubusco, de cadete en el
-Colegio Militar, pidió permiso para luchar contra los norteamericanos
-bajo las órdenes de don Leonardo Márquez, el célebre general conservador
-y famoso imperialista. Con tal arrojo peleó,--porque arrojo más que
-valor era y fué siempre el suyo, originado por su mucho
-patriotismo,--que fué herido en una pierna. Le levantaron del campo de
-batalla al día siguiente de librada. Esto le valió una medalla y el
-ascenso á subteniente.
-
-Durante el belicoso y despótico gobierno de Santa-Anna, el gobierno
-honrado de Herrera y Arista y el efímero de don Juan Bautista Ceballos y
-de Lombardini, no mostró en sus actos de militar, si bien tenía un grado
-inferior, la menor señal de su republicanismo y liberalismo, que andando
-los sucesos le hicieron simpático y lo allegaron numerosos partidarios,
-haciéndole figurar como jefe de una gran facción de Michoacán. En este
-tiempo pasaba por beato rematado, que arrastraba espada por deber de la
-carrera. Sabían sus parientes, quienes le llamaban el _Chino_ y vivía
-con ellos en la casa número 4 de la calle de San Ramón, que no dejaba
-pasar viernes ni día primero de mes sin ir á ver á la Virgen de la
-Soledad y oir misa para sola ella. En medio de su religiosidad resaltaba
-su odio al despotismo, emanara de donde emanase. Tal vez esto fué causa
-de que yendo en fila cerrada al Sur para combatir el plan de Ayutla y
-siendo derrotado, hiciera suyas con entusiasmo, como segundo ayudante
-del primer batallón activo de Querétaro, todas las ideas imbíbitas en el
-plan y tuviese mayores bríos para sostenerlas sin ser presa del
-desaliento, no obstante las dificultades que parecían insuperables á sus
-sostenedores. Victorioso el plan de Ayutla, por el que peleó desde la
-toma de Nusco basta la llegada de Comonfort y Alvarez á Cuernavaca, fué
-por sus méritos militares comandante del Cuerpo de Tehuantepec.
-
-Durante parte de la guerra de tres años, tuvo en México la comisión del
-partido republicano, unido á los señores Anastasio Zerecero, Julián
-Herrera, coronel Jesús Ocampo y doña Luciana Baz, de proveer de recursos
-á las tropas liberales que atacaban los principios reaccionarios. La
-desempeñó con buen éxito á pesar de los peligros de que estaba
-rodeado. Un día le sorprendió el mismo Miramón en persona en junta
-secreta con otros liberales en una casa de por las calles del
-Reloj.--Conque conspiras? Ahora no me lo negarás, le dijo Miramón
-encarándosele.--Estamos en plática pacífica de amigos.--Conque en
-plática, eh?, y á puertas cerradas, y todos ustedes liberales. Estás
-preso por ahora.
-
-Y mientras Miramón se interiorizaba de la casa, Salazar subió en un
-coche que aguardaba á la puerta; y andando calles largo tiempo sin
-rumbo, el cochero quiso al fin saber á dónde conducía al que se había
-subido precipitadamente y se encontró con que ya nadie iba adentro.
-Salazar, corriendo el vehículo, se había apeado, no pudiendo el policía
-Lagarde dar con él. Y fué á incorporarse en Tlalpam al coronel Ramón
-Reguera (padre). La ciudadana doña Luciana Baz quedó con las otras
-personas desempeñando la comisión aquella. La inquietaba el paradero de
-Salazar: si tendría mal fin; los retrógrados eran capaces de todo, aun
-de cazarlo en poblado. Admiraba su valor y su persona. Solía decir á la
-señora Tecla Preciado, al volver las espaldas Salazar:--«Tecla, qué
-cuerpo el de Carlos!» Para ella no existía otro mejor formado en el
-mundo: todo bien hecho, en admirables proporciones; era gordo, pero no
-obeso, ni eran flojas las carnes; bien parado; limpia de arrugas la
-frente; rizado el cabello; la barba le cubría toda la mandíbula
-inferior; un bigotito negro que tiraba á bozo; las cejas de alita de
-golondrina; la mirada medio bizca y, por sobre todo, su marcialidad;
-¡qué porte á la cabeza de sus soldados! Radiaba su alegría y no le
-importaban las circunstancias para manifestarla. Mas cuando se le
-despertaba el enojo, desconocía al mundo entero, olvidaba el tuteamiento
-de sus íntimos y al hablarles decíales con otra voz: señor, señora.
-Tenía el rostro encendido y era capaz de sacarle astillas á una mesa de
-un puñetazo. Hecho del poder el partido liberal, tuvo el grado de
-teniente coronel del Batallón Moctezuma, que al mando del coronel Jesús
-Díaz de León guarnecía la capital de la República. Después, el Moctezuma
-pasó á ser uno solo unido al Batallón Rifleros de San Luis. En sus
-filas, con el grado de teniente coronel, el 20 de Diciembre de 1861,
-concurrió á la batalla que tuvo lugar entre Pachuca y el Mineral del
-Monte. Allí se hizo acreedor á la condecoración especial que decretó el
-Supremo Gobierno. Al poco tiempo marchaba con el mismo cuerpo y los de
-Zapadores y Reforma, que formaban la descubierta del Ejército, á la
-Soledad, Estado de Veracruz, para resistir á las fuerzas de las tres
-potencias extranjeras que empezaban á invadir el territorio nacional.
-
-Verificados los tratados de la Soledad, partió con el Batallón Rifleros
-de San Luis al Monte de la Cruces para combatir á Buitrón y los otros
-reaccionarios que acababan de asesinar á Ocampo, Degollado y Leandro
-Valle. Al fin de esta campaña que terminó con buen éxito, se dirigió á
-Puebla y peleó heróicamente contra los franceses el 5 de Mayo de 1862;
-mereció y obtuvo por tan brillante hecho de armas el ascenso á coronel y
-jefe del cuerpo mencionado. Después tomó participio directo en la
-defensa de Puebla, que tenían sitiada los soldados de Napoleón III; por
-desgracia cayó en poder de los invasores, pero logró fugarse de la
-cárcel y se incorporó, pasados algunos días, al Gobierno legítimo que
-permanecía en México.
-
-Cuando Juárez, como Presidente de la República, fué á San Luis Potosí,
-le acompañó, siendo Jefe militar de la zona que comprendía Río Verde,
-Valle de Valles, San Ciro y otros puntos de la Sierra, que había
-precisión de tener en extremo vigilados. Aprovechó todos los elementos
-que pudo encontrar, reorganizó su cuerpo, lo instruyó, equipó y le dió
-el ejemplo de acatar la Ordenanza. A varios jefes comisionó para que
-emprendieran formal campaña contra las guerrillas de traidores que
-merodeaban por pequeñas poblaciones y haciendas cometiendo robos y
-asesinatos. Más tarde, por acuerdo del Supremo Gobierno, pasó con el
-Batallón Rifleros de San Luis, á las órdenes del general José López
-Uraga, al Estado de Michoacán. En Morelia, defendida por el general
-Leonardo Márquez, al dar el asalto el 18 de Diciembre de 1862, la
-fortuna le fué adversa, pero no perdió el valor, ni con una herida que
-le atravesó el pecho, ni ante los peligros de muerte sin cuento que le
-rodearon durante la batalla, al grado de matar uno tras otro sus
-caballos las balas enemigas. La retirada de sus tropas, la hizo él en
-camilla hasta Santa Clara del Cobre, donde, sin embargo de sus graves
-heridas, no cesó de seguir reorganizando las fuerzas que debían
-continuar combatiendo al ejército invasor. Rasgos semejantes de valor
-tuvo en otros días. El año 1859, estando el general Aureliano Rivera en
-Tlalpam, quince ó veinte de sus oficiales, Salazar á la cabeza de éllos
-como comandante de batallón, hicieron formal promesa de llegar á las
-garitas de Chapultepec, donde estaba el enemigo, y de hacerle fuego á
-quemarropa con pistola. Llegaron á Tacubaya, y en la cantina de la
-señora Mariquita Becerril, un tal Palomo y un tal Reguera, oficiales
-ambos que se guardaban profundo encono, hicieron en alta voz alarde de
-temeridad tomando la vanguardia. Cerca de las trincheras cayó herido
-Palomo, y Salazar, que hacía de corneta, al ver el inminente peligro
-que corrían, tocó retirada; y una astilla que sacó de un árbol una bala
-le quitó de los labios y la mano la corneta; entonces volvió en medio
-del fuego graneado á recocer á Palomo, le montó en su caballo y puso á
-salvo. En estos trances, la amistad más que el deber le obligaban. Así
-en los Reyes, cuando fortuitamente, sin saberlo él, del pronto, el
-general Porfirio Balderrain mató al mayor Guerrero, de su Estado Mayor,
-loco de ira é indignación se trasladó al lugar del suceso, y asiendo de
-la cintura al homicida, le azotó contra la pared y quiso matarle á
-taconazos. Tal manera de ser no quiere decir que Salazar fuese de mala
-índole; muy por el contrario, buenos sentimientos le animaban y lo
-mostró siempre con palabras y hechos. ¡Qué soldado de la Reforma y la
-Intervención y el Imperio no recuerda el haber visto llorar á Pueblita
-en las peroraciones, de Salazar! No de su gran cabeza, sino de su
-corazón le salía, todo lo que hablaba.
-
-Después de la honrosa retirada de Morelia, sin darle las espaldas al
-enemigo, sano ya de su herida, se dirigió á Uruapan y luego á Santa
-Clara, cuya plaza tomó á viva fuerza á los traidores.
-
-En la Villa de los Reyes, Michoacán, rechazó á los franceses y traidores
-que le asaltaron, y los puso en precipitada fuga.
-
-En los primeros días de Abril de 1865, fueron reducidos á prisión, por
-orden del general Ramón Méndez, las familias de Salazar (era ya
-general), Arteaga, Pueblita y el coronel Jesús Ocampo. Estuvieron
-incomunicadas bajo la custodia de los franceses, hasta que unos
-comerciantes, dolidos del martirio á que las habían sujetado durante dos
-meses y un día, se constituyeron sus fiadores, y lograron por este medio
-se las dejase por cárcel la ciudad de Morelia. El único objeto de tal
-conducta inquisitorial era el hacer que los jefes de las dichas familias
-se sometieran sin peros al llamado Imperio; mas nada pudo lograr Méndez,
-porque en aumento el desinterés y la abnegación de aquellos meritísimos
-ciudadanos, trabajaron con inquebrantables esfuerzos en difundir el amor
-á la patria entre las tropas mexicanas, las cuales sabían todo el mal
-que les venía con un gobierno que no fuese propio ni de forma
-representativa popular.
-
-Arteaga y Salazar aparecían en discordia ante los republicanos que los
-acompañaban, haciendo la campaña contra el Imperio en Michoacán; el
-origen de élla era el distinto punto de vista desde el cual apreciaban
-los sucesos políticos de las zonas que dominaban.
-
-Pronto se borró esa discordia, sin dejar huella de su paso por esos dos
-grandes corazones henchidos de patriotismo. El 16 de Septiembre de 1865
-vibraban acordes como si dieran vida á un mismo cuerpo, sintiendo y
-pensando idénticamente. Esa fecha la celebraron en Tacámbaro de
-Codallos, especie de arsenal de la República en aquella triste época. El
-coronel Justo Mendoza, secretario del Cuartel General del Ejército
-Republicano del Centro, pronunció un soberbio discurso y lo escucharon
-el general en jefe Arteaga, el Cuartel Maestre Salazar, el Estado Mayor,
-los jefes y oficiales y un resto vagabundo y simpático de fieles
-empleados de diversos ramos de la administración pública. Fué aquella
-una fiesta oficial que reanimó á los espíritus que hacían vivir la
-República por Michoacán. De allí salieron las fuerzas en vías de
-organización. Los traidores y los republicanos tenían prisioneros; los
-primeros gestionaban con empeño canjes; lo cual no había podido
-efectuarse por las ventajas que querían. Los jefes de uno y otro partido
-se carteaban, partiendo la solicitud de los traidores y jefes
-extranjeros. El coronel Van der Smissen menudeaba su correspondencia con
-Salazar; exigía más de un soldado suyo por un mexicano, y Salazar le
-contestaba que en ninguna parte y en ningún tiempo podía ser más un
-extranjero que un mexicano. «Acepto el canje--dicen que escribía al
-coronel Van der Smissen--pero cabeza por cabeza, porque no puede ser un
-extranjero más que cualquier mexicano.»
-
-El general en jefe José María Arteaga pasó revista á las tropas en las
-llanuras de la Magdalena, el 4 de Octubre. Llegaban á tres mil
-quinientos hombres, sin contar los destacamentos de Zitácuaro, Huetamo y
-Tacámbaro. Había tres divisiones.
-
-A la una de la tarde del 9, Arteaga, con las brigadas Díaz, Villagómez y
-Villada, cuyo Cuartel Maestre era Salazar, partió á Tacámbaro, porque
-hubo noticias de que Méndez llegaba con mil quinientos hombres. Ya el
-general Vicente Riva Palacio había salido hacia Morelia con mil hombres,
-y otras dos secciones por otros rumbos. En el camino, el coronel
-Trinidad Villagómez tiroteaba á la vanguardia del enemigo. La
-retaguardia la cubría el teniente coronel Julián Solano con cien
-hombres. El mal camino y la tormenta, la noche del 10, no fueron
-obstáculo para que llegasen á Tacámbaro. Iban á tomar el rancho, el 12,
-cuando corrió la voz de que se acercaba el enemigo y levantaron
-violentamente el campo y prosiguieron su marcha; pero hacia Santa Ana
-Amatlán, donde llegaron el 13. Arteaga ordenó descanso, confiado en que
-Solano, con treinta exploradores, estaba en observación de Méndez frente
-á Tancítaro, y que Pedro Tapia, con otros treinta, vigilaba sobre la
-colina de la entrada del pueblo la cuesta que tiene como siete leguas de
-camino y la cual debía necesariamente pasar el enemigo. Durante la
-travesía, Arteaga había estado recibiendo partes de Solano en que
-noticiaba que Méndez no se movía de Tacámbaro. En esta seguridad, la
-infantería puso en pabellón sus armas y los treinta hombres de
-caballería desensillaron y fueron al río á dar agua á la caballada.
-
-Ese mismo día en la mañana, de camino Méndez para Santa Ana Amatlán, vió
-las huellas de la tropa republicana y exclamó: «Adelante, muchachos; el
-que agarre á Arteaga y Salazar tiene una talega de pesos.»
-
-Amado Rangel, con cien hombres, sorprendió dentro de la cañada, á las
-once del día, á la tropa republicana. Los únicos que hicieron
-resistencia fueron algunos soldados y jefes del Cuartel Maestre. El
-resto de la fuerza, con los otros jefes y Arteaga, se encontraban presos
-en un portalito de la plaza, desarmados y bien custodiados. Mientras,
-Salazar y su Estado Mayor se batían, sitiados en su alojamiento.
-Platicando Rangel con Arteaga, llegó un soldado de los imperialistas y
-dijo al primero:--Señor, no se quiere rendir el general Salazar.--Pues
-que le prendan fuego á la casa.
-
-Luego Rangel desistió de su idea y fué personalmente, porque así lo
-exigían los sitiados, para suspender el fuego.--¿Quién es el general
-Salazar? preguntó Rangel al grupo de valientes que hacía resistencia. Y
-el más simpático de entre ellos dió un paso al frente y contestó:--Yo;
-servidor de usted. Rangel puso sus tropas á las órdenes de Salazar, pero
-éste dijo:--Nada, nada, Rangel; á cumplir con su deber. El capitán Juan
-González hizo un guiño á Salazar para que aceptase.--Déjalo cumplir con
-su deber, dijo Salazar al sacerdote patriota.
-
-A Rangel exigió Salazar, antes de rendirse, la seguridad de su vida, la
-de sus otros compañeros y atenciones para su compadre el coronel Jesús
-Ocampo, herido gravemente de dos balas, durante la refriega. Rangel se
-lo prometió bajo palabra de honor, que fué quebrantada el día 21.
-
-A la salida de Amatlán, los exploradores de Tapia y Solano marchaban con
-los soldados imperialistas de Orozco. Vencedores y vencidos llegaron á
-Uruapan el 20. Allí recibió Méndez la ley del 3 de Octubre, y para
-aplicarla á los prisioneros principales, mandó constituir la Corte
-Marcial, la cual con festinación sentenció á muerte al general de
-división José María Arteaga, al general de brigada Carlos Salazar, al
-coronel Trinidad Villagómez, á Jesús Díaz Paracho y al capitán Juan
-González. El jefe traidor Pineda y un escribiente se presentaron á
-levantar el acta de identificación de las personas y á notificarles que
-serían pasados por las armas á la mañana del siguiente día. Los cinco
-liberales oyeron impávidos su sentencia sin objetar nada[24].
-
-Al salir de la prisión la mañana del 21, á las cinco, para ser
-fusilados, Arteaga flaqueó; entonces Salazar dándole el brazo, le
-dijo:--«Apóyese.» En el cuadro Salazar se desabrochó la camisa, enseñó á
-los ejecutantes de la sentencia dónde quedaba el corazón, porque siendo
-desleales les temblaría el pulso y le harían padecer. «Me despido de
-todos mis amigos y les ruego que no se manchen con el crimen de
-traición. Voy á enseñar como muere un leal republicano asesinado por
-traidores.» Y quedaron sin vida los cinco valientes.
-
-La toma de Amatlán fué una compra hecha desde Uruapan, cuando dos jefes
-se incorporaron á los liberales y andaban en secreteos con Solano y
-Tapia. Este recibió tres mil pesos. El castigo no se hizo esperar: los
-dos que tramaron la venta fallecieron á los pocos días: uno de ellos de
-fiebre á los dos días de la sorpresa en Amatlán.
-
-Aunque fuera de tiempo, al saberse en México la toma de la plaza, una
-comisión de personas honorables se acercó á Carlota para que influyera
-en que no fuesen fusilados los prisioneros. Contestó: «Hay que matar á
-los bandidos para que sirvan de ejemplo de moralidad.»
-
-Méndez enseñó á los prisioneros el decreto de 3 de Octubre y dijo al
-general Pérez Milicua: «Debían haber sido fusilados todos; pero sólo he
-atacado el tronco y apartado las ramas: con eso es suficiente.» Además,
-le enseñó una carta de Maximiliano en que aprobaba su conducta y lo
-ascendía á general de brigada. Terminaba ordenando á Méndez que
-propusiera á Riva Palacio el canje de los prisioneros belgas, que lo
-habían sido en Tacámbaro el 11 de Abril. «Si no acepta Riva Palacio,
-fusile á todos.» Eran treinta y cinco[25].
-
-_Angel Pola._
-
-
-
-
-ÍNDICE
-
-
- Págs.
-
-La familia Dongo 1
-
-El licenciado Verdad 35
-
-Hidalgo 52
-
-Allende 61
-
-El padre Matamoros 90
-
-Morelos.--I. El viajero 96
-
-II. Grandes noticias 98
-
-III. El guerrillero 101
-
-IV. El caudillo 103
-
-V. El mártir 105
-
-Iturbide.--El apoteosis 107
-
-Padilla 112
-
-Mina 121
-
-Guerrero 137
-
-Ocampo 153
-
-Testamento 170
-
-Leandro Valle 172
-
-Don Santos Degollado 186
-
-Los mártires de Tacubaya 198
-
-Comonfort 215
-
-Nicolás Romero 239
-
-Arteaga y Salazar 251
-
-Maximiliano 267
-
-APÉNDICE.--Amplificaciones 325
-
-En peregrinación, de Pomoca á Tepeji de Rio.--Pateo 327
-
-Pomoca 331
-
-Venta de Pomoca (Hoy Pomoca) 333
-
-Un suceso extraño 339
-
-Paquizihuato 347
-
-Maravatío 348
-
-Tepetongo 351
-
-Toshi 351
-
-Estancia de Huapango (Hoy Huapango) 352
-
-Villa del Carbón 353
-
-Tepeji del Rio 354
-
-Santos Degollado 360
-
-Leandro del Valle 397
-
-José María Arteaga 423
-
-Carlos Salazar 443
-
- * * * * *
-
- NOTAS:
-
- [1] Como los datos de personas que trataron íntimamente al Sr. Ocampo
- no podríamos tenerlos antes de un mes, hemos tenido que reducir este
- artículo á meros apuntes, por no detener más la publicación del LIBRO
- ROJO.
-
- [2] El general Leonardo Márquez volvió á México en mayo de 1895. Vive
- en el Hotel Washington y goza de buena salud.--Nota del Editor.
-
- [3] La fecha está errada: debe ser 31 de Mayo. El mismo Márquez
- confirma la rectificación que hacemos. Véase su libro _Manifiestos: el
- Imperio y los Imperiales_, página 286.
-
- [4] Al escribir este capítulo, queremos hacer constar nuestra
- gratitud, por haber solícitos contribuído cariñosamente al buen
- éxito de nuestras investigaciones, á los Sres. Manuel M. Aranzubia,
- Administrador de Pateo; Miguel Bolaños, dueño de Pomoca; Tirso
- Tinajero, vecino de Maravatío; Ramón Carmona, Administrador de
- Tepetongo; Antonio de Bassoco Pereda, de Toshi; Jerónimo Chaparro,
- Presidente Municipal de Temascaltcingo; Jesús Cano, Presidente
- Municipal de San Miguel Acambay; Leocadio Padilla, caporal de la
- estancia de San Francisco, entre Huapango y Arroyozarco; Tirso
- Meléndez y Jesús Farrera, Presidente Municipal de la Villa del Carbón;
- José de J. Garibay, Jefe Político de Jilotepec; Piedad Trejo y Nicolás
- Alcántara, Secretario del Ayuntamiento de Tepeji del Río; Rafael
- y Mariano Gil, Administrador de Caltengo; Rafael Herrera, que fué
- sirviente favorito de don Melchor Ocampo, quien nos acompañó en toda
- nuestra peregrinación.
-
- [5] He aquí el acta de matrimonio de don Santos Degollado, sacada
- del archivo del curato de Quiroga, Michoacán: “En catorce de Octubre
- de 1828, yo, el Presbítero Don Mariano Garrido, Teniente de Cura de
- éste, casé y velé según el orden de Nuestra Santa Madre Iglesia, á
- Don Nemesio Santos Degollado, con Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de
- este. Fueron sus padrinos, Don Rafael Degollado y Doña Rita Castañeda:
- Testigos, Don Antonio Torres y Don Paulino Mejía, y lo firmé.--Mariano
- Garrido, una rúbrica.--Al margen, Don Nemesio Santos Degollado con
- Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de este.”
-
- [6] Don Luis Gutiérrez Correa falleció en esta Capital, siendo
- empleado de la Administración de Correos.
-
- [7] Al morir, no hace mucho, dejó de heredera á su hermana Rita,
- residente en Celaya, que pasó de pobre á rica, según dice ella, “por
- don Santitos, que Dios lo haya hecho un santo.”
-
- [8] Véase _Manifiestos: el Imperio y los Imperiales_, por el general
- Leonardo Márquez, páginas 3 y 4.
-
- [9] Don Benito Juárez decía en una carta fechada en Veracruz el 28 de
- Noviembre de 1860 y dirigida al señor Angel Albino Corzo, entonces
- gobernador de Chiapas:
-
- “Como usted, sentí el paso en falso del señor Degollado, pues nunca
- podré olvidar sus buenos servicios anteriores.”
-
- [10] Don Melchor Ocampo dice en carta fechada en Veracruz el 17 de
- diciembre de 1860 y dirigida al mismo señor Corzo, antes citado:
-
- “Hemos tenido últimamente la desgracia, el día 9, de que el “señor
- Berriozábal se haya dejado sorprender en Toluca.” Esto nos ha hecho
- perder más de mil hombres y lo que es peor, ha hecho caer en manos
- de Miramón al señor Degollado, á Farias (Benito) y otras personas
- importantes, que yo creo servirán de obstáculo, como rehenes, para
- terminar netamente la cuestión. Supongo y deseo que tal golpe vuelva
- más cantos á nuestros demás jefes que ya están bastante cerca de
- México.”
-
- [11] El 24 de Diciembre de 1861, don Benito Gómez Farías abrigó en
- su casa, calle de San Bernardo número 11, á la esposa y dos niños de
- Miramón, para resguardarlos de la ira popular.
-
- [12] Al Ministro de Guerra envió este comunicado:
-
- “Excmo. señor.--Habiéndome concedido permiso el soberano Congreso para
- salir en persecución de los asesinos del más distinguido de nuestros
- mártires C. Melchor Ocampo, tengo la honra de ponerme á las órdenes de
- V. E. para que me ocupe en el servicio de campaña, sin que le sirva
- de embarazo la alta gerarquía de mi empleo militar, que no conservo
- sino como título de estimación del Supremo Gobierno. De consiguiente,
- quede V. E. entendido que no desdeñaré ir á la cabeza de un cuerpo de
- caballería y aún de una compañía de dragones bien montados y armados,
- sujeto á las órdenes de cualquier jefe á quien el Excmo. señor
- Presidente tenga á bien encomendar la dirección de las operaciones.
-
- “Asimismo, deseo que ese ministerio sepa que me considero libre, no
- obstante mi carácter de general de división, para disponer de mi
- persona y agregarme como guerrillero á cualquiera fuerza de las que se
- pongan en movimiento; pues quiero que no sea una quimera el permiso
- que tengo de salir á batirme como soldado del pueblo, y obro bajo
- la inteligencia de que sólo el soberano Congreso me puede retirar ó
- limitar su licencia y llamarme de nuevo á esta capital.
-
- “Díguese V. E. dar cuenta con esta nota al Excmo. señor Presidente, y
- sírvase aceptar las protestas de mi consideración y respeto.
-
- “Dios, libertad y reforma.--México, Junio 6 de 1861.--_Santos
- Degollado._--Excmo. señor ministro de guerra y marina.”
-
- [13] Esta biografía es el resultado de una serie de entrevistas con
- los generales Nicolás Medina, Felipe Berriozábal, Mariano Escobedo,
- Miguel Blanco, Refugio I. González y los señores Benito Gómez
- Farías, Mariano Degollado, hijo del héroe, y Julián de los Reyes;
- todas personas muy respetables que trataron en la intimidad á don
- Santos Degollado. Ahí están para que digan al que llegue á dudar de
- la exactitud de algún diálogo, ó anécdota, si digo la verdad. He
- procurado repetir lo más fielmente posible lo que me han platicado.
-
- [14] Con este motivo, alegándome el general Félix Zuloaga que no
- había tenido ningún participio en la muerte de Ocampo, y sí en la de
- Leandro Valle, agregaba:--“Juzgue usted lo que era yo cuando Márquez:
- Estando en Ayutla, un señor Cortina, español, me cobraba por hacer
- estado en su casa y por asistencia: le pedí dinero á Ismael Piña, que
- era tesorero, y lo negó.--Pero, hombre, le dije, ¿me niega usted á
- mi que soy el Presidente?--Sí, me contestó, porque no tengo orden de
- Márquez.--Pero, ¡si soy el Presidente!......
-
- “Y me quejé á Márquez.”
-
- [15] He tenido en mis manos el autógrafo de esta orden, la cual me
- permitió copiar al pie de la letra, mi amiga, la señorita Emilia
- Beltrán y Puga, hermana de don Manuel, que pasé por las armas á
- Leandro del Valle.
-
- [16] Agustina Valle, su hermana.
-
- [17] Dice el general Miguel Negrete en sus “Memorias,” inéditas aún:
-
- “De Cuautitlán nos dirigimos por Huisquilucan para el Monte de las
- Cruces, porque de México había salido una columna á atacarnos y
- otra de Toluca, al mando del señor general don Felipe Berriozábal:
- esta segunda columna fué batida y completamente derrotada, haciendo
- prisionero al señor general don Leandro Valle, quien fué fusilado á
- las cinco de la tarde, habiendo salvado ya un extranjero, Aquiles
- Collín, un ayudante suyo, de que lo hubieran fusilado también.”
-
- Casi al terminar la guerra separatista, el general Miguel Negrete
- fué á San Antonio, Texas, y le picó la curiosidad las atenciones de
- que era objeto por parte de todo el personal del hotel en que se
- había hospedado. Su nombre estaba inscrito á secas en el pizarrón y
- nadie parecía conocerle. La víspera de su regreso á México compró dos
- caballos al dueño del establecimiento y quiso saldar sus cuentas. El
- administrador le manifestó:--No debe usted nada.--¿Cómo nada?--Pues
- si, señor, nada.--Pero si aquí me he hospedado y he subsistido y he
- comprado los dos caballos.--Nada debe usted, mi general, dijo el
- propietario descorriendo el velo del enigma y abrazando muy conmovido
- á Negrete.--¿Por qué no he de deber nada?--Porque á usted le debo mi
- vida: yo soy Aquiles Collín, á quien usted salvó en el Monte de las
- Cruces, cuando Leandro Valle fué fusilado.
-
- El señor general Aureliano Rivera, que también estuvo en la Maroma á
- descolgar el cadáver de Valle, asegura que no vió el de Collín.
-
- [18] Este artículo es el resultado de entrevistas que el autor
- ha tenido con la señora Ignacia Martínez y los generales Felipe
- Berriozábal, Refugio I. González, Aureliano Rivera, Nicolas Medina,
- Félix Zuloaga, Miguel Negrete y el coronel Agustín Díaz.
-
- [19] Hoy es coronel.
-
- [20] Así apodaban á Méndez los liberales.
-
- [21] Ministerio de Guerra.--1.ª Dirección.--1.ª División.--México,
- Octubre 24 de 1865--Brigada Móvil.--Coronel en Jefe. Santa Ana
- Amatlán, Octubre 13 de 1865--Excmo. señor.--Con esta fecha digo al
- Excmo. señor mariscal comandante en jefe del ejército, lo que sigue:
-
- “El día 6 hice salir de Morelia el batallón del Emperador con dos
- escuadrones del 4.º regimiento de caballería, á las órdenes del señor
- coronel don Wenceslao Santa Cruz, con dirección á Pátzcuaro, donde
- llegaron el día 7. En la noche de ese día me incorporé y organicé,
- en el resto de la noche, la brigada que es á mis órdenes y marché el
- 8 sobre Uruapan, adonde se encontraban reunidas todas las fuerzas
- enemigas, al mando de Arteaga. El día 9, á las tres de la tarde,
- estaba á las orillas de Uruapan; pero una terrible tempestad me
- privó de penetrar hasta ella, porque los riachuelos crecieron de tal
- manera, que los batallones quedaron cortados en medio de tres de
- ellos, y hasta las doce de la noche pudo hacer su paso. El enemigo se
- dividió en varias fracciones, tomando, una de 700 hombres al mando
- de Ronda y Riva Palacio por Paracho: Zepeda, con Martínez y Simón
- Gutiérrez, por los Reyes, con 600 hombres, y el titulado general en
- jefe del ejército del centro, Arteaga, con el llamado comandante
- general y gobernador de este departamento, Salazar, y el alborotador
- de los indígenas de Uruapan, Tancitaro, Paracho y otros pueblos,
- llamado coronel Díaz Paracho, con otra porción de jefes y oficiales
- que seguían su cuartel general con 1,000 á 1,200 hombres, la mayor
- parte de infantería, tomaron por Tancítaro. El día 10 dí descanso
- á mi tropa y tomé la resolución de seguir á Arteaga con tenacidad.
- Inútil me parece decir á V. E. que mis marchas nunca fueron de frente
- y sí de flanco, para inquietar á todas las partidas á la vez, y que
- Arteaga, que era mi punto de vista, por ser la persona moral de los
- republicanos, nunca comprendiera mi intención. El 12 salí de San
- Juan de las Colchas y llegué hasta Tancítaro, donde se encontraba el
- enemigo: dos horas antes de mi llegada había hecho movimiento, y lo
- perseguí con mis guerrillas tres leguas. Tuve el convencimiento de
- derrotarlo en el resto de la noche; pero era un hecho aislado que no
- ponía en mi poder el armamento, jefes y tropa, y mandé suspender el
- ataque y tomar cuarteles en Tancítaro. Hoy á las dos de la mañana, con
- una sección ligera de 400 infantes y 300 caballos marché sobre este
- punto, donde tuve la seguridad de darle alcance y derrotarlo; porque
- nunca debió creer el enemigo que atravesara doce leguas en la Tierra
- Caliente, en solo las horas de la mañana. Este movimiento me cuesta 14
- soldados muertos de la fatiga, la caballada del 4.º de caballería muy
- estropeada, y más de 40 caballos asoleados: pero he logrado mi objeto:
- he derrotado al enemigo completamente.
-
- “Son mis prisioneros el general en jefe _Arteaga_; el comandante
- general _Salazar_; los coroneles Díaz Paracho, Villa Gómez, Pérez
- Miliena{*} y Villada; 5 tenientes coroneles, 8 comandantes y otros
- muchos oficiales subalternos, de quienes en relación separada daré á
- V. E. cuenta. Todo el armamento, su inútil caballada y el parque están
- en mi poder. Lo son igualmente 400 prisioneros de la clase de tropa,
- de los cuales pondré en libertad á muchos, porque son cogidos de leva
- de las haciendas y pueblos de su tránsito.
-
- {*} Debe decir Milicua.
-
- “Este hecho de armas sólo al Supremo Gobierno y á V. E. toca darle el
- valor que merezca. Voy á hacer mención particular y honorífica del
- teniente Rangel del 4.º de caballería, á quien he ofrecido, á nombre
- de S. M., el ascenso á capitán, pidiéndole la cruz de caballero de
- la Orden de Guadalupe; porque este valiente, con 20 hombres de su
- cuerpo, ha penetrado hasta la plaza, y es el que, por decirlo así,
- ha dado este triunfo á las armas del imperio. El subteniente Navia
- del batallón del emperador, con 8 hombres, ha seguido su ejemplo:
- pero á este oficial no le he ofrecido nada por ser de mi batallón.
- Oportunamente daré á V. E. la relación de estos dos oficiales y de
- la tropa, para que si V. E. lo tiene á bien á estos valientes se
- les conceda lleven un distintivo sobre su pecho, para estímulo del
- ejército.
-
- “Felicito altamente á V. E. y le suplico tenga á bien hacerlo á mi
- angusto soberano, por esta memorable jornada.
-
- “Y lo transcribo á V. E. para su conocimiento.
-
- “Dios guarde á V. E. muchos años.--El coronel _Ramón Méndez_.--Excmo.
- señor ministro de la guerra.--México.”
-
- Es copia.--El subsecretario de guerra, _J. M. Durán_.
-
- [22] Un militar afirma que el ejecutor de la sentencia de muerte fué
- el teniente Teodoro Quintana, cuyo pelotón de tiradores fué escogido
- entre la compañía de Zapadores que mandaba el entonces capitán
- Francisco Troncoso, quien era secretario particular del general Ramón
- Méndez y tuvo todo su cariño y toda su confianza.
-
- El señor Quintana es hoy teniente coronel de caballería, y el señor
- Troncoso, general de brigada.
-
- [23] Los datos de esta biografía han sido ministrados á su autor
- por la señora Trinidad A. de Gutiérrez, hermana de Arteaga, y los
- señores José María Pérez Milicua, Manuel García de León, Rafael Cano,
- Francisco de P. Troncoso, Amado Rangel, Jacinto Hernández y Juan Ruiz
- de Esparza, todos militares, á excepción del último, que figuraron en
- aquella época, unos como liberales y otros como imperialistas.
-
- [24] He aquí las cartas de despedida de Salazar y Villagómez:
-
- Uruapan, Octubre 20 de 1865.--_Idolatrada madre_: Son las siete de la
- noche y acabamos de ser sentenciados el general Arteaga, el coronel
- Villagómez, otros tres jefes y yo. Mi conciencia está tranquila; bajo
- á la tumba á los treinta y tres años, sin que haya una sola mancha en
- mi carrera militar, ni el menor borrón en mi nombre. No llores, mamá,
- ten conformidad, pues el único delito de tu hijo consiste en haber
- defendido una causa sagrada: la independencia de su patria. Por este
- motivo se me va á fusilar. No tengo dinero, porque nada he podido
- ahorrar. Te dejo sin recursos, pero Dios es grande y te socorrerá lo
- mismo que á mis hijos, quienes con orgullo llevan mi nombre......
-
- Conduce, querida mamá, á mis hijos y hermanos por el sendero del
- honor, porque el patíbulo no puede manchar los nombres de los leales.
-
- ¡Adiós, madre querida! En la tumba recibiré tus bendiciones. Da un
- abrazo por mi á mi querido tío Luis, á Tecla, Lupe é Isabel: así como
- á mi tocayo, á Carmelita, Cholita y Manuelita; dales muchos besos y
- el adiós que les envío desde lo más profundo de mi alma. Dejo á la
- primera mi reloj dorado, y á Manuel cuatro trajes. Muchas memorias á
- mis tíos, tías, primos y á todos los amibos fieles, y tú, madre mía,
- recibe el último adiós de tu afectísimo y obediente hijo que tanto te
- ama.--_Carlos Salazar._--Sra. Mercedes Ruiz de Castañeda.
-
- _Aumento._--Si cambia la situación, como creo que cambiará, deseo que
- descansen mis cenizas al lado de las de mis hijos en nuestro pueblo.
-
- Uruapan, Octubre 20 de 1865.--_Querido papá_: Empleo mis últimos
- momentos para dirigir á Ud. estas cuantas líneas. Deseo legar á mi
- familia un nombre honroso; he procurado hacerlo, defendiendo la causa
- que abracé, pero no lo he logrado. ¡Paciencia! Pero no creo que se
- avergonzará Ud. de reconocer á un hijo que jamás se ha desviado de
- la senda que tan honradamente le trazara Ud. por medio de excelentes
- consejos y de buenos ejemplos. Siempre me he manejado con honradez
- y no tengo remordimiento de conciencia. Me he conducido como hombre
- de bien, y no me pesa; nadie puede quejarse de mi, porque á nadie he
- perjudicado. Confío en que esto formará algún consuelo para su pesar
- y que fundará algún orgullo en mi memoria, pura y sin mancha alguna.
- Muero conforme.
-
- Sírvase Ud. dar mi último adiós á mi hermano y á todos mis amigos,
- reservando para Ud. el corazón de su hijo sacrificado en aras de su
- patria.--_T. Villagómez._--Sr. D. Miguel Villagómez.
-
- [25] Los datos de esta biografía han sido ministrados al autor por
- la señora Tecla Preciado, los generales José María Pérez Milicua y
- Francisco del Paso y Troncoso, los coroneles Manuel García de León,
- Jesús Ocampo, José Vicente Villada, Amado Rangel y Jacinto Hernández,
- Rafael Cano y José Felipe Cortés.
-
-
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-
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-Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre
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-and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
-and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
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-Foundation
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-501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
-state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
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-
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-
-Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
-concept of a library of electronic works that could be freely shared
-with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
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-
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- The Project Gutenberg eBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, por
-Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, Juan A. Mateos y
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-
-<pre>
-
-The Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by
-Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre
-
-This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
-almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
-re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
-with this eBook or online at www.gutenberg.org/license
-
-
-Title: El libro rojo, 1520-1867, Tomo II
-
-Author: Vicente Riva Palacio
- Manuel Payno
- Juan A. Mateos
- Rafael Martínez de la Torre
-
-Release Date: October 30, 2016 [EBook #53405]
-
-Language: Spanish
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-Character set encoding: UTF-8
-
-*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II ***
-
-
-
-
-Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
-Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
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-
-
-
-
-
-
-</pre>
-
-<hr class="full" />
-
-<div class="figcenter">
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-</div>
-
-<p class="cb"><big>EL LIBRO ROJO</big></p>
-
-<table border="1" cellpadding="5" cellspacing="0" summary="">
-<tr><td align="left"><a href="#INDICE"><b>AL ÍNDICE.</b></a></td></tr>
-</table>
-
-<p class="cb">DE VENTA<br />
-<big>EL LIBRO ROJO</big><br />
-<small>TOMO I</small></p>
-
-<p>Historia de los grandes crímenes de la Conquista, el Gobierno Virreinal,
-la esclavitud y la Inquisición, por Vicente Riva Palacio, Manuel Payno,
-Juan A. Mateos y Lic. Rafael Martínez de la Torre, que fué defensor de
-Maximiliano. Este libro, fundado del todo en la Historia de México,
-produce intensa emoción su lectura.&mdash;Indice: <b>Moctezuma
-II.</b>&mdash;<b>Xicotencatl.</b>&mdash;<b>Cuauhtimoc</b>: I, Los tres reyes. II, El sitio y el
-asalto. III, El tesoro y el tormento. IV, Los tres ahorcados.&mdash;<b>Rodrigo
-de Paz</b>: I, En el que se refiere quién era Rodrigo de Paz y qué papel
-desea peñaba en México. II, De cómo las cosas del Gobierno de la Nueva
-España iban mal y de cómo Cortés las puso peores. III, De cómo cinco
-enemigos comulgaron con una sola hostia consagrada, dividiéndola en
-cinco partes. IV. De lo que hicieron Salazar y Chirino con Zuazo,
-Estrada, Albornoz y Paz. V, Refiérese cómo murió Rodrigo de Paz.&mdash;<b>Los
-dos enjaulados</b>: I. El emisario. II, El pregón. III, La arremetida. IV,
-Las fieras. V, Dos gotas en el mar.&mdash;<b>La Sevillana</b>: I, La tempestad. II,
-Doña Beatriz. III, El Visitador. IV, La audiencia. V, Los azotes y la
-loca.&mdash;<b>Alonso de Avila</b>: I, Prólogo: la confesión. II, El Marqués del
-Valle. III, Los hermanos. IV, El bautismo. V, La orgía y la
-conspiración. VI, Los oidores. VII, Los degollados.&mdash;<b>Don Martín Cortés</b>:
-I, La flota. II, De lo vivo á lo pintado. III, El Visitador Muñoz. IV,
-El tormento. V, La justicia del Rey.&mdash;<b>Pedro de Alvarado</b>: I, El
-Comendador. II, El capitán. III, Tonatiuh. IV, El Gobernador.
-Epílogo.&mdash;<b>Caridad Evangélica.</b>&mdash;<b>Fray Marcos de Mena.</b>&mdash;<b>La Familia
-Carabajal</b>: Christi Nomine Invocato. Contra. Abjuración. Declaración del
-Secretario Pedro de Mañosca. Auto de fe de 1601. Procesión. Amén: Laus
-Deo&mdash;<b>Los Treinta y Tres Negros.</b>&mdash;<b>El Tumulto de 1624.</b>&mdash;<b>Don Juan Manuel.</b>
-<b>El Tapado.</b></p>
-
-<table border="0" cellpadding="5" cellspacing="0" summary="">
-<tr><td align="left">Ejemplar, rústica</td><td align="left">$1 50</td></tr>
-</table>
-
-<h1>EL LIBRO ROJO<br />
-<br />
-<small>1520-1867</small></h1>
-
-<p class="cb">POR<br />
-<br />
-VICENTE RIVA PALACIO, MANUEL PAYNO,<br />
-
-JUAN A. MATEOS<br />
-
-Y RAFAEL MARTÍNEZ DE LA TORRE<br />
-<br />
-&mdash;&mdash;&mdash;<br /><br />
-AMPLIFICACIONES<br />
-<small>DE</small><br />
-ANGEL POLA<br /><br />
-&mdash;&mdash;<br />
-TOMO II<br />
-&mdash;&mdash;<br />
-<br />
-MEXICO<br />
-<span class="smcap">A. Pola, Editor, calle de Tacuba, Núm. 25</span><br />
-&mdash;<br />
-1906<br />
-</p>
-
-<hr />
-<p class="c">
-Asegurada la propiedad de esta obra conforme á la ley<br />
-</p>
-<hr />
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_1" id="page_1"></a>{1}</span></p>
-
-<h2><a name="LA_FAMILIA_DONGO" id="LA_FAMILIA_DONGO"></a>LA FAMILIA DONGO</h2>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i2">Al conde Gálvez imitas,<br /></span>
-<span class="i0">Pues entiéndelo al revés,<br /></span>
-<span class="i0">Que el conde libertó á tres<br /></span>
-<span class="i0">Y tú á tres á la horca citas.<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i0"><i>Pasquin del año de 1789.</i><br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Por renuncia de D. Manuel Flores fué nombrado virrey de México D. Juan
-Vicente Güemes Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, segundo de
-este título, y muy conocido y popular hasta hoy entre los mexicanos, por
-las muchas y enérgicas medidas que tomó para el arreglo de la
-administración de la colonia, y por los excelentes reglamentos de
-policía que puso en planta, que subsisten actualmente, y que forman la
-base de las ordenanzas y de las disposiciones municipales.</p>
-
-<p>Llegó este célebre gobernante á México el 8 de Octubre de 1789, y á poco
-se presentó un suceso en que acreditó su actividad y su energía.</p>
-
-<p>Vivía en la casa núm. 13 de la calle de Cordobanes un rico español,
-comerciante y propietario, llamado D. Joaquín Dongo. El día 24, á las
-siete y tres cuartos de la mañana,<span class="pagenum"><a name="page_2" id="page_2"></a>{2}</span> se dió parte por el alcalde D.
-Agustín Emparan de que la casa se hallaba abierta y tirado en el patio y
-nadando en su sangre el propietario de ella. Del reconocimiento judicial
-que se hizo, resultó que once personas que componían la familia y
-criados, habían sido asesinadas de la manera más cruel y más violenta,
-pues todos tenían numerosas heridas y los cráneos hechos pedazos, y que
-faltaban veintidós mil pesos que habían sido robados de las cajas.</p>
-
-<p>El conde de Revillagigedo no durmió desde el momento que tuvo noticia
-del crimen cometido, y dictó toda clase de providencias, aun las que
-menos se pensaba que podrían dar un resultado satisfactorio. Un relojero
-de la calle de San Francisco observó en la calle de Santa Clara que de
-dos personas decentes que platicaban, una de ellas tenía una gota de
-sangre en la cinta del pelo; porque es menester recordar que entonces
-los hombres tenían un peinado con trenzas entretejidas con cinta. D.
-Felipe Aldama, que era el que tenía la mancha, fué reducido á prisión, y
-poco después dos de sus amigos íntimos, D. José Joaquín Blanco y D.
-Baltasar Quintero. Los tres eran personas decentes y aun nobles, como en
-esos tiempos se decía. El 7 de Noviembre, Blanco, Aldama y Quintero
-fueron ahorcados en un tablado tapizado de balleta negra, que se colocó
-entre la puerta principal del<span class="pagenum"><a name="page_3" id="page_3"></a>{3}</span> palacio y la cárcel de corte. Los
-machetes y varas de la justicia de que usaron para cometer el crimen,
-fueron quebradas por la mano del verdugo.</p>
-
-<p>En un documento que se publicó consta la narración de este horrible
-crimen; y como no podríamos añadirle ni quitarle nada sin alterar la
-verdad histórica, le copiamos á continuación:</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Entre cuantos ejemplares de excesos y delitos ha manifestado la
-experiencia desde la creación y fundación de esta imperial corte
-mexicana, no se ha experimentado otro más atroz, más alevoso ni más
-desproporcionado, así por sus cualidades y circunstancias, como por las
-extraordinarias disposiciones de la ejecución, que el que sucedió la
-noche del día 23 de Octubre de 1789, en esta ciudad, en la calle de los
-Cordobanes, en la casa de uno de los republicanos de mejor nota, vecino
-honrado de este comercio, prior que fué del real tribunal del consulado,
-D. Joaquín Dongo, por tres personas europeas, de noble y distinguido
-nacimiento, quienes en un proviso fueron la destrucción suya, y de toda
-su familia, sin reserva, limitación ni excepción alguna, robándoles su
-vida y hacienda con la mayor inhumanidad.</p>
-
-<p>Es el caso, que el día subsecuente, sábado 24, como á las seis de la
-mañana, vió un dragón cerca de su cuartel, en el barrio de Tenexpa, un
-coche solo, sin quien lo dirigiese y cuidase; con el que dada cuenta á
-su jefe le<span class="pagenum"><a name="page_4" id="page_4"></a>{4}</span> ordenó éste solicitase á su amo, y no faltando prontamente
-quien lo conociese, asegurando ser de Dongo, ni quien por grangear
-alguna dádiva ó gratificación le pasase noticia, fué un cochero cerca de
-las ocho á participárselo á Dongo; pero encontrando la puerta cerrada
-pasó á la de la cochera, y empujándola se le puso á la primera vista el
-horrendo espectáculo de Dongo y sus criados cocidos á puñaladas,
-sembrados todos por el patio, con lo que retirado inmediatamente llevó
-por gratificación aquel asombroso encuentro, que al instante comunicó al
-alcalde de barrio de aquel recinto, D. Ramón Lazcano, quien instruído de
-ello, pasó á participarlo al Sr. D. Agustín de Emparan, del consejo S.
-M., alcalde de corte de esta real audiencia, juez de provincia y del
-cuartel mayor número 4.º, comprensivo á dicha casa, quien con su notorio
-celo y eficacia, pasó inmediatamente, y por ante D. Rafael Luzero,
-secretario del oficio de cámara más antiguo de esta real sala,
-procedieron respectivamente al más prolijo reconocimiento de los
-cadáveres, á la fé de aquellas atroces heridas, y á la más exacta
-observación de cuantos indicios, fragmentos y resquicios podía ofrecer
-la contingencia para inferir luces al descubrimiento de los agresores.</p>
-
-<p>Entrados en la casa por la cochera, se encontró á primera vista bajo la
-escalera del almacén un xacastle de varias vituallas y trastos de
-camino, que según se informó era del indio correo, de la hacienda de
-Doña Rosa, propia del difunto, que había de haber salido aquella mañana;
-á corta distancia un candelero de plata, á la derecha se reconoció el<span class="pagenum"><a name="page_5" id="page_5"></a>{5}</span>
-zaguán, y la puerta principal que se hallaba cerrada con llave, y en el
-suelo unos cordeles delgados del mismo con que parecía estar atados los
-porteros. Más adelante, en la misma derecha, como á distancia de dos
-varas de la escalera principal, estaba D. Joaquín Dongo, tirado en el
-suelo, envuelto en su capa y sombrero, con varias y atroces heridas, así
-en la cabeza como en el pecho y manos, y de una de las cuales tenía
-separados dos dedos enteramente; la del pecho penetrante hasta la
-espalda, y la cabeza abierta de medio en medio, sin hebillas,
-charreteras y relox. A sus pies el lacayo, reclinado á la derecha, con
-fuertísimas heridas en la cabeza: dividido el cráneo. En la covacha que
-está bajo de dicha escalera, se vió en medio de ella tirado boca abajo,
-atadas las manos por detrás, al portero jubilado, que le llamaban el
-Inválido, revolcado en su sangre, con la cabeza igualmente destrozada.
-En la puerta de la bodega el cochero con iguales heridas. En el cuarto
-del portero actual, se halló dentro al indio correo, tirado en la misma
-forma, con la oreja derecha separada, y destrozada la cabeza. A los pies
-de éste, el portero actual, con las manos atadas por detrás, con igual
-número y clase de heridas.</p>
-
-<p>Reconocido el segundo patio, sus cuartos y caballerizas, y demás piezas
-interiores, no se encontró novedad digna de reparo.</p>
-
-<p>Pasado á reconocer el entresuelo, se encontró en la primera pieza un
-baúl descerrajado ó abierto, del que faltaron cincuenta pesos á D.
-Miguel Lanuza, cajero y sobrino de Dongo, según éste expresó
-últimamente. A la tercera se halló en su cama desnudo á D. Nicolás<span class="pagenum"><a name="page_6" id="page_6"></a>{6}</span>
-Lanuza, padre de dicho cajero, con una fuerte herida, en la cabeza, la
-que igualmente le dividió el craneo; otra en la cara hacia el lado
-derecho, otra en la mano derecha que en el todo tenía separada, con
-otras varias de igual consideración; el que estaba boca arriba con las
-piernas encogidas, con una escopeta en la cabecera, inclinada hacia
-abajo, en acción de que había intentado usar de ella, y los calzones
-encima de la cama, como que los había querido tomar de su pretina.</p>
-
-<p>Entrando en el almacén se encontraron de menos (según se reconoció por
-dicho D. Miguel Lanuza) varios papeles de medias, y como nueve mil pesos
-que estaban en plata bajo del mostrador. La siguiente pieza se encontró
-descerrajada, y aun quebrados los barrotes de la puerta; en medio de
-ella unos papeles quemados, los que según se reconoció, eran de marca,
-blancos, y una arca ó caja descerrajada, en que había catorce mil pesos
-efectivos en plata, y encima de la mesa una vela de cera, que demostraba
-haberles servido á los agresores en su empresa.</p>
-
-<p>Habiendo subido á las piezas principales y tomado el camino á la derecha
-hacia el pasadizo de la cocina, se encontró á la puerta de ella á la
-galopina (que estaba recién entrada, como de quince á veinte años)
-tirada boca abajo, con la cabeza igualmente destrozada, en grado que los
-sesos se hallaban por el suelo y los cabellos esparcidos, tan bien
-cortados que parecía haber sido con tijeras.</p>
-
-<p>En la cocina estaba la cocinera boca arriba, con la cara y cabeza
-destrozada. Entrando para las piezas principales, se halló en la
-anteasistencia á la lavandera, tirada en la misma<span class="pagenum"><a name="page_7" id="page_7"></a>{7}</span> forma, con dos
-heridas penetrantes en la espalda, otra en el brazo derecho, quebrado y
-dividido el hueso, y varias en la cabeza. En la asistencia se encontró á
-la ama de llaves en la misma disposición, en el estrado, y con la misma
-especie de heridas en la cabeza y brazos. En la siguiente pieza, que es
-la recámara, se halló descerrajado el ropero y un baúl de carey y concha
-grande. En las salas de recibir no se encontró novedad en el ajuar, que
-era de plata, ni en la labrada que andaba suelta. En el gabinete del
-difunto se encontraron descerrajados dos cofres, y en el suelo algunos
-géneros y calcetas nuevas. Una escribanía abierta con una gaveta menos
-que se encontró encima del mostrador del almacén. Reconocida la azotea y
-demás interiores de los altos, no se encontró más novedad que unas gotas
-de sangre en la escalera que subía á ella, que se supone ser de los
-sables ensangrentados con que subirían á registrarla, recelosos de no
-haber sido vistos ó sentidos, y asegurarse más para su intento.</p>
-
-<p>En este mismo acto procedieron de orden de su señoría los maestros
-profesores en cirugía D. José Vera y D. Manuel Revillas, á la inspección
-y reconocimiento práctico de los cadáveres con la mayor prolijidad y
-esmero.</p>
-
-<p>Evacuada esta diligencia, mandó su señoría se pasasen los cadáveres de
-los criados á la real cárcel de corte, donde fueron conducidos en tablas
-y escaleras, por medio de los comisarios de su señoría, á lo que fué
-indecible el numeroso concurso que asistió quedando en la casa Dongo y
-D. Nicolás Lanuza, los que á la noche pasaron á la iglesia del convento
-de Santo Domingo, donde al día<span class="pagenum"><a name="page_8" id="page_8"></a>{8}</span> siguiente por la tarde se sepultaron,
-con asistencia de dos de sus agresores (según se dice).</p>
-
-<p>Inmediatamente se proveyó auto cabeza de proceso, dictándose las
-providencias más severas y rigurosas órdenes, expidiéndose en el acto
-las cordilleras correspondientes, hasta para caminos extraviados,
-previniéndose en ellas las reglas y método con que debían manejarse los
-respectivos justicias del Departamento á que se dirigían para su puntual
-observancia; oficio al capitán de la Acordada para la solicitud y
-aprehensión de los que pudiesen descubrirse culpados: órdenes á los
-capitanes de la sala, para que previniesen en todas las garitas lo
-conducente, por si pasase ó hubiese pasado alguno ó algunos fugitivos
-con carga ó sin ella, los que aprendiesen y dieran cuenta, como de
-cualesquiera ocurrencia ó indicio ó presunción que se advirtiese, con
-otras varías al caso conducentes. A los hospitales, por si ocurriese
-algún herido. A los mesones, para tomar razón individualmente de los que
-estaban posando, quiénes, de dónde, con qué fin y destino se hallaban en
-esta ciudad, si la noche del suceso habían salido, ó quedádose fuera
-alguno de ellos. Al cuartel de dragones, por los soldados que hubiesen
-faltado la misma noche. A los plateros con la muestra semejante á la de
-las hebillas que faltaban al difunto, por si ocurriesen á venderlas ó
-tasarlas. Al Baratillo y Parián por lo que pudiese importar. A las
-concurrencias públicas y demás diversiones, por las luces que pudieran
-producir. A los alcaldes de barrio y sus comisarios, para que por su
-parte practicasen las más vivas y exactas diligencias.<span class="pagenum"><a name="page_9" id="page_9"></a>{9}</span> A los demás
-justicias del distrito, con otras muchas que no tienen número ni
-ponderación.</p>
-
-<p>No cesando el infatigable celo de su señoría, con cuantos arbitrios le
-dictó la prudencia, procedió, á consecuencia de lo determinado, á la
-pesquisa, examinando á los que dieron cuenta del suceso, á los vecinos,
-y cuantos se consideraron útiles á la calificación y descubrimiento de
-los homicidas.</p>
-
-<p>En este acto se proveyó auto para entregar las llaves á D. Miguel Lanuza
-y D. Francisco Quintero, de esta vecindad y comercio, á quien se nombró
-de depositario con las debidas formalidades: se sacó el testamento, que
-se entregó á la parte de la ilustre cofradía de Nuestra Señora del
-Rosario, para que procediese á poner en ejecución las disposiciones del
-testador, como su albacea y heredera, y que corriesen los inventarios
-por cuerda separada, como asunto civil é incompatible á esta pesquisa.</p>
-
-<p>En el siguiente domingo 25 se examinaron á cuantos amoladores fueron
-habidos, por las armas que hubiesen amolado. A los cirujanos que se
-encontraron, por los heridos que hubiesen curado. A los vecinos de por
-Santa Ana y calle de Santa Catarina Mártir, sobre un coche que se decía
-haber pasado la misma noche y hora del suceso, con precipitación, y no
-consiguiéndose otra cosa que un mar de confusiones; sin embargo, se
-continuaron haciendo muchísimas extraordinarias en ronda, registrando
-accesorias sospechosas, cateando casas, vigilando concurrencias,
-vinaterías y demás parajes de esta clase, hasta que en este cúmulo de
-confusiones, en que el<span class="pagenum"><a name="page_10" id="page_10"></a>{10}</span> público y su señoría se hallaban, dió Dios á
-luz, por un vehemente indicio, á uno de los agresores.</p>
-
-<p>El lunes 26 del mismo ocurrió á su señoría cierta persona de distinción,
-denunciándole privadamente: Que el sábado anterior, yendo por el
-cementerio de Santa Clara, como á las tres y media de la tarde, se puso
-á parlar con un amigo, y que á corta distancia estaba igualmente parado
-en conversación D. Ramón Blasio, con una persona que no conoció, á quien
-le advirtió en la cinta del pelo una gota de sangre, que aún la
-conservaba fresca en aquel acto, y vacilando sobre esto, por si acaso
-pudiese ser alguno de los delincuentes, lo había consultado con personas
-de juicio y prudencia, con cuyo acuerdo lo participaba á su señoría.</p>
-
-<p>En vista de esta noticia, que tuvo á las cinco y media de la tarde,
-mandó inmediatamente por el expresado D. Ramón, relojero de la calle de
-San Francisco, quien examinado sobre el particular, dijo: Que el sujeto
-con quien había conversado en el cementerio de Santa Clara el sábado
-anterior, era <i>D. Felipe María Aldama y Bustamante</i>, el que vivía en la
-Alcaicería; lo que oído por su señoría, dió inmediatamente orden para
-que lo fuesen á aprehender, y habiendo ido el capitán Elizalde, D. Ramón
-Blasio y los ministros de asistencia de su señoría, no encontrándolo en
-su casa, se mantuvieron ocultos en ella hasta como las ocho y media de
-la noche, que llegó con la ronda de la Acordada, diciendo era reo suyo,
-pues iba con él, sobre lo que se ofreció disputa y competencia entre
-ambos hasta el grado de haber pasado dicho capitán de la<span class="pagenum"><a name="page_11" id="page_11"></a>{11}</span> Acordada á ver
-á su señoría, á cuyo tiempo llegó el señor juez originario, y lo mandó
-pasar á la real cárcel de corte, donde quedó á su disposición en una
-bartolina, y cuando volvió de ver á su señoría, dicho capitán se halló
-con él en la cárcel.</p>
-
-<p>Algunos dicen que iba con Aldama para que entregara á Blanco por
-querella de su tía, y otros que iba á catearles la casa por algunos
-indicios que tenía sobre este particular.</p>
-
-<p>El martes 27, á las siete y media de la mañana, pasó su señoría á la
-real cárcel, donde habiendo puesto entre otros reos decentes, en una
-pieza reservada al citado Aldama, hizo entrar al denunciante para
-identificar la persona, quien al punto lo conoció y entresacó de todos.</p>
-
-<p>«Recibídole juramento á Aldama y preguntádole sus generales, expresó ser
-natural de San Juan Bautista Quesama, provincia de Alava, en el señorío
-de Vizcaya, soltero, sin ocupación en aquella actualidad, por estar
-siguiendo una incidencia en la causa criminal que se le siguió en la
-Acordada, acumulándole un homicidio de que había salido idemne dejándole
-su derecho á salvo, de que tenía documento, y que cerca de diez años ha
-que había venido al reino, de edad de treinta y dos años, ser noble
-notorio hijodalgo, cuya calidad justificaría, y para ello exhibía, un
-documento que se le devolvió con reserva de su derecho para que lo
-presentase en tiempo oportuno. Preguntado dónde había andado el viernes
-anterior, con quiénes y en qué forma, dijo: Que como á las tres y media
-de la tarde fué á la plaza de Gallos donde se mantuvo hasta cerca de la
-oración, que<span class="pagenum"><a name="page_12" id="page_12"></a>{12}</span> regresado á su casa llegó á poco rato D. Joaquin Antonio
-Blanco, con quien fué á la casa de su tía á reconciliarlo con ella por
-cierta desavenencia; que no habiéndola encontrado, se restituyó á su
-posada, donde se quedó á dormir Blanco, hasta que á la mañana siguiente
-salió á buscar á su tía. Preguntado dónde y cuándo tuvo noticia del
-suceso de la casa de Dongo, dijo: Que estando el sábado como á las ocho
-de la mañana en la esquina del Refugio con D. Rafael Longo, llegó con la
-noticia un galleguito, y hablando con Longo, Aldama le dijo: hombre,
-dicen que han matado á Dongo y toda su familia, y que el comercio está
-alborotado; que asombrados del caso se separaron los tres, y Aldama se
-fué para la Acordada, á participarlo á su capitán. Preguntado con quién
-estuvo en la calle de Santa Clara aquella tarde, qué trataron, y adonde
-se dirigió después, respondió que con el relojero D. Ramón Blasio, con
-quien conversó sobre el suceso de que trata la causa; luego pasó á la
-calle del Aguila á la casa de Quintero, y no encontrándolo se pasó á los
-Gallos. Héchosele cargo sobre la mancha de sangre que tenía la cinta del
-pelo, que reconoció, dijo: Que como iba á los gallos donde los que
-mataban solían para sacarlos pasarlos por las cabezas de los
-concurrentes, no ponía duda en que le hubiese caído alguna gota.
-Preguntado de qué se mantenía con la decencia que se advertía, dijo: que
-de las libranzas que le mandaba de Querétaro su primo el marqués del
-Villar del Aguila, y otros sujetos que le prestaban; que desde el último
-Junio había recibido más de mil y seiscientos pesos por mano de D.<span class="pagenum"><a name="page_13" id="page_13"></a>{13}</span>
-«Joaquín Antonio Yermo, á más de que de «los gallos solía adquirir
-algunos reales.»</p>
-
-<p>Para la justificación de si había dormido el viernes en su casa con
-Blanco, hizo su señoría comparecer á la criada cocinera de Aldama y á su
-hermana María Guadalupe Aguiar, quienes preguntadas si conocían á Blanco
-dijeron que con motivo de visitar á su amo lo conocían; el que había
-dormido el sábado y domingo de la semana anterior en su casa. Que su amo
-Aldama estaba pronto á sus horas, en especial de noche; que la del
-viernes no salió, y á pedimento de ellas había estado tocando en flauta
-hasta muy tarde que se durmieron. Que el sábado se recogió temprano y
-que el domingo en la noche se había ido á la comedia.</p>
-
-<p>«En virtud de la cita hecha á Blanco se libró oficio al juez de la
-Acordada, para su remisión, al que habían aprehendido la misma noche que
-á Aldama en una vinatería, por la dicha queja de su tía, el que habiendo
-comparecido se le tomó su declaración inquisitiva, en la que expresó
-llamarse Joaquín Antonio Blanco, natural de la villa de Segura,
-provincia de Guipuzcoa, soltero, de edad de veintitrés años, sin oficio;
-y examinado acerca de dicha cita discordó en ésto, diciendo que había
-dormido la noche del viernes á casa de su tía; en cuyo acto se careó con
-Aldama y las criadas de su casa, y al cabo de varias disputas hubieron
-de convenir todos en que ambos habían dormido aquella noche en la casa
-de Aldama, diciendo Blanco que había discordado falsamente, consternado
-de que no se le atribuyese algún delito por la falta de su tía, la que
-no se<span class="pagenum"><a name="page_14" id="page_14"></a>{14}</span> «encontraba en su casa; en cuya virtud se restituyó á la
-Acordada.»</p>
-
-<p>El día siguiente 28, se proveyó auto para el embargo de la hacienda de
-Doña Rosa, y comparecencia de su administrador en esta ciudad, cuyo
-despacho se expidió por la estafeta del día.</p>
-
-<p>«El día 29, en prosecución de la pesquisa y con noticia de ser D.
-Baltasar Dávila y Quintero, uno de los amigos de Aldama, lo hizo
-comparecer por medio del sargento mayor de la plaza, quien expresó
-llamarse como dicho es, natural de la isla del Hierro en las de
-Canarias, capitán de mar y subteniente de milicias provinciales de dicha
-isla: quien preguntado por el conocimiento de Aldama, y si el viernes
-había estado con él, respondió conocerle, y que en efecto, el citado día
-fué á visitar al declarante que estaba enfermo en cama, entre cuatro y
-cinco de la tarde, de suerte que no salió de ella en todo aquel día, ni
-en la noche. Preguntado de qué se mantenía, respondió: que á expensas de
-la caridad de D. Jacinto Santiesteban y D. Manuel Pineda, quienes le
-habían hecho varios suplementos, como constaría de su libro. Preguntado
-si conocía á D. Joaquín Dongo, ó tenía noticia del suceso y de sus
-agresores, dijo: Que ignoraba enteramente la pregunta, y que aunque se
-hablaba con mucha variedad de los agresores, el declarante no podía dar
-razón por no concurrir á las mesas de trucos, ni juegos públicos, donde
-solían tratarse asuntos de esta naturaleza, recogiéndose como se recogía
-á su casa á las siete de la noche. Preguntado si el sábado por la mañana
-salió de su casa á comunicar á Aldama,<span class="pagenum"><a name="page_15" id="page_15"></a>{15}</span> ó éste fué á visitarlo, ó
-practicó alguna diligencia que le hubiese encomendado, dijo que no hacía
-memoria, aunque una mañana que no tenía presente, lo encontró y le había
-dicho se llegase á la vinatería de la Alcaicería y dijera á su dueño que
-fuera á su casa de Aldama que quería hablarle.» En este estado
-habiéndose hecho comparecer á D. Ramón Garrido, administrador de la
-referida pulquería, se examinó sobre la cita y expresó «que el sábado 24
-(día en que amaneció la desgracia) á las seis y media de la mañana, le
-llevó Quintero recado de Aldama, diciéndole le llevase una libranza que
-tenía en su poder para que le diese los cincuenta pesos en que la tenía
-empeñada, con una capa blanca con galón, que inmediatamente pasó y
-saliendo á recibirlo al medio de la sala, ya con los cincuenta pesos en
-la mano, se los dió, y lo despidió, observando estaba vistiéndose de
-limpio: preguntado dónde había vivido aquellos últimos días, y dónde al
-presente, respondió que en la calle de la Aguila, en un cuarto interior,
-y para componerlo se había pasado á la accesoria de la misma casa, y
-habría como quince días que volvió al referido cuarto (constando de la
-casera que aquella misma noche había vuelto al dicho cuarto), diciendo
-tenía miedo no lo mataran en la accesoria por robarlo.»</p>
-
-<p>En vista de tan claras y manifiestas contradicciones, le tomó su señoría
-la espada, y lo mandó aprehender por medio de un piquete de soldados que
-tenía prevenidos, quienes habiéndolo atado le registraron las
-faldriqueras, y le encontraron veinte pesos en un pañuelo: con este
-hecho lo bajaron públicamente<span class="pagenum"><a name="page_16" id="page_16"></a>{16}</span> como á las diez del día á la real cárcel
-de corte, y en seguida su señoría,</p>
-
-<p>«Estando en dicha real cárcel, á efecto de continuar la declaración de
-Aldama, sobre los nuevos particulares que había ofrecido una mera
-contingencia, lo hizo parecer ante sí, quien sin embargo de las
-exquisitas y estudiosas preguntas que le hizo, para venir á dar al
-objeto del desempeño de la capa y libranza; contestó categóricamente
-Aldama con el mayor desenfado, concordando en lo declarado por el
-cajero: diciendo, que los cincuenta pesos había pagado de más de ochenta
-que había ganado en los gallos, como lo podrían declarar los
-encomenderos Villalba y Peredo, los que examinados aseguran haber ganado
-como diez y seis ó veinte onzas: pero que al fin salió perdido, y aunque
-en la ganancia de este dinero hubo algunas variaciones, con un genio tan
-astuto y vivo, al instante persuadía, y quería hacer ver lo contrario.</p>
-
-<p>«En este estado trajeron la dicha capa blanca que estaba en su casa, y
-un sombrero negro salpicado de sangre, con una gota de cera en la orilla
-del casco; y puéstoselo de manifiesto, lo reconoció todo por suyo, y
-héchosele cargo de aquella sangre, dijo; que como había ido á la
-procesión de desagravios á San Francisco en que había habido azotados de
-sangre, lo habían salpicado, y aun en la cara le habían caído dos gotas
-que con la mano se limpió, sobre que se le hicieron fuertes cargos, y se
-mantuvo con su dicho. Igualmente se le hizo otro acerca de la gota de
-cera, por haberse alumbrado en la facción de los homicidios y robo con
-vela<span class="pagenum"><a name="page_17" id="page_17"></a>{17}</span> de cera, dijo: que como había ido á alumbrar al Señor de la
-Misericordia el día de la ejecución de Paredes en la Acordada, y como
-era natural ir con el sombrero en la mano y la vela ardiendo, le cayó la
-que se le demostró, como otras muchas en la capa que se había quitado el
-mismo día, con una cuchara con una brasa, por no tener plancha.
-Reconvenido por su señoría por una mancha de sangre que le advirtió,
-como medio peso, en el terciopelo de la vuelta de la capa que tenía
-puesta, dijo que era de las narices, como lo acreditaba con el pañuelo
-que tenía en la bolsa, que igualmente estaba ensangrentado; y á mayor
-abundamiento, para mejor prueba, fuesen á ver debajo del petate de la
-bartolina donde estaba su colchón, la porción que había vertido de las
-narices el día anterior.»</p>
-
-<p>En este estado se suspendió la diligencia.</p>
-
-<p>Inmediatamente el señor juez, en vista de las contradicciones de
-Quintero, de las mutaciones que le advirtió en el semblante y la
-ambigüedad con que declaraba y se retractaba. En seguida mandó se
-reconociera la accesoria en que había vivido y el cuarto que en la
-actualidad tenía interior.</p>
-
-<p>Pasado inmediatamente su señoría y el escribano actuario, acompañados
-del capitán Elizalde y los comisarios extraordinarios de su asistencia;
-se reconoció la puerta de la accesoria que estaba manchada de sangre,
-asegurando los reos no haber habido motivo para que la hubiese, pues
-ninguno salió herido ni llevaron cosa que la manchara, y abierta ésta,
-se encontró descombrada sin trasto alguno, y levantándose á mano derecha
-al pie<span class="pagenum"><a name="page_18" id="page_18"></a>{18}</span> de la ventana la primera viga, se percibieron las talegas, y
-levantadas todas, se hallaron 21,634 pesos un real efectivos, inclusos
-ochenta que había con otra porción en un pañuelo. Un envoltorio en otro
-pañuelo con siete pares de medias de seda, cuatro pares de calcetas,
-cuatro camisas, una usada y tres nuevas, y una pieza de saya-saya
-carmesí; en una bolsita de mecate se hallaron las hebillas y charreteras
-del difunto, dos rosarios y un reloj de plata antiguo, lo que, sacado
-públicamente, se pasó á reconocer el cuarto interior y levantando sus
-vigas, no se encontró novedad alguna debajo de ellas; pero sí en la
-ropa, pues se encontró un chupín rociado de sangre, dos sombreros
-manchados de lo mismo, que después se verificó ser uno de Quintero y el
-otro de Blanco; tras de la puerta, á mano derecha, estaba una tranca
-gruesa con muchas señales de tajarrazos con machete ó sable amolado,
-como que en ella habían hecho experiencia y prueba de su corte ó
-fortaleza. Un belduque bajo un colchón. Todo lo cual se condujo en un
-carro al real palacio, custodiado de soldados, con más, unas medias de
-color gris ensangrentadas que estaban debajo de las vigas de la
-accesoria; y depositándose en cajas reales el dinero, lo demás se pasó á
-la sala de justicia para el reconocimiento y convencimiento de los reos,
-á quienes al instante se les puso un par de grillos más.</p>
-
-<p>Como á las cuatro y media de la tarde del mismo jueves se procedió á
-tomar confesión á los reos, previo el auto correspondiente, que se
-proveyó, y nombramiento de curador á Blanco por ser menor, el que se
-hizo<span class="pagenum"><a name="page_19" id="page_19"></a>{19}</span> en D. José Fernández de Córdoba, procurador del número de esta
-real audiencia.</p>
-
-<p>Habiendo su señoría hecho comparecer á Quintero, le recibió el juramento
-de estilo y generales acostumbradas, y héchosele el fuertísimo cargo de
-lo que resultaba y ministraban los autos sobre ser el agresor principal
-de los homicidios de Dongo y su familia, contestó con gran resolución:
-que no sabía quiénes fuesen, y mucho menos que él tuviese el más mínimo
-participio ni complicidad en ellos: y puéstosele de manifiesto las
-alhajas y ropa robada, demostrándosele cosa por cosa, se le preguntó si
-las conocía: dijo que no conocía nada; se le reconvino que si conocía
-tantas talegas que se habían sacado de debajo del envigado de su
-accesoria, y quería verlas: dijo que no sabía ni conocía cosa alguna.
-Preguntándole que si conocía el chupín, el belduque, los sombreros, la
-tranca y demás que se encontró en un cuarto, dijo: que sólo eso conocía
-por suyo, pero que lo de la accesoria no sabía, y algún enemigo, por
-hacerle daño, lo introduciría en ella; héchosele cargo de la sangre que
-tenía el chupín, dijo: que eran polvos que tomaba y expelía por las
-narices. Héchole cargo sobre la tranca y sobre su negativa en caso tan
-físico y palpable, el que se le iba formando con la mayor severidad,
-dijo en este acto: «Señor, ya no tiene remedio; no quiero cansar más la
-atención de V. S., pues Dios lo determina y me han hallado el robo en mi
-casa: ¿qué tengo de decir sino que es cierto todo? Que me alivien las
-prisiones ya que he dicho la verdad: fuerza es pagar. Aliviándole éstas,
-le preguntó su señoría quiénes eran los cómplices,<span class="pagenum"><a name="page_20" id="page_20"></a>{20}</span> cuántos, dónde
-vivían, y cuanto condujo al caso. Respondió que D. Felipe María Aldama y
-D. Joaquín Antonio Blanco, que estaba preso en la Acordada, quienes lo
-habían insistido á tal desastre, y como necesitado y frágil había
-accedido á tan horrendo delito; que aunque se recató, no lo pudo
-conseguir, pues lo vituperaron y trataron de un collón; que viéndose
-precisado, hubo de entrar en la casa en su compañía, á las ocho y media
-de la noche del viernes 23, haciendo Aldama de juez, con el bastón del
-confesante, el que le tomó al tocar la puerta; que habiéndole
-respondido, dijo: <i>abre</i>, y empuñando el bastón, se metió con Blanco, y
-el confesante se quedó cuidando la puerta: que no había hecho muerte
-alguna: que ellos podrían dar razón, pues no quiso ver aquella
-atrocidad, porque se le partía el corazón, y suplicaba que respecto á
-que sabía que había de morir presto, se le diese término para
-disponerse, dándole la muerte conforme á su ilustre nacimiento, lo que
-haría constar. Héchosele las demás preguntas conducentes, dijo que los
-otros lo declararían por extenso.</p>
-
-<p>Habiéndose hecho inmediatamente comparecer á Aldama, puesto ante su
-señoría con un semblante modesto y compasivo, tiró la vista hacia todos,
-y con un tierno suspiro, dijo: señor; ya ha llegado el día de decir las
-verdades; y compungido con lágrimas del corazón, significó que la
-fragilidad y la miseria humana lo habían conducido á tan horrendo
-sacrificio, estimulado de su necesidad, ya violentado y estrechado de
-sus acreedores, ya de sus escaseces, tan extraordinarias, y ya de lo
-principal, que fué su triste y desgraciada<span class="pagenum"><a name="page_21" id="page_21"></a>{21}</span> suerte; y pues para Dios no
-había cosa oculta, y era su voluntad pagase sus atroces delitos, estaba
-pronto á declarar cuanto ocurrió en el caso.</p>
-
-<p>Recibídole juramento en forma de derecho, y héchole las preguntas
-acostumbradas acerca de sus generales, que reprodujo, se le formó el
-riguroso cargo que ministraban los autos, y el cuerpo del delito acerca
-de los homicidios, y robo de Dongo y su familia, á efecto de que
-expresase quién promovió el proyecto, entre cuántos, qué día, en qué
-disposición, con qué armas, y en qué lugar; con lo demás que se tuvo por
-conveniente para la aclaración de tantas dudas y confusiones, en cuya
-vista dijo: Que había un mes que estrechado Quintero de sus indigencias
-y necesidades, le propuso el pensamiento de que, siendo D. Juan Azcoiti
-hombre de conocido caudal, y sólo podían matarlo y quedar remediados; á
-lo que resistió bien por su honor, y por estar muy distante de este
-pensamiento, contestándole ásperamente sobre que pensase en otra cosa.
-Que al cabo de pocos días insistió con dicho pensamiento, y ya más sagaz
-le contestó que lo pensaría, con la intención de no hacer aprecio y
-prescindir de ello. Que vuelto tercera vez á insistirlo, le dijo: que no
-había de quién fiarse, pues él no se valía ni de su padre; y
-proponiéndole Quintero inmediatamente á un primo suyo, quedó de verlo
-para el efecto; y habiéndolo solicitado, y sabido que estaba ausente en
-destino, le propuso á Blanco, quien le dijo estaba recién venido de
-presidio, y como quiera que había servido á Azcoiti, era más á propósito
-para el caso, á lo que creía no se excusaría;<span class="pagenum"><a name="page_22" id="page_22"></a>{22}</span> que le contestó lo viese
-en hora buena. Que habiendo caído malo el confesante, fué á visitarlo
-Quintero, llevando ya á Blanco, y al entrar le dijo: vé á quien te
-traigo acá: ahora le puedes decir lo tratado, á que le contestó Aldama:
-hazlo tú si quieres, que yo no estoy para eso; á poco rato se fueron:
-recuperado Aldama ya de su enfermedad pasó á ver á Quintero, donde halló
-á Blanco á quien había hablado ya Quintero, y tratando del asunto entre
-Aldama y Quintero, acabaron de seducir á Blanco; y habiendo determinado
-el pasar á verificar su intento, vieron ocupadas las piezas vacías con
-una familia que vino de fuera, con lo que se les frustraron sus
-proyectos. Y puesto inmediatamente el pensamiento en Dongo entre los
-tres, ofreció Aldama el instruirse de la casa, diciendo Blanco que tenía
-más de trescientos mil pesos en oro, con lo cual salían de penas: que al
-día siguiente fué Aldama á ver á Dongo con el pretexto de que le
-vendiese una poca de haba, con lo que observó la poca familia que le
-parecía tenía, y convenidos todos, quedaron de acuerdo para acecharlo en
-sus entradas y salidas de noche, á ver cómo y con quiénes salía, y cómo
-volvía: que el miércoles 21 del mismo Octubre dió Aldama cinco pesos á
-Quintero para que comprase y dispusiese las armas con que habían de ir;
-quien compró dos machetes de campo, uno de más de tres cuartas, que
-llevó Quintero; otro más mediano que llevó Aldama, y otro más chico que
-llevó Blanco, los que amolaron por la calle de Mesones: que á la noche
-fueron á observar la primera salida de Dongo, y no aguardaron á que
-volviese: que á la siguiente noche del jueves fueron<span class="pagenum"><a name="page_23" id="page_23"></a>{23}</span> y estuvieron hasta
-que regresó á las nueve y media Dongo. Que instruídos ya en la forma que
-salía y entraba, determinaron asaltarlo á la siguiente noche del
-viernes: que en efecto fueron dicha noche como á las ocho y media, y
-tomando Aldama el bastón de Quintero, tocó la puerta, y respuéstole
-quién era, respondió: <i>Abre</i>; y habiendo abierto el portero jubilado ó
-inválido, le dijo: ¿tú eres el portero? le respondió éste: no, señor;
-está en el entresuelo dando de cenar á D. Nicolás: pues llámalo; y
-entrando para dentro, lo esperó que bajase, y estando presente, le dijo:
-<i>Pícaro</i>, ¿qué es de los dos mil pesos que has robado á vuestro amo? y
-sin aguardar respuesta, lo mandó atar por detrás, y meterlo en su mismo
-cuarto, donde puso á Blanco que lo guardase; y volviéndose al inválido,
-le dijo: Y tú, ¿qué razón das de este dinero? Ata á este también, y en
-la misma forma lo metieron en la covacha, donde puso á Quintero de
-guardia, y revolviendo al zaguán, tomó al indio correo del brazo, quien
-estaba en compañía del inválido, y lo pasó al cuarto del portero, donde
-estaba Blanco, y entre ambos mataron al indio y al portero, en tales
-términos y con tal prontitud, que no dieron una voz: de ahí pasaron á la
-covacha, donde estaba Quintero con el inválido, y examinando á éste
-sobre la demás gente que había arriba, entre Aldama y Quintero lo
-mataron en la misma forma: que luego pasaron al entresuelo Aldama y
-Quintero, dejando á Blanco cuidando la puerta, para que avisase de
-cualquiera contingencia, y entrando con la vela en la mano, saludando á
-D. Nicolás; ya que se vieron cerca, le habían acometido ambos á<span class="pagenum"><a name="page_24" id="page_24"></a>{24}</span> un
-tiempo, y dejándolo muerto, pasaron al instante á las piezas superiores,
-y preguntando á las criadas: hijas, ¿cuántas son udes? con sencillez les
-respondieron ser cuatro, y entonces se volvió Aldama á Quintero, y le
-dijo: vd. meta á esas mujeres en la cocina, y custódielas, inter yo las
-voy examinando una por una. Que inmediatamente las metió Quintero en la
-cocina, y quedó en la puerta de ella custodiándolas: entonces tomó el
-confesante á la ama de llaves de la mano, y se la llevó á la asistencia,
-donde la mató: que inmediatamente volvió por la lavandera, y en la
-anteasistencia la mató; y habiendo vuelto, le dijo á Quintero: dos han
-quedado: una tú, y otra yo; y tomando el confesante á la galopina, y
-Quintero á la cocinera, las dejaron en el puesto con la mayor crueldad.
-Que acabada esta facción bajaron al zaguán á incorporarse con Blanco
-para aguardar á Dongo, donde se estuvieron sentados hasta después de las
-nueve y media que oyeron el coche que se acercaba á la puerta; que
-entonces se pusieron tras de ella y la abrieron cuando llegó, á
-semejanza del portero, y apeándose del coche, éste entró con su lacayo
-por detrás con una hacha en la mano, y se le apersonó el confesante,
-diciéndole con el sombrero en la mano: «<i>Caballero, vd. tiene su lugar;
-dispense el atrevimiento que se ha tenido de perder los respetos á su
-casa.</i>» Súbase vd. con estos caballeros, que yo tengo que hacer con los
-criados de vd., y echando mano al lacayo, le contestó el caballero
-urbanamente; pero al subir la escalera debió de recelar, por ver los
-cuartos cerrados donde estaban los difuntos, y haciendo que metía mano,
-lo mataron entre Quintero y<span class="pagenum"><a name="page_25" id="page_25"></a>{25}</span> Blanco; y viendo el confesante que ya
-estaban matando á Dongo, mató él al lacayo que tenía de la mano: en este
-intermedio dió vuelta el coche, y el confesante fué á abrir la cochera
-para que entrase, y luego que entró cerró la puerta, y estando en esto,
-ya los otros habían bajado de las mulas al cochero, y entre todos tres
-lo mataron y fueron á esculcar al difunto; le sacaron las llaves de la
-bolsa, un rosario, el reloj, hebillas y charreteras de oro, de que no
-supo el confesante. Que habiendo subido arriba, habían tenido mil
-aflicciones para ver dónde venían; que encontrando en el gabinete una
-escribanía, le hizo una de ellas, de donde sacaron una gabeta con las
-del almacén; que descerrajaron un ropero y varios cofres, de donde sólo
-tomaron la ropa que se les encontró, lo que no había sido con su
-consentimiento. Que habiendo bajado al almacén, no encontrando el oro
-que buscaban, tomaron nueve talegas que estaban bajo del mostrador y
-unos cuantos papeles de medias nuevas. Que de ahí pasaron á descerrajar
-la pieza siguiente, en la que quemaron los papeles de las medias porque
-les abultaban, y comenzando á tomar el pulso á las cajas que había,
-viendo que entre todas una pesaba más, la descerrajaron y sacaron
-catorce mil pesos, sin tocar la de las alhajas de su mujer, ni una
-fortísima de hierro que no pudieron descerrajar. Que puesto el dinero
-sobre el mostrador, de allí lo bajaron al coche, y montando de cochero
-Aldama, con gran trabajo, por no poderlo retroceder ni sacar, por ser
-difícil aun á los de profesión, como por la gran carga que llevaba, el
-que cimbró de tal modo, (que expresó) que sueños<span class="pagenum"><a name="page_26" id="page_26"></a>{26}</span> de bronce que hubieran
-tenido los vecinos, se hubieran alborotado sólo del estruendo que hizo
-al salir, y que de un viaje lo condujeron todo después de las once, por
-la calle de Santo Domingo, á torcer por la de los Medinas hasta la
-accesoria de Quintero, donde bajaron la carga dejando á Quintero con
-ella, y el confesante y Blanco fueron á dejar el coche por Tenexpa; y
-aunque el primero quería llevarlo por Santa Ana, no quiso Blanco, por
-decir que arriba había guardas y podían ser conocidos; que dejado el
-coche, arrojaron en el puente de Amaya dos de los machetes, y regresados
-en casa de Quintero, tomaron una talega que tenía cuatrocientos pesos, y
-distribuidos entre los tres, les cupo como á ciento y treinta pesos, que
-tomaron para sus prontas urgencias, y el demás dinero, alhajas y ropa,
-metieron debajo de las vigas; luego se retiró el confesante con Blanco,
-y al pasar por el puente de la Mariscala tiraron el otro sable que les
-había quedado, y de ahí pasó el confesante á dejar á Blanco á su casa,
-quien vivía por el Salto de la Agua, en casa de su tía, y no
-encontrándola en casa se fueron para la del confesante. En el camino le
-dijo Blanco que allí llevaba el reloj de oro del difunto, y habiéndolo
-corregido seriamente hizo lo echara en el caño de la agua de la esquina
-de la Dirección del Tabaco. Llegados á la casa del confesante se
-acostaron, diciendo en la casa que habían ido á un baile. Que al día
-siguiente mandó sacar sus prendas, como tiene dicho, y á las nueve llevó
-la noticia á la Acordada, y después se fué á los gallos. En este estado
-y respecto á que sabía breve había de morir, suplicaba rendidamente<span class="pagenum"><a name="page_27" id="page_27"></a>{27}</span> á
-la justificación de su señoría se sirviese, con atención á la nobleza
-notoria de su estirpe, se le diera la muerte correspondiente, no por él,
-pues merecía morir tenaceado y sufrir cuantos martirios se imaginasen,
-sino por su pobre familia; y mandádose retirar por ser las nueve de la
-noche, suplicó se le llamasen unos padres del colegio de San Fernando,
-para que lo fuesen disponiendo á su muerte, lo que así se le ofreció y
-cumplió.</p>
-
-<p>Inmediatamente mandó su señoría que los capitanes de esta real sala
-fuesen á sacar los machetes y reloj, que expresó Aldama haber echado
-Blanco en el caño referido.</p>
-
-<p>En virtud de orden de su señoría se mandó por Blanco á la Acordada,
-quien hasta esta hora llegó, y estando presente ante su señoría, previo
-el mismo juramento, se le hizo cargo de sus delitos, quien sin embargo
-de haberle puesto todo el cuerpo del delito de manifiesto, negó,
-diciendo no saber de tal cosa ni haber incurrido en semejante atrocidad;
-que si lo creía su señoría de él; que si fuera cierto lo confesara, como
-había confesado en la Acordada cuando robó á su amo: en esto se mantuvo
-hasta cerca de las once de la noche que se mandó retirar, sin embargo de
-los foertísimos cargos y convencimientos que se le hicieron.</p>
-
-<p>Al siguiente día viernes se hizo comparecer á Quintero, en virtud de la
-discordancia que hubo entre él y Aldama, sobre haber sugerido éste á
-aquél, y aquél á éste, y estando puestos rostro á rostro, previo su
-juramento, se les hizo cargo de las discordancias de sus deposiciones en
-esta materia, y de los homicidios; á que contestó Quintero: que era
-cierto<span class="pagenum"><a name="page_28" id="page_28"></a>{28}</span> que él había sugerido y propuesto el pensamiento á Aldama: que
-era cierto cuanto decía, y que él también mató al igual de todos, y
-dudoso sobre si él había propuesto primero el pensamiento á Blanco y
-Aldama; que quería disponerse, para lo cual quería también padres de San
-Fernando, lo que se le cumplió.</p>
-
-<p>A este acto se hizo comparecer á Blanco, y puesto (previo nuevo examen
-que se le hizo) rostro á rostro, se le hizo cargo de su negativa, quien
-ratificándose en ella, lo comenzaron á persuadir dijese la verdad, que
-perdía tiempo, el que era muy precioso: que qué tenía que negar á una
-cosa tan palpable como aquella: que no había de tener más resistencia
-que ambos, y viéndose convencidos declararon la verdad: que viera sus
-mismas medias ensangrentadas, con que le hacían cargo: que de todos
-modos había de ser lo mismo; con otras muchas expresiones de esta
-naturaleza, sin embargo de las cuales insistió en su negativa.
