diff options
| -rw-r--r-- | .gitattributes | 4 | ||||
| -rw-r--r-- | LICENSE.txt | 11 | ||||
| -rw-r--r-- | README.md | 2 | ||||
| -rw-r--r-- | old/53405-0.txt | 11886 | ||||
| -rw-r--r-- | old/53405-0.zip | bin | 230869 -> 0 bytes | |||
| -rw-r--r-- | old/53405-h.zip | bin | 325905 -> 0 bytes | |||
| -rw-r--r-- | old/53405-h/53405-h.htm | 11932 | ||||
| -rw-r--r-- | old/53405-h/images/cover.jpg | bin | 80145 -> 0 bytes |
8 files changed, 17 insertions, 23818 deletions
diff --git a/.gitattributes b/.gitattributes new file mode 100644 index 0000000..d7b82bc --- /dev/null +++ b/.gitattributes @@ -0,0 +1,4 @@ +*.txt text eol=lf +*.htm text eol=lf +*.html text eol=lf +*.md text eol=lf diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt new file mode 100644 index 0000000..6312041 --- /dev/null +++ b/LICENSE.txt @@ -0,0 +1,11 @@ +This eBook, including all associated images, markup, improvements, +metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be +in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES. + +Procedures for determining public domain status are described in +the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org. + +No investigation has been made concerning possible copyrights in +jurisdictions other than the United States. Anyone seeking to utilize +this eBook outside of the United States should confirm copyright +status under the laws that apply to them. diff --git a/README.md b/README.md new file mode 100644 index 0000000..6bb71e9 --- /dev/null +++ b/README.md @@ -0,0 +1,2 @@ +Project Gutenberg (https://www.gutenberg.org) public repository for +eBook #53405 (https://www.gutenberg.org/ebooks/53405) diff --git a/old/53405-0.txt b/old/53405-0.txt deleted file mode 100644 index d26587a..0000000 --- a/old/53405-0.txt +++ /dev/null @@ -1,11886 +0,0 @@ -The Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by -Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: El libro rojo, 1520-1867, Tomo II - -Author: Vicente Riva Palacio - Manuel Payno - Juan A. Mateos - Rafael Martínez de la Torre - -Release Date: October 30, 2016 [EBook #53405] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II *** - - - - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - - - - - - - - - EL LIBRO ROJO - - - - - DE VENTA - - EL LIBRO ROJO - - TOMO I - - -Historia de los grandes crímenes de la Conquista, el Gobierno Virreinal, -la esclavitud y la Inquisición, por Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, -Juan A. Mateos y Lic. Rafael Martínez de la Torre, que fué defensor de -Maximiliano. Este libro, fundado del todo en la Historia de México, -produce intensa emoción su lectura.--Indice: =Moctezuma -II.=--=Xicotencatl.=--=Cuauhtimoc=: I, Los tres reyes. II, El sitio y el -asalto. III, El tesoro y el tormento. IV, Los tres ahorcados.--=Rodrigo -de Paz=: I, En el que se refiere quién era Rodrigo de Paz y qué papel -desea peñaba en México. II, De cómo las cosas del Gobierno de la Nueva -España iban mal y de cómo Cortés las puso peores. III, De cómo cinco -enemigos comulgaron con una sola hostia consagrada, dividiéndola en -cinco partes. IV. De lo que hicieron Salazar y Chirino con Zuazo, -Estrada, Albornoz y Paz. V, Refiérese cómo murió Rodrigo de Paz.--=Los -dos enjaulados=: I. El emisario. II, El pregón. III, La arremetida. IV, -Las fieras. V, Dos gotas en el mar.--=La Sevillana=: I, La tempestad. II, -Doña Beatriz. III, El Visitador. IV, La audiencia. V, Los azotes y la -loca.--=Alonso de Avila=: I, Prólogo: la confesión. II, El Marqués del -Valle. III, Los hermanos. IV, El bautismo. V, La orgía y la -conspiración. VI, Los oidores. VII, Los degollados.--=Don Martín Cortés=: -I, La flota. II, De lo vivo á lo pintado. III, El Visitador Muñoz. IV, -El tormento. V, La justicia del Rey.--=Pedro de Alvarado=: I, El -Comendador. II, El capitán. III, Tonatiuh. IV, El Gobernador. -Epílogo.--=Caridad Evangélica.=--=Fray Marcos de Mena.=--=La Familia -Carabajal=: Christi Nomine Invocato. Contra. Abjuración. Declaración del -Secretario Pedro de Mañosca. Auto de fe de 1601. Procesión. Amén: Laus -Deo--=Los Treinta y Tres Negros.=--=El Tumulto de 1624.=--=Don Juan Manuel.= -=El Tapado.= - - =Ejemplar, rústica= =$ 1.50= - - - - - EL LIBRO ROJO - - 1520-1867 - - POR - - Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, - - Juan A. Mateos - - y Rafael Martínez de la Torre - - AMPLIFICACIONES - - DE - - ANGEL POLA - - TOMO II - - MEXICO - A. POLA, EDITOR, CALLE DE TACUBA, NÚM. 25 - - 1906 - - - - -Asegurada la propiedad de esta obra conforme á la ley - - - - -LA FAMILIA DONGO - - Al conde Gálvez imitas, - Pues entiéndelo al revés, - Que el conde libertó á tres - Y tú á tres á la horca citas. - - _Pasquin del año de 1789._ - - -Por renuncia de D. Manuel Flores fué nombrado virrey de México D. Juan -Vicente Güemes Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, segundo de -este título, y muy conocido y popular hasta hoy entre los mexicanos, por -las muchas y enérgicas medidas que tomó para el arreglo de la -administración de la colonia, y por los excelentes reglamentos de -policía que puso en planta, que subsisten actualmente, y que forman la -base de las ordenanzas y de las disposiciones municipales. - -Llegó este célebre gobernante á México el 8 de Octubre de 1789, y á poco -se presentó un suceso en que acreditó su actividad y su energía. - -Vivía en la casa núm. 13 de la calle de Cordobanes un rico español, -comerciante y propietario, llamado D. Joaquín Dongo. El día 24, á las -siete y tres cuartos de la mañana, se dió parte por el alcalde D. -Agustín Emparan de que la casa se hallaba abierta y tirado en el patio y -nadando en su sangre el propietario de ella. Del reconocimiento judicial -que se hizo, resultó que once personas que componían la familia y -criados, habían sido asesinadas de la manera más cruel y más violenta, -pues todos tenían numerosas heridas y los cráneos hechos pedazos, y que -faltaban veintidós mil pesos que habían sido robados de las cajas. - -El conde de Revillagigedo no durmió desde el momento que tuvo noticia -del crimen cometido, y dictó toda clase de providencias, aun las que -menos se pensaba que podrían dar un resultado satisfactorio. Un relojero -de la calle de San Francisco observó en la calle de Santa Clara que de -dos personas decentes que platicaban, una de ellas tenía una gota de -sangre en la cinta del pelo; porque es menester recordar que entonces -los hombres tenían un peinado con trenzas entretejidas con cinta. D. -Felipe Aldama, que era el que tenía la mancha, fué reducido á prisión, y -poco después dos de sus amigos íntimos, D. José Joaquín Blanco y D. -Baltasar Quintero. Los tres eran personas decentes y aun nobles, como en -esos tiempos se decía. El 7 de Noviembre, Blanco, Aldama y Quintero -fueron ahorcados en un tablado tapizado de balleta negra, que se colocó -entre la puerta principal del palacio y la cárcel de corte. Los -machetes y varas de la justicia de que usaron para cometer el crimen, -fueron quebradas por la mano del verdugo. - -En un documento que se publicó consta la narración de este horrible -crimen; y como no podríamos añadirle ni quitarle nada sin alterar la -verdad histórica, le copiamos á continuación: - - * * * * * - -Entre cuantos ejemplares de excesos y delitos ha manifestado la -experiencia desde la creación y fundación de esta imperial corte -mexicana, no se ha experimentado otro más atroz, más alevoso ni más -desproporcionado, así por sus cualidades y circunstancias, como por las -extraordinarias disposiciones de la ejecución, que el que sucedió la -noche del día 23 de Octubre de 1789, en esta ciudad, en la calle de los -Cordobanes, en la casa de uno de los republicanos de mejor nota, vecino -honrado de este comercio, prior que fué del real tribunal del consulado, -D. Joaquín Dongo, por tres personas europeas, de noble y distinguido -nacimiento, quienes en un proviso fueron la destrucción suya, y de toda -su familia, sin reserva, limitación ni excepción alguna, robándoles su -vida y hacienda con la mayor inhumanidad. - -Es el caso, que el día subsecuente, sábado 24, como á las seis de la -mañana, vió un dragón cerca de su cuartel, en el barrio de Tenexpa, un -coche solo, sin quien lo dirigiese y cuidase; con el que dada cuenta á -su jefe le ordenó éste solicitase á su amo, y no faltando prontamente -quien lo conociese, asegurando ser de Dongo, ni quien por grangear -alguna dádiva ó gratificación le pasase noticia, fué un cochero cerca de -las ocho á participárselo á Dongo; pero encontrando la puerta cerrada -pasó á la de la cochera, y empujándola se le puso á la primera vista el -horrendo espectáculo de Dongo y sus criados cocidos á puñaladas, -sembrados todos por el patio, con lo que retirado inmediatamente llevó -por gratificación aquel asombroso encuentro, que al instante comunicó al -alcalde de barrio de aquel recinto, D. Ramón Lazcano, quien instruído de -ello, pasó á participarlo al Sr. D. Agustín de Emparan, del consejo S. -M., alcalde de corte de esta real audiencia, juez de provincia y del -cuartel mayor número 4.º, comprensivo á dicha casa, quien con su notorio -celo y eficacia, pasó inmediatamente, y por ante D. Rafael Luzero, -secretario del oficio de cámara más antiguo de esta real sala, -procedieron respectivamente al más prolijo reconocimiento de los -cadáveres, á la fé de aquellas atroces heridas, y á la más exacta -observación de cuantos indicios, fragmentos y resquicios podía ofrecer -la contingencia para inferir luces al descubrimiento de los agresores. - -Entrados en la casa por la cochera, se encontró á primera vista bajo la -escalera del almacén un xacastle de varias vituallas y trastos de -camino, que según se informó era del indio correo, de la hacienda de -Doña Rosa, propia del difunto, que había de haber salido aquella mañana; -á corta distancia un candelero de plata, á la derecha se reconoció el -zaguán, y la puerta principal que se hallaba cerrada con llave, y en el -suelo unos cordeles delgados del mismo con que parecía estar atados los -porteros. Más adelante, en la misma derecha, como á distancia de dos -varas de la escalera principal, estaba D. Joaquín Dongo, tirado en el -suelo, envuelto en su capa y sombrero, con varias y atroces heridas, así -en la cabeza como en el pecho y manos, y de una de las cuales tenía -separados dos dedos enteramente; la del pecho penetrante hasta la -espalda, y la cabeza abierta de medio en medio, sin hebillas, -charreteras y relox. A sus pies el lacayo, reclinado á la derecha, con -fuertísimas heridas en la cabeza: dividido el cráneo. En la covacha que -está bajo de dicha escalera, se vió en medio de ella tirado boca abajo, -atadas las manos por detrás, al portero jubilado, que le llamaban el -Inválido, revolcado en su sangre, con la cabeza igualmente destrozada. -En la puerta de la bodega el cochero con iguales heridas. En el cuarto -del portero actual, se halló dentro al indio correo, tirado en la misma -forma, con la oreja derecha separada, y destrozada la cabeza. A los pies -de éste, el portero actual, con las manos atadas por detrás, con igual -número y clase de heridas. - -Reconocido el segundo patio, sus cuartos y caballerizas, y demás piezas -interiores, no se encontró novedad digna de reparo. - -Pasado á reconocer el entresuelo, se encontró en la primera pieza un -baúl descerrajado ó abierto, del que faltaron cincuenta pesos á D. -Miguel Lanuza, cajero y sobrino de Dongo, según éste expresó -últimamente. A la tercera se halló en su cama desnudo á D. Nicolás -Lanuza, padre de dicho cajero, con una fuerte herida, en la cabeza, la -que igualmente le dividió el craneo; otra en la cara hacia el lado -derecho, otra en la mano derecha que en el todo tenía separada, con -otras varias de igual consideración; el que estaba boca arriba con las -piernas encogidas, con una escopeta en la cabecera, inclinada hacia -abajo, en acción de que había intentado usar de ella, y los calzones -encima de la cama, como que los había querido tomar de su pretina. - -Entrando en el almacén se encontraron de menos (según se reconoció por -dicho D. Miguel Lanuza) varios papeles de medias, y como nueve mil pesos -que estaban en plata bajo del mostrador. La siguiente pieza se encontró -descerrajada, y aun quebrados los barrotes de la puerta; en medio de -ella unos papeles quemados, los que según se reconoció, eran de marca, -blancos, y una arca ó caja descerrajada, en que había catorce mil pesos -efectivos en plata, y encima de la mesa una vela de cera, que demostraba -haberles servido á los agresores en su empresa. - -Habiendo subido á las piezas principales y tomado el camino á la derecha -hacia el pasadizo de la cocina, se encontró á la puerta de ella á la -galopina (que estaba recién entrada, como de quince á veinte años) -tirada boca abajo, con la cabeza igualmente destrozada, en grado que los -sesos se hallaban por el suelo y los cabellos esparcidos, tan bien -cortados que parecía haber sido con tijeras. - -En la cocina estaba la cocinera boca arriba, con la cara y cabeza -destrozada. Entrando para las piezas principales, se halló en la -anteasistencia á la lavandera, tirada en la misma forma, con dos -heridas penetrantes en la espalda, otra en el brazo derecho, quebrado y -dividido el hueso, y varias en la cabeza. En la asistencia se encontró á -la ama de llaves en la misma disposición, en el estrado, y con la misma -especie de heridas en la cabeza y brazos. En la siguiente pieza, que es -la recámara, se halló descerrajado el ropero y un baúl de carey y concha -grande. En las salas de recibir no se encontró novedad en el ajuar, que -era de plata, ni en la labrada que andaba suelta. En el gabinete del -difunto se encontraron descerrajados dos cofres, y en el suelo algunos -géneros y calcetas nuevas. Una escribanía abierta con una gaveta menos -que se encontró encima del mostrador del almacén. Reconocida la azotea y -demás interiores de los altos, no se encontró más novedad que unas gotas -de sangre en la escalera que subía á ella, que se supone ser de los -sables ensangrentados con que subirían á registrarla, recelosos de no -haber sido vistos ó sentidos, y asegurarse más para su intento. - -En este mismo acto procedieron de orden de su señoría los maestros -profesores en cirugía D. José Vera y D. Manuel Revillas, á la inspección -y reconocimiento práctico de los cadáveres con la mayor prolijidad y -esmero. - -Evacuada esta diligencia, mandó su señoría se pasasen los cadáveres de -los criados á la real cárcel de corte, donde fueron conducidos en tablas -y escaleras, por medio de los comisarios de su señoría, á lo que fué -indecible el numeroso concurso que asistió quedando en la casa Dongo y -D. Nicolás Lanuza, los que á la noche pasaron á la iglesia del convento -de Santo Domingo, donde al día siguiente por la tarde se sepultaron, -con asistencia de dos de sus agresores (según se dice). - -Inmediatamente se proveyó auto cabeza de proceso, dictándose las -providencias más severas y rigurosas órdenes, expidiéndose en el acto -las cordilleras correspondientes, hasta para caminos extraviados, -previniéndose en ellas las reglas y método con que debían manejarse los -respectivos justicias del Departamento á que se dirigían para su puntual -observancia; oficio al capitán de la Acordada para la solicitud y -aprehensión de los que pudiesen descubrirse culpados: órdenes á los -capitanes de la sala, para que previniesen en todas las garitas lo -conducente, por si pasase ó hubiese pasado alguno ó algunos fugitivos -con carga ó sin ella, los que aprendiesen y dieran cuenta, como de -cualesquiera ocurrencia ó indicio ó presunción que se advirtiese, con -otras varías al caso conducentes. A los hospitales, por si ocurriese -algún herido. A los mesones, para tomar razón individualmente de los que -estaban posando, quiénes, de dónde, con qué fin y destino se hallaban en -esta ciudad, si la noche del suceso habían salido, ó quedádose fuera -alguno de ellos. Al cuartel de dragones, por los soldados que hubiesen -faltado la misma noche. A los plateros con la muestra semejante á la de -las hebillas que faltaban al difunto, por si ocurriesen á venderlas ó -tasarlas. Al Baratillo y Parián por lo que pudiese importar. A las -concurrencias públicas y demás diversiones, por las luces que pudieran -producir. A los alcaldes de barrio y sus comisarios, para que por su -parte practicasen las más vivas y exactas diligencias. A los demás -justicias del distrito, con otras muchas que no tienen número ni -ponderación. - -No cesando el infatigable celo de su señoría, con cuantos arbitrios le -dictó la prudencia, procedió, á consecuencia de lo determinado, á la -pesquisa, examinando á los que dieron cuenta del suceso, á los vecinos, -y cuantos se consideraron útiles á la calificación y descubrimiento de -los homicidas. - -En este acto se proveyó auto para entregar las llaves á D. Miguel Lanuza -y D. Francisco Quintero, de esta vecindad y comercio, á quien se nombró -de depositario con las debidas formalidades: se sacó el testamento, que -se entregó á la parte de la ilustre cofradía de Nuestra Señora del -Rosario, para que procediese á poner en ejecución las disposiciones del -testador, como su albacea y heredera, y que corriesen los inventarios -por cuerda separada, como asunto civil é incompatible á esta pesquisa. - -En el siguiente domingo 25 se examinaron á cuantos amoladores fueron -habidos, por las armas que hubiesen amolado. A los cirujanos que se -encontraron, por los heridos que hubiesen curado. A los vecinos de por -Santa Ana y calle de Santa Catarina Mártir, sobre un coche que se decía -haber pasado la misma noche y hora del suceso, con precipitación, y no -consiguiéndose otra cosa que un mar de confusiones; sin embargo, se -continuaron haciendo muchísimas extraordinarias en ronda, registrando -accesorias sospechosas, cateando casas, vigilando concurrencias, -vinaterías y demás parajes de esta clase, hasta que en este cúmulo de -confusiones, en que el público y su señoría se hallaban, dió Dios á -luz, por un vehemente indicio, á uno de los agresores. - -El lunes 26 del mismo ocurrió á su señoría cierta persona de distinción, -denunciándole privadamente: Que el sábado anterior, yendo por el -cementerio de Santa Clara, como á las tres y media de la tarde, se puso -á parlar con un amigo, y que á corta distancia estaba igualmente parado -en conversación D. Ramón Blasio, con una persona que no conoció, á quien -le advirtió en la cinta del pelo una gota de sangre, que aún la -conservaba fresca en aquel acto, y vacilando sobre esto, por si acaso -pudiese ser alguno de los delincuentes, lo había consultado con personas -de juicio y prudencia, con cuyo acuerdo lo participaba á su señoría. - -En vista de esta noticia, que tuvo á las cinco y media de la tarde, -mandó inmediatamente por el expresado D. Ramón, relojero de la calle de -San Francisco, quien examinado sobre el particular, dijo: Que el sujeto -con quien había conversado en el cementerio de Santa Clara el sábado -anterior, era _D. Felipe María Aldama y Bustamante_, el que vivía en la -Alcaicería; lo que oído por su señoría, dió inmediatamente orden para -que lo fuesen á aprehender, y habiendo ido el capitán Elizalde, D. Ramón -Blasio y los ministros de asistencia de su señoría, no encontrándolo en -su casa, se mantuvieron ocultos en ella hasta como las ocho y media de -la noche, que llegó con la ronda de la Acordada, diciendo era reo suyo, -pues iba con él, sobre lo que se ofreció disputa y competencia entre -ambos hasta el grado de haber pasado dicho capitán de la Acordada á ver -á su señoría, á cuyo tiempo llegó el señor juez originario, y lo mandó -pasar á la real cárcel de corte, donde quedó á su disposición en una -bartolina, y cuando volvió de ver á su señoría, dicho capitán se halló -con él en la cárcel. - -Algunos dicen que iba con Aldama para que entregara á Blanco por -querella de su tía, y otros que iba á catearles la casa por algunos -indicios que tenía sobre este particular. - -El martes 27, á las siete y media de la mañana, pasó su señoría á la -real cárcel, donde habiendo puesto entre otros reos decentes, en una -pieza reservada al citado Aldama, hizo entrar al denunciante para -identificar la persona, quien al punto lo conoció y entresacó de todos. - -«Recibídole juramento á Aldama y preguntádole sus generales, expresó ser -natural de San Juan Bautista Quesama, provincia de Alava, en el señorío -de Vizcaya, soltero, sin ocupación en aquella actualidad, por estar -siguiendo una incidencia en la causa criminal que se le siguió en la -Acordada, acumulándole un homicidio de que había salido idemne dejándole -su derecho á salvo, de que tenía documento, y que cerca de diez años ha -que había venido al reino, de edad de treinta y dos años, ser noble -notorio hijodalgo, cuya calidad justificaría, y para ello exhibía, un -documento que se le devolvió con reserva de su derecho para que lo -presentase en tiempo oportuno. Preguntado dónde había andado el viernes -anterior, con quiénes y en qué forma, dijo: Que como á las tres y media -de la tarde fué á la plaza de Gallos donde se mantuvo hasta cerca de la -oración, que regresado á su casa llegó á poco rato D. Joaquin Antonio -Blanco, con quien fué á la casa de su tía á reconciliarlo con ella por -cierta desavenencia; que no habiéndola encontrado, se restituyó á su -posada, donde se quedó á dormir Blanco, hasta que á la mañana siguiente -salió á buscar á su tía. Preguntado dónde y cuándo tuvo noticia del -suceso de la casa de Dongo, dijo: Que estando el sábado como á las ocho -de la mañana en la esquina del Refugio con D. Rafael Longo, llegó con la -noticia un galleguito, y hablando con Longo, Aldama le dijo: hombre, -dicen que han matado á Dongo y toda su familia, y que el comercio está -alborotado; que asombrados del caso se separaron los tres, y Aldama se -fué para la Acordada, á participarlo á su capitán. Preguntado con quién -estuvo en la calle de Santa Clara aquella tarde, qué trataron, y adonde -se dirigió después, respondió que con el relojero D. Ramón Blasio, con -quien conversó sobre el suceso de que trata la causa; luego pasó á la -calle del Aguila á la casa de Quintero, y no encontrándolo se pasó á los -Gallos. Héchosele cargo sobre la mancha de sangre que tenía la cinta del -pelo, que reconoció, dijo: Que como iba á los gallos donde los que -mataban solían para sacarlos pasarlos por las cabezas de los -concurrentes, no ponía duda en que le hubiese caído alguna gota. -Preguntado de qué se mantenía con la decencia que se advertía, dijo: que -de las libranzas que le mandaba de Querétaro su primo el marqués del -Villar del Aguila, y otros sujetos que le prestaban; que desde el último -Junio había recibido más de mil y seiscientos pesos por mano de D. -«Joaquín Antonio Yermo, á más de que de «los gallos solía adquirir -algunos reales.» - -Para la justificación de si había dormido el viernes en su casa con -Blanco, hizo su señoría comparecer á la criada cocinera de Aldama y á su -hermana María Guadalupe Aguiar, quienes preguntadas si conocían á Blanco -dijeron que con motivo de visitar á su amo lo conocían; el que había -dormido el sábado y domingo de la semana anterior en su casa. Que su amo -Aldama estaba pronto á sus horas, en especial de noche; que la del -viernes no salió, y á pedimento de ellas había estado tocando en flauta -hasta muy tarde que se durmieron. Que el sábado se recogió temprano y -que el domingo en la noche se había ido á la comedia. - -«En virtud de la cita hecha á Blanco se libró oficio al juez de la -Acordada, para su remisión, al que habían aprehendido la misma noche que -á Aldama en una vinatería, por la dicha queja de su tía, el que habiendo -comparecido se le tomó su declaración inquisitiva, en la que expresó -llamarse Joaquín Antonio Blanco, natural de la villa de Segura, -provincia de Guipuzcoa, soltero, de edad de veintitrés años, sin oficio; -y examinado acerca de dicha cita discordó en ésto, diciendo que había -dormido la noche del viernes á casa de su tía; en cuyo acto se careó con -Aldama y las criadas de su casa, y al cabo de varias disputas hubieron -de convenir todos en que ambos habían dormido aquella noche en la casa -de Aldama, diciendo Blanco que había discordado falsamente, consternado -de que no se le atribuyese algún delito por la falta de su tía, la que -no se «encontraba en su casa; en cuya virtud se restituyó á la -Acordada.» - -El día siguiente 28, se proveyó auto para el embargo de la hacienda de -Doña Rosa, y comparecencia de su administrador en esta ciudad, cuyo -despacho se expidió por la estafeta del día. - -«El día 29, en prosecución de la pesquisa y con noticia de ser D. -Baltasar Dávila y Quintero, uno de los amigos de Aldama, lo hizo -comparecer por medio del sargento mayor de la plaza, quien expresó -llamarse como dicho es, natural de la isla del Hierro en las de -Canarias, capitán de mar y subteniente de milicias provinciales de dicha -isla: quien preguntado por el conocimiento de Aldama, y si el viernes -había estado con él, respondió conocerle, y que en efecto, el citado día -fué á visitar al declarante que estaba enfermo en cama, entre cuatro y -cinco de la tarde, de suerte que no salió de ella en todo aquel día, ni -en la noche. Preguntado de qué se mantenía, respondió: que á expensas de -la caridad de D. Jacinto Santiesteban y D. Manuel Pineda, quienes le -habían hecho varios suplementos, como constaría de su libro. Preguntado -si conocía á D. Joaquín Dongo, ó tenía noticia del suceso y de sus -agresores, dijo: Que ignoraba enteramente la pregunta, y que aunque se -hablaba con mucha variedad de los agresores, el declarante no podía dar -razón por no concurrir á las mesas de trucos, ni juegos públicos, donde -solían tratarse asuntos de esta naturaleza, recogiéndose como se recogía -á su casa á las siete de la noche. Preguntado si el sábado por la mañana -salió de su casa á comunicar á Aldama, ó éste fué á visitarlo, ó -practicó alguna diligencia que le hubiese encomendado, dijo que no hacía -memoria, aunque una mañana que no tenía presente, lo encontró y le había -dicho se llegase á la vinatería de la Alcaicería y dijera á su dueño que -fuera á su casa de Aldama que quería hablarle.» En este estado -habiéndose hecho comparecer á D. Ramón Garrido, administrador de la -referida pulquería, se examinó sobre la cita y expresó «que el sábado 24 -(día en que amaneció la desgracia) á las seis y media de la mañana, le -llevó Quintero recado de Aldama, diciéndole le llevase una libranza que -tenía en su poder para que le diese los cincuenta pesos en que la tenía -empeñada, con una capa blanca con galón, que inmediatamente pasó y -saliendo á recibirlo al medio de la sala, ya con los cincuenta pesos en -la mano, se los dió, y lo despidió, observando estaba vistiéndose de -limpio: preguntado dónde había vivido aquellos últimos días, y dónde al -presente, respondió que en la calle de la Aguila, en un cuarto interior, -y para componerlo se había pasado á la accesoria de la misma casa, y -habría como quince días que volvió al referido cuarto (constando de la -casera que aquella misma noche había vuelto al dicho cuarto), diciendo -tenía miedo no lo mataran en la accesoria por robarlo.» - -En vista de tan claras y manifiestas contradicciones, le tomó su señoría -la espada, y lo mandó aprehender por medio de un piquete de soldados que -tenía prevenidos, quienes habiéndolo atado le registraron las -faldriqueras, y le encontraron veinte pesos en un pañuelo: con este -hecho lo bajaron públicamente como á las diez del día á la real cárcel -de corte, y en seguida su señoría, - -«Estando en dicha real cárcel, á efecto de continuar la declaración de -Aldama, sobre los nuevos particulares que había ofrecido una mera -contingencia, lo hizo parecer ante sí, quien sin embargo de las -exquisitas y estudiosas preguntas que le hizo, para venir á dar al -objeto del desempeño de la capa y libranza; contestó categóricamente -Aldama con el mayor desenfado, concordando en lo declarado por el -cajero: diciendo, que los cincuenta pesos había pagado de más de ochenta -que había ganado en los gallos, como lo podrían declarar los -encomenderos Villalba y Peredo, los que examinados aseguran haber ganado -como diez y seis ó veinte onzas: pero que al fin salió perdido, y aunque -en la ganancia de este dinero hubo algunas variaciones, con un genio tan -astuto y vivo, al instante persuadía, y quería hacer ver lo contrario. - -«En este estado trajeron la dicha capa blanca que estaba en su casa, y -un sombrero negro salpicado de sangre, con una gota de cera en la orilla -del casco; y puéstoselo de manifiesto, lo reconoció todo por suyo, y -héchosele cargo de aquella sangre, dijo; que como había ido á la -procesión de desagravios á San Francisco en que había habido azotados de -sangre, lo habían salpicado, y aun en la cara le habían caído dos gotas -que con la mano se limpió, sobre que se le hicieron fuertes cargos, y se -mantuvo con su dicho. Igualmente se le hizo otro acerca de la gota de -cera, por haberse alumbrado en la facción de los homicidios y robo con -vela de cera, dijo: que como había ido á alumbrar al Señor de la -Misericordia el día de la ejecución de Paredes en la Acordada, y como -era natural ir con el sombrero en la mano y la vela ardiendo, le cayó la -que se le demostró, como otras muchas en la capa que se había quitado el -mismo día, con una cuchara con una brasa, por no tener plancha. -Reconvenido por su señoría por una mancha de sangre que le advirtió, -como medio peso, en el terciopelo de la vuelta de la capa que tenía -puesta, dijo que era de las narices, como lo acreditaba con el pañuelo -que tenía en la bolsa, que igualmente estaba ensangrentado; y á mayor -abundamiento, para mejor prueba, fuesen á ver debajo del petate de la -bartolina donde estaba su colchón, la porción que había vertido de las -narices el día anterior.» - -En este estado se suspendió la diligencia. - -Inmediatamente el señor juez, en vista de las contradicciones de -Quintero, de las mutaciones que le advirtió en el semblante y la -ambigüedad con que declaraba y se retractaba. En seguida mandó se -reconociera la accesoria en que había vivido y el cuarto que en la -actualidad tenía interior. - -Pasado inmediatamente su señoría y el escribano actuario, acompañados -del capitán Elizalde y los comisarios extraordinarios de su asistencia; -se reconoció la puerta de la accesoria que estaba manchada de sangre, -asegurando los reos no haber habido motivo para que la hubiese, pues -ninguno salió herido ni llevaron cosa que la manchara, y abierta ésta, -se encontró descombrada sin trasto alguno, y levantándose á mano derecha -al pie de la ventana la primera viga, se percibieron las talegas, y -levantadas todas, se hallaron 21,634 pesos un real efectivos, inclusos -ochenta que había con otra porción en un pañuelo. Un envoltorio en otro -pañuelo con siete pares de medias de seda, cuatro pares de calcetas, -cuatro camisas, una usada y tres nuevas, y una pieza de saya-saya -carmesí; en una bolsita de mecate se hallaron las hebillas y charreteras -del difunto, dos rosarios y un reloj de plata antiguo, lo que, sacado -públicamente, se pasó á reconocer el cuarto interior y levantando sus -vigas, no se encontró novedad alguna debajo de ellas; pero sí en la -ropa, pues se encontró un chupín rociado de sangre, dos sombreros -manchados de lo mismo, que después se verificó ser uno de Quintero y el -otro de Blanco; tras de la puerta, á mano derecha, estaba una tranca -gruesa con muchas señales de tajarrazos con machete ó sable amolado, -como que en ella habían hecho experiencia y prueba de su corte ó -fortaleza. Un belduque bajo un colchón. Todo lo cual se condujo en un -carro al real palacio, custodiado de soldados, con más, unas medias de -color gris ensangrentadas que estaban debajo de las vigas de la -accesoria; y depositándose en cajas reales el dinero, lo demás se pasó á -la sala de justicia para el reconocimiento y convencimiento de los reos, -á quienes al instante se les puso un par de grillos más. - -Como á las cuatro y media de la tarde del mismo jueves se procedió á -tomar confesión á los reos, previo el auto correspondiente, que se -proveyó, y nombramiento de curador á Blanco por ser menor, el que se -hizo en D. José Fernández de Córdoba, procurador del número de esta -real audiencia. - -Habiendo su señoría hecho comparecer á Quintero, le recibió el juramento -de estilo y generales acostumbradas, y héchosele el fuertísimo cargo de -lo que resultaba y ministraban los autos sobre ser el agresor principal -de los homicidios de Dongo y su familia, contestó con gran resolución: -que no sabía quiénes fuesen, y mucho menos que él tuviese el más mínimo -participio ni complicidad en ellos: y puéstosele de manifiesto las -alhajas y ropa robada, demostrándosele cosa por cosa, se le preguntó si -las conocía: dijo que no conocía nada; se le reconvino que si conocía -tantas talegas que se habían sacado de debajo del envigado de su -accesoria, y quería verlas: dijo que no sabía ni conocía cosa alguna. -Preguntándole que si conocía el chupín, el belduque, los sombreros, la -tranca y demás que se encontró en un cuarto, dijo: que sólo eso conocía -por suyo, pero que lo de la accesoria no sabía, y algún enemigo, por -hacerle daño, lo introduciría en ella; héchosele cargo de la sangre que -tenía el chupín, dijo: que eran polvos que tomaba y expelía por las -narices. Héchole cargo sobre la tranca y sobre su negativa en caso tan -físico y palpable, el que se le iba formando con la mayor severidad, -dijo en este acto: «Señor, ya no tiene remedio; no quiero cansar más la -atención de V. S., pues Dios lo determina y me han hallado el robo en mi -casa: ¿qué tengo de decir sino que es cierto todo? Que me alivien las -prisiones ya que he dicho la verdad: fuerza es pagar. Aliviándole éstas, -le preguntó su señoría quiénes eran los cómplices, cuántos, dónde -vivían, y cuanto condujo al caso. Respondió que D. Felipe María Aldama y -D. Joaquín Antonio Blanco, que estaba preso en la Acordada, quienes lo -habían insistido á tal desastre, y como necesitado y frágil había -accedido á tan horrendo delito; que aunque se recató, no lo pudo -conseguir, pues lo vituperaron y trataron de un collón; que viéndose -precisado, hubo de entrar en la casa en su compañía, á las ocho y media -de la noche del viernes 23, haciendo Aldama de juez, con el bastón del -confesante, el que le tomó al tocar la puerta; que habiéndole -respondido, dijo: _abre_, y empuñando el bastón, se metió con Blanco, y -el confesante se quedó cuidando la puerta: que no había hecho muerte -alguna: que ellos podrían dar razón, pues no quiso ver aquella -atrocidad, porque se le partía el corazón, y suplicaba que respecto á -que sabía que había de morir presto, se le diese término para -disponerse, dándole la muerte conforme á su ilustre nacimiento, lo que -haría constar. Héchosele las demás preguntas conducentes, dijo que los -otros lo declararían por extenso. - -Habiéndose hecho inmediatamente comparecer á Aldama, puesto ante su -señoría con un semblante modesto y compasivo, tiró la vista hacia todos, -y con un tierno suspiro, dijo: señor; ya ha llegado el día de decir las -verdades; y compungido con lágrimas del corazón, significó que la -fragilidad y la miseria humana lo habían conducido á tan horrendo -sacrificio, estimulado de su necesidad, ya violentado y estrechado de -sus acreedores, ya de sus escaseces, tan extraordinarias, y ya de lo -principal, que fué su triste y desgraciada suerte; y pues para Dios no -había cosa oculta, y era su voluntad pagase sus atroces delitos, estaba -pronto á declarar cuanto ocurrió en el caso. - -Recibídole juramento en forma de derecho, y héchole las preguntas -acostumbradas acerca de sus generales, que reprodujo, se le formó el -riguroso cargo que ministraban los autos, y el cuerpo del delito acerca -de los homicidios, y robo de Dongo y su familia, á efecto de que -expresase quién promovió el proyecto, entre cuántos, qué día, en qué -disposición, con qué armas, y en qué lugar; con lo demás que se tuvo por -conveniente para la aclaración de tantas dudas y confusiones, en cuya -vista dijo: Que había un mes que estrechado Quintero de sus indigencias -y necesidades, le propuso el pensamiento de que, siendo D. Juan Azcoiti -hombre de conocido caudal, y sólo podían matarlo y quedar remediados; á -lo que resistió bien por su honor, y por estar muy distante de este -pensamiento, contestándole ásperamente sobre que pensase en otra cosa. -Que al cabo de pocos días insistió con dicho pensamiento, y ya más sagaz -le contestó que lo pensaría, con la intención de no hacer aprecio y -prescindir de ello. Que vuelto tercera vez á insistirlo, le dijo: que no -había de quién fiarse, pues él no se valía ni de su padre; y -proponiéndole Quintero inmediatamente á un primo suyo, quedó de verlo -para el efecto; y habiéndolo solicitado, y sabido que estaba ausente en -destino, le propuso á Blanco, quien le dijo estaba recién venido de -presidio, y como quiera que había servido á Azcoiti, era más á propósito -para el caso, á lo que creía no se excusaría; que le contestó lo viese -en hora buena. Que habiendo caído malo el confesante, fué á visitarlo -Quintero, llevando ya á Blanco, y al entrar le dijo: vé á quien te -traigo acá: ahora le puedes decir lo tratado, á que le contestó Aldama: -hazlo tú si quieres, que yo no estoy para eso; á poco rato se fueron: -recuperado Aldama ya de su enfermedad pasó á ver á Quintero, donde halló -á Blanco á quien había hablado ya Quintero, y tratando del asunto entre -Aldama y Quintero, acabaron de seducir á Blanco; y habiendo determinado -el pasar á verificar su intento, vieron ocupadas las piezas vacías con -una familia que vino de fuera, con lo que se les frustraron sus -proyectos. Y puesto inmediatamente el pensamiento en Dongo entre los -tres, ofreció Aldama el instruirse de la casa, diciendo Blanco que tenía -más de trescientos mil pesos en oro, con lo cual salían de penas: que al -día siguiente fué Aldama á ver á Dongo con el pretexto de que le -vendiese una poca de haba, con lo que observó la poca familia que le -parecía tenía, y convenidos todos, quedaron de acuerdo para acecharlo en -sus entradas y salidas de noche, á ver cómo y con quiénes salía, y cómo -volvía: que el miércoles 21 del mismo Octubre dió Aldama cinco pesos á -Quintero para que comprase y dispusiese las armas con que habían de ir; -quien compró dos machetes de campo, uno de más de tres cuartas, que -llevó Quintero; otro más mediano que llevó Aldama, y otro más chico que -llevó Blanco, los que amolaron por la calle de Mesones: que á la noche -fueron á observar la primera salida de Dongo, y no aguardaron á que -volviese: que á la siguiente noche del jueves fueron y estuvieron hasta -que regresó á las nueve y media Dongo. Que instruídos ya en la forma que -salía y entraba, determinaron asaltarlo á la siguiente noche del -viernes: que en efecto fueron dicha noche como á las ocho y media, y -tomando Aldama el bastón de Quintero, tocó la puerta, y respuéstole -quién era, respondió: _Abre_; y habiendo abierto el portero jubilado ó -inválido, le dijo: ¿tú eres el portero? le respondió éste: no, señor; -está en el entresuelo dando de cenar á D. Nicolás: pues llámalo; y -entrando para dentro, lo esperó que bajase, y estando presente, le dijo: -_Pícaro_, ¿qué es de los dos mil pesos que has robado á vuestro amo? y -sin aguardar respuesta, lo mandó atar por detrás, y meterlo en su mismo -cuarto, donde puso á Blanco que lo guardase; y volviéndose al inválido, -le dijo: Y tú, ¿qué razón das de este dinero? Ata á este también, y en -la misma forma lo metieron en la covacha, donde puso á Quintero de -guardia, y revolviendo al zaguán, tomó al indio correo del brazo, quien -estaba en compañía del inválido, y lo pasó al cuarto del portero, donde -estaba Blanco, y entre ambos mataron al indio y al portero, en tales -términos y con tal prontitud, que no dieron una voz: de ahí pasaron á la -covacha, donde estaba Quintero con el inválido, y examinando á éste -sobre la demás gente que había arriba, entre Aldama y Quintero lo -mataron en la misma forma: que luego pasaron al entresuelo Aldama y -Quintero, dejando á Blanco cuidando la puerta, para que avisase de -cualquiera contingencia, y entrando con la vela en la mano, saludando á -D. Nicolás; ya que se vieron cerca, le habían acometido ambos á un -tiempo, y dejándolo muerto, pasaron al instante á las piezas superiores, -y preguntando á las criadas: hijas, ¿cuántas son udes? con sencillez les -respondieron ser cuatro, y entonces se volvió Aldama á Quintero, y le -dijo: vd. meta á esas mujeres en la cocina, y custódielas, inter yo las -voy examinando una por una. Que inmediatamente las metió Quintero en la -cocina, y quedó en la puerta de ella custodiándolas: entonces tomó el -confesante á la ama de llaves de la mano, y se la llevó á la asistencia, -donde la mató: que inmediatamente volvió por la lavandera, y en la -anteasistencia la mató; y habiendo vuelto, le dijo á Quintero: dos han -quedado: una tú, y otra yo; y tomando el confesante á la galopina, y -Quintero á la cocinera, las dejaron en el puesto con la mayor crueldad. -Que acabada esta facción bajaron al zaguán á incorporarse con Blanco -para aguardar á Dongo, donde se estuvieron sentados hasta después de las -nueve y media que oyeron el coche que se acercaba á la puerta; que -entonces se pusieron tras de ella y la abrieron cuando llegó, á -semejanza del portero, y apeándose del coche, éste entró con su lacayo -por detrás con una hacha en la mano, y se le apersonó el confesante, -diciéndole con el sombrero en la mano: «_Caballero, vd. tiene su lugar; -dispense el atrevimiento que se ha tenido de perder los respetos á su -casa._» Súbase vd. con estos caballeros, que yo tengo que hacer con los -criados de vd., y echando mano al lacayo, le contestó el caballero -urbanamente; pero al subir la escalera debió de recelar, por ver los -cuartos cerrados donde estaban los difuntos, y haciendo que metía mano, -lo mataron entre Quintero y Blanco; y viendo el confesante que ya -estaban matando á Dongo, mató él al lacayo que tenía de la mano: en este -intermedio dió vuelta el coche, y el confesante fué á abrir la cochera -para que entrase, y luego que entró cerró la puerta, y estando en esto, -ya los otros habían bajado de las mulas al cochero, y entre todos tres -lo mataron y fueron á esculcar al difunto; le sacaron las llaves de la -bolsa, un rosario, el reloj, hebillas y charreteras de oro, de que no -supo el confesante. Que habiendo subido arriba, habían tenido mil -aflicciones para ver dónde venían; que encontrando en el gabinete una -escribanía, le hizo una de ellas, de donde sacaron una gabeta con las -del almacén; que descerrajaron un ropero y varios cofres, de donde sólo -tomaron la ropa que se les encontró, lo que no había sido con su -consentimiento. Que habiendo bajado al almacén, no encontrando el oro -que buscaban, tomaron nueve talegas que estaban bajo del mostrador y -unos cuantos papeles de medias nuevas. Que de ahí pasaron á descerrajar -la pieza siguiente, en la que quemaron los papeles de las medias porque -les abultaban, y comenzando á tomar el pulso á las cajas que había, -viendo que entre todas una pesaba más, la descerrajaron y sacaron -catorce mil pesos, sin tocar la de las alhajas de su mujer, ni una -fortísima de hierro que no pudieron descerrajar. Que puesto el dinero -sobre el mostrador, de allí lo bajaron al coche, y montando de cochero -Aldama, con gran trabajo, por no poderlo retroceder ni sacar, por ser -difícil aun á los de profesión, como por la gran carga que llevaba, el -que cimbró de tal modo, (que expresó) que sueños de bronce que hubieran -tenido los vecinos, se hubieran alborotado sólo del estruendo que hizo -al salir, y que de un viaje lo condujeron todo después de las once, por -la calle de Santo Domingo, á torcer por la de los Medinas hasta la -accesoria de Quintero, donde bajaron la carga dejando á Quintero con -ella, y el confesante y Blanco fueron á dejar el coche por Tenexpa; y -aunque el primero quería llevarlo por Santa Ana, no quiso Blanco, por -decir que arriba había guardas y podían ser conocidos; que dejado el -coche, arrojaron en el puente de Amaya dos de los machetes, y regresados -en casa de Quintero, tomaron una talega que tenía cuatrocientos pesos, y -distribuidos entre los tres, les cupo como á ciento y treinta pesos, que -tomaron para sus prontas urgencias, y el demás dinero, alhajas y ropa, -metieron debajo de las vigas; luego se retiró el confesante con Blanco, -y al pasar por el puente de la Mariscala tiraron el otro sable que les -había quedado, y de ahí pasó el confesante á dejar á Blanco á su casa, -quien vivía por el Salto de la Agua, en casa de su tía, y no -encontrándola en casa se fueron para la del confesante. En el camino le -dijo Blanco que allí llevaba el reloj de oro del difunto, y habiéndolo -corregido seriamente hizo lo echara en el caño de la agua de la esquina -de la Dirección del Tabaco. Llegados á la casa del confesante se -acostaron, diciendo en la casa que habían ido á un baile. Que al día -siguiente mandó sacar sus prendas, como tiene dicho, y á las nueve llevó -la noticia á la Acordada, y después se fué á los gallos. En este estado -y respecto á que sabía breve había de morir, suplicaba rendidamente á -la justificación de su señoría se sirviese, con atención á la nobleza -notoria de su estirpe, se le diera la muerte correspondiente, no por él, -pues merecía morir tenaceado y sufrir cuantos martirios se imaginasen, -sino por su pobre familia; y mandádose retirar por ser las nueve de la -noche, suplicó se le llamasen unos padres del colegio de San Fernando, -para que lo fuesen disponiendo á su muerte, lo que así se le ofreció y -cumplió. - -Inmediatamente mandó su señoría que los capitanes de esta real sala -fuesen á sacar los machetes y reloj, que expresó Aldama haber echado -Blanco en el caño referido. - -En virtud de orden de su señoría se mandó por Blanco á la Acordada, -quien hasta esta hora llegó, y estando presente ante su señoría, previo -el mismo juramento, se le hizo cargo de sus delitos, quien sin embargo -de haberle puesto todo el cuerpo del delito de manifiesto, negó, -diciendo no saber de tal cosa ni haber incurrido en semejante atrocidad; -que si lo creía su señoría de él; que si fuera cierto lo confesara, como -había confesado en la Acordada cuando robó á su amo: en esto se mantuvo -hasta cerca de las once de la noche que se mandó retirar, sin embargo de -los foertísimos cargos y convencimientos que se le hicieron. - -Al siguiente día viernes se hizo comparecer á Quintero, en virtud de la -discordancia que hubo entre él y Aldama, sobre haber sugerido éste á -aquél, y aquél á éste, y estando puestos rostro á rostro, previo su -juramento, se les hizo cargo de las discordancias de sus deposiciones en -esta materia, y de los homicidios; á que contestó Quintero: que era -cierto que él había sugerido y propuesto el pensamiento á Aldama: que -era cierto cuanto decía, y que él también mató al igual de todos, y -dudoso sobre si él había propuesto primero el pensamiento á Blanco y -Aldama; que quería disponerse, para lo cual quería también padres de San -Fernando, lo que se le cumplió. - -A este acto se hizo comparecer á Blanco, y puesto (previo nuevo examen -que se le hizo) rostro á rostro, se le hizo cargo de su negativa, quien -ratificándose en ella, lo comenzaron á persuadir dijese la verdad, que -perdía tiempo, el que era muy precioso: que qué tenía que negar á una -cosa tan palpable como aquella: que no había de tener más resistencia -que ambos, y viéndose convencidos declararon la verdad: que viera sus -mismas medias ensangrentadas, con que le hacían cargo: que de todos -modos había de ser lo mismo; con otras muchas expresiones de esta -naturaleza, sin embargo de las cuales insistió en su negativa. -Recibídole declaración á la tía de Blanco, sobre con qué medias había -salido de su casa, expresó que con unas de color de gris, que son las -mismas ensangrentadas; y habiéndose hecho comparecer á ésta, luego que -se le puso delante, dijo: No es necesario, todo es cierto: yo los -acompañé y cometí los mismos delitos, y me remito en todo á la -declaración de Aldama. Que le trajeran padres, que quería confesarse y -disponerse, lo que también se le cumplió; y todos unánimes y conformes -reconocieron las armas que se les pusieron delante, y dijeron ser las -mismas que fueron la destrucción de todos; con lo que se suspendió el -acto de la diligencia. - -En la misma tarde, como á las cuatro, hubo acuerdo extraordinario, con -asistencia de los señores regente y fiscal, que duró hasta después de -las once de la noche, en el que se determinó se recibiese á prueba por -tres días, en los cuales se ratificaron los reos y los testigos -sumarios; se entregasen los autos dentro del oficio al Lic. D. Manuel -Navamuel, á quien se nombró defensor por veinte horas, y concluidas se -pasasen al relator. - -En la misma hora se hicieron las citaciones correspondientes, y al día -siguiente se comenzaron á ratificar los testigos, y como á las diez y -media los reos respectivamente, en que añadió Blanco que Quintero lo -había seducido, y Quintero se mantuvo en su duda anterior. - -El lunes 2 de Noviembre produjeron los reos sus pruebas sobre la -identificación de sus ejecutorias de nobleza, con tres testigos cada -uno. - -El mismo día se presentó escrito por el defensor, sobre que le -permitiese ver los autos en su casa, á lo que habiéndose accedido, -ratificados los cuarenta y seis testigos, se le pasaron los autos por el -capellán Elizalde, el mismo lunes á las nueve y media de la noche en que -se cumplieron los tres días, y le empezaban sus veinte horas. El martes -á las siete y media, que se le cumplieron, pasó dicho Elizalde por ellos -y los condujo al relator por sólo aquella noche. - -En este estado declaró Aldama en descargo de su conciencia, que la -muerte que se le acumulaba, y por la que había estado preso en la -Acordada, de un mulato, criado de Samper, era cierta, y que él la había -hecho por robarle dos mil pesos de su amo, los que en efecto le quitó, -al que arrastró y echó en una cueva de mina vieja, yendo él mismo al -reconocimiento del cadáver cuando le dieron la denuncia, como teniente -general que era de aquella jurisdicción de Cuautla de Amilpas. - -Y Quintero expresó haber hecho una muerte en Campeche á un pasajero, á -quien le robó seiscientos pesos, lo que también declaró en descargo de -su conciencia. - -A las ocho de la mañana del día miércoles se comenzó á relatar la causa -y se siguió á la tarde, con asistencia del señor regente, el señor -fiscal y los reos, cuya relación se concluyó después de la oración, -finalizando el relator Echeverría con las causas de Aldama y Quintero, -de que se le hizo cargo y vinieron de la Acordada. - -Relatada la de Blanco, resultó que el año de 87 se procesó en aquel -tribunal por cinco robos que ejecutó en compañía de D. Juan Aguirre su -paisano y cajero que fué de la vinatería de D. Manuel Pineda, en la casa -de Azcoitia, donde servía también de cajero dicho reo, extrayéndole más -de tres mil pesos, y cinco que hizo en Guanajuato, en la tienda de su -amo Alemán; el uno de varias ropas y los otros dos de reales hasta -seiscientos pesos, lo que resultó justificado, por lo que fueron -condenados á ocho años de presidio en Puerto Rico, y que de allí fuesen -conducidos bajo partida de registro, á la casa de contratación de Cádiz, -de donde se dirigieran á los lugares de su origen: que indultado éste -por el Excmo. Sr. Flores, se vino á esta ciudad desde San Juan de Ulúa, -donde desertó. - -Por el expediente pasado, con oficio de 2 del corriente, por el Excmo. -Sr. virrey, se advierte hallarse Quintero, por decreto de la misma -fecha, declarado no gozar fuero alguno de guerra, cuya declaración fué -expedida de resultas de la instancia que en el superior gobierno seguía -sobre goce y restitución del fuero militar, de que se había antes -despojado, por la causa que se le siguió en la Acordada, á querella de -la viuda de su primo, quien le imputaba haberle extraído como cuatro mil -pesos, en la que tuvo absolución de la instancia en 13 de Mayo último, y -fué puesto en libertad con reserva de su derecho. - -Después de dicha relación informó el abogado de los reos muy -sucintamente, en que pidió que conociendo los graves delitos de los -reos, ya que en el estado presente por lo mismo eran dignos de -compasión, se mirasen con piedad y se les aplicase la muerte con -atención á las circunstancias de su nacimiento, fundando la menos culpa -y complicidad de Blanco, por lo que, y por su menor edad, era digno de -más indulgencia. - -Después siguió el señor fiscal, quien sin embargo de no haberle pasado -los autos ni tener más instrucción de ellos que la relación que se hizo -por el relator, hizo una oración de las más prolijas y exquisitas, en la -que concluyó pidiendo, que respecto á los extraordinarios delitos de los -reos, á su gravedad y circunstancias, merecían extraordinarias penas y -un castigo ejemplar, por los cuales habían perdido el goce y fuero de -sus privilegios; pero atendiendo á ciertas leyes y á la probanza que de -su nobleza habían dado, condescendía «en que se les diese garrote -saliendo de la cárcel, y el verdugo delante con el bastón y armas con -que cometieron los delitos, y siendo regular ser una de las calles -acostumbradas la en que vivía Dongo, el pasar por ella, los entrasen por -la puerta principal, y estando un rato en ella saliesen por la cochera, -por donde salieron triunfantes con el robo, salieran á pagar con sus -vidas; que llegados al patíbulo, puestas en alto las armas y bastón al -tiempo de la ejecución, verificada ésta, se destruyeran en el mismo -tablado y que se mantuviesen los cadáveres por tres días en el suplicio -para escarmiento y desagravio de la vindicta pública.» - -Por ser ya las ocho de la noche no se votó, y se reservó para el jueves -siguiente, en el que se pronunció la sentencia, que relativamente es la -siguiente: «Hecha la relación acostumbrada de los excesos y delitos de -los reos, hallaron que eran de condenar, y condenaron, á que de la -prisión en que se hallaban saliesen con ropa talar y gorros negros, en -mulas enlutadas, á son de clarín y voz de pregonero que manifestase sus -delitos, por las calles públicas y acostumbradas; y llegados al suplicio -se les diese garrote poniendo el bastón y armas á la vista del público, -y verificada la ejecución se destrozasen y rompiesen por mano del -verdugo, separándoseles las manos derechas: que se fijasen dos en dos -escarpias donde habían cometido los homicidios, y la otra donde se halló -el robo, en la parte superior de la pared, todo con ejecución, sin -embargo de suplicación y de la calidad; y que el dinero depositado y -demás del robo se entregara á la parte de la archicofradía heredera, -como se ejecutó, y esta sentencia fué dada, presente el señor fiscal.» -De la que dada parte á S. E. á las doce de este día, en su consecuencia -pasó el escribano Lucero á la primera pieza del entresuelo de la cárcel, -y haciéndolos traer á su presencia se las hizo saber y notificó: quienes -postrados de rodillas la obedecieron conformes, y asistidos de los -padres fernandinos y del rector de las cárceles Br. D. Agustín -Montejano, pasaron á la capilla, quien les hizo las mayores -exhortaciones de consuelo y conformidad, y postrados ante el altar -hicieron una deprecación la más tierna y lastimosa, de donde tomaron sus -respectivos lugares, que abrigaron con biombos. - -En estos tres días se dispuso el cadalzo ó tablado, en medio de la plaza -principal del real palacio y la de la cárcel, con el alto de más de tres -varas, diez de largo y cinco de ancho, todo entapizado y guarnecido de -bayetas negras, hasta el piso y palos. - -El día sábado, 7 de Noviembre, entró el teniente de corte y demás -ministros de justicia, y tras ellos los hermanos de la caridad, quien -les dijo: Ya es, hermanos, la hora de ver á Dios; y levantándose se -arrodillaron delante del altar, y auxiliados á gritos pidieron -misericordia, haciendo muchos actos de cristiandad, y puéstoles los -hermanos las ropas fueron acompañados de muchas personas eclesiásticas y -condecoradas, y trepa, por las calles acostumbradas, hasta el suplicio: -subiendo primero Quintero, como capitán de ellos, se colocó en el palo -de en medio, Aldama en el derecho y Blanco al izquierdo. Se quebraron -las armas y bastón, cuya ejecución se concluyó á la una de la tarde, -durando á la vista por orden superior hasta las cinco que se pasaron á -la real cárcel, y separadas las manos derechas se fijaron como se mandó, -las que se quitaron el jueves 17 del mismo año, y con los hábitos de San -Fernando se amortajaron y depositaron en la capilla de los Talabarteros, -hasta el siguiente domingo que los hermanos de la Santa Veracruz en su -parroquia hicieron un decente entierro con misa de cuerpo presente, que -cantaron los fernandinos, y costó doscientos veintisiete pesos. - -Este fué todo el infeliz suceso de los desgraciados agresores de Dongo y -su familia. - -_Per misericordiam Dei, requiescant in pace. Amén._ - - * * * * * - -Al concluir este artículo debemos llamar la atención de nuestros -lectores. El crimen que se ha referido fué, como se vé, cometido por -tres españoles, de una condición y clase no común. En ochenta años que -van transcurridos no se ha vuelto á perpetrar en la capital otro -atentado tan atroz de que sea víctima una familia entera. Esto da una -idea del carácter de las gentes que habitan la capital, entre las que no -podemos negar que haya algunas de costumbres bien depravadas; y -demuestra también que la civilización, aunque lentamente, adelanta entre -nosotros, y esto lo prueban bastante las narraciones históricas que -llevamos publicadas. - -_Manuel Payno._ - - - - -EL LICENCIADO VERDAD - -..................¿Y enmudece - aquella lengua que en el ancho foro - defendió la verdad........................... - - (NAVARRETE.--Elegía en honor - del Lic. Verdad.) - - -I - -El aliento de fuego de la revolución francesa había hecho brotar á -Napoleón. - -Pero si las revoluciones son como Saturno, que devoran á sus propios -hijos, también es cierto que aquellas madres encuentran siempre un hijo -que los sofoque entre sus brazos. - -Llegó un tiempo en que Napoleón hizo desaparecer las grandes conquistas -de la revolución: la República se tornó en imperio, el pueblo volvió á -gemir bajo el despotismo, una nobleza improvisada, la nobleza del sable, -vino á substituir á la aristocracia de la raza, y de allí de donde los -pueblos esperaban el rayo de luz que alumbrara su camino, salieron -torrentes de bayonetas que llevaron hasta Egipto la conquista y la -desolación; Bonaparte se constituyó árbitro de la suerte de las -naciones: sin llevar en sus banderas más que orgullo, sacrificó millones -de hombres á su ambición, la Francia perdió á sus hijos más valientes, -su tesoro quedó exhausto, y un cometa de sangre se elevó sobre el -horizonte de la política europea. - -Los reyes temblaban ante el enojo del nuevo César, y palidecían cuando -volvía el rostro hacia sus dominios. - -Llegó por fin su turno á la España. Débil y cobarde Fernando VII, -conspiró contra su mismo padre, é imploró como un favor inmenso la -protección de Bonaparte. - -Los franceses invadieron completamente la España, y de debilidad en -debilidad Fernando, acabó por abdicar el trono de sus abuelos, y -Napoleón colocó sobre él á su hermano José Bonaparte. - -Pero el pueblo español, abandonado por su rey, traicionado por muchos de -sus principales magnates, sorprendido casi en su sueño por los ejércitos -franceses que habían penetrado hasta el corazón del país, merced á la -ineptitud ó á la cobardía de sus gobernantes, comprendió que le habían -vendido; el león que dormía lanzó un rugido; se estremeció y oyó sonar -sus cadenas; entonces vino la insurrección. - -Los jefes se improvisaban, brotaron soldados de las montañas y de las -llanuras, una chispa se convirtió en incendio, el viento del -patriotismo sopló la hoguera, y la nación toda fué un campo de batalla. - -Santo, divino espectáculo el de un pueblo que lucha por su -independencia: cada hombre es un héroe, cada corazón es un santuario, -cada combate es una epopeya, cada patíbulo un apoteosis. - -Aquella historia es un poema, necesita un Homero; todos los hombres de -corazón pueden comprenderla, sólo los ángeles podrían cantarla. - -La sangre de los mártires fecundiza la tierra; el que muere por su -patria es un _escogido_ de la humanidad, su memoria es un faro, perece -como hombre y vive como ejemplo. - -La grandeza de una causa se mide por el número de sus mártires; sólo las -causas nobles, grandes, santas, tienen mártires; las demás sólo cuentan -con sacrificios vulgares, sólo presentan uno de tantos modos de perder -la existencia. - -España luchaba, luchaba como lucha un pueblo que comprende sus derechos, -como lucha un pueblo patriota. - -Los hombres salían al combate, las mujeres y los ancianos y los niños -fabricaban el parque y cultivaban los campos. - -El ejército francés era numeroso, bien disciplinado, tenía magnífico -armamento, soberbia artillería, abundantes trenes, y además brillantes -tradiciones de gloria. - -Y sin embargo, las guerrillas españolas atacaban y vencían, porque el -patriotismo hace milagros. - -Entonces comenzó á organizarse la insurrección, y se formaron en España -las juntas provinciales. - - -II - -Las noticias de los acontecimientos de la metrópoli llegaron á la -colonia, y los mexicanos, indignados, olvidaron por un momento su -esclavitud para pensar en la suerte de España y en la injusta opresión -de Bonaparte. - -Hay momentos supremos para los pueblos generosos, en que el texto de su -derecho internacional es el evangelio, y olvidando las reglas de la -diplomacia y los sentimientos de conveniencia, sienten la gran -confraternidad de las naciones, olvidan sus rencores, y brota -colectivamente en las masas una especie de caridad, de pueblo á pueblo, -de nación á nación. - -El duque de Berg, Lugarteniente de Napoleón, comunicó sus órdenes al -virrey de México que lo era entonces Don José de Iturrigaray, teniente -general de los ejércitos españoles; pero el virrey no se atrevió á -acatar aquellas órdenes ni á desobedecerlas abiertamente; quiso -consultar, quiso saber si contaba con algún apoyo, y citó á la -audiencia para tratar sobre esto con los oidores. - -Reunióse en efecto el acuerdo. El virrey les hizo presente el motivo con -que los había citado, y aquellos hombres palidecieron como si vieran á -la muerte sobre sus cabezas, y apenas se atrevieron á dar su opinión. - -Entonces el virrey tomó la palabra, y con un acento conmovido, protestó -que antes perdería la existencia que obedecer las órdenes de un gobierno -usurpador; que aun podía ponerse á la cabeza de un ejército, y combatir -por la independencia y el honor de su patria. Los oidores se retiraron -avergonzados y cabizbajos. - -La Audiencia aborrecía al virrey y le hacía una guerra sorda, y sin -embargo, en aquél momento le había tenido que contemplar con respeto. - -Ellos eran el vulgo delante del héroe; sólo el patriotismo pudo haber -dado al indigno Fernando VII, vasallos y capitanes como los que pelearon -en España y los que gobernaron sus colonias. - -La noticia de estas ocurrencias se difundió bien pronto por la ciudad, y -el Ayuntamiento quiso también tomar y tomó parte en la cuestión. - -En el año de 1701 la monarquía española cambió de dueño; el fanático -Carlos II legó los extensos dominios que conquistaran y gobernaran sus -abuelos á la casa de Anjou, y Felipe V se sentó sobre el trono del -vencedor de Francisco I. - -Aquél cambio de dinastía se verificó sin que las colonias españolas de -la América hubieran dado la menor muestra de disgusto; un rey al morir -dejaba á un extraño pueblos y naciones por herencia, como un particular -lega un rebaño ó una heredad, porque sus súbditos eran cosas; pero esto -acontecía en 1701. - -La abdicación de Fernando VII y la usurpación de Bonaparte se sabían en -México en 1808, es decir, entrado ya el siglo XIX. - -Los nietos conocían mejor sus derechos que los abuelos; México protestó -contra la usurpación: México era colonia, por eso aborrecía las -conquistas; los mexicanos eran víctimas, por eso detestaban á los -verdugos. - -Una tarde, el Ayuntamiento de México, en cuerpo, presidido de las masas -de la ciudad, se presentó en palacio, las guardias batían marcha, la -muchedumbre se agrupaba en derredor de los regidores, el virrey salió al -encuentro de la corporación, y el alcalde puso en manos de Iturrigaray -una representación. - -En aquella representación el Ayuntamiento, á nombre de la colonia, pedía -la formación de un gobierno provisional; el virrey la leyó con agrado y -la pasó en consulta á la Audiencia. - -El Ayuntamiento se retiró en medio de las ovaciones del pueblo, que -tenía ya noticia de lo que acontecía. - -Esto pasaba en el mes de Julio de 1808. - - -III - -La Audiencia de México, compuesta en aquella época de hombres tímidos, -intrigantes y que debían sin duda el puesto que ocupaban más al -favoritismo que á sus propios méritos, no podía estar á la altura de su -situación. - -Los oidores, hombres vulgares que no pasaban de ser, cuando más, viejos -abogados llenos de orgullo y obstinación, no pudieron comprender ni la -lealtad del virrey, ni el arranque de generosidad del Ayuntamiento de -México, ni el esfuerzo patriótico de los españoles. - -La medida propuesta por los regidores pareció, pues, al acuerdo muy -avanzada, y vista á la luz de ese miedo que las almas pequeñas llaman -prudencia, mereció la desaprobación de todos los oidores. - -En los momentos supremos de la crisis de un pueblo, fiar el consejo ó la -ejecución de las grandes medidas á hombres de poco corazón ó de mediana -inteligencia, es comprometer el éxito, buscar en la inercia el -principio de actividad, pedir arrojo al que sólo piensa en precaución. - -El virrey Iturrigaray y el Ayuntamiento chocaron con la Audiencia; el -virrey quiso renunciar el gobierno, y lo renunció en efecto, -proponiéndose pasar á España á prestar sus servicios; pero este paso fué -desaprobado por sus amigos y por el Ayuntamiento, y no insistió más. - -El 26 de Julio la barca _Esperanza_ trajo la noticia de que toda la -España se había levantado contra la dominación francesa, proclamando la -independencia, y esta noticia se recibió en México como el más plausible -de los acontecimientos. - -Salvas de artillería, músicas, cohetes, repiques, paseos, todo anunciaba -el gozo de la colonia, porque en México se aplaudía instintivamente el -esfuerzo de un pueblo que buscaba su salvación, porque toda tiranía -tiene siempre, tarde ó temprano, una reacción de libertad, porque -aquella lucha era ya la alborada del día de la independencia de los -mexicanos. - -El Ayuntamiento instaba por la formación de un gobierno provisional, y -el virrey, mirando la resistencia de los oidores, citó una gran junta, á -la que debían concurrir la Audiencia, el Ayuntamiento, los inquisidores, -el arzobispo, y en fin, todas las personas notables de la ciudad. - -El 9 de Agosto se celebró por fin esta célebre sesión, á la que -concurrió la Audiencia, no sin haber protestado antes secretamente, que -sólo asistía para evitar disgustos con el virrey. - -Iturrigaray presidía la reunión, y con tal carácter invitó al síndico -del Ayuntamiento, Licenciado Don Francisco Primo Verdad y Ramos, para -que usase de la palabra acerca del asunto para el que habían sido -llamados. - -Verdad era un abogado insigne en el foro mexicano, dotado de una gran -elocuencia y de un extraordinario valor civil. Habló, habló, pero con -todo el fuego de un republicano; habló de patria, de libertad, de -independencia, y por último, proclamó allí mismo, delante del virrey y -del arzobispo y de la Audiencia, y de los inquisidores, el dogma de la -soberanía popular. - -Aquella fué la primera vez que se escuchó, en reunión semejante, la voz -de un mexicano llamando soberano al pueblo. - -El escándalo que esto produjo fué espantoso, el inquisidor Don Bernardo -del Prado y Ovejero no pudo contenerse, y se levantó anatematizando las -ideas de Verdad; el arzobispo se declaró enfermo y pretendió retirarse. - -El velo del templo se había roto, la luz había brotado por la primera -vez en la colonia; después de tres siglos de obscuridad, la estátua se -animaba, pero el suplicio debía seguir al reto audaz del nuevo Prometeo; -los tiranos no perdonan nunca. - - -IV - -El único resultado aparente de la primera junta, fué jurar á Fernando -VII como monarca legítimo de España é Indias. - -Poco tiempo después, el 30 de Agosto, se presentaron en México el -brigadier de marina Don Juan Jabat y el coronel Don Tomás de Jáuregui, -hermano de la mujer del virrey, comisionados ambos por la junta de -Sevilla, para exigir del virrey de México que reconociese la soberanía -de esa junta y pusiese á su disposición el tesoro de la colonia. - -Reunióse con este motivo una segunda junta, y allí los comisionados -presentaron sus despachos y sus autorizaciones que se extendían hasta -aprehender al virrey en caso de que se negase á obedecer. - -Las discusiones fueron acaloradas, la sesión se prolongó por muchas -horas, y por fin llegó á resolverse definitivamente que no se reconocía -á la junta de Sevilla. - -Llegaron pliegos de la junta de Oviedo, conteniendo la misma pretensión; -volvió el virrey á citar otra junta, leyólos en ella y agregó, que -España estaba en la más completa anarquía, y que su opinión era no -obedecer á ninguna de aquellas juntas. - -Siguióse aún otra junta, tan acalorada como las anteriores, y el virrey -insistía siempre en renunciar, á lo que se oponía con tenacidad el -Ayuntamiento, y sobre todos el Lic. Verdad. - -En fin, Iturrigaray se decidió á formar en México una junta y un -gobierno provisional, á imitación de los de España; llegaron á expedirse -las circulares á los ayuntamientos, y la villa de Jalapa nombró sus dos -comisionados que se presentaron en la capital. - -Los oidores no estaban conformes con esa resolución; pretendían -indudablemente deshacerse del virrey con el objeto de que la Audiencia -entrase á gobernar, y como en aquellos días el rey no podía nombrar otro -virrey en lugar de Iturrigaray, y las juntas españolas no eran -reconocidas en México, el poder quedaría durante largo tiempo en manos -de la Audiencia. - -Los oidores Aguirre y Batani eran el alma de esta conjuración; casi -todas las noches se reunían á conspirar los de la Audiencia y sus -amigos; el fiscal Borbón adulaba al virrey en su presencia, y conspiraba -con tanto ardor como los demás; Iturrigaray estaba sobre un volcán. - -El Ayuntamiento era partidario del virrey, porque el virrey sostenía la -buena causa; pero el Ayuntamiento de México no pudo ó no quiso apoyar á -Iturrigaray, y se abandonó, sin conocer que en medio de las tinieblas -conspiraba la Audiencia, y que el virrey debía arrastrar en su caída á -los regidores. - -Los comisionados de la junta de Sevilla trabajaban también contra el -virrey; Jáuregui, á pesar de ser su cuñado, y Jabat porque era enemigo -personal de Iturrigaray desde que éste vivía en España. - -La suerte favoreció en su empresa á los conspiradores. - - -V - -El odio de los oidores al virrey no conoció límites; habían jurado -perderle, y lo cumplieron. - -El 15 de Septiembre en la tarde salía Iturrigaray á paseo, y al bajar -las escaleras de palacio, una mujer del pueblo se arrojó á sus pies. - ---En nombre del cielo, lea V. E. ese papel--le dijo presentándole una -carta. - ---¿Qué pides, hija mía?--preguntóle bondadosamente el virrey. - ---Nada para mí, sólo que V. E. lea con cuidado ese papel. - -La mujer se levanto y se alejó precipitadamente. El virrey, pensativo, -montó en su carroza. - -Tenía Iturrigaray la costumbre de ir todas las tardes á pescar con caña -en las albercas de Chapultepec; así es que apenas entró en su carroza, -los caballos partieron en aquella dirección y el cochero no esperó orden -ninguna. - -Durante el camino, Iturrigaray leyó la carta que la mujer le había -entregado; era la denuncia de una conspiración que debía estallar -aquella noche. - -El virrey sonrió con desdén, guardó la carta y no volvió á pensar más en -ella. - -Sin embargo, no era porque no creyese que conspiraban contra él, sino -porque esperaba los regimientos de Jalapa, de Celaya y de Nueva-Galicia, -con los cuales contaba para sofocar cualquiera rebelión. - -Pero la Audiencia se había adelantado. Don Gabriel Yermo, rico -hacendado, se prestó á servir á los oidores en su complot, é hizo venir -de sus haciendas un gran número de sirvientes armados. - -Con este auxilio, y contando con el jefe de la artillería Don Luis -Granados, que tenía su cuartel en San Pedro y San Pablo, determinaron -dar el golpe. - -El día 15 de Septiembre de 1808 los conjurados fueron al palacio del -arzobispo, y allí el prelado los exhortó y los bendijo para que salieran -airosos del lance. - -Arrojáronse entonces los conjurados sobre palacio, que tomaron sin -dificultad de ninguna especie, porque además de que contaban ya con el -oficial de la guardia, habían, por más precaución, hecho entrar allí -desde la tarde á ochenta artilleros. - -Llegaron, pues, hasta la alcoba de Iturrigaray, que dormía -tranquilamente y que despertó rodeado de sus enemigos, que le intimaron -darse á prisión. - -El virrey no opuso resistencia; los sublevados se apoderaron de su -persona, lo hicieron entrar en un coche, en el que iban el alcalde de -corte Don Juan Collado y el canónigo Don Francisco Jaravo, y le -condujeron á la Inquisición, á donde quedó preso en las habitaciones -mismas del inquisidor Prado y Ovejero. - -La virreyna, en compañía de sus dos hijos pequeños, fué conducida al -convento de San Bernardo, y los oidores, presididos por el arzobispo, se -reunieron al día siguiente muy temprano para comenzar su feliz gobierno. - -Así se consumó aquella revolución, que dió por resultado la prisión de -Don José de Iturrigaray y de su familia, y el secuestro de todos sus -papeles y bienes. - -Los individuos que formaban entonces la Audiencia y que fueron los -directores de la conspiración, eran: - -Regente: Catani.--Oidores: Carvajal, Aguirre, Calderón, Mesia, Bataller, -Villafaña, Mendieta.--Fiscales: Borbón, Zagarzurieta, Robledo. - - -VI - -La caída del virrey debía producir indudablemente la del Ayuntamiento, y -así sucedió. - -Casi al mismo tiempo que aprehendieron á Iturrigaray, redujeron á -prisión al Lic. Verdad, al Lic. Azcárate, al abad de Guadalupe Don -Francisco Cisneros, al mercedario Fr. Melchor de Talamantes, al Lic. -Cristo y al canónigo Beristain. - -Fr. Melchor de Talamantes fué conducido á San Juan de Ulúa, y allí en un -calabozo espiró, habiendo sido tratado con tanta crueldad que hasta -después de muerto se le quitaron los grillos. Azcárate estuvo á punto de -morir envenenado. - -Pero entre todos los presos ninguno tenía sobre sí el odio de la -Audiencia como el Lic. Verdad. - -Verdad se había atrevido á hablar de la _soberanía del pueblo_ delante -de los oidores, de los inquisidores y del arzobispo, y este era un -crimen imperdonable. - -En efecto, si se consideran las circunstancias en que esto aconteció, no -puede menos de confesarse que Verdad, con un valor del que hay pocos -ejemplos, lanzó el más tremendo reto á los partidarios del _derecho -divino_, hablando por primera vez en México de la soberanía del pueblo: -este sólo rasgo basta para inmortalizar á un hombre. - -El Lic. Verdad fué encerrado en las cárceles del arzobispado, y una -mañana, el día 4 de Octubre de 1808, se supo con espanto en México que -había muerto. - -¿Qué había pasado? nadie lo sabía; pero todos lo suponían, y Don Carlos -María de Bustamante, en el suplemento que escribió á los «Tres siglos de -México,» asegura que Verdad, amigo íntimo suyo, murió envenenado. - -Bustamante refiere que él fué en la mañana del mismo día 4 y encontró á -Verdad muerto en su lecho. - -Pero indudablemente Bustamante se engañó: he aquí el fundamento que -tengo para decir esto. - -Cuando en virtud de las leves de Reforma el palacio del arzobispo pasó -al dominio de la nación, de la parte del edificio que correspondía á las -cárceles se hicieron casas particulares, una de las cuales es la que hoy -habita como de su propiedad, uno de nuestros más distinguidos abogados, -Don Joaquín María Alcalde. - -El comedor de esta casa fué el calabozo en que murió Verdad, y cuando -por primera vez se abrió al público, yo ví en uno de los muros el -agujero de un gran clavo, y alderredor de él, un letrero que decía -sobre poco más ó menos: - -_Este es el agujero del clavo en que fué ahorcado el Lic. Verdad._ - -Y todavía en ese mismo muro se descubrían las señales que hizo con los -pies y con las uñas de las manos el desgraciado mártir, que luchaba con -las ansias de la agonía. - -Allí pasó en medio de la obscuridad una escena horriblemente -misteriosa--el crimen se perpetró entre las sombras y el silencio. - -Los verdugos callaron el secreto: Dios hizo que el tiempo viniese á -descubrirle. - -La historia encontró la huella de la verdad en unos renglones mal -trazados, y en un muro que guardó las señales de las últimas -convulsiones de la víctima. - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -HIDALGO - - -¿Quién era Hidalgo? ¿de dónde venía? ¿en dónde había nacido? ¿qué hizo -hasta el año de 1810? - -¿Qué nos importa? Quédese el estéril trabajo de averiguar todos esos -pormenores al historiador ó al biógrafo que pretendan enlazar la vida de -un heroe con ese vulgar tejido de las cosas comunes. - -Hidalgo es una ráfaga de luz en nuestra historia, y la luz no tiene más -origen que Dios. - -El rayo, antes de estallar, es nada; pero de esa nada brotó también el -mundo. - -Hidalgo no tiene más que esta descripción: Hidalgo era HIDALGO. - -Nació para el mundo y para la historia la noche del 15 de Septiembre de -1810. - -Pero en esa noche nació también un pueblo. - -El hombre y el pueblo fueron gemelos: no más que el hombre debía dar su -sangre para conservar la vida del pueblo. - -Y entonces el pueblo no preguntó al anciano sacerdote: ¿Quién eres? ¿de -dónde vienes? ¿cuál es tu raza? - ---«Sígueme»--gritó Hidalgo. - ---«Guía»--contestó el pueblo. - -El porvenir era negro como las sombras de la noche en un abismo. - -Encendióse la antorcha, y su rojiza luz reflejó sobre un mar de -bayonetas, y sobre ese mar de bayonetas flotaban el pendón de España y -el estandarte del Santo Oficio. - -Del otro lado estaba la libertad. - -El hombre anciano y el pueblo niño no vacilaron. - -Para atravesar aquel océano de peligros, al pueblo le bastaba tener fe y -constancia; tarde ó temprano su triunfo era seguro. - -El hombre necesitaba ser un héroe, casi un dios, su sacrificio era -inevitable. - -Sólo podía iniciar el pensamiento. En aquella empresa, la esperanza sólo -era una temeridad. - -Acometerla era el sublime suicidio del patriota. - -El hombre que tal hizo merece tener altares--los griegos le hubieran -colocado entre las constelaciones. - -Por eso entre nosotros Hidalgo simboliza la gloria y la virtud. - -La virtud ciñó su frente con la corona de plata de la vejez. - -La gloria le rodeó con su aureola de oro. - -Entonces la eternidad le recibió en sus brazos. - - * * * * * - -Hay proyectos inmensos, que por más que el hombre los madure al fuego de -la meditación, siempre brotan informes. - -Porque una inteligencia, una voluntad, un sólo corazón, no pueden -desarrollar ese pensamiento. - -Porque el iniciador arroja nada más el germen que debe fecundarse y -brotar y florecer en el cerebro y en el corazón de un pueblo entero. - -Porque aquel germen debe convertirse en un árbol gigantesco que necesita -para vivir de la savia que sólo una nación entera puede darle. - -Estas son las revoluciones. - -Germen que se desprende, con la palabra, de la inteligencia del -_escogido_. - -Arbol que cubre con sus ramas á cien generaciones, cuyas raíces están en -el pasado, cuya fronda crece siempre con el porvenir. - - * * * * * - -México había olvidado ya, que en un tiempo había sido nación -independiente; los hijos oían á sus padres hablar del rey de España, -como rey de los padres de sus padres. - -El hábito de la obediencia era perfecto. - -Dios había ungido á los reyes; ellos representaban al Altísimo sobre la -tierra; el _derecho divino_ era la base de diamante del trono; para -llegar á las puertas del cielo era preciso llevar el título de lealtad -en el vasallaje; los reyes no eran hombres, eran el eslabón entre Dios y -los pueblos; atentar contra los reyes, era atentar contra Dios, por eso -la majestad era sagrada. - -La obediencia era, pues, una parte de la religión. - -Pero la religión no se circunscribía entonces al consejo y á la amenaza; -no eran las penas de la vida futura ni los goces del cielo el premio ó -el castigo del pecador, no; entonces la Iglesia dejaba que Dios juzgase -y castigase más allá de la tumba, pero ella tenía sobre la tierra sus -tribunales. - -El Santo Oficio velaba por la religión, y la obediencia al rey era parte -de la religión. - -Leyes, costumbres, religión, todo estaba en favor de los reyes. - -¿Cómo romper de un sólo golpe aquella muralla de acero? - - * * * * * - -La historia de la Independencia de México puede representarse con tres -grandes figuras. - -Hidalgo, el héroe del arrojo y del valor. - -Morelos, el genio militar y político. - -Guerrero, el modelo de la constancia y la abnegación. - -Quizá ningún hombre haya acometido una empresa más grande con menos -elementos que Hidalgo. - -¡Ser el primero! ¡ser el primero y en una empresa de tanta magnitud y de -tanto peligro! - -Cuando un hombre se reconcentra en sí mismo, y cuando medita en todo lo -que quiere decir «ser el primero,» entonces es cuando comprende la suma -de valor y de abnegación que han necesitado poseer los grandes -«iniciadores» de las grandes ideas. - -Entonces, al sentir ese desconsolante calosfrío del pavor, que nace, no -más, ante la idea del peligro, entonces puede calcularse cuál sería este -peligro, entonces se mide la grandeza del espíritu de los héroes. - -Colón al pretender la unión de un nuevo mundo á la corona de España, -tenía la fe de la ciencia y el apoyo de dos monarcas.--Hidalgo al querer -la libertad de México, no contaba más que con la fe del patriotismo. - -Colón buscó la gloria, Hidalgo el patíbulo; el uno fió su ventura á las -encrespadas ondas de un mar desconocido; el otro se entregó á merced del -proceloso mar, de un pueblo para él también desconocido. - -Hidalgo comprendió que la religión fulminaría los rayos del anatema -contra su empresa; que el rey lanzaría sobre él sus batallones; que los -ricos y los nobles se unirían en su contra; que los plebeyos, -espantados, escandalizados, ignorantes, huirían de él; que el -confesonario se tornaría en oficina de policía; que el clero y la -inquisición no dormirían un solo instante; que la calumnia tronaría -contra él en las tribunas, en los púlpitos y en las cátedras; todo lo -comprendió, y sin embargo, en un rincón de Guanajuato, en el pueblo de -Dolores proclamó la independencia. - - * * * * * - -Dolores es, en la geografía, una pequeña ciudad del Estado de -Guanajuato. - -Dolores, en la historia, es la cuna de un pueblo. - -El pedernal de donde brotó la chispa que debía encender la hoguera. - -La roca herida por la vara del justo, de donde nació el torrente que -ahogó á la tiranía. - -Al pisar por la primera vez un mexicano aquella tierra de santos -recuerdos para la patria, siente latir con más violencia su corazón. - -Al llegar frente á la modesta casa que ocupaba el patriarca de la -independencia; al penetrar en aquellas habitaciones; al encontrarse en -la estancia, que en solitarios paseos midió tantas veces el respetable -anciano, se siente casi la necesidad de arrodillarse. - -Instintivamente los hombres se descubren allí con veneración, y alzan el -rostro como buscando el cielo, y las miradas se fijan en aquel techo, en -cuyas humildes vigas tuvo mil veces clavados sus ojos el virtuoso -sacerdote, mientras la idea de la esclavitud de su patria calcinaba su -cerebro. - -¡Cuántos días de congoja! ¡cuántas noches de insomnio! ¡cuántas horas de -tribulación! - -Aquellos muros guardaron el secreto del héroe, ahogaron los suspiros del -hombre, se estremecieron con el grito del caudillo. - -Aquella pobre casa, tan pequeña, podía contener en su recinto todo el -ejército de Hidalgo en la noche del 15 de Septiembre de 1810. Y sin -embargo, con sólo eso se iba á derribar un trono, á libertar un pueblo, -á fundar una nación. - -Hernán Cortés fué un gran capitán, porque con un puñado de valientes -conquistó el imperio de Moctezuma. - -Hidalgo, con un puñado también de valientes, proclamó la libertad de ese -mismo imperio, por eso fué un héroe. - -La superstición y la superioridad de las armas aseguraron el triunfo de -Cortés. - -El fanatismo y la superioridad de las armas anunciaron la derrota de -Hidalgo. - -Pero uno y otro triunfaron; Cortés plantó el pendón de Carlos V en el -palacio de Moctezuma. - -Hidalgo murió en la lucha, pero sus soldados arrancaron ese pendón, y -México fué libre. - - * * * * * - -Hidalgo pasó como un meteoro, y se hundió en la tumba, pero el fulgor -que esparció en su rápida carrera, no se extinguió.--Unas cuantas fechas -bastan para recordar esa historia cuyos pormenores viven en la memoria -de todos. - -Hidalgo proclamó la independencia el 15 de Septiembre, el 28 del mismo -mes entró vencedor en Guanajuato. Triunfó en las Cruces el 29 de -Octubre, y en Aculco el 7 de Noviembre. - -El 30 de Julio de 1811 moría en Chihuahua en un patíbulo. - -Para hablar de Hidalgo, para escribir su biografía, sería preciso -escribir la historia de la independencia. - -Débiles para tamaña carga, apenas podemos dedicarle un pequeño homenaje -de admiración y gratitud, y creeríamos ofender su memoria, si para -honrarle quisiéramos recordar, si fué buen rector de un colegio ó si -introdujo el cultivo de la morera. - - * * * * * - -Hidalgo es grande porque concibió un gran proyecto, porque acometió una -empresa gigantesca, porque luchó contra el fanatismo religioso que -apoyaba el supuesto derecho del rey de España, contra los hábitos -coloniales arraigados con el transcurso de tres siglos, contra el poder -de la metrópoli que podía poner millares de hombres sobre las armas. - -Hidalgo es héroe porque comprendió que su empresa se realizaría, pero -que él no vería nunca la tierra de promisión. - -Hidalgo será siempre en nuestra historia una de las más hermosas -figuras, y á medida que el tiempo nos vaya separando más y más de él, se -irá destacando más luminosa sobre el cielo de nuestra patria, y para -nosotros llegará un día un que su nombre sea una religión. - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -ALLENDE - - -I - -Un día, hace ya algunos años, caminaba yo por las montañas. Era la -estación de primavera; los campos habían vestido su verde ropaje, las -florecillas asomaban tímidas sus corolas por las grietas de las rocas. -Las unas eran rojas como el pudor de la mujer á los diez y seis años, -las otras moradas como la tristeza que se apodera del corazón en cierta -época fatal de la vida, las otras amarillas color de oro como la alegría -de la juventud. ¿Habéis visto los pajarillos volar de una roca á otra, -colgarse después de una rama, recoger, batiendo las alas, el alimento -que Dios derrama en las praderas para sus lindas criaturas? ¿Habéis -visto al insecto dorado besar amoroso á las flores y sacar su néctar y -llevarse su pólen......? Todo era fiesta y regocijo en la naturaleza. El -cielo azul, el campo con los ruidos misteriosos de la naturaleza, el -viento arrojando la delicia y la voluptuosidad con sus frescas alas en -medio de los rayos del sol, las montañas unas tras otras, altas, -azules, majestuosas, dejando ver en sus eternas cimas los pinos viejos y -añosos y los cedros tiernos y verdes; grandes y solitarias alamedas -plantadas por la mano de la naturaleza......... - -Repentinamente cambió todo este paisaje, y el camino, por una angosta -vereda, me condujo á una de esas mesas interminables de la Sierra Madre, -donde la vegetación es mezquina, donde las rocas asoman sus calvas -cabezas y donde las aves pasan rápidas en parvadas, porque su vista no -descubre ni árboles ni flores. El calor era cada vez más fuerte, los -rayos del sol de medio día reflejaban sobre las superficies blancas y -producían una especie de vértigo que entraba por los ojos y se respiraba -en la atmósfera abrasada. Ni un árbol, ni un animal, ni siquiera una -choza en aquella inmensa soledad que se perdía en el horizonte -tembloroso y lleno de vapores, que no alcanzaba á percibir la vista: era -el verdadero desierto de la Syria. - - -II - -¡Qué encanto! ¡qué sorpresa, qué sensación tan inesperada y tan -agradable! El desierto desaparece repentinamente, se trasforma, se hunde -á mis pies, y allá en una profundidad diviso una cosa maravillosa. Es un -jardín, y dentro de ese jardín una ciudad con altas cúpulas -resplandecientes, con casas encarnadas y blancas, con sus almenas -feudales y sus balconerías, con calles como si fueran sembradas entre -las peñas, y luego diviso los arroyos cristalinos que corren como cintas -plateadas, siento la deliciosa humedad, sube hasta mi rostro el perfume -de las flores, y se llenan mis pulmones de ese aire embalsamado y -vivificante que emana de los mejores amigos del hombre, de los hermosos -árboles que crió y cultiva con tanto primor la maravillosa mano del -Grande y Excelso Jardinero del mundo. - -Unos cuantos minutos más, y estoy ya dentro de San Miguel el Grande, -dentro de esa ciudad donde todo es amable, donde todo es bello, donde -son simpáticas hasta las pobres muchachuelas que con sus zagalejos -encarnados atraviesan las calles, cargadas con su verdura, con sus aves -ó con sus manojos de flores. - -San Miguel el Grande es en el interior lo que es Jalapa en la costa del -Golfo y lo que es Tepic en el mar del Sur. Ciudades que son al mismo -tiempo aldeas, pueblos, haciendas, jardines, todo á la vez, y participan -en ciertas ocasiones del bullicio y de la animación de la ciudad grande, -otras de la apacible quietud del pueblo pequeño, y siempre del aroma y -de la belleza de los jardines. - -San Miguel, además de su posición, de su hermosura y de su clima, es -todo él un libro abierto, un monumento histórico, un almanaque de los -sucesos de la Independencia. En Querétaro, en San Miguel y en Dolores -nació y se desarrolló todo el drama sangriento cuyo prólogo terminó en -los patíbulos de Chihuahua. - - -III - -Allende fué el mosquetero de la revolución. Comenzó batiéndose con la -espada y la pistola, y pocos días antes de morir todavía arrojó sus -balas á la frente de los jefes españoles. Los historiadores que lo -conocieron lo describen como un hombre alto, bien hecho, hermoso, -fuerte, ágil en el manejo de las armas, guapo y airoso disparándose en -su caballo contra los enemigos, resuelto y pronto en sus ataques, -excelente militar para su época y hombre de previsión. No siempre se -siguieron sus consejos y sus inspiraciones, y quizá por esto la guerra -de Independencia no terminó en el primer período en que hizo el mismo -empuje terrible que la pólvora que se prende encerrada en una mina. - -La idea de la Independencia y de la Libertad aparece depositada en el -cerebro de Allende mucho antes del año de 1810. ¿Fué el verdadero autor -de la idea, ó el colaborador de Hidalgo? Parece que lo primero es más -probable; pero la gloria reflejó de una manera más intensa en el anciano -de Dolores, mientras la muerte y la tumba fueron igualmente negras é -inexorables para los dos. - -Allende era hijo de ese pintoresco pueblo de San Miguel, de que he -hablado, y su familia y su posición social, tan distinguidas que llegó á -ser Capitán de dragones de la Reina. Sirvió en San Luis á las órdenes de -Calleja, y después en el célebre cantón de las Villas. - -En principios del año de 1810 ya se registran diversas historias y -tradiciones que comprueban que Allende, en unión de otros oficiales de -su cuerpo, habían pensado en la Independencia, y que de todo esto tenía -conocimiento Hidalgo. La conjuración se descubre, el intendente Riaño, -de Guanajuato, manda prender á todos los que según la denuncia estaban -comprometidos; pero Allende intercepta por una rara casualidad la orden, -manda ensillar sus caballos, y en medio de las sombras y saltando -peñascos y barrancas, corre veloz como el viento, llega á las doce de la -noche á Dolores, despierta á Hidalgo, hablan los dos un momento, se -deciden á arrojarse á lo desconocido de las aventuras, á lo lúgubre y -sangriento de la guerra; en una palabra, allí abren su sepulcro, labran -su ataúd, al saludar á la libertad dicen adiós á la vida, se despiden -de la bella naturaleza, y dan con cuatro ó cinco miserables del pueblo -el tremendo é histórico grito de Dolores, el 16 de Septiembre de 1810. -Hé aquí la Independencia, historia sencilla, rápida, magnífica, -sorprendente, inesperada como todas las grandes cosas. - - -IV - -Comenzaron esta obra terrible media docena de hombres. Los mexicanos -nunca han medido los acontecimientos, y una vez decididos, no han -conocido tampoco ni la magnitud de las dificultades, ni han podido ya -comprender ese triste fenómeno nervioso que se llama miedo. Se lanzan, -se arrojan á una aventura, sin temor de estrellar su frente contra ese -obstáculo de fierro que se llama lo imposible. - -De Dolores marcharon Hidalgo y Allende á San Miguel el Grande. Lo -primero que hicieron fué entrar á una iglesia y sacar el lábaro -alderredor del cual había de reunirse el pueblo oprimido y desheredado. -De San Miguel, la marcha fué á Celaya. Ya no eran seis los personajes, -sino sesenta mil. En momentos habían aumentado en una progresión decimal -asombrosa y nunca vista. - -Hidalgo era el generalísimo. Allende era su segundo; pero estas -distinciones poco importaban entre masas que no podían tener -organización. Eran masas, instrumentos, fuerzas depositadas durante -siglos, y empujadas por el huracán de la guerra. En vez de seguir á la -capital esta avalancha humana, retrocedió y se dirigió á Guanajuato. - -En el curso de este libro hemos referido historias bien trágicas; pero -la primera cosa verdaderamente terrible que se vió en Nueva España, fué -el choque del pueblo desbordado contra la autoridad secular. Es lo mismo -en la naturaleza: el río rompe el dique, el mar traga á las playas, el -huracán arrebata los árboles, el volcán hunde las ciudades bajo sus -lavas. La revolución arrebata á la autoridad y la destroza. Las fuerzas -todas de la naturaleza se parecen. El orden físico tiene una hermandad, -una alianza con el orden moral. - -Los seis hombres, multiplicados, centuplicados, fueron á romper con sus -pedazos de miembros, con sus cabezas erizadas por la rabia, con su -sangre derramada por mil heridas, las fuertes murallas del castillo de -Granaditas, colocado como un gigante fabuloso, como un cancerbero, á la -entrada de ese Guanajuato que encerraba tanta plata, tanto oro, tanta -pedrería acumulada por la paz y arrancada á las entrañas de la tierra -durante tres siglos. - -En la peregrinación á que nos referimos al escribir este artículo, -nuestros pasos fueron por todos los lugares donde había algún recuerdo. -Recogidos dentro de nosotros mismos, un árbol, la casa de una hacienda, -la barranca, la vereda ó la loma nos daban materia para pensar en todos -aquellos acontecimientos trágicos y extraños que precedieron á nuestra -existencia como nación independiente. Así, de rancho en hacienda, y de -hacienda en pueblo llegamos á Guanajuato, y no volviendo de pronto la -vista ni á las tahonas que molían el metal, ni á las minas profundas ni -á los tejos de plata que caminaban á la Casa de Moneda, nos detuvimos -delante del sangriento castillo de Granaditas. Con la historia en la -mano y con muchos testigos á nuestro lado que nos contaban las cosas -como si acabaran de pasar, escribimos entonces algunas líneas. No las -podemos hoy ni variar ni escribir de otra manera. Las trasladamos aqui -para que formen parte de esta gran colección, donde hemos resumido las -misteriosas lecciones y las tristes enseñanzas de la suerte de los -hombres y de los pueblos. - -No olvidemos que estamos el 28 de Septiembre de 1810, delante de -Guanajuato, en compañía de Hidalgo, de Allende, de Abasolo, Camargo, y -de la multitud que seguía este movimiento terrible de la Independencia. - - -V - -«Luego que cundió la noticia de la llegada del ejército insurgente, la -conmoción fué grande; aquellas calles angostas y pendientes de -Guanajuato se llenaron de gente que corría en todas direcciones, se -atropellaban y preguntaban, temerosos cuál sería la suerte de la -población. Muchos españoles que calcularon que las cosas no habían de -pasar muy bien, tomaron su resolución definitiva, y recogiendo parte de -sus intereses y poniendo en seguridad el resto, se marcharon de la -ciudad por los caminos no ocupados por las tropas insurgentes. Esta -emigración produjo una consternación difícil de pintar; pero fué forzoso -que quedaran los que no tenían posibilidad de huir, ó los que demasiado -entusiasmados por la causa del rey creían en la victoria. - -Por entonces el conflicto hubiera sido mucho mayor, si un hombre, -sobreponiéndose al peligro, y aun á sus opiniones privadas é íntimas, no -hubiera, con su actividad y sangre fría, asegurado medianamente á la -ciudad. Este era el intendente Riaño, y del cual es forzoso hablar dos -palabras. Riaño era uno de esos tipos raros, donde por una feliz -concurrencia de circunstancias están reunidas las cualidades más -brillantes, tanto físicas como morales. Hombre de instrucción, de -experiencia y de buen juicio, comprendía perfectamente que los pueblos, -como las familias, es forzoso que, trascurriendo un número dado de años -más ó menos corto, se emancipen y formen otra sociedad. Esta -reproducción continua, esta indispensable formación es la que ha creado -las naciones y ha dividido el mundo en pequeñas porciones. Así, pues, en -el fondo de su conciencia no sólo opinaba por la causa de la -Independencia, sino que calculaba que una vez encendido el fuego, sólo -se apagaría con los escombros y las ruinas del gobierno colonial; más -español y caballero, y leal ante todo, como esos soldados casi fabulosos -é increíbles que seguían á Gonzalo de Córdoba, en los momentos de -peligro acalló la voz de su corazón, y no escuchando más que el grito -del deber, que como primer funcionario público, le obligaba á defender -al gobierno, se preparó á una obstinada resistencia, calculando que el -resultado no podía ser otro sino sucumbir. Así sucedió: Riaño trazó el -plan para fortificar el fuerte de Granaditas, sin pensar que erigía su -sepulcro. Siempre es un dolor que el destino reserve un fin trágico á -esos hombres que, cualquiera que sea su creencia política, son un modelo -de honor y de virtudes. Mas volvamos á nuestra narración. - -Riaño, con una actividad increíble, mandó abrir fosos en las calles, -construir trincheras, animó á los moradores ya decaídos y abatidos, y -puso sobre las armas cuanta fuerza le fué posible. Ejecutadas estas -medidas, en las que empleó tres días y tres noches, sin dedicar ni una -sola al descanso, pasó revista á sus tropas y aguardó más tranquilo los -acontecimientos. Una circunstancia vino á alarmar al jefe y á los -propietarios. Pensaron, y racionalmente, que la fuerza era muy corta -para defender la ciudad, y que en este concepto las tropas insurgentes -se derramarían por algunas calles, entregándose á la matanza y al -saqueo. La cosa era urgente; así es que, después de un largo debate -entre los personajes de más categoría y Riaño, se decidió que los -caudales del gobierno y los de los particulares que quisieran, se -encerrarían en el fuerte de Granaditas, y allí la defensa se haría con -éxito. La medida no hubiera sido del todo mala, si Granaditas no se -hallara dominado por el cerro del Cuarto y otros edificios; pero como ya -no era posible más dilación, se adoptó la medida que va referida. -Inmediatamente comenzó á trasportarse dinero, plata y oro en pasta, -baúles de efectos preciosos, alhajas, ropa, y, en una palabra, cuanto -tenían de más valor y estima los riquísimos comerciantes, mineros y -propietarios de la ciudad. En los días 25 y 26 una cadena no -interrumpida de cargadores estuvo entrando al fuerte y depositando los -tesoros en las salas más cómodas y seguras del edificio. Esta tarea -concluída, ya que no había más tesoros que encerrar, se introdujo maíz y -otros víveres, y los dueños, con sus armas y municiones, entraron en el -edificio, cerraron con dobles cerrojos y con fuertes trancas las -puertas, y esperaron al enemigo. - -Este no se hizo aguardar. En cuanto al pueblo, no era difícil pensar lo -que haría, tanto más cuanto que también tenía un caudillo esforzado que -lo guiara. Este era un muchachillo de poco más de 21 años, pelo rubio, -ojos azules y fisonomía inteligente y picaresca. Había sido peón en las -minas, y después barretero; poseía, como toda esta gente ocupada en -recios y peligrosos trabajos, un grado de valor y de audacia casi -prodigiosos. Luego que el cura Hidalgo se aproximó á Guanajuato, el -atrevido muchacho salió á reconocer la clase y número de gente de que se -componía el ejército invasor, y con aquel instinto natural que muchas -veces excede á los cálculos de la ciencia y de la política, pensó que el -negocio iba á ser funesto á los guanajuatenses. En consecuencia, el -muchacho se dirigió á Mellado, allí tomó una tea, y descendiendo -rápidamente por aquellas lóbregas cavernas, comenzó á gritar «afuera, -muchachos; ya tenemos independencia y libertad». Los barreteros no -comprendían absolutamente el sentido de estas palabras; mas el muchacho -les añadió: «que una vez entrado el cura Hidalgo, como de facto entraría -vencedor en Guanajuato, los tesoros encerrados en Granaditas serían del -pueblo.» Desde aquel momento no hubo más que una voz: _afuera, -muchachos: á Granaditas_. Aquellos hombres, ya preparados á la furia y á -la matanza abandonaron sus trabajos, desoyeron la voz de los capataces y -salieron de las minas vociferando palabras de muerte y de exterminio. -Algunas bandadas de hombres se dirigieron al cerro del Cuarto, al de San -Miguel y á diversas alturas, y otros se desparramaron por las calles de -Guanajuato y cercanías de Granaditas, formando grupos silenciosos y -afectando una especie de indiferencia fría y terrible. Riaño, que había -contado con el auxilio de la plebe, miró con pavor estas masas de gentes -que lo amenazaban con su silencio, y se convenció que no tenía ya que -esperar más auxilio que el de Dios. - -El 28 se presentaron como comisionados de Hidalgo el coronel Camargo y -el teniente coronel Abasolo. En la trinchera de la calle de Belén fueron -detenidos, y habiendo manifestado el primero que deseaba entrar al -fuerte y hablar verbalmente á Riaño, se le vendaron los ojos y en esta -forma se le condujo hasta la sala, donde reunida una especie de junta de -guerra, se discutía lo que sería conveniente resolver. Abasolo no quiso -aguardar, y se retiró al campo insurgente. - ---¿Estáis en disposición de hablar, señor coronel? dijo Riaño á Camargo -con voz afable y serena; decid el objeto de vuestra comisión. - -Camargo sacó un pliego cerrado, y sin contestar palabra lo entregó á -Riaño; éste lo abrió, lo recorrió rápidamente con la vista, y luego, -volviéndose á los que componían la junta les dijo: - ---El cura Hidalgo me manifiesta que habiéndose pronunciado por la -libertad, un numeroso pueblo lo sigue...... - -Un rumor sordo circuló entre los circunstantes: Riaño, que lo advirtió, -prosiguió con calma: - ---Hidalgo quiere evitar la efusión de sangre, y nos amonesta para que -nos rindamos; garantizando nuestras vidas y propiedades: leed: - -El oficio se leyó en voz alta por un individuo; un silencio profundo -sucedió; ni el aleteo de una mosca se escuchaba, y si acaso sólo se oía -el ténue ruido que provenía del latido del corazón de aquellos hombres -cuyos rostros lívidos y descompuestos, cuyas miradas tristes y -descarriadas anunciaban que estaban poseídos de espanto y de pavor. - -Riaño, que notó estos sentimientos, continuó con voz tan tranquila y -dulce como si estuviera en una conversación familiar: - ---Mi deber como magistrado me ha obligado á tomar algunas medidas de -defensa; pero esto no quiere decir que Udes. deban sacrificarse á mis -ideas, á mis caprichos. El ejército de Hidalgo puede ser muy numeroso; -traerá sin duda artillería, y en este caso la resistencia es inútil, y -pereceremos...... - ---Es verdad, dijeron dos ó tres voces. - ---En ese caso vale más rendirse que no hacer una necia resistencia...... - -Hubo un silencio de algunos instantes, durante los cuales Riaño y -Camargo cambiaron una mirada de alegría, hasta que una voz ronca y firme -gritó: - ---No, nada de capitulación, nada: _vencer ó morir_. - ---Sí, _vencer ó morir_, clamaron también los demás, animándose -súbitamente...... - ---¿Conque estáis decididos? preguntó Riaño tristemente...... - ---Sí, enteramente...... - ---Entonces, como español y como jefe, veréis que sé cumplir con mi -deber. Una vez que sé vuestra opinión, no tendréis que quejaros de mí. -Al decir esto sentóse en una mesa y escribió la contestación negativa, y -levantándose la dió al coronel Camargo, sin que una sola facción de su -rastro se alterara; sin que su voz perdiera ni su firmeza ni su dulzura, -sin que una sola de sus miradas pudiese revelar lo que pasaba dentro de -aquel hombre que veía ya el sacrificio muy cercano. - ---¿No habrá ya medio de allanar estas cosas mejor? dijo Camargo. - ---Ninguno: esta gente no vuelve atrás, y yo no puedo tampoco hacerles -más instancias: dirían que soy un cobarde. Camargo fué llamado á -almorzar en compañía de Iriarte y de algunos otros españoles; cuando -hubo concluido se dirigió á Riaño: - ---Conque por fin......... - ---Está ya dada la respuesta, le dijo Riaño; pero añadid á Hidalgo, que á -pesar de la desgraciada posición en que nos encontramos, por la -diferencia de nuestras opiniones, le agradezco en mi corazón su amistad, -y acaso aceptaré más tarde su protección y asilo. - -Camargo y Riaño se estrecharon la mano; después vendaron los ojos al -primero y lo condujeron así hasta afuera de la trinchera. - ---Ahora, dijo Riaño con voz de trueno y mirando que todos permanecían en -la inacción, es menester defenderse; y pues no hay otro remedio, morir -como buenos españoles. Inmediatamente dió sus disposiciones y formó á -toda la tropa disciplinada en la plazoleta de la Alhóndiga; á los que -tenían mejores armas los colocó en las troneras del edificio, y otra -porción la destinó á la noria y azotea de la hacienda de Dolores que se -comunicaba con Granaditas y dominaba la calzada. - -En cuanto al ejército insurgente, luego que llegó Camargo con la -contestación negativa, un solo grito se dejó oír, y fué el de «mueran -los gachupines,» y aquella masa enorme de hombres armados con picas, -palos y machetes comenzó á moverse. Era una larga serpiente la que -retorciéndose por los cerros y por el camino se dirigía a Granaditas. A -la una del día ya la multitud había ocupado todas las alturas que -dominan á Guanajuato, y los sitiados podían oír los gritos de furor que -de vez en cuando lanzaban los enemigos, y ver las banderolas azules, -amarillas y encarnadas formadas con mascadas, y que eran los estandartes -á cuyo rededor se agrupaba todo el populacho. Los españoles de la -hacienda de Dolores dispararon algunos tiros y mataron á tres indios. -Esta sangre fué como la chispa que necesitaba esta inmensa cantidad de -combustible. Un clamor tremendo se escuchó, que fué reproduciéndose -desde las cercanías del fuerte hasta la vanguardia de los insurgentes, y -una lluvia de piedras cayó inmediatamente sobre los sitiados. - -El ejército se dividió en dos trozos: uno de ellos se dirigió al cerro -del Cuarto y á las azoteas y alturas vecinas, y otro al cerro de San -Miguel. Los grupos de barreteros que habían aguardado inmóviles y -silenciosos el principio de este sangriento festín, se levantaron como -impulsados por una máquina, y corrieron á reunirse con los insurgentes y -á hacer altísimas trincheras de piedras. Un trozo de caballería, se -dirigió a las prisiones, puso á los criminales en libertad, y -recorriendo las calles, rompiendo puertas y arrollando cuanto encontraba -á su paso, volvió finalmente, aumentado con mucha plebe, al lugar del -combate. A las dos de la tarde todo el pueblo de Guanajuato se había -hecho insurgente: los únicos realistas eran los que estaban en la -Alhóndiga. En cuanto á las gentes temerosas y pacíficas, se habían -encerrado en sus casas, asegurando las puertas con los colchones y -trastos, y esperaban, con la agonía en el corazón, el desenlace de este -horrible drama. - -Puede asegurarse que desde la conquista hasta hoy, el único movimiento -verdaderamente popular que ha habido en México, es el de Guanajuato. -Quiero que por un momento el lector se figure colocado en un punto -dominante de Guanajuato, y trasladándose con la imaginación al momento -en que estos sucesos pasaban, contemple aquellas masas enormes de gente, -gritando furiosas, conmoviéndose agitadas como las olas de un mar -tempestuoso, cayendo en un profundo y momentáneo silencio, para tronar -después de la explosión de las armas de fuego que disparaban los -enemigos, como las nubes que con el contacto eléctrico revientan -lanzando mil rayos........................................ - -En efecto, aquellas montañas se movían, aquellos edificios tenían voz, -de aquellas profundas grutas salían aullidos horribles, aquellas -calzadas parecían agitarse, levantarse y estrellarse contra el punto -defendido por los españoles. Eran los elementos, eran las materias -inertes las que se animaban; eran los peñascos los que pretendían -lanzarse solos en el aire y caer sobre los enemigos. Cualquiera que á -sangre fría hubiera visto estas escenas, habríase creído presa de un -vértigo, al contemplar una visión que tenía mucho de sobrenatural y de -fantástico...... A las dos de la tarde el ataque estaba en toda su -fuerza: las descargas de piedras no cesaban y contínuamente se veía en -el aire una nube de pequeños peñascos que caía en la azotea de -Granaditas, como si los cerros hubieran estado haciendo una erupción. En -cuanto á los sitiados, no recibían mucho daño físico, por estar á -cubierto en las troneras y bardas. De tiempo en tiempo se suspendía -instantáneamente la lucha, y sitiados y sitiadores guardaban un silencio -profundo: un casco de fierro de azogue hendía los aires y caía sobre la -multitud, que se apartaba, se postraba en tierra; después, cuando el -frasco relleno de pólvora reventaba y hacía un estrago espantoso, -rompiendo el cráneo y los brazos y piernas de los desgraciados que -estaban cerca, aquella masa infinita se oprimía, se lanzaba hasta las -trincheras, arrojando alaridos de venganza. En estos momentos, los -españoles, aterrorizados, no tenían fuerza ni para mover el gatillo de -sus fusiles. A poco, el ruidoso estruendo de la fusilería, los gritos y -algazara se aumentaban de una manera tal, que se oía en todo Guanajuato. -Riaño, entretanto, con la serenidad y sangre fría que le caracterizaban, -recorría los puntos de mayor peligro, animaba á los defensores del -fuerte, y hacía escuchar su voz de trueno para dar sus disposiciones: su -valor llegó al grado que, habiendo visto que un centinela había -abandonado el puesto y dejado el fusil, lo tomó y comenzó á hacer fuego. -Allí terminó la existencia de este leal español: una bala certera le -atravesó la frente, y cayó moribundo y cubierto de sangre. - -El cuerpo de Riaño fué conducido al interior del fuerte, y retirándose -también la tropa situada en la plazoleta, cerraron la puerta y la -atrincheraron cuanto fué posible. El hijo de Riaño estaba en el fuerte. -Luego que vió el cuerpo de su padre desfigurado y cubierto de sangre, se -arrojó á abrazarlo, lo regó con sus lágrimas y exhaló las más dolorosas -quejas, y luego, acometido de un furor inaudito, quiso esprimirse una -pistola en el cráneo. - ---¿Qué hacéis? le dijo uno: vale más que antes de morir venguéis á -vuestro padre. Cerca están los enemigos; id, la sangre y la matanza -calmarán vuestro dolor. - ---Decís bien, decís bien, contestó soltando la arma: necesito sangre, -necesito venganza. Al acabar estas palabras se dirigió á la azotea, -desde donde continuamente arrojaba frascos de azogue llenos de pólvora. - -El generalísimo Hidalgo miraba pasmado esta conmoción horrible del -pueblo, en que todas las pasiones hervían, ardientes é imponentes en los -corazones, y conocía que no podían concluirse estas escenas sino con la -toma del fuerte; así, dirigiéndose al leperillo vivaracho de que se ha -hablado al principio, le dijo: - ---Sería bueno quemar la puerta de la Alhóndiga, Pípila. - ---Ya se vé que sí, contestó el muchacho, dejando asomar una sonrisa en -sus labios. - ---Pues la patria necesita de tu valor....... - -Pípila, sin contestar una palabra, tomó una gran losa, y poniéndola en -sus espaldas cogió una tea en las manos, y así se fué acercando á la -puerta. Los espectadores contuvieron el resuello, y todos los ojos se -fijaron en el atrevido muchacho. En cuanto á los del fuerte, hicieron -caer una lluvia de balas sobre Pípila; pero todas se estrellaban en la -losa, de suerte que llegó á la puerta y arrimó la tea. - -En este momento una bandera blanca flotó en lo alto de las almenas, y -varias voces gritaron: «se han rendido; paz, paz»; pero algunos de los -que guarnecían la hacienda de Dolores, ignorando esto hicieron fuego. -Entonces un grito terrible de «traición» se hizo oír, y los insurgentes -se agolparon á la puerta, que ya incendiada, no tardó en arder y caer á -pedazos. - -Por en medio de las llamas y de los escombros se precipitó el pueblo con -puñales y hachas en la mano, y derramándose por patios, escaleras y -salones, comenzó á ejecutar una horrible matanza. Unos se defendían -obstinadamente; otros, abrazados de las rodillas de algunos sacerdotes, -pedían á Dios misericordia y sucumbían traspasados á puñaladas. Los que -guarnecían la hacienda de Dolores, viendo que los enemigos habían -destruído un puente de madera de la puerta falsa, se replegaron á la -noria, y allí se defendieron desesperadamente; pero acosados y oprimidos -por la multitud, tuvieron que sucumbir, arrojándose muchos en el pozo. - -A las cinco de la tarde un río de sangre corría por las escaleras y -patios de Granaditas, y uno que otro había escapado ocultándose debajo -de los cadáveres. En cuanto á las riquezas que había encerradas, fácil -es concebir lo que sucedería con ellas. En una hora desapareció el -inmenso caudal aglomerado durante muchos años por los propietarios de -Guanajuato. - -En la noche, toda esta multitud frenética se desbandó por las calles que -recorría con teas y puñales en la mano, saqueando las casas, sacando de -las tiendas los barriles de licores y entregándose á todo género de -excesos. - -Hidalgo y Allende tuvieron mucho trabajo para contener estos desórdenes -con que se anunció la Independencia de México. Como si el pueblo en -aquella vez hubiera tenido presentes los tiempos primeros de la -conquista, la matanza de Santiago y el asesinato de Guatimoc, se vengaba -de una manera inaudita.» - - -VI - -Hidalgo y Allende, después de permanecer en Guanajuato algunos días, -salieron para Valladolid y se posesionaron de la ciudad sin dificultad -ninguna. Allí aumentaron y organizaron su tropa tanto como fué posible, -y en el mes de Octubre todo ese grande ejército independiente, que en su -mayor parte se componía de indígenas mal armados, se dirigió á la -capital tomando el rumbo de Maravatío, la Jordana. Ixtlahuaca y Toluca. - -En México reinaba no sólo la consternación sino el terror. El virrey -Venegas creyó en su última hora; pero haciendo un esfuerzo, logró reunir -una división de tres mil hombres que puso al mando de D. Torcuato -Trujillo, el que salió al encuentro de los insurgentes; pero su número -sólo le agobiaba, y á medida que Hidalgo avanzaba, el jefe español -retrocedía, hasta que en el monte de las Cruces tomó posiciones que la -naturaleza hacía inexpugnables, y se resolvió á esperar. - -Fué en esta célebre batalla donde Allende mostró todo su valor personal. -Comenzó la acción por el encuentro y tiroteo de las caballerías, y á -poco fué ya haciéndose general en toda la montaña. Las masas -desorganizadas de indios, formando una algazara terrible, que recordaba -los días de la conquista, se arrojaban sobre las tropas españolas, y -eran destrozadas por la fusilería y la metralla. Las tropas de Trujillo -eran pocas, como hemos dicho, pero disciplinadas, resueltas y bien -situadas en alturas, y cubiertas con la misma fragosidad del terreno y -con los árboles y malezas del bosque. Sin embargo de esto, se repetían -las cargas confusas, y la muerte y la sangre no hacía más efecto sino -irritar y hacer más tenaz á la raza indígena. Era, á poco más ó menos, -el mismo ataque que sufría Cortés en los cuarteles de la ciudad de -México en 1521. Es un hecho bien averiguado que los indios de Hidalgo -llegaban hasta las baterías españolas y pretendían tapar con sus -sombreros de palma las bocas de los cañones. - -Allende, al recorrer los puntos de más peligro, tratando, aunque en -vano, de organizar el ataque y de reducirlo á las reglas de la táctica -española, observó que los enemigos habían enmascarado unas piezas de -artillería con unas ramas, de manera que las columnas que atacaban -llegaban hasta cierta distancia, y allí eran desbaratadas por la -metralla. - -En el instante, sin calcular el peligro ni los obstáculos, dice á los -que le rodean: - ---«Es menester quitar esas piezas, y la batalla será nuestra: seguidme:» - -Desata el lazo que llevaba en la grupa, pone las espuelas á su caballo, -y seguido de algunos rancheros corre sobre aquel horno de fuego que -cubría la verdura de los árboles. - -Se oye una detonación que reproducen los ecos de las montañas, y el -intrépido caballero y los que le seguían quedan envueltos en una nube -rojiza de humo. ¡Todo se ha perdido! - - -VII - -«¡Viva México!» grita Allende que había escapado de la metralla; y de un -salto llega á donde están las piezas, les tira el lazo, y lo mismo hacen -los rancheros; amarran á la cabeza de la silla, ponen la espuela á los -caballos y se llevan la artillería, dejando á los soldados españoles -atónitos, con la mecha, el estopín y las balas en la mano. - -La batalla se gana completamente; todos los oficiales y soldados -españoles quedan tendidos en el campo, y Trujillo, merced á su caballo, -se escapa y se presenta como una fantasma sangrienta á anunciar la -catástrofe al virrey. - -Allende da la orden de marchar inmediatamente á la capital; Hidalgo se -opone, los dos caudillos se disgustan, y el ejército victorioso se -retira en desorden, en las mismas puertas de México. Era necesario nueva -sangre y nuevas victorias para que se consumara la obra y el sacrificio -de los caudillos, para que quedase santificada con su propia sangre. Las -naciones necesitan su bautismo antes de recibir su nombre social. - -El ejército se retiró y fué á estrellarse en una desgracia, Aculco, y á -desbaratarse en una fatalidad, Calderón. - -Los dos caudillos disgustados, porque la desgracia hace á los hombres -injustos y enemigos, lucharon algunos días más. Allende fué todavía -favorecido por la victoria derrotando en el Puerto del Carnero al -comandante español; pero la desorganización había ya destruido la fuerza -de los independientes. El huracán que comenzó á soplar en Dolores y se -desató terrible en Guanajuato y las Cruces, comenzaba á perder su -fuerza. - -Los jefes resolvieron, con los restos del ejército y el dinero que -pudieron reunir, marchar á los Estados Unidos, y allí disciplinar sus -tropas, disponer la campaña y volver de nuevo á recoger seguros -laureles, terminando la obra difícil que habían comenzado. - -Lo que llamamos suerte, y que no son más que los acontecimientos negros -y desconocidos que vienen de un caos profundo, dispuso las cosas de otra -manera. - - -VIII - -Hemos comenzado nuestra historia en el pequeño verjel de San Miguel, que -después tomó el nombre de _Allende_, y vamos á terminarla al cabo de -seis meses en un lugar triste, solitario y desierto. En Acatita de -Baján. - -Los independientes caminaban lentamente en dirección á la frontera del -Norte. Llevaban cerca de medio millón de pesos en dinero y plata -labrada, recuas de mulas con equipajes, catorce coches, veinticuatro -cañones y cosa de ochocientos hombres repartidos en una grande extensión -de terreno, escoltando las cargas y los carruajes. Ningún antecedente -tenían de que serían atacados, y antes creían que serían escoltados por -tropas insurgentes hasta Monclova. - -El capitán español, Ignacio Elizondo, con 450 hombres formó una -emboscada con tan buen cálculo, que fueron sucesivamente cayendo en su -poder cuantos componían la comitiva. - -Allende, su hijo, Arias y Jiménez, iban en un coche. Fatigados con el -calor y con el camino, medio dormitaban cuando escucharon un grito: -_Ríndanse al Rey_. Allende, bravo y denodado, abrió la portezuela, saltó -á tierra, amartilló su pistola é hizo fuego al oficial español que -estaba más cerca. Su hijo lo siguió, y tras él Jiménez. Elizondo disparó -su pistola sobre Allende y gritó «fuego» á la tropa que lo seguía: una -nube de balas vino á romper los vidrios y las maderas del carruaje. El -hijo de Allende cayó herido entre las ruedas, y Arias, que asomaba la -cabeza, quedó fusilado en el mismo respaldo del carruaje; la tropa se -echó encima con espada en mano, y los que quedaron vivos fueron -maniatados y entregados á la rigurosa custodia de un oficial. Así que -Elizondo terminó la captura de toda la comitiva, se encaminó con ella á -Monclova. - -De este lugar se condujeron los presos á Chihuahua, y allí fueron -juzgados y fusilados. Se cortaron las cabezas de Hidalgo, Allende, -Aldama y Jiménez, y conducidas á Guanajuato fueron colocadas en unas -jaulas de fierro en los ángulos del sangriento castillo de Granaditas. - -_Manuel Payno._ - - - - -EL PADRE MATAMOROS - - -I - -En el Sur del rico y hermoso Estado de Michoacán, y al pie de un -anfiteatro irregular, formado por las montañas, está situada la hacienda -de Puruarán. - -Allí la vegetación es espléndida: anchos y dilatados valles cubiertos de -caña; gigantescas _parotas_, _zirandas_ que nacen y crecen al lado de -las palmeras y que enlazan en ellas sus nudosos troncos semejantes á los -nervudos brazos de un gladiador, y que terminan por ahogarlas y -levantarlas, desarraigándolas de la tierra; copados _tamarindos_ entre -cuyas ramas habitan numerosas tribus de aves canoras; voluptuosos -_plátanos_ cuyas hojas de raso ondulan crugiendo con el aura de la -tarde, y entretejiéndose por todas partes las lianas, que forman -caprichosos columpios, cubiertos de flores y de verdura. - -Allí los arroyos cruzan entre alfombras de verdura, ó se desprenden -sobre peñascos tapizados de musgo, y cuando soplan las brisas, todo -tiene un murmullo, un suspiro, un rumor, árboles, lianas, llores, -arroyos, cascadas. - -Y sobre este paisaje encantador un cielo purísimo, con ese azul sereno -que cantan los poetas, y que los pintores fingen en sus cuadros de -gloria. - -El sol ardiente de la zona tórrida arroja sobre aquella exuberante -naturaleza torrentes de fuego y de luz, y todo germina y todo se -vivifica, y cada hoja cubre un insecto, y cada peña oculta un reptil, y -cada rama guarda un nido, y cada gruta guarece un ser animado. - -De aquellos bosques, durante el día sale un concierto, y cuando la noche -tiende sus negras sombras, reina por un instante el silencio, y luego -los cantores del día desaparecen, el bosque se ilumina de nuevo, ya no -con la luz del sol, sino con la fantástica de millones de insertos -luminosos que suben y bajan, y cruzan y giran en continuo movimiento, y -entonces en aquella misma selva, nuevos cantores con distintas armonías, -dulces como las del día, pero más melancólicas y misteriosas, levantan -un himno. - -Allí la naturaleza canta á Dios eternamente. - -En medio de este paisaje está Puruarán, rica hacienda de caña. - -La entrada de la casa habitación y de las oficinas de la hacienda mira -hacia el Norte. - -Por el frente de la hacienda pasa el agua sobre un elevado acueducto -sostenido por garbosos arcos. - -Al pie del acueducto y á los lados de la casa, se miran las habitaciones -de los trabajadores y dependientes, casi todas formadas de adobe con -humildes techos de paja. - - -II - -Era el 5 de Enero de 1814. - -El ejército independiente, derrotado en las inmediaciones de Valladolid, -se había retirado al Sur y estaba en la hacienda de Puruarán. - -Aquel ejército que había dado tantas pruebas de valor y de heroicidad, -que había recorrido triunfante por casi toda la Nueva España, estaba en -aquellos momentos desmoralizado, falto de armas, de parque y casi sin -esperanzas de resistir el inevitable empuje de las tropas realistas. - -El ilustre Morelos, jefe de aquel ejército, fué obligado por los demás -generales á retirarse de Puruarán, según dicen algunos historiadores, y -los independientes quedaron allí á las órdenes del padre Matamoros.--Las -tropas realistas emprendieron, como era natural, su movimiento sobre -los insurgentes, y el día 5 de Enero llegaron á Puruarán y atacaron. - -La victoria no se hizo esperar, y los jefes realistas Llano é Iturbide -se apoderaron de la casa de la hacienda y de las oficinas á donde se -habían hecho fuertes los independientes. - -Después del combate, los soldados del rey comenzaron á explorar los -alrededores con el objeto de aprehender á los insurgentes que habían -logrado salvarse; y en una de las pequeñas habitaciones de los -sirvientes de la hacienda, fué hallado el jefe de los insurgentes, el -general Matamoros, que encontrándose solo, á pie y rodeado de enemigos, -había buscado allí un refugio. - -Según se dice fué entregado por un oficial de los mismos suyos y hecho -prisionero por el soldado Eusebio Rodríguez, al cual se le dió como -premio de este servicio la cantidad de doscientos pesos. - -Matamoros fué conducido inmediatamente á Valladolid. - - -III - -Don Mariano Matamoros, en el año de 1810, cuando Hidalgo proclamó la -independencia de México, era cura de Jantetelco. - -En 1811 se presentó al Sr. Morelos en Izúcar, y desde esa fecha militó á -su lado hasta la desgraciada batalla de Puruarán. - -Matamoros es llamado por la mayor parte de los historiadores «el más -valiente de los insurgentes.» - -En el famoso sitio de Cuautla, Matamoros, por orden de Morelos, se puso -al frente de una fuerza de caballería y logró romper las líneas -enemigas. - -Matamoros se inmortalizó con la célebre batalla de San Agustín del -Palmar, en cuya acción no sólo dió muestras de su valor y genio militar, -sino que además probó, como él mismo lo dice en su parte al Sr. Morelos, -que los independientes no se habían lanzado á la guerra con el objeto de -robar. - -El convoy custodiado por las tropas españolas derrotadas en el Palmar, -fué respetado, y todo el comercio de la Nueva-España pudo decir entonces -que los «insurgentes» eran soldados disciplinados, y no hordas de -bandidos, como les llamaba Calleja. - -Al hablar Matamoros de esta acción, dice: - -«La batalla fué dada á campo raso para desimpresionar al conde de -Castro-Terreño, de que las armas americanas se sostienen, no sólo en los -cerros y emboscadas, sino también en las llanuras y á campo -descubierto.» - -Constantemente estaba Matamoros organizando tropas, á la cabeza de las -cuales tenía á cada paso que batirse, y sin duda, á no ser por la -desastrosa expedición á Valladolid, Matamoros hubiera libertado -completamente todo el territorio que hoy comprenden los Estados de -Puebla, Oaxaca y Veracruz. - -Pero Dios lo había dispuesto de otro modo. - - -IV - -El día 3 de Febrero de 1814, en la plaza de Valladolid, iba á ser -fusilado un hombre. - -Era éste de «pequeña estatura, delgado, rubio, de ojos azules,» y su -rostro conservaba las huellas de las viruelas. - -Marchando con ademán resuelto colocóse al frente de los soldados; se -escuchó luego una descarga;--aquel hombre había dejado de existir. - -Matamoros había muerto en el patíbulo; la causa de la Independencia -perdía uno de sus más nobles caudillos. - -El Sr. Morelos, según su propia expresión, «perdía su brazo derecho.» - -México libre, declaró á Matamoros benemérito de la patria, y sus restos -mortales se guardaron en la catedral de esta ciudad. - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -MORELOS - - -I - -EL VIAJERO - -Era uno de los primeros días del mes de Octubre de 1810. El sol -descendía lentamente en el horizonte, y sus rayos ardientes bañaban el -bosque de ciruelos, entre el cual se levantan el humilde templo y las -pobres y dispersas casitas que forman el pequeño pueblo de Nucupétaro. - -Nucupétaro está situado en el Sur del Estado de Michoacán, en medio de -esa inmensa cadena de montañas que no termina sino hasta las costas del -Pacífico. - -El pueblo está en medio de un bosque de árboles de ciruela; pero allí el -calor excesivo hace á la tierra árida y triste, un sol abrasador seca -las plantas, y apenas unos cuantos días, cuando las lluvias caen á -torrentes, los campos se visten de verdura, y los árboles se cubren de -hojas; después, los árboles no son sino esqueletos, y las llanuras y -los montes presentan un aspecto tristísimo. - -En Octubre, pues, la naturaleza no se ostentaba allí con sus encantos, -un viento abrasador levantaba en las cañadas nubecillas de polvo, y el -cielo, sin una sola nube, parecía velarse con una gasa que daba á su -fondo azulado un tinte melancólico. - -Delante de una de las casitas del pueblo, y á la sombra de un cobertizo -de palma, se mecía indolentemente un hombre sentado en una hamaca. - -Aquel hombre parecía estar en todo el vigor de su juventud; era de una -estatura menos que mediana, pero lleno de carnes; moreno, sus negras y -pobladas cejas tenían un fruncimiento tenaz, como indicando que aquel -hombre tenía profundas y continuas meditaciones, y en sus ojos obscuros -brillaba el rayo de la inteligencia. - -El vestido de aquel hombre, de lienzo blanco, era semejante al que -usaban los labradores de aquellos rumbos: un ancho calzón y una -_campana_, que es una especie de blusa. - -Tenía entre las manos un libro, y sin embargo no leía, meditaba, porque -su mirada vaga se perdía en el espacio. - -De repente le sacó de su distracción el ruido de una cabalgadura; volvió -el rostro; y casi al mismo tiempo se detuvo cerca de allí un anciano -que llegaba caballero en una magnífica mula prieta. - ---Buenas tardes dé Dios á su merced, señor cura--dijo el recién llegado. - ---Muy buenas tardes--contestó el de la hamaca levantándose y -dirigiéndose al encuentro de su interlocutor.--¿Qué viento nos trae por -aquí al señor Don Rafaél Guedea? - ---Aquí vengo de dar una vuelta por Tacámbaro, y á ver si me da posada -esta noche su merced. - ---Con todo mi gusto--contestó el cura.--Mándese vd. apear. - ---Vaya, Dios se lo pague al señor cura Morelos. - -Don Rafael entregó su mula á los criados que le acompañaban, se quitó -las espuelas y el paño de sol, y abrazando al cura con grande efusión, -se entró á sentar con él debajo del cobertizo. - - -II - -GRANDES NOTICIAS - ---¿Y qué deja de nuevo mi señor Don Rafael por esos mundos?--preguntó el -cura. - ---¡Cómo!--exclamó el otro--¿pues aun no sabe su merced las novedades? - ---No. ¿Hay algo de nuevo? - ---Y mucho, y muy grave. - ---Cuénteme vd., cuénteme vd. - ---Pues ¿recuerda su merced al señor bachiller D. Miguel Hidalgo, que -estaba en Valladolid en el colegio de...... - ---Sí, sí, y mucho; ¿le ha sucedido algo? - ---¡Pues no digo nada! está su merced para saber, que se ha levantado. - ---¿Levantado? - ---Levantado contra el virrey y contra los gachupines. - ---Pero ¿es cierto? ¿es cosa de importancia?--preguntó Morelos pudiendo -contener apenas su emoción. - ---Tan cierto, que toda la gente de tierra fría anda ya revuelta; no se -dice más, ni se habla de otra cosa, sino del señor Hidalgo, que quiere -libertar á la América, y que tan grave es el negocio, que el 16 de -Septiembre amaneció ya levantado el señor cura que era de Dolores, y el -día 28 había tomado ya Guanajuato, que dicen que hubo mucha mortandad, y -que estará ya muy cerca de Valladolid: cuentan, y es seguro, que trae -muchísima tropa, y los gachupines están huyendo y cerrando los comercios -y dejando sus haciendas; en fin, no sé cómo vuestra merced no sabe nada, -porque la novedad es muy grande, y el señor Hidalgo tiene por todas -partes muchos que lo aclaman y lo requieren. - -Morelos había seguido la narración de su amigo sin perder una sola -palabra; sus ojos se abrían desmesuradamente, su rostro se coloreaba, -el sudor inundaba su frente, y su pecho se agitaba como si estuviera -fatigado por una lucha. - -Por fin, cuando Guedea terminó su relación, Morelos no pudo ya -contenerse; levantóse trémulo, dejó caer el libro que tenía en las -manos, y alzando los brazos y los ojos al cielo, exclamó con un acento -profundamente conmovido, mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus -tostadas mejillas. - ---¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡bendito sea tu nombre! - -Después, dejándose caer en la hamaca, apoyó su rostro sobre las palmas -de las manos, y parecía que sollozaba en silencio. - -Don Rafael Guedea, enternecido también, contemplaba respetuosamente á -Morelos, sin atreverse á dirigirle una sola palabra. - -Sin duda el viejo hacendado comprendía el choque terrible que debía -haber sufrido aquel gran corazón al saber que ya tenía una patria por la -que podía sacrificarse. - -Morelos se había sentido mexicano por la primera vez; el paria, el -esclavo, el colono, escuchaba el grito de Independencia. - -Aquel placer era capaz de causar la muerte. - - -III - -EL GUERRILLERO - -Pocos días después de esta conversación, Hidalgo con el ejército -independiente, salía de Charo (inmediaciones de Valladolid) para dar la -célebre batalla de las Cruces, y al mismo tiempo, aunque con opuesta -dirección se desprendía de allí Don José María Morelos. - -Morelos iba á emprender la campaña por el Sur, y por todo elemento para -acometer tan aventurada empresa, el Sr. Hidalgo había dado al cura de -Carácuaro un papel con la siguiente orden firmada también por Allende: - -«Por el presente comisiono en toda forma á mi lugarteniente el bachiller -Don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en las costas del -Sur levante tropas, procediendo con arreglo á las instrucciones verbales -que le he comunicado.» - -En manos de un hombre vulgar aquella autorización quizá no hubiera -servido ni para levantar una guerrilla; pero Morelos era un genio. - -Sobre aquellas cuantas líneas trazadas en un papel, Morelos iba á fundar -una reputación gigantesca; aquella orden era para él la vara mágica con -la que iba á levantar ejércitos, á fundir cañones, á dar batallas, á -tomar plazas, á formidar por fin á los virreyes y al monarca español. - -Durante el camino hasta llegar á su curato, Morelos marchó solo, pero su -imaginación le presentaba por donde quiera divisiones en marcha, -batallones en movimiento, cargas de caballería, asaltos, combates, -escaramuzas, todo el cuadro, en fin, de la terrible campaña que iba á -emprender. - -Morelos llegó á Carácuaro, y allí reunió 25 hombres mal armados, y -comenzó su carrera militar. - -Conforme á las instrucciones del Sr. Hidalgo, se dirigió á las costas -del Sur. - -Saliendo de Carácuaro, llegó á Choromuco, pasó el gran río de Zacatula -por las balsas, llegó á Coahuayutla, tomó el camino de Acapulco, -siguiendo desde allí toda la costa. - -Por último, dos meses después de haberse puesto en campaña con 25 -hombres, Morelos contaba ya con 2,000 infantes, gran número de jinetes, -cinco cañones y considerable cantidad de pertrechos de guerra. - -Casi todo el armamento y todo el parque habían sido quitados al -enemigo. - - -IV - -EL CAUDILLO - -Desde esa época Morelos fué el caudillo prominente en la guerra de -Independencia. - -Vencedor unas veces, vencido otras, pero siempre constante, valeroso, -inteligente, el humilde cura de Carácuaro era un héroe. - -Por todas partes se hacía sentir su poderoso influjo; por todas partes, -á su nombre, se levantaban partidas, y se organizaban tropas, y se daban -combates. - -Y no se contentaba sólo con defender su causa por medio de las armas, -sino que sostenía constantemente difíciles polémicas con los curas y las -principales personas del clero, que valiéndose de la religión, -pretendían apartar al señor Morelos del camino que se había trazado. - -La historia de las campañas del héroe, es la historia de todas las -poblaciones, de todos los bosques, de todas las llanuras del Sur de -nuestra patria, y sus recuerdos viven imperecederos en todos esos -lugares. - -Pero el apogeo de la gloria de aquel grande hombre está en el sitio de -Cuautla. - -Reducido Morelos á defenderse en esa ciudad, que hoy lleva con orgullo -el nombre del ilustre caudillo, dió pruebas de la grandeza de su genio. - -Una ciudad pequeña en una llanura, abierta por todos lados, con unas -fortificaciones hechas de prisa y sumamente ligeras: ésta era su -posición. - -Un ejército bisoño, casi desnudo, con malas armas, con pocas municiones, -y constando de un reducido número: éstos eran sus elementos de defensa. - -Félix María Calleja, el vencedor de Aculco, de Guanajuato y de Calderón, -seguido de un numeroso ejército bien armado, perfectamente disciplinado, -orgulloso con sus victorias, provisto de abundantes víveres y -municiones, y constantemente reforzado: esto representaba el ataque. - -Y sin embargo Morelos resistió sesenta y dos días y aquel sitio mereció -con razón el renombre de famoso. - -Viéronse allí episodios de valor inauditos para impedir que los -sitiadores cortaran el agua; los sitiados hicieron prodigios, y vivieron -los que custodiaban la toma, bajo una constante lluvia de proyectiles. - -Por fin la situación se hizo desesperada; el hambre obligó á los -insurgentes á tomar una resolución extrema, y la noche del 2 de Mayo de -1812, el señor Morelos salió de la plaza, atravesó con su pequeño -ejército la línea de circunvalación, abriéndose paso á viva fuerza, y -aunque sufriendo grandes pérdidas, y libre ya de aquel peligro, volvió á -ser el alma inteligente y guerrera de la lucha de Independencia. - - -V - -EL MARTIR - -La suerte abandonó por fin á Morelos, y en la acción de Tesmalaca (5 de -Noviembre de 1815) cayó prisionero en manos del general español -Concha.--El martirio debía coronar aquella vida llena de gloria, y -Morelos marchó al patíbulo lleno de valor. - -La inquisición, el clero, el virrey, la audiencia, todos quisieron tener -parte en el sacrificio, todos quisieron herir á su víctima, todos -hicieron gala de su crueldad con aquel hombre que los había hecho -temblar, y á cuyo solo recuerdo palidecían. - -Semejantes á una jauría hambrienta que se arroja ladrando y furiosa -sobre un león herido, así aquellos hombres _organizaron su justicia_ -contra el pobre prisionero de Tesmalaca. - -La inquisición le declaró hereje, el clero le degradó del carácter -sacerdotal, la audiencia le condenó por traidor al rey, y el virrey se -encargó de la ejecución. - -Y el hereje, el traidor, el mal sacerdote, el ajusticiado, era sin -embargo un héroe, un caudillo en la más santa y más noble de las -luchas; era, en fin, _el hombre más extraordinario que produjo la guerra -de independencia en México_. - -Morelos fué fusilado en San Cristóbal Ecatepec, el 22 de Diciembre de -1815. - -Cuando la sangre de aquel noble mártir regó la tierra, cuando su cuerpo -acribillado por las balas dejó escapar el grande espíritu que durante -cincuenta años le había animado, entonces pasó una cosa extraña que la -ciencia aún no explica satisfactoriamente. - -Las aguas del lago, tan puras y tan serenas siempre, comenzaron á -encresparse y á crecer, y sin que el huracán cruzase sobre ellas, y sin -que la tormenta cubriera con sus pardas alas el cielo, aquellas aguas se -levantaron y cubrieron las playas por el lado de San Cristóbal, y -avanzaron y avanzaron hasta llegar al lugar del suplicio. - -Lavaron la sangre del mártir y volvieron majestuosamente á su antiguo -curso. - -Ni antes ni después se ha observado semejante fenómeno. ¡Allí estaba la -mano de Dios! - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -ITURBIDE - - -El Apoteosis - -I - -Llegó por fin el día de la libertad de México. Once años de lucha, un -mar de sangre, un océano de lágrimas.--Esto era lo que había tenido que -atravesar el pueblo para llegar desde el 16 de Septiembre de 1810 hasta -el 27 de Septiembre de 1821.--16 y 27 de Septiembre, 1810 y 1821. He -aquí los dos broches de diamante que cierran ese libro de la historia en -que se escribió la sublime epopeya de la independencia de México. - -Y cuánto patriotismo, cuánto valor, cuánta abnegación habían necesitado -los que dieron su sangre para que se inscribieran con ella sus nombres -en ese gran libro! - -Pero el día llegó; puro y transparente el cielo, radiante y esplendoroso -el sol, dulce y perfumado el ambiente. - -Aquel era el día que alumbraba después de una noche de trescientos -años. - -Aquella era la redención de un pueblo que había dormido en el sepulcro -tres siglos. - -Por eso el pueblo se embriagaba con su alegría, por eso la ciudad de -México estaba conmovida. - -¿Quién no comprende lo que siente un pueblo en el supremo día en que -recobra su independencia? Pero, ¿quién sería capaz de pintar ese goce -purísimo, cuando se olvidan todas las penas del pasado y no se mira sino -luz en el porvenir; cuando todos se sienten hermanos; cuando hasta la -naturaleza misma parece tomar parte en la gran fiesta? - -México se engalanó como la joven que espera á su amado. - -Vistosas y magníficas colgaduras y cortinajes ondeaban al impulso del -fresco viento de la mañana, en los balcones, en las ventanas, en las -puertas, en las cornisas, en las torres. Cada uno había procurado -ostentar en aquel día lo más rico, lo más bello que tenía en su casa. - -Sus calles parecían inmensos salones de baile: flores, espejos, cuadros, -vajillas, oro, plata, seda, cristal, todo estaba en la calle, todo -lucía, todo brillaba, todo venía á dar testimonio del placer y de la -ventura de los habitantes de México. - -Y por todas partes, cintas, moños, lazos, cortinas con los colores de la -bandera nacional, de esa bandera que enarbolada por Guerrero y por -Iturbide en el rincón de una montaña, debía en pocos meses pasearse -triunfante por toda la nación, y flamear con orgullo sobre el palacio de -los virreyes de Nueva España. - -Aquellos tres colores simbolizaban: un pasado de gloria, el rojo; un -presente de felicidad, el blanco, y un porvenir lleno de esperanzas, el -verde; y en medio de ellos el águila triunfante hendiendo el aire. - -Y entre aquella inmensa multitud que llenaba las calles y las plazas, -que se apiñaba en los balcones y ventanas, que coronaba las azoteas, que -escalaba las torres y las cúpulas de las iglesias, ansiosa de contemplar -la entrada del ejército libertador, no había quizá una sola persona que -no llevase con orgullo la escarapela tricolor. - - -II - -El sol avanzaba lentamente; y llena de impaciencia esperaba la -muchedumbre el momento de la entrada del ejército _trigarante_. - -Por fin, un grito de alegría se escuchó en la garita de Belén, y aquel -grito, repetido por más de cien mil voces, anunció hasta los barrios más -lejanos que las huestes de la independencia pisaban ya la ciudad -conquistada por Hernán Cortés el 13 de Agosto de 1521. - -1521, 1821. ¡Trescientos años de dominación y de esclavitud! - -A la cabeza del ejército libertador marchaba un hombre, que era en -aquellos momentos objeto de las más entusiastas y ardientes ovaciones. - -Aquel hombre era el libertador D. Agustín Iturbide. - -Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente despejada, -serena y espaciosa, ojos azules de mirar penetrante, regía con diestra -mano un soberbio caballo prieto que se encabritaba con orgullo bajo el -peso de su noble jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura -guarnecidos de oro y de diamantes. - -El traje de Iturbide era por demás modesto: botas de montar, calzón de -paño blanco, chaleco cerrado del mismo paño, una casaca redonda de color -de avellana y un sombrero montado con tres bellas plumas con los colores -de la bandera nacional. - -Al descubrir al libertador, el pueblo sintió como una embriaguez de -placer y de entusiasmo, los gritos de aquel pueblo atronaban el aire, y -se mezclaban en gigantesco concierto con los ecos de las músicas, con -los repiques de las campanas de los templos, con el estallido de los -cohetes y con el ronco bramido de los cañones. - -Iturbide atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el -palacio; su caballo pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y una -verdadera lluvia de coronas, de ramos y de flores caía sobre su cabeza y -sobre las de sus soldados. - -Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel ejército con -perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus joyas, los padres y las -madres levantaban en sus brazos á los niños y les mostraban al -libertador, y lágrimas de placer y de entusiasmo corrían por todas las -mejillas. - -Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más circunspectas se -arrojaban á coronar á los soldados rasos y á abrazarlos; los hombres, -aunque no se hubieran visto jamás, aunque fueran enemigos, se -encontraban en la calle y se abrazaban y lloraban. - -Aquella era una locura, pero una locura sublime, conmovedora; aquel era -un vértigo, pero era el santo vértigo del patriotismo. - -Por eso será eterno entre los mexicanos el recuerdo del 27 de Septiembre -de 1821, y no habrá uno solo de los que tuvieron la dicha de presenciar -esa memorable escena, que no sienta que se anuda su garganta y que sus -ojos se llenan de lágrimas al escuchar esta pálida descripción, hija de -las tradiciones de nuestros padres y nacida sólo al fuego del amor de la -patria. - -Aquel fué el apoteosis del libertador Iturbide. - - - - -PADILLA - - -I - -Era la tarde del 15 de Julio de 1824. - -Frente á la barra de Santander (Estado de Tamaulipas), se balanceaba -pesadamente el bergantín «Spring,» anclado allí desde la víspera. - -La tarde estaba serena, apenas una ligera brisa pasaba susurrando entre -la arboladura del buque, las olas se alejaban mansas hasta reventar á lo -lejos en la playa, y los tumbos sordos de la mar llegaban casi -perdiéndose hasta la embarcación. - -Las gaviotas describían en el aire caprichosos círculos, anunciando con -sus gritos destemplados la llegada de la noche, y se miraban de cuando -en cuando bandadas de aves marinas que volaban hacia la tierra, buscando -las rocas para refugiarse. - -Melancólica es la hora del crepúsculo en el mar cuando el sol se oculta -del lado de la tierra; tristísimo es contemplar esa hora desde un buque -anclado. - -Sobre la cubierta del bergantín había un hombre que tenía fija la mirada -en la playa. - -Mucho tiempo hacía que permanecía inmóvil en la misma postura. Esperaba -y meditaba. - -Y esperaba con paciencia, porque no se contraía uno sólo de los músculos -de su fisonomía, y meditaba profundamente, porque nada parecía -distraerle. - -La noche comenzó á tender su manto y aquel hombre no se movía. - -Por fin, los contornos de la tierra desaparecieron entre la obscuridad, -las estrellas brillaron en el negro fondo de los cielos, y asomaron -sobre las inquietas olas esos relámpagos de luz fosfórica, que son como -las fugitivas constelaciones de esa inmensidad que se llama el Océano. - -El hombre del bergantín no veía pero escuchaba, y repentinamente se -irguió. - -Era que en medio del silencio de la noche había apercibido el acompasado -golpeo de unos remos. - -Aquel rumor era á cada momento más y más distinto; sin duda alguna se -acercaba al bergantín una lancha. - ---¿Jorge, eres tú?--dijo el hombre del bergantín á uno de los remeros -cuando la pequeña embarcación llegó. - ---Sí, señor--contestó una voz desde la lancha. - ---¿Y Beneski? - ---Espera aquí--contestó otra voz. - -El hombre saltó resueltamente á la escala, y con una firmeza que hubiera -envidiado un marinero, descendió por ella y llegó á bordo de la lancha. - ---¡A tierra!--exclamó sentándose en el banco de popa. - -Los bogas no contestaron, sonó el golpe de los remos en la agua, y la -lancha, obedeciendo á un vigoroso y repentino impulso, se deslizó sobre -las aguas, ligera como una ave que hiende los aires. - - -II - -Al día siguiente, cerca ya de Soto la Marina, caminaba una tropa de -caballería, en medio de la cual podía distinguirse al mismo hombre que -el día anterior había desembarcado del bergantín. - -Al lado de aquel hombre marchaba otro que parecía ser el jefe de la -fuerza. - -Los dos caminaban en silencio, los dos parecían hondamente preocupados y -poco dispuestos á emprender una conversación. - -Por fin, el hombre del bergantín rompió el silencio, y acercando su -caballo al de su acompañante, le dijo con una voz firme: - ---Señor General Garza, supuesto que soy su prisionero de vd., ¿no podría -decirme la suerte que se me espera? - -Garza levantó los ojos, le miró por un momento, y con acento casi -lúgubre contestó: - ---La muerte. - -El prisionero no palideció siquiera, pero tampoco volvió á desplegar sus -labios; poco después llegaron á Soto la Marina. - -En la misma noche toda aquella población sabía que á la mañana siguiente -sería pasado por las armas el destronado emperador de México D. Agustín -Iturbide, hecho prisionero al desembarcar en la barra de Santander, por -el general D. Felipe de la Garza. - -Los historiadores no están conformes en el modo con que fué aprehendido -D. Agustín de Iturbide. - -Algunos de sus biógrafos, más apasionados de la memoria del desgraciado -emperador que de la verdad, afirman que Iturbide llegó á las playas -mexicanas ignorando el decreto de proscripción fulminado contra él en la -República, y agregan que desembarcó disfrazado, fingiéndose colono, en -compañía de Beneski; pero que fué reconocido por el modo expedito y -airoso que tenía de montar á caballo. - -Todas estas dudas se disipan y todas esas relaciones se desmienten con -sólo trascribir el principio de una carta que en el momento casi de -desembarcar escribía Iturbide á su corresponsal en Londres D. Mateo -Flétcher, y que inserta D. Carlos Bustamante en su apéndice á los _Tres -siglos de México_. - - - “A bordo del bergantín “Spring” - frente á la barra de Santander, 15 - de Julio de 1824. - «Mi apreciable amigo: - - - «Hoy voy á tierra, acompañado solo de Beneski, á tener una - conferencia con el general que manda esta provincia, esperando que - sus disposiciones sean favorables á mí, en virtud de que las tiene - muy buenas en beneficio de mi patria...... Sin embargo, indican no - estar la opinión en el punto en que me figuraba, y no será difícil - que se presente grande oposición, y aún ocurran desgracias. Si - entre estas ocurriere mi fallecimiento, mi mujer entrará con vd. en - contestaciones sobre nuestras cuentas y negocios, etc.» - - Y esta carta está firmada:--«Agustín de Iturbide.» - -Toda la versión, pues, sobre el incógnito de Iturbide, no pasa de ser -una novela. - - -III - -Amaneció el día 17, y se notificó á Iturbide que dentro de pocas horas -debía morir. - -Su muerte estaba decretada por Garza, que se fundaba para dar esta -determinación en la ley que proscribía á Iturbide para siempre de la -República. - -Notificóse al preso la sentencia, y la escuchó sin inmutarse; pidió que -viniera, para auxiliarle en el último trance, su capellán que había -quedado en el buque, y envió á Garza un manifiesto que había escrito -para la nación. - -La serenidad de Iturbide y la lectura del manifiesto conmovieron sin -duda al general, porque mandó suspender la ejecución y se puso en marcha -para Padilla, en donde estaba reunido el congreso del Estado, llevando -consigo al prisionero y tratándole con tantas consideraciones como si él -fuera mandando en jefe. - -Llegaron por fin á Padilla, y el congreso determinó que sin excusa ni -pretexto fuese pasado por las armas. En vano Garza, que asistió á la -sesión, procuró probar, convertido entonces en defensor de Iturbide, que -el decreto de proscripción no alcanzaba á tanto, que Iturbide daba -pruebas de sus intenciones pacíficas, trayendo consigo á su esposa y á -sus pequeños hijos. El congreso se mantuvo inflexible, y Garza fué -encargado de ejecutar la sentencia dentro de un breve término. - -Volvió entonces á notificarse á Iturbide que podía contar con tres horas -para arreglar sus negocios, después de los cuales debía morir. - -Iturbide se preparó á morir como cristiano y se confesó con el -presidente del congreso que era un eclesiástico, y que había salvado su -voto cuando se trató de la muerte del prisionero. - -Las seis de la tarde del día 19 fué la hora señalada para ejecutar la -sentencia.--Iturbide salió de la prisión sereno y firme, y deteniéndose -al encontrarse en el campo exclamó: - ---Daré al mundo la última vista. - -Después pidió agua, que apenas tocó con los labios, y se vendó él mismo -los ojos. - -Se trató entonces de atarle los brazos; resistióse al principio, pero -después se resignó con humildad. - -Detúvose allí, caminó cosa de setenta ú ochenta pasos y llegó al lugar -del suplicio, repartió el dinero que llevaba en los bolsillos entre los -soldados, y entregó su reloj, un rosario y una carta para su familia al -eclesiástico que le acompañaba. - -En seguida, con firme acento habló á la tropa, rezó en voz alta algunas -oraciones y besó fervorosamente un crucifijo. - -En ese momento el jefe hizo la señal de fuego y se escuchó el ruido de -la descarga. - -Cuando se disipó el humo de la pólvora, D. Agustín de Iturbide no era ya -más que un cadáver cubierto de sangre. - - -IV - -Iturbide libertador de México, Iturbide emperador, Iturbide ídolo y -adoración un día de los mexicanos, expiró en un patíbulo, y en medio del -más desconsolador abandono. - -Los partidos políticos se han pretendido culpar mútuamente de su muerte. -Ninguno de ellos ha querido hasta ahora reportar esa inmensa -responsabilidad. - -En todo caso, y cualquiera que haya sido el partido que sacrificó á D. -Agustín de Iturbide, yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada -en Padilla, ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la -historia de México. - -Guerrero é Iturbide consumaron la independencia, y ambos, con el -pretexto de que atacaban á un gobierno legítimo, espiraron á manos de -sus mismos conciudadanos. - -No seré yo quien pueda hablar de la muerte de Guerrero; pero en cuanto á -la de Iturbide, exclamaré siempre que fué la prueba más tristemente -célebre de ingratitud que pudo haber dado en aquella época la nación -mexicana.--Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos -políticos, venía á conspirar á la República, bien; ¿pero no hubiera -bastado con reembarcarle? - -El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador, es tan -culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre.--Hay sobre -los intereses políticos en las naciones, una virtud que es superior á -todas las virtudes, la gratitud. - -El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres, se expone á no tener -por servidores, más que á los que buscan en la política un camino para -enriquecer y sofocan todas las pasiones nobles y generosas. - -Dios permita que las generaciones venideras perdonen á nuestros -antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de -sus fastos esta sangrienta y negra página. - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -MINA - - -I - -En este libro hemos consignado el fin trágico que la suerte reservó á -los primeros caudillos de la independencia mexicana. Sin experiencia en -las armas, sin elementos para la guerra, y educados en la sedentaria y -tranquila carrera de la iglesia, su mérito y su gloria han consistido -más bien en su abnegación y en su amor á la libertad, que no en el éxito -de sus expediciones militares. - -Después del suplicio de Morelos, de ese hombre singular á quien sus -mismos enemigos no pueden negar ni el talento natural para la guerra, ni -la constancia ni el valor, comenzó la fortuna á mostrar su faz hosca y -sañuda á la mayor parte de los caudillos mexicanos que habían conservado -las armas en la mano, y que llenos de fe en la causa de la patria, -habían visto con desdén los ofrecimientos de perdón y aun las más -lisongeras promesas de parte del gobierno español. Todo parecía -concluído. Las partidas de insurgentes que habían quedado, siendo ya -poco numerosas y escasas de elementos para la campaña, no inspiraban ya -temor al gobierno, y el virrey creyó por un momento que había ya -recobrado plenamente el dominio en la Antigua Colonia. - -Repentinamente un suceso inesperado sacude en sus cimientos á la Nueva -España, y el fuego de la independencia, que parecía completamente -apagado, se encendió de nuevo para no extinguirse nunca, pues se -encuentra aún vivo y ardiente en el pecho de los mexicanos. - -Mina fué el relámpago que un momento iluminó el horizonte de la -revolución, y desapareció en esa insondable eternidad que no podemos -comprender. - -Era labrador, pero labrador en la montaña, no en la llanura. Los -montañeses tienen que habituarse á la vida aventurera y casi salvaje. -Los fenómenos todos de la naturaleza parece que se desarrollan de una -manera más imponente en la montaña, y esto, y el ejercicio de la caza, -preparan á esa clase de hombres á la vida militar. - -Napoleón I hizo del labrador montañés un guerrillero. - -Mina peleó por la independencia de su patria y llegó á ser jefe de la -Navarra, provincia donde vió la luz en fines del año de 1789, Terminada -la invasión, Mina se encontró con otro enemigo, el despotismo, y basta -para personificarlo nombrar á Fernando VII, soberano tan repugnante que -ni aun ha tenido la consideración para los españoles más sumisos y -monarquistas. Mina, en unión de su tío Espoz y Mina, conspiró en Navarra -para restablecer la Constitución. Desgraciado en esta tentativa, tuvo -que huir para salvar la vida, y emigró á Francia y pasó poco tiempo -después á Inglaterra. - -Encontró allí un personaje al que no hemos dado todavía todo el honor v -la celebridad que merece. Este personaje era el _Dr. D. Servando Teresa -de Mier_. Este padre fué el primero en propagar las ideas de la -desamortización eclesiástica y de la separación de la Iglesia y del -Estado. Sus obras no las mejoraría en ciertas capitales el progresista -más exaltado de 1870. - -Un fraile y un proscrito sin un cuarto en la bolsa, el uno con su -entusiasmo y el otro con su espada, intentan á más de dos mil leguas de -distancia, derribar un gobierno que había triunfado de los más valientes -y esforzados caudillos mexicanos. Desde este momento comienza una serie -de aventuras propias más bien para un romance. - -El mismo día que resolvió Mina hacer una expedición á México, alentado -por los consejos y entusiasmo del padre Mier, se presentó resueltamente -en la casa de dos ó tres comerciantes ingleses. - -Quizá una semana después, á las tres de la tarde (y hay sobre esto un -canto popular), el guerrillero español abandonaba las costas inglesas, y -surcaba los mares en un barco mercante que tomó á flete, y fué el -principio de su escuadrilla. Le acompañaban el infatigable padre Mier y -treinta hombres terribles y desalmados, que dieron prueba más adelante -de una energía indomable. La primera idea de Mina fué poner directamente -la proa á las costas de México; pero varió de resolución, y para -proveerse de más gente y recursos, se dirigió á los Estados Unidos del -Norte, donde reclutó, en efecto, más de doscientos soldados aventureros -que indistintamente habían servido con los ingleses y con los franceses -en las últimas guerras. Con estas fuerzas, y con otros buques, aunque -pequeños, organizó su expedición y se dirigió á Puerto Príncipe, donde -se encontró con que un terrible huracán le había destruído uno de los -buques que mandó con anticipación, y con que muchos de los aventureros -enganchados se habían desertado. - -De Puerto Príncipe salió á la mar la expedición, con dirección á Tejas, -con el fin de reunirse con el comodoro Aury, jefe de unos cuantos -piratas que había reunido bajo sus órdenes. El vómito prieto se declaró -á bordo de la improvisada escuadrilla, y comenzaron á morir oficiales y -marineros. En el estado más triste llegaron á la isla del Caimán. Las -frescas brisas y una pesca abundante de tortugas, volvieron la vida y -las fuerzas á los enfermos. Mina, resistiendo á las enfermedades y á -todo género de contratiempos, llegó por fin á Gálveston, donde abrazó al -pirata Aury, refrescó los víveres, estableció su campamento, se dedicó á -formar sus regimientos, á preparar la expedición, y publicó un -manifiesto que circuló poco tiempo después en México, y reanimó el -entusiasmo por la Independencia. - - -II - -Las aguas de la costa de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) estaban por lo -común solitarias, y una que otra barca de pescador rompía aquellas olas -cansadas de rodar en las calientes arenas de la playa. - -El tiempo había estado borrascoso. Recios vientos habían soplado sin -duda más lejos, pues venían las olas todavía gruesas y enojadas á -azotarse contra la costa. Se observó el palo de una embarcación. -Empujada por una fuerte brisa que hinchaba sus velas, en breve llegó al -puerto, y se pudo reconocer que era un barco grande armado en guerra. -En efecto, era la «Cleopatra,» y á bordo venía el general Don Francisco -Javier Mina. - -El desembarco se hizo sin dificultad y sin experimentar resistencia -ninguna el 15 de Abril de 1817. - -El 22 salió Mina para Soto la Marina. Caminaba á pie, con su espada en -la mano, al frente de la tropa. Tres días anduvo perdido en los bosques, -pero al fin llegó á la población, donde fijó su cuartel general. Sus -buques quedaron en la costa. Un marino español salió de Veracruz á -atacarlos. La goleta «Elena,» que era muy velera, escapó á la vista del -enemigo; las tripulaciones de la «Cleopatra» y del «Neptuno» vinieron á -tierra, y en este estado, el marino español que montaba la fragata -«Sabina,» se encaró fieramente con la escuadrilla silenciosa del -aventurero capitán. - -El marino español rompió un vivo fuego de cañón. La «Cleopatra» no -contestaba, y esto irritaba al enemigo. - ---Que redoblen el fuego, gritó con voz de trueno. - -El cañoneo continuó más fuerte. La «Cleopatra,» siempre silenciosa, -parecía resistir las balas sin que le hicieran un daño visible. - ---¡Esta es una asechanza sin duda! exclamó el jefe español; se tratará -de que nos acerquemos, para echarnos una andanada y sumergirnos en el -agua. ¡Al abordaje! al abordaje! y no hay que perdonar á nadie. -Hombres, mujeres, niños, que todos sean pasados á cuchillo. - -Los botes, tripulados con un buen número de gente provista de escalas, -garfios, picas y demás instrumentos propios para el abordaje, se -desprendió de la «Proserpina» y resueltamente se dirigió á la -«Cleopatra.» El mismo silencio, la misma terrible inmovilidad. - ---¡Animo, marinos! gritó el jefe que mandaba los botes; acordáos que -sois españoles y que estais en la tierra de Cortés. Arriba! á ellos! y -no haya misericordia. - -Los marinos españoles se lanzaron como leones. - -Un gato, único defensor que había quedado á bordo, corrió por la -cubierta, y mirándose atacado por los marinos de la «Proserpina,» corrió -sobre cubierta, se precipitó, sin saber dónde, cayó sobre la cara del -comandante, se afianzó con las uñas de sus barbas y carrillos, y al -grito de sorpresa y de dolor del bravo marino, el gato cayó en el agua y -desapareció entre las ondas. Los asaltantes tuvieron que soltar una -carcajada. - -Sin embargo, el brigadier D. Francisco de Beranger, que mandaba esta -expedición, dió á su regreso á Veracruz un parte en que describía una -terrible batalla naval y un sangriento abordaje. El virrey los recomendó -á España, y decretó que llevaran en el brazo derecho un escudo con el -siguiente epígrafe: AL IMPORTANTE SERVICIO EN SOTO LA MARINA. - - -III - -Mina no perdió su tiempo. Construyó un fuerte regular en Soto la Marina, -y resolvió expedicionar en el interior del país. - -La mañana del 24 de Mayo, Mina, ya con su espada ceñida, estaba en la -plaza al frente de sus tropas, que eran las siguientes: - - General y su Estado Mayor 11 - Guardia de honor al mando de Young 31 - Caballería 124 - Regimiento del Mayor Sterling 56 - Primero de línea 64 - Artillería 5 - Criados 12 - Ordenanzas 5 - --- - Total 308 - -Era ridícula esta expedición. Mejor dicho, era sublime. El comandante -tenía en sus ojos la victoria. - -Mina llamó al mayor Sardá. - ---Te dejo cien hombres, mayor. Con esta fuerza te defenderás hasta el -último extremo. Te han de sitiar, sin duda alguna; pero no haya cuidado, -yo volveré y haré á balazos que te dejen quieto. Mina estrechó la mano -del mayor, y espada en mano, salió de la plaza de Soto la Marina, -tambor batiente y bandera desplegada. - -Después de tres días de marcha por aquellos desiertos faltos de víveres -y de agua, la tropa comenzaba á fatigarse y á murmurar. - ---No hay cuidado, mis amigos; antes de algunas horas tendremos víveres -frescos, y habitación magnífica, y dinero. - -En efecto, Mina, burlando con la rapidez de su marcha la vigilancia del -jefe D. Felipe de la Garza, sorprendió una hacienda y se apoderó de una -buena cantidad de efectos y provisiones que repartió entre sus soldados. - -Ninguna de las muchas combinaciones militares que hizo el gobierno con -una actividad sorprendente, pudo detener la marcha de Mina. Derrotó á -Villaseñor en el Valle del Maíz, y el 14 se hallaba instalado en los -magníficos edificios de la hacienda de Peotillos, que en esa época -pertenecía á los Carmelitas. Los dependientes y mozos habían huído, -llevándose todas las provisiones. La tropa, cansada y hambrienta, se -acostó sin cenar. No habían cerrado los ojos, cuando el enemigo se -presenta. Armiñan y Rafols, con fuerzas considerables, tocan, como quien -dice, á las puertas de la hacienda. - -Mina recibe el aviso de sus avanzadas, se ciñe la espada, sube á la -azotea del edificio y observa entre el polvo y la ardiente -reverberación del campo, una fuerza de infantería como de 1,000 -hombres, seguida á cierta distancia por una numerosa caballería. - ---Amigos, dice á sus soldados, que habían salido en seguimiento de su -jefe; vamos á ser atacados dentro de pocos momentos. Si nos encerramos -en las casas, pereceremos, si no por las balas, sí de hambre. No hay más -recurso que salir al campo y atacar al enemigo antes de que se acerque -más. - -La respuesta de esta tropa denonada fué un ¡hurra! estrepitoso, y cosa -de 170 hombres formaron en momentos y se dirigieron á paso veloz al -encuentro de la formidable columna española. - -Mina, á los pocos momentos de comenzada la acción, se vió envuelto por -la caballería, y sus escasas fuerzas diezmadas por las balas enemigas. -En este trance supremo, con los pocos que le quedaban, formó un cuadro, -hizo una descarga á quemaropa á la caballería que se le venía encima, -mandó calar bayoneta y se lanzó con espada en mano, haciendo un agujero -sangriento en la masa compacta de enemigos. El pánico se apoderó de -ellos, comenzaron á vacilar y á desorganizarse, y concluyeron con -abandonar el campo y echar á correr. El coronel Piedras, de las tropas -realistas, no paró hasta Río Verde. Rafols se escapó en las ancas del -caballo de su corneta de órdenes, y Armillan se retiró á San José. Esta -fué la célebre acción de Peotillos dada el 15 de Junio. - -Mina con el puñado de hombres que le había quedado, resolvió seguir al -interior del país, y al día siguiente se puso en camino, no deteniéndose -sino delante del Real de Pinos, cuya plaza estaba fortificada y -defendida por trescientos hombres y cinco cañones. - -Para Mina no había dificultades, y á todo trance necesitaba apoderarse -de este mineral. Mina intimó rendición á la plaza, y habiendo recibido -una respuesta altanera, se decidió á obrar. Llamó á quince de sus más -atrevidos soldados, les indicó una tapia, y con una escalera subieron -sin ser sentidos á las azoteas de las casas. Descendieron á la plaza, -sorprendieron la guardia y se apoderaron de la artillería. Mina entonces -asaltó la ciudad, y no habiendo resistido ya los defensores, entró á -ella, permitiendo el saqueo para castigarla de su resistencia. El 24 de -Junio Mina se hallaba en el corazón del país, y posesionado del fuerte -del Sombrero, que mandaba el jefe independiente D. Pedro Moreno. - -A los cuatro días, y cuando apenas sus soldados comenzaban á descansar -de una marcha de más de 250 leguas por un país desierto, se supo que el -jefe español Ordoñez, con una fuerza de 700 á 800 hombres, se dirigía -sobre el fuerte. Mina rápido en sus concepciones, resolvió atacarlo, y -acompañado de Moreno y del Pachón (Encarnación Ortiz), se puso en -marcha, y á la media noche llegó á las ruinas de una hacienda, donde -encontró 400 insurgentes armados con unos cuantos fusiles inútiles. Al -día siguiente muy temprano continuó su marcha, y algunas horas después -se hallaba frente del enemigo con dos columnas de cien hombres, y en -menos de ocho minutos Mina derrotó á los españoles, y regresó al fuerte -con los cañones, fusiles y dinero ganados en esta batalla donde murieron -los jefes realistas Ordóñez y Castañón. - - -IV - -En poco tiempo Mina llenó con su nombre toda la Nueva España. Las -gentes, cuando pasaba por algún pueblo, salían á verle con admiración, y -el virrey, al acostarse y al levantarse tenía en sus oídos este nombre -fatal. - -El gobierno colonial desplegó la mayor actividad, reuniendo en Querétaro -un cuerpo de tropas escogidas que puso á las órdenes del Mariscal Liñán, -y apeló, además, á los medios de costumbre, que fueron declarar al héroe -de Peotillos traidor, sacrílego y malvado. Ya en fines de Julio, Mina -tenía sobre sí en la provincia de Guanajuato á Liñán, Orrantia, Negrete, -Villaseñor, Bustamante (Don Anastasio), y cuantos otros jefes se -consideraron capaces de afrontar el ataque rápido y terrible de los -atrevidos aventureros que militaban bajo sus órdenes. Las fuerzas -españolas se fueron colocando en puntos convenientes, hasta que al fin -se acercaron y establecieron un sitio al fuerte del Sombrero. Este lugar -dista de Guanajuato 18 leguas, y 6 de la ciudad de León, Mina, con cosa -de mil hombres mal armados y unas viejas piezas de artillería, se -resolvió á esperar y defenderse hasta el último extremo. - -El 1.º de Agosto el enemigo rompió el fuego de cañón, que continuó sin -interrupción durante cuatro días. Creyendo Liñán que los defensores -estarían ya acobardados, dispuso un asalto por cuatro puntos, y por -todos ellos fué rechazado. Entonces se hicieron á Mina proposiciones muy -lisonjeras, que rehusó constantemente. - -El fuego de cañón comenzó otra vez con más fuerza; la escasa agua que -había en un algibe del fuerte se acabó, y las nubes derramaban en las -cercanías frescas y abundantes lluvias; mientras los hombres del fuerte -morían de sed. Mina, entonces, para contener la desesperación de sus -soldados, hizo una salida sobre el campo de Negrete, le mató mucha gente -y le tomó un reducto, pero tuvo que retirarse y volverse á encerrar en -aquellas rocas secas y fatales. - -El 15, Liñán hizo un terrible empuje y arrojó todas sus columnas sobre -el fuerte, pero fué rechazado, perdiendo más de 200 hombres que quedaron -tirados en las barrancas. - -Los independientes no podían, sin embargo, sostener la posición. La sed -los hacía rabiosos, y la peste los diezmaba. Resolvieron en una noche -obscura abandonar el fuerte, pero al atravesar la barranca fueron -sentidos, y las tropas españolas cayeron sobre ellos, y hubo en la -obscuridad una horrible matanza de que pocos escaparon. Liñán ocupó el -fuerte el 20, y su primera disposición fué mandar fusilar á los enfermos -y heridos que habían quedado abandonados en esa noche triste de la -Independencia mexicana. - -Mina, protegiendo la salida, animando á los débiles, recogiendo á los -dispersos, sostuvo la posición hasta lo último; pero ya rodeado de -tropas españolas, no le quedó más arbitrio que abrirse paso con cien -caballos, logrando escapar de la fuerza enemiga y llegar al fuerte de -los Remedios, en el cerro de San Gregorio. - -El 27, Liñán con todas sus tropas se presentó delante del fuerte de los -Remedios. Mina, dejando sus buenas tropas en esta posición, expedicionó -por el Bajío con cerca de 900 insurgentes de caballería. Se posesionó á -viva fuerza de la hacienda del Bizcocho y de San Luis de la Paz. Fué -rechazado de la Zanja y derrotado por Orrantia en la hacienda de la -Caja. No pierde, sin embargo, el ánimo, y con veinte hombres que le -quedaron, se dirige á Jaujilla á conferenciar con la Junta, y empeñado -en auxiliar á los sitiados en el fuerte de los Remedios, vuelve otra vez -á Guanajuato, reune á los insurgentes, toma la mina de la Luz, penetra -en las calles, y allí desorganizadas las tropas que eran colecticias, -bizoñas é insubordinadas, es completamente derrotado. Con 40 infantes y -20 caballos pasa la noche cerca de la mina de la Luz, y al día siguiente -se dirige al rancho del _Venadito_, cuyo dueño era su amigo Don Mariano -Herrera. - -«Por las noticias que Orrantia adquirió en Guanajuato, supo el lugar -donde Mina debería encontrarse, y á las diez de la noche salió con 500 -caballos, dejando la infantería en Silao. Mina, á quien había venido á -ver Moreno, en la confianza de estar seguro en un lugar tan oculto y con -las precauciones que había tomado, se propuso descansar, y por primera -vez después de muchas noches se quitó el uniforme y permitió que -desensillasen sus caballos.» - -Al amanecer del 17, Orrantia llegó al rancho y su avanzada de caballería -rodeó la casa y sorprendió á los que todavía dormían tranquilos. Moreno -murió defendiéndose, y Mina, hecho prisionero, y llevado delante de -Orrantia, fué insultado por éste y maltratado de una manera villana, -hasta el extremo de darle de cintarazos. - -El 11 de Noviembre, á las cuatro de la tarde, fué conducido Mina al -Cerro del Bellaco, donde fué fusilado por la espalda á la vista de los -campamentos español é insurgente, que suspendieron las hostilidades para -presenciar la muerte del indomable aventurero, que aun no cumplía -veintinueve años, y que hizo temblar al antiguo virreinato de la Nueva -España. - -_Manuel Payno._ - - - - -GUERRERO - - -I - -Si Mina fué la tempestad y el rayo que hizo temblar al virrey en la -silla dorada, Guerrero fué la luz de la independencia. Encendida siempre -en las ásperas y ricas montañas del Sur, los mexicanos siempre tuvieron -un punto adonde dirigirse, una esperanza que invocar y un representante -que abogase siempre por la causa justa, pero al parecer perdida, por las -victorias de las armas españolas. Si Guerrero hubiese sido uno de esos -romanos que desde la obscuridad del campo se solían elevar hasta la -gloria de la República, Tácito le habría consagrado un envidiable -escrito como el que le dedicó á Julio Agrícola. - - -II - -No vamos á escribir la biografía de Guerrero. Su vida fué un tejido de -aventuras y una serie de rasgos heroicos, que están íntimamente unidos -con nuestra guerra de once años. Sería necesario escribir la historia -entera, pues Guerrero tuvo la fortuna de sobrevivir á su obra, y la -desgracia de ser jefe de la República y de morir á manos de sus mismos -compatriotas. - -Nació Guerrero por los años 1783, en Tixtla. Su familia era de pobres -labradores, restos escapados de la conquista, y que desde esos tiempos -quizá buscaron una poca de libertad en las montañas del Sur. Los años -primeros de Guerrero se pasaron en la fatiga y en el trabajo. ¿Qué -educación, qué literatura, qué ciencias podían penetrar en esas -apartadas montañas y en la casa rústica del campesino? El hombre era -natural, el árbol con la corteza, la flor con todo y las espinas, el oro -con el cuarzo. Pero la alma era en efecto de oro, y la aptitud moral, la -inspiración de lo bueno, bastó para conducirle por el camino de la -gloria y de la honra hasta los grados superiores de la milicia y hasta -el primer puesto de la República. - - -III - -En 1810, como todo el mundo sabe, Hidalgo proclamó la Independencia en -Dolores. En 1811 ya encontramos que Guerrero había seguido la -inspiración patriótica, figuraba como capitán, y servía á las órdenes -inmediatas de D. Hermenegildo Galeana. - -El hombre caminaba por una senda derecha, y con rapidez. En Febrero de -1812, Guerrero ya mandaba fuerzas no despreciables, ya se ponía frente á -frente con los jefes españoles, ya alcanzaba en Izúcar una victoria -sobre las tropas regulares que mandaba el brigadier Llano; ya, en fin, -sin saber quizá entonces ni escribir en el papel, había, sin embargo, -escrito su nombre en el libro misterioso de la posteridad. Esto es lo -que se llama _genio_. Mientras menos son los elementos primitivos, -mientras más inculta es la educación, mientras más obscura es la -personalidad, más mérito y más gloria refleja en el que abre las puertas -de la sociedad, y grita á los tiranos con la justicia en el corazón y -con la espada en la mano: _Aquí estoy_. - -En 1814, Guerrero había hecho una laboriosa campaña en el Sur de Puebla, -había militado á las órdenes del gran Morelos, había pasado muchas -aventuras y peligros, y era ya por fin uno de los _jefes_ de la -Independencia; pero se hallaba en una singular situación.--Los azares de -la guerra y la envidia de sus enemigos, le habían dejado reducido á un -soldado asistente, á un fusil sin llave y á dos escopetas. Con estas -terribles fuerzas emprendió una tercera campaña. ¡Es singular! Todos -esos hombres, es fuerza que tengan algo del Hidalgo de la Mancha en el -cerebro. Un sabio, en vez de lo que hizo Guerrero, entierra las -escopetas, despide al soldado y se encierra en su casa. - -Sin embargo, salió á los pocos días de su situación, de una manera -inesperada. - -Se presentó por el rumbo una fuerza española al mando de Don José de la -Peña, de cosa de 700 á 800 hombres. En cuanto lo supo, imaginó que la -Providencia le deparaba un armamento y un material de guerra, tal cual -se lo había figurado. - -En lo más silencioso y negro de la noche, recorrió el pueblo de -Papalotla, despertó á los indígenas, los armó con palos; esas armas son -fáciles de encontrar; y un puñado de hombres medio desnudos atravesó en -silencio las humildes chozas del pueblecillo hasta la orilla del río. -Allí, Guerrero dió el ejemplo, y todos se arrojaron al agua, y aquel -cardumen de extraños peces dió en la orilla opuesta sin haber hecho el -menor ruido. El campamento del enemigo estaba á poca distancia. Guerrero -cae sobre él, y los soldados de España son despertados á garrotazos, -quedando algunos muertos, otros atarantados, y los más, presas del -pánico, pues no acertaban ni á concebir, como tan de repente tenían á -los enemigos encima. Cuando amaneció el día, Guerrero, como lo había -pensado, era dueño de 400 fusiles y de un abundante material de guerra. - - -IV - -En la larga campaña que hizo Guerrero en el Sur, habría necesidad de -llenar un volumen si nos pusiéramos á referir todos los rasgos de su -valor personal. Citaremos, sin embargo, otro, quizá más notable que el -anterior. - -Un día llegó con una corta fuerza al pueblo de Jacomatlán, y observando -que un alto cerro dominaba la población, prefirió ocupar esa posición -militar, como lo hizo en efecto, estableciendo su campamento. La tropa -estaba cansada; en su larga marcha por las asperezas, se había mantenido -con raíces y frutas silvestres, y además, tenían necesidad de bañarse, -pues las enfermedades comenzaban á desarrollarse entre aquel puñado de -valientes. - -Guerrero no pudo desentenderse de estas necesidades, y así, accedió á -las súplicas de la tropa, y les permitió que pasasen al pueblo á -proveerse de algunos víveres para surtir el campamento, donde pensaba -permanecer una ó dos semanas, y los que se hallaban enfermos, se bañasen -en un arroyo que á la sazón tenía una hermosa corriente de agua. La -tropa, pues, descendió del cerro, se diseminó entre las casas del -pueblo, y otra parte de ella se dirigió al arroyuelo. Guerrero quedó -solo con el tambor de órdenes y el centinela que cuidaba el armamento. - -Así, á las seis de la tarde y cuando Guerrero dormitaba en el recodo de -una peña que le había proporcionado alguna sombra, un muchachuelo llegó -casi sin aliento. - ---Señor, el enemigo ha entrado al pueblo y está matando y haciendo -prisioneros á los soldados y á todas las gentes. - -Guerrero da un salto, monta en su caballo que tenía ensillado, deja al -centinela con orden de dejarse matar antes de entregar las armas, monta -á la grupa al tambor, armado de un fusil, y se lanza á todo escape por -aquellos breñales. - -Pero en vez de huír, como el tambor lo había pensado, Guerrero entra á -las calles del pueblo. El tambor se apea y comienza á tirar de balazos -sobre los enemigos. Guerrero, con espada en mano, se lanza sobre ellos, -y asustados de la intrepidez de un hombre que se atreve solo y tan -denodadamente á pelear, dejan el botín que estaban recogiendo, sueltan á -los prisioneros y huyen. Guerrero reune entonces á los soldados, y con -algunas armas que los españoles habían dejado tiradas, los persigue y -los derrota completamente. - -Guerrero había peleado contra 400 hombres mandados por un jefe valiente -que se llamaba D. Félix Lamadrid. - -En pocos días se encontraron dos veces Guerrero y Lamadrid en el campo -de batalla, y en Xonacatlán la lucha fué á la bayoneta y cuerpo á -cuerpo, como en las guerras de la antigüedad. Guerrero, aunque con -fuerzas inferiores, salió siempre vencedor. - -Después de estas campañas, Guerrero había aumentado mucho sus tropas, -porque su nombre, su fortuna y su trato amable le granjeaban amigos por -todas partes. Tenía, pues, necesidad de vestuario, de municiones, de -armamento y de multitud de otras cosas necesarias para tener en orden y -en servicio á su gente. No tenía más arbitrio sino proveerse á costa de -sus enemigos. - -Sin dar cuenta á nadie de su designio, se dirigió con mucho sigilo al -cerro del _Alumbre_, y allí, al parecer, permaneció ocioso y sin objeto -durante muchos días. Una noche puso en movimiento su tropa y la situó -convenientemente en la cañada del Naranjo. Una madrugada salió -personalmente de Acatlán, á la cabeza de una fuerza, toda decidida y -valiente, y antes de que amaneciera el día sorprendió un rico convoy que -Don Saturnino Samaniego conducía de Oaxaca para Izúcar, haciendo huír al -jefe y á los soldados, que escaparon. - -Samaniego se reunió en Izúcar con Lamadrid, el eterno antagonista de -Guerrero, y volvieron juntos á la carga, atacándole furiosamente en -Chinantla. La acción duró desde que rompió el día hasta muy entrada la -noche; pero Guerrero quedó vencedor, y Lamadrid y Samaniego, llenos de -rabia, huyeron, dejando en el campo cuantos pertrechos y equipajes -tenían. - -Guerrero, que al día siguiente examinó todo el botín, volviéndose á sus -soldados, les dijo: «nuestros almacenes están ya bien provistos, y -nuestros enemigos nos traen los efectos hasta la puerta de nuestra casa, -y ni aun el flete tenemos que pagar.» - - -V - -El amor propio de Lamadrid se hallaba excitado al más alto punto; así -que buscó nuevos encuentros con Guerrero; pero en todas ocasiones salió -derrotado, teniendo á veces que huír, á uña de caballo, como suele -decirse. - -Los últimos sucesos de esta especie de desafío á muerte entre el jefe -español y el caudillo insurgente, fueron en los años de 1815 y 1816. -Lamadrid estaba en la orilla izquierda del río Xiputla, y Guerrero llegó -y ocupó la derecha. Desde las dos orillas, las tropas se estuvieron -tiroteando y prodigando durante dos días toda clase de improperios. -Guerrero, en una noche obscura pasó el río, dió furiosamente sobre el -campo enemigo y destrozó á su rival. En Piaxtla y Huamuxtitlán, corrió -una suerte igualmente adversa Lamadrid, á mediados de 1816. - -La prisión y muerte de Morelos, y el indulto á que se acogieron algunos -jefes notables, arruinó por ese tiempo la causa de la Independencia. -Guerrero era ya un hombre formado en la guerra y en las fatigas, -atrevido para las sorpresas é impetuoso para el ataque. El gobierno -español conoció su importancia, y llamó al padre de nuestro héroe, le -puso un indulto amplio y completo en la mano, facultándole para que -hiciese á su hijo todo género de promesas, ya de empleos, ya de dinero. - -El anciano se encaminó hacia el rumbo donde creía encontrar á su -belicoso hijo, hasta que al fin dió con él. - -Abrazó Guerrero con efusión al autor de sus días; pero así que se enteró -de su misión, tomó la mano del anciano, la besó respetuosamente, y acaso -la humedeció con una lágrima; recibió el papel en que estaba escrito su -perdón, quedó un rato pensativo, y después le dobló y le entregó -tristemente á su padre. - ---He jurado que mi vida sería de mi patria; y no sería el digno hijo de -un hombre honrado, si no cumpliera mi palabra. - -El viejo abrazó á su hijo, le bendijo y se retiró silencioso, tomando de -nuevo el camino, para poner en conocimiento del virrey el mal éxito de -su comisión. - -En el año de 1817 Mina desembarcó en Soto la Marina, y en pocos días -hizo la brillante campaña de que hemos dado idea en nuestro anterior -artículo; pero una vez fusilado este caudillo, el desaliento más -completo se apoderó del ánimo de los mexicanos. - -Un párrafo de la biografía del general Guerrero, que escribió el Sr. -Lafragua, pinta perfectamente este período, y da una idea de cuánta era -la energía moral del caudillo del Sur. - -«La muerte de Morelos, Matamoros y Mina; la prisión de Bravo y Rayón, y -el indulto de Terán y otros jefes, habían derramado el desaliento y el -pavor en toda la Nueva España, que aunque más cercana que nunca á la -libertad, gemía más que nunca atada á la metrópoli. - -«Un hombre solo quedó en pie, en medio de tantas ruinas: una voz sola se -oyó en medio de aquel silencio. Don Vicente Guerrero, abandonado de la -fortuna muchas veces, traicionado por algunos de los suyos, sin dinero, -sin armas, sin elementos de ninguna especie, se presenta en ese período -de disolución, como el único mantenedor de la santa causa de la -Independencia. - -«Solo, sin rival en esa época de luto, Guerrero, manteniendo entre las -montañas aquella chispa del casi apagado incendio de Dolores, trabajaba -sin tregua al poder colonial, cuyos sangrientos himnos de victoria eran -frecuentemente interrumpidos por el eco amenazador de los cañones del -Sur. - -«Lindero de dos edades, Guerrero era el recuerdo de la generación que -acababa, y la esperanza de la que iba á nacer.» - - -VI - -En el año de 1820, Guerrero era ya un general habituado á la metralla, -familiarizado con la sangre de las batallas, heredero legítimo del -valor, de la constancia y del genio militar del gran Morelos. -Triunfante, al fin, aunque lleno de cicatrices, levantaba la cabeza como -los colosos de los Andes, para anunciar á las Américas la buena nueva de -la Independencia. - -Fué en ese año cuando pudo conocerse la grandeza de su alma y la -elevación del carácter del hombre oscuro que vió la luz en un pobre -pueblecillo de las montañas. - -Nombrado D. Agustín Iturbide comandante del Sur, salió de México el 16 -de Noviembre de 1820, resuelto á proclamar la Independencia. El general -español Armijo atacaba á Guerrero; y éste, recobrando su buena estrella, -salía siempre triunfante como años antes del desgraciado Lamadrid. - -Iturbide creyó que era necesario contar de todas maneras con un hombre -de tanta importancia, y le dirigió una carta realmente diplomática. -Guerrero le escribió otra llena de franqueza, que se resumía en estas -palabras: «_Libertad, Independencia ó Muerte._» - -Esta correspondencia dió por resultado una entrevista de los dos -caudillos en el pueblo de «_Acatempan_.» Se hablaron, se explicaron, se -dieron un sincero y estrecho abrazo. A pocos meses la sangrienta lucha -había cesado, la Independencia estaba consumada, México tenía un -Gobierno Nacional. - -Guerrero en la campaña había sido valiente. En _Acatempan_ fué grande; -se inscribió, por la generosa inspiración de su alma, en el catálogo de -los hombres ilustres de Plutarco. Entregó el mando de las fuerzas á -Iturbide, y puso el sello con este acto raro de confianza, de modestia y -de abnegación, á la Independencia de su patria. - - -VII - -El destino de algunos hombres ilustres, es como el de ciertos astros -brillantes que recorren la bóveda del cielo, y parece que al amanecer el -día se hunden y mueren en un horizonte sangriento. - -Hemos sólo, á grandes rasgos, apuntado las cualidades militares de -Guerrero. Los partidos trataron de manchar con mil calumnias y cuentos -malévolos este gran carácter que en lo familiar era sencillo como un -niño, consecuente con sus amigos, humilde en la prosperidad, generoso -con los enemigos, y grande y noble con la patria. Llegó feliz á los -linderos de la independencia, y tuvo la fortuna de ver á la patria -libre, pero no dichosa. Apenas terminó la lucha de independencia, cuando -comenzó la guerra civil que todavía no cesa. Guerrero fué arrastrado en -sus muchas y tenebrosas combinaciones. Herido y abandonado en una -barranca, en Enero de 1823, por defender el principio republicano, -vuelve á aparecer en la escena en 1828. La elección presidencial fué uno -de los acontecimientos más notables de esa época, y en la cual los -partidos trabajaron y combatieron terriblemente, divididos y -perfectamente marcados por los ritos masónicos _escoceses_ y _yorkino_. - -Don Manuel Gómez Pedraza, que era el caudillo de los escoceses, salió -electo legalmente presidente de la joven y turbulenta República. El -partido yorkino no se dió por vencido ni por derrotado, apeló á las -armas y colocó en la presidencia á su jefe, que era el general Guerrero, -el cual entró á funcionar con este alto carácter en Abril de 1829. - -En esa época los españoles invadieron á Tampico. Santa-Anna y Terán -triunfaron, y la independencia se consolidó; pero la seguridad del país -exigía un ejército cerca de la costa, y se estableció un cantón en -Jalapa, á las órdenes del general D. Anastasio Bustamante, que era -vicepresidente. - -Bustamante se pronunció contra Guerrero, con las tropas que mandaba. -¡Extrañas anomalías de la historia, y funestas inconsecuencias de las -Repúblicas! Guerrero, que había _sido capaz de hacer la independencia_, -fué declarado _incapaz_ por el congreso; Bustamante entró á gobernar, y -el caudillo del Sur volvió desengañado, triste, enfermo de sus heridas, -á sus montañas del Sur, donde tuvo que tomar las armas para defenderse -de la venganza y de la negra y ponzoñosa saña de sus enemigos. - - -VIII - -Ninguna fuerza pudo vencer á Guerrero en las montañas, en tiempo de la -colonia; ningunas fueron bastantes tampoco en tiempo de la República. -Fué necesario apelar á la más negra y la más odiosa de las traiciones. -«La historia de México tiene algunas páginas oscuras.» Esta es negra; y -ni los años, ni el polvo del olvido, serán bastantes para borrarla. - -A principios del año de 1831 se hallaba fondeado en la hermosa bahía de -Acapulco el bergantín genovés «Colombo.» Era su capitán _Francesco -Picaluga_, amigo íntimo de Guerrero y quizá de toda su confianza. Un -día apareció un magnífico banquete preparado á bordo del bergantín. -Guerrero fué convidado, y sin recelo ni sombra de desconfianza pasó á -bordo. La comida fué alegre y espléndida; y concluída, los convidados -salieron sobrecubierta á respirar las brisas de la magnífica bahía. -Picaluga, con una sangre fría que honraría á Judas, declaró á su huésped -que estaba preso, levó las anclas y se dió á la vela, dirigiéndose al -puerto de Huatulco, donde entregó á Guerrero por sesenta mil pesos que -le había dado el traidor y feroz ministro de la Guerra, D. José Antonio -Facio. Guerrero fué conducido por el capitán D. Miguel González á -Oaxaca, y juzgado en consejo de guerra ordinario. - -El caudillo de la Independencia, el mantenedor del fuego sagrado de la -libertad, el hombre que tenía destrozado su cuerpo por las balas y las -lanzas españolas, fué condenado á muerte por unos miserables oficiales -subalternos, y fusilado en el pueblo de Cuilapa el 14 de Febrero de -1831. - - * * * * * - -Picaluga fué declarado enemigo de la patria, y condenado á muerte por el -almirantazgo de Génova, en 28 de Julio de 1836; pero bergantín y capitán -desaparecieron como si un monstruo del Océano los hubiera devorado. La -existencia de Picaluga es en efecto un misterio. Unos dicen que se le ha -visto años después en las calles de México; otros que se hizo mahometano -y vive en un serrallo de Turquía, y otros aseguran que varios mexicanos -le han visto en un convento de la Tierra Santa, con una larga barba y un -tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra -el horrendo crimen que cometió, y que el Señor misericordioso pueda á la -hora de su muerte abrirle las puertas del cielo. - -_Manuel Payno._ - - - - -OCAMPO - - -I - -Una noche, cerca de las once, Don Melchor Ocampo salía de la casa de una -persona con quien tenía íntima y respetuosa amistad, y que entonces -vivía en la calle de *** - -Cuando cerró tras sí la pesada puerta del zaguán, un hombre, embozado -hasta los ojos con un capotón negro, pasó rápidamente, y después otro. -Ocampo no hizo caso, y siguió lenta y tranquilamente hasta la esquina. -Atravesó la bocacalle, y entonces advirtió que los dos embozados se -habían reunido y marchaban delante á pocos pasos, á la vez que otros dos -venían detrás, á algunas varas de distancia. Comprendió, aunque tarde, -que había caído en una emboscada. Si retrocedía á la casa de donde -salió, ó seguía, á la suya, se hallaba siempre en el centro. Registró -maquinalmente sus bolsas, y encontró que no tenía armas; pero sí un -reloj de oro, unas cuantas monedas y un lapicero. Siguió su camino -derecho, pero muy despacio y sin dar muestras ningunas de que había -observado á los que le seguían, y decidido á entregarles el reloj y el -poco dinero que traía. - -¡La rara casualidad! En todo el largo tránsito que la vista podía -abarcar, no había ningún _sereno_, ni una alma se encontraba en la -calle. En este orden, Ocampo y los embozados caminaron dos ó tres -calles, y Ocampo se creyó en salvo cuando divisó ya á pocos pasos la luz -de su habitación. Llegó por fin á la puerta, tocó, y con la prontitud -que acostumbraba el portero le abrió; pero notó, con la poca luz que -pudo entrar de la calle, que el portero estaba también embozado. Esto -podía ser una casualidad. Ocampo vivía solo, y aunque preocupado y -curioso, subió á su habitación sin miedo alguno. Al entrar en el pequeño -salón encendió una luz y se encontró sentados en el sofá á otros dos -embozados. Ocampo sonrió entre resignado y colérico. - ---Señores, si es para broma, basta ya, les dijo. Yo no he gastado bromas -con nadie; pero bien se puede permitir á los amigos que se diviertan -alguna vez; y si es alguna otra cosa, acabemos también. La casa y todo -está á disposición de los que no tienen valor para descubrirse la cara. - -Al decir esto, echó á los pies de los embozados un manojo de llaves -pequeñas, arrimó un sillón y se sentó. - -Uno de los embozados se inclinó, tomó las llaves, encendió otra vela y -se dirigió á la alcoba y á las demás piezas de la casa. A este tiempo -los embozados de la calle se presentaron en la puerta del salón. - ---Lo había adivinado, dijo Ocampo con voz firme. Este es un golpe de -mano, de acuerdo con el portero. Lo siento, porque le tenía yo por -hombre honrado. Advertiré á vdes., continuó dirigiéndose á los -embozados, que sin duda han recibido malos informes de mi portero, y se -han pecado un buen chasco. Yo no soy hombre rico, y aunque lo fuera, -aquí no tengo gran cosa. Encontrarán vds. cincuenta ó sesenta pesos, -alguna ropa que no vale mucho, y libros que no han de servir á vdes. de -nada, porque si tuviesen amor á la lectura, seguramente no tendrían -afición al robo. Acaben, pues, no vale la pena de que pierdan así su -tiempo ni me desvelen. Tengo sueño. - -Los embozados contestaron con una respetuosa cortesía, y se sentaron; -solo uno de ellos se dirigió á las otras piezas. Al cabo de algunos -minutos, los dos hombres que habían entrado á registrar salieron con un -baulito de viaje y un legajo de papeles. - -Ocampo volvió á sonreír. - ---Otra equivocación tal vez, les dijo. Creerán que yo tengo papeles -reservados. ¡Qué error! Todo lo que vds. traen no contiene más que -apuntes sobre diversas plantas de Michoacán, y sentiré mucho que se -extravíen. - -Los embozados, al oír esto, descansaron el baul en el suelo, le abrieron -y metieron cuidadosamente los papeles. - ---Esto sí es singular, pensó Ocampo; y luego, dirigiéndose á ellos, les -dijo: Como habrán vdes. observado, no soy hombre que tengo miedo, ni -menos trato de armar escándalos ni de procurar que la policía -intervenga. Esto sería lo más molesto para mí. Deseo únicamente que -vdes. me digan lo que tengo yo que hacer, y que vdes. hagan breve lo que -les convenga, y me dejen en paz. Les aseguro que en el acto que se -marchen, me acuesto en mi cama y no vuelvo á ocuparme más de lo que ha -pasado. - -Uno de los embozados se descubrió. Era un hombre de una fisonomía dura, -y se podía reconocer al momento, que lo que dijese lo llevaría á cabo -irremediablemente. Ocampo le examinó de pies á cabeza con mucha sangre -fría, y no pudo reconocer quién era, si bien recordaba haber visto quizá -esa misma figura alguna otra ocasión. - ---Supongo que no me he equivocado, y que vd. es el Sr. D. Melchor -Ocampo, le dijo el hombre misterioso. - ---Jamás he negado ni negaré mi nombre en ninguna circunstancia de mi -vida; pero ahora me permitiré saber por qué razón me veo asaltado por -gentes que se cubren el rostro. ¿Se trata de algún atentado? - ---Tiempo hemos tenido para cometerlo, le respondió el desconocido con -alguna dureza. - ---¿Pues entonces? - ---Aquí están las llaves de los roperos. Hemos encontrado un baul á -propósito y hemos únicamente acomodado en él la ropa necesaria. El -dinero que estaba en una tabla del ropero, y todo lo demás, queda en el -mismo estado y tendríamos mucho gusto si el Sr. Ocampo pasa á -cerciorarse de que lo que digo es la verdad. - ---Me doy por satisfecho. - ---Entonces, dijo el hombre misterioso, el Sr. Ocampo tendrá la bondad de -seguirme. - ---Y si no es mi voluntad, ¿qué sucederá? preguntó Ocampo con calma. - ---No quisiera yo que llegáramos á ningún extremo, y sentiría de veras -hacer cualquiera cosa que pudiera ofender á vd. - -Ocampo se puso un dedo en la boca, bajó la cabeza y se quedó pensando un -rato, y luego dijo: - ---Creo comprender perfectamente, y como un caballero protesto que sin -oponer resistencia alguna estoy decidido á seguir con toda calma esta -aventura. Vamos.............. ¿supongo que se me permitirá tomar un -abrigo? - ---Había ya pensado en ello, pues que la noche está un poco fría, -respondió el hombre presentándole una capa que tenía en el brazo. - -Ocampo se embozó en ella, entró á sacar á su ropero el dinero que tenía, -y tomando la delantera bajó el primero. En el patio estaban los otros -hombres embozados, y el cuarto del portero oscuro y silencioso. - -Echaron á andar por las calles solas y lúgubres, desperdigándose y -colocándose á ciertas distancias los embozados, mientras el hombre con -quien Ocampo había tenido el diálogo que acabamos de bosquejar, le tomó -del brazo y marchaba unido con él, como si fuera su íntimo amigo. Así -llegaron hasta el barrio escampado y triste de San Lázaro, sin haber -atravesado una sola palabra en todo el camino. Cerca de la garita estaba -un coche con un tiro de mulas. La portezuela se abrió, y Ocampo, el -hombre misterioso, y dos más, subieron al carruaje. Contra las -prevenciones usuales de la policía y de la aduana, las puertas de la -garita se abrieron y el coche pasó, tomando el camino de Veracruz. En el -tránsito Ocampo recibió todo género de atenciones de sus compañeros, que -se descubrieron naturalmente, pero á los cuales no pudo reconocer. Los -alimentos eran buenos, dormían en las mejores posadas; pero evitaron la -entrada á Puebla y á Jalapa. Llegaron á las afueras de Veracruz una -tarde á la hora del crepúsculo. Se dirigieron á pie al muelle, é -inmediatamente se transladaron á una barca que estaba ya con las velas -henchidas y el piloto á bordo. Antes de anochecer sopló un viento -favorable, y á la media noche apenas distinguían ya el faro de San Juan -de Ulúa. A los sesenta y cinco días llegaron á Burdeos. - ---Antes de que nos separemos, dijo el hombre misterioso á Ocampo, quiero -pediros perdón. He tenido que cumplir un encargo difícil, y lo he hecho -de la mejor manera posible. Ninguno de nosotros ha traspasado los -límites de la buena educación, y me atrevo á creer que nuestra compañía -no ha sido tan molesta como era de esperarse, atendida la situación rara -en que nos hemos encontrado. - ---Los viajes y los matrimonios deben hacerse repentinamente, dijo Ocampo -con cierto acento irónico; pero en verdad, yo no estoy enfadado con -ninguno de vds. Me resta preguntar qué es lo que me falta que hacer, y -si la compañía de vds. debe aún continuar algún tiempo más. - ---Aquí nos debemos separar, y solo espero que en cambio de nuestros -cuidados nos prometa vd. no pasar á tierra sino hasta que haya salido -aquel barco que cabalmente comienza á levantar sus anclas. Aquí está una -cartera que suplico á vd. reciba y no abra ni examine hasta que se halle -instalado en la posada que elija en Burdeos. - ---Prometí seguir lo que los mahometanos llaman el destino, y á nada me -opongo, contestó. - -Los hombres estrecharon cordialmente la mano de Ocampo, y con sus -ligeros equipajes se trasladaron al barco que habían indicado, el cual -antes de dos horas había ya salido del puerto y perdídose entre las -ondas y el horizonte de la mar. Ocampo entonces desembarcó y se dirigió -al hotel que le pareció más modesto y apartado del centro. Allí abrió la -cartera y se encontró con una orden de una casa de comercio de México á -otra de París, para que pudiese disponer de una mesada equivalente á 250 -pesos. La cartera, además, tenía otro papel de una letra que quizá no -fué desconocida para Ocampo, en que se le aconsejaba que viajase, que -observase el mundo y que no volviese á México sino cuando personas que -se interesaban sinceramente por él, se lo indicasen. - -Esta aventura la refirió á mi padre una persona respetable y formal, y -yo no he hecho más que evocar recuerdos que, aunque de época lejana, se -conservan frescos y vivos en mi memoria. No salgo garante de la verdad, -y de la cual tuve el mayor empeño en cerciorarme. - -Muchos años después, y platicando yo familiarmente con Ocampo, hice -rodar la conversación sobre los viajes, y me atreví á preguntarle si -era cierto lo que había oído referir respecto á su primer viaje á -Europa. Ocampo sonrió de la manera triste y sarcástica que le era -peculiar, y desvió la conversación preguntándome si conocía yo una flor -que, aunque se la daban por nueva, era originaria de México y muy -conocida de todo el mundo. Comprendí que no debía instarle más; pero sí -me llamó la atención el que no me dijese que era una fábula lo que se -contaba: así, ni negó ni confirmó la narración. - -El hecho fué que Ocampo permaneció muchos meses en Francia, que -probablemente no hizo uso de la carta de crédito, pues vivió no sólo con -economía, sino hasta con miseria, y se dedicó á estudiar las ciencias -naturales, y con especialidad la botánica, en lo que fué muy notable. - -Otra anécdota ha llegado á mi noticia, y quien pudo conocer el carácter -de Ocampo, no dudará de ella. Entró una noche en Burdeos á un café donde -acostumbraba tomar un frugal alimento. Sabía ya y entendía perfectamente -el francés, y habiendo oido decir algo de México, fijó la atención en un -grupo que se hallaba á poca distancia. Entre otras cosas graves é -injurias relativamente á México, uno de los tertulianos fijó esta -proposición general: _Los mexicanos todos son ladrones_. - -Ocampo se levantó de su asiento, y dirigiéndose al grupo, dijo en muy -buen francés: - -«Señores, alguno de vds. ha dicho que todos los mexicanos son ladrones. -Yo soy mexicano, y con mi conciencia les aseguro que no soy ladrón; en -consecuencia, el que ha sentado tal proposición, _¡miente!_» - -Ocampo se retiró lenta y tranquilamente á su asiento y siguió tomando su -café. - -Entre los del grupo hubo un momento de silencio y de estupor, pero á -poco comenzaron á discutir y á vociferar. Ocampo les volvió la espalda -en señal del más soberano desprecio. Ya no pudieron sufrir, y uno se -levantó, y dirigiéndose á Ocampo, le dijo: - ---Espero que mañana, antes de las seis, os presentareis aquí con -vuestros testigos. - ---Ahora mismo es mucho mejor, y dos de los señores serán mis testigos. - -Dos de los concurrentes se levantaron, estrecharon la mano á Ocampo y se -pusieron á su disposición. - ---¿Cuáles son vuestras instrucciones? - ---Todo lo que queráis convenir lo acepto sin observación ninguna. - -Al día siguiente, en un lugar aislado y apartado de Burdeos, tuvo lugar -el duelo. Ocampo, que era menos diestro en la esgrima, salió herido y -tuvo que estar en cama cerca de un mes. Su adversario le visitó y le -satisfizo amplia y públicamente. Otros refieren que hubo un segundo -encuentro, en que el adversario recibió una herida grave; pero de una -manera ó de otra, Ocampo dejó bien puesto su honor y el de la patria. No -vaya á creerse que era espadachín, pero sí hombre muy pundonoroso y -delicado, y cuando creía tener razón y obrar conforme á su conciencia y -á su deber, no conocía el miedo. - - -II - -Algo más hay que contar de la vida privada de Ocampo. Tocóle en herencia -una grande y productiva hacienda de campo en el Estado de Michoacán, que -se llamaba Pateo. Era aún muy joven, y de pronto no se le juzgó á -propósito para la dirección de sus propios negocios. A los pocos días de -haber recibido sus bienes dió pruebas evidentes de su aptitud, y más que -todo de su rara probidad. - -La finca era extensa y valiosa; pero reportaba muchos gravámenes, y -había, además, una cantidad de deudas pequeñas que satisfacer. La -primera providencia de Ocampo fué llamar á todos sus acreedores. - ---Esta hacienda, les dijo, es más bien de ustedes que no mía. Examínenla -á su gusto, y convengamos en la parte de ella que cada uno quiera tomar -para pagarse su deuda. - -La mayoría de sus acreedores consentían en renovar las escrituras. -Ocampo rehusó y quiso pagar. Los acreedores eligieron convencionalmente -las fracciones que les pareció, y quedó á Ocampo un potrero sin casa ni -oficinas. Sus acreedores se mostraron satisfechos y fueron pagados, y él -comenzó materialmente la vida ruda y laboriosa del colono. - -Fijó su residencia debajo de un grande y frondoso árbol que todavía -existe, y ayudado personalmente de los sirvientes que le eran adictos, -comenzó á levantar una casa pequeña, á cavar las zanjas, á formar las -cercas, á establecer las tierras de labor, á formar, en una palabra, de -una tierra salvaje una hermosa propiedad que literalmente regó con el -sudor de su frente. En el discurso de pocos años había ya una casa -modesta, pero cómoda; un jardín cubierto de las flores más exquisitas, y -unas tierras de labor benditas por Dios, y abonadas con el sudor y el -trabajo de un hombre honrado, y no sólamente admirador de la naturaleza, -sino muy inteligente en la agricultura. A esta nueva propiedad le puso -por nombre _Pomoca_, anagrama de su apellido. - - -III - -Vulgarmente se decía: «Ocampo es un hombre raro.» En efecto, no era -común, y en este sentido había razón para calificarle así. Tenía un -sistema de filosofía peculiar que no pertenecía realmente á ninguna de -las escuelas antiguas ni modernas. Era el conjunto de todas ellas, -modelado en su propio cerebro, con independencia de toda preocupación. -Ocampo pensaba en la misión del hombre sobre la tierra, y para él, esta -misión era la de hacer el bien y propagar la libertad en toda su mayor y -más aceptable latitud; así, la política tenía necesariamente que formar -parte de sus creencias íntimas. ¡Pueden hacer tanto bien los gobiernos! -¡Pueden proporcionar una suma de libertades tan apetecibles y preciosas! -El constituir una parte de esa entidad que podía dispensar los más -grandes beneficios á la sociedad, era para un ciudadano un grande honor -y un motivo de legítima aspiración. He aquí el aspecto bajo el cual -Ocampo miró siempre las cosas públicas; y no hacemos más sino recordar -hoy muchas de las conversaciones que tuvimos con él. - -Con unos precedentes tan sinceros y generosos, jamás pudo entrar, ni aun -remotamente, en sus ideas, ni la consideración de un sueldo, ni el -deseo del mando, ni la necia vanidad de figurar. Desde el momento que se -persuadía que no podía hacer el bien en un puesto público, lo dejaba -positivamente, y omitía esas fórmulas y esas ceremonias propias de los -que no obran con la firmeza de una conciencia ajena de todo interés. - -Ocampo escribió para el público menos que Otero, que Rosa, que Morales y -que otros muchos hombres distinguidos del partido liberal, y sin -embargo, ejerció en su época mayor influjo que ellos en la marcha de las -cosas políticas. Cuando se establecía en México el gobierno conservador -y dictatorial, Ocampo, ó era perseguido y desterrado, ó desaparecía de -la escena pública y se encerraba en su hacienda á leer ó estudiar, y á -cuidar sus pocos intereses, que tenía en un perfecto estado de orden. -Cuando triunfaba el partido liberal, inmediatamente era llamado á ocupar -algún puesto distinguido. Se prestaba á servir los cargos populares ó -políticos; jamás quiso recibir ningún empleo, aun cuando le instaron -para que aceptara muchos y muy buenos, entre ellos el de director del -Montepío. - -Así, fué gobernador de Michoacán, cuyo Estado ha añadido el nombre de -Ocampo á su antigua denominación Tarasca. Gobernó bien, estableció -prácticamente sus doctrinas de libertad; fué, como en todos los actos -de su vida, nimiamente honrado y delicado, y se puede asegurar que -jamás tomó un solo peso que no fuese adquirido con su personal trabajo. - -Fué llamado al ministerio de Hacienda en Marzo de 1850, durante la -administración del general Herrera. - -En Octubre de 1855 entró á desempeñar el ministerio de Relaciones, -siendo presidente el general Don Juan Alvarez. - -En 1858 volvió á desempeñar el mismo ministerio, siendo presidente el -Sr. Juárez, y en 1859 y 1860 estuvo encargado al mismo tiempo de los -ministerios de Guerra y Hacienda. Fué en esta última época cuando -desplegó Ocampo toda la energía de que era capaz, y participando de los -inconvenientes y peligros de toda la época tormentosa de la guerra de la -Reforma, firmó en Veracruz el célebre manifiesto del gobierno -constitucional, y las leyes se expidieron una tras otra hasta completar -la serie de providencias y circulares necesarias para consumar la obra -que había costado tanta sangre y tantos trastornos en los últimos años. - - -IV - -Triunfante el gobierno del Sr. Juárez, volvió con él á México el Sr. -Ocampo; pero á pocos días fué organizado otro Gabinete, y el infatigable -Ministro de la Reforma, sin ninguna aspiración, sin llevar un solo peso, -sin pretender, y antes bien rehusando todas las posiciones que se le -brindaron, se retiró á su hacienda de Pomoca, donde se ocupaba de poner -en orden sus negocios, y en cultivar sus hermosas flores, que fueron el -encanto de su vida. - -Llevó á su hogar sus manos limpias. Ni el dinero ni la sangre les habían -impreso algunas de aquellas manchas que, como dice Shakespeare, no -pueden borrar todas las aguas del Océano. - -Los restos del ejército reaccionario, pasados los primeros momentos, -volvieron á aparecer con las armas en la mano; y en la República, que -por un momento pareció tranquila, volvió á aparecer la guerra civil. - -En la hacienda de Arroyozarco había un español llamado Lindoro Cajiga. -Por motivos más ó menos fundados, que no es del caso calificar, se -separó del servicio de los Sres. Rosas, y reuniéndose con una colección -de hombres desalmados, formó una de esas temibles guerrillas que han -sido el espanto de las poblaciones pequeñas y de las haciendas de campo. - -Un día, el menos pensado, se presentó Cajiga en Pomoca y encontró á -Ocampo desprevenido, inerme, confiado y tranquilo, en medio de sus hijas -y de sus sirvientes. Bruscamente le intimó que se diera por preso; y á -pie, y según se dijo con generalidad, tratándole de una manera indigna, -le condujo hasta donde había una fuerza mandada inmediatamente por D. -Leonardo Márquez, y que también estaba á las órdenes de D. Félix -Zuloaga, que se decía Presidente de la República. Lindoro Cajiga obró de -su propia cuenta, ó fué enviado expresamente por Márquez ó Zuloaga? El -caso fué que, apenas este hombre respetable cayó en manos de estos jefes -militares, cuando determinaron que fuese fusilado. - -Ocampo no suplicó, no pidió gracia, ni aun algunas horas para disponer -sus negocios; recibió con una completa calma la noticia de su próximo -suplicio. - -Pidió únicamente una pluma y una hoja de papel, y escribió, en pocas -líneas, el testamento que ponemos á continuación, con una mano tan firme -y un carácter de letra tan regular y tan correcta como si en medio de su -vida tranquila del campo hubiese estado describiendo las maravillas de -la naturaleza. - -Fué fusilado y colgado en un árbol el día 3 de Junio de 1861, frente á -la hacienda de Caltengo. - - -TESTAMENTO - -«Próximo á ser fusilado según se me acaba de notificar, declaro que -reconozco por mis hijas naturales á Josefa, Petra, Julia, i Lucila, i -que en consecuencia las nombro mis herederas de mis pocos bienes. - -«Adopto como mi hija á Clara Campos, para que herede el quinto de mis -bienes, á fin de recompensar de algún modo la singular fidelidad i -distinguidos servicios de su padre. - -«Nombro por mis albaceas á cada uno in solidum et in rectum á D. José -María Manzo de Tajimaroa, á D. Estanislao Martínez, al Sr. Lic. D. -Francisco Benítez, para que juntos arreglen mi testamentaría i cumplan -esta mi voluntad. - -«Me despido de todos mis buenos amigos i de todos los que me han -favorecido en poco ó en mucho, i muero creyendo que he hecho por el -servicio de mi país cuanto he creído en conciencia que era bueno. - -«Tepeji del Río, Junio 3 de 1861.--_M. Ocampo._ - -«Firman este, á mi ruego, cuatro testigos, i lo deposito en el Sr. -General Taboada, á quien ruego lo haga llegar á mis albaceas ó á D. -Antonio Balbuena, de Maravatío. - -«En el lugar mismo de la ejecución, hacienda de Jaltengo, como á las dos -de la tarde, agrego, que el testamento de Dª Ana María Escobar está en -un cuaderno en inglés, entre la mampara de la sala i la ventana de mi -recámara. - -«Lego mis libros al Colegio de San Nicolás de Morelia, después de que -mis señores albaceas i Sabás Iturbide tomen de ellos los que les -gusten.--_M. Ocampo._--_J. I. Guerra._--_Miguel Negrete._--_Juan -Calderón._--_Alejandro Reyes._» - -Así terminó su carrera, á la edad de 54 á 56 años, uno de los hombres -más distinguidos, más honrados y mejores de la República[1]. - -_Manuel Payno._ - - - - -LEANDRO VALLE - - Amigo: te felicitamos por haber dado á tu fe republicana hasta el - último aliento de tu vida, hasta el último latido de tu corazón. Te - felicitamos por haber sufrido, por haber muerto. - -_V. Hugo._ - - - - - -I - -Leandro Valle es una de las figuras más prominentes de la revolución -progresista. - -Esa figura, que yace alumbrada por la luz de la historia, dice á la -actual generación que surge la juventud en la tormenta revolucionaria, -como el rayo que va á incendiar los escombros del pasado, para echar los -cimientos del porvenir. - -Valle apareció en la revuelta arena de nuestro anfiteatro guerrero bajo -los estandartes de la REFORMA, cuando el clero era una potencia y -parapetaba en sus ciudadelas á sus soldados para defender sus tesoros y -prominencias. - -Cuando para escándalo del siglo y vergüenza de la historia, nos -encontrábamos como en la Edad Media, en pleno _feudalismo_, las -escuadras invasoras arrojaban sobre la ciudad heroica sus primeras -bombas en 1847, y la capital se envolvía en las llamas de la guerra -civil, á la voz de _Religión_. - -Valle combatía por primera vez al lado de los reformistas, arrebatado -por ese espíritu gigante, que no le abandonó ni en los últimos instantes -de su existencia. - -Aquel niño cuya frente serena se ostentó en esos días á la luz -resplandeciente de los cañones, se dejó ver en el combate con el -extranjero, en cuyo estadio se trazaban los preliminares de una carrera -de gloria y de heroicidad. - -La fortuna negó á nuestras armas la victoria, pero fué impotente para -borrar las hazañas de nuestros héroes; se veneran aún en aquellos campos -de recuerdos patrióticos las cenizas sagradas de nuestros mártires. - -¡Gloria á vosotros, que llevasteis vuestra sangre como una ofrenda á los -altares de la patria! - -¡Gloria á vosotros, que rindiendo un homenaje al patriotismo, caísteis -en la arena lanzando vuestro último grito como un saludo eterno á la -libertad! - -¡Gloria á vosotros, que sobrevivís á esos días de prueba y arrastrais -una existencia de olvido; vosotros sois los templos vivos de nuestras -memorias, la tradición palpitante de las batallas; cada vez que las -descargas anuncian que uno de vosotros baja al sepulcro, nos parece que -se arranca una hoja de ese libro histórico de nuestras glorias! - - -II - -Cuando una sociedad encalla, se necesitan los choques de la revolución -para sacarla de los arrecifes. - -El torrente irresistible del siglo destruye y crea al mismo tiempo; por -eso vemos al mundo antiguo desaparecer con sus tradiciones, con sus -hombres, con su filosofía y si invocamos como un derecho las creencias -de nuestros padres, no recordamos las de nuestros mayores. - -La independencia de las naciones no trae siempre consigo la idea de la -libertad. - -México, independiente, cayó bajo el poder del clero, y la sociedad yacía -esclava de las prácticas religiosas en su orden político y su -construcción administrativa. - -Acabó la _unción_ de los reyes; pero el presidente iba á consagrar su -cabeza bajo el palio y á arrodillarse en los mármoles de la catedral, y -á inclinar la frente agobiada, al resonar en las bóvedas el canto de los -Salmos. - -El poder civil desaparecía ante la potestad canónica, ante esa vara -mágica que abre á su contacto las puertas del cielo y las del abismo. - -Desde las aldeas hasta las ciudades, ostentaban, templos y monasterios, -sitios de tormento para las vírgenes, foco de pereza y de histérico para -los cenobitas, rompiendo de continuo los _votos_ esas cadenas que el -ascetismo de los siglos medios ha querido imponer á la naturaleza. - -Avasallada la sociedad por el sentimiento religioso, subyugada por el -fanatismo y ultrajada por una soldadesca inmoral y desenfrenada, sintió -la necesidad del sacudimiento; la prolongación del letargo podía llegar -hasta la muerte. - -Brotó la idea de la Reforma como una fosforescencia de su cerebro; la -idea necesitaba armarse, combatir, triunfar. - -Los que habían puesto el dogma de la _intolerancia_ en las cartas -políticas, no eran seguramente los hombres de la revolución. - -Los que habían combatido al lado del estandarte de _la fe_, pertenecían -al pasado. No quedaba sino la nueva generación para realizar el -pensamiento reformador de la sociedad. - -Pero la juventud necesitaba una guía en el terreno práctico de sus -aspiraciones patrióticas. - -Hidalgo había dado el grito de libertad cuando su cabeza estaba cubierta -con el hielo de la vejez; era necesario buscar para la _Reforma_ otra -organización privilegiada que no cediera á los embates de la revolución, -que se presentaría terrible como nunca. - -Un antiguo caudillo de la libertad daría con su voz autorizada el -prestigio de la revolución. En el mapa de nuestros recuerdos se -encuentra señalado con una estrella roja el pueblo de _Ayutla_, punto de -la erupción cuya lava debía extenderse sobre los campos todos de la -República. - -No seguiremos en esta vez la marcha trabajosa de esa revolución hasta su -triunfo definitivo, porque vamos en pos de la huella de un hombre, -objeto de nuestro artículo. - -El gobierno democrático quedó instalado, y la idea de la _Reforma_ -aceptada como una conquista del siglo y de la civilización. - -El gigante se sintió herido; alzóse terrible en sus convulsiones; rota -su armadura, aun podía empuñar la clava y provocar una reacción -momentánea; pero qué diría de sus esfuerzos sobrehumanos antes de -declararse vencido y humillado ante sus adversarios. - -El motín, la conspiración tenebrosa, la tribuna eclesiástica, la -cátedra, todo, todo se puso en juego para falsear los principios -victoriosos. - -El 11 de Enero de 1858, la reacción tornó á enseñorearse de la capital, -comunicando su movimiento á los puntos más distantes de la República. - -Juárez, después de una marcha trabajosa y de vicisitudes por el interior -del país, se embarcó en el Manzanillo, y atravesando el istmo de -Panamá, entró sereno, como la barca que le conducía, á las aguas del -Golfo, y estableció su gobierno en Veracruz hasta el triunfo definitivo -de la idea progresista. - -La revolución tronaba como la tempestad en el cielo de la República. - -Se alzaron cien patíbulos, corrió la sangre, se consumaron venganzas -inauditas, el clero se arrancó la máscara, y se entró en la lucha más -terrible que registran nuestros anales. - -Volvamos á nuestra individualidad. Leandro Valle quedó fiel á su -bandera, quemó sus últimos cartuchos en las calles de la capital, y -marchó después á unirse con el ejército al interior de la República. - -La reacción había tenido un éxito inesperado, el ejército del clero -ganaba batallas por doquiera, y cosechaba triunfos, de los cuales él -mismo se sorprendía. - -Estrechos son los márgenes de este artículo para narrar las vicisitudes -de los demócratas y sus grandes sacrificios por la causa de la libertad. - -Aparecía un hombre empujado por el huracán revolucionario, se hacía -célebre por su heroicidad, y desaparecía después en una oleada de muerte -y de exterminio. - -De esa peregrinación de combates queda una estela de sangre, como una -marca de fuego, sobre los campos y las montañas. - - -III - -El terrible sitio de Guadalajara y las jornadas de Silao y Calpulalpam -anunciaron al mundo de la _reacción_, que había muerto para siempre, -hundiéndose en el pasado con el anatema de los buenos. - -Valle venía en ese ejército victorioso, de cuartel-maestre, -distinguiéndose por su arrojo y pericia militar. El 25 de Diciembre de -1860 el ejército liberal ocupó la plaza de México, y los prohombres del -partido clerical huyeron despavoridos, unos al extranjero y otros á las -encrucijadas, donde se hicieron á poco de los restos desmoralizados de -su ejército, entregándose al pillaje desenfrenado y á las escenas de -sangre más repugnantes. - -Juárez estaba de regreso en su palacio presidencial, como el pensamiento -de la revolución triunfante. - -Convocóse desde luego la Asamblea Nacional, y el nombre de Valle surgió -en las candidaturas populares, y el joven caudillo tomó asiento en los -escaños de la Cámara. - -Arrebatado por su carácter fogoso, fué uno de los que propusieron la -Convención, cuya idea no pudo llevarse hasta su término. Valle se había -colocado entre los exaltados, y votaba los proyectos de reforma más -avanzados en nuestra política. - -En aquellos días de efervescencia, cuando las pasiones estaban -desbordadas, se supo en la capital que D. Melchor Ocampo, uno de los -hombres más prominentes de nuestro país, había sido asesinado alevosa é -impíamente por la reacción acaudillada por Márquez, ese miserable que -está fuera de la compasión humana, entregado al desprecio y vilipendio -del mundo entero. - -El pueblo se sintió herido por aquel rudo golpe, y se lanzó á la cárcel -de reos políticos, en busca de víctimas: entonces Leandro Valle se -apresuró á contener el desórden, habló al pueblo en nombre de su honra -sin mancha, de la gran conquista que acababa de alcanzar en su gran -revolución de reforma, y de su porvenir. - -La tempestad se calmó; pero de aquellas olas inquietas todavía se -desprendió una voz fatídica como la de un agorero: _Cuando el general -Valle caiga en poder de los reaccionarios, no le perdonarán_. - -Hay palabras que las inspira la fatalidad y las realiza el destino. - -El general D. Santos Degollado, de cuya biografía vamos á ocuparnos -próximamente en la galería del _Libro Rojo_, pidió ir en busca de los -asesinos de Ocampo. Desgraciadamente una mala combinación militar le -hizo caer en poder de sus enemigos, que derramaron aquella sangre que -dejó ungida la tierra. - -El Gobierno dispuso que Leandro Valle saliera en persecución de los -asesinos. - - -IV - -Hay detalles que recargan las sombras tenebrosas de un drama. - -Valle estaba en la fuerza de la juventud, en esa alborada de la vida en -que la luz de la fantasía extiende pabellones de fuego en nuestro -cerebro y envuelve el corazón en una densa nube de aromas: cloroformo -que nos hace soñar en el encanto engañador de la existencia, y horas de -amor en que el ángel de la dicha llama á las puertas del corazón y -trasporta el alma al mundo bellísimo de las esperanzas!...... - -Valle amaba por la primera vez; su corazón, que parecía encallecido -entre el rumor de las batallas y los trabajos del campamento, rindió su -homenaje á la hermosura, palpitó lleno de cariño, y evocó los genios de -la felicidad y del porvenir!...... Sarcasmo ruin de la existencia!...... -Aquella alma virgen y llena de ilusiones, estaba ya en los dinteles de -otra vida!...... - -Valle debía salir á la mañana siguiente.... á los desfiladeros de las -Cruces, donde el enemigo le esperaba. - -Al joven general, que acababa de asistir á combates de primer orden, le -parecía de poca importancia aquella expedición; así es que se entregaba -al esplendor de una fiesta en medio de sus ilusiones de amor y la -efusión simpática de sus amistades. - -Valle ofrecía á los pies de su prometida, traer un nuevo laurel de -victoria, cosechar un nuevo triunfo, manifestarse héroe al influjo santo -de aquella pasión. - -Resonaba la música poblando de armonía aquella atmósfera de perfumes; -las flores exhalaban su esencia, como el corazón sus suspiros y el -hervidor champagne apagaba sus blanquísimas olas en los labios -encendidos de la belleza!...... Ilusiones, amores, esperanzas; velas -flotantes en la barca de la vida! - -En medio de aquel mundo de ensueños, resonó una palabra que es de -tristeza en todas circunstancias...... Adiós! - -Frase misteriosa, exhalación pavorosa del alma, voz de agonía, acento -desgarrador que anuncia la separación, parecido al choque de una ola que -se aleja en el mar para no volver nunca!.......... Ay! ¡cuántas olas han -desaparecido en ese mar siniestramente sereno de la existencia, -dejándonos la huella imborrable de los recuerdos! - -Valle partió emocionado al campo de batalla; oyóse el rumor de las -cajas, el paso de los batallones, el rodar de la artillería......... -después, todo quedó en silencio! - - -V - -Estamos en la mañana del 23 de Junio de 1861: las nubes se arrastran -entre los pinares del Monte de las Cruces, y una lluvia menuda cae en el -silencio misterioso de aquellos bosques. - -Todo está desierto; por intervalos se escuchan los golpes del viento que -agita las pesadas copas de los árboles y arrastra á gran distancia el -grito de los pastores. - -Ni un viajero cruza por aquellas soledades, reciente teatro de una -catástrofe. - -El huracán de la revolución tiene yermos aquellos campos. - -Se ignora la altura del sol, porque las montañas están alumbradas por -luz de crepúsculo. - -Repentinamente aquel silencio se turba; grupos de guerrilleros comienzan -á aparecer en todas direcciones, posesionándose de las montañas y -desfiladeros, indicando el movimiento de una sorpresa. - -Unos batallones se sitúan en la hondonada de un pequeño valle, en -actitud de espera. - -Pasan dos horas de espectativa, cuando se dejan ver las primeras -avanzadas de una tropa regularizada; se oyen los primeros disparos, y -comienza á empeñarse un combate parcial; los soldados de Valle se -extienden por las laderas, desalojando á los reaccionarios, y con el -grueso de sus tropas hace un empuje sobre las del llano, que resisten á -pie firme algunos minutos y comienzan después á desordenarse. - -Los guerrilleros de la montaña pierden terreno y se replegan á su campo. - -Valle debía obrar en combinación con las fuerzas del general Arteaga que -se le reunirían en aquel campo; pero alentado con el éxito de su primer -movimiento, cree alcanzar, sin auxilio, una fácil victoria, y se lanza -con arrojo sobre el enemigo que huye en desórden. - -Una coincidencia fatal viene á arrebatarle su conquista. - -Márquez llega al campo enemigo accidentalmente, con fuerzas superiores á -las de Valle, le sorprende en ese desórden que trae consigo la victoria, -y alcanza á derrotarle completamente. - -Valle hace esfuerzos inauditos de valor; sus oficiales le quieren -arrancar del campo; pero él prefiere la muerte, á presentarse prófugo y -derrotado en una ciudad que le aguardaba victorioso. - -El joven general cae prisionero después de disparar el último tiro de su -pistola. - -El tigre de Tacubaya, la hiena insaciable de sangre, tiene una víctima -más entre sus garras y no la dejará escapar. - -Está en su poder el soldado á cuyo frente había retrocedido tantas -veces, el que le había humillado en los campos de batalla...... su -sentencia era irremisible! Valle comprendió desde luego la suerte que se -le reservaba, y escuchó con serenidad su sentencia de muerte. - -Márquez quizo humillar en su horrible venganza al joven general, -mandando que se le fusilase por la espalda como á _traidor_. - -Entre aquella turba de miserables asesinos, no hubo una voz amiga que se -alzara en favor del soldado que había perdonado cien veces la vida de -los prisioneros, y evitado en la capital que la cólera del pueblo -consumase una represalia en personajes de valía entre los reaccionarios. - -El vaticinio popular se cumplía: «Caerá en poder de sus enemigos, y no -le perdonarán.» - -Cerraba la noche de aquel día aciago, cuando Valle fué conducido al -lugar de la ejecución. - -De pie, reclinó su frente sobre la tosca corteza de un árbol, se apoyó -en sus brazos y esperó resuelto el golpe de la muerte. - -Oyóse una descarga cuyos ecos repercutieron en el fondo de las montañas, -y al disiparse el humo de la descarga, se vió en el suelo al general -Valle tendido en un lago de su propia sangre, agitándose en las últimas -convulsiones. - - * * * * * - -El rencor de los hombres tiene por límite la muerte; pero hay seres que -en mal hora han venido al mundo para deshonra de la humanidad. Aquel -cadáver, mutilado por el plomo, provocaba aún las iras de su asesino; no -le bastaba la sangre, no; aquello era poco á la venganza; le faltaba la -ostentación del crimen, el alarde de la impiedad! - -Aquel cadáver fué colgado á un árbol que han desgajado ya los huracanes, -como el pregón, no del delito de Valle, sino de la infamia de sus -verdugos. - -Desde aquel leño ensangrentado pedía el cadáver justicia á Dios, cuya -sombra se alza terrible delante de los malvados, como la amenaza del -cielo en sus horas de inexorable justicia! - - -VI - -El cadáver de Leandro Valle fué recibido en la capital con pompa -fúnebre, y se le tributaron los honores de los héroes. - -Sus restos mortales descansan en el panteón de San Fernando, al lado de -las cenizas venerandas de los mártires de la Libertad y de la Reforma. - -_Juan A. Mateos._ - - - - -DON SANTOS DEGOLLADO - - -I - -Hay seres á quienes el destino manifiesto, lanza en el mundo pavoroso de -la adversidad, como relámpagos desprendidos de una nube de tormenta, -para alumbrar el caos y quedar perdidos en los pliegues gigantes de la -tiniebla. - -Seres revestidos de una alta misión, apóstoles de una idea sobre el -ancho camino de los mártires, glorificadores del pensamiento, honra de -un siglo y veneración de la humanidad. - -Ante esos seres del privilegio histórico, es necesario descubrirse la -frente, como á la vista de un monumento que señala una conquista -civilizadora, ó la revindicación de un derecho hollado. - -Hay una palabra que asume el destino entero de una época, ya se opere en -la religión, en la política ó en la filosofía: se llama REFORMA. - -Cuando esa idea grandiosa encarna en un hombre, hace de él un mártir, á -veces un héroe. - -El mundo oye decir: «_ese hombre es un reformador_,» y su mirada se posa -en la tribuna, y después en ese gólgota donde ha caído gota á gota la -sangre redentora de la sociedad humana! - -¡El cadalso! trípode magnífica levantada sobre los gigantes círculos de -la tierra, donde la voz, en sus últimas entonaciones, adquiere el poder -de resonar en los ámbitos del globo. - -Diez y nueve siglos vienen las palabras del ajusticiado de Jerusalem -disputándose las lenguas, reapareciendo con los idiomas nuevos, -incrustándose en los monumentos, porque esas palabras cayeron al pie de -la cruz en los momentos supremos de la agonía. - -Y es que al extinguirse el aliento del hombre, comunica á la idea ese -soplo vivificante de la inmortalidad. - -Delante de las cenizas de un reformador venimos á pronunciar las -palabras del contemporáneo, para que sean recogidas en son de ofrenda -por los historiadores del porvenir. - -No vamos á buscar en la cuna del pontífice de la democracia mexicana la -voz del augurio, ni la constelación dominante en la hora de su -advenimiento al mundo; porque esos misterios los encerramos todos en la -_idea_ que opera transformaciones tan gigantes. - -La democracia no cree más que en una raza, en una sangre: la que corre -al través de la humanidad entera. - -Dios arrojó sobre el globo las inquietas aguas del Océano; en vano el -orgullo de los hombros les ha impuesto un bautismo; son tan salobres las -ondas del mar Indico, como las del estrecho de Bering. - -Sabemos que viene el hombre del sexto día del Génesis, y eso nos basta. - -Negamos la profecía sobre el sér que despierta al aliento de la vida, -como negamos la infalibilidad; porque sabemos que cederá á la influencia -de su época en las transformaciones sociales. - -Vemos al gladiador sobre la arena del anfiteatro sin preguntar si -mecieron su cuna los vientos emponzoñados del Ganges, ó las brisas del -Nuevo Mundo. - -La filosofía no abre las hojas del pasado, sino para estudiar el -fenómeno. - -Hay tanta obscuridad en derredor nuestro, que apenas podemos determinar -algo sin auxilio de otro misterio. Ver salir á un hombre á la vida -social, apoderarse de una idea, convertirse en campeón, luchar, sufrir, -sacrificarse y vencer al fin, con sólo el esfuerzo de su voluntad -indomable, con sólo el magnetismo de la palabra, es más de lo que puede -hacer el resto de los hombres; esto se consigna, se palpa, pero no se -comprende. - -Sale del humilde pueblo Nazaret un inspirado, se hace oír en la tribuna, -desciende á las márgenes del Galilea, inquieta á la sociedad pagana, -funda una doctrina, sube con serenidad las rocas del Calvario, acepta -por completo su misión de mártir, y el mundo antiguo sobrevive apenas á -la agonía del Crucificado. El catolicismo se apodera del mundo moderno y -le encadena; ya no son los cristianos los que entran en el circo; de -víctimas se tornan en verdugos que arrojan al fuego á sus enemigos. -Entonces se levanta de la humilde celda de un convento de la Alemania la -voz terrible de Martín Lutero, iniciando la reforma religiosa y la idea -protestante; señala ya al siglo XIX como el crepúsculo del -catolicismo.--Decididamente Martín Lutero vale tanto como Mahoma y -Sakia-Muni. - -Estos grandes movimientos religiosos coinciden con los cambios -políticos, porque la idea civil y religiosa se tocan en la práctica de -las sociedades. - -No entraremos en esas apreciaciones históricas y filosóficas, porque es -otro el objeto de nuestro artículo. - - -II - -Don Santos Degollado fué el Moisés de la revolución progresista; murió -señalando la _tierra prometida_, al pueblo á quien había guiado en el -desierto ensangrentado de los combates. - -Salió de las obscuras sombras de una catedral, donde la curia -eclesiástica le veneraba como á uno de los servidores más leales de la -iglesia; seguramente aquella soledad despertó en su cerebro la idea de -la reforma, vió al pueblo encadenado á los hierros de la tiranía, y -pesando sobre la frente de la sociedad la mano inexorable del clero. Le -pareció ese abatimiento la abyección deshonrosa de una nación, el -envilecimiento del sér humano, y el síntoma precursor del -desaparecimiento en la absorción conquistadora. - -Sintióse humillado en su calidad de hombre y de ciudadano, operóse en su -alma una metamórfosis heroica, arrojó de sí la pluma, empuñó la espada y -sentenció en el alto juicio de su patriotismo las ideas condensadas -durante medio siglo en el cielo de la sociedad. - -La Iglesia le cerró sus puertas como á un _relapso_; entonó los salmos -Penitenciales al condenado, le excomulgó á su vez, diciéndole anatemas y -borrándole de los registros católicos. - -Pero el pueblo formó valla á su paso, respondió á su voz que le llamaba -al combate, y le aclamó el campeón de sus libertades. - -Entonces se desarrolló á la vista del mundo entero un espectáculo -magnífico. La juventud se apoderó de aquellos estandartes que debían -llegar al último reducto acribillados por la metralla. Hubo una sucesión -de combates sangrientos en que los ejércitos de la Reforma desaparecían -en medio de los desastres más sangrientos; pero el bravo campeón parecía -llevar en sus labios el _fiat_ de la creación, porque sus filas -aparecían como por encanto sobre los mismos campos de la derrota. - -Luchaba contra la fatalidad; pero hay algo que está sobre el fatalismo: -la constancia y la abnegación. - -Aquel ejército, impulsado por el aliento sobrehumano del patriotismo, -recorrió los campos escarbados de la República en una sucesión de duelos -y de batallas que registran las páginas más terribles de nuestra -historia. - -El 11 de Abril de 1859 las huestes se presentaron al frente de la -capital después de sostener en su tránsito tres combates formidables. -Don Santos Degollado creyó dar un golpe de mano tomando por asalto la -ciudad; pero Dios no había señalado aún el término de aquella lucha. - -Mientras una parte del ejército republicano conquistaba el laurel de la -victoria á bordo de la «Saratoga» en las aguas de Antón Lizardo, y -rechazaba á los reaccionarios desde los muros de la Ciudad Heroica, una -nueva catástrofe tuvo lugar en las lomas de Tacubaya. - -El ejército de Degollado se retiraba después de un combate sangriento, -dejando en poder de los soldados del clero un grupo de jóvenes que no -quisieron separarse del campo, unos por asistir á la batalla hasta el -último trance, y otros por estar en calidad de médicos, prestando -auxilios á los desgraciados que yacían en la arena, víctimas del plomo. - -Dice la sombría historia de aquella noche memorable, que los prisioneros -fueron ejecutados en medio de una saturnal espantosa de sangre y de -venganza. - -El autor de la hecatombe yace proscripto y con la maldición de Dios -vibrando sobre su frente, perseguido de los espectros de las víctimas -que no le han abandonado desde entonces, ni en las apartadas regiones -europeas, ni en su peregrinación á la Tierra Santa, ni en su ostracismo -en los hielos del Norte[2]. - -Esas augustas sombras presenciarán la trabajosa agonía del malvado, -tomarán asiento sobre la piedra de su sepultura, y permanecerán allí -serenas, inmóviles, impasibles, hasta que el soplo de Dios pase sobre -esos huesos maldecidos, y los mártires pidan justicia en la hora solemne -de la resurrección! - - -III - -La época del obscurantismo entraba en agonía; su causa estaba -sentenciada, pero le daba aliento la sangre, como si refrescase los -labios de un moribundo. Las huestes de la Reforma sitiaban las ciudades, -se apoderaban de los puertos en el Pacífico y el Atlántico, y -atravesaban el centro del país reconquistando las plazas en son de -guerra. - -La revolución moral estaba efectuada. D. Santos Degollado era el héroe -de aquel gran movimiento; tenía por soldado á Zaragoza. - -El reducto inexpugnable de la reacción acababa de capitular ante las -armas republicanas. Guadalajara estaba recuperada. - -No queremos recordar la combinación política que motivó la separación -del general Degollado de la dirección de un ejército levantado por él, y -por él llevado á los campos de victoria. El insigne patriota rindió un -homenaje á la autoridad constitucional, y bajó en silencio de su alto -puesto, sin pronunciar una palabra, sometiéndose á las eventualidades de -un proceso. - -Le faltaba la última decepción para llenar la vida de un héroe. En -cuanto á su muerte, el destino se ocuparía de realizarla. - -Desde aquel momento su estrella se empañó en el cielo del oráculo, y -comenzó á resbalar sobre la huella que termina en el desastre. - -Solo, pobre y abandonado, sin más compañía que aquella espada que le -había acompañado durante tantos años de vicisitudes, partió del campo de -la ingratitud con la faz serena, pero con el corazón hecho pedazos. - -Aquel hombre extraordinario tenía un consuelo: la religión; era como -Morelos: se persignaba y decía oraciones momentos antes de la batalla. - -Se le vió atravesar por los pueblos que respetaban el grande infortunio, -viendo aquella figura histórica como el paso del alma de la revolución, -que iba peregrinante por el suelo de los combates. - -Unióse á la división Berriozábal que venía de triunfo del Puente de -Calderón, y tomó hospedaje en la ciudad de Toluca. - -La reacción no se dejaría arrebatar el poder sino hasta el último -momento; así es que haciendo un esfuerzo supremo, organizó sus fuerzas y -cayó sobre aquella división avanzada, dándole una sorpresa. - -El general Degollado fué hecho prisionero y conducido como un trofeo -entre los estandartes de la reacción. - -El pueblo se agolpó á su tránsito, deseaba conocer á aquel hombre que -había llenado las páginas de cuatro años con sus milagros y sus hazañas. - -El ilustre prisionero aceptó por completo su destino; sabía que el genio -de la vicisitud batía las alas sobre su existencia, y estaba resignado. - -La victoria de Calpulálpan vino á decidir el triunfo completo de la idea -reformista; sobre aquella arena quedó vencida para siempre la reacción. -Un monumento sería en aquel lugar histórico el sarcófago de la sociedad -antigua. - - -IV - -El ejército de la reforma clavó sus estandartes vencedores en la capital -de la República, el día 25 de Diciembre del año memorable de 1860. - -Las puertas del calabozo que guardaban á Don Santos Degollado se -abrieron, y aquel mártir de la fe republicana se refugió en un silencio -heroico, sacando su barca del mar borrascoso de las agitaciones -políticas. - -Un golpe inesperado vino á herirle cuando yacía en el silencio de su -hogar. Las hordas salvajes de la reacción, esos grupos de miserables -asesinos, marea infecta en el lago obscuro de los motines, perpetraban -el más cobarde de los asesinatos en la persona ilustre de Don Melchor -Ocampo, en el hombre del pensamiento, en el salvador de la idea, en el -cerebro de la revolución reformista. - -Los restos ensangrentados del mártir de Tepeji, colgados á un árbol del -camino, y agitándose al soplo del viento, eran desde el suplicio el -pregón de la infamia de sus verdugos, el ejemplo palpitante, la -enseñanza heroica á las generaciones del porvenir. - -La sociedad entera se estremeció ante ese drama pavoroso. La hiena de -Tacubaya, ese miserable, hecho del barro de Troppman, y animado por el -soplo del crimen, era el autor de ese atentado, que rechaza con -indignación la severidad humana. - -El pueblo se agolpó á las galerías de la Cámara, buscando un eco bajo -aquellas bóvedas, y se encontró con un espectáculo que no esperaba, y -que se registra en la sesión del 4 de Junio de 1861. - -En medio de la terrible fermentación de los ánimos, cuando todas las -voces se convertían en un alarido de venganza, se vió aparecer sobre la -tribuna á un hombre de aspecto siniestramente sereno, dejando ver, no -obstante, las señales marcadas del dolor sobre su rostro. - -El aparecimiento repentino de aquella figura solemne aplacó la tempestad -desencadenada; entonces se dejó oír el acento patriótico, que había -resonado tantas veces en los campos de batalla y la tribuna -revolucionaria: era la voz de Don Santos Degollado, que vibraba con una -entonación lúgubre, demandando de sus jueces el permiso para vengar la -sangre del patriarca de la democracia. _Ave, Cæsar, moriture te -salutant!_ - - -V - -El 15 de Junio, ese año histórico de 1861, el general Degollado -presentaba batalla á la reacción en el monte de las Cruces. - -El enemigo le tendió un lazo horrible, aparentó retroceder é hizo caer -en una emboscada á los soldados republicanos. En medio del desórden que -sigue siempre á una sorpresa, el general quiso reconquistar lo perdido y -llamó con su voz de trueno á sus huestes, que se perdían entre los -pinares y rocas de la montaña. - -Aquella voz atrajo la atención del enemigo, que se precipitó sobre el -general, á quien el caballo le faltó en los momentos supremos, rodando -sobre las piedras.--Pocos momentos después, la reacción llevaba en -triunfo el cadáver de Don Santos Degollado, horriblemente mutilado y -como un despojo de la batalla. - - * * * * * - -¡Descansa en paz, sublime mártir de la libertad republicana! Los -pendones enlutados de la patria sombrearán tu sepulcro en son de duelo, -y el libro de la historia guardará tu nombre en esa página reservada á -los mártires y á los héroes! - -_Juan A. Mateos._ - - - - -LOS MARTIRES DE TACUBAYA - - -I - -El huracán sombrío de las revoluciones arrastra á su paso los despojos -de las sociedades, desquiciándolas y hundiéndolas en un abismo, tumba -abierta al extravío humano! - -El libro ensangrentado de nuestra historia es uno de aquellos monumentos -terribles donde se ve la expiación y el castigo que deja caer la mano -vengadora de Dios, sobre los pueblos á quienes azota la guerra -fratricida. - -Medio siglo de combates, de duelos, de asesinatos, han sembrado de -tumbas el territorio de la República, y es, que al descarrilarse nuestra -sociedad de la vía tenebrosa de la conquista, ha llevado en su paso á -dos generaciones con el tren inmenso de sus costumbres, de su -superstición y de sus creencias. - -La Reforma ha pasado, como en todos los pueblos, sobre un campo de -muerte; porque las sociedades antiguas se hunden en medio de la -catástrofe. - -Reaparece la sociedad moderna bajo la luz de la civilización y de la -nueva idea, y sentada sobre los escombros ensangrentados, pasea su -mirada en torno, y entonces la historia se escribe, y el gran libro de -la experiencia llena sus páginas con el relato de los desastres. - -Registramos hoy en las hojas del _Libro Rojo_ la hecatombe más pavorosa -que llenó de indignación al mundo civilizado, y determinó la caída de la -usurpación armada. - -He aquí el relato de ese hecho que pasa ya entre los romances populares -con todas sus sombras é invencible horror. - -La hora había sonado para las antiguas preocupaciones; el poder del -clero se hundía al _Dies iræ_ de la revolución en los avances del siglo, -y los últimos _soldados de la fe_ luchaban desesperados en nombre de una -causa sentenciada en el tribunal augusto de la civilización. - -El pueblo combatía bajo los pendones del progreso, y oponía su sangre -como en los días primeros de su emancipación, á los golpes postreros de -sus enemigos. - -El patriarca de la Libertad que como el mito de la religión pagana -convertía las piedras en hombres, levantando ejércitos con sólo el -esfuerzo de su aliento y la fe de su constancia, acercó atrevido sus -trágicos estandartes á la capital de la República, clavando su bandera -sobre ese cerro histórico de Chapultepec, como un cartel de desafío á -sus adversarios.--Menguaba el astro de aquel hombre sublime, mientras -ascendía en el cielo de la patria el sol de sus libertades. La historia -señalaba el 11 de Abril de 1859 como una fecha siniestramente memorable -para la República. - -Libróse una batalla sangrienta en que las huestes del pueblo quedaron -derrotadas sobre aquel campo. Hasta ahí, nada presentaba de particular -el lance de guerra, sino la heroicidad de los vencidos. - -Abrimos un paréntesis para dar lugar al relato escrito en la misma noche -del 11 de Abril, y bajo las impresiones dolorosas de aquel suceso. - - * * * * * - -El 11 de Abril de 1859 trabóse una batalla en las lomas de Tacubaya, y -el general Degollado resolvió emprender una retirada, señalando una -corta sección que resistiera el empuje de los soldados de la guarnición -de México. Esta sección combatió con valor hasta agotar sus municiones; -la villa fué invadida, el palacio arzobispal ocupado por los soldados de -la reacción, que viendo vencidos á sus enemigos les hicieron fuego y -los lancearon en todas partes, sin hacer distinción entre los heridos. - -Algunos jefes y oficiales quedaron prisioneros al terminar la acción del -11. Los heridos no pudieron seguir la retirada, y quedaron en hospitales -improvisados en el Arzobispado y en algunas casas particulares. Con -ellos quedó el jefe del cuerpo médico-militar del ejército federal y -tres de sus compañeros que creyeron inhumano y desleal abandonar á -hombres cuyas vidas podrían salvar, cuyas dolencias podrían mitigar. - -Un día antes de la acción se supo en México que eran muy pocos los -profesores que venían en el ejército federal, y que esta escasez podía -hacer mucho más funestos los resultados de una batalla. Esta noticia -hizo que algunos jóvenes estudiantes formaran y llevaran á cabo el noble -proyecto de ir á Tacubaya á ayudar gratuitamente á los facultativos y á -cuidar y operar á los heridos de los dos ejércitos. - -Terminada la acción, varios vecinos recorrían el teatro de la batalla -para informarse de lo ocurrido y auxiliar á los moribundos. - -Otros jóvenes llegaban en aquel momento á la población, viniendo de -tránsito para México á completar su educación. - -La contienda había concluido; contienda entre compatriotas y hermanos, -no quedaba para el vencedor más que el triste y piadoso deber de curar -á los heridos, de sepultar á los muertos y endulzar la suerte de los -prisioneros: esto habría hecho cualquier caudillo que hubiera tenido de -su parte el derecho y la legitimidad. Pero pocas horas antes había -llegado á México D. Miguel Miramón como primer disperso del ejército que -anunció iba á tomar Veracruz y retrocedió espantado de los muros de -aquella heroica ciudad, sin haberse atrevido á atacarla. Humillado, -caído en el ridículo, prófugo, quiere vengar los desastres que debe á su -impericia, y vuela á Tacubaya. El genio del mal, el demonio del -exterminio y del asesinato, cayó sobre aquella población! - -Durante el desorden de la ocupación de la villa, se oían tiros por todas -partes. Unos huían, otros se defendían vendiendo caras sus vidas, otros -sucumbían; pero, aunque desigual, había lucha todavía. - -Miramón reune en San Diego á Márquez y Mejía; sabe allí los nombres de -algunos de los prisioneros, y estos tres hombres reunidos en un claustro -decretan la muerte de los vencidos y de cuantos se encuentren en su -compañía. Estos tres hombres pronuncian el vae victis! de los tiempos -más bárbaros. Varios jefes palidecen al recibir las órdenes de los -asesinos; pero hay cobardes que se encargan gustosos de la ejecución de -la matanza. - -Los soldados caen sobre los heridos; penetran hasta los lechos que les -ha preparado la caridad, y allí los acaban á lanzadas animados por la -voz de Mejía. - -Los médicos, pocas horas antes, habían dicho á un oficial que estaban -prestando socorros urgentes á los heridos. El oficial les dijo que -hacían muy bien en cumplir con su deber, y desde entonces los auxilios -de la ciencia se impartieron por ellos, sin distinción, á liberales y -reaccionarios. - -Llegó la noche, y comenzó á cumplirse la orden de los jefes de asesinos. - -En el jardín del Arzobispado sucumbió la primera víctima, el GENERAL D. -MARCIAL LAZCANO, antiguo militar, que acababa de batirse con un valor -admirable, y que al ser conducido al suplicio fué insultado por -oficiales que habían sido sus subalternos y á quienes había corregido -faltas de subordinación y disciplina. El general les dijo: «_Hay -cobardía y bajeza en insultar á un muerto._» - -Inmediatamente corrieron la misma suerte - - El joven D. José M. Arteaga, - El capitán D. José López, - El teniente D. Ignacio Sierra. - -Los cuatro murieron con valor y fueron fusilados por la espalda; los -cuatro animaron á sus verdugos diciéndoles que no temblaran al hacerles -fuego. - - * * * * * - -Los médicos oyeron los tiros, conocieron lo que pasaba y sin embargo -seguían haciendo vendajes y practicando amputaciones. Hubo quien dijera -á D. Manuel Sánchez que huyera, y él, mostrando un instrumento -quirúrgico que tenía en la mano, y el enfermo á quien operaba, dijo: «No -puedo abandonarlo.» - -La soldadesca llega hasta las camas de los heridos, arranca á los -médicos y á los estudiantes de las cabeceras de los pacientes, y un -momento después caen acribillados de balas - - D. Ildefonso Portugal, - D. Gabriel Rivero, - D. Manuel Sánchez, - D. Juan Duval (súbdito inglés), - D. Alberto Abad. - -Portugal pertenecía á una de las familias más distinguidas de Morelia, -era notable por su ciencia y por su filantropía, y era primo hermano de -D. Severo Castillo, el llamado Ministro de Guerra de Miramón. - -Rivero ejercía las funciones de jefe del cuerpo médico del ejército -federal, y no quiso retirarse cuando salieron las tropas. - -Sánchez fué el que permaneció al lado de los enfermos, aunque se le -advirtió el peligro que corría. - -Duval era un hombre estimado por su caridad, por la conciencia con que -ejercía su profesión, y que jamás se había afiliado en nuestros bandos -políticos. - -Con estos hombres eminentes que así terminaron una carrera consagrada á -la ciencia y á la humanidad, perecen los dos estudiantes - - D. Juan Díaz Covarrubias, - D. José M. Sánchez. - -Díaz Covarrubias tenía diecinueve años; era hijo de Díaz el célebre -poeta veracruzano, su aspecto era simpático, en su frente se veían las -huellas prematuras del estudio y de la meditación. Estaba para concluir -los cursos de la escuela, y consagraba sus ocios á cultivar las bellas -letras. Es autor de varias novelas de costumbres y de poesías líricas, -que revelan una alma pura, sensible y ansiosa de gloria. Todas sus -ilusiones juveniles, todas sus esperanzas se extinguieron cuando le -anunciaron que lo llevaban á la muerte. Este joven, este niño, pidió que -se le permitiera despedirse de su hermano; los verdugos le dijeron que -no había tiempo. Quiso escribir á su familia; los verdugos le dijeron -que no había tiempo. Pidió un confesor; los verdugos le dijeron que no -había tiempo. Entonces el poeta regaló su reloj al oficial que mandaba -la ejecución, distribuyó sus vestidos y el dinero que tenía en los -bolsillos, entre los soldados; abrazó á su compañero Sánchez, y -resignado y tranquilo se arrodilló á recibir la muerte. El oficial dió -con acento ahogado la voz de fuego, y los soldados no obedecieron; la -repitió dos y tres veces, y al fin sólo dos balas atravesaron el cuerpo -del joven; sólo dos hombres dispararon sus armas. Los soldados lloraban; -Díaz Covarrubias, agonizante, fué arrojado sobre un montón de cadáveres; -algunas horas después, aún respiraba......... Entonces lo acabaron de -matar, destrozándole el cráneo con las culatas de los fusiles! - -El mundo calificará estos horrores, que jamás había presenciado ni en -las guerras más encarnizadas. Se ha visto entrar á saco á los ejércitos -en país enemigo; se ha visto el incendio de las ciudades; se han visto -actos de crueles represalias; pero ni en los tiempos bárbaros, ni en la -edad media, ni en las conquistas de los musulmanes, ni en la guerra de -Rusia en Polonia, ni en la del Austria en Italia y en Hungría, ni en los -desastres de los carlistas de España, ni en la actual sublevación de la -India, se han encontrado bárbaros que arranquen de la cabecera del -enfermo el médico para asesinarlo. A los ojos de ningún tirano ha sido -delito curar al herido; el médico de ejército no se considera como -prisionero; jamás es permitido disparar contra la bandera blanca de los -hospitales de sangre; en medio de la guerra, los hombres todos respetan -ciertas reglas de humanidad, cuya observancia es la gloria del valor. - -A nuestro siglo, á nuestro país estaba reservada la triste singularidad -de ofrecer un espectáculo tan inhumano, tan cruel, tan salvaje, que hace -retroceder la guerra á los tiempos de Atila y de los hunos. - -Los médicos asesinados en Tacubaya son mártires de la ciencia y del -deber. Sus verdugos, que defienden los fueros de clérigos y frailes, han -atropellado los fueros de la humanidad, las leyes de la civilización, -los preceptos del derecho de gentes sancionados por los pueblos -cristianos. - - * * * * * - -Quienes así trataron á los que estaban salvando á sus heridos, ¿de quién -habrán de tener piedad? - -El LIC. D. AGUSTIN JÁUREGUI estaba tranquilo en su casa de Mixcoac, al -lado de su esposa y de sus hijos, sin haber tenido la menor relación con -los constitucionalistas. Era hombre que, si bien deploraba los males del -país, estaba exclusivamente consagrado á su familia. Un infame, cuyo -nombre ignoramos, lo denuncia á Miramón como hombre de ideas liberales, -y esto basta para que lo mande aprehender. - -Jáuregui tiene aviso de esta denuncia; duda, nada teme, sus deudos le -aconsejan la fuga; pero era ya tarde: una gavilla de soldados se apodera -de él, y maniatado es conducido á Tacubaya. No se le pregunta siquiera -su nombre; es llevado al matadero, y cae fusilado como los otros. - -¿Cuál era su delito? ¿De qué se le acusaba? - -Nadie lo sabe. - - * * * * * - -Entre los prisioneros estaba D. MANUEL MATEOS, joven de veinticuatro -años que hace un año se recibió de abogado, y tenía felicísimas -disposiciones para el cultivo de las letras, habiéndose desde niño dado -á conocer por sus poesías, que respiraban un entusiasta patriotismo, y -en que cantaba las glorias de nuestros primeros héroes. - -Este joven valeroso, instruído é inteligente, había combatido varias -veces contra la reacción; hacía pocos días que, después de haber sufrido -una larguísima prisión, se había incorporado al ejército federal. - -Llevado al suplicio, camina sin temblar, indaga quienes han muerto antes -que él: cuando quieren fusilarlo como traidor, se irrita, forcejea para -recibir las balas por delante, y arenga á sus verdugos, diciéndoles que -_los perdona porque no saben lo que hacen cuando consienten en asesinar -á los que luchan por darles la libertad; hace votos porque su sangre no -sea vengada; dice no lo aterra la muerte porque ha cumplido con sus -deberes de mexicano y acepta gustoso el sacrificio de su vida_...... Sus -palabras son interrumpidas por las balas que le hieren el pecho; un -oficial ha tenido miedo de que siga hablando, y manda hacerle fuego -antes de tiempo. ¡Mateos cae, y espira victoreando la libertad!!! - -Cuando este joven fué como voluntario á la campaña de Puebla y estuvo en -la batalla de Ocotlán, en medio de la confusión de aquel día descubrió á -su lado á unos oficiales reaccionarios que estaban perdidos. Mateos se -acerca á ellos, les estrecha la mano, los viste con el uniforme de los -rifleros, cede á uno su caballo, y así los salva, trayéndolos á México y -ayudándoles á ocultarse mientras pueden obtener el indulto. Uno de los -oficiales así salvados por Mateos, era ayudante de Haro y Tamariz. - -¡Y hombre tan generoso perece en la flor de su edad, sin encontrar un -corazón amigo! - - * * * * * - -Las víctimas completan hasta el número de CINCUENTA Y TRES. - -Entre estas víctimas se oyen crueles despedidas, gritos de los que -pedían un confesor, plegarias dirigidas á Dios y víctores á la libertad. -Algunos habían sido prisioneros, otros no tenían más culpa que estar -cerca del teatro de los sucesos: unos eran artesanos, otros labradores; -muchos quedaron con los rostros tan desfigurados, que nadie ha podido -reconocerlos. ¡Mártires sin nombre, pero cuya sangre no dejará por esto -de caer sobre las cabezas de sus asesinos! Entre los testigos de esta -tragedia, muchos lloraban, y á veces soldados y oficiales abrazaban á -las víctimas..... - -Los cincuenta y tres cadáveres quedaron amontonados unos sobre otros, -insepultos y enteramente desnudos, porque los soldados los despojaron de -cuanto tenían, y de paso saquearon algunas casas. - -Las madres, las esposas, los hermanos, los hijos de las víctimas, -acudieron al lugar del trágico acontecimiento, reclamaron á sus deudos -para enterrarlos, y se les negó este último y tristísimo consuelo. - -A los dos días, los cadáveres fueron echados en carretas que los -condujeron á una barranca, donde se les arrojó y donde permanecen -insepultos. - - * * * * * - -¡Víctimas de la ciencia, de la caridad y de la abnegación, dormid en -paz! Vuestros verdugos os han abierto las puertas de la inmortalidad, y -han coronado vuestras frentes con la aureola del martirio y de la -gloria. Estais ya libres de la opresión; no sufrís el sonrojo del -abatimiento de la patria; no veis triunfante el crimen, y estais ya en -la mansión de la eterna justicia! - - * * * * * - -Esta justicia ha condenado ya á los verdugos, que no podrán librarse del -castigo de su culpa. Malditos serán sobre la tierra que empaparon con la -sangre de sus hermanos, á quienes cobarde y alevosamente asesinaron: -malditos sobre la tierra, sí, porque aunque huyan de la patria, en el -destierro los perseguirán sus remordimientos, y todas las naciones -cultas los recibirán con horror y con espanto. No hizo tanto el general -Haynau en la guerra de Hungría, y al llegar á Londres el pueblo lo -apedreó y lo escarneció en memoria de sus iniquidades. - - * * * * * - -¡Dios Santo!! Tú que amparaste al pueblo mexicano en sus tribulaciones; -Tú que diste fuerza á su brazo para filiarse entre las naciones -soberanas; Tú que inspiraste á su primer caudillo la obra sublime de la -abolición de la esclavitud, aliéntalo para que lave la tierra que le -diste, y la purifique de las manchas sangrientas que le imprimen sus -verdugos. ¡Dios de las naciones! Tú que eres misericordioso y -justiciero, alienta, alienta á este pueblo para que recobre sus -inalienables derechos para que asegure su porvenir, para que sea digno -de contarse entre los pueblos cristianos que siguen la ley de gracia, -traída al mundo por tu Hijo á costa de sangre! - - * * * * * - -¡Dios de las naciones! Haz que el crimen tenga expiación; permite que -este pueblo se lave del baldón de sus opresores, haciendo reinar la paz, -la justicia y la virtud; y haz por fin, que este pueblo oprimido -quebrante sus cadenas y sea el terrible instrumento de tu justicia -inexorable. - - * * * * * - -¡Ay de los asesinos! ¡Ay de los verdugos! ¡Ay de los modernos fariseos! -¡Malditos serán sobre la tierra que regaron con sangre inocente, con -sangre de sus hermanos que vertieron con crueldad y alevosía!! - - -II - -Once años han pasado, y está aún abierto el libro de la historia y -palpitante el recuerdo de la catástrofe. - -La iglesia de San Pedro Mártir, en cuyo cementerio reposan las cenizas -de los patriotas, no existe ya; los huracanes la derribaron por el -suelo; y hasta sus cimientos han perecido. - -Una aguja de mármol señala el lugar del sacrificio; sobre una de sus -piedras se lee en letras negras: ACELDAMA (_campo de sangre_), palabra -de la Biblia, que resume el misterio de aquel lugar que velan los -pabellones de la muerte. - - -III - -Víctimas y verdugos duermen ya el sueño eterno; las primeras vestirán en -el cielo la túnica de los mártires y empuñarán la palma del sacrificio; -los verdugos, rojos con la sangre de sus hermanos, pedirán con labios -trémulos misericordia; Dios, sobre la alta justicia de los hombres, -pronunciará su inexorable fallo. - -Uno solo, el principal autor de la hecatombe, vive expatriado de la -sociedad humana, yace como un condenado entre los hombres, con la carga -pesada de su existencia, maldito de los suyos, aborrecido de los -extraños, y con la marca del asesino sobre su frente. - -Huye del castigo humano. ¿Podrá esconderse á la mirada de Dios? - -México, Octubre de 1870. - -_Juan A. Mateos._ - - - - -COMONFORT - - -I - -La sincera amistad que le profesamos en vida, y el pesar y respeto que -nos causó su muerte trágica y prematura, harán quizá que no seamos -enteramente imparciales al consagrarle unas líneas en esta publicación -donde hemos consignado el funesto fin de hombres célebres y distinguidos -en las edades de nuestra historia. No es una biografía la que vamos á -escribir, sino el recuerdo familiar de algunos de los rasgos más -marcados de un personaje que, de todas maneras, tendrá que figurar en -nuestra historia contemporánea. - - -II - -Puebla pasa por uno de los Estados donde ha penetrado con más trabajo la -civilización.--No tengo esa creencia, y me parece simplemente que el -apego religioso á sus antiguas costumbres y creencias, da motivo á una -crítica que tiene mucho de injusta y de apasionada. Los hombres -distinguidos que ha producido, bastarían para destruir en parte esta -preocupación. Comonfort era originario de un pueblo del Sur de ese -Estado. Sus primeros años fueron, como es común, dedicados a la escuela -y al colegio, donde fué condiscípulo de D. Antonio de Haro y Tamariz, -que murió el año pasado en Roma con el hábito de jesuita. - -Nada se encuentra en los años de la juventud de Comonfort que revelara -el alto destino que debía ocupar en la República, y la marcada -influencia que debía ejercer en los negocios públicos. Los empleos que -desempeñó en los primeros momentos de su carrera política, fueron -subalternos y de la esfera política. Después vivió algunos años reducido -al círculo privado, y dedicado al cultivo de una propiedad que tenía en -el campo, situada entre México y Puebla, y la cual enajenó en los -últimos días de su gobierno. - - -III - -Hubo una época en que una tertulia de hombres eminentes y distinguidos -gobernó á México. Esta era la tertulia que se reunía en la casa de D. -Mariano Otero. - -Otero era redactor en jefe del _Siglo XIX_, senador, después ministro. -Yáñez era diputado, después fué ministro. Lafragua, diputado varias -veces, después también ministro. No había persona de las que concurrían -habitualmente, que no ejerciese un importante cargo público y un influjo -más ó menos eficaz en los asuntos del gobierno. El alma de toda esta -reunión era D. Manuel Gómez Pedraza, que jamás en su delicadeza y -respeto por los demás, pretendió constituirse en director ó jefe; pero -que se complacía en los últimos años, de ejercer su influjo y de tener -íntima amistad con personas cuyos talentos él más que nadie sabía -estimar. A esta reunión de liberales moderados pertenecía Comonfort, y -fué verdaderamente la época en que se colocó en una esfera de acción y -comenzó á tomar más ó menos parte en la política. - -Antes había ya dado una prueba de patriotismo y de valor personal. Había -sido militar, como muchos mexicanos, de milicias nacionales; pero no era -su profesión: sin embargo, cuando las fuerzas americanas llegaron al -Valle de México, y el general Santa-Anna se puso al frente del nuevo -ejército que formó, Comonfort ofreció sus servicios y desempeñó el cargo -de ayudante en toda la campaña del Valle, atravesando por entre las -balas y la metralla, y dando pruebas de una serenidad y una calma, en -medio del peligro, que le captó las simpatías de los antiguos oficiales -que servían en los cuerpos de las tropas de línea. Concluída la campaña, -volvió Comonfort á su vida quieta y á sus ocupaciones privadas. - -En la tertulia de Otero, Comonfort era verdaderamente querido de todos. -De un carácter extremadamente complaciente y suave, de unas maneras -insinuantes, de unos modales propios de una dama, como decía Pedraza, no -había persona que le tratase, aunque fuese un cuarto de hora, que no -quedase prendado de su amabilidad. Así sucedió constantemente durante su -gobierno, y más de un enemigo que hubiese querido aniquilarle, se -reconcilió con solo una media hora de conversación. Decían que -Maximiliano era en su trato verdaderamente seductor. Yo no he conocido -otro hombre más agradable, por sus maneras, que Comonfort. La finura y -cortesía del gentilhombre francés de los buenos tiempos, estaba -personificada en él. - - -IV - -Comonfort se hallaba en 1854 de Administrador de la Aduana de Acapulco. -Santa-Anna, que gobernaba entonces, le destituyó. He aquí el principio -pequeño de una gran revolución social que se llamó de la _Reforma_, y -que se ha enlazado posteriormente con sucesos tan importantes como -fueron los de la intervención, y hoy mismo la próxima destrucción de la -dinastía de los Bonaparte. - -Comonfort fué el verdadero promovedor y autor del Plan que proclamaron -en Ayutla los generales Alvarez, Moreno y Villareal, que se reformó en -Acapulco, el 11 de Marzo de 1854. Sosteniéndolo con las armas en la -mano, se hizo notable Comonfort, no sólo como hombre de valor, sino como -caudillo dotado de una gran constancia y de cierta capacidad militar. -Fué realmente una aparición repentina en la escena de nuestro gran drama -revolucionario, que recordaba aquellas figuras que se levantaban -repentinamente de cualquiera parte, en los últimos años de la dominación -española. - -Santa-Anna, que por política ó por carácter había sido el amigo de todos -los partidos y el favorecedor de todos los partidarios, en la última vez -que gobernó el país fué perseguidor, vanidoso, vengativo, hasta cruel. -Esta tiranía y el aparato monárquico con que revistió su gobierno, chocó -generalmente á los mexicanos; así, que en los últimos días del año de -1853, tenía ya la opinión pública enteramente contraria, y su -administración sin recursos pecuniarios no contaba con más apoyo que el -de la fuerza armada. La revolución de Ayutla era la chispa, pero el -reguero de pólvora estaba ya tendido de uno á otro extremo del país. -Los gobiernos personales han sido frecuentes en la República: como el -gobierno personal ya cansaba al carácter movible de los mexicanos, un -plan que prometiese una organización constitucional debía tener eco en -toda la República; como en efecto lo tuvo el de Ayutla. - -Santa-Anna despreció al principio este movimiento; pero pocos días -bastaron para persuadirle que si no le sofocaba, prontamente podría -acabar con su gobierno. Como todo gobierno que está para caer, -multiplicó sus actos de opresión, y no confiando desde luego en ninguno -de sus generales, ó creyendo conquistar fácilmente una gloria militar, -se puso á la cabeza de una división de cinco mil hombres y marchó al -Sur. - -Venciendo las dificultades de un país desprovisto de recursos, y los -ataques poco importantes de algunas guerrillas, Santa-Anna llegó frente -al puerto de Acapulco el 19 de Abril de 1854. - -La gloria de Santa-Anna se apagó para siempre en esta jornada, y -Comonfort comenzó á ser el hombre de la revolución y el personaje -distinguido de la época. Se encerró con un puñado de hombres en el -castillo de San Diego, y de allí no le sacaron ni los cañonazos ni el -oro. Santa-Anna llevaba y ofrecía pólvora y oro, y la influencia y -dinero de D. Manuel Escandón, no fueron del todo extraños en esta -expedición. - -Santa-Anna, que temió acabarse de estrellar y perecer con todo su -ejército en las ásperas montañas del Sur, levantó el sitio de Acapulco y -regresó á la Capital, teniendo que forzar varios pasos y que perder en -cada uno un pedazo de su prestigio y algunos de sus soldados. - -El dinero que recibió Santa-Anna por el tratado de la Mesilla, prolongó -por unos días más su existencia; pero la revolución creció en el Sur y -se propagó por Michoacán y Tamaulipas. - -Entretanto, Comonfort salió de Acapulco para San Francisco de -Californias, donde no pudo conseguir ningunos recursos. De San Francisco -pasó á Nueva-York, y allí encontró á D. Gregorio Ajuria. Era hombre -especulador y audaz, y jugó un verdadero albur. Prestó á Comonfort -sesenta mil pesos, parte en dinero y parte en armas, estipulando que -recibiría doscientos cincuenta mil pesos si la revolución triunfaba. La -revolución triunfó, y Ajuria fué pagado, y más adelante arrendó, en -compañía con otra persona, la Casa de Moneda de México. - -El lance fué atrevido, y sea lo que se fuere, Comonfort regresó á -Acapulco el 7 de Diciembre de 1854 con algunos recursos, y la revolución -tomó un carácter más positivo y más serio. Comonfort pasó al Estado de -Michoacán con el carácter de General en Jefe de las tropas de aquel -Estado, y Santa-Anna, por su parte, salió también de la capital con un -ejército á combatir á su enemigo; pero regresó el 8 de Junio de 1855, -sin haber podido obtener sino triunfos efímeros, y dejando en peor -estado el resto del país donde cundía el incendio de la revolución. - - -V - -El 13 de Agosto de 1855 fué día de holgorio y de fiesta revolucionaria -para el pueblo de la capital. Los bustos de mármol del Ministro D. -Manuel Diez de Bonilla, los libros de pastas blancas italianas, el -piano, los retratos del personaje, los muebles, todo volaba de los -balcones á la calle, donde la plebe furiosa se arrojaba sobre los -destrozos del menaje del que representaba la aristocracia pocos días -antes y lo entregaba á las llamas. Por otras calles conducía una -multitud frenética los coches de Santa-Anna, untados de brea y ardiendo -como unos hornos ó fraguas ambulantes. El aspecto de la ciudad, llena de -gentes de los barrios dispuestas á la venganza y próximas al furor y al -desbordamiento, hicieron que los habitantes cerraran sus casas y -tiendas, y que los hombres que habían hasta ese momento gobernado, se -pusieran en salvo. - -¿Qué cosa había ocasionado este movimiento? - -Santa-Anna, cansado ya de luchar y persuadido de que no podía dominar la -revolución, abandonó el gobierno, y á las tres de la mañana del 9 de -Agosto salió para Veracruz, donde llegó pocos días después y se embarcó -con dirección á la Habana. - -Como los reyes, dejó en un pliego cerrado nombrados los gobernantes que -debían de sucederle; pero la revolución avanzaba á grandes pasos al -centro. - -Comonfort continuaba sus hazañas militares, y se hacía á la vez temer y -amar de los pueblos por donde pasaba. - -Obraba ya con unas tropas medianamente regularizadas, y en un extenso -Estado como el de Jalisco. Zapotlán era una plaza fuerte, guarnecida con -fuerzas del Gobierno. Comonfort la atacó, asaltó personalmente una -fortificación y llegó hasta la plaza, precediendo á mucha distancia á -sus soldados. Este triunfo, puede decirse personal, le grangeó la -admiración de todas esas poblaciones, y cuando se dirigió á Colima, la -ciudad le abrió sus puertas, y en lugar de balas y pólvora hubo -banquetes, bailes y regocijos. - -En la capital se organizó una presidencia interina que ocupó el general -Carrera; pero no siendo reconocido por la revolución, las fuerzas que -desde entonces podían llamarse liberales, se avanzaron á la capital, y -cosa de cincuenta mil hombres de línea que había dejado Santa-Anna, ó se -disolvieron ó fueron tomando parte en el movimiento. - - -VI - -El general Alvarez, patriarca centenario del inexpugnable Sur, fué -también el jefe de una revolución. Vino á Cuernavaca, y allí una junta, -como era de esperarse, lo eligió Presidente. Alvarez eligió á Comonfort -para su Ministro de la Guerra, y con este carácter vino á la capital, -después de derrocado Santa-Anna. La revolución era en el sentido -liberal, pero no progresista. El partido moderado, teniendo por -principio no hacer peligrosas innovaciones, era en ese sentido -antagonista del partido rojo. Comonfort, representante de esa revolución -y de ese partido moderado, fué elegido Presidente substituto el 12 de -Diciembre de 1855, no sin haber tratado de impedirlo el partido liberal -exaltado. - -A los pocos días y cuando apenas acababa la revolución llamada de -Ayutla, brotó otra nueva en Zacapoaxtla. Todas las tropas de que podía -disponer el gobierno, le abandonaron; mientras que los pronunciados, á -cuya cabeza estaba D. Antonio Haro, se posesionaron de Puebla con una -gran fuerza, y amagaban la capital. - -Fué necesario reclutar nuevas tropas, armarlas, vestirlas y enseñarles -hasta los primeros rudimentos del arte militar; pero con la actividad y -energía que desplegó la administración en esos momentos supremos, se -vencieron todos los obstáculos, y en el mes de Marzo de 1856, Comonfort -se hallaba frente de Puebla con cerca de 16 mil hombres. - -Dotado Comonfort, como se dice vulgarmente, de un buen ojo militar y de -un valor sereno é inalterable, arriesga una batalla en Ocotlán, contra -los mejores jefes del ejército de línea, que mandaban las fuerzas -contrarias, y triunfa completamente el 8 de Marzo; estrecha sus -operaciones sobre Puebla, toma la plaza, y habiendo dominado la más -formidable de todas las revoluciones que han estallado contra los -gobiernos de México, regresa triunfante á la capital, donde es recibido -con unas festividades y unos banquetes populares nunca vistos hasta -entonces. - -Aunque las fiestas que se hicieron se llamaron de la paz, la paz no duró -sino unos cuantos días. En Puebla hubo otra sublevación y otro sitio, y -en San Luis estalló otro pronunciamiento. De todos estos peligros salió -Comonfort airoso, y logró vencer y tener en su poder á todos sus -enemigos. - -Las tendencias progresistas se hicieron sentir forzosamente en la -administración, y la reforma tenía que comenzar. D. Miguel Lerdo de -Tejada ocupó el Ministerio de Hacienda con ese designio, y la ley de 25 -de Junio continuó la reforma civil que se había ya comenzado sin éxito, -hacía algunos años, por D. Valentín Gómez Farías, el Dr. Mora y el Lic. -D. Juan José Espinosa de los Monteros. - -Comonfort, no sólo por opinión sino por carácter, era moderado. Enemigo -de la violencia, lleno de bondad no sólo con sus amigos sino con sus -enemigos, nada de lo que se le pedía negaba, y pasaba por falso cuando -no le era posible contentar todas las aspiraciones ni llenar todas las -exigencias de los que siempre solicitan favores del hombre que gobierna. -Con un fondo tal de carácter, los choques que debía producir en su -espíritu y en la ejecución material todo lo que era necesario hacer para -llevar á cabo lo que el partido progresista exigía, eran demasiado -fuertes y superiores á su organización. Valiente por naturaleza, ni el -temor de ser asesinado, ni las balas, ni los cañones le amedrentaban; -pero vacilaba ante las observaciones de los hombres notables del partido -conservador, á quienes siempre trató con una grande consideración. Lo -que labraba en su ánimo en el día el partido progresista, lo destruía en -la noche el partido conservador, y venía á quedar en ese término -moderado; quizá bueno en unas circunstancias normales y ordinarias, pero -peligroso é inútil en las crisis políticas, que tienen forzosamente que -sufrir á su vez y en determinado tiempo todas las naciones. Quería la -reforma, pero gradual, filosófica, sin violencia y sin sangre. Esto era -imposible; tanto más, cuanto que el clero, después de la ley de 25 de -Junio, tenía ya que defender sus cuantiosos bienes materiales y su -eterno principio de administración de esos bienes, sin ninguna -ingerencia de la autoridad civil! - -Así combatido, como la nave por las olas entre dos escollos, su vida era -una verdadera tortura, y las medidas del gobierno parecían algunas veces -enérgicas y decisivas, y otras débiles é ineficaces. El 5 de Febrero de -1857 se promulgó la Constitución. - -La Constitución era una base que se trataba de hacer normal y permanente -para el orden de la sociedad. La Reforma tenía que ir más adelante. -¿Cómo habían de conciliarse estas dos fuerzas morales que luchaban en el -seno mismo del Congreso? La solución tenía que ser violenta y -revolucionaria. Este fué el golpe de Estado, y sin él, la Reforma, tal -cual se realizó, habría sido imposible, como habría sido también -imposible, sin el golpe de Estado de Chihuahua, el completo y definitivo -triunfo sobre la intervención europea. El tiempo, la experiencia, y los -hechos hacen que los hombres sean más indulgentes, y poco á poco la -justicia se hace lugar en la historia de las debilidades y de las -pasiones de la humanidad. Hoy se puede presentar el ejemplo patente, -vivo é innegable. Si pudiéramos colocarnos en la época de Diciembre de -1857, tendríamos la constitución republicana, pero no tendríamos la -Reforma. Hoy existen unidas estas dos cosas, contradictorias entre sí, y -el golpe de Estado hizo sobrevivir la Constitución y realizó la Reforma. -Que por los medios lentos que el mismo Código señala se hubiera hecho -todo lo que hizo el Gobierno de Veracruz, y estaríamos en las primeras -letras de este abecedario, que las naciones de Europa no han aprendido -sino á costa de los mayores y más terribles desastres. No hay más que -recordar los tiempos de Enrique VIII, de Lutero y de la Convención -francesa. Clero y aristocracia, moderados y progresistas, comparad, y -todos quedaréis contentos de cuán poco ha costado entre nosotros lo que -en este momento todavía tiene que comenzar la Francia republicana. - - -VII - -Comonfort fué la víctima. Su carácter, su posición y los -acontecimientos, de que él no era el dueño ni el regulador, le -condujeron al destierro. - -Salió tranquilamente de entre las bayonetas de sus enemigos, tomó el -camino de Veracruz, y allí, la buena amistad del gobernador D. Manuel -Gutiérrez Zamora proporcionó un asilo al proscrito. Embarcóse, y en -breve se encontró en los Estados Unidos, en esa tierra única donde -encuentran asilo y seguridad los desgraciados y los proscritos de todo -el globo. - -Todo el tiempo de la tenaz y larga guerra que se llamó de la Reforma, -vivió Comonfort en el extranjero. Restaurada la República, Comonfort -trató de volver á su país, de abrirse camino con nuevos servicios á la -patria, y de borrar con la brava conducta el error personal que como -Presidente había cometido, sin apercibirse acaso de que no había sido -más que un medio, un instrumento necesario para el desarrollo de una -revolución social. No es el ingeniero que comienza un camino de fierro, -el que suele recorrer toda la linea concluída. Así, en la política, el -que inició el movimiento progresista, no recogió más que los peligros, -las amarguras y los desengaños, y otros fueron los que recogieron la -fama, los honores y el poder. - -El Sr. Juárez, siempre amigo de Comonfort, le abrió completamente las -puertas de la patria, por donde ya el infortunado Don Santiago Vidaurri -le había dejado entrar. Comonfort con su familia residió en Monterrey -algún tiempo, inspirando celos y temores al partido exaltado, que veía -en su residencia en la Frontera, una nueva revolución y un amago á la -constitución restaurada. Nada de eso era: Comonfort no quería más que -una rehabilitación, y la guerra extranjera le abrió el camino de la -Capital. - -Comonfort llegó con una corta fuerza compuesta de esos hombres del -desierto, fuertes y atrevidos, acostumbrados á luchar en la frontera con -los filibusteros y con los indios salvajes. A estas buenas tropas se -agregaron otras, y se formó un corto ejército que se llamó del centro, y -se colocó en la línea de México á Puebla. - -Cerca de dos meses de un sitio riguroso puesto por las tropas francesas -á la Plaza, de Puebla, habían necesariamente agotado los víveres y -municiones. Se necesitaba á toda costa introducir un convoy, y esta -operación imposible se encargó al General Comonfort, y en verdad, de los -que la sugirieron los unos obraron por patriotismo y otros por venganza. -La muerte ó la derrota eran inevitables. Comonfort no podía tener ni la -más remota probabilidad de vencer á un número más que triple de las -tropas regulares y bien armadas que mandaba el General Bazaine. Con -efecto, el día 8 de Mayo de 1863, en poco más de dos horas, las columnas -de zuavos y de feroces argelinos pusieron en desórden á nuestras tropas -acabadas de reclutar y de organizar, y ni la muerte de Miguel López, ni -la bravura de muchos de los jefes mexicanos, ni la intrepidez de -Comonfort que se arrojó en lo más recio de la pelea y buscó desesperado -la muerte, ni el sacrificio de muchos infelices soldados que fueron -materialmente asesinados por los árabes, fueron bastantes para -restablecer la acción que definitivamente fué ganada por el mismo -Mariscal que hoy ha dado pruebas en Metz de no haber olvidado las -lecciones de constancia, de tenacidad y de desesperada resistencia que -aprendió en sus campañas de México. Comonfort había ya recibido un nuevo -bautismo, y se presentó en la capital todavía con el polvo y la sangre -de la batalla. Puebla, como consecuencia forzosa de la desgraciada -batalla de San Lorenzo, fué ocupada por los franceses cuyo general era -el memorable Forey, que permaneció todo el tiempo del sitio en el cerro -de San Juan, y no se atrevió á entrar á Puebla sino cuando ya habían -ocupado todas las calles y fortines las columnas de Bazaine. Forey, que -merecía ser destituído y condenado lo menos por diez años á un castillo, -recibió sin embargo el bastón de Mariscal. - -Cuando los franceses emprendieron la marcha para la capital, se pensó en -una nueva defensa; pero, en verdad, pocos elementos existían para esto, -y al fin, sin un ejército auxiliar competente para medirse con el -enemigo, la suerte hubiera sido igual á la de Puebla, donde la historia -no podrá negar que hubo una resistencia, que sin exageración se puede -llamar heróica. El Gobierno, pues, salió de la capital, y Comonfort -comenzó la larga peregrinación que no había de terminar sino el Sr. -Juárez. El 16 de Octubre de 1863 fué nombrado Comonfort general en jefe -del ejército que se trataba de reorganizar para resistir sin descanso á -la intervención. Este honor, dispensado no sólo por la amistad que -profesaban los Sres. Juárez, Lerdo y Núñez á Comonfort, sino porque -reconocían en él valor, abnegación y las cualidades militares con que le -había dotado la naturaleza, fué el origen conocido y visible de su fin -trágico, y de que por uno de esos designios de la Providencia, que -escapan á la indagación de la inteligencia humana, muriese obscuramente -á manos de unos bandidos, en vez de acabar gloriosamente delante del -enemigo extranjero, empuñando la bandera de la Independencia y de la -Libertad. - -No pudiendo nosotros describir tan minuciosamente ni mejor, los últimos -sucesos que acabaron con la existencia de este mexicano distinguido y -valiente; copiamos lo que el General Rangel, que fué siempre su íntimo y -fiel amigo, escribió con este motivo, haciéndole sólo una ligera -variación. - - * * * * * - - El general Comonfort fué nombrado general en jefe del ejército, - como por el 16 de Octubre, y el 26 marchó para Querétaro, con tan - amplias facultades como las que tenía el Presidente de la - República, excepto las que se cifraban en ciertas restricciones, - impuestas por este mismo magistrado. Establecidas las bases para el - plan de operaciones, y las de regimentación de todo el ejército con - que se contaba entonces, para su movilidad conforme á dichas bases, - faltaban únicamente los caudales necesarios, que se estaban - reuniendo en San Luis bajo la influencia del C. Presidente Juárez y - por las agencias de su ministro el C. H. Núñez. - - El día 8 salió de Querétaro para San Luis el General Comonfort, en - compañía del Sr. Cañedo, que acababa de llegar allí de Guanajuato; - de un oficial del Ministerio, el Teniente Coronel Vergara; de su - ayudante de campo, que estaba ese día de guardia, el Coronel Cerda, - y de un empleado de la secretaría particular del Sr. Comonfort, el - Comandante Velázquez. El día 9 llegó á San Luis, alojándose en la - casa del Sr. Lerdo, y el día 10 recibió libranzas por valor de - sesenta y tres mil pesos. - - El día 11 salió por la diligencia para Querétaro, con todo el - séquito que había traído, y además el C. Coronel Rul, ayudante del - C. Presidente. - - Poco antes de llegar á la Quemada, alcanzó á la diligencia un - extraordinario, por medio del cual el C. Presidente mandaba decir - al General Comonfort que se cuidara mucho, porque se decía que en - el camino se hallaba una contraguerrilla que le quería salir al - encuentro. - - El día 12 llegaron á comer á San Miguel de Allende, siempre por la - diligencia de Querétaro. Allí determinó el Sr. Comonfort tomar - caballos, para continuar por el camino de Chamacuero para Celaya; - éstos fueron proporcionados por la autoridad, y se tomaron tantos - como eran necesarios para su séquito, que era el mismo con que - salió de Querétaro para San Luis, y además un ayudante del C. - Presidente, el C. Coronel Rul. - - En San Miguel tuvo aviso el General Comonfort, de que los - Troncosos, bandidos de profesión, merodeaban por cuenta de Mejía, - desde las inmediaciones de Querétaro hasta las de Guanajuato, donde - días antes habían asesinado en Burras á un oficial de policía. - - El día 13, el General Comonfort salió de San Miguel como á las ocho - de la mañana, por el camino de Chamacuero, con su repetido séquito - y una escolta de menos de 80 caballos. - - Entre San Miguel y Chamacuero encontraron un batallón que iba en - marcha para el primer punto, cuyo jefe manifestó al Señor - Comonfort hallarse en el camino algunas fuerzas bandálicas, y le - propuso escoltarlo, pero él lo rehusó, porque el informe que le - habían dado de estas fuerzas, era considerándolas muy despreciables - y mal armadas, y porque el mismo jefe le aseguró que había otro - batallón situado en Chamacuero. - - A esta población llegó como á las once del día, en ella almorzó y - recibió detalles más minuciosos del enemigo. - - Desde allí mandó un correo extraordinario al C. Ignacio Echagaray, - avisándole de que esa misma tarde llegaría á Celaya. - - Este extraordinario fué interceptado en el monte de San Juan de la - Vega, por una de las contraguerrillas de Mejía, al mando de - Aguirre, que se titulaba Comandante, quitándole la comunicación que - llevaba y exigiéndole declarase si venía allí Comonfort, con qué - fuerza y cuál era la calidad de ésta, á fin de sorprenderlo, - dejando entretanto prisionero al correo. - - Como á las dos de la tarde salió de Chamacuero el Sr. Comonfort en - su carretela, que casualmente había encontrado en San Miguel, con - dirección á Querétaro. El Coronel Cerda se ofreció á montar en el - pescante, con el fin de dirigir mejor las mulas para el caso de que - ocurriese algún ataque. - - Los demás señores del séquito montaron á caballo, colocándose el - Sr. Cañedo junto á la carretela al lado del Sr. Comonfort, del otro - lado el Sr. Velázquez, y en seguida los señores Vergara y Rul. A - poco andar llegaron al Molino de Soria, adonde sus dueños dieron la - bienvenida al Sr. Comonfort, ofreciéndole su casa con el mayor - afecto, pues creyeron que era su ánimo pernoctar en ella; pero - grande fué su sorpresa cuando les dijo que seguía para Celaya, - porque les pareció poca la fuerza que le escoltaba. Con este motivo - le hicieron presente que á poca distancia se encontraban en acecho - fuerzas enemigas, que podrían verse desde la azotea. El general - despreció estos avisos porque le parecieron temores infundados, - pues las fuerzas que se le anunciaban eran de rancheros mal armados - con lanzas y machetes, para las que creía por lo mismo suficiente - su fuerza, para contenerlos ó para batirlos si era necesario. - - Los dueños del molino, interesándose por la seguridad del General, - le indicaron que había una vereda á la izquierda del camino, por - donde se podía evitar una emboscada, saliendo al llano, á donde - podría defenderse con éxito y cargar la caballería, por ser de esta - arma la fuerza que escoltaba el General. Este aceptó el consejo, y - emprendió la marcha con su comitiva y escolta en el mismo orden en - que había llegado allí. - - El Comandante de la escolta dispuso que el Alférez C. José María - Lara, se adelantase con cuatro exploradores á formar la - descubierta, á cien pasos del carruaje, para no ocasionar - polvareda. - - El Coronel Cerda, que empuñaba las riendas, se pasó algún trecho de - la entrada de la vereda, la cual no era muy ancha; pero cuando lo - advirtió, lo comunicó al General, proponiéndole volverse para - entrar en ella, quien lo rehusó para no perder tiempo. - - A poco andar, se oyeron unos tiros, y en seguida se advirtió que - eran de los exploradores que se batían contra la emboscada. El - Coronel Cerda detuvo el carruaje; el General montó á caballo, mandó - cargar á la escolta, y después de dar esta orden, mandó al general - Cañedo que avanzasen los infantes que venían á retaguardia para que - apoyados en los árboles, hiciesen fuego protegiendo el paso de la - caballería. A este mismo tiempo, y habiendo deshecho la corta - descubierta, cargaron los contraguerrilleros, que eran muchos, y - envolvieron á los jefes y á la escolta, haciéndola sucumbir, á - pesar de la superioridad de sus fuegos, cayendo muertos alderredor - del General Comonfort, el Comandante Velázquez, el Teniente Coronel - Vergara, y el Coronel Cerda, gravemente herido. - - El General Comonfort, no obstante haber sido cubierto por su - séquito y por su escolta, había recibido un machetazo en la cara, - desde el ojo, que le había dividido el carrillo, y conservaba aún - su pistola, ya descargada, para intimidar á los muchos cosacos que - le acometían; cuando se le presentó delante el famoso capitancillo - Sebastián Aguirre, en un brioso caballo tordillo que bailaba aún, - alborotado por las detonaciones de las armas de los carabineros de - la escolta, que casi habían cesado. El dicho capitancillo traía su - lanza en ristre, arma común á toda su fuerza, y deteniéndose - delante del General Comonfort, bien fuera por el respeto que éste - infundía, ó por asestarle un golpe seguro, le dió lugar para - dirigirle la palabra, y le dijo: «Amigo, no me mate vd., y le - ofrezco hacerle una bonita fortuna.» Aguirre, lejos de aplacarse, - le contestó: «Que no venía á robar sino á cumplir con las órdenes - de su general,» dándole al mismo tiempo una lanzada que le dividió - el corazón, cayendo consiguientemente en tierra, inmóvil, el - General Comonfort. - - En seguida los bandidos de Aguirre no se ocuparon de otra cosa que - de desvalijar el carruaje y aun á los muertos que habían quedado en - el campo. - - El General Cañedo se encontraba á alguna distancia queriendo - someter á los llamados infantes para que fueran á batirse, conforme - á las órdenes del General Comonfort, y que hasta allí habían venido - custodiando las cargas de fusiles; éstos no quisieron obedecer, y - corrieron para el monte. - - Al día siguiente fué conducido á Chamacuero el cadáver del General - Comonfort. - - * * * * * - -Cualesquiera que hayan sido los errores que como gobernante cometió -Comonfort, su memoria debe ser grata para los mexicanos, porque era -valiente, honrado, sencillo, afectuoso, franco, generoso y bien -intencionado; y representaba en conjunto la parte buena, amable y noble -de la raza mexicana. - -_Manuel Payno._ - - - - -NICOLAS ROMERO - - -I - -Cuando encontramos en las hojas sagradas del Génesis que el CRIADOR del -Universo tomó un trozo de barro que sólo había recibido el peso de su -augusta planta, forma al hombre, y con su aliento vivificador lo levanta -á la altura de su destino, admiramos como hechuras del Omnipotente á -esos séres que se levantan del seno obscuro de la humanidad y describen -una elipse luminosa en el corto trayecto de su aparición á su muerte. - -Dios ha impreso una marca sombría en la frente de los héroes; ellos -ceden á la predestinación de su alto oráculo, y con la íntima convicción -de su destino, aceptan el fuego del martirio, como la aureola de su -glorificación histórica. - -Dios marca el momento, y el hombre obedece, impulsado por el oleaje que -lo lleva á las playas desconocidas de su porvenir; enciende en su -cerebro la antorcha de la idea, y lo coloca en esa vía que conduce á la -inmortalidad; desencadena su espíritu, lo fortalece, y se opera esa -transubstanciación de un sér mezquino á un gigante que arranca un lauro -á su siglo y una estrofa de gloria á la humanidad! - -Nicolás Romero era uno de esos hombres, y sus glorias pertenecen al -pueblo mexicano. - -He aquí las páginas del _Calvario_ de la revolución, trazadas por uno de -los caudillos que hoy recibe en el extranjero los homenajes rendidos al -patriotismo: - - -II - -La Libertad es como el sol. - -Sus primeros rayos son para las montañas, sus últimos resplandores son -también para ellas. - -Ningún grito de libertad se ha dado en las llanuras, como en ningún -paisaje se ha iluminado primero el valle. - -Los últimos defensores de un pueblo libre han buscado siempre su asilo -en las montañas. - -Los últimos rayos del sol brillan sobre los montes, cuando el valle -comienza á hundirse en la obscuridad. - -Por no desmentir este axioma, la Convención Francesa en 93 tuvo su -llanura y su montaña. - -Zitácuaro está situado en una fragosa serranía del Estado de Michoacán. - -Era una graciosa ciudad de ocho mil habitantes. - -Sus calles, rectas; sus casas, aunque no elegantes, limpias y bonitas. - -Su comercio activo, y su agricultura floreciente. - -Esta era Zitácuaro en 1863. - -La República de México había sido invadida por los franceses. - -Los malos mexicanos se habían unido con ellos. - -El Gobierno legítimo abandonó la Capital después de esa gloriosa epopeya -que se llamó el sitio de Puebla. - -El ejército de Napoleón III ocupaba las ciudades y los pueblos sin -resistencia. - -Aquella era la marcha triunfal de la iniquidad. - -El paseo militar de la fuerza que vence al derecho. - -Pero el derecho debía tener sus representantes sobre la tierra, para -protestar y combatir.--Debía tener sus mártires, y los tuvo. - -Y los representantes del derecho y de la Libertad se refugiaron en las -montañas para protestar y combatir. - -Y los mártires encontraron en las montañas su Calvario. - -Al principio, es decir, antes de que comenzara esa larga serie de -sangrientos combates que con fuerzas tan desiguales sostuvieron los -defensores de aquel heróico pueblo, la hospitalidad no fué de lo más -cordial.--Después que el fuego enemigo los encontró juntos, todos fueron -unos. - -En las primeras invasiones, la población emigraba en masa. - -Así podía llegar la noticia de la venida del enemigo á la mitad del día -como á la mitad de la noche; en una mañana serena ó en una tarde -tempestuosa. - -La alarma corría veloz como la electricidad, y todo el mundo se ponía en -movimiento, y la población en masa emigraba á los bosques, llevando cada -una de aquellas familias lo poco que podía de sus muebles y de sus -animales. - -Era un espectáculo tierno y sublime. - -Las madres cargando á sus hijos, los hombres llevando á cuestas á los -enfermos, las ancianas conduciendo con los niños y pesadamente los -mansos bueyes y los corderos, las gallinas y los cerdos; todo en una -inmensa confusión, pero sin gritos, sin sollozos, sin maldiciones; con -la resignación de los mártires, pero con la energía de los héroes. - -Y esa desgraciada muchedumbre se ponía en marcha muchas veces de noche, -en medio del agua que caía á torrentes, y alumbrada apenas por hachas -de brea, que la tormenta y el aire apagaban á cada momento. - -Y así caminaban entre aquellos precipicios, como una procesión -fantástica, resbalando en las lodosas pendientes, cayendo á cada -instante, pisados, maltratados, estrujados, llenos de fango, hasta la -orilla del bosque, en donde cada familia buscaba, no un abrigo, sino un -lugar en que esperar la salida del sol y los acontecimientos del otro -día. - -Pero las invasiones y los combates se hacían más y más frecuentes. - -Las tropas fieles de Toluca buscaron un asilo en Zitácuaro. - -Apenas se pasaba una semana sin que los ecos del orgulloso cerro del -Cacique, en cuya falda se extendía la población, repitiesen los gritos -de «viva el imperio,» y con las detonaciones de la fusilería. - -Las familias comenzaban á cansarse, pero no transigían con el enemigo. - -Poco á poco fueron dejando abandonada la ciudad y retirándose á los -pueblos y ranchos de Tierra Caliente, adonde el enemigo no había logrado -aún penetrar. - -Nicolás Romero escogió el Estado de Michoacán para teatro de sus -hazañas. - -El león de la montaña, como le decían los franceses, era un hombre como -de treinta y seis años, de una estatura regular, con una fisonomía -completamente vulgar, sin ninguna barba, el pelo cortado casi hasta la -raíz, vestido de negro, sin llevar espuelas, ni espada, ni pistolas: con -su andar mesurado, su cabeza inclinada siempre, y sus respuestas cortas -y lentas, parecía más bien un pacífico tratante de azúcares ó de maíz, -que el hombre que llenaba medio mundo con rasgos fabulosos de audacia, -de valor y de sagacidad. - -Y sin embargo, Nicolás Romero era para sus enemigos y para sus soldados -un semidios, una especie de mito. Jamás preguntó de sus contrarios -¿cuántos son?; sino ¿dónde están?, y allí iba. - -Romero tenía orden de escaramucear y retirarse después sin pérdida de -tiempo para Tacámbaro. - -Pero Romero era un valiente, y no se contentó con esto, sino que se -batió un día entero con los franceses, y al otro emprendió su marcha. - - -III - -Treinta leguas había caminado la división en cuatro días, y Romero -determinó dar un día de descanso á la fuerza. - -Estaban en una pequeña ranchería que se llama Papasindán. - -El camino que había traído la fuerza, y que era el mismo que debía -llevar el enemigo en caso de una persecución, era una vereda incómoda y -en donde no cabían dos hombres de frente, escabrosa, y costeando la -montaña; un ejército podía haberse descubierto desde una legua de -distancia, que tardaría lo menos tres horas en atravesar, y con cien -hombres podía cerrarse el paso á tres mil. - -Esta es una cañada en medio de montañas elevadas, pero montañas sin -árboles, sin verdura, sin vegetación. El ardiente sol de los trópicos -calcina los peñascos que las cubren; la yerba que se atreve á brotar, -muere como tostada por sus rayos, y apenas se descubren algunos arbustos -raquíticos y sin hojas, retorciéndose á la viveza del fuego que parece -circular en la atmósfera: ni aves, ni cuadrúpedos, ni aun insectos. - -Por eso la cañada de Papasindán forma un delicioso contraste: arroyos -caudalosos, grandes y majestuosas zirandas y parotas, muchas aves, mucho -ganado, y una grama verde y tupida. Es un oasis en aquel ardiente -desierto. - -Romero, pues, podía estar tranquilo. - -Pero la suerte de los hombres y de las naciones depende de la -Providencia. - -Eran cerca de las diez de la mañana; la tropa descansaba bajo los -árboles, los caballos desensillados pacían libremente, y los oficiales y -los jefes departían alegres en grupos esparcidos acá y allá. - -Se habían escuchado algunos tiros, luego un rumor extraño, y -repentinamente los zuavos, seguidos de una caballería de imperialistas, -invadieron el campo republicano. - -Nadie pensó en resistir; el pánico de la sorpresa se apoderó de todos, y -el enemigo mataba y aprisionaba sin el menor embarazo. - -La división de Nicolás Romero se deshizo como el humo, y el caudillo fué -hecho prisionero á pocos momentos. - - -IV - -En los primeros días de su dominación en México, los franceses eligieron -por teatro de sus ejecuciones la plazuela de Santo Domingo, que está -casi en el centro de la población, y que tiene por límites, al Sur, -edificios particulares; al Norte, la antigua iglesia de los Dominicos, -que da su nombre á la plazuela; por el Oriente, el edificio de la -Aduana, y por el Poniente, una portalería que sirve de asilo á esos -escribientes y poetas pobres que se llaman en México vulgarmente -«Evangelistas,» y que, sentados en un pequeño taburete, delante de un -miserable pupitre, ganan escasamente su vida escribiendo y redactando -versos y cartas de todas clases para los criados domésticos, para los -aguadores y para los amantes pobres que no saben escribir; escritores -que son la primera grada de esa inmensa escalera en cuyo último peldaño -se disputan un lugar Milton y Shakespeare, Cervantes y Quintana, Víctor -Hugo y Lamartine, el Dante y el Petrarca. - -Aquella plazuela está verdaderamente empapada en sangre. Allí han sido -sacrificadas tantas nobles víctimas, que si un laurel ó una palma -brotara en memoria de cada martir, ese lugar sería el bosque más -impenetrable de la tierra. - -Pero hay modas hasta en el asesinato, y Santo Domingo cayó de la gracia -de los civilizadores de México, y la plazuela de Mixcalco pasó á la -categoría de favorita de los franceses. - -Mixcalco está al Oriente de la ciudad, cerca de la garita de San Lázaro. - -En otro tiempo había sido el lugar de la ejecución de los criminales; -por eso tal vez causaba cierto pavor á los habitantes de la ciudad, y -por eso casi siempre estaba desierta. - -Absurdas consejas corrían sobre aquella plazuela: quién contaba que un -hombre ahorcado allí por haberse robado unos vasos sagrados, paseaba de -noche envuelto en un sudario; quién refería que la cabeza de un reo -muerto impenitente, aparecía en las altas horas también de la noche, -pidiendo «confesión;» quién decía haber oído un grito agudísimo y -desgarrador que lanzaba una mujer vestida de blanco y con el pelo -suelto, y que era nada menos que una madre infanticida, muerta allí -mismo por manos de la justicia. - -Sea por esto, ó por lo que es más probable, por la escasez de agua de -aquél barrio, las casas que forman la plazuela se fueron quedando vacías -y arruinando; de modo que en la época en que los franceses ocuparon la -capital, sólo vivían por allí pobres carboneros que durante el día -salían á expender su mercancía. - -En aquél lugar triste y apartado debía tener su desenlace ese drama que -hemos visto comenzar en Papasindán. - -Se oyó un rumor en la multitud; el movimiento uniforme y simultáneo de -las armas de los franceses produjo, con la naciente luz del sol, un -relámpago siniestro que cruzó por encima del agrupado pueblo, y Nicolás -Romero, sereno y animoso, casi indiferente, penetró en el cuadro en -unión de otros dos oficiales que iban á sufrir su misma suerte. - -Infinitas precauciones había tomado la plaza para llevar á efecto la -sentencia; la popularidad de Romero y la notoria injusticia del -procedimiento hacían temer una sublevación popular. Se había adelantado -la hora; la guarnición estaba sobre las armas, la artillería lista, las -patrullas y la gendarmería en movimiento, y sobre todo, la policía -secreta, esa víbora que brota como la yerba venenosa de los pantanos, -del seno de los gobiernos impopulares, en una actividad espantosa. - -Romero fumaba desdeñosamente un puro. Los dos oficiales que le -acompañaban, y que también debían morir, eran: un subteniente que había -sido el mariscal de un escuadrón de la brigada de Romero, y el -comandante Higinio Alvarez, jefe de los exploradores de la misma -brigada. Romero iba envuelto en la misma capa que usaba en campaña, y -Alvarez en un zarape tricolor, que imitaba la bandera de la República. - -¿Para qué referir la ejecución? Los tres murieron con tanta sangre fría -y con tan orgulloso desdén, como si no fueran á morir. - -El sargento francés dió á Romero el golpe de gracia; y sin embargo, como -si aquella lama de gigante no hubiera podido desprenderse del cuerpo, al -conducir el cadáver de Romero á su última morada, hizo un movimiento tan -fuerte, que rompió el miserable ataúd en que le conducían sus verdugos. - -El pueblo se dispersó sombrío y cabizbajo. - -A las diez de la mañana de ese día, la tierra había bebido ya la sangre -de aquellos mártires; el sol había secado otra parte, y los vientos -habían borrado con su polvo los últimos rastros. - - -V - -Un sol de gloria da de lleno sobre esas tumbas abandonadas, y la patria -aun no señala con un monumento el lugar de tantas ejecuciones. - -¿Compareceremos ante el juicio de la historia con la fea marca de la -ingratitud? ¿No habrá quién coloque una piedra en ese Gólgota, para -decir á nuestros hijos: aquí levantó la iniquidad su _piedra de -sacrificios_ para inmolar á los patriotas de la independencia mexicana? - -Nosotros desde el fondo de nuestro corazón enviamos el más santo de -nuestros recuerdos á los MÁRTIRES DE LA LIBERTAD, y consagramos en las -páginas del _Libro Rojo_ la ofrenda de justicia á los héroes cuyos -sublimes hechos servirán de grandes enseñanzas á las futuras -generaciones. - -_Juan A. Mateos._ - - - - -ARTEAGA Y SALAZAR - - -Quisiera no tener la necesidad de escribir este artículo; los recuerdos -que para hacerlo tengo que evocar, punzan mi corazón, pues que á pesar -de los años que han transcurrido desde la época en que acaeció el -sangriento drama que voy á referir, hasta hoy siento aún aquella penosa -angustia que era consiguiente al negro y tempestuoso porvenir que nos -presentaba la lucha de independencia, y el doloroso vacío que dejaron en -mi alma las terribles ejecuciones de Arteaga y Salazar, Villagómez y -Díaz. - -Lo que voy á contar no está apoyado en documentos oficiales, ni en citas -históricas, ni en comentarios de sabios; es lo que yo mismo presencié, y -lo que llegó á mi noticia por las sencillas relaciones de los jefes, de -los oficiales y de los soldados que militaban á mis órdenes, y que -fueron hechos prisioneros en unión de Arteaga y de Salazar. - - * * * * * - -Comenzaba el mes de Octubre de 1865, y la suerte no podía ser más -contraria para los republicanos que componíamos el ejército que se -llamaba del Centro. - -Reducidos á un número escaso de combatientes, con malísimo armamento, -con poco parque de fusil, y eso de mala calidad, faltos de recursos -pecuniarios, y sobre todo sin esperanza de mejora, los esfuerzos -combinados de todos los jefes, su fe ciega en el triunfo de la causa de -la Independencia de México, podían apenas mantener encendida la chispa -en las feraces montañas del heróico Estado de Michoacán. - -Arteaga era el general en jefe de aquel ejército, y en los días en que -pasaron los acontecimientos que voy á referir, el General Carlos Salazar -era el Cuartel-Maestre. - -El general D. José M. Arteaga era un hombre cuya edad difícilmente -podría haberse conocido en su rostro, porque su cutis rosado y -transparente como el de una dama, sus ojos negros, rasgados y -brillantes, y el fino bigote que sombreaba su boca, le daban el aspecto -de un joven que apenas contara veinticinco años; y sin embargo, Arteaga -pasaba ya de cuarenta; y sólo su obesidad, y la torpeza de sus -movimientos, provenida de las heridas siempre abiertas que tenía en las -piernas, podía desvanecer la idea que se formaba uno al ver su rostro -constantemente risueño y alegre. - -Salazar era casi de la misma edad que Arteaga; pero Salazar, por el -contrario, representaba tener mayor número de años de los que en -realidad contaba, y su aspecto era imponente, porque á las musculosas -formas de un Hércules se unía la frente despejada y serena, y la mirada -penetrante del hombre de gran inteligencia. - -Durante algún tiempo, Salazar y Arteaga estuvieron desavenidos, lo cual -fué causa de que el primero se separara temporalmente del servicio; pero -pocos días antes de la ejecución de ambos, Arteaga llamó á Salazar, -tuvieron una explicación en mi presencia, y sin dificultad volvieron á -reanudar su antigua amistad, y Salazar fué nombrado Cuartel-Maestre del -Ejército del Centro. - -¡Tristes días eran aquéllos para nosotros! En el mes de Julio de ese -mismo año habíamos sufrido un revés terrible en las inmediaciones de -Tacámbaro, atacados por la legión belga y por las fuerza imperiales que -mandaba Méndez, y de aquel desastre apenas habíamos salvado algunos -elementos de guerra; todo parecía perdido, y sin embargo, la constancia -y el entusiasmo de los jefes volvió á salvarnos del conflicto. - -Por todas partes se trabajaba con una actividad prodigiosa; los -coroneles Villagómez, Vicente Villada y Francisco Espinosa por un rumbo, -Eugenio Ronda y Rafael Garnica por otro, Méndez, Olivares, Valdés, Díaz, -Alsate, etc., etc., todos levantaban é instruían batallones y -escuadrones, y para el día 1.