summaryrefslogtreecommitdiff
diff options
context:
space:
mode:
authorRoger Frank <rfrank@pglaf.org>2025-10-14 20:11:13 -0700
committerRoger Frank <rfrank@pglaf.org>2025-10-14 20:11:13 -0700
commit8e4c1e1145ea3dbb23ac6f0c01ba39efca4f8e9a (patch)
tree8931602325cdec0c6b61453eb8576178bd615b1d
initial commit of ebook 38814HEADmain
-rw-r--r--.gitattributes3
-rw-r--r--38814-8.txt11457
-rw-r--r--38814-8.zipbin0 -> 237377 bytes
-rw-r--r--38814-h.zipbin0 -> 247393 bytes
-rw-r--r--38814-h/38814-h.htm11418
-rw-r--r--38814-h/images/ill_barra.pngbin0 -> 314 bytes
-rw-r--r--LICENSE.txt11
-rw-r--r--README.md2
8 files changed, 22891 insertions, 0 deletions
diff --git a/.gitattributes b/.gitattributes
new file mode 100644
index 0000000..6833f05
--- /dev/null
+++ b/.gitattributes
@@ -0,0 +1,3 @@
+* text=auto
+*.txt text
+*.md text
diff --git a/38814-8.txt b/38814-8.txt
new file mode 100644
index 0000000..567f441
--- /dev/null
+++ b/38814-8.txt
@@ -0,0 +1,11457 @@
+Project Gutenberg's La novela de un novelista, by Armando Palacio Valdés
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: La novela de un novelista
+
+Author: Armando Palacio Valdés
+
+Release Date: February 9, 2012 [EBook #38814]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA NOVELA DE UN NOVELISTA ***
+
+
+
+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
+produced from images available at The Internet Archive)
+
+
+
+
+
+
+
+
+
+LA NOVELA DE UN NOVELISTA
+
+OBRAS DE PALACIO VALDÉS
+
+4 PESETAS TOMO
+
+EL SEÑORITO OCTAVIO, un tomo.
+
+MARTA Y MARÍA, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al sueco, al
+ruso y al tcheque.
+
+EL IDILIO DE UN ENFERMO, un tomo. Traducido al francés y al tcheque.
+
+AGUAS FUERTES (novelas y cuadros, un tomo). Traducidas al francés, al
+inglés, al alemán, al holandés, al sueco y al tcheque. Edición española
+con notas y vocabulario en inglés.
+
+JOSÉ, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al alemán, al holandés,
+al sueco, al tcheque, al danés y al portugués. Edición española con
+notas en inglés para el estudio del español en Inglaterra y E. U. A.
+
+RIVERITA, un tomo. Traducida al francés.
+
+MAXIMINA (segunda parte de _Riverita_), un tomo. Traducida al inglés.
+
+EL CUARTO PODER, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al holandés.
+
+LA HERMANA SAN SULPICIO, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al
+holandés, al ruso, al sueco y al italiano.
+
+LA ESPUMA, un tomo. Traducida al inglés.
+
+LA FE, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al alemán.
+
+EL MAESTRANTE, un tomo. Traducida al francés y al inglés.
+
+EL ORIGEN DEL PENSAMIENTO, un tomo. Traducida al francés y al inglés.
+
+LOS MAJOS DE CÁDIZ, un tomo. Traducida al francés y al holandés.
+
+LA ALEGRÍA DEL CAPITÁN RIBOT, un tomo. Traducida al francés, al inglés,
+al sueco, al holandés y al italiano. Edición española con notas y
+vocabulario en inglés.
+
+LA ALDEA PERDIDA, un tomo.
+
+TRISTÁN O EL PESIMISMO, un tomo. Traducida al inglés.
+
+SEMBLANZAS LITERARIAS (_Los oradores del Ateneo, Los novelistas
+españoles, Nuevo viaje al Parnaso_), un tomo.
+
+PAPELES DEL DOCTOR ANGÉLICO, un tomo. Traducidos al alemán. AÑOS DE
+JUVENTUD DEL DOCTOR ANGÉLICO, un tomo. LA NOVELA DE UN NOVELISTA. Un
+tomo, 5 pesetas.
+
+
+
+
+OBRAS COMPLETAS
+
+DE
+
+D. ARMANDO PALACIO VALDÉS
+
+TOMO XXI
+
+=LA NOVELA DE UN NOVELISTA=
+
+ESCENAS DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA
+
+[Illustration]
+
+MADRID
+
+LIBRERÍA DE VICTORIANO SUÁREZ
+
+Preciados, número 48.
+
+1922
+
+ES PROPIEDAD DEL AUTOR
+
+Imprenta Helénica. Pasaje de la Alhambra, núm. 3, Madrid.
+
+
+_DEDICATORIA_
+
+_A LOS NIÑOS DE HOY_
+
+_A vosotros dedico estas páginas, porque
+seréis tal vez los únicos que con ellas se
+diviertan. No me pesa. Quisiera terminar
+mi vida haciendo meditar un poco a los
+grandes y divirtiendo a los pequeños._
+
+_A. P. V._
+
+
+
+
+ANTES DE EMPEZAR
+
+
+Los niños encuentran siempre el mundo nuevo y jugoso. Para los viejos
+como yo se cae a pedazos de puro seco. ¿Quién tiene razón? Ellos; sin
+duda ellos. Todo pierde su valor con el tiempo, pero no es culpa de los
+manjares, sino de la boca y la lengua. «Preguntad a los niños y los
+pájaros cómo saben las cerezas», dice un proverbio alemán. Ignoro cómo
+sabrán a los pájaros, pero en cuanto a mí me sabían tan bien hace
+sesenta años que cuando veía una cesta de ellas caía inmediatamente en
+éxtasis como Santa Teresa en presencia del Sacramento.
+
+La historia de la infancia es igual siempre a sí misma. Es la felicidad.
+Todo niño es feliz si una mano brutal no se interpone entre él y la
+felicidad. Aire, luz, libertad, un poco de arena o de barro. No
+necesitamos entonces más para ser felices. Todo eso lo da Dios. Sólo en
+la infancia percibimos el sabor de los elementos creados. Las cosas
+tienen verdadera significación para nosotros: el mar, la lluvia, la
+aurora, las montañas y los ríos, las fisonomías de los hombres y los
+animales entran por los ojos en nuestra alma y allí se pintan con
+caracteres indelebles.
+
+Recuerdo la profunda impresión que me causaba en mi niñez el mar. Cuando
+me acercaba a él todo mi diminuto ser se estremecía; la brisa salina me
+enajenaba, el fragor de las olas me enardecía, los barcos que se
+balanceaban a la orilla me dirigían amables invitaciones, las gaviotas
+volando sobre la inmensa llanura despertaban en mi corazón ansias locas
+de lo infinito. Era una mezcla de terror y de gozo. No podía hartarme de
+mirar y de sentir. Había una especie de fascinación en este abismo
+azul, verde, argentado que me hacía esperar siempre algo inefable y
+divino. ¿Qué nueva felicidad llegaría para mi? ¿Dónde se escondería en
+este momento? Mi espíritu daba vueltas, trazaba círculos como aquellas
+gaviotas sobre la fúlgida llanura. Pensaba ver surgir de las olas
+figuras adorables, rostros divinos que me sonreían. Era el templo de
+Dios aquel abismo líquido y transparente de donde se alzaba una música
+que me inundaba de dicha y llenaba mis ojos de lágrimas...
+
+¡Ay! ahora me acerco al mar como si fuese a la Puerta del Sol. Contemplo
+las volutas argentadas de sus olas con la misma indiferencia que los
+chorros de las mangas de riego. Su estruendo temeroso me deja impasible
+como el ruido de los coches, y me parece que las gaviotas con sus
+graznidos pregonan los periódicos de la tarde.
+
+Al meditar sobre tal contraste llama a mi puerta con fuerte campanillazo
+el idealismo trascendental--«¡Todo está en ti, iluso, todo está en
+ti!»--. Todo no; algo queda fuera, y por este algo es posible la vida y
+se hace imposible la muerte.
+
+En realidad sólo en la niñez somos sabios, sólo entonces establecemos
+las verdaderas relaciones entre los hombres y las cosas: el odio es
+odio, el orgullo es orgullo y la justicia justicia.
+
+Por eso escribo la historia de mi infancia, porque sólo entonces me
+encuentro original y sincero. El niño no se acerca a un general, ni a un
+ministro, ni a un clérigo ni a un mendigo; se acerca siempre a un
+hombre. En todas las figuras y con todos los disfraces vemos al hombre y
+a él nos ligamos o lo repelemos. Como salimos frescos de las manos de
+Dios sabemos que todos somos imágenes de El y que no son los zapatos y
+el sombrero lo que nos aproxima más al original.
+
+Los niños creen absolutamente en la bondad del Universo. Viniendo de lo
+Infinito no pueden concebir la maldad más que como locura. Creen en la
+salud moral, creen en la simpatía desinteresada y en la fidelidad.
+Cuando un sujeto guapo que frecuenta su casa les besa cariñosamente y
+les trae golosinas, no se les pasa por la mente que aquel sujeto hace
+sólo esto por conquistar a su mamá.
+
+El amor es confiado. Por eso de niños no nos cansamos jamás de creer y
+confiar. Porque en nuestra alma se halla entonces presente la paz
+indescriptible, la justicia ilimitada, la bondad infinita del Señor. Se
+necesita que el mundo nos arranque cruelmente la fe y con ella pedazos
+del corazón para que desconfiemos de los que nos rodean. En mi casa hay
+unas niñas que cuando van al colegio le piden todos los días a su mamá
+que envíe a buscarlas media hora antes de la salida reglamentaria. La
+madre se lo promete y jamás lo cumple; pero ellas se marchan tranquilas
+confiando en su palabra, y al día siguiente lo mismo. ¡Es hermoso! En
+cambio a nosotros, los viejos, un ministro nos jura por Dios y todos los
+santos, por su padre y por su madre que acepta la cartera para trabajar
+por el bien del país, sin pensar en lucrarse... y no le creemos. ¡Es
+horrible!
+
+Esta confianza inquebrantable en la bondad del Universo es lo que nos
+hace felices en la infancia. La mía ha sido particularmente dichosa por
+una disposición de circunstancias que el lector apreciará si se digna
+pasar la vista por las siguientes páginas.
+
+Mi infancia y mi adolescencia se pasaron en dos medios bien diferentes,
+en las ásperas montañas de la más abrupta provincia española y en las
+riberas del mar. Esta ventaja de alternar la vida campesina con la
+marítima es inapreciable porque da variedad a la vida y desarrolla en
+nosotros pensamientos y aptitudes diversas. Sabido es que nada refresca
+tanto el cuerpo y el espíritu como el cambio de ambiente y de
+costumbres. Además fuí educado con una libertad que pocos niños han
+disfrutado en la clase a que yo pertenezco. Nadie me ha obligado jamás a
+estudiar. Yo lo he hecho siempre cuando quería y como quería. Mi padre
+era un escéptico irreductible en lo referente a educación; se
+encolerizaba cada vez que oía decir que la educación puede mudar poco o
+mucho nuestra naturaleza. Tal vez arrastrado por su tendencia a la
+paradoja, fuese demasiado lejos en este punto.
+
+Después que salíamos de la escuela he discurrido siempre a mi antojo por
+la villa o por el campo en compañía de otros niños hasta que sonaba el
+_Angelus_ en la iglesia, en cuyo instante estábamos obligados a
+restituirnos a casa sin pérdida de tiempo. Nada de ayas o vigilantes,
+nada de colegios particulares y aristocráticos que no he pisado jamás.
+He ido siempre a la escuela pública y más tarde al Instituto. No maldigo
+de colegios y academias que no conozco; pero opino que es mejor para un
+niño beberse el aire de la calle y recibir algunos sopapos de los hijos
+de los carniceros. Acaso por esto en las pequeñas poblaciones no existe
+ese odio irreconciliable entre burgueses y proletarios que observamos en
+las grandes ciudades.
+
+Laviana con sus ingentes montañas; Avilés con sus vergeles, con la
+belleza y alegría de sus mujeres incomparables, con sus habitantes
+selectos, apasionados del Arte; Oviedo, ciudad rebosante de ingenio y
+cultura fueron los dorados pórticos donde corrió mi infancia. El cielo
+me concedió una madre solícita y tierna, un padre sensible, noble,
+ilustrado, parientes afectuosos, amigos de extraordinario despejo que
+fueron más tarde honor de nuestra nación. En verdad que no debo quejarme
+de mi hado. Hay sujetos que pasan su vida lamentándose de cuanto les
+rodea, de su patria, de su familia, de sus amigos, de su profesión y
+hasta del siglo que les vió nacer, del tiempo y del espacio. El hombre
+es un ser que quisiera siempre estar en _otra parte_. Yo no he aspirado
+a moverme de la mía. Padres, deudos, vecinos, amigos, compañeros han
+sido genios propicios para mí. He hallado en mi camino hermosas almas a
+las cuales soy deudor del corto talento que he podido desplegar en este
+mundo. Mis días se han deslizado dulces, serenos, perfumados por el amor
+y la amistad, turbados solamente por la huída de seres muy queridos a
+otra región más alta. Ignoro lo que la suerte me reserva. Aunque me
+resta corta vida, para el dolor puede ser muy larga. Pero si Dios me
+invitase a repetir la que hasta ahora he llevado, no vacilaría en
+aceptar el convite.
+
+
+
+
+I
+
+ADÁN EN EL PARAÍSO
+
+
+Habíamos llegado a Entralgo la noche anterior; un día entero caminando
+en diligencia hasta entrar en Sama de Langreo. Allí nos esperaba nuestro
+mayordomo Cayetano con los caballos necesarios. Montó mi padre en un
+caballo blanco, izaron a mi madre sobre otro negro provisto de jámugas,
+acomodaron a las criadas sobre pacíficos asnos y a mí me puso Cayetano
+delante de sí en su propio caballo _Gallardo_, más brioso que _Bucéfalo_
+y más juicioso que _Rocinante_. Nos servía de espolique José Mateo.
+
+Seguimos la orilla del río y cuando llegamos a Entralgo era ya noche. Yo
+estaba medio dormido. Sólo me di cuenta de que había unas montañas muy
+altas, muchos árboles, un río, una gran casa con balcones de madera y
+delante de ella unos cuantos aldeanos y aldeanas que nos acogieron con
+alegría. Dos de ellos llevaban sendos candiles en las manos, con los
+cuales nos alumbraban mientras nos apeábamos. Recuerdo que una mujer
+vieja y gorda, mejor vestida que las otras, me tomó de los brazos de
+Cayetano en los suyos y me besó con efusión diciendo en voz alta que
+parecía un clavel. Era Manola la noble esposa de Cayetano. Después
+manifestó en voz más alta aún, que parecía un botón de rosa y recuerdo
+que estos símiles me gustaron mucho y me hicieron formar buena idea de
+las facultades discursivas de esta señora.
+
+Mi padre dijo:
+
+--Acostad a ese niño inmediatamente.
+
+Mi madre respondió:
+
+--Le daremos antes de cenar.
+
+Mi padre replicó:
+
+--No es necesario. Ha comido muchas golosinas.
+
+Y no recuerdo más. Cuando a la mañana siguiente abrí los ojos estaba en
+el Paraíso terrenal.
+
+Por los cristales de mi balcón se veía el sol nadando ya por el cielo
+azul. Frente a mí se alzaba una alta, hermosa montaña cuya crestería
+semejaba la de un castillo fantástico. Sobre esta montaña venían a
+posarse algunas nubecillas arreboladas que el viento empujaba
+suavemente. El balcón abría sobre un corredor guarnecido de una
+magnífica parra cuyos pámpanos caían como espléndido cortinaje,
+ocultándome a medias el paisaje.
+
+En aquel mismo cuarto hacía seis años, el de gracia de 1853, había yo
+visto por vez primera la luz del día.
+
+Mi padre me contó más tarde las circunstancias de mi nacimiento. Mi
+madre se hallaba en manos de la partera, de Manola y de otras tres o
+cuatro mujerucas expertas. Mientras tanto él, agitado y temeroso paseaba
+por el salón de la casa en compañía del notario don Salvador, del
+abogado Juncos y del señor cura de Lorio. A estos personajes fuí
+presentado inmediatamente después de nacer con las solemnidades de
+rúbrica. No hacía memoria mi padre de lo que había dicho en esta grave
+ocasión don Salvador el notario, ni el señor cura de Lorio, pero sí
+recordaba perfectamente que el abogado Juncos, mirándome fijamente y
+extendiendo su mano sobre mi cabeza, profirió con acento severo estas
+memorables palabras:
+
+--¡Dios le deje llegar al solio pontificio!
+
+El lector tendrá ya noticia seguramente de que los deseos proféticos del
+abogado Juncos no se han verificado. Me consta que mientras vivió nunca
+pudo consolarse de esta amarga decepción que le hizo experimentar el
+Sacro Conclave Romano.
+
+Poco después de nacer yo se trasladó mi familia a Avilés, la villa
+marítima que todo el mundo conoce. Y mis padres tuvieron el mal gusto de
+pasar seis años sin poner los pies en Entralgo, lugar de celestiales
+delicias enclavado en la montaña.
+
+Osadamente me vestí sin llamar a la _chacha_ y mi audacia llegó al punto
+de deslizarme por la casa sin conocerla. Encontré una escalera, bajé por
+ella y salí al campo. ¡Oh qué hermosa huerta se extendía delante de mí
+toda llena de ciruelas, cerezas y otros frutos deliciosos! Apenas di
+unos cuantos pasos tropecé con José Mateo, aquel criado moreno, fornido,
+de cabellos rizados que nos había servido de espolique la tarde
+anterior.
+
+--José Mateo, alcánzame una ciruela.
+
+José Mateo obedeció inmediatamente. Después vi un cerezo cubierto de
+cerezas y ordené con el mismo imperio:
+
+--José Mateo, alcánzame cerezas.
+
+Y con igual sumisión José Mateo se encaramó en el árbol y me entregó una
+rama cuajada de ellas.
+
+--¿Dónde vas?--le pregunté.
+
+José Mateo me enteró de que iba en aquel momento a ordeñar las vacas y
+me preguntó si quería hacerle el honor de acompañarle. Se lo otorgué
+generosamente. Fuimos al establo y delante de él había unos cuantos
+hombres y mujeres arrancando patatas, que me acogieron con júbilo y me
+vitorearon como a un emperador. Yo apenas correspondí a esta calurosa
+ovación porque tenía prisa de hallarme frente a las vacas. Había cinco o
+seis: la _Salia_, la _Cereza_, la _Garbosa_, la _Morueca_, etc. Las
+contemplé con respeto y simpatía, pero mis ojos y mis sentidos todos se
+dirigieron inmediatamente a los terneros que se hallaban amarrados lejos
+de sus madres a un pesebre mucho más bajo. Acometido súbito de fervoroso
+amor me precipité hacia ellos para abrazarlos y besarlos. Me acogieron
+con notoria ingratitud, brincando y retorciéndose para esquivar mis
+caricias.
+
+--José Mateo, móntame sobre una vaca.
+
+José Mateo me montó sobre una vaca y me sostuvo todo el tiempo que yo
+quise. Después tomó su colodra y se puso a ordeñar. Los que arrancaban
+las patatas vinieron un momento a reposarse y siguieron tributándome los
+mismos homenajes. Pero yo estaba atentísimo a la operación que
+realizaba José Mateo. Sin saber cómo, en mi mente nació un pensamiento
+ambicioso, el de ordeñar yo también a uno de los terneros. En cuanto
+signifiqué la proposición obtuvo un éxito inesperado. No sólo José Mateo
+sino todos los que allí había lo mismo hombres que mujeres la aprobaron
+fuertemente y manifestaron del modo más ostensible su satisfacción. José
+Mateo buscó un zapito más chico y me lo entregó. Acto continuo me puse a
+la obra...
+
+¿Por qué ríen aquellos mastuerzos? ¿Por qué ríen tanto? Reían hasta
+desternillarse, apretándose las costillas como si fuesen a estallar.
+Pero el ternero, brincaba, coceaba, se retorcía: y por más que yo,
+diligente y enardecido por los gritos de entusiasmo que los arrancadores
+de patatas lanzaban al aire, no cejaba en mi tarea, nunca pude extraer
+de él una gota de leche. Para resarcirme de esta dolorosa decepción José
+Mateo me ofreció un zapito rebosante de ella. Bebí hasta que me harté
+con viva satisfacción del concurso, el cual prorrumpió en gritos de
+entusiasmo al verme con las narices teñidas.
+
+En cuanto salimos del establo lo primero que encontramos ¡oh dicha! fué
+un asno.
+
+--José Mateo, móntame sobre ese burro.
+
+José Mateo obedeció y todos los demás le ayudaron a izarme y me pasearon
+largo rato por mis dominios hasta que me llamaron a tomar el chocolate.
+Y apenas tomado, subí de nuevo al cielo, esto es, monté en el asno y
+seguí paseándome, sirviéndome de palafreneros una muchedumbre de hombres
+y mujeres, por aquellos parajes encantados donde todo era placer, dicha
+y amor.
+
+Cuando llegó la hora de comer Manola y su digno esposo Cayetano, que
+ocupaban los bajos de nuestra casa, me invitaron a su mesa. ¡Oh! esta
+mesa era el artefacto más ingenioso y admirable que jamás se haya visto.
+Nos sentábamos en un gran escaño de madera ennegrecida delante del lar;
+se soltaban unas clavijas y de pronto bajaba una gran tabla a colocarse
+delante de nosotros. A pesar de mis canas todavía no puedo recordar esta
+mesa sin que mi corazón salte de alegría.
+
+Mientras comíamos, una gata maravillosa vino a ponerse sobre el hombro
+de Cayetano y a comer las sobras de su plato. Mi sueño en aquel momento
+sería que se montase también sobre mi hombro y comiese conmigo. Pues
+bien, este sueño ambicioso se realizó antes de llegar al final de la
+comida. La _Micona_, aquella gata majestuosa, madre de tres generaciones
+de gatos guerreros, me hizo el honor de subirse a mi espalda y meter el
+hocico en mi plato. Yo permanecí tan confuso y agradecido que me
+apresuré a darle todo lo que había en él y si no hubiera sido por Manola
+me quedo con hambre.
+
+Después salgo al campo otra vez, y mis pies recorren los deliciosos
+senderos de la aldea, los bosques de avellanos, las calles estrechas
+entre setos de zarzamora y madreselva. Un sentimiento de inmortal
+felicidad invadía mi espíritu, lo tenía suspenso y extasiado. El aire
+embalsamado penetraba en mis pulmones embriagándome, los pájaros
+gorjeaban sobre mi cabeza bendiciones, las hojas de los árboles
+susurraban a mi oído promesas de dicha. De pronto en una de las
+revueltas del sendero, tropiezo con una gran cerda que llevaba en pos de
+sí ocho o diez cerditos. Jamás he visto una aparición más celestial.
+Aquellos animalitos bulliciosos, sonrosados, cautivaron inmediatamente
+mi corazón.
+
+Y como yo estaba persuadido de que me hallaba en el Paraíso y que todas
+las criaturas de Dios debían obedecerme y acatarme, en cuanto vi a un
+paisano cerca le ordené que me diera uno de aquellos cerditos. Sin
+pérdida de tiempo me lo entregó y yo le besé con transporte en el
+hocico. Pero aquel animalito no debía estar acostumbrado a esta clase de
+expansiones amorosas porque la tomó como una ofensa, se puso a chillar y
+a forcejear hasta que logró desasirse y escapar con sus hermanos.
+
+Un poco más lejos vi algunos carneros pastando, y el pastor, que era un
+chico de catorce o quince años, me invitó a que me sentara a su lado. Me
+trató igualmente como a rey y señor, me regaló una flauta con la cual
+distraía sus ocios y los de los carneros, me enseñó a hacer jaulas de
+mimbre para los grillos, me adiestró en la caza de éstos, revelándome
+algunos procedimientos de su invención y por último me hizo saber que
+aquellos carneros me pertenecían y estaban a mis órdenes. Por lo tanto
+no tenía más que pedir a mi papá que me hiciese construir un carrito de
+madera y él se encargaba de enganchar los dos más fuertes y domarlos
+hasta que pudiera pasearme por todo el concejo y llegar a Sama si fuera
+necesario. Yo pensé que me volvía loco de alegría. Me fuí a casa y
+haciendo irrupción en el despacho donde se hallaba mi padre con algunos
+señores, le signifiqué a boca de jarro mi pretensión. Todos aquellos
+señores la encontraron muy razonable y la apoyaron con todas sus
+fuerzas, de modo que mi padre dió inmediatamente las órdenes oportunas
+para que se construyese el carro.
+
+Pero ¿qué es lo que veo? Un perrito negro con un redondo lunar blanco en
+la frente, que empieza a brincar en torno mío solicitando mi valiosa
+protección. Me apoderé de él, le tomé en mis brazos y nuestra amistad
+quedó sellada. Este perrito era una perrita, se llamaba _Peseta_ a causa
+de la forma y tamaño del lunar, que semejaba la moneda de este nombre y
+pertenecía al médico don Nicolás, uno de los señores presentes. Como es
+lógico le pedí en seguida que me la regalase, y como es lógico también,
+me respondió que desde aquel momento era mía.
+
+Salí con ella en los brazos y la paseé triunfante por la aldea
+mostrándola con orgullo a todo el vecindario. El respeto a la verdad me
+obliga a confesar que durante las dos o tres horas que la llevé sobre mi
+pecho, aquella linda perrita me dió pruebas inequívocas del más fino
+amor. Me decía cosas tiernas al oído y me lamía la cara, acaso más a
+menudo que lo que hubiera aconsejado la decencia. ¿Por qué, pues,
+aprovechando un descuido mío, saltó al suelo y emprendió una carrera
+vertiginosa sin escuchar mis anhelantes llamamientos? Nunca he podido
+comprenderlo. El corazón femenino es un abismo de contradicciones y
+misterios.
+
+Cuando venía hacia casa mohino y entristecido, tropecé con don Marcos,
+aquel famoso capellán que había perdido su fortuna en francachelas y
+sobre el tapete verde.
+
+--¡Don Marcos--le dije con acento dolorido--se me escapó la _Peseta_!
+
+--¡Ay, hijo mío, cuántas se me habrán escapado a mí!--me respondió
+sonriendo.
+
+Yo no entendí el equívoco y creí de buena fe que había tenido muchas
+perritas y se le habían escapado. Y le compadecí sinceramente.
+
+Pero cuando llegué a casa el _Muley_, el obeso perro de caza de
+Cayetano, vino a mí y me consoló de la traición de aquella pérfida. ¡Qué
+honradote era aquel _Muley_! ¡qué gracioso! ¡Qué buen carácter tenía!
+Aunque me montase sobre él, aunque le tirase de las orejas y del rabo
+jamás le he visto enfadado. Lo único que hacía era sustraerme
+bonitamente el pan de la merienda. Pero lo ejecutaba con tal gracia y
+destreza que se lo perdonaba de todo corazón. Aquella tarde me hizo
+feliz y se tragó tres buenos cachos de pan y un gran pedazo de queso.
+
+Por la noche, después de cenar me recosté en el gran sofá del comedor,
+cerca de mi madre, que ocupaba el otro extremo. Más de una docena de
+mujerucas de la aldea vinieron a hacernos la tertulia. Como no había
+sillas bastantes, muchas de ellas se acomodaron en el suelo. Mi padre en
+un ángulo de la estancia fumaba un cigarro puro y charlaba con el señor
+cura, el notario don Salvador, el abogado Juncos y Cayetano. Las
+mujerucas hilaban y mi madre hilaba también sirviéndose de una preciosa
+rueca con incrustaciones de marfil que le había regalado mi abuelo. Sus
+dedos de hada torcían el hilo tan fino que las mujerucas no se hartaban
+de admirarla. De vez en cuando posaba en mí sus grandes, hermosos ojos
+negros, y sonreía dulcemente.
+
+Los míos se entornaban ya a mi despecho para dormir. Sentía perder de
+vista por algunas horas el paraíso en que la Providencia me había
+colocado. A mis oídos llegaba, sin embargo, la conversación que sostenía
+mi padre con aquellos señores. Se hablaba de unas cosas espantosas, del
+robo que se había cometido hacía pocos días en casa del señor cura de
+Pelúgano, de la ferocidad de los ladrones, de los tormentos que habían
+infligido al buen sacerdote y a su ama de gobierno para hacerles
+declarar dónde estaba escondido el dinero. Pero todo aquello no era más
+que una horrible pesadilla. Yo estaba en el Paraíso, me hallaba
+absolutamente convencido de ello, y ansiaba despertarme para gozar
+nuevamente de sus alegrías inmortales.
+
+
+
+
+II
+
+UNA SUERTE ORIGINAL DEL TOREO
+
+
+Después de tan larga ausencia mi padre tenía muchos asuntos que arreglar
+en Laviana. Permaneceríamos, pues, allí no sólo el verano sino el otoño,
+acaso también el invierno; en fin, una eternidad. Yo me dispuse a pasar
+la eternidad como la pasan los ángeles, suponiendo que los ángeles no
+tengan colegio. Mi padre me había anunciado que todos los días
+aprendería mis lecciones de gramática y de historia sagrada y escribiría
+mi plana; pero yo conocía a mi padre perfectamente aunque no le hubiese
+engendrado y la eficacia de sus preceptos cuando éstos tendían a
+molestarme.
+
+Me puse, pues, tranquilamente en los primeros días a recorrer el Paraíso
+terrenal y a reconocer sus parajes más deleitosos empezando por nuestra
+morada. Era un gran caserón hecho a retazos por sucesivas generaciones.
+Para pasar de una habitación a otra había que subir o bajar casi siempre
+un escalón y esta circunstancia me impresionó muy agradablemente en su
+favor, no sé por qué. Quizá, sin darme cuenta de ello, previese que
+aquel constante subir y bajar iba a influir beneficiosamente en el
+desarrollo de mis piernas. Sin embargo, lo primero que desarrollé fué la
+cabeza, pues di unas cuantas caídas que levantaron otros tantos
+chichones en ella.
+
+Había una gran sala en la parte trasera, que llamaban la _sala nueva_
+aunque era terriblemente vieja y a entrambos lados de la casa dos
+amplios corredores de rejas guarnecidas con sendas parras. Los muebles
+eran feos y toscos: sobre todo un reloj de pesas tenía tan espantosa
+catadura, que no podía mirarlo sin sentirme inquieto, y cuando iba a dar
+la hora comenzaba a producir unos ruidos extraños y odiosos que me
+asustaban.
+
+La cama en que yo había nacido (esto lo supe después porque entonces no
+dudaba de haber llegado de Madrid en la consabida cestita) era un
+monumento de Semana Santa. Para subir a ella debía de existir una
+escalera de mano, pero yo no la vi. Los sillones de la sala pertenecían
+al tiempo de los cíclopes o por lo menos a la era pelásgica, pues ningún
+hombre de este siglo podía sentarse en ellos por sus propias fuerzas. En
+el sofá dormiríamos todos los de la casa sin molestarnos. Ciclópeas eran
+también las mesas de roble, que no podían ser removidas sin que subiesen
+los criados de la labranza a ayudar a las muchachas.
+
+Pero en medio de toda esta barbarie había un delicioso artefacto
+modernista, un organillo no más antiguo de un siglo. Era más alto que yo
+y su repertorio se componía de piezas de una ópera llamada _La
+Caravana_, valses de la reina de Escocia, minués y gavotas. Así que
+empuñé su manubrio y le hice sonar comprendí cuál era mi verdadera
+vocación en este mundo. Yo había nacido para tocar el organillo. Fiel a
+la voz del cielo estuve tocando cuarenta y ocho horas seguidas sin dejar
+mi trabajo más que a las horas de comer y dormir. Ignoro por qué lo
+abandoné pues nadie se empeñó en torcer mi vocación, pero es lo cierto
+que al cabo, por mi propia voluntad, fuí dejando claros cada vez mayores
+en mi tarea.
+
+En uno de estos intervalos se me ocurrió subir al desván. Era enorme,
+obscuro, lleno de polvo y de telas de araña. Imposible imaginar nada más
+interesante. Sillas desvencijadas, cajones medio abiertos, residuos de
+vajilla, libros encuadernados en pergamino, argadillos y otros
+cachivaches de formas para mí desconocidas. En un rincón había unos
+cuantos fusiles de chispa, que apenas tuve fuerzas para levantar; había
+espadas también, y en un viejo arcón hallé cinco o seis casacas azules,
+encarnadas, blancas con las cuales determiné disfrazarme tan pronto
+como se presentase la ocasión. Estas casacas habían pertenecido a mi
+abuelo que había muerto tres o cuatro meses antes de venir yo al mundo.
+Fué militar y se retiró joven a sus tierras. Siendo cadete y contando
+sólo diez y seis años había hecho la guerra a la república francesa
+cuando nuestra nación se la declaró después de la ejecución de Luis XVI.
+Fué hecho prisionero y relataba, según me transmitía mi padre, que al
+entrar en Burdeos con otros prisioneros y antes de ser conducido a la
+prisión había visto cortar nueve cabezas en la guillotina. Una vez en la
+cárcel, que era una especie de viejo almacén, trató de sobornar a varios
+centinelas mostrándoles una onza de oro que había conservado. Todos le
+rechazaron indignados y alguno le golpeó con la culata del fusil. Por
+fin uno de los mozos que diariamente venían a traerles una cabeza de
+carnero a cada uno y hacer la limpieza se ablandó, le cedió su
+sombrerete y en mangas de camisa y con un cubo en cada mano logró burlar
+la guardia y fugarse. Después de muchas y peligrosas peripecias entró al
+cabo en España y pudo incorporarse de nuevo al ejército. Estaba de Dios
+que mi abuelo, a quien me pintaban como un hombre extremadamente
+aficionado a la vida de aldea, como un propietario ordenado y ahorrador,
+había de morir como un militar, pues falleció a consecuencia de la caída
+de un caballo.
+
+Delante de la casa había dos grandes hórreos[1] que servían para
+depósito del trigo; porque en aquella época las rentas se pagaban en
+especie. Aquellos hórreos eran deleitosos como todo lo demás. Debajo de
+ellos nos cobijábamos cuando llovía y allí se bailaba, se jugaba y nos
+podíamos divertir de todas maneras sin temor de la intemperie. Detrás se
+extendía la pomarada. Un poco más lejos, y encima de ella se veía la
+iglesia y la casa rectoral. Entralgo se halla situado en el ángulo que
+forma el Nalón, río mayor de Asturias, con un pequeño afluente llamado
+río de Villoria. No le bañan, pues, más que dos ríos y en este respecto
+hay que reconocer que es inferior al Paraíso de nuestros primeros
+padres, el cual estaba regado por cuatro. En cambio en éste, al decir de
+mi profesor de griego en Madrid don Lázaro Bardón, que había estado allí
+con una comisión del ministerio de Fomento, soplaba ordinariamente un
+viento muy fastidioso. Nada de eso acaecía en Entralgo. Una temperatura
+deliciosa entre veinte y veinticinco grados, rodeado de altas montañas,
+que lo guardan de los huracanes, sentado sobre el césped, guarnecido por
+bosques de castaños y avellanos, envuelto entre manzanos, nogales,
+cerezos y otros árboles de fruta. Mucha humedad y mucho lodo durante el
+invierno, es cierto; pero nosotros no estábamos obligados a pasar allí
+el invierno, mientras Adán y Eva no podían salir de su jardín. En cuanto
+a la variedad de frutas claro está que no es posible la comparación
+porque en el Paraíso de nuestros primeros padres las había todas, pero
+si me dicen que las manzanas y las cerezas que Adán tenía a su
+disposición eran mejor que las que yo comía, me autorizo el dudarlo.
+
+El río Nalón distaría de nuestra casa unos quinientos pasos y ciento el
+de Villoria. En la margen de éste se halla la célebre _Bolera_ o campo
+de recreo donde los vecinos se entregan a sus juegos favoritos el de
+bolos y el de la barra los domingos y días festivos. Allí fué donde
+Jacinto de Fresnedo venció en buena lid un día del Carmen tirando la
+barra a todos los mozos del valle de Langreo[2].
+
+Sobre este río de Villoria hay un pontón de madera y se pasa al camino
+de la Fuente por la derecha, y al de los Molinos y Cerezangos a la
+izquierda. Cerezangos era un vasto prado en declive y con no pocos altos
+y bajos que mi padre convirtió más tarde en pomarada. En aquella época
+estaba dedicado a pradera, cerrado como casi todas las fincas de la
+región por una paredilla cubierta de zarzamora y guarnecida toda su
+extensión por avellanos, que salen de la tierra en forma de
+canastillos. Contemplando el valle de Laviana desde lo alto de
+cualquiera de sus montañas, se ven todos los prados como claras
+esmeraldas cercadas por otras más obscuras.
+
+Una de aquellas tardes me aventuré a pasar el pontón, y encaminando mis
+pasos por el sendero de los Molinos llegué hasta Cerezangos. La portilla
+de rejas estaba cerrada con candado, pero a un lado había una saltadera
+bastante cómoda que me invitaba a entrar. Y en efecto entré y espacié mi
+vista con deleite por todo el ámbito de la pradera, matizada de blancas
+florecillas. Me sentía dichoso y cada vez más contento de haber nacido.
+Lentamente, como quien paladea con glotonería su felicidad, fuí
+avanzando por la finca con el oído atento al canto de los pájaros, pero
+más aún al de los grillos que en aquel momento me parecían excesivamente
+interesantes. Allá en el centro pastaba tranquilo y solitario un
+carnero. Aquel carnero me trajo a la memoria el carro que mi padre me
+había prometido, y mi felicidad, aunque parezca imposible, aumentó
+todavía más. ¡Quién había de pensar!...
+
+Poco a poco me fuí aproximando al sitio donde pastaba el carnero. Este
+levantó dos o tres veces la cabeza para mirarme y volvió a bajarla.
+Avancé un poco más y entonces el carnero quedó inmóvil contemplándome
+con dulce mirada. Luego él también comenzó a avanzar lentamente hacia mí
+como si quisiera darme la bienvenida. ¡Oh amable carnero! Me acometieron
+deseos de besarle.
+
+¿Qué es esto, cielos? Cuando se hallaba a cinco o seis pasos de mí, toma
+carrera, baja la cabeza y me embiste fieramente tumbándome en el suelo.
+
+¡Madre mía! ¡qué susto! ¡qué gritos! Traté de levantarme rápidamente,
+pero así que me pongo en pie el carnero vuelve a embestirme y me tumba
+de nuevo. Otra vez me levanto y otra vez me embiste y me tumba. Repito
+la suerte otras tres o cuatro veces y otras tantas fuí derribado.
+
+En conciencia debo declarar que el animal no me hacía mucho daño, no sé
+si porque el golpe era flojo o porque antes de que llegase su testa a
+mi vientre ya me había yo dejado caer al suelo. De todos modos comprendí
+al cabo con terror que eran inútiles todos mis esfuerzos para mantenerme
+en la posición normal de un bípedo. Lo que hice entonces fué llorar como
+una fuente y gritar como un energúmeno llamando a mi padre, a mi madre,
+a Manola y a todos los criados uno por uno. Nadie acudió en mi auxilio.
+¡Qué horrible decepción! Yo había imaginado que Dios había puesto a mi
+servicio todos los animales de la creación, y ahora, repentinamente y
+sin motivo aparente, uno de ellos se rebelaba, ¡qué digo rebelarse! me
+atacaba, me tenía hecho prisionero, y ¡quién sabe lo que haría más tarde
+de mí!
+
+La muerte se me presentó bajo su aspecto más espantoso. Tumbado boca
+arriba y mirando al cielo gritaba hasta ponerme ronco, repitiendo los
+nombres de todas aquellas personas que me parecían bastante poderosas
+para luchar con mi enemigo. Hasta llamé a _Muley_, el perro de Cayetano,
+que por supuesto tampoco pareció por allí.
+
+El carnero no hacía caso de mí o por lo menos aparentaba no hacerlo.
+Tanto que al cabo de un rato me aventuré a incorporarme; pero entonces
+levantó la cabeza, me miró fijamente y yo, aterrado, me dejé caer
+nuevamente sobre el césped. Sólo la Virgen podía salvarme de aquella
+angustiosa situación, y se lo pedí, repitiendo las oraciones que me
+había enseñado mi madre.
+
+Y en efecto, la Virgen vino en mi auxilio sugiriéndome una idea
+salvadora. Puesto que el carnero no hacía caso de mí mientras me hallaba
+tumbado y sólo se irritaba cuando me veía en pie, tal vez caminando a
+rastras lograría evitar su furor. Me arrastré, pues, cautelosamente y
+avancé un metro poco más o menos. Miré hacia atrás; el carnero seguía
+pastando sin advertir nada. Avanzo otro metro; tampoco. Sigo
+deslizándome como una serpiente sobre el césped, mirando a cada instante
+a mi enemigo y éste permite que me aleje sin notarlo siquiera.
+
+¿Sería una traición? ¿Me dejaría concebir esperanzas para caer de
+improviso sobre mí? Eso pensé con espanto, cuando hallándome ya lo
+menos a treinta pasos de él levantó la cabeza y me miró con fijeza.
+Quedé yerto. Mi corazón parecía que se salía del pecho. Y sin embargo,
+repito, que aquella mirada era más bien dulce que iracunda. En el curso
+de mi existencia otra gente me ha mirado de un modo más agresivo sin
+embestirme.
+
+Quedé inmóvil y pegado al suelo haciendo el muerto, o por mejor decir
+estándolo casi de miedo. El carnero bajó al cabo la cabeza y siguió
+pastando y desde entonces no volvió a mirarme. Yo seguí avanzando hacia
+la saltadera con la misma prudencia, ensanchando y contrayendo
+alternativamente los anillos musculares de mi cuerpo como un consumado
+anélido.
+
+Por fin me encuentro a tres pasos de la saltadera. Miro hacia atrás. El
+carnero está lejos, muy lejos y pasta tranquilo e indiferente la menuda
+yerba. Entonces me levanto vivamente y en menos tiempo que se dice monto
+la saltadera y me tiro al camino y corro como un gamo hasta llegar a
+casa jadeante y sudoroso.
+
+Cualquiera pensará que llegué presa de la mayor desolación y amargura.
+Nada de eso. Mi estado de ánimo era felicísimo: rebosaba de orgullo y de
+entusiasmo por mí mismo, pensando en la burla que había hecho al
+carnero.
+
+Así es como las satisfacciones de la vanidad esparcen casi siempre un
+bálsamo refrigerante sobre nuestras heridas.
+
+
+
+
+III
+
+IMPRESIONES DEL ESTÍO
+
+
+Aquel verano envió Dios a la tierra el más verde follaje, las brisas más
+perfumadas, las aguas más cristalinas y las cerezas más encarnadas de su
+infinito repertorio. En el cielo también mostró su buena voluntad
+haciendo nadar en él un sol refulgente seguido de alegre escolta de
+nubecillas irisadas. Y en nuestra propia casa de Entralgo se ingenió
+para que mi padre olvidase la mayor parte de los días el darme lección y
+para que _Muley_, el perro de Cayetano, fuese cada vez más amable y
+tolerante conmigo.
+
+Los animales seguían siendo mi dicha a pesar de la amarga decepción que
+acabo de relatar. La fauna me interesaba muchísimo más que la flora y
+como esto se sabía en el pueblo los chicos me traían con frecuencia
+mirlos de cría, jilgueritos, pinzones, calandrias, etc., etc. Yo los
+criaba a la mano, les abría el pico y les introducía cuanto alimento
+podía hallar en la cocina. A pesar de eso ¡caso extraño! todos se morían
+bien pronto: apenas pasó ninguno de las cuarenta y ocho horas. Esto
+hacía montar en cólera a mi padre y me increpaba duramente, no sé por
+qué, pues yo los cuidaba con el esmero y la diligencia que puede emplear
+una madre con sus hijos. Si se morían, sin duda era por mala voluntad,
+pues no es creíble que en edad tan tierna estuviesen ya fatigados de la
+vida.
+
+Los terneros continuaban mereciendo mi aprobación aunque yo no merecía
+la suya, pues en cuanto me acercaba y les ponía la mano encima
+comenzaban a brincar y forcejear como desesperados y tiraban de la
+cadena que los tenía sujetos al pesebre como si quisieran ahorcarse con
+el collar. La madre allá en el fondo del establo volvía la cabeza y
+dejaba escapar un sordo mugido de reprobación.
+
+José Mateo era siempre mi esclavo. Cuanto yo necesitaba o me placía en
+el reino vegetal o animal estaba seguro de obtenerlo inmediatamente por
+la intercesión de aquel hombre cuyo poder no reconocía límites. Trepaba
+a los árboles, penetraba en las cuevas, se bañaba en el río sin reparo
+alguno por proporcionarme el más pequeño placer. Cuando iba a efectuar
+cualquier trabajo, como segar heno fresco para el ganado o helecho para
+mullir el establo, me llevaba sobre sus robustos hombros, me sentaba
+después sobre el césped y mientras trabajaba me iba instruyendo acerca
+de las delicadas operaciones que exige el cultivo de la tierra y de la
+vida y costumbres de los animales que poseíamos en la casa. Me decía que
+el heno fresco se corta mejor a la madrugada porque está más blando: al
+mediodía la guadaña encuentra mayor resistencia. En cambio el helecho
+como se corta con la hoz vale más segarlo en las horas de calor en que
+está más recio. Me enseñaba el modo de atar la carga con la gran soga de
+cerda y me permitía ayudarle en esta importante operación montando sobre
+el montón de heno o helecho para prensarlo.
+
+José Mateo era el hombre de las praderas. Para él no existía en el mundo
+ni riqueza más apetecible, ni espectáculo más divertido, ni cosa más
+digna de veneración que un buen prado de regadío. No le cabía en la
+cabeza que se pudiera llamar rico a un hombre que no poseyese alguno.
+Por eso mi padre, que poseía muchos, era un ser excepcional a sus ojos y
+cuando yo le decía que había señores mucho más ricos que él sacudía la
+cabeza dudando de mi aserto. Había estado una sola vez en Avilés y mi
+padre, queriendo proporcionarle una sorpresa, le llevó por caminos
+escondidos hasta el borde de la mar. Al hallarse repentinamente frente a
+ella y ver la inmensa llanura de agua, abrió mucho los ojos y dándose
+una palmada en la frente exclamó: «¡Dios, qué prado!»
+
+No tardé en averiguar que la yerba larga y dura la comen perfectamente
+los caballos, pero las vacas la rechazan. La yerba cortita, mezclada de
+manzanilla y otras plantas olorosas hace la delicia de éstas que con
+ella se cargan de leche dulce y sabrosa. En el establo teníamos cinco o
+seis vacas que José Mateo, con profundo espíritu crítico, clasificaba en
+dos grupos: las _lechares_; esto es, aquellas que daban mucha leche, y
+las _mantequeras_, o sea las que dando menos leche rendían mayor
+cantidad de manteca. Aprendí cómo se extrae ésta mazando la leche en una
+vasija de barro a la cual se había hecho previamente un agujerito que se
+tapaba con una espiga de madera. Por este agujerito se dejaba correr el
+suero cuando la manteca comenzaba a sonar ya como una bola pastosa
+dentro de la vasija.
+
+Los días claros, serenos, se deslizaban para mí de un modo delicioso
+aprendiendo estas y otras cosas que me parecían infinitamente más
+interesantes que la conjugación de los verbos intransitivos. En aquel
+tiempo pensaba yo como un bárbaro, imaginando que escribir el verbo
+haber sin _h_ no tenía trascendencia alguna para la vida.
+
+Una mañana hallé a José Mateo vestido con su chaqueta nueva y su montera
+de los domingos. Estaba grave y un poco pálido y contra su costumbre no
+me interpeló alegremente. Yo le pregunté:
+
+--¿Por qué te has puesto la chaqueta nueva?
+
+--Porque la _Salia_ se quedó escosa--me respondió muy serio.
+
+Yo no vi clara la relación de causalidad que existía entre la chaqueta
+nueva de José Mateo y el que la _Salia_ se quedase escosa (sin leche).
+Callé sin embargo y al cabo de un momento él mismo se encargó de
+explicármela.
+
+--El amo me mandó ir a venderla al mercado.
+
+El amo era Cayetano; a mi padre le llamaba, «el señor».
+
+--¡Ah! ¿vas a la Pola? Yo voy contigo.
+
+En efecto, me dejaron ir a la Pola con él y estuve toda la tarde en el
+mercado del ganado. Después de mucha, muchísima conversación y de
+infinitos tanteos y reconocimientos, después de regatear una hora entera
+por cosa de medio duro, al cabo se vendió la _Salia_. José Mateo, que
+había estado locuaz todo el día volvió a quedar silencioso y taciturno
+cuando vió partir al comprador con la vaca atada por los cuernos. Hacía
+seis años que la ordeñaba, que la daba de comer, que la llevaba al río a
+beber, que la uncía al carro. Metió rápidamente en la faltriquera, como
+si le quemase los dedos, el dinero del precio, me tomó de la mano y
+emprendimos de nuevo silenciosos y tristes el camino de Entralgo. ¡Ah,
+vosotros los que en la Bolsa vendéis y cambiáis indiferentes esos
+papeles que llamáis valores, cuán poco imagináis las emociones que
+representa la venta y el cambio de los valores de la aldea!
+
+Los domingos eran días más felices aún para mí. Al despertarme escuchaba
+el dulce tañido de las campanas. Si al terminar el repique sonaban
+lentamente dos campanadas por ellas averiguaba que era el segundo toque.
+Saltaba del lecho prontamente y me asomaba al corredor de la parra.
+Enfrente de mí, y bien lejana, se alzaba la gran Peña-Mea cuya crestería
+se recortaba en el azul del cielo. Los castañares que vestían las
+colinas, la pomarada, todo el follaje en que estaba envuelta mi casa
+brillaba a las primeras luces del sol matinal. Por delante comenzaban ya
+a pasar en dirección a la iglesia los vecinos de Canzana vestidos con el
+traje de fiesta, la tosca camisa blanquísima, el calzón corto de paño
+con botones plateados, la chaqueta al hombro, enhiesta la picuda montera
+de pana. Este Canzana es un pueblecito de nuestra parroquia asentado en
+el repliegue de una colina encima de Entralgo.
+
+Cuando ya estaba todo preparado y sonaba el tercer toque nos poníamos en
+marcha hacia la iglesia. Mi madre solía ir a caballo porque siempre
+estaba delicada de salud y el camino, aunque corto, era áspero. A mí me
+parecía encantador, pedregoso, sombreado de avellanos que formaban sobre
+él un túnel prolongado. Al llegar a la iglesia el sexo masculino se
+separaba del femenino tomando el primero por la izquierda y el segundo
+por la derecha. Los hombres se quedaban unos instantes en el pórtico
+hasta que daba comienzo la misa; las mujeres entraban directamente.
+
+Mi padre y yo íbamos a la sacristía, donde se hallaban ya los personajes
+más caracterizados de la aldea. El cura era un viejecito, delgado,
+suave, meloso que nos acogía siempre con extraordinaria deferencia. Con
+todo el mundo era amable y tolerante menos con San Nicolás. Este santo
+tenía un santuario en Campiellos, lugar no muy distante del nuestro, al
+cual acudían los habitantes de Laviana y aun de otros concejos buscando
+el remedio de sus enfermedades y miserias. Tanta fe habían despertado
+sus curaciones milagrosas que los peregrinos aumentaban sin cesar y no
+se hablaba de otra cosa por aquellos contornos. Esto molestaba
+grandemente a nuestro párroco que veía abandonada por San Nicolás a
+nuestra Virgen del Carmen, patrona de Entralgo, y de la cual era
+devotísimo. No le faltaba razón a mi juicio, porque suponer que San
+Nicolás había de conseguir de Dios más que la Virgen era insensato y
+hasta impío. Por eso siempre que se presentaba la ocasión en los
+sermones o pláticas que pronunciaba antes del ofertorio solía aludir con
+cierta acritud al afán imprudente que se había apoderado de sus
+feligreses por ir a visitar y hacer ofrendas al santuario citado.
+
+Un día nos dió a quemarropa la siguiente noticia de sensación: «Amados
+hermanos míos: San Nicolás de Campiellos no está en Campiellos; allí no
+está más que una imagen.» Pues a pesar de esta y otras expresivas
+advertencias el vecindario persistió en favorecer a San Nicolás; porque
+lo mismo en la aldea que en la ciudad, en el orden temporal como en el
+espiritual la moda ejerce un imperio despótico.
+
+Era devotísimo nuestro cura, como he dicho, de la Virgen del Carmen y no
+cesaba de exhortarnos para que nosotros lo fuésemos también. «Pidamos a
+la Virgen--nos decía un domingo--, pidámosla sin cesar, pidámosla con
+insistencia, porque aunque parezca alguna vez que no nos escucha seguro
+es que al fin nos atenderá. La Virgen es como una madre a quien su hijo
+pequeñito le dice:--¡Madre, dame pan, madre, dame pan! La madre no le
+hace caso y el niño repite:--Madre, dame pan. La madre parece que no le
+oye y el niño no cesa de repetir:--¡Madre, dame pan, madre, dame pan! Y
+al fin la cariñosa madre concluye por darle pan y manteca.»
+
+Esto me parecía muy bien porque era apasionado del pan con manteca,
+sobre todo si se la espolvoreaba con un poco de azúcar.
+
+Quizá al llegar aquí el lector sonría pensando en Bossuet. ¿Pero qué
+íbamos a hacer nosotros con Bossuet? ¿Quién le había de entender allí?
+Dejemos el águila de Meaux en su nido y no despreciemos demasiado a este
+pobre gorrión, porque todos los pájaros grandes y pequeños son de Dios y
+todos cumplen su destino sobre la tierra.
+
+La salida de misa era siempre alegre. Bajábamos por la calzada pedregosa
+sombreada de avellanos, formando grupos, charlando y riendo. Mis padres
+se quedaban en casa, pero yo con Cayetano y José Mateo continuaba hasta
+la _Bolera_ donde se organizaba inmediatamente el juego de bolos. ¡Qué
+asombro el mío al ver a aquellos hombres lanzar al aire una inmensa y
+pesada bola de roble con más facilidad que yo lanzaba una pelota de
+goma! Los vecinos de Canzana que entraban en el partido allí se estaban
+hasta el obscurecer sin tomar alimento y sin dar señales por esto de
+flaqueza. Hay uno, labrador bien acomodado, pero tan avaro que al
+comenzar el juego se despoja de sus zapatos nuevos para no estropearlos
+y los oculta detrás de un madero. Pero hay otro de Entralgo, cazurro y
+bromista, que lo observa y disimuladamente va hacia el madero, se
+despoja también de sus zapatos y calza los del avaro. Todo el día juega
+con ellos puestos y es de ver la risa que se apodera de los
+circunstantes enterados del trueque cuando el de Entralgo disputando
+sobre algún tanto con el de Canzana da furiosos zapatazos en el suelo
+para estropearle aún más el calzado. Son las farsas de la aldea,
+groseras si se quiere, pero tan divertidas como las de la ciudad.
+
+En las tardes de calor íbamos a bañarnos mi padre, Cayetano y yo, al
+pozo llamado de la _Cuanya_, un remanso de río cerca de una peña,
+sombreado por un inmenso nogal. El placer más grande de estos baños era
+ver a Cayetano zambullirse, permanecer dentro del agua algunos instantes
+y salir siempre con una trucha en la mano. Habilísimo para buscarlas
+debajo de las piedras, en alguna ocasión le he visto salir con dos, una
+en cada mano. Pero me hacía experimentar zozobras mortales. Cuando
+tardaba en asomar la cabeza más de lo ordinario se me figuraba que se
+había ahogado y mi corazón latía con violencia. El recuerdo de estos
+momentos penosos me sugirió el cuento titulado _¡Solo!_ que figura en la
+colección de mis obras.
+
+Un goce mayor aun era comer en casa de cualquier vecino. Recorría con
+frecuencia las de los más señalados y si llegaba a la hora del mediodía,
+me ofrecían siempre con franqueza y cordialidad su pobre comida. Casi
+todos cultivaban en arriendo tierras de mi padre y profesaban a nuestra
+familia un afecto que nunca se ha extinguido. Aceptaba lleno de
+regocijo. ¡Cuán poco necesita el hombre para ser feliz! Yo lo era
+comiendo un miserable pote en un plato de barro con cuchara de madera y
+bebiendo después una escudilla de leche. Aquella humildad placía a mi
+corazón en vez de resquemarlo porque aun no había llegado para mí la
+hora del orgullo.
+
+Y no sólo compartía con gozo sus groseros alimentos sino también quería
+tomar parte en sus faenas. Me llevaban a los prados, me llevaban a las
+tierras y yo me esforzaba en prestarles ayuda y ellos aceptaban
+sonrientes mis esfuerzos y los alentaban. Cuando al fin me
+decían:--«¡Bien, muy bien! hoy has ganado la comida», quedaba tan gozoso
+como pudo quedarlo el patriarca Jacob cuando su tío Laban le entregó la
+bella Raquel después de los siete años de servicios.
+
+La más culminante faena del verano es la yerba. A ella dediqué, pues,
+toda mi atención y sobre ella concentré mis esfuerzos para pagar a mis
+convecinos el alimento con que me regalaban. Antes del amanecer la
+cuadrilla de segadores se constituye en el prado que se ha de segar. Las
+primeras horas de la mañana, por ser las más frescas del día, son las
+mejor aprovechadas. Pero yo nunca logré que me despertasen temprano. Iba
+cuando llevaban a los segadores la _parva_, esto es, el ligero desayuno
+compuesto de queso, pan y aguardiente. Naturalmente en esta dura tarea
+de cortar la yerba con guadaña yo no podía prestarles grandes servicios
+porque cuantas veces intenté hacer uso de aquel instrumento otras tantas
+clavé la punta en el suelo sin cortar una mala yerba. Pero cuando a las
+horas del sol se trataba de _revolverla_, esto es, de extenderla para
+que se secase, entonces entraba yo en funciones y con un palito u
+horquilla que me daban me ponía a trabajar con el mayor ardor, sufriendo
+pacientemente el del sol, que no era flojo.
+
+Si no llovía, al día siguiente la yerba estaba seca y se metía en el
+pajar o tinada, como allí dicen. Era cosa de probar mis fuerzas. Las
+probaba haciendo que me atasen una carga que me empeñaba fuese grande.
+No podía con ella y en cuanto me la ponían sobre los hombros caía al
+suelo abrumado. Trataban de aminorarla, pero yo no lo consentía y volvía
+a obligarles a que me la echasen encima y otra vez daba conmigo en el
+suelo. Así repetía la suerte hasta que avergonzado y confuso me
+entregaba a la desesperación, llorando mi impotencia con amargas
+lágrimas.
+
+Otras más amargas aun vertí aquel verano y no fué por cumplir con mi
+deber sino por faltar a él. Había en uno de los corredores guarnecidos
+de parras un nido de golondrina que me interesaba muchísimo. Los padres
+iban y venían sin cesar cebando a sus pequeños y éstos comenzaban ya a
+asomar sus piquitos fuera del nido. Largos ratos pasaba en contemplación
+de aquella tierna escena de familia cuando un día se me ocurrió trabar
+relación más íntima con ellos. Y para lograrlo no hallé otro medio más
+adecuado que tomar una escoba, subirme sobre una silla y...
+
+Ya se puede inferir lo que sucedió. Nunca pude comprender qué motivo
+determinante me impulsó a realizar aquella triste hazaña. Sólo puedo
+explicármela por una tentación del pequeño demonio de la curiosidad que
+existe en cada niño.
+
+El nido se hizo migajas en el suelo y aquí y allí esparcidos aparecieron
+unos cuantos pajaritos desplumados, nada gratos de ver. Una criada que
+estaba en la habitación oyó el ruido, se asomó al corredor y dió un
+grito. Otra criada que estaba cerca acudió al oír el grito y dió otro
+grito. Mi madre llegó en seguida y lanzó otro grito. Después Manola y lo
+mismo Cayetano... en fin todo el mundo. Y por fin acudió mi padre que al
+ver lo que pasaba se puso rojo como si fuera a sufrir un ataque de
+apoplejía.
+
+Todos me increparon a la vez furiosamente y todos en la misma forma,
+esto es, dirigiéndome idéntica pregunta:
+
+--¡Niño! ¿por qué has hecho eso?
+
+Yo debía de estar pálido como un muerto y guardaba silencio.
+
+--¡Niño! ¿por qué has hecho eso?
+
+El mismo silencio.
+
+En realidad, aunque quisiera, no podría satisfacer su pregunta. Desde
+entonces he pensado que en el mundo se hacen muchas cosas malas sin
+saber por qué se hacen.
+
+--¡Mirad, mirad la madre cómo contempla el destrozo!--exclamó Manola.
+
+La golondrina, en efecto, sin miedo alguno a la gente estaba posada
+sobre la baranda del corredor casi tocando con nosotros y parecía la
+imagen de la desesperación.
+
+Mi padre, que se ocupaba en recoger el nido, alzó su rostro hacia ella y
+en sus ojos vi temblar dos lágrimas.
+
+No sé lo que entonces pasó por mí. Pensé que el corazón se me partía de
+dolor y comencé a dar tan altos gritos que todos acudieron en mi auxilio
+abandonando a los desvalidos pajarillos.
+
+Por fin aquella gran ruina mejoró de aspecto. Mi padre hizo traer un
+cestito, lo rellenó con algodón en rama y colocó en él delicadamente a
+los tiernos golondrinitos. Después Cayetano se subió en una escala,
+clavó una escarpia en el techo del corredor y colgó de ella el cestito.
+Nos ausentamos todos y pocos minutos después pudimos observar con
+satisfacción que los padres volvían de nuevo a cebar a sus hijos.
+
+
+
+
+IV
+
+LA INFANCIA ANTE LA MUERTE
+
+
+Las personas sensibles y que aman mucho a los niños se esfuerzan en
+alejar de ellos los espectáculos de muerte. Suponen que ésta ejerce
+sobre su impresionable imaginación un efecto pernicioso y que esta
+turbación prolonga sus desastrosos efectos y repercute al través de toda
+su existencia.
+
+Me parece que están en un error. La muerte impresiona poco a los niños
+porque no creen en ella. El niño en este respecto, como en otros varios,
+semeja al animal. En la infancia vemos y pensamos que los otros mueren,
+pero no se nos ocurre imaginar que a nosotros nos puede suceder otro
+tanto. Gozamos plenamente de la inmortalidad de las fuerzas que animan a
+la naturaleza, de la sublime embriaguez de la vida y las infalibilidades
+infinitas que engendra su ilusión.
+
+Esta es mi experiencia personal a lo menos. Recuerdo que en Avilés he
+visto veinticuatro hombres asfixiados que acababan de extraer del agua,
+tendidos sobre el muelle, y este horrible espectáculo no dejó huella
+maléfica alguna en mi existencia. Eran unos obreros que trabajaban en
+las canteras abiertas del lado de allá de la ría para la canalización de
+ésta. Cuando sonaba la hora de dejar el trabajo, algunas lanchas los
+transportaban del lado de acá. Los desgraciados tenían tanta prisa de
+llegar a sus casas, que se amontonaban peligrosamente en las
+embarcaciones por no esperar un nuevo viaje.
+
+Al cabo sucedió lo que era de temer. Cierta tarde aciaga, una lancha
+cargada con veinticuatro hombres zozobró cerca ya del muelle, por
+haberse puesto repentinamente en pie uno de ellos. Muchos sabían nadar,
+pero los que no sabían se colgaron de ellos con tal ansia que todos
+quedaron paralizados. Los sacaron entrelazados como las cerezas.
+
+Pues bien, declaro que mi sentimiento a su vista en aquellos momentos no
+fué de aflicción ni de terror, sino de curiosidad. Y tengo motivos para
+suponer que los otros niños que conmigo presenciaban tan horrible
+espectáculo, no se hallaban más impresionados.
+
+Otro tanto me sucedió en Laviana cuando vi morir a un viejo de Canzana,
+lugar que como ya he dicho se halla situado sobre una colina encima de
+Entralgo. Por delante de mi casa vi pasar al señor cura, portador del
+Santo Viático, precedido del sacristán y escoltado por un grupo de
+vecinos que llevaban en las manos hachas de cera encendidas. Como otros
+niños de la aldea, me uní inmediatamente a la comitiva, y emprendimos la
+subida del áspero sendero que a Canzana conducía. Era una hermosa mañana
+de verano. El sol esparcía su luz por el frondoso valle colgando sus
+hilos de las hojas de los castaños, bañándose en los arroyos, dorando
+las crestas de las montañas, empujando algunas nubecillas blancas y
+rizadas hacia el horizonte, con el propósito sin duda de quedarse solo
+en el cielo. Pocos días tan espléndidos podíamos disfrutar en aquella
+región donde la lluvia es harto frecuente.
+
+Marchaba con mis fieles amigos en medio de la mayor alegría. La
+campanilla del sacristán, en vez de causarme terror, sonaba en mis oídos
+de un modo delicioso. Volvía a menudo la cabeza, y el espectáculo del
+risueño valle surcado por la cinta de plata del Nalón, impresionaba
+dulcemente mi corazón. Allá arriba caminaba el señor cura con la sagrada
+bolsa sobre el pecho. Para preservarle del sol se había sacado del
+armario de la sacristía la sombrilla blanca de seda destinada a este
+efecto, y que poquísimas veces, por la razón ya dicha, tenía ocasión de
+mostrarse. Era un quitasol de palo largo que recordaba los que usan los
+orientales para preservar la cabeza de sus reyes. Un vecino la sostenía
+mientras el sacristán, algunos pasos más adelante, caminaba con el gran
+farol en una mano y en la otra la campanilla avisadora. Sonaba ésta de
+un modo tan claro y argentino en el silencio de la montaña, brillaba tan
+linda la sombrilla blanca allá en lo alto del sendero, exhalaban los
+árboles y el heno con la frescura del rocío un aroma tan grato que el
+recuerdo de aquella mañana ha hecho época en mi vida. Nunca sentí con
+más intensidad el placer de vivir, ni me impresionó de un modo tan
+gustoso la belleza del campo.
+
+Cuando llegamos a Canzana, a la entrada del lugarcito nos esperaba un
+grupo de mujerucas con sendas y pequeñas velas de cera en las manos, que
+se unieron a nosotros. Pronto dimos con la casa del enfermo, que pudiera
+más bien llamarse choza.
+
+Al traspasar la desvencijada y mugrienta puertecita, se entraba en su
+primera y última habitación que para todo servía: cocina, comedor,
+dormitorio y taller. Allá en un rincón se veía un montón de cenizas y
+algunos pucheros arrimados a él; en otro, algunos aperos de labranza y
+herramientas de madreñero; en otro, el sórdido catre donde se moría el
+dueño de todo aquello. Era un anciano cuyo nombre no recuerdo en este
+momento aunque tengo idea de que se llamaba el tío Lucas. Vivía solo
+desde hacía largo tiempo: era viudo y su única hija se había marchado
+hacía tres o cuatro años a Buenos Aires con su marido a probar fortuna.
+
+Los vecinos que rodeaban aquel pobre lecho incorporaron al moribundo con
+trabajo cuando el cura penetró en la estancia. Después de las oraciones
+previas, éste le administró la última sagrada comunión. El rostro del
+enfermo estaba tan amarillo como las velas que sostenían las mujerucas
+en las manos: sus ojos vidriosos se paseaban por todos nosotros sin
+expresión alguna, como si no nos viese. Las mujerucas arrodilladas
+rezaban en voz alta y plañidera.
+
+Todo aquello era en verdad interesante. Así que cuando el cura se retiró
+decidí quedarme con mis amigos a fin de enterarme cabal y
+minuciosamente de lo que era la muerte. No hay para qué advertir que
+ésta nada tenía que ver conmigo. La muerte era cosa de viejos, y yo no
+comprendía entonces la posibilidad de serlo. Espectador completamente
+desinteresado, semejante a un dios, presenciaba la muerte como un
+fenómeno estético, como una proyección artística destinada a
+entretenerme.
+
+En torno del lecho permanecieron contadas personas. Entonces fué cuando
+entró en funciones el tío Pablo de Canzana, que era una de aquéllas.
+Este tío Pablo, hombre enjuto, un poco torcido, de rostro arrugado y
+cabellos negros y erizados, vestía el clásico calzón corto, pero en vez
+de las medias de lana con ligas que usaban los demás, dejaba caer por
+debajo el calzoncillo blanco hasta los zapatos. Su montera no tenía el
+pico enhiesto sino doblado como si quisiera indicar que era un hombre
+pacífico, que no se nutría de bagatelas como los demás, que rechazaba
+los placeres fútiles y se hallaba entregado en cuerpo y alma a
+meditaciones graves y extra-mundanas.
+
+Los domingos, antes de la misa, dirigía el rosario para las mujerucas
+que lo rezaban, pues los hombres permanecían en el pórtico departiendo
+hasta que la campanilla les advertía de que iba a comenzar el Santo
+Sacrificio. Ayudaba también a éste cuando el cura se lo consentía, que
+no era siempre, por razones que luego declararé. Si había algún enfermo
+grave en Canzana, era quien venía corriendo a avisar al señor cura para
+que fuese a confesarle. Después de la misa, cuando en el pórtico se
+subastaban públicamente las ofrendas de pollos, de panes o de mantecas
+que los aldeanos solían hacer a los santos, el tío Pablo servía de
+pregonero y dirigía la puja con su voz aguda de falsete. Era en suma un
+hombre de temperamento sacerdotal que amaba a la Iglesia como un buho y
+que en vez de las patatas y la borona que le servían de cotidiano
+alimento se hubiera nutrido de buena gana con el aceite de las lámparas.
+No desempeñaba el oficio de sacristán porque desgraciadamente habitaba
+en Canzana. Esto creía él por lo menos, aunque no era cierto.
+
+Tenía un grave defecto. Sea por falta de oído o de comprensión no salía
+de su boca una palabra sana, sobre todo si expresaba algún objeto que no
+fuese de la vida corriente. Las atrocidades que aquel hombre soltaba
+eran proverbiales en la aldea. El público en general no las atribuía a
+dureza del oído, sino a deficiencia del caletre. Digámoslo con
+franqueza, el tío Pablo aun entre aquellos rudos aldeanos era tenido por
+el mayor zote que comía borona en la parroquia de Entralgo.
+
+Excusado es añadir que el latín con que regalaba los oídos del cura
+cuando le ayudaba a misa era de tal índole, que aunque a éste le había
+tocado poquísimo de Cicerón le ponía fuera de sí; arqueaba las cejas,
+torcía la boca y hasta rugía de espanto. Por eso sólo en último extremo,
+esto es, sólo cuando el sacristán no se hallaba en la iglesia y no había
+por allí nadie a quien encomendar la tarea se avenía a que el tío Pablo
+le sirviese de monaguillo.
+
+Digo que el tío Pablo, así que el cura y el sacristán se partieron con
+el grueso de la comitiva, se preparó con íntima satisfacción (no diré
+con regocijo aunque tal vez pudiera decirlo) a ayudar a morir a su
+vecino. Le roció las narices con agua que debía de estar bendita, rezó
+un Credo que nos hizo repetir en voz alta a todos los presentes y
+poniéndole un crucifijo delante de los ojos profirió solemnemente:
+
+--Lucas, di conmigo: «¡Jesús!»
+
+El moribundo, que tenía los ojos cerrados, repitió:
+
+--Jesús.
+
+--Los espíritus malignos me acompañen.
+
+El tío Lucas sin abrir los ojos dijo:
+
+--¡No!
+
+--Sí, Lucas, sí; di conmigo: «¡Jesús!»
+
+--Jesús--repitió el tío Lucas.
+
+--Los espíritus malignos me acompañen.
+
+--¡No! ¡No!
+
+--¿Por qué no, Lucas, por qué no? ¡Mira que estás a las puertas de la
+muerte!--exclamó el tío Pablo con impaciente solicitud--. Vamos, no seas
+burro, di conmigo: «¡Jesús!»
+
+--Jesús--repitió el moribundo.
+
+--Los espíritus malignos me acompañen.
+
+--¡No! ¡No!--volvió a murmurar el tío Lucas moviendo la cabeza con
+señales de terror.
+
+No se pudo acabar con él que repitiera aquellas palabras y yo me marché
+al cabo sin saber qué pensar de tal escena. Cuando se la describí a mi
+padre éste me miró estupefacto.
+
+--¿Qué estás diciendo, ahí, niño? ¿Es de veras que decía los espíritus
+malignos?
+
+--Sí, papá; decía los espíritus malignos.
+
+--¡Ave María, qué bárbaro!--exclamó haciéndose cruces.
+
+Y le faltó tiempo para contárselo al señor cura cuando éste vino por la
+tarde a nuestra casa como tenía por costumbre.
+
+El señor cura al oírlo montó en una cólera furiosa y al día siguiente
+hizo llamar al tío Pablo de Cananza a la rectoral, se encerró con él en
+su despacho y por espacio de hora y cuarto, según testimonio de la
+criada, estuvo llamándole borrico, pollino, asno, burro, jumento, en
+fin, todos los sinónimos con que el idioma castellano cuenta para
+representar el mismo simpático animal. No son muchos, pero si fuesen
+sesenta y tres, como posee el idioma italiano al decir del sabio
+Mustoxidi, todos se los hubiera encajado seguramente. Además le prohibió
+de un modo terminante que volviese a ayudar a morir a nadie, y en el
+caso de que infringiese este precepto le prometió ayudarle él mismo a
+dejar esta vida terrestre por medio de algunos adecuados bastonazos
+sobre el cogote.
+
+Para confirmar la impasibilidad con que en la infancia contemplamos la
+muerte añadiré que el día de difuntos fué uno de los más felices de mi
+vida. El sacristán tuvo la generosidad, que nunca le agradeceré
+bastante, de permitirme tocar a muerto durante todo el día en el pequeño
+campanario de la iglesia. Me acompañaban, como siempre, mis fieles
+amigos. ¡Qué deliciosas horas las que pasamos agrupados en aquel exiguo
+tablado al aire libre, que semejaba la cofa de un barco! Se tocaban tres
+o cuatro lentas campanadas con la mayor, luego una con la pequeña;
+después un silencio más o menos prolongado. Y vuelta a empezar, y así
+todo el día hasta que cerró la noche. Mi única contrariedad durante
+aquella memorable jornada fué verme obligado a ir a comer; pero lo hice
+con tanta prisa que mi padre se vió precisado a darme algunos golpes en
+la espalda porque los bocados se me atravesaban en la garganta.
+
+Recuerdo aquel campanario como uno de los parajes más amenos fabricados
+por la mano del hombre. Desde él se divisa una gran parte del valle de
+Laviana. Debajo de nosotros blanqueaban entre los árboles las casas de
+Entralgo con sus techos rojos; encima sobre el repliegue que hace la
+montaña estaba Canzana; se veía el pequeño río de Villoria, se veía el
+Nalón majestuoso surcando las vegas de maíz; allá lejos, en el fondo del
+valle, estaba la Pola y más lejos como cerrándolo los Barreros. Llegaban
+a nuestros oídos las campanas de Carrio y de la Pola; pero las campanas
+de estas iglesias no podían competir con las nuestras, todo el mundo lo
+sabe, y por eso nos sentíamos orgullosos de hacerlas vibrar creyendo de
+buena fe que el valle entero nos admiraba.
+
+Seguí frecuentando este campanario, experimentando siempre el mayor gozo
+cuando a la hora del mediodía el sacristán, alguna que otra vez, me
+permitía ir solo a sonar las campanas para advertir a los campesinos que
+había llegado el momento de dejar el trabajo. Con ocasión de una de
+estas visitas, cuando llegó la primavera, hice un descubrimiento
+prodigioso. En una grieta del muro acerté a ver un nido de estornino.
+Para contemplarlo a mi sabor tuve necesidad de saltar fuera del
+campanario y colocarme sobre el tejado. Era tan delicado aquel nido y
+contenía unos huevecitos tan deliciosos que me llenó de alegría el
+hallazgo y no quise comunicarlo con nadie, ni aun con mis íntimos
+amigos, por temor de que me lo robasen.
+
+Cuando me era posible le hacía solo una visita para la cual como he
+dicho necesitaba caminar sobre el tejado. Es posible que en estas
+excursiones haya roto alguna teja por lo que luego se verá; pero yo me
+hallaba tan entusiasmado que nada me importaba causar desperfectos a la
+iglesia. Veía al petulante estornino y a la remilgada estornina cebar a
+sus hijuelos cuando los tuvieron y esto me causaba un placer indecible
+prometiéndome arrebatárselos bárbaramente así que hubiesen echado pluma.
+
+No hubo lugar a que perpetrase este crimen. Otro cargó con él sobre su
+conciencia. Acaeció que por aquellos días mi madre me llevó consigo a
+confesar, aunque todavía ni en mucho tiempo después me acercaba yo a la
+sagrada mesa para comulgar. Lo hacía para acostumbrarme a recibir este
+sacramento y al mismo tiempo para que me corrigiese de mis travesuras,
+que iban siendo muchas. El señor cura me confesó poniéndome de pie, no
+de rodillas, mostrándose conmigo extremadamente afectuoso y tolerante.
+Una de las preguntas que me hizo fué si ocultaba algo a mis papás, si
+tenía algún secretillo que no quisiese comunicar con nadie. Yo me creí
+en el caso de declarar que había descubierto un nido. El cura me
+preguntó dónde estaba y se lo dije.
+
+Dos días después cuando tuve ocasión de hacer al nido una visita, había
+desaparecido. El cura había dado orden al sacristán para que lo
+derribase. El mismo sacristán me lo hizo saber entre groseras
+carcajadas.
+
+No es posible representarse la tristeza y el dolor que experimenté. A
+pesar de su carácter sacerdotal me pareció que el cura había abusado de
+mi franqueza y cometido una negra traición.
+
+Por eso cuando algunos meses más tarde mi madre me llevó de nuevo a
+confesar me hallaba fuertemente prevenido contra él. Me preguntó como la
+otra vez si ocultaba algo, si mi conciencia estaba perfectamente limpia
+de todo disimulo y yo bajo pena de pecado mortal y de sacrilegio me vi
+precisado a confesar que tenía novia.
+
+¡Vaya una precocidad!--exclamará el lector pensando en mis pocos años.
+Que no se admire demasiado, sin embargo, porque mi hermano que contaba
+algunos menos cuando le preguntaban si tenía novia afirmaba muy
+seriamente que tenía diez, y nombraba a todas las niñas de la vecindad.
+Yo no había caído en tan degradante poligamia; me contentaba con una.
+Era una niña hija de unos señores de la Pola a quien no había visto más
+de tres o cuatro veces en mi vida y que ciertamente se hallaba tan ajena
+como el Zar de Rusia del honor que la había dispensado.
+
+--¿Quién es?--me preguntó el cura.
+
+Yo, naturalmente, di la callada por respuesta.
+
+--¿Quién es esa novia?--repitió.
+
+Silencio sepulcral por mi parte.
+
+--Vamos, niño; ¿no quieres decirme quién es?
+
+Entonces yo, despechado, exclamé:
+
+--¿Para qué? ¿Para que me la quite como el nido?
+
+Pude observar que el cura se llevaba la mano a los ojos y hacía
+esfuerzos desesperados para reprimir la risa, lo cual no dejó de
+sorprenderme porque yo creía haberle dicho la cosa más lógica del
+mundo.
+
+
+
+
+V
+
+RAMONÍN
+
+
+He aquí el otoño con su ropaje amarillo y sus nubes de color violeta.
+Las manzanas encarnadas empiezan a desprenderse de los pomares y caer
+sobre la yerba, y este suceso tan conforme con las leyes inmutables de
+la naturaleza en vez de elevar mi espíritu a la consideración de la
+gravitación universal como en otro tiempo a Newton, atacó directa y
+perniciosamente a mi estómago. Renuncio a calcular las que comí. La
+fabricación de la sidra debió de haber sufrido una merma considerable
+aquel año a causa de esta circunstancia; pero yo he guardado el secreto
+hasta ahora.
+
+De aquel verano salí convertido no sólo en agricultor inteligente y
+práctico sino también en diestro cazador. Supe cómo se armaban trampas
+para atrapar gorriones esparciendo algunos granos de trigo por el suelo
+y colocando sobre ellos un cedazo que se mantenía de pie por medio de
+una larga cuerda: cuando los gorriones venían a comer los granos se
+soltaba la cuerda y quedaban prisioneros debajo. Supe hacer hoyos en la
+tierra y poner sobre ellos una pizarra sostenida por un palito, de tal
+ingenioso modo colocado que cuando el pájaro se posaba allí para comer
+los granos caía la pizarra sobre él y quedaba preso dentro del hoyo.
+Este artefacto iba dirigido particularmente contra las codornices.
+También aprendí a untar con liga las ramitas superiores de los arbustos
+para que los jilgueros al posarse quedasen allí pegados. No recuerdo
+haber atrapado pájaro alguno con todos estos delicados artificios; pero
+eso no importa para que los conociese perfectamente.
+
+Donde mis éxitos se mostraron claros y evidentes fué con los grillos.
+Conocía cinco o seis maneras sutiles y graciosas de persuadirles a que
+saliesen de la cueva. Casi ninguno se resistía a mis pérfidas
+insinuaciones y se apresuraban a salir a respirar el aire fresco y se
+dejaban atrapar en cuanto ponían el pie fuera de su casa. Pero si alguno
+se obstinaba en permanecer en sus habitaciones bien porque sospechase de
+mi buena fe o porque estuviese ocupado en aquel momento, entonces me
+veía obligado a apelar a un terrible argumento que no describiré por no
+ofender la susceptibilidad de las damas que lean estas memorias.
+
+Cayetano también era un ingenioso cazador, pero empleaba sus facultades
+en otros animales de más fuste. Aparte de las truchas, que eran su
+especialidad, cazaba con escopeta y en compañía de algunos señores de la
+Pola, codornices, perdices y arceas. Dos o tres veces fueron también a
+Peña Mayor y a los montes de Raigoso y mataron algún corzo.
+
+Pero mucho más ingenioso cazador que él era un zorro que de vez en
+cuando visitaba por las noches nuestro gallinero. Esto nos tenía a todos
+sobresaltados y a Cayetano furioso. El mastín estaba en el monte con el
+ganado y el _Muley_, por su edad avanzada y por su larga experiencia de
+la vida, miraba ya todas estas cosas con marcada frialdad. Cayetano veló
+con la escopeta preparada unas cuantas noches, pero el astuto animal
+olió la pólvora y no pareció. Entonces se decidió aquél a ir a Sama y
+comprar un armadijo de hierro que en aquella región se conoce con el
+nombre de _garduña_. Colocóse la trampa a la boca del gallinero y pocas
+noches después el zorro vino y fué cogido en ella por una pata, pero con
+gran estupefacción de todos el desgraciado animal la cortó con sus
+propios dientes y se marchó sin ella. ¡Terrible caso de amor a la
+libertad que me impresionó profundamente!
+
+Se fabricó la sidra y en los días que duró la operación no salí del
+lagar ayudando con todas mis fuerzas al mejor éxito de tan importante
+tarea y cerciorándome a cada instante de la dulzura y bondad del caldo
+destilado. Tantas veces me cercioré que hube de purgarme sin
+pretenderlo. Vino después la recolección del maíz y ayudé a los vecinos
+a traer las mazorcas sentándome sobre ellas en el carro. Después también
+les socorrí en la tarea de deshojarlas y trenzarlas en ristras.
+Efectuábase la operación, llamada allí _esfoyaza_, por las noches, y los
+vecinos se ayudaban unos a otros. Imposible imaginar nada más ameno y
+deleitoso que estas _esfoyazas_. La nuestra duró algunas noches y si
+hubiera durado eternamente creo que no hubiera perdido nada. En fin,
+resumiendo mis impresiones agrícolas manifestaré que yo pensaba entonces
+haber nacido para labrador como más tarde pensé que había nacido para
+marinero y luego para filósofo. Siempre supe adaptarme al medio en que
+me hallé y esta flexibilidad de mi naturaleza me ha procurado dos
+ventajas en la vida: La primera y principal, no aburrirme nunca; y la
+segunda, haber podido escribir novelas de regiones apartadas y medios
+sociales muy diferentes.
+
+Comenzaba ya a llover del modo suave y constante que allí lo hace. Los
+campos iban quedando poco a poco abandonados. La gente se retraía al
+interior de las casas; pero aquí gozábamos también de señalados
+placeres. En la mía se amasaba el pan dos veces por semana. Era una
+diversión ver a las criadas heñir la masa, y ayudarlas a bregarlo
+colgándome al manubrio de la máquina. La construcción de los bollos, el
+atestar el horno de árgoma y darle fuego para arrojarlo era
+interesantísimo. Luego se metían poco a poco los bollos dentro, se
+tapaba el horno y entonces las mujeres se santiguaban, los hombres nos
+descubríamos y se rezaba solemnemente un padrenuestro. ¡Cuán lejanos
+estamos ahora de estas escenas sencillas e inocentes! Vivimos apartados
+de la naturaleza; marchamos huídos de Dios. ¿Hemos ganado con ello
+alegría? Que cada cual ponga la mano sobre el corazón y me responda.
+
+Las noches eran ya largas. Antes de subir a nuestra casa a jugar al
+tresillo con mi padre, el cura y un indiano que allí estaba de
+temporada, Cayetano solía quedarse un rato en la gran cocina de abajo
+formando tertulia con nosotros. Sentado en el escaño, yo a su lado, la
+_Micona_ encima del hombro se placía en contarnos algún caso chistoso y
+en dar vaya a los presentes. Porque era hombre maligno y provocativo
+sobre toda ponderación. Los que le servían generalmente de _cabeza de
+turco_ eran un vecino llamado José de Anica y un criado que tenía por
+nombre Pacho. Sobre este último singularmente se ensañaba tanto que el
+pobre hombre acosado llegaba a faltarle alguna vez al respeto.
+
+Por aquellos días vino el ganado del monte. Había estado allí una larga
+temporada quedando sólo en el establo una vaca de leche. Y con el ganado
+vino el gran mastín llamado _Manchego_ por ser oriundo de la provincia
+de Toledo. Traía al cuello un gran collar de cuero guarnecido de
+afiladas puntas de hierro o sea una carlanca. Esta carlanca y lo mismo
+el pelo del mastín estaban manchados de sangre. El vaquero nos informó
+de que la noche anterior se había batido con los lobos. Nadie puede
+figurarse la impresión que esto me causó. Los lobos eran para mí
+animales legendarios, algo que no existía más que en la fantasía de los
+cuentistas. El perro, batiéndose con ellos, adquiría a mis ojos un
+aspecto sobrenatural. No me hartaba de contemplarle y de ponerle la mano
+encima del lomo, admirándome al mismo tiempo de que un animal tan bravo
+y poderoso no tuviese a menos el menear el rabo en presencia de un ser
+tan ínfimo como yo. Todo el pan y el queso que había en la casa me
+parecían poco para agasajar a aquel héroe. Y una vez que en testimonio
+de reconocimiento me lamió la cara me sentí tan honrado como si Napoleón
+me hubiera dado un beso.
+
+Aquella noche se habló de lobos en la cocina y Cayetano me contó el
+siguiente suceso que ya conocían todos los que allí estaban menos yo:
+
+«Hará cosa de cuatro años y por este mismo tiempo estaba yo sentado una
+tarde ahí en el poyo delante de casa, cuando pasó Ramonín, el del tío
+Angel de Canzana, que bajaba del monte con el ganado.
+
+Tú ya conoces a Ramonín porque le ves todos los domingos cuando vamos a
+misa. Ahora es un real mozo que ha entrado en quinta este año; pero
+entonces no era más que un zagalillo y no muy medrado.
+
+Pues como digo venía del monte con su zurrón a la espalda y traía en la
+mano un cestito tapado. Yo, que soy un poco curioso, le retuve por el
+brazo y levanté la tapa del cesto. Había dentro un perrillo de cría.
+
+--¿Ha parido la perra en el monte, Ramonín?
+
+--No es un perro, señor Cayetano, es un lobo--me respondió riendo.
+
+--¿Un lobo? ¡El diablo me lleve si no es verdad!
+
+Saqué el animalito del cesto, lo puse en el suelo y comenzó a aullar
+como un perrito recién nacido.
+
+Ramonín me contó que el día anterior Luisón de la Granja, que tenía la
+cabaña cerca de la suya, había encontrado en una cueva tres lobeznos,
+había matado dos y había traído éste. Por la tarde, hallándose sacando
+el estiércol del establo fué atacado repentinamente por la loba. Gracias
+a que tenía en la mano la pala de dientes no pereció en aquel momento.
+Luchó con la fiera y logró ensartarla por el vientre. En aquellas horas
+debía de estar ya en la Pola, para recibir del Ayuntamiento el premio
+que dan por la matanza de cualquier alimaña.
+
+--¿Y tú para qué mil diablos quieres este animalito?
+
+--No era más que para enseñárselo a mi hermano. Luego lo mataremos.
+
+Entonces me vino la idea de criarlo y se lo pedí. Lo crié, en efecto,
+dándole leche hasta que pudo comer. Comenzamos a llamarlo Ramonín como
+el chico que lo había traído y Ramonín le quedó y por este nombre
+comenzó a responder, pero no del modo vivo y alerta que lo hacen los
+perros, porque los lobos son más torpes o como si dijéramos más cerrados
+de cascos. Esto no tiene nada de particular porque entre los mismos
+hombres unos son más cerrados que otros y si no que lo diga Pacho...
+
+--¡Milagro sería que no saliese yo a relucir!--gruñó Pacho encolerizado.
+
+El animalito fué creciendo y al cabo de seis meses era un cachorro
+revoltoso que me seguía a todas partes. Le llevaba a la Pola, le
+llevaba a Sama y excitaba la curiosidad por dondequiera que pasaba.
+Llegué a cobrarle cariño. Una vez que fuí a Oviedo le traje un lindo
+collar con chapa de bronce donde hice grabar su nombre y la fecha en que
+lo adquirí. En fin, él se portaba lo mismo que un perro fiel. Lo único
+en que se le conocía la raza fué cuando mató en pocos días tres corderos
+que tuve que pagar quedándome con ellos. Yo estaba tan contento con el
+animalito que le perdoné estas y otras fechorías semejantes. Jamás
+mordió a las personas; los niños jugaban con él lo mismo que con un
+perro.
+
+Un viernes del mes de noviembre, cuando ya tenía el lobo más de un año,
+fuí al mercado de Cabañaquinta llevándolo conmigo. Monté a caballo
+temprano, pasé la Collada y en tres horas poco más o menos di en el
+mercado. Ya sabrás que Cabañaquinta está detrás de la Peña-Mea y que hay
+que atravesar para llegar a allá todos esos montes, que ves delante de
+casa.
+
+Pasé el día arreglando mis asuntos y por la tarde me metí en la taberna
+de Andrea donde encontré a Xuanón, el célebre matador de osos que habrás
+oído nombrar, y a don Salustiano el escribano. Me enredé en una partida
+de _brisca_ con ellos de tal modo que cuando acordé conmigo eran las
+ocho y ya hacía más de una hora que había cerrado la noche:
+
+Monto a caballo y pico espuelas para casa. La noche estaba fría ya de
+verdad: en los altos había caído bastante nieve. Antes de doblar la
+Collada se me ocurrió mirar hacia atrás y no veo a Ramonín. Silbo, le
+llamo. Nada. «Ese pícaro se me escapó al monte--dije para mí--. Hice mal
+en traerle por estos sitios.»
+
+Deploré el percance porque repito que estaba contento y ufano con el
+animal. Además me dolía la pérdida del collar que me había costado nueve
+pesetas. Doblo al fin la Collada y marcho bien tranquilo aunque al paso
+más vivo que en aquellos endiablados caminos podía seguir el caballo,
+cuando de pronto éste se para en firme, levanta las orejas y se
+estremece. Le hinco las espuelas y en vez de arrancar de nuevo
+retrocede. Comprendí en seguida que había olido el lobo. Y en efecto,
+al instante percibo el bulto de uno a la claridad de las estrellas,
+porque no había luna. Echo mano al revólver y veo repentinamente otro
+del lado opuesto del camino. Y en menos tiempo que se cuenta se me ponen
+delante tres, cuatro, cinco... yo no puedo decir cuántos. Acaso el miedo
+espantoso que se apoderó de mí los haya multiplicado. ¿Pero qué es lo
+que veo además? Pues veo entre ellos al mismo Ramonín con su collarito
+reluciente dispuesto al parecer a arrojarse sobre mí como todos los
+demás.
+
+El caso era apurado como comprenderéis. Hasta entonces no había visto
+nunca la muerte tan cerca de mis ojos. Me tiré del caballo y comencé a
+disparar tiros a ciegas, pues el miedo me impedía pararme siquiera a
+apuntar. Los lobos huyeron, pero no se pasaron muchos segundos sin que
+volviesen de nuevo. Me vi muerto; ya había disparado los seis tiros y no
+traía más cápsulas. Pero Dios no quiso que lo fuese en aquella ocasión.
+Detrás de mí oí gritos de gente que llegaba. Eran los tenderos
+ambulantes que regresaban a la Pola. Habían encontrado mi caballo, que
+huía despavorido, y lo habían detenido. Creyendo por los tiros que me
+habían asaltado ladrones venían corriendo y gritaban para infundirme
+valor. Los lobos al escuchar aquel ruido desaparecieron otra vez de mi
+vista.
+
+Mucho se sorprendió aquella caravana, que no bajaría de veinte personas
+entre hombres y mujeres, de lo que me había sucedido. Sobre todo la
+traición de Ramonín excitó tanto su curiosidad que no se hartaban de
+hacer comentarios. Me dieron un vaso de vino y después que me hube
+serenado un poco monté de nuevo a caballo y con ellos llegué hasta aquí.
+
+Aunque ya era cerca de las once todos estaban levantados esperándome.
+
+--¡Qué cara traía, válgame Dios!--exclamó Pachón riendo.
+
+--Peor la traías tú cuando te dieron aquella manta de palos los mozos de
+Rivota el día del Obellayo--repuso Cayetano encolerizado.
+
+Nos acostamos y al día siguiente por la mañana apenas me había
+levantado de la cama vino José Mateo a decirme:
+
+--Señor, está ahí _Ramonín_.
+
+--¿Cómo? _¡Ramonín!_
+
+No quería creerlo. Salgo corriendo a la calle y veo en efecto a mi lobo
+que así que me divisa empieza a bajarse y arrastrarse por el suelo sin
+atreverse a acercarse a mí y como si pidiese perdón de su villanía.
+
+--¡Ah maldito, traidor! Ahora me las pagarás.
+
+Entro en casa, cojo la escopeta y salgo otra vez. Ya no estaba
+_Ramonín_.
+
+--_Ramonín_ se ha metido en el establo--me dijo un chico que pasaba.
+
+Voy al establo y lo hallé acurrucado debajo del pesebre. Me eché la
+escopeta a la cara y allí le dejé muerto de un tiro.
+
+
+
+
+VI
+
+MÚSICOS AMBULANTES
+
+
+Mi madre fué toda su vida un frágil cristal de Bohemia. No podía
+llamarse en verdad mujer a una criatura tan débil, tan delicada y
+próxima a extinguirse que cualquier ráfaga de aire podía apagar en la
+hora menos pensada. Ella lo sabía, todos lo sabíamos; por eso nuestra
+gran preocupación en la casa era atajar el paso por cuantos medios se
+hallaban a nuestro alcance a esta ráfaga traidora. Así que veíamos en su
+estancia una puerta entreabierta nos precipitábamos llenos de terror a
+cerrarla. Si se arriesgaba a salir de la sala para ir a otra habitación,
+los unos iban delante como heraldos a prevenir que se cerrasen balcones
+y ventanas, los otros como escolta para impedir que algún imprudente
+abriese las puertas laterales. No hay para qué decir que en esta tarea
+sanitaria se distinguía por su ardor y destreza mi padre, el cual sentía
+por su esposa la adoración de un enamorado y la ternura de un padre.
+
+Mi pobre madre vegetaba en un rincón del sofá envuelta en su chal de
+lana trabajando con el ganchillo de marfil. Por las noches le placía
+hilar con aquella su artística rueca de que ya he hablado. Era primorosa
+en todas las labores femeninas y sus dedos, aunque tan delicados,
+incansables. ¡Oh Dios mío, cuán delgados y frágiles eran aquellos dedos!
+Una de mis aprensiones dolorosas era verlos quebrarse cualquier día.
+
+Esta flaqueza corporal no excluía en ella una gran fuerza de carácter.
+Era, como suele decirse, en lo físico una caña que se dobla pero no se
+rompe; en lo moral un roble que se rompe pero no se dobla. Mi padre,
+como reverso de ella, poseía un vigor físico extremado y un carácter
+blando y sentimental.
+
+Con el ansia que suele acometer a los que cerca de sí ven la muerte
+aparejada a arrastrarlos a la tumba, mi madre se agarraba con todas sus
+fuerzas a la vida. Este anhelo de vivir se traducía por un deseo
+irresistible de hallarse siempre rodeada de gente alegre y bulliciosa,
+cuanto más alegre y bulliciosa mejor. Todas sus amigas eran mucho más
+jóvenes que ella y en verlas divertirse y bailar, y en escuchar su
+charla y sus confidencias amorosas hallaba la fuente de su alegría o por
+lo menos el olvido de sus dolencias.
+
+Además de las pocas señoritas que en la aldea había y de algunas que de
+vez en cuando venían a pasar temporadas a nuestra casa, recibía por las
+noches buen golpe de labradoras que hilaban su copo sentadas en el
+suelo. Se formaba de este modo una tertulia de quince o veinte personas.
+Mi padre con sus amigos y Cayetano jugaba a las cartas en un ángulo de
+la sala alumbrados por un quinqué de pantalla verde, mientras yo sentado
+unas veces al lado de ellos, otras en el sofá a la vera de mi madre,
+vagaba de un sitio a otro hasta que el sueño me rendía y quedaba
+definitivamente dormido en el sofá. Algunas veces las carcajadas de los
+tertulios me despertaban un instante, pero no tardaba en quedar de nuevo
+dulcemente dormido. Al cabo mi padre solía apartarse un momento de la
+mesa de juego, me tomaba entre los brazos, me llevaba medio dormido al
+dormitorio, me desnudaba él mismo y me dejaba en la cama.
+
+Gozaba mi madre lo indecible viendo bailar y ella misma sobreponiéndose
+a sus enfermedades por un esfuerzo maravilloso de su voluntad enérgica
+tomaba parte alguna vez en los bailes de sociedad. Pero en Entralgo
+faltaban caballeros para esta clase de bailes y sólo cuando nos
+visitaban algunos amigos o parientes se podía organizar un pequeño
+sarao. Ordinariamente se bailaba al estilo de la aldea, mucho más
+divertido en mi opinión por entonces, que el de la ciudad. Ni faltaba
+para acompañar o llevar el compás de la danza algún músico ambulante que
+mi madre solía retener en casa días y días manteniéndole y dándole una
+pequeña gratificación. Recuerdo que en aquella temporada estuvieron por
+dos veces permaneciendo bastante tiempo entre nosotros un violinista
+tuerto llamado Joaquín, acompañado de un muchacho de quince o diez y
+seis años que tocaba el arpa. Este Joaquín no podía competir con
+Paganini en el violín, pero seguramente podría habérselas con el propio
+Falstaff delante de un tonel. Un río de sidra no hubiera extinguido la
+sed de aquel artista. Con esto el único ojo que poseía estaba siempre
+rameado de sangre lo cual se puede asegurar que no le embellecía.
+
+Era hombre divertidísimo aquel Joaquín, locuaz como pocos y embustero
+como ninguno. Había que verle en el lagar de pie con un vaso en la mano.
+Jamás se sentaba en aquel recinto como si respetase demasiado la
+majestad del tonel y no osase tomar asiento en su presencia. Sin
+embargo, cuando ya había trasegado una cantidad razonable de sidra a su
+estómago se creía autorizado para faltarle al respeto y se recostaba
+familiarmente sobre él. Es de saber que antes de llegar a este período
+deplorable de descuido, por no decir de insolencia, había celebrado ya
+su dulzura y su gloria por medio de cánticos fervorosos. Porque así que
+el violinista se acercaba más o menos a uno de nuestros toneles y tenía
+un vaso lleno en la mano, se creía en el deber de cambiar la música
+instrumental por la vocal, dejando escapar de su garganta agradecida y
+repitiendo cien veces la misma canción como una letanía en honor del
+jugo vivificante que chispeaba en su vaso. ¿Qué es lo que hacía peor,
+cantar o tocar el violín? Nadie logró jamás resolverlo.
+
+Pero tenía además otra manera de ensalzar la magnificencia de aquel vino
+espumoso y era por medio de adecuadas y entusiastas inscripciones. Las
+paredes del lagar estaban llenas de ellas escritas por su mano con
+carboncillo. _Dios bendiga la sidra de este lugar_--decía una--.
+_Bebamos esta sidra mientras nos quede un soplo de vida_--decía otra--.
+_¡Desgraciados los hombres que no conocen la sidra de Entralgo!_--se
+leía en otra tercera... y así sucesivamente.
+
+Como puede observarse tales inscripciones ofrecían un marcado carácter
+apologético. En esto se distinguían de las cuneiformes de la Asiría y de
+las jeroglíficas de Egipto casi todas históricas o conmemorativas.
+
+Mi padre odiaba casi tanto la epigrafía de Joaquín como su música. Pude
+cerciorarme de ello cuando poco después de partirse con su acompañante
+el arpista, hizo blanquear el lagar tapando con grosera cal mucho
+profundo pensamiento. Acaso se halle reservado a las generaciones
+venideras su descubrimiento. La capa de cal se desprenderá y debajo de
+ella volverán a parecer, vivos aún, aquellos gritos entusiastas de furor
+báquico.
+
+Cuando no se hallaba bajo la influencia del avinado o asidrado dios hijo
+de Júpiter y Semele, era Joaquín un hombre muy agradable y nos
+entretenía narrándonos sucesos de su vida errante y picaresca. No he
+podido retener en la memoria más que uno, seguramente porque fué el que
+más me impresionó.
+
+Nos hallábamos sentados alrededor del fuego en la gran cocina de
+Cayetano. Este y yo en el escaño; los demás en tajuelas. Para Joaquín y
+su arpista había traído Manola dos sillas. Joaquín habló de esta manera:
+
+«Después de haber pasado unos días en Villaviciosa, habíamos ido a la
+fiesta del Nazareno en Noreña. Entonces no me acompañaba todavía este
+muchacho sino Rufo, aquel guitarrista que se ahogó en Gijón el año
+pasado y que habréis conocido o habréis oído nombrar. En Noreña corre la
+sidra y el dinero como en ningún otro pueblo de la provincia. Aquella
+tarde hicimos más de tres duros tocando en la calle, y por la noche
+todavía tocamos en el baile del Ayuntamiento y nos dieron treinta
+reales. Cuando salimos del baile eran más de las once; pero yo quería
+dormir en la Pola de Siero, porque tengo allí un amigo y no me cuesta
+nada la cama. Se lo dije a Rufo y desde luego quedó conforme porque
+tenía la esperanza de que tampoco le cobraran.
+
+La emprendimos pues hasta la Pola, que como saben está muy cerquita.
+Era una hermosa noche estrellada y no hacía frío ni calor. Al pasar por
+el Berrón la taberna de Jerónimo estaba todavía abierta y llena de
+gente.
+
+--¿Vamos a entrar un instante?--me dijo Rufo.
+
+--Vamos.
+
+Este Rufo era un buen hombre y como guitarrista, no se diga, porque
+hacía hablar al instrumento, pero tenía un defecto muy feo y era que le
+gustaba demasiado la sidra...
+
+Nos miramos todos unos a otros con sorpresa y Cayetano soltó una
+estridente carcajada y los demás le siguieron. Joaquín quedó grandemente
+amostazado y preguntó con voz sorda:
+
+--¿De qué os reís?
+
+--Hombre, nos reímos porque un vaso de sidra le gusta a
+cualquiera--repuso Cayetano, guiñándonos un ojo.
+
+Y vuelta a reír todos de tan buena gana que el propio Joaquín concluyó
+por reír también.
+
+--¡Bueno, corriente! Quedamos en que a él y a mí nos gustaba la sidra y
+entramos a beber unos vasos del tonel que aquella misma tarde se había
+abierto. Había allí bastante gente y entre ella unos gitanos o húngaros
+que traían varios monos, un oso y un perro amaestrados. Los habíamos
+visto todo el día en Noreña trabajando con sus animales, rodeados de
+chicos. Nos acercamos al tonel con no poco trabajo y nos hicimos sacar
+unos vasos. No sé cuántos fueron...
+
+--¡Muchos!--dijo Cayetano.
+
+--Puede ser. Había tanta gente y tanto ruido que al cabo me sentí
+mareado y le dije a Rufo:--«Vámonos que estoy cansado y ya sabes que
+mañana debemos salir temprano para Infiesto»--. No me hizo caso y
+seguimos todavía otro rato y bebimos algunos vasos más. Volví a apurarle
+para que nos fuésemos y... nada; el hombre como si hubiera echado allí
+raíces y esperase florecer en la primavera. Enfadado ya de tanto
+repetirle lo mismo y de esperarle le dije:
+
+--Mira Rufo, yo me voy: haz lo que quieras.
+
+--Aguárdate, compadre, aguárdate un momento.
+
+--No me aguardo más momentos. Adiós.
+
+Y me fuí hacia la puerta.
+
+--Bueno, hombre, bueno, no te apures, que yo también me voy.
+
+Y sentí que echaba a andar detrás de mí. Cuando salí a la carretera noté
+que se ponía a mi lado y emparejados tomamos la dirección de la Pola. Yo
+no le hablaba porque estaba irritado y además la lengua me pesaba un
+poco en la boca. La noche más hermosa que antes. Había salido la luna y
+alumbraba tanto que a mí me parecía ver dos, una al lado de otra. Poco a
+poco se me fué pasando el enfado y para entrar en conversación le dije a
+Rufo:
+
+--¡Vaya una noche linda, compadre!
+
+No me contestó más que con un grosero gruñido.
+
+--¡Anda! ¿Conque eres tú el que te enfadas después de lo que me has
+hecho aguardar?--le dije parando y encarándome con él.
+
+¡Pero cuál fué mi sorpresa al ver que mi amigo Rufo se había
+transformado en oso!...»
+
+--¡Eso es mentira, hombre!--exclamó Pacho desde su tajuela.
+
+--Aguarda un instante, amigo--repuso Joaquín.
+
+--¡Que te digo que eso es una gran mentira, hombre!
+
+--¡Cállate, animal!--exclamó Cayetano encolerizado--. Deja que Joaquín
+termine su cuento.
+
+Pacho, sin hacer caso, rojo de indignación y como si quisiera arrojarse
+sobre el pobre violinista, gritó más fuerte aún:
+
+--¡Que te digo, hombre, con toda la boca, que mientes, hombre! ¿Lo
+quieres más claro, hombre?
+
+--¿Pero quieres callarte, pedazo de bárbaro?--volvió a decir Cayetano
+tomando las tenazas con ademán de arrojárselas.
+
+A duras penas se logró hacerle callar y Joaquín pudo continuar su
+cuento.
+
+«--Vaya unas bromas que me gastas, compadre--le dije--. ¿A qué conduce
+esa tontería de transformarte en oso?
+
+Rufo no me respondió.
+
+--¡Anda, pues no eres poco chistoso, hijo!--continué yo--. ¡Si creerás
+que me vas a asustar! ¡Ja, ja! A pesar de esos pelos y ese hocico
+puntiagudo, te conozco, querido, y estoy tan tranquilo como si me
+tocases un tango con la guitarra... ¿Sabes lo que te digo Rufo?, que no
+eres un oso, sino un ganso, y que me está apeteciendo alumbrarte una
+torta en el hocico para que aprendas a no burlarte de los amigos.
+
+Y como lo dije lo hice, a mano suelta le di sobre el hocico un revés.
+
+Mi amigo Rufo lanzó un fuerte gruñido y dejando la posición cuadrúpeda
+se puso de pie y comenzó a bailar en torno mío gruñendo terriblemente.
+Os confieso amigos que si alguna vez sentí miedo en el mundo fué en esta
+ocasión. Eché a correr como pude, que no podía gran cosa, pues los pies
+me pesaban como si llevase zapatos de plomo. Rufo corrió detrás de mí
+siempre de pie, pero aún corría menos que yo. Como yo le llevaba alguna
+delantera me detenía de vez en cuando y le decía en tono suplicante:
+
+--Rufo, amigo mío, perdona. No te he dado esa torta por ofenderte.
+
+El no hacía caso y continuaba persiguiéndome. Cuando se acercaba yo
+volvía a correr y así que me hallaba lejos le suplicaba otra vez:
+
+--Vamos, Rufo, no seas así. Una broma es una broma y entre amigos no
+tiene importancia.
+
+Por fin se ablandó y dejándose caer, anduvo otra vez en cuatro patas.
+Entonces me acerqué ya sin miedo a él y nos emparejamos como antes. Y
+seguimos charlando con la mayor animación, es decir, recuerdo que era yo
+el que charlaba porque mi amigo Rufo no hacía más que asentir con leves
+gruñidos a lo que yo le decía. Tanto que cansado a la postre y un poco
+impaciente detengo el paso, me planto delante de él y le digo:
+
+--Pero, hombre de Dios, ¿hasta cuándo va a durar esta broma?
+
+Mas he aquí que Rufo se pone otra vez de pie y comienza a bailar y a
+gruñir de un modo espantoso. No poco trabajo me costó aplacarle y sólo
+lo conseguí después de mucho tiempo.
+
+Por fin llegamos a la Pola, me dirigí a casa de mi amigo Ramón el
+Puntillero y llamé a la puerta. Me abrieron en seguida y entonces
+volviéndome a Rufo, que me seguía, le dije:
+
+--Compadre, puesto que no quieres dejar todavía esa bromita, dormirás
+esta noche al fresco.