-Recibídole declaración á la tía de Blanco, sobre con qué medias había
-salido de su casa, expresó que con unas de color de gris, que son las
-mismas ensangrentadas; y habiéndose hecho comparecer á ésta, luego que
-se le puso delante, dijo: No es necesario, todo es cierto: yo los
-acompañé y cometí los mismos delitos, y me remito en todo á la
-declaración de Aldama. Que le trajeran padres, que quería confesarse y
-disponerse, lo que también se le cumplió; y todos unánimes y conformes
-reconocieron las armas que se les pusieron delante, y dijeron ser las
-mismas que fueron la destrucción de todos; con lo que se suspendió el
-acto de la diligencia.<span class="pagenum"><a name="page_29" id="page_29"></a>{29}</span></p>
-
-<p>En la misma tarde, como á las cuatro, hubo acuerdo extraordinario, con
-asistencia de los señores regente y fiscal, que duró hasta después de
-las once de la noche, en el que se determinó se recibiese á prueba por
-tres días, en los cuales se ratificaron los reos y los testigos
-sumarios; se entregasen los autos dentro del oficio al Lic. D. Manuel
-Navamuel, á quien se nombró defensor por veinte horas, y concluidas se
-pasasen al relator.</p>
-
-<p>En la misma hora se hicieron las citaciones correspondientes, y al día
-siguiente se comenzaron á ratificar los testigos, y como á las diez y
-media los reos respectivamente, en que añadió Blanco que Quintero lo
-había seducido, y Quintero se mantuvo en su duda anterior.</p>
-
-<p>El lunes 2 de Noviembre produjeron los reos sus pruebas sobre la
-identificación de sus ejecutorias de nobleza, con tres testigos cada
-uno.</p>
-
-<p>El mismo día se presentó escrito por el defensor, sobre que le
-permitiese ver los autos en su casa, á lo que habiéndose accedido,
-ratificados los cuarenta y seis testigos, se le pasaron los autos por el
-capellán Elizalde, el mismo lunes á las nueve y media de la noche en que
-se cumplieron los tres días, y le empezaban sus veinte horas. El martes
-á las siete y media, que se le cumplieron, pasó dicho Elizalde por ellos
-y los condujo al relator por sólo aquella noche.</p>
-
-<p>En este estado declaró Aldama en descargo de su conciencia, que la
-muerte que se le acumulaba, y por la que había estado preso en la
-Acordada, de un mulato, criado de Samper, era cierta, y que él la había
-hecho por<span class="pagenum"><a name="page_30" id="page_30"></a>{30}</span> robarle dos mil pesos de su amo, los que en efecto le quitó,
-al que arrastró y echó en una cueva de mina vieja, yendo él mismo al
-reconocimiento del cadáver cuando le dieron la denuncia, como teniente
-general que era de aquella jurisdicción de Cuautla de Amilpas.</p>
-
-<p>Y Quintero expresó haber hecho una muerte en Campeche á un pasajero, á
-quien le robó seiscientos pesos, lo que también declaró en descargo de
-su conciencia.</p>
-
-<p>A las ocho de la mañana del día miércoles se comenzó á relatar la causa
-y se siguió á la tarde, con asistencia del señor regente, el señor
-fiscal y los reos, cuya relación se concluyó después de la oración,
-finalizando el relator Echeverría con las causas de Aldama y Quintero,
-de que se le hizo cargo y vinieron de la Acordada.</p>
-
-<p>Relatada la de Blanco, resultó que el año de 87 se procesó en aquel
-tribunal por cinco robos que ejecutó en compañía de D. Juan Aguirre su
-paisano y cajero que fué de la vinatería de D. Manuel Pineda, en la casa
-de Azcoitia, donde servía también de cajero dicho reo, extrayéndole más
-de tres mil pesos, y cinco que hizo en Guanajuato, en la tienda de su
-amo Alemán; el uno de varias ropas y los otros dos de reales hasta
-seiscientos pesos, lo que resultó justificado, por lo que fueron
-condenados á ocho años de presidio en Puerto Rico, y que de allí fuesen
-conducidos bajo partida de registro, á la casa de contratación de Cádiz,
-de donde se dirigieran á los lugares de su origen: que indultado éste
-por el Excmo. Sr. Flores, se vino á esta ciudad desde San Juan de Ulúa,
-donde desertó.</p>
-
-<p>Por el expediente pasado, con oficio de 2<span class="pagenum"><a name="page_31" id="page_31"></a>{31}</span> del corriente, por el Excmo.
-Sr. virrey, se advierte hallarse Quintero, por decreto de la misma
-fecha, declarado no gozar fuero alguno de guerra, cuya declaración fué
-expedida de resultas de la instancia que en el superior gobierno seguía
-sobre goce y restitución del fuero militar, de que se había antes
-despojado, por la causa que se le siguió en la Acordada, á querella de
-la viuda de su primo, quien le imputaba haberle extraído como cuatro mil
-pesos, en la que tuvo absolución de la instancia en 13 de Mayo último, y
-fué puesto en libertad con reserva de su derecho.</p>
-
-<p>Después de dicha relación informó el abogado de los reos muy
-sucintamente, en que pidió que conociendo los graves delitos de los
-reos, ya que en el estado presente por lo mismo eran dignos de
-compasión, se mirasen con piedad y se les aplicase la muerte con
-atención á las circunstancias de su nacimiento, fundando la menos culpa
-y complicidad de Blanco, por lo que, y por su menor edad, era digno de
-más indulgencia.</p>
-
-<p>Después siguió el señor fiscal, quien sin embargo de no haberle pasado
-los autos ni tener más instrucción de ellos que la relación que se hizo
-por el relator, hizo una oración de las más prolijas y exquisitas, en la
-que concluyó pidiendo, que respecto á los extraordinarios delitos de los
-reos, á su gravedad y circunstancias, merecían extraordinarias penas y
-un castigo ejemplar, por los cuales habían perdido el goce y fuero de
-sus privilegios; pero atendiendo á ciertas leyes y á la probanza que de
-su nobleza habían dado, condescendía «en que se les diese garrote
-saliendo de la cárcel, y el verdugo delante con<span class="pagenum"><a name="page_32" id="page_32"></a>{32}</span> el bastón y armas con
-que cometieron los delitos, y siendo regular ser una de las calles
-acostumbradas la en que vivía Dongo, el pasar por ella, los entrasen por
-la puerta principal, y estando un rato en ella saliesen por la cochera,
-por donde salieron triunfantes con el robo, salieran á pagar con sus
-vidas; que llegados al patíbulo, puestas en alto las armas y bastón al
-tiempo de la ejecución, verificada ésta, se destruyeran en el mismo
-tablado y que se mantuviesen los cadáveres por tres días en el suplicio
-para escarmiento y desagravio de la vindicta pública.»</p>
-
-<p>Por ser ya las ocho de la noche no se votó, y se reservó para el jueves
-siguiente, en el que se pronunció la sentencia, que relativamente es la
-siguiente: «Hecha la relación acostumbrada de los excesos y delitos de
-los reos, hallaron que eran de condenar, y condenaron, á que de la
-prisión en que se hallaban saliesen con ropa talar y gorros negros, en
-mulas enlutadas, á son de clarín y voz de pregonero que manifestase sus
-delitos, por las calles públicas y acostumbradas; y llegados al suplicio
-se les diese garrote poniendo el bastón y armas á la vista del público,
-y verificada la ejecución se destrozasen y rompiesen por mano del
-verdugo, separándoseles las manos derechas: que se fijasen dos en dos
-escarpias donde habían cometido los homicidios, y la otra donde se halló
-el robo, en la parte superior de la pared, todo con ejecución, sin
-embargo de suplicación y de la calidad; y que el dinero depositado y
-demás del robo se entregara á la parte de la archicofradía heredera,
-como se ejecutó, y esta sentencia fué dada, presente el señor fiscal.»<span class="pagenum"><a name="page_33" id="page_33"></a>{33}</span>
-De la que dada parte á S. E. á las doce de este día, en su consecuencia
-pasó el escribano Lucero á la primera pieza del entresuelo de la cárcel,
-y haciéndolos traer á su presencia se las hizo saber y notificó: quienes
-postrados de rodillas la obedecieron conformes, y asistidos de los
-padres fernandinos y del rector de las cárceles Br. D. Agustín
-Montejano, pasaron á la capilla, quien les hizo las mayores
-exhortaciones de consuelo y conformidad, y postrados ante el altar
-hicieron una deprecación la más tierna y lastimosa, de donde tomaron sus
-respectivos lugares, que abrigaron con biombos.</p>
-
-<p>En estos tres días se dispuso el cadalzo ó tablado, en medio de la plaza
-principal del real palacio y la de la cárcel, con el alto de más de tres
-varas, diez de largo y cinco de ancho, todo entapizado y guarnecido de
-bayetas negras, hasta el piso y palos.</p>
-
-<p>El día sábado, 7 de Noviembre, entró el teniente de corte y demás
-ministros de justicia, y tras ellos los hermanos de la caridad, quien
-les dijo: Ya es, hermanos, la hora de ver á Dios; y levantándose se
-arrodillaron delante del altar, y auxiliados á gritos pidieron
-misericordia, haciendo muchos actos de cristiandad, y puéstoles los
-hermanos las ropas fueron acompañados de muchas personas eclesiásticas y
-condecoradas, y trepa, por las calles acostumbradas, hasta el suplicio:
-subiendo primero Quintero, como capitán de ellos, se colocó en el palo
-de en medio, Aldama en el derecho y Blanco al izquierdo. Se quebraron
-las armas y bastón, cuya ejecución se concluyó á la una de la tarde,
-durando á la vista por orden superior hasta las<span class="pagenum"><a name="page_34" id="page_34"></a>{34}</span> cinco que se pasaron á
-la real cárcel, y separadas las manos derechas se fijaron como se mandó,
-las que se quitaron el jueves 17 del mismo año, y con los hábitos de San
-Fernando se amortajaron y depositaron en la capilla de los Talabarteros,
-hasta el siguiente domingo que los hermanos de la Santa Veracruz en su
-parroquia hicieron un decente entierro con misa de cuerpo presente, que
-cantaron los fernandinos, y costó doscientos veintisiete pesos.</p>
-
-<p>Este fué todo el infeliz suceso de los desgraciados agresores de Dongo y
-su familia.</p>
-
-<p><i>Per misericordiam Dei, requiescant in pace. Amén.</i></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Al concluir este artículo debemos llamar la atención de nuestros
-lectores. El crimen que se ha referido fué, como se vé, cometido por
-tres españoles, de una condición y clase no común. En ochenta años que
-van transcurridos no se ha vuelto á perpetrar en la capital otro
-atentado tan atroz de que sea víctima una familia entera. Esto da una
-idea del carácter de las gentes que habitan la capital, entre las que no
-podemos negar que haya algunas de costumbres bien depravadas; y
-demuestra también que la civilización, aunque lentamente, adelanta entre
-nosotros, y esto lo prueban bastante las narraciones históricas que
-llevamos publicadas.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_35" id="page_35"></a>{35}</span></p>
-
-<h2><a name="EL_LICENCIADO_VERDAD" id="EL_LICENCIADO_VERDAD"></a>EL LICENCIADO VERDAD</h2>
-
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">..................¿Y enmudece<br /></span>
-<span class="i0">aquella lengua que en el ancho foro<br /></span>
-<span class="i0">defendió la verdad...........................<br /></span>
-</div><div class="stanza">
-<span class="i2">(<span class="smcap">Navarrete.</span>&mdash;Elegía en honor<br /></span>
-<span class="i0">del Lic. Verdad.)<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>El aliento de fuego de la revolución francesa había hecho brotar á
-Napoleón.</p>
-
-<p>Pero si las revoluciones son como Saturno, que devoran á sus propios
-hijos, también es cierto que aquellas madres encuentran siempre un hijo
-que los sofoque entre sus brazos.</p>
-
-<p>Llegó un tiempo en que Napoleón hizo desaparecer las grandes conquistas
-de la revolución: la República se tornó en imperio, el pueblo volvió á
-gemir bajo el despotismo, una nobleza improvisada, la nobleza del sable,
-vino á substituir á la aristocracia de la raza, y de allí de donde los
-pueblos esperaban el rayo de luz que alumbrara su camino, salieron
-torrentes de bayonetas que llevaron hasta Egipto la conquista y la
-desolación; Bonaparte se constituyó árbitro de la suerte<span class="pagenum"><a name="page_36" id="page_36"></a>{36}</span> de las
-naciones: sin llevar en sus banderas más que orgullo, sacrificó millones
-de hombres á su ambición, la Francia perdió á sus hijos más valientes,
-su tesoro quedó exhausto, y un cometa de sangre se elevó sobre el
-horizonte de la política europea.</p>
-
-<p>Los reyes temblaban ante el enojo del nuevo César, y palidecían cuando
-volvía el rostro hacia sus dominios.</p>
-
-<p>Llegó por fin su turno á la España. Débil y cobarde Fernando VII,
-conspiró contra su mismo padre, é imploró como un favor inmenso la
-protección de Bonaparte.</p>
-
-<p>Los franceses invadieron completamente la España, y de debilidad en
-debilidad Fernando, acabó por abdicar el trono de sus abuelos, y
-Napoleón colocó sobre él á su hermano José Bonaparte.</p>
-
-<p>Pero el pueblo español, abandonado por su rey, traicionado por muchos de
-sus principales magnates, sorprendido casi en su sueño por los ejércitos
-franceses que habían penetrado hasta el corazón del país, merced á la
-ineptitud ó á la cobardía de sus gobernantes, comprendió que le habían
-vendido; el león que dormía lanzó un rugido; se estremeció y oyó sonar
-sus cadenas; entonces vino la insurrección.</p>
-
-<p>Los jefes se improvisaban, brotaron soldados de las montañas y de las
-llanuras, una chispa se convirtió en incendio, el viento del<span class="pagenum"><a name="page_37" id="page_37"></a>{37}</span>
-patriotismo sopló la hoguera, y la nación toda fué un campo de batalla.</p>
-
-<p>Santo, divino espectáculo el de un pueblo que lucha por su
-independencia: cada hombre es un héroe, cada corazón es un santuario,
-cada combate es una epopeya, cada patíbulo un apoteosis.</p>
-
-<p>Aquella historia es un poema, necesita un Homero; todos los hombres de
-corazón pueden comprenderla, sólo los ángeles podrían cantarla.</p>
-
-<p>La sangre de los mártires fecundiza la tierra; el que muere por su
-patria es un <i>escogido</i> de la humanidad, su memoria es un faro, perece
-como hombre y vive como ejemplo.</p>
-
-<p>La grandeza de una causa se mide por el número de sus mártires; sólo las
-causas nobles, grandes, santas, tienen mártires; las demás sólo cuentan
-con sacrificios vulgares, sólo presentan uno de tantos modos de perder
-la existencia.</p>
-
-<p>España luchaba, luchaba como lucha un pueblo que comprende sus derechos,
-como lucha un pueblo patriota.</p>
-
-<p>Los hombres salían al combate, las mujeres y los ancianos y los niños
-fabricaban el parque y cultivaban los campos.</p>
-
-<p>El ejército francés era numeroso, bien disciplinado, tenía magnífico
-armamento, soberbia artillería, abundantes trenes, y además brillantes
-tradiciones de gloria.<span class="pagenum"><a name="page_38" id="page_38"></a>{38}</span></p>
-
-<p>Y sin embargo, las guerrillas españolas atacaban y vencían, porque el
-patriotismo hace milagros.</p>
-
-<p>Entonces comenzó á organizarse la insurrección, y se formaron en España
-las juntas provinciales.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Las noticias de los acontecimientos de la metrópoli llegaron á la
-colonia, y los mexicanos, indignados, olvidaron por un momento su
-esclavitud para pensar en la suerte de España y en la injusta opresión
-de Bonaparte.</p>
-
-<p>Hay momentos supremos para los pueblos generosos, en que el texto de su
-derecho internacional es el evangelio, y olvidando las reglas de la
-diplomacia y los sentimientos de conveniencia, sienten la gran
-confraternidad de las naciones, olvidan sus rencores, y brota
-colectivamente en las masas una especie de caridad, de pueblo á pueblo,
-de nación á nación.</p>
-
-<p>El duque de Berg, Lugarteniente de Napoleón, comunicó sus órdenes al
-virrey de México que lo era entonces Don José de Iturrigaray, teniente
-general de los ejércitos españoles; pero el virrey no se atrevió á
-acatar aquellas órdenes ni á desobedecerlas abiertamente; quiso
-consultar, quiso saber si contaba<span class="pagenum"><a name="page_39" id="page_39"></a>{39}</span> con algún apoyo, y citó á la
-audiencia para tratar sobre esto con los oidores.</p>
-
-<p>Reunióse en efecto el acuerdo. El virrey les hizo presente el motivo con
-que los había citado, y aquellos hombres palidecieron como si vieran á
-la muerte sobre sus cabezas, y apenas se atrevieron á dar su opinión.</p>
-
-<p>Entonces el virrey tomó la palabra, y con un acento conmovido, protestó
-que antes perdería la existencia que obedecer las órdenes de un gobierno
-usurpador; que aun podía ponerse á la cabeza de un ejército, y combatir
-por la independencia y el honor de su patria. Los oidores se retiraron
-avergonzados y cabizbajos.</p>
-
-<p>La Audiencia aborrecía al virrey y le hacía una guerra sorda, y sin
-embargo, en aquél momento le había tenido que contemplar con respeto.</p>
-
-<p>Ellos eran el vulgo delante del héroe; sólo el patriotismo pudo haber
-dado al indigno Fernando VII, vasallos y capitanes como los que pelearon
-en España y los que gobernaron sus colonias.</p>
-
-<p>La noticia de estas ocurrencias se difundió bien pronto por la ciudad, y
-el Ayuntamiento quiso también tomar y tomó parte en la cuestión.</p>
-
-<p>En el año de 1701 la monarquía española cambió de dueño; el fanático
-Carlos II legó los extensos dominios que conquistaran y gobernaran<span class="pagenum"><a name="page_40" id="page_40"></a>{40}</span> sus
-abuelos á la casa de Anjou, y Felipe V se sentó sobre el trono del
-vencedor de Francisco I.</p>
-
-<p>Aquél cambio de dinastía se verificó sin que las colonias españolas de
-la América hubieran dado la menor muestra de disgusto; un rey al morir
-dejaba á un extraño pueblos y naciones por herencia, como un particular
-lega un rebaño ó una heredad, porque sus súbditos eran cosas; pero esto
-acontecía en 1701.</p>
-
-<p>La abdicación de Fernando VII y la usurpación de Bonaparte se sabían en
-México en 1808, es decir, entrado ya el siglo XIX.</p>
-
-<p>Los nietos conocían mejor sus derechos que los abuelos; México protestó
-contra la usurpación: México era colonia, por eso aborrecía las
-conquistas; los mexicanos eran víctimas, por eso detestaban á los
-verdugos.</p>
-
-<p>Una tarde, el Ayuntamiento de México, en cuerpo, presidido de las masas
-de la ciudad, se presentó en palacio, las guardias batían marcha, la
-muchedumbre se agrupaba en derredor de los regidores, el virrey salió al
-encuentro de la corporación, y el alcalde puso en manos de Iturrigaray
-una representación.</p>
-
-<p>En aquella representación el Ayuntamiento, á nombre de la colonia, pedía
-la formación de un gobierno provisional; el virrey la leyó con agrado y
-la pasó en consulta á la Audiencia.<span class="pagenum"><a name="page_41" id="page_41"></a>{41}</span></p>
-
-<p>El Ayuntamiento se retiró en medio de las ovaciones del pueblo, que
-tenía ya noticia de lo que acontecía.</p>
-
-<p>Esto pasaba en el mes de Julio de 1808.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>La Audiencia de México, compuesta en aquella época de hombres tímidos,
-intrigantes y que debían sin duda el puesto que ocupaban más al
-favoritismo que á sus propios méritos, no podía estar á la altura de su
-situación.</p>
-
-<p>Los oidores, hombres vulgares que no pasaban de ser, cuando más, viejos
-abogados llenos de orgullo y obstinación, no pudieron comprender ni la
-lealtad del virrey, ni el arranque de generosidad del Ayuntamiento de
-México, ni el esfuerzo patriótico de los españoles.</p>
-
-<p>La medida propuesta por los regidores pareció, pues, al acuerdo muy
-avanzada, y vista á la luz de ese miedo que las almas pequeñas llaman
-prudencia, mereció la desaprobación de todos los oidores.</p>
-
-<p>En los momentos supremos de la crisis de un pueblo, fiar el consejo ó la
-ejecución de las grandes medidas á hombres de poco corazón ó de mediana
-inteligencia, es comprometer el éxito, buscar en la inercia el
-principio<span class="pagenum"><a name="page_42" id="page_42"></a>{42}</span> de actividad, pedir arrojo al que sólo piensa en precaución.</p>
-
-<p>El virrey Iturrigaray y el Ayuntamiento chocaron con la Audiencia; el
-virrey quiso renunciar el gobierno, y lo renunció en efecto,
-proponiéndose pasar á España á prestar sus servicios; pero este paso fué
-desaprobado por sus amigos y por el Ayuntamiento, y no insistió más.</p>
-
-<p>El 26 de Julio la barca <i>Esperanza</i> trajo la noticia de que toda la
-España se había levantado contra la dominación francesa, proclamando la
-independencia, y esta noticia se recibió en México como el más plausible
-de los acontecimientos.</p>
-
-<p>Salvas de artillería, músicas, cohetes, repiques, paseos, todo anunciaba
-el gozo de la colonia, porque en México se aplaudía instintivamente el
-esfuerzo de un pueblo que buscaba su salvación, porque toda tiranía
-tiene siempre, tarde ó temprano, una reacción de libertad, porque
-aquella lucha era ya la alborada del día de la independencia de los
-mexicanos.</p>
-
-<p>El Ayuntamiento instaba por la formación de un gobierno provisional, y
-el virrey, mirando la resistencia de los oidores, citó una gran junta, á
-la que debían concurrir la Audiencia, el Ayuntamiento, los inquisidores,
-el arzobispo, y en fin, todas las personas notables de la ciudad.<span class="pagenum"><a name="page_43" id="page_43"></a>{43}</span></p>
-
-<p>El 9 de Agosto se celebró por fin esta célebre sesión, á la que
-concurrió la Audiencia, no sin haber protestado antes secretamente, que
-sólo asistía para evitar disgustos con el virrey.</p>
-
-<p>Iturrigaray presidía la reunión, y con tal carácter invitó al síndico
-del Ayuntamiento, Licenciado Don Francisco Primo Verdad y Ramos, para
-que usase de la palabra acerca del asunto para el que habían sido
-llamados.</p>
-
-<p>Verdad era un abogado insigne en el foro mexicano, dotado de una gran
-elocuencia y de un extraordinario valor civil. Habló, habló, pero con
-todo el fuego de un republicano; habló de patria, de libertad, de
-independencia, y por último, proclamó allí mismo, delante del virrey y
-del arzobispo y de la Audiencia, y de los inquisidores, el dogma de la
-soberanía popular.</p>
-
-<p>Aquella fué la primera vez que se escuchó, en reunión semejante, la voz
-de un mexicano llamando soberano al pueblo.</p>
-
-<p>El escándalo que esto produjo fué espantoso, el inquisidor Don Bernardo
-del Prado y Ovejero no pudo contenerse, y se levantó anatematizando las
-ideas de Verdad; el arzobispo se declaró enfermo y pretendió retirarse.</p>
-
-<p>El velo del templo se había roto, la luz había brotado por la primera
-vez en la colonia;<span class="pagenum"><a name="page_44" id="page_44"></a>{44}</span> después de tres siglos de obscuridad, la estátua se
-animaba, pero el suplicio debía seguir al reto audaz del nuevo Prometeo;
-los tiranos no perdonan nunca.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>El único resultado aparente de la primera junta, fué jurar á Fernando
-VII como monarca legítimo de España é Indias.</p>
-
-<p>Poco tiempo después, el 30 de Agosto, se presentaron en México el
-brigadier de marina Don Juan Jabat y el coronel Don Tomás de Jáuregui,
-hermano de la mujer del virrey, comisionados ambos por la junta de
-Sevilla, para exigir del virrey de México que reconociese la soberanía
-de esa junta y pusiese á su disposición el tesoro de la colonia.</p>
-
-<p>Reunióse con este motivo una segunda junta, y allí los comisionados
-presentaron sus despachos y sus autorizaciones que se extendían hasta
-aprehender al virrey en caso de que se negase á obedecer.</p>
-
-<p>Las discusiones fueron acaloradas, la sesión se prolongó por muchas
-horas, y por fin llegó á resolverse definitivamente que no se reconocía
-á la junta de Sevilla.</p>
-
-<p>Llegaron pliegos de la junta de Oviedo, conteniendo la misma pretensión;
-volvió el virrey á citar otra junta, leyólos en ella y agregó, que
-España estaba en la más completa<span class="pagenum"><a name="page_45" id="page_45"></a>{45}</span> anarquía, y que su opinión era no
-obedecer á ninguna de aquellas juntas.</p>
-
-<p>Siguióse aún otra junta, tan acalorada como las anteriores, y el virrey
-insistía siempre en renunciar, á lo que se oponía con tenacidad el
-Ayuntamiento, y sobre todos el Lic. Verdad.</p>
-
-<p>En fin, Iturrigaray se decidió á formar en México una junta y un
-gobierno provisional, á imitación de los de España; llegaron á expedirse
-las circulares á los ayuntamientos, y la villa de Jalapa nombró sus dos
-comisionados que se presentaron en la capital.</p>
-
-<p>Los oidores no estaban conformes con esa resolución; pretendían
-indudablemente deshacerse del virrey con el objeto de que la Audiencia
-entrase á gobernar, y como en aquellos días el rey no podía nombrar otro
-virrey en lugar de Iturrigaray, y las juntas españolas no eran
-reconocidas en México, el poder quedaría durante largo tiempo en manos
-de la Audiencia.</p>
-
-<p>Los oidores Aguirre y Batani eran el alma de esta conjuración; casi
-todas las noches se reunían á conspirar los de la Audiencia y sus
-amigos; el fiscal Borbón adulaba al virrey en su presencia, y conspiraba
-con tanto ardor como los demás; Iturrigaray estaba sobre un volcán.</p>
-
-<p>El Ayuntamiento era partidario del virrey, porque el virrey sostenía la
-buena causa; pero<span class="pagenum"><a name="page_46" id="page_46"></a>{46}</span> el Ayuntamiento de México no pudo ó no quiso apoyar á
-Iturrigaray, y se abandonó, sin conocer que en medio de las tinieblas
-conspiraba la Audiencia, y que el virrey debía arrastrar en su caída á
-los regidores.</p>
-
-<p>Los comisionados de la junta de Sevilla trabajaban también contra el
-virrey; Jáuregui, á pesar de ser su cuñado, y Jabat porque era enemigo
-personal de Iturrigaray desde que éste vivía en España.</p>
-
-<p>La suerte favoreció en su empresa á los conspiradores.</p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>El odio de los oidores al virrey no conoció límites; habían jurado
-perderle, y lo cumplieron.</p>
-
-<p>El 15 de Septiembre en la tarde salía Iturrigaray á paseo, y al bajar
-las escaleras de palacio, una mujer del pueblo se arrojó á sus pies.</p>
-
-<p>&mdash;En nombre del cielo, lea V. E. ese papel&mdash;le dijo presentándole una
-carta.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué pides, hija mía?&mdash;preguntóle bondadosamente el virrey.</p>
-
-<p>&mdash;Nada para mí, sólo que V. E. lea con cuidado ese papel.</p>
-
-<p>La mujer se levanto y se alejó precipitadamente. El virrey, pensativo,
-montó en su carroza.<span class="pagenum"><a name="page_47" id="page_47"></a>{47}</span></p>
-
-<p>Tenía Iturrigaray la costumbre de ir todas las tardes á pescar con caña
-en las albercas de Chapultepec; así es que apenas entró en su carroza,
-los caballos partieron en aquella dirección y el cochero no esperó orden
-ninguna.</p>
-
-<p>Durante el camino, Iturrigaray leyó la carta que la mujer le había
-entregado; era la denuncia de una conspiración que debía estallar
-aquella noche.</p>
-
-<p>El virrey sonrió con desdén, guardó la carta y no volvió á pensar más en
-ella.</p>
-
-<p>Sin embargo, no era porque no creyese que conspiraban contra él, sino
-porque esperaba los regimientos de Jalapa, de Celaya y de Nueva-Galicia,
-con los cuales contaba para sofocar cualquiera rebelión.</p>
-
-<p>Pero la Audiencia se había adelantado. Don Gabriel Yermo, rico
-hacendado, se prestó á servir á los oidores en su complot, é hizo venir
-de sus haciendas un gran número de sirvientes armados.</p>
-
-<p>Con este auxilio, y contando con el jefe de la artillería Don Luis
-Granados, que tenía su cuartel en San Pedro y San Pablo, determinaron
-dar el golpe.</p>
-
-<p>El día 15 de Septiembre de 1808 los conjurados fueron al palacio del
-arzobispo, y allí el prelado los exhortó y los bendijo para que salieran
-airosos del lance.</p>
-
-<p>Arrojáronse entonces los conjurados sobre<span class="pagenum"><a name="page_48" id="page_48"></a>{48}</span> palacio, que tomaron sin
-dificultad de ninguna especie, porque además de que contaban ya con el
-oficial de la guardia, habían, por más precaución, hecho entrar allí
-desde la tarde á ochenta artilleros.</p>
-
-<p>Llegaron, pues, hasta la alcoba de Iturrigaray, que dormía
-tranquilamente y que despertó rodeado de sus enemigos, que le intimaron
-darse á prisión.</p>
-
-<p>El virrey no opuso resistencia; los sublevados se apoderaron de su
-persona, lo hicieron entrar en un coche, en el que iban el alcalde de
-corte Don Juan Collado y el canónigo Don Francisco Jaravo, y le
-condujeron á la Inquisición, á donde quedó preso en las habitaciones
-mismas del inquisidor Prado y Ovejero.</p>
-
-<p>La virreyna, en compañía de sus dos hijos pequeños, fué conducida al
-convento de San Bernardo, y los oidores, presididos por el arzobispo, se
-reunieron al día siguiente muy temprano para comenzar su feliz gobierno.</p>
-
-<p>Así se consumó aquella revolución, que dió por resultado la prisión de
-Don José de Iturrigaray y de su familia, y el secuestro de todos sus
-papeles y bienes.</p>
-
-<p>Los individuos que formaban entonces la Audiencia y que fueron los
-directores de la conspiración, eran:</p>
-
-<p>Regente: Catani.&mdash;Oidores: Carvajal, Aguirre, Calderón, Mesia, Bataller,
-Villafaña,<span class="pagenum"><a name="page_49" id="page_49"></a>{49}</span> Mendieta.&mdash;Fiscales: Borbón, Zagarzurieta, Robledo.</p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>La caída del virrey debía producir indudablemente la del Ayuntamiento, y
-así sucedió.</p>
-
-<p>Casi al mismo tiempo que aprehendieron á Iturrigaray, redujeron á
-prisión al Lic. Verdad, al Lic. Azcárate, al abad de Guadalupe Don
-Francisco Cisneros, al mercedario Fr. Melchor de Talamantes, al Lic.
-Cristo y al canónigo Beristain.</p>
-
-<p>Fr. Melchor de Talamantes fué conducido á San Juan de Ulúa, y allí en un
-calabozo espiró, habiendo sido tratado con tanta crueldad que hasta
-después de muerto se le quitaron los grillos. Azcárate estuvo á punto de
-morir envenenado.</p>
-
-<p>Pero entre todos los presos ninguno tenía sobre sí el odio de la
-Audiencia como el Lic. Verdad.</p>
-
-<p>Verdad se había atrevido á hablar de la <i>soberanía del pueblo</i> delante
-de los oidores, de los inquisidores y del arzobispo, y este era un
-crimen imperdonable.</p>
-
-<p>En efecto, si se consideran las circunstancias en que esto aconteció, no
-puede menos de confesarse que Verdad, con un valor del que hay pocos
-ejemplos, lanzó el más tremendo<span class="pagenum"><a name="page_50" id="page_50"></a>{50}</span> reto á los partidarios del <i>derecho
-divino</i>, hablando por primera vez en México de la soberanía del pueblo:
-este sólo rasgo basta para inmortalizar á un hombre.</p>
-
-<p>El Lic. Verdad fué encerrado en las cárceles del arzobispado, y una
-mañana, el día 4 de Octubre de 1808, se supo con espanto en México que
-había muerto.</p>
-
-<p>¿Qué había pasado? nadie lo sabía; pero todos lo suponían, y Don Carlos
-María de Bustamante, en el suplemento que escribió á los «Tres siglos de
-México,» asegura que Verdad, amigo íntimo suyo, murió envenenado.</p>
-
-<p>Bustamante refiere que él fué en la mañana del mismo día 4 y encontró á
-Verdad muerto en su lecho.</p>
-
-<p>Pero indudablemente Bustamante se engañó: he aquí el fundamento que
-tengo para decir esto.</p>
-
-<p>Cuando en virtud de las leves de Reforma el palacio del arzobispo pasó
-al dominio de la nación, de la parte del edificio que correspondía á las
-cárceles se hicieron casas particulares, una de las cuales es la que hoy
-habita como de su propiedad, uno de nuestros más distinguidos abogados,
-Don Joaquín María Alcalde.</p>
-
-<p>El comedor de esta casa fué el calabozo en que murió Verdad, y cuando
-por primera vez se abrió al público, yo ví en uno de los muros el
-agujero de un gran clavo, y alderredor<span class="pagenum"><a name="page_51" id="page_51"></a>{51}</span> de él, un letrero que decía
-sobre poco más ó menos:</p>
-
-<p><i>Este es el agujero del clavo en que fué ahorcado el Lic. Verdad.</i></p>
-
-<p>Y todavía en ese mismo muro se descubrían las señales que hizo con los
-pies y con las uñas de las manos el desgraciado mártir, que luchaba con
-las ansias de la agonía.</p>
-
-<p>Allí pasó en medio de la obscuridad una escena horriblemente
-misteriosa&mdash;el crimen se perpetró entre las sombras y el silencio.</p>
-
-<p>Los verdugos callaron el secreto: Dios hizo que el tiempo viniese á
-descubrirle.</p>
-
-<p>La historia encontró la huella de la verdad en unos renglones mal
-trazados, y en un muro que guardó las señales de las últimas
-convulsiones de la víctima.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_52" id="page_52"></a>{52}</span></p>
-
-<h2><a name="HIDALGO" id="HIDALGO"></a>HIDALGO</h2>
-
-<p>¿Quién era Hidalgo? ¿de dónde venía? ¿en dónde había nacido? ¿qué hizo
-hasta el año de 1810?</p>
-
-<p>¿Qué nos importa? Quédese el estéril trabajo de averiguar todos esos
-pormenores al historiador ó al biógrafo que pretendan enlazar la vida de
-un heroe con ese vulgar tejido de las cosas comunes.</p>
-
-<p>Hidalgo es una ráfaga de luz en nuestra historia, y la luz no tiene más
-origen que Dios.</p>
-
-<p>El rayo, antes de estallar, es nada; pero de esa nada brotó también el
-mundo.</p>
-
-<p>Hidalgo no tiene más que esta descripción: Hidalgo era <span class="smcap">Hidalgo</span>.</p>
-
-<p>Nació para el mundo y para la historia la noche del 15 de Septiembre de
-1810.</p>
-
-<p>Pero en esa noche nació también un pueblo.</p>
-
-<p>El hombre y el pueblo fueron gemelos: no más que el hombre debía dar su
-sangre para conservar la vida del pueblo.<span class="pagenum"><a name="page_53" id="page_53"></a>{53}</span></p>
-
-<p>Y entonces el pueblo no preguntó al anciano sacerdote: ¿Quién eres? ¿de
-dónde vienes? ¿cuál es tu raza?</p>
-
-<p>&mdash;«Sígueme»&mdash;gritó Hidalgo.</p>
-
-<p>&mdash;«Guía»&mdash;contestó el pueblo.</p>
-
-<p>El porvenir era negro como las sombras de la noche en un abismo.</p>
-
-<p>Encendióse la antorcha, y su rojiza luz reflejó sobre un mar de
-bayonetas, y sobre ese mar de bayonetas flotaban el pendón de España y
-el estandarte del Santo Oficio.</p>
-
-<p>Del otro lado estaba la libertad.</p>
-
-<p>El hombre anciano y el pueblo niño no vacilaron.</p>
-
-<p>Para atravesar aquel océano de peligros, al pueblo le bastaba tener fe y
-constancia; tarde ó temprano su triunfo era seguro.</p>
-
-<p>El hombre necesitaba ser un héroe, casi un dios, su sacrificio era
-inevitable.</p>
-
-<p>Sólo podía iniciar el pensamiento. En aquella empresa, la esperanza sólo
-era una temeridad.</p>
-
-<p>Acometerla era el sublime suicidio del patriota.</p>
-
-<p>El hombre que tal hizo merece tener altares&mdash;los griegos le hubieran
-colocado entre las constelaciones.</p>
-
-<p>Por eso entre nosotros Hidalgo simboliza la gloria y la virtud.</p>
-
-<p>La virtud ciñó su frente con la corona de plata de la vejez.<span class="pagenum"><a name="page_54" id="page_54"></a>{54}</span></p>
-
-<p>La gloria le rodeó con su aureola de oro.</p>
-
-<p>Entonces la eternidad le recibió en sus brazos.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Hay proyectos inmensos, que por más que el hombre los madure al fuego de
-la meditación, siempre brotan informes.</p>
-
-<p>Porque una inteligencia, una voluntad, un sólo corazón, no pueden
-desarrollar ese pensamiento.</p>
-
-<p>Porque el iniciador arroja nada más el germen que debe fecundarse y
-brotar y florecer en el cerebro y en el corazón de un pueblo entero.</p>
-
-<p>Porque aquel germen debe convertirse en un árbol gigantesco que necesita
-para vivir de la savia que sólo una nación entera puede darle.</p>
-
-<p>Estas son las revoluciones.</p>
-
-<p>Germen que se desprende, con la palabra, de la inteligencia del
-<i>escogido</i>.</p>
-
-<p>Arbol que cubre con sus ramas á cien generaciones, cuyas raíces están en
-el pasado, cuya fronda crece siempre con el porvenir.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>México había olvidado ya, que en un tiempo había sido nación
-independiente; los hijos oían á sus padres hablar del rey de España,
-como rey de los padres de sus padres.<span class="pagenum"><a name="page_55" id="page_55"></a>{55}</span></p>
-
-<p>El hábito de la obediencia era perfecto.</p>
-
-<p>Dios había ungido á los reyes; ellos representaban al Altísimo sobre la
-tierra; el <i>derecho divino</i> era la base de diamante del trono; para
-llegar á las puertas del cielo era preciso llevar el título de lealtad
-en el vasallaje; los reyes no eran hombres, eran el eslabón entre Dios y
-los pueblos; atentar contra los reyes, era atentar contra Dios, por eso
-la majestad era sagrada.</p>
-
-<p>La obediencia era, pues, una parte de la religión.</p>
-
-<p>Pero la religión no se circunscribía entonces al consejo y á la amenaza;
-no eran las penas de la vida futura ni los goces del cielo el premio ó
-el castigo del pecador, no; entonces la Iglesia dejaba que Dios juzgase
-y castigase más allá de la tumba, pero ella tenía sobre la tierra sus
-tribunales.</p>
-
-<p>El Santo Oficio velaba por la religión, y la obediencia al rey era parte
-de la religión.</p>
-
-<p>Leyes, costumbres, religión, todo estaba en favor de los reyes.</p>
-
-<p>¿Cómo romper de un sólo golpe aquella muralla de acero?</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>La historia de la Independencia de México puede representarse con tres
-grandes figuras.<span class="pagenum"><a name="page_56" id="page_56"></a>{56}</span></p>
-
-<p>Hidalgo, el héroe del arrojo y del valor.</p>
-
-<p>Morelos, el genio militar y político.</p>
-
-<p>Guerrero, el modelo de la constancia y la abnegación.</p>
-
-<p>Quizá ningún hombre haya acometido una empresa más grande con menos
-elementos que Hidalgo.</p>
-
-<p>¡Ser el primero! ¡ser el primero y en una empresa de tanta magnitud y de
-tanto peligro!</p>
-
-<p>Cuando un hombre se reconcentra en sí mismo, y cuando medita en todo lo
-que quiere decir «ser el primero,» entonces es cuando comprende la suma
-de valor y de abnegación que han necesitado poseer los grandes
-«iniciadores» de las grandes ideas.</p>
-
-<p>Entonces, al sentir ese desconsolante calosfrío del pavor, que nace, no
-más, ante la idea del peligro, entonces puede calcularse cuál sería este
-peligro, entonces se mide la grandeza del espíritu de los héroes.</p>
-
-<p>Colón al pretender la unión de un nuevo mundo á la corona de España,
-tenía la fe de la ciencia y el apoyo de dos monarcas.&mdash;Hidalgo al querer
-la libertad de México, no contaba más que con la fe del patriotismo.</p>
-
-<p>Colón buscó la gloria, Hidalgo el patíbulo; el uno fió su ventura á las
-encrespadas ondas de un mar desconocido; el otro se entregó á merced del
-proceloso mar, de un pueblo para él también desconocido.<span class="pagenum"><a name="page_57" id="page_57"></a>{57}</span></p>
-
-<p>Hidalgo comprendió que la religión fulminaría los rayos del anatema
-contra su empresa; que el rey lanzaría sobre él sus batallones; que los
-ricos y los nobles se unirían en su contra; que los plebeyos,
-espantados, escandalizados, ignorantes, huirían de él; que el
-confesonario se tornaría en oficina de policía; que el clero y la
-inquisición no dormirían un solo instante; que la calumnia tronaría
-contra él en las tribunas, en los púlpitos y en las cátedras; todo lo
-comprendió, y sin embargo, en un rincón de Guanajuato, en el pueblo de
-Dolores proclamó la independencia.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Dolores es, en la geografía, una pequeña ciudad del Estado de
-Guanajuato.</p>
-
-<p>Dolores, en la historia, es la cuna de un pueblo.</p>
-
-<p>El pedernal de donde brotó la chispa que debía encender la hoguera.</p>
-
-<p>La roca herida por la vara del justo, de donde nació el torrente que
-ahogó á la tiranía.</p>
-
-<p>Al pisar por la primera vez un mexicano aquella tierra de santos
-recuerdos para la patria, siente latir con más violencia su corazón.</p>
-
-<p>Al llegar frente á la modesta casa que ocupaba el patriarca de la
-independencia; al penetrar en aquellas habitaciones; al encontrarse<span class="pagenum"><a name="page_58" id="page_58"></a>{58}</span> en
-la estancia, que en solitarios paseos midió tantas veces el respetable
-anciano, se siente casi la necesidad de arrodillarse.</p>
-
-<p>Instintivamente los hombres se descubren allí con veneración, y alzan el
-rostro como buscando el cielo, y las miradas se fijan en aquel techo, en
-cuyas humildes vigas tuvo mil veces clavados sus ojos el virtuoso
-sacerdote, mientras la idea de la esclavitud de su patria calcinaba su
-cerebro.</p>
-
-<p>¡Cuántos días de congoja! ¡cuántas noches de insomnio! ¡cuántas horas de
-tribulación!</p>
-
-<p>Aquellos muros guardaron el secreto del héroe, ahogaron los suspiros del
-hombre, se estremecieron con el grito del caudillo.</p>
-
-<p>Aquella pobre casa, tan pequeña, podía contener en su recinto todo el
-ejército de Hidalgo en la noche del 15 de Septiembre de 1810. Y sin
-embargo, con sólo eso se iba á derribar un trono, á libertar un pueblo,
-á fundar una nación.</p>
-
-<p>Hernán Cortés fué un gran capitán, porque con un puñado de valientes
-conquistó el imperio de Moctezuma.</p>
-
-<p>Hidalgo, con un puñado también de valientes, proclamó la libertad de ese
-mismo imperio, por eso fué un héroe.</p>
-
-<p>La superstición y la superioridad de las armas aseguraron el triunfo de
-Cortés.</p>
-
-<p>El fanatismo y la superioridad de las armas anunciaron la derrota de
-Hidalgo.<span class="pagenum"><a name="page_59" id="page_59"></a>{59}</span></p>
-
-<p>Pero uno y otro triunfaron; Cortés plantó el pendón de Carlos V en el
-palacio de Moctezuma.</p>
-
-<p>Hidalgo murió en la lucha, pero sus soldados arrancaron ese pendón, y
-México fué libre.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Hidalgo pasó como un meteoro, y se hundió en la tumba, pero el fulgor
-que esparció en su rápida carrera, no se extinguió.&mdash;Unas cuantas fechas
-bastan para recordar esa historia cuyos pormenores viven en la memoria
-de todos.</p>
-
-<p>Hidalgo proclamó la independencia el 15 de Septiembre, el 28 del mismo
-mes entró vencedor en Guanajuato. Triunfó en las Cruces el 29 de
-Octubre, y en Aculco el 7 de Noviembre.</p>
-
-<p>El 30 de Julio de 1811 moría en Chihuahua en un patíbulo.</p>
-
-<p>Para hablar de Hidalgo, para escribir su biografía, sería preciso
-escribir la historia de la independencia.</p>
-
-<p>Débiles para tamaña carga, apenas podemos dedicarle un pequeño homenaje
-de admiración y gratitud, y creeríamos ofender su memoria, si para
-honrarle quisiéramos recordar, si fué buen rector de un colegio ó si
-introdujo el cultivo de la morera.<span class="pagenum"><a name="page_60" id="page_60"></a>{60}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Hidalgo es grande porque concibió un gran proyecto, porque acometió una
-empresa gigantesca, porque luchó contra el fanatismo religioso que
-apoyaba el supuesto derecho del rey de España, contra los hábitos
-coloniales arraigados con el transcurso de tres siglos, contra el poder
-de la metrópoli que podía poner millares de hombres sobre las armas.</p>
-
-<p>Hidalgo es héroe porque comprendió que su empresa se realizaría, pero
-que él no vería nunca la tierra de promisión.</p>
-
-<p>Hidalgo será siempre en nuestra historia una de las más hermosas
-figuras, y á medida que el tiempo nos vaya separando más y más de él, se
-irá destacando más luminosa sobre el cielo de nuestra patria, y para
-nosotros llegará un día un que su nombre sea una religión.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_61" id="page_61"></a>{61}</span></p>
-
-<h2><a name="ALLENDE" id="ALLENDE"></a>ALLENDE</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Un día, hace ya algunos años, caminaba yo por las montañas. Era la
-estación de primavera; los campos habían vestido su verde ropaje, las
-florecillas asomaban tímidas sus corolas por las grietas de las rocas.
-Las unas eran rojas como el pudor de la mujer á los diez y seis años,
-las otras moradas como la tristeza que se apodera del corazón en cierta
-época fatal de la vida, las otras amarillas color de oro como la alegría
-de la juventud. ¿Habéis visto los pajarillos volar de una roca á otra,
-colgarse después de una rama, recoger, batiendo las alas, el alimento
-que Dios derrama en las praderas para sus lindas criaturas? ¿Habéis
-visto al insecto dorado besar amoroso á las flores y sacar su néctar y
-llevarse su pólen......? Todo era fiesta y regocijo en la naturaleza. El
-cielo azul, el campo con los ruidos misteriosos de la naturaleza, el
-viento arrojando la delicia y la voluptuosidad con sus frescas alas en
-medio de los rayos<span class="pagenum"><a name="page_62" id="page_62"></a>{62}</span> del sol, las montañas unas tras otras, altas,
-azules, majestuosas, dejando ver en sus eternas cimas los pinos viejos y
-añosos y los cedros tiernos y verdes; grandes y solitarias alamedas
-plantadas por la mano de la naturaleza.........</p>
-
-<p>Repentinamente cambió todo este paisaje, y el camino, por una angosta
-vereda, me condujo á una de esas mesas interminables de la Sierra Madre,
-donde la vegetación es mezquina, donde las rocas asoman sus calvas
-cabezas y donde las aves pasan rápidas en parvadas, porque su vista no
-descubre ni árboles ni flores. El calor era cada vez más fuerte, los
-rayos del sol de medio día reflejaban sobre las superficies blancas y
-producían una especie de vértigo que entraba por los ojos y se respiraba
-en la atmósfera abrasada. Ni un árbol, ni un animal, ni siquiera una
-choza en aquella inmensa soledad que se perdía en el horizonte
-tembloroso y lleno de vapores, que no alcanzaba á percibir la vista: era
-el verdadero desierto de la Syria.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>¡Qué encanto! ¡qué sorpresa, qué sensación tan inesperada y tan
-agradable! El desierto desaparece repentinamente, se trasforma, se hunde
-á mis pies, y allá en una profundidad diviso una cosa maravillosa. Es un
-jardín, y<span class="pagenum"><a name="page_63" id="page_63"></a>{63}</span> dentro de ese jardín una ciudad con altas cúpulas
-resplandecientes, con casas encarnadas y blancas, con sus almenas
-feudales y sus balconerías, con calles como si fueran sembradas entre
-las peñas, y luego diviso los arroyos cristalinos que corren como cintas
-plateadas, siento la deliciosa humedad, sube hasta mi rostro el perfume
-de las flores, y se llenan mis pulmones de ese aire embalsamado y
-vivificante que emana de los mejores amigos del hombre, de los hermosos
-árboles que crió y cultiva con tanto primor la maravillosa mano del
-Grande y Excelso Jardinero del mundo.</p>
-
-<p>Unos cuantos minutos más, y estoy ya dentro de San Miguel el Grande,
-dentro de esa ciudad donde todo es amable, donde todo es bello, donde
-son simpáticas hasta las pobres muchachuelas que con sus zagalejos
-encarnados atraviesan las calles, cargadas con su verdura, con sus aves
-ó con sus manojos de flores.</p>
-
-<p>San Miguel el Grande es en el interior lo que es Jalapa en la costa del
-Golfo y lo que es Tepic en el mar del Sur. Ciudades que son al mismo
-tiempo aldeas, pueblos, haciendas, jardines, todo á la vez, y participan
-en ciertas ocasiones del bullicio y de la animación de la ciudad grande,
-otras de la apacible quietud del pueblo pequeño, y siempre del aroma y
-de la belleza de los jardines.<span class="pagenum"><a name="page_64" id="page_64"></a>{64}</span></p>
-
-<p>San Miguel, además de su posición, de su hermosura y de su clima, es
-todo él un libro abierto, un monumento histórico, un almanaque de los
-sucesos de la Independencia. En Querétaro, en San Miguel y en Dolores
-nació y se desarrolló todo el drama sangriento cuyo prólogo terminó en
-los patíbulos de Chihuahua.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Allende fué el mosquetero de la revolución. Comenzó batiéndose con la
-espada y la pistola, y pocos días antes de morir todavía arrojó sus
-balas á la frente de los jefes españoles. Los historiadores que lo
-conocieron lo describen como un hombre alto, bien hecho, hermoso,
-fuerte, ágil en el manejo de las armas, guapo y airoso disparándose en
-su caballo contra los enemigos, resuelto y pronto en sus ataques,
-excelente militar para su época y hombre de previsión. No siempre se
-siguieron sus consejos y sus inspiraciones, y quizá por esto la guerra
-de Independencia no terminó en el primer período en que hizo el mismo
-empuje terrible que la pólvora que se prende encerrada en una mina.</p>
-
-<p>La idea de la Independencia y de la Libertad aparece depositada en el
-cerebro de Allende mucho antes del año de 1810. ¿Fué el verdadero autor
-de la idea, ó el colaborador<span class="pagenum"><a name="page_65" id="page_65"></a>{65}</span> de Hidalgo? Parece que lo primero es más
-probable; pero la gloria reflejó de una manera más intensa en el anciano
-de Dolores, mientras la muerte y la tumba fueron igualmente negras é
-inexorables para los dos.</p>
-
-<p>Allende era hijo de ese pintoresco pueblo de San Miguel, de que he
-hablado, y su familia y su posición social, tan distinguidas que llegó á
-ser Capitán de dragones de la Reina. Sirvió en San Luis á las órdenes de
-Calleja, y después en el célebre cantón de las Villas.</p>
-
-<p>En principios del año de 1810 ya se registran diversas historias y
-tradiciones que comprueban que Allende, en unión de otros oficiales de
-su cuerpo, habían pensado en la Independencia, y que de todo esto tenía
-conocimiento Hidalgo. La conjuración se descubre, el intendente Riaño,
-de Guanajuato, manda prender á todos los que según la denuncia estaban
-comprometidos; pero Allende intercepta por una rara casualidad la orden,
-manda ensillar sus caballos, y en medio de las sombras y saltando
-peñascos y barrancas, corre veloz como el viento, llega á las doce de la
-noche á Dolores, despierta á Hidalgo, hablan los dos un momento, se
-deciden á arrojarse á lo desconocido de las aventuras, á lo lúgubre y
-sangriento de la guerra; en una palabra, allí abren su sepulcro, labran
-su ataúd, al saludar á la libertad dicen adiós<span class="pagenum"><a name="page_66" id="page_66"></a>{66}</span> á la vida, se despiden
-de la bella naturaleza, y dan con cuatro ó cinco miserables del pueblo
-el tremendo é histórico grito de Dolores, el 16 de Septiembre de 1810.
-Hé aquí la Independencia, historia sencilla, rápida, magnífica,
-sorprendente, inesperada como todas las grandes cosas.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>Comenzaron esta obra terrible media docena de hombres. Los mexicanos
-nunca han medido los acontecimientos, y una vez decididos, no han
-conocido tampoco ni la magnitud de las dificultades, ni han podido ya
-comprender ese triste fenómeno nervioso que se llama miedo. Se lanzan,
-se arrojan á una aventura, sin temor de estrellar su frente contra ese
-obstáculo de fierro que se llama lo imposible.</p>
-
-<p>De Dolores marcharon Hidalgo y Allende á San Miguel el Grande. Lo
-primero que hicieron fué entrar á una iglesia y sacar el lábaro
-alderredor del cual había de reunirse el pueblo oprimido y desheredado.
-De San Miguel, la marcha fué á Celaya. Ya no eran seis los personajes,
-sino sesenta mil. En momentos habían aumentado en una progresión decimal
-asombrosa y nunca vista.</p>
-
-<p>Hidalgo era el generalísimo. Allende era su segundo; pero estas
-distinciones poco importaban<span class="pagenum"><a name="page_67" id="page_67"></a>{67}</span> entre masas que no podían tener
-organización. Eran masas, instrumentos, fuerzas depositadas durante
-siglos, y empujadas por el huracán de la guerra. En vez de seguir á la
-capital esta avalancha humana, retrocedió y se dirigió á Guanajuato.</p>
-
-<p>En el curso de este libro hemos referido historias bien trágicas; pero
-la primera cosa verdaderamente terrible que se vió en Nueva España, fué
-el choque del pueblo desbordado contra la autoridad secular. Es lo mismo
-en la naturaleza: el río rompe el dique, el mar traga á las playas, el
-huracán arrebata los árboles, el volcán hunde las ciudades bajo sus
-lavas. La revolución arrebata á la autoridad y la destroza. Las fuerzas
-todas de la naturaleza se parecen. El orden físico tiene una hermandad,
-una alianza con el orden moral.</p>
-
-<p>Los seis hombres, multiplicados, centuplicados, fueron á romper con sus
-pedazos de miembros, con sus cabezas erizadas por la rabia, con su
-sangre derramada por mil heridas, las fuertes murallas del castillo de
-Granaditas, colocado como un gigante fabuloso, como un cancerbero, á la
-entrada de ese Guanajuato que encerraba tanta plata, tanto oro, tanta
-pedrería acumulada por la paz y arrancada á las entrañas de la tierra
-durante tres siglos.</p>
-
-<p>En la peregrinación á que nos referimos al<span class="pagenum"><a name="page_68" id="page_68"></a>{68}</span> escribir este artículo,
-nuestros pasos fueron por todos los lugares donde había algún recuerdo.
-Recogidos dentro de nosotros mismos, un árbol, la casa de una hacienda,
-la barranca, la vereda ó la loma nos daban materia para pensar en todos
-aquellos acontecimientos trágicos y extraños que precedieron á nuestra
-existencia como nación independiente. Así, de rancho en hacienda, y de
-hacienda en pueblo llegamos á Guanajuato, y no volviendo de pronto la
-vista ni á las tahonas que molían el metal, ni á las minas profundas ni
-á los tejos de plata que caminaban á la Casa de Moneda, nos detuvimos
-delante del sangriento castillo de Granaditas. Con la historia en la
-mano y con muchos testigos á nuestro lado que nos contaban las cosas
-como si acabaran de pasar, escribimos entonces algunas líneas. No las
-podemos hoy ni variar ni escribir de otra manera. Las trasladamos aqui
-para que formen parte de esta gran colección, donde hemos resumido las
-misteriosas lecciones y las tristes enseñanzas de la suerte de los
-hombres y de los pueblos.</p>
-
-<p>No olvidemos que estamos el 28 de Septiembre de 1810, delante de
-Guanajuato, en compañía de Hidalgo, de Allende, de Abasolo, Camargo, y
-de la multitud que seguía este movimiento terrible de la Independencia.<span class="pagenum"><a name="page_69" id="page_69"></a>{69}</span></p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>«Luego que cundió la noticia de la llegada del ejército insurgente, la
-conmoción fué grande; aquellas calles angostas y pendientes de
-Guanajuato se llenaron de gente que corría en todas direcciones, se
-atropellaban y preguntaban, temerosos cuál sería la suerte de la
-población. Muchos españoles que calcularon que las cosas no habían de
-pasar muy bien, tomaron su resolución definitiva, y recogiendo parte de
-sus intereses y poniendo en seguridad el resto, se marcharon de la
-ciudad por los caminos no ocupados por las tropas insurgentes. Esta
-emigración produjo una consternación difícil de pintar; pero fué forzoso
-que quedaran los que no tenían posibilidad de huir, ó los que demasiado
-entusiasmados por la causa del rey creían en la victoria.</p>
-
-<p>Por entonces el conflicto hubiera sido mucho mayor, si un hombre,
-sobreponiéndose al peligro, y aun á sus opiniones privadas é íntimas, no
-hubiera, con su actividad y sangre fría, asegurado medianamente á la
-ciudad. Este era el intendente Riaño, y del cual es forzoso hablar dos
-palabras. Riaño era uno de esos tipos raros, donde por una feliz
-concurrencia de circunstancias están reunidas las cualidades más
-brillantes, tanto físicas como<span class="pagenum"><a name="page_70" id="page_70"></a>{70}</span> morales. Hombre de instrucción, de
-experiencia y de buen juicio, comprendía perfectamente que los pueblos,
-como las familias, es forzoso que, trascurriendo un número dado de años
-más ó menos corto, se emancipen y formen otra sociedad. Esta
-reproducción continua, esta indispensable formación es la que ha creado
-las naciones y ha dividido el mundo en pequeñas porciones. Así, pues, en
-el fondo de su conciencia no sólo opinaba por la causa de la
-Independencia, sino que calculaba que una vez encendido el fuego, sólo
-se apagaría con los escombros y las ruinas del gobierno colonial; más
-español y caballero, y leal ante todo, como esos soldados casi fabulosos
-é increíbles que seguían á Gonzalo de Córdoba, en los momentos de
-peligro acalló la voz de su corazón, y no escuchando más que el grito
-del deber, que como primer funcionario público, le obligaba á defender
-al gobierno, se preparó á una obstinada resistencia, calculando que el
-resultado no podía ser otro sino sucumbir. Así sucedió: Riaño trazó el
-plan para fortificar el fuerte de Granaditas, sin pensar que erigía su
-sepulcro. Siempre es un dolor que el destino reserve un fin trágico á
-esos hombres que, cualquiera que sea su creencia política, son un modelo
-de honor y de virtudes. Mas volvamos á nuestra narración.</p>
-
-<p>Riaño, con una actividad increíble, mandó<span class="pagenum"><a name="page_71" id="page_71"></a>{71}</span> abrir fosos en las calles,
-construir trincheras, animó á los moradores ya decaídos y abatidos, y
-puso sobre las armas cuanta fuerza le fué posible. Ejecutadas estas
-medidas, en las que empleó tres días y tres noches, sin dedicar ni una
-sola al descanso, pasó revista á sus tropas y aguardó más tranquilo los
-acontecimientos. Una circunstancia vino á alarmar al jefe y á los
-propietarios. Pensaron, y racionalmente, que la fuerza era muy corta
-para defender la ciudad, y que en este concepto las tropas insurgentes
-se derramarían por algunas calles, entregándose á la matanza y al
-saqueo. La cosa era urgente; así es que, después de un largo debate
-entre los personajes de más categoría y Riaño, se decidió que los
-caudales del gobierno y los de los particulares que quisieran, se
-encerrarían en el fuerte de Granaditas, y allí la defensa se haría con
-éxito. La medida no hubiera sido del todo mala, si Granaditas no se
-hallara dominado por el cerro del Cuarto y otros edificios; pero como ya
-no era posible más dilación, se adoptó la medida que va referida.
-Inmediatamente comenzó á trasportarse dinero, plata y oro en pasta,
-baúles de efectos preciosos, alhajas, ropa, y, en una palabra, cuanto
-tenían de más valor y estima los riquísimos comerciantes, mineros y
-propietarios de la ciudad. En los días 25 y 26 una cadena no
-interrumpida de cargadores estuvo entrando al fuerte<span class="pagenum"><a name="page_72" id="page_72"></a>{72}</span> y depositando los
-tesoros en las salas más cómodas y seguras del edificio. Esta tarea
-concluída, ya que no había más tesoros que encerrar, se introdujo maíz y
-otros víveres, y los dueños, con sus armas y municiones, entraron en el
-edificio, cerraron con dobles cerrojos y con fuertes trancas las
-puertas, y esperaron al enemigo.</p>
-
-<p>Este no se hizo aguardar. En cuanto al pueblo, no era difícil pensar lo
-que haría, tanto más cuanto que también tenía un caudillo esforzado que
-lo guiara. Este era un muchachillo de poco más de 21 años, pelo rubio,
-ojos azules y fisonomía inteligente y picaresca. Había sido peón en las
-minas, y después barretero; poseía, como toda esta gente ocupada en
-recios y peligrosos trabajos, un grado de valor y de audacia casi
-prodigiosos. Luego que el cura Hidalgo se aproximó á Guanajuato, el
-atrevido muchacho salió á reconocer la clase y número de gente de que se
-componía el ejército invasor, y con aquel instinto natural que muchas
-veces excede á los cálculos de la ciencia y de la política, pensó que el
-negocio iba á ser funesto á los guanajuatenses. En consecuencia, el
-muchacho se dirigió á Mellado, allí tomó una tea, y descendiendo
-rápidamente por aquellas lóbregas cavernas, comenzó á gritar «afuera,
-muchachos; ya tenemos independencia y libertad». Los barreteros no
-comprendían absolutamente<span class="pagenum"><a name="page_73" id="page_73"></a>{73}</span> el sentido de estas palabras; mas el muchacho
-les añadió: «que una vez entrado el cura Hidalgo, como de facto entraría
-vencedor en Guanajuato, los tesoros encerrados en Granaditas serían del
-pueblo.» Desde aquel momento no hubo más que una voz: <i>afuera,
-muchachos: á Granaditas</i>. Aquellos hombres, ya preparados á la furia y á
-la matanza abandonaron sus trabajos, desoyeron la voz de los capataces y
-salieron de las minas vociferando palabras de muerte y de exterminio.
-Algunas bandadas de hombres se dirigieron al cerro del Cuarto, al de San
-Miguel y á diversas alturas, y otros se desparramaron por las calles de
-Guanajuato y cercanías de Granaditas, formando grupos silenciosos y
-afectando una especie de indiferencia fría y terrible. Riaño, que había
-contado con el auxilio de la plebe, miró con pavor estas masas de gentes
-que lo amenazaban con su silencio, y se convenció que no tenía ya que
-esperar más auxilio que el de Dios.</p>
-
-<p>El 28 se presentaron como comisionados de Hidalgo el coronel Camargo y
-el teniente coronel Abasolo. En la trinchera de la calle de Belén fueron
-detenidos, y habiendo manifestado el primero que deseaba entrar al
-fuerte y hablar verbalmente á Riaño, se le vendaron los ojos y en esta
-forma se le condujo hasta la sala, donde reunida una especie de junta de
-guerra, se discutía lo que sería conveniente<span class="pagenum"><a name="page_74" id="page_74"></a>{74}</span> resolver. Abasolo no quiso
-aguardar, y se retiró al campo insurgente.</p>
-
-<p>&mdash;¿Estáis en disposición de hablar, señor coronel? dijo Riaño á Camargo
-con voz afable y serena; decid el objeto de vuestra comisión.</p>
-
-<p>Camargo sacó un pliego cerrado, y sin contestar palabra lo entregó á
-Riaño; éste lo abrió, lo recorrió rápidamente con la vista, y luego,
-volviéndose á los que componían la junta les dijo:</p>
-
-<p>&mdash;El cura Hidalgo me manifiesta que habiéndose pronunciado por la
-libertad, un numeroso pueblo lo sigue......</p>
-
-<p>Un rumor sordo circuló entre los circunstantes: Riaño, que lo advirtió,
-prosiguió con calma:</p>
-
-<p>&mdash;Hidalgo quiere evitar la efusión de sangre, y nos amonesta para que
-nos rindamos; garantizando nuestras vidas y propiedades: leed:</p>
-
-<p>El oficio se leyó en voz alta por un individuo; un silencio profundo
-sucedió; ni el aleteo de una mosca se escuchaba, y si acaso sólo se oía
-el ténue ruido que provenía del latido del corazón de aquellos hombres
-cuyos rostros lívidos y descompuestos, cuyas miradas tristes y
-descarriadas anunciaban que estaban poseídos de espanto y de pavor.</p>
-
-<p>Riaño, que notó estos sentimientos, continuó con voz tan tranquila y
-dulce como si estuviera en una conversación familiar:<span class="pagenum"><a name="page_75" id="page_75"></a>{75}</span></p>
-
-<p>&mdash;Mi deber como magistrado me ha obligado á tomar algunas medidas de
-defensa; pero esto no quiere decir que Udes. deban sacrificarse á mis
-ideas, á mis caprichos. El ejército de Hidalgo puede ser muy numeroso;
-traerá sin duda artillería, y en este caso la resistencia es inútil, y
-pereceremos......</p>
-
-<p>&mdash;Es verdad, dijeron dos ó tres voces.</p>
-
-<p>&mdash;En ese caso vale más rendirse que no hacer una necia resistencia......</p>
-
-<p>Hubo un silencio de algunos instantes, durante los cuales Riaño y
-Camargo cambiaron una mirada de alegría, hasta que una voz ronca y firme
-gritó:</p>
-
-<p>&mdash;No, nada de capitulación, nada: <i>vencer ó morir</i>.</p>
-
-<p>&mdash;Sí, <i>vencer ó morir</i>, clamaron también los demás, animándose
-súbitamente......</p>
-
-<p>&mdash;¿Conque estáis decididos? preguntó Riaño tristemente......</p>
-
-<p>&mdash;Sí, enteramente......</p>
-
-<p>&mdash;Entonces, como español y como jefe, veréis que sé cumplir con mi
-deber. Una vez que sé vuestra opinión, no tendréis que quejaros de mí.
-Al decir esto sentóse en una mesa y escribió la contestación negativa, y
-levantándose la dió al coronel Camargo, sin que una sola facción de su
-rastro se alterara; sin que su voz perdiera ni su firmeza ni su dulzura,
-sin que una sola de sus miradas pudiese revelar lo que pasaba dentro de
-aquel<span class="pagenum"><a name="page_76" id="page_76"></a>{76}</span> hombre que veía ya el sacrificio muy cercano.</p>
-
-<p>&mdash;¿No habrá ya medio de allanar estas cosas mejor? dijo Camargo.</p>
-
-<p>&mdash;Ninguno: esta gente no vuelve atrás, y yo no puedo tampoco hacerles
-más instancias: dirían que soy un cobarde. Camargo fué llamado á
-almorzar en compañía de Iriarte y de algunos otros españoles; cuando
-hubo concluido se dirigió á Riaño:</p>
-
-<p>&mdash;Conque por fin.........</p>
-
-<p>&mdash;Está ya dada la respuesta, le dijo Riaño; pero añadid á Hidalgo, que á
-pesar de la desgraciada posición en que nos encontramos, por la
-diferencia de nuestras opiniones, le agradezco en mi corazón su amistad,
-y acaso aceptaré más tarde su protección y asilo.</p>
-
-<p>Camargo y Riaño se estrecharon la mano; después vendaron los ojos al
-primero y lo condujeron así hasta afuera de la trinchera.</p>
-
-<p>&mdash;Ahora, dijo Riaño con voz de trueno y mirando que todos permanecían en
-la inacción, es menester defenderse; y pues no hay otro remedio, morir
-como buenos españoles. Inmediatamente dió sus disposiciones y formó á
-toda la tropa disciplinada en la plazoleta de la Alhóndiga; á los que
-tenían mejores armas los colocó en las troneras del edificio, y otra
-porción la destinó á la noria y azotea de la hacienda de Dolores que se
-comunicaba<span class="pagenum"><a name="page_77" id="page_77"></a>{77}</span> con Granaditas y dominaba la calzada.</p>
-
-<p>En cuanto al ejército insurgente, luego que llegó Camargo con la
-contestación negativa, un solo grito se dejó oír, y fué el de «mueran
-los gachupines,» y aquella masa enorme de hombres armados con picas,
-palos y machetes comenzó á moverse. Era una larga serpiente la que
-retorciéndose por los cerros y por el camino se dirigía a Granaditas. A
-la una del día ya la multitud había ocupado todas las alturas que
-dominan á Guanajuato, y los sitiados podían oír los gritos de furor que
-de vez en cuando lanzaban los enemigos, y ver las banderolas azules,
-amarillas y encarnadas formadas con mascadas, y que eran los estandartes
-á cuyo rededor se agrupaba todo el populacho. Los españoles de la
-hacienda de Dolores dispararon algunos tiros y mataron á tres indios.
-Esta sangre fué como la chispa que necesitaba esta inmensa cantidad de
-combustible. Un clamor tremendo se escuchó, que fué reproduciéndose
-desde las cercanías del fuerte hasta la vanguardia de los insurgentes, y
-una lluvia de piedras cayó inmediatamente sobre los sitiados.</p>
-
-<p>El ejército se dividió en dos trozos: uno de ellos se dirigió al cerro
-del Cuarto y á las azoteas y alturas vecinas, y otro al cerro de San
-Miguel. Los grupos de barreteros que habían aguardado inmóviles y
-silenciosos el principio<span class="pagenum"><a name="page_78" id="page_78"></a>{78}</span> de este sangriento festín, se levantaron como
-impulsados por una máquina, y corrieron á reunirse con los insurgentes y
-á hacer altísimas trincheras de piedras. Un trozo de caballería, se
-dirigió a las prisiones, puso á los criminales en libertad, y
-recorriendo las calles, rompiendo puertas y arrollando cuanto encontraba
-á su paso, volvió finalmente, aumentado con mucha plebe, al lugar del
-combate. A las dos de la tarde todo el pueblo de Guanajuato se había
-hecho insurgente: los únicos realistas eran los que estaban en la
-Alhóndiga. En cuanto á las gentes temerosas y pacíficas, se habían
-encerrado en sus casas, asegurando las puertas con los colchones y
-trastos, y esperaban, con la agonía en el corazón, el desenlace de este
-horrible drama.</p>
-
-<p>Puede asegurarse que desde la conquista hasta hoy, el único movimiento
-verdaderamente popular que ha habido en México, es el de Guanajuato.
-Quiero que por un momento el lector se figure colocado en un punto
-dominante de Guanajuato, y trasladándose con la imaginación al momento
-en que estos sucesos pasaban, contemple aquellas masas enormes de gente,
-gritando furiosas, conmoviéndose agitadas como las olas de un mar
-tempestuoso, cayendo en un profundo y momentáneo silencio, para tronar
-después de la explosión de las armas de fuego que disparaban<span class="pagenum"><a name="page_79" id="page_79"></a>{79}</span> los
-enemigos, como las nubes que con el contacto eléctrico revientan
-lanzando mil rayos........................................</p>
-
-<p>En efecto, aquellas montañas se movían, aquellos edificios tenían voz,
-de aquellas profundas grutas salían aullidos horribles, aquellas
-calzadas parecían agitarse, levantarse y estrellarse contra el punto
-defendido por los españoles. Eran los elementos, eran las materias
-inertes las que se animaban; eran los peñascos los que pretendían
-lanzarse solos en el aire y caer sobre los enemigos. Cualquiera que á
-sangre fría hubiera visto estas escenas, habríase creído presa de un
-vértigo, al contemplar una visión que tenía mucho de sobrenatural y de
-fantástico...... A las dos de la tarde el ataque estaba en toda su
-fuerza: las descargas de piedras no cesaban y contínuamente se veía en
-el aire una nube de pequeños peñascos que caía en la azotea de
-Granaditas, como si los cerros hubieran estado haciendo una erupción. En
-cuanto á los sitiados, no recibían mucho daño físico, por estar á
-cubierto en las troneras y bardas. De tiempo en tiempo se suspendía
-instantáneamente la lucha, y sitiados y sitiadores guardaban un silencio
-profundo: un casco de fierro de azogue hendía los aires y caía sobre la
-multitud, que se apartaba, se postraba en tierra; después, cuando el
-frasco relleno de pólvora reventaba y hacía un estrago espantoso,<span class="pagenum"><a name="page_80" id="page_80"></a>{80}</span>
-rompiendo el cráneo y los brazos y piernas de los desgraciados que
-estaban cerca, aquella masa infinita se oprimía, se lanzaba hasta las
-trincheras, arrojando alaridos de venganza. En estos momentos, los
-españoles, aterrorizados, no tenían fuerza ni para mover el gatillo de
-sus fusiles. A poco, el ruidoso estruendo de la fusilería, los gritos y
-algazara se aumentaban de una manera tal, que se oía en todo Guanajuato.
-Riaño, entretanto, con la serenidad y sangre fría que le caracterizaban,
-recorría los puntos de mayor peligro, animaba á los defensores del
-fuerte, y hacía escuchar su voz de trueno para dar sus disposiciones: su
-valor llegó al grado que, habiendo visto que un centinela había
-abandonado el puesto y dejado el fusil, lo tomó y comenzó á hacer fuego.
-Allí terminó la existencia de este leal español: una bala certera le
-atravesó la frente, y cayó moribundo y cubierto de sangre.</p>
-
-<p>El cuerpo de Riaño fué conducido al interior del fuerte, y retirándose
-también la tropa situada en la plazoleta, cerraron la puerta y la
-atrincheraron cuanto fué posible. El hijo de Riaño estaba en el fuerte.
-Luego que vió el cuerpo de su padre desfigurado y cubierto de sangre, se
-arrojó á abrazarlo, lo regó con sus lágrimas y exhaló las más dolorosas
-quejas, y luego, acometido de un furor<span class="pagenum"><a name="page_81" id="page_81"></a>{81}</span> inaudito, quiso esprimirse una
-pistola en el cráneo.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué hacéis? le dijo uno: vale más que antes de morir venguéis á
-vuestro padre. Cerca están los enemigos; id, la sangre y la matanza
-calmarán vuestro dolor.</p>
-
-<p>&mdash;Decís bien, decís bien, contestó soltando la arma: necesito sangre,
-necesito venganza. Al acabar estas palabras se dirigió á la azotea,
-desde donde continuamente arrojaba frascos de azogue llenos de pólvora.</p>
-
-<p>El generalísimo Hidalgo miraba pasmado esta conmoción horrible del
-pueblo, en que todas las pasiones hervían, ardientes é imponentes en los
-corazones, y conocía que no podían concluirse estas escenas sino con la
-toma del fuerte; así, dirigiéndose al leperillo vivaracho de que se ha
-hablado al principio, le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Sería bueno quemar la puerta de la Alhóndiga, Pípila.</p>
-
-<p>&mdash;Ya se vé que sí, contestó el muchacho, dejando asomar una sonrisa en
-sus labios.</p>
-
-<p>&mdash;Pues la patria necesita de tu valor.......</p>
-
-<p>Pípila, sin contestar una palabra, tomó una gran losa, y poniéndola en
-sus espaldas cogió una tea en las manos, y así se fué acercando á la
-puerta. Los espectadores contuvieron el resuello, y todos los ojos se
-fijaron en el atrevido muchacho. En cuanto á los del fuerte, hicieron
-caer una lluvia de balas sobre<span class="pagenum"><a name="page_82" id="page_82"></a>{82}</span> Pípila; pero todas se estrellaban en la
-losa, de suerte que llegó á la puerta y arrimó la tea.</p>
-
-<p>En este momento una bandera blanca flotó en lo alto de las almenas, y
-varias voces gritaron: «se han rendido; paz, paz»; pero algunos de los
-que guarnecían la hacienda de Dolores, ignorando esto hicieron fuego.
-Entonces un grito terrible de «traición» se hizo oír, y los insurgentes
-se agolparon á la puerta, que ya incendiada, no tardó en arder y caer á
-pedazos.</p>
-
-<p>Por en medio de las llamas y de los escombros se precipitó el pueblo con
-puñales y hachas en la mano, y derramándose por patios, escaleras y
-salones, comenzó á ejecutar una horrible matanza. Unos se defendían
-obstinadamente; otros, abrazados de las rodillas de algunos sacerdotes,
-pedían á Dios misericordia y sucumbían traspasados á puñaladas. Los que
-guarnecían la hacienda de Dolores, viendo que los enemigos habían
-destruído un puente de madera de la puerta falsa, se replegaron á la
-noria, y allí se defendieron desesperadamente; pero acosados y oprimidos
-por la multitud, tuvieron que sucumbir, arrojándose muchos en el pozo.</p>
-
-<p>A las cinco de la tarde un río de sangre corría por las escaleras y
-patios de Granaditas, y uno que otro había escapado ocultándose debajo
-de los cadáveres. En cuanto á las riquezas<span class="pagenum"><a name="page_83" id="page_83"></a>{83}</span> que había encerradas, fácil
-es concebir lo que sucedería con ellas. En una hora desapareció el
-inmenso caudal aglomerado durante muchos años por los propietarios de
-Guanajuato.</p>
-
-<p>En la noche, toda esta multitud frenética se desbandó por las calles que
-recorría con teas y puñales en la mano, saqueando las casas, sacando de
-las tiendas los barriles de licores y entregándose á todo género de
-excesos.</p>
-
-<p>Hidalgo y Allende tuvieron mucho trabajo para contener estos desórdenes
-con que se anunció la Independencia de México. Como si el pueblo en
-aquella vez hubiera tenido presentes los tiempos primeros de la
-conquista, la matanza de Santiago y el asesinato de Guatimoc, se vengaba
-de una manera inaudita.»</p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>Hidalgo y Allende, después de permanecer en Guanajuato algunos días,
-salieron para Valladolid y se posesionaron de la ciudad sin dificultad
-ninguna. Allí aumentaron y organizaron su tropa tanto como fué posible,
-y en el mes de Octubre todo ese grande ejército independiente, que en su
-mayor parte se componía de indígenas mal armados, se dirigió á la
-capital tomando el rumbo de Maravatío, la Jordana. Ixtlahuaca y Toluca.<span class="pagenum"><a name="page_84" id="page_84"></a>{84}</span></p>
-
-<p>En México reinaba no sólo la consternación sino el terror. El virrey
-Venegas creyó en su última hora; pero haciendo un esfuerzo, logró reunir
-una división de tres mil hombres que puso al mando de D. Torcuato
-Trujillo, el que salió al encuentro de los insurgentes; pero su número
-sólo le agobiaba, y á medida que Hidalgo avanzaba, el jefe español
-retrocedía, hasta que en el monte de las Cruces tomó posiciones que la
-naturaleza hacía inexpugnables, y se resolvió á esperar.</p>
-
-<p>Fué en esta célebre batalla donde Allende mostró todo su valor personal.