º de Octubre, es decir, tres meses después -de la desgracia de Tacámbaro, pudimos pasar en Uruapan revista á una -división, formada de esta manera, y que contaba, ya con muy cerca de -cuatro mil hombres, y esto, fuera de los que habían quedado de -guarnición en algunas plazas como Zitácuaro, Huetamo, Tacámbaro, etc. - -Aquella revista se pasó en medio de la mayor alegría y del entusiasmo -más santo. Y tal era la fe de nuestros soldados, que al verse así -reunidos, se creían tan fuertes, que se hubieran atrevido á batirse -contra un ejército diez veces superior en número. - -Pero aquella alegría y aquel entusiasmo eran los precursores de nuevos -días de duelo y de tribulación; aquellas esperanzas iban á desvanecerse -como el humo, á disiparse como una nube de verano. - - * * * * * - -El día 10 de Octubre, desde las diez de la mañana, comenzamos á tener -por diversos conductos, noticias de que Méndez, con una fuerte división, -había salido de Morelia y se dirigía á Uruapam con el objeto de -batirnos; y estas noticias, como era natural, nos tenían en alarma y -dispuestos para emprender la retirada ó salir al encuentro del enemigo, -según dispusiera el general en jefe. - -Sería la una de la tarde, cuando llegó á mi alojamiento uno de los -ayudantes del general Arteaga, á decirme que el General me esperaba en -su casa; seguí al ayudante, y encontré á Salazar y á Arteaga que -discutían sobre los movimientos del enemigo. - ---General;--me dijo Arteaga--el enemigo debe estar aquí á las cuatro de -la tarde; ¿qué opina vd. que debemos hacer? - ---Mi opinión--le contesté--es que debemos dar una batalla. - -Expliquéle en seguida mi plan, que no fué de su aprobación, y la -cuestión comenzaba ya á acalorarse, cuando entró el coronel Trinidad -Villagómez. - -Villagómez era un joven de veinticinco á veintiséis años, valiente, -pundonoroso, patriota de corazón, leal y muy dedicado al estudio; le -había yo encargado el mando de una pequeña brigada de infantería, que -con jefes tan dignos como Villagómez, prometía dar al Ejército del -Centro muchos días de gloria. - -El general Arteaga hizo á Villagómez la misma pregunta que poco antes me -había hecho á mí, y Villagómez fué de mi misma opinión. - -Entonces insistí yo; Salazar apoyó la opinión de Arteaga, y éste ordenó -la retirada. - -Pero esta retirada no debía hacerla nuestra fuerza en un solo cuerpo, -sino que debía dividirse en tres secciones: la primera con los generales -Arteaga y Salazar, tomaría el rumbo del Sur, internándose por la Tierra -Caliente; la segunda, á las órdenes del coronel (hoy general) Ignacio -Zepeda, se dirigiría al Estado de Jalisco, á expedicionar por Zapotlán; -y yo, con la tercera, debía ir hasta Morelia, si no á intentar la toma -de la ciudad, porque estaba fortificada y la mayor parte de mi fuerza -consistía en caballería, sí á poner en alarma á la guarnición. - -Con esta resolución ya se dictaron las disposiciones necesarias, y á las -cinco de la tarde, bajo una espantosa tempestad, comenzaron á desfilar -las tropas, tomando cada una de las secciones el rumbo designado: Zepeda -el camino de San Juan de las Colchas, Arteaga el de Tancítaro, y yo el -de la Sierra de Paracho. - -En estos momentos, Méndez, con las tropas imperiales, estaba ya á muy -poca distancia de nosotros. - - * * * * * - -Arteaga llevaba la brigada que mandaba Villagómez, una sección que -estaba á las inmediatas órdenes del coronel Jesús Díaz, y algunos -piquetes de infantería y caballería que no estaban incorporados en -ninguna brigada. - -A pesar de la tormenta y del mal estado de los caminos, Arteaga hizo -caminar á la tropa que le acompañaba toda la noche del día en que se -efectuó la retirada, y al siguiente día llegaron al pueblo de Tancítaro. - -Aquella precipitación había sido una medida prudente, y que los -acontecimientos posteriores confirmaron de necesaria, porque el día 12, -en el momento en que los soldados iban á tomar «el rancho,» llegó la -noticia de que el enemigo estaba tan cerca de Tancítaro, que sin -permitirse tomar el primer bocado á los soldados, se emprendió -violentamente la retirada rumbo á Santa Ana Amatlán. - -Sin embargo, Méndez logró alcanzar la retaguardia de los republicanos; -pero Villada, que la cubría con un batallón, sostuvo bizarramente la -retirada, y por esta vez volvió á salvarse aquel pequeño ejército. - -Toda la tarde y parte de la noche caminó Arteaga, hasta llegar á una -pequeña finca situada á siete leguas de Tancítaro, en donde acampó. - -La distancia recorrida por las tropas republicanas en aquel tiempo, -parecerá muy corta á los que no tienen conocimiento de los caminos por -donde tenían que atravesar; pero cuando se miran aquellos desfiladeros, -en que los infantes no pueden cruzar sino de uno en uno, en que los -jinetes necesitan echar pie á tierra, en que cada paso es un peligro, y -cada peligro es mortal, entonces es cuando se considera que aquellos -senderos, en el tiempo de las lluvias, son casi intransitables de día, y -la tropa los atravesaba de noche; entonces es cuando se comprende, por -qué se caminaba durante tanto tiempo para avanzar sólo unas cuantas -leguas de terreno. - -Por fin, aquellos pobres soldados, que apenas habían podido dormir, -hambrientos, fatigados y empapados por las constantes lluvias, llegaron -á Santa Ana Amatlán á la mitad del día 13. - -Arteaga y Salazar se creyeron en completa seguridad, fiados en la -vigilancia del coronel Solano, á quien el primero de aquellos generales -había ordenado que, con cincuenta caballos, permaneciese cerca de -Tancítaro, en observación de los movimientos de Méndez. - -Como para dar más seguridad á Arteaga, pocos momentos después de que -llegó á Santa Ana Amatlán, se le presentó un oficial de Solano, -pidiéndole, de parte de su jefe, un cajón de parque, y confirmó lo mismo -que habían dicho ya algunos exploradores: que el enemigo no había hecho -movimiento alguno. - -Arteaga, pues, sin temer nada, y seguro de que Méndez había dejado ya de -perseguirle, mandó desensillar, dispuso que se preparase la comida de la -tropa, y él mismo se retiró tranquilamente á su alojamiento, y quiso -descansar también, aunque fuera por algunas horas. - - * * * * * - -Las armas estaban en pabellón, los calderos comenzaban á hervir con la -pobre ración de carne, los soldados, abrumados por el ardiente sol de -aquellos climas, se procuraban un abrigo bajo los árboles y los portales -de la población, y los oficiales y los jefes buscaban en las modestas -tiendas algún alimento para calmar su necesidad. - -Repentinamente se escuchó un rumor extraño, carreras de caballos y de -hombres, y gritos y disparos de fusil, y luego la confusión más -terrible, más espantosa. - -Los republicanos habían sido sorprendidos y era inútil pensar en la -resistencia; un terror pánico se apoderó de los soldados, como sucede -siempre en estas ocasiones; y ya no escuchaban la voz de sus jefes, y no -volvían siquiera el rostro para el lugar en donde estaban sus armas, y -no pensaban más que en salvarse por medio de la fuga, que emprendieron -ciegos y por todas direcciones. - -Todos los jefes, incluso Arteaga, fueron sorprendidos en sus -alojamientos y hechos allí prisioneros: Salazar, con sus ayudantes y -algunos criados se hizo fuerte en su casa, y se batió durante algún -tiempo; pero fué obligado á rendirse, y solo el coronel Francisco -Espinosa, gracias á su sangre fría, logró escapar de las manos de los -imperialistas. - -Para consumarse aquella terrible desgracia, había bastado apenas una -hora, es decir, dos horas después de haber llegado Arteaga á Santa Ana -Amatlán, él y Salazar, y todos sus jefes y oficiales, y gran parte de -sus soldados estaban prisioneros. - - * * * * * - -¿Quién fué culpable de aquella sorpresa? ¿cómo pudo Méndez haber llegado -hasta Santa Ana Amatlán, sin ser sentido por las fuerzas del general -Arteaga, sin ser detenido por el coronel Solano y por el comandante -Tapia, que habían quedado con dos cuerpos de caballería cubriendo el -camino y en observación de los movimientos de los imperialistas? -Misterios han sido y son éstos para mí, á pesar del empeño que tomé -para saber la verdad. - -Arteaga, Salazar y muchos de los que con ellos iban en aquella -desgraciada expedición, creyeron que Solano y Tapia se habían puesto de -acuerdo con Méndez; pero esto me parece imposible, porque Solano era un -joven honrado y patriota, á quien se habían encargado comisiones -peligrosas, y siempre había correspondido perfectamente á la confianza -de sus jefes; y Tapia, por sí solo, nada hubiera podido hacer aún cuando -hubiera querido traicionar. - -A pesar de todo, algo habría podido averiguarse si en aquellos días no -hubiera muerto Solano de fiebre en el pueblo de Tancítaro; y como sucede -en las guerras de insurrección, la muerte de un jefe produce, -necesariamente, la desorganización más completa, y luego la dispersión -de las fuerzas que manda, sobre todo si son, como aconteció entonces, -tropas levantadas y organizadas por el mismo jefe, y merced á sus -esfuerzos y á sus simpatías personales. - -A Tapia no lo volví á ver más. - - * * * * * - -Treinta y cinco fueron los prisioneros hechos por Méndez en Amatlán, -inclusos los dos generales, y todos ellos, aun algunos heridos, pasaron -el resto de la tarde y la noche del día de la sorpresa, encerrados en un -cuarto, frente á cuyas ventanas las músicas de los vencedores tocaban -alegres sonatas, celebrando aquella poco costosa victoria. - -Al día siguiente se emprendió la marcha de regreso para Uruápam, y á los -treinta y cinco prisioneros se les entregaron quince caballos para que -pudieran caminar. - -Muchos tenían que marchar á pie, pero todos convinieron en que, de -preferencia, uno de los caballos debía servir al general Arteaga, y se -le dió en efecto. - -Arteaga era un hombre sumamente grueso y por consecuencia pesado y torpe -en sus movimientos; necesitaba, pues, una montura especial y una -cabalgadura fuerte y vigorosa, y ni una ni otra cosa se le daba; en vano -pidió que se le entregase la mula que él montaba ordinariamente, y que -con todo y arreos estaba en poder de los soldados de Méndez; nada -consiguió, y se encontró en la necesidad de montar el caballo que le -habían dado. - -El camino estaba casi intransitable; el caballo era débil, la silla -pequeña, y á cada paso el desgraciado general Arteaga caía con todo y -caballo, causándose grave mal en sus abiertas y dolorosas heridas. - -Salazar hacía casi todo el camino pie á tierra. - -Seis días duró aquella terrible peregrinación, durante la cual el -cansancio y los sufrimientos físicos y morales de los prisioneros, no -encontraron más compensación que las muestras de simpatía de los pueblos -del tránsito, y sobre todo de Uruápam, á donde llegaron el día 20 de -Octubre. - -Según me han referido los jefes que estaban allí entre los prisioneros, -ninguno, inclusos Arteaga y Salazar, creía que después de los días -trascurridos, se les fuera á fusilar, y en esta confianza ya todos -hablaban solo de las penalidades del camino, y del día en que -probablemente debían llegar á la capital de Michoacán. - -Descansaban todos reunidos en su prisión, adonde algunas buenas y nobles -familias les habían enviado abundantes comidas, cuando á las tres de la -tarde se presentó el coronel Pineda, y en alta voz llamó á los generales -Arteaga y Salazar, á los coroneles Villagómez y Díaz y al capitán -González, y los hizo pasar á una pieza inmediata. - -Ninguno de los otros prisioneros sabía cuál era el objeto de aquella -separación, pero todos los corazones lo adivinaron, todos comprendieron -que iba á representarse allí una terrible y sangrienta escena, todos, -sin vacilar, aseguraron que aquellos cinco separados iban á ser las -primeras víctimas. - -Entonces desapareció la tranquilidad, reinaron la incertidumbre y el -temor, y una nube de tristeza cubrió el rostro de aquellos desgraciados -que ya no esperaban sino su turno para morir. - - * * * * * - -En aquellos días se había promulgado en la ciudad de Morelia el -tristemente célebre decreto llamado “del 3 de Octubre” por la fecha en -que fué expedido, y conforme á ese decreto que recibió Méndez en -Uruápam, iban á ser pasados por las armas los prisioneros. - -Pero ese decreto no podía aplicarse á hombres á quienes no se había -hecho conocer; ese decreto no podía autorizar al mismo Méndez cuando aun -no se promulgaba en los lugares en que él estaba, ni aun lo conocían sus -mismos oficiales. - -Nunca Arteaga, Salazar, Villagómez ni ningún otro de sus compañeros de -infortunio se habrían sometido al imperio, ni dejado de combatir por más -que ese y otros decretos los amenazaran con la muerte; pero en estricto -derecho, esa ley no pudo ni debió habérseles aplicado. - - * * * * * - -Separados ya de los demás prisioneros, Arteaga, Salazar, Villagómez, -Díaz y González, se les notificó que en la mañana del siguiente día -debían morir, y se les exhortó á prepararse para aquel horrible trance. - -Todos ellos recibieron la noticia con noble serenidad, sin quejas, sin -recriminaciones, con un valor heróico. - -Pocos momentos después se presentó en la prisión el Sr. Ortiz, cura de -Uruápam, eclesiástico lleno de virtudes, hombre de corazón recto y de -sentimientos generosos; su palabra fué un bálsamo consolador para -aquellos desgraciados que no miraban en derredor más que rostros -amenazadores, y quizá risas sardónicas y de desprecio. - -El cura Ortiz no abandonó un solo instante á Salazar y á sus compañeros -que se sintieron ya menos abandonados, menos aislados en aquella última -y suprema hora de su vida. - -Toda la noche la pasaron escribiendo á sus familias y á sus amigos, y -dando sus últimas disposiciones, de las cuales fué encargado el padre -Ortiz, y en todas aquellas cartas se nota un pulso firme, un ánimo -sereno, una conciencia tranquila, y sobre todo un patriotismo ardiente. - -Consejos, recomendaciones, profesiones de fe política, todo con tanta -calma como si no les faltaran tan pocas horas para morir. - -Amaneció el día 21, y á las seis las tropas de Méndez salieron de sus -cuarteles y formaron el cuadro frente á la prisión. - -Eran ya los tres cuartos para las siete; había llegado el momento, y los -sentenciados se presentaron. A pedimento suyo se les permitió marchar -al lugar del suplicio sin llevar los ojos vendados. - -Con paso firme se adelantaron, Arteaga pálido pero sereno, Salazar fiero -y amenazador, Villagómez frío y desdeñoso, Díaz con una resignación -cristiana, González con un aire burlón y despreciativo. - -Salazar arengó á la tropa, pero como de costumbre, los clarines y las -cornetas, y las cajas de guerra resonaron ahogando su voz. - -Arteaga quiso arrodillarse para recibir la muerte, pero Salazar se lo -impidió; se oyó la voz de «fuego,» retumbó la descarga, y poco después -la columna imperialista desfilaba al lado de cinco cadáveres que Méndez -dejaba abandonados, sin cuidar siquiera de que se les diese sepultura. - -Aquella sangrienta ejecución en las montañas de Michoacán preocupó -apenas á los defensores de la intervención, y apenas se ocuparon de ella -los periódicos de las capitales; pero la historia la recogió en sus -fastos, y la justicia eterna la grabó en su libro, y quizá tuvo un -grande influjo en el porvenir. - -Dios es justo. - -_Vicente Riva Palacio._ - - - - -MAXIMILIANO - - -_6 de Julio de 1832._ - -_19 de Junio de 1867._ - -Aquella fecha fué el día en que nació Fernando Maximiliano José, -Archiduque de Austria. Esta, en la que murió. - -La ciudad de Viena, Schònbrum, fué su cuna; la de Querétaro, Cerro de -las Campanas, fué su tumba. - -Su nacimiento tuvo el esplendor grandioso de un regio alumbramiento. A -su muerte, un golpe eléctrico tocó todos los corazones, para no dejar -esa memoria, en el reposo del olvido. La luz de la existencia no se -extinguió en las tinieblas de su último día. Al morir acabó el hombre, -para dejar al dominio de todo el mundo la vida del príncipe, la del -político infortunado. - -¡Insondable es el destino del hombre! - -Al nacer, los plácemes se multiplican y se anuncia una esperanza de -felicidad. - -El que nace despierta toda la fe del porvenir. - -Un príncipe que viene al mundo, es la alegría de la familia, es la -ilusión dorada de una dinastía; puede ser el genio benéfico de un -pueblo, de una sociedad entera. El contento se generaliza, y las -demostraciones de júbilo resuenan en el extenso ámbito de una monarquía. -Los más lisonjeros ensueños de los padres encuentran la entusiasta -predicción de los amigos, de los partidarios, de los adictos, y el -horizonte de la vida, se dilata más allá de donde en el curso natural de -la existencia se puede pasar. - -El príncipe, al nacer, parece que lleva un destino que cumplir: -inmortalizar con sus hechos un nombre que ya suena como gloriosa -herencia que en la sucesión de los siglos han conquistado sus -antepasados. Esperanza de gloria. Esperanza de inmortal nombre. -Esperanza de los amigos y de la patria; ella y ellos hacen votos porque -el príncipe esté predestinado para encumbrar los altos intereses de la -nación; y así lo quieren; porque también quisieran que el que nace para -gobernar, fuese un conjunto de las más grandes virtudes. El valor, la -generosidad, el genio, la más elevada educación, la ciencia y el amor á -la humanidad, debieran ser inseparables compañeros de los que se creen -con título para mandar. - -La pasión de mando en los príncipes, lo mismo que en los demás hombres -públicos, puede ser una virtud ó un vicio. El anhelo de hacer el bien, -es una virtud, y ese anhelo tiene á menudo los caracteres de una -pasión...... pasión inmensa, superior á todas las pasiones; porque ella -lisonjea las más nobles aspiraciones que el hombre puede traer á la -vida. Ser feliz por la felicidad pública, vivir para un pueblo, trabajar -sin descanso para una nación, darle vida, esplendor, nombre, poder, -independencia, respeto, bienestar, libertad, orden, paz, fraternidad y -dicha, es sin duda la más grande y noble pasión, como también la virtud -más digna del reconocimiento público. - -¡Cuántos hombres, sin embargo, habrán tenido estos ensueños, esos -delirios patrióticos, esas aspiraciones que embriagan, y qué distante -habrán visto el resultado! ¡Cuántas veces los medios empleados conducen -á las naciones al inverso fin de los pensamientos y proyectos -concebidos! - -Tomad vuestro libro, príncipes, recorred la historia, y al llegar á las -páginas de Luis XVI, Iturbide, Murat, Carlos I y Maximiliano, meditad en -ese destino. - -Abrid el vuestro, hombres públicos; y cuando lleguéis á las páginas de -Hidalgo, Morelos, Matamoros, Guerrero, Ocampo, Alberto Brum, César, -Cicerón, Terault de Sahelles, Filipeaux, Danton, Robespierre, Russel, -Riego, Camilo Desmoulin, y otros y otros, pensad con detenimiento en el -trágico fin de hombres que hoy suenan como gloria de las naciones que -impasibles los vieran morir. Llegad con valor á las tumbas de esos -príncipes y de esos hombres, removed su pasado entero, tocad uno á uno -los puntos de su vida pública, y fijad, si podéis, con criterio -indefectible, con la conciencia de juez severo, con la luz indeficiente -de la razón, con la firmeza de la conciencia universal, el motivo -determinado, seguro, fijo, que causó su muerte. Para ello, remontad -vuestro estudio á la intención, que es la guía de la criminalidad. - -No separéis vuestra atención de los propósitos. Detenéos un poco. Llamad -á la filosofía en vuestro auxilio. Con el espíritu indagador del -verdadero filósofo, buscad la criminalidad de los políticos en la -violación de una ley clara como la luz del día, evidente como el -sentimiento de nuestra existencia, universal como los preceptos de -moral. ¿La encontraréis siempre? No. - -¿Y la dañada intención de ejecutar una criminal voluntad? - -¿Y el propósito de hacer mal? - -¿Y la conciencia de sus faltas? - -¿Y la depravación de sus miras? - -¿Y el remordimiento de sus actos, y la agitación de su espíritu, y el -terror de su fuero interno, y la inquietud de su alma, y la pasión ciega -de sus deseos, y el abominable arranque de un corazón vengativo? ¿Lo -encontraréis? Decidlo. Decidlo con franqueza. La filosofía no permite -disimulo; externad vuestro juicio con la severidad filosófica de Catón. - -Pero ¿adónde vamos? - -¿A condenar la pena de muerte por delitos políticos? - -Esto ya lo hemos hecho. Derramar la sangre humana como medida represiva -ó preventiva, podrá tener su resultado positivo para la paz que forma el -vacío; pero hay en el fondo de nuestro corazón una profunda repugnancia, -inconcebible para algunos, poderosa para nosotros. - -En esa lucha de las necesidades públicas hay una verdad que respetamos -con toda sinceridad: la extinción de la pena capital es un pensamiento -que ha encontrado resistencias que han parecido invencibles. Políticos -profundos han creído que sin la pena de muerte la sociedad perdería sus -elementos de vida rompiendo el respeto que inspira la posibilidad de la -muerte por la ley. - -A través de diez y nueve siglos que tiene la era cristiana, no se han -podido realizar todas las esperanzas que despertó su existencia; pero la -lentitud del progreso asegura su triunfo sobre el desmoronamiento de los -antiguos elementos de política. La filosofía de la libertad vendrá más -tarde á purificar doctrinas que en su desarrollo detienen el espíritu -progresivo de la humanidad. El tiempo, armado de su poder irresistible, -con la sucesión de algunos años en que la paz, condenando las malas -pasiones, abra el alma á la luz de la enseñanza que entraña la -fraternidad, será el mejor obrero de lo que hoy se llama utopia -irrealizable. - - * * * * * - -¡Sombra de Maximiliano, espíritu de ese príncipe en cuya defensa tuvimos -un encargo de confianza; desde esa mansión donde todo es luz, arrojad -alguna sobre este cuadro de vuestra vida, para pintar con caracteres de -innegable verdad las causas de un gran drama político! - -¿Qué causa determinó ese contraste de destino entre el nacer y el morir? - -¿Quién guió esos pasos que conducían al patíbulo á un príncipe heredero -de una gloria secular? - -¿Por qué causa vino á morir á Querétaro, en el Cerro de las Campanas, -quien pudo ser rey en Europa? ¿Qué había de común entre la dinástica -nobleza de Austria y el pueblo de esta República? - -México pasaba por una crisis cruel en su naturaleza misma; porque era -trágica y suprema. Las instituciones eran todo y eran nada; porque ellas -servían de bandera de libertad y de apoyo del Gobierno. Eran nada, -porque en la práctica no regían. Su vida perfecta era imposible en una -nación de combatientes. Era ese período en que se rompe para siempre con -las tradiciones del pasado. Las reformas religiosa y política habían -sacudido de raíz aquel árbol secular á cuya sombra la sociedad se forma -de una aristocracia de fueros y privilegios notables en el clero y en el -ejército. La ley de la igualdad se había proclamado, incorporando á las -clases privilegiadas dentro de una misma ley civil. - -El antagonismo de clase, condenado por los principios políticos, era una -nueva ocasión de guerra. La nacionalización de bienes eclesiásticos, -secularización de regulares, extinción de la vida monacal y demás -reformas religiosas, preparaban algunos espíritus para una lucha -sangrienta, como guerra de religión, interminable por un avenimiento; -porque alimentada por pasiones que tocaban los extremos, era terrible, -asoladora. Sus efectos se hacían sentir ya poderosos, cuando estalló la -revolución que proclamó en la patria de Washington la independencia de -los pueblos del Sur. - -Los gobiernos de Europa, que presentían las consecuencias de un triunfo -glorioso de la democracia, pensaron en que México pudiera ser un punto -de apoyo, un arsenal inmenso, un cuartel general para ulteriores -operaciones; y aprovechando las disensiones apasionadas de sus hijos, -ofrecieron crear una monarquía en la tierra de promisión, que -descubierta por el ilustre genovés Cristóbal Colón, fué la perla de la -corona de España. - -Esta colonia que llevó á su tesoro torrentes de plata y oro en cambio de -una civilización cristiana, no era aún conocida el año de 1862 en su -poder nacional. - -Frágil la memoria de los hombres poderosos, olvidaron pronto los -sacrificios de México, por su independencia, desconocieron su adelanto -en medio de sus guerras intestinas, y creyeron obra de una visita -militar la fundación de una monarquía que renovara las antiguas -tradiciones, despertando el espíritu de orden y obediencia en que tan -notable fué este virreinato por tres siglos. - -En los años pasados después de la independencia, la educación ha -cambiado las antiguas costumbres. México ha obtenido en medio siglo lo -que pudiera ser obra para otros pueblos de centenares de años. De 1821 á -1863 recorrió desde la monarquía absoluta hasta la república más -democrática, y la obediencia pasiva del antiguo sistema se ha cambiado -por los fueros de la libertad. - -Ese año de 1863 será siempre inolvidable en la historia de los sucesos -que vamos á referir; porque éste fué el período en que el príncipe -Maximiliano aceptó lo que, obra de los hombres, parecía altamente -glorioso en sus fines al archiduque de Austria. - - * * * * * - -Inglaterra, Francia y España, unidas por la convención de Londres el 21 -de Octubre de 1861, enviaron en Diciembre del mismo año al puerto de -Veracruz algunos miles de soldados, representada la primera para los -fines de la convención por Sir Charles Wyke. Ministro inglés residente -en México; la segunda por el Almirante Jurien de Lagravière y por el -Conde de Saligny, Ministro de Francia en México; y España por el -Teniente general don Juan Prim, Conde de Reus. - -El tratado que celebró en el pequeño pueblo de la Soledad, distante -pocas leguas de Veracruz, el Ministro de Relaciones D. Manuel Doblado, -permitió á las tropas de las tres naciones venir á Orizaba y Tehuacán, -ajustando un armisticio para acordar, entretanto, los medios de llevar á -un término prudente las diferencias que en lo ostensible tenían aquellas -naciones con la República Mexicana. Ese tratado que con el Sr. Doblado -firmaron los representantes de las tres naciones el 31 de Octubre de -1861, ha sido juzgado por muchos como el monumento más glorioso de la -habilidad diplomática de nuestro Ministro. Aplazada la guerra, podía -crear la división en los invasores, y permitir, además, que se viese -con claridad el fin á que se encaminaba y los medios de que disponían -cada una de las partes que formaron la convención. - -Había en lo íntimo, en lo secreto de las instrucciones reservadas que -traían los tres representantes, algo contradictorio que no podía -llevarlos á una inteligencia fácil, á un acuerdo seguro. - -Los representantes de España é Inglaterra vacilaron, los de Francia -traían una consigna que cumplir, Napoleón III quería un rey para este -suelo virgen. El príncipe que debía ceñir la corona, sería acaso dudoso; -pero la resolución estaba tomada. México sería una monarquía. - -Aun es un misterio si la voluntad enérgica del Conde de Reus rompió la -convención, llevando tras esta resuelta conducta el acuerdo del -representante de Inglaterra; ó si instrucciones superiores prepararon el -rompimiento que dejó al ejército francés solo en este suelo para llevar -adelante las órdenes de su gobierno, que ejecutaba por su cuenta y -riesgo, la más aventurada, peligrosa y estéril de cuantas intervenciones -se registran en los siglos de la historia política del mundo. - -La República supo con asombro que, rotas las estipulaciones del tratado -de la Soledad, avanzaban en son de guerra los franceses al mando del -general Laurencez, y ligeros encuentros en las Cumbres de Aculcingo, -obligaron á las tropas de la República, al mando en jefe del general -Zaragoza, á resistir el choque del ejército francés en la ciudad de -Puebla. - -El 5 de Mayo de 1862, á las once, comenzó la acción sobre el Cerro de -Guadalupe, y á las tres retrocedieron las fuerzas francesas, llevando ya -en su retirada á Orizaba, la convicción profunda de que la misión que -debían cumplir era algo más peligrosa que un paseo militar. - -México ha recogido en la memoria de esa jornada, la de un día de gloria -nacional que solemniza en su aniversario, como la de una segunda -independencia. El recuerdo del 5 de Mayo fué la bandera de la República -en sus días de prueba y de desgracia. Los nombres de los generales -Zaragoza, Mejía, Díaz, Berriozábal, Negrete y otros, han tenido desde -entonces un lugar de preferencia en el corazón de un pueblo que se -apasiona por la superioridad del valor en el cumplimiento del deber. - -Después de algunos meses, grandes refuerzos llegaron al ejército francés -mandado ya por el general Forey, y se emprendió un nuevo golpe sobre la -ciudad de Puebla, la que sucumbió el 17 de Mayo de 1863, obligada por un -sitio de más de sesenta días. El hambre puso término á ese sitio, -rindiéndose la plaza, después de romper el ejército mexicano sus armas -y clavado su artillería. - - * * * * * - -Hoy que Francia sufre, y los peligros y el sufrimiento fanatizan el amor -patrio, habrá comprendido Napoleón III, capitulando en Sedán, todo el -inmenso placer que habría en la victoria, toda la inmensa pena de las -derrotas, todas las inexplicables amarguras de una capitulación, y todas -las desgracias de conflictos entre pueblos que derraman su sangre, -gastan sus tesoros, aniquilan sus elementos de vida en luchas que -excitan las malas pasiones, en cuyo desenfreno todo lo pervierten, á -pesar de la buena índole de las masas. México, joven, nacida en este -siglo á la vida nacional, ha sido mártir por los celos extraños de su -propia infancia. Nacida y codiciada, independiente y dividida, su -escuela ha sido la guerra interior y exterior. Francia en el apogeo de -sus días, con su gobierno de veinte años, su rico tesoro, sus -preparativos de guerra, y teniendo por capital la ciudad de París, -centro del mundo, donde se encontraban bienestar y dicha, porque había -algo de magia en aquella gran ciudad para que el viajero de todo el -mundo, á pesar de la diversidad de sus hábitos y costumbres, encontrara -allí la asimilación de lo que era la patria, ha sido el objeto de todas -las miradas; era el baluarte poderoso donde por el hambre podrían -sucumbir hombres que, héroes en el combate, grandes en su patriótica -desesperación, tenían la sentencia de su destino en una triste -capitulación, después de ese sitio de titanes que será el asombro de los -tiempos modernos. El siglo XIX en sus transformaciones políticas, en su -marcha poderosa á los fines de la democracia, y en su grandeza -universal, necesitaba para ser inolvidable, el gigantesco sitio que -oprimió á la ciudad del orbe. Frente al poder del dinero, de la ciencia -y del progreso, se presenta la guerra, la muerte, la destrucción, el -sitio y el hambre. - -Francia y Prusia en gigantesco duelo, es víctima la primera, en medio de -su grandeza, y vencedora la segunda, provocada al duelo. París se -enloquece en su desgracia y enarbola la bandera de guerra civil. París, -antes resplandeciente de prosperidad y lustre, da muerte á su propia -vida devorando á sus propios hijos, arrojando, á semejanza del suicida, -elementos corrosivos á sus entrañas, para morir en el fuego, la -destrucción, el aniquilamiento y la desesperación. - -París, reina de las ciudades modernas, sociedad poderosa para imprimir -movimiento á las ciencias y á las artes, centro privilegiado del orbe -donde la historia ha grabado sus fechas gloriosas con monumentos que -recuerdan guerras, gobiernos, luchas, victorias, triunfo de la idea y -del arte; ciudad que llora hoy los más grandes infortunios que la más -negra imaginación no podía alcanzar; arrojad de vuestro seno los -elementos de esa vida cenagosa á que la corrupción levantara altares, y -Dios permitirá que de ese huracán espantoso de pasiones desencadenadas, -de ese fuego que destruyó la materia y el espíritu, brote la libertad -pura y santa, que haga á los pueblos hermanos en el progreso y émulos -sólo en el trabajo. - -¡Pobre Francia! ¡cuánto atormentan los terribles golpes de la adversidad -sobre las masas de un pueblo! ¡Cuántas víctimas inocentes que no merecen -el castigo de esas grandes desgracias! - -México ha sufrido los males del incesante anhelo de otras naciones para -intervenirla. Francia llora hoy la ardiente pasión del imperio, para -imponer su intervención á otras naciones. México pobre, debil, joven y -desheredada por sus propias y extrañas guerras, debe á la constancia de -sus hijos y á su fe, la restauración de la República. Su ejemplo lo ha -invocado Francia, no sólo como lección adversa de su política, sino como -bandera de guerra por su nacionalidad. Reciba nuestros votos por una paz -duradera que afiance en esa poderosa nación la libertad. Ella será -fecunda también para una gran parte del mundo que, por la lectura, por -la tradición, por la costumbre de imitar y por los hábitos de educación, -está dispuesta á aceptar la política de Francia, que tiene, por su -grandeza nacional, un poder mágico, casi irresistible, de propaganda y -de asimilación política. - -¡Cómo cambia el poder de las naciones constituídas al abrigo de un poder -personal! En 1863, Francia Imperial enviaba algo menos que el sobrante -de sus legiones á esta tierra víctima de sus disensiones civiles; y hoy -la República Mexicana envía los votos de muchos de sus hijos al pueblo -francés, por su pronta y sólida libertad. ¡Ojalá y ellos se cumplan! -¡Ojalá y el año de 1871, Francia regenerada y libre, sea también la -Francia de la paz y la prosperidad! - - * * * * * - -La tarde del 31 de Mayo de 1863 salió de esta ciudad el Sr. Presidente -D. Benito Juárez. Ese día tuvo lugar la clausura de la Cámara, y más -bien que una solemnidad, fué una lúgubre ceremonia. Era el adiós de -amigos que se dispersaban: fué la triste asistencia oficial de un día de -duelo para la patria. Tras de ese día todo era desconocido. El único -pensamiento de aquellas horas, era partir de la ciudad que debían ocupar -las fuerzas francesas como fruto de su triunfante expedición sobre -Puebla. - -La noche arrojaba sobre el alma de esta gran ciudad una melancolía -abrumadora. La agonía de una época, el término de un orden de cosas, el -misterio del día siguiente, daban un tinte sombrío á todas las -fisonomías. ¡Toda la noche fué de movimiento de salida! ¡Cuántas -lágrimas derramadas en ese día de luto! Una despedida sin saber el día -del regreso, tiene algo de semejante á la muerte. - -¿Cuándo volverán los que hoy salen? - -Sólo Dios puede saberlo...... - -Esa pregunta del corazón y esta respuesta de la cabeza, daban á tan -triste despedida una amargura que es fácil sentir y difícil explicar. - -Los poderes de la federación se dispersaban, dándose una cita para el -interior del país. El Presidente de la República, al partir, había -renovado su inquebrantable juramento de vencer ó morir. La lucha era á -muerte, porque no cabía capitulación. Así lo había dicho este supremo -magistrado el 21 de Marzo, al recibir las felicitaciones como día de su -cumpleaños. - -Abiertas quedaron las puertas de la capital que no podía resistir, y -tomaron vida por casi todo el país los elementos de un nuevo orden de -cosas que generalizó el proyecto de la monarquía mexicana. - -En la dispersión de los poderes públicos, México quedaba sólo al abrigo -de un ayuntamiento presidido por el Sr. D. Agustín del Río. Hombre de -valor y de corazón generoso, inspirado por su ardiente amor á la patria, -supo llenar cumplidamente sus deberes, lo mismo que la corporación que -presidía. Merced á su actitud, la ciudad no sintió el enorme peso de la -crisis. La historia consagrará algún día una honrosa página al -Ayuntamiento de México y su digno Presidente. - - * * * * * - -El 1.º de Junio, un repique en la Catedral anunciaba que se abría para -la capital de la República Mexicana la primera página del libro de la -intervención. ¡Pobres campanas! inanimados pregoneros que hablan al -impulso del que los hiere, y lloran, gritan, pregonan y aplauden á -nombre del pueblo. ¡Cuántas veces pregonan lo que debieran callar! -¡Cuántas veces aplauden lo que debieran condenar! El atronador repique -con que se pretende á nombre del pueblo engañar al pueblo mismo, ha sido -el medio más usual con que solemniza la alegría oficial lo que ha sido -muchas veces el duelo de la Nación. Entonces, entre el ruido de la -armonía del repique, hay siempre una voz que habla más alto: es la -conciencia pública que condena el sacrificio de un pueblo. - -La historia del período de la intervención, en sus detalles, no es del -momento. Pocos renglones debe ocupar la narración sencilla de la muerte -del infortunado Archiduque de Austria. - -Preparado el terreno por la invasión francesa, perdida para muchos la -esperanza de una restauración nacional; mientras la guerra de escisión -entre los Estados Unidos no llegara á un término, fatigado el espíritu -por la serie de incesantes revoluciones, el establecimiento, aunque -pasajero, de una monarquía, era un suceso que la más corta previsión -alcanzaba. El Imperio, para la Nación, sería un hecho; para los que lo -deseaban, una gloriosa conquista; y su duración un problema para muchos, -envuelto en el misterio del tiempo en que debieran realizarse los -grandes sucesos de América. - -El príncipe solicitado era Fernando Maximiliano, que residía en su -palacio de Miramar. Allí fué donde los enviados del Emperador Napoleón -hicieron despertar en su corazón ese sentimiento de gloria, por lo -grande y desconocido á que tenía irresistible inclinación. Allí fué -donde los augures del porvenir espléndido de una gran monarquía en el -mundo de Colón, fundaban con la riqueza de una imaginación fecunda el -trono de México. Allí las vacilaciones de un espíritu, que dominado por -la idea de la gran política, estaba sin embargo preparado para todo lo -que abría las puertas de ese futuro lleno de encantos por la pasión que -se llama gloria. Allí ese consejo íntimo de familia, con su esposa la -princesa María Carlota Amalia, que era su secretario, su amigo, su -confidente, la compañera, sin duda, de proyectos, de pensamientos y de -ensueños de un glorioso porvenir; y de allí partieron para esta tierra -regada por muchos años con la sangre mexicana. - -Más allá de la política, que glorifica á los hombres y apasiona á la -multitud, hay algo en una minoría que, con la fe del que mira en -lontananza los sucesos venideros, pronostica el porvenir como el apóstol -de una idea; combate y lucha por ella hasta el heroísmo, y sostiene la -verdad, desconocida para muchos, que parece el patriotismo especial de -un círculo reducido de hombres. - -Thiers y Julio Favre en Francia, Juárez, Zaragoza, Díaz y otros en -México, vaticinaron el mal éxito de la aventura monárquica, y predijeron -que la intervención sería para Napoleón III el camino seguro del abismo -donde sepultara su trono. - -Hasta donde se hayan realizado esas profecías, la historia contemporánea -puede ya apreciarlo. - - * * * * * - -Maximiliano llegó á la capital de la República el 12 de Junio de 1864. -Pasados los primeros días, llamó en lo privado á algunos hombres del -partido liberal, y presentándoles un programa extenso sobre las bases de -independencia nacional, libertad y consolidación de las conquistas de la -Reforma, obtuvo de algunos su participio en la formación del gobierno. - -El programa podía condensarse en estas palabras: - -Difundir la enseñanza á costa de los más grandes sacrificios, promover -toda mejora material, alentando la colonización en masas y la -inmigración de ricos capitalistas, afianzar las conquistas obtenidas por -la República en favor de la libertad, y encaminar ésta á su aceptación -por todos los partidos. - -Difícil era la reconciliación de las clases y de los corazones. Ese -milagro político no podía ser el instantáneo fruto de un programa. Sólo -el tiempo y la libertad práctica unen á los hombres divididos en -política por opiniones encontradas. - -Francia gastaba, entretanto, algunos millones en el apoyo de su -aventura; pero el cansancio en una empresa toda de peligros, no tardó en -expresar palabras de arrepentimiento y de abandono. La versatilidad del -Imperio francés en los actos que llamaba de alta política, era una -presunción de que pondría término á sacrificios que no podían tener -compensación. - -El Príncipe Maximiliano luchaba con todo esfuerzo por nacionalizar su -gobierno, y su programa democrático, á su juicio, en lo compatible con -la forma monárquica, está consignado en seis tomos de decretos. - -Por un corto período, la fortuna sonrió á la monarquía. Las fuerzas de -la República habían perdido los grandes centros de las poblaciones, y el -Sr. Presidente D. Benito Juárez, y su ministerio compuesto de los Sres. -Lerdo, Iglesias y Mejía, se habían refugiado en Paso del Norte, pequeña -aldea en los confines de la República, á orillas del Río Bravo. Su fe -era su bandera, su constancia la base del porvenir. - -Algunos jefes de inquebrantable energía sostuvieron siempre la guerra; -entre ellos el ilustre general D. Vicente Riva Palacio, por cuyo encargo -escribimos esta sencilla historia. - -El país estuvo por un período sometido á la sorpresa de los grandes -sucesos; pero la impresión fué pasajera, y las armas de la República -acudieron á combates repetidos que despertaban en la Nación la fe del -porvenir. - -Cuernavaca era la residencia del Archiduque el mes de Junio de 1866, -cuando recibió las noticias definitivas sobre la conducta de Napoleón -III. Había resuelto retirar sus tropas y los recursos pecuniarios con -que apoyaba al imperio mexicano. Este dejaría de percibir los quinientos -mil pesos de que todos los mesen disponía á cargo del tesoro francés. - -Tan grave noticia tenía altamente preocupado al Príncipe, quien con su -triste fisonomía reveló á la Princesa Carlota el pesar de alguna nueva -desgracia. La mala posición á que se veía reducido el ensayo de -monarquía en México, despertó en el espíritu de los dos príncipes la -idea de enviar un comisionado, un embajador especial al Emperador -Napoleón, para exigirle francas explicaciones, resoluciones firmes sobre -sus compromisos para con el naciente y agitado imperio de México y muy -particularmente para con el mismo Archiduque de Austria, antes de partir -de Miramar. ¿Quién podrá desempeñar esta misión importante? decía -Maximiliano. ¿A quién escuchará Napoleón? ¿Quién podrá hacerle oir todos -los deberes que tiene que cumplir? ¿Quién podrá hacerle comprender las -consecuencias de su falta, si niega hoy lo que antes tenía ofrecido? - -Se trajeron á la memoria diversos nombres de personas á quienes el -Emperador de Francia en otro tiempo recibía de buena voluntad; pero que -en la situación á que habían llegado las cosas, con probable seguridad, -casi con evidencia, serían desairadas. - -En un momento de ese silencio que impone la perplejidad de ciertas -circunstancias, dijo la Princesa Carlota: «Yo tengo un embajador fiel á -todos sus compromisos políticos, resuelto á todos los sacrificios, y que -se hará escuchar de grado ó por fuerza. Ante su resolución no habrá -obstáculos.» - -«¿Quién puede reunir, dijo Maximiliano, todas esas virtudes de adhesión, -y además las facilidades de llegar oportunamente cerca de Napoleón para -contrariar resoluciones tomadas acaso de una manera irrevocable?» - -«Yo, contestó la Princesa Carlota, y tal vez sólo yo pueda lograr que se -modifique lo que respecto de México se tiene ya acordado.» - -El Archiduque meditó sobre este pensamiento, lo encontró oportuno, y -presentándole solo en oposición dificultades de viaje, recordó que -estaba próximo el 6 de Junio, que era el día de su cumpleaños, y que -según la tradicional costumbre de su casa, la Emperatriz recibía y hacía -todos los honores en la solemnidad de ese día. - -Los proyectos de conveniencia que se combaten con accidentes de fácil -solución, están aceptados. Así sucedió con el viaje de la Emperatriz. El -movimiento de la casa era luego el testimonio vivo de la resolución -tomada. El Emperador y la Emperatriz regresaron á México, y el seis de -Junio, después de las solemnidades de la mañana, se hicieron los -preparativos para el viaje á Europa. - - * * * * * - -El día ocho salió para Veracruz la Princesa Carlota, emprendiendo, con -el valor digno de un hombre, una empresa que era superior al empeño de -las más grandes habilidades diplomáticas. - -Francia, en la historia de su último imperio, y la del Vaticano en la de -sus días de prueba, tendrán que consagrar algunas líneas á la -infortunada y virtuosa Princesa Carlota Amalia visitando en 1866, -víctima ya de un principio de enajenación mental, á Napoleón III y á Pío -IX. - -En su ciencia y brillante educación no alcanzó todos los peligros de la -intervención en la República mexicana. La historia de todas las -intervenciones es la del suplicio de los pueblos, la del peligro de la -independencia, la del sacrificio de la autonomía, y muchas veces el de -los actores mejor intencionados. Los años que corren de este siglo daban -ya abundante materia para demostrarlo sin necesidad de las sangrientas -peripecias del gran drama en que tan sentido se presenta el fin de -Maximiliano, vencido, y la vida congojosa de la Princesa Carlota, que -es la personificación del pensamiento monárquico en la rectitud de su -intención y en la gloria de la fundación; pero también en el extravío de -su juicio, por confiar su suerte á una protección extraña, y en el -sufrimiento de su pesar profundo. Figura histórica, pasajera en su vida -real, transformada por su dolor en una existencia sombría y melancólica, -que conservando en su memoria las negras páginas de su martirio, sin el -orden que imprime el juicio, tiene grabado como en álbum fotográfico el -período de su vida en México. La memoria, el corazón y el entendimiento -funcionan en la demencia, siempre con el pasado á la vista; pero las -páginas de ese gran libro se desencuadernan, se confunden y mezclan, -para hacer de la vida un repertorio donde la memoria, sin orden y -armonía, sin concierto ni exactitud, renueva del tiempo feliz de la -razón lo que más hirió el conjunto de las facultades. La historia del -viaje de la Princesa Carlota, si llega á escribirse, podrá dar alguna -luz sobre la materia, y fijará también el verdadero período de su -enajenación mental. Maximiliano aparece, según la tradición, vivo en la -adoración de la Princesa su esposa; pero en el altar de sus rezos -derrama lágrimas que como flores deposita en la tumba de una memoria. -Tal vez junta en un solo punto, á semejanza de visión extraña, dos ideas -de vida y muerte como el que ve en medio de una tempestad lanzarse á -pique una nave sin socorro posible. - - * * * * * - -El mes de Noviembre de 1866 todo anunciaba la retirada del príncipe y la -del ejército francés. El primero marchó á Orizaba, y la _Novara_, que lo -trajo lleno de entusiasmo y de esperanzas, debía también conducirlo, -atormentado por el mal éxito de su empresa, á su antigua residencia de -Miramar. Lo esperaba en Veracruz para partir. - -El príncipe estaba de choque con el ejército francés, que abandonaba su -obra. - -Aun las relaciones de cortesía se habían cortado. El mariscal Bazaine y -el general Castelnau habían concertado la retirada del ejército francés; -y el voto unánime y sincero de los mexicanos era que jamás otra -intervención pisara este suelo privilegiado, que sólo necesitaba para su -prosperidad la unión de sus hijos. El imperio francés recibía una -lección severa. Los gobiernos que no miden las cuestiones exteriores más -que por la fuerza física, sacrificando la justicia, se suicidan, porque -preparan ellos su propio sacrificio. Francia, arrebatada por el poder -militar, sintió todo el peso de sus desgracias en la condenación -universal de su política, en el triunfo de la oposición y en la -aceptación tácita de la doctrina Monroe. - -Libre Maximiliano de los compromisos de la intervención, llamó á Orizaba -su Consejo, y sometió á su examen la resolución de su viaje. La duda -atormentaba su vida, y necesitaba una resolución. Creía llegado el -momento en que el hombre público debe pertenecer todo á su causa, á sus -principios, á sus partidarios. - -Muchos atribuyen á diversos miembros del Consejo, y muy particularmente -á las inspiraciones del jóven general Miramón, el regreso á México. -Nosotros no participamos por completo de esa opinión. Causas de otro -género fueron las que ocasionaron esa resolución. A la llegada del -paquete francés á Veracruz, en Noviembre, recibió el príncipe multitud -de telegramas combinados en cifras. ¿Qué traían de Europa esos -telegramas? No se ha sabido; pero el hecho es que al día siguiente se -dieron las órdenes de regreso, y fué gratificado el jefe de la oficina -del telégrafo con quinientos pesos, entregados en monedas de oro. - -Desde ese momento cambió la fisonomía del príncipe. Su vida tomó la -animación de quien tiene un gran propósito que cumplir. Aislado por su -propia voluntad los días anteriores, incomunicado con los demás, vagando -como un sonámbulo por los cercanos campos de Orizaba, volvió á la vida -cuando resolvió morir ó vencer, jugando la existencia hasta perecer en -la demanda. - -El 25 de Diciembre de 1866 salió para esta ciudad el Archiduque, con el -propósito de dar vida al ministerio conservador que había formado antes -de partir para Orizaba. - -Reciente la historia del gobierno del Imperio, no es posible tocarla en -el reducido espacio de que se puede disponer al ocuparse sólo de la -muerte del príncipe que fué elevado al trono. La historia de esa sombra -de gobierno monárquico no puede aún escribirse; porque las lecciones que -de ella se derivan, se pierden cuando todavía están vivos los -sentimientos de una lucha y de una restauración en un corto período de -tristezas y alegrías, de esperanzas y decepciones, de tragedias -políticas, de piedad y de rigor, de templanza y de exceso, de virtud y -de vicio, de persecución y de amnistía, de gemidos y de bendiciones, de -duelo y de vida. - -Los siete años de 63 á 70, son el gran libro de una historia rápida y -complexa, que á semejanza de la de los náufragos, estará llena de vida -en la narración misma de la agonía. Ella entrañará lecciones saludables -para un pueblo que, al sacudir el yugo de la fuerza extraña, ha -proclamado la libertad de todos sus hermanos. - -Esa historia la conocerán siempre aún los niños y las mujeres; porque -es la historia de los sentimientos populares y el fin de las disensiones -religiosas en la política militante. Las pasiones todas tomaron parte, -todas se mezclaron. El entusiasmo y el dolor se tocaban á cada paso como -resultado de esos resortes del corazón, que apasionado en una lucha de -hombres contendientes, son tan fieles y cumplidos como la -personificación de un deber sagrado, tan resueltos como una virtud -heroica, y tan firmes como ciegos por la fe, tan adictos á su causa como -á la de su Dios, su religión y su patria. Por esto creían muchos pelear, -y aun los seres inculpables en ese conflicto aterrador tributaban un -culto á la exaltación de sus propias pasiones, como la expresión de la -conciencia recta, como el eco de la conciencia nacional. - -Los más grandes errores toman en política las proporciones de un deber, -y á la pasión que se llama patriotismo, virtud facticia muchas veces por -su origen, pero sincera por el tiempo, sólo se le puede desarmar con la -frialdad de la razón, la luz de la justicia y la generosidad de los -sentimientos. - -Este período era el punto más grave en la escala de las disensiones de -los partidos; pero también debía ser el término de las profundas -divisiones. - -La confirmación que el Príncipe Maximiliano imprimió á las conquistas de -la libertad, á los hechos consumados, y á los principios de la -revolución por la reforma religiosa, puso el sello á cuestiones que -antes fueron el abismo de odios y de sangre entre los partidos. - -Los peligros de una existencia precaria para el porvenir de nuestra -patria, amenazada siempre por los elementos intestinos y conflictos -internacionales, ¿no abrirá el corazón mexicano á sentimientos de unión, -único vínculo de poder nacional? - -Estos eran los pensamientos de esa época, en que al través de un corto -período, todos veían como indefectible la restauración de la República. - -Entretanto, las fuerzas organizadas bajo la dirección de los Generales -Díaz, Escobedo, Corona y Riva Palacio, marchaban sobre las ciudades de -Puebla, México, Guadalajara, Toluca y Querétaro, donde los más -caracterizados jefes del partido militar, ligado en sus últimos días á -la suerte del archiduque de Austria, hacían grandes aprestos de -resistencia. Ingrata la suerte al príncipe, los franceses se retiraron, -dejando sin más apoyo á su protegido, que la fuerza mexicana y algunos -escuadrones de alemanes al servicio del Archiduque, mandados por dos -valientes jefes y el joven coronel Kevenüller. - -Todos los prodigios de valor habrían sido estériles contra el país -levantado en masa proclamando la restauración de la República. Una á -una fueron cayendo las ciudades en poder de las armas republicanas. - -Querétaro era el lugar que absorbía la atención del gobierno, porque un -fuerte ejército que mandaba en persona el archiduque Maximiliano era -compuesto en su mayor parte de jefes de un valor á prueba, de una -decisión enérgica. Bastaba que entre ese grupo estuviesen los generales -Miramón y Mejía, para comprender que la lucha sería sangrienta, -desesperada, heroica. - -Dos meses de sitio en que hubo combates dignos de una memoria especial -en la historia general del país, pusieron término á la lucha desigual -entre sitiados y sitiadores. Estos tuvieron abundantes recursos que les -enviaban de todo el país, abierto á su poder, mientras que en la ciudad -faltaban los elementos necesarios para la vida. - -Toda crisis política tiene su término, que es principio y fin de goces y -sufrimientos. La ocupación de una plaza sitiada es una página de doble -vista: para unos todo es vida, animación, alegría, gloria, poder, -porvenir, lisonjas, plácemes, felicitación; para otros es un negro -abismo. - -La ciudad de Querétaro el 15 de Mayo de 1867, que fué ocupada por las -fuerzas de la República al mando del general Escobedo, era para muchos -un cementerio donde más que por la muerte misma, tenía el alma de la -población una tristeza aterradora, porque era la tumba de mil -esperanzas, el sepulcro de una época. Pudiera ser la de personas -queridas......... y el misterio del porvenir arrojaba sobre el corazón -sus negras sombras, que sólo disipa el curso de los acontecimientos -elocuentes en su lenguaje, mudo para vaticinar el futuro, y poderoso -para abrir el horizonte. - -Al derrumbarse el imperio y caer el monarca en manos de los sostenedores -de la República, la vida se contaba por minutos, y todos los que se -deslizaban en la sucesión de las primeras horas, depositaban una -esperanza de salvación. - -Prisionero Maximiliano en el cerro de las Campanas, después de salir del -convento de la Cruz, fué conducido á Querétaro por el general D. Vicente -Riva Palacio. Las altas consideraciones con que este jefe lo distinguió, -quiso corresponderlas el archiduque con alguna demostración, y -dirigiéndose al general Riva Palacio, le dijo: «Permitidme, señor -general, que os ofrezca al entrar á mi prisión mi caballo ensillado: -recibidlo como una memoria de este día.» - - * * * * * - -Una celda del convento de Capuchinas de Querétaro fué la prisión del -príncipe Maximiliano. Humilde como todas las habitaciones de quienes -hacen solemne voto de pobreza, aquella celda tenía que ser histórica. -Edificada para recibir en su seno los suspiros religiosos de alguna alma -que, rompiendo los vínculos de la tierra, sólo miraba en la eternidad la -esperanza de su dicha, recogía hoy á un hombre que en su destino adverso -tenía que mirar siempre al cielo como única fuente de donde podía venir -al alma la luz, ó siquiera de ella un débil rayo sobre la obscuridad en -que va la vida, que en todo su poder, en su pleno vigor, por todas -partes tiene la imagen de la muerte, por todas partes la presencia de la -agonía, que en todos los momentos oye la última hora que suena en el -reloj de la conciencia. - -Aquella celda, santificada tal vez años atrás por la vida pura de una -mujer santa, iba á ser la capilla donde depositara sus últimas oraciones -el descendiente de muchos reyes, el hermano del emperador de Austria, el -hijo del archiduque Francisco Carlos José. - -Querétaro era todo un cuartel militar. Vencedores y vencidos ocupaban la -plaza. Unos como guardianes y otros como prisioneros. - -El Presidente de la República, desde San Luis Potosí, que era la -residencia del Gobierno, dió orden el 21 de Mayo, por conducto del -Ministerio de la Guerra, al general Escobedo, de abrir un proceso al -archiduque de Austria y á los generales D. Miguel Miramón y D. Tomás -Mejía. Seis días se tomó el Ministerio para dictar una resolución, que -quiso fuera hija de una profunda meditación, para que no estuviese -sujeta á los vaivenes de lo impensado. - -El príncipe Maximiliano quiso que el Sr. D. Mariano Riva Palacio y -nosotros fuésemos sus defensores, y así lo manifestó en el siguiente -telegrama: - - «Remitido de San Juan del Río, Mayo 25 de 1867.--Recibido en - Guadalupe Hidalgo á las 9 y 12 minutos del día. - - «El emperador Maximiliano al barón de Magnus, Ministro de Prusia en - México.--Tenga vd. la bondad de venir á verme cuanto antes, con los - abogados D. Mariano Riva Palacio y D. Rafael Martínez de la Torre, - ú otro que vd. juzgue bueno para defender mi causa; pero deseo que - sea inmediatamente, pues no hay tiempo que perder. No olviden vdes. - los documentos necesarios.--_Maximiliano._» - -Para cumplir este encargo marchamos á Querétaro acompañados del ilustre -abogado D. Eulalio María Ortega, que por su ciencia y carácter -independiente era á propósito para encargarse de seguir el proceso -mientras íbamos á San Luis á pedir la vida de nuestro defendido. El -indulto era la única esperanza. - -En Querétaro había sido encargado también de la defensa un ilustre -abogado, el Sr. D. Jesús María Vázquez. La noticia de la prisión del -archiduque fué un rayo inesperado en esta ciudad, muy conmovida también -á la presencia y con los sufrimientos de un sitio. La inquietud de -aquellos días de angustia, sólo se calmaba con la confianza que -inspiraba el general Díaz y demás jefes superiores que mandaban el -ejército sitiador. El cuartel general era Tacubaya, por donde salimos el -1.º de Junio los defensores, acompañados en nuestro viaje á Querétaro -del barón Magnus, ministro de Prusia, y del Sr. Hoorick, encargado de -negocios de Bélgica. - -La severa ley publicada en 25 de Enero de 1862 por el ministro Doblado, -no permitía tener confianza en la absolución del consejo de guerra á que -se debía sugetar el archiduque. Someterse á esa ley y morir, era -consecuencia natural. Caer bajo la aplicación del decreto citado, era -perder hasta la más remota esperanza de otra pena que no fuese la -capital. - -El único arbitrio era pedir el indulto; y cuanto se hizo para lograrlo, -lo hemos publicado en el año de 1867, en el Memorandum de los -defensores. - -«Tomad los decretos del período de mi gobierno, decía el Archiduque en -las instrucciones verbales que nos dió; leedlos, y su lectura será mi -defensa. Mi intención ha sido recta, y el mejor intérprete de mis actos -todos, es el conjunto de mis diversas órdenes para no derramar la sangre -mexicana. La ley de 3 de Octubre fué creada para otros fines que no se -pudieron realizar. La consolidación de una paz que parecía casi -obtenida, era el objeto de esa ley que, aterradora en su texto, llevaba -en lo reservado instrucciones que detenían sus efectos. Dispuesto á -sacrificarme por la libertad é independencia de México, no habrá en el -examen de mi vida un solo acto que comprometa mi nombre. Decidle al -Presidente Juárez que me otorgue una entrevista que creo provechosa para -la paz de la República y para su porvenir.» Tales fueron las palabras -que como despedida dió el archiduque el 6 de Junio, al salir para San -Luis Potosí. - -El Presidente creyó que ningún motivo debía detener el curso del -proceso. - -El consejo de guerra continuó sus procedimientos, y el 14 de Junio de -1867 se pronunció la sentencia, después de haber agotado los abogados -Ortega y Vázquez, en Querétaro, cuanto recurso tiene un defensor. - -La sentencia, es esta: - - «Vista la orden del C. General en Jefe, del día veinticuatro del - pasado Mayo, para la instrucción de este proceso; la del veintiuno - del mismo mes, del Ministerio de la Guerra, que se cita en la - anterior, en virtud de las cuales han sido juzgados Fernando - Maximiliano de Hapsburgo, que se tituló Emperador de México, y sus - generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, por delitos contra la - Nación, el orden y la paz pública, el derecho de gentes y las - garantías individuales: visto el proceso formado contra los - expresados reos, con todas las diligencias y constancias que - contiene, de todo lo cual ha hecho relación al Consejo de Guerra el - fiscal, teniente coronel de Infantería C. Manuel Aspiroz: habiendo - comparecido ante el Consejo de Guerra que presidió el teniente - coronel de Infantería Permanente, ciudadano Rafael Platón Sánchez: - todo bien examinado con la conclusión y dictamen de dicho fiscal, y - defensas que por escrito y de palabra hicieron de dichos reos sus - procuradores respectivos: el Consejo de Guerra ha juzgado - convencidos suficientemente: de los delitos contra la Nación, el - derecho de gentes, el orden y la paz pública, que especifican las - fracciones primera, tercera, cuarta y quinta del artículo primero, - quinta del artículo segundo, y décima del artículo tercero de la - ley de veinticinco de Enero de mil ochocientos sesenta y dos, á - Fernando Maximiliano; y de los delitos contra la Nación y el - derecho de gentes, que se expresan en las fracciones segunda, - tercera, cuarta y quinta del artículo primero, y quinta del - artículo segundo de la citada ley, á los reos Miguel Miramón y - Tomás Mejía; con la circunstancia que en los tres concurre, de - haber sido cogidos infraganti en acción de guerra, el día quince - del próximo pasado Mayo, en esta plaza, cuyo caso es del artículo - veintiocho de la referida ley; y por tanto condena con arreglo á - ella á los expresados reos Fernando Maximiliano, Miguel Miramón y - Tomás Mejía, á la pena capital, señalada por los delitos referidos. - - «Querétaro, Junio catorce de mil ochocientos sesenta y - siete.--_Rafael Platón Sánchez._--Una rúbrica.--_Ignacio - Jurado._--Una rúbrica.--_Emilio Lojero._--Una rúbrica.--_José V. - Ramírez._--Una rúbrica.--_Juan Rueda y Auza._--Una rúbrica.--_Lucas - Villagrán._--Una rúbrica.--_José C. Verástegui._--Una rúbrica.» - -El fallo del Consejo fué confirmado en los términos siguientes: - - «Ejército del Norte.--General en Jefe.--Conformándome con el - dictamen que antecede del ciudadano asesor, se confirma en todas - sus partes la sentencia pronunciada el día catorce del presente por - el Consejo de Guerra, que condenó á los reos Fernando Maximiliano - de Hapsburgo, y á sus llamados generales D. Miguel Miramón y D. - Tomás Mejía, á ser pasados por las armas. - - «Devuélvase esta causa al Ciudadano Fiscal, para su ejecución. - - «Querétaro, Junio diez y seis de mil ochocientos sesenta y - siete.--_Escobedo._--Una rúbrica.» - - * * * * * - -El 16 de Junio de 1867, en la celda de su prisión, preocupado acaso por -lo adverso de su destino, á las once de la mañana se notificó la -sentencia al príncipe que había pretendido fundar una monarquía en la -República Mexicana llamándose Maximiliano Emperador de México. No se -inmutó, ni dió testimonio alguno de sorpresa ó indignación. Su respuesta -fué lacónica, pero muy expresiva. Dijo: «_Estoy pronto._» El valor le -acompañaba siempre, y no le faltó en la hora suprema de la agonía, en -medio de una vida llena de vigor. Sin duda había pensado mucho en aquel -momento, y su raza y su sangre le habían dado en instantes tan críticos -la frialdad alemana que parecían disimular en los buenos tiempos, su -fisonomía franca y expresiva en sus pasiones, su razón pronta y -oportuna, su espontánea palabra, su locución de artista, su deseo de -cautivar, su inquietud incesante en trabajos diversos, su entusiasmo -ardiente por las ideas de su programa, y su amor á la popularidad. -Dominaba en aquella naturaleza mucho de la susceptibilidad latina, que -no es compañera de la inalterable tranquilidad sajona. - -Había en aquel sentenciado á muerte una resignación que se asemejaba a -una extraña, inexplicable y casi espontánea conformidad. Superiores los -acontecimientos á las fuerzas y á la voluntad del hombre, Dios imprime -el sello de sus altos decretos á los golpes rudos de la adversidad, ante -la que se postra la naturaleza humana para pedir misericordia, no al -mundo ni á sus pasiones, sino al único Juez infalible de la conciencia -del hombre. - -Católico el príncipe, tomó sus disposiciones espirituales. Arregló -también su testamento bajo la impresión dolorosa de la muerte de la -princesa Carlota Amalia. La lloró muerta por la Providencia, á la que -bendijo en medio de su dolor. - -Había muerto, en efecto, para la vida animada, para los placeres y la -dicha. Su razón extraviada la colocaba en ese mundo siempre nuevo y -siempre misterioso de la enajenación mental, en que la brújula del -criterio se pierde en los delirios incomprensibles de una enferma -imaginación. - -¡Pobre mujer que no ha tenido el consuelo de llorar á plena luz, con -conciencia perfecta, y el corazón comprimido por todo el peso de su -dolor! ¡Desdichada princesa, que acaso tiene un instinto superior á su -extravío, y á medias percibe y mide, allá en el fondo de sus lúgubres y -siniestros desvaríos, la gravedad de su infortunio! - -Algunas lágrimas del príncipe á la memoria tierna de su esposa, le -volvieron la serenidad, y su alma, llena de pensamientos y sin dudas -sobre el destino del hombre más allá de la tumba, sintió la paz de quien -está dispuesto á la muerte, como el paso para otra vida. - -¿A dónde dirige el alma sus primeros pensamientos después de una -sentencia de muerte? ¿Dios y la familia serán la primera impresión tan -grande y dolorosa, como aterrador el paso que abre las puertas de la -eternidad? ¿Habrá en el espíritu una maldición para los hombres y una -bendición al Sér Supremo? - -Morir en salud, perder la vida sin agonía, saber el momento preciso de -un adiós eterno á los amigos, á la patria, á la familia, y no saber qué -hay más allá de ese instante supremo en que el cuerpo, perdiendo sus -resortes, cae en el abismo de una eterna noche para penetrar el -misterio de la eterna vida, tiene algo de dolor profundo y de -resignación filosófica. La conciencia se abre toda para iluminarse como -á la luz de un relámpago, y la revista en examen de la vida pasada, es -tan súbita, que se dibujan, sin duda, como puntos de meditación, los -grandes bienes y los grandes males de la conducta. Al tocar el término -de la vida, cuando llegamos al terrible enigma que separa el tiempo de -lo infinito, ¿será todo luz, todo evidencia, porque allí esté la -presencia de Dios iluminando la conciencia del hombre? - -Maximiliano, Miramón y Mejía, en sus tres celdas de Capuchinas, oyeron -casi al mismo tienpo su sentencia de muerte. Al juzgar por su serenidad, -la vieron como la transformación gloriosa de la vida. Compañeros de -campaña, prisioneros del mismo día, juntos debían morir. Miramón -realizaba un pensamiento de su vida. Al ver en Europa el sepulcro del -mariscal Ney, había dicho: “Esta muerte es dulce porque es pronta. -Gloria en la vida, honor en la historia y muerte rápida si el destino es -adverso, es una carrera, que yo apetezco.” - -En la resignación de la muerte hay un sello de grandeza que da á el alma -el brillo de grandes pensamientos, y al corazón un manantial de -sentimientos tiernos para la vida, y de esperanzas para la eternidad. - -Maximiliano, á la presencia de sus últimas horas, trajo á su corazón -toda la fuerza de quien ha querido hacer de su vida por los peligros una -existencia de gloria, y de su muerte por su valor, una historia toda de -vida. Formó su testamento como soberano y como artista. Encargó que se -escribiese la historia de su gobierno, y también que se acabasen -trabajos de arte en Miramar; hizo obsequios como memoria de despedida, y -puso cartas expresivas de gratitud á sus defensores. Habló de sus -amigos, de sus adictos, y tributando un culto de adoración al porvenir -que no le pertenecía, á ese futuro que no podía mirar, su conversación -frecuente era la paz de la República, la unión de los mexicanos: bajo -esta impresión escribió al Sr. Juárez la carta siguiente: - - «Sr. D. Benito Juárez.--Querétaro, Junio 19 de 1867.--Próximo á - recibir la muerte, á consecuencia de haber querido hacer la prueba - de si nuevas instituciones políticas lograban poner término á la - sangrienta guerra civil que ha destrozado desde hace tantos años - este desgraciado país, perderé con gusto mi vida, si su sacrificio - puede contribuir á la paz y prosperidad de mi nueva patria. - Intimamente persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un - terreno empapado de sangre y agitado por violentas conmociones, yo - conjuro á Ud. de la manera más solemne y con la sinceridad propia - de los momentos en que me hallo, para que mi sangre sea la última - que se derrame, y para que la misma perseverancia que me complacía - en reconocer y estimar en medio de la prosperidad con que ha - defendido Ud. la causa que acaba de triunfar, la consagre á la más - noble tarea de reconciliar los ánimos, y de fundar de una manera - estable y duradera la paz y tranquilidad de este país infortunado.» - -«MAXIMILIANO.» - - - - -No satisfecho aún con esa carta, encargó al Sr. Lic. Vázquez, que al -llegar el Presidente Juárez á Querétaro le hiciese luego una visita á su -nombre, y le dijera que al morir Maximiliano no llevaba á la tumba -resentimiento alguno. - -El Sr. Vázquez cumplió el encargo, y el Presidente contestó manifestando -toda la pena que había tenido en aplicar inflexible la ley por la paz de -la República. - -Estas palabras eran el resumen de lo que los defensores habíamos oído en -San Luis, cuando perdida toda esperanza pedíamos aún economía de sangre, -como prenda de reconciliación; y el Sr. Juárez decía: - - «Al cumplir Uds. el encargo de defensores, han padecido mucho por - la inflexibilidad del Gobierno. Hoy no pueden comprender la - necesidad de ella, ni la justicia que la apoya. Al tiempo está - reservado apreciarla. La ley y la sentencia son en el momento - inexorables, porque así lo exije la salud pública. Ella también - puede aconsejarnos la economía de sangre, y este será el mayor - placer de mi vida.» - -Estas fueron las últimas palabras que oímos en San Luis Potosí la noche -del 18 de Junio, después de haber presentado tres exposiciones pidiendo -el indulto, y de haber agotado en multitud de conferencias los recursos -de nuestros sentimientos y de nuestro entendimiento. - -En espera de algún incidente favorable á la vida de nuestro defendido, -habíamos pedido una ampliación del término para la ejecución, que se -difirió para el miércoles 19, y en ese período Maximiliano puso el -siguiente despacho: - - «Línea telegráfica del Centro.--Telegrama oficial.--Depositado en - Querétaro.--Recibido en San Luis Potosí á la 1 hora 50 minutos de - la tarde, el 18 de Junio de 1867.--C-. Benito Juárez.--Desearía se - concediera conservar la vida á D. Miguel Miramón y D. Tomás Mejía, - que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte, - y que como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única - víctima.--_Maximiliano._» - -Nada se obtuvo, y cuando se cerró la puerta de toda esperanza, -comprimido nuestro espíritu por el fin trágico que se presentaba á -nuestra vista, pusimos este telegrama: - - «Telegrama de San Luis Potosí para Querétaro.--Junio 18 de - 1867.--Sres. Lics. D. Eulalio María Ortega y D. Jesús M. - Vázquez.--Amigos: todo ha sido estéril. Lo sentimos en el alma, y - suplicamos al Sr. Magnus presente á nuestro defendido este - sentimiento de profunda pena.--_Mariano Riva Palacio._--_Rafael - Martínez de la Torre._» - - * * * * * - -En la mañana del miércoles 19 de Junio, formadas las tropas en la ciudad -de Querétaro, sonaban las seis cuando salían de su prisión Maximiliano, -Mejía y Miramón. Antes de salir habían oído misa, que dijo el padre -Soria. ¡Cuánta veneración hubo en aquel acto religioso! ¡Con qué respeto -se asiste al solemne oficio de una religión que alumbra en el último -momento de la vida el porvenir de la que no tiene fin! - -Al salir Maximiliano de la prisión, abrazó á los Sres. Ortega y Vázquez. -Marchó al suplicio con la calma de quien ve el fin de una jornada, como -el principio de una gloriosa conquista. - -El Cerro de las Campanas era el lugar designado para el trágico fin del -segundo imperio en México. - -Poco antes de la hora de salida, comprendió que se acercaba el último -momento de la vida. Después de dar un abrazo al joven militar que debía -mandar la ejecución, salió del convento de Capuchinas, y como despedida -tierna y expresiva de todo lo que le rodeaba, dijo: - -«Voy á morir......» - -Voy á morir.... Negro, horrible pensamiento, presencia de insondable -abismo, lúgubre, aterrador sentimiento que sobrecoge al espíritu de -miedo y pavor, que anonada y aterra al corazón que aun ama, que tiene -gratas impresiones, que acaricia aún esperanza de la vida; pero -Maximiliano, notificado de muerte; se había despedido del mundo para no -verlo más...... ni una ilusión, ni una esperanza alimentaba. Extranjero -en su patria adoptiva, sólo en el mundo nuevo de una prisión, su alma no -tenía ya quejas que exhalar, ni memorias que evocar. Su dolor fué mudo y -grande, muy grande su disimulo, ó grande, mucho más grande su -resignación filosófica, su conformidad cristiana, la aceptación valerosa -de su destino adverso. - -En tres coches caminaban al cerro de las Campanas, acompañados cada uno -de un sacerdote, Maximiliano, Mejía y Miramón. - -¿Qué pensamientos llevaba en su alma el infortunado príncipe -Maximiliano? ¿Qué sentimientos se desbordaban de su corazón? - -¿La luz purísima de ese cielo azul de Querétaro en la mañana del 19 de -Junio, al caminar al lugar de la muerte, llevaría al alma de Maximiliano -la amargura de la nada en la vida que se extingue, la verdad terrible -del polvo en que se resuelve aún la más gloriosa existencia? ¿La razón -fría y expedita, ó las pasiones nobles y generosas, serían sus -compañeros al abrirse á sus pies la sepultura de su terrestre vida? ¿La -noche eterna de la tumba embargaría antes con su impenetrable obscuridad -todas las potencias? ¿Esa luz diáfana, brillante, sería la atmósfera en -que se hacía sensible la presencia de Dios para el que en su infortunio -lo invocaba como el único consuelo? - -Ni un solo pensamiento de odio, ni un sentimiento de disgusto, ni una -palabra de rencor se le oyó á Maximiliano; y su alma y su corazón, su -memoria del pasado y su pensamiento del porvenir, formaban una corriente -incesante de votos por la paz de la República y su libertad é -independencia. Estas fueron sus últimas palabras: - -«Voy á morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de -México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva -México!» - -Maximiliano, sin ligas ni vínculos sagrados de parentesco, sin patria -que recibiera sus restos inanimados en un monumento destinado á la -memoria de los grandes de Austria, sin familia que llorase su muerte, -hizo de México, de sus amigos, de sus defensores, de sus adversarios, de -sus jueces, de sus vencedores, su propia familia; porque á todos -consagró recuerdos, y para todos deseaba bien y felicidad. Sus -conversaciones, sus votos todos y sus últimas cartas, son irrecusable -testimonio de esta verdad. - -Sus últimos momentos fueron sin duda de oración. El que cree, ora. -Hablar con Dios cuando se tocan las puertas de la eternidad, es ley del -pensamiento. Este forma la parte de nuestro sér divino; y cuando se -rompe el velo de la vida para descubrir el misterio de la eternidad, -Dios y el alma son inseparables. Entre la altura del Sér omnipotente y -el camino que conducía al cerro de las Campanas, había una cadena -impalpable: no estaba sugeta al dominio de los sentidos, porque la -verdadera oración es mental; pero Maximiliano pensaba en Dios, en su -omnipotencia, en su misericordia, y Dios recibía esta corriente de -pensamientos como la expresión sincera y religiosa de quien cumple lleno -de fe los deberes de un providencial destino. - -Maximiliano, Mejía y Miramón, poetizaron con el valor su muerte. Antes -de pronunciar el primero las palabras que precedieron á la descarga que -imprimió á su vida tan trágico fin, dió á cada uno de los soldados un -maximiliano de oro, moneda valor de veinte pesos mexicanos. Momentos -después, traspasado su cuerpo, cayó desprendido de los espíritus -vitales. Una descarga arrancó su alma del cerro de las Campanas, para -que fuera á ser juzgada por el único Juez infalible. Su cuerpo quedó á -merced de los elementos que combaten la corrupción de la materia, y su -nombre fué saludado como el del héroe mártir del gran drama de la -intervención en México. - -El 6 de Julio de 1832, una multitud saludaba llena de entusiasmo el -nacimiento de un príncipe de la casa de Austria. - -El 19 de Junio de 1867, una multitud lloraba la muerte del príncipe -Maximiliano. - -Nació en medio de los suyos, rodeado de una familia numerosa, en medio -de un pueblo amigo. - -Murió lejos de sus parientes, separado de toda su familia; pero la -política es una liga superior á las de sangre, más poderosa que las de -afinidad. El amor y el odio son el fruto de la política. Ella forma -alianzas impalpables, vínculos sin pacto, simpatías de instinto, afectos -profundos, adhesión inmensa, entusiasta hasta el delirio, resuelta hasta -el martirio. Ella despierta sentimientos grandiosos hasta el heroísmo, -y la admiración sincera, y el entusiasmo ardiente, y la gratitud -reconocida, dan siempre una familia numerosa al que muere por una causa -política. Las lágrimas son más abundantes, y su sinceridad está en el -luto que cubre el corazón que trunca su vida, colocando en el altar de -sus esperanzas el negro sudario de la muerte. - -La patria, la familia, los hijos, esa continuidad de la existencia, -renueva sin embargo nuestro sér, abre el corazón á los sentimientos -generosos, el entendimiento á la luz; y después de los sangrientos -dramas de la política, sólo hay un deseo, la salvación de la patria, la -unión de los mexicanos, la libertad práctica, la consolidación de la -independencia. - -La historia con el inexorable poder de su criterio, es la única que al -través de los años que calman las pasiones, mide bien los -acontecimientos públicos. ¡Ojalá y ella, al juzgar á esta generación de -que formamos parte, pueda decir: _El velo que la Nación arrojó con el -decreto de amnistía en 1870 sobre el período de la intervención y los de -las guerras civiles en la República, puede levantarse sin temor para el -examen filosófico de sus causas; porque están asegurados los votos de -Maximiliano al morir; los de Juárez como vencedor y juez, son ya una -verdad: la paz, la libertad y la independencia de México._ - - * * * * * - -El 6 de Julio de 1832, el corazón de la princesa Sofía se ensanchaba de -gozo. Un nuevo hijo en una dinastía reinante, era un refuerzo, un apoyo, -un elemento de poder que se ofrece en el alumbramiento de un niño que -para la sociedad es la esperanza de la gloria, y para la madre la -admiración de una preciosa existencia. El 19 de Junio de 1867, el -corazón de la princesa Sofía ha de haber presentido toda su desdicha, y -dirigiéndose al Sér Supremo, único consuelo de una madre que vé á un -hijo en la desgracia, derramaría á torrentes el llanto del alma que, en -sus penas y dolores, en su desvarío y en sus grandes amarguras, viste de -luto la existencia que inquieta se desliza llena de sobresalto, en medio -de la congojosa melancolía de un negro presentimiento. - - * * * * * - -Poco tiempo después llegaba á México el almirante Tegetthoff á pedir los -restos inanimados del príncipe Maximiliano, para conducirlos al sepulcro -de sus antepasados. - -El cadáver frío, yerto; pero conservado por la ciencia que momifica, -permitía llevarlo al sepulcro de los grandes de Austria. - -El cuerpo sin el alma es la presencia aterradora que aviva todo el dolor -por la existencia perdida. Donde el alma se evaporó, no hay luz ni -brillo, no hay amor ni esperanza, no hay más que tristeza, sombra, -horror, ausencia, amargura, negra atmósfera que oprime el corazón. La -única luz es Dios. La única esperanza es la transparencia inexplicable -pero firme en la conciencia, de ese infinito que está más allá del día -de la muerte. En ella encontró su consuelo la Princesa Sofía, madre -adorada por el Archiduque. - -La Novara, en 1864, traía á México la vida de un imperio lleno de -pensamientos, proyectos é ilusiones. Cubierta de luto volvía en 1867, -conduciendo el cadáver de aquel príncipe que, jefe de la marina -austriaca, renunció á la posesión tranquila de sus honores, por la -gloria de fundar una monarquía en México. La Novara será un navío -histórico de un período de que fué principio y fin. En 1864 traía á -bordo toda la esperanza de lo misterioso, de lo desconocido, que -engendra para algunos la vida y para otros la duda y el temor. En 1867 -llevaba la muerte: era el transporte fúnebre de un rey ajusticiado, era -un ataúd provisional. En 1864, la Novara fué saludada con ardiente -entusiasmo por los creyentes en la eficacia de la monarquía: en 1867 la -luz artificial de los cirios que rodeando el cadáver del príncipe, -chispeaban al cruzar el mar, era la más negra sombra que se proyectaba -sobre el alma de la tripulación. La luz que oprime, la luz que hiere el -alma, la luz que arroja sombras, luto y aflicción, es sólo la luz del -sufragio; porque es el tributo á la nada en que se resuelve la vida que -se extingue; pero hay aún en algunas naturalezas, para esa nada del -espíritu, para esa nada de la vida, un amor inmenso, desgarrador, capaz -de aniquilar nuestro propio sér, convertido al andar del tiempo en -panteón ambulante de memorias queridas. - -Una ceremonia fúnebre oficial, después del estremecedor y triste -recibimiento de familia, tuvo lugar en el Convento de Capuchinas de -Viena, donde se depositó el cadáver de Maximiliano. Una historia -enseñaban aquellos restos, y la familia hizo gravar sobre el ataúd de -aquellos despojos regios la siguiente inscripción: - - FERDINANDUS. MAXIMILIANUS - - ARCHIDUX. AUSTRIÆ - - NATUS. IN. SCHOENBRUUN - - QUI - - IMPERATOR. MEXICANORUM. ANNO. M.DCCC.LXIV. ELECTUS - - DIRA. ET. CRUENTA. NECE - - QUERETARI. XIX. JUNNI. M.DCCC.LXVII - - HEROICA - - CUM - - VIRTUTE. INTERUIT. - -Nosotros quisiéramos también poner una inscripción que, á semejanza de -un epitafio, reasumiera la vida de un período y de un orden de cosas que -no tiene posible resurrección; pero esto sería pretender un imposible. - -La mano del hombre más poderoso, el amor inmenso de los padres, la -voluntad decidida, de los adictos, el entendimiento de más privilegiada -fuerza, la historia inflexible en sus sentencias, son impotentes para -reasumir en un epitafio toda una narración que abraza una época, que -sólo puede juzgar hoy con imparcialidad el superior de todos los jueces. -A ese juicio severo é impasible sólo se aproxima la inspiración tardía -de los pueblos, que se erige, al desaparecer las pasiones, en criterio -de la historia. Ella juzgará, y su sentencia, detallada en miles de -páginas, no llegará tal vez á los oídos de los actores ni de la -generación contemporánea; porque nuestra vida es corta, y el soplo de -los años, poderoso para hundirnos en la nada de esta existencia, es un -instante inapreciable en la vida de las naciones. Héroes ó mártires, -vencedores ó vencidos, afortunados ó infortunados los actores del -período á que consagramos estos renglones, tienen ya en sus manos el -porvenir de la República: hay ya en el corazón mexicano un resorte de -inmenso poder. Una ley de amnistía llama á todos á trabajar por el bien -de la patria. - -Esta página de nuestra historia debe ser también la llave del porvenir. -Si aun ciegos y obcecados los partidos no abren su corazón y su -conciencia á las inspiraciones santas del patriotismo y de la unión, -México sucumbirá; porque la anarquía será el preludio de catástrofes que -hoy nos amenazan como negra y aterradora sombra...... Pero no...... la -adversidad no puede, inexorable, perseguirnos: el destino de nuestra -patria perderá lo sombrío de algunas profecías, y la transformación de -su sér se explica ya en el deseo general, inmenso, evidente de la paz. -La Providencia lleva muchas veces á los pueblos á sus grandes fines por -medios imperceptibles, y ha llegado para México el período de su -resurrección. La experiencia de nuestros errores, el instinto de -nuestros peligros, la advertencia de las lecciones pasadas, los -episodios sentidos de las vicisitudes políticas, forman el hilo, hoy -invisible de la unión, que dará al país la fuerza y el poder de su -propia salvación. Sacudimientos ligeros, convulsiones pasajeras, pueden -aún herir el sentimiento nacional; pero éste, superior á las disensiones -de partido, se levantará poderoso contra toda tendencia revolucionaria -que amenace la paz de la República. México había significado antes -anarquía, desórden, rebelión constante; pero la sangre á torrentes -derramada, la fortuna perdida á impulso de las revoluciones, la paz -deseada y siempre perturbada, ha cambiado el carácter revolucionario y -versátil del pasado que sucumbió para siempre, merced á los sacrificios -de una generación que quiere para su patria orden, paz, progreso, -independencia y libertad. - -La regeneración de México ha comenzado, y esta regeneración se saluda -como la vuelta de un joven lleno de esperanzas á la vida normal. -Alimentemos todos esa preciosa existencia de la patria, con el inmenso -amor del suelo en que nacimos, y unidos trabajemos por la paz, que es la -más grande herencia que podemos legar á nuestros hijos. - -Llamemos á nuestra mente la trágica historia nacional desde la -Independencia; evoquemos recuerdos del sentimiento expresado por los -hombres todos que han muerto por la patria, y como epílogo de esos -solemnes y lúgubres momentos de la muerte, en que están presentes la -patria, la familia, la conciencia, Dios y la eternidad, pudieran -reasumirse esas palabras de agonía santificadas por la presencia del -suplicio, en esta exclamación: «Patria, patria infortunada y querida: Si -de los votos de estas víctimas dependiera tu felicidad, la unión de tus -hijos te abriría el más brillante porvenir, y México sería grande y -feliz con la unión de los mexicanos.» - -Tales deben ser también los votos de los que sobrevivimos, y á su -realización debemos encaminar nuestra conducta. Hoy tales propósitos -aparecerán como un error: antes de mucho tiempo tendrán la evidencia de -un axioma, y más tarde serán el poderoso elemento de nuestra vida -nacional. - -¡Ojalá y la generación que ha asistido al drama sangriento de las -disensiones por la patria, sea también la que abra por la fraternidad y -conciliación, una nueva vida en el suelo privilegiado de la República! -¡Dios permita que el nombre de México, que al pronunciarse evocaba -recuerdos de sus dolores y lúgubres peripecias, sea saludado en el -porvenir como el pueblo digno de la libertad, tan grande por sus -virtudes, como ha sido sufrido en su infortunio! - -México, Julio de 1871. - -_Rafael Martínez de la Torre._ - - - - -APÉNDICE - - -AMPLIFICACIONES - -POR - -ANGEL POLA - - - - -EN PEREGRINACION, DE POMOCA A TEPEJI DEL RIO - - -PATEO - -Por la vía troncal del Ferrocarril Nacional Mexicano, que parte de la -ciudad de México y en el kilómetro 205, llégase á la estación de Pateo, -formada de un pequeño edificio de cal y canto, casi un cubo, con -techumbre laminada en forma de caballete. - -Un amplio y desnivelado camino arcilloso, de dos kilómetros une la -estación con la hacienda del propio nombre, la cual destaca sobre una -colina, entre los cerros de San Miguel el Alto y Paquizihuato, -presentando, al primer golpe de vista, los altos muros blancos de su -perímetro, coronados por los aleros de las casas, el campanario de la -capilla y el follaje tupido de la arboleda. - -Frente á la puerta principal aparece, tras pequeña verja, un jardincito -limitado en uno de sus extremos por el departamento administrativo; en -el otro, por un mirador y la sala, y en el fondo, por el ancho corredor -que sirve de atrio al pabellón del edificio central. - -En uno de los ángulos del corredor hay una piececita de cinco metros de -latitud por seis de longitud, que tiene paso en su fondo y uno de sus -costados á dos recámaras. La puerta de entrada presenta en una de sus -hojas y á la altura de un metro, un orificio circular de dos centímetros -de diámetro, cubierto por un cristal, y por el que don Melchor Ocampo -vigilaba la carretera, á fin de evitar á tiempo el peligro que lo -amenazase, desapareciendo súbitamente por un escotillón abierto á corta -distancia de sus plantas y que comunica por un subterráneo escalinado en -su principio y cuyo término se ignora. El escotillón, construído debajo -del lecho, quedaba oculto por la alfombra. - -El edificio, hermoso de puro sencillo en su estilo, de arquería de medio -punto y esbeltos pilares en sus corredores del interior, ha venido -siendo ceñido desapiadadamente por construcciones modernas, entre las -que resaltan la capilla y los graneros. Inmediato á la primera hay un -jardín extenso de simétricas avenidas y desvanecidos camellones, -sombreado eternamente por multitud de altos cedros, fresnos, eucaliptus -y árboles frutales de variadas especies, todos plantados por las propias -solícitas manos del señor Ocampo. - -Existen como testimonios vivientes de nuestra narración, los servidores -José Dolores Gutiérrez, Benito Campos, Epigmenio Moreno y Tomasa X., -empleados todavía en la hacienda. Refieren llenos de ternura, que el -antiguo amo despertaba con el día, se entregaba invariable y -pacientemente á las labores de campo, prefiriendo las de floricultura y -plantación de árboles raros, alternando estos trabajos con empresas de -mejoras, el estudio á que se dedicaba con afán y la inquebrantable -vigilancia ejercida sobre la servidumbre, en cuyo bienestar estuvo -siempre interesado, acudiendo cariñoso, ora con auxilios pecuniarios -cerca de los pobres, ora con medicinas á la cabecera de los pacientes, -haciéndose acompañar del doctor Patricio Balbuena, radicado en -Maravatío, cuando el caso lo requería, y si era trivial, juzgaba -suficiente su ciencia. - -Campos, que raya en los setenta de edad, decíanos, al repreguntarle si -había tratado mucho al señor Ocampo: - ---Sí, señores: ¡pues si aquí comencé á ganar medio con él! - ---¿Y es verdad que se portaba bien? - -Y, en vez, de contestar él solo, á una voz nos respondieron los cuatro -viejos y fieles sirvientes: - ---Sí, como un santo; pero harto bueno, harto bueno. - -Así es que, entrevistados sucesiva y juntamente, y practicados entre -éllos algunos careos en los puntos discordantes de sus relatos, siempre -convinieron en que aquel amo fué un hombre de bien á carta cabal, asíduo -en el trabajo, estudioso infatigable, con especialidad en la Historia -Natural, la que procuraba llevar á la práctica en sus teorías más -modernas y elevadas, introduciendo en su jardín botánico plantas -exóticas de flores y frutos primorosos, como los pudimos apreciar, al -designarnos estos testigos, cedros, matas de cramelias, arrayanes de -corte caprichoso que señalan los lindes del terreno y bordan los prados, -presentando un conjunto boscoso, perfumado é interesante, lo mismo en -las rotondas, cerca de las fuentes, como en los rincones más apartados y -umbríos, entre los cenadores de atavíos primaverales. - -Se distingue en este jardín la principal avenida, que arranca de un gran -enverjado y confina en el fondo obscuro de la vegetación que viste la -tapia que cierra el perímetro, señalada esa avenida por árboles añosos -de cedro, de que penden lama y heno, testimonios de su vetustez. Las -semillas de tales plantas fueron depositadas en la tierra por las mismas -manos del señor Ocampo, que veló por su germinación y desarrollo. - - -POMOCA - -(Hoy Hacienda Subterránea) - -Pateo, de la propiedad de don Pedro Rosillo en 1743 y después de doña -María Francisca Javier de Tapia, pasó á ser del señor Ocampo, su hijo, á -la muerte de esta señora, hasta que, en la imposibilidad de proseguir -conservando la hacienda, por razón de los muchos gravámenes contraídos -en el ejercicio de la más pura caridad, calificada por él como derroche, -vióse obligado á fraccionarla, reteniendo la parte designada Rincón de -Tafolla, y enajenando la otra á don Claudio Ochoa, quien, -posteriormente, la vendió á los señores Sotomayor y éstos á su vez á la -viuda de don Angel Lerdo, que es la propietaria, en el presente. - -Dueño el señor Ocampo de la fracción Rincón de Tafolla, fué á vivir bajo -unas tiendas de campaña, que fijó en el punto donde dió principio con la -erección de la hacienda, la cual él mismo bautizó con el nombre de -Pomoca y que, como se sabe, es el anagrama de Ocampo. - -Terminada, en parte, la obra material de la moderna Pomoca, estableció -allí su residencia y puso en práctica sus tendencias, enriqueciendo el -lugar con un parque de piñones, olivos, cedros y el arbusto rarísimo de -la cruz, idéntico al que existe en el convento del mismo nombre, en la -ciudad de Querétaro. Aprovechando una quebrada del terreno, hizo un -estanque para baños y otro para la procreación de peces, en forma -circular, y con un jardín de aclimatación en su centro. Introdujo el -agua, trayéndola de muy lejos, en una bien construída cañería. - -Se ve aún, como islote, un prado ricamente provisto de plantas de valor -científico. Se entraba en esta estancia por una avenida de cedros del -Líbano; y comunicando de la casa á un baño, tupidamente cubierto de -plantas trepadoras, veíase una callecita estrecha y ondulada, bajo palio -de enredaderas de fragancia indecible, que bajaban á trechos sus ramas -cuajadas de hojas, hasta ocultar los asientos de mampostería. - -Si á tal cuadro se añade la riqueza del arbolado, que abraza y esmalta -el lugar, se comprenderá el interés que despierta en el ánimo del -viajero el examen de las variadas especies de árboles frutales, de los -frondosos olivos, los piñones y los sauces. - -De la obra material no quedan sino desolación y ruinas, hechas por la -mano del hombre, que parecen protestar contra el olvido, la incuria y la -irrespetuosidad de la ignorancia. Sólo se contemplan, abriéndose paso -entre breñales, los muros carcomidos y agrietados de diez piezas, -rodeadas de una superficie cascajosa en los cuales crecen hierbas y -arbustos, y se abrigan sabandijas. - -El terreno es una ladera, cerca de San Miguel el Alto. - - -VENTA DE POMOCA - -(Hoy Pomoca) - -Allá abajo, en un erial, á poca distancia del punto de bifurcación del -camino real de Toluca á Maravatío, está la venta llamada de Benito Tapia -en época remota; después, de Pomoca, y ahora, Pomoca á secas: teatro del -drama que terminó en tragedia en Tepeji del Río, y duró del 31 de Mayo -al 3 de Junio de 1861: teatro de otra pasión como la del Redentor, que -tuvo su via crucis y su calvario: esta es la primera estación. - -Pomoca es una hostería de dos patios, grande el uno, con cuartos á sus -costados y la parte posterior de su frente, y pequeño el otro, que es la -caballeriza y el abrevadero. Fuera, el caserón tiene portal amplio y -alto, y una llanurita hasta el camino real. En su lado izquierdo, pared -por medio, edificó el Mártir su hogar, cuyo trazo es un paralelógramo -estrecho y su fachada la continuación de la fachada de la hostería. Aquí -hay dos ventanas bajas, sin barandales, pertenecientes á la sala, que -hacen juego con otras tantas puertas, hacia el interior: una de las -cuales abre paso al dormitorio del señor Ocampo, siendo una de sus -paredes la divisoria de la hostería, y la otra puerta da al corredor, -cuya forma es la de una escuadra de ramas muy desiguales, abarcando la -menor la mitad de la longitud de la sala, pues que la otra mitad, como -prolongada por adentro, forma el dormitorio, en donde, sobre la mesa de -noche, nunca faltaron libros junto á la vela. Este tiene una ventana por -el corredor y una puerta por un pasillo, que conduce á lo que era -biblioteca y laboratorio del sabio. Del patio grande de la hostería -recibía luz y ventilación. En el departamento, además de los libros, -muchos buenos y raros, había un herbario tan rico y costoso como la -misma biblioteca, una selecta colección de conchas, recogidas unas -durante el destierro en Nueva Orleans y otras en Veracruz; animales -disecados, ejemplares teratológicos, esponjas; planos y mapas, algunos -obra de su pulso; esferas terrestres, celestes y armilares; hornillas, -redomas, sopletes y balanzas de precisión; microscopios, botiquines y -estuches de matemáticas. Ahora el hollín tapiza las paredes y el techo, -y tapiada la ventana, la luz ha huído del recinto. - -Al dormitorio siguen en línea recta el aposento de las señoritas Josefa, -Lucila, Petra y Julia, sus hijas adoradas, y de doña Ana María Escobar, -respetada y obedecida; luego, inmediato, el comedor; después, la -cocina, que ocupa el otro lado pequeño del paralelógramo, con un costado -libre, que es el paso del corralito denominado de «Las Gallinas,» en el -que había un subterráneo para ocultar ropa, dinero, alhajas y hasta -personas. Uno de los muros del corralito lo forma la espalda del comedor -y la cocina, otro muro es el mismo del jardín; y tiene por éste, á flor -de tierra, una puertecita secreta de escape. - -El jardín era la delicia del señor Ocampo. Las cuatro paredes que lo -cierran desaparecían bajo la cortina de verdura de unos membrillos -enfilados, de duraznos, de perales, de capulines, de manzanos, de -albaricoqueros, de higueras, de sauces. Había frutos de todos tamaños y -sabores, y flores de todos colores y fragancias. Había hasta ochenta -especies de claveles y muy variadas de alelíes, rosas y dalias; injertos -admirables; árboles gigantescos que producían frutos diminutos y árboles -enanos que daban frutos enormes. Aquel lugar parecía un paraíso: había -de todos los frutos y las flores de la tierra, formando lindos -bosquecillos y camellones de figuras caprichosas. ¡El sabio naturalista -se burlaba con su genio de la uniformidad de la madre naturaleza! -¡Variaba los colores de las flores, cambiaba los sabores de los frutos, -les daba forma, hacía los tamaños! Y el agua límpida, fresca y rumorosa, -discurriendo en mil líneas y vueltas por el jardín, transfundía la vida -á aquel mundo vegetal. A este sitio delicioso, en cuyo centro había un -cenador perpetuamente sombreado por plantas trepadoras, ocurría de -diario el Reformador, y con el pantalón remangado, en chaleco y cubierta -la cabeza con una cachucha, tomaba el azadón ó la pala, el rastrillo ó -el zapapico, y abría y esponjaba la tierra, ora para distribuir el agua -en hilos delgados, ora para depositar la simiente de plantas medicinales -valiosísimas, cuyo secreto curativo se llevó consigo. - -En tal tarea le acompañaba un mocito de nombre José María Hernández, hoy -anciano, quien, al invocar el recuerdo del amo, nos ha dicho con la voz -anudada y los ojos arrasados de lágrimas: - ---Era un buen caballero y un buen señor; pues, como ninguno, auxiliaba á -los pobres. - -En la fachada, cerca de los marcos de las ventanas de la sala, hay -señales hondas de balazos. Cuentan que una gavilla hizo una descarga en -esa dirección, para aprehender á un hombre que huía. En las hojas se -conservan todavía unas claraboyitas, por donde el señor Ocampo espiaba -el camino. - -La sala, desnuda, guarda unos utensilios arrinconados, cubiertos por una -sábana suspendida de pared á pared á lo ancho. Aquí, los sábados, -bajaban de San Miguel el Alto los carboneritos, y luego que realizaban -su mercancía en Maravatío y las haciendas comarcanas, entraban derecho, -sin otro pase que el buenos días, así como iban: con ese descuido que -mueve á risa y toca el corazón; y tomaban asiento cual si fuese aquella -su casuca, y cogían un periódico de entre los muchos que había sobre la -mesa del centro y muy serios se ponían á leer, como si estuvieran -enterándose á pechos de la política. Y no: los pobrecillos deletreaban, -repasaban la lección del otro sábado, dada con empeño paternal por el -amo, que también leía ante ellos. Parécenos que estamos viéndole con -aquel su semblante todo de bondad y amor, aquellos sus ojos hermosos de -puro apacibles, aquellos sus labios que rebosaban energía y mansedumbre, -su cabeza apolínea de cabellera suave y ondeada, sus maneras -refinadamente nobles, su alta frente espaciosa, su voz clara y dulce. -Terminada su clase de instrucción primaria, hablaba á sus discípulos -humildes, como Jesús á su grupo de pescadores. - ---No hagas á otro lo que no quieras que te hagan á tí. No juzgues y no -serás juzgado. Dar es mejor que recibir. Perdona y serás perdonado. El -que se humille será exaltado, el que se exalte será humillado. Ama á tus -enemigos. Haz bien á los que te aborrezcan. - -Y esto, predicado en aquella comarca desolada y lúgubre, especie de -Galilea hace tiempo, lo repiten al pie de la letra los iniciados -supervivientes en los misterios de aquella sinagoga, como enseñanza del -Evangelio. ¡Cómo no había de ser el Evangelio, si Ocampo fué el doctor -de la ley! ¡A sí llamaba siempre á los humildes! ¡A él acudían en las -aflicciones de la carne y del espíritu para hallar alivio! - -Esa mañana que visitamos á Pomoca, nos causó indignación y tristeza ver -salir de unas trancas el ganado del dueño actual. Uno tras otro pasaban -indiferentes y perezosos los animales, con la cabeza recta, -tambaleándola, los ojos soñolientos, rumiando todavía. Un toro, negro -como el azabache, hizo alto en el desfile y se puso á oler fuertemente -un trecho de tierra, en seguida mugió y comenzó anheloso á llorar. -Retiróse á carrera, como para participar del dolor á sus compañeros, -volvió luego, y olía rastreando el belfo, rascaba tierra, azotaba la -cola en su trasero y, abriendo tamaños ojos, mugía y lloraba -inconsolable. Otros animales acudieron en tropel y apenas olían ese -pedazo de tierra, también mugían y lloraban, y venían otros, y otros -más, hasta formar un círculo apretado de dolientes que sollozaban. - -El sitio que abandonaba el ganado era el jardín del señor Ocampo, el -gran jardín, que siempre causó delicia á su hacedor. De él sólo quedan -el trazo del cenador y los membrillos, un sauce y el árbol de la -estricnina, que parecen arrastrar una vida de hastío desde la muerte de -quien los velaba. Lo demás es tierra raza y estiércol apelmazado por las -bestias. - - -UN SUCESO EXTRAÑO - -En una hondonada, entre Pomoca y Pateo, corre el río de las Minas, que -nace en Tlalpujahua, y atraviesa el camino real bajo un puente de cal y -canto. De aquí á Pomoca el camino se hace pedregoso, pero orillado de -fresnos frondosos. El puente es obra del señor Ocampo y sus manos -plantaron los fresnos. - -Aquí estuvo sentado en el borde del puente, pistola en mano, la noche -del martes 28 de Mayo, en seguimiento de algo extraño, que trataba de -alcanzar y ver y que se le perdía. Sucedió que, cenando en familia, á la -hora del té, tocaron en la pared del lienzo correspondiente al corral de -las gallinas. Doña Ana Guerrero, ama de llaves y encargada de la tienda, -mandó á Marcelino Campos que viera qué acontecía. El sirviente entró en -el corral, buscó y no vió nada. Apenas había vuelto al comedor é -informaba de que nada era, oyéronse otros toques, tan fuertes como -golpes. - ---Parecen de barreta--hizo observar el señor Ocampo. - -Entonces doña Ana, en compañía de Marcelino y otras personas, fué á -registrar todo el corral y examinó la pared en la parte en que salían -los golpes. Convencida de que nada había, volvió y dijo al señor Ocampo, -que permanecía de sobremesa con sus hijas Petra y Julia, y don Eutimio -López, administrador de la hacienda: - ---Compadre, no es nada. - ---Pero, ¿han buscado bien? - ---Sí, compadre, por todas partes y no hay nada. - ---¡Qué raro!--prorrumpió el señor Ocampo. - -En esto, oyéronse otra vez los golpes, más intensos y repetidos, -precisamente á sus espaldas. Luego, molesto, dijo que la familia, -inclusa Lucila que estaba enferma y la cuidaba á su cabecera doña Clara -Campos, esperara en el zaguán chico, que era la salida de la casa á la -troje y la era, y el paso para el jardín y la hostería; pero á ésta, -volteando la fachada. Y, levantándose, mandó bajar del zaguán el quinqué -y pasó á registrar el corral, el jardín y otros lugares. De regreso, no -habiendo hallado nada, buscó, con igual resultado, entre las tupidas -enredaderas que tapizaban los pilares y las paredes. Cuando se presentó -donde esperaba su familia, oyeron todos, como viniendo del puente á la -hostería, ruido de cabalgaduras á galope, de armas que chocaban contra -monturas y ecos confusos de voces. Se armó de pistola, dijo á doña Ana -que, si era muy preciso, ocultase los objetos de valor y á sus hijas en -el subterráneo del corral de las gallinas; que nadie le siguiera, y -partió á cerciorarse de quiénes eran. Llegó al portal de la hostería y -no encontró á nadie ni vió nada: el zaguán estaba cerrado. Se puso á -escuchar si habían entrado: silencio sepulcral reinaba. Queriendo ver en -el camino, allá, á cien metros, en medio de la obscuridad, para -distinguir á álguien, y de nuevo oyó el ruido de las cabalgaduras, de -las armas y el rumor de las voces; mas, ahora, como que se alejaban. Y -resuelto, se dirigió en seguimiento de todo eso extraño, que le -precedía, hasta el puente, en donde dejó de oir. Entonces descansó en el -borde y, en tanto reflexionaba sobre el suceso, percibió que alguien iba -detrás; habló y le contestó Campos: - ---Yo soy, señor amo: me mandaron las niñas que le siga, para que nada le -pase. - -Transcurrida como una hora, á las diez, llegaba de una hacienda -inmediata á Ixtlahuaca, don Juan Velásquez, con la noticia de que -acababa de entrar en ella una tropa de reaccionarios. Hizo ver al señor -Ocampo el peligro que corría, permaneciendo en Pomoca, y la necesidad -de que partiese pronto á lugar seguro porque parecía que venían por este -rumbo. - ---Si yo no he hecho nada, ni he ofendido á nadie. ¿Por qué he de -huir?--manifestó el señor Ocampo. - -Esa noche no pegó los ojos, sino hasta muy tarde. Sus hijas y doña Ana, -con el sobresalto, durmieron mal. - -MIÉRCOLES 29.--El señor Ocampo iba á Maravatío en compañía de sus hijas -Petra, Lucila y Julia á pasar el Corpus. La presencia del señor Juan -Velázquez fué la causa de que ya no las acompañase, sino éste, que -partía para la población. La salida fué á las seis de la mañana. Estaba -él muy taciturno, rebujado en su capa, cubierta la cabeza con una -cachucha, de pie en el portal de la hostería, donde las cabalgaduras -ensilladas esperaban al grupo de viajeros. Sus hijas, al despedirse, le -besaron amorosamente la mano. - ---Está bien, mis señoras;--les dijo emocionado--allá nos veremos el -sábado, para que nos vengamos juntos. - -Al partir la caravana, quedó él como clavado, mirándola y mirándola, -hasta que la perdió de vista. Cuando volvió las espaldas al camino y -entró ya solo en la casa, se llevó el pañuelo á los ojos é inclinó la -cabeza. - -JUEVES 30.--Llegó á la hostería una persona sospechosa vestida de negro, -cuyo caballo tenía en una anca este hierro: R (_Religión_); -acompañábale un guía, á quien encerró en un cuarto, sin dejarle salir, -ni aun para el sustento, el cual él mismo le introducía. El mantillón de -su montura era de paño azul, con angostas franjas rojas. Doña Ana y -Esteban Campos le preguntaron por qué tenía ese hierro el caballo y ese -mantillón la montura, y contestó: - ---En el camino unos pronunciados me quitaron mi caballo, que era bueno, -y me dieron éste, así como está. - -Doña Ana, sospechando algo, rogó al señor Ocampo que se fuera, porque -corría peligro; que probablemente era un espía el desconocido. Pareció -ceder y mandó ensillar su caballo; pero la respuesta del desconocido, -repetida por doña Ana, le hizo cambiar de resolución. - ---Es posible que le hayan cambiado su cabalgadura--dijo el señor Ocampo. - -Y en seguida, después de un momento de silencio, agregó: - ---Ya no me voy. Que desensillen mi caballo. - -VIERNES 31.--A las cinco de la mañana el desconocido salió aparentemente -para continuar su viaje. Le siguió Esteban Campos en observación del -camino que tomaba. Fué el mismo que trajo la víspera: el del puente; -noticia que comunicó al señor Ocampo. - -Desde aquel instante, parece que un grave presentimiento cayó sobre su -ánimo: de comunicativo se tornó profundamente reservado; de sereno, en -inquieto; de laborioso, en inerte; de triste, en enfermo. - -Al sentarse á la mesa y tener á la vista una taza de caldo, exclamó, -dirigiéndose á doña Ana: - ---Comadre, me voy á tomar este caldo como una taza de agua de tabaco. -¡Extraño mucho á mis hijas! - ---¿Por qué no se fué usted con éllas, compadre? ¿por qué cambió de -parecer?--le preguntó doña Ana. - ---El sábado voy por éllas--respondió, como si tratara de esquivar la -contestación categórica. - -Había probado el caldo, cuando se presentó Gregorio García, hospedero, á -noticiarle que un grupo de jinetes, á galope, venía por el puente. - -El señor Ocampo se levantó de su asiento y se dirigió á la sala para -espiar por la claraboya de una de las ventanas: al aproximar el ojo, no -vió más que á los últimos. - -Entre tanto doña Ana, después de haber rogado apresuradamente al señor -Ocampo que se ocultara, salió al encuentro de los desconocidos, atravesó -el pasillo y, á su salida al patio de la hostería, tropezó con un hombre -de elevada estatura, complexión delgada, de tez blanca, cabello un poco -rubio, tirando á cano, barba poblada, nariz recta y ojos claros, -vistiendo de charro. - -Sin dominar su impaciencia el desconocido, preguntó á doña Ana en dónde -estaba el señor Ocampo; y como le contestase que no sabía, replicó, -exaltándose: - ---Cómo es posible que no sepa usted si está. - -Y rehusando otra explicación, la condujo á fuerza al interior de la -casa, sin dejar de inquirir en voz alta y con aspereza el paradero del -señor Ocampo. Al pisar los umbrales de la sala el desconocido y doña -Ana, escuchó don Melchor una frase dura, proferida por quien le buscaba, -y se presentó tras de doña Ana, diciendo: - ---¿Qué se le ofrecía? Estoy á sus órdenes. - -El charro puso en sus manos un papel, y al terminar su lectura el señor -Ocampo, dijo: - ---Está bien; pero ¿tuviera usted la bondad de decirme con quién hablo? - ---Con Lindoro Cajiga--contestó el portador. - -Y haciendo uso de su serenidad habitual y su genial cortesía, dijo á -Cajiga: - ---Antes de ponernos en marcha para saber qué me quiere Márquez, -tomaremos la sopa. - -A esa invitación se negó rotundamente Cajiga; y como manifestase -precisión de ponerse luego en camino, doña Ana, dirigiéndose á don -Melchor, le preguntó: - ---Compadre, ¿por qué no se cambia usted de ropa? - ---No sé si me lo permitirá el señor--contestó Ocampo, señalando á -Lindoro. - ---Sí, puede cambiársela--manifestó éste. - -El señor Ocampo entró en su recámara y, poniéndose un traje sencillo, se -despojó del reloj y las mancuernas de oro, dejándolos en su lecho, y -volvió á presencia de su aprehensor. Al ir á montar en el caballo que le -había preparado su servidumbre, se encontró con que le había sido -substituído, de orden de Cajiga, por otro de pésimas condiciones, que á -lo pequeño y maltratado reunía una montura ridícula. Tan luego como -Cajiga hubo desaparecido con su presa rumbo á Pateo, ordenó doña Ana á -Gregorio García que corriese á Maravatío á dar aviso á las niñas de la -captura de su padre. Ya en la casa de la finada doña Ana María Escobar, -donde estaban hospedadas, al llamar Gregorio á la puerta salió Lucila á -su encuentro y leyéndole en el semblante lo que acontecía, le interrogó -sobresaltada: - ---¿Qué sucede con mi padre, Gregorio? - ---Pues nada, niña--contestó, pugnando por disimular la gravedad del -suceso. - ---Algo le pasa á mi padre, dímelo. Dime, ¿qué pasa?--insistió Lucila. - ---Lo han tomado prisionero á la una del día--dijo con honda amargura -Gregorio. - -Como si tratara de substraerse al castigo de su crimen, Cajiga condujo á -Ocampo á la hacienda de Pateo. Allí estaban de paso doña Teresa Balbuena -de Urquiza y su hijo don Francisco, que se dirigían á Pomoca, para -hacerle una visita. Viendo éste que su amigo carecía de abrigo, le -ofreció unas chaparreras y, para sujetárselas al pantalón, unas correas. -Aceptólas cariñosamente y, al ponérselas, Ocampo mostró sonriente su -nueva prenda y prorrumpió, dirigiéndose al alma de sus perseguidores: - ---Hijo, nadie creería que soy de Michoacán; pues ya ves que los padres, -para dar el Viático, se ponen chaparreras. - - -PAQUIZIHUATO - -En su marcha de fugitivos, se dirigieron á la hacienda de Paquizihuato, -situada en la falda de un cerro, fertilizadas sus cercanías por el río -Lerma, que á trechos corre caudaloso rompiendo sus aguas contra rocas y -los sabinos seculares, que orlan sus márgenes, para esparcirse en -seguida mansamente por la superficie arenosa y cubierta de guijas del -antiguo valle de Uripitío de los Pescadores, hoy de Maravatío. - -La troje, local saliente de la finca, y que está como entonces, sirvió -de primera cárcel al señor Ocampo. Cerca de la puerta le tuvieron -sentado entre centinelas de vista; mientras la soldadesca discurría por -las casuchas, alardeando de su negra hazaña y entregándose al pillaje. -Testigos de estas depredaciones son Leandro Hernández y Pascual Molina, -supervivientes, que nos narraron este suceso, despertando su indignación -el recuerdo. - - -MARAVATIO - -Cerca de las cuatro, Cajiga dió orden de marcha hacia Maravatío. A vista -de algunas haciendas de las muchas que parecen salpicar el valle, entró -en la de Guaracha, para aprehender á Gregorio, que esquivaba su -encuentro, de regreso á Pomoca. Incorporado en la fuerza, continuó ésta -su ruta. - -A la caída de la tarde arribó á la población, la cual, con motivo de ser -viernes, día siguiente al Corpus, estaba en movimiento inusitado. Al -percibir á la tropa, huía desbandada la gente, temerosa de sufrir -atropellos, y cerraba sus casas. - -Aprovechando estos momentos de pánico, Gregorio logró confundirse entre -la multitud, yendo á ocultarse en la carbonera de la finca de don -Antonio Balbuena. - -Hizo alto Cajiga en el mesón de Santa Teresa, de la propiedad de don -Atilano Moreno, ubicado en el ángulo de las calles de Iturbide y las -Fuentes. Hállase este edificio horriblemente carcomido por la acción del -tiempo; la entrada ha sido siempre por Iturbide; el patio estaba rodeado -de cuartos de alquiler. En uno de los del fondo, pasó el señor Ocampo la -primera noche de su via crucis. Hoy son ruinas y apenas señalan su -perímetro las bases de sus muros. - -En la esquina, arriba de la placa que nombra la calle de Iturbide, hay -una lápida conmemorativa que reza: - -_En esta casa estuvo prisionero el ilustre C. Melchor Ocampo la noche -del 1.º de Junio de 1861_[3]. - -Al circular la noticia de la llegada del señor Ocampo, el personal más -notable de la población se reunió en la casa de los Balbuena, á -deliberar qué debía hacer para obtener la libertad de su benefactor, á -quien debía no sólo su progreso material, sino su desenvolvimiento -intelectual y moral. Tomado el acuerdo de que el licenciado don -Jerónimo Elizondo escribiese al general Leonardo Márquez, quien le debía -la vida, en solicitud de la libertad del Señor Ocampo, partió Teodosio -Espino con la misión al siguiente día, sábado, 1.º de Junio. - -Momentos antes de verificarse la junta, preocupados sus amigos, Dionisio -y Francisco Urquiza, lograron hablar al prisionero y proponerle la fuga, -horadando la pared de su celda, que lindaba con la casa de don Agustín -Paulín. El les contestó: - ---Yo no me fugo, porque no soy criminal. - -No satisfechos los señores Urquiza de la negativa, acudieron á don -Antonio Balbuena, que ejercía gran ascendiente sobre Ocampo, para que -nuevamente le propusiera la evasión. - ---Yo no propongo semejante cosa á Melchor;--les dijo--pues conociendo, -como conozco, su carácter y honradez, es seguro que me desairará. - -Como á las nueve de la mañana, Cajiga, después de formar á su soldadesca -en el Portal de la Aurora, donde estuvo á la expectación pública el -prisionero, se puso en camino hacia la hacienda de Tepetongo. - - -TEPETONGO - -Como obedeciendo á extraño impulso, la fuerza de Cajiga fué á parar, -tras larga fatiga, hasta la hacienda de Tepetongo, á las cinco de la -tarde. Frente al extenso portal, hizo alto, y reconocido el prisionero -por don Juan Cuevas, dueño de la finca, mandó decirle con el trojero -Pascual Benavides, radicado actualmente en Toluca, qué se le ofrecía. El -señor Ocampo contestó que nada, expresando su agradecimiento; pero, -después de un momento de vacilación, pidió una taza de chocolate. Al -recibir el aviso de que estaba servido, Benavides, en nombre del amo, -suplicó á Lindoro que permitiese al señor Ocampo pasar al comedor. -Habiendo sido la respuesta una negativa, se le llevó el chocolate y lo -tomó sobre una gran caja de granos, que hizo veces de mesa. - -Acto continuo el jefe ordenó la marcha rumbo á la Venta del Aire, la -Jordana y Toshi. - - -TOSHI - -Entrada la noche llegaron á Toshi. Ocampo habló en el despacho con don -Antonio Rivero, administrador de la Hacienda, y en seguida le llevaron á -la pieza de una vivienda, que ve al Poniente y guarda todavía las -mismas condiciones. Allí tomó un vaso de leche, por todo alimento, -manifestándose triste é intranquilo. Durmió mal y, muy de madrugada, el -domingo 2 de Junio, se desayunó sin apetito. Vestía traje negro y -corbata café, y llevaba sombrero hongo de color oscuro. En el patio -montó el mismo caballo colorado, de frente blanca. - -Refieren este acontecimiento don Tomás Marín y una anciana, desde -entonces cocinera de la finca, sobre quien, parece, no pasan los años. - - -ESTANCIA DE HUAPANGO - -(Hoy Huapango) - -Atravesando á galope sostenido los llanos de Acambay, encumbraron á San -Juanico y entraron en la cañada de Endeje, para caer á la Estancia de -Huapango, después de orillar sus lagunas. Su paso por San Juanico -despertó la curiosidad de Antonia Peralta y José Martínez, que había -merodeado en las filas de Cajiga. Esas dos personas viven aún en el -lugar. - -Huapango remeda un castillo medioeval: corona una eminencia, la -defienden altos y fuertes muros, resguarda su entrada una grande y -pesada puerta y en el centro se levanta imponente el edificio. Este era -el refugio de Leonardo Márquez y Félix Zuloaga. - -A la hora en que los rayos del sol caían como hilos á plomo, el -centinela del torreón dió el grito de alarma, al descubrir una polvareda -que un grupo de jinetes levantaba tras sí, en su avance. Puestos en -observación los jefes, reconocieron que no era fuerza enemiga la que se -aproximaba. - -La presentación de Lindoro Cajiga y su gente, muy conocidos en el lugar -por ser un rincón del teatro de sus fechorías, despertó en la tropa la -curiosidad de saber quién era el que traían entre filas. Luego resonó en -los oídos de todos el nombre de Ocampo y se hizo el tema de las -conversaciones: figura formidable en el partido liberal, se daba -importancia desmedida á su captura. - -Puesto en manos de Márquez y Zuloaga, corrieron las órdenes para que -fuera rigurosa la custodia é inviolable la incomunicación. - - -VILLA DEL CARBÓN - -Al atardecer de ese mismo día arribaron Márquez y Zuloaga al pueblo, por -el camino real, en dirección de la Hacienda de Niginí. La tropa que -custodiaba al preso ocupó el Mesón de los Fresnos, situado al Poniente -de la vía y de la propiedad, en esa época, de don José Velázquez, y hoy, -del señor Longinos Maldonado. - -El edificio es del estilo arquitectónico rutinario de los poblachos: -patio amplio, alojamientos destartalados, tejado de caballete y portal -corrido. Tres corpulentos fresnos sombrean su frente. - -El señor Ocampo durmió en la pieza lateral al zaguán, que tiene salida -por él. La única modificación que se le ha hecho, es la abertura de otra -puerta con vista á la calle. - -La noche de la estancia del preso, el señor Doroteo Alcántara, vecino -del pueblo, que conocía á Ocampo y de quien era muy estimado, le -proporcionó los alimentos y la cama. - -Así lo refieren don Agapito Tinoco, la señora Manuela Marín y Pedro -Gutiérrez, sirviente del mesón, entonces. - -Esta jornada, casi toda de cerranías, fue la más penosa, á pesar de su -hermoso horizonte, á cada paso renovado. - - -TEPEJI DEL RIO - -Como si obedeciese al propósito de extremar la crueldad con el señor -Ocampo, la soldadesca que le condujo, complaciéndose en forzar la -marcha, llegó bien pronto á Tepeji del Río. Era lunes, día 3. La entrada -fué triunfal por la ostentación que hacía de su preciada víctima y la -comedia que representaban, jugando Zuloaga el papel de presidente y -Márquez el de general en jefe de la República. - -Hospedadas las fuerzas en distintos mesones, Márquez dispuso que el de -las Palomas, en la calle real, sirviera de capilla al señor Ocampo. -Ocupó el cuarto número 8, hoy convertido en fábrica de jabón. - -Casi contiguo al mesón, en la casa de doña Antonia Valladares, viuda de -Sanabria, se alojaron Zuloaga, Márquez y su estado mayor. Esta casa -tiene dos grandes ventanas bajas á la calle, correspondientes á la sala, -donde de continuo estaban los jefes deliberando sobre asuntos -importantes ó platicando regocijadamente. - -A las diez de la mañana, al acercarse para curiosear don Ramón -Alcántara, á la puerta de la pieza que ocupaba el preso y en la cual no -había más que una silla de tule, una mesita y una tarima, suplicóle el -señor Ocampo que le trajese un vaso de agua y tinta y papel. El -prisionero se paseaba y veíasele triste y demacrado el semblante. Hizo -su testamento. - -A la sazón, era aprehendido León Ugalde, guerrillero liberal, al bajar -de una diligencia, que conducía Pedro Saint Pierre. Apenas puesto en -capilla para ser ejecutado, varias personas del pueblo se interesaron -por su vida y acudieron violentamente á Zuloaga y Márquez en solicitud -de indulto. Formado el cuadro y á punto de entrar en él, llegó el perdón -y regresó á la cárcel. - -Las mismas personas, entre las que se hallaban los señores Piedad Trejo, -Agustín Vigueras, José Ancelino Hidalgo y, haciendo cabeza, el cura don -Domingo M. Morales, después de salvar á Ugalde, pasaron en comisión -cerca de Márquez y Zuloaga, para impetrar el indulto del señor Ocampo. -La negativa fué categórica, y hasta con indignación dada por Márquez. - -Al preguntar el cura Morales á Ocampo si se confesaba, contestó: - ---Padre, estoy bien con Dios y Él está bien conmigo. - -A las dos de la tarde, hora santa, vióse salir al señor Ocampo, jinete -en un caballo mapano, entre filas, en camino á la última estación de su -calvario, con la serenidad del justo. - -Los curiosos advirtieron que jugaba suavemente el fuete en las crines, -el cuello y la cabeza de su cabalgadura. A su paso frente á la casa de -Márquez y Zuloaga, las ventanas estaban abiertas de par en par. - -Recorrido el largo trayecto, del Mesón de las Palomas á Caltengo, hizo -alto la tropa á solicitud del mártir, para agregar una cláusula á su -testamento. - -Bajo la inquisitiva mirada de sus guardianes, satisfizo su deseo en el -portal, en una mesita de tapete verde, sentado en un taburete. - -Estas prendas y el tintero, la marmajera y la pluma se conservan con -veneración en el despacho y tienen la nota de pertenecientes á don -Melchor Ocampo, en el inventario de la Hacienda. - -No se oreaba aún la adición testamentaría, cuando emprendieron otra vez -la marcha. A muy corta distancia, el comandante mandó hacer alto y dijo: - ---Aquí. - -Formó cuadro la tropa, y señaló á Ocampo su lugar. Firme é imperturbable -lo ocupó, distribuyendo entre sus ejecutores algunas prendas. Al -vendársele, habló: - ---Puedo ver la muerte. Mi única recomendación es que no me tiren al -rostro. - -En seguida se oyó una descarga y entre el humo apareció el cuerpo, presa -de las convulsiones de la agonía. El tiro de gracia consumó el crimen. - -Presuroso el grupo de verdugos pasó por las axilas del cadáver las -cuerdas que preparó de antemano, para suspenderlo del árbol de pirú, que -se yergue sobre el montículo del ángulo de los dos caminos. - -Tenía la cabeza tan caída que tocaba con la barba el pecho. Los -cabellos, largos y suaves, cubrían la cara. - -En este punto, la carretera es amplia y recta hasta el pueblo. Esa tarde -había transeuntes como en día de plaza y muchos contemplaron aquel -cuadro. - -Márquez no cedió á ningún ruego para que se descendiera el cuerpo. -Después de la salida de las tropas, lo verificaron algunas de las -personas que habían preguntado si podía hacerse el descenso. - -El cadáver fué transportado á la casa municipal, para el arreglo de su -entierro. Apolonio Ríos, panadero, le lavó la cara y lo peinó. -Presentaba en la cabeza una herida en la cima, otra en el carrillo -derecho y otra en la comisura labial; en el pecho: una en la tetilla -izquierda y otra en la región dorsal. Tenía quemado parte del semblante. - -Estuvieron expuestos los restos hasta el anochecer, en que colocados en -caja tosca de madera blanca, los trasladaron por orden de la autoridad á -la Capilla del Tercer Orden. Unas cuantas personas caritativas del -pueblo los velaron. - -Al siguiente día los condujeron á Cuautitlán, donde los recibió una -comisión del Ministerio de Guerra. - -En el lugar de la ejecución, hay un monumento que tiene esta -inscripción: - -_A la memoria del gran reformador don Melchor Ocampo, sacrificado el 3 -de Junio de 1861. 6. 3. 93._ - -El brazo del pirú que sostuvo el cadáver, ha desaparecido por efecto de -la sequedad; pero el árbol ha echado renuevos y lo cuida la Hacienda, de -la que es dueño don Felipe Iturbe. En carta de don José Manuel Vértiz, -apoderado general, al administrador don Mariano Gil, con fecha 11 de -Noviembre de 1899, se lee esto: «Que no vayan á tirar el árbol de don -Melchor.»[4] - -_Angel Pola._ - -_Aurelio J. Venegas._ - - - - -SANTOS DEGOLLADO - -1810-1861 - - -I - -A fines del siglo XVIII desembarcó en el puerto de Veracruz un español -que venía á la Nueva España en busca de mejor suerte que la que le -deparaba la madre patria. Era probo, trabajador y de buena inteligencia. - -Entonces Guanajuato tenía fama de ser una de las provincias en que se -hacía fortuna en un abrir y cerrar de ojos. - -¡La minería! ¿quién era pobre dedicándose al beneficio de metales? Y el -extranjero partió á ese rumbo, con mucha esperanza y el firme propósito -de que la voluntad no le abandonaría para trabajar. - -A la vuelta de algunos años ya era propietario de la Hacienda de Robles, -en la cañada de Marfil. La constancia y hombría de bien aumentaron su -capital. Pasó á ser rico y todo el mundo le llamaba don Jesús Santos -Degollado. Tuvo una compañera, la señora Ana María Garrido, que parecía -hacerle feliz. Dos niños llegaron pronto á alegrar el hogar: Nemesio -Santos, el mayorcito, y Rafael. - -Más tarde, el rico español veía caer sus negocios, antes prósperos, y -descendía á la pobreza. Andaba por las calles de Guanajuato, socorrido -por sus amigos, cuando le sorprendió la muerte en la miseria. - -El cura de Tacámbaro, don Mariano Garrido, del Orden de San Agustín, -antiguo capellán de un batallón y hermano del conocido fray Mucio, de -Morelia, protegió á la señora Ana María Garrido de Degollado. Allí -estaba con Nemesio y Rafael. - -Rafael, flemático, silencioso y retraído. - -Nemesio, nervioso, irascible y raquítico. Gracias á la bella forma de su -letra, el cura le tenía metido lo más del día en la vicaría, levantando -actas de matrimonio y escribiendo fes de bautismo. Don Mariano les daba -un trato muy duro á los dos niños. Exigente para con éllos, cualquiera -acción era pretexto para descargar su ira. Casi á fuerza hizo que se -casara Nemesio con la joven Ignacia Castañeda Espinosa[5]. No contaban -veinte años de edad. - -Don Santos solía decir á su hijo Mariano: - ---Cuando me casé tenía yo dieciocho años. - -La pareja vivió al lado del sacerdote, quien, á pesar del cambio de -estado de Nemesio, no modificaba su tratamiento insufrible. - -Un día, aburrido el joven de que no era posible hacer llevadera aquella -vida, se echó al hombro su capita de barragán y con una peseta en el -bolsillo se fugó del hogar, dejando en Tacámbaro á su madre, á su -hermano y á su esposa. Y tomó el camino de Morelia. - -Al otro día, al obscurecer, llegó á la ciudad sin conocer á nadie, ni -tener razón de nada. En una fonda, frente á la cárcel, pidió medio real -de cena; en seguida dijo á la dueña del establecimiento: - ---Señora, ¿me puede usted hacer favor de darme un lugar para dormir? -Acabo de llegar, no conozco á nadie, no sé nada: es primera vez que -vengo aquí. - -La extrema bondad se le salía á la cara. - -La señora se lo concedió sin vacilar. - -Al otro día, destinó una pequeñísima parte del resto de su capital para -comprar papel. Escribió, lo mejor que pudo, un pliego y se presentó en -la notaría de don Manuel Baldovinos, situada en el portal de San José. - ---Señor, esta es mi letra, ¿puede usted darme trabajo? - -El notario vió de pies á cabeza al joven y luego paseó su mirada por el -pliego, lleno de bonita, preciosa y clara letra. - ---¿Esta es la letra de usted? - ---Sí, señor, es mi letra--respondió humildemente Nemesio. - ---Puede usted venir desde hoy mismo. - -Y el fugitivo, muy pobre, sin más ropa que la que llevaba en el cuerpo, -cubriéndose en la noche para dormir con la capita de barragán, comidas -las mangas de la levita por el mucho apego á la mesa de la vicaría de -Tacámbaro, y raídos los pantalones por el roce en la marcha, empezó á -trabajar de escribiente en la notaría las mañanas, con el sueldo de -cincuenta centavos diarios. Al poco tiempo, el doctor José María Medina, -juez hacedor de diezmos y visitador del diezmatorio, que hacía préstamos -de dinero bajo hipoteca, se presentó en la Notaría. - ---¿Qué es de mi escritura, Baldovinos? - ---Aquí está ya, curita. - -El doctor apenas la vió, dijo al notario: - ---¿Quién ha escrito esto? - ---Ahora lo verá usted, curita. - -El señor Baldovinos condujo al cura al interior del despacho y al estar -frente al escritorio de Nemesio, le indicó: - ---Aquí le tiene usted. - ---Cédame á esto joven, Baldovinos. - -Convencido el notario de que el doctor le impartiría protección -decidida, dejó que cargara con él para su casa. - -Tendría treinta pesos al mes, habitación y alimentos. La nueva casa -estaba cerca del Seminario. Fué su trabajo el ser escribiente y profesor -del niño Nicolás Medina, con el cuidado especial de perfeccionarle en la -forma de su letra. Siempre le llamó «Nicolacito,» «mi querido -muchachito;» porque era bueno, cariñoso y honrado como él. - -El sacerdote, satisfecho de la vida del joven, á los dos años le dió un -empleo de escribiente en la sección de glosa de la Haceduría de las -rentas decimales con la retribución anual de cuatrocientos pesos. - -Allí se hizo idolatrar de los canónigos. - -Entraba á las ocho de la mañana á la oficina y salía á las doce y media, -y en vez de irse á paseo, se dedicaba al estudio: aprendía latín, -griego, hebreo, francés, matemáticas, física, teología y se enseñoreaba -de todo por su aptitud universal. - -El general Medina, que es un retrato fiel de las virtudes de Nemesio, me -decía á propósito de su genio: - ---A mí me hizo creer en la ciencia infusa. - -Era contador de la Haceduría don Luis Gutiérrez Correa, furibundo -liberal, á quien el clero quería por su intachable manejo y tener en la -punta de los dedos los números[6]. - -Distinguía al escribiente y procuraba que subiera escalón por escalón, -para cederle su distinguido puesto. - -Nemesio llegó á ser contador y mandó traer á su esposa. Por las tardes, -que le quedaban libres, proseguía dedicándose con ahinco á todo: hacía -gimnasia para desarrollar su cuerpo; estableció un taller de carpintería -en su casa y fabricaba bateas y gavetas; aprendió á tocar la flauta y la -guitarra. - -En el Colegio de San Nicolás dió un gran concierto, para ministrar -recursos al organista de la catedral, un tal Elízaga, que se encontraba -cesante y pobre. - -Nemesio y Pedro Vergara ejecutaron á maravilla en la guitarra unas -variaciones difíciles de Vivián. - -Una vez, para que se vea de bulto su carácter, fué con Nicolás Medina, -su íntimo é inolvidable amigo, á las fiestas de Tarímbaro. - -Había corrida de toros. - -Salió uno bravísimo, feroz, temible, que echó al suelo en un dos por -tres al hombre que lo montaba. - ---A mí no me tira--dijo Nemesio. - -Y dicho y hecho: bajó al redondel así como estaba elegante: camisa bien -aplanchada, traje de color negro y sombrero alto. Montó á la fiera, -teniéndose firme con la presión que ejercía con los miembros inferiores. -El público parecía haberse vuelto loco al mirar al caballero bien -montado y al animal hecho una furia, corcoveando, bramando, ya libre del -lazo, sin poder echar al suelo al jinete que se sostenía, sin pretal: -aplaudía, y gritaba desaforadamente. El joven alcanzó una ovación -inusitada. - -Era tal la fuerza de Nemesio, que domaba un caballo con la presión de -los muslos. - -Morelia tenía noticias de su talento y erudición. Una vez le invitó el -Seminario para que fuese á replicar en los exámenes de fin de año. El -Gobierno del Estado no tardó en convencerse de la sabiduría del joven. - -A él se debe la organización del Colegio de San Nicolás. - -Los señores Luis Gutiérrez Correa, como jefe del partido liberal, Juan -González Urueña, Juan Bautista y Gregorio Ceballos y Melchor Ocampo -celebraban juntas secretas para discutir los medios mejores de derrocar -al gobierno retrógrado. A éllas asistía Nemesio. - -El general Ugarte le redujo á prisión por andarse mezclando en la cosa -pública. - -Un día, indignado el gobierno santanista, le puso en el cuartel, en -compañía de un bandido muy valiente: Eustaquio Arias, que le adoraba. - -Hubo vez en que estando preso el bandido, engrillado, á la vista de la -guardia, hizo que se pronunciara el Cuerpo Activo de Morelia; echó abajo -las rejas de la prisión, salió á la calle todavía con los grilletes -puestos, que se los desclavaron los mismos soldados en el instante en -que el general Ugarte intentaba, reducir al orden á la tropa sublevada. - -Dió por muerto á Ugarte y con precipitación pasó sobre él, tomando el -camino de Cuitzeo de la Laguna, para ir á defender las ideas liberales -en Puruándiro. - -Nemesio, en el torbellino de adversidades, no había olvidado el -lugarcito aquel para dormir, que, á su llegada de Tacámbaro, le había -dado de tan buena voluntad en su fonda la señora Josefa Saavedra, ó como -la llamaba todo el mundo, doña Pepa la Moreliana, á quien regaló seis -mil pesos, años más tarde[7]. - -Estrechado por las persecuciones de los santanistas, que no le daban -punto de reposo, se alejó de la ciudad y de su familia, y estuvo -distante de la que le dió el sér, de la señora Ana María Garrido, ó -mejor dicho, Ana María Arcaute, su primitivo y verdadero apellido, que -era de Roma. - -El padre Garrido trajo á México, á la señora Arcaute, para que se curara -de una peligrosa enfermedad. En junta de médicos fué desahuciada, y -falleció después de haber recibido los auxilios espirituales de propias -manos de tres obispos. - - -II - -Un día amaneció Morelia entera preguntándose por don Nemesio Santos -Degollado, por su querido gobernante en 1848 y 1857, que apenas tuvo -tiempo para hacer bien y que había sido diputado á la asamblea -departamental en 45, consejero de gobierno en 46 y diputado por elección -unánime al Congreso General, en 55. - -Unos decían que había sido desterrado por Santa-Anna á la Villa de -Armadillo, San Luis Potosí. Otros, que se encontraba en México en la -casa de don Valentín Gómez Farías, 2.ª calle del Indio Triste, número 7, -esquina á la de Montealegre. Otros, que se había lanzado á la -revolución, á defender el plan de Ayutla. - -Pero levantó cabeza y se le vió de cuerpo entero en Tunguitiro, hacienda -de don Epitacio Huerta, en Michoacán, lugar de cita de los liberales, -donde se encontraban los coroneles Luis Ghilardi, Manuel García -Pueblita y Epitacio Huerta, el comandante de batallón Régules y el -comandante de escuadrón Refugio I. González. - -De día estaban con el arma al brazo, ordenando tomas de plazas ocupadas -por los santanistas y haciendo más posible el triunfo del plan de -Ayutla. - -De noche, teniendo en mucha cuenta la mala fe de las fuerzas de -Pátzcuaro, se iban á dormir al cerro de Cirate, inaccesible por lo -escarpado y perdedizo por lo nemoroso. - -Haciendo expediciones de acá para allá, tomaron á Uruápam; por asalto, á -Puruándiro; los santanistas de la Piedad se rindieron. - -De vuelta encontraron que Tinguitiro era presa del fuego. El enemigo -estaba al frente en expectativa. Los soldados de los dos bandos, bien -formados, sin avanzar un punto, se avistaron; pero no se hicieron nada. - -Una noche pasaron bajo las ruinas. - -La plaza de Puruándiro fué tomada por cincuenta hombres, á la cabeza del -comandante Calderón, sin que lo supieran los jefes del sitio. Vieron -venirse abajo una trinchera y pretendieron ganar tiempo para dar el -asalto; pero un soldado del general Juan Nepomuceno Rocha dijo: - ---Señor, si ya están adentro. - ---¿Quiénes? - ---Pues nuestras tropas, jefe. - -En Penjamillo se recibió carta de que se habían pronunciado en Zamora -los señores Trejo y Miguel Negrete, acabados de ascender á tenientes, y -que pedían pronto auxilio. - -Degollado ordenó que el comandante Refugio I. González fuera con -cuatrocientos caballos. Allí se encontró con que ya eran coroneles los -tenientes de ayer. - -Vagando con muy buenas intenciones, don Santos Degollado vino á parar en -Cocula. El enemigo le dió una sorpresa. Durante el tiroteo se acuerda de -que no se había despedido de la familia que le dió hospedaje; entonces -le dijo al general Huerta: - ---Procure usted detener al enemigo, mientras regreso. Voy á despedirme -de la familia y á darle las gracias. - ---Señor, nos ataca con ímpetu. - ---Sostenga usted el fuego. ¡Cómo va á ser que nos vayamos así, sin -decirle adiós! - ---Ya lo tenemos encima. - ---Voy á despedirme. No vaya á decir que soy ingrato. - -Cuando estuvo de regreso, el general Huerta había perdido un brazo. - -Defendió el plan de Ayutla con una convicción apostólica, y llegó á ser -gobernador de Jalisco en 1855. - -Era su sueño dorado hacer la felicidad de su país y prácticas las leyes -y la justicia, tales como debían ser en una forma de gobierno -representativo popular. Decretó la abolición de las alcabalas. - -Hizo efectiva la libertad de conciencia. Un grupo de jóvenes, entre -ellos Miguel Cruz Aedo, Urbano Gómez, Jesús González, Miguel Contreras -Medellín y José María Vigil predicaban en la plaza de Escobedo las ideas -liberales. _La Revolución_, que tenía por lema: «Ser ó no ser: he aquí -la cuestión», era el órgano del partido puro. No les importaba gritar á -la luz del día: ¡Muera el Papa! ¡Muera el Clero! Un 16 de Septiembre -tanto fué lo que se dijo en la tribuna, presidiendo la celebración de la -fiesta nacional el señor Degollado, que el obispo don Pedro Espinosa -puso el grito en el cielo. Lanzó una carta pastoral furibunda el -reverendo y _La Revolución_ la burló. Hubo cambio de manifiestos entre -los dos, Espinosa y Degollado, en que el uno pedía coacción del pensar y -el otro la negaba dignamente en nombre de la ley. Por esto le llamaban -_purete_ al señor Degollado. - -Y sin embargo de esta tirantez de relaciones entre el Gobernador y el -Obispo, cuando unos jóvenes, sin permiso de la autoridad política, ni de -la eclesiástica, repicaron en la Iglesia Catedral de Guadalajara, por la -reapertura del Instituto, don Santos reprendió á los jóvenes y mandó una -satisfacción al señor Espinosa, «manifestándole la ninguna culpa que -tenía en el acontecimiento.» - -Su administración no tuvo más defecto que ser demasiado liberal, hasta -para los conservadores. Se llegó á decir, á consecuencia de todo esto, -que don Santos favorecía al partido contrario y lo inclinaba á la -desobediencia del gobierno federal. Por esos días, en Diciembre, se -pronunció un grupito de descontentos en Tepic. Reducidos al orden, -fueron desterrados Eustaquio Barron, cónsul de Inglaterra, y Guillermo -Forbes, cónsul de los Estados Unidos. Protestaron de la enérgica medida, -fundada en el contrabando que hacían; pero ningún efecto surtió la -protesta, porque el consejo aprobó, conforme al derecho de gentes y -leyes del país, la resolución oficial. - -El 10 de Febrero de 1856 expidió un decreto, según el cual no -reconocería autoridad originada de movimientos reaccionarios y ofrecía -el territorio para trasladar los supremos poderes; invitaba á los -Estados para una coalición bajo bases de «unión, libertad, integridad -del territorio nacional, inviolabilidad del principio democrático -popular, independencia entre sí para el gobierno interior y cambio -recíproco de auxilios y recursos.» A pesar de tanto bien que hacía, dejó -el puesto y vino á México para ocupar su lugar en el Congreso -Constituyente. Había como cuarenta jóvenes diputados que querían hacer -entrar las más avanzadas ideas liberales en la Constitución. Con ellos -votó siempre Degollado. - -Llegó vez en que de un voto pendía la existencia de la Constitución de -57. Muchos deseaban la del año 24 con algunas reformas. Después de tres -días de sesión permanente, vencieron los puros y sin gozar de un solo -centavo de dietas. Sin embargo, en ese mismo año de 57, llegó á tener -algunos miles de pesos el señor Degollado. Un billetero de la Lotería de -San Carlos se acercó, en la calle, á los señores Benito y Fermín Gómez -Farías, rogándoles con insistencia que le compraran un número. - ---Mira, ese no sirve. Tráenos un trece mil cualquiera--dijo don Benito -al billetero. - -Echó á correr y trajo un trece mil. Costó el entero diez pesos, que pagó -don Benito. Luego que llegaron á la casa, una casita de la calle de -Victoria del señor Cumplido, donde habitaban, Fermín tomó la pluma y -escribió en el billete: «Billete de Benito Gómez Farías, Fermín Gómez -Farías, Nemesio Santos Degollado y Joaquín Degollado.» - -El billete fué colocado y olvidado tras un espejo de la sala. Un día, á -la hora de comer, se presenta el billetero muy alegre. - ---¡Vengo á decirles que se sacaron la lotería! - ---¿Qué lotería?--preguntó Fermín. - ---Pues ¿qué lotería ha de ser? ¡La de San Carlos! - ---¡Ah, sí, á este señor le compramos el billete que guardamos detrás del -espejo!--exclamó don Benito. - -El premio fué de sesenta mil pesos, que se repartieron fraternalmente -entre los cuatro, pagando hasta entonces cada uno á don Benito los dos -pesos cincuenta centavos que les correspondía. - -Cuando el golpe de Estado, don Santos Degollado no amaneció en su casa -del callejón de la Olla. Partió á Michoacán para hacer que el poder -ejecutivo del Estado reconociera al gobierno constitucional. Luego se -dirigió al Sur de Jalisco, en Marzo de 1858, después de haber estado en -un hilo la vida de Juárez, y la de los personajes que le acompañaban, en -Guadalajara, por el pronunciamiento del 13, del mismo mes, acaudillado -por Antonio Landa, quien recibió cinco mil pesos. - -La última disposición de Juárez, cerca de Colima, antes de embarcarse, -fué que don Santos Degollado sería Ministro de Guerra y que tenía el -mando del Ejército y facultades omnímodas en los Estados del Norte y -Occidente. - -La tropa se componía de setenta y cinco infantes y veinticinco dragones. -Se pudieron conseguir mil quinientos fusiles, y volvió don Santos -Degollado a Guadalajara; pero en Junio, ya que había sitiado la ciudad, -supo que Miramón se acercaba con tres mil hombres y catorce piezas de -artillería, y cambió de propósito, regresando á sus posiciones del Sur. -En Atenquique, el 2 de Julio, pudo verse que las fuerzas -constitucionalistas de su mando estaban con alientos para obtener -victoria, pues sostuvieron con el enemigo un combate del que pudieron -salir completamente triunfantes. - -Ese mismo mes se encontraba nuevamente don Santos Degollado en Colima, -pertrechándose con esa fe y constancia que le caracterizaban para volver -á la carga. Allí pareció descansar la tropa. - -De los jóvenes jefes, ni uno solo perdió la alegría de la juventud. -Cierta mañana se presentó á la casa de don Santos Degollado una -celestina. En una mesa escribía el general Nicolás Medina y cerca de -otra estaba de pié don Santos Degollado. - ---Su excelentísima--habló la mujer al señor Medina. - ---No soy yo--le dijo, haciéndole una indicación con el pulgar derecho -encorvado. - -Entonces, dirigiéndose á quien debía dirigirse: - ---Su excelentísima, vengo á darle una queja. - ---Diga usted, señora. - ---Los jefes Rodríguez, Avila, Saviñón, Rosas Landa, Miravete, Salgado y -Joaquín Moreno han ido á molestar á mis niñas, que no son gente de mal -vivir, y me rompieron un espejo y un pabellón. Yo no puedo perder eso, -excelentísimo señor. Mis muchachas entienden con buenas palabras, pero -no así como éllos quieren. - -A don Santos se le subió la sangre al rostro. - ---¿Cuánto importa lo que le rompieron á usted, señora? - ---Nueve pesos, su excelentísima. - -Don Santos se dirigió á su recámara y de una bolsita de manta sacó la -suma. - ---Aquí tiene usted, señora: pero no haga usted escándalo. Perdónelos -usted: son jóvenes. No lo volverán á hacer, se lo prometo. Yo los -reprimiré. Vaya usted sin cuidado. No lo volverán á hacer. Perdónelos -usted, se lo suplico. - -La celestina recibió la cantidad y se fué muy satisfecha. - ---¿Qué dice usted, Nicolacito? Esta es cosa de los mochos que me quieren -desacreditar. De otro lo podía creer, ¡pero de Moreno que es casado! - -Pero no todo fué contratiempos: el día 21 de Septiembre hizo que en -Cuevitas pusieran pies en polvorosa las tropas de Casanova. - -El 28 de Octubre capituló Guadalajara, mediante un tratado digno para -los liberales. Se les garantizaba la vida á los jefes del enemigo. - -Degollado y don Benito Gómez Farías, considerando la exaltación del -pueblo, quisieron que el general José María Blancarte permaneciera en el -palacio de gobierno. - ---Quédese usted ahí, en esa pieza--dijo don Santos Degollado á -Blancarte, ofreciéndole amablemente una pieza que seguía á la en que -platicaban. - ---Corre usted mucho riesgo--le manifestó Gómez Farías. - ---Señores, mejor me lo llevo para mi casa--hizo observar el señor -Antonio Alvarez del Castillo. - -Y Blancarte se acogió á Castillo. - -El coronel Antonio Rojas se presentó una mañana en la casa en que se -hallaba Blancarte; hizo que sus soldados dispararan sus armas sobre él, -y no satisfecho con haberlo matado, hubo uno que le machacó la cabeza á -culatazos. El hecho llegó á oídos de don Santos Degollado. Primero no -quiso creerlo; pero después que supo la realidad, le abandonó la calma, -esa calma suya que hacía que no tuviese arrugas en la frente. - -Quiso poner su renuncia de Ministro de Guerra y Marina y general en jefe -del ejército federal. Los amigos le rodearon para convencerle de la -inconveniencia del paso. - ---No puedo permanecer en mi puesto, porque los tratados son inviolables -y la vida del hombre es sagrada. No puedo dejar sin castigo este crimen. -¡Qué dirán de nosotros cuando se sepa! Infame, villano.......... - -Hubo gran junta en la que discutieron mucho Vallarta y Ogazón, para que -don Santos cambiara de parecer. Medio se calmó luego que Rojas fué -puesto fuera de la ley: - -El culpable, que respetaba y quería al señor Degollado, se puso á salvo; -sin embargo, así y todo solía preguntar por su buen jefe. - ---¿Qué tal va el amo?--le preguntó una vez, en retaguardia, al general -Nicolás Medina. - ---No se le acerque porque le manda fusilar. - ---¡Si he matado la víbora que le había de picar! - ---No le enseñe la cara porque le ha puesto fuera de la ley. - ---¡Ah, qué don Santitos! ¿Conque estoy fuera de la ley? ¡Si yo nunca he -estado adentro! - -En San Joaquín, el 26 de Diciembre de 1858, después de hora y media de -combate, Miramón derrotó á Degollado. - -No se arredró ante la mala suerte; prosiguió resignado en la defensa de -las ideas constitucionalistas, sufriendo derrotas y obteniendo una que -otra victoria. - -El 10 y el 11 de Abril de 1859 fué derrotado por Márquez en Tacubaya. -Allí olvidó en el campo una casaca y una banda que fueron puestas á la -vista de la plebe en la Plaza de la Constitución, de esta Capital, para -que las cubriera de lodo. - -En el parte oficial, dirigido de Chapultepec, al general Antonio Corona, -Márquez decía: «Las valientes tropas que me enorgullezco de mandar han -obtenido esta victoria, disputando el terreno palmo á palmo, y en la -lucha no sólo derrotaron al enemigo, sino que le tomaron por la fuerza -toda su artillería, parque, carros, armamento y demás pertrechos de -guerra, contándose entre su pérdida la _casaca y la banda de general de -división que tiene la desvergüenza de usar el infame Degollado, sin -haber servido á la nobel carrera de las armas_.»