+
+Y le dí con la puerta en el hocico. Caí en la cama como una piedra y el
+Puntillero tuvo compasión de mí y me dejó dormir hasta las diez de la
+mañana. Pero a esa hora me despertó a gritos diciéndome:
+
+--Joaquín, Joaquín levántate ahora mismo. Está ahí un alguacil de parte
+del alcalde para que te presentes inmediatamente en el Ayuntamiento.
+
+--¿Pero qué pasa?--exclamé sobresaltado.
+
+--Nada, al parecer, unos gitanos te acusan de que les has robado un oso.
+
+Quedé estupefacto. No me acordaba absolutamente de nada. Sin embargo,
+poco a poco fué entrando la luz en mi cerebro y me di cuenta de lo que
+había pasado aquella noche. Me vestí rápidamente y me dirigí al
+Ayuntamiento. Cuando llegué allá, el oso ya había parecido y los
+bohemios andaban por el pueblo tocando el pandero y haciéndole bailar.
+Le habían encontrado debajo de un hórreo donde se había comido más de
+una arroba de paja que allí estaba amontonada.
+
+Cuando le conté el caso al alcalde quería desnudarse de risa y en vez de
+ponerme multa se la puso a los gitanos por haber dejado un animal
+peligroso en libertad.
+
+Al salir del Ayuntamiento tropecé con mi amigo Rufo que había dormido en
+la taberna de Jerónimo debajo de una mesa. Le habían robado la guitarra
+y venía a dar queja al alcalde sospechando de los bohemios. No consiguió
+nada. El oso había parecido pero la guitarra no volvió a verla en su
+vida.»
+
+
+
+
+VII
+
+LA PARTIDA
+
+
+La primavera sopló otra vez sobre nuestra feliz aldea; las rosas se
+abrieron, los mirlos cantaron en la pomarada, los terneros mugieron en
+el establo, los céfiros nos traían sobre sus alas perfumadas los rumores
+del bosque, gorjeos de pájaros enamorados: la zarzamora que tapizaba los
+caminos se llenaba de florecillas moradas: del balcón de mi cuarto
+colgaban ya los pámpanos que alegres temblaban al nacer la aurora...
+
+Todos estos signos de la gloriosa resurrección de la naturaleza alegraba
+a los hombres y a los animales, pero a mí me inquietaban vivamente.
+Había oído decir repetidas veces a mi madre que en cuanto viniese la
+primavera partiríamos para Avilés. Por aquel tiempo no sabía yo que esta
+villa guardaba en su seno placeres mucho más exquisitos que los que
+podía brindarme Entralgo. Pensando en la escuela, en la gramática, en
+las planas, en la vara de avellano de don Juan de la Cruz se me ponía la
+carne de gallina.
+
+¿A qué pensar en ello, sin embargo? Aquí estaban aguardándome a la
+puerta, como siempre, mis amigos Ramón, Sixto, José, Segundo, una
+guardia fiel y decidida que yo había logrado formarme durante mi
+estancia en la aldea. Corríamos los senderos, trepábamos a los árboles
+para alcanzar los nidos, hacíamos hogueras y asábamos allí patatas,
+cortábamos varas de sauco para construir _tira-tacos_, nos pasábamos
+horas enteras espiando la guarida de las anguilas en los arroyos, pero
+sin lograr jamás atrapar ninguna, toreábamos a los carneros (desde mi
+fatal aventura y en pocos meses había ya dado grandes pasos en el arte
+taurino), montábamos en todos los caballos que encontrábamos sueltos por
+los caminos.
+
+Este último recreo ofrecía más de un peligro, para mí especialmente, que
+no era ni tan duro ni tan diestro como mis compañeros. Tuve ocasión de
+experimentarlo bien pronto. En una de aquellas tardes primaverales
+habíamos estado en el río levantando piedras y piedras para atrapar
+truchas. No era más que un simulacro, porque en el fondo estábamos
+persuadidos de que nunca pescaríamos una. Cuando nos fatigamos de aquel
+infructuoso ejercicio nos decidimos a regresar al pueblo. Apenas
+habíamos caminado algunos pasos tropezamos con un gran caballo pastando
+la yerba que crecía en aquel terreno guijarroso. Acometido de un vértigo
+de grandeza dije:
+
+--Voy a montar ese caballo.
+
+Los amigos trataron de disuadirme porque sabían perfectamente a qué
+atenerse respecto a mis adelantos en la equitación.
+
+--Es demasiado alto.
+
+--No importa. Vosotros me ayudaréis a montar.
+
+Debo confesar que lo hicieron de mala gana, pero lo hicieron. Entre
+todos ellos fuí izado sobre el lomo del animal, que no era ni fogoso ni
+resabiado. Lo único que hizo fué trotar acompasadamente en dirección a
+la aldea. Pero yo no supe acomodarme a su compás, comencé a vacilar,
+perdí al fin el equilibrio y di pronto con las narices en el suelo.
+
+Una de las cosas menos gratas de la existencia es, sin duda, caer de
+narices contra una piedra desde un caballo de ocho cuartas. Yo que no
+las tenía de cemento armado las sentí deteriorar con un vivo dolor que
+me hizo prorrumpir en gritos. Mis amigos al escucharlos y al verme
+yacente y ensangrentado, se dispersaron como los discípulos de Jesús
+cuando su divino Maestro fué clavado a la cruz. Acudió a los pocos
+momentos en mi auxilio un criado llamado Linón que ya lo había sido de
+mi abuelo y que por casualidad acertó a pasar por allí. Me levantó del
+suelo, me llevó al río y me lavó el rostro. Mientras lo hacía no cesaba
+de instruirme con saludables advertencias.
+
+--Ya ves lo que sucede por ser atrevido.--¿Quién te ha mandado subirte a
+un caballo si no sabes montar?--Si hubieras sido formal no te pasaría
+esto.--¡Qué ocurrencia ha sido la tuya de montar en un caballo tan alto
+y a pelo!, etc., etc.
+
+Es posible que sea un consuelo el averiguar cuando uno se rompe las
+narices, que si hubiera hecho esto o dejado de hacer aquéllo habría
+evitado la ruptura, pero yo no experimenté ninguno en aquella ocasión.
+Al contrario, cuanto más persuasivo se mostraba Linón, más triste y
+miserable me sentía yo. Por fin me llevó en brazos hasta casa y no fué
+débil el susto de mis padres al verme en tal estado. Se me aplicaron
+compresas de árnica y mi buen padre estuvo toda la noche renovándolas
+incesantemente.
+
+Creí del caso en tales momentos encomendarme o hacer promesa de visitar
+algún santuario. En vez de uno prometí visitar dos, el de la Virgen de
+Covadonga y el del Santo Cristo de Candás. Ignoro por qué fuí tan lejos
+en mi devoción teniendo cerca al milagroso San Nicolás de Campiellos.
+¿Sería por deseos de viajar o bien porque se me hubiera comunicado el
+desprecio que sentía nuestro párroco hacia el santuario de Campiellos?
+De todos modos mi madre quedó complacidísima y prometió llevarme a
+Covadonga y a Candás tan pronto como nos halláramos en Avilés.
+
+Al día siguiente vino el médico, se me pusieron los vendajes necesarios
+y en pocos días quedé curado. Sin embargo, más adelante se necesitó la
+intervención de un médico de Oviedo y toda mi vida me resentí de aquella
+caída.
+
+Se hablaba ya bastante en casa de nuestra partida; se fijó por fin el
+día. Yo estaba tristísimo, aunque se había restringido mi libertad,
+después de la caída. Pero aún lo estaba más, a mi juicio, el sobrino del
+señor cura de la Pola y diré en pocas palabras por qué.
+
+Había traído mi madre de Avilés una doncella de espléndida belleza
+llamada Alvarina. Pasaba por una de las más hermosas jóvenes de Avilés:
+no necesito añadir más, pues la belleza de las mujeres de esta villa es
+proverbial en España. Yo amaba a esta Alvarina con todo mi corazón, no
+tanto por su belleza como por su bondad. En los niños el amor es
+intelectual y más razonado que en los hombres. Sólo en los degenerados
+amanece temprano la sensualidad. Claro está que la belleza ejerce una
+influencia favorable sobre todos los seres, mas a pesar de su gran
+hermosura si esta mujer hubiera sido mala no la habría amado. Lejos de
+esto, yo la encontraba siempre dulce y afable procurándome recreos,
+guardándome golosinas, tapando mis faltas cuando las cometía. Hacía aún
+más y mejor, y era darme aliento para ser bueno y valeroso. Con un
+instinto pedagógico que hoy mismo me parece digno de toda admiración,
+hallaba fácilmente los medios más adecuados para conseguirlo. Cuando en
+casa había cualquier desavenencia y mi madre nos residenciaba y
+comenzaba el interrogatorio, Alvarina decía en voz alta:
+
+--Que diga el niño cómo ha sucedido. El niño no miente.
+
+Es increíble el efecto que me causaba esta apelación a mi veracidad. Me
+llenaba de orgullo, y en aquel momento hubiera declarado la verdad
+aunque me arrastrasen después a la horca.
+
+Si se trataba de llevar la bujía después que me había acostado y dejarme
+a obscuras, Alvarina decía en tono resuelto:
+
+--Podéis llevar la luz: el niño no tiene miedo.
+
+Y yo que lo sentía, y bien horrible por cierto, me mordía los labios,
+metía la cabeza entre las sábanas pero no dejaba escapar la más leve
+protesta.
+
+De tal manera esta hermosa joven contribuyó mejor a mi educación moral
+que cuantos libros he leído y sermones he escuchado después. Ella me
+hizo un hombre verídico y lo fuí bastante hasta que me dediqué a
+novelista. Dios se lo pague.
+
+Pues de esta Alvarina tan bella, tan gentil, tan bondadosa, se enamoró
+perdidamente el sobrino del señor cura de la Pola, un apuesto mancebo
+que estudiaba el último año de sagrada teología. Aquel de mis lectores
+que no hubiera hecho lo mismo que le tire la primera piedra. Había
+venido a pasar una temporada a Laviana y había suspendido
+momentáneamente sus estudios no recuerdo por qué; quizá porque su tío se
+hallaba delicado de salud y viniese a cuidarlo. Nos visitaba con
+frecuencia y puede suponerse que desde que el hijo de Venus le disparó
+una de sus mortíferas flechas, nos visitaba con más frecuencia aún. El
+cuitado inventaba mil artificiosos pretextos para justificar estas
+visitas. Una vez venía a traer a mi padre cierta semilla de guisantes
+para la huerta, otra venía a preguntarle de parte de su tío cualquier
+menudencia referente a un arrendatario, o bien me traía una primorosa
+casita de cartón para los grillos o traía a mi madre una plantita de
+albahaca o geranio. Mi madre sonreía viéndole perderse en un laberinto
+de razonamientos especiosos y yo sonreía también viendo a mi madre
+sonreír. El pobre chico se ponía encarnado hasta las orejas, hasta que
+concluía por toser de un modo formidable y mi madre le decía que cuidase
+aquel catarro pues en los jóvenes es peligroso, y él se ponía más
+colorado aún, lo cual parecía en verdad imposible.
+
+Mi enfermedad fué para él la salud. Venía a verme todos los días y raro
+era aquel en que no me regalase con cualquier chuchería. Me acompañaba
+largos ratos y durante estos ratos Alvarina entraba y salía tantas veces
+en mi habitación llevando y trayendo objetos que no parecía otra cosa
+sino que nos estábamos mudando de casa y fuera ella sola la encargada de
+efectuar la mudanza. Cuando al cabo sané tampoco quiso privarme de su
+amable compañía comprendiendo que en la convalecencia es cuando hay que
+ejercer una vigilancia más activa y estrecha a fin de evitar una
+recaída.
+
+Llegó por fin la víspera del día aciago en que debíamos abandonar
+aquella mansión venturosa. Porque para mí Entralgo, a pesar del reciente
+fracaso de mi nariz, continuaba siendo el paraíso terrenal. Se dispuso
+que saliésemos al amanecer a fin de poder llegar a Avilés por la tarde.
+Dejaríamos los caballos en Sama, donde nos aguardaba un coche que nos
+trasladaría a nuestra villa haciendo parada en Oviedo para comer. Como
+debíamos levantarnos excesivamente temprano, mi madre creyó mejor que no
+nos acostásemos y pasásemos la noche en alegre reunión. No sólo los
+amigos de Entralgo sino algunos de la Pola vinieron a acompañarnos en
+aquella velada que fué divertida y ruidosa como ninguna. No me parece
+necesario añadir que entre los últimos figuraba el enamorado seminarista
+sobrino del cura de la Pola.
+
+Se bailó, se jugó, se cantó, se improvisó, se disparató cuanto es
+imaginable. El seminarista y Alvarina, que hasta aquel día se habían
+mostrado reservados y evitaban con el mayor cuidado el manifestar
+públicamente su inclinación, se creyeron dispensados ya de todo disimulo
+y sentados en un rincón de la sala no se apartaban el uno del otro y
+charlaban animadamente con los ojos brillantes y las mejillas
+encendidas. Ambos parecían estar alegres o por lo menos querían
+demostrarlo. Sobre todo el seminarista ostentaba una jovialidad tan
+excesiva que yo mismo, a pesar de no haber cursado aún la asignatura de
+Psicología, adivinaba que era falsa.
+
+Naturalmente las bromas de los tertulios iban dirigidas a menudo hacia
+ellos y naturalmente ellos se ruborizaban, pero no abandonaban por eso
+ni su posición feliz ni el hilo de su discurso interminable. No faltaba
+allí como en muchas tertulias, particularmente en las de aldea, un
+payaso que nos divertía con sus bufonadas, y este payaso no cesaba de
+vejar a la amartelada pareja, improvisando coplas a su salud.
+
+Como de costumbre yo sentí al cabo que los párpados me pesaban, fuí al
+sofá y me dormí al lado de mi madre. Cuando desperté la tertulia
+continuaba tan bulliciosa como antes, pero mi madre no estaba allí; el
+seminarista y Alvarina también habían desaparecido. Entonces me levanté
+y buscando a mi madre me dirigí al gabinete contiguo cuya puerta se
+hallaba entreabierta. No había luz dentro y sólo la que entraba por la
+puerta lo esclarecía. Pude ver, sin embargo, a mi amigo el seminarista
+sentado en una silla con la cabeza entre las manos y sollozando
+perdidamente. En pie al lado suyo mi madre y Manola hacían esfuerzos por
+consolarle y animarle.
+
+¡Pobre joven! Jamás se me ha borrado de la memoria esta escena. Años
+después supe que era un sacerdote ejemplar. No me sorprende porque Dios
+no abandona a aquellos que saben tomar a su propio corazón entre las
+manos y estrujarle.
+
+
+
+
+VIII
+
+AVILÉS
+
+
+Cuando llegué a Madrid para estudiar mi carrera y vi en los escaparates
+de las tiendas de comestibles unos cartelitos que decían: _Jamón de
+Avilés_ no pude menos de experimentar profunda sorpresa. A esta sorpresa
+siguió inmediatamente un sentimiento de vergüenza y de irritación.
+¿Cómo? ¡La villa poética por excelencia, la villa de las mujeres
+hermosas y las canciones románticas, aquella blanca paloma del
+Cantábrico era conocida en el resto de España solamente por sus jamones!
+
+Jamás pudiera imaginarlo ni lo imaginó ninguno de sus hijos. Viviendo en
+Avilés hasta entonces a nadie había oído gloriarse de esta grosera
+ventaja. Ni aun sabía que en Avilés existiesen cerdos. Mientras allí
+estuve no conocí más que uno, cierto administrador de correos que se
+comía las sardinas crudas y entregaba las cartas abiertas. Pero este
+administrador no había nacido en Avilés.
+
+Si yo no he nacido tampoco en esta villa a ella me trajeron cuando
+contaba sólo algunos meses de edad. De modo que puedo y quiero
+considerarla como mi segunda patria.
+
+Los avilesinos son nobles, alegres, probos y están dotados de viva
+imaginación, aman la música, son sentimentales y un poco románticos.
+Reina en este pueblo una amable jovialidad infantil que ensancha el
+corazón de cuantos viajeros lo visitan y aleja instantáneamente su mal
+humor. A muchos he oído decir que así que ponían los pies en Avilés se
+sentían cambiados, olvidaban sus penas y amaban otra vez la vida. Por
+todo lo cual sería muy justo que el Gobierno de la nación declarase a
+esta villa sanatorio oficial para los neurasténicos.
+
+A mis oídos ha llegado el rumor de que los avilesinos actualmente toman
+en serio las mezquindades de la política. Me resisto a creerlo. Hace
+sesenta años en Avilés no existía la política ni nadie pensaba más que
+en servir a Dios y bailar habaneras. Si había elecciones, que yo lo dudo
+mucho, era cosa que se efectuaba allá en secreto en el Ayuntamiento
+entre unos cuantos señores que regresaban a la hora de comer a sus casas
+furiosos porque se les hubiera molestado para cosa tan baladí.
+
+En cambio cuando se trataba de una romería todos éramos unos. Grandes y
+pequeños, hombres y mujeres, ancianos y niños marchábamos como un solo
+cuerpo. Si el santuario estaba lejos se iba por la mañana y las
+domésticas llevaban en grandes cestas la comida: si estaba cerca íbamos
+después de comer. Pero había uno, el más principal de todos, el de
+Nuestra Señora de la Luz que estaba cerca y sin embargo no faltaban
+sibaritas que al rayar el alba subían a la pintoresca colina provistos
+de bizcochos, compraban a las aldeanas pucheros de leche y después de
+proporcionarse este regalo jugaban con las vasijas hasta romperlas y
+volvían a casa para restituirse de nuevo a la romería por la tarde.
+
+¿Qué se hacía en estas romerías? Pues bailar, bailar hasta caer exánime
+sobre el césped. En Avilés el no saber bailar constituye un crimen de
+lesa majestad. Todo el mundo habrá oído decir que de aquí han salido los
+primeros bailarines del mundo. Cuando por primera vez me llevaron mis
+padres a un baile del _Liceo_ (tenía yo diez y seis años) mi madre me
+dijo gravemente:--«Anda ve a pedir este vals a Romana que es la que
+mejor lo baila en Avilés.»--Romana era una señorita de cuarenta años y
+bailaba de un modo increíble, como una sílfide veterana. Me arrebató en
+sus brazos y después de hacerme rodar como un trompo por espacio de un
+cuarto de hora me entregó casi privado de conocimiento a mis padres.
+
+Se formaban corros de señoritas y corros de artesanas y en unos y otros
+se bailaba frenéticamente. No existía la lucha de clases; y la prueba es
+que muchos señoritos abandonaban el círculo de sus iguales y se
+introducían en el de las artesanas sin que los obreros se diesen por
+ofendidos. En los años que allí viví no he presenciado jamás una
+reyerta. ¡Cuán distintos de ellos los hijos belicosos del valle de
+Laviana donde vi la luz del día! Aquí no se celebraba romería sin que a
+la hora de ponerse el sol no viniesen fieramente a las manos las huestes
+acaudilladas respectivamente por Nolo de la Braña y Toribión de
+Lorio[3].
+
+Al ponerse el sol regresaban los romeros a la villa entonando a dúo unas
+canciones románticas que aún me enternecen cuando las recuerdo.
+
+Era la _Bayamesa_.
+
+ _No recuerdas gentil Bayamesa_
+ _Que tú fuiste mi sol refulgente_...
+
+Era la _Sútil nube_
+
+ _Sútil nube de luz ondulante._
+
+Era el delicioso pasacalle que todo el mundo conoce.
+
+ _Calle la del Rivero_
+ _Calle del Cristo._
+
+Y algunos señoritos, sin duda para cantar con más afinación, traían
+colgada del brazo una linda menestrala más gentil y más ondulante que la
+_bayamesa_ y la _nube_ de sus canciones. Cantaban estas muchachas como
+los ángeles que rodean el trono del Altísimo y cuando las oía al pasar
+por el soportal debajo de mi casa me creía transportado al cielo. Mi
+padre pretendía que aliñaban el canto con adornos de mal gusto; pero no
+hay que hacer caso de mi padre en este punto porque había nacido en
+Oviedo y ya se sabe que todos los pueblos de la provincia, incluso la
+capital, nos tenían una envidia rabiosa.
+
+La mayoría de las calles de Avilés está provista de arcos o pórticos que
+preservan de la lluvia y del sol al transeunte. Las dos más largas, la
+del _Rivero_, donde yo vivía, y la de _Galiana_, tienen al final cada
+una un santuario donde se venera un milagroso Cristo, como si la hermosa
+villa quisiera poner su alegría y su inocencia bajo la guarda de Aquel
+que dijo: «O niños o como niños».
+
+Yo estaba persuadido en mi niñez de que estos pórticos se habían
+construído exclusivamente con el objeto de que nosotros los chicos
+pudiéramos divertirnos lo mismo que hiciera bueno que mal tiempo.
+Asimismo pensaba que la Providencia había colocado una espaciosa plaza
+delante de la iglesia de San Francisco llamada la _Campa_, para que
+nosotros pudiéramos jugar a la pelota, a la peonza y a _Justicias y
+Ladrones_, y delante del arruinado convento de la Merced, otro gran
+espacio llamado _Campo Caín_, donde había siempre grandes montones de
+lodo destinados sin duda alguna al juego del _llancón_ (la estaca).
+
+Pero cuando la Providencia se mostró verdaderamente perspicaz fué cuando
+sugirió al ministro de Fomento la idea de canalizar la ría y de enviar
+como director de las obras a un hermano de mi padre. Di gracias a Dios
+de todo corazón porque comprendí inmediatamente que todos aquellos
+trabajos y los millones gastados en ellos no tenían otro fin que el de
+poner a mi disposición un bote, el _bote de la Empresa_, para convidar a
+mis amigos y surcar con ellos en todas direcciones a marea baja y a
+marea alta la famosa ría. Tanto la surqué que en poco tiempo llegué a
+saberme de memoria las vueltas y revueltas del canal. A marea alta
+podría señalar, sin equivocarme en medio metro, el sitio por donde
+corría.
+
+Avilés se compone de dos barrios, uno el de la villa propiamente dicha y
+otro el de Sabugo, donde habitan los marineros, pescadores y menestrales
+de menor cuantía. Los separaba en mi tiempo un brazo de la ría, sobre el
+cual había un puente de piedra. Hoy se ha cegado este brazo y sobre él
+han edificado una plaza y construído un parque. Para nosotros, los niños
+de la villa, Sabugo significaba el país enemigo. Allí estaban los
+bárbaros acechándonos noche y día para caer sobre nosotros al menor
+descuido y entregarse al pillaje. De allí salían aquellos bandidos que
+cuando nos apartábamos un poco del recinto de la villa para echar al
+aire nuestras _sierpes_ (cometas) acudían feroces como si la tierra o
+por mejor decir el infierno los vomitasen y nos cortaban los hilos y se
+apoderaban de nuestras sierpes y además nos hartaban de bofetadas.
+¿Dónde estaba la Reina? ¿Dónde estaba la Guardia civil? ¿Dónde estaba la
+policía para poner a buen recaudo a estos salteadores? Por ninguna parte
+asomaba la mano del poder coercitivo mostrando que vivíamos en una
+sociedad organizada. La vida de los niños repite sin cesar al través de
+los siglos el tipo anárquico de los tiempos primitivos.
+
+Existía en Avilés una academia de música, un teatro, una sociedad de
+baile. De todo esto era el alma un tío mío oficial de artillería
+retirado y valetudinario. A pesar de sus crueles achaques este perfecto
+caballero esparcía la alegría y mantenía vivo en su pueblo natal el
+cultivo del arte. Cuando se erigió el pequeño teatro de la calle de la
+Cámara sus conciudadanos agradecidos le dejaron construir en apartado
+rincón un palco con celosía desde donde el buen viejo podía asistir a
+las representaciones sin ser visto.
+
+La sociedad de baile llamada el _Liceo_ estaba situada en el antiguo
+convento de San Francisco. Porque los arruinados conventos de la Merced
+y de San Francisco servían para todo, para escuelas, para cátedras, para
+cuartel, para oficinas, para aduanas... y hasta para salones de baile.
+El del _Liceo_ era magnífico, de elevada techumbre y lindamente
+decorado. Los bailes se celebraban allí con toda pompa y majestad y eran
+el orgullo de la villa y la envidia de los extraños. Las damas y los
+caballeros que a ellos asistían o estaban unidos por los lazos del
+parentesco o eran amigos íntimos desde la infancia. En una población de
+ocho mil habitantes nada tiene de asombroso. Pues a pesar de eso todo se
+efectuaba allí con una gravedad y una corrección dignas de cualquier
+recepción diplomática. Las damas iban descotadas luciendo sus brazos y
+espaldas alabastrinas, los caballeros de frac y corbata blanca. El
+presidente nombraba la comisión de jóvenes introductores. La orquesta
+tocaba oculta desde una tribuna; los criados entraban a cierta hora con
+grandes bandejas de plata atestadas de confites. Se hablaba en voz baja,
+y los amigos con sus amigos y hasta los hermanos con sus hermanas
+adoptaban una actitud fría y cortesana. Todo era allí ceremonioso,
+imponente, dramático. Nadie dudaba de que al bailar un rigodón o una
+mazurca estaba cumpliendo con el sagrado deber de ilustrar a su patria.
+
+Ya puede imaginarse el efecto que causaría la desenvoltura de un joven
+lánguido y displicente hijo de un banquero de Oviedo que en el baile más
+solemne de Avilés, nada menos que en el baile de San Agustín, penetró en
+el salón del _Liceo_ con botas de color, americana de alpaca y una
+sombrilla en la mano. El presidente le envió un recado por medio del
+conserje para que desalojase inmediatamente. Así lo hizo, pero la herida
+estaba ya inferida. A la mañana siguiente la noticia corrió como un
+reguero de pólvora por todos los ámbitos de la población levantando una
+tempestad de protestas. La villa entera vibró de indignación y de
+cólera. Los jóvenes y los viejos, lo mismo los caballeros que los
+menestrales gimieron al unísono por aquella puñalada que a nuestra amada
+villa le habían dado por la espalda. En los cafés, en las tiendas, en
+medio de la calle se hacían comentarios acalorados. Debajo de los arcos
+del Ayuntamiento se formaron corrillos amenazadores. En el centro de uno
+de ellos un viejo capitán de barco mercante vociferaba aconsejando que
+se fuese al hotel donde el mequetrefe de Oviedo se alojaba y se le
+arrojase por el balcón. El mequetrefe, escuchando la voz de la
+prudencia, tomó a bien meterse en la diligencia de Oviedo sustrayéndose
+de este modo a un probable _lynchamiento_.
+
+Los avilesinos son apasionados del arte lírico y dramático. Cada una de
+las compañías de verso, de zarzuela o de ópera que durante la temporada
+de verano venían a dar entre nosotros algunas representaciones,
+lograban conmover hasta los cimientos la villa y exaltar todos los
+ánimos. No sólo se aplaudía a los cómicos y cantantes en el teatro; se
+les festejaba fuera, se organizaban en su obsequio jiras campestres y
+excursiones marítimas y se aspiraba ambiciosamente a tratarles con
+intimidad. Nuestros jóvenes se creían felices el día que tuteaban al
+barítono o les llamaba por su nombre de pila la dama joven. El pueblo
+improvisaba coplas alusivas a ellos y se cantaban por la calle. Recuerdo
+que llegaron en cierta ocasión un tenor llamado Palermi y una tiple
+llamada la Dalti que lograron cautivar como nunca a la población.
+Habiendo enfermado ésta se oía cantar a los chicos y a las artesanas por
+las calles de Avilés:
+
+ ¿Qué tienes Palermi
+ que tan triste estás?
+ Me falta la Dalti
+ no puedo cantar.
+
+Cuando la compañía contaba con dos tiples o dos tenores inmediatamente
+se tomaba parte por uno de ellos; la población se dividía en dos bandos:
+lo mismo en las tertulias particulares que en los cafés se discutía
+apasionadamente, se aquilataban sus méritos y se escudriñaban sus
+defectos. En cierta compañía llegaron dos tiples, una alta y gruesa a
+quien el pueblo llamó en seguida la _tiplona_, y otra bajita y menuda a
+quien se conoció por el sobrenombre de la _tiplina_. Una y otra tuvieron
+inmediatamente sus partidarios tan exaltados los unos como los otros.
+Los dos bandos riñeron una tarde en el paseo del Bombé y vinieron a las
+manos y un señorito partidario de la tiplona salió de la reyerta con las
+narices ensangrentadas.
+
+Pero estas alegrías terminaban así que las Pléyades asomaban la punta de
+su carrito por el horizonte y el cierzo comenzaba a soplar frío y
+húmedo. Durante el invierno no había teatro. Algún prestidigitador
+extraviado, algunos exhibidores de vacas sabias o de focas amaestradas,
+niñas gordas, enanos y otros monstruos. Nada, en suma, que pudiera
+satisfacer los anhelos espirituales de aquel pueblo artista por
+excelencia.
+
+No obstante, estos anhelos se abrían paso y se mostraban poderosos al
+través de las brumas, de la soledad y monotonía del invierno. Entregada
+a sus propios recursos la villa de Avilés mostraba su vitalidad y su
+amor a la carátula. Formábase una compañía de aficionados que actuaba
+con bastante frecuencia en el teatro. Entre estos aficionados había
+algunos que en mi opinión pudieran competir con los buenos actores que
+después he visto en Madrid. Había también un fecundísimo poeta llamado
+don Pedro Carreño que abastecía a la compañía de dramas, tragedias,
+comedias y entremeses. Este notable poeta no sólo escribía las obras
+dramáticas sino que, como Shakespeare, las dirigía y las representaba
+personalmente, si bien, como el gran poeta inglés, se reservaba sólo los
+papeles secundarios. Del inmenso catálogo de sus obras, sólo muy pocas
+fueron impresas en vida lo mismo que acaeció con las del autor de
+_Hamlet_, y para que la semejanza sea más completa añadiré que adoptaba
+también para ellas títulos caprichosos y fantásticos. Uno de sus dramas
+más aplaudidos se titulaba, si no recuerdo mal, _Más vale que sierren
+tablas_, de sabor verdaderamente shakespeariano.
+
+Pero donde se hizo ostensible de manera más evidente el poder de nuestra
+raza y lo maravillosamente dotada que está para el cultivo de las Artes,
+fué cuando unos cuantos aficionados, luchando con dificultades
+increíbles, se resolvieron a poner en escena y cantar una ópera. No creo
+que ningún otro pueblo de España lo haya intentado siquiera. La ópera
+elegida fué la _Lucía di Lammermoor_ del maestro Donizeti. Un ebanista
+de la calle de la Herrería llamado Mariño, que poseía una agradable voz
+de tenor, desempeñó el papel de Edgardo y un barbero de los arcos de la
+plaza el de barítono. Lo más escogido de la sociedad avilesina figuraba
+en los coros de ambos sexos.
+
+¿Será arrogancia, por mi parte, el decir que una villa capaz de llevar a
+feliz término tales empresas merece ser conocida en el mundo de otro
+modo que por sus jamones?
+
+
+
+
+IX
+
+PRIMERAS IMPRESIONES
+
+
+Mis primeras impresiones no son de Entralgo, aunque haya nacido allí
+como he dicho. La primera vez que me di cuenta de la existencia o me
+reconocí como un ser viviente fué en Avilés, debajo de una mesa. Estaba
+allí oculto, silencioso y trabajando. ¿En qué trabajaba? En abrir un
+agujero a un gran pan de cuatro libras que había logrado hacer descender
+desde la mesa hasta mis manos. No comprendo cómo pude llevar a feliz
+término esta grave operación tan superior a mis fuerzas, porque yo no
+contaría entonces más de dos años de edad. Para realizarla no disponía
+de maromas, cabestrantes y poleas, sino de mis propios brazos solamente,
+que a más de no tener nada de atléticos se hallaban algo trabados por
+una blusa verde demasiadamente almidonada. Tengo una idea de que el pan
+estaba al borde de la mesa y que le fuí haciendo resbalar poco a poco
+hasta que por su propio peso cayó sobre mí y como yo no podía sostenerle
+me dejé caer a mi vez en el suelo abrazado a él.
+
+Ni mi madre, que bordaba en un rincón del comedor, ni una señora
+parienta suya que la acompañaba, ni la costurera, empeñadas todas tres
+en animada plática, se dieron cuenta del arriesgado trabajo preparatorio
+que yo acababa de realizar.
+
+Una vez que me vi dueño del pan me arrastré cautelosamente hasta
+colocarme debajo de la mesa y allí principié mi tarea perforadora con la
+paciencia de un chino y la terquedad de un astur. Lo más difícil, lo
+que parecía casi imposible de realizar era la ruptura de la corteza. Yo
+la acometí, sin embargo, con buen ánimo. Humedeciendo el dedo con saliva
+y después de largo y penoso trabajo logré al fin romperla. Lo demás era
+relativamente fácil. El túnel se fué abriendo poco a poco y los
+escombros pasaban rápidamente a mi estómago.
+
+Al cabo vi que mi madre preguntaba por mí. Se me buscó con la vista y
+cuando advirtieron que me hallaba debajo de la mesa y tenía un pan entre
+mis piernas quedaron altamente sorprendidas. Sin embargo, a la costurera
+no le pareció aquella situación decorosa para el hijo primogénito de una
+respetable familia y vino a sacarme de ella tomando el pan y colocándolo
+sobre la mesa. ¡Cómo podía figurarse que aquel pan no guardaba ya su
+integridad! Mis tiernas manos no podían, en efecto, atentar a ella de un
+modo violento pero ignoraban lo que puede el ingenio apretado por la
+necesidad.
+
+Un escozor le acometió a mi madre y era que el pan podía haberse
+manchado en el suelo. Por su orden la costurera vino a comprobarlo. Al
+hacerlo dejó escapar un grito de sorpresa y después una alegre
+carcajada.
+
+--¡Señora, mire por su vida lo que el niño ha hecho! ¡Qué cosa más
+graciosa!
+
+El agujero debía de ser efectivamente muy gracioso porque mi madre y mi
+tía se retorcían de risa contemplándolo. Y según oía decir, entre las
+carcajadas que fluían de su boca, estaba admirablemente hecho; era una
+verdadera obra de arte.
+
+Tal es mi primera impresión consciente en esta vida terrestre a la cual
+Dios plugo enviarme, y el dato intuitivo de más importancia que de ella
+adquirí por entonces. La perforación de un túnel fué mi primer trabajo
+serio en este mundo. Parecía por ello que yo estaba destinado a ser
+ingeniero. Sin embargo, no fué así como el lector verá si se digna
+seguir leyendo estas memorias.
+
+Después recuerdo perfectamente que no me pesaba poco ni mucho de haber
+adquirido conciencia o haber nacido en este mundo, el cual no me parecía
+un valle de lágrimas sino vergel delicioso. Todo era exquisito y bello;
+la sala con su sillería enfundada, el gabinete, el tocador de mi madre,
+el cestito de su labor, las librerías de mi padre, su butaca... ¡oh! su
+butaca forrada de gutapercha verde, donde me refugiaba entre sus piernas
+cuando le veía sentado y le hacía preguntas sobre preguntas,
+informándome acerca de todos los secretos de la creación que yo
+desconocía en absoluto. «Los carneros, ¿por qué tienen el pelo tan
+largo, papá? Los caballos, ¿por qué no lo tienen? ¿La lluvia cae del
+cielo? Entonces, el cielo estará mojado siempre ¿verdad? La huerta de mi
+primo ¿por qué es mayor que la nuestra? ¿Por qué tienes barba y yo no la
+tengo ni mamá tampoco? ¡Ah! la tengo dentro y me saldrá; entonces
+también a mamá le saldrá. ¿Por qué no le saldrá a mamá y a mí sí?...»
+
+Mi padre respondía a mis preguntas con la mayor bondad, dulce y
+satisfactoriamente. Es decir, satisfactoriamente no siempre. Alguna vez
+advertía en sus respuestas cierta falta de lógica y que se deslizaba más
+de un sofisma en su discurso. Pero no se lo hacía ver, disimulaba y me
+daba por convencido porque adoraba a mi padre y por nada del mundo
+quería verle humillado.
+
+Todos eran buenos y amables para mí. Cuando salía a la calle, cuantas
+personas encontrábamos me acariciaban y pasaba de unos brazos a otros
+encontrando en todos protección y cariño. En las casas de amigos y
+parientes adonde me llevaban, me acogían con gritos de alegría, me
+agasajaban y regalaban, nunca querían dejarme marchar. La que más me
+placía era la de mi madrina, una hermana de mi abuela que tenía cuatro
+hijos jóvenes, tres varones y una hembra, todos ellos entre diez y seis
+y veinticinco años. Era una hermosa casa, un gran patio central rodeado
+de galería de cristales y lleno para mí de sorpresas agradables, un
+magnífico reloj de música, una terraza con columpio, una pajarera, dulce
+de membrillo. Luego uno de mis tíos tocaba admirablemente la flauta,
+otro el piano, mi tía Modestina cantaba. ¡Oh Dios mío cuánto me mimaban
+aquellos buenos tíos! Lo recuerdo todo como un sueño feliz. El mundo se
+me ofrecía bajo un aspecto mágico, era un fanal maravilloso destinado a
+guardar seres amables y dichosos. Gustaba por primera vez el encanto de
+vivir; como una irisada mariposa nadaba en un mar de perfumes bebiendo
+la luz, saturándome de amor y de alegría...
+
+Todo pasó, todo se hundió en los abismos del tiempo. Sin embargo, Dios
+misericordioso me ha dejado el consuelo de poder evocar cuando quiero
+aquel mundo mágico. No tengo más que canturrear un vals, que cantaba en
+aquella época mi tía Modestina y cuya letra empezaba:
+
+ Hubo un tiempo vida mía
+ en que tu boca de rosa
+ una sonrisa amorosa
+ dibujaba para mí.
+
+para que repentinamente corra un estremecimiento de dicha por mi alma y
+surja ante mis ojos con todo su embeleso la mañana de mi vida, y vuelva
+a escuchar la voz y ver el rostro de aquellos seres amados que ya no
+existen. Lo hago pocas veces, no obstante, porque sé que las impresiones
+se gastan como el dinero y quiero ser avaro. La idea de que pudiera
+disiparse mi tesoro me horroriza.
+
+Muchas, muchísimas veces me he preguntado después en el curso de mi
+vida, ¿cuál será el mundo verdaderamente real, aquel que yo veía en mi
+infancia o este otro que ahora contemplo al través del velo tejido de
+perfidias, traiciones, bajezas y ruindades que los años colocaron
+delante de mis ojos? Ya sé que para la gran mayoría de los hombres el
+caso no es dudoso. Sin embargo, para mí lo es y para un cierto sujeto de
+algún talento que vivió hace muchos años, a quien llamaban Platón,
+también lo sería. Hay momentos en que me acometen ideas verdaderamente
+extravagantes y absurdas. En uno de esos momentos he llegado a pensar
+que en el concierto universal de los mundos siderales el vals de mi tía
+Modestina significa más que una sesión de Cortes. Guárdame, lector, el
+secreto de esta locura y de otras muchas que verás en las presentes
+memorias. Eres para mí un amigo íntimo, un confidente discreto en cuyo
+oído deposito todo lo que rebosa de mi corazón.
+
+Un poco más adelante se alza ya en mi memoria cierta triste impresión,
+que es cronológicamente la primera de las muchas parecidas con que la
+vida me brindó más adelante. Habiendo quedado abierta, por descuido, la
+puerta de la calle, un mendigo anciano se deslizó dentro de casa; subió
+la escalera y se apoderó de un objeto, que me parece era una gorra de mi
+padre. Le sorprendieron en el momento de marcharse y hubo gran confusión
+y alarma. Veo, como si lo tuviera delante de los ojos, a aquel anciano
+andrajoso de barba blanca, en medio de la escalera, con sus brazos
+abiertos disculpándose, pidiendo perdón. Y unos peldaños más arriba veo
+a mi madre, a la costurera y las criadas increpándole furiosamente.
+Recuerdo que sentí una impresión dolorosa, una compasión infinita por
+aquel pobre viejo tan miserable, tan humillado. Mi pequeño corazón se
+revelaba contra los insultos que le dirigían y se me representaba su
+injusticia. Percibía claramente que nosotros vivíamos bien y teníamos
+aún más de lo que nos hacía falta, mientras aquel anciano desvalido
+carecía de lo indispensable para sustentarse. La piqueta socialista
+comenzó a abrir brecha en mi cerebro infantil.
+
+Pocos días después o pocos meses, que esto no puedo precisarlo, era yo
+feliz con un juguete que mi tío me había traído de Madrid, un moro de
+goma pintado de vívidos colores. Estaba orgulloso con él y lo mostraba a
+todos los conocidos y desconocidos. Entre estos últimos acertó a pasar
+por delante de mi portal un chicuelo de seis u ocho años, el cual se
+manifestó inmediatamente como un admirador incondicional de mi árabe.
+Nada podía halagarme más en aquel momento. Así que para demostrarle mi
+complacencia y lo mucho que estimaba sus honrados sentimientos, me
+avine, como él lo deseaba, a entregárselo para que pudiera examinarlo
+con todo detenimiento. Ponérselo en las manos y emprender una carrera
+vertiginosa fué todo uno. De tal manera, que unos segundos después perdí
+de vista al moro y a su compañero y no volví a verlos en mi vida.
+
+Las lágrimas que derramé y la cólera encendida que se apoderó de mí,
+nadie puede figurárselos. En aquel momento deseaba ardientemente que
+todo el peso de la ley cayese sobre el ladrón, que la Guardia Civil se
+apoderase de él, que le metiese en un calabozo y le azotase. Las ideas
+conservadoras se enseñorearon completamente de mi alma.
+
+Y he aquí cómo a los tres años de edad era ya lo que fuí después toda mi
+vida, un conservador forrado de socialista o un socialista forrado de
+conservador, como mejor se quiera.
+
+Hay otra impresión que guardo también muy viva de esta época. Me veo
+sentado a la mesa en una silla de brazos estrecha y alta. Sirven una
+fuente de truchas, me ponen una y yo me empeño en comerla con los dedos
+como había visto hacer a Mateo el nieto de la Colasa, una mujer que
+venía a casa a fregar los suelos. Mi madre se opone resueltamente y me
+da un ligero golpe en las manos. Esto me irrita y enciende más mi deseo.
+Vuelvo a tomar un pedacito de trucha con los dedos y mi madre me aplica
+otro golpe más fuerte. Grito, me obstino, y a viva fuerza quiero hacer
+mi voluntad. Entonces mi madre encolerizada se levanta, me da unas
+cuantas bofetadas, me arranca de la silla, y me lleva a un cuarto
+obscuro y me deja allí encerrado. Lloré y chillé tumbado en el suelo
+hasta quedar rendido. Al cabo observé que el ruido de platos cesaba, que
+la comida había terminado y mi madre se retiraba a su gabinete.
+
+Poco tiempo después se abre la puerta de mi prisión, entra mi padre, me
+levanta, me besa y tomándome en brazos sube conmigo hasta su despacho,
+me deja allí y baja de nuevo subiendo en seguida con la fuente de las
+truchas.
+
+Me sienta en su sillón, me pone un plato delante y dice con resolución:
+
+--¡Ahora come como quieras!
+
+Y se cruza de brazos para verme comer con los dedos.
+
+Ya sé que esto es muy poco pedagógico y que mi madre tenía razón sobrada
+para castigarme. Sin embargo, no puedo recordar esta escena sin sentirme
+enternecido.
+
+
+
+
+X
+
+COMETO UN ASESINATO
+
+
+Todo hombre ha merecido alguna vez la horca en el curso de su vida, dice
+Montaigne. Yo la merecí en edad bien temprana, pues no contaba más de
+cuatro años de edad. Oíd cómo sucedió:
+
+En aquel tiempo existía en Avilés un monstruo llamado don Gregorio
+Zaldua. Este monstruo no comía los niños crudos como suelen hacer los
+otros monstruos; pero impedía que los niños comiesen nada ni crudo ni
+asado, y el resultado era igualmente funesto.
+
+--El niño tiene la lengua sucia--decía mi madre en voz alta--. Hay que
+avisar a don Gregorio.
+
+Y el niño, que era yo, se echaba a temblar como el cordero a la vista
+del lobo.
+
+Llegaba el lobo, me miraba la lengua, me palpaba el vientre, me
+examinaba los párpados, y después de estas y otras odiosas maniobras,
+pronunciaba con la mayor indiferencia la horrible sentencia:
+
+--Denle ustedes una onza de aceite de ricino en dos veces... Y dieta...
+¡sobre todo mucha dieta!
+
+¡Oh Dios del Sinaí! ¡el aceite de ricino! Escuchando este nombre se me
+erizan aún los pocos cabellos blancos que me quedan en la cabeza.
+
+--Es, que se resiste a tomarlo--decía mi madre tímidamente.
+
+--Pues es muy sencillo hacérselo tragar. No tiene usted más que apretar
+la nariz con el dedo índice y el pulgar, y cuando abra la boca echárselo
+allá.
+
+¡Bárbaro! Otras veces la sentencia era más suave.
+
+--Póngale usted sobre el vientre una cataplasma de harina de linaza... y
+dieta... ¡sobre todo mucha dieta! Cuidado con que el niño coma
+absolutamente nada. En usted tengo confianza, pero hay que vigilar a
+Silverio porque es un padrazo incapaz de resistir el llanto del niño.
+
+Verdad; mucha verdad. Mi padre por no verme sufrir, sería capaz de darme
+una rosquilla bañada de la confitería de Nepomuceno.
+
+¡Oh las rosquillas bañadas de Nepomuceno! ¡Y las _tabletas_! ¡Y las
+_crucetas_! Jamás se ha visto ni se verá en el arte de la confitería una
+obra más perfecta, y apelo al testimonio de aquellos de mis
+contemporáneos que hayan tenido la felicidad de gustarlas.
+
+Cuando alguna que otra vez tropiezo en los senderos de la vida con uno
+de estos dichosos mortales que han sufrido indigestiones por haber
+ingerido en su infancia demasiadas _tabletas_ no puedo menos de
+abrazarle enternecido.
+
+¡Pero buenos estaban los tiempos para rosquillas bañadas! Mi madre era
+vigilante y enérgica, y no diré una _tableta_, pero ni un pedazo de pan
+de la cocina me permitiría llevar a la boca. Mi padre no osaba
+interponerse; las criadas la secundaban, y yo quedaba a merced de aquel
+monstruo de don Gregorio, sumido en la más horrible miseria.
+
+Imposible encontrarse en mayor aflicción y necesidad. Por mi pequeño
+corazón pasaba toda la tristeza y desolación que caben en el mundo, y no
+hay que dudar que caben bastantes. Y lloraba las lágrimas más amargas
+que el hombre puede derramar en este valle; y si no maldecía de la vida
+era que aun no había leído a Schopenhauer.
+
+Recuerdo que una noche me pusieron en el vientre la consabida cataplasma
+de harina de linaza. Después de ponérmela apagaron la bujía, encendieron
+una lamparilla y se marcharon dejándome solo. Yo gritaba pidiendo pan,
+un mendrugo de pan siquiera: pero nadie escuchaba mis gritos. La
+naturaleza, los hombres, el mismo Dios parecían haberse vuelto sordos.
+Al cabo de un rato llegó Pepa la cocinera y me dijo que si no me callaba
+seguramente vendría el Trasgo a cogerme por las piernas. Yo no había
+tenido la desgracia hasta entonces de trabar conocimiento con el Trasgo
+y como no lo deseaba me callé.
+
+Pero el hambre me punzaba, ¡qué diré punzaba! me roía las entrañas.
+Entonces tuve una inspiración, uno de esos pensamientos felices que sólo
+acuden a la mente humana una vez en la vida.
+
+Llevé mis manos a la cataplasma, la saqué de su envoltura de lienzo y me
+la comí.
+
+Tengo entendido que hubo en los tiempos antiguos un joven príncipe
+romano a quien hicieron morir de hambre, el cual se comió antes parte de
+las ropas de la cama. Inútil manifestar que yo no tuve en cuenta para
+nada este precedente, que no hubo espíritu de imitación ni de plagio.
+Con la mano sobre el corazón declaro que al comerme la cataplasma creí
+realizar una obra completamente original.
+
+Pero este pensamiento feliz produjo consternación en mi familia. Siempre
+sucede lo mismo. Cuando surge un pensador original el mundo se agita
+presa de viva inquietud.
+
+El resultado fué que, como todos los innovadores, pagué mi inspiración
+con el martirio. Me aplicaron otra dosis de aceite de ricino.
+
+Mi pobre padre estaba desolado viendo al hijo de sus entrañas recorrer,
+sin culpa alguna, el doloroso calvario de purgas y cataplasmas. El
+desdichado me acariciaba, enjugaba mi sudor de agonía y me decía al oído
+las cosas más halagüeñas. Hizo aún más; se fué al bazar de los arcos de
+la plaza y me compró una preciosa escopeta.
+
+Quedé enajenado, loco de alegría. En aquel momento desaparecieron todas
+mis penas; me olvidé del hambre, me olvidé de las cataplasmas y hasta
+del sabor del aceite de ricino.
+
+La escopeta se cargaba con unos fulminantes que hacían bastante ruido.
+Mi madre dijo malhumorada:
+
+--¡Qué ocurrencia la tuya de poner en manos del niño estas cosas!
+
+Mi padre replicó sonriendo:
+
+--El niño es muy juicioso y yo tengo la seguridad de que no ha de matar
+a nadie.
+
+Yo afirmé vivamente con la cabeza. ¡Oh gran hipócrita! ¡Oh pérfido y
+tenebroso embustero! En el momento que tomé el arma concebí el crimen; y
+no lo concebí vagamente sino con todos sus repugnantes detalles. Pero
+hice el inocente, sonreí de un modo angelical y todos confiaron en mí.
+
+No hubo jamás en el mundo confianza peor depositada. Cuando llegó la
+noche y mis padres, después de besarme, se retiraron y sentí roncar a la
+Felisa que dormía en otra cama cerca de la mía, entonces me alcé
+cautelosamente y a la luz de la lamparilla cargué mi arma con el mayor
+cuidado. La puse al alcance de la mano y me dormí tranquilamente como el
+más fiero y empedernido criminal.
+
+Me despertó la voz de mi madre en el gabinete contiguo, hablando con don
+Gregorio. Despierto sobresaltado y apenas despierto, veo asomar por la
+puerta la faz aborrecida del monstruo. No tuve tiempo más que para echar
+mano a la escopeta, ponerme en pie sobre la cama, echarme aquélla a la
+cara y disparar sobre el infame.
+
+Carcajada general. Mi padre, mi madre, la Felisa, don Gregorio reían
+dando muestras de la más viva alegría; sobre todo éste parecía querer
+desternillarse.
+
+
+
+
+XI
+
+DE CÓMO FUÍ EXCOMULGADO
+
+
+Ignoro si la excomunión en que incurrí era mayor o menor, de las
+llamadas _ferendae_, _sententiae_ o de _latae sententiae_; pero es
+innegable que había incurrido en una de ellas.
+
+Contaba yo a la sazón siete años y acaeció poco después de mi primera
+hegira a Entralgo.
+
+En el convento de San Bernardo de Avilés vegetaba, renqueaba, salmodiaba
+el oficio y se atascaba de rapé la nariz desde hacía setenta años una
+hermana de mi bisabuela llamada doña Florentina. Había entrado en él a
+los doce años: por consiguiente tenía ochenta y dos. En la familia no se
+la llamaba _madre_ Florentina ni _hermana_ Florentina, aunque fuese
+monja profesa. Mi misma madre cuando hablaba de ella decía siempre: «mi
+tía doña Florentina».
+
+Aquel convento de San Bernardo ejercía sobre mí un atractivo
+inexplicable al que se mezclaba un poquito de miedo. Cuando mi madre me
+llevaba a misa, en vez de atender al oficio divino pasaba el tiempo en
+extática contemplación del coro de las monjas que al través de la verja
+de hierro se veía envuelto en tenue y fantástica claridad. Era una
+claridad adorable, misteriosa. Las blancas figuras de las religiosas y
+sus voces plañideras, y sus rezos incomprensibles hacían palpitar mi
+corazón con vagos anhelos de felicidad celestial. Mi cabeza infantil se
+poblaba de sueños hasta que mi madre me daba sobre ella un coscorrón
+invitándome a volverla hacia el altar mayor.
+
+Además el convento ofrecía para mí un atractivo infinitamente mayor y
+que nada tenía de fantástico. De allí salían unas rosquillas embutidas
+de crema y bañadas de azúcar que parecían fabricadas por los ángeles y
+un cierto confite llamado _flor de azahar_ más divino todavía. Se
+componía de unas escamitas blancas y tan dulces que se pasaban sin
+sentir. No he vuelto a comerlo en mi vida ni he logrado siquiera verlo,
+a pesar de las largas y serias investigaciones que para ello llevé a
+cabo.
+
+No sé si sería a causa de las rosquillas o por otro motivo espiritual,
+pero es lo cierto que mi madre respetaba mucho a su tía doña Florentina.
+Mi padre, no tanto. Decía que era una inocente, que su desarrollo
+intelectual se había detenido en el momento de entrar en el convento y
+que seguía siendo una niña de doce años. Contaba riendo que habiéndole
+preguntado un día:
+
+--Pero tía, ¿cómo es posible que haya usted repetido durante setenta
+años todas esas oraciones en latín sin entenderlas?
+
+--Hijo mío--le contestó la pobre vieja alzando compungida los ojos al
+cielo--esas son palabras demasiado sublimes y misteriosas para nosotras.
+
+Por supuesto mi padre se guardaba de pronunciar estos juicios delante de
+los niños y yo respetaba a mi tía doña Florentina casi tanto como al
+arcángel San Rafael.
+
+Mi madre me enviaba algunas veces al convento con Pepa para traer o
+llevar algún recado a su tía. Esta Pepa, nuestra criada, era una mujer
+estúpida y embustera, estúpida y embustera aun para criada, que me
+contaba cómo había visto al diablo varias veces allá en su aldea, el
+cual le había tomado ojeriza sin saber por qué. Cuando por la noche
+dejaba la cocina, bien limpia y bien arregladita, a la mañana siguiente
+la encontraba toda sucia y revuelta, los pucheros fuera de su sitio, la
+pila del agua llena de inmundicias, la ceniza esparcida por el suelo.
+Una noche le había acechado y le vió entrar por el tubo de la chimenea.
+Entonces ella hizo la señal de la cruz y el diablo lanzó un rugido y se
+escapó de nuevo por la chimenea, pero ella pudo agarrarle la punta del
+rabo y le hubiera retenido a no ser porque el maldito se volvió
+rápidamente y le dió un terrible mordisco en la mano.
+
+A mí con esas cosas se me erizaban los cabellos.
+
+Mi tía doña Florentina nos hablaba casi siempre por detrás del torno y
+estos coloquios excitaban mi imaginación aunque lo que nos decíamos nada
+tenía de misterioso. Me preguntaba por la salud de mi madre, siempre
+vacilante, si había salido bueno el dulce de ciruela que nos había
+enviado, si sabía ya el catecismo y si llevaba siempre en el pecho la
+medalla que me había regalado. Por el torno me pasaba también algunos
+paquetitos de aquel dulce de azahar de feliz recordación.
+
+Pero alguna que otra vez mi tía doña Florentina abría la gran puerta del
+zaguán y se mostraba de cuerpo entero. Al través de esta puerta se veía
+el claustro con su vetusta arquería de piedra y en el centro algunos
+árboles cuyo follaje apenas dejaba entrar la luz en él. Nada me ha
+parecido jamás en la vida más poético, más fantástico y misterioso que
+aquel claustro del convento de San Bernardo. Se hallaba más bajo que el
+portal, de suerte que para pasar a él era necesario descender un
+escalón. Mi tía de la parte de adentro parecía mucho más pequeña que
+Pepa y su cabeza casi estaba al nivel de la mía. En esta forma nos
+recibía y nos hablaba. Es decir, se hablaban ella y Pepa, porque yo
+permanecía silencioso y sobrecogido contemplando aquel claustro sombrío
+y encantado, el cual me atraía, me fascinaba como la ninfa Loreley
+debajo del agua fascina a los que contemplan el fondo del mar desde la
+orilla.
+
+Mi tía era gárrula; mi criada Pepa lo era aún más. Charlando, charlando,
+dejaban transcurrir el tiempo y llegaban casi a olvidarse de que yo
+estaba allí.
+
+Acaeció que un día cedí a la fascinación que sobre mí ejercía aquel
+claustro y aunque era un pecado horrible, sin darme cuenta de lo que
+hacía bajé el escalón y me introduje en él. Mi tía y Pepa se hallaban
+tan embebidas en su charla que no se dieron cuenta de mi ausencia.
+
+Yo dejaba deslizar mis pasos sacrílegos sobre las losas húmedas y
+parecía querer beber con los ojos el encanto misterioso de aquel paraje.
+La luz del sol, que se filtraba con trabajo por el follaje de las
+acacias y los plátanos, formaba arabescos en el pavimento. Una fuente de
+piedra, deteriorada, cubierta de musgo hacía correr un hilito de agua
+con rumor melancólico. Un pájaro cantaba entre las hojas y me parecía
+distinto de los pájaros que hasta entonces había oído. Era un pájaro
+ascético, litúrgico y enclaustrado también como las monjas.
+
+Mas he aquí que mi tía Florentina me echa al fin de menos, vuelve la
+vista a todos lados y me divisa allá a lo lejos. Lanza un grito, eleva
+sus manos al cielo y exclama con desesperación:
+
+--¡Ay, hijo de mi alma, que estás excomulgado!
+
+Yo debí contestarle entonces:
+
+--Señora y tía mía, está usted en un error. A la excomunión deben
+preceder las moniciones canónicas exigidas por las palabras mismas de
+Jesucristo en el Evangelio y por la doctrina de la Iglesia. El Concilio
+de Lyon mandó que fuesen tres o una sola, según los casos: _nisi factis
+necessitas aliter ea suaserit moderanda_. El Concilio de Trento
+determinó que hubieran de preceder por lo menos dos amonestaciones.
+
+Nada de esto dije porque no lo sabía. Lo único que hice fué no hacer
+nada. Quedé paralizado, yerto y debí ponerme más blanco que un papel.
+Sentí también que algo como si fuese una entraña se me desprendía allá
+dentro.
+
+La tía Florentina corrió hacia mí y a empellones me llevó hasta la
+puerta y sin decir palabra la cerró con gran estrépito.
+
+Pepa y yo quedamos aterrados, mudos, y salimos del convento
+apresuradamente. Mi terror y mi angustia eran tan grandes que no podía
+siquiera llorar. Pepa no pronunciaba una palabra. Al cabo tuve fuerza
+para decirle:
+
+--Pepa, no dirás nada a mamá, ¿verdad?
+
+--No; no diré nada--me respondió secamente.
+
+Al cabo de un rato la pregunté tímidamente:
+
+--¿Los excomulgados no pueden oír misa?
+
+--No; los excomulgados no pueden oír misa ni pueden rezar.
+
+Al cabo de otro rato más largo aún le pregunté de nuevo:
+
+--¿Crees que don Manolito el capellán de las monjas me puede levantar la
+excomunión?
+
+--No; don Manolito no tiene poder para ello. Es necesario que hagas
+mucha penitencia y luego vayas a Roma para que el Papa te perdone.
+
+Entonces callé y me decidí a hacer penitencia.
+
+Aquella tarde me dió mi madre para merendar unas ciruelas y
+sigilosamente las arrojé por el tubo del retrete. Por la noche también
+me levanté de la mesa sin comer el postre. Al día siguiente pasé largos
+ratos de rodillas y con los brazos en cruz y después de comer salí con
+el postre en la mano pretextando que iba a comerlo al balcón pero fué
+para arrojarlo igualmente al retrete.
+
+No recuerdo bien ahora las penitencias que hice en aquellos días, pero
+fueron muchas y terribles. Sé que me levantaba en medio de la noche y me
+acostaba sobre el duro entarimado y que me pinchaba alguna vez los
+brazos con un alfiler. Hasta se me ocurrió meter algunas ortigas en la
+cama, pero no las hallé en el jardín. Vagaba silencioso por la casa,
+rechazaba la compañía de mi primo José María que tanto me placía,
+lloraba amargamente oculto en los rincones y no parecía siquiera por la
+sala cuando había gente.
+
+No sé quién ha dicho que las excomuniones engordan. ¡Mentira! Yo me puse
+en ocho días flaco y amarillo que daba pena verme. Mi madre dijo un día
+en voz alta:
+
+--Este niño está enfermo; hay que llamar a don Gregorio.
+
+Don Gregorio era el monstruo que ya conoce el lector. Yo protesté que
+nada tenía y nada me dolía.
+
+Una de las penas para mí mayores y la más afrentosa era que Pepa huía de
+mí como si temiese contaminarse de mi herejía. Alguna vez cuando me
+encontraba por los pasillos clavaba en mí una mirada severa y me decía
+con acento lúgubre e imperioso:
+
+--¡Niño, haz penitencia!
+
+Otra cosa que no podía sufrir era que me llamasen para rezar el rosario.
+Hacía esfuerzos increíbles de habilidad buscando pretextos para no
+rezarlo. Cuando no podía menos cerraba la boca herméticamente sin
+responder a la oración. Esto, como es lógico, me valía algunos pellizcos
+de mi piadosa madre.
+
+En fin, tales cosas hice y tan extraña fué mi conducta que aquélla me
+llamó a capítulo. Se encerró conmigo en el cuarto de la plancha y me
+hizo sufrir un apremiante interrogatorio.
+
+Recuerdo que era el santo de mi padre. Habían sido invitadas diez o doce
+personas, casi todos parientes, a comer, y estaban de sobremesa. Desde
+la habitación en que nos hallábamos se oía el ruido de su conversación.
+
+--Vamos a ver niño, quiero que me digas qué es lo que te pasa. ¿Por qué
+estás tan triste? ¿Por qué no juegas? ¿Por qué no comes? ¿Por qué huyes
+de todo el mundo?
+
+Afirmé descaradamente que no me pasaba nada digno de mencionarse. Pero
+mi madre estaba resuelta a descubrir el secreto y empleando
+alternativamente las caricias y las amenazas logró arrancármelo.
+
+--Mamá--le dije al cabo--yo quiero ir a Roma.
+
+Mi madre abrió los ojos como si hubiera visto en aquel momento bajar por
+el aire volando un buey y posarse sobre la flecha de la torre de la
+iglesia de San Francisco.
+
+--¡Niño! ¿Qué dices? ¿Cómo quieres ir a Roma?
+
+--Quiero ir a pie.
+
+Mi madre abrió otra vez los ojos como si escuchase gritar al buey desde
+la torre: «¡Viva la república!»
+
+--¡Niño! ¿Te has vuelto loco? ¿Pero qué estás ahí diciendo? ¿Por qué
+dices eso?
+
+Entonces yo caí en sus brazos y exclamé sollozando:
+
+--¡Mamá, porque estoy excomulgado!
+
+Y entre suspiros y sollozos le conté todo lo que me había ocurrido. Yo
+pensé que mi buena mamá iba a quedar aterrada, pero ¡oh sorpresa! en vez
+de eso comienza a reír como una loca exclamando:
+
+--¡Ay qué gracia! ¡excomulgado! ¡excomulgado!
+
+Y me abraza y me besa repetidas veces.
+
+Inmediatamente llama a mi padre y sin dejar de reír le dice:
+
+--¿No sabes que este niño está excomulgado?
+
+Y mi padre suelta la carcajada igualmente como si fuera un caso
+chistosísimo. Me hace contar de nuevo la ocurrencia y limpiándome las
+lágrimas y besándome tiernamente como había hecho mi madre me lleva
+hasta el comedor. Todo el mundo estaba alegre allí y recuerdo que hasta
+las señoras tenían unas chapitas rojas en las mejillas.
+
+Mi padre abrió la puerta y empujándome adentro dice en voz alta:
+
+--Ahí tenéis un niño que afirma que está excomulgado.
+
+Carcajada general. Todos se ponen a gritar a un tiempo:
+
+--¡Excomulgado! ¡excomulgado! ¡excomulgado! ¡ja! ¡ja! ¡ja! ¡excomulgado!
+¡ja! ¡ja! ¡ja!
+
+Se armó una batahola infernal. Uno me ofrecía un pastelito, otro una
+copa de cognac, otro un cigarro; me besaban, me zarandeaban, me
+estrujaban sin dejar de reír y de exclamar:
+
+--¡Excomulgado! ¡excomulgado!
+
+Tanto rieron que al cabo también yo concluí por reír. Y he aquí cómo a
+fuerza de carcajadas logré entrar de nuevo en el seno de la Iglesia
+católica.
+
+
+
+
+XII
+
+RESUELVO HACERME ERMITAÑO
+
+
+¡Hermosos días de fe venid a mí! Soplad en este corazón herido por los
+desengaños, soplad en este pensamiento marchito por tanto estéril
+trabajo. Refrescadme unos instantes. Que vuelva a ser al despertarme el
+niño que se postraba de rodillas sobre su diminuto lecho y vuelto hacia
+una imagen de Jesús Crucificado le pedía con palabras fervorosas la
+salud de mis padres y la salvación de mi alma. Dejadme ver otra vez en
+el azul del cielo la imagen de María, hollando con su divina planta el
+creciente de la luna rodeada de niños alados. Dejad que lleguen a mis
+oídos como entonces sus cánticos celestes. Dejadme sentir de nuevo sobre
+la frente las alas del Angel de mi guarda al tiempo de dormirme.
+
+Aún me veo en la iglesia de San Francisco oyendo misa con mi padre. Los
+sones del órgano me transportaban; la voz de bajo profundo de Fray
+Antonio Arenas cantando desde el coro me estremecía con santo terror;
+las nubes de incienso me embriagaban. Y allá en lo alto, sobre el altar
+mayor veía una hermosa escultura de la Virgen envuelta en una luz
+fantástica que dejaban filtrar los cristales de color. Y mis ojos no se
+apartaban de ella y hacia ella volaba mi corazón con ansias de dicha
+inmortal. Entonces pasaban por mi alma sublimes emociones que por
+experimentarlas de nuevo diera cien vidas si las tuviese, emociones que
+espero sentir después de la muerte.
+
+Aún me veo caminando con mi madre bajo los arcos de la calle de Galiana
+hacia el santuario donde se venera al Cristo con la cruz sobre los
+hombros. La noche ha cerrado ya. A esta hora próxima al crepúsculo las
+damas piadosas de Avilés tienen costumbre de ir a rezar un credo delante
+de la milagrosa imagen. Los arcos apenas están esclarecidos. Allá hacia
+el medio, sobre uno de ellos hay una hornacina y dentro una pequeña
+escultura de la Virgen alumbrada por una lámpara de aceite. Algunas
+parejas enamoradas se sientan en los pretiles de la calle. Sólo
+percibimos sus bultos y escuchamos el rumor de su plática. Llegamos al
+santuario; subimos algunos peldaños; nos postramos delante de Jesús
+agobiado bajo el peso de la Cruz y su frente pálida coronada de espinas
+me infunde una compasión infinita. Sus ojos me miran doloridos y parecen
+decirme: «Hijo mío, hoy eres dichoso, pero si algún día estás triste
+acuérdate de mí.»
+
+Aún me veo en el mes de Mayo cantando por las calles de Avilés la
+letanía de la Virgen. Todos los niños de la escuela formábamos en dos
+filas. En el centro iba una gran cruz cubierta de flores, soportada
+alternativamente por los más fuertes entre nosotros. Detrás de ella
+caminaban algunos sacerdotes acompañados del maestro. ¡Oh, qué luz
+radiosa en el cielo! ¡Qué alegría en la tierra! Estábamos en el mes de
+las flores y cada uno de nosotros con un puñado de ellas en la mano
+marchábamos cantando para ofrecerlas a la Reina del Cielo. Y al volver
+nuestra cabeza descubierta hacia las puertas y los balcones de las casas
+no tropezábamos con las miradas burlonas, con las sonrisas escépticas
+que hielan el corazón de la infancia. No; los hombres graves y
+silenciosos hacían un imperceptible signo de aprobación; las mujeres
+enternecidas nos enviaban con los ojos afectuosas bendiciones. Para que
+un pueblo viva unido y forme una gran familia, para que exista la
+verdadera patria no basta que articulemos el mismo idioma, es necesario
+que balbuceemos las mismas oraciones. Nuestro pequeño corazón latía
+feliz dentro del pecho porque nos sentíamos amados y protegidos por el
+pueblo entero, porque aquellos hombres y aquellas mujeres que se
+asomaban a los balcones o se agolpaban en las aceras para vernos pasar
+respetaban nuestra fe y nuestra inocencia.
+
+Mi amigo Alfonso, un niño pálido, bueno y pacífico, se mostraba más
+piadoso que ninguno. Su madre, que era una santa mujer, le llevaba a
+misa todos los días antes de la escuela, le veíamos en las procesiones
+con un pequeño cirio en la mano y alguna vez también cuando por las
+tardes de los días de fiesta se me ocurría asomarme a la iglesia delante
+de la cual jugábamos, le veía en la nave solitaria del templo orando
+ante los altares. Aunque yo era de un humor bastante distinto y me
+gustaban los juegos con pasión y mostraba tanto ardor como el que más en
+las peleas, me sentía, no obstante, atraído hacia aquel niño y buscaba
+su amistad. No me la otorgó él fácilmente. Como todos los seres
+espirituales era tímido y retraído y mi carácter turbulento debía de
+impresionarle desagradablemente. Pero al fin logré ganar su confianza y
+entonces fué expansivo y afectuoso conmigo, y con el celo de un pequeño
+apóstol procuró ganarme para Dios y la Virgen. Estaba yo preparado para
+ello porque en el fondo del alma siempre he sido idealista y aunque en
+el curso de mi vida haya amontonado sobre este fuego sagrado mucho polvo
+y mucho escombro, por fortuna nunca ha llegado a apagarse.
+
+El me decía que no era necesario pensar tanto en esta vida efímera, que
+aun la más larga valía poco y que pudiéramos morir antes de llegar a
+viejos. ¡Cuán en lo cierto estaba aquel piadoso niño, pues que murió
+antes de salir de la adolescencia! Me decía que debíamos ser buenos como
+los ángeles para poder estar algún día entre ellos y que si nos
+encomendábamos todos los días a la Virgen y a San José ellos nos
+sacarían de los peligros de este mundo. Empezamos a pasar largas horas
+en confidencias místicas. Me llevó a su casa y vi con asombro y placer
+que su madre le había dejado un cuartito para oratorio y que él lo había
+arreglado tan primorosamente que no faltaba allí nada de lo que se
+hallaba en las iglesias. Un altar con su retablo y su sabanilla, una
+imagen de la Virgen del Carmen, otra de San José, un Niño Jesús,
+incensario, ciriales, casulla, bonete. Él celebraba misa y yo le
+ayudaba. Los días de gran fiesta, la mamá, los hermanos mayores y los
+criados venían a presenciarla, se cantaba la letanía, se hacía una
+procesión por el jardín y se quemaba tanto incienso y se formaba tal
+espesa humareda en el cuartito que alguna vez pensaba ahogarme.
+
+Nuestro fervor iba cada día en aumento. No sólo celebrábamos misa sino
+que también confesábamos. Alfonso mostraba enormes disposiciones para el
+confesonario y ataba y desataba los pecados como el más experto
+penitenciario. Vestido con un roquete que su madre le había cosido y
+sentado dentro de un gran cajón que colocábamos en sentido vertical y al
+cual habíamos abierto a un lado algunos agujeritos con una barrena,
+confesaba a sus hermanitas, me confesaba a mí y alguna vez venían
+también las criadas a arrodillarse y con la boca pegada a aquellos
+agujeritos decían sus pecados y recibían la absolución. Estas no se
+mostraban tan contritas y arrepentidas como fuera de desear porque se
+les escapaba no pocas veces la risa y obligaban al confesor a mostrarse
+demasiado severo y amenazarles con que lo diría a su mamá. Porque mi
+amigo Alfonso tomaba aquello muy en serio, nos daba consejos excelentes,
+nos pintaba con minuciosos detalles las penas del infierno, nos
+exhortaba a la penitencia y por último nos echaba la absolución
+alargando su manecita para que la besáramos con la misma gravedad que un
+padre jesuíta.
+
+Un día me dijo que su hermanita más pequeña estaba muy enferma y para
+que no se muriese él rezaba todos los días una hora de rodillas sobre
+las piedras y se había frotado el pecho con ortigas. Y, en efecto,
+abriendo el chaleco y la camisa me mostró sus tiernas carnes
+enrojecidas. Me sentí conmovido y admirado. «Yo también quiero hacer
+alguna penitencia por que tu hermana no se muera», le dije. Y dicho y
+hecho, bajo al jardín con él y llevo mis manos con resolución a las
+ortigas, pero ¡ay! fué tal el dolor, que di un grito y comencé a llorar.
+Alfonso asustado subió a casa por aceite y me untó delicadamente las
+manos. Después me abrazó y me consoló diciéndome que aún no estaba
+preparado para las penitencias, pero que al cabo lograría hacerlas
+mayores aún que él.
+
+Leíamos las vidas de los santos y las que más nos placían eran las de
+aquellos que se habían retirado a un desierto y habían pasado largos
+años oyendo cantar los pájaros y alimentándose con frutas y con los
+mariscos que hallaban entre las peñas. Nada tiene de particular porque
+yo era apasionadísimo de las cerezas y de los caracoles de mar. Ignoro
+de quién de los dos partió la idea, pero un día concebimos el proyecto
+de retirarnos nosotros igualmente del mundo y de sus pompas para hacer
+penitencia. Viviríamos los dos solos en algún paraje apartado,
+comeríamos lo que los campesinos quisieran darnos de limosna, haríamos
+oración por nuestras familias y cuando fuéramos grandes vendríamos a
+predicar a Avilés y a otras villas. ¿Dónde encontrar el paraje
+solitario? Alfonso me dijo que a una legua próximamente de Avilés había
+visto una cueva cerca del mar que parecía hecha a propósito para que nos
+retiráramos allí e hiciésemos vida cenobítica.
+
+Meditamos nuestro proyecto largamente y sólo nos decidimos a ponerlo en
+práctica después de maduras reflexiones. Una de las graves cuestiones
+que debatimos fué la de resolver si habíamos de renunciar a nuestras
+familias para siempre o habíamos de visitarlas alguna vez. Alfonso
+opinaba que debíamos de venir cada año a ver a nuestros papás: yo creía
+que debíamos de venir cada seis meses. Por fin decidimos que vendríamos
+cada ocho días a mudarnos la ropa interior. Ni por un momento se nos
+pasó por la imaginación que aquéllas pudieran oponer reparos a nuestra
+resolución. Alfonso decía que su mamá era tan piadosa que lloraría
+lágrimas de placer al saberlo. Yo no estaba tan seguro de la mía, pero
+aunque no llorase precisamente de placer, estaba seguro de que se
+sentiría honrada viendo a su hijo emprender valerosamente la carrera de
+santo. De todos modos decidimos marcharnos sin decir una palabra para
+evitar escenas patéticas.
+
+Ahora bien; en esta mi resolución de abandonar el mundo ¿no habría
+también cierto vago deseo de abandonar la escuela? Porque recuerdo que
+la vara de avellano que usaba el maestro don Juan de la Cruz no me
+inspiraba simpatía, ni tampoco los coscorrones y bofetadas del pasante,
+ni me placía estar de rodillas una hora con las narices en la pared
+cuando mi plana tenía algunos borrones. Y todavía me parece experimentar
+la sensación dolorosa que me penetraba cuando en el portal de casa mi
+padre me despedía con un beso al marchar a la escuela, después de comer.
+Nos separábamos; yo seguía por los arcos hacia mi triste destino y le
+veía a él atravesar la plaza hacia el casino fumando un cigarro puro.
+¿Cuándo sería yo grande para hacer lo mismo? Es posible, pues, que en
+mis ardorosos deseos de sacrificarme entrase, aunque fuese en pequeña
+dosis, el placer de apartarme de otros deberes, porque nuestras
+resoluciones en la vida casi nunca están determinadas por un solo
+motivo. No conviene, sin embargo, profundizar demasiado en el alma de
+los místicos.
+
+Salimos, pues, un día a cosa de las tres de la tarde después de comer en
+busca de la cueva santificante. Yo llevaba como equipaje, repartidos por
+los bolsillos, unas zapatillas, una cajita de caramelos que me había
+regalado mi madrina el día anterior y la peonza. No era, en verdad,
+bagaje adecuado para un penitente que huye los placeres de la carne,
+pero en este punto fiaba por completo en mi amigo Alfonso y no me
+equivocaba. Mi piadosísimo amigo llevaba por todo equipo y envueltas
+cuidadosamente en un papel, unas preciosas disciplinas fabricadas con
+sus propias, delicadas manos. Eran de cuerda y tenían por mango el de
+una comba y al cabo de cada ramal unos primorosos nuditos que debían de
+ser menos dulces que los caramelos de mi madrina.
+
+Antes de partir, y por iniciativa de Alfonso, habíamos orado unos
+momentos en la iglesia de San Francisco. Luego atravesando el campo Caín
+y bordeando el enemigo barrio de Sabugo, sin entrar en él salimos al
+camino de San Cristóbal. Antes de media hora llegaríamos al sitio
+denominado la _Garita_ sobre el mar. No muy lejos de él se hallaba la
+cueva que había visto o había creído ver mi amigo Alfonso. Caminábamos
+silenciosos. Alfonso iba gozosísimo, resplandeciente. Yo no tan
+resplandeciente.
+
+No habíamos andado un kilómetro cuando tumbados sobre el blando césped,
+a la vera del camino, acertamos a ver dos pillastres de Sabugo. El uno
+era Antón el zapatero, muchacho ferocísimo, conocido en la villa por sus
+hazañas y temido de todos los niños por sus crueldades. El otro un
+pilluelo apodado _Anguila_, feo y grotesco que divertía al vecindario en
+los días de regatas con sus sandeces cuando desnudo y embadurnado de
+lodo para no resbalar intentaba subir la cucaña. Era un payaso consumado
+del cual ya hablaré más adelante.
+
+Al divisarlos me dió un vuelco el corazón y creo que a mi amigo Alfonso,
+a pesar de su santidad, le pasó otro tanto.
+
+--Ahí están _esos_--proferí sordamente.
+
+--Ya los veo--me respondió Alfonso lacónicamente.
+
+--Pasemos de largo como si no los viésemos.
+
+Y en efecto, mirando al cielo, mirando a la tierra, mirando a todos
+lados menos al punto determinado en que se hallaba aquel par de alhajas
+intentamos cruzar apretando el paso. Eramos los pobres avestruces que
+meten la cabeza bajo el ala cuando divisan al cazador.
+
+--¡Eh! chicos... ¿Adónde vais?
+
+Nada; no oímos nada.
+
+--¡Eh! chicos... ¿Adónde vais?
+
+La misma sordera inveterada. Tratamos de seguir adelante; pero _Anguila_
+se levantó rápidamente y en dos saltos se plantó delante de nosotros.
+
+--¿Adónde vais «vos digo» granujas?
+
+Oírse llamar granujas, dos seres tan espirituales como nosotros por
+aquel miserable andrajoso era cosa para inspirar risa más que cólera.
+
+Ni una ni otra nos inspiró la pregunta. Lo que ambos experimentamos en
+aquel instante fué, hablando con toda franqueza, miedo, un miedo cerval.
+
+--Vamos a San Cristóbal--balbuceé yo con toda la humildad, con toda la
+sumisión de que puede ser capaz un ser humano.
+
+--¿Y a qué vais a San Cristóbal?
+
+--Vamos a dar un recado al señor cura--murmuré con más humildad y
+sumisión todavía.
+
+--Bueno, pues, atracad al muelle y echad el ancla que aquí están los
+carabineros para hacer el registro.
+
+Y echó a andar de nuevo hacia el prado donde aún permanecía tendido su
+digno compañero que nos dirigía una insistente mirada fría y cruel. Le
+seguimos como dos mansos corderos. ¿Y qué íbamos a hacer? Nosotros
+teníamos nueve años y aquellos malhechores lo menos doce; pero aparte de
+eso su indómita fiereza primitiva como seres que aun no han salido de la
+barbarie les daba una superioridad reconocida, tratándose de guerra,
+sobre dos chicos tan civilizados como nosotros.
+
+Efectivamente comenzó el registro que llevó a cabo _Anguila_ con toda
+escrupulosidad, empezando por mí. Antón el zapatero no se dignó siquiera
+moverse. Salieron a relucir mis caramelos, que fueron instantáneamente
+decomisados; pero Antón con un gesto imperioso dijo:
+
+--Trae aquí eso.
+
+Y _Anguila_ humildemente fué a depositarlos a sus pies. Se echaba de ver
+que Antón era el emperador y _Anguila_ su bufón. Salió mi peonza que en
+la misma forma fué depositada con los caramelos. Y salieron mis
+zapatillas. Estas fueron despreciadas, y envueltas en su papel,
+volvieron al bolsillo de mi chaqueta.
+
+Comenzó en seguida el de Alfonso. Traía un pedazo de pan, que _Anguila_
+se puso a morder acto continuo después de haberse cerciorado, con una
+rápida mirada que echó a Antón, de que aquello no le interesaba. Y salió
+el papelito de las disciplinas. _Anguila_ al desdoblarlo quedó
+estupefacto.
+
+--¿Qué es esto?... ¡El diablo me lleve si no son unas disciplinas!
+
+Antón se puso en pie de un salto y las tomó en la mano.
+
+--¡Pues sí que son unas disciplinas!
+
+Y aquel rostro espantable se contrajo con una risa que daba miedo.
+
+--¡Ay qué gracia!... ¡Unas disciplinas! ¡Ay qué risa!
+
+Y efectivamente se retorcía de risa y _Anguila_ lo mismo.
+
+--Estas son las disciplinas con que te azota tu madre, ¿verdad? Y tú se
+las has robado, ¿verdad? Pues eso no se hace. ¡Toma, para que no lo
+hagas otra vez!
+
+Y la emprendió a zurriagazos con mi pobre amigo que chillaba con su
+vocecita dulce.
+
+--¡No! ¡no las he robado!... Mi madre no me pega.
+
+Yo me creía salvado, pero así que concluyó con Alfonso la emprendió
+conmigo «por haberle ayudado», según decía.
+
+--Bueno. Ahora largo de aquí. Y si decís una palabra de todo esto en
+casa contad conmigo--profirió Antón tumbándose de nuevo en el césped con
+la pereza displicente de un déspota oriental.
+
+Ibamos ya a seguir tan saludable consejo, pero estaba de Dios que no
+habíamos de salir tan pronto de las garras de aquellos piratas.
+
+--Oye, Antón, ¿no te parece que enseñemos a estos chicos el
+ejercicio?--manifestó _Anguila_.
+
+--Haz lo que quieras--respondió el zapatero encogiéndose de hombros con
+su acostumbrada displicencia.
+
+_Anguila_ cortó dos largas varas de los árboles que bordaban el camino y
+nos las puso en la mano.
+
+--¡Firmes!... ¡Tercien... ar!... ¡Presenten... ar!... ¡Apunten... ar!...
+¡En su lugar... descanso!... ¡Media vuelta a la derecha... deré!
+
+Más de una hora duró nuestro martirio. Bofetadas, repelones, puntapiés,
+estirones de orejas, de todo hubo y en abundancia. El sargento más
+bárbaro no lo hubiera hecho mejor. Si llorábamos más de la cuenta nos
+hacía callar a mojicones. Por fin, cuando se hubo hartado de darlos nos
+dejó marchar.
+
+Libres ya, no continuamos hacia el desierto para regenerarnos por medio
+de la penitencia sino que caminamos apresuradamente la vuelta del
+poblado. Llevábamos los ojos enrojecidos por el llanto y las mejillas
+por las bofetadas; pero yo llevaba más roja aún el alma por la cólera y
+la rabia. Un ansia loca de venganza me subía a la garganta y parecía
+asfixiarme rompiendo por intervalos en terribles imprecaciones y gritos
+inarticulados. En cuanto llegase a la villa se lo diría a Emilio el
+Herrador. Nosotros, los chicos de la escuela en Avilés, teníamos,
+siguiendo la costumbre espartana, un mozalbete que nos servía de
+protector o que «saltaba por nosotros», como decíamos en la jerga
+infantil. Emilio el Herrador había saltado siempre por mí. Estaba seguro
+de que en cuanto supiera la infamia hecha conmigo entraría a saco en el
+barrio de Sabugo y no dejaría piedra sobre piedra. El pobre Alfonso
+lloraba y suspiraba en silencio.
+
+Cuando recuerdo este incidente de mi infancia no puedo menos de
+admirarme de mi extraña aberración. Porque al partirme de casa y buscar
+la soledad ¿qué es lo que me proponía? ¿Hacer penitencia y santificarme?
+¿Pues qué penitencia más adecuada y eficaz que la que me infligían
+aquellos chicos? ¿Qué mejor ocasión para mostrarme resignado y humilde y
+seguir las huellas de Jesucristo?
+
+De modo semejante durante el curso de mi vida Dios me ha ofrecido a
+manos llenas los medios de ser un santo; pero ¡ay! siempre he
+desperdiciado la ocasión.
+
+
+
+
+XIII
+
+LA VARA DE FALARIS
+
+
+Si mi amigo Leoncio perteneciese todavía al número de los vivos dudo
+mucho que nadie osara recordarle el incidente que voy a narrar. Nada más
+fácil que saliese de su empresa con las narices hinchadas como habían
+salido por otros motivos Manolín el chocolatero, Pepín el hijo del
+carnicero y su hermano Ciriaco.
+
+Porque mi amigo Leoncio, a pesar de su rostro mofletudo y plácido, era,
+cuando montaba en cólera, un ser furibundo y pernicioso y poseía unos
+puños que infundían respeto a toda la escuela de don Juan de la Cruz.
+
+¿Quién no recuerda en Avilés a este don Juan de la Cruz tan modesto, tan
+melifluo, tan pulcro? ¿Quién no recuerda a aquel hombrecillo pálido, de
+cabellos lacios, de ojos negros guarnecidos de largas pestañas que
+apenas se alzaban del suelo con expresión tímida y humilde? Enseñó las
+primeras letras a tres generaciones y murió a los ochenta años
+declinando un pronombre relativo. Sosegado, grave, silencioso,
+atravesaba el salón de la escuela sin que nos diéramos cuenta de su
+presencia hasta que lo teníamos encima. La expresión apacible de su
+rostro no se turbaba jamás: no recuerdo haberle visto enfurecido. Un
+esbozo de sonrisa se dibujaba casi constantemente en sus labios. No era
+más que un conato de sonrisa que comenzaba en el ángulo izquierdo de la
+boca y allí se detenía sin pasar jamás al derecho. Rara vez nos miraba a
+la cara; nos hablaba ceremoniosamente de usted y cuando nos reprendía
+lo hacía siempre en voz baja con los ojos puestos en el suelo como si se
+estuviera confesando de alguna falta. Nos tajaba las plumas, que eran de
+ave en aquella época, nos echaba tinta en los tinteros, nos corregía las
+planas con la mayor modestia y compostura y cuando llegaba el caso, que
+llegaba con harta frecuencia, con la misma modestia y compostura
+empuñaba su vara y nos sacudía de lo lindo. Era un hombre tan modesto
+que cuando nos zurraba la piel parecía que nos estaba haciendo
+reverencias.
+
+Las varas que empleaba para esta operación delicada eran generalmente de
+avellano y se las proporcionaban los mismos chicos de la escuela, hijos
+de labradores que residían en los alrededores de la villa. Eran muy
+adecuadas para levantarnos la piel y hacernos ver las estrellas.
+Recuerdo que en cierta ocasión en que me hallaba dulcemente entretenido
+en frotar un botón de bronce contra el pupitre hasta ponerlo bien
+caliente y luego aplicarlo a las manos de los compañeros que tenía
+cerca, sentí en la espalda y en la nuca la impresión de cien botones de
+fuego. Me volví y vi a don Juan que me sacudió cortésmente otros seis
+lapos y me dijo después con voz dulce como el soplo de la brisa entre
+las flores:
+
+--Hijo mío, aplíquese al estudio y déjese de fútiles entretenimientos.
+
+Pero estas varas tenían, como todas las cosas de este mundo, una ventaja
+y una desventaja. Para don Juan tenían el inconveniente de que se
+concluían pronto y necesitaba renovarlas, lo cual no siempre era fácil
+porque los chicos aldeanos con pretextos más o menos fundados se
+resistían algunas veces a proporcionarlas. En cambio para nosotros
+poseían la ventaja de que muy pronto se les quebraba las puntas y
+entonces ya no ceñían la carne y su golpe era menos doloroso. Así que
+los chicos más despejados procurábamos cuidadosamente no estrenarlas,
+porque entonces y sólo entonces poseían toda su virtud maléfica. Cuando
+las veíamos bien despuntadas, nuestra conducta empezaba a relajarse.
+
+Mi amigo Leoncio, que era un chico de gran talento y además complaciente
+y servicial como pocos, quiso obviar el inconveniente que ofrecían las
+varas de avellano para el maestro. Pensando constantemente en ello como
+Newton en la gravitación universal, acertó al cabo con la solución. La
+caída de una manzana sugirió al pensador inglés la idea de la fuerza de
+atracción. La vista de una ballena del corsé de su mamá iluminó
+repentinamente el cerebro del mofletudo Leoncio. Exploró un día y otro
+día el desván de su casa donde se amontonaban mil cachivaches. Al cabo
+tropezó con una ballena delgada y redonda y del tamaño aproximadamente
+de las varas que don Juan de la Cruz empleaba.
+
+Leoncio se sintió feliz desde aquel momento. No hay nada que dilate el
+alma tanto como un descubrimiento imprevisto. Desempolvó la famosa
+ballena, la envolvió esmeradamente en papeles de seda y sujetó estos
+papeles con una cuerdecita encarnada. Al día siguiente, sin duda para
+dar mayor solemnidad al acto, procuró retrasarse un poco para llegar a
+la escuela. Y cuando ya estábamos todos acomodados en nuestros bancos y
+el maestro allá en el fondo sentado detrás de su mesa, he aquí que
+aparece nuestro Leoncio con aquel extraño objeto en la mano, atraviesa
+erguido y sosegado el vasto salón y acercándose a la mesa del maestro
+deposita en ella gravemente su tesoro. Hecho lo cual, con la misma
+solemnidad se dirigió a su sitio y se sentó.
+
+Una ardiente curiosidad se apoderó de todos nosotros. ¿Qué sería
+aquello? ¿Un regalo? Hubo alguno que imaginó sería un caramelo
+monstruoso semejante a los que nosotros chupábamos con delectación en
+cuanto teníamos algún dinero para comprarlos. Don Juan comenzó también a
+examinarlo con curiosidad antes de desenvolverlo. Al fin se decidió a
+quitarle los papeles y poco después quedó al descubierto la preciosa
+ballena.
+
+Nuestra estupefacción fué enorme; pero nuestra indignación fué aún mucho
+mayor. Cincuenta pares de ojos se clavaron furibundos en el mofletudo
+Leoncio. Si estos ojos fueran dardos venenosos como los de las abejas,
+el mofletudo Leoncio hubiera perdido allí mismo la vida. Un sordo rumor,
+temeroso, corrió por toda la escuela. Si se analizase este rumor se
+vería inmediatamente que estaba compuesto de doscientos «¡miserable!»,
+trescientos «¡cochino!» y lo menos quinientos «¡indecente!».
+
+Leoncio se mantenía sosegado y satisfecho sin advertir el éxito
+extraordinario de su regalo. O si lo advertía, aparentaba mostrar que le
+tenía sin cuidado. Don Juan seguía examinando atentamente el famoso
+caramelo. Al cabo profirió con su voz meliflua:
+
+--Leoncio, hijo mío, tenga usted la bondad de venir un momento.
+
+Leoncio acudió solícito. Don Juan se levantó de la silla con calma, y
+sujetándole por el cuello le aplicó un cumplido vardascazo en el
+trasero. Leoncio dejó escapar un grito de dolor. A este grito
+respondimos nosotros con un rugido de alegría. Don Juan (¡Dios le
+bendiga!) secundó el golpe y con su acostumbrada modestia le estuvo
+solfeando un buen rato. Mientras duraba la operación parecía hablarse a
+sí mismo y le oímos murmurar:
+
+--En efecto; es flexible... Es sólida... Se ciñe admirablemente.
+
+¡Vaya si se ceñía! Que lo digan las nalgas del pobre Leoncio que seguía
+chillando como un condenado mientras nosotros respondíamos a sus
+lamentos con bárbaras carcajadas.
+
+Cuando a don Juan de la Cruz le pareció bien probada la flexibilidad y
+la solidez del nuevo instrumento, soltó al sujeto de la experiencia y le
+dijo con voz suave y mirando, como siempre, humildemente al suelo:
+
+--Hijo mío, en tiempos muy antiguos existía en la ciudad de Agrigento,
+en la Italia meridional, un tirano que se llamaba Falaris. Este tirano
+era tan cruel que se complacía en atormentar de mil maneras a todos
+aquellos que tenían la desgracia de no complacerle. Sucedió que uno de
+sus cortesanos, por captarse su benevolencia, le hizo regalo de un toro
+de bronce hueco donde se podía meter a la persona que se quisiera hacer
+morir atormentada. Debajo de este toro de bronce se encendía una hoguera
+y el desdichado que estaba dentro, al comenzar a asarse, dejaba escapar
+terribles gritos que al pasar por el cuello y la boca del toro semejaban
+los rugidos de esta fiera... Falaris quedó prendado de tan ingenioso
+artefacto y después de dar las gracias a quien se lo había regalado no
+se le ocurrió otra cosa mejor que ensayarlo metiendo dentro de él al
+propio inventor.
+
+Hizo una pausa don Juan, y dando una cariñosa palmadita a Leoncio en las
+llorosas mejillas,
+
+--Así, pues, muchas gracias, hijo mío, por este precioso regalo.
+Aplíquese el cuento y váyase a su sitio.
+
+
+
+
+XIV
+
+EL TRIUNFO DE LA FRATERNIDAD
+
+
+Recuerdo que por aquel tiempo existía en Avilés un zapatero
+librepensador llamado Mamerto. Este Mamerto vivía en lucha abierta con
+el Supremo Hacedor y con sus ministros responsables en la tierra, el
+señor cura de la villa y el de Sabugo, particularmente con este último
+por ser el del barrio que habitaba. No confesaba, no comulgaba, no iba a
+misa, no ponía siquiera los pies en la iglesia, y, lo que es mucho más
+grave, no bautizaba a sus hijos. Acometido de un furor ateísta no
+perdonaba ocasión de atacar el presupuesto del clero y aspiraba nada
+menos que a demoler las iglesias o a convertirlas en fábricas y obligar
+a los sacerdotes a ganarse el pan con el sudor de su frente.
+
+Leía en sus ocios y se sabía casi de memoria algunos libros infamantes
+titulados _El fraile_, _La Monja_, _El Cura de misa y olla_, y de ellos
+sacaba argumentos metafísicos para minar los cimientos de nuestra
+religión. Discutía, vociferaba en todas las tabernas, refería historias
+escandalosas de las beatas y los curas, y cuando tenía algunos vasos de
+sidra en el cuerpo entonaba canciones subversivas. Una de estas
+canciones le acarreó el mayor disgusto de su vida. Al cantar el himno de
+Garibaldi en vez de limitarse a victorear al enemigo del Papa se ensañó
+con éste gritando repetidas veces: «¡Que muera Pío IX, viva la
+libertad!» Se le denunció al señor cura de Sabugo, el cual a su vez lo
+denunció al Juzgado: se le formó proceso y fué condenado con otros tres
+amigos a dos años de presidio. Así las gastaba en aquella época el
+partido moderado que se hallaba en el poder.
+
+Fué agraciado con algún indulto y poco antes del año regresó Mamerto a
+sus lares con la aureola del martirio sobre la frente. La población se
+conmovió al verle llegar: todos los ojos se clavaban sobre él con mezcla
+de curiosidad y admiración. Los suyos adquirieron ese brillo fatídico
+peculiar de los héroes, una expresión de ferocidad desdeñosa que
+sobresaltaba a los pacíficos habitantes de nuestra villa.
+
+Mamerto se consideró desde entonces como un hombre peligrosísimo: acaso
+no mentiría diciendo que tenía miedo de sí mismo. De aquel pecho, de
+aquella cabeza podía salir algo funesto para la tradición. Si las
+instituciones hubieran tenido algún instinto de conservación (que no lo
+tenían), Mamerto no debiera de andar suelto. Esta era su opinión por lo
+menos. De esta imprudencia de la justicia se aprovechaba nuestro
+zapatero para perseguir al Cristianismo y a la Monarquía contando las
+copas de ginebra que bebía el capellán de las monjas de San Bernardo y
+ahuecando la voz para hablar de los escándalos del palacio real.
+
+No hay para qué decir que Mamerto era odiado de muerte por el sexo
+femenino en Avilés. Mi madre le profesaba tal horror que si por
+casualidad se le nombraba en la conversación veía alterarse los rasgos
+de su fisonomía, se quedaba tan pálida que mi padre inquieto pedía que
+la sirviesen una taza de caldo para confortarla. De este horror me hizo
+a mí partícipe. Cuando alguna vez mi mala suerte me hacía pasar a su
+lado me sentía sobrecogido de espanto como a la vista del demonio, me
+parecía verle ya envuelto por las llamas del infierno y arrojando por la
+boca toda clase de _bichos_ inmundos.
+
+En cambio el sexo fuerte le guardaba indebidas consideraciones.
+Pretextaba para ello que era un zapatero extraordinario, que el calzado
+elaborado por sus manos no tenía fin, que en toda España ningún otro
+maestro de obra _prima_ le ponía el pie delante. Se decía que sus botas
+habían llamado la atención de ciertos extranjeros que habían pasado por
+allí, que las habían llevado a Londres y que desde entonces no pocos
+ingleses enviaban sus medidas a Mamerto para que los calzase. Por
+supuesto, yo estoy seguro de que todo esto era pura mitología. En el
+fondo se le admiraba por su audacia; porque en todo hombre hay oculto
+casi siempre un insurrecto más o menos cobarde. Sólo las mujeres tienen
+el valor de sus convicciones y saben lo que quieren.
+
+La audacia de Mamerto llegaba como he dicho hasta el punto de no
+bautizar a sus hijos: y no sólo no los bautizaba sino que les daba
+nombres extravagantes. Tuvo una hija y la llamó _Libertad_. Tuvo un hijo
+y le nombró _Dantón_. Por cierto que este pobre Dantón no hacía honor a
+su homónimo; era patizambo, y enteco. Por donde le tocaba algo al gran
+tribuno francés era por los pelos, que los gastaba largos y
+aborrascados. Más tarde tuvo dos hijas y a una llamó _Igualdad_ y a otra
+_Fraternidad_. Esta última podría contar de dos a tres años cuando
+acaeció lo que voy a narrar.
+
+Jamás se había visto en Avilés una criatura más bella: nadie podía
+comprender en la villa cómo un ser tan angelical había salido de hombre
+tan endiablado. Su cabecita blonda y rizada, sus ojos azules de largas
+pestañas, su tez nacarada excitaban la admiración de cuantos acertaban a
+verla. Las mujeres no se recataban para decir que aquel bárbaro no era
+digno de poseer una joya de tal valor.
+
+No lo pensaba así Mamerto como puede comprenderse. Estaba tan orgulloso
+y pagado de su niña que la exhibía por todas partes rebosante de placer.
+La llevaba de la mano al paseo del Bombé, la llevaba en brazos a las
+romerías y hasta la metía en las tabernas para que sus amigachos la
+admirasen y rabiasen de envidia. _Fraternidad_ iba vestida siempre de
+blanco o de azul como la hija de cualquier hacendado. Para eso su padre
+trabajaba como un mulo, y se privaba, a veces, hasta de lo
+indispensable.
+
+Un día fuimos sorprendidos con la noticia de que la reina vendría a
+visitar nuestra villa. Después de permanecer un día en Oviedo y otro en
+Gijón, S. M. pasaría unas horas en Avilés. Un vértigo de orgullo y
+placer se apoderó de todas las cabezas lo mismo las infantiles que las
+adultas. No había manos bastantes en nuestra villa para alzar arcos de
+triunfo con bastidores de lienzo pintado, para plantar gallardetes, para
+fijar guirnaldas. Los pintores, subidos en los andamios, pintaban las
+fachadas de las casas, los barrenderos del municipio aventaban lejos el
+polvo, las mujeres lavaban los cristales y las puertas, los poetas
+componían versos alusivos al magno acontecimiento que se preparaba; uno
+de estos, tío mío, hizo una canción que puso en música el director de la
+banda del hospicio de Oviedo:
+
+ Giren tus remos
+ linda barquilla
+
+Así empezaba, si no recuerdo mal, y fué cantada por un coro de jóvenes
+avilesinas en el momento que Su Majestad puso el pie en la falúa de los
+carabineros para trasladarse a San Juan, punto extremo de nuestra ría y
+boca del puerto.
+
+Conservo un recuerdo vago pero delicioso de aquel día memorable. Una
+fila larga de carruajes, una mano blanca que agita un pañuelo desde uno
+de ellos, los cohetes estallando en el aire, las bayonetas brillando a
+los reflejos del sol, las charangas tocando alegres pasodobles, mi padre
+de frac y corbata blanca, los balcones engalanados con brillantes
+colgaduras, mi madre inclinada sobre uno de los nuestros y arrojando
+puñados de flores sobre el coche de la soberana...
+
+Después me veo en medio de la gran plaza de Avilés, llevado de la mano
+por uno de mis jóvenes tíos. Una muchedumbre inmensa llenaba aquella
+plaza y los ojos todos de la muchedumbre se dirigían a uno de los
+balcones de la casa de los marqueses de Ferrera, donde según decían se
+hallaba la reina. Yo no acertaba a ver en el balcón más que un grupo de
+señoras y caballeros. A mi lado se gritaba sin cesar «¡viva la reina!»
+Un viejo alguacil del Ayuntamiento, a quien llamábamos Marcones, agitaba
+su tricornio repitiendo con voz ronca «¡viva la reina!» Los campesinos
+lanzaban sus monteras al aire y las recogían, y otra vez las lanzaban
+repitiendo el mismo grito. Por fin desapareció del balcón el grupo que
+lo llenaba, quedó un momento vacío, y al cabo apareció una señora gruesa
+y blanquísima que presentó al pueblo un niño vestido con el traje típico
+de nuestros aldeanos, el calzón corto, la faja, el chaleco con botones
+de plata y la montera. «¡Viva la reina! ¡Viva la reina! ¡Viva el
+príncipe de Asturias!» El entusiasmo era frenético, imponente...
+
+Más tarde me veo en el muelle, siempre de la mano de mi tío. La reina ha
+ido a San Juan y se la espera. Habían construído un atracadero de madera
+y se le había engalanado y tapizado lujosamente. Desde el atracadero se
+tendió una alfombra y por allí debía de pasar la soberana para montar en
+el carruaje que ya la esperaba. Mi tío era amigo de un oficial y gracias
+a ello logramos colocarnos en primera fila. Enfrente de mí veo, con
+profundo disgusto, al zapatero Mamerto, que llevaba también a su niña de
+la mano. ¿Qué haría allí aquel ganso? Eso se preguntaba mi tío,
+mirándole con ojos airados. Mamerto sonreía sarcásticamente; a eso sin
+duda había venido. Desde que se anunciara la visita de la reina a
+Avilés, no se le había caído de los labios aquella su sonrisa
+sarcástica. Pero hacía algo peor, y era murmurar en todos los oídos que
+querían escucharle lo malo que se decía de nuestra reina, las suciedades
+que entonces corrían como válidas entre la plebe. Para apoyar sus
+_aserciones_ el zapatero revolucionario exhibía secretamente unas
+fotografías que representaban al padre Claret, patriarca de las Indias,
+bailando el _can can_ con Sor Patrocinio, una monja que tenía sorbido el
+seso a la reina, según contaban.
+
+--Si no se quita el sombrero ese tunante le hago prender--oí decir entre
+dientes a mi joven tío, que estaba muy pagado de su amistad con las
+autoridades.
+
+Ya estallan los cohetes, ya se divisa en medio de la ría la hermosa
+falúa de los carabineros seguida de buen golpe de embarcaciones todas
+engalanadas, ya suenan las músicas, ya se oyen las aclamaciones. La
+reina Isabel II pone el pie en el embarcadero; un señor de gran
+uniforme le ofrece el brazo; sube las escaleras y comienza a marchar
+lentamente entre las apretadas filas de la muchedumbre que a duras penas
+pueden los soldados contener en su puesto. Todos nos despojamos del
+sombrero. ¿Mamerto también? Sí, Mamerto también. Había tratado de
+dejárselo encasquetado, pero una mirada muy significativa de un sargento
+de la guardia le hizo volver sobre su _acuerdo_.
+
+La reina avanza sonriente, saludando a un lado y a otro con la mano y
+con la cabeza. De pronto se detiene y deja escapar un débil grito de
+admiración.
+
+--¡Oh qué encanto de niña!--se la oye exclamar contemplando a la hija de
+Mamerto.
+
+Se detiene un instante frente a ella y la dice:
+
+--¡Qué hermosa eres, hija mía! ¡Qué hermosa eres! ¡Dios te bendiga!...
+¿Me das un beso?
+
+Y alzándola del suelo con sus reales manos, la aplicó un sonoro beso en
+la mejilla.
+
+Entonces vimos a Mamerto demudarse; quedó pálido como un muerto, y
+agitando su sombrero frenéticamente gritó con voz estentórea:
+
+--¡Viva la reina!
+
+
+
+
+XV
+
+DON ANTONIO JOYANA
+
+
+Era un capellán que mis tíos Alvaro y Felisa tenían en su quinta de
+Illas cerca de Avilés, y fué el hombre más original que ha producido
+Asturias después de la invasión de los árabes.
+
+Me llevaron a confesar con él cuando yo tenía nueve años de edad. Graves
+amonestaciones me dirigió en aquella ocasión. Recuerdo que me aconsejó
+con mucho encarecimiento que cuando entrase a saco en la despensa de mi
+casa de ningún modo me comiese la mermelada con los dedos, sino que
+llevase para el caso una cucharilla escondida en el bolsillo.
+
+Don Antonio Joyana era un hombre según Dios y según la naturaleza, pero
+no según los hombres. Por eso los hombres se reían de él. Tenía
+caprichos como los niños y antojos como las mujeres. Cierto día entró
+con mi padre en una tienda de paños y habiéndole gustado uno
+extremadamente no se contentó con comprar algunas varas sino que se
+empeñó en llevarse la pieza entera. Después la entregó a una hermana
+vieja y sorda con quien vivía, y ésta se puso a cortarle y coserle
+pantalones. Salieron tres docenas de ella, según contaban en Avilés.
+
+En otra ocasión, cuando se celebraba con un banquete el santo de mi tía
+Felisa, presentaron en la mesa una botellita de licor muy linda y
+caprichosa. Verla don Antonio y quedar hipnotizado fué todo uno. Ya no
+pudo comer ni beber: ya no tuvo ojos más que para aquella botellita
+hechicera. Al fin, no pudiendo sufrir más tiempo su estado de congoja,
+se acercó a mi tía y le dijo al oído con voz temblorosa:
+
+--Señora, si después que se haya vaciado me regalase aquella botellita
+azul de licor se lo estimaría como un gran favor.
+
+Mi tía se lo prometió riendo y la calma renació en su espíritu.
+
+Tal era aquel hombre singular y tal quisiera que fuereis vosotros
+también. Porque era un sabio que servía a Dios y amaba a su prójimo.
+
+--¿Era un sabio?
+
+--Sí, era un sabio. Pasaba su vida o rezando o leyendo. Poseía gran
+copia de libros que tenía amontonados en sendos cajones de azúcar, los
+cuales no yacían en el suelo sino que pendían del techo colgados por
+fuertes cordeles y se balanceaban al más leve contacto dentro de su
+habitación. Acaso juzgara don Antonio que así columpiados sus libros
+estarían mejor dispuestos para comunicarle la ciencia que guardaban.
+
+Don Antonio Joyana trataba a los hombres solamente como hombres. Para él
+un zapatero era un hombre y un marqués otro hombre. Las diferencias
+sociales nada añadían a sus ojos a la imagen de Dios.
+
+Recuerdo que en una jira campestre, a la cual asistí, siendo ya un
+joven, y en la cual tuvimos el honor de llevar con nosotros a algunos
+empingorotados personajes y a unas damiselas más pagadas de su estirpe
+que las hijas de una familia reinante, don Antonio comenzó a tratar a
+estos personajes con tal confianza y tan graciosa familiaridad que nos
+hizo mucho reír. ¡Pero los próceres, y sobre todo las altas y poderosas
+señoritas no reían, no! ¡Qué cara de vinagre! ¡Qué gestos despectivos!
+
+«¡Bravo, don Antonio!»--exclamábamos todos en voz baja con íntimo
+regocijo.
+
+Y don Antonio sin ver nada, sin advertir los gestos desdeñosos y las
+miradas coléricas iba de uno a otro aristócrata, de una a otra damisela,
+poniendo a aquéllos la mano sobre el hombro, dirigiendo a éstas saladas
+cuchufletas, que dicho sea con verdad, resultaban un poco burdas.
+
+Fué una de las pocas veces en que vi a la verdad y a la naturaleza
+triunfar de la convención y la mentira.
+
+Los hombres de este temple, ni se asombran de nada ni tienen miedo a
+nadie.
+
+Una tarde entraron de improviso algunos ladrones enmascarados en la
+posesión de Illas. Después de sorprender a los criados que estaban en la
+planta baja de la casa y haberlos maniatado y amordazado subieron al
+piso superior y penetraron en la habitación de don Antonio. Este se
+hallaba leyendo como de costumbre.
+
+--¡Alto, no se mueva usted!
+
+Don Antonio levantó la cabeza y paseó una mirada con más curiosidad que
+miedo por aquellos foragidos. Entre ellos había uno de tan exigua
+estatura y corpulencia que parecía un chicuelo de catorce o quince años.
+Don Antonio se fijó en él, y alzándose de la silla entre risueño y
+encolerizado, le sacudió por el brazo, diciéndole:
+
+--¿A ti, mequetrefe, quién te ha metido en estas aventuras? ¡Anda a la
+escuela, majadero!