-Comenzó la acción por el encuentro y tiroteo de las caballerías, y á
-poco fué ya haciéndose general en toda la montaña. Las masas
-desorganizadas de indios, formando una algazara terrible, que recordaba
-los días de la conquista, se arrojaban sobre las tropas españolas, y
-eran destrozadas por la fusilería y la metralla. Las tropas de Trujillo
-eran pocas, como hemos dicho, pero disciplinadas, resueltas y bien
-situadas en alturas, y cubiertas con la misma fragosidad del terreno y
-con los árboles y malezas del bosque. Sin embargo de esto, se repetían
-las cargas confusas, y la muerte y la sangre no hacía más efecto sino
-irritar y hacer más tenaz á la raza indígena. Era, á poco más ó menos,
-el mismo ataque que sufría Cortés en los cuarteles de la ciudad de
-México en 1521. Es un hecho bien averiguado que<span class="pagenum"><a name="page_85" id="page_85"></a>{85}</span> los indios de Hidalgo
-llegaban hasta las baterías españolas y pretendían tapar con sus
-sombreros de palma las bocas de los cañones.</p>
-
-<p>Allende, al recorrer los puntos de más peligro, tratando, aunque en
-vano, de organizar el ataque y de reducirlo á las reglas de la táctica
-española, observó que los enemigos habían enmascarado unas piezas de
-artillería con unas ramas, de manera que las columnas que atacaban
-llegaban hasta cierta distancia, y allí eran desbaratadas por la
-metralla.</p>
-
-<p>En el instante, sin calcular el peligro ni los obstáculos, dice á los
-que le rodean:</p>
-
-<p>&mdash;«Es menester quitar esas piezas, y la batalla será nuestra: seguidme:»</p>
-
-<p>Desata el lazo que llevaba en la grupa, pone las espuelas á su caballo,
-y seguido de algunos rancheros corre sobre aquel horno de fuego que
-cubría la verdura de los árboles.</p>
-
-<p>Se oye una detonación que reproducen los ecos de las montañas, y el
-intrépido caballero y los que le seguían quedan envueltos en una nube
-rojiza de humo. ¡Todo se ha perdido!<span class="pagenum"><a name="page_86" id="page_86"></a>{86}</span></p>
-<p class="c">......................................</p>
-
-<h3>VII</h3>
-
-<p>«¡Viva México!» grita Allende que había escapado de la metralla; y de un
-salto llega á donde están las piezas, les tira el lazo, y lo mismo hacen
-los rancheros; amarran á la cabeza de la silla, ponen la espuela á los
-caballos y se llevan la artillería, dejando á los soldados españoles
-atónitos, con la mecha, el estopín y las balas en la mano.</p>
-
-<p>La batalla se gana completamente; todos los oficiales y soldados
-españoles quedan tendidos en el campo, y Trujillo, merced á su caballo,
-se escapa y se presenta como una fantasma sangrienta á anunciar la
-catástrofe al virrey.</p>
-
-<p>Allende da la orden de marchar inmediatamente á la capital; Hidalgo se
-opone, los dos caudillos se disgustan, y el ejército victorioso se
-retira en desorden, en las mismas puertas de México. Era necesario nueva
-sangre y nuevas victorias para que se consumara la obra y el sacrificio
-de los caudillos, para que quedase santificada con su propia sangre. Las
-naciones necesitan su bautismo antes de recibir su nombre social.</p>
-
-<p>El ejército se retiró y fué á estrellarse en una desgracia, Aculco, y á
-desbaratarse en una fatalidad, Calderón.<span class="pagenum"><a name="page_87" id="page_87"></a>{87}</span></p>
-
-<p>Los dos caudillos disgustados, porque la desgracia hace á los hombres
-injustos y enemigos, lucharon algunos días más. Allende fué todavía
-favorecido por la victoria derrotando en el Puerto del Carnero al
-comandante español; pero la desorganización había ya destruido la fuerza
-de los independientes. El huracán que comenzó á soplar en Dolores y se
-desató terrible en Guanajuato y las Cruces, comenzaba á perder su
-fuerza.</p>
-
-<p>Los jefes resolvieron, con los restos del ejército y el dinero que
-pudieron reunir, marchar á los Estados Unidos, y allí disciplinar sus
-tropas, disponer la campaña y volver de nuevo á recoger seguros
-laureles, terminando la obra difícil que habían comenzado.</p>
-
-<p>Lo que llamamos suerte, y que no son más que los acontecimientos negros
-y desconocidos que vienen de un caos profundo, dispuso las cosas de otra
-manera.</p>
-
-<h3>VIII</h3>
-
-<p>Hemos comenzado nuestra historia en el pequeño verjel de San Miguel, que
-después tomó el nombre de <i>Allende</i>, y vamos á terminarla al cabo de
-seis meses en un lugar triste, solitario y desierto. En Acatita de
-Baján.</p>
-
-<p>Los independientes caminaban lentamente en dirección á la frontera del
-Norte. Llevaban<span class="pagenum"><a name="page_88" id="page_88"></a>{88}</span> cerca de medio millón de pesos en dinero y plata
-labrada, recuas de mulas con equipajes, catorce coches, veinticuatro
-cañones y cosa de ochocientos hombres repartidos en una grande extensión
-de terreno, escoltando las cargas y los carruajes. Ningún antecedente
-tenían de que serían atacados, y antes creían que serían escoltados por
-tropas insurgentes hasta Monclova.</p>
-
-<p>El capitán español, Ignacio Elizondo, con 450 hombres formó una
-emboscada con tan buen cálculo, que fueron sucesivamente cayendo en su
-poder cuantos componían la comitiva.</p>
-
-<p>Allende, su hijo, Arias y Jiménez, iban en un coche. Fatigados con el
-calor y con el camino, medio dormitaban cuando escucharon un grito:
-<i>Ríndanse al Rey</i>. Allende, bravo y denodado, abrió la portezuela, saltó
-á tierra, amartilló su pistola é hizo fuego al oficial español que
-estaba más cerca. Su hijo lo siguió, y tras él Jiménez. Elizondo disparó
-su pistola sobre Allende y gritó «fuego» á la tropa que lo seguía: una
-nube de balas vino á romper los vidrios y las maderas del carruaje. El
-hijo de Allende cayó herido entre las ruedas, y Arias, que asomaba la
-cabeza, quedó fusilado en el mismo respaldo del carruaje; la tropa se
-echó encima con espada en mano, y los que quedaron vivos fueron
-maniatados y entregados á la rigurosa custodia de un oficial.<span class="pagenum"><a name="page_89" id="page_89"></a>{89}</span> Así que
-Elizondo terminó la captura de toda la comitiva, se encaminó con ella á
-Monclova.</p>
-
-<p>De este lugar se condujeron los presos á Chihuahua, y allí fueron
-juzgados y fusilados. Se cortaron las cabezas de Hidalgo, Allende,
-Aldama y Jiménez, y conducidas á Guanajuato fueron colocadas en unas
-jaulas de fierro en los ángulos del sangriento castillo de Granaditas.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_90" id="page_90"></a>{90}</span></p>
-
-<h2><a name="EL_PADRE_MATAMOROS" id="EL_PADRE_MATAMOROS"></a>EL PADRE MATAMOROS</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>En el Sur del rico y hermoso Estado de Michoacán, y al pie de un
-anfiteatro irregular, formado por las montañas, está situada la hacienda
-de Puruarán.</p>
-
-<p>Allí la vegetación es espléndida: anchos y dilatados valles cubiertos de
-caña; gigantescas <i>parotas</i>, <i>zirandas</i> que nacen y crecen al lado de
-las palmeras y que enlazan en ellas sus nudosos troncos semejantes á los
-nervudos brazos de un gladiador, y que terminan por ahogarlas y
-levantarlas, desarraigándolas de la tierra; copados <i>tamarindos</i> entre
-cuyas ramas habitan numerosas tribus de aves canoras; voluptuosos
-<i>plátanos</i> cuyas hojas de raso ondulan crugiendo con el aura de la
-tarde, y entretejiéndose por todas partes las lianas, que forman
-caprichosos columpios, cubiertos de flores y de verdura.</p>
-
-<p>Allí los arroyos cruzan entre alfombras de verdura, ó se desprenden
-sobre peñascos tapizados<span class="pagenum"><a name="page_91" id="page_91"></a>{91}</span> de musgo, y cuando soplan las brisas, todo
-tiene un murmullo, un suspiro, un rumor, árboles, lianas, llores,
-arroyos, cascadas.</p>
-
-<p>Y sobre este paisaje encantador un cielo purísimo, con ese azul sereno
-que cantan los poetas, y que los pintores fingen en sus cuadros de
-gloria.</p>
-
-<p>El sol ardiente de la zona tórrida arroja sobre aquella exuberante
-naturaleza torrentes de fuego y de luz, y todo germina y todo se
-vivifica, y cada hoja cubre un insecto, y cada peña oculta un reptil, y
-cada rama guarda un nido, y cada gruta guarece un ser animado.</p>
-
-<p>De aquellos bosques, durante el día sale un concierto, y cuando la noche
-tiende sus negras sombras, reina por un instante el silencio, y luego
-los cantores del día desaparecen, el bosque se ilumina de nuevo, ya no
-con la luz del sol, sino con la fantástica de millones de insertos
-luminosos que suben y bajan, y cruzan y giran en continuo movimiento, y
-entonces en aquella misma selva, nuevos cantores con distintas armonías,
-dulces como las del día, pero más melancólicas y misteriosas, levantan
-un himno.</p>
-
-<p>Allí la naturaleza canta á Dios eternamente.</p>
-
-<p>En medio de este paisaje está Puruarán, rica hacienda de caña.<span class="pagenum"><a name="page_92" id="page_92"></a>{92}</span></p>
-
-<p>La entrada de la casa habitación y de las oficinas de la hacienda mira
-hacia el Norte.</p>
-
-<p>Por el frente de la hacienda pasa el agua sobre un elevado acueducto
-sostenido por garbosos arcos.</p>
-
-<p>Al pie del acueducto y á los lados de la casa, se miran las habitaciones
-de los trabajadores y dependientes, casi todas formadas de adobe con
-humildes techos de paja.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Era el 5 de Enero de 1814.</p>
-
-<p>El ejército independiente, derrotado en las inmediaciones de Valladolid,
-se había retirado al Sur y estaba en la hacienda de Puruarán.</p>
-
-<p>Aquel ejército que había dado tantas pruebas de valor y de heroicidad,
-que había recorrido triunfante por casi toda la Nueva España, estaba en
-aquellos momentos desmoralizado, falto de armas, de parque y casi sin
-esperanzas de resistir el inevitable empuje de las tropas realistas.</p>
-
-<p>El ilustre Morelos, jefe de aquel ejército, fué obligado por los demás
-generales á retirarse de Puruarán, según dicen algunos historiadores, y
-los independientes quedaron allí á las órdenes del padre Matamoros.&mdash;Las
-tropas realistas emprendieron, como era natural, su<span class="pagenum"><a name="page_93" id="page_93"></a>{93}</span> movimiento sobre
-los insurgentes, y el día 5 de Enero llegaron á Puruarán y atacaron.</p>
-
-<p>La victoria no se hizo esperar, y los jefes realistas Llano é Iturbide
-se apoderaron de la casa de la hacienda y de las oficinas á donde se
-habían hecho fuertes los independientes.</p>
-
-<p>Después del combate, los soldados del rey comenzaron á explorar los
-alrededores con el objeto de aprehender á los insurgentes que habían
-logrado salvarse; y en una de las pequeñas habitaciones de los
-sirvientes de la hacienda, fué hallado el jefe de los insurgentes, el
-general Matamoros, que encontrándose solo, á pie y rodeado de enemigos,
-había buscado allí un refugio.</p>
-
-<p>Según se dice fué entregado por un oficial de los mismos suyos y hecho
-prisionero por el soldado Eusebio Rodríguez, al cual se le dió como
-premio de este servicio la cantidad de doscientos pesos.</p>
-
-<p>Matamoros fué conducido inmediatamente á Valladolid.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Don Mariano Matamoros, en el año de 1810, cuando Hidalgo proclamó la
-independencia de México, era cura de Jantetelco.</p>
-
-<p>En 1811 se presentó al Sr. Morelos en Izúcar, y desde esa fecha militó á
-su lado hasta la desgraciada batalla de Puruarán.<span class="pagenum"><a name="page_94" id="page_94"></a>{94}</span></p>
-
-<p>Matamoros es llamado por la mayor parte de los historiadores «el más
-valiente de los insurgentes.»</p>
-
-<p>En el famoso sitio de Cuautla, Matamoros, por orden de Morelos, se puso
-al frente de una fuerza de caballería y logró romper las líneas
-enemigas.</p>
-
-<p>Matamoros se inmortalizó con la célebre batalla de San Agustín del
-Palmar, en cuya acción no sólo dió muestras de su valor y genio militar,
-sino que además probó, como él mismo lo dice en su parte al Sr. Morelos,
-que los independientes no se habían lanzado á la guerra con el objeto de
-robar.</p>
-
-<p>El convoy custodiado por las tropas españolas derrotadas en el Palmar,
-fué respetado, y todo el comercio de la Nueva-España pudo decir entonces
-que los «insurgentes» eran soldados disciplinados, y no hordas de
-bandidos, como les llamaba Calleja.</p>
-
-<p>Al hablar Matamoros de esta acción, dice:</p>
-
-<p>«La batalla fué dada á campo raso para desimpresionar al conde de
-Castro-Terreño, de que las armas americanas se sostienen, no sólo en los
-cerros y emboscadas, sino también en las llanuras y á campo
-descubierto.»</p>
-
-<p>Constantemente estaba Matamoros organizando tropas, á la cabeza de las
-cuales tenía á cada paso que batirse, y sin duda, á no ser por la
-desastrosa expedición á Valladolid,<span class="pagenum"><a name="page_95" id="page_95"></a>{95}</span> Matamoros hubiera libertado
-completamente todo el territorio que hoy comprenden los Estados de
-Puebla, Oaxaca y Veracruz.</p>
-
-<p>Pero Dios lo había dispuesto de otro modo.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>El día 3 de Febrero de 1814, en la plaza de Valladolid, iba á ser
-fusilado un hombre.</p>
-
-<p>Era éste de «pequeña estatura, delgado, rubio, de ojos azules,» y su
-rostro conservaba las huellas de las viruelas.</p>
-
-<p>Marchando con ademán resuelto colocóse al frente de los soldados; se
-escuchó luego una descarga;&mdash;aquel hombre había dejado de existir.</p>
-
-<p>Matamoros había muerto en el patíbulo; la causa de la Independencia
-perdía uno de sus más nobles caudillos.</p>
-
-<p>El Sr. Morelos, según su propia expresión, «perdía su brazo derecho.»</p>
-
-<p>México libre, declaró á Matamoros benemérito de la patria, y sus restos
-mortales se guardaron en la catedral de esta ciudad.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_96" id="page_96"></a>{96}</span></p>
-
-<h2><a name="MORELOS" id="MORELOS"></a>MORELOS</h2>
-
-<h3><a name="I_EL_VIAJERO" id="I_EL_VIAJERO"></a>I<br /><br />
-EL VIAJERO</h3>
-
-<p>Era uno de los primeros días del mes de Octubre de 1810. El sol
-descendía lentamente en el horizonte, y sus rayos ardientes bañaban el
-bosque de ciruelos, entre el cual se levantan el humilde templo y las
-pobres y dispersas casitas que forman el pequeño pueblo de Nucupétaro.</p>
-
-<p>Nucupétaro está situado en el Sur del Estado de Michoacán, en medio de
-esa inmensa cadena de montañas que no termina sino hasta las costas del
-Pacífico.</p>
-
-<p>El pueblo está en medio de un bosque de árboles de ciruela; pero allí el
-calor excesivo hace á la tierra árida y triste, un sol abrasador seca
-las plantas, y apenas unos cuantos días, cuando las lluvias caen á
-torrentes, los campos se visten de verdura, y los árboles se cubren de
-hojas; después, los árboles no son<span class="pagenum"><a name="page_97" id="page_97"></a>{97}</span> sino esqueletos, y las llanuras y
-los montes presentan un aspecto tristísimo.</p>
-
-<p>En Octubre, pues, la naturaleza no se ostentaba allí con sus encantos,
-un viento abrasador levantaba en las cañadas nubecillas de polvo, y el
-cielo, sin una sola nube, parecía velarse con una gasa que daba á su
-fondo azulado un tinte melancólico.</p>
-
-<p>Delante de una de las casitas del pueblo, y á la sombra de un cobertizo
-de palma, se mecía indolentemente un hombre sentado en una hamaca.</p>
-
-<p>Aquel hombre parecía estar en todo el vigor de su juventud; era de una
-estatura menos que mediana, pero lleno de carnes; moreno, sus negras y
-pobladas cejas tenían un fruncimiento tenaz, como indicando que aquel
-hombre tenía profundas y continuas meditaciones, y en sus ojos obscuros
-brillaba el rayo de la inteligencia.</p>
-
-<p>El vestido de aquel hombre, de lienzo blanco, era semejante al que
-usaban los labradores de aquellos rumbos: un ancho calzón y una
-<i>campana</i>, que es una especie de blusa.</p>
-
-<p>Tenía entre las manos un libro, y sin embargo no leía, meditaba, porque
-su mirada vaga se perdía en el espacio.</p>
-
-<p>De repente le sacó de su distracción el ruido de una cabalgadura; volvió
-el rostro; y casi al mismo tiempo se detuvo cerca de allí<span class="pagenum"><a name="page_98" id="page_98"></a>{98}</span> un anciano
-que llegaba caballero en una magnífica mula prieta.</p>
-
-<p>&mdash;Buenas tardes dé Dios á su merced, señor cura&mdash;dijo el recién llegado.</p>
-
-<p>&mdash;Muy buenas tardes&mdash;contestó el de la hamaca levantándose y
-dirigiéndose al encuentro de su interlocutor.&mdash;¿Qué viento nos trae por
-aquí al señor Don Rafaél Guedea?</p>
-
-<p>&mdash;Aquí vengo de dar una vuelta por Tacámbaro, y á ver si me da posada
-esta noche su merced.</p>
-
-<p>&mdash;Con todo mi gusto&mdash;contestó el cura.&mdash;Mándese vd. apear.</p>
-
-<p>&mdash;Vaya, Dios se lo pague al señor cura Morelos.</p>
-
-<p>Don Rafael entregó su mula á los criados que le acompañaban, se quitó
-las espuelas y el paño de sol, y abrazando al cura con grande efusión,
-se entró á sentar con él debajo del cobertizo.</p>
-
-<h3><a name="II_GRANDES_NOTICIAS" id="II_GRANDES_NOTICIAS"></a>II<br /><br />
-GRANDES NOTICIAS</h3>
-
-<p>&mdash;¿Y qué deja de nuevo mi señor Don Rafael por esos mundos?&mdash;preguntó el
-cura.</p>
-
-<p>&mdash;¡Cómo!&mdash;exclamó el otro&mdash;¿pues aun no sabe su merced las novedades?</p>
-
-<p>&mdash;No. ¿Hay algo de nuevo?</p>
-
-<p>&mdash;Y mucho, y muy grave.<span class="pagenum"><a name="page_99" id="page_99"></a>{99}</span></p>
-
-<p>&mdash;Cuénteme vd., cuénteme vd.</p>
-
-<p>&mdash;Pues ¿recuerda su merced al señor bachiller D. Miguel Hidalgo, que
-estaba en Valladolid en el colegio de......</p>
-
-<p>&mdash;Sí, sí, y mucho; ¿le ha sucedido algo?</p>
-
-<p>&mdash;¡Pues no digo nada! está su merced para saber, que se ha levantado.</p>
-
-<p>&mdash;¿Levantado?</p>
-
-<p>&mdash;Levantado contra el virrey y contra los gachupines.</p>
-
-<p>&mdash;Pero ¿es cierto? ¿es cosa de importancia?&mdash;preguntó Morelos pudiendo
-contener apenas su emoción.</p>
-
-<p>&mdash;Tan cierto, que toda la gente de tierra fría anda ya revuelta; no se
-dice más, ni se habla de otra cosa, sino del señor Hidalgo, que quiere
-libertar á la América, y que tan grave es el negocio, que el 16 de
-Septiembre amaneció ya levantado el señor cura que era de Dolores, y el
-día 28 había tomado ya Guanajuato, que dicen que hubo mucha mortandad, y
-que estará ya muy cerca de Valladolid: cuentan, y es seguro, que trae
-muchísima tropa, y los gachupines están huyendo y cerrando los comercios
-y dejando sus haciendas; en fin, no sé cómo vuestra merced no sabe nada,
-porque la novedad es muy grande, y el señor Hidalgo tiene por todas
-partes muchos que lo aclaman y lo requieren.</p>
-
-<p>Morelos había seguido la narración de su amigo sin perder una sola
-palabra; sus ojos<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> se abrían desmesuradamente, su rostro se coloreaba,
-el sudor inundaba su frente, y su pecho se agitaba como si estuviera
-fatigado por una lucha.</p>
-
-<p>Por fin, cuando Guedea terminó su relación, Morelos no pudo ya
-contenerse; levantóse trémulo, dejó caer el libro que tenía en las
-manos, y alzando los brazos y los ojos al cielo, exclamó con un acento
-profundamente conmovido, mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus
-tostadas mejillas.</p>
-
-<p>&mdash;¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡bendito sea tu nombre!</p>
-
-<p>Después, dejándose caer en la hamaca, apoyó su rostro sobre las palmas
-de las manos, y parecía que sollozaba en silencio.</p>
-
-<p>Don Rafael Guedea, enternecido también, contemplaba respetuosamente á
-Morelos, sin atreverse á dirigirle una sola palabra.</p>
-
-<p>Sin duda el viejo hacendado comprendía el choque terrible que debía
-haber sufrido aquel gran corazón al saber que ya tenía una patria por la
-que podía sacrificarse.</p>
-
-<p>Morelos se había sentido mexicano por la primera vez; el paria, el
-esclavo, el colono, escuchaba el grito de Independencia.</p>
-
-<p>Aquel placer era capaz de causar la muerte.<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span></p>
-
-<h3><a name="III_EL_GUERRILLERO" id="III_EL_GUERRILLERO"></a>III<br /><br />
-
-EL GUERRILLERO</h3>
-
-<p>Pocos días después de esta conversación, Hidalgo con el ejército
-independiente, salía de Charo (inmediaciones de Valladolid) para dar la
-célebre batalla de las Cruces, y al mismo tiempo, aunque con opuesta
-dirección se desprendía de allí Don José María Morelos.</p>
-
-<p>Morelos iba á emprender la campaña por el Sur, y por todo elemento para
-acometer tan aventurada empresa, el Sr. Hidalgo había dado al cura de
-Carácuaro un papel con la siguiente orden firmada también por Allende:</p>
-
-<p>«Por el presente comisiono en toda forma á mi lugarteniente el bachiller
-Don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en las costas del
-Sur levante tropas, procediendo con arreglo á las instrucciones verbales
-que le he comunicado.»</p>
-
-<p>En manos de un hombre vulgar aquella autorización quizá no hubiera
-servido ni para levantar una guerrilla; pero Morelos era un genio.</p>
-
-<p>Sobre aquellas cuantas líneas trazadas en un papel, Morelos iba á fundar
-una reputación gigantesca; aquella orden era para él la<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> vara mágica con
-la que iba á levantar ejércitos, á fundir cañones, á dar batallas, á
-tomar plazas, á formidar por fin á los virreyes y al monarca español.</p>
-
-<p>Durante el camino hasta llegar á su curato, Morelos marchó solo, pero su
-imaginación le presentaba por donde quiera divisiones en marcha,
-batallones en movimiento, cargas de caballería, asaltos, combates,
-escaramuzas, todo el cuadro, en fin, de la terrible campaña que iba á
-emprender.</p>
-
-<p>Morelos llegó á Carácuaro, y allí reunió 25 hombres mal armados, y
-comenzó su carrera militar.</p>
-
-<p>Conforme á las instrucciones del Sr. Hidalgo, se dirigió á las costas
-del Sur.</p>
-
-<p>Saliendo de Carácuaro, llegó á Choromuco, pasó el gran río de Zacatula
-por las balsas, llegó á Coahuayutla, tomó el camino de Acapulco,
-siguiendo desde allí toda la costa.</p>
-
-<p>Por último, dos meses después de haberse puesto en campaña con 25
-hombres, Morelos contaba ya con 2,000 infantes, gran número de jinetes,
-cinco cañones y considerable cantidad de pertrechos de guerra.</p>
-
-<p>Casi todo el armamento y todo el parque habían sido quitados al
-enemigo.<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p>
-
-<h3><a name="IV_EL_CAUDILLO" id="IV_EL_CAUDILLO"></a>IV<br /><br />
-
-EL CAUDILLO</h3>
-
-<p>Desde esa época Morelos fué el caudillo prominente en la guerra de
-Independencia.</p>
-
-<p>Vencedor unas veces, vencido otras, pero siempre constante, valeroso,
-inteligente, el humilde cura de Carácuaro era un héroe.</p>
-
-<p>Por todas partes se hacía sentir su poderoso influjo; por todas partes,
-á su nombre, se levantaban partidas, y se organizaban tropas, y se daban
-combates.</p>
-
-<p>Y no se contentaba sólo con defender su causa por medio de las armas,
-sino que sostenía constantemente difíciles polémicas con los curas y las
-principales personas del clero, que valiéndose de la religión,
-pretendían apartar al señor Morelos del camino que se había trazado.</p>
-
-<p>La historia de las campañas del héroe, es la historia de todas las
-poblaciones, de todos los bosques, de todas las llanuras del Sur de
-nuestra patria, y sus recuerdos viven imperecederos en todos esos
-lugares.</p>
-
-<p>Pero el apogeo de la gloria de aquel grande hombre está en el sitio de
-Cuautla.</p>
-
-<p>Reducido Morelos á defenderse en esa ciudad, que hoy lleva con orgullo
-el nombre del<span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span> ilustre caudillo, dió pruebas de la grandeza de su genio.</p>
-
-<p>Una ciudad pequeña en una llanura, abierta por todos lados, con unas
-fortificaciones hechas de prisa y sumamente ligeras: ésta era su
-posición.</p>
-
-<p>Un ejército bisoño, casi desnudo, con malas armas, con pocas municiones,
-y constando de un reducido número: éstos eran sus elementos de defensa.</p>
-
-<p>Félix María Calleja, el vencedor de Aculco, de Guanajuato y de Calderón,
-seguido de un numeroso ejército bien armado, perfectamente disciplinado,
-orgulloso con sus victorias, provisto de abundantes víveres y
-municiones, y constantemente reforzado: esto representaba el ataque.</p>
-
-<p>Y sin embargo Morelos resistió sesenta y dos días y aquel sitio mereció
-con razón el renombre de famoso.</p>
-
-<p>Viéronse allí episodios de valor inauditos para impedir que los
-sitiadores cortaran el agua; los sitiados hicieron prodigios, y vivieron
-los que custodiaban la toma, bajo una constante lluvia de proyectiles.</p>
-
-<p>Por fin la situación se hizo desesperada; el hambre obligó á los
-insurgentes á tomar una resolución extrema, y la noche del 2 de Mayo de
-1812, el señor Morelos salió de la plaza, atravesó con su pequeño
-ejército la línea de circunvalación, abriéndose paso á viva<span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span> fuerza, y
-aunque sufriendo grandes pérdidas, y libre ya de aquel peligro, volvió á
-ser el alma inteligente y guerrera de la lucha de Independencia.</p>
-
-<h3><a name="V_EL_MARTIR" id="V_EL_MARTIR"></a>V<br /><br />
-EL MARTIR</h3>
-
-<p>La suerte abandonó por fin á Morelos, y en la acción de Tesmalaca (5 de
-Noviembre de 1815) cayó prisionero en manos del general español
-Concha.&mdash;El martirio debía coronar aquella vida llena de gloria, y
-Morelos marchó al patíbulo lleno de valor.</p>
-
-<p>La inquisición, el clero, el virrey, la audiencia, todos quisieron tener
-parte en el sacrificio, todos quisieron herir á su víctima, todos
-hicieron gala de su crueldad con aquel hombre que los había hecho
-temblar, y á cuyo solo recuerdo palidecían.</p>
-
-<p>Semejantes á una jauría hambrienta que se arroja ladrando y furiosa
-sobre un león herido, así aquellos hombres <i>organizaron su justicia</i>
-contra el pobre prisionero de Tesmalaca.</p>
-
-<p>La inquisición le declaró hereje, el clero le degradó del carácter
-sacerdotal, la audiencia le condenó por traidor al rey, y el virrey se
-encargó de la ejecución.</p>
-
-<p>Y el hereje, el traidor, el mal sacerdote, el ajusticiado, era sin
-embargo un héroe, un<span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span> caudillo en la más santa y más noble de las
-luchas; era, en fin, <i>el hombre más extraordinario que produjo la guerra
-de independencia en México</i>.</p>
-
-<p>Morelos fué fusilado en San Cristóbal Ecatepec, el 22 de Diciembre de
-1815.</p>
-
-<p>Cuando la sangre de aquel noble mártir regó la tierra, cuando su cuerpo
-acribillado por las balas dejó escapar el grande espíritu que durante
-cincuenta años le había animado, entonces pasó una cosa extraña que la
-ciencia aún no explica satisfactoriamente.</p>
-
-<p>Las aguas del lago, tan puras y tan serenas siempre, comenzaron á
-encresparse y á crecer, y sin que el huracán cruzase sobre ellas, y sin
-que la tormenta cubriera con sus pardas alas el cielo, aquellas aguas se
-levantaron y cubrieron las playas por el lado de San Cristóbal, y
-avanzaron y avanzaron hasta llegar al lugar del suplicio.</p>
-
-<p>Lavaron la sangre del mártir y volvieron majestuosamente á su antiguo
-curso.</p>
-
-<p>Ni antes ni después se ha observado semejante fenómeno. ¡Allí estaba la
-mano de Dios!</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p>
-
-<h2><a name="ITURBIDE" id="ITURBIDE"></a>ITURBIDE<br /><br /><small>El Apoteosis</small></h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Llegó por fin el día de la libertad de México. Once años de lucha, un
-mar de sangre, un océano de lágrimas.&mdash;Esto era lo que había tenido que
-atravesar el pueblo para llegar desde el 16 de Septiembre de 1810 hasta
-el 27 de Septiembre de 1821.&mdash;16 y 27 de Septiembre, 1810 y 1821. He
-aquí los dos broches de diamante que cierran ese libro de la historia en
-que se escribió la sublime epopeya de la independencia de México.</p>
-
-<p>Y cuánto patriotismo, cuánto valor, cuánta abnegación habían necesitado
-los que dieron su sangre para que se inscribieran con ella sus nombres
-en ese gran libro!</p>
-
-<p>Pero el día llegó; puro y transparente el cielo, radiante y esplendoroso
-el sol, dulce y perfumado el ambiente.</p>
-
-<p>Aquel era el día que alumbraba después de una noche de trescientos
-años.<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span></p>
-
-<p>Aquella era la redención de un pueblo que había dormido en el sepulcro
-tres siglos.</p>
-
-<p>Por eso el pueblo se embriagaba con su alegría, por eso la ciudad de
-México estaba conmovida.</p>
-
-<p>¿Quién no comprende lo que siente un pueblo en el supremo día en que
-recobra su independencia? Pero, ¿quién sería capaz de pintar ese goce
-purísimo, cuando se olvidan todas las penas del pasado y no se mira sino
-luz en el porvenir; cuando todos se sienten hermanos; cuando hasta la
-naturaleza misma parece tomar parte en la gran fiesta?</p>
-
-<p>México se engalanó como la joven que espera á su amado.</p>
-
-<p>Vistosas y magníficas colgaduras y cortinajes ondeaban al impulso del
-fresco viento de la mañana, en los balcones, en las ventanas, en las
-puertas, en las cornisas, en las torres. Cada uno había procurado
-ostentar en aquel día lo más rico, lo más bello que tenía en su casa.</p>
-
-<p>Sus calles parecían inmensos salones de baile: flores, espejos, cuadros,
-vajillas, oro, plata, seda, cristal, todo estaba en la calle, todo
-lucía, todo brillaba, todo venía á dar testimonio del placer y de la
-ventura de los habitantes de México.</p>
-
-<p>Y por todas partes, cintas, moños, lazos, cortinas con los colores de la
-bandera nacional, de esa bandera que enarbolada por Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> y por
-Iturbide en el rincón de una montaña, debía en pocos meses pasearse
-triunfante por toda la nación, y flamear con orgullo sobre el palacio de
-los virreyes de Nueva España.</p>
-
-<p>Aquellos tres colores simbolizaban: un pasado de gloria, el rojo; un
-presente de felicidad, el blanco, y un porvenir lleno de esperanzas, el
-verde; y en medio de ellos el águila triunfante hendiendo el aire.</p>
-
-<p>Y entre aquella inmensa multitud que llenaba las calles y las plazas,
-que se apiñaba en los balcones y ventanas, que coronaba las azoteas, que
-escalaba las torres y las cúpulas de las iglesias, ansiosa de contemplar
-la entrada del ejército libertador, no había quizá una sola persona que
-no llevase con orgullo la escarapela tricolor.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>El sol avanzaba lentamente; y llena de impaciencia esperaba la
-muchedumbre el momento de la entrada del ejército <i>trigarante</i>.</p>
-
-<p>Por fin, un grito de alegría se escuchó en la garita de Belén, y aquel
-grito, repetido por más de cien mil voces, anunció hasta los barrios más
-lejanos que las huestes de la independencia pisaban ya la ciudad
-conquistada por Hernán Cortés el 13 de Agosto de 1521.<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span></p>
-
-<p>1521, 1821. ¡Trescientos años de dominación y de esclavitud!</p>
-
-<p>A la cabeza del ejército libertador marchaba un hombre, que era en
-aquellos momentos objeto de las más entusiastas y ardientes ovaciones.</p>
-
-<p>Aquel hombre era el libertador D. Agustín Iturbide.</p>
-
-<p>Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente despejada,
-serena y espaciosa, ojos azules de mirar penetrante, regía con diestra
-mano un soberbio caballo prieto que se encabritaba con orgullo bajo el
-peso de su noble jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura
-guarnecidos de oro y de diamantes.</p>
-
-<p>El traje de Iturbide era por demás modesto: botas de montar, calzón de
-paño blanco, chaleco cerrado del mismo paño, una casaca redonda de color
-de avellana y un sombrero montado con tres bellas plumas con los colores
-de la bandera nacional.</p>
-
-<p>Al descubrir al libertador, el pueblo sintió como una embriaguez de
-placer y de entusiasmo, los gritos de aquel pueblo atronaban el aire, y
-se mezclaban en gigantesco concierto con los ecos de las músicas, con
-los repiques de las campanas de los templos, con el estallido de los
-cohetes y con el ronco bramido de los cañones.</p>
-
-<p>Iturbide atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el
-palacio; su caballo<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y una
-verdadera lluvia de coronas, de ramos y de flores caía sobre su cabeza y
-sobre las de sus soldados.</p>
-
-<p>Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel ejército con
-perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus joyas, los padres y las
-madres levantaban en sus brazos á los niños y les mostraban al
-libertador, y lágrimas de placer y de entusiasmo corrían por todas las
-mejillas.</p>
-
-<p>Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más circunspectas se
-arrojaban á coronar á los soldados rasos y á abrazarlos; los hombres,
-aunque no se hubieran visto jamás, aunque fueran enemigos, se
-encontraban en la calle y se abrazaban y lloraban.</p>
-
-<p>Aquella era una locura, pero una locura sublime, conmovedora; aquel era
-un vértigo, pero era el santo vértigo del patriotismo.</p>
-
-<p>Por eso será eterno entre los mexicanos el recuerdo del 27 de Septiembre
-de 1821, y no habrá uno solo de los que tuvieron la dicha de presenciar
-esa memorable escena, que no sienta que se anuda su garganta y que sus
-ojos se llenan de lágrimas al escuchar esta pálida descripción, hija de
-las tradiciones de nuestros padres y nacida sólo al fuego del amor de la
-patria.</p>
-
-<p>Aquel fué el apoteosis del libertador Iturbide.<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span></p>
-
-<h2><a name="PADILLA" id="PADILLA"></a>PADILLA</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Era la tarde del 15 de Julio de 1824.</p>
-
-<p>Frente á la barra de Santander (Estado de Tamaulipas), se balanceaba
-pesadamente el bergantín «Spring,» anclado allí desde la víspera.</p>
-
-<p>La tarde estaba serena, apenas una ligera brisa pasaba susurrando entre
-la arboladura del buque, las olas se alejaban mansas hasta reventar á lo
-lejos en la playa, y los tumbos sordos de la mar llegaban casi
-perdiéndose hasta la embarcación.</p>
-
-<p>Las gaviotas describían en el aire caprichosos círculos, anunciando con
-sus gritos destemplados la llegada de la noche, y se miraban de cuando
-en cuando bandadas de aves marinas que volaban hacia la tierra, buscando
-las rocas para refugiarse.</p>
-
-<p>Melancólica es la hora del crepúsculo en el mar cuando el sol se oculta
-del lado de la tierra; tristísimo es contemplar esa hora desde un buque
-anclado.</p>
-
-<p>Sobre la cubierta del bergantín había un hombre que tenía fija la mirada
-en la playa.</p>
-
-<p>Mucho tiempo hacía que permanecía inmóvil en la misma postura. Esperaba
-y meditaba.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p>
-
-<p>Y esperaba con paciencia, porque no se contraía uno sólo de los músculos
-de su fisonomía, y meditaba profundamente, porque nada parecía
-distraerle.</p>
-
-<p>La noche comenzó á tender su manto y aquel hombre no se movía.</p>
-
-<p>Por fin, los contornos de la tierra desaparecieron entre la obscuridad,
-las estrellas brillaron en el negro fondo de los cielos, y asomaron
-sobre las inquietas olas esos relámpagos de luz fosfórica, que son como
-las fugitivas constelaciones de esa inmensidad que se llama el Océano.</p>
-
-<p>El hombre del bergantín no veía pero escuchaba, y repentinamente se
-irguió.</p>
-
-<p>Era que en medio del silencio de la noche había apercibido el acompasado
-golpeo de unos remos.</p>
-
-<p>Aquel rumor era á cada momento más y más distinto; sin duda alguna se
-acercaba al bergantín una lancha.</p>
-
-<p>&mdash;¿Jorge, eres tú?&mdash;dijo el hombre del bergantín á uno de los remeros
-cuando la pequeña embarcación llegó.</p>
-
-<p>&mdash;Sí, señor&mdash;contestó una voz desde la lancha.</p>
-
-<p>&mdash;¿Y Beneski?</p>
-
-<p>&mdash;Espera aquí&mdash;contestó otra voz.</p>
-
-<p>El hombre saltó resueltamente á la escala, y con una firmeza que hubiera
-envidiado un<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span> marinero, descendió por ella y llegó á bordo de la lancha.</p>
-
-<p>&mdash;¡A tierra!&mdash;exclamó sentándose en el banco de popa.</p>
-
-<p>Los bogas no contestaron, sonó el golpe de los remos en la agua, y la
-lancha, obedeciendo á un vigoroso y repentino impulso, se deslizó sobre
-las aguas, ligera como una ave que hiende los aires.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Al día siguiente, cerca ya de Soto la Marina, caminaba una tropa de
-caballería, en medio de la cual podía distinguirse al mismo hombre que
-el día anterior había desembarcado del bergantín.</p>
-
-<p>Al lado de aquel hombre marchaba otro que parecía ser el jefe de la
-fuerza.</p>
-
-<p>Los dos caminaban en silencio, los dos parecían hondamente preocupados y
-poco dispuestos á emprender una conversación.</p>
-
-<p>Por fin, el hombre del bergantín rompió el silencio, y acercando su
-caballo al de su acompañante, le dijo con una voz firme:</p>
-
-<p>&mdash;Señor General Garza, supuesto que soy su prisionero de vd., ¿no podría
-decirme la suerte que se me espera?</p>
-
-<p>Garza levantó los ojos, le miró por un momento, y con acento casi
-lúgubre contestó:</p>
-
-<p>&mdash;La muerte.<span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p>
-
-<p>El prisionero no palideció siquiera, pero tampoco volvió á desplegar sus
-labios; poco después llegaron á Soto la Marina.</p>
-
-<p>En la misma noche toda aquella población sabía que á la mañana siguiente
-sería pasado por las armas el destronado emperador de México D. Agustín
-Iturbide, hecho prisionero al desembarcar en la barra de Santander, por
-el general D. Felipe de la Garza.</p>
-
-<p>Los historiadores no están conformes en el modo con que fué aprehendido
-D. Agustín de Iturbide.</p>
-
-<p>Algunos de sus biógrafos, más apasionados de la memoria del desgraciado
-emperador que de la verdad, afirman que Iturbide llegó á las playas
-mexicanas ignorando el decreto de proscripción fulminado contra él en la
-República, y agregan que desembarcó disfrazado, fingiéndose colono, en
-compañía de Beneski; pero que fué reconocido por el modo expedito y
-airoso que tenía de montar á caballo.</p>
-
-<p>Todas estas dudas se disipan y todas esas relaciones se desmienten con
-sólo trascribir el principio de una carta que en el momento casi de
-desembarcar escribía Iturbide á su corresponsal en Londres D. Mateo
-Flétcher, y que inserta D. Carlos Bustamante en su apéndice á los <i>Tres
-siglos de México</i>.<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p>
-
-<div class="blockquot">
-<div class="poetry2">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">“A bordo del bergantín “Spring”<br /></span>
-<span class="i0">frente á la barra de Santander, 15<br /></span>
-<span class="i0">de Julio de 1824.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>«Mi apreciable amigo:</p>
-
-<p>«Hoy voy á tierra, acompañado solo de Beneski, á tener una
-conferencia con el general que manda esta provincia, esperando que
-sus disposiciones sean favorables á mí, en virtud de que las tiene
-muy buenas en beneficio de mi patria...... Sin embargo, indican no
-estar la opinión en el punto en que me figuraba, y no será difícil
-que se presente grande oposición, y aún ocurran desgracias. Si
-entre estas ocurriere mi fallecimiento, mi mujer entrará con vd. en
-contestaciones sobre nuestras cuentas y negocios, etc.»</p>
-
-<p>Y esta carta está firmada:&mdash;«Agustín de Iturbide.»</p></div>
-
-<p>Toda la versión, pues, sobre el incógnito de Iturbide, no pasa de ser
-una novela.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Amaneció el día 17, y se notificó á Iturbide que dentro de pocas horas
-debía morir.</p>
-
-<p>Su muerte estaba decretada por Garza, que se fundaba para dar esta
-determinación en la ley que proscribía á Iturbide para siempre de la
-República.<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p>
-
-<p>Notificóse al preso la sentencia, y la escuchó sin inmutarse; pidió que
-viniera, para auxiliarle en el último trance, su capellán que había
-quedado en el buque, y envió á Garza un manifiesto que había escrito
-para la nación.</p>
-
-<p>La serenidad de Iturbide y la lectura del manifiesto conmovieron sin
-duda al general, porque mandó suspender la ejecución y se puso en marcha
-para Padilla, en donde estaba reunido el congreso del Estado, llevando
-consigo al prisionero y tratándole con tantas consideraciones como si él
-fuera mandando en jefe.</p>
-
-<p>Llegaron por fin á Padilla, y el congreso determinó que sin excusa ni
-pretexto fuese pasado por las armas. En vano Garza, que asistió á la
-sesión, procuró probar, convertido entonces en defensor de Iturbide, que
-el decreto de proscripción no alcanzaba á tanto, que Iturbide daba
-pruebas de sus intenciones pacíficas, trayendo consigo á su esposa y á
-sus pequeños hijos. El congreso se mantuvo inflexible, y Garza fué
-encargado de ejecutar la sentencia dentro de un breve término.</p>
-
-<p>Volvió entonces á notificarse á Iturbide que podía contar con tres horas
-para arreglar sus negocios, después de los cuales debía morir.</p>
-
-<p>Iturbide se preparó á morir como cristiano y se confesó con el
-presidente del congreso<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span> que era un eclesiástico, y que había salvado su
-voto cuando se trató de la muerte del prisionero.</p>
-
-<p>Las seis de la tarde del día 19 fué la hora señalada para ejecutar la
-sentencia.&mdash;Iturbide salió de la prisión sereno y firme, y deteniéndose
-al encontrarse en el campo exclamó:</p>
-
-<p>&mdash;Daré al mundo la última vista.</p>
-
-<p>Después pidió agua, que apenas tocó con los labios, y se vendó él mismo
-los ojos.</p>
-
-<p>Se trató entonces de atarle los brazos; resistióse al principio, pero
-después se resignó con humildad.</p>
-
-<p>Detúvose allí, caminó cosa de setenta ú ochenta pasos y llegó al lugar
-del suplicio, repartió el dinero que llevaba en los bolsillos entre los
-soldados, y entregó su reloj, un rosario y una carta para su familia al
-eclesiástico que le acompañaba.</p>
-
-<p>En seguida, con firme acento habló á la tropa, rezó en voz alta algunas
-oraciones y besó fervorosamente un crucifijo.</p>
-
-<p>En ese momento el jefe hizo la señal de fuego y se escuchó el ruido de
-la descarga.</p>
-
-<p>Cuando se disipó el humo de la pólvora, D. Agustín de Iturbide no era ya
-más que un cadáver cubierto de sangre.<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>Iturbide libertador de México, Iturbide emperador, Iturbide ídolo y
-adoración un día de los mexicanos, expiró en un patíbulo, y en medio del
-más desconsolador abandono.</p>
-
-<p>Los partidos políticos se han pretendido culpar mútuamente de su muerte.
-Ninguno de ellos ha querido hasta ahora reportar esa inmensa
-responsabilidad.</p>
-
-<p>En todo caso, y cualquiera que haya sido el partido que sacrificó á D.
-Agustín de Iturbide, yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada
-en Padilla, ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la
-historia de México.</p>
-
-<p>Guerrero é Iturbide consumaron la independencia, y ambos, con el
-pretexto de que atacaban á un gobierno legítimo, espiraron á manos de
-sus mismos conciudadanos.</p>
-
-<p>No seré yo quien pueda hablar de la muerte de Guerrero; pero en cuanto á
-la de Iturbide, exclamaré siempre que fué la prueba más tristemente
-célebre de ingratitud que pudo haber dado en aquella época la nación
-mexicana.&mdash;Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos
-políticos, venía á conspirar á la República, bien; ¿pero no hubiera
-bastado con reembarcarle?<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span></p>
-
-<p>El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador, es tan
-culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre.&mdash;Hay sobre
-los intereses políticos en las naciones, una virtud que es superior á
-todas las virtudes, la gratitud.</p>
-
-<p>El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres, se expone á no tener
-por servidores, más que á los que buscan en la política un camino para
-enriquecer y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.</p>
-
-<p>Dios permita que las generaciones venideras perdonen á nuestros
-antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de
-sus fastos esta sangrienta y negra página.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span></p>
-
-<h2><a name="MINA" id="MINA"></a>MINA</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>En este libro hemos consignado el fin trágico que la suerte reservó á
-los primeros caudillos de la independencia mexicana. Sin experiencia en
-las armas, sin elementos para la guerra, y educados en la sedentaria y
-tranquila carrera de la iglesia, su mérito y su gloria han consistido
-más bien en su abnegación y en su amor á la libertad, que no en el éxito
-de sus expediciones militares.</p>
-
-<p>Después del suplicio de Morelos, de ese hombre singular á quien sus
-mismos enemigos no pueden negar ni el talento natural para la guerra, ni
-la constancia ni el valor, comenzó la fortuna á mostrar su faz hosca y
-sañuda á la mayor parte de los caudillos mexicanos que habían conservado
-las armas en la mano, y que llenos de fe en la causa de la patria,
-habían visto con desdén los ofrecimientos de perdón y aun las más
-lisongeras promesas de parte del gobierno español. Todo<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> parecía
-concluído. Las partidas de insurgentes que habían quedado, siendo ya
-poco numerosas y escasas de elementos para la campaña, no inspiraban ya
-temor al gobierno, y el virrey creyó por un momento que había ya
-recobrado plenamente el dominio en la Antigua Colonia.</p>
-
-<p>Repentinamente un suceso inesperado sacude en sus cimientos á la Nueva
-España, y el fuego de la independencia, que parecía completamente
-apagado, se encendió de nuevo para no extinguirse nunca, pues se
-encuentra aún vivo y ardiente en el pecho de los mexicanos.</p>
-
-<p>Mina fué el relámpago que un momento iluminó el horizonte de la
-revolución, y desapareció en esa insondable eternidad que no podemos
-comprender.</p>
-
-<p>Era labrador, pero labrador en la montaña, no en la llanura. Los
-montañeses tienen que habituarse á la vida aventurera y casi salvaje.
-Los fenómenos todos de la naturaleza parece que se desarrollan de una
-manera más imponente en la montaña, y esto, y el ejercicio de la caza,
-preparan á esa clase de hombres á la vida militar.</p>
-
-<p>Napoleón I hizo del labrador montañés un guerrillero.</p>
-
-<p>Mina peleó por la independencia de su patria y llegó á ser jefe de la
-Navarra, provincia donde vió la luz en fines del año de 1789,<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> Terminada
-la invasión, Mina se encontró con otro enemigo, el despotismo, y basta
-para personificarlo nombrar á Fernando VII, soberano tan repugnante que
-ni aun ha tenido la consideración para los españoles más sumisos y
-monarquistas. Mina, en unión de su tío Espoz y Mina, conspiró en Navarra
-para restablecer la Constitución. Desgraciado en esta tentativa, tuvo
-que huir para salvar la vida, y emigró á Francia y pasó poco tiempo
-después á Inglaterra.</p>
-
-<p>Encontró allí un personaje al que no hemos dado todavía todo el honor v
-la celebridad que merece. Este personaje era el <i>Dr. D. Servando Teresa
-de Mier</i>. Este padre fué el primero en propagar las ideas de la
-desamortización eclesiástica y de la separación de la Iglesia y del
-Estado. Sus obras no las mejoraría en ciertas capitales el progresista
-más exaltado de 1870.</p>
-
-<p>Un fraile y un proscrito sin un cuarto en la bolsa, el uno con su
-entusiasmo y el otro con su espada, intentan á más de dos mil leguas de
-distancia, derribar un gobierno que había triunfado de los más valientes
-y esforzados caudillos mexicanos. Desde este momento comienza una serie
-de aventuras propias más bien para un romance.</p>
-
-<p>El mismo día que resolvió Mina hacer una expedición á México, alentado
-por los consejos y entusiasmo del padre Mier, se presentó<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> resueltamente
-en la casa de dos ó tres comerciantes ingleses.</p>
-
-<p>Quizá una semana después, á las tres de la tarde (y hay sobre esto un
-canto popular), el guerrillero español abandonaba las costas inglesas, y
-surcaba los mares en un barco mercante que tomó á flete, y fué el
-principio de su escuadrilla. Le acompañaban el infatigable padre Mier y
-treinta hombres terribles y desalmados, que dieron prueba más adelante
-de una energía indomable. La primera idea de Mina fué poner directamente
-la proa á las costas de México; pero varió de resolución, y para
-proveerse de más gente y recursos, se dirigió á los Estados Unidos del
-Norte, donde reclutó, en efecto, más de doscientos soldados aventureros
-que indistintamente habían servido con los ingleses y con los franceses
-en las últimas guerras. Con estas fuerzas, y con otros buques, aunque
-pequeños, organizó su expedición y se dirigió á Puerto Príncipe, donde
-se encontró con que un terrible huracán le había destruído uno de los
-buques que mandó con anticipación, y con que muchos de los aventureros
-enganchados se habían desertado.</p>
-
-<p>De Puerto Príncipe salió á la mar la expedición, con dirección á Tejas,
-con el fin de reunirse con el comodoro Aury, jefe de unos cuantos
-piratas que había reunido bajo sus órdenes. El vómito prieto se declaró
-á<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> bordo de la improvisada escuadrilla, y comenzaron á morir oficiales y
-marineros. En el estado más triste llegaron á la isla del Caimán. Las
-frescas brisas y una pesca abundante de tortugas, volvieron la vida y
-las fuerzas á los enfermos. Mina, resistiendo á las enfermedades y á
-todo género de contratiempos, llegó por fin á Gálveston, donde abrazó al
-pirata Aury, refrescó los víveres, estableció su campamento, se dedicó á
-formar sus regimientos, á preparar la expedición, y publicó un
-manifiesto que circuló poco tiempo después en México, y reanimó el
-entusiasmo por la Independencia.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Las aguas de la costa de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) estaban por lo
-común solitarias, y una que otra barca de pescador rompía aquellas olas
-cansadas de rodar en las calientes arenas de la playa.</p>
-
-<p>El tiempo había estado borrascoso. Recios vientos habían soplado sin
-duda más lejos, pues venían las olas todavía gruesas y enojadas á
-azotarse contra la costa. Se observó el palo de una embarcación.
-Empujada por una fuerte brisa que hinchaba sus velas, en breve llegó al
-puerto, y se pudo reconocer que era un barco grande armado en guerra.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span>
-En efecto, era la «Cleopatra,» y á bordo venía el general Don Francisco
-Javier Mina.</p>
-
-<p>El desembarco se hizo sin dificultad y sin experimentar resistencia
-ninguna el 15 de Abril de 1817.</p>
-
-<p>El 22 salió Mina para Soto la Marina. Caminaba á pie, con su espada en
-la mano, al frente de la tropa. Tres días anduvo perdido en los bosques,
-pero al fin llegó á la población, donde fijó su cuartel general. Sus
-buques quedaron en la costa. Un marino español salió de Veracruz á
-atacarlos. La goleta «Elena,» que era muy velera, escapó á la vista del
-enemigo; las tripulaciones de la «Cleopatra» y del «Neptuno» vinieron á
-tierra, y en este estado, el marino español que montaba la fragata
-«Sabina,» se encaró fieramente con la escuadrilla silenciosa del
-aventurero capitán.</p>
-
-<p>El marino español rompió un vivo fuego de cañón. La «Cleopatra» no
-contestaba, y esto irritaba al enemigo.</p>
-
-<p>&mdash;Que redoblen el fuego, gritó con voz de trueno.</p>
-
-<p>El cañoneo continuó más fuerte. La «Cleopatra,» siempre silenciosa,
-parecía resistir las balas sin que le hicieran un daño visible.</p>
-
-<p>&mdash;¡Esta es una asechanza sin duda! exclamó el jefe español; se tratará
-de que nos acerquemos, para echarnos una andanada y sumergirnos en el
-agua. ¡Al abordaje! al abordaje!<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span> y no hay que perdonar á nadie.
-Hombres, mujeres, niños, que todos sean pasados á cuchillo.</p>
-
-<p>Los botes, tripulados con un buen número de gente provista de escalas,
-garfios, picas y demás instrumentos propios para el abordaje, se
-desprendió de la «Proserpina» y resueltamente se dirigió á la
-«Cleopatra.» El mismo silencio, la misma terrible inmovilidad.</p>
-
-<p>&mdash;¡Animo, marinos! gritó el jefe que mandaba los botes; acordáos que
-sois españoles y que estais en la tierra de Cortés. Arriba! á ellos! y
-no haya misericordia.</p>
-
-<p>Los marinos españoles se lanzaron como leones.</p>
-
-<p>Un gato, único defensor que había quedado á bordo, corrió por la
-cubierta, y mirándose atacado por los marinos de la «Proserpina,» corrió
-sobre cubierta, se precipitó, sin saber dónde, cayó sobre la cara del
-comandante, se afianzó con las uñas de sus barbas y carrillos, y al
-grito de sorpresa y de dolor del bravo marino, el gato cayó en el agua y
-desapareció entre las ondas. Los asaltantes tuvieron que soltar una
-carcajada.</p>
-
-<p>Sin embargo, el brigadier D. Francisco de Beranger, que mandaba esta
-expedición, dió á su regreso á Veracruz un parte en que describía una
-terrible batalla naval y un sangriento abordaje. El virrey los recomendó
-á España, y decretó que llevaran en el brazo<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> derecho un escudo con el
-siguiente epígrafe: <span class="smcap">Al importante servicio en Soto la Marina</span>.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Mina no perdió su tiempo. Construyó un fuerte regular en Soto la Marina,
-y resolvió expedicionar en el interior del país.</p>
-
-<p>La mañana del 24 de Mayo, Mina, ya con su espada ceñida, estaba en la
-plaza al frente de sus tropas, que eran las siguientes:</p>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="">
-<tr><td>General y su Estado Mayor</td><td class="rt">11</td></tr>
-<tr><td>Guardia de honor al mando de Young</td><td class="rt">31</td></tr>
-<tr><td>Caballería</td><td class="rt">124</td></tr>
-<tr><td>Regimiento del Mayor Sterling</td><td class="rt">56</td></tr>
-<tr><td>Primero de línea</td><td class="rt">64</td></tr>
-<tr><td>Artillería</td><td class="rt">5</td></tr>
-<tr><td>Criados</td><td class="rt">12</td></tr>
-<tr><td>Ordenanzas</td><td class="rt">5</td></tr>
-<tr><td class="c">Total</td><td class="rtbt">308</td></tr>
-</table>
-
-<p>Era ridícula esta expedición. Mejor dicho, era sublime. El comandante
-tenía en sus ojos la victoria.</p>
-
-<p>Mina llamó al mayor Sardá.</p>
-
-<p>&mdash;Te dejo cien hombres, mayor. Con esta fuerza te defenderás hasta el
-último extremo. Te han de sitiar, sin duda alguna; pero no haya cuidado,
-yo volveré y haré á balazos que te dejen quieto. Mina estrechó la mano
-del mayor, y espada en mano, salió de la plaza<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> de Soto la Marina,
-tambor batiente y bandera desplegada.</p>
-
-<p>Después de tres días de marcha por aquellos desiertos faltos de víveres
-y de agua, la tropa comenzaba á fatigarse y á murmurar.</p>
-
-<p>&mdash;No hay cuidado, mis amigos; antes de algunas horas tendremos víveres
-frescos, y habitación magnífica, y dinero.</p>
-
-<p>En efecto, Mina, burlando con la rapidez de su marcha la vigilancia del
-jefe D. Felipe de la Garza, sorprendió una hacienda y se apoderó de una
-buena cantidad de efectos y provisiones que repartió entre sus soldados.</p>
-
-<p>Ninguna de las muchas combinaciones militares que hizo el gobierno con
-una actividad sorprendente, pudo detener la marcha de Mina. Derrotó á
-Villaseñor en el Valle del Maíz, y el 14 se hallaba instalado en los
-magníficos edificios de la hacienda de Peotillos, que en esa época
-pertenecía á los Carmelitas. Los dependientes y mozos habían huído,
-llevándose todas las provisiones. La tropa, cansada y hambrienta, se
-acostó sin cenar. No habían cerrado los ojos, cuando el enemigo se
-presenta. Armiñan y Rafols, con fuerzas considerables, tocan, como quien
-dice, á las puertas de la hacienda.</p>
-
-<p>Mina recibe el aviso de sus avanzadas, se ciñe la espada, sube á la
-azotea del edificio y observa entre el polvo y la ardiente
-reverberación<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> del campo, una fuerza de infantería como de 1,000
-hombres, seguida á cierta distancia por una numerosa caballería.</p>
-
-<p>&mdash;Amigos, dice á sus soldados, que habían salido en seguimiento de su
-jefe; vamos á ser atacados dentro de pocos momentos. Si nos encerramos
-en las casas, pereceremos, si no por las balas, sí de hambre. No hay más
-recurso que salir al campo y atacar al enemigo antes de que se acerque
-más.</p>
-
-<p>La respuesta de esta tropa denonada fué un ¡hurra! estrepitoso, y cosa
-de 170 hombres formaron en momentos y se dirigieron á paso veloz al
-encuentro de la formidable columna española.</p>
-
-<p>Mina, á los pocos momentos de comenzada la acción, se vió envuelto por
-la caballería, y sus escasas fuerzas diezmadas por las balas enemigas.
-En este trance supremo, con los pocos que le quedaban, formó un cuadro,
-hizo una descarga á quemaropa á la caballería que se le venía encima,
-mandó calar bayoneta y se lanzó con espada en mano, haciendo un agujero
-sangriento en la masa compacta de enemigos. El pánico se apoderó de
-ellos, comenzaron á vacilar y á desorganizarse, y concluyeron con
-abandonar el campo y echar á correr. El coronel Piedras, de las tropas
-realistas, no paró hasta Río Verde. Rafols se escapó en las ancas del
-caballo de su corneta de órdenes, y Armillan se retiró á San<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> José. Esta
-fué la célebre acción de Peotillos dada el 15 de Junio.</p>
-
-<p>Mina con el puñado de hombres que le había quedado, resolvió seguir al
-interior del país, y al día siguiente se puso en camino, no deteniéndose
-sino delante del Real de Pinos, cuya plaza estaba fortificada y
-defendida por trescientos hombres y cinco cañones.</p>
-
-<p>Para Mina no había dificultades, y á todo trance necesitaba apoderarse
-de este mineral. Mina intimó rendición á la plaza, y habiendo recibido
-una respuesta altanera, se decidió á obrar. Llamó á quince de sus más
-atrevidos soldados, les indicó una tapia, y con una escalera subieron
-sin ser sentidos á las azoteas de las casas. Descendieron á la plaza,
-sorprendieron la guardia y se apoderaron de la artillería. Mina entonces
-asaltó la ciudad, y no habiendo resistido ya los defensores, entró á
-ella, permitiendo el saqueo para castigarla de su resistencia. El 24 de
-Junio Mina se hallaba en el corazón del país, y posesionado del fuerte
-del Sombrero, que mandaba el jefe independiente D. Pedro Moreno.</p>
-
-<p>A los cuatro días, y cuando apenas sus soldados comenzaban á descansar
-de una marcha de más de 250 leguas por un país desierto, se supo que el
-jefe español Ordoñez, con una fuerza de 700 á 800 hombres, se dirigía
-sobre el fuerte. Mina rápido en sus concepciones, resolvió atacarlo, y
-acompañado<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> de Moreno y del Pachón (Encarnación Ortiz), se puso en
-marcha, y á la media noche llegó á las ruinas de una hacienda, donde
-encontró 400 insurgentes armados con unos cuantos fusiles inútiles. Al
-día siguiente muy temprano continuó su marcha, y algunas horas después
-se hallaba frente del enemigo con dos columnas de cien hombres, y en
-menos de ocho minutos Mina derrotó á los españoles, y regresó al fuerte
-con los cañones, fusiles y dinero ganados en esta batalla donde murieron
-los jefes realistas Ordóñez y Castañón.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>En poco tiempo Mina llenó con su nombre toda la Nueva España. Las
-gentes, cuando pasaba por algún pueblo, salían á verle con admiración, y
-el virrey, al acostarse y al levantarse tenía en sus oídos este nombre
-fatal.</p>
-
-<p>El gobierno colonial desplegó la mayor actividad, reuniendo en Querétaro
-un cuerpo de tropas escogidas que puso á las órdenes del Mariscal Liñán,
-y apeló, además, á los medios de costumbre, que fueron declarar al héroe
-de Peotillos traidor, sacrílego y malvado. Ya en fines de Julio, Mina
-tenía sobre sí en la provincia de Guanajuato á Liñán, Orrantia, Negrete,
-Villaseñor, Bustamante<span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span> (Don Anastasio), y cuantos otros jefes se
-consideraron capaces de afrontar el ataque rápido y terrible de los
-atrevidos aventureros que militaban bajo sus órdenes. Las fuerzas
-españolas se fueron colocando en puntos convenientes, hasta que al fin
-se acercaron y establecieron un sitio al fuerte del Sombrero. Este lugar
-dista de Guanajuato 18 leguas, y 6 de la ciudad de León, Mina, con cosa
-de mil hombres mal armados y unas viejas piezas de artillería, se
-resolvió á esperar y defenderse hasta el último extremo.</p>
-
-<p>El 1.º de Agosto el enemigo rompió el fuego de cañón, que continuó sin
-interrupción durante cuatro días. Creyendo Liñán que los defensores
-estarían ya acobardados, dispuso un asalto por cuatro puntos, y por
-todos ellos fué rechazado. Entonces se hicieron á Mina proposiciones muy
-lisonjeras, que rehusó constantemente.</p>
-
-<p>El fuego de cañón comenzó otra vez con más fuerza; la escasa agua que
-había en un algibe del fuerte se acabó, y las nubes derramaban en las
-cercanías frescas y abundantes lluvias; mientras los hombres del fuerte
-morían de sed. Mina, entonces, para contener la desesperación de sus
-soldados, hizo una salida sobre el campo de Negrete, le mató mucha gente
-y le tomó un reducto, pero tuvo que retirarse y volverse á encerrar en
-aquellas rocas secas y fatales.<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p>
-
-<p>El 15, Liñán hizo un terrible empuje y arrojó todas sus columnas sobre
-el fuerte, pero fué rechazado, perdiendo más de 200 hombres que quedaron
-tirados en las barrancas.</p>
-
-<p>Los independientes no podían, sin embargo, sostener la posición. La sed
-los hacía rabiosos, y la peste los diezmaba. Resolvieron en una noche
-obscura abandonar el fuerte, pero al atravesar la barranca fueron
-sentidos, y las tropas españolas cayeron sobre ellos, y hubo en la
-obscuridad una horrible matanza de que pocos escaparon. Liñán ocupó el
-fuerte el 20, y su primera disposición fué mandar fusilar á los enfermos
-y heridos que habían quedado abandonados en esa noche triste de la
-Independencia mexicana.</p>
-
-<p>Mina, protegiendo la salida, animando á los débiles, recogiendo á los
-dispersos, sostuvo la posición hasta lo último; pero ya rodeado de
-tropas españolas, no le quedó más arbitrio que abrirse paso con cien
-caballos, logrando escapar de la fuerza enemiga y llegar al fuerte de
-los Remedios, en el cerro de San Gregorio.</p>
-
-<p>El 27, Liñán con todas sus tropas se presentó delante del fuerte de los
-Remedios. Mina, dejando sus buenas tropas en esta posición, expedicionó
-por el Bajío con cerca de 900 insurgentes de caballería. Se posesionó á
-viva fuerza de la hacienda del Bizcocho y de San Luis de la Paz. Fué
-rechazado de la<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Zanja y derrotado por Orrantia en la hacienda de la
-Caja. No pierde, sin embargo, el ánimo, y con veinte hombres que le
-quedaron, se dirige á Jaujilla á conferenciar con la Junta, y empeñado
-en auxiliar á los sitiados en el fuerte de los Remedios, vuelve otra vez
-á Guanajuato, reune á los insurgentes, toma la mina de la Luz, penetra
-en las calles, y allí desorganizadas las tropas que eran colecticias,
-bizoñas é insubordinadas, es completamente derrotado. Con 40 infantes y
-20 caballos pasa la noche cerca de la mina de la Luz, y al día siguiente
-se dirige al rancho del <i>Venadito</i>, cuyo dueño era su amigo Don Mariano
-Herrera.</p>
-
-<p>«Por las noticias que Orrantia adquirió en Guanajuato, supo el lugar
-donde Mina debería encontrarse, y á las diez de la noche salió con 500
-caballos, dejando la infantería en Silao. Mina, á quien había venido á
-ver Moreno, en la confianza de estar seguro en un lugar tan oculto y con
-las precauciones que había tomado, se propuso descansar, y por primera
-vez después de muchas noches se quitó el uniforme y permitió que
-desensillasen sus caballos.»</p>
-
-<p>Al amanecer del 17, Orrantia llegó al rancho y su avanzada de caballería
-rodeó la casa y sorprendió á los que todavía dormían tranquilos. Moreno
-murió defendiéndose, y Mina, hecho prisionero, y llevado delante de<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span>
-Orrantia, fué insultado por éste y maltratado de una manera villana,
-hasta el extremo de darle de cintarazos.</p>
-
-<p>El 11 de Noviembre, á las cuatro de la tarde, fué conducido Mina al
-Cerro del Bellaco, donde fué fusilado por la espalda á la vista de los
-campamentos español é insurgente, que suspendieron las hostilidades para
-presenciar la muerte del indomable aventurero, que aun no cumplía
-veintinueve años, y que hizo temblar al antiguo virreinato de la Nueva
-España.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p>
-
-<h2><a name="GUERRERO" id="GUERRERO"></a>GUERRERO</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Si Mina fué la tempestad y el rayo que hizo temblar al virrey en la
-silla dorada, Guerrero fué la luz de la independencia. Encendida siempre
-en las ásperas y ricas montañas del Sur, los mexicanos siempre tuvieron
-un punto adonde dirigirse, una esperanza que invocar y un representante
-que abogase siempre por la causa justa, pero al parecer perdida, por las
-victorias de las armas españolas. Si Guerrero hubiese sido uno de esos
-romanos que desde la obscuridad del campo se solían elevar hasta la
-gloria de la República, Tácito le habría consagrado un envidiable
-escrito como el que le dedicó á Julio Agrícola.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>No vamos á escribir la biografía de Guerrero. Su vida fué un tejido de
-aventuras y una serie de rasgos heroicos, que están íntimamente unidos
-con nuestra guerra de once años.<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> Sería necesario escribir la historia
-entera, pues Guerrero tuvo la fortuna de sobrevivir á su obra, y la
-desgracia de ser jefe de la República y de morir á manos de sus mismos
-compatriotas.</p>
-
-<p>Nació Guerrero por los años 1783, en Tixtla. Su familia era de pobres
-labradores, restos escapados de la conquista, y que desde esos tiempos
-quizá buscaron una poca de libertad en las montañas del Sur. Los años
-primeros de Guerrero se pasaron en la fatiga y en el trabajo. ¿Qué
-educación, qué literatura, qué ciencias podían penetrar en esas
-apartadas montañas y en la casa rústica del campesino? El hombre era
-natural, el árbol con la corteza, la flor con todo y las espinas, el oro
-con el cuarzo. Pero la alma era en efecto de oro, y la aptitud moral, la
-inspiración de lo bueno, bastó para conducirle por el camino de la
-gloria y de la honra hasta los grados superiores de la milicia y hasta
-el primer puesto de la República.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>En 1810, como todo el mundo sabe, Hidalgo proclamó la Independencia en
-Dolores. En 1811 ya encontramos que Guerrero había seguido la
-inspiración patriótica, figuraba como capitán, y servía á las órdenes
-inmediatas de D. Hermenegildo Galeana.<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span></p>
-
-<p>El hombre caminaba por una senda derecha, y con rapidez. En Febrero de
-1812, Guerrero ya mandaba fuerzas no despreciables, ya se ponía frente á
-frente con los jefes españoles, ya alcanzaba en Izúcar una victoria
-sobre las tropas regulares que mandaba el brigadier Llano; ya, en fin,
-sin saber quizá entonces ni escribir en el papel, había, sin embargo,
-escrito su nombre en el libro misterioso de la posteridad. Esto es lo
-que se llama <i>genio</i>. Mientras menos son los elementos primitivos,
-mientras más inculta es la educación, mientras más obscura es la
-personalidad, más mérito y más gloria refleja en el que abre las puertas
-de la sociedad, y grita á los tiranos con la justicia en el corazón y
-con la espada en la mano: <i>Aquí estoy</i>.</p>
-
-<p>En 1814, Guerrero había hecho una laboriosa campaña en el Sur de Puebla,
-había militado á las órdenes del gran Morelos, había pasado muchas
-aventuras y peligros, y era ya por fin uno de los <i>jefes</i> de la
-Independencia; pero se hallaba en una singular situación.&mdash;Los azares de
-la guerra y la envidia de sus enemigos, le habían dejado reducido á un
-soldado asistente, á un fusil sin llave y á dos escopetas. Con estas
-terribles fuerzas emprendió una tercera campaña. ¡Es singular! Todos
-esos hombres, es fuerza que tengan algo del Hidalgo de la Mancha en el
-cerebro. Un sabio, en vez de lo que hizo<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> Guerrero, entierra las
-escopetas, despide al soldado y se encierra en su casa.</p>
-
-<p>Sin embargo, salió á los pocos días de su situación, de una manera
-inesperada.</p>
-
-<p>Se presentó por el rumbo una fuerza española al mando de Don José de la
-Peña, de cosa de 700 á 800 hombres. En cuanto lo supo, imaginó que la
-Providencia le deparaba un armamento y un material de guerra, tal cual
-se lo había figurado.</p>
-
-<p>En lo más silencioso y negro de la noche, recorrió el pueblo de
-Papalotla, despertó á los indígenas, los armó con palos; esas armas son
-fáciles de encontrar; y un puñado de hombres medio desnudos atravesó en
-silencio las humildes chozas del pueblecillo hasta la orilla del río.
-Allí, Guerrero dió el ejemplo, y todos se arrojaron al agua, y aquel
-cardumen de extraños peces dió en la orilla opuesta sin haber hecho el
-menor ruido. El campamento del enemigo estaba á poca distancia. Guerrero
-cae sobre él, y los soldados de España son despertados á garrotazos,
-quedando algunos muertos, otros atarantados, y los más, presas del
-pánico, pues no acertaban ni á concebir, como tan de repente tenían á
-los enemigos encima. Cuando amaneció el día, Guerrero, como lo había
-pensado, era dueño de 400 fusiles y de un abundante material de guerra.<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>En la larga campaña que hizo Guerrero en el Sur, habría necesidad de
-llenar un volumen si nos pusiéramos á referir todos los rasgos de su
-valor personal. Citaremos, sin embargo, otro, quizá más notable que el
-anterior.</p>
-
-<p>Un día llegó con una corta fuerza al pueblo de Jacomatlán, y observando
-que un alto cerro dominaba la población, prefirió ocupar esa posición
-militar, como lo hizo en efecto, estableciendo su campamento. La tropa
-estaba cansada; en su larga marcha por las asperezas, se había mantenido
-con raíces y frutas silvestres, y además, tenían necesidad de bañarse,
-pues las enfermedades comenzaban á desarrollarse entre aquel puñado de
-valientes.</p>
-
-<p>Guerrero no pudo desentenderse de estas necesidades, y así, accedió á
-las súplicas de la tropa, y les permitió que pasasen al pueblo á
-proveerse de algunos víveres para surtir el campamento, donde pensaba
-permanecer una ó dos semanas, y los que se hallaban enfermos, se bañasen
-en un arroyo que á la sazón tenía una hermosa corriente de agua. La
-tropa, pues, descendió del cerro, se diseminó entre las casas del
-pueblo, y otra parte de ella se dirigió al arroyuelo. Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span> quedó
-solo con el tambor de órdenes y el centinela que cuidaba el armamento.</p>
-
-<p>Así, á las seis de la tarde y cuando Guerrero dormitaba en el recodo de
-una peña que le había proporcionado alguna sombra, un muchachuelo llegó
-casi sin aliento.</p>
-
-<p>&mdash;Señor, el enemigo ha entrado al pueblo y está matando y haciendo
-prisioneros á los soldados y á todas las gentes.</p>
-
-<p>Guerrero da un salto, monta en su caballo que tenía ensillado, deja al
-centinela con orden de dejarse matar antes de entregar las armas, monta
-á la grupa al tambor, armado de un fusil, y se lanza á todo escape por
-aquellos breñales.</p>
-
-<p>Pero en vez de huír, como el tambor lo había pensado, Guerrero entra á
-las calles del pueblo. El tambor se apea y comienza á tirar de balazos
-sobre los enemigos. Guerrero, con espada en mano, se lanza sobre ellos,
-y asustados de la intrepidez de un hombre que se atreve solo y tan
-denodadamente á pelear, dejan el botín que estaban recogiendo, sueltan á
-los prisioneros y huyen. Guerrero reune entonces á los soldados, y con
-algunas armas que los españoles habían dejado tiradas, los persigue y
-los derrota completamente.</p>
-
-<p>Guerrero había peleado contra 400 hombres mandados por un jefe valiente
-que se llamaba D. Félix Lamadrid.</p>
-
-<p>En pocos días se encontraron dos veces<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span> Guerrero y Lamadrid en el campo
-de batalla, y en Xonacatlán la lucha fué á la bayoneta y cuerpo á
-cuerpo, como en las guerras de la antigüedad. Guerrero, aunque con
-fuerzas inferiores, salió siempre vencedor.</p>
-
-<p>Después de estas campañas, Guerrero había aumentado mucho sus tropas,
-porque su nombre, su fortuna y su trato amable le granjeaban amigos por
-todas partes. Tenía, pues, necesidad de vestuario, de municiones, de
-armamento y de multitud de otras cosas necesarias para tener en orden y
-en servicio á su gente. No tenía más arbitrio sino proveerse á costa de
-sus enemigos.</p>
-
-<p>Sin dar cuenta á nadie de su designio, se dirigió con mucho sigilo al
-cerro del <i>Alumbre</i>, y allí, al parecer, permaneció ocioso y sin objeto
-durante muchos días. Una noche puso en movimiento su tropa y la situó
-convenientemente en la cañada del Naranjo. Una madrugada salió
-personalmente de Acatlán, á la cabeza de una fuerza, toda decidida y
-valiente, y antes de que amaneciera el día sorprendió un rico convoy que
-Don Saturnino Samaniego conducía de Oaxaca para Izúcar, haciendo huír al
-jefe y á los soldados, que escaparon.</p>
-
-<p>Samaniego se reunió en Izúcar con Lamadrid, el eterno antagonista de
-Guerrero, y volvieron juntos á la carga, atacándole furiosamente en
-Chinantla. La acción duró<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> desde que rompió el día hasta muy entrada la
-noche; pero Guerrero quedó vencedor, y Lamadrid y Samaniego, llenos de
-rabia, huyeron, dejando en el campo cuantos pertrechos y equipajes
-tenían.</p>
-
-<p>Guerrero, que al día siguiente examinó todo el botín, volviéndose á sus
-soldados, les dijo: «nuestros almacenes están ya bien provistos, y
-nuestros enemigos nos traen los efectos hasta la puerta de nuestra casa,
-y ni aun el flete tenemos que pagar.»</p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>El amor propio de Lamadrid se hallaba excitado al más alto punto; así
-que buscó nuevos encuentros con Guerrero; pero en todas ocasiones salió
-derrotado, teniendo á veces que huír, á uña de caballo, como suele
-decirse.</p>
-
-<p>Los últimos sucesos de esta especie de desafío á muerte entre el jefe
-español y el caudillo insurgente, fueron en los años de 1815 y 1816.
-Lamadrid estaba en la orilla izquierda del río Xiputla, y Guerrero llegó
-y ocupó la derecha. Desde las dos orillas, las tropas se estuvieron
-tiroteando y prodigando durante dos días toda clase de improperios.
-Guerrero, en una noche obscura pasó el río, dió furiosamente sobre el
-campo enemigo y destrozó á su rival. En Piaxtla y Huamuxtitlán,<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> corrió
-una suerte igualmente adversa Lamadrid, á mediados de 1816.</p>
-
-<p>La prisión y muerte de Morelos, y el indulto á que se acogieron algunos
-jefes notables, arruinó por ese tiempo la causa de la Independencia.
-Guerrero era ya un hombre formado en la guerra y en las fatigas,
-atrevido para las sorpresas é impetuoso para el ataque. El gobierno
-español conoció su importancia, y llamó al padre de nuestro héroe, le
-puso un indulto amplio y completo en la mano, facultándole para que
-hiciese á su hijo todo género de promesas, ya de empleos, ya de dinero.</p>
-
-<p>El anciano se encaminó hacia el rumbo donde creía encontrar á su
-belicoso hijo, hasta que al fin dió con él.</p>
-
-<p>Abrazó Guerrero con efusión al autor de sus días; pero así que se enteró
-de su misión, tomó la mano del anciano, la besó respetuosamente, y acaso
-la humedeció con una lágrima; recibió el papel en que estaba escrito su
-perdón, quedó un rato pensativo, y después le dobló y le entregó
-tristemente á su padre.</p>
-
-<p>&mdash;He jurado que mi vida sería de mi patria; y no sería el digno hijo de
-un hombre honrado, si no cumpliera mi palabra.</p>
-
-<p>El viejo abrazó á su hijo, le bendijo y se retiró silencioso, tomando de
-nuevo el camino, para poner en conocimiento del virrey el mal éxito de
-su comisión.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p>
-
-<p>En el año de 1817 Mina desembarcó en Soto la Marina, y en pocos días
-hizo la brillante campaña de que hemos dado idea en nuestro anterior
-artículo; pero una vez fusilado este caudillo, el desaliento más
-completo se apoderó del ánimo de los mexicanos.</p>
-
-<p>Un párrafo de la biografía del general Guerrero, que escribió el Sr.
-Lafragua, pinta perfectamente este período, y da una idea de cuánta era
-la energía moral del caudillo del Sur.</p>
-
-<p>«La muerte de Morelos, Matamoros y Mina; la prisión de Bravo y Rayón, y
-el indulto de Terán y otros jefes, habían derramado el desaliento y el
-pavor en toda la Nueva España, que aunque más cercana que nunca á la
-libertad, gemía más que nunca atada á la metrópoli.</p>
-
-<p>«Un hombre solo quedó en pie, en medio de tantas ruinas: una voz sola se
-oyó en medio de aquel silencio. Don Vicente Guerrero, abandonado de la
-fortuna muchas veces, traicionado por algunos de los suyos, sin dinero,
-sin armas, sin elementos de ninguna especie, se presenta en ese período
-de disolución, como el único mantenedor de la santa causa de la
-Independencia.</p>
-
-<p>«Solo, sin rival en esa época de luto, Guerrero, manteniendo entre las
-montañas aquella chispa del casi apagado incendio de Dolores, trabajaba
-sin tregua al poder colonial, cuyos<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> sangrientos himnos de victoria eran
-frecuentemente interrumpidos por el eco amenazador de los cañones del
-Sur.</p>
-
-<p>«Lindero de dos edades, Guerrero era el recuerdo de la generación que
-acababa, y la esperanza de la que iba á nacer.»</p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>En el año de 1820, Guerrero era ya un general habituado á la metralla,
-familiarizado con la sangre de las batallas, heredero legítimo del
-valor, de la constancia y del genio militar del gran Morelos.
-Triunfante, al fin, aunque lleno de cicatrices, levantaba la cabeza como
-los colosos de los Andes, para anunciar á las Américas la buena nueva de
-la Independencia.</p>
-
-<p>Fué en ese año cuando pudo conocerse la grandeza de su alma y la
-elevación del carácter del hombre oscuro que vió la luz en un pobre
-pueblecillo de las montañas.</p>
-
-<p>Nombrado D. Agustín Iturbide comandante del Sur, salió de México el 16
-de Noviembre de 1820, resuelto á proclamar la Independencia. El general
-español Armijo atacaba á Guerrero; y éste, recobrando su buena estrella,
-salía siempre triunfante como años antes del desgraciado Lamadrid.</p>
-
-<p>Iturbide creyó que era necesario contar de todas maneras con un hombre
-de tanta importancia,<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> y le dirigió una carta realmente diplomática.
-Guerrero le escribió otra llena de franqueza, que se resumía en estas
-palabras: «<i>Libertad, Independencia ó Muerte.</i>»</p>
-
-<p>Esta correspondencia dió por resultado una entrevista de los dos
-caudillos en el pueblo de «<i>Acatempan</i>.» Se hablaron, se explicaron, se
-dieron un sincero y estrecho abrazo. A pocos meses la sangrienta lucha
-había cesado, la Independencia estaba consumada, México tenía un
-Gobierno Nacional.</p>
-
-<p>Guerrero en la campaña había sido valiente. En <i>Acatempan</i> fué grande;
-se inscribió, por la generosa inspiración de su alma, en el catálogo de
-los hombres ilustres de Plutarco. Entregó el mando de las fuerzas á
-Iturbide, y puso el sello con este acto raro de confianza, de modestia y
-de abnegación, á la Independencia de su patria.</p>
-
-<h3>VII</h3>
-
-<p>El destino de algunos hombres ilustres, es como el de ciertos astros
-brillantes que recorren la bóveda del cielo, y parece que al amanecer el
-día se hunden y mueren en un horizonte sangriento.</p>
-
-<p>Hemos sólo, á grandes rasgos, apuntado las cualidades militares de
-Guerrero. Los partidos trataron de manchar con mil calumnias y cuentos
-malévolos este gran carácter que<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> en lo familiar era sencillo como un
-niño, consecuente con sus amigos, humilde en la prosperidad, generoso
-con los enemigos, y grande y noble con la patria. Llegó feliz á los
-linderos de la independencia, y tuvo la fortuna de ver á la patria
-libre, pero no dichosa. Apenas terminó la lucha de independencia, cuando
-comenzó la guerra civil que todavía no cesa. Guerrero fué arrastrado en
-sus muchas y tenebrosas combinaciones. Herido y abandonado en una
-barranca, en Enero de 1823, por defender el principio republicano,
-vuelve á aparecer en la escena en 1828. La elección presidencial fué uno
-de los acontecimientos más notables de esa época, y en la cual los
-partidos trabajaron y combatieron terriblemente, divididos y
-perfectamente marcados por los ritos masónicos <i>escoceses</i> y <i>yorkino</i>.</p>
-
-<p>Don Manuel Gómez Pedraza, que era el caudillo de los escoceses, salió
-electo legalmente presidente de la joven y turbulenta República. El
-partido yorkino no se dió por vencido ni por derrotado, apeló á las
-armas y colocó en la presidencia á su jefe, que era el general Guerrero,
-el cual entró á funcionar con este alto carácter en Abril de 1829.</p>
-
-<p>En esa época los españoles invadieron á Tampico. Santa-Anna y Terán
-triunfaron, y la independencia se consolidó; pero la seguridad del país
-exigía un ejército cerca de la<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> costa, y se estableció un cantón en
-Jalapa, á las órdenes del general D. Anastasio Bustamante, que era
-vicepresidente.</p>
-
-<p>Bustamante se pronunció contra Guerrero, con las tropas que mandaba.
-¡Extrañas anomalías de la historia, y funestas inconsecuencias de las
-Repúblicas! Guerrero, que había <i>sido capaz de hacer la independencia</i>,
-fué declarado <i>incapaz</i> por el congreso; Bustamante entró á gobernar, y
-el caudillo del Sur volvió desengañado, triste, enfermo de sus heridas,
-á sus montañas del Sur, donde tuvo que tomar las armas para defenderse
-de la venganza y de la negra y ponzoñosa saña de sus enemigos.</p>
-
-<h3>VIII</h3>
-
-<p>Ninguna fuerza pudo vencer á Guerrero en las montañas, en tiempo de la
-colonia; ningunas fueron bastantes tampoco en tiempo de la República.
-Fué necesario apelar á la más negra y la más odiosa de las traiciones.
-«La historia de México tiene algunas páginas oscuras.» Esta es negra; y
-ni los años, ni el polvo del olvido, serán bastantes para borrarla.</p>
-
-<p>A principios del año de 1831 se hallaba fondeado en la hermosa bahía de
-Acapulco el bergantín genovés «Colombo.» Era su capitán <i>Francesco
-Picaluga</i>, amigo íntimo de Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span> y quizá de toda su confianza. Un
-día apareció un magnífico banquete preparado á bordo del bergantín.
-Guerrero fué convidado, y sin recelo ni sombra de desconfianza pasó á
-bordo. La comida fué alegre y espléndida; y concluída, los convidados
-salieron sobrecubierta á respirar las brisas de la magnífica bahía.
-Picaluga, con una sangre fría que honraría á Judas, declaró á su huésped
-que estaba preso, levó las anclas y se dió á la vela, dirigiéndose al
-puerto de Huatulco, donde entregó á Guerrero por sesenta mil pesos que
-le había dado el traidor y feroz ministro de la Guerra, D. José Antonio
-Facio. Guerrero fué conducido por el capitán D. Miguel González á
-Oaxaca, y juzgado en consejo de guerra ordinario.</p>
-
-<p>El caudillo de la Independencia, el mantenedor del fuego sagrado de la
-libertad, el hombre que tenía destrozado su cuerpo por las balas y las
-lanzas españolas, fué condenado á muerte por unos miserables oficiales
-subalternos, y fusilado en el pueblo de Cuilapa el 14 de Febrero de
-1831.</p>
-
-<hr class="w15" />
-
-<p>Picaluga fué declarado enemigo de la patria, y condenado á muerte por el
-almirantazgo de Génova, en 28 de Julio de 1836; pero bergantín y capitán
-desaparecieron como si un monstruo del Océano los hubiera devorado.<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> La
-existencia de Picaluga es en efecto un misterio. Unos dicen que se le ha
-visto años después en las calles de México; otros que se hizo mahometano
-y vive en un serrallo de Turquía, y otros aseguran que varios mexicanos
-le han visto en un convento de la Tierra Santa, con una larga barba y un
-tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra
-el horrendo crimen que cometió, y que el Señor misericordioso pueda á la
-hora de su muerte abrirle las puertas del cielo.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p>
-
-<h2><a name="OCAMPO" id="OCAMPO"></a>OCAMPO</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Una noche, cerca de las once, Don Melchor Ocampo salía de la casa de una
-persona con quien tenía íntima y respetuosa amistad, y que entonces
-vivía en la calle de ***</p>
-
-<p>Cuando cerró tras sí la pesada puerta del zaguán, un hombre, embozado
-hasta los ojos con un capotón negro, pasó rápidamente, y después otro.
-Ocampo no hizo caso, y siguió lenta y tranquilamente hasta la esquina.