[8] - -Don Santos Degollado fué á parar en Michoacán, para reorganizar fuerzas -y seguir batiéndose por la causa constitucional. Ante jefes y soldados -aparecía inmaculado; á pesar de esto, Vidaurri tuvo la ocurrencia de -ponerle fuera de la ley, el 19 de Septiembre, por pugna con Zuazúa y los -gobernadores de Aguascalientes y Zacatecas, la cual limitaba las -ambiciones del gobernador de Nuevo León. - -Nada le hacía dar un paso atrás, nada le desalentaba, nada hizo desviar -en un ápice su constancia. Derrotadas sus tropas en la Estancia de las -Vacas, el 13 de Noviembre de 59, volvió á la carga más constante á San -Luis, en seguida á Lagos, después al Bajío. - -El 12 de Noviembre, víspera de la batalla en la Estancia de las Vacas, -tuvo una conferencia con Miramón bajo un mezquite, entre la Calera y la -hacienda del Rayo. - -No pudieron llegar á ningún acuerdo. - -Al despedirse, Miramón dijo á Degollado: - ---Mañana le derroto á usted como tres y dos son cinco. - -A lo que respondió don Santos: - ---Mi deber no es vencer, sino combatir por principios que al fin tienen -que triunfar porque son los de una revolución grandiosa que en el orden -moral está verificándose en todo el país. - -Y era la verdad: don Santos Degollado no tuvo otra mira en la -revolución. - -Siempre pobre, estaban primero sus soldados que él. Cuando había, los -jefes sin distinción recibían un peso por cabeza; pero don Santos -Degollado rara vez recibía sueldo. Lo poco que tenía, lo iba gastando -con una economía proverbial. - -Una botella de vino en la mesa, á la hora de comer, le inquietaba hasta -la nimiedad. - -Le decía al proveedor: - ---No ponga usted vino en la mesa. Dirán que si para esto queremos los -préstamos. Basta una comida sencilla sin estos lujos. Es preciso cuidar -de los recursos del soldado y no verse obligado á gravar con mas -contribuciones á los pueblos, que son los que pagan todo esto. - -No quería ni que los jefes, en las ciudades ocupadas, fueran al teatro -para que no dieran que hablar. Cuando llegaba su tropa á algún pueblo, -prefería hospedarse en la casa consistorial que en una de familia, para -evitar molestias. Muchas ocasiones sucedía que tras de larga jornada, en -que el cansancio y el hambre estaban por matar á la tropa, al Estado -Mayor y á él, se negaba caballerosamente á aceptar las ofertas que -familias enteras le hacían al llegar á un punto. - ---Excelentísimo señor, pase usted á la mesa con su Estado Mayor. - -Gracias, mil gracias. No se molesten ustedes, señoras. Si ya comimos. - -El general Ghilardi, que á las espaldas del jefe escuchaba la oferta y -el rehusamiento, débil de cansancio, hambre y sed, como en realidad se -encontraban todos, perdía su paciencia y cachaza de italiano, y -respondía. - ---Sí, señoras, moléstense ustedes: tenemos mucha hambre. - -Y luego, volviéndose á sus compañeros, decía; - ---Este don Santos no come, no bebe, no pasea, no nada. - -La necesidad de sus fuerzas le obligó á dar su consentimiento para -ocupar la conducta de Laguna Seca, de 1.100,000 pesos, y aun quiso que -toda la responsabilidad cayera sobre él, en Septiembre de 1860. - -Con este motivo decía en su manifiesto á la nación: - -«Había reservado para mí y para los mios hasta la severidad mezquina, un -nombre puro que legar á mi familia: pero un día la necesidad en nombre -de mi causa llamó á mis puertas para pedirme ese nombre y entregarlo á -la maledicencia, y yo consentí en entregarme como reo y sufrir ese -suplicio peor que el martirio, porque en el martirio consuela la mano -generosa de la gloria.» - -Sólamente se le lanzó el anatema de todos los jefes, de Zaragoza, -Huerta, Doblado, Valle, Ogazón y Aramberri, el 29 de Septiembre, al -querer celebrar un proyecto de pacificación del país con el ministro -inglés Mathew[9]. - -Juárez le destituyó del mando del Ejército. - -Todo su pecado fué ese conato de proyecto, cuya alma era el evitar más -derramamiento de sangre, en bien de la patria, y no en el suyo, como lo -saben quienes le sobreviven y entre quienes hay muchos que le vieron -humilde y pobre, como la pobreza y la humildad mismas. - -Más de una vez el general Miguel Blanco le llegó á decir: - ---¡Cómo, señor! ¿Usted mismo arreglando su ropa? - -Y no era don Santos Degollado á secas: era el Ministro de Guerra y -Marina y el general en jefe del ejército federal. - - -III - -Destituído don Santos Degollado del mando del Ejército, el 4 de -Noviembre de 1860, salió de Quiroga para Toluca. - -En Queréndaro, el día 25, se le unió don Benito Gómez Farías, su íntimo -amigo. - -A su llegada á Toluca, el 2 de Diciembre, se les «recibió con -hospitalidad y grandes honores por el general Berriozábal,» que era -Gobernador y general en jefe de la división del Estado de México. - -Amaneció nublado el día 9; á corta distancia no podía distinguirse bien. -Una avanzada de las fuerzas del general Berriozábal fué sorprendida por -los exploradores del general Miguel Negrete, cuyas blusas eran de igual -color que las de aquella,. - -Estaban hospedados don Santos Degollado y el señor Gómez Farías en la -casa del gobernador. Allí el enemigo, los sorprendió á los tres[10]. - -El general Berriozábal supo por la cocinera que Negrete andaba en las -calles. Montó violentamente á caballo para organizar la resistencia y -estar á la cabeza de su tropa. Hubo fuego graneado, pero ya fué tarde: -casi á todos los cogieron de improviso. - -Don Santos tuvo que ceder á los ruegos de una familia para pretender su -salvación por las azoteas de la manzana. - -Herido en la cabeza, el general Berriozábal fué hecho prisionero. -Tuvieron la misma suerte Degollado y Gómez Farías. - -En la cárcel se les formó cuadro para fusilarlos. No esperaban más que -los disparos, cuando logró salvarlos el general José Joaquín de -Ayestarán. - -Miramón mandó llamar á Berriozábal al palacio de Gobierno. - ---Han caído en mis manos--le dijo Miramón. - ---Ya lo veo--respondió Berriozábal. - ---Los voy á fusilar. - ---¿Para eso me llama usted? Está bien. - -Miramón varió de tono y ordenó que le curaran la herida al general -Berriozábal. - -Temprano, el día 10, los prisioneros en un coche salieron entre filas, -bien escoltados, de Toluca para México. Miramón se encontraba en el -balcón de Palacio en el momento que pasaban. - -Por la ventanilla del coche asomó una cara desconocida. - ---¿Quién es ése?--preguntó Miramón desde el balcón. - ---Excelentísimo señor, es don Juan Govantes--dijo el oficial. - ---Que eche pie á tierra y que camine así--ordenó Miramón. - -Govantes había sido reaccionario neto. - -En Lerma, el general Antonio de Ayestarán los vigiló durante la noche en -la pieza que les servía de cárcel. - -Más tarde, supieron la causa del excesivo cuidado de Ayestarán, que no -los dejó un instante solos en la travesía: Miramón, recelando mucho de -Márquez, había puesto bajo la responsabilidad de Ayestarán la vida de -Berriozábal, Degollado y Gómez Farías. - -En un punto del camino, la vida de los tres fué severamente amenazada, -la muerte puesta á la vista. - -Márquez ordenó, al atravesar un bosque, que la escolta, disparara sobre -los prisioneros, si las guerrillas de Aureliano Rivera hacían fuego -entre la montaña. - -Hubo instante en que Ayestarán se cambiara palabras duras con Márquez. - -Sonaron disparos de las guerrillas de Aureliano Rivera y no les llegó la -muerte á los prisioneros, que ya la esperaban por detrás. - -En la Capital fueron alojados en el Palacio Nacional. Se les atendió y -se les consideró. Ignoraban lo que acontecía. - -El 24, á las siete de la noche, Miramón, de bota federica, puesto el -sombrero y con un fuete en la mano, se presentó en la habitación de -Berriozábal, Degollado y Gómez Farías. Les manifestó que abandonaba la -Capital, encargándolos del orden, para lo cual les dejaba un piquete de -soldados á discreción[11]. - -Libres los tres prisioneros, habiendo rehusado tener el mando en la -ciudad don Santos Degollado por estar procesado, el general Berriozábal -dió toda clase de garantías á los habitantes. - -El 1.º de Enero de 1861 entró el Ejército federal al mando del general -González Ortega. - -Nunca México ha visto mayor entusiasmo del pueblo, como esa vez. - -La ciudad estaba engalanada; por las calles, donde pasaba el Ejército, -llovían esencias y flores; no había espectador que no lo vitorease. - -González Ortega, que traía el estandarte de la ciudad, frente al Hotel -Iturbide, hizo que se le incorporasen, para participar de la gloria del -triunfo, Berriozábal y Degollado, quienes se encontraban tras una -vidriera viendo el desfile. - -Ahí el general González Ortega manifestó públicamente, estrechando entre -sus brazos á don Santos Degollado y vitoreándole, que á él le pertenecía -la ovación, porque era el primero por su constancia y su fe. - -Juárez, Ocampo y Emparan visitaron á don Santos Degollado, el día 13, en -su casa, la número 2 de San Juan de Letrán. - -El gran jurado no pronunciaba aún en la acusación el «ha lugar á -proceso.» - -Seguía siendo Magistrado de la Suprema Corte de Justicia. - -Más antes había mostrado un rasgo de desprendimiento de su personalidad, -sacrificándola por el amor á la patria. - -Dos veces se sujetó á juicio, del Congreso y de la Corte, por la -cuestión Barron-Forbes, que costó dos millones de pesos de -indemnización. - -Ahora que se le formaba otra causa, le asistía también la justicia; pero -los «hombres de la fortuna, del poder y de la fuerza estaban contra él.» - -_El Artesano Libre_, de Morelia, y _El Partido Puro_, de esta Capital, -le insultaban y vilipendiaban estando _sub judice_: le decían -calumniador, loco, cuasi general, vergonzante, tinterillo y que había -incurrido en escandalosa defección y colgado para ludibrio del viento la -siempre virgen cuanto victoriosa espada. - -Y él replicaba en Abril de 1861: - -«Siempre se me ha visto bajo los fuegos del fusil en las acciones de -guerra, retirarme el último en los campos de batalla y cuidar la -retaguardia en todas las retiradas para reunir y reorganizar las fuerzas -que estaban á mis órdenes. - -«Bien ó mal, yo he servido á la causa nacional, y he probado, hasta en -mis desaciertos, mi buena intención y anhelo por ser útil á mi país. - -«Por despreciable y poco digno que yo sea, al fin es un hecho que fuí -uno de los caudillos del pueblo, y cuanto mal se diga ó se publique por -mí, debe afectar á los demás caudillos y deshonrar al gran partido -liberal en presencia de los reaccionarios. - -«No busco ni la gratitud ni el aprecio público por mis servicios, porque -ya sabía antes de ponerme al frente del Ejército constitucional que en -todos los países y en todos los tiempos los servicios á la patria no han -encontrado más que almas envidiosas y corazones desgraciados. - -«Si antes me cogiere la muerte, tengo hijos y amigos que sabrán volver -por mi honra.» - -Su honra le preocupaba. - -Lo primero que preguntó al general Ramón Iglesias, al irle á tomar -declaración el 27 de Febrero, fué: - ---Dígame usted los nombres de mis acusadores: ¿quiénes son? - -El general José María Arteaga le escribía de Querétaro el 28 de Marzo, -participándole que había salido electo presidente en aquella ciudad y -San Juan del Rio. - -Le ofrecían la cartera de Guerra y Marina el 8 de Abril. - -En esto llegó á sus oídos la noticia del asesinato de Ocampo. - -Gómez Farías se presentó á la casa número 2 de San Juan de Letrán, que -habitaba don Santos Degollado, y le refirió el hecho. - ---Iremos á vengarlo--dijo don Santos. - ---No podemos--respondió Gómez Farías. - ---Pediremos licencia, y si nó, nos marcharemos. - -Don Santos Degollado se apoyó del brazo de Gómez Farías y se dirigió á -la Cámara á solicitar el permiso de ir á la guerra para vengar á Ocampo. - -Al presentarse en el salón, todos los diputados se pusieron de pié; y -luego que dijo el fin que allí lo llevaba, fué objeto de una ovación -unánime. - -«Mi deseo se limita á marchar á la guerra, no para sacar de sus hogares -y asesinar á los enemigos indefensos, sino para batirme cuerpo á cuerpo -con los asesinos.»[12] - -Y partió á Toluca para cumplir su solemne promesa. - -A la puerta de la casa del general Berriozábal, gobernador y jefe de la -división del Estado de México, cuando los caballos piafaban de -impaciencia por la tardanza de los jinetes que no acababan de despedirse -adentro, sus muchos amigos quisieron disuadir á don Santos del propósito -que tenía tomado: vigilar el convoy que debía salir de Tacubaya á su -paso por el Monte de las Cruces, el día 15 de Junio de 1861. - -El general Berriozábal le acompañó en el camino. - -Hicieron alto en Las Cabezas. - -Llegaba la diligencia de México y venía el ayudante Francisco Taboada. - ---¿Qué sucede con el convoy?--le preguntó don Santos Degollado. - ---Está en Tacubaya--contestó Taboada. - ---Retirémonos á Lerma,--dijo Berriozábal al señor Degollado. - ---Ese no es mi negocio. El gobierno me dice que viene y debo estar -aquí--respondió don Santos. - -Sacó su reloj y dijo á Berriozábal: - ---Usted debe volverse. - ---Da usted dado en este monte tan peligroso. - ---Tomaré mis precauciones. - ---Entonces quedo á las ordenes de usted. - -Y avanzaron: Berriozábal iría por todo el camino real hasta encontrarse -con el convoy y el general Degollado por entre la montaña; pero antes, -para emprender la marcha paralela, éste ganaría las cumbres del frente á -la Pila y en señal de su llegada tocaría diana. - -El general Berriozábal, en menos de un cuarto de hora de espera, oyó un -tiroteo y en seguida la diana prometida; pero debemos advertir, según el -dicho de testigos presenciales, que la diana únicamente la oyó el -general Berriozábal. - -Y siguió su marcha. - -En Cuajimalpa, el teniente Perfecto Soto se le presentó á noticiarle la -derrota del batallón rifleros de San Luis. - -Berriozábal resistió creerlo; sin embargo, retrocedió para reconocer el -campo. - -Algunos disparos le hacían de entre la montaña, á la falda de las -cumbres. - -Vió pendientes de los árboles muchos cadáveres de soldados. - -Ya no le cabía duda: don Santos había sido derrotado. - -En Huixquilucan supo que Degollado había muerto. - -Allá arriba de las cumbres, después de haberse batido valientemente sus -soldados, el enemigo hizo multitud de prisioneros y luego, afirma solo -Berriozábal, “obligó á los mismos cornetas y tambores de San Luis que -tocasen diana.” - -Don Santos, pistola en mano, descendía la pendiente al paso de su -caballo. - -Se rompió la brida; se apeó á anudarla y fué hecho prisionero. El -_Chato_ Alejandro le dió una lanzada. - -Conducido entre filas, un soldado indígena que se apellidaba Neri le -disparó un tiro por detrás, en el cerebelo. - -Fué enterrado por orden de Gálvez en Huixquilucan. - -Una oración fúnebre le pronunció el señor Francisco Schafino, que andaba -plagiado por Buitrón. - -Corriendo el tiempo, el general Berriozábal derrotó á una tropa -reaccionaria en Toluca, y entre los muertos encontró al indígena Neri. - -Llevaba aún en el dedo una prenda de su ilustre víctima: un anillo que -lucía un jaspe y un gorro de la libertad con este letrero abajo: - -«TODO POR TI.» - - -VI - -El general Francisco Alcalde, de paso por Huixquilucan, el 5 de Julio de -1862, exhumó los restos de don Santos Degollado. - -Yacían cerca de la puerta de la iglesia. - -Un soldado del general Aureliano Rivera que había presenciado el -entierro hecho por Gálvez, indicó el sitio. - -El cadáver estaba bien conservado: en camiseta, calzoncillos, una herida -en el cerebelo, otra en el cuello y otra en el pecho. - -Se leía en el interior de la tapa del ataúd: - - AQUI YACEN LOS RESTOS DEL DESGRACIADO C. SANTOS DEGOLLADO.--UN - AMIGO SUYO.--SCHAFINO. - -Los restos estuvieron expuestos en el Palacio Municipal. - -El 21 se le hicieron suntuosas honras fúnebres en esta Capital. - -La comitiva del entierro, en la que iba el Presidente de la República, -recorrió el Portal de Mercaderes, Plateros y San Francisco. - -En el centro de la Alameda, bajo una rotonda, se pronunciaron -discursos. - -El cadáver quedaría depositado en el Panteón de San Fernando, según la -invitación del Gobierno del Distrito, que se hizo representar por el -señor Pascual Miranda. - -Después, á petición de la familia, los restos fueron sepultados en el -Cementerio Británico, como en sagrado, para que no fuesen profanados. - -El 2 de Noviembre de 1889, el señor Francisco Alatorre, empleado en la -garita de la Tlaxpana y antiguo soldado del general Santos Degollado, -visitó el Cementerio Británico. - -Una arboleda alta y frondosa, la tierra negra y húmeda de fertilidad; la -gente iba y venía por las amplias y frescas calles; en los sepulcros, -cargados de adornos, ardían cirios y los deudos parecían retraerse y -estar en vela; el recogimiento del dolor reinaba. - -De súbito, el soldado se detiene ante un contraste: entre el rico -embellecimiento artificial había un sepulcro humilde; lo señalaba el -césped y un valladito de arquillos de bejuco, y un ciprés con sus ramas -secas y su sombra le lloraba. Al encuentro salía un frontón en que se -leía este como recuerdo de la patria: - -EL GENERAL SANTOS DEGOLLADO. -15 DE JUNIO DE 1861. - -El soldado se decubrió y echó á volar su memoria: Morelia, Guanajuato, -Jalisco, Colima, Toluca, el Monte de Las Cruces. - -Y luego olvidó todo y se puso á orar por su buen jefe. - -Ahí reposaba su general, el COLMENERO como le llamaban, el valiente que -no hizo mal á nadie, que tuvo más patriotismo que ninguno, que fué -siempre justo y honrado y cariñoso. - -Lo veía con la eterna dulzura en el rostro alentar á sus soldados en las -batallas, infundirles la esperanza, hacer que amasen á la patria -sacrificándose y ofreciéndole la vida. - ---¿Por qué aquí? ¡Ah, eres humilde hasta en la muerte!--dijo el soldado. - -Diecisiete años han transcurrido. - -El tiempo ha hecho más humilde el sepulcro de don Santos Degollado. - -Bien decía el Archiduque Maximiliano al general Nicolás Medina, en 1864: - ---¡Pobre hombre! No lo comprendió su siglo, no lo conoció su país[13]. - -_Angel Pola._ - - - - -LEANDRO DEL VALLE - -1833-1861 - - Me viene la conformidad, luego que recuerdo que murió por su - patria--_Ignacia Martinez_, madre de Leandro del Valle. - - -I - -En el primer año de la segunda década del siglo XIX, cuando Hidalgo -desplegaba el estandarte de la independencia de México en el pueblo de -Dolores, el coronel Rómulo del Valle vivía ya muy comprometido en la -trama urdida para difundir la idea de nuestra emancipación de España y -el derrocamiento del gobierno virreinal, que no le parecía en manera -alguna digno: quería con el alma un régimen político propio y defendía -su credo por todo Querétaro á la cabeza de un grupo de patriotas. Prestó -servicios que debe grabar la Historia, desde 1811 hasta el triunfo de la -Reforma, en que anduvo con el arma al brazo junto con don Juan Alvarez: -¡cuarenta y cinco años de lucha por la autonomía nacional y la -República, y en aquellos tormentosos días en que se jugaban vidas y -haciendas por los principios, el todo por el todo! - -Doña Ignacia Martínez, esposa de don Rómulo, con ser católica -devotísima, jamás discutió, ni en el seno del hogar, los pensamientos -liberales del valiente soldado y que andando la revolución heredarían -sus hijos. - -Leandro fué quien más llevó en la sangre estos bellos ardores de -patriotismo y libertad. Venido al mundo en México y en la calle de San -Agustín núm. 2, el 27 de Febrero de 1833, su padre le inculcó las ideas -que tejen el indisoluble lazo entre el ciudadano y la tierra en que se -nace. Recibió su instrucción primaria en una escuela de Jonacatepec, E. -de Morelos, que dirigía don Francisco Saldaña, un santo profesor que -cuidaba mucho de tener irreprochable conducta para no aparecer modesto -con hipocresía. Muy joven, á los once años cumplidos, entraba en el -Colegio Militar, carrera por la que sentía, más que curiosidad de niño, -decidida vocación. - -Era precisamente el año 1844, cuando Santa-Anna declaró su odio de -muerte al Congreso porque le había negado facultades para imponer nuevas -contribuciones y entraba de paso en la Presidencia el íntegro don José -Joaquín de Herrera. Los ánimos estaban en efervescencia y la dictadura -hacía sentir su peso de plomo sobre todo el país. Empezó estudiando con -gran provecho la táctica de infantería y obtuvo el premio en el examen -de fin de año. - -Al siguiente, era sargento segundo, conforme al reglamento del Colegio, -y la aprobación del consejo de profesores. Aprendió concienzudamente la -táctica de caballería, Matemáticas elementales y las otras materias -anexas al curso. Ahí también obtuvo el primer premio. - -Intima amistad le unía á Osollo y Miramón, implacables enemigos de los -liberales. Cuentan que en el Colegio, Miramón y Valle solían saludarse -así: - ---Mi General--hablaba Miramón con la mano derecha llevada al kepí y -cuadrándose marcialmente. - ---Ordene Su Alteza--decía Valle. - -Y la broma juvenil tuvo que ser realidad hasta cierto punto: Leandro -llegó á ser general, y Miramón Presidente de la República, todavía muy -jóvenes. - -El 20 de Enero de 1847 ascendió á subteniente por especial empeño de don -Valentín Gómez Farías. Este fué el paso que resolvió el porvenir de -Valle. - -Desde entonces demostró de continuo el valor y la serenidad tan -peculiares en los trances más difíciles de su vida militar. El 27 de -Febrero, ese día que los 3,300 mentados Polkos se pronunciaron al grito -de ¡muera Gómez Furias! y ¡mueran los puros! Valle defendía el punto de -Santa Clarita y por sostener á don Valentín, se batía cuerpo á cuerpo -con los rebeldes, teniendo presente que el Gobierno establecido cuidaba -con sus cinco sentidos de hacer frente á los Estados Unidos. Agobiado -México por los odios de política y de creencia y por la irrupción de los -bárbaros del Norte, casi enseñoreados del país por estar á punto de -ocupar las principales ciudades, Valle se puso á las órdenes del general -don Juan Alvarez, templado más su denuedo por el peligro en que pasaba -la patria; y transcurrido algún tiempo, á las de don Antonio Banuet. -Cuando este su querido jefe fué herido por el invasor extranjero, le -llevó solícitamente á su hogar y le puso con filial cariño en los brazos -de sus ancianos padres, en tanto él seguía batiendo al enemigo en el -Puente Colorado. - -Las revueltas tan obstinadas por aquella luctuosa época le impelían en -fuerza de la índole de su carrera á entrar y salir con frecuencia del -Colegio. - -En 1850, á la vez que estudiaba Física y Mecánica, consagraba sus ocios -á la literatura sin dejar por esto de ser uno de los alumnos más -aprovechados: obtuvo como en los anteriores exámenes, el primer premio. -Tan grandes esperanzas el Gobierno cifró en él, que tuvo el propósito -de enviarle á París para que sellara su tan brillante carrera con -mayores conocimientos teóricos en la ciencia de la guerra y más extensa -práctica. La pobreza de sus padres causó en parte el fracaso de aquel -viaje que fué para él un sueño dorado. - -Dado su afecto por la poesía y su fama de inteligente, que resonaba -entre sus condiscípulos y profesores, el 15 de Septiembre de 1851, en la -celebración de la Independencia, recitó en el Teatro Nacional una -composición que le valió estrepitosos aplausos por el ardor con que fué -declamada y algunos atrevidos pensamientos que contenía. Por ejemplo, -habla de los guerreros: - - «Con denuedo marcharon á la guerra, - La paz de sus hogares despreciaron, - Sus cenizas cubrió sangrienta tierra, - Pero al sepulcro con honor bajaron. - ¡Oh recuerdos de gloria! ¡Cómo late - Mi ardiente corazón! ¡cómo se agita! - Al recordar los triunfos, el combate, - El pecho militar siempre palpita. - --Hidalgo, Allende, valeroso Aldama, - ¡Cómo os envidio vuestra eterna gloria! - Trocara mi existir por vuestra fama, - Por dejar una página en la historia.» - -El mérito es intrínseco y está en que todo lo expresa sinceramente, y -más, en que realizó la promesa al pie de la letra: siempre patriota, -valiente y sin abrigar un solo pensamiento impuro. - -Siendo teniente de Ingenieros, el 29 de Marzo de 1853, le nombraron -ayudante del Batallón de Zapadores; entonces este Cuerpo del Ejército -era de lo más escogido entre la milicia, porque los que le formaban no -tenían tacha en su comportamiento, valor y disciplina. Nunca antes ni -después Batallón alguno de la República, no olvidando el de Supremos -Poderes que intentó ser su remedo, tuvo más instruída y decente -oficialidad. - -El dictador Santa-Anna, á quien caía en gracia el joven militar por su -apostura, su saber en la ingeniería, su conducta y su valentía, le -ascendió el 1.º de Junio del mismo año á Capitán 2.º de la cuarta -compañía de Zapadores. - -Apoyado por sus méritos, cada día más grandes, subía á pasos de gigante -el escalafón, sin dar los saltos que ahora se acostumbra, y con el -previo bautizo de sangre en el campo de batalla recibido de las balas -enemigas por una causa justa y patriótica. Jamás movió una influencia, -de las muchas que tenía, para ascender: los grados venían á sorprenderle -y no iba á buscarlos en las antesalas de los omnipotentes en política. - -Un general, antes furibundo reaccionario y hoy republicano, le -aconsejaba hablando de grados: - ---Leandro, aproveche Ud. sus buenas amistades de arriba. - ---Los medios para ascender los tenemos en nuestras manos--respondía. - -Esto da la clave del por qué los conservadores eran después -imperialistas y ahora casi todos estos _fieles y abnegados_ se han hecho -del partido liberal. - -En Puebla apresaron á don Rómulo por haber aparecido en público como -liberal exaltado y amigo exigente de la rectitud en los actos -gubernativos. Leandro al llegar á la ciudad y tener conocimiento del -suceso, pidió indignado su baja al Gobernador y Comandante Militar del -Estado. - ---No me es posible servir á un Gobierno que no respeta al autor de mis -días--manifestaba dando por fundamento de su solicitud. - -El general don Juan Alvarez, satisfecho de los grandes servicios de don -Rómulo durante la revolución del Plan de Ayutla, quiso que Leandro fuese -Agregado á la Legación de México en los Estados Unidos; pero don Ignacio -Comonfort, por causas muy ajenas á su voluntad, no pudo llevar á efecto -el buen deseo de su respetable antecesor; en cambio, á poco tiempo, le -envió á París para compensarle algún tanto la eficaz ayuda que como -ingeniero prestó en el sitio de Puebla el año 56. - -Tan enemigo era de los títulos de nobleza, que en circunstancias serias -se burlaba de ellos. Asistió á un gran baile en las Tullerías con el -Ministro de México don Francisco Modesto de Olaguíbel y se hizo anunciar -de los heraldos como Conde del Nopalito. - -El joven militar quedó satisfecho de tan deseado viaje, visitando -algunas de las principales ciudades de Europa; la falta de recursos le -cerró las puertas del colegio y ya no hizo más estudios, como fué su -propósito. A fines de 1857 pisaba de nuevo el suelo patrio y obtenía del -mismo Comonfort el grado de Capitán 1.º de la primera compañía del -Batallón de Zapadores. - -En la defección de Comonfort hizo esfuerzos por rebelar á los Zapadores -en Santo Domingo y por ello tuvo un serio disgusto con el jefe de la -reacción, al menos así aparecía, el general José de la Parra. - -Perdida la capital de la República, el 24 de Enero de 1858, de la noche -á la mañana, salieron en diligencia su padre y él rumbo á Salamanca, -donde se encontraba Doblado. - -La víspera de su partida, para tomar parte en la guerra de Reforma, -comió y tuvo una larga entrevista con el general Miguel Miramón en el -restaurant de La Estrella, en la calle del Refugio, frente al portal de -Agustinos, y trataron de sobornarse el uno al otro: Miramón ofrecía todo -un porvenir á Valle, y éste, otro no menos lisonjero á aquél; pero -ninguno cedió: cada quien tomó senda opuesta, sin perder nada esa -fraternal amistad. - -Miramón ya le debía la vida: se la había salvado en Puebla. - -En Salamanca, á principios de Marzo, Iniestra y Leandro del Valle -formaban parte del Estado Mayor de aquel general. - -Cuenta el señor J. Martínez que la víspera de la batalla, en la que más -que perdieron, se dispersaron sus tropas, aconteció una escena curiosa. -Valle tuvo un disgusto con el español Bravo, y éste, inquieto por el -juicio que aquél se había formado de su persona, le dijo: - ---¿Usted ha dicho que desconfía de mí? - ---Sí, señor, lo he dicho, respondió Valle. - ---Podría pedir á usted una satisfacción; pero esto sería indigno entre -dos jefes liberales; mañana, al frente del enemigo, el que menos avance -merecerá la duda. - ---Corriente. - ---Convenido. - ---Déme usted la mano. - -Y la promesa quedó pactada. - -La prueba fué decisiva, más que en Salamanca, en la carga de Calderón: -Bravo hizo prodigios de valor. Leandro reunió á sus amigos y dijo á su -rival: - ---Señor coronel, le pido á usted perdón; yo no había sabido juzgar á -usted. - -A Bravo se le ahogó la voz en la garganta y no pudo más que llorar. - -Este fué el origen de la inquebrantable amistad de los dos jóvenes -militares. - -El premio de su bizarría al resistir las fuerzas de la legalidad al -mando de Doblado, á los tacubayistas de Osollo, y de igual -comportamiento al querer Landa en Santa Ana Acatlán aprehender á don -Benito Juárez y su Gabinete, fué ser ascendido á teniente coronel de -Ingenieros. - -Cuando Juárez y su Gobierno, pasado el inminente peligro que corrieron -en Guadalajara, partieron rumbo á Colima para embarcarse en Manzanillo, -dar vuelta por el Istmo de Panamá y salir á Veracruz, Valle estaba á las -órdenes de Santos Degollado; entonces don Rómulo, con el grado de -general, era el comandante militar de Colima por nombramiento que hizo -el popular Degollado. - -Durante los cortos días de estancia ahí, mientras se rehacían y proveían -de armamento y municiones las tropas liberales para volver á emprender -la campaña en el centro de Jalisco, Leandro se dedicaba con ahinco, que -parecía rayar en delirio, en ejercitar á los soldados que estaban bajo -su inmediato mando. Su ideal era que reinase entre todos ellos la -instrucción y la subordinación y que pudiesen arrostrar en cualquier -tiempo el peligro. Les predicaba siempre: «Ante el enemigo nunca contéis -el número.» - -La acción de Cuevitas le dió nombradía entre los que por envidia -pretendían rivalizar con él. Su valentía y arrojo llegó á ser -proverbial. - -En el sitio que las fuerzas liberales pusieron á Guadalajara, en el mes -de Octubre, él fué quien dió el primer paso para alcanzar la victoria. A -iniciativa del general Refugio I. González y con asentimiento tácito de -don Benito Gómez Farías, practicaron una mina de pólvora en el bastión -de la calle de la Merced y se introdujeron por las casas de la manzana -hasta el lugar elegido; estaban vacilantes porque creían arruinar las -fincas contiguas y principalmente la en que iba á hacerse la mina, que -pertenecía á la señora Ornelas de Díaz, quien profesaba hasta el -fanatismo los principios liberales y tenía por santos de su devoción á -Juárez, Degollado y Ocampo. Durante las perplejidades, para no -perjudicarla en lo más mínimo, Leandro del Valle la hacía reflexionar: - ---Señora, se va á caer su casa. - ---No le hace; no importa. - ---Pierde usted todo. - ---Pero gana el partido puro. - -La mina voló parte del bastión y cuarteó la casa de la patriota, pero no -sin fruto. Una tarde, aprovechando la lista de seis, Refugio I. -González, el coronel Bravo y Valle con los Mosqueteros, entraron los -primeros por la brecha y comenzaron en silencio, con audacia -verdaderamente temeraria, á hacerse de las posiciones del enemigo. -Bravo, compitiendo en arrojo con Valle, subió á la azotea del Palacio de -Gobierno, quitó del asta la bandera de la reacción que flotaba é izó su -blusa roja que llevaba puesta. - -Entonces Valle habló así á sus soldados: - -«Esta plaza inexpugnable para esos ejércitos asalariados que sirven de -ciego instrumento al gobierno que los paga, ha caído ante vosotros, -soldados de discernimiento y de convicción, para quienes la pérdida de -la vida importa poco con tal que triunfe la causa á que habéis -consagrado vuestros esfuerzos, y que no aspiráis á otra recompensa que -al placer de haber hecho la felicidad de la patria y á un recuerdo -honorífico de la posteridad. Hay entre vosotros algunos más admirables -todavía, que sin esperar que la historia registre sus nombres, se -inmolan sin embargo gustosos en el altar de esa divinidad misteriosa que -ha hecho de los sacrificios humanos la condición indispensable de los -mejoramientos sociales. ¡Mártires anónimos, que fecundáis con vuestra -sangre el árbol de la libertad, para que otros recojan los frutos, sin -pedir salario ni gloria especial para vosotros, mi corazón se llena de -ternura y de veneración al contemplar tanto patriotismo y tanta -abnegación! Vosotros sois los verdaderamente _grandes_ y los -verdaderamente _heroicos_!» - -Por esta acción, don Santos Degollado ascendió á Valle, sin perder su -empleo de teniente coronel de ingenieros, á coronel efectivo de -infantería. - -Desde 1858 hasta el desconocimiento de don Santos Degollado, Leandro -estuvo compartiendo con él los pocos triunfos y las muchas derrotas, -acompañándole á Michoacán y siguiendo abnegado y perseverante la misma -suerte que él, á quien debía su carrera y respetaba como á su padre. - -Teniendo en cuenta los servicios que prestó en el valle de México, se le -dió el grado de general de brigada. - -En la Coronilla derrotó á Vélez y le quitó los pertrechos de guerra, y -con la desventaja de que Leandro del Valle iba á la cabeza de restos de -tropa mal organizada y sin instrucción. - -Al ser herido el general Uraga en el ataque de Guadalajara, á mediados -de 1860, la presencia de ánimo y el respeto que imponía Valle, hicieron -que los soldados recuperasen la moral ante el gran peligro que los -amenazaba. - -El fué el que tuvo el mando de una de las brigadas que defendían el -puente de Tololotlán, cuando las fuerzas reaccionarias emprendieron la -retirada, después de un fuego nutrido de cañón que rompieron sobre los -liberales. - -El 20 de Octubre de 1860, el coronel Toro le reemplazaba en el mando de -la primera brigada de la división de Jalisco y era nombrado -cuartel-maestre. Estaba en el sitio de Guadalajara. Días antes, el 29 de -Septiembre, en junta de generales, había reprobado la conducta de don -Santos Degollado, quien envió á González Ortega copia de la carta de -Mathew y las proposiciones de pacificación que le hizo. Fué uno de los -que firmaron la respuesta vehemente á la comunicación del general en -jefe del ejército federal. - -Conociendo Zaragoza su pericia militar, le ordenó, el 26 de Octubre, el -desarrollo de un plan de ataque sobre la plaza. Llevado á la práctica, -el 29, en uno de tantos combates, parte del enemigo hizo el simulacro de -suspender el fuego graneado y pasarse: pero apenas estuvo á quemarropa -de los soldados de Valle, rompió de nuevo el fuego y éste pudo salvar -arrojándose á un foso. Se encontraba en el punto de más peligro con -Zaragoza en los instantes en que las fuerzas de la legalidad se -apoderaban á bayoneta calada del resto de Santo Domingo. Al pedir -parlamento el general Severo del Castillo, fueron los representantes de -Zaragoza, Doblado y Leandro del Valle, quienes en la entrevista -rechazaron indignados los puntos de política del país que les tocaron. -Las bases acordadas, y que conservaron intacta la dignidad del ejército, -fueron firmadas por Zaragoza, Doblado y Valle. No habiéndolas cumplido -el enemigo, Valle dirigió desde Zapotlanejo, donde estaba con la -división de Jalisco, y algún botín de guerra, un comunicado á Doblado en -el que se leía: «Supuesto que Castillo ha roto los convenios, debe ser -batido dentro de la plaza ú obligado por la fuerza á salir de ella, á -menos que no se rinda con la fuerza que lo obedece.» Castillo huyó de -Guadalajara rumbo á Tepic y Zaragoza dispuso que Valle le persiguiese. -Este logró dispersarle buen número de sus soldados. - -En marcha el ejército para la capital de la República, iba con el -general en jefe y le acompañaba á Guanajuato, Celaya, San Juan del Río, -la Soledad y Arroyozarco. Aquí reunidos los ejércitos del Norte, Centro -y Oriente, aceptaron la batalla en las lomas de San Miguel de -Calpulalpan, que Miramón y Márquez les presentaron el 22 de Diciembre. -El general Jesús González Ortega, á la cabeza de las divisiones de -Zacatecas y unido á Valle, cogieron á paso veloz la retaguardia al -enemigo, que se batía ya con Zaragoza, Lamadrid, Antillón, Toro y -Blanco, y obtuvieron el triunfo definitivo que hizo volver los Poderes -á la Capital. Antes de entrar el ejército en ésta, su amigo de infancia -y compañero de colegio, Miramón, le escribía la siguiente carta: -«Querido Leandro: No sería difícil que Concha necesitase de alguna -persona de influjo del partido triunfante, y prefiero dirigirme á tí que -á alguno de sus parientes, á fin de que hagas por ella, en nombre de -nuestra antigua amistad, lo que en igual caso haría yo por tu familia. -Disfruta de felicidades y manda á tu amigo.--MIGUEL MIRAMÓN, Diciembre -24 de 1860.--Señor general don Leandro del Valle.» - -Repuesto el gobierno de la legalidad, tuvo el mando de las armas en el -Distrito y seguidamente ocupó su asiento en el Congreso, como diputado -por Jalisco. Las más de las sesiones tomaba parte en los debates. Fué de -los de la iniciativa, á la muerte de Ocampo, para que se pusieran fuera -de la ley á sus asesinos, desde Zuloaga y Márquez hasta Cobos. El 7 de -Junio de 1861 pronunciaba estas textuales palabras en plena Cámara: -«Hemos votado la suspensión de garantías los liberales rojos, á quienes -no puede atribuirse odio á la libertad y á la Constitución, que hemos -defendido con las armas en la mano.» - -El día 1.º había dicho ya: «En nuestras masas hay poco espíritu público -y pocas ideas.» - -Y el día que México supo el asesinato de Ocampo, tuvo que ser un héroe -para apaciguar al pueblo amotinado á las puertas de la prisión, que -pretendía matar á Isidro Díaz y Casanova. - - -II - -Iniciando en el Congreso la supresión de los tratamientos oficiales, -supo la muerte de Santos Degollado, y ciego de ira, dejó escapar una -palabra dura contra aquél, que originó con el general Nicolás Medina, -serio altercado, que debía terminar en duelo. - ---Estas charreteras me las he puesto á cañonazos--dijo exaltado Valle -palmeándose los hombros. - -Y quiso ser el de la revancha. - -Una mañana, ¿quién de aquella época preñada de odios, no la recuerda? -Leandro Valle, montando en San Pedro (un brioso caballo alazán tostado), -vestido de gris, luciendo la militar botonadura dorada, fieltro negro, -botas federicas, el pelo al rape, barbirraro en la punta de la barba, -radiante de gloria y muy joven aún, salía de la casa número 4 del Tercer -Orden de San Agustín, para marchar á la cabeza de las fuerzas que el -Gobierno creía suficientes para exterminar las reaccionarias de Márquez -y Zuloaga, que, después de asesinar á Ocampo en Caltengo, invadían ahora -el Estado de México. A la vez, el coronel Tomás O’Horán venía de Toluca -para operar de acuerdo sobre el enemigo, en el Monte de las Cruces. El -general José María Arteaga iba por otro lado, al mismo punto. - -Turbado por tristes presentimientos, Valle se había despedido de la que -pronto sería su esposa, la señora Luisa Jáuregui de Cipriani, -prometiéndole la victoria. De paso en la calle real de Tacubaya, dió -también el adiós á doña Ignacia. - ---Tal vez no nos veamos más. ¡Quién sabe si me ahorquen, madre -mía!--exclamó, echándole los brazos, mientras ella, creyente fervorosa, -le colgaba al cuello un relicario de la Virgen de los Remedios. - ---No, no quiero; dirán que una cosa creo y otra predico. - ---Mira, Leandro, hazlo por mí. - -La noche del 22, Márquez y Zuloaga tuvieron noticia en Acapulco, de que -O’Horán, de Toluca, y Valle, de México, salían á combatirles, y -dispusieron marchar la madrugada del 23, para darles encuentro en el -Monte de las Cruces. A las diez y media de la mañana, las avanzadas de -caballería de los coroneles Almancia y Juan Silva tiroteaban á las de -Valle en la Maroma. Luego Márquez ordenó la carga y se empeñó sangrienta -batalla bajo fuego nutrido, hasta cerca de la una de la tarde, en que -Valle, en una loma, ya sitiado, y á la desbandada y muerta parte de su -tropa, formó cuadro. Debilitado el flanco izquierdo de los Batallones de -Moctezuma y segundo de Zacatecas, hizo en triángulo resistencia, y en -zig-zag, para luchar á bayoneta calada. Al ver la irremediable, montó en -San Pedro y rompió el sitio. Un piquete de la caballería le persiguió á -escape y el hizo prisionero en Santa Fe. Desgarraba el cielo nublado uno -que otro tiro de los dispersos en la espesura del monte, cuando Lindoro -Cajiga y el coronel Jiménez Mendizábal aparecieron en el campo de la -guerra, conduciendo en medio á Leandro Valle. Se aproximaba fumando un -puro, con asombrosa tranquilidad, rodeado de una turba furiosa que le -befaba, gritando: ¡Muera el pelón! ¡mátenlo! ¡mátenlo! Avisaron á -Márquez, que se encontraba con su estado mayor y Zuloaga en una -explanada, que habían cogido prisionero á Valle. - ---Supongo que á éste sí lo fusilaremos--dijo Márquez á Zuloaga. - ---A éste sí, porque lo hemos cogido con las armas en la mano--afirmó -Zuloaga[14]. - -He aquí la orden de fusilamiento: - -«Ejercito Nacional.--General en Jefe.--Leonardo Márquez, General en Jefe -de este Ejército, ordeno que el Capitán de Ingenieros que pertenece á mi -Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga[15], se encargará de pasar por las -armas al traidor á la Patria don Leandro del Valle, el cual será -fusilado por las espaldas, para lo cual se le dejará media hora para que -se disponga, y después de haberle fusilado, que se le ponga en un paraje -público para escarmiento de los traidores, para lo cual pedirá en el -escuadrón de Exploradores Valle, doce hombres, al Comandante de -Escuadrón D. Francisco Aldama. - -«Por lo tanto, mando que le comunique esta orden á dicho capitán. Dios y -orden. Cuartel general de Salazar. Junio 23 de 1861.--L. Márquez.--Al -capitán de Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga.» - -Lindoro Cajiga y Jiménez Mendizábal cargaron á la derecha del camino con -el prisionero, y en un claro de monte hicieron alto. Y empezaron los -preparativos del fusilamiento. Ordenaron á Valle que se apeara de San -Pedro, porque lo iban á pasar por las armas. Permaneció de pie, cerca de -un tronco de árbol. Una escolta de infantería esperaba la voz de mando. -Al aparecer el capitán que debía ejecutarlo, Valle, desabrigándose, dijo -al P. Bandera, capellán del ejército reaccionario: - ---Padre, le regalo á usted mi capa. - -Sus botas federicas se las dió al coronel Ismael Piña. - -En este instante, Miguel Negrete se presentó á caballo. - ---Señor general, yo soy el general Negrete, por cuya cabeza ha ofrecido -usted mil pesos; hoy no quiero más que darle un abrazo. - ---Con mucho gusto. - -Se apeó Negrete y abrazó á Valle, y éste le regaló su reloj, diciéndole -que como un recuerdo. - -Otra voz salió del grupo, la del coronel Agustín Díaz. - ---Un antiguo compañero de usted, de colegio, desea tener esa misma -satisfacción. - -Valle le abrió los brazos. - ---Deseo escribir á mi familia--suplicó al capitán. - -Y en un plieguito de papel, escribió con lápiz esta carta: - -«En el Monte de las Cruces, Junio 23 de 1861.--Padre y madre queridos; -hermanos todos: Voy á morir, porque esta es la suerte de la guerra, y -no se hace conmigo más que lo que yo hubiera hecho en igual caso; por -manera, que nada de odios, pues no es sino en justa revancha. He -cumplido siempre con mi deber; hermanos chicos, cumplan ustedes, y que -nuestro nombre sea honrado, como el que yo he sabido conservar hasta -ahora. - -«Padre y madre: A...... esa carta, á mí, un eterno recuerdo. También de -tí me acuerdo, Agus[16], tú has sido mi madre también. - -«A mis hermanos y amigos, adiós.» - -Reinaba el silencio del respeto que produce el heroísmo. - -Así que terminó, el P. Bandera le dijo: - ---Confiésese usted. - ---No, no me confieso. - -El capellán insistió, acercándosele, cubriéndole con su manteo -(comenzaba á gotear) y hablándole al oído para convencerle. - ---Estamos perdiendo el tiempo, padre; ustedes tienen que hacer. - -Valle se descolgó un «bejuco» de oro y el relicario que su madre le -había puesto, y dijo á uno de tantos: - ---Le suplico que entregue usted á la señora Ignacia Martínez, este -bejuco y este relicario, que no es muy milagroso. - -Sacó de sus bolsillos el dinero que tenía y lo puso en manos del -capitán para que lo repartiera entre los soldados que lo iban á fusilar. - -Como viera que le apuntaban por las espaldas, manifestó indignado: - ---Por qué me han de fusilar por detrás, si no soy traidor. - -Supo que la orden era terminante, y entonces dió las espaldas al -pelotón, diciendo: - ---Lo mismo da morir por delante que por detrás. - -Le miraban los ojos de los fusiles, cuando volvió la cara y advirtió á -uno de los soldados que se le había caído la cápsula, de su fusil. - -Efectivamente, así había sucedido. - -Terminada la ejecución, Márquez mandó colgar el cadáver en un árbol. -Ratificaba la promesa hecha en Tacubaya, el inolvidable 11 de Abril: -«Estos jóvenes de valor y de talento son los que necesitamos hacer -desaparecer.» - -Una bonita acción: Luis Alvarez, ayudante de Leandro Valle, se salvó -porque á su padre, don Melchor Alvarez, debía toda su educación Márquez. - -Sabidas las noticias del desastre en México, el general Felipe -Berriozábal, dispuso en Toluca que el coronel Tomás O’Horán, al mando de -un piquete de tropa, fuera á buscar el cadáver de Leandro Valle. -Pendiente de un árbol del camino estaba con este letrero á los pies: -«JEFE DEL COMITÉ DE SALUD PÚBLICA,» y cerca, en la misma postura, el -cadáver de su ayudante Aquiles Collín[17]. Bajo éste, un perrito que le -acompañó siempre en campaña, rascaba la tierra y aullaba con la mirada -fija en los restos de su amo. El perrito fué á parar en poder de la -señora Isabel Ochoa, esposa del general Berriozábal, que vivía en -Toluca. A los cinco días desapareció, y mandado buscar, lo hallaron en -el Monte de las Cruces, debajo del árbol en que suspendieron á Collín: -aullaba, rascaba la tierra y miraba lastimosamente arriba. Llevado de -nuevo á la familia, huyó á los pocos días; pero esta vez fué hallado -muerto bajo el mismo árbol en que había estado pendiente el cadáver. - -Collín ofrendó su vida á la lealtad: había escapado, pero al saber que -Leandro Valle había caído prisionero, regresó al campo del combate. - ---Quién es ése?--dicen que preguntó Márquez. - -Collín, acercándose, contestó: - ---Soy Aquiles Collín, ayudante del general Leandro Valle; supe que mi -jefe había caído prisionero, y vengo á correr la misma suerte que él. - ---Fusílenlo--dijo Márquez á los suyos. - -El día 28 supo la señora Ignacia Martínez que el cadáver de su hijo -llegaría á Mulitas, y salió á su encuentro.--«Yo estaba loca de -dolor--me contaba. Lo ví venir en hombros de unos indios y escoltado por -unos de á caballo. Subí á un coche y le seguí. En la garita de Belem -cedieron á mis ruegos Alcalde y el «Huero» Medina para que me dejaran -verlo, diciéndome:--«Pero sólo lo va usted á ver, nada más á ver.» -Destaparon la caja, ¡ah! estaba hasta en paños menores.» - -Esta venerable anciana, que contaba de edad ochenta años y recibía del -Gobierno cien pesos mensuales de pensión, me decía en 1893: - ---«Ahí, en ese armario, tengo la camisa ensangrentada que traía Leandro; -pero hace treinta y dos años que no la veo; no quiero verla. Y ya él -presentía su fin. Me contaron que cuando llegó al Monte de las Cruces, -dijo:--«Me huele aquí á muerte»[18]. - -_Angel Pola._ - - - - -JOSE MARIA ARTEAGA - -1827-1865 - - -Llena toda la época del Imperio con su recuerdo, y el de su fin trágico -aun hincha de odio y venganza el corazón de los mexicanos. - -Sus biógrafos no han hecho más que encabezar editoriales con su ilustre -nombre, considerando muy á la ligera la Intervención y el Imperio, sin -referir absolutamente nada de su nacimiento, su niñez, su educación y su -entrada en el ejército. Los bien informados escriben que fué general, -gobernador y que murió pasado por las armas, dándole Aguascalientes por -pueblo natal, y nada más. Uno hay, para colmo es el que le da por tener -autoridad de biógrafo, que ha desempolvado gacetillas y entrefilets, y -todo esto así remendado lo intitula biografía del general José María -Arteaga, en un libraco cuyo enorme volumen está en relación directa de -la inexactitud y la carencia de datos. - -El general José María Arteaga no nació en Aguascalientes, como aseguran -los historiadores, sino en México, el 7 de Agosto de 1827. Sus padres -fueron don Manuel Arteaga, militar humilde, á quien le picaban mucho los -puntos de honra, y doña Apolonia Magallanes, toda una señora entregada -al trabajo y cuidado de sus hijos. Don Manuel se retiró á la ciudad de -Aguascalientes y abrió una tienda de comercio al por menor, para poder -pasar la vida. Hasta 1836, José María, que era el primogénito, no tuvo -otro mundo que la tienda y la escuela del señor Ignacio Islas, «hombre -sabio y honrado que le infundió buenas máximas y buena educación.» -Entonces el gobierno dispuso que don Manuel partiese á San Luis Potosí á -prestar sus servicios como militar. Al año falleció y la familia tuvo -que regresar. - -Desamparada y pobre, cifró sus esperanzas en José María, ya de edad de -diez años, que quiso aprender el oficio de sastre en el taller de don -Pedro Magallanes, hermano de su madre. Más tarde pasó á ser dependiente -de la tienda de comercio del señor José Rangel. El año de 1848, al -pronunciarse en Aguascalientes contra los tratados de Guadalupe el -general Mariano Paredes, el licenciado Manuel Doblado y el presbítero -Celedonio Domeco de Jarauta, Arteaga brincó el mostrador y formó en las -filas de la Guardia Nacional, de ayudante abanderado. Su madre se -opuso, intentó volverle á la tienda, movió influencias para que -desistiera: todo fué infructuoso; no pudo variar la determinación de su -hijo. Las tropas marcharon á Guanajuato, tomaron la plaza y al cabo de -mes y tres días fueron derrotadas por las del gobierno que mandaban los -generales Anastasio Bustamante y Manuel María Lombardini. Los vencidos -habían dado pruebas de valor y hasta de arrojo. Arteaga dejó la bandera -depositada en una iglesia y regresó disperso al hogar, donde lloraba -desesperada la autora de sus días. - -Deseando una vida tranquila, abre su taller de sastre y se pone á -trabajar como hombre formal á quien le inquieta el porvenir. Corridos -pocos meses, se une en matrimonio con la señora Jesús Ortiz, y el hijo -que tienen, que hacía la felicidad de los esposos, fallece al levantar -la bandera santanista en Guadalajara, en 1852, el general José López -Uraga. Arteaga cierra el taller, ceba á un lado la aguja, el dedal y las -tijeras, y sin decir nada á su familia, vuelve á tomar las armas y se -hace soldado del llamado ejército regenerador. Se porta tan bien y tal -es su temeridad en una de tantas batallas, defendiendo un fortín, que, -luego de suspendidos los fuegos, Uraga le dice:--«Usted es más digno de -mi espada que yo.» Y la puso en sus manos, como un regalo por su valor. -El sastre era capitán y había pasado por los grados de subteniente y -teniente. Se proclama el plan de Ayutla en el Estado de Guerrero, y -Arteaga, hecho comandante el 14 de Marzo de 1854, forma parte de la -brigada del general Félix Zuloaga, á quien manda hacia el Sur el -Gobierno para volver al orden á los sublevados. Y Arteaga asiste á las -jornadas de Ajuchitlán, Coyuca, Alto de la Tijera y al sitio de Nusco. - -Verdaderamente profesaba las mismas ideas liberales avanzadas que los -que proclamaban el plan de Ayutla; pero sus deberes militares, que era -tan escrupuloso en cumplirlos, le retenían al lado de Santa-Anna, sin -que por esto dejara de pensar en la ocasión propicia para tomar el lugar -que le correspondía en el partido republicano. A los santanistas, -después de treinta y siete días de sitio en Nusco, los rindió la -desnudez, el hambre y la incuria del Gobierno, entregándose á las tropas -del general Juan Alvarez, previo unánime asentimiento á la determinación -tomada en consejo de guerra, de obedecer al gobierno que emanase del -plan proclamado. - -Don Ignacio Comonfort agobió de atenciones á Arteaga y le profesó cariño -de hijo, porque era intachable su comportamiento militar. Arteaga anduvo -con el coronel José G. Cosío, teniente coronel Luciano Valdespino y los -comandantes Prisciliano Flores y Juan José de Aranda, todos defendiendo -el plan de Ayutla. En la expedición que á Michoacán hizo Comonfort, -casi llevó de mentor al humilde Arteaga, en quien depositaba plena -confianza, porque le constaba su fidelidad y valentía. - -Luego que fué teniente coronel, en Mayo de 1855, se hizo cargo de la -Mayoría General de la División de Operaciones, librando reñidas batallas -en Jalisco y distinguiéndose en el asalto y toma de Zapotlán. En marcha -para Colima las fuerzas de Comonfort, ascendió á coronel del 3er. Ligero -y regresó á Guadalajara, avanzando hacia México con el general Juan -Alvarez. Al sublevarse Puebla el año de 1856, unido al Presidente de la -República, hizo la campaña y levantó más su renombre de valiente en la -jornada de Ocotlán y los asaltos á la ciudad de los Angeles. Amigo de -Ocampo, Lerdo de Tejada y Degollado, se carteaba con éllos para saber la -situación que guardaba el resto del país, porque escribía que la vida de -la República era su vida. - -Su buen humor de muchacho de escuela no se le amenguaba con los -sufrimientos en la derrota, ni en los peligros; y ardía de cólera cuando -decaía su fe en el triunfo de las ideas liberales. Derrocado Santa-Anna, -partió para Aguascalientes á visitar á la autora de sus días, y le -manifestó:--Aquí me tienes, ya ves dije que confiaras, que triunfaríamos -y que te estrecharía en mis brazos,--¡Sí, hijo mío, sí! Dios ha querido -que nos veamos; pero sólo Él sabe con cuántas lágrimas se lo he pedido. -Mira: mejor te quiero ver de sastre, que no de soldado. - -De vuelta de Puebla, habiendo capitulado la ciudad, lucía la banda de -general de brigada. Y pasó á Comandante Militar de Querétaro, en 1857, -siendo el primer Gobernador constitucional del Estado. Mil dificultades -le salieron al encuentro para cubrir los egresos. Cierta ocasión, -apremiado por la escasez de recursos, empeñó sus armas á fin de poder -pagar á los empleados que carecían de lo más indispensable. Don Luis M. -Rivera habla de su gobierno en estos términos: «Durante su permanencia -en la Comandancia y en el Gobierno se distinguió multitud de ocasiones -no sólo en el terreno de las armas, sino también dictando muchas medidas -sabias y prudentes en bien del Estado: fundó varias escuelas públicas, -arregló los archivos y estableció una biblioteca; todo lo cual fué -totalmente destruído el memorable día 2 de Noviembre de 1857 en que las -hordas semisalvajes de la Sierra, acaudilladas por don Tomás Mejía, -asaltaron esta ciudad bizarramente defendida por el mismo señor Arteaga -y el general don Longinos Rivera, quedando ambos heridos con la mayor -parte de sus compañeros de armas.» - -Fué tan firme en sus principios, que era capaz por éllos de sacrificar -cualquiera amistad y hasta su familia. Quería á don Ignacio Comonfort -como á su padre y para con él tenía tales motivos de agradecimiento, que -nada podía negarle sin cometer una ingratitud; pues bien: acaeció el -golpe de Estado, y Arteaga, el predilecto del Presidente de la -República, se indignó contra su autor; y aun se burlaba del mentado -golpe, en carta particular á Comonfort, así: «¡Muy bien, muy bien! -¿Conque usted se ha pronunciado contra sí mismo? Ya me parece verlo -revestido con su manto de Nuestra Señora de Guadalupe.» Y á su buena -madre se anticipaba á manifestarle, para que no lo tachase de ingrato: -«Todo se lo debo á don Nacho, hasta el dulce nombre de hijo; pero no -retrocederé: soy liberal y defiendo la Constitución.» Entonces formó -parte del ejército de la Coalición, organizado por los gobernadores de -Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Jalisco y Veracruz. El 9 de Marzo de -1858 triunfaron Miramón y Osollo en Salamanca, y Arteaga vagó por -Acapulco, á pesar de las ofertas repetidas de altos empleos y de fuertes -sumas de dinero que le hizo Miramón. Incorporado á las tropas juaristas, -fué defensor de la Constitución en Jalisco, Michoacán y Querétaro, y -siempre el primero en las batallas. - -Decidido el triunfo del partido liberal en Calpulalpan, tomó nuevamente -las riendas del gobierno de Querétaro. Se adelantó ante el enemigo -extranjero á la cabeza de soldados que le seguían por el patriotismo que -ardía en sus pechos. A la vez quería vengar los asesinatos de Ocampo, -Degollado y Valle. Y marchó á Veracruz. Al general Ignacio Zaragoza -había ofrecido un simulacro á orillas de Orizaba, antes de partir para -Acultzingo. Satisfecho del resultado, comenzó su derrotero en defensa de -la patria contra las fuerzas intervencionistas. Era un hermoso día de -Abril de 1862, entre once y doce de la mañana, cuando el enemigo se -presentó al pie del cerro, frente á las fuerzas republicanas que estaban -en las primeras cumbres. Como pretendiera avanzar, le salió al encuentro -Arteaga, á la cabeza de sus soldados. En medio del tiroteo, el enemigo -simuló una retirada y los cazadores de Vincennes se dispersaron, ganando -la cuesta. - -Visto esto por las fuerzas mexicanas, el fuego continuó y con más ímpetu -por los cazadores que consiguieron herir á Arteaga en la pierna -izquierda, abajo de la choquezuela, horadando la bala el peroné y la -tibia. Fué conducido en el caballo del capellán Miguel de los Dolores -Tebles, que éste mismo tiraba del ronzal, á las primeras cumbres de -Acultzingo, donde se hallaba un piquete de tropa. Allí le lavó la herida -el doctor Serdio, vendándola con una bufanda y dos pañuelos. Con la -puerta de una cabaña le improvisaron una camilla y le trajeron á México -escoltado por los oficiales Gregorio Ruiz, Miguel Medina, Julián Fonseca -y Román Pérez. En la cañada de Ixtapa, Leon Ugalde, José Rojo, Juan -Valencia y los generales Ignacio Zaragoza y Miguel Negrete vieron al -ilustre enfermo. El acto fué conmovedor.--No me llores, no me llores; al -cabo no me he de morir, dijo Arteaga á Negrete, que al verle lloraba -como un niño. - -Arteaga llegó á México el 9 de Mayo y Juárez con sus Ministros le -visitaron diariamente, estando á su cabecera el célebre doctor Rafael -Lucio. Restablecido, volvió á Querétaro el 10 de Octubre de 1862 á -ocupar el puesto de gobernador, en el que como siempre observó la más -absoluta independencia. - -Había defendido á Santos Degollado cuando estaba en el banquillo del -acusado y le veían con malos ojos algunos del poder; y no sólamente hizo -su defensa, sino que aun llegó á postularle para presidente de la -República. - -Apenas estuvo en el Estado, ascendió á general de división y le -declararon benemérito de la patria. Organizó fuerzas para resistir á los -franceses que hermanados con los conservadores se dirigían á Puebla. -Desocupado México por el gobierno de Juárez, á causa de la capitulación -de Puebla, Arteaga y los otros jefes republicanos protegieron su -retirada, procurando defender á todo trance el terreno que iban -invadiendo los extranjeros y los traidores, y ministrar á Juárez los -recursos indispensables para el sostén y el funcionamiento regular de su -administración, aunque fuese ambulante. - -El 3 de Enero de 1864, habiendo Arteaga llegado á ser gobernador de -Jalisco, hacía una retirada al Sur del Estado, y unas veces avanzaba y -otras retrocedía hacia Michoacán y México, como general de división y en -jefe del ejército del Centro, por nombramiento de don Benito hecho desde -Paso del Norte. No obstante su alta posición, llevaba una vida de pobre. -Su honradez fué tal siendo gobernador de Querétaro, que salió como había -entrado, atenido á su sueldo de general, pagado con irregularidad. Una -vez se le presentó el director de las escuelas manifestando que carecían -de útiles y libros y que aquello no podía seguir así. El pagador Román -Pérez, que tenía en caja doscientos veinte pesos, dió los doscientos por -orden de Arteaga al director y los veinte sobrantes al correo que -esperaba. Luego Arteaga, sacando un reloj de oro, dijo á su ayudante -Jacinto Hernández:--Dile á Jiménez que me preste cincuenta pesos por -este reloj. - -Jiménez era un empeñero muy conocido de Arteaga por la frecuencia con -que acudía á él, y la cantidad que ahora le pedía iba á servir para los -gastos indispensables de su casa. Otra vez, don Cenobio Díaz indujo á -la señora Dolores Medina, que gozaba de influencia cerca de Arteaga, á -que le pidiese un poder para denunciar y adjudicarse la casa de -ejercicios, un edificio de la ciudad de Querétaro. Y contestó -Arteaga:--Qué, ¿dar poder yo? qué, ¿el pueblo me ha puesto de gobernador -para robar? Prefiero que mi familia muera en la miseria, y no que digan -algún día, al verla con lujo: sí, está rica, porque su padre robó cuando -fué gobernador del Estado. - -Cuando fué herido en Acultzingo y estaba postrado en cama en la casa -número 16 de la 1ª calle de la Merced, Juárez de visita le ofreció -dieciseis mil pesos.--No, señor, contestó; no recibo nada: mi tropa sí -los necesita; yo puedo vivir como quiera. En Michoacán, de jefe de las -tropas republicanas, no se apartó de la misma línea de conducta. A -mediados de 1855, huyendo del 4.º de caballería de Wenceslao Santa Cruz -que los perseguía, los suyos le dieron por muerto al caer con caballo y -todo en un barranco. Afortunadamente á medio declive la banda de general -se le enredó en una orqueta y ahí permaneció toda la noche. Su tropa -siguió hacia Tacámbaro; pero su ayudante Jacinto Hernández regresó al -siguiente día, halló vivo á su general, le condujo á la Hacienda de -Chopis y se agregó á la fuerza. - -Una desavenencia le tenía alejado de Salazar; pero hicieron las paces en -la casa de don Antonio Gutiérrez, en Tacámbaro. Y empezaron la -organización de la tropa con que debían hacer frente á Méndez. Arteaga -era el general en jefe y Carlos Salazar el cuartel maestre. El -calendario señalaba el 20 de Septiembre. El 4 de Octubre pasaron revista -á las tropas republicanas en las llanuras de las Magdalenas, al Oriente -de Uruapan. El 9 se aproximaba Méndez á atacar la ciudad con 1,500 -hombres. Los republicanos la desocuparon á la una de la tarde y tomaron -camino para Tancítaro. Arteaga iba con parte de la tropa; las otras -habían partido á distintos rumbos con sus jefes respectivos. Los mil -cuatrocientos soldados de Arteaga llegaron bien. - -El 12, apenas tomaban rancho, se tuvo noticia de que llegaba el enemigo, -y emprendieron la retirada á Santa Ana Amatlán, llegando el 13. Sin -embargo de que Méndez les pisaba los talones, ahí descansaron muy -confiados, porque Pedro Tapia, con un piquete, cubría la cuesta, único -camino por donde tenía que pasar el enemigo para llegar á Amatlán, y -Julián Solano exploraba la retaguardia. Eran las once y media de la -mañana; la tropa de Arteaga descansaba y tenía en pabellón sus armas; de -repente oyóse en la plaza el grito de ¡viva el Imperio! y unos tiros. -El teniente Amado Rangel[19], con cincuenta hombres, entrando por la -cañada, había sorprendido á la fuerza republicana. - ---¿Qué pasa, preguntó Arteaga al capitán Agapito Cruzado.--El enemigo, -mi general.--¡Oh, traición infame! Solano, Pedro Tapia y sus -exploradores!......--Que Dios salve á usted, mi general. - -En efecto, Solano y Tapia habían sido comprados desde Uruápan en $3,000 -por dos jefes imperialistas. Uno de los primeros que cogieron prisionero -fué á Arteaga; dos soldados le conducían; Rangel le salió al encuentro, -se apeó, clavó su lanza en tierra y sombrero en mano le dijo:--Mi -general.--Rangelito, hijo, mira cómo me traen; qué figura: sin sombrero, -en camisa. - -Rangel dió órdenes para que trajeran lo que le faltaba al ilustre -prisionero. Y le manifestó: Señor, yo mando; no se aflija usted, porque -ante mí á nadie se mata; al contrario, usted dispone de todos mis -elementos y de los suyos. El grueso de mis fuerzas viene muy lejos.--No, -hijo; déjanos correr suerte; cumple con tu deber, que la honra no -vuelve. - -A las dos de la tarde entraba el resto de la tropa de Méndez, al grito -de ¡viva el Imperio! - -Arteaga, demudado, dijo á Rangel: Ahí vienen los tuyos.--Ya usted ve; -tiempo tuvimos.--Lo que siento es que este _Capulín_[20] me -fusile.--Pues no, señor, no lo fusilará. - -La verdad es que Amado Rangel quería pasarse á los liberales; pero éstos -prefirieron conservar toda su dignidad de vencidos. - -Rangel fué á encontrar á los suyos.--¡Alto! gritó á las tropas que -avanzaban á escape.--¿Qué hay, Rangel? preguntó Méndez.--Que ya no -corran: hemos tenido completo triunfo: Arteaga está prisionero.--¡Cómo, -hombre?--Sí, señor.--¿Arteaga? ¿el general Arteaga?--Sí, señor.--Pero, -¿lo has visto?--Sí, señor.--¿Lo conoces?--Sí, señor.--Rangel, es usted -capitán!, exclamó Méndez saliendo de su asombro. - -Méndez, al redactar el parte oficial de la Victoria[21], prometió á -Rangel, ante don Gabriel Chicoy y el señor Juan Berna, que no fusilaría -á ninguno de los prisioneros. El diálogo no deja de ser interesante: -Señor, vengo á pedirle un favor.--¿Qué quieres, Rangel?--Nada, señor, -que no fusile usted á ninguno de los prisioneros.--Lo que debes hacer es -no meterte á defender á esos caballeros; lo que debías haber hecho era -fusilarlos en el momento que los cogiste prisioneros, no que todo se lo -dejan á uno.--Como había de hacer eso si los cogí descuidados. - -Rangel dió la vuelta, y cuando iba como á diez pasos, Méndez le llamó: -Rangel.--Mande usted, señor.--Vaya usted sin cuidado: nada se les hará. - -Al llegar á Uruapan, Méndez recibió cartas del general Osmont, Bazaine -y Maximiliano en que le ordenaban que fusilara á todos los prisioneros. -Juan Berna se oponía, haciéndole palpar la monstruosidad á Méndez; y el -español Wenceslao Santa Cruz lo tentaba á que cumpliera fielmente las -órdenes superiores; después de mucho cavilar, Méndez sujetó á la Corte -Marcial á cinco de los principales: Arteaga, Salazar, Villagómez, Díaz -Paracho y Juan González. Arteaga, la víspera de la ejecución, envió á su -madre la siguiente carta que expurgada de erratas se publica por -primera vez: «Uruapan, 20 de Octubre de 1865.--Señora doña Apolonia -Magallanes de Arteaga.--Mi adorada madre:--El 13 de Septiembre he sido -hecho prisionero por las tropas imperiales y mañana seré decapitado; -ruego á usted, mamá, me perdone el largo tiempo que contra su voluntad -he seguido la carrera de las armas. Por más que he procurado auxiliar á -usted, no he tenido recursos con que hacerlo, si no fué lo que en Abril -le mandé; pero queda Dios que no dejará perecer á vd. y á mi hermanita -la _yanquita_ Trinidad. Porque no fuera á morirse de dolor, no le había -participado la muerte de mi hermano Luis, que acaeció en Túxpan en los -primeros días de Enero del año pasado. Mamá, no dejo otra cosa que mi -nombre sin mancha, respecto á que nada de lo ajeno me he tomado, y tengo -fe en que Dios me perdonará mis pecados y me recibirá en su gloria. -Muero como cristiano y me despido de vd., de Dolores y de toda la -familia, como su más obediente hijo--Q. B. S. P.--José María Arteaga.» - -El coronel Wenceslao Santa Cruz mandó el cuadro de la ejecución, el día -21, á la espalda del Parián[22]. Al ser formados para la descarga los -cinco patriotas, todos demostraron entereza. Arteaga dijo: «Muero -defendiendo la integridad de mi patria, no como general, sino como -ciudadano.» A los pocos días la señora Magallanes recibía un reloj, un -real y otra carta del mártir, en la que le decía: «Es el único -patrimonio que le dejo, defendiendo á mi patria.» El Supremo Gobierno -Federal quiso honrar la memoria de Arteaga, trayendo sus restos á esta -capital, para que reposaran en el Panteón de San Fernando; pero no son -los verdaderos: esos reposan todavía en Uruapan; así lo asegura el único -que les dió sepultura, Angel Frías, hijo natural del mártir. - -Ningún fundamento parece tener esta afirmación tan rotunda, pues después -del fusilamiento de Arteaga, Salazar, Villagómez y González (los -indígenas de Paracho se llevaron á Díaz envuelto en una bandera), los -señores Ramón Farías, Tomás Torres y Rafael Rodríguez, éste como -presidente del Ayuntamiento, recogieron los cadáveres para velarlos en -la capilla del Santo Sepulcro y darles sepultura en uno de los ángulos -del cementerio del barrio de San Juan Evangelista. Al acordar el -Supremo Gobierno la traslación de los restos de Arteaga y Salazar al -Panteón de San Fernando, dos personas de las que les dieron sepultura -presenciaron la exhumación, acompañadas de los doctores Manuel Reyes, -Braulio Moreno y Teodoro Wenceslao Herrera. Aún tenían intactas las -ropas y éllas hacían palpable la identidad[23]. - -_Angel Pola._ - - - - -CARLOS SALAZAR - -1832-1865 - - -Harapienta, demacrada y muerta de hambre, la hermana que le sobrevivía -vagaba calle arriba y calle abajo por el barrio de la Merced, de esta -Capital, sin que ninguno la diera de caridad un rincón cualquiera para -dormir. La infeliz, puestas en fuga sus esperanzas por la mala suerte -que iba tras élla, había tocado un último recurso: que su marido -mendigase un empleo de puerta en puerta, cerca de los que consideraba -sus parientes. Un día, después de llamar mucho, le abrió sus puertas don -Luis Salazar, tío del General; pero élla no volvió por segunda vez, á -pesar de salirle al encuentro la promesa. La muerte, más compasiva que -el pariente, al ver á los esposos extenuados de hambre y frío, quiso que -descansaran y se apresuró á abrirles sus lóbregas fauces. - -De su frondoso árbol genealógico, que la fatalidad ha ido podando con -saña implacable, no quedan sino ramas lejanas, casi ingertos, sin la -savia del tronco. Hasta un renuevo, su hija Carlota, no vive ya. Ni -recuerdos hay del capitán Benito Salazar, íntegro empleado de la Aduana -de Matamoros, padre de Carlos. - -Doña Tecla Preciado cuenta que nació el valiente republicano en -Matamoros, Tamaulipas, por el año 1832, pues que de la misma edad era -ella. El muchacho parecía el mismísimo demonio por sus peligrosas -travesuras.--«Cree usted, me decía la señora, que de milagro vivía, -porque una vez en el puerto le tiró de la cola al caballo del capitán y -le dió tal coz en la frente que se la abrió. Toda la vida le duró la -cicatriz.» - -De ocho años vino á México y le pusieron en una escuela particular -católica, porque sus padres, y más don Benito que su madre la señora -Merced Ruiz de Castañeda, eran antes que todo católicos devotos. Primero -que nada, Carlos debía aprender el Ripalda para que pudiese lograr la -gracia, de rodillas en el confesionario; á renglón seguido, vendrían -como muy secundarias una poquita de Gramática, las cuatro reglas de la -Aritmética y otras unturas de materias que constituían la instrucción -primaria en aquella época. - -Realizado su sueño dorado (desde pequeño fué de su agrado la milicia), -entró en el Colegio Militar. Miramón y Leandro Valle estudiaron con él -y fueron condiscípulos y buenos amigos. La identidad de ideas políticas -y religiosas de Miramón y él, dejaban pronosticar que juntos andarían la -misma senda al entrar en la vida pública. El pronóstico tenía -fundamento: para Carlos, ya de edad en que los años dan ideas propias y -fijas, era imposible que el domingo dejara de oir misa y tuviera -cubierta la cabeza al tropezar en la calle con un sacerdote: era herejía -y sobrado pecado para ir al infierno. - -El año 1847, días antes de la batalla de Churubusco, de cadete en el -Colegio Militar, pidió permiso para luchar contra los norteamericanos -bajo las órdenes de don Leonardo Márquez, el célebre general conservador -y famoso imperialista. Con tal arrojo peleó,--porque arrojo más que -valor era y fué siempre el suyo, originado por su mucho -patriotismo,--que fué herido en una pierna. Le levantaron del campo de -batalla al día siguiente de librada. Esto le valió una medalla y el -ascenso á subteniente. - -Durante el belicoso y despótico gobierno de Santa-Anna, el gobierno -honrado de Herrera y Arista y el efímero de don Juan Bautista Ceballos y -de Lombardini, no mostró en sus actos de militar, si bien tenía un grado -inferior, la menor señal de su republicanismo y liberalismo, que andando -los sucesos le hicieron simpático y lo allegaron numerosos partidarios, -haciéndole figurar como jefe de una gran facción de Michoacán. En este -tiempo pasaba por beato rematado, que arrastraba espada por deber de la -carrera. Sabían sus parientes, quienes le llamaban el _Chino_ y vivía -con ellos en la casa número 4 de la calle de San Ramón, que no dejaba -pasar viernes ni día primero de mes sin ir á ver á la Virgen de la -Soledad y oir misa para sola ella. En medio de su religiosidad resaltaba -su odio al despotismo, emanara de donde emanase. Tal vez esto fué causa -de que yendo en fila cerrada al Sur para combatir el plan de Ayutla y -siendo derrotado, hiciera suyas con entusiasmo, como segundo ayudante -del primer batallón activo de Querétaro, todas las ideas imbíbitas en el -plan y tuviese mayores bríos para sostenerlas sin ser presa del -desaliento, no obstante las dificultades que parecían insuperables á sus -sostenedores. Victorioso el plan de Ayutla, por el que peleó desde la -toma de Nusco basta la llegada de Comonfort y Alvarez á Cuernavaca, fué -por sus méritos militares comandante del Cuerpo de Tehuantepec. - -Durante parte de la guerra de tres años, tuvo en México la comisión del -partido republicano, unido á los señores Anastasio Zerecero, Julián -Herrera, coronel Jesús Ocampo y doña Luciana Baz, de proveer de recursos -á las tropas liberales que atacaban los principios reaccionarios. La -desempeñó con buen éxito á pesar de los peligros de que estaba -rodeado. Un día le sorprendió el mismo Miramón en persona en junta -secreta con otros liberales en una casa de por las calles del -Reloj.--Conque conspiras? Ahora no me lo negarás, le dijo Miramón -encarándosele.--Estamos en plática pacífica de amigos.--Conque en -plática, eh?, y á puertas cerradas, y todos ustedes liberales. Estás -preso por ahora. - -Y mientras Miramón se interiorizaba de la casa, Salazar subió en un -coche que aguardaba á la puerta; y andando calles largo tiempo sin -rumbo, el cochero quiso al fin saber á dónde conducía al que se había -subido precipitadamente y se encontró con que ya nadie iba adentro. -Salazar, corriendo el vehículo, se había apeado, no pudiendo el policía -Lagarde dar con él. Y fué á incorporarse en Tlalpam al coronel Ramón -Reguera (padre). La ciudadana doña Luciana Baz quedó con las otras -personas desempeñando la comisión aquella. La inquietaba el paradero de -Salazar: si tendría mal fin; los retrógrados eran capaces de todo, aun -de cazarlo en poblado. Admiraba su valor y su persona. Solía decir á la -señora Tecla Preciado, al volver las espaldas Salazar:--«Tecla, qué -cuerpo el de Carlos!» Para ella no existía otro mejor formado en el -mundo: todo bien hecho, en admirables proporciones; era gordo, pero no -obeso, ni eran flojas las carnes; bien parado; limpia de arrugas la -frente; rizado el cabello; la barba le cubría toda la mandíbula -inferior; un bigotito negro que tiraba á bozo; las cejas de alita de -golondrina; la mirada medio bizca y, por sobre todo, su marcialidad; -¡qué porte á la cabeza de sus soldados! Radiaba su alegría y no le -importaban las circunstancias para manifestarla. Mas cuando se le -despertaba el enojo, desconocía al mundo entero, olvidaba el tuteamiento -de sus íntimos y al hablarles decíales con otra voz: señor, señora. -Tenía el rostro encendido y era capaz de sacarle astillas á una mesa de -un puñetazo. Hecho del poder el partido liberal, tuvo el grado de -teniente coronel del Batallón Moctezuma, que al mando del coronel Jesús -Díaz de León guarnecía la capital de la República. Después, el Moctezuma -pasó á ser uno solo unido al Batallón Rifleros de San Luis. En sus -filas, con el grado de teniente coronel, el 20 de Diciembre de 1861, -concurrió á la batalla que tuvo lugar entre Pachuca y el Mineral del -Monte. Allí se hizo acreedor á la condecoración especial que decretó el -Supremo Gobierno. Al poco tiempo marchaba con el mismo cuerpo y los de -Zapadores y Reforma, que formaban la descubierta del Ejército, á la -Soledad, Estado de Veracruz, para resistir á las fuerzas de las tres -potencias extranjeras que empezaban á invadir el territorio nacional. - -Verificados los tratados de la Soledad, partió con el Batallón Rifleros -de San Luis al Monte de la Cruces para combatir á Buitrón y los otros -reaccionarios que acababan de asesinar á Ocampo, Degollado y Leandro -Valle. Al fin de esta campaña que terminó con buen éxito, se dirigió á -Puebla y peleó heróicamente contra los franceses el 5 de Mayo de 1862; -mereció y obtuvo por tan brillante hecho de armas el ascenso á coronel y -jefe del cuerpo mencionado. Después tomó participio directo en la -defensa de Puebla, que tenían sitiada los soldados de Napoleón III; por -desgracia cayó en poder de los invasores, pero logró fugarse de la -cárcel y se incorporó, pasados algunos días, al Gobierno legítimo que -permanecía en México. - -Cuando Juárez, como Presidente de la República, fué á San Luis Potosí, -le acompañó, siendo Jefe militar de la zona que comprendía Río Verde, -Valle de Valles, San Ciro y otros puntos de la Sierra, que había -precisión de tener en extremo vigilados. Aprovechó todos los elementos -que pudo encontrar, reorganizó su cuerpo, lo instruyó, equipó y le dió -el ejemplo de acatar la Ordenanza. A varios jefes comisionó para que -emprendieran formal campaña contra las guerrillas de traidores que -merodeaban por pequeñas poblaciones y haciendas cometiendo robos y -asesinatos. Más tarde, por acuerdo del Supremo Gobierno, pasó con el -Batallón Rifleros de San Luis, á las órdenes del general José López -Uraga, al Estado de Michoacán. En Morelia, defendida por el general -Leonardo Márquez, al dar el asalto el 18 de Diciembre de 1862, la -fortuna le fué adversa, pero no perdió el valor, ni con una herida que -le atravesó el pecho, ni ante los peligros de muerte sin cuento que le -rodearon durante la batalla, al grado de matar uno tras otro sus -caballos las balas enemigas. La retirada de sus tropas, la hizo él en -camilla hasta Santa Clara del Cobre, donde, sin embargo de sus graves -heridas, no cesó de seguir reorganizando las fuerzas que debían -continuar combatiendo al ejército invasor. Rasgos semejantes de valor -tuvo en otros días. El año 1859, estando el general Aureliano Rivera en -Tlalpam, quince ó veinte de sus oficiales, Salazar á la cabeza de éllos -como comandante de batallón, hicieron formal promesa de llegar á las -garitas de Chapultepec, donde estaba el enemigo, y de hacerle fuego á -quemarropa con pistola. Llegaron á Tacubaya, y en la cantina de la -señora Mariquita Becerril, un tal Palomo y un tal Reguera, oficiales -ambos que se guardaban profundo encono, hicieron en alta voz alarde de -temeridad tomando la vanguardia. Cerca de las trincheras cayó herido -Palomo, y Salazar, que hacía de corneta, al ver el inminente peligro -que corrían, tocó retirada; y una astilla que sacó de un árbol una bala -le quitó de los labios y la mano la corneta; entonces volvió en medio -del fuego graneado á recocer á Palomo, le montó en su caballo y puso á -salvo. En estos trances, la amistad más que el deber le obligaban. Así -en los Reyes, cuando fortuitamente, sin saberlo él, del pronto, el -general Porfirio Balderrain mató al mayor Guerrero, de su Estado Mayor, -loco de ira é indignación se trasladó al lugar del suceso, y asiendo de -la cintura al homicida, le azotó contra la pared y quiso matarle á -taconazos. Tal manera de ser no quiere decir que Salazar fuese de mala -índole; muy por el contrario, buenos sentimientos le animaban y lo -mostró siempre con palabras y hechos. ¡Qué soldado de la Reforma y la -Intervención y el Imperio no recuerda el haber visto llorar á Pueblita -en las peroraciones, de Salazar! No de su gran cabeza, sino de su -corazón le salía, todo lo que hablaba. - -Después de la honrosa retirada de Morelia, sin darle las espaldas al -enemigo, sano ya de su herida, se dirigió á Uruapan y luego á Santa -Clara, cuya plaza tomó á viva fuerza á los traidores. - -En la Villa de los Reyes, Michoacán, rechazó á los franceses y traidores -que le asaltaron, y los puso en precipitada fuga. - -En los primeros días de Abril de 1865, fueron reducidos á prisión, por -orden del general Ramón Méndez, las familias de Salazar (era ya -general), Arteaga, Pueblita y el coronel Jesús Ocampo. Estuvieron -incomunicadas bajo la custodia de los franceses, hasta que unos -comerciantes, dolidos del martirio á que las habían sujetado durante dos -meses y un día, se constituyeron sus fiadores, y lograron por este medio -se las dejase por cárcel la ciudad de Morelia. El único objeto de tal -conducta inquisitorial era el hacer que los jefes de las dichas familias -se sometieran sin peros al llamado Imperio; mas nada pudo lograr Méndez, -porque en aumento el desinterés y la abnegación de aquellos meritísimos -ciudadanos, trabajaron con inquebrantables esfuerzos en difundir el amor -á la patria entre las tropas mexicanas, las cuales sabían todo el mal -que les venía con un gobierno que no fuese propio ni de forma -representativa popular. - -Arteaga y Salazar aparecían en discordia ante los republicanos que los -acompañaban, haciendo la campaña contra el Imperio en Michoacán; el -origen de élla era el distinto punto de vista desde el cual apreciaban -los sucesos políticos de las zonas que dominaban. - -Pronto se borró esa discordia, sin dejar huella de su paso por esos dos -grandes corazones henchidos de patriotismo. El 16 de Septiembre de 1865 -vibraban acordes como si dieran vida á un mismo cuerpo, sintiendo y -pensando idénticamente. Esa fecha la celebraron en Tacámbaro de -Codallos, especie de arsenal de la República en aquella triste época. El -coronel Justo Mendoza, secretario del Cuartel General del Ejército -Republicano del Centro, pronunció un soberbio discurso y lo escucharon -el general en jefe Arteaga, el Cuartel Maestre Salazar, el Estado Mayor, -los jefes y oficiales y un resto vagabundo y simpático de fieles -empleados de diversos ramos de la administración pública. Fué aquella -una fiesta oficial que reanimó á los espíritus que hacían vivir la -República por Michoacán. De allí salieron las fuerzas en vías de -organización. Los traidores y los republicanos tenían prisioneros; los -primeros gestionaban con empeño canjes; lo cual no había podido -efectuarse por las ventajas que querían. Los jefes de uno y otro partido -se carteaban, partiendo la solicitud de los traidores y jefes -extranjeros. El coronel Van der Smissen menudeaba su correspondencia con -Salazar; exigía más de un soldado suyo por un mexicano, y Salazar le -contestaba que en ninguna parte y en ningún tiempo podía ser más un -extranjero que un mexicano. «Acepto el canje--dicen que escribía al -coronel Van der Smissen--pero cabeza por cabeza, porque no puede ser un -extranjero más que cualquier mexicano.» - -El general en jefe José María Arteaga pasó revista á las tropas en las -llanuras de la Magdalena, el 4 de Octubre. Llegaban á tres mil -quinientos hombres, sin contar los destacamentos de Zitácuaro, Huetamo y -Tacámbaro. Había tres divisiones. - -A la una de la tarde del 9, Arteaga, con las brigadas Díaz, Villagómez y -Villada, cuyo Cuartel Maestre era Salazar, partió á Tacámbaro, porque -hubo noticias de que Méndez llegaba con mil quinientos hombres. Ya el -general Vicente Riva Palacio había salido hacia Morelia con mil hombres, -y otras dos secciones por otros rumbos. En el camino, el coronel -Trinidad Villagómez tiroteaba á la vanguardia del enemigo. La -retaguardia la cubría el teniente coronel Julián Solano con cien -hombres. El mal camino y la tormenta, la noche del 10, no fueron -obstáculo para que llegasen á Tacámbaro. Iban á tomar el rancho, el 12, -cuando corrió la voz de que se acercaba el enemigo y levantaron -violentamente el campo y prosiguieron su marcha; pero hacia Santa Ana -Amatlán, donde llegaron el 13. Arteaga ordenó descanso, confiado en que -Solano, con treinta exploradores, estaba en observación de Méndez frente -á Tancítaro, y que Pedro Tapia, con otros treinta, vigilaba sobre la -colina de la entrada del pueblo la cuesta que tiene como siete leguas de -camino y la cual debía necesariamente pasar el enemigo. Durante la -travesía, Arteaga había estado recibiendo partes de Solano en que -noticiaba que Méndez no se movía de Tacámbaro. En esta seguridad, la -infantería puso en pabellón sus armas y los treinta hombres de -caballería desensillaron y fueron al río á dar agua á la caballada. - -Ese mismo día en la mañana, de camino Méndez para Santa Ana Amatlán, vió -las huellas de la tropa republicana y exclamó: «Adelante, muchachos; el -que agarre á Arteaga y Salazar tiene una talega de pesos.» - -Amado Rangel, con cien hombres, sorprendió dentro de la cañada, á las -once del día, á la tropa republicana. Los únicos que hicieron -resistencia fueron algunos soldados y jefes del Cuartel Maestre. El -resto de la fuerza, con los otros jefes y Arteaga, se encontraban presos -en un portalito de la plaza, desarmados y bien custodiados. Mientras, -Salazar y su Estado Mayor se batían, sitiados en su alojamiento. -Platicando Rangel con Arteaga, llegó un soldado de los imperialistas y -dijo al primero:--Señor, no se quiere rendir el general Salazar.--Pues -que le prendan fuego á la casa. - -Luego Rangel desistió de su idea y fué personalmente, porque así lo -exigían los sitiados, para suspender el fuego.--¿Quién es el general -Salazar? preguntó Rangel al grupo de valientes que hacía resistencia. Y -el más simpático de entre ellos dió un paso al frente y contestó:--Yo; -servidor de usted. Rangel puso sus tropas á las órdenes de Salazar, pero -éste dijo:--Nada, nada, Rangel; á cumplir con su deber. El capitán Juan -González hizo un guiño á Salazar para que aceptase.--Déjalo cumplir con -su deber, dijo Salazar al sacerdote patriota. - -A Rangel exigió Salazar, antes de rendirse, la seguridad de su vida, la -de sus otros compañeros y atenciones para su compadre el coronel Jesús -Ocampo, herido gravemente de dos balas, durante la refriega. Rangel se -lo prometió bajo palabra de honor, que fué quebrantada el día 21. - -A la salida de Amatlán, los exploradores de Tapia y Solano marchaban con -los soldados imperialistas de Orozco. Vencedores y vencidos llegaron á -Uruapan el 20. Allí recibió Méndez la ley del 3 de Octubre, y para -aplicarla á los prisioneros principales, mandó constituir la Corte -Marcial, la cual con festinación sentenció á muerte al general de -división José María Arteaga, al general de brigada Carlos Salazar, al -coronel Trinidad Villagómez, á Jesús Díaz Paracho y al capitán Juan -González. El jefe traidor Pineda y un escribiente se presentaron á -levantar el acta de identificación de las personas y á notificarles que -serían pasados por las armas á la mañana del siguiente día. Los cinco -liberales oyeron impávidos su sentencia sin objetar nada[24]. - -Al salir de la prisión la mañana del 21, á las cinco, para ser -fusilados, Arteaga flaqueó; entonces Salazar dándole el brazo, le -dijo:--«Apóyese.» En el cuadro Salazar se desabrochó la camisa, enseñó á -los ejecutantes de la sentencia dónde quedaba el corazón, porque siendo -desleales les temblaría el pulso y le harían padecer. «Me despido de -todos mis amigos y les ruego que no se manchen con el crimen de -traición. Voy á enseñar como muere un leal republicano asesinado por -traidores.» Y quedaron sin vida los cinco valientes. - -La toma de Amatlán fué una compra hecha desde Uruapan, cuando dos jefes -se incorporaron á los liberales y andaban en secreteos con Solano y -Tapia. Este recibió tres mil pesos. El castigo no se hizo esperar: los -dos que tramaron la venta fallecieron á los pocos días: uno de ellos de -fiebre á los dos días de la sorpresa en Amatlán. - -Aunque fuera de tiempo, al saberse en México la toma de la plaza, una -comisión de personas honorables se acercó á Carlota para que influyera -en que no fuesen fusilados los prisioneros. Contestó: «Hay que matar á -los bandidos para que sirvan de ejemplo de moralidad.» - -Méndez enseñó á los prisioneros el decreto de 3 de Octubre y dijo al -general Pérez Milicua: «Debían haber sido fusilados todos; pero sólo he -atacado el tronco y apartado las ramas: con eso es suficiente.» Además, -le enseñó una carta de Maximiliano en que aprobaba su conducta y lo -ascendía á general de brigada. Terminaba ordenando á Méndez que -propusiera á Riva Palacio el canje de los prisioneros belgas, que lo -habían sido en Tacámbaro el 11 de Abril. «Si no acepta Riva Palacio, -fusile á todos.» Eran treinta y cinco[25]. - -_Angel Pola._ - - - - -ÍNDICE - - - Págs. - -La familia Dongo 1 - -El licenciado Verdad 35 - -Hidalgo 52 - -Allende 61 - -El padre Matamoros 90 - -Morelos.--I. El viajero 96 - -II. Grandes noticias 98 - -III. El guerrillero 101 - -IV. El caudillo 103 - -V. El mártir 105 - -Iturbide.--El apoteosis 107 - -Padilla 112 - -Mina 121 - -Guerrero 137 - -Ocampo 153 - -Testamento 170 - -Leandro Valle 172 - -Don Santos Degollado 186 - -Los mártires de Tacubaya 198 - -Comonfort 215 - -Nicolás Romero 239 - -Arteaga y Salazar 251 - -Maximiliano 267 - -APÉNDICE.--Amplificaciones 325 - -En peregrinación, de Pomoca á Tepeji de Rio.--Pateo 327 - -Pomoca 331 - -Venta de Pomoca (Hoy Pomoca) 333 - -Un suceso extraño 339 - -Paquizihuato 347 - -Maravatío 348 - -Tepetongo 351 - -Toshi 351 - -Estancia de Huapango (Hoy Huapango) 352 - -Villa del Carbón 353 - -Tepeji del Rio 354 - -Santos Degollado 360 - -Leandro del Valle 397 - -José María Arteaga 423 - -Carlos Salazar 443 - - * * * * * - - NOTAS: - - [1] Como los datos de personas que trataron íntimamente al Sr. Ocampo - no podríamos tenerlos antes de un mes, hemos tenido que reducir este - artículo á meros apuntes, por no detener más la publicación del LIBRO - ROJO. - - [2] El general Leonardo Márquez volvió á México en mayo de 1895. Vive - en el Hotel Washington y goza de buena salud.--Nota del Editor. - - [3] La fecha está errada: debe ser 31 de Mayo. El mismo Márquez - confirma la rectificación que hacemos. Véase su libro _Manifiestos: el - Imperio y los Imperiales_, página 286. - - [4] Al escribir este capítulo, queremos hacer constar nuestra - gratitud, por haber solícitos contribuído cariñosamente al buen - éxito de nuestras investigaciones, á los Sres. Manuel M. Aranzubia, - Administrador de Pateo; Miguel Bolaños, dueño de Pomoca; Tirso - Tinajero, vecino de Maravatío; Ramón Carmona, Administrador de - Tepetongo; Antonio de Bassoco Pereda, de Toshi; Jerónimo Chaparro, - Presidente Municipal de Temascaltcingo; Jesús Cano, Presidente - Municipal de San Miguel Acambay; Leocadio Padilla, caporal de la - estancia de San Francisco, entre Huapango y Arroyozarco; Tirso - Meléndez y Jesús Farrera, Presidente Municipal de la Villa del Carbón; - José de J. Garibay, Jefe Político de Jilotepec; Piedad Trejo y Nicolás - Alcántara, Secretario del Ayuntamiento de Tepeji del Río; Rafael - y Mariano Gil, Administrador de Caltengo; Rafael Herrera, que fué - sirviente favorito de don Melchor Ocampo, quien nos acompañó en toda - nuestra peregrinación. - - [5] He aquí el acta de matrimonio de don Santos Degollado, sacada - del archivo del curato de Quiroga, Michoacán: “En catorce de Octubre - de 1828, yo, el Presbítero Don Mariano Garrido, Teniente de Cura de - éste, casé y velé según el orden de Nuestra Santa Madre Iglesia, á - Don Nemesio Santos Degollado, con Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de - este. Fueron sus padrinos, Don Rafael Degollado y Doña Rita Castañeda: - Testigos, Don Antonio Torres y Don Paulino Mejía, y lo firmé.--Mariano - Garrido, una rúbrica.--Al margen, Don Nemesio Santos Degollado con - Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de este.” - - [6] Don Luis Gutiérrez Correa falleció en esta Capital, siendo - empleado de la Administración de Correos. - - [7] Al morir, no hace mucho, dejó de heredera á su hermana Rita, - residente en Celaya, que pasó de pobre á rica, según dice ella, “por - don Santitos, que Dios lo haya hecho un santo.” - - [8] Véase _Manifiestos: el Imperio y los Imperiales_, por el general - Leonardo Márquez, páginas 3 y 4. - - [9] Don Benito Juárez decía en una carta fechada en Veracruz el 28 de - Noviembre de 1860 y dirigida al señor Angel Albino Corzo, entonces - gobernador de Chiapas: - - “Como usted, sentí el paso en falso del señor Degollado, pues nunca - podré olvidar sus buenos servicios anteriores.” - - [10] Don Melchor Ocampo dice en carta fechada en Veracruz el 17 de - diciembre de 1860 y dirigida al mismo señor Corzo, antes citado: - - “Hemos tenido últimamente la desgracia, el día 9, de que el “señor - Berriozábal se haya dejado sorprender en Toluca.” Esto nos ha hecho - perder más de mil hombres y lo que es peor, ha hecho caer en manos - de Miramón al señor Degollado, á Farias (Benito) y otras personas - importantes, que yo creo servirán de obstáculo, como rehenes, para - terminar netamente la cuestión. Supongo y deseo que tal golpe vuelva - más cantos á nuestros demás jefes que ya están bastante cerca de - México.” - - [11] El 24 de Diciembre de 1861, don Benito Gómez Farías abrigó en - su casa, calle de San Bernardo número 11, á la esposa y dos niños de - Miramón, para resguardarlos de la ira popular. - - [12] Al Ministro de Guerra envió este comunicado: - - “Excmo. señor.--Habiéndome concedido permiso el soberano Congreso para - salir en persecución de los asesinos del más distinguido de nuestros - mártires C. Melchor Ocampo, tengo la honra de ponerme á las órdenes de - V. E. para que me ocupe en el servicio de campaña, sin que le sirva - de embarazo la alta gerarquía de mi empleo militar, que no conservo - sino como título de estimación del Supremo Gobierno. De consiguiente, - quede V. E. entendido que no desdeñaré ir á la cabeza de un cuerpo de - caballería y aún de una compañía de dragones bien montados y armados, - sujeto á las órdenes de cualquier jefe á quien el Excmo. señor - Presidente tenga á bien encomendar la dirección de las operaciones. - - “Asimismo, deseo que ese ministerio sepa que me considero libre, no - obstante mi carácter de general de división, para disponer de mi - persona y agregarme como guerrillero á cualquiera fuerza de las que se - pongan en movimiento; pues quiero que no sea una quimera el permiso - que tengo de salir á batirme como soldado del pueblo, y obro bajo - la inteligencia de que sólo el soberano Congreso me puede retirar ó - limitar su licencia y llamarme de nuevo á esta capital. - - “Díguese V. E. dar cuenta con esta nota al Excmo. señor Presidente, y - sírvase aceptar las protestas de mi consideración y respeto. - - “Dios, libertad y reforma.--México, Junio 6 de 1861.--_Santos - Degollado._--Excmo. señor ministro de guerra y marina.” - - [13] Esta biografía es el resultado de una serie de entrevistas con - los generales Nicolás Medina, Felipe Berriozábal, Mariano Escobedo, - Miguel Blanco, Refugio I. González y los señores Benito Gómez - Farías, Mariano Degollado, hijo del héroe, y Julián de los Reyes; - todas personas muy respetables que trataron en la intimidad á don - Santos Degollado. Ahí están para que digan al que llegue á dudar de - la exactitud de algún diálogo, ó anécdota, si digo la verdad. He - procurado repetir lo más fielmente posible lo que me han platicado. - - [14] Con este motivo, alegándome el general Félix Zuloaga que no - había tenido ningún participio en la muerte de Ocampo, y sí en la de - Leandro Valle, agregaba:--“Juzgue usted lo que era yo cuando Márquez: - Estando en Ayutla, un señor Cortina, español, me cobraba por hacer - estado en su casa y por asistencia: le pedí dinero á Ismael Piña, que - era tesorero, y lo negó.--Pero, hombre, le dije, ¿me niega usted á - mi que soy el Presidente?--Sí, me contestó, porque no tengo orden de - Márquez.--Pero, ¡si soy el Presidente!...... - - “Y me quejé á Márquez.” - - [15] He tenido en mis manos el autógrafo de esta orden, la cual me - permitió copiar al pie de la letra, mi amiga, la señorita Emilia - Beltrán y Puga, hermana de don Manuel, que pasé por las armas á - Leandro del Valle. - - [16] Agustina Valle, su hermana. - - [17] Dice el general Miguel Negrete en sus “Memorias,” inéditas aún: - - “De Cuautitlán nos dirigimos por Huisquilucan para el Monte de las - Cruces, porque de México había salido una columna á atacarnos y - otra de Toluca, al mando del señor general don Felipe Berriozábal: - esta segunda columna fué batida y completamente derrotada, haciendo - prisionero al señor general don Leandro Valle, quien fué fusilado á - las cinco de la tarde, habiendo salvado ya un extranjero, Aquiles - Collín, un ayudante suyo, de que lo hubieran fusilado también.” - - Casi al terminar la guerra separatista, el general Miguel Negrete - fué á San Antonio, Texas, y le picó la curiosidad las atenciones de - que era objeto por parte de todo el personal del hotel en que se - había hospedado. Su nombre estaba inscrito á secas en el pizarrón y - nadie parecía conocerle. La víspera de su regreso á México compró dos - caballos al dueño del establecimiento y quiso saldar sus cuentas. El - administrador le manifestó:--No debe usted nada.--¿Cómo nada?--Pues - si, señor, nada.--Pero si aquí me he hospedado y he subsistido y he - comprado los dos caballos.--Nada debe usted, mi general, dijo el - propietario descorriendo el velo del enigma y abrazando muy conmovido - á Negrete.--¿Por qué no he de deber nada?--Porque á usted le debo mi - vida: yo soy Aquiles Collín, á quien usted salvó en el Monte de las - Cruces, cuando Leandro Valle fué fusilado. - - El señor general Aureliano Rivera, que también estuvo en la Maroma á - descolgar el cadáver de Valle, asegura que no vió el de Collín. - - [18] Este artículo es el resultado de entrevistas que el autor - ha tenido con la señora Ignacia Martínez y los generales Felipe - Berriozábal, Refugio I. González, Aureliano Rivera, Nicolas Medina, - Félix Zuloaga, Miguel Negrete y el coronel Agustín Díaz. - - [19] Hoy es coronel. - - [20] Así apodaban á Méndez los liberales. - - [21] Ministerio de Guerra.--1.ª Dirección.--1.ª División.--México, - Octubre 24 de 1865--Brigada Móvil.--Coronel en Jefe. Santa Ana - Amatlán, Octubre 13 de 1865--Excmo. señor.--Con esta fecha digo al - Excmo. señor mariscal comandante en jefe del ejército, lo que sigue: - - “El día 6 hice salir de Morelia el batallón del Emperador con dos - escuadrones del 4.º regimiento de caballería, á las órdenes del señor - coronel don Wenceslao Santa Cruz, con dirección á Pátzcuaro, donde - llegaron el día 7. En la noche de ese día me incorporé y organicé, - en el resto de la noche, la brigada que es á mis órdenes y marché el - 8 sobre Uruapan, adonde se encontraban reunidas todas las fuerzas - enemigas, al mando de Arteaga. El día 9, á las tres de la tarde, - estaba á las orillas de Uruapan; pero una terrible tempestad me - privó de penetrar hasta ella, porque los riachuelos crecieron de tal - manera, que los batallones quedaron cortados en medio de tres de - ellos, y hasta las doce de la noche pudo hacer su paso. El enemigo se - dividió en varias fracciones, tomando, una de 700 hombres al mando - de Ronda y Riva Palacio por Paracho: Zepeda, con Martínez y Simón - Gutiérrez, por los Reyes, con 600 hombres, y el titulado general en - jefe del ejército del centro, Arteaga, con el llamado comandante - general y gobernador de este departamento, Salazar, y el alborotador - de los indígenas de Uruapan, Tancitaro, Paracho y otros pueblos, - llamado coronel Díaz Paracho, con otra porción de jefes y oficiales - que seguían su cuartel general con 1,000 á 1,200 hombres, la mayor - parte de infantería, tomaron por Tancítaro. El día 10 dí descanso - á mi tropa y tomé la resolución de seguir á Arteaga con tenacidad. - Inútil me parece decir á V. E. que mis marchas nunca fueron de frente - y sí de flanco, para inquietar á todas las partidas á la vez, y que - Arteaga, que era mi punto de vista, por ser la persona moral de los - republicanos, nunca comprendiera mi intención. El 12 salí de San - Juan de las Colchas y llegué hasta Tancítaro, donde se encontraba el - enemigo: dos horas antes de mi llegada había hecho movimiento, y lo - perseguí con mis guerrillas tres leguas. Tuve el convencimiento de - derrotarlo en el resto de la noche; pero era un hecho aislado que no - ponía en mi poder el armamento, jefes y tropa, y mandé suspender el - ataque y tomar cuarteles en Tancítaro. Hoy á las dos de la mañana, con - una sección ligera de 400 infantes y 300 caballos marché sobre este - punto, donde tuve la seguridad de darle alcance y derrotarlo; porque - nunca debió creer el enemigo que atravesara doce leguas en la Tierra - Caliente, en solo las horas de la mañana. Este movimiento me cuesta 14 - soldados muertos de la fatiga, la caballada del 4.º de caballería muy - estropeada, y más de 40 caballos asoleados: pero he logrado mi objeto: - he derrotado al enemigo completamente. - - “Son mis prisioneros el general en jefe _Arteaga_; el comandante - general _Salazar_; los coroneles Díaz Paracho, Villa Gómez, Pérez - Miliena{*} y Villada; 5 tenientes coroneles, 8 comandantes y otros - muchos oficiales subalternos, de quienes en relación separada daré á - V. E. cuenta. Todo el armamento, su inútil caballada y el parque están - en mi poder. Lo son igualmente 400 prisioneros de la clase de tropa, - de los cuales pondré en libertad á muchos, porque son cogidos de leva - de las haciendas y pueblos de su tránsito. - - {*} Debe decir Milicua. - - “Este hecho de armas sólo al Supremo Gobierno y á V. E. toca darle el - valor que merezca. Voy á hacer mención particular y honorífica del - teniente Rangel del 4.º de caballería, á quien he ofrecido, á nombre - de S. M., el ascenso á capitán, pidiéndole la cruz de caballero de - la Orden de Guadalupe; porque este valiente, con 20 hombres de su - cuerpo, ha penetrado hasta la plaza, y es el que, por decirlo así, - ha dado este triunfo á las armas del imperio. El subteniente Navia - del batallón del emperador, con 8 hombres, ha seguido su ejemplo: - pero á este oficial no le he ofrecido nada por ser de mi batallón. - Oportunamente daré á V. E. la relación de estos dos oficiales y de - la tropa, para que si V. E. lo tiene á bien á estos valientes se - les conceda lleven un distintivo sobre su pecho, para estímulo del - ejército. - - “Felicito altamente á V. E. y le suplico tenga á bien hacerlo á mi - angusto soberano, por esta memorable jornada. - - “Y lo transcribo á V. E. para su conocimiento. - - “Dios guarde á V. E. muchos años.--El coronel _Ramón Méndez_.--Excmo. - señor ministro de la guerra.--México.” - - Es copia.--El subsecretario de guerra, _J. M. Durán_. - - [22] Un militar afirma que el ejecutor de la sentencia de muerte fué - el teniente Teodoro Quintana, cuyo pelotón de tiradores fué escogido - entre la compañía de Zapadores que mandaba el entonces capitán - Francisco Troncoso, quien era secretario particular del general Ramón - Méndez y tuvo todo su cariño y toda su confianza. - - El señor Quintana es hoy teniente coronel de caballería, y el señor - Troncoso, general de brigada. - - [23] Los datos de esta biografía han sido ministrados á su autor - por la señora Trinidad A. de Gutiérrez, hermana de Arteaga, y los - señores José María Pérez Milicua, Manuel García de León, Rafael Cano, - Francisco de P. Troncoso, Amado Rangel, Jacinto Hernández y Juan Ruiz - de Esparza, todos militares, á excepción del último, que figuraron en - aquella época, unos como liberales y otros como imperialistas. - - [24] He aquí las cartas de despedida de Salazar y Villagómez: - - Uruapan, Octubre 20 de 1865.--_Idolatrada madre_: Son las siete de la - noche y acabamos de ser sentenciados el general Arteaga, el coronel - Villagómez, otros tres jefes y yo. Mi conciencia está tranquila; bajo - á la tumba á los treinta y tres años, sin que haya una sola mancha en - mi carrera militar, ni el menor borrón en mi nombre. No llores, mamá, - ten conformidad, pues el único delito de tu hijo consiste en haber - defendido una causa sagrada: la independencia de su patria. Por este - motivo se me va á fusilar. No tengo dinero, porque nada he podido - ahorrar. Te dejo sin recursos, pero Dios es grande y te socorrerá lo - mismo que á mis hijos, quienes con orgullo llevan mi nombre...... - - Conduce, querida mamá, á mis hijos y hermanos por el sendero del - honor, porque el patíbulo no puede manchar los nombres de los leales. - - ¡Adiós, madre querida! En la tumba recibiré tus bendiciones. Da un - abrazo por mi á mi querido tío Luis, á Tecla, Lupe é Isabel: así como - á mi tocayo, á Carmelita, Cholita y Manuelita; dales muchos besos y - el adiós que les envío desde lo más profundo de mi alma. Dejo á la - primera mi reloj dorado, y á Manuel cuatro trajes. Muchas memorias á - mis tíos, tías, primos y á todos los amibos fieles, y tú, madre mía, - recibe el último adiós de tu afectísimo y obediente hijo que tanto te - ama.--_Carlos Salazar._--Sra. Mercedes Ruiz de Castañeda. - - _Aumento._--Si cambia la situación, como creo que cambiará, deseo que - descansen mis cenizas al lado de las de mis hijos en nuestro pueblo. - - Uruapan, Octubre 20 de 1865.--_Querido papá_: Empleo mis últimos - momentos para dirigir á Ud. estas cuantas líneas. Deseo legar á mi - familia un nombre honroso; he procurado hacerlo, defendiendo la causa - que abracé, pero no lo he logrado. ¡Paciencia! Pero no creo que se - avergonzará Ud. de reconocer á un hijo que jamás se ha desviado de - la senda que tan honradamente le trazara Ud. por medio de excelentes - consejos y de buenos ejemplos. Siempre me he manejado con honradez - y no tengo remordimiento de conciencia. Me he conducido como hombre - de bien, y no me pesa; nadie puede quejarse de mi, porque á nadie he - perjudicado. Confío en que esto formará algún consuelo para su pesar - y que fundará algún orgullo en mi memoria, pura y sin mancha alguna. - Muero conforme. - - Sírvase Ud. dar mi último adiós á mi hermano y á todos mis amigos, - reservando para Ud. el corazón de su hijo sacrificado en aras de su - patria.--_T. Villagómez._--Sr. D. Miguel Villagómez. - - [25] Los datos de esta biografía han sido ministrados al autor por - la señora Tecla Preciado, los generales José María Pérez Milicua y - Francisco del Paso y Troncoso, los coroneles Manuel García de León, - Jesús Ocampo, José Vicente Villada, Amado Rangel y Jacinto Hernández, - Rafael Cano y José Felipe Cortés. - - - - - - - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by -Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II *** - -***** This file should be named 53405-0.txt or 53405-0.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/3/4/0/53405/ - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. Special rules, -set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to -copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to -protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project -Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you -charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you -do not charge anything for copies of this eBook, complying with the -rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose -such as creation of derivative works, reports, performances and -research. They may be modified and printed and given away--you may do -practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all -the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy -all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession. -If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project -Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the -terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or -entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. - -1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be -used on or associated in any way with an electronic work by people who -agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few -things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works -even without complying with the full terms of this agreement. See -paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project -Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement -and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic -works. See paragraph 1.E below. - -1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation" -or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project -Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the -collection are in the public domain in the United States. If an -individual work is in the public domain in the United States and you are -located in the United States, we do not claim a right to prevent you from -copying, distributing, performing, displaying or creating derivative -works based on the work as long as all references to Project Gutenberg -are removed. Of course, we hope that you will support the Project -Gutenberg-tm mission of promoting free access to electronic works by -freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of -this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with -the work. You can easily comply with the terms of this agreement by -keeping this work in the same format with its attached full Project -Gutenberg-tm License when you share it without charge with others. - -1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern -what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in -a constant state of change. If you are outside the United States, check -the laws of your country in addition to the terms of this agreement -before downloading, copying, displaying, performing, distributing or -creating derivative works based on this work or any other Project -Gutenberg-tm work. The Foundation makes no representations concerning -the copyright status of any work in any country outside the United -States. - -1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: - -1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate -access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently -whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the -phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project -Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed, -copied or distributed: - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - -1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived -from the public domain (does not contain a notice indicating that it is -posted with permission of the copyright holder), the work can be copied -and distributed to anyone in the United States without paying any fees -or charges. If you are redistributing or providing access to a work -with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the -work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1 -through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the -Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or -1.E.9. - -1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted -with the permission of the copyright holder, your use and distribution -must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional -terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked -to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the -permission of the copyright holder found at the beginning of this work. - -1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm -License terms from this work, or any files containing a part of this -work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. - -1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this -electronic work, or any part of this electronic work, without -prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with -active links or immediate access to the full terms of the Project -Gutenberg-tm License. - -1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, -compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any -word processing or hypertext form. However, if you provide access to or -distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than -"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version -posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org), -you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a -copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon -request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other -form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm -License as specified in paragraph 1.E.1. - -1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, -performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works -unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing -access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided -that - -- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from - the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method - you already use to calculate your applicable taxes. The fee is - owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he - has agreed to donate royalties under this paragraph to the - Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments - must be paid within 60 days following each date on which you - prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax - returns. Royalty payments should be clearly marked as such and - sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the - address specified in Section 4, "Information about donations to - the Project Gutenberg Literary Archive Foundation." - -- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies - you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he - does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm - License. You must require such a user to return or - destroy all copies of the works possessed in a physical medium - and discontinue all use of and all access to other copies of - Project Gutenberg-tm works. - -- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any - money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the - electronic work is discovered and reported to you within 90 days - of receipt of the work. - -- You comply with all other terms of this agreement for free - distribution of Project Gutenberg-tm works. - -1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm -electronic work or group of works on different terms than are set -forth in this agreement, you must obtain permission in writing from -both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael -Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the -Foundation as set forth in Section 3 below. - -1.F. - -1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable -effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread -public domain works in creating the Project Gutenberg-tm -collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic -works, and the medium on which they may be stored, may contain -"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or -corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual -property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a -computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by -your equipment. - -1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right -of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project -Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project -Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all -liability to you for damages, costs and expenses, including legal -fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT -LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE -PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE -TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE -LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR -INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH -DAMAGE. - -1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a -defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can -receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a -written explanation to the person you received the work from. If you -received the work on a physical medium, you must return the medium with -your written explanation. The person or entity that provided you with -the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a -refund. If you received the work electronically, the person or entity -providing it to you may choose to give you a second opportunity to -receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy -is also defective, you may demand a refund in writing without further -opportunities to fix the problem. - -1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth -in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER -WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO -WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. - -1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied -warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages. -If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the -law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be -interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by -the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any -provision of this agreement shall not void the remaining provisions. - -1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the -trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone -providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance -with this agreement, and any volunteers associated with the production, -promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works, -harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, -that arise directly or indirectly from any of the following which you do -or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm -work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any -Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause. - - -Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm - -Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of computers -including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. diff --git a/old/53405-0.zip b/old/53405-0.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 66936c4..0000000 --- a/old/53405-0.zip +++ /dev/null diff --git a/old/53405-h.zip b/old/53405-h.zip Binary files differdeleted file mode 100644 index 0f50618..0000000 --- a/old/53405-h.zip +++ /dev/null diff --git a/old/53405-h/53405-h.htm b/old/53405-h/53405-h.htm deleted file mode 100644 index b1d58e8..0000000 --- a/old/53405-h/53405-h.htm +++ /dev/null @@ -1,11932 +0,0 @@ -<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN" -"http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd"> - -<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es"> - <head> <link rel="coverpage" href="images/cover.jpg" /> -<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=utf-8" /> -<title> - The Project Gutenberg eBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, por -Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, Juan A. Mateos y -Rafael Martínez de la Torre -</title> -<style type="text/css"> - p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:4%;} - -.ast {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold; -letter-spacing:.25em;} - -.c {text-align:center;text-indent:0%;} - -.cb {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold;} - -.r {text-align:right;margin-right: 5%;} - -.rt {text-align:right;} - -.rtbt {text-align:right;border-top:1px solid black;} - -small {font-size: 70%;} - -big {font-size: 130%;} - - h1 {margin-top:5%;text-align:center;clear:both;} - - h2 {margin-top:4%;margin-bottom:2%;text-align:center;clear:both; - font-size:100%;font-family:courier, serif;} - - h3 {margin:4% auto 2% auto;text-align:center;clear:both; -font-weight:normal;font-size:100%;} - - h4 {margin:4% auto 2% auto;text-align:center;clear:both; -font-weight:normal;font-size:90%;} - - hr {width: 60%;margin:2% auto 2% auto;border-top:1px solid black; -padding:.1em;border-bottom:1px solid black;border-left:none;border-right:none;} - - hr.full {width: 60%;margin:2% auto 2% auto;border-top:1px solid black; -padding:.1em;border-bottom:1px solid black;border-left:none;border-right:none;} - -hr.w15 {width:15%;margin:auto auto;padding:0%;border-top:1px solid black;} - - table {margin-top:2%;margin-bottom:2%;margin-left:auto;margin-right:auto;border:none;} - - body{margin-left:4%;margin-right:6%;background:#ffffff;color:black;font-family:"Times New Roman", serif;font-size:medium;} - -a:link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - - link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;} - -a:visited {background-color:#ffffff;color:purple;text-decoration:none;} - -a:hover {background-color:#ffffff;color:#FF0000;text-decoration:underline;} - -.smcap {font-variant:small-caps;font-size:100%;} - - img {border:none;} - -.blockquot {margin-top:2%;margin-bottom:2%;} - -.blockquot2 {margin-top:1%;margin-bottom:1%;margin-left:50%;} - -.figcenter {margin-top:3%;margin-bottom:3%;clear:both; -margin-left:auto;margin-right:auto;text-align:center;text-indent:0%;} - @media print, handheld - {.figcenter - {page-break-before: avoid;} - } - -.footnotes {border:dotted 3px gray;margin-top:5%;clear:both;} - -.footnote {width:95%;margin:auto 3% 1% auto;font-size:0.9em;position:relative;} - -.label {position:relative;left:-.5em;top:0;text-align:left;font-size:.8em;} - -.fnanchor {vertical-align:30%;font-size:.8em;} - -div.poetry {text-align:center;} -div.poetry2 {text-align:center;margin-left:50%;} -div.poem {font-size:90%;margin:auto auto;text-indent:0%; -display: inline-block; text-align: left;} -.poem .stanza {margin-top: 1em;margin-bottom:1em;} -.poem span.i0 {display: block; margin-left: 0em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} -.poem span.i1 {display: block; margin-left: .45em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} -.poem span.i2 {display: block; margin-left: 1em; padding-left: 3em; text-indent: -3em;} - -.pagenum {font-style:normal;position:absolute; -left:95%;font-size:55%;text-align:right;color:gray; -background-color:#ffffff;font-variant:normal;font-style:normal;font-weight:normal;text-decoration:none;text-indent:0em;} -@media print, handheld -{.pagenum - {display: none;} - } - -</style> - </head> -<body> - - -<pre> - -The Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by -Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - - -Title: El libro rojo, 1520-1867, Tomo II - -Author: Vicente Riva Palacio - Manuel Payno - Juan A. Mateos - Rafael Martínez de la Torre - -Release Date: October 30, 2016 [EBook #53405] - -Language: Spanish - -Character set encoding: UTF-8 - -*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II *** - - - - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - - - - - -</pre> - -<hr class="full" /> - -<div class="figcenter"> -<img src="images/cover.jpg" width="301" height="500" alt="" title="" /> -</div> - -<p class="cb"><big>EL LIBRO ROJO</big></p> - -<table border="1" cellpadding="5" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td align="left"><a href="#INDICE"><b>AL ÍNDICE.</b></a></td></tr> -</table> - -<p class="cb">DE VENTA<br /> -<big>EL LIBRO ROJO</big><br /> -<small>TOMO I</small></p> - -<p>Historia de los grandes crímenes de la Conquista, el Gobierno Virreinal, -la esclavitud y la Inquisición, por Vicente Riva Palacio, Manuel Payno, -Juan A. Mateos y Lic. Rafael Martínez de la Torre, que fué defensor de -Maximiliano. Este libro, fundado del todo en la Historia de México, -produce intensa emoción su lectura.—Indice: <b>Moctezuma -II.</b>—<b>Xicotencatl.</b>—<b>Cuauhtimoc</b>: I, Los tres reyes. II, El sitio y el -asalto. III, El tesoro y el tormento. IV, Los tres ahorcados.—<b>Rodrigo -de Paz</b>: I, En el que se refiere quién era Rodrigo de Paz y qué papel -desea peñaba en México. II, De cómo las cosas del Gobierno de la Nueva -España iban mal y de cómo Cortés las puso peores. III, De cómo cinco -enemigos comulgaron con una sola hostia consagrada, dividiéndola en -cinco partes. IV. De lo que hicieron Salazar y Chirino con Zuazo, -Estrada, Albornoz y Paz. V, Refiérese cómo murió Rodrigo de Paz.—<b>Los -dos enjaulados</b>: I. El emisario. II, El pregón. III, La arremetida. IV, -Las fieras. V, Dos gotas en el mar.—<b>La Sevillana</b>: I, La tempestad. II, -Doña Beatriz. III, El Visitador. IV, La audiencia. V, Los azotes y la -loca.—<b>Alonso de Avila</b>: I, Prólogo: la confesión. II, El Marqués del -Valle. III, Los hermanos. IV, El bautismo. V, La orgía y la -conspiración. VI, Los oidores. VII, Los degollados.—<b>Don Martín Cortés</b>: -I, La flota. II, De lo vivo á lo pintado. III, El Visitador Muñoz. IV, -El tormento. V, La justicia del Rey.—<b>Pedro de Alvarado</b>: I, El -Comendador. II, El capitán. III, Tonatiuh. IV, El Gobernador. -Epílogo.—<b>Caridad Evangélica.</b>—<b>Fray Marcos de Mena.</b>—<b>La Familia -Carabajal</b>: Christi Nomine Invocato. Contra. Abjuración. Declaración del -Secretario Pedro de Mañosca. Auto de fe de 1601. Procesión. Amén: Laus -Deo—<b>Los Treinta y Tres Negros.</b>—<b>El Tumulto de 1624.</b>—<b>Don Juan Manuel.</b> -<b>El Tapado.</b></p> - -<table border="0" cellpadding="5" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td align="left">Ejemplar, rústica</td><td align="left">$1 50</td></tr> -</table> - -<h1>EL LIBRO ROJO<br /> -<br /> -<small>1520-1867</small></h1> - -<p class="cb">POR<br /> -<br /> -VICENTE RIVA PALACIO, MANUEL PAYNO,<br /> - -JUAN A. MATEOS<br /> - -Y RAFAEL MARTÍNEZ DE LA TORRE<br /> -<br /> -———<br /><br /> -AMPLIFICACIONES<br /> -<small>DE</small><br /> -ANGEL POLA<br /><br /> -——<br /> -TOMO II<br /> -——<br /> -<br /> -MEXICO<br /> -<span class="smcap">A. Pola, Editor, calle de Tacuba, Núm. 25</span><br /> -—<br /> -1906<br /> -</p> - -<hr /> -<p class="c"> -Asegurada la propiedad de esta obra conforme á la ley<br /> -</p> -<hr /> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_1" id="page_1"></a>{1}</span></p> - -<h2><a name="LA_FAMILIA_DONGO" id="LA_FAMILIA_DONGO"></a>LA FAMILIA DONGO</h2> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i2">Al conde Gálvez imitas,<br /></span> -<span class="i0">Pues entiéndelo al revés,<br /></span> -<span class="i0">Que el conde libertó á tres<br /></span> -<span class="i0">Y tú á tres á la horca citas.<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i0"><i>Pasquin del año de 1789.</i><br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Por renuncia de D. Manuel Flores fué nombrado virrey de México D. Juan -Vicente Güemes Horcasitas y Aguayo, conde de Revillagigedo, segundo de -este título, y muy conocido y popular hasta hoy entre los mexicanos, por -las muchas y enérgicas medidas que tomó para el arreglo de la -administración de la colonia, y por los excelentes reglamentos de -policía que puso en planta, que subsisten actualmente, y que forman la -base de las ordenanzas y de las disposiciones municipales.</p> - -<p>Llegó este célebre gobernante á México el 8 de Octubre de 1789, y á poco -se presentó un suceso en que acreditó su actividad y su energía.</p> - -<p>Vivía en la casa núm. 13 de la calle de Cordobanes un rico español, -comerciante y propietario, llamado D. Joaquín Dongo. El día 24, á las -siete y tres cuartos de la mañana,<span class="pagenum"><a name="page_2" id="page_2"></a>{2}</span> se dió parte por el alcalde D. -Agustín Emparan de que la casa se hallaba abierta y tirado en el patio y -nadando en su sangre el propietario de ella. Del reconocimiento judicial -que se hizo, resultó que once personas que componían la familia y -criados, habían sido asesinadas de la manera más cruel y más violenta, -pues todos tenían numerosas heridas y los cráneos hechos pedazos, y que -faltaban veintidós mil pesos que habían sido robados de las cajas.</p> - -<p>El conde de Revillagigedo no durmió desde el momento que tuvo noticia -del crimen cometido, y dictó toda clase de providencias, aun las que -menos se pensaba que podrían dar un resultado satisfactorio. Un relojero -de la calle de San Francisco observó en la calle de Santa Clara que de -dos personas decentes que platicaban, una de ellas tenía una gota de -sangre en la cinta del pelo; porque es menester recordar que entonces -los hombres tenían un peinado con trenzas entretejidas con cinta. D. -Felipe Aldama, que era el que tenía la mancha, fué reducido á prisión, y -poco después dos de sus amigos íntimos, D. José Joaquín Blanco y D. -Baltasar Quintero. Los tres eran personas decentes y aun nobles, como en -esos tiempos se decía. El 7 de Noviembre, Blanco, Aldama y Quintero -fueron ahorcados en un tablado tapizado de balleta negra, que se colocó -entre la puerta principal del<span class="pagenum"><a name="page_3" id="page_3"></a>{3}</span> palacio y la cárcel de corte. Los -machetes y varas de la justicia de que usaron para cometer el crimen, -fueron quebradas por la mano del verdugo.</p> - -<p>En un documento que se publicó consta la narración de este horrible -crimen; y como no podríamos añadirle ni quitarle nada sin alterar la -verdad histórica, le copiamos á continuación:</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Entre cuantos ejemplares de excesos y delitos ha manifestado la -experiencia desde la creación y fundación de esta imperial corte -mexicana, no se ha experimentado otro más atroz, más alevoso ni más -desproporcionado, así por sus cualidades y circunstancias, como por las -extraordinarias disposiciones de la ejecución, que el que sucedió la -noche del día 23 de Octubre de 1789, en esta ciudad, en la calle de los -Cordobanes, en la casa de uno de los republicanos de mejor nota, vecino -honrado de este comercio, prior que fué del real tribunal del consulado, -D. Joaquín Dongo, por tres personas europeas, de noble y distinguido -nacimiento, quienes en un proviso fueron la destrucción suya, y de toda -su familia, sin reserva, limitación ni excepción alguna, robándoles su -vida y hacienda con la mayor inhumanidad.</p> - -<p>Es el caso, que el día subsecuente, sábado 24, como á las seis de la -mañana, vió un dragón cerca de su cuartel, en el barrio de Tenexpa, un -coche solo, sin quien lo dirigiese y cuidase; con el que dada cuenta á -su jefe le<span class="pagenum"><a name="page_4" id="page_4"></a>{4}</span> ordenó éste solicitase á su amo, y no faltando prontamente -quien lo conociese, asegurando ser de Dongo, ni quien por grangear -alguna dádiva ó gratificación le pasase noticia, fué un cochero cerca de -las ocho á participárselo á Dongo; pero encontrando la puerta cerrada -pasó á la de la cochera, y empujándola se le puso á la primera vista el -horrendo espectáculo de Dongo y sus criados cocidos á puñaladas, -sembrados todos por el patio, con lo que retirado inmediatamente llevó -por gratificación aquel asombroso encuentro, que al instante comunicó al -alcalde de barrio de aquel recinto, D. Ramón Lazcano, quien instruído de -ello, pasó á participarlo al Sr. D. Agustín de Emparan, del consejo S. -M., alcalde de corte de esta real audiencia, juez de provincia y del -cuartel mayor número 4.º, comprensivo á dicha casa, quien con su notorio -celo y eficacia, pasó inmediatamente, y por ante D. Rafael Luzero, -secretario del oficio de cámara más antiguo de esta real sala, -procedieron respectivamente al más prolijo reconocimiento de los -cadáveres, á la fé de aquellas atroces heridas, y á la más exacta -observación de cuantos indicios, fragmentos y resquicios podía ofrecer -la contingencia para inferir luces al descubrimiento de los agresores.</p> - -<p>Entrados en la casa por la cochera, se encontró á primera vista bajo la -escalera del almacén un xacastle de varias vituallas y trastos de -camino, que según se informó era del indio correo, de la hacienda de -Doña Rosa, propia del difunto, que había de haber salido aquella mañana; -á corta distancia un candelero de plata, á la derecha se reconoció el<span class="pagenum"><a name="page_5" id="page_5"></a>{5}</span> -zaguán, y la puerta principal que se hallaba cerrada con llave, y en el -suelo unos cordeles delgados del mismo con que parecía estar atados los -porteros. Más adelante, en la misma derecha, como á distancia de dos -varas de la escalera principal, estaba D. Joaquín Dongo, tirado en el -suelo, envuelto en su capa y sombrero, con varias y atroces heridas, así -en la cabeza como en el pecho y manos, y de una de las cuales tenía -separados dos dedos enteramente; la del pecho penetrante hasta la -espalda, y la cabeza abierta de medio en medio, sin hebillas, -charreteras y relox. A sus pies el lacayo, reclinado á la derecha, con -fuertísimas heridas en la cabeza: dividido el cráneo. En la covacha que -está bajo de dicha escalera, se vió en medio de ella tirado boca abajo, -atadas las manos por detrás, al portero jubilado, que le llamaban el -Inválido, revolcado en su sangre, con la cabeza igualmente destrozada. -En la puerta de la bodega el cochero con iguales heridas. En el cuarto -del portero actual, se halló dentro al indio correo, tirado en la misma -forma, con la oreja derecha separada, y destrozada la cabeza. A los pies -de éste, el portero actual, con las manos atadas por detrás, con igual -número y clase de heridas.</p> - -<p>Reconocido el segundo patio, sus cuartos y caballerizas, y demás piezas -interiores, no se encontró novedad digna de reparo.</p> - -<p>Pasado á reconocer el entresuelo, se encontró en la primera pieza un -baúl descerrajado ó abierto, del que faltaron cincuenta pesos á D. -Miguel Lanuza, cajero y sobrino de Dongo, según éste expresó -últimamente. A la tercera se halló en su cama desnudo á D. Nicolás<span class="pagenum"><a name="page_6" id="page_6"></a>{6}</span> -Lanuza, padre de dicho cajero, con una fuerte herida, en la cabeza, la -que igualmente le dividió el craneo; otra en la cara hacia el lado -derecho, otra en la mano derecha que en el todo tenía separada, con -otras varias de igual consideración; el que estaba boca arriba con las -piernas encogidas, con una escopeta en la cabecera, inclinada hacia -abajo, en acción de que había intentado usar de ella, y los calzones -encima de la cama, como que los había querido tomar de su pretina.</p> - -<p>Entrando en el almacén se encontraron de menos (según se reconoció por -dicho D. Miguel Lanuza) varios papeles de medias, y como nueve mil pesos -que estaban en plata bajo del mostrador. La siguiente pieza se encontró -descerrajada, y aun quebrados los barrotes de la puerta; en medio de -ella unos papeles quemados, los que según se reconoció, eran de marca, -blancos, y una arca ó caja descerrajada, en que había catorce mil pesos -efectivos en plata, y encima de la mesa una vela de cera, que demostraba -haberles servido á los agresores en su empresa.</p> - -<p>Habiendo subido á las piezas principales y tomado el camino á la derecha -hacia el pasadizo de la cocina, se encontró á la puerta de ella á la -galopina (que estaba recién entrada, como de quince á veinte años) -tirada boca abajo, con la cabeza igualmente destrozada, en grado que los -sesos se hallaban por el suelo y los cabellos esparcidos, tan bien -cortados que parecía haber sido con tijeras.</p> - -<p>En la cocina estaba la cocinera boca arriba, con la cara y cabeza -destrozada. Entrando para las piezas principales, se halló en la -anteasistencia á la lavandera, tirada en la misma<span class="pagenum"><a name="page_7" id="page_7"></a>{7}</span> forma, con dos -heridas penetrantes en la espalda, otra en el brazo derecho, quebrado y -dividido el hueso, y varias en la cabeza. En la asistencia se encontró á -la ama de llaves en la misma disposición, en el estrado, y con la misma -especie de heridas en la cabeza y brazos. En la siguiente pieza, que es -la recámara, se halló descerrajado el ropero y un baúl de carey y concha -grande. En las salas de recibir no se encontró novedad en el ajuar, que -era de plata, ni en la labrada que andaba suelta. En el gabinete del -difunto se encontraron descerrajados dos cofres, y en el suelo algunos -géneros y calcetas nuevas. Una escribanía abierta con una gaveta menos -que se encontró encima del mostrador del almacén. Reconocida la azotea y -demás interiores de los altos, no se encontró más novedad que unas gotas -de sangre en la escalera que subía á ella, que se supone ser de los -sables ensangrentados con que subirían á registrarla, recelosos de no -haber sido vistos ó sentidos, y asegurarse más para su intento.</p> - -<p>En este mismo acto procedieron de orden de su señoría los maestros -profesores en cirugía D. José Vera y D. Manuel Revillas, á la inspección -y reconocimiento práctico de los cadáveres con la mayor prolijidad y -esmero.</p> - -<p>Evacuada esta diligencia, mandó su señoría se pasasen los cadáveres de -los criados á la real cárcel de corte, donde fueron conducidos en tablas -y escaleras, por medio de los comisarios de su señoría, á lo que fué -indecible el numeroso concurso que asistió quedando en la casa Dongo y -D. Nicolás Lanuza, los que á la noche pasaron á la iglesia del convento -de Santo Domingo, donde al día<span class="pagenum"><a name="page_8" id="page_8"></a>{8}</span> siguiente por la tarde se sepultaron, -con asistencia de dos de sus agresores (según se dice).</p> - -<p>Inmediatamente se proveyó auto cabeza de proceso, dictándose las -providencias más severas y rigurosas órdenes, expidiéndose en el acto -las cordilleras correspondientes, hasta para caminos extraviados, -previniéndose en ellas las reglas y método con que debían manejarse los -respectivos justicias del Departamento á que se dirigían para su puntual -observancia; oficio al capitán de la Acordada para la solicitud y -aprehensión de los que pudiesen descubrirse culpados: órdenes á los -capitanes de la sala, para que previniesen en todas las garitas lo -conducente, por si pasase ó hubiese pasado alguno ó algunos fugitivos -con carga ó sin ella, los que aprendiesen y dieran cuenta, como de -cualesquiera ocurrencia ó indicio ó presunción que se advirtiese, con -otras varías al caso conducentes. A los hospitales, por si ocurriese -algún herido. A los mesones, para tomar razón individualmente de los que -estaban posando, quiénes, de dónde, con qué fin y destino se hallaban en -esta ciudad, si la noche del suceso habían salido, ó quedádose fuera -alguno de ellos. Al cuartel de dragones, por los soldados que hubiesen -faltado la misma noche. A los plateros con la muestra semejante á la de -las hebillas que faltaban al difunto, por si ocurriesen á venderlas ó -tasarlas. Al Baratillo y Parián por lo que pudiese importar. A las -concurrencias públicas y demás diversiones, por las luces que pudieran -producir. A los alcaldes de barrio y sus comisarios, para que por su -parte practicasen las más vivas y exactas diligencias.<span class="pagenum"><a name="page_9" id="page_9"></a>{9}</span> A los demás -justicias del distrito, con otras muchas que no tienen número ni -ponderación.</p> - -<p>No cesando el infatigable celo de su señoría, con cuantos arbitrios le -dictó la prudencia, procedió, á consecuencia de lo determinado, á la -pesquisa, examinando á los que dieron cuenta del suceso, á los vecinos, -y cuantos se consideraron útiles á la calificación y descubrimiento de -los homicidas.</p> - -<p>En este acto se proveyó auto para entregar las llaves á D. Miguel Lanuza -y D. Francisco Quintero, de esta vecindad y comercio, á quien se nombró -de depositario con las debidas formalidades: se sacó el testamento, que -se entregó á la parte de la ilustre cofradía de Nuestra Señora del -Rosario, para que procediese á poner en ejecución las disposiciones del -testador, como su albacea y heredera, y que corriesen los inventarios -por cuerda separada, como asunto civil é incompatible á esta pesquisa.</p> - -<p>En el siguiente domingo 25 se examinaron á cuantos amoladores fueron -habidos, por las armas que hubiesen amolado. A los cirujanos que se -encontraron, por los heridos que hubiesen curado. A los vecinos de por -Santa Ana y calle de Santa Catarina Mártir, sobre un coche que se decía -haber pasado la misma noche y hora del suceso, con precipitación, y no -consiguiéndose otra cosa que un mar de confusiones; sin embargo, se -continuaron haciendo muchísimas extraordinarias en ronda, registrando -accesorias sospechosas, cateando casas, vigilando concurrencias, -vinaterías y demás parajes de esta clase, hasta que en este cúmulo de -confusiones, en que el<span class="pagenum"><a name="page_10" id="page_10"></a>{10}</span> público y su señoría se hallaban, dió Dios á -luz, por un vehemente indicio, á uno de los agresores.</p> - -<p>El lunes 26 del mismo ocurrió á su señoría cierta persona de distinción, -denunciándole privadamente: Que el sábado anterior, yendo por el -cementerio de Santa Clara, como á las tres y media de la tarde, se puso -á parlar con un amigo, y que á corta distancia estaba igualmente parado -en conversación D. Ramón Blasio, con una persona que no conoció, á quien -le advirtió en la cinta del pelo una gota de sangre, que aún la -conservaba fresca en aquel acto, y vacilando sobre esto, por si acaso -pudiese ser alguno de los delincuentes, lo había consultado con personas -de juicio y prudencia, con cuyo acuerdo lo participaba á su señoría.</p> - -<p>En vista de esta noticia, que tuvo á las cinco y media de la tarde, -mandó inmediatamente por el expresado D. Ramón, relojero de la calle de -San Francisco, quien examinado sobre el particular, dijo: Que el sujeto -con quien había conversado en el cementerio de Santa Clara el sábado -anterior, era <i>D. Felipe María Aldama y Bustamante</i>, el que vivía en la -Alcaicería; lo que oído por su señoría, dió inmediatamente orden para -que lo fuesen á aprehender, y habiendo ido el capitán Elizalde, D. Ramón -Blasio y los ministros de asistencia de su señoría, no encontrándolo en -su casa, se mantuvieron ocultos en ella hasta como las ocho y media de -la noche, que llegó con la ronda de la Acordada, diciendo era reo suyo, -pues iba con él, sobre lo que se ofreció disputa y competencia entre -ambos hasta el grado de haber pasado dicho capitán de la<span class="pagenum"><a name="page_11" id="page_11"></a>{11}</span> Acordada á ver -á su señoría, á cuyo tiempo llegó el señor juez originario, y lo mandó -pasar á la real cárcel de corte, donde quedó á su disposición en una -bartolina, y cuando volvió de ver á su señoría, dicho capitán se halló -con él en la cárcel.</p> - -<p>Algunos dicen que iba con Aldama para que entregara á Blanco por -querella de su tía, y otros que iba á catearles la casa por algunos -indicios que tenía sobre este particular.</p> - -<p>El martes 27, á las siete y media de la mañana, pasó su señoría á la -real cárcel, donde habiendo puesto entre otros reos decentes, en una -pieza reservada al citado Aldama, hizo entrar al denunciante para -identificar la persona, quien al punto lo conoció y entresacó de todos.</p> - -<p>«Recibídole juramento á Aldama y preguntádole sus generales, expresó ser -natural de San Juan Bautista Quesama, provincia de Alava, en el señorío -de Vizcaya, soltero, sin ocupación en aquella actualidad, por estar -siguiendo una incidencia en la causa criminal que se le siguió en la -Acordada, acumulándole un homicidio de que había salido idemne dejándole -su derecho á salvo, de que tenía documento, y que cerca de diez años ha -que había venido al reino, de edad de treinta y dos años, ser noble -notorio hijodalgo, cuya calidad justificaría, y para ello exhibía, un -documento que se le devolvió con reserva de su derecho para que lo -presentase en tiempo oportuno. Preguntado dónde había andado el viernes -anterior, con quiénes y en qué forma, dijo: Que como á las tres y media -de la tarde fué á la plaza de Gallos donde se mantuvo hasta cerca de la -oración, que<span class="pagenum"><a name="page_12" id="page_12"></a>{12}</span> regresado á su casa llegó á poco rato D. Joaquin Antonio -Blanco, con quien fué á la casa de su tía á reconciliarlo con ella por -cierta desavenencia; que no habiéndola encontrado, se restituyó á su -posada, donde se quedó á dormir Blanco, hasta que á la mañana siguiente -salió á buscar á su tía. Preguntado dónde y cuándo tuvo noticia del -suceso de la casa de Dongo, dijo: Que estando el sábado como á las ocho -de la mañana en la esquina del Refugio con D. Rafael Longo, llegó con la -noticia un galleguito, y hablando con Longo, Aldama le dijo: hombre, -dicen que han matado á Dongo y toda su familia, y que el comercio está -alborotado; que asombrados del caso se separaron los tres, y Aldama se -fué para la Acordada, á participarlo á su capitán. Preguntado con quién -estuvo en la calle de Santa Clara aquella tarde, qué trataron, y adonde -se dirigió después, respondió que con el relojero D. Ramón Blasio, con -quien conversó sobre el suceso de que trata la causa; luego pasó á la -calle del Aguila á la casa de Quintero, y no encontrándolo se pasó á los -Gallos. Héchosele cargo sobre la mancha de sangre que tenía la cinta del -pelo, que reconoció, dijo: Que como iba á los gallos donde los que -mataban solían para sacarlos pasarlos por las cabezas de los -concurrentes, no ponía duda en que le hubiese caído alguna gota. -Preguntado de qué se mantenía con la decencia que se advertía, dijo: que -de las libranzas que le mandaba de Querétaro su primo el marqués del -Villar del Aguila, y otros sujetos que le prestaban; que desde el último -Junio había recibido más de mil y seiscientos pesos por mano de D.<span class="pagenum"><a name="page_13" id="page_13"></a>{13}</span> -«Joaquín Antonio Yermo, á más de que de «los gallos solía adquirir -algunos reales.»</p> - -<p>Para la justificación de si había dormido el viernes en su casa con -Blanco, hizo su señoría comparecer á la criada cocinera de Aldama y á su -hermana María Guadalupe Aguiar, quienes preguntadas si conocían á Blanco -dijeron que con motivo de visitar á su amo lo conocían; el que había -dormido el sábado y domingo de la semana anterior en su casa. Que su amo -Aldama estaba pronto á sus horas, en especial de noche; que la del -viernes no salió, y á pedimento de ellas había estado tocando en flauta -hasta muy tarde que se durmieron. Que el sábado se recogió temprano y -que el domingo en la noche se había ido á la comedia.</p> - -<p>«En virtud de la cita hecha á Blanco se libró oficio al juez de la -Acordada, para su remisión, al que habían aprehendido la misma noche que -á Aldama en una vinatería, por la dicha queja de su tía, el que habiendo -comparecido se le tomó su declaración inquisitiva, en la que expresó -llamarse Joaquín Antonio Blanco, natural de la villa de Segura, -provincia de Guipuzcoa, soltero, de edad de veintitrés años, sin oficio; -y examinado acerca de dicha cita discordó en ésto, diciendo que había -dormido la noche del viernes á casa de su tía; en cuyo acto se careó con -Aldama y las criadas de su casa, y al cabo de varias disputas hubieron -de convenir todos en que ambos habían dormido aquella noche en la casa -de Aldama, diciendo Blanco que había discordado falsamente, consternado -de que no se le atribuyese algún delito por la falta de su tía, la que -no se<span class="pagenum"><a name="page_14" id="page_14"></a>{14}</span> «encontraba en su casa; en cuya virtud se restituyó á la -Acordada.»</p> - -<p>El día siguiente 28, se proveyó auto para el embargo de la hacienda de -Doña Rosa, y comparecencia de su administrador en esta ciudad, cuyo -despacho se expidió por la estafeta del día.</p> - -<p>«El día 29, en prosecución de la pesquisa y con noticia de ser D. -Baltasar Dávila y Quintero, uno de los amigos de Aldama, lo hizo -comparecer por medio del sargento mayor de la plaza, quien expresó -llamarse como dicho es, natural de la isla del Hierro en las de -Canarias, capitán de mar y subteniente de milicias provinciales de dicha -isla: quien preguntado por el conocimiento de Aldama, y si el viernes -había estado con él, respondió conocerle, y que en efecto, el citado día -fué á visitar al declarante que estaba enfermo en cama, entre cuatro y -cinco de la tarde, de suerte que no salió de ella en todo aquel día, ni -en la noche. Preguntado de qué se mantenía, respondió: que á expensas de -la caridad de D. Jacinto Santiesteban y D. Manuel Pineda, quienes le -habían hecho varios suplementos, como constaría de su libro. Preguntado -si conocía á D. Joaquín Dongo, ó tenía noticia del suceso y de sus -agresores, dijo: Que ignoraba enteramente la pregunta, y que aunque se -hablaba con mucha variedad de los agresores, el declarante no podía dar -razón por no concurrir á las mesas de trucos, ni juegos públicos, donde -solían tratarse asuntos de esta naturaleza, recogiéndose como se recogía -á su casa á las siete de la noche. Preguntado si el sábado por la mañana -salió de su casa á comunicar á Aldama,<span class="pagenum"><a name="page_15" id="page_15"></a>{15}</span> ó éste fué á visitarlo, ó -practicó alguna diligencia que le hubiese encomendado, dijo que no hacía -memoria, aunque una mañana que no tenía presente, lo encontró y le había -dicho se llegase á la vinatería de la Alcaicería y dijera á su dueño que -fuera á su casa de Aldama que quería hablarle.» En este estado -habiéndose hecho comparecer á D. Ramón Garrido, administrador de la -referida pulquería, se examinó sobre la cita y expresó «que el sábado 24 -(día en que amaneció la desgracia) á las seis y media de la mañana, le -llevó Quintero recado de Aldama, diciéndole le llevase una libranza que -tenía en su poder para que le diese los cincuenta pesos en que la tenía -empeñada, con una capa blanca con galón, que inmediatamente pasó y -saliendo á recibirlo al medio de la sala, ya con los cincuenta pesos en -la mano, se los dió, y lo despidió, observando estaba vistiéndose de -limpio: preguntado dónde había vivido aquellos últimos días, y dónde al -presente, respondió que en la calle de la Aguila, en un cuarto interior, -y para componerlo se había pasado á la accesoria de la misma casa, y -habría como quince días que volvió al referido cuarto (constando de la -casera que aquella misma noche había vuelto al dicho cuarto), diciendo -tenía miedo no lo mataran en la accesoria por robarlo.»</p> - -<p>En vista de tan claras y manifiestas contradicciones, le tomó su señoría -la espada, y lo mandó aprehender por medio de un piquete de soldados que -tenía prevenidos, quienes habiéndolo atado le registraron las -faldriqueras, y le encontraron veinte pesos en un pañuelo: con este -hecho lo bajaron públicamente<span class="pagenum"><a name="page_16" id="page_16"></a>{16}</span> como á las diez del día á la real cárcel -de corte, y en seguida su señoría,</p> - -<p>«Estando en dicha real cárcel, á efecto de continuar la declaración de -Aldama, sobre los nuevos particulares que había ofrecido una mera -contingencia, lo hizo parecer ante sí, quien sin embargo de las -exquisitas y estudiosas preguntas que le hizo, para venir á dar al -objeto del desempeño de la capa y libranza; contestó categóricamente -Aldama con el mayor desenfado, concordando en lo declarado por el -cajero: diciendo, que los cincuenta pesos había pagado de más de ochenta -que había ganado en los gallos, como lo podrían declarar los -encomenderos Villalba y Peredo, los que examinados aseguran haber ganado -como diez y seis ó veinte onzas: pero que al fin salió perdido, y aunque -en la ganancia de este dinero hubo algunas variaciones, con un genio tan -astuto y vivo, al instante persuadía, y quería hacer ver lo contrario.</p> - -<p>«En este estado trajeron la dicha capa blanca que estaba en su casa, y -un sombrero negro salpicado de sangre, con una gota de cera en la orilla -del casco; y puéstoselo de manifiesto, lo reconoció todo por suyo, y -héchosele cargo de aquella sangre, dijo; que como había ido á la -procesión de desagravios á San Francisco en que había habido azotados de -sangre, lo habían salpicado, y aun en la cara le habían caído dos gotas -que con la mano se limpió, sobre que se le hicieron fuertes cargos, y se -mantuvo con su dicho. Igualmente se le hizo otro acerca de la gota de -cera, por haberse alumbrado en la facción de los homicidios y robo con -vela<span class="pagenum"><a name="page_17" id="page_17"></a>{17}</span> de cera, dijo: que como había ido á alumbrar al Señor de la -Misericordia el día de la ejecución de Paredes en la Acordada, y como -era natural ir con el sombrero en la mano y la vela ardiendo, le cayó la -que se le demostró, como otras muchas en la capa que se había quitado el -mismo día, con una cuchara con una brasa, por no tener plancha. -Reconvenido por su señoría por una mancha de sangre que le advirtió, -como medio peso, en el terciopelo de la vuelta de la capa que tenía -puesta, dijo que era de las narices, como lo acreditaba con el pañuelo -que tenía en la bolsa, que igualmente estaba ensangrentado; y á mayor -abundamiento, para mejor prueba, fuesen á ver debajo del petate de la -bartolina donde estaba su colchón, la porción que había vertido de las -narices el día anterior.»</p> - -<p>En este estado se suspendió la diligencia.</p> - -<p>Inmediatamente el señor juez, en vista de las contradicciones de -Quintero, de las mutaciones que le advirtió en el semblante y la -ambigüedad con que declaraba y se retractaba. En seguida mandó se -reconociera la accesoria en que había vivido y el cuarto que en la -actualidad tenía interior.</p> - -<p>Pasado inmediatamente su señoría y el escribano actuario, acompañados -del capitán Elizalde y los comisarios extraordinarios de su asistencia; -se reconoció la puerta de la accesoria que estaba manchada de sangre, -asegurando los reos no haber habido motivo para que la hubiese, pues -ninguno salió herido ni llevaron cosa que la manchara, y abierta ésta, -se encontró descombrada sin trasto alguno, y levantándose á mano derecha -al pie<span class="pagenum"><a name="page_18" id="page_18"></a>{18}</span> de la ventana la primera viga, se percibieron las talegas, y -levantadas todas, se hallaron 21,634 pesos un real efectivos, inclusos -ochenta que había con otra porción en un pañuelo. Un envoltorio en otro -pañuelo con siete pares de medias de seda, cuatro pares de calcetas, -cuatro camisas, una usada y tres nuevas, y una pieza de saya-saya -carmesí; en una bolsita de mecate se hallaron las hebillas y charreteras -del difunto, dos rosarios y un reloj de plata antiguo, lo que, sacado -públicamente, se pasó á reconocer el cuarto interior y levantando sus -vigas, no se encontró novedad alguna debajo de ellas; pero sí en la -ropa, pues se encontró un chupín rociado de sangre, dos sombreros -manchados de lo mismo, que después se verificó ser uno de Quintero y el -otro de Blanco; tras de la puerta, á mano derecha, estaba una tranca -gruesa con muchas señales de tajarrazos con machete ó sable amolado, -como que en ella habían hecho experiencia y prueba de su corte ó -fortaleza. Un belduque bajo un colchón. Todo lo cual se condujo en un -carro al real palacio, custodiado de soldados, con más, unas medias de -color gris ensangrentadas que estaban debajo de las vigas de la -accesoria; y depositándose en cajas reales el dinero, lo demás se pasó á -la sala de justicia para el reconocimiento y convencimiento de los reos, -á quienes al instante se les puso un par de grillos más.