+
+Sacando luego una llave del bolsillo la tiró al suelo.
+
+--Ahí en ese armario tenéis todo el dinero que hay en casa. ¡Cuidado con
+romperme la botella de tinta que está junto al talego!
+
+Después se sentó otra vez y siguió leyendo.
+
+Pues bien, este hombre virtuoso y magnánimo, siento decirlo, pagó
+también su tributo a la flaqueza humana. Una pasión desgraciada
+apoderándose de sus sentidos y empañando los más claros principios de su
+intachable conducta logró en cierta ocasión empujarle al crimen.
+
+No fué una mujer hermosa la que inspiró aquella pasión loca que tan
+gravemente comprometió la salvación de su alma, sino unos animales
+inmundos.
+
+Mi tío Alvaro hacía criar algunos cerdos en la posesión de Illas para el
+abastecimiento de su casa. Don Antonio desde el primer año que allí
+estuvo se comprometió a vigilar su crianza. ¡Nunca hubiera tomado sobre
+sí este cargo! A la manera que un joven libertino, satisfaciendo los
+caprichos de su querida, colmándola de regalos y vaciando el bolsillo
+para adornarla con preciosas joyas, va poco a poco hundiéndose en el
+amor y perdiendo su albedrío, así nuestro capellán, procurando toda
+clase de regalos nutritivos y mimando a aquellos groseros animales, cual
+si fuesen hijos de sus entrañas, quedó preso en las redes de una pasión
+desgraciada.
+
+No le bastaban las más finas verduras y legumbres de la huerta, no le
+bastaban los relieves de su mesa y de la de los criados, no era bastante
+el maíz y la harina que sustraía del pienso de las vacas y caballos.
+Llegó a entrar en el granero donde se guardaba el trigo con que pagaban
+su renta los colonos de mis tíos y tomar de allí serias cantidades para
+satisfacer la voracidad de sus adorados cerdos.
+
+Cuando se acercaba el día de la matanza nuestro capellán perdía el
+apetito y el sueño. Se le veía silencioso y taciturno. Pasaba largos
+ratos contemplando con ojos enternecidos a aquellas inocentes criaturas
+que presto iban a sucumbir de muerte violenta. Y el día mismo llegado,
+don Antonio desaparecía de casa y no volvía a ella hasta la noche.
+
+Al año siguiente igual. Don Antonio se prometía no apasionarse por
+aquellos pequeños y tiernos animalitos que le entregaban; pero viéndoles
+comer, viéndoles engordar no podía resistir al atractivo de sus encantos
+y se entregaba. Su ardiente caridad iba más allá que la de San
+Francisco. Porque si éste decía: «--Hermano borrico», don Antonio decía:
+«--Hermano cochino». Acaso querría indemnizarse de las muchas veces que
+había tenido que exclamar para sus adentros: «¡Cochino hermano!»
+
+Pero voy a narrar con mucho disgusto de qué modo el demonio tentó y
+sedujo a aquel santo varón y le arrastró a cometer una acción
+vergonzosa.
+
+Cuando vino mi tío Alvaro durante el verano a pasar algunos días en
+Illas los criados le enteraron de los abusos que don Antonio cometía
+contra el granero en favor de los cerdos. Esto le disgustó como puede
+suponerse. Llamó al capellán y le hizo amigable y dulcemente algunas
+observaciones. Don Antonio bajó la cabeza y prometió atenderlas.
+
+Pero allá en el infierno Satanás se frotó las manos y exclamó riendo:
+«¡Ya veremos!»
+
+Una noche entre las doce y la una se hallaba mi tío entregado al sueño
+cuando un criado llamó quedo a la puerta de su alcoba. Despertó
+sobresaltado y le invitó a que entrase.
+
+--¡Señor, hay ladrones en casa!--le dijo al oído.
+
+Esta noticia no era a propósito para tranquilizarle.
+
+--¿Dónde están?
+
+--Acaban de entrar por la puerta de atrás en la cocina de abajo--le
+respondió con voz de falsete tenue como un soplo de la brisa de Mayo.
+
+Mi tío comprendió que ya era imposible oponerse al asalto de su casa. Se
+sentó en la cama dispuesto a esperarlos y dijo:
+
+--Ve a ver lo que hacen.
+
+Al poco rato apareció de nuevo.
+
+--¡Señor, están ya en el comedor!
+
+A mi tío, aunque hombre valeroso, le latía con violencia el corazón.
+
+--¡Señor, han llegado a la escalera y empiezan a subirla!
+
+Desapareció el criado y tardó un rato en presentarse de nuevo. Cuando lo
+hizo al cabo, venía apretándose las ijadas de risa.
+
+--¡Señor, si es don Antonio que viene con un saco!
+
+--¿Don Antonio? ¿Un saco?
+
+--Sí, señor; sin duda va al granero a robar trigo para los cerdos.
+
+Mi tío respiró con satisfacción, estuvo unos instantes suspenso y le
+dijo:
+
+--Bueno, vete a la cama y no digas una palabra de esto a nadie. Ya lo
+arreglaremos mañana.
+
+En efecto, al día siguiente pidió con un pretexto plausible la llave del
+granero al capellán y nunca más volvió a entregársela.
+
+Yo no tuve conocimiento en aquella época de este grave pecado de don
+Antonio. Si lo hubiera tenido es casi seguro que se lo hubiera
+perdonado. ¿No me había perdonado él que entrase furtivamente en la
+despensa y me comiese las mermeladas de mi madre?
+
+Declaro que me sentía atraído hacia aquel hombre, y mi primo José María
+igualmente. A los dos nos era extremadamente simpático, quizá porque
+adivinásemos en él un niño como nosotros, más grande y más sabio.
+
+José María de las Alas era mi primo y mi tío a la vez, porque su madre
+era prima hermana de la mía y su padre hermano de mi abuela. Teníamos la
+misma edad y nos queríamos entrañablemente como si fuéramos hermanos.
+Pasábamos la vida juntos, él en mi casa o yo en la suya; y las horas de
+escuela también juntos porque asistíamos ambos a la de don Juan de la
+Cruz.
+
+Pues un día, en las vacaciones de Agosto, nos vino a la mente la idea de
+hacer una visita a don Antonio Joyana en Illas. Quedamos en reunirnos a
+las ocho de la mañana en los soportales de Galiana, y en efecto desde
+allí emprendimos la marcha por la carretera en uno de los días más
+espléndidos de aquel verano.
+
+¡Qué radiante sol! ¡Qué fresca brisa! ¡Qué gorjeos de pájaros! ¡Qué
+mugidos de terneros! ¡Cuán felices caminaban aquellos dos niños por la
+estrecha carretera guarnecida de zarzamora!
+
+La posesión de Illas dista de Avilés algunos kilómetros, no sé cuántos;
+nosotros los recorrimos en poco más de una hora. Nos recibió a la puerta
+de casa Pepa, la vieja hermana de don Antonio, y nos dijo que éste se
+hallaba en su cuarto y nos invitó a subir.
+
+Llamamos a la puerta del gabinete con los nudillos de los dedos.
+
+--¿Quién va?
+
+--Somos nosotros.
+
+--¿Quiénes sois vosotros?
+
+--José María y Armando.
+
+--Estoy rezando.
+
+Puesto que don Antonio estaba rezando, nosotros debíamos sentarnos en la
+escalera y aguardar a que terminase. Así lo hicimos y esperamos un buen
+rato. Al cabo apareció con su gorro negro y sus gafas azules y nos
+abrazó dando muestras de gran regocijo. Pasamos a su cuarto donde todos
+los elementos estaban mezclados y confundidos como en el caos, y
+procedió a descolgar de la pared dos sillas que pendían de sendos clavos
+y nos hizo sentar en ellas. Después, dando paseos por delante de
+nosotros con las manos a la espalda, se informó prolijamente de la tarta
+de borraja y del queso de almendra que habíamos comido en casa de la tía
+Bruna el día de su cumpleaños, del moquillo que estaba padeciendo
+_Milord_, el perro del tío Víctor, de las ciruelas que la tía Felisa
+había cosechado en la posesión de los Carbayedos y de otros extremos no
+menos interesantes que nos llegaban directamente al alma. Cuando hubimos
+terminado de desahogar nuestra conciencia, don Antonio nos preguntó muy
+cortésmente si teníamos hambre. Antes que le hubiéramos respondido llamó
+a grandes voces por el hueco de la escalera a su hermana y le ordenó que
+nos sirviesen lo más pronto posible algo de almorzar. Después se acercó
+a la ventana, la abrió de par en par y se asomó a ella. Una sonrisa de
+felicidad incomprensible dilató su rostro.
+
+--¡Mirad, hijos míos, mirad!
+
+Nos asomamos como él y vimos allá en el fondo del patio tres o cuatro
+cerdos tan gordos que no se podía entender cómo escapaban a la
+apoplejía.
+
+--¿Qué os parece?--nos preguntó triunfante.
+
+--¿Por qué no los matan ya?--pregunté yo con la mayor inocencia.
+
+Don Antonio me dirigió, al través de sus gafas, una mirada pulverizante.
+Pero meditó sin duda que yo era un pequeño pagano con una cultura
+superficial y no se dignó responder.
+
+--Ahí donde los veis, cada quince días aumentan media arroba de peso...
+Pero yo creo que _Proudhon_ aumenta más.
+
+--¿Cuál es _Proudhon_?--preguntó mi primo.
+
+--El de la derecha, el de las orejas rajadas... Todas las noches antes
+de acostarme abro la ventana y les doy las buenas noches. Ellos levantan
+la cabeza cuanto pueden y me responden gruñendo.
+
+Quedamos admirados de tanta inteligencia, lo cual hizo concebir a don
+Antonio una idea ventajosa de la nuestra.
+
+Nos llevó inmediatamente a la huerta y nos obligó a admirar las coles,
+los guisantes y las cebollas que allí tenía. Antes que hubiésemos
+terminado de admirarlas llegó Pepa para hacernos saber que nuestro
+refrigerio estaba preparado.
+
+Era una inmensa tortilla de jamón. Mi primo y yo nos arrojamos
+vorazmente sobre ella y en poco tiempo logramos dejarla bien chica. Pero
+el jamón estaba rabiosamente salado y pedimos agua con ansia.
+
+--No la hay--nos respondió don Antonio en tono perentorio.
+
+Quedamos aterrados.
+
+--¿No hay agua?... ¡Pues nosotros tenemos mucha sed!
+
+--¡Pepa!--gritó el capellán--saca dos botellas de la bodega y tráelas.
+
+Vinieron dos botellas de vino blanco y pudimos saciarnos. Mas sucedió lo
+que ya puede concebirse. Un cuarto de hora después comenzamos a dar
+señales de trastorno mental. Tiramos algunos platos al suelo, nos
+desabrochamos la camisa, cantamos a gritos y llamamos vieja y fea a la
+hermana del capellán.
+
+Este se puso serio y se dió cuenta, aunque tarde, de la gran imprudencia
+que había cometido. Inquieto en grado sumo no se le ocurrió al pobre
+hombre otra cosa que invitarnos a marchar a nuestras casas. Con gran
+premura nos hizo salir a la huerta y a paso largo nos condujo hasta la
+puerta enrejada de salida.
+
+No habíamos dado cien pasos por la carretera cuando mi primo se detuvo
+repentinamente y echando miradas feroces a derecha e izquierda me
+anunció de un modo categórico que él, José María, era el chico más
+valiente de Avilés.
+
+Esta declaración no pudo menos de dejarme estupefacto. Porque mi primo
+era un niño inteligentísimo, pero enfermizo y desmedrado a tal punto que
+en la escuela se burlaban de él y no pocas veces tuve que salir a su
+defensa.
+
+Ignoro por qué, mas en aquel instante me inspiró tanta lástima que en
+vez de contradecirle le abracé y le besé con efusión manifestándole al
+mismo tiempo con la mayor vehemencia que nadie le pondría la mano encima
+en mi presencia y que estaba dispuesto a dar por él toda mi sangre. Pero
+él rechazó mis caricias con increíble ferocidad, diciendo que no
+necesitaba para nada de toda ni de parte de mi sangre porque se bastaba
+y se sobraba para hinchar las narices a todos los chicos de Avilés,
+tanto de la villa como de Sabugo.
+
+Yo insistí en ofrecérsela con igual vehemencia y él en rechazarla con la
+misma ferocidad. Tan tercos nos pusimos ambos que faltó poco para que
+viniésemos a las manos, quiero decir para que me pegase, porque yo me
+hallaba en un estado de enternecimiento tal que me hubiera dejado matar
+antes que hacerle daño alguno. Las lágrimas corrían abundantes por mis
+mejillas y a cada instante me detenía para abrazarle y besarle, cosa que
+a él le indignaba muchísimo.
+
+Alguna vez me descuidaba también en ofrecerle mi sangre de nuevo y
+entonces su furor no tenía límites.
+
+Para demostrarme sus fuerzas excepcionales y su coraje se daba golpes en
+el pecho con los puños como un atleta y amenazaba con ellos a los
+aldeanos que íbamos tropezando por el camino y los desafiaba a singular
+combate. Yo observaba, con asombro, que en vez de irritarles con estos
+retos se ponían todos extremadamente alegres, reían a carcajadas y nos
+seguían con la vista largo trecho después que habíamos pasado.
+
+En esta disposición llegamos a casa. Tanto mi madre como mi tía Justina
+pusieron el grito en el cielo al vernos; se apresuraron a llevarnos a la
+cama y mientras nos desnudaban estalló su indignación en muy pesadas
+palabras contra «el loco de don Antonio Joyana».
+
+
+
+
+XVI
+
+MI PADRE
+
+
+Personas hay tan admirablemente dotadas para la domesticación que ningún
+animal, por salvaje y obtuso que sea, les resiste. He visto lobos y
+conejos y cuervos y hasta pulgas y cerdos maravillosamente amaestrados,
+y se cuenta de un prisionero en la Bastilla que llegó a domesticar una
+araña. Una señora amiga mía logró que los gorriones parados en el alero
+de su tejado entrasen en su dormitorio y allí durmiesen. Por la mañana
+al despertarse venían a su cama y comían alegremente las migas de
+bizcocho que les repartía, hecho lo cual se despedían hasta la noche.
+
+A nadie, sin embargo, he visto en mi vida con mayores aptitudes para
+reducir y educar animales que a mi padre. Pero los que escogía para sus
+notables experiencias eran siempre animales bípedos más o menos
+racionales. Un juez de instrucción, un promotor fiscal, un coronel, un
+registrador de la propiedad o cualquier otro funcionario que llegaba a
+nuestra villa y que se hacía inmediatamente temer por su genio adusto o
+por un temperamento bilioso e irascible. Mi padre se sentía atraído
+hacia esta clase de sujetos y no sosegaba hasta colocarse en situación
+de ejercitar sobre ellos aquellas naturales disposiciones con que el
+cielo le había dotado.
+
+No se pasaba mucho tiempo sin que la villa viese con estupefacción al
+montaraz funcionario paseando emparejado con mi padre y completamente
+desarrugado, feliz y sonriente. En Avilés habitaba un tío abuelo mío
+con rostro y talle de inquisidor; alto, enjuto, aguileño, mirada dura y
+penetrante. Era persona inteligente y de muchas letras, pero de un
+orgullo tal y de humor tan desapacible que vivía materialmente aislado
+desde hacía largos años. Cuando mi padre vino a establecerse con su
+esposa en aquella villa la existencia de este viejo severo cambió por
+entero. Que hiciese bueno o malo todos los días llegaba a nuestra casa
+buscando a mi padre, salía con él de paseo, se mostraba locuaz y por
+primera vez después de veinte años reía a carcajadas.
+
+Pensando en este raro privilegio del autor de mis días llegué a concebir
+claramente que no debía atribuirse a la amenidad de su conversación, que
+era grande por hallarse dotado de una imaginación pintoresca, memoria
+felicísima, espíritu observador y afluencia de palabra. Todas estas
+dotes las poseen muchos hombres sin que logren hacerse amar. Se les
+escucha con placer, pero no se les busca con empeño ni menos se les hace
+compañeros íntimos y confidentes. El secreto de mi padre era otro y
+consistía en la ausencia de vanidad. Era una ausencia completa,
+absoluta, inverosímil; era una fuerza opuesta y contraria que en vez de
+empujarle a producir y realzar su persona como acaece a casi la
+totalidad de los hombres le arrastraba a disminuirla y borrarla.
+
+La verdad me obliga a confesar que esta rarísima cualidad no tenía un
+fundamento religioso; no era lo que se llama humildad cristiana.
+Procedía más bien de un rasgo original del carácter por lo cual alguna
+vez tocaba en el capricho o la extravagancia. A este rasgo se unía un
+pesimismo más original aún. Mi padre era un pesimista teórico y un
+optimista práctico, de cuyo contraste resultaban efectos verdaderamente
+cómicos. Pensaba como Schopenhauer que el dolor es lo único positivo en
+la vida y que este mundo es triste por esencia, pero él vivía siempre
+contento y ponía contentos a cuantos se le acercaban; creía con el
+Eclesiastés que todo es vanidad y él se las arreglaba para no tener
+ninguna. ¡Había que oírle lamentarse de la existencia, exhalar
+singulares profecías y vaticinar cataclismos! Cinco minutos más tarde
+nos contaba una anécdota chistosa y después de habernos apretado el
+corazón y llenarnos de angustia nos hacía estallar en carcajadas.
+
+Así que llegó a los cuarenta años y a pesar de gozar una salud
+robustísima se reconoció como un anciano decrépito: cuando se hablaba de
+años bajaba la cabeza tristemente, suspiraba y decía con voz
+desfallecida que se hallaba ya «con un pie en el sepulcro». Si admiraban
+su memoria se ponía a contar en seguida cualquier incidente en que
+aparecía como un hombre desmemoriado; si hacían notar su aspecto robusto
+y sano, se llevaba con desesperación la mano a los riñones y decía que
+su organismo «estaba minado»; si ensalzaban las cualidades de cualquiera
+de sus fincas se ponía a hablar de las de los vecinos colocándolas muy
+por encima de las suyas. Para verle enfurecido no había más que
+suponerle con alguna influencia en la región, aunque era el primer
+contribuyente. Un día le hallé particularmente risueño y satisfecho
+porque un millonario de Bilbao a quien le presentaron en el café le
+había hablado con tono protector y compasivo:--«No puedes figurarte--me
+decía riendo a carcajadas--cuánto me despreció aquel buen señor.»
+
+Y con nosotros sus hijos también practicaba largamente este su anhelo
+desmedido de abatimiento. ¡Caso extraño, porque los padres aunque sean
+modestos por su cuenta no lo son casi nunca por la de sus hijos! Yo era
+el menos inteligente y aprovechado de la escuela y me daba en rostro no
+con uno ni dos sino con un tropel de chicos que a su parecer eran
+lumbreras esplendentes a mi lado. Ni se imagine que esto era un rasgo de
+habilidad o un artificio pedagógico. Se hallaba perfectamente convencido
+de ello y la prueba es que cuando llegaron ciertos exámenes
+extraordinarios en la escuela juzgándome yo absolutamente inepto no me
+atreví a presentarme y mi padre quedó de esta vergonzosa retirada muy
+satisfecho.
+
+Pues bien; repito que a esta modestia encarnizada no a su donaire, debía
+mi padre sus éxitos en el mundo. Los hombres aman la modestia en los
+demás y la prefieren con mucho al talento, a la riqueza y a la
+hermosura. Debieran amarle también por su exquisita sensibilidad, pero
+no lo hacían: la sensibilidad no es valor que se cotice en el mercado
+social. Dios me perdone, pero imagino que esta sensibilidad era el único
+punto flaco que el mundo hallaba en mi padre. Yo he visto a sus amigos
+sacudir la cabeza y sonreír burlonamente cuando advertían en él señales
+de emoción. Y mi padre por más esfuerzos que hacía no lograba ocultarla.
+Si escuchaba una orquesta, si se sentaba frente al mar a la hora del
+crepúsculo, si le narraban un incidente desgraciado o se ponía a
+tararear una canción de su niñez, le saltaban fácilmente las lágrimas; y
+cuando en la calle veía maltratar a un niño o a un animal se ponía rojo
+y con riesgo de ser agredido no vacilaba en increpar duramente al autor
+de la crueldad. Recuerdo que un carpintero fué denunciado por los
+vecinos a causa de los malos tratos que daba a un hijo suyo, niño de
+ocho o nueve años de edad. Mi padre era entonces juez de paz, y al
+escuchar de labios de un testigo cómo aquel bruto desnudaba a su hijo,
+le amarraba y le azotaba sin piedad, saltó de su sillón y sacudiendo al
+feroz carpintero por las solapas le gritó:--«¡Bárbaro, bárbaro, bárbaro!
+¡Es usted un miserable!»
+
+Por lo demás estos eran los únicos casos en que podía aparecer como un
+hombre violento. Su calma y su dulzura eran proverbiales y su
+condescendencia tan excesiva, que provocaba, como acaece casi siempre en
+este desgraciado mundo, el abuso. Los criados, los arrendatarios, los
+hijos, todos abusábamos de su bondad. Era uno de esos hombres a los
+cuales se puede hacer daño impunemente, porque hay la seguridad de que
+no lo volverá. Y sin embargo, no le faltaban medios para ello: no daba
+su bondad como los pomares dan las manzanas sin saberlo y sin quererlo,
+según decía Diderot. Su inteligencia, su conocimiento del mundo y su
+gran perspicacia le suministrarían recursos para hacerse temer si así lo
+quisiera.
+
+Hay que confesar, no obstante, que nadie le hizo jamás grave daño y sólo
+tuvo que sufrir las pequeñas molestias y los pequeños abusos que el
+pequeño egoísmo engendra. Era generalmente amado y murió sin haber
+tenido en toda su vida ni un enemigo, ni un envidioso. Esto último me
+parece increíble; no lo era en su caso porque ya hemos visto de qué modo
+original desarmaba a la envidia. Cuando estalló la guerra carlista,
+nuestro valle de Laviana fué el cuartel general de los partidarios del
+Pretendiente en Asturias. Por allí merodeaban a la continua pequeñas
+partidas que no eran modelo de disciplina. Nuestra casa fué respetada
+siempre a pesar de las ideas liberales de mi padre. Es más, tal
+confianza inspiraba su lealtad, que un cabecilla perseguido vino a
+refugiarse en ella. Le tuvimos por huésped algunos días y le hubiéramos
+tenido indefinidamente si él mismo, por temor a comprometernos, no se
+hubiera ido. Al día siguiente de su partida paseábamos mi padre y yo con
+mi hermanito pequeño por las cercanías de la Pola, cuando acertamos a
+ver una compañía de soldados que marchaba hacia nosotros. Al acercarse
+pudimos contemplar con tristeza a nuestro huésped en el medio y
+amarrado, quien tuvo la delicadeza de no saludarnos ni aun de mirarnos.
+Pero mi hermanito exclamó en voz alta: «¡Papá, este es el señor que
+comía con nosotros y se marchó ayer!» Mi padre se puso pálido y yo me
+sentí sobrecogido. El capitán, al oír estas palabras, volvió la cabeza
+vivamente, miró al niño, miró a mi padre y, sonriendo maliciosamente,
+nos hizo un saludo con su espada.
+
+
+
+
+XVII
+
+MISTERIOS DOLOROSOS
+
+
+Un lunes por la tarde iba yo a su casa; otro lunes por la tarde venía él
+a la mía; era día de mercado y no teníamos escuela sino por la mañana.
+Lo pasábamos deliciosamente, como nadie podrá dudar sabiendo que lo
+mismo la casa de mi amigo Juanito que la mía poseían un espacioso jardín
+donde jugábamos a la peonza, al volante y al salto, donde trepábamos a
+los árboles y alcanzábamos ciruelas y peras en su más tierna infancia,
+donde ensayábamos nuestras aptitudes para la ingeniería y arquitectura
+alzando edificios con tejas rotas, barro y arena, trazando canales,
+abriendo pantanos, donde nos ejercitábamos en el arte de conducir
+vehículos haciendo alternativamente él y yo de caballo y cochero, donde
+encendíamos hogueras y asábamos patatas, donde por fin, cuando llegaba
+el caso, nos dábamos de mojicones y nos tirábamos de los cabellos.
+
+Su jardín era más dilatado que el mío; por tanto los fogosos caballitos
+podían correr y caracolear a su sabor; pero el mío tenía allá en el
+fondo un hórreo y esto constituía una ventaja inapreciable. Porque
+debajo de este hórreo nos guarecíamos cuando hacía mal tiempo y nos
+divertíamos sin necesidad de meternos en casa y sufrir la presencia
+enfadosa de la familia. Además nos servía de escondrijo para ocultar
+todos aquellos objetos que merecían ocultarse, particularmente la fruta
+verde, de la cual acumulábamos tal cantidad, que alguna vez se pudría
+sin comerla. Esta fruta verde era el negocio más interesante y reservado
+de nuestra existencia. Mi madre nos tenía prohibido, bajo penas
+severísimas, tocar a la fruta, y nos vigilaba bastante desde casa y nos
+hacía vigilar. Prodigios de ingenio y habilidad se necesitaban para
+burlar esta vigilancia. Los desplegábamos, y pocas veces éramos cogidos
+in fraganti.
+
+Lo fuí, sin embargo, en cierta ocasión, pero no por mi madre. Pluguiese
+al cielo que ella hubiera sido, aunque me costase algunos coscorrones.
+Lindante con nuestra huerta o jardín había otro mucho mejor cuidado y
+provisto. Pertenecía a unos señores que vivían en la casa contigua, dos
+hermanos y dos hermanas ya viejos y solteros, personas graves,
+correctísimas, pacíficas y silenciosas. No nos tratábamos; pero ellos y
+mis padres, en la calle, o desde el balcón, se saludaban muy
+ceremoniosamente.
+
+Aquel su jardín rebosaba de fruta dulce y sazonada, que tanto a mi amigo
+Juanito como a mí nos llevaba los ojos y nos tentaba. Había
+particularmente un árbol tan cargado de enormes peras que era una
+verdadera bendición.
+
+Las contemplábamos cierto día con avidez, cuando el diablo nos sugirió
+la idea de apoderarnos de algunas de ellas. La pared de nuestro jardín
+no era muy alta y tenía un pretil que llegaba hasta la mitad; de modo
+que fácilmente lo dominábamos. Pero el de nuestros vecinos estaba mucho
+más bajo, por lo cual había que descolgarse para llegar a él, lo cual no
+era fácil. Mas como nuestro ingenio venía ya ejercitado de largo tiempo
+por otras empresas, se nos ocurrió el arbitrio feliz de servirnos de una
+de las astas de banderolas que allí teníamos pertenecientes a las obras
+de canalización de la ría, cuyo director era mi tío como ya he dicho.
+
+Después de cerciorarnos bien de que nadie había en los balcones de la
+casa contigua, ni desde la nuestra nos espiaban, apoyamos una punta del
+asta en nuestra pared y la otra en el jardín vecino, monté sobre ella y
+me deslicé facilísimamente, atravesé el jardín en toda su anchura, pues
+el peral se hallaba en el extremo opuesto, arranqué dos peras, las
+oculté en los bolsillos y vuelvo rápidamente. Mas al atravesar de nuevo
+el jardín dirijo una mirada a la casa y observo con espanto que en el
+amplio balcón de madera de nuestros vecinos se hallaban los cuatro
+hermanos contemplándome con ojos serios, más sorprendidos que irritados.
+Me acerco a la pared y ¡oh rabia! advierto que no puedo escalarla. Como
+sucede casi siempre en los negocios de la vida había visto la entrada
+pero no la salida.
+
+Esta era punto menos que imposible. Aunque procuro trepar por el asta
+que me había servido para deslizarme, pronto eché de ver que nunca lo
+lograría. Subir por la pared no había que pensarlo. Entonces en el colmo
+de la angustia llamé a Juanito que se había ocultado cuando vió a
+nuestros vecinos en el balcón. Vino en mi ayuda, me tendió una mano, y
+agarrándome a ella, pude, con muchísimo trabajo, montar sobre la pared.
+
+Todas estas operaciones exigieron bastante tiempo y yo, sin volver la
+cabeza, veía posados sobre mí los ojos de aquellos respetables señores.
+Nadie puede figurarse la confusión y vergüenza que de mí se habían
+apoderado. Si hubiesen gritado, si me hubieran increpado creo que sería
+cien veces menor; pero aquella grave tranquilidad, aquel silencio me
+abrumaban y por largo tiempo después, cuando recordaba esta escena,
+sentía que me subían los colores al rostro.
+
+Además del hórreo poseía nuestro jardín la ventaja de una fuente con
+copioso chorro de agua que corría incesantemente. Esta agua no se
+enturbiaba jamás y cuando a la de las fuentes públicas le ocurría tal
+alteración los vecinos de la calle o sus criados acudían a pedirnos
+permiso para llenar sus vasijas. Era un constante llamar a nuestra
+puerta todo el día bastante enfadoso, pero no vi a mi madre, a pesar de
+su genio vivo, quejarse nunca ni mostrar impaciencia.
+
+Sin embargo, yo me divertía infinitamente más en casa de mi amigo
+Juanito, no sólo por la novedad de salir de la mía, sino porque tenía
+una hermana de diez y seis años, alegre y juguetona, que nos ayudaba en
+nuestros recreos y excitaba y protegía nuestras travesuras. Era
+deliciosa aquella Paquita con su naricita remangada, sus ojos
+chispeantes y la extrema movilidad de su cuerpo. Inagotable en sus
+recursos, felicísima en sus invenciones, dispuesta a toda clase de
+farsas, infatigable para seguirlas, nos manejaba a su antojo y nos
+embriagaba con su alegría. Un día nos disfrazaba con sus propias ropas,
+nos hacía llamar a la puerta y nos introducía en el salón anunciando a
+su madre la visita de dos señoras; otro me disfrazaba de doméstica, me
+ponía un pañuelo a la cabeza y un delantalito blanco y me enviaba a la
+tienda próxima a comprar agujas; o bien disponía el bautizo de una
+muñeca, vestía a uno de nosotros de sacerdote, a otro de monaguillo,
+hacía partícipes a las criadas de la solemne ceremonia y la seguía hasta
+el final con toda gravedad y diligencia; o bien ella misma se disfrazaba
+de hombre, se ponía bigote, tomaba un bastón y entraba fumando un
+cigarro como médico en el cuarto de una criada que se hallaba enferma.
+Nos hacía representar escenas de comedias, nos hacía cantar, nos
+obligaba a pedir limosna con voz plañidera desde la puerta, jugaba al
+escondite con nosotros, nos echaba polvos de arroz en la cara y nos
+enseñaba el lenguaje de las manos, en el cual era peritísima. En fin,
+que si hubiera seguido toda la vida a su lado, ella siempre con sus diez
+y seis años y yo con mis diez imagino que nunca hubiera maldecido de la
+existencia ni habría experimentado la necesidad de estudiar metafísica.
+
+El reverso de esta encantadora joven era su mamá doña Leocadia, tan
+tristona, tan adusta y lacrimosa. Había sido una hermosa mujer, según
+afirmaba mi madre, y aún se advertían en su rostro las señales, pero se
+hallaba bien ajada, más aún por las tristezas que por los años, pues no
+pasaría mucho de los cuarenta. Doña Leocadia se había acostumbrado de
+tal modo a llorar y moquear y suspirar y hablar en tono quejumbroso, que
+si le tocase la lotería estoy seguro de que nos hubiera dado la noticia
+con acento desgarrador. Yo no podía mirar su rostro, donde las lágrimas
+parecían haber trazado surcos indelebles, sin acordarme de la Dolorosa
+que se venera en la iglesia de San Nicolás. Y me sorprendía mucho no
+ver sobre su pecho las siete espadas que traspasan el corazón de esta
+imagen. Es posible que las llevase ocultas debajo de la ropa.
+
+¿Quién clavaba, no siete, sino setecientas espadas en el pecho de
+aquella dolorida señora? Todos, todos la martirizaban en su casa, pero
+muy particularmente ¡quién lo diría! su digno esposo don Julio. Yo no lo
+hubiera concebido en aquella época, porque don Julio era el hombre más
+simpático, alegre y cariñoso del mundo. Pues precisamente por ser
+demasiado alegre y cariñoso es por lo que daba pesadumbres infinitas a
+doña Leocadia, a lo que podía entender vagamente cuando mis padres
+hablaban de este matrimonio. Si salía en la conversación el nombre de
+don Julio mi padre sonreía y mi madre se ponía seria. Don Julio pasaba
+los días en el café y las noches no se sabía dónde; vivía de sus rentas,
+pero las iba mermando poco a poco, vendiendo hoy una finca, mañana otra.
+Y de este dinero derrochado, el que más le dolía a doña Leocadia, no era
+el que se empleaba en los licores espirituosos, en el juego, en jiras a
+_San Juan_ y al bosque de la Magdalena. Otro había ¡otro! que le tocaba
+más en el alma. Pero no hablemos de estas cosas que ahora comprendo
+perfectamente y entonces no.
+
+La alegría de don Julio era comunicativa. Tenía un modo de reír
+característico que hacía fluir inmediatamente la risa a los labios de
+los otros. Sus carcajadas eran tan claras, tan sonoras y espontáneas que
+no se confundían con las de ningún otro. Estas carcajadas salían como
+gozosa cascada mezcladas a los chasquidos de las bolas de billar por los
+balcones del café de la Plaza haciendo bailar mi corazón con ansia de
+placeres cuando por allí acertaba a pasar.
+
+El café de la Plaza, que ocupaba el principal de una casa, se llamaba en
+realidad _Café del León de Oro_, a juzgar por la muestra que sobre él se
+parecía, pero jamás de memoria de hombre lo llamó nadie de este modo.
+Cuando no le llamaban café de la Plaza se decía _Café de Tomasín_,
+porque tal era el nombre de su dueño, un anciano de baja estatura, que
+sólo recuerdo vagamente. Este anciano tenía una hija que dirigió aquel
+café largos años con tal brillantez y fortuna que llegó a ser una
+institución en Avilés.
+
+Pues este café era el teatro donde nuestro don Julio ejercitaba casi
+todas las preciosas cualidades con que la providencia de Dios le había
+dotado. Jugaba al _tresillo_ y al _golfo_ como los ángeles, y al billar
+como los serafines que rodean al Altísimo: las carambolas no tenían fin
+cuando empuñaba el taco; en cuanto al _chapó_ no es posible que nadie
+poseyese mayor finura y precisión para colocar la bola donde quería. Y
+con esto ¡qué reír, qué gritar, qué bromear, qué chorro de donaires! No
+parecía mas que aquel café se había abierto exclusivamente para don
+Julio, y don Julio, engendrado con el único fin de jugar al _chapó_ en
+aquel café. Cuando mi padre me llevaba alguna vez allí para tomar un
+sorbete de fresa y veía a don Julio con su gran barba negra y rizada y
+el taco en la mano, riendo, gesticulando, no acertaba a comprender cómo
+en mi casa se hablaba mal de un caballero tan cumplido, me parecía un
+absurdo que se pudiera dirigir ningún reproche serio a un hombre capaz
+de hacer veinticinco o treinta carambolas seguidas.
+
+Todavía tenía doña Leocadia otro reverso en casa y era su hijo Adolfo,
+mancebo de dieciocho años bien fornido y espigado y atrozmente velludo.
+El pelo le llegaba al medio de la frente mostrando ansias locas de
+reunirse con el de las cejas y le invadía ya a pesar de su corta edad
+las mejillas. Sus ojos apagados y entreabiertos, la nariz imitando
+groseramente la de su hermana, las espaldas anchas y abovedadas, sus
+modales desmañados y torpes. En fin, el hermano de mi amigo Juanito
+tenía todo el aspecto de un bruto... y los hechos también. Sombrío,
+taciturno, ceñudo como su madre, gandul y calavera como su padre no
+había sido posible hacer carrera de él. Después de salir de la primera
+enseñanza se trató de que aprendiera latín enviándole a una cátedra que
+había en el convento de San Francisco. Un fracaso. Le enviaron después a
+la escuela privada de don Román para estudiar matemáticas. Mayor fracaso
+aún. Por fin le habían colocado en el comercio de un amigo a fin de que
+se fuese enterando de la marcha y secretos de la carrera comercial; pero
+más de la mitad de los días no parecía por allí. Con otros cuantos
+jóvenes tan interesantes como él vagabundeaba por la villa y sus
+afueras, introduciéndose para descansar en las capillas de Baco o en
+otros sitios aún menos respetables.
+
+Pues a pesar de todo esto su madre le adoraba; era el predilecto de su
+corazón. No hay duda que la hacía sufrir mucho con su conducta y que en
+vez de agradecer las caricias que le prodigaba, su paciencia y sus
+desvelos, no perdonaba ocasión de vejarla con groseros desvíos y la
+ostentación cínica de sus vicios; pero ella se lo perdonaba de buen
+grado, de mejor grado, aunque parezca monstruoso que a su señor y marido
+don Julio. En cuanto a nosotros, esto es, en cuanto a Juanito y a mí le
+admirábamos y le temíamos. El ignoraba nuestra existencia.
+
+En las tardes cortas del invierno así que empezaba a obscurecer nos
+entrábamos en casa y jugábamos con Paquita y las criadas del modo más
+agradable y divertido que jugó nadie en el mundo desde que éste fué
+sacado por Dios de la nada. Jugábamos a la _gallina ciega_, jugábamos al
+_escondite_, jugábamos _al milano que le dan, cebollita con el pan_...
+(Un amigo mío aficionado a las investigaciones eruditas me ha comunicado
+que primitivamente debía decirse _al esclavo que le dan_. Es casi
+seguro, porque lo del milano no tiene sentido común. Sin embargo yo
+prefiero el milano: es más pintoresco.)
+
+Y cuando nos hartábamos de jugar, Josefa, una gruesa y añosa costurera
+que doña Leocadia tenía, nos juntaba en torno suyo y nos refería cuentos
+deliciosos de princesas encantadas y moras enamoradas de cristianos.
+Parece que me estoy viendo en aquel gran comedor sencillo y confortable.
+Había dos grandes grabados con marcos de caoba representando el uno la
+_Maldición del padre_ (la Malediction paternel, de un antiguo pintor
+francés cuyo nombre no recuerdo), y el otro la entrevista de Alejandro
+Magno con la familia del vencido rey Darío. Después se rezaba el rosario
+y me llevaban a casa o venían a buscarme, que era lo más frecuente. Por
+ciertas curiosas particularidades durante él acaecidas quedó impreso en
+mi memoria uno de estos rosarios.
+
+Una noche nos arrodillamos todos como siempre en el comedor delante de
+una imagen de Nuestra Señora del Rosario pintada al óleo. Doña Leocadia
+se ponía delante casi tocando la pared debajo del cuadro, Paquita
+detrás, nosotros más atrás aún y las criadas completamente a
+retaguardia.
+
+Doña Leocadia con su rosario de nácar en la mano y los ojos puestos en
+la sagrada imagen dijo con voz plañidera:
+
+--Misterios dolorosos del santísimo rosario. Primer misterio: de la
+Oración en el Huerto: Padre nuestro que estás en los cielos...
+
+Nosotros respondíamos en voz alta y también un poco plañidera aunque no
+tanto.
+
+--Segundo misterio doloroso: de los azotes que el Hijo de Dios sufrió
+atado a una columna: Padre nuestro que estás en los cielos...
+
+Antes que terminase el decenario Paquita se levanta y va a cerrar el
+mirador que se hallaba abierto. Doña Leocadia vuelve la cabeza y la
+sigue con la vista sin dejar el rezo. Paquita se detiene un poco dentro
+del mirador y entonces su madre suspende el rezo, se levanta bruscamente
+y va con paso rápido hacia allá.
+
+--¡Ya me lo parecía a mí!--exclama con acento colérico después de echar
+una mirada investigadora a la calle--. ¡Allí está el mequetrefe debajo
+del farol!... ¿Y para eso te levantas y dejas el rosario, pícara?...
+¡Toma, toma, desvergonzada!
+
+Y le aplicó dos soberbias bofetadas. Paquita lanzó un gemido y comenzó a
+protestar altamente de aquel castigo que juzgaba absolutamente injusto,
+pues ella no había ido al mirador sino para cerrarlo y no se le había
+ocurrido mirar a la calle, ni había visto ni quería ver mequetrefe
+alguno.
+
+Debo hacer constar que este mequetrefe era nada menos que un cadete de
+caballería que usaba brillantes espuelas y arrastraba un largo sable
+pendiente de la cintura. Por esto sólo se comprenderá el absurdo de
+aquella buena señora al calificarle de tan denigrante manera. Era además
+un joven guapísimo, casi tan alto como don Julio, que fumaba cigarros
+puros y me regalaba caramelos cada vez que me encontraba en la calle.
+Estaba allí pasando las vacaciones de Navidad con su familia. Desde el
+verano anterior en que había bailado con ella en la romería de la Luz
+había rendido sus espuelas, su sable y su grandeza a los pies de la
+simpática Paquita.
+
+--¡Silencio, insolente! Ya te he dicho que no quiero que hables con ese
+mequetrefe (¡vuelta con el mequetrefe!) Si fueses una hija obediente no
+volverías a mirarle a la cara... ¿Es que piensas que tu madre no sabe
+mejor que tú lo que te conviene? ¿Qué es lo que te propones?
+
+--¡Yo no me propongo nada! ¡Es una injusticia!--gritó Paquita
+sollozando.
+
+--¡Silencio! ¿No sabes que esas relaciones no pueden conducir a nada?
+¿Vas a casarte cuando sea alférez? ¿Con qué te va a mantener? ¿Vas a
+esperar a que sea capitán? Puedes esperar sentada... ¡Pues vaya un
+partido que se nos entra por las puertas!
+
+--¡Yo no lo soy tampoco!--gritó Paquita sin dejar de sollozar.
+
+--¡Silencio te digo!--exclamó doña Leocadia dando un paso con ademán
+amenazador hacia la joven--. Por lo mismo que no lo eres... porque la
+desgracia y mis pecados han querido que no lo seas--añadió con voz
+sorda--, por lo mismo que no lo eres necesitas pensar como una persona
+formal y sin perder el tiempo con un mequetrefe (¡y dale con el
+mequetrefe!) que no tendrá bastante nunca para sus vicios... porque los
+militares son unos viciosos...
+
+--¡Todos no!--profirió con energía Paquita--. Además no se necesita ser
+militar para ser vicioso.
+
+Doña Leocadia sintió la estocada en el pecho, quedó un momento suspensa
+y dijo suavizando el tono:
+
+--¿No ves a Paulina la hija de don Ramón que apenas te lleva dos años y
+es ya una gran señora con magnífica casa y coche y media docena de
+criados y hace viajes a París y Londres cuando se le antoja?...
+
+--¡Pocas gracias! ¡Casándose con un viejo!--exclama la niña con risita
+sarcástica.
+
+--¡Don Pancho no es un viejo, deslenguada! Es un hombre en muy buena
+edad y vale más que ese alfeñique que así te levanta de cascos... Bueno,
+ya hemos hablado bastante... ¡A callar y obedecer!
+
+Doña Leocadia se arrodilla nuevamente y continúa:
+
+--Tercer misterio doloroso: de la corona de espinas. Padre nuestro que
+estás en los cielos...
+
+Un olor penetrante y nada grato de guisado llegó hasta nuestra nariz.
+Doña Leocadia se detiene, cree percibir humo y exclama volviendo la
+cabeza hacia la cocinera:
+
+--¿Lo ves, Carmen?... La carne se está quemando.
+
+--Señora, la he dejado separada.
+
+Doña Leocadia sin replicar se levanta vivamente y marcha hacia la cocina
+dejándonos a todos arrodillados y suspensos. La cocinera la sigue
+murmurando, aunque ya con alguna vacilación.
+
+--Señora, la he dejado bastante separada.
+
+Escuchamos fuerte altercado allá dentro: la voz de doña Leocadia se deja
+oír irritada; la de la cocinera sorda y humillada. Por fin entra de
+nuevo aquélla exclamando en un tono que nada tenía de resignado aunque
+quería parecerlo:
+
+--¡Oh qué paciencia, Dios mío! ¡oh qué paciencia! ¡oh qué paciencia se
+necesita!...
+
+Se arrodilla y continúa el rosario:
+
+--Cuarto misterio doloroso: de la cruz a cuestas. Padre nuestro que
+estás en los cielos...
+
+Poco después suena la campanilla de la puerta de la calle. Rita la
+doncella, salió a abrir; entró poco después y se arrodilló. Detrás de
+ella oímos los pasos de Adolfo que entró en el comedor cejijunto,
+sombrío, nos echó una mirada torva y se dejó caer de rodillas con tan
+fuerte golpe que a Juanito y a mí nos acometió la risa y nos costó gran
+trabajo sofocarla. Su madre volvió la cabeza, le miró severamente y
+haciendo un leve gesto de resignación continuó rezando.
+
+Comprendimos inmediatamente que estaba ebrio. Su madre lo comprendió
+también, porque de vez en cuando volvía la cabeza y le dirigía una
+rápida y tímida mirada.
+
+Juanito me hacía muecas poniendo el dedo pulgar en la boca con ademán de
+beber. Yo no podía reprimir la risa y pellizcaba a Juanito. Paquita
+sacudía la cabeza de un modo cómico afectando desesperación. Las
+muchachas entre asustadas y risueñas apenas podían rezar.
+
+Sólo Adolfo permanecía serio, enteramente ajeno al efecto que causaba.
+Respondía al rosario con sonidos cavernosos donde nadie podría percibir
+señales de oración alguna, bufaba como un buey y se balanceaba como un
+barco.
+
+El balanceo, que al principio era insignificante, se fué acentuando de
+tal modo que nos inquietó. Juanito dejó de hacer muecas, Paquita de
+sacudir la cabeza y las criadas quedaron graves y suspensas. Todos
+teníamos clavada la vista en aquel extraño y alarmante cabeceo temiendo
+que acaeciese lo que al fin acaeció.
+
+Adolfo cayó de bruces sobre el suelo con tanto estrépito que doña
+Leocadia dió un salto y quedó de pie. Adolfo no pudo levantarse ya:
+abrió la boca y soltó por ella un raudal de vino que pronto se esparció
+por el comedor con gran sobresalto de todos nosotros que huimos de aquel
+río encarnado y nauseabundo como si fuese lava ardiente del Vesubio. En
+particular Paquita se levantaba la falda con tan cómico terror, caminaba
+sobre la punta de los pies y hacía tales muecas y cabriolas que Juanito
+y yo a pesar del susto reventábamos por reír. Pero no era posible esto
+mirando a doña Leocadia, que parecía la imagen de la desolación.
+
+--¡Jesús mío; qué me pasa!--exclamaba la buena señora mesándose los
+cabellos--. ¡Este hijo concluye conmigo!... ¡Qué cruz, madre mía del
+Carmen, qué cruz!...
+
+Entre tanto, Rita, Carmen y Josefa la costurera levantaban a aquel cerdo
+del suelo y lo transportaban a su cuarto. Doña Leocadia las siguió
+exhalando suspiros y lamentaciones. Una vez solos, Paquita, Juanito y yo
+pudimos entregarnos a la algazara y lo hicimos de buen grado. Paquita
+nos incitaba a ello con sus monerías. Daba saltos por encima de los
+charcos de vino.
+
+--¡Qué asco, hijos míos, qué asco! Mi hermanito no se emborracha con
+Jerez.
+
+Pero Carmen, la cocinera, llegó inmediatamente con un cubo de agua y una
+rodilla y limpió con presteza aquellas inmundicias. No tardaron tampoco
+en aparecer doña Leocadia, Rita y Josefa después de haber dejado metido
+en su lecho al héroe de la fiesta. Y ya nos disponíamos a continuar el
+rosario cuando sonó nuevamente la campanilla.
+
+Era un mozo del café de la Plaza que traía una cartita para doña
+Leocadia, quien la abrió con viveza y al leerla se puso pálida.
+
+--Carmen, haz el favor de dar el llavín de la puerta de la calle a ese
+muchacho. El señor no viene hoy a cenar.
+
+Quedó un instante inmóvil con los ojos en el vacío. Su rostro expresaba
+tan profundo abatimiento que a todos se nos apretó el corazón. Dos
+gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus marchitas mejillas.
+
+Al fin sacando el pañuelo y enjugándolas se dejó caer nuevamente de
+rodillas ante la imagen de la Virgen diciendo con voz apagada:
+
+--Quinto misterio doloroso: cómo el Hijo de Dios fué crucificado. Padre
+nuestro que estás en los cielos...
+
+
+
+
+XVIII
+
+PRIMERAS LECTURAS
+
+
+No será imposible que el lector al llegar a este punto y acaso antes se
+haya preguntado: «Pero este novelista que nos da cuenta de su infancia
+¿cómo nada dice de sus impresiones literarias, de la influencia que
+sobre su espíritu ejercieron los primeros libros que cayeron en sus
+manos?»
+
+¡Ah, caro lector, ahí me duele! Sobre este toque no puedo comunicarte
+más que cosas vergonzosas. Bien me apetece decirte, como alguno de mis
+colegas, que a los siete u ocho años leía asiduamente la Biblia, me
+entusiasmaba con Homero y de vez en cuando para desengrasar me echaba al
+cuerpo una tragedia de Sófocles. Quisiera presentarme ante tus ojos como
+un niño excéntrico, sombrío, apartado de los juegos de mis compañeros,
+gozándose en la soledad, paseando a las orillas de la mar o por los
+bosques, llorando y riendo sin motivo aparente, mirando más a las
+estrellas que a la tierra. O bien como una maravilla de agudeza y
+donaire, enloqueciendo a la familia y los amigos de la casa con sus
+ocurrencias felices, despertando la admiración con sus observaciones
+penetrantes y preguntas ingenuas.
+
+Si esto te dijere, lector amigo, te engañaría miserablemente y todo lo
+que me resta de vida me remordería la conciencia. Prefiero confesarte
+que en mi niñez me agradaba correr y saltar con mis compañeros de
+escuela, cazar grillos, jugar a los botones y cambiar de vez en cuando
+algunos puñetazos. Ni más alegre ni más triste que los demás. Nada de
+pasearme solo por la ribera de la mar con la cabellera al viento
+desafiando a la tempestad. Nada de llorar sin motivo. Cuando lo hacía
+era porque don Juan de la Cruz, mi maestro, me administraba algunos
+vardascazos o algún pillastre de Sabugo me cortaba el hilo de la cometa
+(sierpe en Avilés) o por otros motivos no menos fútiles y prosaicos.
+Caprichos, sí los tenía, pero nada románticos; no creo haber sido nunca
+un niño incomprensible; antes bien me parece que todo el mundo me
+comprendía perfectamente. Mi originalidad era tan escasa que estaba
+desesperado con mi nombre porque no había otro igual en la población y
+reprochaba a mis padres interiormente el no haberme puesto Manuel o Pepe
+o Antonio. Me desesperaba igualmente cuando mi madre me ponía un traje
+nuevo o vistoso y procuraba ajarlo inmediatamente para que no llamase la
+atención y semejase a los de mis camaradas. En fin, habiéndome contado
+mi padre que en su infancia aborrecía el pan con manteca espolvoreado de
+azúcar y que una vez que se había visto obligado a aceptarlo lo había
+arrojado a hurtadillas por el balcón, yo que me perecía por este manjar
+hice lo mismo (¡con qué dolor de mi corazón!) cuando la madre de mi
+amigo Alfonso N. me lo dió cierta tarde para merendar. Me parece que no
+se puede llevar más lejos el espíritu de imitación.
+
+¿Salidas ingeniosas? Dios las diera. Por más que busco y rebusco en mi
+memoria algún donaire prematuro, alguno de esos rasgos oportunos que
+anuncian un natural privilegiado nada encuentro digno de mencionarse.
+¡Cuán feliz sería si pudiera ostentar ante tus ojos como marca de Dios
+alguna frase memorable de las que tanto abundan en la infancia de
+ciertos escritores! Al leer en sus memorias tales agudezas e
+ingeniosidades me entusiasmo, les admiro, con todo mi corazón, aunque no
+puedo menos de pensar que acaso les hubiera convenido no salir jamás de
+la infancia. Despechado de no hallar en los archivos de la memoria
+ningún documento que acreditase mi nobleza intelectual acudí antes de
+escribir este libro a una vieja servidora de mi casa, escribí a un
+hermano de mi padre, único tío que aún conservo. Nada pude obtener más
+que simplezas, inepcias, vulgaridades indignas de ser comunicadas.
+
+En orden a mis tempranas aptitudes para la literatura con tristeza
+declaro que a los ocho años aun no habían llegado a mi conocimiento por
+conducto de los rapsodas homéridas las hazañas de Aquiles hijo de Peleo
+ni los discursos artificiosos de Ulises: nada sabía tampoco de _Edipo
+rey_ ni de _Edipo en Colona_. Mi erudición era bastante limitada en
+aquella época y si ahora sé poco, puedes creer, lector, sobre mi palabra
+que entonces sabía menos. Quedamos, pues, en que no leía con fruición a
+Homero a Sófocles y a Píndaro. En cambio, ¡oh terrible humillación!, me
+entusiasmaban las novelas de un señor Pérez Escrich (que Dios perdone) y
+de una doña María del Pilar Sinués (a quien Dios perdone también). No
+puedo menos de recordar con enternecimiento una del primero titulada _El
+cura de aldea_ que me hizo disfrutar placeres increíbles. Mientras la
+leía, de tal modo me identifiqué con sus personajes que me parecía vivir
+en su compañía y pertenecer a la familia. Me alegraba con sus alegrías,
+me sentaba a su mesa, bebía un poco más de lo ordinario en sus inocentes
+holgorios, reía con sus chistes no menos inocentes, me hacía el
+distraído cuando aquella modista encantadora se ponía a hablar en voz
+baja con aquel joven tan simpático, y estaba enteramente resuelto a
+prestarles mi eficaz ayuda para desenmascarar y confundir al miserable
+que retenía injustamente su fortuna. Y cuando llegaba el caso de llorar
+alguna de sus desgracias yo creo que lo hacía mucho mejor y más
+copiosamente que ellos. En fin, poco me faltaba para poner por obra lo
+que cierta discreta señora amiga mía cuando tenía trece o catorce años:
+entusiasmada con una de aquellas divinas modistas creadas por la
+imaginación de Pérez Escrich, tomó el dinerito que tenía en la hucha y
+se fué con su doncella preguntando por aquélla en todas las casas de la
+calle donde el autor había colocado su domicilio para entregárselo.
+
+Bien sé que esto hará sonreír a mis colegas los precoces lectores de
+Homero y Píndaro pero ¿qué voy a hacer? Escribo mis memorias, debo la
+verdad a mis lectores y prefiero que me reputen por un ser vulgar a
+faltar descaradamente a ella. Después de todo no estoy lejos de pensar
+como algún filósofo que las cosas no son bellas ni feas, es nuestra
+propia alma la que se embellece al contacto de la realidad. La mía,
+fresca en aquel tiempo, se embelleció con la música inocente de ciertas
+zarzuelas y con la lectura de algunas novelas deplorables como jamás lo
+ha hecho después con las obras más sublimes del ingenio humano.
+
+¿Y por qué deplorables? Si no se hubiera escrito más música que la de
+Haydn, Mozart y Beethoven, ni más dramas que los de Esquilo, Sófocles,
+Shakespeare, Calderón y Schiller, ni más poemas que los de Homero,
+Virgilio, Dante, Milton y Goethe, la casi totalidad de los humanos
+bajarían al sepulcro sin haber gozado los placeres inefables que el arte
+proporciona. Yo mismo, si hubiera sucumbido antes de los quince años, me
+iría al otro mundo sin haber experimentado algunas dulces emociones y
+divinos estremecimientos que me han hecho en mi infancia más feliz que
+un rey. Seguro estoy de que nadie ha gozado con la _Iliada_ más que yo
+con _Los tres Mosqueteros_ de Alejandro Dumas. Y entonces ¿qué?...
+
+He llegado a pensar que el libro no lo hace el autor sino el lector.
+Recuerdo que a la edad de quince años leí el de Michelet titulado _El
+Pájaro_. Es una obra estimada con justicia en el mundo literario como lo
+son todas las de este singular escritor. No es fácil imaginar la
+impresión deleitosa que me causó su lectura. Aún me veo tendido en un
+vetusto y enorme sofá de mi casa de Entralgo con el volumen de roja
+cubierta entre las manos. Era una traducción española y presumo que no
+debía de ser muy esmerada. Pues a pesar de eso me causó tanto placer que
+toda mi vida he recordado aquellas horas felices y he bendecido la pluma
+que me las había procurado.
+
+No hace mucho tiempo cayó por casualidad en mis manos el mismo libro en
+francés. Mi conocimiento de este idioma me permite ahora apreciar el
+brillo y tersura del estilo de Michelet. Tomé el volumen y como un chico
+goloso que guarda en su mesa de noche un pastel para regalarse con él a
+solas, así puse yo sobre la mía el precioso libro. Esperaba resucitar mi
+adolescencia, sentir de nuevo aquellas dulces emociones que tan feliz me
+habían hecho y lo abrí con mano respetuosa y trémula.
+
+¡Qué decepción! ¡Qué amargo desengaño! No es que el libro me pareciese
+feo: al contrario, mejor que antes podía reconocer su mérito. Pero no
+hallaba en él aquello que en otro tiempo había visto. Me parecía seco,
+pálido, y me preguntaba con tristeza. ¿Dónde está ahora aquel pájaro
+seductor, aquel poeta alado que saltaba gorjeando delante de mis ojos?
+¿Dónde están aquellas representaciones interesantes de sus amores, de
+sus sabias construcciones, de sus viajes, de sus costumbres pintorescas?
+Comparado el libro con el que yo había leído lo encontraba
+admirablemente escrito, pero falto de imaginación y de vida. ¿Es que
+carece de esto? No; quien carece soy yo...
+
+Lejos de mi ánimo la pretensión de resolver ni siquiera plantear el
+problema de la subjetividad u objetividad de la belleza. Sólo quiero
+indicar a los autores que deben apetecer para sus libros lectores
+imaginativos más que cultos. Un crítico distinguirá admirablemente lo
+que es bello y lo que es feo en una obra de arte, pero nunca gozará de
+ella de modo tan intenso como un adolescente dotado de imaginación y
+sensibilidad. ¿Que lo mismo goza con una obra maestra que con una
+mediana? Esto no debe de humillar al autor. Si es hombre de corazón y no
+excesivamente vanidoso debe deleitarse particularmente con el deleite
+que proporciona a los demás. Obsérvese que me refiero a la adolescencia
+cuando, si el juicio no es seguro, las impresiones lo son más que nunca.
+En cuanto a la infancia no se puede contar con ella tratándose del arte
+literario. Los niños no sólo no distinguen sino que rara vez sienten.
+
+Mientras yo lo fuí me seducían extremadamente las historias de bandidos.
+Una de las novelas que más me impresionaron fué la titulada _Los siete
+niños de Ecija_ por Fernández y González. Hubo un instante de mi
+existencia en que tuve clara vocación de salteador. Felizmente duró poco
+tiempo. Después leí las hazañas de Bernardo del Carpio y los Doce pares
+de Francia y quise ser guerrero. Tampoco duró mucho. Más adelante,
+entrando ya en la adolescencia, aspiré a la condición de salvaje leyendo
+_Los Natchez_ de Chateaubriand. Esta novela exótica me causó una
+impresión profunda y sentimental, no ya puramente imaginativa. Quedé tan
+prendado de aquellos _pieles rojas_, que soñaba con partirme a América
+como René y presentarme a algún descendiente del viejo Chactas para que
+me afiliase en su tribu después de haber fumado el «calumet de paz».
+Soñaba con aquella dulce y hermosa Celuta y hacerla mi esposa. Y me
+prometía amarla más y mejor que el hipocondríaco René haciéndola tan
+feliz como merecía. Soñaba con la simpática y juguetona Mila a quien
+también hiciera mi esposa si no fuera gran pecado la poligamia. Soñaba
+con aquel grande, aquel noble Outugamiz hermano de Celuta. Su
+inquebrantable lealtad me penetró tanto en el alma que cuando fuí a
+Oviedo y escribí a un amigo que dejaba en Avilés empezaba mi carta: «Mi
+querido Outugamiz». Todavía recuerdo con incomprensible emoción cierta
+excursión por el Misisipí en una noche calurosa del estío. La mayoría de
+los guerreros dejó la piragua y se lanzó al agua para hacer el trayecto
+a nado: las mujeres los imitaron, y toda aquella muchedumbre se dejaba
+arrastrar por la suave corriente del río bajo un cielo tachonado de
+estrellas, donde la luna nadaba también feliz y serena como ellos. Los
+guerreros se contaban en voz alta sus hazañas y los amantes se
+deslizaban cogidos de la mano murmurándose dulcemente sus secretos. Esto
+es lo que recuerdo de aquella poética descripción. No sé si me será fiel
+la memoria después de tantos años, porque no he vuelto a leer esta
+novela. Si ahora lo hiciese no sé por qué imagino que aquellos salvajes,
+que tanto me cautivaron, me harían vomitar.
+
+Cuando alcancé los doce o trece años me placía registrar la biblioteca
+de mi padre donde había hallado las obras de Chateaubriand y otros
+libros de amena literatura. También los tenía científicos y algunos me
+interesaron vivamente. Si no he logrado nunca ser hombre de ciencia he
+tenido despierta desde mi infancia la curiosidad científica. En uno de
+aquellos registros tropecé con un libro extraño ilustrado con unas
+estampas horrorosas. Era un tratado de la virilidad.
+
+--¿Qué es esto?--pregunté a mi padre que estaba escribiendo.
+
+Levantó la cabeza, miró el libro, me miró a mí fijamente y quedando un
+instante pensativo respondió:
+
+--Léelo.
+
+Aquella palabra fué mi salvación. Habrá personas timoratas que se
+asombren y aun se escandalicen de la audacia de mi padre. Sin embargo yo
+bendigo su memoria por ésta como por las muchas cosas buenas que ha
+hecho conmigo.
+
+
+
+
+XIX
+
+FRAY MELITÓN
+
+
+Si el Cielo me concediese una nueva existencia en este nuestro planeta
+de la orden de menores y me diera a escoger el sitio donde se deslizase
+mi infancia, respondería sin vacilar: ¡Avilés!
+
+Lo que recuerdo de esta villa es tan amable, tan alegre y pintoresco,
+que dudo que en parte alguna de Europa o de América (dejemos el Africa
+para los negros y el Asia para los chinos) se encuentre otra que la
+supere.
+
+Sin embargo, nadie se figure que era todo algazara y romerías y
+habaneras y pasacalles. Había en nuestra villa más de una docena de
+figuras decorativas que no sólo mantenían en ella la respetabilidad y el
+decoro sino que la comunicaban esplendor a los ojos del forastero.
+Cuando bien temprano, mucho más temprano de lo que yo quisiera, salía de
+mi casa para la escuela, encontraba indefectiblemente paseando debajo de
+los arcos a uno de nuestros vecinos vestido de levita negra, corbata
+blanca, gran pechera con botones de diamantes, sombrero de copa alta,
+bastón con puño de oro y botas charoladas lo mismo que si se dispusiese
+a ir a la recepción de la embajada de Inglaterra. Allá había estado,
+según contaban, varios años: por eso gastaba patillas y era tan
+correcto, tan grave y silencioso. Que hiciera bueno que hiciera mal
+tiempo, en los días más calurosos de Julio como en los más ateridos de
+Enero, por allí paseaba revestido de aquellos ornamentos que me
+infundían un respeto indecible. Desde el feo asunto de las peras yo no
+osaba mirar como antes a su blanca pechera, ni siquiera a sus botas
+charoladas.
+
+Un poco más allá, en los arcos mismos de la plaza paseaba mi tío Víctor,
+también de levita. Coronel retirado, luenga barba blanca. Era persona de
+tan heroica estatura que cuando se doblaba para darme un beso, yo
+pensaba que descendía sobre mí el mismo Padre Eterno con sombrero de
+copa.
+
+Algo más lejos, al comenzar los arcos de Galiana tropezaba debajo de
+ellos con otro respetable personaje, don Manolo P. Vestía igualmente
+levita y sombrero de copa. Su bastón era una primorosa caña de Indias
+con puño de marfil y contera de la misma materia, que rara vez ponía en
+el suelo por no estropearla, según se decía maliciosamente en la villa.
+Frisaba ya en los cincuenta años; el rostro cuidadosamente rasurado y
+tan rojo y congestionado, que daba en violáceo: parecía una figura de la
+corte de Carlos IV. Este grave sujeto paseaba con la mayor solemnidad
+por delante de su casa, deteniéndose a menudo delante de una hojalatería
+próxima a ella y cambiando con el hojalatero algunos pensamientos más o
+menos trascendentales. Miraba fijamente a los transeuntes como si
+sospechase de su honradez; la mía debía de inspirarle mayores dudas que
+la de ningún otro a juzgar por la insistencia con que sus grandes ojos
+redondos me seguían. Tenía el título de abogado, pero no ejercía su
+profesión; vivía de sus rentas y era un caballero tan digno y venerable,
+que como imposible tenía yo que nadie osara faltarle al respeto. Sin
+embargo, este imposible se realizó. Un borracho llamado Platina se
+acercó a él un día tambaleándose:
+
+--¿A que no sabe usted don Manolo en qué se parece usted a San Roque?
+
+--No adivino--respondió nuestro caballero abriendo todavía más sus
+grandes ojos redondos.
+
+--En que San Roque es abogado de la peste y usted es la peste de los
+abogados.
+
+Da grima pensar que en este mundo nadie pueda verse libre de un insulto
+soez ni aun los más altos próceres que, como éste, son ornato de su
+pueblo nativo y orgullo de sus convecinos.
+
+A la postre él mismo se encargó de faltarse al respeto, pues cuando
+menos podía pensarse cayó enamorado de nuestra costurera. La primera
+noticia que tuvimos fué por una carta que de él recibió mi madre. En
+ella la suplicaba que le permitiese venir algún rato a casa para poder
+hablar con su prometida, pues ya la consideraba como tal. La pretensión
+era un poco extravagante, pues mis padres no tenían el gusto de
+tratarle. Sin embargo, mi madre cedió inmediatamente de buen grado, y he
+aquí a nuestro caballero sentado por las tardes en el comedor, entre
+ella y la gentil costurerilla, departiendo cortésmente de cosas
+indiferentes como un pollastre que hiciese la corte a una damisela
+delante de su mamá. La mía le dirigía siempre la palabra sonriendo, y mi
+padre, cuando por allí pasaba, lo mismo. Y en la sonrisa de mi madre
+había un granito de burla y en la de mi padre dos. Por fin aquel buen
+señor se casó y toda su vida se mostró agradecido, colmándonos de
+atenciones, prueba irrecusable de la bondad y honradez de la joven a la
+cual había unido sus destinos.
+
+Dicho queda que a más de éstos existían en la villa otros próceres que
+realzaban con su majestuosa indumentaria a nuestra villa. Pero estos
+próceres no se mantenían como los de otras ciudades, encastillados en su
+grandeza ni se oponían o desdeñaban a la juventud bulliciosa. Al
+contrario, se les hallaba siempre propicios a proteger y alentar
+cualquier proyecto recreativo iniciado por ésta. Algunas veces de ellos
+mismos partía la iniciativa. Semejantes a los ancianos de Atenas
+consagraban su experiencia a los nobles recreos de la vida y velaban por
+el decoro de las fiestas. Mi buen tío Jorge de las Alas, viejo y
+achacoso, fué quien creó la Academia de música en Avilés, quien organizó
+la sociedad del _Liceo_ y quien llevó a cabo la erección de un teatro
+cuando no existía. Merece este infatigable anciano, que tanto contribuyó
+a la cultura de nuestra villa, que ésta le erija una estatua. No
+hallábamos los jóvenes de Avilés, en estos nobles ancianos, ni una
+sonrisa desdeñosa, ni una frase severa. Todavía recuerdo que al asistir
+por vez primera a un baile del Liceo, no contando aún diez y siete años,
+como me hallase apurado porque no podía abrochar mis guantes, el mismo
+presidente de la sociedad, que era un respetable caballero con la cabeza
+canosa, vino en mi auxilio y logró abrochármelos.
+
+Avilés guardaba en aquel tiempo más de una semejanza con Atenas. Porque
+reinaba la alegría y el decoro y el amor al arte como en la ciudad de
+Minerva, y además se vivía en una dulce ociosidad que permitía
+consagrarse enteramente a los placeres del espíritu. Para lograr esto
+Aristóteles creía necesario un número considerable de esclavos
+encargados de alimentar a los ciudadanos. Entre nosotros no existía que
+yo sepa más esclavo que un negro muy feo que había traído de América un
+indiano llamado don Pancho. Con este negro, que al parecer estaba
+siempre ansioso de llevar a los niños malos en un saco, nos amenazaba la
+maestra (porque de tres a cuatro años tuve el honor de asistir a un
+colegio de señoritas) cuando hacíamos demasiado ruido. Tantas veces nos
+había amenazado, sin embargo, que llegamos a despreciar, como
+inverosímil, aquella horrorosa perspectiva. Mas he aquí que un día
+aciago, al conjuro de la maestra, aparece en la puerta de la sala la
+espantable figura del negro de don Pancho con el famoso saco al hombro
+haciendo rodar por las órbitas sus ojos de tigre hambriento. No es fácil
+describir ni decoroso lo que allí pasó. Toda aquella juventud bi-sexual
+se sintió atacada a la vez en el corazón y la vejiga. No volvimos a ser
+_malos_ en ocho días.
+
+Vivíamos, pues, en nuestra villa sin trabajar, como he dicho. Quién
+trabajaba para nosotros no me importaba entonces averiguarlo. Cada casa
+albergaba un pequeño hidalgo o rentista que disfrutaba serenamente de la
+vida, bailando de joven, paseando de viejo. No faltaban artesanos, es
+cierto; había carpinteros, chocolateros, hojalateros, pintores,
+albañiles; pero casi todos estaban relegados al barrio de Sabugo. Los
+que había en la villa eran tan graves personajes casi como los que he
+descrito: algunos ya viejos gastaban sombrero de copa alta. Se les
+trataba con respetuosa consideración, se contaba con ellos para los
+festejos y algunos tenían tiempo para consagrarse a la música y la
+declamación y alcanzar señalados triunfos, como el ebanista Mariño y el
+barbero Manolo.
+
+Al revés de lo que acaece en las grandes ciudades europeas y americanas,
+donde se vive en perpetuo afán y no hay tiempo para nada, en Avilés
+había tiempo para todo: si faltaba alguna vez no era ciertamente para el
+trabajo sino para divertirse. No existía la fiebre del dinero ni esa
+congojosa solicitud por el lucro que envilece las almas y entristece la
+vida. El comercio mismo, que por su naturaleza es sórdido, tenía en
+nuestra villa un temperamento noble y tranquilo. Los comerciantes
+recibían a sus amigos en las tiendas, departían y reían con ellos y
+apenas se curaban de la venta de sus artículos. Había un tendero llamado
+Braulio que poseía en la calle de la Herrería un bastante bien surtido
+almacén de quincalla. Pues este Braulio, cuando un amigo llegaba a
+invitarle a jugar al billar o a comer una langosta en el café de Tirita
+se ponía el sombrero, cerraba la tienda y se marchaba tranquilamente con
+él. ¡Que aguardasen los parroquianos!
+
+Los próceres, la juventud impetuosa, los comerciantes y los artesanos no
+constituían por entero a nuestra villa. Existía, como es justo en ella,
+un elemento teológico compuesto por los párrocos de la villa y Sabugo
+con sus respectivos coadjutores, el vicario de las monjas de San
+Bernardo y hasta una media docena de frailes exclaustrados que habían
+quedado vivos en la matanza del año treinta y seis. Había un padre
+Cerezo cuya sabiduría nadie ponía en duda, un fray Antonio Arenas
+taciturno, bilioso, que cantaba desde el coro de la iglesia de San
+Francisco la misa mayor con una voz que envidiaría Satán para dirigirse
+a los condenados del infierno, un Manzaneda (ignoro porqué a éste se le
+suprimía el _fray_) y había sobre todo un fray Melitón de perdurable
+memoria sobre la tierra y que en el cielo, donde no dudo que se hallará
+a estas horas, hará las delicias de los bienaventurados.
+
+Este elemento teológico gastaba como el de los próceres levita y
+sombrero de copa. Solamente que como correspondía a su elevada dignidad
+teológica, las levitas eran mucho más largas y los sombreros mucho más
+altos. Cuando de niño veía al padre Cerezo o a Manzaneda debajo de uno
+de ellos sudaba de congoja.
+
+Fray Melitón era el organista de la parroquia. Líbreme Dios de suponer
+que tocando el órgano es como alegrará a la corte celestial. Al
+contrario, me parece que si a fray Melitón se le ocurriese tocar alguna
+vez el órgano en el cielo, no duraría allí mucho tiempo. Lo que
+regocijará seguramente a sus hermanos de bienaventuranza es su grande,
+inconcebible inocencia. Fray Melitón era un niño de sesenta años. De
+medianas carnes y estatura, vigoroso, la faz roja, los ojos débiles, el
+pelo negro todavía, hablando siempre a gritos, unas veces enfadado,
+otras riendo, jamás tranquilo o indiferente. No pienso que tuviera
+licencia para confesar, porque este ministerio exige conocimiento del
+corazón humano y fray Melitón no conocía siquiera el suyo; celebraba
+misa y tocaba el órgano en las misas solemnes y festividades. De él
+estábamos enamorados unos cuantos chicos y él lo estaba de nosotros
+aunque no nos escaseaba los coscorrones cuando le molestábamos
+demasiado. Si nos hallaba en la _Campa_ jugando a la peonza se detenía
+para contemplarnos, nos animaba a gritos, nos aplaudía o nos increpaba
+exactamente como si fuese uno de nosotros.
+
+--¡Eso está bien, carape! ¡Bien! ¡Bien!... ¡Leoncio, eres un burro!
+
+Si nos tropezaba en el campo Caín se sentaba a nuestro lado y nos
+contaba historias milagrosas. Los milagros eran su especialidad. Otras
+veces nos hablaba de su convento y nos describía la enorme despensa de
+la cual estaba él encargado, los sacos de garbanzos, las pilas de nueces
+y avellanas, las filas de jamones colgados del techo; nos pintaba la
+huerta donde crecían toda clase de árboles frutales, cerezos, perales,
+que daban peras tamaño de una libra, ciruelas claudias y encarnadas,
+albaricoqueros de espalera: de tal modo que a los chicos se nos hacía la
+boca agua. Recordaba también con enternecimiento los grandiosos cerdos
+que allí se criaban y nos comunicaba en secreto de qué medios se valía
+para hacerles engordar una arroba por semana al llegar el mes de
+Octubre. A menudo también se placía haciéndonos preguntas y enterándose
+de nuestros estudios y propósitos.
+
+--¿Qué es lo que tú quieres ser?
+
+--Yo, militar.
+
+--¡Bravo! ¡A la lid, valiente!... ¿Y tú?
+
+--Yo, médico.
+
+--Mírame la lengua (y la sacaba)... ¿Y tú?
+
+--Yo quiero ser oidor.
+
+--¿Oidor? Aguarda un poco que te escarbe los oídos.
+
+Y echaba mano a la punta de una ramita; con lo cual reíamos a
+carcajadas, y él más que nosotros.
+
+Si alguno le decía que quería ser cura, torcía el gesto.
+
+--¿Sabes, burro, si tienes vocación para el estado eclesiástico?...
+Además, para ganar el cielo no se necesita ser cura ni fraile.
+
+Y tenía razón, porque él lo hubiera ganado en cualquier condición.
+
+Entre todos nosotros distinguía particularmente a tres, y yo era uno de
+ellos. Por eso cedió a nuestras instancias concediéndonos el honor de
+mover los fuelles del órgano, tarea que antes desempeñaba el hijo del
+sacristán.
+
+Detrás del órgano de la iglesia de San Francisco existía, y es posible
+que aún exista, un pequeño y obscuro y sucio desván donde se hallan los
+fuelles que lo alimentan de aire. Estos fuelles, que eran tres, tenían
+cada uno un madero en forma de lanza, bajando el cual hasta tocar el
+suelo, el fuelle se hinchaba; luego, a medida que se gastaba el aire
+iban subiendo paulatinamente hasta llegar al techo. Me encargué, pues,
+de bajar una de estas lanzas y mis amigos de las otras dos. Para
+bajarlas necesitábamos colgarnos de ellas, y después que las teníamos a
+nuestra altura montarnos encima hasta humillarlas por completo. Así que
+lo habíamos conseguido podíamos descansar unos minutos mientras
+lentamente los fuelles se deshinchaban y los maderos subían.
+
+¿Cómo es posible que allí encerrados medio a obscuras, respirando polvo
+y obligados a trabajar como negros sin descuidarnos un instante fuésemos
+dichosos? Pues lo éramos y no poco. Estábamos poseídos de nuestro papel,
+que juzgábamos principalísimo. Sin nosotros el órgano no sonaría y todo
+aquel estrépito que fray Melitón armaba se extinguiría miserablemente y
+la gran solemnidad vendría a tierra.
+
+No recuerdo bien cómo acaeció: me parece que yo estaba contando a mis
+amigos en qué forma había entrado un pájaro en el comedor de mi casa y
+cómo había podido atraparlo arrojándole una toalla encima. Sea por esto
+o por otra causa, lo cierto es que en una ocasión nos descuidamos
+olvidando los fuelles. Los maderos habían subido hasta su límite máximo,
+tocando en el techo. De pronto se abre con estrépito la puertecita del
+coro y aparece por ella la faz congestionada de fray Melitón echando
+chispas de sus ojos por detrás de los cristales de las gafas y se lanza
+sobre nosotros dejando caer sobre nuestras cabezas una lluvia maléfica
+de coscorrones. Sin hacer caso de ellos nos lanzamos a los maderos, para
+alcanzar los cuales necesitábamos dar saltos prodigiosos.
+
+--¡Burros! ¡Más que burros! ¿Para eso os he dejado venir a hinchar los
+fuelles? ¡Y en el momento mismo de ejecutar el _trémolo_!
+
+Es de saber que cuando en la misa llegaba el momento de elevar la Hostia
+Santa fray Melitón hacía ejecutar al órgano un _trémolo_ tan misterioso,
+tan solemne, tan patético que no había corazón por duro que fuese que no
+se sintiera sobrecogido.
+
+--¡Dejarme sin aire en el _trémolo_, nada menos que en el
+_trémolo_!--exclamaba enfurecido sin dar paz a la mano--. ¿No sabíais
+que estaba ejecutando el _trémolo_, burros?
+
+Yo no conocía entonces esa palabreja. Largo tiempo después cuando
+llegaba a mis oídos percibía en la cabeza la sensación vaga de un
+coscorrón.
+
+De aquellos tres hinchadores de fuelles vivimos dos, y estoy en fe que
+lo mismo mi compañero que yo los hincharíamos de nuevo con placer si
+nos volvieran a los doce años.
+
+Pero no sólo debo a fray Melitón estos momentos de intensa y pura
+felicidad: algo más le debo y voy a contarlo sin cuidado alguno puesto
+que él no ha de salir de la tumba a llamarme burro otra vez y a darme de
+coscorrones.
+
+En los meses calurosos del estío solía bañarme en la ría con unos
+cuantos amigos de mi edad. Apenas salíamos de la escuela salvábamos el
+puente de San Sebastián y por el largo malecón de las Huelgas
+caminábamos hasta un sitio bien lejano donde pudiéramos desnudarnos sin
+faltar al pudor. En sábanas o toallas para secarnos no había que pensar
+porque todos se bañaban como yo a escondidas de sus padres. Nos
+acurrucábamos un momento al sol y luego nos vestíamos sin aprensión
+alguna. Este sistema, que por mucho tiempo me pareció peligroso, lo he
+visto hace poco tiempo preconizado por un médico alemán.
+
+Una tarde por haber tenido que ir antes a casa me vi obligado a caminar
+solo hasta el puente donde me habían dado cita mis compañeros. No les
+hallé en aquel sitio y pareciéndome que ya habían tomado la delantera me
+dirigí sin apurarme por el malecón al sitio acostumbrado. Tampoco
+estaban allí. Largo tiempo los estuve aguardando y viendo que no
+llegaban me decidí a desnudarme y echarme al agua.
+
+Era casi la hora de la pleamar; el sol reverberaba todavía sobre la
+superficie de la ría que se mostraba brillante y poderosa como un gran
+brazo de mar. Me hallaba solitario: sólo allá lejos sobre el malecón
+percibí un montón de ropa y en medio de la ría la cabeza de un hombre
+que nadaba y que no pude entonces reconocer.
+
+Sin cuidado alguno, porque estaba bien acostumbrado a ello, me zambullí
+y comencé a nadar en la dirección de la cabeza que veía sobre el agua.
+No tardé en averiguar que aquella cabeza pertenecía a fray Melitón y
+desde entonces con más fuerza me dirigí nadando adonde estaba. Pero él,
+que no me reconoció, y a quien sin duda molestaba ser conocido se alejó
+nadando y yo le seguí con esperanza de alcanzarle. Tanto nadé que al fin
+me hice cargo de que me estaba alejando demasiado de la orilla. Pensar
+esto, volver la cabeza, ver la orilla lejana y sentir un miedo cerval
+fué todo uno.
+
+El miedo me dejó yerto. Sentí que el frío me penetraba y que pronto iba
+a paralizar mis piernas y mis brazos. En fin, sospeché que estaba
+corriendo un grave peligro de muerte, y esta sospecha no contribuyó,
+como cualquiera puede calcular, a tranquilizarme. Di rápidamente la
+vuelta, pero si antes me pareció la orilla lejana ahora me pareció la
+misma costa de la América. Entonces me decidí a gritar:
+
+--¡Fray Melitón! ¡fray Melitón!
+
+--¿Qué pasa?--respondió éste alarmado por lo extraño de aquel grito.
+
+--¡Que me ahogo, fray Melitón!
+
+Fray Melitón nadó con fuerza hacia el sitio donde yo estaba.
+
+--¿Qué dices, muchacho?--exclamó al mismo tiempo reconociéndome.
+
+--¡Que me ahogo! ¡que me ahogo!
+
+--¿No puedes sostenerte hasta que yo llegue?
+
+--Creo que sí.
+
+En efecto, así que le vi nadando hacia mí me acudieron repentinamente
+las fuerzas, pues sólo el miedo y no la fatiga las había paralizado.
+
+--¿Qué te pasa?
+
+--No sé... Creo que tengo frío--respondí por no confesar mi miedo.
+
+--Cógete al cinturón de mi calzoncillo... ¿Podrás mover las piernas?
+
+--Sí.
+
+Y haciendo lo que me ordenaba puse una mano sobre su cintura y con este
+solo apoyo y nadando con las piernas llegamos perfectamente a la orilla.
+
+Una vez allí ¿qué se figura el lector que hizo aquel buen hombre? Pues
+emprenderla a mojicones conmigo... ¡por burro!
+
+--¿Si no sabes nadar grandísimo burro para qué vas adonde te cubra?
+¡Eres un burro! ¿Quién, si no un burro se va al medio de la ría sin
+saber nadar?
+
+Tantas veces me llamó burro el bueno de fray Melitón que no sé cómo en
+aquel mismo punto no me brotaron las orejas.
+
+
+
+
+XX
+
+EL CACHORRILLO
+
+
+No recuerdo cuánto me costó. Tengo una idea de que di por ella todo el
+dinero que tenía en la hucha, que sumaría lo menos cuatro o cinco
+pesetas en calderilla. Además entregué una cadenita de plata, algunos
+botones dorados de un frac viejo de mi padre y una navajita que me
+habían regalado.
+
+A pesar de todo quedé convencido de que Ovidio, el hijo del boticario de
+la calle de la Fruta, había tenido un momento de extravío y que yo había
+abusado miserablemente de este muchacho cambiando aquellas baratijas por
+su pistola.
+
+Porque era una pistola, una verdadera pistola que se cargaba con
+pólvora, no uno de esos ridículos juguetes que nos regalaban nuestros
+parientes por las ferias de San Agustín y que se disparan con un muelle.
+
+¿Cómo vino a poder de Ovidio esta arma? Lo más probable es que
+perteneciese a un hermano mayor que había llegado de Cuba hacía unos
+meses. Lo sospeché pensando en la facilidad y aun la prisa con que de
+ella se desprendió. Si hubiera llegado a sus manos por un camino
+honrado, es seguro que la habría conservado en su poder con el mismo
+agrado, ¡qué digo agrado! con el mismo entusiasmo que yo la hice mía.
+
+Parece que la estoy viendo con su cañón pavonado y sus llaves bruñidas.
+La culata era obscura y charolada. Compré un cuarterón de pólvora y una
+cajita de pistones y recuerdo con emoción la primera vez que la
+disparé. Fué en el bosque de la Magdalena, próximo a Avilés, cosa de dos
+o tres kilómetros. Para este trascendental experimento se reunieron
+cinco o seis chicos de la escuela. Y en medio de ellos, caminaba hacia
+el campo de operaciones pálido y agitado, como si fuese a un duelo.
+Después de cargarla cuidadosamente, según las instrucciones que Ovidio
+me había dado, después de haber puesto el pistón en la chimenea,
+permanecí con ella en la mano presa de amarga incertidumbre. ¿Qué
+resultaría de aquello? Mis compañeros y yo nos mirábamos unos a otros y
+a todos nos latía el corazón como si se jugase en aquel ensayo nuestra
+existencia. Al fin, armándome de valor, me destaqué del grupo, avancé
+unos pasos y grité: ¡A la una! ¡a las dos!... ¡a las tres! ¡Pum!
+
+El estampido causó en nosotros un estremecimiento, pero muy
+especialmente en mí, como debe suponerse. Sin embargo, todos al punto
+recobran el valor, todos quieren disparar la pistola. Me costó no poco
+trabajo reprimir los ímpetus de aquellos héroes. Fuí, no obstante, lo
+bastante magnánimo en tal ocasión, para gastar el cuarterón de pólvora y
+buena parte de los pistones. Regresamos a nuestros hogares cubiertos de
+gloria y con el corazón henchido de sentimientos bélicos.
+
+Así que se divulgó entre la juventud de las escuelas la nueva de que era
+poseedor de aquella arma preciosa, me vi rodeado de aduladores. Cuando
+un hombre logra acaparar una cantidad respetable de fuerza, los demás
+acuden a él por un impulso irresistible, como las raspaduras del acero
+hacia el imán. Tal acaeció al califa Omar, a Pedro el Grande de Rusia, a
+Napoleón; tal me acaeció a mí. Desde entonces no me vi libre ya de un
+enjambre de cortesanos, especie de guardia fiel, que me seguía a todas
+partes ansiando participar de mi imperio y tomar parte en las felices
+aventuras que aquel instrumento mortífero había de proporcionarme.
+
+En la escuela sujetos que antes me despreciaban profundamente, mirábanme
+ahora con respeto y me preguntaban al oído misteriosamente:
+
+--¿Lo tienes ahí?
+
+Yo me hacía el interesante.
+
+--¿El qué?
+
+--El cachorrillo.
+
+--Lo tengo.
+
+--¿Cargado?
+
+--¡Ya lo creo!
+
+Entonces aquel sujeto desdeñoso me apretaba la mano con sigilo y se
+alejaba en silencio para comunicar a los demás noticia de tanta
+sensación.
+
+Debo advertir, para que el lector no se sobresalte demasiado, que el
+cachorrillo estaba cargado solamente con pólvora. Ni a mí se me ocurrió
+ni a mis compañeros tampoco, introducir en él ningún proyectil.
+
+Después de la escuela solíamos irnos a la Magdalena, aldea deleitosa
+como pocas, en cuyo bosquecillo habíamos recibido nuestro bautismo de
+fuego. Una vez allí, lejos de las miradas, aunque no de los oídos de los
+hombres, nos entregábamos a un tiroteo pernicioso que tenía un poco
+inquietos a los pacíficos labradores de aquel lugar.
+
+Sin embargo, las aventuras gloriosas no parecían. Hacía seis u ocho días
+que el cachorrillo estaba en mi poder y todavía no había logrado
+utilizarlo para algo que pudiera ser narrado algún día a mis amigos de
+Entralgo, pues en aquella época no sospechaba que pudiera tener cabida
+en mis memorias.
+
+La fortuna vino en mi ayuda al cabo en forma semejante a la de Don
+Quijote. Caminábamos una tarde hacia nuestro acostumbrado retiro de la
+Magdalena, cuando acertamos a ver un zagalote de quince a diez y seis
+años que corría hacia nosotros siguiendo a una niña como de diez. La
+alcanzó presto y comenzó a golpearla cruelmente, a tirarla del pelo y de
+las orejas. Entonces yo, con el sentimiento de mi fuerza incontrastable,
+le grito osadamente:
+
+--¡Deja a esa niña, animal!
+
+Levantó la cabeza, y al ver el ínfimo ser que se atrevía a hablarle de
+esta forma, quedó más estupefacto que indignado.
+
+--Sí; voy a dejarla--respondió sonriendo sarcásticamente--pero es para
+comenzar contigo, granujilla. Y avanzó con terrible calma hacia mí. Yo
+en vez de retroceder avanzo también algunos pasos y sacando la pistola y
+apuntándole al pecho exclamo colérico:
+
+--¡Si das un paso más eres muerto!
+
+Quedó inmóvil, clavado por la sorpresa y dirigiendo la vista a mis
+compañeros preguntó:
+
+--No estará cargada, ¿verdad?
+
+--¡Sí!... ¡cargada!... ¡está cargada!--le respondieron a un tiempo
+todos.
+
+Entonces el zagalote se pone pálido, vuelve grupas instantáneamente y
+emprende a correr gritando:
+
+--¡No tires, chico!... ¡No tires!
+
+Yo le sigo corriendo también.
+
+--¡Vas a morir! ¡Vas a morir!
+
+--¡Por Dios, no tires! ¡Por Dios, no tires!--clamaba el pobre diablo
+volviendo de vez en cuando la cabeza con terror.
+
+--¡Vas a morir!... ¡Vas a morir!--replicaba yo lúgubremente entre
+colérico y alegre.
+
+Al fin me cansé de seguirle y volví hacia mis compañeros, que me
+acogieron con estruendosa alegría. ¡Cuánto reímos, cuánto celebramos
+aquel triunfo! No nos hartábamos de recordarlo pintando el miedo de
+aquel gran zángano con rasgos cada vez más cómicos. Y así que llegamos a
+la villa cada uno de mis compañeros fué una bocina poderosa que esparció
+la nueva por todos sus ámbitos.
+
+De tal modo, que cuando al día siguiente por la mañana entré en la
+escuela un poco tarde, todos los ojos se volvieron hacia mí con viva
+curiosidad y admiración. Me senté en mi banco, pero aún allí me seguían
+las miradas de los compañeros. Yo paladeaba mi triunfo con deleite, pero
+en actitud modesta. ¡Ah, cuán lejos estaba de sospechar que tenía cerca
+la roca Tarpeya!
+
+Recuerdo que el maestro se hallaba frente al encerado y nos explicaba
+una operación de quebrados. Su amplia levita flotaba majestuosa a medida
+que su brazo, provisto de unas mangas postizas de percalina negra para
+no ensuciarse, iba trazando cifras y borrándolas después con una
+esponja. Pero aquel día nadie reparaba en la levita, ni en las mangas de
+percalina ni en la esponja ni en las cifras. Toda la atención de la
+escuela estaba concentrada sobre mí o, por mejor decir, sobre mi
+pistola.
+
+Uno de mis amigos más íntimos, que estaba cerca, se inclinó y me dijo en
+voz baja:
+
+--Mariano quiere ver la pistola. Déjamela un momento.
+
+Me resistí porque tenía miedo de que don Juan se volviese de pronto. Sin
+embargo, mi amigo insistió y como aquel Mariano era uno de los chicos
+más respetables de la escuela por su fuerza y yo le debía algunos
+favores, tuve la debilidad de ceder.
+
+La pistola no se detuvo en las manos de Mariano. Todos los chicos que se
+hallaban cerca querían tocarla y fué pasando de uno a otro mientras yo
+estaba en brasas mordiéndome los labios y maldiciendo de aquella
+peligrosa curiosidad.
+
+Al fin la pistola comenzó a retroceder lentamente sin que don Juan
+volviese la cabeza y pude recuperarla. Pero fuese porque algún chico
+hubiera andado con las llaves o porque yo la tomara con harto
+apresuramiento en el momento mismo de ir a meterla en el bolsillo se
+disparó.
+
+El estampido fué horroroso. Parecía que la escuela se había venido
+abajo. Don Juan cayó de bruces sobre el encerado y permaneció unos
+instantes inmóvil. Al estampido había sucedido un silencio de muerte.
+Don Juan se volvió al cabo y su faz estaba lívida: quizá contribuyese a
+ello el haberla restregado contra las cifras de quebrados que acababa de
+trazar. Paseó sus ojos extraviados por la escuela y como advirtiese que
+los de todos se hallaban fijos en mí me miró y vió la pistola. Entonces
+a paso lento se dirigió al sitio que yo ocupaba.
+
+No es fácil definir lo que por mí pasaba en aquel momento. Era más que
+terror una especie de anestesia de todos los sentidos, una vaga
+conciencia de que iba a morir y cierta indiferencia por la muerte. Mi
+sangre toda, sin faltar una gota, debió de haberse refugiado en el
+corazón, porque según me dijeron después mi rostro era el de un cadáver.
+
+Don Juan llegó al fin hasta mí y me tomó la pistola de las manos; las
+suyas temblaban tanto como las mías. Sin pronunciar una palabra se
+dirigió a la mesa y depositó sobre ella el arma, despojóse lentamente de
+los manguitos, abrió un pequeño armario donde guardaba siempre su
+sombrero de copa alta y lo sacó y se lo puso; llamó después al pasante y
+habló con él un momento en voz baja; volvió a tomar la pistola, la
+examinó detenidamente y cerciorándose sin duda de que no había peligro
+alguno la guardó en el bolsillo; luego vino de nuevo hacia mí, me tomó
+de la mano y en medio de un gran silencio y expectación salimos ambos de
+la escuela.
+
+La primera idea que acudió a mi mente cuando me vi en la calle de
+aquella forma sujeto por la mano de don Juan fué que me llevaba a la
+cárcel. Entonces resucitaron dentro de mi pequeño ser todos los
+espíritus muertos y me propuse no entrar en ella sino hecho pedazos. En
+cuanto aflojase un poco la mano ¡zas! daba un tirón y emprendía la
+carrera.
+
+Pero no la aflojó. Llegamos a la plaza, seguimos por los arcos y en vez
+de tomar la calle del Muelle, donde estaba la prisión, seguimos por la
+del Rivero. Entonces comprendí que me llevaba a casa y se me ensanchó el
+corazón. De mi padre estaba yo bien seguro. Cuando don Juan le explicó
+con su habitual compostura y modestia todo el negocio se mostró
+grandemente colérico, aseguró que iba desde luego a comenzar sus
+investigaciones para averiguar de dónde procedía aquella arma y prometió
+que se me castigaría severamente.
+
+Como yo esperaba, luego que don Juan se hubo ido no hizo otra cosa más
+que amonestarme sin demasiada acritud haciéndome algunas reflexiones que
+me impresionaron profundamente. En cambio mi madre se alarmó y enfureció
+lo indecible, me privó de toda golosina y no me dejó salir a la calle
+con mis amigos durante muchos días. Sin embargo, puedo asegurar que las
+palabras de mi padre fueron medicina más provechosa.
+
+
+
+
+XXI
+
+LA BATALLA DE GALIANA
+
+
+No he leído la descripción de esta batalla en ninguna historia
+contemporánea. No la he visto tampoco citada en las efemérides de los
+almanaques de pared. Creo, por tanto, que se me agradecerá el que venga
+a llenar un vacío en la historia militar de España. Si no se me
+agradece, peor para los ingratos.
+
+La calle de Galiana, donde se ha librado, lleva hoy mi nombre. Para que
+las futuras generaciones no se equivoquen suponiendo que se le ha dado
+por haber sido yo el general victorioso que dirigió esta batalla me
+cumple declarar que no he sido en ella más que un humilde soldado y no
+del ejército vencedor sino del vencido.
+
+Descargada así mi conciencia, penetro en los dominios de la historia.
+
+Entre Rivero y Galiana existía desde hacía muchos siglos un antagonismo
+irreductible. Si hablabais a un chico de Rivero de los zagales de
+Galiana crujía los dientes y dejaba escapar por la nariz resoplidos de
+fiera. Si mentaban delante de uno de Galiana a los rapazucos de Rivero
+le veríais poner los ojos en blanco y escupir. Ignoro qué agravios
+podían tener los unos de los otros, pero se odiaban como si en la
+antigüedad existiese un Paris de Galiana que hubiera raptado a una
+Helena de Rivero, o viceversa.
+
+Por lo tanto los choques eran frecuentes. Sin embargo, aunque se hablaba
+entre nosotros de formidables batallas libradas en tiempos remotos,
+cuya narración circunstanciada se conserva en los archivos del
+Ayuntamiento, en el mío no se había efectuado ninguna. Todo se reducía a
+operaciones de poca monta y a torneos individuales. Un chico de Galiana
+desafiaba a otro de Rivero y a la salida de la escuela se daban de
+moquetes en el muelle o en el Campo Caín. Algunas veces eran dos contra
+dos o tres contra tres como los Horacios y Curiacios.
+
+Estos repetidos escarceos mantenían vivo el odio secular. Por tal causa
+yo, recluta disponible de Rivero, cuando iba a casa de mi tía Justina,
+que habitaba en Galiana, tomaba toda suerte de precauciones hasta llegar
+a su puerta. Procuraba hacerlo cuando los chicos estuviesen en la
+escuela; jamás los domingos; si podía ir acompañado de una criada mucho
+mejor. En este último caso desafiaba impávido las iras de mis enemigos,
+que reducidos a la impotencia me lanzaban miradas furibundas y me
+enseñaban los puños.
+
+A mi primo José María por recibirme en su huerta y jugar conmigo a los
+caballitos haciendo él de cochero y yo de caballo o viceversa, se le
+miraba con desconfianza entre los suyos y estuvo amenazado de un proceso
+de alta traición.
+
+El odio así incubado y creciendo sordamente cada día, forzosamente debía
+provocar una catástrofe. Los volcanes que durante muchos años sólo dan
+cuenta de su existencia con algunos leves rugidos y un poco de humo,
+estallan súbito con formidable erupción.
+
+Todos sentíamos la necesidad de una batalla que decidiese para siempre
+la cuestión de la hegemonía en Avilés.
+
+Comenzó a trabajar la diplomacia. Nuestro servicio de espionaje nos
+informó de que nuestros adversarios habían pactado una alianza ofensiva
+y defensiva con los chicos de Miranda, la parroquia rural más próxima a
+su barrio. Estos aldeanitos de Miranda eran numerosos y gozaban fama de
+osados y aguerridos.
+
+El caso era serio.
+
+Por nuestra parte, entonces, se iniciaron secretas inteligencias con los
+campesinos de las parroquias de Villalegre y la Magdalena, los cuales
+nos ofrecieron algunos contingentes. También buscamos apoyo en los
+franceses de la «Fábrica de vidrios». Yo fuí comisionado para hablar con
+mi amigo Rodolfo Dinten, un francesito rubio, guapo y robusto, hijo de
+uno de los principales operarios de la fábrica. Este me sugirió
+confidencialmente que aunque sus compatriotas se negasen a intervenir en
+la guerra él por su parte se hallaba resuelto a batirse con nosotros
+hasta exhalar el último suspiro.
+
+Las negociaciones diplomáticas y los preparativos técnicos se
+prolongaron desde el mes de Marzo al de Mayo. Todos nos hallábamos
+extraordinariamente nerviosos. Tragábamos sin apetito la merienda que
+íbamos a buscar a casa después de la escuela y nos eternizábamos en
+inacabables conversaciones que se prolongaban hasta la noche. Nuestro
+Estado Mayor concertaba el plan de la batalla con tanto desconcierto que
+enronquecía a fuerza de discutir y no acababa de concertarse. La demora,
+sin embargo, aunque forzosa, no dejaba de convenirnos. La preparación
+era más sólida y escrupulosa; nuestras alianzas se consolidaban. Por
+otra parte deseábamos que la batalla se librase en una de las tardes más
+largas del año, porque no estábamos seguros de parar el curso del sol
+como Josué.
+
+Al fin quedó resuelto que fuese el próximo sábado al salir de la
+escuela. La batalla debía reñirse por convenio tácito entre ambos
+ejércitos en la calle de Galiana por razones especiales que paso a
+exponer.
+
+Esta calle, según se asciende de la Plaza, tiene a la derecha amplios
+soportales bastante elevados sobre el resto de la vía, por donde
+discurren los transeuntes. La parte baja, destinada casi exclusivamente
+a los vehículos de rueda, no contaba a su izquierda en aquel tiempo con
+edificio alguno. Por lo tanto allí se podía combatir libremente sin
+grave riesgo para los neutrales.
+
+Apenas terminado el rosario, que dirigía siempre los sábados nuestro
+venerable maestro don Juan de la Cruz, salimos tumultuosamente de la
+escuela y fuimos todos a formar en los soportales de Rivero. Allí
+teníamos preparadas nuestras municiones, un gran montón de piedras con
+las cuales llenamos nuestros bolsillos hasta desgarrarlos. Ningún
+guerrero que yo sepa pudo aquella tarde tragar la merienda.
+
+Una gran decepción nos aguardaba. Los prometidos contingentes de
+Villalegre y la Magdalena no acababan de llegar. En cambio la Francia
+estaba magníficamente representada por una docena de chicos de la
+fábrica, ágiles, vigorosos, atrevidos como lo son casi siempre los
+soldados de esta heroica nación.
+
+Cansados de esperar inútilmente, nos decidimos al fin a prescindir de
+las fuerzas aliadas rurales y en apretada falange nos dirigimos en
+silencio hacia Galiana.
+
+Formados también y cada cual con su piedra en la mano nos aguardaban
+allí nuestros enemigos. Una gran gritería nos acogió y una espesa nube
+de piedras cayó casi al mismo tiempo sobre nosotros. De nuestras manos
+partió inmediatamente otra descarga no menos temerosa.
+
+El fuego se generalizó. Durante algún tiempo ambos ejércitos mantuvieron
+sus posiciones respectivas. Después comenzó el vaivén natural en estos
+casos; tan pronto avanzábamos como retrocedíamos.
+
+¿Había muchos heridos? No, porque unos y otros procurábamos conservar
+saludable distancia y los proyectiles rara vez alcanzaban a nuestras
+filas. Por desgracia yo fuí uno de los pocos alcanzados. Una piedra me
+dió en la mejilla y me sacó sangre. Para enjugarla eché mano de mi
+pañuelo sin recordar que con él había limpiado hacía un instante el
+banco de la escuela donde se me había vertido el tintero. Puede
+figurarse cualquiera lo que sucedería. Entre la sangre y la tinta
+mezclada mi rostro ofrecía un aspecto tan aterrador, según me aseguraron
+después mis compañeros, que estuvo a punto de hacer flaquear su ánimo.
+Sin embargo, yo no sentía dolor alguno y seguí combatiendo hasta el
+final.
+
+La batalla se prolongó así largo rato. Al fin observamos con alegría que
+el enemigo comenzaba a retroceder sin tratar de recuperar el terreno
+perdido. Este retroceso inesperado nos envalentonó de tal suerte que nos
+arrojamos a perseguirlo de cerca y con brío. Así fuimos llevándole hasta
+lo más alto de la calle. Mas cuando ya le creíamos en plena derrota y
+próximo a refugiarse cada cual en su vivienda, he aquí que surge de
+improviso de los soportales donde se hallaba escondido un enjambre de
+chicos de Miranda que cayó sobre nosotros acribillándonos a pedradas.
+
+Aquel retroceso había sido una traidora emboscada.
+
+En nuestras filas la sorpresa produjo bastante turbación y retrocedimos
+desordenadamente. Pronto nos repusimos, sin embargo, y comenzamos a
+disputar el terreno palmo a palmo.
+
+Sin duda la retirada era de absoluta necesidad. El ejército enemigo,
+engrosado con aquel socorro, era muy superior al nuestro. Supimos, no
+obstante, llevarla a cabo con tanta serenidad y acierto que quedará en
+la historia como uno de los más famosos hechos de armas. No fué tan
+larga y difícil como la de los diez mil griegos mandada por Jenofonte,
+pero sí tan peligrosa.
+
+Por medio de hábiles y furiosos contraataques de nuestra retaguardia
+mantuvimos en respeto al enemigo. Rodolfo Dinten, Sidrín el
+_Chocolatero_, Luis Orovio, Floro Vidal realizaron prodigios de valor y
+sangre fría. Es deplorable que tales hazañas permanezcan sepultadas en
+los archivos del Ayuntamiento y no alcancen en nuestro país la
+notoriedad que merecen.
+
+Nos retirábamos pues en perfecto orden y causando daño al enemigo cuando
+al llegar al sitio en que la calleja de los _Cuernos_ confluye con la
+calle de Galiana observamos que un grupo numeroso de enemigos se
+precipitaba por ella. Esta calleja, cuyo nombre harto agresivo supongo
+que ya se habrá cambiado por otro más apacible, termina en la calle de
+la Cámara, la cual a su vez desemboca en la Plaza. De modo que nuestros
+enemigos marchando por ella podían tomarnos entre dos fuegos. Si el
+lector se procura un plano de Avilés podrá seguir, mediante mis
+indicaciones, los accidentes y episodios de esta memorable batalla.
+
+Inmediatamente nos dimos cuenta del peligro que ofrecía aquella maniobra
+envolvente. Nuestra retirada se hizo entonces más rápida aunque sin
+llegar al desorden. El lector no se admirará de ello porque tampoco a
+él le agradará seguramente que le cojan por la espalda.
+
+Nuestros enemigos, juzgándonos en vergonzosa huída cerraron la distancia
+de sus líneas y nos persiguieron más de cerca. Uno de ellos bien osado
+llegó a ponerse en contacto con nuestra retaguardia. Este guerrero
+temerario era _Belín_, uno de los más valientes campeones de Galiana.
+
+Confieso que a todos nos infundía respeto aquel héroe. No era un
+señorito, sino hijo de un menestral, fuerte por naturaleza y contando
+algunos años más que nosotros. Algunos suponían que tenía ya catorce. Yo
+no creo que hubiese alcanzado una edad tan avanzada. De todos modos nos
+llevaba la cabeza en estatura y mucha ventaja por la fuerza de sus
+puños. Fiando en esta fuerza el insensato no sólo se puso en contacto
+con nuestra retaguardia sino que penetró en ella y no satisfecho aún
+avanzó casi hasta el centro de nuestras tropas asestando terribles
+puñetazos a uno y otro lado.
+
+Entonces por movimiento instintivo y simultáneo, sin que la voz de
+ningún jefe hubiese dado la orden, las filas se apretaron contra él de
+modo que le hicieron imposible toda ofensiva. Trató con fuertes
+sacudidas de romper aquella espesa red que le sujetaba, pero fueron
+inútiles sus esfuerzos.
+
+Arrastrándole de esta suerte en nuestra retirada llegó con nosotros
+hasta la Plaza. El enemigo, que había visto con dolor la desaparición de
+uno de sus caudillos más reputados, trató de rescatarlo persiguiéndonos
+todavía en un paraje donde sabía perfectamente que estaba prohibida la
+lucha armada. Pero en aquel instante la fuerza coercitiva del Estado,
+representada por el octogenario alguacil Marcones, hizo su aparición
+habitual; levantó amenazador su viejo bastón de espino, y súbito las
+fuerzas de Galiana quedaron paralizadas y no tardaron mucho en retraerse
+a sus antiguas posiciones.
+
+Un rugido de alegría se escapó de nuestros pechos. Habíamos perdido la
+batalla pero teníamos en nuestro poder a Belín, al mortífero Belín,
+orgullo y esperanza de su barrio. Todavía quiso zafarse poniendo en
+tensión sus músculos poderosos, mas todos sus intentos se estrellaron
+contra el número incalculable de manos que le sujetaron. Entonces,
+comprendiendo que no existía posibilidad de salvación cesaron sus
+esfuerzos y adoptó una postura altanera y estoica que nos impresionó
+profundamente. Ni un grito, ni una palabra, ni un movimiento: se dejó
+conducir tranquilamente.
+
+¿Adónde? He aquí la pregunta que nos hicimos en seguida. Deliberamos
+ansiosamente porque el tiempo apremiaba. No conocíamos en nuestras
+tierras fortaleza alguna donde pudiéramos guardarlo, y estábamos ya a
+punto de dejarle en libertad cuando uno de nuestros compañeros tomó la
+palabra para manifestar que en su casa había una cuadra donde no se
+guardaba caballería alguna desde hacía largo tiempo y que bien podría
+hospedar a nuestro prisionero.
+
+Así se realizó punto por punto. Le llevamos hasta el final de la calle
+de Rivero. Nuestro compañero entró en su casa, y cerciorándose de que
+nadie podía estorbar nuestro designio, hizo una señal, y cuatro números
+sujetando al prisionero le introdujeron secretamente en la cuadra y allí
+le dejaron amarrado al pesebre. Lo que todavía hoy me admira al
+recordarlo, es que se dejó atar sin oponer resistencia, sin pronunciar
+siquiera una palabra.
+
+Era un caudillo de rara energía y sus ideas acerca del honor militar
+dignas de aplauso.
+
+¿Cómo llegó a conocimiento del propietario de la casa y papá de nuestro
+compañero que tenía en su cuadra amarrado un bípedo en vez de un
+cuadrúpedo? Nunca pudimos averiguarlo. Lo cierto es que no se había
+pasado todavía media hora, cuando en un estado de cólera increíble bajó
+a la cuadra, desató al noble adalid de Galiana y con las mismas cuerdas
+que le aprisionaron aplicó tantos zurriagazos al alcaide de la fortaleza
+que seguramente no le quedaron más ganas en su vida de guardar
+prisioneros.