-Atravesó la bocacalle, y entonces advirtió que los dos embozados se
-habían reunido y marchaban delante á pocos pasos, á la vez que otros dos
-venían detrás, á algunas varas de distancia. Comprendió, aunque tarde,
-que había caído en una emboscada. Si retrocedía á la casa de donde
-salió, ó seguía, á la suya, se hallaba siempre en el centro. Registró
-maquinalmente sus bolsas, y encontró que no tenía armas; pero sí un
-reloj de oro, unas cuantas monedas y un lapicero. Siguió su camino
-derecho,<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span> pero muy despacio y sin dar muestras ningunas de que había
-observado á los que le seguían, y decidido á entregarles el reloj y el
-poco dinero que traía.</p>
-
-<p>¡La rara casualidad! En todo el largo tránsito que la vista podía
-abarcar, no había ningún <i>sereno</i>, ni una alma se encontraba en la
-calle. En este orden, Ocampo y los embozados caminaron dos ó tres
-calles, y Ocampo se creyó en salvo cuando divisó ya á pocos pasos la luz
-de su habitación. Llegó por fin á la puerta, tocó, y con la prontitud
-que acostumbraba el portero le abrió; pero notó, con la poca luz que
-pudo entrar de la calle, que el portero estaba también embozado. Esto
-podía ser una casualidad. Ocampo vivía solo, y aunque preocupado y
-curioso, subió á su habitación sin miedo alguno. Al entrar en el pequeño
-salón encendió una luz y se encontró sentados en el sofá á otros dos
-embozados. Ocampo sonrió entre resignado y colérico.</p>
-
-<p>&mdash;Señores, si es para broma, basta ya, les dijo. Yo no he gastado bromas
-con nadie; pero bien se puede permitir á los amigos que se diviertan
-alguna vez; y si es alguna otra cosa, acabemos también. La casa y todo
-está á disposición de los que no tienen valor para descubrirse la cara.</p>
-
-<p>Al decir esto, echó á los pies de los embozados un manojo de llaves
-pequeñas, arrimó un sillón y se sentó.<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p>
-
-<p>Uno de los embozados se inclinó, tomó las llaves, encendió otra vela y
-se dirigió á la alcoba y á las demás piezas de la casa. A este tiempo
-los embozados de la calle se presentaron en la puerta del salón.</p>
-
-<p>&mdash;Lo había adivinado, dijo Ocampo con voz firme. Este es un golpe de
-mano, de acuerdo con el portero. Lo siento, porque le tenía yo por
-hombre honrado. Advertiré á vdes., continuó dirigiéndose á los
-embozados, que sin duda han recibido malos informes de mi portero, y se
-han pecado un buen chasco. Yo no soy hombre rico, y aunque lo fuera,
-aquí no tengo gran cosa. Encontrarán vds. cincuenta ó sesenta pesos,
-alguna ropa que no vale mucho, y libros que no han de servir á vdes. de
-nada, porque si tuviesen amor á la lectura, seguramente no tendrían
-afición al robo. Acaben, pues, no vale la pena de que pierdan así su
-tiempo ni me desvelen. Tengo sueño.</p>
-
-<p>Los embozados contestaron con una respetuosa cortesía, y se sentaron;
-solo uno de ellos se dirigió á las otras piezas. Al cabo de algunos
-minutos, los dos hombres que habían entrado á registrar salieron con un
-baulito de viaje y un legajo de papeles.</p>
-
-<p>Ocampo volvió á sonreír.</p>
-
-<p>&mdash;Otra equivocación tal vez, les dijo. Creerán que yo tengo papeles
-reservados. ¡Qué error! Todo lo que vds. traen no contiene<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span> más que
-apuntes sobre diversas plantas de Michoacán, y sentiré mucho que se
-extravíen.</p>
-
-<p>Los embozados, al oír esto, descansaron el baul en el suelo, le abrieron
-y metieron cuidadosamente los papeles.</p>
-
-<p>&mdash;Esto sí es singular, pensó Ocampo; y luego, dirigiéndose á ellos, les
-dijo: Como habrán vdes. observado, no soy hombre que tengo miedo, ni
-menos trato de armar escándalos ni de procurar que la policía
-intervenga. Esto sería lo más molesto para mí. Deseo únicamente que
-vdes. me digan lo que tengo yo que hacer, y que vdes. hagan breve lo que
-les convenga, y me dejen en paz. Les aseguro que en el acto que se
-marchen, me acuesto en mi cama y no vuelvo á ocuparme más de lo que ha
-pasado.</p>
-
-<p>Uno de los embozados se descubrió. Era un hombre de una fisonomía dura,
-y se podía reconocer al momento, que lo que dijese lo llevaría á cabo
-irremediablemente. Ocampo le examinó de pies á cabeza con mucha sangre
-fría, y no pudo reconocer quién era, si bien recordaba haber visto quizá
-esa misma figura alguna otra ocasión.</p>
-
-<p>&mdash;Supongo que no me he equivocado, y que vd. es el Sr. D. Melchor
-Ocampo, le dijo el hombre misterioso.</p>
-
-<p>&mdash;Jamás he negado ni negaré mi nombre en ninguna circunstancia de mi
-vida; pero<span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span> ahora me permitiré saber por qué razón me veo asaltado por
-gentes que se cubren el rostro. ¿Se trata de algún atentado?</p>
-
-<p>&mdash;Tiempo hemos tenido para cometerlo, le respondió el desconocido con
-alguna dureza.</p>
-
-<p>&mdash;¿Pues entonces?</p>
-
-<p>&mdash;Aquí están las llaves de los roperos. Hemos encontrado un baul á
-propósito y hemos únicamente acomodado en él la ropa necesaria. El
-dinero que estaba en una tabla del ropero, y todo lo demás, queda en el
-mismo estado y tendríamos mucho gusto si el Sr. Ocampo pasa á
-cerciorarse de que lo que digo es la verdad.</p>
-
-<p>&mdash;Me doy por satisfecho.</p>
-
-<p>&mdash;Entonces, dijo el hombre misterioso, el Sr. Ocampo tendrá la bondad de
-seguirme.</p>
-
-<p>&mdash;Y si no es mi voluntad, ¿qué sucederá? preguntó Ocampo con calma.</p>
-
-<p>&mdash;No quisiera yo que llegáramos á ningún extremo, y sentiría de veras
-hacer cualquiera cosa que pudiera ofender á vd.</p>
-
-<p>Ocampo se puso un dedo en la boca, bajó la cabeza y se quedó pensando un
-rato, y luego dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Creo comprender perfectamente, y como un caballero protesto que sin
-oponer resistencia alguna estoy decidido á seguir con toda calma esta
-aventura. Vamos.............. ¿supongo que se me permitirá tomar un
-abrigo?<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span></p>
-
-<p>&mdash;Había ya pensado en ello, pues que la noche está un poco fría,
-respondió el hombre presentándole una capa que tenía en el brazo.</p>
-
-<p>Ocampo se embozó en ella, entró á sacar á su ropero el dinero que tenía,
-y tomando la delantera bajó el primero. En el patio estaban los otros
-hombres embozados, y el cuarto del portero oscuro y silencioso.</p>
-
-<p>Echaron á andar por las calles solas y lúgubres, desperdigándose y
-colocándose á ciertas distancias los embozados, mientras el hombre con
-quien Ocampo había tenido el diálogo que acabamos de bosquejar, le tomó
-del brazo y marchaba unido con él, como si fuera su íntimo amigo. Así
-llegaron hasta el barrio escampado y triste de San Lázaro, sin haber
-atravesado una sola palabra en todo el camino. Cerca de la garita estaba
-un coche con un tiro de mulas. La portezuela se abrió, y Ocampo, el
-hombre misterioso, y dos más, subieron al carruaje. Contra las
-prevenciones usuales de la policía y de la aduana, las puertas de la
-garita se abrieron y el coche pasó, tomando el camino de Veracruz. En el
-tránsito Ocampo recibió todo género de atenciones de sus compañeros, que
-se descubrieron naturalmente, pero á los cuales no pudo reconocer. Los
-alimentos eran buenos, dormían en las mejores posadas; pero evitaron la
-entrada á Puebla y á Jalapa. Llegaron á las afueras de Veracruz una
-tarde á la hora del crepúsculo.<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> Se dirigieron á pie al muelle, é
-inmediatamente se transladaron á una barca que estaba ya con las velas
-henchidas y el piloto á bordo. Antes de anochecer sopló un viento
-favorable, y á la media noche apenas distinguían ya el faro de San Juan
-de Ulúa. A los sesenta y cinco días llegaron á Burdeos.</p>
-
-<p>&mdash;Antes de que nos separemos, dijo el hombre misterioso á Ocampo, quiero
-pediros perdón. He tenido que cumplir un encargo difícil, y lo he hecho
-de la mejor manera posible. Ninguno de nosotros ha traspasado los
-límites de la buena educación, y me atrevo á creer que nuestra compañía
-no ha sido tan molesta como era de esperarse, atendida la situación rara
-en que nos hemos encontrado.</p>
-
-<p>&mdash;Los viajes y los matrimonios deben hacerse repentinamente, dijo Ocampo
-con cierto acento irónico; pero en verdad, yo no estoy enfadado con
-ninguno de vds. Me resta preguntar qué es lo que me falta que hacer, y
-si la compañía de vds. debe aún continuar algún tiempo más.</p>
-
-<p>&mdash;Aquí nos debemos separar, y solo espero que en cambio de nuestros
-cuidados nos prometa vd. no pasar á tierra sino hasta que haya salido
-aquel barco que cabalmente comienza á levantar sus anclas. Aquí está una
-cartera que suplico á vd. reciba y no abra ni examine hasta que se halle
-instalado en la posada que elija en Burdeos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p>
-
-<p>&mdash;Prometí seguir lo que los mahometanos llaman el destino, y á nada me
-opongo, contestó.</p>
-
-<p>Los hombres estrecharon cordialmente la mano de Ocampo, y con sus
-ligeros equipajes se trasladaron al barco que habían indicado, el cual
-antes de dos horas había ya salido del puerto y perdídose entre las
-ondas y el horizonte de la mar. Ocampo entonces desembarcó y se dirigió
-al hotel que le pareció más modesto y apartado del centro. Allí abrió la
-cartera y se encontró con una orden de una casa de comercio de México á
-otra de París, para que pudiese disponer de una mesada equivalente á 250
-pesos. La cartera, además, tenía otro papel de una letra que quizá no
-fué desconocida para Ocampo, en que se le aconsejaba que viajase, que
-observase el mundo y que no volviese á México sino cuando personas que
-se interesaban sinceramente por él, se lo indicasen.</p>
-
-<p>Esta aventura la refirió á mi padre una persona respetable y formal, y
-yo no he hecho más que evocar recuerdos que, aunque de época lejana, se
-conservan frescos y vivos en mi memoria. No salgo garante de la verdad,
-y de la cual tuve el mayor empeño en cerciorarme.</p>
-
-<p>Muchos años después, y platicando yo familiarmente con Ocampo, hice
-rodar la conversación sobre los viajes, y me atreví á preguntarle<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span> si
-era cierto lo que había oído referir respecto á su primer viaje á
-Europa. Ocampo sonrió de la manera triste y sarcástica que le era
-peculiar, y desvió la conversación preguntándome si conocía yo una flor
-que, aunque se la daban por nueva, era originaria de México y muy
-conocida de todo el mundo. Comprendí que no debía instarle más; pero sí
-me llamó la atención el que no me dijese que era una fábula lo que se
-contaba: así, ni negó ni confirmó la narración.</p>
-
-<p>El hecho fué que Ocampo permaneció muchos meses en Francia, que
-probablemente no hizo uso de la carta de crédito, pues vivió no sólo con
-economía, sino hasta con miseria, y se dedicó á estudiar las ciencias
-naturales, y con especialidad la botánica, en lo que fué muy notable.</p>
-
-<p>Otra anécdota ha llegado á mi noticia, y quien pudo conocer el carácter
-de Ocampo, no dudará de ella. Entró una noche en Burdeos á un café donde
-acostumbraba tomar un frugal alimento. Sabía ya y entendía perfectamente
-el francés, y habiendo oido decir algo de México, fijó la atención en un
-grupo que se hallaba á poca distancia. Entre otras cosas graves é
-injurias relativamente á México, uno de los tertulianos fijó esta
-proposición general: <i>Los mexicanos todos son ladrones</i>.</p>
-
-<p>Ocampo se levantó de su asiento, y dirigiéndose al grupo, dijo en muy
-buen francés:<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span></p>
-
-<p>«Señores, alguno de vds. ha dicho que todos los mexicanos son ladrones.
-Yo soy mexicano, y con mi conciencia les aseguro que no soy ladrón; en
-consecuencia, el que ha sentado tal proposición, <i>¡miente!</i>»</p>
-
-<p>Ocampo se retiró lenta y tranquilamente á su asiento y siguió tomando su
-café.</p>
-
-<p>Entre los del grupo hubo un momento de silencio y de estupor, pero á
-poco comenzaron á discutir y á vociferar. Ocampo les volvió la espalda
-en señal del más soberano desprecio. Ya no pudieron sufrir, y uno se
-levantó, y dirigiéndose á Ocampo, le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Espero que mañana, antes de las seis, os presentareis aquí con
-vuestros testigos.</p>
-
-<p>&mdash;Ahora mismo es mucho mejor, y dos de los señores serán mis testigos.</p>
-
-<p>Dos de los concurrentes se levantaron, estrecharon la mano á Ocampo y se
-pusieron á su disposición.</p>
-
-<p>&mdash;¿Cuáles son vuestras instrucciones?</p>
-
-<p>&mdash;Todo lo que queráis convenir lo acepto sin observación ninguna.</p>
-
-<p>Al día siguiente, en un lugar aislado y apartado de Burdeos, tuvo lugar
-el duelo. Ocampo, que era menos diestro en la esgrima, salió herido y
-tuvo que estar en cama cerca de un mes. Su adversario le visitó y le
-satisfizo amplia y públicamente. Otros refieren que hubo un segundo
-encuentro, en que el adversario recibió una herida grave; pero de una<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span>
-manera ó de otra, Ocampo dejó bien puesto su honor y el de la patria. No
-vaya á creerse que era espadachín, pero sí hombre muy pundonoroso y
-delicado, y cuando creía tener razón y obrar conforme á su conciencia y
-á su deber, no conocía el miedo.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Algo más hay que contar de la vida privada de Ocampo. Tocóle en herencia
-una grande y productiva hacienda de campo en el Estado de Michoacán, que
-se llamaba Pateo. Era aún muy joven, y de pronto no se le juzgó á
-propósito para la dirección de sus propios negocios. A los pocos días de
-haber recibido sus bienes dió pruebas evidentes de su aptitud, y más que
-todo de su rara probidad.</p>
-
-<p>La finca era extensa y valiosa; pero reportaba muchos gravámenes, y
-había, además, una cantidad de deudas pequeñas que satisfacer. La
-primera providencia de Ocampo fué llamar á todos sus acreedores.</p>
-
-<p>&mdash;Esta hacienda, les dijo, es más bien de ustedes que no mía. Examínenla
-á su gusto, y convengamos en la parte de ella que cada uno quiera tomar
-para pagarse su deuda.</p>
-
-<p>La mayoría de sus acreedores consentían en renovar las escrituras.
-Ocampo rehusó y<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> quiso pagar. Los acreedores eligieron convencionalmente
-las fracciones que les pareció, y quedó á Ocampo un potrero sin casa ni
-oficinas. Sus acreedores se mostraron satisfechos y fueron pagados, y él
-comenzó materialmente la vida ruda y laboriosa del colono.</p>
-
-<p>Fijó su residencia debajo de un grande y frondoso árbol que todavía
-existe, y ayudado personalmente de los sirvientes que le eran adictos,
-comenzó á levantar una casa pequeña, á cavar las zanjas, á formar las
-cercas, á establecer las tierras de labor, á formar, en una palabra, de
-una tierra salvaje una hermosa propiedad que literalmente regó con el
-sudor de su frente. En el discurso de pocos años había ya una casa
-modesta, pero cómoda; un jardín cubierto de las flores más exquisitas, y
-unas tierras de labor benditas por Dios, y abonadas con el sudor y el
-trabajo de un hombre honrado, y no sólamente admirador de la naturaleza,
-sino muy inteligente en la agricultura. A esta nueva propiedad le puso
-por nombre <i>Pomoca</i>, anagrama de su apellido.<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span></p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Vulgarmente se decía: «Ocampo es un hombre raro.» En efecto, no era
-común, y en este sentido había razón para calificarle así. Tenía un
-sistema de filosofía peculiar que no pertenecía realmente á ninguna de
-las escuelas antiguas ni modernas. Era el conjunto de todas ellas,
-modelado en su propio cerebro, con independencia de toda preocupación.
-Ocampo pensaba en la misión del hombre sobre la tierra, y para él, esta
-misión era la de hacer el bien y propagar la libertad en toda su mayor y
-más aceptable latitud; así, la política tenía necesariamente que formar
-parte de sus creencias íntimas. ¡Pueden hacer tanto bien los gobiernos!
-¡Pueden proporcionar una suma de libertades tan apetecibles y preciosas!
-El constituir una parte de esa entidad que podía dispensar los más
-grandes beneficios á la sociedad, era para un ciudadano un grande honor
-y un motivo de legítima aspiración. He aquí el aspecto bajo el cual
-Ocampo miró siempre las cosas públicas; y no hacemos más sino recordar
-hoy muchas de las conversaciones que tuvimos con él.</p>
-
-<p>Con unos precedentes tan sinceros y generosos, jamás pudo entrar, ni aun
-remotamente, en sus ideas, ni la consideración de un<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> sueldo, ni el
-deseo del mando, ni la necia vanidad de figurar. Desde el momento que se
-persuadía que no podía hacer el bien en un puesto público, lo dejaba
-positivamente, y omitía esas fórmulas y esas ceremonias propias de los
-que no obran con la firmeza de una conciencia ajena de todo interés.</p>
-
-<p>Ocampo escribió para el público menos que Otero, que Rosa, que Morales y
-que otros muchos hombres distinguidos del partido liberal, y sin
-embargo, ejerció en su época mayor influjo que ellos en la marcha de las
-cosas políticas. Cuando se establecía en México el gobierno conservador
-y dictatorial, Ocampo, ó era perseguido y desterrado, ó desaparecía de
-la escena pública y se encerraba en su hacienda á leer ó estudiar, y á
-cuidar sus pocos intereses, que tenía en un perfecto estado de orden.
-Cuando triunfaba el partido liberal, inmediatamente era llamado á ocupar
-algún puesto distinguido. Se prestaba á servir los cargos populares ó
-políticos; jamás quiso recibir ningún empleo, aun cuando le instaron
-para que aceptara muchos y muy buenos, entre ellos el de director del
-Montepío.</p>
-
-<p>Así, fué gobernador de Michoacán, cuyo Estado ha añadido el nombre de
-Ocampo á su antigua denominación Tarasca. Gobernó bien, estableció
-prácticamente sus doctrinas de libertad; fué, como en todos los actos
-de<span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span> su vida, nimiamente honrado y delicado, y se puede asegurar que
-jamás tomó un solo peso que no fuese adquirido con su personal trabajo.</p>
-
-<p>Fué llamado al ministerio de Hacienda en Marzo de 1850, durante la
-administración del general Herrera.</p>
-
-<p>En Octubre de 1855 entró á desempeñar el ministerio de Relaciones,
-siendo presidente el general Don Juan Alvarez.</p>
-
-<p>En 1858 volvió á desempeñar el mismo ministerio, siendo presidente el
-Sr. Juárez, y en 1859 y 1860 estuvo encargado al mismo tiempo de los
-ministerios de Guerra y Hacienda. Fué en esta última época cuando
-desplegó Ocampo toda la energía de que era capaz, y participando de los
-inconvenientes y peligros de toda la época tormentosa de la guerra de la
-Reforma, firmó en Veracruz el célebre manifiesto del gobierno
-constitucional, y las leyes se expidieron una tras otra hasta completar
-la serie de providencias y circulares necesarias para consumar la obra
-que había costado tanta sangre y tantos trastornos en los últimos años.<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>Triunfante el gobierno del Sr. Juárez, volvió con él á México el Sr.
-Ocampo; pero á pocos días fué organizado otro Gabinete, y el infatigable
-Ministro de la Reforma, sin ninguna aspiración, sin llevar un solo peso,
-sin pretender, y antes bien rehusando todas las posiciones que se le
-brindaron, se retiró á su hacienda de Pomoca, donde se ocupaba de poner
-en orden sus negocios, y en cultivar sus hermosas flores, que fueron el
-encanto de su vida.</p>
-
-<p>Llevó á su hogar sus manos limpias. Ni el dinero ni la sangre les habían
-impreso algunas de aquellas manchas que, como dice Shakespeare, no
-pueden borrar todas las aguas del Océano.</p>
-
-<p>Los restos del ejército reaccionario, pasados los primeros momentos,
-volvieron á aparecer con las armas en la mano; y en la República, que
-por un momento pareció tranquila, volvió á aparecer la guerra civil.</p>
-
-<p>En la hacienda de Arroyozarco había un español llamado Lindoro Cajiga.
-Por motivos más ó menos fundados, que no es del caso calificar, se
-separó del servicio de los Sres. Rosas, y reuniéndose con una colección
-de hombres desalmados, formó una de esas temibles<span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span> guerrillas que han
-sido el espanto de las poblaciones pequeñas y de las haciendas de campo.</p>
-
-<p>Un día, el menos pensado, se presentó Cajiga en Pomoca y encontró á
-Ocampo desprevenido, inerme, confiado y tranquilo, en medio de sus hijas
-y de sus sirvientes. Bruscamente le intimó que se diera por preso; y á
-pie, y según se dijo con generalidad, tratándole de una manera indigna,
-le condujo hasta donde había una fuerza mandada inmediatamente por D.
-Leonardo Márquez, y que también estaba á las órdenes de D. Félix
-Zuloaga, que se decía Presidente de la República. Lindoro Cajiga obró de
-su propia cuenta, ó fué enviado expresamente por Márquez ó Zuloaga? El
-caso fué que, apenas este hombre respetable cayó en manos de estos jefes
-militares, cuando determinaron que fuese fusilado.</p>
-
-<p>Ocampo no suplicó, no pidió gracia, ni aun algunas horas para disponer
-sus negocios; recibió con una completa calma la noticia de su próximo
-suplicio.</p>
-
-<p>Pidió únicamente una pluma y una hoja de papel, y escribió, en pocas
-líneas, el testamento que ponemos á continuación, con una mano tan firme
-y un carácter de letra tan regular y tan correcta como si en medio de su
-vida tranquila del campo hubiese estado describiendo las maravillas de
-la naturaleza.<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span></p>
-
-<p>Fué fusilado y colgado en un árbol el día 3 de Junio de 1861, frente á
-la hacienda de Caltengo.</p>
-
-<h3><a name="TESTAMENTO" id="TESTAMENTO"></a>TESTAMENTO</h3>
-
-<p>«Próximo á ser fusilado según se me acaba de notificar, declaro que
-reconozco por mis hijas naturales á Josefa, Petra, Julia, i Lucila, i
-que en consecuencia las nombro mis herederas de mis pocos bienes.</p>
-
-<p>«Adopto como mi hija á Clara Campos, para que herede el quinto de mis
-bienes, á fin de recompensar de algún modo la singular fidelidad i
-distinguidos servicios de su padre.</p>
-
-<p>«Nombro por mis albaceas á cada uno in solidum et in rectum á D. José
-María Manzo de Tajimaroa, á D. Estanislao Martínez, al Sr. Lic. D.
-Francisco Benítez, para que juntos arreglen mi testamentaría i cumplan
-esta mi voluntad.</p>
-
-<p>«Me despido de todos mis buenos amigos i de todos los que me han
-favorecido en poco ó en mucho, i muero creyendo que he hecho por el
-servicio de mi país cuanto he creído en conciencia que era bueno.</p>
-
-<p>«Tepeji del Río, Junio 3 de 1861.&mdash;<i>M. Ocampo.</i></p>
-
-<p>«Firman este, á mi ruego, cuatro testigos, i lo deposito en el Sr.
-General Taboada, á<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> quien ruego lo haga llegar á mis albaceas ó á D.
-Antonio Balbuena, de Maravatío.</p>
-
-<p>«En el lugar mismo de la ejecución, hacienda de Jaltengo, como á las dos
-de la tarde, agrego, que el testamento de Dª Ana María Escobar está en
-un cuaderno en inglés, entre la mampara de la sala i la ventana de mi
-recámara.</p>
-
-<p>«Lego mis libros al Colegio de San Nicolás de Morelia, después de que
-mis señores albaceas i Sabás Iturbide tomen de ellos los que les
-gusten.&mdash;<i>M. Ocampo.</i>&mdash;<i>J. I. Guerra.</i>&mdash;<i>Miguel Negrete.</i>&mdash;<i>Juan
-Calderón.</i>&mdash;<i>Alejandro Reyes.</i>»</p>
-
-<p>Así terminó su carrera, á la edad de 54 á 56 años, uno de los hombres
-más distinguidos, más honrados y mejores de la República<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span></p>
-
-<h2><a name="LEANDRO_VALLE" id="LEANDRO_VALLE"></a>LEANDRO VALLE</h2>
-
-<div class="blockquot2"><p>Amigo: te felicitamos por haber dado á tu fe republicana hasta el
-último aliento de tu vida, hasta el último latido de tu corazón. Te
-felicitamos por haber sufrido, por haber muerto.</p>
-
-<p class="r">
-<i>V. Hugo.</i>
-</p></div>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Leandro Valle es una de las figuras más prominentes de la revolución
-progresista.</p>
-
-<p>Esa figura, que yace alumbrada por la luz de la historia, dice á la
-actual generación que surge la juventud en la tormenta revolucionaria,
-como el rayo que va á incendiar los escombros del pasado, para echar los
-cimientos del porvenir.</p>
-
-<p>Valle apareció en la revuelta arena de nuestro anfiteatro guerrero bajo
-los estandartes de la <span class="smcap">Reforma</span>, cuando el clero era una potencia y
-parapetaba en sus ciudadelas á sus soldados para defender sus tesoros y
-prominencias.</p>
-
-<p>Cuando para escándalo del siglo y vergüenza de la historia, nos
-encontrábamos como en la Edad Media, en pleno <i>feudalismo</i>,<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> las
-escuadras invasoras arrojaban sobre la ciudad heroica sus primeras
-bombas en 1847, y la capital se envolvía en las llamas de la guerra
-civil, á la voz de <i>Religión</i>.</p>
-
-<p>Valle combatía por primera vez al lado de los reformistas, arrebatado
-por ese espíritu gigante, que no le abandonó ni en los últimos instantes
-de su existencia.</p>
-
-<p>Aquel niño cuya frente serena se ostentó en esos días á la luz
-resplandeciente de los cañones, se dejó ver en el combate con el
-extranjero, en cuyo estadio se trazaban los preliminares de una carrera
-de gloria y de heroicidad.</p>
-
-<p>La fortuna negó á nuestras armas la victoria, pero fué impotente para
-borrar las hazañas de nuestros héroes; se veneran aún en aquellos campos
-de recuerdos patrióticos las cenizas sagradas de nuestros mártires.</p>
-
-<p>¡Gloria á vosotros, que llevasteis vuestra sangre como una ofrenda á los
-altares de la patria!</p>
-
-<p>¡Gloria á vosotros, que rindiendo un homenaje al patriotismo, caísteis
-en la arena lanzando vuestro último grito como un saludo eterno á la
-libertad!</p>
-
-<p>¡Gloria á vosotros, que sobrevivís á esos días de prueba y arrastrais
-una existencia de olvido; vosotros sois los templos vivos de nuestras
-memorias, la tradición palpitante de las batallas; cada vez que las
-descargas anuncian<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span> que uno de vosotros baja al sepulcro, nos parece que
-se arranca una hoja de ese libro histórico de nuestras glorias!</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Cuando una sociedad encalla, se necesitan los choques de la revolución
-para sacarla de los arrecifes.</p>
-
-<p>El torrente irresistible del siglo destruye y crea al mismo tiempo; por
-eso vemos al mundo antiguo desaparecer con sus tradiciones, con sus
-hombres, con su filosofía y si invocamos como un derecho las creencias
-de nuestros padres, no recordamos las de nuestros mayores.</p>
-
-<p>La independencia de las naciones no trae siempre consigo la idea de la
-libertad.</p>
-
-<p>México, independiente, cayó bajo el poder del clero, y la sociedad yacía
-esclava de las prácticas religiosas en su orden político y su
-construcción administrativa.</p>
-
-<p>Acabó la <i>unción</i> de los reyes; pero el presidente iba á consagrar su
-cabeza bajo el palio y á arrodillarse en los mármoles de la catedral, y
-á inclinar la frente agobiada, al resonar en las bóvedas el canto de los
-Salmos.</p>
-
-<p>El poder civil desaparecía ante la potestad canónica, ante esa vara
-mágica que abre á su contacto las puertas del cielo y las del abismo.</p>
-
-<p>Desde las aldeas hasta las ciudades, ostentaban,<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span> templos y monasterios,
-sitios de tormento para las vírgenes, foco de pereza y de histérico para
-los cenobitas, rompiendo de continuo los <i>votos</i> esas cadenas que el
-ascetismo de los siglos medios ha querido imponer á la naturaleza.</p>
-
-<p>Avasallada la sociedad por el sentimiento religioso, subyugada por el
-fanatismo y ultrajada por una soldadesca inmoral y desenfrenada, sintió
-la necesidad del sacudimiento; la prolongación del letargo podía llegar
-hasta la muerte.</p>
-
-<p>Brotó la idea de la Reforma como una fosforescencia de su cerebro; la
-idea necesitaba armarse, combatir, triunfar.</p>
-
-<p>Los que habían puesto el dogma de la <i>intolerancia</i> en las cartas
-políticas, no eran seguramente los hombres de la revolución.</p>
-
-<p>Los que habían combatido al lado del estandarte de <i>la fe</i>, pertenecían
-al pasado. No quedaba sino la nueva generación para realizar el
-pensamiento reformador de la sociedad.</p>
-
-<p>Pero la juventud necesitaba una guía en el terreno práctico de sus
-aspiraciones patrióticas.</p>
-
-<p>Hidalgo había dado el grito de libertad cuando su cabeza estaba cubierta
-con el hielo de la vejez; era necesario buscar para la <i>Reforma</i> otra
-organización privilegiada que no cediera á los embates de la revolución,
-que se presentaría terrible como nunca.<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p>
-
-<p>Un antiguo caudillo de la libertad daría con su voz autorizada el
-prestigio de la revolución. En el mapa de nuestros recuerdos se
-encuentra señalado con una estrella roja el pueblo de <i>Ayutla</i>, punto de
-la erupción cuya lava debía extenderse sobre los campos todos de la
-República.</p>
-
-<p>No seguiremos en esta vez la marcha trabajosa de esa revolución hasta su
-triunfo definitivo, porque vamos en pos de la huella de un hombre,
-objeto de nuestro artículo.</p>
-
-<p>El gobierno democrático quedó instalado, y la idea de la <i>Reforma</i>
-aceptada como una conquista del siglo y de la civilización.</p>
-
-<p>El gigante se sintió herido; alzóse terrible en sus convulsiones; rota
-su armadura, aun podía empuñar la clava y provocar una reacción
-momentánea; pero qué diría de sus esfuerzos sobrehumanos antes de
-declararse vencido y humillado ante sus adversarios.</p>
-
-<p>El motín, la conspiración tenebrosa, la tribuna eclesiástica, la
-cátedra, todo, todo se puso en juego para falsear los principios
-victoriosos.</p>
-
-<p>El 11 de Enero de 1858, la reacción tornó á enseñorearse de la capital,
-comunicando su movimiento á los puntos más distantes de la República.</p>
-
-<p>Juárez, después de una marcha trabajosa y de vicisitudes por el interior
-del país, se embarcó en el Manzanillo, y atravesando el<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span> istmo de
-Panamá, entró sereno, como la barca que le conducía, á las aguas del
-Golfo, y estableció su gobierno en Veracruz hasta el triunfo definitivo
-de la idea progresista.</p>
-
-<p>La revolución tronaba como la tempestad en el cielo de la República.</p>
-
-<p>Se alzaron cien patíbulos, corrió la sangre, se consumaron venganzas
-inauditas, el clero se arrancó la máscara, y se entró en la lucha más
-terrible que registran nuestros anales.</p>
-
-<p>Volvamos á nuestra individualidad. Leandro Valle quedó fiel á su
-bandera, quemó sus últimos cartuchos en las calles de la capital, y
-marchó después á unirse con el ejército al interior de la República.</p>
-
-<p>La reacción había tenido un éxito inesperado, el ejército del clero
-ganaba batallas por doquiera, y cosechaba triunfos, de los cuales él
-mismo se sorprendía.</p>
-
-<p>Estrechos son los márgenes de este artículo para narrar las vicisitudes
-de los demócratas y sus grandes sacrificios por la causa de la libertad.</p>
-
-<p>Aparecía un hombre empujado por el huracán revolucionario, se hacía
-célebre por su heroicidad, y desaparecía después en una oleada de muerte
-y de exterminio.</p>
-
-<p>De esa peregrinación de combates queda una estela de sangre, como una
-marca de fuego, sobre los campos y las montañas.<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span></p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>El terrible sitio de Guadalajara y las jornadas de Silao y Calpulalpam
-anunciaron al mundo de la <i>reacción</i>, que había muerto para siempre,
-hundiéndose en el pasado con el anatema de los buenos.</p>
-
-<p>Valle venía en ese ejército victorioso, de cuartel-maestre,
-distinguiéndose por su arrojo y pericia militar. El 25 de Diciembre de
-1860 el ejército liberal ocupó la plaza de México, y los prohombres del
-partido clerical huyeron despavoridos, unos al extranjero y otros á las
-encrucijadas, donde se hicieron á poco de los restos desmoralizados de
-su ejército, entregándose al pillaje desenfrenado y á las escenas de
-sangre más repugnantes.</p>
-
-<p>Juárez estaba de regreso en su palacio presidencial, como el pensamiento
-de la revolución triunfante.</p>
-
-<p>Convocóse desde luego la Asamblea Nacional, y el nombre de Valle surgió
-en las candidaturas populares, y el joven caudillo tomó asiento en los
-escaños de la Cámara.</p>
-
-<p>Arrebatado por su carácter fogoso, fué uno de los que propusieron la
-Convención, cuya idea no pudo llevarse hasta su término. Valle se había
-colocado entre los exaltados, y votaba los proyectos de reforma más
-avanzados en nuestra política.<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span></p>
-
-<p>En aquellos días de efervescencia, cuando las pasiones estaban
-desbordadas, se supo en la capital que D. Melchor Ocampo, uno de los
-hombres más prominentes de nuestro país, había sido asesinado alevosa é
-impíamente por la reacción acaudillada por Márquez, ese miserable que
-está fuera de la compasión humana, entregado al desprecio y vilipendio
-del mundo entero.</p>
-
-<p>El pueblo se sintió herido por aquel rudo golpe, y se lanzó á la cárcel
-de reos políticos, en busca de víctimas: entonces Leandro Valle se
-apresuró á contener el desórden, habló al pueblo en nombre de su honra
-sin mancha, de la gran conquista que acababa de alcanzar en su gran
-revolución de reforma, y de su porvenir.</p>
-
-<p>La tempestad se calmó; pero de aquellas olas inquietas todavía se
-desprendió una voz fatídica como la de un agorero: <i>Cuando el general
-Valle caiga en poder de los reaccionarios, no le perdonarán</i>.</p>
-
-<p>Hay palabras que las inspira la fatalidad y las realiza el destino.</p>
-
-<p>El general D. Santos Degollado, de cuya biografía vamos á ocuparnos
-próximamente en la galería del <i>Libro Rojo</i>, pidió ir en busca de los
-asesinos de Ocampo. Desgraciadamente una mala combinación militar le
-hizo caer en poder de sus enemigos, que derramaron aquella sangre que
-dejó ungida la tierra.<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span></p>
-
-<p>El Gobierno dispuso que Leandro Valle saliera en persecución de los
-asesinos.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>Hay detalles que recargan las sombras tenebrosas de un drama.</p>
-
-<p>Valle estaba en la fuerza de la juventud, en esa alborada de la vida en
-que la luz de la fantasía extiende pabellones de fuego en nuestro
-cerebro y envuelve el corazón en una densa nube de aromas: cloroformo
-que nos hace soñar en el encanto engañador de la existencia, y horas de
-amor en que el ángel de la dicha llama á las puertas del corazón y
-trasporta el alma al mundo bellísimo de las esperanzas!......</p>
-
-<p>Valle amaba por la primera vez; su corazón, que parecía encallecido
-entre el rumor de las batallas y los trabajos del campamento, rindió su
-homenaje á la hermosura, palpitó lleno de cariño, y evocó los genios de
-la felicidad y del porvenir!...... Sarcasmo ruin de la existencia!......
-Aquella alma virgen y llena de ilusiones, estaba ya en los dinteles de
-otra vida!......</p>
-
-<p>Valle debía salir á la mañana siguiente.... á los desfiladeros de las
-Cruces, donde el enemigo le esperaba.</p>
-
-<p>Al joven general, que acababa de asistir á combates de primer orden, le
-parecía de poca<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> importancia aquella expedición; así es que se entregaba
-al esplendor de una fiesta en medio de sus ilusiones de amor y la
-efusión simpática de sus amistades.</p>
-
-<p>Valle ofrecía á los pies de su prometida, traer un nuevo laurel de
-victoria, cosechar un nuevo triunfo, manifestarse héroe al influjo santo
-de aquella pasión.</p>
-
-<p>Resonaba la música poblando de armonía aquella atmósfera de perfumes;
-las flores exhalaban su esencia, como el corazón sus suspiros y el
-hervidor champagne apagaba sus blanquísimas olas en los labios
-encendidos de la belleza!...... Ilusiones, amores, esperanzas; velas
-flotantes en la barca de la vida!</p>
-
-<p>En medio de aquel mundo de ensueños, resonó una palabra que es de
-tristeza en todas circunstancias...... Adiós!</p>
-
-<p>Frase misteriosa, exhalación pavorosa del alma, voz de agonía, acento
-desgarrador que anuncia la separación, parecido al choque de una ola que
-se aleja en el mar para no volver nunca!.......... Ay! ¡cuántas olas han
-desaparecido en ese mar siniestramente sereno de la existencia,
-dejándonos la huella imborrable de los recuerdos!</p>
-
-<p>Valle partió emocionado al campo de batalla; oyóse el rumor de las
-cajas, el paso de los batallones, el rodar de la artillería.........
-después, todo quedó en silencio!<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>Estamos en la mañana del 23 de Junio de 1861: las nubes se arrastran
-entre los pinares del Monte de las Cruces, y una lluvia menuda cae en el
-silencio misterioso de aquellos bosques.</p>
-
-<p>Todo está desierto; por intervalos se escuchan los golpes del viento que
-agita las pesadas copas de los árboles y arrastra á gran distancia el
-grito de los pastores.</p>
-
-<p>Ni un viajero cruza por aquellas soledades, reciente teatro de una
-catástrofe.</p>
-
-<p>El huracán de la revolución tiene yermos aquellos campos.</p>
-
-<p>Se ignora la altura del sol, porque las montañas están alumbradas por
-luz de crepúsculo.</p>
-
-<p>Repentinamente aquel silencio se turba; grupos de guerrilleros comienzan
-á aparecer en todas direcciones, posesionándose de las montañas y
-desfiladeros, indicando el movimiento de una sorpresa.</p>
-
-<p>Unos batallones se sitúan en la hondonada de un pequeño valle, en
-actitud de espera.</p>
-
-<p>Pasan dos horas de espectativa, cuando se dejan ver las primeras
-avanzadas de una tropa regularizada; se oyen los primeros disparos, y
-comienza á empeñarse un combate parcial; los soldados de Valle se
-extienden por<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> las laderas, desalojando á los reaccionarios, y con el
-grueso de sus tropas hace un empuje sobre las del llano, que resisten á
-pie firme algunos minutos y comienzan después á desordenarse.</p>
-
-<p>Los guerrilleros de la montaña pierden terreno y se replegan á su campo.</p>
-
-<p>Valle debía obrar en combinación con las fuerzas del general Arteaga que
-se le reunirían en aquel campo; pero alentado con el éxito de su primer
-movimiento, cree alcanzar, sin auxilio, una fácil victoria, y se lanza
-con arrojo sobre el enemigo que huye en desórden.</p>
-
-<p>Una coincidencia fatal viene á arrebatarle su conquista.</p>
-
-<p>Márquez llega al campo enemigo accidentalmente, con fuerzas superiores á
-las de Valle, le sorprende en ese desórden que trae consigo la victoria,
-y alcanza á derrotarle completamente.</p>
-
-<p>Valle hace esfuerzos inauditos de valor; sus oficiales le quieren
-arrancar del campo; pero él prefiere la muerte, á presentarse prófugo y
-derrotado en una ciudad que le aguardaba victorioso.</p>
-
-<p>El joven general cae prisionero después de disparar el último tiro de su
-pistola.</p>
-
-<p>El tigre de Tacubaya, la hiena insaciable de sangre, tiene una víctima
-más entre sus garras y no la dejará escapar.</p>
-
-<p>Está en su poder el soldado á cuyo frente<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> había retrocedido tantas
-veces, el que le había humillado en los campos de batalla...... su
-sentencia era irremisible! Valle comprendió desde luego la suerte que se
-le reservaba, y escuchó con serenidad su sentencia de muerte.</p>
-
-<p>Márquez quizo humillar en su horrible venganza al joven general,
-mandando que se le fusilase por la espalda como á <i>traidor</i>.</p>
-
-<p>Entre aquella turba de miserables asesinos, no hubo una voz amiga que se
-alzara en favor del soldado que había perdonado cien veces la vida de
-los prisioneros, y evitado en la capital que la cólera del pueblo
-consumase una represalia en personajes de valía entre los reaccionarios.</p>
-
-<p>El vaticinio popular se cumplía: «Caerá en poder de sus enemigos, y no
-le perdonarán.»</p>
-
-<p>Cerraba la noche de aquel día aciago, cuando Valle fué conducido al
-lugar de la ejecución.</p>
-
-<p>De pie, reclinó su frente sobre la tosca corteza de un árbol, se apoyó
-en sus brazos y esperó resuelto el golpe de la muerte.</p>
-
-<p>Oyóse una descarga cuyos ecos repercutieron en el fondo de las montañas,
-y al disiparse el humo de la descarga, se vió en el suelo al general
-Valle tendido en un lago de su propia sangre, agitándose en las últimas
-convulsiones.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p>
-
-<p>El rencor de los hombres tiene por límite la muerte; pero hay seres que
-en mal hora han venido al mundo para deshonra de la humanidad. Aquel
-cadáver, mutilado por el plomo, provocaba aún las iras de su asesino; no
-le bastaba la sangre, no; aquello era poco á la venganza; le faltaba la
-ostentación del crimen, el alarde de la impiedad!</p>
-
-<p>Aquel cadáver fué colgado á un árbol que han desgajado ya los huracanes,
-como el pregón, no del delito de Valle, sino de la infamia de sus
-verdugos.</p>
-
-<p>Desde aquel leño ensangrentado pedía el cadáver justicia á Dios, cuya
-sombra se alza terrible delante de los malvados, como la amenaza del
-cielo en sus horas de inexorable justicia!</p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>El cadáver de Leandro Valle fué recibido en la capital con pompa
-fúnebre, y se le tributaron los honores de los héroes.</p>
-
-<p>Sus restos mortales descansan en el panteón de San Fernando, al lado de
-las cenizas venerandas de los mártires de la Libertad y de la Reforma.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Juan A. Mateos.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span></p>
-
-<h2><a name="DON_SANTOS_DEGOLLADO" id="DON_SANTOS_DEGOLLADO"></a>DON SANTOS DEGOLLADO</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Hay seres á quienes el destino manifiesto, lanza en el mundo pavoroso de
-la adversidad, como relámpagos desprendidos de una nube de tormenta,
-para alumbrar el caos y quedar perdidos en los pliegues gigantes de la
-tiniebla.</p>
-
-<p>Seres revestidos de una alta misión, apóstoles de una idea sobre el
-ancho camino de los mártires, glorificadores del pensamiento, honra de
-un siglo y veneración de la humanidad.</p>
-
-<p>Ante esos seres del privilegio histórico, es necesario descubrirse la
-frente, como á la vista de un monumento que señala una conquista
-civilizadora, ó la revindicación de un derecho hollado.</p>
-
-<p>Hay una palabra que asume el destino entero de una época, ya se opere en
-la religión, en la política ó en la filosofía: se llama <span class="smcap">Reforma</span>.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p>
-
-<p>Cuando esa idea grandiosa encarna en un hombre, hace de él un mártir, á
-veces un héroe.</p>
-
-<p>El mundo oye decir: «<i>ese hombre es un reformador</i>,» y su mirada se posa
-en la tribuna, y después en ese gólgota donde ha caído gota á gota la
-sangre redentora de la sociedad humana!</p>
-
-<p>¡El cadalso! trípode magnífica levantada sobre los gigantes círculos de
-la tierra, donde la voz, en sus últimas entonaciones, adquiere el poder
-de resonar en los ámbitos del globo.</p>
-
-<p>Diez y nueve siglos vienen las palabras del ajusticiado de Jerusalem
-disputándose las lenguas, reapareciendo con los idiomas nuevos,
-incrustándose en los monumentos, porque esas palabras cayeron al pie de
-la cruz en los momentos supremos de la agonía.</p>
-
-<p>Y es que al extinguirse el aliento del hombre, comunica á la idea ese
-soplo vivificante de la inmortalidad.</p>
-
-<p>Delante de las cenizas de un reformador venimos á pronunciar las
-palabras del contemporáneo, para que sean recogidas en son de ofrenda
-por los historiadores del porvenir.</p>
-
-<p>No vamos á buscar en la cuna del pontífice de la democracia mexicana la
-voz del augurio, ni la constelación dominante en la hora de su
-advenimiento al mundo; porque esos misterios los encerramos todos en la
-<i>idea</i> que opera transformaciones tan gigantes.<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p>
-
-<p>La democracia no cree más que en una raza, en una sangre: la que corre
-al través de la humanidad entera.</p>
-
-<p>Dios arrojó sobre el globo las inquietas aguas del Océano; en vano el
-orgullo de los hombros les ha impuesto un bautismo; son tan salobres las
-ondas del mar Indico, como las del estrecho de Bering.</p>
-
-<p>Sabemos que viene el hombre del sexto día del Génesis, y eso nos basta.</p>
-
-<p>Negamos la profecía sobre el sér que despierta al aliento de la vida,
-como negamos la infalibilidad; porque sabemos que cederá á la influencia
-de su época en las transformaciones sociales.</p>
-
-<p>Vemos al gladiador sobre la arena del anfiteatro sin preguntar si
-mecieron su cuna los vientos emponzoñados del Ganges, ó las brisas del
-Nuevo Mundo.</p>
-
-<p>La filosofía no abre las hojas del pasado, sino para estudiar el
-fenómeno.</p>
-
-<p>Hay tanta obscuridad en derredor nuestro, que apenas podemos determinar
-algo sin auxilio de otro misterio. Ver salir á un hombre á la vida
-social, apoderarse de una idea, convertirse en campeón, luchar, sufrir,
-sacrificarse y vencer al fin, con sólo el esfuerzo de su voluntad
-indomable, con sólo el magnetismo de la palabra, es más de lo que puede
-hacer el resto de los hombres; esto se consigna, se palpa, pero no se
-comprende.<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p>
-
-<p>Sale del humilde pueblo Nazaret un inspirado, se hace oír en la tribuna,
-desciende á las márgenes del Galilea, inquieta á la sociedad pagana,
-funda una doctrina, sube con serenidad las rocas del Calvario, acepta
-por completo su misión de mártir, y el mundo antiguo sobrevive apenas á
-la agonía del Crucificado. El catolicismo se apodera del mundo moderno y
-le encadena; ya no son los cristianos los que entran en el circo; de
-víctimas se tornan en verdugos que arrojan al fuego á sus enemigos.
-Entonces se levanta de la humilde celda de un convento de la Alemania la
-voz terrible de Martín Lutero, iniciando la reforma religiosa y la idea
-protestante; señala ya al siglo XIX como el crepúsculo del
-catolicismo.&mdash;Decididamente Martín Lutero vale tanto como Mahoma y
-Sakia-Muni.</p>
-
-<p>Estos grandes movimientos religiosos coinciden con los cambios
-políticos, porque la idea civil y religiosa se tocan en la práctica de
-las sociedades.</p>
-
-<p>No entraremos en esas apreciaciones históricas y filosóficas, porque es
-otro el objeto de nuestro artículo.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Don Santos Degollado fué el Moisés de la revolución progresista; murió
-señalando la <i>tierra prometida</i>, al pueblo á quien había guiado<span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span> en el
-desierto ensangrentado de los combates.</p>
-
-<p>Salió de las obscuras sombras de una catedral, donde la curia
-eclesiástica le veneraba como á uno de los servidores más leales de la
-iglesia; seguramente aquella soledad despertó en su cerebro la idea de
-la reforma, vió al pueblo encadenado á los hierros de la tiranía, y
-pesando sobre la frente de la sociedad la mano inexorable del clero. Le
-pareció ese abatimiento la abyección deshonrosa de una nación, el
-envilecimiento del sér humano, y el síntoma precursor del
-desaparecimiento en la absorción conquistadora.</p>
-
-<p>Sintióse humillado en su calidad de hombre y de ciudadano, operóse en su
-alma una metamórfosis heroica, arrojó de sí la pluma, empuñó la espada y
-sentenció en el alto juicio de su patriotismo las ideas condensadas
-durante medio siglo en el cielo de la sociedad.</p>
-
-<p>La Iglesia le cerró sus puertas como á un <i>relapso</i>; entonó los salmos
-Penitenciales al condenado, le excomulgó á su vez, diciéndole anatemas y
-borrándole de los registros católicos.</p>
-
-<p>Pero el pueblo formó valla á su paso, respondió á su voz que le llamaba
-al combate, y le aclamó el campeón de sus libertades.</p>
-
-<p>Entonces se desarrolló á la vista del mundo entero un espectáculo
-magnífico. La juventud<span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span> se apoderó de aquellos estandartes que debían
-llegar al último reducto acribillados por la metralla. Hubo una sucesión
-de combates sangrientos en que los ejércitos de la Reforma desaparecían
-en medio de los desastres más sangrientos; pero el bravo campeón parecía
-llevar en sus labios el <i>fiat</i> de la creación, porque sus filas
-aparecían como por encanto sobre los mismos campos de la derrota.</p>
-
-<p>Luchaba contra la fatalidad; pero hay algo que está sobre el fatalismo:
-la constancia y la abnegación.</p>
-
-<p>Aquel ejército, impulsado por el aliento sobrehumano del patriotismo,
-recorrió los campos escarbados de la República en una sucesión de duelos
-y de batallas que registran las páginas más terribles de nuestra
-historia.</p>
-
-<p>El 11 de Abril de 1859 las huestes se presentaron al frente de la
-capital después de sostener en su tránsito tres combates formidables.
-Don Santos Degollado creyó dar un golpe de mano tomando por asalto la
-ciudad; pero Dios no había señalado aún el término de aquella lucha.</p>
-
-<p>Mientras una parte del ejército republicano conquistaba el laurel de la
-victoria á bordo de la «Saratoga» en las aguas de Antón Lizardo, y
-rechazaba á los reaccionarios desde los muros de la Ciudad Heroica, una
-nueva<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> catástrofe tuvo lugar en las lomas de Tacubaya.</p>
-
-<p>El ejército de Degollado se retiraba después de un combate sangriento,
-dejando en poder de los soldados del clero un grupo de jóvenes que no
-quisieron separarse del campo, unos por asistir á la batalla hasta el
-último trance, y otros por estar en calidad de médicos, prestando
-auxilios á los desgraciados que yacían en la arena, víctimas del plomo.</p>
-
-<p>Dice la sombría historia de aquella noche memorable, que los prisioneros
-fueron ejecutados en medio de una saturnal espantosa de sangre y de
-venganza.</p>
-
-<p>El autor de la hecatombe yace proscripto y con la maldición de Dios
-vibrando sobre su frente, perseguido de los espectros de las víctimas
-que no le han abandonado desde entonces, ni en las apartadas regiones
-europeas, ni en su peregrinación á la Tierra Santa, ni en su ostracismo
-en los hielos del Norte<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a>.</p>
-
-<p>Esas augustas sombras presenciarán la trabajosa agonía del malvado,
-tomarán asiento sobre la piedra de su sepultura, y permanecerán allí
-serenas, inmóviles, impasibles, hasta que el soplo de Dios pase sobre
-esos huesos maldecidos, y los mártires pidan justicia en la hora solemne
-de la resurrección!<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span></p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>La época del obscurantismo entraba en agonía; su causa estaba
-sentenciada, pero le daba aliento la sangre, como si refrescase los
-labios de un moribundo. Las huestes de la Reforma sitiaban las ciudades,
-se apoderaban de los puertos en el Pacífico y el Atlántico, y
-atravesaban el centro del país reconquistando las plazas en son de
-guerra.</p>
-
-<p>La revolución moral estaba efectuada. D. Santos Degollado era el héroe
-de aquel gran movimiento; tenía por soldado á Zaragoza.</p>
-
-<p>El reducto inexpugnable de la reacción acababa de capitular ante las
-armas republicanas. Guadalajara estaba recuperada.</p>
-
-<p>No queremos recordar la combinación política que motivó la separación
-del general Degollado de la dirección de un ejército levantado por él, y
-por él llevado á los campos de victoria. El insigne patriota rindió un
-homenaje á la autoridad constitucional, y bajó en silencio de su alto
-puesto, sin pronunciar una palabra, sometiéndose á las eventualidades de
-un proceso.</p>
-
-<p>Le faltaba la última decepción para llenar la vida de un héroe. En
-cuanto á su muerte, el destino se ocuparía de realizarla.</p>
-
-<p>Desde aquel momento su estrella se empañó en el cielo del oráculo, y
-comenzó á resbalar sobre la huella que termina en el desastre.<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span></p>
-
-<p>Solo, pobre y abandonado, sin más compañía que aquella espada que le
-había acompañado durante tantos años de vicisitudes, partió del campo de
-la ingratitud con la faz serena, pero con el corazón hecho pedazos.</p>
-
-<p>Aquel hombre extraordinario tenía un consuelo: la religión; era como
-Morelos: se persignaba y decía oraciones momentos antes de la batalla.</p>
-
-<p>Se le vió atravesar por los pueblos que respetaban el grande infortunio,
-viendo aquella figura histórica como el paso del alma de la revolución,
-que iba peregrinante por el suelo de los combates.</p>
-
-<p>Unióse á la división Berriozábal que venía de triunfo del Puente de
-Calderón, y tomó hospedaje en la ciudad de Toluca.</p>
-
-<p>La reacción no se dejaría arrebatar el poder sino hasta el último
-momento; así es que haciendo un esfuerzo supremo, organizó sus fuerzas y
-cayó sobre aquella división avanzada, dándole una sorpresa.</p>
-
-<p>El general Degollado fué hecho prisionero y conducido como un trofeo
-entre los estandartes de la reacción.</p>
-
-<p>El pueblo se agolpó á su tránsito, deseaba conocer á aquel hombre que
-había llenado las páginas de cuatro años con sus milagros y sus hazañas.</p>
-
-<p>El ilustre prisionero aceptó por completo su destino; sabía que el genio
-de la vicisitud batía<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span> las alas sobre su existencia, y estaba resignado.</p>
-
-<p>La victoria de Calpulálpan vino á decidir el triunfo completo de la idea
-reformista; sobre aquella arena quedó vencida para siempre la reacción.
-Un monumento sería en aquel lugar histórico el sarcófago de la sociedad
-antigua.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>El ejército de la reforma clavó sus estandartes vencedores en la capital
-de la República, el día 25 de Diciembre del año memorable de 1860.</p>
-
-<p>Las puertas del calabozo que guardaban á Don Santos Degollado se
-abrieron, y aquel mártir de la fe republicana se refugió en un silencio
-heroico, sacando su barca del mar borrascoso de las agitaciones
-políticas.</p>
-
-<p>Un golpe inesperado vino á herirle cuando yacía en el silencio de su
-hogar. Las hordas salvajes de la reacción, esos grupos de miserables
-asesinos, marea infecta en el lago obscuro de los motines, perpetraban
-el más cobarde de los asesinatos en la persona ilustre de Don Melchor
-Ocampo, en el hombre del pensamiento, en el salvador de la idea, en el
-cerebro de la revolución reformista.</p>
-
-<p>Los restos ensangrentados del mártir de Tepeji, colgados á un árbol del
-camino, y<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span> agitándose al soplo del viento, eran desde el suplicio el
-pregón de la infamia de sus verdugos, el ejemplo palpitante, la
-enseñanza heroica á las generaciones del porvenir.</p>
-
-<p>La sociedad entera se estremeció ante ese drama pavoroso. La hiena de
-Tacubaya, ese miserable, hecho del barro de Troppman, y animado por el
-soplo del crimen, era el autor de ese atentado, que rechaza con
-indignación la severidad humana.</p>
-
-<p>El pueblo se agolpó á las galerías de la Cámara, buscando un eco bajo
-aquellas bóvedas, y se encontró con un espectáculo que no esperaba, y
-que se registra en la sesión del 4 de Junio de 1861.</p>
-
-<p>En medio de la terrible fermentación de los ánimos, cuando todas las
-voces se convertían en un alarido de venganza, se vió aparecer sobre la
-tribuna á un hombre de aspecto siniestramente sereno, dejando ver, no
-obstante, las señales marcadas del dolor sobre su rostro.</p>
-
-<p>El aparecimiento repentino de aquella figura solemne aplacó la tempestad
-desencadenada; entonces se dejó oír el acento patriótico, que había
-resonado tantas veces en los campos de batalla y la tribuna
-revolucionaria: era la voz de Don Santos Degollado, que vibraba con una
-entonación lúgubre, demandando de sus jueces el permiso para vengar la
-sangre del patriarca de la democracia. <i>Ave, Cæsar, moriture te
-salutant!</i><span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span></p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>El 15 de Junio, ese año histórico de 1861, el general Degollado
-presentaba batalla á la reacción en el monte de las Cruces.</p>
-
-<p>El enemigo le tendió un lazo horrible, aparentó retroceder é hizo caer
-en una emboscada á los soldados republicanos. En medio del desórden que
-sigue siempre á una sorpresa, el general quiso reconquistar lo perdido y
-llamó con su voz de trueno á sus huestes, que se perdían entre los
-pinares y rocas de la montaña.</p>
-
-<p>Aquella voz atrajo la atención del enemigo, que se precipitó sobre el
-general, á quien el caballo le faltó en los momentos supremos, rodando
-sobre las piedras.&mdash;Pocos momentos después, la reacción llevaba en
-triunfo el cadáver de Don Santos Degollado, horriblemente mutilado y
-como un despojo de la batalla.</p>
-
-<p class="cb">..........................................</p>
-
-<p>¡Descansa en paz, sublime mártir de la libertad republicana! Los
-pendones enlutados de la patria sombrearán tu sepulcro en son de duelo,
-y el libro de la historia guardará tu nombre en esa página reservada á
-los mártires y á los héroes!</p>
-
-<p class="r">
-<i>Juan A. Mateos.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span></p>
-
-<h2><a name="LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA" id="LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA"></a>LOS MARTIRES DE TACUBAYA</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>El huracán sombrío de las revoluciones arrastra á su paso los despojos
-de las sociedades, desquiciándolas y hundiéndolas en un abismo, tumba
-abierta al extravío humano!</p>
-
-<p>El libro ensangrentado de nuestra historia es uno de aquellos monumentos
-terribles donde se ve la expiación y el castigo que deja caer la mano
-vengadora de Dios, sobre los pueblos á quienes azota la guerra
-fratricida.</p>
-
-<p>Medio siglo de combates, de duelos, de asesinatos, han sembrado de
-tumbas el territorio de la República, y es, que al descarrilarse nuestra
-sociedad de la vía tenebrosa de la conquista, ha llevado en su paso á
-dos generaciones con el tren inmenso de sus costumbres, de su
-superstición y de sus creencias.</p>
-
-<p>La Reforma ha pasado, como en todos los pueblos, sobre un campo de
-muerte; porque<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> las sociedades antiguas se hunden en medio de la
-catástrofe.</p>
-
-<p>Reaparece la sociedad moderna bajo la luz de la civilización y de la
-nueva idea, y sentada sobre los escombros ensangrentados, pasea su
-mirada en torno, y entonces la historia se escribe, y el gran libro de
-la experiencia llena sus páginas con el relato de los desastres.</p>
-
-<p>Registramos hoy en las hojas del <i>Libro Rojo</i> la hecatombe más pavorosa
-que llenó de indignación al mundo civilizado, y determinó la caída de la
-usurpación armada.</p>
-
-<p>He aquí el relato de ese hecho que pasa ya entre los romances populares
-con todas sus sombras é invencible horror.</p>
-
-<p>La hora había sonado para las antiguas preocupaciones; el poder del
-clero se hundía al <i>Dies iræ</i> de la revolución en los avances del siglo,
-y los últimos <i>soldados de la fe</i> luchaban desesperados en nombre de una
-causa sentenciada en el tribunal augusto de la civilización.</p>
-
-<p>El pueblo combatía bajo los pendones del progreso, y oponía su sangre
-como en los días primeros de su emancipación, á los golpes postreros de
-sus enemigos.</p>
-
-<p>El patriarca de la Libertad que como el mito de la religión pagana
-convertía las piedras en hombres, levantando ejércitos con sólo el
-esfuerzo de su aliento y la fe de su<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> constancia, acercó atrevido sus
-trágicos estandartes á la capital de la República, clavando su bandera
-sobre ese cerro histórico de Chapultepec, como un cartel de desafío á
-sus adversarios.&mdash;Menguaba el astro de aquel hombre sublime, mientras
-ascendía en el cielo de la patria el sol de sus libertades. La historia
-señalaba el 11 de Abril de 1859 como una fecha siniestramente memorable
-para la República.</p>
-
-<p>Libróse una batalla sangrienta en que las huestes del pueblo quedaron
-derrotadas sobre aquel campo. Hasta ahí, nada presentaba de particular
-el lance de guerra, sino la heroicidad de los vencidos.</p>
-
-<p>Abrimos un paréntesis para dar lugar al relato escrito en la misma noche
-del 11 de Abril, y bajo las impresiones dolorosas de aquel suceso.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El 11 de Abril de 1859 trabóse una batalla en las lomas de Tacubaya, y
-el general Degollado resolvió emprender una retirada, señalando una
-corta sección que resistiera el empuje de los soldados de la guarnición
-de México. Esta sección combatió con valor hasta agotar sus municiones;
-la villa fué invadida, el palacio arzobispal ocupado por los soldados de
-la reacción, que viendo vencidos á<span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span> sus enemigos les hicieron fuego y
-los lancearon en todas partes, sin hacer distinción entre los heridos.</p>
-
-<p>Algunos jefes y oficiales quedaron prisioneros al terminar la acción del
-11. Los heridos no pudieron seguir la retirada, y quedaron en hospitales
-improvisados en el Arzobispado y en algunas casas particulares. Con
-ellos quedó el jefe del cuerpo médico-militar del ejército federal y
-tres de sus compañeros que creyeron inhumano y desleal abandonar á
-hombres cuyas vidas podrían salvar, cuyas dolencias podrían mitigar.</p>
-
-<p>Un día antes de la acción se supo en México que eran muy pocos los
-profesores que venían en el ejército federal, y que esta escasez podía
-hacer mucho más funestos los resultados de una batalla. Esta noticia
-hizo que algunos jóvenes estudiantes formaran y llevaran á cabo el noble
-proyecto de ir á Tacubaya á ayudar gratuitamente á los facultativos y á
-cuidar y operar á los heridos de los dos ejércitos.</p>
-
-<p>Terminada la acción, varios vecinos recorrían el teatro de la batalla
-para informarse de lo ocurrido y auxiliar á los moribundos.</p>
-
-<p>Otros jóvenes llegaban en aquel momento á la población, viniendo de
-tránsito para México á completar su educación.</p>
-
-<p>La contienda había concluido; contienda entre compatriotas y hermanos,
-no quedaba<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> para el vencedor más que el triste y piadoso deber de curar
-á los heridos, de sepultar á los muertos y endulzar la suerte de los
-prisioneros: esto habría hecho cualquier caudillo que hubiera tenido de
-su parte el derecho y la legitimidad. Pero pocas horas antes había
-llegado á México D. Miguel Miramón como primer disperso del ejército que
-anunció iba á tomar Veracruz y retrocedió espantado de los muros de
-aquella heroica ciudad, sin haberse atrevido á atacarla. Humillado,
-caído en el ridículo, prófugo, quiere vengar los desastres que debe á su
-impericia, y vuela á Tacubaya. El genio del mal, el demonio del
-exterminio y del asesinato, cayó sobre aquella población!</p>
-
-<p>Durante el desorden de la ocupación de la villa, se oían tiros por todas
-partes. Unos huían, otros se defendían vendiendo caras sus vidas, otros
-sucumbían; pero, aunque desigual, había lucha todavía.</p>
-
-<p>Miramón reune en San Diego á Márquez y Mejía; sabe allí los nombres de
-algunos de los prisioneros, y estos tres hombres reunidos en un claustro
-decretan la muerte de los vencidos y de cuantos se encuentren en su
-compañía. Estos tres hombres pronuncian el vae victis! de los tiempos
-más bárbaros. Varios jefes palidecen al recibir las órdenes de los
-asesinos; pero hay cobardes que se encargan gustosos de la ejecución de
-la matanza.<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span></p>
-
-<p>Los soldados caen sobre los heridos; penetran hasta los lechos que les
-ha preparado la caridad, y allí los acaban á lanzadas animados por la
-voz de Mejía.</p>
-
-<p>Los médicos, pocas horas antes, habían dicho á un oficial que estaban
-prestando socorros urgentes á los heridos. El oficial les dijo que
-hacían muy bien en cumplir con su deber, y desde entonces los auxilios
-de la ciencia se impartieron por ellos, sin distinción, á liberales y
-reaccionarios.</p>
-
-<p>Llegó la noche, y comenzó á cumplirse la orden de los jefes de asesinos.</p>
-
-<p>En el jardín del Arzobispado sucumbió la primera víctima, el <span class="smcap">General D.
-Marcial Lazcano</span>, antiguo militar, que acababa de batirse con un valor
-admirable, y que al ser conducido al suplicio fué insultado por
-oficiales que habían sido sus subalternos y á quienes había corregido
-faltas de subordinación y disciplina. El general les dijo: «<i>Hay
-cobardía y bajeza en insultar á un muerto.</i>»</p>
-
-<p>Inmediatamente corrieron la misma suerte</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">El joven D. José M. Arteaga,<br /></span>
-<span class="i0">El capitán D. José López,<br /></span>
-<span class="i0">El teniente D. Ignacio Sierra.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Los cuatro murieron con valor y fueron fusilados por la espalda; los
-cuatro animaron á sus verdugos diciéndoles que no temblaran al hacerles
-fuego.<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Los médicos oyeron los tiros, conocieron lo que pasaba y sin embargo
-seguían haciendo vendajes y practicando amputaciones. Hubo quien dijera
-á D. Manuel Sánchez que huyera, y él, mostrando un instrumento
-quirúrgico que tenía en la mano, y el enfermo á quien operaba, dijo: «No
-puedo abandonarlo.»</p>
-
-<p>La soldadesca llega hasta las camas de los heridos, arranca á los
-médicos y á los estudiantes de las cabeceras de los pacientes, y un
-momento después caen acribillados de balas</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">D. Ildefonso Portugal,<br /></span>
-<span class="i0">D. Gabriel Rivero,<br /></span>
-<span class="i0">D. Manuel Sánchez,<br /></span>
-<span class="i0">D. Juan Duval (súbdito inglés),<br /></span>
-<span class="i0">D. Alberto Abad.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Portugal pertenecía á una de las familias más distinguidas de Morelia,
-era notable por su ciencia y por su filantropía, y era primo hermano de
-D. Severo Castillo, el llamado Ministro de Guerra de Miramón.</p>
-
-<p>Rivero ejercía las funciones de jefe del cuerpo médico del ejército
-federal, y no quiso retirarse cuando salieron las tropas.</p>
-
-<p>Sánchez fué el que permaneció al lado de<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span> los enfermos, aunque se le
-advirtió el peligro que corría.</p>
-
-<p>Duval era un hombre estimado por su caridad, por la conciencia con que
-ejercía su profesión, y que jamás se había afiliado en nuestros bandos
-políticos.</p>
-
-<p>Con estos hombres eminentes que así terminaron una carrera consagrada á
-la ciencia y á la humanidad, perecen los dos estudiantes</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i0">D. Juan Díaz Covarrubias,<br /></span>
-<span class="i0">D. José M. Sánchez.<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p>Díaz Covarrubias tenía diecinueve años; era hijo de Díaz el célebre
-poeta veracruzano, su aspecto era simpático, en su frente se veían las
-huellas prematuras del estudio y de la meditación. Estaba para concluir
-los cursos de la escuela, y consagraba sus ocios á cultivar las bellas
-letras. Es autor de varias novelas de costumbres y de poesías líricas,
-que revelan una alma pura, sensible y ansiosa de gloria. Todas sus
-ilusiones juveniles, todas sus esperanzas se extinguieron cuando le
-anunciaron que lo llevaban á la muerte. Este joven, este niño, pidió que
-se le permitiera despedirse de su hermano; los verdugos le dijeron que
-no había tiempo. Quiso escribir á su familia; los verdugos le dijeron
-que no había tiempo. Pidió un confesor; los verdugos le dijeron que no
-había<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> tiempo. Entonces el poeta regaló su reloj al oficial que mandaba
-la ejecución, distribuyó sus vestidos y el dinero que tenía en los
-bolsillos, entre los soldados; abrazó á su compañero Sánchez, y
-resignado y tranquilo se arrodilló á recibir la muerte. El oficial dió
-con acento ahogado la voz de fuego, y los soldados no obedecieron; la
-repitió dos y tres veces, y al fin sólo dos balas atravesaron el cuerpo
-del joven; sólo dos hombres dispararon sus armas. Los soldados lloraban;
-Díaz Covarrubias, agonizante, fué arrojado sobre un montón de cadáveres;
-algunas horas después, aún respiraba......... Entonces lo acabaron de
-matar, destrozándole el cráneo con las culatas de los fusiles!</p>
-
-<p>El mundo calificará estos horrores, que jamás había presenciado ni en
-las guerras más encarnizadas. Se ha visto entrar á saco á los ejércitos
-en país enemigo; se ha visto el incendio de las ciudades; se han visto
-actos de crueles represalias; pero ni en los tiempos bárbaros, ni en la
-edad media, ni en las conquistas de los musulmanes, ni en la guerra de
-Rusia en Polonia, ni en la del Austria en Italia y en Hungría, ni en los
-desastres de los carlistas de España, ni en la actual sublevación de la
-India, se han encontrado bárbaros que arranquen de la cabecera del
-enfermo el médico para asesinarlo. A los ojos de ningún tirano ha sido
-delito curar al herido; el médico<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> de ejército no se considera como
-prisionero; jamás es permitido disparar contra la bandera blanca de los
-hospitales de sangre; en medio de la guerra, los hombres todos respetan
-ciertas reglas de humanidad, cuya observancia es la gloria del valor.</p>
-
-<p>A nuestro siglo, á nuestro país estaba reservada la triste singularidad
-de ofrecer un espectáculo tan inhumano, tan cruel, tan salvaje, que hace
-retroceder la guerra á los tiempos de Atila y de los hunos.</p>
-
-<p>Los médicos asesinados en Tacubaya son mártires de la ciencia y del
-deber. Sus verdugos, que defienden los fueros de clérigos y frailes, han
-atropellado los fueros de la humanidad, las leyes de la civilización,
-los preceptos del derecho de gentes sancionados por los pueblos
-cristianos.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Quienes así trataron á los que estaban salvando á sus heridos, ¿de quién
-habrán de tener piedad?</p>
-
-<p>El <span class="smcap">Lic. D. Agustin Jáuregui</span> estaba tranquilo en su casa de Mixcoac, al
-lado de su esposa y de sus hijos, sin haber tenido la menor relación con
-los constitucionalistas. Era hombre que, si bien deploraba los males del
-país, estaba exclusivamente consagrado á su<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> familia. Un infame, cuyo
-nombre ignoramos, lo denuncia á Miramón como hombre de ideas liberales,
-y esto basta para que lo mande aprehender.</p>
-
-<p>Jáuregui tiene aviso de esta denuncia; duda, nada teme, sus deudos le
-aconsejan la fuga; pero era ya tarde: una gavilla de soldados se apodera
-de él, y maniatado es conducido á Tacubaya. No se le pregunta siquiera
-su nombre; es llevado al matadero, y cae fusilado como los otros.</p>
-
-<p>¿Cuál era su delito? ¿De qué se le acusaba?</p>
-
-<p>Nadie lo sabe.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Entre los prisioneros estaba <span class="smcap">D. Manuel Mateos</span>, joven de veinticuatro
-años que hace un año se recibió de abogado, y tenía felicísimas
-disposiciones para el cultivo de las letras, habiéndose desde niño dado
-á conocer por sus poesías, que respiraban un entusiasta patriotismo, y
-en que cantaba las glorias de nuestros primeros héroes.</p>
-
-<p>Este joven valeroso, instruído é inteligente, había combatido varias
-veces contra la reacción; hacía pocos días que, después de haber sufrido
-una larguísima prisión, se había incorporado al ejército federal.</p>
-
-<p>Llevado al suplicio, camina sin temblar, indaga quienes han muerto antes
-que él:<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> cuando quieren fusilarlo como traidor, se irrita, forcejea para
-recibir las balas por delante, y arenga á sus verdugos, diciéndoles que
-<i>los perdona porque no saben lo que hacen cuando consienten en asesinar
-á los que luchan por darles la libertad; hace votos porque su sangre no
-sea vengada; dice no lo aterra la muerte porque ha cumplido con sus
-deberes de mexicano y acepta gustoso el sacrificio de su vida</i>...... Sus
-palabras son interrumpidas por las balas que le hieren el pecho; un
-oficial ha tenido miedo de que siga hablando, y manda hacerle fuego
-antes de tiempo. ¡Mateos cae, y espira victoreando la libertad!!!</p>
-
-<p>Cuando este joven fué como voluntario á la campaña de Puebla y estuvo en
-la batalla de Ocotlán, en medio de la confusión de aquel día descubrió á
-su lado á unos oficiales reaccionarios que estaban perdidos. Mateos se
-acerca á ellos, les estrecha la mano, los viste con el uniforme de los
-rifleros, cede á uno su caballo, y así los salva, trayéndolos á México y
-ayudándoles á ocultarse mientras pueden obtener el indulto. Uno de los
-oficiales así salvados por Mateos, era ayudante de Haro y Tamariz.</p>
-
-<p>¡Y hombre tan generoso perece en la flor de su edad, sin encontrar un
-corazón amigo!<span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Las víctimas completan hasta el número de <small>CINCUENTA Y TRES</small>.</p>
-
-<p>Entre estas víctimas se oyen crueles despedidas, gritos de los que
-pedían un confesor, plegarias dirigidas á Dios y víctores á la libertad.
-Algunos habían sido prisioneros, otros no tenían más culpa que estar
-cerca del teatro de los sucesos: unos eran artesanos, otros labradores;
-muchos quedaron con los rostros tan desfigurados, que nadie ha podido
-reconocerlos. ¡Mártires sin nombre, pero cuya sangre no dejará por esto
-de caer sobre las cabezas de sus asesinos! Entre los testigos de esta
-tragedia, muchos lloraban, y á veces soldados y oficiales abrazaban á
-las víctimas.....</p>
-
-<p>Los cincuenta y tres cadáveres quedaron amontonados unos sobre otros,
-insepultos y enteramente desnudos, porque los soldados los despojaron de
-cuanto tenían, y de paso saquearon algunas casas.</p>
-
-<p>Las madres, las esposas, los hermanos, los hijos de las víctimas,
-acudieron al lugar del trágico acontecimiento, reclamaron á sus deudos
-para enterrarlos, y se les negó este último y tristísimo consuelo.</p>
-
-<p>A los dos días, los cadáveres fueron echados en carretas que los
-condujeron á una barranca,<span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span> donde se les arrojó y donde permanecen
-insepultos.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¡Víctimas de la ciencia, de la caridad y de la abnegación, dormid en
-paz! Vuestros verdugos os han abierto las puertas de la inmortalidad, y
-han coronado vuestras frentes con la aureola del martirio y de la
-gloria. Estais ya libres de la opresión; no sufrís el sonrojo del
-abatimiento de la patria; no veis triunfante el crimen, y estais ya en
-la mansión de la eterna justicia!</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Esta justicia ha condenado ya á los verdugos, que no podrán librarse del
-castigo de su culpa. Malditos serán sobre la tierra que empaparon con la
-sangre de sus hermanos, á quienes cobarde y alevosamente asesinaron:
-malditos sobre la tierra, sí, porque aunque huyan de la patria, en el
-destierro los perseguirán sus remordimientos, y todas las naciones
-cultas los recibirán con horror y con espanto. No hizo tanto el general
-Haynau en la guerra de Hungría, y al llegar á Londres el pueblo lo
-apedreó y lo escarneció en memoria de sus iniquidades.<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¡Dios Santo!! Tú que amparaste al pueblo mexicano en sus tribulaciones;
-Tú que diste fuerza á su brazo para filiarse entre las naciones
-soberanas; Tú que inspiraste á su primer caudillo la obra sublime de la
-abolición de la esclavitud, aliéntalo para que lave la tierra que le
-diste, y la purifique de las manchas sangrientas que le imprimen sus
-verdugos. ¡Dios de las naciones! Tú que eres misericordioso y
-justiciero, alienta, alienta á este pueblo para que recobre sus
-inalienables derechos para que asegure su porvenir, para que sea digno
-de contarse entre los pueblos cristianos que siguen la ley de gracia,
-traída al mundo por tu Hijo á costa de sangre!</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¡Dios de las naciones! Haz que el crimen tenga expiación; permite que
-este pueblo se lave del baldón de sus opresores, haciendo reinar la paz,
-la justicia y la virtud; y haz por fin, que este pueblo oprimido
-quebrante sus cadenas y sea el terrible instrumento de tu justicia
-inexorable.<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¡Ay de los asesinos! ¡Ay de los verdugos! ¡Ay de los modernos fariseos!
-¡Malditos serán sobre la tierra que regaron con sangre inocente, con
-sangre de sus hermanos que vertieron con crueldad y alevosía!!</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Once años han pasado, y está aún abierto el libro de la historia y
-palpitante el recuerdo de la catástrofe.</p>
-
-<p>La iglesia de San Pedro Mártir, en cuyo cementerio reposan las cenizas
-de los patriotas, no existe ya; los huracanes la derribaron por el
-suelo; y hasta sus cimientos han perecido.</p>
-
-<p>Una aguja de mármol señala el lugar del sacrificio; sobre una de sus
-piedras se lee en letras negras: ACELDAMA (<i>campo de sangre</i>), palabra
-de la Biblia, que resume el misterio de aquel lugar que velan los
-pabellones de la muerte.<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span></p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Víctimas y verdugos duermen ya el sueño eterno; las primeras vestirán en
-el cielo la túnica de los mártires y empuñarán la palma del sacrificio;
-los verdugos, rojos con la sangre de sus hermanos, pedirán con labios
-trémulos misericordia; Dios, sobre la alta justicia de los hombres,
-pronunciará su inexorable fallo.</p>
-
-<p>Uno solo, el principal autor de la hecatombe, vive expatriado de la
-sociedad humana, yace como un condenado entre los hombres, con la carga
-pesada de su existencia, maldito de los suyos, aborrecido de los
-extraños, y con la marca del asesino sobre su frente.</p>
-
-<p>Huye del castigo humano. ¿Podrá esconderse á la mirada de Dios?</p>
-
-<p>México, Octubre de 1870.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Juan A. Mateos.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span></p>
-
-<h2><a name="COMONFORT" id="COMONFORT"></a>COMONFORT</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>La sincera amistad que le profesamos en vida, y el pesar y respeto que
-nos causó su muerte trágica y prematura, harán quizá que no seamos
-enteramente imparciales al consagrarle unas líneas en esta publicación
-donde hemos consignado el funesto fin de hombres célebres y distinguidos
-en las edades de nuestra historia. No es una biografía la que vamos á
-escribir, sino el recuerdo familiar de algunos de los rasgos más
-marcados de un personaje que, de todas maneras, tendrá que figurar en
-nuestra historia contemporánea.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Puebla pasa por uno de los Estados donde ha penetrado con más trabajo la
-civilización.&mdash;No tengo esa creencia, y me parece simplemente que el
-apego religioso á sus antiguas costumbres y creencias, da motivo á una
-crítica<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> que tiene mucho de injusta y de apasionada. Los hombres
-distinguidos que ha producido, bastarían para destruir en parte esta
-preocupación. Comonfort era originario de un pueblo del Sur de ese
-Estado. Sus primeros años fueron, como es común, dedicados a la escuela
-y al colegio, donde fué condiscípulo de D. Antonio de Haro y Tamariz,
-que murió el año pasado en Roma con el hábito de jesuita.</p>
-
-<p>Nada se encuentra en los años de la juventud de Comonfort que revelara
-el alto destino que debía ocupar en la República, y la marcada
-influencia que debía ejercer en los negocios públicos. Los empleos que
-desempeñó en los primeros momentos de su carrera política, fueron
-subalternos y de la esfera política. Después vivió algunos años reducido
-al círculo privado, y dedicado al cultivo de una propiedad que tenía en
-el campo, situada entre México y Puebla, y la cual enajenó en los
-últimos días de su gobierno.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Hubo una época en que una tertulia de hombres eminentes y distinguidos
-gobernó á México. Esta era la tertulia que se reunía en la casa de D.
-Mariano Otero.</p>
-
-<p>Otero era redactor en jefe del <i>Siglo XIX</i>, senador, después ministro.
-Yáñez era diputado,<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> después fué ministro. Lafragua, diputado varias
-veces, después también ministro. No había persona de las que concurrían
-habitualmente, que no ejerciese un importante cargo público y un influjo
-más ó menos eficaz en los asuntos del gobierno. El alma de toda esta
-reunión era D. Manuel Gómez Pedraza, que jamás en su delicadeza y
-respeto por los demás, pretendió constituirse en director ó jefe; pero
-que se complacía en los últimos años, de ejercer su influjo y de tener
-íntima amistad con personas cuyos talentos él más que nadie sabía
-estimar. A esta reunión de liberales moderados pertenecía Comonfort, y
-fué verdaderamente la época en que se colocó en una esfera de acción y
-comenzó á tomar más ó menos parte en la política.</p>
-
-<p>Antes había ya dado una prueba de patriotismo y de valor personal. Había
-sido militar, como muchos mexicanos, de milicias nacionales; pero no era
-su profesión: sin embargo, cuando las fuerzas americanas llegaron al
-Valle de México, y el general Santa-Anna se puso al frente del nuevo
-ejército que formó, Comonfort ofreció sus servicios y desempeñó el cargo
-de ayudante en toda la campaña del Valle, atravesando por entre las
-balas y la metralla, y dando pruebas de una serenidad y una calma, en
-medio del peligro, que le captó las simpatías de los antiguos<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> oficiales
-que servían en los cuerpos de las tropas de línea. Concluída la campaña,
-volvió Comonfort á su vida quieta y á sus ocupaciones privadas.</p>
-
-<p>En la tertulia de Otero, Comonfort era verdaderamente querido de todos.
-De un carácter extremadamente complaciente y suave, de unas maneras
-insinuantes, de unos modales propios de una dama, como decía Pedraza, no
-había persona que le tratase, aunque fuese un cuarto de hora, que no
-quedase prendado de su amabilidad. Así sucedió constantemente durante su
-gobierno, y más de un enemigo que hubiese querido aniquilarle, se
-reconcilió con solo una media hora de conversación. Decían que
-Maximiliano era en su trato verdaderamente seductor. Yo no he conocido
-otro hombre más agradable, por sus maneras, que Comonfort. La finura y
-cortesía del gentilhombre francés de los buenos tiempos, estaba
-personificada en él.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>Comonfort se hallaba en 1854 de Administrador de la Aduana de Acapulco.
-Santa-Anna, que gobernaba entonces, le destituyó. He aquí el principio
-pequeño de una gran revolución social que se llamó de la <i>Reforma</i>, y
-que se ha enlazado posteriormente con sucesos<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> tan importantes como
-fueron los de la intervención, y hoy mismo la próxima destrucción de la
-dinastía de los Bonaparte.</p>
-
-<p>Comonfort fué el verdadero promovedor y autor del Plan que proclamaron
-en Ayutla los generales Alvarez, Moreno y Villareal, que se reformó en
-Acapulco, el 11 de Marzo de 1854. Sosteniéndolo con las armas en la
-mano, se hizo notable Comonfort, no sólo como hombre de valor, sino como
-caudillo dotado de una gran constancia y de cierta capacidad militar.
-Fué realmente una aparición repentina en la escena de nuestro gran drama
-revolucionario, que recordaba aquellas figuras que se levantaban
-repentinamente de cualquiera parte, en los últimos años de la dominación
-española.</p>
-
-<p>Santa-Anna, que por política ó por carácter había sido el amigo de todos
-los partidos y el favorecedor de todos los partidarios, en la última vez
-que gobernó el país fué perseguidor, vanidoso, vengativo, hasta cruel.
-Esta tiranía y el aparato monárquico con que revistió su gobierno, chocó
-generalmente á los mexicanos; así, que en los últimos días del año de
-1853, tenía ya la opinión pública enteramente contraria, y su
-administración sin recursos pecuniarios no contaba con más apoyo que el
-de la fuerza armada. La revolución de Ayutla era la chispa, pero el
-reguero de pólvora estaba ya tendido de uno á<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span> otro extremo del país.
-Los gobiernos personales han sido frecuentes en la República: como el
-gobierno personal ya cansaba al carácter movible de los mexicanos, un
-plan que prometiese una organización constitucional debía tener eco en
-toda la República; como en efecto lo tuvo el de Ayutla.</p>
-
-<p>Santa-Anna despreció al principio este movimiento; pero pocos días
-bastaron para persuadirle que si no le sofocaba, prontamente podría
-acabar con su gobierno. Como todo gobierno que está para caer,
-multiplicó sus actos de opresión, y no confiando desde luego en ninguno
-de sus generales, ó creyendo conquistar fácilmente una gloria militar,
-se puso á la cabeza de una división de cinco mil hombres y marchó al
-Sur.</p>
-
-<p>Venciendo las dificultades de un país desprovisto de recursos, y los
-ataques poco importantes de algunas guerrillas, Santa-Anna llegó frente
-al puerto de Acapulco el 19 de Abril de 1854.</p>
-
-<p>La gloria de Santa-Anna se apagó para siempre en esta jornada, y
-Comonfort comenzó á ser el hombre de la revolución y el personaje
-distinguido de la época. Se encerró con un puñado de hombres en el
-castillo de San Diego, y de allí no le sacaron ni los cañonazos ni el
-oro. Santa-Anna llevaba y ofrecía pólvora y oro, y la influencia y
-dinero de<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> D. Manuel Escandón, no fueron del todo extraños en esta
-expedición.</p>
-
-<p>Santa-Anna, que temió acabarse de estrellar y perecer con todo su
-ejército en las ásperas montañas del Sur, levantó el sitio de Acapulco y
-regresó á la Capital, teniendo que forzar varios pasos y que perder en
-cada uno un pedazo de su prestigio y algunos de sus soldados.</p>
-
-<p>El dinero que recibió Santa-Anna por el tratado de la Mesilla, prolongó
-por unos días más su existencia; pero la revolución creció en el Sur y
-se propagó por Michoacán y Tamaulipas.</p>
-
-<p>Entretanto, Comonfort salió de Acapulco para San Francisco de
-Californias, donde no pudo conseguir ningunos recursos. De San Francisco
-pasó á Nueva-York, y allí encontró á D. Gregorio Ajuria. Era hombre
-especulador y audaz, y jugó un verdadero albur. Prestó á Comonfort
-sesenta mil pesos, parte en dinero y parte en armas, estipulando que
-recibiría doscientos cincuenta mil pesos si la revolución triunfaba. La
-revolución triunfó, y Ajuria fué pagado, y más adelante arrendó, en
-compañía con otra persona, la Casa de Moneda de México.</p>
-
-<p>El lance fué atrevido, y sea lo que se fuere, Comonfort regresó á
-Acapulco el 7 de Diciembre de 1854 con algunos recursos, y la revolución
-tomó un carácter más positivo y más<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span> serio. Comonfort pasó al Estado de
-Michoacán con el carácter de General en Jefe de las tropas de aquel
-Estado, y Santa-Anna, por su parte, salió también de la capital con un
-ejército á combatir á su enemigo; pero regresó el 8 de Junio de 1855,
-sin haber podido obtener sino triunfos efímeros, y dejando en peor
-estado el resto del país donde cundía el incendio de la revolución.</p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>El 13 de Agosto de 1855 fué día de holgorio y de fiesta revolucionaria
-para el pueblo de la capital. Los bustos de mármol del Ministro D.
-Manuel Diez de Bonilla, los libros de pastas blancas italianas, el
-piano, los retratos del personaje, los muebles, todo volaba de los
-balcones á la calle, donde la plebe furiosa se arrojaba sobre los
-destrozos del menaje del que representaba la aristocracia pocos días
-antes y lo entregaba á las llamas. Por otras calles conducía una
-multitud frenética los coches de Santa-Anna, untados de brea y ardiendo
-como unos hornos ó fraguas ambulantes. El aspecto de la ciudad, llena de
-gentes de los barrios dispuestas á la venganza y próximas al furor y al
-desbordamiento, hicieron que los habitantes cerraran sus casas y
-tiendas, y que los hombres que habían<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span> hasta ese momento gobernado, se
-pusieran en salvo.</p>
-
-<p>¿Qué cosa había ocasionado este movimiento?</p>
-
-<p>Santa-Anna, cansado ya de luchar y persuadido de que no podía dominar la
-revolución, abandonó el gobierno, y á las tres de la mañana del 9 de
-Agosto salió para Veracruz, donde llegó pocos días después y se embarcó
-con dirección á la Habana.</p>
-
-<p>Como los reyes, dejó en un pliego cerrado nombrados los gobernantes que
-debían de sucederle; pero la revolución avanzaba á grandes pasos al
-centro.</p>
-
-<p>Comonfort continuaba sus hazañas militares, y se hacía á la vez temer y
-amar de los pueblos por donde pasaba.</p>
-
-<p>Obraba ya con unas tropas medianamente regularizadas, y en un extenso
-Estado como el de Jalisco. Zapotlán era una plaza fuerte, guarnecida con
-fuerzas del Gobierno. Comonfort la atacó, asaltó personalmente una
-fortificación y llegó hasta la plaza, precediendo á mucha distancia á
-sus soldados. Este triunfo, puede decirse personal, le grangeó la
-admiración de todas esas poblaciones, y cuando se dirigió á Colima, la
-ciudad le abrió sus puertas, y en lugar de balas y pólvora hubo
-banquetes, bailes y regocijos.</p>
-
-<p>En la capital se organizó una presidencia interina que ocupó el general
-Carrera; pero<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> no siendo reconocido por la revolución, las fuerzas que
-desde entonces podían llamarse liberales, se avanzaron á la capital, y
-cosa de cincuenta mil hombres de línea que había dejado Santa-Anna, ó se
-disolvieron ó fueron tomando parte en el movimiento.</p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>El general Alvarez, patriarca centenario del inexpugnable Sur, fué
-también el jefe de una revolución. Vino á Cuernavaca, y allí una junta,
-como era de esperarse, lo eligió Presidente. Alvarez eligió á Comonfort
-para su Ministro de la Guerra, y con este carácter vino á la capital,
-después de derrocado Santa-Anna. La revolución era en el sentido
-liberal, pero no progresista. El partido moderado, teniendo por
-principio no hacer peligrosas innovaciones, era en ese sentido
-antagonista del partido rojo. Comonfort, representante de esa revolución
-y de ese partido moderado, fué elegido Presidente substituto el 12 de
-Diciembre de 1855, no sin haber tratado de impedirlo el partido liberal
-exaltado.</p>
-
-<p>A los pocos días y cuando apenas acababa la revolución llamada de
-Ayutla, brotó otra nueva en Zacapoaxtla. Todas las tropas de que podía
-disponer el gobierno, le abandonaron; mientras que los pronunciados, á<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span>
-cuya cabeza estaba D. Antonio Haro, se posesionaron de Puebla con una
-gran fuerza, y amagaban la capital.</p>
-
-<p>Fué necesario reclutar nuevas tropas, armarlas, vestirlas y enseñarles
-hasta los primeros rudimentos del arte militar; pero con la actividad y
-energía que desplegó la administración en esos momentos supremos, se
-vencieron todos los obstáculos, y en el mes de Marzo de 1856, Comonfort
-se hallaba frente de Puebla con cerca de 16 mil hombres.</p>
-
-<p>Dotado Comonfort, como se dice vulgarmente, de un buen ojo militar y de
-un valor sereno é inalterable, arriesga una batalla en Ocotlán, contra
-los mejores jefes del ejército de línea, que mandaban las fuerzas
-contrarias, y triunfa completamente el 8 de Marzo; estrecha sus
-operaciones sobre Puebla, toma la plaza, y habiendo dominado la más
-formidable de todas las revoluciones que han estallado contra los
-gobiernos de México, regresa triunfante á la capital, donde es recibido
-con unas festividades y unos banquetes populares nunca vistos hasta
-entonces.</p>
-
-<p>Aunque las fiestas que se hicieron se llamaron de la paz, la paz no duró
-sino unos cuantos días. En Puebla hubo otra sublevación y otro sitio, y
-en San Luis estalló otro pronunciamiento. De todos estos peligros salió
-Comonfort airoso, y logró vencer y tener en su poder á todos sus
-enemigos.<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span></p>
-
-<p>Las tendencias progresistas se hicieron sentir forzosamente en la
-administración, y la reforma tenía que comenzar. D. Miguel Lerdo de
-Tejada ocupó el Ministerio de Hacienda con ese designio, y la ley de 25
-de Junio continuó la reforma civil que se había ya comenzado sin éxito,
-hacía algunos años, por D. Valentín Gómez Farías, el Dr. Mora y el Lic.