</p> - -<p>Como á las cuatro y media de la tarde del mismo jueves se procedió á -tomar confesión á los reos, previo el auto correspondiente, que se -proveyó, y nombramiento de curador á Blanco por ser menor, el que se -hizo<span class="pagenum"><a name="page_19" id="page_19"></a>{19}</span> en D. José Fernández de Córdoba, procurador del número de esta -real audiencia.</p> - -<p>Habiendo su señoría hecho comparecer á Quintero, le recibió el juramento -de estilo y generales acostumbradas, y héchosele el fuertísimo cargo de -lo que resultaba y ministraban los autos sobre ser el agresor principal -de los homicidios de Dongo y su familia, contestó con gran resolución: -que no sabía quiénes fuesen, y mucho menos que él tuviese el más mínimo -participio ni complicidad en ellos: y puéstosele de manifiesto las -alhajas y ropa robada, demostrándosele cosa por cosa, se le preguntó si -las conocía: dijo que no conocía nada; se le reconvino que si conocía -tantas talegas que se habían sacado de debajo del envigado de su -accesoria, y quería verlas: dijo que no sabía ni conocía cosa alguna. -Preguntándole que si conocía el chupín, el belduque, los sombreros, la -tranca y demás que se encontró en un cuarto, dijo: que sólo eso conocía -por suyo, pero que lo de la accesoria no sabía, y algún enemigo, por -hacerle daño, lo introduciría en ella; héchosele cargo de la sangre que -tenía el chupín, dijo: que eran polvos que tomaba y expelía por las -narices. Héchole cargo sobre la tranca y sobre su negativa en caso tan -físico y palpable, el que se le iba formando con la mayor severidad, -dijo en este acto: «Señor, ya no tiene remedio; no quiero cansar más la -atención de V. S., pues Dios lo determina y me han hallado el robo en mi -casa: ¿qué tengo de decir sino que es cierto todo? Que me alivien las -prisiones ya que he dicho la verdad: fuerza es pagar. Aliviándole éstas, -le preguntó su señoría quiénes eran los cómplices,<span class="pagenum"><a name="page_20" id="page_20"></a>{20}</span> cuántos, dónde -vivían, y cuanto condujo al caso. Respondió que D. Felipe María Aldama y -D. Joaquín Antonio Blanco, que estaba preso en la Acordada, quienes lo -habían insistido á tal desastre, y como necesitado y frágil había -accedido á tan horrendo delito; que aunque se recató, no lo pudo -conseguir, pues lo vituperaron y trataron de un collón; que viéndose -precisado, hubo de entrar en la casa en su compañía, á las ocho y media -de la noche del viernes 23, haciendo Aldama de juez, con el bastón del -confesante, el que le tomó al tocar la puerta; que habiéndole -respondido, dijo: <i>abre</i>, y empuñando el bastón, se metió con Blanco, y -el confesante se quedó cuidando la puerta: que no había hecho muerte -alguna: que ellos podrían dar razón, pues no quiso ver aquella -atrocidad, porque se le partía el corazón, y suplicaba que respecto á -que sabía que había de morir presto, se le diese término para -disponerse, dándole la muerte conforme á su ilustre nacimiento, lo que -haría constar. Héchosele las demás preguntas conducentes, dijo que los -otros lo declararían por extenso.</p> - -<p>Habiéndose hecho inmediatamente comparecer á Aldama, puesto ante su -señoría con un semblante modesto y compasivo, tiró la vista hacia todos, -y con un tierno suspiro, dijo: señor; ya ha llegado el día de decir las -verdades; y compungido con lágrimas del corazón, significó que la -fragilidad y la miseria humana lo habían conducido á tan horrendo -sacrificio, estimulado de su necesidad, ya violentado y estrechado de -sus acreedores, ya de sus escaseces, tan extraordinarias, y ya de lo -principal, que fué su triste y desgraciada<span class="pagenum"><a name="page_21" id="page_21"></a>{21}</span> suerte; y pues para Dios no -había cosa oculta, y era su voluntad pagase sus atroces delitos, estaba -pronto á declarar cuanto ocurrió en el caso.</p> - -<p>Recibídole juramento en forma de derecho, y héchole las preguntas -acostumbradas acerca de sus generales, que reprodujo, se le formó el -riguroso cargo que ministraban los autos, y el cuerpo del delito acerca -de los homicidios, y robo de Dongo y su familia, á efecto de que -expresase quién promovió el proyecto, entre cuántos, qué día, en qué -disposición, con qué armas, y en qué lugar; con lo demás que se tuvo por -conveniente para la aclaración de tantas dudas y confusiones, en cuya -vista dijo: Que había un mes que estrechado Quintero de sus indigencias -y necesidades, le propuso el pensamiento de que, siendo D. Juan Azcoiti -hombre de conocido caudal, y sólo podían matarlo y quedar remediados; á -lo que resistió bien por su honor, y por estar muy distante de este -pensamiento, contestándole ásperamente sobre que pensase en otra cosa. -Que al cabo de pocos días insistió con dicho pensamiento, y ya más sagaz -le contestó que lo pensaría, con la intención de no hacer aprecio y -prescindir de ello. Que vuelto tercera vez á insistirlo, le dijo: que no -había de quién fiarse, pues él no se valía ni de su padre; y -proponiéndole Quintero inmediatamente á un primo suyo, quedó de verlo -para el efecto; y habiéndolo solicitado, y sabido que estaba ausente en -destino, le propuso á Blanco, quien le dijo estaba recién venido de -presidio, y como quiera que había servido á Azcoiti, era más á propósito -para el caso, á lo que creía no se excusaría;<span class="pagenum"><a name="page_22" id="page_22"></a>{22}</span> que le contestó lo viese -en hora buena. Que habiendo caído malo el confesante, fué á visitarlo -Quintero, llevando ya á Blanco, y al entrar le dijo: vé á quien te -traigo acá: ahora le puedes decir lo tratado, á que le contestó Aldama: -hazlo tú si quieres, que yo no estoy para eso; á poco rato se fueron: -recuperado Aldama ya de su enfermedad pasó á ver á Quintero, donde halló -á Blanco á quien había hablado ya Quintero, y tratando del asunto entre -Aldama y Quintero, acabaron de seducir á Blanco; y habiendo determinado -el pasar á verificar su intento, vieron ocupadas las piezas vacías con -una familia que vino de fuera, con lo que se les frustraron sus -proyectos. Y puesto inmediatamente el pensamiento en Dongo entre los -tres, ofreció Aldama el instruirse de la casa, diciendo Blanco que tenía -más de trescientos mil pesos en oro, con lo cual salían de penas: que al -día siguiente fué Aldama á ver á Dongo con el pretexto de que le -vendiese una poca de haba, con lo que observó la poca familia que le -parecía tenía, y convenidos todos, quedaron de acuerdo para acecharlo en -sus entradas y salidas de noche, á ver cómo y con quiénes salía, y cómo -volvía: que el miércoles 21 del mismo Octubre dió Aldama cinco pesos á -Quintero para que comprase y dispusiese las armas con que habían de ir; -quien compró dos machetes de campo, uno de más de tres cuartas, que -llevó Quintero; otro más mediano que llevó Aldama, y otro más chico que -llevó Blanco, los que amolaron por la calle de Mesones: que á la noche -fueron á observar la primera salida de Dongo, y no aguardaron á que -volviese: que á la siguiente noche del jueves fueron<span class="pagenum"><a name="page_23" id="page_23"></a>{23}</span> y estuvieron hasta -que regresó á las nueve y media Dongo. Que instruídos ya en la forma que -salía y entraba, determinaron asaltarlo á la siguiente noche del -viernes: que en efecto fueron dicha noche como á las ocho y media, y -tomando Aldama el bastón de Quintero, tocó la puerta, y respuéstole -quién era, respondió: <i>Abre</i>; y habiendo abierto el portero jubilado ó -inválido, le dijo: ¿tú eres el portero? le respondió éste: no, señor; -está en el entresuelo dando de cenar á D. Nicolás: pues llámalo; y -entrando para dentro, lo esperó que bajase, y estando presente, le dijo: -<i>Pícaro</i>, ¿qué es de los dos mil pesos que has robado á vuestro amo? y -sin aguardar respuesta, lo mandó atar por detrás, y meterlo en su mismo -cuarto, donde puso á Blanco que lo guardase; y volviéndose al inválido, -le dijo: Y tú, ¿qué razón das de este dinero? Ata á este también, y en -la misma forma lo metieron en la covacha, donde puso á Quintero de -guardia, y revolviendo al zaguán, tomó al indio correo del brazo, quien -estaba en compañía del inválido, y lo pasó al cuarto del portero, donde -estaba Blanco, y entre ambos mataron al indio y al portero, en tales -términos y con tal prontitud, que no dieron una voz: de ahí pasaron á la -covacha, donde estaba Quintero con el inválido, y examinando á éste -sobre la demás gente que había arriba, entre Aldama y Quintero lo -mataron en la misma forma: que luego pasaron al entresuelo Aldama y -Quintero, dejando á Blanco cuidando la puerta, para que avisase de -cualquiera contingencia, y entrando con la vela en la mano, saludando á -D. Nicolás; ya que se vieron cerca, le habían acometido ambos á<span class="pagenum"><a name="page_24" id="page_24"></a>{24}</span> un -tiempo, y dejándolo muerto, pasaron al instante á las piezas superiores, -y preguntando á las criadas: hijas, ¿cuántas son udes? con sencillez les -respondieron ser cuatro, y entonces se volvió Aldama á Quintero, y le -dijo: vd. meta á esas mujeres en la cocina, y custódielas, inter yo las -voy examinando una por una. Que inmediatamente las metió Quintero en la -cocina, y quedó en la puerta de ella custodiándolas: entonces tomó el -confesante á la ama de llaves de la mano, y se la llevó á la asistencia, -donde la mató: que inmediatamente volvió por la lavandera, y en la -anteasistencia la mató; y habiendo vuelto, le dijo á Quintero: dos han -quedado: una tú, y otra yo; y tomando el confesante á la galopina, y -Quintero á la cocinera, las dejaron en el puesto con la mayor crueldad. -Que acabada esta facción bajaron al zaguán á incorporarse con Blanco -para aguardar á Dongo, donde se estuvieron sentados hasta después de las -nueve y media que oyeron el coche que se acercaba á la puerta; que -entonces se pusieron tras de ella y la abrieron cuando llegó, á -semejanza del portero, y apeándose del coche, éste entró con su lacayo -por detrás con una hacha en la mano, y se le apersonó el confesante, -diciéndole con el sombrero en la mano: «<i>Caballero, vd. tiene su lugar; -dispense el atrevimiento que se ha tenido de perder los respetos á su -casa.</i>» Súbase vd. con estos caballeros, que yo tengo que hacer con los -criados de vd., y echando mano al lacayo, le contestó el caballero -urbanamente; pero al subir la escalera debió de recelar, por ver los -cuartos cerrados donde estaban los difuntos, y haciendo que metía mano, -lo mataron entre Quintero y<span class="pagenum"><a name="page_25" id="page_25"></a>{25}</span> Blanco; y viendo el confesante que ya -estaban matando á Dongo, mató él al lacayo que tenía de la mano: en este -intermedio dió vuelta el coche, y el confesante fué á abrir la cochera -para que entrase, y luego que entró cerró la puerta, y estando en esto, -ya los otros habían bajado de las mulas al cochero, y entre todos tres -lo mataron y fueron á esculcar al difunto; le sacaron las llaves de la -bolsa, un rosario, el reloj, hebillas y charreteras de oro, de que no -supo el confesante. Que habiendo subido arriba, habían tenido mil -aflicciones para ver dónde venían; que encontrando en el gabinete una -escribanía, le hizo una de ellas, de donde sacaron una gabeta con las -del almacén; que descerrajaron un ropero y varios cofres, de donde sólo -tomaron la ropa que se les encontró, lo que no había sido con su -consentimiento. Que habiendo bajado al almacén, no encontrando el oro -que buscaban, tomaron nueve talegas que estaban bajo del mostrador y -unos cuantos papeles de medias nuevas. Que de ahí pasaron á descerrajar -la pieza siguiente, en la que quemaron los papeles de las medias porque -les abultaban, y comenzando á tomar el pulso á las cajas que había, -viendo que entre todas una pesaba más, la descerrajaron y sacaron -catorce mil pesos, sin tocar la de las alhajas de su mujer, ni una -fortísima de hierro que no pudieron descerrajar. Que puesto el dinero -sobre el mostrador, de allí lo bajaron al coche, y montando de cochero -Aldama, con gran trabajo, por no poderlo retroceder ni sacar, por ser -difícil aun á los de profesión, como por la gran carga que llevaba, el -que cimbró de tal modo, (que expresó) que sueños<span class="pagenum"><a name="page_26" id="page_26"></a>{26}</span> de bronce que hubieran -tenido los vecinos, se hubieran alborotado sólo del estruendo que hizo -al salir, y que de un viaje lo condujeron todo después de las once, por -la calle de Santo Domingo, á torcer por la de los Medinas hasta la -accesoria de Quintero, donde bajaron la carga dejando á Quintero con -ella, y el confesante y Blanco fueron á dejar el coche por Tenexpa; y -aunque el primero quería llevarlo por Santa Ana, no quiso Blanco, por -decir que arriba había guardas y podían ser conocidos; que dejado el -coche, arrojaron en el puente de Amaya dos de los machetes, y regresados -en casa de Quintero, tomaron una talega que tenía cuatrocientos pesos, y -distribuidos entre los tres, les cupo como á ciento y treinta pesos, que -tomaron para sus prontas urgencias, y el demás dinero, alhajas y ropa, -metieron debajo de las vigas; luego se retiró el confesante con Blanco, -y al pasar por el puente de la Mariscala tiraron el otro sable que les -había quedado, y de ahí pasó el confesante á dejar á Blanco á su casa, -quien vivía por el Salto de la Agua, en casa de su tía, y no -encontrándola en casa se fueron para la del confesante. En el camino le -dijo Blanco que allí llevaba el reloj de oro del difunto, y habiéndolo -corregido seriamente hizo lo echara en el caño de la agua de la esquina -de la Dirección del Tabaco. Llegados á la casa del confesante se -acostaron, diciendo en la casa que habían ido á un baile. Que al día -siguiente mandó sacar sus prendas, como tiene dicho, y á las nueve llevó -la noticia á la Acordada, y después se fué á los gallos. En este estado -y respecto á que sabía breve había de morir, suplicaba rendidamente<span class="pagenum"><a name="page_27" id="page_27"></a>{27}</span> á -la justificación de su señoría se sirviese, con atención á la nobleza -notoria de su estirpe, se le diera la muerte correspondiente, no por él, -pues merecía morir tenaceado y sufrir cuantos martirios se imaginasen, -sino por su pobre familia; y mandádose retirar por ser las nueve de la -noche, suplicó se le llamasen unos padres del colegio de San Fernando, -para que lo fuesen disponiendo á su muerte, lo que así se le ofreció y -cumplió.</p> - -<p>Inmediatamente mandó su señoría que los capitanes de esta real sala -fuesen á sacar los machetes y reloj, que expresó Aldama haber echado -Blanco en el caño referido.</p> - -<p>En virtud de orden de su señoría se mandó por Blanco á la Acordada, -quien hasta esta hora llegó, y estando presente ante su señoría, previo -el mismo juramento, se le hizo cargo de sus delitos, quien sin embargo -de haberle puesto todo el cuerpo del delito de manifiesto, negó, -diciendo no saber de tal cosa ni haber incurrido en semejante atrocidad; -que si lo creía su señoría de él; que si fuera cierto lo confesara, como -había confesado en la Acordada cuando robó á su amo: en esto se mantuvo -hasta cerca de las once de la noche que se mandó retirar, sin embargo de -los foertísimos cargos y convencimientos que se le hicieron.</p> - -<p>Al siguiente día viernes se hizo comparecer á Quintero, en virtud de la -discordancia que hubo entre él y Aldama, sobre haber sugerido éste á -aquél, y aquél á éste, y estando puestos rostro á rostro, previo su -juramento, se les hizo cargo de las discordancias de sus deposiciones en -esta materia, y de los homicidios; á que contestó Quintero: que era -cierto<span class="pagenum"><a name="page_28" id="page_28"></a>{28}</span> que él había sugerido y propuesto el pensamiento á Aldama: que -era cierto cuanto decía, y que él también mató al igual de todos, y -dudoso sobre si él había propuesto primero el pensamiento á Blanco y -Aldama; que quería disponerse, para lo cual quería también padres de San -Fernando, lo que se le cumplió.</p> - -<p>A este acto se hizo comparecer á Blanco, y puesto (previo nuevo examen -que se le hizo) rostro á rostro, se le hizo cargo de su negativa, quien -ratificándose en ella, lo comenzaron á persuadir dijese la verdad, que -perdía tiempo, el que era muy precioso: que qué tenía que negar á una -cosa tan palpable como aquella: que no había de tener más resistencia -que ambos, y viéndose convencidos declararon la verdad: que viera sus -mismas medias ensangrentadas, con que le hacían cargo: que de todos -modos había de ser lo mismo; con otras muchas expresiones de esta -naturaleza, sin embargo de las cuales insistió en su negativa. -Recibídole declaración á la tía de Blanco, sobre con qué medias había -salido de su casa, expresó que con unas de color de gris, que son las -mismas ensangrentadas; y habiéndose hecho comparecer á ésta, luego que -se le puso delante, dijo: No es necesario, todo es cierto: yo los -acompañé y cometí los mismos delitos, y me remito en todo á la -declaración de Aldama. Que le trajeran padres, que quería confesarse y -disponerse, lo que también se le cumplió; y todos unánimes y conformes -reconocieron las armas que se les pusieron delante, y dijeron ser las -mismas que fueron la destrucción de todos; con lo que se suspendió el -acto de la diligencia.<span class="pagenum"><a name="page_29" id="page_29"></a>{29}</span></p> - -<p>En la misma tarde, como á las cuatro, hubo acuerdo extraordinario, con -asistencia de los señores regente y fiscal, que duró hasta después de -las once de la noche, en el que se determinó se recibiese á prueba por -tres días, en los cuales se ratificaron los reos y los testigos -sumarios; se entregasen los autos dentro del oficio al Lic. D. Manuel -Navamuel, á quien se nombró defensor por veinte horas, y concluidas se -pasasen al relator.</p> - -<p>En la misma hora se hicieron las citaciones correspondientes, y al día -siguiente se comenzaron á ratificar los testigos, y como á las diez y -media los reos respectivamente, en que añadió Blanco que Quintero lo -había seducido, y Quintero se mantuvo en su duda anterior.</p> - -<p>El lunes 2 de Noviembre produjeron los reos sus pruebas sobre la -identificación de sus ejecutorias de nobleza, con tres testigos cada -uno.</p> - -<p>El mismo día se presentó escrito por el defensor, sobre que le -permitiese ver los autos en su casa, á lo que habiéndose accedido, -ratificados los cuarenta y seis testigos, se le pasaron los autos por el -capellán Elizalde, el mismo lunes á las nueve y media de la noche en que -se cumplieron los tres días, y le empezaban sus veinte horas. El martes -á las siete y media, que se le cumplieron, pasó dicho Elizalde por ellos -y los condujo al relator por sólo aquella noche.</p> - -<p>En este estado declaró Aldama en descargo de su conciencia, que la -muerte que se le acumulaba, y por la que había estado preso en la -Acordada, de un mulato, criado de Samper, era cierta, y que él la había -hecho por<span class="pagenum"><a name="page_30" id="page_30"></a>{30}</span> robarle dos mil pesos de su amo, los que en efecto le quitó, -al que arrastró y echó en una cueva de mina vieja, yendo él mismo al -reconocimiento del cadáver cuando le dieron la denuncia, como teniente -general que era de aquella jurisdicción de Cuautla de Amilpas.</p> - -<p>Y Quintero expresó haber hecho una muerte en Campeche á un pasajero, á -quien le robó seiscientos pesos, lo que también declaró en descargo de -su conciencia.</p> - -<p>A las ocho de la mañana del día miércoles se comenzó á relatar la causa -y se siguió á la tarde, con asistencia del señor regente, el señor -fiscal y los reos, cuya relación se concluyó después de la oración, -finalizando el relator Echeverría con las causas de Aldama y Quintero, -de que se le hizo cargo y vinieron de la Acordada.</p> - -<p>Relatada la de Blanco, resultó que el año de 87 se procesó en aquel -tribunal por cinco robos que ejecutó en compañía de D. Juan Aguirre su -paisano y cajero que fué de la vinatería de D. Manuel Pineda, en la casa -de Azcoitia, donde servía también de cajero dicho reo, extrayéndole más -de tres mil pesos, y cinco que hizo en Guanajuato, en la tienda de su -amo Alemán; el uno de varias ropas y los otros dos de reales hasta -seiscientos pesos, lo que resultó justificado, por lo que fueron -condenados á ocho años de presidio en Puerto Rico, y que de allí fuesen -conducidos bajo partida de registro, á la casa de contratación de Cádiz, -de donde se dirigieran á los lugares de su origen: que indultado éste -por el Excmo. Sr. Flores, se vino á esta ciudad desde San Juan de Ulúa, -donde desertó.</p> - -<p>Por el expediente pasado, con oficio de 2<span class="pagenum"><a name="page_31" id="page_31"></a>{31}</span> del corriente, por el Excmo. -Sr. virrey, se advierte hallarse Quintero, por decreto de la misma -fecha, declarado no gozar fuero alguno de guerra, cuya declaración fué -expedida de resultas de la instancia que en el superior gobierno seguía -sobre goce y restitución del fuero militar, de que se había antes -despojado, por la causa que se le siguió en la Acordada, á querella de -la viuda de su primo, quien le imputaba haberle extraído como cuatro mil -pesos, en la que tuvo absolución de la instancia en 13 de Mayo último, y -fué puesto en libertad con reserva de su derecho.</p> - -<p>Después de dicha relación informó el abogado de los reos muy -sucintamente, en que pidió que conociendo los graves delitos de los -reos, ya que en el estado presente por lo mismo eran dignos de -compasión, se mirasen con piedad y se les aplicase la muerte con -atención á las circunstancias de su nacimiento, fundando la menos culpa -y complicidad de Blanco, por lo que, y por su menor edad, era digno de -más indulgencia.</p> - -<p>Después siguió el señor fiscal, quien sin embargo de no haberle pasado -los autos ni tener más instrucción de ellos que la relación que se hizo -por el relator, hizo una oración de las más prolijas y exquisitas, en la -que concluyó pidiendo, que respecto á los extraordinarios delitos de los -reos, á su gravedad y circunstancias, merecían extraordinarias penas y -un castigo ejemplar, por los cuales habían perdido el goce y fuero de -sus privilegios; pero atendiendo á ciertas leyes y á la probanza que de -su nobleza habían dado, condescendía «en que se les diese garrote -saliendo de la cárcel, y el verdugo delante con<span class="pagenum"><a name="page_32" id="page_32"></a>{32}</span> el bastón y armas con -que cometieron los delitos, y siendo regular ser una de las calles -acostumbradas la en que vivía Dongo, el pasar por ella, los entrasen por -la puerta principal, y estando un rato en ella saliesen por la cochera, -por donde salieron triunfantes con el robo, salieran á pagar con sus -vidas; que llegados al patíbulo, puestas en alto las armas y bastón al -tiempo de la ejecución, verificada ésta, se destruyeran en el mismo -tablado y que se mantuviesen los cadáveres por tres días en el suplicio -para escarmiento y desagravio de la vindicta pública.»</p> - -<p>Por ser ya las ocho de la noche no se votó, y se reservó para el jueves -siguiente, en el que se pronunció la sentencia, que relativamente es la -siguiente: «Hecha la relación acostumbrada de los excesos y delitos de -los reos, hallaron que eran de condenar, y condenaron, á que de la -prisión en que se hallaban saliesen con ropa talar y gorros negros, en -mulas enlutadas, á son de clarín y voz de pregonero que manifestase sus -delitos, por las calles públicas y acostumbradas; y llegados al suplicio -se les diese garrote poniendo el bastón y armas á la vista del público, -y verificada la ejecución se destrozasen y rompiesen por mano del -verdugo, separándoseles las manos derechas: que se fijasen dos en dos -escarpias donde habían cometido los homicidios, y la otra donde se halló -el robo, en la parte superior de la pared, todo con ejecución, sin -embargo de suplicación y de la calidad; y que el dinero depositado y -demás del robo se entregara á la parte de la archicofradía heredera, -como se ejecutó, y esta sentencia fué dada, presente el señor fiscal.»<span class="pagenum"><a name="page_33" id="page_33"></a>{33}</span> -De la que dada parte á S. E. á las doce de este día, en su consecuencia -pasó el escribano Lucero á la primera pieza del entresuelo de la cárcel, -y haciéndolos traer á su presencia se las hizo saber y notificó: quienes -postrados de rodillas la obedecieron conformes, y asistidos de los -padres fernandinos y del rector de las cárceles Br. D. Agustín -Montejano, pasaron á la capilla, quien les hizo las mayores -exhortaciones de consuelo y conformidad, y postrados ante el altar -hicieron una deprecación la más tierna y lastimosa, de donde tomaron sus -respectivos lugares, que abrigaron con biombos.</p> - -<p>En estos tres días se dispuso el cadalzo ó tablado, en medio de la plaza -principal del real palacio y la de la cárcel, con el alto de más de tres -varas, diez de largo y cinco de ancho, todo entapizado y guarnecido de -bayetas negras, hasta el piso y palos.</p> - -<p>El día sábado, 7 de Noviembre, entró el teniente de corte y demás -ministros de justicia, y tras ellos los hermanos de la caridad, quien -les dijo: Ya es, hermanos, la hora de ver á Dios; y levantándose se -arrodillaron delante del altar, y auxiliados á gritos pidieron -misericordia, haciendo muchos actos de cristiandad, y puéstoles los -hermanos las ropas fueron acompañados de muchas personas eclesiásticas y -condecoradas, y trepa, por las calles acostumbradas, hasta el suplicio: -subiendo primero Quintero, como capitán de ellos, se colocó en el palo -de en medio, Aldama en el derecho y Blanco al izquierdo. Se quebraron -las armas y bastón, cuya ejecución se concluyó á la una de la tarde, -durando á la vista por orden superior hasta las<span class="pagenum"><a name="page_34" id="page_34"></a>{34}</span> cinco que se pasaron á -la real cárcel, y separadas las manos derechas se fijaron como se mandó, -las que se quitaron el jueves 17 del mismo año, y con los hábitos de San -Fernando se amortajaron y depositaron en la capilla de los Talabarteros, -hasta el siguiente domingo que los hermanos de la Santa Veracruz en su -parroquia hicieron un decente entierro con misa de cuerpo presente, que -cantaron los fernandinos, y costó doscientos veintisiete pesos.</p> - -<p>Este fué todo el infeliz suceso de los desgraciados agresores de Dongo y -su familia.</p> - -<p><i>Per misericordiam Dei, requiescant in pace. Amén.</i></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Al concluir este artículo debemos llamar la atención de nuestros -lectores. El crimen que se ha referido fué, como se vé, cometido por -tres españoles, de una condición y clase no común. En ochenta años que -van transcurridos no se ha vuelto á perpetrar en la capital otro -atentado tan atroz de que sea víctima una familia entera. Esto da una -idea del carácter de las gentes que habitan la capital, entre las que no -podemos negar que haya algunas de costumbres bien depravadas; y -demuestra también que la civilización, aunque lentamente, adelanta entre -nosotros, y esto lo prueban bastante las narraciones históricas que -llevamos publicadas.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_35" id="page_35"></a>{35}</span></p> - -<h2><a name="EL_LICENCIADO_VERDAD" id="EL_LICENCIADO_VERDAD"></a>EL LICENCIADO VERDAD</h2> - -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">..................¿Y enmudece<br /></span> -<span class="i0">aquella lengua que en el ancho foro<br /></span> -<span class="i0">defendió la verdad...........................<br /></span> -</div><div class="stanza"> -<span class="i2">(<span class="smcap">Navarrete.</span>—Elegía en honor<br /></span> -<span class="i0">del Lic. Verdad.)<br /></span> -</div></div> -</div> - -<h3>I</h3> - -<p>El aliento de fuego de la revolución francesa había hecho brotar á -Napoleón.</p> - -<p>Pero si las revoluciones son como Saturno, que devoran á sus propios -hijos, también es cierto que aquellas madres encuentran siempre un hijo -que los sofoque entre sus brazos.</p> - -<p>Llegó un tiempo en que Napoleón hizo desaparecer las grandes conquistas -de la revolución: la República se tornó en imperio, el pueblo volvió á -gemir bajo el despotismo, una nobleza improvisada, la nobleza del sable, -vino á substituir á la aristocracia de la raza, y de allí de donde los -pueblos esperaban el rayo de luz que alumbrara su camino, salieron -torrentes de bayonetas que llevaron hasta Egipto la conquista y la -desolación; Bonaparte se constituyó árbitro de la suerte<span class="pagenum"><a name="page_36" id="page_36"></a>{36}</span> de las -naciones: sin llevar en sus banderas más que orgullo, sacrificó millones -de hombres á su ambición, la Francia perdió á sus hijos más valientes, -su tesoro quedó exhausto, y un cometa de sangre se elevó sobre el -horizonte de la política europea.</p> - -<p>Los reyes temblaban ante el enojo del nuevo César, y palidecían cuando -volvía el rostro hacia sus dominios.</p> - -<p>Llegó por fin su turno á la España. Débil y cobarde Fernando VII, -conspiró contra su mismo padre, é imploró como un favor inmenso la -protección de Bonaparte.</p> - -<p>Los franceses invadieron completamente la España, y de debilidad en -debilidad Fernando, acabó por abdicar el trono de sus abuelos, y -Napoleón colocó sobre él á su hermano José Bonaparte.</p> - -<p>Pero el pueblo español, abandonado por su rey, traicionado por muchos de -sus principales magnates, sorprendido casi en su sueño por los ejércitos -franceses que habían penetrado hasta el corazón del país, merced á la -ineptitud ó á la cobardía de sus gobernantes, comprendió que le habían -vendido; el león que dormía lanzó un rugido; se estremeció y oyó sonar -sus cadenas; entonces vino la insurrección.</p> - -<p>Los jefes se improvisaban, brotaron soldados de las montañas y de las -llanuras, una chispa se convirtió en incendio, el viento del<span class="pagenum"><a name="page_37" id="page_37"></a>{37}</span> -patriotismo sopló la hoguera, y la nación toda fué un campo de batalla.</p> - -<p>Santo, divino espectáculo el de un pueblo que lucha por su -independencia: cada hombre es un héroe, cada corazón es un santuario, -cada combate es una epopeya, cada patíbulo un apoteosis.</p> - -<p>Aquella historia es un poema, necesita un Homero; todos los hombres de -corazón pueden comprenderla, sólo los ángeles podrían cantarla.</p> - -<p>La sangre de los mártires fecundiza la tierra; el que muere por su -patria es un <i>escogido</i> de la humanidad, su memoria es un faro, perece -como hombre y vive como ejemplo.</p> - -<p>La grandeza de una causa se mide por el número de sus mártires; sólo las -causas nobles, grandes, santas, tienen mártires; las demás sólo cuentan -con sacrificios vulgares, sólo presentan uno de tantos modos de perder -la existencia.</p> - -<p>España luchaba, luchaba como lucha un pueblo que comprende sus derechos, -como lucha un pueblo patriota.</p> - -<p>Los hombres salían al combate, las mujeres y los ancianos y los niños -fabricaban el parque y cultivaban los campos.</p> - -<p>El ejército francés era numeroso, bien disciplinado, tenía magnífico -armamento, soberbia artillería, abundantes trenes, y además brillantes -tradiciones de gloria.<span class="pagenum"><a name="page_38" id="page_38"></a>{38}</span></p> - -<p>Y sin embargo, las guerrillas españolas atacaban y vencían, porque el -patriotismo hace milagros.</p> - -<p>Entonces comenzó á organizarse la insurrección, y se formaron en España -las juntas provinciales.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Las noticias de los acontecimientos de la metrópoli llegaron á la -colonia, y los mexicanos, indignados, olvidaron por un momento su -esclavitud para pensar en la suerte de España y en la injusta opresión -de Bonaparte.</p> - -<p>Hay momentos supremos para los pueblos generosos, en que el texto de su -derecho internacional es el evangelio, y olvidando las reglas de la -diplomacia y los sentimientos de conveniencia, sienten la gran -confraternidad de las naciones, olvidan sus rencores, y brota -colectivamente en las masas una especie de caridad, de pueblo á pueblo, -de nación á nación.</p> - -<p>El duque de Berg, Lugarteniente de Napoleón, comunicó sus órdenes al -virrey de México que lo era entonces Don José de Iturrigaray, teniente -general de los ejércitos españoles; pero el virrey no se atrevió á -acatar aquellas órdenes ni á desobedecerlas abiertamente; quiso -consultar, quiso saber si contaba<span class="pagenum"><a name="page_39" id="page_39"></a>{39}</span> con algún apoyo, y citó á la -audiencia para tratar sobre esto con los oidores.</p> - -<p>Reunióse en efecto el acuerdo. El virrey les hizo presente el motivo con -que los había citado, y aquellos hombres palidecieron como si vieran á -la muerte sobre sus cabezas, y apenas se atrevieron á dar su opinión.</p> - -<p>Entonces el virrey tomó la palabra, y con un acento conmovido, protestó -que antes perdería la existencia que obedecer las órdenes de un gobierno -usurpador; que aun podía ponerse á la cabeza de un ejército, y combatir -por la independencia y el honor de su patria. Los oidores se retiraron -avergonzados y cabizbajos.</p> - -<p>La Audiencia aborrecía al virrey y le hacía una guerra sorda, y sin -embargo, en aquél momento le había tenido que contemplar con respeto.</p> - -<p>Ellos eran el vulgo delante del héroe; sólo el patriotismo pudo haber -dado al indigno Fernando VII, vasallos y capitanes como los que pelearon -en España y los que gobernaron sus colonias.</p> - -<p>La noticia de estas ocurrencias se difundió bien pronto por la ciudad, y -el Ayuntamiento quiso también tomar y tomó parte en la cuestión.</p> - -<p>En el año de 1701 la monarquía española cambió de dueño; el fanático -Carlos II legó los extensos dominios que conquistaran y gobernaran<span class="pagenum"><a name="page_40" id="page_40"></a>{40}</span> sus -abuelos á la casa de Anjou, y Felipe V se sentó sobre el trono del -vencedor de Francisco I.</p> - -<p>Aquél cambio de dinastía se verificó sin que las colonias españolas de -la América hubieran dado la menor muestra de disgusto; un rey al morir -dejaba á un extraño pueblos y naciones por herencia, como un particular -lega un rebaño ó una heredad, porque sus súbditos eran cosas; pero esto -acontecía en 1701.</p> - -<p>La abdicación de Fernando VII y la usurpación de Bonaparte se sabían en -México en 1808, es decir, entrado ya el siglo XIX.</p> - -<p>Los nietos conocían mejor sus derechos que los abuelos; México protestó -contra la usurpación: México era colonia, por eso aborrecía las -conquistas; los mexicanos eran víctimas, por eso detestaban á los -verdugos.</p> - -<p>Una tarde, el Ayuntamiento de México, en cuerpo, presidido de las masas -de la ciudad, se presentó en palacio, las guardias batían marcha, la -muchedumbre se agrupaba en derredor de los regidores, el virrey salió al -encuentro de la corporación, y el alcalde puso en manos de Iturrigaray -una representación.</p> - -<p>En aquella representación el Ayuntamiento, á nombre de la colonia, pedía -la formación de un gobierno provisional; el virrey la leyó con agrado y -la pasó en consulta á la Audiencia.<span class="pagenum"><a name="page_41" id="page_41"></a>{41}</span></p> - -<p>El Ayuntamiento se retiró en medio de las ovaciones del pueblo, que -tenía ya noticia de lo que acontecía.</p> - -<p>Esto pasaba en el mes de Julio de 1808.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>La Audiencia de México, compuesta en aquella época de hombres tímidos, -intrigantes y que debían sin duda el puesto que ocupaban más al -favoritismo que á sus propios méritos, no podía estar á la altura de su -situación.</p> - -<p>Los oidores, hombres vulgares que no pasaban de ser, cuando más, viejos -abogados llenos de orgullo y obstinación, no pudieron comprender ni la -lealtad del virrey, ni el arranque de generosidad del Ayuntamiento de -México, ni el esfuerzo patriótico de los españoles.</p> - -<p>La medida propuesta por los regidores pareció, pues, al acuerdo muy -avanzada, y vista á la luz de ese miedo que las almas pequeñas llaman -prudencia, mereció la desaprobación de todos los oidores.</p> - -<p>En los momentos supremos de la crisis de un pueblo, fiar el consejo ó la -ejecución de las grandes medidas á hombres de poco corazón ó de mediana -inteligencia, es comprometer el éxito, buscar en la inercia el -principio<span class="pagenum"><a name="page_42" id="page_42"></a>{42}</span> de actividad, pedir arrojo al que sólo piensa en precaución.</p> - -<p>El virrey Iturrigaray y el Ayuntamiento chocaron con la Audiencia; el -virrey quiso renunciar el gobierno, y lo renunció en efecto, -proponiéndose pasar á España á prestar sus servicios; pero este paso fué -desaprobado por sus amigos y por el Ayuntamiento, y no insistió más.</p> - -<p>El 26 de Julio la barca <i>Esperanza</i> trajo la noticia de que toda la -España se había levantado contra la dominación francesa, proclamando la -independencia, y esta noticia se recibió en México como el más plausible -de los acontecimientos.</p> - -<p>Salvas de artillería, músicas, cohetes, repiques, paseos, todo anunciaba -el gozo de la colonia, porque en México se aplaudía instintivamente el -esfuerzo de un pueblo que buscaba su salvación, porque toda tiranía -tiene siempre, tarde ó temprano, una reacción de libertad, porque -aquella lucha era ya la alborada del día de la independencia de los -mexicanos.</p> - -<p>El Ayuntamiento instaba por la formación de un gobierno provisional, y -el virrey, mirando la resistencia de los oidores, citó una gran junta, á -la que debían concurrir la Audiencia, el Ayuntamiento, los inquisidores, -el arzobispo, y en fin, todas las personas notables de la ciudad.<span class="pagenum"><a name="page_43" id="page_43"></a>{43}</span></p> - -<p>El 9 de Agosto se celebró por fin esta célebre sesión, á la que -concurrió la Audiencia, no sin haber protestado antes secretamente, que -sólo asistía para evitar disgustos con el virrey.</p> - -<p>Iturrigaray presidía la reunión, y con tal carácter invitó al síndico -del Ayuntamiento, Licenciado Don Francisco Primo Verdad y Ramos, para -que usase de la palabra acerca del asunto para el que habían sido -llamados.</p> - -<p>Verdad era un abogado insigne en el foro mexicano, dotado de una gran -elocuencia y de un extraordinario valor civil. Habló, habló, pero con -todo el fuego de un republicano; habló de patria, de libertad, de -independencia, y por último, proclamó allí mismo, delante del virrey y -del arzobispo y de la Audiencia, y de los inquisidores, el dogma de la -soberanía popular.</p> - -<p>Aquella fué la primera vez que se escuchó, en reunión semejante, la voz -de un mexicano llamando soberano al pueblo.</p> - -<p>El escándalo que esto produjo fué espantoso, el inquisidor Don Bernardo -del Prado y Ovejero no pudo contenerse, y se levantó anatematizando las -ideas de Verdad; el arzobispo se declaró enfermo y pretendió retirarse.</p> - -<p>El velo del templo se había roto, la luz había brotado por la primera -vez en la colonia;<span class="pagenum"><a name="page_44" id="page_44"></a>{44}</span> después de tres siglos de obscuridad, la estátua se -animaba, pero el suplicio debía seguir al reto audaz del nuevo Prometeo; -los tiranos no perdonan nunca.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>El único resultado aparente de la primera junta, fué jurar á Fernando -VII como monarca legítimo de España é Indias.</p> - -<p>Poco tiempo después, el 30 de Agosto, se presentaron en México el -brigadier de marina Don Juan Jabat y el coronel Don Tomás de Jáuregui, -hermano de la mujer del virrey, comisionados ambos por la junta de -Sevilla, para exigir del virrey de México que reconociese la soberanía -de esa junta y pusiese á su disposición el tesoro de la colonia.</p> - -<p>Reunióse con este motivo una segunda junta, y allí los comisionados -presentaron sus despachos y sus autorizaciones que se extendían hasta -aprehender al virrey en caso de que se negase á obedecer.</p> - -<p>Las discusiones fueron acaloradas, la sesión se prolongó por muchas -horas, y por fin llegó á resolverse definitivamente que no se reconocía -á la junta de Sevilla.</p> - -<p>Llegaron pliegos de la junta de Oviedo, conteniendo la misma pretensión; -volvió el virrey á citar otra junta, leyólos en ella y agregó, que -España estaba en la más completa<span class="pagenum"><a name="page_45" id="page_45"></a>{45}</span> anarquía, y que su opinión era no -obedecer á ninguna de aquellas juntas.</p> - -<p>Siguióse aún otra junta, tan acalorada como las anteriores, y el virrey -insistía siempre en renunciar, á lo que se oponía con tenacidad el -Ayuntamiento, y sobre todos el Lic. Verdad.</p> - -<p>En fin, Iturrigaray se decidió á formar en México una junta y un -gobierno provisional, á imitación de los de España; llegaron á expedirse -las circulares á los ayuntamientos, y la villa de Jalapa nombró sus dos -comisionados que se presentaron en la capital.</p> - -<p>Los oidores no estaban conformes con esa resolución; pretendían -indudablemente deshacerse del virrey con el objeto de que la Audiencia -entrase á gobernar, y como en aquellos días el rey no podía nombrar otro -virrey en lugar de Iturrigaray, y las juntas españolas no eran -reconocidas en México, el poder quedaría durante largo tiempo en manos -de la Audiencia.</p> - -<p>Los oidores Aguirre y Batani eran el alma de esta conjuración; casi -todas las noches se reunían á conspirar los de la Audiencia y sus -amigos; el fiscal Borbón adulaba al virrey en su presencia, y conspiraba -con tanto ardor como los demás; Iturrigaray estaba sobre un volcán.</p> - -<p>El Ayuntamiento era partidario del virrey, porque el virrey sostenía la -buena causa; pero<span class="pagenum"><a name="page_46" id="page_46"></a>{46}</span> el Ayuntamiento de México no pudo ó no quiso apoyar á -Iturrigaray, y se abandonó, sin conocer que en medio de las tinieblas -conspiraba la Audiencia, y que el virrey debía arrastrar en su caída á -los regidores.</p> - -<p>Los comisionados de la junta de Sevilla trabajaban también contra el -virrey; Jáuregui, á pesar de ser su cuñado, y Jabat porque era enemigo -personal de Iturrigaray desde que éste vivía en España.</p> - -<p>La suerte favoreció en su empresa á los conspiradores.</p> - -<h3>V</h3> - -<p>El odio de los oidores al virrey no conoció límites; habían jurado -perderle, y lo cumplieron.</p> - -<p>El 15 de Septiembre en la tarde salía Iturrigaray á paseo, y al bajar -las escaleras de palacio, una mujer del pueblo se arrojó á sus pies.</p> - -<p>—En nombre del cielo, lea V. E. ese papel—le dijo presentándole una -carta.</p> - -<p>—¿Qué pides, hija mía?—preguntóle bondadosamente el virrey.</p> - -<p>—Nada para mí, sólo que V. E. lea con cuidado ese papel.</p> - -<p>La mujer se levanto y se alejó precipitadamente. El virrey, pensativo, -montó en su carroza.<span class="pagenum"><a name="page_47" id="page_47"></a>{47}</span></p> - -<p>Tenía Iturrigaray la costumbre de ir todas las tardes á pescar con caña -en las albercas de Chapultepec; así es que apenas entró en su carroza, -los caballos partieron en aquella dirección y el cochero no esperó orden -ninguna.</p> - -<p>Durante el camino, Iturrigaray leyó la carta que la mujer le había -entregado; era la denuncia de una conspiración que debía estallar -aquella noche.</p> - -<p>El virrey sonrió con desdén, guardó la carta y no volvió á pensar más en -ella.</p> - -<p>Sin embargo, no era porque no creyese que conspiraban contra él, sino -porque esperaba los regimientos de Jalapa, de Celaya y de Nueva-Galicia, -con los cuales contaba para sofocar cualquiera rebelión.</p> - -<p>Pero la Audiencia se había adelantado. Don Gabriel Yermo, rico -hacendado, se prestó á servir á los oidores en su complot, é hizo venir -de sus haciendas un gran número de sirvientes armados.</p> - -<p>Con este auxilio, y contando con el jefe de la artillería Don Luis -Granados, que tenía su cuartel en San Pedro y San Pablo, determinaron -dar el golpe.</p> - -<p>El día 15 de Septiembre de 1808 los conjurados fueron al palacio del -arzobispo, y allí el prelado los exhortó y los bendijo para que salieran -airosos del lance.</p> - -<p>Arrojáronse entonces los conjurados sobre<span class="pagenum"><a name="page_48" id="page_48"></a>{48}</span> palacio, que tomaron sin -dificultad de ninguna especie, porque además de que contaban ya con el -oficial de la guardia, habían, por más precaución, hecho entrar allí -desde la tarde á ochenta artilleros.</p> - -<p>Llegaron, pues, hasta la alcoba de Iturrigaray, que dormía -tranquilamente y que despertó rodeado de sus enemigos, que le intimaron -darse á prisión.</p> - -<p>El virrey no opuso resistencia; los sublevados se apoderaron de su -persona, lo hicieron entrar en un coche, en el que iban el alcalde de -corte Don Juan Collado y el canónigo Don Francisco Jaravo, y le -condujeron á la Inquisición, á donde quedó preso en las habitaciones -mismas del inquisidor Prado y Ovejero.</p> - -<p>La virreyna, en compañía de sus dos hijos pequeños, fué conducida al -convento de San Bernardo, y los oidores, presididos por el arzobispo, se -reunieron al día siguiente muy temprano para comenzar su feliz gobierno.</p> - -<p>Así se consumó aquella revolución, que dió por resultado la prisión de -Don José de Iturrigaray y de su familia, y el secuestro de todos sus -papeles y bienes.</p> - -<p>Los individuos que formaban entonces la Audiencia y que fueron los -directores de la conspiración, eran:</p> - -<p>Regente: Catani.—Oidores: Carvajal, Aguirre, Calderón, Mesia, Bataller, -Villafaña,<span class="pagenum"><a name="page_49" id="page_49"></a>{49}</span> Mendieta.—Fiscales: Borbón, Zagarzurieta, Robledo.</p> - -<h3>VI</h3> - -<p>La caída del virrey debía producir indudablemente la del Ayuntamiento, y -así sucedió.</p> - -<p>Casi al mismo tiempo que aprehendieron á Iturrigaray, redujeron á -prisión al Lic. Verdad, al Lic. Azcárate, al abad de Guadalupe Don -Francisco Cisneros, al mercedario Fr. Melchor de Talamantes, al Lic. -Cristo y al canónigo Beristain.</p> - -<p>Fr. Melchor de Talamantes fué conducido á San Juan de Ulúa, y allí en un -calabozo espiró, habiendo sido tratado con tanta crueldad que hasta -después de muerto se le quitaron los grillos. Azcárate estuvo á punto de -morir envenenado.</p> - -<p>Pero entre todos los presos ninguno tenía sobre sí el odio de la -Audiencia como el Lic. Verdad.</p> - -<p>Verdad se había atrevido á hablar de la <i>soberanía del pueblo</i> delante -de los oidores, de los inquisidores y del arzobispo, y este era un -crimen imperdonable.</p> - -<p>En efecto, si se consideran las circunstancias en que esto aconteció, no -puede menos de confesarse que Verdad, con un valor del que hay pocos -ejemplos, lanzó el más tremendo<span class="pagenum"><a name="page_50" id="page_50"></a>{50}</span> reto á los partidarios del <i>derecho -divino</i>, hablando por primera vez en México de la soberanía del pueblo: -este sólo rasgo basta para inmortalizar á un hombre.</p> - -<p>El Lic. Verdad fué encerrado en las cárceles del arzobispado, y una -mañana, el día 4 de Octubre de 1808, se supo con espanto en México que -había muerto.</p> - -<p>¿Qué había pasado? nadie lo sabía; pero todos lo suponían, y Don Carlos -María de Bustamante, en el suplemento que escribió á los «Tres siglos de -México,» asegura que Verdad, amigo íntimo suyo, murió envenenado.</p> - -<p>Bustamante refiere que él fué en la mañana del mismo día 4 y encontró á -Verdad muerto en su lecho.</p> - -<p>Pero indudablemente Bustamante se engañó: he aquí el fundamento que -tengo para decir esto.</p> - -<p>Cuando en virtud de las leves de Reforma el palacio del arzobispo pasó -al dominio de la nación, de la parte del edificio que correspondía á las -cárceles se hicieron casas particulares, una de las cuales es la que hoy -habita como de su propiedad, uno de nuestros más distinguidos abogados, -Don Joaquín María Alcalde.</p> - -<p>El comedor de esta casa fué el calabozo en que murió Verdad, y cuando -por primera vez se abrió al público, yo ví en uno de los muros el -agujero de un gran clavo, y alderredor<span class="pagenum"><a name="page_51" id="page_51"></a>{51}</span> de él, un letrero que decía -sobre poco más ó menos:</p> - -<p><i>Este es el agujero del clavo en que fué ahorcado el Lic. Verdad.</i></p> - -<p>Y todavía en ese mismo muro se descubrían las señales que hizo con los -pies y con las uñas de las manos el desgraciado mártir, que luchaba con -las ansias de la agonía.</p> - -<p>Allí pasó en medio de la obscuridad una escena horriblemente -misteriosa—el crimen se perpetró entre las sombras y el silencio.</p> - -<p>Los verdugos callaron el secreto: Dios hizo que el tiempo viniese á -descubrirle.</p> - -<p>La historia encontró la huella de la verdad en unos renglones mal -trazados, y en un muro que guardó las señales de las últimas -convulsiones de la víctima.</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_52" id="page_52"></a>{52}</span></p> - -<h2><a name="HIDALGO" id="HIDALGO"></a>HIDALGO</h2> - -<p>¿Quién era Hidalgo? ¿de dónde venía? ¿en dónde había nacido? ¿qué hizo -hasta el año de 1810?</p> - -<p>¿Qué nos importa? Quédese el estéril trabajo de averiguar todos esos -pormenores al historiador ó al biógrafo que pretendan enlazar la vida de -un heroe con ese vulgar tejido de las cosas comunes.</p> - -<p>Hidalgo es una ráfaga de luz en nuestra historia, y la luz no tiene más -origen que Dios.</p> - -<p>El rayo, antes de estallar, es nada; pero de esa nada brotó también el -mundo.</p> - -<p>Hidalgo no tiene más que esta descripción: Hidalgo era <span class="smcap">Hidalgo</span>.</p> - -<p>Nació para el mundo y para la historia la noche del 15 de Septiembre de -1810.</p> - -<p>Pero en esa noche nació también un pueblo.</p> - -<p>El hombre y el pueblo fueron gemelos: no más que el hombre debía dar su -sangre para conservar la vida del pueblo.<span class="pagenum"><a name="page_53" id="page_53"></a>{53}</span></p> - -<p>Y entonces el pueblo no preguntó al anciano sacerdote: ¿Quién eres? ¿de -dónde vienes? ¿cuál es tu raza?</p> - -<p>—«Sígueme»—gritó Hidalgo.</p> - -<p>—«Guía»—contestó el pueblo.</p> - -<p>El porvenir era negro como las sombras de la noche en un abismo.</p> - -<p>Encendióse la antorcha, y su rojiza luz reflejó sobre un mar de -bayonetas, y sobre ese mar de bayonetas flotaban el pendón de España y -el estandarte del Santo Oficio.</p> - -<p>Del otro lado estaba la libertad.</p> - -<p>El hombre anciano y el pueblo niño no vacilaron.</p> - -<p>Para atravesar aquel océano de peligros, al pueblo le bastaba tener fe y -constancia; tarde ó temprano su triunfo era seguro.</p> - -<p>El hombre necesitaba ser un héroe, casi un dios, su sacrificio era -inevitable.</p> - -<p>Sólo podía iniciar el pensamiento. En aquella empresa, la esperanza sólo -era una temeridad.</p> - -<p>Acometerla era el sublime suicidio del patriota.</p> - -<p>El hombre que tal hizo merece tener altares—los griegos le hubieran -colocado entre las constelaciones.</p> - -<p>Por eso entre nosotros Hidalgo simboliza la gloria y la virtud.</p> - -<p>La virtud ciñó su frente con la corona de plata de la vejez.<span class="pagenum"><a name="page_54" id="page_54"></a>{54}</span></p> - -<p>La gloria le rodeó con su aureola de oro.</p> - -<p>Entonces la eternidad le recibió en sus brazos.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Hay proyectos inmensos, que por más que el hombre los madure al fuego de -la meditación, siempre brotan informes.</p> - -<p>Porque una inteligencia, una voluntad, un sólo corazón, no pueden -desarrollar ese pensamiento.</p> - -<p>Porque el iniciador arroja nada más el germen que debe fecundarse y -brotar y florecer en el cerebro y en el corazón de un pueblo entero.</p> - -<p>Porque aquel germen debe convertirse en un árbol gigantesco que necesita -para vivir de la savia que sólo una nación entera puede darle.</p> - -<p>Estas son las revoluciones.</p> - -<p>Germen que se desprende, con la palabra, de la inteligencia del -<i>escogido</i>.</p> - -<p>Arbol que cubre con sus ramas á cien generaciones, cuyas raíces están en -el pasado, cuya fronda crece siempre con el porvenir.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>México había olvidado ya, que en un tiempo había sido nación -independiente; los hijos oían á sus padres hablar del rey de España, -como rey de los padres de sus padres.<span class="pagenum"><a name="page_55" id="page_55"></a>{55}</span></p> - -<p>El hábito de la obediencia era perfecto.</p> - -<p>Dios había ungido á los reyes; ellos representaban al Altísimo sobre la -tierra; el <i>derecho divino</i> era la base de diamante del trono; para -llegar á las puertas del cielo era preciso llevar el título de lealtad -en el vasallaje; los reyes no eran hombres, eran el eslabón entre Dios y -los pueblos; atentar contra los reyes, era atentar contra Dios, por eso -la majestad era sagrada.</p> - -<p>La obediencia era, pues, una parte de la religión.</p> - -<p>Pero la religión no se circunscribía entonces al consejo y á la amenaza; -no eran las penas de la vida futura ni los goces del cielo el premio ó -el castigo del pecador, no; entonces la Iglesia dejaba que Dios juzgase -y castigase más allá de la tumba, pero ella tenía sobre la tierra sus -tribunales.</p> - -<p>El Santo Oficio velaba por la religión, y la obediencia al rey era parte -de la religión.</p> - -<p>Leyes, costumbres, religión, todo estaba en favor de los reyes.</p> - -<p>¿Cómo romper de un sólo golpe aquella muralla de acero?</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>La historia de la Independencia de México puede representarse con tres -grandes figuras.<span class="pagenum"><a name="page_56" id="page_56"></a>{56}</span></p> - -<p>Hidalgo, el héroe del arrojo y del valor.</p> - -<p>Morelos, el genio militar y político.</p> - -<p>Guerrero, el modelo de la constancia y la abnegación.</p> - -<p>Quizá ningún hombre haya acometido una empresa más grande con menos -elementos que Hidalgo.</p> - -<p>¡Ser el primero! ¡ser el primero y en una empresa de tanta magnitud y de -tanto peligro!</p> - -<p>Cuando un hombre se reconcentra en sí mismo, y cuando medita en todo lo -que quiere decir «ser el primero,» entonces es cuando comprende la suma -de valor y de abnegación que han necesitado poseer los grandes -«iniciadores» de las grandes ideas.</p> - -<p>Entonces, al sentir ese desconsolante calosfrío del pavor, que nace, no -más, ante la idea del peligro, entonces puede calcularse cuál sería este -peligro, entonces se mide la grandeza del espíritu de los héroes.</p> - -<p>Colón al pretender la unión de un nuevo mundo á la corona de España, -tenía la fe de la ciencia y el apoyo de dos monarcas.—Hidalgo al querer -la libertad de México, no contaba más que con la fe del patriotismo.</p> - -<p>Colón buscó la gloria, Hidalgo el patíbulo; el uno fió su ventura á las -encrespadas ondas de un mar desconocido; el otro se entregó á merced del -proceloso mar, de un pueblo para él también desconocido.<span class="pagenum"><a name="page_57" id="page_57"></a>{57}</span></p> - -<p>Hidalgo comprendió que la religión fulminaría los rayos del anatema -contra su empresa; que el rey lanzaría sobre él sus batallones; que los -ricos y los nobles se unirían en su contra; que los plebeyos, -espantados, escandalizados, ignorantes, huirían de él; que el -confesonario se tornaría en oficina de policía; que el clero y la -inquisición no dormirían un solo instante; que la calumnia tronaría -contra él en las tribunas, en los púlpitos y en las cátedras; todo lo -comprendió, y sin embargo, en un rincón de Guanajuato, en el pueblo de -Dolores proclamó la independencia.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Dolores es, en la geografía, una pequeña ciudad del Estado de -Guanajuato.</p> - -<p>Dolores, en la historia, es la cuna de un pueblo.</p> - -<p>El pedernal de donde brotó la chispa que debía encender la hoguera.</p> - -<p>La roca herida por la vara del justo, de donde nació el torrente que -ahogó á la tiranía.</p> - -<p>Al pisar por la primera vez un mexicano aquella tierra de santos -recuerdos para la patria, siente latir con más violencia su corazón.</p> - -<p>Al llegar frente á la modesta casa que ocupaba el patriarca de la -independencia; al penetrar en aquellas habitaciones; al encontrarse<span class="pagenum"><a name="page_58" id="page_58"></a>{58}</span> en -la estancia, que en solitarios paseos midió tantas veces el respetable -anciano, se siente casi la necesidad de arrodillarse.</p> - -<p>Instintivamente los hombres se descubren allí con veneración, y alzan el -rostro como buscando el cielo, y las miradas se fijan en aquel techo, en -cuyas humildes vigas tuvo mil veces clavados sus ojos el virtuoso -sacerdote, mientras la idea de la esclavitud de su patria calcinaba su -cerebro.</p> - -<p>¡Cuántos días de congoja! ¡cuántas noches de insomnio! ¡cuántas horas de -tribulación!</p> - -<p>Aquellos muros guardaron el secreto del héroe, ahogaron los suspiros del -hombre, se estremecieron con el grito del caudillo.</p> - -<p>Aquella pobre casa, tan pequeña, podía contener en su recinto todo el -ejército de Hidalgo en la noche del 15 de Septiembre de 1810. Y sin -embargo, con sólo eso se iba á derribar un trono, á libertar un pueblo, -á fundar una nación.</p> - -<p>Hernán Cortés fué un gran capitán, porque con un puñado de valientes -conquistó el imperio de Moctezuma.</p> - -<p>Hidalgo, con un puñado también de valientes, proclamó la libertad de ese -mismo imperio, por eso fué un héroe.</p> - -<p>La superstición y la superioridad de las armas aseguraron el triunfo de -Cortés.</p> - -<p>El fanatismo y la superioridad de las armas anunciaron la derrota de -Hidalgo.<span class="pagenum"><a name="page_59" id="page_59"></a>{59}</span></p> - -<p>Pero uno y otro triunfaron; Cortés plantó el pendón de Carlos V en el -palacio de Moctezuma.</p> - -<p>Hidalgo murió en la lucha, pero sus soldados arrancaron ese pendón, y -México fué libre.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Hidalgo pasó como un meteoro, y se hundió en la tumba, pero el fulgor -que esparció en su rápida carrera, no se extinguió.—Unas cuantas fechas -bastan para recordar esa historia cuyos pormenores viven en la memoria -de todos.</p> - -<p>Hidalgo proclamó la independencia el 15 de Septiembre, el 28 del mismo -mes entró vencedor en Guanajuato. Triunfó en las Cruces el 29 de -Octubre, y en Aculco el 7 de Noviembre.</p> - -<p>El 30 de Julio de 1811 moría en Chihuahua en un patíbulo.</p> - -<p>Para hablar de Hidalgo, para escribir su biografía, sería preciso -escribir la historia de la independencia.</p> - -<p>Débiles para tamaña carga, apenas podemos dedicarle un pequeño homenaje -de admiración y gratitud, y creeríamos ofender su memoria, si para -honrarle quisiéramos recordar, si fué buen rector de un colegio ó si -introdujo el cultivo de la morera.<span class="pagenum"><a name="page_60" id="page_60"></a>{60}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Hidalgo es grande porque concibió un gran proyecto, porque acometió una -empresa gigantesca, porque luchó contra el fanatismo religioso que -apoyaba el supuesto derecho del rey de España, contra los hábitos -coloniales arraigados con el transcurso de tres siglos, contra el poder -de la metrópoli que podía poner millares de hombres sobre las armas.</p> - -<p>Hidalgo es héroe porque comprendió que su empresa se realizaría, pero -que él no vería nunca la tierra de promisión.</p> - -<p>Hidalgo será siempre en nuestra historia una de las más hermosas -figuras, y á medida que el tiempo nos vaya separando más y más de él, se -irá destacando más luminosa sobre el cielo de nuestra patria, y para -nosotros llegará un día un que su nombre sea una religión.</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_61" id="page_61"></a>{61}</span></p> - -<h2><a name="ALLENDE" id="ALLENDE"></a>ALLENDE</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Un día, hace ya algunos años, caminaba yo por las montañas. Era la -estación de primavera; los campos habían vestido su verde ropaje, las -florecillas asomaban tímidas sus corolas por las grietas de las rocas. -Las unas eran rojas como el pudor de la mujer á los diez y seis años, -las otras moradas como la tristeza que se apodera del corazón en cierta -época fatal de la vida, las otras amarillas color de oro como la alegría -de la juventud. ¿Habéis visto los pajarillos volar de una roca á otra, -colgarse después de una rama, recoger, batiendo las alas, el alimento -que Dios derrama en las praderas para sus lindas criaturas? ¿Habéis -visto al insecto dorado besar amoroso á las flores y sacar su néctar y -llevarse su pólen......? Todo era fiesta y regocijo en la naturaleza. El -cielo azul, el campo con los ruidos misteriosos de la naturaleza, el -viento arrojando la delicia y la voluptuosidad con sus frescas alas en -medio de los rayos<span class="pagenum"><a name="page_62" id="page_62"></a>{62}</span> del sol, las montañas unas tras otras, altas, -azules, majestuosas, dejando ver en sus eternas cimas los pinos viejos y -añosos y los cedros tiernos y verdes; grandes y solitarias alamedas -plantadas por la mano de la naturaleza.........</p> - -<p>Repentinamente cambió todo este paisaje, y el camino, por una angosta -vereda, me condujo á una de esas mesas interminables de la Sierra Madre, -donde la vegetación es mezquina, donde las rocas asoman sus calvas -cabezas y donde las aves pasan rápidas en parvadas, porque su vista no -descubre ni árboles ni flores. El calor era cada vez más fuerte, los -rayos del sol de medio día reflejaban sobre las superficies blancas y -producían una especie de vértigo que entraba por los ojos y se respiraba -en la atmósfera abrasada. Ni un árbol, ni un animal, ni siquiera una -choza en aquella inmensa soledad que se perdía en el horizonte -tembloroso y lleno de vapores, que no alcanzaba á percibir la vista: era -el verdadero desierto de la Syria.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>¡Qué encanto! ¡qué sorpresa, qué sensación tan inesperada y tan -agradable! El desierto desaparece repentinamente, se trasforma, se hunde -á mis pies, y allá en una profundidad diviso una cosa maravillosa. Es un -jardín, y<span class="pagenum"><a name="page_63" id="page_63"></a>{63}</span> dentro de ese jardín una ciudad con altas cúpulas -resplandecientes, con casas encarnadas y blancas, con sus almenas -feudales y sus balconerías, con calles como si fueran sembradas entre -las peñas, y luego diviso los arroyos cristalinos que corren como cintas -plateadas, siento la deliciosa humedad, sube hasta mi rostro el perfume -de las flores, y se llenan mis pulmones de ese aire embalsamado y -vivificante que emana de los mejores amigos del hombre, de los hermosos -árboles que crió y cultiva con tanto primor la maravillosa mano del -Grande y Excelso Jardinero del mundo.</p> - -<p>Unos cuantos minutos más, y estoy ya dentro de San Miguel el Grande, -dentro de esa ciudad donde todo es amable, donde todo es bello, donde -son simpáticas hasta las pobres muchachuelas que con sus zagalejos -encarnados atraviesan las calles, cargadas con su verdura, con sus aves -ó con sus manojos de flores.</p> - -<p>San Miguel el Grande es en el interior lo que es Jalapa en la costa del -Golfo y lo que es Tepic en el mar del Sur. Ciudades que son al mismo -tiempo aldeas, pueblos, haciendas, jardines, todo á la vez, y participan -en ciertas ocasiones del bullicio y de la animación de la ciudad grande, -otras de la apacible quietud del pueblo pequeño, y siempre del aroma y -de la belleza de los jardines.<span class="pagenum"><a name="page_64" id="page_64"></a>{64}</span></p> - -<p>San Miguel, además de su posición, de su hermosura y de su clima, es -todo él un libro abierto, un monumento histórico, un almanaque de los -sucesos de la Independencia. En Querétaro, en San Miguel y en Dolores -nació y se desarrolló todo el drama sangriento cuyo prólogo terminó en -los patíbulos de Chihuahua.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Allende fué el mosquetero de la revolución. Comenzó batiéndose con la -espada y la pistola, y pocos días antes de morir todavía arrojó sus -balas á la frente de los jefes españoles. Los historiadores que lo -conocieron lo describen como un hombre alto, bien hecho, hermoso, -fuerte, ágil en el manejo de las armas, guapo y airoso disparándose en -su caballo contra los enemigos, resuelto y pronto en sus ataques, -excelente militar para su época y hombre de previsión. No siempre se -siguieron sus consejos y sus inspiraciones, y quizá por esto la guerra -de Independencia no terminó en el primer período en que hizo el mismo -empuje terrible que la pólvora que se prende encerrada en una mina.</p> - -<p>La idea de la Independencia y de la Libertad aparece depositada en el -cerebro de Allende mucho antes del año de 1810. ¿Fué el verdadero autor -de la idea, ó el colaborador<span class="pagenum"><a name="page_65" id="page_65"></a>{65}</span> de Hidalgo? Parece que lo primero es más -probable; pero la gloria reflejó de una manera más intensa en el anciano -de Dolores, mientras la muerte y la tumba fueron igualmente negras é -inexorables para los dos.</p> - -<p>Allende era hijo de ese pintoresco pueblo de San Miguel, de que he -hablado, y su familia y su posición social, tan distinguidas que llegó á -ser Capitán de dragones de la Reina. Sirvió en San Luis á las órdenes de -Calleja, y después en el célebre cantón de las Villas.</p> - -<p>En principios del año de 1810 ya se registran diversas historias y -tradiciones que comprueban que Allende, en unión de otros oficiales de -su cuerpo, habían pensado en la Independencia, y que de todo esto tenía -conocimiento Hidalgo. La conjuración se descubre, el intendente Riaño, -de Guanajuato, manda prender á todos los que según la denuncia estaban -comprometidos; pero Allende intercepta por una rara casualidad la orden, -manda ensillar sus caballos, y en medio de las sombras y saltando -peñascos y barrancas, corre veloz como el viento, llega á las doce de la -noche á Dolores, despierta á Hidalgo, hablan los dos un momento, se -deciden á arrojarse á lo desconocido de las aventuras, á lo lúgubre y -sangriento de la guerra; en una palabra, allí abren su sepulcro, labran -su ataúd, al saludar á la libertad dicen adiós<span class="pagenum"><a name="page_66" id="page_66"></a>{66}</span> á la vida, se despiden -de la bella naturaleza, y dan con cuatro ó cinco miserables del pueblo -el tremendo é histórico grito de Dolores, el 16 de Septiembre de 1810. -Hé aquí la Independencia, historia sencilla, rápida, magnífica, -sorprendente, inesperada como todas las grandes cosas.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>Comenzaron esta obra terrible media docena de hombres. Los mexicanos -nunca han medido los acontecimientos, y una vez decididos, no han -conocido tampoco ni la magnitud de las dificultades, ni han podido ya -comprender ese triste fenómeno nervioso que se llama miedo. Se lanzan, -se arrojan á una aventura, sin temor de estrellar su frente contra ese -obstáculo de fierro que se llama lo imposible.</p> - -<p>De Dolores marcharon Hidalgo y Allende á San Miguel el Grande. Lo -primero que hicieron fué entrar á una iglesia y sacar el lábaro -alderredor del cual había de reunirse el pueblo oprimido y desheredado. -De San Miguel, la marcha fué á Celaya. Ya no eran seis los personajes, -sino sesenta mil. En momentos habían aumentado en una progresión decimal -asombrosa y nunca vista.</p> - -<p>Hidalgo era el generalísimo. Allende era su segundo; pero estas -distinciones poco importaban<span class="pagenum"><a name="page_67" id="page_67"></a>{67}</span> entre masas que no podían tener -organización. Eran masas, instrumentos, fuerzas depositadas durante -siglos, y empujadas por el huracán de la guerra. En vez de seguir á la -capital esta avalancha humana, retrocedió y se dirigió á Guanajuato.</p> - -<p>En el curso de este libro hemos referido historias bien trágicas; pero -la primera cosa verdaderamente terrible que se vió en Nueva España, fué -el choque del pueblo desbordado contra la autoridad secular. Es lo mismo -en la naturaleza: el río rompe el dique, el mar traga á las playas, el -huracán arrebata los árboles, el volcán hunde las ciudades bajo sus -lavas. La revolución arrebata á la autoridad y la destroza. Las fuerzas -todas de la naturaleza se parecen. El orden físico tiene una hermandad, -una alianza con el orden moral.</p> - -<p>Los seis hombres, multiplicados, centuplicados, fueron á romper con sus -pedazos de miembros, con sus cabezas erizadas por la rabia, con su -sangre derramada por mil heridas, las fuertes murallas del castillo de -Granaditas, colocado como un gigante fabuloso, como un cancerbero, á la -entrada de ese Guanajuato que encerraba tanta plata, tanto oro, tanta -pedrería acumulada por la paz y arrancada á las entrañas de la tierra -durante tres siglos.</p> - -<p>En la peregrinación á que nos referimos al<span class="pagenum"><a name="page_68" id="page_68"></a>{68}</span> escribir este artículo, -nuestros pasos fueron por todos los lugares donde había algún recuerdo. -Recogidos dentro de nosotros mismos, un árbol, la casa de una hacienda, -la barranca, la vereda ó la loma nos daban materia para pensar en todos -aquellos acontecimientos trágicos y extraños que precedieron á nuestra -existencia como nación independiente. Así, de rancho en hacienda, y de -hacienda en pueblo llegamos á Guanajuato, y no volviendo de pronto la -vista ni á las tahonas que molían el metal, ni á las minas profundas ni -á los tejos de plata que caminaban á la Casa de Moneda, nos detuvimos -delante del sangriento castillo de Granaditas. Con la historia en la -mano y con muchos testigos á nuestro lado que nos contaban las cosas -como si acabaran de pasar, escribimos entonces algunas líneas. No las -podemos hoy ni variar ni escribir de otra manera. Las trasladamos aqui -para que formen parte de esta gran colección, donde hemos resumido las -misteriosas lecciones y las tristes enseñanzas de la suerte de los -hombres y de los pueblos.</p> - -<p>No olvidemos que estamos el 28 de Septiembre de 1810, delante de -Guanajuato, en compañía de Hidalgo, de Allende, de Abasolo, Camargo, y -de la multitud que seguía este movimiento terrible de la Independencia.<span class="pagenum"><a name="page_69" id="page_69"></a>{69}</span></p> - -<h3>V</h3> - -<p>«Luego que cundió la noticia de la llegada del ejército insurgente, la -conmoción fué grande; aquellas calles angostas y pendientes de -Guanajuato se llenaron de gente que corría en todas direcciones, se -atropellaban y preguntaban, temerosos cuál sería la suerte de la -población. Muchos españoles que calcularon que las cosas no habían de -pasar muy bien, tomaron su resolución definitiva, y recogiendo parte de -sus intereses y poniendo en seguridad el resto, se marcharon de la -ciudad por los caminos no ocupados por las tropas insurgentes. Esta -emigración produjo una consternación difícil de pintar; pero fué forzoso -que quedaran los que no tenían posibilidad de huir, ó los que demasiado -entusiasmados por la causa del rey creían en la victoria.</p> - -<p>Por entonces el conflicto hubiera sido mucho mayor, si un hombre, -sobreponiéndose al peligro, y aun á sus opiniones privadas é íntimas, no -hubiera, con su actividad y sangre fría, asegurado medianamente á la -ciudad. Este era el intendente Riaño, y del cual es forzoso hablar dos -palabras. Riaño era uno de esos tipos raros, donde por una feliz -concurrencia de circunstancias están reunidas las cualidades más -brillantes, tanto físicas como<span class="pagenum"><a name="page_70" id="page_70"></a>{70}</span> morales. Hombre de instrucción, de -experiencia y de buen juicio, comprendía perfectamente que los pueblos, -como las familias, es forzoso que, trascurriendo un número dado de años -más ó menos corto, se emancipen y formen otra sociedad. Esta -reproducción continua, esta indispensable formación es la que ha creado -las naciones y ha dividido el mundo en pequeñas porciones. Así, pues, en -el fondo de su conciencia no sólo opinaba por la causa de la -Independencia, sino que calculaba que una vez encendido el fuego, sólo -se apagaría con los escombros y las ruinas del gobierno colonial; más -español y caballero, y leal ante todo, como esos soldados casi fabulosos -é increíbles que seguían á Gonzalo de Córdoba, en los momentos de -peligro acalló la voz de su corazón, y no escuchando más que el grito -del deber, que como primer funcionario público, le obligaba á defender -al gobierno, se preparó á una obstinada resistencia, calculando que el -resultado no podía ser otro sino sucumbir. Así sucedió: Riaño trazó el -plan para fortificar el fuerte de Granaditas, sin pensar que erigía su -sepulcro. Siempre es un dolor que el destino reserve un fin trágico á -esos hombres que, cualquiera que sea su creencia política, son un modelo -de honor y de virtudes. Mas volvamos á nuestra narración.</p> - -<p>Riaño, con una actividad increíble, mandó<span class="pagenum"><a name="page_71" id="page_71"></a>{71}</span> abrir fosos en las calles, -construir trincheras, animó á los moradores ya decaídos y abatidos, y -puso sobre las armas cuanta fuerza le fué posible. Ejecutadas estas -medidas, en las que empleó tres días y tres noches, sin dedicar ni una -sola al descanso, pasó revista á sus tropas y aguardó más tranquilo los -acontecimientos. Una circunstancia vino á alarmar al jefe y á los -propietarios. Pensaron, y racionalmente, que la fuerza era muy corta -para defender la ciudad, y que en este concepto las tropas insurgentes -se derramarían por algunas calles, entregándose á la matanza y al -saqueo. La cosa era urgente; así es que, después de un largo debate -entre los personajes de más categoría y Riaño, se decidió que los -caudales del gobierno y los de los particulares que quisieran, se -encerrarían en el fuerte de Granaditas, y allí la defensa se haría con -éxito. La medida no hubiera sido del todo mala, si Granaditas no se -hallara dominado por el cerro del Cuarto y otros edificios; pero como ya -no era posible más dilación, se adoptó la medida que va referida. -Inmediatamente comenzó á trasportarse dinero, plata y oro en pasta, -baúles de efectos preciosos, alhajas, ropa, y, en una palabra, cuanto -tenían de más valor y estima los riquísimos comerciantes, mineros y -propietarios de la ciudad. En los días 25 y 26 una cadena no -interrumpida de cargadores estuvo entrando al fuerte<span class="pagenum"><a name="page_72" id="page_72"></a>{72}</span> y depositando los -tesoros en las salas más cómodas y seguras del edificio. Esta tarea -concluída, ya que no había más tesoros que encerrar, se introdujo maíz y -otros víveres, y los dueños, con sus armas y municiones, entraron en el -edificio, cerraron con dobles cerrojos y con fuertes trancas las -puertas, y esperaron al enemigo.</p> - -<p>Este no se hizo aguardar. En cuanto al pueblo, no era difícil pensar lo -que haría, tanto más cuanto que también tenía un caudillo esforzado que -lo guiara. Este era un muchachillo de poco más de 21 años, pelo rubio, -ojos azules y fisonomía inteligente y picaresca. Había sido peón en las -minas, y después barretero; poseía, como toda esta gente ocupada en -recios y peligrosos trabajos, un grado de valor y de audacia casi -prodigiosos. Luego que el cura Hidalgo se aproximó á Guanajuato, el -atrevido muchacho salió á reconocer la clase y número de gente de que se -componía el ejército invasor, y con aquel instinto natural que muchas -veces excede á los cálculos de la ciencia y de la política, pensó que el -negocio iba á ser funesto á los guanajuatenses. En consecuencia, el -muchacho se dirigió á Mellado, allí tomó una tea, y descendiendo -rápidamente por aquellas lóbregas cavernas, comenzó á gritar «afuera, -muchachos; ya tenemos independencia y libertad». Los barreteros no -comprendían absolutamente<span class="pagenum"><a name="page_73" id="page_73"></a>{73}</span> el sentido de estas palabras; mas el muchacho -les añadió: «que una vez entrado el cura Hidalgo, como de facto entraría -vencedor en Guanajuato, los tesoros encerrados en Granaditas serían del -pueblo.» Desde aquel momento no hubo más que una voz: <i>afuera, -muchachos: á Granaditas</i>. Aquellos hombres, ya preparados á la furia y á -la matanza abandonaron sus trabajos, desoyeron la voz de los capataces y -salieron de las minas vociferando palabras de muerte y de exterminio. -Algunas bandadas de hombres se dirigieron al cerro del Cuarto, al de San -Miguel y á diversas alturas, y otros se desparramaron por las calles de -Guanajuato y cercanías de Granaditas, formando grupos silenciosos y -afectando una especie de indiferencia fría y terrible. Riaño, que había -contado con el auxilio de la plebe, miró con pavor estas masas de gentes -que lo amenazaban con su silencio, y se convenció que no tenía ya que -esperar más auxilio que el de Dios.</p> - -<p>El 28 se presentaron como comisionados de Hidalgo el coronel Camargo y -el teniente coronel Abasolo. En la trinchera de la calle de Belén fueron -detenidos, y habiendo manifestado el primero que deseaba entrar al -fuerte y hablar verbalmente á Riaño, se le vendaron los ojos y en esta -forma se le condujo hasta la sala, donde reunida una especie de junta de -guerra, se discutía lo que sería conveniente<span class="pagenum"><a name="page_74" id="page_74"></a>{74}</span> resolver. Abasolo no quiso -aguardar, y se retiró al campo insurgente.</p> - -<p>—¿Estáis en disposición de hablar, señor coronel? dijo Riaño á Camargo -con voz afable y serena; decid el objeto de vuestra comisión.</p> - -<p>Camargo sacó un pliego cerrado, y sin contestar palabra lo entregó á -Riaño; éste lo abrió, lo recorrió rápidamente con la vista, y luego, -volviéndose á los que componían la junta les dijo:</p> - -<p>—El cura Hidalgo me manifiesta que habiéndose pronunciado por la -libertad, un numeroso pueblo lo sigue......</p> - -<p>Un rumor sordo circuló entre los circunstantes: Riaño, que lo advirtió, -prosiguió con calma:</p> - -<p>—Hidalgo quiere evitar la efusión de sangre, y nos amonesta para que -nos rindamos; garantizando nuestras vidas y propiedades: leed:</p> - -<p>El oficio se leyó en voz alta por un individuo; un silencio profundo -sucedió; ni el aleteo de una mosca se escuchaba, y si acaso sólo se oía -el ténue ruido que provenía del latido del corazón de aquellos hombres -cuyos rostros lívidos y descompuestos, cuyas miradas tristes y -descarriadas anunciaban que estaban poseídos de espanto y de pavor.</p> - -<p>Riaño, que notó estos sentimientos, continuó con voz tan tranquila y -dulce como si estuviera en una conversación familiar:<span class="pagenum"><a name="page_75" id="page_75"></a>{75}</span></p> - -<p>—Mi deber como magistrado me ha obligado á tomar algunas medidas de -defensa; pero esto no quiere decir que Udes. deban sacrificarse á mis -ideas, á mis caprichos. El ejército de Hidalgo puede ser muy numeroso; -traerá sin duda artillería, y en este caso la resistencia es inútil, y -pereceremos......</p> - -<p>—Es verdad, dijeron dos ó tres voces.</p> - -<p>—En ese caso vale más rendirse que no hacer una necia resistencia......</p> - -<p>Hubo un silencio de algunos instantes, durante los cuales Riaño y -Camargo cambiaron una mirada de alegría, hasta que una voz ronca y firme -gritó:</p> - -<p>—No, nada de capitulación, nada: <i>vencer ó morir</i>.</p> - -<p>—Sí, <i>vencer ó morir</i>, clamaron también los demás, animándose -súbitamente......</p> - -<p>—¿Conque estáis decididos? preguntó Riaño tristemente......</p> - -<p>—Sí, enteramente......</p> - -<p>—Entonces, como español y como jefe, veréis que sé cumplir con mi -deber. Una vez que sé vuestra opinión, no tendréis que quejaros de mí. -Al decir esto sentóse en una mesa y escribió la contestación negativa, y -levantándose la dió al coronel Camargo, sin que una sola facción de su -rastro se alterara; sin que su voz perdiera ni su firmeza ni su dulzura, -sin que una sola de sus miradas pudiese revelar lo que pasaba dentro de -aquel<span class="pagenum"><a name="page_76" id="page_76"></a>{76}</span> hombre que veía ya el sacrificio muy cercano.</p> - -<p>—¿No habrá ya medio de allanar estas cosas mejor? dijo Camargo.</p> - -<p>—Ninguno: esta gente no vuelve atrás, y yo no puedo tampoco hacerles -más instancias: dirían que soy un cobarde. Camargo fué llamado á -almorzar en compañía de Iriarte y de algunos otros españoles; cuando -hubo concluido se dirigió á Riaño:</p> - -<p>—Conque por fin.........</p> - -<p>—Está ya dada la respuesta, le dijo Riaño; pero añadid á Hidalgo, que á -pesar de la desgraciada posición en que nos encontramos, por la -diferencia de nuestras opiniones, le agradezco en mi corazón su amistad, -y acaso aceptaré más tarde su protección y asilo.</p> - -<p>Camargo y Riaño se estrecharon la mano; después vendaron los ojos al -primero y lo condujeron así hasta afuera de la trinchera.</p> - -<p>—Ahora, dijo Riaño con voz de trueno y mirando que todos permanecían en -la inacción, es menester defenderse; y pues no hay otro remedio, morir -como buenos españoles. Inmediatamente dió sus disposiciones y formó á -toda la tropa disciplinada en la plazoleta de la Alhóndiga; á los que -tenían mejores armas los colocó en las troneras del edificio, y otra -porción la destinó á la noria y azotea de la hacienda de Dolores que se -comunicaba<span class="pagenum"><a name="page_77" id="page_77"></a>{77}</span> con Granaditas y dominaba la calzada.</p> - -<p>En cuanto al ejército insurgente, luego que llegó Camargo con la -contestación negativa, un solo grito se dejó oír, y fué el de «mueran -los gachupines,» y aquella masa enorme de hombres armados con picas, -palos y machetes comenzó á moverse. Era una larga serpiente la que -retorciéndose por los cerros y por el camino se dirigía a Granaditas. A -la una del día ya la multitud había ocupado todas las alturas que -dominan á Guanajuato, y los sitiados podían oír los gritos de furor que -de vez en cuando lanzaban los enemigos, y ver las banderolas azules, -amarillas y encarnadas formadas con mascadas, y que eran los estandartes -á cuyo rededor se agrupaba todo el populacho. Los españoles de la -hacienda de Dolores dispararon algunos tiros y mataron á tres indios. -Esta sangre fué como la chispa que necesitaba esta inmensa cantidad de -combustible. Un clamor tremendo se escuchó, que fué reproduciéndose -desde las cercanías del fuerte hasta la vanguardia de los insurgentes, y -una lluvia de piedras cayó inmediatamente sobre los sitiados.</p> - -<p>El ejército se dividió en dos trozos: uno de ellos se dirigió al cerro -del Cuarto y á las azoteas y alturas vecinas, y otro al cerro de San -Miguel. Los grupos de barreteros que habían aguardado inmóviles y -silenciosos el principio<span class="pagenum"><a name="page_78" id="page_78"></a>{78}</span> de este sangriento festín, se levantaron como -impulsados por una máquina, y corrieron á reunirse con los insurgentes y -á hacer altísimas trincheras de piedras. Un trozo de caballería, se -dirigió a las prisiones, puso á los criminales en libertad, y -recorriendo las calles, rompiendo puertas y arrollando cuanto encontraba -á su paso, volvió finalmente, aumentado con mucha plebe, al lugar del -combate. A las dos de la tarde todo el pueblo de Guanajuato se había -hecho insurgente: los únicos realistas eran los que estaban en la -Alhóndiga. En cuanto á las gentes temerosas y pacíficas, se habían -encerrado en sus casas, asegurando las puertas con los colchones y -trastos, y esperaban, con la agonía en el corazón, el desenlace de este -horrible drama.</p> - -<p>Puede asegurarse que desde la conquista hasta hoy, el único movimiento -verdaderamente popular que ha habido en México, es el de Guanajuato. -Quiero que por un momento el lector se figure colocado en un punto -dominante de Guanajuato, y trasladándose con la imaginación al momento -en que estos sucesos pasaban, contemple aquellas masas enormes de gente, -gritando furiosas, conmoviéndose agitadas como las olas de un mar -tempestuoso, cayendo en un profundo y momentáneo silencio, para tronar -después de la explosión de las armas de fuego que disparaban<span class="pagenum"><a name="page_79" id="page_79"></a>{79}</span> los -enemigos, como las nubes que con el contacto eléctrico revientan -lanzando mil rayos........................................</p> - -<p>En efecto, aquellas montañas se movían, aquellos edificios tenían voz, -de aquellas profundas grutas salían aullidos horribles, aquellas -calzadas parecían agitarse, levantarse y estrellarse contra el punto -defendido por los españoles. Eran los elementos, eran las materias -inertes las que se animaban; eran los peñascos los que pretendían -lanzarse solos en el aire y caer sobre los enemigos. Cualquiera que á -sangre fría hubiera visto estas escenas, habríase creído presa de un -vértigo, al contemplar una visión que tenía mucho de sobrenatural y de -fantástico...... A las dos de la tarde el ataque estaba en toda su -fuerza: las descargas de piedras no cesaban y contínuamente se veía en -el aire una nube de pequeños peñascos que caía en la azotea de -Granaditas, como si los cerros hubieran estado haciendo una erupción. En -cuanto á los sitiados, no recibían mucho daño físico, por estar á -cubierto en las troneras y bardas. De tiempo en tiempo se suspendía -instantáneamente la lucha, y sitiados y sitiadores guardaban un silencio -profundo: un casco de fierro de azogue hendía los aires y caía sobre la -multitud, que se apartaba, se postraba en tierra; después, cuando el -frasco relleno de pólvora reventaba y hacía un estrago espantoso,<span class="pagenum"><a name="page_80" id="page_80"></a>{80}</span> -rompiendo el cráneo y los brazos y piernas de los desgraciados que -estaban cerca, aquella masa infinita se oprimía, se lanzaba hasta las -trincheras, arrojando alaridos de venganza. En estos momentos, los -españoles, aterrorizados, no tenían fuerza ni para mover el gatillo de -sus fusiles. A poco, el ruidoso estruendo de la fusilería, los gritos y -algazara se aumentaban de una manera tal, que se oía en todo Guanajuato. -Riaño, entretanto, con la serenidad y sangre fría que le caracterizaban, -recorría los puntos de mayor peligro, animaba á los defensores del -fuerte, y hacía escuchar su voz de trueno para dar sus disposiciones: su -valor llegó al grado que, habiendo visto que un centinela había -abandonado el puesto y dejado el fusil, lo tomó y comenzó á hacer fuego. -Allí terminó la existencia de este leal español: una bala certera le -atravesó la frente, y cayó moribundo y cubierto de sangre.</p> - -<p>El cuerpo de Riaño fué conducido al interior del fuerte, y retirándose -también la tropa situada en la plazoleta, cerraron la puerta y la -atrincheraron cuanto fué posible. El hijo de Riaño estaba en el fuerte. -Luego que vió el cuerpo de su padre desfigurado y cubierto de sangre, se -arrojó á abrazarlo, lo regó con sus lágrimas y exhaló las más dolorosas -quejas, y luego, acometido de un furor<span class="pagenum"><a name="page_81" id="page_81"></a>{81}</span> inaudito, quiso esprimirse una -pistola en el cráneo.</p> - -<p>—¿Qué hacéis? le dijo uno: vale más que antes de morir venguéis á -vuestro padre. Cerca están los enemigos; id, la sangre y la matanza -calmarán vuestro dolor.</p> - -<p>—Decís bien, decís bien, contestó soltando la arma: necesito sangre, -necesito venganza. Al acabar estas palabras se dirigió á la azotea, -desde donde continuamente arrojaba frascos de azogue llenos de pólvora.</p> - -<p>El generalísimo Hidalgo miraba pasmado esta conmoción horrible del -pueblo, en que todas las pasiones hervían, ardientes é imponentes en los -corazones, y conocía que no podían concluirse estas escenas sino con la -toma del fuerte; así, dirigiéndose al leperillo vivaracho de que se ha -hablado al principio, le dijo:</p> - -<p>—Sería bueno quemar la puerta de la Alhóndiga, Pípila.</p> - -<p>—Ya se vé que sí, contestó el muchacho, dejando asomar una sonrisa en -sus labios.</p> - -<p>—Pues la patria necesita de tu valor.......</p> - -<p>Pípila, sin contestar una palabra, tomó una gran losa, y poniéndola en -sus espaldas cogió una tea en las manos, y así se fué acercando á la -puerta. Los espectadores contuvieron el resuello, y todos los ojos se -fijaron en el atrevido muchacho. En cuanto á los del fuerte, hicieron -caer una lluvia de balas sobre<span class="pagenum"><a name="page_82" id="page_82"></a>{82}</span> Pípila; pero todas se estrellaban en la -losa, de suerte que llegó á la puerta y arrimó la tea.</p> - -<p>En este momento una bandera blanca flotó en lo alto de las almenas, y -varias voces gritaron: «se han rendido; paz, paz»; pero algunos de los -que guarnecían la hacienda de Dolores, ignorando esto hicieron fuego. -Entonces un grito terrible de «traición» se hizo oír, y los insurgentes -se agolparon á la puerta, que ya incendiada, no tardó en arder y caer á -pedazos.</p> - -<p>Por en medio de las llamas y de los escombros se precipitó el pueblo con -puñales y hachas en la mano, y derramándose por patios, escaleras y -salones, comenzó á ejecutar una horrible matanza. Unos se defendían -obstinadamente; otros, abrazados de las rodillas de algunos sacerdotes, -pedían á Dios misericordia y sucumbían traspasados á puñaladas. Los que -guarnecían la hacienda de Dolores, viendo que los enemigos habían -destruído un puente de madera de la puerta falsa, se replegaron á la -noria, y allí se defendieron desesperadamente; pero acosados y oprimidos -por la multitud, tuvieron que sucumbir, arrojándose muchos en el pozo.</p> - -<p>A las cinco de la tarde un río de sangre corría por las escaleras y -patios de Granaditas, y uno que otro había escapado ocultándose debajo -de los cadáveres. En cuanto á las riquezas<span class="pagenum"><a name="page_83" id="page_83"></a>{83}</span> que había encerradas, fácil -es concebir lo que sucedería con ellas. En una hora desapareció el -inmenso caudal aglomerado durante muchos años por los propietarios de -Guanajuato.</p> - -<p>En la noche, toda esta multitud frenética se desbandó por las calles que -recorría con teas y puñales en la mano, saqueando las casas, sacando de -las tiendas los barriles de licores y entregándose á todo género de -excesos.</p> - -<p>Hidalgo y Allende tuvieron mucho trabajo para contener estos desórdenes -con que se anunció la Independencia de México. Como si el pueblo en -aquella vez hubiera tenido presentes los tiempos primeros de la -conquista, la matanza de Santiago y el asesinato de Guatimoc, se vengaba -de una manera inaudita.»</p> - -<h3>VI</h3> - -<p>Hidalgo y Allende, después de permanecer en Guanajuato algunos días, -salieron para Valladolid y se posesionaron de la ciudad sin dificultad -ninguna. Allí aumentaron y organizaron su tropa tanto como fué posible, -y en el mes de Octubre todo ese grande ejército independiente, que en su -mayor parte se componía de indígenas mal armados, se dirigió á la -capital tomando el rumbo de Maravatío, la Jordana. Ixtlahuaca y Toluca.<span class="pagenum"><a name="page_84" id="page_84"></a>{84}</span></p> - -<p>En México reinaba no sólo la consternación sino el terror. El virrey -Venegas creyó en su última hora; pero haciendo un esfuerzo, logró reunir -una división de tres mil hombres que puso al mando de D. Torcuato -Trujillo, el que salió al encuentro de los insurgentes; pero su número -sólo le agobiaba, y á medida que Hidalgo avanzaba, el jefe español -retrocedía, hasta que en el monte de las Cruces tomó posiciones que la -naturaleza hacía inexpugnables, y se resolvió á esperar.</p> - -<p>Fué en esta célebre batalla donde Allende mostró todo su valor personal. -Comenzó la acción por el encuentro y tiroteo de las caballerías, y á -poco fué ya haciéndose general en toda la montaña. Las masas -desorganizadas de indios, formando una algazara terrible, que recordaba -los días de la conquista, se arrojaban sobre las tropas españolas, y -eran destrozadas por la fusilería y la metralla. Las tropas de Trujillo -eran pocas, como hemos dicho, pero disciplinadas, resueltas y bien -situadas en alturas, y cubiertas con la misma fragosidad del terreno y -con los árboles y malezas del bosque. Sin embargo de esto, se repetían -las cargas confusas, y la muerte y la sangre no hacía más efecto sino -irritar y hacer más tenaz á la raza indígena. Era, á poco más ó menos, -el mismo ataque que sufría Cortés en los cuarteles de la ciudad de -México en 1521. Es un hecho bien averiguado que<span class="pagenum"><a name="page_85" id="page_85"></a>{85}</span> los indios de Hidalgo -llegaban hasta las baterías españolas y pretendían tapar con sus -sombreros de palma las bocas de los cañones.</p> - -<p>Allende, al recorrer los puntos de más peligro, tratando, aunque en -vano, de organizar el ataque y de reducirlo á las reglas de la táctica -española, observó que los enemigos habían enmascarado unas piezas de -artillería con unas ramas, de manera que las columnas que atacaban -llegaban hasta cierta distancia, y allí eran desbaratadas por la -metralla.</p> - -<p>En el instante, sin calcular el peligro ni los obstáculos, dice á los -que le rodean:</p> - -<p>—«Es menester quitar esas piezas, y la batalla será nuestra: seguidme:»</p> - -<p>Desata el lazo que llevaba en la grupa, pone las espuelas á su caballo, -y seguido de algunos rancheros corre sobre aquel horno de fuego que -cubría la verdura de los árboles.</p> - -<p>Se oye una detonación que reproducen los ecos de las montañas, y el -intrépido caballero y los que le seguían quedan envueltos en una nube -rojiza de humo. ¡Todo se ha perdido!<span class="pagenum"><a name="page_86" id="page_86"></a>{86}</span></p> -<p class="c">......................................</p> - -<h3>VII</h3> - -<p>«¡Viva México!» grita Allende que había escapado de la metralla; y de un -salto llega á donde están las piezas, les tira el lazo, y lo mismo hacen -los rancheros; amarran á la cabeza de la silla, ponen la espuela á los -caballos y se llevan la artillería, dejando á los soldados españoles -atónitos, con la mecha, el estopín y las balas en la mano.</p> - -<p>La batalla se gana completamente; todos los oficiales y soldados -españoles quedan tendidos en el campo, y Trujillo, merced á su caballo, -se escapa y se presenta como una fantasma sangrienta á anunciar la -catástrofe al virrey.</p> - -<p>Allende da la orden de marchar inmediatamente á la capital; Hidalgo se -opone, los dos caudillos se disgustan, y el ejército victorioso se -retira en desorden, en las mismas puertas de México. Era necesario nueva -sangre y nuevas victorias para que se consumara la obra y el sacrificio -de los caudillos, para que quedase santificada con su propia sangre. Las -naciones necesitan su bautismo antes de recibir su nombre social.</p> - -<p>El ejército se retiró y fué á estrellarse en una desgracia, Aculco, y á -desbaratarse en una fatalidad, Calderón.<span class="pagenum"><a name="page_87" id="page_87"></a>{87}</span></p> - -<p>Los dos caudillos disgustados, porque la desgracia hace á los hombres -injustos y enemigos, lucharon algunos días más. Allende fué todavía -favorecido por la victoria derrotando en el Puerto del Carnero al -comandante español; pero la desorganización había ya destruido la fuerza -de los independientes. El huracán que comenzó á soplar en Dolores y se -desató terrible en Guanajuato y las Cruces, comenzaba á perder su -fuerza.</p> - -<p>Los jefes resolvieron, con los restos del ejército y el dinero que -pudieron reunir, marchar á los Estados Unidos, y allí disciplinar sus -tropas, disponer la campaña y volver de nuevo á recoger seguros -laureles, terminando la obra difícil que habían comenzado.</p> - -<p>Lo que llamamos suerte, y que no son más que los acontecimientos negros -y desconocidos que vienen de un caos profundo, dispuso las cosas de otra -manera.</p> - -<h3>VIII</h3> - -<p>Hemos comenzado nuestra historia en el pequeño verjel de San Miguel, que -después tomó el nombre de <i>Allende</i>, y vamos á terminarla al cabo de -seis meses en un lugar triste, solitario y desierto. En Acatita de -Baján.</p> - -<p>Los independientes caminaban lentamente en dirección á la frontera del -Norte. Llevaban<span class="pagenum"><a name="page_88" id="page_88"></a>{88}</span> cerca de medio millón de pesos en dinero y plata -labrada, recuas de mulas con equipajes, catorce coches, veinticuatro -cañones y cosa de ochocientos hombres repartidos en una grande extensión -de terreno, escoltando las cargas y los carruajes. Ningún antecedente -tenían de que serían atacados, y antes creían que serían escoltados por -tropas insurgentes hasta Monclova.</p> - -<p>El capitán español, Ignacio Elizondo, con 450 hombres formó una -emboscada con tan buen cálculo, que fueron sucesivamente cayendo en su -poder cuantos componían la comitiva.</p> - -<p>Allende, su hijo, Arias y Jiménez, iban en un coche. Fatigados con el -calor y con el camino, medio dormitaban cuando escucharon un grito: -<i>Ríndanse al Rey</i>. Allende, bravo y denodado, abrió la portezuela, saltó -á tierra, amartilló su pistola é hizo fuego al oficial español que -estaba más cerca. Su hijo lo siguió, y tras él Jiménez. Elizondo disparó -su pistola sobre Allende y gritó «fuego» á la tropa que lo seguía: una -nube de balas vino á romper los vidrios y las maderas del carruaje. El -hijo de Allende cayó herido entre las ruedas, y Arias, que asomaba la -cabeza, quedó fusilado en el mismo respaldo del carruaje; la tropa se -echó encima con espada en mano, y los que quedaron vivos fueron -maniatados y entregados á la rigurosa custodia de un oficial.<span class="pagenum"><a name="page_89" id="page_89"></a>{89}</span> Así que -Elizondo terminó la captura de toda la comitiva, se encaminó con ella á -Monclova.</p> - -<p>De este lugar se condujeron los presos á Chihuahua, y allí fueron -juzgados y fusilados. Se cortaron las cabezas de Hidalgo, Allende, -Aldama y Jiménez, y conducidas á Guanajuato fueron colocadas en unas -jaulas de fierro en los ángulos del sangriento castillo de Granaditas.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_90" id="page_90"></a>{90}</span></p> - -<h2><a name="EL_PADRE_MATAMOROS" id="EL_PADRE_MATAMOROS"></a>EL PADRE MATAMOROS</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>En el Sur del rico y hermoso Estado de Michoacán, y al pie de un -anfiteatro irregular, formado por las montañas, está situada la hacienda -de Puruarán.</p> - -<p>Allí la vegetación es espléndida: anchos y dilatados valles cubiertos de -caña; gigantescas <i>parotas</i>, <i>zirandas</i> que nacen y crecen al lado de -las palmeras y que enlazan en ellas sus nudosos troncos semejantes á los -nervudos brazos de un gladiador, y que terminan por ahogarlas y -levantarlas, desarraigándolas de la tierra; copados <i>tamarindos</i> entre -cuyas ramas habitan numerosas tribus de aves canoras; voluptuosos -<i>plátanos</i> cuyas hojas de raso ondulan crugiendo con el aura de la -tarde, y entretejiéndose por todas partes las lianas, que forman -caprichosos columpios, cubiertos de flores y de verdura.</p> - -<p>Allí los arroyos cruzan entre alfombras de verdura, ó se desprenden -sobre peñascos tapizados<span class="pagenum"><a name="page_91" id="page_91"></a>{91}</span> de musgo, y cuando soplan las brisas, todo -tiene un murmullo, un suspiro, un rumor, árboles, lianas, llores, -arroyos, cascadas.</p> - -<p>Y sobre este paisaje encantador un cielo purísimo, con ese azul sereno -que cantan los poetas, y que los pintores fingen en sus cuadros de -gloria.</p> - -<p>El sol ardiente de la zona tórrida arroja sobre aquella exuberante -naturaleza torrentes de fuego y de luz, y todo germina y todo se -vivifica, y cada hoja cubre un insecto, y cada peña oculta un reptil, y -cada rama guarda un nido, y cada gruta guarece un ser animado.</p> - -<p>De aquellos bosques, durante el día sale un concierto, y cuando la noche -tiende sus negras sombras, reina por un instante el silencio, y luego -los cantores del día desaparecen, el bosque se ilumina de nuevo, ya no -con la luz del sol, sino con la fantástica de millones de insertos -luminosos que suben y bajan, y cruzan y giran en continuo movimiento, y -entonces en aquella misma selva, nuevos cantores con distintas armonías, -dulces como las del día, pero más melancólicas y misteriosas, levantan -un himno.</p> - -<p>Allí la naturaleza canta á Dios eternamente.</p> - -<p>En medio de este paisaje está Puruarán, rica hacienda de caña.<span class="pagenum"><a name="page_92" id="page_92"></a>{92}</span></p> - -<p>La entrada de la casa habitación y de las oficinas de la hacienda mira -hacia el Norte.</p> - -<p>Por el frente de la hacienda pasa el agua sobre un elevado acueducto -sostenido por garbosos arcos.</p> - -<p>Al pie del acueducto y á los lados de la casa, se miran las habitaciones -de los trabajadores y dependientes, casi todas formadas de adobe con -humildes techos de paja.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Era el 5 de Enero de 1814.</p> - -<p>El ejército independiente, derrotado en las inmediaciones de Valladolid, -se había retirado al Sur y estaba en la hacienda de Puruarán.</p> - -<p>Aquel ejército que había dado tantas pruebas de valor y de heroicidad, -que había recorrido triunfante por casi toda la Nueva España, estaba en -aquellos momentos desmoralizado, falto de armas, de parque y casi sin -esperanzas de resistir el inevitable empuje de las tropas realistas.</p> - -<p>El ilustre Morelos, jefe de aquel ejército, fué obligado por los demás -generales á retirarse de Puruarán, según dicen algunos historiadores, y -los independientes quedaron allí á las órdenes del padre Matamoros.—Las -tropas realistas emprendieron, como era natural, su<span class="pagenum"><a name="page_93" id="page_93"></a>{93}</span> movimiento sobre -los insurgentes, y el día 5 de Enero llegaron á Puruarán y atacaron.</p> - -<p>La victoria no se hizo esperar, y los jefes realistas Llano é Iturbide -se apoderaron de la casa de la hacienda y de las oficinas á donde se -habían hecho fuertes los independientes.</p> - -<p>Después del combate, los soldados del rey comenzaron á explorar los -alrededores con el objeto de aprehender á los insurgentes que habían -logrado salvarse; y en una de las pequeñas habitaciones de los -sirvientes de la hacienda, fué hallado el jefe de los insurgentes, el -general Matamoros, que encontrándose solo, á pie y rodeado de enemigos, -había buscado allí un refugio.</p> - -<p>Según se dice fué entregado por un oficial de los mismos suyos y hecho -prisionero por el soldado Eusebio Rodríguez, al cual se le dió como -premio de este servicio la cantidad de doscientos pesos.</p> - -<p>Matamoros fué conducido inmediatamente á Valladolid.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Don Mariano Matamoros, en el año de 1810, cuando Hidalgo proclamó la -independencia de México, era cura de Jantetelco.</p> - -<p>En 1811 se presentó al Sr. Morelos en Izúcar, y desde esa fecha militó á -su lado hasta la desgraciada batalla de Puruarán.<span class="pagenum"><a name="page_94" id="page_94"></a>{94}</span></p> - -<p>Matamoros es llamado por la mayor parte de los historiadores «el más -valiente de los insurgentes.»</p> - -<p>En el famoso sitio de Cuautla, Matamoros, por orden de Morelos, se puso -al frente de una fuerza de caballería y logró romper las líneas -enemigas.</p> - -<p>Matamoros se inmortalizó con la célebre batalla de San Agustín del -Palmar, en cuya acción no sólo dió muestras de su valor y genio militar, -sino que además probó, como él mismo lo dice en su parte al Sr. Morelos, -que los independientes no se habían lanzado á la guerra con el objeto de -robar.</p> - -<p>El convoy custodiado por las tropas españolas derrotadas en el Palmar, -fué respetado, y todo el comercio de la Nueva-España pudo decir entonces -que los «insurgentes» eran soldados disciplinados, y no hordas de -bandidos, como les llamaba Calleja.</p> - -<p>Al hablar Matamoros de esta acción, dice:</p> - -<p>«La batalla fué dada á campo raso para desimpresionar al conde de -Castro-Terreño, de que las armas americanas se sostienen, no sólo en los -cerros y emboscadas, sino también en las llanuras y á campo -descubierto.»</p> - -<p>Constantemente estaba Matamoros organizando tropas, á la cabeza de las -cuales tenía á cada paso que batirse, y sin duda, á no ser por la -desastrosa expedición á Valladolid,<span class="pagenum"><a name="page_95" id="page_95"></a>{95}</span> Matamoros hubiera libertado -completamente todo el territorio que hoy comprenden los Estados de -Puebla, Oaxaca y Veracruz.</p> - -<p>Pero Dios lo había dispuesto de otro modo.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>El día 3 de Febrero de 1814, en la plaza de Valladolid, iba á ser -fusilado un hombre.</p> - -<p>Era éste de «pequeña estatura, delgado, rubio, de ojos azules,» y su -rostro conservaba las huellas de las viruelas.</p> - -<p>Marchando con ademán resuelto colocóse al frente de los soldados; se -escuchó luego una descarga;—aquel hombre había dejado de existir.</p> - -<p>Matamoros había muerto en el patíbulo; la causa de la Independencia -perdía uno de sus más nobles caudillos.</p> - -<p>El Sr. Morelos, según su propia expresión, «perdía su brazo derecho.»</p> - -<p>México libre, declaró á Matamoros benemérito de la patria, y sus restos -mortales se guardaron en la catedral de esta ciudad.</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_96" id="page_96"></a>{96}</span></p> - -<h2><a name="MORELOS" id="MORELOS"></a>MORELOS</h2> - -<h3><a name="I_EL_VIAJERO" id="I_EL_VIAJERO"></a>I<br /><br /> -EL VIAJERO</h3> - -<p>Era uno de los primeros días del mes de Octubre de 1810. El sol -descendía lentamente en el horizonte, y sus rayos ardientes bañaban el -bosque de ciruelos, entre el cual se levantan el humilde templo y las -pobres y dispersas casitas que forman el pequeño pueblo de Nucupétaro.</p> - -<p>Nucupétaro está situado en el Sur del Estado de Michoacán, en medio de -esa inmensa cadena de montañas que no termina sino hasta las costas del -Pacífico.</p> - -<p>El pueblo está en medio de un bosque de árboles de ciruela; pero allí el -calor excesivo hace á la tierra árida y triste, un sol abrasador seca -las plantas, y apenas unos cuantos días, cuando las lluvias caen á -torrentes, los campos se visten de verdura, y los árboles se cubren de -hojas; después, los árboles no son<span class="pagenum"><a name="page_97" id="page_97"></a>{97}</span> sino esqueletos, y las llanuras y -los montes presentan un aspecto tristísimo.</p> - -<p>En Octubre, pues, la naturaleza no se ostentaba allí con sus encantos, -un viento abrasador levantaba en las cañadas nubecillas de polvo, y el -cielo, sin una sola nube, parecía velarse con una gasa que daba á su -fondo azulado un tinte melancólico.</p> - -<p>Delante de una de las casitas del pueblo, y á la sombra de un cobertizo -de palma, se mecía indolentemente un hombre sentado en una hamaca.</p> - -<p>Aquel hombre parecía estar en todo el vigor de su juventud; era de una -estatura menos que mediana, pero lleno de carnes; moreno, sus negras y -pobladas cejas tenían un fruncimiento tenaz, como indicando que aquel -hombre tenía profundas y continuas meditaciones, y en sus ojos obscuros -brillaba el rayo de la inteligencia.</p> - -<p>El vestido de aquel hombre, de lienzo blanco, era semejante al que -usaban los labradores de aquellos rumbos: un ancho calzón y una -<i>campana</i>, que es una especie de blusa.</p> - -<p>Tenía entre las manos un libro, y sin embargo no leía, meditaba, porque -su mirada vaga se perdía en el espacio.</p> - -<p>De repente le sacó de su distracción el ruido de una cabalgadura; volvió -el rostro; y casi al mismo tiempo se detuvo cerca de allí<span class="pagenum"><a name="page_98" id="page_98"></a>{98}</span> un anciano -que llegaba caballero en una magnífica mula prieta.</p> - -<p>—Buenas tardes dé Dios á su merced, señor cura—dijo el recién llegado.</p> - -<p>—Muy buenas tardes—contestó el de la hamaca levantándose y -dirigiéndose al encuentro de su interlocutor.—¿Qué viento nos trae por -aquí al señor Don Rafaél Guedea?</p> - -<p>—Aquí vengo de dar una vuelta por Tacámbaro, y á ver si me da posada -esta noche su merced.</p> - -<p>—Con todo mi gusto—contestó el cura.—Mándese vd. apear.</p> - -<p>—Vaya, Dios se lo pague al señor cura Morelos.</p> - -<p>Don Rafael entregó su mula á los criados que le acompañaban, se quitó -las espuelas y el paño de sol, y abrazando al cura con grande efusión, -se entró á sentar con él debajo del cobertizo.</p> - -<h3><a name="II_GRANDES_NOTICIAS" id="II_GRANDES_NOTICIAS"></a>II<br /><br /> -GRANDES NOTICIAS</h3> - -<p>—¿Y qué deja de nuevo mi señor Don Rafael por esos mundos?—preguntó el -cura.</p> - -<p>—¡Cómo!—exclamó el otro—¿pues aun no sabe su merced las novedades?</p> - -<p>—No. ¿Hay algo de nuevo?</p> - -<p>—Y mucho, y muy grave.<span class="pagenum"><a name="page_99" id="page_99"></a>{99}</span></p> - -<p>—Cuénteme vd., cuénteme vd.</p> - -<p>—Pues ¿recuerda su merced al señor bachiller D. Miguel Hidalgo, que -estaba en Valladolid en el colegio de......</p> - -<p>—Sí, sí, y mucho; ¿le ha sucedido algo?</p> - -<p>—¡Pues no digo nada! está su merced para saber, que se ha levantado.</p> - -<p>—¿Levantado?</p> - -<p>—Levantado contra el virrey y contra los gachupines.</p> - -<p>—Pero ¿es cierto? ¿es cosa de importancia?—preguntó Morelos pudiendo -contener apenas su emoción.</p> - -<p>—Tan cierto, que toda la gente de tierra fría anda ya revuelta; no se -dice más, ni se habla de otra cosa, sino del señor Hidalgo, que quiere -libertar á la América, y que tan grave es el negocio, que el 16 de -Septiembre amaneció ya levantado el señor cura que era de Dolores, y el -día 28 había tomado ya Guanajuato, que dicen que hubo mucha mortandad, y -que estará ya muy cerca de Valladolid: cuentan, y es seguro, que trae -muchísima tropa, y los gachupines están huyendo y cerrando los comercios -y dejando sus haciendas; en fin, no sé cómo vuestra merced no sabe nada, -porque la novedad es muy grande, y el señor Hidalgo tiene por todas -partes muchos que lo aclaman y lo requieren.</p> - -<p>Morelos había seguido la narración de su amigo sin perder una sola -palabra; sus ojos<span class="pagenum"><a name="page_100" id="page_100"></a>{100}</span> se abrían desmesuradamente, su rostro se coloreaba, -el sudor inundaba su frente, y su pecho se agitaba como si estuviera -fatigado por una lucha.</p> - -<p>Por fin, cuando Guedea terminó su relación, Morelos no pudo ya -contenerse; levantóse trémulo, dejó caer el libro que tenía en las -manos, y alzando los brazos y los ojos al cielo, exclamó con un acento -profundamente conmovido, mientras dos gruesas lágrimas rodaban por sus -tostadas mejillas.</p> - -<p>—¡Dios mío! ¡Dios mío! ¡bendito sea tu nombre!</p> - -<p>Después, dejándose caer en la hamaca, apoyó su rostro sobre las palmas -de las manos, y parecía que sollozaba en silencio.</p> - -<p>Don Rafael Guedea, enternecido también, contemplaba respetuosamente á -Morelos, sin atreverse á dirigirle una sola palabra.</p> - -<p>Sin duda el viejo hacendado comprendía el choque terrible que debía -haber sufrido aquel gran corazón al saber que ya tenía una patria por la -que podía sacrificarse.</p> - -<p>Morelos se había sentido mexicano por la primera vez; el paria, el -esclavo, el colono, escuchaba el grito de Independencia.</p> - -<p>Aquel placer era capaz de causar la muerte.<span class="pagenum"><a name="page_101" id="page_101"></a>{101}</span></p> - -<h3><a name="III_EL_GUERRILLERO" id="III_EL_GUERRILLERO"></a>III<br /><br /> - -EL GUERRILLERO</h3> - -<p>Pocos días después de esta conversación, Hidalgo con el ejército -independiente, salía de Charo (inmediaciones de Valladolid) para dar la -célebre batalla de las Cruces, y al mismo tiempo, aunque con opuesta -dirección se desprendía de allí Don José María Morelos.</p> - -<p>Morelos iba á emprender la campaña por el Sur, y por todo elemento para -acometer tan aventurada empresa, el Sr. Hidalgo había dado al cura de -Carácuaro un papel con la siguiente orden firmada también por Allende:</p> - -<p>«Por el presente comisiono en toda forma á mi lugarteniente el bachiller -Don José María Morelos, cura de Carácuaro, para que en las costas del -Sur levante tropas, procediendo con arreglo á las instrucciones verbales -que le he comunicado.»</p> - -<p>En manos de un hombre vulgar aquella autorización quizá no hubiera -servido ni para levantar una guerrilla; pero Morelos era un genio.</p> - -<p>Sobre aquellas cuantas líneas trazadas en un papel, Morelos iba á fundar -una reputación gigantesca; aquella orden era para él la<span class="pagenum"><a name="page_102" id="page_102"></a>{102}</span> vara mágica con -la que iba á levantar ejércitos, á fundir cañones, á dar batallas, á -tomar plazas, á formidar por fin á los virreyes y al monarca español.</p> - -<p>Durante el camino hasta llegar á su curato, Morelos marchó solo, pero su -imaginación le presentaba por donde quiera divisiones en marcha, -batallones en movimiento, cargas de caballería, asaltos, combates, -escaramuzas, todo el cuadro, en fin, de la terrible campaña que iba á -emprender.</p> - -<p>Morelos llegó á Carácuaro, y allí reunió 25 hombres mal armados, y -comenzó su carrera militar.</p> - -<p>Conforme á las instrucciones del Sr. Hidalgo, se dirigió á las costas -del Sur.</p> - -<p>Saliendo de Carácuaro, llegó á Choromuco, pasó el gran río de Zacatula -por las balsas, llegó á Coahuayutla, tomó el camino de Acapulco, -siguiendo desde allí toda la costa.</p> - -<p>Por último, dos meses después de haberse puesto en campaña con 25 -hombres, Morelos contaba ya con 2,000 infantes, gran número de jinetes, -cinco cañones y considerable cantidad de pertrechos de guerra.</p> - -<p>Casi todo el armamento y todo el parque habían sido quitados al -enemigo.<span class="pagenum"><a name="page_103" id="page_103"></a>{103}</span></p> - -<h3><a name="IV_EL_CAUDILLO" id="IV_EL_CAUDILLO"></a>IV<br /><br /> - -EL CAUDILLO</h3> - -<p>Desde esa época Morelos fué el caudillo prominente en la guerra de -Independencia.</p> - -<p>Vencedor unas veces, vencido otras, pero siempre constante, valeroso, -inteligente, el humilde cura de Carácuaro era un héroe.</p> - -<p>Por todas partes se hacía sentir su poderoso influjo; por todas partes, -á su nombre, se levantaban partidas, y se organizaban tropas, y se daban -combates.</p> - -<p>Y no se contentaba sólo con defender su causa por medio de las armas, -sino que sostenía constantemente difíciles polémicas con los curas y las -principales personas del clero, que valiéndose de la religión, -pretendían apartar al señor Morelos del camino que se había trazado.</p> - -<p>La historia de las campañas del héroe, es la historia de todas las -poblaciones, de todos los bosques, de todas las llanuras del Sur de -nuestra patria, y sus recuerdos viven imperecederos en todos esos -lugares.</p> - -<p>Pero el apogeo de la gloria de aquel grande hombre está en el sitio de -Cuautla.</p> - -<p>Reducido Morelos á defenderse en esa ciudad, que hoy lleva con orgullo -el nombre del<span class="pagenum"><a name="page_104" id="page_104"></a>{104}</span> ilustre caudillo, dió pruebas de la grandeza de su genio.</p> - -<p>Una ciudad pequeña en una llanura, abierta por todos lados, con unas -fortificaciones hechas de prisa y sumamente ligeras: ésta era su -posición.</p> - -<p>Un ejército bisoño, casi desnudo, con malas armas, con pocas municiones, -y constando de un reducido número: éstos eran sus elementos de defensa.</p> - -<p>Félix María Calleja, el vencedor de Aculco, de Guanajuato y de Calderón, -seguido de un numeroso ejército bien armado, perfectamente disciplinado, -orgulloso con sus victorias, provisto de abundantes víveres y -municiones, y constantemente reforzado: esto representaba el ataque.</p> - -<p>Y sin embargo Morelos resistió sesenta y dos días y aquel sitio mereció -con razón el renombre de famoso.</p> - -<p>Viéronse allí episodios de valor inauditos para impedir que los -sitiadores cortaran el agua; los sitiados hicieron prodigios, y vivieron -los que custodiaban la toma, bajo una constante lluvia de proyectiles.</p> - -<p>Por fin la situación se hizo desesperada; el hambre obligó á los -insurgentes á tomar una resolución extrema, y la noche del 2 de Mayo de -1812, el señor Morelos salió de la plaza, atravesó con su pequeño -ejército la línea de circunvalación, abriéndose paso á viva<span class="pagenum"><a name="page_105" id="page_105"></a>{105}</span> fuerza, y -aunque sufriendo grandes pérdidas, y libre ya de aquel peligro, volvió á -ser el alma inteligente y guerrera de la lucha de Independencia.</p> - -<h3><a name="V_EL_MARTIR" id="V_EL_MARTIR"></a>V<br /><br /> -EL MARTIR</h3> - -<p>La suerte abandonó por fin á Morelos, y en la acción de Tesmalaca (5 de -Noviembre de 1815) cayó prisionero en manos del general español -Concha.—El martirio debía coronar aquella vida llena de gloria, y -Morelos marchó al patíbulo lleno de valor.</p> - -<p>La inquisición, el clero, el virrey, la audiencia, todos quisieron tener -parte en el sacrificio, todos quisieron herir á su víctima, todos -hicieron gala de su crueldad con aquel hombre que los había hecho -temblar, y á cuyo solo recuerdo palidecían.</p> - -<p>Semejantes á una jauría hambrienta que se arroja ladrando y furiosa -sobre un león herido, así aquellos hombres <i>organizaron su justicia</i> -contra el pobre prisionero de Tesmalaca.</p> - -<p>La inquisición le declaró hereje, el clero le degradó del carácter -sacerdotal, la audiencia le condenó por traidor al rey, y el virrey se -encargó de la ejecución.</p> - -<p>Y el hereje, el traidor, el mal sacerdote, el ajusticiado, era sin -embargo un héroe, un<span class="pagenum"><a name="page_106" id="page_106"></a>{106}</span> caudillo en la más santa y más noble de las -luchas; era, en fin, <i>el hombre más extraordinario que produjo la guerra -de independencia en México</i>.</p> - -<p>Morelos fué fusilado en San Cristóbal Ecatepec, el 22 de Diciembre de -1815.</p> - -<p>Cuando la sangre de aquel noble mártir regó la tierra, cuando su cuerpo -acribillado por las balas dejó escapar el grande espíritu que durante -cincuenta años le había animado, entonces pasó una cosa extraña que la -ciencia aún no explica satisfactoriamente.</p> - -<p>Las aguas del lago, tan puras y tan serenas siempre, comenzaron á -encresparse y á crecer, y sin que el huracán cruzase sobre ellas, y sin -que la tormenta cubriera con sus pardas alas el cielo, aquellas aguas se -levantaron y cubrieron las playas por el lado de San Cristóbal, y -avanzaron y avanzaron hasta llegar al lugar del suplicio.</p> - -<p>Lavaron la sangre del mártir y volvieron majestuosamente á su antiguo -curso.</p> - -<p>Ni antes ni después se ha observado semejante fenómeno. ¡Allí estaba la -mano de Dios!</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_107" id="page_107"></a>{107}</span></p> - -<h2><a name="ITURBIDE" id="ITURBIDE"></a>ITURBIDE<br /><br /><small>El Apoteosis</small></h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Llegó por fin el día de la libertad de México. Once años de lucha, un -mar de sangre, un océano de lágrimas.—Esto era lo que había tenido que -atravesar el pueblo para llegar desde el 16 de Septiembre de 1810 hasta -el 27 de Septiembre de 1821.—16 y 27 de Septiembre, 1810 y 1821. He -aquí los dos broches de diamante que cierran ese libro de la historia en -que se escribió la sublime epopeya de la independencia de México.</p> - -<p>Y cuánto patriotismo, cuánto valor, cuánta abnegación habían necesitado -los que dieron su sangre para que se inscribieran con ella sus nombres -en ese gran libro!</p> - -<p>Pero el día llegó; puro y transparente el cielo, radiante y esplendoroso -el sol, dulce y perfumado el ambiente.</p> - -<p>Aquel era el día que alumbraba después de una noche de trescientos -años.<span class="pagenum"><a name="page_108" id="page_108"></a>{108}</span></p> - -<p>Aquella era la redención de un pueblo que había dormido en el sepulcro -tres siglos.</p> - -<p>Por eso el pueblo se embriagaba con su alegría, por eso la ciudad de -México estaba conmovida.</p> - -<p>¿Quién no comprende lo que siente un pueblo en el supremo día en que -recobra su independencia? Pero, ¿quién sería capaz de pintar ese goce -purísimo, cuando se olvidan todas las penas del pasado y no se mira sino -luz en el porvenir; cuando todos se sienten hermanos; cuando hasta la -naturaleza misma parece tomar parte en la gran fiesta?</p> - -<p>México se engalanó como la joven que espera á su amado.</p> - -<p>Vistosas y magníficas colgaduras y cortinajes ondeaban al impulso del -fresco viento de la mañana, en los balcones, en las ventanas, en las -puertas, en las cornisas, en las torres. Cada uno había procurado -ostentar en aquel día lo más rico, lo más bello que tenía en su casa.</p> - -<p>Sus calles parecían inmensos salones de baile: flores, espejos, cuadros, -vajillas, oro, plata, seda, cristal, todo estaba en la calle, todo -lucía, todo brillaba, todo venía á dar testimonio del placer y de la -ventura de los habitantes de México.</p> - -<p>Y por todas partes, cintas, moños, lazos, cortinas con los colores de la -bandera nacional, de esa bandera que enarbolada por Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_109" id="page_109"></a>{109}</span> y por -Iturbide en el rincón de una montaña, debía en pocos meses pasearse -triunfante por toda la nación, y flamear con orgullo sobre el palacio de -los virreyes de Nueva España.</p> - -<p>Aquellos tres colores simbolizaban: un pasado de gloria, el rojo; un -presente de felicidad, el blanco, y un porvenir lleno de esperanzas, el -verde; y en medio de ellos el águila triunfante hendiendo el aire.</p> - -<p>Y entre aquella inmensa multitud que llenaba las calles y las plazas, -que se apiñaba en los balcones y ventanas, que coronaba las azoteas, que -escalaba las torres y las cúpulas de las iglesias, ansiosa de contemplar -la entrada del ejército libertador, no había quizá una sola persona que -no llevase con orgullo la escarapela tricolor.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>El sol avanzaba lentamente; y llena de impaciencia esperaba la -muchedumbre el momento de la entrada del ejército <i>trigarante</i>.</p> - -<p>Por fin, un grito de alegría se escuchó en la garita de Belén, y aquel -grito, repetido por más de cien mil voces, anunció hasta los barrios más -lejanos que las huestes de la independencia pisaban ya la ciudad -conquistada por Hernán Cortés el 13 de Agosto de 1521.<span class="pagenum"><a name="page_110" id="page_110"></a>{110}</span></p> - -<p>1521, 1821. ¡Trescientos años de dominación y de esclavitud!</p> - -<p>A la cabeza del ejército libertador marchaba un hombre, que era en -aquellos momentos objeto de las más entusiastas y ardientes ovaciones.</p> - -<p>Aquel hombre era el libertador D. Agustín Iturbide.</p> - -<p>Iturbide tenía una arrogante figura, elevada talla, frente despejada, -serena y espaciosa, ojos azules de mirar penetrante, regía con diestra -mano un soberbio caballo prieto que se encabritaba con orgullo bajo el -peso de su noble jinete, y que llevaba ricos jaeces y montura -guarnecidos de oro y de diamantes.</p> - -<p>El traje de Iturbide era por demás modesto: botas de montar, calzón de -paño blanco, chaleco cerrado del mismo paño, una casaca redonda de color -de avellana y un sombrero montado con tres bellas plumas con los colores -de la bandera nacional.</p> - -<p>Al descubrir al libertador, el pueblo sintió como una embriaguez de -placer y de entusiasmo, los gritos de aquel pueblo atronaban el aire, y -se mezclaban en gigantesco concierto con los ecos de las músicas, con -los repiques de las campanas de los templos, con el estallido de los -cohetes y con el ronco bramido de los cañones.</p> - -<p>Iturbide atravesaba por el centro de la ciudad para llegar hasta el -palacio; su caballo<span class="pagenum"><a name="page_111" id="page_111"></a>{111}</span> pisaba sobre una espesa alfombra de rosas, y una -verdadera lluvia de coronas, de ramos y de flores caía sobre su cabeza y -sobre las de sus soldados.</p> - -<p>Las señoras desde los balcones regaban el camino de aquel ejército con -perfumes, y arrojaban hasta sus pañuelos y sus joyas, los padres y las -madres levantaban en sus brazos á los niños y les mostraban al -libertador, y lágrimas de placer y de entusiasmo corrían por todas las -mejillas.</p> - -<p>Las más elegantes damas, las jóvenes más bellas y más circunspectas se -arrojaban á coronar á los soldados rasos y á abrazarlos; los hombres, -aunque no se hubieran visto jamás, aunque fueran enemigos, se -encontraban en la calle y se abrazaban y lloraban.</p> - -<p>Aquella era una locura, pero una locura sublime, conmovedora; aquel era -un vértigo, pero era el santo vértigo del patriotismo.</p> - -<p>Por eso será eterno entre los mexicanos el recuerdo del 27 de Septiembre -de 1821, y no habrá uno solo de los que tuvieron la dicha de presenciar -esa memorable escena, que no sienta que se anuda su garganta y que sus -ojos se llenan de lágrimas al escuchar esta pálida descripción, hija de -las tradiciones de nuestros padres y nacida sólo al fuego del amor de la -patria.</p> - -<p>Aquel fué el apoteosis del libertador Iturbide.<span class="pagenum"><a name="page_112" id="page_112"></a>{112}</span></p> - -<h2><a name="PADILLA" id="PADILLA"></a>PADILLA</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Era la tarde del 15 de Julio de 1824.</p> - -<p>Frente á la barra de Santander (Estado de Tamaulipas), se balanceaba -pesadamente el bergantín «Spring,» anclado allí desde la víspera.</p> - -<p>La tarde estaba serena, apenas una ligera brisa pasaba susurrando entre -la arboladura del buque, las olas se alejaban mansas hasta reventar á lo -lejos en la playa, y los tumbos sordos de la mar llegaban casi -perdiéndose hasta la embarcación.</p> - -<p>Las gaviotas describían en el aire caprichosos círculos, anunciando con -sus gritos destemplados la llegada de la noche, y se miraban de cuando -en cuando bandadas de aves marinas que volaban hacia la tierra, buscando -las rocas para refugiarse.</p> - -<p>Melancólica es la hora del crepúsculo en el mar cuando el sol se oculta -del lado de la tierra; tristísimo es contemplar esa hora desde un buque -anclado.</p> - -<p>Sobre la cubierta del bergantín había un hombre que tenía fija la mirada -en la playa.</p> - -<p>Mucho tiempo hacía que permanecía inmóvil en la misma postura. Esperaba -y meditaba.<span class="pagenum"><a name="page_113" id="page_113"></a>{113}</span></p> - -<p>Y esperaba con paciencia, porque no se contraía uno sólo de los músculos -de su fisonomía, y meditaba profundamente, porque nada parecía -distraerle.</p> - -<p>La noche comenzó á tender su manto y aquel hombre no se movía.</p> - -<p>Por fin, los contornos de la tierra desaparecieron entre la obscuridad, -las estrellas brillaron en el negro fondo de los cielos, y asomaron -sobre las inquietas olas esos relámpagos de luz fosfórica, que son como -las fugitivas constelaciones de esa inmensidad que se llama el Océano.</p> - -<p>El hombre del bergantín no veía pero escuchaba, y repentinamente se -irguió.</p> - -<p>Era que en medio del silencio de la noche había apercibido el acompasado -golpeo de unos remos.</p> - -<p>Aquel rumor era á cada momento más y más distinto; sin duda alguna se -acercaba al bergantín una lancha.</p> - -<p>—¿Jorge, eres tú?—dijo el hombre del bergantín á uno de los remeros -cuando la pequeña embarcación llegó.</p> - -<p>—Sí, señor—contestó una voz desde la lancha.</p> - -<p>—¿Y Beneski?</p> - -<p>—Espera aquí—contestó otra voz.</p> - -<p>El hombre saltó resueltamente á la escala, y con una firmeza que hubiera -envidiado un<span class="pagenum"><a name="page_114" id="page_114"></a>{114}</span> marinero, descendió por ella y llegó á bordo de la lancha.</p> - -<p>—¡A tierra!—exclamó sentándose en el banco de popa.</p> - -<p>Los bogas no contestaron, sonó el golpe de los remos en la agua, y la -lancha, obedeciendo á un vigoroso y repentino impulso, se deslizó sobre -las aguas, ligera como una ave que hiende los aires.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Al día siguiente, cerca ya de Soto la Marina, caminaba una tropa de -caballería, en medio de la cual podía distinguirse al mismo hombre que -el día anterior había desembarcado del bergantín.</p> - -<p>Al lado de aquel hombre marchaba otro que parecía ser el jefe de la -fuerza.</p> - -<p>Los dos caminaban en silencio, los dos parecían hondamente preocupados y -poco dispuestos á emprender una conversación.</p> - -<p>Por fin, el hombre del bergantín rompió el silencio, y acercando su -caballo al de su acompañante, le dijo con una voz firme:</p> - -<p>—Señor General Garza, supuesto que soy su prisionero de vd., ¿no podría -decirme la suerte que se me espera?</p> - -<p>Garza levantó los ojos, le miró por un momento, y con acento casi -lúgubre contestó:</p> - -<p>—La muerte.<span class="pagenum"><a name="page_115" id="page_115"></a>{115}</span></p> - -<p>El prisionero no palideció siquiera, pero tampoco volvió á desplegar sus -labios; poco después llegaron á Soto la Marina.</p> - -<p>En la misma noche toda aquella población sabía que á la mañana siguiente -sería pasado por las armas el destronado emperador de México D. Agustín -Iturbide, hecho prisionero al desembarcar en la barra de Santander, por -el general D. Felipe de la Garza.</p> - -<p>Los historiadores no están conformes en el modo con que fué aprehendido -D. Agustín de Iturbide.</p> - -<p>Algunos de sus biógrafos, más apasionados de la memoria del desgraciado -emperador que de la verdad, afirman que Iturbide llegó á las playas -mexicanas ignorando el decreto de proscripción fulminado contra él en la -República, y agregan que desembarcó disfrazado, fingiéndose colono, en -compañía de Beneski; pero que fué reconocido por el modo expedito y -airoso que tenía de montar á caballo.</p> - -<p>Todas estas dudas se disipan y todas esas relaciones se desmienten con -sólo trascribir el principio de una carta que en el momento casi de -desembarcar escribía Iturbide á su corresponsal en Londres D. Mateo -Flétcher, y que inserta D. Carlos Bustamante en su apéndice á los <i>Tres -siglos de México</i>.<span class="pagenum"><a name="page_116" id="page_116"></a>{116}</span></p> - -<div class="blockquot"> -<div class="poetry2"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">“A bordo del bergantín “Spring”<br /></span> -<span class="i0">frente á la barra de Santander, 15<br /></span> -<span class="i0">de Julio de 1824.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>«Mi apreciable amigo:</p> - -<p>«Hoy voy á tierra, acompañado solo de Beneski, á tener una -conferencia con el general que manda esta provincia, esperando que -sus disposiciones sean favorables á mí, en virtud de que las tiene -muy buenas en beneficio de mi patria...... Sin embargo, indican no -estar la opinión en el punto en que me figuraba, y no será difícil -que se presente grande oposición, y aún ocurran desgracias. Si -entre estas ocurriere mi fallecimiento, mi mujer entrará con vd. en -contestaciones sobre nuestras cuentas y negocios, etc.»</p> - -<p>Y esta carta está firmada:—«Agustín de Iturbide.»</p></div> - -<p>Toda la versión, pues, sobre el incógnito de Iturbide, no pasa de ser -una novela.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Amaneció el día 17, y se notificó á Iturbide que dentro de pocas horas -debía morir.</p> - -<p>Su muerte estaba decretada por Garza, que se fundaba para dar esta -determinación en la ley que proscribía á Iturbide para siempre de la -República.<span class="pagenum"><a name="page_117" id="page_117"></a>{117}</span></p> - -<p>Notificóse al preso la sentencia, y la escuchó sin inmutarse; pidió que -viniera, para auxiliarle en el último trance, su capellán que había -quedado en el buque, y envió á Garza un manifiesto que había escrito -para la nación.</p> - -<p>La serenidad de Iturbide y la lectura del manifiesto conmovieron sin -duda al general, porque mandó suspender la ejecución y se puso en marcha -para Padilla, en donde estaba reunido el congreso del Estado, llevando -consigo al prisionero y tratándole con tantas consideraciones como si él -fuera mandando en jefe.</p> - -<p>Llegaron por fin á Padilla, y el congreso determinó que sin excusa ni -pretexto fuese pasado por las armas. En vano Garza, que asistió á la -sesión, procuró probar, convertido entonces en defensor de Iturbide, que -el decreto de proscripción no alcanzaba á tanto, que Iturbide daba -pruebas de sus intenciones pacíficas, trayendo consigo á su esposa y á -sus pequeños hijos. El congreso se mantuvo inflexible, y Garza fué -encargado de ejecutar la sentencia dentro de un breve término.</p> - -<p>Volvió entonces á notificarse á Iturbide que podía contar con tres horas -para arreglar sus negocios, después de los cuales debía morir.</p> - -<p>Iturbide se preparó á morir como cristiano y se confesó con el -presidente del congreso<span class="pagenum"><a name="page_118" id="page_118"></a>{118}</span> que era un eclesiástico, y que había salvado su -voto cuando se trató de la muerte del prisionero.</p> - -<p>Las seis de la tarde del día 19 fué la hora señalada para ejecutar la -sentencia.—Iturbide salió de la prisión sereno y firme, y deteniéndose -al encontrarse en el campo exclamó:</p> - -<p>—Daré al mundo la última vista.</p> - -<p>Después pidió agua, que apenas tocó con los labios, y se vendó él mismo -los ojos.</p> - -<p>Se trató entonces de atarle los brazos; resistióse al principio, pero -después se resignó con humildad.</p> - -<p>Detúvose allí, caminó cosa de setenta ú ochenta pasos y llegó al lugar -del suplicio, repartió el dinero que llevaba en los bolsillos entre los -soldados, y entregó su reloj, un rosario y una carta para su familia al -eclesiástico que le acompañaba.</p> - -<p>En seguida, con firme acento habló á la tropa, rezó en voz alta algunas -oraciones y besó fervorosamente un crucifijo.</p> - -<p>En ese momento el jefe hizo la señal de fuego y se escuchó el ruido de -la descarga.</p> - -<p>Cuando se disipó el humo de la pólvora, D. Agustín de Iturbide no era ya -más que un cadáver cubierto de sangre.<span class="pagenum"><a name="page_119" id="page_119"></a>{119}</span></p> - -<h3>IV</h3> - -<p>Iturbide libertador de México, Iturbide emperador, Iturbide ídolo y -adoración un día de los mexicanos, expiró en un patíbulo, y en medio del -más desconsolador abandono.</p> - -<p>Los partidos políticos se han pretendido culpar mútuamente de su muerte. -Ninguno de ellos ha querido hasta ahora reportar esa inmensa -responsabilidad.</p> - -<p>En todo caso, y cualquiera que haya sido el partido que sacrificó á D. -Agustín de Iturbide, yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada -en Padilla, ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la -historia de México.</p> - -<p>Guerrero é Iturbide consumaron la independencia, y ambos, con el -pretexto de que atacaban á un gobierno legítimo, espiraron á manos de -sus mismos conciudadanos.</p> - -<p>No seré yo quien pueda hablar de la muerte de Guerrero; pero en cuanto á -la de Iturbide, exclamaré siempre que fué la prueba más tristemente -célebre de ingratitud que pudo haber dado en aquella época la nación -mexicana.—Iturbide reportaba, si se quiere, el peso de grandes delitos -políticos, venía á conspirar á la República, bien; ¿pero no hubiera -bastado con reembarcarle?<span class="pagenum"><a name="page_120" id="page_120"></a>{120}</span></p> - -<p>El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador, es tan -culpable como el hijo que atenta contra la vida de su padre.—Hay sobre -los intereses políticos en las naciones, una virtud que es superior á -todas las virtudes, la gratitud.</p> - -<p>El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres, se expone á no tener -por servidores, más que á los que buscan en la política un camino para -enriquecer y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.</p> - -<p>Dios permita que las generaciones venideras perdonen á nuestros -antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de -sus fastos esta sangrienta y negra página.</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_121" id="page_121"></a>{121}</span></p> - -<h2><a name="MINA" id="MINA"></a>MINA</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>En este libro hemos consignado el fin trágico que la suerte reservó á -los primeros caudillos de la independencia mexicana. Sin experiencia en -las armas, sin elementos para la guerra, y educados en la sedentaria y -tranquila carrera de la iglesia, su mérito y su gloria han consistido -más bien en su abnegación y en su amor á la libertad, que no en el éxito -de sus expediciones militares.</p> - -<p>Después del suplicio de Morelos, de ese hombre singular á quien sus -mismos enemigos no pueden negar ni el talento natural para la guerra, ni -la constancia ni el valor, comenzó la fortuna á mostrar su faz hosca y -sañuda á la mayor parte de los caudillos mexicanos que habían conservado -las armas en la mano, y que llenos de fe en la causa de la patria, -habían visto con desdén los ofrecimientos de perdón y aun las más -lisongeras promesas de parte del gobierno español. Todo<span class="pagenum"><a name="page_122" id="page_122"></a>{122}</span> parecía -concluído. Las partidas de insurgentes que habían quedado, siendo ya -poco numerosas y escasas de elementos para la campaña, no inspiraban ya -temor al gobierno, y el virrey creyó por un momento que había ya -recobrado plenamente el dominio en la Antigua Colonia.</p> - -<p>Repentinamente un suceso inesperado sacude en sus cimientos á la Nueva -España, y el fuego de la independencia, que parecía completamente -apagado, se encendió de nuevo para no extinguirse nunca, pues se -encuentra aún vivo y ardiente en el pecho de los mexicanos.</p> - -<p>Mina fué el relámpago que un momento iluminó el horizonte de la -revolución, y desapareció en esa insondable eternidad que no podemos -comprender.</p> - -<p>Era labrador, pero labrador en la montaña, no en la llanura. Los -montañeses tienen que habituarse á la vida aventurera y casi salvaje. -Los fenómenos todos de la naturaleza parece que se desarrollan de una -manera más imponente en la montaña, y esto, y el ejercicio de la caza, -preparan á esa clase de hombres á la vida militar.</p> - -<p>Napoleón I hizo del labrador montañés un guerrillero.</p> - -<p>Mina peleó por la independencia de su patria y llegó á ser jefe de la -Navarra, provincia donde vió la luz en fines del año de 1789,<span class="pagenum"><a name="page_123" id="page_123"></a>{123}</span> Terminada -la invasión, Mina se encontró con otro enemigo, el despotismo, y basta -para personificarlo nombrar á Fernando VII, soberano tan repugnante que -ni aun ha tenido la consideración para los españoles más sumisos y -monarquistas. Mina, en unión de su tío Espoz y Mina, conspiró en Navarra -para restablecer la Constitución. Desgraciado en esta tentativa, tuvo -que huir para salvar la vida, y emigró á Francia y pasó poco tiempo -después á Inglaterra.</p> - -<p>Encontró allí un personaje al que no hemos dado todavía todo el honor v -la celebridad que merece. Este personaje era el <i>Dr. D. Servando Teresa -de Mier</i>. Este padre fué el primero en propagar las ideas de la -desamortización eclesiástica y de la separación de la Iglesia y del -Estado. Sus obras no las mejoraría en ciertas capitales el progresista -más exaltado de 1870.</p> - -<p>Un fraile y un proscrito sin un cuarto en la bolsa, el uno con su -entusiasmo y el otro con su espada, intentan á más de dos mil leguas de -distancia, derribar un gobierno que había triunfado de los más valientes -y esforzados caudillos mexicanos. Desde este momento comienza una serie -de aventuras propias más bien para un romance.</p> - -<p>El mismo día que resolvió Mina hacer una expedición á México, alentado -por los consejos y entusiasmo del padre Mier, se presentó<span class="pagenum"><a name="page_124" id="page_124"></a>{124}</span> resueltamente -en la casa de dos ó tres comerciantes ingleses.</p> - -<p>Quizá una semana después, á las tres de la tarde (y hay sobre esto un -canto popular), el guerrillero español abandonaba las costas inglesas, y -surcaba los mares en un barco mercante que tomó á flete, y fué el -principio de su escuadrilla. Le acompañaban el infatigable padre Mier y -treinta hombres terribles y desalmados, que dieron prueba más adelante -de una energía indomable. La primera idea de Mina fué poner directamente -la proa á las costas de México; pero varió de resolución, y para -proveerse de más gente y recursos, se dirigió á los Estados Unidos del -Norte, donde reclutó, en efecto, más de doscientos soldados aventureros -que indistintamente habían servido con los ingleses y con los franceses -en las últimas guerras. Con estas fuerzas, y con otros buques, aunque -pequeños, organizó su expedición y se dirigió á Puerto Príncipe, donde -se encontró con que un terrible huracán le había destruído uno de los -buques que mandó con anticipación, y con que muchos de los aventureros -enganchados se habían desertado.</p> - -<p>De Puerto Príncipe salió á la mar la expedición, con dirección á Tejas, -con el fin de reunirse con el comodoro Aury, jefe de unos cuantos -piratas que había reunido bajo sus órdenes. El vómito prieto se declaró -á<span class="pagenum"><a name="page_125" id="page_125"></a>{125}</span> bordo de la improvisada escuadrilla, y comenzaron á morir oficiales y -marineros. En el estado más triste llegaron á la isla del Caimán. Las -frescas brisas y una pesca abundante de tortugas, volvieron la vida y -las fuerzas á los enfermos. Mina, resistiendo á las enfermedades y á -todo género de contratiempos, llegó por fin á Gálveston, donde abrazó al -pirata Aury, refrescó los víveres, estableció su campamento, se dedicó á -formar sus regimientos, á preparar la expedición, y publicó un -manifiesto que circuló poco tiempo después en México, y reanimó el -entusiasmo por la Independencia.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Las aguas de la costa de Nuevo Santander (hoy Tamaulipas) estaban por lo -común solitarias, y una que otra barca de pescador rompía aquellas olas -cansadas de rodar en las calientes arenas de la playa.</p> - -<p>El tiempo había estado borrascoso. Recios vientos habían soplado sin -duda más lejos, pues venían las olas todavía gruesas y enojadas á -azotarse contra la costa. Se observó el palo de una embarcación. -Empujada por una fuerte brisa que hinchaba sus velas, en breve llegó al -puerto, y se pudo reconocer que era un barco grande armado en guerra.<span class="pagenum"><a name="page_126" id="page_126"></a>{126}</span> -En efecto, era la «Cleopatra,» y á bordo venía el general Don Francisco -Javier Mina.</p> - -<p>El desembarco se hizo sin dificultad y sin experimentar resistencia -ninguna el 15 de Abril de 1817.</p> - -<p>El 22 salió Mina para Soto la Marina. Caminaba á pie, con su espada en -la mano, al frente de la tropa. Tres días anduvo perdido en los bosques, -pero al fin llegó á la población, donde fijó su cuartel general. Sus -buques quedaron en la costa. Un marino español salió de Veracruz á -atacarlos. La goleta «Elena,» que era muy velera, escapó á la vista del -enemigo; las tripulaciones de la «Cleopatra» y del «Neptuno» vinieron á -tierra, y en este estado, el marino español que montaba la fragata -«Sabina,» se encaró fieramente con la escuadrilla silenciosa del -aventurero capitán.</p> - -<p>El marino español rompió un vivo fuego de cañón. La «Cleopatra» no -contestaba, y esto irritaba al enemigo.</p> - -<p>—Que redoblen el fuego, gritó con voz de trueno.</p> - -<p>El cañoneo continuó más fuerte. La «Cleopatra,» siempre silenciosa, -parecía resistir las balas sin que le hicieran un daño visible.</p> - -<p>—¡Esta es una asechanza sin duda! exclamó el jefe español; se tratará -de que nos acerquemos, para echarnos una andanada y sumergirnos en el -agua. ¡Al abordaje! al abordaje!<span class="pagenum"><a name="page_127" id="page_127"></a>{127}</span> y no hay que perdonar á nadie. -Hombres, mujeres, niños, que todos sean pasados á cuchillo.</p> - -<p>Los botes, tripulados con un buen número de gente provista de escalas, -garfios, picas y demás instrumentos propios para el abordaje, se -desprendió de la «Proserpina» y resueltamente se dirigió á la -«Cleopatra.» El mismo silencio, la misma terrible inmovilidad.</p> - -<p>—¡Animo, marinos! gritó el jefe que mandaba los botes; acordáos que -sois españoles y que estais en la tierra de Cortés. Arriba! á ellos! y -no haya misericordia.</p> - -<p>Los marinos españoles se lanzaron como leones.</p> - -<p>Un gato, único defensor que había quedado á bordo, corrió por la -cubierta, y mirándose atacado por los marinos de la «Proserpina,» corrió -sobre cubierta, se precipitó, sin saber dónde, cayó sobre la cara del -comandante, se afianzó con las uñas de sus barbas y carrillos, y al -grito de sorpresa y de dolor del bravo marino, el gato cayó en el agua y -desapareció entre las ondas. Los asaltantes tuvieron que soltar una -carcajada.</p> - -<p>Sin embargo, el brigadier D. Francisco de Beranger, que mandaba esta -expedición, dió á su regreso á Veracruz un parte en que describía una -terrible batalla naval y un sangriento abordaje. El virrey los recomendó -á España, y decretó que llevaran en el brazo<span class="pagenum"><a name="page_128" id="page_128"></a>{128}</span> derecho un escudo con el -siguiente epígrafe: <span class="smcap">Al importante servicio en Soto la Marina</span>.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Mina no perdió su tiempo. Construyó un fuerte regular en Soto la Marina, -y resolvió expedicionar en el interior del país.</p> - -<p>La mañana del 24 de Mayo, Mina, ya con su espada ceñida, estaba en la -plaza al frente de sus tropas, que eran las siguientes:</p> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""> -<tr><td>General y su Estado Mayor</td><td class="rt">11</td></tr> -<tr><td>Guardia de honor al mando de Young</td><td class="rt">31</td></tr> -<tr><td>Caballería</td><td class="rt">124</td></tr> -<tr><td>Regimiento del Mayor Sterling</td><td class="rt">56</td></tr> -<tr><td>Primero de línea</td><td class="rt">64</td></tr> -<tr><td>Artillería</td><td class="rt">5</td></tr> -<tr><td>Criados</td><td class="rt">12</td></tr> -<tr><td>Ordenanzas</td><td class="rt">5</td></tr> -<tr><td class="c">Total</td><td class="rtbt">308</td></tr> -</table> - -<p>Era ridícula esta expedición. Mejor dicho, era sublime. El comandante -tenía en sus ojos la victoria.</p> - -<p>Mina llamó al mayor Sardá.</p> - -<p>—Te dejo cien hombres, mayor. Con esta fuerza te defenderás hasta el -último extremo. Te han de sitiar, sin duda alguna; pero no haya cuidado, -yo volveré y haré á balazos que te dejen quieto. Mina estrechó la mano -del mayor, y espada en mano, salió de la plaza<span class="pagenum"><a name="page_129" id="page_129"></a>{129}</span> de Soto la Marina, -tambor batiente y bandera desplegada.</p> - -<p>Después de tres días de marcha por aquellos desiertos faltos de víveres -y de agua, la tropa comenzaba á fatigarse y á murmurar.</p> - -<p>—No hay cuidado, mis amigos; antes de algunas horas tendremos víveres -frescos, y habitación magnífica, y dinero.</p> - -<p>En efecto, Mina, burlando con la rapidez de su marcha la vigilancia del -jefe D. Felipe de la Garza, sorprendió una hacienda y se apoderó de una -buena cantidad de efectos y provisiones que repartió entre sus soldados.</p> - -<p>Ninguna de las muchas combinaciones militares que hizo el gobierno con -una actividad sorprendente, pudo detener la marcha de Mina. Derrotó á -Villaseñor en el Valle del Maíz, y el 14 se hallaba instalado en los -magníficos edificios de la hacienda de Peotillos, que en esa época -pertenecía á los Carmelitas. Los dependientes y mozos habían huído, -llevándose todas las provisiones. La tropa, cansada y hambrienta, se -acostó sin cenar. No habían cerrado los ojos, cuando el enemigo se -presenta. Armiñan y Rafols, con fuerzas considerables, tocan, como quien -dice, á las puertas de la hacienda.</p> - -<p>Mina recibe el aviso de sus avanzadas, se ciñe la espada, sube á la -azotea del edificio y observa entre el polvo y la ardiente -reverberación<span class="pagenum"><a name="page_130" id="page_130"></a>{130}</span> del campo, una fuerza de infantería como de 1,000 -hombres, seguida á cierta distancia por una numerosa caballería.</p> - -<p>—Amigos, dice á sus soldados, que habían salido en seguimiento de su -jefe; vamos á ser atacados dentro de pocos momentos. Si nos encerramos -en las casas, pereceremos, si no por las balas, sí de hambre. No hay más -recurso que salir al campo y atacar al enemigo antes de que se acerque -más.</p> - -<p>La respuesta de esta tropa denonada fué un ¡hurra! estrepitoso, y cosa -de 170 hombres formaron en momentos y se dirigieron á paso veloz al -encuentro de la formidable columna española.</p> - -<p>Mina, á los pocos momentos de comenzada la acción, se vió envuelto por -la caballería, y sus escasas fuerzas diezmadas por las balas enemigas. -En este trance supremo, con los pocos que le quedaban, formó un cuadro, -hizo una descarga á quemaropa á la caballería que se le venía encima, -mandó calar bayoneta y se lanzó con espada en mano, haciendo un agujero -sangriento en la masa compacta de enemigos. El pánico se apoderó de -ellos, comenzaron á vacilar y á desorganizarse, y concluyeron con -abandonar el campo y echar á correr. El coronel Piedras, de las tropas -realistas, no paró hasta Río Verde. Rafols se escapó en las ancas del -caballo de su corneta de órdenes, y Armillan se retiró á San<span class="pagenum"><a name="page_131" id="page_131"></a>{131}</span> José. Esta -fué la célebre acción de Peotillos dada el 15 de Junio.</p> - -<p>Mina con el puñado de hombres que le había quedado, resolvió seguir al -interior del país, y al día siguiente se puso en camino, no deteniéndose -sino delante del Real de Pinos, cuya plaza estaba fortificada y -defendida por trescientos hombres y cinco cañones.</p> - -<p>Para Mina no había dificultades, y á todo trance necesitaba apoderarse -de este mineral. Mina intimó rendición á la plaza, y habiendo recibido -una respuesta altanera, se decidió á obrar. Llamó á quince de sus más -atrevidos soldados, les indicó una tapia, y con una escalera subieron -sin ser sentidos á las azoteas de las casas. Descendieron á la plaza, -sorprendieron la guardia y se apoderaron de la artillería. Mina entonces -asaltó la ciudad, y no habiendo resistido ya los defensores, entró á -ella, permitiendo el saqueo para castigarla de su resistencia. El 24 de -Junio Mina se hallaba en el corazón del país, y posesionado del fuerte -del Sombrero, que mandaba el jefe independiente D. Pedro Moreno.</p> - -<p>A los cuatro días, y cuando apenas sus soldados comenzaban á descansar -de una marcha de más de 250 leguas por un país desierto, se supo que el -jefe español Ordoñez, con una fuerza de 700 á 800 hombres, se dirigía -sobre el fuerte. Mina rápido en sus concepciones, resolvió atacarlo, y -acompañado<span class="pagenum"><a name="page_132" id="page_132"></a>{132}</span> de Moreno y del Pachón (Encarnación Ortiz), se puso en -marcha, y á la media noche llegó á las ruinas de una hacienda, donde -encontró 400 insurgentes armados con unos cuantos fusiles inútiles. Al -día siguiente muy temprano continuó su marcha, y algunas horas después -se hallaba frente del enemigo con dos columnas de cien hombres, y en -menos de ocho minutos Mina derrotó á los españoles, y regresó al fuerte -con los cañones, fusiles y dinero ganados en esta batalla donde murieron -los jefes realistas Ordóñez y Castañón.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>En poco tiempo Mina llenó con su nombre toda la Nueva España. Las -gentes, cuando pasaba por algún pueblo, salían á verle con admiración, y -el virrey, al acostarse y al levantarse tenía en sus oídos este nombre -fatal.</p> - -<p>El gobierno colonial desplegó la mayor actividad, reuniendo en Querétaro -un cuerpo de tropas escogidas que puso á las órdenes del Mariscal Liñán, -y apeló, además, á los medios de costumbre, que fueron declarar al héroe -de Peotillos traidor, sacrílego y malvado. Ya en fines de Julio, Mina -tenía sobre sí en la provincia de Guanajuato á Liñán, Orrantia, Negrete, -Villaseñor, Bustamante<span class="pagenum"><a name="page_133" id="page_133"></a>{133}</span> (Don Anastasio), y cuantos otros jefes se -consideraron capaces de afrontar el ataque rápido y terrible de los -atrevidos aventureros que militaban bajo sus órdenes. Las fuerzas -españolas se fueron colocando en puntos convenientes, hasta que al fin -se acercaron y establecieron un sitio al fuerte del Sombrero. Este lugar -dista de Guanajuato 18 leguas, y 6 de la ciudad de León, Mina, con cosa -de mil hombres mal armados y unas viejas piezas de artillería, se -resolvió á esperar y defenderse hasta el último extremo.</p> - -<p>El 1.º de Agosto el enemigo rompió el fuego de cañón, que continuó sin -interrupción durante cuatro días. Creyendo Liñán que los defensores -estarían ya acobardados, dispuso un asalto por cuatro puntos, y por -todos ellos fué rechazado. Entonces se hicieron á Mina proposiciones muy -lisonjeras, que rehusó constantemente.</p> - -<p>El fuego de cañón comenzó otra vez con más fuerza; la escasa agua que -había en un algibe del fuerte se acabó, y las nubes derramaban en las -cercanías frescas y abundantes lluvias; mientras los hombres del fuerte -morían de sed. Mina, entonces, para contener la desesperación de sus -soldados, hizo una salida sobre el campo de Negrete, le mató mucha gente -y le tomó un reducto, pero tuvo que retirarse y volverse á encerrar en -aquellas rocas secas y fatales.<span class="pagenum"><a name="page_134" id="page_134"></a>{134}</span></p> - -<p>El 15, Liñán hizo un terrible empuje y arrojó todas sus columnas sobre -el fuerte, pero fué rechazado, perdiendo más de 200 hombres que quedaron -tirados en las barrancas.</p> - -<p>Los independientes no podían, sin embargo, sostener la posición. La sed -los hacía rabiosos, y la peste los diezmaba. Resolvieron en una noche -obscura abandonar el fuerte, pero al atravesar la barranca fueron -sentidos, y las tropas españolas cayeron sobre ellos, y hubo en la -obscuridad una horrible matanza de que pocos escaparon. Liñán ocupó el -fuerte el 20, y su primera disposición fué mandar fusilar á los enfermos -y heridos que habían quedado abandonados en esa noche triste de la -Independencia mexicana.</p> - -<p>Mina, protegiendo la salida, animando á los débiles, recogiendo á los -dispersos, sostuvo la posición hasta lo último; pero ya rodeado de -tropas españolas, no le quedó más arbitrio que abrirse paso con cien -caballos, logrando escapar de la fuerza enemiga y llegar al fuerte de -los Remedios, en el cerro de San Gregorio.