+
+Este famoso Belín logró más tarde a costa de laudables esfuerzos seguir
+y terminar la carrera de Medicina. Se llamó don Abel García Loredo y fué
+uno de los facultativos más acreditados de Oviedo, donde falleció hace
+bastantes años.
+
+Alguna vez sentados en los divanes del Casino nos entreteníamos
+alegremente recordando nuestra edad infantil. Cuando yo le traía a la
+memoria este episodio reía a carcajadas exclamando:
+
+--¡Cosas de la guerra!
+
+
+
+
+XXII
+
+EL SUICIDIO DE ANGUILA
+
+
+Los lectores se acordarán, seguramente con horror, de aquel bandido
+apodado Anguila, que en compañía de otro facineroso a quien llamaban
+Antón el zapatero, nos asaltó en el camino de San Cristóbal a mi amigo
+Alfonso y a mí cuando nos propusimos hacer vida solitaria y eremítica.
+
+Voy a narrar ahora en qué forma intentó despojarse de la vida este
+sujeto.
+
+Pero antes bueno es que comunique al universo entero, para que nadie se
+equivoque respecto a su temperamento moral, algunos datos que le han de
+hacer más odioso. Si aún vive (cosa que sentiría) no dudo que
+experimentará honda confusión y vergüenza y esto es precisamente lo que
+me propongo.
+
+Es de saber que después de haberme maltratado indignamente so pretexto
+de enseñarme el ejercicio de las armas, me obligaba a hacerle el saludo
+militar cada vez que le encontraba en la calle. Y si me descuidaba de
+ello me lo recordaba dolorosamente con un puntapié o una bofetada. Al
+aproximarse a él era necesario cuadrarse y hacerle la venia. Entonces
+dirigiéndose a sus compañeros les decía guiñando un ojo:
+
+--A este chico le he enseñado yo el ejercicio. Por eso me respeta
+siempre como su capitán.
+
+Este payaso inmundo era popular en Avilés y sus farsas muy celebradas.
+¡A tal punto puede un pueblo equivocarse respecto al valor de sus
+hijos!
+
+Por las ferias de San Agustín acudían a nuestra villa muchos forasteros.
+Algunos llegaban de Madrid. Anguila tenía noticias de esta gran ciudad,
+no por la Geografía, pues seguro estoy de que en su vida había tomado un
+libro en las manos, sino por las noticias fantásticas de estos
+forasteros. Entre ellos había quien divertía sus ocios arrojando monedas
+de cobre envueltas en un papel desde el muelle a la hora de la marea,
+para que los pilluelos zambulléndose las cogiesen con los dientes.
+
+Anguila sobresalía de tal modo en tan noble ejercicio que no tenía
+rival.
+
+Jamás se había visto en Avilés un pez más acuático que Anguila.
+
+Cuanto pueda hacer un cetáceo dentro del agua él lo hacía.
+
+Yo creo que algo más.
+
+En las mareas vivas se arrojaba de cabeza a la ría desde el puente de
+San Sebastián, que tenía una altura considerable, desaparecía de nuestra
+vista y al cabo de largo tiempo surgía allá lejos, muy lejos, haciendo
+muecas horrorosas. Y como su piel era dura, negra, curtida y como el
+cabello cerdoso le llegaba hasta cerca de los ojos, cuando asomaba medio
+cuerpo fuera del agua parecía realmente una foca marina apresada en las
+costas de Terranova.
+
+Pero el momento en que se mostraba con verdadero esplendor su naturaleza
+de anfibio era en las fiestas náuticas celebradas durante las ferias de
+San Agustín. Se puede afirmar que Anguila era el héroe de estas fiestas.
+Ninguno logró jamás divertir tanto al público ni hacerse aplaudir tan
+calurosamente. Si se trataba de atrapar un bolsillo con dinero colocado
+en la punta de un mástil horizontal bien untado de sebo, Anguila a
+fuerza de intentarlo y caer infinitas veces al agua lograba al fin con
+destreza increíble apoderarse del dinero y al arrojarse al agua con el
+bolsillo en la mano lanzaba un ¡hurra! estentóreo al cual respondía el
+público con estruendoso palmoteo.
+
+Cuando había carreras de patos y a estos desgraciados animales se les
+colgaba con la cabeza abajo de un bauprés, y los botes pasaban a todo
+remo por debajo conduciendo los efebos desnudos en pie sobre la popa,
+era de ver a Anguila lanzarse al aire como un pájaro de presa y clavar
+sus garras en el cuello del pato y quedar colgado de él hasta que se lo
+arrancaba.
+
+Que me perdonen los manes de los señores de la comisión de festejos de
+la villa si afirmo que tal recreo era bárbaro, cruel y digno solamente
+de un hereje como Anguila.
+
+Cuentan que éste durante unas ferias llegó a ganar la respetable
+cantidad de ocho duros y que una vez rico concibió la idea de viajar.
+Comunicóla con Antón el zapatero, su cómplice, y como éste le diese su
+aprobación determinaron para dar comienzo trasladarse ambos a la capital
+de España.
+
+Nada de cuanto voy a narrar he presenciado. Lo sé por la voz pública.
+Pero como hizo mucho ruido en Avilés y no dejará de haber allí algún
+personaje prehistórico que lo recuerde no temo garantizarlo como
+rigurosamente exacto.
+
+Salieron, pues, una mañana estas buenas piezas de nuestra villa sin dar
+un tierno adiós a sus familias y llegaron a Oviedo en una jornada
+caminando a pie, como era entonces la moda. Hicieron noche en esta
+ciudad, durmiendo al aire libre, lo cual no puede ser más higiénico, y
+al día siguiente prosiguieron su marcha hacia León, adonde llegaron al
+cabo de cuatro.
+
+Una vez en León ¿qué impresiones agitan el ánimo de Antón el zapatero a
+la vista de esta ciudad? Nada menos que un sentimiento de nostalgia
+irresistible. Al menos esto fué lo que hizo presente a su compañero
+Anguila. Lo que no dijo es que todas aquellas noches había tenido
+pesadillas espantosas. Veía constantemente a su padre con el tirapié en
+la mano haciéndole reflexiones. Y pensando, sin duda, que estaba amagado
+a un desarreglo del estómago o quizá a la neurastenia determinó volverse
+a respirar de nuevo los aires natales.
+
+Anguila trató de oponerse, pero fué en vano. Se discutió largamente el
+asunto y al cabo quedó resuelto que Antón se volviera y Anguila
+continuaría solo el viaje.
+
+Inmediatamente se presentó un problema que siempre es de difícil
+solución, al menos en nuestro planeta, el problema del dinero. Antón
+quería llevarse la mitad de lo que había en caja, o sea sesenta reales.
+Anguila no quería darle más que veinte. Hubo disputa muy agria y
+estuvieron a punto de venir a las manos. Al fin predominó el dictamen de
+Antón, porque si Anguila semejaba mucho a un gorila, Antón era un
+verdadero tigre de Hircania.
+
+Cuando este tigre llegó a su madriguera de Avilés no se sabe lo que allí
+pasó; pero entre nosotros los chicos de la escuela corrió como muy
+válido el rumor de que había tenido que ir al médico para arreglarle la
+piel. Mentiría si dijese que no me había alegrado.
+
+En cuanto al gorila, así que se vió solo crecieron sus ánimos, cosa que
+nada tiene de sorprendente tratándose de un animal salvaje.
+
+El ferrocarril del Noroeste de España no llegaba entonces más que a
+León. Anguila se fué a la estación, comió un panecillo y un pedazo de
+queso en la cantina, bebió un vaso de vino y se puso a dar paseos
+gravemente por el andén, como un rentista, esperando la hora del tren.
+Preguntó cuál era la estación más próxima y como le nombrasen Torneros,
+cuando llegó el momento de sacar los billetes pidió en la taquilla uno
+de tercera para Torneros, que le costó solamente algunos céntimos.
+
+Los viajeros eran numerosos porque se acumulaban los que habían llegado
+en las diligencias de Asturias y Galicia: Anguila observó en qué coche
+había más gente y allí se encajó. En los departamentos de tercera suele
+viajar la gente menos aromática pero también la más franca y afectuosa.
+Fuera del coche podrán ser los unos para los otros lobos feroces, pero
+en cuanto allí se acomodan todo es cordialidad y alegría y fraternidad y
+cuchipanda. Los caballeros no llevan abrigos de pieles sino groseros
+sacos al hombro; las señoras enormes cestas cargadas de legumbres en vez
+del primoroso _cabás_ con las joyas; mas no por eso maldicen de la
+existencia.
+
+A esta sociedad trató de hacerse pronto simpático Anguila, y lo
+consiguió fácilmente. A uno le quitaba el viento con su gorra para que
+pudiese encender el cigarro, a otro le desembarazaba del saco o de la
+cesta colocándolos debajo del asiento, a los niños les sentaba sobre sus
+rodillas y les enseñaba juegos de manos. Nada de esto necesitaba para
+obtener la benevolencia de los viajeros, porque repito que en los coches
+de tercera se practican todas las virtudes cristianas de una vez.
+
+A los quince minutos era allí popular. Uno le regalaba la mitad de un
+chorizo, otro le daba nueces, otro le hacía beber un trago de su bota, y
+había quien le daba pescozones cariñosos llamándole granuja. El se
+dejaba querer. Por supuesto, había tenido cuidado de manifestar que iba
+a Madrid, de lo cual nadie dudó porque llevaba siempre empuñado su
+billete en la mano izquierda.
+
+Mas he aquí que hallándose asomado a la ventanilla cuando el tren
+marchaba a toda velocidad, se le oye lanzar un grito lastimero.
+Inmediatamente vuelve la cabeza con tales señales de consternación en el
+rostro, que los viajeros, asustados, le preguntan a un tiempo:
+
+--¿Qué te pasa, chico?
+
+--¡Se me cayó!, ¡se me cayó!--gimió Anguila desesperadamente.
+
+--¿Qué te ha caído?
+
+--¡El billete...! ¡Se me cayó el billete!
+
+Y sus mejillas se bañan de lágrimas porque este pícaro tenia la rara
+facultad de llorar cuando le daba la gana. Lloraba tan amargamente y
+estaba tan feo llorando, que todos se sintieron conmovidos.
+
+--¿Pero cómo fué eso, chico?
+
+Él, entre suspiros y lágrimas, explicaba que no sabía cómo había sido...
+Estaba descuidado..., la mano se le había aflojado..., el viento era muy
+fuerte. Y venga llorar y suspirar y moquear.
+
+--No te apures niño--dijo uno--. Ya veremos cómo se arregla eso.
+
+--¡Ya lo creo que se ha de arreglar! ¡No faltaba más!--exclamó otro.
+
+Inmediatamente se formó un conclave y se discutió con calor el asunto.
+Los hombres, en general, opinaban que cuando llegase el revisor se le
+debía explicar con franqueza lo acaecido, pensando que sería suficiente
+para que no hiciese bajar al muchacho. Las mujeres no se fiaban del
+revisor, encontraban más seguro ocultar al chico, para lo cual había
+bastante acomodo con sus faldas.
+
+Predominó, como siempre, la opinión de las mujeres. Unos y otros se
+estuvieron relevando a la ventanilla para espiar la venida del empleado
+y cuando le vieron, Anguila se hizo un pequeño ovillo de algodón y quedó
+disimulado entre los pliegues de una basquiña.
+
+Los viajeros hallaban tan divertido este juego, que reían sin cesar.
+Trataban a aquel malhechor con afectuosa atención y le regalaban y le
+mimaban como si fuese su propio hijo.
+
+Al llegar a Madrid también pasó la puerta de la estación oculto entre
+tres o cuatro mujeres que se apretaban unas contra otras más de lo
+razonable. En cuanto se vió fuera y libre despidióse de aquella buena
+gente diciendo que iba en busca de un hermano que allí tenía, y se lanzó
+a las calles de la corte tan alegre como el pájaro que por vez primera
+abandona el nido.
+
+Era necesario estirar, cuanto fuese posible, los tres duros mal contados
+que tenia en el bolsillo. Por lo tanto, en vez de montar en un coche de
+punto y hacerse trasladar al hotel de París, compró un bollo de pan en
+el primer puesto que halló y por dos cuartos más tomó el café con que le
+brindaba un vendedor ambulante en la esquina de la Cuesta de San
+Vicente.
+
+Aquella noche durmió patriarcalmente sobre uno de los bancos de la plaza
+de Oriente.
+
+Se propuso aprovechar el tiempo y no partir de Madrid sin ver todo lo
+que de notable encierra, ya que calculaba que no había de permanecer
+muchos días. Todo lo visitó, pues, rápidamente, las calles principales,
+los barrios bajos, la Casa de Fieras, el Palacio Real, los Museos, los
+teatros, el Congreso de los Diputados, etc., etc. No hay para qué
+advertir que lo vió todo por fuera porque Anguila había vivido siempre
+al aire libre y no era cosa de romper con sus hábitos. Los leones de
+bronce del Congreso, acabados de fundir con los cañones tomados a los
+moros, le interesaron muchísimo. No entró en el Salón de Conferencias
+porque odiaba la política. En cambio, como el Derecho penal era su
+especialidad, asistió muy cerca y sin perder un detalle a la ejecución
+de un reo en el Campo de Guardias. Lo que algo vale algo cuesta. Su
+curiosidad científica le costó algunos puntapiés de los agentes de Orden
+público, pero los dió por bien empleados puesto que había logrado
+presenciar un espectáculo que ni Antón el zapatero ni ninguno de sus
+camaradas de Avilés verían probablemente en su vida.
+
+Ignoro cuántos días empleó en ilustrar su joven inteligencia de esta
+suerte. No debieron de ser muchos, porque aunque la cama le salía
+barata, los comestibles eran caros ya en aquella época. De todos modos
+tan agradable temporada se hubiera prolongado un poco más, si no fuese
+porque una mañana, al despertarse en su marmóreo lecho de la plaza de
+Oriente, se encontró con que durante el sueño le habían desembarazado de
+las pocas pesetas que le quedaban. No lloró, porque Anguila aborrecía
+las cosas inútiles. Se contentó con proferir con voz recia sucesivamente
+y en ristra, todas las blasfemias y palabras sucias que había logrado
+aprender en su pueblo natal. Se dirá que esto es también inútil. No
+tanto; algunas blasfemias proferidas con adecuada entonación, pueden
+salvar a un hombre de un derrame biliar o cólico nefrítico.
+
+Aunque libre por el momento de estos accidentes, Anguila no pudo menos
+de pensar que su situación distaba un poco de ser brillante. Poco
+después comprendió, igualmente, que si algo había indispensable para él
+en aquel momento era almorzar. En consecuencia, dirigió sus pasos hacia
+la taberna donde solía hacerlo desde que había llegado, comió lo que
+tenía por costumbre y aprovechando la distracción de la tabernera que,
+por otra parte no le vigilaba considerándole ya como parroquiano, logró
+salir sin ser notado y se alejó velozmente de aquellos lugares. Era
+domingo. Estábamos en los primeros días de Septiembre; el tiempo
+espléndido; temperatura agradable; grande animación por las calles.
+Aunque sus negocios le preocupaban un poco, Anguila gozó como cualquier
+ciudadano bien acomodado de estas ventajas naturales y sociales.
+Recorrió las calles, entró en las iglesias, paseó por la acera de las
+Calatravas y cuando llegó la hora se fué, como siempre, a escuchar la
+música y presenciar el relevo de la guardia del Palacio Real. En la
+Puerta del Sol vió a unos chicos limpiando el calzado de los transeuntes
+y, súbitamente, le acometió la idea de hacerse limpiabotas. Pero apenas
+nacida la idea la desechó con desprecio. ¡Limpiabotas! ¡Puf! Lo último
+que él sería en este mundo.
+
+No hay forastero en Madrid que los domingos por la tarde no vaya a
+pasearse a la Castellana o al Retiro. Anguila optó por este último
+punto, como más pintoresco y divertido. El real sitio, del cual todavía
+una parte estaba vedada para el público, rebosaba de gente. La burguesía
+madrileña se derramaba por sus caminos arenosos produciendo con su
+charla y su risa un gozoso rumor que Anguila aspiró deliciosamente. Le
+parecía hallarse todavía en las ferias de Avilés. Innumerables niños que
+corrían riendo, gritando y se caían y lloraban, señoras elegantísimas,
+mancebos que jugaban a la pelota, grupos de hermosas jóvenes que
+saltaban a la cuerda, apuestos militares que las miraban y
+requebraban... Pero lo que más atraía su atención y más le interesaba
+era, como debe suponerse, el gran estanque que surcaban algunas
+barquichuelas tripuladas por marineritos acicalados como los de las
+cajas de bombones. Puede calcularse el desprecio y la risa que a Anguila
+inspiraban estas barcas y estos marineros.
+
+Aquel día se amontonaba una muchedumbre inmensa en las orillas del
+estanque. Anguila miraba al estanque, miraba a la gente y se hallaba en
+un estado contemplativo sin pensar absolutamente en nada cuando de
+pronto nace en su cerebro una idea maravillosa.
+
+Fué una de esas ideas que sólo acuden a los hombres cuando Dios quiere
+demostrarles que su providencia jamás deja de velar por ellos.
+
+Dió vuelta lentamente al estanque y después de haberse cerciorado dónde
+había más gente y dónde estaban más lejanas las lanchas, se encarama
+velozmente sobre la barandilla de hierro, da un grito desgarrador y se
+precipita en el agua.
+
+A este grito contestaron otros cien que partieron de la muchedumbre.
+
+--¡Un niño se ha caído al agua!
+
+--¡No; se ha tirado! ¡Lo he visto yo!
+
+--¡Se ha caído!
+
+--Le digo a usted que se ha tirado.
+
+Anguila había desaparecido debajo del agua y quedó oculto unos
+instantes, pero al cabo asoma el rostro haciendo muecas horribles,
+agitando las manos como quien lucha con la muerte. Vuelve a sumergirse y
+otra vez aparece gesticulando, chapoteando, gritando:
+
+--¡Madre!... ¡Madre del alma! ¡Socorro!
+
+--¡Que se ahoga ese niño! ¡Salvad a ese niño!--gritaban de todas partes.
+
+Anguila desaparecía otra vez, permanecía unos instantes bajo el agua y
+de nuevo aparecía con el rostro más descompuesto todavía, exhalando
+gemidos lastimeros.
+
+El público se agitaba, gritaba, pero nadie se atrevía a tirarse al agua.
+Hay que comprender que Madrid es el pueblo más interior de España.
+
+Las mujeres convulsas, frenéticas increpaban a los hombres.
+
+--¡Salvad a ese niño, cobardes!
+
+Las lanchas se hallaban en el extremo opuesto. Una de ellas venía ya
+remando hacia el sitio, pero antes de que llegase tenía tiempo el chico
+de ahogarse diez veces.
+
+Al fin un hombre, el mismo que afirmaba haberle visto tirarse se despojó
+rápidamente de la chaqueta diciendo:
+
+--El se ha tirado; yo lo he visto por mis ojos... pero no importa.
+
+Y se arrojó al agua. Nadó unos instantes, se aproximó con cautela al
+chico y tomándole por los cabellos en el momento en que aparecía otra
+vez le arrastró hacia la orilla. Allí numerosas manos se apresuraron a
+izarle.
+
+Anguila parecía medio asfixiado. Quisieron volverle la cabeza para que
+soltase el agua que había tragado pero él se opuso enérgicamente a esta
+operación. Un grupo inmenso de gente le rodeaba. El hombre que le había
+salvado y que a todo trance quería hacer valer su opinión le preguntó:
+
+--¿Te has caído o te has tirado?
+
+--¡Me he tirado!--balbuceó Anguila.
+
+--¿Y por qué te has tirado?
+
+--¡Porque... porque quería matarme!
+
+--¿Y por qué querías matarte?
+
+--¡Porque estoy muerto de hambre!--profirió entre sollozos aquel
+tunante.
+
+La noticia corrió como un reguero de pólvora por la multitud.
+
+Un niño que trató de suicidarse por estar en la última miseria, se
+decían los unos a los otros. Un tierno sentimiento de compasión se
+apoderó de todos los corazones. En un momento se recaudó allí un montón
+de calderilla y algunas pesetas. Metieron todo este dinero en un pañuelo
+y se lo entregaron al náufrago.
+
+Pero ya algunos guardas habían llegado, los cuales se empeñaron en
+llevarle a la Casa de Socorro. Antes de hacerlo un caballero anciano
+elegantemente vestido se abrió paso entre la gente y llegando hasta el
+suicida le habló con el mayor afecto y le dió una tarjeta para que se
+pasase por su casa.
+
+En la de socorro metieron al buen Anguila en la cama mientras le secaban
+la ropa. Una vez seco y restaurado y dueño de algunas pesetas se dirigió
+al palacio del conde de F., cuya era la tarjeta que le dieran. Este
+caritativo señor se enteró con emoción de la historia lamentable que a
+Anguila le plugo ensartarle, le hizo dormir en su casa y al día
+siguiente le envió con un criado a la estación del Norte. Allí le dieron
+un billete para León y otro para la diligencia hasta Oviedo.
+
+Esta es la historia verídica del suicidio de Anguila. Yo he presenciado
+una repetición desde el muelle, porque alguna vez hacía reír a sus
+amigos parodiándolo.
+
+¡Había que ver a aquel payaso hundirse en el agua y aparecer medio
+asfixiado pidiendo socorro con las ansias de la muerte!
+
+Al sujeto que le salvó la vida le dieron, a petición de la Prensa, la
+cruz de Beneficencia.
+
+
+
+
+XXIII
+
+PEDRO MENÉNDEZ
+
+
+Las ferias de Avilés tienen, como todo el mundo sabe, la misma
+significación histórica que los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia.
+
+Si hubiese tropezado en mi infancia con un japonés o un persa, que no
+hubiera oído nunca hablar de estas ferias, quedaría seguramente
+estupefacto.
+
+No sé lo que son ahora, pero doy fe de que en aquellos tiempos eran una
+antesala del Paraíso. Y si me dejaran, es posible que me quedase
+contento en la antesala sin entrar jamás en el salón.
+
+Pasábamos un año entero soñando con aquellos cinco días. Si algún
+pariente generoso nos ponía en la mano una peseta, corríamos a meterla
+en la hucha de barro ¡para las ferias! Si nos compraban un lindo
+sombrerito de paja, era ¡para las ferias! Si el sastre nos cortaba un
+terno de paño fino o el zapatero nos fabricaba unos zapatitos de charol,
+naturalmente, era ¡para las ferias!
+
+Fuera de casa, en el paseo, bajo los arcos de la plaza y a la salida de
+la escuela, comentábamos acaloradamente los festejos. Vendrá una
+compañía dramática; vendrá otra de circo. Y a los chicos se nos hacía la
+boca agua porque se aseguraba confidencialmente, pero con visos de
+verdad, que en esta última figuraba un clown maravilloso que se tragaba
+un largo sable hasta la empuñadura y otro que daba sin trampolín el
+doble salto mortal.
+
+Mientras las ferias duraban vivíamos en medio de un aturdimiento feliz,
+fuera enteramente de nosotros mismos y de nuestras costumbres. Eran días
+de exaltación, de vértigo, de ataque de nervios. Cuando nos
+aproximábamos a ellos sentíamos su calor y nos iluminábamos por dentro
+como los cometas al acercarse al sol. Aquellos cinco días y ocho antes
+los pasábamos en un estado de inconsciencia angélica. No era vida mortal
+la que llevábamos sino inmortal y olímpica. Los dioses bajaban a
+nosotros y nos besaban en la frente y nos daban de beber de su ambrosía.
+Apelo al testimonio de los viejos avilesinos que me lean.
+
+Quince días antes, los peones del Ayuntamiento empezaban a clavar los
+mástiles con gallardetes a lo largo del muelle y de las calles
+principales. Avilés fué siempre una villa pródiga en gallardetes.
+Recuerdo la viva, inefable emoción que me embargaba cuando veía a los
+obreros erigir los primeros mástiles, símbolo de dicha inmarcesible.
+Algunas veces pensaba que si en el Cielo no hay gallardetes, es un Cielo
+incompleto.
+
+Pero la más característica entre las señales precursoras de tan magno
+acontecimiento, más aún que la erección de los mástiles con gallardetes,
+eran dos grandes bastidores de madera que la corporación municipal hacía
+colocar unos días antes a los dos lados de la puerta del Bombé, aquel
+exiguo Bombé, germen del hermoso parque de ahora. Eran dos figurones que
+representaban, el uno a Pedro Menéndez y el otro a Ruy Pérez de Avilés,
+según rezaba la leyenda que debajo ostentaban.
+
+Cuando al descender por la calle de la Herrería cualquiera de los días
+precedentes a la feria, divisaba a lo lejos a Pedro Menéndez y a Ruy
+Pérez, mi alegría era tan intensa, que me obligaba a detenerme. El
+corazón quería saltarme del pecho, la dicha me ahogaba y de buena gana
+hubiera corrido a aquellos héroes y les hubiera besado y abrazado.
+
+Más tarde les perdí un poco el respeto porque me hice filósofo y
+pacifista. Pero en aquella época mi temperamento era extremadamente
+marcial; soñaba con batallas y escaramuzas, tajos y mandobles. Yo mismo,
+con mis propias manos, fabricaba lanzas y sables aprovechando los
+barrotes de algún viejo cajón de pino, plateándoles con papel de estaño
+arrancado de los paquetes de chocolate. Y como nos hallábamos entonces
+en guerra con los moros de Africa, pensaba vagamente en fugarme de casa
+y marchar a ponerme a las órdenes del general Prim y ofrecerle el
+auxilio de mi sable de madera.
+
+Felizmente esto no llegó a efectuarse y pude alcanzar la edad viril y
+después la vejez, sin haber cortado la cabeza ni haber hecho la más
+pequeña incisión a ningún moro.
+
+Aunque abominando, pues, de la guerra, conservé siempre, por lo que
+acabo de decir una tierna inclinación hacia Pedro Menéndez, Adelantado
+del reino y conquistador de la Florida. Así que cuando llegó a mis oídos
+la noticia de que le habían alzado una estatua en el parque de Avilés,
+me sentí complacido y me propuse hacerle una visita.
+
+Le vi de pie sobre un alto pedestal y apenas pude reconocerle. Era un
+personaje obscuro, verdoso, siniestro, que tenía la espada desenvainada
+como apercibido a ponerse en guardia y darle una estocada al primero que
+se le pusiera delante. ¡Qué diferencia de aquel Pedro Menéndez de mi
+infancia, tranquilo, majestuoso, encuadrado en un pintoresco bastidor de
+madera! En vez de intentar darle un abrazo como en otro tiempo, aparté
+de él la vista con tedio y me alejé de aquel sitio velozmente. Quiero
+decir que no me fué simpático.
+
+Por eso, cuando en aquellos días un notable poeta regional que firma con
+el pseudónimo de «Marcos del Torniello» en una de sus sabrosas
+composiciones propuso que se me erigiese una estatua en el parque de
+Avilés frente a la de Pedro Menéndez, me sentí extrañamente agitado.
+Inmediatamente me representé yo mismo con cuerpo de mármol, pero
+sensible y pensante, sobre una columna de piedra, sufriendo día y noche
+los embates del viento y los rigores del sol, azotado por la lluvia o
+ensuciado por el polvo. Me vi años y años frente a aquel negro,
+siniestro guerrero de la espada desenvainada, sin poder apartarme un
+punto de su vista. Y se me oprimió el corazón.
+
+Anduve preocupado todo el día; me acerqué cuatro o cinco veces a la
+estatua, y otras tantas me alejé echando una mirada oblicua, nada
+amorosa, al feo soldado que iba a ser mi socio por los siglos de los
+siglos. Inquieto y caviloso me fuí aquella noche a la cama y tuve el
+sueño siguiente:
+
+Soñé que llegaba a Avilés por el ferrocarril, embalado en un gran cajón
+de madera y que en la estación me arrastraron algunos mozos hasta un
+carro de bueyes en presencia del escultor y tres o cuatro señores
+desconocidos. Me llevaron hasta el parque y por la noche me desembalaron
+y me colocaron sigilosamente sobre una columna de granito que allí
+estaba preparada, al efecto, y me taparon después la cara y el cuerpo
+con un trozo de harpillera. Al día siguiente se efectuó la ceremonia de
+destaparme, en presencia de una gran muchedumbre, con asistencia de las
+autoridades y amenizado el acto por la orquesta municipal. Yo estaba
+confuso y avergonzado de tanto honor y viendo a algunos viejos amigos
+conmovidos hasta derramar lágrimas, se me derretía el corazón cual si
+fuese de manteca y no de mármol.
+
+Pasé algunas horas distraído aquella tarde. Mucha gente se detenía a
+contemplarme y hacían comentarios. Unos sacudían la cabeza con ademán
+severo y expresaban en alta voz sus dudas sobre si yo merecía o no ser
+elevado a la categoría de los héroes. Otros por el contrario aplaudían
+el acuerdo del Municipio manifestando que yo les había hecho pasar
+algunos ratos divertidos y que no era mal muchacho. Gentiles avilesinas
+fijaban sus menudos pies en la arena y me miraban con ojos risueños
+haciendo un mohín de satisfacción. Yo sentía unos deseos locos de
+bajarme del pedestal, postrarme a sus pies y darles las gracias.
+
+Pero de vez en cuando me acordaba de que pronto iba a quedar solo en
+presencia del terrible conquistador de la Florida, y me estremecía.
+
+Llegó la noche. Las últimas luces del sol relampaguearon un instante
+sobre la superficie de la ría; hicieron brillar después los cristales de
+los balcones del Gran Hotel, quedaron algunos segundos recogidas en las
+copas de los árboles, y por fin se fueron. Y con ellos también los ojos
+hermosos de las avilesinas. Todo quedó en tinieblas.
+
+Heme aquí frente a don Pedro Menéndez. La noche era obscura y hacía
+bastante calor. La agitación de aquel día me tenía cansado y la
+sofocante temperatura me inclinaba al sueño. Empezaba a dormitar cuando
+me sacó de mi letargo una voz ronca y espantosa. Era la estatua del
+conquistador de la Florida que hablaba.
+
+--¡Eh, amigo! ¿Por qué estáis ahí plantado frente a mí?
+
+--Porque me han puesto--respondí tembloroso.
+
+--¿Y por qué os han puesto, decidme? ¿Por qué os hicieron tanta honra de
+vos colocar frente a mí en figura de piedra?
+
+Yo debí responder ciertamente: «Porque les ha dado la gana.»
+
+Pero me sentí lleno de miedo, un miedo abyecto: y balbucí más que dije:
+
+--Quizá hayan pensado que merecían esta recompensa mis servicios.
+
+--¡Ah, sois un guerrero famoso! Perdonad que os haya hablado sin los
+respetos que se os deben. Agora decidme ¿qué reinos habéis conquistado,
+qué enemigos de Dios y del rey habéis vencido, en cuántas batallas
+habéis combatido?
+
+--Con todo respeto y miramiento os diré que no he conquistado ningún
+reino. Solamente en mi edad juvenil quise conquistar el corazón de
+alguna bella, pero no pocas veces me vi necesitado a levantar el sitio.
+En cuanto a batallas, la única seria en que he tomado parte fué la de
+Galiana.
+
+--¡Nunca oí mentar esa batalla!
+
+--Pues fué recia y cruel, y en ella tuve la mala fortuna de quedar
+herido.
+
+--¿De pica o de algún arcabuzazo?
+
+--No, señor, de piedra.
+
+--¡De piedra! ¿Entonces os hallabais todavía en la edad de los honderos
+y catapultas? ¿No conocíais el uso de la pólvora, ni las culebrinas, ni
+los morteros ni los arcabuces? Erais unos bárbaros.
+
+--En efecto, así nos llamaba casi todos los días el señor don Juan de la
+Cruz.
+
+--¿Quién era ese varón?
+
+--Nuestro maestro de escuela.
+
+--¡Por Dios que no os entiendo! ¿Qué tienen que partir en estos asuntos
+de armas los maestros de escuela?
+
+--Es que no se trata de armas. Yo no soy guerrero.
+
+--Entonces, decidme, con mil de a caballo ¿quién sois y qué maravillas
+habéis hecho para que así os honren con mármoles y bronces?
+
+--Pues yo no he hecho en este mundo más que algunos libros que andan
+rodando por él con inmerecido aplauso.
+
+Don Pedro quedó un instante suspenso y soltó después una horrísona
+metálica carcajada.
+
+--¡Vamos, sois un c... tintas!
+
+--No tanto, señor Adelantado. Mi linaje radica aquí mismo en Avilés y es
+tan antiguo como el vuestro... Pero ya nadie se precia de linajes en
+estos tiempos... Cada cual se fabrica el suyo con su cabeza o con sus
+manos. Trabajar; extraer de la madre tierra aquellos elementos
+necesarios para la vida de los hombres es nobleza; forjar los metales,
+tallar las piedras, modelar el barro, enviar los productos de una región
+del planeta a otra, difundirlos, comerciar con ellos, es nobleza. Pero
+la mayor nobleza en estos tiempos es el expresar con belleza y decoro
+ideas justas, es alzar el espíritu de los hombres a las altas
+especulaciones de la metafísica, es recrearla con sabrosas, peregrinas
+invenciones. No hay monarca ni potentado hoy sobre la tierra que no
+envidie el laurel de un publicista.
+
+--¡Por vida mía!... ¿Es que a vosotros, ruin canalla, se os corona agora
+con laureles? Mucho soy maravillado. ¿Entonces, qué es dejado a los
+varones señalados que abrazan con afecto el arte de la milicia corporal,
+a los mancebos bélicos, a los varones esforzados de inmortal memoria que
+han vertido su sangre en crudas batallas?
+
+--En el día, señor Adelantado, los mancebos belicosos suelen parar en la
+cárcel o en el hospital. Los hombres hemos llegado a convencernos de
+que los tajos y mandobles, lanzadas y cintarazos, aunque sean inferidos
+con singular destreza, no deben ser considerados como signos de nobleza
+sino de barbarie; que no deben llamarse héroes a los que saben dar
+buenos mordiscos, porque mejores los dan los chacales. Somos espíritus y
+el teatro de nuestra actividad debe ser el mundo espiritual. Nuestro
+negocio más importante en la edad presente es el huir de la edad
+cuadrúpeda que vos representáis.
+
+--¡Rayos y centellas! ¿Y tenéis en menos las hazañas portentosas de
+aquellos guerreros que han sabido conquistar para su rey y señor
+dilatados territorios y encadenar a sus pies a millares de esclavos?
+
+--Sí, los tenemos en menos; siento verme obligado a decíroslo. No son
+conquistadores para nosotros los que se apoderan de un pedazo de tierra
+que hermanos suyos han regado con el sudor de su frente sino los que
+descubren nuevos horizontes para la ciencia y con la luz de su ingenio
+esclarecen las almas de sus semejantes. El hombre no ha nacido para
+luchar con el hombre sino con las ciegas fuerzas de la naturaleza que
+nos oprimen. Newton, Kepler, Bacon, Palissy, Gutenberg, Franklin,
+Pasteur, Edison han sido los conquistadores legítimos de nuestra raza.
+
+--No conozco a esos varones. ¿Pertenecieron a la armada o a la gente de
+a caballo? Nunca les vi apuntados en la relación de las grandes y
+señaladas victorias del rey, nuestro señor.
+
+--Pertenecieron a la armada del talento... Pero todavía, señor
+Adelantado, han existido y existen otros luchadores más grandes, más
+generosos. Estos no luchan con la tierra y el mar ni con el aire y el
+fuego sino con la _Esfinge_.--«Adivina o te devoro»--dice la _Esfinge_.
+Y estos buenos guerreros del espíritu luchan con ella, se rompen los
+huesos contra su cuerpo de piedra y caen rendidos y ensangrentados
+queriendo arrancarle su secreto. Pitágoras, Heráclito, Sócrates, Platón,
+Plotino, Spinoza, Descartes, Pascal, Leibnitz, Kant, Hegel, Schopenhauer
+son los héroes más queridos de la Humanidad.
+
+--¡Habláis un habla, pardiez, que nunca sonó hasta ahora en mis oídos!
+Todo eso son enredos y trampantojos, y en verdad que merecierais por
+tales maleficios ser llevado a un calabozo del Santo Oficio para que
+allí os castigasen o enmendasen o que el rey, nuestro señor, os enviase
+a galeras después de vos haber aplicado doscientos azotes.
+
+--El Santo Oficio que invocáis no fué más que un odioso tribunal donde
+sobre víctimas inocentes se cebó la crueldad nativa, la ignorancia, el
+orgullo y la envidia de algunos clérigos vomitados por el infierno... En
+cuanto a vuestro rey don Felipe segundo está en el día reputado por un
+déspota rencoroso y sombrío que destruyó la obra grandiosa de aquella
+santa mujer que se llamó Isabel primera de Castilla, apagando la
+inteligencia y envileciendo el carácter del pueblo español.
+
+--¡Qué estáis diciendo, temerario!--gritó con estruendosa voz el
+guerrero de bronce--. ¿Al Santo Oficio esas blasfemias? ¿A mi rey
+tamaños ultrajes? ¡Por vida mía que he de castigar tanta insolencia!...
+¡Toma, menguado!
+
+Y diciendo y haciendo me tiró con su espada un tajo al cuello y mi
+cabeza marmórea cayó al suelo con un ruido sordo que me despertó.
+
+
+
+
+XXIV
+
+HISTORIA TRISTE DE MI AMIGO GENARO[4]
+
+
+Sus padres tenían un almacén de enseres marítimos no lejos del muelle.
+Era tan pequeño y estaba de tal modo atestado que apenas podrían
+mantenerse tres o cuatro personas dentro de él.
+
+Barricas de raba para la pesca de la sardina, montones de cables
+enrollados, paquetes de lona, cajas de brea, remos, garfios, anclotes,
+latas de aceite, pantalones impermeables, todo hacinado de un modo
+delicioso. Yo por lo menos lo encontraba así. El techo era bajo,
+circunstancia que lo hacía más grato aún a mis ojos, y de él pendían
+ristras de anzuelos, alpargatas y botas de agua. Tenía una escalerita
+estrecha y empinada que conducía al piso primero y único de la casa.
+Todo esto le prestaba cierta semejanza con el camarote de un barco; y
+aquí está precisamente la causa de que esta tiendecita ejerciese sobre
+mí tal fascinación.
+
+En aquella época yo amaba el mar sobre todas las cosas: era mi elemento,
+soñaba con ser marino.
+
+Me encantaba, pues, visitar aquella tiendecita tan abarrotada de tesoros
+marítimos y me hubiese encantado aún más si el padre de mi amigo Genaro
+no fuese un hombre tan serio y tan barbudo. Su barba negra, erizada, le
+brotaba hasta por debajo de los ojos, que eran negros también y grandes
+y severos. Cuando iba a preguntar por su hijo me informaba por medio de
+un gruñido señalando al techo o a la puerta, según estuviese en casa o
+fuera.
+
+Genaro tenía bastante parecido con su padre y seguramente sería un
+perfecto retrato suyo cuando transcurriesen los años. La misma tez
+cetrina, los mismos grandes ojos negros y una cierta seriedad que
+imponía respeto a primera vista. Después que se entraba con él en
+amistad resultaba extremadamente simpático. Era un chico franco,
+resuelto, leal, no muy inteligente y un poco aturdido. Todos le
+estimábamos, no sólo por su carácter, sino también y especialmente por
+su agilidad y su fuerza, pues es cosa cierta que los niños como los
+griegos adoran el cuerpo primero y después el alma.
+
+Ninguno más diestro que él en toda clase de juegos y ejercicios, sobre
+todo en los marítimos, esto es en nadar, remar, trepar a pulso por la
+jarcia de los barcos, etc. En el arte de la navegación nos sacaba a
+todos gran ventaja, pues era ya a los trece o catorce años un perfecto
+marinero que izaba y echaba rizos a la vela en el momento oportuno, que
+sabía orzar y arribar y tesar o arriar la escota y dejaba caer el rezón
+con perfecta exactitud donde quería. Por esto siempre que disponíamos
+cualquier excursión a los puntos extremos de la ría buscábamos su
+compañía.
+
+Felizmente para mí, su casa no sólo tenía entrada por la tienda. En el
+portal había otra escalera que conducía al piso, y cuando la puerta no
+estaba cerrada subía por ella para llamarle evitando con esto la barba
+espinosa de su padre.
+
+En vez de esta barba solía recibirme en lo alto de la escalera un rostro
+halagüeño y hermoso que me placía ver casi tanto como los tesoros
+marítimos de la tienda. Este rostro pertenecía a una joven llamada
+Delfina, mitad costurera, mitad amiga de la casa. Venía con frecuencia a
+ella para ayudar a la madre de Genaro que, enteramente ocupada con la
+tienda, no podía atender a los quehaceres domésticos.
+
+Esta Delfina, que podría contar diez y siete o diez y ocho años de
+edad, era un estuche. Cosía primorosamente, aplanchaba aún mejor,
+dirigía las faenas de la casa con la habilidad de una vieja ama de
+llaves y sabía contar cuentos mejor que la sultana Serezada. Era además
+bella como lo eran sus tres hermanas; porque tenía nada menos que tres;
+y era igualmente coqueta como ellas. Entre las jóvenes artesanas de
+Avilés estas cuatro gozaban con justicia fama de hermosas y elegantes;
+es decir, que sus trajes eran más cuidados y más finos que los de las
+demás, aunque sin salirse de su esfera, porque en aquel tiempo ninguna
+osaba hacerlo. Era además alegre como un jilguero y nos hacía reír con
+sus bromas y después nos pellizcaba para que no riésemos alto; porque
+ella también tenía miedo de las barbas del amo de la casa.
+
+Así, que cuando subía a la de mi amigo para invitarle a alguna
+excursión, si Delfina estaba en ella, más de una vez y más de dos olvidé
+mi propósito y me quedé embelesado con la risa y los cuentos de la
+costurera. Y si se me había caído un botón o me había hecho un siete en
+el traje, esta encantadora hada se apresuraba a reparar el desperfecto,
+dándome después una ligera bofetada que me dejaba con apetito de
+desgarrarme otra vez el pantalón.
+
+Un día, no obstante, al subir la escalera para llamar a Genaro, la
+encontré excesivamente seria y desde lo alto me despidió secamente
+diciéndome que mi amigo no podía salir conmigo porque su padre le tenía
+ocupado. Me sorprendió un poco, pero no hice demasiado alto en ello.
+Aquella misma tarde uno de nuestros amigos me dijo confidencialmente:
+
+--Acabo de saber que Genaro ha robado bastante dinero a su padre y que
+éste le ha dado tantos palos que ha tenido que guardar cama.
+
+Quedé consternado. Entonces comprendí la razón de la seriedad de
+Delfina.
+
+--Pero ¿cómo ha sido?
+
+--No sé... Creo que ha metido mano en el cajón de la mesa donde guarda
+el dinero allá en su cuarto.
+
+Me produjo un sentimiento tristísimo. Aquel chico era un amigo a quien
+yo quería de veras y jamás le creyera capaz de semejante bajeza.
+
+Transcurrieron bastantes días y una tarde le encontré en el muelle.
+Estaba un poco más pálido, pero alegre e impetuoso como siempre.
+Embarcamos en nuestro bote y nos paseamos por la ría al tenor de otras
+veces. Yo sentía que mi estimación hacia aquel muchacho mermaba; pero no
+podia sustraerme a la simpatía que había logrado inspirarme. Sin
+embargo, desde entonces me abstuve de ir a buscarle y sólo cuando le
+encontraba casualmente en el muelle nos embarcábamos juntos.
+
+Pero su asistencia a este sitio, que antes era tan continua, sufría
+algunos eclipses. Algunas veces se pasaban ocho días sin que le viese
+saltando por las lanchas o encaramándose en la jarcia de los barcos. Por
+otra parte, cada vez que le veía le encontraba más pálido: la tristeza
+se esparcía como una nube negra por su rostro.
+
+Aquel amigo, que por relaciones de familia tenía noticias auténticas de
+lo que pasaba en casa de Genaro, me comunicó que éste seguía robando a
+su padre y que los castigos continuaban cada vez más crueles y
+terribles. Al parecer, la noche anterior su padre le había azotado de
+tal manera con unas cuerdas que a sus gritos habían acudido los vecinos
+y le habían hallado en un estado lamentable.
+
+Entonces súbitamente despertóse en mí una compasión infinita hacia aquel
+chico; aún puedo decir que creció mi cariño, porque siempre en mi alma
+la compasión engendró el amor. Me rebelé contra aquella barbarie y me
+dije con indignación: «¿Después de todo, qué? ¿No trabaja y ahorra para
+él? Si se ha tomado antes lo que más tarde le ha de pertenecer no hay en
+ello tan gran delito.»
+
+He aquí cómo la compasión y el afecto hicieron brotar en mi cerebro
+ideas subversivas en el orden moral y jurídico.
+
+Algunos días después volví a encontrarle en el muelle y por un impulso
+repentino que no pude reprimir le eché los brazos al cuello. El quedó
+sorprendido, se puso aún más pálido y rompió a sollozar perdidamente.
+Como nunca había sido blando para llorar, su llanto provocó el mío, que
+siempre lo he tenido fácil.
+
+No hablamos una palabra. Nos secamos las lágrimas en silencio y montamos
+en el bote para dar nuestro paseo habitual.
+
+Al cabo supe que su padre había resuelto enviarle a Cuba y que estaba
+señalado el barco que había de conducirle. No recuerdo, o por mejor
+decir no quiero recordar, si era la _Eusebia_, la _Flora_ o la _Villa_,
+los tres barquitos principales que entonces hacían la carrera de
+América; pero era uno de ellos. Estaba anclado en San Juan esperando el
+Nordeste para hacerse a la vela.
+
+Aquellos días no vi a Genaro en el muelle. Cuando llegó el de la partida
+tuve de ello noticia por un viejo marinero cuyo hijo era grumete en el
+barco. Entonces me acometió el deseo de ir a despedirle. Lo propuse a
+otros dos amigos que aceptaron al instante, pues todos amábamos a aquel
+chico a pesar de sus faltas. Y una tarde, después de comer, nos
+acomodamos en un bote y comenzamos a bogar en dirección a San Juan.
+
+En el muelle habíamos sabido antes de partir que Genaro ya estaba allá
+desde por la mañana y que ni su padre ni su madre ni persona alguna de
+la familia había ido a despedirle. Sólo un marinero le había acompañado
+con el baúl. Aquello nos pareció el colmo de la crueldad.
+
+Cuando llegamos a San Juan, el barco estaba ya a punto de hacerse a la
+vela. Nos acercamos a su casco negro y advertimos que a bordo se estaban
+efectuando las maniobras preliminares. En torno de él había tres o
+cuatro lanchas con personas que decían adiós a los pasajeros. Estos,
+inclinados sobre la borda, hablaban a gritos con sus amigos o deudos.
+Dimos la vuelta al buque y no vimos por ninguna parte a Genaro. Entonces
+nos pusimos a llamarle con toda la fuerza de nuestos pulmones.
+
+--¡Genaro! ¡Genaro!
+
+Al cabo apareció en la popa. Con una mano se sujetaba a un cable y con
+la otra nos envió un saludo acompañado de una triste sonrisa.
+
+Jamás olvidaré aquella sonrisa de dolor, de vergüenza, de resignación,
+de desprecio...
+
+Quisimos hablar, pero no sabíamos qué decirle. Un marinero se acercó a
+él y le apartó bruscamente y se colocó en su sitio para ejecutar una
+maniobra.
+
+--¡Adiós, Genaro!--le gritamos.
+
+Él nos hizo otro saludo con la mano. Y no volvimos a verle.
+
+Entonces comenzamos de nuevo a navegar la vuelta de Avilés. Bogábamos
+silenciosos, melancólicos. Los tres sentíamos en el fondo del corazón
+que una gran infamia se acababa de cometer en este mundo.
+
+Pocos días después lo habíamos olvidado. Sin embargo, al cabo de dos o
+tres meses se produjo un acontecimiento misterioso que llegó hasta
+nosotros y nos causó profunda impresión.
+
+El padre de Genaro al abrir un día el cajón de la mesa de su cuarto se
+enteró con estupor de que había sido robado.
+
+Entonces se le ocurrió a aquel bárbaro lo que mucho antes debió de
+habérsele ocurrido. Buscó una traza ingeniosa para averiguar quién le
+robaba.
+
+Amarró una cuerda al fondo del cajón por la parte exterior, taladró la
+mesa, taladró el piso y la hizo pasar hasta la tienda, donde colocó
+disimuladamente una campanilla.
+
+En efecto, algunos días después sonó esta campanilla: el comerciante se
+precipitó por la escalera sin hacer ruido y sorprendió al ladrón in
+fraganti. Era Delfina, la bella costurera que a todos nos tenía
+hechizados.
+
+Fué entregada a la justicia y el padre de Genaro se apresuró a escribir
+a Cuba para hacerle venir. La carta llegó demasiado tarde. No mucho
+después de arribar a la Habana fué atacado por el vómito negro y había
+dejado de existir.
+
+Esta es la historia triste de mi amigo Genaro.
+
+No roguéis a Dios por aquel niño mártir. Rogad por sus verdugos.
+
+
+
+
+XXV
+
+ROSAS TEMPRANAS
+
+
+Corría el año 1861. En Avilés vivíamos ignorados, pero felices. Allá
+lejos podían sublevarse los batallones y en Madrid alzarse barricadas y
+en todas partes encenderse la lucha y venir en pos de ella las
+sangrientas represiones, matanzas y fusilamientos. Nosotros no nos
+ocupábamos en semejantes bagatelas. Nuestros sucesos interesantes eran
+los Carnavales, el baile de Piñata, los días de San Juan y de San Pedro
+con sus paseos por mar y por tierra, las romerías, las ferias.
+
+¿Quién osará afirmar que no estábamos en lo cierto? ¿Hay algo más
+interesante para el hombre que su felicidad? Un moralista me dirá que la
+bondad debe ir delante. Yo responderé que bondad y felicidad son una
+misma cosa, y se lo demostraría con párrafos muy elocuentes de Plotino,
+de Santo Tomás y de Fichte; pero no estoy seguro de que esto sea
+oportuno en unas memorias. Por el momento, me limito a exclamar con el
+Evangelio: ¡Bienaventurados los pacíficos! Nosotros lo éramos; por eso
+Dios nos recompensaba derramando sobre nuestra villa torrentes de
+alegría.
+
+La noche de San Juan era particularmente regocijada. Como en otras
+muchas regiones de España, días antes, los niños trabajábamos
+ardorosamente en la construcción de jardines en plena calle,
+aprovechando los rincones y encrucijadas. Estos jardines eran nuestro
+orgullo, porque sabíamos que habían de ser visitados. Para ello
+poníamos a contribución los bolsillos de nuestros padres y deudos.
+Enarenábamos sus caminitos esmeradamente; los adornábamos, no solamente
+con plantas y flores, sino, a veces, también con estatuas y fuentes, y
+comprábamos farolillos venecianos, con los cuales los iluminábamos _a
+giorno_. Al día siguiente escuchábamos con avidez el dictamen y las
+críticas de la gente. Si oíamos decir que el jardín del Rivero era mejor
+que el de Galiana, nuestro corazón latía de entusiasmo, y celebrábamos
+nuestro triunfo gritando por las calles: ¡Viva Rivero!
+
+Pero uno de aquellos mis compañeros me había afirmado seriamente que,
+echando un huevo en un vaso de agua a las doce en punto de la noche de
+San Juan, y dejándolo reposarse al sereno, podría verse al día
+siguiente, dentro del agua, la figura de un barco perfectamente
+esculpida, con sus mástiles, sus velas y toda su jarcia.
+
+Quise ver esta maravilla, de la cual, ni por un instante dudé. Lo
+maravilloso es el manjar que mejor digieren los niños. Como no podía
+permanecer en pie hasta la hora señalada, porque no me lo hubieran
+consentido, me acosté, pero sin dormirme. Al escuchar en el reloj del
+comedor las once y media, aguardé todavía un rato; me levanté
+sigilosamente, fuí a la cocina, llené un vaso de agua, tomé un huevo y,
+saliendo al corredor, que daba sobre nuestro jardín, esperé anhelante
+las doce. Cuando el gran reloj del Ayuntamiento hizo vibrar la primera
+campanada en el silencio de la noche, partí el huevo y vertí su
+contenido en el vaso.
+
+Al día siguiente, en el momento de abrir los ojos a la luz me acudió el
+recuerdo del barco. Salto del lecho velozmente, y, en camisa, salgo al
+corredor y miro con ávida intensidad mi huevo. ¡Oh, amarga decepción! En
+el vaso no había más que un licor amarillento, asqueroso, sin figura de
+barco alguno.
+
+¡Cuántas veces así en el curso de mi vida he puesto también a serenar
+alguna dulce ilusión! Como ahora, he hallado siempre, en vez del barco
+mágico, el licor nauseabundo del desengaño.
+
+Llegaba después el día de San Pedro, ¡Qué brillante paseo en el _bombé_!
+Llamábase así en Avilés un trozo de terreno de forma ovalada,
+enarenado, cercado por una paredilla alta, de medio metro, y guarnecido
+de altos álamos blancos de hoja plateada. Este cercadito minúsculo, que
+no tendría, de punta a punta, más de cien metros, era el paseo oficial
+de la población, el paseo de gala.
+
+Llegaban las romerías. Las romerías son la alegría del verano. Avilés
+está rodeado de frondosas aldeas, que semejan otras tantas esmeraldas
+formando la orla de una perla. La Magdalena, Villalegre, San Martín, San
+Pelayo, Miranda, Balliniello y San Cristóbal son las principales. Todas
+ellas tienen su romería, que van escalonadas al través de los meses
+estivales. La más concurrida, la más espléndida, la abadesa mitrada de
+estas romerías, es la de la Luz. Ya la he descrito en mi novela titulada
+_El Cuarto Poder_, y a esta descripción me remito.
+
+Mas aquel año a mi felicidad se añadió otra que todo el mundo
+comprenderá inmediatamente; aquel año tuve una novia. Es decir, no sé a
+punto fijo si tuve una novia, pero esa fué la opinión del público.
+
+Acostumbrábamos los chicos a recrearnos por las tardes, como ya creo
+haber dicho, en el llamado _Campo Caín_, o sea el trozo de terreno con
+árboles que se extendía delante del antiguo convento de la Merced.
+
+Este convento medio derruído servía para todas las cosas de este mundo,
+para escuela, para vivienda, para oficinas de la Aduana, para cuartel de
+carabineros, para telégrafo cuando lo hubo, etc., etc.
+
+El Campo Caín sólo servía para nosotros.
+
+Ignoro cómo a este campo ameno y pacífico le dieron un nombre tan
+trágico. Es posible que en los siglos pasados se cometiese allí un
+fratricidio.
+
+A él dieron también en venir por las tardes a solazarse aquella
+primavera las niñas de la población con sus doncellas. El solaz de las
+niñas no era como el nuestro jugar a la estaca, saltar los unos sobre
+los otros y darse de mojicones. Ellas formaban corrillos, cantaban
+dulcemente y bailaban la _giraldilla_.
+
+Llámase así en Asturias una danza en que los bailarines forman círculo
+cogidos de la mano. Dentro de él quedan unos cuantos. Se canta dando
+vueltas y cuando llega cierto pasaje convenido los que están dentro
+eligen con un signo de la mano pareja entre los de fuera, se rompe el
+círculo y bailan uno frente a otro abrazándose después para dar las
+últimas vueltas.
+
+No es necesario decir que este baile es mucho más grato e interesante
+cuando toman parte en él los dos sexos. Entonces los hombres quedan una
+vez dentro del corro y otra vez las mujeres.
+
+Las niñas bailaron solas durante algunosdías. Nosotros las
+contemplábamos de lejos serios y un poco turbados. Seguíamos nuestros
+juegos; pero sin darnos cuenta nos sentíamos atraídos hacia la
+giraldilla de las niñas.
+
+Al fin uno de nosotros, ¡un valiente! cuyo nombre no recuerdo se
+aventuró a entrar dentro de ella. Las niñas se agitaron, hubo cuchicheo
+y apariencia de debate y gestos desabridos y sonrisas maliciosas; pero
+al cabo aquel valiente se quedó dentro y bailó como un sultán con todas
+ellas. Otro le imitó, luego otro, y al fin todos entramos.
+
+Desde entonces el Campo Caín adquirió un nuevo y singular atractivo para
+nosotros. Todas las tardes, sin faltar una, nos juntábamos allí y
+pasábamos más de una hora cantando y bailando. Las criadas sentadas en
+los poyos nos miraban benévolas, departiendo entre sí y animándonos con
+sus picarescas sonrisas. Después de todo ellas eran unas niñas grandes
+también y se divertían con nuestra alegría.
+
+No tardó mucho tiempo en actuar dentro de aquellas giraldillas la ley
+química de las afinidades electivas. Cada uno de nosotros empezó a
+distinguir a una niña e inmediatamente tanto entre nosotros como en el
+conclave de las domésticas fué considerado como su novio.
+
+Yo me sentí atraído muy pronto hacia una llamada Concesa (no he vuelto a
+oír este nombre en mi vida) y se lo declaré del modo único que entonces
+sabía; esto es, sacándola a bailar más a menudo que a las otras, y
+procurando ponerme a su lado cuando dábamos las vueltas cantando.
+Naturalmente, fuimos declarados novios y tanto ella como yo aceptamos
+tácitamente esta declaración.
+
+Pero no corría todo allí como sobre rieles. En este mundo junto a la luz
+está la sombra y la ley de la competencia es desgraciadamente tan
+inflexible como la del amor. La niña gustaba a otros tanto como a mí.
+Tuve rivales, fuí más constante, al cabo más dichoso; pasado algún
+tiempo no se me molestó más.
+
+El Campo Caín no fué el único paraje donde nos juntábamos y bailábamos.
+Aprovechamos también poco después las romerías. Niños y niñas formamos
+aquel verano un mundo aparte, en el cual vivíamos felices sin cuidarnos
+de lo que pasaba en torno nuestro. Si alguna de las niñas dejaba de
+venir al Campo Caín o faltaba a la romería, el pretendido novio no se
+atrevía a preguntar por ella, pero las amiguitas compasivas le hacían
+saber el motivo, aunque de una manera indirecta.
+
+--¿Por qué no ha venido Fulanita a la romería?--preguntaba en voz alta
+una niña a otra.
+
+--Porque se ha dado un golpe en la rodilla y su mamá no la permite
+moverse de una butaca.
+
+Nos dábamos por enterados y el interesado se mostraba triste aquella
+tarde para que las amiguitas fuesen con el cuento a la niña contusa.
+
+Yo no sé si allí existía el amor: creo que no. Por mi parte al menos me
+parece que lo que sentía hacia aquella hermosa niña llamada Concesa era
+una viva simpatía, una suave amistad que sólo de lejos semejaba a la
+pasión amorosa, la cual no prendió en mí hasta mucho más tarde. Me
+agradaba verla y bailar con ella, y me enorgullecía que me distinguiese;
+pero esta simpatía dejaba perfectamente libre mi espíritu. Por otra
+parte, no se cruzaba entre nosotros ninguna palabra que trascendiese a
+galanteo. Si he de confesar la verdad diré que apenas he hablado nunca
+con ella. Solamente cuando en la giraldilla nos abrazábamos para dar las
+últimas vueltas, lo cual duraba pocos segundos, nos decíamos alguna vez
+cualquier palabra indiferente.
+
+Recuerdo, sin embargo, que en cierta ocasión como yo hubiese sacado a
+bailar con excesiva frecuencia a otra niña, Concesa se enojó y no
+volvió a sacarme a mí aquella tarde. Al día siguiente se celebraba la
+romería de Balliniello. Como siempre las niñas formaron su giraldilla y
+nosotros nos juntamos a ellas. La primera vez que Concesa quedó dentro
+del corro me eligió a mí por pareja. Yo le dije con voz temblorosa al
+dar las últimas vueltas:
+
+--Creía que estabas enfadada conmigo, Concesa.
+
+Ella me respondió:
+
+--Yo no me enfado con nadie... y menos contigo.
+
+Y se desprendió de mí bruscamente ruborizándose.
+
+Fué lo más vivo, lo más apasionado que hubo en la historia de aquellos
+amores.
+
+La de mis amigos supongo que habrá sido idéntica. Sin embargo, ignoro
+por qué causa la mía se hizo más pública. Quizá porque la Providencia
+quiso probar ya mi paciencia desde la edad más tierna. Mis amores se
+hicieron célebres, no sólo en el mundo infantil, sino en la villa
+entera. En todas partes se supo que yo tenía una novia y en todas partes
+se me daba vaya con ella gozándose en mi confusión y vergüenza. Los
+amigos de la casa me saeteaban con indirectas, sonreían, se hacían
+guiños significativos, mientras, ¡misero de mí!, yo me ponía más rojo
+que una cereza. Tal era mi sobresalto, que cuando pasaba por delante de
+cualquier corrillo de gente se me figuraba que hablaban siempre de mis
+amores, como si no hubiese otra conversación en Avilés. Recuerdo que una
+noche jugando en casa de unos señores amigos a la _Aduana (le Cheval
+blanc)_, que entonces era una novedad, solían algunos sujetos pródigos y
+derrochadores hacer dos puestas a fin de tener derecho a tirar dos veces
+los dados. Al colocar las dos puestas decían: «--Por mi... y por la
+novia.» Era el chiste de siempre. Yo que también ambicionaba el tirar
+los dados dos veces me aventuré aquella noche a doblar mi puesta, aunque
+sin repetir el chiste, como se debe suponer. Pero un joven burlón dijo
+en voz alta mirándome con sonrisa maliciosa: «--Por ti y por Concesita,
+¿verdad?»
+
+¡Oh Dios mío! ¡Qué turbación! ¡Qué vergüenza! Una ola de rubor me subió
+a la cara con tal violencia que pienso que hasta el blanco de mis ojos
+debería de estar rojo también. Al cabo rompí a llorar y los hombres
+rieron con más ganas. Pero las señoras, respetuosas siempre aun con las
+más ínfimas manifestaciones del amor, se compadecieron de mi:
+
+«--Vaya, dejar a ese niño. ¿Qué les importa a ustedes que tenga o no
+tenga novia?»
+
+Pero aún fuí vejado de otra más terrible manera. Ignoro quién fué el
+chico desalmado a quien se le ocurrió componer una letra sobre cierto
+pasacalle que entonces se cantaba mucho, aludiendo a mis amores. Quizá
+fuese uno de mis despechados rivales. Lo cierto es que esta letra
+alcanzó tal fortuna en el mundo infantil que por mucho tiempo no se
+cantó con otra el citado pasacalle. Sólo recuerdo de ella el estribillo
+que decía:
+
+ Armando la quiere más
+ que todos en general.
+ Todos la quieren bastante,
+ pero Armando mucho más.
+
+Dejo al lector suponer los tormentos inconcebibles que esta canción me
+hizo experimentar. En Rivero los chicos me la cantaban en cuanto salía
+de casa. Si iba a Galiana así que me divisaban ya comenzaba el coro
+
+ Armando la quiere más
+ que todos en general.
+
+Lo mismo que me dirigiese al muelle que al Campo Caín, que a los Arcos
+del Ayuntamiento, en todas partes escuchaba el mismo estribillo. ¡Qué
+horrible congoja! Hasta paseando un día por la vecina aldea de la
+Magdalena oí cantar al hijo de un labrador el famoso «Armando la quiere
+más».
+
+En fin, que si me trasladase a los antípodas era seguro que allí también
+Armando la querría más.
+
+Años después, cuando ya estudiaba yo la carrera de Jurisprudencia en
+Madrid y me afeitaba la barba, habiendo venido a Avilés a pasar algunos
+días del verano, al cruzar por una callejuela solitaria, acerté a ver
+sobre el viejo muro de una huerta esta leyenda trazada con carbón:
+
+ _Concesa y Armando._
+
+Me hizo sonreír. Yo era un sabio en aquella época y desde lo alto de mi
+ciencia contemplaba aquellos pueriles amores con soberano desdén.
+
+Hoy desde lo bajo de mi experiencia los miro con un poco más de
+respeto.
+
+
+
+
+XXVI
+
+PARÉNTESIS
+
+
+Salta este capítulo, lector minúsculo, pues no va dedicado a ti, y
+permite que un instante desahogue mi pecho oprimido con aquellos que
+como yo ven cercana la fatal ribera y a quien hace ya señas el adusto
+barquero.
+
+¡Con qué placer evoqué los seres que alegraron mi niñez! Mi fantasía los
+representa con los rasgos que tenían, escucho su voz, miro su sonrisa o
+su gesto severo, contemplo su marcha: unos son dulces, afectuosos, otros
+graves, éstos melancólicos, aquéllos alegres, los otros grotescos; pero
+todos amables, porque todos habían sido enviados por Dios para hacerme
+dichoso.
+
+¿Dónde estáis, nobles seres que compartisteis mi amor y mi alegría? Una
+mano glacial os arrebató para siempre de mi lado. ¡Para siempre!
+Horrible palabra que oprime mi corazón y me llena de estupor. Si la
+muerte es la separación definitiva, si nunca más os volveré a ver,
+valiera más que no nos hubiéramos juntado un instante en este pequeño
+globo que nada indiferente por los abismos del espacio. ¿Viviréis en
+otras regiones luminosas, inmarcesibles y seréis dichosos como lo
+merecíais, o la mano cruel que os arrebató os habrá precipitado en una
+noche eterna?
+
+¡Ah, quién me volviera a aquellos hermosos días de mi infancia! ¡Quién
+me diera vivir otra vez entre vosotros! Dondequiera que habitéis, en el
+seno del Elíseo o errando por las praderas sin flores de un mundo
+subterráneo, y aunque debiese beber como Ulises la sangre del carnero
+negro para reconoceros, allí quisiera estar. Porque cada uno de vosotros
+era una parte de mi ser y al marcharos me dejasteis mutilado.
+
+Y si ya no existís en parte alguna ¿qué fuisteis entonces? Vanos
+fantasmas que se disiparon como la niebla de la mañana. Y si fantasmas
+habéis sido, fantasma también soy yo y mi existencia una bomba de jabón
+que tiembla y brilla un momento a la luz del sol para romperse sin dejar
+rastro alguno.
+
+Próxima está ya a estallar. Este mundo de pensamientos y recuerdos que
+llevo en mi cabeza, el espectáculo brillante que me seduce se disipará
+conmigo. Otros vendrán que gozarán de la luz del sol como yo y amarán y
+pensarán y vivirán un instante mecidos en una dulce alegría, y otros
+después... y otros... y otros. Y al cabo este pobre planeta que también
+es una bomba de jabón nadando en el espacio explotará igualmente
+haciéndose pedazos o morirá lentamente por consunción...
+
+¡Todo fué un sueño! Las cien generaciones que turbaron este mundo con
+sus amores y sus odios, con sus progresos soberbios, con su piedad o con
+su cólera se convertirán en éter impalpable. ¿Dónde están sus lágrimas y
+sus risas, dónde están sus pensamientos altivos? Los monstruos
+repugnantes que poblaron la tierra en las primeras edades, los poetas y
+filósofos que nos cautivan en la presente, los santos, los malvados, las
+emociones más puras, los pensamientos más altos, todo, todo ha sido
+igual, todo se convirtió en éter.
+
+En vano me dice Spinosa: «Ningún ser puede caer en la nada.» En vano me
+aseguran que es de todo punto imposible que un átomo de materia pueda
+desaparecer y aniquilarse. ¿Qué tengo yo que ver con esos átomos? ¿Me
+devolverán por ventura a los seres que amo? Pues si esto no hacen, su
+fuerza eterna es para mí absolutamente despreciable.
+
+ * * * * *
+
+Me represento con terror el momento en que mi pobre cuerpo cadavérico va
+a quedar encerrado para siempre en el sepulcro. Llega la noche. Una
+calma profunda reina en el cementerio. No sopla ninguna brisa, no se
+escucha ningún rumor. La luna baña con su luz fatídica el recinto y los
+cipreses se alzan inmóviles sobre las tumbas.
+
+De repente escucho a lo lejos un clamor rumoroso que se acerca: levanto
+un poco la losa de mi sepulcro y me encuentro rodeado de una muchedumbre
+abigarrada que me mira en silencio. Son los filósofos de la palingenesia
+antiguos y modernos, los pitagóricos, los platónicos, los estoicos, los
+alejandrinos, los origenistas, los trascendentalistas, los fourieristas,
+los sansimonianos. Uno de ellos toma la palabra y me dice:
+
+«Nada temas. Tu alma es inmortal y al abandonar tu cuerpo perecedero se
+vestirá de otro y después de otro en una serie infinita de existencias
+distintas. Y en cada una de ellas serás desgraciado o feliz expiando tus
+faltas o recibiendo la recompensa de tus buenas acciones; pasarás de una
+vida más imperfecta a otra más perfecta o recíprocamente según hayas
+ascendido hacia el bien o hayas descendido más abajo en el mal. Tu mismo
+cuerpo será cada vez menos material, más sutil y espiritual y tus
+sentidos más delicados si no los manchas con impurezas, y si emancipado
+de groseros errores vuelas cada vez más alto en el cielo de la verdad y
+la justicia... ¿Temes perder tu _yo_, no reconocerte en la serie
+infinita de existencias ulteriores? Temor pueril, porque todos los días
+lo pierdes con delicia al entregarte al sueño. Y después de todo ¿qué es
+ese _yo_ que tanto te preocupa? Si con serenidad lo examinas no se
+compone de otra cosa que de sensaciones, ideas más o menos claras,
+recuerdos, costumbres, a todo lo cual la memoria presta unidad. Y esta
+memoria ¿qué valor tiene? Por experiencia debes saber cuán frágil es y
+cuán poco significa. La inmensa mayoría de los instantes de tu vida
+sepultados están en la nada. Compara lo que de ella recuerdas con lo que
+has olvidado. Este olvido no es una desgracia: al contrario, pesado y
+doloroso sería para ti y para todo hombre recordar tanta pequeñez,
+tanta miseria como integran nuestra existencia aquí abajo. ¿Para qué
+arrastrar consigo por toda una eternidad tal fardo de insignificancias?...
+Deja de mecerte en sueños imposibles que serán para ti una desgracia si
+se realizasen, deja ese concepto estrecho de la inmortalidad, propio de
+edades bárbaras o de hombres ignorantes. Una vida nueva, absolutamente
+nueva está ya preparada para ti. De ella no tienes idea como no tiene un
+ciego de nacimiento idea de la luz; pero no por eso deja de existir y de
+ser hermosa y cuando abras los ojos la verás y la gozarás con la dichosa
+certeza de que cuando otra vez los cierres será ella la que desaparezca,
+no tú, que de nuevo los abrirás para gozar de otras más bellas en
+sucesión eterna.»
+
+ * * * * *
+
+«Señores míos--respondo yo a tan amables palabras--, respeto
+profundamente vuestro sentir porque entre vosotros se hallan a no
+dudarlo los más altos pensadores que han honrado nuestro planeta hasta
+ahora; pero no me cautiva la inmortalidad que me ofrecéis. Os confieso,
+aunque peque de ignorante y bárbaro, que este pobre _yo_ que tanto
+afectáis despreciar es lo único que me interesa en este momento. Si en
+otras vidas no me reconozco a mí mismo tanto vale la nada. Vuestra
+opinión es que antes de esta vida he vivido otras. ¿Qué valor han tenido
+para mí tales vidas? Es cierto que al entregarme al sueño pierdo mi _yo_
+sin pena; pero es porque tengo la seguridad de encontrarlo al despertar.
+Cierto es igualmente que la inmensa mayoría de las acciones y de los
+sucesos de mi vida se hallan sepultados en el olvido, pero mi _yo_ ha
+permanecido idéntico y no ha habido al través de mi existencia solución
+de continuidad... ¡Continuidad! He aquí la palabra mágica, he aquí la
+clave del misterio. Sin la continuidad la inmortalidad no existe.
+
+Por otra parte, si he de vivir infinitas veces, he de morir también
+infinitas veces y pasar por los horrores que a la muerte acompañan.
+Anudaré infinitas veces lazos de amor con otros seres como los que hoy
+aprisionan mi corazón y otras tantas los veré quebrarse con una
+separación eterna. ¿A quién no infundirá pavor semejante horizonte? Los
+discípulos del Buda, que predicaban la nada, recorrían las ciudades de
+la India gritando:--«¡Alegraos, alegraos! la muerte ha sido vencida»--.
+Yo también me alegro de morir para siempre. Vuestra inmortalidad me
+horroriza. Dejadme tranquilo.»
+
+ * * * * *
+
+En efecto, aquella muchedumbre abigarrada se desvanece entre las sombras
+del cementerio, pero no tarda en reemplazarla otra más homogénea. En
+ella reconozco a la gran mayoría de los pensadores contemporáneos. El
+más viejo de todos ellos, el filósofo sajón Fechner me habló de esta
+manera:
+
+«Aspiras ardientemente a guardarte como individuo; ¿pero qué es tu
+individuo? Nosotros, los seres humanos, nos alzamos sobre la tierra como
+se alzan las olas sobre la superficie del Océano, salimos del suelo como
+salen las hojas del árbol. Unas y otras viven su propia historia. Las
+olas reflejan separadamente los rayos del sol; las hojas se agitan
+mientras las ramas permanecen inmóviles. Así, en nuestra conciencia,
+cuando un hecho llega a ser predominante obscurece todo lo que se halla
+detrás. Y sin embargo, lo que se halla detrás aunque sustraído ya a la
+observación obra sobre él lo mismo que las olas superiores obran sobre
+las que están debajo, como el temblor de las hojas obra sobre la savia
+en lo interior de la rama. El Océano entero, lo mismo que el árbol
+sienten la acción de la ola y de la hoja y quedan por el hecho mismo
+modificados, esto es, son otra cosa que antes eran.
+
+»De igual modo nosotros somos actores en el gran teatro del universo.
+Nuestras percepciones no se desvanecen cuando morimos sino que quedan
+impresas en el alma universal de la tierra y viven la vida inmortal de
+las ideas, y combinadas con las de otros hombres entran a formar parte
+del gran sistema del mundo. Nuestra conciencia no muere, pero se
+ensancha, y así como la suma de nuestras percepciones es lo que
+constituye nuestra conciencia, así la suma de nuestras conciencias
+constituyen la conciencia de un ser más grande, de un tipo superior.
+
+»Deja pues de afligirte. Ese pequeño _yo_ que tanto amas sólo desaparece
+en apariencia. Nada de lo que realmente lo constituía, esto es, ninguna
+de tus ideas, ninguna de tus acciones dejan de existir. Impresas quedan
+todas ellas en el mundo y gozan de la inmortalidad. Y los que como tú
+han pasado por la vida comunicando con los otros no sólo sus
+pensamientos sino sus más íntimas emociones pueden gozar aún con más
+seguridad de este hermoso porvenir. Si has logrado que tus libros
+dejasen una pequeña huella en el alma de tus lectores, esta huella por
+leve que sea no se borrará jamás, formará parte de su misma alma y con
+esta alma entrará en el concierto universal de los espíritus.»
+
+ * * * * *
+
+«¡Oh, gran filósofo!--me apresuro a responder--, la inmortalidad
+colectiva que me ofreces es un pan demasiado duro para mis dientes. Ese
+gran _yo_ de que me hablas no es el mío y debo confesarte que no puedo
+amarlo porque sólo me interesa este otro diminuto, este pequeño punto
+central donde se refleja, sin embargo, el universo. Durante mi vida
+terrenal he sido rey en mi pequeño reino y no puedo pasar sin dolor a
+ser esclavo inconsciente. Fuí una melodía más o menos importante en el
+concierto; me pesa convertirme en una nota del pentagrama. No me hables
+de la inmortalidad literaria, porque es un cuento para entretener a los
+niños. La gloria más grande del más grande artista de la tierra no puede
+durar veinte mil años. Cierto que a pesar de eso la amamos todos y más
+aún aquellos hipócritas que fingen desdeñarla; pero es algo siempre
+secundario en nuestra vida. El valor de la mía no se cifra en lo que he
+escrito sino en lo que he amado. No me ligan a la existencia ni mis
+pensamientos ni mis libros; todos ellos os los entrego sin pesar
+alguno. Lo único que me atormenta en este instante es separarme de los
+seres que hoy amo, es perder la esperanza de volver a ver aquellos otros
+que hace tiempo se han partido de la tierra. Si no hay nadie en el
+universo o fuera de él que pueda devolvérmelos, ¡cese, cese para siempre
+esta vida miserable y húndase como una hormiga mi pobre ser en la nada!»
+
+ * * * * *
+
+Los filósofos de la inmortalidad colectiva se retiran también. Apenas
+desaparecidos se presentan en ruidoso tropel otros mucho más osados y
+enérgicos.
+
+«No te engañes a ti mismo--me dice uno de ellos--. No te dejes engañar
+tampoco por los otros. La inmortalidad del alma es imposible, porque el
+alma no existe; es una pueril creación de nuestra mente: nadie la ha
+visto ni la ha tocado. Lo que existe sin poder dudarlo es nuestro cuerpo
+visible y palpable y este cuerpo ha sido el origen de todas tus
+tristezas y alegrías. Consuélate, porque este cuerpo es inmortal. Un ser
+vivo permanece eternamente vivo. No existe la muerte para la naturaleza;
+su juventud es eterna como su actividad y su fecundidad. La muerte
+transforma pero no destruye y no es otra cosa que la misteriosa
+continuación de la vida en formas diversas. Esa federación de seres
+vivos que llamabas tu _yo_ se disuelve pero no se aniquila. Cada uno de
+los socios recobra su libertad y continúa su carrera vital
+alegremente...
+
+»¿Me preguntas si cada uno de estos seres tienen conciencia? Sólo puedo
+responderte que hay muchos hombres vivos que apenas la tienen tampoco.
+Ni podemos afirmar ni podemos negar facultades que escapan a nuestra
+observación. Lo que te puedo asegurar es que la vida subterránea que
+ahora comenzará para tu cuerpo es mucho más animada que la que has
+llevado sobre la tierra. Prepárate a recibir un sinnúmero de gozosos
+campañeros llenos de salud y de fuerza. ¡Son los trabajadores de la
+muerte! Vendrán en tropel las preciosas moscas llamadas _Lucilia_, de un
+verde metálico brillante acompañadas de sus hermanas las _Lucilia
+Cesar_, de un verde dorado y frente blanca. Inmediatamente acudirán los
+_Sarcófagos_ y detrás de ellos los encantadores lepidópteros del género
+_Aglosa_, lindas maripositas que duermen durante el día sobre las hojas
+de los árboles y vuelan al crepúsculo en torno de la luz. Después vienen
+otras moscas no menos hermosas, las _Profilas_, de cuerpo luciente y
+pequeña cabeza, a las cuales seguirá una muchedumbre inmensa de
+_Acarios_ encargados de facilitar la momificación. Y estos acarios se
+hallan dotados de virtud tan prolífica que una sola pareja puede
+producir al cabo de tres meses un millón y medio de individuos.
+
+»Así pues que no te infunda pavor la idea de la destrucción. Dentro de
+la tumba la vida prosigue como fuera, una vida aún más ruidosa y animada
+que se renueva sin cesar...»
+
+ * * * * *
+
+«¡Muchas gracias!»
+
+ * * * * *
+
+Dejo caer otra vez sobre mí la pesada losa y me dispongo resignadamente
+a entrar en la nada.
+
+Mas he aquí que poco después escucho un suave rumor lejano que pone en
+movimiento mi aterido corazón: batir de alas, chocar de besos, cantos de
+triunfo...
+
+Levanto tímidamente la piedra de mi sepulcro. El alba flotaba ya sobre
+el cementerio y a su luz indecisa veo un glorioso cortejo de ángeles
+alados envueltos en las brumas temblorosas de la mañana. Un rayo de luz
+cayó sobre sus alas doradas y los vi resplandecientes girar en torno de
+mi tumba. Uno de ellos, el más hermoso, vino a posarse al pie de ella.
+Mantúvose algunos instantes silencioso frente a mí y pude contemplar a
+mi sabor su belleza inmortal, el brillo deslumbrador de sus ojos, la
+altivez de su frente, su talla gigantesca, la intrepidez y la calma que
+se exhalaba de su figura radiosa.
+
+«Soy el arcángel Miguel--me dijo con voz cuya extraña melodía no
+pertenece a la tierra--y en nombre del Señor vengo a ofrecerte la
+verdadera, la única inmortalidad digna de su adorable providencia. Si
+has creído y has confiado en El así que te hayas purificado entrarás a
+gozar de la vida eterna y de la suprema dicha. No se pierde tu _yo_, no
+se desvanece como una melodía en el aire, porque el amor de sí mismo es
+el fundamento y la condición de todo otro amor. El reposo perfecto y el
+goce de Dios que te ofrezco no destruirán tu conciencia, que es el
+sostén y la raíz misma de tu felicidad. No hay más que una vida temporal
+para los humanos y en ella se decide si han de vivir eternamente gozando
+del bien supremo o eternamente gemirán alejados de él...
+
+»¿Tiemblas por tu suerte? Desecha tu temor. Dios con ser omnipotente no
+puede condenar a un alma que se entrega a El en la hora de la muerte.
+¿Deseas poseer tu cuerpo? Lo poseerás eternamente, pero glorioso,
+purificado. ¿Deseas el reposo? Reposarás en la paz eterna. ¿Amas el
+honor, la gloria y el poder? Participarás de la majestad y del soberano
+dominio de Dios. ¿Buscas la compañía de los nobles y los sabios? Gozarás
+de la sociedad de todos los hombres de bien que en el mundo han sido.
+¿Quieres en fin (y este es sin duda tu más ardiente deseo) amar a los
+tuyos más allá de la tumba? Volverás a encontrarlos y esta vez para no
+perderlos jamás. La muerte no rompe los lazos que unen a dos corazones
+sobre la tierra. Tu amor en el cielo sin dejar de ser íntimo y tierno
+quedará limpio de toda aspereza; porque el corazón humano es un abismo
+insondable de misterios, un campo de batalla donde alternativamente el
+calor y el frío son vencedores.
+
+»¡Paz para siempre! ¡Un corazón y un alma! He aquí lo que eternamente se
+realiza en nuestro Paraíso...
+
+»¿Estás conforme, débil mortal, con las promesas del Cristo?»
+
+ * * * * *
+
+Entonces todo mi ser se baña de alegría. Hago un esfuerzo supremo y
+alzando la piedra que me encierra exclamo gozosamente:
+
+«¡Tuyo soy!»
+
+
+
+
+XXVII
+
+OVIEDO
+
+
+En el Otoño de este mismo año fuí enviado a Oviedo para estudiar la
+segunda enseñanza. La capital de Asturias no ofrece apenas, en su
+aspecto material, nada que pueda fijar la atención y hacerla
+interesante. Asentada sobre el lomo de un verde collado, sus contornos
+son bellos como lo es toda la provincia, pero sin relieve; las calles,
+en general estrechas e irregulares, el caserío mezquino con pocos
+edificios notables que la decoren. Aunque fué corte en los primeros
+tiempos de la Reconquista, lo fué por tan breve tiempo y en época tan
+remota, que apenas quedan huellas monumentales de su realeza. Sus
+iglesias distan mucho de ser joyas artísticas como las de León y Toledo.
+Su misma catedral, de estilo gótico, ni por su magnitud ni por la
+riqueza de sus ornamentos, sale de lo común en esta clase de templos.
+Pero su torre... ¡Ah!, su torre merece capítulo aparte.
+
+Es la más esbelta, la más armónica, la más primorosa de cuantas existen
+en España. Oviedo alardea, con razón, de esta torre, como una mujer fea
+se vanagloria de poseer copiosos y ondulantes cabellos.
+
+Pero esta fea, además de su espléndida cabellera, tiene atractivo y gana
+mucho con el trato. ¿Cuál es su atractivo? La sonrisa: una sonrisa
+alegre y cordial, franca y picaresca. He conocido algunos viajeros que,
+prendados de esta sonrisa, han plantado su tienda en la capital de
+Asturias y no han querido salir ya más de ella.
+
+Si el encanto de Avilés consiste en su alegría infantil, el de Oviedo se
+cifra en su donaire malicioso. En ninguna otra región de España, ni aun
+en Andalucía, tierra clásica de la gracia, se hallará una población más
+regocijada y burlona. Su agudeza no es ligera, aparatosa, espumante como
+la de Sevilla y Málaga: son los asturianos hombres del Norte y pagan
+tributo a la frialdad de su clima y al tono gris de su cielo. Pero hay
+más profundidad en su ingenio, su malicia es más espiritual, más
+penetrante y también, hay que confesarlo, más despiadada.
+
+La burla es la deidad a la que se rinde culto incesante en Oviedo; es su
+recreo y casi su necesidad. Los ovetenses tienen nariz de sabueso para
+olfatear el ridículo. Así que lo encuentran se paran como los buenos
+perros de muestra y esperan a los demás para dar comienzo a la caza.
+Esta caza es una verdadera fiesta o regocijo público, particularmente
+cuando la víctima se halla constituída en autoridad.
+
+Llegó en cierta época a Oviedo un gobernador que era un literato
+ramplón, pero muy pagado de sus obras. En cuanto se dieron cuenta de su
+flaqueza no hubo banquete ni solemnidad donde se pronunciasen brindis o
+discursos en los cuales no se trajesen a cuento frases y hasta párrafos
+enteros de las obras de la primera autoridad. Se le citaba como a
+Plutarco o Cervantes. Aquel badulaque fué dichoso durante los meses que
+gobernó la provincia y los ovetenses más felices aún que él.
+
+Nada les entristece a éstos ser mandados por cualquier majadero: al
+contrario, sospecho que se hallan más complacidos cuando sus autoridades
+lo son en grado máximo. Hubo una época, ya remota, en que el gobernador,
+el alcalde, el rector de la Universidad y el presidente de la Audiencia
+eran cuatro graciosos payasos sin pizca de sentido común. Pues bien;
+nunca se sintió tan feliz la población: fué el siglo de oro de Oviedo.
+
+Confesemos, sin embargo, que sus bromas son, no pocas veces, crueles y
+hasta alevosas. Existía en mi tiempo un honrado hojalatero atacado de la
+manía de la oratoria. En cuanto se le dejaba perorar lo hacía con tanto
+énfasis y fuego defendiendo sus ideas tradicionalistas, que nadie podía
+irle a la mano. Es innecesario decir que nadie, en efecto, pensaba en
+atajarle: antes al contrario, se le tiraba de la lengua, se le encendía
+y se le atizaba dondequiera que se presentaba, sobre todo en el café.
+
+No bastaron, sin embargo, el café y la calle. Un grupo de jóvenes
+alegres ideó nada menos que fundar un Círculo de recreo con el exclusivo
+objeto de nombrar presidente de él al citado hojalatero y poder tenerle
+a su servicio todas las noches.
+
+Y, en efecto, se alquiló un local, se redactaron los estatutos y nuestro
+hojalatero fué elegido por voto unánime presidente de la Sociedad. Aquel
+honor inesperado se le subió de tal forma a la cabeza, pronunció tal
+número de discursos vehementes y fué tan aplaudido y festejado que
+terminó por enfermar. Pocas noches después de tomar posesión de su
+cargo, tres o cuatro socios, de acuerdo con los demás, presentaron a la
+Junta directiva una proposición pidiendo que se comprase una regadera
+con destino al barrido del Círculo. El hojalatero, al leer la
+proposición se levantó y pronunció un discurso que hizo época.
+
+«--Señores: El presidente de esta Sociedad es maestro hojalatero,
+vidriero, plomero y está dispuesto a construir gratuitamente no una
+regadera, sino diez regaderas, veinte regaderas, todas las regaderas que
+sean necesarias para el aseo del Círculo que tiene el honor de
+presidir...»
+
+Años después todavía los chicos de Oviedo sabían de memoria este
+discurso y se lo gritaban al infeliz hojalatero cuando pasaba por las
+calles.
+
+La política, que suele ser trágica en los pueblos y encender las
+pasiones y producir graves desabrimientos, reviste en Oviedo un aspecto
+cómico. Entre los enemigos políticos nada de injurias soeces, ni de
+miradas melodramáticas, ni de pedradas o tiros por la noche. Los más
+encarnizados adversarios se encuentran en Cimadevilla, punto céntrico de
+la población, se saludan, se sonríen, se forma círculo de amigos en
+torno de ellos y comienzan a embromarse alegremente. Es un certamen, un
+tiroteo de chanzas y agudezas en el cual, el más gracioso, el que hace
+reír mejor a los amigos, es quien pone el cascabel al gato y sale
+vencedor.
+
+Hay caciques en Oviedo como los hay desgraciadamente en todas las
+capitales de España, pero aquí lo son a condición de aparecer modestos y
+familiares con todo el mundo y dejarse embromar en los corrillos de la
+calle. Si se le ocurriese a cualquier diputado o senador el no dar ni
+admitir chanzas, mostrarse reservado y erguido, caería inmediatamente en
+el desprecio público, se le cubriría de ridículo y ya no volvería a
+levantarse. Cuando las autoridades o los próceres de la política son
+comunicativos e ingeniosos y descienden a presentarse en el café y
+formar tertulia y ríen y charlan como los demás, entonces es cuando son
+verdaderamente respetados y queridos. Es un caso raro, acaso único, que
+habla muy alto en favor de la dignidad y el entendimiento de los
+habitantes de la capital de Asturias.
+
+Pudiera sospecharse que en un pueblo donde corre con tal fortuna la
+burla andará igualmente desatada la maledicencia. No sucede así. Existe
+ciertamente la murmuración, pero no es tan agresiva y traidora como en
+otras poblaciones. A los ovetenses les agrada más descubrir una manía
+ridícula que un robo y burlarse en la cara más que por la espalda. Se
+dicen frente a frente y en tono jocoso frases que acaso harían funcionar
+las pistolas en otra región. Allí se acogen con una carcajada.
+
+Muchas farsas regocijadas he presenciado en Oviedo durante mi
+adolescencia, pero la que mejor recuerdo y más impresión me causó fué la
+que compusieron para cierto clérigo de misa y olla unos cuantos jóvenes
+traviesos.
+
+Buscaba con sobrada diligencia dicho clérigo su reino en este mundo, no
+en el otro; carecía de instrucción, carecía de inteligencia y tampoco
+había dado largos pasos en el camino de la perfección espiritual.
+Habíase hecho muy familiar de un político influyente, al cual servía y
+adulaba en la medida de sus fuerzas. Para recompensar estos servicios
+domésticos y electorales, el personaje político logró que se le nombrase
+canónigo. ¡Tales y tan vituperables excesos se ven por la nefanda
+intrusión del poder civil en la santa libertad de la Iglesia!
+
+Las personas piadosas gimieron por aquel escándalo, pero los cazurros
+ovetenses rieron y no perdieron ya de vista al ambicioso clérigo,
+prometiéndose pasar algún buen rato a sus expensas.
+
+Llegó en efecto un día en que cierto joven muy conocido en la población
+recibió una carta de un hermano político, diputado y hombre de
+influencia en Madrid. Comunicábale en ella que hallándose vacante la
+diócesis de *** el Gobierno de acuerdo con el Nuncio de Su Santidad
+pensaba buscar obispo en el cabildo catedral de Oviedo, y que a él como
+diputado ministerial se le había consultado respecto a este particular.
+Sabiendo la cariñosa amistad que le ligaba a don... (el nombre del
+canónigo) y las muchas partes que a éste adornaban no había vacilado en
+designarle para la sede vacante y había tenido el gusto de saber que
+otros tres o cuatro diputados de la provincia siguieron su ejemplo. Por
+tanto, le rogaba que se avistase con el interesado y se lo hiciese
+saber. Antes de dar un paso más era necesario que éste manifestase si
+estaba dispuesto a aceptar.
+
+Con gran sigilo y reserva, el malicioso joven comunicó la carta de su
+cuñado con el canónigo. Quedóse éste densamente pálido, perdió el uso de
+la palabra por algunos momentos, comenzó a tragar la saliva con
+dificultad y al cabo, protestando de su insuficiencia, manifestó que
+estaba dispuesto a obedecer a sus superiores en esto como en todo. Sin
+embargo, principió a celebrar consultas con los sacerdotes y los
+seglares más caracterizados de la población. Fingía vacilar, se
+declaraba indigno, pedía consejo; todo para darse aún más tono y
+escuchar elogios.
+
+Duró este trajín de las consultas por varios días como si fuese una
+crisis ministerial. Las personas sinceramente religiosas de la ciudad se
+hallaban aterradas: el obispo, el cabildo catedral y en general todo el
+clero estupefacto. Cruzábanse entretanto cartas, venían telegramas.
+Pronto la población entera se puso al tanto de la farsa y tomó parte en
+ella. Fué una verdadera corrida en pelo la que sufrió aquel desdichado
+sin darse cuenta. Marchaba por las calles en actitud imponente y
+majestuosa, dirigía sonrisas de protección a los conocidos, le faltaba
+ya poquísimo para echarnos bendiciones como si tuviese la mitra sobre la
+cabeza y el báculo en la mano. Tácitamente convencidos todos afectaban
+la mayor seriedad y respeto. Los estudiantes se despojaban del sombrero
+cuando pasaba, los comerciantes salían de sus tiendas y le daban la
+enhorabuena llamándole _su ilustrísima_. El canónigo recibía los
+plácemes con orgullosa condescendencia y echándose hacia atrás un poco
+respondía gravemente:
+
+--Pidan ustedes a Dios que me dé luces para gobernar la diócesis.
+
+
+
+
+XXVIII
+
+EL CUADRO DE HONOR
+
+
+Mi abuelo paterno, a cuya casa vine a parar, era un honrado burgués que
+vivió hasta los noventa y tres años cuidando de su salud física.
+
+De la moral no había cuidado: se la daba Dios por añadidura.
+
+Cuando entró en este mundo, allá en el último tercio del siglo XVIII, no
+pensó como Schopenhauer que había caído en una cueva de bandidos, sino
+en un nido de ángeles. En esta creencia vivió y murió al cabo de un
+siglo.
+
+Mas si creyó siempre en el bien, no imaginaba que éste se hallaba
+igualmente repartido en el mundo. Por un decreto especial de la
+Providencia, cuya justicia jamás puso en duda, a su patria, a su
+provincia, a sus parientes, a sus amigos y conocidos tocaba una parte
+mucho mayor que al resto del universo.
+
+Que le viniesen a hablar de las bellezas de Suiza. Sonreía
+compasivamente y nos contaba cómo el conde de Toreno, el famoso
+historiador de la _Guerra de la Independencia_, le había dicho en
+confianza cierta tarde en el parque de San Francisco: «He viajado por
+Francia, por Inglaterra, por Alemania, por Suiza, por Italia: nada he
+visto comparable a Asturias.»
+
+Que se elogiase en su presencia la sabiduría o la elocuencia de un
+hombre eminente español o extranjero. La misma sonrisa por parte de mi
+abuelo. Sonreía porque estaba bien seguro de que nadie en este mundo
+alcanzaba la claridad de juicio, la fuerza de razonamiento, la
+insondable profundidad teológica de su íntimo amigo V*** el deán de la
+Catedral.
+
+Y a este tenor, su amigo el doctor A***, era el abogado más notable del
+reino; el coronel P***, el más hábil estratégico; el farmacéutico L***,
+en cuya botica se reposaba de sus paseos higiénicos, un químico sin
+rival, y C***, el tendero de comestibles con quien alguna vez fumaba un
+cigarro por las tardes, poseía en su opinión un verdadero tesoro en
+productos alimenticios.
+
+¡Ya se guardarían mis tías de enviar por cualquier medicamento a otra
+farmacia que no fuese la del licenciado L***! Si esto acaeciese, mi
+abuelo pensaría que se le había envenenado. En cuanto a los comestibles
+se creían con derecho a más independencia, y una que otra vez se
+autorizaban la libertad de traer algún producto de otra tienda. Pero
+como no hay estafa que al cabo no se descubra en este mundo, cualquier
+imprudencia de la cocinera descubría la de mis tías. ¡Qué consternación
+profunda se pintaba en el rostro de mi abuelo al averiguar que los
+garbanzos que estaban comiendo no eran de la tienda de su amigo C***
+sino de la del falsificador de la esquina! Entonces se simulaba una
+comedia; se fingía restituir aquellos indignos garbanzos al lugar de su
+procedencia y acarrear otros del tesoro que guardaba el amigo C***.
+Mediante esta superchería, en la cual todos tomábamos parte, las olas
+encrespadas se sosegaban y la calma renacía en el espíritu atribulado de
+mi abuelo.
+
+Después de esto no necesito declarar que sus digestiones fueron siempre
+perfectas y que la más pura y tranquila felicidad se reflejaba
+constantemente en su persona higiénica.
+
+Confieso, con vergüenza, que toda mi vida he profesado hacia mi abuelo
+una envidia ruin. En los momentos críticos de la vida, cuando algún
+disgusto me oprime, cuando encuentro antipáticas a las personas que me
+rodean, y los enemigos me crispan y los amigos me molestan y los
+periódicos me aburren, entonces su figura radiosa y plácida se me
+aparece hablándome con entusiasmo de los paisajes de Asturias, de la
+sabiduría del deán y de los garbanzos de su amigo C***. ¡Oh, cuánto le
+envidio en aquellos momentos! ¡Oh, con qué placer trocaría mi masa
+encefálica y mi espina dorsal por las suyas!
+
+Y, sin embargo, estoy seguro de poseer alguno de los glóbulos color de
+rosa de la sangre de mi abuelo en la mía. Verdad que estos glóbulos se
+hallan mezclados con los grises de mi padre y con los verdes, amarillos
+y azules de todos mis antepasados; porque es cosa averiguada que el
+hombre semeja un panteón donde todos los muertos hablan y mandan cada
+uno a su hora. Verdad que estos glóbulos se entrechocan, bullen, riñen,
+se acarician, se agitan y forman infernal algarabía dentro de mi cuerpo;
+pero al fin aquí están y son, a no dudarlo, los que una que otra vez me
+impulsan a creer demasiado pronto en la teología, en la química o en los
+garbanzos de cualquier amigo.
+
+Los glóbulos de mi padre me cantan lo que hay de triste y repugnante en
+nuestra vida, pero los de mi abuelo me sugieren poco después dulcemente
+que todos los males tienen su compensación, que al lado de cada
+desventaja hay siempre una ventaja, y que existe una normal para la
+felicidad de los hombres como existe para su calor animal: la diferencia
+es sólo de algunas décimas.
+
+Recuerdo que en mi infancia vivía en Avilés un simpático armador que
+tuvo la desgracia de que se le perdiese un barco en las costas de
+Galicia. Cuando los amigos fueron a darle el pésame le hallaron
+tranquilo y risueño como si no hubiera pasado nada.--¿Y si se hubiera
+perdido el _Paco_?--exclamaba riendo y frotándose las rodillas. El
+_Paco_ era otro buque de mayor porte que tenía igualmente navegando.
+Algo parecido me sucede a mí. Cuando experimento alguna contrariedad o
+sufro cualquier desengaño, suelo exclamar interiormente:--¡Y si se
+hubiera perdido el _Paco_! Convengo en que es un mezquino consuelo; pero
+sin estos mezquinos consuelos la vida sería cosa mucho más mezquina.
+
+Si mimado había sido hasta entonces por mis padres en Avilés, más
+mimado lo fuí aún en Oviedo por mi abuelo y mis buenas tías. Además
+comía a menudo con nosotros y pasaba gran parte del día, un primo mío
+del cual fuí, desde luego, grande amigo y admirador. Tenía nueve o diez
+años más que yo. Era, por lo tanto, un mancebo de veintiuno o veintidós
+años que se hallaba terminando la carrera de Derecho, inteligente, de
+agradable presencia, con rizada cabellera romántica y de una
+sensibilidad tan excesiva, como no he conocido después a ningún otro
+hombre. Las emociones, hasta las más fugaces, se reflejaban de tal
+manera en su rostro expresivo que no necesitaba hablar para hacer
+ostensibles los estados de su alma.
+
+Con estos elementos y atendida la época en que florecía, fácil es
+colegir que mi primo era un romántico desenfrenado. Fuimos excelentes
+camaradas y fué el primero que me enseñó a respetar las ojeras y las
+melenas del romanticismo.
+
+Sus ídolos eran Byron, Lamartine, Chateaubriand y Espronceda. Llevaba
+siempre en el bolsillo las _Meditaciones_, de Lamartine, en un primoroso
+volumen que aún conservo yo con cariño en mi librería, y me las traducía
+y las comentaba lánguidamente, entre suspiros y lágrimas no pocas veces.
+Cuando vienen a mi memoria los hermosos versos de _Le Lac_,
+
+ Ainsi toujours poussés vers de nouveaux rivages
+ dans la nuit éternelle emportés sans retour,
+ ne pourrons-nous jamáis sur l'océan des ages
+ jeter l'ancre un seul jour?
+
+se me aparece siempre la figura de mi primo con su melena rizada y sus
+ojos negros enternecidos. ¡Ay!, ni él ni yo hemos podido echar el ancla
+en aquellos hermosos y serenos días. El abordó ya las riberas de la
+noche eterna; yo no tardaré en seguirle.
+
+Me leía también el _Werther_, de Goethe, y _Nuestra Señora de París_, de
+Víctor Hugo. En cuanto al _Diablo Mundo_, de Espronceda, no necesitaba
+leérmelo, porque se lo sabía de memoria. Sentía una viva admiración
+hacia este gran poeta, que inmediatamente logró infundirme a mí.
+
+Casi tanto como la poesía atraía a mi primo la música. Aunque no había
+estudiado sus principios poseía un oído tan delicado y tal sensibilidad,
+que dudo que ningún músico profesional le aventajase. Escuchando ciertas
+arias de ópera y algunos conciertos de violoncelo le he visto
+empalidecer densamente y permanecer en un estado de estupor hipnótico
+que inspiraba miedo.
+
+Pero en música, como en poesía, era exclusivista. Amaba a ciertos
+músicos y aborrecía a otros. Su predilecto era el maestro italiano
+Bellini; mejor dicho era su ídolo; no existía para él nada en este mundo
+superior a _Norma, Sonámbula y Puritanos_. A Rossini le respetaba; a
+Donizetti le concedía algún talento, y _Lucía de Lammermoor_ le agradaba
+bastante; pero no vacilaba en afirmar que esta ópera era una obra
+póstuma de Bellini que Donizetti había hallado entre sus papeles. Me
+contaba, a tal propósito, que hallándose éste loco en un manicomio le
+habían hecho oír el inspirado final de _Lucía_ y, quedando un momento
+extático, había exclamado: «¡Tenía talento ese Bellini!»
+
+En cuanto a Verdi le odiaba profundamente. Era tanta su aversión por
+este maestro, que cuando de él se hablaba se ponía pálido y enronquecía
+su voz, como si en otro tiempo le hubiera inferido una afrenta
+imperdonable a él o a su padre. Naturalmente, yo participé en seguida
+del amor a Bellini y del odio a Verdi. Pero lo singular del caso es que
+las óperas de este maestro me encantaban, particularmente _Traviata_ y
+_Rigoleto_. Esto me causaba un malestar y una vergüenza indecibles;
+hacía esfuerzos desesperados por arrojar de mí esta inclinación, como
+San Antonio huía de sus terribles tentaciones.
+
+Desde luego, debe suponerse que si mi primo era tan sensible a la poesía
+y a la música, no lo sería menos al amor. Lo era muchísimo más. Era un
+enamorado de los pies a la cabeza. ¿De quién? De todas las hermosas
+mujeres que sus ojos acertaban a ver; pero no simultáneamente, sino
+enfiladas y por riguroso turno. Sus amores no eran muy largos; dos meses
+cada uno, poco más o menos. Acaso por esto mismo el objeto de sus
+ansias no llegaba generalmente a enterarse. Mas, lo que perdían en
+extensión, lo ganaban en intensidad. Nadie ardió jamás con tan viva
+llama, nadie suspiró, nadie veló, nadie se suicidó mentalmente, nadie
+compuso tantos versos como él.
+
+Había de todo: romances, décimas, octavillas, sáficos adónicos. Además,
+indefectiblemente, para cada uno de sus amores componía una habanera en
+honor de la bella ingrata: música y letra. Como, según he dicho, no
+tenía conocimientos musicales, no podía escribirla; pero la retenía
+perfectamente en la memoria y me la cantaba cuando nos hallábamos solos.
+Yo escuchaba estas habaneras embelesado, admirando la inspiración y el
+prodigioso talento musical de mi primo. No dejaba de advertir, sin
+embargo, que se parecían mucho unas a otras. Por ejemplo, la que decía:
+
+ _«Hay una hermosa trigueña»,_
+
+era casi igual a otra que principiaba:
+
+ _«Una rubita, bella sin par.»_
+
+Apenas variaba más que el color del pelo; pero esto no amenguaba mi
+placer; al contrario, puesto que me había agradado la primera, era
+lógico que me agradasen todas.
+
+Me encontraba, pues, en Oviedo a las mil maravillas. Las clases del
+Instituto eran menos largas y penosas que la escuela de don Juan de la
+Cruz; me dejaban libre casi toda la tarde. Además, se respiraba en los
+claustros de la Universidad, por donde paseábamos, un ambiente de
+libertad, de emancipación que me hechizaba. Ya no nos llamábamos los
+compañeros por el nombre de pila, como en la escuela, sino por nuestro
+apellido, y esta, al parecer, insignificante circunstancia, nos hacía
+imaginar que éramos ya hombres, y nos llenaba de satisfacción. Los
+porteros y bedeles, igualmente, nos llamaban por el apellido, haciéndole
+preceder de la palabra señor; nos codeábamos paseando con los
+estudiantes de Jurisprudencia, casi todos poseedores de un bigote más o
+menos floreciente; había desaparecido por completo todo castigo
+corporal; formábamos dentro de la ciudad una casta infinitamente
+respetable.
+
+Cuando sonaba la campana, los profesores atravesaban el claustro
+solemnemente y entraban en el aula revestidos de toga y birrete. Al
+terminar, un bedel abría la puerta, se asomaba con respeto y decía,
+inclinándose profundamente: «Es la hora.» Alguna que otra rara vez,
+antes de terminar la clase abría de improviso, y con estrépito, de par
+en par las puertas, daba un fuerte golpe con el pie sobre el entarimado
+y gritaba con el mayor énfasis:
+
+--«¡El señor Rector!»
+
+Entonces todos nos poníamos en pie súbitamente, como movidos por un
+resorte; el Profesor también se levantaba y salía a recibir al Rector,
+que atravesaba la cátedra e iba a sentarse en el sillón de aquél con una
+majestad augusta que nos producía escalofríos de respeto. Nuestro
+catedrático se sentaba a su lado, humilde, reverente, eclipsado como un
+despreciable asteroide por aquel gran sol radiante.
+
+¡Oh, cuán feliz me hacía todo este aparato pintoresco! Me parecía vivir
+en otro mundo y haber ascendido varios grados en la escala de los seres
+vivos. Tuve la desgracia, no obstante, de que me tocase por catedrático
+de Latín un señor de rostro cetrino y deteriorado por la viruela, de
+temperamento frío, irónico y bilioso, el único profesor modernista que
+existía a la sazón en el Instituto. Y digo modernista, porque la
+frialdad y la bilis parecen ser los elementos que mejor caracterizan a
+nuestra Edad Moderna. Todos los demás catedráticos estaban chapados a la
+antigua, cordiales, ruidosos, espontáneos y un poquito grotescos.
+
+Teníamos aquel año uno de Religión que era, al mismo tiempo, párroco de
+una de las parroquias de la ciudad: un coloso velludo, un monstruoso
+cetáceo, cuyos resoplidos, como los de los leones, infundían pavor; su
+voz sonaba horrísona, como si hablase con bocina; y cuando daba un
+puñetazo sobre la mesa, la rompía, indefectiblemente. Dos o tres veces
+durante el curso fué arreglada por el carpintero. Cuando nos hablaba del
+Apocalipsis creíamos estar oyendo, en efecto, la gran voz que escuchó
+San Juan, semejante a una trompeta, y cuando nos narraba de qué forma
+Sansón se llevó las puertas de Gaza hasta lo alto de una colina sobre
+sus espaldas, y con la quijada de un asno puso en vergonzosa fuga y dió
+muerte a mil filisteos, ni uno de nosotros dejaba de representarse al
+héroe bíblico, con sotana y manteos, blandiendo el hueso del burro.
+
+Empecé a asistir puntualmente a mis clases y a estudiar con igual
+puntualidad mis lecciones. Cuatro o cinco veces durante aquel primer mes
+me llamaron los profesores para decirlas, y lo hice del modo mejor que
+Dios me dió a entender. No pensé hacer nada meritorio: estaba tan
+persuadido de mi insignificancia, que ni por un momento sospeché que
+aquello tuviera valor alguno.
+
+Cuando terminó el mes, hallábame paseando el primer día del otro por los
+claustros con mis libros debajo del brazo. Había llegado demasiado
+temprano y apenas había chicos por allí. Paseaba, pues, como digo, solo
+y aburrido, cuando al cruzar por delante de la puerta de la Secretaría
+vi sobre ella colgado un gran cuadro con marco dorado. Era, sin duda, el
+_cuadro de honor_, del cual ya había oído hablar; sobre él se estampaban
+los nombres de los alumnos que más se habían distinguido en los
+diferentes años del bachillerato. Me acerqué negligentemente a él, pasé
+una mirada distraída sobre sus primores caligráficos, y... ¿qué es lo
+que veo? Mi nombre aparecía el primero de todos sobre el cuadro. Quedé
+clavado al suelo por el estupor más que por la alegría; después me llevé
+las manos a los ojos, temiendo que aquello fuese una alucinación. ¡Pero,
+no! Allí estaba bien claro mi nombre con mis dos apellidos.
+
+Fué una revelación: fué la voz que le gritó a Lázaro: «¡Levántate!» Mi
+padre estaba equivocado. Yo no era un ser inepto.
+
+
+
+
+XXIX
+
+BESOS EN CABEZA DE TURCO
+
+
+Dos o tres meses después de mi llegada a Oviedo se trasladó mi abuelo
+con su familia al piso segundo de una casa recién construída sobre la
+antigua muralla de la ciudad. Por delante formaba con otras una
+rinconada o plazoleta: algunas callejuelas venían a desembocar; estaba
+rodeada de vecinos que vivían como en familia, hablándose desde los
+balcones. Por detrás tenía mayor elevación y las vistas sobre el campo;
+había mucho aire, mucha luz y mucho silencio. Era íntima, familiar y
+gárrula, como una vieja comadre, por delante; era grave y luminosa, por
+detrás, como una deidad.