-D. Juan José Espinosa de los Monteros.</p>
-
-<p>Comonfort, no sólo por opinión sino por carácter, era moderado. Enemigo
-de la violencia, lleno de bondad no sólo con sus amigos sino con sus
-enemigos, nada de lo que se le pedía negaba, y pasaba por falso cuando
-no le era posible contentar todas las aspiraciones ni llenar todas las
-exigencias de los que siempre solicitan favores del hombre que gobierna.
-Con un fondo tal de carácter, los choques que debía producir en su
-espíritu y en la ejecución material todo lo que era necesario hacer para
-llevar á cabo lo que el partido progresista exigía, eran demasiado
-fuertes y superiores á su organización. Valiente por naturaleza, ni el
-temor de ser asesinado, ni las balas, ni los cañones le amedrentaban;
-pero vacilaba ante las observaciones de los hombres notables del partido
-conservador, á quienes siempre trató con una grande consideración. Lo
-que labraba en su ánimo en el día el partido progresista, lo destruía en
-la noche el partido conservador, y<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> venía á quedar en ese término
-moderado; quizá bueno en unas circunstancias normales y ordinarias, pero
-peligroso é inútil en las crisis políticas, que tienen forzosamente que
-sufrir á su vez y en determinado tiempo todas las naciones. Quería la
-reforma, pero gradual, filosófica, sin violencia y sin sangre. Esto era
-imposible; tanto más, cuanto que el clero, después de la ley de 25 de
-Junio, tenía ya que defender sus cuantiosos bienes materiales y su
-eterno principio de administración de esos bienes, sin ninguna
-ingerencia de la autoridad civil!</p>
-
-<p>Así combatido, como la nave por las olas entre dos escollos, su vida era
-una verdadera tortura, y las medidas del gobierno parecían algunas veces
-enérgicas y decisivas, y otras débiles é ineficaces. El 5 de Febrero de
-1857 se promulgó la Constitución.</p>
-
-<p>La Constitución era una base que se trataba de hacer normal y permanente
-para el orden de la sociedad. La Reforma tenía que ir más adelante.
-¿Cómo habían de conciliarse estas dos fuerzas morales que luchaban en el
-seno mismo del Congreso? La solución tenía que ser violenta y
-revolucionaria. Este fué el golpe de Estado, y sin él, la Reforma, tal
-cual se realizó, habría sido imposible, como habría sido también
-imposible, sin el golpe de Estado de Chihuahua, el completo y definitivo
-triunfo sobre la intervención europea.<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span> El tiempo, la experiencia, y los
-hechos hacen que los hombres sean más indulgentes, y poco á poco la
-justicia se hace lugar en la historia de las debilidades y de las
-pasiones de la humanidad. Hoy se puede presentar el ejemplo patente,
-vivo é innegable. Si pudiéramos colocarnos en la época de Diciembre de
-1857, tendríamos la constitución republicana, pero no tendríamos la
-Reforma. Hoy existen unidas estas dos cosas, contradictorias entre sí, y
-el golpe de Estado hizo sobrevivir la Constitución y realizó la Reforma.
-Que por los medios lentos que el mismo Código señala se hubiera hecho
-todo lo que hizo el Gobierno de Veracruz, y estaríamos en las primeras
-letras de este abecedario, que las naciones de Europa no han aprendido
-sino á costa de los mayores y más terribles desastres. No hay más que
-recordar los tiempos de Enrique VIII, de Lutero y de la Convención
-francesa. Clero y aristocracia, moderados y progresistas, comparad, y
-todos quedaréis contentos de cuán poco ha costado entre nosotros lo que
-en este momento todavía tiene que comenzar la Francia republicana.<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span></p>
-
-<h3>VII</h3>
-
-<p>Comonfort fué la víctima. Su carácter, su posición y los
-acontecimientos, de que él no era el dueño ni el regulador, le
-condujeron al destierro.</p>
-
-<p>Salió tranquilamente de entre las bayonetas de sus enemigos, tomó el
-camino de Veracruz, y allí, la buena amistad del gobernador D. Manuel
-Gutiérrez Zamora proporcionó un asilo al proscrito. Embarcóse, y en
-breve se encontró en los Estados Unidos, en esa tierra única donde
-encuentran asilo y seguridad los desgraciados y los proscritos de todo
-el globo.</p>
-
-<p>Todo el tiempo de la tenaz y larga guerra que se llamó de la Reforma,
-vivió Comonfort en el extranjero. Restaurada la República, Comonfort
-trató de volver á su país, de abrirse camino con nuevos servicios á la
-patria, y de borrar con la brava conducta el error personal que como
-Presidente había cometido, sin apercibirse acaso de que no había sido
-más que un medio, un instrumento necesario para el desarrollo de una
-revolución social. No es el ingeniero que comienza un camino de fierro,
-el que suele recorrer toda la linea concluída. Así, en la política, el
-que inició el movimiento progresista, no recogió más que los peligros,
-las amarguras y los desengaños,<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> y otros fueron los que recogieron la
-fama, los honores y el poder.</p>
-
-<p>El Sr. Juárez, siempre amigo de Comonfort, le abrió completamente las
-puertas de la patria, por donde ya el infortunado Don Santiago Vidaurri
-le había dejado entrar. Comonfort con su familia residió en Monterrey
-algún tiempo, inspirando celos y temores al partido exaltado, que veía
-en su residencia en la Frontera, una nueva revolución y un amago á la
-constitución restaurada. Nada de eso era: Comonfort no quería más que
-una rehabilitación, y la guerra extranjera le abrió el camino de la
-Capital.</p>
-
-<p>Comonfort llegó con una corta fuerza compuesta de esos hombres del
-desierto, fuertes y atrevidos, acostumbrados á luchar en la frontera con
-los filibusteros y con los indios salvajes. A estas buenas tropas se
-agregaron otras, y se formó un corto ejército que se llamó del centro, y
-se colocó en la línea de México á Puebla.</p>
-
-<p>Cerca de dos meses de un sitio riguroso puesto por las tropas francesas
-á la Plaza, de Puebla, habían necesariamente agotado los víveres y
-municiones. Se necesitaba á toda costa introducir un convoy, y esta
-operación imposible se encargó al General Comonfort, y en verdad, de los
-que la sugirieron los unos obraron por patriotismo y otros por venganza.
-La muerte ó la derrota eran inevitables.<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span> Comonfort no podía tener ni la
-más remota probabilidad de vencer á un número más que triple de las
-tropas regulares y bien armadas que mandaba el General Bazaine. Con
-efecto, el día 8 de Mayo de 1863, en poco más de dos horas, las columnas
-de zuavos y de feroces argelinos pusieron en desórden á nuestras tropas
-acabadas de reclutar y de organizar, y ni la muerte de Miguel López, ni
-la bravura de muchos de los jefes mexicanos, ni la intrepidez de
-Comonfort que se arrojó en lo más recio de la pelea y buscó desesperado
-la muerte, ni el sacrificio de muchos infelices soldados que fueron
-materialmente asesinados por los árabes, fueron bastantes para
-restablecer la acción que definitivamente fué ganada por el mismo
-Mariscal que hoy ha dado pruebas en Metz de no haber olvidado las
-lecciones de constancia, de tenacidad y de desesperada resistencia que
-aprendió en sus campañas de México. Comonfort había ya recibido un nuevo
-bautismo, y se presentó en la capital todavía con el polvo y la sangre
-de la batalla. Puebla, como consecuencia forzosa de la desgraciada
-batalla de San Lorenzo, fué ocupada por los franceses cuyo general era
-el memorable Forey, que permaneció todo el tiempo del sitio en el cerro
-de San Juan, y no se atrevió á entrar á Puebla sino cuando ya habían
-ocupado todas las calles y fortines las columnas de Bazaine. Forey, que<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span>
-merecía ser destituído y condenado lo menos por diez años á un castillo,
-recibió sin embargo el bastón de Mariscal.</p>
-
-<p>Cuando los franceses emprendieron la marcha para la capital, se pensó en
-una nueva defensa; pero, en verdad, pocos elementos existían para esto,
-y al fin, sin un ejército auxiliar competente para medirse con el
-enemigo, la suerte hubiera sido igual á la de Puebla, donde la historia
-no podrá negar que hubo una resistencia, que sin exageración se puede
-llamar heróica. El Gobierno, pues, salió de la capital, y Comonfort
-comenzó la larga peregrinación que no había de terminar sino el Sr.
-Juárez. El 16 de Octubre de 1863 fué nombrado Comonfort general en jefe
-del ejército que se trataba de reorganizar para resistir sin descanso á
-la intervención. Este honor, dispensado no sólo por la amistad que
-profesaban los Sres. Juárez, Lerdo y Núñez á Comonfort, sino porque
-reconocían en él valor, abnegación y las cualidades militares con que le
-había dotado la naturaleza, fué el origen conocido y visible de su fin
-trágico, y de que por uno de esos designios de la Providencia, que
-escapan á la indagación de la inteligencia humana, muriese obscuramente
-á manos de unos bandidos, en vez de acabar gloriosamente delante del
-enemigo extranjero, empuñando la bandera de la Independencia y de la
-Libertad.<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span></p>
-
-<p>No pudiendo nosotros describir tan minuciosamente ni mejor, los últimos
-sucesos que acabaron con la existencia de este mexicano distinguido y
-valiente; copiamos lo que el General Rangel, que fué siempre su íntimo y
-fiel amigo, escribió con este motivo, haciéndole sólo una ligera
-variación.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<div class="blockquot"><p>El general Comonfort fué nombrado general en jefe del ejército,
-como por el 16 de Octubre, y el 26 marchó para Querétaro, con tan
-amplias facultades como las que tenía el Presidente de la
-República, excepto las que se cifraban en ciertas restricciones,
-impuestas por este mismo magistrado. Establecidas las bases para el
-plan de operaciones, y las de regimentación de todo el ejército con
-que se contaba entonces, para su movilidad conforme á dichas bases,
-faltaban únicamente los caudales necesarios, que se estaban
-reuniendo en San Luis bajo la influencia del C. Presidente Juárez y
-por las agencias de su ministro el C. H. Núñez.</p>
-
-<p>El día 8 salió de Querétaro para San Luis el General Comonfort, en
-compañía del Sr. Cañedo, que acababa de llegar allí de Guanajuato;
-de un oficial del Ministerio, el Teniente Coronel Vergara; de su
-ayudante de campo, que estaba ese día de guardia, el Coronel Cerda,
-y de un empleado de la secretaría particular del Sr. Comonfort, el
-Comandante Velázquez. El día 9 llegó á San Luis, alojándose en la
-casa del Sr. Lerdo, y el día 10 recibió<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span> libranzas por valor de
-sesenta y tres mil pesos.</p>
-
-<p>El día 11 salió por la diligencia para Querétaro, con todo el
-séquito que había traído, y además el C. Coronel Rul, ayudante del
-C. Presidente.</p>
-
-<p>Poco antes de llegar á la Quemada, alcanzó á la diligencia un
-extraordinario, por medio del cual el C. Presidente mandaba decir
-al General Comonfort que se cuidara mucho, porque se decía que en
-el camino se hallaba una contraguerrilla que le quería salir al
-encuentro.</p>
-
-<p>El día 12 llegaron á comer á San Miguel de Allende, siempre por la
-diligencia de Querétaro. Allí determinó el Sr. Comonfort tomar
-caballos, para continuar por el camino de Chamacuero para Celaya;
-éstos fueron proporcionados por la autoridad, y se tomaron tantos
-como eran necesarios para su séquito, que era el mismo con que
-salió de Querétaro para San Luis, y además un ayudante del C.
-Presidente, el C. Coronel Rul.</p>
-
-<p>En San Miguel tuvo aviso el General Comonfort, de que los
-Troncosos, bandidos de profesión, merodeaban por cuenta de Mejía,
-desde las inmediaciones de Querétaro hasta las de Guanajuato, donde
-días antes habían asesinado en Burras á un oficial de policía.</p>
-
-<p>El día 13, el General Comonfort salió de San Miguel como á las ocho
-de la mañana, por el camino de Chamacuero, con su repetido séquito
-y una escolta de menos de 80 caballos.</p>
-
-<p>Entre San Miguel y Chamacuero encontraron un batallón que iba en
-marcha para el primer punto, cuyo jefe manifestó al Señor<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span>
-Comonfort hallarse en el camino algunas fuerzas bandálicas, y le
-propuso escoltarlo, pero él lo rehusó, porque el informe que le
-habían dado de estas fuerzas, era considerándolas muy despreciables
-y mal armadas, y porque el mismo jefe le aseguró que había otro
-batallón situado en Chamacuero.</p>
-
-<p>A esta población llegó como á las once del día, en ella almorzó y
-recibió detalles más minuciosos del enemigo.</p>
-
-<p>Desde allí mandó un correo extraordinario al C. Ignacio Echagaray,
-avisándole de que esa misma tarde llegaría á Celaya.</p>
-
-<p>Este extraordinario fué interceptado en el monte de San Juan de la
-Vega, por una de las contraguerrillas de Mejía, al mando de
-Aguirre, que se titulaba Comandante, quitándole la comunicación que
-llevaba y exigiéndole declarase si venía allí Comonfort, con qué
-fuerza y cuál era la calidad de ésta, á fin de sorprenderlo,
-dejando entretanto prisionero al correo.</p>
-
-<p>Como á las dos de la tarde salió de Chamacuero el Sr. Comonfort en
-su carretela, que casualmente había encontrado en San Miguel, con
-dirección á Querétaro. El Coronel Cerda se ofreció á montar en el
-pescante, con el fin de dirigir mejor las mulas para el caso de que
-ocurriese algún ataque.</p>
-
-<p>Los demás señores del séquito montaron á caballo, colocándose el
-Sr. Cañedo junto á la carretela al lado del Sr. Comonfort, del otro
-lado el Sr. Velázquez, y en seguida los señores Vergara y Rul. A
-poco andar llegaron al Molino de Soria, adonde sus dueños dieron la
-bienvenida al Sr. Comonfort, ofreciéndole su casa con el mayor
-afecto, pues creyeron<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> que era su ánimo pernoctar en ella; pero
-grande fué su sorpresa cuando les dijo que seguía para Celaya,
-porque les pareció poca la fuerza que le escoltaba. Con este motivo
-le hicieron presente que á poca distancia se encontraban en acecho
-fuerzas enemigas, que podrían verse desde la azotea. El general
-despreció estos avisos porque le parecieron temores infundados,
-pues las fuerzas que se le anunciaban eran de rancheros mal armados
-con lanzas y machetes, para las que creía por lo mismo suficiente
-su fuerza, para contenerlos ó para batirlos si era necesario.</p>
-
-<p>Los dueños del molino, interesándose por la seguridad del General,
-le indicaron que había una vereda á la izquierda del camino, por
-donde se podía evitar una emboscada, saliendo al llano, á donde
-podría defenderse con éxito y cargar la caballería, por ser de esta
-arma la fuerza que escoltaba el General. Este aceptó el consejo, y
-emprendió la marcha con su comitiva y escolta en el mismo orden en
-que había llegado allí.</p>
-
-<p>El Comandante de la escolta dispuso que el Alférez C. José María
-Lara, se adelantase con cuatro exploradores á formar la
-descubierta, á cien pasos del carruaje, para no ocasionar
-polvareda.</p>
-
-<p>El Coronel Cerda, que empuñaba las riendas, se pasó algún trecho de
-la entrada de la vereda, la cual no era muy ancha; pero cuando lo
-advirtió, lo comunicó al General, proponiéndole volverse para
-entrar en ella, quien lo rehusó para no perder tiempo.</p>
-
-<p>A poco andar, se oyeron unos tiros, y en seguida se advirtió que
-eran de los exploradores que se batían contra la emboscada. El<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span>
-Coronel Cerda detuvo el carruaje; el General montó á caballo, mandó
-cargar á la escolta, y después de dar esta orden, mandó al general
-Cañedo que avanzasen los infantes que venían á retaguardia para que
-apoyados en los árboles, hiciesen fuego protegiendo el paso de la
-caballería. A este mismo tiempo, y habiendo deshecho la corta
-descubierta, cargaron los contraguerrilleros, que eran muchos, y
-envolvieron á los jefes y á la escolta, haciéndola sucumbir, á
-pesar de la superioridad de sus fuegos, cayendo muertos alderredor
-del General Comonfort, el Comandante Velázquez, el Teniente Coronel
-Vergara, y el Coronel Cerda, gravemente herido.</p>
-
-<p>El General Comonfort, no obstante haber sido cubierto por su
-séquito y por su escolta, había recibido un machetazo en la cara,
-desde el ojo, que le había dividido el carrillo, y conservaba aún
-su pistola, ya descargada, para intimidar á los muchos cosacos que
-le acometían; cuando se le presentó delante el famoso capitancillo
-Sebastián Aguirre, en un brioso caballo tordillo que bailaba aún,
-alborotado por las detonaciones de las armas de los carabineros de
-la escolta, que casi habían cesado. El dicho capitancillo traía su
-lanza en ristre, arma común á toda su fuerza, y deteniéndose
-delante del General Comonfort, bien fuera por el respeto que éste
-infundía, ó por asestarle un golpe seguro, le dió lugar para
-dirigirle la palabra, y le dijo: «Amigo, no me mate vd., y le
-ofrezco hacerle una bonita fortuna.» Aguirre, lejos de aplacarse,
-le contestó: «Que no venía á robar sino á cumplir con las órdenes
-de su general,» dándole al mismo tiempo una lanzada que le dividió<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span>
-el corazón, cayendo consiguientemente en tierra, inmóvil, el
-General Comonfort.</p>
-
-<p>En seguida los bandidos de Aguirre no se ocuparon de otra cosa que
-de desvalijar el carruaje y aun á los muertos que habían quedado en
-el campo.</p>
-
-<p>El General Cañedo se encontraba á alguna distancia queriendo
-someter á los llamados infantes para que fueran á batirse, conforme
-á las órdenes del General Comonfort, y que hasta allí habían venido
-custodiando las cargas de fusiles; éstos no quisieron obedecer, y
-corrieron para el monte.</p>
-
-<p>Al día siguiente fué conducido á Chamacuero el cadáver del General
-Comonfort.</p></div>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Cualesquiera que hayan sido los errores que como gobernante cometió
-Comonfort, su memoria debe ser grata para los mexicanos, porque era
-valiente, honrado, sencillo, afectuoso, franco, generoso y bien
-intencionado; y representaba en conjunto la parte buena, amable y noble
-de la raza mexicana.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Manuel Payno.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span></p>
-
-<h2><a name="NICOLAS_ROMERO" id="NICOLAS_ROMERO"></a>NICOLAS ROMERO</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>Cuando encontramos en las hojas sagradas del Génesis que el <span class="smcap">Criador</span> del
-Universo tomó un trozo de barro que sólo había recibido el peso de su
-augusta planta, forma al hombre, y con su aliento vivificador lo levanta
-á la altura de su destino, admiramos como hechuras del Omnipotente á
-esos séres que se levantan del seno obscuro de la humanidad y describen
-una elipse luminosa en el corto trayecto de su aparición á su muerte.</p>
-
-<p>Dios ha impreso una marca sombría en la frente de los héroes; ellos
-ceden á la predestinación de su alto oráculo, y con la íntima convicción
-de su destino, aceptan el fuego del martirio, como la aureola de su
-glorificación histórica.</p>
-
-<p>Dios marca el momento, y el hombre obedece, impulsado por el oleaje que
-lo lleva á las playas desconocidas de su porvenir; enciende en su
-cerebro la antorcha de la idea,<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> y lo coloca en esa vía que conduce á la
-inmortalidad; desencadena su espíritu, lo fortalece, y se opera esa
-transubstanciación de un sér mezquino á un gigante que arranca un lauro
-á su siglo y una estrofa de gloria á la humanidad!</p>
-
-<p>Nicolás Romero era uno de esos hombres, y sus glorias pertenecen al
-pueblo mexicano.</p>
-
-<p>He aquí las páginas del <i>Calvario</i> de la revolución, trazadas por uno de
-los caudillos que hoy recibe en el extranjero los homenajes rendidos al
-patriotismo:</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>La Libertad es como el sol.</p>
-
-<p>Sus primeros rayos son para las montañas, sus últimos resplandores son
-también para ellas.</p>
-
-<p>Ningún grito de libertad se ha dado en las llanuras, como en ningún
-paisaje se ha iluminado primero el valle.</p>
-
-<p>Los últimos defensores de un pueblo libre han buscado siempre su asilo
-en las montañas.</p>
-
-<p>Los últimos rayos del sol brillan sobre los montes, cuando el valle
-comienza á hundirse en la obscuridad.</p>
-
-<p>Por no desmentir este axioma, la Convención Francesa en 93 tuvo su
-llanura y su montaña.<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span></p>
-
-<p>Zitácuaro está situado en una fragosa serranía del Estado de Michoacán.</p>
-
-<p>Era una graciosa ciudad de ocho mil habitantes.</p>
-
-<p>Sus calles, rectas; sus casas, aunque no elegantes, limpias y bonitas.</p>
-
-<p>Su comercio activo, y su agricultura floreciente.</p>
-
-<p>Esta era Zitácuaro en 1863.</p>
-
-<p>La República de México había sido invadida por los franceses.</p>
-
-<p>Los malos mexicanos se habían unido con ellos.</p>
-
-<p>El Gobierno legítimo abandonó la Capital después de esa gloriosa epopeya
-que se llamó el sitio de Puebla.</p>
-
-<p>El ejército de Napoleón III ocupaba las ciudades y los pueblos sin
-resistencia.</p>
-
-<p>Aquella era la marcha triunfal de la iniquidad.</p>
-
-<p>El paseo militar de la fuerza que vence al derecho.</p>
-
-<p>Pero el derecho debía tener sus representantes sobre la tierra, para
-protestar y combatir.&mdash;Debía tener sus mártires, y los tuvo.</p>
-
-<p>Y los representantes del derecho y de la Libertad se refugiaron en las
-montañas para protestar y combatir.</p>
-
-<p>Y los mártires encontraron en las montañas su Calvario.<span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span></p>
-
-<p>Al principio, es decir, antes de que comenzara esa larga serie de
-sangrientos combates que con fuerzas tan desiguales sostuvieron los
-defensores de aquel heróico pueblo, la hospitalidad no fué de lo más
-cordial.&mdash;Después que el fuego enemigo los encontró juntos, todos fueron
-unos.</p>
-
-<p>En las primeras invasiones, la población emigraba en masa.</p>
-
-<p>Así podía llegar la noticia de la venida del enemigo á la mitad del día
-como á la mitad de la noche; en una mañana serena ó en una tarde
-tempestuosa.</p>
-
-<p>La alarma corría veloz como la electricidad, y todo el mundo se ponía en
-movimiento, y la población en masa emigraba á los bosques, llevando cada
-una de aquellas familias lo poco que podía de sus muebles y de sus
-animales.</p>
-
-<p>Era un espectáculo tierno y sublime.</p>
-
-<p>Las madres cargando á sus hijos, los hombres llevando á cuestas á los
-enfermos, las ancianas conduciendo con los niños y pesadamente los
-mansos bueyes y los corderos, las gallinas y los cerdos; todo en una
-inmensa confusión, pero sin gritos, sin sollozos, sin maldiciones; con
-la resignación de los mártires, pero con la energía de los héroes.</p>
-
-<p>Y esa desgraciada muchedumbre se ponía en marcha muchas veces de noche,
-en medio del agua que caía á torrentes, y alumbrada<span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span> apenas por hachas
-de brea, que la tormenta y el aire apagaban á cada momento.</p>
-
-<p>Y así caminaban entre aquellos precipicios, como una procesión
-fantástica, resbalando en las lodosas pendientes, cayendo á cada
-instante, pisados, maltratados, estrujados, llenos de fango, hasta la
-orilla del bosque, en donde cada familia buscaba, no un abrigo, sino un
-lugar en que esperar la salida del sol y los acontecimientos del otro
-día.</p>
-
-<p>Pero las invasiones y los combates se hacían más y más frecuentes.</p>
-
-<p>Las tropas fieles de Toluca buscaron un asilo en Zitácuaro.</p>
-
-<p>Apenas se pasaba una semana sin que los ecos del orgulloso cerro del
-Cacique, en cuya falda se extendía la población, repitiesen los gritos
-de «viva el imperio,» y con las detonaciones de la fusilería.</p>
-
-<p>Las familias comenzaban á cansarse, pero no transigían con el enemigo.</p>
-
-<p>Poco á poco fueron dejando abandonada la ciudad y retirándose á los
-pueblos y ranchos de Tierra Caliente, adonde el enemigo no había logrado
-aún penetrar.</p>
-
-<p>Nicolás Romero escogió el Estado de Michoacán para teatro de sus
-hazañas.</p>
-
-<p>El león de la montaña, como le decían los franceses, era un hombre como
-de treinta y seis años, de una estatura regular, con una fisonomía
-completamente vulgar, sin ninguna<span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span> barba, el pelo cortado casi hasta la
-raíz, vestido de negro, sin llevar espuelas, ni espada, ni pistolas: con
-su andar mesurado, su cabeza inclinada siempre, y sus respuestas cortas
-y lentas, parecía más bien un pacífico tratante de azúcares ó de maíz,
-que el hombre que llenaba medio mundo con rasgos fabulosos de audacia,
-de valor y de sagacidad.</p>
-
-<p>Y sin embargo, Nicolás Romero era para sus enemigos y para sus soldados
-un semidios, una especie de mito. Jamás preguntó de sus contrarios
-¿cuántos son?; sino ¿dónde están?, y allí iba.</p>
-
-<p>Romero tenía orden de escaramucear y retirarse después sin pérdida de
-tiempo para Tacámbaro.</p>
-
-<p>Pero Romero era un valiente, y no se contentó con esto, sino que se
-batió un día entero con los franceses, y al otro emprendió su marcha.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Treinta leguas había caminado la división en cuatro días, y Romero
-determinó dar un día de descanso á la fuerza.</p>
-
-<p>Estaban en una pequeña ranchería que se llama Papasindán.</p>
-
-<p>El camino que había traído la fuerza, y que era el mismo que debía
-llevar el enemigo en caso de una persecución, era una vereda<span class="pagenum"><a name="page_245" id="page_245"></a>{245}</span> incómoda y
-en donde no cabían dos hombres de frente, escabrosa, y costeando la
-montaña; un ejército podía haberse descubierto desde una legua de
-distancia, que tardaría lo menos tres horas en atravesar, y con cien
-hombres podía cerrarse el paso á tres mil.</p>
-
-<p>Esta es una cañada en medio de montañas elevadas, pero montañas sin
-árboles, sin verdura, sin vegetación. El ardiente sol de los trópicos
-calcina los peñascos que las cubren; la yerba que se atreve á brotar,
-muere como tostada por sus rayos, y apenas se descubren algunos arbustos
-raquíticos y sin hojas, retorciéndose á la viveza del fuego que parece
-circular en la atmósfera: ni aves, ni cuadrúpedos, ni aun insectos.</p>
-
-<p>Por eso la cañada de Papasindán forma un delicioso contraste: arroyos
-caudalosos, grandes y majestuosas zirandas y parotas, muchas aves, mucho
-ganado, y una grama verde y tupida. Es un oasis en aquel ardiente
-desierto.</p>
-
-<p>Romero, pues, podía estar tranquilo.</p>
-
-<p>Pero la suerte de los hombres y de las naciones depende de la
-Providencia.</p>
-
-<p>Eran cerca de las diez de la mañana; la tropa descansaba bajo los
-árboles, los caballos desensillados pacían libremente, y los oficiales y
-los jefes departían alegres en grupos esparcidos acá y allá.</p>
-
-<p>Se habían escuchado algunos tiros, luego<span class="pagenum"><a name="page_246" id="page_246"></a>{246}</span> un rumor extraño, y
-repentinamente los zuavos, seguidos de una caballería de imperialistas,
-invadieron el campo republicano.</p>
-
-<p>Nadie pensó en resistir; el pánico de la sorpresa se apoderó de todos, y
-el enemigo mataba y aprisionaba sin el menor embarazo.</p>
-
-<p>La división de Nicolás Romero se deshizo como el humo, y el caudillo fué
-hecho prisionero á pocos momentos.</p>
-
-<h3>IV</h3>
-
-<p>En los primeros días de su dominación en México, los franceses eligieron
-por teatro de sus ejecuciones la plazuela de Santo Domingo, que está
-casi en el centro de la población, y que tiene por límites, al Sur,
-edificios particulares; al Norte, la antigua iglesia de los Dominicos,
-que da su nombre á la plazuela; por el Oriente, el edificio de la
-Aduana, y por el Poniente, una portalería que sirve de asilo á esos
-escribientes y poetas pobres que se llaman en México vulgarmente
-«Evangelistas,» y que, sentados en un pequeño taburete, delante de un
-miserable pupitre, ganan escasamente su vida escribiendo y redactando
-versos y cartas de todas clases para los criados domésticos, para los
-aguadores y para los amantes pobres que no saben escribir;<span class="pagenum"><a name="page_247" id="page_247"></a>{247}</span> escritores
-que son la primera grada de esa inmensa escalera en cuyo último peldaño
-se disputan un lugar Milton y Shakespeare, Cervantes y Quintana, Víctor
-Hugo y Lamartine, el Dante y el Petrarca.</p>
-
-<p>Aquella plazuela está verdaderamente empapada en sangre. Allí han sido
-sacrificadas tantas nobles víctimas, que si un laurel ó una palma
-brotara en memoria de cada martir, ese lugar sería el bosque más
-impenetrable de la tierra.</p>
-
-<p>Pero hay modas hasta en el asesinato, y Santo Domingo cayó de la gracia
-de los civilizadores de México, y la plazuela de Mixcalco pasó á la
-categoría de favorita de los franceses.</p>
-
-<p>Mixcalco está al Oriente de la ciudad, cerca de la garita de San Lázaro.</p>
-
-<p>En otro tiempo había sido el lugar de la ejecución de los criminales;
-por eso tal vez causaba cierto pavor á los habitantes de la ciudad, y
-por eso casi siempre estaba desierta.</p>
-
-<p>Absurdas consejas corrían sobre aquella plazuela: quién contaba que un
-hombre ahorcado allí por haberse robado unos vasos sagrados, paseaba de
-noche envuelto en un sudario; quién refería que la cabeza de un reo
-muerto impenitente, aparecía en las altas horas también de la noche,
-pidiendo «confesión;» quién decía haber oído un grito agudísimo<span class="pagenum"><a name="page_248" id="page_248"></a>{248}</span> y
-desgarrador que lanzaba una mujer vestida de blanco y con el pelo
-suelto, y que era nada menos que una madre infanticida, muerta allí
-mismo por manos de la justicia.</p>
-
-<p>Sea por esto, ó por lo que es más probable, por la escasez de agua de
-aquél barrio, las casas que forman la plazuela se fueron quedando vacías
-y arruinando; de modo que en la época en que los franceses ocuparon la
-capital, sólo vivían por allí pobres carboneros que durante el día
-salían á expender su mercancía.</p>
-
-<p>En aquél lugar triste y apartado debía tener su desenlace ese drama que
-hemos visto comenzar en Papasindán.</p>
-
-<p>Se oyó un rumor en la multitud; el movimiento uniforme y simultáneo de
-las armas de los franceses produjo, con la naciente luz del sol, un
-relámpago siniestro que cruzó por encima del agrupado pueblo, y Nicolás
-Romero, sereno y animoso, casi indiferente, penetró en el cuadro en
-unión de otros dos oficiales que iban á sufrir su misma suerte.</p>
-
-<p>Infinitas precauciones había tomado la plaza para llevar á efecto la
-sentencia; la popularidad de Romero y la notoria injusticia del
-procedimiento hacían temer una sublevación popular. Se había adelantado
-la hora; la guarnición estaba sobre las armas, la artillería lista, las
-patrullas y la gendarmería en movimiento, y sobre todo, la policía
-secreta,<span class="pagenum"><a name="page_249" id="page_249"></a>{249}</span> esa víbora que brota como la yerba venenosa de los pantanos,
-del seno de los gobiernos impopulares, en una actividad espantosa.</p>
-
-<p>Romero fumaba desdeñosamente un puro. Los dos oficiales que le
-acompañaban, y que también debían morir, eran: un subteniente que había
-sido el mariscal de un escuadrón de la brigada de Romero, y el
-comandante Higinio Alvarez, jefe de los exploradores de la misma
-brigada. Romero iba envuelto en la misma capa que usaba en campaña, y
-Alvarez en un zarape tricolor, que imitaba la bandera de la República.</p>
-
-<p>¿Para qué referir la ejecución? Los tres murieron con tanta sangre fría
-y con tan orgulloso desdén, como si no fueran á morir.</p>
-
-<p>El sargento francés dió á Romero el golpe de gracia; y sin embargo, como
-si aquella lama de gigante no hubiera podido desprenderse del cuerpo, al
-conducir el cadáver de Romero á su última morada, hizo un movimiento tan
-fuerte, que rompió el miserable ataúd en que le conducían sus verdugos.</p>
-
-<p>El pueblo se dispersó sombrío y cabizbajo.</p>
-
-<p>A las diez de la mañana de ese día, la tierra había bebido ya la sangre
-de aquellos mártires; el sol había secado otra parte, y los vientos
-habían borrado con su polvo los últimos rastros.<span class="pagenum"><a name="page_250" id="page_250"></a>{250}</span></p>
-
-<h3>V</h3>
-
-<p>Un sol de gloria da de lleno sobre esas tumbas abandonadas, y la patria
-aun no señala con un monumento el lugar de tantas ejecuciones.</p>
-
-<p>¿Compareceremos ante el juicio de la historia con la fea marca de la
-ingratitud? ¿No habrá quién coloque una piedra en ese Gólgota, para
-decir á nuestros hijos: aquí levantó la iniquidad su <i>piedra de
-sacrificios</i> para inmolar á los patriotas de la independencia mexicana?</p>
-
-<p>Nosotros desde el fondo de nuestro corazón enviamos el más santo de
-nuestros recuerdos á los <span class="smcap">Mártires de la Libertad</span>, y consagramos en las
-páginas del <i>Libro Rojo</i> la ofrenda de justicia á los héroes cuyos
-sublimes hechos servirán de grandes enseñanzas á las futuras
-generaciones.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Juan A. Mateos.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_251" id="page_251"></a>{251}</span></p>
-
-<h2><a name="ARTEAGA_Y_SALAZAR" id="ARTEAGA_Y_SALAZAR"></a>ARTEAGA Y SALAZAR</h2>
-
-<p>Quisiera no tener la necesidad de escribir este artículo; los recuerdos
-que para hacerlo tengo que evocar, punzan mi corazón, pues que á pesar
-de los años que han transcurrido desde la época en que acaeció el
-sangriento drama que voy á referir, hasta hoy siento aún aquella penosa
-angustia que era consiguiente al negro y tempestuoso porvenir que nos
-presentaba la lucha de independencia, y el doloroso vacío que dejaron en
-mi alma las terribles ejecuciones de Arteaga y Salazar, Villagómez y
-Díaz.</p>
-
-<p>Lo que voy á contar no está apoyado en documentos oficiales, ni en citas
-históricas, ni en comentarios de sabios; es lo que yo mismo presencié, y
-lo que llegó á mi noticia por las sencillas relaciones de los jefes, de
-los oficiales y de los soldados que militaban á mis órdenes, y que
-fueron hechos prisioneros en unión de Arteaga y de Salazar.<span class="pagenum"><a name="page_252" id="page_252"></a>{252}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Comenzaba el mes de Octubre de 1865, y la suerte no podía ser más
-contraria para los republicanos que componíamos el ejército que se
-llamaba del Centro.</p>
-
-<p>Reducidos á un número escaso de combatientes, con malísimo armamento,
-con poco parque de fusil, y eso de mala calidad, faltos de recursos
-pecuniarios, y sobre todo sin esperanza de mejora, los esfuerzos
-combinados de todos los jefes, su fe ciega en el triunfo de la causa de
-la Independencia de México, podían apenas mantener encendida la chispa
-en las feraces montañas del heróico Estado de Michoacán.</p>
-
-<p>Arteaga era el general en jefe de aquel ejército, y en los días en que
-pasaron los acontecimientos que voy á referir, el General Carlos Salazar
-era el Cuartel-Maestre.</p>
-
-<p>El general D. José M. Arteaga era un hombre cuya edad difícilmente
-podría haberse conocido en su rostro, porque su cutis rosado y
-transparente como el de una dama, sus ojos negros, rasgados y
-brillantes, y el fino bigote que sombreaba su boca, le daban el aspecto
-de un joven que apenas contara veinticinco años; y sin embargo, Arteaga
-pasaba ya de cuarenta; y sólo su obesidad, y la torpeza de sus
-movimientos, provenida de las<span class="pagenum"><a name="page_253" id="page_253"></a>{253}</span> heridas siempre abiertas que tenía en las
-piernas, podía desvanecer la idea que se formaba uno al ver su rostro
-constantemente risueño y alegre.</p>
-
-<p>Salazar era casi de la misma edad que Arteaga; pero Salazar, por el
-contrario, representaba tener mayor número de años de los que en
-realidad contaba, y su aspecto era imponente, porque á las musculosas
-formas de un Hércules se unía la frente despejada y serena, y la mirada
-penetrante del hombre de gran inteligencia.</p>
-
-<p>Durante algún tiempo, Salazar y Arteaga estuvieron desavenidos, lo cual
-fué causa de que el primero se separara temporalmente del servicio; pero
-pocos días antes de la ejecución de ambos, Arteaga llamó á Salazar,
-tuvieron una explicación en mi presencia, y sin dificultad volvieron á
-reanudar su antigua amistad, y Salazar fué nombrado Cuartel-Maestre del
-Ejército del Centro.</p>
-
-<p>¡Tristes días eran aquéllos para nosotros! En el mes de Julio de ese
-mismo año habíamos sufrido un revés terrible en las inmediaciones de
-Tacámbaro, atacados por la legión belga y por las fuerza imperiales que
-mandaba Méndez, y de aquel desastre apenas habíamos salvado algunos
-elementos de guerra; todo parecía perdido, y sin embargo, la constancia
-y el entusiasmo de los jefes volvió á salvarnos del conflicto.<span class="pagenum"><a name="page_254" id="page_254"></a>{254}</span></p>
-
-<p>Por todas partes se trabajaba con una actividad prodigiosa; los
-coroneles Villagómez, Vicente Villada y Francisco Espinosa por un rumbo,
-Eugenio Ronda y Rafael Garnica por otro, Méndez, Olivares, Valdés, Díaz,
-Alsate, etc., etc., todos levantaban é instruían batallones y
-escuadrones, y para el día 1.º de Octubre, es decir, tres meses después
-de la desgracia de Tacámbaro, pudimos pasar en Uruapan revista á una
-división, formada de esta manera, y que contaba, ya con muy cerca de
-cuatro mil hombres, y esto, fuera de los que habían quedado de
-guarnición en algunas plazas como Zitácuaro, Huetamo, Tacámbaro, etc.</p>
-
-<p>Aquella revista se pasó en medio de la mayor alegría y del entusiasmo
-más santo. Y tal era la fe de nuestros soldados, que al verse así
-reunidos, se creían tan fuertes, que se hubieran atrevido á batirse
-contra un ejército diez veces superior en número.</p>
-
-<p>Pero aquella alegría y aquel entusiasmo eran los precursores de nuevos
-días de duelo y de tribulación; aquellas esperanzas iban á desvanecerse
-como el humo, á disiparse como una nube de verano.<span class="pagenum"><a name="page_255" id="page_255"></a>{255}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El día 10 de Octubre, desde las diez de la mañana, comenzamos á tener
-por diversos conductos, noticias de que Méndez, con una fuerte división,
-había salido de Morelia y se dirigía á Uruapam con el objeto de
-batirnos; y estas noticias, como era natural, nos tenían en alarma y
-dispuestos para emprender la retirada ó salir al encuentro del enemigo,
-según dispusiera el general en jefe.</p>
-
-<p>Sería la una de la tarde, cuando llegó á mi alojamiento uno de los
-ayudantes del general Arteaga, á decirme que el General me esperaba en
-su casa; seguí al ayudante, y encontré á Salazar y á Arteaga que
-discutían sobre los movimientos del enemigo.</p>
-
-<p>&mdash;General;&mdash;me dijo Arteaga&mdash;el enemigo debe estar aquí á las cuatro de
-la tarde; ¿qué opina vd. que debemos hacer?</p>
-
-<p>&mdash;Mi opinión&mdash;le contesté&mdash;es que debemos dar una batalla.</p>
-
-<p>Expliquéle en seguida mi plan, que no fué de su aprobación, y la
-cuestión comenzaba ya á acalorarse, cuando entró el coronel Trinidad
-Villagómez.</p>
-
-<p>Villagómez era un joven de veinticinco á veintiséis años, valiente,
-pundonoroso, patriota de corazón, leal y muy dedicado al estudio; le
-había yo encargado el mando de<span class="pagenum"><a name="page_256" id="page_256"></a>{256}</span> una pequeña brigada de infantería, que
-con jefes tan dignos como Villagómez, prometía dar al Ejército del
-Centro muchos días de gloria.</p>
-
-<p>El general Arteaga hizo á Villagómez la misma pregunta que poco antes me
-había hecho á mí, y Villagómez fué de mi misma opinión.</p>
-
-<p>Entonces insistí yo; Salazar apoyó la opinión de Arteaga, y éste ordenó
-la retirada.</p>
-
-<p>Pero esta retirada no debía hacerla nuestra fuerza en un solo cuerpo,
-sino que debía dividirse en tres secciones: la primera con los generales
-Arteaga y Salazar, tomaría el rumbo del Sur, internándose por la Tierra
-Caliente; la segunda, á las órdenes del coronel (hoy general) Ignacio
-Zepeda, se dirigiría al Estado de Jalisco, á expedicionar por Zapotlán;
-y yo, con la tercera, debía ir hasta Morelia, si no á intentar la toma
-de la ciudad, porque estaba fortificada y la mayor parte de mi fuerza
-consistía en caballería, sí á poner en alarma á la guarnición.</p>
-
-<p>Con esta resolución ya se dictaron las disposiciones necesarias, y á las
-cinco de la tarde, bajo una espantosa tempestad, comenzaron á desfilar
-las tropas, tomando cada una de las secciones el rumbo designado: Zepeda
-el camino de San Juan de las Colchas, Arteaga el de Tancítaro, y yo el
-de la Sierra de Paracho.<span class="pagenum"><a name="page_257" id="page_257"></a>{257}</span></p>
-
-<p>En estos momentos, Méndez, con las tropas imperiales, estaba ya á muy
-poca distancia de nosotros.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Arteaga llevaba la brigada que mandaba Villagómez, una sección que
-estaba á las inmediatas órdenes del coronel Jesús Díaz, y algunos
-piquetes de infantería y caballería que no estaban incorporados en
-ninguna brigada.</p>
-
-<p>A pesar de la tormenta y del mal estado de los caminos, Arteaga hizo
-caminar á la tropa que le acompañaba toda la noche del día en que se
-efectuó la retirada, y al siguiente día llegaron al pueblo de Tancítaro.</p>
-
-<p>Aquella precipitación había sido una medida prudente, y que los
-acontecimientos posteriores confirmaron de necesaria, porque el día 12,
-en el momento en que los soldados iban á tomar «el rancho,» llegó la
-noticia de que el enemigo estaba tan cerca de Tancítaro, que sin
-permitirse tomar el primer bocado á los soldados, se emprendió
-violentamente la retirada rumbo á Santa Ana Amatlán.</p>
-
-<p>Sin embargo, Méndez logró alcanzar la retaguardia de los republicanos;
-pero Villada, que la cubría con un batallón, sostuvo bizarramente la
-retirada, y por esta vez volvió á salvarse aquel pequeño ejército.<span class="pagenum"><a name="page_258" id="page_258"></a>{258}</span></p>
-
-<p>Toda la tarde y parte de la noche caminó Arteaga, hasta llegar á una
-pequeña finca situada á siete leguas de Tancítaro, en donde acampó.</p>
-
-<p>La distancia recorrida por las tropas republicanas en aquel tiempo,
-parecerá muy corta á los que no tienen conocimiento de los caminos por
-donde tenían que atravesar; pero cuando se miran aquellos desfiladeros,
-en que los infantes no pueden cruzar sino de uno en uno, en que los
-jinetes necesitan echar pie á tierra, en que cada paso es un peligro, y
-cada peligro es mortal, entonces es cuando se considera que aquellos
-senderos, en el tiempo de las lluvias, son casi intransitables de día, y
-la tropa los atravesaba de noche; entonces es cuando se comprende, por
-qué se caminaba durante tanto tiempo para avanzar sólo unas cuantas
-leguas de terreno.</p>
-
-<p>Por fin, aquellos pobres soldados, que apenas habían podido dormir,
-hambrientos, fatigados y empapados por las constantes lluvias, llegaron
-á Santa Ana Amatlán á la mitad del día 13.</p>
-
-<p>Arteaga y Salazar se creyeron en completa seguridad, fiados en la
-vigilancia del coronel Solano, á quien el primero de aquellos generales
-había ordenado que, con cincuenta caballos, permaneciese cerca de
-Tancítaro, en observación de los movimientos de Méndez.</p>
-
-<p>Como para dar más seguridad á Arteaga,<span class="pagenum"><a name="page_259" id="page_259"></a>{259}</span> pocos momentos después de que
-llegó á Santa Ana Amatlán, se le presentó un oficial de Solano,
-pidiéndole, de parte de su jefe, un cajón de parque, y confirmó lo mismo
-que habían dicho ya algunos exploradores: que el enemigo no había hecho
-movimiento alguno.</p>
-
-<p>Arteaga, pues, sin temer nada, y seguro de que Méndez había dejado ya de
-perseguirle, mandó desensillar, dispuso que se preparase la comida de la
-tropa, y él mismo se retiró tranquilamente á su alojamiento, y quiso
-descansar también, aunque fuera por algunas horas.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Las armas estaban en pabellón, los calderos comenzaban á hervir con la
-pobre ración de carne, los soldados, abrumados por el ardiente sol de
-aquellos climas, se procuraban un abrigo bajo los árboles y los portales
-de la población, y los oficiales y los jefes buscaban en las modestas
-tiendas algún alimento para calmar su necesidad.</p>
-
-<p>Repentinamente se escuchó un rumor extraño, carreras de caballos y de
-hombres, y gritos y disparos de fusil, y luego la confusión más
-terrible, más espantosa.</p>
-
-<p>Los republicanos habían sido sorprendidos y era inútil pensar en la
-resistencia; un terror pánico se apoderó de los soldados, como<span class="pagenum"><a name="page_260" id="page_260"></a>{260}</span> sucede
-siempre en estas ocasiones; y ya no escuchaban la voz de sus jefes, y no
-volvían siquiera el rostro para el lugar en donde estaban sus armas, y
-no pensaban más que en salvarse por medio de la fuga, que emprendieron
-ciegos y por todas direcciones.</p>
-
-<p>Todos los jefes, incluso Arteaga, fueron sorprendidos en sus
-alojamientos y hechos allí prisioneros: Salazar, con sus ayudantes y
-algunos criados se hizo fuerte en su casa, y se batió durante algún
-tiempo; pero fué obligado á rendirse, y solo el coronel Francisco
-Espinosa, gracias á su sangre fría, logró escapar de las manos de los
-imperialistas.</p>
-
-<p>Para consumarse aquella terrible desgracia, había bastado apenas una
-hora, es decir, dos horas después de haber llegado Arteaga á Santa Ana
-Amatlán, él y Salazar, y todos sus jefes y oficiales, y gran parte de
-sus soldados estaban prisioneros.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¿Quién fué culpable de aquella sorpresa? ¿cómo pudo Méndez haber llegado
-hasta Santa Ana Amatlán, sin ser sentido por las fuerzas del general
-Arteaga, sin ser detenido por el coronel Solano y por el comandante
-Tapia, que habían quedado con dos cuerpos de caballería cubriendo el
-camino y en observación de los movimientos de los imperialistas?
-Misterios<span class="pagenum"><a name="page_261" id="page_261"></a>{261}</span> han sido y son éstos para mí, á pesar del empeño que tomé
-para saber la verdad.</p>
-
-<p>Arteaga, Salazar y muchos de los que con ellos iban en aquella
-desgraciada expedición, creyeron que Solano y Tapia se habían puesto de
-acuerdo con Méndez; pero esto me parece imposible, porque Solano era un
-joven honrado y patriota, á quien se habían encargado comisiones
-peligrosas, y siempre había correspondido perfectamente á la confianza
-de sus jefes; y Tapia, por sí solo, nada hubiera podido hacer aún cuando
-hubiera querido traicionar.</p>
-
-<p>A pesar de todo, algo habría podido averiguarse si en aquellos días no
-hubiera muerto Solano de fiebre en el pueblo de Tancítaro; y como sucede
-en las guerras de insurrección, la muerte de un jefe produce,
-necesariamente, la desorganización más completa, y luego la dispersión
-de las fuerzas que manda, sobre todo si son, como aconteció entonces,
-tropas levantadas y organizadas por el mismo jefe, y merced á sus
-esfuerzos y á sus simpatías personales.</p>
-
-<p>A Tapia no lo volví á ver más.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Treinta y cinco fueron los prisioneros hechos por Méndez en Amatlán,
-inclusos los dos generales, y todos ellos, aun algunos heridos,<span class="pagenum"><a name="page_262" id="page_262"></a>{262}</span> pasaron
-el resto de la tarde y la noche del día de la sorpresa, encerrados en un
-cuarto, frente á cuyas ventanas las músicas de los vencedores tocaban
-alegres sonatas, celebrando aquella poco costosa victoria.</p>
-
-<p>Al día siguiente se emprendió la marcha de regreso para Uruápam, y á los
-treinta y cinco prisioneros se les entregaron quince caballos para que
-pudieran caminar.</p>
-
-<p>Muchos tenían que marchar á pie, pero todos convinieron en que, de
-preferencia, uno de los caballos debía servir al general Arteaga, y se
-le dió en efecto.</p>
-
-<p>Arteaga era un hombre sumamente grueso y por consecuencia pesado y torpe
-en sus movimientos; necesitaba, pues, una montura especial y una
-cabalgadura fuerte y vigorosa, y ni una ni otra cosa se le daba; en vano
-pidió que se le entregase la mula que él montaba ordinariamente, y que
-con todo y arreos estaba en poder de los soldados de Méndez; nada
-consiguió, y se encontró en la necesidad de montar el caballo que le
-habían dado.</p>
-
-<p>El camino estaba casi intransitable; el caballo era débil, la silla
-pequeña, y á cada paso el desgraciado general Arteaga caía con todo y
-caballo, causándose grave mal en sus abiertas y dolorosas heridas.</p>
-
-<p>Salazar hacía casi todo el camino pie á tierra.</p>
-
-<p>Seis días duró aquella terrible peregrinación,<span class="pagenum"><a name="page_263" id="page_263"></a>{263}</span> durante la cual el
-cansancio y los sufrimientos físicos y morales de los prisioneros, no
-encontraron más compensación que las muestras de simpatía de los pueblos
-del tránsito, y sobre todo de Uruápam, á donde llegaron el día 20 de
-Octubre.</p>
-
-<p>Según me han referido los jefes que estaban allí entre los prisioneros,
-ninguno, inclusos Arteaga y Salazar, creía que después de los días
-trascurridos, se les fuera á fusilar, y en esta confianza ya todos
-hablaban solo de las penalidades del camino, y del día en que
-probablemente debían llegar á la capital de Michoacán.</p>
-
-<p>Descansaban todos reunidos en su prisión, adonde algunas buenas y nobles
-familias les habían enviado abundantes comidas, cuando á las tres de la
-tarde se presentó el coronel Pineda, y en alta voz llamó á los generales
-Arteaga y Salazar, á los coroneles Villagómez y Díaz y al capitán
-González, y los hizo pasar á una pieza inmediata.</p>
-
-<p>Ninguno de los otros prisioneros sabía cuál era el objeto de aquella
-separación, pero todos los corazones lo adivinaron, todos comprendieron
-que iba á representarse allí una terrible y sangrienta escena, todos,
-sin vacilar, aseguraron que aquellos cinco separados iban á ser las
-primeras víctimas.</p>
-
-<p>Entonces desapareció la tranquilidad, reinaron la incertidumbre y el
-temor, y una nube<span class="pagenum"><a name="page_264" id="page_264"></a>{264}</span> de tristeza cubrió el rostro de aquellos desgraciados
-que ya no esperaban sino su turno para morir.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>En aquellos días se había promulgado en la ciudad de Morelia el
-tristemente célebre decreto llamado “del 3 de Octubre” por la fecha en
-que fué expedido, y conforme á ese decreto que recibió Méndez en
-Uruápam, iban á ser pasados por las armas los prisioneros.</p>
-
-<p>Pero ese decreto no podía aplicarse á hombres á quienes no se había
-hecho conocer; ese decreto no podía autorizar al mismo Méndez cuando aun
-no se promulgaba en los lugares en que él estaba, ni aun lo conocían sus
-mismos oficiales.</p>
-
-<p>Nunca Arteaga, Salazar, Villagómez ni ningún otro de sus compañeros de
-infortunio se habrían sometido al imperio, ni dejado de combatir por más
-que ese y otros decretos los amenazaran con la muerte; pero en estricto
-derecho, esa ley no pudo ni debió habérseles aplicado.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Separados ya de los demás prisioneros, Arteaga, Salazar, Villagómez,
-Díaz y González, se les notificó que en la mañana del siguiente día
-debían morir, y se les exhortó á prepararse para aquel horrible trance.<span class="pagenum"><a name="page_265" id="page_265"></a>{265}</span></p>
-
-<p>Todos ellos recibieron la noticia con noble serenidad, sin quejas, sin
-recriminaciones, con un valor heróico.</p>
-
-<p>Pocos momentos después se presentó en la prisión el Sr. Ortiz, cura de
-Uruápam, eclesiástico lleno de virtudes, hombre de corazón recto y de
-sentimientos generosos; su palabra fué un bálsamo consolador para
-aquellos desgraciados que no miraban en derredor más que rostros
-amenazadores, y quizá risas sardónicas y de desprecio.</p>
-
-<p>El cura Ortiz no abandonó un solo instante á Salazar y á sus compañeros
-que se sintieron ya menos abandonados, menos aislados en aquella última
-y suprema hora de su vida.</p>
-
-<p>Toda la noche la pasaron escribiendo á sus familias y á sus amigos, y
-dando sus últimas disposiciones, de las cuales fué encargado el padre
-Ortiz, y en todas aquellas cartas se nota un pulso firme, un ánimo
-sereno, una conciencia tranquila, y sobre todo un patriotismo ardiente.</p>
-
-<p>Consejos, recomendaciones, profesiones de fe política, todo con tanta
-calma como si no les faltaran tan pocas horas para morir.</p>
-
-<p>Amaneció el día 21, y á las seis las tropas de Méndez salieron de sus
-cuarteles y formaron el cuadro frente á la prisión.</p>
-
-<p>Eran ya los tres cuartos para las siete; había llegado el momento, y los
-sentenciados se presentaron. A pedimento suyo se les permitió<span class="pagenum"><a name="page_266" id="page_266"></a>{266}</span> marchar
-al lugar del suplicio sin llevar los ojos vendados.</p>
-
-<p>Con paso firme se adelantaron, Arteaga pálido pero sereno, Salazar fiero
-y amenazador, Villagómez frío y desdeñoso, Díaz con una resignación
-cristiana, González con un aire burlón y despreciativo.</p>
-
-<p>Salazar arengó á la tropa, pero como de costumbre, los clarines y las
-cornetas, y las cajas de guerra resonaron ahogando su voz.</p>
-
-<p>Arteaga quiso arrodillarse para recibir la muerte, pero Salazar se lo
-impidió; se oyó la voz de «fuego,» retumbó la descarga, y poco después
-la columna imperialista desfilaba al lado de cinco cadáveres que Méndez
-dejaba abandonados, sin cuidar siquiera de que se les diese sepultura.</p>
-
-<p>Aquella sangrienta ejecución en las montañas de Michoacán preocupó
-apenas á los defensores de la intervención, y apenas se ocuparon de ella
-los periódicos de las capitales; pero la historia la recogió en sus
-fastos, y la justicia eterna la grabó en su libro, y quizá tuvo un
-grande influjo en el porvenir.</p>
-
-<p>Dios es justo.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Vicente Riva Palacio.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_267" id="page_267"></a>{267}</span></p>
-
-<h2><a name="MAXIMILIANO" id="MAXIMILIANO"></a>MAXIMILIANO</h2>
-
-<p><i>6 de Julio de 1832.</i></p>
-
-<p><i>19 de Junio de 1867.</i></p>
-
-<p>Aquella fecha fué el día en que nació Fernando Maximiliano José,
-Archiduque de Austria. Esta, en la que murió.</p>
-
-<p>La ciudad de Viena, Schònbrum, fué su cuna; la de Querétaro, Cerro de
-las Campanas, fué su tumba.</p>
-
-<p>Su nacimiento tuvo el esplendor grandioso de un regio alumbramiento. A
-su muerte, un golpe eléctrico tocó todos los corazones, para no dejar
-esa memoria, en el reposo del olvido. La luz de la existencia no se
-extinguió en las tinieblas de su último día. Al morir acabó el hombre,
-para dejar al dominio de todo el mundo la vida del príncipe, la del
-político infortunado.</p>
-
-<p>¡Insondable es el destino del hombre!</p>
-
-<p>Al nacer, los plácemes se multiplican y se anuncia una esperanza de
-felicidad.</p>
-
-<p>El que nace despierta toda la fe del porvenir.<span class="pagenum"><a name="page_268" id="page_268"></a>{268}</span></p>
-
-<p>Un príncipe que viene al mundo, es la alegría de la familia, es la
-ilusión dorada de una dinastía; puede ser el genio benéfico de un
-pueblo, de una sociedad entera. El contento se generaliza, y las
-demostraciones de júbilo resuenan en el extenso ámbito de una monarquía.
-Los más lisonjeros ensueños de los padres encuentran la entusiasta
-predicción de los amigos, de los partidarios, de los adictos, y el
-horizonte de la vida, se dilata más allá de donde en el curso natural de
-la existencia se puede pasar.</p>
-
-<p>El príncipe, al nacer, parece que lleva un destino que cumplir:
-inmortalizar con sus hechos un nombre que ya suena como gloriosa
-herencia que en la sucesión de los siglos han conquistado sus
-antepasados. Esperanza de gloria. Esperanza de inmortal nombre.
-Esperanza de los amigos y de la patria; ella y ellos hacen votos porque
-el príncipe esté predestinado para encumbrar los altos intereses de la
-nación; y así lo quieren; porque también quisieran que el que nace para
-gobernar, fuese un conjunto de las más grandes virtudes. El valor, la
-generosidad, el genio, la más elevada educación, la ciencia y el amor á
-la humanidad, debieran ser inseparables compañeros de los que se creen
-con título para mandar.</p>
-
-<p>La pasión de mando en los príncipes, lo mismo que en los demás hombres
-públicos,<span class="pagenum"><a name="page_269" id="page_269"></a>{269}</span> puede ser una virtud ó un vicio. El anhelo de hacer el bien,
-es una virtud, y ese anhelo tiene á menudo los caracteres de una
-pasión...... pasión inmensa, superior á todas las pasiones; porque ella
-lisonjea las más nobles aspiraciones que el hombre puede traer á la
-vida. Ser feliz por la felicidad pública, vivir para un pueblo, trabajar
-sin descanso para una nación, darle vida, esplendor, nombre, poder,
-independencia, respeto, bienestar, libertad, orden, paz, fraternidad y
-dicha, es sin duda la más grande y noble pasión, como también la virtud
-más digna del reconocimiento público.</p>
-
-<p>¡Cuántos hombres, sin embargo, habrán tenido estos ensueños, esos
-delirios patrióticos, esas aspiraciones que embriagan, y qué distante
-habrán visto el resultado! ¡Cuántas veces los medios empleados conducen
-á las naciones al inverso fin de los pensamientos y proyectos
-concebidos!</p>
-
-<p>Tomad vuestro libro, príncipes, recorred la historia, y al llegar á las
-páginas de Luis XVI, Iturbide, Murat, Carlos I y Maximiliano, meditad en
-ese destino.</p>
-
-<p>Abrid el vuestro, hombres públicos; y cuando lleguéis á las páginas de
-Hidalgo, Morelos, Matamoros, Guerrero, Ocampo, Alberto Brum, César,
-Cicerón, Terault de Sahelles, Filipeaux, Danton, Robespierre, Russel,
-Riego, Camilo Desmoulin, y otros y otros, pensad<span class="pagenum"><a name="page_270" id="page_270"></a>{270}</span> con detenimiento en el
-trágico fin de hombres que hoy suenan como gloria de las naciones que
-impasibles los vieran morir. Llegad con valor á las tumbas de esos
-príncipes y de esos hombres, removed su pasado entero, tocad uno á uno
-los puntos de su vida pública, y fijad, si podéis, con criterio
-indefectible, con la conciencia de juez severo, con la luz indeficiente
-de la razón, con la firmeza de la conciencia universal, el motivo
-determinado, seguro, fijo, que causó su muerte. Para ello, remontad
-vuestro estudio á la intención, que es la guía de la criminalidad.</p>
-
-<p>No separéis vuestra atención de los propósitos. Detenéos un poco. Llamad
-á la filosofía en vuestro auxilio. Con el espíritu indagador del
-verdadero filósofo, buscad la criminalidad de los políticos en la
-violación de una ley clara como la luz del día, evidente como el
-sentimiento de nuestra existencia, universal como los preceptos de
-moral. ¿La encontraréis siempre? No.</p>
-
-<p>¿Y la dañada intención de ejecutar una criminal voluntad?</p>
-
-<p>¿Y el propósito de hacer mal?</p>
-
-<p>¿Y la conciencia de sus faltas?</p>
-
-<p>¿Y la depravación de sus miras?</p>
-
-<p>¿Y el remordimiento de sus actos, y la agitación de su espíritu, y el
-terror de su fuero interno, y la inquietud de su alma, y la pasión ciega
-de sus deseos, y el abominable<span class="pagenum"><a name="page_271" id="page_271"></a>{271}</span> arranque de un corazón vengativo? ¿Lo
-encontraréis? Decidlo. Decidlo con franqueza. La filosofía no permite
-disimulo; externad vuestro juicio con la severidad filosófica de Catón.</p>
-
-<p>Pero ¿adónde vamos?</p>
-
-<p>¿A condenar la pena de muerte por delitos políticos?</p>
-
-<p>Esto ya lo hemos hecho. Derramar la sangre humana como medida represiva
-ó preventiva, podrá tener su resultado positivo para la paz que forma el
-vacío; pero hay en el fondo de nuestro corazón una profunda repugnancia,
-inconcebible para algunos, poderosa para nosotros.</p>
-
-<p>En esa lucha de las necesidades públicas hay una verdad que respetamos
-con toda sinceridad: la extinción de la pena capital es un pensamiento
-que ha encontrado resistencias que han parecido invencibles. Políticos
-profundos han creído que sin la pena de muerte la sociedad perdería sus
-elementos de vida rompiendo el respeto que inspira la posibilidad de la
-muerte por la ley.</p>
-
-<p>A través de diez y nueve siglos que tiene la era cristiana, no se han
-podido realizar todas las esperanzas que despertó su existencia; pero la
-lentitud del progreso asegura su triunfo sobre el desmoronamiento de los
-antiguos elementos de política. La filosofía de la libertad vendrá más
-tarde á purificar doctrinas que en<span class="pagenum"><a name="page_272" id="page_272"></a>{272}</span> su desarrollo detienen el espíritu
-progresivo de la humanidad. El tiempo, armado de su poder irresistible,
-con la sucesión de algunos años en que la paz, condenando las malas
-pasiones, abra el alma á la luz de la enseñanza que entraña la
-fraternidad, será el mejor obrero de lo que hoy se llama utopia
-irrealizable.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>¡Sombra de Maximiliano, espíritu de ese príncipe en cuya defensa tuvimos
-un encargo de confianza; desde esa mansión donde todo es luz, arrojad
-alguna sobre este cuadro de vuestra vida, para pintar con caracteres de
-innegable verdad las causas de un gran drama político!</p>
-
-<p>¿Qué causa determinó ese contraste de destino entre el nacer y el morir?</p>
-
-<p>¿Quién guió esos pasos que conducían al patíbulo á un príncipe heredero
-de una gloria secular?</p>
-
-<p>¿Por qué causa vino á morir á Querétaro, en el Cerro de las Campanas,
-quien pudo ser rey en Europa? ¿Qué había de común entre la dinástica
-nobleza de Austria y el pueblo de esta República?</p>
-
-<p>México pasaba por una crisis cruel en su naturaleza misma; porque era
-trágica y suprema. Las instituciones eran todo y eran nada; porque ellas
-servían de bandera de libertad<span class="pagenum"><a name="page_273" id="page_273"></a>{273}</span> y de apoyo del Gobierno. Eran nada,
-porque en la práctica no regían. Su vida perfecta era imposible en una
-nación de combatientes. Era ese período en que se rompe para siempre con
-las tradiciones del pasado. Las reformas religiosa y política habían
-sacudido de raíz aquel árbol secular á cuya sombra la sociedad se forma
-de una aristocracia de fueros y privilegios notables en el clero y en el
-ejército. La ley de la igualdad se había proclamado, incorporando á las
-clases privilegiadas dentro de una misma ley civil.</p>
-
-<p>El antagonismo de clase, condenado por los principios políticos, era una
-nueva ocasión de guerra. La nacionalización de bienes eclesiásticos,
-secularización de regulares, extinción de la vida monacal y demás
-reformas religiosas, preparaban algunos espíritus para una lucha
-sangrienta, como guerra de religión, interminable por un avenimiento;
-porque alimentada por pasiones que tocaban los extremos, era terrible,
-asoladora. Sus efectos se hacían sentir ya poderosos, cuando estalló la
-revolución que proclamó en la patria de Washington la independencia de
-los pueblos del Sur.</p>
-
-<p>Los gobiernos de Europa, que presentían las consecuencias de un triunfo
-glorioso de la democracia, pensaron en que México pudiera ser un punto
-de apoyo, un arsenal inmenso, un cuartel general para ulteriores
-operaciones;<span class="pagenum"><a name="page_274" id="page_274"></a>{274}</span> y aprovechando las disensiones apasionadas de sus hijos,
-ofrecieron crear una monarquía en la tierra de promisión, que
-descubierta por el ilustre genovés Cristóbal Colón, fué la perla de la
-corona de España.</p>
-
-<p>Esta colonia que llevó á su tesoro torrentes de plata y oro en cambio de
-una civilización cristiana, no era aún conocida el año de 1862 en su
-poder nacional.</p>
-
-<p>Frágil la memoria de los hombres poderosos, olvidaron pronto los
-sacrificios de México, por su independencia, desconocieron su adelanto
-en medio de sus guerras intestinas, y creyeron obra de una visita
-militar la fundación de una monarquía que renovara las antiguas
-tradiciones, despertando el espíritu de orden y obediencia en que tan
-notable fué este virreinato por tres siglos.</p>
-
-<p>En los años pasados después de la independencia, la educación ha
-cambiado las antiguas costumbres. México ha obtenido en medio siglo lo
-que pudiera ser obra para otros pueblos de centenares de años. De 1821 á
-1863 recorrió desde la monarquía absoluta hasta la república más
-democrática, y la obediencia pasiva del antiguo sistema se ha cambiado
-por los fueros de la libertad.</p>
-
-<p>Ese año de 1863 será siempre inolvidable en la historia de los sucesos
-que vamos á referir; porque éste fué el período en que el príncipe
-Maximiliano aceptó lo que, obra de los<span class="pagenum"><a name="page_275" id="page_275"></a>{275}</span> hombres, parecía altamente
-glorioso en sus fines al archiduque de Austria.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Inglaterra, Francia y España, unidas por la convención de Londres el 21
-de Octubre de 1861, enviaron en Diciembre del mismo año al puerto de
-Veracruz algunos miles de soldados, representada la primera para los
-fines de la convención por Sir Charles Wyke. Ministro inglés residente
-en México; la segunda por el Almirante Jurien de Lagravière y por el
-Conde de Saligny, Ministro de Francia en México; y España por el
-Teniente general don Juan Prim, Conde de Reus.</p>
-
-<p>El tratado que celebró en el pequeño pueblo de la Soledad, distante
-pocas leguas de Veracruz, el Ministro de Relaciones D. Manuel Doblado,
-permitió á las tropas de las tres naciones venir á Orizaba y Tehuacán,
-ajustando un armisticio para acordar, entretanto, los medios de llevar á
-un término prudente las diferencias que en lo ostensible tenían aquellas
-naciones con la República Mexicana. Ese tratado que con el Sr. Doblado
-firmaron los representantes de las tres naciones el 31 de Octubre de
-1861, ha sido juzgado por muchos como el monumento más glorioso de la
-habilidad diplomática de nuestro Ministro. Aplazada la guerra, podía
-crear la división en<span class="pagenum"><a name="page_276" id="page_276"></a>{276}</span> los invasores, y permitir, además, que se viese
-con claridad el fin á que se encaminaba y los medios de que disponían
-cada una de las partes que formaron la convención.</p>
-
-<p>Había en lo íntimo, en lo secreto de las instrucciones reservadas que
-traían los tres representantes, algo contradictorio que no podía
-llevarlos á una inteligencia fácil, á un acuerdo seguro.</p>
-
-<p>Los representantes de España é Inglaterra vacilaron, los de Francia
-traían una consigna que cumplir, Napoleón III quería un rey para este
-suelo virgen. El príncipe que debía ceñir la corona, sería acaso dudoso;
-pero la resolución estaba tomada. México sería una monarquía.</p>
-
-<p>Aun es un misterio si la voluntad enérgica del Conde de Reus rompió la
-convención, llevando tras esta resuelta conducta el acuerdo del
-representante de Inglaterra; ó si instrucciones superiores prepararon el
-rompimiento que dejó al ejército francés solo en este suelo para llevar
-adelante las órdenes de su gobierno, que ejecutaba por su cuenta y
-riesgo, la más aventurada, peligrosa y estéril de cuantas intervenciones
-se registran en los siglos de la historia política del mundo.</p>
-
-<p>La República supo con asombro que, rotas las estipulaciones del tratado
-de la Soledad, avanzaban en son de guerra los franceses al mando del
-general Laurencez, y ligeros encuentros<span class="pagenum"><a name="page_277" id="page_277"></a>{277}</span> en las Cumbres de Aculcingo,
-obligaron á las tropas de la República, al mando en jefe del general
-Zaragoza, á resistir el choque del ejército francés en la ciudad de
-Puebla.</p>
-
-<p>El 5 de Mayo de 1862, á las once, comenzó la acción sobre el Cerro de
-Guadalupe, y á las tres retrocedieron las fuerzas francesas, llevando ya
-en su retirada á Orizaba, la convicción profunda de que la misión que
-debían cumplir era algo más peligrosa que un paseo militar.</p>
-
-<p>México ha recogido en la memoria de esa jornada, la de un día de gloria
-nacional que solemniza en su aniversario, como la de una segunda
-independencia. El recuerdo del 5 de Mayo fué la bandera de la República
-en sus días de prueba y de desgracia. Los nombres de los generales
-Zaragoza, Mejía, Díaz, Berriozábal, Negrete y otros, han tenido desde
-entonces un lugar de preferencia en el corazón de un pueblo que se
-apasiona por la superioridad del valor en el cumplimiento del deber.</p>
-
-<p>Después de algunos meses, grandes refuerzos llegaron al ejército francés
-mandado ya por el general Forey, y se emprendió un nuevo golpe sobre la
-ciudad de Puebla, la que sucumbió el 17 de Mayo de 1863, obligada por un
-sitio de más de sesenta días. El hambre puso término á ese sitio,
-rindiéndose la<span class="pagenum"><a name="page_278" id="page_278"></a>{278}</span> plaza, después de romper el ejército mexicano sus armas
-y clavado su artillería.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Hoy que Francia sufre, y los peligros y el sufrimiento fanatizan el amor
-patrio, habrá comprendido Napoleón III, capitulando en Sedán, todo el
-inmenso placer que habría en la victoria, toda la inmensa pena de las
-derrotas, todas las inexplicables amarguras de una capitulación, y todas
-las desgracias de conflictos entre pueblos que derraman su sangre,
-gastan sus tesoros, aniquilan sus elementos de vida en luchas que
-excitan las malas pasiones, en cuyo desenfreno todo lo pervierten, á
-pesar de la buena índole de las masas. México, joven, nacida en este
-siglo á la vida nacional, ha sido mártir por los celos extraños de su
-propia infancia. Nacida y codiciada, independiente y dividida, su
-escuela ha sido la guerra interior y exterior. Francia en el apogeo de
-sus días, con su gobierno de veinte años, su rico tesoro, sus
-preparativos de guerra, y teniendo por capital la ciudad de París,
-centro del mundo, donde se encontraban bienestar y dicha, porque había
-algo de magia en aquella gran ciudad para que el viajero de todo el
-mundo, á pesar de la diversidad de sus hábitos y costumbres, encontrara
-allí la asimilación de lo que<span class="pagenum"><a name="page_279" id="page_279"></a>{279}</span> era la patria, ha sido el objeto de todas
-las miradas; era el baluarte poderoso donde por el hambre podrían
-sucumbir hombres que, héroes en el combate, grandes en su patriótica
-desesperación, tenían la sentencia de su destino en una triste
-capitulación, después de ese sitio de titanes que será el asombro de los
-tiempos modernos. El siglo XIX en sus transformaciones políticas, en su
-marcha poderosa á los fines de la democracia, y en su grandeza
-universal, necesitaba para ser inolvidable, el gigantesco sitio que
-oprimió á la ciudad del orbe. Frente al poder del dinero, de la ciencia
-y del progreso, se presenta la guerra, la muerte, la destrucción, el
-sitio y el hambre.</p>
-
-<p>Francia y Prusia en gigantesco duelo, es víctima la primera, en medio de
-su grandeza, y vencedora la segunda, provocada al duelo. París se
-enloquece en su desgracia y enarbola la bandera de guerra civil. París,
-antes resplandeciente de prosperidad y lustre, da muerte á su propia
-vida devorando á sus propios hijos, arrojando, á semejanza del suicida,
-elementos corrosivos á sus entrañas, para morir en el fuego, la
-destrucción, el aniquilamiento y la desesperación.</p>
-
-<p>París, reina de las ciudades modernas, sociedad poderosa para imprimir
-movimiento á las ciencias y á las artes, centro privilegiado del orbe
-donde la historia ha grabado sus<span class="pagenum"><a name="page_280" id="page_280"></a>{280}</span> fechas gloriosas con monumentos que
-recuerdan guerras, gobiernos, luchas, victorias, triunfo de la idea y
-del arte; ciudad que llora hoy los más grandes infortunios que la más
-negra imaginación no podía alcanzar; arrojad de vuestro seno los
-elementos de esa vida cenagosa á que la corrupción levantara altares, y
-Dios permitirá que de ese huracán espantoso de pasiones desencadenadas,
-de ese fuego que destruyó la materia y el espíritu, brote la libertad
-pura y santa, que haga á los pueblos hermanos en el progreso y émulos
-sólo en el trabajo.</p>
-
-<p>¡Pobre Francia! ¡cuánto atormentan los terribles golpes de la adversidad
-sobre las masas de un pueblo! ¡Cuántas víctimas inocentes que no merecen
-el castigo de esas grandes desgracias!</p>
-
-<p>México ha sufrido los males del incesante anhelo de otras naciones para
-intervenirla. Francia llora hoy la ardiente pasión del imperio, para
-imponer su intervención á otras naciones. México pobre, debil, joven y
-desheredada por sus propias y extrañas guerras, debe á la constancia de
-sus hijos y á su fe, la restauración de la República. Su ejemplo lo ha
-invocado Francia, no sólo como lección adversa de su política, sino como
-bandera de guerra por su nacionalidad. Reciba nuestros votos por una paz
-duradera que afiance en esa poderosa nación la libertad. Ella será
-fecunda<span class="pagenum"><a name="page_281" id="page_281"></a>{281}</span> también para una gran parte del mundo que, por la lectura, por
-la tradición, por la costumbre de imitar y por los hábitos de educación,
-está dispuesta á aceptar la política de Francia, que tiene, por su
-grandeza nacional, un poder mágico, casi irresistible, de propaganda y
-de asimilación política.</p>
-
-<p>¡Cómo cambia el poder de las naciones constituídas al abrigo de un poder
-personal! En 1863, Francia Imperial enviaba algo menos que el sobrante
-de sus legiones á esta tierra víctima de sus disensiones civiles; y hoy
-la República Mexicana envía los votos de muchos de sus hijos al pueblo
-francés, por su pronta y sólida libertad. ¡Ojalá y ellos se cumplan!
-¡Ojalá y el año de 1871, Francia regenerada y libre, sea también la
-Francia de la paz y la prosperidad!</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>La tarde del 31 de Mayo de 1863 salió de esta ciudad el Sr. Presidente
-D. Benito Juárez. Ese día tuvo lugar la clausura de la Cámara, y más
-bien que una solemnidad, fué una lúgubre ceremonia. Era el adiós de
-amigos que se dispersaban: fué la triste asistencia oficial de un día de
-duelo para la patria. Tras de ese día todo era desconocido. El único
-pensamiento de aquellas horas, era partir de la ciudad que debían ocupar
-las fuerzas<span class="pagenum"><a name="page_282" id="page_282"></a>{282}</span> francesas como fruto de su triunfante expedición sobre
-Puebla.</p>
-
-<p>La noche arrojaba sobre el alma de esta gran ciudad una melancolía
-abrumadora. La agonía de una época, el término de un orden de cosas, el
-misterio del día siguiente, daban un tinte sombrío á todas las
-fisonomías. ¡Toda la noche fué de movimiento de salida! ¡Cuántas
-lágrimas derramadas en ese día de luto! Una despedida sin saber el día
-del regreso, tiene algo de semejante á la muerte.</p>
-
-<p>¿Cuándo volverán los que hoy salen?</p>
-
-<p>Sólo Dios puede saberlo......</p>
-
-<p>Esa pregunta del corazón y esta respuesta de la cabeza, daban á tan
-triste despedida una amargura que es fácil sentir y difícil explicar.</p>
-
-<p>Los poderes de la federación se dispersaban, dándose una cita para el
-interior del país. El Presidente de la República, al partir, había
-renovado su inquebrantable juramento de vencer ó morir. La lucha era á
-muerte, porque no cabía capitulación. Así lo había dicho este supremo
-magistrado el 21 de Marzo, al recibir las felicitaciones como día de su
-cumpleaños.</p>
-
-<p>Abiertas quedaron las puertas de la capital que no podía resistir, y
-tomaron vida por casi todo el país los elementos de un nuevo orden de
-cosas que generalizó el proyecto de la monarquía mexicana.</p>
-
-<p>En la dispersión de los poderes públicos,<span class="pagenum"><a name="page_283" id="page_283"></a>{283}</span> México quedaba sólo al abrigo
-de un ayuntamiento presidido por el Sr. D. Agustín del Río. Hombre de
-valor y de corazón generoso, inspirado por su ardiente amor á la patria,
-supo llenar cumplidamente sus deberes, lo mismo que la corporación que
-presidía. Merced á su actitud, la ciudad no sintió el enorme peso de la
-crisis. La historia consagrará algún día una honrosa página al
-Ayuntamiento de México y su digno Presidente.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El 1.º de Junio, un repique en la Catedral anunciaba que se abría para
-la capital de la República Mexicana la primera página del libro de la
-intervención. ¡Pobres campanas! inanimados pregoneros que hablan al
-impulso del que los hiere, y lloran, gritan, pregonan y aplauden á
-nombre del pueblo. ¡Cuántas veces pregonan lo que debieran callar!
-¡Cuántas veces aplauden lo que debieran condenar! El atronador repique
-con que se pretende á nombre del pueblo engañar al pueblo mismo, ha sido
-el medio más usual con que solemniza la alegría oficial lo que ha sido
-muchas veces el duelo de la Nación. Entonces, entre el ruido de la
-armonía del repique, hay siempre una voz que habla más alto: es la
-conciencia pública que condena el sacrificio de un pueblo.<span class="pagenum"><a name="page_284" id="page_284"></a>{284}</span></p>
-
-<p>La historia del período de la intervención, en sus detalles, no es del
-momento. Pocos renglones debe ocupar la narración sencilla de la muerte
-del infortunado Archiduque de Austria.</p>
-
-<p>Preparado el terreno por la invasión francesa, perdida para muchos la
-esperanza de una restauración nacional; mientras la guerra de escisión
-entre los Estados Unidos no llegara á un término, fatigado el espíritu
-por la serie de incesantes revoluciones, el establecimiento, aunque
-pasajero, de una monarquía, era un suceso que la más corta previsión
-alcanzaba. El Imperio, para la Nación, sería un hecho; para los que lo
-deseaban, una gloriosa conquista; y su duración un problema para muchos,
-envuelto en el misterio del tiempo en que debieran realizarse los
-grandes sucesos de América.</p>
-
-<p>El príncipe solicitado era Fernando Maximiliano, que residía en su
-palacio de Miramar. Allí fué donde los enviados del Emperador Napoleón
-hicieron despertar en su corazón ese sentimiento de gloria, por lo
-grande y desconocido á que tenía irresistible inclinación. Allí fué
-donde los augures del porvenir espléndido de una gran monarquía en el
-mundo de Colón, fundaban con la riqueza de una imaginación fecunda el
-trono de México. Allí las vacilaciones de un espíritu, que dominado por
-la idea de la gran política, estaba sin<span class="pagenum"><a name="page_285" id="page_285"></a>{285}</span> embargo preparado para todo lo
-que abría las puertas de ese futuro lleno de encantos por la pasión que
-se llama gloria. Allí ese consejo íntimo de familia, con su esposa la
-princesa María Carlota Amalia, que era su secretario, su amigo, su
-confidente, la compañera, sin duda, de proyectos, de pensamientos y de
-ensueños de un glorioso porvenir; y de allí partieron para esta tierra
-regada por muchos años con la sangre mexicana.</p>
-
-<p>Más allá de la política, que glorifica á los hombres y apasiona á la
-multitud, hay algo en una minoría que, con la fe del que mira en
-lontananza los sucesos venideros, pronostica el porvenir como el apóstol
-de una idea; combate y lucha por ella hasta el heroísmo, y sostiene la
-verdad, desconocida para muchos, que parece el patriotismo especial de
-un círculo reducido de hombres.</p>
-
-<p>Thiers y Julio Favre en Francia, Juárez, Zaragoza, Díaz y otros en
-México, vaticinaron el mal éxito de la aventura monárquica, y predijeron
-que la intervención sería para Napoleón III el camino seguro del abismo
-donde sepultara su trono.</p>
-
-<p>Hasta donde se hayan realizado esas profecías, la historia contemporánea
-puede ya apreciarlo.<span class="pagenum"><a name="page_286" id="page_286"></a>{286}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Maximiliano llegó á la capital de la República el 12 de Junio de 1864.
-Pasados los primeros días, llamó en lo privado á algunos hombres del
-partido liberal, y presentándoles un programa extenso sobre las bases de
-independencia nacional, libertad y consolidación de las conquistas de la
-Reforma, obtuvo de algunos su participio en la formación del gobierno.</p>
-
-<p>El programa podía condensarse en estas palabras:</p>
-
-<p>Difundir la enseñanza á costa de los más grandes sacrificios, promover
-toda mejora material, alentando la colonización en masas y la
-inmigración de ricos capitalistas, afianzar las conquistas obtenidas por
-la República en favor de la libertad, y encaminar ésta á su aceptación
-por todos los partidos.</p>
-
-<p>Difícil era la reconciliación de las clases y de los corazones. Ese
-milagro político no podía ser el instantáneo fruto de un programa. Sólo
-el tiempo y la libertad práctica unen á los hombres divididos en
-política por opiniones encontradas.</p>
-
-<p>Francia gastaba, entretanto, algunos millones en el apoyo de su
-aventura; pero el cansancio en una empresa toda de peligros, no tardó en
-expresar palabras de arrepentimiento<span class="pagenum"><a name="page_287" id="page_287"></a>{287}</span> y de abandono. La versatilidad del
-Imperio francés en los actos que llamaba de alta política, era una
-presunción de que pondría término á sacrificios que no podían tener
-compensación.</p>
-
-<p>El Príncipe Maximiliano luchaba con todo esfuerzo por nacionalizar su
-gobierno, y su programa democrático, á su juicio, en lo compatible con
-la forma monárquica, está consignado en seis tomos de decretos.</p>
-
-<p>Por un corto período, la fortuna sonrió á la monarquía. Las fuerzas de
-la República habían perdido los grandes centros de las poblaciones, y el
-Sr. Presidente D. Benito Juárez, y su ministerio compuesto de los Sres.