</p> - -<p>El 27, Liñán con todas sus tropas se presentó delante del fuerte de los -Remedios. Mina, dejando sus buenas tropas en esta posición, expedicionó -por el Bajío con cerca de 900 insurgentes de caballería. Se posesionó á -viva fuerza de la hacienda del Bizcocho y de San Luis de la Paz. Fué -rechazado de la<span class="pagenum"><a name="page_135" id="page_135"></a>{135}</span> Zanja y derrotado por Orrantia en la hacienda de la -Caja. No pierde, sin embargo, el ánimo, y con veinte hombres que le -quedaron, se dirige á Jaujilla á conferenciar con la Junta, y empeñado -en auxiliar á los sitiados en el fuerte de los Remedios, vuelve otra vez -á Guanajuato, reune á los insurgentes, toma la mina de la Luz, penetra -en las calles, y allí desorganizadas las tropas que eran colecticias, -bizoñas é insubordinadas, es completamente derrotado. Con 40 infantes y -20 caballos pasa la noche cerca de la mina de la Luz, y al día siguiente -se dirige al rancho del <i>Venadito</i>, cuyo dueño era su amigo Don Mariano -Herrera.</p> - -<p>«Por las noticias que Orrantia adquirió en Guanajuato, supo el lugar -donde Mina debería encontrarse, y á las diez de la noche salió con 500 -caballos, dejando la infantería en Silao. Mina, á quien había venido á -ver Moreno, en la confianza de estar seguro en un lugar tan oculto y con -las precauciones que había tomado, se propuso descansar, y por primera -vez después de muchas noches se quitó el uniforme y permitió que -desensillasen sus caballos.»</p> - -<p>Al amanecer del 17, Orrantia llegó al rancho y su avanzada de caballería -rodeó la casa y sorprendió á los que todavía dormían tranquilos. Moreno -murió defendiéndose, y Mina, hecho prisionero, y llevado delante de<span class="pagenum"><a name="page_136" id="page_136"></a>{136}</span> -Orrantia, fué insultado por éste y maltratado de una manera villana, -hasta el extremo de darle de cintarazos.</p> - -<p>El 11 de Noviembre, á las cuatro de la tarde, fué conducido Mina al -Cerro del Bellaco, donde fué fusilado por la espalda á la vista de los -campamentos español é insurgente, que suspendieron las hostilidades para -presenciar la muerte del indomable aventurero, que aun no cumplía -veintinueve años, y que hizo temblar al antiguo virreinato de la Nueva -España.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_137" id="page_137"></a>{137}</span></p> - -<h2><a name="GUERRERO" id="GUERRERO"></a>GUERRERO</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Si Mina fué la tempestad y el rayo que hizo temblar al virrey en la -silla dorada, Guerrero fué la luz de la independencia. Encendida siempre -en las ásperas y ricas montañas del Sur, los mexicanos siempre tuvieron -un punto adonde dirigirse, una esperanza que invocar y un representante -que abogase siempre por la causa justa, pero al parecer perdida, por las -victorias de las armas españolas. Si Guerrero hubiese sido uno de esos -romanos que desde la obscuridad del campo se solían elevar hasta la -gloria de la República, Tácito le habría consagrado un envidiable -escrito como el que le dedicó á Julio Agrícola.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>No vamos á escribir la biografía de Guerrero. Su vida fué un tejido de -aventuras y una serie de rasgos heroicos, que están íntimamente unidos -con nuestra guerra de once años.<span class="pagenum"><a name="page_138" id="page_138"></a>{138}</span> Sería necesario escribir la historia -entera, pues Guerrero tuvo la fortuna de sobrevivir á su obra, y la -desgracia de ser jefe de la República y de morir á manos de sus mismos -compatriotas.</p> - -<p>Nació Guerrero por los años 1783, en Tixtla. Su familia era de pobres -labradores, restos escapados de la conquista, y que desde esos tiempos -quizá buscaron una poca de libertad en las montañas del Sur. Los años -primeros de Guerrero se pasaron en la fatiga y en el trabajo. ¿Qué -educación, qué literatura, qué ciencias podían penetrar en esas -apartadas montañas y en la casa rústica del campesino? El hombre era -natural, el árbol con la corteza, la flor con todo y las espinas, el oro -con el cuarzo. Pero la alma era en efecto de oro, y la aptitud moral, la -inspiración de lo bueno, bastó para conducirle por el camino de la -gloria y de la honra hasta los grados superiores de la milicia y hasta -el primer puesto de la República.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>En 1810, como todo el mundo sabe, Hidalgo proclamó la Independencia en -Dolores. En 1811 ya encontramos que Guerrero había seguido la -inspiración patriótica, figuraba como capitán, y servía á las órdenes -inmediatas de D. Hermenegildo Galeana.<span class="pagenum"><a name="page_139" id="page_139"></a>{139}</span></p> - -<p>El hombre caminaba por una senda derecha, y con rapidez. En Febrero de -1812, Guerrero ya mandaba fuerzas no despreciables, ya se ponía frente á -frente con los jefes españoles, ya alcanzaba en Izúcar una victoria -sobre las tropas regulares que mandaba el brigadier Llano; ya, en fin, -sin saber quizá entonces ni escribir en el papel, había, sin embargo, -escrito su nombre en el libro misterioso de la posteridad. Esto es lo -que se llama <i>genio</i>. Mientras menos son los elementos primitivos, -mientras más inculta es la educación, mientras más obscura es la -personalidad, más mérito y más gloria refleja en el que abre las puertas -de la sociedad, y grita á los tiranos con la justicia en el corazón y -con la espada en la mano: <i>Aquí estoy</i>.</p> - -<p>En 1814, Guerrero había hecho una laboriosa campaña en el Sur de Puebla, -había militado á las órdenes del gran Morelos, había pasado muchas -aventuras y peligros, y era ya por fin uno de los <i>jefes</i> de la -Independencia; pero se hallaba en una singular situación.—Los azares de -la guerra y la envidia de sus enemigos, le habían dejado reducido á un -soldado asistente, á un fusil sin llave y á dos escopetas. Con estas -terribles fuerzas emprendió una tercera campaña. ¡Es singular! Todos -esos hombres, es fuerza que tengan algo del Hidalgo de la Mancha en el -cerebro. Un sabio, en vez de lo que hizo<span class="pagenum"><a name="page_140" id="page_140"></a>{140}</span> Guerrero, entierra las -escopetas, despide al soldado y se encierra en su casa.</p> - -<p>Sin embargo, salió á los pocos días de su situación, de una manera -inesperada.</p> - -<p>Se presentó por el rumbo una fuerza española al mando de Don José de la -Peña, de cosa de 700 á 800 hombres. En cuanto lo supo, imaginó que la -Providencia le deparaba un armamento y un material de guerra, tal cual -se lo había figurado.</p> - -<p>En lo más silencioso y negro de la noche, recorrió el pueblo de -Papalotla, despertó á los indígenas, los armó con palos; esas armas son -fáciles de encontrar; y un puñado de hombres medio desnudos atravesó en -silencio las humildes chozas del pueblecillo hasta la orilla del río. -Allí, Guerrero dió el ejemplo, y todos se arrojaron al agua, y aquel -cardumen de extraños peces dió en la orilla opuesta sin haber hecho el -menor ruido. El campamento del enemigo estaba á poca distancia. Guerrero -cae sobre él, y los soldados de España son despertados á garrotazos, -quedando algunos muertos, otros atarantados, y los más, presas del -pánico, pues no acertaban ni á concebir, como tan de repente tenían á -los enemigos encima. Cuando amaneció el día, Guerrero, como lo había -pensado, era dueño de 400 fusiles y de un abundante material de guerra.<span class="pagenum"><a name="page_141" id="page_141"></a>{141}</span></p> - -<h3>IV</h3> - -<p>En la larga campaña que hizo Guerrero en el Sur, habría necesidad de -llenar un volumen si nos pusiéramos á referir todos los rasgos de su -valor personal. Citaremos, sin embargo, otro, quizá más notable que el -anterior.</p> - -<p>Un día llegó con una corta fuerza al pueblo de Jacomatlán, y observando -que un alto cerro dominaba la población, prefirió ocupar esa posición -militar, como lo hizo en efecto, estableciendo su campamento. La tropa -estaba cansada; en su larga marcha por las asperezas, se había mantenido -con raíces y frutas silvestres, y además, tenían necesidad de bañarse, -pues las enfermedades comenzaban á desarrollarse entre aquel puñado de -valientes.</p> - -<p>Guerrero no pudo desentenderse de estas necesidades, y así, accedió á -las súplicas de la tropa, y les permitió que pasasen al pueblo á -proveerse de algunos víveres para surtir el campamento, donde pensaba -permanecer una ó dos semanas, y los que se hallaban enfermos, se bañasen -en un arroyo que á la sazón tenía una hermosa corriente de agua. La -tropa, pues, descendió del cerro, se diseminó entre las casas del -pueblo, y otra parte de ella se dirigió al arroyuelo. Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_142" id="page_142"></a>{142}</span> quedó -solo con el tambor de órdenes y el centinela que cuidaba el armamento.</p> - -<p>Así, á las seis de la tarde y cuando Guerrero dormitaba en el recodo de -una peña que le había proporcionado alguna sombra, un muchachuelo llegó -casi sin aliento.</p> - -<p>—Señor, el enemigo ha entrado al pueblo y está matando y haciendo -prisioneros á los soldados y á todas las gentes.</p> - -<p>Guerrero da un salto, monta en su caballo que tenía ensillado, deja al -centinela con orden de dejarse matar antes de entregar las armas, monta -á la grupa al tambor, armado de un fusil, y se lanza á todo escape por -aquellos breñales.</p> - -<p>Pero en vez de huír, como el tambor lo había pensado, Guerrero entra á -las calles del pueblo. El tambor se apea y comienza á tirar de balazos -sobre los enemigos. Guerrero, con espada en mano, se lanza sobre ellos, -y asustados de la intrepidez de un hombre que se atreve solo y tan -denodadamente á pelear, dejan el botín que estaban recogiendo, sueltan á -los prisioneros y huyen. Guerrero reune entonces á los soldados, y con -algunas armas que los españoles habían dejado tiradas, los persigue y -los derrota completamente.</p> - -<p>Guerrero había peleado contra 400 hombres mandados por un jefe valiente -que se llamaba D. Félix Lamadrid.</p> - -<p>En pocos días se encontraron dos veces<span class="pagenum"><a name="page_143" id="page_143"></a>{143}</span> Guerrero y Lamadrid en el campo -de batalla, y en Xonacatlán la lucha fué á la bayoneta y cuerpo á -cuerpo, como en las guerras de la antigüedad. Guerrero, aunque con -fuerzas inferiores, salió siempre vencedor.</p> - -<p>Después de estas campañas, Guerrero había aumentado mucho sus tropas, -porque su nombre, su fortuna y su trato amable le granjeaban amigos por -todas partes. Tenía, pues, necesidad de vestuario, de municiones, de -armamento y de multitud de otras cosas necesarias para tener en orden y -en servicio á su gente. No tenía más arbitrio sino proveerse á costa de -sus enemigos.</p> - -<p>Sin dar cuenta á nadie de su designio, se dirigió con mucho sigilo al -cerro del <i>Alumbre</i>, y allí, al parecer, permaneció ocioso y sin objeto -durante muchos días. Una noche puso en movimiento su tropa y la situó -convenientemente en la cañada del Naranjo. Una madrugada salió -personalmente de Acatlán, á la cabeza de una fuerza, toda decidida y -valiente, y antes de que amaneciera el día sorprendió un rico convoy que -Don Saturnino Samaniego conducía de Oaxaca para Izúcar, haciendo huír al -jefe y á los soldados, que escaparon.</p> - -<p>Samaniego se reunió en Izúcar con Lamadrid, el eterno antagonista de -Guerrero, y volvieron juntos á la carga, atacándole furiosamente en -Chinantla. La acción duró<span class="pagenum"><a name="page_144" id="page_144"></a>{144}</span> desde que rompió el día hasta muy entrada la -noche; pero Guerrero quedó vencedor, y Lamadrid y Samaniego, llenos de -rabia, huyeron, dejando en el campo cuantos pertrechos y equipajes -tenían.</p> - -<p>Guerrero, que al día siguiente examinó todo el botín, volviéndose á sus -soldados, les dijo: «nuestros almacenes están ya bien provistos, y -nuestros enemigos nos traen los efectos hasta la puerta de nuestra casa, -y ni aun el flete tenemos que pagar.»</p> - -<h3>V</h3> - -<p>El amor propio de Lamadrid se hallaba excitado al más alto punto; así -que buscó nuevos encuentros con Guerrero; pero en todas ocasiones salió -derrotado, teniendo á veces que huír, á uña de caballo, como suele -decirse.</p> - -<p>Los últimos sucesos de esta especie de desafío á muerte entre el jefe -español y el caudillo insurgente, fueron en los años de 1815 y 1816. -Lamadrid estaba en la orilla izquierda del río Xiputla, y Guerrero llegó -y ocupó la derecha. Desde las dos orillas, las tropas se estuvieron -tiroteando y prodigando durante dos días toda clase de improperios. -Guerrero, en una noche obscura pasó el río, dió furiosamente sobre el -campo enemigo y destrozó á su rival. En Piaxtla y Huamuxtitlán,<span class="pagenum"><a name="page_145" id="page_145"></a>{145}</span> corrió -una suerte igualmente adversa Lamadrid, á mediados de 1816.</p> - -<p>La prisión y muerte de Morelos, y el indulto á que se acogieron algunos -jefes notables, arruinó por ese tiempo la causa de la Independencia. -Guerrero era ya un hombre formado en la guerra y en las fatigas, -atrevido para las sorpresas é impetuoso para el ataque. El gobierno -español conoció su importancia, y llamó al padre de nuestro héroe, le -puso un indulto amplio y completo en la mano, facultándole para que -hiciese á su hijo todo género de promesas, ya de empleos, ya de dinero.</p> - -<p>El anciano se encaminó hacia el rumbo donde creía encontrar á su -belicoso hijo, hasta que al fin dió con él.</p> - -<p>Abrazó Guerrero con efusión al autor de sus días; pero así que se enteró -de su misión, tomó la mano del anciano, la besó respetuosamente, y acaso -la humedeció con una lágrima; recibió el papel en que estaba escrito su -perdón, quedó un rato pensativo, y después le dobló y le entregó -tristemente á su padre.</p> - -<p>—He jurado que mi vida sería de mi patria; y no sería el digno hijo de -un hombre honrado, si no cumpliera mi palabra.</p> - -<p>El viejo abrazó á su hijo, le bendijo y se retiró silencioso, tomando de -nuevo el camino, para poner en conocimiento del virrey el mal éxito de -su comisión.<span class="pagenum"><a name="page_146" id="page_146"></a>{146}</span></p> - -<p>En el año de 1817 Mina desembarcó en Soto la Marina, y en pocos días -hizo la brillante campaña de que hemos dado idea en nuestro anterior -artículo; pero una vez fusilado este caudillo, el desaliento más -completo se apoderó del ánimo de los mexicanos.</p> - -<p>Un párrafo de la biografía del general Guerrero, que escribió el Sr. -Lafragua, pinta perfectamente este período, y da una idea de cuánta era -la energía moral del caudillo del Sur.</p> - -<p>«La muerte de Morelos, Matamoros y Mina; la prisión de Bravo y Rayón, y -el indulto de Terán y otros jefes, habían derramado el desaliento y el -pavor en toda la Nueva España, que aunque más cercana que nunca á la -libertad, gemía más que nunca atada á la metrópoli.</p> - -<p>«Un hombre solo quedó en pie, en medio de tantas ruinas: una voz sola se -oyó en medio de aquel silencio. Don Vicente Guerrero, abandonado de la -fortuna muchas veces, traicionado por algunos de los suyos, sin dinero, -sin armas, sin elementos de ninguna especie, se presenta en ese período -de disolución, como el único mantenedor de la santa causa de la -Independencia.</p> - -<p>«Solo, sin rival en esa época de luto, Guerrero, manteniendo entre las -montañas aquella chispa del casi apagado incendio de Dolores, trabajaba -sin tregua al poder colonial, cuyos<span class="pagenum"><a name="page_147" id="page_147"></a>{147}</span> sangrientos himnos de victoria eran -frecuentemente interrumpidos por el eco amenazador de los cañones del -Sur.</p> - -<p>«Lindero de dos edades, Guerrero era el recuerdo de la generación que -acababa, y la esperanza de la que iba á nacer.»</p> - -<h3>VI</h3> - -<p>En el año de 1820, Guerrero era ya un general habituado á la metralla, -familiarizado con la sangre de las batallas, heredero legítimo del -valor, de la constancia y del genio militar del gran Morelos. -Triunfante, al fin, aunque lleno de cicatrices, levantaba la cabeza como -los colosos de los Andes, para anunciar á las Américas la buena nueva de -la Independencia.</p> - -<p>Fué en ese año cuando pudo conocerse la grandeza de su alma y la -elevación del carácter del hombre oscuro que vió la luz en un pobre -pueblecillo de las montañas.</p> - -<p>Nombrado D. Agustín Iturbide comandante del Sur, salió de México el 16 -de Noviembre de 1820, resuelto á proclamar la Independencia. El general -español Armijo atacaba á Guerrero; y éste, recobrando su buena estrella, -salía siempre triunfante como años antes del desgraciado Lamadrid.</p> - -<p>Iturbide creyó que era necesario contar de todas maneras con un hombre -de tanta importancia,<span class="pagenum"><a name="page_148" id="page_148"></a>{148}</span> y le dirigió una carta realmente diplomática. -Guerrero le escribió otra llena de franqueza, que se resumía en estas -palabras: «<i>Libertad, Independencia ó Muerte.</i>»</p> - -<p>Esta correspondencia dió por resultado una entrevista de los dos -caudillos en el pueblo de «<i>Acatempan</i>.» Se hablaron, se explicaron, se -dieron un sincero y estrecho abrazo. A pocos meses la sangrienta lucha -había cesado, la Independencia estaba consumada, México tenía un -Gobierno Nacional.</p> - -<p>Guerrero en la campaña había sido valiente. En <i>Acatempan</i> fué grande; -se inscribió, por la generosa inspiración de su alma, en el catálogo de -los hombres ilustres de Plutarco. Entregó el mando de las fuerzas á -Iturbide, y puso el sello con este acto raro de confianza, de modestia y -de abnegación, á la Independencia de su patria.</p> - -<h3>VII</h3> - -<p>El destino de algunos hombres ilustres, es como el de ciertos astros -brillantes que recorren la bóveda del cielo, y parece que al amanecer el -día se hunden y mueren en un horizonte sangriento.</p> - -<p>Hemos sólo, á grandes rasgos, apuntado las cualidades militares de -Guerrero. Los partidos trataron de manchar con mil calumnias y cuentos -malévolos este gran carácter que<span class="pagenum"><a name="page_149" id="page_149"></a>{149}</span> en lo familiar era sencillo como un -niño, consecuente con sus amigos, humilde en la prosperidad, generoso -con los enemigos, y grande y noble con la patria. Llegó feliz á los -linderos de la independencia, y tuvo la fortuna de ver á la patria -libre, pero no dichosa. Apenas terminó la lucha de independencia, cuando -comenzó la guerra civil que todavía no cesa. Guerrero fué arrastrado en -sus muchas y tenebrosas combinaciones. Herido y abandonado en una -barranca, en Enero de 1823, por defender el principio republicano, -vuelve á aparecer en la escena en 1828. La elección presidencial fué uno -de los acontecimientos más notables de esa época, y en la cual los -partidos trabajaron y combatieron terriblemente, divididos y -perfectamente marcados por los ritos masónicos <i>escoceses</i> y <i>yorkino</i>.</p> - -<p>Don Manuel Gómez Pedraza, que era el caudillo de los escoceses, salió -electo legalmente presidente de la joven y turbulenta República. El -partido yorkino no se dió por vencido ni por derrotado, apeló á las -armas y colocó en la presidencia á su jefe, que era el general Guerrero, -el cual entró á funcionar con este alto carácter en Abril de 1829.</p> - -<p>En esa época los españoles invadieron á Tampico. Santa-Anna y Terán -triunfaron, y la independencia se consolidó; pero la seguridad del país -exigía un ejército cerca de la<span class="pagenum"><a name="page_150" id="page_150"></a>{150}</span> costa, y se estableció un cantón en -Jalapa, á las órdenes del general D. Anastasio Bustamante, que era -vicepresidente.</p> - -<p>Bustamante se pronunció contra Guerrero, con las tropas que mandaba. -¡Extrañas anomalías de la historia, y funestas inconsecuencias de las -Repúblicas! Guerrero, que había <i>sido capaz de hacer la independencia</i>, -fué declarado <i>incapaz</i> por el congreso; Bustamante entró á gobernar, y -el caudillo del Sur volvió desengañado, triste, enfermo de sus heridas, -á sus montañas del Sur, donde tuvo que tomar las armas para defenderse -de la venganza y de la negra y ponzoñosa saña de sus enemigos.</p> - -<h3>VIII</h3> - -<p>Ninguna fuerza pudo vencer á Guerrero en las montañas, en tiempo de la -colonia; ningunas fueron bastantes tampoco en tiempo de la República. -Fué necesario apelar á la más negra y la más odiosa de las traiciones. -«La historia de México tiene algunas páginas oscuras.» Esta es negra; y -ni los años, ni el polvo del olvido, serán bastantes para borrarla.</p> - -<p>A principios del año de 1831 se hallaba fondeado en la hermosa bahía de -Acapulco el bergantín genovés «Colombo.» Era su capitán <i>Francesco -Picaluga</i>, amigo íntimo de Guerrero<span class="pagenum"><a name="page_151" id="page_151"></a>{151}</span> y quizá de toda su confianza. Un -día apareció un magnífico banquete preparado á bordo del bergantín. -Guerrero fué convidado, y sin recelo ni sombra de desconfianza pasó á -bordo. La comida fué alegre y espléndida; y concluída, los convidados -salieron sobrecubierta á respirar las brisas de la magnífica bahía. -Picaluga, con una sangre fría que honraría á Judas, declaró á su huésped -que estaba preso, levó las anclas y se dió á la vela, dirigiéndose al -puerto de Huatulco, donde entregó á Guerrero por sesenta mil pesos que -le había dado el traidor y feroz ministro de la Guerra, D. José Antonio -Facio. Guerrero fué conducido por el capitán D. Miguel González á -Oaxaca, y juzgado en consejo de guerra ordinario.</p> - -<p>El caudillo de la Independencia, el mantenedor del fuego sagrado de la -libertad, el hombre que tenía destrozado su cuerpo por las balas y las -lanzas españolas, fué condenado á muerte por unos miserables oficiales -subalternos, y fusilado en el pueblo de Cuilapa el 14 de Febrero de -1831.</p> - -<hr class="w15" /> - -<p>Picaluga fué declarado enemigo de la patria, y condenado á muerte por el -almirantazgo de Génova, en 28 de Julio de 1836; pero bergantín y capitán -desaparecieron como si un monstruo del Océano los hubiera devorado.<span class="pagenum"><a name="page_152" id="page_152"></a>{152}</span> La -existencia de Picaluga es en efecto un misterio. Unos dicen que se le ha -visto años después en las calles de México; otros que se hizo mahometano -y vive en un serrallo de Turquía, y otros aseguran que varios mexicanos -le han visto en un convento de la Tierra Santa, con una larga barba y un -tosco sayal, haciendo una vida de penitencia para expiar en esta tierra -el horrendo crimen que cometió, y que el Señor misericordioso pueda á la -hora de su muerte abrirle las puertas del cielo.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_153" id="page_153"></a>{153}</span></p> - -<h2><a name="OCAMPO" id="OCAMPO"></a>OCAMPO</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Una noche, cerca de las once, Don Melchor Ocampo salía de la casa de una -persona con quien tenía íntima y respetuosa amistad, y que entonces -vivía en la calle de ***</p> - -<p>Cuando cerró tras sí la pesada puerta del zaguán, un hombre, embozado -hasta los ojos con un capotón negro, pasó rápidamente, y después otro. -Ocampo no hizo caso, y siguió lenta y tranquilamente hasta la esquina. -Atravesó la bocacalle, y entonces advirtió que los dos embozados se -habían reunido y marchaban delante á pocos pasos, á la vez que otros dos -venían detrás, á algunas varas de distancia. Comprendió, aunque tarde, -que había caído en una emboscada. Si retrocedía á la casa de donde -salió, ó seguía, á la suya, se hallaba siempre en el centro. Registró -maquinalmente sus bolsas, y encontró que no tenía armas; pero sí un -reloj de oro, unas cuantas monedas y un lapicero. Siguió su camino -derecho,<span class="pagenum"><a name="page_154" id="page_154"></a>{154}</span> pero muy despacio y sin dar muestras ningunas de que había -observado á los que le seguían, y decidido á entregarles el reloj y el -poco dinero que traía.</p> - -<p>¡La rara casualidad! En todo el largo tránsito que la vista podía -abarcar, no había ningún <i>sereno</i>, ni una alma se encontraba en la -calle. En este orden, Ocampo y los embozados caminaron dos ó tres -calles, y Ocampo se creyó en salvo cuando divisó ya á pocos pasos la luz -de su habitación. Llegó por fin á la puerta, tocó, y con la prontitud -que acostumbraba el portero le abrió; pero notó, con la poca luz que -pudo entrar de la calle, que el portero estaba también embozado. Esto -podía ser una casualidad. Ocampo vivía solo, y aunque preocupado y -curioso, subió á su habitación sin miedo alguno. Al entrar en el pequeño -salón encendió una luz y se encontró sentados en el sofá á otros dos -embozados. Ocampo sonrió entre resignado y colérico.</p> - -<p>—Señores, si es para broma, basta ya, les dijo. Yo no he gastado bromas -con nadie; pero bien se puede permitir á los amigos que se diviertan -alguna vez; y si es alguna otra cosa, acabemos también. La casa y todo -está á disposición de los que no tienen valor para descubrirse la cara.</p> - -<p>Al decir esto, echó á los pies de los embozados un manojo de llaves -pequeñas, arrimó un sillón y se sentó.<span class="pagenum"><a name="page_155" id="page_155"></a>{155}</span></p> - -<p>Uno de los embozados se inclinó, tomó las llaves, encendió otra vela y -se dirigió á la alcoba y á las demás piezas de la casa. A este tiempo -los embozados de la calle se presentaron en la puerta del salón.</p> - -<p>—Lo había adivinado, dijo Ocampo con voz firme. Este es un golpe de -mano, de acuerdo con el portero. Lo siento, porque le tenía yo por -hombre honrado. Advertiré á vdes., continuó dirigiéndose á los -embozados, que sin duda han recibido malos informes de mi portero, y se -han pecado un buen chasco. Yo no soy hombre rico, y aunque lo fuera, -aquí no tengo gran cosa. Encontrarán vds. cincuenta ó sesenta pesos, -alguna ropa que no vale mucho, y libros que no han de servir á vdes. de -nada, porque si tuviesen amor á la lectura, seguramente no tendrían -afición al robo. Acaben, pues, no vale la pena de que pierdan así su -tiempo ni me desvelen. Tengo sueño.</p> - -<p>Los embozados contestaron con una respetuosa cortesía, y se sentaron; -solo uno de ellos se dirigió á las otras piezas. Al cabo de algunos -minutos, los dos hombres que habían entrado á registrar salieron con un -baulito de viaje y un legajo de papeles.</p> - -<p>Ocampo volvió á sonreír.</p> - -<p>—Otra equivocación tal vez, les dijo. Creerán que yo tengo papeles -reservados. ¡Qué error! Todo lo que vds. traen no contiene<span class="pagenum"><a name="page_156" id="page_156"></a>{156}</span> más que -apuntes sobre diversas plantas de Michoacán, y sentiré mucho que se -extravíen.</p> - -<p>Los embozados, al oír esto, descansaron el baul en el suelo, le abrieron -y metieron cuidadosamente los papeles.</p> - -<p>—Esto sí es singular, pensó Ocampo; y luego, dirigiéndose á ellos, les -dijo: Como habrán vdes. observado, no soy hombre que tengo miedo, ni -menos trato de armar escándalos ni de procurar que la policía -intervenga. Esto sería lo más molesto para mí. Deseo únicamente que -vdes. me digan lo que tengo yo que hacer, y que vdes. hagan breve lo que -les convenga, y me dejen en paz. Les aseguro que en el acto que se -marchen, me acuesto en mi cama y no vuelvo á ocuparme más de lo que ha -pasado.</p> - -<p>Uno de los embozados se descubrió. Era un hombre de una fisonomía dura, -y se podía reconocer al momento, que lo que dijese lo llevaría á cabo -irremediablemente. Ocampo le examinó de pies á cabeza con mucha sangre -fría, y no pudo reconocer quién era, si bien recordaba haber visto quizá -esa misma figura alguna otra ocasión.</p> - -<p>—Supongo que no me he equivocado, y que vd. es el Sr. D. Melchor -Ocampo, le dijo el hombre misterioso.</p> - -<p>—Jamás he negado ni negaré mi nombre en ninguna circunstancia de mi -vida; pero<span class="pagenum"><a name="page_157" id="page_157"></a>{157}</span> ahora me permitiré saber por qué razón me veo asaltado por -gentes que se cubren el rostro. ¿Se trata de algún atentado?</p> - -<p>—Tiempo hemos tenido para cometerlo, le respondió el desconocido con -alguna dureza.</p> - -<p>—¿Pues entonces?</p> - -<p>—Aquí están las llaves de los roperos. Hemos encontrado un baul á -propósito y hemos únicamente acomodado en él la ropa necesaria. El -dinero que estaba en una tabla del ropero, y todo lo demás, queda en el -mismo estado y tendríamos mucho gusto si el Sr. Ocampo pasa á -cerciorarse de que lo que digo es la verdad.</p> - -<p>—Me doy por satisfecho.</p> - -<p>—Entonces, dijo el hombre misterioso, el Sr. Ocampo tendrá la bondad de -seguirme.</p> - -<p>—Y si no es mi voluntad, ¿qué sucederá? preguntó Ocampo con calma.</p> - -<p>—No quisiera yo que llegáramos á ningún extremo, y sentiría de veras -hacer cualquiera cosa que pudiera ofender á vd.</p> - -<p>Ocampo se puso un dedo en la boca, bajó la cabeza y se quedó pensando un -rato, y luego dijo:</p> - -<p>—Creo comprender perfectamente, y como un caballero protesto que sin -oponer resistencia alguna estoy decidido á seguir con toda calma esta -aventura. Vamos.............. ¿supongo que se me permitirá tomar un -abrigo?<span class="pagenum"><a name="page_158" id="page_158"></a>{158}</span></p> - -<p>—Había ya pensado en ello, pues que la noche está un poco fría, -respondió el hombre presentándole una capa que tenía en el brazo.</p> - -<p>Ocampo se embozó en ella, entró á sacar á su ropero el dinero que tenía, -y tomando la delantera bajó el primero. En el patio estaban los otros -hombres embozados, y el cuarto del portero oscuro y silencioso.</p> - -<p>Echaron á andar por las calles solas y lúgubres, desperdigándose y -colocándose á ciertas distancias los embozados, mientras el hombre con -quien Ocampo había tenido el diálogo que acabamos de bosquejar, le tomó -del brazo y marchaba unido con él, como si fuera su íntimo amigo. Así -llegaron hasta el barrio escampado y triste de San Lázaro, sin haber -atravesado una sola palabra en todo el camino. Cerca de la garita estaba -un coche con un tiro de mulas. La portezuela se abrió, y Ocampo, el -hombre misterioso, y dos más, subieron al carruaje. Contra las -prevenciones usuales de la policía y de la aduana, las puertas de la -garita se abrieron y el coche pasó, tomando el camino de Veracruz. En el -tránsito Ocampo recibió todo género de atenciones de sus compañeros, que -se descubrieron naturalmente, pero á los cuales no pudo reconocer. Los -alimentos eran buenos, dormían en las mejores posadas; pero evitaron la -entrada á Puebla y á Jalapa. Llegaron á las afueras de Veracruz una -tarde á la hora del crepúsculo.<span class="pagenum"><a name="page_159" id="page_159"></a>{159}</span> Se dirigieron á pie al muelle, é -inmediatamente se transladaron á una barca que estaba ya con las velas -henchidas y el piloto á bordo. Antes de anochecer sopló un viento -favorable, y á la media noche apenas distinguían ya el faro de San Juan -de Ulúa. A los sesenta y cinco días llegaron á Burdeos.</p> - -<p>—Antes de que nos separemos, dijo el hombre misterioso á Ocampo, quiero -pediros perdón. He tenido que cumplir un encargo difícil, y lo he hecho -de la mejor manera posible. Ninguno de nosotros ha traspasado los -límites de la buena educación, y me atrevo á creer que nuestra compañía -no ha sido tan molesta como era de esperarse, atendida la situación rara -en que nos hemos encontrado.</p> - -<p>—Los viajes y los matrimonios deben hacerse repentinamente, dijo Ocampo -con cierto acento irónico; pero en verdad, yo no estoy enfadado con -ninguno de vds. Me resta preguntar qué es lo que me falta que hacer, y -si la compañía de vds. debe aún continuar algún tiempo más.</p> - -<p>—Aquí nos debemos separar, y solo espero que en cambio de nuestros -cuidados nos prometa vd. no pasar á tierra sino hasta que haya salido -aquel barco que cabalmente comienza á levantar sus anclas. Aquí está una -cartera que suplico á vd. reciba y no abra ni examine hasta que se halle -instalado en la posada que elija en Burdeos.<span class="pagenum"><a name="page_160" id="page_160"></a>{160}</span></p> - -<p>—Prometí seguir lo que los mahometanos llaman el destino, y á nada me -opongo, contestó.</p> - -<p>Los hombres estrecharon cordialmente la mano de Ocampo, y con sus -ligeros equipajes se trasladaron al barco que habían indicado, el cual -antes de dos horas había ya salido del puerto y perdídose entre las -ondas y el horizonte de la mar. Ocampo entonces desembarcó y se dirigió -al hotel que le pareció más modesto y apartado del centro. Allí abrió la -cartera y se encontró con una orden de una casa de comercio de México á -otra de París, para que pudiese disponer de una mesada equivalente á 250 -pesos. La cartera, además, tenía otro papel de una letra que quizá no -fué desconocida para Ocampo, en que se le aconsejaba que viajase, que -observase el mundo y que no volviese á México sino cuando personas que -se interesaban sinceramente por él, se lo indicasen.</p> - -<p>Esta aventura la refirió á mi padre una persona respetable y formal, y -yo no he hecho más que evocar recuerdos que, aunque de época lejana, se -conservan frescos y vivos en mi memoria. No salgo garante de la verdad, -y de la cual tuve el mayor empeño en cerciorarme.</p> - -<p>Muchos años después, y platicando yo familiarmente con Ocampo, hice -rodar la conversación sobre los viajes, y me atreví á preguntarle<span class="pagenum"><a name="page_161" id="page_161"></a>{161}</span> si -era cierto lo que había oído referir respecto á su primer viaje á -Europa. Ocampo sonrió de la manera triste y sarcástica que le era -peculiar, y desvió la conversación preguntándome si conocía yo una flor -que, aunque se la daban por nueva, era originaria de México y muy -conocida de todo el mundo. Comprendí que no debía instarle más; pero sí -me llamó la atención el que no me dijese que era una fábula lo que se -contaba: así, ni negó ni confirmó la narración.</p> - -<p>El hecho fué que Ocampo permaneció muchos meses en Francia, que -probablemente no hizo uso de la carta de crédito, pues vivió no sólo con -economía, sino hasta con miseria, y se dedicó á estudiar las ciencias -naturales, y con especialidad la botánica, en lo que fué muy notable.</p> - -<p>Otra anécdota ha llegado á mi noticia, y quien pudo conocer el carácter -de Ocampo, no dudará de ella. Entró una noche en Burdeos á un café donde -acostumbraba tomar un frugal alimento. Sabía ya y entendía perfectamente -el francés, y habiendo oido decir algo de México, fijó la atención en un -grupo que se hallaba á poca distancia. Entre otras cosas graves é -injurias relativamente á México, uno de los tertulianos fijó esta -proposición general: <i>Los mexicanos todos son ladrones</i>.</p> - -<p>Ocampo se levantó de su asiento, y dirigiéndose al grupo, dijo en muy -buen francés:<span class="pagenum"><a name="page_162" id="page_162"></a>{162}</span></p> - -<p>«Señores, alguno de vds. ha dicho que todos los mexicanos son ladrones. -Yo soy mexicano, y con mi conciencia les aseguro que no soy ladrón; en -consecuencia, el que ha sentado tal proposición, <i>¡miente!</i>»</p> - -<p>Ocampo se retiró lenta y tranquilamente á su asiento y siguió tomando su -café.</p> - -<p>Entre los del grupo hubo un momento de silencio y de estupor, pero á -poco comenzaron á discutir y á vociferar. Ocampo les volvió la espalda -en señal del más soberano desprecio. Ya no pudieron sufrir, y uno se -levantó, y dirigiéndose á Ocampo, le dijo:</p> - -<p>—Espero que mañana, antes de las seis, os presentareis aquí con -vuestros testigos.</p> - -<p>—Ahora mismo es mucho mejor, y dos de los señores serán mis testigos.</p> - -<p>Dos de los concurrentes se levantaron, estrecharon la mano á Ocampo y se -pusieron á su disposición.</p> - -<p>—¿Cuáles son vuestras instrucciones?</p> - -<p>—Todo lo que queráis convenir lo acepto sin observación ninguna.</p> - -<p>Al día siguiente, en un lugar aislado y apartado de Burdeos, tuvo lugar -el duelo. Ocampo, que era menos diestro en la esgrima, salió herido y -tuvo que estar en cama cerca de un mes. Su adversario le visitó y le -satisfizo amplia y públicamente. Otros refieren que hubo un segundo -encuentro, en que el adversario recibió una herida grave; pero de una<span class="pagenum"><a name="page_163" id="page_163"></a>{163}</span> -manera ó de otra, Ocampo dejó bien puesto su honor y el de la patria. No -vaya á creerse que era espadachín, pero sí hombre muy pundonoroso y -delicado, y cuando creía tener razón y obrar conforme á su conciencia y -á su deber, no conocía el miedo.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Algo más hay que contar de la vida privada de Ocampo. Tocóle en herencia -una grande y productiva hacienda de campo en el Estado de Michoacán, que -se llamaba Pateo. Era aún muy joven, y de pronto no se le juzgó á -propósito para la dirección de sus propios negocios. A los pocos días de -haber recibido sus bienes dió pruebas evidentes de su aptitud, y más que -todo de su rara probidad.</p> - -<p>La finca era extensa y valiosa; pero reportaba muchos gravámenes, y -había, además, una cantidad de deudas pequeñas que satisfacer. La -primera providencia de Ocampo fué llamar á todos sus acreedores.</p> - -<p>—Esta hacienda, les dijo, es más bien de ustedes que no mía. Examínenla -á su gusto, y convengamos en la parte de ella que cada uno quiera tomar -para pagarse su deuda.</p> - -<p>La mayoría de sus acreedores consentían en renovar las escrituras. -Ocampo rehusó y<span class="pagenum"><a name="page_164" id="page_164"></a>{164}</span> quiso pagar. Los acreedores eligieron convencionalmente -las fracciones que les pareció, y quedó á Ocampo un potrero sin casa ni -oficinas. Sus acreedores se mostraron satisfechos y fueron pagados, y él -comenzó materialmente la vida ruda y laboriosa del colono.</p> - -<p>Fijó su residencia debajo de un grande y frondoso árbol que todavía -existe, y ayudado personalmente de los sirvientes que le eran adictos, -comenzó á levantar una casa pequeña, á cavar las zanjas, á formar las -cercas, á establecer las tierras de labor, á formar, en una palabra, de -una tierra salvaje una hermosa propiedad que literalmente regó con el -sudor de su frente. En el discurso de pocos años había ya una casa -modesta, pero cómoda; un jardín cubierto de las flores más exquisitas, y -unas tierras de labor benditas por Dios, y abonadas con el sudor y el -trabajo de un hombre honrado, y no sólamente admirador de la naturaleza, -sino muy inteligente en la agricultura. A esta nueva propiedad le puso -por nombre <i>Pomoca</i>, anagrama de su apellido.<span class="pagenum"><a name="page_165" id="page_165"></a>{165}</span></p> - -<h3>III</h3> - -<p>Vulgarmente se decía: «Ocampo es un hombre raro.» En efecto, no era -común, y en este sentido había razón para calificarle así. Tenía un -sistema de filosofía peculiar que no pertenecía realmente á ninguna de -las escuelas antiguas ni modernas. Era el conjunto de todas ellas, -modelado en su propio cerebro, con independencia de toda preocupación. -Ocampo pensaba en la misión del hombre sobre la tierra, y para él, esta -misión era la de hacer el bien y propagar la libertad en toda su mayor y -más aceptable latitud; así, la política tenía necesariamente que formar -parte de sus creencias íntimas. ¡Pueden hacer tanto bien los gobiernos! -¡Pueden proporcionar una suma de libertades tan apetecibles y preciosas! -El constituir una parte de esa entidad que podía dispensar los más -grandes beneficios á la sociedad, era para un ciudadano un grande honor -y un motivo de legítima aspiración. He aquí el aspecto bajo el cual -Ocampo miró siempre las cosas públicas; y no hacemos más sino recordar -hoy muchas de las conversaciones que tuvimos con él.</p> - -<p>Con unos precedentes tan sinceros y generosos, jamás pudo entrar, ni aun -remotamente, en sus ideas, ni la consideración de un<span class="pagenum"><a name="page_166" id="page_166"></a>{166}</span> sueldo, ni el -deseo del mando, ni la necia vanidad de figurar. Desde el momento que se -persuadía que no podía hacer el bien en un puesto público, lo dejaba -positivamente, y omitía esas fórmulas y esas ceremonias propias de los -que no obran con la firmeza de una conciencia ajena de todo interés.</p> - -<p>Ocampo escribió para el público menos que Otero, que Rosa, que Morales y -que otros muchos hombres distinguidos del partido liberal, y sin -embargo, ejerció en su época mayor influjo que ellos en la marcha de las -cosas políticas. Cuando se establecía en México el gobierno conservador -y dictatorial, Ocampo, ó era perseguido y desterrado, ó desaparecía de -la escena pública y se encerraba en su hacienda á leer ó estudiar, y á -cuidar sus pocos intereses, que tenía en un perfecto estado de orden. -Cuando triunfaba el partido liberal, inmediatamente era llamado á ocupar -algún puesto distinguido. Se prestaba á servir los cargos populares ó -políticos; jamás quiso recibir ningún empleo, aun cuando le instaron -para que aceptara muchos y muy buenos, entre ellos el de director del -Montepío.</p> - -<p>Así, fué gobernador de Michoacán, cuyo Estado ha añadido el nombre de -Ocampo á su antigua denominación Tarasca. Gobernó bien, estableció -prácticamente sus doctrinas de libertad; fué, como en todos los actos -de<span class="pagenum"><a name="page_167" id="page_167"></a>{167}</span> su vida, nimiamente honrado y delicado, y se puede asegurar que -jamás tomó un solo peso que no fuese adquirido con su personal trabajo.</p> - -<p>Fué llamado al ministerio de Hacienda en Marzo de 1850, durante la -administración del general Herrera.</p> - -<p>En Octubre de 1855 entró á desempeñar el ministerio de Relaciones, -siendo presidente el general Don Juan Alvarez.</p> - -<p>En 1858 volvió á desempeñar el mismo ministerio, siendo presidente el -Sr. Juárez, y en 1859 y 1860 estuvo encargado al mismo tiempo de los -ministerios de Guerra y Hacienda. Fué en esta última época cuando -desplegó Ocampo toda la energía de que era capaz, y participando de los -inconvenientes y peligros de toda la época tormentosa de la guerra de la -Reforma, firmó en Veracruz el célebre manifiesto del gobierno -constitucional, y las leyes se expidieron una tras otra hasta completar -la serie de providencias y circulares necesarias para consumar la obra -que había costado tanta sangre y tantos trastornos en los últimos años.<span class="pagenum"><a name="page_168" id="page_168"></a>{168}</span></p> - -<h3>IV</h3> - -<p>Triunfante el gobierno del Sr. Juárez, volvió con él á México el Sr. -Ocampo; pero á pocos días fué organizado otro Gabinete, y el infatigable -Ministro de la Reforma, sin ninguna aspiración, sin llevar un solo peso, -sin pretender, y antes bien rehusando todas las posiciones que se le -brindaron, se retiró á su hacienda de Pomoca, donde se ocupaba de poner -en orden sus negocios, y en cultivar sus hermosas flores, que fueron el -encanto de su vida.</p> - -<p>Llevó á su hogar sus manos limpias. Ni el dinero ni la sangre les habían -impreso algunas de aquellas manchas que, como dice Shakespeare, no -pueden borrar todas las aguas del Océano.</p> - -<p>Los restos del ejército reaccionario, pasados los primeros momentos, -volvieron á aparecer con las armas en la mano; y en la República, que -por un momento pareció tranquila, volvió á aparecer la guerra civil.</p> - -<p>En la hacienda de Arroyozarco había un español llamado Lindoro Cajiga. -Por motivos más ó menos fundados, que no es del caso calificar, se -separó del servicio de los Sres. Rosas, y reuniéndose con una colección -de hombres desalmados, formó una de esas temibles<span class="pagenum"><a name="page_169" id="page_169"></a>{169}</span> guerrillas que han -sido el espanto de las poblaciones pequeñas y de las haciendas de campo.</p> - -<p>Un día, el menos pensado, se presentó Cajiga en Pomoca y encontró á -Ocampo desprevenido, inerme, confiado y tranquilo, en medio de sus hijas -y de sus sirvientes. Bruscamente le intimó que se diera por preso; y á -pie, y según se dijo con generalidad, tratándole de una manera indigna, -le condujo hasta donde había una fuerza mandada inmediatamente por D. -Leonardo Márquez, y que también estaba á las órdenes de D. Félix -Zuloaga, que se decía Presidente de la República. Lindoro Cajiga obró de -su propia cuenta, ó fué enviado expresamente por Márquez ó Zuloaga? El -caso fué que, apenas este hombre respetable cayó en manos de estos jefes -militares, cuando determinaron que fuese fusilado.</p> - -<p>Ocampo no suplicó, no pidió gracia, ni aun algunas horas para disponer -sus negocios; recibió con una completa calma la noticia de su próximo -suplicio.</p> - -<p>Pidió únicamente una pluma y una hoja de papel, y escribió, en pocas -líneas, el testamento que ponemos á continuación, con una mano tan firme -y un carácter de letra tan regular y tan correcta como si en medio de su -vida tranquila del campo hubiese estado describiendo las maravillas de -la naturaleza.<span class="pagenum"><a name="page_170" id="page_170"></a>{170}</span></p> - -<p>Fué fusilado y colgado en un árbol el día 3 de Junio de 1861, frente á -la hacienda de Caltengo.</p> - -<h3><a name="TESTAMENTO" id="TESTAMENTO"></a>TESTAMENTO</h3> - -<p>«Próximo á ser fusilado según se me acaba de notificar, declaro que -reconozco por mis hijas naturales á Josefa, Petra, Julia, i Lucila, i -que en consecuencia las nombro mis herederas de mis pocos bienes.</p> - -<p>«Adopto como mi hija á Clara Campos, para que herede el quinto de mis -bienes, á fin de recompensar de algún modo la singular fidelidad i -distinguidos servicios de su padre.</p> - -<p>«Nombro por mis albaceas á cada uno in solidum et in rectum á D. José -María Manzo de Tajimaroa, á D. Estanislao Martínez, al Sr. Lic. D. -Francisco Benítez, para que juntos arreglen mi testamentaría i cumplan -esta mi voluntad.</p> - -<p>«Me despido de todos mis buenos amigos i de todos los que me han -favorecido en poco ó en mucho, i muero creyendo que he hecho por el -servicio de mi país cuanto he creído en conciencia que era bueno.</p> - -<p>«Tepeji del Río, Junio 3 de 1861.—<i>M. Ocampo.</i></p> - -<p>«Firman este, á mi ruego, cuatro testigos, i lo deposito en el Sr. -General Taboada, á<span class="pagenum"><a name="page_171" id="page_171"></a>{171}</span> quien ruego lo haga llegar á mis albaceas ó á D. -Antonio Balbuena, de Maravatío.</p> - -<p>«En el lugar mismo de la ejecución, hacienda de Jaltengo, como á las dos -de la tarde, agrego, que el testamento de Dª Ana María Escobar está en -un cuaderno en inglés, entre la mampara de la sala i la ventana de mi -recámara.</p> - -<p>«Lego mis libros al Colegio de San Nicolás de Morelia, después de que -mis señores albaceas i Sabás Iturbide tomen de ellos los que les -gusten.—<i>M. Ocampo.</i>—<i>J. I. Guerra.</i>—<i>Miguel Negrete.</i>—<i>Juan -Calderón.</i>—<i>Alejandro Reyes.</i>»</p> - -<p>Así terminó su carrera, á la edad de 54 á 56 años, uno de los hombres -más distinguidos, más honrados y mejores de la República<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a>.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_172" id="page_172"></a>{172}</span></p> - -<h2><a name="LEANDRO_VALLE" id="LEANDRO_VALLE"></a>LEANDRO VALLE</h2> - -<div class="blockquot2"><p>Amigo: te felicitamos por haber dado á tu fe republicana hasta el -último aliento de tu vida, hasta el último latido de tu corazón. Te -felicitamos por haber sufrido, por haber muerto.</p> - -<p class="r"> -<i>V. Hugo.</i> -</p></div> - -<h3>I</h3> - -<p>Leandro Valle es una de las figuras más prominentes de la revolución -progresista.</p> - -<p>Esa figura, que yace alumbrada por la luz de la historia, dice á la -actual generación que surge la juventud en la tormenta revolucionaria, -como el rayo que va á incendiar los escombros del pasado, para echar los -cimientos del porvenir.</p> - -<p>Valle apareció en la revuelta arena de nuestro anfiteatro guerrero bajo -los estandartes de la <span class="smcap">Reforma</span>, cuando el clero era una potencia y -parapetaba en sus ciudadelas á sus soldados para defender sus tesoros y -prominencias.</p> - -<p>Cuando para escándalo del siglo y vergüenza de la historia, nos -encontrábamos como en la Edad Media, en pleno <i>feudalismo</i>,<span class="pagenum"><a name="page_173" id="page_173"></a>{173}</span> las -escuadras invasoras arrojaban sobre la ciudad heroica sus primeras -bombas en 1847, y la capital se envolvía en las llamas de la guerra -civil, á la voz de <i>Religión</i>.</p> - -<p>Valle combatía por primera vez al lado de los reformistas, arrebatado -por ese espíritu gigante, que no le abandonó ni en los últimos instantes -de su existencia.</p> - -<p>Aquel niño cuya frente serena se ostentó en esos días á la luz -resplandeciente de los cañones, se dejó ver en el combate con el -extranjero, en cuyo estadio se trazaban los preliminares de una carrera -de gloria y de heroicidad.</p> - -<p>La fortuna negó á nuestras armas la victoria, pero fué impotente para -borrar las hazañas de nuestros héroes; se veneran aún en aquellos campos -de recuerdos patrióticos las cenizas sagradas de nuestros mártires.</p> - -<p>¡Gloria á vosotros, que llevasteis vuestra sangre como una ofrenda á los -altares de la patria!</p> - -<p>¡Gloria á vosotros, que rindiendo un homenaje al patriotismo, caísteis -en la arena lanzando vuestro último grito como un saludo eterno á la -libertad!</p> - -<p>¡Gloria á vosotros, que sobrevivís á esos días de prueba y arrastrais -una existencia de olvido; vosotros sois los templos vivos de nuestras -memorias, la tradición palpitante de las batallas; cada vez que las -descargas anuncian<span class="pagenum"><a name="page_174" id="page_174"></a>{174}</span> que uno de vosotros baja al sepulcro, nos parece que -se arranca una hoja de ese libro histórico de nuestras glorias!</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Cuando una sociedad encalla, se necesitan los choques de la revolución -para sacarla de los arrecifes.</p> - -<p>El torrente irresistible del siglo destruye y crea al mismo tiempo; por -eso vemos al mundo antiguo desaparecer con sus tradiciones, con sus -hombres, con su filosofía y si invocamos como un derecho las creencias -de nuestros padres, no recordamos las de nuestros mayores.</p> - -<p>La independencia de las naciones no trae siempre consigo la idea de la -libertad.</p> - -<p>México, independiente, cayó bajo el poder del clero, y la sociedad yacía -esclava de las prácticas religiosas en su orden político y su -construcción administrativa.</p> - -<p>Acabó la <i>unción</i> de los reyes; pero el presidente iba á consagrar su -cabeza bajo el palio y á arrodillarse en los mármoles de la catedral, y -á inclinar la frente agobiada, al resonar en las bóvedas el canto de los -Salmos.</p> - -<p>El poder civil desaparecía ante la potestad canónica, ante esa vara -mágica que abre á su contacto las puertas del cielo y las del abismo.</p> - -<p>Desde las aldeas hasta las ciudades, ostentaban,<span class="pagenum"><a name="page_175" id="page_175"></a>{175}</span> templos y monasterios, -sitios de tormento para las vírgenes, foco de pereza y de histérico para -los cenobitas, rompiendo de continuo los <i>votos</i> esas cadenas que el -ascetismo de los siglos medios ha querido imponer á la naturaleza.</p> - -<p>Avasallada la sociedad por el sentimiento religioso, subyugada por el -fanatismo y ultrajada por una soldadesca inmoral y desenfrenada, sintió -la necesidad del sacudimiento; la prolongación del letargo podía llegar -hasta la muerte.</p> - -<p>Brotó la idea de la Reforma como una fosforescencia de su cerebro; la -idea necesitaba armarse, combatir, triunfar.</p> - -<p>Los que habían puesto el dogma de la <i>intolerancia</i> en las cartas -políticas, no eran seguramente los hombres de la revolución.</p> - -<p>Los que habían combatido al lado del estandarte de <i>la fe</i>, pertenecían -al pasado. No quedaba sino la nueva generación para realizar el -pensamiento reformador de la sociedad.</p> - -<p>Pero la juventud necesitaba una guía en el terreno práctico de sus -aspiraciones patrióticas.</p> - -<p>Hidalgo había dado el grito de libertad cuando su cabeza estaba cubierta -con el hielo de la vejez; era necesario buscar para la <i>Reforma</i> otra -organización privilegiada que no cediera á los embates de la revolución, -que se presentaría terrible como nunca.<span class="pagenum"><a name="page_176" id="page_176"></a>{176}</span></p> - -<p>Un antiguo caudillo de la libertad daría con su voz autorizada el -prestigio de la revolución. En el mapa de nuestros recuerdos se -encuentra señalado con una estrella roja el pueblo de <i>Ayutla</i>, punto de -la erupción cuya lava debía extenderse sobre los campos todos de la -República.</p> - -<p>No seguiremos en esta vez la marcha trabajosa de esa revolución hasta su -triunfo definitivo, porque vamos en pos de la huella de un hombre, -objeto de nuestro artículo.</p> - -<p>El gobierno democrático quedó instalado, y la idea de la <i>Reforma</i> -aceptada como una conquista del siglo y de la civilización.</p> - -<p>El gigante se sintió herido; alzóse terrible en sus convulsiones; rota -su armadura, aun podía empuñar la clava y provocar una reacción -momentánea; pero qué diría de sus esfuerzos sobrehumanos antes de -declararse vencido y humillado ante sus adversarios.</p> - -<p>El motín, la conspiración tenebrosa, la tribuna eclesiástica, la -cátedra, todo, todo se puso en juego para falsear los principios -victoriosos.</p> - -<p>El 11 de Enero de 1858, la reacción tornó á enseñorearse de la capital, -comunicando su movimiento á los puntos más distantes de la República.</p> - -<p>Juárez, después de una marcha trabajosa y de vicisitudes por el interior -del país, se embarcó en el Manzanillo, y atravesando el<span class="pagenum"><a name="page_177" id="page_177"></a>{177}</span> istmo de -Panamá, entró sereno, como la barca que le conducía, á las aguas del -Golfo, y estableció su gobierno en Veracruz hasta el triunfo definitivo -de la idea progresista.</p> - -<p>La revolución tronaba como la tempestad en el cielo de la República.</p> - -<p>Se alzaron cien patíbulos, corrió la sangre, se consumaron venganzas -inauditas, el clero se arrancó la máscara, y se entró en la lucha más -terrible que registran nuestros anales.</p> - -<p>Volvamos á nuestra individualidad. Leandro Valle quedó fiel á su -bandera, quemó sus últimos cartuchos en las calles de la capital, y -marchó después á unirse con el ejército al interior de la República.</p> - -<p>La reacción había tenido un éxito inesperado, el ejército del clero -ganaba batallas por doquiera, y cosechaba triunfos, de los cuales él -mismo se sorprendía.</p> - -<p>Estrechos son los márgenes de este artículo para narrar las vicisitudes -de los demócratas y sus grandes sacrificios por la causa de la libertad.</p> - -<p>Aparecía un hombre empujado por el huracán revolucionario, se hacía -célebre por su heroicidad, y desaparecía después en una oleada de muerte -y de exterminio.</p> - -<p>De esa peregrinación de combates queda una estela de sangre, como una -marca de fuego, sobre los campos y las montañas.<span class="pagenum"><a name="page_178" id="page_178"></a>{178}</span></p> - -<h3>III</h3> - -<p>El terrible sitio de Guadalajara y las jornadas de Silao y Calpulalpam -anunciaron al mundo de la <i>reacción</i>, que había muerto para siempre, -hundiéndose en el pasado con el anatema de los buenos.</p> - -<p>Valle venía en ese ejército victorioso, de cuartel-maestre, -distinguiéndose por su arrojo y pericia militar. El 25 de Diciembre de -1860 el ejército liberal ocupó la plaza de México, y los prohombres del -partido clerical huyeron despavoridos, unos al extranjero y otros á las -encrucijadas, donde se hicieron á poco de los restos desmoralizados de -su ejército, entregándose al pillaje desenfrenado y á las escenas de -sangre más repugnantes.</p> - -<p>Juárez estaba de regreso en su palacio presidencial, como el pensamiento -de la revolución triunfante.</p> - -<p>Convocóse desde luego la Asamblea Nacional, y el nombre de Valle surgió -en las candidaturas populares, y el joven caudillo tomó asiento en los -escaños de la Cámara.</p> - -<p>Arrebatado por su carácter fogoso, fué uno de los que propusieron la -Convención, cuya idea no pudo llevarse hasta su término. Valle se había -colocado entre los exaltados, y votaba los proyectos de reforma más -avanzados en nuestra política.<span class="pagenum"><a name="page_179" id="page_179"></a>{179}</span></p> - -<p>En aquellos días de efervescencia, cuando las pasiones estaban -desbordadas, se supo en la capital que D. Melchor Ocampo, uno de los -hombres más prominentes de nuestro país, había sido asesinado alevosa é -impíamente por la reacción acaudillada por Márquez, ese miserable que -está fuera de la compasión humana, entregado al desprecio y vilipendio -del mundo entero.</p> - -<p>El pueblo se sintió herido por aquel rudo golpe, y se lanzó á la cárcel -de reos políticos, en busca de víctimas: entonces Leandro Valle se -apresuró á contener el desórden, habló al pueblo en nombre de su honra -sin mancha, de la gran conquista que acababa de alcanzar en su gran -revolución de reforma, y de su porvenir.</p> - -<p>La tempestad se calmó; pero de aquellas olas inquietas todavía se -desprendió una voz fatídica como la de un agorero: <i>Cuando el general -Valle caiga en poder de los reaccionarios, no le perdonarán</i>.</p> - -<p>Hay palabras que las inspira la fatalidad y las realiza el destino.</p> - -<p>El general D. Santos Degollado, de cuya biografía vamos á ocuparnos -próximamente en la galería del <i>Libro Rojo</i>, pidió ir en busca de los -asesinos de Ocampo. Desgraciadamente una mala combinación militar le -hizo caer en poder de sus enemigos, que derramaron aquella sangre que -dejó ungida la tierra.<span class="pagenum"><a name="page_180" id="page_180"></a>{180}</span></p> - -<p>El Gobierno dispuso que Leandro Valle saliera en persecución de los -asesinos.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>Hay detalles que recargan las sombras tenebrosas de un drama.</p> - -<p>Valle estaba en la fuerza de la juventud, en esa alborada de la vida en -que la luz de la fantasía extiende pabellones de fuego en nuestro -cerebro y envuelve el corazón en una densa nube de aromas: cloroformo -que nos hace soñar en el encanto engañador de la existencia, y horas de -amor en que el ángel de la dicha llama á las puertas del corazón y -trasporta el alma al mundo bellísimo de las esperanzas!......</p> - -<p>Valle amaba por la primera vez; su corazón, que parecía encallecido -entre el rumor de las batallas y los trabajos del campamento, rindió su -homenaje á la hermosura, palpitó lleno de cariño, y evocó los genios de -la felicidad y del porvenir!...... Sarcasmo ruin de la existencia!...... -Aquella alma virgen y llena de ilusiones, estaba ya en los dinteles de -otra vida!......</p> - -<p>Valle debía salir á la mañana siguiente.... á los desfiladeros de las -Cruces, donde el enemigo le esperaba.</p> - -<p>Al joven general, que acababa de asistir á combates de primer orden, le -parecía de poca<span class="pagenum"><a name="page_181" id="page_181"></a>{181}</span> importancia aquella expedición; así es que se entregaba -al esplendor de una fiesta en medio de sus ilusiones de amor y la -efusión simpática de sus amistades.</p> - -<p>Valle ofrecía á los pies de su prometida, traer un nuevo laurel de -victoria, cosechar un nuevo triunfo, manifestarse héroe al influjo santo -de aquella pasión.</p> - -<p>Resonaba la música poblando de armonía aquella atmósfera de perfumes; -las flores exhalaban su esencia, como el corazón sus suspiros y el -hervidor champagne apagaba sus blanquísimas olas en los labios -encendidos de la belleza!...... Ilusiones, amores, esperanzas; velas -flotantes en la barca de la vida!</p> - -<p>En medio de aquel mundo de ensueños, resonó una palabra que es de -tristeza en todas circunstancias...... Adiós!</p> - -<p>Frase misteriosa, exhalación pavorosa del alma, voz de agonía, acento -desgarrador que anuncia la separación, parecido al choque de una ola que -se aleja en el mar para no volver nunca!.......... Ay! ¡cuántas olas han -desaparecido en ese mar siniestramente sereno de la existencia, -dejándonos la huella imborrable de los recuerdos!</p> - -<p>Valle partió emocionado al campo de batalla; oyóse el rumor de las -cajas, el paso de los batallones, el rodar de la artillería......... -después, todo quedó en silencio!<span class="pagenum"><a name="page_182" id="page_182"></a>{182}</span></p> - -<h3>V</h3> - -<p>Estamos en la mañana del 23 de Junio de 1861: las nubes se arrastran -entre los pinares del Monte de las Cruces, y una lluvia menuda cae en el -silencio misterioso de aquellos bosques.</p> - -<p>Todo está desierto; por intervalos se escuchan los golpes del viento que -agita las pesadas copas de los árboles y arrastra á gran distancia el -grito de los pastores.</p> - -<p>Ni un viajero cruza por aquellas soledades, reciente teatro de una -catástrofe.</p> - -<p>El huracán de la revolución tiene yermos aquellos campos.</p> - -<p>Se ignora la altura del sol, porque las montañas están alumbradas por -luz de crepúsculo.</p> - -<p>Repentinamente aquel silencio se turba; grupos de guerrilleros comienzan -á aparecer en todas direcciones, posesionándose de las montañas y -desfiladeros, indicando el movimiento de una sorpresa.</p> - -<p>Unos batallones se sitúan en la hondonada de un pequeño valle, en -actitud de espera.</p> - -<p>Pasan dos horas de espectativa, cuando se dejan ver las primeras -avanzadas de una tropa regularizada; se oyen los primeros disparos, y -comienza á empeñarse un combate parcial; los soldados de Valle se -extienden por<span class="pagenum"><a name="page_183" id="page_183"></a>{183}</span> las laderas, desalojando á los reaccionarios, y con el -grueso de sus tropas hace un empuje sobre las del llano, que resisten á -pie firme algunos minutos y comienzan después á desordenarse.</p> - -<p>Los guerrilleros de la montaña pierden terreno y se replegan á su campo.</p> - -<p>Valle debía obrar en combinación con las fuerzas del general Arteaga que -se le reunirían en aquel campo; pero alentado con el éxito de su primer -movimiento, cree alcanzar, sin auxilio, una fácil victoria, y se lanza -con arrojo sobre el enemigo que huye en desórden.</p> - -<p>Una coincidencia fatal viene á arrebatarle su conquista.</p> - -<p>Márquez llega al campo enemigo accidentalmente, con fuerzas superiores á -las de Valle, le sorprende en ese desórden que trae consigo la victoria, -y alcanza á derrotarle completamente.</p> - -<p>Valle hace esfuerzos inauditos de valor; sus oficiales le quieren -arrancar del campo; pero él prefiere la muerte, á presentarse prófugo y -derrotado en una ciudad que le aguardaba victorioso.</p> - -<p>El joven general cae prisionero después de disparar el último tiro de su -pistola.</p> - -<p>El tigre de Tacubaya, la hiena insaciable de sangre, tiene una víctima -más entre sus garras y no la dejará escapar.</p> - -<p>Está en su poder el soldado á cuyo frente<span class="pagenum"><a name="page_184" id="page_184"></a>{184}</span> había retrocedido tantas -veces, el que le había humillado en los campos de batalla...... su -sentencia era irremisible! Valle comprendió desde luego la suerte que se -le reservaba, y escuchó con serenidad su sentencia de muerte.</p> - -<p>Márquez quizo humillar en su horrible venganza al joven general, -mandando que se le fusilase por la espalda como á <i>traidor</i>.</p> - -<p>Entre aquella turba de miserables asesinos, no hubo una voz amiga que se -alzara en favor del soldado que había perdonado cien veces la vida de -los prisioneros, y evitado en la capital que la cólera del pueblo -consumase una represalia en personajes de valía entre los reaccionarios.</p> - -<p>El vaticinio popular se cumplía: «Caerá en poder de sus enemigos, y no -le perdonarán.»</p> - -<p>Cerraba la noche de aquel día aciago, cuando Valle fué conducido al -lugar de la ejecución.</p> - -<p>De pie, reclinó su frente sobre la tosca corteza de un árbol, se apoyó -en sus brazos y esperó resuelto el golpe de la muerte.</p> - -<p>Oyóse una descarga cuyos ecos repercutieron en el fondo de las montañas, -y al disiparse el humo de la descarga, se vió en el suelo al general -Valle tendido en un lago de su propia sangre, agitándose en las últimas -convulsiones.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_185" id="page_185"></a>{185}</span></p> - -<p>El rencor de los hombres tiene por límite la muerte; pero hay seres que -en mal hora han venido al mundo para deshonra de la humanidad. Aquel -cadáver, mutilado por el plomo, provocaba aún las iras de su asesino; no -le bastaba la sangre, no; aquello era poco á la venganza; le faltaba la -ostentación del crimen, el alarde de la impiedad!</p> - -<p>Aquel cadáver fué colgado á un árbol que han desgajado ya los huracanes, -como el pregón, no del delito de Valle, sino de la infamia de sus -verdugos.</p> - -<p>Desde aquel leño ensangrentado pedía el cadáver justicia á Dios, cuya -sombra se alza terrible delante de los malvados, como la amenaza del -cielo en sus horas de inexorable justicia!</p> - -<h3>VI</h3> - -<p>El cadáver de Leandro Valle fué recibido en la capital con pompa -fúnebre, y se le tributaron los honores de los héroes.</p> - -<p>Sus restos mortales descansan en el panteón de San Fernando, al lado de -las cenizas venerandas de los mártires de la Libertad y de la Reforma.</p> - -<p class="r"> -<i>Juan A. Mateos.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_186" id="page_186"></a>{186}</span></p> - -<h2><a name="DON_SANTOS_DEGOLLADO" id="DON_SANTOS_DEGOLLADO"></a>DON SANTOS DEGOLLADO</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Hay seres á quienes el destino manifiesto, lanza en el mundo pavoroso de -la adversidad, como relámpagos desprendidos de una nube de tormenta, -para alumbrar el caos y quedar perdidos en los pliegues gigantes de la -tiniebla.</p> - -<p>Seres revestidos de una alta misión, apóstoles de una idea sobre el -ancho camino de los mártires, glorificadores del pensamiento, honra de -un siglo y veneración de la humanidad.</p> - -<p>Ante esos seres del privilegio histórico, es necesario descubrirse la -frente, como á la vista de un monumento que señala una conquista -civilizadora, ó la revindicación de un derecho hollado.</p> - -<p>Hay una palabra que asume el destino entero de una época, ya se opere en -la religión, en la política ó en la filosofía: se llama <span class="smcap">Reforma</span>.<span class="pagenum"><a name="page_187" id="page_187"></a>{187}</span></p> - -<p>Cuando esa idea grandiosa encarna en un hombre, hace de él un mártir, á -veces un héroe.</p> - -<p>El mundo oye decir: «<i>ese hombre es un reformador</i>,» y su mirada se posa -en la tribuna, y después en ese gólgota donde ha caído gota á gota la -sangre redentora de la sociedad humana!</p> - -<p>¡El cadalso! trípode magnífica levantada sobre los gigantes círculos de -la tierra, donde la voz, en sus últimas entonaciones, adquiere el poder -de resonar en los ámbitos del globo.</p> - -<p>Diez y nueve siglos vienen las palabras del ajusticiado de Jerusalem -disputándose las lenguas, reapareciendo con los idiomas nuevos, -incrustándose en los monumentos, porque esas palabras cayeron al pie de -la cruz en los momentos supremos de la agonía.</p> - -<p>Y es que al extinguirse el aliento del hombre, comunica á la idea ese -soplo vivificante de la inmortalidad.</p> - -<p>Delante de las cenizas de un reformador venimos á pronunciar las -palabras del contemporáneo, para que sean recogidas en son de ofrenda -por los historiadores del porvenir.</p> - -<p>No vamos á buscar en la cuna del pontífice de la democracia mexicana la -voz del augurio, ni la constelación dominante en la hora de su -advenimiento al mundo; porque esos misterios los encerramos todos en la -<i>idea</i> que opera transformaciones tan gigantes.<span class="pagenum"><a name="page_188" id="page_188"></a>{188}</span></p> - -<p>La democracia no cree más que en una raza, en una sangre: la que corre -al través de la humanidad entera.</p> - -<p>Dios arrojó sobre el globo las inquietas aguas del Océano; en vano el -orgullo de los hombros les ha impuesto un bautismo; son tan salobres las -ondas del mar Indico, como las del estrecho de Bering.</p> - -<p>Sabemos que viene el hombre del sexto día del Génesis, y eso nos basta.</p> - -<p>Negamos la profecía sobre el sér que despierta al aliento de la vida, -como negamos la infalibilidad; porque sabemos que cederá á la influencia -de su época en las transformaciones sociales.</p> - -<p>Vemos al gladiador sobre la arena del anfiteatro sin preguntar si -mecieron su cuna los vientos emponzoñados del Ganges, ó las brisas del -Nuevo Mundo.</p> - -<p>La filosofía no abre las hojas del pasado, sino para estudiar el -fenómeno.</p> - -<p>Hay tanta obscuridad en derredor nuestro, que apenas podemos determinar -algo sin auxilio de otro misterio. Ver salir á un hombre á la vida -social, apoderarse de una idea, convertirse en campeón, luchar, sufrir, -sacrificarse y vencer al fin, con sólo el esfuerzo de su voluntad -indomable, con sólo el magnetismo de la palabra, es más de lo que puede -hacer el resto de los hombres; esto se consigna, se palpa, pero no se -comprende.<span class="pagenum"><a name="page_189" id="page_189"></a>{189}</span></p> - -<p>Sale del humilde pueblo Nazaret un inspirado, se hace oír en la tribuna, -desciende á las márgenes del Galilea, inquieta á la sociedad pagana, -funda una doctrina, sube con serenidad las rocas del Calvario, acepta -por completo su misión de mártir, y el mundo antiguo sobrevive apenas á -la agonía del Crucificado. El catolicismo se apodera del mundo moderno y -le encadena; ya no son los cristianos los que entran en el circo; de -víctimas se tornan en verdugos que arrojan al fuego á sus enemigos. -Entonces se levanta de la humilde celda de un convento de la Alemania la -voz terrible de Martín Lutero, iniciando la reforma religiosa y la idea -protestante; señala ya al siglo XIX como el crepúsculo del -catolicismo.—Decididamente Martín Lutero vale tanto como Mahoma y -Sakia-Muni.</p> - -<p>Estos grandes movimientos religiosos coinciden con los cambios -políticos, porque la idea civil y religiosa se tocan en la práctica de -las sociedades.</p> - -<p>No entraremos en esas apreciaciones históricas y filosóficas, porque es -otro el objeto de nuestro artículo.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Don Santos Degollado fué el Moisés de la revolución progresista; murió -señalando la <i>tierra prometida</i>, al pueblo á quien había guiado<span class="pagenum"><a name="page_190" id="page_190"></a>{190}</span> en el -desierto ensangrentado de los combates.</p> - -<p>Salió de las obscuras sombras de una catedral, donde la curia -eclesiástica le veneraba como á uno de los servidores más leales de la -iglesia; seguramente aquella soledad despertó en su cerebro la idea de -la reforma, vió al pueblo encadenado á los hierros de la tiranía, y -pesando sobre la frente de la sociedad la mano inexorable del clero. Le -pareció ese abatimiento la abyección deshonrosa de una nación, el -envilecimiento del sér humano, y el síntoma precursor del -desaparecimiento en la absorción conquistadora.</p> - -<p>Sintióse humillado en su calidad de hombre y de ciudadano, operóse en su -alma una metamórfosis heroica, arrojó de sí la pluma, empuñó la espada y -sentenció en el alto juicio de su patriotismo las ideas condensadas -durante medio siglo en el cielo de la sociedad.</p> - -<p>La Iglesia le cerró sus puertas como á un <i>relapso</i>; entonó los salmos -Penitenciales al condenado, le excomulgó á su vez, diciéndole anatemas y -borrándole de los registros católicos.</p> - -<p>Pero el pueblo formó valla á su paso, respondió á su voz que le llamaba -al combate, y le aclamó el campeón de sus libertades.</p> - -<p>Entonces se desarrolló á la vista del mundo entero un espectáculo -magnífico. La juventud<span class="pagenum"><a name="page_191" id="page_191"></a>{191}</span> se apoderó de aquellos estandartes que debían -llegar al último reducto acribillados por la metralla. Hubo una sucesión -de combates sangrientos en que los ejércitos de la Reforma desaparecían -en medio de los desastres más sangrientos; pero el bravo campeón parecía -llevar en sus labios el <i>fiat</i> de la creación, porque sus filas -aparecían como por encanto sobre los mismos campos de la derrota.</p> - -<p>Luchaba contra la fatalidad; pero hay algo que está sobre el fatalismo: -la constancia y la abnegación.</p> - -<p>Aquel ejército, impulsado por el aliento sobrehumano del patriotismo, -recorrió los campos escarbados de la República en una sucesión de duelos -y de batallas que registran las páginas más terribles de nuestra -historia.</p> - -<p>El 11 de Abril de 1859 las huestes se presentaron al frente de la -capital después de sostener en su tránsito tres combates formidables. -Don Santos Degollado creyó dar un golpe de mano tomando por asalto la -ciudad; pero Dios no había señalado aún el término de aquella lucha.</p> - -<p>Mientras una parte del ejército republicano conquistaba el laurel de la -victoria á bordo de la «Saratoga» en las aguas de Antón Lizardo, y -rechazaba á los reaccionarios desde los muros de la Ciudad Heroica, una -nueva<span class="pagenum"><a name="page_192" id="page_192"></a>{192}</span> catástrofe tuvo lugar en las lomas de Tacubaya.</p> - -<p>El ejército de Degollado se retiraba después de un combate sangriento, -dejando en poder de los soldados del clero un grupo de jóvenes que no -quisieron separarse del campo, unos por asistir á la batalla hasta el -último trance, y otros por estar en calidad de médicos, prestando -auxilios á los desgraciados que yacían en la arena, víctimas del plomo.</p> - -<p>Dice la sombría historia de aquella noche memorable, que los prisioneros -fueron ejecutados en medio de una saturnal espantosa de sangre y de -venganza.</p> - -<p>El autor de la hecatombe yace proscripto y con la maldición de Dios -vibrando sobre su frente, perseguido de los espectros de las víctimas -que no le han abandonado desde entonces, ni en las apartadas regiones -europeas, ni en su peregrinación á la Tierra Santa, ni en su ostracismo -en los hielos del Norte<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a>.</p> - -<p>Esas augustas sombras presenciarán la trabajosa agonía del malvado, -tomarán asiento sobre la piedra de su sepultura, y permanecerán allí -serenas, inmóviles, impasibles, hasta que el soplo de Dios pase sobre -esos huesos maldecidos, y los mártires pidan justicia en la hora solemne -de la resurrección!<span class="pagenum"><a name="page_193" id="page_193"></a>{193}</span></p> - -<h3>III</h3> - -<p>La época del obscurantismo entraba en agonía; su causa estaba -sentenciada, pero le daba aliento la sangre, como si refrescase los -labios de un moribundo. Las huestes de la Reforma sitiaban las ciudades, -se apoderaban de los puertos en el Pacífico y el Atlántico, y -atravesaban el centro del país reconquistando las plazas en son de -guerra.</p> - -<p>La revolución moral estaba efectuada. D. Santos Degollado era el héroe -de aquel gran movimiento; tenía por soldado á Zaragoza.</p> - -<p>El reducto inexpugnable de la reacción acababa de capitular ante las -armas republicanas. Guadalajara estaba recuperada.</p> - -<p>No queremos recordar la combinación política que motivó la separación -del general Degollado de la dirección de un ejército levantado por él, y -por él llevado á los campos de victoria. El insigne patriota rindió un -homenaje á la autoridad constitucional, y bajó en silencio de su alto -puesto, sin pronunciar una palabra, sometiéndose á las eventualidades de -un proceso.</p> - -<p>Le faltaba la última decepción para llenar la vida de un héroe. En -cuanto á su muerte, el destino se ocuparía de realizarla.</p> - -<p>Desde aquel momento su estrella se empañó en el cielo del oráculo, y -comenzó á resbalar sobre la huella que termina en el desastre.<span class="pagenum"><a name="page_194" id="page_194"></a>{194}</span></p> - -<p>Solo, pobre y abandonado, sin más compañía que aquella espada que le -había acompañado durante tantos años de vicisitudes, partió del campo de -la ingratitud con la faz serena, pero con el corazón hecho pedazos.</p> - -<p>Aquel hombre extraordinario tenía un consuelo: la religión; era como -Morelos: se persignaba y decía oraciones momentos antes de la batalla.</p> - -<p>Se le vió atravesar por los pueblos que respetaban el grande infortunio, -viendo aquella figura histórica como el paso del alma de la revolución, -que iba peregrinante por el suelo de los combates.</p> - -<p>Unióse á la división Berriozábal que venía de triunfo del Puente de -Calderón, y tomó hospedaje en la ciudad de Toluca.</p> - -<p>La reacción no se dejaría arrebatar el poder sino hasta el último -momento; así es que haciendo un esfuerzo supremo, organizó sus fuerzas y -cayó sobre aquella división avanzada, dándole una sorpresa.</p> - -<p>El general Degollado fué hecho prisionero y conducido como un trofeo -entre los estandartes de la reacción.</p> - -<p>El pueblo se agolpó á su tránsito, deseaba conocer á aquel hombre que -había llenado las páginas de cuatro años con sus milagros y sus hazañas.</p> - -<p>El ilustre prisionero aceptó por completo su destino; sabía que el genio -de la vicisitud batía<span class="pagenum"><a name="page_195" id="page_195"></a>{195}</span> las alas sobre su existencia, y estaba resignado.</p> - -<p>La victoria de Calpulálpan vino á decidir el triunfo completo de la idea -reformista; sobre aquella arena quedó vencida para siempre la reacción. -Un monumento sería en aquel lugar histórico el sarcófago de la sociedad -antigua.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>El ejército de la reforma clavó sus estandartes vencedores en la capital -de la República, el día 25 de Diciembre del año memorable de 1860.</p> - -<p>Las puertas del calabozo que guardaban á Don Santos Degollado se -abrieron, y aquel mártir de la fe republicana se refugió en un silencio -heroico, sacando su barca del mar borrascoso de las agitaciones -políticas.</p> - -<p>Un golpe inesperado vino á herirle cuando yacía en el silencio de su -hogar. Las hordas salvajes de la reacción, esos grupos de miserables -asesinos, marea infecta en el lago obscuro de los motines, perpetraban -el más cobarde de los asesinatos en la persona ilustre de Don Melchor -Ocampo, en el hombre del pensamiento, en el salvador de la idea, en el -cerebro de la revolución reformista.</p> - -<p>Los restos ensangrentados del mártir de Tepeji, colgados á un árbol del -camino, y<span class="pagenum"><a name="page_196" id="page_196"></a>{196}</span> agitándose al soplo del viento, eran desde el suplicio el -pregón de la infamia de sus verdugos, el ejemplo palpitante, la -enseñanza heroica á las generaciones del porvenir.</p> - -<p>La sociedad entera se estremeció ante ese drama pavoroso. La hiena de -Tacubaya, ese miserable, hecho del barro de Troppman, y animado por el -soplo del crimen, era el autor de ese atentado, que rechaza con -indignación la severidad humana.</p> - -<p>El pueblo se agolpó á las galerías de la Cámara, buscando un eco bajo -aquellas bóvedas, y se encontró con un espectáculo que no esperaba, y -que se registra en la sesión del 4 de Junio de 1861.</p> - -<p>En medio de la terrible fermentación de los ánimos, cuando todas las -voces se convertían en un alarido de venganza, se vió aparecer sobre la -tribuna á un hombre de aspecto siniestramente sereno, dejando ver, no -obstante, las señales marcadas del dolor sobre su rostro.</p> - -<p>El aparecimiento repentino de aquella figura solemne aplacó la tempestad -desencadenada; entonces se dejó oír el acento patriótico, que había -resonado tantas veces en los campos de batalla y la tribuna -revolucionaria: era la voz de Don Santos Degollado, que vibraba con una -entonación lúgubre, demandando de sus jueces el permiso para vengar la -sangre del patriarca de la democracia. <i>Ave, Cæsar, moriture te -salutant!</i><span class="pagenum"><a name="page_197" id="page_197"></a>{197}</span></p> - -<h3>V</h3> - -<p>El 15 de Junio, ese año histórico de 1861, el general Degollado -presentaba batalla á la reacción en el monte de las Cruces.</p> - -<p>El enemigo le tendió un lazo horrible, aparentó retroceder é hizo caer -en una emboscada á los soldados republicanos. En medio del desórden que -sigue siempre á una sorpresa, el general quiso reconquistar lo perdido y -llamó con su voz de trueno á sus huestes, que se perdían entre los -pinares y rocas de la montaña.</p> - -<p>Aquella voz atrajo la atención del enemigo, que se precipitó sobre el -general, á quien el caballo le faltó en los momentos supremos, rodando -sobre las piedras.—Pocos momentos después, la reacción llevaba en -triunfo el cadáver de Don Santos Degollado, horriblemente mutilado y -como un despojo de la batalla.</p> - -<p class="cb">..........................................</p> - -<p>¡Descansa en paz, sublime mártir de la libertad republicana! Los -pendones enlutados de la patria sombrearán tu sepulcro en son de duelo, -y el libro de la historia guardará tu nombre en esa página reservada á -los mártires y á los héroes!</p> - -<p class="r"> -<i>Juan A. Mateos.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_198" id="page_198"></a>{198}</span></p> - -<h2><a name="LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA" id="LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA"></a>LOS MARTIRES DE TACUBAYA</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>El huracán sombrío de las revoluciones arrastra á su paso los despojos -de las sociedades, desquiciándolas y hundiéndolas en un abismo, tumba -abierta al extravío humano!</p> - -<p>El libro ensangrentado de nuestra historia es uno de aquellos monumentos -terribles donde se ve la expiación y el castigo que deja caer la mano -vengadora de Dios, sobre los pueblos á quienes azota la guerra -fratricida.</p> - -<p>Medio siglo de combates, de duelos, de asesinatos, han sembrado de -tumbas el territorio de la República, y es, que al descarrilarse nuestra -sociedad de la vía tenebrosa de la conquista, ha llevado en su paso á -dos generaciones con el tren inmenso de sus costumbres, de su -superstición y de sus creencias.</p> - -<p>La Reforma ha pasado, como en todos los pueblos, sobre un campo de -muerte; porque<span class="pagenum"><a name="page_199" id="page_199"></a>{199}</span> las sociedades antiguas se hunden en medio de la -catástrofe.</p> - -<p>Reaparece la sociedad moderna bajo la luz de la civilización y de la -nueva idea, y sentada sobre los escombros ensangrentados, pasea su -mirada en torno, y entonces la historia se escribe, y el gran libro de -la experiencia llena sus páginas con el relato de los desastres.</p> - -<p>Registramos hoy en las hojas del <i>Libro Rojo</i> la hecatombe más pavorosa -que llenó de indignación al mundo civilizado, y determinó la caída de la -usurpación armada.</p> - -<p>He aquí el relato de ese hecho que pasa ya entre los romances populares -con todas sus sombras é invencible horror.</p> - -<p>La hora había sonado para las antiguas preocupaciones; el poder del -clero se hundía al <i>Dies iræ</i> de la revolución en los avances del siglo, -y los últimos <i>soldados de la fe</i> luchaban desesperados en nombre de una -causa sentenciada en el tribunal augusto de la civilización.</p> - -<p>El pueblo combatía bajo los pendones del progreso, y oponía su sangre -como en los días primeros de su emancipación, á los golpes postreros de -sus enemigos.</p> - -<p>El patriarca de la Libertad que como el mito de la religión pagana -convertía las piedras en hombres, levantando ejércitos con sólo el -esfuerzo de su aliento y la fe de su<span class="pagenum"><a name="page_200" id="page_200"></a>{200}</span> constancia, acercó atrevido sus -trágicos estandartes á la capital de la República, clavando su bandera -sobre ese cerro histórico de Chapultepec, como un cartel de desafío á -sus adversarios.—Menguaba el astro de aquel hombre sublime, mientras -ascendía en el cielo de la patria el sol de sus libertades. La historia -señalaba el 11 de Abril de 1859 como una fecha siniestramente memorable -para la República.</p> - -<p>Libróse una batalla sangrienta en que las huestes del pueblo quedaron -derrotadas sobre aquel campo. Hasta ahí, nada presentaba de particular -el lance de guerra, sino la heroicidad de los vencidos.</p> - -<p>Abrimos un paréntesis para dar lugar al relato escrito en la misma noche -del 11 de Abril, y bajo las impresiones dolorosas de aquel suceso.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El 11 de Abril de 1859 trabóse una batalla en las lomas de Tacubaya, y -el general Degollado resolvió emprender una retirada, señalando una -corta sección que resistiera el empuje de los soldados de la guarnición -de México. Esta sección combatió con valor hasta agotar sus municiones; -la villa fué invadida, el palacio arzobispal ocupado por los soldados de -la reacción, que viendo vencidos á<span class="pagenum"><a name="page_201" id="page_201"></a>{201}</span> sus enemigos les hicieron fuego y -los lancearon en todas partes, sin hacer distinción entre los heridos.</p> - -<p>Algunos jefes y oficiales quedaron prisioneros al terminar la acción del -11. Los heridos no pudieron seguir la retirada, y quedaron en hospitales -improvisados en el Arzobispado y en algunas casas particulares. Con -ellos quedó el jefe del cuerpo médico-militar del ejército federal y -tres de sus compañeros que creyeron inhumano y desleal abandonar á -hombres cuyas vidas podrían salvar, cuyas dolencias podrían mitigar.</p> - -<p>Un día antes de la acción se supo en México que eran muy pocos los -profesores que venían en el ejército federal, y que esta escasez podía -hacer mucho más funestos los resultados de una batalla. Esta noticia -hizo que algunos jóvenes estudiantes formaran y llevaran á cabo el noble -proyecto de ir á Tacubaya á ayudar gratuitamente á los facultativos y á -cuidar y operar á los heridos de los dos ejércitos.</p> - -<p>Terminada la acción, varios vecinos recorrían el teatro de la batalla -para informarse de lo ocurrido y auxiliar á los moribundos.</p> - -<p>Otros jóvenes llegaban en aquel momento á la población, viniendo de -tránsito para México á completar su educación.</p> - -<p>La contienda había concluido; contienda entre compatriotas y hermanos, -no quedaba<span class="pagenum"><a name="page_202" id="page_202"></a>{202}</span> para el vencedor más que el triste y piadoso deber de curar -á los heridos, de sepultar á los muertos y endulzar la suerte de los -prisioneros: esto habría hecho cualquier caudillo que hubiera tenido de -su parte el derecho y la legitimidad. Pero pocas horas antes había -llegado á México D. Miguel Miramón como primer disperso del ejército que -anunció iba á tomar Veracruz y retrocedió espantado de los muros de -aquella heroica ciudad, sin haberse atrevido á atacarla. Humillado, -caído en el ridículo, prófugo, quiere vengar los desastres que debe á su -impericia, y vuela á Tacubaya. El genio del mal, el demonio del -exterminio y del asesinato, cayó sobre aquella población!</p> - -<p>Durante el desorden de la ocupación de la villa, se oían tiros por todas -partes. Unos huían, otros se defendían vendiendo caras sus vidas, otros -sucumbían; pero, aunque desigual, había lucha todavía.</p> - -<p>Miramón reune en San Diego á Márquez y Mejía; sabe allí los nombres de -algunos de los prisioneros, y estos tres hombres reunidos en un claustro -decretan la muerte de los vencidos y de cuantos se encuentren en su -compañía. Estos tres hombres pronuncian el vae victis! de los tiempos -más bárbaros. Varios jefes palidecen al recibir las órdenes de los -asesinos; pero hay cobardes que se encargan gustosos de la ejecución de -la matanza.<span class="pagenum"><a name="page_203" id="page_203"></a>{203}</span></p> - -<p>Los soldados caen sobre los heridos; penetran hasta los lechos que les -ha preparado la caridad, y allí los acaban á lanzadas animados por la -voz de Mejía.</p> - -<p>Los médicos, pocas horas antes, habían dicho á un oficial que estaban -prestando socorros urgentes á los heridos. El oficial les dijo que -hacían muy bien en cumplir con su deber, y desde entonces los auxilios -de la ciencia se impartieron por ellos, sin distinción, á liberales y -reaccionarios.</p> - -<p>Llegó la noche, y comenzó á cumplirse la orden de los jefes de asesinos.</p> - -<p>En el jardín del Arzobispado sucumbió la primera víctima, el <span class="smcap">General D. -Marcial Lazcano</span>, antiguo militar, que acababa de batirse con un valor -admirable, y que al ser conducido al suplicio fué insultado por -oficiales que habían sido sus subalternos y á quienes había corregido -faltas de subordinación y disciplina. El general les dijo: «<i>Hay -cobardía y bajeza en insultar á un muerto.</i>»</p> - -<p>Inmediatamente corrieron la misma suerte</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">El joven D. José M. Arteaga,<br /></span> -<span class="i0">El capitán D. José López,<br /></span> -<span class="i0">El teniente D. Ignacio Sierra.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Los cuatro murieron con valor y fueron fusilados por la espalda; los -cuatro animaron á sus verdugos diciéndoles que no temblaran al hacerles -fuego.<span class="pagenum"><a name="page_204" id="page_204"></a>{204}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Los médicos oyeron los tiros, conocieron lo que pasaba y sin embargo -seguían haciendo vendajes y practicando amputaciones. Hubo quien dijera -á D. Manuel Sánchez que huyera, y él, mostrando un instrumento -quirúrgico que tenía en la mano, y el enfermo á quien operaba, dijo: «No -puedo abandonarlo.»</p> - -<p>La soldadesca llega hasta las camas de los heridos, arranca á los -médicos y á los estudiantes de las cabeceras de los pacientes, y un -momento después caen acribillados de balas</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">D. Ildefonso Portugal,<br /></span> -<span class="i0">D. Gabriel Rivero,<br /></span> -<span class="i0">D. Manuel Sánchez,<br /></span> -<span class="i0">D. Juan Duval (súbdito inglés),<br /></span> -<span class="i0">D. Alberto Abad.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Portugal pertenecía á una de las familias más distinguidas de Morelia, -era notable por su ciencia y por su filantropía, y era primo hermano de -D. Severo Castillo, el llamado Ministro de Guerra de Miramón.</p> - -<p>Rivero ejercía las funciones de jefe del cuerpo médico del ejército -federal, y no quiso retirarse cuando salieron las tropas.</p> - -<p>Sánchez fué el que permaneció al lado de<span class="pagenum"><a name="page_205" id="page_205"></a>{205}</span> los enfermos, aunque se le -advirtió el peligro que corría.</p> - -<p>Duval era un hombre estimado por su caridad, por la conciencia con que -ejercía su profesión, y que jamás se había afiliado en nuestros bandos -políticos.</p> - -<p>Con estos hombres eminentes que así terminaron una carrera consagrada á -la ciencia y á la humanidad, perecen los dos estudiantes</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i0">D. Juan Díaz Covarrubias,<br /></span> -<span class="i0">D. José M. Sánchez.<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p>Díaz Covarrubias tenía diecinueve años; era hijo de Díaz el célebre -poeta veracruzano, su aspecto era simpático, en su frente se veían las -huellas prematuras del estudio y de la meditación. Estaba para concluir -los cursos de la escuela, y consagraba sus ocios á cultivar las bellas -letras. Es autor de varias novelas de costumbres y de poesías líricas, -que revelan una alma pura, sensible y ansiosa de gloria. Todas sus -ilusiones juveniles, todas sus esperanzas se extinguieron cuando le -anunciaron que lo llevaban á la muerte. Este joven, este niño, pidió que -se le permitiera despedirse de su hermano; los verdugos le dijeron que -no había tiempo. Quiso escribir á su familia; los verdugos le dijeron -que no había tiempo. Pidió un confesor; los verdugos le dijeron que no -había<span class="pagenum"><a name="page_206" id="page_206"></a>{206}</span> tiempo. Entonces el poeta regaló su reloj al oficial que mandaba -la ejecución, distribuyó sus vestidos y el dinero que tenía en los -bolsillos, entre los soldados; abrazó á su compañero Sánchez, y -resignado y tranquilo se arrodilló á recibir la muerte. El oficial dió -con acento ahogado la voz de fuego, y los soldados no obedecieron; la -repitió dos y tres veces, y al fin sólo dos balas atravesaron el cuerpo -del joven; sólo dos hombres dispararon sus armas. Los soldados lloraban; -Díaz Covarrubias, agonizante, fué arrojado sobre un montón de cadáveres; -algunas horas después, aún respiraba......... Entonces lo acabaron de -matar, destrozándole el cráneo con las culatas de los fusiles!</p> - -<p>El mundo calificará estos horrores, que jamás había presenciado ni en -las guerras más encarnizadas. Se ha visto entrar á saco á los ejércitos -en país enemigo; se ha visto el incendio de las ciudades; se han visto -actos de crueles represalias; pero ni en los tiempos bárbaros, ni en la -edad media, ni en las conquistas de los musulmanes, ni en la guerra de -Rusia en Polonia, ni en la del Austria en Italia y en Hungría, ni en los -desastres de los carlistas de España, ni en la actual sublevación de la -India, se han encontrado bárbaros que arranquen de la cabecera del -enfermo el médico para asesinarlo. A los ojos de ningún tirano ha sido -delito curar al herido; el médico<span class="pagenum"><a name="page_207" id="page_207"></a>{207}</span> de ejército no se considera como -prisionero; jamás es permitido disparar contra la bandera blanca de los -hospitales de sangre; en medio de la guerra, los hombres todos respetan -ciertas reglas de humanidad, cuya observancia es la gloria del valor.</p> - -<p>A nuestro siglo, á nuestro país estaba reservada la triste singularidad -de ofrecer un espectáculo tan inhumano, tan cruel, tan salvaje, que hace -retroceder la guerra á los tiempos de Atila y de los hunos.</p> - -<p>Los médicos asesinados en Tacubaya son mártires de la ciencia y del -deber. Sus verdugos, que defienden los fueros de clérigos y frailes, han -atropellado los fueros de la humanidad, las leyes de la civilización, -los preceptos del derecho de gentes sancionados por los pueblos -cristianos.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Quienes así trataron á los que estaban salvando á sus heridos, ¿de quién -habrán de tener piedad?</p> - -<p>El <span class="smcap">Lic. D. Agustin Jáuregui</span> estaba tranquilo en su casa de Mixcoac, al -lado de su esposa y de sus hijos, sin haber tenido la menor relación con -los constitucionalistas. Era hombre que, si bien deploraba los males del -país, estaba exclusivamente consagrado á su<span class="pagenum"><a name="page_208" id="page_208"></a>{208}</span> familia. Un infame, cuyo -nombre ignoramos, lo denuncia á Miramón como hombre de ideas liberales, -y esto basta para que lo mande aprehender.</p> - -<p>Jáuregui tiene aviso de esta denuncia; duda, nada teme, sus deudos le -aconsejan la fuga; pero era ya tarde: una gavilla de soldados se apodera -de él, y maniatado es conducido á Tacubaya. No se le pregunta siquiera -su nombre; es llevado al matadero, y cae fusilado como los otros.</p> - -<p>¿Cuál era su delito? ¿De qué se le acusaba?</p> - -<p>Nadie lo sabe.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Entre los prisioneros estaba <span class="smcap">D. Manuel Mateos</span>, joven de veinticuatro -años que hace un año se recibió de abogado, y tenía felicísimas -disposiciones para el cultivo de las letras, habiéndose desde niño dado -á conocer por sus poesías, que respiraban un entusiasta patriotismo, y -en que cantaba las glorias de nuestros primeros héroes.</p> - -<p>Este joven valeroso, instruído é inteligente, había combatido varias -veces contra la reacción; hacía pocos días que, después de haber sufrido -una larguísima prisión, se había incorporado al ejército federal.</p> - -<p>Llevado al suplicio, camina sin temblar, indaga quienes han muerto antes -que él:<span class="pagenum"><a name="page_209" id="page_209"></a>{209}</span> cuando quieren fusilarlo como traidor, se irrita, forcejea para -recibir las balas por delante, y arenga á sus verdugos, diciéndoles que -<i>los perdona porque no saben lo que hacen cuando consienten en asesinar -á los que luchan por darles la libertad; hace votos porque su sangre no -sea vengada; dice no lo aterra la muerte porque ha cumplido con sus -deberes de mexicano y acepta gustoso el sacrificio de su vida</i>...... Sus -palabras son interrumpidas por las balas que le hieren el pecho; un -oficial ha tenido miedo de que siga hablando, y manda hacerle fuego -antes de tiempo. ¡Mateos cae, y espira victoreando la libertad!!!</p> - -<p>Cuando este joven fué como voluntario á la campaña de Puebla y estuvo en -la batalla de Ocotlán, en medio de la confusión de aquel día descubrió á -su lado á unos oficiales reaccionarios que estaban perdidos. Mateos se -acerca á ellos, les estrecha la mano, los viste con el uniforme de los -rifleros, cede á uno su caballo, y así los salva, trayéndolos á México y -ayudándoles á ocultarse mientras pueden obtener el indulto. Uno de los -oficiales así salvados por Mateos, era ayudante de Haro y Tamariz.</p> - -<p>¡Y hombre tan generoso perece en la flor de su edad, sin encontrar un -corazón amigo!<span class="pagenum"><a name="page_210" id="page_210"></a>{210}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Las víctimas completan hasta el número de <small>CINCUENTA Y TRES</small>.</p> - -<p>Entre estas víctimas se oyen crueles despedidas, gritos de los que -pedían un confesor, plegarias dirigidas á Dios y víctores á la libertad. -Algunos habían sido prisioneros, otros no tenían más culpa que estar -cerca del teatro de los sucesos: unos eran artesanos, otros labradores; -muchos quedaron con los rostros tan desfigurados, que nadie ha podido -reconocerlos. ¡Mártires sin nombre, pero cuya sangre no dejará por esto -de caer sobre las cabezas de sus asesinos! Entre los testigos de esta -tragedia, muchos lloraban, y á veces soldados y oficiales abrazaban á -las víctimas.....</p> - -<p>Los cincuenta y tres cadáveres quedaron amontonados unos sobre otros, -insepultos y enteramente desnudos, porque los soldados los despojaron de -cuanto tenían, y de paso saquearon algunas casas.</p> - -<p>Las madres, las esposas, los hermanos, los hijos de las víctimas, -acudieron al lugar del trágico acontecimiento, reclamaron á sus deudos -para enterrarlos, y se les negó este último y tristísimo consuelo.</p> - -<p>A los dos días, los cadáveres fueron echados en carretas que los -condujeron á una barranca,<span class="pagenum"><a name="page_211" id="page_211"></a>{211}</span> donde se les arrojó y donde permanecen -insepultos.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¡Víctimas de la ciencia, de la caridad y de la abnegación, dormid en -paz! Vuestros verdugos os han abierto las puertas de la inmortalidad, y -han coronado vuestras frentes con la aureola del martirio y de la -gloria. Estais ya libres de la opresión; no sufrís el sonrojo del -abatimiento de la patria; no veis triunfante el crimen, y estais ya en -la mansión de la eterna justicia!</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Esta justicia ha condenado ya á los verdugos, que no podrán librarse del -castigo de su culpa. Malditos serán sobre la tierra que empaparon con la -sangre de sus hermanos, á quienes cobarde y alevosamente asesinaron: -malditos sobre la tierra, sí, porque aunque huyan de la patria, en el -destierro los perseguirán sus remordimientos, y todas las naciones -cultas los recibirán con horror y con espanto. No hizo tanto el general -Haynau en la guerra de Hungría, y al llegar á Londres el pueblo lo -apedreó y lo escarneció en memoria de sus iniquidades.<span class="pagenum"><a name="page_212" id="page_212"></a>{212}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¡Dios Santo!! Tú que amparaste al pueblo mexicano en sus tribulaciones; -Tú que diste fuerza á su brazo para filiarse entre las naciones -soberanas; Tú que inspiraste á su primer caudillo la obra sublime de la -abolición de la esclavitud, aliéntalo para que lave la tierra que le -diste, y la purifique de las manchas sangrientas que le imprimen sus -verdugos. ¡Dios de las naciones! Tú que eres misericordioso y -justiciero, alienta, alienta á este pueblo para que recobre sus -inalienables derechos para que asegure su porvenir, para que sea digno -de contarse entre los pueblos cristianos que siguen la ley de gracia, -traída al mundo por tu Hijo á costa de sangre!</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¡Dios de las naciones! Haz que el crimen tenga expiación; permite que -este pueblo se lave del baldón de sus opresores, haciendo reinar la paz, -la justicia y la virtud; y haz por fin, que este pueblo oprimido -quebrante sus cadenas y sea el terrible instrumento de tu justicia -inexorable.<span class="pagenum"><a name="page_213" id="page_213"></a>{213}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¡Ay de los asesinos! ¡Ay de los verdugos! ¡Ay de los modernos fariseos! -¡Malditos serán sobre la tierra que regaron con sangre inocente, con -sangre de sus hermanos que vertieron con crueldad y alevosía!!</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Once años han pasado, y está aún abierto el libro de la historia y -palpitante el recuerdo de la catástrofe.</p> - -<p>La iglesia de San Pedro Mártir, en cuyo cementerio reposan las cenizas -de los patriotas, no existe ya; los huracanes la derribaron por el -suelo; y hasta sus cimientos han perecido.</p> - -<p>Una aguja de mármol señala el lugar del sacrificio; sobre una de sus -piedras se lee en letras negras: ACELDAMA (<i>campo de sangre</i>), palabra -de la Biblia, que resume el misterio de aquel lugar que velan los -pabellones de la muerte.<span class="pagenum"><a name="page_214" id="page_214"></a>{214}</span></p> - -<h3>III</h3> - -<p>Víctimas y verdugos duermen ya el sueño eterno; las primeras vestirán en -el cielo la túnica de los mártires y empuñarán la palma del sacrificio; -los verdugos, rojos con la sangre de sus hermanos, pedirán con labios -trémulos misericordia; Dios, sobre la alta justicia de los hombres, -pronunciará su inexorable fallo.</p> - -<p>Uno solo, el principal autor de la hecatombe, vive expatriado de la -sociedad humana, yace como un condenado entre los hombres, con la carga -pesada de su existencia, maldito de los suyos, aborrecido de los -extraños, y con la marca del asesino sobre su frente.</p> - -<p>Huye del castigo humano. ¿Podrá esconderse á la mirada de Dios?</p> - -<p>México, Octubre de 1870.</p> - -<p class="r"> -<i>Juan A. Mateos.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_215" id="page_215"></a>{215}</span></p> - -<h2><a name="COMONFORT" id="COMONFORT"></a>COMONFORT</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>La sincera amistad que le profesamos en vida, y el pesar y respeto que -nos causó su muerte trágica y prematura, harán quizá que no seamos -enteramente imparciales al consagrarle unas líneas en esta publicación -donde hemos consignado el funesto fin de hombres célebres y distinguidos -en las edades de nuestra historia. No es una biografía la que vamos á -escribir, sino el recuerdo familiar de algunos de los rasgos más -marcados de un personaje que, de todas maneras, tendrá que figurar en -nuestra historia contemporánea.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Puebla pasa por uno de los Estados donde ha penetrado con más trabajo la -civilización.—No tengo esa creencia, y me parece simplemente que el -apego religioso á sus antiguas costumbres y creencias, da motivo á una -crítica<span class="pagenum"><a name="page_216" id="page_216"></a>{216}</span> que tiene mucho de injusta y de apasionada. Los hombres -distinguidos que ha producido, bastarían para destruir en parte esta -preocupación. Comonfort era originario de un pueblo del Sur de ese -Estado. Sus primeros años fueron, como es común, dedicados a la escuela -y al colegio, donde fué condiscípulo de D. Antonio de Haro y Tamariz, -que murió el año pasado en Roma con el hábito de jesuita.</p> - -<p>Nada se encuentra en los años de la juventud de Comonfort que revelara -el alto destino que debía ocupar en la República, y la marcada -influencia que debía ejercer en los negocios públicos. Los empleos que -desempeñó en los primeros momentos de su carrera política, fueron -subalternos y de la esfera política. Después vivió algunos años reducido -al círculo privado, y dedicado al cultivo de una propiedad que tenía en -el campo, situada entre México y Puebla, y la cual enajenó en los -últimos días de su gobierno.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Hubo una época en que una tertulia de hombres eminentes y distinguidos -gobernó á México. Esta era la tertulia que se reunía en la casa de D. -Mariano Otero.</p> - -<p>Otero era redactor en jefe del <i>Siglo XIX</i>, senador, después ministro. -Yáñez era diputado,<span class="pagenum"><a name="page_217" id="page_217"></a>{217}</span> después fué ministro. Lafragua, diputado varias -veces, después también ministro. No había persona de las que concurrían -habitualmente, que no ejerciese un importante cargo público y un influjo -más ó menos eficaz en los asuntos del gobierno. El alma de toda esta -reunión era D. Manuel Gómez Pedraza, que jamás en su delicadeza y -respeto por los demás, pretendió constituirse en director ó jefe; pero -que se complacía en los últimos años, de ejercer su influjo y de tener -íntima amistad con personas cuyos talentos él más que nadie sabía -estimar. A esta reunión de liberales moderados pertenecía Comonfort, y -fué verdaderamente la época en que se colocó en una esfera de acción y -comenzó á tomar más ó menos parte en la política.</p> - -<p>Antes había ya dado una prueba de patriotismo y de valor personal. Había -sido militar, como muchos mexicanos, de milicias nacionales; pero no era -su profesión: sin embargo, cuando las fuerzas americanas llegaron al -Valle de México, y el general Santa-Anna se puso al frente del nuevo -ejército que formó, Comonfort ofreció sus servicios y desempeñó el cargo -de ayudante en toda la campaña del Valle, atravesando por entre las -balas y la metralla, y dando pruebas de una serenidad y una calma, en -medio del peligro, que le captó las simpatías de los antiguos<span class="pagenum"><a name="page_218" id="page_218"></a>{218}</span> oficiales -que servían en los cuerpos de las tropas de línea. Concluída la campaña, -volvió Comonfort á su vida quieta y á sus ocupaciones privadas.</p> - -<p>En la tertulia de Otero, Comonfort era verdaderamente querido de todos. -De un carácter extremadamente complaciente y suave, de unas maneras -insinuantes, de unos modales propios de una dama, como decía Pedraza, no -había persona que le tratase, aunque fuese un cuarto de hora, que no -quedase prendado de su amabilidad. Así sucedió constantemente durante su -gobierno, y más de un enemigo que hubiese querido aniquilarle, se -reconcilió con solo una media hora de conversación. Decían que -Maximiliano era en su trato verdaderamente seductor. Yo no he conocido -otro hombre más agradable, por sus maneras, que Comonfort. La finura y -cortesía del gentilhombre francés de los buenos tiempos, estaba -personificada en él.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>Comonfort se hallaba en 1854 de Administrador de la Aduana de Acapulco. -Santa-Anna, que gobernaba entonces, le destituyó. He aquí el principio -pequeño de una gran revolución social que se llamó de la <i>Reforma</i>, y -que se ha enlazado posteriormente con sucesos<span class="pagenum"><a name="page_219" id="page_219"></a>{219}</span> tan importantes como -fueron los de la intervención, y hoy mismo la próxima destrucción de la -dinastía de los Bonaparte.</p> - -<p>Comonfort fué el verdadero promovedor y autor del Plan que proclamaron -en Ayutla los generales Alvarez, Moreno y Villareal, que se reformó en -Acapulco, el 11 de Marzo de 1854. Sosteniéndolo con las armas en la -mano, se hizo notable Comonfort, no sólo como hombre de valor, sino como -caudillo dotado de una gran constancia y de cierta capacidad militar. -Fué realmente una aparición repentina en la escena de nuestro gran drama -revolucionario, que recordaba aquellas figuras que se levantaban -repentinamente de cualquiera parte, en los últimos años de la dominación -española.</p> - -<p>Santa-Anna, que por política ó por carácter había sido el amigo de todos -los partidos y el favorecedor de todos los partidarios, en la última vez -que gobernó el país fué perseguidor, vanidoso, vengativo, hasta cruel. -Esta tiranía y el aparato monárquico con que revistió su gobierno, chocó -generalmente á los mexicanos; así, que en los últimos días del año de -1853, tenía ya la opinión pública enteramente contraria, y su -administración sin recursos pecuniarios no contaba con más apoyo que el -de la fuerza armada. La revolución de Ayutla era la chispa, pero el -reguero de pólvora estaba ya tendido de uno á<span class="pagenum"><a name="page_220" id="page_220"></a>{220}</span> otro extremo del país. -Los gobiernos personales han sido frecuentes en la República: como el -gobierno personal ya cansaba al carácter movible de los mexicanos, un -plan que prometiese una organización constitucional debía tener eco en -toda la República; como en efecto lo tuvo el de Ayutla.</p> - -<p>Santa-Anna despreció al principio este movimiento; pero pocos días -bastaron para persuadirle que si no le sofocaba, prontamente podría -acabar con su gobierno. Como todo gobierno que está para caer, -multiplicó sus actos de opresión, y no confiando desde luego en ninguno -de sus generales, ó creyendo conquistar fácilmente una gloria militar, -se puso á la cabeza de una división de cinco mil hombres y marchó al -Sur.</p> - -<p>Venciendo las dificultades de un país desprovisto de recursos, y los -ataques poco importantes de algunas guerrillas, Santa-Anna llegó frente -al puerto de Acapulco el 19 de Abril de 1854.</p> - -<p>La gloria de Santa-Anna se apagó para siempre en esta jornada, y -Comonfort comenzó á ser el hombre de la revolución y el personaje -distinguido de la época. Se encerró con un puñado de hombres en el -castillo de San Diego, y de allí no le sacaron ni los cañonazos ni el -oro. Santa-Anna llevaba y ofrecía pólvora y oro, y la influencia y -dinero de<span class="pagenum"><a name="page_221" id="page_221"></a>{221}</span> D. Manuel Escandón, no fueron del todo extraños en esta -expedición.</p> - -<p>Santa-Anna, que temió acabarse de estrellar y perecer con todo su -ejército en las ásperas montañas del Sur, levantó el sitio de Acapulco y -regresó á la Capital, teniendo que forzar varios pasos y que perder en -cada uno un pedazo de su prestigio y algunos de sus soldados.</p> - -<p>El dinero que recibió Santa-Anna por el tratado de la Mesilla, prolongó -por unos días más su existencia; pero la revolución creció en el Sur y -se propagó por Michoacán y Tamaulipas.</p> - -<p>Entretanto, Comonfort salió de Acapulco para San Francisco de -Californias, donde no pudo conseguir ningunos recursos. De San Francisco -pasó á Nueva-York, y allí encontró á D. Gregorio Ajuria. Era hombre -especulador y audaz, y jugó un verdadero albur. Prestó á Comonfort -sesenta mil pesos, parte en dinero y parte en armas, estipulando que -recibiría doscientos cincuenta mil pesos si la revolución triunfaba. La -revolución triunfó, y Ajuria fué pagado, y más adelante arrendó, en -compañía con otra persona, la Casa de Moneda de México.</p> - -<p>El lance fué atrevido, y sea lo que se fuere, Comonfort regresó á -Acapulco el 7 de Diciembre de 1854 con algunos recursos, y la revolución -tomó un carácter más positivo y más<span class="pagenum"><a name="page_222" id="page_222"></a>{222}</span> serio. Comonfort pasó al Estado de -Michoacán con el carácter de General en Jefe de las tropas de aquel -Estado, y Santa-Anna, por su parte, salió también de la capital con un -ejército á combatir á su enemigo; pero regresó el 8 de Junio de 1855, -sin haber podido obtener sino triunfos efímeros, y dejando en peor -estado el resto del país donde cundía el incendio de la revolución.</p> - -<h3>V</h3> - -<p>El 13 de Agosto de 1855 fué día de holgorio y de fiesta revolucionaria -para el pueblo de la capital. Los bustos de mármol del Ministro D. -Manuel Diez de Bonilla, los libros de pastas blancas italianas, el -piano, los retratos del personaje, los muebles, todo volaba de los -balcones á la calle, donde la plebe furiosa se arrojaba sobre los -destrozos del menaje del que representaba la aristocracia pocos días -antes y lo entregaba á las llamas. Por otras calles conducía una -multitud frenética los coches de Santa-Anna, untados de brea y ardiendo -como unos hornos ó fraguas ambulantes. El aspecto de la ciudad, llena de -gentes de los barrios dispuestas á la venganza y próximas al furor y al -desbordamiento, hicieron que los habitantes cerraran sus casas y -tiendas, y que los hombres que habían<span class="pagenum"><a name="page_223" id="page_223"></a>{223}</span> hasta ese momento gobernado, se -pusieran en salvo.</p> - -<p>¿Qué cosa había ocasionado este movimiento?</p> - -<p>Santa-Anna, cansado ya de luchar y persuadido de que no podía dominar la -revolución, abandonó el gobierno, y á las tres de la mañana del 9 de -Agosto salió para Veracruz, donde llegó pocos días después y se embarcó -con dirección á la Habana.</p> - -<p>Como los reyes, dejó en un pliego cerrado nombrados los gobernantes que -debían de sucederle; pero la revolución avanzaba á grandes pasos al -centro.</p> - -<p>Comonfort continuaba sus hazañas militares, y se hacía á la vez temer y -amar de los pueblos por donde pasaba.</p> - -<p>Obraba ya con unas tropas medianamente regularizadas, y en un extenso -Estado como el de Jalisco. Zapotlán era una plaza fuerte, guarnecida con -fuerzas del Gobierno. Comonfort la atacó, asaltó personalmente una -fortificación y llegó hasta la plaza, precediendo á mucha distancia á -sus soldados. Este triunfo, puede decirse personal, le grangeó la -admiración de todas esas poblaciones, y cuando se dirigió á Colima, la -ciudad le abrió sus puertas, y en lugar de balas y pólvora hubo -banquetes, bailes y regocijos.</p> - -<p>En la capital se organizó una presidencia interina que ocupó el general -Carrera; pero<span class="pagenum"><a name="page_224" id="page_224"></a>{224}</span> no siendo reconocido por la revolución, las fuerzas que -desde entonces podían llamarse liberales, se avanzaron á la capital, y -cosa de cincuenta mil hombres de línea que había dejado Santa-Anna, ó se -disolvieron ó fueron tomando parte en el movimiento.</p> - -<h3>VI</h3> - -<p>El general Alvarez, patriarca centenario del inexpugnable Sur, fué -también el jefe de una revolución. Vino á Cuernavaca, y allí una junta, -como era de esperarse, lo eligió Presidente. Alvarez eligió á Comonfort -para su Ministro de la Guerra, y con este carácter vino á la capital, -después de derrocado Santa-Anna. La revolución era en el sentido -liberal, pero no progresista. El partido moderado, teniendo por -principio no hacer peligrosas innovaciones, era en ese sentido -antagonista del partido rojo. Comonfort, representante de esa revolución -y de ese partido moderado, fué elegido Presidente substituto el 12 de -Diciembre de 1855, no sin haber tratado de impedirlo el partido liberal -exaltado.</p> - -<p>A los pocos días y cuando apenas acababa la revolución llamada de -Ayutla, brotó otra nueva en Zacapoaxtla. Todas las tropas de que podía -disponer el gobierno, le abandonaron; mientras que los pronunciados, á<span class="pagenum"><a name="page_225" id="page_225"></a>{225}</span> -cuya cabeza estaba D. Antonio Haro, se posesionaron de Puebla con una -gran fuerza, y amagaban la capital.</p> - -<p>Fué necesario reclutar nuevas tropas, armarlas, vestirlas y enseñarles -hasta los primeros rudimentos del arte militar; pero con la actividad y -energía que desplegó la administración en esos momentos supremos, se -vencieron todos los obstáculos, y en el mes de Marzo de 1856, Comonfort -se hallaba frente de Puebla con cerca de 16 mil hombres.</p> - -<p>Dotado Comonfort, como se dice vulgarmente, de un buen ojo militar y de -un valor sereno é inalterable, arriesga una batalla en Ocotlán, contra -los mejores jefes del ejército de línea, que mandaban las fuerzas -contrarias, y triunfa completamente el 8 de Marzo; estrecha sus -operaciones sobre Puebla, toma la plaza, y habiendo dominado la más -formidable de todas las revoluciones que han estallado contra los -gobiernos de México, regresa triunfante á la capital, donde es recibido -con unas festividades y unos banquetes populares nunca vistos hasta -entonces.</p> - -<p>Aunque las fiestas que se hicieron se llamaron de la paz, la paz no duró -sino unos cuantos días. En Puebla hubo otra sublevación y otro sitio, y -en San Luis estalló otro pronunciamiento. De todos estos peligros salió -Comonfort airoso, y logró vencer y tener en su poder á todos sus -enemigos.<span class="pagenum"><a name="page_226" id="page_226"></a>{226}</span></p> - -<p>Las tendencias progresistas se hicieron sentir forzosamente en la -administración, y la reforma tenía que comenzar. D. Miguel Lerdo de -Tejada ocupó el Ministerio de Hacienda con ese designio, y la ley de 25 -de Junio continuó la reforma civil que se había ya comenzado sin éxito, -hacía algunos años, por D. Valentín Gómez Farías, el Dr. Mora y el Lic. -D. Juan José Espinosa de los Monteros.</p> - -<p>Comonfort, no sólo por opinión sino por carácter, era moderado. Enemigo -de la violencia, lleno de bondad no sólo con sus amigos sino con sus -enemigos, nada de lo que se le pedía negaba, y pasaba por falso cuando -no le era posible contentar todas las aspiraciones ni llenar todas las -exigencias de los que siempre solicitan favores del hombre que gobierna. -Con un fondo tal de carácter, los choques que debía producir en su -espíritu y en la ejecución material todo lo que era necesario hacer para -llevar á cabo lo que el partido progresista exigía, eran demasiado -fuertes y superiores á su organización. Valiente por naturaleza, ni el -temor de ser asesinado, ni las balas, ni los cañones le amedrentaban; -pero vacilaba ante las observaciones de los hombres notables del partido -conservador, á quienes siempre trató con una grande consideración. Lo -que labraba en su ánimo en el día el partido progresista, lo destruía en -la noche el partido conservador, y<span class="pagenum"><a name="page_227" id="page_227"></a>{227}</span> venía á quedar en ese término -moderado; quizá bueno en unas circunstancias normales y ordinarias, pero -peligroso é inútil en las crisis políticas, que tienen forzosamente que -sufrir á su vez y en determinado tiempo todas las naciones. Quería la -reforma, pero gradual, filosófica, sin violencia y sin sangre. Esto era -imposible; tanto más, cuanto que el clero, después de la ley de 25 de -Junio, tenía ya que defender sus cuantiosos bienes materiales y su -eterno principio de administración de esos bienes, sin ninguna -ingerencia de la autoridad civil!</p> - -<p>Así combatido, como la nave por las olas entre dos escollos, su vida era -una verdadera tortura, y las medidas del gobierno parecían algunas veces -enérgicas y decisivas, y otras débiles é ineficaces. El 5 de Febrero de -1857 se promulgó la Constitución.</p> - -<p>La Constitución era una base que se trataba de hacer normal y permanente -para el orden de la sociedad. La Reforma tenía que ir más adelante. -¿Cómo habían de conciliarse estas dos fuerzas morales que luchaban en el -seno mismo del Congreso? La solución tenía que ser violenta y -revolucionaria. Este fué el golpe de Estado, y sin él, la Reforma, tal -cual se realizó, habría sido imposible, como habría sido también -imposible, sin el golpe de Estado de Chihuahua, el completo y definitivo -triunfo sobre la intervención europea.<span class="pagenum"><a name="page_228" id="page_228"></a>{228}</span> El tiempo, la experiencia, y los -hechos hacen que los hombres sean más indulgentes, y poco á poco la -justicia se hace lugar en la historia de las debilidades y de las -pasiones de la humanidad. Hoy se puede presentar el ejemplo patente, -vivo é innegable. Si pudiéramos colocarnos en la época de Diciembre de -1857, tendríamos la constitución republicana, pero no tendríamos la -Reforma. Hoy existen unidas estas dos cosas, contradictorias entre sí, y -el golpe de Estado hizo sobrevivir la Constitución y realizó la Reforma. -Que por los medios lentos que el mismo Código señala se hubiera hecho -todo lo que hizo el Gobierno de Veracruz, y estaríamos en las primeras -letras de este abecedario, que las naciones de Europa no han aprendido -sino á costa de los mayores y más terribles desastres. No hay más que -recordar los tiempos de Enrique VIII, de Lutero y de la Convención -francesa. Clero y aristocracia, moderados y progresistas, comparad, y -todos quedaréis contentos de cuán poco ha costado entre nosotros lo que -en este momento todavía tiene que comenzar la Francia republicana.<span class="pagenum"><a name="page_229" id="page_229"></a>{229}</span></p> - -<h3>VII</h3> - -<p>Comonfort fué la víctima. Su carácter, su posición y los -acontecimientos, de que él no era el dueño ni el regulador, le -condujeron al destierro.</p> - -<p>Salió tranquilamente de entre las bayonetas de sus enemigos, tomó el -camino de Veracruz, y allí, la buena amistad del gobernador D. Manuel -Gutiérrez Zamora proporcionó un asilo al proscrito. Embarcóse, y en -breve se encontró en los Estados Unidos, en esa tierra única donde -encuentran asilo y seguridad los desgraciados y los proscritos de todo -el globo.</p> - -<p>Todo el tiempo de la tenaz y larga guerra que se llamó de la Reforma, -vivió Comonfort en el extranjero. Restaurada la República, Comonfort -trató de volver á su país, de abrirse camino con nuevos servicios á la -patria, y de borrar con la brava conducta el error personal que como -Presidente había cometido, sin apercibirse acaso de que no había sido -más que un medio, un instrumento necesario para el desarrollo de una -revolución social. No es el ingeniero que comienza un camino de fierro, -el que suele recorrer toda la linea concluída. Así, en la política, el -que inició el movimiento progresista, no recogió más que los peligros, -las amarguras y los desengaños,<span class="pagenum"><a name="page_230" id="page_230"></a>{230}</span> y otros fueron los que recogieron la -fama, los honores y el poder.</p> - -<p>El Sr. Juárez, siempre amigo de Comonfort, le abrió completamente las -puertas de la patria, por donde ya el infortunado Don Santiago Vidaurri -le había dejado entrar. Comonfort con su familia residió en Monterrey -algún tiempo, inspirando celos y temores al partido exaltado, que veía -en su residencia en la Frontera, una nueva revolución y un amago á la -constitución restaurada. Nada de eso era: Comonfort no quería más que -una rehabilitación, y la guerra extranjera le abrió el camino de la -Capital.</p> - -<p>Comonfort llegó con una corta fuerza compuesta de esos hombres del -desierto, fuertes y atrevidos, acostumbrados á luchar en la frontera con -los filibusteros y con los indios salvajes. A estas buenas tropas se -agregaron otras, y se formó un corto ejército que se llamó del centro, y -se colocó en la línea de México á Puebla.</p> - -<p>Cerca de dos meses de un sitio riguroso puesto por las tropas francesas -á la Plaza, de Puebla, habían necesariamente agotado los víveres y -municiones. Se necesitaba á toda costa introducir un convoy, y esta -operación imposible se encargó al General Comonfort, y en verdad, de los -que la sugirieron los unos obraron por patriotismo y otros por venganza. -La muerte ó la derrota eran inevitables.<span class="pagenum"><a name="page_231" id="page_231"></a>{231}</span> Comonfort no podía tener ni la -más remota probabilidad de vencer á un número más que triple de las -tropas regulares y bien armadas que mandaba el General Bazaine. Con -efecto, el día 8 de Mayo de 1863, en poco más de dos horas, las columnas -de zuavos y de feroces argelinos pusieron en desórden á nuestras tropas -acabadas de reclutar y de organizar, y ni la muerte de Miguel López, ni -la bravura de muchos de los jefes mexicanos, ni la intrepidez de -Comonfort que se arrojó en lo más recio de la pelea y buscó desesperado -la muerte, ni el sacrificio de muchos infelices soldados que fueron -materialmente asesinados por los árabes, fueron bastantes para -restablecer la acción que definitivamente fué ganada por el mismo -Mariscal que hoy ha dado pruebas en Metz de no haber olvidado las -lecciones de constancia, de tenacidad y de desesperada resistencia que -aprendió en sus campañas de México. Comonfort había ya recibido un nuevo -bautismo, y se presentó en la capital todavía con el polvo y la sangre -de la batalla. Puebla, como consecuencia forzosa de la desgraciada -batalla de San Lorenzo, fué ocupada por los franceses cuyo general era -el memorable Forey, que permaneció todo el tiempo del sitio en el cerro -de San Juan, y no se atrevió á entrar á Puebla sino cuando ya habían -ocupado todas las calles y fortines las columnas de Bazaine. Forey, que<span class="pagenum"><a name="page_232" id="page_232"></a>{232}</span> -merecía ser destituído y condenado lo menos por diez años á un castillo, -recibió sin embargo el bastón de Mariscal.</p> - -<p>Cuando los franceses emprendieron la marcha para la capital, se pensó en -una nueva defensa; pero, en verdad, pocos elementos existían para esto, -y al fin, sin un ejército auxiliar competente para medirse con el -enemigo, la suerte hubiera sido igual á la de Puebla, donde la historia -no podrá negar que hubo una resistencia, que sin exageración se puede -llamar heróica. El Gobierno, pues, salió de la capital, y Comonfort -comenzó la larga peregrinación que no había de terminar sino el Sr. -Juárez. El 16 de Octubre de 1863 fué nombrado Comonfort general en jefe -del ejército que se trataba de reorganizar para resistir sin descanso á -la intervención. Este honor, dispensado no sólo por la amistad que -profesaban los Sres. Juárez, Lerdo y Núñez á Comonfort, sino porque -reconocían en él valor, abnegación y las cualidades militares con que le -había dotado la naturaleza, fué el origen conocido y visible de su fin -trágico, y de que por uno de esos designios de la Providencia, que -escapan á la indagación de la inteligencia humana, muriese obscuramente -á manos de unos bandidos, en vez de acabar gloriosamente delante del -enemigo extranjero, empuñando la bandera de la Independencia y de la -Libertad.<span class="pagenum"><a name="page_233" id="page_233"></a>{233}</span></p> - -<p>No pudiendo nosotros describir tan minuciosamente ni mejor, los últimos -sucesos que acabaron con la existencia de este mexicano distinguido y -valiente; copiamos lo que el General Rangel, que fué siempre su íntimo y -fiel amigo, escribió con este motivo, haciéndole sólo una ligera -variación.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<div class="blockquot"><p>El general Comonfort fué nombrado general en jefe del ejército, -como por el 16 de Octubre, y el 26 marchó para Querétaro, con tan -amplias facultades como las que tenía el Presidente de la -República, excepto las que se cifraban en ciertas restricciones, -impuestas por este mismo magistrado. Establecidas las bases para el -plan de operaciones, y las de regimentación de todo el ejército con -que se contaba entonces, para su movilidad conforme á dichas bases, -faltaban únicamente los caudales necesarios, que se estaban -reuniendo en San Luis bajo la influencia del C. Presidente Juárez y -por las agencias de su ministro el C. H. Núñez.</p> - -<p>El día 8 salió de Querétaro para San Luis el General Comonfort, en -compañía del Sr. Cañedo, que acababa de llegar allí de Guanajuato; -de un oficial del Ministerio, el Teniente Coronel Vergara; de su -ayudante de campo, que estaba ese día de guardia, el Coronel Cerda, -y de un empleado de la secretaría particular del Sr. Comonfort, el -Comandante Velázquez. El día 9 llegó á San Luis, alojándose en la -casa del Sr. Lerdo, y el día 10 recibió<span class="pagenum"><a name="page_234" id="page_234"></a>{234}</span> libranzas por valor de -sesenta y tres mil pesos.</p> - -<p>El día 11 salió por la diligencia para Querétaro, con todo el -séquito que había traído, y además el C. Coronel Rul, ayudante del -C. Presidente.</p> - -<p>Poco antes de llegar á la Quemada, alcanzó á la diligencia un -extraordinario, por medio del cual el C. Presidente mandaba decir -al General Comonfort que se cuidara mucho, porque se decía que en -el camino se hallaba una contraguerrilla que le quería salir al -encuentro.</p> - -<p>El día 12 llegaron á comer á San Miguel de Allende, siempre por la -diligencia de Querétaro. Allí determinó el Sr. Comonfort tomar -caballos, para continuar por el camino de Chamacuero para Celaya; -éstos fueron proporcionados por la autoridad, y se tomaron tantos -como eran necesarios para su séquito, que era el mismo con que -salió de Querétaro para San Luis, y además un ayudante del C. -Presidente, el C. Coronel Rul.</p> - -<p>En San Miguel tuvo aviso el General Comonfort, de que los -Troncosos, bandidos de profesión, merodeaban por cuenta de Mejía, -desde las inmediaciones de Querétaro hasta las de Guanajuato, donde -días antes habían asesinado en Burras á un oficial de policía.</p> - -<p>El día 13, el General Comonfort salió de San Miguel como á las ocho -de la mañana, por el camino de Chamacuero, con su repetido séquito -y una escolta de menos de 80 caballos.</p> - -<p>Entre San Miguel y Chamacuero encontraron un batallón que iba en -marcha para el primer punto, cuyo jefe manifestó al Señor<span class="pagenum"><a name="page_235" id="page_235"></a>{235}</span> -Comonfort hallarse en el camino algunas fuerzas bandálicas, y le -propuso escoltarlo, pero él lo rehusó, porque el informe que le -habían dado de estas fuerzas, era considerándolas muy despreciables -y mal armadas, y porque el mismo jefe le aseguró que había otro -batallón situado en Chamacuero.</p> - -<p>A esta población llegó como á las once del día, en ella almorzó y -recibió detalles más minuciosos del enemigo.</p> - -<p>Desde allí mandó un correo extraordinario al C. Ignacio Echagaray, -avisándole de que esa misma tarde llegaría á Celaya.</p> - -<p>Este extraordinario fué interceptado en el monte de San Juan de la -Vega, por una de las contraguerrillas de Mejía, al mando de -Aguirre, que se titulaba Comandante, quitándole la comunicación que -llevaba y exigiéndole declarase si venía allí Comonfort, con qué -fuerza y cuál era la calidad de ésta, á fin de sorprenderlo, -dejando entretanto prisionero al correo.</p> - -<p>Como á las dos de la tarde salió de Chamacuero el Sr. Comonfort en -su carretela, que casualmente había encontrado en San Miguel, con -dirección á Querétaro. El Coronel Cerda se ofreció á montar en el -pescante, con el fin de dirigir mejor las mulas para el caso de que -ocurriese algún ataque.</p> - -<p>Los demás señores del séquito montaron á caballo, colocándose el -Sr. Cañedo junto á la carretela al lado del Sr. Comonfort, del otro -lado el Sr. Velázquez, y en seguida los señores Vergara y Rul. A -poco andar llegaron al Molino de Soria, adonde sus dueños dieron la -bienvenida al Sr. Comonfort, ofreciéndole su casa con el mayor -afecto, pues creyeron<span class="pagenum"><a name="page_236" id="page_236"></a>{236}</span> que era su ánimo pernoctar en ella; pero -grande fué su sorpresa cuando les dijo que seguía para Celaya, -porque les pareció poca la fuerza que le escoltaba. Con este motivo -le hicieron presente que á poca distancia se encontraban en acecho -fuerzas enemigas, que podrían verse desde la azotea. El general -despreció estos avisos porque le parecieron temores infundados, -pues las fuerzas que se le anunciaban eran de rancheros mal armados -con lanzas y machetes, para las que creía por lo mismo suficiente -su fuerza, para contenerlos ó para batirlos si era necesario.</p> - -<p>Los dueños del molino, interesándose por la seguridad del General, -le indicaron que había una vereda á la izquierda del camino, por -donde se podía evitar una emboscada, saliendo al llano, á donde -podría defenderse con éxito y cargar la caballería, por ser de esta -arma la fuerza que escoltaba el General. Este aceptó el consejo, y -emprendió la marcha con su comitiva y escolta en el mismo orden en -que había llegado allí.</p> - -<p>El Comandante de la escolta dispuso que el Alférez C. José María -Lara, se adelantase con cuatro exploradores á formar la -descubierta, á cien pasos del carruaje, para no ocasionar -polvareda.</p> - -<p>El Coronel Cerda, que empuñaba las riendas, se pasó algún trecho de -la entrada de la vereda, la cual no era muy ancha; pero cuando lo -advirtió, lo comunicó al General, proponiéndole volverse para -entrar en ella, quien lo rehusó para no perder tiempo.</p> - -<p>A poco andar, se oyeron unos tiros, y en seguida se advirtió que -eran de los exploradores que se batían contra la emboscada. El<span class="pagenum"><a name="page_237" id="page_237"></a>{237}</span> -Coronel Cerda detuvo el carruaje; el General montó á caballo, mandó -cargar á la escolta, y después de dar esta orden, mandó al general -Cañedo que avanzasen los infantes que venían á retaguardia para que -apoyados en los árboles, hiciesen fuego protegiendo el paso de la -caballería. A este mismo tiempo, y habiendo deshecho la corta -descubierta, cargaron los contraguerrilleros, que eran muchos, y -envolvieron á los jefes y á la escolta, haciéndola sucumbir, á -pesar de la superioridad de sus fuegos, cayendo muertos alderredor -del General Comonfort, el Comandante Velázquez, el Teniente Coronel -Vergara, y el Coronel Cerda, gravemente herido.</p> - -<p>El General Comonfort, no obstante haber sido cubierto por su -séquito y por su escolta, había recibido un machetazo en la cara, -desde el ojo, que le había dividido el carrillo, y conservaba aún -su pistola, ya descargada, para intimidar á los muchos cosacos que -le acometían; cuando se le presentó delante el famoso capitancillo -Sebastián Aguirre, en un brioso caballo tordillo que bailaba aún, -alborotado por las detonaciones de las armas de los carabineros de -la escolta, que casi habían cesado. El dicho capitancillo traía su -lanza en ristre, arma común á toda su fuerza, y deteniéndose -delante del General Comonfort, bien fuera por el respeto que éste -infundía, ó por asestarle un golpe seguro, le dió lugar para -dirigirle la palabra, y le dijo: «Amigo, no me mate vd., y le -ofrezco hacerle una bonita fortuna.» Aguirre, lejos de aplacarse, -le contestó: «Que no venía á robar sino á cumplir con las órdenes -de su general,» dándole al mismo tiempo una lanzada que le dividió<span class="pagenum"><a name="page_238" id="page_238"></a>{238}</span> -el corazón, cayendo consiguientemente en tierra, inmóvil, el -General Comonfort.</p> - -<p>En seguida los bandidos de Aguirre no se ocuparon de otra cosa que -de desvalijar el carruaje y aun á los muertos que habían quedado en -el campo.</p> - -<p>El General Cañedo se encontraba á alguna distancia queriendo -someter á los llamados infantes para que fueran á batirse, conforme -á las órdenes del General Comonfort, y que hasta allí habían venido -custodiando las cargas de fusiles; éstos no quisieron obedecer, y -corrieron para el monte.</p> - -<p>Al día siguiente fué conducido á Chamacuero el cadáver del General -Comonfort.</p></div> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Cualesquiera que hayan sido los errores que como gobernante cometió -Comonfort, su memoria debe ser grata para los mexicanos, porque era -valiente, honrado, sencillo, afectuoso, franco, generoso y bien -intencionado; y representaba en conjunto la parte buena, amable y noble -de la raza mexicana.</p> - -<p class="r"> -<i>Manuel Payno.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_239" id="page_239"></a>{239}</span></p> - -<h2><a name="NICOLAS_ROMERO" id="NICOLAS_ROMERO"></a>NICOLAS ROMERO</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>Cuando encontramos en las hojas sagradas del Génesis que el <span class="smcap">Criador</span> del -Universo tomó un trozo de barro que sólo había recibido el peso de su -augusta planta, forma al hombre, y con su aliento vivificador lo levanta -á la altura de su destino, admiramos como hechuras del Omnipotente á -esos séres que se levantan del seno obscuro de la humanidad y describen -una elipse luminosa en el corto trayecto de su aparición á su muerte.</p> - -<p>Dios ha impreso una marca sombría en la frente de los héroes; ellos -ceden á la predestinación de su alto oráculo, y con la íntima convicción -de su destino, aceptan el fuego del martirio, como la aureola de su -glorificación histórica.</p> - -<p>Dios marca el momento, y el hombre obedece, impulsado por el oleaje que -lo lleva á las playas desconocidas de su porvenir; enciende en su -cerebro la antorcha de la idea,<span class="pagenum"><a name="page_240" id="page_240"></a>{240}</span> y lo coloca en esa vía que conduce á la -inmortalidad; desencadena su espíritu, lo fortalece, y se opera esa -transubstanciación de un sér mezquino á un gigante que arranca un lauro -á su siglo y una estrofa de gloria á la humanidad!</p> - -<p>Nicolás Romero era uno de esos hombres, y sus glorias pertenecen al -pueblo mexicano.</p> - -<p>He aquí las páginas del <i>Calvario</i> de la revolución, trazadas por uno de -los caudillos que hoy recibe en el extranjero los homenajes rendidos al -patriotismo:</p> - -<h3>II</h3> - -<p>La Libertad es como el sol.</p> - -<p>Sus primeros rayos son para las montañas, sus últimos resplandores son -también para ellas.</p> - -<p>Ningún grito de libertad se ha dado en las llanuras, como en ningún -paisaje se ha iluminado primero el valle.</p> - -<p>Los últimos defensores de un pueblo libre han buscado siempre su asilo -en las montañas.</p> - -<p>Los últimos rayos del sol brillan sobre los montes, cuando el valle -comienza á hundirse en la obscuridad.</p> - -<p>Por no desmentir este axioma, la Convención Francesa en 93 tuvo su -llanura y su montaña.<span class="pagenum"><a name="page_241" id="page_241"></a>{241}</span></p> - -<p>Zitácuaro está situado en una fragosa serranía del Estado de Michoacán.</p> - -<p>Era una graciosa ciudad de ocho mil habitantes.</p> - -<p>Sus calles, rectas; sus casas, aunque no elegantes, limpias y bonitas.</p> - -<p>Su comercio activo, y su agricultura floreciente.</p> - -<p>Esta era Zitácuaro en 1863.</p> - -<p>La República de México había sido invadida por los franceses.</p> - -<p>Los malos mexicanos se habían unido con ellos.</p> - -<p>El Gobierno legítimo abandonó la Capital después de esa gloriosa epopeya -que se llamó el sitio de Puebla.</p> - -<p>El ejército de Napoleón III ocupaba las ciudades y los pueblos sin -resistencia.</p> - -<p>Aquella era la marcha triunfal de la iniquidad.</p> - -<p>El paseo militar de la fuerza que vence al derecho.</p> - -<p>Pero el derecho debía tener sus representantes sobre la tierra, para -protestar y combatir.—Debía tener sus mártires, y los tuvo.</p> - -<p>Y los representantes del derecho y de la Libertad se refugiaron en las -montañas para protestar y combatir.</p> - -<p>Y los mártires encontraron en las montañas su Calvario.<span class="pagenum"><a name="page_242" id="page_242"></a>{242}</span></p> - -<p>Al principio, es decir, antes de que comenzara esa larga serie de -sangrientos combates que con fuerzas tan desiguales sostuvieron los -defensores de aquel heróico pueblo, la hospitalidad no fué de lo más -cordial.—Después que el fuego enemigo los encontró juntos, todos fueron -unos.</p> - -<p>En las primeras invasiones, la población emigraba en masa.</p> - -<p>Así podía llegar la noticia de la venida del enemigo á la mitad del día -como á la mitad de la noche; en una mañana serena ó en una tarde -tempestuosa.</p> - -<p>La alarma corría veloz como la electricidad, y todo el mundo se ponía en -movimiento, y la población en masa emigraba á los bosques, llevando cada -una de aquellas familias lo poco que podía de sus muebles y de sus -animales.</p> - -<p>Era un espectáculo tierno y sublime.</p> - -<p>Las madres cargando á sus hijos, los hombres llevando á cuestas á los -enfermos, las ancianas conduciendo con los niños y pesadamente los -mansos bueyes y los corderos, las gallinas y los cerdos; todo en una -inmensa confusión, pero sin gritos, sin sollozos, sin maldiciones; con -la resignación de los mártires, pero con la energía de los héroes.</p> - -<p>Y esa desgraciada muchedumbre se ponía en marcha muchas veces de noche, -en medio del agua que caía á torrentes, y alumbrada<span class="pagenum"><a name="page_243" id="page_243"></a>{243}</span> apenas por hachas -de brea, que la tormenta y el aire apagaban á cada momento.</p> - -<p>Y así caminaban entre aquellos precipicios, como una procesión -fantástica, resbalando en las lodosas pendientes, cayendo á cada -instante, pisados, maltratados, estrujados, llenos de fango, hasta la -orilla del bosque, en donde cada familia buscaba, no un abrigo, sino un -lugar en que esperar la salida del sol y los acontecimientos del otro -día.</p> - -<p>Pero las invasiones y los combates se hacían más y más frecuentes.</p> - -<p>Las tropas fieles de Toluca buscaron un asilo en Zitácuaro.</p> - -<p>Apenas se pasaba una semana sin que los ecos del orgulloso cerro del -Cacique, en cuya falda se extendía la población, repitiesen los gritos -de «viva el imperio,» y con las detonaciones de la fusilería.</p> - -<p>Las familias comenzaban á cansarse, pero no transigían con el enemigo.</p> - -<p>Poco á poco fueron dejando abandonada la ciudad y retirándose á los -pueblos y ranchos de Tierra Caliente, adonde el enemigo no había logrado -aún penetrar.</p> - -<p>Nicolás Romero escogió el Estado de Michoacán para teatro de sus -hazañas.</p> - -<p>El león de la montaña, como le decían los franceses, era un hombre como -de treinta y seis años, de una estatura regular, con una fisonomía -completamente vulgar, sin ninguna<span class="pagenum"><a name="page_244" id="page_244"></a>{244}</span> barba, el pelo cortado casi hasta la -raíz, vestido de negro, sin llevar espuelas, ni espada, ni pistolas: con -su andar mesurado, su cabeza inclinada siempre, y sus respuestas cortas -y lentas, parecía más bien un pacífico tratante de azúcares ó de maíz, -que el hombre que llenaba medio mundo con rasgos fabulosos de audacia, -de valor y de sagacidad.</p> - -<p>Y sin embargo, Nicolás Romero era para sus enemigos y para sus soldados -un semidios, una especie de mito. Jamás preguntó de sus contrarios -¿cuántos son?; sino ¿dónde están?, y allí iba.</p> - -<p>Romero tenía orden de escaramucear y retirarse después sin pérdida de -tiempo para Tacámbaro.</p> - -<p>Pero Romero era un valiente, y no se contentó con esto, sino que se -batió un día entero con los franceses, y al otro emprendió su marcha.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Treinta leguas había caminado la división en cuatro días, y Romero -determinó dar un día de descanso á la fuerza.</p> - -<p>Estaban en una pequeña ranchería que se llama Papasindán.</p> - -<p>El camino que había traído la fuerza, y que era el mismo que debía -llevar el enemigo en caso de una persecución, era una vereda<span class="pagenum"><a name="page_245" id="page_245"></a>{245}</span> incómoda y -en donde no cabían dos hombres de frente, escabrosa, y costeando la -montaña; un ejército podía haberse descubierto desde una legua de -distancia, que tardaría lo menos tres horas en atravesar, y con cien -hombres podía cerrarse el paso á tres mil.</p> - -<p>Esta es una cañada en medio de montañas elevadas, pero montañas sin -árboles, sin verdura, sin vegetación. El ardiente sol de los trópicos -calcina los peñascos que las cubren; la yerba que se atreve á brotar, -muere como tostada por sus rayos, y apenas se descubren algunos arbustos -raquíticos y sin hojas, retorciéndose á la viveza del fuego que parece -circular en la atmósfera: ni aves, ni cuadrúpedos, ni aun insectos.</p> - -<p>Por eso la cañada de Papasindán forma un delicioso contraste: arroyos -caudalosos, grandes y majestuosas zirandas y parotas, muchas aves, mucho -ganado, y una grama verde y tupida. Es un oasis en aquel ardiente -desierto.</p> - -<p>Romero, pues, podía estar tranquilo.</p> - -<p>Pero la suerte de los hombres y de las naciones depende de la -Providencia.</p> - -<p>Eran cerca de las diez de la mañana; la tropa descansaba bajo los -árboles, los caballos desensillados pacían libremente, y los oficiales y -los jefes departían alegres en grupos esparcidos acá y allá.</p> - -<p>Se habían escuchado algunos tiros, luego<span class="pagenum"><a name="page_246" id="page_246"></a>{246}</span> un rumor extraño, y -repentinamente los zuavos, seguidos de una caballería de imperialistas, -invadieron el campo republicano.</p> - -<p>Nadie pensó en resistir; el pánico de la sorpresa se apoderó de todos, y -el enemigo mataba y aprisionaba sin el menor embarazo.</p> - -<p>La división de Nicolás Romero se deshizo como el humo, y el caudillo fué -hecho prisionero á pocos momentos.</p> - -<h3>IV</h3> - -<p>En los primeros días de su dominación en México, los franceses eligieron -por teatro de sus ejecuciones la plazuela de Santo Domingo, que está -casi en el centro de la población, y que tiene por límites, al Sur, -edificios particulares; al Norte, la antigua iglesia de los Dominicos, -que da su nombre á la plazuela; por el Oriente, el edificio de la -Aduana, y por el Poniente, una portalería que sirve de asilo á esos -escribientes y poetas pobres que se llaman en México vulgarmente -«Evangelistas,» y que, sentados en un pequeño taburete, delante de un -miserable pupitre, ganan escasamente su vida escribiendo y redactando -versos y cartas de todas clases para los criados domésticos, para los -aguadores y para los amantes pobres que no saben escribir;<span class="pagenum"><a name="page_247" id="page_247"></a>{247}</span> escritores -que son la primera grada de esa inmensa escalera en cuyo último peldaño -se disputan un lugar Milton y Shakespeare, Cervantes y Quintana, Víctor -Hugo y Lamartine, el Dante y el Petrarca.</p> - -<p>Aquella plazuela está verdaderamente empapada en sangre. Allí han sido -sacrificadas tantas nobles víctimas, que si un laurel ó una palma -brotara en memoria de cada martir, ese lugar sería el bosque más -impenetrable de la tierra.</p> - -<p>Pero hay modas hasta en el asesinato, y Santo Domingo cayó de la gracia -de los civilizadores de México, y la plazuela de Mixcalco pasó á la -categoría de favorita de los franceses.</p> - -<p>Mixcalco está al Oriente de la ciudad, cerca de la garita de San Lázaro.</p> - -<p>En otro tiempo había sido el lugar de la ejecución de los criminales; -por eso tal vez causaba cierto pavor á los habitantes de la ciudad, y -por eso casi siempre estaba desierta.</p> - -<p>Absurdas consejas corrían sobre aquella plazuela: quién contaba que un -hombre ahorcado allí por haberse robado unos vasos sagrados, paseaba de -noche envuelto en un sudario; quién refería que la cabeza de un reo -muerto impenitente, aparecía en las altas horas también de la noche, -pidiendo «confesión;» quién decía haber oído un grito agudísimo<span class="pagenum"><a name="page_248" id="page_248"></a>{248}</span> y -desgarrador que lanzaba una mujer vestida de blanco y con el pelo -suelto, y que era nada menos que una madre infanticida, muerta allí -mismo por manos de la justicia.</p> - -<p>Sea por esto, ó por lo que es más probable, por la escasez de agua de -aquél barrio, las casas que forman la plazuela se fueron quedando vacías -y arruinando; de modo que en la época en que los franceses ocuparon la -capital, sólo vivían por allí pobres carboneros que durante el día -salían á expender su mercancía.</p> - -<p>En aquél lugar triste y apartado debía tener su desenlace ese drama que -hemos visto comenzar en Papasindán.</p> - -<p>Se oyó un rumor en la multitud; el movimiento uniforme y simultáneo de -las armas de los franceses produjo, con la naciente luz del sol, un -relámpago siniestro que cruzó por encima del agrupado pueblo, y Nicolás -Romero, sereno y animoso, casi indiferente, penetró en el cuadro en -unión de otros dos oficiales que iban á sufrir su misma suerte.</p> - -<p>Infinitas precauciones había tomado la plaza para llevar á efecto la -sentencia; la popularidad de Romero y la notoria injusticia del -procedimiento hacían temer una sublevación popular. Se había adelantado -la hora; la guarnición estaba sobre las armas, la artillería lista, las -patrullas y la gendarmería en movimiento, y sobre todo, la policía -secreta,<span class="pagenum"><a name="page_249" id="page_249"></a>{249}</span> esa víbora que brota como la yerba venenosa de los pantanos, -del seno de los gobiernos impopulares, en una actividad espantosa.</p> - -<p>Romero fumaba desdeñosamente un puro. Los dos oficiales que le -acompañaban, y que también debían morir, eran: un subteniente que había -sido el mariscal de un escuadrón de la brigada de Romero, y el -comandante Higinio Alvarez, jefe de los exploradores de la misma -brigada. Romero iba envuelto en la misma capa que usaba en campaña, y -Alvarez en un zarape tricolor, que imitaba la bandera de la República.</p> - -<p>¿Para qué referir la ejecución? Los tres murieron con tanta sangre fría -y con tan orgulloso desdén, como si no fueran á morir.</p> - -<p>El sargento francés dió á Romero el golpe de gracia; y sin embargo, como -si aquella lama de gigante no hubiera podido desprenderse del cuerpo, al -conducir el cadáver de Romero á su última morada, hizo un movimiento tan -fuerte, que rompió el miserable ataúd en que le conducían sus verdugos.</p> - -<p>El pueblo se dispersó sombrío y cabizbajo.</p> - -<p>A las diez de la mañana de ese día, la tierra había bebido ya la sangre -de aquellos mártires; el sol había secado otra parte, y los vientos -habían borrado con su polvo los últimos rastros.<span class="pagenum"><a name="page_250" id="page_250"></a>{250}</span></p> - -<h3>V</h3> - -<p>Un sol de gloria da de lleno sobre esas tumbas abandonadas, y la patria -aun no señala con un monumento el lugar de tantas ejecuciones.</p> - -<p>¿Compareceremos ante el juicio de la historia con la fea marca de la -ingratitud? ¿No habrá quién coloque una piedra en ese Gólgota, para -decir á nuestros hijos: aquí levantó la iniquidad su <i>piedra de -sacrificios</i> para inmolar á los patriotas de la independencia mexicana?</p> - -<p>Nosotros desde el fondo de nuestro corazón enviamos el más santo de -nuestros recuerdos á los <span class="smcap">Mártires de la Libertad</span>, y consagramos en las -páginas del <i>Libro Rojo</i> la ofrenda de justicia á los héroes cuyos -sublimes hechos servirán de grandes enseñanzas á las futuras -generaciones.</p> - -<p class="r"> -<i>Juan A. Mateos.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_251" id="page_251"></a>{251}</span></p> - -<h2><a name="ARTEAGA_Y_SALAZAR" id="ARTEAGA_Y_SALAZAR"></a>ARTEAGA Y SALAZAR</h2> - -<p>Quisiera no tener la necesidad de escribir este artículo; los recuerdos -que para hacerlo tengo que evocar, punzan mi corazón, pues que á pesar -de los años que han transcurrido desde la época en que acaeció el -sangriento drama que voy á referir, hasta hoy siento aún aquella penosa -angustia que era consiguiente al negro y tempestuoso porvenir que nos -presentaba la lucha de independencia, y el doloroso vacío que dejaron en -mi alma las terribles ejecuciones de Arteaga y Salazar, Villagómez y -Díaz.</p> - -<p>Lo que voy á contar no está apoyado en documentos oficiales, ni en citas -históricas, ni en comentarios de sabios; es lo que yo mismo presencié, y -lo que llegó á mi noticia por las sencillas relaciones de los jefes, de -los oficiales y de los soldados que militaban á mis órdenes, y que -fueron hechos prisioneros en unión de Arteaga y de Salazar.<span class="pagenum"><a name="page_252" id="page_252"></a>{252}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Comenzaba el mes de Octubre de 1865, y la suerte no podía ser más -contraria para los republicanos que componíamos el ejército que se -llamaba del Centro.</p> - -<p>Reducidos á un número escaso de combatientes, con malísimo armamento, -con poco parque de fusil, y eso de mala calidad, faltos de recursos -pecuniarios, y sobre todo sin esperanza de mejora, los esfuerzos -combinados de todos los jefes, su fe ciega en el triunfo de la causa de -la Independencia de México, podían apenas mantener encendida la chispa -en las feraces montañas del heróico Estado de Michoacán.</p> - -<p>Arteaga era el general en jefe de aquel ejército, y en los días en que -pasaron los acontecimientos que voy á referir, el General Carlos Salazar -era el Cuartel-Maestre.</p> - -<p>El general D. José M. Arteaga era un hombre cuya edad difícilmente -podría haberse conocido en su rostro, porque su cutis rosado y -transparente como el de una dama, sus ojos negros, rasgados y -brillantes, y el fino bigote que sombreaba su boca, le daban el aspecto -de un joven que apenas contara veinticinco años; y sin embargo, Arteaga -pasaba ya de cuarenta; y sólo su obesidad, y la torpeza de sus -movimientos, provenida de las<span class="pagenum"><a name="page_253" id="page_253"></a>{253}</span> heridas siempre abiertas que tenía en las -piernas, podía desvanecer la idea que se formaba uno al ver su rostro -constantemente risueño y alegre.</p> - -<p>Salazar era casi de la misma edad que Arteaga; pero Salazar, por el -contrario, representaba tener mayor número de años de los que en -realidad contaba, y su aspecto era imponente, porque á las musculosas -formas de un Hércules se unía la frente despejada y serena, y la mirada -penetrante del hombre de gran inteligencia.</p> - -<p>Durante algún tiempo, Salazar y Arteaga estuvieron desavenidos, lo cual -fué causa de que el primero se separara temporalmente del servicio; pero -pocos días antes de la ejecución de ambos, Arteaga llamó á Salazar, -tuvieron una explicación en mi presencia, y sin dificultad volvieron á -reanudar su antigua amistad, y Salazar fué nombrado Cuartel-Maestre del -Ejército del Centro.</p> - -<p>¡Tristes días eran aquéllos para nosotros! En el mes de Julio de ese -mismo año habíamos sufrido un revés terrible en las inmediaciones de -Tacámbaro, atacados por la legión belga y por las fuerza imperiales que -mandaba Méndez, y de aquel desastre apenas habíamos salvado algunos -elementos de guerra; todo parecía perdido, y sin embargo, la constancia -y el entusiasmo de los jefes volvió á salvarnos del conflicto.