+
+En esta casa vivió mi familia paterna por más de cuarenta años, y allí
+murió casi toda ella. La primera en sucumbir fué la más joven de mis
+tres tías. Hacía ya tiempo que padecía una enfermedad mortal al pecho.
+En sus últimos días experimentaba antojos y tentaciones de golosinas que
+el médico le prohibía. Entonces la cuitada me hizo su confidente y me
+enviaba secretamente por ellas. Yo le traía confites y naranjas en los
+bolsillos de mi abrigo y se los entregaba cuando no había nadie en la
+habitación. Después de su muerte me acometieron atroces remordimientos
+imaginando que había contribuído a ello. Más adelante, cuando empecé a
+dudar de la ciencia de nuestro médico, y, en general, de la eficacia de
+la Medicina, me alegré de haber endulzado sus últimos momentos.
+
+Quedaban otras dos. Ambas pasaban de los cuarenta; pero aunque
+igualmente viejas solteronas no podían ser más diferentes por su
+carácter. La primera era una mujer seria, firme, concentrada; poseía
+claro entendimiento y tierno corazón, pero huía de toda manifestación
+externa, manteniéndose siempre en una reserva que la hacía aparecer
+severa. No lo era más que para el amor sexual y todo lo que con él se
+conexionase. Tenía por tan ridículo y aun tan indigno cuanto se
+refiriese a la vida galante, que, cuando se hablaba en su presencia de
+alguna relación amorosa, mostraba inmediatamente su malestar y hacía lo
+posible por derivar a otro punto la conversación. Si se obstinaban en
+seguir tratándolo no tardaba, con cualquier pretexto, en alzarse de la
+silla y salir de la estancia. Nadie en la familia le había conocido
+jamás inclinación amorosa, noviazgo, ni cosa que se le pareciese. Por
+eso, a mí, que estudiaba entonces la historia de Roma, se me
+representaba mi tía como una de aquellas tristes vestales que envejecían
+y se secaban atizando el fuego sacro. El que ella mantenía vivo era el
+del orden, la economía y la dignidad del hogar doméstico, en cuya tarea
+nadie podía aventajarla.
+
+La segunda formaba con ésta gracioso contraste. Era la más devota y
+respetuosa adoradora de Cupido que jamás se viera. Cuanto se refiriese
+de cerca o de lejos a los tiernos sentimientos que aquel dios inspira a
+los mortales, hallaba eco en su alma y despertaba su interés. Su memoria
+era un almacén de historias sentimentales, al cual acudía yo para
+solazarme cuando el estudio me aburría y no estaba en casa mi primo para
+entretenerme.
+
+Ninguna otra cosa parecía conmoverla en este mundo que sus achaques (que
+eran muchos y variados) y las dulces manifestaciones juveniles del
+sentimiento amoroso.
+
+Porque para ella los seres humanos no envejecían. Cuando alguna persona
+de edad avanzada, ya perteneciese al sexo masculino o al femenino, venía
+de visita a nuestra casa o la veíamos desde el balcón cruzar por la
+calle, aquella persona no existía para ella en el presente ni le
+interesaba su condición actual, sino que inmediatamente la retrotraía a
+su juventud y me narraba prolijamente sus amores con la anciana señora,
+su esposa, que le acompañaba; me refería los obstáculos que le había
+puesto la familia de ésta, cómo él los había vencido, de qué manera se
+correspondía con ella dejando sus billetes amorosos escondidos debajo de
+un confesonario de la catedral, y otras travesuras no menos ingeniosas;
+por fin, en qué forma una noche había escalado los balcones de la casa
+de su amada, y juntos se habían huído del hogar paterno.
+
+Confieso que me costaba enorme trabajo representarme a aquellos dos
+ancianos descendiendo por una escala de cuerda a la calle. Pero mi tía
+parecía que los estaba viendo y no perdonaba ningún detalle que
+contribuyese a animar aquel cuadro interesante.
+
+Era mi tía un ser ideal y poético, era una entusiasta sentimental, era
+una cascada romántica, era un bosquecillo donde se arrullaban las
+tórtolas. Gastaba sortijillas en el pelo pegadas con goma a las sienes;
+tocaba la guitarra y cantaba melodías delicadas de ritmo quejumbroso:
+canciones de los buenos tiempos de amor y poesía que en nada se parecen
+a los _couplets_ desvergonzados que hoy escuchamos por todas partes.
+Entonces las grandes pasiones amorosas históricas o fingidas servían a
+los músicos anónimos para componer melodías tristísimas. Había una
+canción de _Abelardo y Eloísa_, había otra de _Chactas y Atala_. Ambas
+retengo en la memoria y suelo tararearlas cuando me siento desengañado y
+melancólico. También recuerdo una, que mi tía cantaba con predilección:
+
+ Tronco infeliz, desnudo y sin verdura;
+ imagen fiel de un desdichado amor;
+ si marchitó el invierno tu hermosura,
+ también a mí me marchitó el dolor.
+
+Otra comenzaba:
+
+ Tu padre, rico de oro, es insaciable;
+ ¡ay!, por tenerle, mil vidas diera yo.
+
+Yo escuchaba todo esto embelesado; admiraba a aquellos héroes del amor y
+deploraba el haber nacido en una época tan ruin y prosaica. Mi tía, con
+su guitarra y sus canciones, con sus relatos interesantes y el perfume
+de almizcle que usaba, me inició en el romanticismo casero, como mi
+primo me había iniciado en el literario.
+
+Entraba en nuestra casa como el amigo más íntimo un señor calvo, de
+rostro pálido, de mirada dura y penetrante, alto de hombros y hundido de
+pecho. Era un hombre inteligente, pero sin sonrisa. Hablaba poco y
+cortante; sus juicios eran inapelables: si se le contrariaba quedaba aún
+más pálido y enronquecía de furor.
+
+Los niños de la población le tenían un miedo increíble. Porque este
+caballero había dado en la extraña manía, y con ella gozaba al parecer,
+de aterrar al mundo infantil. Tenía a todos los niños fuertemente
+sugestionados. En cuanto tropezaba en la calle con uno de su
+conocimiento, y a veces aunque no lo fuese, se detenía, le clavaba una
+mirada feroz, insistente, y después de tenerle hipnotizado preguntaba
+con voz terrible al criado o criada que le conducía «si había sido
+bueno». En caso afirmativo le dejaba pasar tranquilamente. Pero si se le
+decía lo contrario un demonio del infierno no podía poner cara más
+espantosa que aquel buen señor; le cogía por el brazo, le sacudía y le
+gritaba al oído tales y tan horrendas amenazas que el niño quedaba sin
+gota de sangre en las venas, sin fuerza aun para llorar. Los padres
+alentaban esta manía que les era útil; la amenaza de llamarle bastaba
+para que cualquier niño recalcitrante se transformase en manso cordero.
+Tal idea tenían los chicos de la braveza feroz y de la infinita crueldad
+de aquel sujeto que un hermanito mío me preguntaba cierto día, con la
+mayor naturalidad, si tendría más fuerza que un toro. Le respondí que
+sí. Calló un momento y me preguntó de nuevo si tendría más fuerza que un
+guardia civil. Le respondí también afirmativamente. Por último después
+de algunas vacilaciones me preguntó si tendría más fuerza que Dios.
+Entonces yo, no atreviéndome a despojar al Ser Supremo del atributo de
+su omnipotencia, aunque se me pasaron ganas de hacerlo, le respondí que
+tenía menos, pero sólo un poco menos, casi nada menos.
+
+Pues este caballero áspero y ceñudo había sido, ¡caso maravilloso!,
+novio de mi romántica tía. Por lo que pude colegir, la falta de medios
+de fortuna le había retraído del matrimonio. Esto al menos pensaba y
+dejaba traslucir mi tía.
+
+Era para mí cosa absolutamente incomprensible cómo aquel señor calvo
+pudiera haber sido un doncel enamorado. Porque yo entonces me
+representaba siempre a los enamorados con largos cabellos. ¿Cómo suponer
+a un sujeto tan rígido doblando la rodilla, llevándose la mano al
+corazón y profiriendo frases apasionadas? Sin embargo, mi tía llegó a
+afirmarme que le había compuesto y dedicado más de un madrigal. No sé lo
+que tendrá de cierto. Lo que no cabe dudar era que seguía enamorada de
+él, que buscaba pretextos para abrir el balcón a las horas en que él iba
+y venía de la oficina, que le servía el café cuando venía a tomarlo a
+casa con rematada complacencia, y escuchaba sus sentencias como
+oráculos.
+
+No le sucedía a él otro tanto; antes por el contrario, le hablaba aún
+con más aspereza que a los demás y sin mirarle a la cara, y le llevaba
+la contraria a cuanto decía sin reparo alguno y en forma despectiva.
+Pero esto era para mi tía, por lo que dejaba entender, testimonio
+irrecusable del más acendrado amor. Es posible que estuviese en lo
+cierto.
+
+Me inclino a pensarlo, porque aquel caballero era en el fondo de su alma
+todo lo contrario de lo que representaba. Cuando pude penetrar su
+carácter me persuadí de que no sólo poseía una inteligencia lúcida y muy
+estimable cultura, sino lo que es aún mejor, un gran corazón. Era tierno
+y compasivo como pocos, creyente fervoroso, dispuesto a sacrificarse por
+los otros ocultando siempre con extrema vigilancia toda señal de
+debilidad. Era, en una palabra, el tipo acabado del _bourru
+bienfaisant_, que los dramaturgos franceses se complacen alguna vez en
+pintar en sus comedias.
+
+Al hacerme hombre me ligué a él con afectuosa confianza. Poseía una
+copiosa librería, que puso a mi disposición, y le debo muchos y
+prudentes consejos que me han servido bastante en la vida. Su muerte fué
+para mí una pérdida irreparable. El, que no sonreía jamás, murió con la
+sonrisa en los labios consolando con palabras jocosas a los que lloraban
+en torno de su lecho.
+
+Guarda aquella casa todos los recuerdos de mi adolescencia. En su
+despacho bañado por el sol y por el aire puro de los campos soñé poemas
+divinos; allí la voz de la naturaleza hizo latir mi corazón; allí
+cantaron en mi alma mil ruiseñores armoniosos; allí se disiparon las
+nieblas en que se envolvía mi infancia; allí una extraña y nueva vida
+oprimió mi pecho inflamándolo con un fuego sutil y misterioso; allí
+estudié las conjugaciones de los verbos latinos regulares e irregulares
+y aprendí a extraer la raíz cúbica de los números.
+
+Vino a estrenarla igualmente con nosotros, habitando el piso principal,
+un catedrático de la facultad de Derecho de la Universidad. Era hombre
+de poco estudio pero de mucho talento a lo que oía decir, porque no me
+hallaba yo en estado de juzgarlo. Tenía dos hijos de mi misma edad
+aproximadamente, con los cuales trabé en seguida estrecha amistad. Tenía
+también una hija que contaba dos o tres años más que el primero de sus
+hermanos. Era una linda niña de catorce o quince años y esta niña tenía
+dos amiguitas de su misma edad tan lindas como ella que venían casi
+todos los días a su casa a pasar la tarde y solazarse.
+
+No creo que haya habido nunca en Oviedo una trinidad más respetable. Un
+estudiante de segundo año de Derecho, que presumía de clásico las llamó
+_las tres gracias_. Dos de ellas aún viven y a pesar de los años
+devastadores conservan vestigios de su pristina hermosura.
+
+Pues estas tres chicas se compadecieron inmediatamente de mi niñez y
+comenzaron a prodigarme los más tiernos y maternales cuidados. Una
+anciana de noventa años, hablando a una niña de diez, no adoptaría un
+acento más protector, más condescendiente que el que ellas usaban
+conmigo. Me atusaban el cabello cuando estaba despeinado, me hacían el
+nudo de la corbata, me hacían recitar fábulas, reían como locas con mis
+inocentes salidas y me cubrían de besos a cada instante; pero me
+besaban como si fuese su nieto.
+
+La encrucijada o plazoleta donde nuestra casa se hallaba situada hervía
+de mozalbetes enamorados, ninguno de los cuales pasaría de diez y ocho
+años. Todo el primero y segundo año de Jurisprudencia desfilaban por
+allí diariamente clavando miradas lánguidas en los balcones. De vez en
+cuando también se deslizaba algún estudiante de tercero o cuarto. Se les
+reconocía en seguida por su decisión y osadía. Porque se plantaban
+descaradamente frente a la casa, sonreían, hacían guiños maliciosos y
+enseñaban cartas. Estos eran los únicos que lograban poner serias a mis
+tres abuelitas.
+
+¡Cuánto me he divertido en aquel alegre piso, en un todo semejante al
+nuestro! Si quiero evocar tan felices tiempos no tengo más que acudir a
+la música, como siempre. Una de aquellas hermosas niñas cantaba a menudo
+cierta habanera que comenzaba:
+
+ En un valle virgen
+ bajo un cielo azul.
+
+Cuando la recuerdo hallo de nuevo aquellas gratas horas de mi infancia y
+me las represento en toda su frescura.
+
+De esta niña que cantaba el _valle virgen_ y que murió muy joven, cayó
+enamorado mi buen primo (con alguna había de caer) y ella tuvo el honor
+de inspirarle un número prodigioso de romances, sáficos adónicos,
+octavas reales y octavillas. No falleció a consecuencia de esto ni
+tampoco de la habanera (música y letra) que la dedicó inmediatamente,
+sino más adelante de una fiebre tifoidea.
+
+Pero el amor, que animaba el estro poético de mi primo, paralizaba todo
+el resto de su organismo. En cuanto se hallaba en presencia del objeto
+de sus ansias, quedaba estupefacto y mudo. Empalidecía como si viese un
+fantasma pavoroso y apenas se le podían arrancar algunas palabras que
+pronunciaba con voz temblorosa. La niña se puso al tanto, con la
+velocidad del rayo, del efecto que sus encantos producían y se
+regocijaba con toda su alma. No hay que reprocharlo demasiado duramente:
+a cualquier chica le pasaría lo mismo, ¿verdad amable lectora?
+
+Era de ver a aquella chicuela de catorce años clavarle una mirada
+sonriente y maliciosa, que le magnetizaba, dirigirle mil preguntas
+embarazosas como a un inocente niño de la escuela, reír con sus
+contestaciones, hacer guiños a sus amiguitas, ponerse seria
+repentinamente, dirigirle una mirada severísima, volver la cabeza
+después y hablar con sus amigas como si él no estuviese allí, venirle un
+instante después a la memoria que mi primo no había desaparecido del
+planeta y mostrar por ello la mayor satisfacción y mirarle con ojos
+halagüeños, llevarse la mano al pelo y agitar su lindo dedo meñique de
+un modo impertinente y provocativo, pasar después el brazo alrededor del
+cuello de la amiguita que tenía a su lado y, acometida de súbita
+ternura, besarla repetidas veces con efusión...
+
+Todo esto iba dirigido, no cabe dudarlo, a mantener a mi primo en el
+mismo estado de estupor hipnótico y de paralización orgánica. Era
+verdaderamente odioso.
+
+No menos odiosos resultaban los procedimientos que las tres amigas
+usaban con los jóvenes estudiantes que se agitaban durante el día y
+parte de la noche delante de sus balcones. Unas veces tenían éstos
+abiertos de par en par y exhibían complacientes su rostro encantador a
+la admiración de aquéllos. Otras los tenían herméticamente cerrados
+horas y horas y los desgraciados languidecían y se secaban sosteniendo
+con sus espaldas los muros de la casa de enfrente que, a juzgar por su
+rostro contraído y el disgusto que mostraban, debían pesarles como al
+titán Atlas el globo terráqueo. Un día recibían sus misivas amorosas con
+placer, las leían en su presencia, sonreían, dirigían una mirada
+afectuosa al expedidor y las ponían sobre el corazón; al siguiente las
+dejaban caer a la calle sin leerlas y cerraban el balcón con estrépito;
+tan pronto les tiraban besos con las puntas de los dedos como les
+volvían la espalda con el mayor desprecio.
+
+Ignoro cómo llegaron a sus manos, pero es lo cierto que poseían las
+fotografías de veinte o treinta estudiantes de la Universidad. Sospecho
+que se las procuró un correveidile dependiente de tienda, que
+frecuentaba la casa. Todas aquellas fotografías tenían la magnitud de
+los naipes, porque entonces apenas se hacían de otro tamaño, y como
+naipes jugaban con ellas. Se las ofrecían por el reverso como hacen los
+prestidigitadores; tiraban de una al azar y si resultaba ser el retrato
+del muchachillo que les agradaba hacían con la tarjeta mil extremos
+graciosos, la llevaban al corazón, la besaban con entusiasmo y decían a
+la imagen todas las disparatadas lisonjas que les venían a la boca. Por
+el contrario, si salía un antipático con las piernas en forma de sable,
+maldecían de su suerte, la arrojaban al suelo con desprecio y alguna vez
+la pisoteaban.
+
+Aquellas funciones de mímica me divertían, y la alegría y gentileza de
+las tres amigas me ponían contento tanto más cuanto que cada día me
+mostraban mayor predilección y eran conmigo más cariñosas y maternales.
+Este cariño se traducía, no pocas veces, en efusivos besos, los cuales
+no causaban en mí frío ni calor. Ni física ni intelectualmente he sido
+un niño precoz. Los aceptaba como testimonio de buena amistad: alguna
+vez me enfadaban y era cuando me los daban hallándonos asomados al
+balcón. Entonces advertía que me besaban más y mejor mirando de reojo a
+los estudiantillos que se hallaban plantados en la calle y sonriendo
+maliciosamente como si quisieran darles envidia. Esto me avergonzaba y
+más de una vez me tengo sustraído bruscamente a sus pegajosas caricias.
+
+Pero he aquí que cierto día, después de una de estas movidas sesiones de
+besos que yo levanté un poco desabrido, tuve necesidad de salir a la
+calle con no sé qué motivo. El público que la había presenciado se
+componía de tres mozalbetes de diez y siete o diez y ocho años, los
+cuales estaban arrimados a la casa de enfrente diciendo mil ternezas a
+mis amigas con los ojos ya que no con la lengua. Al verme salir uno de
+ellos me hizo seña de que me aproximase como si tuviese algo que
+decirme. Acostumbrado como estaba a recibir recaditos y a que me
+tratasen con no poca deferencia, me acerqué incautamente a ellos. De
+improviso me sujetan fuertemente los brazos y comienzan a besarme con
+tanta prisa y afán, que pienso me dieron más de mil besos en un minuto,
+riendo, al mismo tiempo, a carcajadas y mirando al balcón donde se
+hallaban las tres gracias.
+
+¡Oh rabia!, ¡oh vergüenza! Luché bravamente por desasirme, pataleé,
+mordí, hice cuanto me fué posible para rechazar aquellas indignas
+caricias, pero no pude lograrlo hasta que ellos buenamente quisieron
+dejarme marchar. Y para colmo de humillación observé que mis amiguitas
+reían también como locas en el balcón hallando el paso chistoso.
+
+Entré en casa hecho un mar de lágrimas y conté a mis tías, sofocado por
+la ira, el atentado de que acababa de ser víctima. La romántica rió
+encontrando también por lo visto delicada la chanza; pero la otra, y con
+ella el señor austero, ex novio de la primera, que allí estaba a la
+sazón, se mostraron disgustados y les oí pronunciar varias veces la
+palabra «indecoroso».
+
+Así que cuando media hora después, arrepentidas sin duda de su risa,
+subieron las tres niñas a buscarme, les hice saber perentoriamente que
+en la vida volvería a poner los pies en el piso de abajo. El señor
+austero apoyó con todas sus fuerzas esta mi enérgica resolución.
+
+Pero al día siguiente subieron de nuevo: mi romántica tía intercedió por
+ellas; no estaba allí su ceñudo ex novio; al cabo me ablandé y consentí
+en bajar, a condición de que por ningún motivo ni bajo ningún pretexto
+se me diese un solo beso.
+
+
+
+
+XXX
+
+CABALLERÍA INFANTIL
+
+
+Cómo y porqué fuí atacado de aquel humor belicoso que hizo la
+desesperación de mis tías durante el segundo curso de bachillerato, no
+lo sé yo mismo.
+
+Si ahora ocurriese no dejaría de atribuirse a un estado neurasténico;
+pero en aquella época remota, Asturias era un país privado de vías de
+comunicación y no se conocía la neurastenia.
+
+Aceptemos el hecho y en vez de investigar sus causas, cosa siempre
+difícil, analicemos sus consecuencias.
+
+No podían ser más funestas.
+
+Arañazos en las mejillas, contusiones en la nariz, cardenales en las
+piernas, desgarrones en el pantalón.
+
+Como entonces no funcionaba la Cruz Roja en Oviedo, mis tías se veían
+diariamente necesitadas a intervenir con sal y vinagre y aguardiente
+alcanforado. Me vendaban, me recosían con delicado esmero y me sugerían
+los medios adecuados para no padecer esta clase de enfermedades.
+
+Yo no quería emplearlos. Al contrario; cada vez más enardecido salía
+casi a diario desafiado de los claustros de la Universidad.
+
+El campo de Marte, o sea el lugar de nuestros duelos estudiantiles en
+aquella época, era un lóbrego portalón de una casa solariega, vecina de
+la Universidad. Estaba empedrada con grandes piedras azuladas y
+relucientes. Cada una de aquellas piedras guardará seguramente memoria
+de las relaciones efímeras que mis narices han mantenido con ellas.
+
+Pero casi tanto como la guerra me atrajo durante aquel año el amor.
+
+Habitaba entonces en Oviedo una distinguida familia que figuraba en los
+paseos del Bombé y en las reuniones de confianza del Casino. Era una
+familia dilatada, aunque sólo del lado femenino. Aquellos señores tenían
+varias hijas, bastantes hijas, no sé cuántas hijas; pero, en fin, muchas
+hijas. Pasaban todas ellas justamente por bonitas y las había de
+diferentes tamaños. Mientras las primeras eran amigas de mi madre y nos
+visitaban alguna vez en Avilés, la última podría tener once o doce años
+y era mi contemporánea.
+
+Sin embargo, yo la miraba con cierto desdén. Aunque había jugado con
+ella en la playa de Luanco cuando contaría seis o siete años de edad y
+llevaba, como yo, cortado el pelo a punta de tijera, al llegar a Oviedo
+y tropezarla en la calle me limité a decirle adiós dignamente.
+
+Hay que confesar que era una dignidad intempestiva. Tanto más cuanto que
+aquella chica me había gustado en su primera juventud y me seguía
+gustando.
+
+Era menuda, de facciones admirablemente correctas y con unos ojos negros
+capaces de atravesar una barricada de sacos de harina. Yo, que no era
+ningún costal, me sentía traspasado de parte a parte cada vez que me
+cruzaba con ella en el paseo. Pero la dignidad me obligaba a mostrarme
+completamente indemne.
+
+Se llamaba Antonia; este era su nombre legal. Otro le daban
+completamente ilegal y era el de una monedita americana, chiquita,
+bonita, a lo que oí decir, porque yo jamás la he visto. El nombre
+estaba, pues, bien adaptado; pero yo la llamaré ahora por el suyo porque
+ya está muerta y cuando se hizo mujer no le agradaba que la nombrasen de
+otra suerte.
+
+El lector se alegrará seguramente al saber que toda mi dignidad se
+disipó como un sueño cierta tarde del mes de Febrero. Es un suceso que
+no interesará a todo el mundo como los presupuestos municipales; pero
+estoy seguro de que hay chico de trece años a quien divertirá más.
+
+He aquí cómo ocurrió:
+
+Se celebraba en Oviedo la feria de la Candelaria, llamada allí también
+la _Romería de las naranjas_. Asturias no es un país de naranjos, pero a
+la orilla del mar, por la parte de Oriente, crecen algunos que dan una
+fruta bastante aceptable, sobre todo si se la come con azúcar. El día de
+la Candelaria llegan a Oviedo por la carretera de Gijón muchos carros
+cargados de ella y se establece en esta carretera un lucido paseo. No
+tiene más que un inconveniente y es que el camino por aquella parte
+ofrece una fuerte pendiente, lo cual le hace imposible para los
+asmáticos.
+
+Antoñita no lo estaba, a Dios gracias, y paseaba arriba y abajo entre
+cestos de naranjas con sus amiguitas toda la tarde. Yo, sentado en el
+pretil con los míos, me sentía cada vez más subyugado por sus ojos
+negros. Cuando cruzaba por delante de nosotros me venían ganas de
+decirle alguna palabra amable.
+
+En vez de esto ¿qué es lo que se me ocurre? Pues dispararle con mi
+tiragomas una corteza de naranja. Lo hice con tanta fuerza y buena
+puntería que le di en mitad de la mejilla produciendo un chasquido
+temeroso.
+
+La niña dejó escapar un grito y se llevó la mano a la parte delicada,
+rompiendo a llorar perdidamente. Sus amiguitas acuden a consolarla y
+encarándose después conmigo me ponen de «bruto» y «animal» que no había
+por donde cogerme.
+
+Tenían razón: yo se la daba en el fondo del alma. Me pesaba tanto y
+estaba tan avergonzado de mi vileza que me faltaba muy poco para romper
+a llorar también. En vez de eso comencé a reír groseramente coreado por
+las carcajadas de mis amigos.
+
+¿Cómo llevé a cabo tal salvajada precisamente en los momentos mismos en
+que me sentía más impresionado por el lindo rostro de aquella niña? No
+me es posible explicarlo. Quizá estén en lo cierto los que afirman que
+cualquier emoción nos puede impulsar a ejecutar actos diametralmente
+contrarios.
+
+Una señal rojiza quedó impresa en el rostro de la hermosa niña, y con
+esta roja señal, testimonio de mi brutalidad, siguió paseando toda la
+tarde. No es posible imaginarse el doloroso efecto que causaba en mí
+aquella marca cada vez que pasaba por delante de mis ojos. Aunque lo
+disimulaba afectando alegría, mi corazón se sentía triste y me gritaba
+sin cesar: «¡Miserable!»
+
+Las amiguitas cuando pasaban cerca de nosotros tornaban a encararse
+conmigo y tornaban a llamarme bruto. ¡Ay, cuánto hubiera deseado que
+ella hiciese lo mismo! Pero no: ella se limitaba a dirigirme una tímida
+mirada que apartaba velozmente. Era una mirada tan dulce y tan triste
+que me acometían impulsos de arrojarme desde el pretil de la carretera y
+desnucarme o, por lo menos, producirme algún grave desperfecto.
+
+Cuando llegué a casa por la noche iba determinado a realizar un acto
+trascendental. Me encerré en mi cuarto, tomé la pluma y escribí la carta
+más disparatada que se haya escrito en la segunda mitad del siglo XIX.
+Era una mezcla de Chachas y de Abelardo con ciertos recuerdos del
+_tronco infeliz_ de mi tía y del _Lago_, de Lamartine, rociado todo ello
+con algunas gotas de _El estudiante de Salamanca_, de Espronceda. Pedía
+perdón a Antoñita de un modo patético, le declaraba mi amor de un modo
+más patético aún y le hacía saber, en el caso de que no me otorgase
+ambas cosas, mi designio irrevocable de no asistir más a cátedra y
+dejarme morir lentamente de inanición.
+
+Pero lo más grave de las cartas, en casos como el mío, no es
+escribirlas, sino entregarlas; todo el mundo lo sabe.
+
+Hay quien apela al correo interior. Es el medio más seguro de que no
+lleguen a manos de la interesada. Hay quien las entrega en propia mano.
+Esto es mucho más eficaz, completamente eficaz; pero tal procedimiento
+se halla reservado para los estudiantes de cuarto y quinto año que
+juegan carambolas al billar y conocen el mundo. Yo era un pobre
+estudiante de segundo de Latín y no podía lanzarme a tales aventuras.
+
+Opté por un término medio. Espié la salida de su doncella a un recado,
+la seguí disimuladamente y cuando iba a entrar en una tienda de
+mercería me acerqué a ella y en la misma actitud humilde de un mendigo
+que pide limosna le dije:
+
+--¿Me haría usted el favor de entregar esta carta a Antoñita?
+
+La voz salió de mis labios como un blando soplo, sin producir apenas
+sonidos perceptibles.
+
+--¿Qué dices, niño?--me preguntó bruscamente.
+
+Entonces yo, que debía de estar pálido, me puse colorado. La misma
+vergüenza que sentía, me hizo repetir con fuerza la demanda.
+
+La doncella me miró a la cara con risueña curiosidad, estuvo algunos
+instantes indecisa, quizá entre darme un bofetón o tirarme de las
+orejas; al fin dijo arrancándome la carta de las manos:
+
+--¡Bueno, se la entregaré!
+
+Era una buena chica. Cumplió su palabra.
+
+Al día siguiente estuve paseando por la calle de Antoñita y ella se
+asomó al balcón, pero yo no osaba mirarla sino de lejos. Cuando pasaba
+por debajo, en vez de levantar los ojos, los abatía mirando con
+insistencia a la acera de la calle.
+
+Pero he aquí que una de las veces veo caer delante de mí, sobre esta
+acera, un papelito. Me bajo, lo recojo, y sin mirar tampoco al balcón,
+lo meto en el bolsillo y desaparezco.
+
+Después que doblé la esquina, lo abrí con mano trémula. Dentro traía,
+para hacer peso, un trocito de lápiz, el lápiz, sin duda, con que
+estaban escritos dos renglones que decían: «Estás perdonado, si tú me
+quieres a mí yo también te quiero a ti.»
+
+Estos renglones estaban horriblemente torcidos y las letras eran
+horriblemente grandes y además gibosas y temblonas como si las hubieran
+trazado los dedos arrugados de una vieja y no una linda mano infantil.
+Pero yo me hubiera prosternado ante ellos como un musulmán ante el
+autógrafo de Mahoma.
+
+¡Ya tenía novia! Este fué mi primer pensamiento vanidoso. Vuelvo a decir
+que el amor juega poco papel en las relaciones infantiles. Sin embargo,
+me sentía atraído particularmente hacia aquella niña que tan dulcemente
+perdonaba mi brutalidad.
+
+En los días siguientes seguí paseándole la calle y, ya disipada mi
+timidez, la miraba y remiraba largamente, y ella me miraba también con
+extraordinaria atención. Parecíamos dos gatos, aunque sin exhalar el más
+leve maullido; es decir, que ni una sola palabra se cruzaba entre
+nosotros. Solía ir a esperarla cuando salía del colegio. Un amigo íntimo
+me prestaba el servicio de acompañarme en estos casos y juntos la
+seguíamos. Marchaba colgada del brazo de su niñera y de vez en cuando
+volvía la cabeza para dirigirme una rápida mirada. La niñera la volvía
+con más frecuencia y sonreía, y alguna vez también me hacía señas para
+que me acercase. ¡Oh, cuánto valor se necesitaría para ello!
+
+Tuve, no obstante, una ocurrencia feliz. Como yo paseaba no pocas veces
+la calle sin que ella estuviese al balcón, me vino el pensamiento de
+comprar un pito y silbar. Tardó Antoñita en darse cuenta de que era yo
+el autor de aquellos silbos prolongados, pero cuando lo hubo averiguado,
+así que oía silbar, se asomaba al balcón. Mas ¡suerte maldecida! unos
+estudiantes forasteros que se hospedaban por allí cerca observaron mis
+maniobras y comprando un pito igual al mío hicieron salir a Antoñita
+repetidas veces en vano. Uno de estos estudiantes aún vive. Y cuando voy
+por Asturias me recuerda la broma y reímos mucho. Y después de reír
+solemos quedar ambos silenciosos y melancólicos.
+
+Este incidente me produjo alguna desazón, pero no puede compararse con
+la que poco después experimenté. Creo haber dicho que un amigo íntimo me
+acompañaba algunas veces en mis paseos por la calle de Antoñita y
+también cuando iba a esperarla al colegio. Pues bien; este amigo,
+repentinamente comenzó a enfriarse conmigo; se apartaba de mí en los
+claustros de la Universidad; se negó a acompañarme cuando se lo proponía
+y hasta noté que fingía no verme para no acercarse.
+
+Pocos días después le encontré frente a los balcones de Antoñita mirando
+hacia ellos con insistencia. En cuanto me divisó siguió su camino. Pero
+otro día volví a hallarle en la misma posición y entonces no se movió
+ni me saludó siquiera. En los siguientes comenzó a pasear descaradamente
+la calle de mi novia y hasta iba a esperarla al colegio acompañado de
+otro amigo.
+
+Esta primera traición que padecí en mi vida me sorprendió muchísimo; lo
+cual demuestra que es falsa la teoría de que hemos vivido antes de ésta
+otras vidas. Porque si hubiera vivido antes, por poco que fuese, habría
+encontrado aquello muy natural. Para colmo de dolor observé que mi novia
+coqueteaba con él una chispita. Una corriente de odio de alta presión se
+produjo entre él y yo.
+
+Para establecer el circuito no hacía falta más que una ocasión.
+
+Vino el contacto paseando por el claustro de la Universidad antes de la
+hora de clase. Yo le dirigía miradas furibundas cada vez que nos
+cruzábamos: él evitaba mirarme porque sin duda le quedaba todavía un
+resto de pudor. Sin embargo, los amigos que paseaban con él debieron de
+advertirle que yo le miraba de un modo provocativo y él se sintió
+humillado de esta advertencia, porque en una de las vueltas volvió hacia
+mí el rostro y me clavó una mirada insistente y retadora.
+
+El choque fué terrible, ferocísimo. Yo tenía tal ansia de dar golpes y
+los daba con tal coraje que no sentía los suyos. Nos abrazábamos,
+procurábamos con afán derribarnos y, no pudiendo conseguirlo, nos
+separábamos y volvíamos a los golpes, y otra vez el odio nos juntaba
+cuerpo a cuerpo. En torno nuestro se había formado un corro de chicos
+que presenciaba el combate como una pelea de gallos.
+
+Mas de improviso siento por detrás un puntapié y un pescozón. Aquello no
+podía venir de mi enemigo. En efecto, unos dedos mayores que los suyos
+me habían sujetado por el cuello y oí una voz terrible que gritaba:
+
+--¡Bedel! Abra usted la carbonera.
+
+Era el secretario del Instituto y a la vez catedrático de Historia y
+Geografía que desde su atalaya de la Secretaría nos había atisbado.
+
+El bedel abrió la carbonera y a empellones nos metieron dentro.
+
+El secretario del Instituto era un excelente profesor, todo el mundo lo
+reconocía. Era, además, un hombre de recta intención y valeroso, como lo
+demostró algún tiempo después renunciando a su cátedra y marchando a
+engrosar las filas del ejército carlista. Pero el secretario del
+Instituto no poseía ni penetración ni previsión. Porque si las tuviese
+no encerraría solos a dos chicos que se estaban combatiendo con furor.
+
+Siguió el combate mortífero, rabioso. Rodamos por tierra, y unas veces
+caía él encima y otras caía yo. Luchábamos desesperadamente, y en
+silencio. Al cabo de algún tiempo las fuerzas nos fueron abandonando.
+Por lo menos yo sentí claramente que las mías se debilitaban. Una de las
+veces que caí debajo ya no pude levantarme y él logró ponerme una
+rodilla sobre el pecho. Estaba vencido.
+
+--Jura que no pasearás más la calle de Antoñita.
+
+--Lo juro--respondí.
+
+--Júralo por tu madre.
+
+--Lo juro por mi madre.
+
+Entonces me soltó; nos levantamos y nos limpiamos la chaqueta y los
+pantalones. Cinco minutos después vinieron a abrirnos para entrar en
+clase. Y allí no había pasado nada.
+
+Pude haber faltado a mi juramento sin grave riesgo, porque nuestras
+fuerzas se hallaban bastante equilibradas; pero lo respeté
+religiosamente. No volví a pasar por la calle de Antoñita.
+
+Al cabo de quince o veinte días, hallándome paseando, como de costumbre,
+por el claustro, sentí que una mano se apoyaba sobre mi hombro. Me volví
+y me encontré con mi ex amigo, que me dijo en tono natural:
+
+--Oye, si quieres puedes pasear cuanto se te antoje por la calle de
+Antoñita.
+
+--No puede ser--le respondí--. Lo he jurado por mi madre.
+
+--¡Qué importa!--replicó--. El juramento no te obliga ya, puesto que yo
+te dejo libre.
+
+Y, acto continuo, se emparejó conmigo y me declaró en términos
+expresivos que Antoñita era una tonta llena de presunción, indigna de
+que un hombre serio como él gastase las suelas de sus botas paseándola
+la calle; que estaba profundamente enamorado de la hija de un confitero,
+y que ésta compartía su llama, puesto que le echaba desde el balcón
+caramelos y rosquillas de consejo.
+
+Bien eché de ver que todo aquello era dictado por el despecho, y que, en
+realidad, me relevaba de mi juramento porque Antoñita no le había sido
+propicia.
+
+En efecto, cuando me decidí a esperarla otra vez a la salida del colegio
+y a pasear debajo de sus balcones, la hallé tan expresiva, tan amable y
+sonriente, que me sorprendió.
+
+Me sorprendió, porque yo no sabía entonces como el Taso «de la mujer, la
+condición precisa», ni como Shakespeare que era «pérfida como la onda».
+
+Fuí tan inocente que no comprendí que mi alejamiento, que ella juzgaba
+voluntario, había producido la derrota de mi rival.
+
+
+
+
+XXXI
+
+SEGUNDAS LECTURAS
+
+
+En los años que cursé la segunda enseñanza cayeron en mis manos muchos
+libros. Fué el azar quien los trajo, no una mano discreta; así que reinó
+en mis lecturas una heterogeneidad disonante y cualidades muy diversas.
+
+Mi padre me había dejado vivir siempre en una independencia intelectual
+que estremecería a un pedagogo. Porque mi padre, con su pesimismo jocoso
+y paradójico, se reía de la Pedagogía. Pensaba y repetía sin cesar que
+la educación servía de poco; que la naturaleza lo hacía todo. Quien
+había nacido tonto, tonto sería toda su vida, sin que fuesen poderosos
+los más ilustres maestros a volverle discreto.
+
+No discuto esta opinión subversiva; pero afirmo que su sistema, o, por
+mejor decir, su falta de sistema, no produjo en mí tan funestos
+resultados como debiera esperarse. Aún más; se puede aventurar que si
+autoritariamente se me impusiera la lectura de algunos libros,
+probablemente hubiera cobrado aborrecimiento a todos ellos. En ésta,
+como en otras muchas ocasiones, quizá valga más entregarse en manos de
+la Providencia. «Vendrá a tus brazos el ser que debes amar; vendrá a tus
+manos el libro que debes leer», dice un filósofo moderno.
+
+Sin embargo, dudo mucho que la Providencia me haya enviado directamente
+en aquella época las novelas horripilantes de un escritor francés
+llamado Ponson du Terraill. Mas, por otra parte, ¿quién podrá resolver
+del efecto benéfico o nocivo que las sustancias que ingerimos producen
+en nuestro organismo? La naturaleza efectúa en su seno recóndito un
+trabajo sordo, que trueca no pocas veces los venenos en medicinas, y
+otras ¡ay! las medicinas en venenos. ¿Quién sabe si aquellos novelones
+filtrados por los tamices y destilados en los alambiques de mi espíritu
+habrán soltado a la postre un jugo nutritivo? Lo que sí afirmo, sin
+vacilar, es que en aquel tiempo me sabían a almíbar.
+
+No dura mucho el placer en este mundo. Aquellas novelas de aventuras
+fantásticas y de intrigas tenebrosas llegaron a fatigarme. Cuando vino
+el desencanto tropecé dichosamente con otras que me cautivaron de modo
+más espiritual. Leí varias de Bulver Lytton, y por ellas fuí iniciado en
+la observación psicológica, la expresión de carácter y la gracia
+sentimental que caracteriza a los novelistas ingleses. Tanto deleite me
+causaron que en mi edad madura quise repetir su lectura. Me acaeció lo
+mismo que con otros libros. El encanto se había roto y no me fué posible
+componerlo. Bulver Lytton es un notable escritor, pero sus novelas de
+costumbres se hallan infeccionadas de lo que pudiera llamarse manía
+aventurera, y no pueden ser comparadas a las de los grandes maestros
+Goldsmith, Fielding, Dickens y Thackeray. Sus mejores fábulas son, a mi
+juicio, las históricas _Nicolás Rienzi_ y _Los últimos días de Pompeya_.
+
+Después me alcé todavía más. Mi primo me había hecho conocer a
+Espronceda, como ya he dicho. Ningún poeta causó en mí impresión más
+honda y duradera.
+
+De todas las obras leídas en mi niñez su poema _El diablo mundo_ es una
+de las pocas que no ha cesado de deleitarme; me ha deleitado en mi edad
+madura y me deleita todavía en mi vejez. Hay en el hombre una edad
+iconoclasta, en la cual se complace rompiendo a martillazos los ídolos
+que adoró en su adolescencia. Espronceda permanece siempre en el altar
+que le he erigido. Su _Canto a Teresa_ es la página más armoniosa y
+vibrante que ha producido la lírica española, y puede compararse, sin
+desmerecer, al _Lago_, de Lamartine, a la _Noche de Octubre_, de Musset,
+y a los cantos más patéticos del _Childe Harold_, de Byron. Pero esta
+nuestra España fría y esquiva casi siempre con los hijos que más la
+ilustran, aún no le ha rendido el tributo de admiración que le debe.
+Reproducidas por el bronce y el mármol se parecen por los ámbitos de
+Madrid las figuras de algunos grandes hombres y de otros bien medianos;
+pero no veo aún alzarse entre ellos la frente radiosa de don José
+Espronceda, el español más inspirado que ha nacido en el siglo XIX.
+
+Todavía di algunos pasos más en la senda de la Estética. Por medio de
+Espronceda adquirí el gusto de los poemas y leí algunos de los más
+bellos que las nueve hermanas han inspirado a los mortales. Leí en la
+biblioteca de la Universidad la _Iliada_, de Homero, traducida en verso
+libre por Hermosilla. Aunque tiene fama esta traducción de indigesta, me
+causó extremado placer. La edición era excelente, lujosa, y esto
+contribuye más de lo que generalmente se cree para hacernos amables los
+libros. Por espacio de algunos días viví en constante embeleso entre
+aquellos héroes tan divinos y aquellos dioses tan humanos. Sobre todo
+las diosas hicieron verdaderos estragos en mi imaginación infantil y
+lograron rápidamente convertirme al gentilismo. Fuí un empedernido
+pagano por más de dos meses, sin que mi familia ni mis profesores
+pudieran sospecharlo. ¡Cuál gritaría nuestro descomunal y fragoroso
+catedrático de Religión y Moral si supiese la gente que frecuentaba mi
+cerebro!
+
+Quise leer también en la misma biblioteca _El paraíso perdido_, de
+Milton, traducido por el canónigo Escoiquiz, pero no fué posible. Me
+aburrió infinitamente. Yo era entonces, como acabo de manifestar, un
+pagano que quemaba incienso en los altares de los ídolos. Aquellas
+legiones flotantes de ángeles y arcángeles suspendidos en los espacios,
+sin tierra donde apoyarse, me parecían tristes volatineros. Más tarde,
+culpando al traductor, intenté repetir la lectura de este poema en una
+traducción francesa; mucho más tarde aún traté de leerlo en el original.
+Siempre me acometió idéntica grima. Por fin en mis tiempos gloriosos de
+crítico me dije: «Milton es un gran poeta, pero su poema es
+insoportable. Al Cristianismo, religión espiritualista y enemiga de las
+formas plásticas no se la puede ni se la debe agregar una mitología
+porque precisamente ha venido a concluir con todas ellas. Por eso
+fracasaron siempre los intentos más o menos plausibles que se han hecho
+para añadírsela.» Dictado y refrendado este veredicto inapelable
+quedaron disipadas mis inquietudes y remordimientos por lo que respecta
+al famoso poema.
+
+Mi paganismo no se prolongó largo tiempo. Pocos meses después fuí
+convertido al islamismo. La encargada de esta obra nefanda fué Clorinda,
+la famosa heroína de _La Jerusalén libertada_. Aquella mujer intrépida y
+bella, feliz creación del gran poeta italiano Torcuato Taso, me hechizó
+hasta hacerme soñar despierto.
+
+Y como mi imaginación solía representarse las más ilustres creaciones de
+los poetas con los rasgos de algunos seres de carne y hueso por mí
+conocidos, se me antojó prestar a Clorinda el rostro y el talle de una
+joven a la cual casi todos los días veía.
+
+Era de condición humilde, hija de un ebanista que tenía su taller no
+lejos de mi casa. Cuando yo llegué a Oviedo no contaría más de quince
+años, pero tenía la estatura de una mujer; así que no sólo me aventajaba
+por la edad sino mucho más aún por la corpulencia. Pues bien, un día
+tuve la mala ocurrencia de hacerla blanco de mi tiragomas; creo haber
+dicho que estaba muy pagado de mi habilidad en esta clase de esgrima. Le
+di, en efecto, con una cascarita de naranja en medio del rostro
+exactamente como había hecho pocos días antes con Antoñita. Mas ¡ay!
+ella no la recibió exactamente con la misma paciencia; antes al
+contrario se vino hacia mí lanzando rayos por sus hermosos ojos (porque
+los tenía muy hermosos; hay que confesarlo) me arrancó el tiragomas y me
+aplicó un soberbio bofetón que me enrojeció la cara. Quise defenderme,
+pero me sujetó tan fácilmente las manos y me solfeó tan lindamente y a
+su gusto que no me quedaron más deseos de ofenderla.
+
+Inútil es decir que desde entonces la dediqué un odio mortal. Cuando iba
+a cátedra con los libros bajo el brazo y la encontraba en pie a la
+puerta del taller de su padre le dirigía de través algunas miradas
+pulverizantes a las cuales solía corresponder ella con sonrisa burlona y
+desdeñosa.
+
+En dos años aquella niña se transformó en una joven apuesta, majestuosa
+y un poco hombruna por sus modales. Cuando acerté a leer el poema del
+Taso mi fantasía comenzó a ver a Clorinda, la valerosa amazona de los
+infieles, con el rostro y la figura de la hija del ebanista. No era gran
+extravío, pues repito que tenía hermosos y fieros ojos; y en cuanto a
+fuerzas ya las había podido apreciar a mis expensas. No dudo que si
+montase a caballo y empuñara la lanza pudiera habérselas con cualquier
+moderno Tancredo.
+
+Pues así que la transformé por arte imaginativa en amazona de los
+infieles defensores de Jerusalén, se disipó ¡caso curioso! todo mi odio
+y me puse a amarla desaforadamente. En vez de dirigirle miradas
+atravesadas y malignas comencé a clavárselas bien directas y apacibles.
+Cuando la veía de lejos a la puerta del taller aflojaba el paso para
+saborear más tiempo el placer de contemplar su gentil figura. Si ella no
+estaba, cruzaba de largo y velozmente. Pero casi siempre me arreglaba
+para que estuviese, pues espiaba las horas en que venía a traer la
+comida a su padre y avanzaba o retrasaba mis entradas y salidas de casa
+en combinación con ellas.
+
+La altiva guerrera no vió con agrado aquella mutación ni aceptó mis
+homenajes visuales. Al principio le causaron sorpresa y me miró con
+alguna curiosidad: después apartaba la vista de mí con desdén y aun me
+volvía la espalda: por último, tomando a ofensa mi rendimiento me
+clavaba ya de lejos una mirada iracunda y retadora que me hacía subir
+los colores al rostro.
+
+¡Ingrata! Yo la amaba, sin embargo, cada día más. Esta misma crueldad la
+asemejaba todavía a la fiera Clorinda. ¡Cuántas veces estuve tentado a
+pararme delante de ella y decirle como Tancredo:--«Puesto que no quieres
+paz conmigo, las condiciones de nuestra lucha serán que me arranques el
+corazón! Este corazón, que ya no es mío, pide la muerte si su vida te
+desagrada. Desde hace tiempo es tuyo; ¡tómalo; yo no tengo el derecho de
+defenderlo!»
+
+Felizmente nunca me atreví a ensartarle tal discurso. Si lo hubiera
+hecho pienso que, en efecto, me hubiera despedazado.
+
+Felizmente también sacudí pronto el yugo de la media luna y dejé de ser
+musulmán. Otras heroínas cristianas, y por lo tanto más piadosas que la
+hija del ebanista, me prendieron el alma. Leí el _Orlando furioso_ del
+Ariosto, y aunque no penetré entonces la fina ironía que se ocultaba
+debajo de sus cantos épicos precursora de la de nuestro gran _Don
+Quijote_, todavía me divirtieron extremadamente sus muchas e
+interesantes aventuras.
+
+Por último, aún leí otro poema, _Os Luisiadas_ de Camoens. Bien puede,
+pues, decirse que los años de la segunda enseñanza fueron para mí la
+edad de los poemas. Este es el único que, exceptuando el de Espronceda,
+leí en su idioma nativo; porque el antiguo portugués se parece tanto al
+castellano que para cualquier español es comprensible. No debo conservar
+de este poema grata impresión. Llevé el libro, que era una linda edición
+diamante, a Entralgo en unas vacaciones de Navidad y lo leí al amor de
+la lumbre. Pero acaeció que saliendo de improviso un día al aire libre y
+frío me cogió una oftalmía de la cual me he resentido toda la vida.
+
+Paralela a esta afición literaria, comenzó a correr en mi existencia
+otra a la cual debo quizá aún mayores y más sólidos placeres, la afición
+a los libros de historia, de filosofía, de crítica y ciencia social.
+Aunque parezca raro, estas dos tendencias han compartido mi espíritu
+hasta la hora presente y si he de hablar con sinceridad pienso que la
+segunda tuvo siempre más hondas raíces que la primera. Por haberlo
+manifestado así a un periodista extranjero y haberlo estampado en su
+diario, otro periódico de Londres se burlaba de mí exclamando: «¡Amante
+de la filosofía un hombre que escribe una novela todos los años!»
+
+Pues bien sabe Dios que es la verdad. Lo sabe Dios y lo sabía mi buen
+amigo Angel Jiménez, por otro nombre el _doctor Angélico_, cuyos papeles
+he publicado hace años. Al tiempo mismo que escribía mis novelas pensaba
+con deleite en los libros científicos que había comprado y ansiaba
+terminarla para entregarme algunos meses a su lectura. Jamás soñé en mi
+adolescencia ni en los primeros años de mi juventud con los laureles del
+poeta: pensaba que había nacido para hombre de ciencia. Y lo he de
+confesar lealmente, cuando ciertas circunstancias que no quiero explicar
+me impulsaron a escribir novelas me juzgué dislocado y toda mi vida
+experimenté el vago sentimiento de haber sufrido una _capitis
+deminutio_.
+
+Leí, pues, durante los años de la segunda enseñanza muchos y buenos
+libros: la _Historia de los Reyes Católicos y de Felipe II_, de
+Prescott; la _Conquista de Méjico_, de Solís; la _Historia de la
+revolución inglesa_, de Guizot; gran parte de la _Historia Universal_,
+de César Cantú; el _Viaje del joven Anacarsis por la Grecia_; las
+_Lecciones de literatura_, de Hugo Blair; _El Deber_, de Julio Simón; el
+_Libro de los oradores_, de Cormenin, obras de Michelet, de Laboulaye,
+etc., etc.
+
+Leí asimismo alguno de los libros que entonces se hallaban a la moda,
+las _Palabras de un creyente_, de Lamennais, y _El mundo marcha_, de un
+señor llamado Pelletan. El estilo metafórico y enfático de estos
+escritores, en el cual sobresalió como ninguno Edgar Quinet, me sedujo
+entonces tanto como ahora me enfada. En la oratoria produce maravillosos
+efectos y a él debe nuestro Emilio Castelar sus triunfos; pero en los
+libros resulta empalagoso y buena prueba de ello son los del mismo
+Castelar.
+
+Mas de todas las obras que entonces leí la que me dió más golpe y logró
+cautivarme fué la _Historia de la civilización europea_, de Guizot.
+Estas lecciones, profesadas en la Sorbona, fueron para mí una revelación
+y me iniciaron en lo que llamamos filosofía de la historia. A tal punto
+me impresionaron que después de haberlas leído varias veces resolví
+aprenderlas de memoria. Y así lo puse por obra: leía una lección
+repetidas veces y luego cerraba el libro y la escribía, resultando
+transcrita casi al pie de la letra.
+
+¡Ay!, a causa de estas grandes síntesis padecí después en mi juventud no
+pocas indigestiones. La Europa fué inundada de generalizaciones
+históricas en el último tercio del siglo pasado. No sólo nuestros
+profesores de la Universidad nos abrumaban con ellas, sino que en los
+discursos de los oradores del Ateneo, en los del Congreso de los
+Diputados y hasta en los sermones de las iglesias se generalizaba de un
+modo espeluznante: se comenzaba siempre por Adán y se terminaba con la
+casa de Austria.
+
+Todo el mundo se puso a generalizar en aquella época. Generalizaban los
+autores, y los oradores y los periodistas; generalizaban, a su
+imitación, los médicos cuando venían a tomarnos el pulso, y los abogados
+en sus informes aunque se tratase de un asesinato modestísimo, y los
+comerciantes cuando nos hacían pasar por inglés un género catalán, y las
+patronas de las casas de huéspedes al pedirnos dinero adelantado. La mía
+me trazó un día con grandes rasgos sintéticos, y en el espacio sólo de
+una hora, la historia de su grandeza y decadencia en un discurso repleto
+de imágenes, de exclamaciones y toda clase de artificios retóricos.
+
+Alguna vez recorriendo con la vista mi biblioteca tropiezo con el famoso
+libro de Guizot y lo tomo en la mano. Su aspecto es venerable como el de
+las grandes casas solariegas a quienes el tiempo no ha logrado arrancar
+el sello de su grandeza. Su encuadernación lujosa, está ya bien
+marchita, bien arruinada; sus esquinas gastadas; su lomo deteriorado;
+pero tiene un aspecto de dignidad que impone respeto. Sin embargo, yo le
+doy vueltas entre las manos y sonrío. Mi sonrisa debe de hallarse
+impregnada de burla y desdén porque el libro parece mirarme con tristeza
+y decirme por una pequeña boca descosida que tiene en el lomo: «¡No
+rías, no rías hombre ingrato y presuntuoso! Si has hallado en otros
+libros mayores riquezas que en el mío, yo fuí quien primero habló a tu
+juvenil inteligencia. En aquel tiempo me escuchaste con embeleso y
+aprendiste de mí a desentrañar el sentido oculto de los sucesos y a
+meditar sobre sus causas y sus efectos. Acuérdate de la briosa
+exaltación con que te asimilaste mis pensamientos y las ilusiones que
+embargaban entonces tu ánimo y las esperanzas que concebías de llegar a
+ser un sabio. Si no lo has sido no fué culpa mía, pues otros lo han
+conseguido empezando por libros que no valen tanto como yo. Acuérdate de
+aquellas horas venturosas que juntos pasábamos en las noches de verano,
+debajo del gran quinqué de petróleo cuando todo callaba ya en la aldea y
+tu pobre madre sentada frente a ti trabajando con la aguja de ganchillo
+apenas se atrevía a toser para no turbar tus estudios. Soy un viejo y
+fiel amigo de tu adolescencia. ¡No te burles de mí!»
+
+Entonces yo a mi vez quedo serio y triste. Permanezco inmóvil y
+meditabundo largo rato; y al cabo, enjugando una lágrima, vuelvo a
+colocar el libro con respeto donde estaba.
+
+
+
+
+XXXII
+
+DAR DE BEBER AL SEDIENTO
+
+
+Hay hombres que harían bien en no morirse nunca: uno de ellos mi
+catedrático de Retórica y Poética y ampliación de Latín en el tercer
+curso del bachillerato. Harían bien en no morirse, porque son la alegría
+del género humano, que tanta necesidad tiene de ella para soportar sus
+miserias.
+
+Nuestro profesor infundía regocijo en el alma así que abría la boca, y
+lo mismo cuando la tenía cerrada. Era hombre ya entrado en años, de baja
+estatura, y gastaba, a la usanza de sus tiempos juveniles, unas patillas
+negras que partían de la base de la nariz y llegaban hasta las orejas.
+En Oviedo corría válido el rumor de que se teñía estas patillas con el
+betún de las botas. El lector es libre de aceptar la especie o no
+aceptarla, porque yo no he podido comprobarla. Lo que sí puedo afirmar
+es que algunas veces se nos presentaba con ellas, de tal modo lustrosas
+y relucientes, que parecían salir de un salón de limpiabotas.
+
+Mi catedrático tenía la cabeza clásica y el corazón romántico. Por su
+profesión y por su estudio de la antigüedad pagana admiraba a los héroes
+griegos y romanos, y estimaba a sus poetas, en especial a Tíbulo y
+Virgilio. Los dioses del Olimpo le infundían gran respeto, aunque no
+dejaba de achacarles cierta falta de sensibilidad. En cuanto a las
+diosas, las amaba desaforadamente.
+
+Nos leía con entusiasmo la descripción que Virgilio hace de Venus en la
+_Eneida_ y el _Carmen sæculare_, de Horacio; pero sólo le he visto
+llorar con el _Poema a María_, de Zorrilla:
+
+ «Voy a contaros la divina historia
+ de una mujer a quien el alma mía», etc.
+
+Entonces las lágrimas resbalaban por sus mejillas, entraban dentro de
+sus patillas y arrastraban algunos sedimentos.
+
+Había sido catedrático de Griego, pero ya no lo era. Un ministro
+desatentado lo había suprimido, poco tiempo hacía, de la segunda
+enseñanza. Fué el más áspero disgusto de su vida; fué una puñalada
+traidora que le dieron por la espalda. No precisamente por la admiración
+que profesaba a Homero, Sófocles y Píndaro, sino por la pasión vehemente
+que habían logrado inspirarle las raíces griegas. Estaba profundamente
+enamorado de las raíces griegas. Y cuando aquel malaconsejado ministro
+le prohibió explicarlas en cátedra, la vida le pareció mucho más
+insípida.
+
+Había nacido orador, y con frecuencia usaba de esta facultad para
+dirigirnos vivos y largos reproches cuando confundíamos un pretérito con
+un supino. Eran tan largos, que a veces llenaban ellos solos la hora
+entera de clase. Pero en sus oraciones más patéticas no imitaba a
+Cicerón ni a Demóstenes; adoptaba más bien los acentos poéticos y
+quejumbrosos de los héroes de Chateaubriand y su escuela:
+
+«Hijo mío--decía al escandaloso que había confundido el pretérito con el
+supino--: el veneno del vicio ha emponzoñado ya su alma infantil y se
+enrosca en usted como una negra serpiente. Camina usted, lo advierto con
+el corazón traspasado de dolor, camina usted por la senda tenebrosa a
+cuyo extremo se halla el antro fatal del pesar y del remordimiento.
+Porque no en vano se violan los consejos de nuestros padres y las
+enseñanzas de nuestros maestros. Al través de un espantoso tejido de
+desaciertos, rechazado por su familia, vituperado por sus amigos,
+señalado con el dedo por la sociedad en general, se verá usted al fin
+abandonado de todos y arrastrando tal vez en un obscuro calabozo la
+cadena del presidiario. Y, ¡quién sabe!, quizá algún día saldrá usted de
+allí pálido, trémulo, desgreñado, y verá usted con espanto, delante de
+sus hundidos ojos, alzarse la negra silueta del patíbulo.»
+
+Hay que confesar que todo esto era de mal gusto; pero también
+Chateaubriand y Víctor Hugo padecen en ocasiones la misma enfermedad. Es
+uno de los lunares de la escuela. Sin embargo, nuestro profesor abusaba,
+como ningún otro romántico, de la negra silueta del patíbulo.
+
+Pero si tenía los defectos de la escuela romántica, poseía igualmente
+sus virtudes. Era casto como un caballero de la _Tabla Redonda_. A pesar
+de haberse relacionado toda su vida con las deidades del paganismo, que,
+como todo el mundo sabe, andan completamente desnudas, no se había
+contagiado de su impudicia. El lenguaje más o menos libertino de algunos
+poetas romanos le ofendía. Recuerdo que traduciendo un día la Elegía
+tercera de Ovidio, o sea el famoso _triste_, que comienza:
+
+ _Quum subiit Illius tristissima noctis imago_
+
+me dió una inolvidable lección de honestidad. Habíamos llegado al pasaje
+en que el poeta describe los instantes de su partida para el destierro.
+Tres veces había pisado el umbral de su casa y tres veces había vuelto
+sobre sus pasos para abrazar y besar a su esposa.
+
+ _Sape, vale dicto, vursus sum multa locutus,_
+ _Et quasi discedens oscula summa dedi._
+
+Yo traduje: «Varias veces, después del último adiós, volví a anudar
+nuestra conversación, y, como si me marchase, le di muchísimos besos.»
+
+--¡Oh, no, hijo mío!, no se traduce así: «Me volví... y, como si me
+marchase, le di el ósculo de paz.»
+
+No cabe duda que mi traducción era más literal; pero la de él era más
+casta. Aunque según todas las leyes divinas y humanas me parece que
+estamos autorizados para dar los besos que queramos a nuestras esposas
+cuando vamos a emprender un viaje largo.
+
+No puedo menos de recordar su conducta digna y un poco sarcástica en
+cierta ocasión memorable cuando los alumnos del segundo, tercero, cuarto
+y quinto año tomamos la resolución de desacatar la autoridad
+gubernativa.
+
+Creo haber indicado que en el primer año estudiábamos entonces una
+asignatura llamada _religión y moral_, de la cual era profesor el
+sacerdote atlético rompedor de mesas.
+
+Pasado este curso ya no volvíamos a tener relación alguna con la
+religión y la moral.
+
+Pero cuando me hallaba yo en el tercero escaló el Poder un ministro a
+quien se le ocurrió dictar una orden por la cual todos los alumnos del
+bachillerato debíamos reunirmos, no recuerdo si una o dos veces por
+semana, para escuchar la explicación del catecismo.
+
+¡El catecismo! Aquello nos pareció la última de las degradaciones. Si se
+hubiese tratado de imprimirnos en la frente, con hierro rojo, una marca
+infamante, creo que no nos hubiéramos puesto más furiosos.
+
+Inmediatamente se organizó en el Instituto una formidable y nunca vista
+conjuración. Los conjurados debían presentarse todos el día de la
+conferencia provistos de silbatos, y... Dios sobre todo; nosotros no
+éramos responsables de lo que acaeciese, sino los viles sicarios del
+Poder que nos empujaban a tales extremidades audaces.
+
+En efecto, llegó el día de la primera conferencia. El sol surgió
+esplendoroso de los confines del horizonte, y así se mantuvo todo el
+día. La gente discurría por las calles tranquilamente sin sospechar el
+conflicto que se avecinaba. Durante la mañana se notó en los claustros
+de la Universidad una sorda agitación precursora de la borrasca. Todos
+estábamos nerviosos y serios; nos hablábamos poco y en voz baja.
+
+A las tres de la tarde los claustros se hallaban completamente llenos de
+alumnos esperando la hora de la conferencia. A las tres y media apareció
+en el marco de la puerta de la sala de profesores la figura prócer y
+colosal del cura. Verla nosotros y estallar una silba ensordecedora fué
+todo uno.
+
+El profesor quedó un instante suspenso; pero comprendiendo, al cabo,
+alzó la cabeza y paseó una mirada de león enfurecido por el rebaño de
+seres microscópicos que a sus pies producían aquellos sonidos
+discordantes. Detrás de él apareció la figura exigua del catedrático de
+Retórica y Poética revestido aún de toga y birrete.
+
+El cura avanzó algunos pasos y acometido de un furor insano comenzó a
+increparnos con tan altas voces que dominaban nuestros silbidos:
+
+--¡Ilusos! ¿Piensan ustedes amedrentarme con esos ruidos soeces? Están
+ustedes muy engañados. Sepan ustedes que yo, lo mismo visto el hábito de
+sacerdote que empuño la espada del guerrero... ¡Sepan ustedes,
+mentecatos, que yo soy como un caballo de raza noble: cuanta más carga
+le ponen más erguido se muestra!
+
+Mejor hubiera dicho un elefante. De todos modos, el símil era
+absolutamente falso, porque a un caballo, por noble que sea su raza, si
+le ponen una carga demasiado grande concluirá por echarse.
+
+A estas razones, proferidas con voz estentórea, acompañaba tan
+espantable agitación de brazos y piernas que yo estaba temiendo que se
+abrazase a una de las columnas del pórtico y desplomase como Sansón el
+edificio sobre nosotros y sobre él mismo.
+
+El exiguo catedrático de Retórica y Poética a su lado, vestido de toga
+parecía el rey de Liliput acompañando a Gulliver. Inmóvil y sonriente,
+nos contemplaba con ojos de lástima y exclamaba de vez en cuando
+suavemente:
+
+--¡Ni en las enmarañadas selvas del Africa!
+
+Era la manera más retórica y poética de llamarnos cafres u hotentotes.
+
+Pero las voces del cura eran tan altas, tan bárbaras, que debían de
+oírse no sólo en Oviedo sino en sus contornos.
+
+--¡Adentro! ¡Adentro, majaderos! ¡Adentro ahora mismo o les pisoteo a
+ustedes como miserables hormigas!
+
+¿Qué pasó allí entonces? Pues nada; que uno a uno fuimos entrando todos
+como mansos corderos en cátedra.
+
+Desde entonces perdí la confianza en mí mismo y no creo tampoco en el
+valor de las muchedumbres.
+
+En otra ocasión más alegre se ofrece a mi memoria y se me representa la
+figura greco-romana de mi catedrático de Retórica. Poseía este señor en
+la falda de la colina que protege a Oviedo de los vientos del Norte una
+quinta o sitio de recreo donde descansaba de sus trabajos sobre las
+raíces griegas trabajando las raíces de las coles.
+
+Era una quinta pequeña, muy pequeña, tan pequeña que, según decían en
+Oviedo, cuando el único grillo que la habitaba salía a cantar fuera de
+su agujero, el profesor se veía obligado a retirarse de la finca.
+
+Sin embargo, nuestro catedrático la tomaba muy en serio: y cuando se
+hallaba dentro de ella procuraba imitar en cuanto fuese posible unas
+veces a Horacio y otras a Cincinato.
+
+Trabajaba la tierra con sus propias manos, reposaba después como Títyro
+bajo la fronda de un árbol y no tocaba la flauta porque no sabía. En
+cambio libaba de buen grado alguna vez no el Falerno, no el Siracusa,
+pero sí nuestro vino de la Nava que no les cede a aquéllos en aroma y
+energía.
+
+Y cuando regresaba de su huerto después de pasar allí algunas horas
+trabajando, reposando y libando, y entraba en clase, nuestro profesor no
+parecía de este siglo sino el mismo Marco Fabio Quintiliano que se
+tomase la molestia de salir de la tumba para explicarnos el régimen de
+los verbos intransitivos.
+
+Aconteció que un día de fiesta salimos de madrugada cinco o seis chicos
+para cazar pájaros con liga provistos cada cual de su correspondiente
+jaula. Anduvimos largo tiempo por la falda de la colina y apenas cazamos
+nada. Al cabo, muy fatigados y sudorosos, nos decidimos a regresar a
+nuestras casas, pues se acercaba la hora del mediodía. Cuando ya
+caminábamos velozmente la vuelta acertamos a ver, no muy lejos, la
+minúscula finca de nuestro profesor cercada por una lastimosa paredilla.
+No sé a quién de nosotros se le ocurrió hacerle una visita. Se decía que
+era sumamente afable cuando se hallaba entregado a las faenas agrícolas
+y que le placía recibir entonces la visita de sus discípulos.
+
+Entramos pues allí por una desvencijada puertecilla y en efecto lo
+primero que vemos es a nuestro catedrático en mangas de camisa con la
+azada entre las manos en actitud de arrancar patatas.
+
+A pesar de hallarse en esta posición poco brillante le saludamos con el
+mayor respeto y él nos acogió con la gravedad afable de un viejo romano
+de la noble familia de los Priscos.
+
+--Hijos míos--nos dijo así que terminaron los saludos--, Marius Curius
+fué el más grande de los romanos de su tiempo. Después de haber vencido
+a muchos pueblos belicosos y haber arrojado a Pirro de Italia y gozado
+tres veces los honores del triunfo, se retiró a una humilde cabaña como
+esta que aquí ven ustedes y cultivó por sí mismo un pequeño huerto.
+Cuando los embajadores de los Sammitas vinieron a ofrecerle oro, que él
+rehusó, estaba sentado al pie de su hogar ocupado en cocer nabos... El
+emperador Diocleciano después de veinticinco años de glorioso reinado
+abdicó voluntariamente el cetro y fué a encerrarse en su pequeño retiro
+de Salónica. Allí vivió tranquilo y feliz algunos años haciendo lo que
+yo hago en este momento. Cuando de nuevo le ofrecieron la púrpura
+respondió sonriendo compasivamente: «Si vieseis todas las coles que yo
+he plantado este año por mi mano en Salónica no me aconsejaríais
+ciertamente cambiar parecida felicidad por una corona.»--¡Mirad, mirad,
+hijos míos, puedo decir yo también, qué hermosas patatas cosecho este
+año!
+
+Admiramos mucho aquellas patatas, que nada tenían de admirables. La
+perspectiva de los exámenes, que se hallaban próximos, nos las hacían
+interesantes en aquel momento.
+
+Luego nos invitó a sentarnos en un banco rústico, y frente a nosotros,
+sin soltar de la mano la azada, prosiguió:
+
+--¡_Beatus ille_, hijos míos, dichoso aquel que apartado de los negocios
+y libre de todo cuidado cultiva los campos de sus padres! Así exclama
+Horacio en el Epodo segundo. Y nuestro dulce Fray Luis de León
+imitándole felizmente decía:
+
+ ¡Qué descansada vida
+ la del que huye el mundanal ruido!
+
+La naturaleza, queridos niños, obra sobre el corazón, y la vida
+campestre inspira dulces sentimientos disponiéndonos a la felicidad. El
+amor de los campos, el reposo y el gusto de la bella naturaleza me
+seducen tanto como a Horacio y a Fray Luis de León, y aquí en este pobre
+y apartado fundo, lejos de la _urbe_ tumultuosa (señalando con la mano
+hacia Oviedo) hago revivir los tiempos de la edad de oro y renuncio de
+buen grado a todos los placeres del mundo, a los esplendores de la
+ciudad, al brillo de las grandezas y al espectáculo de la disipación,
+prefiriendo los duros trabajos del labrador y sus placeres inocentes.
+
+Nosotros sentíamos una sed horrorosa. Así que no podíamos prestar la
+atención debida a aquel elogio de la vida campestre.
+
+Uno se aventuró a interrumpirle suplicándole que nos diese un poco de
+agua, si es que la tenía.
+
+No le sentó bien la interrupción y nos dijo poniéndose serio:
+
+--Ahí dentro hallarán ustedes el ánfora. Pueden ustedes beber de ella,
+pero cuiden de dejarme un poco de agua, porque la fuente está lejos y no
+tengo acomodo ahora de enviar a ella.
+
+Entramos en la cabaña de Marius Curius. El ánfora era un grueso y
+panzudo botijo, el cual si tuviera vergüenza, que no la tenía, se
+ruborizara de oírse llamar de aquella suerte. Cuando llegó a mí contenía
+ya poca agua, pues mis compañeros habían bebido antes. Así que bebí toda
+la que restaba sin acordarme de la prevención del catedrático.
+
+Al fin nos despedimos de éste elogiando de nuevo con palabras
+entusiastas sus ruines patatas. Ciertamente que sólo la perspectiva del
+examen podía volvernos tan rastreros aduladores de aquellos tubérculos.
+
+Al día siguiente en cátedra se quejó amargamente de nuestra conducta
+inconsiderada. Pronunció un discurso declamatorio y lacrimoso como
+siempre, que duró bien media hora. Nos recriminó del modo más patético
+que puede imaginarse, haciendo pronósticos pavorosos acerca de nuestro
+porvenir. De este discurso memorable, como todos los suyos, repleto de
+apóstrofes, hipotiposis, epifonemas y otras figuras retóricas sólo
+recuerdo esta frase pronunciada con acento dolorido que iba derecha al
+corazón.
+
+--¡Dejar a su viejo maestro en un páramo erial sin una gota de agua con
+que humedecer sus labios!
+
+No fué ese mi propósito: lo declaro con la mano puesto sobre el corazón.
+Apremiado por la necesidad la satisfice sin acordarme en tal instante de
+mi viejo maestro.
+
+Si se profundiza adecuadamente se hallará razón parecida en casi todas
+las maldades que se cometen en el mundo.
+
+
+
+
+XXXIII
+
+EL ATENEO
+
+
+Por aquellos días, esto es, en el tercer año del bachillerato, trabé
+relación con unos cuantos estudiantes más adelantados que yo en la
+carrera. Se hallaban, pues, terminando la segunda enseñanza. Era un
+grupo de chicos estudiosos y de notable ingenio y discreción. Algunos de
+ellos han muerto jóvenes; otros se han distinguido en diferentes
+carreras del Estado; sólo dos se consagraron a la literatura, Leopoldo
+Alas y Tomás Tuero. El primero llegó a ser, con el pseudónimo de
+_Clarín_, un crítico eminente; el segundo a causa de su precaria
+situación y aún más de su invencible apatía no dió de sí lo que todos
+esperábamos. Alas era de un ingenio más vivo, más fecundo y, desde
+luego, mucho más aplicado al estudio; en cambio Tuero poseía un gusto
+más refinado y mayor instinto poético.
+
+Con estos dos me ligué especialmente. Acogiéronme ellos al principio con
+mal disimulado desdén. En aquel tiempo yo sólo era conocido en el
+Instituto por mi carácter turbulento y pendenciero. Me contaba Alas más
+tarde que antes de conocerme me había visto salir una vez desafiado con
+otro chico de los claustros de la Universidad. Acompañado él de otro
+querido amigo nuestro, que aún vive, nos siguieron diciéndose: «--Vamos
+a ver cómo se pegan estos badulaques.» Llovía copiosamente y, cobijados
+en sus paraguas, fueron en pos de nosotros hasta el parque de San
+Francisco y allí presenciaron riendo nuestro furioso combate. Porque
+aquellos amigos poseían ya una madurez de juicio que yo estaba lejos de
+alcanzar.
+
+No es maravilla, pues, que aceptasen mi amistad con reserva y me diesen
+indirectamente a entender que no me hallaba a su altura. Me consideraban
+como un beocio que, temerariamente, se hubiera colado en los jardines de
+Academo.
+
+Así que me ligué con ellos vi claramente lo absurdo de mi conducta y
+renuncié a mis ridículas reyertas. No tardaron ellos también en
+comprender que yo no era por completo lo que parecía y pude gozar de la
+sorpresa que vi pintada en sus ojos cuando comencé a tomar parte activa
+en sus conversaciones literarias.
+
+He dicho que Alas había logrado ser un crítico eminente y no es
+enteramente exacto. Lo fué después de muerto. Mientras vivió no se quiso
+reconocer su gran talento; se le negó el fuego y el agua. Todo por haber
+dado en la inocente manía de poner albarda a los asnos que pasaban sin
+ella por la calle. Esos animales tan pacíficos, generalmente, se
+revolvían furiosos contra él y le molían a coces y le acribillaban a
+mordiscos. Y no sólo hicieron esto sino que lograron que todos los
+individuos de su misma especie esparcidos por España le enseñasen los
+dientes y estuviesen apercibidos a ejecutar con él idéntica partida.
+
+Era una verdadera temeridad en aquel tiempo hablar bien de Alas. Yo fuí
+uno de esos temerarios, y por esto, y también por haber incurrido en
+sospecha de pensar en dedicarme, como él, a aparejador, se me puso en
+entredicho. No me molieron a coces, pero me castigaron con un silencio
+reprobador. Cuando aparecían mis novelas en los escaparates de los
+libreros pasaban por delante de ellas fingiendo no verlas y enderezando
+las orejas de un modo significativo.
+
+Tuero no ha llegado ni en vida ni en muerte a la celebridad, aunque la
+merecía. Era premioso para escribir, como todos los hombres que poseen
+un gusto exquisito, y no disponiendo tampoco de medios de fortuna no le
+era posible trabajar sosegadamente en alguna obra que le inmortalizase.
+Se hizo periodista y murió siendo redactor de _El Liberal_. Servía poco
+para el caso porque en la Prensa periódica se necesitan hombres
+expeditos, no refinados. No obstante, si se coleccionasen algunos de sus
+artículos se vería claramente qué gran escritor se ocultaba debajo de
+aquel modesto redactor de un periódico diario.
+
+Había en el espíritu de Tuero algo tan original, una petulancia tan
+pueril al lado de un humorismo tan acerado, que sorprendía y
+desconcertaba a los que con él se relacionaban. Su conversación era
+amenísima, unas veces mordaz, otras sentimental, otras extravagante y
+fantástica, siempre sorprendente. Su instinto de la belleza tan seguro
+que yo le llamaba riendo _doctor infalibilis_. Mientras Alas se equivocó
+más de una vez lo mismo aplaudiendo que censurando y se dejó imponer por
+las reputaciones que halló formadas, Tuero se mantuvo siempre sereno,
+independiente, apuntando con exactitud matemática a la belleza
+dondequiera que se ocultase.
+
+Recuerdo que en nuestra juventud asistimos juntos al estreno de una obra
+teatral, la cual obtuvo un éxito tan lisonjero como pocas veces se había
+visto en Madrid: aplausos ruidosos, aclamaciones infinitas, un
+desbordamiento increíble de entusiasmo. Al salir de la representación
+caminábamos juntos cinco o seis amigos haciendo comentarios halagüeños
+para el autor de la pieza. Tuero permanecía silencioso. De pronto se
+para y nos dice a boca de jarro:
+
+--Esta noche me he convencido de que soy el hombre de más talento de
+España. Sí; no puedo dudarlo más tiempo--continuó--porque la obra que
+acabamos de ver es para mí de todo punto execrable.
+
+Quedamos estupefactos. Uno se encaró con él indignado.
+
+--¿Cómo? ¿Qué estás ahí diciendo? Jamás hemos presenciado un éxito tan
+grandioso, tan unánime, se puede decir tan delirante.
+
+--Sí, delirante; la palabra está bien aplicada porque sólo delirando se
+puede aplaudir una obra semejante--replicó Tuero.
+
+¡Cuánta razón le asistía! Algunos años después ni se representaba en los
+teatros ni nadie se acordaba de tan aplaudida producción dramática.
+
+Fuí, pues, convertido por obra y gracia de aquellos buenos amigos de
+contumaz gladiador en literato. Pero nuestra literatura se cifraba
+entonces, principalmente, en hablar de los autores y en disputar acerca
+de las reglas gramaticales.
+
+Pasamos la vida disputando. Si uno soltaba alguna palabra impropiamente
+aplicada al discurso; si otro se equivocaba de régimen; si otro
+escribiendo no había puesto las comas en su sitio. Todo era materia para
+disputas acaloradas que duraban indefinidamente, pues ninguno quería
+quedar convicto de ignorancia y defendíamos nuestro régimen y nuestra
+ortografía como una leona podía defender a sus cachorros. Nos
+acechábamos constantemente, espiábamos con intensa atención las palabras
+que cada cual vertía y caíamos sobre algún vocablo impuro como buitres
+hambrientos sobre la carne podrida. En estas minucias lingüísticas casi
+siempre salía vencedor Alas, porque las concedía aún mayor importancia
+que los otros y ponía toda su alma en ellas. Además era poseedor, según
+supimos más tarde, de un diccionario de galicismos, y con esta arma, que
+guardaba secretamente, nos infería no pocas veces heridas mortales.
+
+Seguíamos en nuestras discusiones filológicas el método de la escuela
+peripatética, esto es, disputábamos paseando. Después de terminadas las
+clases, ya se sabía, nos poníamos a recorrer las húmedas calles de
+Oviedo y comenzaba la borrascosa sesión gramatical.
+
+Aquella vida, bien mirado, no era muy divertida; pero nosotros la
+encontrábamos tal. Los que no la juzgaban poco ni mucho amena eran los
+pacíficos transeuntes a quienes molestábamos con nuestros gritos
+descompasados y a menudo con nuestros empellones. Porque caminábamos tan
+ciegos que chocábamos con las personas que venían en dirección contraria
+y las desbaratábamos sin piedad los callos de los pies. No era tal
+conducta a propósito para hacernos simpáticos en la población. Nos
+miraba de través todo el mundo y en algunas ocasiones nuestra clamorosa
+sabiduría halló por recompensa un coscorrón o un puntapié.
+
+Sin embargo, todo esto, al recordarlo, me enternece. Y cuando alguna vez
+voy a Oviedo y atravieso la calle de la Magdalena o Cimadevilla, me
+detengo conmovido, y me digo: «Aquí fué donde Leopoldo Alas me demostró
+que _coaligarse_ era una palabra bárbara traducida del francés, y que se
+debe decir coligarse; aquí fué donde Tuero me hizo ver que pronunciaba,
+de un modo cojo, cierto verso de Espronceda.
+
+Aunque me habitué a esta manera de vivir y fuí cada día más
+compenetrándome con los gustos de mis nuevos amigos, debo confesar que
+había algo con lo cual no estaba conforme en el fondo de mi alma. Este
+algo era el entusiasmo que sentían por ciertos periódicos satíricos que
+a la sazón se publicaban en Madrid, particularmente por uno titulado
+_Gil Blas_. No se hartaban de leer y comentar los donaires y rasgos
+ingeniosos que salían en este periódico. Para ellos un señor llamado
+Luis Ribera, otro Roberto Robert, otro Sánchez Pérez eran famosos héroes
+de las letras dignos de la inmortalidad.
+
+Quien mostraba hacia ellos más intenso aprecio era Alas, cuya vocación
+de escritor satírico se hizo ostensible desde bien temprano. No
+solamente los imitaba, escribiendo semanalmente para su uso particular
+un periódico, que tituló _Juan Ruiz_, sino que enviaba a menudo al _Gil
+Blas_ articulitos y versos. ¡Caso prodigioso: este semanario, tan
+exigente y desdeñoso para todos los literatos que entonces existían en
+España, insertaba los escritos de un niño de quince años! No dudo que su
+famoso _Juan Ruiz_ contendría trozos muy apreciables, dignos de la pluma
+de los redactores de aquel periódico. Yo no los he leído, ni los ha
+leído nadie, porque la letra de Alas fué siempre inverosímilmente
+perversa, y durante su carrera literaria causó crueles tormentos a los
+tipógrafos.
+
+Pero aquellas ingeniosidades agresivas, aquella literatura de flechas
+aceradas, no infundía calor en mi alma. Los gemidos de las víctimas, las
+heridas manando sangre, los miembros palpitantes esparcidos por el
+suelo, me causaban grima, en vez de alegría. Nunca fué de mi agrado el
+género satírico que se aparta mucho del humorismo. Detrás del humorista
+hay un espíritu piadoso que sonríe melancólicamente al contemplar las
+deficiencias y contradicciones de la naturaleza humana. Detrás del
+satírico sólo un hombre que ríe malignamente y goza con la miseria
+intelectual del prójimo. Cervantes fué un humorista, Larra un satírico.
+
+Además, yo en aquella época tenía la cabeza llena de las bellezas de _El
+diablo mundo_, _La Jerusalén libertada_ y el _Orlando furioso_, y me
+parecía que la literatura era esto o no era nada. Por seguir el humor a
+mis amigos, fingía admirar los dimes y diretes del _Gil Blas_, pero mi
+corazón estaba con Espronceda y el Taso. Y como me sentía impotente para
+esta alta literatura y no era de mi gusto la pequeña, me resolví
+interiormente, como ya he indicado en el capítulo anterior, a ser un
+hombre de ciencia. Mi único anhelo entonces, y por bastantes años
+después, fué llegar a ser un profesor distinguido. ¡Cuán lejos estaba de
+imaginar que el Cielo me destinaba a poeta épico, ya que la novela,
+según los estéticos, no es otra cosa que la forma moderna de la epopeya!
+
+Durante aquel año hicimos amistad también y empezamos a reunirmos en casa
+de dos chicos de nuestra edad, hijos de un opulento fabricante de
+tabacos de la isla de Cuba, a quienes su padre había enviado a educar a
+Oviedo. Estaban a la guarda de un muy tolerante y bondadoso sacerdote
+que nos permitía divertirnos a nuestro gusto. Y la mejor diversión que
+elegimos fué la del teatro. El arte dramático nos seduce en la primera
+edad de la vida como ha seducido a los hombres en los primeros tiempos
+de la historia. Construímos una muy linda escena en el más amplio salón
+de la casa, para lo cual se nos facilitó cuantos elementos creímos
+necesarios. Representamos, como debe suponerse, algunos dramas góticos y
+medioevales, y gozamos la más excelsa beatitud declamando rotundos
+endecasílabos y esgrimiendo nuestras espadas de madera forradas con
+papel de estaño.
+
+Había entre nosotros un notabilísimo actor. Por lo menos él se creía tal
+y nosotros no estábamos lejos de pensarlo. Declamaba con un énfasis y
+con voz tan cavernosa y temblona, arqueaba las cejas de manera temerosa
+y agitaba su cuerpo con tan vivos estremecimientos que ningún cómico de
+la legua le aventajó antes ni después.
+
+Nosotros le envidiábamos: él nos despreciaba. Para vengarnos de su
+desprecio decidimos tres o cuatro jugarle una mala treta el día de la
+representación. Se hallaba lujosamente ataviado representando, si la
+memoria no me engaña, el papel de rey en un drama titulado _La tienda
+del Rey Don Sancho_, esperando, con la natural emoción, el momento de
+salir a escena. Nosotros, a su lado, entre bastidores, le acechábamos.
+Aprovechándonos de su emoción le pasamos, disimulada y traidoramente,
+una cuerda por la cintura, haciendo después un nudo corredizo. Cuando le
+llegó el momento salió impetuosamente a escena, sin darse cuenta de que
+llevaba tras sí la cuerda, y comenzó a declamar con tanto calor y
+entusiasmo que, desde luego, cautivó al auditorío, compuesto de nuestras
+familias y amigos. Mas he aquí que cuando se hallaba en lo más patético
+de su peroración, comenzamos a tirar fuertemente de la cuerda,
+atrayéndole hacia los bastidores. Rechinó los dientes y siguió
+declamando; pero nosotros también seguimos tirando de él, y aunque quiso
+sustraerse el cuitado a su fatal destino haciendo esfuerzos rabiosos
+para mantenerse en escena sin dejar de declamar su papel, al fin
+logramos sacarle de ella y meterle dentro.
+
+¡Qué bárbaras lamentaciones! ¡Qué terribles amenazas proferidas no en
+endecasílabos sino en la prosa más vil que puede nadie imaginarse! Echó
+mano al puñal que llevaba a la cintura... ¡gracias a Dios que era de
+madera!
+
+El público se desternillaba de risa palmoteando calurosamente. Le hizo
+salir a escena y con él a nosotros los autores de la bromita,
+colmándonos a todos de aplausos y tirándonos caramelos. Pero don Sancho
+no se dignó doblar su real espina para recogerlos: antes seguía
+horriblemente fruncido y lanzándonos miradas centelleantes propias de un
+león castellano ofendido.
+
+Fatigados del teatro, al cabo nos vino a la mente fundar un Ateneo. Nos
+pareció aquello más propio de nuestra superioridad intelectual. Porque
+no dudábamos de ella un punto y nos sorprendía que en la población no
+nos tributasen los honores debidos a nuestro rango. Veíamos claramente
+las ridiculeces de muchos hombres ya maduros, formábamos de ellos un
+juicio sumarísimo y los condenábamos al desprecio. Nuestros profesores
+no se libraban tampoco algunas veces de este desdén compasivo. Recuerdo
+que el de Retórica le preguntó a Alas, según me contaron sus
+condiscípulos:
+
+--Señor Alas, ¿qué son _padre y pobre_?
+
+--Nada--respondió aquél.
+
+--Son asonantes, hijo mío.
+
+--No son asonantes--replicó.
+
+Hubo una breve disputa: el profesor montó en cólera y le obligó a
+callar. Todos quedaron, sin embargo, convencidos de que Alas tenía razón
+y puede suponerse que este incidente no poco contribuyó a nuestro
+engreimiento.
+
+Fundamos pues un Ateneo cuyas sesiones se efectuaban en casa de los «dos
+americanos», como acostumbrábamos a llamar a nuestros amigos. Nos
+reuníamos los domingos por la mañana una docena o poco más de
+ateneístas, se leía una disertación histórica o científica y hacía
+objeciones al disertante quien lo tuviera a bien; leíanse después
+artículos, cuentos y versos; por fin uno de los dueños de la casa nos
+hacía oír en el piano algunas sonatas o trozos de ópera, pues ya
+entonces era un maravilloso pianista.
+
+En una de aquellas sesiones dominicales leí yo un concienzudo discurso
+acerca de Felipe II. Había hecho sobre su reinado investigaciones
+profundas que no duraron menos de quince días. El resultado de ellas fué
+un panegírico caluroso de aquel rey insigne que yo consideraba como el
+más grande estadista que había surgido en la historia de España.
+
+No estuvo desde luego conforme con tal apreciación uno de los sabios
+ateneístas y en un discurso, que a mí me pareció capcioso, quiso mostrar
+las deficiencias de aquel reinado memorable. Que si Felipe II era un
+fanático que había fomentado la ignorancia de nuestro país y lo había
+entregado atado de pies y manos a la Inquisición; que si había enviado a
+Flandes un verdugo como el duque de Alba; que si había agotado el tesoro
+público y esquilmado a la nación por sostener allí un poderío que de
+nada nos servía... En fin, una serie de cargos irrespetuosos y sin
+fundamento alguno.
+
+Traté de demostrárselo reprimiendo a duras penas mi indignación y
+aparentando una tranquilidad que no sentía. De nada sirvió mi
+moderación; antes por el contrario, envalentonado por ella mi adversario
+repitió con creciente saña sus diatribas acumulando sobre la cabeza del
+gran rey los más odiosos dicterios: ignorante, fanático, dilapidador...
+
+Perdí la cabeza. Repliqué furiosamente, hecho un energúmeno. Mi
+contrincante no se dejó intimidar y con más altos gritos aún siguió
+vociferando contra el monarca.
+
+Ahora bien, yo en aquel instante representaba, aunque indignamente, al
+rey Felipe II. No me era posible permitir que por más tiempo se le
+siguiera ultrajando de manera tan atroz. Por otra parte, para impedirlo
+no disponía de la _Santa Hermandad_, ni siquiera de un mal corchete.
+
+¿Qué me correspondía hacer en trance tan apurado?
+
+¡Aplicar un buen mojicón a aquel deslenguado!, dirá seguramente el
+lector.
+
+Pues eso fué cabalmente lo que hice. Un soberbio mojicón de mano vuelta
+que resonó fatídico en el augusto recinto del Ateneo. Pero ¡ay! mi
+adversario respondió con otro no menos arrogante y se estableció una
+lucha cruel entre ambos.
+
+Los sabios ateneístas se agitaron. En vez de mostrarse neutrales como
+correspondía a su elevada dignidad dividiéronse inmediatamente en dos
+campos. Los unos tomaron parte por mí, esto es, por el rey católico; los
+otros ayudaron abiertamente a sus enemigos, los ingleses, los flamencos,
+los luteranos. La batalla se generalizó. Por largo tiempo resonaron los
+gritos y los puñetazos de los combatientes. Hasta que el buen sacerdote
+que regía la casa vino con los criados a restablecer la paz disolviendo
+para siempre nuestra asamblea.
+
+Así cayó y se deshizo aquel memorable Ateneo que tanta influencia ha
+ejercido en los destinos de Europa.
+
+
+
+
+XXXIV
+
+EL CLUB
+
+
+Acaeció que una noche nos acostamos esclavos los españoles y amanecimos
+libres.
+
+Unos generales filántropos desembarcados en Cádiz fueron los encargados
+de romper nuestras cadenas. Marcharon sobre Madrid, derrotaron en el
+camino a las tropas del Gobierno y entraron en la capital a los acordes
+del _Himno de Riego_.
+
+Naturalmente las ondas sonoras de este _Himno_ se propagaron en círculo
+como todas las demás y alcanzaron pronto el litoral de la Península. Yo
+las percibí entre sueños acompañadas del estampido de los cohetes. Me
+levanté velozmente, me asomé al balcón y vi desfilar pelotones de gente
+con banderas, gritando: ¡Viva la libertad!
+
+Si hay libertad--me dije inmediatamente--, hoy no tendremos cátedra. Y
+me alegré del triunfo de la libertad.
+
+Salí a la calle y observé por todas partes gran movimiento y regocijo.
+En la plaza de la Constitución se apiñaba la muchedumbre escuchando el
+discurso fogoso que desde el balcón del Ayuntamiento gritaba un honrado
+vecino progresista. Al final de este discurso se arrojó a la plaza el
+retrato de la Reina, que se hallaba en el salón de sesiones, y la
+muchedumbre se apresuró a hacerlo trizas rugiendo de gozo.
+
+«¡Abajo las testas coronadas!» Por primera vez escuché entonces este
+grito eufónico, que me hizo cosquillas de placer. Si hubiera sido:
+«¡Abajo las cabezas coronadas!», no me habría producido efecto alguno.
+Mas la palabra testas le daba tal realce, lo hacía tan melodioso y
+halagüeño al oído, que, si yo fuese rey, pienso que al oírme llamar
+testa coronada me hubiera despojado, sin inconveniente, de la corona.
+
+Pero la muchedumbre allí congregada sentía necesidad para saciar sus
+furores de algo más plástico que la pintura.
+
+¡A la Universidad! ¡A la Universidad!
+
+Seguí el tropel hasta la Universidad, y vi cómo derrocaban el busto de
+bronce de la reina Isabel erigido en medio del patio.
+
+Confieso que al escuchar el ruido siniestro que hizo cayendo sobre las
+losas, corrió por mi cuerpo un escalofrío. Vi después que unos pilluelos
+le echaron una cuerda al cuello, lo arrastraron fuera de la Universidad
+y lo pasearon en esta forma por las calles en medio de gruesa algazara.
+
+No les seguí. Aquel espectáculo me causó extrema repugnancia. Si alguien
+lo atribuyese a un espíritu estrecho y reaccionario, se equivocará. Ya
+he dicho que sonaba grato en mis oídos el grito de «¡Abajo las testas
+coronadas!», y añado que la libertad, la igualdad y la fraternidad me
+tenían por entero subyugado, pues entonces no sabía cuántas cositas
+sucias se pueden esconder debajo de estas palabras tan bellas. Me
+repugnaba tal espectáculo, sencillamente, porque encontraba poco galante
+arrastrar a una señora amarrada por el cuello.
+
+Al día siguiente de tan graves sucesos observé, con sorpresa, que mis
+cadenas se hallaban en perfecto estado de conservación. Quiero decir que
+me vi obligado a estudiar mi lección de Geometría lo mismo que si no
+hubiera caído la dinastía de los Borbones. Es vergonzoso decirlo; pero
+no puedo ocultar que esto enfrió un poco mi ardor democrático.
+
+Y no bastaba a mantenerlo vivo la circunstancia de estudiar los catetos
+y las hipotenusas a los acordes del _Himno de Riego_. Antes, por el
+contrario, este _Himno_, sonando día y noche por las calles, llegó a
+producirme un malestar indecible. Después de tantos años transcurridos,
+si por casualidad le oigo cantar o tocar, surge ante mis ojos,
+repentinamente, una legión espantosa de triángulos, cuadriláteros,
+polígonos, rombos y romboides, y me siento mareado y acometido de
+náuseas.
+
+No solamente el _Himno de Riego_ fué nuestro consuelo en los primeros
+días de la era revolucionaria. Había otros varios espectáculos
+interesantes. Entre ellos, uno de los mejores era ver desfilar, noche y
+día, al Batallón de la Guardia nacional. Este batallón se componía, en
+general, de vecinos desocupados. Los había también ocupados, pero
+predominaban los primeros. Allí estaba Epifanio, famoso bebedor de
+sidra, y Roque, igualmente renombrado bebedor de sidra, y Manolo, que
+bebía asimismo mucha sidra, pero dejaba siempre un hueco para la
+ginebra. Allí formaban el carnicero de la plaza de los Trascorrales y el
+mancebo de la tienda de mercería de la calle de San Antonio y el
+hojalatero de la calle del Peso.
+
+Todos estos sujetos marchaban con el fusil al hombro, pero con su propia
+indumentaria, esto es, sin uniforme ni distintivo alguno. Hay que
+confesar que lo que ganaba de esta suerte en animación y colorido lo
+perdía en marcialidad. Pero sabían todos ellos compensar esta
+deficiencia con la gravedad bélica que imprimían a su rostro, ya
+atravesasen a paso de carga por las calles, ya evolucionasen
+majestuosamente en el parque de San Francisco. Es imposible que las
+hordas de los hunos capitaneadas por Atila marchasen más ceñudas y con
+más expresión de ferocidad guerrera.
+
+Las mismas familias apenas podían reconocerlos en tales ocasiones.
+
+--¿No ves a Pachín?--decía una madre a su chiquitín que llevaba de la
+mano.
+
+--¿Cuál? ¿Cuál?--preguntaba el niño, abriendo mucho los ojos.
+
+--Aquel, aquel que va allí con el sombrero de medio lado.
+
+--¡Pachín! ¡Pachín!--gritaba el chico a su hermano mayor después de
+reconocerle.
+
+Pero Pachín, al cruzar por delante de él, le dirigía una mirada torva
+que le helaba de espanto.
+
+Cuando estos nacionales estaban de guardia y hacían centinela aumentaba
+aún su intransigencia. Recuerdo que hallándome en la plaza vi llegar, al
+son de las cornetas, una compañía de guardias civiles que se habían
+concentrado a la sazón en Oviedo. Antes de que atravesasen el arco del
+Ayuntamiento, Bonifacio, el repartidor de periódicos, que estaba allí de
+centinela, se plantó delante de ellos con el fusil en ristre y gritó con
+voz de trueno:
+
+--¡Alto!... ¿Quién vive?
+
+La compañía hizo alto y el teniente que la mandaba se dirigió lleno de
+deferencia a Bonifacio, y éste volvió a gritar con voz recia:
+
+--¡Cabo de guardia!
+
+Y vino el cabo de guardia y habló con el teniente. Y, mientras tanto, se
+mantenía Bonifacio un poco apartado, fusil en ristre y con expresión de
+ferocidad implacable en el rostro.
+
+Si alguno imagina que esta actitud cruel impresionó a los guardias,
+siento decirle que se halla en un error. Los guardias, mientras duró la
+conferencia, miraban de hito en hito a Bonifacio con tal expresión de
+curiosidad y desprecio que no comprendo cómo éste no descargaba
+inmediatamente su fusil sobre ellos.
+
+La historia de este batallón es gloriosa. Debemos reconocer, no
+obstante, que no todos sus individuos lograron conducirse con el valor y
+la dignidad que Bonifacio, el repartidor, en esta ocasión. Por ejemplo,
+Bernardón el _Mirlo_...
+
+Es una historia que el lector no debe contar en Oviedo delante de alguno
+de aquellos veteranos, porque le expondría a un disgusto.
+
+Bernardón el _Mirlo_ no era propiamente _Mirlo_, pero se le llamaba así
+por ser marido de la _Mirla_, y él fué quien tuvo la culpa de que una
+vez fuese arrollada la guardia de este glorioso batallón. Acaeció del
+modo siguiente:
+
+La _Mirla_ tenía un puesto de pescado en la plaza de los Trascorrales.
+Este puesto se hallaba muy acreditado, porque la _Mirla_ no vendía
+nunca el pescado demasiado podrido. Por lo cual en casa de la _Mirla_ se
+vivía con desahogo. Particularmente Bernardón, su marido, zapatero de
+oficio, procuraba esmeradamente no ahogarse con el trabajo, sobre todo a
+la hora de la sidra, esto es, después de las tres de la tarde.
+
+Su digna esposa no veía, sin embargo, con buenos ojos estas deserciones,
+y alguna que otra vez las interrumpía de un modo fragoroso y hacía que
+las cosas volviesen a la normalidad. Porque era la _Mirla_ una mujer
+colosal, que, por error de la naturaleza, no había nacido sargento de
+coraceros, y Bernardón, aunque cabo de la Guardia nacional, se sentía
+intimidado en su presencia.
+
+Todo lo que la _Mirla_ tenía de impetuosa e irascible, lo tenía
+Bernardón de pacífico y alegre compadre. Nadie podía estar de mal humor
+a su lado; nadie más que su cara consorte. Y aun ésta en determinadas
+ocasiones se desarrugaba un poco con sus donaires y solía recompensarlos
+con alguna que otra peseta volante.
+
+Por regla general, sin embargo, Bernardón no percibía un céntimo por sus
+chistes. Para la satisfacción de sus inclinaciones más invencibles se
+veía necesitado a apelar a ciertos medios...
+
+Pero no anticipemos los sucesos.
+
+Un día que entraba de retén en el Ayuntamiento, se palpó los bolsillos y
+observó, lleno de consternación, que estaban absolutamente vacíos. ¿Cómo
+invitar a sus subordinados a beber unos vasos? Atormentado por este
+problema, dió una vuelta por los Trascorrales a ver si su esposa
+presentaba signo de reblandecimiento.
+
+La _Mirla_ se hallaba ausente. Habían venido a notificarla que una hija
+suya casada tenía un niño enfermo y había ido a enterarse. Bernardón al
+ver que el puesto de su mujer estaba ocupado por una amiga, a quien
+aquélla había encargado que la representase, concibió una idea
+felicísima. Se dirigió hacia allá y con semblante grave y acento
+perentorio invitó a la encargada de parte de su esposa para que le
+entregase el dinero que había en el cajón, pues debía pagar algunas
+medicinas. Sin sospechar la estafa, le entregó aquélla lo que había,
+que resultó ser un duro en plata, una peseta en plata también y otras
+dos o poco mas en calderilla. Con todo cargó el buen Bernardón, y una
+vez que se halló en el cuerpo de guardia supo darle empleo adecuado.
+
+Algunas horas después llegó la _Mirla_ a su jaula. Al abrir el cajón y
+encontrarlo sin alpiste y enterarse del pájaro que se lo había comido,
+una ola de sangre subió a su rostro mofletudo y no faltó mucho para caer
+al suelo víctima de una apoplejía. Tuvo la fortuna, sin embargo, de
+poder desahogarse preventivamente con una ristra de exclamaciones,
+interjecciones y maldiciones proféticas que la aliviaron
+momentáneamente, dándole tiempo para trasladarse al cuerpo de guardia
+del Ayuntamiento.
+
+Hacía la centinela el hijo de una frutera amiga suya.
+
+--¿Está ahí mi hombre? le preguntó con trabajo, pues apenas podía
+respirar.
+
+El centinela le dirigió una larga y severa mirada y respondió fríamente:
+
+--No se puede pasar.
+
+--Yo no te pregunto si se puede pasar, borrico. ¿Está ahí mi hombre, sí
+o no?
+
+El hijo de la frutera no se sintió halagado por el calificativo y
+respondió con mayor frialdad aún.
+
+--No se puede pasar.
+
+--¿No se puede pasar?--rugió la _Mirla_--. ¡Ahora lo veremos!
+
+Y le dió tan descomunal empellón con sus manos poderosas, que el pobre
+chico cayó de espaldas.
+
+La _Mirla_ penetra en el estrecho recinto donde se hallaba el retén, y
+lo primero que ven sus ojos es una mesa con botellas y vasos y cascaras
+de centollas y huesos de aceitunas. Lo segundo a su feliz esposo con las
+señales de la más pura felicidad pintadas en el rostro.
+
+Y no vió más.
+
+La mesa con las botellas, los vasos y los residuos del marisco y las
+aceitunas todo cayó sobre el desdichado Bernardón. Y cayeron después
+ciento veinte kilos más representados por su consorte. Estrujones,
+puñetazos, violentas sacudidas, tentativas de estrangulación, de todo un
+poco. Si Bernardón en aquel momento no vomitó los treinta y dos reales
+convertidos en líquido, no fué porque su digna esposa dejase de poner en
+práctica los medios conducentes para realizar esta operación.
+
+En cuanto al resto de la guardia no diré que huyó, porque no es cierto.
+Tampoco diré que se dispersó. Lo único que se puede afirmar con
+exactitud es que se retiró desordenadamente.
+
+Declaro además, lealmente, que lo que acabo de narrar se refiere
+exclusivamente a la historia interna o privada del batallón de
+nacionales. En cuanto a su historia pública no puede ser más honrosa.
+
+Algunos días después de organizado, hallándome en la calle presenciando
+el desfile, acierto a ver con profunda sorpresa entre los nacionales,
+con el fusil al hombro, a mi amigo Tuero. Siempre original, no iba en
+fila como los demás, sino que marchaba a retaguardia solo y apartado
+ocho o diez pasos del resto de la fuerza. Su talla infantil, pues no
+contaría más de diez y seis años, y sus largas melenas rubias flotantes,
+atraían las miradas del público. Parecía un poeta francés maniobrando en
+el campo de Marte con la guardia cívica en el mes _Brumario_. Al pasar
+cerca de mí le grité casi al oído:
+
+--¡Adelante, hijo de la patria!
+
+Volvió el rostro y se puso un poco colorado y me hizo un guiño
+expresivo. Tuero era un romántico, estaba empapado en _Los Miserables_,
+de Víctor Hugo, que sabía casi de memoria; pero era un romántico forrado
+de humorista, y esta mezcla curiosa le hacía siempre interesante.
+
+Comenzaron los días dichosos de la revolución triunfante. Los
+nacionales, las asambleas, las manifestaciones públicas, los discursos,
+los motines ostentaban entonces su frescura primaveral. ¡Ay! este verde
+follaje no tardó mucho tiempo en marchitarse. Cuando recuerdo, las
+muchas veces que fuí en procesión en medio de aquellos honrados obreros
+dando ¡vivas! y ¡mueras! sin saber a punto fijo qué es lo que deseaba
+que viviese o muriese, me siento conmovido y me ataca la nostalgia del
+desorden. En cada encrucijada, en cada balcón, nos acechaba un orador.
+Sus discursos nos arrebataban de entusiasmo, aunque yo nunca logré oír
+de ellos más que la conclusión: ¡Viva la soberanía nacional!
+
+Se procuraba imitar en lo posible a la revolución francesa, salvo, por
+supuesto, la guillotina. Y, naturalmente, una de las primeras cosas en
+que se pensó, fué en la organización de un club que recordase el de los
+jacobinos o el de los franciscanos de París.
+
+Quedó instalado este club en el amplio salón de un establecimiento de
+baños, cuyo dueño era un fervoroso republicano. Se reunían allí todas
+las noches hasta un centenar de personas de todas clases y condiciones,
+aunque predominaban los obreros. Nosotros, esto es, los cuatro o cinco
+amigos inseparables que yo tenía, fuimos admitidos a pesar de nuestra
+excesiva juventud.
+
+¡Qué tiempos aquellos! Todas las cabezas estaban llenas de la revolución
+francesa. Apenas se pronunciaba un discurso en que no se recordase
+algunas frases de Mirabeau, de Dantón o Desmoulins. La que aquel
+profirió cuando Brezé intimó a la Asamblea, en nombre del rey, la orden
+de disolverse:--«Los diputados de la Francia han resuelto deliberar. Id
+y decid a vuestro amo que estamos aquí por la voluntad del pueblo y que
+sólo nos arrancará de este lugar la fuerza de las bayonetas», me parece
+que tuve el placer de escucharla tres o cuatro docenas de veces. También
+se recordaba con insistencia aquello de «los privilegios acabarán, pero
+el pueblo es eterno», y lo otro de «una nación en revolución es como el
+bronce que se funde y se regenera en el crisol: la estatua de la
+libertad no está aún vaciada: ¡el metal está hirviendo!»
+
+En suma, aquello parecía una representación casera del _noventa y tres_.
+
+Hasta los que, incapaces de pronunciar discursos cultivaban el género
+más fácil de las interrupciones, copiaban las de los convencionales.
+Había uno que cuando la discusión se acaloraba demasiado solía gritar
+como Marat:--«¡Os recuerdo el pudor... si es que lo tenéis!» Había otro
+que no se cansaba de vociferar:--«¡El pueblo se ha levantado, está en
+pie y espera!»
+
+Pero la frase más extraordinaria que escuché fué la de un sujeto que en
+momentos de confusión, subido sobre un banco, gritaba como el pintor
+David en la Convención: «--¡Pido que me asesinéis!»
+
+Era un oficial de sastre. No se le asesinó, aunque bien lo merecía por
+desvergonzado, pero le dieron dos puntapiés y lo echaron a la calle.
+
+En general, las sesiones no eran borrascosas. Se pronunciaban largos
+discursos ajenos por completo al drama revolucionario. Recuerdo que un
+señor nos entretuvo toda una noche explicándonos los movimientos de la
+tierra y los planetas alrededor del sol, la causa de los eclipses y las
+estaciones. Un grabador nos leía las _Palabras de un creyente_, de
+Lamenais, y su voz se alteraba en ocasiones y se le nublaban los ojos de
+lágrimas. Un maestro de escuela pronunció un discurso fogoso contra la
+gramática de la Academia lleno de apóstrofes vehementes y de rasgos
+irónicos.--«Hay un tiempo en los verbos--exclamaba sarcásticamente--que
+en la gramática se denomina tiempo pluscuamperfecto. ¿Concebís,
+ciudadanos, algo que sea más que perfecto? ¡Si existiese este tiempo del
+verbo sería más que Dios!»
+
+El discurso, aunque contundente, produjo cierto malestar en la asamblea.
+Aquel rudo e inconsiderado ataque a la Academia inquietaba las
+conciencias. Se murmuraba que el orador iba demasiado lejos; rebasaba
+los límites de la audacia.