-Lerdo, Iglesias y Mejía, se habían refugiado en Paso del Norte, pequeña
-aldea en los confines de la República, á orillas del Río Bravo. Su fe
-era su bandera, su constancia la base del porvenir.</p>
-
-<p>Algunos jefes de inquebrantable energía sostuvieron siempre la guerra;
-entre ellos el ilustre general D. Vicente Riva Palacio, por cuyo encargo
-escribimos esta sencilla historia.</p>
-
-<p>El país estuvo por un período sometido á la sorpresa de los grandes
-sucesos; pero la impresión fué pasajera, y las armas de la República
-acudieron á combates repetidos que despertaban en la Nación la fe del
-porvenir.</p>
-
-<p>Cuernavaca era la residencia del Archiduque<span class="pagenum"><a name="page_288" id="page_288"></a>{288}</span> el mes de Junio de 1866,
-cuando recibió las noticias definitivas sobre la conducta de Napoleón
-III. Había resuelto retirar sus tropas y los recursos pecuniarios con
-que apoyaba al imperio mexicano. Este dejaría de percibir los quinientos
-mil pesos de que todos los mesen disponía á cargo del tesoro francés.</p>
-
-<p>Tan grave noticia tenía altamente preocupado al Príncipe, quien con su
-triste fisonomía reveló á la Princesa Carlota el pesar de alguna nueva
-desgracia. La mala posición á que se veía reducido el ensayo de
-monarquía en México, despertó en el espíritu de los dos príncipes la
-idea de enviar un comisionado, un embajador especial al Emperador
-Napoleón, para exigirle francas explicaciones, resoluciones firmes sobre
-sus compromisos para con el naciente y agitado imperio de México y muy
-particularmente para con el mismo Archiduque de Austria, antes de partir
-de Miramar. ¿Quién podrá desempeñar esta misión importante? decía
-Maximiliano. ¿A quién escuchará Napoleón? ¿Quién podrá hacerle oir todos
-los deberes que tiene que cumplir? ¿Quién podrá hacerle comprender las
-consecuencias de su falta, si niega hoy lo que antes tenía ofrecido?</p>
-
-<p>Se trajeron á la memoria diversos nombres de personas á quienes el
-Emperador de Francia en otro tiempo recibía de buena voluntad;<span class="pagenum"><a name="page_289" id="page_289"></a>{289}</span> pero que
-en la situación á que habían llegado las cosas, con probable seguridad,
-casi con evidencia, serían desairadas.</p>
-
-<p>En un momento de ese silencio que impone la perplejidad de ciertas
-circunstancias, dijo la Princesa Carlota: «Yo tengo un embajador fiel á
-todos sus compromisos políticos, resuelto á todos los sacrificios, y que
-se hará escuchar de grado ó por fuerza. Ante su resolución no habrá
-obstáculos.»</p>
-
-<p>«¿Quién puede reunir, dijo Maximiliano, todas esas virtudes de adhesión,
-y además las facilidades de llegar oportunamente cerca de Napoleón para
-contrariar resoluciones tomadas acaso de una manera irrevocable?»</p>
-
-<p>«Yo, contestó la Princesa Carlota, y tal vez sólo yo pueda lograr que se
-modifique lo que respecto de México se tiene ya acordado.»</p>
-
-<p>El Archiduque meditó sobre este pensamiento, lo encontró oportuno, y
-presentándole solo en oposición dificultades de viaje, recordó que
-estaba próximo el 6 de Junio, que era el día de su cumpleaños, y que
-según la tradicional costumbre de su casa, la Emperatriz recibía y hacía
-todos los honores en la solemnidad de ese día.</p>
-
-<p>Los proyectos de conveniencia que se combaten con accidentes de fácil
-solución, están aceptados. Así sucedió con el viaje de la Emperatriz. El
-movimiento de la casa era luego el testimonio vivo de la resolución
-tomada.<span class="pagenum"><a name="page_290" id="page_290"></a>{290}</span> El Emperador y la Emperatriz regresaron á México, y el seis de
-Junio, después de las solemnidades de la mañana, se hicieron los
-preparativos para el viaje á Europa.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El día ocho salió para Veracruz la Princesa Carlota, emprendiendo, con
-el valor digno de un hombre, una empresa que era superior al empeño de
-las más grandes habilidades diplomáticas.</p>
-
-<p>Francia, en la historia de su último imperio, y la del Vaticano en la de
-sus días de prueba, tendrán que consagrar algunas líneas á la
-infortunada y virtuosa Princesa Carlota Amalia visitando en 1866,
-víctima ya de un principio de enajenación mental, á Napoleón III y á Pío
-IX.</p>
-
-<p>En su ciencia y brillante educación no alcanzó todos los peligros de la
-intervención en la República mexicana. La historia de todas las
-intervenciones es la del suplicio de los pueblos, la del peligro de la
-independencia, la del sacrificio de la autonomía, y muchas veces el de
-los actores mejor intencionados. Los años que corren de este siglo daban
-ya abundante materia para demostrarlo sin necesidad de las sangrientas
-peripecias del gran drama en que tan sentido se presenta el fin de
-Maximiliano, vencido, y la vida congojosa<span class="pagenum"><a name="page_291" id="page_291"></a>{291}</span> de la Princesa Carlota, que
-es la personificación del pensamiento monárquico en la rectitud de su
-intención y en la gloria de la fundación; pero también en el extravío de
-su juicio, por confiar su suerte á una protección extraña, y en el
-sufrimiento de su pesar profundo. Figura histórica, pasajera en su vida
-real, transformada por su dolor en una existencia sombría y melancólica,
-que conservando en su memoria las negras páginas de su martirio, sin el
-orden que imprime el juicio, tiene grabado como en álbum fotográfico el
-período de su vida en México. La memoria, el corazón y el entendimiento
-funcionan en la demencia, siempre con el pasado á la vista; pero las
-páginas de ese gran libro se desencuadernan, se confunden y mezclan,
-para hacer de la vida un repertorio donde la memoria, sin orden y
-armonía, sin concierto ni exactitud, renueva del tiempo feliz de la
-razón lo que más hirió el conjunto de las facultades. La historia del
-viaje de la Princesa Carlota, si llega á escribirse, podrá dar alguna
-luz sobre la materia, y fijará también el verdadero período de su
-enajenación mental. Maximiliano aparece, según la tradición, vivo en la
-adoración de la Princesa su esposa; pero en el altar de sus rezos
-derrama lágrimas que como flores deposita en la tumba de una memoria.
-Tal vez junta en un solo punto, á semejanza de visión extraña, dos ideas
-de vida<span class="pagenum"><a name="page_292" id="page_292"></a>{292}</span> y muerte como el que ve en medio de una tempestad lanzarse á
-pique una nave sin socorro posible.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El mes de Noviembre de 1866 todo anunciaba la retirada del príncipe y la
-del ejército francés. El primero marchó á Orizaba, y la <i>Novara</i>, que lo
-trajo lleno de entusiasmo y de esperanzas, debía también conducirlo,
-atormentado por el mal éxito de su empresa, á su antigua residencia de
-Miramar. Lo esperaba en Veracruz para partir.</p>
-
-<p>El príncipe estaba de choque con el ejército francés, que abandonaba su
-obra.</p>
-
-<p>Aun las relaciones de cortesía se habían cortado. El mariscal Bazaine y
-el general Castelnau habían concertado la retirada del ejército francés;
-y el voto unánime y sincero de los mexicanos era que jamás otra
-intervención pisara este suelo privilegiado, que sólo necesitaba para su
-prosperidad la unión de sus hijos. El imperio francés recibía una
-lección severa. Los gobiernos que no miden las cuestiones exteriores más
-que por la fuerza física, sacrificando la justicia, se suicidan, porque
-preparan ellos su propio sacrificio. Francia, arrebatada por el poder
-militar, sintió todo el peso de sus desgracias en la condenación
-universal de su política, en el triunfo<span class="pagenum"><a name="page_293" id="page_293"></a>{293}</span> de la oposición y en la
-aceptación tácita de la doctrina Monroe.</p>
-
-<p>Libre Maximiliano de los compromisos de la intervención, llamó á Orizaba
-su Consejo, y sometió á su examen la resolución de su viaje. La duda
-atormentaba su vida, y necesitaba una resolución. Creía llegado el
-momento en que el hombre público debe pertenecer todo á su causa, á sus
-principios, á sus partidarios.</p>
-
-<p>Muchos atribuyen á diversos miembros del Consejo, y muy particularmente
-á las inspiraciones del jóven general Miramón, el regreso á México.
-Nosotros no participamos por completo de esa opinión. Causas de otro
-género fueron las que ocasionaron esa resolución. A la llegada del
-paquete francés á Veracruz, en Noviembre, recibió el príncipe multitud
-de telegramas combinados en cifras. ¿Qué traían de Europa esos
-telegramas? No se ha sabido; pero el hecho es que al día siguiente se
-dieron las órdenes de regreso, y fué gratificado el jefe de la oficina
-del telégrafo con quinientos pesos, entregados en monedas de oro.</p>
-
-<p>Desde ese momento cambió la fisonomía del príncipe. Su vida tomó la
-animación de quien tiene un gran propósito que cumplir. Aislado por su
-propia voluntad los días anteriores, incomunicado con los demás, vagando
-como un sonámbulo por los cercanos campos<span class="pagenum"><a name="page_294" id="page_294"></a>{294}</span> de Orizaba, volvió á la vida
-cuando resolvió morir ó vencer, jugando la existencia hasta perecer en
-la demanda.</p>
-
-<p>El 25 de Diciembre de 1866 salió para esta ciudad el Archiduque, con el
-propósito de dar vida al ministerio conservador que había formado antes
-de partir para Orizaba.</p>
-
-<p>Reciente la historia del gobierno del Imperio, no es posible tocarla en
-el reducido espacio de que se puede disponer al ocuparse sólo de la
-muerte del príncipe que fué elevado al trono. La historia de esa sombra
-de gobierno monárquico no puede aún escribirse; porque las lecciones que
-de ella se derivan, se pierden cuando todavía están vivos los
-sentimientos de una lucha y de una restauración en un corto período de
-tristezas y alegrías, de esperanzas y decepciones, de tragedias
-políticas, de piedad y de rigor, de templanza y de exceso, de virtud y
-de vicio, de persecución y de amnistía, de gemidos y de bendiciones, de
-duelo y de vida.</p>
-
-<p>Los siete años de 63 á 70, son el gran libro de una historia rápida y
-complexa, que á semejanza de la de los náufragos, estará llena de vida
-en la narración misma de la agonía. Ella entrañará lecciones saludables
-para un pueblo que, al sacudir el yugo de la fuerza extraña, ha
-proclamado la libertad de todos sus hermanos.</p>
-
-<p>Esa historia la conocerán siempre aún los<span class="pagenum"><a name="page_295" id="page_295"></a>{295}</span> niños y las mujeres; porque
-es la historia de los sentimientos populares y el fin de las disensiones
-religiosas en la política militante. Las pasiones todas tomaron parte,
-todas se mezclaron. El entusiasmo y el dolor se tocaban á cada paso como
-resultado de esos resortes del corazón, que apasionado en una lucha de
-hombres contendientes, son tan fieles y cumplidos como la
-personificación de un deber sagrado, tan resueltos como una virtud
-heroica, y tan firmes como ciegos por la fe, tan adictos á su causa como
-á la de su Dios, su religión y su patria. Por esto creían muchos pelear,
-y aun los seres inculpables en ese conflicto aterrador tributaban un
-culto á la exaltación de sus propias pasiones, como la expresión de la
-conciencia recta, como el eco de la conciencia nacional.</p>
-
-<p>Los más grandes errores toman en política las proporciones de un deber,
-y á la pasión que se llama patriotismo, virtud facticia muchas veces por
-su origen, pero sincera por el tiempo, sólo se le puede desarmar con la
-frialdad de la razón, la luz de la justicia y la generosidad de los
-sentimientos.</p>
-
-<p>Este período era el punto más grave en la escala de las disensiones de
-los partidos; pero también debía ser el término de las profundas
-divisiones.</p>
-
-<p>La confirmación que el Príncipe Maximiliano imprimió á las conquistas de
-la libertad,<span class="pagenum"><a name="page_296" id="page_296"></a>{296}</span> á los hechos consumados, y á los principios de la
-revolución por la reforma religiosa, puso el sello á cuestiones que
-antes fueron el abismo de odios y de sangre entre los partidos.</p>
-
-<p>Los peligros de una existencia precaria para el porvenir de nuestra
-patria, amenazada siempre por los elementos intestinos y conflictos
-internacionales, ¿no abrirá el corazón mexicano á sentimientos de unión,
-único vínculo de poder nacional?</p>
-
-<p>Estos eran los pensamientos de esa época, en que al través de un corto
-período, todos veían como indefectible la restauración de la República.</p>
-
-<p>Entretanto, las fuerzas organizadas bajo la dirección de los Generales
-Díaz, Escobedo, Corona y Riva Palacio, marchaban sobre las ciudades de
-Puebla, México, Guadalajara, Toluca y Querétaro, donde los más
-caracterizados jefes del partido militar, ligado en sus últimos días á
-la suerte del archiduque de Austria, hacían grandes aprestos de
-resistencia. Ingrata la suerte al príncipe, los franceses se retiraron,
-dejando sin más apoyo á su protegido, que la fuerza mexicana y algunos
-escuadrones de alemanes al servicio del Archiduque, mandados por dos
-valientes jefes y el joven coronel Kevenüller.</p>
-
-<p>Todos los prodigios de valor habrían sido estériles contra el país
-levantado en masa<span class="pagenum"><a name="page_297" id="page_297"></a>{297}</span> proclamando la restauración de la República. Una á
-una fueron cayendo las ciudades en poder de las armas republicanas.</p>
-
-<p>Querétaro era el lugar que absorbía la atención del gobierno, porque un
-fuerte ejército que mandaba en persona el archiduque Maximiliano era
-compuesto en su mayor parte de jefes de un valor á prueba, de una
-decisión enérgica. Bastaba que entre ese grupo estuviesen los generales
-Miramón y Mejía, para comprender que la lucha sería sangrienta,
-desesperada, heroica.</p>
-
-<p>Dos meses de sitio en que hubo combates dignos de una memoria especial
-en la historia general del país, pusieron término á la lucha desigual
-entre sitiados y sitiadores. Estos tuvieron abundantes recursos que les
-enviaban de todo el país, abierto á su poder, mientras que en la ciudad
-faltaban los elementos necesarios para la vida.</p>
-
-<p>Toda crisis política tiene su término, que es principio y fin de goces y
-sufrimientos. La ocupación de una plaza sitiada es una página de doble
-vista: para unos todo es vida, animación, alegría, gloria, poder,
-porvenir, lisonjas, plácemes, felicitación; para otros es un negro
-abismo.</p>
-
-<p>La ciudad de Querétaro el 15 de Mayo de 1867, que fué ocupada por las
-fuerzas de la República al mando del general Escobedo, era para muchos
-un cementerio donde más<span class="pagenum"><a name="page_298" id="page_298"></a>{298}</span> que por la muerte misma, tenía el alma de la
-población una tristeza aterradora, porque era la tumba de mil
-esperanzas, el sepulcro de una época. Pudiera ser la de personas
-queridas......... y el misterio del porvenir arrojaba sobre el corazón
-sus negras sombras, que sólo disipa el curso de los acontecimientos
-elocuentes en su lenguaje, mudo para vaticinar el futuro, y poderoso
-para abrir el horizonte.</p>
-
-<p>Al derrumbarse el imperio y caer el monarca en manos de los sostenedores
-de la República, la vida se contaba por minutos, y todos los que se
-deslizaban en la sucesión de las primeras horas, depositaban una
-esperanza de salvación.</p>
-
-<p>Prisionero Maximiliano en el cerro de las Campanas, después de salir del
-convento de la Cruz, fué conducido á Querétaro por el general D. Vicente
-Riva Palacio. Las altas consideraciones con que este jefe lo distinguió,
-quiso corresponderlas el archiduque con alguna demostración, y
-dirigiéndose al general Riva Palacio, le dijo: «Permitidme, señor
-general, que os ofrezca al entrar á mi prisión mi caballo ensillado:
-recibidlo como una memoria de este día.»<span class="pagenum"><a name="page_299" id="page_299"></a>{299}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Una celda del convento de Capuchinas de Querétaro fué la prisión del
-príncipe Maximiliano. Humilde como todas las habitaciones de quienes
-hacen solemne voto de pobreza, aquella celda tenía que ser histórica.
-Edificada para recibir en su seno los suspiros religiosos de alguna alma
-que, rompiendo los vínculos de la tierra, sólo miraba en la eternidad la
-esperanza de su dicha, recogía hoy á un hombre que en su destino adverso
-tenía que mirar siempre al cielo como única fuente de donde podía venir
-al alma la luz, ó siquiera de ella un débil rayo sobre la obscuridad en
-que va la vida, que en todo su poder, en su pleno vigor, por todas
-partes tiene la imagen de la muerte, por todas partes la presencia de la
-agonía, que en todos los momentos oye la última hora que suena en el
-reloj de la conciencia.</p>
-
-<p>Aquella celda, santificada tal vez años atrás por la vida pura de una
-mujer santa, iba á ser la capilla donde depositara sus últimas oraciones
-el descendiente de muchos reyes, el hermano del emperador de Austria, el
-hijo del archiduque Francisco Carlos José.</p>
-
-<p>Querétaro era todo un cuartel militar. Vencedores y vencidos ocupaban la
-plaza. Unos como guardianes y otros como prisioneros.<span class="pagenum"><a name="page_300" id="page_300"></a>{300}</span></p>
-
-<p>El Presidente de la República, desde San Luis Potosí, que era la
-residencia del Gobierno, dió orden el 21 de Mayo, por conducto del
-Ministerio de la Guerra, al general Escobedo, de abrir un proceso al
-archiduque de Austria y á los generales D. Miguel Miramón y D. Tomás
-Mejía. Seis días se tomó el Ministerio para dictar una resolución, que
-quiso fuera hija de una profunda meditación, para que no estuviese
-sujeta á los vaivenes de lo impensado.</p>
-
-<p>El príncipe Maximiliano quiso que el Sr. D. Mariano Riva Palacio y
-nosotros fuésemos sus defensores, y así lo manifestó en el siguiente
-telegrama:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Remitido de San Juan del Río, Mayo 25 de 1867.&mdash;Recibido en
-Guadalupe Hidalgo á las 9 y 12 minutos del día.</p>
-
-<p>«El emperador Maximiliano al barón de Magnus, Ministro de Prusia en
-México.&mdash;Tenga vd. la bondad de venir á verme cuanto antes, con los
-abogados D. Mariano Riva Palacio y D. Rafael Martínez de la Torre,
-ú otro que vd. juzgue bueno para defender mi causa; pero deseo que
-sea inmediatamente, pues no hay tiempo que perder. No olviden vdes.
-los documentos necesarios.&mdash;<i>Maximiliano.</i>»</p></div>
-
-<p>Para cumplir este encargo marchamos á Querétaro acompañados del ilustre
-abogado<span class="pagenum"><a name="page_301" id="page_301"></a>{301}</span> D. Eulalio María Ortega, que por su ciencia y carácter
-independiente era á propósito para encargarse de seguir el proceso
-mientras íbamos á San Luis á pedir la vida de nuestro defendido. El
-indulto era la única esperanza.</p>
-
-<p>En Querétaro había sido encargado también de la defensa un ilustre
-abogado, el Sr. D. Jesús María Vázquez. La noticia de la prisión del
-archiduque fué un rayo inesperado en esta ciudad, muy conmovida también
-á la presencia y con los sufrimientos de un sitio. La inquietud de
-aquellos días de angustia, sólo se calmaba con la confianza que
-inspiraba el general Díaz y demás jefes superiores que mandaban el
-ejército sitiador. El cuartel general era Tacubaya, por donde salimos el
-1.º de Junio los defensores, acompañados en nuestro viaje á Querétaro
-del barón Magnus, ministro de Prusia, y del Sr. Hoorick, encargado de
-negocios de Bélgica.</p>
-
-<p>La severa ley publicada en 25 de Enero de 1862 por el ministro Doblado,
-no permitía tener confianza en la absolución del consejo de guerra á que
-se debía sugetar el archiduque. Someterse á esa ley y morir, era
-consecuencia natural. Caer bajo la aplicación del decreto citado, era
-perder hasta la más remota esperanza de otra pena que no fuese la
-capital.</p>
-
-<p>El único arbitrio era pedir el indulto; y cuanto se hizo para lograrlo,
-lo hemos publicado<span class="pagenum"><a name="page_302" id="page_302"></a>{302}</span> en el año de 1867, en el Memorandum de los
-defensores.</p>
-
-<p>«Tomad los decretos del período de mi gobierno, decía el Archiduque en
-las instrucciones verbales que nos dió; leedlos, y su lectura será mi
-defensa. Mi intención ha sido recta, y el mejor intérprete de mis actos
-todos, es el conjunto de mis diversas órdenes para no derramar la sangre
-mexicana. La ley de 3 de Octubre fué creada para otros fines que no se
-pudieron realizar. La consolidación de una paz que parecía casi
-obtenida, era el objeto de esa ley que, aterradora en su texto, llevaba
-en lo reservado instrucciones que detenían sus efectos. Dispuesto á
-sacrificarme por la libertad é independencia de México, no habrá en el
-examen de mi vida un solo acto que comprometa mi nombre. Decidle al
-Presidente Juárez que me otorgue una entrevista que creo provechosa para
-la paz de la República y para su porvenir.» Tales fueron las palabras
-que como despedida dió el archiduque el 6 de Junio, al salir para San
-Luis Potosí.</p>
-
-<p>El Presidente creyó que ningún motivo debía detener el curso del
-proceso.</p>
-
-<p>El consejo de guerra continuó sus procedimientos, y el 14 de Junio de
-1867 se pronunció la sentencia, después de haber agotado los abogados
-Ortega y Vázquez, en Querétaro, cuanto recurso tiene un defensor.<span class="pagenum"><a name="page_303" id="page_303"></a>{303}</span></p>
-
-<p>La sentencia, es esta:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Vista la orden del C. General en Jefe, del día veinticuatro del
-pasado Mayo, para la instrucción de este proceso; la del veintiuno
-del mismo mes, del Ministerio de la Guerra, que se cita en la
-anterior, en virtud de las cuales han sido juzgados Fernando
-Maximiliano de Hapsburgo, que se tituló Emperador de México, y sus
-generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, por delitos contra la
-Nación, el orden y la paz pública, el derecho de gentes y las
-garantías individuales: visto el proceso formado contra los
-expresados reos, con todas las diligencias y constancias que
-contiene, de todo lo cual ha hecho relación al Consejo de Guerra el
-fiscal, teniente coronel de Infantería C. Manuel Aspiroz: habiendo
-comparecido ante el Consejo de Guerra que presidió el teniente
-coronel de Infantería Permanente, ciudadano Rafael Platón Sánchez:
-todo bien examinado con la conclusión y dictamen de dicho fiscal, y
-defensas que por escrito y de palabra hicieron de dichos reos sus
-procuradores respectivos: el Consejo de Guerra ha juzgado
-convencidos suficientemente: de los delitos contra la Nación, el
-derecho de gentes, el orden y la paz pública, que especifican las
-fracciones primera, tercera, cuarta y quinta del artículo primero,
-quinta del artículo<span class="pagenum"><a name="page_304" id="page_304"></a>{304}</span> segundo, y décima del artículo tercero de la
-ley de veinticinco de Enero de mil ochocientos sesenta y dos, á
-Fernando Maximiliano; y de los delitos contra la Nación y el
-derecho de gentes, que se expresan en las fracciones segunda,
-tercera, cuarta y quinta del artículo primero, y quinta del
-artículo segundo de la citada ley, á los reos Miguel Miramón y
-Tomás Mejía; con la circunstancia que en los tres concurre, de
-haber sido cogidos infraganti en acción de guerra, el día quince
-del próximo pasado Mayo, en esta plaza, cuyo caso es del artículo
-veintiocho de la referida ley; y por tanto condena con arreglo á
-ella á los expresados reos Fernando Maximiliano, Miguel Miramón y
-Tomás Mejía, á la pena capital, señalada por los delitos referidos.</p>
-
-<p>«Querétaro, Junio catorce de mil ochocientos sesenta y
-siete.&mdash;<i>Rafael Platón Sánchez.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>Ignacio
-Jurado.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>Emilio Lojero.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>José V.
-Ramírez.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>Juan Rueda y Auza.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>Lucas
-Villagrán.</i>&mdash;Una rúbrica.&mdash;<i>José C. Verástegui.</i>&mdash;Una rúbrica.»</p></div>
-
-<p>El fallo del Consejo fué confirmado en los términos siguientes:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Ejército del Norte.&mdash;General en Jefe.&mdash;Conformándome con el
-dictamen que antecede<span class="pagenum"><a name="page_305" id="page_305"></a>{305}</span> del ciudadano asesor, se confirma en todas
-sus partes la sentencia pronunciada el día catorce del presente por
-el Consejo de Guerra, que condenó á los reos Fernando Maximiliano
-de Hapsburgo, y á sus llamados generales D. Miguel Miramón y D.
-Tomás Mejía, á ser pasados por las armas.</p>
-
-<p>«Devuélvase esta causa al Ciudadano Fiscal, para su ejecución.</p>
-
-<p>«Querétaro, Junio diez y seis de mil ochocientos sesenta y
-siete.&mdash;<i>Escobedo.</i>&mdash;Una rúbrica.»</p></div>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El 16 de Junio de 1867, en la celda de su prisión, preocupado acaso por
-lo adverso de su destino, á las once de la mañana se notificó la
-sentencia al príncipe que había pretendido fundar una monarquía en la
-República Mexicana llamándose Maximiliano Emperador de México. No se
-inmutó, ni dió testimonio alguno de sorpresa ó indignación. Su respuesta
-fué lacónica, pero muy expresiva. Dijo: «<i>Estoy pronto.</i>» El valor le
-acompañaba siempre, y no le faltó en la hora suprema de la agonía, en
-medio de una vida llena de vigor. Sin duda había pensado mucho en aquel
-momento, y su raza y su sangre le habían dado en instantes tan críticos
-la frialdad alemana que parecían disimular en los buenos tiempos,<span class="pagenum"><a name="page_306" id="page_306"></a>{306}</span> su
-fisonomía franca y expresiva en sus pasiones, su razón pronta y
-oportuna, su espontánea palabra, su locución de artista, su deseo de
-cautivar, su inquietud incesante en trabajos diversos, su entusiasmo
-ardiente por las ideas de su programa, y su amor á la popularidad.
-Dominaba en aquella naturaleza mucho de la susceptibilidad latina, que
-no es compañera de la inalterable tranquilidad sajona.</p>
-
-<p>Había en aquel sentenciado á muerte una resignación que se asemejaba a
-una extraña, inexplicable y casi espontánea conformidad. Superiores los
-acontecimientos á las fuerzas y á la voluntad del hombre, Dios imprime
-el sello de sus altos decretos á los golpes rudos de la adversidad, ante
-la que se postra la naturaleza humana para pedir misericordia, no al
-mundo ni á sus pasiones, sino al único Juez infalible de la conciencia
-del hombre.</p>
-
-<p>Católico el príncipe, tomó sus disposiciones espirituales. Arregló
-también su testamento bajo la impresión dolorosa de la muerte de la
-princesa Carlota Amalia. La lloró muerta por la Providencia, á la que
-bendijo en medio de su dolor.</p>
-
-<p>Había muerto, en efecto, para la vida animada, para los placeres y la
-dicha. Su razón extraviada la colocaba en ese mundo siempre nuevo y
-siempre misterioso de la enajenación mental, en que la brújula del
-criterio se pierde<span class="pagenum"><a name="page_307" id="page_307"></a>{307}</span> en los delirios incomprensibles de una enferma
-imaginación.</p>
-
-<p>¡Pobre mujer que no ha tenido el consuelo de llorar á plena luz, con
-conciencia perfecta, y el corazón comprimido por todo el peso de su
-dolor! ¡Desdichada princesa, que acaso tiene un instinto superior á su
-extravío, y á medias percibe y mide, allá en el fondo de sus lúgubres y
-siniestros desvaríos, la gravedad de su infortunio!</p>
-
-<p>Algunas lágrimas del príncipe á la memoria tierna de su esposa, le
-volvieron la serenidad, y su alma, llena de pensamientos y sin dudas
-sobre el destino del hombre más allá de la tumba, sintió la paz de quien
-está dispuesto á la muerte, como el paso para otra vida.</p>
-
-<p>¿A dónde dirige el alma sus primeros pensamientos después de una
-sentencia de muerte? ¿Dios y la familia serán la primera impresión tan
-grande y dolorosa, como aterrador el paso que abre las puertas de la
-eternidad? ¿Habrá en el espíritu una maldición para los hombres y una
-bendición al Sér Supremo?</p>
-
-<p>Morir en salud, perder la vida sin agonía, saber el momento preciso de
-un adiós eterno á los amigos, á la patria, á la familia, y no saber qué
-hay más allá de ese instante supremo en que el cuerpo, perdiendo sus
-resortes, cae en el abismo de una eterna noche para penetrar<span class="pagenum"><a name="page_308" id="page_308"></a>{308}</span> el
-misterio de la eterna vida, tiene algo de dolor profundo y de
-resignación filosófica. La conciencia se abre toda para iluminarse como
-á la luz de un relámpago, y la revista en examen de la vida pasada, es
-tan súbita, que se dibujan, sin duda, como puntos de meditación, los
-grandes bienes y los grandes males de la conducta. Al tocar el término
-de la vida, cuando llegamos al terrible enigma que separa el tiempo de
-lo infinito, ¿será todo luz, todo evidencia, porque allí esté la
-presencia de Dios iluminando la conciencia del hombre?</p>
-
-<p>Maximiliano, Miramón y Mejía, en sus tres celdas de Capuchinas, oyeron
-casi al mismo tienpo su sentencia de muerte. Al juzgar por su serenidad,
-la vieron como la transformación gloriosa de la vida. Compañeros de
-campaña, prisioneros del mismo día, juntos debían morir. Miramón
-realizaba un pensamiento de su vida. Al ver en Europa el sepulcro del
-mariscal Ney, había dicho: “Esta muerte es dulce porque es pronta.
-Gloria en la vida, honor en la historia y muerte rápida si el destino es
-adverso, es una carrera, que yo apetezco.”</p>
-
-<p>En la resignación de la muerte hay un sello de grandeza que da á el alma
-el brillo de grandes pensamientos, y al corazón un manantial de
-sentimientos tiernos para la vida, y de esperanzas para la eternidad.<span class="pagenum"><a name="page_309" id="page_309"></a>{309}</span></p>
-
-<p>Maximiliano, á la presencia de sus últimas horas, trajo á su corazón
-toda la fuerza de quien ha querido hacer de su vida por los peligros una
-existencia de gloria, y de su muerte por su valor, una historia toda de
-vida. Formó su testamento como soberano y como artista. Encargó que se
-escribiese la historia de su gobierno, y también que se acabasen
-trabajos de arte en Miramar; hizo obsequios como memoria de despedida, y
-puso cartas expresivas de gratitud á sus defensores. Habló de sus
-amigos, de sus adictos, y tributando un culto de adoración al porvenir
-que no le pertenecía, á ese futuro que no podía mirar, su conversación
-frecuente era la paz de la República, la unión de los mexicanos: bajo
-esta impresión escribió al Sr. Juárez la carta siguiente:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Sr. D. Benito Juárez.&mdash;Querétaro, Junio 19 de 1867.&mdash;Próximo á
-recibir la muerte, á consecuencia de haber querido hacer la prueba
-de si nuevas instituciones políticas lograban poner término á la
-sangrienta guerra civil que ha destrozado desde hace tantos años
-este desgraciado país, perderé con gusto mi vida, si su sacrificio
-puede contribuir á la paz y prosperidad de mi nueva patria.
-Intimamente persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un
-terreno empapado de sangre y agitado por violentas conmociones,<span class="pagenum"><a name="page_310" id="page_310"></a>{310}</span> yo
-conjuro á Ud. de la manera más solemne y con la sinceridad propia
-de los momentos en que me hallo, para que mi sangre sea la última
-que se derrame, y para que la misma perseverancia que me complacía
-en reconocer y estimar en medio de la prosperidad con que ha
-defendido Ud. la causa que acaba de triunfar, la consagre á la más
-noble tarea de reconciliar los ánimos, y de fundar de una manera
-estable y duradera la paz y tranquilidad de este país infortunado.»</p>
-
-<p class="r">
-«<span class="smcap">Maximiliano.</span>»<br />
-</p></div>
-
-<p>No satisfecho aún con esa carta, encargó al Sr. Lic. Vázquez, que al
-llegar el Presidente Juárez á Querétaro le hiciese luego una visita á su
-nombre, y le dijera que al morir Maximiliano no llevaba á la tumba
-resentimiento alguno.</p>
-
-<p>El Sr. Vázquez cumplió el encargo, y el Presidente contestó manifestando
-toda la pena que había tenido en aplicar inflexible la ley por la paz de
-la República.</p>
-
-<p>Estas palabras eran el resumen de lo que los defensores habíamos oído en
-San Luis, cuando perdida toda esperanza pedíamos aún economía de sangre,
-como prenda de reconciliación; y el Sr. Juárez decía:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Al cumplir Uds. el encargo de defensores, han padecido mucho por
-la inflexibilidad del<span class="pagenum"><a name="page_311" id="page_311"></a>{311}</span> Gobierno. Hoy no pueden comprender la
-necesidad de ella, ni la justicia que la apoya. Al tiempo está
-reservado apreciarla. La ley y la sentencia son en el momento
-inexorables, porque así lo exije la salud pública. Ella también
-puede aconsejarnos la economía de sangre, y este será el mayor
-placer de mi vida.»</p></div>
-
-<p>Estas fueron las últimas palabras que oímos en San Luis Potosí la noche
-del 18 de Junio, después de haber presentado tres exposiciones pidiendo
-el indulto, y de haber agotado en multitud de conferencias los recursos
-de nuestros sentimientos y de nuestro entendimiento.</p>
-
-<p>En espera de algún incidente favorable á la vida de nuestro defendido,
-habíamos pedido una ampliación del término para la ejecución, que se
-difirió para el miércoles 19, y en ese período Maximiliano puso el
-siguiente despacho:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Línea telegráfica del Centro.&mdash;Telegrama oficial.&mdash;Depositado en
-Querétaro.&mdash;Recibido en San Luis Potosí á la 1 hora 50 minutos de
-la tarde, el 18 de Junio de 1867.&mdash;C-. Benito Juárez.&mdash;Desearía se
-concediera conservar la vida á D. Miguel Miramón y D. Tomás Mejía,
-que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte,
-y que como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única
-víctima.&mdash;<i>Maximiliano.</i>»</p></div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_312" id="page_312"></a>{312}</span></p>
-
-<p>Nada se obtuvo, y cuando se cerró la puerta de toda esperanza,
-comprimido nuestro espíritu por el fin trágico que se presentaba á
-nuestra vista, pusimos este telegrama:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>«Telegrama de San Luis Potosí para Querétaro.&mdash;Junio 18 de
-1867.&mdash;Sres. Lics. D. Eulalio María Ortega y D. Jesús M.
-Vázquez.&mdash;Amigos: todo ha sido estéril. Lo sentimos en el alma, y
-suplicamos al Sr. Magnus presente á nuestro defendido este
-sentimiento de profunda pena.&mdash;<i>Mariano Riva Palacio.</i>&mdash;<i>Rafael
-Martínez de la Torre.</i>»</p></div>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>En la mañana del miércoles 19 de Junio, formadas las tropas en la ciudad
-de Querétaro, sonaban las seis cuando salían de su prisión Maximiliano,
-Mejía y Miramón. Antes de salir habían oído misa, que dijo el padre
-Soria. ¡Cuánta veneración hubo en aquel acto religioso! ¡Con qué respeto
-se asiste al solemne oficio de una religión que alumbra en el último
-momento de la vida el porvenir de la que no tiene fin!</p>
-
-<p>Al salir Maximiliano de la prisión, abrazó á los Sres. Ortega y Vázquez.
-Marchó al suplicio con la calma de quien ve el fin de una jornada, como
-el principio de una gloriosa conquista.<span class="pagenum"><a name="page_313" id="page_313"></a>{313}</span></p>
-
-<p>El Cerro de las Campanas era el lugar designado para el trágico fin del
-segundo imperio en México.</p>
-
-<p>Poco antes de la hora de salida, comprendió que se acercaba el último
-momento de la vida. Después de dar un abrazo al joven militar que debía
-mandar la ejecución, salió del convento de Capuchinas, y como despedida
-tierna y expresiva de todo lo que le rodeaba, dijo:</p>
-
-<p>«Voy á morir......»</p>
-
-<p>Voy á morir.... Negro, horrible pensamiento, presencia de insondable
-abismo, lúgubre, aterrador sentimiento que sobrecoge al espíritu de
-miedo y pavor, que anonada y aterra al corazón que aun ama, que tiene
-gratas impresiones, que acaricia aún esperanza de la vida; pero
-Maximiliano, notificado de muerte; se había despedido del mundo para no
-verlo más...... ni una ilusión, ni una esperanza alimentaba. Extranjero
-en su patria adoptiva, sólo en el mundo nuevo de una prisión, su alma no
-tenía ya quejas que exhalar, ni memorias que evocar. Su dolor fué mudo y
-grande, muy grande su disimulo, ó grande, mucho más grande su
-resignación filosófica, su conformidad cristiana, la aceptación valerosa
-de su destino adverso.</p>
-
-<p>En tres coches caminaban al cerro de las Campanas, acompañados cada uno
-de un sacerdote, Maximiliano, Mejía y Miramón.<span class="pagenum"><a name="page_314" id="page_314"></a>{314}</span></p>
-
-<p>¿Qué pensamientos llevaba en su alma el infortunado príncipe
-Maximiliano? ¿Qué sentimientos se desbordaban de su corazón?</p>
-
-<p>¿La luz purísima de ese cielo azul de Querétaro en la mañana del 19 de
-Junio, al caminar al lugar de la muerte, llevaría al alma de Maximiliano
-la amargura de la nada en la vida que se extingue, la verdad terrible
-del polvo en que se resuelve aún la más gloriosa existencia? ¿La razón
-fría y expedita, ó las pasiones nobles y generosas, serían sus
-compañeros al abrirse á sus pies la sepultura de su terrestre vida? ¿La
-noche eterna de la tumba embargaría antes con su impenetrable obscuridad
-todas las potencias? ¿Esa luz diáfana, brillante, sería la atmósfera en
-que se hacía sensible la presencia de Dios para el que en su infortunio
-lo invocaba como el único consuelo?</p>
-
-<p>Ni un solo pensamiento de odio, ni un sentimiento de disgusto, ni una
-palabra de rencor se le oyó á Maximiliano; y su alma y su corazón, su
-memoria del pasado y su pensamiento del porvenir, formaban una corriente
-incesante de votos por la paz de la República y su libertad é
-independencia. Estas fueron sus últimas palabras:</p>
-
-<p>«Voy á morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de
-México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva
-México!»<span class="pagenum"><a name="page_315" id="page_315"></a>{315}</span></p>
-
-<p>Maximiliano, sin ligas ni vínculos sagrados de parentesco, sin patria
-que recibiera sus restos inanimados en un monumento destinado á la
-memoria de los grandes de Austria, sin familia que llorase su muerte,
-hizo de México, de sus amigos, de sus defensores, de sus adversarios, de
-sus jueces, de sus vencedores, su propia familia; porque á todos
-consagró recuerdos, y para todos deseaba bien y felicidad. Sus
-conversaciones, sus votos todos y sus últimas cartas, son irrecusable
-testimonio de esta verdad.</p>
-
-<p>Sus últimos momentos fueron sin duda de oración. El que cree, ora.
-Hablar con Dios cuando se tocan las puertas de la eternidad, es ley del
-pensamiento. Este forma la parte de nuestro sér divino; y cuando se
-rompe el velo de la vida para descubrir el misterio de la eternidad,
-Dios y el alma son inseparables. Entre la altura del Sér omnipotente y
-el camino que conducía al cerro de las Campanas, había una cadena
-impalpable: no estaba sugeta al dominio de los sentidos, porque la
-verdadera oración es mental; pero Maximiliano pensaba en Dios, en su
-omnipotencia, en su misericordia, y Dios recibía esta corriente de
-pensamientos como la expresión sincera y religiosa de quien cumple lleno
-de fe los deberes de un providencial destino.</p>
-
-<p>Maximiliano, Mejía y Miramón, poetizaron con el valor su muerte. Antes
-de pronunciar<span class="pagenum"><a name="page_316" id="page_316"></a>{316}</span> el primero las palabras que precedieron á la descarga que
-imprimió á su vida tan trágico fin, dió á cada uno de los soldados un
-maximiliano de oro, moneda valor de veinte pesos mexicanos. Momentos
-después, traspasado su cuerpo, cayó desprendido de los espíritus
-vitales. Una descarga arrancó su alma del cerro de las Campanas, para
-que fuera á ser juzgada por el único Juez infalible. Su cuerpo quedó á
-merced de los elementos que combaten la corrupción de la materia, y su
-nombre fué saludado como el del héroe mártir del gran drama de la
-intervención en México.</p>
-
-<p>El 6 de Julio de 1832, una multitud saludaba llena de entusiasmo el
-nacimiento de un príncipe de la casa de Austria.</p>
-
-<p>El 19 de Junio de 1867, una multitud lloraba la muerte del príncipe
-Maximiliano.</p>
-
-<p>Nació en medio de los suyos, rodeado de una familia numerosa, en medio
-de un pueblo amigo.</p>
-
-<p>Murió lejos de sus parientes, separado de toda su familia; pero la
-política es una liga superior á las de sangre, más poderosa que las de
-afinidad. El amor y el odio son el fruto de la política. Ella forma
-alianzas impalpables, vínculos sin pacto, simpatías de instinto, afectos
-profundos, adhesión inmensa, entusiasta hasta el delirio, resuelta hasta
-el martirio. Ella despierta sentimientos grandiosos<span class="pagenum"><a name="page_317" id="page_317"></a>{317}</span> hasta el heroísmo,
-y la admiración sincera, y el entusiasmo ardiente, y la gratitud
-reconocida, dan siempre una familia numerosa al que muere por una causa
-política. Las lágrimas son más abundantes, y su sinceridad está en el
-luto que cubre el corazón que trunca su vida, colocando en el altar de
-sus esperanzas el negro sudario de la muerte.</p>
-
-<p>La patria, la familia, los hijos, esa continuidad de la existencia,
-renueva sin embargo nuestro sér, abre el corazón á los sentimientos
-generosos, el entendimiento á la luz; y después de los sangrientos
-dramas de la política, sólo hay un deseo, la salvación de la patria, la
-unión de los mexicanos, la libertad práctica, la consolidación de la
-independencia.</p>
-
-<p>La historia con el inexorable poder de su criterio, es la única que al
-través de los años que calman las pasiones, mide bien los
-acontecimientos públicos. ¡Ojalá y ella, al juzgar á esta generación de
-que formamos parte, pueda decir: <i>El velo que la Nación arrojó con el
-decreto de amnistía en 1870 sobre el período de la intervención y los de
-las guerras civiles en la República, puede levantarse sin temor para el
-examen filosófico de sus causas; porque están asegurados los votos de
-Maximiliano al morir; los de Juárez como vencedor y juez, son ya una
-verdad: la paz, la libertad y la independencia de México.</i><span class="pagenum"><a name="page_318" id="page_318"></a>{318}</span></p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>El 6 de Julio de 1832, el corazón de la princesa Sofía se ensanchaba de
-gozo. Un nuevo hijo en una dinastía reinante, era un refuerzo, un apoyo,
-un elemento de poder que se ofrece en el alumbramiento de un niño que
-para la sociedad es la esperanza de la gloria, y para la madre la
-admiración de una preciosa existencia. El 19 de Junio de 1867, el
-corazón de la princesa Sofía ha de haber presentido toda su desdicha, y
-dirigiéndose al Sér Supremo, único consuelo de una madre que vé á un
-hijo en la desgracia, derramaría á torrentes el llanto del alma que, en
-sus penas y dolores, en su desvarío y en sus grandes amarguras, viste de
-luto la existencia que inquieta se desliza llena de sobresalto, en medio
-de la congojosa melancolía de un negro presentimiento.</p>
-
-<p class="ast">*<br />* *</p>
-
-<p>Poco tiempo después llegaba á México el almirante Tegetthoff á pedir los
-restos inanimados del príncipe Maximiliano, para conducirlos al sepulcro
-de sus antepasados.</p>
-
-<p>El cadáver frío, yerto; pero conservado por la ciencia que momifica,
-permitía llevarlo al sepulcro de los grandes de Austria.<span class="pagenum"><a name="page_319" id="page_319"></a>{319}</span></p>
-
-<p>El cuerpo sin el alma es la presencia aterradora que aviva todo el dolor
-por la existencia perdida. Donde el alma se evaporó, no hay luz ni
-brillo, no hay amor ni esperanza, no hay más que tristeza, sombra,
-horror, ausencia, amargura, negra atmósfera que oprime el corazón. La
-única luz es Dios. La única esperanza es la transparencia inexplicable
-pero firme en la conciencia, de ese infinito que está más allá del día
-de la muerte. En ella encontró su consuelo la Princesa Sofía, madre
-adorada por el Archiduque.</p>
-
-<p>La Novara, en 1864, traía á México la vida de un imperio lleno de
-pensamientos, proyectos é ilusiones. Cubierta de luto volvía en 1867,
-conduciendo el cadáver de aquel príncipe que, jefe de la marina
-austriaca, renunció á la posesión tranquila de sus honores, por la
-gloria de fundar una monarquía en México. La Novara será un navío
-histórico de un período de que fué principio y fin. En 1864 traía á
-bordo toda la esperanza de lo misterioso, de lo desconocido, que
-engendra para algunos la vida y para otros la duda y el temor. En 1867
-llevaba la muerte: era el transporte fúnebre de un rey ajusticiado, era
-un ataúd provisional. En 1864, la Novara fué saludada con ardiente
-entusiasmo por los creyentes en la eficacia de la monarquía: en 1867 la
-luz artificial de los cirios que rodeando el cadáver del príncipe,
-chispeaban al cruzar<span class="pagenum"><a name="page_320" id="page_320"></a>{320}</span> el mar, era la más negra sombra que se proyectaba
-sobre el alma de la tripulación. La luz que oprime, la luz que hiere el
-alma, la luz que arroja sombras, luto y aflicción, es sólo la luz del
-sufragio; porque es el tributo á la nada en que se resuelve la vida que
-se extingue; pero hay aún en algunas naturalezas, para esa nada del
-espíritu, para esa nada de la vida, un amor inmenso, desgarrador, capaz
-de aniquilar nuestro propio sér, convertido al andar del tiempo en
-panteón ambulante de memorias queridas.</p>
-
-<p>Una ceremonia fúnebre oficial, después del estremecedor y triste
-recibimiento de familia, tuvo lugar en el Convento de Capuchinas de
-Viena, donde se depositó el cadáver de Maximiliano. Una historia
-enseñaban aquellos restos, y la familia hizo gravar sobre el ataúd de
-aquellos despojos regios la siguiente inscripción:</p>
-
-<p class="c">
-<big><big>FERDINANDUS. MAXIMILIANUS</big></big><br />
-<br />
-ARCHIDUX. AUSTRIÆ<br />
-<br />
-<big>NATUS. IN. SCHOENBRUUN</big><br />
-<br />
-<small>QUI</small><br />
-
-IMPERATOR. MEXICANORUM. ANNO. M.DCCC.LXIV. ELECTUS<br />
-<br />
-<small>DIRA. ET. CRUENTA. NECE</small><br />
-<br />
-QUERETARI. XIX. JUNNI. M.DCCC.LXVII<br />
-<br />
-<small>HEROICA</small><br />
-
-<small>CUM</small><br />
-
-VIRTUTE. INTERUIT.<br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_321" id="page_321"></a>{321}</span></p>
-
-<p>Nosotros quisiéramos también poner una inscripción que, á semejanza de
-un epitafio, reasumiera la vida de un período y de un orden de cosas que
-no tiene posible resurrección; pero esto sería pretender un imposible.</p>
-
-<p>La mano del hombre más poderoso, el amor inmenso de los padres, la
-voluntad decidida, de los adictos, el entendimiento de más privilegiada
-fuerza, la historia inflexible en sus sentencias, son impotentes para
-reasumir en un epitafio toda una narración que abraza una época, que
-sólo puede juzgar hoy con imparcialidad el superior de todos los jueces.
-A ese juicio severo é impasible sólo se aproxima la inspiración tardía
-de los pueblos, que se erige, al desaparecer las pasiones, en criterio
-de la historia. Ella juzgará, y su sentencia, detallada en miles de
-páginas, no llegará tal vez á los oídos de los actores ni de la
-generación contemporánea; porque nuestra vida es corta, y el soplo de
-los años, poderoso para hundirnos en la nada de esta existencia, es un
-instante inapreciable en la vida de las naciones. Héroes ó mártires,
-vencedores ó vencidos, afortunados ó infortunados los actores del
-período á que consagramos estos renglones, tienen ya en sus manos el
-porvenir de la República: hay ya en el corazón mexicano un resorte de
-inmenso poder. Una ley de amnistía llama á todos á trabajar por el bien
-de la patria.<span class="pagenum"><a name="page_322" id="page_322"></a>{322}</span></p>
-
-<p>Esta página de nuestra historia debe ser también la llave del porvenir.
-Si aun ciegos y obcecados los partidos no abren su corazón y su
-conciencia á las inspiraciones santas del patriotismo y de la unión,
-México sucumbirá; porque la anarquía será el preludio de catástrofes que
-hoy nos amenazan como negra y aterradora sombra...... Pero no...... la
-adversidad no puede, inexorable, perseguirnos: el destino de nuestra
-patria perderá lo sombrío de algunas profecías, y la transformación de
-su sér se explica ya en el deseo general, inmenso, evidente de la paz.
-La Providencia lleva muchas veces á los pueblos á sus grandes fines por
-medios imperceptibles, y ha llegado para México el período de su
-resurrección. La experiencia de nuestros errores, el instinto de
-nuestros peligros, la advertencia de las lecciones pasadas, los
-episodios sentidos de las vicisitudes políticas, forman el hilo, hoy
-invisible de la unión, que dará al país la fuerza y el poder de su
-propia salvación. Sacudimientos ligeros, convulsiones pasajeras, pueden
-aún herir el sentimiento nacional; pero éste, superior á las disensiones
-de partido, se levantará poderoso contra toda tendencia revolucionaria
-que amenace la paz de la República. México había significado antes
-anarquía, desórden, rebelión constante; pero la sangre á torrentes
-derramada, la fortuna perdida á impulso de las<span class="pagenum"><a name="page_323" id="page_323"></a>{323}</span> revoluciones, la paz
-deseada y siempre perturbada, ha cambiado el carácter revolucionario y
-versátil del pasado que sucumbió para siempre, merced á los sacrificios
-de una generación que quiere para su patria orden, paz, progreso,
-independencia y libertad.</p>
-
-<p>La regeneración de México ha comenzado, y esta regeneración se saluda
-como la vuelta de un joven lleno de esperanzas á la vida normal.
-Alimentemos todos esa preciosa existencia de la patria, con el inmenso
-amor del suelo en que nacimos, y unidos trabajemos por la paz, que es la
-más grande herencia que podemos legar á nuestros hijos.</p>
-
-<p>Llamemos á nuestra mente la trágica historia nacional desde la
-Independencia; evoquemos recuerdos del sentimiento expresado por los
-hombres todos que han muerto por la patria, y como epílogo de esos
-solemnes y lúgubres momentos de la muerte, en que están presentes la
-patria, la familia, la conciencia, Dios y la eternidad, pudieran
-reasumirse esas palabras de agonía santificadas por la presencia del
-suplicio, en esta exclamación: «Patria, patria infortunada y querida: Si
-de los votos de estas víctimas dependiera tu felicidad, la unión de tus
-hijos te abriría el más brillante porvenir, y México sería grande y
-feliz con la unión de los mexicanos.»</p>
-
-<p>Tales deben ser también los votos de los<span class="pagenum"><a name="page_324" id="page_324"></a>{324}</span> que sobrevivimos, y á su
-realización debemos encaminar nuestra conducta. Hoy tales propósitos
-aparecerán como un error: antes de mucho tiempo tendrán la evidencia de
-un axioma, y más tarde serán el poderoso elemento de nuestra vida
-nacional.</p>
-
-<p>¡Ojalá y la generación que ha asistido al drama sangriento de las
-disensiones por la patria, sea también la que abra por la fraternidad y
-conciliación, una nueva vida en el suelo privilegiado de la República!
-¡Dios permita que el nombre de México, que al pronunciarse evocaba
-recuerdos de sus dolores y lúgubres peripecias, sea saludado en el
-porvenir como el pueblo digno de la libertad, tan grande por sus
-virtudes, como ha sido sufrido en su infortunio!</p>
-
-<p>México, Julio de 1871.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Rafael Martínez de la Torre.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_325" id="page_325"></a>{325}</span></p>
-
-<h2><a name="APENDICE" id="APENDICE"></a><big><big>APÉNDICE</big></big><br /><br />
-
-<big>AMPLIFICACIONES</big><br /><br />
-
-POR<br /><br />
-
-ANGEL POLA</h2>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_326" id="page_326"></a>{326}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_327" id="page_327"></a>{327}</span></p>
-
-<h3><a name="EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO"
-id="EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO"></a>EN PEREGRINACION,<br /> DE POMOCA A TEPEJI DEL RIO</h3>
-
-<h4>PATEO</h4>
-
-<p>Por la vía troncal del Ferrocarril Nacional Mexicano, que parte de la
-ciudad de México y en el kilómetro 205, llégase á la estación de Pateo,
-formada de un pequeño edificio de cal y canto, casi un cubo, con
-techumbre laminada en forma de caballete.</p>
-
-<p>Un amplio y desnivelado camino arcilloso, de dos kilómetros une la
-estación con la hacienda del propio nombre, la cual destaca sobre una
-colina, entre los cerros de San Miguel el Alto y Paquizihuato,
-presentando, al primer golpe de vista, los altos muros blancos de su
-perímetro, coronados por los aleros de las casas, el campanario de la
-capilla y el follaje tupido de la arboleda.</p>
-
-<p>Frente á la puerta principal aparece, tras pequeña verja, un jardincito
-limitado en uno de sus extremos por el departamento administrativo; en
-el otro, por un mirador y la sala, y en el fondo, por el ancho corredor
-que<span class="pagenum"><a name="page_328" id="page_328"></a>{328}</span> sirve de atrio al pabellón del edificio central.</p>
-
-<p>En uno de los ángulos del corredor hay una piececita de cinco metros de
-latitud por seis de longitud, que tiene paso en su fondo y uno de sus
-costados á dos recámaras. La puerta de entrada presenta en una de sus
-hojas y á la altura de un metro, un orificio circular de dos centímetros
-de diámetro, cubierto por un cristal, y por el que don Melchor Ocampo
-vigilaba la carretera, á fin de evitar á tiempo el peligro que lo
-amenazase, desapareciendo súbitamente por un escotillón abierto á corta
-distancia de sus plantas y que comunica por un subterráneo escalinado en
-su principio y cuyo término se ignora. El escotillón, construído debajo
-del lecho, quedaba oculto por la alfombra.</p>
-
-<p>El edificio, hermoso de puro sencillo en su estilo, de arquería de medio
-punto y esbeltos pilares en sus corredores del interior, ha venido
-siendo ceñido desapiadadamente por construcciones modernas, entre las
-que resaltan la capilla y los graneros. Inmediato á la primera hay un
-jardín extenso de simétricas avenidas y desvanecidos camellones,
-sombreado eternamente por multitud de altos cedros, fresnos, eucaliptus
-y árboles frutales de variadas especies, todos plantados por las propias
-solícitas manos del señor Ocampo.</p>
-
-<p>Existen como testimonios vivientes de nuestra<span class="pagenum"><a name="page_329" id="page_329"></a>{329}</span> narración, los servidores
-José Dolores Gutiérrez, Benito Campos, Epigmenio Moreno y Tomasa X.,
-empleados todavía en la hacienda. Refieren llenos de ternura, que el
-antiguo amo despertaba con el día, se entregaba invariable y
-pacientemente á las labores de campo, prefiriendo las de floricultura y
-plantación de árboles raros, alternando estos trabajos con empresas de
-mejoras, el estudio á que se dedicaba con afán y la inquebrantable
-vigilancia ejercida sobre la servidumbre, en cuyo bienestar estuvo
-siempre interesado, acudiendo cariñoso, ora con auxilios pecuniarios
-cerca de los pobres, ora con medicinas á la cabecera de los pacientes,
-haciéndose acompañar del doctor Patricio Balbuena, radicado en
-Maravatío, cuando el caso lo requería, y si era trivial, juzgaba
-suficiente su ciencia.</p>
-
-<p>Campos, que raya en los setenta de edad, decíanos, al repreguntarle si
-había tratado mucho al señor Ocampo:</p>
-
-<p>&mdash;Sí, señores: ¡pues si aquí comencé á ganar medio con él!</p>
-
-<p>&mdash;¿Y es verdad que se portaba bien?</p>
-
-<p>Y, en vez, de contestar él solo, á una voz nos respondieron los cuatro
-viejos y fieles sirvientes:</p>
-
-<p>&mdash;Sí, como un santo; pero harto bueno, harto bueno.</p>
-
-<p>Así es que, entrevistados sucesiva y juntamente,<span class="pagenum"><a name="page_330" id="page_330"></a>{330}</span> y practicados entre
-éllos algunos careos en los puntos discordantes de sus relatos, siempre
-convinieron en que aquel amo fué un hombre de bien á carta cabal, asíduo
-en el trabajo, estudioso infatigable, con especialidad en la Historia
-Natural, la que procuraba llevar á la práctica en sus teorías más
-modernas y elevadas, introduciendo en su jardín botánico plantas
-exóticas de flores y frutos primorosos, como los pudimos apreciar, al
-designarnos estos testigos, cedros, matas de cramelias, arrayanes de
-corte caprichoso que señalan los lindes del terreno y bordan los prados,
-presentando un conjunto boscoso, perfumado é interesante, lo mismo en
-las rotondas, cerca de las fuentes, como en los rincones más apartados y
-umbríos, entre los cenadores de atavíos primaverales.</p>
-
-<p>Se distingue en este jardín la principal avenida, que arranca de un gran
-enverjado y confina en el fondo obscuro de la vegetación que viste la
-tapia que cierra el perímetro, señalada esa avenida por árboles añosos
-de cedro, de que penden lama y heno, testimonios de su vetustez. Las
-semillas de tales plantas fueron depositadas en la tierra por las mismas
-manos del señor Ocampo, que veló por su germinación y desarrollo.<span class="pagenum"><a name="page_331" id="page_331"></a>{331}</span></p>
-
-<h4><a name="POMOCA" id="POMOCA"></a>POMOCA</h4>
-
-<p class="c"><small>(Hoy Hacienda Subterránea)</small></p>
-
-<p>Pateo, de la propiedad de don Pedro Rosillo en 1743 y después de doña
-María Francisca Javier de Tapia, pasó á ser del señor Ocampo, su hijo, á
-la muerte de esta señora, hasta que, en la imposibilidad de proseguir
-conservando la hacienda, por razón de los muchos gravámenes contraídos
-en el ejercicio de la más pura caridad, calificada por él como derroche,
-vióse obligado á fraccionarla, reteniendo la parte designada Rincón de
-Tafolla, y enajenando la otra á don Claudio Ochoa, quien,
-posteriormente, la vendió á los señores Sotomayor y éstos á su vez á la
-viuda de don Angel Lerdo, que es la propietaria, en el presente.</p>
-
-<p>Dueño el señor Ocampo de la fracción Rincón de Tafolla, fué á vivir bajo
-unas tiendas de campaña, que fijó en el punto donde dió principio con la
-erección de la hacienda, la cual él mismo bautizó con el nombre de
-Pomoca y que, como se sabe, es el anagrama de Ocampo.</p>
-
-<p>Terminada, en parte, la obra material de la moderna Pomoca, estableció
-allí su residencia y puso en práctica sus tendencias, enriqueciendo el
-lugar con un parque de piñones, olivos, cedros y el arbusto rarísimo de
-la<span class="pagenum"><a name="page_332" id="page_332"></a>{332}</span> cruz, idéntico al que existe en el convento del mismo nombre, en la
-ciudad de Querétaro. Aprovechando una quebrada del terreno, hizo un
-estanque para baños y otro para la procreación de peces, en forma
-circular, y con un jardín de aclimatación en su centro. Introdujo el
-agua, trayéndola de muy lejos, en una bien construída cañería.</p>
-
-<p>Se ve aún, como islote, un prado ricamente provisto de plantas de valor
-científico. Se entraba en esta estancia por una avenida de cedros del
-Líbano; y comunicando de la casa á un baño, tupidamente cubierto de
-plantas trepadoras, veíase una callecita estrecha y ondulada, bajo palio
-de enredaderas de fragancia indecible, que bajaban á trechos sus ramas
-cuajadas de hojas, hasta ocultar los asientos de mampostería.</p>
-
-<p>Si á tal cuadro se añade la riqueza del arbolado, que abraza y esmalta
-el lugar, se comprenderá el interés que despierta en el ánimo del
-viajero el examen de las variadas especies de árboles frutales, de los
-frondosos olivos, los piñones y los sauces.</p>
-
-<p>De la obra material no quedan sino desolación y ruinas, hechas por la
-mano del hombre, que parecen protestar contra el olvido, la incuria y la
-irrespetuosidad de la ignorancia. Sólo se contemplan, abriéndose paso
-entre breñales, los muros carcomidos y agrietados de diez piezas,
-rodeadas de una superficie cascajosa<span class="pagenum"><a name="page_333" id="page_333"></a>{333}</span> en los cuales crecen hierbas y
-arbustos, y se abrigan sabandijas.</p>
-
-<p>El terreno es una ladera, cerca de San Miguel el Alto.</p>
-
-<h4><a name="VENTA_DE_POMOCA" id="VENTA_DE_POMOCA"></a>VENTA DE POMOCA</h4>
-
-<p class="c"><small>(Hoy Pomoca)</small></p>
-
-<p>Allá abajo, en un erial, á poca distancia del punto de bifurcación del
-camino real de Toluca á Maravatío, está la venta llamada de Benito Tapia
-en época remota; después, de Pomoca, y ahora, Pomoca á secas: teatro del
-drama que terminó en tragedia en Tepeji del Río, y duró del 31 de Mayo
-al 3 de Junio de 1861: teatro de otra pasión como la del Redentor, que
-tuvo su via crucis y su calvario: esta es la primera estación.</p>
-
-<p>Pomoca es una hostería de dos patios, grande el uno, con cuartos á sus
-costados y la parte posterior de su frente, y pequeño el otro, que es la
-caballeriza y el abrevadero. Fuera, el caserón tiene portal amplio y
-alto, y una llanurita hasta el camino real. En su lado izquierdo, pared
-por medio, edificó el Mártir su hogar, cuyo trazo es un paralelógramo
-estrecho y su fachada la continuación de la fachada de la hostería. Aquí
-hay dos ventanas bajas, sin barandales, pertenecientes á la sala, que
-hacen juego con otras tantas puertas, hacia el interior: una de las
-cuales<span class="pagenum"><a name="page_334" id="page_334"></a>{334}</span> abre paso al dormitorio del señor Ocampo, siendo una de sus
-paredes la divisoria de la hostería, y la otra puerta da al corredor,
-cuya forma es la de una escuadra de ramas muy desiguales, abarcando la
-menor la mitad de la longitud de la sala, pues que la otra mitad, como
-prolongada por adentro, forma el dormitorio, en donde, sobre la mesa de
-noche, nunca faltaron libros junto á la vela. Este tiene una ventana por
-el corredor y una puerta por un pasillo, que conduce á lo que era
-biblioteca y laboratorio del sabio. Del patio grande de la hostería
-recibía luz y ventilación. En el departamento, además de los libros,
-muchos buenos y raros, había un herbario tan rico y costoso como la
-misma biblioteca, una selecta colección de conchas, recogidas unas
-durante el destierro en Nueva Orleans y otras en Veracruz; animales
-disecados, ejemplares teratológicos, esponjas; planos y mapas, algunos
-obra de su pulso; esferas terrestres, celestes y armilares; hornillas,
-redomas, sopletes y balanzas de precisión; microscopios, botiquines y
-estuches de matemáticas. Ahora el hollín tapiza las paredes y el techo,
-y tapiada la ventana, la luz ha huído del recinto.</p>
-
-<p>Al dormitorio siguen en línea recta el aposento de las señoritas Josefa,
-Lucila, Petra y Julia, sus hijas adoradas, y de doña Ana María Escobar,
-respetada y obedecida; luego,<span class="pagenum"><a name="page_335" id="page_335"></a>{335}</span> inmediato, el comedor; después, la
-cocina, que ocupa el otro lado pequeño del paralelógramo, con un costado
-libre, que es el paso del corralito denominado de «Las Gallinas,» en el
-que había un subterráneo para ocultar ropa, dinero, alhajas y hasta
-personas. Uno de los muros del corralito lo forma la espalda del comedor
-y la cocina, otro muro es el mismo del jardín; y tiene por éste, á flor
-de tierra, una puertecita secreta de escape.</p>
-
-<p>El jardín era la delicia del señor Ocampo. Las cuatro paredes que lo
-cierran desaparecían bajo la cortina de verdura de unos membrillos
-enfilados, de duraznos, de perales, de capulines, de manzanos, de
-albaricoqueros, de higueras, de sauces. Había frutos de todos tamaños y
-sabores, y flores de todos colores y fragancias. Había hasta ochenta
-especies de claveles y muy variadas de alelíes, rosas y dalias; injertos
-admirables; árboles gigantescos que producían frutos diminutos y árboles
-enanos que daban frutos enormes. Aquel lugar parecía un paraíso: había
-de todos los frutos y las flores de la tierra, formando lindos
-bosquecillos y camellones de figuras caprichosas. ¡El sabio naturalista
-se burlaba con su genio de la uniformidad de la madre naturaleza!
-¡Variaba los colores de las flores, cambiaba los sabores de los frutos,
-les daba forma, hacía los tamaños! Y el agua límpida, fresca y rumorosa,
-discurriendo en mil líneas<span class="pagenum"><a name="page_336" id="page_336"></a>{336}</span> y vueltas por el jardín, transfundía la vida
-á aquel mundo vegetal. A este sitio delicioso, en cuyo centro había un
-cenador perpetuamente sombreado por plantas trepadoras, ocurría de
-diario el Reformador, y con el pantalón remangado, en chaleco y cubierta
-la cabeza con una cachucha, tomaba el azadón ó la pala, el rastrillo ó
-el zapapico, y abría y esponjaba la tierra, ora para distribuir el agua
-en hilos delgados, ora para depositar la simiente de plantas medicinales
-valiosísimas, cuyo secreto curativo se llevó consigo.</p>
-
-<p>En tal tarea le acompañaba un mocito de nombre José María Hernández, hoy
-anciano, quien, al invocar el recuerdo del amo, nos ha dicho con la voz
-anudada y los ojos arrasados de lágrimas:</p>
-
-<p>&mdash;Era un buen caballero y un buen señor; pues, como ninguno, auxiliaba á
-los pobres.</p>
-
-<p>En la fachada, cerca de los marcos de las ventanas de la sala, hay
-señales hondas de balazos. Cuentan que una gavilla hizo una descarga en
-esa dirección, para aprehender á un hombre que huía. En las hojas se
-conservan todavía unas claraboyitas, por donde el señor Ocampo espiaba
-el camino.</p>
-
-<p>La sala, desnuda, guarda unos utensilios arrinconados, cubiertos por una
-sábana suspendida de pared á pared á lo ancho. Aquí, los sábados,
-bajaban de San Miguel el Alto<span class="pagenum"><a name="page_337" id="page_337"></a>{337}</span> los carboneritos, y luego que realizaban
-su mercancía en Maravatío y las haciendas comarcanas, entraban derecho,
-sin otro pase que el buenos días, así como iban: con ese descuido que
-mueve á risa y toca el corazón; y tomaban asiento cual si fuese aquella
-su casuca, y cogían un periódico de entre los muchos que había sobre la
-mesa del centro y muy serios se ponían á leer, como si estuvieran
-enterándose á pechos de la política. Y no: los pobrecillos deletreaban,
-repasaban la lección del otro sábado, dada con empeño paternal por el
-amo, que también leía ante ellos. Parécenos que estamos viéndole con
-aquel su semblante todo de bondad y amor, aquellos sus ojos hermosos de
-puro apacibles, aquellos sus labios que rebosaban energía y mansedumbre,
-su cabeza apolínea de cabellera suave y ondeada, sus maneras
-refinadamente nobles, su alta frente espaciosa, su voz clara y dulce.
-Terminada su clase de instrucción primaria, hablaba á sus discípulos
-humildes, como Jesús á su grupo de pescadores.</p>
-
-<p>&mdash;No hagas á otro lo que no quieras que te hagan á tí. No juzgues y no
-serás juzgado. Dar es mejor que recibir. Perdona y serás perdonado. El
-que se humille será exaltado, el que se exalte será humillado. Ama á tus
-enemigos. Haz bien á los que te aborrezcan.</p>
-
-<p>Y esto, predicado en aquella comarca desolada<span class="pagenum"><a name="page_338" id="page_338"></a>{338}</span> y lúgubre, especie de
-Galilea hace tiempo, lo repiten al pie de la letra los iniciados
-supervivientes en los misterios de aquella sinagoga, como enseñanza del
-Evangelio. ¡Cómo no había de ser el Evangelio, si Ocampo fué el doctor
-de la ley! ¡A sí llamaba siempre á los humildes! ¡A él acudían en las
-aflicciones de la carne y del espíritu para hallar alivio!</p>
-
-<p>Esa mañana que visitamos á Pomoca, nos causó indignación y tristeza ver
-salir de unas trancas el ganado del dueño actual. Uno tras otro pasaban
-indiferentes y perezosos los animales, con la cabeza recta,
-tambaleándola, los ojos soñolientos, rumiando todavía. Un toro, negro
-como el azabache, hizo alto en el desfile y se puso á oler fuertemente
-un trecho de tierra, en seguida mugió y comenzó anheloso á llorar.
-Retiróse á carrera, como para participar del dolor á sus compañeros,
-volvió luego, y olía rastreando el belfo, rascaba tierra, azotaba la
-cola en su trasero y, abriendo tamaños ojos, mugía y lloraba
-inconsolable. Otros animales acudieron en tropel y apenas olían ese
-pedazo de tierra, también mugían y lloraban, y venían otros, y otros
-más, hasta formar un círculo apretado de dolientes que sollozaban.</p>
-
-<p>El sitio que abandonaba el ganado era el jardín del señor Ocampo, el
-gran jardín, que siempre causó delicia á su hacedor. De él sólo<span class="pagenum"><a name="page_339" id="page_339"></a>{339}</span> quedan
-el trazo del cenador y los membrillos, un sauce y el árbol de la
-estricnina, que parecen arrastrar una vida de hastío desde la muerte de
-quien los velaba. Lo demás es tierra raza y estiércol apelmazado por las
-bestias.</p>
-
-<h4><a name="UN_SUCESO_EXTRANO" id="UN_SUCESO_EXTRANO"></a>UN SUCESO EXTRAÑO</h4>
-
-<p>En una hondonada, entre Pomoca y Pateo, corre el río de las Minas, que
-nace en Tlalpujahua, y atraviesa el camino real bajo un puente de cal y
-canto. De aquí á Pomoca el camino se hace pedregoso, pero orillado de
-fresnos frondosos. El puente es obra del señor Ocampo y sus manos
-plantaron los fresnos.</p>
-
-<p>Aquí estuvo sentado en el borde del puente, pistola en mano, la noche
-del martes 28 de Mayo, en seguimiento de algo extraño, que trataba de
-alcanzar y ver y que se le perdía. Sucedió que, cenando en familia, á la
-hora del té, tocaron en la pared del lienzo correspondiente al corral de
-las gallinas. Doña Ana Guerrero, ama de llaves y encargada de la tienda,
-mandó á Marcelino Campos que viera qué acontecía. El sirviente entró en
-el corral, buscó y no vió nada. Apenas había vuelto al comedor é
-informaba de que nada era, oyéronse otros toques, tan fuertes como
-golpes.<span class="pagenum"><a name="page_340" id="page_340"></a>{340}</span></p>
-
-<p>&mdash;Parecen de barreta&mdash;hizo observar el señor Ocampo.</p>
-
-<p>Entonces doña Ana, en compañía de Marcelino y otras personas, fué á
-registrar todo el corral y examinó la pared en la parte en que salían
-los golpes. Convencida de que nada había, volvió y dijo al señor Ocampo,
-que permanecía de sobremesa con sus hijas Petra y Julia, y don Eutimio
-López, administrador de la hacienda:</p>
-
-<p>&mdash;Compadre, no es nada.</p>
-
-<p>&mdash;Pero, ¿han buscado bien?</p>
-
-<p>&mdash;Sí, compadre, por todas partes y no hay nada.</p>
-
-<p>&mdash;¡Qué raro!&mdash;prorrumpió el señor Ocampo.</p>
-
-<p>En esto, oyéronse otra vez los golpes, más intensos y repetidos,
-precisamente á sus espaldas. Luego, molesto, dijo que la familia,
-inclusa Lucila que estaba enferma y la cuidaba á su cabecera doña Clara
-Campos, esperara en el zaguán chico, que era la salida de la casa á la
-troje y la era, y el paso para el jardín y la hostería; pero á ésta,
-volteando la fachada. Y, levantándose, mandó bajar del zaguán el quinqué
-y pasó á registrar el corral, el jardín y otros lugares. De regreso, no
-habiendo hallado nada, buscó, con igual resultado, entre las tupidas
-enredaderas que tapizaban los pilares y las paredes. Cuando se presentó
-donde esperaba su familia, oyeron<span class="pagenum"><a name="page_341" id="page_341"></a>{341}</span> todos, como viniendo del puente á la
-hostería, ruido de cabalgaduras á galope, de armas que chocaban contra
-monturas y ecos confusos de voces. Se armó de pistola, dijo á doña Ana
-que, si era muy preciso, ocultase los objetos de valor y á sus hijas en
-el subterráneo del corral de las gallinas; que nadie le siguiera, y
-partió á cerciorarse de quiénes eran. Llegó al portal de la hostería y
-no encontró á nadie ni vió nada: el zaguán estaba cerrado. Se puso á
-escuchar si habían entrado: silencio sepulcral reinaba. Queriendo ver en
-el camino, allá, á cien metros, en medio de la obscuridad, para
-distinguir á álguien, y de nuevo oyó el ruido de las cabalgaduras, de
-las armas y el rumor de las voces; mas, ahora, como que se alejaban. Y
-resuelto, se dirigió en seguimiento de todo eso extraño, que le
-precedía, hasta el puente, en donde dejó de oir. Entonces descansó en el
-borde y, en tanto reflexionaba sobre el suceso, percibió que alguien iba
-detrás; habló y le contestó Campos:</p>
-
-<p>&mdash;Yo soy, señor amo: me mandaron las niñas que le siga, para que nada le
-pase.</p>
-
-<p>Transcurrida como una hora, á las diez, llegaba de una hacienda
-inmediata á Ixtlahuaca, don Juan Velásquez, con la noticia de que
-acababa de entrar en ella una tropa de reaccionarios. Hizo ver al señor
-Ocampo el peligro que corría, permaneciendo en Pomoca,<span class="pagenum"><a name="page_342" id="page_342"></a>{342}</span> y la necesidad
-de que partiese pronto á lugar seguro porque parecía que venían por este
-rumbo.</p>
-
-<p>&mdash;Si yo no he hecho nada, ni he ofendido á nadie. ¿Por qué he de
-huir?&mdash;manifestó el señor Ocampo.</p>
-
-<p>Esa noche no pegó los ojos, sino hasta muy tarde. Sus hijas y doña Ana,
-con el sobresalto, durmieron mal.</p>
-
-<p><span class="smcap">Miércoles</span> 29.&mdash;El señor Ocampo iba á Maravatío en compañía de sus hijas
-Petra, Lucila y Julia á pasar el Corpus. La presencia del señor Juan
-Velázquez fué la causa de que ya no las acompañase, sino éste, que
-partía para la población. La salida fué á las seis de la mañana. Estaba
-él muy taciturno, rebujado en su capa, cubierta la cabeza con una
-cachucha, de pie en el portal de la hostería, donde las cabalgaduras
-ensilladas esperaban al grupo de viajeros. Sus hijas, al despedirse, le
-besaron amorosamente la mano.</p>
-
-<p>&mdash;Está bien, mis señoras;&mdash;les dijo emocionado&mdash;allá nos veremos el
-sábado, para que nos vengamos juntos.</p>
-
-<p>Al partir la caravana, quedó él como clavado, mirándola y mirándola,
-hasta que la perdió de vista. Cuando volvió las espaldas al camino y
-entró ya solo en la casa, se llevó el pañuelo á los ojos é inclinó la
-cabeza.</p>
-
-<p><span class="smcap">Jueves</span> 30.&mdash;Llegó á la hostería una persona sospechosa vestida de negro,
-cuyo caballo<span class="pagenum"><a name="page_343" id="page_343"></a>{343}</span> tenía en una anca este hierro: R (<i>Religión</i>);
-acompañábale un guía, á quien encerró en un cuarto, sin dejarle salir,
-ni aun para el sustento, el cual él mismo le introducía. El mantillón de
-su montura era de paño azul, con angostas franjas rojas. Doña Ana y
-Esteban Campos le preguntaron por qué tenía ese hierro el caballo y ese
-mantillón la montura, y contestó:</p>
-
-<p>&mdash;En el camino unos pronunciados me quitaron mi caballo, que era bueno,
-y me dieron éste, así como está.</p>
-
-<p>Doña Ana, sospechando algo, rogó al señor Ocampo que se fuera, porque
-corría peligro; que probablemente era un espía el desconocido. Pareció
-ceder y mandó ensillar su caballo; pero la respuesta del desconocido,
-repetida por doña Ana, le hizo cambiar de resolución.</p>
-
-<p>&mdash;Es posible que le hayan cambiado su cabalgadura&mdash;dijo el señor Ocampo.</p>
-
-<p>Y en seguida, después de un momento de silencio, agregó:</p>
-
-<p>&mdash;Ya no me voy. Que desensillen mi caballo.</p>
-
-<p><span class="smcap">Viernes</span> 31.&mdash;A las cinco de la mañana el desconocido salió aparentemente
-para continuar su viaje. Le siguió Esteban Campos en observación del
-camino que tomaba. Fué el mismo que trajo la víspera: el del puente;
-noticia que comunicó al señor Ocampo.<span class="pagenum"><a name="page_344" id="page_344"></a>{344}</span></p>
-
-<p>Desde aquel instante, parece que un grave presentimiento cayó sobre su
-ánimo: de comunicativo se tornó profundamente reservado; de sereno, en
-inquieto; de laborioso, en inerte; de triste, en enfermo.</p>
-
-<p>Al sentarse á la mesa y tener á la vista una taza de caldo, exclamó,
-dirigiéndose á doña Ana:</p>
-
-<p>&mdash;Comadre, me voy á tomar este caldo como una taza de agua de tabaco.
-¡Extraño mucho á mis hijas!</p>
-
-<p>&mdash;¿Por qué no se fué usted con éllas, compadre? ¿por qué cambió de
-parecer?&mdash;le preguntó doña Ana.</p>
-
-<p>&mdash;El sábado voy por éllas&mdash;respondió, como si tratara de esquivar la
-contestación categórica.</p>
-
-<p>Había probado el caldo, cuando se presentó Gregorio García, hospedero, á
-noticiarle que un grupo de jinetes, á galope, venía por el puente.</p>
-
-<p>El señor Ocampo se levantó de su asiento y se dirigió á la sala para
-espiar por la claraboya de una de las ventanas: al aproximar el ojo, no
-vió más que á los últimos.</p>
-
-<p>Entre tanto doña Ana, después de haber rogado apresuradamente al señor
-Ocampo que se ocultara, salió al encuentro de los desconocidos, atravesó
-el pasillo y, á su salida al patio de la hostería, tropezó con un hombre
-de elevada estatura, complexión delgada,<span class="pagenum"><a name="page_345" id="page_345"></a>{345}</span> de tez blanca, cabello un poco
-rubio, tirando á cano, barba poblada, nariz recta y ojos claros,
-vistiendo de charro.</p>
-
-<p>Sin dominar su impaciencia el desconocido, preguntó á doña Ana en dónde
-estaba el señor Ocampo; y como le contestase que no sabía, replicó,
-exaltándose:</p>
-
-<p>&mdash;Cómo es posible que no sepa usted si está.</p>
-
-<p>Y rehusando otra explicación, la condujo á fuerza al interior de la
-casa, sin dejar de inquirir en voz alta y con aspereza el paradero del
-señor Ocampo. Al pisar los umbrales de la sala el desconocido y doña
-Ana, escuchó don Melchor una frase dura, proferida por quien le buscaba,
-y se presentó tras de doña Ana, diciendo:</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué se le ofrecía? Estoy á sus órdenes.</p>
-
-<p>El charro puso en sus manos un papel, y al terminar su lectura el señor
-Ocampo, dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Está bien; pero ¿tuviera usted la bondad de decirme con quién hablo?</p>
-
-<p>&mdash;Con Lindoro Cajiga&mdash;contestó el portador.</p>
-
-<p>Y haciendo uso de su serenidad habitual y su genial cortesía, dijo á
-Cajiga:</p>
-
-<p>&mdash;Antes de ponernos en marcha para saber qué me quiere Márquez,
-tomaremos la sopa.<span class="pagenum"><a name="page_346" id="page_346"></a>{346}</span></p>
-
-<p>A esa invitación se negó rotundamente Cajiga; y como manifestase
-precisión de ponerse luego en camino, doña Ana, dirigiéndose á don
-Melchor, le preguntó:</p>
-
-<p>&mdash;Compadre, ¿por qué no se cambia usted de ropa?</p>
-
-<p>&mdash;No sé si me lo permitirá el señor&mdash;contestó Ocampo, señalando á
-Lindoro.</p>
-
-<p>&mdash;Sí, puede cambiársela&mdash;manifestó éste.</p>
-
-<p>El señor Ocampo entró en su recámara y, poniéndose un traje sencillo, se
-despojó del reloj y las mancuernas de oro, dejándolos en su lecho, y
-volvió á presencia de su aprehensor. Al ir á montar en el caballo que le
-había preparado su servidumbre, se encontró con que le había sido
-substituído, de orden de Cajiga, por otro de pésimas condiciones, que á
-lo pequeño y maltratado reunía una montura ridícula. Tan luego como
-Cajiga hubo desaparecido con su presa rumbo á Pateo, ordenó doña Ana á
-Gregorio García que corriese á Maravatío á dar aviso á las niñas de la
-captura de su padre. Ya en la casa de la finada doña Ana María Escobar,
-donde estaban hospedadas, al llamar Gregorio á la puerta salió Lucila á
-su encuentro y leyéndole en el semblante lo que acontecía, le interrogó
-sobresaltada:</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué sucede con mi padre, Gregorio?</p>
-
-<p>&mdash;Pues nada, niña&mdash;contestó, pugnando por disimular la gravedad del
-suceso.<span class="pagenum"><a name="page_347" id="page_347"></a>{347}</span></p>
-
-<p>&mdash;Algo le pasa á mi padre, dímelo. Dime, ¿qué pasa?&mdash;insistió Lucila.</p>
-
-<p>&mdash;Lo han tomado prisionero á la una del día&mdash;dijo con honda amargura
-Gregorio.</p>
-
-<p>Como si tratara de substraerse al castigo de su crimen, Cajiga condujo á
-Ocampo á la hacienda de Pateo. Allí estaban de paso doña Teresa Balbuena
-de Urquiza y su hijo don Francisco, que se dirigían á Pomoca, para
-hacerle una visita. Viendo éste que su amigo carecía de abrigo, le
-ofreció unas chaparreras y, para sujetárselas al pantalón, unas correas.
-Aceptólas cariñosamente y, al ponérselas, Ocampo mostró sonriente su
-nueva prenda y prorrumpió, dirigiéndose al alma de sus perseguidores:</p>
-
-<p>&mdash;Hijo, nadie creería que soy de Michoacán; pues ya ves que los padres,
-para dar el Viático, se ponen chaparreras.</p>
-
-<h4><a name="PAQUIZIHUATO" id="PAQUIZIHUATO"></a>PAQUIZIHUATO</h4>
-
-<p>En su marcha de fugitivos, se dirigieron á la hacienda de Paquizihuato,
-situada en la falda de un cerro, fertilizadas sus cercanías por el río
-Lerma, que á trechos corre caudaloso rompiendo sus aguas contra rocas y
-los sabinos seculares, que orlan sus márgenes, para esparcirse en
-seguida mansamente por la superficie arenosa y cubierta de guijas del
-antiguo<span class="pagenum"><a name="page_348" id="page_348"></a>{348}</span> valle de Uripitío de los Pescadores, hoy de Maravatío.</p>
-
-<p>La troje, local saliente de la finca, y que está como entonces, sirvió
-de primera cárcel al señor Ocampo. Cerca de la puerta le tuvieron
-sentado entre centinelas de vista; mientras la soldadesca discurría por
-las casuchas, alardeando de su negra hazaña y entregándose al pillaje.
-Testigos de estas depredaciones son Leandro Hernández y Pascual Molina,
-supervivientes, que nos narraron este suceso, despertando su indignación
-el recuerdo.</p>
-
-<h4><a name="MARAVATIO" id="MARAVATIO"></a>MARAVATIO</h4>
-
-<p>Cerca de las cuatro, Cajiga dió orden de marcha hacia Maravatío. A vista
-de algunas haciendas de las muchas que parecen salpicar el valle, entró
-en la de Guaracha, para aprehender á Gregorio, que esquivaba su
-encuentro, de regreso á Pomoca. Incorporado en la fuerza, continuó ésta
-su ruta.</p>
-
-<p>A la caída de la tarde arribó á la población, la cual, con motivo de ser
-viernes, día siguiente al Corpus, estaba en movimiento inusitado. Al
-percibir á la tropa, huía desbandada la gente, temerosa de sufrir
-atropellos, y cerraba sus casas.</p>
-
-<p>Aprovechando estos momentos de pánico, Gregorio logró confundirse entre
-la multitud,<span class="pagenum"><a name="page_349" id="page_349"></a>{349}</span> yendo á ocultarse en la carbonera de la finca de don
-Antonio Balbuena.</p>
-
-<p>Hizo alto Cajiga en el mesón de Santa Teresa, de la propiedad de don
-Atilano Moreno, ubicado en el ángulo de las calles de Iturbide y las
-Fuentes. Hállase este edificio horriblemente carcomido por la acción del
-tiempo; la entrada ha sido siempre por Iturbide; el patio estaba rodeado
-de cuartos de alquiler. En uno de los del fondo, pasó el señor Ocampo la
-primera noche de su via crucis. Hoy son ruinas y apenas señalan su
-perímetro las bases de sus muros.</p>
-
-<p>En la esquina, arriba de la placa que nombra la calle de Iturbide, hay
-una lápida conmemorativa que reza:</p>
-
-<p><i>En esta casa estuvo prisionero el ilustre C. Melchor Ocampo la noche
-del 1.º de Junio de 1861</i><a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a>.</p>
-
-<p>Al circular la noticia de la llegada del señor Ocampo, el personal más
-notable de la población se reunió en la casa de los Balbuena, á
-deliberar qué debía hacer para obtener la libertad de su benefactor, á
-quien debía no sólo su progreso material, sino su desenvolvimiento
-intelectual y moral. Tomado el<span class="pagenum"><a name="page_350" id="page_350"></a>{350}</span> acuerdo de que el licenciado don
-Jerónimo Elizondo escribiese al general Leonardo Márquez, quien le debía
-la vida, en solicitud de la libertad del Señor Ocampo, partió Teodosio
-Espino con la misión al siguiente día, sábado, 1.º de Junio.</p>
-
-<p>Momentos antes de verificarse la junta, preocupados sus amigos, Dionisio
-y Francisco Urquiza, lograron hablar al prisionero y proponerle la fuga,
-horadando la pared de su celda, que lindaba con la casa de don Agustín
-Paulín. El les contestó:</p>
-
-<p>&mdash;Yo no me fugo, porque no soy criminal.</p>
-
-<p>No satisfechos los señores Urquiza de la negativa, acudieron á don
-Antonio Balbuena, que ejercía gran ascendiente sobre Ocampo, para que
-nuevamente le propusiera la evasión.</p>
-
-<p>&mdash;Yo no propongo semejante cosa á Melchor;&mdash;les dijo&mdash;pues conociendo,
-como conozco, su carácter y honradez, es seguro que me desairará.</p>
-
-<p>Como á las nueve de la mañana, Cajiga, después de formar á su soldadesca
-en el Portal de la Aurora, donde estuvo á la expectación pública el
-prisionero, se puso en camino hacia la hacienda de Tepetongo.<span class="pagenum"><a name="page_351" id="page_351"></a>{351}</span></p>
-
-<h4><a name="TEPETONGO" id="TEPETONGO"></a>TEPETONGO</h4>
-
-<p>Como obedeciendo á extraño impulso, la fuerza de Cajiga fué á parar,
-tras larga fatiga, hasta la hacienda de Tepetongo, á las cinco de la
-tarde. Frente al extenso portal, hizo alto, y reconocido el prisionero
-por don Juan Cuevas, dueño de la finca, mandó decirle con el trojero
-Pascual Benavides, radicado actualmente en Toluca, qué se le ofrecía. El
-señor Ocampo contestó que nada, expresando su agradecimiento; pero,
-después de un momento de vacilación, pidió una taza de chocolate. Al
-recibir el aviso de que estaba servido, Benavides, en nombre del amo,
-suplicó á Lindoro que permitiese al señor Ocampo pasar al comedor.