<span class="pagenum"><a name="page_254" id="page_254"></a>{254}</span></p> - -<p>Por todas partes se trabajaba con una actividad prodigiosa; los -coroneles Villagómez, Vicente Villada y Francisco Espinosa por un rumbo, -Eugenio Ronda y Rafael Garnica por otro, Méndez, Olivares, Valdés, Díaz, -Alsate, etc., etc., todos levantaban é instruían batallones y -escuadrones, y para el día 1.º de Octubre, es decir, tres meses después -de la desgracia de Tacámbaro, pudimos pasar en Uruapan revista á una -división, formada de esta manera, y que contaba, ya con muy cerca de -cuatro mil hombres, y esto, fuera de los que habían quedado de -guarnición en algunas plazas como Zitácuaro, Huetamo, Tacámbaro, etc.</p> - -<p>Aquella revista se pasó en medio de la mayor alegría y del entusiasmo -más santo. Y tal era la fe de nuestros soldados, que al verse así -reunidos, se creían tan fuertes, que se hubieran atrevido á batirse -contra un ejército diez veces superior en número.</p> - -<p>Pero aquella alegría y aquel entusiasmo eran los precursores de nuevos -días de duelo y de tribulación; aquellas esperanzas iban á desvanecerse -como el humo, á disiparse como una nube de verano.<span class="pagenum"><a name="page_255" id="page_255"></a>{255}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El día 10 de Octubre, desde las diez de la mañana, comenzamos á tener -por diversos conductos, noticias de que Méndez, con una fuerte división, -había salido de Morelia y se dirigía á Uruapam con el objeto de -batirnos; y estas noticias, como era natural, nos tenían en alarma y -dispuestos para emprender la retirada ó salir al encuentro del enemigo, -según dispusiera el general en jefe.</p> - -<p>Sería la una de la tarde, cuando llegó á mi alojamiento uno de los -ayudantes del general Arteaga, á decirme que el General me esperaba en -su casa; seguí al ayudante, y encontré á Salazar y á Arteaga que -discutían sobre los movimientos del enemigo.</p> - -<p>—General;—me dijo Arteaga—el enemigo debe estar aquí á las cuatro de -la tarde; ¿qué opina vd. que debemos hacer?</p> - -<p>—Mi opinión—le contesté—es que debemos dar una batalla.</p> - -<p>Expliquéle en seguida mi plan, que no fué de su aprobación, y la -cuestión comenzaba ya á acalorarse, cuando entró el coronel Trinidad -Villagómez.</p> - -<p>Villagómez era un joven de veinticinco á veintiséis años, valiente, -pundonoroso, patriota de corazón, leal y muy dedicado al estudio; le -había yo encargado el mando de<span class="pagenum"><a name="page_256" id="page_256"></a>{256}</span> una pequeña brigada de infantería, que -con jefes tan dignos como Villagómez, prometía dar al Ejército del -Centro muchos días de gloria.</p> - -<p>El general Arteaga hizo á Villagómez la misma pregunta que poco antes me -había hecho á mí, y Villagómez fué de mi misma opinión.</p> - -<p>Entonces insistí yo; Salazar apoyó la opinión de Arteaga, y éste ordenó -la retirada.</p> - -<p>Pero esta retirada no debía hacerla nuestra fuerza en un solo cuerpo, -sino que debía dividirse en tres secciones: la primera con los generales -Arteaga y Salazar, tomaría el rumbo del Sur, internándose por la Tierra -Caliente; la segunda, á las órdenes del coronel (hoy general) Ignacio -Zepeda, se dirigiría al Estado de Jalisco, á expedicionar por Zapotlán; -y yo, con la tercera, debía ir hasta Morelia, si no á intentar la toma -de la ciudad, porque estaba fortificada y la mayor parte de mi fuerza -consistía en caballería, sí á poner en alarma á la guarnición.</p> - -<p>Con esta resolución ya se dictaron las disposiciones necesarias, y á las -cinco de la tarde, bajo una espantosa tempestad, comenzaron á desfilar -las tropas, tomando cada una de las secciones el rumbo designado: Zepeda -el camino de San Juan de las Colchas, Arteaga el de Tancítaro, y yo el -de la Sierra de Paracho.<span class="pagenum"><a name="page_257" id="page_257"></a>{257}</span></p> - -<p>En estos momentos, Méndez, con las tropas imperiales, estaba ya á muy -poca distancia de nosotros.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Arteaga llevaba la brigada que mandaba Villagómez, una sección que -estaba á las inmediatas órdenes del coronel Jesús Díaz, y algunos -piquetes de infantería y caballería que no estaban incorporados en -ninguna brigada.</p> - -<p>A pesar de la tormenta y del mal estado de los caminos, Arteaga hizo -caminar á la tropa que le acompañaba toda la noche del día en que se -efectuó la retirada, y al siguiente día llegaron al pueblo de Tancítaro.</p> - -<p>Aquella precipitación había sido una medida prudente, y que los -acontecimientos posteriores confirmaron de necesaria, porque el día 12, -en el momento en que los soldados iban á tomar «el rancho,» llegó la -noticia de que el enemigo estaba tan cerca de Tancítaro, que sin -permitirse tomar el primer bocado á los soldados, se emprendió -violentamente la retirada rumbo á Santa Ana Amatlán.</p> - -<p>Sin embargo, Méndez logró alcanzar la retaguardia de los republicanos; -pero Villada, que la cubría con un batallón, sostuvo bizarramente la -retirada, y por esta vez volvió á salvarse aquel pequeño ejército.<span class="pagenum"><a name="page_258" id="page_258"></a>{258}</span></p> - -<p>Toda la tarde y parte de la noche caminó Arteaga, hasta llegar á una -pequeña finca situada á siete leguas de Tancítaro, en donde acampó.</p> - -<p>La distancia recorrida por las tropas republicanas en aquel tiempo, -parecerá muy corta á los que no tienen conocimiento de los caminos por -donde tenían que atravesar; pero cuando se miran aquellos desfiladeros, -en que los infantes no pueden cruzar sino de uno en uno, en que los -jinetes necesitan echar pie á tierra, en que cada paso es un peligro, y -cada peligro es mortal, entonces es cuando se considera que aquellos -senderos, en el tiempo de las lluvias, son casi intransitables de día, y -la tropa los atravesaba de noche; entonces es cuando se comprende, por -qué se caminaba durante tanto tiempo para avanzar sólo unas cuantas -leguas de terreno.</p> - -<p>Por fin, aquellos pobres soldados, que apenas habían podido dormir, -hambrientos, fatigados y empapados por las constantes lluvias, llegaron -á Santa Ana Amatlán á la mitad del día 13.</p> - -<p>Arteaga y Salazar se creyeron en completa seguridad, fiados en la -vigilancia del coronel Solano, á quien el primero de aquellos generales -había ordenado que, con cincuenta caballos, permaneciese cerca de -Tancítaro, en observación de los movimientos de Méndez.</p> - -<p>Como para dar más seguridad á Arteaga,<span class="pagenum"><a name="page_259" id="page_259"></a>{259}</span> pocos momentos después de que -llegó á Santa Ana Amatlán, se le presentó un oficial de Solano, -pidiéndole, de parte de su jefe, un cajón de parque, y confirmó lo mismo -que habían dicho ya algunos exploradores: que el enemigo no había hecho -movimiento alguno.</p> - -<p>Arteaga, pues, sin temer nada, y seguro de que Méndez había dejado ya de -perseguirle, mandó desensillar, dispuso que se preparase la comida de la -tropa, y él mismo se retiró tranquilamente á su alojamiento, y quiso -descansar también, aunque fuera por algunas horas.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Las armas estaban en pabellón, los calderos comenzaban á hervir con la -pobre ración de carne, los soldados, abrumados por el ardiente sol de -aquellos climas, se procuraban un abrigo bajo los árboles y los portales -de la población, y los oficiales y los jefes buscaban en las modestas -tiendas algún alimento para calmar su necesidad.</p> - -<p>Repentinamente se escuchó un rumor extraño, carreras de caballos y de -hombres, y gritos y disparos de fusil, y luego la confusión más -terrible, más espantosa.</p> - -<p>Los republicanos habían sido sorprendidos y era inútil pensar en la -resistencia; un terror pánico se apoderó de los soldados, como<span class="pagenum"><a name="page_260" id="page_260"></a>{260}</span> sucede -siempre en estas ocasiones; y ya no escuchaban la voz de sus jefes, y no -volvían siquiera el rostro para el lugar en donde estaban sus armas, y -no pensaban más que en salvarse por medio de la fuga, que emprendieron -ciegos y por todas direcciones.</p> - -<p>Todos los jefes, incluso Arteaga, fueron sorprendidos en sus -alojamientos y hechos allí prisioneros: Salazar, con sus ayudantes y -algunos criados se hizo fuerte en su casa, y se batió durante algún -tiempo; pero fué obligado á rendirse, y solo el coronel Francisco -Espinosa, gracias á su sangre fría, logró escapar de las manos de los -imperialistas.</p> - -<p>Para consumarse aquella terrible desgracia, había bastado apenas una -hora, es decir, dos horas después de haber llegado Arteaga á Santa Ana -Amatlán, él y Salazar, y todos sus jefes y oficiales, y gran parte de -sus soldados estaban prisioneros.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¿Quién fué culpable de aquella sorpresa? ¿cómo pudo Méndez haber llegado -hasta Santa Ana Amatlán, sin ser sentido por las fuerzas del general -Arteaga, sin ser detenido por el coronel Solano y por el comandante -Tapia, que habían quedado con dos cuerpos de caballería cubriendo el -camino y en observación de los movimientos de los imperialistas? -Misterios<span class="pagenum"><a name="page_261" id="page_261"></a>{261}</span> han sido y son éstos para mí, á pesar del empeño que tomé -para saber la verdad.</p> - -<p>Arteaga, Salazar y muchos de los que con ellos iban en aquella -desgraciada expedición, creyeron que Solano y Tapia se habían puesto de -acuerdo con Méndez; pero esto me parece imposible, porque Solano era un -joven honrado y patriota, á quien se habían encargado comisiones -peligrosas, y siempre había correspondido perfectamente á la confianza -de sus jefes; y Tapia, por sí solo, nada hubiera podido hacer aún cuando -hubiera querido traicionar.</p> - -<p>A pesar de todo, algo habría podido averiguarse si en aquellos días no -hubiera muerto Solano de fiebre en el pueblo de Tancítaro; y como sucede -en las guerras de insurrección, la muerte de un jefe produce, -necesariamente, la desorganización más completa, y luego la dispersión -de las fuerzas que manda, sobre todo si son, como aconteció entonces, -tropas levantadas y organizadas por el mismo jefe, y merced á sus -esfuerzos y á sus simpatías personales.</p> - -<p>A Tapia no lo volví á ver más.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Treinta y cinco fueron los prisioneros hechos por Méndez en Amatlán, -inclusos los dos generales, y todos ellos, aun algunos heridos,<span class="pagenum"><a name="page_262" id="page_262"></a>{262}</span> pasaron -el resto de la tarde y la noche del día de la sorpresa, encerrados en un -cuarto, frente á cuyas ventanas las músicas de los vencedores tocaban -alegres sonatas, celebrando aquella poco costosa victoria.</p> - -<p>Al día siguiente se emprendió la marcha de regreso para Uruápam, y á los -treinta y cinco prisioneros se les entregaron quince caballos para que -pudieran caminar.</p> - -<p>Muchos tenían que marchar á pie, pero todos convinieron en que, de -preferencia, uno de los caballos debía servir al general Arteaga, y se -le dió en efecto.</p> - -<p>Arteaga era un hombre sumamente grueso y por consecuencia pesado y torpe -en sus movimientos; necesitaba, pues, una montura especial y una -cabalgadura fuerte y vigorosa, y ni una ni otra cosa se le daba; en vano -pidió que se le entregase la mula que él montaba ordinariamente, y que -con todo y arreos estaba en poder de los soldados de Méndez; nada -consiguió, y se encontró en la necesidad de montar el caballo que le -habían dado.</p> - -<p>El camino estaba casi intransitable; el caballo era débil, la silla -pequeña, y á cada paso el desgraciado general Arteaga caía con todo y -caballo, causándose grave mal en sus abiertas y dolorosas heridas.</p> - -<p>Salazar hacía casi todo el camino pie á tierra.</p> - -<p>Seis días duró aquella terrible peregrinación,<span class="pagenum"><a name="page_263" id="page_263"></a>{263}</span> durante la cual el -cansancio y los sufrimientos físicos y morales de los prisioneros, no -encontraron más compensación que las muestras de simpatía de los pueblos -del tránsito, y sobre todo de Uruápam, á donde llegaron el día 20 de -Octubre.</p> - -<p>Según me han referido los jefes que estaban allí entre los prisioneros, -ninguno, inclusos Arteaga y Salazar, creía que después de los días -trascurridos, se les fuera á fusilar, y en esta confianza ya todos -hablaban solo de las penalidades del camino, y del día en que -probablemente debían llegar á la capital de Michoacán.</p> - -<p>Descansaban todos reunidos en su prisión, adonde algunas buenas y nobles -familias les habían enviado abundantes comidas, cuando á las tres de la -tarde se presentó el coronel Pineda, y en alta voz llamó á los generales -Arteaga y Salazar, á los coroneles Villagómez y Díaz y al capitán -González, y los hizo pasar á una pieza inmediata.</p> - -<p>Ninguno de los otros prisioneros sabía cuál era el objeto de aquella -separación, pero todos los corazones lo adivinaron, todos comprendieron -que iba á representarse allí una terrible y sangrienta escena, todos, -sin vacilar, aseguraron que aquellos cinco separados iban á ser las -primeras víctimas.</p> - -<p>Entonces desapareció la tranquilidad, reinaron la incertidumbre y el -temor, y una nube<span class="pagenum"><a name="page_264" id="page_264"></a>{264}</span> de tristeza cubrió el rostro de aquellos desgraciados -que ya no esperaban sino su turno para morir.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>En aquellos días se había promulgado en la ciudad de Morelia el -tristemente célebre decreto llamado “del 3 de Octubre” por la fecha en -que fué expedido, y conforme á ese decreto que recibió Méndez en -Uruápam, iban á ser pasados por las armas los prisioneros.</p> - -<p>Pero ese decreto no podía aplicarse á hombres á quienes no se había -hecho conocer; ese decreto no podía autorizar al mismo Méndez cuando aun -no se promulgaba en los lugares en que él estaba, ni aun lo conocían sus -mismos oficiales.</p> - -<p>Nunca Arteaga, Salazar, Villagómez ni ningún otro de sus compañeros de -infortunio se habrían sometido al imperio, ni dejado de combatir por más -que ese y otros decretos los amenazaran con la muerte; pero en estricto -derecho, esa ley no pudo ni debió habérseles aplicado.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Separados ya de los demás prisioneros, Arteaga, Salazar, Villagómez, -Díaz y González, se les notificó que en la mañana del siguiente día -debían morir, y se les exhortó á prepararse para aquel horrible trance.<span class="pagenum"><a name="page_265" id="page_265"></a>{265}</span></p> - -<p>Todos ellos recibieron la noticia con noble serenidad, sin quejas, sin -recriminaciones, con un valor heróico.</p> - -<p>Pocos momentos después se presentó en la prisión el Sr. Ortiz, cura de -Uruápam, eclesiástico lleno de virtudes, hombre de corazón recto y de -sentimientos generosos; su palabra fué un bálsamo consolador para -aquellos desgraciados que no miraban en derredor más que rostros -amenazadores, y quizá risas sardónicas y de desprecio.</p> - -<p>El cura Ortiz no abandonó un solo instante á Salazar y á sus compañeros -que se sintieron ya menos abandonados, menos aislados en aquella última -y suprema hora de su vida.</p> - -<p>Toda la noche la pasaron escribiendo á sus familias y á sus amigos, y -dando sus últimas disposiciones, de las cuales fué encargado el padre -Ortiz, y en todas aquellas cartas se nota un pulso firme, un ánimo -sereno, una conciencia tranquila, y sobre todo un patriotismo ardiente.</p> - -<p>Consejos, recomendaciones, profesiones de fe política, todo con tanta -calma como si no les faltaran tan pocas horas para morir.</p> - -<p>Amaneció el día 21, y á las seis las tropas de Méndez salieron de sus -cuarteles y formaron el cuadro frente á la prisión.</p> - -<p>Eran ya los tres cuartos para las siete; había llegado el momento, y los -sentenciados se presentaron. A pedimento suyo se les permitió<span class="pagenum"><a name="page_266" id="page_266"></a>{266}</span> marchar -al lugar del suplicio sin llevar los ojos vendados.</p> - -<p>Con paso firme se adelantaron, Arteaga pálido pero sereno, Salazar fiero -y amenazador, Villagómez frío y desdeñoso, Díaz con una resignación -cristiana, González con un aire burlón y despreciativo.</p> - -<p>Salazar arengó á la tropa, pero como de costumbre, los clarines y las -cornetas, y las cajas de guerra resonaron ahogando su voz.</p> - -<p>Arteaga quiso arrodillarse para recibir la muerte, pero Salazar se lo -impidió; se oyó la voz de «fuego,» retumbó la descarga, y poco después -la columna imperialista desfilaba al lado de cinco cadáveres que Méndez -dejaba abandonados, sin cuidar siquiera de que se les diese sepultura.</p> - -<p>Aquella sangrienta ejecución en las montañas de Michoacán preocupó -apenas á los defensores de la intervención, y apenas se ocuparon de ella -los periódicos de las capitales; pero la historia la recogió en sus -fastos, y la justicia eterna la grabó en su libro, y quizá tuvo un -grande influjo en el porvenir.</p> - -<p>Dios es justo.</p> - -<p class="r"> -<i>Vicente Riva Palacio.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_267" id="page_267"></a>{267}</span></p> - -<h2><a name="MAXIMILIANO" id="MAXIMILIANO"></a>MAXIMILIANO</h2> - -<p><i>6 de Julio de 1832.</i></p> - -<p><i>19 de Junio de 1867.</i></p> - -<p>Aquella fecha fué el día en que nació Fernando Maximiliano José, -Archiduque de Austria. Esta, en la que murió.</p> - -<p>La ciudad de Viena, Schònbrum, fué su cuna; la de Querétaro, Cerro de -las Campanas, fué su tumba.</p> - -<p>Su nacimiento tuvo el esplendor grandioso de un regio alumbramiento. A -su muerte, un golpe eléctrico tocó todos los corazones, para no dejar -esa memoria, en el reposo del olvido. La luz de la existencia no se -extinguió en las tinieblas de su último día. Al morir acabó el hombre, -para dejar al dominio de todo el mundo la vida del príncipe, la del -político infortunado.</p> - -<p>¡Insondable es el destino del hombre!</p> - -<p>Al nacer, los plácemes se multiplican y se anuncia una esperanza de -felicidad.</p> - -<p>El que nace despierta toda la fe del porvenir.<span class="pagenum"><a name="page_268" id="page_268"></a>{268}</span></p> - -<p>Un príncipe que viene al mundo, es la alegría de la familia, es la -ilusión dorada de una dinastía; puede ser el genio benéfico de un -pueblo, de una sociedad entera. El contento se generaliza, y las -demostraciones de júbilo resuenan en el extenso ámbito de una monarquía. -Los más lisonjeros ensueños de los padres encuentran la entusiasta -predicción de los amigos, de los partidarios, de los adictos, y el -horizonte de la vida, se dilata más allá de donde en el curso natural de -la existencia se puede pasar.</p> - -<p>El príncipe, al nacer, parece que lleva un destino que cumplir: -inmortalizar con sus hechos un nombre que ya suena como gloriosa -herencia que en la sucesión de los siglos han conquistado sus -antepasados. Esperanza de gloria. Esperanza de inmortal nombre. -Esperanza de los amigos y de la patria; ella y ellos hacen votos porque -el príncipe esté predestinado para encumbrar los altos intereses de la -nación; y así lo quieren; porque también quisieran que el que nace para -gobernar, fuese un conjunto de las más grandes virtudes. El valor, la -generosidad, el genio, la más elevada educación, la ciencia y el amor á -la humanidad, debieran ser inseparables compañeros de los que se creen -con título para mandar.</p> - -<p>La pasión de mando en los príncipes, lo mismo que en los demás hombres -públicos,<span class="pagenum"><a name="page_269" id="page_269"></a>{269}</span> puede ser una virtud ó un vicio. El anhelo de hacer el bien, -es una virtud, y ese anhelo tiene á menudo los caracteres de una -pasión...... pasión inmensa, superior á todas las pasiones; porque ella -lisonjea las más nobles aspiraciones que el hombre puede traer á la -vida. Ser feliz por la felicidad pública, vivir para un pueblo, trabajar -sin descanso para una nación, darle vida, esplendor, nombre, poder, -independencia, respeto, bienestar, libertad, orden, paz, fraternidad y -dicha, es sin duda la más grande y noble pasión, como también la virtud -más digna del reconocimiento público.</p> - -<p>¡Cuántos hombres, sin embargo, habrán tenido estos ensueños, esos -delirios patrióticos, esas aspiraciones que embriagan, y qué distante -habrán visto el resultado! ¡Cuántas veces los medios empleados conducen -á las naciones al inverso fin de los pensamientos y proyectos -concebidos!</p> - -<p>Tomad vuestro libro, príncipes, recorred la historia, y al llegar á las -páginas de Luis XVI, Iturbide, Murat, Carlos I y Maximiliano, meditad en -ese destino.</p> - -<p>Abrid el vuestro, hombres públicos; y cuando lleguéis á las páginas de -Hidalgo, Morelos, Matamoros, Guerrero, Ocampo, Alberto Brum, César, -Cicerón, Terault de Sahelles, Filipeaux, Danton, Robespierre, Russel, -Riego, Camilo Desmoulin, y otros y otros, pensad<span class="pagenum"><a name="page_270" id="page_270"></a>{270}</span> con detenimiento en el -trágico fin de hombres que hoy suenan como gloria de las naciones que -impasibles los vieran morir. Llegad con valor á las tumbas de esos -príncipes y de esos hombres, removed su pasado entero, tocad uno á uno -los puntos de su vida pública, y fijad, si podéis, con criterio -indefectible, con la conciencia de juez severo, con la luz indeficiente -de la razón, con la firmeza de la conciencia universal, el motivo -determinado, seguro, fijo, que causó su muerte. Para ello, remontad -vuestro estudio á la intención, que es la guía de la criminalidad.</p> - -<p>No separéis vuestra atención de los propósitos. Detenéos un poco. Llamad -á la filosofía en vuestro auxilio. Con el espíritu indagador del -verdadero filósofo, buscad la criminalidad de los políticos en la -violación de una ley clara como la luz del día, evidente como el -sentimiento de nuestra existencia, universal como los preceptos de -moral. ¿La encontraréis siempre? No.</p> - -<p>¿Y la dañada intención de ejecutar una criminal voluntad?</p> - -<p>¿Y el propósito de hacer mal?</p> - -<p>¿Y la conciencia de sus faltas?</p> - -<p>¿Y la depravación de sus miras?</p> - -<p>¿Y el remordimiento de sus actos, y la agitación de su espíritu, y el -terror de su fuero interno, y la inquietud de su alma, y la pasión ciega -de sus deseos, y el abominable<span class="pagenum"><a name="page_271" id="page_271"></a>{271}</span> arranque de un corazón vengativo? ¿Lo -encontraréis? Decidlo. Decidlo con franqueza. La filosofía no permite -disimulo; externad vuestro juicio con la severidad filosófica de Catón.</p> - -<p>Pero ¿adónde vamos?</p> - -<p>¿A condenar la pena de muerte por delitos políticos?</p> - -<p>Esto ya lo hemos hecho. Derramar la sangre humana como medida represiva -ó preventiva, podrá tener su resultado positivo para la paz que forma el -vacío; pero hay en el fondo de nuestro corazón una profunda repugnancia, -inconcebible para algunos, poderosa para nosotros.</p> - -<p>En esa lucha de las necesidades públicas hay una verdad que respetamos -con toda sinceridad: la extinción de la pena capital es un pensamiento -que ha encontrado resistencias que han parecido invencibles. Políticos -profundos han creído que sin la pena de muerte la sociedad perdería sus -elementos de vida rompiendo el respeto que inspira la posibilidad de la -muerte por la ley.</p> - -<p>A través de diez y nueve siglos que tiene la era cristiana, no se han -podido realizar todas las esperanzas que despertó su existencia; pero la -lentitud del progreso asegura su triunfo sobre el desmoronamiento de los -antiguos elementos de política. La filosofía de la libertad vendrá más -tarde á purificar doctrinas que en<span class="pagenum"><a name="page_272" id="page_272"></a>{272}</span> su desarrollo detienen el espíritu -progresivo de la humanidad. El tiempo, armado de su poder irresistible, -con la sucesión de algunos años en que la paz, condenando las malas -pasiones, abra el alma á la luz de la enseñanza que entraña la -fraternidad, será el mejor obrero de lo que hoy se llama utopia -irrealizable.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>¡Sombra de Maximiliano, espíritu de ese príncipe en cuya defensa tuvimos -un encargo de confianza; desde esa mansión donde todo es luz, arrojad -alguna sobre este cuadro de vuestra vida, para pintar con caracteres de -innegable verdad las causas de un gran drama político!</p> - -<p>¿Qué causa determinó ese contraste de destino entre el nacer y el morir?</p> - -<p>¿Quién guió esos pasos que conducían al patíbulo á un príncipe heredero -de una gloria secular?</p> - -<p>¿Por qué causa vino á morir á Querétaro, en el Cerro de las Campanas, -quien pudo ser rey en Europa? ¿Qué había de común entre la dinástica -nobleza de Austria y el pueblo de esta República?</p> - -<p>México pasaba por una crisis cruel en su naturaleza misma; porque era -trágica y suprema. Las instituciones eran todo y eran nada; porque ellas -servían de bandera de libertad<span class="pagenum"><a name="page_273" id="page_273"></a>{273}</span> y de apoyo del Gobierno. Eran nada, -porque en la práctica no regían. Su vida perfecta era imposible en una -nación de combatientes. Era ese período en que se rompe para siempre con -las tradiciones del pasado. Las reformas religiosa y política habían -sacudido de raíz aquel árbol secular á cuya sombra la sociedad se forma -de una aristocracia de fueros y privilegios notables en el clero y en el -ejército. La ley de la igualdad se había proclamado, incorporando á las -clases privilegiadas dentro de una misma ley civil.</p> - -<p>El antagonismo de clase, condenado por los principios políticos, era una -nueva ocasión de guerra. La nacionalización de bienes eclesiásticos, -secularización de regulares, extinción de la vida monacal y demás -reformas religiosas, preparaban algunos espíritus para una lucha -sangrienta, como guerra de religión, interminable por un avenimiento; -porque alimentada por pasiones que tocaban los extremos, era terrible, -asoladora. Sus efectos se hacían sentir ya poderosos, cuando estalló la -revolución que proclamó en la patria de Washington la independencia de -los pueblos del Sur.</p> - -<p>Los gobiernos de Europa, que presentían las consecuencias de un triunfo -glorioso de la democracia, pensaron en que México pudiera ser un punto -de apoyo, un arsenal inmenso, un cuartel general para ulteriores -operaciones;<span class="pagenum"><a name="page_274" id="page_274"></a>{274}</span> y aprovechando las disensiones apasionadas de sus hijos, -ofrecieron crear una monarquía en la tierra de promisión, que -descubierta por el ilustre genovés Cristóbal Colón, fué la perla de la -corona de España.</p> - -<p>Esta colonia que llevó á su tesoro torrentes de plata y oro en cambio de -una civilización cristiana, no era aún conocida el año de 1862 en su -poder nacional.</p> - -<p>Frágil la memoria de los hombres poderosos, olvidaron pronto los -sacrificios de México, por su independencia, desconocieron su adelanto -en medio de sus guerras intestinas, y creyeron obra de una visita -militar la fundación de una monarquía que renovara las antiguas -tradiciones, despertando el espíritu de orden y obediencia en que tan -notable fué este virreinato por tres siglos.</p> - -<p>En los años pasados después de la independencia, la educación ha -cambiado las antiguas costumbres. México ha obtenido en medio siglo lo -que pudiera ser obra para otros pueblos de centenares de años. De 1821 á -1863 recorrió desde la monarquía absoluta hasta la república más -democrática, y la obediencia pasiva del antiguo sistema se ha cambiado -por los fueros de la libertad.</p> - -<p>Ese año de 1863 será siempre inolvidable en la historia de los sucesos -que vamos á referir; porque éste fué el período en que el príncipe -Maximiliano aceptó lo que, obra de los<span class="pagenum"><a name="page_275" id="page_275"></a>{275}</span> hombres, parecía altamente -glorioso en sus fines al archiduque de Austria.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Inglaterra, Francia y España, unidas por la convención de Londres el 21 -de Octubre de 1861, enviaron en Diciembre del mismo año al puerto de -Veracruz algunos miles de soldados, representada la primera para los -fines de la convención por Sir Charles Wyke. Ministro inglés residente -en México; la segunda por el Almirante Jurien de Lagravière y por el -Conde de Saligny, Ministro de Francia en México; y España por el -Teniente general don Juan Prim, Conde de Reus.</p> - -<p>El tratado que celebró en el pequeño pueblo de la Soledad, distante -pocas leguas de Veracruz, el Ministro de Relaciones D. Manuel Doblado, -permitió á las tropas de las tres naciones venir á Orizaba y Tehuacán, -ajustando un armisticio para acordar, entretanto, los medios de llevar á -un término prudente las diferencias que en lo ostensible tenían aquellas -naciones con la República Mexicana. Ese tratado que con el Sr. Doblado -firmaron los representantes de las tres naciones el 31 de Octubre de -1861, ha sido juzgado por muchos como el monumento más glorioso de la -habilidad diplomática de nuestro Ministro. Aplazada la guerra, podía -crear la división en<span class="pagenum"><a name="page_276" id="page_276"></a>{276}</span> los invasores, y permitir, además, que se viese -con claridad el fin á que se encaminaba y los medios de que disponían -cada una de las partes que formaron la convención.</p> - -<p>Había en lo íntimo, en lo secreto de las instrucciones reservadas que -traían los tres representantes, algo contradictorio que no podía -llevarlos á una inteligencia fácil, á un acuerdo seguro.</p> - -<p>Los representantes de España é Inglaterra vacilaron, los de Francia -traían una consigna que cumplir, Napoleón III quería un rey para este -suelo virgen. El príncipe que debía ceñir la corona, sería acaso dudoso; -pero la resolución estaba tomada. México sería una monarquía.</p> - -<p>Aun es un misterio si la voluntad enérgica del Conde de Reus rompió la -convención, llevando tras esta resuelta conducta el acuerdo del -representante de Inglaterra; ó si instrucciones superiores prepararon el -rompimiento que dejó al ejército francés solo en este suelo para llevar -adelante las órdenes de su gobierno, que ejecutaba por su cuenta y -riesgo, la más aventurada, peligrosa y estéril de cuantas intervenciones -se registran en los siglos de la historia política del mundo.</p> - -<p>La República supo con asombro que, rotas las estipulaciones del tratado -de la Soledad, avanzaban en son de guerra los franceses al mando del -general Laurencez, y ligeros encuentros<span class="pagenum"><a name="page_277" id="page_277"></a>{277}</span> en las Cumbres de Aculcingo, -obligaron á las tropas de la República, al mando en jefe del general -Zaragoza, á resistir el choque del ejército francés en la ciudad de -Puebla.</p> - -<p>El 5 de Mayo de 1862, á las once, comenzó la acción sobre el Cerro de -Guadalupe, y á las tres retrocedieron las fuerzas francesas, llevando ya -en su retirada á Orizaba, la convicción profunda de que la misión que -debían cumplir era algo más peligrosa que un paseo militar.</p> - -<p>México ha recogido en la memoria de esa jornada, la de un día de gloria -nacional que solemniza en su aniversario, como la de una segunda -independencia. El recuerdo del 5 de Mayo fué la bandera de la República -en sus días de prueba y de desgracia. Los nombres de los generales -Zaragoza, Mejía, Díaz, Berriozábal, Negrete y otros, han tenido desde -entonces un lugar de preferencia en el corazón de un pueblo que se -apasiona por la superioridad del valor en el cumplimiento del deber.</p> - -<p>Después de algunos meses, grandes refuerzos llegaron al ejército francés -mandado ya por el general Forey, y se emprendió un nuevo golpe sobre la -ciudad de Puebla, la que sucumbió el 17 de Mayo de 1863, obligada por un -sitio de más de sesenta días. El hambre puso término á ese sitio, -rindiéndose la<span class="pagenum"><a name="page_278" id="page_278"></a>{278}</span> plaza, después de romper el ejército mexicano sus armas -y clavado su artillería.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Hoy que Francia sufre, y los peligros y el sufrimiento fanatizan el amor -patrio, habrá comprendido Napoleón III, capitulando en Sedán, todo el -inmenso placer que habría en la victoria, toda la inmensa pena de las -derrotas, todas las inexplicables amarguras de una capitulación, y todas -las desgracias de conflictos entre pueblos que derraman su sangre, -gastan sus tesoros, aniquilan sus elementos de vida en luchas que -excitan las malas pasiones, en cuyo desenfreno todo lo pervierten, á -pesar de la buena índole de las masas. México, joven, nacida en este -siglo á la vida nacional, ha sido mártir por los celos extraños de su -propia infancia. Nacida y codiciada, independiente y dividida, su -escuela ha sido la guerra interior y exterior. Francia en el apogeo de -sus días, con su gobierno de veinte años, su rico tesoro, sus -preparativos de guerra, y teniendo por capital la ciudad de París, -centro del mundo, donde se encontraban bienestar y dicha, porque había -algo de magia en aquella gran ciudad para que el viajero de todo el -mundo, á pesar de la diversidad de sus hábitos y costumbres, encontrara -allí la asimilación de lo que<span class="pagenum"><a name="page_279" id="page_279"></a>{279}</span> era la patria, ha sido el objeto de todas -las miradas; era el baluarte poderoso donde por el hambre podrían -sucumbir hombres que, héroes en el combate, grandes en su patriótica -desesperación, tenían la sentencia de su destino en una triste -capitulación, después de ese sitio de titanes que será el asombro de los -tiempos modernos. El siglo XIX en sus transformaciones políticas, en su -marcha poderosa á los fines de la democracia, y en su grandeza -universal, necesitaba para ser inolvidable, el gigantesco sitio que -oprimió á la ciudad del orbe. Frente al poder del dinero, de la ciencia -y del progreso, se presenta la guerra, la muerte, la destrucción, el -sitio y el hambre.</p> - -<p>Francia y Prusia en gigantesco duelo, es víctima la primera, en medio de -su grandeza, y vencedora la segunda, provocada al duelo. París se -enloquece en su desgracia y enarbola la bandera de guerra civil. París, -antes resplandeciente de prosperidad y lustre, da muerte á su propia -vida devorando á sus propios hijos, arrojando, á semejanza del suicida, -elementos corrosivos á sus entrañas, para morir en el fuego, la -destrucción, el aniquilamiento y la desesperación.</p> - -<p>París, reina de las ciudades modernas, sociedad poderosa para imprimir -movimiento á las ciencias y á las artes, centro privilegiado del orbe -donde la historia ha grabado sus<span class="pagenum"><a name="page_280" id="page_280"></a>{280}</span> fechas gloriosas con monumentos que -recuerdan guerras, gobiernos, luchas, victorias, triunfo de la idea y -del arte; ciudad que llora hoy los más grandes infortunios que la más -negra imaginación no podía alcanzar; arrojad de vuestro seno los -elementos de esa vida cenagosa á que la corrupción levantara altares, y -Dios permitirá que de ese huracán espantoso de pasiones desencadenadas, -de ese fuego que destruyó la materia y el espíritu, brote la libertad -pura y santa, que haga á los pueblos hermanos en el progreso y émulos -sólo en el trabajo.</p> - -<p>¡Pobre Francia! ¡cuánto atormentan los terribles golpes de la adversidad -sobre las masas de un pueblo! ¡Cuántas víctimas inocentes que no merecen -el castigo de esas grandes desgracias!</p> - -<p>México ha sufrido los males del incesante anhelo de otras naciones para -intervenirla. Francia llora hoy la ardiente pasión del imperio, para -imponer su intervención á otras naciones. México pobre, debil, joven y -desheredada por sus propias y extrañas guerras, debe á la constancia de -sus hijos y á su fe, la restauración de la República. Su ejemplo lo ha -invocado Francia, no sólo como lección adversa de su política, sino como -bandera de guerra por su nacionalidad. Reciba nuestros votos por una paz -duradera que afiance en esa poderosa nación la libertad. Ella será -fecunda<span class="pagenum"><a name="page_281" id="page_281"></a>{281}</span> también para una gran parte del mundo que, por la lectura, por -la tradición, por la costumbre de imitar y por los hábitos de educación, -está dispuesta á aceptar la política de Francia, que tiene, por su -grandeza nacional, un poder mágico, casi irresistible, de propaganda y -de asimilación política.</p> - -<p>¡Cómo cambia el poder de las naciones constituídas al abrigo de un poder -personal! En 1863, Francia Imperial enviaba algo menos que el sobrante -de sus legiones á esta tierra víctima de sus disensiones civiles; y hoy -la República Mexicana envía los votos de muchos de sus hijos al pueblo -francés, por su pronta y sólida libertad. ¡Ojalá y ellos se cumplan! -¡Ojalá y el año de 1871, Francia regenerada y libre, sea también la -Francia de la paz y la prosperidad!</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>La tarde del 31 de Mayo de 1863 salió de esta ciudad el Sr. Presidente -D. Benito Juárez. Ese día tuvo lugar la clausura de la Cámara, y más -bien que una solemnidad, fué una lúgubre ceremonia. Era el adiós de -amigos que se dispersaban: fué la triste asistencia oficial de un día de -duelo para la patria. Tras de ese día todo era desconocido. El único -pensamiento de aquellas horas, era partir de la ciudad que debían ocupar -las fuerzas<span class="pagenum"><a name="page_282" id="page_282"></a>{282}</span> francesas como fruto de su triunfante expedición sobre -Puebla.</p> - -<p>La noche arrojaba sobre el alma de esta gran ciudad una melancolía -abrumadora. La agonía de una época, el término de un orden de cosas, el -misterio del día siguiente, daban un tinte sombrío á todas las -fisonomías. ¡Toda la noche fué de movimiento de salida! ¡Cuántas -lágrimas derramadas en ese día de luto! Una despedida sin saber el día -del regreso, tiene algo de semejante á la muerte.</p> - -<p>¿Cuándo volverán los que hoy salen?</p> - -<p>Sólo Dios puede saberlo......</p> - -<p>Esa pregunta del corazón y esta respuesta de la cabeza, daban á tan -triste despedida una amargura que es fácil sentir y difícil explicar.</p> - -<p>Los poderes de la federación se dispersaban, dándose una cita para el -interior del país. El Presidente de la República, al partir, había -renovado su inquebrantable juramento de vencer ó morir. La lucha era á -muerte, porque no cabía capitulación. Así lo había dicho este supremo -magistrado el 21 de Marzo, al recibir las felicitaciones como día de su -cumpleaños.</p> - -<p>Abiertas quedaron las puertas de la capital que no podía resistir, y -tomaron vida por casi todo el país los elementos de un nuevo orden de -cosas que generalizó el proyecto de la monarquía mexicana.</p> - -<p>En la dispersión de los poderes públicos,<span class="pagenum"><a name="page_283" id="page_283"></a>{283}</span> México quedaba sólo al abrigo -de un ayuntamiento presidido por el Sr. D. Agustín del Río. Hombre de -valor y de corazón generoso, inspirado por su ardiente amor á la patria, -supo llenar cumplidamente sus deberes, lo mismo que la corporación que -presidía. Merced á su actitud, la ciudad no sintió el enorme peso de la -crisis. La historia consagrará algún día una honrosa página al -Ayuntamiento de México y su digno Presidente.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El 1.º de Junio, un repique en la Catedral anunciaba que se abría para -la capital de la República Mexicana la primera página del libro de la -intervención. ¡Pobres campanas! inanimados pregoneros que hablan al -impulso del que los hiere, y lloran, gritan, pregonan y aplauden á -nombre del pueblo. ¡Cuántas veces pregonan lo que debieran callar! -¡Cuántas veces aplauden lo que debieran condenar! El atronador repique -con que se pretende á nombre del pueblo engañar al pueblo mismo, ha sido -el medio más usual con que solemniza la alegría oficial lo que ha sido -muchas veces el duelo de la Nación. Entonces, entre el ruido de la -armonía del repique, hay siempre una voz que habla más alto: es la -conciencia pública que condena el sacrificio de un pueblo.<span class="pagenum"><a name="page_284" id="page_284"></a>{284}</span></p> - -<p>La historia del período de la intervención, en sus detalles, no es del -momento. Pocos renglones debe ocupar la narración sencilla de la muerte -del infortunado Archiduque de Austria.</p> - -<p>Preparado el terreno por la invasión francesa, perdida para muchos la -esperanza de una restauración nacional; mientras la guerra de escisión -entre los Estados Unidos no llegara á un término, fatigado el espíritu -por la serie de incesantes revoluciones, el establecimiento, aunque -pasajero, de una monarquía, era un suceso que la más corta previsión -alcanzaba. El Imperio, para la Nación, sería un hecho; para los que lo -deseaban, una gloriosa conquista; y su duración un problema para muchos, -envuelto en el misterio del tiempo en que debieran realizarse los -grandes sucesos de América.</p> - -<p>El príncipe solicitado era Fernando Maximiliano, que residía en su -palacio de Miramar. Allí fué donde los enviados del Emperador Napoleón -hicieron despertar en su corazón ese sentimiento de gloria, por lo -grande y desconocido á que tenía irresistible inclinación. Allí fué -donde los augures del porvenir espléndido de una gran monarquía en el -mundo de Colón, fundaban con la riqueza de una imaginación fecunda el -trono de México. Allí las vacilaciones de un espíritu, que dominado por -la idea de la gran política, estaba sin<span class="pagenum"><a name="page_285" id="page_285"></a>{285}</span> embargo preparado para todo lo -que abría las puertas de ese futuro lleno de encantos por la pasión que -se llama gloria. Allí ese consejo íntimo de familia, con su esposa la -princesa María Carlota Amalia, que era su secretario, su amigo, su -confidente, la compañera, sin duda, de proyectos, de pensamientos y de -ensueños de un glorioso porvenir; y de allí partieron para esta tierra -regada por muchos años con la sangre mexicana.</p> - -<p>Más allá de la política, que glorifica á los hombres y apasiona á la -multitud, hay algo en una minoría que, con la fe del que mira en -lontananza los sucesos venideros, pronostica el porvenir como el apóstol -de una idea; combate y lucha por ella hasta el heroísmo, y sostiene la -verdad, desconocida para muchos, que parece el patriotismo especial de -un círculo reducido de hombres.</p> - -<p>Thiers y Julio Favre en Francia, Juárez, Zaragoza, Díaz y otros en -México, vaticinaron el mal éxito de la aventura monárquica, y predijeron -que la intervención sería para Napoleón III el camino seguro del abismo -donde sepultara su trono.</p> - -<p>Hasta donde se hayan realizado esas profecías, la historia contemporánea -puede ya apreciarlo.<span class="pagenum"><a name="page_286" id="page_286"></a>{286}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Maximiliano llegó á la capital de la República el 12 de Junio de 1864. -Pasados los primeros días, llamó en lo privado á algunos hombres del -partido liberal, y presentándoles un programa extenso sobre las bases de -independencia nacional, libertad y consolidación de las conquistas de la -Reforma, obtuvo de algunos su participio en la formación del gobierno.</p> - -<p>El programa podía condensarse en estas palabras:</p> - -<p>Difundir la enseñanza á costa de los más grandes sacrificios, promover -toda mejora material, alentando la colonización en masas y la -inmigración de ricos capitalistas, afianzar las conquistas obtenidas por -la República en favor de la libertad, y encaminar ésta á su aceptación -por todos los partidos.</p> - -<p>Difícil era la reconciliación de las clases y de los corazones. Ese -milagro político no podía ser el instantáneo fruto de un programa. Sólo -el tiempo y la libertad práctica unen á los hombres divididos en -política por opiniones encontradas.</p> - -<p>Francia gastaba, entretanto, algunos millones en el apoyo de su -aventura; pero el cansancio en una empresa toda de peligros, no tardó en -expresar palabras de arrepentimiento<span class="pagenum"><a name="page_287" id="page_287"></a>{287}</span> y de abandono. La versatilidad del -Imperio francés en los actos que llamaba de alta política, era una -presunción de que pondría término á sacrificios que no podían tener -compensación.</p> - -<p>El Príncipe Maximiliano luchaba con todo esfuerzo por nacionalizar su -gobierno, y su programa democrático, á su juicio, en lo compatible con -la forma monárquica, está consignado en seis tomos de decretos.</p> - -<p>Por un corto período, la fortuna sonrió á la monarquía. Las fuerzas de -la República habían perdido los grandes centros de las poblaciones, y el -Sr. Presidente D. Benito Juárez, y su ministerio compuesto de los Sres. -Lerdo, Iglesias y Mejía, se habían refugiado en Paso del Norte, pequeña -aldea en los confines de la República, á orillas del Río Bravo. Su fe -era su bandera, su constancia la base del porvenir.</p> - -<p>Algunos jefes de inquebrantable energía sostuvieron siempre la guerra; -entre ellos el ilustre general D. Vicente Riva Palacio, por cuyo encargo -escribimos esta sencilla historia.</p> - -<p>El país estuvo por un período sometido á la sorpresa de los grandes -sucesos; pero la impresión fué pasajera, y las armas de la República -acudieron á combates repetidos que despertaban en la Nación la fe del -porvenir.</p> - -<p>Cuernavaca era la residencia del Archiduque<span class="pagenum"><a name="page_288" id="page_288"></a>{288}</span> el mes de Junio de 1866, -cuando recibió las noticias definitivas sobre la conducta de Napoleón -III. Había resuelto retirar sus tropas y los recursos pecuniarios con -que apoyaba al imperio mexicano. Este dejaría de percibir los quinientos -mil pesos de que todos los mesen disponía á cargo del tesoro francés.</p> - -<p>Tan grave noticia tenía altamente preocupado al Príncipe, quien con su -triste fisonomía reveló á la Princesa Carlota el pesar de alguna nueva -desgracia. La mala posición á que se veía reducido el ensayo de -monarquía en México, despertó en el espíritu de los dos príncipes la -idea de enviar un comisionado, un embajador especial al Emperador -Napoleón, para exigirle francas explicaciones, resoluciones firmes sobre -sus compromisos para con el naciente y agitado imperio de México y muy -particularmente para con el mismo Archiduque de Austria, antes de partir -de Miramar. ¿Quién podrá desempeñar esta misión importante? decía -Maximiliano. ¿A quién escuchará Napoleón? ¿Quién podrá hacerle oir todos -los deberes que tiene que cumplir? ¿Quién podrá hacerle comprender las -consecuencias de su falta, si niega hoy lo que antes tenía ofrecido?</p> - -<p>Se trajeron á la memoria diversos nombres de personas á quienes el -Emperador de Francia en otro tiempo recibía de buena voluntad;<span class="pagenum"><a name="page_289" id="page_289"></a>{289}</span> pero que -en la situación á que habían llegado las cosas, con probable seguridad, -casi con evidencia, serían desairadas.</p> - -<p>En un momento de ese silencio que impone la perplejidad de ciertas -circunstancias, dijo la Princesa Carlota: «Yo tengo un embajador fiel á -todos sus compromisos políticos, resuelto á todos los sacrificios, y que -se hará escuchar de grado ó por fuerza. Ante su resolución no habrá -obstáculos.»</p> - -<p>«¿Quién puede reunir, dijo Maximiliano, todas esas virtudes de adhesión, -y además las facilidades de llegar oportunamente cerca de Napoleón para -contrariar resoluciones tomadas acaso de una manera irrevocable?»</p> - -<p>«Yo, contestó la Princesa Carlota, y tal vez sólo yo pueda lograr que se -modifique lo que respecto de México se tiene ya acordado.»</p> - -<p>El Archiduque meditó sobre este pensamiento, lo encontró oportuno, y -presentándole solo en oposición dificultades de viaje, recordó que -estaba próximo el 6 de Junio, que era el día de su cumpleaños, y que -según la tradicional costumbre de su casa, la Emperatriz recibía y hacía -todos los honores en la solemnidad de ese día.</p> - -<p>Los proyectos de conveniencia que se combaten con accidentes de fácil -solución, están aceptados. Así sucedió con el viaje de la Emperatriz. El -movimiento de la casa era luego el testimonio vivo de la resolución -tomada.<span class="pagenum"><a name="page_290" id="page_290"></a>{290}</span> El Emperador y la Emperatriz regresaron á México, y el seis de -Junio, después de las solemnidades de la mañana, se hicieron los -preparativos para el viaje á Europa.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El día ocho salió para Veracruz la Princesa Carlota, emprendiendo, con -el valor digno de un hombre, una empresa que era superior al empeño de -las más grandes habilidades diplomáticas.</p> - -<p>Francia, en la historia de su último imperio, y la del Vaticano en la de -sus días de prueba, tendrán que consagrar algunas líneas á la -infortunada y virtuosa Princesa Carlota Amalia visitando en 1866, -víctima ya de un principio de enajenación mental, á Napoleón III y á Pío -IX.</p> - -<p>En su ciencia y brillante educación no alcanzó todos los peligros de la -intervención en la República mexicana. La historia de todas las -intervenciones es la del suplicio de los pueblos, la del peligro de la -independencia, la del sacrificio de la autonomía, y muchas veces el de -los actores mejor intencionados. Los años que corren de este siglo daban -ya abundante materia para demostrarlo sin necesidad de las sangrientas -peripecias del gran drama en que tan sentido se presenta el fin de -Maximiliano, vencido, y la vida congojosa<span class="pagenum"><a name="page_291" id="page_291"></a>{291}</span> de la Princesa Carlota, que -es la personificación del pensamiento monárquico en la rectitud de su -intención y en la gloria de la fundación; pero también en el extravío de -su juicio, por confiar su suerte á una protección extraña, y en el -sufrimiento de su pesar profundo. Figura histórica, pasajera en su vida -real, transformada por su dolor en una existencia sombría y melancólica, -que conservando en su memoria las negras páginas de su martirio, sin el -orden que imprime el juicio, tiene grabado como en álbum fotográfico el -período de su vida en México. La memoria, el corazón y el entendimiento -funcionan en la demencia, siempre con el pasado á la vista; pero las -páginas de ese gran libro se desencuadernan, se confunden y mezclan, -para hacer de la vida un repertorio donde la memoria, sin orden y -armonía, sin concierto ni exactitud, renueva del tiempo feliz de la -razón lo que más hirió el conjunto de las facultades. La historia del -viaje de la Princesa Carlota, si llega á escribirse, podrá dar alguna -luz sobre la materia, y fijará también el verdadero período de su -enajenación mental. Maximiliano aparece, según la tradición, vivo en la -adoración de la Princesa su esposa; pero en el altar de sus rezos -derrama lágrimas que como flores deposita en la tumba de una memoria. -Tal vez junta en un solo punto, á semejanza de visión extraña, dos ideas -de vida<span class="pagenum"><a name="page_292" id="page_292"></a>{292}</span> y muerte como el que ve en medio de una tempestad lanzarse á -pique una nave sin socorro posible.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El mes de Noviembre de 1866 todo anunciaba la retirada del príncipe y la -del ejército francés. El primero marchó á Orizaba, y la <i>Novara</i>, que lo -trajo lleno de entusiasmo y de esperanzas, debía también conducirlo, -atormentado por el mal éxito de su empresa, á su antigua residencia de -Miramar. Lo esperaba en Veracruz para partir.</p> - -<p>El príncipe estaba de choque con el ejército francés, que abandonaba su -obra.</p> - -<p>Aun las relaciones de cortesía se habían cortado. El mariscal Bazaine y -el general Castelnau habían concertado la retirada del ejército francés; -y el voto unánime y sincero de los mexicanos era que jamás otra -intervención pisara este suelo privilegiado, que sólo necesitaba para su -prosperidad la unión de sus hijos. El imperio francés recibía una -lección severa. Los gobiernos que no miden las cuestiones exteriores más -que por la fuerza física, sacrificando la justicia, se suicidan, porque -preparan ellos su propio sacrificio. Francia, arrebatada por el poder -militar, sintió todo el peso de sus desgracias en la condenación -universal de su política, en el triunfo<span class="pagenum"><a name="page_293" id="page_293"></a>{293}</span> de la oposición y en la -aceptación tácita de la doctrina Monroe.</p> - -<p>Libre Maximiliano de los compromisos de la intervención, llamó á Orizaba -su Consejo, y sometió á su examen la resolución de su viaje. La duda -atormentaba su vida, y necesitaba una resolución. Creía llegado el -momento en que el hombre público debe pertenecer todo á su causa, á sus -principios, á sus partidarios.</p> - -<p>Muchos atribuyen á diversos miembros del Consejo, y muy particularmente -á las inspiraciones del jóven general Miramón, el regreso á México. -Nosotros no participamos por completo de esa opinión. Causas de otro -género fueron las que ocasionaron esa resolución. A la llegada del -paquete francés á Veracruz, en Noviembre, recibió el príncipe multitud -de telegramas combinados en cifras. ¿Qué traían de Europa esos -telegramas? No se ha sabido; pero el hecho es que al día siguiente se -dieron las órdenes de regreso, y fué gratificado el jefe de la oficina -del telégrafo con quinientos pesos, entregados en monedas de oro.</p> - -<p>Desde ese momento cambió la fisonomía del príncipe. Su vida tomó la -animación de quien tiene un gran propósito que cumplir. Aislado por su -propia voluntad los días anteriores, incomunicado con los demás, vagando -como un sonámbulo por los cercanos campos<span class="pagenum"><a name="page_294" id="page_294"></a>{294}</span> de Orizaba, volvió á la vida -cuando resolvió morir ó vencer, jugando la existencia hasta perecer en -la demanda.</p> - -<p>El 25 de Diciembre de 1866 salió para esta ciudad el Archiduque, con el -propósito de dar vida al ministerio conservador que había formado antes -de partir para Orizaba.</p> - -<p>Reciente la historia del gobierno del Imperio, no es posible tocarla en -el reducido espacio de que se puede disponer al ocuparse sólo de la -muerte del príncipe que fué elevado al trono. La historia de esa sombra -de gobierno monárquico no puede aún escribirse; porque las lecciones que -de ella se derivan, se pierden cuando todavía están vivos los -sentimientos de una lucha y de una restauración en un corto período de -tristezas y alegrías, de esperanzas y decepciones, de tragedias -políticas, de piedad y de rigor, de templanza y de exceso, de virtud y -de vicio, de persecución y de amnistía, de gemidos y de bendiciones, de -duelo y de vida.</p> - -<p>Los siete años de 63 á 70, son el gran libro de una historia rápida y -complexa, que á semejanza de la de los náufragos, estará llena de vida -en la narración misma de la agonía. Ella entrañará lecciones saludables -para un pueblo que, al sacudir el yugo de la fuerza extraña, ha -proclamado la libertad de todos sus hermanos.</p> - -<p>Esa historia la conocerán siempre aún los<span class="pagenum"><a name="page_295" id="page_295"></a>{295}</span> niños y las mujeres; porque -es la historia de los sentimientos populares y el fin de las disensiones -religiosas en la política militante. Las pasiones todas tomaron parte, -todas se mezclaron. El entusiasmo y el dolor se tocaban á cada paso como -resultado de esos resortes del corazón, que apasionado en una lucha de -hombres contendientes, son tan fieles y cumplidos como la -personificación de un deber sagrado, tan resueltos como una virtud -heroica, y tan firmes como ciegos por la fe, tan adictos á su causa como -á la de su Dios, su religión y su patria. Por esto creían muchos pelear, -y aun los seres inculpables en ese conflicto aterrador tributaban un -culto á la exaltación de sus propias pasiones, como la expresión de la -conciencia recta, como el eco de la conciencia nacional.</p> - -<p>Los más grandes errores toman en política las proporciones de un deber, -y á la pasión que se llama patriotismo, virtud facticia muchas veces por -su origen, pero sincera por el tiempo, sólo se le puede desarmar con la -frialdad de la razón, la luz de la justicia y la generosidad de los -sentimientos.</p> - -<p>Este período era el punto más grave en la escala de las disensiones de -los partidos; pero también debía ser el término de las profundas -divisiones.</p> - -<p>La confirmación que el Príncipe Maximiliano imprimió á las conquistas de -la libertad,<span class="pagenum"><a name="page_296" id="page_296"></a>{296}</span> á los hechos consumados, y á los principios de la -revolución por la reforma religiosa, puso el sello á cuestiones que -antes fueron el abismo de odios y de sangre entre los partidos.</p> - -<p>Los peligros de una existencia precaria para el porvenir de nuestra -patria, amenazada siempre por los elementos intestinos y conflictos -internacionales, ¿no abrirá el corazón mexicano á sentimientos de unión, -único vínculo de poder nacional?</p> - -<p>Estos eran los pensamientos de esa época, en que al través de un corto -período, todos veían como indefectible la restauración de la República.</p> - -<p>Entretanto, las fuerzas organizadas bajo la dirección de los Generales -Díaz, Escobedo, Corona y Riva Palacio, marchaban sobre las ciudades de -Puebla, México, Guadalajara, Toluca y Querétaro, donde los más -caracterizados jefes del partido militar, ligado en sus últimos días á -la suerte del archiduque de Austria, hacían grandes aprestos de -resistencia. Ingrata la suerte al príncipe, los franceses se retiraron, -dejando sin más apoyo á su protegido, que la fuerza mexicana y algunos -escuadrones de alemanes al servicio del Archiduque, mandados por dos -valientes jefes y el joven coronel Kevenüller.</p> - -<p>Todos los prodigios de valor habrían sido estériles contra el país -levantado en masa<span class="pagenum"><a name="page_297" id="page_297"></a>{297}</span> proclamando la restauración de la República. Una á -una fueron cayendo las ciudades en poder de las armas republicanas.</p> - -<p>Querétaro era el lugar que absorbía la atención del gobierno, porque un -fuerte ejército que mandaba en persona el archiduque Maximiliano era -compuesto en su mayor parte de jefes de un valor á prueba, de una -decisión enérgica. Bastaba que entre ese grupo estuviesen los generales -Miramón y Mejía, para comprender que la lucha sería sangrienta, -desesperada, heroica.</p> - -<p>Dos meses de sitio en que hubo combates dignos de una memoria especial -en la historia general del país, pusieron término á la lucha desigual -entre sitiados y sitiadores. Estos tuvieron abundantes recursos que les -enviaban de todo el país, abierto á su poder, mientras que en la ciudad -faltaban los elementos necesarios para la vida.</p> - -<p>Toda crisis política tiene su término, que es principio y fin de goces y -sufrimientos. La ocupación de una plaza sitiada es una página de doble -vista: para unos todo es vida, animación, alegría, gloria, poder, -porvenir, lisonjas, plácemes, felicitación; para otros es un negro -abismo.</p> - -<p>La ciudad de Querétaro el 15 de Mayo de 1867, que fué ocupada por las -fuerzas de la República al mando del general Escobedo, era para muchos -un cementerio donde más<span class="pagenum"><a name="page_298" id="page_298"></a>{298}</span> que por la muerte misma, tenía el alma de la -población una tristeza aterradora, porque era la tumba de mil -esperanzas, el sepulcro de una época. Pudiera ser la de personas -queridas......... y el misterio del porvenir arrojaba sobre el corazón -sus negras sombras, que sólo disipa el curso de los acontecimientos -elocuentes en su lenguaje, mudo para vaticinar el futuro, y poderoso -para abrir el horizonte.</p> - -<p>Al derrumbarse el imperio y caer el monarca en manos de los sostenedores -de la República, la vida se contaba por minutos, y todos los que se -deslizaban en la sucesión de las primeras horas, depositaban una -esperanza de salvación.</p> - -<p>Prisionero Maximiliano en el cerro de las Campanas, después de salir del -convento de la Cruz, fué conducido á Querétaro por el general D. Vicente -Riva Palacio. Las altas consideraciones con que este jefe lo distinguió, -quiso corresponderlas el archiduque con alguna demostración, y -dirigiéndose al general Riva Palacio, le dijo: «Permitidme, señor -general, que os ofrezca al entrar á mi prisión mi caballo ensillado: -recibidlo como una memoria de este día.»<span class="pagenum"><a name="page_299" id="page_299"></a>{299}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Una celda del convento de Capuchinas de Querétaro fué la prisión del -príncipe Maximiliano. Humilde como todas las habitaciones de quienes -hacen solemne voto de pobreza, aquella celda tenía que ser histórica. -Edificada para recibir en su seno los suspiros religiosos de alguna alma -que, rompiendo los vínculos de la tierra, sólo miraba en la eternidad la -esperanza de su dicha, recogía hoy á un hombre que en su destino adverso -tenía que mirar siempre al cielo como única fuente de donde podía venir -al alma la luz, ó siquiera de ella un débil rayo sobre la obscuridad en -que va la vida, que en todo su poder, en su pleno vigor, por todas -partes tiene la imagen de la muerte, por todas partes la presencia de la -agonía, que en todos los momentos oye la última hora que suena en el -reloj de la conciencia.</p> - -<p>Aquella celda, santificada tal vez años atrás por la vida pura de una -mujer santa, iba á ser la capilla donde depositara sus últimas oraciones -el descendiente de muchos reyes, el hermano del emperador de Austria, el -hijo del archiduque Francisco Carlos José.</p> - -<p>Querétaro era todo un cuartel militar. Vencedores y vencidos ocupaban la -plaza. Unos como guardianes y otros como prisioneros.<span class="pagenum"><a name="page_300" id="page_300"></a>{300}</span></p> - -<p>El Presidente de la República, desde San Luis Potosí, que era la -residencia del Gobierno, dió orden el 21 de Mayo, por conducto del -Ministerio de la Guerra, al general Escobedo, de abrir un proceso al -archiduque de Austria y á los generales D. Miguel Miramón y D. Tomás -Mejía. Seis días se tomó el Ministerio para dictar una resolución, que -quiso fuera hija de una profunda meditación, para que no estuviese -sujeta á los vaivenes de lo impensado.</p> - -<p>El príncipe Maximiliano quiso que el Sr. D. Mariano Riva Palacio y -nosotros fuésemos sus defensores, y así lo manifestó en el siguiente -telegrama:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Remitido de San Juan del Río, Mayo 25 de 1867.—Recibido en -Guadalupe Hidalgo á las 9 y 12 minutos del día.</p> - -<p>«El emperador Maximiliano al barón de Magnus, Ministro de Prusia en -México.—Tenga vd. la bondad de venir á verme cuanto antes, con los -abogados D. Mariano Riva Palacio y D. Rafael Martínez de la Torre, -ú otro que vd. juzgue bueno para defender mi causa; pero deseo que -sea inmediatamente, pues no hay tiempo que perder. No olviden vdes. -los documentos necesarios.—<i>Maximiliano.</i>»</p></div> - -<p>Para cumplir este encargo marchamos á Querétaro acompañados del ilustre -abogado<span class="pagenum"><a name="page_301" id="page_301"></a>{301}</span> D. Eulalio María Ortega, que por su ciencia y carácter -independiente era á propósito para encargarse de seguir el proceso -mientras íbamos á San Luis á pedir la vida de nuestro defendido. El -indulto era la única esperanza.</p> - -<p>En Querétaro había sido encargado también de la defensa un ilustre -abogado, el Sr. D. Jesús María Vázquez. La noticia de la prisión del -archiduque fué un rayo inesperado en esta ciudad, muy conmovida también -á la presencia y con los sufrimientos de un sitio. La inquietud de -aquellos días de angustia, sólo se calmaba con la confianza que -inspiraba el general Díaz y demás jefes superiores que mandaban el -ejército sitiador. El cuartel general era Tacubaya, por donde salimos el -1.º de Junio los defensores, acompañados en nuestro viaje á Querétaro -del barón Magnus, ministro de Prusia, y del Sr. Hoorick, encargado de -negocios de Bélgica.</p> - -<p>La severa ley publicada en 25 de Enero de 1862 por el ministro Doblado, -no permitía tener confianza en la absolución del consejo de guerra á que -se debía sugetar el archiduque. Someterse á esa ley y morir, era -consecuencia natural. Caer bajo la aplicación del decreto citado, era -perder hasta la más remota esperanza de otra pena que no fuese la -capital.</p> - -<p>El único arbitrio era pedir el indulto; y cuanto se hizo para lograrlo, -lo hemos publicado<span class="pagenum"><a name="page_302" id="page_302"></a>{302}</span> en el año de 1867, en el Memorandum de los -defensores.</p> - -<p>«Tomad los decretos del período de mi gobierno, decía el Archiduque en -las instrucciones verbales que nos dió; leedlos, y su lectura será mi -defensa. Mi intención ha sido recta, y el mejor intérprete de mis actos -todos, es el conjunto de mis diversas órdenes para no derramar la sangre -mexicana. La ley de 3 de Octubre fué creada para otros fines que no se -pudieron realizar. La consolidación de una paz que parecía casi -obtenida, era el objeto de esa ley que, aterradora en su texto, llevaba -en lo reservado instrucciones que detenían sus efectos. Dispuesto á -sacrificarme por la libertad é independencia de México, no habrá en el -examen de mi vida un solo acto que comprometa mi nombre. Decidle al -Presidente Juárez que me otorgue una entrevista que creo provechosa para -la paz de la República y para su porvenir.» Tales fueron las palabras -que como despedida dió el archiduque el 6 de Junio, al salir para San -Luis Potosí.</p> - -<p>El Presidente creyó que ningún motivo debía detener el curso del -proceso.</p> - -<p>El consejo de guerra continuó sus procedimientos, y el 14 de Junio de -1867 se pronunció la sentencia, después de haber agotado los abogados -Ortega y Vázquez, en Querétaro, cuanto recurso tiene un defensor.<span class="pagenum"><a name="page_303" id="page_303"></a>{303}</span></p> - -<p>La sentencia, es esta:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Vista la orden del C. General en Jefe, del día veinticuatro del -pasado Mayo, para la instrucción de este proceso; la del veintiuno -del mismo mes, del Ministerio de la Guerra, que se cita en la -anterior, en virtud de las cuales han sido juzgados Fernando -Maximiliano de Hapsburgo, que se tituló Emperador de México, y sus -generales Miguel Miramón y Tomás Mejía, por delitos contra la -Nación, el orden y la paz pública, el derecho de gentes y las -garantías individuales: visto el proceso formado contra los -expresados reos, con todas las diligencias y constancias que -contiene, de todo lo cual ha hecho relación al Consejo de Guerra el -fiscal, teniente coronel de Infantería C. Manuel Aspiroz: habiendo -comparecido ante el Consejo de Guerra que presidió el teniente -coronel de Infantería Permanente, ciudadano Rafael Platón Sánchez: -todo bien examinado con la conclusión y dictamen de dicho fiscal, y -defensas que por escrito y de palabra hicieron de dichos reos sus -procuradores respectivos: el Consejo de Guerra ha juzgado -convencidos suficientemente: de los delitos contra la Nación, el -derecho de gentes, el orden y la paz pública, que especifican las -fracciones primera, tercera, cuarta y quinta del artículo primero, -quinta del artículo<span class="pagenum"><a name="page_304" id="page_304"></a>{304}</span> segundo, y décima del artículo tercero de la -ley de veinticinco de Enero de mil ochocientos sesenta y dos, á -Fernando Maximiliano; y de los delitos contra la Nación y el -derecho de gentes, que se expresan en las fracciones segunda, -tercera, cuarta y quinta del artículo primero, y quinta del -artículo segundo de la citada ley, á los reos Miguel Miramón y -Tomás Mejía; con la circunstancia que en los tres concurre, de -haber sido cogidos infraganti en acción de guerra, el día quince -del próximo pasado Mayo, en esta plaza, cuyo caso es del artículo -veintiocho de la referida ley; y por tanto condena con arreglo á -ella á los expresados reos Fernando Maximiliano, Miguel Miramón y -Tomás Mejía, á la pena capital, señalada por los delitos referidos.</p> - -<p>«Querétaro, Junio catorce de mil ochocientos sesenta y -siete.—<i>Rafael Platón Sánchez.</i>—Una rúbrica.—<i>Ignacio -Jurado.</i>—Una rúbrica.—<i>Emilio Lojero.</i>—Una rúbrica.—<i>José V. -Ramírez.</i>—Una rúbrica.—<i>Juan Rueda y Auza.</i>—Una rúbrica.—<i>Lucas -Villagrán.</i>—Una rúbrica.—<i>José C. Verástegui.</i>—Una rúbrica.»</p></div> - -<p>El fallo del Consejo fué confirmado en los términos siguientes:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Ejército del Norte.—General en Jefe.—Conformándome con el -dictamen que antecede<span class="pagenum"><a name="page_305" id="page_305"></a>{305}</span> del ciudadano asesor, se confirma en todas -sus partes la sentencia pronunciada el día catorce del presente por -el Consejo de Guerra, que condenó á los reos Fernando Maximiliano -de Hapsburgo, y á sus llamados generales D. Miguel Miramón y D. -Tomás Mejía, á ser pasados por las armas.</p> - -<p>«Devuélvase esta causa al Ciudadano Fiscal, para su ejecución.</p> - -<p>«Querétaro, Junio diez y seis de mil ochocientos sesenta y -siete.—<i>Escobedo.</i>—Una rúbrica.»</p></div> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El 16 de Junio de 1867, en la celda de su prisión, preocupado acaso por -lo adverso de su destino, á las once de la mañana se notificó la -sentencia al príncipe que había pretendido fundar una monarquía en la -República Mexicana llamándose Maximiliano Emperador de México. No se -inmutó, ni dió testimonio alguno de sorpresa ó indignación. Su respuesta -fué lacónica, pero muy expresiva. Dijo: «<i>Estoy pronto.</i>» El valor le -acompañaba siempre, y no le faltó en la hora suprema de la agonía, en -medio de una vida llena de vigor. Sin duda había pensado mucho en aquel -momento, y su raza y su sangre le habían dado en instantes tan críticos -la frialdad alemana que parecían disimular en los buenos tiempos,<span class="pagenum"><a name="page_306" id="page_306"></a>{306}</span> su -fisonomía franca y expresiva en sus pasiones, su razón pronta y -oportuna, su espontánea palabra, su locución de artista, su deseo de -cautivar, su inquietud incesante en trabajos diversos, su entusiasmo -ardiente por las ideas de su programa, y su amor á la popularidad. -Dominaba en aquella naturaleza mucho de la susceptibilidad latina, que -no es compañera de la inalterable tranquilidad sajona.</p> - -<p>Había en aquel sentenciado á muerte una resignación que se asemejaba a -una extraña, inexplicable y casi espontánea conformidad. Superiores los -acontecimientos á las fuerzas y á la voluntad del hombre, Dios imprime -el sello de sus altos decretos á los golpes rudos de la adversidad, ante -la que se postra la naturaleza humana para pedir misericordia, no al -mundo ni á sus pasiones, sino al único Juez infalible de la conciencia -del hombre.</p> - -<p>Católico el príncipe, tomó sus disposiciones espirituales. Arregló -también su testamento bajo la impresión dolorosa de la muerte de la -princesa Carlota Amalia. La lloró muerta por la Providencia, á la que -bendijo en medio de su dolor.</p> - -<p>Había muerto, en efecto, para la vida animada, para los placeres y la -dicha. Su razón extraviada la colocaba en ese mundo siempre nuevo y -siempre misterioso de la enajenación mental, en que la brújula del -criterio se pierde<span class="pagenum"><a name="page_307" id="page_307"></a>{307}</span> en los delirios incomprensibles de una enferma -imaginación.</p> - -<p>¡Pobre mujer que no ha tenido el consuelo de llorar á plena luz, con -conciencia perfecta, y el corazón comprimido por todo el peso de su -dolor! ¡Desdichada princesa, que acaso tiene un instinto superior á su -extravío, y á medias percibe y mide, allá en el fondo de sus lúgubres y -siniestros desvaríos, la gravedad de su infortunio!</p> - -<p>Algunas lágrimas del príncipe á la memoria tierna de su esposa, le -volvieron la serenidad, y su alma, llena de pensamientos y sin dudas -sobre el destino del hombre más allá de la tumba, sintió la paz de quien -está dispuesto á la muerte, como el paso para otra vida.</p> - -<p>¿A dónde dirige el alma sus primeros pensamientos después de una -sentencia de muerte? ¿Dios y la familia serán la primera impresión tan -grande y dolorosa, como aterrador el paso que abre las puertas de la -eternidad? ¿Habrá en el espíritu una maldición para los hombres y una -bendición al Sér Supremo?</p> - -<p>Morir en salud, perder la vida sin agonía, saber el momento preciso de -un adiós eterno á los amigos, á la patria, á la familia, y no saber qué -hay más allá de ese instante supremo en que el cuerpo, perdiendo sus -resortes, cae en el abismo de una eterna noche para penetrar<span class="pagenum"><a name="page_308" id="page_308"></a>{308}</span> el -misterio de la eterna vida, tiene algo de dolor profundo y de -resignación filosófica. La conciencia se abre toda para iluminarse como -á la luz de un relámpago, y la revista en examen de la vida pasada, es -tan súbita, que se dibujan, sin duda, como puntos de meditación, los -grandes bienes y los grandes males de la conducta. Al tocar el término -de la vida, cuando llegamos al terrible enigma que separa el tiempo de -lo infinito, ¿será todo luz, todo evidencia, porque allí esté la -presencia de Dios iluminando la conciencia del hombre?</p> - -<p>Maximiliano, Miramón y Mejía, en sus tres celdas de Capuchinas, oyeron -casi al mismo tienpo su sentencia de muerte. Al juzgar por su serenidad, -la vieron como la transformación gloriosa de la vida. Compañeros de -campaña, prisioneros del mismo día, juntos debían morir. Miramón -realizaba un pensamiento de su vida. Al ver en Europa el sepulcro del -mariscal Ney, había dicho: “Esta muerte es dulce porque es pronta. -Gloria en la vida, honor en la historia y muerte rápida si el destino es -adverso, es una carrera, que yo apetezco.”</p> - -<p>En la resignación de la muerte hay un sello de grandeza que da á el alma -el brillo de grandes pensamientos, y al corazón un manantial de -sentimientos tiernos para la vida, y de esperanzas para la eternidad.<span class="pagenum"><a name="page_309" id="page_309"></a>{309}</span></p> - -<p>Maximiliano, á la presencia de sus últimas horas, trajo á su corazón -toda la fuerza de quien ha querido hacer de su vida por los peligros una -existencia de gloria, y de su muerte por su valor, una historia toda de -vida. Formó su testamento como soberano y como artista. Encargó que se -escribiese la historia de su gobierno, y también que se acabasen -trabajos de arte en Miramar; hizo obsequios como memoria de despedida, y -puso cartas expresivas de gratitud á sus defensores. Habló de sus -amigos, de sus adictos, y tributando un culto de adoración al porvenir -que no le pertenecía, á ese futuro que no podía mirar, su conversación -frecuente era la paz de la República, la unión de los mexicanos: bajo -esta impresión escribió al Sr. Juárez la carta siguiente:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Sr. D. Benito Juárez.—Querétaro, Junio 19 de 1867.—Próximo á -recibir la muerte, á consecuencia de haber querido hacer la prueba -de si nuevas instituciones políticas lograban poner término á la -sangrienta guerra civil que ha destrozado desde hace tantos años -este desgraciado país, perderé con gusto mi vida, si su sacrificio -puede contribuir á la paz y prosperidad de mi nueva patria. -Intimamente persuadido de que nada sólido puede fundarse sobre un -terreno empapado de sangre y agitado por violentas conmociones,<span class="pagenum"><a name="page_310" id="page_310"></a>{310}</span> yo -conjuro á Ud. de la manera más solemne y con la sinceridad propia -de los momentos en que me hallo, para que mi sangre sea la última -que se derrame, y para que la misma perseverancia que me complacía -en reconocer y estimar en medio de la prosperidad con que ha -defendido Ud. la causa que acaba de triunfar, la consagre á la más -noble tarea de reconciliar los ánimos, y de fundar de una manera -estable y duradera la paz y tranquilidad de este país infortunado.»</p> - -<p class="r"> -«<span class="smcap">Maximiliano.</span>»<br /> -</p></div> - -<p>No satisfecho aún con esa carta, encargó al Sr. Lic. Vázquez, que al -llegar el Presidente Juárez á Querétaro le hiciese luego una visita á su -nombre, y le dijera que al morir Maximiliano no llevaba á la tumba -resentimiento alguno.</p> - -<p>El Sr. Vázquez cumplió el encargo, y el Presidente contestó manifestando -toda la pena que había tenido en aplicar inflexible la ley por la paz de -la República.</p> - -<p>Estas palabras eran el resumen de lo que los defensores habíamos oído en -San Luis, cuando perdida toda esperanza pedíamos aún economía de sangre, -como prenda de reconciliación; y el Sr. Juárez decía:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Al cumplir Uds. el encargo de defensores, han padecido mucho por -la inflexibilidad del<span class="pagenum"><a name="page_311" id="page_311"></a>{311}</span> Gobierno. Hoy no pueden comprender la -necesidad de ella, ni la justicia que la apoya. Al tiempo está -reservado apreciarla. La ley y la sentencia son en el momento -inexorables, porque así lo exije la salud pública. Ella también -puede aconsejarnos la economía de sangre, y este será el mayor -placer de mi vida.»</p></div> - -<p>Estas fueron las últimas palabras que oímos en San Luis Potosí la noche -del 18 de Junio, después de haber presentado tres exposiciones pidiendo -el indulto, y de haber agotado en multitud de conferencias los recursos -de nuestros sentimientos y de nuestro entendimiento.</p> - -<p>En espera de algún incidente favorable á la vida de nuestro defendido, -habíamos pedido una ampliación del término para la ejecución, que se -difirió para el miércoles 19, y en ese período Maximiliano puso el -siguiente despacho:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Línea telegráfica del Centro.—Telegrama oficial.—Depositado en -Querétaro.—Recibido en San Luis Potosí á la 1 hora 50 minutos de -la tarde, el 18 de Junio de 1867.—C-. Benito Juárez.—Desearía se -concediera conservar la vida á D. Miguel Miramón y D. Tomás Mejía, -que anteayer sufrieron todas las torturas y amarguras de la muerte, -y que como manifesté al ser hecho prisionero, yo fuera la única -víctima.—<i>Maximiliano.</i>»</p></div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_312" id="page_312"></a>{312}</span></p> - -<p>Nada se obtuvo, y cuando se cerró la puerta de toda esperanza, -comprimido nuestro espíritu por el fin trágico que se presentaba á -nuestra vista, pusimos este telegrama:</p> - -<div class="blockquot"><p>«Telegrama de San Luis Potosí para Querétaro.—Junio 18 de -1867.—Sres. Lics. D. Eulalio María Ortega y D. Jesús M. -Vázquez.—Amigos: todo ha sido estéril. Lo sentimos en el alma, y -suplicamos al Sr. Magnus presente á nuestro defendido este -sentimiento de profunda pena.—<i>Mariano Riva Palacio.</i>—<i>Rafael -Martínez de la Torre.</i>»</p></div> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>En la mañana del miércoles 19 de Junio, formadas las tropas en la ciudad -de Querétaro, sonaban las seis cuando salían de su prisión Maximiliano, -Mejía y Miramón. Antes de salir habían oído misa, que dijo el padre -Soria. ¡Cuánta veneración hubo en aquel acto religioso! ¡Con qué respeto -se asiste al solemne oficio de una religión que alumbra en el último -momento de la vida el porvenir de la que no tiene fin!</p> - -<p>Al salir Maximiliano de la prisión, abrazó á los Sres. Ortega y Vázquez. -Marchó al suplicio con la calma de quien ve el fin de una jornada, como -el principio de una gloriosa conquista.<span class="pagenum"><a name="page_313" id="page_313"></a>{313}</span></p> - -<p>El Cerro de las Campanas era el lugar designado para el trágico fin del -segundo imperio en México.</p> - -<p>Poco antes de la hora de salida, comprendió que se acercaba el último -momento de la vida. Después de dar un abrazo al joven militar que debía -mandar la ejecución, salió del convento de Capuchinas, y como despedida -tierna y expresiva de todo lo que le rodeaba, dijo:</p> - -<p>«Voy á morir......»</p> - -<p>Voy á morir.... Negro, horrible pensamiento, presencia de insondable -abismo, lúgubre, aterrador sentimiento que sobrecoge al espíritu de -miedo y pavor, que anonada y aterra al corazón que aun ama, que tiene -gratas impresiones, que acaricia aún esperanza de la vida; pero -Maximiliano, notificado de muerte; se había despedido del mundo para no -verlo más...... ni una ilusión, ni una esperanza alimentaba. Extranjero -en su patria adoptiva, sólo en el mundo nuevo de una prisión, su alma no -tenía ya quejas que exhalar, ni memorias que evocar. Su dolor fué mudo y -grande, muy grande su disimulo, ó grande, mucho más grande su -resignación filosófica, su conformidad cristiana, la aceptación valerosa -de su destino adverso.</p> - -<p>En tres coches caminaban al cerro de las Campanas, acompañados cada uno -de un sacerdote, Maximiliano, Mejía y Miramón.<span class="pagenum"><a name="page_314" id="page_314"></a>{314}</span></p> - -<p>¿Qué pensamientos llevaba en su alma el infortunado príncipe -Maximiliano? ¿Qué sentimientos se desbordaban de su corazón?</p> - -<p>¿La luz purísima de ese cielo azul de Querétaro en la mañana del 19 de -Junio, al caminar al lugar de la muerte, llevaría al alma de Maximiliano -la amargura de la nada en la vida que se extingue, la verdad terrible -del polvo en que se resuelve aún la más gloriosa existencia? ¿La razón -fría y expedita, ó las pasiones nobles y generosas, serían sus -compañeros al abrirse á sus pies la sepultura de su terrestre vida? ¿La -noche eterna de la tumba embargaría antes con su impenetrable obscuridad -todas las potencias? ¿Esa luz diáfana, brillante, sería la atmósfera en -que se hacía sensible la presencia de Dios para el que en su infortunio -lo invocaba como el único consuelo?</p> - -<p>Ni un solo pensamiento de odio, ni un sentimiento de disgusto, ni una -palabra de rencor se le oyó á Maximiliano; y su alma y su corazón, su -memoria del pasado y su pensamiento del porvenir, formaban una corriente -incesante de votos por la paz de la República y su libertad é -independencia. Estas fueron sus últimas palabras:</p> - -<p>«Voy á morir por una causa justa, la de la independencia y libertad de -México. ¡Que mi sangre selle las desgracias de mi nueva patria! ¡Viva -México!»<span class="pagenum"><a name="page_315" id="page_315"></a>{315}</span></p> - -<p>Maximiliano, sin ligas ni vínculos sagrados de parentesco, sin patria -que recibiera sus restos inanimados en un monumento destinado á la -memoria de los grandes de Austria, sin familia que llorase su muerte, -hizo de México, de sus amigos, de sus defensores, de sus adversarios, de -sus jueces, de sus vencedores, su propia familia; porque á todos -consagró recuerdos, y para todos deseaba bien y felicidad. Sus -conversaciones, sus votos todos y sus últimas cartas, son irrecusable -testimonio de esta verdad.</p> - -<p>Sus últimos momentos fueron sin duda de oración. El que cree, ora. -Hablar con Dios cuando se tocan las puertas de la eternidad, es ley del -pensamiento. Este forma la parte de nuestro sér divino; y cuando se -rompe el velo de la vida para descubrir el misterio de la eternidad, -Dios y el alma son inseparables. Entre la altura del Sér omnipotente y -el camino que conducía al cerro de las Campanas, había una cadena -impalpable: no estaba sugeta al dominio de los sentidos, porque la -verdadera oración es mental; pero Maximiliano pensaba en Dios, en su -omnipotencia, en su misericordia, y Dios recibía esta corriente de -pensamientos como la expresión sincera y religiosa de quien cumple lleno -de fe los deberes de un providencial destino.</p> - -<p>Maximiliano, Mejía y Miramón, poetizaron con el valor su muerte. Antes -de pronunciar<span class="pagenum"><a name="page_316" id="page_316"></a>{316}</span> el primero las palabras que precedieron á la descarga que -imprimió á su vida tan trágico fin, dió á cada uno de los soldados un -maximiliano de oro, moneda valor de veinte pesos mexicanos. Momentos -después, traspasado su cuerpo, cayó desprendido de los espíritus -vitales. Una descarga arrancó su alma del cerro de las Campanas, para -que fuera á ser juzgada por el único Juez infalible. Su cuerpo quedó á -merced de los elementos que combaten la corrupción de la materia, y su -nombre fué saludado como el del héroe mártir del gran drama de la -intervención en México.</p> - -<p>El 6 de Julio de 1832, una multitud saludaba llena de entusiasmo el -nacimiento de un príncipe de la casa de Austria.</p> - -<p>El 19 de Junio de 1867, una multitud lloraba la muerte del príncipe -Maximiliano.</p> - -<p>Nació en medio de los suyos, rodeado de una familia numerosa, en medio -de un pueblo amigo.</p> - -<p>Murió lejos de sus parientes, separado de toda su familia; pero la -política es una liga superior á las de sangre, más poderosa que las de -afinidad. El amor y el odio son el fruto de la política. Ella forma -alianzas impalpables, vínculos sin pacto, simpatías de instinto, afectos -profundos, adhesión inmensa, entusiasta hasta el delirio, resuelta hasta -el martirio. Ella despierta sentimientos grandiosos<span class="pagenum"><a name="page_317" id="page_317"></a>{317}</span> hasta el heroísmo, -y la admiración sincera, y el entusiasmo ardiente, y la gratitud -reconocida, dan siempre una familia numerosa al que muere por una causa -política. Las lágrimas son más abundantes, y su sinceridad está en el -luto que cubre el corazón que trunca su vida, colocando en el altar de -sus esperanzas el negro sudario de la muerte.</p> - -<p>La patria, la familia, los hijos, esa continuidad de la existencia, -renueva sin embargo nuestro sér, abre el corazón á los sentimientos -generosos, el entendimiento á la luz; y después de los sangrientos -dramas de la política, sólo hay un deseo, la salvación de la patria, la -unión de los mexicanos, la libertad práctica, la consolidación de la -independencia.</p> - -<p>La historia con el inexorable poder de su criterio, es la única que al -través de los años que calman las pasiones, mide bien los -acontecimientos públicos. ¡Ojalá y ella, al juzgar á esta generación de -que formamos parte, pueda decir: <i>El velo que la Nación arrojó con el -decreto de amnistía en 1870 sobre el período de la intervención y los de -las guerras civiles en la República, puede levantarse sin temor para el -examen filosófico de sus causas; porque están asegurados los votos de -Maximiliano al morir; los de Juárez como vencedor y juez, son ya una -verdad: la paz, la libertad y la independencia de México.</i><span class="pagenum"><a name="page_318" id="page_318"></a>{318}</span></p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>El 6 de Julio de 1832, el corazón de la princesa Sofía se ensanchaba de -gozo. Un nuevo hijo en una dinastía reinante, era un refuerzo, un apoyo, -un elemento de poder que se ofrece en el alumbramiento de un niño que -para la sociedad es la esperanza de la gloria, y para la madre la -admiración de una preciosa existencia. El 19 de Junio de 1867, el -corazón de la princesa Sofía ha de haber presentido toda su desdicha, y -dirigiéndose al Sér Supremo, único consuelo de una madre que vé á un -hijo en la desgracia, derramaría á torrentes el llanto del alma que, en -sus penas y dolores, en su desvarío y en sus grandes amarguras, viste de -luto la existencia que inquieta se desliza llena de sobresalto, en medio -de la congojosa melancolía de un negro presentimiento.</p> - -<p class="ast">*<br />* *</p> - -<p>Poco tiempo después llegaba á México el almirante Tegetthoff á pedir los -restos inanimados del príncipe Maximiliano, para conducirlos al sepulcro -de sus antepasados.</p> - -<p>El cadáver frío, yerto; pero conservado por la ciencia que momifica, -permitía llevarlo al sepulcro de los grandes de Austria.<span class="pagenum"><a name="page_319" id="page_319"></a>{319}</span></p> - -<p>El cuerpo sin el alma es la presencia aterradora que aviva todo el dolor -por la existencia perdida. Donde el alma se evaporó, no hay luz ni -brillo, no hay amor ni esperanza, no hay más que tristeza, sombra, -horror, ausencia, amargura, negra atmósfera que oprime el corazón. La -única luz es Dios. La única esperanza es la transparencia inexplicable -pero firme en la conciencia, de ese infinito que está más allá del día -de la muerte. En ella encontró su consuelo la Princesa Sofía, madre -adorada por el Archiduque.</p> - -<p>La Novara, en 1864, traía á México la vida de un imperio lleno de -pensamientos, proyectos é ilusiones. Cubierta de luto volvía en 1867, -conduciendo el cadáver de aquel príncipe que, jefe de la marina -austriaca, renunció á la posesión tranquila de sus honores, por la -gloria de fundar una monarquía en México. La Novara será un navío -histórico de un período de que fué principio y fin. En 1864 traía á -bordo toda la esperanza de lo misterioso, de lo desconocido, que -engendra para algunos la vida y para otros la duda y el temor. En 1867 -llevaba la muerte: era el transporte fúnebre de un rey ajusticiado, era -un ataúd provisional. En 1864, la Novara fué saludada con ardiente -entusiasmo por los creyentes en la eficacia de la monarquía: en 1867 la -luz artificial de los cirios que rodeando el cadáver del príncipe, -chispeaban al cruzar<span class="pagenum"><a name="page_320" id="page_320"></a>{320}</span> el mar, era la más negra sombra que se proyectaba -sobre el alma de la tripulación. La luz que oprime, la luz que hiere el -alma, la luz que arroja sombras, luto y aflicción, es sólo la luz del -sufragio; porque es el tributo á la nada en que se resuelve la vida que -se extingue; pero hay aún en algunas naturalezas, para esa nada del -espíritu, para esa nada de la vida, un amor inmenso, desgarrador, capaz -de aniquilar nuestro propio sér, convertido al andar del tiempo en -panteón ambulante de memorias queridas.</p> - -<p>Una ceremonia fúnebre oficial, después del estremecedor y triste -recibimiento de familia, tuvo lugar en el Convento de Capuchinas de -Viena, donde se depositó el cadáver de Maximiliano. Una historia -enseñaban aquellos restos, y la familia hizo gravar sobre el ataúd de -aquellos despojos regios la siguiente inscripción:</p> - -<p class="c"> -<big><big>FERDINANDUS. MAXIMILIANUS</big></big><br /> -<br /> -ARCHIDUX. AUSTRIÆ<br /> -<br /> -<big>NATUS. IN. SCHOENBRUUN</big><br /> -<br /> -<small>QUI</small><br /> - -IMPERATOR. MEXICANORUM. ANNO. M.DCCC.LXIV. ELECTUS<br /> -<br /> -<small>DIRA. ET. CRUENTA. NECE</small><br /> -<br /> -QUERETARI. XIX. JUNNI. M.DCCC.LXVII<br /> -<br /> -<small>HEROICA</small><br /> - -<small>CUM</small><br /> - -VIRTUTE. INTERUIT.<br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_321" id="page_321"></a>{321}</span></p> - -<p>Nosotros quisiéramos también poner una inscripción que, á semejanza de -un epitafio, reasumiera la vida de un período y de un orden de cosas que -no tiene posible resurrección; pero esto sería pretender un imposible.</p> - -<p>La mano del hombre más poderoso, el amor inmenso de los padres, la -voluntad decidida, de los adictos, el entendimiento de más privilegiada -fuerza, la historia inflexible en sus sentencias, son impotentes para -reasumir en un epitafio toda una narración que abraza una época, que -sólo puede juzgar hoy con imparcialidad el superior de todos los jueces. -A ese juicio severo é impasible sólo se aproxima la inspiración tardía -de los pueblos, que se erige, al desaparecer las pasiones, en criterio -de la historia. Ella juzgará, y su sentencia, detallada en miles de -páginas, no llegará tal vez á los oídos de los actores ni de la -generación contemporánea; porque nuestra vida es corta, y el soplo de -los años, poderoso para hundirnos en la nada de esta existencia, es un -instante inapreciable en la vida de las naciones. Héroes ó mártires, -vencedores ó vencidos, afortunados ó infortunados los actores del -período á que consagramos estos renglones, tienen ya en sus manos el -porvenir de la República: hay ya en el corazón mexicano un resorte de -inmenso poder. Una ley de amnistía llama á todos á trabajar por el bien -de la patria.<span class="pagenum"><a name="page_322" id="page_322"></a>{322}</span></p> - -<p>Esta página de nuestra historia debe ser también la llave del porvenir. -Si aun ciegos y obcecados los partidos no abren su corazón y su -conciencia á las inspiraciones santas del patriotismo y de la unión, -México sucumbirá; porque la anarquía será el preludio de catástrofes que -hoy nos amenazan como negra y aterradora sombra...... Pero no...... la -adversidad no puede, inexorable, perseguirnos: el destino de nuestra -patria perderá lo sombrío de algunas profecías, y la transformación de -su sér se explica ya en el deseo general, inmenso, evidente de la paz. -La Providencia lleva muchas veces á los pueblos á sus grandes fines por -medios imperceptibles, y ha llegado para México el período de su -resurrección. La experiencia de nuestros errores, el instinto de -nuestros peligros, la advertencia de las lecciones pasadas, los -episodios sentidos de las vicisitudes políticas, forman el hilo, hoy -invisible de la unión, que dará al país la fuerza y el poder de su -propia salvación. Sacudimientos ligeros, convulsiones pasajeras, pueden -aún herir el sentimiento nacional; pero éste, superior á las disensiones -de partido, se levantará poderoso contra toda tendencia revolucionaria -que amenace la paz de la República. México había significado antes -anarquía, desórden, rebelión constante; pero la sangre á torrentes -derramada, la fortuna perdida á impulso de las<span class="pagenum"><a name="page_323" id="page_323"></a>{323}</span> revoluciones, la paz -deseada y siempre perturbada, ha cambiado el carácter revolucionario y -versátil del pasado que sucumbió para siempre, merced á los sacrificios -de una generación que quiere para su patria orden, paz, progreso, -independencia y libertad.</p> - -<p>La regeneración de México ha comenzado, y esta regeneración se saluda -como la vuelta de un joven lleno de esperanzas á la vida normal. -Alimentemos todos esa preciosa existencia de la patria, con el inmenso -amor del suelo en que nacimos, y unidos trabajemos por la paz, que es la -más grande herencia que podemos legar á nuestros hijos.</p> - -<p>Llamemos á nuestra mente la trágica historia nacional desde la -Independencia; evoquemos recuerdos del sentimiento expresado por los -hombres todos que han muerto por la patria, y como epílogo de esos -solemnes y lúgubres momentos de la muerte, en que están presentes la -patria, la familia, la conciencia, Dios y la eternidad, pudieran -reasumirse esas palabras de agonía santificadas por la presencia del -suplicio, en esta exclamación: «Patria, patria infortunada y querida: Si -de los votos de estas víctimas dependiera tu felicidad, la unión de tus -hijos te abriría el más brillante porvenir, y México sería grande y -feliz con la unión de los mexicanos.»</p> - -<p>Tales deben ser también los votos de los<span class="pagenum"><a name="page_324" id="page_324"></a>{324}</span> que sobrevivimos, y á su -realización debemos encaminar nuestra conducta. Hoy tales propósitos -aparecerán como un error: antes de mucho tiempo tendrán la evidencia de -un axioma, y más tarde serán el poderoso elemento de nuestra vida -nacional.</p> - -<p>¡Ojalá y la generación que ha asistido al drama sangriento de las -disensiones por la patria, sea también la que abra por la fraternidad y -conciliación, una nueva vida en el suelo privilegiado de la República! -¡Dios permita que el nombre de México, que al pronunciarse evocaba -recuerdos de sus dolores y lúgubres peripecias, sea saludado en el -porvenir como el pueblo digno de la libertad, tan grande por sus -virtudes, como ha sido sufrido en su infortunio!</p> - -<p>México, Julio de 1871.</p> - -<p class="r"> -<i>Rafael Martínez de la Torre.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_325" id="page_325"></a>{325}</span></p> - -<h2><a name="APENDICE" id="APENDICE"></a><big><big>APÉNDICE</big></big><br /><br /> - -<big>AMPLIFICACIONES</big><br /><br /> - -POR<br /><br /> - -ANGEL POLA</h2> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_326" id="page_326"></a>{326}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_327" id="page_327"></a>{327}</span></p> - -<h3><a name="EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO" -id="EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO"></a>EN PEREGRINACION,<br /> DE POMOCA A TEPEJI DEL RIO</h3> - -<h4>PATEO</h4> - -<p>Por la vía troncal del Ferrocarril Nacional Mexicano, que parte de la -ciudad de México y en el kilómetro 205, llégase á la estación de Pateo, -formada de un pequeño edificio de cal y canto, casi un cubo, con -techumbre laminada en forma de caballete.</p> - -<p>Un amplio y desnivelado camino arcilloso, de dos kilómetros une la -estación con la hacienda del propio nombre, la cual destaca sobre una -colina, entre los cerros de San Miguel el Alto y Paquizihuato, -presentando, al primer golpe de vista, los altos muros blancos de su -perímetro, coronados por los aleros de las casas, el campanario de la -capilla y el follaje tupido de la arboleda.</p> - -<p>Frente á la puerta principal aparece, tras pequeña verja, un jardincito -limitado en uno de sus extremos por el departamento administrativo; en -el otro, por un mirador y la sala, y en el fondo, por el ancho corredor -que<span class="pagenum"><a name="page_328" id="page_328"></a>{328}</span> sirve de atrio al pabellón del edificio central.</p> - -<p>En uno de los ángulos del corredor hay una piececita de cinco metros de -latitud por seis de longitud, que tiene paso en su fondo y uno de sus -costados á dos recámaras. La puerta de entrada presenta en una de sus -hojas y á la altura de un metro, un orificio circular de dos centímetros -de diámetro, cubierto por un cristal, y por el que don Melchor Ocampo -vigilaba la carretera, á fin de evitar á tiempo el peligro que lo -amenazase, desapareciendo súbitamente por un escotillón abierto á corta -distancia de sus plantas y que comunica por un subterráneo escalinado en -su principio y cuyo término se ignora. El escotillón, construído debajo -del lecho, quedaba oculto por la alfombra.</p> - -<p>El edificio, hermoso de puro sencillo en su estilo, de arquería de medio -punto y esbeltos pilares en sus corredores del interior, ha venido -siendo ceñido desapiadadamente por construcciones modernas, entre las -que resaltan la capilla y los graneros. Inmediato á la primera hay un -jardín extenso de simétricas avenidas y desvanecidos camellones, -sombreado eternamente por multitud de altos cedros, fresnos, eucaliptus -y árboles frutales de variadas especies, todos plantados por las propias -solícitas manos del señor Ocampo.</p> - -<p>Existen como testimonios vivientes de nuestra<span class="pagenum"><a name="page_329" id="page_329"></a>{329}</span> narración, los servidores -José Dolores Gutiérrez, Benito Campos, Epigmenio Moreno y Tomasa X., -empleados todavía en la hacienda. Refieren llenos de ternura, que el -antiguo amo despertaba con el día, se entregaba invariable y -pacientemente á las labores de campo, prefiriendo las de floricultura y -plantación de árboles raros, alternando estos trabajos con empresas de -mejoras, el estudio á que se dedicaba con afán y la inquebrantable -vigilancia ejercida sobre la servidumbre, en cuyo bienestar estuvo -siempre interesado, acudiendo cariñoso, ora con auxilios pecuniarios -cerca de los pobres, ora con medicinas á la cabecera de los pacientes, -haciéndose acompañar del doctor Patricio Balbuena, radicado en -Maravatío, cuando el caso lo requería, y si era trivial, juzgaba -suficiente su ciencia.</p> - -<p>Campos, que raya en los setenta de edad, decíanos, al repreguntarle si -había tratado mucho al señor Ocampo:</p> - -<p>—Sí, señores: ¡pues si aquí comencé á ganar medio con él!</p> - -<p>—¿Y es verdad que se portaba bien?</p> - -<p>Y, en vez, de contestar él solo, á una voz nos respondieron los cuatro -viejos y fieles sirvientes:</p> - -<p>—Sí, como un santo; pero harto bueno, harto bueno.</p> - -<p>Así es que, entrevistados sucesiva y juntamente,<span class="pagenum"><a name="page_330" id="page_330"></a>{330}</span> y practicados entre -éllos algunos careos en los puntos discordantes de sus relatos, siempre -convinieron en que aquel amo fué un hombre de bien á carta cabal, asíduo -en el trabajo, estudioso infatigable, con especialidad en la Historia -Natural, la que procuraba llevar á la práctica en sus teorías más -modernas y elevadas, introduciendo en su jardín botánico plantas -exóticas de flores y frutos primorosos, como los pudimos apreciar, al -designarnos estos testigos, cedros, matas de cramelias, arrayanes de -corte caprichoso que señalan los lindes del terreno y bordan los prados, -presentando un conjunto boscoso, perfumado é interesante, lo mismo en -las rotondas, cerca de las fuentes, como en los rincones más apartados y -umbríos, entre los cenadores de atavíos primaverales.</p> - -<p>Se distingue en este jardín la principal avenida, que arranca de un gran -enverjado y confina en el fondo obscuro de la vegetación que viste la -tapia que cierra el perímetro, señalada esa avenida por árboles añosos -de cedro, de que penden lama y heno, testimonios de su vetustez. Las -semillas de tales plantas fueron depositadas en la tierra por las mismas -manos del señor Ocampo, que veló por su germinación y desarrollo.<span class="pagenum"><a name="page_331" id="page_331"></a>{331}</span></p> - -<h4><a name="POMOCA" id="POMOCA"></a>POMOCA</h4> - -<p class="c"><small>(Hoy Hacienda Subterránea)</small></p> - -<p>Pateo, de la propiedad de don Pedro Rosillo en 1743 y después de doña -María Francisca Javier de Tapia, pasó á ser del señor Ocampo, su hijo, á -la muerte de esta señora, hasta que, en la imposibilidad de proseguir -conservando la hacienda, por razón de los muchos gravámenes contraídos -en el ejercicio de la más pura caridad, calificada por él como derroche, -vióse obligado á fraccionarla, reteniendo la parte designada Rincón de -Tafolla, y enajenando la otra á don Claudio Ochoa, quien, -posteriormente, la vendió á los señores Sotomayor y éstos á su vez á la -viuda de don Angel Lerdo, que es la propietaria, en el presente.</p> - -<p>Dueño el señor Ocampo de la fracción Rincón de Tafolla, fué á vivir bajo -unas tiendas de campaña, que fijó en el punto donde dió principio con la -erección de la hacienda, la cual él mismo bautizó con el nombre de -Pomoca y que, como se sabe, es el anagrama de Ocampo.</p> - -<p>Terminada, en parte, la obra material de la moderna Pomoca, estableció -allí su residencia y puso en práctica sus tendencias, enriqueciendo el -lugar con un parque de piñones, olivos, cedros y el arbusto rarísimo de -la<span class="pagenum"><a name="page_332" id="page_332"></a>{332}</span> cruz, idéntico al que existe en el convento del mismo nombre, en la -ciudad de Querétaro. Aprovechando una quebrada del terreno, hizo un -estanque para baños y otro para la procreación de peces, en forma -circular, y con un jardín de aclimatación en su centro. Introdujo el -agua, trayéndola de muy lejos, en una bien construída cañería.</p> - -<p>Se ve aún, como islote, un prado ricamente provisto de plantas de valor -científico. Se entraba en esta estancia por una avenida de cedros del -Líbano; y comunicando de la casa á un baño, tupidamente cubierto de -plantas trepadoras, veíase una callecita estrecha y ondulada, bajo palio -de enredaderas de fragancia indecible, que bajaban á trechos sus ramas -cuajadas de hojas, hasta ocultar los asientos de mampostería.</p> - -<p>Si á tal cuadro se añade la riqueza del arbolado, que abraza y esmalta -el lugar, se comprenderá el interés que despierta en el ánimo del -viajero el examen de las variadas especies de árboles frutales, de los -frondosos olivos, los piñones y los sauces.</p> - -<p>De la obra material no quedan sino desolación y ruinas, hechas por la -mano del hombre, que parecen protestar contra el olvido, la incuria y la -irrespetuosidad de la ignorancia. Sólo se contemplan, abriéndose paso -entre breñales, los muros carcomidos y agrietados de diez piezas, -rodeadas de una superficie cascajosa<span class="pagenum"><a name="page_333" id="page_333"></a>{333}</span> en los cuales crecen hierbas y -arbustos, y se abrigan sabandijas.</p> - -<p>El terreno es una ladera, cerca de San Miguel el Alto.</p> - -<h4><a name="VENTA_DE_POMOCA" id="VENTA_DE_POMOCA"></a>VENTA DE POMOCA</h4> - -<p class="c"><small>(Hoy Pomoca)</small></p> - -<p>Allá abajo, en un erial, á poca distancia del punto de bifurcación del -camino real de Toluca á Maravatío, está la venta llamada de Benito Tapia -en época remota; después, de Pomoca, y ahora, Pomoca á secas: teatro del -drama que terminó en tragedia en Tepeji del Río, y duró del 31 de Mayo -al 3 de Junio de 1861: teatro de otra pasión como la del Redentor, que -tuvo su via crucis y su calvario: esta es la primera estación.</p> - -<p>Pomoca es una hostería de dos patios, grande el uno, con cuartos á sus -costados y la parte posterior de su frente, y pequeño el otro, que es la -caballeriza y el abrevadero. Fuera, el caserón tiene portal amplio y -alto, y una llanurita hasta el camino real. En su lado izquierdo, pared -por medio, edificó el Mártir su hogar, cuyo trazo es un paralelógramo -estrecho y su fachada la continuación de la fachada de la hostería. Aquí -hay dos ventanas bajas, sin barandales, pertenecientes á la sala, que -hacen juego con otras tantas puertas, hacia el interior: una de las -cuales<span class="pagenum"><a name="page_334" id="page_334"></a>{334}</span> abre paso al dormitorio del señor Ocampo, siendo una de sus -paredes la divisoria de la hostería, y la otra puerta da al corredor, -cuya forma es la de una escuadra de ramas muy desiguales, abarcando la -menor la mitad de la longitud de la sala, pues que la otra mitad, como -prolongada por adentro, forma el dormitorio, en donde, sobre la mesa de -noche, nunca faltaron libros junto á la vela. Este tiene una ventana por -el corredor y una puerta por un pasillo, que conduce á lo que era -biblioteca y laboratorio del sabio. Del patio grande de la hostería -recibía luz y ventilación. En el departamento, además de los libros, -muchos buenos y raros, había un herbario tan rico y costoso como la -misma biblioteca, una selecta colección de conchas, recogidas unas -durante el destierro en Nueva Orleans y otras en Veracruz; animales -disecados, ejemplares teratológicos, esponjas; planos y mapas, algunos -obra de su pulso; esferas terrestres, celestes y armilares; hornillas, -redomas, sopletes y balanzas de precisión; microscopios, botiquines y -estuches de matemáticas. Ahora el hollín tapiza las paredes y el techo, -y tapiada la ventana, la luz ha huído del recinto.</p> - -<p>Al dormitorio siguen en línea recta el aposento de las señoritas Josefa, -Lucila, Petra y Julia, sus hijas adoradas, y de doña Ana María Escobar, -respetada y obedecida; luego,<span class="pagenum"><a name="page_335" id="page_335"></a>{335}</span> inmediato, el comedor; después, la -cocina, que ocupa el otro lado pequeño del paralelógramo, con un costado -libre, que es el paso del corralito denominado de «Las Gallinas,» en el -que había un subterráneo para ocultar ropa, dinero, alhajas y hasta -personas. Uno de los muros del corralito lo forma la espalda del comedor -y la cocina, otro muro es el mismo del jardín; y tiene por éste, á flor -de tierra, una puertecita secreta de escape.</p> - -<p>El jardín era la delicia del señor Ocampo. Las cuatro paredes que lo -cierran desaparecían bajo la cortina de verdura de unos membrillos -enfilados, de duraznos, de perales, de capulines, de manzanos, de -albaricoqueros, de higueras, de sauces. Había frutos de todos tamaños y -sabores, y flores de todos colores y fragancias. Había hasta ochenta -especies de claveles y muy variadas de alelíes, rosas y dalias; injertos -admirables; árboles gigantescos que producían frutos diminutos y árboles -enanos que daban frutos enormes. Aquel lugar parecía un paraíso: había -de todos los frutos y las flores de la tierra, formando lindos -bosquecillos y camellones de figuras caprichosas. ¡El sabio naturalista -se burlaba con su genio de la uniformidad de la madre naturaleza! -¡Variaba los colores de las flores, cambiaba los sabores de los frutos, -les daba forma, hacía los tamaños! Y el agua límpida, fresca y rumorosa, -discurriendo en mil líneas<span class="pagenum"><a name="page_336" id="page_336"></a>{336}</span> y vueltas por el jardín, transfundía la vida -á aquel mundo vegetal. A este sitio delicioso, en cuyo centro había un -cenador perpetuamente sombreado por plantas trepadoras, ocurría de -diario el Reformador, y con el pantalón remangado, en chaleco y cubierta -la cabeza con una cachucha, tomaba el azadón ó la pala, el rastrillo ó -el zapapico, y abría y esponjaba la tierra, ora para distribuir el agua -en hilos delgados, ora para depositar la simiente de plantas medicinales -valiosísimas, cuyo secreto curativo se llevó consigo.</p> - -<p>En tal tarea le acompañaba un mocito de nombre José María Hernández, hoy -anciano, quien, al invocar el recuerdo del amo, nos ha dicho con la voz -anudada y los ojos arrasados de lágrimas:</p> - -<p>—Era un buen caballero y un buen señor; pues, como ninguno, auxiliaba á -los pobres.</p> - -<p>En la fachada, cerca de los marcos de las ventanas de la sala, hay -señales hondas de balazos. Cuentan que una gavilla hizo una descarga en -esa dirección, para aprehender á un hombre que huía. En las hojas se -conservan todavía unas claraboyitas, por donde el señor Ocampo espiaba -el camino.</p> - -<p>La sala, desnuda, guarda unos utensilios arrinconados, cubiertos por una -sábana suspendida de pared á pared á lo ancho. Aquí, los sábados, -bajaban de San Miguel el Alto<span class="pagenum"><a name="page_337" id="page_337"></a>{337}</span> los carboneritos, y luego que realizaban -su mercancía en Maravatío y las haciendas comarcanas, entraban derecho, -sin otro pase que el buenos días, así como iban: con ese descuido que -mueve á risa y toca el corazón; y tomaban asiento cual si fuese aquella -su casuca, y cogían un periódico de entre los muchos que había sobre la -mesa del centro y muy serios se ponían á leer, como si estuvieran -enterándose á pechos de la política. Y no: los pobrecillos deletreaban, -repasaban la lección del otro sábado, dada con empeño paternal por el -amo, que también leía ante ellos. Parécenos que estamos viéndole con -aquel su semblante todo de bondad y amor, aquellos sus ojos hermosos de -puro apacibles, aquellos sus labios que rebosaban energía y mansedumbre, -su cabeza apolínea de cabellera suave y ondeada, sus maneras -refinadamente nobles, su alta frente espaciosa, su voz clara y dulce. -Terminada su clase de instrucción primaria, hablaba á sus discípulos -humildes, como Jesús á su grupo de pescadores.</p> - -<p>—No hagas á otro lo que no quieras que te hagan á tí. No juzgues y no -serás juzgado. Dar es mejor que recibir. Perdona y serás perdonado. El -que se humille será exaltado, el que se exalte será humillado. Ama á tus -enemigos. Haz bien á los que te aborrezcan.</p> - -<p>Y esto, predicado en aquella comarca desolada<span class="pagenum"><a name="page_338" id="page_338"></a>{338}</span> y lúgubre, especie de -Galilea hace tiempo, lo repiten al pie de la letra los iniciados -supervivientes en los misterios de aquella sinagoga, como enseñanza del -Evangelio. ¡Cómo no había de ser el Evangelio, si Ocampo fué el doctor -de la ley! ¡A sí llamaba siempre á los humildes! ¡A él acudían en las -aflicciones de la carne y del espíritu para hallar alivio!</p> - -<p>Esa mañana que visitamos á Pomoca, nos causó indignación y tristeza ver -salir de unas trancas el ganado del dueño actual. Uno tras otro pasaban -indiferentes y perezosos los animales, con la cabeza recta, -tambaleándola, los ojos soñolientos, rumiando todavía. Un toro, negro -como el azabache, hizo alto en el desfile y se puso á oler fuertemente -un trecho de tierra, en seguida mugió y comenzó anheloso á llorar. -Retiróse á carrera, como para participar del dolor á sus compañeros, -volvió luego, y olía rastreando el belfo, rascaba tierra, azotaba la -cola en su trasero y, abriendo tamaños ojos, mugía y lloraba -inconsolable. Otros animales acudieron en tropel y apenas olían ese -pedazo de tierra, también mugían y lloraban, y venían otros, y otros -más, hasta formar un círculo apretado de dolientes que sollozaban.</p> - -<p>El sitio que abandonaba el ganado era el jardín del señor Ocampo, el -gran jardín, que siempre causó delicia á su hacedor. De él sólo<span class="pagenum"><a name="page_339" id="page_339"></a>{339}</span> quedan -el trazo del cenador y los membrillos, un sauce y el árbol de la -estricnina, que parecen arrastrar una vida de hastío desde la muerte de -quien los velaba. Lo demás es tierra raza y estiércol apelmazado por las -bestias.</p> - -<h4><a name="UN_SUCESO_EXTRANO" id="UN_SUCESO_EXTRANO"></a>UN SUCESO EXTRAÑO</h4> - -<p>En una hondonada, entre Pomoca y Pateo, corre el río de las Minas, que -nace en Tlalpujahua, y atraviesa el camino real bajo un puente de cal y -canto. De aquí á Pomoca el camino se hace pedregoso, pero orillado de -fresnos frondosos. El puente es obra del señor Ocampo y sus manos -plantaron los fresnos.</p> - -<p>Aquí estuvo sentado en el borde del puente, pistola en mano, la noche -del martes 28 de Mayo, en seguimiento de algo extraño, que trataba de -alcanzar y ver y que se le perdía. Sucedió que, cenando en familia, á la -hora del té, tocaron en la pared del lienzo correspondiente al corral de -las gallinas. Doña Ana Guerrero, ama de llaves y encargada de la tienda, -mandó á Marcelino Campos que viera qué acontecía. El sirviente entró en -el corral, buscó y no vió nada. Apenas había vuelto al comedor é -informaba de que nada era, oyéronse otros toques, tan fuertes como -golpes.<span class="pagenum"><a name="page_340" id="page_340"></a>{340}</span></p> - -<p>—Parecen de barreta—hizo observar el señor Ocampo.</p> - -<p>Entonces doña Ana, en compañía de Marcelino y otras personas, fué á -registrar todo el corral y examinó la pared en la parte en que salían -los golpes. Convencida de que nada había, volvió y dijo al señor Ocampo, -que permanecía de sobremesa con sus hijas Petra y Julia, y don Eutimio -López, administrador de la hacienda:</p> - -<p>—Compadre, no es nada.</p> - -<p>—Pero, ¿han buscado bien?</p> - -<p>—Sí, compadre, por todas partes y no hay nada.</p> - -<p>—¡Qué raro!—prorrumpió el señor Ocampo.</p> - -<p>En esto, oyéronse otra vez los golpes, más intensos y repetidos, -precisamente á sus espaldas. Luego, molesto, dijo que la familia, -inclusa Lucila que estaba enferma y la cuidaba á su cabecera doña Clara -Campos, esperara en el zaguán chico, que era la salida de la casa á la -troje y la era, y el paso para el jardín y la hostería; pero á ésta, -volteando la fachada. Y, levantándose, mandó bajar del zaguán el quinqué -y pasó á registrar el corral, el jardín y otros lugares. De regreso, no -habiendo hallado nada, buscó, con igual resultado, entre las tupidas -enredaderas que tapizaban los pilares y las paredes. Cuando se presentó -donde esperaba su familia, oyeron<span class="pagenum"><a name="page_341" id="page_341"></a>{341}</span> todos, como viniendo del puente á la -hostería, ruido de cabalgaduras á galope, de armas que chocaban contra -monturas y ecos confusos de voces. Se armó de pistola, dijo á doña Ana -que, si era muy preciso, ocultase los objetos de valor y á sus hijas en -el subterráneo del corral de las gallinas; que nadie le siguiera, y -partió á cerciorarse de quiénes eran. Llegó al portal de la hostería y -no encontró á nadie ni vió nada: el zaguán estaba cerrado. Se puso á -escuchar si habían entrado: silencio sepulcral reinaba. Queriendo ver en -el camino, allá, á cien metros, en medio de la obscuridad, para -distinguir á álguien, y de nuevo oyó el ruido de las cabalgaduras, de -las armas y el rumor de las voces; mas, ahora, como que se alejaban. Y -resuelto, se dirigió en seguimiento de todo eso extraño, que le -precedía, hasta el puente, en donde dejó de oir. Entonces descansó en el -borde y, en tanto reflexionaba sobre el suceso, percibió que alguien iba -detrás; habló y le contestó Campos:</p> - -<p>—Yo soy, señor amo: me mandaron las niñas que le siga, para que nada le -pase.</p> - -<p>Transcurrida como una hora, á las diez, llegaba de una hacienda -inmediata á Ixtlahuaca, don Juan Velásquez, con la noticia de que -acababa de entrar en ella una tropa de reaccionarios. Hizo ver al señor -Ocampo el peligro que corría, permaneciendo en Pomoca,<span class="pagenum"><a name="page_342" id="page_342"></a>{342}</span> y la necesidad -de que partiese pronto á lugar seguro porque parecía que venían por este -rumbo.</p> - -<p>—Si yo no he hecho nada, ni he ofendido á nadie. ¿Por qué he de -huir?—manifestó el señor Ocampo.</p> - -<p>Esa noche no pegó los ojos, sino hasta muy tarde. Sus hijas y doña Ana, -con el sobresalto, durmieron mal.</p> - -<p><span class="smcap">Miércoles</span> 29.—El señor Ocampo iba á Maravatío en compañía de sus hijas -Petra, Lucila y Julia á pasar el Corpus. La presencia del señor Juan -Velázquez fué la causa de que ya no las acompañase, sino éste, que -partía para la población. La salida fué á las seis de la mañana. Estaba -él muy taciturno, rebujado en su capa, cubierta la cabeza con una -cachucha, de pie en el portal de la hostería, donde las cabalgaduras -ensilladas esperaban al grupo de viajeros. Sus hijas, al despedirse, le -besaron amorosamente la mano.</p> - -<p>—Está bien, mis señoras;—les dijo emocionado—allá nos veremos el -sábado, para que nos vengamos juntos.</p> - -<p>Al partir la caravana, quedó él como clavado, mirándola y mirándola, -hasta que la perdió de vista. Cuando volvió las espaldas al camino y -entró ya solo en la casa, se llevó el pañuelo á los ojos é inclinó la -cabeza.</p> - -<p><span class="smcap">Jueves</span> 30.—Llegó á la hostería una persona sospechosa vestida de negro, -cuyo caballo<span class="pagenum"><a name="page_343" id="page_343"></a>{343}</span> tenía en una anca este hierro: R (<i>Religión</i>); -acompañábale un guía, á quien encerró en un cuarto, sin dejarle salir, -ni aun para el sustento, el cual él mismo le introducía. El mantillón de -su montura era de paño azul, con angostas franjas rojas. Doña Ana y -Esteban Campos le preguntaron por qué tenía ese hierro el caballo y ese -mantillón la montura, y contestó:</p> - -<p>—En el camino unos pronunciados me quitaron mi caballo, que era bueno, -y me dieron éste, así como está.</p> - -<p>Doña Ana, sospechando algo, rogó al señor Ocampo que se fuera, porque -corría peligro; que probablemente era un espía el desconocido. Pareció -ceder y mandó ensillar su caballo; pero la respuesta del desconocido, -repetida por doña Ana, le hizo cambiar de resolución.</p> - -<p>—Es posible que le hayan cambiado su cabalgadura—dijo el señor Ocampo.</p> - -<p>Y en seguida, después de un momento de silencio, agregó:</p> - -<p>—Ya no me voy. Que desensillen mi caballo.</p> - -<p><span class="smcap">Viernes</span> 31.—A las cinco de la mañana el desconocido salió aparentemente -para continuar su viaje. Le siguió Esteban Campos en observación del -camino que tomaba. Fué el mismo que trajo la víspera: el del puente; -noticia que comunicó al señor Ocampo.<span class="pagenum"><a name="page_344" id="page_344"></a>{344}</span></p> - -<p>Desde aquel instante, parece que un grave presentimiento cayó sobre su -ánimo: de comunicativo se tornó profundamente reservado; de sereno, en -inquieto; de laborioso, en inerte; de triste, en enfermo.</p> - -<p>Al sentarse á la mesa y tener á la vista una taza de caldo, exclamó, -dirigiéndose á doña Ana:</p> - -<p>—Comadre, me voy á tomar este caldo como una taza de agua de tabaco. -¡Extraño mucho á mis hijas!</p> - -<p>—¿Por qué no se fué usted con éllas, compadre? ¿por qué cambió de -parecer?—le preguntó doña Ana.</p> - -<p>—El sábado voy por éllas—respondió, como si tratara de esquivar la -contestación categórica.</p> - -<p>Había probado el caldo, cuando se presentó Gregorio García, hospedero, á -noticiarle que un grupo de jinetes, á galope, venía por el puente.</p> - -<p>El señor Ocampo se levantó de su asiento y se dirigió á la sala para -espiar por la claraboya de una de las ventanas: al aproximar el ojo, no -vió más que á los últimos.</p> - -<p>Entre tanto doña Ana, después de haber rogado apresuradamente al señor -Ocampo que se ocultara, salió al encuentro de los desconocidos, atravesó -el pasillo y, á su salida al patio de la hostería, tropezó con un hombre -de elevada estatura, complexión delgada,<span class="pagenum"><a name="page_345" id="page_345"></a>{345}</span> de tez blanca, cabello un poco -rubio, tirando á cano, barba poblada, nariz recta y ojos claros, -vistiendo de charro.</p> - -<p>Sin dominar su impaciencia el desconocido, preguntó á doña Ana en dónde -estaba el señor Ocampo; y como le contestase que no sabía, replicó, -exaltándose:</p> - -<p>—Cómo es posible que no sepa usted si está.</p> - -<p>Y rehusando otra explicación, la condujo á fuerza al interior de la -casa, sin dejar de inquirir en voz alta y con aspereza el paradero del -señor Ocampo. Al pisar los umbrales de la sala el desconocido y doña -Ana, escuchó don Melchor una frase dura, proferida por quien le buscaba, -y se presentó tras de doña Ana, diciendo:</p> - -<p>—¿Qué se le ofrecía? Estoy á sus órdenes.</p> - -<p>El charro puso en sus manos un papel, y al terminar su lectura el señor -Ocampo, dijo:</p> - -<p>—Está bien; pero ¿tuviera usted la bondad de decirme con quién hablo?</p> - -<p>—Con Lindoro Cajiga—contestó el portador.</p> - -<p>Y haciendo uso de su serenidad habitual y su genial cortesía, dijo á -Cajiga:</p> - -<p>—Antes de ponernos en marcha para saber qué me quiere Márquez, -tomaremos la sopa.<span class="pagenum"><a name="page_346" id="page_346"></a>{346}</span></p> - -<p>A esa invitación se negó rotundamente Cajiga; y como manifestase -precisión de ponerse luego en camino, doña Ana, dirigiéndose á don -Melchor, le preguntó:</p> - -<p>—Compadre, ¿por qué no se cambia usted de ropa?</p> - -<p>—No sé si me lo permitirá el señor—contestó Ocampo, señalando á -Lindoro.</p> - -<p>—Sí, puede cambiársela—manifestó éste.</p> - -<p>El señor Ocampo entró en su recámara y, poniéndose un traje sencillo, se -despojó del reloj y las mancuernas de oro, dejándolos en su lecho, y -volvió á presencia de su aprehensor. Al ir á montar en el caballo que le -había preparado su servidumbre, se encontró con que le había sido -substituído, de orden de Cajiga, por otro de pésimas condiciones, que á -lo pequeño y maltratado reunía una montura ridícula. Tan luego como -Cajiga hubo desaparecido con su presa rumbo á Pateo, ordenó doña Ana á -Gregorio García que corriese á Maravatío á dar aviso á las niñas de la -captura de su padre. Ya en la casa de la finada doña Ana María Escobar, -donde estaban hospedadas, al llamar Gregorio á la puerta salió Lucila á -su encuentro y leyéndole en el semblante lo que acontecía, le interrogó -sobresaltada:</p> - -<p>—¿Qué sucede con mi padre, Gregorio?</p> - -<p>—Pues nada, niña—contestó, pugnando por disimular la gravedad del -suceso.<span class="pagenum"><a name="page_347" id="page_347"></a>{347}</span></p> - -<p>—Algo le pasa á mi padre, dímelo. Dime, ¿qué pasa?—insistió Lucila.</p> - -<p>—Lo han tomado prisionero á la una del día—dijo con honda amargura -Gregorio.</p> - -<p>Como si tratara de substraerse al castigo de su crimen, Cajiga condujo á -Ocampo á la hacienda de Pateo. Allí estaban de paso doña Teresa Balbuena -de Urquiza y su hijo don Francisco, que se dirigían á Pomoca, para -hacerle una visita. Viendo éste que su amigo carecía de abrigo, le -ofreció unas chaparreras y, para sujetárselas al pantalón, unas correas. -Aceptólas cariñosamente y, al ponérselas, Ocampo mostró sonriente su -nueva prenda y prorrumpió, dirigiéndose al alma de sus perseguidores:</p> - -<p>—Hijo, nadie creería que soy de Michoacán; pues ya ves que los padres, -para dar el Viático, se ponen chaparreras.</p> - -<h4><a name="PAQUIZIHUATO" id="PAQUIZIHUATO"></a>PAQUIZIHUATO</h4> - -<p>En su marcha de fugitivos, se dirigieron á la hacienda de Paquizihuato, -situada en la falda de un cerro, fertilizadas sus cercanías por el río -Lerma, que á trechos corre caudaloso rompiendo sus aguas contra rocas y -los sabinos seculares, que orlan sus márgenes, para esparcirse en -seguida mansamente por la superficie arenosa y cubierta de guijas del -antiguo<span class="pagenum"><a name="page_348" id="page_348"></a>{348}</span> valle de Uripitío de los Pescadores, hoy de Maravatío.</p> - -<p>La troje, local saliente de la finca, y que está como entonces, sirvió -de primera cárcel al señor Ocampo. Cerca de la puerta le tuvieron -sentado entre centinelas de vista; mientras la soldadesca discurría por -las casuchas, alardeando de su negra hazaña y entregándose al pillaje. -Testigos de estas depredaciones son Leandro Hernández y Pascual Molina, -supervivientes, que nos narraron este suceso, despertando su indignación -el recuerdo.</p> - -<h4><a name="MARAVATIO" id="MARAVATIO"></a>MARAVATIO</h4> - -<p>Cerca de las cuatro, Cajiga dió orden de marcha hacia Maravatío. A vista -de algunas haciendas de las muchas que parecen salpicar el valle, entró -en la de Guaracha, para aprehender á Gregorio, que esquivaba su -encuentro, de regreso á Pomoca. Incorporado en la fuerza, continuó ésta -su ruta.</p> - -<p>A la caída de la tarde arribó á la población, la cual, con motivo de ser -viernes, día siguiente al Corpus, estaba en movimiento inusitado. Al -percibir á la tropa, huía desbandada la gente, temerosa de sufrir -atropellos, y cerraba sus casas.</p> - -<p>Aprovechando estos momentos de pánico, Gregorio logró confundirse entre -la multitud,<span class="pagenum"><a name="page_349" id="page_349"></a>{349}</span> yendo á ocultarse en la carbonera de la finca de don -Antonio Balbuena.</p> - -<p>Hizo alto Cajiga en el mesón de Santa Teresa, de la propiedad de don -Atilano Moreno, ubicado en el ángulo de las calles de Iturbide y las -Fuentes. Hállase este edificio horriblemente carcomido por la acción del -tiempo; la entrada ha sido siempre por Iturbide; el patio estaba rodeado -de cuartos de alquiler. En uno de los del fondo, pasó el señor Ocampo la -primera noche de su via crucis. Hoy son ruinas y apenas señalan su -perímetro las bases de sus muros.</p> - -<p>En la esquina, arriba de la placa que nombra la calle de Iturbide, hay -una lápida conmemorativa que reza:</p> - -<p><i>En esta casa estuvo prisionero el ilustre C. Melchor Ocampo la noche -del 1.º de Junio de 1861</i><a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a>.</p> - -<p>Al circular la noticia de la llegada del señor Ocampo, el personal más -notable de la población se reunió en la casa de los Balbuena, á -deliberar qué debía hacer para obtener la libertad de su benefactor, á -quien debía no sólo su progreso material, sino su desenvolvimiento -intelectual y moral. Tomado el<span class="pagenum"><a name="page_350" id="page_350"></a>{350}</span> acuerdo de que el licenciado don -Jerónimo Elizondo escribiese al general Leonardo Márquez, quien le debía -la vida, en solicitud de la libertad del Señor Ocampo, partió Teodosio -Espino con la misión al siguiente día, sábado, 1.º de Junio.</p> - -<p>Momentos antes de verificarse la junta, preocupados sus amigos, Dionisio -y Francisco Urquiza, lograron hablar al prisionero y proponerle la fuga, -horadando la pared de su celda, que lindaba con la casa de don Agustín -Paulín. El les contestó:</p> - -<p>—Yo no me fugo, porque no soy criminal.</p> - -<p>No satisfechos los señores Urquiza de la negativa, acudieron á don -Antonio Balbuena, que ejercía gran ascendiente sobre Ocampo, para que -nuevamente le propusiera la evasión.</p> - -<p>—Yo no propongo semejante cosa á Melchor;—les dijo—pues conociendo, -como conozco, su carácter y honradez, es seguro que me desairará.</p> - -<p>Como á las nueve de la mañana, Cajiga, después de formar á su soldadesca -en el Portal de la Aurora, donde estuvo á la expectación pública el -prisionero, se puso en camino hacia la hacienda de Tepetongo.<span class="pagenum"><a name="page_351" id="page_351"></a>{351}</span></p> - -<h4><a name="TEPETONGO" id="TEPETONGO"></a>TEPETONGO</h4> - -<p>Como obedeciendo á extraño impulso, la fuerza de Cajiga fué á parar, -tras larga fatiga, hasta la hacienda de Tepetongo, á las cinco de la -tarde. Frente al extenso portal, hizo alto, y reconocido el prisionero -por don Juan Cuevas, dueño de la finca, mandó decirle con el trojero -Pascual Benavides, radicado actualmente en Toluca, qué se le ofrecía. El -señor Ocampo contestó que nada, expresando su agradecimiento; pero, -después de un momento de vacilación, pidió una taza de chocolate. Al -recibir el aviso de que estaba servido, Benavides, en nombre del amo, -suplicó á Lindoro que permitiese al señor Ocampo pasar al comedor. -Habiendo sido la respuesta una negativa, se le llevó el chocolate y lo -tomó sobre una gran caja de granos, que hizo veces de mesa.</p> - -<p>Acto continuo el jefe ordenó la marcha rumbo á la Venta del Aire, la -Jordana y Toshi.</p> - -<h4><a name="TOSHI" id="TOSHI"></a>TOSHI</h4> - -<p>Entrada la noche llegaron á Toshi. Ocampo habló en el despacho con don -Antonio Rivero, administrador de la Hacienda, y en seguida le llevaron á -la pieza de una vivienda, que ve al Poniente y guarda todavía las -mismas<span class="pagenum"><a name="page_352" id="page_352"></a>{352}</span> condiciones. Allí tomó un vaso de leche, por todo alimento, -manifestándose triste é intranquilo. Durmió mal y, muy de madrugada, el -domingo 2 de Junio, se desayunó sin apetito. Vestía traje negro y -corbata café, y llevaba sombrero hongo de color oscuro. En el patio -montó el mismo caballo colorado, de frente blanca.</p> - -<p>Refieren este acontecimiento don Tomás Marín y una anciana, desde -entonces cocinera de la finca, sobre quien, parece, no pasan los años.</p> - -<h4><a name="ESTANCIA_DE_HUAPANGO" id="ESTANCIA_DE_HUAPANGO"></a>ESTANCIA DE HUAPANGO</h4> - -<p class="c"><small>(Hoy Huapango)</small></p> - -<p>Atravesando á galope sostenido los llanos de Acambay, encumbraron á San -Juanico y entraron en la cañada de Endeje, para caer á la Estancia de -Huapango, después de orillar sus lagunas. Su paso por San Juanico -despertó la curiosidad de Antonia Peralta y José Martínez, que había -merodeado en las filas de Cajiga. Esas dos personas viven aún en el -lugar.</p> - -<p>Huapango remeda un castillo medioeval: corona una eminencia, la -defienden altos y fuertes muros, resguarda su entrada una grande y -pesada puerta y en el centro se levanta imponente el edificio. Este era -el refugio de Leonardo Márquez y Félix Zuloaga.<span class="pagenum"><a name="page_353" id="page_353"></a>{353}</span></p> - -<p>A la hora en que los rayos del sol caían como hilos á plomo, el -centinela del torreón dió el grito de alarma, al descubrir una polvareda -que un grupo de jinetes levantaba tras sí, en su avance. Puestos en -observación los jefes, reconocieron que no era fuerza enemiga la que se -aproximaba.</p> - -<p>La presentación de Lindoro Cajiga y su gente, muy conocidos en el lugar -por ser un rincón del teatro de sus fechorías, despertó en la tropa la -curiosidad de saber quién era el que traían entre filas. Luego resonó en -los oídos de todos el nombre de Ocampo y se hizo el tema de las -conversaciones: figura formidable en el partido liberal, se daba -importancia desmedida á su captura.</p> - -<p>Puesto en manos de Márquez y Zuloaga, corrieron las órdenes para que -fuera rigurosa la custodia é inviolable la incomunicación.</p> - -<h4><a name="VILLA_DEL_CARBON" id="VILLA_DEL_CARBON"></a>VILLA DEL CARBÓN</h4> - -<p>Al atardecer de ese mismo día arribaron Márquez y Zuloaga al pueblo, por -el camino real, en dirección de la Hacienda de Niginí. La tropa que -custodiaba al preso ocupó el Mesón de los Fresnos, situado al Poniente -de la vía y de la propiedad, en esa época, de don José Velázquez, y hoy, -del señor Longinos Maldonado.</p> - -<p>El edificio es del estilo arquitectónico rutinario<span class="pagenum"><a name="page_354" id="page_354"></a>{354}</span> de los poblachos: -patio amplio, alojamientos destartalados, tejado de caballete y portal -corrido. Tres corpulentos fresnos sombrean su frente.</p> - -<p>El señor Ocampo durmió en la pieza lateral al zaguán, que tiene salida -por él. La única modificación que se le ha hecho, es la abertura de otra -puerta con vista á la calle.</p> - -<p>La noche de la estancia del preso, el señor Doroteo Alcántara, vecino -del pueblo, que conocía á Ocampo y de quien era muy estimado, le -proporcionó los alimentos y la cama.</p> - -<p>Así lo refieren don Agapito Tinoco, la señora Manuela Marín y Pedro -Gutiérrez, sirviente del mesón, entonces.</p> - -<p>Esta jornada, casi toda de cerranías, fue la más penosa, á pesar de su -hermoso horizonte, á cada paso renovado.</p> - -<h4><a name="TEPEJI_DEL_RIO" id="TEPEJI_DEL_RIO"></a>TEPEJI DEL RIO</h4> - -<p>Como si obedeciese al propósito de extremar la crueldad con el señor -Ocampo, la soldadesca que le condujo, complaciéndose en forzar la -marcha, llegó bien pronto á Tepeji del Río. Era lunes, día 3. La entrada -fué triunfal por la ostentación que hacía de su preciada víctima y la -comedia que representaban, jugando Zuloaga el papel de presidente y -Márquez el de general en jefe de la República.<span class="pagenum"><a name="page_355" id="page_355"></a>{355}</span></p> - -<p>Hospedadas las fuerzas en distintos mesones, Márquez dispuso que el de -las Palomas, en la calle real, sirviera de capilla al señor Ocampo. -Ocupó el cuarto número 8, hoy convertido en fábrica de jabón.</p> - -<p>Casi contiguo al mesón, en la casa de doña Antonia Valladares, viuda de -Sanabria, se alojaron Zuloaga, Márquez y su estado mayor. Esta casa -tiene dos grandes ventanas bajas á la calle, correspondientes á la sala, -donde de continuo estaban los jefes deliberando sobre asuntos -importantes ó platicando regocijadamente.</p> - -<p>A las diez de la mañana, al acercarse para curiosear don Ramón -Alcántara, á la puerta de la pieza que ocupaba el preso y en la cual no -había más que una silla de tule, una mesita y una tarima, suplicóle el -señor Ocampo que le trajese un vaso de agua y tinta y papel. El -prisionero se paseaba y veíasele triste y demacrado el semblante. Hizo -su testamento.</p> - -<p>A la sazón, era aprehendido León Ugalde, guerrillero liberal, al bajar -de una diligencia, que conducía Pedro Saint Pierre. Apenas puesto en -capilla para ser ejecutado, varias personas del pueblo se interesaron -por su vida y acudieron violentamente á Zuloaga y Márquez en solicitud -de indulto. Formado el cuadro y á punto de entrar en él, llegó el perdón -y regresó á la cárcel.<span class="pagenum"><a name="page_356" id="page_356"></a>{356}</span></p> - -<p>Las mismas personas, entre las que se hallaban los señores Piedad Trejo, -Agustín Vigueras, José Ancelino Hidalgo y, haciendo cabeza, el cura don -Domingo M. Morales, después de salvar á Ugalde, pasaron en comisión -cerca de Márquez y Zuloaga, para impetrar el indulto del señor Ocampo. -La negativa fué categórica, y hasta con indignación dada por Márquez.</p> - -<p>Al preguntar el cura Morales á Ocampo si se confesaba, contestó:</p> - -<p>—Padre, estoy bien con Dios y Él está bien conmigo.</p> - -<p>A las dos de la tarde, hora santa, vióse salir al señor Ocampo, jinete -en un caballo mapano, entre filas, en camino á la última estación de su -calvario, con la serenidad del justo.</p> - -<p>Los curiosos advirtieron que jugaba suavemente el fuete en las crines, -el cuello y la cabeza de su cabalgadura. A su paso frente á la casa de -Márquez y Zuloaga, las ventanas estaban abiertas de par en par.</p> - -<p>Recorrido el largo trayecto, del Mesón de las Palomas á Caltengo, hizo -alto la tropa á solicitud del mártir, para agregar una cláusula á su -testamento.</p> - -<p>Bajo la inquisitiva mirada de sus guardianes, satisfizo su deseo en el -portal, en una mesita de tapete verde, sentado en un taburete.</p> - -<p>Estas prendas y el tintero, la marmajera y la pluma se conservan con -veneración en el<span class="pagenum"><a name="page_357" id="page_357"></a>{357}</span> despacho y tienen la nota de pertenecientes á don -Melchor Ocampo, en el inventario de la Hacienda.</p> - -<p>No se oreaba aún la adición testamentaría, cuando emprendieron otra vez -la marcha. A muy corta distancia, el comandante mandó hacer alto y dijo:</p> - -<p>—Aquí.</p> - -<p>Formó cuadro la tropa, y señaló á Ocampo su lugar. Firme é imperturbable -lo ocupó, distribuyendo entre sus ejecutores algunas prendas. Al -vendársele, habló:</p> - -<p>—Puedo ver la muerte. Mi única recomendación es que no me tiren al -rostro.</p> - -<p>En seguida se oyó una descarga y entre el humo apareció el cuerpo, presa -de las convulsiones de la agonía. El tiro de gracia consumó el crimen.</p> - -<p>Presuroso el grupo de verdugos pasó por las axilas del cadáver las -cuerdas que preparó de antemano, para suspenderlo del árbol de pirú, que -se yergue sobre el montículo del ángulo de los dos caminos.</p> - -<p>Tenía la cabeza tan caída que tocaba con la barba el pecho. Los -cabellos, largos y suaves, cubrían la cara.</p> - -<p>En este punto, la carretera es amplia y recta hasta el pueblo. Esa tarde -había transeuntes como en día de plaza y muchos contemplaron aquel -cuadro.</p> - -<p>Márquez no cedió á ningún ruego para que<span class="pagenum"><a name="page_358" id="page_358"></a>{358}</span> se descendiera el cuerpo. -Después de la salida de las tropas, lo verificaron algunas de las -personas que habían preguntado si podía hacerse el descenso.</p> - -<p>El cadáver fué transportado á la casa municipal, para el arreglo de su -entierro. Apolonio Ríos, panadero, le lavó la cara y lo peinó. -Presentaba en la cabeza una herida en la cima, otra en el carrillo -derecho y otra en la comisura labial; en el pecho: una en la tetilla -izquierda y otra en la región dorsal. Tenía quemado parte del semblante.</p> - -<p>Estuvieron expuestos los restos hasta el anochecer, en que colocados en -caja tosca de madera blanca, los trasladaron por orden de la autoridad á -la Capilla del Tercer Orden. Unas cuantas personas caritativas del -pueblo los velaron.</p> - -<p>Al siguiente día los condujeron á Cuautitlán, donde los recibió una -comisión del Ministerio de Guerra.</p> - -<p>En el lugar de la ejecución, hay un monumento que tiene esta -inscripción:</p> - -<p><i>A la memoria del gran reformador don Melchor Ocampo, sacrificado el 3 -de Junio de 1861. 6. 3. 93.</i></p> - -<p>El brazo del pirú que sostuvo el cadáver, ha desaparecido por efecto de -la sequedad; pero el árbol ha echado renuevos y lo cuida la Hacienda, de -la que es dueño don Felipe Iturbe. En carta de don José Manuel Vértiz,<span class="pagenum"><a name="page_359" id="page_359"></a>{359}</span> -apoderado general, al administrador don Mariano Gil, con fecha 11 de -Noviembre de 1899, se lee esto: «Que no vayan á tirar el árbol de don -Melchor.»<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a></p> - -<p> -<i>Angel Pola.</i></p> - -<p class="r"> -<i>Aurelio J. Venegas.</i></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_360" id="page_360"></a>{360}</span></p> - -<h2><a name="SANTOS_DEGOLLADO" id="SANTOS_DEGOLLADO"></a>SANTOS DEGOLLADO<br /><br /> -1810-1861</h2> - -<h3>I</h3> - -<p>A fines del siglo XVIII desembarcó en el puerto de Veracruz un español -que venía á la Nueva España en busca de mejor suerte que la que le -deparaba la madre patria. Era probo, trabajador y de buena inteligencia.</p> - -<p>Entonces Guanajuato tenía fama de ser una de las provincias en que se -hacía fortuna en un abrir y cerrar de ojos.</p> - -<p>¡La minería! ¿quién era pobre dedicándose al beneficio de metales? Y el -extranjero partió á ese rumbo, con mucha esperanza y el firme propósito -de que la voluntad no le abandonaría para trabajar.</p> - -<p>A la vuelta de algunos años ya era propietario de la Hacienda de Robles, -en la cañada de Marfil. La constancia y hombría de bien aumentaron su -capital. Pasó á ser rico y todo el mundo le llamaba don Jesús Santos -Degollado. Tuvo una compañera, la señora<span class="pagenum"><a name="page_361" id="page_361"></a>{361}</span> Ana María Garrido, que parecía -hacerle feliz. Dos niños llegaron pronto á alegrar el hogar: Nemesio -Santos, el mayorcito, y Rafael.</p> - -<p>Más tarde, el rico español veía caer sus negocios, antes prósperos, y -descendía á la pobreza. Andaba por las calles de Guanajuato, socorrido -por sus amigos, cuando le sorprendió la muerte en la miseria.</p> - -<p>El cura de Tacámbaro, don Mariano Garrido, del Orden de San Agustín, -antiguo capellán de un batallón y hermano del conocido fray Mucio, de -Morelia, protegió á la señora Ana María Garrido de Degollado. Allí -estaba con Nemesio y Rafael.</p> - -<p>Rafael, flemático, silencioso y retraído.</p> - -<p>Nemesio, nervioso, irascible y raquítico. Gracias á la bella forma de su -letra, el cura le tenía metido lo más del día en la vicaría, levantando -actas de matrimonio y escribiendo fes de bautismo. Don Mariano les daba -un trato muy duro á los dos niños. Exigente para con éllos, cualquiera -acción era pretexto para descargar su ira. Casi á fuerza hizo que se -casara Nemesio con la joven Ignacia Castañeda Espinosa<a name="FNanchor_5_5" id="FNanchor_5_5"></a><a href="#Footnote_5_5" class="fnanchor">[5]</a>. No contaban -veinte años de edad.<span class="pagenum"><a name="page_362" id="page_362"></a>{362}</span></p> - -<p>Don Santos solía decir á su hijo Mariano:</p> - -<p>—Cuando me casé tenía yo dieciocho años.</p> - -<p>La pareja vivió al lado del sacerdote, quien, á pesar del cambio de -estado de Nemesio, no modificaba su tratamiento insufrible.</p> - -<p>Un día, aburrido el joven de que no era posible hacer llevadera aquella -vida, se echó al hombro su capita de barragán y con una peseta en el -bolsillo se fugó del hogar, dejando en Tacámbaro á su madre, á su -hermano y á su esposa. Y tomó el camino de Morelia.</p> - -<p>Al otro día, al obscurecer, llegó á la ciudad sin conocer á nadie, ni -tener razón de nada. En una fonda, frente á la cárcel, pidió medio real -de cena; en seguida dijo á la dueña del establecimiento:</p> - -<p>—Señora, ¿me puede usted hacer favor de darme un lugar para dormir? -Acabo de llegar, no conozco á nadie, no sé nada: es primera vez que -vengo aquí.</p> - -<p>La extrema bondad se le salía á la cara.</p> - -<p>La señora se lo concedió sin vacilar.</p> - -<p>Al otro día, destinó una pequeñísima parte del resto de su capital para -comprar papel.<span class="pagenum"><a name="page_363" id="page_363"></a>{363}</span> Escribió, lo mejor que pudo, un pliego y se presentó en -la notaría de don Manuel Baldovinos, situada en el portal de San José.</p> - -<p>—Señor, esta es mi letra, ¿puede usted darme trabajo?</p> - -<p>El notario vió de pies á cabeza al joven y luego paseó su mirada por el -pliego, lleno de bonita, preciosa y clara letra.</p> - -<p>—¿Esta es la letra de usted?</p> - -<p>—Sí, señor, es mi letra—respondió humildemente Nemesio.</p> - -<p>—Puede usted venir desde hoy mismo.</p> - -<p>Y el fugitivo, muy pobre, sin más ropa que la que llevaba en el cuerpo, -cubriéndose en la noche para dormir con la capita de barragán, comidas -las mangas de la levita por el mucho apego á la mesa de la vicaría de -Tacámbaro, y raídos los pantalones por el roce en la marcha, empezó á -trabajar de escribiente en la notaría las mañanas, con el sueldo de -cincuenta centavos diarios. Al poco tiempo, el doctor José María Medina, -juez hacedor de diezmos y visitador del diezmatorio, que hacía préstamos -de dinero bajo hipoteca, se presentó en la Notaría.</p> - -<p>—¿Qué es de mi escritura, Baldovinos?</p> - -<p>—Aquí está ya, curita.</p> - -<p>El doctor apenas la vió, dijo al notario:</p> - -<p>—¿Quién ha escrito esto?</p> - -<p>—Ahora lo verá usted, curita.</p> - -<p>El señor Baldovinos condujo al cura al interior<span class="pagenum"><a name="page_364" id="page_364"></a>{364}</span> del despacho y al estar -frente al escritorio de Nemesio, le indicó:</p> - -<p>—Aquí le tiene usted.</p> - -<p>—Cédame á esto joven, Baldovinos.</p> - -<p>Convencido el notario de que el doctor le impartiría protección -decidida, dejó que cargara con él para su casa.</p> - -<p>Tendría treinta pesos al mes, habitación y alimentos. La nueva casa -estaba cerca del Seminario. Fué su trabajo el ser escribiente y profesor -del niño Nicolás Medina, con el cuidado especial de perfeccionarle en la -forma de su letra. Siempre le llamó «Nicolacito,» «mi querido -muchachito;» porque era bueno, cariñoso y honrado como él.</p> - -<p>El sacerdote, satisfecho de la vida del joven, á los dos años le dió un -empleo de escribiente en la sección de glosa de la Haceduría de las -rentas decimales con la retribución anual de cuatrocientos pesos.</p> - -<p>Allí se hizo idolatrar de los canónigos.</p> - -<p>Entraba á las ocho de la mañana á la oficina y salía á las doce y media, -y en vez de irse á paseo, se dedicaba al estudio: aprendía latín, -griego, hebreo, francés, matemáticas, física, teología y se enseñoreaba -de todo por su aptitud universal.</p> - -<p>El general Medina, que es un retrato fiel de las virtudes de Nemesio, me -decía á propósito de su genio:</p> - -<p>—A mí me hizo creer en la ciencia infusa.<span class="pagenum"><a name="page_365" id="page_365"></a>{365}</span></p> - -<p>Era contador de la Haceduría don Luis Gutiérrez Correa, furibundo -liberal, á quien el clero quería por su intachable manejo y tener en la -punta de los dedos los números<a name="FNanchor_6_6" id="FNanchor_6_6"></a><a href="#Footnote_6_6" class="fnanchor">[6]</a>.</p> - -<p>Distinguía al escribiente y procuraba que subiera escalón por escalón, -para cederle su distinguido puesto.</p> - -<p>Nemesio llegó á ser contador y mandó traer á su esposa. Por las tardes, -que le quedaban libres, proseguía dedicándose con ahinco á todo: hacía -gimnasia para desarrollar su cuerpo; estableció un taller de carpintería -en su casa y fabricaba bateas y gavetas; aprendió á tocar la flauta y la -guitarra.</p> - -<p>En el Colegio de San Nicolás dió un gran concierto, para ministrar -recursos al organista de la catedral, un tal Elízaga, que se encontraba -cesante y pobre.</p> - -<p>Nemesio y Pedro Vergara ejecutaron á maravilla en la guitarra unas -variaciones difíciles de Vivián.</p> - -<p>Una vez, para que se vea de bulto su carácter, fué con Nicolás Medina, -su íntimo é inolvidable amigo, á las fiestas de Tarímbaro.</p> - -<p>Había corrida de toros.</p> - -<p>Salió uno bravísimo, feroz, temible, que echó al suelo en un dos por -tres al hombre que lo montaba.<span class="pagenum"><a name="page_366" id="page_366"></a>{366}</span></p> - -<p>—A mí no me tira—dijo Nemesio.</p> - -<p>Y dicho y hecho: bajó al redondel así como estaba elegante: camisa bien -aplanchada, traje de color negro y sombrero alto. Montó á la fiera, -teniéndose firme con la presión que ejercía con los miembros inferiores. -El público parecía haberse vuelto loco al mirar al caballero bien -montado y al animal hecho una furia, corcoveando, bramando, ya libre del -lazo, sin poder echar al suelo al jinete que se sostenía, sin pretal: -aplaudía, y gritaba desaforadamente. El joven alcanzó una ovación -inusitada.</p> - -<p>Era tal la fuerza de Nemesio, que domaba un caballo con la presión de -los muslos.</p> - -<p>Morelia tenía noticias de su talento y erudición. Una vez le invitó el -Seminario para que fuese á replicar en los exámenes de fin de año. El -Gobierno del Estado no tardó en convencerse de la sabiduría del joven.</p> - -<p>A él se debe la organización del Colegio de San Nicolás.</p> - -<p>Los señores Luis Gutiérrez Correa, como jefe del partido liberal, Juan -González Urueña, Juan Bautista y Gregorio Ceballos y Melchor Ocampo -celebraban juntas secretas para discutir los medios mejores de derrocar -al gobierno retrógrado. A éllas asistía Nemesio.</p> - -<p>El general Ugarte le redujo á prisión por andarse mezclando en la cosa -pública.</p> - -<p>Un día, indignado el gobierno santanista,<span class="pagenum"><a name="page_367" id="page_367"></a>{367}</span> le puso en el cuartel, en -compañía de un bandido muy valiente: Eustaquio Arias, que le adoraba.</p> - -<p>Hubo vez en que estando preso el bandido, engrillado, á la vista de la -guardia, hizo que se pronunciara el Cuerpo Activo de Morelia; echó abajo -las rejas de la prisión, salió á la calle todavía con los grilletes -puestos, que se los desclavaron los mismos soldados en el instante en -que el general Ugarte intentaba, reducir al orden á la tropa sublevada.</p> - -<p>Dió por muerto á Ugarte y con precipitación pasó sobre él, tomando el -camino de Cuitzeo de la Laguna, para ir á defender las ideas liberales -en Puruándiro.</p> - -<p>Nemesio, en el torbellino de adversidades, no había olvidado el -lugarcito aquel para dormir, que, á su llegada de Tacámbaro, le había -dado de tan buena voluntad en su fonda la señora Josefa Saavedra, ó como -la llamaba todo el mundo, doña Pepa la Moreliana, á quien regaló seis -mil pesos, años más tarde<a name="FNanchor_7_7" id="FNanchor_7_7"></a><a href="#Footnote_7_7" class="fnanchor">[7]</a>.</p> - -<p>Estrechado por las persecuciones de los santanistas, que no le daban -punto de reposo, se alejó de la ciudad y de su familia, y estuvo -distante de la que le dió el sér, de la señora Ana María Garrido, ó -mejor dicho,<span class="pagenum"><a name="page_368" id="page_368"></a>{368}</span> Ana María Arcaute, su primitivo y verdadero apellido, que -era de Roma.</p> - -<p>El padre Garrido trajo á México, á la señora Arcaute, para que se curara -de una peligrosa enfermedad. En junta de médicos fué desahuciada, y -falleció después de haber recibido los auxilios espirituales de propias -manos de tres obispos.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Un día amaneció Morelia entera preguntándose por don Nemesio Santos -Degollado, por su querido gobernante en 1848 y 1857, que apenas tuvo -tiempo para hacer bien y que había sido diputado á la asamblea -departamental en 45, consejero de gobierno en 46 y diputado por elección -unánime al Congreso General, en 55.</p> - -<p>Unos decían que había sido desterrado por Santa-Anna á la Villa de -Armadillo, San Luis Potosí. Otros, que se encontraba en México en la -casa de don Valentín Gómez Farías, 2.ª calle del Indio Triste, número 7, -esquina á la de Montealegre. Otros, que se había lanzado á la -revolución, á defender el plan de Ayutla.</p> - -<p>Pero levantó cabeza y se le vió de cuerpo entero en Tunguitiro, hacienda -de don Epitacio Huerta, en Michoacán, lugar de cita de los liberales, -donde se encontraban los coroneles<span class="pagenum"><a name="page_369" id="page_369"></a>{369}</span> Luis Ghilardi, Manuel García -Pueblita y Epitacio Huerta, el comandante de batallón Régules y el -comandante de escuadrón Refugio I. González.</p> - -<p>De día estaban con el arma al brazo, ordenando tomas de plazas ocupadas -por los santanistas y haciendo más posible el triunfo del plan de -Ayutla.</p> - -<p>De noche, teniendo en mucha cuenta la mala fe de las fuerzas de -Pátzcuaro, se iban á dormir al cerro de Cirate, inaccesible por lo -escarpado y perdedizo por lo nemoroso.</p> - -<p>Haciendo expediciones de acá para allá, tomaron á Uruápam; por asalto, á -Puruándiro; los santanistas de la Piedad se rindieron.</p> - -<p>De vuelta encontraron que Tinguitiro era presa del fuego. El enemigo -estaba al frente en expectativa. Los soldados de los dos bandos, bien -formados, sin avanzar un punto, se avistaron; pero no se hicieron nada.</p> - -<p>Una noche pasaron bajo las ruinas.</p> - -<p>La plaza de Puruándiro fué tomada por cincuenta hombres, á la cabeza del -comandante Calderón, sin que lo supieran los jefes del sitio. Vieron -venirse abajo una trinchera y pretendieron ganar tiempo para dar el -asalto; pero un soldado del general Juan Nepomuceno Rocha dijo:</p> - -<p>—Señor, si ya están adentro.</p> - -<p>—¿Quiénes?</p> - -<p>—Pues nuestras tropas, jefe.<span class="pagenum"><a name="page_370" id="page_370"></a>{370}</span></p> - -<p>En Penjamillo se recibió carta de que se habían pronunciado en Zamora -los señores Trejo y Miguel Negrete, acabados de ascender á tenientes, y -que pedían pronto auxilio.</p> - -<p>Degollado ordenó que el comandante Refugio I. González fuera con -cuatrocientos caballos. Allí se encontró con que ya eran coroneles los -tenientes de ayer.</p> - -<p>Vagando con muy buenas intenciones, don Santos Degollado vino á parar en -Cocula. El enemigo le dió una sorpresa. Durante el tiroteo se acuerda de -que no se había despedido de la familia que le dió hospedaje; entonces -le dijo al general Huerta:</p> - -<p>—Procure usted detener al enemigo, mientras regreso. Voy á despedirme -de la familia y á darle las gracias.</p> - -<p>—Señor, nos ataca con ímpetu.</p> - -<p>—Sostenga usted el fuego. ¡Cómo va á ser que nos vayamos así, sin -decirle adiós!</p> - -<p>—Ya lo tenemos encima.</p> - -<p>—Voy á despedirme. No vaya á decir que soy ingrato.</p> - -<p>Cuando estuvo de regreso, el general Huerta había perdido un brazo.</p> - -<p>Defendió el plan de Ayutla con una convicción apostólica, y llegó á ser -gobernador de Jalisco en 1855.</p> - -<p>Era su sueño dorado hacer la felicidad de su país y prácticas las leyes -y la justicia, tales como debían ser en una forma de gobierno<span class="pagenum"><a name="page_371" id="page_371"></a>{371}</span> -representativo popular. Decretó la abolición de las alcabalas.</p> - -<p>Hizo efectiva la libertad de conciencia. Un grupo de jóvenes, entre -ellos Miguel Cruz Aedo, Urbano Gómez, Jesús González, Miguel Contreras -Medellín y José María Vigil predicaban en la plaza de Escobedo las ideas -liberales. <i>La Revolución</i>, que tenía por lema: «Ser ó no ser: he aquí -la cuestión», era el órgano del partido puro. No les importaba gritar á -la luz del día: ¡Muera el Papa! ¡Muera el Clero! Un 16 de Septiembre -tanto fué lo que se dijo en la tribuna, presidiendo la celebración de la -fiesta nacional el señor Degollado, que el obispo don Pedro Espinosa -puso el grito en el cielo. Lanzó una carta pastoral furibunda el -reverendo y <i>La Revolución</i> la burló. Hubo cambio de manifiestos entre -los dos, Espinosa y Degollado, en que el uno pedía coacción del pensar y -el otro la negaba dignamente en nombre de la ley. Por esto le llamaban -<i>purete</i> al señor Degollado.