+
+En fin, que en estas memorables sesiones se hablaba de todo, de Dios,
+del alma, de la libertad, de astronomía, de las formas de gobierno, del
+idioma, etc. Porque aquellos obreros eran hombres primitivos, atrasados
+aún en la evolución, y, por lo tanto, ignoraban que el único ideal digno
+de discusión en tales asambleas es el de escatimar unos minutos de
+trabajo y aumentar unos céntimos de salario.
+
+Los oradores todos, sin exceptuar uno, recomendaban constantemente el
+orden. Sin orden no hay libertad. Era la frase que sin cesar se repetía.
+Había un ayudante de obras públicas tuerto que no se hartaba jamás de
+hacer el panegírico del orden amenazando con las más espantosas
+calamidades, si bajo cualquier pretexto se alteraba poco o mucho.
+
+De tal manera se incubó y echó raíces esta idea en el cerebro de
+nuestros obreros que en cierto motín popular uno de ellos gritaba frente
+a los balcones de un banquero con quien tenía resentimientos:
+
+--¡Muera Pinedo!--y añadía después con acento de convicción--: ¡Pero con
+orden!
+
+¡Cuán lejanos nos hallábamos todavía de estos días perversos en que se
+asesina a las mujeres y los niños en nombre de la fraternidad universal!
+
+Aquellos honrados y sencillos trabajadores nos habían acogido a
+nosotros, niños aún, con señales de afecto, nos mostraban gran
+predilección y, aunque parezca extravagante, nos respetaban.
+
+Pues bien, nosotros no correspondíamos como debiéramos a estas muestras
+de consideración. Eramos díscolos, turbulentos y nos reíamos más o menos
+ostensiblemente de los discursos que allí se pronunciaban. Y esto no
+porque fuésemos reaccionarios y enemigos del pueblo, pues creíamos tanto
+como ellos en la eficacia de las ideas democráticas, sino porque
+teníamos excesivamente afinado el sentido de lo cómico. Es un don de la
+Providencia que rara vez logra hacernos simpáticos.
+
+Por eso algunos de aquellos ciudadanos comenzaron a mirarnos con recelo.
+Particularmente el grabador que leía en alta voz las _Palabras de un
+creyente_, hombre austero y virtuoso, nutría hacia nosotros en el fondo
+de su corazón un odio implacable. Cuando en sus lecturas tropezaba con
+algún epíteto que pudiera convenirnos como el de «espíritus frívolos» o
+el de «serpiente oculta entre las flores» o el de «sofistas embusteros»
+nunca dejaba de elevar la voz y dirigirnos una mirada significativa.
+Pero esto no contribuía poco ni mucho a inspirarnos mayor cordura y
+seriedad, como pudiera suponerse.
+
+Sin embargo, la masa de los ciudadanos estaba con nosotros y sólo
+perdimos enteramente su apoyo cuando renunciamos al federalismo y nos
+declaramos unitarios. ¿Lo hicimos por convicción? ¿Lo hicimos por
+capricho? No lo sé. Lo único que puedo afirmar es que el adjetivo
+federal aplicado constantemente a la República nos iba crispando.
+
+Era entonces el federalismo un misterio intangible como el de la
+encarnación del Hijo de Dios. Un viejo caudillo de la democracia, el
+marqués de Albaida, lo había introducido con barreno en la mente de los
+republicanos. Nosotros osamos concebir acerca de él algunas dudas
+sacrílegas. ¿Por qué había de ser federal la República? ¿Por qué romper
+un día y de un modo arbitrario la unidad nacional que tanto tiempo,
+tanto esfuerzo y tanta sangre había costado?
+
+Estas dudas nos perdieron. Aunque sólo las habíamos expresado
+privadamente, todo el club se enteró pronto de ellas. Y comenzamos a ser
+mirados como réprobos dignos de eterna condenación. Rugía la tempestad
+sordamente mientras nosotros, inocentes marineros, navegábamos confiados
+sin poner el oído a su amenaza.
+
+Al fin llegó la funesta noche en que se levantó un orador para
+manifestar que «en aquel recinto de la claridad y la justicia había
+seres solapados que trabajaban traidoramente contra la integridad de la
+República».
+
+Los seres solapados nos levantamos entonces y declaramos abiertamente
+que renunciábamos para siempre a la federación y que seríamos unitarios
+hasta la muerte.
+
+Tumulto indescriptible. Los ciudadanos se alzan airados, nos increpan,
+nos amenazan. No se oyen otros gritos que: «¡Fuera los traidores!»
+«¡Mueran los unitarios!»
+
+Cuando se hubo calmado un poco la agitación, el presidente en pie y
+pálido dice con voz temblorosa:
+
+--Después de lo que acabamos de escuchar, con gran sentimiento debo
+hacer presente a los señores que se han declarado contra la federación
+que no pueden permanecer más tiempo en este local.
+
+--¡Eso! ¡Eso!... ¡Fuera los enemigos de la República!... ¡Abajo los
+unitarios!--se gritaba de todas partes.
+
+Entonces nosotros salimos presurosos de los bancos y acompañados de
+otros tres o cuatro ciudadanos que habían simpatizado con nosotros,
+formando un grupo de ocho o diez, y entre los silbidos y los mueras de
+la asamblea nos dirigimos resueltamente a la puerta. Antes de
+trasponerla uno de los nuestros se volvió iracundo y agitando los puños
+gritó como Dantón en la guillotina:
+
+--¡Nos cortáis la cabeza, pero no nos cortáis la cola!
+
+Aquella cita trágica produjo enorme sensación. Se hizo un silencio
+profundo y en medio de él salimos erguidos del club para no volver a
+entrar.
+
+
+
+
+XXXV
+
+IMPRESIONES MUSICALES
+
+
+Hay en la vida del hombre una época que pudiéramos llamar teatral, si la
+palabra no se prestase al equívoco.
+
+Comprenda el lector lo que quiero decir: Hay una época en que el hombre
+civilizado siente con más o menos intensidad el atractivo de los
+espectáculos teatrales. Este atractivo se prolonga por más o menos
+tiempo, según los temperamentos. Tengo un amigo, ya viejo, que gasta 100
+pesetas mensuales en localidades para el teatro, y en su vida ha
+comprado un libro por valor de 3,50. Es un hombre odioso.
+
+A los quince años entregaba yo casi todo el dinero que me suministraban
+mis padres a los cómicos, salvo el que gastaba en pomada de heliotropo
+para untarme los cabellos. En aquel viejo teatro de Oviedo, donde se
+estaba mejor que en una tienda de campaña, he disfrutado gran copia de
+dramas y comedias de repertorio, escuché infinitos gritos apasionados,
+muchas décimas calderonianas y no pocas carcajadas histéricas.
+
+Sin embargo, confieso que no fuí tan dichoso en aquel período de mi vida
+como debía serlo. En esta edad, cuando se asiste al teatro, se encuentra
+generalmente todo precioso, todo bello, todo divertido. Por desgracia, a
+mí no me aconteció otro tanto. Mi alma no se abría de par en par a los
+goces estéticos, porque había dentro de ella un crítico prematuro que se
+empeñaba en cerrar la puerta.
+
+Ignoro si el virus de la crítica brotó espontáneamente en mi organismo
+o me fué inoculado por mi amigo Leopoldo Alas, compañero obligado de mis
+excursiones teatrales, pero lo he padecido siempre y ha amargado mi
+existencia. _Clarín_, implacable Mefistófeles, me mostraba cruelmente
+las escorias de todas las obras dramáticas.
+
+Una noche presenciábamos ambos la representación de un drama, que, si
+mal no recuerdo, se intitulaba _Redención_. Era una de tantas
+desdichadas imitaciones de la famosa _Dama de las Camelias_, de
+Alejandro Dumas. La protagonista moría de una afección pulmonar, como
+aquélla, y se lamentaba patéticamente de su mala suerte, pues en
+aquellos instantes su novio le besaba las manos y le decía mil ternezas.
+En torno nuestro los caballeros se mostraban gravemente conmovidos, pero
+las señoras lloraban a lágrima viva. Clarín y yo, más duros que el
+mármol, sentíamos unas ganas atroces de reír. Estas ganas estallaron al
+cabo en sonoras carcajadas cuando la tísica, después de un golpe de tos,
+viendo a su amante agitado, le dice con dulzura angelical: «¡No te
+alborotes!»
+
+La indignación de los espectadores fué terrible: «¡Silencio, silencio!»
+«¡A la calle esos chicuelos!» Faltó poco, en efecto, para que nos
+arrojasen del teatro.
+
+Convengamos, pues, en que el espíritu crítico carece de utilidad, y
+quien lo tiene aguzado es un pobre hombre digno de compasión. Yo estoy
+seguro de que si me gustasen los malos dramas, las malas novelas y los
+malos versos, mi existencia se hubiera deslizado mucho más feliz sobre
+la tierra.
+
+En lo tocante a música he sido más favorecido por la Providencia.
+Siempre me ha gustado la música mala. Me han entusiasmado y me siguen
+entusiasmando, la _Lucía de Lammermoor_, la _Sonámbula_, _El trovador_,
+la _Traviata_, etc.; esas óperas que actualmente hacen rechinar los
+dientes a los críticos musicales y les quitan las ganas de cenar. Uno de
+ellos, que yo conozco, profesa odio tan irreconciliable al maestro
+Donizetti, ya fallecido cerca de un siglo, que al pasar en cierta
+ocasión por Bérgamo, donde aquél ha nacido y tiene una estatua, fué
+sigilosamente por la noche a apedrearla.
+
+Esto es grave. Porque si los críticos dan en la flor de ejecutar tales
+venganzas póstumas con los autores, temo en verdad que alguno a quien
+mis libros enfaden, vaya una noche a desenterrarme al cementerio para
+tirarme de las orejas.
+
+Puesto ya a confesar públicamente mis pecados, declaro que no sólo me
+agradan las óperas del infame Donizetti, sino también las zarzuelas de
+mis compatriotas Arrieta, Barbieri y Gaztambide. Escuchando desde
+aquellas sucias y desgarradas lunetas del teatro de Oviedo _Marina_, _El
+Juramento_, _El relámpago_ y _Los diamantes de la Corona_, me he sentido
+dichoso como los ángeles; se borraban de mi mente las impurezas de la
+realidad y vivía unos instantes mecido sobre la nube del ideal. El mundo
+dejaba de ser Voluntad, según la frase del más popular de los
+metafísicos alemanes, para convertirse en pura Representación.
+
+Aún más; no puedo recordar algunas de sus melodías sin conmoverme, y si
+me encuentro en el campo un día espléndido de primavera, me pongo a
+canturriar con emoción la romanza de barítono en _El Juramento_:
+
+ «¡Cual brilla el sol en la verde pradera!
+ ¡Cual su perfume despide la flor!»
+
+Es ridículo, vuelvo a confesarlo; pero si lo ridículo nos hace felices
+¿por qué no hemos de abrazarnos a lo ridículo? En este punto, como en
+algunos otros, doy la razón a los filósofos pragmatistas.
+
+Son los habitantes de Oviedo muy sensibles al arte de la música. Lo son
+siempre, pero muy particularmente, es inútil añadirlo, cuando han
+ingerido algunos vasos de sidra, el licor predilecto de la región
+cantábrica.
+
+Desde la más remota antigüedad, el alcohol está considerado como un
+estimulante de la aptitud para las artes conceptivas, con preferencia a
+las plásticas. Nadie habrá visto a un hombre ebrio extasiarse ante un
+cuadro o una estatua; pero ¡cuántas veces les habremos oído recitar,
+con torpe lengua, algunos versos de Zorrilla o Espronceda! Conocí uno
+que en el último período de la embriaguez repetía con creciente
+aflicción:
+
+ «¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué es la vida?
+ ¡Un misterio también!...
+ Genios, ¡venid, venid!...
+ Vuestro mal con el hombre a compartir.»
+
+Hasta que caía como un fardo al pie del tonel y no se podía despertar
+sino haciéndole aspirar un frasco con amoníaco.
+
+No obstante, es la música el arte bello que guarda afinidad más estrecha
+con los licores espirituosos. En Grecia, las fiestas de Baco, llamadas
+_Orgías_, fueron siempre sazonadas con cantos. En Oviedo, lo mismo. Los
+periódicos locales anuncian que tal día a tal hora se romperá en tal
+lugar el tonel llamado _Prim o Moriones_ (se les pone, por lo común, el
+nombre de un general). Un centenar de devotos acude puntualmente a la
+solemnidad, rodean el grandioso tonel, presencian con emoción su
+apertura, y, una vez que han probado su contenido, dan comienzo los
+cánticos desenfrenados.
+
+Mas existe una diferencia esencial entre los cantos orgiásticos de la
+Grecia y los de la capital de Asturias. Los primeros eran cantos de
+victoria, entusiásticos y ardorosos, mientras los segundos son siempre
+tiernos y sentimentales. En Grecia se rendía culto a Baco con gritos
+delirantes y rugidos de cólera; en Oviedo, con lágrimas. Es increíble el
+líquido que se derrama por los ojos en estas bacanales. Hay borracho que
+cantando la despedida de _El Grumete: «Si en la noche callada sientes el
+viento»_, etc., se derrite en llanto, lo cual ahorra mucho trabajo, como
+debe suponerse, a los riñones.
+
+El _Miserere de El Trovador_ causaba tal fascinación a cierto
+escribiente de un notario de Oviedo, que no podía escucharlo sin
+sentirse arrobado y caer en éxtasis.
+
+Llamábase este escribiente Figaredo, o una cosa parecida; era hombre ya
+maduro, de pelo canoso, de estatura mediana y más gordo que delgado. Se
+embriagaba indefectiblemente todos los domingos; pero como hombre
+jurídico lo hacía de un modo legal. Quiero decir, que jamás dió el menor
+escándalo en la población. Una vez que salía del lagar y entraba en las
+calles céntricas, podría caminar más o menos torcido, podría tropezar
+una que otra vez con las columnas de los faroles, mas su boca no se
+abría por ningún motivo, grande o pequeño. Ni un grito, ni una palabra,
+ni una tos. Era un sepulcro relleno de sidra.
+
+Pero había algunos que conocíamos su secreto. Sabíamos que apretando
+cierto botón, aquella boca se abría con un resorte. Este resorte no era
+otro que el _Miserere_ de _El Trovador_.
+
+Una noche entre las once y las doce salía yo del teatro con dos amigos
+cuando acertamos a ver a Figaredo que caminaba delante de nosotros la
+vuelta de su casa trazando caprichosas curvas con los pies sobre la
+acera. Inmediatamente se nos ocurrió apretar el fatal resorte.
+Adelantamos el paso y al cruzarnos con él cantamos en voz baja los
+primeros solemnes compases del famoso miserere.
+
+Oírlos Figaredo, pararse en seco, abrirse un poco de piernas y lanzar al
+aire con toda la fuerza de sus pulmones el grito de angustia del
+desdichado Manrique desde su prisión, fué cosa de un instante.
+
+El sereno, que no estaba lejos, acudió corriendo.
+
+--¡Haga usted el favor de callarse y no dar escándalo!
+
+Figaredo le miró estupefacto al través de sus gafas.
+
+¿Escándalo? ¡Llamar escandalosa a la música más sublime que jamás se
+hubiera oído en el mundo! Aquel hombre debía de estar loco.
+
+Pero loco o cuerdo representaba en aquel instante a la autoridad
+constituída y Figaredo como hombre ligado por su profesión a la ley de
+enjuiciamiento comprendió que debía callarse y calló.
+
+Bajando, pues, la cabeza resignado siguió su camino en silencio.
+
+Pero nosotros habíamos vuelto sobre nuestros pasos y al pasar a su lado
+cantamos otra vez el comienzo del miserere.
+
+Figaredo se paró de nuevo, volvió a abrirse de piernas y gritó:
+
+ _«¡Non ti escordar di me_
+ _Leonora addio!»_
+
+El sereno corrió enfurecido a él y sacudiéndole por un brazo vociferó:
+
+--¡Cállese usted, escandaloso, o por vida mía que le llevo ahora mismo a
+la Fortaleza!
+
+Así se llamaba la cárcel de Oviedo en aquel tiempo.
+
+Figaredo volvió a mirarle, sin comprender qué clase de mentalidad era la
+de aquel hombre; pero bajó la cabeza y siguió caminando. Dejamos que se
+alejase un buen trecho y alcanzándole después le cantamos de nuevo al
+oído el miserere.
+
+Figaredo detuvo el paso por tercera vez y atronó la calle con sus gritos
+de angustia. El sereno, que ya estaba lejos, acudió corriendo y de tal
+modo enfurecido que estuvo a punto de caer. Como tardó algún tiempo en
+llegar, Figaredo estaba ya metido en el canto y fué imposible hacerle
+callar. Ni por sacudirle fuertemente por el brazo ni por dirigirle los
+insultos más groseros fué posible que cerrase la boca. Figaredo ya no
+veía ni oía nada, y se lamentaba tremando las notas para hacer más
+patético su canto. Las lágrimas bañaban sus mejillas.
+
+El sereno exasperado le fué empujando hasta la Fortaleza, que estaba
+próxima.
+
+Figaredo no callaba. Le abrió la puerta de la cárcel; el sereno dijo no
+sé qué palabras al centinela; éste rió con toda su alma: el sereno
+profirió una blasfemia. Y Figaredo fué empujado brutalmente al interior.
+
+Pero no callaba. Todavía allá dentro oíamos lejana su voz que gritaba
+con infinita amargura.
+
+ _Non ti escordar di me_
+ _¡Leonora addio!_
+ _¡Leonora addio!_
+
+Las injurias, la cárcel, el ridículo, la vergüenza no existían para
+aquel hombre. El mundo real con sus impurezas, perfidias y groserías se
+había desvanecido. Como los prisioneros de la famosa caverna de Platón
+contemplaba cara a cara el sol de la belleza.
+
+
+
+
+XXXVI
+
+EL SUEÑO DEL «LUCERO»
+
+
+Decían los médicos, aunque no era cierto, que mi madre necesitaba baños
+de mar. Para tomarlos solíamos pasar el mes de agosto en la villa de
+Luanco, vecina de la de Avilés, que posee una bonita playa arenosa donde
+las olas rompen con estrépito.
+
+En aquel tiempo existía en Luanco un hombre llamado el _Corsario_.
+
+No era _Barbarroja_, porque tenía barba negra y escasa. No era tampoco
+el corsario de Byron, porque _Conrado_, hombre de soledad y misterio
+(_man of lóneness and mistery_) hablaba poquísimas palabras y nuestro
+corsario era un charlatán insufrible.
+
+Además no se le conocía tendencia alguna romántica, sino más bien una
+inclinación decidida a entrarse por las tabernas y a permanecer allí un
+tiempo indeterminado.
+
+Era un hombrecillo de ojos pequeños y hundidos, delgado, cargado de
+espaldas que no traía a la memoria escenas de zafarrancho y abordaje.
+
+¿Por qué se le llamaba el _Corsario_? No lo sé. Quizá los buenos viejos
+de Luanco sepan algo más. Pueden ustedes ir a preguntárselo.
+
+Este _Corsario_ desempeñaba el oficio de alguacil del Ayuntamiento. A
+los que el alcalde mandaba detener los encerraba en la cuadra de su
+casa. Era entonces la única cárcel modelo que allí existía.
+
+Como profesión suplementaria el _Corsario_ ejercía la de alquilador de
+caballos. En realidad no debiera hablar en plural, porque alquilaba un
+solo caballo. Pero tenía además un burro y esta circunstancia le
+imprimía carácter profesional.
+
+No puedo decir casi nada del burro, porque no he tenido trato con él. En
+cuanto al caballo no vacilo en afirmar que era un miserable impostor.
+Siento mucho tener que hablar de él en esta forma, pero el respeto de la
+verdad me obliga a ello.
+
+Era un rocín bastante bien proporcionado, color de hoja seca, que tenía
+algunos cuarterones de carne sobre los muslos y en la frente una mancha
+blanca del tamaño de una pieza de dos pesetas. A esta última
+circunstancia debía sin duda su nombre de _Lucero_. El que lo había
+bautizado era hombre de imaginación, porque aquellos pelos blanquecinos
+no podían dar idea remota de ningún astro del cielo.
+
+Sus medios de subsistencia estaban envueltos en el misterio y
+despertaban en Luanco comentarios bochornosos. Si su amo era solamente
+pirata de nombre él lo era de hecho. Se le veía por los caminos de noche
+y de día como un vagabundo apercibido a todo lo malo. Saltaba las
+barreras de los prados y se comía la fresca yerba destinada a las vacas
+de los vecinos; saltaba también con increíble audacia las tapias de las
+huertas y engullía las lechugas y los guisantes. Hasta se comió en
+cierta ocasión, según se dijo, unas enaguas del ama del señor cura que
+ésta había tendido a secar en la huerta parroquial.
+
+Puede concebirse que tales hazañas solían costarle algunas monumentales
+palizas. En la villa se le consideraba como un socialista peligroso y
+era unánimemente aborrecido. Pero es lo cierto que hasta la fecha en que
+yo le conocí, había logrado no morirse de hambre.
+
+Sin duda, era un animal de mucho mundo y capaz de abrirse paso en la
+sociedad; pero estas cualidades no le daban atractivo para la
+equitación. Los honrados vecinos de Luanco le alquilaban una que otra
+vez por la módica cantidad de dos pesetas para trasladarse a Candás o a
+Avilés o a cualquier parroquia de las cercanías. Pero a nadie en el
+globo terráqueo más que a mí se le ocurriría alquilarlo para dar un
+paseo de recreo y gallardear de jinete.
+
+Pues eso fué cabalmente lo que hice una tarde de Agosto en que el cielo
+estaba limpio como un cristal y una brisa suave rizaba la llanura azul
+de la mar.
+
+Cuando le comuniqué mi proyecto al _Corsario_, éste me miró atentamente
+de los pies a la cabeza y me hizo varias preguntas técnicas para
+cerciorarse de mis conocimientos hípicos. Respondí a ellas con bastante
+soltura y le hice saber además que yo no era un jinete cualquiera, pues
+me había roto la ternilla de la nariz cayendo de un caballo. Esta última
+prueba le tranquilizó por completo. Yo le entregué las dos pesetas por
+adelantado y esto le tranquilizó todavía más.
+
+Fué a buscar al gandul del _Lucero_, ocupado a la sazón, como un peón
+caminero, en limpiar de yerba las orillas de la carretera y mientras lo
+enjaezaba me dió muchos paternales consejos. Yo le pregunté si tenía
+espuelas. Volvió a mirarme atentamente y al cabo me respondió
+gravemente:
+
+--Sí; tengo espuelas; pero aquí nadie las usa.
+
+--Pues yo no monto sin espuelas--le repliqué con tal extraordinaria
+firmeza que sin entrar en más explicaciones se fué a buscarlas.
+
+Eran dos horribles artefactos de hierro dulce oxidados. Estuve vacilando
+si calzármelas o no, pero al fin me decidí a ello después de haberlas
+fregado un buen rato con aceite y arena.
+
+Héteme aquí cabalgando sobre el _Lucero_, que en cuanto salió de la
+cuadra conmigo principió a hacer piernas dando unos brinquitos muy
+elegantes, marchando ahora de un costado, ahora de otro, sin duda con el
+propósito de que yo mostrase al público mi gentileza.
+
+Estaba encantado de mí mismo. Jamás en la vida me había hallado tan
+bizarro. Lanzaba miradas investigadoras a los balcones de las casas y me
+sorprendía que no saliesen a ellos todas las niñas bonitas de Luanco
+para contemplar a aquel jovencito apuesto de naciente bigote que se
+tenía tan galanamente en la silla.
+
+Fué un momento de esplendor que recordaré mientras viva. Todos, grandes
+y pequeños han tenido en su existencia algunos de estos instantes de
+triunfo más o menos duraderos. Mi apoteosis no duró en el tiempo más de
+cinco minutos y en el espacio unos ciento cincuenta metros. Llegado a
+este límite aquel hipócrita animal que tenía debajo de mis pantalones se
+puso tranquilamente a caminar a paso lento y no me fué posible con
+ningún argumento hacerle volver de su determinación.
+
+Quise dejarle algún reposo. A los mismos oradores parlamentarios se les
+concede cuando han hecho demasiadas piernas en el Congreso, y le permití
+caminar a su gusto. Pero al llegar a la plaza, como observase que había
+por allí muchos bañistas de ambos sexos, no quise perder la ocasión de
+mostrarles mis dotes excepcionales para los ejercicios ecuestres y
+advertí al _Lucero_ por medio de la espuela de que era llegado el
+momento de secundarme.
+
+¡Que si quieres! Bajó la cabeza acusando recibo del espolazo y siguió en
+la misma forma paso tras paso delicadamente como si fuese pisando
+huevos.
+
+Segunda llamada. La misma respuesta. Yo me indigné. Tenía quince años y
+en aquella edad me indignaban muchas más cosas de las necesarias. Repetí
+el aviso. Nada. Lo repetí otras cuantas veces con el mismo resultado.
+Aquel gran hipócrita bajaba siempre la cabeza y se mostraba conforme;
+pero no parecía poco ni mucho inclinado a seguir mi voluntad. Se acata,
+pero no se cumple.
+
+En aquella época Luanco no era un centro de placeres. Los bañistas
+prolongaban por la mañana cuanto podían el tiempo destinado al baño. Por
+la tarde iban de paseo a un sitio llamado la _Fuente mineral_ y
+amenizaban la excursión comiendo las moras de los zarzales que
+guarnecían las paredillas del camino. Por la noche discutían en familia
+la cuestión de la temperatura y se metían en la cama.
+
+Esta es la razón y no otra de que cuantas personas transitaban en aquel
+momento por la plaza con sombrilla y sombrero de paja lo mismo que las
+que departían apaciblemente a la puerta de los comercios quedasen
+extáticas contemplándome con la mayor atención posible.
+
+Sentir la atención pública sobre sí es cosa que a no pocos hombres
+desconcierta. Uno de estos hombres soy yo. Consideré que debía dar
+satisfacción a aquella curiosidad haciendo algo que no fuese en absoluto
+corriente. Y lo más adecuado era hacer galopar a mi caballo.
+
+Yo era un inocente en aquel tiempo y desconocía por completo no sólo el
+corazón de los bípedos, sino también el de los cuadrúpedos. Este infame
+animal, sin hacerse cargo de la crítica situación en que me hallaba, el
+papel ridículo que me iba a hacer representar y la desconsideración que
+iba a arrojar sobre mí ante la opinión pública, se obstinó en no salir
+del paso. Por cuantos medios puede un hombre emplear para convencer a un
+ser irracional traté de persuadirle a que diese algunos brinquitos
+sugestivos que me dejasen airoso ante aquella sociedad veraniega. No fué
+posible. Palmaditas en el cuello para halagar su amor propio. ¡Up! ¡Up!
+Gritos de triunfo para despertar su entusiasmo. Avisos indicadores con
+la espuela. Nada...
+
+En aquel momento penetró en la plaza viniendo de la parte de la playa un
+grupo compuesto de cinco o seis elegantes señoritas, las cuales quedaron
+inmóviles contemplándome con cierta curiosidad burlona. Al fin soltaron
+a reír con frescas y unánimes carcajadas.
+
+Fué mi perdición y la de _Lucero_. Aquellas carcajadas entraron por mis
+venas como un licor ponzoñoso. No supe lo que hice. Ciego de cólera
+principié a dar furiosos espolazos al autor de mi deshonra. El _Lucero_
+se dejó martirizar con la obstinación de un hereje. Yo no veía su
+sangre, pero la sentía correr. ¡Se la hubiera bebido toda!
+
+Sin embargo, en medio de mi agonía dolorosa, tuve una satisfacción.
+Aquellas alegres señoritas dejaron de reír y se pusieron serias. Como
+era necesario salir de tan equívoca situación, pues _Lucero_ se negó a
+dar un paso más y pude advertir que el público se ponía de su parte,
+tiré de las bridas fuertemente y le hice dar la vuelta.
+
+Entonces _Lucero_ se puso a caminar con alguna mayor celeridad; no
+mucha. Yo, frenético, llorando de vergüenza, seguí dándole furiosos
+espolazos.
+
+--¡Ave María!... ¡Mira, Pepe, cómo va ese caballo!
+
+Todos los transeuntes dirigían la vista al vientre del caballo, me
+miraban después a mí, y sacudían la cabeza en señal de reprobación.
+
+Pero mi cólera no se apagaba. Me creía cubierto de ridículo por toda la
+eternidad.
+
+_Lucero_ debía tener conciencia de la infamia que conmigo había
+cometido, porque aumentaba un si es no es la rapidez de sus pasos. Quizá
+no fuese el grito de la conciencia sino la perspectiva de la cuadra.
+
+Pero he aquí que no muchos pasos antes de llegar a ella se dejó caer de
+bruces al suelo y yo con él. Por milagro no me rompí segunda vez el
+cartílago de la nariz. Me alcé así que pude y traté de alzarle a él
+también. Fueron inútiles mis esfuerzos. El _Lucero_, de rodillas cual si
+estuviese orando por sus enemigos, entre los cuales debía yo contarme,
+no hacía movimiento alguno.
+
+Entonces cruzó por mi mente una idea pavorosa. ¡Si estaría muerto! La
+deseché inmediatamente; pero con la misma velocidad volvió a colarse.
+Otra vez la rechacé y otra vez se introdujo. Y así, con este metódico
+vaivén vibratorio, llegué pronto al convencimiento de que el _Lucero_ no
+pertenecía ya al número de los seres vivos. Esta certidumbre me dejó a
+mí casi tan muerto como a él. ¿Cómo me presentaría al _Corsario_?
+
+Me presenté trémulo, convulso, tartamudeando absurdos.
+
+--¿No sabe usted?... El _Lucero_... se ha dejado caer ahí en la calle...
+y no quiere dar un paso más... Me parece que está durmiendo...
+
+Una sonrisa increíblemente sarcástica se dibujó en los labios del
+_Corsario_.
+
+--¡Si dormirá, si dormirá!... ¡Es un zorro!... ¡Pero qué zorro!
+
+Y echando mano al látigo que tenía colgado de un clavo, salió conmigo a
+la calle.
+
+El _Lucero_ seguía inmóvil sobre las rodillas, con la cabeza metida
+entre ellas.
+
+--¿Duermes, _Lucero_?--preguntó el _Corsario_ con acento aún más
+sarcástico que la sonrisa.
+
+Y con habilidad y presteza maravillosas le aplicó dos estacazos entre
+las orejas con el mango del látigo. El _Lucero_ permaneció inmóvil
+orando como un derviche. El _Corsario_, altamente sorprendido, acercó a
+él su rostro, le examinó atentamente y, al cabo, abriendo
+desmesuradamente los ojos, exclamó:
+
+--¡Así Dios me salve, está muerto!
+
+Y de repente, se abalanzó furioso sobre mí y me echó la mano al pecho
+arrugando mi camisa almidonada.
+
+--¡Tú lo has matado!... ¡Tienes que pagarlo!
+
+Aterrado por el impensado abordaje de aquel pirata, dejé escapar
+débilmente de mi garganta:
+
+--¡Lo pagaré, lo pagaré!
+
+Pero no lo pagué. Los varones más calificados de la villa certificaron
+que no había fallecido de muerte violenta sino de inanición.
+
+Era un despreciable rocín, un hipócrita, un bellaco...
+
+Sin embargo, en este momento, me alegraría de no haber dado aquellos
+espolazos.
+
+
+
+
+XXXVII
+
+POETA Y CAZADOR
+
+
+Jamás olvidaré aquel verano que pasé en mi aldea natal entre el cuarto y
+el quinto año del bachillerato. Entonces fué cuando mi alma se puso en
+contacto con la naturaleza y gozó la dulce embriaguez llena de alegría
+que a su influjo potente nos acomete. No recuerdo ninguna época de mi
+vida en que haya sido más dichoso. No lo fuí al modo de un ser
+casquivano y bailarín sino como un poeta, como un griego primitivo que,
+subyugado por la magia donisíaca, rompe en himnos celebrando la alianza
+del hombre con la tierra y el evangelio de la armonía de los mundos.
+
+Vivía yo en una tranquilidad llena de sabiduría, vivía en una
+sorprendente serenidad dejando filtrarse suavemente en mi alma el
+encanto de aquella naturaleza fresca, transparente, aromática. Era la
+alegría de un enamorado frente al objeto de sus ansias y que puede
+saciarse con su vista a todas horas. Salía de madrugada a recoger el
+rocío que caía de los castañares, a respirar el perfume del heno fresco;
+dormía a la hora de la siesta debajo de los avellanos; me bañaba al
+declinar el sol en los remansos del río. Era tan feliz, que algunas
+veces imaginaba que el tiempo no existía, que había puesto ya un pie en
+la eternidad y que no saldría jamás de aquel dulce enajenamiento.
+
+Es el valle de Laviana, donde he nacido, grandioso sin ferocidad, grave
+y apacible al mismo tiempo. Los prados, siempre verdes, circundados de
+avellanos, surcados por mansos arroyuelos, causan una impresión idílica
+de paz y contento. Pero las suaves colinas que lo limitan, cubiertas de
+espesos castañares, surgen ya con un sentimiento de fuerza, como una
+majestuosa armonía que no turba la paz de nuestro espíritu aunque lo
+inclinan a la meditación. Detrás, otras colinas más altas y adustas,
+alzan su cabeza desnuda. Por fin, más allá, se levantan protectoras
+grandes masas de montañas salvajes, como poderoso baluarte contra las
+irrupciones de enemigos o curiosos. Se respira aquí una profunda
+ternura, se siente la presencia del espíritu de infinita paz que nos da
+la plenitud de vida, la salud del alma y el vigor del cuerpo.
+
+Mi corazón palpita todavía al recuerdo de aquellas horas en que flotaba
+sobre un mar de eternas delicias. Tendido sobre el césped, hundiendo mis
+ojos en los abismos azulados del firmamento sobre el cual pasaban
+volando como fantasmas algunas nubes, sintiendo en torno mío hormiguear
+entre la yerba un mundo microscópico, compuesto de innumerables insectos
+que se agitaban igualmente dichosos, sentía correr por mis venas la vida
+abundante, poderosa, armónica como una sinfonía de la naturaleza
+inmortal.
+
+Parecíame que la tierra me sustentaba con amor ofreciéndome sus dones,
+que participaba de su felicidad y vivía en mística unidad con ella. Los
+pájaros tendiendo su vuelo por el aire despertaban en mí ansias de
+lanzarme a regiones más luminosas, me causaban un estremecimiento de
+vértigo, el presentimiento feliz y terrible a la vez de lo sobrenatural,
+mientras los insectos murmurando en torno me narraban al oído sus
+diminutos amores haciendo resonar en mi corazón vagos y punzantes
+deseos.
+
+¿Quién podría suponer que un adolescente a quien agitaban en aquellos
+días tan nobles sentimientos sería capaz de asesinar fríamente a las
+avecillas del cielo, esparciendo sus plumas y su sangre sobre el césped?
+Nada más cierto, sin embargo. Provisto de una vieja carabina de pistón
+que Cayetano me facilitara, convertíme en perseguidor implacable de los
+mirlos, jilgueros y malvises que revoloteaban alegres por nuestra
+pomarada. Es esta una contradicción que a mí me toca confesar y a los
+psicólogos explicar.
+
+¡Sí! Confieso con vergüenza que esta matanza me causaba increíbles
+placeres y que cuando atisbaba entre las ramas de los manzanos a un
+jilguero preparándose a entonar su canto apasionado en honor de su amada
+jilguera o a una jilguera remilgada sacudiendo las alas con coquetería
+para atormentar a su jilguero, me relamía como un tigre a la vista de su
+presa y sigilosamente me colocaba debajo de ellos y les privaba de la
+existencia.
+
+Sin embargo, había otra cosa que me placía aún más que el asesinato
+mismo, y era su preparación. Vosotros, los que poseéis una primorosa
+escopeta inglesa o belga e introducís bonitamente por la recámara esos
+brillantes proyectiles que semejan dijes de reloj, ignoráis el placer
+inefable de cargar una carabina de pistón. Aquel descolgar del hombro el
+frasco de la pólvora y verter una pequeña cantidad en la palma de la
+mano e introducirla en el cañón, sacar acto continuo un viejo periódico
+del bolsillo y meter un trozo de él en seguimiento de la pólvora y
+atacar luego con la baqueta hasta presentar en el rostro señales de
+congestión; aquél echar mano, terminada esta operación, al cuerno de los
+perdigones, tomar un puñado de ellos, introducirlos igualmente y atacar
+de nuevo, esta vez con más delicadeza; aquel cebar prolija y
+esmeradamente la chimenea y sacar del bolsillo del chaleco la cajita de
+los pistones y tomar uno y ajustarlo...
+
+Hay que confesar que la vida no es tan triste como muchos pretenden.
+
+Precisamente me hallaba cierta tarde entregado en cuerpo y alma a una de
+estas operaciones venturosas delante de mi casa cuando acertó a pasar
+por allí don Eloy, el secretario del Ayuntamiento, con su escopeta al
+hombro y su perro brincando delante de él. Se paró a contemplarme, me
+saludó afablemente y me dijo con encantadora brusquedad:
+
+--¿Quieres venir conmigo a ver si matamos unas perdices?
+
+La emoción enrojeció mi rostro. Porque era el secretario un cazador
+prodigioso, el más diestro de toda aquella comarca y uno de los
+renombrados de la provincia. Los grandes señores de Oviedo y Gijón le
+escribían cuando iban a emprender una excursión cinegética por los
+campos de Castilla, y don Eloy les acompañaba y era el alma y principal
+ornamento de estas cacerías.
+
+A nadie sorprenderá, pues, que bajo el peso de tanto honor, quedase mudo
+y suspenso.
+
+Don Eloy no comprendió lo que por mí pasaba y se apresuró a añadir:
+
+--No te haré caminar mucho. Me han dado noticia de que ahí cerca, sobre
+Cerezangos, hay un bando. ¿Te atreves?
+
+¡Que si me atrevía! Hubiera ido a buscar el bando de perdices en tan
+noble compañía al polo antártico!
+
+En efecto, no caminamos siquiera media hora cuando el perro quedó de
+muestra entre los helechos.
+
+--¡Amartilla!--me dijo por lo bajo el secretario--. Ya estamos sobre
+ellas.
+
+--¡Entra!--gritó después al perro.
+
+Unas cuantas perdices levantaron el vuelo y ambos disparamos; yo casi
+con los ojos cerrados.
+
+Una perdiz vino al suelo.
+
+--¡Por vida mía!--exclamó don Eloy con acento irritado--. ¡Erré el tiro!
+Fortuna ha sido que tú lo hayas afinado, porque si no se nos escapan
+todas.
+
+Quedé como quien ve visiones. Una ola de placer celestial invadió mi
+cuerpo y por poco me hace dar con él en el suelo. Me creí en aquel punto
+un héroe. Don Eloy tomó la perdiz de la boca del perro que se la traía y
+me la entregó con semblante triste.
+
+Declaro que en aquel instante cruzó por mi mente un relámpago de duda;
+pero mi vanidad lo apartó de sí con horror.
+
+El bando de las perdices _dobló_, esto es, se fué volando a la colina de
+enfrente. La caza en los países quebrados como el mío es mucho más
+penosa que en los llanos. Para llegar a ella necesitábamos bajar al
+fondo del valle y trepar después una razonable distancia. Bajamos
+rápidamente y ascendimos después todo lo más veloces que pudimos
+empleando casi una hora en llegar al sitio donde el bando se había
+posado.
+
+Otra vez paró el perro, otra vez entró a la voz del secretario, otra vez
+disparamos ambos y otra vez vino una perdiz a tierra.
+
+--¡Maldita sea mi suerte!--profirió don Eloy llevándose las manos a los
+cabellos, y tratando de arrancárselos--. ¡Otro tiro que erré! ¿Qué mal
+rayo tendré yo en las manos hoy?
+
+Esta no coló. Quedé confuso, avergonzado, y le dije balbuceando:
+
+--Ha sido usted quien la mató. Mi tiro ha sido muy alto.
+
+--¿Qué estás diciendo ahí, chiquillo?--respondió irritado--. El mío fué
+el que marró: tiré sobre la izquierda y la pieza que cayó salió por la
+derecha.
+
+Ahora bien, yo estaba bien seguro de que había tirado sobre la
+izquierda... Pero no insistí; tuve la flaqueza de no insistir.
+
+Recogí la perdiz que don Eloy me entregó y la colgué triunfalmente a mi
+cinturón.
+
+Regresamos a casa y durante el camino don Eloy no hacía más que
+lamentarse amargamente de su torpeza afirmando que los cazadores solían
+tener estos días aciagos. Yo le escuchaba un poco mohino haciendo
+esfuerzos desesperados por creerle, aunque sin conseguirlo.
+
+Pero cuando llegamos a Entralgo y me vi rodeado por los criados y
+algunos vecinos y oí cantar a coro mis alabanzas y vi brillar en los
+ojos de mi madre la alegría de haber dado el ser a un cazador tan
+extremado todas mis dudas se disiparon y creí efectivamente que nadie
+más que yo había dado la muerte a aquellas dos aves inocentes.
+
+Sin embargo, mi padre sonrió de un modo particular cuando le contaron mi
+hazaña. Y aunque don Eloy no cesaba de lamentarse de su mala suerte,
+aquella sonrisa enigmática no se le caía de los labios.
+
+Largos años hace que el buen secretario descansa bajo la tierra; pero
+mientras yo aliente sobre ella no olvidaré los tiros que tan
+generosamente marró.
+
+
+
+
+XXXVIII
+
+ADÁN EXPULSADO
+
+
+Muchas veces, casi siempre, lo que esperamos con ansia, no nos trae la
+felicidad, ni lo que esperamos con temor, la desgracia.
+
+Jamás hubo un estudiante de quinto año más ansioso que yo de hacerse
+bachiller. Este magno acontecimiento era, a mi modo de ver, la llave del
+Paraíso.
+
+En efecto, fué la llave, mas no para abrirlo, sino para cerrarlo. Este
+primero y gran desengaño que la vida me ofreció, produjo en mí tal
+efecto, que me hizo para siempre con ella receloso. En cada esperanza he
+visto, desde entonces, una emboscada; en cada deseo, una trampa. Y he
+pasado mi existencia como los cocheros, apretando el freno en todas las
+pendientes.
+
+Tal deseo vehemente de hacerme bachiller, no era sólo por las
+preeminencias que tan glorioso título lleva consigo. Mis padres me
+habían prometido enviarme a Madrid a seguir la carrera de Jurisprudencia
+y ya me veía dueño absoluto de mis acciones en medio de la corte de
+España. ¡Qué halagüeño porvenir!
+
+Tanto pensaba en él, que en vez de prepararme durante aquel curso para
+el examen, repasando las asignaturas de los años anteriores, no se me
+ocurrió cosa más apetitosa que comprar algunos libros de la Facultad de
+Derecho y ponerme a estudiar por ellos.
+
+La _Economía Política_ me sedujo de un modo increíble. Bien imagino
+ahora que no era tanto por la ciencia misma como porque su estudio me
+engrandecía a mis propios ojos. ¡Es tan distinguida, tan elegante la
+_Economía Política_! Estudiándola me creía a cien leguas de aquellos
+viejos y ridículos maestros del Instituto, me parecía vivir en una
+atmósfera de buen tono y adoptaba ya con mis compañeros las formas
+corteses, pero un poco desdeñosas de los hombres de mundo.
+
+Tal extravagancia pudo costarme cara. Al aproximarse la época de los
+ejercicios o sea del examen general del bachillerato, me encontré
+bastante mal preparado. Sobre todo el latín, me parecía haberlo olvidado
+por completo. ¡Vayan ustedes con los gerundios y las oraciones primeras
+de activa a un hombre que meditaba sobre las relaciones del capital y el
+trabajo!
+
+Me acometió un terror pánico. Si me suspendían, ¡adiós Madrid!, ¡adiós
+vida alegre, independiente!, ¡adiós relaciones del capital y el trabajo!
+
+Faltaban pocos días ya para el examen: no me era posible prepararme bien
+en tan corto tiempo. Aturdido por la cruel perspectiva de ser rechazado,
+principié a imaginar tontería sobre tontería para salir del aprieto. Y
+naturalmente, puse en práctica la mayor de todas ellas. Nada menos se me
+ocurrió que ir a visitar a mi antiguo profesor de latín, aquel romántico
+Cincinato que tenía su fundo en la falda de las colinas y confesarme con
+él, esto es, declararle mi ignorancia y mis temores.
+
+Como lo pensé lo hice. No fuí a verle a su amable retiro campestre, sino
+a su casa de la _urbs_ que era vieja, obscura, y que tenía un olor
+clásico a ratones bastante pronunciado.
+
+Pero he aquí que en cuanto subo nada más que media docena de escalones,
+adquiero súbito y por arte mágico los suficientes conocimientos de latín
+para sufrir cualquier examen por riguroso que fuese. Subo otros cuantos
+y me encuentro hecho un sabio: la lengua romana no tenía secretos para
+mí.
+
+Naturalmente, comprendí que la visita era ya inútil. Bajé de nuevo la
+escalera y salí a la calle triunfante.
+
+Sin embargo, no había dado muchos pasos por ella cuando sentí que mi
+ciencia filológica menguaba de un modo sorprendente y al fin se
+disipaba como la bruma de la mañana; quedé un instante perplejo y me
+decidí a entrar otra vez en casa del profesor.
+
+Otra vez volví a sentir inundado mi cerebro por una ola de sabiduría,
+que lo bañó por completo y estuve bien tentado a dar la vuelta. Pero
+sospechando que pudiera ser un falaz espejismo, hice un esfuerzo por
+arrojar de mí aquella ilusión y tiré del cordón de la campanilla.
+
+Era un cordón negro, siniestro, fatídico, como la cuerda de un ahorcado.
+La campanilla sonó en las profundidades de aquel antro con lúgubre
+tañido, que apretó mi corazón; aunque ya estaba bien reducido.
+
+Y repentinamente sentí un vago deseo de que la casa se derrumbase y me
+sepultase entre sus ruinas.
+
+Una vieja salió a abrirme; detrás de ella un perro que me dirigió una
+mirada de desprecio sin ladrarme. Lo mismo él que la vieja comprendieron
+al instante que yo era un pobre estudiante que venía pidiendo
+misericordia. Estaban acostumbrados a estas visitas.
+
+Me introdujeron en una sala de piso negro y pegajoso por las capas de
+cera superpuestas durante medio siglo y allí me dejaron sin decirme una
+palabra. De las paredes, tapizadas con papel pintado que reproducía
+infinitas veces un loro mordiendo la flecha de la torre de un
+campanario, pendían algunas fotografías con marco de nogal representando
+al profesor con toga y birrete rodeado de sus discípulos. La fecha,
+escrita debajo con supremo arte caligráfico, era atrasadísima. Otros
+cuadros contenían diplomas que daban testimonio de la aplicación del
+profesor cuando era niño. ¿A qué época se remontarían estos diplomas?
+
+Al cabo de unos minutos se presentó el catedrático en persona y quedé
+petrificado como si viese un espectro.
+
+--¿Qué deseaba, hijo mío?--me dijo después de esperar vanamente a que yo
+diese algún signo de vida.
+
+Tardé todavía algún tiempo en salir de mi transmutación marmórea y, al
+fin, balbuciente y ruborizado, le pregunté por su salud y por la de su
+familia como si fuese lo único que en aquel momento me interesase sobre
+la tierra. El profesor me informó afablemente de estos extremos y volvió
+a reinar el silencio.
+
+Entonces me puse a dar vueltas entre los dedos a mi sombrero con la
+velocidad de un cuerpo celeste.
+
+El profesor apenas se dignó fijar la atención en aquel movimiento de
+rotación increíble y me siguió mirando de hito en hito.
+
+--El caso es... que dentro de algunos días me voy a presentar al
+ejercicio de letras para el grado de bachiller.
+
+--Perfectamente--manifestó el catedrático doblando el espinazo con
+ceremoniosa solemnidad.
+
+--Y como hace tanto tiempo que estudié el latín...
+
+No pude pasar más adelante; tenía un nudo en la garganta. El profesor
+vino en mi auxilio.
+
+--Supongo que no habrá usted abandonado su estudio y que se presentará
+bien preparado.
+
+--¡Ah!--exclamé poniéndome rojo hasta el blanco de los ojos--. No señor,
+no... no estoy bien preparado, sobre todo en el latín, que he abandonado
+un poco en estos últimos años.
+
+Los ojos del catedrático expresaron profunda consternación. Se llevó la
+mano a la frente y observé en él síntomas inminentes de
+desfallecimiento. Después comenzó a pasear por la sala con las manos
+atrás, según su costumbre, dejando escapar unas veces resoplidos de
+furor y otras suspiros de angustia.
+
+--¡Abandonar el hermoso idioma del Lacio!--exclamaba levantando los ojos
+al cielo.
+
+Yo me pegué a la pared maldiciendo la hora en que había nacido.
+
+--¡La lengua de Marco Tulio y Quintiliano!
+
+Me apreté aún más contra el muro sin dejar por eso de imprimir a mi
+sombrero una velocidad vertiginosa.
+
+--¡La lengua meliflua de Tíbulo y Propercio!
+
+Más pegado aún; casi incrustado.
+
+--¡La lengua de Escipión el Africano!
+
+Yo estaba desesperado de haber ofendido a aquellos ilustres varones,
+pero la cosa no tenía remedio. Ni aun logré filtrarme por la pared como
+era mi deseo vehemente.
+
+En fin, mi sombrero había hecho más de cinco mil revoluciones sobre sí
+mismo cuando el catedrático cesó de suspirar y lamentarse. Siguió
+paseando silencioso y entregado a una dolorosa meditación.
+
+Entonces acaeció en aquel recinto algo lamentable que no puedo recordar
+sin ponerme colorado. Sonriendo como un idiota rompí el silencio
+exclamando:
+
+--¡Vaya unas patatas que recoge usted en su finca del Naranco!
+
+Apenas había pronunciado estas absurdas palabras comprendí que había
+caído en un pozo. La desesperación me hizo quedar clavado en la pared
+con la misma sonrisa estúpida en los labios y aguardé impávido a que el
+profesor me echase de la estancia a puntapiés.
+
+Se detuvo delante de mí y me dirigió una larga y severa mirada. ¡Caso
+prodigioso! Aquella mirada fué poco a poco perdiendo su severidad y
+tornóse al cabo en benévola.
+
+--¡Maravillosas!--exclamó con énfasis--. Ni las más dulces de la
+Campania, ni las más farináceas del vecino reino de Castilla las sacan
+ventaja.
+
+¡Estaba salvado!
+
+Nuestra interesante conferencia, que duró todavía algunos minutos, versó
+toda ella sobre tan amables legumbres.
+
+Quintiliano y Escipión el Africano debieron de estremecerse con
+indignación en sus tumbas.
+
+Cuando al cabo me despedí, el catedrático me pasó paternalmente el brazo
+por encima de los hombros y vertió en mi oído algunas palabras de
+aliento.
+
+Ahora bien, esta escena ha enriquecido mi alma con una enseñanza y un
+sentimiento. La enseñanza, bien deplorable, es que en este mundo la
+adulación más grosera, más estúpida e inoportuna produce buen efecto. El
+sentimiento no puede ser más dulce: se cifra en la gratitud que he
+guardado siempre en el pecho hacia las patatas que fueron mis salvadoras
+en aquella ocasión. Jamás he dejado de rendirles homenaje cuando me las
+han presentado bien guisadas.
+
+Me hice bachiller al fin sin contratiempo alguno y vine a pasar el
+verano a Avilés con mis padres. No recuerdo otro más feliz en mi
+existencia si no es el que precedió a... ¿Por qué sumergir ahora la
+mirada en otras épocas de mi vida? El presente fué dichoso, porque a la
+conciencia de mi libertad, tan grata a todos los seres, se unía la
+perspectiva de la corte, no menos grata a los jóvenes provincianos.
+
+Me apuntaba la barba; se me había mudado la voz; en casa me consideraban
+ya como un hombre. Fuera de ella me mostraba tan celoso de esta
+prerrogativa, tan quisquilloso que cualquier palabra o signo que no se
+dirigiese al reconocimiento decisivo de mi virilidad me hería
+profundamente.
+
+Mi pobre madre, al verme mozo, se puso a amarme con verdadero frenesí.
+Ella, que siempre había sido sobria de caricias con sus hijos, me las
+prodigaba ahora frecuentes y apasionadas como si se sintiese morir.
+Cuando yo entraba en casa me echaba los brazos al cuello, me apretaba
+contra su pecho, me tenía así largo tiempo y me decía al oído palabras
+de ternura.
+
+En efecto, se sentía morir. Su cuerpo delicado parecía una sombra; sus
+grandes ojos negros le llenaban la cara. Todos lo observaban menos
+nosotros, que acostumbrados de toda la vida a verla sufrir imaginábamos
+sin duda que aquella salud tan quebradiza no se rompería jamás por
+completo. La sostenía su espíritu indomable hecho a guerrear desde la
+infancia con su cuerpo.
+
+Recuerdo que uno de aquellos últimos días de mi estancia en Avilés la
+encontré de rodillas limpiando con un paño la pata de una mesa donde
+había visto polvo. Cuando entré en la habitación quiso abrazarme, pero
+no pudo. Entonces corrí y la levanté en mis brazos con la misma
+facilidad que si fuera una niña. Ella sonriendo me abrazó y me besó con
+efusión. Yo sin darme cuenta de lo que aquello anunciaba sentí, no
+obstante, que las lágrimas se me agolpaban a los ojos.
+
+--¡Atrás, atrás recuerdos dolorosos! Toda mi vida he llevado en el alma
+aquel momento, aquella sonrisa triste como si antes de bajar a la tumba
+el ser que me dió el ser quisiera dejar grabada a buril su imagen en mi
+corazón.
+
+--¡Partamos! La dicha me espera. En los últimos días sentía una
+impaciencia loca por volar fuera del nido. Un mes antes ya había
+comenzado a arreglar mi baúl al cual dirigía miradas amorosas desde mi
+lecho al acostarme como si fuese el símbolo de mi felicidad. Compré un
+plano de Madrid y me puse a estudiarlo tan concienzudamente que cuando
+llegué a la capital pude caminar por ella con gran asombro de mis
+amigos, sin necesidad de guía.
+
+Por fin llegó el momento de la partida. Era, si no recuerdo mal, el día
+primero de Octubre, cuatro antes de cumplir los diez y siete años. Mi
+padre me acompañó hasta Oviedo. La silla de posta salía por la noche de
+la plazuela de la Catedral, donde se hallaba la casa del Correo.
+
+En la mal esclarecida plazoleta trajinaban los mozos subiendo a la baca
+de la diligencia los equipajes mientras algunas escasas personas en
+torno de ella despedían a sus deudos o amigos. Reinaba un silencio
+discreto, un ambiente de tristeza. Los caballos de vez en cuando hacían
+sonar sus cascabeles sin despertar alegría.
+
+El reloj de la torre, cuya grave voz tantas veces me había llamado a mis
+estudios y a mis recreos, vibró al fin con diez campanadas. Recibí las
+últimas caricias de mi padre sin emoción, con la indiferencia egoísta de
+todos los ilusos. El postillón hizo chasquear el látigo y partí.
+
+Al encontrarme solo y a obscuras en el fondo de la berlina corrió por mi
+cuerpo un estremecimiento feliz no exento de melancolía. Porque nuestra
+alma nos advierte con un lejano suspiro en medio de las más vivas
+alegrías que no debemos fiar de ellas. Una ola de vagos anhelos, de
+ilusiones y esperanzas se hinchaba dentro de mi pecho, subía a mi
+cerebro y me embriagaba. Jamás sentí la vida más amable que en aquella
+primera hora de soledad y de fuerza.
+
+El coche rodaba por la sombría carretera. Los árboles y las colinas se
+dibujaban informes en la penumbra de una noche estrellada sin luna. El
+ruido de los cascabeles, el chasquido del látigo del postillón y el
+sordo rumor de las ruedas me adormecían con un letargo deleitoso. Cuando
+cerraba los ojos una legión de ángeles murmuraban en mi oído palabras de
+ventura, desplegaban mágicas y soñadas perspectivas.
+
+¿Angeles he dicho? ¿No serían más bien diablos disfrazados?
+
+Pero ya comenzamos a escalar las grandiosas montañas del Pajares; ya nos
+acercamos a la cumbre; ya tocamos en ella.
+
+¡Adiós dulce infancia! ¡adiós adolescencia soñadora! Allá abajo me
+esperan la casa de huéspedes sórdida, la indiferencia desdeñosa, la
+hostilidad irracional, el placer sin alegría, el pecado, el
+remordimiento...
+
+Ya la diligencia traspone la cima de la montaña; ya corre por las
+llanuras dilatadas de Castilla.
+
+¡Adiós! ¡Adiós! Adán salió del Paraíso.
+
+FIN
+
+ * * * * *
+
+
+
+
+ÍNDICE
+
+ Páginas
+
+
+Antes de empezar, 7
+
+I.--Adán en el Paraíso, 11
+
+II.--Una suerte original del toreo, 19
+
+III.--Impresiones del estío, 26
+
+IV.--La infancia ante la muerte, 36
+
+V.--Ramonín, 45
+
+VI.--Músicos ambulantes, 53
+
+VII.--La partida, 61
+
+VIII.--Avilés, 68
+
+IX.--Primeras impresiones, 76
+
+X.--Cometo un asesinato, 82
+
+XI.--De cómo fuí excomulgado, 86
+
+XII.--Resuelvo hacerme ermitaño, 93
+
+XIII.--La vara de Falaris, 103
+
+XIV.--El triunfo de la fraternidad, 108
+
+XV.--Don Antonio Joyana, 114
+
+XVI.--Mi padre, 123
+
+XVII.--Misterios dolorosos, 128
+
+XVIII.--Primeras lecturas, 140
+
+XIX.--Fray Melitón, 147
+
+XX.--El cachorrillo, 158
+
+XXI.--La batalla de Galiana, 164
+
+XXII.--El suicidio de Anguila, 172
+
+XXIII.--Pedro Menéndez, 183
+
+XXIV.--Historia triste de mi amigo Genaro, 191
+
+XXV.--Rosas tempranas, 197
+
+XXVI.--Paréntesis, 205
+
+XXVII.--Oviedo, 214
+
+XXVIII.--El cuadro de honor, 220
+
+XXIX.--Besos en cabeza de turco, 228
+
+XXX.--Caballería infantil, 238
+
+XXXI.--Segundas lecturas, 247
+
+XXXII.--Dar de beber al sediento, 256
+
+XXXIII.--El Ateneo, 265
+
+XXXIV.--El club, 275
+
+XXXV.--Impresiones musicales, 287
+
+XXXVI.--El sueño del «Lucero», 294
+
+XXXVII.--Poeta y cazador, 301
+
+XXXVIII.--Adán expulsado, 306
+
+ * * * * *
+
+
+=TRADUCCIONES DE PALACIO VALDÉS=
+
+
+=Marta y María.=
+
+Traducida al francés, por Mme. Devismes de Saint-Maurice.--Publicada en
+_Le Monde Moderne_.
+
+Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.--Un tomo.--New-York.
+
+Traducida al ruso, por M. Pawlosky.--Publicada en el _Diario de San
+Petersburgo_.
+
+Traducida al sueco, por A. Hillman.--Un tomo.--Stockolmo.
+
+Traducida al tcheque, por O. S. Vetti.--Un tomo.--Praga.
+
+
+=El idilio de un enfermo.=
+
+Traducida al francés, por M. Albert Savine.--Publicada en _Les Heures du
+Salon et de l'Atelier_.
+
+Traducida al tchèque, por M. A. Pikhart.--Un tomo.--Praga.
+
+
+=Aguas fuertes.=
+
+Traducidas y publicadas la mayor parte de estas novelitas por _La
+Independencia Belga_, _El Diario de Ginebra_, _El Correo de Hannover_,
+_Hlas Národa_, _Lumir_ y otros periódicos y revistas.
+
+Edición española con introducción y notas en inglés para el estudio del
+español en Inglaterra y Estados Unidos, por W. T. Faulkner.--Un
+tomo.--New-York.
+
+
+=José.=
+
+Traducida al francés, por Mlle. Sara Oquendo.--Publicada en la _Revue de
+la Mode_.--París.
+
+Traducida al inglés, por C. Smith.--Un tomo.--New-York.
+
+Traducida al alemán y publicada en _Furs Haus_.--Berlín.
+
+Traducida al holandés, por M. Hora Adema, y publicada en _Het Nieuws_
+_van den Dag_.--Amsterdam.
+
+Traducida al sueco, por A. Hillman.--Un tomo.--Stockolmo.
+
+Traducida al tchèque, por A. Pikhart.--Un tomo.--Praga.
+
+Traducida al portugués, por Cunha e Costa.--Publicada en _Revista da
+Semana_.--Río de Janeiro.
+
+Traducida al danés, por Oskar V. Andersen.--Un tomo.--Copenhague y
+Kristiania.
+
+Edición española con prefacio y notas en inglés para el estudio del
+español en Inglaterra y Estados Unidos, por el profesor Mr.
+Davidson.--Un tomo.--New-York.--London.
+
+
+=Riverita.=
+
+Traducida al francés, por M. Julien Lugol.--Publicada en la _Revue
+Internationale_.
+
+
+=Maximina.=
+
+Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.--Un tomo.--New-York.
+
+=El cuarto Poder.=
+
+Traducida al francés, por B. d'Etroyat.--Publicada en _Le
+Temps_.--París.
+
+Traducida al inglés, por Miss Rachel Challice.--Un
+tomo.--New-York.--London.
+
+Traducida al holandés, por M. Hora Adema.--Un tomo.--Amsterdam.
+
+
+=La Hermana San Sulpicio.=
+
+Traducida al francés, por Mme. Huc, con prefacio de Emile Faguet, de la
+Academie Française.--Un tomo.--París.
+
+Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.--Un tomo.--New-York.
+
+Traducida al holandés y publicada en _El Correo de Rotterdam_.
+
+Traducida al sueco, por A. Hillman.--Un tomo.--Stockolmo.
+
+Traducida al ruso, por Mme. Karminvi.--Un tomo.--San Petersburgo.
+
+Traducida al italiano, por Angelo Norsa.--Un tomo.--Milán.
+
+=La espuma.=
+
+Traducida al inglés, por Clara Bell.--Un tomó.--London.
+
+
+=La Fe.=
+
+Traducida al francés, por M. Jules Laborde.--Un tomo.--París.
+
+Traducida al inglés, por I. Hapgood.--Un tomo.--New York.
+
+Traducida al alemán, por Albert Cronan.--Un tomo.--Leipzig.
+
+
+=El maestrante.=
+
+Traducida al francés, por J. Gaure, con estudio preliminar de M.
+Bordes.--Un tomo.--París.
+
+Traducida al inglés, por Miss Challice.--Un tomo.--London.
+
+=El origen del pensamiento.=
+
+Traducida al francés, por M. Dax Delime.--Publicada en la _Revue
+Britannique_.
+
+Traducida al inglés, por I. Hapgood.--Publicada en _The Cosmopolitan_,
+con ilustraciones de Cabrinety.
+
+
+=Los majos de Cádiz.=
+
+Traducida al francés, por M. A. Glorget.--Publicada en el _Journal des
+Debats_.
+
+Traducida al holandés, por Mary Hora Adema.--Un tomo.--Amsterdam.
+
+=La alegría del capitán Ribot.=
+
+Traducida al francés, por C. Du Val Asselin.--Un tomo.--París.
+
+Traducida al inglés, por Minna C. Smith.--Un tomo.--New-York.
+
+Traducida al holandés, por A. Fokker.--Un tomo.--Amsterdam.
+
+Traducida al italiano, por Angelo Norsa.--Publicada en _Il Sécolo
+XIX_.--Génova.
+
+Edición española con notas en inglés y vocabulario para el estudio del
+español, por los profesores Morrison y Churchman.--Un tomo.--New
+York.--London.
+
+
+=Tristán.=
+
+Traducida al inglés, por Jane B. Reid.--Un tomo.--Boston.
+
+=Papeles del Doctor Angélico.=
+
+Traducidos al alemán, por Mr. Franz Hartman.--Un tomo.
+
+ * * * * *
+
+
+NOTAS:
+
+[1] Casetas cuadradas de madera destinadas a graneros, sostenidas y
+aisladas del suelo por columnas de piedras.
+
+[2] Véase _La Aldea perdida_.
+
+[3] Véase _La Aldea perdida_.
+
+[4] En esta narración me autorizo el cambiar los nombres, por razones
+que no se le ocultarán al lector.
+
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of La novela de un novelista, by
+Armando Palacio Valdés
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA NOVELA DE UN NOVELISTA ***
+
+***** This file should be named 38814-8.txt or 38814-8.zip *****
+This and all associated files of various formats will be found in:
+ http://www.gutenberg.org/3/8/8/1/38814/
+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
+produced from images available at The Internet Archive)
+
+
+Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.
+
+Creating the works from public domain print editions means that no
+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
+permission and without paying copyright royalties. Special rules,
+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
+copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to
+protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project
+Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you
+charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you
+do not charge anything for copies of this eBook, complying with the
+rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose
+such as creation of derivative works, reports, performances and
+research. They may be modified and printed and given away--you may do
+practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is
+subject to the trademark license, especially commercial
+redistribution.
+
+
+
+*** START: FULL LICENSE ***
+
+THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
+PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK
+
+To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free
+distribution of electronic works, by using or distributing this work
+(or any other work associated in any way with the phrase "Project
+Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project
+Gutenberg-tm License (available with this file or online at
+http://gutenberg.org/license).
+
+
+Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm
+electronic works
+
+1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm
+electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to
+and accept all the terms of this license and intellectual property
+(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all
+the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy
+all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession.
+If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project
+Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the
+terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or
+entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8.
+
+1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be
+used on or associated in any way with an electronic work by people who
+agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few
+things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
+even without complying with the full terms of this agreement. See
+paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project
+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
+and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
+works. See paragraph 1.E below.
+
+1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation"
+or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
+Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the
+collection are in the public domain in the United States. If an
+individual work is in the public domain in the United States and you are
+located in the United States, we do not claim a right to prevent you from
+copying, distributing, performing, displaying or creating derivative
+works based on the work as long as all references to Project Gutenberg
+are removed. Of course, we hope that you will support the Project
+Gutenberg-tm mission of promoting free access to electronic works by
+freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of
+this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with
+the work. You can easily comply with the terms of this agreement by
+keeping this work in the same format with its attached full Project
+Gutenberg-tm License when you share it without charge with others.
+
+1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern
+what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in
+a constant state of change. If you are outside the United States, check
+the laws of your country in addition to the terms of this agreement
+before downloading, copying, displaying, performing, distributing or
+creating derivative works based on this work or any other Project
+Gutenberg-tm work. The Foundation makes no representations concerning
+the copyright status of any work in any country outside the United
+States.
+
+1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg:
+
+1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate
+access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently
+whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the
+phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project
+Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed,
+copied or distributed:
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived
+from the public domain (does not contain a notice indicating that it is
+posted with permission of the copyright holder), the work can be copied
+and distributed to anyone in the United States without paying any fees
+or charges. If you are redistributing or providing access to a work
+with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the
+work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1
+through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the
+Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or
+1.E.9.
+
+1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted
+with the permission of the copyright holder, your use and distribution
+must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional
+terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked
+to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the
+permission of the copyright holder found at the beginning of this work.
+
+1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm
+License terms from this work, or any files containing a part of this
+work or any other work associated with Project Gutenberg-tm.
+
+1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this
+electronic work, or any part of this electronic work, without
+prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with
+active links or immediate access to the full terms of the Project
+Gutenberg-tm License.
+
+1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary,
+compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any
+word processing or hypertext form. However, if you provide access to or
+distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than
+"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version
+posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org),
+you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a
+copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon
+request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other
+form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm
+License as specified in paragraph 1.E.1.
+
+1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
+performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works
+unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9.
+
+1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing
+access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided
+that
+
+- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
+ the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
+ you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
+ owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he
+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
+ Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments
+ must be paid within 60 days following each date on which you
+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
+ returns. Royalty payments should be clearly marked as such and
+ sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
+ address specified in Section 4, "Information about donations to
+ the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."
+
+- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies
+ you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he
+ does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm
+ License. You must require such a user to return or
+ destroy all copies of the works possessed in a physical medium
+ and discontinue all use of and all access to other copies of
+ Project Gutenberg-tm works.
+
+- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any
+ money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
+ electronic work is discovered and reported to you within 90 days
+ of receipt of the work.
+
+- You comply with all other terms of this agreement for free
+ distribution of Project Gutenberg-tm works.
+
+1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
+electronic work or group of works on different terms than are set
+forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
+both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
+Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
+Foundation as set forth in Section 3 below.
+
+1.F.
+
+1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable
+effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
+public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
+collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
+works, and the medium on which they may be stored, may contain
+"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or
+corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual
+property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a
+computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by
+your equipment.
+
+1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right
+of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project
+Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project
+Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all
+liability to you for damages, costs and expenses, including legal
+fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT
+LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE
+PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE
+TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE
+LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR
+INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH
+DAMAGE.
+
+1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a
+defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can
+receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a
+written explanation to the person you received the work from. If you
+received the work on a physical medium, you must return the medium with
+your written explanation. The person or entity that provided you with
+the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a
+refund. If you received the work electronically, the person or entity
+providing it to you may choose to give you a second opportunity to
+receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy
+is also defective, you may demand a refund in writing without further
+opportunities to fix the problem.
+
+1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth
+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
+WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
+WARRANTIES OF MERCHANTIBILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
+
+1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
+warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
+law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
+interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
+
+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
+providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
+with this agreement, and any volunteers associated with the production,
+promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
diff --git a/38814-8.zip b/38814-8.zip
new file mode 100644
index 0000000..ed9ef7f
--- /dev/null
+++ b/38814-8.zip
Binary files differ
diff --git a/38814-h.zip b/38814-h.zip
new file mode 100644
index 0000000..45f51dd
--- /dev/null
+++ b/38814-h.zip
Binary files differ
diff --git a/38814-h/38814-h.htm b/38814-h/38814-h.htm
new file mode 100644
index 0000000..db8c9d1
--- /dev/null
+++ b/38814-h/38814-h.htm
@@ -0,0 +1,11418 @@
+<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN"
+"http://www.w3.org/TR/xhtml1/DTD/xhtml1-strict.dtd">
+
+<html xmlns="http://www.w3.org/1999/xhtml" lang="es" xml:lang="es">
+ <head>
+<meta http-equiv="Content-Type" content="text/html;charset=iso-8859-1" />
+<title>
+ The Project Gutenberg eBook of La novela de un novelista, por Armando Palacio Valdés.
+</title>
+<style type="text/css">
+ p {margin-top:.2em;text-align:justify;margin-bottom:.2em;text-indent:2%;}
+
+.c {text-align:center;text-indent:0%;}
+
+.cen {text-align:center;text-indent:0%;margin: 2% auto 2% auto;}
+
+.cb {text-align:center;text-indent:0%;font-weight:bold;}
+
+div.ded {margin:8% 20% 8% 30%;font-size:115%;}
+
+.hang {text-indent:-2%;margin-left:2%;}
+
+.nind {text-indent:0%;}
+
+.r {text-align:right;margin-right:25%;}
+
+h1 {margin:8% auto 8% auto;text-align:center;clear:both;}
+
+h2 {margin:8% auto 2% auto;text-align:center;clear:both;
+font-size:120%;}
+
+ hr.full {width:100%;margin:5% auto 5% auto;border:4px double gray;}
+
+ table {margin: 2% auto 2% auto;border:none;text-align:left;}
+
+ body {margin-left:2%;margin-right:2%;background:#fdfdfd;color:black;font-family:"Times New Roman", serif;font-size:medium;}
+
+.un {text-decoration:underline;}
+
+.ov {text-decoration:overline;text-align:center;text-indent:0%;}
+
+a:link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;}
+
+ link {background-color:#ffffff;color:blue;text-decoration:none;}
+
+a:visited {background-color:#ffffff;color:purple;text-decoration:none;}
+
+a:hover {background-color:#ffffff;color:#FF0000;text-decoration:underline;}
+
+.smcap {font-variant:small-caps;font-size:95%;}
+
+ img {border:none;}
+
+.footnotes {border:dotted 3px gray;margin-top:15%;clear:both;}
+
+.footnote {width:95%;margin:auto 3% 1% auto;font-size:0.9em;position:relative;}
+
+.label {position:relative;left:-.5em;top:0;text-align:left;font-size:.8em;}
+
+.fnanchor {vertical-align:30%;font-size:.8em;}
+
+</style>
+ </head>
+<body>
+
+
+<pre>
+
+Project Gutenberg's La novela de un novelista, by Armando Palacio Valdés
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: La novela de un novelista
+
+Author: Armando Palacio Valdés
+
+Release Date: February 9, 2012 [EBook #38814]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA NOVELA DE UN NOVELISTA ***
+
+
+
+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
+produced from images available at The Internet Archive)
+
+
+
+
+
+
+</pre>
+
+<hr class="full" />
+
+<h1>LA NOVELA DE UN NOVELISTA</h1>
+
+<p><a name="page_001" id="page_001"></a></p>
+
+<table border="3" cellpadding="5" cellspacing="0" summary="">
+<tr><td align="center"><a href="#INDICE"><b>AL ÍNDICE</b></a></td></tr>
+</table>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p><a name="page_002" id="page_002"></a></p>
+
+<p class="cb">OBRAS DE PALACIO VALDÉS<br /><br />
+4 PESETAS TOMO</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Señorito Octavio</span>, un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Marta Y María</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al sueco, al
+ruso y al tcheque.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Idilio de un enfermo</span>, un tomo. Traducido al francés y al tcheque.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Aguas Fuertes</span> (novelas y cuadros, un tomo). Traducidas al francés, al
+inglés, al alemán, al holandés, al sueco y al tcheque. Edición española
+con notas y vocabulario en inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">José</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al alemán, al holandés,
+al sueco, al tcheque, al danés y al portugués. Edición española con
+notas en inglés para el estudio del español en Inglaterra y E. U. A.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Riverita</span>, un tomo. Traducida al francés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Maximina</span> (segunda parte de <i>Riverita</i>), un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El cuarto Poder</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al holandés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Hermana San Sulpicio</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés, al
+holandés, al ruso, al sueco y al italiano.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Espuma</span>, un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Fe</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés y al alemán.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El Maestrante</span>, un tomo. Traducida al francés y al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">El origen del pensamiento</span>, un tomo. Traducida al francés y al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Los Majos de Cádiz</span>, un tomo. Traducida al francés y al holandés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La Alegría del Capitán Ribot</span>, un tomo. Traducida al francés, al inglés,
+al sueco, al holandés y al italiano. Edición española con notas y
+vocabulario en inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">La aldea perdida</span>, un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Tristán O el pesimismo</span>, un tomo. Traducida al inglés.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Semblanzas literarias</span> (<i>Los oradores del Ateneo, Los novelistas
+españoles, Nuevo viaje al Parnaso</i>), un tomo.</p>
+
+<p class="hang"><span class="smcap">Papeles del Doctor Angélico</span>, un tomo. Traducidos al alemán. <span class="smcap"> Años de
+juventud del Doctor Angélico</span>, un tomo. <span class="smcap"> La novela de un novelista</span>. Un
+tomo, 5 pesetas.<a name="page_003" id="page_003"></a></p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="c">
+OBRAS COMPLETAS<br />
+<br />
+<small>DE</small><br />
+<br />
+<span class="un">
+&nbsp; &nbsp; &nbsp;
+&nbsp; &nbsp; &nbsp;
+D. ARMANDO PALACIO VALDÉS
+&nbsp; &nbsp; &nbsp;
+&nbsp; &nbsp; &nbsp;</span><br />
+<br />
+TOMO XXI</p>
+
+<h1>LA NOVELA DE UN NOVELISTA</h1>
+
+<p class="c">ESCENAS DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA<br />
+<br /><br /><br />
+<img src="images/ill_barra.png"
+width="65"
+height="11" alt="barra" title="barra" />
+<br /><br /><br />
+<br />
+MADRID<br />
+<span class="smcap">Librería de Victoriano Suárez</span><br />
+<small>Preciados, número 48.<br />
+1922</small></p>
+
+<p><a name="page_004" id="page_004"></a></p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="c">&mdash;&mdash;&mdash;&mdash;<br />
+ES PROPIEDAD DEL AUTOR<br />
+&mdash;&mdash;&mdash;&mdash;</p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="ov">
+&nbsp;&nbsp;&nbsp;
+Imprenta Helénica. Pasaje de la Alhambra, núm. 3, Madrid.
+&nbsp;&nbsp;&nbsp;
+</p>
+
+<p><a name="page_005" id="page_005"></a></p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="cb">
+<i><big>DEDICATORIA</big></i><br />
+<br />
+<i><big>A LOS NIÑOS DE HOY</big></i></p>
+
+<div class="ded">
+<p><i>A vosotros dedico estas páginas, porque<br />
+seréis tal vez los únicos que con ellas se<br />
+diviertan. No me pesa. Quisiera terminar<br />
+mi vida haciendo meditar un poco a los<br />
+grandes y divirtiendo a los pequeños.</i></p>
+<p class="r"><i>A. P. V.</i></p>
+
+</div>
+
+<p><a name="page_006" id="page_006"></a></p>
+
+<p><a name="page_007" id="page_007"></a></p>
+
+<h2><a name="ANTES_DE_EMPEZAR" id="ANTES_DE_EMPEZAR"></a>ANTES DE EMPEZAR</h2>
+
+<p>Los niños encuentran siempre el mundo nuevo y jugoso. Para los viejos
+como yo se cae a pedazos de puro seco. ¿Quién tiene razón? Ellos; sin
+duda ellos. Todo pierde su valor con el tiempo, pero no es culpa de los
+manjares, sino de la boca y la lengua. «Preguntad a los niños y los
+pájaros cómo saben las cerezas», dice un proverbio alemán. Ignoro cómo
+sabrán a los pájaros, pero en cuanto a mí me sabían tan bien hace
+sesenta años que cuando veía una cesta de ellas caía inmediatamente en
+éxtasis como Santa Teresa en presencia del Sacramento.</p>
+
+<p>La historia de la infancia es igual siempre a sí misma. Es la felicidad.
+Todo niño es feliz si una mano brutal no se interpone entre él y la
+felicidad. Aire, luz, libertad, un poco de arena o de barro. No
+necesitamos entonces más para ser felices. Todo eso lo da Dios. Sólo en
+la infancia percibimos el sabor de los elementos creados. Las cosas
+tienen verdadera significación para nosotros: el mar, la lluvia, la
+aurora, las montañas y los ríos, las fisonomías de los hombres y los
+animales entran por los ojos en nuestra alma y allí se pintan con
+caracteres indelebles.</p>
+
+<p>Recuerdo la profunda impresión que me causaba en mi niñez el mar. Cuando
+me acercaba a él todo mi diminuto ser se estremecía; la brisa salina me
+enajenaba, el fragor de las olas me enardecía, los barcos que se
+balanceaban a la orilla me dirigían amables invitaciones, las gaviotas
+volando sobre la inmensa llanura despertaban en mi corazón ansias locas
+de lo infinito. Era una mezcla de terror y de gozo. No podía hartarme de
+mirar y de sentir. Había una especie de fascinación en este<a name="page_008" id="page_008"></a> abismo
+azul, verde, argentado que me hacía esperar siempre algo inefable y
+divino. ¿Qué nueva felicidad llegaría para mi? ¿Dónde se escondería en
+este momento? Mi espíritu daba vueltas, trazaba círculos como aquellas
+gaviotas sobre la fúlgida llanura. Pensaba ver surgir de las olas
+figuras adorables, rostros divinos que me sonreían. Era el templo de
+Dios aquel abismo líquido y transparente de donde se alzaba una música
+que me inundaba de dicha y llenaba mis ojos de lágrimas...</p>
+
+<p>¡Ay! ahora me acerco al mar como si fuese a la Puerta del Sol. Contemplo
+las volutas argentadas de sus olas con la misma indiferencia que los
+chorros de las mangas de riego. Su estruendo temeroso me deja impasible
+como el ruido de los coches, y me parece que las gaviotas con sus
+graznidos pregonan los periódicos de la tarde.</p>
+
+<p>Al meditar sobre tal contraste llama a mi puerta con fuerte campanillazo
+el idealismo trascendental&mdash;«¡Todo está en ti, iluso, todo está en
+ti!»&mdash;. Todo no; algo queda fuera, y por este algo es posible la vida y
+se hace imposible la muerte.</p>
+
+<p>En realidad sólo en la niñez somos sabios, sólo entonces establecemos
+las verdaderas relaciones entre los hombres y las cosas: el odio es
+odio, el orgullo es orgullo y la justicia justicia.</p>
+
+<p>Por eso escribo la historia de mi infancia, porque sólo entonces me
+encuentro original y sincero. El niño no se acerca a un general, ni a un
+ministro, ni a un clérigo ni a un mendigo; se acerca siempre a un
+hombre. En todas las figuras y con todos los disfraces vemos al hombre y
+a él nos ligamos o lo repelemos. Como salimos frescos de las manos de
+Dios sabemos que todos somos imágenes de El y que no son los zapatos y
+el sombrero lo que nos aproxima más al original.</p>
+
+<p>Los niños creen absolutamente en la bondad del Universo. Viniendo de lo
+Infinito no pueden concebir la maldad más que como locura. Creen en la
+salud moral, creen en la simpatía desinteresada y en la fidelidad.
+Cuando un sujeto guapo que frecuenta su casa les besa cariñosamente y
+les trae golosinas, no se les pasa por la<a name="page_009" id="page_009"></a> mente que aquel sujeto hace
+sólo esto por conquistar a su mamá.</p>
+
+<p>El amor es confiado. Por eso de niños no nos cansamos jamás de creer y
+confiar. Porque en nuestra alma se halla entonces presente la paz
+indescriptible, la justicia ilimitada, la bondad infinita del Señor. Se
+necesita que el mundo nos arranque cruelmente la fe y con ella pedazos
+del corazón para que desconfiemos de los que nos rodean. En mi casa hay
+unas niñas que cuando van al colegio le piden todos los días a su mamá
+que envíe a buscarlas media hora antes de la salida reglamentaria. La
+madre se lo promete y jamás lo cumple; pero ellas se marchan tranquilas
+confiando en su palabra, y al día siguiente lo mismo. ¡Es hermoso! En
+cambio a nosotros, los viejos, un ministro nos jura por Dios y todos los
+santos, por su padre y por su madre que acepta la cartera para trabajar
+por el bien del país, sin pensar en lucrarse... y no le creemos. ¡Es
+horrible!</p>
+
+<p>Esta confianza inquebrantable en la bondad del Universo es lo que nos
+hace felices en la infancia. La mía ha sido particularmente dichosa por
+una disposición de circunstancias que el lector apreciará si se digna
+pasar la vista por las siguientes páginas.</p>
+
+<p>Mi infancia y mi adolescencia se pasaron en dos medios bien diferentes,
+en las ásperas montañas de la más abrupta provincia española y en las
+riberas del mar. Esta ventaja de alternar la vida campesina con la
+marítima es inapreciable porque da variedad a la vida y desarrolla en
+nosotros pensamientos y aptitudes diversas. Sabido es que nada refresca
+tanto el cuerpo y el espíritu como el cambio de ambiente y de
+costumbres. Además fuí educado con una libertad que pocos niños han
+disfrutado en la clase a que yo pertenezco. Nadie me ha obligado jamás a
+estudiar. Yo lo he hecho siempre cuando quería y como quería. Mi padre
+era un escéptico irreductible en lo referente a educación; se
+encolerizaba cada vez que oía decir que la educación puede mudar poco o
+mucho nuestra naturaleza. Tal vez arrastrado por su tendencia a la
+paradoja, fuese demasiado lejos en este punto.<a name="page_010" id="page_010"></a></p>
+
+<p>Después que salíamos de la escuela he discurrido siempre a mi antojo por
+la villa o por el campo en compañía de otros niños hasta que sonaba el
+<i>Angelus</i> en la iglesia, en cuyo instante estábamos obligados a
+restituirnos a casa sin pérdida de tiempo. Nada de ayas o vigilantes,
+nada de colegios particulares y aristocráticos que no he pisado jamás.
+He ido siempre a la escuela pública y más tarde al Instituto. No maldigo
+de colegios y academias que no conozco; pero opino que es mejor para un
+niño beberse el aire de la calle y recibir algunos sopapos de los hijos
+de los carniceros. Acaso por esto en las pequeñas poblaciones no existe
+ese odio irreconciliable entre burgueses y proletarios que observamos en
+las grandes ciudades.</p>
+
+<p>Laviana con sus ingentes montañas; Avilés con sus vergeles, con la
+belleza y alegría de sus mujeres incomparables, con sus habitantes
+selectos, apasionados del Arte; Oviedo, ciudad rebosante de ingenio y
+cultura fueron los dorados pórticos donde corrió mi infancia. El cielo
+me concedió una madre solícita y tierna, un padre sensible, noble,
+ilustrado, parientes afectuosos, amigos de extraordinario despejo que
+fueron más tarde honor de nuestra nación. En verdad que no debo quejarme
+de mi hado. Hay sujetos que pasan su vida lamentándose de cuanto les
+rodea, de su patria, de su familia, de sus amigos, de su profesión y
+hasta del siglo que les vió nacer, del tiempo y del espacio. El hombre
+es un ser que quisiera siempre estar en <i>otra parte</i>. Yo no he aspirado
+a moverme de la mía. Padres, deudos, vecinos, amigos, compañeros han
+sido genios propicios para mí. He hallado en mi camino hermosas almas a
+las cuales soy deudor del corto talento que he podido desplegar en este
+mundo. Mis días se han deslizado dulces, serenos, perfumados por el amor
+y la amistad, turbados solamente por la huída de seres muy queridos a
+otra región más alta. Ignoro lo que la suerte me reserva. Aunque me
+resta corta vida, para el dolor puede ser muy larga. Pero si Dios me
+invitase a repetir la que hasta ahora he llevado, no vacilaría en
+aceptar el convite.<a name="page_011" id="page_011"></a></p>
+
+<h2><a name="I" id="I"></a>I<br /><br />
+<small>ADÁN EN EL PARAÍSO</small></h2>
+
+<p>Habíamos llegado a Entralgo la noche anterior; un día entero caminando
+en diligencia hasta entrar en Sama de Langreo. Allí nos esperaba nuestro
+mayordomo Cayetano con los caballos necesarios. Montó mi padre en un
+caballo blanco, izaron a mi madre sobre otro negro provisto de jámugas,
+acomodaron a las criadas sobre pacíficos asnos y a mí me puso Cayetano
+delante de sí en su propio caballo <i>Gallardo</i>, más brioso que <i>Bucéfalo</i>
+y más juicioso que <i>Rocinante</i>. Nos servía de espolique José Mateo.</p>
+
+<p>Seguimos la orilla del río y cuando llegamos a Entralgo era ya noche. Yo
+estaba medio dormido. Sólo me di cuenta de que había unas montañas muy
+altas, muchos árboles, un río, una gran casa con balcones de madera y
+delante de ella unos cuantos aldeanos y aldeanas que nos acogieron con
+alegría. Dos de ellos llevaban sendos candiles en las manos, con los
+cuales nos alumbraban mientras nos apeábamos. Recuerdo que una mujer
+vieja y gorda, mejor vestida que las otras, me tomó de los brazos de
+Cayetano en los suyos y me besó con efusión diciendo en voz alta que
+parecía un clavel. Era Manola la noble esposa de Cayetano. Después
+manifestó en voz más alta aún, que parecía un botón de rosa y recuerdo
+que estos símiles me gustaron mucho y me hicieron formar buena idea de
+las facultades discursivas de esta señora.<a name="page_012" id="page_012"></a></p>
+
+<p>Mi padre dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Acostad a ese niño inmediatamente.</p>
+
+<p>Mi madre respondió:</p>
+
+<p>&mdash;Le daremos antes de cenar.</p>
+
+<p>Mi padre replicó:</p>
+
+<p>&mdash;No es necesario. Ha comido muchas golosinas.</p>
+
+<p>Y no recuerdo más. Cuando a la mañana siguiente abrí los ojos estaba en
+el Paraíso terrenal.</p>
+
+<p>Por los cristales de mi balcón se veía el sol nadando ya por el cielo
+azul. Frente a mí se alzaba una alta, hermosa montaña cuya crestería
+semejaba la de un castillo fantástico. Sobre esta montaña venían a
+posarse algunas nubecillas arreboladas que el viento empujaba
+suavemente. El balcón abría sobre un corredor guarnecido de una
+magnífica parra cuyos pámpanos caían como espléndido cortinaje,
+ocultándome a medias el paisaje.</p>
+
+<p>En aquel mismo cuarto hacía seis años, el de gracia de 1853, había yo
+visto por vez primera la luz del día.</p>
+
+<p>Mi padre me contó más tarde las circunstancias de mi nacimiento. Mi
+madre se hallaba en manos de la partera, de Manola y de otras tres o
+cuatro mujerucas expertas. Mientras tanto él, agitado y temeroso paseaba
+por el salón de la casa en compañía del notario don Salvador, del
+abogado Juncos y del señor cura de Lorio. A estos personajes fuí
+presentado inmediatamente después de nacer con las solemnidades de
+rúbrica. No hacía memoria mi padre de lo que había dicho en esta grave
+ocasión don Salvador el notario, ni el señor cura de Lorio, pero sí
+recordaba perfectamente que el abogado Juncos, mirándome fijamente y
+extendiendo su mano sobre mi cabeza, profirió con acento severo estas
+memorables palabras:</p>
+
+<p>&mdash;¡Dios le deje llegar al solio pontificio!</p>
+
+<p>El lector tendrá ya noticia seguramente de que los deseos proféticos del
+abogado Juncos no se han verificado. Me consta que mientras vivió nunca
+pudo consolarse de esta amarga decepción que le hizo experimentar el
+Sacro Conclave Romano.</p>
+
+<p>Poco después de nacer yo se trasladó mi familia a Avilés, la villa
+marítima que todo el mundo conoce. Y mis padres tuvieron el mal gusto de
+pasar seis años sin<a name="page_013" id="page_013"></a> poner los pies en Entralgo, lugar de celestiales
+delicias enclavado en la montaña.</p>
+
+<p>Osadamente me vestí sin llamar a la <i>chacha</i> y mi audacia llegó al punto
+de deslizarme por la casa sin conocerla. Encontré una escalera, bajé por
+ella y salí al campo. ¡Oh qué hermosa huerta se extendía delante de mí
+toda llena de ciruelas, cerezas y otros frutos deliciosos! Apenas di
+unos cuantos pasos tropecé con José Mateo, aquel criado moreno, fornido,
+de cabellos rizados que nos había servido de espolique la tarde
+anterior.</p>
+
+<p>&mdash;José Mateo, alcánzame una ciruela.</p>
+
+<p>José Mateo obedeció inmediatamente. Después vi un cerezo cubierto de
+cerezas y ordené con el mismo imperio:</p>
+
+<p>&mdash;José Mateo, alcánzame cerezas.</p>
+
+<p>Y con igual sumisión José Mateo se encaramó en el árbol y me entregó una
+rama cuajada de ellas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde vas?&mdash;le pregunté.</p>
+
+<p>José Mateo me enteró de que iba en aquel momento a ordeñar las vacas y
+me preguntó si quería hacerle el honor de acompañarle. Se lo otorgué
+generosamente. Fuimos al establo y delante de él había unos cuantos
+hombres y mujeres arrancando patatas, que me acogieron con júbilo y me
+vitorearon como a un emperador. Yo apenas correspondí a esta calurosa
+ovación porque tenía prisa de hallarme frente a las vacas. Había cinco o
+seis: la <i>Salia</i>, la <i>Cereza</i>, la <i>Garbosa</i>, la <i>Morueca</i>, etc. Las
+contemplé con respeto y simpatía, pero mis ojos y mis sentidos todos se
+dirigieron inmediatamente a los terneros que se hallaban amarrados lejos
+de sus madres a un pesebre mucho más bajo. Acometido súbito de fervoroso
+amor me precipité hacia ellos para abrazarlos y besarlos. Me acogieron
+con notoria ingratitud, brincando y retorciéndose para esquivar mis
+caricias.</p>
+
+<p>&mdash;José Mateo, móntame sobre una vaca.</p>
+
+<p>José Mateo me montó sobre una vaca y me sostuvo todo el tiempo que yo
+quise. Después tomó su colodra y se puso a ordeñar. Los que arrancaban
+las patatas vinieron un momento a reposarse y siguieron tributándome los
+mismos homenajes. Pero yo estaba atentísimo a la operación<a name="page_014" id="page_014"></a> que
+realizaba José Mateo. Sin saber cómo, en mi mente nació un pensamiento
+ambicioso, el de ordeñar yo también a uno de los terneros. En cuanto
+signifiqué la proposición obtuvo un éxito inesperado. No sólo José Mateo
+sino todos los que allí había lo mismo hombres que mujeres la aprobaron
+fuertemente y manifestaron del modo más ostensible su satisfacción. José
+Mateo buscó un zapito más chico y me lo entregó. Acto continuo me puse a
+la obra...</p>
+
+<p>¿Por qué ríen aquellos mastuerzos? ¿Por qué ríen tanto? Reían hasta
+desternillarse, apretándose las costillas como si fuesen a estallar.
+Pero el ternero, brincaba, coceaba, se retorcía: y por más que yo,
+diligente y enardecido por los gritos de entusiasmo que los arrancadores
+de patatas lanzaban al aire, no cejaba en mi tarea, nunca pude extraer
+de él una gota de leche. Para resarcirme de esta dolorosa decepción José
+Mateo me ofreció un zapito rebosante de ella. Bebí hasta que me harté
+con viva satisfacción del concurso, el cual prorrumpió en gritos de
+entusiasmo al verme con las narices teñidas.</p>
+
+<p>En cuanto salimos del establo lo primero que encontramos ¡oh dicha! fué
+un asno.</p>
+
+<p>&mdash;José Mateo, móntame sobre ese burro.</p>
+
+<p>José Mateo obedeció y todos los demás le ayudaron a izarme y me pasearon
+largo rato por mis dominios hasta que me llamaron a tomar el chocolate.
+Y apenas tomado, subí de nuevo al cielo, esto es, monté en el asno y
+seguí paseándome, sirviéndome de palafreneros una muchedumbre de hombres
+y mujeres, por aquellos parajes encantados donde todo era placer, dicha
+y amor.</p>
+
+<p>Cuando llegó la hora de comer Manola y su digno esposo Cayetano, que
+ocupaban los bajos de nuestra casa, me invitaron a su mesa. ¡Oh! esta
+mesa era el artefacto más ingenioso y admirable que jamás se haya visto.
+Nos sentábamos en un gran escaño de madera ennegrecida delante del lar;
+se soltaban unas clavijas y de pronto bajaba una gran tabla a colocarse
+delante de nosotros. A pesar de mis canas todavía no puedo recordar esta
+mesa sin que mi corazón salte de alegría.</p>
+
+<p>Mientras comíamos, una gata maravillosa vino a ponerse<a name="page_015" id="page_015"></a> sobre el hombro
+de Cayetano y a comer las sobras de su plato. Mi sueño en aquel momento
+sería que se montase también sobre mi hombro y comiese conmigo. Pues
+bien, este sueño ambicioso se realizó antes de llegar al final de la
+comida. La <i>Micona</i>, aquella gata majestuosa, madre de tres generaciones
+de gatos guerreros, me hizo el honor de subirse a mi espalda y meter el
+hocico en mi plato. Yo permanecí tan confuso y agradecido que me
+apresuré a darle todo lo que había en él y si no hubiera sido por Manola
+me quedo con hambre.</p>
+
+<p>Después salgo al campo otra vez, y mis pies recorren los deliciosos
+senderos de la aldea, los bosques de avellanos, las calles estrechas
+entre setos de zarzamora y madreselva. Un sentimiento de inmortal
+felicidad invadía mi espíritu, lo tenía suspenso y extasiado. El aire
+embalsamado penetraba en mis pulmones embriagándome, los pájaros
+gorjeaban sobre mi cabeza bendiciones, las hojas de los árboles
+susurraban a mi oído promesas de dicha. De pronto en una de las
+revueltas del sendero, tropiezo con una gran cerda que llevaba en pos de
+sí ocho o diez cerditos. Jamás he visto una aparición más celestial.
+Aquellos animalitos bulliciosos, sonrosados, cautivaron inmediatamente
+mi corazón.</p>
+
+<p>Y como yo estaba persuadido de que me hallaba en el Paraíso y que todas
+las criaturas de Dios debían obedecerme y acatarme, en cuanto vi a un
+paisano cerca le ordené que me diera uno de aquellos cerditos. Sin
+pérdida de tiempo me lo entregó y yo le besé con transporte en el
+hocico. Pero aquel animalito no debía estar acostumbrado a esta clase de
+expansiones amorosas porque la tomó como una ofensa, se puso a chillar y
+a forcejear hasta que logró desasirse y escapar con sus hermanos.</p>
+
+<p>Un poco más lejos vi algunos carneros pastando, y el pastor, que era un
+chico de catorce o quince años, me invitó a que me sentara a su lado. Me
+trató igualmente como a rey y señor, me regaló una flauta con la cual
+distraía sus ocios y los de los carneros, me enseñó a hacer jaulas de
+mimbre para los grillos, me adiestró en la caza de éstos, revelándome
+algunos procedimientos de<a name="page_016" id="page_016"></a> su invención y por último me hizo saber que
+aquellos carneros me pertenecían y estaban a mis órdenes. Por lo tanto
+no tenía más que pedir a mi papá que me hiciese construir un carrito de
+madera y él se encargaba de enganchar los dos más fuertes y domarlos
+hasta que pudiera pasearme por todo el concejo y llegar a Sama si fuera
+necesario. Yo pensé que me volvía loco de alegría. Me fuí a casa y
+haciendo irrupción en el despacho donde se hallaba mi padre con algunos
+señores, le signifiqué a boca de jarro mi pretensión. Todos aquellos
+señores la encontraron muy razonable y la apoyaron con todas sus
+fuerzas, de modo que mi padre dió inmediatamente las órdenes oportunas
+para que se construyese el carro.</p>
+
+<p>Pero ¿qué es lo que veo? Un perrito negro con un redondo lunar blanco en
+la frente, que empieza a brincar en torno mío solicitando mi valiosa
+protección. Me apoderé de él, le tomé en mis brazos y nuestra amistad
+quedó sellada. Este perrito era una perrita, se llamaba <i>Peseta</i> a causa
+de la forma y tamaño del lunar, que semejaba la moneda de este nombre y
+pertenecía al médico don Nicolás, uno de los señores presentes. Como es
+lógico le pedí en seguida que me la regalase, y como es lógico también,
+me respondió que desde aquel momento era mía.</p>
+
+<p>Salí con ella en los brazos y la paseé triunfante por la aldea
+mostrándola con orgullo a todo el vecindario. El respeto a la verdad me
+obliga a confesar que durante las dos o tres horas que la llevé sobre mi
+pecho, aquella linda perrita me dió pruebas inequívocas del más fino
+amor. Me decía cosas tiernas al oído y me lamía la cara, acaso más a
+menudo que lo que hubiera aconsejado la decencia. ¿Por qué, pues,
+aprovechando un descuido mío, saltó al suelo y emprendió una carrera
+vertiginosa sin escuchar mis anhelantes llamamientos? Nunca he podido
+comprenderlo. El corazón femenino es un abismo de contradicciones y
+misterios.</p>
+
+<p>Cuando venía hacia casa mohino y entristecido, tropecé con don Marcos,
+aquel famoso capellán que había perdido su fortuna en francachelas y
+sobre el tapete verde.<a name="page_017" id="page_017"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Don Marcos&mdash;le dije con acento dolorido&mdash;se me escapó la <i>Peseta</i>!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, hijo mío, cuántas se me habrán escapado a mí!&mdash;me respondió
+sonriendo.</p>
+
+<p>Yo no entendí el equívoco y creí de buena fe que había tenido muchas
+perritas y se le habían escapado. Y le compadecí sinceramente.</p>
+
+<p>Pero cuando llegué a casa el <i>Muley</i>, el obeso perro de caza de
+Cayetano, vino a mí y me consoló de la traición de aquella pérfida. ¡Qué
+honradote era aquel <i>Muley</i>! ¡qué gracioso! ¡Qué buen carácter tenía!
+Aunque me montase sobre él, aunque le tirase de las orejas y del rabo
+jamás le he visto enfadado. Lo único que hacía era sustraerme
+bonitamente el pan de la merienda. Pero lo ejecutaba con tal gracia y
+destreza que se lo perdonaba de todo corazón. Aquella tarde me hizo
+feliz y se tragó tres buenos cachos de pan y un gran pedazo de queso.</p>
+
+<p>Por la noche, después de cenar me recosté en el gran sofá del comedor,
+cerca de mi madre, que ocupaba el otro extremo. Más de una docena de
+mujerucas de la aldea vinieron a hacernos la tertulia. Como no había
+sillas bastantes, muchas de ellas se acomodaron en el suelo. Mi padre en
+un ángulo de la estancia fumaba un cigarro puro y charlaba con el señor
+cura, el notario don Salvador, el abogado Juncos y Cayetano. Las
+mujerucas hilaban y mi madre hilaba también sirviéndose de una preciosa
+rueca con incrustaciones de marfil que le había regalado mi abuelo. Sus
+dedos de hada torcían el hilo tan fino que las mujerucas no se hartaban
+de admirarla. De vez en cuando posaba en mí sus grandes, hermosos ojos
+negros, y sonreía dulcemente.</p>
+
+<p>Los míos se entornaban ya a mi despecho para dormir. Sentía perder de
+vista por algunas horas el paraíso en que la Providencia me había
+colocado. A mis oídos llegaba, sin embargo, la conversación que sostenía
+mi padre con aquellos señores. Se hablaba de unas cosas espantosas, del
+robo que se había cometido hacía pocos días en casa del señor cura de
+Pelúgano, de la ferocidad de los ladrones, de los tormentos que habían
+infligido al<a name="page_018" id="page_018"></a> buen sacerdote y a su ama de gobierno para hacerles
+declarar dónde estaba escondido el dinero. Pero todo aquello no era más
+que una horrible pesadilla. Yo estaba en el Paraíso, me hallaba
+absolutamente convencido de ello, y ansiaba despertarme para gozar
+nuevamente de sus alegrías inmortales.<a name="page_019" id="page_019"></a></p>
+
+<h2><a name="II" id="II"></a>II<br /><br />
+<small>UNA SUERTE ORIGINAL DEL TOREO</small></h2>
+
+<p>Después de tan larga ausencia mi padre tenía muchos asuntos que arreglar
+en Laviana. Permaneceríamos, pues, allí no sólo el verano sino el otoño,
+acaso también el invierno; en fin, una eternidad. Yo me dispuse a pasar
+la eternidad como la pasan los ángeles, suponiendo que los ángeles no
+tengan colegio. Mi padre me había anunciado que todos los días
+aprendería mis lecciones de gramática y de historia sagrada y escribiría
+mi plana; pero yo conocía a mi padre perfectamente aunque no le hubiese
+engendrado y la eficacia de sus preceptos cuando éstos tendían a
+molestarme.</p>
+
+<p>Me puse, pues, tranquilamente en los primeros días a recorrer el Paraíso
+terrenal y a reconocer sus parajes más deleitosos empezando por nuestra
+morada. Era un gran caserón hecho a retazos por sucesivas generaciones.
+Para pasar de una habitación a otra había que subir o bajar casi siempre
+un escalón y esta circunstancia me impresionó muy agradablemente en su
+favor, no sé por qué. Quizá, sin darme cuenta de ello, previese que
+aquel constante subir y bajar iba a influir beneficiosamente en el
+desarrollo de mis piernas. Sin embargo, lo primero que desarrollé fué la
+cabeza, pues di unas cuantas caídas que levantaron otros tantos
+chichones en ella.</p>
+
+<p>Había una gran sala en la parte trasera, que llamaban la <i>sala nueva</i>
+aunque era terriblemente vieja y a entrambos lados de la casa dos
+amplios corredores de rejas<a name="page_020" id="page_020"></a> guarnecidas con sendas parras. Los muebles
+eran feos y toscos: sobre todo un reloj de pesas tenía tan espantosa
+catadura, que no podía mirarlo sin sentirme inquieto, y cuando iba a dar
+la hora comenzaba a producir unos ruidos extraños y odiosos que me
+asustaban.</p>
+
+<p>La cama en que yo había nacido (esto lo supe después porque entonces no
+dudaba de haber llegado de Madrid en la consabida cestita) era un
+monumento de Semana Santa. Para subir a ella debía de existir una
+escalera de mano, pero yo no la vi. Los sillones de la sala pertenecían
+al tiempo de los cíclopes o por lo menos a la era pelásgica, pues ningún
+hombre de este siglo podía sentarse en ellos por sus propias fuerzas. En
+el sofá dormiríamos todos los de la casa sin molestarnos. Ciclópeas eran
+también las mesas de roble, que no podían ser removidas sin que subiesen
+los criados de la labranza a ayudar a las muchachas.</p>
+
+<p>Pero en medio de toda esta barbarie había un delicioso artefacto
+modernista, un organillo no más antiguo de un siglo. Era más alto que yo
+y su repertorio se componía de piezas de una ópera llamada <i>La
+Caravana</i>, valses de la reina de Escocia, minués y gavotas. Así que
+empuñé su manubrio y le hice sonar comprendí cuál era mi verdadera
+vocación en este mundo. Yo había nacido para tocar el organillo. Fiel a
+la voz del cielo estuve tocando cuarenta y ocho horas seguidas sin dejar
+mi trabajo más que a las horas de comer y dormir. Ignoro por qué lo
+abandoné pues nadie se empeñó en torcer mi vocación, pero es lo cierto
+que al cabo, por mi propia voluntad, fuí dejando claros cada vez mayores
+en mi tarea.</p>
+
+<p>En uno de estos intervalos se me ocurrió subir al desván. Era enorme,
+obscuro, lleno de polvo y de telas de araña. Imposible imaginar nada más
+interesante. Sillas desvencijadas, cajones medio abiertos, residuos de
+vajilla, libros encuadernados en pergamino, argadillos y otros
+cachivaches de formas para mí desconocidas. En un rincón había unos
+cuantos fusiles de chispa, que apenas tuve fuerzas para levantar; había
+espadas también, y en un viejo arcón hallé cinco o seis casacas azules,
+encarnadas,<a name="page_021" id="page_021"></a> blancas con las cuales determiné disfrazarme tan pronto
+como se presentase la ocasión. Estas casacas habían pertenecido a mi
+abuelo que había muerto tres o cuatro meses antes de venir yo al mundo.
+Fué militar y se retiró joven a sus tierras. Siendo cadete y contando
+sólo diez y seis años había hecho la guerra a la república francesa
+cuando nuestra nación se la declaró después de la ejecución de Luis XVI.
+Fué hecho prisionero y relataba, según me transmitía mi padre, que al
+entrar en Burdeos con otros prisioneros y antes de ser conducido a la
+prisión había visto cortar nueve cabezas en la guillotina. Una vez en la
+cárcel, que era una especie de viejo almacén, trató de sobornar a varios
+centinelas mostrándoles una onza de oro que había conservado. Todos le
+rechazaron indignados y alguno le golpeó con la culata del fusil. Por
+fin uno de los mozos que diariamente venían a traerles una cabeza de
+carnero a cada uno y hacer la limpieza se ablandó, le cedió su
+sombrerete y en mangas de camisa y con un cubo en cada mano logró burlar
+la guardia y fugarse. Después de muchas y peligrosas peripecias entró al
+cabo en España y pudo incorporarse de nuevo al ejército. Estaba de Dios
+que mi abuelo, a quien me pintaban como un hombre extremadamente
+aficionado a la vida de aldea, como un propietario ordenado y ahorrador,
+había de morir como un militar, pues falleció a consecuencia de la caída
+de un caballo.</p>
+
+<p>Delante de la casa había dos grandes hórreos<a name="FNanchor_1_1" id="FNanchor_1_1"></a><a href="#Footnote_1_1" class="fnanchor">[1]</a> que servían para
+depósito del trigo; porque en aquella época las rentas se pagaban en
+especie. Aquellos hórreos eran deleitosos como todo lo demás. Debajo de
+ellos nos cobijábamos cuando llovía y allí se bailaba, se jugaba y nos
+podíamos divertir de todas maneras sin temor de la intemperie. Detrás se
+extendía la pomarada. Un poco más lejos, y encima de ella se veía la
+iglesia y la casa rectoral. Entralgo se halla situado en el ángulo que
+forma el Nalón, río mayor de Asturias, con un pequeño<a name="page_022" id="page_022"></a> afluente llamado
+río de Villoria. No le bañan, pues, más que dos ríos y en este respecto
+hay que reconocer que es inferior al Paraíso de nuestros primeros
+padres, el cual estaba regado por cuatro. En cambio en éste, al decir de
+mi profesor de griego en Madrid don Lázaro Bardón, que había estado allí
+con una comisión del ministerio de Fomento, soplaba ordinariamente un
+viento muy fastidioso. Nada de eso acaecía en Entralgo. Una temperatura
+deliciosa entre veinte y veinticinco grados, rodeado de altas montañas,
+que lo guardan de los huracanes, sentado sobre el césped, guarnecido por
+bosques de castaños y avellanos, envuelto entre manzanos, nogales,
+cerezos y otros árboles de fruta. Mucha humedad y mucho lodo durante el
+invierno, es cierto; pero nosotros no estábamos obligados a pasar allí
+el invierno, mientras Adán y Eva no podían salir de su jardín. En cuanto
+a la variedad de frutas claro está que no es posible la comparación
+porque en el Paraíso de nuestros primeros padres las había todas, pero
+si me dicen que las manzanas y las cerezas que Adán tenía a su
+disposición eran mejor que las que yo comía, me autorizo el dudarlo.</p>
+
+<p>El río Nalón distaría de nuestra casa unos quinientos pasos y ciento el
+de Villoria. En la margen de éste se halla la célebre <i>Bolera</i> o campo
+de recreo donde los vecinos se entregan a sus juegos favoritos el de
+bolos y el de la barra los domingos y días festivos. Allí fué donde
+Jacinto de Fresnedo venció en buena lid un día del Carmen tirando la
+barra a todos los mozos del valle de Langreo<a name="FNanchor_2_2" id="FNanchor_2_2"></a><a href="#Footnote_2_2" class="fnanchor">[2]</a>.</p>
+
+<p>Sobre este río de Villoria hay un pontón de madera y se pasa al camino
+de la Fuente por la derecha, y al de los Molinos y Cerezangos a la
+izquierda. Cerezangos era un vasto prado en declive y con no pocos altos
+y bajos que mi padre convirtió más tarde en pomarada. En aquella época
+estaba dedicado a pradera, cerrado como casi todas las fincas de la
+región por una paredilla cubierta de zarzamora y guarnecida toda su
+extensión por avellanos,<a name="page_023" id="page_023"></a> que salen de la tierra en forma de
+canastillos. Contemplando el valle de Laviana desde lo alto de
+cualquiera de sus montañas, se ven todos los prados como claras
+esmeraldas cercadas por otras más obscuras.</p>
+
+<p>Una de aquellas tardes me aventuré a pasar el pontón, y encaminando mis
+pasos por el sendero de los Molinos llegué hasta Cerezangos. La portilla
+de rejas estaba cerrada con candado, pero a un lado había una saltadera
+bastante cómoda que me invitaba a entrar. Y en efecto entré y espacié mi
+vista con deleite por todo el ámbito de la pradera, matizada de blancas
+florecillas. Me sentía dichoso y cada vez más contento de haber nacido.