-Habiendo sido la respuesta una negativa, se le llevó el chocolate y lo
-tomó sobre una gran caja de granos, que hizo veces de mesa.</p>
-
-<p>Acto continuo el jefe ordenó la marcha rumbo á la Venta del Aire, la
-Jordana y Toshi.</p>
-
-<h4><a name="TOSHI" id="TOSHI"></a>TOSHI</h4>
-
-<p>Entrada la noche llegaron á Toshi. Ocampo habló en el despacho con don
-Antonio Rivero, administrador de la Hacienda, y en seguida le llevaron á
-la pieza de una vivienda, que ve al Poniente y guarda todavía las
-mismas<span class="pagenum"><a name="page_352" id="page_352"></a>{352}</span> condiciones. Allí tomó un vaso de leche, por todo alimento,
-manifestándose triste é intranquilo. Durmió mal y, muy de madrugada, el
-domingo 2 de Junio, se desayunó sin apetito. Vestía traje negro y
-corbata café, y llevaba sombrero hongo de color oscuro. En el patio
-montó el mismo caballo colorado, de frente blanca.</p>
-
-<p>Refieren este acontecimiento don Tomás Marín y una anciana, desde
-entonces cocinera de la finca, sobre quien, parece, no pasan los años.</p>
-
-<h4><a name="ESTANCIA_DE_HUAPANGO" id="ESTANCIA_DE_HUAPANGO"></a>ESTANCIA DE HUAPANGO</h4>
-
-<p class="c"><small>(Hoy Huapango)</small></p>
-
-<p>Atravesando á galope sostenido los llanos de Acambay, encumbraron á San
-Juanico y entraron en la cañada de Endeje, para caer á la Estancia de
-Huapango, después de orillar sus lagunas. Su paso por San Juanico
-despertó la curiosidad de Antonia Peralta y José Martínez, que había
-merodeado en las filas de Cajiga. Esas dos personas viven aún en el
-lugar.</p>
-
-<p>Huapango remeda un castillo medioeval: corona una eminencia, la
-defienden altos y fuertes muros, resguarda su entrada una grande y
-pesada puerta y en el centro se levanta imponente el edificio. Este era
-el refugio de Leonardo Márquez y Félix Zuloaga.<span class="pagenum"><a name="page_353" id="page_353"></a>{353}</span></p>
-
-<p>A la hora en que los rayos del sol caían como hilos á plomo, el
-centinela del torreón dió el grito de alarma, al descubrir una polvareda
-que un grupo de jinetes levantaba tras sí, en su avance. Puestos en
-observación los jefes, reconocieron que no era fuerza enemiga la que se
-aproximaba.</p>
-
-<p>La presentación de Lindoro Cajiga y su gente, muy conocidos en el lugar
-por ser un rincón del teatro de sus fechorías, despertó en la tropa la
-curiosidad de saber quién era el que traían entre filas. Luego resonó en
-los oídos de todos el nombre de Ocampo y se hizo el tema de las
-conversaciones: figura formidable en el partido liberal, se daba
-importancia desmedida á su captura.</p>
-
-<p>Puesto en manos de Márquez y Zuloaga, corrieron las órdenes para que
-fuera rigurosa la custodia é inviolable la incomunicación.</p>
-
-<h4><a name="VILLA_DEL_CARBON" id="VILLA_DEL_CARBON"></a>VILLA DEL CARBÓN</h4>
-
-<p>Al atardecer de ese mismo día arribaron Márquez y Zuloaga al pueblo, por
-el camino real, en dirección de la Hacienda de Niginí. La tropa que
-custodiaba al preso ocupó el Mesón de los Fresnos, situado al Poniente
-de la vía y de la propiedad, en esa época, de don José Velázquez, y hoy,
-del señor Longinos Maldonado.</p>
-
-<p>El edificio es del estilo arquitectónico rutinario<span class="pagenum"><a name="page_354" id="page_354"></a>{354}</span> de los poblachos:
-patio amplio, alojamientos destartalados, tejado de caballete y portal
-corrido. Tres corpulentos fresnos sombrean su frente.</p>
-
-<p>El señor Ocampo durmió en la pieza lateral al zaguán, que tiene salida
-por él. La única modificación que se le ha hecho, es la abertura de otra
-puerta con vista á la calle.</p>
-
-<p>La noche de la estancia del preso, el señor Doroteo Alcántara, vecino
-del pueblo, que conocía á Ocampo y de quien era muy estimado, le
-proporcionó los alimentos y la cama.</p>
-
-<p>Así lo refieren don Agapito Tinoco, la señora Manuela Marín y Pedro
-Gutiérrez, sirviente del mesón, entonces.</p>
-
-<p>Esta jornada, casi toda de cerranías, fue la más penosa, á pesar de su
-hermoso horizonte, á cada paso renovado.</p>
-
-<h4><a name="TEPEJI_DEL_RIO" id="TEPEJI_DEL_RIO"></a>TEPEJI DEL RIO</h4>
-
-<p>Como si obedeciese al propósito de extremar la crueldad con el señor
-Ocampo, la soldadesca que le condujo, complaciéndose en forzar la
-marcha, llegó bien pronto á Tepeji del Río. Era lunes, día 3. La entrada
-fué triunfal por la ostentación que hacía de su preciada víctima y la
-comedia que representaban, jugando Zuloaga el papel de presidente y
-Márquez el de general en jefe de la República.<span class="pagenum"><a name="page_355" id="page_355"></a>{355}</span></p>
-
-<p>Hospedadas las fuerzas en distintos mesones, Márquez dispuso que el de
-las Palomas, en la calle real, sirviera de capilla al señor Ocampo.
-Ocupó el cuarto número 8, hoy convertido en fábrica de jabón.</p>
-
-<p>Casi contiguo al mesón, en la casa de doña Antonia Valladares, viuda de
-Sanabria, se alojaron Zuloaga, Márquez y su estado mayor. Esta casa
-tiene dos grandes ventanas bajas á la calle, correspondientes á la sala,
-donde de continuo estaban los jefes deliberando sobre asuntos
-importantes ó platicando regocijadamente.</p>
-
-<p>A las diez de la mañana, al acercarse para curiosear don Ramón
-Alcántara, á la puerta de la pieza que ocupaba el preso y en la cual no
-había más que una silla de tule, una mesita y una tarima, suplicóle el
-señor Ocampo que le trajese un vaso de agua y tinta y papel. El
-prisionero se paseaba y veíasele triste y demacrado el semblante. Hizo
-su testamento.</p>
-
-<p>A la sazón, era aprehendido León Ugalde, guerrillero liberal, al bajar
-de una diligencia, que conducía Pedro Saint Pierre. Apenas puesto en
-capilla para ser ejecutado, varias personas del pueblo se interesaron
-por su vida y acudieron violentamente á Zuloaga y Márquez en solicitud
-de indulto. Formado el cuadro y á punto de entrar en él, llegó el perdón
-y regresó á la cárcel.<span class="pagenum"><a name="page_356" id="page_356"></a>{356}</span></p>
-
-<p>Las mismas personas, entre las que se hallaban los señores Piedad Trejo,
-Agustín Vigueras, José Ancelino Hidalgo y, haciendo cabeza, el cura don
-Domingo M. Morales, después de salvar á Ugalde, pasaron en comisión
-cerca de Márquez y Zuloaga, para impetrar el indulto del señor Ocampo.
-La negativa fué categórica, y hasta con indignación dada por Márquez.</p>
-
-<p>Al preguntar el cura Morales á Ocampo si se confesaba, contestó:</p>
-
-<p>&mdash;Padre, estoy bien con Dios y Él está bien conmigo.</p>
-
-<p>A las dos de la tarde, hora santa, vióse salir al señor Ocampo, jinete
-en un caballo mapano, entre filas, en camino á la última estación de su
-calvario, con la serenidad del justo.</p>
-
-<p>Los curiosos advirtieron que jugaba suavemente el fuete en las crines,
-el cuello y la cabeza de su cabalgadura. A su paso frente á la casa de
-Márquez y Zuloaga, las ventanas estaban abiertas de par en par.</p>
-
-<p>Recorrido el largo trayecto, del Mesón de las Palomas á Caltengo, hizo
-alto la tropa á solicitud del mártir, para agregar una cláusula á su
-testamento.</p>
-
-<p>Bajo la inquisitiva mirada de sus guardianes, satisfizo su deseo en el
-portal, en una mesita de tapete verde, sentado en un taburete.</p>
-
-<p>Estas prendas y el tintero, la marmajera y la pluma se conservan con
-veneración en el<span class="pagenum"><a name="page_357" id="page_357"></a>{357}</span> despacho y tienen la nota de pertenecientes á don
-Melchor Ocampo, en el inventario de la Hacienda.</p>
-
-<p>No se oreaba aún la adición testamentaría, cuando emprendieron otra vez
-la marcha. A muy corta distancia, el comandante mandó hacer alto y dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Aquí.</p>
-
-<p>Formó cuadro la tropa, y señaló á Ocampo su lugar. Firme é imperturbable
-lo ocupó, distribuyendo entre sus ejecutores algunas prendas. Al
-vendársele, habló:</p>
-
-<p>&mdash;Puedo ver la muerte. Mi única recomendación es que no me tiren al
-rostro.</p>
-
-<p>En seguida se oyó una descarga y entre el humo apareció el cuerpo, presa
-de las convulsiones de la agonía. El tiro de gracia consumó el crimen.</p>
-
-<p>Presuroso el grupo de verdugos pasó por las axilas del cadáver las
-cuerdas que preparó de antemano, para suspenderlo del árbol de pirú, que
-se yergue sobre el montículo del ángulo de los dos caminos.</p>
-
-<p>Tenía la cabeza tan caída que tocaba con la barba el pecho. Los
-cabellos, largos y suaves, cubrían la cara.</p>
-
-<p>En este punto, la carretera es amplia y recta hasta el pueblo. Esa tarde
-había transeuntes como en día de plaza y muchos contemplaron aquel
-cuadro.</p>
-
-<p>Márquez no cedió á ningún ruego para que<span class="pagenum"><a name="page_358" id="page_358"></a>{358}</span> se descendiera el cuerpo.
-Después de la salida de las tropas, lo verificaron algunas de las
-personas que habían preguntado si podía hacerse el descenso.</p>
-
-<p>El cadáver fué transportado á la casa municipal, para el arreglo de su
-entierro. Apolonio Ríos, panadero, le lavó la cara y lo peinó.
-Presentaba en la cabeza una herida en la cima, otra en el carrillo
-derecho y otra en la comisura labial; en el pecho: una en la tetilla
-izquierda y otra en la región dorsal. Tenía quemado parte del semblante.</p>
-
-<p>Estuvieron expuestos los restos hasta el anochecer, en que colocados en
-caja tosca de madera blanca, los trasladaron por orden de la autoridad á
-la Capilla del Tercer Orden. Unas cuantas personas caritativas del
-pueblo los velaron.</p>
-
-<p>Al siguiente día los condujeron á Cuautitlán, donde los recibió una
-comisión del Ministerio de Guerra.</p>
-
-<p>En el lugar de la ejecución, hay un monumento que tiene esta
-inscripción:</p>
-
-<p><i>A la memoria del gran reformador don Melchor Ocampo, sacrificado el 3
-de Junio de 1861. 6. 3. 93.</i></p>
-
-<p>El brazo del pirú que sostuvo el cadáver, ha desaparecido por efecto de
-la sequedad; pero el árbol ha echado renuevos y lo cuida la Hacienda, de
-la que es dueño don Felipe Iturbe. En carta de don José Manuel Vértiz,<span class="pagenum"><a name="page_359" id="page_359"></a>{359}</span>
-apoderado general, al administrador don Mariano Gil, con fecha 11 de
-Noviembre de 1899, se lee esto: «Que no vayan á tirar el árbol de don
-Melchor.»<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a></p>
-
-<p>
-<i>Angel Pola.</i></p>
-
-<p class="r">
-<i>Aurelio J. Venegas.</i></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_360" id="page_360"></a>{360}</span></p>
-
-<h2><a name="SANTOS_DEGOLLADO" id="SANTOS_DEGOLLADO"></a>SANTOS DEGOLLADO<br /><br />
-1810-1861</h2>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>A fines del siglo XVIII desembarcó en el puerto de Veracruz un español
-que venía á la Nueva España en busca de mejor suerte que la que le
-deparaba la madre patria. Era probo, trabajador y de buena inteligencia.</p>
-
-<p>Entonces Guanajuato tenía fama de ser una de las provincias en que se
-hacía fortuna en un abrir y cerrar de ojos.</p>
-
-<p>¡La minería! ¿quién era pobre dedicándose al beneficio de metales? Y el
-extranjero partió á ese rumbo, con mucha esperanza y el firme propósito
-de que la voluntad no le abandonaría para trabajar.</p>
-
-<p>A la vuelta de algunos años ya era propietario de la Hacienda de Robles,
-en la cañada de Marfil. La constancia y hombría de bien aumentaron su
-capital. Pasó á ser rico y todo el mundo le llamaba don Jesús Santos
-Degollado. Tuvo una compañera, la señora<span class="pagenum"><a name="page_361" id="page_361"></a>{361}</span> Ana María Garrido, que parecía
-hacerle feliz. Dos niños llegaron pronto á alegrar el hogar: Nemesio
-Santos, el mayorcito, y Rafael.</p>
-
-<p>Más tarde, el rico español veía caer sus negocios, antes prósperos, y
-descendía á la pobreza. Andaba por las calles de Guanajuato, socorrido
-por sus amigos, cuando le sorprendió la muerte en la miseria.</p>
-
-<p>El cura de Tacámbaro, don Mariano Garrido, del Orden de San Agustín,
-antiguo capellán de un batallón y hermano del conocido fray Mucio, de
-Morelia, protegió á la señora Ana María Garrido de Degollado. Allí
-estaba con Nemesio y Rafael.</p>
-
-<p>Rafael, flemático, silencioso y retraído.</p>
-
-<p>Nemesio, nervioso, irascible y raquítico. Gracias á la bella forma de su
-letra, el cura le tenía metido lo más del día en la vicaría, levantando
-actas de matrimonio y escribiendo fes de bautismo. Don Mariano les daba
-un trato muy duro á los dos niños. Exigente para con éllos, cualquiera
-acción era pretexto para descargar su ira. Casi á fuerza hizo que se
-casara Nemesio con la joven Ignacia Castañeda Espinosa<a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a>. No contaban
-veinte años de edad.<span class="pagenum"><a name="page_362" id="page_362"></a>{362}</span></p>
-
-<p>Don Santos solía decir á su hijo Mariano:</p>
-
-<p>&mdash;Cuando me casé tenía yo dieciocho años.</p>
-
-<p>La pareja vivió al lado del sacerdote, quien, á pesar del cambio de
-estado de Nemesio, no modificaba su tratamiento insufrible.</p>
-
-<p>Un día, aburrido el joven de que no era posible hacer llevadera aquella
-vida, se echó al hombro su capita de barragán y con una peseta en el
-bolsillo se fugó del hogar, dejando en Tacámbaro á su madre, á su
-hermano y á su esposa. Y tomó el camino de Morelia.</p>
-
-<p>Al otro día, al obscurecer, llegó á la ciudad sin conocer á nadie, ni
-tener razón de nada. En una fonda, frente á la cárcel, pidió medio real
-de cena; en seguida dijo á la dueña del establecimiento:</p>
-
-<p>&mdash;Señora, ¿me puede usted hacer favor de darme un lugar para dormir?
-Acabo de llegar, no conozco á nadie, no sé nada: es primera vez que
-vengo aquí.</p>
-
-<p>La extrema bondad se le salía á la cara.</p>
-
-<p>La señora se lo concedió sin vacilar.</p>
-
-<p>Al otro día, destinó una pequeñísima parte del resto de su capital para
-comprar papel.<span class="pagenum"><a name="page_363" id="page_363"></a>{363}</span> Escribió, lo mejor que pudo, un pliego y se presentó en
-la notaría de don Manuel Baldovinos, situada en el portal de San José.</p>
-
-<p>&mdash;Señor, esta es mi letra, ¿puede usted darme trabajo?</p>
-
-<p>El notario vió de pies á cabeza al joven y luego paseó su mirada por el
-pliego, lleno de bonita, preciosa y clara letra.</p>
-
-<p>&mdash;¿Esta es la letra de usted?</p>
-
-<p>&mdash;Sí, señor, es mi letra&mdash;respondió humildemente Nemesio.</p>
-
-<p>&mdash;Puede usted venir desde hoy mismo.</p>
-
-<p>Y el fugitivo, muy pobre, sin más ropa que la que llevaba en el cuerpo,
-cubriéndose en la noche para dormir con la capita de barragán, comidas
-las mangas de la levita por el mucho apego á la mesa de la vicaría de
-Tacámbaro, y raídos los pantalones por el roce en la marcha, empezó á
-trabajar de escribiente en la notaría las mañanas, con el sueldo de
-cincuenta centavos diarios. Al poco tiempo, el doctor José María Medina,
-juez hacedor de diezmos y visitador del diezmatorio, que hacía préstamos
-de dinero bajo hipoteca, se presentó en la Notaría.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué es de mi escritura, Baldovinos?</p>
-
-<p>&mdash;Aquí está ya, curita.</p>
-
-<p>El doctor apenas la vió, dijo al notario:</p>
-
-<p>&mdash;¿Quién ha escrito esto?</p>
-
-<p>&mdash;Ahora lo verá usted, curita.</p>
-
-<p>El señor Baldovinos condujo al cura al interior<span class="pagenum"><a name="page_364" id="page_364"></a>{364}</span> del despacho y al estar
-frente al escritorio de Nemesio, le indicó:</p>
-
-<p>&mdash;Aquí le tiene usted.</p>
-
-<p>&mdash;Cédame á esto joven, Baldovinos.</p>
-
-<p>Convencido el notario de que el doctor le impartiría protección
-decidida, dejó que cargara con él para su casa.</p>
-
-<p>Tendría treinta pesos al mes, habitación y alimentos. La nueva casa
-estaba cerca del Seminario. Fué su trabajo el ser escribiente y profesor
-del niño Nicolás Medina, con el cuidado especial de perfeccionarle en la
-forma de su letra. Siempre le llamó «Nicolacito,» «mi querido
-muchachito;» porque era bueno, cariñoso y honrado como él.</p>
-
-<p>El sacerdote, satisfecho de la vida del joven, á los dos años le dió un
-empleo de escribiente en la sección de glosa de la Haceduría de las
-rentas decimales con la retribución anual de cuatrocientos pesos.</p>
-
-<p>Allí se hizo idolatrar de los canónigos.</p>
-
-<p>Entraba á las ocho de la mañana á la oficina y salía á las doce y media,
-y en vez de irse á paseo, se dedicaba al estudio: aprendía latín,
-griego, hebreo, francés, matemáticas, física, teología y se enseñoreaba
-de todo por su aptitud universal.</p>
-
-<p>El general Medina, que es un retrato fiel de las virtudes de Nemesio, me
-decía á propósito de su genio:</p>
-
-<p>&mdash;A mí me hizo creer en la ciencia infusa.<span class="pagenum"><a name="page_365" id="page_365"></a>{365}</span></p>
-
-<p>Era contador de la Haceduría don Luis Gutiérrez Correa, furibundo
-liberal, á quien el clero quería por su intachable manejo y tener en la
-punta de los dedos los números<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>.</p>
-
-<p>Distinguía al escribiente y procuraba que subiera escalón por escalón,
-para cederle su distinguido puesto.</p>
-
-<p>Nemesio llegó á ser contador y mandó traer á su esposa. Por las tardes,
-que le quedaban libres, proseguía dedicándose con ahinco á todo: hacía
-gimnasia para desarrollar su cuerpo; estableció un taller de carpintería
-en su casa y fabricaba bateas y gavetas; aprendió á tocar la flauta y la
-guitarra.</p>
-
-<p>En el Colegio de San Nicolás dió un gran concierto, para ministrar
-recursos al organista de la catedral, un tal Elízaga, que se encontraba
-cesante y pobre.</p>
-
-<p>Nemesio y Pedro Vergara ejecutaron á maravilla en la guitarra unas
-variaciones difíciles de Vivián.</p>
-
-<p>Una vez, para que se vea de bulto su carácter, fué con Nicolás Medina,
-su íntimo é inolvidable amigo, á las fiestas de Tarímbaro.</p>
-
-<p>Había corrida de toros.</p>
-
-<p>Salió uno bravísimo, feroz, temible, que echó al suelo en un dos por
-tres al hombre que lo montaba.<span class="pagenum"><a name="page_366" id="page_366"></a>{366}</span></p>
-
-<p>&mdash;A mí no me tira&mdash;dijo Nemesio.</p>
-
-<p>Y dicho y hecho: bajó al redondel así como estaba elegante: camisa bien
-aplanchada, traje de color negro y sombrero alto. Montó á la fiera,
-teniéndose firme con la presión que ejercía con los miembros inferiores.
-El público parecía haberse vuelto loco al mirar al caballero bien
-montado y al animal hecho una furia, corcoveando, bramando, ya libre del
-lazo, sin poder echar al suelo al jinete que se sostenía, sin pretal:
-aplaudía, y gritaba desaforadamente. El joven alcanzó una ovación
-inusitada.</p>
-
-<p>Era tal la fuerza de Nemesio, que domaba un caballo con la presión de
-los muslos.</p>
-
-<p>Morelia tenía noticias de su talento y erudición. Una vez le invitó el
-Seminario para que fuese á replicar en los exámenes de fin de año. El
-Gobierno del Estado no tardó en convencerse de la sabiduría del joven.</p>
-
-<p>A él se debe la organización del Colegio de San Nicolás.</p>
-
-<p>Los señores Luis Gutiérrez Correa, como jefe del partido liberal, Juan
-González Urueña, Juan Bautista y Gregorio Ceballos y Melchor Ocampo
-celebraban juntas secretas para discutir los medios mejores de derrocar
-al gobierno retrógrado. A éllas asistía Nemesio.</p>
-
-<p>El general Ugarte le redujo á prisión por andarse mezclando en la cosa
-pública.</p>
-
-<p>Un día, indignado el gobierno santanista,<span class="pagenum"><a name="page_367" id="page_367"></a>{367}</span> le puso en el cuartel, en
-compañía de un bandido muy valiente: Eustaquio Arias, que le adoraba.</p>
-
-<p>Hubo vez en que estando preso el bandido, engrillado, á la vista de la
-guardia, hizo que se pronunciara el Cuerpo Activo de Morelia; echó abajo
-las rejas de la prisión, salió á la calle todavía con los grilletes
-puestos, que se los desclavaron los mismos soldados en el instante en
-que el general Ugarte intentaba, reducir al orden á la tropa sublevada.</p>
-
-<p>Dió por muerto á Ugarte y con precipitación pasó sobre él, tomando el
-camino de Cuitzeo de la Laguna, para ir á defender las ideas liberales
-en Puruándiro.</p>
-
-<p>Nemesio, en el torbellino de adversidades, no había olvidado el
-lugarcito aquel para dormir, que, á su llegada de Tacámbaro, le había
-dado de tan buena voluntad en su fonda la señora Josefa Saavedra, ó como
-la llamaba todo el mundo, doña Pepa la Moreliana, á quien regaló seis
-mil pesos, años más tarde<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>.</p>
-
-<p>Estrechado por las persecuciones de los santanistas, que no le daban
-punto de reposo, se alejó de la ciudad y de su familia, y estuvo
-distante de la que le dió el sér, de la señora Ana María Garrido, ó
-mejor dicho,<span class="pagenum"><a name="page_368" id="page_368"></a>{368}</span> Ana María Arcaute, su primitivo y verdadero apellido, que
-era de Roma.</p>
-
-<p>El padre Garrido trajo á México, á la señora Arcaute, para que se curara
-de una peligrosa enfermedad. En junta de médicos fué desahuciada, y
-falleció después de haber recibido los auxilios espirituales de propias
-manos de tres obispos.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Un día amaneció Morelia entera preguntándose por don Nemesio Santos
-Degollado, por su querido gobernante en 1848 y 1857, que apenas tuvo
-tiempo para hacer bien y que había sido diputado á la asamblea
-departamental en 45, consejero de gobierno en 46 y diputado por elección
-unánime al Congreso General, en 55.</p>
-
-<p>Unos decían que había sido desterrado por Santa-Anna á la Villa de
-Armadillo, San Luis Potosí. Otros, que se encontraba en México en la
-casa de don Valentín Gómez Farías, 2.ª calle del Indio Triste, número 7,
-esquina á la de Montealegre. Otros, que se había lanzado á la
-revolución, á defender el plan de Ayutla.</p>
-
-<p>Pero levantó cabeza y se le vió de cuerpo entero en Tunguitiro, hacienda
-de don Epitacio Huerta, en Michoacán, lugar de cita de los liberales,
-donde se encontraban los coroneles<span class="pagenum"><a name="page_369" id="page_369"></a>{369}</span> Luis Ghilardi, Manuel García
-Pueblita y Epitacio Huerta, el comandante de batallón Régules y el
-comandante de escuadrón Refugio I. González.</p>
-
-<p>De día estaban con el arma al brazo, ordenando tomas de plazas ocupadas
-por los santanistas y haciendo más posible el triunfo del plan de
-Ayutla.</p>
-
-<p>De noche, teniendo en mucha cuenta la mala fe de las fuerzas de
-Pátzcuaro, se iban á dormir al cerro de Cirate, inaccesible por lo
-escarpado y perdedizo por lo nemoroso.</p>
-
-<p>Haciendo expediciones de acá para allá, tomaron á Uruápam; por asalto, á
-Puruándiro; los santanistas de la Piedad se rindieron.</p>
-
-<p>De vuelta encontraron que Tinguitiro era presa del fuego. El enemigo
-estaba al frente en expectativa. Los soldados de los dos bandos, bien
-formados, sin avanzar un punto, se avistaron; pero no se hicieron nada.</p>
-
-<p>Una noche pasaron bajo las ruinas.</p>
-
-<p>La plaza de Puruándiro fué tomada por cincuenta hombres, á la cabeza del
-comandante Calderón, sin que lo supieran los jefes del sitio. Vieron
-venirse abajo una trinchera y pretendieron ganar tiempo para dar el
-asalto; pero un soldado del general Juan Nepomuceno Rocha dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Señor, si ya están adentro.</p>
-
-<p>&mdash;¿Quiénes?</p>
-
-<p>&mdash;Pues nuestras tropas, jefe.<span class="pagenum"><a name="page_370" id="page_370"></a>{370}</span></p>
-
-<p>En Penjamillo se recibió carta de que se habían pronunciado en Zamora
-los señores Trejo y Miguel Negrete, acabados de ascender á tenientes, y
-que pedían pronto auxilio.</p>
-
-<p>Degollado ordenó que el comandante Refugio I. González fuera con
-cuatrocientos caballos. Allí se encontró con que ya eran coroneles los
-tenientes de ayer.</p>
-
-<p>Vagando con muy buenas intenciones, don Santos Degollado vino á parar en
-Cocula. El enemigo le dió una sorpresa. Durante el tiroteo se acuerda de
-que no se había despedido de la familia que le dió hospedaje; entonces
-le dijo al general Huerta:</p>
-
-<p>&mdash;Procure usted detener al enemigo, mientras regreso. Voy á despedirme
-de la familia y á darle las gracias.</p>
-
-<p>&mdash;Señor, nos ataca con ímpetu.</p>
-
-<p>&mdash;Sostenga usted el fuego. ¡Cómo va á ser que nos vayamos así, sin
-decirle adiós!</p>
-
-<p>&mdash;Ya lo tenemos encima.</p>
-
-<p>&mdash;Voy á despedirme. No vaya á decir que soy ingrato.</p>
-
-<p>Cuando estuvo de regreso, el general Huerta había perdido un brazo.</p>
-
-<p>Defendió el plan de Ayutla con una convicción apostólica, y llegó á ser
-gobernador de Jalisco en 1855.</p>
-
-<p>Era su sueño dorado hacer la felicidad de su país y prácticas las leyes
-y la justicia, tales como debían ser en una forma de gobierno<span class="pagenum"><a name="page_371" id="page_371"></a>{371}</span>
-representativo popular. Decretó la abolición de las alcabalas.</p>
-
-<p>Hizo efectiva la libertad de conciencia. Un grupo de jóvenes, entre
-ellos Miguel Cruz Aedo, Urbano Gómez, Jesús González, Miguel Contreras
-Medellín y José María Vigil predicaban en la plaza de Escobedo las ideas
-liberales. <i>La Revolución</i>, que tenía por lema: «Ser ó no ser: he aquí
-la cuestión», era el órgano del partido puro. No les importaba gritar á
-la luz del día: ¡Muera el Papa! ¡Muera el Clero! Un 16 de Septiembre
-tanto fué lo que se dijo en la tribuna, presidiendo la celebración de la
-fiesta nacional el señor Degollado, que el obispo don Pedro Espinosa
-puso el grito en el cielo. Lanzó una carta pastoral furibunda el
-reverendo y <i>La Revolución</i> la burló. Hubo cambio de manifiestos entre
-los dos, Espinosa y Degollado, en que el uno pedía coacción del pensar y
-el otro la negaba dignamente en nombre de la ley. Por esto le llamaban
-<i>purete</i> al señor Degollado.</p>
-
-<p>Y sin embargo de esta tirantez de relaciones entre el Gobernador y el
-Obispo, cuando unos jóvenes, sin permiso de la autoridad política, ni de
-la eclesiástica, repicaron en la Iglesia Catedral de Guadalajara, por la
-reapertura del Instituto, don Santos reprendió á los jóvenes y mandó una
-satisfacción al señor Espinosa, «manifestándole la ninguna culpa que
-tenía en el acontecimiento.»<span class="pagenum"><a name="page_372" id="page_372"></a>{372}</span></p>
-
-<p>Su administración no tuvo más defecto que ser demasiado liberal, hasta
-para los conservadores. Se llegó á decir, á consecuencia de todo esto,
-que don Santos favorecía al partido contrario y lo inclinaba á la
-desobediencia del gobierno federal. Por esos días, en Diciembre, se
-pronunció un grupito de descontentos en Tepic. Reducidos al orden,
-fueron desterrados Eustaquio Barron, cónsul de Inglaterra, y Guillermo
-Forbes, cónsul de los Estados Unidos. Protestaron de la enérgica medida,
-fundada en el contrabando que hacían; pero ningún efecto surtió la
-protesta, porque el consejo aprobó, conforme al derecho de gentes y
-leyes del país, la resolución oficial.</p>
-
-<p>El 10 de Febrero de 1856 expidió un decreto, según el cual no
-reconocería autoridad originada de movimientos reaccionarios y ofrecía
-el territorio para trasladar los supremos poderes; invitaba á los
-Estados para una coalición bajo bases de «unión, libertad, integridad
-del territorio nacional, inviolabilidad del principio democrático
-popular, independencia entre sí para el gobierno interior y cambio
-recíproco de auxilios y recursos.» A pesar de tanto bien que hacía, dejó
-el puesto y vino á México para ocupar su lugar en el Congreso
-Constituyente. Había como cuarenta jóvenes diputados que querían hacer
-entrar<span class="pagenum"><a name="page_373" id="page_373"></a>{373}</span> las más avanzadas ideas liberales en la Constitución. Con ellos
-votó siempre Degollado.</p>
-
-<p>Llegó vez en que de un voto pendía la existencia de la Constitución de
-57. Muchos deseaban la del año 24 con algunas reformas. Después de tres
-días de sesión permanente, vencieron los puros y sin gozar de un solo
-centavo de dietas. Sin embargo, en ese mismo año de 57, llegó á tener
-algunos miles de pesos el señor Degollado. Un billetero de la Lotería de
-San Carlos se acercó, en la calle, á los señores Benito y Fermín Gómez
-Farías, rogándoles con insistencia que le compraran un número.</p>
-
-<p>&mdash;Mira, ese no sirve. Tráenos un trece mil cualquiera&mdash;dijo don Benito
-al billetero.</p>
-
-<p>Echó á correr y trajo un trece mil. Costó el entero diez pesos, que pagó
-don Benito. Luego que llegaron á la casa, una casita de la calle de
-Victoria del señor Cumplido, donde habitaban, Fermín tomó la pluma y
-escribió en el billete: «Billete de Benito Gómez Farías, Fermín Gómez
-Farías, Nemesio Santos Degollado y Joaquín Degollado.»</p>
-
-<p>El billete fué colocado y olvidado tras un espejo de la sala. Un día, á
-la hora de comer, se presenta el billetero muy alegre.</p>
-
-<p>&mdash;¡Vengo á decirles que se sacaron la lotería!</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué lotería?&mdash;preguntó Fermín.</p>
-
-<p>&mdash;Pues ¿qué lotería ha de ser? ¡La de San Carlos!<span class="pagenum"><a name="page_374" id="page_374"></a>{374}</span></p>
-
-<p>&mdash;¡Ah, sí, á este señor le compramos el billete que guardamos detrás del
-espejo!&mdash;exclamó don Benito.</p>
-
-<p>El premio fué de sesenta mil pesos, que se repartieron fraternalmente
-entre los cuatro, pagando hasta entonces cada uno á don Benito los dos
-pesos cincuenta centavos que les correspondía.</p>
-
-<p>Cuando el golpe de Estado, don Santos Degollado no amaneció en su casa
-del callejón de la Olla. Partió á Michoacán para hacer que el poder
-ejecutivo del Estado reconociera al gobierno constitucional. Luego se
-dirigió al Sur de Jalisco, en Marzo de 1858, después de haber estado en
-un hilo la vida de Juárez, y la de los personajes que le acompañaban, en
-Guadalajara, por el pronunciamiento del 13, del mismo mes, acaudillado
-por Antonio Landa, quien recibió cinco mil pesos.</p>
-
-<p>La última disposición de Juárez, cerca de Colima, antes de embarcarse,
-fué que don Santos Degollado sería Ministro de Guerra y que tenía el
-mando del Ejército y facultades omnímodas en los Estados del Norte y
-Occidente.</p>
-
-<p>La tropa se componía de setenta y cinco infantes y veinticinco dragones.
-Se pudieron conseguir mil quinientos fusiles, y volvió don Santos
-Degollado a Guadalajara; pero en Junio, ya que había sitiado la ciudad,
-supo que<span class="pagenum"><a name="page_375" id="page_375"></a>{375}</span> Miramón se acercaba con tres mil hombres y catorce piezas de
-artillería, y cambió de propósito, regresando á sus posiciones del Sur.
-En Atenquique, el 2 de Julio, pudo verse que las fuerzas
-constitucionalistas de su mando estaban con alientos para obtener
-victoria, pues sostuvieron con el enemigo un combate del que pudieron
-salir completamente triunfantes.</p>
-
-<p>Ese mismo mes se encontraba nuevamente don Santos Degollado en Colima,
-pertrechándose con esa fe y constancia que le caracterizaban para volver
-á la carga. Allí pareció descansar la tropa.</p>
-
-<p>De los jóvenes jefes, ni uno solo perdió la alegría de la juventud.
-Cierta mañana se presentó á la casa de don Santos Degollado una
-celestina. En una mesa escribía el general Nicolás Medina y cerca de
-otra estaba de pié don Santos Degollado.</p>
-
-<p>&mdash;Su excelentísima&mdash;habló la mujer al señor Medina.</p>
-
-<p>&mdash;No soy yo&mdash;le dijo, haciéndole una indicación con el pulgar derecho
-encorvado.</p>
-
-<p>Entonces, dirigiéndose á quien debía dirigirse:</p>
-
-<p>&mdash;Su excelentísima, vengo á darle una queja.</p>
-
-<p>&mdash;Diga usted, señora.</p>
-
-<p>&mdash;Los jefes Rodríguez, Avila, Saviñón, Rosas Landa, Miravete, Salgado y
-Joaquín<span class="pagenum"><a name="page_376" id="page_376"></a>{376}</span> Moreno han ido á molestar á mis niñas, que no son gente de mal
-vivir, y me rompieron un espejo y un pabellón. Yo no puedo perder eso,
-excelentísimo señor. Mis muchachas entienden con buenas palabras, pero
-no así como éllos quieren.</p>
-
-<p>A don Santos se le subió la sangre al rostro.</p>
-
-<p>&mdash;¿Cuánto importa lo que le rompieron á usted, señora?</p>
-
-<p>&mdash;Nueve pesos, su excelentísima.</p>
-
-<p>Don Santos se dirigió á su recámara y de una bolsita de manta sacó la
-suma.</p>
-
-<p>&mdash;Aquí tiene usted, señora: pero no haga usted escándalo. Perdónelos
-usted: son jóvenes. No lo volverán á hacer, se lo prometo. Yo los
-reprimiré. Vaya usted sin cuidado. No lo volverán á hacer. Perdónelos
-usted, se lo suplico.</p>
-
-<p>La celestina recibió la cantidad y se fué muy satisfecha.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué dice usted, Nicolacito? Esta es cosa de los mochos que me quieren
-desacreditar. De otro lo podía creer, ¡pero de Moreno que es casado!</p>
-
-<p>Pero no todo fué contratiempos: el día 21 de Septiembre hizo que en
-Cuevitas pusieran pies en polvorosa las tropas de Casanova.</p>
-
-<p>El 28 de Octubre capituló Guadalajara, mediante un tratado digno para
-los liberales.<span class="pagenum"><a name="page_377" id="page_377"></a>{377}</span> Se les garantizaba la vida á los jefes del enemigo.</p>
-
-<p>Degollado y don Benito Gómez Farías, considerando la exaltación del
-pueblo, quisieron que el general José María Blancarte permaneciera en el
-palacio de gobierno.</p>
-
-<p>&mdash;Quédese usted ahí, en esa pieza&mdash;dijo don Santos Degollado á
-Blancarte, ofreciéndole amablemente una pieza que seguía á la en que
-platicaban.</p>
-
-<p>&mdash;Corre usted mucho riesgo&mdash;le manifestó Gómez Farías.</p>
-
-<p>&mdash;Señores, mejor me lo llevo para mi casa&mdash;hizo observar el señor
-Antonio Alvarez del Castillo.</p>
-
-<p>Y Blancarte se acogió á Castillo.</p>
-
-<p>El coronel Antonio Rojas se presentó una mañana en la casa en que se
-hallaba Blancarte; hizo que sus soldados dispararan sus armas sobre él,
-y no satisfecho con haberlo matado, hubo uno que le machacó la cabeza á
-culatazos. El hecho llegó á oídos de don Santos Degollado. Primero no
-quiso creerlo; pero después que supo la realidad, le abandonó la calma,
-esa calma suya que hacía que no tuviese arrugas en la frente.</p>
-
-<p>Quiso poner su renuncia de Ministro de Guerra y Marina y general en jefe
-del ejército federal. Los amigos le rodearon para convencerle de la
-inconveniencia del paso.</p>
-
-<p>&mdash;No puedo permanecer en mi puesto, porque<span class="pagenum"><a name="page_378" id="page_378"></a>{378}</span> los tratados son inviolables
-y la vida del hombre es sagrada. No puedo dejar sin castigo este crimen.
-¡Qué dirán de nosotros cuando se sepa! Infame, villano..........</p>
-
-<p>Hubo gran junta en la que discutieron mucho Vallarta y Ogazón, para que
-don Santos cambiara de parecer. Medio se calmó luego que Rojas fué
-puesto fuera de la ley:</p>
-
-<p>El culpable, que respetaba y quería al señor Degollado, se puso á salvo;
-sin embargo, así y todo solía preguntar por su buen jefe.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué tal va el amo?&mdash;le preguntó una vez, en retaguardia, al general
-Nicolás Medina.</p>
-
-<p>&mdash;No se le acerque porque le manda fusilar.</p>
-
-<p>&mdash;¡Si he matado la víbora que le había de picar!</p>
-
-<p>&mdash;No le enseñe la cara porque le ha puesto fuera de la ley.</p>
-
-<p>&mdash;¡Ah, qué don Santitos! ¿Conque estoy fuera de la ley? ¡Si yo nunca he
-estado adentro!</p>
-
-<p>En San Joaquín, el 26 de Diciembre de 1858, después de hora y media de
-combate, Miramón derrotó á Degollado.</p>
-
-<p>No se arredró ante la mala suerte; prosiguió resignado en la defensa de
-las ideas constitucionalistas, sufriendo derrotas y obteniendo una que
-otra victoria.</p>
-
-<p>El 10 y el 11 de Abril de 1859 fué derrotado<span class="pagenum"><a name="page_379" id="page_379"></a>{379}</span> por Márquez en Tacubaya.
-Allí olvidó en el campo una casaca y una banda que fueron puestas á la
-vista de la plebe en la Plaza de la Constitución, de esta Capital, para
-que las cubriera de lodo.</p>
-
-<p>En el parte oficial, dirigido de Chapultepec, al general Antonio Corona,
-Márquez decía: «Las valientes tropas que me enorgullezco de mandar han
-obtenido esta victoria, disputando el terreno palmo á palmo, y en la
-lucha no sólo derrotaron al enemigo, sino que le tomaron por la fuerza
-toda su artillería, parque, carros, armamento y demás pertrechos de
-guerra, contándose entre su pérdida la <i>casaca y la banda de general de
-división que tiene la desvergüenza de usar el infame Degollado, sin
-haber servido á la nobel carrera de las armas</i>.»<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a></p>
-
-<p>Don Santos Degollado fué á parar en Michoacán, para reorganizar fuerzas
-y seguir batiéndose por la causa constitucional. Ante jefes y soldados
-aparecía inmaculado; á pesar de esto, Vidaurri tuvo la ocurrencia de
-ponerle fuera de la ley, el 19 de Septiembre, por pugna con Zuazúa y los
-gobernadores de Aguascalientes y Zacatecas, la cual limitaba las
-ambiciones del gobernador de Nuevo León.</p>
-
-<p>Nada le hacía dar un paso atrás, nada le<span class="pagenum"><a name="page_380" id="page_380"></a>{380}</span> desalentaba, nada hizo desviar
-en un ápice su constancia. Derrotadas sus tropas en la Estancia de las
-Vacas, el 13 de Noviembre de 59, volvió á la carga más constante á San
-Luis, en seguida á Lagos, después al Bajío.</p>
-
-<p>El 12 de Noviembre, víspera de la batalla en la Estancia de las Vacas,
-tuvo una conferencia con Miramón bajo un mezquite, entre la Calera y la
-hacienda del Rayo.</p>
-
-<p>No pudieron llegar á ningún acuerdo.</p>
-
-<p>Al despedirse, Miramón dijo á Degollado:</p>
-
-<p>&mdash;Mañana le derroto á usted como tres y dos son cinco.</p>
-
-<p>A lo que respondió don Santos:</p>
-
-<p>&mdash;Mi deber no es vencer, sino combatir por principios que al fin tienen
-que triunfar porque son los de una revolución grandiosa que en el orden
-moral está verificándose en todo el país.</p>
-
-<p>Y era la verdad: don Santos Degollado no tuvo otra mira en la
-revolución.</p>
-
-<p>Siempre pobre, estaban primero sus soldados que él. Cuando había, los
-jefes sin distinción recibían un peso por cabeza; pero don Santos
-Degollado rara vez recibía sueldo. Lo poco que tenía, lo iba gastando
-con una economía proverbial.</p>
-
-<p>Una botella de vino en la mesa, á la hora de comer, le inquietaba hasta
-la nimiedad.</p>
-
-<p>Le decía al proveedor:</p>
-
-<p>&mdash;No ponga usted vino en la mesa. Dirán<span class="pagenum"><a name="page_381" id="page_381"></a>{381}</span> que si para esto queremos los
-préstamos. Basta una comida sencilla sin estos lujos. Es preciso cuidar
-de los recursos del soldado y no verse obligado á gravar con mas
-contribuciones á los pueblos, que son los que pagan todo esto.</p>
-
-<p>No quería ni que los jefes, en las ciudades ocupadas, fueran al teatro
-para que no dieran que hablar. Cuando llegaba su tropa á algún pueblo,
-prefería hospedarse en la casa consistorial que en una de familia, para
-evitar molestias. Muchas ocasiones sucedía que tras de larga jornada, en
-que el cansancio y el hambre estaban por matar á la tropa, al Estado
-Mayor y á él, se negaba caballerosamente á aceptar las ofertas que
-familias enteras le hacían al llegar á un punto.</p>
-
-<p>&mdash;Excelentísimo señor, pase usted á la mesa con su Estado Mayor.</p>
-
-<p>Gracias, mil gracias. No se molesten ustedes, señoras. Si ya comimos.</p>
-
-<p>El general Ghilardi, que á las espaldas del jefe escuchaba la oferta y
-el rehusamiento, débil de cansancio, hambre y sed, como en realidad se
-encontraban todos, perdía su paciencia y cachaza de italiano, y
-respondía.</p>
-
-<p>&mdash;Sí, señoras, moléstense ustedes: tenemos mucha hambre.</p>
-
-<p>Y luego, volviéndose á sus compañeros, decía;<span class="pagenum"><a name="page_382" id="page_382"></a>{382}</span></p>
-
-<p>&mdash;Este don Santos no come, no bebe, no pasea, no nada.</p>
-
-<p>La necesidad de sus fuerzas le obligó á dar su consentimiento para
-ocupar la conducta de Laguna Seca, de 1.100,000 pesos, y aun quiso que
-toda la responsabilidad cayera sobre él, en Septiembre de 1860.</p>
-
-<p>Con este motivo decía en su manifiesto á la nación:</p>
-
-<p>«Había reservado para mí y para los mios hasta la severidad mezquina, un
-nombre puro que legar á mi familia: pero un día la necesidad en nombre
-de mi causa llamó á mis puertas para pedirme ese nombre y entregarlo á
-la maledicencia, y yo consentí en entregarme como reo y sufrir ese
-suplicio peor que el martirio, porque en el martirio consuela la mano
-generosa de la gloria.»</p>
-
-<p>Sólamente se le lanzó el anatema de todos los jefes, de Zaragoza,
-Huerta, Doblado, Valle, Ogazón y Aramberri, el 29 de Septiembre, al
-querer celebrar un proyecto de pacificación del país con el ministro
-inglés Mathew<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_383" id="page_383"></a>{383}</span></p>
-
-<p>Juárez le destituyó del mando del Ejército.</p>
-
-<p>Todo su pecado fué ese conato de proyecto, cuya alma era el evitar más
-derramamiento de sangre, en bien de la patria, y no en el suyo, como lo
-saben quienes le sobreviven y entre quienes hay muchos que le vieron
-humilde y pobre, como la pobreza y la humildad mismas.</p>
-
-<p>Más de una vez el general Miguel Blanco le llegó á decir:</p>
-
-<p>&mdash;¡Cómo, señor! ¿Usted mismo arreglando su ropa?</p>
-
-<p>Y no era don Santos Degollado á secas: era el Ministro de Guerra y
-Marina y el general en jefe del ejército federal.</p>
-
-<h3>III</h3>
-
-<p>Destituído don Santos Degollado del mando del Ejército, el 4 de
-Noviembre de 1860, salió de Quiroga para Toluca.</p>
-
-<p>En Queréndaro, el día 25, se le unió don Benito Gómez Farías, su íntimo
-amigo.</p>
-
-<p>A su llegada á Toluca, el 2 de Diciembre, se les «recibió con
-hospitalidad y grandes honores por el general Berriozábal,» que era
-Gobernador y general en jefe de la división del Estado de México.</p>
-
-<p>Amaneció nublado el día 9; á corta distancia no podía distinguirse bien.
-Una avanzada de las fuerzas del general Berriozábal fué<span class="pagenum"><a name="page_384" id="page_384"></a>{384}</span> sorprendida por
-los exploradores del general Miguel Negrete, cuyas blusas eran de igual
-color que las de aquella,.</p>
-
-<p>Estaban hospedados don Santos Degollado y el señor Gómez Farías en la
-casa del gobernador. Allí el enemigo, los sorprendió á los tres<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>.</p>
-
-<p>El general Berriozábal supo por la cocinera que Negrete andaba en las
-calles. Montó violentamente á caballo para organizar la resistencia y
-estar á la cabeza de su tropa. Hubo fuego graneado, pero ya fué tarde:
-casi á todos los cogieron de improviso.</p>
-
-<p>Don Santos tuvo que ceder á los ruegos de una familia para pretender su
-salvación por las azoteas de la manzana.</p>
-
-<p>Herido en la cabeza, el general Berriozábal fué hecho prisionero.
-Tuvieron la misma suerte Degollado y Gómez Farías.<span class="pagenum"><a name="page_385" id="page_385"></a>{385}</span></p>
-
-<p>En la cárcel se les formó cuadro para fusilarlos. No esperaban más que
-los disparos, cuando logró salvarlos el general José Joaquín de
-Ayestarán.</p>
-
-<p>Miramón mandó llamar á Berriozábal al palacio de Gobierno.</p>
-
-<p>&mdash;Han caído en mis manos&mdash;le dijo Miramón.</p>
-
-<p>&mdash;Ya lo veo&mdash;respondió Berriozábal.</p>
-
-<p>&mdash;Los voy á fusilar.</p>
-
-<p>&mdash;¿Para eso me llama usted? Está bien.</p>
-
-<p>Miramón varió de tono y ordenó que le curaran la herida al general
-Berriozábal.</p>
-
-<p>Temprano, el día 10, los prisioneros en un coche salieron entre filas,
-bien escoltados, de Toluca para México. Miramón se encontraba en el
-balcón de Palacio en el momento que pasaban.</p>
-
-<p>Por la ventanilla del coche asomó una cara desconocida.</p>
-
-<p>&mdash;¿Quién es ése?&mdash;preguntó Miramón desde el balcón.</p>
-
-<p>&mdash;Excelentísimo señor, es don Juan Govantes&mdash;dijo el oficial.</p>
-
-<p>&mdash;Que eche pie á tierra y que camine así&mdash;ordenó Miramón.</p>
-
-<p>Govantes había sido reaccionario neto.</p>
-
-<p>En Lerma, el general Antonio de Ayestarán los vigiló durante la noche en
-la pieza que les servía de cárcel.</p>
-
-<p>Más tarde, supieron la causa del excesivo<span class="pagenum"><a name="page_386" id="page_386"></a>{386}</span> cuidado de Ayestarán, que no
-los dejó un instante solos en la travesía: Miramón, recelando mucho de
-Márquez, había puesto bajo la responsabilidad de Ayestarán la vida de
-Berriozábal, Degollado y Gómez Farías.</p>
-
-<p>En un punto del camino, la vida de los tres fué severamente amenazada,
-la muerte puesta á la vista.</p>
-
-<p>Márquez ordenó, al atravesar un bosque, que la escolta, disparara sobre
-los prisioneros, si las guerrillas de Aureliano Rivera hacían fuego
-entre la montaña.</p>
-
-<p>Hubo instante en que Ayestarán se cambiara palabras duras con Márquez.</p>
-
-<p>Sonaron disparos de las guerrillas de Aureliano Rivera y no les llegó la
-muerte á los prisioneros, que ya la esperaban por detrás.</p>
-
-<p>En la Capital fueron alojados en el Palacio Nacional. Se les atendió y
-se les consideró. Ignoraban lo que acontecía.</p>
-
-<p>El 24, á las siete de la noche, Miramón, de bota federica, puesto el
-sombrero y con un fuete en la mano, se presentó en la habitación de
-Berriozábal, Degollado y Gómez Farías. Les manifestó que abandonaba la
-Capital, encargándolos del orden, para lo cual les dejaba un piquete de
-soldados á discreción<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_387" id="page_387"></a>{387}</span></p>
-
-<p>Libres los tres prisioneros, habiendo rehusado tener el mando en la
-ciudad don Santos Degollado por estar procesado, el general Berriozábal
-dió toda clase de garantías á los habitantes.</p>
-
-<p>El 1.º de Enero de 1861 entró el Ejército federal al mando del general
-González Ortega.</p>
-
-<p>Nunca México ha visto mayor entusiasmo del pueblo, como esa vez.</p>
-
-<p>La ciudad estaba engalanada; por las calles, donde pasaba el Ejército,
-llovían esencias y flores; no había espectador que no lo vitorease.</p>
-
-<p>González Ortega, que traía el estandarte de la ciudad, frente al Hotel
-Iturbide, hizo que se le incorporasen, para participar de la gloria del
-triunfo, Berriozábal y Degollado, quienes se encontraban tras una
-vidriera viendo el desfile.</p>
-
-<p>Ahí el general González Ortega manifestó públicamente, estrechando entre
-sus brazos á don Santos Degollado y vitoreándole, que á él le pertenecía
-la ovación, porque era el primero por su constancia y su fe.</p>
-
-<p>Juárez, Ocampo y Emparan visitaron á don Santos Degollado, el día 13, en
-su casa, la número 2 de San Juan de Letrán.</p>
-
-<p>El gran jurado no pronunciaba aún en la acusación el «ha lugar á
-proceso.»</p>
-
-<p>Seguía siendo Magistrado de la Suprema Corte de Justicia.<span class="pagenum"><a name="page_388" id="page_388"></a>{388}</span></p>
-
-<p>Más antes había mostrado un rasgo de desprendimiento de su personalidad,
-sacrificándola por el amor á la patria.</p>
-
-<p>Dos veces se sujetó á juicio, del Congreso y de la Corte, por la
-cuestión Barron-Forbes, que costó dos millones de pesos de
-indemnización.</p>
-
-<p>Ahora que se le formaba otra causa, le asistía también la justicia; pero
-los «hombres de la fortuna, del poder y de la fuerza estaban contra él.»</p>
-
-<p><i>El Artesano Libre</i>, de Morelia, y <i>El Partido Puro</i>, de esta Capital,
-le insultaban y vilipendiaban estando <i>sub judice</i>: le decían
-calumniador, loco, cuasi general, vergonzante, tinterillo y que había
-incurrido en escandalosa defección y colgado para ludibrio del viento la
-siempre virgen cuanto victoriosa espada.</p>
-
-<p>Y él replicaba en Abril de 1861:</p>
-
-<p>«Siempre se me ha visto bajo los fuegos del fusil en las acciones de
-guerra, retirarme el último en los campos de batalla y cuidar la
-retaguardia en todas las retiradas para reunir y reorganizar las fuerzas
-que estaban á mis órdenes.</p>
-
-<p>«Bien ó mal, yo he servido á la causa nacional, y he probado, hasta en
-mis desaciertos, mi buena intención y anhelo por ser útil á mi país.</p>
-
-<p>«Por despreciable y poco digno que yo<span class="pagenum"><a name="page_389" id="page_389"></a>{389}</span> sea, al fin es un hecho que fuí
-uno de los caudillos del pueblo, y cuanto mal se diga ó se publique por
-mí, debe afectar á los demás caudillos y deshonrar al gran partido
-liberal en presencia de los reaccionarios.</p>
-
-<p>«No busco ni la gratitud ni el aprecio público por mis servicios, porque
-ya sabía antes de ponerme al frente del Ejército constitucional que en
-todos los países y en todos los tiempos los servicios á la patria no han
-encontrado más que almas envidiosas y corazones desgraciados.</p>
-
-<p>«Si antes me cogiere la muerte, tengo hijos y amigos que sabrán volver
-por mi honra.»</p>
-
-<p>Su honra le preocupaba.</p>
-
-<p>Lo primero que preguntó al general Ramón Iglesias, al irle á tomar
-declaración el 27 de Febrero, fué:</p>
-
-<p>&mdash;Dígame usted los nombres de mis acusadores: ¿quiénes son?</p>
-
-<p>El general José María Arteaga le escribía de Querétaro el 28 de Marzo,
-participándole que había salido electo presidente en aquella ciudad y
-San Juan del Rio.</p>
-
-<p>Le ofrecían la cartera de Guerra y Marina el 8 de Abril.</p>
-
-<p>En esto llegó á sus oídos la noticia del asesinato de Ocampo.</p>
-
-<p>Gómez Farías se presentó á la casa número 2 de San Juan de Letrán, que
-habitaba don Santos Degollado, y le refirió el hecho.<span class="pagenum"><a name="page_390" id="page_390"></a>{390}</span></p>
-
-<p>&mdash;Iremos á vengarlo&mdash;dijo don Santos.</p>
-
-<p>&mdash;No podemos&mdash;respondió Gómez Farías.</p>
-
-<p>&mdash;Pediremos licencia, y si nó, nos marcharemos.</p>
-
-<p>Don Santos Degollado se apoyó del brazo de Gómez Farías y se dirigió á
-la Cámara á solicitar el permiso de ir á la guerra para vengar á Ocampo.</p>
-
-<p>Al presentarse en el salón, todos los diputados se pusieron de pié; y
-luego que dijo el fin que allí lo llevaba, fué objeto de una ovación
-unánime.</p>
-
-<p>«Mi deseo se limita á marchar á la guerra, no para sacar de sus hogares
-y asesinar á los enemigos indefensos, sino para batirme cuerpo á cuerpo
-con los asesinos.»<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_391" id="page_391"></a>{391}</span></p>
-
-<p>Y partió á Toluca para cumplir su solemne promesa.</p>
-
-<p>A la puerta de la casa del general Berriozábal, gobernador y jefe de la
-división del Estado de México, cuando los caballos piafaban de
-impaciencia por la tardanza de los jinetes que no acababan de despedirse
-adentro, sus muchos amigos quisieron disuadir á don Santos del propósito
-que tenía tomado: vigilar el convoy que debía salir de Tacubaya á su
-paso por el Monte de las Cruces, el día 15 de Junio de 1861.</p>
-
-<p>El general Berriozábal le acompañó en el camino.</p>
-
-<p>Hicieron alto en Las Cabezas.</p>
-
-<p>Llegaba la diligencia de México y venía el ayudante Francisco Taboada.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué sucede con el convoy?&mdash;le preguntó don Santos Degollado.</p>
-
-<p>&mdash;Está en Tacubaya&mdash;contestó Taboada.<span class="pagenum"><a name="page_392" id="page_392"></a>{392}</span></p>
-
-<p>&mdash;Retirémonos á Lerma,&mdash;dijo Berriozábal al señor Degollado.</p>
-
-<p>&mdash;Ese no es mi negocio. El gobierno me dice que viene y debo estar
-aquí&mdash;respondió don Santos.</p>
-
-<p>Sacó su reloj y dijo á Berriozábal:</p>
-
-<p>&mdash;Usted debe volverse.</p>
-
-<p>&mdash;Da usted dado en este monte tan peligroso.</p>
-
-<p>&mdash;Tomaré mis precauciones.</p>
-
-<p>&mdash;Entonces quedo á las ordenes de usted.</p>
-
-<p>Y avanzaron: Berriozábal iría por todo el camino real hasta encontrarse
-con el convoy y el general Degollado por entre la montaña; pero antes,
-para emprender la marcha paralela, éste ganaría las cumbres del frente á
-la Pila y en señal de su llegada tocaría diana.</p>
-
-<p>El general Berriozábal, en menos de un cuarto de hora de espera, oyó un
-tiroteo y en seguida la diana prometida; pero debemos advertir, según el
-dicho de testigos presenciales, que la diana únicamente la oyó el
-general Berriozábal.</p>
-
-<p>Y siguió su marcha.</p>
-
-<p>En Cuajimalpa, el teniente Perfecto Soto se le presentó á noticiarle la
-derrota del batallón rifleros de San Luis.</p>
-
-<p>Berriozábal resistió creerlo; sin embargo, retrocedió para reconocer el
-campo.</p>
-
-<p>Algunos disparos le hacían de entre la montaña, á la falda de las
-cumbres.<span class="pagenum"><a name="page_393" id="page_393"></a>{393}</span></p>
-
-<p>Vió pendientes de los árboles muchos cadáveres de soldados.</p>
-
-<p>Ya no le cabía duda: don Santos había sido derrotado.</p>
-
-<p>En Huixquilucan supo que Degollado había muerto.</p>
-
-<p>Allá arriba de las cumbres, después de haberse batido valientemente sus
-soldados, el enemigo hizo multitud de prisioneros y luego, afirma solo
-Berriozábal, “obligó á los mismos cornetas y tambores de San Luis que
-tocasen diana.”</p>
-
-<p>Don Santos, pistola en mano, descendía la pendiente al paso de su
-caballo.</p>
-
-<p>Se rompió la brida; se apeó á anudarla y fué hecho prisionero. El
-<i>Chato</i> Alejandro le dió una lanzada.</p>
-
-<p>Conducido entre filas, un soldado indígena que se apellidaba Neri le
-disparó un tiro por detrás, en el cerebelo.</p>
-
-<p>Fué enterrado por orden de Gálvez en Huixquilucan.</p>
-
-<p>Una oración fúnebre le pronunció el señor Francisco Schafino, que andaba
-plagiado por Buitrón.</p>
-
-<p>Corriendo el tiempo, el general Berriozábal derrotó á una tropa
-reaccionaria en Toluca, y entre los muertos encontró al indígena Neri.</p>
-
-<p>Llevaba aún en el dedo una prenda de su ilustre víctima: un anillo que
-lucía un jaspe<span class="pagenum"><a name="page_394" id="page_394"></a>{394}</span> y un gorro de la libertad con este letrero abajo:</p>
-
-<p><small>«TODO POR TI.»</small></p>
-
-<h3>VI</h3>
-
-<p>El general Francisco Alcalde, de paso por Huixquilucan, el 5 de Julio de
-1862, exhumó los restos de don Santos Degollado.</p>
-
-<p>Yacían cerca de la puerta de la iglesia.</p>
-
-<p>Un soldado del general Aureliano Rivera que había presenciado el
-entierro hecho por Gálvez, indicó el sitio.</p>
-
-<p>El cadáver estaba bien conservado: en camiseta, calzoncillos, una herida
-en el cerebelo, otra en el cuello y otra en el pecho.</p>
-
-<p>Se leía en el interior de la tapa del ataúd:</p>
-
-<div class="blockquot"><p>AQUI YACEN LOS RESTOS DEL DESGRACIADO C. SANTOS DEGOLLADO.&mdash;UN
-AMIGO SUYO.&mdash;SCHAFINO.</p></div>
-
-<p>Los restos estuvieron expuestos en el Palacio Municipal.</p>
-
-<p>El 21 se le hicieron suntuosas honras fúnebres en esta Capital.</p>
-
-<p>La comitiva del entierro, en la que iba el Presidente de la República,
-recorrió el Portal de Mercaderes, Plateros y San Francisco.</p>
-
-<p>En el centro de la Alameda, bajo una rotonda, se pronunciaron
-discursos.<span class="pagenum"><a name="page_395" id="page_395"></a>{395}</span></p>
-
-<p>El cadáver quedaría depositado en el Panteón de San Fernando, según la
-invitación del Gobierno del Distrito, que se hizo representar por el
-señor Pascual Miranda.</p>
-
-<p>Después, á petición de la familia, los restos fueron sepultados en el
-Cementerio Británico, como en sagrado, para que no fuesen profanados.</p>
-
-<p>El 2 de Noviembre de 1889, el señor Francisco Alatorre, empleado en la
-garita de la Tlaxpana y antiguo soldado del general Santos Degollado,
-visitó el Cementerio Británico.</p>
-
-<p>Una arboleda alta y frondosa, la tierra negra y húmeda de fertilidad; la
-gente iba y venía por las amplias y frescas calles; en los sepulcros,
-cargados de adornos, ardían cirios y los deudos parecían retraerse y
-estar en vela; el recogimiento del dolor reinaba.</p>
-
-<p>De súbito, el soldado se detiene ante un contraste: entre el rico
-embellecimiento artificial había un sepulcro humilde; lo señalaba el
-césped y un valladito de arquillos de bejuco, y un ciprés con sus ramas
-secas y su sombra le lloraba. Al encuentro salía un frontón en que se
-leía este como recuerdo de la patria:</p>
-
-<p class="c">
-EL GENERAL SANTOS DEGOLLADO.<br />
-15 DE JUNIO DE 1861.<br />
-</p>
-
-<p>El soldado se decubrió y echó á volar su memoria: Morelia, Guanajuato,
-Jalisco, Colima, Toluca, el Monte de Las Cruces.<span class="pagenum"><a name="page_396" id="page_396"></a>{396}</span></p>
-
-<p>Y luego olvidó todo y se puso á orar por su buen jefe.</p>
-
-<p>Ahí reposaba su general, el COLMENERO como le llamaban, el valiente que
-no hizo mal á nadie, que tuvo más patriotismo que ninguno, que fué
-siempre justo y honrado y cariñoso.</p>
-
-<p>Lo veía con la eterna dulzura en el rostro alentar á sus soldados en las
-batallas, infundirles la esperanza, hacer que amasen á la patria
-sacrificándose y ofreciéndole la vida.</p>
-
-<p>&mdash;¿Por qué aquí? ¡Ah, eres humilde hasta en la muerte!&mdash;dijo el soldado.</p>
-
-<p>Diecisiete años han transcurrido.</p>
-
-<p>El tiempo ha hecho más humilde el sepulcro de don Santos Degollado.</p>
-
-<p>Bien decía el Archiduque Maximiliano al general Nicolás Medina, en 1864:</p>
-
-<p>&mdash;¡Pobre hombre! No lo comprendió su siglo, no lo conoció su país<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a>.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Angel Pola.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_397" id="page_397"></a>{397}</span></p>
-
-<h2><a name="LEANDRO_DEL_VALLE" id="LEANDRO_DEL_VALLE"></a>LEANDRO DEL VALLE<br /><br />
-1833-1861</h2>
-
-<div class="blockquot2"><p>Me viene la conformidad, luego que recuerdo que murió por su
-patria&mdash;<i>Ignacia Martinez</i>, madre de Leandro del Valle.</p></div>
-
-<h3>I</h3>
-
-<p>En el primer año de la segunda década del siglo XIX, cuando Hidalgo
-desplegaba el estandarte de la independencia de México en el pueblo de
-Dolores, el coronel Rómulo del Valle vivía ya muy comprometido en la
-trama urdida para difundir la idea de nuestra emancipación de España y
-el derrocamiento del gobierno virreinal, que no le parecía en manera
-alguna digno: quería con el alma un régimen político propio y defendía
-su credo por todo Querétaro á la cabeza de un grupo de patriotas. Prestó
-servicios que debe grabar la Historia, desde 1811 hasta el triunfo de la
-Reforma, en que anduvo con el arma al brazo junto con don Juan Alvarez:
-¡cuarenta<span class="pagenum"><a name="page_398" id="page_398"></a>{398}</span> y cinco años de lucha por la autonomía nacional y la
-República, y en aquellos tormentosos días en que se jugaban vidas y
-haciendas por los principios, el todo por el todo!</p>
-
-<p>Doña Ignacia Martínez, esposa de don Rómulo, con ser católica
-devotísima, jamás discutió, ni en el seno del hogar, los pensamientos
-liberales del valiente soldado y que andando la revolución heredarían
-sus hijos.</p>
-
-<p>Leandro fué quien más llevó en la sangre estos bellos ardores de
-patriotismo y libertad. Venido al mundo en México y en la calle de San
-Agustín núm. 2, el 27 de Febrero de 1833, su padre le inculcó las ideas
-que tejen el indisoluble lazo entre el ciudadano y la tierra en que se
-nace. Recibió su instrucción primaria en una escuela de Jonacatepec, E.
-de Morelos, que dirigía don Francisco Saldaña, un santo profesor que
-cuidaba mucho de tener irreprochable conducta para no aparecer modesto
-con hipocresía. Muy joven, á los once años cumplidos, entraba en el
-Colegio Militar, carrera por la que sentía, más que curiosidad de niño,
-decidida vocación.</p>
-
-<p>Era precisamente el año 1844, cuando Santa-Anna declaró su odio de
-muerte al Congreso porque le había negado facultades para imponer nuevas
-contribuciones y entraba de paso en la Presidencia el íntegro don José
-Joaquín de Herrera. Los ánimos estaban en<span class="pagenum"><a name="page_399" id="page_399"></a>{399}</span> efervescencia y la dictadura
-hacía sentir su peso de plomo sobre todo el país. Empezó estudiando con
-gran provecho la táctica de infantería y obtuvo el premio en el examen
-de fin de año.</p>
-
-<p>Al siguiente, era sargento segundo, conforme al reglamento del Colegio,
-y la aprobación del consejo de profesores. Aprendió concienzudamente la
-táctica de caballería, Matemáticas elementales y las otras materias
-anexas al curso. Ahí también obtuvo el primer premio.</p>
-
-<p>Intima amistad le unía á Osollo y Miramón, implacables enemigos de los
-liberales. Cuentan que en el Colegio, Miramón y Valle solían saludarse
-así:</p>
-
-<p>&mdash;Mi General&mdash;hablaba Miramón con la mano derecha llevada al kepí y
-cuadrándose marcialmente.</p>
-
-<p>&mdash;Ordene Su Alteza&mdash;decía Valle.</p>
-
-<p>Y la broma juvenil tuvo que ser realidad hasta cierto punto: Leandro
-llegó á ser general, y Miramón Presidente de la República, todavía muy
-jóvenes.</p>
-
-<p>El 20 de Enero de 1847 ascendió á subteniente por especial empeño de don
-Valentín Gómez Farías. Este fué el paso que resolvió el porvenir de
-Valle.</p>
-
-<p>Desde entonces demostró de continuo el valor y la serenidad tan
-peculiares en los trances más difíciles de su vida militar. El<span class="pagenum"><a name="page_400" id="page_400"></a>{400}</span> 27 de
-Febrero, ese día que los 3,300 mentados Polkos se pronunciaron al grito
-de ¡muera Gómez Furias! y ¡mueran los puros! Valle defendía el punto de
-Santa Clarita y por sostener á don Valentín, se batía cuerpo á cuerpo
-con los rebeldes, teniendo presente que el Gobierno establecido cuidaba
-con sus cinco sentidos de hacer frente á los Estados Unidos. Agobiado
-México por los odios de política y de creencia y por la irrupción de los
-bárbaros del Norte, casi enseñoreados del país por estar á punto de
-ocupar las principales ciudades, Valle se puso á las órdenes del general
-don Juan Alvarez, templado más su denuedo por el peligro en que pasaba
-la patria; y transcurrido algún tiempo, á las de don Antonio Banuet.
-Cuando este su querido jefe fué herido por el invasor extranjero, le
-llevó solícitamente á su hogar y le puso con filial cariño en los brazos
-de sus ancianos padres, en tanto él seguía batiendo al enemigo en el
-Puente Colorado.</p>
-
-<p>Las revueltas tan obstinadas por aquella luctuosa época le impelían en
-fuerza de la índole de su carrera á entrar y salir con frecuencia del
-Colegio.</p>
-
-<p>En 1850, á la vez que estudiaba Física y Mecánica, consagraba sus ocios
-á la literatura sin dejar por esto de ser uno de los alumnos más
-aprovechados: obtuvo como en los anteriores exámenes, el primer premio.
-Tan<span class="pagenum"><a name="page_401" id="page_401"></a>{401}</span> grandes esperanzas el Gobierno cifró en él, que tuvo el propósito
-de enviarle á París para que sellara su tan brillante carrera con
-mayores conocimientos teóricos en la ciencia de la guerra y más extensa
-práctica. La pobreza de sus padres causó en parte el fracaso de aquel
-viaje que fué para él un sueño dorado.</p>
-
-<p>Dado su afecto por la poesía y su fama de inteligente, que resonaba
-entre sus condiscípulos y profesores, el 15 de Septiembre de 1851, en la
-celebración de la Independencia, recitó en el Teatro Nacional una
-composición que le valió estrepitosos aplausos por el ardor con que fué
-declamada y algunos atrevidos pensamientos que contenía. Por ejemplo,
-habla de los guerreros:</p>
-
-<div class="poetry">
-<div class="poem"><div class="stanza">
-<span class="i1">«Con denuedo marcharon á la guerra,<br /></span>
-<span class="i0">La paz de sus hogares despreciaron,<br /></span>
-<span class="i0">Sus cenizas cubrió sangrienta tierra,<br /></span>
-<span class="i0">Pero al sepulcro con honor bajaron.<br /></span>
-<span class="i0">¡Oh recuerdos de gloria! ¡Cómo late<br /></span>
-<span class="i0">Mi ardiente corazón! ¡cómo se agita!<br /></span>
-<span class="i0">Al recordar los triunfos, el combate,<br /></span>
-<span class="i0">El pecho militar siempre palpita.<br /></span>
-<span class="i0">&mdash;Hidalgo, Allende, valeroso Aldama,<br /></span>
-<span class="i0">¡Cómo os envidio vuestra eterna gloria!<br /></span>
-<span class="i0">Trocara mi existir por vuestra fama,<br /></span>
-<span class="i0">Por dejar una página en la historia.»<br /></span>
-</div></div>
-</div>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_402" id="page_402"></a>{402}</span></p>
-
-<p>El mérito es intrínseco y está en que todo lo expresa sinceramente, y
-más, en que realizó la promesa al pie de la letra: siempre patriota,
-valiente y sin abrigar un solo pensamiento impuro.</p>
-
-<p>Siendo teniente de Ingenieros, el 29 de Marzo de 1853, le nombraron
-ayudante del Batallón de Zapadores; entonces este Cuerpo del Ejército
-era de lo más escogido entre la milicia, porque los que le formaban no
-tenían tacha en su comportamiento, valor y disciplina. Nunca antes ni
-después Batallón alguno de la República, no olvidando el de Supremos
-Poderes que intentó ser su remedo, tuvo más instruída y decente
-oficialidad.</p>
-
-<p>El dictador Santa-Anna, á quien caía en gracia el joven militar por su
-apostura, su saber en la ingeniería, su conducta y su valentía, le
-ascendió el 1.º de Junio del mismo año á Capitán 2.º de la cuarta
-compañía de Zapadores.</p>
-
-<p>Apoyado por sus méritos, cada día más grandes, subía á pasos de gigante
-el escalafón, sin dar los saltos que ahora se acostumbra, y con el
-previo bautizo de sangre en el campo de batalla recibido de las balas
-enemigas por una causa justa y patriótica. Jamás movió una influencia,
-de las muchas que tenía, para ascender: los grados venían á sorprenderle
-y no iba á buscarlos en las antesalas de los omnipotentes en política.<span class="pagenum"><a name="page_403" id="page_403"></a>{403}</span></p>
-
-<p>Un general, antes furibundo reaccionario y hoy republicano, le
-aconsejaba hablando de grados:</p>
-
-<p>&mdash;Leandro, aproveche Ud. sus buenas amistades de arriba.</p>
-
-<p>&mdash;Los medios para ascender los tenemos en nuestras manos&mdash;respondía.</p>
-
-<p>Esto da la clave del por qué los conservadores eran después
-imperialistas y ahora casi todos estos <i>fieles y abnegados</i> se han hecho
-del partido liberal.</p>
-
-<p>En Puebla apresaron á don Rómulo por haber aparecido en público como
-liberal exaltado y amigo exigente de la rectitud en los actos
-gubernativos. Leandro al llegar á la ciudad y tener conocimiento del
-suceso, pidió indignado su baja al Gobernador y Comandante Militar del
-Estado.</p>
-
-<p>&mdash;No me es posible servir á un Gobierno que no respeta al autor de mis
-días&mdash;manifestaba dando por fundamento de su solicitud.</p>
-
-<p>El general don Juan Alvarez, satisfecho de los grandes servicios de don
-Rómulo durante la revolución del Plan de Ayutla, quiso que Leandro fuese
-Agregado á la Legación de México en los Estados Unidos; pero don Ignacio
-Comonfort, por causas muy ajenas á su voluntad, no pudo llevar á efecto
-el buen deseo de su respetable antecesor; en cambio, á poco tiempo, le
-envió á París para compensarle<span class="pagenum"><a name="page_404" id="page_404"></a>{404}</span> algún tanto la eficaz ayuda que como
-ingeniero prestó en el sitio de Puebla el año 56.</p>
-
-<p>Tan enemigo era de los títulos de nobleza, que en circunstancias serias
-se burlaba de ellos. Asistió á un gran baile en las Tullerías con el
-Ministro de México don Francisco Modesto de Olaguíbel y se hizo anunciar
-de los heraldos como Conde del Nopalito.</p>
-
-<p>El joven militar quedó satisfecho de tan deseado viaje, visitando
-algunas de las principales ciudades de Europa; la falta de recursos le
-cerró las puertas del colegio y ya no hizo más estudios, como fué su
-propósito. A fines de 1857 pisaba de nuevo el suelo patrio y obtenía del
-mismo Comonfort el grado de Capitán 1.º de la primera compañía del
-Batallón de Zapadores.</p>
-
-<p>En la defección de Comonfort hizo esfuerzos por rebelar á los Zapadores
-en Santo Domingo y por ello tuvo un serio disgusto con el jefe de la
-reacción, al menos así aparecía, el general José de la Parra.</p>
-
-<p>Perdida la capital de la República, el 24 de Enero de 1858, de la noche
-á la mañana, salieron en diligencia su padre y él rumbo á Salamanca,
-donde se encontraba Doblado.</p>
-
-<p>La víspera de su partida, para tomar parte en la guerra de Reforma,
-comió y tuvo una larga entrevista con el general Miguel Miramón en el
-restaurant de La Estrella, en la calle<span class="pagenum"><a name="page_405" id="page_405"></a>{405}</span> del Refugio, frente al portal de
-Agustinos, y trataron de sobornarse el uno al otro: Miramón ofrecía todo
-un porvenir á Valle, y éste, otro no menos lisonjero á aquél; pero
-ninguno cedió: cada quien tomó senda opuesta, sin perder nada esa
-fraternal amistad.</p>
-
-<p>Miramón ya le debía la vida: se la había salvado en Puebla.</p>
-
-<p>En Salamanca, á principios de Marzo, Iniestra y Leandro del Valle
-formaban parte del Estado Mayor de aquel general.</p>
-
-<p>Cuenta el señor J. Martínez que la víspera de la batalla, en la que más
-que perdieron, se dispersaron sus tropas, aconteció una escena curiosa.
-Valle tuvo un disgusto con el español Bravo, y éste, inquieto por el
-juicio que aquél se había formado de su persona, le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;¿Usted ha dicho que desconfía de mí?</p>
-
-<p>&mdash;Sí, señor, lo he dicho, respondió Valle.</p>
-
-<p>&mdash;Podría pedir á usted una satisfacción; pero esto sería indigno entre
-dos jefes liberales; mañana, al frente del enemigo, el que menos avance
-merecerá la duda.</p>
-
-<p>&mdash;Corriente.</p>
-
-<p>&mdash;Convenido.</p>
-
-<p>&mdash;Déme usted la mano.</p>
-
-<p>Y la promesa quedó pactada.</p>
-
-<p>La prueba fué decisiva, más que en Salamanca, en la carga de Calderón:
-Bravo hizo prodigios de valor. Leandro reunió á sus amigos y dijo á su
-rival:<span class="pagenum"><a name="page_406" id="page_406"></a>{406}</span></p>
-
-<p>&mdash;Señor coronel, le pido á usted perdón; yo no había sabido juzgar á
-usted.</p>
-
-<p>A Bravo se le ahogó la voz en la garganta y no pudo más que llorar.</p>
-
-<p>Este fué el origen de la inquebrantable amistad de los dos jóvenes
-militares.</p>
-
-<p>El premio de su bizarría al resistir las fuerzas de la legalidad al
-mando de Doblado, á los tacubayistas de Osollo, y de igual
-comportamiento al querer Landa en Santa Ana Acatlán aprehender á don
-Benito Juárez y su Gabinete, fué ser ascendido á teniente coronel de
-Ingenieros.</p>
-
-<p>Cuando Juárez y su Gobierno, pasado el inminente peligro que corrieron
-en Guadalajara, partieron rumbo á Colima para embarcarse en Manzanillo,
-dar vuelta por el Istmo de Panamá y salir á Veracruz, Valle estaba á las
-órdenes de Santos Degollado; entonces don Rómulo, con el grado de
-general, era el comandante militar de Colima por nombramiento que hizo
-el popular Degollado.</p>
-
-<p>Durante los cortos días de estancia ahí, mientras se rehacían y proveían
-de armamento y municiones las tropas liberales para volver á emprender
-la campaña en el centro de Jalisco, Leandro se dedicaba con ahinco, que
-parecía rayar en delirio, en ejercitar á los soldados que estaban bajo
-su inmediato mando. Su ideal era que reinase entre todos ellos la
-instrucción y la subordinación y que pudiesen<span class="pagenum"><a name="page_407" id="page_407"></a>{407}</span> arrostrar en cualquier
-tiempo el peligro. Les predicaba siempre: «Ante el enemigo nunca contéis
-el número.»</p>
-
-<p>La acción de Cuevitas le dió nombradía entre los que por envidia
-pretendían rivalizar con él. Su valentía y arrojo llegó á ser
-proverbial.</p>
-
-<p>En el sitio que las fuerzas liberales pusieron á Guadalajara, en el mes
-de Octubre, él fué quien dió el primer paso para alcanzar la victoria. A
-iniciativa del general Refugio I. González y con asentimiento tácito de
-don Benito Gómez Farías, practicaron una mina de pólvora en el bastión
-de la calle de la Merced y se introdujeron por las casas de la manzana
-hasta el lugar elegido; estaban vacilantes porque creían arruinar las
-fincas contiguas y principalmente la en que iba á hacerse la mina, que
-pertenecía á la señora Ornelas de Díaz, quien profesaba hasta el
-fanatismo los principios liberales y tenía por santos de su devoción á
-Juárez, Degollado y Ocampo. Durante las perplejidades, para no
-perjudicarla en lo más mínimo, Leandro del Valle la hacía reflexionar:</p>
-
-<p>&mdash;Señora, se va á caer su casa.</p>
-
-<p>&mdash;No le hace; no importa.</p>
-
-<p>&mdash;Pierde usted todo.</p>
-
-<p>&mdash;Pero gana el partido puro.</p>
-
-<p>La mina voló parte del bastión y cuarteó la casa de la patriota, pero no
-sin fruto. Una<span class="pagenum"><a name="page_408" id="page_408"></a>{408}</span> tarde, aprovechando la lista de seis, Refugio I.
-González, el coronel Bravo y Valle con los Mosqueteros, entraron los
-primeros por la brecha y comenzaron en silencio, con audacia
-verdaderamente temeraria, á hacerse de las posiciones del enemigo.
-Bravo, compitiendo en arrojo con Valle, subió á la azotea del Palacio de
-Gobierno, quitó del asta la bandera de la reacción que flotaba é izó su
-blusa roja que llevaba puesta.</p>
-
-<p>Entonces Valle habló así á sus soldados:</p>
-
-<p>«Esta plaza inexpugnable para esos ejércitos asalariados que sirven de
-ciego instrumento al gobierno que los paga, ha caído ante vosotros,
-soldados de discernimiento y de convicción, para quienes la pérdida de
-la vida importa poco con tal que triunfe la causa á que habéis
-consagrado vuestros esfuerzos, y que no aspiráis á otra recompensa que
-al placer de haber hecho la felicidad de la patria y á un recuerdo
-honorífico de la posteridad. Hay entre vosotros algunos más admirables
-todavía, que sin esperar que la historia registre sus nombres, se
-inmolan sin embargo gustosos en el altar de esa divinidad misteriosa que
-ha hecho de los sacrificios humanos la condición indispensable de los
-mejoramientos sociales. ¡Mártires anónimos, que fecundáis con vuestra
-sangre el árbol de la libertad, para que otros recojan los frutos, sin
-pedir salario ni gloria especial para vosotros,<span class="pagenum"><a name="page_409" id="page_409"></a>{409}</span> mi corazón se llena de
-ternura y de veneración al contemplar tanto patriotismo y tanta
-abnegación! Vosotros sois los verdaderamente <i>grandes</i> y los
-verdaderamente <i>heroicos</i>!»</p>
-
-<p>Por esta acción, don Santos Degollado ascendió á Valle, sin perder su
-empleo de teniente coronel de ingenieros, á coronel efectivo de
-infantería.</p>
-
-<p>Desde 1858 hasta el desconocimiento de don Santos Degollado, Leandro
-estuvo compartiendo con él los pocos triunfos y las muchas derrotas,
-acompañándole á Michoacán y siguiendo abnegado y perseverante la misma
-suerte que él, á quien debía su carrera y respetaba como á su padre.</p>
-
-<p>Teniendo en cuenta los servicios que prestó en el valle de México, se le
-dió el grado de general de brigada.</p>
-
-<p>En la Coronilla derrotó á Vélez y le quitó los pertrechos de guerra, y
-con la desventaja de que Leandro del Valle iba á la cabeza de restos de
-tropa mal organizada y sin instrucción.</p>
-
-<p>Al ser herido el general Uraga en el ataque de Guadalajara, á mediados
-de 1860, la presencia de ánimo y el respeto que imponía Valle, hicieron
-que los soldados recuperasen la moral ante el gran peligro que los
-amenazaba.</p>
-
-<p>El fué el que tuvo el mando de una de las brigadas que defendían el
-puente de Tololotlán,<span class="pagenum"><a name="page_410" id="page_410"></a>{410}</span> cuando las fuerzas reaccionarias emprendieron la
-retirada, después de un fuego nutrido de cañón que rompieron sobre los
-liberales.</p>
-
-<p>El 20 de Octubre de 1860, el coronel Toro le reemplazaba en el mando de
-la primera brigada de la división de Jalisco y era nombrado
-cuartel-maestre. Estaba en el sitio de Guadalajara. Días antes, el 29 de
-Septiembre, en junta de generales, había reprobado la conducta de don
-Santos Degollado, quien envió á González Ortega copia de la carta de
-Mathew y las proposiciones de pacificación que le hizo. Fué uno de los
-que firmaron la respuesta vehemente á la comunicación del general en
-jefe del ejército federal.</p>
-
-<p>Conociendo Zaragoza su pericia militar, le ordenó, el 26 de Octubre, el
-desarrollo de un plan de ataque sobre la plaza. Llevado á la práctica,
-el 29, en uno de tantos combates, parte del enemigo hizo el simulacro de
-suspender el fuego graneado y pasarse: pero apenas estuvo á quemarropa
-de los soldados de Valle, rompió de nuevo el fuego y éste pudo salvar
-arrojándose á un foso. Se encontraba en el punto de más peligro con
-Zaragoza en los instantes en que las fuerzas de la legalidad se
-apoderaban á bayoneta calada del resto de Santo Domingo. Al pedir
-parlamento el general Severo del Castillo, fueron los representantes de
-Zaragoza, Doblado y Leandro<span class="pagenum"><a name="page_411" id="page_411"></a>{411}</span> del Valle, quienes en la entrevista
-rechazaron indignados los puntos de política del país que les tocaron.
-Las bases acordadas, y que conservaron intacta la dignidad del ejército,
-fueron firmadas por Zaragoza, Doblado y Valle. No habiéndolas cumplido
-el enemigo, Valle dirigió desde Zapotlanejo, donde estaba con la
-división de Jalisco, y algún botín de guerra, un comunicado á Doblado en
-el que se leía: «Supuesto que Castillo ha roto los convenios, debe ser
-batido dentro de la plaza ú obligado por la fuerza á salir de ella, á
-menos que no se rinda con la fuerza que lo obedece.» Castillo huyó de
-Guadalajara rumbo á Tepic y Zaragoza dispuso que Valle le persiguiese.
-Este logró dispersarle buen número de sus soldados.</p>
-
-<p>En marcha el ejército para la capital de la República, iba con el
-general en jefe y le acompañaba á Guanajuato, Celaya, San Juan del Río,
-la Soledad y Arroyozarco. Aquí reunidos los ejércitos del Norte, Centro
-y Oriente, aceptaron la batalla en las lomas de San Miguel de
-Calpulalpan, que Miramón y Márquez les presentaron el 22 de Diciembre.
-El general Jesús González Ortega, á la cabeza de las divisiones de
-Zacatecas y unido á Valle, cogieron á paso veloz la retaguardia al
-enemigo, que se batía ya con Zaragoza, Lamadrid, Antillón, Toro y
-Blanco, y obtuvieron el triunfo definitivo que hizo volver los Poderes<span class="pagenum"><a name="page_412" id="page_412"></a>{412}</span>
-á la Capital. Antes de entrar el ejército en ésta, su amigo de infancia
-y compañero de colegio, Miramón, le escribía la siguiente carta:
-«Querido Leandro: No sería difícil que Concha necesitase de alguna
-persona de influjo del partido triunfante, y prefiero dirigirme á tí que
-á alguno de sus parientes, á fin de que hagas por ella, en nombre de
-nuestra antigua amistad, lo que en igual caso haría yo por tu familia.