</p> - -<p>Y sin embargo de esta tirantez de relaciones entre el Gobernador y el -Obispo, cuando unos jóvenes, sin permiso de la autoridad política, ni de -la eclesiástica, repicaron en la Iglesia Catedral de Guadalajara, por la -reapertura del Instituto, don Santos reprendió á los jóvenes y mandó una -satisfacción al señor Espinosa, «manifestándole la ninguna culpa que -tenía en el acontecimiento.»<span class="pagenum"><a name="page_372" id="page_372"></a>{372}</span></p> - -<p>Su administración no tuvo más defecto que ser demasiado liberal, hasta -para los conservadores. Se llegó á decir, á consecuencia de todo esto, -que don Santos favorecía al partido contrario y lo inclinaba á la -desobediencia del gobierno federal. Por esos días, en Diciembre, se -pronunció un grupito de descontentos en Tepic. Reducidos al orden, -fueron desterrados Eustaquio Barron, cónsul de Inglaterra, y Guillermo -Forbes, cónsul de los Estados Unidos. Protestaron de la enérgica medida, -fundada en el contrabando que hacían; pero ningún efecto surtió la -protesta, porque el consejo aprobó, conforme al derecho de gentes y -leyes del país, la resolución oficial.</p> - -<p>El 10 de Febrero de 1856 expidió un decreto, según el cual no -reconocería autoridad originada de movimientos reaccionarios y ofrecía -el territorio para trasladar los supremos poderes; invitaba á los -Estados para una coalición bajo bases de «unión, libertad, integridad -del territorio nacional, inviolabilidad del principio democrático -popular, independencia entre sí para el gobierno interior y cambio -recíproco de auxilios y recursos.» A pesar de tanto bien que hacía, dejó -el puesto y vino á México para ocupar su lugar en el Congreso -Constituyente. Había como cuarenta jóvenes diputados que querían hacer -entrar<span class="pagenum"><a name="page_373" id="page_373"></a>{373}</span> las más avanzadas ideas liberales en la Constitución. Con ellos -votó siempre Degollado.</p> - -<p>Llegó vez en que de un voto pendía la existencia de la Constitución de -57. Muchos deseaban la del año 24 con algunas reformas. Después de tres -días de sesión permanente, vencieron los puros y sin gozar de un solo -centavo de dietas. Sin embargo, en ese mismo año de 57, llegó á tener -algunos miles de pesos el señor Degollado. Un billetero de la Lotería de -San Carlos se acercó, en la calle, á los señores Benito y Fermín Gómez -Farías, rogándoles con insistencia que le compraran un número.</p> - -<p>—Mira, ese no sirve. Tráenos un trece mil cualquiera—dijo don Benito -al billetero.</p> - -<p>Echó á correr y trajo un trece mil. Costó el entero diez pesos, que pagó -don Benito. Luego que llegaron á la casa, una casita de la calle de -Victoria del señor Cumplido, donde habitaban, Fermín tomó la pluma y -escribió en el billete: «Billete de Benito Gómez Farías, Fermín Gómez -Farías, Nemesio Santos Degollado y Joaquín Degollado.»</p> - -<p>El billete fué colocado y olvidado tras un espejo de la sala. Un día, á -la hora de comer, se presenta el billetero muy alegre.</p> - -<p>—¡Vengo á decirles que se sacaron la lotería!</p> - -<p>—¿Qué lotería?—preguntó Fermín.</p> - -<p>—Pues ¿qué lotería ha de ser? ¡La de San Carlos!<span class="pagenum"><a name="page_374" id="page_374"></a>{374}</span></p> - -<p>—¡Ah, sí, á este señor le compramos el billete que guardamos detrás del -espejo!—exclamó don Benito.</p> - -<p>El premio fué de sesenta mil pesos, que se repartieron fraternalmente -entre los cuatro, pagando hasta entonces cada uno á don Benito los dos -pesos cincuenta centavos que les correspondía.</p> - -<p>Cuando el golpe de Estado, don Santos Degollado no amaneció en su casa -del callejón de la Olla. Partió á Michoacán para hacer que el poder -ejecutivo del Estado reconociera al gobierno constitucional. Luego se -dirigió al Sur de Jalisco, en Marzo de 1858, después de haber estado en -un hilo la vida de Juárez, y la de los personajes que le acompañaban, en -Guadalajara, por el pronunciamiento del 13, del mismo mes, acaudillado -por Antonio Landa, quien recibió cinco mil pesos.</p> - -<p>La última disposición de Juárez, cerca de Colima, antes de embarcarse, -fué que don Santos Degollado sería Ministro de Guerra y que tenía el -mando del Ejército y facultades omnímodas en los Estados del Norte y -Occidente.</p> - -<p>La tropa se componía de setenta y cinco infantes y veinticinco dragones. -Se pudieron conseguir mil quinientos fusiles, y volvió don Santos -Degollado a Guadalajara; pero en Junio, ya que había sitiado la ciudad, -supo que<span class="pagenum"><a name="page_375" id="page_375"></a>{375}</span> Miramón se acercaba con tres mil hombres y catorce piezas de -artillería, y cambió de propósito, regresando á sus posiciones del Sur. -En Atenquique, el 2 de Julio, pudo verse que las fuerzas -constitucionalistas de su mando estaban con alientos para obtener -victoria, pues sostuvieron con el enemigo un combate del que pudieron -salir completamente triunfantes.</p> - -<p>Ese mismo mes se encontraba nuevamente don Santos Degollado en Colima, -pertrechándose con esa fe y constancia que le caracterizaban para volver -á la carga. Allí pareció descansar la tropa.</p> - -<p>De los jóvenes jefes, ni uno solo perdió la alegría de la juventud. -Cierta mañana se presentó á la casa de don Santos Degollado una -celestina. En una mesa escribía el general Nicolás Medina y cerca de -otra estaba de pié don Santos Degollado.</p> - -<p>—Su excelentísima—habló la mujer al señor Medina.</p> - -<p>—No soy yo—le dijo, haciéndole una indicación con el pulgar derecho -encorvado.</p> - -<p>Entonces, dirigiéndose á quien debía dirigirse:</p> - -<p>—Su excelentísima, vengo á darle una queja.</p> - -<p>—Diga usted, señora.</p> - -<p>—Los jefes Rodríguez, Avila, Saviñón, Rosas Landa, Miravete, Salgado y -Joaquín<span class="pagenum"><a name="page_376" id="page_376"></a>{376}</span> Moreno han ido á molestar á mis niñas, que no son gente de mal -vivir, y me rompieron un espejo y un pabellón. Yo no puedo perder eso, -excelentísimo señor. Mis muchachas entienden con buenas palabras, pero -no así como éllos quieren.</p> - -<p>A don Santos se le subió la sangre al rostro.</p> - -<p>—¿Cuánto importa lo que le rompieron á usted, señora?</p> - -<p>—Nueve pesos, su excelentísima.</p> - -<p>Don Santos se dirigió á su recámara y de una bolsita de manta sacó la -suma.</p> - -<p>—Aquí tiene usted, señora: pero no haga usted escándalo. Perdónelos -usted: son jóvenes. No lo volverán á hacer, se lo prometo. Yo los -reprimiré. Vaya usted sin cuidado. No lo volverán á hacer. Perdónelos -usted, se lo suplico.</p> - -<p>La celestina recibió la cantidad y se fué muy satisfecha.</p> - -<p>—¿Qué dice usted, Nicolacito? Esta es cosa de los mochos que me quieren -desacreditar. De otro lo podía creer, ¡pero de Moreno que es casado!</p> - -<p>Pero no todo fué contratiempos: el día 21 de Septiembre hizo que en -Cuevitas pusieran pies en polvorosa las tropas de Casanova.</p> - -<p>El 28 de Octubre capituló Guadalajara, mediante un tratado digno para -los liberales.<span class="pagenum"><a name="page_377" id="page_377"></a>{377}</span> Se les garantizaba la vida á los jefes del enemigo.</p> - -<p>Degollado y don Benito Gómez Farías, considerando la exaltación del -pueblo, quisieron que el general José María Blancarte permaneciera en el -palacio de gobierno.</p> - -<p>—Quédese usted ahí, en esa pieza—dijo don Santos Degollado á -Blancarte, ofreciéndole amablemente una pieza que seguía á la en que -platicaban.</p> - -<p>—Corre usted mucho riesgo—le manifestó Gómez Farías.</p> - -<p>—Señores, mejor me lo llevo para mi casa—hizo observar el señor -Antonio Alvarez del Castillo.</p> - -<p>Y Blancarte se acogió á Castillo.</p> - -<p>El coronel Antonio Rojas se presentó una mañana en la casa en que se -hallaba Blancarte; hizo que sus soldados dispararan sus armas sobre él, -y no satisfecho con haberlo matado, hubo uno que le machacó la cabeza á -culatazos. El hecho llegó á oídos de don Santos Degollado. Primero no -quiso creerlo; pero después que supo la realidad, le abandonó la calma, -esa calma suya que hacía que no tuviese arrugas en la frente.</p> - -<p>Quiso poner su renuncia de Ministro de Guerra y Marina y general en jefe -del ejército federal. Los amigos le rodearon para convencerle de la -inconveniencia del paso.</p> - -<p>—No puedo permanecer en mi puesto, porque<span class="pagenum"><a name="page_378" id="page_378"></a>{378}</span> los tratados son inviolables -y la vida del hombre es sagrada. No puedo dejar sin castigo este crimen. -¡Qué dirán de nosotros cuando se sepa! Infame, villano..........</p> - -<p>Hubo gran junta en la que discutieron mucho Vallarta y Ogazón, para que -don Santos cambiara de parecer. Medio se calmó luego que Rojas fué -puesto fuera de la ley:</p> - -<p>El culpable, que respetaba y quería al señor Degollado, se puso á salvo; -sin embargo, así y todo solía preguntar por su buen jefe.</p> - -<p>—¿Qué tal va el amo?—le preguntó una vez, en retaguardia, al general -Nicolás Medina.</p> - -<p>—No se le acerque porque le manda fusilar.</p> - -<p>—¡Si he matado la víbora que le había de picar!</p> - -<p>—No le enseñe la cara porque le ha puesto fuera de la ley.</p> - -<p>—¡Ah, qué don Santitos! ¿Conque estoy fuera de la ley? ¡Si yo nunca he -estado adentro!</p> - -<p>En San Joaquín, el 26 de Diciembre de 1858, después de hora y media de -combate, Miramón derrotó á Degollado.</p> - -<p>No se arredró ante la mala suerte; prosiguió resignado en la defensa de -las ideas constitucionalistas, sufriendo derrotas y obteniendo una que -otra victoria.</p> - -<p>El 10 y el 11 de Abril de 1859 fué derrotado<span class="pagenum"><a name="page_379" id="page_379"></a>{379}</span> por Márquez en Tacubaya. -Allí olvidó en el campo una casaca y una banda que fueron puestas á la -vista de la plebe en la Plaza de la Constitución, de esta Capital, para -que las cubriera de lodo.</p> - -<p>En el parte oficial, dirigido de Chapultepec, al general Antonio Corona, -Márquez decía: «Las valientes tropas que me enorgullezco de mandar han -obtenido esta victoria, disputando el terreno palmo á palmo, y en la -lucha no sólo derrotaron al enemigo, sino que le tomaron por la fuerza -toda su artillería, parque, carros, armamento y demás pertrechos de -guerra, contándose entre su pérdida la <i>casaca y la banda de general de -división que tiene la desvergüenza de usar el infame Degollado, sin -haber servido á la nobel carrera de las armas</i>.»<a name="FNanchor_8_8" id="FNanchor_8_8"></a><a href="#Footnote_8_8" class="fnanchor">[8]</a></p> - -<p>Don Santos Degollado fué á parar en Michoacán, para reorganizar fuerzas -y seguir batiéndose por la causa constitucional. Ante jefes y soldados -aparecía inmaculado; á pesar de esto, Vidaurri tuvo la ocurrencia de -ponerle fuera de la ley, el 19 de Septiembre, por pugna con Zuazúa y los -gobernadores de Aguascalientes y Zacatecas, la cual limitaba las -ambiciones del gobernador de Nuevo León.</p> - -<p>Nada le hacía dar un paso atrás, nada le<span class="pagenum"><a name="page_380" id="page_380"></a>{380}</span> desalentaba, nada hizo desviar -en un ápice su constancia. Derrotadas sus tropas en la Estancia de las -Vacas, el 13 de Noviembre de 59, volvió á la carga más constante á San -Luis, en seguida á Lagos, después al Bajío.</p> - -<p>El 12 de Noviembre, víspera de la batalla en la Estancia de las Vacas, -tuvo una conferencia con Miramón bajo un mezquite, entre la Calera y la -hacienda del Rayo.</p> - -<p>No pudieron llegar á ningún acuerdo.</p> - -<p>Al despedirse, Miramón dijo á Degollado:</p> - -<p>—Mañana le derroto á usted como tres y dos son cinco.</p> - -<p>A lo que respondió don Santos:</p> - -<p>—Mi deber no es vencer, sino combatir por principios que al fin tienen -que triunfar porque son los de una revolución grandiosa que en el orden -moral está verificándose en todo el país.</p> - -<p>Y era la verdad: don Santos Degollado no tuvo otra mira en la -revolución.</p> - -<p>Siempre pobre, estaban primero sus soldados que él. Cuando había, los -jefes sin distinción recibían un peso por cabeza; pero don Santos -Degollado rara vez recibía sueldo. Lo poco que tenía, lo iba gastando -con una economía proverbial.</p> - -<p>Una botella de vino en la mesa, á la hora de comer, le inquietaba hasta -la nimiedad.</p> - -<p>Le decía al proveedor:</p> - -<p>—No ponga usted vino en la mesa. Dirán<span class="pagenum"><a name="page_381" id="page_381"></a>{381}</span> que si para esto queremos los -préstamos. Basta una comida sencilla sin estos lujos. Es preciso cuidar -de los recursos del soldado y no verse obligado á gravar con mas -contribuciones á los pueblos, que son los que pagan todo esto.</p> - -<p>No quería ni que los jefes, en las ciudades ocupadas, fueran al teatro -para que no dieran que hablar. Cuando llegaba su tropa á algún pueblo, -prefería hospedarse en la casa consistorial que en una de familia, para -evitar molestias. Muchas ocasiones sucedía que tras de larga jornada, en -que el cansancio y el hambre estaban por matar á la tropa, al Estado -Mayor y á él, se negaba caballerosamente á aceptar las ofertas que -familias enteras le hacían al llegar á un punto.</p> - -<p>—Excelentísimo señor, pase usted á la mesa con su Estado Mayor.</p> - -<p>Gracias, mil gracias. No se molesten ustedes, señoras. Si ya comimos.</p> - -<p>El general Ghilardi, que á las espaldas del jefe escuchaba la oferta y -el rehusamiento, débil de cansancio, hambre y sed, como en realidad se -encontraban todos, perdía su paciencia y cachaza de italiano, y -respondía.</p> - -<p>—Sí, señoras, moléstense ustedes: tenemos mucha hambre.</p> - -<p>Y luego, volviéndose á sus compañeros, decía;<span class="pagenum"><a name="page_382" id="page_382"></a>{382}</span></p> - -<p>—Este don Santos no come, no bebe, no pasea, no nada.</p> - -<p>La necesidad de sus fuerzas le obligó á dar su consentimiento para -ocupar la conducta de Laguna Seca, de 1.100,000 pesos, y aun quiso que -toda la responsabilidad cayera sobre él, en Septiembre de 1860.</p> - -<p>Con este motivo decía en su manifiesto á la nación:</p> - -<p>«Había reservado para mí y para los mios hasta la severidad mezquina, un -nombre puro que legar á mi familia: pero un día la necesidad en nombre -de mi causa llamó á mis puertas para pedirme ese nombre y entregarlo á -la maledicencia, y yo consentí en entregarme como reo y sufrir ese -suplicio peor que el martirio, porque en el martirio consuela la mano -generosa de la gloria.»</p> - -<p>Sólamente se le lanzó el anatema de todos los jefes, de Zaragoza, -Huerta, Doblado, Valle, Ogazón y Aramberri, el 29 de Septiembre, al -querer celebrar un proyecto de pacificación del país con el ministro -inglés Mathew<a name="FNanchor_9_9" id="FNanchor_9_9"></a><a href="#Footnote_9_9" class="fnanchor">[9]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_383" id="page_383"></a>{383}</span></p> - -<p>Juárez le destituyó del mando del Ejército.</p> - -<p>Todo su pecado fué ese conato de proyecto, cuya alma era el evitar más -derramamiento de sangre, en bien de la patria, y no en el suyo, como lo -saben quienes le sobreviven y entre quienes hay muchos que le vieron -humilde y pobre, como la pobreza y la humildad mismas.</p> - -<p>Más de una vez el general Miguel Blanco le llegó á decir:</p> - -<p>—¡Cómo, señor! ¿Usted mismo arreglando su ropa?</p> - -<p>Y no era don Santos Degollado á secas: era el Ministro de Guerra y -Marina y el general en jefe del ejército federal.</p> - -<h3>III</h3> - -<p>Destituído don Santos Degollado del mando del Ejército, el 4 de -Noviembre de 1860, salió de Quiroga para Toluca.</p> - -<p>En Queréndaro, el día 25, se le unió don Benito Gómez Farías, su íntimo -amigo.</p> - -<p>A su llegada á Toluca, el 2 de Diciembre, se les «recibió con -hospitalidad y grandes honores por el general Berriozábal,» que era -Gobernador y general en jefe de la división del Estado de México.</p> - -<p>Amaneció nublado el día 9; á corta distancia no podía distinguirse bien. -Una avanzada de las fuerzas del general Berriozábal fué<span class="pagenum"><a name="page_384" id="page_384"></a>{384}</span> sorprendida por -los exploradores del general Miguel Negrete, cuyas blusas eran de igual -color que las de aquella,.</p> - -<p>Estaban hospedados don Santos Degollado y el señor Gómez Farías en la -casa del gobernador. Allí el enemigo, los sorprendió á los tres<a name="FNanchor_10_10" id="FNanchor_10_10"></a><a href="#Footnote_10_10" class="fnanchor">[10]</a>.</p> - -<p>El general Berriozábal supo por la cocinera que Negrete andaba en las -calles. Montó violentamente á caballo para organizar la resistencia y -estar á la cabeza de su tropa. Hubo fuego graneado, pero ya fué tarde: -casi á todos los cogieron de improviso.</p> - -<p>Don Santos tuvo que ceder á los ruegos de una familia para pretender su -salvación por las azoteas de la manzana.</p> - -<p>Herido en la cabeza, el general Berriozábal fué hecho prisionero. -Tuvieron la misma suerte Degollado y Gómez Farías.<span class="pagenum"><a name="page_385" id="page_385"></a>{385}</span></p> - -<p>En la cárcel se les formó cuadro para fusilarlos. No esperaban más que -los disparos, cuando logró salvarlos el general José Joaquín de -Ayestarán.</p> - -<p>Miramón mandó llamar á Berriozábal al palacio de Gobierno.</p> - -<p>—Han caído en mis manos—le dijo Miramón.</p> - -<p>—Ya lo veo—respondió Berriozábal.</p> - -<p>—Los voy á fusilar.</p> - -<p>—¿Para eso me llama usted? Está bien.</p> - -<p>Miramón varió de tono y ordenó que le curaran la herida al general -Berriozábal.</p> - -<p>Temprano, el día 10, los prisioneros en un coche salieron entre filas, -bien escoltados, de Toluca para México. Miramón se encontraba en el -balcón de Palacio en el momento que pasaban.</p> - -<p>Por la ventanilla del coche asomó una cara desconocida.</p> - -<p>—¿Quién es ése?—preguntó Miramón desde el balcón.</p> - -<p>—Excelentísimo señor, es don Juan Govantes—dijo el oficial.</p> - -<p>—Que eche pie á tierra y que camine así—ordenó Miramón.</p> - -<p>Govantes había sido reaccionario neto.</p> - -<p>En Lerma, el general Antonio de Ayestarán los vigiló durante la noche en -la pieza que les servía de cárcel.</p> - -<p>Más tarde, supieron la causa del excesivo<span class="pagenum"><a name="page_386" id="page_386"></a>{386}</span> cuidado de Ayestarán, que no -los dejó un instante solos en la travesía: Miramón, recelando mucho de -Márquez, había puesto bajo la responsabilidad de Ayestarán la vida de -Berriozábal, Degollado y Gómez Farías.</p> - -<p>En un punto del camino, la vida de los tres fué severamente amenazada, -la muerte puesta á la vista.</p> - -<p>Márquez ordenó, al atravesar un bosque, que la escolta, disparara sobre -los prisioneros, si las guerrillas de Aureliano Rivera hacían fuego -entre la montaña.</p> - -<p>Hubo instante en que Ayestarán se cambiara palabras duras con Márquez.</p> - -<p>Sonaron disparos de las guerrillas de Aureliano Rivera y no les llegó la -muerte á los prisioneros, que ya la esperaban por detrás.</p> - -<p>En la Capital fueron alojados en el Palacio Nacional. Se les atendió y -se les consideró. Ignoraban lo que acontecía.</p> - -<p>El 24, á las siete de la noche, Miramón, de bota federica, puesto el -sombrero y con un fuete en la mano, se presentó en la habitación de -Berriozábal, Degollado y Gómez Farías. Les manifestó que abandonaba la -Capital, encargándolos del orden, para lo cual les dejaba un piquete de -soldados á discreción<a name="FNanchor_11_11" id="FNanchor_11_11"></a><a href="#Footnote_11_11" class="fnanchor">[11]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_387" id="page_387"></a>{387}</span></p> - -<p>Libres los tres prisioneros, habiendo rehusado tener el mando en la -ciudad don Santos Degollado por estar procesado, el general Berriozábal -dió toda clase de garantías á los habitantes.</p> - -<p>El 1.º de Enero de 1861 entró el Ejército federal al mando del general -González Ortega.</p> - -<p>Nunca México ha visto mayor entusiasmo del pueblo, como esa vez.</p> - -<p>La ciudad estaba engalanada; por las calles, donde pasaba el Ejército, -llovían esencias y flores; no había espectador que no lo vitorease.</p> - -<p>González Ortega, que traía el estandarte de la ciudad, frente al Hotel -Iturbide, hizo que se le incorporasen, para participar de la gloria del -triunfo, Berriozábal y Degollado, quienes se encontraban tras una -vidriera viendo el desfile.</p> - -<p>Ahí el general González Ortega manifestó públicamente, estrechando entre -sus brazos á don Santos Degollado y vitoreándole, que á él le pertenecía -la ovación, porque era el primero por su constancia y su fe.</p> - -<p>Juárez, Ocampo y Emparan visitaron á don Santos Degollado, el día 13, en -su casa, la número 2 de San Juan de Letrán.</p> - -<p>El gran jurado no pronunciaba aún en la acusación el «ha lugar á -proceso.»</p> - -<p>Seguía siendo Magistrado de la Suprema Corte de Justicia.<span class="pagenum"><a name="page_388" id="page_388"></a>{388}</span></p> - -<p>Más antes había mostrado un rasgo de desprendimiento de su personalidad, -sacrificándola por el amor á la patria.</p> - -<p>Dos veces se sujetó á juicio, del Congreso y de la Corte, por la -cuestión Barron-Forbes, que costó dos millones de pesos de -indemnización.</p> - -<p>Ahora que se le formaba otra causa, le asistía también la justicia; pero -los «hombres de la fortuna, del poder y de la fuerza estaban contra él.»</p> - -<p><i>El Artesano Libre</i>, de Morelia, y <i>El Partido Puro</i>, de esta Capital, -le insultaban y vilipendiaban estando <i>sub judice</i>: le decían -calumniador, loco, cuasi general, vergonzante, tinterillo y que había -incurrido en escandalosa defección y colgado para ludibrio del viento la -siempre virgen cuanto victoriosa espada.</p> - -<p>Y él replicaba en Abril de 1861:</p> - -<p>«Siempre se me ha visto bajo los fuegos del fusil en las acciones de -guerra, retirarme el último en los campos de batalla y cuidar la -retaguardia en todas las retiradas para reunir y reorganizar las fuerzas -que estaban á mis órdenes.</p> - -<p>«Bien ó mal, yo he servido á la causa nacional, y he probado, hasta en -mis desaciertos, mi buena intención y anhelo por ser útil á mi país.</p> - -<p>«Por despreciable y poco digno que yo<span class="pagenum"><a name="page_389" id="page_389"></a>{389}</span> sea, al fin es un hecho que fuí -uno de los caudillos del pueblo, y cuanto mal se diga ó se publique por -mí, debe afectar á los demás caudillos y deshonrar al gran partido -liberal en presencia de los reaccionarios.</p> - -<p>«No busco ni la gratitud ni el aprecio público por mis servicios, porque -ya sabía antes de ponerme al frente del Ejército constitucional que en -todos los países y en todos los tiempos los servicios á la patria no han -encontrado más que almas envidiosas y corazones desgraciados.</p> - -<p>«Si antes me cogiere la muerte, tengo hijos y amigos que sabrán volver -por mi honra.»</p> - -<p>Su honra le preocupaba.</p> - -<p>Lo primero que preguntó al general Ramón Iglesias, al irle á tomar -declaración el 27 de Febrero, fué:</p> - -<p>—Dígame usted los nombres de mis acusadores: ¿quiénes son?</p> - -<p>El general José María Arteaga le escribía de Querétaro el 28 de Marzo, -participándole que había salido electo presidente en aquella ciudad y -San Juan del Rio.</p> - -<p>Le ofrecían la cartera de Guerra y Marina el 8 de Abril.</p> - -<p>En esto llegó á sus oídos la noticia del asesinato de Ocampo.</p> - -<p>Gómez Farías se presentó á la casa número 2 de San Juan de Letrán, que -habitaba don Santos Degollado, y le refirió el hecho.<span class="pagenum"><a name="page_390" id="page_390"></a>{390}</span></p> - -<p>—Iremos á vengarlo—dijo don Santos.</p> - -<p>—No podemos—respondió Gómez Farías.</p> - -<p>—Pediremos licencia, y si nó, nos marcharemos.</p> - -<p>Don Santos Degollado se apoyó del brazo de Gómez Farías y se dirigió á -la Cámara á solicitar el permiso de ir á la guerra para vengar á Ocampo.</p> - -<p>Al presentarse en el salón, todos los diputados se pusieron de pié; y -luego que dijo el fin que allí lo llevaba, fué objeto de una ovación -unánime.</p> - -<p>«Mi deseo se limita á marchar á la guerra, no para sacar de sus hogares -y asesinar á los enemigos indefensos, sino para batirme cuerpo á cuerpo -con los asesinos.»<a name="FNanchor_12_12" id="FNanchor_12_12"></a><a href="#Footnote_12_12" class="fnanchor">[12]</a></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_391" id="page_391"></a>{391}</span></p> - -<p>Y partió á Toluca para cumplir su solemne promesa.</p> - -<p>A la puerta de la casa del general Berriozábal, gobernador y jefe de la -división del Estado de México, cuando los caballos piafaban de -impaciencia por la tardanza de los jinetes que no acababan de despedirse -adentro, sus muchos amigos quisieron disuadir á don Santos del propósito -que tenía tomado: vigilar el convoy que debía salir de Tacubaya á su -paso por el Monte de las Cruces, el día 15 de Junio de 1861.</p> - -<p>El general Berriozábal le acompañó en el camino.</p> - -<p>Hicieron alto en Las Cabezas.</p> - -<p>Llegaba la diligencia de México y venía el ayudante Francisco Taboada.</p> - -<p>—¿Qué sucede con el convoy?—le preguntó don Santos Degollado.</p> - -<p>—Está en Tacubaya—contestó Taboada.<span class="pagenum"><a name="page_392" id="page_392"></a>{392}</span></p> - -<p>—Retirémonos á Lerma,—dijo Berriozábal al señor Degollado.</p> - -<p>—Ese no es mi negocio. El gobierno me dice que viene y debo estar -aquí—respondió don Santos.</p> - -<p>Sacó su reloj y dijo á Berriozábal:</p> - -<p>—Usted debe volverse.</p> - -<p>—Da usted dado en este monte tan peligroso.</p> - -<p>—Tomaré mis precauciones.</p> - -<p>—Entonces quedo á las ordenes de usted.</p> - -<p>Y avanzaron: Berriozábal iría por todo el camino real hasta encontrarse -con el convoy y el general Degollado por entre la montaña; pero antes, -para emprender la marcha paralela, éste ganaría las cumbres del frente á -la Pila y en señal de su llegada tocaría diana.</p> - -<p>El general Berriozábal, en menos de un cuarto de hora de espera, oyó un -tiroteo y en seguida la diana prometida; pero debemos advertir, según el -dicho de testigos presenciales, que la diana únicamente la oyó el -general Berriozábal.</p> - -<p>Y siguió su marcha.</p> - -<p>En Cuajimalpa, el teniente Perfecto Soto se le presentó á noticiarle la -derrota del batallón rifleros de San Luis.</p> - -<p>Berriozábal resistió creerlo; sin embargo, retrocedió para reconocer el -campo.</p> - -<p>Algunos disparos le hacían de entre la montaña, á la falda de las -cumbres.<span class="pagenum"><a name="page_393" id="page_393"></a>{393}</span></p> - -<p>Vió pendientes de los árboles muchos cadáveres de soldados.</p> - -<p>Ya no le cabía duda: don Santos había sido derrotado.</p> - -<p>En Huixquilucan supo que Degollado había muerto.</p> - -<p>Allá arriba de las cumbres, después de haberse batido valientemente sus -soldados, el enemigo hizo multitud de prisioneros y luego, afirma solo -Berriozábal, “obligó á los mismos cornetas y tambores de San Luis que -tocasen diana.”</p> - -<p>Don Santos, pistola en mano, descendía la pendiente al paso de su -caballo.</p> - -<p>Se rompió la brida; se apeó á anudarla y fué hecho prisionero. El -<i>Chato</i> Alejandro le dió una lanzada.</p> - -<p>Conducido entre filas, un soldado indígena que se apellidaba Neri le -disparó un tiro por detrás, en el cerebelo.</p> - -<p>Fué enterrado por orden de Gálvez en Huixquilucan.</p> - -<p>Una oración fúnebre le pronunció el señor Francisco Schafino, que andaba -plagiado por Buitrón.</p> - -<p>Corriendo el tiempo, el general Berriozábal derrotó á una tropa -reaccionaria en Toluca, y entre los muertos encontró al indígena Neri.</p> - -<p>Llevaba aún en el dedo una prenda de su ilustre víctima: un anillo que -lucía un jaspe<span class="pagenum"><a name="page_394" id="page_394"></a>{394}</span> y un gorro de la libertad con este letrero abajo:</p> - -<p><small>«TODO POR TI.»</small></p> - -<h3>VI</h3> - -<p>El general Francisco Alcalde, de paso por Huixquilucan, el 5 de Julio de -1862, exhumó los restos de don Santos Degollado.</p> - -<p>Yacían cerca de la puerta de la iglesia.</p> - -<p>Un soldado del general Aureliano Rivera que había presenciado el -entierro hecho por Gálvez, indicó el sitio.</p> - -<p>El cadáver estaba bien conservado: en camiseta, calzoncillos, una herida -en el cerebelo, otra en el cuello y otra en el pecho.</p> - -<p>Se leía en el interior de la tapa del ataúd:</p> - -<div class="blockquot"><p>AQUI YACEN LOS RESTOS DEL DESGRACIADO C. SANTOS DEGOLLADO.—UN -AMIGO SUYO.—SCHAFINO.</p></div> - -<p>Los restos estuvieron expuestos en el Palacio Municipal.</p> - -<p>El 21 se le hicieron suntuosas honras fúnebres en esta Capital.</p> - -<p>La comitiva del entierro, en la que iba el Presidente de la República, -recorrió el Portal de Mercaderes, Plateros y San Francisco.</p> - -<p>En el centro de la Alameda, bajo una rotonda, se pronunciaron -discursos.<span class="pagenum"><a name="page_395" id="page_395"></a>{395}</span></p> - -<p>El cadáver quedaría depositado en el Panteón de San Fernando, según la -invitación del Gobierno del Distrito, que se hizo representar por el -señor Pascual Miranda.</p> - -<p>Después, á petición de la familia, los restos fueron sepultados en el -Cementerio Británico, como en sagrado, para que no fuesen profanados.</p> - -<p>El 2 de Noviembre de 1889, el señor Francisco Alatorre, empleado en la -garita de la Tlaxpana y antiguo soldado del general Santos Degollado, -visitó el Cementerio Británico.</p> - -<p>Una arboleda alta y frondosa, la tierra negra y húmeda de fertilidad; la -gente iba y venía por las amplias y frescas calles; en los sepulcros, -cargados de adornos, ardían cirios y los deudos parecían retraerse y -estar en vela; el recogimiento del dolor reinaba.</p> - -<p>De súbito, el soldado se detiene ante un contraste: entre el rico -embellecimiento artificial había un sepulcro humilde; lo señalaba el -césped y un valladito de arquillos de bejuco, y un ciprés con sus ramas -secas y su sombra le lloraba. Al encuentro salía un frontón en que se -leía este como recuerdo de la patria:</p> - -<p class="c"> -EL GENERAL SANTOS DEGOLLADO.<br /> -15 DE JUNIO DE 1861.<br /> -</p> - -<p>El soldado se decubrió y echó á volar su memoria: Morelia, Guanajuato, -Jalisco, Colima, Toluca, el Monte de Las Cruces.<span class="pagenum"><a name="page_396" id="page_396"></a>{396}</span></p> - -<p>Y luego olvidó todo y se puso á orar por su buen jefe.</p> - -<p>Ahí reposaba su general, el COLMENERO como le llamaban, el valiente que -no hizo mal á nadie, que tuvo más patriotismo que ninguno, que fué -siempre justo y honrado y cariñoso.</p> - -<p>Lo veía con la eterna dulzura en el rostro alentar á sus soldados en las -batallas, infundirles la esperanza, hacer que amasen á la patria -sacrificándose y ofreciéndole la vida.</p> - -<p>—¿Por qué aquí? ¡Ah, eres humilde hasta en la muerte!—dijo el soldado.</p> - -<p>Diecisiete años han transcurrido.</p> - -<p>El tiempo ha hecho más humilde el sepulcro de don Santos Degollado.</p> - -<p>Bien decía el Archiduque Maximiliano al general Nicolás Medina, en 1864:</p> - -<p>—¡Pobre hombre! No lo comprendió su siglo, no lo conoció su país<a name="FNanchor_13_13" id="FNanchor_13_13"></a><a href="#Footnote_13_13" class="fnanchor">[13]</a>.</p> - -<p class="r"> -<i>Angel Pola.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_397" id="page_397"></a>{397}</span></p> - -<h2><a name="LEANDRO_DEL_VALLE" id="LEANDRO_DEL_VALLE"></a>LEANDRO DEL VALLE<br /><br /> -1833-1861</h2> - -<div class="blockquot2"><p>Me viene la conformidad, luego que recuerdo que murió por su -patria—<i>Ignacia Martinez</i>, madre de Leandro del Valle.</p></div> - -<h3>I</h3> - -<p>En el primer año de la segunda década del siglo XIX, cuando Hidalgo -desplegaba el estandarte de la independencia de México en el pueblo de -Dolores, el coronel Rómulo del Valle vivía ya muy comprometido en la -trama urdida para difundir la idea de nuestra emancipación de España y -el derrocamiento del gobierno virreinal, que no le parecía en manera -alguna digno: quería con el alma un régimen político propio y defendía -su credo por todo Querétaro á la cabeza de un grupo de patriotas. Prestó -servicios que debe grabar la Historia, desde 1811 hasta el triunfo de la -Reforma, en que anduvo con el arma al brazo junto con don Juan Alvarez: -¡cuarenta<span class="pagenum"><a name="page_398" id="page_398"></a>{398}</span> y cinco años de lucha por la autonomía nacional y la -República, y en aquellos tormentosos días en que se jugaban vidas y -haciendas por los principios, el todo por el todo!</p> - -<p>Doña Ignacia Martínez, esposa de don Rómulo, con ser católica -devotísima, jamás discutió, ni en el seno del hogar, los pensamientos -liberales del valiente soldado y que andando la revolución heredarían -sus hijos.</p> - -<p>Leandro fué quien más llevó en la sangre estos bellos ardores de -patriotismo y libertad. Venido al mundo en México y en la calle de San -Agustín núm. 2, el 27 de Febrero de 1833, su padre le inculcó las ideas -que tejen el indisoluble lazo entre el ciudadano y la tierra en que se -nace. Recibió su instrucción primaria en una escuela de Jonacatepec, E. -de Morelos, que dirigía don Francisco Saldaña, un santo profesor que -cuidaba mucho de tener irreprochable conducta para no aparecer modesto -con hipocresía. Muy joven, á los once años cumplidos, entraba en el -Colegio Militar, carrera por la que sentía, más que curiosidad de niño, -decidida vocación.</p> - -<p>Era precisamente el año 1844, cuando Santa-Anna declaró su odio de -muerte al Congreso porque le había negado facultades para imponer nuevas -contribuciones y entraba de paso en la Presidencia el íntegro don José -Joaquín de Herrera. Los ánimos estaban en<span class="pagenum"><a name="page_399" id="page_399"></a>{399}</span> efervescencia y la dictadura -hacía sentir su peso de plomo sobre todo el país. Empezó estudiando con -gran provecho la táctica de infantería y obtuvo el premio en el examen -de fin de año.</p> - -<p>Al siguiente, era sargento segundo, conforme al reglamento del Colegio, -y la aprobación del consejo de profesores. Aprendió concienzudamente la -táctica de caballería, Matemáticas elementales y las otras materias -anexas al curso. Ahí también obtuvo el primer premio.</p> - -<p>Intima amistad le unía á Osollo y Miramón, implacables enemigos de los -liberales. Cuentan que en el Colegio, Miramón y Valle solían saludarse -así:</p> - -<p>—Mi General—hablaba Miramón con la mano derecha llevada al kepí y -cuadrándose marcialmente.</p> - -<p>—Ordene Su Alteza—decía Valle.</p> - -<p>Y la broma juvenil tuvo que ser realidad hasta cierto punto: Leandro -llegó á ser general, y Miramón Presidente de la República, todavía muy -jóvenes.</p> - -<p>El 20 de Enero de 1847 ascendió á subteniente por especial empeño de don -Valentín Gómez Farías. Este fué el paso que resolvió el porvenir de -Valle.</p> - -<p>Desde entonces demostró de continuo el valor y la serenidad tan -peculiares en los trances más difíciles de su vida militar. El<span class="pagenum"><a name="page_400" id="page_400"></a>{400}</span> 27 de -Febrero, ese día que los 3,300 mentados Polkos se pronunciaron al grito -de ¡muera Gómez Furias! y ¡mueran los puros! Valle defendía el punto de -Santa Clarita y por sostener á don Valentín, se batía cuerpo á cuerpo -con los rebeldes, teniendo presente que el Gobierno establecido cuidaba -con sus cinco sentidos de hacer frente á los Estados Unidos. Agobiado -México por los odios de política y de creencia y por la irrupción de los -bárbaros del Norte, casi enseñoreados del país por estar á punto de -ocupar las principales ciudades, Valle se puso á las órdenes del general -don Juan Alvarez, templado más su denuedo por el peligro en que pasaba -la patria; y transcurrido algún tiempo, á las de don Antonio Banuet. -Cuando este su querido jefe fué herido por el invasor extranjero, le -llevó solícitamente á su hogar y le puso con filial cariño en los brazos -de sus ancianos padres, en tanto él seguía batiendo al enemigo en el -Puente Colorado.</p> - -<p>Las revueltas tan obstinadas por aquella luctuosa época le impelían en -fuerza de la índole de su carrera á entrar y salir con frecuencia del -Colegio.</p> - -<p>En 1850, á la vez que estudiaba Física y Mecánica, consagraba sus ocios -á la literatura sin dejar por esto de ser uno de los alumnos más -aprovechados: obtuvo como en los anteriores exámenes, el primer premio. -Tan<span class="pagenum"><a name="page_401" id="page_401"></a>{401}</span> grandes esperanzas el Gobierno cifró en él, que tuvo el propósito -de enviarle á París para que sellara su tan brillante carrera con -mayores conocimientos teóricos en la ciencia de la guerra y más extensa -práctica. La pobreza de sus padres causó en parte el fracaso de aquel -viaje que fué para él un sueño dorado.</p> - -<p>Dado su afecto por la poesía y su fama de inteligente, que resonaba -entre sus condiscípulos y profesores, el 15 de Septiembre de 1851, en la -celebración de la Independencia, recitó en el Teatro Nacional una -composición que le valió estrepitosos aplausos por el ardor con que fué -declamada y algunos atrevidos pensamientos que contenía. Por ejemplo, -habla de los guerreros:</p> - -<div class="poetry"> -<div class="poem"><div class="stanza"> -<span class="i1">«Con denuedo marcharon á la guerra,<br /></span> -<span class="i0">La paz de sus hogares despreciaron,<br /></span> -<span class="i0">Sus cenizas cubrió sangrienta tierra,<br /></span> -<span class="i0">Pero al sepulcro con honor bajaron.<br /></span> -<span class="i0">¡Oh recuerdos de gloria! ¡Cómo late<br /></span> -<span class="i0">Mi ardiente corazón! ¡cómo se agita!<br /></span> -<span class="i0">Al recordar los triunfos, el combate,<br /></span> -<span class="i0">El pecho militar siempre palpita.<br /></span> -<span class="i0">—Hidalgo, Allende, valeroso Aldama,<br /></span> -<span class="i0">¡Cómo os envidio vuestra eterna gloria!<br /></span> -<span class="i0">Trocara mi existir por vuestra fama,<br /></span> -<span class="i0">Por dejar una página en la historia.»<br /></span> -</div></div> -</div> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_402" id="page_402"></a>{402}</span></p> - -<p>El mérito es intrínseco y está en que todo lo expresa sinceramente, y -más, en que realizó la promesa al pie de la letra: siempre patriota, -valiente y sin abrigar un solo pensamiento impuro.</p> - -<p>Siendo teniente de Ingenieros, el 29 de Marzo de 1853, le nombraron -ayudante del Batallón de Zapadores; entonces este Cuerpo del Ejército -era de lo más escogido entre la milicia, porque los que le formaban no -tenían tacha en su comportamiento, valor y disciplina. Nunca antes ni -después Batallón alguno de la República, no olvidando el de Supremos -Poderes que intentó ser su remedo, tuvo más instruída y decente -oficialidad.</p> - -<p>El dictador Santa-Anna, á quien caía en gracia el joven militar por su -apostura, su saber en la ingeniería, su conducta y su valentía, le -ascendió el 1.º de Junio del mismo año á Capitán 2.º de la cuarta -compañía de Zapadores.</p> - -<p>Apoyado por sus méritos, cada día más grandes, subía á pasos de gigante -el escalafón, sin dar los saltos que ahora se acostumbra, y con el -previo bautizo de sangre en el campo de batalla recibido de las balas -enemigas por una causa justa y patriótica. Jamás movió una influencia, -de las muchas que tenía, para ascender: los grados venían á sorprenderle -y no iba á buscarlos en las antesalas de los omnipotentes en política.<span class="pagenum"><a name="page_403" id="page_403"></a>{403}</span></p> - -<p>Un general, antes furibundo reaccionario y hoy republicano, le -aconsejaba hablando de grados:</p> - -<p>—Leandro, aproveche Ud. sus buenas amistades de arriba.</p> - -<p>—Los medios para ascender los tenemos en nuestras manos—respondía.</p> - -<p>Esto da la clave del por qué los conservadores eran después -imperialistas y ahora casi todos estos <i>fieles y abnegados</i> se han hecho -del partido liberal.</p> - -<p>En Puebla apresaron á don Rómulo por haber aparecido en público como -liberal exaltado y amigo exigente de la rectitud en los actos -gubernativos. Leandro al llegar á la ciudad y tener conocimiento del -suceso, pidió indignado su baja al Gobernador y Comandante Militar del -Estado.</p> - -<p>—No me es posible servir á un Gobierno que no respeta al autor de mis -días—manifestaba dando por fundamento de su solicitud.</p> - -<p>El general don Juan Alvarez, satisfecho de los grandes servicios de don -Rómulo durante la revolución del Plan de Ayutla, quiso que Leandro fuese -Agregado á la Legación de México en los Estados Unidos; pero don Ignacio -Comonfort, por causas muy ajenas á su voluntad, no pudo llevar á efecto -el buen deseo de su respetable antecesor; en cambio, á poco tiempo, le -envió á París para compensarle<span class="pagenum"><a name="page_404" id="page_404"></a>{404}</span> algún tanto la eficaz ayuda que como -ingeniero prestó en el sitio de Puebla el año 56.</p> - -<p>Tan enemigo era de los títulos de nobleza, que en circunstancias serias -se burlaba de ellos. Asistió á un gran baile en las Tullerías con el -Ministro de México don Francisco Modesto de Olaguíbel y se hizo anunciar -de los heraldos como Conde del Nopalito.</p> - -<p>El joven militar quedó satisfecho de tan deseado viaje, visitando -algunas de las principales ciudades de Europa; la falta de recursos le -cerró las puertas del colegio y ya no hizo más estudios, como fué su -propósito. A fines de 1857 pisaba de nuevo el suelo patrio y obtenía del -mismo Comonfort el grado de Capitán 1.º de la primera compañía del -Batallón de Zapadores.</p> - -<p>En la defección de Comonfort hizo esfuerzos por rebelar á los Zapadores -en Santo Domingo y por ello tuvo un serio disgusto con el jefe de la -reacción, al menos así aparecía, el general José de la Parra.</p> - -<p>Perdida la capital de la República, el 24 de Enero de 1858, de la noche -á la mañana, salieron en diligencia su padre y él rumbo á Salamanca, -donde se encontraba Doblado.</p> - -<p>La víspera de su partida, para tomar parte en la guerra de Reforma, -comió y tuvo una larga entrevista con el general Miguel Miramón en el -restaurant de La Estrella, en la calle<span class="pagenum"><a name="page_405" id="page_405"></a>{405}</span> del Refugio, frente al portal de -Agustinos, y trataron de sobornarse el uno al otro: Miramón ofrecía todo -un porvenir á Valle, y éste, otro no menos lisonjero á aquél; pero -ninguno cedió: cada quien tomó senda opuesta, sin perder nada esa -fraternal amistad.</p> - -<p>Miramón ya le debía la vida: se la había salvado en Puebla.</p> - -<p>En Salamanca, á principios de Marzo, Iniestra y Leandro del Valle -formaban parte del Estado Mayor de aquel general.</p> - -<p>Cuenta el señor J. Martínez que la víspera de la batalla, en la que más -que perdieron, se dispersaron sus tropas, aconteció una escena curiosa. -Valle tuvo un disgusto con el español Bravo, y éste, inquieto por el -juicio que aquél se había formado de su persona, le dijo:</p> - -<p>—¿Usted ha dicho que desconfía de mí?</p> - -<p>—Sí, señor, lo he dicho, respondió Valle.</p> - -<p>—Podría pedir á usted una satisfacción; pero esto sería indigno entre -dos jefes liberales; mañana, al frente del enemigo, el que menos avance -merecerá la duda.</p> - -<p>—Corriente.</p> - -<p>—Convenido.</p> - -<p>—Déme usted la mano.</p> - -<p>Y la promesa quedó pactada.</p> - -<p>La prueba fué decisiva, más que en Salamanca, en la carga de Calderón: -Bravo hizo prodigios de valor. Leandro reunió á sus amigos y dijo á su -rival:<span class="pagenum"><a name="page_406" id="page_406"></a>{406}</span></p> - -<p>—Señor coronel, le pido á usted perdón; yo no había sabido juzgar á -usted.</p> - -<p>A Bravo se le ahogó la voz en la garganta y no pudo más que llorar.</p> - -<p>Este fué el origen de la inquebrantable amistad de los dos jóvenes -militares.</p> - -<p>El premio de su bizarría al resistir las fuerzas de la legalidad al -mando de Doblado, á los tacubayistas de Osollo, y de igual -comportamiento al querer Landa en Santa Ana Acatlán aprehender á don -Benito Juárez y su Gabinete, fué ser ascendido á teniente coronel de -Ingenieros.</p> - -<p>Cuando Juárez y su Gobierno, pasado el inminente peligro que corrieron -en Guadalajara, partieron rumbo á Colima para embarcarse en Manzanillo, -dar vuelta por el Istmo de Panamá y salir á Veracruz, Valle estaba á las -órdenes de Santos Degollado; entonces don Rómulo, con el grado de -general, era el comandante militar de Colima por nombramiento que hizo -el popular Degollado.</p> - -<p>Durante los cortos días de estancia ahí, mientras se rehacían y proveían -de armamento y municiones las tropas liberales para volver á emprender -la campaña en el centro de Jalisco, Leandro se dedicaba con ahinco, que -parecía rayar en delirio, en ejercitar á los soldados que estaban bajo -su inmediato mando. Su ideal era que reinase entre todos ellos la -instrucción y la subordinación y que pudiesen<span class="pagenum"><a name="page_407" id="page_407"></a>{407}</span> arrostrar en cualquier -tiempo el peligro. Les predicaba siempre: «Ante el enemigo nunca contéis -el número.»</p> - -<p>La acción de Cuevitas le dió nombradía entre los que por envidia -pretendían rivalizar con él. Su valentía y arrojo llegó á ser -proverbial.</p> - -<p>En el sitio que las fuerzas liberales pusieron á Guadalajara, en el mes -de Octubre, él fué quien dió el primer paso para alcanzar la victoria. A -iniciativa del general Refugio I. González y con asentimiento tácito de -don Benito Gómez Farías, practicaron una mina de pólvora en el bastión -de la calle de la Merced y se introdujeron por las casas de la manzana -hasta el lugar elegido; estaban vacilantes porque creían arruinar las -fincas contiguas y principalmente la en que iba á hacerse la mina, que -pertenecía á la señora Ornelas de Díaz, quien profesaba hasta el -fanatismo los principios liberales y tenía por santos de su devoción á -Juárez, Degollado y Ocampo. Durante las perplejidades, para no -perjudicarla en lo más mínimo, Leandro del Valle la hacía reflexionar:</p> - -<p>—Señora, se va á caer su casa.</p> - -<p>—No le hace; no importa.</p> - -<p>—Pierde usted todo.</p> - -<p>—Pero gana el partido puro.</p> - -<p>La mina voló parte del bastión y cuarteó la casa de la patriota, pero no -sin fruto. Una<span class="pagenum"><a name="page_408" id="page_408"></a>{408}</span> tarde, aprovechando la lista de seis, Refugio I. -González, el coronel Bravo y Valle con los Mosqueteros, entraron los -primeros por la brecha y comenzaron en silencio, con audacia -verdaderamente temeraria, á hacerse de las posiciones del enemigo. -Bravo, compitiendo en arrojo con Valle, subió á la azotea del Palacio de -Gobierno, quitó del asta la bandera de la reacción que flotaba é izó su -blusa roja que llevaba puesta.</p> - -<p>Entonces Valle habló así á sus soldados:</p> - -<p>«Esta plaza inexpugnable para esos ejércitos asalariados que sirven de -ciego instrumento al gobierno que los paga, ha caído ante vosotros, -soldados de discernimiento y de convicción, para quienes la pérdida de -la vida importa poco con tal que triunfe la causa á que habéis -consagrado vuestros esfuerzos, y que no aspiráis á otra recompensa que -al placer de haber hecho la felicidad de la patria y á un recuerdo -honorífico de la posteridad. Hay entre vosotros algunos más admirables -todavía, que sin esperar que la historia registre sus nombres, se -inmolan sin embargo gustosos en el altar de esa divinidad misteriosa que -ha hecho de los sacrificios humanos la condición indispensable de los -mejoramientos sociales. ¡Mártires anónimos, que fecundáis con vuestra -sangre el árbol de la libertad, para que otros recojan los frutos, sin -pedir salario ni gloria especial para vosotros,<span class="pagenum"><a name="page_409" id="page_409"></a>{409}</span> mi corazón se llena de -ternura y de veneración al contemplar tanto patriotismo y tanta -abnegación! Vosotros sois los verdaderamente <i>grandes</i> y los -verdaderamente <i>heroicos</i>!»</p> - -<p>Por esta acción, don Santos Degollado ascendió á Valle, sin perder su -empleo de teniente coronel de ingenieros, á coronel efectivo de -infantería.</p> - -<p>Desde 1858 hasta el desconocimiento de don Santos Degollado, Leandro -estuvo compartiendo con él los pocos triunfos y las muchas derrotas, -acompañándole á Michoacán y siguiendo abnegado y perseverante la misma -suerte que él, á quien debía su carrera y respetaba como á su padre.</p> - -<p>Teniendo en cuenta los servicios que prestó en el valle de México, se le -dió el grado de general de brigada.</p> - -<p>En la Coronilla derrotó á Vélez y le quitó los pertrechos de guerra, y -con la desventaja de que Leandro del Valle iba á la cabeza de restos de -tropa mal organizada y sin instrucción.</p> - -<p>Al ser herido el general Uraga en el ataque de Guadalajara, á mediados -de 1860, la presencia de ánimo y el respeto que imponía Valle, hicieron -que los soldados recuperasen la moral ante el gran peligro que los -amenazaba.</p> - -<p>El fué el que tuvo el mando de una de las brigadas que defendían el -puente de Tololotlán,<span class="pagenum"><a name="page_410" id="page_410"></a>{410}</span> cuando las fuerzas reaccionarias emprendieron la -retirada, después de un fuego nutrido de cañón que rompieron sobre los -liberales.</p> - -<p>El 20 de Octubre de 1860, el coronel Toro le reemplazaba en el mando de -la primera brigada de la división de Jalisco y era nombrado -cuartel-maestre. Estaba en el sitio de Guadalajara. Días antes, el 29 de -Septiembre, en junta de generales, había reprobado la conducta de don -Santos Degollado, quien envió á González Ortega copia de la carta de -Mathew y las proposiciones de pacificación que le hizo. Fué uno de los -que firmaron la respuesta vehemente á la comunicación del general en -jefe del ejército federal.</p> - -<p>Conociendo Zaragoza su pericia militar, le ordenó, el 26 de Octubre, el -desarrollo de un plan de ataque sobre la plaza. Llevado á la práctica, -el 29, en uno de tantos combates, parte del enemigo hizo el simulacro de -suspender el fuego graneado y pasarse: pero apenas estuvo á quemarropa -de los soldados de Valle, rompió de nuevo el fuego y éste pudo salvar -arrojándose á un foso. Se encontraba en el punto de más peligro con -Zaragoza en los instantes en que las fuerzas de la legalidad se -apoderaban á bayoneta calada del resto de Santo Domingo. Al pedir -parlamento el general Severo del Castillo, fueron los representantes de -Zaragoza, Doblado y Leandro<span class="pagenum"><a name="page_411" id="page_411"></a>{411}</span> del Valle, quienes en la entrevista -rechazaron indignados los puntos de política del país que les tocaron. -Las bases acordadas, y que conservaron intacta la dignidad del ejército, -fueron firmadas por Zaragoza, Doblado y Valle. No habiéndolas cumplido -el enemigo, Valle dirigió desde Zapotlanejo, donde estaba con la -división de Jalisco, y algún botín de guerra, un comunicado á Doblado en -el que se leía: «Supuesto que Castillo ha roto los convenios, debe ser -batido dentro de la plaza ú obligado por la fuerza á salir de ella, á -menos que no se rinda con la fuerza que lo obedece.» Castillo huyó de -Guadalajara rumbo á Tepic y Zaragoza dispuso que Valle le persiguiese. -Este logró dispersarle buen número de sus soldados.</p> - -<p>En marcha el ejército para la capital de la República, iba con el -general en jefe y le acompañaba á Guanajuato, Celaya, San Juan del Río, -la Soledad y Arroyozarco. Aquí reunidos los ejércitos del Norte, Centro -y Oriente, aceptaron la batalla en las lomas de San Miguel de -Calpulalpan, que Miramón y Márquez les presentaron el 22 de Diciembre. -El general Jesús González Ortega, á la cabeza de las divisiones de -Zacatecas y unido á Valle, cogieron á paso veloz la retaguardia al -enemigo, que se batía ya con Zaragoza, Lamadrid, Antillón, Toro y -Blanco, y obtuvieron el triunfo definitivo que hizo volver los Poderes<span class="pagenum"><a name="page_412" id="page_412"></a>{412}</span> -á la Capital. Antes de entrar el ejército en ésta, su amigo de infancia -y compañero de colegio, Miramón, le escribía la siguiente carta: -«Querido Leandro: No sería difícil que Concha necesitase de alguna -persona de influjo del partido triunfante, y prefiero dirigirme á tí que -á alguno de sus parientes, á fin de que hagas por ella, en nombre de -nuestra antigua amistad, lo que en igual caso haría yo por tu familia. -Disfruta de felicidades y manda á tu amigo.—<span class="smcap">Miguel Miramón</span>, Diciembre -24 de 1860.—Señor general don Leandro del Valle.»</p> - -<p>Repuesto el gobierno de la legalidad, tuvo el mando de las armas en el -Distrito y seguidamente ocupó su asiento en el Congreso, como diputado -por Jalisco. Las más de las sesiones tomaba parte en los debates. Fué de -los de la iniciativa, á la muerte de Ocampo, para que se pusieran fuera -de la ley á sus asesinos, desde Zuloaga y Márquez hasta Cobos. El 7 de -Junio de 1861 pronunciaba estas textuales palabras en plena Cámara: -«Hemos votado la suspensión de garantías los liberales rojos, á quienes -no puede atribuirse odio á la libertad y á la Constitución, que hemos -defendido con las armas en la mano.»</p> - -<p>El día 1.º había dicho ya: «En nuestras masas hay poco espíritu público -y pocas ideas.»</p> - -<p>Y el día que México supo el asesinato de Ocampo, tuvo que ser un héroe -para apaciguar<span class="pagenum"><a name="page_413" id="page_413"></a>{413}</span> al pueblo amotinado á las puertas de la prisión, que -pretendía matar á Isidro Díaz y Casanova.</p> - -<h3>II</h3> - -<p>Iniciando en el Congreso la supresión de los tratamientos oficiales, -supo la muerte de Santos Degollado, y ciego de ira, dejó escapar una -palabra dura contra aquél, que originó con el general Nicolás Medina, -serio altercado, que debía terminar en duelo.</p> - -<p>—Estas charreteras me las he puesto á cañonazos—dijo exaltado Valle -palmeándose los hombros.</p> - -<p>Y quiso ser el de la revancha.</p> - -<p>Una mañana, ¿quién de aquella época preñada de odios, no la recuerda? -Leandro Valle, montando en San Pedro (un brioso caballo alazán tostado), -vestido de gris, luciendo la militar botonadura dorada, fieltro negro, -botas federicas, el pelo al rape, barbirraro en la punta de la barba, -radiante de gloria y muy joven aún, salía de la casa número 4 del Tercer -Orden de San Agustín, para marchar á la cabeza de las fuerzas que el -Gobierno creía suficientes para exterminar las reaccionarias de Márquez -y Zuloaga, que, después de asesinar á Ocampo en Caltengo, invadían ahora -el Estado de México. A la vez, el coronel Tomás O’Horán venía de<span class="pagenum"><a name="page_414" id="page_414"></a>{414}</span> Toluca -para operar de acuerdo sobre el enemigo, en el Monte de las Cruces. El -general José María Arteaga iba por otro lado, al mismo punto.</p> - -<p>Turbado por tristes presentimientos, Valle se había despedido de la que -pronto sería su esposa, la señora Luisa Jáuregui de Cipriani, -prometiéndole la victoria. De paso en la calle real de Tacubaya, dió -también el adiós á doña Ignacia.</p> - -<p>—Tal vez no nos veamos más. ¡Quién sabe si me ahorquen, madre -mía!—exclamó, echándole los brazos, mientras ella, creyente fervorosa, -le colgaba al cuello un relicario de la Virgen de los Remedios.</p> - -<p>—No, no quiero; dirán que una cosa creo y otra predico.</p> - -<p>—Mira, Leandro, hazlo por mí.</p> - -<p>La noche del 22, Márquez y Zuloaga tuvieron noticia en Acapulco, de que -O’Horán, de Toluca, y Valle, de México, salían á combatirles, y -dispusieron marchar la madrugada del 23, para darles encuentro en el -Monte de las Cruces. A las diez y media de la mañana, las avanzadas de -caballería de los coroneles Almancia y Juan Silva tiroteaban á las de -Valle en la Maroma. Luego Márquez ordenó la carga y se empeñó sangrienta -batalla bajo fuego nutrido, hasta cerca de la una de la tarde, en que -Valle, en una loma, ya sitiado, y á la desbandada y muerta parte de<span class="pagenum"><a name="page_415" id="page_415"></a>{415}</span> su -tropa, formó cuadro. Debilitado el flanco izquierdo de los Batallones de -Moctezuma y segundo de Zacatecas, hizo en triángulo resistencia, y en -zig-zag, para luchar á bayoneta calada. Al ver la irremediable, montó en -San Pedro y rompió el sitio. Un piquete de la caballería le persiguió á -escape y el hizo prisionero en Santa Fe. Desgarraba el cielo nublado uno -que otro tiro de los dispersos en la espesura del monte, cuando Lindoro -Cajiga y el coronel Jiménez Mendizábal aparecieron en el campo de la -guerra, conduciendo en medio á Leandro Valle. Se aproximaba fumando un -puro, con asombrosa tranquilidad, rodeado de una turba furiosa que le -befaba, gritando: ¡Muera el pelón! ¡mátenlo! ¡mátenlo! Avisaron á -Márquez, que se encontraba con su estado mayor y Zuloaga en una -explanada, que habían cogido prisionero á Valle.</p> - -<p>—Supongo que á éste sí lo fusilaremos—dijo Márquez á Zuloaga.</p> - -<p>—A éste sí, porque lo hemos cogido con las armas en la mano—afirmó -Zuloaga<a name="FNanchor_14_14" id="FNanchor_14_14"></a><a href="#Footnote_14_14" class="fnanchor">[14]</a>.<span class="pagenum"><a name="page_416" id="page_416"></a>{416}</span></p> - -<p>He aquí la orden de fusilamiento:</p> - -<p>«Ejercito Nacional.—General en Jefe.—Leonardo Márquez, General en Jefe -de este Ejército, ordeno que el Capitán de Ingenieros que pertenece á mi -Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga<a name="FNanchor_15_15" id="FNanchor_15_15"></a><a href="#Footnote_15_15" class="fnanchor">[15]</a>, se encargará de pasar por las -armas al traidor á la Patria don Leandro del Valle, el cual será -fusilado por las espaldas, para lo cual se le dejará media hora para que -se disponga, y después de haberle fusilado, que se le ponga en un paraje -público para escarmiento de los traidores, para lo cual pedirá en el -escuadrón de Exploradores Valle, doce hombres, al Comandante de -Escuadrón D. Francisco Aldama.</p> - -<p>«Por lo tanto, mando que le comunique esta orden á dicho capitán. Dios y -orden. Cuartel general de Salazar. Junio 23 de 1861.—L. Márquez.—Al -capitán de Estado Mayor, Manuel Beltrán y Puga.»</p> - -<p>Lindoro Cajiga y Jiménez Mendizábal cargaron á la derecha del camino con -el prisionero, y en un claro de monte hicieron alto. Y empezaron los -preparativos del fusilamiento.<span class="pagenum"><a name="page_417" id="page_417"></a>{417}</span> Ordenaron á Valle que se apeara de San -Pedro, porque lo iban á pasar por las armas. Permaneció de pie, cerca de -un tronco de árbol. Una escolta de infantería esperaba la voz de mando. -Al aparecer el capitán que debía ejecutarlo, Valle, desabrigándose, dijo -al P. Bandera, capellán del ejército reaccionario:</p> - -<p>—Padre, le regalo á usted mi capa.</p> - -<p>Sus botas federicas se las dió al coronel Ismael Piña.</p> - -<p>En este instante, Miguel Negrete se presentó á caballo.</p> - -<p>—Señor general, yo soy el general Negrete, por cuya cabeza ha ofrecido -usted mil pesos; hoy no quiero más que darle un abrazo.</p> - -<p>—Con mucho gusto.</p> - -<p>Se apeó Negrete y abrazó á Valle, y éste le regaló su reloj, diciéndole -que como un recuerdo.</p> - -<p>Otra voz salió del grupo, la del coronel Agustín Díaz.</p> - -<p>—Un antiguo compañero de usted, de colegio, desea tener esa misma -satisfacción.</p> - -<p>Valle le abrió los brazos.</p> - -<p>—Deseo escribir á mi familia—suplicó al capitán.</p> - -<p>Y en un plieguito de papel, escribió con lápiz esta carta:</p> - -<p>«En el Monte de las Cruces, Junio 23 de 1861.—Padre y madre queridos; -hermanos<span class="pagenum"><a name="page_418" id="page_418"></a>{418}</span> todos: Voy á morir, porque esta es la suerte de la guerra, y -no se hace conmigo más que lo que yo hubiera hecho en igual caso; por -manera, que nada de odios, pues no es sino en justa revancha. He -cumplido siempre con mi deber; hermanos chicos, cumplan ustedes, y que -nuestro nombre sea honrado, como el que yo he sabido conservar hasta -ahora.</p> - -<p>«Padre y madre: A...... esa carta, á mí, un eterno recuerdo. También de -tí me acuerdo, Agus<a name="FNanchor_16_16" id="FNanchor_16_16"></a><a href="#Footnote_16_16" class="fnanchor">[16]</a>, tú has sido mi madre también.</p> - -<p>«A mis hermanos y amigos, adiós.»</p> - -<p>Reinaba el silencio del respeto que produce el heroísmo.</p> - -<p>Así que terminó, el P. Bandera le dijo:</p> - -<p>—Confiésese usted.</p> - -<p>—No, no me confieso.</p> - -<p>El capellán insistió, acercándosele, cubriéndole con su manteo -(comenzaba á gotear) y hablándole al oído para convencerle.</p> - -<p>—Estamos perdiendo el tiempo, padre; ustedes tienen que hacer.</p> - -<p>Valle se descolgó un «bejuco» de oro y el relicario que su madre le -había puesto, y dijo á uno de tantos:</p> - -<p>—Le suplico que entregue usted á la señora Ignacia Martínez, este -bejuco y este relicario, que no es muy milagroso.</p> - -<p>Sacó de sus bolsillos el dinero que tenía y<span class="pagenum"><a name="page_419" id="page_419"></a>{419}</span> lo puso en manos del -capitán para que lo repartiera entre los soldados que lo iban á fusilar.</p> - -<p>Como viera que le apuntaban por las espaldas, manifestó indignado:</p> - -<p>—Por qué me han de fusilar por detrás, si no soy traidor.</p> - -<p>Supo que la orden era terminante, y entonces dió las espaldas al -pelotón, diciendo:</p> - -<p>—Lo mismo da morir por delante que por detrás.</p> - -<p>Le miraban los ojos de los fusiles, cuando volvió la cara y advirtió á -uno de los soldados que se le había caído la cápsula, de su fusil.</p> - -<p>Efectivamente, así había sucedido.</p> - -<p>Terminada la ejecución, Márquez mandó colgar el cadáver en un árbol. -Ratificaba la promesa hecha en Tacubaya, el inolvidable 11 de Abril: -«Estos jóvenes de valor y de talento son los que necesitamos hacer -desaparecer.»</p> - -<p>Una bonita acción: Luis Alvarez, ayudante de Leandro Valle, se salvó -porque á su padre, don Melchor Alvarez, debía toda su educación Márquez.</p> - -<p>Sabidas las noticias del desastre en México, el general Felipe -Berriozábal, dispuso en Toluca que el coronel Tomás O’Horán, al mando de -un piquete de tropa, fuera á buscar el cadáver de Leandro Valle. -Pendiente de un árbol del camino estaba con este letrero<span class="pagenum"><a name="page_420" id="page_420"></a>{420}</span> á los pies: -«JEFE DEL COMITÉ DE SALUD PÚBLICA,» y cerca, en la misma postura, el -cadáver de su ayudante Aquiles Collín<a name="FNanchor_17_17" id="FNanchor_17_17"></a><a href="#Footnote_17_17" class="fnanchor">[17]</a>. Bajo éste, un perrito que le -acompañó siempre en campaña, rascaba la tierra y aullaba con la mirada -fija en los restos de su amo. El perrito fué á parar en poder de la -señora Isabel Ochoa, esposa del general Berriozábal, que vivía en -Toluca. A los cinco días desapareció, y mandado buscar, lo hallaron en -el Monte de las Cruces, debajo<span class="pagenum"><a name="page_421" id="page_421"></a>{421}</span> del árbol en que suspendieron á Collín: -aullaba, rascaba la tierra y miraba lastimosamente arriba. Llevado de -nuevo á la familia, huyó á los pocos días; pero esta vez fué hallado -muerto bajo el mismo árbol en que había estado pendiente el cadáver.</p> - -<p>Collín ofrendó su vida á la lealtad: había escapado, pero al saber que -Leandro Valle había caído prisionero, regresó al campo del combate.</p> - -<p>—Quién es ése?—dicen que preguntó Márquez.</p> - -<p>Collín, acercándose, contestó:</p> - -<p>—Soy Aquiles Collín, ayudante del general Leandro Valle; supe que mi -jefe había caído prisionero, y vengo á correr la misma suerte que él.</p> - -<p>—Fusílenlo—dijo Márquez á los suyos.</p> - -<p>El día 28 supo la señora Ignacia Martínez que el cadáver de su hijo -llegaría á Mulitas, y salió á su encuentro.—«Yo estaba loca de -dolor—me contaba. Lo ví venir en hombros de unos indios y escoltado por -unos de á caballo. Subí á un coche y le seguí. En la<span class="pagenum"><a name="page_422" id="page_422"></a>{422}</span> garita de Belem -cedieron á mis ruegos Alcalde y el «Huero» Medina para que me dejaran -verlo, diciéndome:—«Pero sólo lo va usted á ver, nada más á ver.» -Destaparon la caja, ¡ah! estaba hasta en paños menores.»</p> - -<p>Esta venerable anciana, que contaba de edad ochenta años y recibía del -Gobierno cien pesos mensuales de pensión, me decía en 1893:</p> - -<p>—«Ahí, en ese armario, tengo la camisa ensangrentada que traía Leandro; -pero hace treinta y dos años que no la veo; no quiero verla. Y ya él -presentía su fin. Me contaron que cuando llegó al Monte de las Cruces, -dijo:—«Me huele aquí á muerte»<a name="FNanchor_18_18" id="FNanchor_18_18"></a><a href="#Footnote_18_18" class="fnanchor">[18]</a>.</p> - -<p class="r"> -<i>Angel Pola.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_423" id="page_423"></a>{423}</span></p> - -<h2><a name="JOSE_MARIA_ARTEAGA" id="JOSE_MARIA_ARTEAGA"></a>JOSE MARIA ARTEAGA<br /><br /> -1827-1865</h2> - -<p>Llena toda la época del Imperio con su recuerdo, y el de su fin trágico -aun hincha de odio y venganza el corazón de los mexicanos.</p> - -<p>Sus biógrafos no han hecho más que encabezar editoriales con su ilustre -nombre, considerando muy á la ligera la Intervención y el Imperio, sin -referir absolutamente nada de su nacimiento, su niñez, su educación y su -entrada en el ejército. Los bien informados escriben que fué general, -gobernador y que murió pasado por las armas, dándole Aguascalientes por -pueblo natal, y nada más. Uno hay, para colmo es el que le da por tener -autoridad de biógrafo, que ha desempolvado gacetillas y entrefilets, y -todo esto así remendado lo intitula biografía del general José María -Arteaga, en un libraco cuyo enorme volumen está en relación directa de -la inexactitud y la carencia de datos.</p> - -<p>El general José María Arteaga no nació en<span class="pagenum"><a name="page_424" id="page_424"></a>{424}</span> Aguascalientes, como aseguran -los historiadores, sino en México, el 7 de Agosto de 1827. Sus padres -fueron don Manuel Arteaga, militar humilde, á quien le picaban mucho los -puntos de honra, y doña Apolonia Magallanes, toda una señora entregada -al trabajo y cuidado de sus hijos. Don Manuel se retiró á la ciudad de -Aguascalientes y abrió una tienda de comercio al por menor, para poder -pasar la vida. Hasta 1836, José María, que era el primogénito, no tuvo -otro mundo que la tienda y la escuela del señor Ignacio Islas, «hombre -sabio y honrado que le infundió buenas máximas y buena educación.» -Entonces el gobierno dispuso que don Manuel partiese á San Luis Potosí á -prestar sus servicios como militar. Al año falleció y la familia tuvo -que regresar.</p> - -<p>Desamparada y pobre, cifró sus esperanzas en José María, ya de edad de -diez años, que quiso aprender el oficio de sastre en el taller de don -Pedro Magallanes, hermano de su madre. Más tarde pasó á ser dependiente -de la tienda de comercio del señor José Rangel. El año de 1848, al -pronunciarse en Aguascalientes contra los tratados de Guadalupe el -general Mariano Paredes, el licenciado Manuel Doblado y el presbítero -Celedonio Domeco de Jarauta, Arteaga brincó el mostrador y formó en las -filas de la Guardia Nacional, de ayudante abanderado. Su madre se<span class="pagenum"><a name="page_425" id="page_425"></a>{425}</span> -opuso, intentó volverle á la tienda, movió influencias para que -desistiera: todo fué infructuoso; no pudo variar la determinación de su -hijo. Las tropas marcharon á Guanajuato, tomaron la plaza y al cabo de -mes y tres días fueron derrotadas por las del gobierno que mandaban los -generales Anastasio Bustamante y Manuel María Lombardini. Los vencidos -habían dado pruebas de valor y hasta de arrojo. Arteaga dejó la bandera -depositada en una iglesia y regresó disperso al hogar, donde lloraba -desesperada la autora de sus días.</p> - -<p>Deseando una vida tranquila, abre su taller de sastre y se pone á -trabajar como hombre formal á quien le inquieta el porvenir. Corridos -pocos meses, se une en matrimonio con la señora Jesús Ortiz, y el hijo -que tienen, que hacía la felicidad de los esposos, fallece al levantar -la bandera santanista en Guadalajara, en 1852, el general José López -Uraga. Arteaga cierra el taller, ceba á un lado la aguja, el dedal y las -tijeras, y sin decir nada á su familia, vuelve á tomar las armas y se -hace soldado del llamado ejército regenerador. Se porta tan bien y tal -es su temeridad en una de tantas batallas, defendiendo un fortín, que, -luego de suspendidos los fuegos, Uraga le dice:—«Usted es más digno de -mi espada que yo.» Y la puso en sus manos, como un regalo por su valor. -El sastre era capitán<span class="pagenum"><a name="page_426" id="page_426"></a>{426}</span> y había pasado por los grados de subteniente y -teniente. Se proclama el plan de Ayutla en el Estado de Guerrero, y -Arteaga, hecho comandante el 14 de Marzo de 1854, forma parte de la -brigada del general Félix Zuloaga, á quien manda hacia el Sur el -Gobierno para volver al orden á los sublevados. Y Arteaga asiste á las -jornadas de Ajuchitlán, Coyuca, Alto de la Tijera y al sitio de Nusco.</p> - -<p>Verdaderamente profesaba las mismas ideas liberales avanzadas que los -que proclamaban el plan de Ayutla; pero sus deberes militares, que era -tan escrupuloso en cumplirlos, le retenían al lado de Santa-Anna, sin -que por esto dejara de pensar en la ocasión propicia para tomar el lugar -que le correspondía en el partido republicano. A los santanistas, -después de treinta y siete días de sitio en Nusco, los rindió la -desnudez, el hambre y la incuria del Gobierno, entregándose á las tropas -del general Juan Alvarez, previo unánime asentimiento á la determinación -tomada en consejo de guerra, de obedecer al gobierno que emanase del -plan proclamado.</p> - -<p>Don Ignacio Comonfort agobió de atenciones á Arteaga y le profesó cariño -de hijo, porque era intachable su comportamiento militar. Arteaga anduvo -con el coronel José G. Cosío, teniente coronel Luciano Valdespino y los -comandantes Prisciliano Flores y Juan José de Aranda, todos defendiendo -el plan de<span class="pagenum"><a name="page_427" id="page_427"></a>{427}</span> Ayutla. En la expedición que á Michoacán hizo Comonfort, -casi llevó de mentor al humilde Arteaga, en quien depositaba plena -confianza, porque le constaba su fidelidad y valentía.</p> - -<p>Luego que fué teniente coronel, en Mayo de 1855, se hizo cargo de la -Mayoría General de la División de Operaciones, librando reñidas batallas -en Jalisco y distinguiéndose en el asalto y toma de Zapotlán. En marcha -para Colima las fuerzas de Comonfort, ascendió á coronel del 3er. Ligero -y regresó á Guadalajara, avanzando hacia México con el general Juan -Alvarez. Al sublevarse Puebla el año de 1856, unido al Presidente de la -República, hizo la campaña y levantó más su renombre de valiente en la -jornada de Ocotlán y los asaltos á la ciudad de los Angeles. Amigo de -Ocampo, Lerdo de Tejada y Degollado, se carteaba con éllos para saber la -situación que guardaba el resto del país, porque escribía que la vida de -la República era su vida.</p> - -<p>Su buen humor de muchacho de escuela no se le amenguaba con los -sufrimientos en la derrota, ni en los peligros; y ardía de cólera cuando -decaía su fe en el triunfo de las ideas liberales. Derrocado Santa-Anna, -partió para Aguascalientes á visitar á la autora de sus días, y le -manifestó:—Aquí me tienes, ya ves dije que confiaras, que triunfaríamos -y que te estrecharía en mis<span class="pagenum"><a name="page_428" id="page_428"></a>{428}</span> brazos,—¡Sí, hijo mío, sí! Dios ha querido -que nos veamos; pero sólo Él sabe con cuántas lágrimas se lo he pedido. -Mira: mejor te quiero ver de sastre, que no de soldado.</p> - -<p>De vuelta de Puebla, habiendo capitulado la ciudad, lucía la banda de -general de brigada. Y pasó á Comandante Militar de Querétaro, en 1857, -siendo el primer Gobernador constitucional del Estado. Mil dificultades -le salieron al encuentro para cubrir los egresos. Cierta ocasión, -apremiado por la escasez de recursos, empeñó sus armas á fin de poder -pagar á los empleados que carecían de lo más indispensable. Don Luis M. -Rivera habla de su gobierno en estos términos: «Durante su permanencia -en la Comandancia y en el Gobierno se distinguió multitud de ocasiones -no sólo en el terreno de las armas, sino también dictando muchas medidas -sabias y prudentes en bien del Estado: fundó varias escuelas públicas, -arregló los archivos y estableció una biblioteca; todo lo cual fué -totalmente destruído el memorable día 2 de Noviembre de 1857 en que las -hordas semisalvajes de la Sierra, acaudilladas por don Tomás Mejía, -asaltaron esta ciudad bizarramente defendida por el mismo señor Arteaga -y el general don Longinos Rivera, quedando ambos heridos con la mayor -parte de sus compañeros de armas.»</p> - -<p>Fué tan firme en sus principios, que era capaz por éllos de sacrificar -cualquiera amistad<span class="pagenum"><a name="page_429" id="page_429"></a>{429}</span> y hasta su familia. Quería á don Ignacio Comonfort -como á su padre y para con él tenía tales motivos de agradecimiento, que -nada podía negarle sin cometer una ingratitud; pues bien: acaeció el -golpe de Estado, y Arteaga, el predilecto del Presidente de la -República, se indignó contra su autor; y aun se burlaba del mentado -golpe, en carta particular á Comonfort, así: «¡Muy bien, muy bien! -¿Conque usted se ha pronunciado contra sí mismo? Ya me parece verlo -revestido con su manto de Nuestra Señora de Guadalupe.» Y á su buena -madre se anticipaba á manifestarle, para que no lo tachase de ingrato: -«Todo se lo debo á don Nacho, hasta el dulce nombre de hijo; pero no -retrocederé: soy liberal y defiendo la Constitución.» Entonces formó -parte del ejército de la Coalición, organizado por los gobernadores de -Guanajuato, Michoacán, Zacatecas, Jalisco y Veracruz. El 9 de Marzo de -1858 triunfaron Miramón y Osollo en Salamanca, y Arteaga vagó por -Acapulco, á pesar de las ofertas repetidas de altos empleos y de fuertes -sumas de dinero que le hizo Miramón. Incorporado á las tropas juaristas, -fué defensor de la Constitución en Jalisco, Michoacán y Querétaro, y -siempre el primero en las batallas.</p> - -<p>Decidido el triunfo del partido liberal en Calpulalpan, tomó nuevamente -las riendas del gobierno de Querétaro. Se adelantó ante el<span class="pagenum"><a name="page_430" id="page_430"></a>{430}</span> enemigo -extranjero á la cabeza de soldados que le seguían por el patriotismo que -ardía en sus pechos. A la vez quería vengar los asesinatos de Ocampo, -Degollado y Valle. Y marchó á Veracruz. Al general Ignacio Zaragoza -había ofrecido un simulacro á orillas de Orizaba, antes de partir para -Acultzingo. Satisfecho del resultado, comenzó su derrotero en defensa de -la patria contra las fuerzas intervencionistas. Era un hermoso día de -Abril de 1862, entre once y doce de la mañana, cuando el enemigo se -presentó al pie del cerro, frente á las fuerzas republicanas que estaban -en las primeras cumbres. Como pretendiera avanzar, le salió al encuentro -Arteaga, á la cabeza de sus soldados. En medio del tiroteo, el enemigo -simuló una retirada y los cazadores de Vincennes se dispersaron, ganando -la cuesta.</p> - -<p>Visto esto por las fuerzas mexicanas, el fuego continuó y con más ímpetu -por los cazadores que consiguieron herir á Arteaga en la pierna -izquierda, abajo de la choquezuela, horadando la bala el peroné y la -tibia. Fué conducido en el caballo del capellán Miguel de los Dolores -Tebles, que éste mismo tiraba del ronzal, á las primeras cumbres de -Acultzingo, donde se hallaba un piquete de tropa. Allí le lavó la herida -el doctor Serdio, vendándola con una bufanda y dos pañuelos. Con la -puerta de una cabaña le improvisaron una<span class="pagenum"><a name="page_431" id="page_431"></a>{431}</span> camilla y le trajeron á México -escoltado por los oficiales Gregorio Ruiz, Miguel Medina, Julián Fonseca -y Román Pérez. En la cañada de Ixtapa, Leon Ugalde, José Rojo, Juan -Valencia y los generales Ignacio Zaragoza y Miguel Negrete vieron al -ilustre enfermo. El acto fué conmovedor.—No me llores, no me llores; al -cabo no me he de morir, dijo Arteaga á Negrete, que al verle lloraba -como un niño.</p> - -<p>Arteaga llegó á México el 9 de Mayo y Juárez con sus Ministros le -visitaron diariamente, estando á su cabecera el célebre doctor Rafael -Lucio. Restablecido, volvió á Querétaro el 10 de Octubre de 1862 á -ocupar el puesto de gobernador, en el que como siempre observó la más -absoluta independencia.</p> - -<p>Había defendido á Santos Degollado cuando estaba en el banquillo del -acusado y le veían con malos ojos algunos del poder; y no sólamente hizo -su defensa, sino que aun llegó á postularle para presidente de la -República.</p> - -<p>Apenas estuvo en el Estado, ascendió á general de división y le -declararon benemérito de la patria. Organizó fuerzas para resistir á los -franceses que hermanados con los conservadores se dirigían á Puebla. -Desocupado México por el gobierno de Juárez, á causa de la capitulación -de Puebla, Arteaga y los otros jefes republicanos protegieron su -retirada,<span class="pagenum"><a name="page_432" id="page_432"></a>{432}</span> procurando defender á todo trance el terreno que iban -invadiendo los extranjeros y los traidores, y ministrar á Juárez los -recursos indispensables para el sostén y el funcionamiento regular de su -administración, aunque fuese ambulante.</p> - -<p>El 3 de Enero de 1864, habiendo Arteaga llegado á ser gobernador de -Jalisco, hacía una retirada al Sur del Estado, y unas veces avanzaba y -otras retrocedía hacia Michoacán y México, como general de división y en -jefe del ejército del Centro, por nombramiento de don Benito hecho desde -Paso del Norte. No obstante su alta posición, llevaba una vida de pobre. -Su honradez fué tal siendo gobernador de Querétaro, que salió como había -entrado, atenido á su sueldo de general, pagado con irregularidad. Una -vez se le presentó el director de las escuelas manifestando que carecían -de útiles y libros y que aquello no podía seguir así. El pagador Román -Pérez, que tenía en caja doscientos veinte pesos, dió los doscientos por -orden de Arteaga al director y los veinte sobrantes al correo que -esperaba. Luego Arteaga, sacando un reloj de oro, dijo á su ayudante -Jacinto Hernández:—Dile á Jiménez que me preste cincuenta pesos por -este reloj.</p> - -<p>Jiménez era un empeñero muy conocido de Arteaga por la frecuencia con -que acudía á él, y la cantidad que ahora le pedía iba á servir para los -gastos indispensables de su<span class="pagenum"><a name="page_433" id="page_433"></a>{433}</span> casa. Otra vez, don Cenobio Díaz indujo á -la señora Dolores Medina, que gozaba de influencia cerca de Arteaga, á -que le pidiese un poder para denunciar y adjudicarse la casa de -ejercicios, un edificio de la ciudad de Querétaro. Y contestó -Arteaga:—Qué, ¿dar poder yo? qué, ¿el pueblo me ha puesto de gobernador -para robar? Prefiero que mi familia muera en la miseria, y no que digan -algún día, al verla con lujo: sí, está rica, porque su padre robó cuando -fué gobernador del Estado.</p> - -<p>Cuando fué herido en Acultzingo y estaba postrado en cama en la casa -número 16 de la 1ª calle de la Merced, Juárez de visita le ofreció -dieciseis mil pesos.—No, señor, contestó; no recibo nada: mi tropa sí -los necesita; yo puedo vivir como quiera. En Michoacán, de jefe de las -tropas republicanas, no se apartó de la misma línea de conducta. A -mediados de 1855, huyendo del 4.º de caballería de Wenceslao Santa Cruz -que los perseguía, los suyos le dieron por muerto al caer con caballo y -todo en un barranco. Afortunadamente á medio declive la banda de general -se le enredó en una orqueta y ahí permaneció toda la noche. Su tropa -siguió hacia Tacámbaro; pero su ayudante Jacinto Hernández regresó al -siguiente día, halló vivo á su general, le condujo á la Hacienda de -Chopis y se agregó á la fuerza.<span class="pagenum"><a name="page_434" id="page_434"></a>{434}</span></p> - -<p>Una desavenencia le tenía alejado de Salazar; pero hicieron las paces en -la casa de don Antonio Gutiérrez, en Tacámbaro. Y empezaron la -organización de la tropa con que debían hacer frente á Méndez. Arteaga -era el general en jefe y Carlos Salazar el cuartel maestre. El -calendario señalaba el 20 de Septiembre. El 4 de Octubre pasaron revista -á las tropas republicanas en las llanuras de las Magdalenas, al Oriente -de Uruapan. El 9 se aproximaba Méndez á atacar la ciudad con 1,500 -hombres. Los republicanos la desocuparon á la una de la tarde y tomaron -camino para Tancítaro. Arteaga iba con parte de la tropa; las otras -habían partido á distintos rumbos con sus jefes respectivos. Los mil -cuatrocientos soldados de Arteaga llegaron bien.</p> - -<p>El 12, apenas tomaban rancho, se tuvo noticia de que llegaba el enemigo, -y emprendieron la retirada á Santa Ana Amatlán, llegando el 13. Sin -embargo de que Méndez les pisaba los talones, ahí descansaron muy -confiados, porque Pedro Tapia, con un piquete, cubría la cuesta, único -camino por donde tenía que pasar el enemigo para llegar á Amatlán, y -Julián Solano exploraba la retaguardia. Eran las once y media de la -mañana; la tropa de Arteaga descansaba y tenía en pabellón sus armas; de -repente oyóse en la plaza el grito de ¡viva el Imperio! y unos tiros.<span class="pagenum"><a name="page_435" id="page_435"></a>{435}</span> -El teniente Amado Rangel<a name="FNanchor_19_19" id="FNanchor_19_19"></a><a href="#Footnote_19_19" class="fnanchor">[19]</a>, con cincuenta hombres, entrando por la -cañada, había sorprendido á la fuerza republicana.</p> - -<p>—¿Qué pasa, preguntó Arteaga al capitán Agapito Cruzado.—El enemigo, -mi general.—¡Oh, traición infame! Solano, Pedro Tapia y sus -exploradores!......—Que Dios salve á usted, mi general.</p> - -<p>En efecto, Solano y Tapia habían sido comprados desde Uruápan en $3,000 -por dos jefes imperialistas. Uno de los primeros que cogieron prisionero -fué á Arteaga; dos soldados le conducían; Rangel le salió al encuentro, -se apeó, clavó su lanza en tierra y sombrero en mano le dijo:—Mi -general.—Rangelito, hijo, mira cómo me traen; qué figura: sin sombrero, -en camisa.</p> - -<p>Rangel dió órdenes para que trajeran lo que le faltaba al ilustre -prisionero. Y le manifestó: Señor, yo mando; no se aflija usted, porque -ante mí á nadie se mata; al contrario, usted dispone de todos mis -elementos y de los suyos. El grueso de mis fuerzas viene muy lejos.—No, -hijo; déjanos correr suerte; cumple con tu deber, que la honra no -vuelve.</p> - -<p>A las dos de la tarde entraba el resto de la tropa de Méndez, al grito -de ¡viva el Imperio!<span class="pagenum"><a name="page_436" id="page_436"></a>{436}</span></p> - -<p>Arteaga, demudado, dijo á Rangel: Ahí vienen los tuyos.—Ya usted ve; -tiempo tuvimos.—Lo que siento es que este <i>Capulín</i><a name="FNanchor_20_20" id="FNanchor_20_20"></a><a href="#Footnote_20_20" class="fnanchor">[20]</a> me -fusile.—Pues no, señor, no lo fusilará.</p> - -<p>La verdad es que Amado Rangel quería pasarse á los liberales; pero éstos -prefirieron conservar toda su dignidad de vencidos.</p> - -<p>Rangel fué á encontrar á los suyos.—¡Alto! gritó á las tropas que -avanzaban á escape.—¿Qué hay, Rangel? preguntó Méndez.—Que ya no -corran: hemos tenido completo triunfo: Arteaga está prisionero.—¡Cómo, -hombre?—Sí, señor.—¿Arteaga? ¿el general Arteaga?—Sí, señor.—Pero, -¿lo has visto?—Sí, señor.—¿Lo conoces?—Sí, señor.—Rangel, es usted -capitán!, exclamó Méndez saliendo de su asombro.</p> - -<p>Méndez, al redactar el parte oficial de la Victoria<a name="FNanchor_21_21" id="FNanchor_21_21"></a><a href="#Footnote_21_21" class="fnanchor">[21]</a>, prometió á -Rangel, ante don<span class="pagenum"><a name="page_437" id="page_437"></a>{437}</span> Gabriel Chicoy y el señor Juan Berna, que no fusilaría -á ninguno de los prisioneros. El diálogo no deja de ser interesante: -Señor, vengo á pedirle un favor.—¿Qué quieres, Rangel?—Nada, señor, -que no fusile usted á ninguno de los prisioneros.—Lo que debes hacer es -no meterte á defender á esos caballeros; lo que debías haber hecho era -fusilarlos<span class="pagenum"><a name="page_438" id="page_438"></a>{438}</span> en el momento que los cogiste prisioneros, no que todo se lo -dejan á uno.—Como había de hacer eso si los cogí descuidados.</p> - -<p>Rangel dió la vuelta, y cuando iba como á diez pasos, Méndez le llamó: -Rangel.—Mande usted, señor.—Vaya usted sin cuidado: nada se les hará.</p> - -<p>Al llegar á Uruapan, Méndez recibió cartas<span class="pagenum"><a name="page_439" id="page_439"></a>{439}</span> del general Osmont, Bazaine -y Maximiliano en que le ordenaban que fusilara á todos los prisioneros. -Juan Berna se oponía, haciéndole palpar la monstruosidad á Méndez; y el -español Wenceslao Santa Cruz lo tentaba á que cumpliera fielmente las -órdenes superiores; después de mucho cavilar, Méndez sujetó á la Corte -Marcial á cinco de los principales: Arteaga, Salazar, Villagómez, Díaz -Paracho y Juan González. Arteaga, la víspera de la ejecución, envió á su -madre la siguiente carta que expurgada de erratas se publica por<span class="pagenum"><a name="page_440" id="page_440"></a>{440}</span> -primera vez: «Uruapan, 20 de Octubre de 1865.—Señora doña Apolonia -Magallanes de Arteaga.—Mi adorada madre:—El 13 de Septiembre he sido -hecho prisionero por las tropas imperiales y mañana seré decapitado; -ruego á usted, mamá, me perdone el largo tiempo que contra su voluntad -he seguido la carrera de las armas. Por más que he procurado auxiliar á -usted, no he tenido recursos con que hacerlo, si no fué lo que en Abril -le mandé; pero queda Dios que no dejará perecer á vd. y á mi hermanita -la <i>yanquita</i> Trinidad. Porque no fuera á morirse de dolor, no le había -participado la muerte de mi hermano Luis, que acaeció en Túxpan en los -primeros días de Enero del año pasado. Mamá, no dejo otra cosa que mi -nombre sin mancha, respecto á que nada de lo ajeno me he tomado, y tengo -fe en que Dios me perdonará mis pecados y me recibirá en su gloria. -Muero como cristiano y me despido de vd., de Dolores y de toda la -familia, como su más obediente hijo—Q. B. S. P.—José María Arteaga.»</p> - -<p>El coronel Wenceslao Santa Cruz mandó el cuadro de la ejecución, el día -21, á la espalda del Parián<a name="FNanchor_22_22" id="FNanchor_22_22"></a><a href="#Footnote_22_22" class="fnanchor">[22]</a>. Al ser formados para la<span class="pagenum"><a name="page_441" id="page_441"></a>{441}</span> descarga los -cinco patriotas, todos demostraron entereza. Arteaga dijo: «Muero -defendiendo la integridad de mi patria, no como general, sino como -ciudadano.» A los pocos días la señora Magallanes recibía un reloj, un -real y otra carta del mártir, en la que le decía: «Es el único -patrimonio que le dejo, defendiendo á mi patria.» El Supremo Gobierno -Federal quiso honrar la memoria de Arteaga, trayendo sus restos á esta -capital, para que reposaran en el Panteón de San Fernando; pero no son -los verdaderos: esos reposan todavía en Uruapan; así lo asegura el único -que les dió sepultura, Angel Frías, hijo natural del mártir.</p> - -<p>Ningún fundamento parece tener esta afirmación tan rotunda, pues después -del fusilamiento de Arteaga, Salazar, Villagómez y González (los -indígenas de Paracho se llevaron á Díaz envuelto en una bandera), los -señores Ramón Farías, Tomás Torres y Rafael Rodríguez, éste como -presidente del Ayuntamiento, recogieron los cadáveres para velarlos en -la capilla del Santo Sepulcro y darles sepultura en uno de los ángulos -del cementerio del barrio de San Juan Evangelista. Al acordar<span class="pagenum"><a name="page_442" id="page_442"></a>{442}</span> el -Supremo Gobierno la traslación de los restos de Arteaga y Salazar al -Panteón de San Fernando, dos personas de las que les dieron sepultura -presenciaron la exhumación, acompañadas de los doctores Manuel Reyes, -Braulio Moreno y Teodoro Wenceslao Herrera. Aún tenían intactas las -ropas y éllas hacían palpable la identidad<a name="FNanchor_23_23" id="FNanchor_23_23"></a><a href="#Footnote_23_23" class="fnanchor">[23]</a>.</p> - -<p class="r"> -<i>Angel Pola.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_443" id="page_443"></a>{443}</span></p> - -<h2><a name="CARLOS_SALAZAR" id="CARLOS_SALAZAR"></a>CARLOS SALAZAR<br /><br /> -1832-1865</h2> - -<p>Harapienta, demacrada y muerta de hambre, la hermana que le sobrevivía -vagaba calle arriba y calle abajo por el barrio de la Merced, de esta -Capital, sin que ninguno la diera de caridad un rincón cualquiera para -dormir. La infeliz, puestas en fuga sus esperanzas por la mala suerte -que iba tras élla, había tocado un último recurso: que su marido -mendigase un empleo de puerta en puerta, cerca de los que consideraba -sus parientes. Un día, después de llamar mucho, le abrió sus puertas don -Luis Salazar, tío del General; pero élla no volvió por segunda vez, á -pesar de salirle al encuentro la promesa. La muerte, más compasiva que -el pariente, al ver á los esposos extenuados de hambre y frío, quiso que -descansaran y se apresuró á abrirles sus lóbregas fauces.</p> - -<p>De su frondoso árbol genealógico, que la fatalidad ha ido podando con -saña implacable,<span class="pagenum"><a name="page_444" id="page_444"></a>{444}</span> no quedan sino ramas lejanas, casi ingertos, sin la -savia del tronco. Hasta un renuevo, su hija Carlota, no vive ya. Ni -recuerdos hay del capitán Benito Salazar, íntegro empleado de la Aduana -de Matamoros, padre de Carlos.</p> - -<p>Doña Tecla Preciado cuenta que nació el valiente republicano en -Matamoros, Tamaulipas, por el año 1832, pues que de la misma edad era -ella. El muchacho parecía el mismísimo demonio por sus peligrosas -travesuras.—«Cree usted, me decía la señora, que de milagro vivía, -porque una vez en el puerto le tiró de la cola al caballo del capitán y -le dió tal coz en la frente que se la abrió. Toda la vida le duró la -cicatriz.»</p> - -<p>De ocho años vino á México y le pusieron en una escuela particular -católica, porque sus padres, y más don Benito que su madre la señora -Merced Ruiz de Castañeda, eran antes que todo católicos devotos. Primero -que nada, Carlos debía aprender el Ripalda para que pudiese lograr la -gracia, de rodillas en el confesionario; á renglón seguido, vendrían -como muy secundarias una poquita de Gramática, las cuatro reglas de la -Aritmética y otras unturas de materias que constituían la instrucción -primaria en aquella época.</p> - -<p>Realizado su sueño dorado (desde pequeño fué de su agrado la milicia), -entró en el Colegio Militar. Miramón y Leandro Valle<span class="pagenum"><a name="page_445" id="page_445"></a>{445}</span> estudiaron con él -y fueron condiscípulos y buenos amigos. La identidad de ideas políticas -y religiosas de Miramón y él, dejaban pronosticar que juntos andarían la -misma senda al entrar en la vida pública. El pronóstico tenía -fundamento: para Carlos, ya de edad en que los años dan ideas propias y -fijas, era imposible que el domingo dejara de oir misa y tuviera -cubierta la cabeza al tropezar en la calle con un sacerdote: era herejía -y sobrado pecado para ir al infierno.</p> - -<p>El año 1847, días antes de la batalla de Churubusco, de cadete en el -Colegio Militar, pidió permiso para luchar contra los norteamericanos -bajo las órdenes de don Leonardo Márquez, el célebre general conservador -y famoso imperialista. Con tal arrojo peleó,—porque arrojo más que -valor era y fué siempre el suyo, originado por su mucho -patriotismo,—que fué herido en una pierna. Le levantaron del campo de -batalla al día siguiente de librada. Esto le valió una medalla y el -ascenso á subteniente.</p> - -<p>Durante el belicoso y despótico gobierno de Santa-Anna, el gobierno -honrado de Herrera y Arista y el efímero de don Juan Bautista Ceballos y -de Lombardini, no mostró en sus actos de militar, si bien tenía un grado -inferior, la menor señal de su republicanismo y liberalismo, que andando -los sucesos le hicieron simpático y lo allegaron numerosos<span class="pagenum"><a name="page_446" id="page_446"></a>{446}</span> partidarios, -haciéndole figurar como jefe de una gran facción de Michoacán. En este -tiempo pasaba por beato rematado, que arrastraba espada por deber de la -carrera. Sabían sus parientes, quienes le llamaban el <i>Chino</i> y vivía -con ellos en la casa número 4 de la calle de San Ramón, que no dejaba -pasar viernes ni día primero de mes sin ir á ver á la Virgen de la -Soledad y oir misa para sola ella. En medio de su religiosidad resaltaba -su odio al despotismo, emanara de donde emanase. Tal vez esto fué causa -de que yendo en fila cerrada al Sur para combatir el plan de Ayutla y -siendo derrotado, hiciera suyas con entusiasmo, como segundo ayudante -del primer batallón activo de Querétaro, todas las ideas imbíbitas en el -plan y tuviese mayores bríos para sostenerlas sin ser presa del -desaliento, no obstante las dificultades que parecían insuperables á sus -sostenedores. Victorioso el plan de Ayutla, por el que peleó desde la -toma de Nusco basta la llegada de Comonfort y Alvarez á Cuernavaca, fué -por sus méritos militares comandante del Cuerpo de Tehuantepec.</p> - -<p>Durante parte de la guerra de tres años, tuvo en México la comisión del -partido republicano, unido á los señores Anastasio Zerecero, Julián -Herrera, coronel Jesús Ocampo y doña Luciana Baz, de proveer de recursos -á las tropas liberales que atacaban los principios reaccionarios.<span class="pagenum"><a name="page_447" id="page_447"></a>{447}</span> La -desempeñó con buen éxito á pesar de los peligros de que estaba rodeado. -Un día le sorprendió el mismo Miramón en persona en junta secreta con -otros liberales en una casa de por las calles del Reloj.—Conque -conspiras? Ahora no me lo negarás, le dijo Miramón -encarándosele.—Estamos en plática pacífica de amigos.—Conque en -plática, eh?, y á puertas cerradas, y todos ustedes liberales. Estás -preso por ahora.</p> - -<p>Y mientras Miramón se interiorizaba de la casa, Salazar subió en un -coche que aguardaba á la puerta; y andando calles largo tiempo sin -rumbo, el cochero quiso al fin saber á dónde conducía al que se había -subido precipitadamente y se encontró con que ya nadie iba adentro. -Salazar, corriendo el vehículo, se había apeado, no pudiendo el policía -Lagarde dar con él. Y fué á incorporarse en Tlalpam al coronel Ramón -Reguera (padre). La ciudadana doña Luciana Baz quedó con las otras -personas desempeñando la comisión aquella. La inquietaba el paradero de -Salazar: si tendría mal fin; los retrógrados eran capaces de todo, aun -de cazarlo en poblado. Admiraba su valor y su persona. Solía decir á la -señora Tecla Preciado, al volver las espaldas Salazar:—«Tecla, qué -cuerpo el de Carlos!» Para ella no existía otro mejor formado en el -mundo: todo bien hecho, en admirables proporciones; era gordo, pero no<span class="pagenum"><a name="page_448" id="page_448"></a>{448}</span> -obeso, ni eran flojas las carnes; bien parado; limpia de arrugas la -frente; rizado el cabello; la barba le cubría toda la mandíbula -inferior; un bigotito negro que tiraba á bozo; las cejas de alita de -golondrina; la mirada medio bizca y, por sobre todo, su marcialidad; -¡qué porte á la cabeza de sus soldados! Radiaba su alegría y no le -importaban las circunstancias para manifestarla. Mas cuando se le -despertaba el enojo, desconocía al mundo entero, olvidaba el tuteamiento -de sus íntimos y al hablarles decíales con otra voz: señor, señora. -Tenía el rostro encendido y era capaz de sacarle astillas á una mesa de -un puñetazo. Hecho del poder el partido liberal, tuvo el grado de -teniente coronel del Batallón Moctezuma, que al mando del coronel Jesús -Díaz de León guarnecía la capital de la República. Después, el Moctezuma -pasó á ser uno solo unido al Batallón Rifleros de San Luis. En sus -filas, con el grado de teniente coronel, el 20 de Diciembre de 1861, -concurrió á la batalla que tuvo lugar entre Pachuca y el Mineral del -Monte. Allí se hizo acreedor á la condecoración especial que decretó el -Supremo Gobierno. Al poco tiempo marchaba con el mismo cuerpo y los de -Zapadores y Reforma, que formaban la descubierta del Ejército, á la -Soledad, Estado de Veracruz, para resistir á las fuerzas de las tres -potencias extranjeras<span class="pagenum"><a name="page_449" id="page_449"></a>{449}</span> que empezaban á invadir el territorio nacional.</p> - -<p>Verificados los tratados de la Soledad, partió con el Batallón Rifleros -de San Luis al Monte de la Cruces para combatir á Buitrón y los otros -reaccionarios que acababan de asesinar á Ocampo, Degollado y Leandro -Valle. Al fin de esta campaña que terminó con buen éxito, se dirigió á -Puebla y peleó heróicamente contra los franceses el 5 de Mayo de 1862; -mereció y obtuvo por tan brillante hecho de armas el ascenso á coronel y -jefe del cuerpo mencionado. Después tomó participio directo en la -defensa de Puebla, que tenían sitiada los soldados de Napoleón III; por -desgracia cayó en poder de los invasores, pero logró fugarse de la -cárcel y se incorporó, pasados algunos días, al Gobierno legítimo que -permanecía en México.</p> - -<p>Cuando Juárez, como Presidente de la República, fué á San Luis Potosí, -le acompañó, siendo Jefe militar de la zona que comprendía Río Verde, -Valle de Valles, San Ciro y otros puntos de la Sierra, que había -precisión de tener en extremo vigilados. Aprovechó todos los elementos -que pudo encontrar, reorganizó su cuerpo, lo instruyó, equipó y le dió -el ejemplo de acatar la Ordenanza. A varios jefes comisionó para que -emprendieran formal campaña contra las guerrillas de traidores que -merodeaban por pequeñas poblaciones<span class="pagenum"><a name="page_450" id="page_450"></a>{450}</span> y haciendas cometiendo robos y -asesinatos. Más tarde, por acuerdo del Supremo Gobierno, pasó con el -Batallón Rifleros de San Luis, á las órdenes del general José López -Uraga, al Estado de Michoacán. En Morelia, defendida por el general -Leonardo Márquez, al dar el asalto el 18 de Diciembre de 1862, la -fortuna le fué adversa, pero no perdió el valor, ni con una herida que -le atravesó el pecho, ni ante los peligros de muerte sin cuento que le -rodearon durante la batalla, al grado de matar uno tras otro sus -caballos las balas enemigas. La retirada de sus tropas, la hizo él en -camilla hasta Santa Clara del Cobre, donde, sin embargo de sus graves -heridas, no cesó de seguir reorganizando las fuerzas que debían -continuar combatiendo al ejército invasor. Rasgos semejantes de valor -tuvo en otros días. El año 1859, estando el general Aureliano Rivera en -Tlalpam, quince ó veinte de sus oficiales, Salazar á la cabeza de éllos -como comandante de batallón, hicieron formal promesa de llegar á las -garitas de Chapultepec, donde estaba el enemigo, y de hacerle fuego á -quemarropa con pistola. Llegaron á Tacubaya, y en la cantina de la -señora Mariquita Becerril, un tal Palomo y un tal Reguera, oficiales -ambos que se guardaban profundo encono, hicieron en alta voz alarde de -temeridad tomando la vanguardia. Cerca de las trincheras cayó herido -Palomo,<span class="pagenum"><a name="page_451" id="page_451"></a>{451}</span> y Salazar, que hacía de corneta, al ver el inminente peligro -que corrían, tocó retirada; y una astilla que sacó de un árbol una bala -le quitó de los labios y la mano la corneta; entonces volvió en medio -del fuego graneado á recocer á Palomo, le montó en su caballo y puso á -salvo. En estos trances, la amistad más que el deber le obligaban. Así -en los Reyes, cuando fortuitamente, sin saberlo él, del pronto, el -general Porfirio Balderrain mató al mayor Guerrero, de su Estado Mayor, -loco de ira é indignación se trasladó al lugar del suceso, y asiendo de -la cintura al homicida, le azotó contra la pared y quiso matarle á -taconazos. Tal manera de ser no quiere decir que Salazar fuese de mala -índole; muy por el contrario, buenos sentimientos le animaban y lo -mostró siempre con palabras y hechos. ¡Qué soldado de la Reforma y la -Intervención y el Imperio no recuerda el haber visto llorar á Pueblita -en las peroraciones, de Salazar! No de su gran cabeza, sino de su -corazón le salía, todo lo que hablaba.</p> - -<p>Después de la honrosa retirada de Morelia, sin darle las espaldas al -enemigo, sano ya de su herida, se dirigió á Uruapan y luego á Santa -Clara, cuya plaza tomó á viva fuerza á los traidores.</p> - -<p>En la Villa de los Reyes, Michoacán, rechazó á los franceses y traidores -que le asaltaron, y los puso en precipitada fuga.<span class="pagenum"><a name="page_452" id="page_452"></a>{452}</span></p> - -<p>En los primeros días de Abril de 1865, fueron reducidos á prisión, por -orden del general Ramón Méndez, las familias de Salazar (era ya -general), Arteaga, Pueblita y el coronel Jesús Ocampo. Estuvieron -incomunicadas bajo la custodia de los franceses, hasta que unos -comerciantes, dolidos del martirio á que las habían sujetado durante dos -meses y un día, se constituyeron sus fiadores, y lograron por este medio -se las dejase por cárcel la ciudad de Morelia. El único objeto de tal -conducta inquisitorial era el hacer que los jefes de las dichas familias -se sometieran sin peros al llamado Imperio; mas nada pudo lograr Méndez, -porque en aumento el desinterés y la abnegación de aquellos meritísimos -ciudadanos, trabajaron con inquebrantables esfuerzos en difundir el amor -á la patria entre las tropas mexicanas, las cuales sabían todo el mal -que les venía con un gobierno que no fuese propio ni de forma -representativa popular.</p> - -<p>Arteaga y Salazar aparecían en discordia ante los republicanos que los -acompañaban, haciendo la campaña contra el Imperio en Michoacán; el -origen de élla era el distinto punto de vista desde el cual apreciaban -los sucesos políticos de las zonas que dominaban.</p> - -<p>Pronto se borró esa discordia, sin dejar huella de su paso por esos dos -grandes corazones henchidos de patriotismo. El 16 de Septiembre de 1865 -vibraban acordes como si dieran<span class="pagenum"><a name="page_453" id="page_453"></a>{453}</span> vida á un mismo cuerpo, sintiendo y -pensando idénticamente. Esa fecha la celebraron en Tacámbaro de -Codallos, especie de arsenal de la República en aquella triste época. El -coronel Justo Mendoza, secretario del Cuartel General del Ejército -Republicano del Centro, pronunció un soberbio discurso y lo escucharon -el general en jefe Arteaga, el Cuartel Maestre Salazar, el Estado Mayor, -los jefes y oficiales y un resto vagabundo y simpático de fieles -empleados de diversos ramos de la administración pública. Fué aquella -una fiesta oficial que reanimó á los espíritus que hacían vivir la -República por Michoacán. De allí salieron las fuerzas en vías de -organización. Los traidores y los republicanos tenían prisioneros; los -primeros gestionaban con empeño canjes; lo cual no había podido -efectuarse por las ventajas que querían. Los jefes de uno y otro partido -se carteaban, partiendo la solicitud de los traidores y jefes -extranjeros. El coronel Van der Smissen menudeaba su correspondencia con -Salazar; exigía más de un soldado suyo por un mexicano, y Salazar le -contestaba que en ninguna parte y en ningún tiempo podía ser más un -extranjero que un mexicano. «Acepto el canje—dicen que escribía al -coronel Van der Smissen—pero cabeza por cabeza, porque no puede ser un -extranjero más que cualquier mexicano.»</p> - -<p>El general en jefe José María Arteaga pasó<span class="pagenum"><a name="page_454" id="page_454"></a>{454}</span> revista á las tropas en las -llanuras de la Magdalena, el 4 de Octubre. Llegaban á tres mil -quinientos hombres, sin contar los destacamentos de Zitácuaro, Huetamo y -Tacámbaro. Había tres divisiones.</p> - -<p>A la una de la tarde del 9, Arteaga, con las brigadas Díaz, Villagómez y -Villada, cuyo Cuartel Maestre era Salazar, partió á Tacámbaro, porque -hubo noticias de que Méndez llegaba con mil quinientos hombres. Ya el -general Vicente Riva Palacio había salido hacia Morelia con mil hombres, -y otras dos secciones por otros rumbos. En el camino, el coronel -Trinidad Villagómez tiroteaba á la vanguardia del enemigo. La -retaguardia la cubría el teniente coronel Julián Solano con cien -hombres. El mal camino y la tormenta, la noche del 10, no fueron -obstáculo para que llegasen á Tacámbaro. Iban á tomar el rancho, el 12, -cuando corrió la voz de que se acercaba el enemigo y levantaron -violentamente el campo y prosiguieron su marcha; pero hacia Santa Ana -Amatlán, donde llegaron el 13. Arteaga ordenó descanso, confiado en que -Solano, con treinta exploradores, estaba en observación de Méndez frente -á Tancítaro, y que Pedro Tapia, con otros treinta, vigilaba sobre la -colina de la entrada del pueblo la cuesta que tiene como siete leguas de -camino y la cual debía necesariamente pasar el enemigo. Durante la -travesía, Arteaga<span class="pagenum"><a name="page_455" id="page_455"></a>{455}</span> había estado recibiendo partes de Solano en que -noticiaba que Méndez no se movía de Tacámbaro. En esta seguridad, la -infantería puso en pabellón sus armas y los treinta hombres de -caballería desensillaron y fueron al río á dar agua á la caballada.</p> - -<p>Ese mismo día en la mañana, de camino Méndez para Santa Ana Amatlán, vió -las huellas de la tropa republicana y exclamó: «Adelante, muchachos; el -que agarre á Arteaga y Salazar tiene una talega de pesos.»</p> - -<p>Amado Rangel, con cien hombres, sorprendió dentro de la cañada, á las -once del día, á la tropa republicana. Los únicos que hicieron -resistencia fueron algunos soldados y jefes del Cuartel Maestre. El -resto de la fuerza, con los otros jefes y Arteaga, se encontraban presos -en un portalito de la plaza, desarmados y bien custodiados. Mientras, -Salazar y su Estado Mayor se batían, sitiados en su alojamiento. -Platicando Rangel con Arteaga, llegó un soldado de los imperialistas y -dijo al primero:—Señor, no se quiere rendir el general Salazar.—Pues -que le prendan fuego á la casa.</p> - -<p>Luego Rangel desistió de su idea y fué personalmente, porque así lo -exigían los sitiados, para suspender el fuego.—¿Quién es el general -Salazar? preguntó Rangel al grupo de valientes que hacía resistencia. Y -el más<span class="pagenum"><a name="page_456" id="page_456"></a>{456}</span> simpático de entre ellos dió un paso al frente y contestó:—Yo; -servidor de usted. Rangel puso sus tropas á las órdenes de Salazar, pero -éste dijo:—Nada, nada, Rangel; á cumplir con su deber. El capitán Juan -González hizo un guiño á Salazar para que aceptase.—Déjalo cumplir con -su deber, dijo Salazar al sacerdote patriota.</p> - -<p>A Rangel exigió Salazar, antes de rendirse, la seguridad de su vida, la -de sus otros compañeros y atenciones para su compadre el coronel Jesús -Ocampo, herido gravemente de dos balas, durante la refriega. Rangel se -lo prometió bajo palabra de honor, que fué quebrantada el día 21.</p> - -<p>A la salida de Amatlán, los exploradores de Tapia y Solano marchaban con -los soldados imperialistas de Orozco. Vencedores y vencidos llegaron á -Uruapan el 20. Allí recibió Méndez la ley del 3 de Octubre, y para -aplicarla á los prisioneros principales, mandó constituir la Corte -Marcial, la cual con festinación sentenció á muerte al general de -división José María Arteaga, al general de brigada Carlos Salazar, al -coronel Trinidad Villagómez, á Jesús Díaz Paracho y al capitán Juan -González. El jefe traidor Pineda y un escribiente se presentaron á -levantar el acta de identificación de las personas y á notificarles que -serían pasados por las armas á la mañana<span class="pagenum"><a name="page_457" id="page_457"></a>{457}</span> del siguiente día. Los cinco -liberales oyeron impávidos su sentencia sin objetar nada<a name="FNanchor_24_24" id="FNanchor_24_24"></a><a href="#Footnote_24_24" class="fnanchor">[24]</a>.</p> - -<p>Al salir de la prisión la mañana del 21, á las cinco, para ser -fusilados, Arteaga flaqueó; entonces Salazar dándole el brazo, le -dijo:—«Apóyese.» En el cuadro Salazar se desabrochó la camisa, enseñó á -los ejecutantes de la sentencia dónde quedaba el corazón, porque siendo -desleales les temblaría el pulso y le<span class="pagenum"><a name="page_458" id="page_458"></a>{458}</span> harían padecer. «Me despido de -todos mis amigos y les ruego que no se manchen con el crimen de -traición. Voy á enseñar como muere un leal republicano asesinado por -traidores.» Y quedaron sin vida los cinco valientes.</p> - -<p>La toma de Amatlán fué una compra hecha desde Uruapan, cuando dos jefes -se incorporaron á los liberales y andaban en secreteos con Solano y -Tapia. Este recibió tres<span class="pagenum"><a name="page_459" id="page_459"></a>{459}</span> mil pesos. El castigo no se hizo esperar: los -dos que tramaron la venta fallecieron á los pocos días: uno de ellos de -fiebre á los dos días de la sorpresa en Amatlán.</p> - -<p>Aunque fuera de tiempo, al saberse en México la toma de la plaza, una -comisión de personas honorables se acercó á Carlota para que influyera -en que no fuesen fusilados los prisioneros. Contestó: «Hay que matar á -los bandidos para que sirvan de ejemplo de moralidad.»</p> - -<p>Méndez enseñó á los prisioneros el decreto de 3 de Octubre y dijo al -general Pérez Milicua: «Debían haber sido fusilados todos; pero sólo he -atacado el tronco y apartado las ramas: con eso es suficiente.» Además, -le enseñó una carta de Maximiliano en que aprobaba su conducta y lo -ascendía á general de brigada. Terminaba ordenando á Méndez que -propusiera á Riva Palacio el canje de los prisioneros belgas, que lo -habían sido en Tacámbaro el 11 de Abril. «Si no acepta Riva Palacio, -fusile á todos.» Eran treinta y cinco<a name="FNanchor_25_25" id="FNanchor_25_25"></a><a href="#Footnote_25_25" class="fnanchor">[25]</a>.</p> - -<p class="r"> -<i>Angel Pola.</i><br /> -</p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_460" id="page_460"></a>{460}</span></p> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_461" id="page_461"></a>{461}</span></p> - -<h2><a name="INDICE" id="INDICE"></a>ÍNDICE</h2> - -<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary=""> - -<tr><td> </td><td class="rt">Págs.</td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#LA_FAMILIA_DONGO">La familia Dongo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_1">1</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#EL_LICENCIADO_VERDAD">El licenciado Verdad</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_35">35</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#HIDALGO">Hidalgo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_52">52</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#ALLENDE">Allende</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_61">61</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#EL_PADRE_MATAMOROS">El padre Matamoros</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_90">90</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#I_EL_VIAJERO">Morelos.—I. El viajero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_96">96</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#II_GRANDES_NOTICIAS"> II. Grandes noticias</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_98">98</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#III_EL_GUERRILLERO"> III. El guerrillero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_101">101</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#IV_EL_CAUDILLO"> IV. El caudillo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_103">103</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#V_EL_MARTIR"> V. El mártir</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_105">105</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#ITURBIDE">Iturbide.—El apoteosis</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_107">107</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#PADILLA"> Padilla</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_112">112</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#MINA">Mina</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_121">121</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#GUERRERO">Guerrero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_137">137</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#OCAMPO">Ocampo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_153">153</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#TESTAMENTO"> Testamento</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_170">170</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#LEANDRO_VALLE">Leandro Valle</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_172">172</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#DON_SANTOS_DEGOLLADO">Don Santos Degollado</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_186">186</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#LOS_MARTIRES_DE_TACUBAYA">Los mártires de Tacubaya</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_198">198</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#COMONFORT">Comonfort</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_215">215</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#NICOLAS_ROMERO">Nicolás Romero</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_239">239</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#ARTEAGA_Y_SALAZAR">Arteaga y Salazar</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_251">251</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#MAXIMILIANO">Maximiliano</a> -<span class="pagenum"><a name="page_462" id="page_462">{462}</a></span></td> -<td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_267">267</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#APENDICE"><span class="smcap">Apéndice.</span>—Amplificaciones</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_325">325</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#EN_PEREGRINACION_DE_POMOCA_A_TEPEJI_DEL_RIO">En peregrinación, de Pomoca á Tepeji de Rio.—Pateo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_327">327</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#POMOCA"> Pomoca</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_331">331</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#VENTA_DE_POMOCA"> Venta de Pomoca (Hoy Pomoca)</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_333">333</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#UN_SUCESO_EXTRANO"> Un suceso extraño</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_339">339</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#PAQUIZIHUATO"> Paquizihuato</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_347">347</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#MARAVATIO"> Maravatío</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_348">348</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#TEPETONGO"> Tepetongo</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_351">351</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#TOSHI"> Toshi</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_351">351</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#ESTANCIA_DE_HUAPANGO"> Estancia de Huapango (Hoy Huapango)</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_352">352</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#VILLA_DEL_CARBON"> Villa del Carbón</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_353">353</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#TEPEJI_DEL_RIO"> Tepeji del Rio</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_354">354</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#SANTOS_DEGOLLADO">Santos Degollado</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_360">360</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#LEANDRO_DEL_VALLE">Leandro del Valle</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_397">397</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#JOSE_MARIA_ARTEAGA">José María Arteaga</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_423">423</a></td></tr> -<tr><td valign="top"><a href="#CARLOS_SALAZAR">Carlos Salazar</a></td><td class="rt" valign="bottom"><a href="#page_443">443</a></td></tr> -</table> - -<p><span class="pagenum"><a name="page_463" id="page_463"></a>{463}</span></p> - -<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Como los datos de personas que trataron íntimamente al Sr. -Ocampo no podríamos tenerlos antes de un mes, hemos tenido que reducir -este artículo á meros apuntes, por no detener más la publicación del -<span class="smcap">Libro Rojo</span>.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> El general Leonardo Márquez volvió á México en mayo de -1895. Vive en el Hotel Washington y goza de buena salud.—Nota del -Editor.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> La fecha está errada: debe ser 31 de Mayo. El mismo Márquez -confirma la rectificación que hacemos. Véase su libro <i>Manifiestos: el -Imperio y los Imperiales</i>, página 286.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> Al escribir este capítulo, queremos hacer constar nuestra -gratitud, por haber solícitos contribuído cariñosamente al buen éxito de -nuestras investigaciones, á los Sres. Manuel M. Aranzubia, Administrador -de Pateo; Miguel Bolaños, dueño de Pomoca; Tirso Tinajero, vecino de -Maravatío; Ramón Carmona, Administrador de Tepetongo; Antonio de Bassoco -Pereda, de Toshi; Jerónimo Chaparro, Presidente Municipal de -Temascaltcingo; Jesús Cano, Presidente Municipal de San Miguel Acambay; -Leocadio Padilla, caporal de la estancia de San Francisco, entre -Huapango y Arroyozarco; Tirso Meléndez y Jesús Farrera, Presidente -Municipal de la Villa del Carbón; José de J. Garibay, Jefe Político de -Jilotepec; Piedad Trejo y Nicolás Alcántara, Secretario del Ayuntamiento -de Tepeji del Río; Rafael y Mariano Gil, Administrador de Caltengo; -Rafael Herrera, que fué sirviente favorito de don Melchor Ocampo, quien -nos acompañó en toda nuestra peregrinación.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_5_5" id="Footnote_5_5"></a><a href="#FNanchor_5_5"><span class="label">[5]</span></a> He aquí el acta de matrimonio de don Santos Degollado, -sacada del archivo del curato de Quiroga, Michoacán: “En catorce de -Octubre de 1828, yo, el Presbítero Don Mariano Garrido, Teniente de Cura -de éste, casé y velé según el orden de Nuestra Santa Madre Iglesia, á -Don Nemesio Santos Degollado, con Doña Ignacia Castañeda Espinosa, de -este. Fueron sus padrinos, Don Rafael Degollado y Doña Rita Castañeda: -Testigos, Don Antonio Torres y Don Paulino Mejía, y lo firmé.—Mariano -Garrido, una rúbrica.—Al margen, Don Nemesio Santos Degollado con Doña -Ignacia Castañeda Espinosa, de este.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_6_6" id="Footnote_6_6"></a><a href="#FNanchor_6_6"><span class="label">[6]</span></a> Don Luis Gutiérrez Correa falleció en esta Capital, siendo -empleado de la Administración de Correos.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_7_7" id="Footnote_7_7"></a><a href="#FNanchor_7_7"><span class="label">[7]</span></a> Al morir, no hace mucho, dejó de heredera á su hermana -Rita, residente en Celaya, que pasó de pobre á rica, según dice ella, -“por don Santitos, que Dios lo haya hecho un santo.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_8_8" id="Footnote_8_8"></a><a href="#FNanchor_8_8"><span class="label">[8]</span></a> Véase <i>Manifiestos: el Imperio y los Imperiales</i>, por el -general Leonardo Márquez, páginas 3 y 4.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_9_9" id="Footnote_9_9"></a><a href="#FNanchor_9_9"><span class="label">[9]</span></a> Don Benito Juárez decía en una carta fechada en Veracruz el -28 de Noviembre de 1860 y dirigida al señor Angel Albino Corzo, entonces -gobernador de Chiapas: -</p><p> -“Como usted, sentí el paso en falso del señor Degollado, pues nunca -podré olvidar sus buenos servicios anteriores.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_10_10" id="Footnote_10_10"></a><a href="#FNanchor_10_10"><span class="label">[10]</span></a> Don Melchor Ocampo dice en carta fechada en Veracruz el 17 -de diciembre de 1860 y dirigida al mismo señor Corzo, antes citado: -</p><p> -“Hemos tenido últimamente la desgracia, el día 9, de que el “señor -Berriozábal se haya dejado sorprender en Toluca.” Esto nos ha hecho -perder más de mil hombres y lo que es peor, ha hecho caer en manos de -Miramón al señor Degollado, á Farias (Benito) y otras personas -importantes, que yo creo servirán de obstáculo, como rehenes, para -terminar netamente la cuestión. Supongo y deseo que tal golpe vuelva más -cantos á nuestros demás jefes que ya están bastante cerca de México.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_11_11" id="Footnote_11_11"></a><a href="#FNanchor_11_11"><span class="label">[11]</span></a> El 24 de Diciembre de 1861, don Benito Gómez Farías abrigó -en su casa, calle de San Bernardo número 11, á la esposa y dos niños de -Miramón, para resguardarlos de la ira popular.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_12_12" id="Footnote_12_12"></a><a href="#FNanchor_12_12"><span class="label">[12]</span></a> Al Ministro de Guerra envió este comunicado: -</p><p> -“Excmo. señor.—Habiéndome concedido permiso el soberano Congreso para -salir en persecución de los asesinos del más distinguido de nuestros -mártires C. Melchor Ocampo, tengo la honra de ponerme á las órdenes de -V. E. para que me ocupe en el servicio de campaña, sin que le sirva de -embarazo la alta gerarquía de mi empleo militar, que no conservo sino -como título de estimación del Supremo Gobierno. De consiguiente, quede -V. E. entendido que no desdeñaré ir á la cabeza de un cuerpo de -caballería y aún de una compañía de dragones bien montados y armados, -sujeto á las órdenes de cualquier jefe á quien el Excmo. señor -Presidente tenga á bien encomendar la dirección de las operaciones. -</p><p> -“Asimismo, deseo que ese ministerio sepa que me considero libre, no -obstante mi carácter de general de división, para disponer de mi persona -y agregarme como guerrillero á cualquiera fuerza de las que se pongan en -movimiento; pues quiero que no sea una quimera el permiso que tengo de -salir á batirme como soldado del pueblo, y obro bajo la inteligencia de -que sólo el soberano Congreso me puede retirar ó limitar su licencia y -llamarme de nuevo á esta capital. -</p><p> -“Díguese V. E. dar cuenta con esta nota al Excmo. señor Presidente, y -sírvase aceptar las protestas de mi consideración y respeto. -</p><p> -“Dios, libertad y reforma.—México, Junio 6 de 1861.—<i>Santos -Degollado.</i>—Excmo. señor ministro de guerra y marina.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_13_13" id="Footnote_13_13"></a><a href="#FNanchor_13_13"><span class="label">[13]</span></a> Esta biografía es el resultado de una serie de entrevistas -con los generales Nicolás Medina, Felipe Berriozábal, Mariano Escobedo, -Miguel Blanco, Refugio I. González y los señores Benito Gómez Farías, -Mariano Degollado, hijo del héroe, y Julián de los Reyes; todas personas -muy respetables que trataron en la intimidad á don Santos Degollado. Ahí -están para que digan al que llegue á dudar de la exactitud de algún -diálogo, ó anécdota, si digo la verdad. He procurado repetir lo más -fielmente posible lo que me han platicado.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_14_14" id="Footnote_14_14"></a><a href="#FNanchor_14_14"><span class="label">[14]</span></a> Con este motivo, alegándome el general Félix Zuloaga que -no había tenido ningún participio en la muerte de Ocampo, y sí en la de -Leandro Valle, agregaba:—“Juzgue usted lo que era yo cuando Márquez: -Estando en Ayutla, un señor Cortina, español, me cobraba por hacer -estado en su casa y por asistencia: le pedí dinero á Ismael Piña, que -era tesorero, y lo negó.—Pero, hombre, le dije, ¿me niega usted á mi -que soy el Presidente?—Sí, me contestó, porque no tengo orden de -Márquez.—Pero, ¡si soy el Presidente!...... -</p><p> -“Y me quejé á Márquez.”</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_15_15" id="Footnote_15_15"></a><a href="#FNanchor_15_15"><span class="label">[15]</span></a> He tenido en mis manos el autógrafo de esta orden, la cual -me permitió copiar al pie de la letra, mi amiga, la señorita Emilia -Beltrán y Puga, hermana de don Manuel, que pasé por las armas á Leandro -del Valle.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_16_16" id="Footnote_16_16"></a><a href="#FNanchor_16_16"><span class="label">[16]</span></a> Agustina Valle, su hermana.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_17_17" id="Footnote_17_17"></a><a href="#FNanchor_17_17"><span class="label">[17]</span></a> Dice el general Miguel Negrete en sus “Memorias,” inéditas -aún: -</p><p> -“De Cuautitlán nos dirigimos por Huisquilucan para el Monte de las -Cruces, porque de México había salido una columna á atacarnos y otra de -Toluca, al mando del señor general don Felipe Berriozábal: esta segunda -columna fué batida y completamente derrotada, haciendo prisionero al -señor general don Leandro Valle, quien fué fusilado á las cinco de la -tarde, habiendo salvado ya un extranjero, Aquiles Collín, un ayudante -suyo, de que lo hubieran fusilado también.” -</p><p> -Casi al terminar la guerra separatista, el general Miguel Negrete fué á -San Antonio, Texas, y le picó la curiosidad las atenciones de que era -objeto por parte de todo el personal del hotel en que se había -hospedado. Su nombre estaba inscrito á secas en el pizarrón y nadie -parecía conocerle. La víspera de su regreso á México compró dos caballos -al dueño del establecimiento y quiso saldar sus cuentas. El -administrador le manifestó:—No debe usted nada.—¿Cómo nada?—Pues si, -señor, nada.—Pero si aquí me he hospedado y he subsistido y he comprado -los dos caballos.—Nada debe usted, mi general, dijo el propietario -descorriendo el velo del enigma y abrazando muy conmovido á -Negrete.—¿Por qué no he de deber nada?—Porque á usted le debo mi vida: -yo soy Aquiles Collín, á quien usted salvó en el Monte de las Cruces, -cuando Leandro Valle fué fusilado. -</p><p> -El señor general Aureliano Rivera, que también estuvo en la Maroma á -descolgar el cadáver de Valle, asegura que no vió el de Collín.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_18_18" id="Footnote_18_18"></a><a href="#FNanchor_18_18"><span class="label">[18]</span></a> Este artículo es el resultado de entrevistas que el autor -ha tenido con la señora Ignacia Martínez y los generales Felipe -Berriozábal, Refugio I. González, Aureliano Rivera, Nicolas Medina, -Félix Zuloaga, Miguel Negrete y el coronel Agustín Díaz.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_19_19" id="Footnote_19_19"></a><a href="#FNanchor_19_19"><span class="label">[19]</span></a> Hoy es coronel.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_20_20" id="Footnote_20_20"></a><a href="#FNanchor_20_20"><span class="label">[20]</span></a> Así apodaban á Méndez los liberales.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_21_21" id="Footnote_21_21"></a><a href="#FNanchor_21_21"><span class="label">[21]</span></a> Ministerio de Guerra.—1.ª Dirección.—1.ª -División.—México, Octubre 24 de 1865—Brigada Móvil.—Coronel en Jefe. -Santa Ana Amatlán, Octubre 13 de 1865—Excmo. señor.—Con esta fecha -digo al Excmo. señor mariscal comandante en jefe del ejército, lo que -sigue: -</p><p> -“El día 6 hice salir de Morelia el batallón del Emperador con dos -escuadrones del 4.º regimiento de caballería, á las órdenes del señor -coronel don Wenceslao Santa Cruz, con dirección á Pátzcuaro, donde -llegaron el día 7. En la noche de ese día me incorporé y organicé, en el -resto de la noche, la brigada que es á mis órdenes y marché el 8 sobre -Uruapan, adonde se encontraban reunidas todas las fuerzas enemigas, al -mando de Arteaga. El día 9, á las tres de la tarde, estaba á las orillas -de Uruapan; pero una terrible tempestad me privó de penetrar hasta ella, -porque los riachuelos crecieron de tal manera, que los batallones -quedaron cortados en medio de tres de ellos, y hasta las doce de la -noche pudo hacer su paso. El enemigo se dividió en varias fracciones, -tomando, una de 700 hombres al mando de Ronda y Riva Palacio por -Paracho: Zepeda, con Martínez y Simón Gutiérrez, por los Reyes, con 600 -hombres, y el titulado general en jefe del ejército del centro, Arteaga, -con el llamado comandante general y gobernador de este departamento, -Salazar, y el alborotador de los indígenas de Uruapan, Tancitaro, -Paracho y otros pueblos, llamado coronel Díaz Paracho, con otra porción -de jefes y oficiales que seguían su cuartel general con 1,000 á 1,200 -hombres, la mayor parte de infantería, tomaron por Tancítaro. El día 10 -dí descanso á mi tropa y tomé la resolución de seguir á Arteaga con -tenacidad. Inútil me parece decir á V. E. que mis marchas nunca fueron -de frente y sí de flanco, para inquietar á todas las partidas á la vez, -y que Arteaga, que era mi punto de vista, por ser la persona moral de -los republicanos, nunca comprendiera mi intención. El 12 salí de San -Juan de las Colchas y llegué hasta Tancítaro, donde se encontraba el -enemigo: dos horas antes de mi llegada había hecho movimiento, y lo -perseguí con mis guerrillas tres leguas. Tuve el convencimiento de -derrotarlo en el resto de la noche; pero era un hecho aislado que no -ponía en mi poder el armamento, jefes y tropa, y mandé suspender el -ataque y tomar cuarteles en Tancítaro. Hoy á las dos de la mañana, con -una sección ligera de 400 infantes y 300 caballos marché sobre este -punto, donde tuve la seguridad de darle alcance y derrotarlo; porque -nunca debió creer el enemigo que atravesara doce leguas en la Tierra -Caliente, en solo las horas de la mañana. Este movimiento me cuesta 14 -soldados muertos de la fatiga, la caballada del 4.º de caballería muy -estropeada, y más de 40 caballos asoleados: pero he logrado mi objeto: -he derrotado al enemigo completamente. -</p><p> -“Son mis prisioneros el general en jefe <i>Arteaga</i>; el comandante general -<i>Salazar</i>; los coroneles Díaz Paracho, Villa Gómez, Pérez Miliena{*} y -Villada; 5 tenientes coroneles, 8 comandantes y otros muchos oficiales -subalternos, de quienes en relación separada daré á V. E. cuenta. Todo -el armamento, su inútil caballada y el parque están en mi poder. Lo son -igualmente 400 prisioneros de la clase de tropa, de los cuales pondré en -libertad á muchos, porque son cogidos de leva de las haciendas y pueblos -de su tránsito. -</p><p> -{*} Debe decir Milicua. -</p><p> -“Este hecho de armas sólo al Supremo Gobierno y á V. E. toca darle el -valor que merezca. Voy á hacer mención particular y honorífica del -teniente Rangel del 4.º de caballería, á quien he ofrecido, á nombre de -S. M., el ascenso á capitán, pidiéndole la cruz de caballero de la Orden -de Guadalupe; porque este valiente, con 20 hombres de su cuerpo, ha -penetrado hasta la plaza, y es el que, por decirlo así, ha dado este -triunfo á las armas del imperio. El subteniente Navia del batallón del -emperador, con 8 hombres, ha seguido su ejemplo: pero á este oficial no -le he ofrecido nada por ser de mi batallón. Oportunamente daré á V. E. -la relación de estos dos oficiales y de la tropa, para que si V. E. lo -tiene á bien á estos valientes se les conceda lleven un distintivo sobre -su pecho, para estímulo del ejército. -</p><p> -“Felicito altamente á V. E. y le suplico tenga á bien hacerlo á mi -angusto soberano, por esta memorable jornada. -</p><p> -“Y lo transcribo á V. E. para su conocimiento. -</p><p> -“Dios guarde á V. E. muchos años.—El coronel <i>Ramón Méndez</i>.—Excmo. -señor ministro de la guerra.—México.” -</p><p> -Es copia.—El subsecretario de guerra, <i>J. M. Durán</i>.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_22_22" id="Footnote_22_22"></a><a href="#FNanchor_22_22"><span class="label">[22]</span></a> Un militar afirma que el ejecutor de la sentencia de -muerte fué el teniente Teodoro Quintana, cuyo pelotón de tiradores fué -escogido entre la compañía de Zapadores que mandaba el entonces capitán -Francisco Troncoso, quien era secretario particular del general Ramón -Méndez y tuvo todo su cariño y toda su confianza. -</p><p> -El señor Quintana es hoy teniente coronel de caballería, y el señor -Troncoso, general de brigada.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_23_23" id="Footnote_23_23"></a><a href="#FNanchor_23_23"><span class="label">[23]</span></a> Los datos de esta biografía han sido ministrados á su -autor por la señora Trinidad A. de Gutiérrez, hermana de Arteaga, y los -señores José María Pérez Milicua, Manuel García de León, Rafael Cano, -Francisco de P. Troncoso, Amado Rangel, Jacinto Hernández y Juan Ruiz de -Esparza, todos militares, á excepción del último, que figuraron en -aquella época, unos como liberales y otros como imperialistas.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_24_24" id="Footnote_24_24"></a><a href="#FNanchor_24_24"><span class="label">[24]</span></a> He aquí las cartas de despedida de Salazar y Villagómez: -</p><p> -Uruapan, Octubre 20 de 1865.—<i>Idolatrada madre</i>: Son las siete de la -noche y acabamos de ser sentenciados el general Arteaga, el coronel -Villagómez, otros tres jefes y yo. Mi conciencia está tranquila; bajo á -la tumba á los treinta y tres años, sin que haya una sola mancha en mi -carrera militar, ni el menor borrón en mi nombre. No llores, mamá, ten -conformidad, pues el único delito de tu hijo consiste en haber defendido -una causa sagrada: la independencia de su patria. Por este motivo se me -va á fusilar. No tengo dinero, porque nada he podido ahorrar. Te dejo -sin recursos, pero Dios es grande y te socorrerá lo mismo que á mis -hijos, quienes con orgullo llevan mi nombre...... -</p><p> -Conduce, querida mamá, á mis hijos y hermanos por el sendero del honor, -porque el patíbulo no puede manchar los nombres de los leales. -</p><p> -¡Adiós, madre querida! En la tumba recibiré tus bendiciones. Da un -abrazo por mi á mi querido tío Luis, á Tecla, Lupe é Isabel: así como á -mi tocayo, á Carmelita, Cholita y Manuelita; dales muchos besos y el -adiós que les envío desde lo más profundo de mi alma. Dejo á la primera -mi reloj dorado, y á Manuel cuatro trajes. Muchas memorias á mis tíos, -tías, primos y á todos los amibos fieles, y tú, madre mía, recibe el -último adiós de tu afectísimo y obediente hijo que tanto te -ama.—<i>Carlos Salazar.</i>—Sra. Mercedes Ruiz de Castañeda. -</p><p> -<i>Aumento.</i>—Si cambia la situación, como creo que cambiará, deseo que -descansen mis cenizas al lado de las de mis hijos en nuestro pueblo. -</p><p> -Uruapan, Octubre 20 de 1865.—<i>Querido papá</i>: Empleo mis últimos -momentos para dirigir á Ud. estas cuantas líneas. Deseo legar á mi -familia un nombre honroso; he procurado hacerlo, defendiendo la causa -que abracé, pero no lo he logrado. ¡Paciencia! Pero no creo que se -avergonzará Ud. de reconocer á un hijo que jamás se ha desviado de la -senda que tan honradamente le trazara Ud. por medio de excelentes -consejos y de buenos ejemplos. Siempre me he manejado con honradez y no -tengo remordimiento de conciencia. Me he conducido como hombre de bien, -y no me pesa; nadie puede quejarse de mi, porque á nadie he perjudicado. -Confío en que esto formará algún consuelo para su pesar y que fundará -algún orgullo en mi memoria, pura y sin mancha alguna. Muero conforme. -</p><p> -Sírvase Ud. dar mi último adiós á mi hermano y á todos mis amigos, -reservando para Ud. el corazón de su hijo sacrificado en aras de su -patria.—<i>T. Villagómez.</i>—Sr. D. Miguel Villagómez.</p></div> - -<div class="footnote"><p><a name="Footnote_25_25" id="Footnote_25_25"></a><a href="#FNanchor_25_25"><span class="label">[25]</span></a> Los datos de esta biografía han sido ministrados al autor -por la señora Tecla Preciado, los generales José María Pérez Milicua y -Francisco del Paso y Troncoso, los coroneles Manuel García de León, -Jesús Ocampo, José Vicente Villada, Amado Rangel y Jacinto Hernández, -Rafael Cano y José Felipe Cortés.</p></div> - -</div> -<hr class="full" /> - - - - - - - -<pre> - - - - - -End of the Project Gutenberg EBook of El libro rojo, 1520-1867, Tomo II, by -Vicente Riva Palacio and Manuel Payno and Juan A. Mateos and Rafael Martínez de la Torre - -*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL LIBRO ROJO, 1520-1867, TOMO II *** - -***** This file should be named 53405-h.htm or 53405-h.zip ***** -This and all associated files of various formats will be found in: - http://www.gutenberg.org/5/3/4/0/53405/ - -Produced by Chuck Greif and the Online Distributed -Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was -produced from images available at The Internet Archive) - - -Updated editions will replace the previous one--the old editions -will be renamed. - -Creating the works from public domain print editions means that no -one owns a United States copyright in these works, so the Foundation -(and you!) can copy and distribute it in the United States without -permission and without paying copyright royalties. Special rules, -set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to -copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to -protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project -Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you -charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you -do not charge anything for copies of this eBook, complying with the -rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose -such as creation of derivative works, reports, performances and -research. They may be modified and printed and given away--you may do -practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is -subject to the trademark license, especially commercial -redistribution. - - - -*** START: FULL LICENSE *** - -THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE -PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK - -To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free -distribution of electronic works, by using or distributing this work -(or any other work associated in any way with the phrase "Project -Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project -Gutenberg-tm License (available with this file or online at -http://gutenberg.org/license). - - -Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm -electronic works - -1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm -electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to -and accept all the terms of this license and intellectual property -(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all -the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy -all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession. -If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project -Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the -terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or -entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8. - -1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be -used on or associated in any way with an electronic work by people who -agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few -things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works -even without complying with the full terms of this agreement. See -paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project -Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement -and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic -works. See paragraph 1.E below. - -1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation" -or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project -Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the -collection are in the public domain in the United States. If an -individual work is in the public domain in the United States and you are -located in the United States, we do not claim a right to prevent you from -copying, distributing, performing, displaying or creating derivative -works based on the work as long as all references to Project Gutenberg -are removed. Of course, we hope that you will support the Project -Gutenberg-tm mission of promoting free access to electronic works by -freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of -this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with -the work. You can easily comply with the terms of this agreement by -keeping this work in the same format with its attached full Project -Gutenberg-tm License when you share it without charge with others. - -1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern -what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in -a constant state of change. If you are outside the United States, check -the laws of your country in addition to the terms of this agreement -before downloading, copying, displaying, performing, distributing or -creating derivative works based on this work or any other Project -Gutenberg-tm work. The Foundation makes no representations concerning -the copyright status of any work in any country outside the United -States. - -1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg: - -1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate -access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently -whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the -phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project -Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed, -copied or distributed: - -This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with -almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or -re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included -with this eBook or online at www.gutenberg.org/license - -1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived -from the public domain (does not contain a notice indicating that it is -posted with permission of the copyright holder), the work can be copied -and distributed to anyone in the United States without paying any fees -or charges. If you are redistributing or providing access to a work -with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the -work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1 -through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the -Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or -1.E.9. - -1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted -with the permission of the copyright holder, your use and distribution -must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional -terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked -to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the -permission of the copyright holder found at the beginning of this work. - -1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm -License terms from this work, or any files containing a part of this -work or any other work associated with Project Gutenberg-tm. - -1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this -electronic work, or any part of this electronic work, without -prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with -active links or immediate access to the full terms of the Project -Gutenberg-tm License. - -1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary, -compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any -word processing or hypertext form. However, if you provide access to or -distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than -"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version -posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org), -you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a -copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon -request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other -form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm -License as specified in paragraph 1.E.1. - -1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying, -performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works -unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9. - -1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing -access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided -that - -- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from - the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method - you already use to calculate your applicable taxes. The fee is - owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he - has agreed to donate royalties under this paragraph to the - Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments - must be paid within 60 days following each date on which you - prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax - returns. Royalty payments should be clearly marked as such and - sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the - address specified in Section 4, "Information about donations to - the Project Gutenberg Literary Archive Foundation." - -- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies - you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he - does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm - License. You must require such a user to return or - destroy all copies of the works possessed in a physical medium - and discontinue all use of and all access to other copies of - Project Gutenberg-tm works. - -- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any - money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the - electronic work is discovered and reported to you within 90 days - of receipt of the work. - -- You comply with all other terms of this agreement for free - distribution of Project Gutenberg-tm works. - -1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm -electronic work or group of works on different terms than are set -forth in this agreement, you must obtain permission in writing from -both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael -Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the -Foundation as set forth in Section 3 below. - -1.F. - -1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable -effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread -public domain works in creating the Project Gutenberg-tm -collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic -works, and the medium on which they may be stored, may contain -"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or -corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual -property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a -computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by -your equipment. - -1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right -of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project -Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project -Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all -liability to you for damages, costs and expenses, including legal -fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT -LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE -PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE -TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE -LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR -INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH -DAMAGE. - -1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a -defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can -receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a -written explanation to the person you received the work from. If you -received the work on a physical medium, you must return the medium with -your written explanation. The person or entity that provided you with -the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a -refund. If you received the work electronically, the person or entity -providing it to you may choose to give you a second opportunity to -receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy -is also defective, you may demand a refund in writing without further -opportunities to fix the problem. - -1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth -in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER -WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO -WARRANTIES OF MERCHANTABILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE. - -1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied -warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages. -If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the -law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be -interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by -the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any -provision of this agreement shall not void the remaining provisions. - -1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the -trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone -providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance -with this agreement, and any volunteers associated with the production, -promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works, -harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees, -that arise directly or indirectly from any of the following which you do -or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm -work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any -Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause. - - -Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm - -Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of -electronic works in formats readable by the widest variety of computers -including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists -because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from -people in all walks of life. - -Volunteers and financial support to provide volunteers with the -assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's -goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will -remain freely available for generations to come. In 2001, the Project -Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure -and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations. -To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation -and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4 -and the Foundation web page at http://www.pglaf.org. - - -Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive -Foundation - -The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit -501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the -state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal -Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification -number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at -http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent -permitted by U.S. federal laws and your state's laws. - -The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S. -Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered -throughout numerous locations. Its business office is located at -809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email -business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact -information can be found at the Foundation's web site and official -page at http://pglaf.org - -For additional contact information: - Dr. Gregory B. Newby - Chief Executive and Director - gbnewby@pglaf.org - - -Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg -Literary Archive Foundation - -Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide -spread public support and donations to carry out its mission of -increasing the number of public domain and licensed works that can be -freely distributed in machine readable form accessible by the widest -array of equipment including outdated equipment. Many small donations -($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt -status with the IRS. - -The Foundation is committed to complying with the laws regulating -charities and charitable donations in all 50 states of the United -States. Compliance requirements are not uniform and it takes a -considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up -with these requirements. We do not solicit donations in locations -where we have not received written confirmation of compliance. To -SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any -particular state visit http://pglaf.org - -While we cannot and do not solicit contributions from states where we -have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition -against accepting unsolicited donations from donors in such states who -approach us with offers to donate. - -International donations are gratefully accepted, but we cannot make -any statements concerning tax treatment of donations received from -outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff. - -Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation -methods and addresses. Donations are accepted in a number of other -ways including checks, online payments and credit card donations. -To donate, please visit: http://pglaf.org/donate - - -Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic -works. - -Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm -concept of a library of electronic works that could be freely shared -with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project -Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support. - - -Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed -editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S. -unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily -keep eBooks in compliance with any particular paper edition. - - -Most people start at our Web site which has the main PG search facility: - - http://www.gutenberg.org - -This Web site includes information about Project Gutenberg-tm, -including how to make donations to the Project Gutenberg Literary -Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to -subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks. - - -</pre> - -</body> -</html> diff --git a/old/53405-h/images/cover.jpg b/old/53405-h/images/cover.jpg Binary files differdeleted file mode 100644 index 08d4fed..0000000 --- a/old/53405-h/images/cover.jpg +++ /dev/null |