+Lentamente, como quien paladea con glotonería su felicidad, fuí
+avanzando por la finca con el oído atento al canto de los pájaros, pero
+más aún al de los grillos que en aquel momento me parecían excesivamente
+interesantes. Allá en el centro pastaba tranquilo y solitario un
+carnero. Aquel carnero me trajo a la memoria el carro que mi padre me
+había prometido, y mi felicidad, aunque parezca imposible, aumentó
+todavía más. ¡Quién había de pensar!...</p>
+
+<p>Poco a poco me fuí aproximando al sitio donde pastaba el carnero. Este
+levantó dos o tres veces la cabeza para mirarme y volvió a bajarla.
+Avancé un poco más y entonces el carnero quedó inmóvil contemplándome
+con dulce mirada. Luego él también comenzó a avanzar lentamente hacia mí
+como si quisiera darme la bienvenida. ¡Oh amable carnero! Me acometieron
+deseos de besarle.</p>
+
+<p>¿Qué es esto, cielos? Cuando se hallaba a cinco o seis pasos de mí, toma
+carrera, baja la cabeza y me embiste fieramente tumbándome en el suelo.</p>
+
+<p>¡Madre mía! ¡qué susto! ¡qué gritos! Traté de levantarme rápidamente,
+pero así que me pongo en pie el carnero vuelve a embestirme y me tumba
+de nuevo. Otra vez me levanto y otra vez me embiste y me tumba. Repito
+la suerte otras tres o cuatro veces y otras tantas fuí derribado.</p>
+
+<p>En conciencia debo declarar que el animal no me hacía mucho daño, no sé
+si porque el golpe era flojo o porque<a name="page_024" id="page_024"></a> antes de que llegase su testa a
+mi vientre ya me había yo dejado caer al suelo. De todos modos comprendí
+al cabo con terror que eran inútiles todos mis esfuerzos para mantenerme
+en la posición normal de un bípedo. Lo que hice entonces fué llorar como
+una fuente y gritar como un energúmeno llamando a mi padre, a mi madre,
+a Manola y a todos los criados uno por uno. Nadie acudió en mi auxilio.
+¡Qué horrible decepción! Yo había imaginado que Dios había puesto a mi
+servicio todos los animales de la creación, y ahora, repentinamente y
+sin motivo aparente, uno de ellos se rebelaba, ¡qué digo rebelarse! me
+atacaba, me tenía hecho prisionero, y ¡quién sabe lo que haría más tarde
+de mí!</p>
+
+<p>La muerte se me presentó bajo su aspecto más espantoso. Tumbado boca
+arriba y mirando al cielo gritaba hasta ponerme ronco, repitiendo los
+nombres de todas aquellas personas que me parecían bastante poderosas
+para luchar con mi enemigo. Hasta llamé a <i>Muley</i>, el perro de Cayetano,
+que por supuesto tampoco pareció por allí.</p>
+
+<p>El carnero no hacía caso de mí o por lo menos aparentaba no hacerlo.
+Tanto que al cabo de un rato me aventuré a incorporarme; pero entonces
+levantó la cabeza, me miró fijamente y yo, aterrado, me dejé caer
+nuevamente sobre el césped. Sólo la Virgen podía salvarme de aquella
+angustiosa situación, y se lo pedí, repitiendo las oraciones que me
+había enseñado mi madre.</p>
+
+<p>Y en efecto, la Virgen vino en mi auxilio sugiriéndome una idea
+salvadora. Puesto que el carnero no hacía caso de mí mientras me hallaba
+tumbado y sólo se irritaba cuando me veía en pie, tal vez caminando a
+rastras lograría evitar su furor. Me arrastré, pues, cautelosamente y
+avancé un metro poco más o menos. Miré hacia atrás; el carnero seguía
+pastando sin advertir nada. Avanzo otro metro; tampoco. Sigo
+deslizándome como una serpiente sobre el césped, mirando a cada instante
+a mi enemigo y éste permite que me aleje sin notarlo siquiera.</p>
+
+<p>¿Sería una traición? ¿Me dejaría concebir esperanzas para caer de
+improviso sobre mí? Eso pensé con espanto,<a name="page_025" id="page_025"></a> cuando hallándome ya lo
+menos a treinta pasos de él levantó la cabeza y me miró con fijeza.
+Quedé yerto. Mi corazón parecía que se salía del pecho. Y sin embargo,
+repito, que aquella mirada era más bien dulce que iracunda. En el curso
+de mi existencia otra gente me ha mirado de un modo más agresivo sin
+embestirme.</p>
+
+<p>Quedé inmóvil y pegado al suelo haciendo el muerto, o por mejor decir
+estándolo casi de miedo. El carnero bajó al cabo la cabeza y siguió
+pastando y desde entonces no volvió a mirarme. Yo seguí avanzando hacia
+la saltadera con la misma prudencia, ensanchando y contrayendo
+alternativamente los anillos musculares de mi cuerpo como un consumado
+anélido.</p>
+
+<p>Por fin me encuentro a tres pasos de la saltadera. Miro hacia atrás. El
+carnero está lejos, muy lejos y pasta tranquilo e indiferente la menuda
+yerba. Entonces me levanto vivamente y en menos tiempo que se dice monto
+la saltadera y me tiro al camino y corro como un gamo hasta llegar a
+casa jadeante y sudoroso.</p>
+
+<p>Cualquiera pensará que llegué presa de la mayor desolación y amargura.
+Nada de eso. Mi estado de ánimo era felicísimo: rebosaba de orgullo y de
+entusiasmo por mí mismo, pensando en la burla que había hecho al
+carnero.</p>
+
+<p>Así es como las satisfacciones de la vanidad esparcen casi siempre un
+bálsamo refrigerante sobre nuestras heridas.<a name="page_026" id="page_026"></a></p>
+
+<h2><a name="III" id="III"></a>III<br /><br />
+<small>IMPRESIONES DEL ESTÍO</small></h2>
+
+<p>Aquel verano envió Dios a la tierra el más verde follaje, las brisas más
+perfumadas, las aguas más cristalinas y las cerezas más encarnadas de su
+infinito repertorio. En el cielo también mostró su buena voluntad
+haciendo nadar en él un sol refulgente seguido de alegre escolta de
+nubecillas irisadas. Y en nuestra propia casa de Entralgo se ingenió
+para que mi padre olvidase la mayor parte de los días el darme lección y
+para que <i>Muley</i>, el perro de Cayetano, fuese cada vez más amable y
+tolerante conmigo.</p>
+
+<p>Los animales seguían siendo mi dicha a pesar de la amarga decepción que
+acabo de relatar. La fauna me interesaba muchísimo más que la flora y
+como esto se sabía en el pueblo los chicos me traían con frecuencia
+mirlos de cría, jilgueritos, pinzones, calandrias, etc., etc. Yo los
+criaba a la mano, les abría el pico y les introducía cuanto alimento
+podía hallar en la cocina. A pesar de eso ¡caso extraño! todos se morían
+bien pronto: apenas pasó ninguno de las cuarenta y ocho horas. Esto
+hacía montar en cólera a mi padre y me increpaba duramente, no sé por
+qué, pues yo los cuidaba con el esmero y la diligencia que puede emplear
+una madre con sus hijos. Si se morían, sin duda era por mala voluntad,
+pues no es creíble que en edad tan tierna estuviesen ya fatigados de la
+vida.</p>
+
+<p>Los terneros continuaban mereciendo mi aprobación<a name="page_027" id="page_027"></a> aunque yo no merecía
+la suya, pues en cuanto me acercaba y les ponía la mano encima
+comenzaban a brincar y forcejear como desesperados y tiraban de la
+cadena que los tenía sujetos al pesebre como si quisieran ahorcarse con
+el collar. La madre allá en el fondo del establo volvía la cabeza y
+dejaba escapar un sordo mugido de reprobación.</p>
+
+<p>José Mateo era siempre mi esclavo. Cuanto yo necesitaba o me placía en
+el reino vegetal o animal estaba seguro de obtenerlo inmediatamente por
+la intercesión de aquel hombre cuyo poder no reconocía límites. Trepaba
+a los árboles, penetraba en las cuevas, se bañaba en el río sin reparo
+alguno por proporcionarme el más pequeño placer. Cuando iba a efectuar
+cualquier trabajo, como segar heno fresco para el ganado o helecho para
+mullir el establo, me llevaba sobre sus robustos hombros, me sentaba
+después sobre el césped y mientras trabajaba me iba instruyendo acerca
+de las delicadas operaciones que exige el cultivo de la tierra y de la
+vida y costumbres de los animales que poseíamos en la casa. Me decía que
+el heno fresco se corta mejor a la madrugada porque está más blando: al
+mediodía la guadaña encuentra mayor resistencia. En cambio el helecho
+como se corta con la hoz vale más segarlo en las horas de calor en que
+está más recio. Me enseñaba el modo de atar la carga con la gran soga de
+cerda y me permitía ayudarle en esta importante operación montando sobre
+el montón de heno o helecho para prensarlo.</p>
+
+<p>José Mateo era el hombre de las praderas. Para él no existía en el mundo
+ni riqueza más apetecible, ni espectáculo más divertido, ni cosa más
+digna de veneración que un buen prado de regadío. No le cabía en la
+cabeza que se pudiera llamar rico a un hombre que no poseyese alguno.
+Por eso mi padre, que poseía muchos, era un ser excepcional a sus ojos y
+cuando yo le decía que había señores mucho más ricos que él sacudía la
+cabeza dudando de mi aserto. Había estado una sola vez en Avilés y mi
+padre, queriendo proporcionarle una sorpresa, le llevó por caminos
+escondidos hasta el borde de la mar. Al hallarse repentinamente frente a
+ella y ver la inmensa<a name="page_028" id="page_028"></a> llanura de agua, abrió mucho los ojos y dándose
+una palmada en la frente exclamó: «¡Dios, qué prado!»</p>
+
+<p>No tardé en averiguar que la yerba larga y dura la comen perfectamente
+los caballos, pero las vacas la rechazan. La yerba cortita, mezclada de
+manzanilla y otras plantas olorosas hace la delicia de éstas que con
+ella se cargan de leche dulce y sabrosa. En el establo teníamos cinco o
+seis vacas que José Mateo, con profundo espíritu crítico, clasificaba en
+dos grupos: las <i>lechares</i>; esto es, aquellas que daban mucha leche, y
+las <i>mantequeras</i>, o sea las que dando menos leche rendían mayor
+cantidad de manteca. Aprendí cómo se extrae ésta mazando la leche en una
+vasija de barro a la cual se había hecho previamente un agujerito que se
+tapaba con una espiga de madera. Por este agujerito se dejaba correr el
+suero cuando la manteca comenzaba a sonar ya como una bola pastosa
+dentro de la vasija.</p>
+
+<p>Los días claros, serenos, se deslizaban para mí de un modo delicioso
+aprendiendo estas y otras cosas que me parecían infinitamente más
+interesantes que la conjugación de los verbos intransitivos. En aquel
+tiempo pensaba yo como un bárbaro, imaginando que escribir el verbo
+haber sin <i>h</i> no tenía trascendencia alguna para la vida.</p>
+
+<p>Una mañana hallé a José Mateo vestido con su chaqueta nueva y su montera
+de los domingos. Estaba grave y un poco pálido y contra su costumbre no
+me interpeló alegremente. Yo le pregunté:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué te has puesto la chaqueta nueva?</p>
+
+<p>&mdash;Porque la <i>Salia</i> se quedó escosa&mdash;me respondió muy serio.</p>
+
+<p>Yo no vi clara la relación de causalidad que existía entre la chaqueta
+nueva de José Mateo y el que la <i>Salia</i> se quedase escosa (sin leche).
+Callé sin embargo y al cabo de un momento él mismo se encargó de
+explicármela.</p>
+
+<p>&mdash;El amo me mandó ir a venderla al mercado.</p>
+
+<p>El amo era Cayetano; a mi padre le llamaba, «el señor».</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿vas a la Pola? Yo voy contigo.<a name="page_029" id="page_029"></a></p>
+
+<p>En efecto, me dejaron ir a la Pola con él y estuve toda la tarde en el
+mercado del ganado. Después de mucha, muchísima conversación y de
+infinitos tanteos y reconocimientos, después de regatear una hora entera
+por cosa de medio duro, al cabo se vendió la <i>Salia</i>. José Mateo, que
+había estado locuaz todo el día volvió a quedar silencioso y taciturno
+cuando vió partir al comprador con la vaca atada por los cuernos. Hacía
+seis años que la ordeñaba, que la daba de comer, que la llevaba al río a
+beber, que la uncía al carro. Metió rápidamente en la faltriquera, como
+si le quemase los dedos, el dinero del precio, me tomó de la mano y
+emprendimos de nuevo silenciosos y tristes el camino de Entralgo. ¡Ah,
+vosotros los que en la Bolsa vendéis y cambiáis indiferentes esos
+papeles que llamáis valores, cuán poco imagináis las emociones que
+representa la venta y el cambio de los valores de la aldea!</p>
+
+<p>Los domingos eran días más felices aún para mí. Al despertarme escuchaba
+el dulce tañido de las campanas. Si al terminar el repique sonaban
+lentamente dos campanadas por ellas averiguaba que era el segundo toque.
+Saltaba del lecho prontamente y me asomaba al corredor de la parra.
+Enfrente de mí, y bien lejana, se alzaba la gran Peña-Mea cuya crestería
+se recortaba en el azul del cielo. Los castañares que vestían las
+colinas, la pomarada, todo el follaje en que estaba envuelta mi casa
+brillaba a las primeras luces del sol matinal. Por delante comenzaban ya
+a pasar en dirección a la iglesia los vecinos de Canzana vestidos con el
+traje de fiesta, la tosca camisa blanquísima, el calzón corto de paño
+con botones plateados, la chaqueta al hombro, enhiesta la picuda montera
+de pana. Este Canzana es un pueblecito de nuestra parroquia asentado en
+el repliegue de una colina encima de Entralgo.</p>
+
+<p>Cuando ya estaba todo preparado y sonaba el tercer toque nos poníamos en
+marcha hacia la iglesia. Mi madre solía ir a caballo porque siempre
+estaba delicada de salud y el camino, aunque corto, era áspero. A mí me
+parecía encantador, pedregoso, sombreado de avellanos que formaban sobre
+él un túnel prolongado. Al llegar a<a name="page_030" id="page_030"></a> la iglesia el sexo masculino se
+separaba del femenino tomando el primero por la izquierda y el segundo
+por la derecha. Los hombres se quedaban unos instantes en el pórtico
+hasta que daba comienzo la misa; las mujeres entraban directamente.</p>
+
+<p>Mi padre y yo íbamos a la sacristía, donde se hallaban ya los personajes
+más caracterizados de la aldea. El cura era un viejecito, delgado,
+suave, meloso que nos acogía siempre con extraordinaria deferencia. Con
+todo el mundo era amable y tolerante menos con San Nicolás. Este santo
+tenía un santuario en Campiellos, lugar no muy distante del nuestro, al
+cual acudían los habitantes de Laviana y aun de otros concejos buscando
+el remedio de sus enfermedades y miserias. Tanta fe habían despertado
+sus curaciones milagrosas que los peregrinos aumentaban sin cesar y no
+se hablaba de otra cosa por aquellos contornos. Esto molestaba
+grandemente a nuestro párroco que veía abandonada por San Nicolás a
+nuestra Virgen del Carmen, patrona de Entralgo, y de la cual era
+devotísimo. No le faltaba razón a mi juicio, porque suponer que San
+Nicolás había de conseguir de Dios más que la Virgen era insensato y
+hasta impío. Por eso siempre que se presentaba la ocasión en los
+sermones o pláticas que pronunciaba antes del ofertorio solía aludir con
+cierta acritud al afán imprudente que se había apoderado de sus
+feligreses por ir a visitar y hacer ofrendas al santuario citado.</p>
+
+<p>Un día nos dió a quemarropa la siguiente noticia de sensación: «Amados
+hermanos míos: San Nicolás de Campiellos no está en Campiellos; allí no
+está más que una imagen.» Pues a pesar de esta y otras expresivas
+advertencias el vecindario persistió en favorecer a San Nicolás; porque
+lo mismo en la aldea que en la ciudad, en el orden temporal como en el
+espiritual la moda ejerce un imperio despótico.</p>
+
+<p>Era devotísimo nuestro cura, como he dicho, de la Virgen del Carmen y no
+cesaba de exhortarnos para que nosotros lo fuésemos también. «Pidamos a
+la Virgen&mdash;nos decía un domingo&mdash;, pidámosla sin cesar, pidámosla con
+insistencia, porque aunque parezca alguna<a name="page_031" id="page_031"></a> vez que no nos escucha seguro
+es que al fin nos atenderá. La Virgen es como una madre a quien su hijo
+pequeñito le dice:&mdash;¡Madre, dame pan, madre, dame pan! La madre no le
+hace caso y el niño repite:&mdash;Madre, dame pan. La madre parece que no le
+oye y el niño no cesa de repetir:&mdash;¡Madre, dame pan, madre, dame pan! Y
+al fin la cariñosa madre concluye por darle pan y manteca.»</p>
+
+<p>Esto me parecía muy bien porque era apasionado del pan con manteca,
+sobre todo si se la espolvoreaba con un poco de azúcar.</p>
+
+<p>Quizá al llegar aquí el lector sonría pensando en Bossuet. ¿Pero qué
+íbamos a hacer nosotros con Bossuet? ¿Quién le había de entender allí?
+Dejemos el águila de Meaux en su nido y no despreciemos demasiado a este
+pobre gorrión, porque todos los pájaros grandes y pequeños son de Dios y
+todos cumplen su destino sobre la tierra.</p>
+
+<p>La salida de misa era siempre alegre. Bajábamos por la calzada pedregosa
+sombreada de avellanos, formando grupos, charlando y riendo. Mis padres
+se quedaban en casa, pero yo con Cayetano y José Mateo continuaba hasta
+la <i>Bolera</i> donde se organizaba inmediatamente el juego de bolos. ¡Qué
+asombro el mío al ver a aquellos hombres lanzar al aire una inmensa y
+pesada bola de roble con más facilidad que yo lanzaba una pelota de
+goma! Los vecinos de Canzana que entraban en el partido allí se estaban
+hasta el obscurecer sin tomar alimento y sin dar señales por esto de
+flaqueza. Hay uno, labrador bien acomodado, pero tan avaro que al
+comenzar el juego se despoja de sus zapatos nuevos para no estropearlos
+y los oculta detrás de un madero. Pero hay otro de Entralgo, cazurro y
+bromista, que lo observa y disimuladamente va hacia el madero, se
+despoja también de sus zapatos y calza los del avaro. Todo el día juega
+con ellos puestos y es de ver la risa que se apodera de los
+circunstantes enterados del trueque cuando el de Entralgo disputando
+sobre algún tanto con el de Canzana da furiosos zapatazos en el suelo
+para estropearle aún más el calzado. Son las farsas de la aldea,
+groseras<a name="page_032" id="page_032"></a> si se quiere, pero tan divertidas como las de la ciudad.</p>
+
+<p>En las tardes de calor íbamos a bañarnos mi padre, Cayetano y yo, al
+pozo llamado de la <i>Cuanya</i>, un remanso de río cerca de una peña,
+sombreado por un inmenso nogal. El placer más grande de estos baños era
+ver a Cayetano zambullirse, permanecer dentro del agua algunos instantes
+y salir siempre con una trucha en la mano. Habilísimo para buscarlas
+debajo de las piedras, en alguna ocasión le he visto salir con dos, una
+en cada mano. Pero me hacía experimentar zozobras mortales. Cuando
+tardaba en asomar la cabeza más de lo ordinario se me figuraba que se
+había ahogado y mi corazón latía con violencia. El recuerdo de estos
+momentos penosos me sugirió el cuento titulado <i>¡Solo!</i> que figura en la
+colección de mis obras.</p>
+
+<p>Un goce mayor aun era comer en casa de cualquier vecino. Recorría con
+frecuencia las de los más señalados y si llegaba a la hora del mediodía,
+me ofrecían siempre con franqueza y cordialidad su pobre comida. Casi
+todos cultivaban en arriendo tierras de mi padre y profesaban a nuestra
+familia un afecto que nunca se ha extinguido. Aceptaba lleno de
+regocijo. ¡Cuán poco necesita el hombre para ser feliz! Yo lo era
+comiendo un miserable pote en un plato de barro con cuchara de madera y
+bebiendo después una escudilla de leche. Aquella humildad placía a mi
+corazón en vez de resquemarlo porque aun no había llegado para mí la
+hora del orgullo.</p>
+
+<p>Y no sólo compartía con gozo sus groseros alimentos sino también quería
+tomar parte en sus faenas. Me llevaban a los prados, me llevaban a las
+tierras y yo me esforzaba en prestarles ayuda y ellos aceptaban
+sonrientes mis esfuerzos y los alentaban. Cuando al fin me
+decían:&mdash;«¡Bien, muy bien! hoy has ganado la comida», quedaba tan gozoso
+como pudo quedarlo el patriarca Jacob cuando su tío Laban le entregó la
+bella Raquel después de los siete años de servicios.</p>
+
+<p>La más culminante faena del verano es la yerba. A ella dediqué, pues,
+toda mi atención y sobre ella concentré mis esfuerzos para pagar a mis
+convecinos el alimento con que me regalaban. Antes del amanecer la<a name="page_033" id="page_033"></a>
+cuadrilla de segadores se constituye en el prado que se ha de segar. Las
+primeras horas de la mañana, por ser las más frescas del día, son las
+mejor aprovechadas. Pero yo nunca logré que me despertasen temprano. Iba
+cuando llevaban a los segadores la <i>parva</i>, esto es, el ligero desayuno
+compuesto de queso, pan y aguardiente. Naturalmente en esta dura tarea
+de cortar la yerba con guadaña yo no podía prestarles grandes servicios
+porque cuantas veces intenté hacer uso de aquel instrumento otras tantas
+clavé la punta en el suelo sin cortar una mala yerba. Pero cuando a las
+horas del sol se trataba de <i>revolverla</i>, esto es, de extenderla para
+que se secase, entonces entraba yo en funciones y con un palito u
+horquilla que me daban me ponía a trabajar con el mayor ardor, sufriendo
+pacientemente el del sol, que no era flojo.</p>
+
+<p>Si no llovía, al día siguiente la yerba estaba seca y se metía en el
+pajar o tinada, como allí dicen. Era cosa de probar mis fuerzas. Las
+probaba haciendo que me atasen una carga que me empeñaba fuese grande.
+No podía con ella y en cuanto me la ponían sobre los hombros caía al
+suelo abrumado. Trataban de aminorarla, pero yo no lo consentía y volvía
+a obligarles a que me la echasen encima y otra vez daba conmigo en el
+suelo. Así repetía la suerte hasta que avergonzado y confuso me
+entregaba a la desesperación, llorando mi impotencia con amargas
+lágrimas.</p>
+
+<p>Otras más amargas aun vertí aquel verano y no fué por cumplir con mi
+deber sino por faltar a él. Había en uno de los corredores guarnecidos
+de parras un nido de golondrina que me interesaba muchísimo. Los padres
+iban y venían sin cesar cebando a sus pequeños y éstos comenzaban ya a
+asomar sus piquitos fuera del nido. Largos ratos pasaba en contemplación
+de aquella tierna escena de familia cuando un día se me ocurrió trabar
+relación más íntima con ellos. Y para lograrlo no hallé otro medio más
+adecuado que tomar una escoba, subirme sobre una silla y...</p>
+
+<p>Ya se puede inferir lo que sucedió. Nunca pude comprender qué motivo
+determinante me impulsó a realizar<a name="page_034" id="page_034"></a> aquella triste hazaña. Sólo puedo
+explicármela por una tentación del pequeño demonio de la curiosidad que
+existe en cada niño.</p>
+
+<p>El nido se hizo migajas en el suelo y aquí y allí esparcidos aparecieron
+unos cuantos pajaritos desplumados, nada gratos de ver. Una criada que
+estaba en la habitación oyó el ruido, se asomó al corredor y dió un
+grito. Otra criada que estaba cerca acudió al oír el grito y dió otro
+grito. Mi madre llegó en seguida y lanzó otro grito. Después Manola y lo
+mismo Cayetano... en fin todo el mundo. Y por fin acudió mi padre que al
+ver lo que pasaba se puso rojo como si fuera a sufrir un ataque de
+apoplejía.</p>
+
+<p>Todos me increparon a la vez furiosamente y todos en la misma forma,
+esto es, dirigiéndome idéntica pregunta:</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño! ¿por qué has hecho eso?</p>
+
+<p>Yo debía de estar pálido como un muerto y guardaba silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño! ¿por qué has hecho eso?</p>
+
+<p>El mismo silencio.</p>
+
+<p>En realidad, aunque quisiera, no podría satisfacer su pregunta. Desde
+entonces he pensado que en el mundo se hacen muchas cosas malas sin
+saber por qué se hacen.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mirad, mirad la madre cómo contempla el destrozo!&mdash;exclamó Manola.</p>
+
+<p>La golondrina, en efecto, sin miedo alguno a la gente estaba posada
+sobre la baranda del corredor casi tocando con nosotros y parecía la
+imagen de la desesperación.</p>
+
+<p>Mi padre, que se ocupaba en recoger el nido, alzó su rostro hacia ella y
+en sus ojos vi temblar dos lágrimas.</p>
+
+<p>No sé lo que entonces pasó por mí. Pensé que el corazón se me partía de
+dolor y comencé a dar tan altos gritos que todos acudieron en mi auxilio
+abandonando a los desvalidos pajarillos.</p>
+
+<p>Por fin aquella gran ruina mejoró de aspecto. Mi padre hizo traer un
+cestito, lo rellenó con algodón en rama<a name="page_035" id="page_035"></a> y colocó en él delicadamente a
+los tiernos golondrinitos. Después Cayetano se subió en una escala,
+clavó una escarpia en el techo del corredor y colgó de ella el cestito.
+Nos ausentamos todos y pocos minutos después pudimos observar con
+satisfacción que los padres volvían de nuevo a cebar a sus hijos.<a name="page_036" id="page_036"></a></p>
+
+<h2><a name="IV" id="IV"></a>IV<br /><br />
+<small>LA INFANCIA ANTE LA MUERTE</small></h2>
+
+<p>Las personas sensibles y que aman mucho a los niños se esfuerzan en
+alejar de ellos los espectáculos de muerte. Suponen que ésta ejerce
+sobre su impresionable imaginación un efecto pernicioso y que esta
+turbación prolonga sus desastrosos efectos y repercute al través de toda
+su existencia.</p>
+
+<p>Me parece que están en un error. La muerte impresiona poco a los niños
+porque no creen en ella. El niño en este respecto, como en otros varios,
+semeja al animal. En la infancia vemos y pensamos que los otros mueren,
+pero no se nos ocurre imaginar que a nosotros nos puede suceder otro
+tanto. Gozamos plenamente de la inmortalidad de las fuerzas que animan a
+la naturaleza, de la sublime embriaguez de la vida y las infalibilidades
+infinitas que engendra su ilusión.</p>
+
+<p>Esta es mi experiencia personal a lo menos. Recuerdo que en Avilés he
+visto veinticuatro hombres asfixiados que acababan de extraer del agua,
+tendidos sobre el muelle, y este horrible espectáculo no dejó huella
+maléfica alguna en mi existencia. Eran unos obreros que trabajaban en
+las canteras abiertas del lado de allá de la ría para la canalización de
+ésta. Cuando sonaba la hora de dejar el trabajo, algunas lanchas los
+transportaban del lado de acá. Los desgraciados tenían tanta prisa de
+llegar a sus casas, que se amontonaban peligrosamente en las
+embarcaciones por no esperar un nuevo viaje.<a name="page_037" id="page_037"></a></p>
+
+<p>Al cabo sucedió lo que era de temer. Cierta tarde aciaga, una lancha
+cargada con veinticuatro hombres zozobró cerca ya del muelle, por
+haberse puesto repentinamente en pie uno de ellos. Muchos sabían nadar,
+pero los que no sabían se colgaron de ellos con tal ansia que todos
+quedaron paralizados. Los sacaron entrelazados como las cerezas.</p>
+
+<p>Pues bien, declaro que mi sentimiento a su vista en aquellos momentos no
+fué de aflicción ni de terror, sino de curiosidad. Y tengo motivos para
+suponer que los otros niños que conmigo presenciaban tan horrible
+espectáculo, no se hallaban más impresionados.</p>
+
+<p>Otro tanto me sucedió en Laviana cuando vi morir a un viejo de Canzana,
+lugar que como ya he dicho se halla situado sobre una colina encima de
+Entralgo. Por delante de mi casa vi pasar al señor cura, portador del
+Santo Viático, precedido del sacristán y escoltado por un grupo de
+vecinos que llevaban en las manos hachas de cera encendidas. Como otros
+niños de la aldea, me uní inmediatamente a la comitiva, y emprendimos la
+subida del áspero sendero que a Canzana conducía. Era una hermosa mañana
+de verano. El sol esparcía su luz por el frondoso valle colgando sus
+hilos de las hojas de los castaños, bañándose en los arroyos, dorando
+las crestas de las montañas, empujando algunas nubecillas blancas y
+rizadas hacia el horizonte, con el propósito sin duda de quedarse solo
+en el cielo. Pocos días tan espléndidos podíamos disfrutar en aquella
+región donde la lluvia es harto frecuente.</p>
+
+<p>Marchaba con mis fieles amigos en medio de la mayor alegría. La
+campanilla del sacristán, en vez de causarme terror, sonaba en mis oídos
+de un modo delicioso. Volvía a menudo la cabeza, y el espectáculo del
+risueño valle surcado por la cinta de plata del Nalón, impresionaba
+dulcemente mi corazón. Allá arriba caminaba el señor cura con la sagrada
+bolsa sobre el pecho. Para preservarle del sol se había sacado del
+armario de la sacristía la sombrilla blanca de seda destinada a este
+efecto, y que poquísimas veces, por la razón ya dicha, tenía ocasión de
+mostrarse. Era un quitasol de palo largo que<a name="page_038" id="page_038"></a> recordaba los que usan los
+orientales para preservar la cabeza de sus reyes. Un vecino la sostenía
+mientras el sacristán, algunos pasos más adelante, caminaba con el gran
+farol en una mano y en la otra la campanilla avisadora. Sonaba ésta de
+un modo tan claro y argentino en el silencio de la montaña, brillaba tan
+linda la sombrilla blanca allá en lo alto del sendero, exhalaban los
+árboles y el heno con la frescura del rocío un aroma tan grato que el
+recuerdo de aquella mañana ha hecho época en mi vida. Nunca sentí con
+más intensidad el placer de vivir, ni me impresionó de un modo tan
+gustoso la belleza del campo.</p>
+
+<p>Cuando llegamos a Canzana, a la entrada del lugarcito nos esperaba un
+grupo de mujerucas con sendas y pequeñas velas de cera en las manos, que
+se unieron a nosotros. Pronto dimos con la casa del enfermo, que pudiera
+más bien llamarse choza.</p>
+
+<p>Al traspasar la desvencijada y mugrienta puertecita, se entraba en su
+primera y última habitación que para todo servía: cocina, comedor,
+dormitorio y taller. Allá en un rincón se veía un montón de cenizas y
+algunos pucheros arrimados a él; en otro, algunos aperos de labranza y
+herramientas de madreñero; en otro, el sórdido catre donde se moría el
+dueño de todo aquello. Era un anciano cuyo nombre no recuerdo en este
+momento aunque tengo idea de que se llamaba el tío Lucas. Vivía solo
+desde hacía largo tiempo: era viudo y su única hija se había marchado
+hacía tres o cuatro años a Buenos Aires con su marido a probar fortuna.</p>
+
+<p>Los vecinos que rodeaban aquel pobre lecho incorporaron al moribundo con
+trabajo cuando el cura penetró en la estancia. Después de las oraciones
+previas, éste le administró la última sagrada comunión. El rostro del
+enfermo estaba tan amarillo como las velas que sostenían las mujerucas
+en las manos: sus ojos vidriosos se paseaban por todos nosotros sin
+expresión alguna, como si no nos viese. Las mujerucas arrodilladas
+rezaban en voz alta y plañidera.</p>
+
+<p>Todo aquello era en verdad interesante. Así que cuando el cura se retiró
+decidí quedarme con mis amigos a<a name="page_039" id="page_039"></a> fin de enterarme cabal y
+minuciosamente de lo que era la muerte. No hay para qué advertir que
+ésta nada tenía que ver conmigo. La muerte era cosa de viejos, y yo no
+comprendía entonces la posibilidad de serlo. Espectador completamente
+desinteresado, semejante a un dios, presenciaba la muerte como un
+fenómeno estético, como una proyección artística destinada a
+entretenerme.</p>
+
+<p>En torno del lecho permanecieron contadas personas. Entonces fué cuando
+entró en funciones el tío Pablo de Canzana, que era una de aquéllas.
+Este tío Pablo, hombre enjuto, un poco torcido, de rostro arrugado y
+cabellos negros y erizados, vestía el clásico calzón corto, pero en vez
+de las medias de lana con ligas que usaban los demás, dejaba caer por
+debajo el calzoncillo blanco hasta los zapatos. Su montera no tenía el
+pico enhiesto sino doblado como si quisiera indicar que era un hombre
+pacífico, que no se nutría de bagatelas como los demás, que rechazaba
+los placeres fútiles y se hallaba entregado en cuerpo y alma a
+meditaciones graves y extra-mundanas.</p>
+
+<p>Los domingos, antes de la misa, dirigía el rosario para las mujerucas
+que lo rezaban, pues los hombres permanecían en el pórtico departiendo
+hasta que la campanilla les advertía de que iba a comenzar el Santo
+Sacrificio. Ayudaba también a éste cuando el cura se lo consentía, que
+no era siempre, por razones que luego declararé. Si había algún enfermo
+grave en Canzana, era quien venía corriendo a avisar al señor cura para
+que fuese a confesarle. Después de la misa, cuando en el pórtico se
+subastaban públicamente las ofrendas de pollos, de panes o de mantecas
+que los aldeanos solían hacer a los santos, el tío Pablo servía de
+pregonero y dirigía la puja con su voz aguda de falsete. Era en suma un
+hombre de temperamento sacerdotal que amaba a la Iglesia como un buho y
+que en vez de las patatas y la borona que le servían de cotidiano
+alimento se hubiera nutrido de buena gana con el aceite de las lámparas.
+No desempeñaba el oficio de sacristán porque desgraciadamente habitaba
+en Canzana. Esto creía él por lo menos, aunque no era cierto.<a name="page_040" id="page_040"></a></p>
+
+<p>Tenía un grave defecto. Sea por falta de oído o de comprensión no salía
+de su boca una palabra sana, sobre todo si expresaba algún objeto que no
+fuese de la vida corriente. Las atrocidades que aquel hombre soltaba
+eran proverbiales en la aldea. El público en general no las atribuía a
+dureza del oído, sino a deficiencia del caletre. Digámoslo con
+franqueza, el tío Pablo aun entre aquellos rudos aldeanos era tenido por
+el mayor zote que comía borona en la parroquia de Entralgo.</p>
+
+<p>Excusado es añadir que el latín con que regalaba los oídos del cura
+cuando le ayudaba a misa era de tal índole, que aunque a éste le había
+tocado poquísimo de Cicerón le ponía fuera de sí; arqueaba las cejas,
+torcía la boca y hasta rugía de espanto. Por eso sólo en último extremo,
+esto es, sólo cuando el sacristán no se hallaba en la iglesia y no había
+por allí nadie a quien encomendar la tarea se avenía a que el tío Pablo
+le sirviese de monaguillo.</p>
+
+<p>Digo que el tío Pablo, así que el cura y el sacristán se partieron con
+el grueso de la comitiva, se preparó con íntima satisfacción (no diré
+con regocijo aunque tal vez pudiera decirlo) a ayudar a morir a su
+vecino. Le roció las narices con agua que debía de estar bendita, rezó
+un Credo que nos hizo repetir en voz alta a todos los presentes y
+poniéndole un crucifijo delante de los ojos profirió solemnemente:</p>
+
+<p>&mdash;Lucas, di conmigo: «¡Jesús!»</p>
+
+<p>El moribundo, que tenía los ojos cerrados, repitió:</p>
+
+<p>&mdash;Jesús.</p>
+
+<p>&mdash;Los espíritus malignos me acompañen.</p>
+
+<p>El tío Lucas sin abrir los ojos dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡No!</p>
+
+<p>&mdash;Sí, Lucas, sí; di conmigo: «¡Jesús!»</p>
+
+<p>&mdash;Jesús&mdash;repitió el tío Lucas.</p>
+
+<p>&mdash;Los espíritus malignos me acompañen.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! ¡No!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no, Lucas, por qué no? ¡Mira que estás a las puertas de la
+muerte!&mdash;exclamó el tío Pablo con impaciente solicitud&mdash;. Vamos, no seas
+burro, di conmigo: «¡Jesús!»<a name="page_041" id="page_041"></a></p>
+
+<p>&mdash;Jesús&mdash;repitió el moribundo.</p>
+
+<p>&mdash;Los espíritus malignos me acompañen.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! ¡No!&mdash;volvió a murmurar el tío Lucas moviendo la cabeza con
+señales de terror.</p>
+
+<p>No se pudo acabar con él que repitiera aquellas palabras y yo me marché
+al cabo sin saber qué pensar de tal escena. Cuando se la describí a mi
+padre éste me miró estupefacto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué estás diciendo, ahí, niño? ¿Es de veras que decía los espíritus
+malignos?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, papá; decía los espíritus malignos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ave María, qué bárbaro!&mdash;exclamó haciéndose cruces.</p>
+
+<p>Y le faltó tiempo para contárselo al señor cura cuando éste vino por la
+tarde a nuestra casa como tenía por costumbre.</p>
+
+<p>El señor cura al oírlo montó en una cólera furiosa y al día siguiente
+hizo llamar al tío Pablo de Cananza a la rectoral, se encerró con él en
+su despacho y por espacio de hora y cuarto, según testimonio de la
+criada, estuvo llamándole borrico, pollino, asno, burro, jumento, en
+fin, todos los sinónimos con que el idioma castellano cuenta para
+representar el mismo simpático animal. No son muchos, pero si fuesen
+sesenta y tres, como posee el idioma italiano al decir del sabio
+Mustoxidi, todos se los hubiera encajado seguramente. Además le prohibió
+de un modo terminante que volviese a ayudar a morir a nadie, y en el
+caso de que infringiese este precepto le prometió ayudarle él mismo a
+dejar esta vida terrestre por medio de algunos adecuados bastonazos
+sobre el cogote.</p>
+
+<p>Para confirmar la impasibilidad con que en la infancia contemplamos la
+muerte añadiré que el día de difuntos fué uno de los más felices de mi
+vida. El sacristán tuvo la generosidad, que nunca le agradeceré
+bastante, de permitirme tocar a muerto durante todo el día en el pequeño
+campanario de la iglesia. Me acompañaban, como siempre, mis fieles
+amigos. ¡Qué deliciosas horas las que pasamos agrupados en aquel exiguo
+tablado al aire libre, que semejaba la cofa de un barco! Se tocaban tres
+o cuatro lentas campanadas con la mayor, luego<a name="page_042" id="page_042"></a> una con la pequeña;
+después un silencio más o menos prolongado. Y vuelta a empezar, y así
+todo el día hasta que cerró la noche. Mi única contrariedad durante
+aquella memorable jornada fué verme obligado a ir a comer; pero lo hice
+con tanta prisa que mi padre se vió precisado a darme algunos golpes en
+la espalda porque los bocados se me atravesaban en la garganta.</p>
+
+<p>Recuerdo aquel campanario como uno de los parajes más amenos fabricados
+por la mano del hombre. Desde él se divisa una gran parte del valle de
+Laviana. Debajo de nosotros blanqueaban entre los árboles las casas de
+Entralgo con sus techos rojos; encima sobre el repliegue que hace la
+montaña estaba Canzana; se veía el pequeño río de Villoria, se veía el
+Nalón majestuoso surcando las vegas de maíz; allá lejos, en el fondo del
+valle, estaba la Pola y más lejos como cerrándolo los Barreros. Llegaban
+a nuestros oídos las campanas de Carrio y de la Pola; pero las campanas
+de estas iglesias no podían competir con las nuestras, todo el mundo lo
+sabe, y por eso nos sentíamos orgullosos de hacerlas vibrar creyendo de
+buena fe que el valle entero nos admiraba.</p>
+
+<p>Seguí frecuentando este campanario, experimentando siempre el mayor gozo
+cuando a la hora del mediodía el sacristán, alguna que otra vez, me
+permitía ir solo a sonar las campanas para advertir a los campesinos que
+había llegado el momento de dejar el trabajo. Con ocasión de una de
+estas visitas, cuando llegó la primavera, hice un descubrimiento
+prodigioso. En una grieta del muro acerté a ver un nido de estornino.
+Para contemplarlo a mi sabor tuve necesidad de saltar fuera del
+campanario y colocarme sobre el tejado. Era tan delicado aquel nido y
+contenía unos huevecitos tan deliciosos que me llenó de alegría el
+hallazgo y no quise comunicarlo con nadie, ni aun con mis íntimos
+amigos, por temor de que me lo robasen.</p>
+
+<p>Cuando me era posible le hacía solo una visita para la cual como he
+dicho necesitaba caminar sobre el tejado. Es posible que en estas
+excursiones haya roto alguna teja por lo que luego se verá; pero yo me
+hallaba tan entusiasmado que nada me importaba causar desperfectos<a name="page_043" id="page_043"></a> a la
+iglesia. Veía al petulante estornino y a la remilgada estornina cebar a
+sus hijuelos cuando los tuvieron y esto me causaba un placer indecible
+prometiéndome arrebatárselos bárbaramente así que hubiesen echado pluma.</p>
+
+<p>No hubo lugar a que perpetrase este crimen. Otro cargó con él sobre su
+conciencia. Acaeció que por aquellos días mi madre me llevó consigo a
+confesar, aunque todavía ni en mucho tiempo después me acercaba yo a la
+sagrada mesa para comulgar. Lo hacía para acostumbrarme a recibir este
+sacramento y al mismo tiempo para que me corrigiese de mis travesuras,
+que iban siendo muchas. El señor cura me confesó poniéndome de pie, no
+de rodillas, mostrándose conmigo extremadamente afectuoso y tolerante.
+Una de las preguntas que me hizo fué si ocultaba algo a mis papás, si
+tenía algún secretillo que no quisiese comunicar con nadie. Yo me creí
+en el caso de declarar que había descubierto un nido. El cura me
+preguntó dónde estaba y se lo dije.</p>
+
+<p>Dos días después cuando tuve ocasión de hacer al nido una visita, había
+desaparecido. El cura había dado orden al sacristán para que lo
+derribase. El mismo sacristán me lo hizo saber entre groseras
+carcajadas.</p>
+
+<p>No es posible representarse la tristeza y el dolor que experimenté. A
+pesar de su carácter sacerdotal me pareció que el cura había abusado de
+mi franqueza y cometido una negra traición.</p>
+
+<p>Por eso cuando algunos meses más tarde mi madre me llevó de nuevo a
+confesar me hallaba fuertemente prevenido contra él. Me preguntó como la
+otra vez si ocultaba algo, si mi conciencia estaba perfectamente limpia
+de todo disimulo y yo bajo pena de pecado mortal y de sacrilegio me vi
+precisado a confesar que tenía novia.</p>
+
+<p>¡Vaya una precocidad!&mdash;exclamará el lector pensando en mis pocos años.
+Que no se admire demasiado, sin embargo, porque mi hermano que contaba
+algunos menos cuando le preguntaban si tenía novia afirmaba muy
+seriamente que tenía diez, y nombraba a todas las niñas de la vecindad.
+Yo no había caído en tan degradante poligamia; me contentaba con una.
+Era una niña hija de<a name="page_044" id="page_044"></a> unos señores de la Pola a quien no había visto más
+de tres o cuatro veces en mi vida y que ciertamente se hallaba tan ajena
+como el Zar de Rusia del honor que la había dispensado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?&mdash;me preguntó el cura.</p>
+
+<p>Yo, naturalmente, di la callada por respuesta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es esa novia?&mdash;repitió.</p>
+
+<p>Silencio sepulcral por mi parte.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, niño; ¿no quieres decirme quién es?</p>
+
+<p>Entonces yo, despechado, exclamé:</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué? ¿Para que me la quite como el nido?</p>
+
+<p>Pude observar que el cura se llevaba la mano a los ojos y hacía
+esfuerzos desesperados para reprimir la risa, lo cual no dejó de
+sorprenderme porque yo creía haberle dicho la cosa más lógica del
+mundo.<a name="page_045" id="page_045"></a></p>
+
+<h2><a name="V" id="V"></a>V<br /><br />
+<small>RAMONÍN</small></h2>
+
+<p>He aquí el otoño con su ropaje amarillo y sus nubes de color violeta.
+Las manzanas encarnadas empiezan a desprenderse de los pomares y caer
+sobre la yerba, y este suceso tan conforme con las leyes inmutables de
+la naturaleza en vez de elevar mi espíritu a la consideración de la
+gravitación universal como en otro tiempo a Newton, atacó directa y
+perniciosamente a mi estómago. Renuncio a calcular las que comí. La
+fabricación de la sidra debió de haber sufrido una merma considerable
+aquel año a causa de esta circunstancia; pero yo he guardado el secreto
+hasta ahora.</p>
+
+<p>De aquel verano salí convertido no sólo en agricultor inteligente y
+práctico sino también en diestro cazador. Supe cómo se armaban trampas
+para atrapar gorriones esparciendo algunos granos de trigo por el suelo
+y colocando sobre ellos un cedazo que se mantenía de pie por medio de
+una larga cuerda: cuando los gorriones venían a comer los granos se
+soltaba la cuerda y quedaban prisioneros debajo. Supe hacer hoyos en la
+tierra y poner sobre ellos una pizarra sostenida por un palito, de tal
+ingenioso modo colocado que cuando el pájaro se posaba allí para comer
+los granos caía la pizarra sobre él y quedaba preso dentro del hoyo.
+Este artefacto iba dirigido particularmente contra las codornices.
+También aprendí a untar con liga las ramitas superiores de los arbustos
+para que los jilgueros al posarse quedasen allí pegados.<a name="page_046" id="page_046"></a> No recuerdo
+haber atrapado pájaro alguno con todos estos delicados artificios; pero
+eso no importa para que los conociese perfectamente.</p>
+
+<p>Donde mis éxitos se mostraron claros y evidentes fué con los grillos.
+Conocía cinco o seis maneras sutiles y graciosas de persuadirles a que
+saliesen de la cueva. Casi ninguno se resistía a mis pérfidas
+insinuaciones y se apresuraban a salir a respirar el aire fresco y se
+dejaban atrapar en cuanto ponían el pie fuera de su casa. Pero si alguno
+se obstinaba en permanecer en sus habitaciones bien porque sospechase de
+mi buena fe o porque estuviese ocupado en aquel momento, entonces me
+veía obligado a apelar a un terrible argumento que no describiré por no
+ofender la susceptibilidad de las damas que lean estas memorias.</p>
+
+<p>Cayetano también era un ingenioso cazador, pero empleaba sus facultades
+en otros animales de más fuste. Aparte de las truchas, que eran su
+especialidad, cazaba con escopeta y en compañía de algunos señores de la
+Pola, codornices, perdices y arceas. Dos o tres veces fueron también a
+Peña Mayor y a los montes de Raigoso y mataron algún corzo.</p>
+
+<p>Pero mucho más ingenioso cazador que él era un zorro que de vez en
+cuando visitaba por las noches nuestro gallinero. Esto nos tenía a todos
+sobresaltados y a Cayetano furioso. El mastín estaba en el monte con el
+ganado y el <i>Muley</i>, por su edad avanzada y por su larga experiencia de
+la vida, miraba ya todas estas cosas con marcada frialdad. Cayetano veló
+con la escopeta preparada unas cuantas noches, pero el astuto animal
+olió la pólvora y no pareció. Entonces se decidió aquél a ir a Sama y
+comprar un armadijo de hierro que en aquella región se conoce con el
+nombre de <i>garduña</i>. Colocóse la trampa a la boca del gallinero y pocas
+noches después el zorro vino y fué cogido en ella por una pata, pero con
+gran estupefacción de todos el desgraciado animal la cortó con sus
+propios dientes y se marchó sin ella. ¡Terrible caso de amor a la
+libertad que me impresionó profundamente!</p>
+
+<p>Se fabricó la sidra y en los días que duró la operación<a name="page_047" id="page_047"></a> no salí del
+lagar ayudando con todas mis fuerzas al mejor éxito de tan importante
+tarea y cerciorándome a cada instante de la dulzura y bondad del caldo
+destilado. Tantas veces me cercioré que hube de purgarme sin
+pretenderlo. Vino después la recolección del maíz y ayudé a los vecinos
+a traer las mazorcas sentándome sobre ellas en el carro. Después también
+les socorrí en la tarea de deshojarlas y trenzarlas en ristras.
+Efectuábase la operación, llamada allí <i>esfoyaza</i>, por las noches, y los
+vecinos se ayudaban unos a otros. Imposible imaginar nada más ameno y
+deleitoso que estas <i>esfoyazas</i>. La nuestra duró algunas noches y si
+hubiera durado eternamente creo que no hubiera perdido nada. En fin,
+resumiendo mis impresiones agrícolas manifestaré que yo pensaba entonces
+haber nacido para labrador como más tarde pensé que había nacido para
+marinero y luego para filósofo. Siempre supe adaptarme al medio en que
+me hallé y esta flexibilidad de mi naturaleza me ha procurado dos
+ventajas en la vida: La primera y principal, no aburrirme nunca; y la
+segunda, haber podido escribir novelas de regiones apartadas y medios
+sociales muy diferentes.</p>
+
+<p>Comenzaba ya a llover del modo suave y constante que allí lo hace. Los
+campos iban quedando poco a poco abandonados. La gente se retraía al
+interior de las casas; pero aquí gozábamos también de señalados
+placeres. En la mía se amasaba el pan dos veces por semana. Era una
+diversión ver a las criadas heñir la masa, y ayudarlas a bregarlo
+colgándome al manubrio de la máquina. La construcción de los bollos, el
+atestar el horno de árgoma y darle fuego para arrojarlo era
+interesantísimo. Luego se metían poco a poco los bollos dentro, se
+tapaba el horno y entonces las mujeres se santiguaban, los hombres nos
+descubríamos y se rezaba solemnemente un padrenuestro. ¡Cuán lejanos
+estamos ahora de estas escenas sencillas e inocentes! Vivimos apartados
+de la naturaleza; marchamos huídos de Dios. ¿Hemos ganado con ello
+alegría? Que cada cual ponga la mano sobre el corazón y me responda.</p>
+
+<p>Las noches eran ya largas. Antes de subir a nuestra casa a jugar al
+tresillo con mi padre, el cura y un indiano<a name="page_048" id="page_048"></a> que allí estaba de
+temporada, Cayetano solía quedarse un rato en la gran cocina de abajo
+formando tertulia con nosotros. Sentado en el escaño, yo a su lado, la
+<i>Micona</i> encima del hombro se placía en contarnos algún caso chistoso y
+en dar vaya a los presentes. Porque era hombre maligno y provocativo
+sobre toda ponderación. Los que le servían generalmente de <i>cabeza de
+turco</i> eran un vecino llamado José de Anica y un criado que tenía por
+nombre Pacho. Sobre este último singularmente se ensañaba tanto que el
+pobre hombre acosado llegaba a faltarle alguna vez al respeto.</p>
+
+<p>Por aquellos días vino el ganado del monte. Había estado allí una larga
+temporada quedando sólo en el establo una vaca de leche. Y con el ganado
+vino el gran mastín llamado <i>Manchego</i> por ser oriundo de la provincia
+de Toledo. Traía al cuello un gran collar de cuero guarnecido de
+afiladas puntas de hierro o sea una carlanca. Esta carlanca y lo mismo
+el pelo del mastín estaban manchados de sangre. El vaquero nos informó
+de que la noche anterior se había batido con los lobos. Nadie puede
+figurarse la impresión que esto me causó. Los lobos eran para mí
+animales legendarios, algo que no existía más que en la fantasía de los
+cuentistas. El perro, batiéndose con ellos, adquiría a mis ojos un
+aspecto sobrenatural. No me hartaba de contemplarle y de ponerle la mano
+encima del lomo, admirándome al mismo tiempo de que un animal tan bravo
+y poderoso no tuviese a menos el menear el rabo en presencia de un ser
+tan ínfimo como yo. Todo el pan y el queso que había en la casa me
+parecían poco para agasajar a aquel héroe. Y una vez que en testimonio
+de reconocimiento me lamió la cara me sentí tan honrado como si Napoleón
+me hubiera dado un beso.</p>
+
+<p>Aquella noche se habló de lobos en la cocina y Cayetano me contó el
+siguiente suceso que ya conocían todos los que allí estaban menos yo:</p>
+
+<p>«Hará cosa de cuatro años y por este mismo tiempo estaba yo sentado una
+tarde ahí en el poyo delante de casa, cuando pasó Ramonín, el del tío
+Angel de Canzana, que bajaba del monte con el ganado.<a name="page_049" id="page_049"></a></p>
+
+<p>Tú ya conoces a Ramonín porque le ves todos los domingos cuando vamos a
+misa. Ahora es un real mozo que ha entrado en quinta este año; pero
+entonces no era más que un zagalillo y no muy medrado.</p>
+
+<p>Pues como digo venía del monte con su zurrón a la espalda y traía en la
+mano un cestito tapado. Yo, que soy un poco curioso, le retuve por el
+brazo y levanté la tapa del cesto. Había dentro un perrillo de cría.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ha parido la perra en el monte, Ramonín?</p>
+
+<p>&mdash;No es un perro, señor Cayetano, es un lobo&mdash;me respondió riendo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Un lobo? ¡El diablo me lleve si no es verdad!</p>
+
+<p>Saqué el animalito del cesto, lo puse en el suelo y comenzó a aullar
+como un perrito recién nacido.</p>
+
+<p>Ramonín me contó que el día anterior Luisón de la Granja, que tenía la
+cabaña cerca de la suya, había encontrado en una cueva tres lobeznos,
+había matado dos y había traído éste. Por la tarde, hallándose sacando
+el estiércol del establo fué atacado repentinamente por la loba. Gracias
+a que tenía en la mano la pala de dientes no pereció en aquel momento.
+Luchó con la fiera y logró ensartarla por el vientre. En aquellas horas
+debía de estar ya en la Pola, para recibir del Ayuntamiento el premio
+que dan por la matanza de cualquier alimaña.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tú para qué mil diablos quieres este animalito?</p>
+
+<p>&mdash;No era más que para enseñárselo a mi hermano. Luego lo mataremos.</p>
+
+<p>Entonces me vino la idea de criarlo y se lo pedí. Lo crié, en efecto,
+dándole leche hasta que pudo comer. Comenzamos a llamarlo Ramonín como
+el chico que lo había traído y Ramonín le quedó y por este nombre
+comenzó a responder, pero no del modo vivo y alerta que lo hacen los
+perros, porque los lobos son más torpes o como si dijéramos más cerrados
+de cascos. Esto no tiene nada de particular porque entre los mismos
+hombres unos son más cerrados que otros y si no que lo diga Pacho...</p>
+
+<p>&mdash;¡Milagro sería que no saliese yo a relucir!&mdash;gruñó Pacho encolerizado.</p>
+
+<p>El animalito fué creciendo y al cabo de seis meses era un cachorro
+revoltoso que me seguía a todas partes. Le<a name="page_050" id="page_050"></a> llevaba a la Pola, le
+llevaba a Sama y excitaba la curiosidad por dondequiera que pasaba.
+Llegué a cobrarle cariño. Una vez que fuí a Oviedo le traje un lindo
+collar con chapa de bronce donde hice grabar su nombre y la fecha en que
+lo adquirí. En fin, él se portaba lo mismo que un perro fiel. Lo único
+en que se le conocía la raza fué cuando mató en pocos días tres corderos
+que tuve que pagar quedándome con ellos. Yo estaba tan contento con el
+animalito que le perdoné estas y otras fechorías semejantes. Jamás
+mordió a las personas; los niños jugaban con él lo mismo que con un
+perro.</p>
+
+<p>Un viernes del mes de noviembre, cuando ya tenía el lobo más de un año,
+fuí al mercado de Cabañaquinta llevándolo conmigo. Monté a caballo
+temprano, pasé la Collada y en tres horas poco más o menos di en el
+mercado. Ya sabrás que Cabañaquinta está detrás de la Peña-Mea y que hay
+que atravesar para llegar a allá todos esos montes, que ves delante de
+casa.</p>
+
+<p>Pasé el día arreglando mis asuntos y por la tarde me metí en la taberna
+de Andrea donde encontré a Xuanón, el célebre matador de osos que habrás
+oído nombrar, y a don Salustiano el escribano. Me enredé en una partida
+de <i>brisca</i> con ellos de tal modo que cuando acordé conmigo eran las
+ocho y ya hacía más de una hora que había cerrado la noche:</p>
+
+<p>Monto a caballo y pico espuelas para casa. La noche estaba fría ya de
+verdad: en los altos había caído bastante nieve. Antes de doblar la
+Collada se me ocurrió mirar hacia atrás y no veo a Ramonín. Silbo, le
+llamo. Nada. «Ese pícaro se me escapó al monte&mdash;dije para mí&mdash;. Hice mal
+en traerle por estos sitios.»</p>
+
+<p>Deploré el percance porque repito que estaba contento y ufano con el
+animal. Además me dolía la pérdida del collar que me había costado nueve
+pesetas. Doblo al fin la Collada y marcho bien tranquilo aunque al paso
+más vivo que en aquellos endiablados caminos podía seguir el caballo,
+cuando de pronto éste se para en firme, levanta las orejas y se
+estremece. Le hinco las espuelas y en vez de arrancar de nuevo
+retrocede. Comprendí en seguida que había olido el lobo. Y en efecto,<a name="page_051" id="page_051"></a>
+al instante percibo el bulto de uno a la claridad de las estrellas,
+porque no había luna. Echo mano al revólver y veo repentinamente otro
+del lado opuesto del camino. Y en menos tiempo que se cuenta se me ponen
+delante tres, cuatro, cinco... yo no puedo decir cuántos. Acaso el miedo
+espantoso que se apoderó de mí los haya multiplicado. ¿Pero qué es lo
+que veo además? Pues veo entre ellos al mismo Ramonín con su collarito
+reluciente dispuesto al parecer a arrojarse sobre mí como todos los
+demás.</p>
+
+<p>El caso era apurado como comprenderéis. Hasta entonces no había visto
+nunca la muerte tan cerca de mis ojos. Me tiré del caballo y comencé a
+disparar tiros a ciegas, pues el miedo me impedía pararme siquiera a
+apuntar. Los lobos huyeron, pero no se pasaron muchos segundos sin que
+volviesen de nuevo. Me vi muerto; ya había disparado los seis tiros y no
+traía más cápsulas. Pero Dios no quiso que lo fuese en aquella ocasión.
+Detrás de mí oí gritos de gente que llegaba. Eran los tenderos
+ambulantes que regresaban a la Pola. Habían encontrado mi caballo, que
+huía despavorido, y lo habían detenido. Creyendo por los tiros que me
+habían asaltado ladrones venían corriendo y gritaban para infundirme
+valor. Los lobos al escuchar aquel ruido desaparecieron otra vez de mi
+vista.</p>
+
+<p>Mucho se sorprendió aquella caravana, que no bajaría de veinte personas
+entre hombres y mujeres, de lo que me había sucedido. Sobre todo la
+traición de Ramonín excitó tanto su curiosidad que no se hartaban de
+hacer comentarios. Me dieron un vaso de vino y después que me hube
+serenado un poco monté de nuevo a caballo y con ellos llegué hasta aquí.</p>
+
+<p>Aunque ya era cerca de las once todos estaban levantados esperándome.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué cara traía, válgame Dios!&mdash;exclamó Pachón riendo.</p>
+
+<p>&mdash;Peor la traías tú cuando te dieron aquella manta de palos los mozos de
+Rivota el día del Obellayo&mdash;repuso Cayetano encolerizado.</p>
+
+<p>Nos acostamos y al día siguiente por la mañana apenas<a name="page_052" id="page_052"></a> me había
+levantado de la cama vino José Mateo a decirme:</p>
+
+<p>&mdash;Señor, está ahí <i>Ramonín</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? <i>¡Ramonín!</i></p>
+
+<p>No quería creerlo. Salgo corriendo a la calle y veo en efecto a mi lobo
+que así que me divisa empieza a bajarse y arrastrarse por el suelo sin
+atreverse a acercarse a mí y como si pidiese perdón de su villanía.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah maldito, traidor! Ahora me las pagarás.</p>
+
+<p>Entro en casa, cojo la escopeta y salgo otra vez. Ya no estaba
+<i>Ramonín</i>.</p>
+
+<p>&mdash;<i>Ramonín</i> se ha metido en el establo&mdash;me dijo un chico que pasaba.</p>
+
+<p>Voy al establo y lo hallé acurrucado debajo del pesebre. Me eché la
+escopeta a la cara y allí le dejé muerto de un tiro.<a name="page_053" id="page_053"></a></p>
+
+<h2><a name="VI" id="VI"></a>VI<br /><br />
+<small>MÚSICOS AMBULANTES</small></h2>
+
+<p>Mi madre fué toda su vida un frágil cristal de Bohemia. No podía
+llamarse en verdad mujer a una criatura tan débil, tan delicada y
+próxima a extinguirse que cualquier ráfaga de aire podía apagar en la
+hora menos pensada. Ella lo sabía, todos lo sabíamos; por eso nuestra
+gran preocupación en la casa era atajar el paso por cuantos medios se
+hallaban a nuestro alcance a esta ráfaga traidora. Así que veíamos en su
+estancia una puerta entreabierta nos precipitábamos llenos de terror a
+cerrarla. Si se arriesgaba a salir de la sala para ir a otra habitación,
+los unos iban delante como heraldos a prevenir que se cerrasen balcones
+y ventanas, los otros como escolta para impedir que algún imprudente
+abriese las puertas laterales. No hay para qué decir que en esta tarea
+sanitaria se distinguía por su ardor y destreza mi padre, el cual sentía
+por su esposa la adoración de un enamorado y la ternura de un padre.</p>
+
+<p>Mi pobre madre vegetaba en un rincón del sofá envuelta en su chal de
+lana trabajando con el ganchillo de marfil. Por las noches le placía
+hilar con aquella su artística rueca de que ya he hablado. Era primorosa
+en todas las labores femeninas y sus dedos, aunque tan delicados,
+incansables. ¡Oh Dios mío, cuán delgados y frágiles eran aquellos dedos!
+Una de mis aprensiones dolorosas era verlos quebrarse cualquier día.</p>
+
+<p>Esta flaqueza corporal no excluía en ella una gran<a name="page_054" id="page_054"></a> fuerza de carácter.
+Era, como suele decirse, en lo físico una caña que se dobla pero no se
+rompe; en lo moral un roble que se rompe pero no se dobla. Mi padre,
+como reverso de ella, poseía un vigor físico extremado y un carácter
+blando y sentimental.</p>
+
+<p>Con el ansia que suele acometer a los que cerca de sí ven la muerte
+aparejada a arrastrarlos a la tumba, mi madre se agarraba con todas sus
+fuerzas a la vida. Este anhelo de vivir se traducía por un deseo
+irresistible de hallarse siempre rodeada de gente alegre y bulliciosa,
+cuanto más alegre y bulliciosa mejor. Todas sus amigas eran mucho más
+jóvenes que ella y en verlas divertirse y bailar, y en escuchar su
+charla y sus confidencias amorosas hallaba la fuente de su alegría o por
+lo menos el olvido de sus dolencias.</p>
+
+<p>Además de las pocas señoritas que en la aldea había y de algunas que de
+vez en cuando venían a pasar temporadas a nuestra casa, recibía por las
+noches buen golpe de labradoras que hilaban su copo sentadas en el
+suelo. Se formaba de este modo una tertulia de quince o veinte personas.
+Mi padre con sus amigos y Cayetano jugaba a las cartas en un ángulo de
+la sala alumbrados por un quinqué de pantalla verde, mientras yo sentado
+unas veces al lado de ellos, otras en el sofá a la vera de mi madre,
+vagaba de un sitio a otro hasta que el sueño me rendía y quedaba
+definitivamente dormido en el sofá. Algunas veces las carcajadas de los
+tertulios me despertaban un instante, pero no tardaba en quedar de nuevo
+dulcemente dormido. Al cabo mi padre solía apartarse un momento de la
+mesa de juego, me tomaba entre los brazos, me llevaba medio dormido al
+dormitorio, me desnudaba él mismo y me dejaba en la cama.</p>
+
+<p>Gozaba mi madre lo indecible viendo bailar y ella misma sobreponiéndose
+a sus enfermedades por un esfuerzo maravilloso de su voluntad enérgica
+tomaba parte alguna vez en los bailes de sociedad. Pero en Entralgo
+faltaban caballeros para esta clase de bailes y sólo cuando nos
+visitaban algunos amigos o parientes se podía organizar un pequeño
+sarao. Ordinariamente se bailaba al estilo de la aldea, mucho más
+divertido en mi<a name="page_055" id="page_055"></a> opinión por entonces, que el de la ciudad. Ni faltaba
+para acompañar o llevar el compás de la danza algún músico ambulante que
+mi madre solía retener en casa días y días manteniéndole y dándole una
+pequeña gratificación. Recuerdo que en aquella temporada estuvieron por
+dos veces permaneciendo bastante tiempo entre nosotros un violinista
+tuerto llamado Joaquín, acompañado de un muchacho de quince o diez y
+seis años que tocaba el arpa. Este Joaquín no podía competir con
+Paganini en el violín, pero seguramente podría habérselas con el propio
+Falstaff delante de un tonel. Un río de sidra no hubiera extinguido la
+sed de aquel artista. Con esto el único ojo que poseía estaba siempre
+rameado de sangre lo cual se puede asegurar que no le embellecía.</p>
+
+<p>Era hombre divertidísimo aquel Joaquín, locuaz como pocos y embustero
+como ninguno. Había que verle en el lagar de pie con un vaso en la mano.
+Jamás se sentaba en aquel recinto como si respetase demasiado la
+majestad del tonel y no osase tomar asiento en su presencia. Sin
+embargo, cuando ya había trasegado una cantidad razonable de sidra a su
+estómago se creía autorizado para faltarle al respeto y se recostaba
+familiarmente sobre él. Es de saber que antes de llegar a este período
+deplorable de descuido, por no decir de insolencia, había celebrado ya
+su dulzura y su gloria por medio de cánticos fervorosos. Porque así que
+el violinista se acercaba más o menos a uno de nuestros toneles y tenía
+un vaso lleno en la mano, se creía en el deber de cambiar la música
+instrumental por la vocal, dejando escapar de su garganta agradecida y
+repitiendo cien veces la misma canción como una letanía en honor del
+jugo vivificante que chispeaba en su vaso. ¿Qué es lo que hacía peor,
+cantar o tocar el violín? Nadie logró jamás resolverlo.</p>
+
+<p>Pero tenía además otra manera de ensalzar la magnificencia de aquel vino
+espumoso y era por medio de adecuadas y entusiastas inscripciones. Las
+paredes del lagar estaban llenas de ellas escritas por su mano con
+carboncillo. <i>Dios bendiga la sidra de este lugar</i>&mdash;decía una&mdash;.
+<i>Bebamos esta sidra mientras nos quede un soplo<a name="page_056" id="page_056"></a> de vida</i>&mdash;decía otra&mdash;.
+<i>¡Desgraciados los hombres que no conocen la sidra de Entralgo!</i>&mdash;se
+leía en otra tercera... y así sucesivamente.</p>
+
+<p>Como puede observarse tales inscripciones ofrecían un marcado carácter
+apologético. En esto se distinguían de las cuneiformes de la Asiría y de
+las jeroglíficas de Egipto casi todas históricas o conmemorativas.</p>
+
+<p>Mi padre odiaba casi tanto la epigrafía de Joaquín como su música. Pude
+cerciorarme de ello cuando poco después de partirse con su acompañante
+el arpista, hizo blanquear el lagar tapando con grosera cal mucho
+profundo pensamiento. Acaso se halle reservado a las generaciones
+venideras su descubrimiento. La capa de cal se desprenderá y debajo de
+ella volverán a parecer, vivos aún, aquellos gritos entusiastas de furor
+báquico.</p>
+
+<p>Cuando no se hallaba bajo la influencia del avinado o asidrado dios hijo
+de Júpiter y Semele, era Joaquín un hombre muy agradable y nos
+entretenía narrándonos sucesos de su vida errante y picaresca. No he
+podido retener en la memoria más que uno, seguramente porque fué el que
+más me impresionó.</p>
+
+<p>Nos hallábamos sentados alrededor del fuego en la gran cocina de
+Cayetano. Este y yo en el escaño; los demás en tajuelas. Para Joaquín y
+su arpista había traído Manola dos sillas. Joaquín habló de esta manera:</p>
+
+<p>«Después de haber pasado unos días en Villaviciosa, habíamos ido a la
+fiesta del Nazareno en Noreña. Entonces no me acompañaba todavía este
+muchacho sino Rufo, aquel guitarrista que se ahogó en Gijón el año
+pasado y que habréis conocido o habréis oído nombrar. En Noreña corre la
+sidra y el dinero como en ningún otro pueblo de la provincia. Aquella
+tarde hicimos más de tres duros tocando en la calle, y por la noche
+todavía tocamos en el baile del Ayuntamiento y nos dieron treinta
+reales. Cuando salimos del baile eran más de las once; pero yo quería
+dormir en la Pola de Siero, porque tengo allí un amigo y no me cuesta
+nada la cama. Se lo dije a Rufo y desde luego quedó conforme porque
+tenía la esperanza de que tampoco le cobraran.</p>
+
+<p>La emprendimos pues hasta la Pola, que como saben<a name="page_057" id="page_057"></a> está muy cerquita.
+Era una hermosa noche estrellada y no hacía frío ni calor. Al pasar por
+el Berrón la taberna de Jerónimo estaba todavía abierta y llena de
+gente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Vamos a entrar un instante?&mdash;me dijo Rufo.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos.</p>
+
+<p>Este Rufo era un buen hombre y como guitarrista, no se diga, porque
+hacía hablar al instrumento, pero tenía un defecto muy feo y era que le
+gustaba demasiado la sidra...</p>
+
+<p>Nos miramos todos unos a otros con sorpresa y Cayetano soltó una
+estridente carcajada y los demás le siguieron. Joaquín quedó grandemente
+amostazado y preguntó con voz sorda:</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué os reís?</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, nos reímos porque un vaso de sidra le gusta a
+cualquiera&mdash;repuso Cayetano, guiñándonos un ojo.</p>
+
+<p>Y vuelta a reír todos de tan buena gana que el propio Joaquín concluyó
+por reír también.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno, corriente! Quedamos en que a él y a mí nos gustaba la sidra y
+entramos a beber unos vasos del tonel que aquella misma tarde se había
+abierto. Había allí bastante gente y entre ella unos gitanos o húngaros
+que traían varios monos, un oso y un perro amaestrados. Los habíamos
+visto todo el día en Noreña trabajando con sus animales, rodeados de
+chicos. Nos acercamos al tonel con no poco trabajo y nos hicimos sacar
+unos vasos. No sé cuántos fueron...</p>
+
+<p>&mdash;¡Muchos!&mdash;dijo Cayetano.</p>
+
+<p>&mdash;Puede ser. Había tanta gente y tanto ruido que al cabo me sentí
+mareado y le dije a Rufo:&mdash;«Vámonos que estoy cansado y ya sabes que
+mañana debemos salir temprano para Infiesto»&mdash;. No me hizo caso y
+seguimos todavía otro rato y bebimos algunos vasos más. Volví a apurarle
+para que nos fuésemos y... nada; el hombre como si hubiera echado allí
+raíces y esperase florecer en la primavera. Enfadado ya de tanto
+repetirle lo mismo y de esperarle le dije:</p>
+
+<p>&mdash;Mira Rufo, yo me voy: haz lo que quieras.</p>
+
+<p>&mdash;Aguárdate, compadre, aguárdate un momento.</p>
+
+<p>&mdash;No me aguardo más momentos. Adiós.<a name="page_058" id="page_058"></a></p>
+
+<p>Y me fuí hacia la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, hombre, bueno, no te apures, que yo también me voy.</p>
+
+<p>Y sentí que echaba a andar detrás de mí. Cuando salí a la carretera noté
+que se ponía a mi lado y emparejados tomamos la dirección de la Pola. Yo
+no le hablaba porque estaba irritado y además la lengua me pesaba un
+poco en la boca. La noche más hermosa que antes. Había salido la luna y
+alumbraba tanto que a mí me parecía ver dos, una al lado de otra. Poco a
+poco se me fué pasando el enfado y para entrar en conversación le dije a
+Rufo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya una noche linda, compadre!</p>
+
+<p>No me contestó más que con un grosero gruñido.</p>
+
+<p>&mdash;¡Anda! ¿Conque eres tú el que te enfadas después de lo que me has
+hecho aguardar?&mdash;le dije parando y encarándome con él.</p>
+
+<p>¡Pero cuál fué mi sorpresa al ver que mi amigo Rufo se había
+transformado en oso!...»</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso es mentira, hombre!&mdash;exclamó Pacho desde su tajuela.</p>
+
+<p>&mdash;Aguarda un instante, amigo&mdash;repuso Joaquín.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que te digo que eso es una gran mentira, hombre!</p>
+
+<p>&mdash;¡Cállate, animal!&mdash;exclamó Cayetano encolerizado&mdash;. Deja que Joaquín
+termine su cuento.</p>
+
+<p>Pacho, sin hacer caso, rojo de indignación y como si quisiera arrojarse
+sobre el pobre violinista, gritó más fuerte aún:</p>
+
+<p>&mdash;¡Que te digo, hombre, con toda la boca, que mientes, hombre! ¿Lo
+quieres más claro, hombre?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero quieres callarte, pedazo de bárbaro?&mdash;volvió a decir Cayetano
+tomando las tenazas con ademán de arrojárselas.</p>
+
+<p>A duras penas se logró hacerle callar y Joaquín pudo continuar su
+cuento.</p>
+
+<p>«&mdash;Vaya unas bromas que me gastas, compadre&mdash;le dije&mdash;. ¿A qué conduce
+esa tontería de transformarte en oso?</p>
+
+<p>Rufo no me respondió.</p>
+
+<p><a name="page_059" id="page_059"></a>&mdash;¡Anda, pues no eres poco chistoso, hijo!&mdash;continué yo&mdash;. ¡Si creerás
+que me vas a asustar! ¡Ja, ja! A pesar de esos pelos y ese hocico
+puntiagudo, te conozco, querido, y estoy tan tranquilo como si me
+tocases un tango con la guitarra... ¿Sabes lo que te digo Rufo?, que no
+eres un oso, sino un ganso, y que me está apeteciendo alumbrarte una
+torta en el hocico para que aprendas a no burlarte de los amigos.</p>
+
+<p>Y como lo dije lo hice, a mano suelta le di sobre el hocico un revés.</p>
+
+<p>Mi amigo Rufo lanzó un fuerte gruñido y dejando la posición cuadrúpeda
+se puso de pie y comenzó a bailar en torno mío gruñendo terriblemente.
+Os confieso amigos que si alguna vez sentí miedo en el mundo fué en esta
+ocasión. Eché a correr como pude, que no podía gran cosa, pues los pies
+me pesaban como si llevase zapatos de plomo. Rufo corrió detrás de mí
+siempre de pie, pero aún corría menos que yo. Como yo le llevaba alguna
+delantera me detenía de vez en cuando y le decía en tono suplicante:</p>
+
+<p>&mdash;Rufo, amigo mío, perdona. No te he dado esa torta por ofenderte.</p>
+
+<p>El no hacía caso y continuaba persiguiéndome. Cuando se acercaba yo
+volvía a correr y así que me hallaba lejos le suplicaba otra vez:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, Rufo, no seas así. Una broma es una broma y entre amigos no
+tiene importancia.</p>
+
+<p>Por fin se ablandó y dejándose caer, anduvo otra vez en cuatro patas.
+Entonces me acerqué ya sin miedo a él y nos emparejamos como antes. Y
+seguimos charlando con la mayor animación, es decir, recuerdo que era yo
+el que charlaba porque mi amigo Rufo no hacía más que asentir con leves
+gruñidos a lo que yo le decía. Tanto que cansado a la postre y un poco
+impaciente detengo el paso, me planto delante de él y le digo:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, hombre de Dios, ¿hasta cuándo va a durar esta broma?</p>
+
+<p>Mas he aquí que Rufo se pone otra vez de pie y comienza a bailar y a
+gruñir de un modo espantoso. No poco trabajo me costó aplacarle y sólo
+lo conseguí después de mucho tiempo.<a name="page_060" id="page_060"></a></p>
+
+<p>Por fin llegamos a la Pola, me dirigí a casa de mi amigo Ramón el
+Puntillero y llamé a la puerta. Me abrieron en seguida y entonces
+volviéndome a Rufo, que me seguía, le dije:</p>
+
+<p>&mdash;Compadre, puesto que no quieres dejar todavía esa bromita, dormirás
+esta noche al fresco.</p>
+
+<p>Y le dí con la puerta en el hocico. Caí en la cama como una piedra y el
+Puntillero tuvo compasión de mí y me dejó dormir hasta las diez de la
+mañana. Pero a esa hora me despertó a gritos diciéndome:</p>
+
+<p>&mdash;Joaquín, Joaquín levántate ahora mismo. Está ahí un alguacil de parte
+del alcalde para que te presentes inmediatamente en el Ayuntamiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero qué pasa?&mdash;exclamé sobresaltado.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, al parecer, unos gitanos te acusan de que les has robado un oso.</p>
+
+<p>Quedé estupefacto. No me acordaba absolutamente de nada. Sin embargo,
+poco a poco fué entrando la luz en mi cerebro y me di cuenta de lo que
+había pasado aquella noche. Me vestí rápidamente y me dirigí al
+Ayuntamiento. Cuando llegué allá, el oso ya había parecido y los
+bohemios andaban por el pueblo tocando el pandero y haciéndole bailar.
+Le habían encontrado debajo de un hórreo donde se había comido más de
+una arroba de paja que allí estaba amontonada.</p>
+
+<p>Cuando le conté el caso al alcalde quería desnudarse de risa y en vez de
+ponerme multa se la puso a los gitanos por haber dejado un animal
+peligroso en libertad.</p>
+
+<p>Al salir del Ayuntamiento tropecé con mi amigo Rufo que había dormido en
+la taberna de Jerónimo debajo de una mesa. Le habían robado la guitarra
+y venía a dar queja al alcalde sospechando de los bohemios. No consiguió
+nada. El oso había parecido pero la guitarra no volvió a verla en su
+vida.»<a name="page_061" id="page_061"></a></p>
+
+<h2><a name="VII" id="VII"></a>VII<br /><br />
+<small>LA PARTIDA</small></h2>
+
+<p>La primavera sopló otra vez sobre nuestra feliz aldea; las rosas se
+abrieron, los mirlos cantaron en la pomarada, los terneros mugieron en
+el establo, los céfiros nos traían sobre sus alas perfumadas los rumores
+del bosque, gorjeos de pájaros enamorados: la zarzamora que tapizaba los
+caminos se llenaba de florecillas moradas: del balcón de mi cuarto
+colgaban ya los pámpanos que alegres temblaban al nacer la aurora...</p>
+
+<p>Todos estos signos de la gloriosa resurrección de la naturaleza alegraba
+a los hombres y a los animales, pero a mí me inquietaban vivamente.
+Había oído decir repetidas veces a mi madre que en cuanto viniese la
+primavera partiríamos para Avilés. Por aquel tiempo no sabía yo que esta
+villa guardaba en su seno placeres mucho más exquisitos que los que
+podía brindarme Entralgo. Pensando en la escuela, en la gramática, en
+las planas, en la vara de avellano de don Juan de la Cruz se me ponía la
+carne de gallina.</p>
+
+<p>¿A qué pensar en ello, sin embargo? Aquí estaban aguardándome a la
+puerta, como siempre, mis amigos Ramón, Sixto, José, Segundo, una
+guardia fiel y decidida que yo había logrado formarme durante mi
+estancia en la aldea. Corríamos los senderos, trepábamos a los árboles
+para alcanzar los nidos, hacíamos hogueras y asábamos allí patatas,
+cortábamos varas de sauco para construir <i>tira-tacos</i>, nos pasábamos
+horas enteras espiando la guarida de las anguilas en los arroyos, pero<a name="page_062" id="page_062"></a>
+sin lograr jamás atrapar ninguna, toreábamos a los carneros (desde mi
+fatal aventura y en pocos meses había ya dado grandes pasos en el arte
+taurino), montábamos en todos los caballos que encontrábamos sueltos por
+los caminos.</p>
+
+<p>Este último recreo ofrecía más de un peligro, para mí especialmente, que
+no era ni tan duro ni tan diestro como mis compañeros. Tuve ocasión de
+experimentarlo bien pronto. En una de aquellas tardes primaverales
+habíamos estado en el río levantando piedras y piedras para atrapar
+truchas. No era más que un simulacro, porque en el fondo estábamos
+persuadidos de que nunca pescaríamos una. Cuando nos fatigamos de aquel
+infructuoso ejercicio nos decidimos a regresar al pueblo. Apenas
+habíamos caminado algunos pasos tropezamos con un gran caballo pastando
+la yerba que crecía en aquel terreno guijarroso. Acometido de un vértigo
+de grandeza dije:</p>
+
+<p>&mdash;Voy a montar ese caballo.</p>
+
+<p>Los amigos trataron de disuadirme porque sabían perfectamente a qué
+atenerse respecto a mis adelantos en la equitación.</p>
+
+<p>&mdash;Es demasiado alto.</p>
+
+<p>&mdash;No importa. Vosotros me ayudaréis a montar.</p>
+
+<p>Debo confesar que lo hicieron de mala gana, pero lo hicieron. Entre
+todos ellos fuí izado sobre el lomo del animal, que no era ni fogoso ni
+resabiado. Lo único que hizo fué trotar acompasadamente en dirección a
+la aldea. Pero yo no supe acomodarme a su compás, comencé a vacilar,
+perdí al fin el equilibrio y di pronto con las narices en el suelo.</p>
+
+<p>Una de las cosas menos gratas de la existencia es, sin duda, caer de
+narices contra una piedra desde un caballo de ocho cuartas. Yo que no
+las tenía de cemento armado las sentí deteriorar con un vivo dolor que
+me hizo prorrumpir en gritos. Mis amigos al escucharlos y al verme
+yacente y ensangrentado, se dispersaron como los discípulos de Jesús
+cuando su divino Maestro fué clavado a la cruz. Acudió a los pocos
+momentos en mi auxilio un criado llamado Linón que ya lo había sido de
+mi<a name="page_063" id="page_063"></a> abuelo y que por casualidad acertó a pasar por allí. Me levantó del
+suelo, me llevó al río y me lavó el rostro. Mientras lo hacía no cesaba
+de instruirme con saludables advertencias.</p>
+
+<p>&mdash;Ya ves lo que sucede por ser atrevido.&mdash;¿Quién te ha mandado subirte a
+un caballo si no sabes montar?&mdash;Si hubieras sido formal no te pasaría
+esto.&mdash;¡Qué ocurrencia ha sido la tuya de montar en un caballo tan alto
+y a pelo!, etc., etc.</p>
+
+<p>Es posible que sea un consuelo el averiguar cuando uno se rompe las
+narices, que si hubiera hecho esto o dejado de hacer aquéllo habría
+evitado la ruptura, pero yo no experimenté ninguno en aquella ocasión.
+Al contrario, cuanto más persuasivo se mostraba Linón, más triste y
+miserable me sentía yo. Por fin me llevó en brazos hasta casa y no fué
+débil el susto de mis padres al verme en tal estado. Se me aplicaron
+compresas de árnica y mi buen padre estuvo toda la noche renovándolas
+incesantemente.</p>
+
+<p>Creí del caso en tales momentos encomendarme o hacer promesa de visitar
+algún santuario. En vez de uno prometí visitar dos, el de la Virgen de
+Covadonga y el del Santo Cristo de Candás. Ignoro por qué fuí tan lejos
+en mi devoción teniendo cerca al milagroso San Nicolás de Campiellos.
+¿Sería por deseos de viajar o bien porque se me hubiera comunicado el
+desprecio que sentía nuestro párroco hacia el santuario de Campiellos?
+De todos modos mi madre quedó complacidísima y prometió llevarme a
+Covadonga y a Candás tan pronto como nos halláramos en Avilés.</p>
+
+<p>Al día siguiente vino el médico, se me pusieron los vendajes necesarios
+y en pocos días quedé curado. Sin embargo, más adelante se necesitó la
+intervención de un médico de Oviedo y toda mi vida me resentí de aquella
+caída.</p>
+
+<p>Se hablaba ya bastante en casa de nuestra partida; se fijó por fin el
+día. Yo estaba tristísimo, aunque se había restringido mi libertad,
+después de la caída. Pero aún lo estaba más, a mi juicio, el sobrino del
+señor cura de la Pola y diré en pocas palabras por qué.<a name="page_064" id="page_064"></a></p>
+
+<p>Había traído mi madre de Avilés una doncella de espléndida belleza
+llamada Alvarina. Pasaba por una de las más hermosas jóvenes de Avilés:
+no necesito añadir más, pues la belleza de las mujeres de esta villa es
+proverbial en España. Yo amaba a esta Alvarina con todo mi corazón, no
+tanto por su belleza como por su bondad. En los niños el amor es
+intelectual y más razonado que en los hombres. Sólo en los degenerados
+amanece temprano la sensualidad. Claro está que la belleza ejerce una
+influencia favorable sobre todos los seres, mas a pesar de su gran
+hermosura si esta mujer hubiera sido mala no la habría amado. Lejos de
+esto, yo la encontraba siempre dulce y afable procurándome recreos,
+guardándome golosinas, tapando mis faltas cuando las cometía. Hacía aún
+más y mejor, y era darme aliento para ser bueno y valeroso. Con un
+instinto pedagógico que hoy mismo me parece digno de toda admiración,
+hallaba fácilmente los medios más adecuados para conseguirlo. Cuando en
+casa había cualquier desavenencia y mi madre nos residenciaba y
+comenzaba el interrogatorio, Alvarina decía en voz alta:</p>
+
+<p>&mdash;Que diga el niño cómo ha sucedido. El niño no miente.</p>
+
+<p>Es increíble el efecto que me causaba esta apelación a mi veracidad. Me
+llenaba de orgullo, y en aquel momento hubiera declarado la verdad
+aunque me arrastrasen después a la horca.</p>
+
+<p>Si se trataba de llevar la bujía después que me había acostado y dejarme
+a obscuras, Alvarina decía en tono resuelto:</p>
+
+<p>&mdash;Podéis llevar la luz: el niño no tiene miedo.</p>
+
+<p>Y yo que lo sentía, y bien horrible por cierto, me mordía los labios,
+metía la cabeza entre las sábanas pero no dejaba escapar la más leve
+protesta.</p>
+
+<p>De tal manera esta hermosa joven contribuyó mejor a mi educación moral
+que cuantos libros he leído y sermones he escuchado después. Ella me
+hizo un hombre verídico y lo fuí bastante hasta que me dediqué a
+novelista. Dios se lo pague.</p>
+
+<p>Pues de esta Alvarina tan bella, tan gentil, tan bondadosa,<a name="page_065" id="page_065"></a> se enamoró
+perdidamente el sobrino del señor cura de la Pola, un apuesto mancebo
+que estudiaba el último año de sagrada teología. Aquel de mis lectores
+que no hubiera hecho lo mismo que le tire la primera piedra. Había
+venido a pasar una temporada a Laviana y había suspendido
+momentáneamente sus estudios no recuerdo por qué; quizá porque su tío se
+hallaba delicado de salud y viniese a cuidarlo. Nos visitaba con
+frecuencia y puede suponerse que desde que el hijo de Venus le disparó
+una de sus mortíferas flechas, nos visitaba con más frecuencia aún. El
+cuitado inventaba mil artificiosos pretextos para justificar estas
+visitas. Una vez venía a traer a mi padre cierta semilla de guisantes
+para la huerta, otra venía a preguntarle de parte de su tío cualquier
+menudencia referente a un arrendatario, o bien me traía una primorosa
+casita de cartón para los grillos o traía a mi madre una plantita de
+albahaca o geranio. Mi madre sonreía viéndole perderse en un laberinto
+de razonamientos especiosos y yo sonreía también viendo a mi madre
+sonreír. El pobre chico se ponía encarnado hasta las orejas, hasta que
+concluía por toser de un modo formidable y mi madre le decía que cuidase
+aquel catarro pues en los jóvenes es peligroso, y él se ponía más
+colorado aún, lo cual parecía en verdad imposible.</p>
+
+<p>Mi enfermedad fué para él la salud. Venía a verme todos los días y raro
+era aquel en que no me regalase con cualquier chuchería. Me acompañaba
+largos ratos y durante estos ratos Alvarina entraba y salía tantas veces
+en mi habitación llevando y trayendo objetos que no parecía otra cosa
+sino que nos estábamos mudando de casa y fuera ella sola la encargada de
+efectuar la mudanza. Cuando al cabo sané tampoco quiso privarme de su
+amable compañía comprendiendo que en la convalecencia es cuando hay que
+ejercer una vigilancia más activa y estrecha a fin de evitar una
+recaída.</p>
+
+<p>Llegó por fin la víspera del día aciago en que debíamos abandonar
+aquella mansión venturosa. Porque para mí Entralgo, a pesar del reciente
+fracaso de mi nariz, continuaba siendo el paraíso terrenal. Se dispuso
+que saliésemos al amanecer a fin de poder llegar a Avilés<a name="page_066" id="page_066"></a> por la tarde.
+Dejaríamos los caballos en Sama, donde nos aguardaba un coche que nos
+trasladaría a nuestra villa haciendo parada en Oviedo para comer. Como
+debíamos levantarnos excesivamente temprano, mi madre creyó mejor que no
+nos acostásemos y pasásemos la noche en alegre reunión. No sólo los
+amigos de Entralgo sino algunos de la Pola vinieron a acompañarnos en
+aquella velada que fué divertida y ruidosa como ninguna. No me parece
+necesario añadir que entre los últimos figuraba el enamorado seminarista
+sobrino del cura de la Pola.</p>
+
+<p>Se bailó, se jugó, se cantó, se improvisó, se disparató cuanto es
+imaginable. El seminarista y Alvarina, que hasta aquel día se habían
+mostrado reservados y evitaban con el mayor cuidado el manifestar
+públicamente su inclinación, se creyeron dispensados ya de todo disimulo
+y sentados en un rincón de la sala no se apartaban el uno del otro y
+charlaban animadamente con los ojos brillantes y las mejillas
+encendidas. Ambos parecían estar alegres o por lo menos querían
+demostrarlo. Sobre todo el seminarista ostentaba una jovialidad tan
+excesiva que yo mismo, a pesar de no haber cursado aún la asignatura de
+Psicología, adivinaba que era falsa.</p>
+
+<p>Naturalmente las bromas de los tertulios iban dirigidas a menudo hacia
+ellos y naturalmente ellos se ruborizaban, pero no abandonaban por eso
+ni su posición feliz ni el hilo de su discurso interminable. No faltaba
+allí como en muchas tertulias, particularmente en las de aldea, un
+payaso que nos divertía con sus bufonadas, y este payaso no cesaba de
+vejar a la amartelada pareja, improvisando coplas a su salud.</p>
+
+<p>Como de costumbre yo sentí al cabo que los párpados me pesaban, fuí al
+sofá y me dormí al lado de mi madre. Cuando desperté la tertulia
+continuaba tan bulliciosa como antes, pero mi madre no estaba allí; el
+seminarista y Alvarina también habían desaparecido. Entonces me levanté
+y buscando a mi madre me dirigí al gabinete contiguo cuya puerta se
+hallaba entreabierta. No había luz dentro y sólo la que entraba por la
+puerta lo esclarecía. Pude ver, sin embargo, a mi amigo el seminarista<a name="page_067" id="page_067"></a>
+sentado en una silla con la cabeza entre las manos y sollozando
+perdidamente. En pie al lado suyo mi madre y Manola hacían esfuerzos por
+consolarle y animarle.</p>
+
+<p>¡Pobre joven! Jamás se me ha borrado de la memoria esta escena. Años
+después supe que era un sacerdote ejemplar. No me sorprende porque Dios
+no abandona a aquellos que saben tomar a su propio corazón entre las
+manos y estrujarle.<a name="page_068" id="page_068"></a></p>
+
+<h2><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII<br /><br />
+<small>AVILÉS</small></h2>
+
+<p>Cuando llegué a Madrid para estudiar mi carrera y vi en los escaparates
+de las tiendas de comestibles unos cartelitos que decían: <i>Jamón de
+Avilés</i> no pude menos de experimentar profunda sorpresa. A esta sorpresa
+siguió inmediatamente un sentimiento de vergüenza y de irritación.
+¿Cómo? ¡La villa poética por excelencia, la villa de las mujeres
+hermosas y las canciones románticas, aquella blanca paloma del
+Cantábrico era conocida en el resto de España solamente por sus jamones!</p>
+
+<p>Jamás pudiera imaginarlo ni lo imaginó ninguno de sus hijos. Viviendo en
+Avilés hasta entonces a nadie había oído gloriarse de esta grosera
+ventaja. Ni aun sabía que en Avilés existiesen cerdos. Mientras allí
+estuve no conocí más que uno, cierto administrador de correos que se
+comía las sardinas crudas y entregaba las cartas abiertas. Pero este
+administrador no había nacido en Avilés.</p>
+
+<p>Si yo no he nacido tampoco en esta villa a ella me trajeron cuando
+contaba sólo algunos meses de edad. De modo que puedo y quiero
+considerarla como mi segunda patria.</p>
+
+<p>Los avilesinos son nobles, alegres, probos y están dotados de viva
+imaginación, aman la música, son sentimentales y un poco románticos.
+Reina en este pueblo una amable jovialidad infantil que ensancha el
+corazón de cuantos viajeros lo visitan y aleja instantáneamente su mal
+humor. A muchos he oído decir que así que ponían<a name="page_069" id="page_069"></a> los pies en Avilés se
+sentían cambiados, olvidaban sus penas y amaban otra vez la vida. Por
+todo lo cual sería muy justo que el Gobierno de la nación declarase a
+esta villa sanatorio oficial para los neurasténicos.</p>
+
+<p>A mis oídos ha llegado el rumor de que los avilesinos actualmente toman
+en serio las mezquindades de la política. Me resisto a creerlo. Hace
+sesenta años en Avilés no existía la política ni nadie pensaba más que
+en servir a Dios y bailar habaneras. Si había elecciones, que yo lo dudo
+mucho, era cosa que se efectuaba allá en secreto en el Ayuntamiento
+entre unos cuantos señores que regresaban a la hora de comer a sus casas
+furiosos porque se les hubiera molestado para cosa tan baladí.</p>
+
+<p>En cambio cuando se trataba de una romería todos éramos unos. Grandes y
+pequeños, hombres y mujeres, ancianos y niños marchábamos como un solo
+cuerpo. Si el santuario estaba lejos se iba por la mañana y las
+domésticas llevaban en grandes cestas la comida: si estaba cerca íbamos
+después de comer. Pero había uno, el más principal de todos, el de
+Nuestra Señora de la Luz que estaba cerca y sin embargo no faltaban
+sibaritas que al rayar el alba subían a la pintoresca colina provistos
+de bizcochos, compraban a las aldeanas pucheros de leche y después de
+proporcionarse este regalo jugaban con las vasijas hasta romperlas y
+volvían a casa para restituirse de nuevo a la romería por la tarde.</p>
+
+<p>¿Qué se hacía en estas romerías? Pues bailar, bailar hasta caer exánime
+sobre el césped. En Avilés el no saber bailar constituye un crimen de
+lesa majestad. Todo el mundo habrá oído decir que de aquí han salido los
+primeros bailarines del mundo. Cuando por primera vez me llevaron mis
+padres a un baile del <i>Liceo</i> (tenía yo diez y seis años) mi madre me
+dijo gravemente:&mdash;«Anda ve a pedir este vals a Romana que es la que
+mejor lo baila en Avilés.»&mdash;Romana era una señorita de cuarenta años y
+bailaba de un modo increíble, como una sílfide veterana. Me arrebató en
+sus brazos y después de hacerme rodar como un trompo por espacio de un
+cuarto de hora me entregó casi privado de conocimiento a mis padres.<a name="page_070" id="page_070"></a></p>
+
+<p>Se formaban corros de señoritas y corros de artesanas y en unos y otros
+se bailaba frenéticamente. No existía la lucha de clases; y la prueba es
+que muchos señoritos abandonaban el círculo de sus iguales y se
+introducían en el de las artesanas sin que los obreros se diesen por
+ofendidos. En los años que allí viví no he presenciado jamás una
+reyerta. ¡Cuán distintos de ellos los hijos belicosos del valle de
+Laviana donde vi la luz del día! Aquí no se celebraba romería sin que a
+la hora de ponerse el sol no viniesen fieramente a las manos las huestes
+acaudilladas respectivamente por Nolo de la Braña y Toribión de
+Lorio<a name="FNanchor_3_3" id="FNanchor_3_3"></a><a href="#Footnote_3_3" class="fnanchor">[3]</a>.</p>
+
+<p>Al ponerse el sol regresaban los romeros a la villa entonando a dúo unas
+canciones románticas que aún me enternecen cuando las recuerdo.</p>
+
+<p>Era la <i>Bayamesa</i>.</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;"><i>No recuerdas gentil Bayamesa</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>Que tú fuiste mi sol refulgente</i>...</span></td></tr>
+</table>
+<p>Era la <i>Sútil nube</i></p>
+
+<p class="cen"><i>Sútil nube de luz ondulante.</i></p>
+
+<p>Era el delicioso pasacalle que todo el mundo conoce.</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>Calle la del Rivero</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>Calle del Cristo.</i></span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Y algunos señoritos, sin duda para cantar con más afinación, traían
+colgada del brazo una linda menestrala más gentil y más ondulante que la
+<i>bayamesa</i> y la <i>nube</i> de sus canciones. Cantaban estas muchachas como
+los ángeles que rodean el trono del Altísimo y cuando las oía al pasar
+por el soportal debajo de mi casa me creía transportado al cielo. Mi
+padre pretendía que aliñaban el canto con adornos de mal gusto; pero no
+hay que hacer caso de mi padre en este punto porque había nacido en<a name="page_071" id="page_071"></a>
+Oviedo y ya se sabe que todos los pueblos de la provincia, incluso la
+capital, nos tenían una envidia rabiosa.</p>
+
+<p>La mayoría de las calles de Avilés está provista de arcos o pórticos que
+preservan de la lluvia y del sol al transeunte. Las dos más largas, la
+del <i>Rivero</i>, donde yo vivía, y la de <i>Galiana</i>, tienen al final cada
+una un santuario donde se venera un milagroso Cristo, como si la hermosa
+villa quisiera poner su alegría y su inocencia bajo la guarda de Aquel
+que dijo: «O niños o como niños».</p>
+
+<p>Yo estaba persuadido en mi niñez de que estos pórticos se habían
+construído exclusivamente con el objeto de que nosotros los chicos
+pudiéramos divertirnos lo mismo que hiciera bueno que mal tiempo.
+Asimismo pensaba que la Providencia había colocado una espaciosa plaza
+delante de la iglesia de San Francisco llamada la <i>Campa</i>, para que
+nosotros pudiéramos jugar a la pelota, a la peonza y a <i>Justicias y
+Ladrones</i>, y delante del arruinado convento de la Merced, otro gran
+espacio llamado <i>Campo Caín</i>, donde había siempre grandes montones de
+lodo destinados sin duda alguna al juego del <i>llancón</i> (la estaca).</p>
+
+<p>Pero cuando la Providencia se mostró verdaderamente perspicaz fué cuando
+sugirió al ministro de Fomento la idea de canalizar la ría y de enviar
+como director de las obras a un hermano de mi padre. Di gracias a Dios
+de todo corazón porque comprendí inmediatamente que todos aquellos
+trabajos y los millones gastados en ellos no tenían otro fin que el de
+poner a mi disposición un bote, el <i>bote de la Empresa</i>, para convidar a
+mis amigos y surcar con ellos en todas direcciones a marea baja y a
+marea alta la famosa ría. Tanto la surqué que en poco tiempo llegué a
+saberme de memoria las vueltas y revueltas del canal. A marea alta
+podría señalar, sin equivocarme en medio metro, el sitio por donde
+corría.</p>
+
+<p>Avilés se compone de dos barrios, uno el de la villa propiamente dicha y
+otro el de Sabugo, donde habitan los marineros, pescadores y menestrales
+de menor cuantía. Los separaba en mi tiempo un brazo de la ría, sobre el
+cual había un puente de piedra. Hoy se ha cegado<a name="page_072" id="page_072"></a> este brazo y sobre él
+han edificado una plaza y construído un parque. Para nosotros, los niños
+de la villa, Sabugo significaba el país enemigo. Allí estaban los
+bárbaros acechándonos noche y día para caer sobre nosotros al menor
+descuido y entregarse al pillaje. De allí salían aquellos bandidos que
+cuando nos apartábamos un poco del recinto de la villa para echar al
+aire nuestras <i>sierpes</i> (cometas) acudían feroces como si la tierra o
+por mejor decir el infierno los vomitasen y nos cortaban los hilos y se
+apoderaban de nuestras sierpes y además nos hartaban de bofetadas.
+¿Dónde estaba la Reina? ¿Dónde estaba la Guardia civil? ¿Dónde estaba la
+policía para poner a buen recaudo a estos salteadores? Por ninguna parte
+asomaba la mano del poder coercitivo mostrando que vivíamos en una
+sociedad organizada. La vida de los niños repite sin cesar al través de
+los siglos el tipo anárquico de los tiempos primitivos.</p>
+
+<p>Existía en Avilés una academia de música, un teatro, una sociedad de
+baile. De todo esto era el alma un tío mío oficial de artillería
+retirado y valetudinario. A pesar de sus crueles achaques este perfecto
+caballero esparcía la alegría y mantenía vivo en su pueblo natal el
+cultivo del arte. Cuando se erigió el pequeño teatro de la calle de la
+Cámara sus conciudadanos agradecidos le dejaron construir en apartado
+rincón un palco con celosía desde donde el buen viejo podía asistir a
+las representaciones sin ser visto.</p>
+
+<p>La sociedad de baile llamada el <i>Liceo</i> estaba situada en el antiguo
+convento de San Francisco. Porque los arruinados conventos de la Merced
+y de San Francisco servían para todo, para escuelas, para cátedras, para
+cuartel, para oficinas, para aduanas... y hasta para salones de baile.
+El del <i>Liceo</i> era magnífico, de elevada techumbre y lindamente
+decorado. Los bailes se celebraban allí con toda pompa y majestad y eran
+el orgullo de la villa y la envidia de los extraños. Las damas y los
+caballeros que a ellos asistían o estaban unidos por los lazos del
+parentesco o eran amigos íntimos desde la infancia. En una población de
+ocho mil habitantes nada tiene de asombroso. Pues a pesar de eso todo se
+efectuaba allí<a name="page_073" id="page_073"></a> con una gravedad y una corrección dignas de cualquier
+recepción diplomática. Las damas iban descotadas luciendo sus brazos y
+espaldas alabastrinas, los caballeros de frac y corbata blanca. El
+presidente nombraba la comisión de jóvenes introductores. La orquesta
+tocaba oculta desde una tribuna; los criados entraban a cierta hora con
+grandes bandejas de plata atestadas de confites. Se hablaba en voz baja,
+y los amigos con sus amigos y hasta los hermanos con sus hermanas
+adoptaban una actitud fría y cortesana. Todo era allí ceremonioso,
+imponente, dramático. Nadie dudaba de que al bailar un rigodón o una
+mazurca estaba cumpliendo con el sagrado deber de ilustrar a su patria.</p>
+
+<p>Ya puede imaginarse el efecto que causaría la desenvoltura de un joven
+lánguido y displicente hijo de un banquero de Oviedo que en el baile más
+solemne de Avilés, nada menos que en el baile de San Agustín, penetró en
+el salón del <i>Liceo</i> con botas de color, americana de alpaca y una
+sombrilla en la mano. El presidente le envió un recado por medio del
+conserje para que desalojase inmediatamente. Así lo hizo, pero la herida
+estaba ya inferida. A la mañana siguiente la noticia corrió como un
+reguero de pólvora por todos los ámbitos de la población levantando una
+tempestad de protestas. La villa entera vibró de indignación y de
+cólera. Los jóvenes y los viejos, lo mismo los caballeros que los
+menestrales gimieron al unísono por aquella puñalada que a nuestra amada
+villa le habían dado por la espalda. En los cafés, en las tiendas, en
+medio de la calle se hacían comentarios acalorados. Debajo de los arcos
+del Ayuntamiento se formaron corrillos amenazadores. En el centro de uno
+de ellos un viejo capitán de barco mercante vociferaba aconsejando que
+se fuese al hotel donde el mequetrefe de Oviedo se alojaba y se le
+arrojase por el balcón. El mequetrefe, escuchando la voz de la
+prudencia, tomó a bien meterse en la diligencia de Oviedo sustrayéndose
+de este modo a un probable <i>lynchamiento</i>.</p>
+
+<p>Los avilesinos son apasionados del arte lírico y dramático. Cada una de
+las compañías de verso, de zarzuela o de ópera que durante la temporada
+de verano venían a<a name="page_074" id="page_074"></a> dar entre nosotros algunas representaciones,
+lograban conmover hasta los cimientos la villa y exaltar todos los
+ánimos. No sólo se aplaudía a los cómicos y cantantes en el teatro; se
+les festejaba fuera, se organizaban en su obsequio jiras campestres y
+excursiones marítimas y se aspiraba ambiciosamente a tratarles con
+intimidad. Nuestros jóvenes se creían felices el día que tuteaban al
+barítono o les llamaba por su nombre de pila la dama joven. El pueblo
+improvisaba coplas alusivas a ellos y se cantaban por la calle. Recuerdo
+que llegaron en cierta ocasión un tenor llamado Palermi y una tiple
+llamada la Dalti que lograron cautivar como nunca a la población.
+Habiendo enfermado ésta se oía cantar a los chicos y a las artesanas por
+las calles de Avilés:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">¿Qué tienes Palermi</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">que tan triste estás?</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">Me falta la Dalti</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">no puedo cantar.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Cuando la compañía contaba con dos tiples o dos tenores inmediatamente
+se tomaba parte por uno de ellos; la población se dividía en dos bandos:
+lo mismo en las tertulias particulares que en los cafés se discutía
+apasionadamente, se aquilataban sus méritos y se escudriñaban sus
+defectos. En cierta compañía llegaron dos tiples, una alta y gruesa a
+quien el pueblo llamó en seguida la <i>tiplona</i>, y otra bajita y menuda a
+quien se conoció por el sobrenombre de la <i>tiplina</i>. Una y otra tuvieron
+inmediatamente sus partidarios tan exaltados los unos como los otros.