-Disfruta de felicidades y manda á tu amigo.&mdash;<span class="smcap">Miguel Miramón</span>, Diciembre
-24 de 1860.&mdash;Señor general don Leandro del Valle.»</p>
-
-<p>Repuesto el gobierno de la legalidad, tuvo el mando de las armas en el
-Distrito y seguidamente ocupó su asiento en el Congreso, como diputado
-por Jalisco. Las más de las sesiones tomaba parte en los debates. Fué de
-los de la iniciativa, á la muerte de Ocampo, para que se pusieran fuera
-de la ley á sus asesinos, desde Zuloaga y Márquez hasta Cobos. El 7 de
-Junio de 1861 pronunciaba estas textuales palabras en plena Cámara:
-«Hemos votado la suspensión de garantías los liberales rojos, á quienes
-no puede atribuirse odio á la libertad y á la Constitución, que hemos
-defendido con las armas en la mano.»</p>
-
-<p>El día 1.º había dicho ya: «En nuestras masas hay poco espíritu público
-y pocas ideas.»</p>
-
-<p>Y el día que México supo el asesinato de Ocampo, tuvo que ser un héroe
-para apaciguar<span class="pagenum"><a name="page_413" id="page_413"></a>{413}</span> al pueblo amotinado á las puertas de la prisión, que
-pretendía matar á Isidro Díaz y Casanova.</p>
-
-<h3>II</h3>
-
-<p>Iniciando en el Congreso la supresión de los tratamientos oficiales,
-supo la muerte de Santos Degollado, y ciego de ira, dejó escapar una
-palabra dura contra aquél, que originó con el general Nicolás Medina,
-serio altercado, que debía terminar en duelo.</p>
-
-<p>&mdash;Estas charreteras me las he puesto á cañonazos&mdash;dijo exaltado Valle
-palmeándose los hombros.</p>
-
-<p>Y quiso ser el de la revancha.</p>
-
-<p>Una mañana, ¿quién de aquella época preñada de odios, no la recuerda?
-Leandro Valle, montando en San Pedro (un brioso caballo alazán tostado),
-vestido de gris, luciendo la militar botonadura dorada, fieltro negro,
-botas federicas, el pelo al rape, barbirraro en la punta de la barba,
-radiante de gloria y muy joven aún, salía de la casa número 4 del Tercer
-Orden de San Agustín, para marchar á la cabeza de las fuerzas que el
-Gobierno creía suficientes para exterminar las reaccionarias de Márquez
-y Zuloaga, que, después de asesinar á Ocampo en Caltengo, invadían ahora
-el Estado de México. A la vez, el coronel Tomás O’Horán venía de<span class="pagenum"><a name="page_414" id="page_414"></a>{414}</span> Toluca
-para operar de acuerdo sobre el enemigo, en el Monte de las Cruces. El
-general José María Arteaga iba por otro lado, al mismo punto.</p>
-
-<p>Turbado por tristes presentimientos, Valle se había despedido de la que
-pronto sería su esposa, la señora Luisa Jáuregui de Cipriani,
-prometiéndole la victoria. De paso en la calle real de Tacubaya, dió
-también el adiós á doña Ignacia.</p>
-
-<p>&mdash;Tal vez no nos veamos más. ¡Quién sabe si me ahorquen, madre
-mía!&mdash;exclamó, echándole los brazos, mientras ella, creyente fervorosa,
-le colgaba al cuello un relicario de la Virgen de los Remedios.</p>
-
-<p>&mdash;No, no quiero; dirán que una cosa creo y otra predico.</p>
-
-<p>&mdash;Mira, Leandro, hazlo por mí.</p>
-
-<p>La noche del 22, Márquez y Zuloaga tuvieron noticia en Acapulco, de que
-O’Horán, de Toluca, y Valle, de México, salían á combatirles, y
-dispusieron marchar la madrugada del 23, para darles encuentro en el
-Monte de las Cruces. A las diez y media de la mañana, las avanzadas de
-caballería de los coroneles Almancia y Juan Silva tiroteaban á las de
-Valle en la Maroma. Luego Márquez ordenó la carga y se empeñó sangrienta
-batalla bajo fuego nutrido, hasta cerca de la una de la tarde, en que
-Valle, en una loma, ya sitiado, y á la desbandada y muerta parte de<span class="pagenum"><a name="page_415" id="page_415"></a>{415}</span> su
-tropa, formó cuadro. Debilitado el flanco izquierdo de los Batallones de
-Moctezuma y segundo de Zacatecas, hizo en triángulo resistencia, y en
-zig-zag, para luchar á bayoneta calada. Al ver la irremediable, montó en
-San Pedro y rompió el sitio. Un piquete de la caballería le persiguió á
-escape y el hizo prisionero en Santa Fe. Desgarraba el cielo nublado uno
-que otro tiro de los dispersos en la espesura del monte, cuando Lindoro
-Cajiga y el coronel Jiménez Mendizábal aparecieron en el campo de la
-guerra, conduciendo en medio á Leandro Valle. Se aproximaba fumando un
-puro, con asombrosa tranquilidad, rodeado de una turba furiosa que le
-befaba, gritando: ¡Muera el pelón! ¡mátenlo! ¡mátenlo! Avisaron á
-Márquez, que se encontraba con su estado mayor y Zuloaga en una
-explanada, que habían cogido prisionero á Valle.</p>
-
-<p>&mdash;Supongo que á éste sí lo fusilaremos&mdash;dijo Márquez á Zuloaga.</p>
-
-<p>&mdash;A éste sí, porque lo hemos cogido con las armas en la mano&mdash;afirmó
-Zuloaga<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_416" id="page_416"></a>{416}</span></p>
-
-<p>He aquí la orden de fusilamiento:</p>
-
-<p>«Ejercito Nacional.&mdash;General en Jefe.&mdash;Leonardo Márquez, General en Jefe
-de este Ejército, ordeno que el Capitán de Ingenieros que pertenece á mi
-Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>, se encargará de pasar por las
-armas al traidor á la Patria don Leandro del Valle, el cual será
-fusilado por las espaldas, para lo cual se le dejará media hora para que
-se disponga, y después de haberle fusilado, que se le ponga en un paraje
-público para escarmiento de los traidores, para lo cual pedirá en el
-escuadrón de Exploradores Valle, doce hombres, al Comandante de
-Escuadrón D. Francisco Aldama.</p>
-
-<p>«Por lo tanto, mando que le comunique esta orden á dicho capitán. Dios y
-orden. Cuartel general de Salazar. Junio 23 de 1861.&mdash;L. Márquez.&mdash;Al
-capitán de Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga.»</p>
-
-<p>Lindoro Cajiga y Jiménez Mendizábal cargaron á la derecha del camino con
-el prisionero, y en un claro de monte hicieron alto. Y empezaron los
-preparativos del fusilamiento.<span class="pagenum"><a name="page_417" id="page_417"></a>{417}</span> Ordenaron á Valle que se apeara de San
-Pedro, porque lo iban á pasar por las armas. Permaneció de pie, cerca de
-un tronco de árbol. Una escolta de infantería esperaba la voz de mando.
-Al aparecer el capitán que debía ejecutarlo, Valle, desabrigándose, dijo
-al P. Bandera, capellán del ejército reaccionario:</p>
-
-<p>&mdash;Padre, le regalo á usted mi capa.</p>
-
-<p>Sus botas federicas se las dió al coronel Ismael Piña.</p>
-
-<p>En este instante, Miguel Negrete se presentó á caballo.</p>
-
-<p>&mdash;Señor general, yo soy el general Negrete, por cuya cabeza ha ofrecido
-usted mil pesos; hoy no quiero más que darle un abrazo.</p>
-
-<p>&mdash;Con mucho gusto.</p>
-
-<p>Se apeó Negrete y abrazó á Valle, y éste le regaló su reloj, diciéndole
-que como un recuerdo.</p>
-
-<p>Otra voz salió del grupo, la del coronel Agustín Díaz.</p>
-
-<p>&mdash;Un antiguo compañero de usted, de colegio, desea tener esa misma
-satisfacción.</p>
-
-<p>Valle le abrió los brazos.</p>
-
-<p>&mdash;Deseo escribir á mi familia&mdash;suplicó al capitán.</p>
-
-<p>Y en un plieguito de papel, escribió con lápiz esta carta:</p>
-
-<p>«En el Monte de las Cruces, Junio 23 de 1861.&mdash;Padre y madre queridos;
-hermanos<span class="pagenum"><a name="page_418" id="page_418"></a>{418}</span> todos: Voy á morir, porque esta es la suerte de la guerra, y
-no se hace conmigo más que lo que yo hubiera hecho en igual caso; por
-manera, que nada de odios, pues no es sino en justa revancha. He
-cumplido siempre con mi deber; hermanos chicos, cumplan ustedes, y que
-nuestro nombre sea honrado, como el que yo he sabido conservar hasta
-ahora.</p>
-
-<p>«Padre y madre: A...... esa carta, á mí, un eterno recuerdo. También de
-tí me acuerdo, Agus<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a>, tú has sido mi madre también.</p>
-
-<p>«A mis hermanos y amigos, adiós.»</p>
-
-<p>Reinaba el silencio del respeto que produce el heroísmo.</p>
-
-<p>Así que terminó, el P. Bandera le dijo:</p>
-
-<p>&mdash;Confiésese usted.</p>
-
-<p>&mdash;No, no me confieso.</p>
-
-<p>El capellán insistió, acercándosele, cubriéndole con su manteo
-(comenzaba á gotear) y hablándole al oído para convencerle.</p>
-
-<p>&mdash;Estamos perdiendo el tiempo, padre; ustedes tienen que hacer.</p>
-
-<p>Valle se descolgó un «bejuco» de oro y el relicario que su madre le
-había puesto, y dijo á uno de tantos:</p>
-
-<p>&mdash;Le suplico que entregue usted á la señora Ignacia Martínez, este
-bejuco y este relicario, que no es muy milagroso.</p>
-
-<p>Sacó de sus bolsillos el dinero que tenía y<span class="pagenum"><a name="page_419" id="page_419"></a>{419}</span> lo puso en manos del
-capitán para que lo repartiera entre los soldados que lo iban á fusilar.</p>
-
-<p>Como viera que le apuntaban por las espaldas, manifestó indignado:</p>
-
-<p>&mdash;Por qué me han de fusilar por detrás, si no soy traidor.</p>
-
-<p>Supo que la orden era terminante, y entonces dió las espaldas al
-pelotón, diciendo:</p>
-
-<p>&mdash;Lo mismo da morir por delante que por detrás.</p>
-
-<p>Le miraban los ojos de los fusiles, cuando volvió la cara y advirtió á
-uno de los soldados que se le había caído la cápsula, de su fusil.</p>
-
-<p>Efectivamente, así había sucedido.</p>
-
-<p>Terminada la ejecución, Márquez mandó colgar el cadáver en un árbol.
-Ratificaba la promesa hecha en Tacubaya, el inolvidable 11 de Abril:
-«Estos jóvenes de valor y de talento son los que necesitamos hacer
-desaparecer.»</p>
-
-<p>Una bonita acción: Luis Alvarez, ayudante de Leandro Valle, se salvó
-porque á su padre, don Melchor Alvarez, debía toda su educación Márquez.</p>
-
-<p>Sabidas las noticias del desastre en México, el general Felipe
-Berriozábal, dispuso en Toluca que el coronel Tomás O’Horán, al mando de
-un piquete de tropa, fuera á buscar el cadáver de Leandro Valle.
-Pendiente de un árbol del camino estaba con este letrero<span class="pagenum"><a name="page_420" id="page_420"></a>{420}</span> á los pies:
-«JEFE DEL COMITÉ DE SALUD PÚBLICA,» y cerca, en la misma postura, el
-cadáver de su ayudante Aquiles Collín<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. Bajo éste, un perrito que le
-acompañó siempre en campaña, rascaba la tierra y aullaba con la mirada
-fija en los restos de su amo. El perrito fué á parar en poder de la
-señora Isabel Ochoa, esposa del general Berriozábal, que vivía en
-Toluca. A los cinco días desapareció, y mandado buscar, lo hallaron en
-el Monte de las Cruces, debajo<span class="pagenum"><a name="page_421" id="page_421"></a>{421}</span> del árbol en que suspendieron á Collín:
-aullaba, rascaba la tierra y miraba lastimosamente arriba. Llevado de
-nuevo á la familia, huyó á los pocos días; pero esta vez fué hallado
-muerto bajo el mismo árbol en que había estado pendiente el cadáver.</p>
-
-<p>Collín ofrendó su vida á la lealtad: había escapado, pero al saber que
-Leandro Valle había caído prisionero, regresó al campo del combate.</p>
-
-<p>&mdash;Quién es ése?&mdash;dicen que preguntó Márquez.</p>
-
-<p>Collín, acercándose, contestó:</p>
-
-<p>&mdash;Soy Aquiles Collín, ayudante del general Leandro Valle; supe que mi
-jefe había caído prisionero, y vengo á correr la misma suerte que él.</p>
-
-<p>&mdash;Fusílenlo&mdash;dijo Márquez á los suyos.</p>
-
-<p>El día 28 supo la señora Ignacia Martínez que el cadáver de su hijo
-llegaría á Mulitas, y salió á su encuentro.&mdash;«Yo estaba loca de
-dolor&mdash;me contaba. Lo ví venir en hombros de unos indios y escoltado por
-unos de á caballo. Subí á un coche y le seguí. En la<span class="pagenum"><a name="page_422" id="page_422"></a>{422}</span> garita de Belem
-cedieron á mis ruegos Alcalde y el «Huero» Medina para que me dejaran
-verlo, diciéndome:&mdash;«Pero sólo lo va usted á ver, nada más á ver.»
-Destaparon la caja, ¡ah! estaba hasta en paños menores.»</p>
-
-<p>Esta venerable anciana, que contaba de edad ochenta años y recibía del
-Gobierno cien pesos mensuales de pensión, me decía en 1893:</p>
-
-<p>&mdash;«Ahí, en ese armario, tengo la camisa ensangrentada que traía Leandro;
-pero hace treinta y dos años que no la veo; no quiero verla. Y ya él
-presentía su fin. Me contaron que cuando llegó al Monte de las Cruces,
-dijo:&mdash;«Me huele aquí á muerte»<a name="FNanchor_18_18" id="FNanchor_18_18"></a><a href="#Footnote_18_18" class="fnanchor">[18]</a>.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Angel Pola.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_423" id="page_423"></a>{423}</span></p>
-
-<h2><a name="JOSE_MARIA_ARTEAGA" id="JOSE_MARIA_ARTEAGA"></a>JOSE MARIA ARTEAGA<br /><br />
-1827-1865</h2>
-
-<p>Llena toda la época del Imperio con su recuerdo, y el de su fin trágico
-aun hincha de odio y venganza el corazón de los mexicanos.</p>
-
-<p>Sus biógrafos no han hecho más que encabezar editoriales con su ilustre
-nombre, considerando muy á la ligera la Intervención y el Imperio, sin
-referir absolutamente nada de su nacimiento, su niñez, su educación y su
-entrada en el ejército. Los bien informados escriben que fué general,
-gobernador y que murió pasado por las armas, dándole Aguascalientes por
-pueblo natal, y nada más. Uno hay, para colmo es el que le da por tener
-autoridad de biógrafo, que ha desempolvado gacetillas y entrefilets, y
-todo esto así remendado lo intitula biografía del general José María
-Arteaga, en un libraco cuyo enorme volumen está en relación directa de
-la inexactitud y la carencia de datos.</p>
-
-<p>El general José María Arteaga no nació en<span class="pagenum"><a name="page_424" id="page_424"></a>{424}</span> Aguascalientes, como aseguran
-los historiadores, sino en México, el 7 de Agosto de 1827. Sus padres
-fueron don Manuel Arteaga, militar humilde, á quien le picaban mucho los
-puntos de honra, y doña Apolonia Magallanes, toda una señora entregada
-al trabajo y cuidado de sus hijos. Don Manuel se retiró á la ciudad de
-Aguascalientes y abrió una tienda de comercio al por menor, para poder
-pasar la vida. Hasta 1836, José María, que era el primogénito, no tuvo
-otro mundo que la tienda y la escuela del señor Ignacio Islas, «hombre
-sabio y honrado que le infundió buenas máximas y buena educación.»
-Entonces el gobierno dispuso que don Manuel partiese á San Luis Potosí á
-prestar sus servicios como militar. Al año falleció y la familia tuvo
-que regresar.</p>
-
-<p>Desamparada y pobre, cifró sus esperanzas en José María, ya de edad de
-diez años, que quiso aprender el oficio de sastre en el taller de don
-Pedro Magallanes, hermano de su madre. Más tarde pasó á ser dependiente
-de la tienda de comercio del señor José Rangel. El año de 1848, al
-pronunciarse en Aguascalientes contra los tratados de Guadalupe el
-general Mariano Paredes, el licenciado Manuel Doblado y el presbítero
-Celedonio Domeco de Jarauta, Arteaga brincó el mostrador y formó en las
-filas de la Guardia Nacional, de ayudante abanderado. Su madre se<span class="pagenum"><a name="page_425" id="page_425"></a>{425}</span>
-opuso, intentó volverle á la tienda, movió influencias para que
-desistiera: todo fué infructuoso; no pudo variar la determinación de su
-hijo. Las tropas marcharon á Guanajuato, tomaron la plaza y al cabo de
-mes y tres días fueron derrotadas por las del gobierno que mandaban los
-generales Anastasio Bustamante y Manuel María Lombardini. Los vencidos
-habían dado pruebas de valor y hasta de arrojo. Arteaga dejó la bandera
-depositada en una iglesia y regresó disperso al hogar, donde lloraba
-desesperada la autora de sus días.</p>
-
-<p>Deseando una vida tranquila, abre su taller de sastre y se pone á
-trabajar como hombre formal á quien le inquieta el porvenir. Corridos
-pocos meses, se une en matrimonio con la señora Jesús Ortiz, y el hijo
-que tienen, que hacía la felicidad de los esposos, fallece al levantar
-la bandera santanista en Guadalajara, en 1852, el general José López
-Uraga. Arteaga cierra el taller, ceba á un lado la aguja, el dedal y las
-tijeras, y sin decir nada á su familia, vuelve á tomar las armas y se
-hace soldado del llamado ejército regenerador. Se porta tan bien y tal
-es su temeridad en una de tantas batallas, defendiendo un fortín, que,
-luego de suspendidos los fuegos, Uraga le dice:&mdash;«Usted es más digno de
-mi espada que yo.» Y la puso en sus manos, como un regalo por su valor.
-El sastre era capitán<span class="pagenum"><a name="page_426" id="page_426"></a>{426}</span> y había pasado por los grados de subteniente y
-teniente. Se proclama el plan de Ayutla en el Estado de Guerrero, y
-Arteaga, hecho comandante el 14 de Marzo de 1854, forma parte de la
-brigada del general Félix Zuloaga, á quien manda hacia el Sur el
-Gobierno para volver al orden á los sublevados. Y Arteaga asiste á las
-jornadas de Ajuchitlán, Coyuca, Alto de la Tijera y al sitio de Nusco.</p>
-
-<p>Verdaderamente profesaba las mismas ideas liberales avanzadas que los
-que proclamaban el plan de Ayutla; pero sus deberes militares, que era
-tan escrupuloso en cumplirlos, le retenían al lado de Santa-Anna, sin
-que por esto dejara de pensar en la ocasión propicia para tomar el lugar
-que le correspondía en el partido republicano. A los santanistas,
-después de treinta y siete días de sitio en Nusco, los rindió la
-desnudez, el hambre y la incuria del Gobierno, entregándose á las tropas
-del general Juan Alvarez, previo unánime asentimiento á la determinación
-tomada en consejo de guerra, de obedecer al gobierno que emanase del
-plan proclamado.</p>
-
-<p>Don Ignacio Comonfort agobió de atenciones á Arteaga y le profesó cariño
-de hijo, porque era intachable su comportamiento militar. Arteaga anduvo
-con el coronel José G. Cosío, teniente coronel Luciano Valdespino y los
-comandantes Prisciliano Flores y Juan José de Aranda, todos defendiendo
-el plan de<span class="pagenum"><a name="page_427" id="page_427"></a>{427}</span> Ayutla. En la expedición que á Michoacán hizo Comonfort,
-casi llevó de mentor al humilde Arteaga, en quien depositaba plena
-confianza, porque le constaba su fidelidad y valentía.</p>
-
-<p>Luego que fué teniente coronel, en Mayo de 1855, se hizo cargo de la
-Mayoría General de la División de Operaciones, librando reñidas batallas
-en Jalisco y distinguiéndose en el asalto y toma de Zapotlán. En marcha
-para Colima las fuerzas de Comonfort, ascendió á coronel del 3er. Ligero
-y regresó á Guadalajara, avanzando hacia México con el general Juan
-Alvarez. Al sublevarse Puebla el año de 1856, unido al Presidente de la
-República, hizo la campaña y levantó más su renombre de valiente en la
-jornada de Ocotlán y los asaltos á la ciudad de los Angeles. Amigo de
-Ocampo, Lerdo de Tejada y Degollado, se carteaba con éllos para saber la
-situación que guardaba el resto del país, porque escribía que la vida de
-la República era su vida.</p>
-
-<p>Su buen humor de muchacho de escuela no se le amenguaba con los
-sufrimientos en la derrota, ni en los peligros; y ardía de cólera cuando
-decaía su fe en el triunfo de las ideas liberales. Derrocado Santa-Anna,
-partió para Aguascalientes á visitar á la autora de sus días, y le
-manifestó:&mdash;Aquí me tienes, ya ves dije que confiaras, que triunfaríamos
-y que te estrecharía en mis<span class="pagenum"><a name="page_428" id="page_428"></a>{428}</span> brazos,&mdash;¡Sí, hijo mío, sí! Dios ha querido
-que nos veamos; pero sólo Él sabe con cuántas lágrimas se lo he pedido.
-Mira: mejor te quiero ver de sastre, que no de soldado.</p>
-
-<p>De vuelta de Puebla, habiendo capitulado la ciudad, lucía la banda de
-general de brigada. Y pasó á Comandante Militar de Querétaro, en 1857,
-siendo el primer Gobernador constitucional del Estado. Mil dificultades
-le salieron al encuentro para cubrir los egresos. Cierta ocasión,
-apremiado por la escasez de recursos, empeñó sus armas á fin de poder
-pagar á los empleados que carecían de lo más indispensable. Don Luis M.
-Rivera habla de su gobierno en estos términos: «Durante su permanencia
-en la Comandancia y en el Gobierno se distinguió multitud de ocasiones
-no sólo en el terreno de las armas, sino también dictando muchas medidas
-sabias y prudentes en bien del Estado: fundó varias escuelas públicas,
-arregló los archivos y estableció una biblioteca; todo lo cual fué
-totalmente destruído el memorable día 2 de Noviembre de 1857 en que las
-hordas semisalvajes de la Sierra, acaudilladas por don Tomás Mejía,
-asaltaron esta ciudad bizarramente defendida por el mismo señor Arteaga
-y el general don Longinos Rivera, quedando ambos heridos con la mayor
-parte de sus compañeros de armas.»</p>
-
-<p>Fué tan firme en sus principios, que era capaz por éllos de sacrificar
-cualquiera amistad<span class="pagenum"><a name="page_429" id="page_429"></a>{429}</span> y hasta su familia. Quería á don Ignacio Comonfort
-como á su padre y para con él tenía tales motivos de agradecimiento, que
-nada podía negarle sin cometer una ingratitud; pues bien: acaeció el
-golpe de Estado, y Arteaga, el predilecto del Presidente de la
-República, se indignó contra su autor; y aun se burlaba del mentado
-golpe, en carta particular á Comonfort, así: «¡Muy bien, muy bien!
-¿Conque usted se ha pronunciado contra sí mismo? Ya me parece verlo
-revestido con su manto de Nuestra Señora de Guadalupe.» Y á su buena
-madre se anticipaba á manifestarle, para que no lo tachase de ingrato:
-«Todo se lo debo á don Nacho, hasta el dulce nombre de hijo; pero no
-retrocederé: soy liberal y defiendo la Constitución.» Entonces formó
-parte del ejército de la Coalición, organizado por los gobernadores de
-Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Jalisco y Veracruz. El 9 de Marzo de
-1858 triunfaron Miramón y Osollo en Salamanca, y Arteaga vagó por
-Acapulco, á pesar de las ofertas repetidas de altos empleos y de fuertes
-sumas de dinero que le hizo Miramón. Incorporado á las tropas juaristas,
-fué defensor de la Constitución en Jalisco, Michoacán y Querétaro, y
-siempre el primero en las batallas.</p>
-
-<p>Decidido el triunfo del partido liberal en Calpulalpan, tomó nuevamente
-las riendas del gobierno de Querétaro. Se adelantó ante el<span class="pagenum"><a name="page_430" id="page_430"></a>{430}</span> enemigo
-extranjero á la cabeza de soldados que le seguían por el patriotismo que
-ardía en sus pechos. A la vez quería vengar los asesinatos de Ocampo,
-Degollado y Valle. Y marchó á Veracruz. Al general Ignacio Zaragoza
-había ofrecido un simulacro á orillas de Orizaba, antes de partir para
-Acultzingo. Satisfecho del resultado, comenzó su derrotero en defensa de
-la patria contra las fuerzas intervencionistas. Era un hermoso día de
-Abril de 1862, entre once y doce de la mañana, cuando el enemigo se
-presentó al pie del cerro, frente á las fuerzas republicanas que estaban
-en las primeras cumbres. Como pretendiera avanzar, le salió al encuentro
-Arteaga, á la cabeza de sus soldados. En medio del tiroteo, el enemigo
-simuló una retirada y los cazadores de Vincennes se dispersaron, ganando
-la cuesta.</p>
-
-<p>Visto esto por las fuerzas mexicanas, el fuego continuó y con más ímpetu
-por los cazadores que consiguieron herir á Arteaga en la pierna
-izquierda, abajo de la choquezuela, horadando la bala el peroné y la
-tibia. Fué conducido en el caballo del capellán Miguel de los Dolores
-Tebles, que éste mismo tiraba del ronzal, á las primeras cumbres de
-Acultzingo, donde se hallaba un piquete de tropa. Allí le lavó la herida
-el doctor Serdio, vendándola con una bufanda y dos pañuelos. Con la
-puerta de una cabaña le improvisaron una<span class="pagenum"><a name="page_431" id="page_431"></a>{431}</span> camilla y le trajeron á México
-escoltado por los oficiales Gregorio Ruiz, Miguel Medina, Julián Fonseca
-y Román Pérez. En la cañada de Ixtapa, Leon Ugalde, José Rojo, Juan
-Valencia y los generales Ignacio Zaragoza y Miguel Negrete vieron al
-ilustre enfermo. El acto fué conmovedor.&mdash;No me llores, no me llores; al
-cabo no me he de morir, dijo Arteaga á Negrete, que al verle lloraba
-como un niño.</p>
-
-<p>Arteaga llegó á México el 9 de Mayo y Juárez con sus Ministros le
-visitaron diariamente, estando á su cabecera el célebre doctor Rafael
-Lucio. Restablecido, volvió á Querétaro el 10 de Octubre de 1862 á
-ocupar el puesto de gobernador, en el que como siempre observó la más
-absoluta independencia.</p>
-
-<p>Había defendido á Santos Degollado cuando estaba en el banquillo del
-acusado y le veían con malos ojos algunos del poder; y no sólamente hizo
-su defensa, sino que aun llegó á postularle para presidente de la
-República.</p>
-
-<p>Apenas estuvo en el Estado, ascendió á general de división y le
-declararon benemérito de la patria. Organizó fuerzas para resistir á los
-franceses que hermanados con los conservadores se dirigían á Puebla.
-Desocupado México por el gobierno de Juárez, á causa de la capitulación
-de Puebla, Arteaga y los otros jefes republicanos protegieron su
-retirada,<span class="pagenum"><a name="page_432" id="page_432"></a>{432}</span> procurando defender á todo trance el terreno que iban
-invadiendo los extranjeros y los traidores, y ministrar á Juárez los
-recursos indispensables para el sostén y el funcionamiento regular de su
-administración, aunque fuese ambulante.</p>
-
-<p>El 3 de Enero de 1864, habiendo Arteaga llegado á ser gobernador de
-Jalisco, hacía una retirada al Sur del Estado, y unas veces avanzaba y
-otras retrocedía hacia Michoacán y México, como general de división y en
-jefe del ejército del Centro, por nombramiento de don Benito hecho desde
-Paso del Norte. No obstante su alta posición, llevaba una vida de pobre.
-Su honradez fué tal siendo gobernador de Querétaro, que salió como había
-entrado, atenido á su sueldo de general, pagado con irregularidad. Una
-vez se le presentó el director de las escuelas manifestando que carecían
-de útiles y libros y que aquello no podía seguir así. El pagador Román
-Pérez, que tenía en caja doscientos veinte pesos, dió los doscientos por
-orden de Arteaga al director y los veinte sobrantes al correo que
-esperaba. Luego Arteaga, sacando un reloj de oro, dijo á su ayudante
-Jacinto Hernández:&mdash;Dile á Jiménez que me preste cincuenta pesos por
-este reloj.</p>
-
-<p>Jiménez era un empeñero muy conocido de Arteaga por la frecuencia con
-que acudía á él, y la cantidad que ahora le pedía iba á servir para los
-gastos indispensables de su<span class="pagenum"><a name="page_433" id="page_433"></a>{433}</span> casa. Otra vez, don Cenobio Díaz indujo á
-la señora Dolores Medina, que gozaba de influencia cerca de Arteaga, á
-que le pidiese un poder para denunciar y adjudicarse la casa de
-ejercicios, un edificio de la ciudad de Querétaro. Y contestó
-Arteaga:&mdash;Qué, ¿dar poder yo? qué, ¿el pueblo me ha puesto de gobernador
-para robar? Prefiero que mi familia muera en la miseria, y no que digan
-algún día, al verla con lujo: sí, está rica, porque su padre robó cuando
-fué gobernador del Estado.</p>
-
-<p>Cuando fué herido en Acultzingo y estaba postrado en cama en la casa
-número 16 de la 1ª calle de la Merced, Juárez de visita le ofreció
-dieciseis mil pesos.&mdash;No, señor, contestó; no recibo nada: mi tropa sí
-los necesita; yo puedo vivir como quiera. En Michoacán, de jefe de las
-tropas republicanas, no se apartó de la misma línea de conducta. A
-mediados de 1855, huyendo del 4.º de caballería de Wenceslao Santa Cruz
-que los perseguía, los suyos le dieron por muerto al caer con caballo y
-todo en un barranco. Afortunadamente á medio declive la banda de general
-se le enredó en una orqueta y ahí permaneció toda la noche. Su tropa
-siguió hacia Tacámbaro; pero su ayudante Jacinto Hernández regresó al
-siguiente día, halló vivo á su general, le condujo á la Hacienda de
-Chopis y se agregó á la fuerza.<span class="pagenum"><a name="page_434" id="page_434"></a>{434}</span></p>
-
-<p>Una desavenencia le tenía alejado de Salazar; pero hicieron las paces en
-la casa de don Antonio Gutiérrez, en Tacámbaro. Y empezaron la
-organización de la tropa con que debían hacer frente á Méndez. Arteaga
-era el general en jefe y Carlos Salazar el cuartel maestre. El
-calendario señalaba el 20 de Septiembre. El 4 de Octubre pasaron revista
-á las tropas republicanas en las llanuras de las Magdalenas, al Oriente
-de Uruapan. El 9 se aproximaba Méndez á atacar la ciudad con 1,500
-hombres. Los republicanos la desocuparon á la una de la tarde y tomaron
-camino para Tancítaro. Arteaga iba con parte de la tropa; las otras
-habían partido á distintos rumbos con sus jefes respectivos. Los mil
-cuatrocientos soldados de Arteaga llegaron bien.</p>
-
-<p>El 12, apenas tomaban rancho, se tuvo noticia de que llegaba el enemigo,
-y emprendieron la retirada á Santa Ana Amatlán, llegando el 13. Sin
-embargo de que Méndez les pisaba los talones, ahí descansaron muy
-confiados, porque Pedro Tapia, con un piquete, cubría la cuesta, único
-camino por donde tenía que pasar el enemigo para llegar á Amatlán, y
-Julián Solano exploraba la retaguardia. Eran las once y media de la
-mañana; la tropa de Arteaga descansaba y tenía en pabellón sus armas; de
-repente oyóse en la plaza el grito de ¡viva el Imperio! y unos tiros.<span class="pagenum"><a name="page_435" id="page_435"></a>{435}</span>
-El teniente Amado Rangel<a name="FNanchor_19_19" id="FNanchor_19_19"></a><a href="#Footnote_19_19" class="fnanchor">[19]</a>, con cincuenta hombres, entrando por la
-cañada, había sorprendido á la fuerza republicana.</p>
-
-<p>&mdash;¿Qué pasa, preguntó Arteaga al capitán Agapito Cruzado.&mdash;El enemigo,
-mi general.&mdash;¡Oh, traición infame! Solano, Pedro Tapia y sus
-exploradores!......&mdash;Que Dios salve á usted, mi general.</p>
-
-<p>En efecto, Solano y Tapia habían sido comprados desde Uruápan en $3,000
-por dos jefes imperialistas. Uno de los primeros que cogieron prisionero
-fué á Arteaga; dos soldados le conducían; Rangel le salió al encuentro,
-se apeó, clavó su lanza en tierra y sombrero en mano le dijo:&mdash;Mi
-general.&mdash;Rangelito, hijo, mira cómo me traen; qué figura: sin sombrero,
-en camisa.</p>
-
-<p>Rangel dió órdenes para que trajeran lo que le faltaba al ilustre
-prisionero. Y le manifestó: Señor, yo mando; no se aflija usted, porque
-ante mí á nadie se mata; al contrario, usted dispone de todos mis
-elementos y de los suyos. El grueso de mis fuerzas viene muy lejos.&mdash;No,
-hijo; déjanos correr suerte; cumple con tu deber, que la honra no
-vuelve.</p>
-
-<p>A las dos de la tarde entraba el resto de la tropa de Méndez, al grito
-de ¡viva el Imperio!<span class="pagenum"><a name="page_436" id="page_436"></a>{436}</span></p>
-
-<p>Arteaga, demudado, dijo á Rangel: Ahí vienen los tuyos.&mdash;Ya usted ve;
-tiempo tuvimos.&mdash;Lo que siento es que este <i>Capulín</i><a name="FNanchor_20_20" id="FNanchor_20_20"></a><a href="#Footnote_20_20" class="fnanchor">[20]</a> me
-fusile.&mdash;Pues no, señor, no lo fusilará.</p>
-
-<p>La verdad es que Amado Rangel quería pasarse á los liberales; pero éstos
-prefirieron conservar toda su dignidad de vencidos.</p>
-
-<p>Rangel fué á encontrar á los suyos.&mdash;¡Alto! gritó á las tropas que
-avanzaban á escape.&mdash;¿Qué hay, Rangel? preguntó Méndez.&mdash;Que ya no
-corran: hemos tenido completo triunfo: Arteaga está prisionero.&mdash;¡Cómo,
-hombre?&mdash;Sí, señor.&mdash;¿Arteaga? ¿el general Arteaga?&mdash;Sí, señor.&mdash;Pero,
-¿lo has visto?&mdash;Sí, señor.&mdash;¿Lo conoces?&mdash;Sí, señor.&mdash;Rangel, es usted
-capitán!, exclamó Méndez saliendo de su asombro.</p>
-
-<p>Méndez, al redactar el parte oficial de la Victoria<a name="FNanchor_21_21" id="FNanchor_21_21"></a><a href="#Footnote_21_21" class="fnanchor">[21]</a>, prometió á
-Rangel, ante don<span class="pagenum"><a name="page_437" id="page_437"></a>{437}</span> Gabriel Chicoy y el señor Juan Berna, que no fusilaría
-á ninguno de los prisioneros. El diálogo no deja de ser interesante:
-Señor, vengo á pedirle un favor.&mdash;¿Qué quieres, Rangel?&mdash;Nada, señor,
-que no fusile usted á ninguno de los prisioneros.&mdash;Lo que debes hacer es
-no meterte á defender á esos caballeros; lo que debías haber hecho era
-fusilarlos<span class="pagenum"><a name="page_438" id="page_438"></a>{438}</span> en el momento que los cogiste prisioneros, no que todo se lo
-dejan á uno.&mdash;Como había de hacer eso si los cogí descuidados.</p>
-
-<p>Rangel dió la vuelta, y cuando iba como á diez pasos, Méndez le llamó:
-Rangel.&mdash;Mande usted, señor.&mdash;Vaya usted sin cuidado: nada se les hará.</p>
-
-<p>Al llegar á Uruapan, Méndez recibió cartas<span class="pagenum"><a name="page_439" id="page_439"></a>{439}</span> del general Osmont, Bazaine
-y Maximiliano en que le ordenaban que fusilara á todos los prisioneros.
-Juan Berna se oponía, haciéndole palpar la monstruosidad á Méndez; y el
-español Wenceslao Santa Cruz lo tentaba á que cumpliera fielmente las
-órdenes superiores; después de mucho cavilar, Méndez sujetó á la Corte
-Marcial á cinco de los principales: Arteaga, Salazar, Villagómez, Díaz
-Paracho y Juan González. Arteaga, la víspera de la ejecución, envió á su
-madre la siguiente carta que expurgada de erratas se publica por<span class="pagenum"><a name="page_440" id="page_440"></a>{440}</span>
-primera vez: «Uruapan, 20 de Octubre de 1865.&mdash;Señora doña Apolonia
-Magallanes de Arteaga.&mdash;Mi adorada madre:&mdash;El 13 de Septiembre he sido
-hecho prisionero por las tropas imperiales y mañana seré decapitado;
-ruego á usted, mamá, me perdone el largo tiempo que contra su voluntad
-he seguido la carrera de las armas. Por más que he procurado auxiliar á
-usted, no he tenido recursos con que hacerlo, si no fué lo que en Abril
-le mandé; pero queda Dios que no dejará perecer á vd. y á mi hermanita
-la <i>yanquita</i> Trinidad. Porque no fuera á morirse de dolor, no le había
-participado la muerte de mi hermano Luis, que acaeció en Túxpan en los
-primeros días de Enero del año pasado. Mamá, no dejo otra cosa que mi
-nombre sin mancha, respecto á que nada de lo ajeno me he tomado, y tengo
-fe en que Dios me perdonará mis pecados y me recibirá en su gloria.
-Muero como cristiano y me despido de vd., de Dolores y de toda la
-familia, como su más obediente hijo&mdash;Q. B. S. P.&mdash;José María Arteaga.»</p>
-
-<p>El coronel Wenceslao Santa Cruz mandó el cuadro de la ejecución, el día
-21, á la espalda del Parián<a name="FNanchor_22_22" id="FNanchor_22_22"></a><a href="#Footnote_22_22" class="fnanchor">[22]</a>. Al ser formados para la<span class="pagenum"><a name="page_441" id="page_441"></a>{441}</span> descarga los
-cinco patriotas, todos demostraron entereza. Arteaga dijo: «Muero
-defendiendo la integridad de mi patria, no como general, sino como
-ciudadano.» A los pocos días la señora Magallanes recibía un reloj, un
-real y otra carta del mártir, en la que le decía: «Es el único
-patrimonio que le dejo, defendiendo á mi patria.» El Supremo Gobierno
-Federal quiso honrar la memoria de Arteaga, trayendo sus restos á esta
-capital, para que reposaran en el Panteón de San Fernando; pero no son
-los verdaderos: esos reposan todavía en Uruapan; así lo asegura el único
-que les dió sepultura, Angel Frías, hijo natural del mártir.</p>
-
-<p>Ningún fundamento parece tener esta afirmación tan rotunda, pues después
-del fusilamiento de Arteaga, Salazar, Villagómez y González (los
-indígenas de Paracho se llevaron á Díaz envuelto en una bandera), los
-señores Ramón Farías, Tomás Torres y Rafael Rodríguez, éste como
-presidente del Ayuntamiento, recogieron los cadáveres para velarlos en
-la capilla del Santo Sepulcro y darles sepultura en uno de los ángulos
-del cementerio del barrio de San Juan Evangelista. Al acordar<span class="pagenum"><a name="page_442" id="page_442"></a>{442}</span> el
-Supremo Gobierno la traslación de los restos de Arteaga y Salazar al
-Panteón de San Fernando, dos personas de las que les dieron sepultura
-presenciaron la exhumación, acompañadas de los doctores Manuel Reyes,
-Braulio Moreno y Teodoro Wenceslao Herrera. Aún tenían intactas las
-ropas y éllas hacían palpable la identidad<a name="FNanchor_23_23" id="FNanchor_23_23"></a><a href="#Footnote_23_23" class="fnanchor">[23]</a>.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Angel Pola.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_443" id="page_443"></a>{443}</span></p>
-
-<h2><a name="CARLOS_SALAZAR" id="CARLOS_SALAZAR"></a>CARLOS SALAZAR<br /><br />
-1832-1865</h2>
-
-<p>Harapienta, demacrada y muerta de hambre, la hermana que le sobrevivía
-vagaba calle arriba y calle abajo por el barrio de la Merced, de esta
-Capital, sin que ninguno la diera de caridad un rincón cualquiera para
-dormir. La infeliz, puestas en fuga sus esperanzas por la mala suerte
-que iba tras élla, había tocado un último recurso: que su marido
-mendigase un empleo de puerta en puerta, cerca de los que consideraba
-sus parientes. Un día, después de llamar mucho, le abrió sus puertas don
-Luis Salazar, tío del General; pero élla no volvió por segunda vez, á
-pesar de salirle al encuentro la promesa. La muerte, más compasiva que
-el pariente, al ver á los esposos extenuados de hambre y frío, quiso que
-descansaran y se apresuró á abrirles sus lóbregas fauces.</p>
-
-<p>De su frondoso árbol genealógico, que la fatalidad ha ido podando con
-saña implacable,<span class="pagenum"><a name="page_444" id="page_444"></a>{444}</span> no quedan sino ramas lejanas, casi ingertos, sin la
-savia del tronco. Hasta un renuevo, su hija Carlota, no vive ya. Ni
-recuerdos hay del capitán Benito Salazar, íntegro empleado de la Aduana
-de Matamoros, padre de Carlos.</p>
-
-<p>Doña Tecla Preciado cuenta que nació el valiente republicano en
-Matamoros, Tamaulipas, por el año 1832, pues que de la misma edad era
-ella. El muchacho parecía el mismísimo demonio por sus peligrosas
-travesuras.&mdash;«Cree usted, me decía la señora, que de milagro vivía,
-porque una vez en el puerto le tiró de la cola al caballo del capitán y
-le dió tal coz en la frente que se la abrió. Toda la vida le duró la
-cicatriz.»</p>
-
-<p>De ocho años vino á México y le pusieron en una escuela particular
-católica, porque sus padres, y más don Benito que su madre la señora
-Merced Ruiz de Castañeda, eran antes que todo católicos devotos. Primero
-que nada, Carlos debía aprender el Ripalda para que pudiese lograr la
-gracia, de rodillas en el confesionario; á renglón seguido, vendrían
-como muy secundarias una poquita de Gramática, las cuatro reglas de la
-Aritmética y otras unturas de materias que constituían la instrucción
-primaria en aquella época.</p>
-
-<p>Realizado su sueño dorado (desde pequeño fué de su agrado la milicia),
-entró en el Colegio Militar. Miramón y Leandro Valle<span class="pagenum"><a name="page_445" id="page_445"></a>{445}</span> estudiaron con él
-y fueron condiscípulos y buenos amigos. La identidad de ideas políticas
-y religiosas de Miramón y él, dejaban pronosticar que juntos andarían la
-misma senda al entrar en la vida pública. El pronóstico tenía
-fundamento: para Carlos, ya de edad en que los años dan ideas propias y
-fijas, era imposible que el domingo dejara de oir misa y tuviera
-cubierta la cabeza al tropezar en la calle con un sacerdote: era herejía
-y sobrado pecado para ir al infierno.</p>
-
-<p>El año 1847, días antes de la batalla de Churubusco, de cadete en el
-Colegio Militar, pidió permiso para luchar contra los norteamericanos
-bajo las órdenes de don Leonardo Márquez, el célebre general conservador
-y famoso imperialista. Con tal arrojo peleó,&mdash;porque arrojo más que
-valor era y fué siempre el suyo, originado por su mucho
-patriotismo,&mdash;que fué herido en una pierna. Le levantaron del campo de
-batalla al día siguiente de librada. Esto le valió una medalla y el
-ascenso á subteniente.</p>
-
-<p>Durante el belicoso y despótico gobierno de Santa-Anna, el gobierno
-honrado de Herrera y Arista y el efímero de don Juan Bautista Ceballos y
-de Lombardini, no mostró en sus actos de militar, si bien tenía un grado
-inferior, la menor señal de su republicanismo y liberalismo, que andando
-los sucesos le hicieron simpático y lo allegaron numerosos<span class="pagenum"><a name="page_446" id="page_446"></a>{446}</span> partidarios,
-haciéndole figurar como jefe de una gran facción de Michoacán. En este
-tiempo pasaba por beato rematado, que arrastraba espada por deber de la
-carrera. Sabían sus parientes, quienes le llamaban el <i>Chino</i> y vivía
-con ellos en la casa número 4 de la calle de San Ramón, que no dejaba
-pasar viernes ni día primero de mes sin ir á ver á la Virgen de la
-Soledad y oir misa para sola ella. En medio de su religiosidad resaltaba
-su odio al despotismo, emanara de donde emanase. Tal vez esto fué causa
-de que yendo en fila cerrada al Sur para combatir el plan de Ayutla y
-siendo derrotado, hiciera suyas con entusiasmo, como segundo ayudante
-del primer batallón activo de Querétaro, todas las ideas imbíbitas en el
-plan y tuviese mayores bríos para sostenerlas sin ser presa del
-desaliento, no obstante las dificultades que parecían insuperables á sus
-sostenedores. Victorioso el plan de Ayutla, por el que peleó desde la
-toma de Nusco basta la llegada de Comonfort y Alvarez á Cuernavaca, fué
-por sus méritos militares comandante del Cuerpo de Tehuantepec.</p>
-
-<p>Durante parte de la guerra de tres años, tuvo en México la comisión del
-partido republicano, unido á los señores Anastasio Zerecero, Julián
-Herrera, coronel Jesús Ocampo y doña Luciana Baz, de proveer de recursos
-á las tropas liberales que atacaban los principios reaccionarios.<span class="pagenum"><a name="page_447" id="page_447"></a>{447}</span> La
-desempeñó con buen éxito á pesar de los peligros de que estaba rodeado.
-Un día le sorprendió el mismo Miramón en persona en junta secreta con
-otros liberales en una casa de por las calles del Reloj.&mdash;Conque
-conspiras? Ahora no me lo negarás, le dijo Miramón
-encarándosele.&mdash;Estamos en plática pacífica de amigos.&mdash;Conque en
-plática, eh?, y á puertas cerradas, y todos ustedes liberales. Estás
-preso por ahora.</p>
-
-<p>Y mientras Miramón se interiorizaba de la casa, Salazar subió en un
-coche que aguardaba á la puerta; y andando calles largo tiempo sin
-rumbo, el cochero quiso al fin saber á dónde conducía al que se había
-subido precipitadamente y se encontró con que ya nadie iba adentro.
-Salazar, corriendo el vehículo, se había apeado, no pudiendo el policía
-Lagarde dar con él. Y fué á incorporarse en Tlalpam al coronel Ramón
-Reguera (padre). La ciudadana doña Luciana Baz quedó con las otras
-personas desempeñando la comisión aquella. La inquietaba el paradero de
-Salazar: si tendría mal fin; los retrógrados eran capaces de todo, aun
-de cazarlo en poblado. Admiraba su valor y su persona. Solía decir á la
-señora Tecla Preciado, al volver las espaldas Salazar:&mdash;«Tecla, qué
-cuerpo el de Carlos!» Para ella no existía otro mejor formado en el
-mundo: todo bien hecho, en admirables proporciones; era gordo, pero no<span class="pagenum"><a name="page_448" id="page_448"></a>{448}</span>
-obeso, ni eran flojas las carnes; bien parado; limpia de arrugas la
-frente; rizado el cabello; la barba le cubría toda la mandíbula
-inferior; un bigotito negro que tiraba á bozo; las cejas de alita de
-golondrina; la mirada medio bizca y, por sobre todo, su marcialidad;
-¡qué porte á la cabeza de sus soldados! Radiaba su alegría y no le
-importaban las circunstancias para manifestarla. Mas cuando se le
-despertaba el enojo, desconocía al mundo entero, olvidaba el tuteamiento
-de sus íntimos y al hablarles decíales con otra voz: señor, señora.
-Tenía el rostro encendido y era capaz de sacarle astillas á una mesa de
-un puñetazo. Hecho del poder el partido liberal, tuvo el grado de
-teniente coronel del Batallón Moctezuma, que al mando del coronel Jesús
-Díaz de León guarnecía la capital de la República. Después, el Moctezuma
-pasó á ser uno solo unido al Batallón Rifleros de San Luis. En sus
-filas, con el grado de teniente coronel, el 20 de Diciembre de 1861,
-concurrió á la batalla que tuvo lugar entre Pachuca y el Mineral del
-Monte. Allí se hizo acreedor á la condecoración especial que decretó el
-Supremo Gobierno. Al poco tiempo marchaba con el mismo cuerpo y los de
-Zapadores y Reforma, que formaban la descubierta del Ejército, á la
-Soledad, Estado de Veracruz, para resistir á las fuerzas de las tres
-potencias extranjeras<span class="pagenum"><a name="page_449" id="page_449"></a>{449}</span> que empezaban á invadir el territorio nacional.</p>
-
-<p>Verificados los tratados de la Soledad, partió con el Batallón Rifleros
-de San Luis al Monte de la Cruces para combatir á Buitrón y los otros
-reaccionarios que acababan de asesinar á Ocampo, Degollado y Leandro
-Valle. Al fin de esta campaña que terminó con buen éxito, se dirigió á
-Puebla y peleó heróicamente contra los franceses el 5 de Mayo de 1862;
-mereció y obtuvo por tan brillante hecho de armas el ascenso á coronel y
-jefe del cuerpo mencionado. Después tomó participio directo en la
-defensa de Puebla, que tenían sitiada los soldados de Napoleón III; por
-desgracia cayó en poder de los invasores, pero logró fugarse de la
-cárcel y se incorporó, pasados algunos días, al Gobierno legítimo que
-permanecía en México.</p>
-
-<p>Cuando Juárez, como Presidente de la República, fué á San Luis Potosí,
-le acompañó, siendo Jefe militar de la zona que comprendía Río Verde,
-Valle de Valles, San Ciro y otros puntos de la Sierra, que había
-precisión de tener en extremo vigilados. Aprovechó todos los elementos
-que pudo encontrar, reorganizó su cuerpo, lo instruyó, equipó y le dió
-el ejemplo de acatar la Ordenanza. A varios jefes comisionó para que
-emprendieran formal campaña contra las guerrillas de traidores que
-merodeaban por pequeñas poblaciones<span class="pagenum"><a name="page_450" id="page_450"></a>{450}</span> y haciendas cometiendo robos y
-asesinatos. Más tarde, por acuerdo del Supremo Gobierno, pasó con el
-Batallón Rifleros de San Luis, á las órdenes del general José López
-Uraga, al Estado de Michoacán. En Morelia, defendida por el general
-Leonardo Márquez, al dar el asalto el 18 de Diciembre de 1862, la
-fortuna le fué adversa, pero no perdió el valor, ni con una herida que
-le atravesó el pecho, ni ante los peligros de muerte sin cuento que le
-rodearon durante la batalla, al grado de matar uno tras otro sus
-caballos las balas enemigas. La retirada de sus tropas, la hizo él en
-camilla hasta Santa Clara del Cobre, donde, sin embargo de sus graves
-heridas, no cesó de seguir reorganizando las fuerzas que debían
-continuar combatiendo al ejército invasor. Rasgos semejantes de valor
-tuvo en otros días. El año 1859, estando el general Aureliano Rivera en
-Tlalpam, quince ó veinte de sus oficiales, Salazar á la cabeza de éllos
-como comandante de batallón, hicieron formal promesa de llegar á las
-garitas de Chapultepec, donde estaba el enemigo, y de hacerle fuego á
-quemarropa con pistola. Llegaron á Tacubaya, y en la cantina de la
-señora Mariquita Becerril, un tal Palomo y un tal Reguera, oficiales
-ambos que se guardaban profundo encono, hicieron en alta voz alarde de
-temeridad tomando la vanguardia. Cerca de las trincheras cayó herido
-Palomo,<span class="pagenum"><a name="page_451" id="page_451"></a>{451}</span> y Salazar, que hacía de corneta, al ver el inminente peligro
-que corrían, tocó retirada; y una astilla que sacó de un árbol una bala
-le quitó de los labios y la mano la corneta; entonces volvió en medio
-del fuego graneado á recocer á Palomo, le montó en su caballo y puso á
-salvo. En estos trances, la amistad más que el deber le obligaban. Así
-en los Reyes, cuando fortuitamente, sin saberlo él, del pronto, el
-general Porfirio Balderrain mató al mayor Guerrero, de su Estado Mayor,
-loco de ira é indignación se trasladó al lugar del suceso, y asiendo de
-la cintura al homicida, le azotó contra la pared y quiso matarle á
-taconazos. Tal manera de ser no quiere decir que Salazar fuese de mala
-índole; muy por el contrario, buenos sentimientos le animaban y lo
-mostró siempre con palabras y hechos. ¡Qué soldado de la Reforma y la
-Intervención y el Imperio no recuerda el haber visto llorar á Pueblita
-en las peroraciones, de Salazar! No de su gran cabeza, sino de su
-corazón le salía, todo lo que hablaba.</p>
-
-<p>Después de la honrosa retirada de Morelia, sin darle las espaldas al
-enemigo, sano ya de su herida, se dirigió á Uruapan y luego á Santa
-Clara, cuya plaza tomó á viva fuerza á los traidores.</p>
-
-<p>En la Villa de los Reyes, Michoacán, rechazó á los franceses y traidores
-que le asaltaron, y los puso en precipitada fuga.<span class="pagenum"><a name="page_452" id="page_452"></a>{452}</span></p>
-
-<p>En los primeros días de Abril de 1865, fueron reducidos á prisión, por
-orden del general Ramón Méndez, las familias de Salazar (era ya
-general), Arteaga, Pueblita y el coronel Jesús Ocampo. Estuvieron
-incomunicadas bajo la custodia de los franceses, hasta que unos
-comerciantes, dolidos del martirio á que las habían sujetado durante dos
-meses y un día, se constituyeron sus fiadores, y lograron por este medio
-se las dejase por cárcel la ciudad de Morelia. El único objeto de tal
-conducta inquisitorial era el hacer que los jefes de las dichas familias
-se sometieran sin peros al llamado Imperio; mas nada pudo lograr Méndez,
-porque en aumento el desinterés y la abnegación de aquellos meritísimos
-ciudadanos, trabajaron con inquebrantables esfuerzos en difundir el amor
-á la patria entre las tropas mexicanas, las cuales sabían todo el mal
-que les venía con un gobierno que no fuese propio ni de forma
-representativa popular.</p>
-
-<p>Arteaga y Salazar aparecían en discordia ante los republicanos que los
-acompañaban, haciendo la campaña contra el Imperio en Michoacán; el
-origen de élla era el distinto punto de vista desde el cual apreciaban
-los sucesos políticos de las zonas que dominaban.</p>
-
-<p>Pronto se borró esa discordia, sin dejar huella de su paso por esos dos
-grandes corazones henchidos de patriotismo. El 16 de Septiembre de 1865
-vibraban acordes como si dieran<span class="pagenum"><a name="page_453" id="page_453"></a>{453}</span> vida á un mismo cuerpo, sintiendo y
-pensando idénticamente. Esa fecha la celebraron en Tacámbaro de
-Codallos, especie de arsenal de la República en aquella triste época. El
-coronel Justo Mendoza, secretario del Cuartel General del Ejército
-Republicano del Centro, pronunció un soberbio discurso y lo escucharon
-el general en jefe Arteaga, el Cuartel Maestre Salazar, el Estado Mayor,
-los jefes y oficiales y un resto vagabundo y simpático de fieles
-empleados de diversos ramos de la administración pública. Fué aquella
-una fiesta oficial que reanimó á los espíritus que hacían vivir la
-República por Michoacán. De allí salieron las fuerzas en vías de
-organización. Los traidores y los republicanos tenían prisioneros; los
-primeros gestionaban con empeño canjes; lo cual no había podido
-efectuarse por las ventajas que querían. Los jefes de uno y otro partido
-se carteaban, partiendo la solicitud de los traidores y jefes
-extranjeros. El coronel Van der Smissen menudeaba su correspondencia con
-Salazar; exigía más de un soldado suyo por un mexicano, y Salazar le
-contestaba que en ninguna parte y en ningún tiempo podía ser más un
-extranjero que un mexicano. «Acepto el canje&mdash;dicen que escribía al
-coronel Van der Smissen&mdash;pero cabeza por cabeza, porque no puede ser un
-extranjero más que cualquier mexicano.»</p>
-
-<p>El general en jefe José María Arteaga pasó<span class="pagenum"><a name="page_454" id="page_454"></a>{454}</span> revista á las tropas en las
-llanuras de la Magdalena, el 4 de Octubre. Llegaban á tres mil
-quinientos hombres, sin contar los destacamentos de Zitácuaro, Huetamo y
-Tacámbaro. Había tres divisiones.</p>
-
-<p>A la una de la tarde del 9, Arteaga, con las brigadas Díaz, Villagómez y
-Villada, cuyo Cuartel Maestre era Salazar, partió á Tacámbaro, porque
-hubo noticias de que Méndez llegaba con mil quinientos hombres. Ya el
-general Vicente Riva Palacio había salido hacia Morelia con mil hombres,
-y otras dos secciones por otros rumbos. En el camino, el coronel
-Trinidad Villagómez tiroteaba á la vanguardia del enemigo. La
-retaguardia la cubría el teniente coronel Julián Solano con cien
-hombres. El mal camino y la tormenta, la noche del 10, no fueron
-obstáculo para que llegasen á Tacámbaro. Iban á tomar el rancho, el 12,
-cuando corrió la voz de que se acercaba el enemigo y levantaron
-violentamente el campo y prosiguieron su marcha; pero hacia Santa Ana
-Amatlán, donde llegaron el 13. Arteaga ordenó descanso, confiado en que
-Solano, con treinta exploradores, estaba en observación de Méndez frente
-á Tancítaro, y que Pedro Tapia, con otros treinta, vigilaba sobre la
-colina de la entrada del pueblo la cuesta que tiene como siete leguas de
-camino y la cual debía necesariamente pasar el enemigo. Durante la
-travesía, Arteaga<span class="pagenum"><a name="page_455" id="page_455"></a>{455}</span> había estado recibiendo partes de Solano en que
-noticiaba que Méndez no se movía de Tacámbaro. En esta seguridad, la
-infantería puso en pabellón sus armas y los treinta hombres de
-caballería desensillaron y fueron al río á dar agua á la caballada.</p>
-
-<p>Ese mismo día en la mañana, de camino Méndez para Santa Ana Amatlán, vió
-las huellas de la tropa republicana y exclamó: «Adelante, muchachos; el
-que agarre á Arteaga y Salazar tiene una talega de pesos.»</p>
-
-<p>Amado Rangel, con cien hombres, sorprendió dentro de la cañada, á las
-once del día, á la tropa republicana. Los únicos que hicieron
-resistencia fueron algunos soldados y jefes del Cuartel Maestre. El
-resto de la fuerza, con los otros jefes y Arteaga, se encontraban presos
-en un portalito de la plaza, desarmados y bien custodiados. Mientras,
-Salazar y su Estado Mayor se batían, sitiados en su alojamiento.
-Platicando Rangel con Arteaga, llegó un soldado de los imperialistas y
-dijo al primero:&mdash;Señor, no se quiere rendir el general Salazar.&mdash;Pues
-que le prendan fuego á la casa.</p>
-
-<p>Luego Rangel desistió de su idea y fué personalmente, porque así lo
-exigían los sitiados, para suspender el fuego.&mdash;¿Quién es el general
-Salazar? preguntó Rangel al grupo de valientes que hacía resistencia. Y
-el más<span class="pagenum"><a name="page_456" id="page_456"></a>{456}</span> simpático de entre ellos dió un paso al frente y contestó:&mdash;Yo;
-servidor de usted. Rangel puso sus tropas á las órdenes de Salazar, pero
-éste dijo:&mdash;Nada, nada, Rangel; á cumplir con su deber. El capitán Juan
-González hizo un guiño á Salazar para que aceptase.&mdash;Déjalo cumplir con
-su deber, dijo Salazar al sacerdote patriota.</p>
-
-<p>A Rangel exigió Salazar, antes de rendirse, la seguridad de su vida, la
-de sus otros compañeros y atenciones para su compadre el coronel Jesús
-Ocampo, herido gravemente de dos balas, durante la refriega. Rangel se
-lo prometió bajo palabra de honor, que fué quebrantada el día 21.</p>
-
-<p>A la salida de Amatlán, los exploradores de Tapia y Solano marchaban con
-los soldados imperialistas de Orozco. Vencedores y vencidos llegaron á
-Uruapan el 20. Allí recibió Méndez la ley del 3 de Octubre, y para
-aplicarla á los prisioneros principales, mandó constituir la Corte
-Marcial, la cual con festinación sentenció á muerte al general de
-división José María Arteaga, al general de brigada Carlos Salazar, al
-coronel Trinidad Villagómez, á Jesús Díaz Paracho y al capitán Juan
-González. El jefe traidor Pineda y un escribiente se presentaron á
-levantar el acta de identificación de las personas y á notificarles que
-serían pasados por las armas á la mañana<span class="pagenum"><a name="page_457" id="page_457"></a>{457}</span> del siguiente día. Los cinco
-liberales oyeron impávidos su sentencia sin objetar nada<a name="FNanchor_24_24" id="FNanchor_24_24"></a><a href="#Footnote_24_24" class="fnanchor">[24]</a>.</p>
-
-<p>Al salir de la prisión la mañana del 21, á las cinco, para ser
-fusilados, Arteaga flaqueó; entonces Salazar dándole el brazo, le
-dijo:&mdash;«Apóyese.» En el cuadro Salazar se desabrochó la camisa, enseñó á
-los ejecutantes de la sentencia dónde quedaba el corazón, porque siendo
-desleales les temblaría el pulso y le<span class="pagenum"><a name="page_458" id="page_458"></a>{458}</span> harían padecer. «Me despido de
-todos mis amigos y les ruego que no se manchen con el crimen de
-traición. Voy á enseñar como muere un leal republicano asesinado por
-traidores.» Y quedaron sin vida los cinco valientes.</p>
-
-<p>La toma de Amatlán fué una compra hecha desde Uruapan, cuando dos jefes
-se incorporaron á los liberales y andaban en secreteos con Solano y
-Tapia. Este recibió tres<span class="pagenum"><a name="page_459" id="page_459"></a>{459}</span> mil pesos. El castigo no se hizo esperar: los
-dos que tramaron la venta fallecieron á los pocos días: uno de ellos de
-fiebre á los dos días de la sorpresa en Amatlán.</p>
-
-<p>Aunque fuera de tiempo, al saberse en México la toma de la plaza, una
-comisión de personas honorables se acercó á Carlota para que influyera
-en que no fuesen fusilados los prisioneros. Contestó: «Hay que matar á
-los bandidos para que sirvan de ejemplo de moralidad.»</p>
-
-<p>Méndez enseñó á los prisioneros el decreto de 3 de Octubre y dijo al
-general Pérez Milicua: «Debían haber sido fusilados todos; pero sólo he
-atacado el tronco y apartado las ramas: con eso es suficiente.» Además,
-le enseñó una carta de Maximiliano en que aprobaba su conducta y lo
-ascendía á general de brigada. Terminaba ordenando á Méndez que
-propusiera á Riva Palacio el canje de los prisioneros belgas, que lo
-habían sido en Tacámbaro el 11 de Abril. «Si no acepta Riva Palacio,
-fusile á todos.» Eran treinta y cinco<a name="FNanchor_25_25" id="FNanchor_25_25"></a><a href="#Footnote_25_25" class="fnanchor">[25]</a>.</p>
-
-<p class="r">
-<i>Angel Pola.</i><br />
-</p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_460" id="page_460"></a>{460}</span></p>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_461" id="page_461"></a>{461}</span></p>
-
-<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2>
-
-<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="">
-
-<tr><td>&nbsp;</td><td class="rt">Págs.</td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#LA_FAMILIA_DONGO">La familia Dongo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_1">1</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#EL_LICENCIADO_VERDAD">El licenciado Verdad</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_35">35</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#HIDALGO">Hidalgo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_52">52</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#ALLENDE">Allende</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_61">61</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#EL_PADRE_MATAMOROS">El padre Matamoros</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_90">90</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#I_EL_VIAJERO">Morelos.&mdash;I. El viajero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_96">96</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#II_GRANDES_NOTICIAS">&nbsp; &nbsp;II. Grandes noticias</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_98">98</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#III_EL_GUERRILLERO">&nbsp; &nbsp;III. El guerrillero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_101">101</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#IV_EL_CAUDILLO">&nbsp; &nbsp;IV. El caudillo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#V_EL_MARTIR">&nbsp; &nbsp;V. El mártir</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_105">105</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#ITURBIDE">Iturbide.&mdash;El apoteosis</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_107">107</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#PADILLA">&nbsp; &nbsp;Padilla</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_112">112</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#MINA">Mina</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_121">121</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#GUERRERO">Guerrero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_137">137</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#OCAMPO">Ocampo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#TESTAMENTO">&nbsp; &nbsp;Testamento</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_170">170</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#LEANDRO_VALLE">Leandro Valle</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_172">172</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#DON_SANTOS_DEGOLLADO">Don Santos Degollado</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_186">186</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA">Los mártires de Tacubaya</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_198">198</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#COMONFORT">Comonfort</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_215">215</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#NICOLAS_ROMERO">Nicolás Romero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_239">239</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#ARTEAGA_Y_SALAZAR">Arteaga y Salazar</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_251">251</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#MAXIMILIANO">Maximiliano</a>
-<span class="pagenum"><a name="page_462" id="page_462">{462}</a></span></td>
-<td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_267">267</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#APENDICE"><span class="smcap">Apéndice.</span>&mdash;Amplificaciones</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_325">325</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO">En peregrinación, de Pomoca á Tepeji de Rio.&mdash;Pateo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_327">327</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#POMOCA">&nbsp; &nbsp; Pomoca</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_331">331</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#VENTA_DE_POMOCA">&nbsp; &nbsp; Venta de Pomoca (Hoy Pomoca)</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_333">333</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#UN_SUCESO_EXTRANO">&nbsp; &nbsp; Un suceso extraño</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_339">339</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#PAQUIZIHUATO">&nbsp; &nbsp; Paquizihuato</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_347">347</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#MARAVATIO">&nbsp; &nbsp; Maravatío</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_348">348</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#TEPETONGO">&nbsp; &nbsp; Tepetongo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_351">351</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#TOSHI">&nbsp; &nbsp; Toshi</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_351">351</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#ESTANCIA_DE_HUAPANGO">&nbsp; &nbsp; Estancia de Huapango (Hoy Huapango)</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_352">352</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#VILLA_DEL_CARBON">&nbsp; &nbsp; Villa del Carbón</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_353">353</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#TEPEJI_DEL_RIO">&nbsp; &nbsp; Tepeji del Rio</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_354">354</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#SANTOS_DEGOLLADO">Santos Degollado</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_360">360</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#LEANDRO_DEL_VALLE">Leandro del Valle</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_397">397</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#JOSE_MARIA_ARTEAGA">José María Arteaga</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_423">423</a></td></tr>
-<tr><td valign="top"><a href="#CARLOS_SALAZAR">Carlos Salazar</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_443">443</a></td></tr>
-</table>
-
-<p><span class="pagenum"><a name="page_463" id="page_463"></a>{463}</span></p>
-
-<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Como los datos de personas que trataron íntimamente al Sr.
-Ocampo no podríamos tenerlos antes de un mes, hemos tenido que reducir
-este artículo á meros apuntes, por no detener más la publicación del
-<span class="smcap">Libro Rojo</span>.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> El general Leonardo Márquez volvió á México en mayo de
-1895. Vive en el Hotel Washington y goza de buena salud.&mdash;Nota del
-Editor.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> La fecha está errada: debe ser 31 de Mayo. El mismo Márquez
-confirma la rectificación que hacemos. Véase su libro <i>Manifiestos: el
-Imperio y los Imperiales</i>, página 286.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Al escribir este capítulo, queremos hacer constar nuestra
-gratitud, por haber solícitos contribuído cariñosamente al buen éxito de
-nuestras investigaciones, á los Sres. Manuel M. Aranzubia, Administrador
-de Pateo; Miguel Bolaños, dueño de Pomoca; Tirso Tinajero, vecino de
-Maravatío; Ramón Carmona, Administrador de Tepetongo; Antonio de Bassoco
-Pereda, de Toshi; Jerónimo Chaparro, Presidente Municipal de
-Temascaltcingo; Jesús Cano, Presidente Municipal de San Miguel Acambay;
-Leocadio Padilla, caporal de la estancia de San Francisco, entre
-Huapango y Arroyozarco; Tirso Meléndez y Jesús Farrera, Presidente
-Municipal de la Villa del Carbón; José de J. Garibay, Jefe Político de
-Jilotepec; Piedad Trejo y Nicolás Alcántara, Secretario del Ayuntamiento
-de Tepeji del Río; Rafael y Mariano Gil, Administrador de Caltengo;
-Rafael Herrera, que fué sirviente favorito de don Melchor Ocampo, quien
-nos acompañó en toda nuestra peregrinación.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> He aquí el acta de matrimonio de don Santos Degollado,
-sacada del archivo del curato de Quiroga, Michoacán: “En catorce de
-Octubre de 1828, yo, el Presbítero Don Mariano Garrido, Teniente de Cura
-de éste, casé y velé según el orden de Nuestra Santa Madre Iglesia, á
-Don Nemesio Santos Degollado, con Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de
-este. Fueron sus padrinos, Don Rafael Degollado y Doña Rita Castañeda:
-Testigos, Don Antonio Torres y Don Paulino Mejía, y lo firmé.&mdash;Mariano
-Garrido, una rúbrica.&mdash;Al margen, Don Nemesio Santos Degollado con Doña
-Ignacia Castañeda Espinosa, de este.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Don Luis Gutiérrez Correa falleció en esta Capital, siendo
-empleado de la Administración de Correos.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Al morir, no hace mucho, dejó de heredera á su hermana
-Rita, residente en Celaya, que pasó de pobre á rica, según dice ella,
-“por don Santitos, que Dios lo haya hecho un santo.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Véase <i>Manifiestos: el Imperio y los Imperiales</i>, por el
-general Leonardo Márquez, páginas 3 y 4.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Don Benito Juárez decía en una carta fechada en Veracruz el
-28 de Noviembre de 1860 y dirigida al señor Angel Albino Corzo, entonces
-gobernador de Chiapas:
-</p><p>
-“Como usted, sentí el paso en falso del señor Degollado, pues nunca
-podré olvidar sus buenos servicios anteriores.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Don Melchor Ocampo dice en carta fechada en Veracruz el 17
-de diciembre de 1860 y dirigida al mismo señor Corzo, antes citado:
-</p><p>
-“Hemos tenido últimamente la desgracia, el día 9, de que el “señor
-Berriozábal se haya dejado sorprender en Toluca.” Esto nos ha hecho
-perder más de mil hombres y lo que es peor, ha hecho caer en manos de
-Miramón al señor Degollado, á Farias (Benito) y otras personas
-importantes, que yo creo servirán de obstáculo, como rehenes, para
-terminar netamente la cuestión. Supongo y deseo que tal golpe vuelva más
-cantos á nuestros demás jefes que ya están bastante cerca de México.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> El 24 de Diciembre de 1861, don Benito Gómez Farías abrigó
-en su casa, calle de San Bernardo número 11, á la esposa y dos niños de
-Miramón, para resguardarlos de la ira popular.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Al Ministro de Guerra envió este comunicado:
-</p><p>
-“Excmo. señor.&mdash;Habiéndome concedido permiso el soberano Congreso para
-salir en persecución de los asesinos del más distinguido de nuestros
-mártires C. Melchor Ocampo, tengo la honra de ponerme á las órdenes de
-V. E. para que me ocupe en el servicio de campaña, sin que le sirva de
-embarazo la alta gerarquía de mi empleo militar, que no conservo sino
-como título de estimación del Supremo Gobierno. De consiguiente, quede
-V. E. entendido que no desdeñaré ir á la cabeza de un cuerpo de
-caballería y aún de una compañía de dragones bien montados y armados,
-sujeto á las órdenes de cualquier jefe á quien el Excmo. señor
-Presidente tenga á bien encomendar la dirección de las operaciones.
-</p><p>
-“Asimismo, deseo que ese ministerio sepa que me considero libre, no
-obstante mi carácter de general de división, para disponer de mi persona
-y agregarme como guerrillero á cualquiera fuerza de las que se pongan en
-movimiento; pues quiero que no sea una quimera el permiso que tengo de
-salir á batirme como soldado del pueblo, y obro bajo la inteligencia de
-que sólo el soberano Congreso me puede retirar ó limitar su licencia y
-llamarme de nuevo á esta capital.
-</p><p>
-“Díguese V. E. dar cuenta con esta nota al Excmo. señor Presidente, y
-sírvase aceptar las protestas de mi consideración y respeto.
-</p><p>
-“Dios, libertad y reforma.&mdash;México, Junio 6 de 1861.&mdash;<i>Santos
-Degollado.</i>&mdash;Excmo. señor ministro de guerra y marina.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Esta biografía es el resultado de una serie de entrevistas
-con los generales Nicolás Medina, Felipe Berriozábal, Mariano Escobedo,
-Miguel Blanco, Refugio I. González y los señores Benito Gómez Farías,
-Mariano Degollado, hijo del héroe, y Julián de los Reyes; todas personas
-muy respetables que trataron en la intimidad á don Santos Degollado. Ahí
-están para que digan al que llegue á dudar de la exactitud de algún
-diálogo, ó anécdota, si digo la verdad. He procurado repetir lo más
-fielmente posible lo que me han platicado.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Con este motivo, alegándome el general Félix Zuloaga que
-no había tenido ningún participio en la muerte de Ocampo, y sí en la de
-Leandro Valle, agregaba:&mdash;“Juzgue usted lo que era yo cuando Márquez:
-Estando en Ayutla, un señor Cortina, español, me cobraba por hacer
-estado en su casa y por asistencia: le pedí dinero á Ismael Piña, que
-era tesorero, y lo negó.&mdash;Pero, hombre, le dije, ¿me niega usted á mi
-que soy el Presidente?&mdash;Sí, me contestó, porque no tengo orden de
-Márquez.&mdash;Pero, ¡si soy el Presidente!......
-</p><p>
-“Y me quejé á Márquez.”</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> He tenido en mis manos el autógrafo de esta orden, la cual
-me permitió copiar al pie de la letra, mi amiga, la señorita Emilia
-Beltrán y Puga, hermana de don Manuel, que pasé por las armas á Leandro
-del Valle.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Agustina Valle, su hermana.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Dice el general Miguel Negrete en sus “Memorias,” inéditas
-aún:
-</p><p>
-“De Cuautitlán nos dirigimos por Huisquilucan para el Monte de las
-Cruces, porque de México había salido una columna á atacarnos y otra de
-Toluca, al mando del señor general don Felipe Berriozábal: esta segunda
-columna fué batida y completamente derrotada, haciendo prisionero al
-señor general don Leandro Valle, quien fué fusilado á las cinco de la
-tarde, habiendo salvado ya un extranjero, Aquiles Collín, un ayudante
-suyo, de que lo hubieran fusilado también.”
-</p><p>
-Casi al terminar la guerra separatista, el general Miguel Negrete fué á
-San Antonio, Texas, y le picó la curiosidad las atenciones de que era
-objeto por parte de todo el personal del hotel en que se había
-hospedado. Su nombre estaba inscrito á secas en el pizarrón y nadie
-parecía conocerle. La víspera de su regreso á México compró dos caballos
-al dueño del establecimiento y quiso saldar sus cuentas. El
-administrador le manifestó:&mdash;No debe usted nada.&mdash;¿Cómo nada?&mdash;Pues si,
-señor, nada.&mdash;Pero si aquí me he hospedado y he subsistido y he comprado
-los dos caballos.&mdash;Nada debe usted, mi general, dijo el propietario
-descorriendo el velo del enigma y abrazando muy conmovido á
-Negrete.&mdash;¿Por qué no he de deber nada?&mdash;Porque á usted le debo mi vida:
-yo soy Aquiles Collín, á quien usted salvó en el Monte de las Cruces,
-cuando Leandro Valle fué fusilado.
-</p><p>
-El señor general Aureliano Rivera, que también estuvo en la Maroma á
-descolgar el cadáver de Valle, asegura que no vió el de Collín.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_18_18" id="Footnote_18_18"></a><a href="#FNanchor_18_18"><span class="label">[18]</span></a> Este artículo es el resultado de entrevistas que el autor
-ha tenido con la señora Ignacia Martínez y los generales Felipe
-Berriozábal, Refugio I. González, Aureliano Rivera, Nicolas Medina,
-Félix Zuloaga, Miguel Negrete y el coronel Agustín Díaz.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_19_19" id="Footnote_19_19"></a><a href="#FNanchor_19_19"><span class="label">[19]</span></a> Hoy es coronel.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_20_20" id="Footnote_20_20"></a><a href="#FNanchor_20_20"><span class="label">[20]</span></a> Así apodaban á Méndez los liberales.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_21_21" id="Footnote_21_21"></a><a href="#FNanchor_21_21"><span class="label">[21]</span></a> Ministerio de Guerra.&mdash;1.ª Dirección.&mdash;1.ª
-División.&mdash;México, Octubre 24 de 1865&mdash;Brigada Móvil.&mdash;Coronel en Jefe.
-Santa Ana Amatlán, Octubre 13 de 1865&mdash;Excmo. señor.&mdash;Con esta fecha
-digo al Excmo. señor mariscal comandante en jefe del ejército, lo que
-sigue:
-</p><p>
-“El día 6 hice salir de Morelia el batallón del Emperador con dos
-escuadrones del 4.º regimiento de caballería, á las órdenes del señor
-coronel don Wenceslao Santa Cruz, con dirección á Pátzcuaro, donde
-llegaron el día 7. En la noche de ese día me incorporé y organicé, en el
-resto de la noche, la brigada que es á mis órdenes y marché el 8 sobre
-Uruapan, adonde se encontraban reunidas todas las fuerzas enemigas, al
-mando de Arteaga. El día 9, á las tres de la tarde, estaba á las orillas
-de Uruapan; pero una terrible tempestad me privó de penetrar hasta ella,
-porque los riachuelos crecieron de tal manera, que los batallones
-quedaron cortados en medio de tres de ellos, y hasta las doce de la
-noche pudo hacer su paso. El enemigo se dividió en varias fracciones,
-tomando, una de 700 hombres al mando de Ronda y Riva Palacio por
-Paracho: Zepeda, con Martínez y Simón Gutiérrez, por los Reyes, con 600
-hombres, y el titulado general en jefe del ejército del centro, Arteaga,
-con el llamado comandante general y gobernador de este departamento,
-Salazar, y el alborotador de los indígenas de Uruapan, Tancitaro,
-Paracho y otros pueblos, llamado coronel Díaz Paracho, con otra porción
-de jefes y oficiales que seguían su cuartel general con 1,000 á 1,200
-hombres, la mayor parte de infantería, tomaron por Tancítaro. El día 10
-dí descanso á mi tropa y tomé la resolución de seguir á Arteaga con
-tenacidad. Inútil me parece decir á V. E. que mis marchas nunca fueron
-de frente y sí de flanco, para inquietar á todas las partidas á la vez,
-y que Arteaga, que era mi punto de vista, por ser la persona moral de
-los republicanos, nunca comprendiera mi intención. El 12 salí de San
-Juan de las Colchas y llegué hasta Tancítaro, donde se encontraba el
-enemigo: dos horas antes de mi llegada había hecho movimiento, y lo
-perseguí con mis guerrillas tres leguas. Tuve el convencimiento de
-derrotarlo en el resto de la noche; pero era un hecho aislado que no
-ponía en mi poder el armamento, jefes y tropa, y mandé suspender el
-ataque y tomar cuarteles en Tancítaro. Hoy á las dos de la mañana, con
-una sección ligera de 400 infantes y 300 caballos marché sobre este
-punto, donde tuve la seguridad de darle alcance y derrotarlo; porque
-nunca debió creer el enemigo que atravesara doce leguas en la Tierra
-Caliente, en solo las horas de la mañana. Este movimiento me cuesta 14
-soldados muertos de la fatiga, la caballada del 4.º de caballería muy
-estropeada, y más de 40 caballos asoleados: pero he logrado mi objeto:
-he derrotado al enemigo completamente.
-</p><p>
-“Son mis prisioneros el general en jefe <i>Arteaga</i>; el comandante general
-<i>Salazar</i>; los coroneles Díaz Paracho, Villa Gómez, Pérez Miliena{*} y
-Villada; 5 tenientes coroneles, 8 comandantes y otros muchos oficiales
-subalternos, de quienes en relación separada daré á V. E. cuenta. Todo
-el armamento, su inútil caballada y el parque están en mi poder. Lo son
-igualmente 400 prisioneros de la clase de tropa, de los cuales pondré en
-libertad á muchos, porque son cogidos de leva de las haciendas y pueblos
-de su tránsito.
-</p><p>
-{*} Debe decir Milicua.
-</p><p>
-“Este hecho de armas sólo al Supremo Gobierno y á V. E. toca darle el
-valor que merezca. Voy á hacer mención particular y honorífica del
-teniente Rangel del 4.º de caballería, á quien he ofrecido, á nombre de
-S. M., el ascenso á capitán, pidiéndole la cruz de caballero de la Orden
-de Guadalupe; porque este valiente, con 20 hombres de su cuerpo, ha
-penetrado hasta la plaza, y es el que, por decirlo así, ha dado este
-triunfo á las armas del imperio. El subteniente Navia del batallón del
-emperador, con 8 hombres, ha seguido su ejemplo: pero á este oficial no
-le he ofrecido nada por ser de mi batallón. Oportunamente daré á V. E.
-la relación de estos dos oficiales y de la tropa, para que si V. E. lo
-tiene á bien á estos valientes se les conceda lleven un distintivo sobre
-su pecho, para estímulo del ejército.
-</p><p>
-“Felicito altamente á V. E. y le suplico tenga á bien hacerlo á mi
-angusto soberano, por esta memorable jornada.
-</p><p>
-“Y lo transcribo á V. E. para su conocimiento.
-</p><p>
-“Dios guarde á V. E. muchos años.&mdash;El coronel <i>Ramón Méndez</i>.&mdash;Excmo.
-señor ministro de la guerra.&mdash;México.”
-</p><p>
-Es copia.&mdash;El subsecretario de guerra, <i>J. M. Durán</i>.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_22_22" id="Footnote_22_22"></a><a href="#FNanchor_22_22"><span class="label">[22]</span></a> Un militar afirma que el ejecutor de la sentencia de
-muerte fué el teniente Teodoro Quintana, cuyo pelotón de tiradores fué
-escogido entre la compañía de Zapadores que mandaba el entonces capitán
-Francisco Troncoso, quien era secretario particular del general Ramón
-Méndez y tuvo todo su cariño y toda su confianza.
-</p><p>
-El señor Quintana es hoy teniente coronel de caballería, y el señor
-Troncoso, general de brigada.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_23_23" id="Footnote_23_23"></a><a href="#FNanchor_23_23"><span class="label">[23]</span></a> Los datos de esta biografía han sido ministrados á su
-autor por la señora Trinidad A. de Gutiérrez, hermana de Arteaga, y los
-señores José María Pérez Milicua, Manuel García de León, Rafael Cano,
-Francisco de P. Troncoso, Amado Rangel, Jacinto Hernández y Juan Ruiz de
-Esparza, todos militares, á excepción del último, que figuraron en
-aquella época, unos como liberales y otros como imperialistas.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_24_24" id="Footnote_24_24"></a><a href="#FNanchor_24_24"><span class="label">[24]</span></a> He aquí las cartas de despedida de Salazar y Villagómez:
-</p><p>
-Uruapan, Octubre 20 de 1865.&mdash;<i>Idolatrada madre</i>: Son las siete de la
-noche y acabamos de ser sentenciados el general Arteaga, el coronel
-Villagómez, otros tres jefes y yo. Mi conciencia está tranquila; bajo á
-la tumba á los treinta y tres años, sin que haya una sola mancha en mi
-carrera militar, ni el menor borrón en mi nombre. No llores, mamá, ten
-conformidad, pues el único delito de tu hijo consiste en haber defendido
-una causa sagrada: la independencia de su patria. Por este motivo se me
-va á fusilar. No tengo dinero, porque nada he podido ahorrar. Te dejo
-sin recursos, pero Dios es grande y te socorrerá lo mismo que á mis
-hijos, quienes con orgullo llevan mi nombre......
-</p><p>
-Conduce, querida mamá, á mis hijos y hermanos por el sendero del honor,
-porque el patíbulo no puede manchar los nombres de los leales.
-</p><p>
-¡Adiós, madre querida! En la tumba recibiré tus bendiciones. Da un
-abrazo por mi á mi querido tío Luis, á Tecla, Lupe é Isabel: así como á
-mi tocayo, á Carmelita, Cholita y Manuelita; dales muchos besos y el
-adiós que les envío desde lo más profundo de mi alma. Dejo á la primera
-mi reloj dorado, y á Manuel cuatro trajes. Muchas memorias á mis tíos,
-tías, primos y á todos los amibos fieles, y tú, madre mía, recibe el
-último adiós de tu afectísimo y obediente hijo que tanto te
-ama.&mdash;<i>Carlos Salazar.</i>&mdash;Sra. Mercedes Ruiz de Castañeda.
-</p><p>
-<i>Aumento.</i>&mdash;Si cambia la situación, como creo que cambiará, deseo que
-descansen mis cenizas al lado de las de mis hijos en nuestro pueblo.
-</p><p>
-Uruapan, Octubre 20 de 1865.&mdash;<i>Querido papá</i>: Empleo mis últimos
-momentos para dirigir á Ud. estas cuantas líneas. Deseo legar á mi
-familia un nombre honroso; he procurado hacerlo, defendiendo la causa
-que abracé, pero no lo he logrado. ¡Paciencia! Pero no creo que se
-avergonzará Ud. de reconocer á un hijo que jamás se ha desviado de la
-senda que tan honradamente le trazara Ud. por medio de excelentes
-consejos y de buenos ejemplos. Siempre me he manejado con honradez y no
-tengo remordimiento de conciencia. Me he conducido como hombre de bien,
-y no me pesa; nadie puede quejarse de mi, porque á nadie he perjudicado.
-Confío en que esto formará algún consuelo para su pesar y que fundará
-algún orgullo en mi memoria, pura y sin mancha alguna. Muero conforme.
-</p><p>
-Sírvase Ud. dar mi último adiós á mi hermano y á todos mis amigos,
-reservando para Ud. el corazón de su hijo sacrificado en aras de su
-patria.&mdash;<i>T. Villagómez.</i>&mdash;Sr. D. Miguel Villagómez.</p></div>
-
-<div class="footnote"><p><a name="Footnote_25_25" id="Footnote_25_25"></a><a href="#FNanchor_25_25"><span class="label">[25]</span></a> Los datos de esta biografía han sido ministrados al autor
-por la señora Tecla Preciado, los generales José María Pérez Milicua y
-Francisco del Paso y Troncoso, los coroneles Manuel García de León,
-Jesús Ocampo, José Vicente Villada, Amado Rangel y Jacinto Hernández,
-Rafael Cano y José Felipe Cortés.</p></div>
-
-</div>
-<hr class="full" />
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-<pre>
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-Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre
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-Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
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-works.
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-Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
-concept of a library of electronic works that could be freely shared
-with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
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