+Los dos bandos riñeron una tarde en el paseo del Bombé y vinieron a las
+manos y un señorito partidario de la tiplona salió de la reyerta con las
+narices ensangrentadas.</p>
+
+<p>Pero estas alegrías terminaban así que las Pléyades asomaban la punta de
+su carrito por el horizonte y el cierzo comenzaba a soplar frío y
+húmedo. Durante el invierno no había teatro. Algún prestidigitador
+extraviado, algunos exhibidores de vacas sabias o de focas amaestradas,
+niñas gordas, enanos y otros monstruos. Nada, en<a name="page_075" id="page_075"></a> suma, que pudiera
+satisfacer los anhelos espirituales de aquel pueblo artista por
+excelencia.</p>
+
+<p>No obstante, estos anhelos se abrían paso y se mostraban poderosos al
+través de las brumas, de la soledad y monotonía del invierno. Entregada
+a sus propios recursos la villa de Avilés mostraba su vitalidad y su
+amor a la carátula. Formábase una compañía de aficionados que actuaba
+con bastante frecuencia en el teatro. Entre estos aficionados había
+algunos que en mi opinión pudieran competir con los buenos actores que
+después he visto en Madrid. Había también un fecundísimo poeta llamado
+don Pedro Carreño que abastecía a la compañía de dramas, tragedias,
+comedias y entremeses. Este notable poeta no sólo escribía las obras
+dramáticas sino que, como Shakespeare, las dirigía y las representaba
+personalmente, si bien, como el gran poeta inglés, se reservaba sólo los
+papeles secundarios. Del inmenso catálogo de sus obras, sólo muy pocas
+fueron impresas en vida lo mismo que acaeció con las del autor de
+<i>Hamlet</i>, y para que la semejanza sea más completa añadiré que adoptaba
+también para ellas títulos caprichosos y fantásticos. Uno de sus dramas
+más aplaudidos se titulaba, si no recuerdo mal, <i>Más vale que sierren
+tablas</i>, de sabor verdaderamente shakespeariano.</p>
+
+<p>Pero donde se hizo ostensible de manera más evidente el poder de nuestra
+raza y lo maravillosamente dotada que está para el cultivo de las Artes,
+fué cuando unos cuantos aficionados, luchando con dificultades
+increíbles, se resolvieron a poner en escena y cantar una ópera. No creo
+que ningún otro pueblo de España lo haya intentado siquiera. La ópera
+elegida fué la <i>Lucía di Lammermoor</i> del maestro Donizeti. Un ebanista
+de la calle de la Herrería llamado Mariño, que poseía una agradable voz
+de tenor, desempeñó el papel de Edgardo y un barbero de los arcos de la
+plaza el de barítono. Lo más escogido de la sociedad avilesina figuraba
+en los coros de ambos sexos.</p>
+
+<p>¿Será arrogancia, por mi parte, el decir que una villa capaz de llevar a
+feliz término tales empresas merece ser conocida en el mundo de otro
+modo que por sus jamones?<a name="page_076" id="page_076"></a></p>
+
+<h2><a name="IX" id="IX"></a>IX<br /><br />
+<small>PRIMERAS IMPRESIONES</small></h2>
+
+<p>Mis primeras impresiones no son de Entralgo, aunque haya nacido allí
+como he dicho. La primera vez que me di cuenta de la existencia o me
+reconocí como un ser viviente fué en Avilés, debajo de una mesa. Estaba
+allí oculto, silencioso y trabajando. ¿En qué trabajaba? En abrir un
+agujero a un gran pan de cuatro libras que había logrado hacer descender
+desde la mesa hasta mis manos. No comprendo cómo pude llevar a feliz
+término esta grave operación tan superior a mis fuerzas, porque yo no
+contaría entonces más de dos años de edad. Para realizarla no disponía
+de maromas, cabestrantes y poleas, sino de mis propios brazos solamente,
+que a más de no tener nada de atléticos se hallaban algo trabados por
+una blusa verde demasiadamente almidonada. Tengo una idea de que el pan
+estaba al borde de la mesa y que le fuí haciendo resbalar poco a poco
+hasta que por su propio peso cayó sobre mí y como yo no podía sostenerle
+me dejé caer a mi vez en el suelo abrazado a él.</p>
+
+<p>Ni mi madre, que bordaba en un rincón del comedor, ni una señora
+parienta suya que la acompañaba, ni la costurera, empeñadas todas tres
+en animada plática, se dieron cuenta del arriesgado trabajo preparatorio
+que yo acababa de realizar.</p>
+
+<p>Una vez que me vi dueño del pan me arrastré cautelosamente hasta
+colocarme debajo de la mesa y allí principié mi tarea perforadora con la
+paciencia de un<a name="page_077" id="page_077"></a> chino y la terquedad de un astur. Lo más difícil, lo
+que parecía casi imposible de realizar era la ruptura de la corteza. Yo
+la acometí, sin embargo, con buen ánimo. Humedeciendo el dedo con saliva
+y después de largo y penoso trabajo logré al fin romperla. Lo demás era
+relativamente fácil. El túnel se fué abriendo poco a poco y los
+escombros pasaban rápidamente a mi estómago.</p>
+
+<p>Al cabo vi que mi madre preguntaba por mí. Se me buscó con la vista y
+cuando advirtieron que me hallaba debajo de la mesa y tenía un pan entre
+mis piernas quedaron altamente sorprendidas. Sin embargo, a la costurera
+no le pareció aquella situación decorosa para el hijo primogénito de una
+respetable familia y vino a sacarme de ella tomando el pan y colocándolo
+sobre la mesa. ¡Cómo podía figurarse que aquel pan no guardaba ya su
+integridad! Mis tiernas manos no podían, en efecto, atentar a ella de un
+modo violento pero ignoraban lo que puede el ingenio apretado por la
+necesidad.</p>
+
+<p>Un escozor le acometió a mi madre y era que el pan podía haberse
+manchado en el suelo. Por su orden la costurera vino a comprobarlo. Al
+hacerlo dejó escapar un grito de sorpresa y después una alegre
+carcajada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señora, mire por su vida lo que el niño ha hecho! ¡Qué cosa más
+graciosa!</p>
+
+<p>El agujero debía de ser efectivamente muy gracioso porque mi madre y mi
+tía se retorcían de risa contemplándolo. Y según oía decir, entre las
+carcajadas que fluían de su boca, estaba admirablemente hecho; era una
+verdadera obra de arte.</p>
+
+<p>Tal es mi primera impresión consciente en esta vida terrestre a la cual
+Dios plugo enviarme, y el dato intuitivo de más importancia que de ella
+adquirí por entonces. La perforación de un túnel fué mi primer trabajo
+serio en este mundo. Parecía por ello que yo estaba destinado a ser
+ingeniero. Sin embargo, no fué así como el lector verá si se digna
+seguir leyendo estas memorias.</p>
+
+<p>Después recuerdo perfectamente que no me pesaba poco ni mucho de haber
+adquirido conciencia o haber nacido en este mundo, el cual no me parecía
+un valle de lágrimas sino vergel delicioso. Todo era exquisito y<a name="page_078" id="page_078"></a> bello;
+la sala con su sillería enfundada, el gabinete, el tocador de mi madre,
+el cestito de su labor, las librerías de mi padre, su butaca... ¡oh! su
+butaca forrada de gutapercha verde, donde me refugiaba entre sus piernas
+cuando le veía sentado y le hacía preguntas sobre preguntas,
+informándome acerca de todos los secretos de la creación que yo
+desconocía en absoluto. «Los carneros, ¿por qué tienen el pelo tan
+largo, papá? Los caballos, ¿por qué no lo tienen? ¿La lluvia cae del
+cielo? Entonces, el cielo estará mojado siempre ¿verdad? La huerta de mi
+primo ¿por qué es mayor que la nuestra? ¿Por qué tienes barba y yo no la
+tengo ni mamá tampoco? ¡Ah! la tengo dentro y me saldrá; entonces
+también a mamá le saldrá. ¿Por qué no le saldrá a mamá y a mí sí?...»</p>
+
+<p>Mi padre respondía a mis preguntas con la mayor bondad, dulce y
+satisfactoriamente. Es decir, satisfactoriamente no siempre. Alguna vez
+advertía en sus respuestas cierta falta de lógica y que se deslizaba más
+de un sofisma en su discurso. Pero no se lo hacía ver, disimulaba y me
+daba por convencido porque adoraba a mi padre y por nada del mundo
+quería verle humillado.</p>
+
+<p>Todos eran buenos y amables para mí. Cuando salía a la calle, cuantas
+personas encontrábamos me acariciaban y pasaba de unos brazos a otros
+encontrando en todos protección y cariño. En las casas de amigos y
+parientes adonde me llevaban, me acogían con gritos de alegría, me
+agasajaban y regalaban, nunca querían dejarme marchar. La que más me
+placía era la de mi madrina, una hermana de mi abuela que tenía cuatro
+hijos jóvenes, tres varones y una hembra, todos ellos entre diez y seis
+y veinticinco años. Era una hermosa casa, un gran patio central rodeado
+de galería de cristales y lleno para mí de sorpresas agradables, un
+magnífico reloj de música, una terraza con columpio, una pajarera, dulce
+de membrillo. Luego uno de mis tíos tocaba admirablemente la flauta,
+otro el piano, mi tía Modestina cantaba. ¡Oh Dios mío cuánto me mimaban
+aquellos buenos tíos! Lo recuerdo todo como un sueño feliz. El mundo se
+me ofrecía bajo un aspecto mágico, era un fanal maravilloso destinado a
+guardar seres amables y dichosos. Gustaba<a name="page_079" id="page_079"></a> por primera vez el encanto de
+vivir; como una irisada mariposa nadaba en un mar de perfumes bebiendo
+la luz, saturándome de amor y de alegría...</p>
+
+<p>Todo pasó, todo se hundió en los abismos del tiempo. Sin embargo, Dios
+misericordioso me ha dejado el consuelo de poder evocar cuando quiero
+aquel mundo mágico. No tengo más que canturrear un vals, que cantaba en
+aquella época mi tía Modestina y cuya letra empezaba:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Hubo un tiempo vida mía</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">en que tu boca de rosa</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">una sonrisa amorosa</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">dibujaba para mí.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p class="nind">para que repentinamente corra un estremecimiento de dicha por mi alma y
+surja ante mis ojos con todo su embeleso la mañana de mi vida, y vuelva
+a escuchar la voz y ver el rostro de aquellos seres amados que ya no
+existen. Lo hago pocas veces, no obstante, porque sé que las impresiones
+se gastan como el dinero y quiero ser avaro. La idea de que pudiera
+disiparse mi tesoro me horroriza.</p>
+
+<p>Muchas, muchísimas veces me he preguntado después en el curso de mi
+vida, ¿cuál será el mundo verdaderamente real, aquel que yo veía en mi
+infancia o este otro que ahora contemplo al través del velo tejido de
+perfidias, traiciones, bajezas y ruindades que los años colocaron
+delante de mis ojos? Ya sé que para la gran mayoría de los hombres el
+caso no es dudoso. Sin embargo, para mí lo es y para un cierto sujeto de
+algún talento que vivió hace muchos años, a quien llamaban Platón,
+también lo sería. Hay momentos en que me acometen ideas verdaderamente
+extravagantes y absurdas. En uno de esos momentos he llegado a pensar
+que en el concierto universal de los mundos siderales el vals de mi tía
+Modestina significa más que una sesión de Cortes. Guárdame, lector, el
+secreto de esta locura y de otras muchas que verás en las presentes
+memorias. Eres para mí un amigo íntimo, un confidente discreto en cuyo
+oído deposito todo lo que rebosa de mi corazón.</p>
+
+<p>Un poco más adelante se alza ya en mi memoria cierta<a name="page_080" id="page_080"></a> triste impresión,
+que es cronológicamente la primera de las muchas parecidas con que la
+vida me brindó más adelante. Habiendo quedado abierta, por descuido, la
+puerta de la calle, un mendigo anciano se deslizó dentro de casa; subió
+la escalera y se apoderó de un objeto, que me parece era una gorra de mi
+padre. Le sorprendieron en el momento de marcharse y hubo gran confusión
+y alarma. Veo, como si lo tuviera delante de los ojos, a aquel anciano
+andrajoso de barba blanca, en medio de la escalera, con sus brazos
+abiertos disculpándose, pidiendo perdón. Y unos peldaños más arriba veo
+a mi madre, a la costurera y las criadas increpándole furiosamente.
+Recuerdo que sentí una impresión dolorosa, una compasión infinita por
+aquel pobre viejo tan miserable, tan humillado. Mi pequeño corazón se
+revelaba contra los insultos que le dirigían y se me representaba su
+injusticia. Percibía claramente que nosotros vivíamos bien y teníamos
+aún más de lo que nos hacía falta, mientras aquel anciano desvalido
+carecía de lo indispensable para sustentarse. La piqueta socialista
+comenzó a abrir brecha en mi cerebro infantil.</p>
+
+<p>Pocos días después o pocos meses, que esto no puedo precisarlo, era yo
+feliz con un juguete que mi tío me había traído de Madrid, un moro de
+goma pintado de vívidos colores. Estaba orgulloso con él y lo mostraba a
+todos los conocidos y desconocidos. Entre estos últimos acertó a pasar
+por delante de mi portal un chicuelo de seis u ocho años, el cual se
+manifestó inmediatamente como un admirador incondicional de mi árabe.
+Nada podía halagarme más en aquel momento. Así que para demostrarle mi
+complacencia y lo mucho que estimaba sus honrados sentimientos, me
+avine, como él lo deseaba, a entregárselo para que pudiera examinarlo
+con todo detenimiento. Ponérselo en las manos y emprender una carrera
+vertiginosa fué todo uno. De tal manera, que unos segundos después perdí
+de vista al moro y a su compañero y no volví a verlos en mi vida.</p>
+
+<p>Las lágrimas que derramé y la cólera encendida que se apoderó de mí,
+nadie puede figurárselos. En aquel momento deseaba ardientemente que
+todo el peso de la<a name="page_081" id="page_081"></a> ley cayese sobre el ladrón, que la Guardia Civil se
+apoderase de él, que le metiese en un calabozo y le azotase. Las ideas
+conservadoras se enseñorearon completamente de mi alma.</p>
+
+<p>Y he aquí cómo a los tres años de edad era ya lo que fuí después toda mi
+vida, un conservador forrado de socialista o un socialista forrado de
+conservador, como mejor se quiera.</p>
+
+<p>Hay otra impresión que guardo también muy viva de esta época. Me veo
+sentado a la mesa en una silla de brazos estrecha y alta. Sirven una
+fuente de truchas, me ponen una y yo me empeño en comerla con los dedos
+como había visto hacer a Mateo el nieto de la Colasa, una mujer que
+venía a casa a fregar los suelos. Mi madre se opone resueltamente y me
+da un ligero golpe en las manos. Esto me irrita y enciende más mi deseo.
+Vuelvo a tomar un pedacito de trucha con los dedos y mi madre me aplica
+otro golpe más fuerte. Grito, me obstino, y a viva fuerza quiero hacer
+mi voluntad. Entonces mi madre encolerizada se levanta, me da unas
+cuantas bofetadas, me arranca de la silla, y me lleva a un cuarto
+obscuro y me deja allí encerrado. Lloré y chillé tumbado en el suelo
+hasta quedar rendido. Al cabo observé que el ruido de platos cesaba, que
+la comida había terminado y mi madre se retiraba a su gabinete.</p>
+
+<p>Poco tiempo después se abre la puerta de mi prisión, entra mi padre, me
+levanta, me besa y tomándome en brazos sube conmigo hasta su despacho,
+me deja allí y baja de nuevo subiendo en seguida con la fuente de las
+truchas.</p>
+
+<p>Me sienta en su sillón, me pone un plato delante y dice con resolución:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ahora come como quieras!</p>
+
+<p>Y se cruza de brazos para verme comer con los dedos.</p>
+
+<p>Ya sé que esto es muy poco pedagógico y que mi madre tenía razón sobrada
+para castigarme. Sin embargo, no puedo recordar esta escena sin sentirme
+enternecido.<a name="page_082" id="page_082"></a></p>
+
+<h2><a name="X" id="X"></a>X<br /><br />
+<small>COMETO UN ASESINATO</small></h2>
+
+<p>Todo hombre ha merecido alguna vez la horca en el curso de su vida, dice
+Montaigne. Yo la merecí en edad bien temprana, pues no contaba más de
+cuatro años de edad. Oíd cómo sucedió:</p>
+
+<p>En aquel tiempo existía en Avilés un monstruo llamado don Gregorio
+Zaldua. Este monstruo no comía los niños crudos como suelen hacer los
+otros monstruos; pero impedía que los niños comiesen nada ni crudo ni
+asado, y el resultado era igualmente funesto.</p>
+
+<p>&mdash;El niño tiene la lengua sucia&mdash;decía mi madre en voz alta&mdash;. Hay que
+avisar a don Gregorio.</p>
+
+<p>Y el niño, que era yo, se echaba a temblar como el cordero a la vista
+del lobo.</p>
+
+<p>Llegaba el lobo, me miraba la lengua, me palpaba el vientre, me
+examinaba los párpados, y después de estas y otras odiosas maniobras,
+pronunciaba con la mayor indiferencia la horrible sentencia:</p>
+
+<p>&mdash;Denle ustedes una onza de aceite de ricino en dos veces... Y dieta...
+¡sobre todo mucha dieta!</p>
+
+<p>¡Oh Dios del Sinaí! ¡el aceite de ricino! Escuchando este nombre se me
+erizan aún los pocos cabellos blancos que me quedan en la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Es, que se resiste a tomarlo&mdash;decía mi madre tímidamente.</p>
+
+<p>&mdash;Pues es muy sencillo hacérselo tragar. No tiene usted más que apretar
+la nariz con el dedo índice y el pulgar, y cuando abra la boca echárselo
+allá.<a name="page_083" id="page_083"></a></p>
+
+<p>¡Bárbaro! Otras veces la sentencia era más suave.</p>
+
+<p>&mdash;Póngale usted sobre el vientre una cataplasma de harina de linaza... y
+dieta... ¡sobre todo mucha dieta! Cuidado con que el niño coma
+absolutamente nada. En usted tengo confianza, pero hay que vigilar a
+Silverio porque es un padrazo incapaz de resistir el llanto del niño.</p>
+
+<p>Verdad; mucha verdad. Mi padre por no verme sufrir, sería capaz de darme
+una rosquilla bañada de la confitería de Nepomuceno.</p>
+
+<p>¡Oh las rosquillas bañadas de Nepomuceno! ¡Y las <i>tabletas</i>! ¡Y las
+<i>crucetas</i>! Jamás se ha visto ni se verá en el arte de la confitería una
+obra más perfecta, y apelo al testimonio de aquellos de mis
+contemporáneos que hayan tenido la felicidad de gustarlas.</p>
+
+<p>Cuando alguna que otra vez tropiezo en los senderos de la vida con uno
+de estos dichosos mortales que han sufrido indigestiones por haber
+ingerido en su infancia demasiadas <i>tabletas</i> no puedo menos de
+abrazarle enternecido.</p>
+
+<p>¡Pero buenos estaban los tiempos para rosquillas bañadas! Mi madre era
+vigilante y enérgica, y no diré una <i>tableta</i>, pero ni un pedazo de pan
+de la cocina me permitiría llevar a la boca. Mi padre no osaba
+interponerse; las criadas la secundaban, y yo quedaba a merced de aquel
+monstruo de don Gregorio, sumido en la más horrible miseria.</p>
+
+<p>Imposible encontrarse en mayor aflicción y necesidad. Por mi pequeño
+corazón pasaba toda la tristeza y desolación que caben en el mundo, y no
+hay que dudar que caben bastantes. Y lloraba las lágrimas más amargas
+que el hombre puede derramar en este valle; y si no maldecía de la vida
+era que aun no había leído a Schopenhauer.</p>
+
+<p>Recuerdo que una noche me pusieron en el vientre la consabida cataplasma
+de harina de linaza. Después de ponérmela apagaron la bujía, encendieron
+una lamparilla y se marcharon dejándome solo. Yo gritaba pidiendo pan,
+un mendrugo de pan siquiera: pero nadie escuchaba mis gritos. La
+naturaleza, los hombres, el mismo<a name="page_084" id="page_084"></a> Dios parecían haberse vuelto sordos.
+Al cabo de un rato llegó Pepa la cocinera y me dijo que si no me callaba
+seguramente vendría el Trasgo a cogerme por las piernas. Yo no había
+tenido la desgracia hasta entonces de trabar conocimiento con el Trasgo
+y como no lo deseaba me callé.</p>
+
+<p>Pero el hambre me punzaba, ¡qué diré punzaba! me roía las entrañas.
+Entonces tuve una inspiración, uno de esos pensamientos felices que sólo
+acuden a la mente humana una vez en la vida.</p>
+
+<p>Llevé mis manos a la cataplasma, la saqué de su envoltura de lienzo y me
+la comí.</p>
+
+<p>Tengo entendido que hubo en los tiempos antiguos un joven príncipe
+romano a quien hicieron morir de hambre, el cual se comió antes parte de
+las ropas de la cama. Inútil manifestar que yo no tuve en cuenta para
+nada este precedente, que no hubo espíritu de imitación ni de plagio.
+Con la mano sobre el corazón declaro que al comerme la cataplasma creí
+realizar una obra completamente original.</p>
+
+<p>Pero este pensamiento feliz produjo consternación en mi familia. Siempre
+sucede lo mismo. Cuando surge un pensador original el mundo se agita
+presa de viva inquietud.</p>
+
+<p>El resultado fué que, como todos los innovadores, pagué mi inspiración
+con el martirio. Me aplicaron otra dosis de aceite de ricino.</p>
+
+<p>Mi pobre padre estaba desolado viendo al hijo de sus entrañas recorrer,
+sin culpa alguna, el doloroso calvario de purgas y cataplasmas. El
+desdichado me acariciaba, enjugaba mi sudor de agonía y me decía al oído
+las cosas más halagüeñas. Hizo aún más; se fué al bazar de los arcos de
+la plaza y me compró una preciosa escopeta.</p>
+
+<p>Quedé enajenado, loco de alegría. En aquel momento desaparecieron todas
+mis penas; me olvidé del hambre, me olvidé de las cataplasmas y hasta
+del sabor del aceite de ricino.</p>
+
+<p>La escopeta se cargaba con unos fulminantes que hacían bastante ruido.
+Mi madre dijo malhumorada:<a name="page_085" id="page_085"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Qué ocurrencia la tuya de poner en manos del niño estas cosas!</p>
+
+<p>Mi padre replicó sonriendo:</p>
+
+<p>&mdash;El niño es muy juicioso y yo tengo la seguridad de que no ha de matar
+a nadie.</p>
+
+<p>Yo afirmé vivamente con la cabeza. ¡Oh gran hipócrita! ¡Oh pérfido y
+tenebroso embustero! En el momento que tomé el arma concebí el crimen; y
+no lo concebí vagamente sino con todos sus repugnantes detalles. Pero
+hice el inocente, sonreí de un modo angelical y todos confiaron en mí.</p>
+
+<p>No hubo jamás en el mundo confianza peor depositada. Cuando llegó la
+noche y mis padres, después de besarme, se retiraron y sentí roncar a la
+Felisa que dormía en otra cama cerca de la mía, entonces me alcé
+cautelosamente y a la luz de la lamparilla cargué mi arma con el mayor
+cuidado. La puse al alcance de la mano y me dormí tranquilamente como el
+más fiero y empedernido criminal.</p>
+
+<p>Me despertó la voz de mi madre en el gabinete contiguo, hablando con don
+Gregorio. Despierto sobresaltado y apenas despierto, veo asomar por la
+puerta la faz aborrecida del monstruo. No tuve tiempo más que para echar
+mano a la escopeta, ponerme en pie sobre la cama, echarme aquélla a la
+cara y disparar sobre el infame.</p>
+
+<p>Carcajada general. Mi padre, mi madre, la Felisa, don Gregorio reían
+dando muestras de la más viva alegría; sobre todo éste parecía querer
+desternillarse.<a name="page_086" id="page_086"></a></p>
+
+<h2><a name="XI" id="XI"></a>XI<br /><br />
+<small>DE CÓMO FUÍ EXCOMULGADO</small></h2>
+
+<p>Ignoro si la excomunión en que incurrí era mayor o menor, de las
+llamadas <i>ferendae</i>, <i>sententiae</i> o de <i>latae sententiae</i>; pero es
+innegable que había incurrido en una de ellas.</p>
+
+<p>Contaba yo a la sazón siete años y acaeció poco después de mi primera
+hegira a Entralgo.</p>
+
+<p>En el convento de San Bernardo de Avilés vegetaba, renqueaba, salmodiaba
+el oficio y se atascaba de rapé la nariz desde hacía setenta años una
+hermana de mi bisabuela llamada doña Florentina. Había entrado en él a
+los doce años: por consiguiente tenía ochenta y dos. En la familia no se
+la llamaba <i>madre</i> Florentina ni <i>hermana</i> Florentina, aunque fuese
+monja profesa. Mi misma madre cuando hablaba de ella decía siempre: «mi
+tía doña Florentina».</p>
+
+<p>Aquel convento de San Bernardo ejercía sobre mí un atractivo
+inexplicable al que se mezclaba un poquito de miedo. Cuando mi madre me
+llevaba a misa, en vez de atender al oficio divino pasaba el tiempo en
+extática contemplación del coro de las monjas que al través de la verja
+de hierro se veía envuelto en tenue y fantástica claridad. Era una
+claridad adorable, misteriosa. Las blancas figuras de las religiosas y
+sus voces plañideras, y sus rezos incomprensibles hacían palpitar mi
+corazón con vagos anhelos de felicidad celestial. Mi cabeza infantil se
+poblaba de sueños hasta que mi madre me<a name="page_087" id="page_087"></a> daba sobre ella un coscorrón
+invitándome a volverla hacia el altar mayor.</p>
+
+<p>Además el convento ofrecía para mí un atractivo infinitamente mayor y
+que nada tenía de fantástico. De allí salían unas rosquillas embutidas
+de crema y bañadas de azúcar que parecían fabricadas por los ángeles y
+un cierto confite llamado <i>flor de azahar</i> más divino todavía. Se
+componía de unas escamitas blancas y tan dulces que se pasaban sin
+sentir. No he vuelto a comerlo en mi vida ni he logrado siquiera verlo,
+a pesar de las largas y serias investigaciones que para ello llevé a
+cabo.</p>
+
+<p>No sé si sería a causa de las rosquillas o por otro motivo espiritual,
+pero es lo cierto que mi madre respetaba mucho a su tía doña Florentina.
+Mi padre, no tanto. Decía que era una inocente, que su desarrollo
+intelectual se había detenido en el momento de entrar en el convento y
+que seguía siendo una niña de doce años. Contaba riendo que habiéndole
+preguntado un día:</p>
+
+<p>&mdash;Pero tía, ¿cómo es posible que haya usted repetido durante setenta
+años todas esas oraciones en latín sin entenderlas?</p>
+
+<p>&mdash;Hijo mío&mdash;le contestó la pobre vieja alzando compungida los ojos al
+cielo&mdash;esas son palabras demasiado sublimes y misteriosas para nosotras.</p>
+
+<p>Por supuesto mi padre se guardaba de pronunciar estos juicios delante de
+los niños y yo respetaba a mi tía doña Florentina casi tanto como al
+arcángel San Rafael.</p>
+
+<p>Mi madre me enviaba algunas veces al convento con Pepa para traer o
+llevar algún recado a su tía. Esta Pepa, nuestra criada, era una mujer
+estúpida y embustera, estúpida y embustera aun para criada, que me
+contaba cómo había visto al diablo varias veces allá en su aldea, el
+cual le había tomado ojeriza sin saber por qué. Cuando por la noche
+dejaba la cocina, bien limpia y bien arregladita, a la mañana siguiente
+la encontraba toda sucia y revuelta, los pucheros fuera de su sitio, la
+pila del agua llena de inmundicias, la ceniza esparcida por el suelo.
+Una noche le había acechado y le vió entrar por el tubo de la chimenea.
+Entonces ella hizo la<a name="page_088" id="page_088"></a> señal de la cruz y el diablo lanzó un rugido y se
+escapó de nuevo por la chimenea, pero ella pudo agarrarle la punta del
+rabo y le hubiera retenido a no ser porque el maldito se volvió
+rápidamente y le dió un terrible mordisco en la mano.</p>
+
+<p>A mí con esas cosas se me erizaban los cabellos.</p>
+
+<p>Mi tía doña Florentina nos hablaba casi siempre por detrás del torno y
+estos coloquios excitaban mi imaginación aunque lo que nos decíamos nada
+tenía de misterioso. Me preguntaba por la salud de mi madre, siempre
+vacilante, si había salido bueno el dulce de ciruela que nos había
+enviado, si sabía ya el catecismo y si llevaba siempre en el pecho la
+medalla que me había regalado. Por el torno me pasaba también algunos
+paquetitos de aquel dulce de azahar de feliz recordación.</p>
+
+<p>Pero alguna que otra vez mi tía doña Florentina abría la gran puerta del
+zaguán y se mostraba de cuerpo entero. Al través de esta puerta se veía
+el claustro con su vetusta arquería de piedra y en el centro algunos
+árboles cuyo follaje apenas dejaba entrar la luz en él. Nada me ha
+parecido jamás en la vida más poético, más fantástico y misterioso que
+aquel claustro del convento de San Bernardo. Se hallaba más bajo que el
+portal, de suerte que para pasar a él era necesario descender un
+escalón. Mi tía de la parte de adentro parecía mucho más pequeña que
+Pepa y su cabeza casi estaba al nivel de la mía. En esta forma nos
+recibía y nos hablaba. Es decir, se hablaban ella y Pepa, porque yo
+permanecía silencioso y sobrecogido contemplando aquel claustro sombrío
+y encantado, el cual me atraía, me fascinaba como la ninfa Loreley
+debajo del agua fascina a los que contemplan el fondo del mar desde la
+orilla.</p>
+
+<p>Mi tía era gárrula; mi criada Pepa lo era aún más. Charlando, charlando,
+dejaban transcurrir el tiempo y llegaban casi a olvidarse de que yo
+estaba allí.</p>
+
+<p>Acaeció que un día cedí a la fascinación que sobre mí ejercía aquel
+claustro y aunque era un pecado horrible, sin darme cuenta de lo que
+hacía bajé el escalón y me introduje en él. Mi tía y Pepa se hallaban
+tan embebidas en su charla que no se dieron cuenta de mi ausencia.<a name="page_089" id="page_089"></a></p>
+
+<p>Yo dejaba deslizar mis pasos sacrílegos sobre las losas húmedas y
+parecía querer beber con los ojos el encanto misterioso de aquel paraje.
+La luz del sol, que se filtraba con trabajo por el follaje de las
+acacias y los plátanos, formaba arabescos en el pavimento. Una fuente de
+piedra, deteriorada, cubierta de musgo hacía correr un hilito de agua
+con rumor melancólico. Un pájaro cantaba entre las hojas y me parecía
+distinto de los pájaros que hasta entonces había oído. Era un pájaro
+ascético, litúrgico y enclaustrado también como las monjas.</p>
+
+<p>Mas he aquí que mi tía Florentina me echa al fin de menos, vuelve la
+vista a todos lados y me divisa allá a lo lejos. Lanza un grito, eleva
+sus manos al cielo y exclama con desesperación:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay, hijo de mi alma, que estás excomulgado!</p>
+
+<p>Yo debí contestarle entonces:</p>
+
+<p>&mdash;Señora y tía mía, está usted en un error. A la excomunión deben
+preceder las moniciones canónicas exigidas por las palabras mismas de
+Jesucristo en el Evangelio y por la doctrina de la Iglesia. El Concilio
+de Lyon mandó que fuesen tres o una sola, según los casos: <i>nisi factis
+necessitas aliter ea suaserit moderanda</i>. El Concilio de Trento
+determinó que hubieran de preceder por lo menos dos amonestaciones.</p>
+
+<p>Nada de esto dije porque no lo sabía. Lo único que hice fué no hacer
+nada. Quedé paralizado, yerto y debí ponerme más blanco que un papel.
+Sentí también que algo como si fuese una entraña se me desprendía allá
+dentro.</p>
+
+<p>La tía Florentina corrió hacia mí y a empellones me llevó hasta la
+puerta y sin decir palabra la cerró con gran estrépito.</p>
+
+<p>Pepa y yo quedamos aterrados, mudos, y salimos del convento
+apresuradamente. Mi terror y mi angustia eran tan grandes que no podía
+siquiera llorar. Pepa no pronunciaba una palabra. Al cabo tuve fuerza
+para decirle:</p>
+
+<p>&mdash;Pepa, no dirás nada a mamá, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;No; no diré nada&mdash;me respondió secamente.</p>
+
+<p>Al cabo de un rato la pregunté tímidamente:</p>
+
+<p>&mdash;¿Los excomulgados no pueden oír misa?<a name="page_090" id="page_090"></a></p>
+
+<p>&mdash;No; los excomulgados no pueden oír misa ni pueden rezar.</p>
+
+<p>Al cabo de otro rato más largo aún le pregunté de nuevo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees que don Manolito el capellán de las monjas me puede levantar la
+excomunión?</p>
+
+<p>&mdash;No; don Manolito no tiene poder para ello. Es necesario que hagas
+mucha penitencia y luego vayas a Roma para que el Papa te perdone.</p>
+
+<p>Entonces callé y me decidí a hacer penitencia.</p>
+
+<p>Aquella tarde me dió mi madre para merendar unas ciruelas y
+sigilosamente las arrojé por el tubo del retrete. Por la noche también
+me levanté de la mesa sin comer el postre. Al día siguiente pasé largos
+ratos de rodillas y con los brazos en cruz y después de comer salí con
+el postre en la mano pretextando que iba a comerlo al balcón pero fué
+para arrojarlo igualmente al retrete.</p>
+
+<p>No recuerdo bien ahora las penitencias que hice en aquellos días, pero
+fueron muchas y terribles. Sé que me levantaba en medio de la noche y me
+acostaba sobre el duro entarimado y que me pinchaba alguna vez los
+brazos con un alfiler. Hasta se me ocurrió meter algunas ortigas en la
+cama, pero no las hallé en el jardín. Vagaba silencioso por la casa,
+rechazaba la compañía de mi primo José María que tanto me placía,
+lloraba amargamente oculto en los rincones y no parecía siquiera por la
+sala cuando había gente.</p>
+
+<p>No sé quién ha dicho que las excomuniones engordan. ¡Mentira! Yo me puse
+en ocho días flaco y amarillo que daba pena verme. Mi madre dijo un día
+en voz alta:</p>
+
+<p>&mdash;Este niño está enfermo; hay que llamar a don Gregorio.</p>
+
+<p>Don Gregorio era el monstruo que ya conoce el lector. Yo protesté que
+nada tenía y nada me dolía.</p>
+
+<p>Una de las penas para mí mayores y la más afrentosa era que Pepa huía de
+mí como si temiese contaminarse de mi herejía. Alguna vez cuando me
+encontraba por los pasillos clavaba en mí una mirada severa y me decía
+con acento lúgubre e imperioso:</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño, haz penitencia!<a name="page_091" id="page_091"></a></p>
+
+<p>Otra cosa que no podía sufrir era que me llamasen para rezar el rosario.
+Hacía esfuerzos increíbles de habilidad buscando pretextos para no
+rezarlo. Cuando no podía menos cerraba la boca herméticamente sin
+responder a la oración. Esto, como es lógico, me valía algunos pellizcos
+de mi piadosa madre.</p>
+
+<p>En fin, tales cosas hice y tan extraña fué mi conducta que aquélla me
+llamó a capítulo. Se encerró conmigo en el cuarto de la plancha y me
+hizo sufrir un apremiante interrogatorio.</p>
+
+<p>Recuerdo que era el santo de mi padre. Habían sido invitadas diez o doce
+personas, casi todos parientes, a comer, y estaban de sobremesa. Desde
+la habitación en que nos hallábamos se oía el ruido de su conversación.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver niño, quiero que me digas qué es lo que te pasa. ¿Por qué
+estás tan triste? ¿Por qué no juegas? ¿Por qué no comes? ¿Por qué huyes
+de todo el mundo?</p>
+
+<p>Afirmé descaradamente que no me pasaba nada digno de mencionarse. Pero
+mi madre estaba resuelta a descubrir el secreto y empleando
+alternativamente las caricias y las amenazas logró arrancármelo.</p>
+
+<p>&mdash;Mamá&mdash;le dije al cabo&mdash;yo quiero ir a Roma.</p>
+
+<p>Mi madre abrió los ojos como si hubiera visto en aquel momento bajar por
+el aire volando un buey y posarse sobre la flecha de la torre de la
+iglesia de San Francisco.</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño! ¿Qué dices? ¿Cómo quieres ir a Roma?</p>
+
+<p>&mdash;Quiero ir a pie.</p>
+
+<p>Mi madre abrió otra vez los ojos como si escuchase gritar al buey desde
+la torre: «¡Viva la república!»</p>
+
+<p>&mdash;¡Niño! ¿Te has vuelto loco? ¿Pero qué estás ahí diciendo? ¿Por qué
+dices eso?</p>
+
+<p>Entonces yo caí en sus brazos y exclamé sollozando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Mamá, porque estoy excomulgado!</p>
+
+<p>Y entre suspiros y sollozos le conté todo lo que me había ocurrido. Yo
+pensé que mi buena mamá iba a quedar aterrada, pero ¡oh sorpresa! en vez
+de eso comienza a reír como una loca exclamando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ay qué gracia! ¡excomulgado! ¡excomulgado!<a name="page_092" id="page_092"></a></p>
+
+<p>Y me abraza y me besa repetidas veces.</p>
+
+<p>Inmediatamente llama a mi padre y sin dejar de reír le dice:</p>
+
+<p>&mdash;¿No sabes que este niño está excomulgado?</p>
+
+<p>Y mi padre suelta la carcajada igualmente como si fuera un caso
+chistosísimo. Me hace contar de nuevo la ocurrencia y limpiándome las
+lágrimas y besándome tiernamente como había hecho mi madre me lleva
+hasta el comedor. Todo el mundo estaba alegre allí y recuerdo que hasta
+las señoras tenían unas chapitas rojas en las mejillas.</p>
+
+<p>Mi padre abrió la puerta y empujándome adentro dice en voz alta:</p>
+
+<p>&mdash;Ahí tenéis un niño que afirma que está excomulgado.</p>
+
+<p>Carcajada general. Todos se ponen a gritar a un tiempo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Excomulgado! ¡excomulgado! ¡excomulgado! ¡ja! ¡ja! ¡ja! ¡excomulgado!
+¡ja! ¡ja! ¡ja!</p>
+
+<p>Se armó una batahola infernal. Uno me ofrecía un pastelito, otro una
+copa de cognac, otro un cigarro; me besaban, me zarandeaban, me
+estrujaban sin dejar de reír y de exclamar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Excomulgado! ¡excomulgado!</p>
+
+<p>Tanto rieron que al cabo también yo concluí por reír. Y he aquí cómo a
+fuerza de carcajadas logré entrar de nuevo en el seno de la Iglesia
+católica.<a name="page_093" id="page_093"></a></p>
+
+<h2><a name="XII" id="XII"></a>XII<br /><br />
+<small>RESUELVO HACERME ERMITAÑO</small></h2>
+
+<p>¡Hermosos días de fe venid a mí! Soplad en este corazón herido por los
+desengaños, soplad en este pensamiento marchito por tanto estéril
+trabajo. Refrescadme unos instantes. Que vuelva a ser al despertarme el
+niño que se postraba de rodillas sobre su diminuto lecho y vuelto hacia
+una imagen de Jesús Crucificado le pedía con palabras fervorosas la
+salud de mis padres y la salvación de mi alma. Dejadme ver otra vez en
+el azul del cielo la imagen de María, hollando con su divina planta el
+creciente de la luna rodeada de niños alados. Dejad que lleguen a mis
+oídos como entonces sus cánticos celestes. Dejadme sentir de nuevo sobre
+la frente las alas del Angel de mi guarda al tiempo de dormirme.</p>
+
+<p>Aún me veo en la iglesia de San Francisco oyendo misa con mi padre. Los
+sones del órgano me transportaban; la voz de bajo profundo de Fray
+Antonio Arenas cantando desde el coro me estremecía con santo terror;
+las nubes de incienso me embriagaban. Y allá en lo alto, sobre el altar
+mayor veía una hermosa escultura de la Virgen envuelta en una luz
+fantástica que dejaban filtrar los cristales de color. Y mis ojos no se
+apartaban de ella y hacia ella volaba mi corazón con ansias de dicha
+inmortal. Entonces pasaban por mi alma sublimes emociones que por
+experimentarlas de nuevo diera cien vidas si las tuviese, emociones que
+espero sentir después de la muerte.<a name="page_094" id="page_094"></a></p>
+
+<p>Aún me veo caminando con mi madre bajo los arcos de la calle de Galiana
+hacia el santuario donde se venera al Cristo con la cruz sobre los
+hombros. La noche ha cerrado ya. A esta hora próxima al crepúsculo las
+damas piadosas de Avilés tienen costumbre de ir a rezar un credo delante
+de la milagrosa imagen. Los arcos apenas están esclarecidos. Allá hacia
+el medio, sobre uno de ellos hay una hornacina y dentro una pequeña
+escultura de la Virgen alumbrada por una lámpara de aceite. Algunas
+parejas enamoradas se sientan en los pretiles de la calle. Sólo
+percibimos sus bultos y escuchamos el rumor de su plática. Llegamos al
+santuario; subimos algunos peldaños; nos postramos delante de Jesús
+agobiado bajo el peso de la Cruz y su frente pálida coronada de espinas
+me infunde una compasión infinita. Sus ojos me miran doloridos y parecen
+decirme: «Hijo mío, hoy eres dichoso, pero si algún día estás triste
+acuérdate de mí.»</p>
+
+<p>Aún me veo en el mes de Mayo cantando por las calles de Avilés la
+letanía de la Virgen. Todos los niños de la escuela formábamos en dos
+filas. En el centro iba una gran cruz cubierta de flores, soportada
+alternativamente por los más fuertes entre nosotros. Detrás de ella
+caminaban algunos sacerdotes acompañados del maestro. ¡Oh, qué luz
+radiosa en el cielo! ¡Qué alegría en la tierra! Estábamos en el mes de
+las flores y cada uno de nosotros con un puñado de ellas en la mano
+marchábamos cantando para ofrecerlas a la Reina del Cielo. Y al volver
+nuestra cabeza descubierta hacia las puertas y los balcones de las casas
+no tropezábamos con las miradas burlonas, con las sonrisas escépticas
+que hielan el corazón de la infancia. No; los hombres graves y
+silenciosos hacían un imperceptible signo de aprobación; las mujeres
+enternecidas nos enviaban con los ojos afectuosas bendiciones. Para que
+un pueblo viva unido y forme una gran familia, para que exista la
+verdadera patria no basta que articulemos el mismo idioma, es necesario
+que balbuceemos las mismas oraciones. Nuestro pequeño corazón latía
+feliz dentro del pecho porque nos sentíamos amados y protegidos por el
+pueblo entero, porque aquellos<a name="page_095" id="page_095"></a> hombres y aquellas mujeres que se
+asomaban a los balcones o se agolpaban en las aceras para vernos pasar
+respetaban nuestra fe y nuestra inocencia.</p>
+
+<p>Mi amigo Alfonso, un niño pálido, bueno y pacífico, se mostraba más
+piadoso que ninguno. Su madre, que era una santa mujer, le llevaba a
+misa todos los días antes de la escuela, le veíamos en las procesiones
+con un pequeño cirio en la mano y alguna vez también cuando por las
+tardes de los días de fiesta se me ocurría asomarme a la iglesia delante
+de la cual jugábamos, le veía en la nave solitaria del templo orando
+ante los altares. Aunque yo era de un humor bastante distinto y me
+gustaban los juegos con pasión y mostraba tanto ardor como el que más en
+las peleas, me sentía, no obstante, atraído hacia aquel niño y buscaba
+su amistad. No me la otorgó él fácilmente. Como todos los seres
+espirituales era tímido y retraído y mi carácter turbulento debía de
+impresionarle desagradablemente. Pero al fin logré ganar su confianza y
+entonces fué expansivo y afectuoso conmigo, y con el celo de un pequeño
+apóstol procuró ganarme para Dios y la Virgen. Estaba yo preparado para
+ello porque en el fondo del alma siempre he sido idealista y aunque en
+el curso de mi vida haya amontonado sobre este fuego sagrado mucho polvo
+y mucho escombro, por fortuna nunca ha llegado a apagarse.</p>
+
+<p>El me decía que no era necesario pensar tanto en esta vida efímera, que
+aun la más larga valía poco y que pudiéramos morir antes de llegar a
+viejos. ¡Cuán en lo cierto estaba aquel piadoso niño, pues que murió
+antes de salir de la adolescencia! Me decía que debíamos ser buenos como
+los ángeles para poder estar algún día entre ellos y que si nos
+encomendábamos todos los días a la Virgen y a San José ellos nos
+sacarían de los peligros de este mundo. Empezamos a pasar largas horas
+en confidencias místicas. Me llevó a su casa y vi con asombro y placer
+que su madre le había dejado un cuartito para oratorio y que él lo había
+arreglado tan primorosamente que no faltaba allí nada de lo que se
+hallaba en las iglesias. Un altar con su retablo y su sabanilla, una
+imagen de la Virgen del Carmen, otra de San José, un<a name="page_096" id="page_096"></a> Niño Jesús,
+incensario, ciriales, casulla, bonete. Él celebraba misa y yo le
+ayudaba. Los días de gran fiesta, la mamá, los hermanos mayores y los
+criados venían a presenciarla, se cantaba la letanía, se hacía una
+procesión por el jardín y se quemaba tanto incienso y se formaba tal
+espesa humareda en el cuartito que alguna vez pensaba ahogarme.</p>
+
+<p>Nuestro fervor iba cada día en aumento. No sólo celebrábamos misa sino
+que también confesábamos. Alfonso mostraba enormes disposiciones para el
+confesonario y ataba y desataba los pecados como el más experto
+penitenciario. Vestido con un roquete que su madre le había cosido y
+sentado dentro de un gran cajón que colocábamos en sentido vertical y al
+cual habíamos abierto a un lado algunos agujeritos con una barrena,
+confesaba a sus hermanitas, me confesaba a mí y alguna vez venían
+también las criadas a arrodillarse y con la boca pegada a aquellos
+agujeritos decían sus pecados y recibían la absolución. Estas no se
+mostraban tan contritas y arrepentidas como fuera de desear porque se
+les escapaba no pocas veces la risa y obligaban al confesor a mostrarse
+demasiado severo y amenazarles con que lo diría a su mamá. Porque mi
+amigo Alfonso tomaba aquello muy en serio, nos daba consejos excelentes,
+nos pintaba con minuciosos detalles las penas del infierno, nos
+exhortaba a la penitencia y por último nos echaba la absolución
+alargando su manecita para que la besáramos con la misma gravedad que un
+padre jesuíta.</p>
+
+<p>Un día me dijo que su hermanita más pequeña estaba muy enferma y para
+que no se muriese él rezaba todos los días una hora de rodillas sobre
+las piedras y se había frotado el pecho con ortigas. Y, en efecto,
+abriendo el chaleco y la camisa me mostró sus tiernas carnes
+enrojecidas. Me sentí conmovido y admirado. «Yo también quiero hacer
+alguna penitencia por que tu hermana no se muera», le dije. Y dicho y
+hecho, bajo al jardín con él y llevo mis manos con resolución a las
+ortigas, pero ¡ay! fué tal el dolor, que di un grito y comencé a llorar.
+Alfonso asustado subió a casa por aceite y me untó delicadamente las
+manos. Después me abrazó y me consoló<a name="page_097" id="page_097"></a> diciéndome que aún no estaba
+preparado para las penitencias, pero que al cabo lograría hacerlas
+mayores aún que él.</p>
+
+<p>Leíamos las vidas de los santos y las que más nos placían eran las de
+aquellos que se habían retirado a un desierto y habían pasado largos
+años oyendo cantar los pájaros y alimentándose con frutas y con los
+mariscos que hallaban entre las peñas. Nada tiene de particular porque
+yo era apasionadísimo de las cerezas y de los caracoles de mar. Ignoro
+de quién de los dos partió la idea, pero un día concebimos el proyecto
+de retirarnos nosotros igualmente del mundo y de sus pompas para hacer
+penitencia. Viviríamos los dos solos en algún paraje apartado,
+comeríamos lo que los campesinos quisieran darnos de limosna, haríamos
+oración por nuestras familias y cuando fuéramos grandes vendríamos a
+predicar a Avilés y a otras villas. ¿Dónde encontrar el paraje
+solitario? Alfonso me dijo que a una legua próximamente de Avilés había
+visto una cueva cerca del mar que parecía hecha a propósito para que nos
+retiráramos allí e hiciésemos vida cenobítica.</p>
+
+<p>Meditamos nuestro proyecto largamente y sólo nos decidimos a ponerlo en
+práctica después de maduras reflexiones. Una de las graves cuestiones
+que debatimos fué la de resolver si habíamos de renunciar a nuestras
+familias para siempre o habíamos de visitarlas alguna vez. Alfonso
+opinaba que debíamos de venir cada año a ver a nuestros papás: yo creía
+que debíamos de venir cada seis meses. Por fin decidimos que vendríamos
+cada ocho días a mudarnos la ropa interior. Ni por un momento se nos
+pasó por la imaginación que aquéllas pudieran oponer reparos a nuestra
+resolución. Alfonso decía que su mamá era tan piadosa que lloraría
+lágrimas de placer al saberlo. Yo no estaba tan seguro de la mía, pero
+aunque no llorase precisamente de placer, estaba seguro de que se
+sentiría honrada viendo a su hijo emprender valerosamente la carrera de
+santo. De todos modos decidimos marcharnos sin decir una palabra para
+evitar escenas patéticas.</p>
+
+<p>Ahora bien; en esta mi resolución de abandonar el<a name="page_098" id="page_098"></a> mundo ¿no habría
+también cierto vago deseo de abandonar la escuela? Porque recuerdo que
+la vara de avellano que usaba el maestro don Juan de la Cruz no me
+inspiraba simpatía, ni tampoco los coscorrones y bofetadas del pasante,
+ni me placía estar de rodillas una hora con las narices en la pared
+cuando mi plana tenía algunos borrones. Y todavía me parece experimentar
+la sensación dolorosa que me penetraba cuando en el portal de casa mi
+padre me despedía con un beso al marchar a la escuela, después de comer.
+Nos separábamos; yo seguía por los arcos hacia mi triste destino y le
+veía a él atravesar la plaza hacia el casino fumando un cigarro puro.
+¿Cuándo sería yo grande para hacer lo mismo? Es posible, pues, que en
+mis ardorosos deseos de sacrificarme entrase, aunque fuese en pequeña
+dosis, el placer de apartarme de otros deberes, porque nuestras
+resoluciones en la vida casi nunca están determinadas por un solo
+motivo. No conviene, sin embargo, profundizar demasiado en el alma de
+los místicos.</p>
+
+<p>Salimos, pues, un día a cosa de las tres de la tarde después de comer en
+busca de la cueva santificante. Yo llevaba como equipaje, repartidos por
+los bolsillos, unas zapatillas, una cajita de caramelos que me había
+regalado mi madrina el día anterior y la peonza. No era, en verdad,
+bagaje adecuado para un penitente que huye los placeres de la carne,
+pero en este punto fiaba por completo en mi amigo Alfonso y no me
+equivocaba. Mi piadosísimo amigo llevaba por todo equipo y envueltas
+cuidadosamente en un papel, unas preciosas disciplinas fabricadas con
+sus propias, delicadas manos. Eran de cuerda y tenían por mango el de
+una comba y al cabo de cada ramal unos primorosos nuditos que debían de
+ser menos dulces que los caramelos de mi madrina.</p>
+
+<p>Antes de partir, y por iniciativa de Alfonso, habíamos orado unos
+momentos en la iglesia de San Francisco. Luego atravesando el campo Caín
+y bordeando el enemigo barrio de Sabugo, sin entrar en él salimos al
+camino de San Cristóbal. Antes de media hora llegaríamos al sitio
+denominado la <i>Garita</i> sobre el mar. No muy lejos de él se hallaba la
+cueva que había visto o había<a name="page_099" id="page_099"></a> creído ver mi amigo Alfonso. Caminábamos
+silenciosos. Alfonso iba gozosísimo, resplandeciente. Yo no tan
+resplandeciente.</p>
+
+<p>No habíamos andado un kilómetro cuando tumbados sobre el blando césped,
+a la vera del camino, acertamos a ver dos pillastres de Sabugo. El uno
+era Antón el zapatero, muchacho ferocísimo, conocido en la villa por sus
+hazañas y temido de todos los niños por sus crueldades. El otro un
+pilluelo apodado <i>Anguila</i>, feo y grotesco que divertía al vecindario en
+los días de regatas con sus sandeces cuando desnudo y embadurnado de
+lodo para no resbalar intentaba subir la cucaña. Era un payaso consumado
+del cual ya hablaré más adelante.</p>
+
+<p>Al divisarlos me dió un vuelco el corazón y creo que a mi amigo Alfonso,
+a pesar de su santidad, le pasó otro tanto.</p>
+
+<p>&mdash;Ahí están <i>esos</i>&mdash;proferí sordamente.</p>
+
+<p>&mdash;Ya los veo&mdash;me respondió Alfonso lacónicamente.</p>
+
+<p>&mdash;Pasemos de largo como si no los viésemos.</p>
+
+<p>Y en efecto, mirando al cielo, mirando a la tierra, mirando a todos
+lados menos al punto determinado en que se hallaba aquel par de alhajas
+intentamos cruzar apretando el paso. Eramos los pobres avestruces que
+meten la cabeza bajo el ala cuando divisan al cazador.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh! chicos... ¿Adónde vais?</p>
+
+<p>Nada; no oímos nada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh! chicos... ¿Adónde vais?</p>
+
+<p>La misma sordera inveterada. Tratamos de seguir adelante; pero <i>Anguila</i>
+se levantó rápidamente y en dos saltos se plantó delante de nosotros.</p>
+
+<p>&mdash;¿Adónde vais «vos digo» granujas?</p>
+
+<p>Oírse llamar granujas, dos seres tan espirituales como nosotros por
+aquel miserable andrajoso era cosa para inspirar risa más que cólera.</p>
+
+<p>Ni una ni otra nos inspiró la pregunta. Lo que ambos experimentamos en
+aquel instante fué, hablando con toda franqueza, miedo, un miedo cerval.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a San Cristóbal&mdash;balbuceé yo con toda la humildad, con toda la
+sumisión de que puede ser capaz un ser humano.<a name="page_100" id="page_100"></a></p>
+
+<p>&mdash;¿Y a qué vais a San Cristóbal?</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a dar un recado al señor cura&mdash;murmuré con más humildad y
+sumisión todavía.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues, atracad al muelle y echad el ancla que aquí están los
+carabineros para hacer el registro.</p>
+
+<p>Y echó a andar de nuevo hacia el prado donde aún permanecía tendido su
+digno compañero que nos dirigía una insistente mirada fría y cruel. Le
+seguimos como dos mansos corderos. ¿Y qué íbamos a hacer? Nosotros
+teníamos nueve años y aquellos malhechores lo menos doce; pero aparte de
+eso su indómita fiereza primitiva como seres que aun no han salido de la
+barbarie les daba una superioridad reconocida, tratándose de guerra,
+sobre dos chicos tan civilizados como nosotros.</p>
+
+<p>Efectivamente comenzó el registro que llevó a cabo <i>Anguila</i> con toda
+escrupulosidad, empezando por mí. Antón el zapatero no se dignó siquiera
+moverse. Salieron a relucir mis caramelos, que fueron instantáneamente
+decomisados; pero Antón con un gesto imperioso dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Trae aquí eso.</p>
+
+<p>Y <i>Anguila</i> humildemente fué a depositarlos a sus pies. Se echaba de ver
+que Antón era el emperador y <i>Anguila</i> su bufón. Salió mi peonza que en
+la misma forma fué depositada con los caramelos. Y salieron mis
+zapatillas. Estas fueron despreciadas, y envueltas en su papel,
+volvieron al bolsillo de mi chaqueta.</p>
+
+<p>Comenzó en seguida el de Alfonso. Traía un pedazo de pan, que <i>Anguila</i>
+se puso a morder acto continuo después de haberse cerciorado, con una
+rápida mirada que echó a Antón, de que aquello no le interesaba. Y salió
+el papelito de las disciplinas. <i>Anguila</i> al desdoblarlo quedó
+estupefacto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es esto?... ¡El diablo me lleve si no son unas disciplinas!</p>
+
+<p>Antón se puso en pie de un salto y las tomó en la mano.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues sí que son unas disciplinas!</p>
+
+<p>Y aquel rostro espantable se contrajo con una risa que daba miedo.<a name="page_101" id="page_101"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Ay qué gracia!... ¡Unas disciplinas! ¡Ay qué risa!</p>
+
+<p>Y efectivamente se retorcía de risa y <i>Anguila</i> lo mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Estas son las disciplinas con que te azota tu madre, ¿verdad? Y tú se
+las has robado, ¿verdad? Pues eso no se hace. ¡Toma, para que no lo
+hagas otra vez!</p>
+
+<p>Y la emprendió a zurriagazos con mi pobre amigo que chillaba con su
+vocecita dulce.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! ¡no las he robado!... Mi madre no me pega.</p>
+
+<p>Yo me creía salvado, pero así que concluyó con Alfonso la emprendió
+conmigo «por haberle ayudado», según decía.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno. Ahora largo de aquí. Y si decís una palabra de todo esto en
+casa contad conmigo&mdash;profirió Antón tumbándose de nuevo en el césped con
+la pereza displicente de un déspota oriental.</p>
+
+<p>Ibamos ya a seguir tan saludable consejo, pero estaba de Dios que no
+habíamos de salir tan pronto de las garras de aquellos piratas.</p>
+
+<p>&mdash;Oye, Antón, ¿no te parece que enseñemos a estos chicos el
+ejercicio?&mdash;manifestó <i>Anguila</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Haz lo que quieras&mdash;respondió el zapatero encogiéndose de hombros con
+su acostumbrada displicencia.</p>
+
+<p><i>Anguila</i> cortó dos largas varas de los árboles que bordaban el camino y
+nos las puso en la mano.</p>
+
+<p>&mdash;¡Firmes!... ¡Tercien... ar!... ¡Presenten... ar!... ¡Apunten... ar!...
+¡En su lugar... descanso!... ¡Media vuelta a la derecha... deré!</p>
+
+<p>Más de una hora duró nuestro martirio. Bofetadas, repelones, puntapiés,
+estirones de orejas, de todo hubo y en abundancia. El sargento más
+bárbaro no lo hubiera hecho mejor. Si llorábamos más de la cuenta nos
+hacía callar a mojicones. Por fin, cuando se hubo hartado de darlos nos
+dejó marchar.</p>
+
+<p>Libres ya, no continuamos hacia el desierto para regenerarnos por medio
+de la penitencia sino que caminamos apresuradamente la vuelta del
+poblado. Llevábamos los ojos enrojecidos por el llanto y las mejillas
+por las bofetadas; pero yo llevaba más roja aún el alma por la cólera y
+la rabia. Un ansia loca de venganza me subía a la garganta y parecía
+asfixiarme rompiendo por intervalos<a name="page_102" id="page_102"></a> en terribles imprecaciones y gritos
+inarticulados. En cuanto llegase a la villa se lo diría a Emilio el
+Herrador. Nosotros, los chicos de la escuela en Avilés, teníamos,
+siguiendo la costumbre espartana, un mozalbete que nos servía de
+protector o que «saltaba por nosotros», como decíamos en la jerga
+infantil. Emilio el Herrador había saltado siempre por mí. Estaba seguro
+de que en cuanto supiera la infamia hecha conmigo entraría a saco en el
+barrio de Sabugo y no dejaría piedra sobre piedra. El pobre Alfonso
+lloraba y suspiraba en silencio.</p>
+
+<p>Cuando recuerdo este incidente de mi infancia no puedo menos de
+admirarme de mi extraña aberración. Porque al partirme de casa y buscar
+la soledad ¿qué es lo que me proponía? ¿Hacer penitencia y santificarme?
+¿Pues qué penitencia más adecuada y eficaz que la que me infligían
+aquellos chicos? ¿Qué mejor ocasión para mostrarme resignado y humilde y
+seguir las huellas de Jesucristo?</p>
+
+<p>De modo semejante durante el curso de mi vida Dios me ha ofrecido a
+manos llenas los medios de ser un santo; pero ¡ay! siempre he
+desperdiciado la ocasión.<a name="page_103" id="page_103"></a></p>
+
+<h2><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII<br /><br />
+<small>LA VARA DE FALARIS</small></h2>
+
+<p>Si mi amigo Leoncio perteneciese todavía al número de los vivos dudo
+mucho que nadie osara recordarle el incidente que voy a narrar. Nada más
+fácil que saliese de su empresa con las narices hinchadas como habían
+salido por otros motivos Manolín el chocolatero, Pepín el hijo del
+carnicero y su hermano Ciriaco.</p>
+
+<p>Porque mi amigo Leoncio, a pesar de su rostro mofletudo y plácido, era,
+cuando montaba en cólera, un ser furibundo y pernicioso y poseía unos
+puños que infundían respeto a toda la escuela de don Juan de la Cruz.</p>
+
+<p>¿Quién no recuerda en Avilés a este don Juan de la Cruz tan modesto, tan
+melifluo, tan pulcro? ¿Quién no recuerda a aquel hombrecillo pálido, de
+cabellos lacios, de ojos negros guarnecidos de largas pestañas que
+apenas se alzaban del suelo con expresión tímida y humilde? Enseñó las
+primeras letras a tres generaciones y murió a los ochenta años
+declinando un pronombre relativo. Sosegado, grave, silencioso,
+atravesaba el salón de la escuela sin que nos diéramos cuenta de su
+presencia hasta que lo teníamos encima. La expresión apacible de su
+rostro no se turbaba jamás: no recuerdo haberle visto enfurecido. Un
+esbozo de sonrisa se dibujaba casi constantemente en sus labios. No era
+más que un conato de sonrisa que comenzaba en el ángulo izquierdo de la
+boca y allí se detenía sin pasar jamás al derecho. Rara vez nos miraba a
+la cara; nos hablaba ceremoniosamente<a name="page_104" id="page_104"></a> de usted y cuando nos reprendía
+lo hacía siempre en voz baja con los ojos puestos en el suelo como si se
+estuviera confesando de alguna falta. Nos tajaba las plumas, que eran de
+ave en aquella época, nos echaba tinta en los tinteros, nos corregía las
+planas con la mayor modestia y compostura y cuando llegaba el caso, que
+llegaba con harta frecuencia, con la misma modestia y compostura
+empuñaba su vara y nos sacudía de lo lindo. Era un hombre tan modesto
+que cuando nos zurraba la piel parecía que nos estaba haciendo
+reverencias.</p>
+
+<p>Las varas que empleaba para esta operación delicada eran generalmente de
+avellano y se las proporcionaban los mismos chicos de la escuela, hijos
+de labradores que residían en los alrededores de la villa. Eran muy
+adecuadas para levantarnos la piel y hacernos ver las estrellas.
+Recuerdo que en cierta ocasión en que me hallaba dulcemente entretenido
+en frotar un botón de bronce contra el pupitre hasta ponerlo bien
+caliente y luego aplicarlo a las manos de los compañeros que tenía
+cerca, sentí en la espalda y en la nuca la impresión de cien botones de
+fuego. Me volví y vi a don Juan que me sacudió cortésmente otros seis
+lapos y me dijo después con voz dulce como el soplo de la brisa entre
+las flores:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo mío, aplíquese al estudio y déjese de fútiles entretenimientos.</p>
+
+<p>Pero estas varas tenían, como todas las cosas de este mundo, una ventaja
+y una desventaja. Para don Juan tenían el inconveniente de que se
+concluían pronto y necesitaba renovarlas, lo cual no siempre era fácil
+porque los chicos aldeanos con pretextos más o menos fundados se
+resistían algunas veces a proporcionarlas. En cambio para nosotros
+poseían la ventaja de que muy pronto se les quebraba las puntas y
+entonces ya no ceñían la carne y su golpe era menos doloroso. Así que
+los chicos más despejados procurábamos cuidadosamente no estrenarlas,
+porque entonces y sólo entonces poseían toda su virtud maléfica. Cuando
+las veíamos bien despuntadas, nuestra conducta empezaba a relajarse.</p>
+
+<p>Mi amigo Leoncio, que era un chico de gran talento y además complaciente
+y servicial como pocos, quiso obviar<a name="page_105" id="page_105"></a> el inconveniente que ofrecían las
+varas de avellano para el maestro. Pensando constantemente en ello como
+Newton en la gravitación universal, acertó al cabo con la solución. La
+caída de una manzana sugirió al pensador inglés la idea de la fuerza de
+atracción. La vista de una ballena del corsé de su mamá iluminó
+repentinamente el cerebro del mofletudo Leoncio. Exploró un día y otro
+día el desván de su casa donde se amontonaban mil cachivaches. Al cabo
+tropezó con una ballena delgada y redonda y del tamaño aproximadamente
+de las varas que don Juan de la Cruz empleaba.</p>
+
+<p>Leoncio se sintió feliz desde aquel momento. No hay nada que dilate el
+alma tanto como un descubrimiento imprevisto. Desempolvó la famosa
+ballena, la envolvió esmeradamente en papeles de seda y sujetó estos
+papeles con una cuerdecita encarnada. Al día siguiente, sin duda para
+dar mayor solemnidad al acto, procuró retrasarse un poco para llegar a
+la escuela. Y cuando ya estábamos todos acomodados en nuestros bancos y
+el maestro allá en el fondo sentado detrás de su mesa, he aquí que
+aparece nuestro Leoncio con aquel extraño objeto en la mano, atraviesa
+erguido y sosegado el vasto salón y acercándose a la mesa del maestro
+deposita en ella gravemente su tesoro. Hecho lo cual, con la misma
+solemnidad se dirigió a su sitio y se sentó.</p>
+
+<p>Una ardiente curiosidad se apoderó de todos nosotros. ¿Qué sería
+aquello? ¿Un regalo? Hubo alguno que imaginó sería un caramelo
+monstruoso semejante a los que nosotros chupábamos con delectación en
+cuanto teníamos algún dinero para comprarlos. Don Juan comenzó también a
+examinarlo con curiosidad antes de desenvolverlo. Al fin se decidió a
+quitarle los papeles y poco después quedó al descubierto la preciosa
+ballena.</p>
+
+<p>Nuestra estupefacción fué enorme; pero nuestra indignación fué aún mucho
+mayor. Cincuenta pares de ojos se clavaron furibundos en el mofletudo
+Leoncio. Si estos ojos fueran dardos venenosos como los de las abejas,
+el mofletudo Leoncio hubiera perdido allí mismo la vida. Un sordo rumor,
+temeroso, corrió por toda la escuela. Si se analizase este rumor se
+vería inmediatamente que estaba<a name="page_106" id="page_106"></a> compuesto de doscientos «¡miserable!»,
+trescientos «¡cochino!» y lo menos quinientos «¡indecente!».</p>
+
+<p>Leoncio se mantenía sosegado y satisfecho sin advertir el éxito
+extraordinario de su regalo. O si lo advertía, aparentaba mostrar que le
+tenía sin cuidado. Don Juan seguía examinando atentamente el famoso
+caramelo. Al cabo profirió con su voz meliflua:</p>
+
+<p>&mdash;Leoncio, hijo mío, tenga usted la bondad de venir un momento.</p>
+
+<p>Leoncio acudió solícito. Don Juan se levantó de la silla con calma, y
+sujetándole por el cuello le aplicó un cumplido vardascazo en el
+trasero. Leoncio dejó escapar un grito de dolor. A este grito
+respondimos nosotros con un rugido de alegría. Don Juan (¡Dios le
+bendiga!) secundó el golpe y con su acostumbrada modestia le estuvo
+solfeando un buen rato. Mientras duraba la operación parecía hablarse a
+sí mismo y le oímos murmurar:</p>
+
+<p>&mdash;En efecto; es flexible... Es sólida... Se ciñe admirablemente.</p>
+
+<p>¡Vaya si se ceñía! Que lo digan las nalgas del pobre Leoncio que seguía
+chillando como un condenado mientras nosotros respondíamos a sus
+lamentos con bárbaras carcajadas.</p>
+
+<p>Cuando a don Juan de la Cruz le pareció bien probada la flexibilidad y
+la solidez del nuevo instrumento, soltó al sujeto de la experiencia y le
+dijo con voz suave y mirando, como siempre, humildemente al suelo:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo mío, en tiempos muy antiguos existía en la ciudad de Agrigento,
+en la Italia meridional, un tirano que se llamaba Falaris. Este tirano
+era tan cruel que se complacía en atormentar de mil maneras a todos
+aquellos que tenían la desgracia de no complacerle. Sucedió que uno de
+sus cortesanos, por captarse su benevolencia, le hizo regalo de un toro
+de bronce hueco donde se podía meter a la persona que se quisiera hacer
+morir atormentada. Debajo de este toro de bronce se encendía una hoguera
+y el desdichado que estaba dentro, al comenzar a asarse, dejaba escapar
+terribles gritos que al pasar por el cuello y la boca del toro semejaban
+los rugidos de esta fiera... Falaris quedó prendado de tan ingenioso
+artefacto<a name="page_107" id="page_107"></a> y después de dar las gracias a quien se lo había regalado no
+se le ocurrió otra cosa mejor que ensayarlo metiendo dentro de él al
+propio inventor.</p>
+
+<p>Hizo una pausa don Juan, y dando una cariñosa palmadita a Leoncio en las
+llorosas mejillas,</p>
+
+<p>&mdash;Así, pues, muchas gracias, hijo mío, por este precioso regalo.
+Aplíquese el cuento y váyase a su sitio.<a name="page_108" id="page_108"></a></p>
+
+<h2><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV<br /><br />
+<small>EL TRIUNFO DE LA FRATERNIDAD</small></h2>
+
+<p>Recuerdo que por aquel tiempo existía en Avilés un zapatero
+librepensador llamado Mamerto. Este Mamerto vivía en lucha abierta con
+el Supremo Hacedor y con sus ministros responsables en la tierra, el
+señor cura de la villa y el de Sabugo, particularmente con este último
+por ser el del barrio que habitaba. No confesaba, no comulgaba, no iba a
+misa, no ponía siquiera los pies en la iglesia, y, lo que es mucho más
+grave, no bautizaba a sus hijos. Acometido de un furor ateísta no
+perdonaba ocasión de atacar el presupuesto del clero y aspiraba nada
+menos que a demoler las iglesias o a convertirlas en fábricas y obligar
+a los sacerdotes a ganarse el pan con el sudor de su frente.</p>
+
+<p>Leía en sus ocios y se sabía casi de memoria algunos libros infamantes
+titulados <i>El fraile</i>, <i>La Monja</i>, <i>El Cura de misa y olla</i>, y de ellos
+sacaba argumentos metafísicos para minar los cimientos de nuestra
+religión. Discutía, vociferaba en todas las tabernas, refería historias
+escandalosas de las beatas y los curas, y cuando tenía algunos vasos de
+sidra en el cuerpo entonaba canciones subversivas. Una de estas
+canciones le acarreó el mayor disgusto de su vida. Al cantar el himno de
+Garibaldi en vez de limitarse a victorear al enemigo del Papa se ensañó
+con éste gritando repetidas veces: «¡Que muera Pío IX, viva la
+libertad!» Se le denunció al señor cura de Sabugo, el cual a su vez lo
+denunció al Juzgado: se le formó<a name="page_109" id="page_109"></a> proceso y fué condenado con otros tres
+amigos a dos años de presidio. Así las gastaba en aquella época el
+partido moderado que se hallaba en el poder.</p>
+
+<p>Fué agraciado con algún indulto y poco antes del año regresó Mamerto a
+sus lares con la aureola del martirio sobre la frente. La población se
+conmovió al verle llegar: todos los ojos se clavaban sobre él con mezcla
+de curiosidad y admiración. Los suyos adquirieron ese brillo fatídico
+peculiar de los héroes, una expresión de ferocidad desdeñosa que
+sobresaltaba a los pacíficos habitantes de nuestra villa.</p>
+
+<p>Mamerto se consideró desde entonces como un hombre peligrosísimo: acaso
+no mentiría diciendo que tenía miedo de sí mismo. De aquel pecho, de
+aquella cabeza podía salir algo funesto para la tradición. Si las
+instituciones hubieran tenido algún instinto de conservación (que no lo
+tenían), Mamerto no debiera de andar suelto. Esta era su opinión por lo
+menos. De esta imprudencia de la justicia se aprovechaba nuestro
+zapatero para perseguir al Cristianismo y a la Monarquía contando las
+copas de ginebra que bebía el capellán de las monjas de San Bernardo y
+ahuecando la voz para hablar de los escándalos del palacio real.</p>
+
+<p>No hay para qué decir que Mamerto era odiado de muerte por el sexo
+femenino en Avilés. Mi madre le profesaba tal horror que si por
+casualidad se le nombraba en la conversación veía alterarse los rasgos
+de su fisonomía, se quedaba tan pálida que mi padre inquieto pedía que
+la sirviesen una taza de caldo para confortarla. De este horror me hizo
+a mí partícipe. Cuando alguna vez mi mala suerte me hacía pasar a su
+lado me sentía sobrecogido de espanto como a la vista del demonio, me
+parecía verle ya envuelto por las llamas del infierno y arrojando por la
+boca toda clase de <i>bichos</i> inmundos.</p>
+
+<p>En cambio el sexo fuerte le guardaba indebidas consideraciones.
+Pretextaba para ello que era un zapatero extraordinario, que el calzado
+elaborado por sus manos no tenía fin, que en toda España ningún otro
+maestro de obra <i>prima</i> le ponía el pie delante. Se decía que sus botas
+habían llamado la atención de ciertos extranjeros<a name="page_110" id="page_110"></a> que habían pasado por
+allí, que las habían llevado a Londres y que desde entonces no pocos
+ingleses enviaban sus medidas a Mamerto para que los calzase. Por
+supuesto, yo estoy seguro de que todo esto era pura mitología. En el
+fondo se le admiraba por su audacia; porque en todo hombre hay oculto
+casi siempre un insurrecto más o menos cobarde. Sólo las mujeres tienen
+el valor de sus convicciones y saben lo que quieren.</p>
+
+<p>La audacia de Mamerto llegaba como he dicho hasta el punto de no
+bautizar a sus hijos: y no sólo no los bautizaba sino que les daba
+nombres extravagantes. Tuvo una hija y la llamó <i>Libertad</i>. Tuvo un hijo
+y le nombró <i>Dantón</i>. Por cierto que este pobre Dantón no hacía honor a
+su homónimo; era patizambo, y enteco. Por donde le tocaba algo al gran
+tribuno francés era por los pelos, que los gastaba largos y
+aborrascados. Más tarde tuvo dos hijas y a una llamó <i>Igualdad</i> y a otra
+<i>Fraternidad</i>. Esta última podría contar de dos a tres años cuando
+acaeció lo que voy a narrar.</p>
+
+<p>Jamás se había visto en Avilés una criatura más bella: nadie podía
+comprender en la villa cómo un ser tan angelical había salido de hombre
+tan endiablado. Su cabecita blonda y rizada, sus ojos azules de largas
+pestañas, su tez nacarada excitaban la admiración de cuantos acertaban a
+verla. Las mujeres no se recataban para decir que aquel bárbaro no era
+digno de poseer una joya de tal valor.</p>
+
+<p>No lo pensaba así Mamerto como puede comprenderse. Estaba tan orgulloso
+y pagado de su niña que la exhibía por todas partes rebosante de placer.
+La llevaba de la mano al paseo del Bombé, la llevaba en brazos a las
+romerías y hasta la metía en las tabernas para que sus amigachos la
+admirasen y rabiasen de envidia. <i>Fraternidad</i> iba vestida siempre de
+blanco o de azul como la hija de cualquier hacendado. Para eso su padre
+trabajaba como un mulo, y se privaba, a veces, hasta de lo
+indispensable.</p>
+
+<p>Un día fuimos sorprendidos con la noticia de que la reina vendría a
+visitar nuestra villa. Después de permanecer un día en Oviedo y otro en
+Gijón, S. M. pasaría<a name="page_111" id="page_111"></a> unas horas en Avilés. Un vértigo de orgullo y
+placer se apoderó de todas las cabezas lo mismo las infantiles que las
+adultas. No había manos bastantes en nuestra villa para alzar arcos de
+triunfo con bastidores de lienzo pintado, para plantar gallardetes, para
+fijar guirnaldas. Los pintores, subidos en los andamios, pintaban las
+fachadas de las casas, los barrenderos del municipio aventaban lejos el
+polvo, las mujeres lavaban los cristales y las puertas, los poetas
+componían versos alusivos al magno acontecimiento que se preparaba; uno
+de estos, tío mío, hizo una canción que puso en música el director de la
+banda del hospicio de Oviedo:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Giren tus remos</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">linda barquilla</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Así empezaba, si no recuerdo mal, y fué cantada por un coro de jóvenes
+avilesinas en el momento que Su Majestad puso el pie en la falúa de los
+carabineros para trasladarse a San Juan, punto extremo de nuestra ría y
+boca del puerto.</p>
+
+<p>Conservo un recuerdo vago pero delicioso de aquel día memorable. Una
+fila larga de carruajes, una mano blanca que agita un pañuelo desde uno
+de ellos, los cohetes estallando en el aire, las bayonetas brillando a
+los reflejos del sol, las charangas tocando alegres pasodobles, mi padre
+de frac y corbata blanca, los balcones engalanados con brillantes
+colgaduras, mi madre inclinada sobre uno de los nuestros y arrojando
+puñados de flores sobre el coche de la soberana...</p>
+
+<p>Después me veo en medio de la gran plaza de Avilés, llevado de la mano
+por uno de mis jóvenes tíos. Una muchedumbre inmensa llenaba aquella
+plaza y los ojos todos de la muchedumbre se dirigían a uno de los
+balcones de la casa de los marqueses de Ferrera, donde según decían se
+hallaba la reina. Yo no acertaba a ver en el balcón más que un grupo de
+señoras y caballeros. A mi lado se gritaba sin cesar «¡viva la reina!»
+Un viejo alguacil del Ayuntamiento, a quien llamábamos Marcones, agitaba
+su tricornio repitiendo con voz ronca «¡viva<a name="page_112" id="page_112"></a> la reina!» Los campesinos
+lanzaban sus monteras al aire y las recogían, y otra vez las lanzaban
+repitiendo el mismo grito. Por fin desapareció del balcón el grupo que
+lo llenaba, quedó un momento vacío, y al cabo apareció una señora gruesa
+y blanquísima que presentó al pueblo un niño vestido con el traje típico
+de nuestros aldeanos, el calzón corto, la faja, el chaleco con botones
+de plata y la montera. «¡Viva la reina! ¡Viva la reina! ¡Viva el
+príncipe de Asturias!» El entusiasmo era frenético, imponente...</p>
+
+<p>Más tarde me veo en el muelle, siempre de la mano de mi tío. La reina ha
+ido a San Juan y se la espera. Habían construído un atracadero de madera
+y se le había engalanado y tapizado lujosamente. Desde el atracadero se
+tendió una alfombra y por allí debía de pasar la soberana para montar en
+el carruaje que ya la esperaba. Mi tío era amigo de un oficial y gracias
+a ello logramos colocarnos en primera fila. Enfrente de mí veo, con
+profundo disgusto, al zapatero Mamerto, que llevaba también a su niña de
+la mano. ¿Qué haría allí aquel ganso? Eso se preguntaba mi tío,
+mirándole con ojos airados. Mamerto sonreía sarcásticamente; a eso sin
+duda había venido. Desde que se anunciara la visita de la reina a
+Avilés, no se le había caído de los labios aquella su sonrisa
+sarcástica. Pero hacía algo peor, y era murmurar en todos los oídos que
+querían escucharle lo malo que se decía de nuestra reina, las suciedades
+que entonces corrían como válidas entre la plebe. Para apoyar sus
+<i>aserciones</i> el zapatero revolucionario exhibía secretamente unas
+fotografías que representaban al padre Claret, patriarca de las Indias,
+bailando el <i>can can</i> con Sor Patrocinio, una monja que tenía sorbido el
+seso a la reina, según contaban.</p>
+
+<p>&mdash;Si no se quita el sombrero ese tunante le hago prender&mdash;oí decir entre
+dientes a mi joven tío, que estaba muy pagado de su amistad con las
+autoridades.</p>
+
+<p>Ya estallan los cohetes, ya se divisa en medio de la ría la hermosa
+falúa de los carabineros seguida de buen golpe de embarcaciones todas
+engalanadas, ya suenan las músicas, ya se oyen las aclamaciones. La
+reina Isabel<a name="page_113" id="page_113"></a> II pone el pie en el embarcadero; un señor de gran
+uniforme le ofrece el brazo; sube las escaleras y comienza a marchar
+lentamente entre las apretadas filas de la muchedumbre que a duras penas
+pueden los soldados contener en su puesto. Todos nos despojamos del
+sombrero. ¿Mamerto también? Sí, Mamerto también. Había tratado de
+dejárselo encasquetado, pero una mirada muy significativa de un sargento
+de la guardia le hizo volver sobre su <i>acuerdo</i>.</p>
+
+<p>La reina avanza sonriente, saludando a un lado y a otro con la mano y
+con la cabeza. De pronto se detiene y deja escapar un débil grito de
+admiración.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh qué encanto de niña!&mdash;se la oye exclamar contemplando a la hija de
+Mamerto.</p>
+
+<p>Se detiene un instante frente a ella y la dice:</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué hermosa eres, hija mía! ¡Qué hermosa eres! ¡Dios te bendiga!...
+¿Me das un beso?</p>
+
+<p>Y alzándola del suelo con sus reales manos, la aplicó un sonoro beso en
+la mejilla.</p>
+
+<p>Entonces vimos a Mamerto demudarse; quedó pálido como un muerto, y
+agitando su sombrero frenéticamente gritó con voz estentórea:</p>
+
+<p>&mdash;¡Viva la reina!<a name="page_114" id="page_114"></a></p>
+
+<h2><a name="XV" id="XV"></a>XV<br /><br />
+<small>DON ANTONIO JOYANA</small></h2>
+
+<p>Era un capellán que mis tíos Alvaro y Felisa tenían en su quinta de
+Illas cerca de Avilés, y fué el hombre más original que ha producido
+Asturias después de la invasión de los árabes.</p>
+
+<p>Me llevaron a confesar con él cuando yo tenía nueve años de edad. Graves
+amonestaciones me dirigió en aquella ocasión. Recuerdo que me aconsejó
+con mucho encarecimiento que cuando entrase a saco en la despensa de mi
+casa de ningún modo me comiese la mermelada con los dedos, sino que
+llevase para el caso una cucharilla escondida en el bolsillo.</p>
+
+<p>Don Antonio Joyana era un hombre según Dios y según la naturaleza, pero
+no según los hombres. Por eso los hombres se reían de él. Tenía
+caprichos como los niños y antojos como las mujeres. Cierto día entró
+con mi padre en una tienda de paños y habiéndole gustado uno
+extremadamente no se contentó con comprar algunas varas sino que se
+empeñó en llevarse la pieza entera. Después la entregó a una hermana
+vieja y sorda con quien vivía, y ésta se puso a cortarle y coserle
+pantalones. Salieron tres docenas de ella, según contaban en Avilés.</p>
+
+<p>En otra ocasión, cuando se celebraba con un banquete el santo de mi tía
+Felisa, presentaron en la mesa una botellita de licor muy linda y
+caprichosa. Verla don Antonio y quedar hipnotizado fué todo uno. Ya no
+pudo<a name="page_115" id="page_115"></a> comer ni beber: ya no tuvo ojos más que para aquella botellita
+hechicera. Al fin, no pudiendo sufrir más tiempo su estado de congoja,
+se acercó a mi tía y le dijo al oído con voz temblorosa:</p>
+
+<p>&mdash;Señora, si después que se haya vaciado me regalase aquella botellita
+azul de licor se lo estimaría como un gran favor.</p>
+
+<p>Mi tía se lo prometió riendo y la calma renació en su espíritu.</p>
+
+<p>Tal era aquel hombre singular y tal quisiera que fuereis vosotros
+también. Porque era un sabio que servía a Dios y amaba a su prójimo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Era un sabio?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, era un sabio. Pasaba su vida o rezando o leyendo. Poseía gran
+copia de libros que tenía amontonados en sendos cajones de azúcar, los
+cuales no yacían en el suelo sino que pendían del techo colgados por
+fuertes cordeles y se balanceaban al más leve contacto dentro de su
+habitación. Acaso juzgara don Antonio que así columpiados sus libros
+estarían mejor dispuestos para comunicarle la ciencia que guardaban.</p>
+
+<p>Don Antonio Joyana trataba a los hombres solamente como hombres. Para él
+un zapatero era un hombre y un marqués otro hombre. Las diferencias
+sociales nada añadían a sus ojos a la imagen de Dios.</p>
+
+<p>Recuerdo que en una jira campestre, a la cual asistí, siendo ya un
+joven, y en la cual tuvimos el honor de llevar con nosotros a algunos
+empingorotados personajes y a unas damiselas más pagadas de su estirpe
+que las hijas de una familia reinante, don Antonio comenzó a tratar a
+estos personajes con tal confianza y tan graciosa familiaridad que nos
+hizo mucho reír. ¡Pero los próceres, y sobre todo las altas y poderosas
+señoritas no reían, no! ¡Qué cara de vinagre! ¡Qué gestos despectivos!</p>
+
+<p>«¡Bravo, don Antonio!»&mdash;exclamábamos todos en voz baja con íntimo
+regocijo.</p>
+
+<p>Y don Antonio sin ver nada, sin advertir los gestos desdeñosos y las
+miradas coléricas iba de uno a otro aristócrata, de una a otra damisela,
+poniendo a aquéllos la mano sobre el hombro, dirigiendo a éstas saladas
+cuchufletas,<a name="page_116" id="page_116"></a> que dicho sea con verdad, resultaban un poco burdas.</p>
+
+<p>Fué una de las pocas veces en que vi a la verdad y a la naturaleza
+triunfar de la convención y la mentira.</p>
+
+<p>Los hombres de este temple, ni se asombran de nada ni tienen miedo a
+nadie.</p>
+
+<p>Una tarde entraron de improviso algunos ladrones enmascarados en la
+posesión de Illas. Después de sorprender a los criados que estaban en la
+planta baja de la casa y haberlos maniatado y amordazado subieron al
+piso superior y penetraron en la habitación de don Antonio. Este se
+hallaba leyendo como de costumbre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Alto, no se mueva usted!</p>
+
+<p>Don Antonio levantó la cabeza y paseó una mirada con más curiosidad que
+miedo por aquellos foragidos. Entre ellos había uno de tan exigua
+estatura y corpulencia que parecía un chicuelo de catorce o quince años.
+Don Antonio se fijó en él, y alzándose de la silla entre risueño y
+encolerizado, le sacudió por el brazo, diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;¿A ti, mequetrefe, quién te ha metido en estas aventuras? ¡Anda a la
+escuela, majadero!</p>
+
+<p>Sacando luego una llave del bolsillo la tiró al suelo.</p>
+
+<p>&mdash;Ahí en ese armario tenéis todo el dinero que hay en casa. ¡Cuidado con
+romperme la botella de tinta que está junto al talego!</p>
+
+<p>Después se sentó otra vez y siguió leyendo.</p>
+
+<p>Pues bien, este hombre virtuoso y magnánimo, siento decirlo, pagó
+también su tributo a la flaqueza humana. Una pasión desgraciada
+apoderándose de sus sentidos y empañando los más claros principios de su
+intachable conducta logró en cierta ocasión empujarle al crimen.</p>
+
+<p>No fué una mujer hermosa la que inspiró aquella pasión loca que tan
+gravemente comprometió la salvación de su alma, sino unos animales
+inmundos.</p>
+
+<p>Mi tío Alvaro hacía criar algunos cerdos en la posesión de Illas para el
+abastecimiento de su casa. Don Antonio desde el primer año que allí
+estuvo se comprometió a vigilar su crianza. ¡Nunca hubiera tomado sobre
+sí este cargo! A la manera que un joven libertino, satisfaciendo<a name="page_117" id="page_117"></a> los
+caprichos de su querida, colmándola de regalos y vaciando el bolsillo
+para adornarla con preciosas joyas, va poco a poco hundiéndose en el
+amor y perdiendo su albedrío, así nuestro capellán, procurando toda
+clase de regalos nutritivos y mimando a aquellos groseros animales, cual
+si fuesen hijos de sus entrañas, quedó preso en las redes de una pasión
+desgraciada.</p>
+
+<p>No le bastaban las más finas verduras y legumbres de la huerta, no le
+bastaban los relieves de su mesa y de la de los criados, no era bastante
+el maíz y la harina que sustraía del pienso de las vacas y caballos.
+Llegó a entrar en el granero donde se guardaba el trigo con que pagaban
+su renta los colonos de mis tíos y tomar de allí serias cantidades para
+satisfacer la voracidad de sus adorados cerdos.</p>
+
+<p>Cuando se acercaba el día de la matanza nuestro capellán perdía el
+apetito y el sueño. Se le veía silencioso y taciturno. Pasaba largos
+ratos contemplando con ojos enternecidos a aquellas inocentes criaturas
+que presto iban a sucumbir de muerte violenta. Y el día mismo llegado,
+don Antonio desaparecía de casa y no volvía a ella hasta la noche.</p>
+
+<p>Al año siguiente igual. Don Antonio se prometía no apasionarse por
+aquellos pequeños y tiernos animalitos que le entregaban; pero viéndoles
+comer, viéndoles engordar no podía resistir al atractivo de sus encantos
+y se entregaba. Su ardiente caridad iba más allá que la de San
+Francisco. Porque si éste decía: «&mdash;Hermano borrico», don Antonio decía:
+«&mdash;Hermano cochino». Acaso querría indemnizarse de las muchas veces que
+había tenido que exclamar para sus adentros: «¡Cochino hermano!»</p>
+
+<p>Pero voy a narrar con mucho disgusto de qué modo el demonio tentó y
+sedujo a aquel santo varón y le arrastró a cometer una acción
+vergonzosa.</p>
+
+<p>Cuando vino mi tío Alvaro durante el verano a pasar algunos días en
+Illas los criados le enteraron de los abusos que don Antonio cometía
+contra el granero en favor de los cerdos. Esto le disgustó como puede
+suponerse. Llamó al capellán y le hizo amigable y dulcemente algunas<a name="page_118" id="page_118"></a>
+observaciones. Don Antonio bajó la cabeza y prometió atenderlas.</p>
+
+<p>Pero allá en el infierno Satanás se frotó las manos y exclamó riendo:
+«¡Ya veremos!»</p>
+
+<p>Una noche entre las doce y la una se hallaba mi tío entregado al sueño
+cuando un criado llamó quedo a la puerta de su alcoba. Despertó
+sobresaltado y le invitó a que entrase.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor, hay ladrones en casa!&mdash;le dijo al oído.</p>
+
+<p>Esta noticia no era a propósito para tranquilizarle.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde están?</p>
+
+<p>&mdash;Acaban de entrar por la puerta de atrás en la cocina de abajo&mdash;le
+respondió con voz de falsete tenue como un soplo de la brisa de Mayo.</p>
+
+<p>Mi tío comprendió que ya era imposible oponerse al asalto de su casa. Se
+sentó en la cama dispuesto a esperarlos y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Ve a ver lo que hacen.</p>
+
+<p>Al poco rato apareció de nuevo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor, están ya en el comedor!</p>
+
+<p>A mi tío, aunque hombre valeroso, le latía con violencia el corazón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor, han llegado a la escalera y empiezan a subirla!</p>
+
+<p>Desapareció el criado y tardó un rato en presentarse de nuevo. Cuando lo
+hizo al cabo, venía apretándose las ijadas de risa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor, si es don Antonio que viene con un saco!</p>
+
+<p>&mdash;¿Don Antonio? ¿Un saco?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor; sin duda va al granero a robar trigo para los cerdos.</p>
+
+<p>Mi tío respiró con satisfacción, estuvo unos instantes suspenso y le
+dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, vete a la cama y no digas una palabra de esto a nadie. Ya lo
+arreglaremos mañana.</p>
+
+<p>En efecto, al día siguiente pidió con un pretexto plausible la llave del
+granero al capellán y nunca más volvió a entregársela.</p>
+
+<p>Yo no tuve conocimiento en aquella época de este grave pecado de don
+Antonio. Si lo hubiera tenido es<a name="page_119" id="page_119"></a> casi seguro que se lo hubiera
+perdonado. ¿No me había perdonado él que entrase furtivamente en la
+despensa y me comiese las mermeladas de mi madre?</p>
+
+<p>Declaro que me sentía atraído hacia aquel hombre, y mi primo José María
+igualmente. A los dos nos era extremadamente simpático, quizá porque
+adivinásemos en él un niño como nosotros, más grande y más sabio.</p>
+
+<p>José María de las Alas era mi primo y mi tío a la vez, porque su madre
+era prima hermana de la mía y su padre hermano de mi abuela. Teníamos la
+misma edad y nos queríamos entrañablemente como si fuéramos hermanos.
+Pasábamos la vida juntos, él en mi casa o yo en la suya; y las horas de
+escuela también juntos porque asistíamos ambos a la de don Juan de la
+Cruz.</p>
+
+<p>Pues un día, en las vacaciones de Agosto, nos vino a la mente la idea de
+hacer una visita a don Antonio Joyana en Illas. Quedamos en reunirnos a
+las ocho de la mañana en los soportales de Galiana, y en efecto desde
+allí emprendimos la marcha por la carretera en uno de los días más
+espléndidos de aquel verano.</p>
+
+<p>¡Qué radiante sol! ¡Qué fresca brisa! ¡Qué gorjeos de pájaros! ¡Qué
+mugidos de terneros! ¡Cuán felices caminaban aquellos dos niños por la
+estrecha carretera guarnecida de zarzamora!</p>
+
+<p>La posesión de Illas dista de Avilés algunos kilómetros, no sé cuántos;
+nosotros los recorrimos en poco más de una hora. Nos recibió a la puerta
+de casa Pepa, la vieja hermana de don Antonio, y nos dijo que éste se
+hallaba en su cuarto y nos invitó a subir.</p>
+
+<p>Llamamos a la puerta del gabinete con los nudillos de los dedos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién va?</p>
+
+<p>&mdash;Somos nosotros.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiénes sois vosotros?</p>
+
+<p>&mdash;José María y Armando.</p>
+
+<p>&mdash;Estoy rezando.</p>
+
+<p>Puesto que don Antonio estaba rezando, nosotros debíamos sentarnos en la
+escalera y aguardar a que terminase. Así lo hicimos y esperamos un buen
+rato. Al cabo apareció con su gorro negro y sus gafas azules y nos<a name="page_120" id="page_120"></a>
+abrazó dando muestras de gran regocijo. Pasamos a su cuarto donde todos
+los elementos estaban mezclados y confundidos como en el caos, y
+procedió a descolgar de la pared dos sillas que pendían de sendos clavos
+y nos hizo sentar en ellas. Después, dando paseos por delante de
+nosotros con las manos a la espalda, se informó prolijamente de la tarta
+de borraja y del queso de almendra que habíamos comido en casa de la tía
+Bruna el día de su cumpleaños, del moquillo que estaba padeciendo
+<i>Milord</i>, el perro del tío Víctor, de las ciruelas que la tía Felisa
+había cosechado en la posesión de los Carbayedos y de otros extremos no
+menos interesantes que nos llegaban directamente al alma. Cuando hubimos
+terminado de desahogar nuestra conciencia, don Antonio nos preguntó muy
+cortésmente si teníamos hambre. Antes que le hubiéramos respondido llamó
+a grandes voces por el hueco de la escalera a su hermana y le ordenó que
+nos sirviesen lo más pronto posible algo de almorzar. Después se acercó
+a la ventana, la abrió de par en par y se asomó a ella. Una sonrisa de
+felicidad incomprensible dilató su rostro.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mirad, hijos míos, mirad!</p>
+
+<p>Nos asomamos como él y vimos allá en el fondo del patio tres o cuatro
+cerdos tan gordos que no se podía entender cómo escapaban a la
+apoplejía.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué os parece?&mdash;nos preguntó triunfante.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no los matan ya?&mdash;pregunté yo con la mayor inocencia.</p>
+
+<p>Don Antonio me dirigió, al través de sus gafas, una mirada pulverizante.
+Pero meditó sin duda que yo era un pequeño pagano con una cultura
+superficial y no se dignó responder.</p>
+
+<p>&mdash;Ahí donde los veis, cada quince días aumentan media arroba de peso...
+Pero yo creo que <i>Proudhon</i> aumenta más.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuál es <i>Proudhon</i>?&mdash;preguntó mi primo.</p>
+
+<p>&mdash;El de la derecha, el de las orejas rajadas... Todas las noches antes
+de acostarme abro la ventana y les doy las buenas noches. Ellos levantan
+la cabeza cuanto pueden y me responden gruñendo.<a name="page_121" id="page_121"></a></p>
+
+<p>Quedamos admirados de tanta inteligencia, lo cual hizo concebir a don
+Antonio una idea ventajosa de la nuestra.</p>
+
+<p>Nos llevó inmediatamente a la huerta y nos obligó a admirar las coles,
+los guisantes y las cebollas que allí tenía. Antes que hubiésemos
+terminado de admirarlas llegó Pepa para hacernos saber que nuestro
+refrigerio estaba preparado.</p>
+
+<p>Era una inmensa tortilla de jamón. Mi primo y yo nos arrojamos
+vorazmente sobre ella y en poco tiempo logramos dejarla bien chica. Pero
+el jamón estaba rabiosamente salado y pedimos agua con ansia.</p>
+
+<p>&mdash;No la hay&mdash;nos respondió don Antonio en tono perentorio.</p>
+
+<p>Quedamos aterrados.</p>
+
+<p>&mdash;¿No hay agua?... ¡Pues nosotros tenemos mucha sed!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pepa!&mdash;gritó el capellán&mdash;saca dos botellas de la bodega y tráelas.</p>
+
+<p>Vinieron dos botellas de vino blanco y pudimos saciarnos. Mas sucedió lo
+que ya puede concebirse. Un cuarto de hora después comenzamos a dar
+señales de trastorno mental. Tiramos algunos platos al suelo, nos
+desabrochamos la camisa, cantamos a gritos y llamamos vieja y fea a la
+hermana del capellán.</p>
+
+<p>Este se puso serio y se dió cuenta, aunque tarde, de la gran imprudencia
+que había cometido. Inquieto en grado sumo no se le ocurrió al pobre
+hombre otra cosa que invitarnos a marchar a nuestras casas. Con gran
+premura nos hizo salir a la huerta y a paso largo nos condujo hasta la
+puerta enrejada de salida.</p>
+
+<p>No habíamos dado cien pasos por la carretera cuando mi primo se detuvo
+repentinamente y echando miradas feroces a derecha e izquierda me
+anunció de un modo categórico que él, José María, era el chico más
+valiente de Avilés.</p>
+
+<p>Esta declaración no pudo menos de dejarme estupefacto. Porque mi primo
+era un niño inteligentísimo, pero enfermizo y desmedrado a tal punto que
+en la escuela se burlaban de él y no pocas veces tuve que salir a su
+defensa.<a name="page_122" id="page_122"></a></p>
+
+<p>Ignoro por qué, mas en aquel instante me inspiró tanta lástima que en
+vez de contradecirle le abracé y le besé con efusión manifestándole al
+mismo tiempo con la mayor vehemencia que nadie le pondría la mano encima
+en mi presencia y que estaba dispuesto a dar por él toda mi sangre. Pero
+él rechazó mis caricias con increíble ferocidad, diciendo que no
+necesitaba para nada de toda ni de parte de mi sangre porque se bastaba
+y se sobraba para hinchar las narices a todos los chicos de Avilés,
+tanto de la villa como de Sabugo.</p>
+
+<p>Yo insistí en ofrecérsela con igual vehemencia y él en rechazarla con la
+misma ferocidad. Tan tercos nos pusimos ambos que faltó poco para que
+viniésemos a las manos, quiero decir para que me pegase, porque yo me
+hallaba en un estado de enternecimiento tal que me hubiera dejado matar
+antes que hacerle daño alguno. Las lágrimas corrían abundantes por mis
+mejillas y a cada instante me detenía para abrazarle y besarle, cosa que
+a él le indignaba muchísimo.</p>
+
+<p>Alguna vez me descuidaba también en ofrecerle mi sangre de nuevo y
+entonces su furor no tenía límites.</p>
+
+<p>Para demostrarme sus fuerzas excepcionales y su coraje se daba golpes en
+el pecho con los puños como un atleta y amenazaba con ellos a los
+aldeanos que íbamos tropezando por el camino y los desafiaba a singular
+combate. Yo observaba, con asombro, que en vez de irritarles con estos
+retos se ponían todos extremadamente alegres, reían a carcajadas y nos
+seguían con la vista largo trecho después que habíamos pasado.</p>
+
+<p>En esta disposición llegamos a casa. Tanto mi madre como mi tía Justina
+pusieron el grito en el cielo al vernos; se apresuraron a llevarnos a la
+cama y mientras nos desnudaban estalló su indignación en muy pesadas
+palabras contra «el loco de don Antonio Joyana».<a name="page_123" id="page_123"></a></p>
+
+<h2><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI<br /><br />
+<small>MI PADRE</small></h2>
+
+<p>Personas hay tan admirablemente dotadas para la domesticación que ningún
+animal, por salvaje y obtuso que sea, les resiste. He visto lobos y
+conejos y cuervos y hasta pulgas y cerdos maravillosamente amaestrados,
+y se cuenta de un prisionero en la Bastilla que llegó a domesticar una
+araña. Una señora amiga mía logró que los gorriones parados en el alero
+de su tejado entrasen en su dormitorio y allí durmiesen. Por la mañana
+al despertarse venían a su cama y comían alegremente las migas de
+bizcocho que les repartía, hecho lo cual se despedían hasta la noche.</p>
+
+<p>A nadie, sin embargo, he visto en mi vida con mayores aptitudes para
+reducir y educar animales que a mi padre. Pero los que escogía para sus
+notables experiencias eran siempre animales bípedos más o menos
+racionales. Un juez de instrucción, un promotor fiscal, un coronel, un
+registrador de la propiedad o cualquier otro funcionario que llegaba a
+nuestra villa y que se hacía inmediatamente temer por su genio adusto o
+por un temperamento bilioso e irascible. Mi padre se sentía atraído
+hacia esta clase de sujetos y no sosegaba hasta colocarse en situación
+de ejercitar sobre ellos aquellas naturales disposiciones con que el
+cielo le había dotado.</p>
+
+<p>No se pasaba mucho tiempo sin que la villa viese con estupefacción al
+montaraz funcionario paseando emparejado con mi padre y completamente
+desarrugado, feliz<a name="page_124" id="page_124"></a> y sonriente. En Avilés habitaba un tío abuelo mío
+con rostro y talle de inquisidor; alto, enjuto, aguileño, mirada dura y
+penetrante. Era persona inteligente y de muchas letras, pero de un
+orgullo tal y de humor tan desapacible que vivía materialmente aislado
+desde hacía largos años. Cuando mi padre vino a establecerse con su
+esposa en aquella villa la existencia de este viejo severo cambió por
+entero. Que hiciese bueno o malo todos los días llegaba a nuestra casa
+buscando a mi padre, salía con él de paseo, se mostraba locuaz y por
+primera vez después de veinte años reía a carcajadas.</p>
+
+<p>Pensando en este raro privilegio del autor de mis días llegué a concebir
+claramente que no debía atribuirse a la amenidad de su conversación, que
+era grande por hallarse dotado de una imaginación pintoresca, memoria
+felicísima, espíritu observador y afluencia de palabra. Todas estas
+dotes las poseen muchos hombres sin que logren hacerse amar. Se les
+escucha con placer, pero no se les busca con empeño ni menos se les hace
+compañeros íntimos y confidentes. El secreto de mi padre era otro y
+consistía en la ausencia de vanidad. Era una ausencia completa,
+absoluta, inverosímil; era una fuerza opuesta y contraria que en vez de
+empujarle a producir y realzar su persona como acaece a casi la
+totalidad de los hombres le arrastraba a disminuirla y borrarla.</p>
+
+<p>La verdad me obliga a confesar que esta rarísima cualidad no tenía un
+fundamento religioso; no era lo que se llama humildad cristiana.
+Procedía más bien de un rasgo original del carácter por lo cual alguna
+vez tocaba en el capricho o la extravagancia. A este rasgo se unía un
+pesimismo más original aún. Mi padre era un pesimista teórico y un
+optimista práctico, de cuyo contraste resultaban efectos verdaderamente
+cómicos. Pensaba como Schopenhauer que el dolor es lo único positivo en
+la vida y que este mundo es triste por esencia, pero él vivía siempre
+contento y ponía contentos a cuantos se le acercaban; creía con el
+Eclesiastés que todo es vanidad y él se las arreglaba para no tener
+ninguna. ¡Había que oírle lamentarse de la existencia, exhalar
+singulares profecías y vaticinar cataclismos! Cinco minutos más tarde
+nos<a name="page_125" id="page_125"></a> contaba una anécdota chistosa y después de habernos apretado el
+corazón y llenarnos de angustia nos hacía estallar en carcajadas.</p>
+
+<p>Así que llegó a los cuarenta años y a pesar de gozar una salud
+robustísima se reconoció como un anciano decrépito: cuando se hablaba de
+años bajaba la cabeza tristemente, suspiraba y decía con voz
+desfallecida que se hallaba ya «con un pie en el sepulcro». Si admiraban
+su memoria se ponía a contar en seguida cualquier incidente en que
+aparecía como un hombre desmemoriado; si hacían notar su aspecto robusto
+y sano, se llevaba con desesperación la mano a los riñones y decía que
+su organismo «estaba minado»; si ensalzaban las cualidades de cualquiera
+de sus fincas se ponía a hablar de las de los vecinos colocándolas muy
+por encima de las suyas. Para verle enfurecido no había más que
+suponerle con alguna influencia en la región, aunque era el primer
+contribuyente. Un día le hallé particularmente risueño y satisfecho
+porque un millonario de Bilbao a quien le presentaron en el café le
+había hablado con tono protector y compasivo:&mdash;«No puedes figurarte&mdash;me
+decía riendo a carcajadas&mdash;cuánto me despreció aquel buen señor.»</p>
+
+<p>Y con nosotros sus hijos también practicaba largamente este su anhelo
+desmedido de abatimiento. ¡Caso extraño, porque los padres aunque sean
+modestos por su cuenta no lo son casi nunca por la de sus hijos! Yo era
+el menos inteligente y aprovechado de la escuela y me daba en rostro no
+con uno ni dos sino con un tropel de chicos que a su parecer eran
+lumbreras esplendentes a mi lado. Ni se imagine que esto era un rasgo de
+habilidad o un artificio pedagógico. Se hallaba perfectamente convencido
+de ello y la prueba es que cuando llegaron ciertos exámenes
+extraordinarios en la escuela juzgándome yo absolutamente inepto no me
+atreví a presentarme y mi padre quedó de esta vergonzosa retirada muy
+satisfecho.</p>
+
+<p>Pues bien; repito que a esta modestia encarnizada no a su donaire, debía
+mi padre sus éxitos en el mundo. Los hombres aman la modestia en los
+demás y la prefieren<a name="page_126" id="page_126"></a> con mucho al talento, a la riqueza y a la
+hermosura. Debieran amarle también por su exquisita sensibilidad, pero
+no lo hacían: la sensibilidad no es valor que se cotice en el mercado
+social. Dios me perdone, pero imagino que esta sensibilidad era el único
+punto flaco que el mundo hallaba en mi padre. Yo he visto a sus amigos
+sacudir la cabeza y sonreír burlonamente cuando advertían en él señales
+de emoción. Y mi padre por más esfuerzos que hacía no lograba ocultarla.
+Si escuchaba una orquesta, si se sentaba frente al mar a la hora del
+crepúsculo, si le narraban un incidente desgraciado o se ponía a
+tararear una canción de su niñez, le saltaban fácilmente las lágrimas; y
+cuando en la calle veía maltratar a un niño o a un animal se ponía rojo
+y con riesgo de ser agredido no vacilaba en increpar duramente al autor
+de la crueldad. Recuerdo que un carpintero fué denunciado por los
+vecinos a causa de los malos tratos que daba a un hijo suyo, niño de
+ocho o nueve años de edad. Mi padre era entonces juez de paz, y al
+escuchar de labios de un testigo cómo aquel bruto desnudaba a su hijo,
+le amarraba y le azotaba sin piedad, saltó de su sillón y sacudiendo al
+feroz carpintero por las solapas le gritó:&mdash;«¡Bárbaro, bárbaro, bárbaro!
+¡Es usted un miserable!»</p>
+
+<p>Por lo demás estos eran los únicos casos en que podía aparecer como un
+hombre violento. Su calma y su dulzura eran proverbiales y su
+condescendencia tan excesiva, que provocaba, como acaece casi siempre en
+este desgraciado mundo, el abuso. Los criados, los arrendatarios, los
+hijos, todos abusábamos de su bondad. Era uno de esos hombres a los
+cuales se puede hacer daño impunemente, porque hay la seguridad de que
+no lo volverá. Y sin embargo, no le faltaban medios para ello: no daba
+su bondad como los pomares dan las manzanas sin saberlo y sin quererlo,
+según decía Diderot. Su inteligencia, su conocimiento del mundo y su
+gran perspicacia le suministrarían recursos para hacerse temer si así lo
+quisiera.</p>
+
+<p>Hay que confesar, no obstante, que nadie le hizo jamás grave daño y sólo
+tuvo que sufrir las pequeñas molestias<a name="page_127" id="page_127"></a> y los pequeños abusos que el
+pequeño egoísmo engendra. Era generalmente amado y murió sin haber
+tenido en toda su vida ni un enemigo, ni un envidioso. Esto último me
+parece increíble; no lo era en su caso porque ya hemos visto de qué modo
+original desarmaba a la envidia. Cuando estalló la guerra carlista,
+nuestro valle de Laviana fué el cuartel general de los partidarios del
+Pretendiente en Asturias. Por allí merodeaban a la continua pequeñas
+partidas que no eran modelo de disciplina. Nuestra casa fué respetada
+siempre a pesar de las ideas liberales de mi padre. Es más, tal
+confianza inspiraba su lealtad, que un cabecilla perseguido vino a
+refugiarse en ella. Le tuvimos por huésped algunos días y le hubiéramos
+tenido indefinidamente si él mismo, por temor a comprometernos, no se
+hubiera ido. Al día siguiente de su partida paseábamos mi padre y yo con
+mi hermanito pequeño por las cercanías de la Pola, cuando acertamos a
+ver una compañía de soldados que marchaba hacia nosotros. Al acercarse
+pudimos contemplar con tristeza a nuestro huésped en el medio y
+amarrado, quien tuvo la delicadeza de no saludarnos ni aun de mirarnos.
+Pero mi hermanito exclamó en voz alta: «¡Papá, este es el señor que
+comía con nosotros y se marchó ayer!» Mi padre se puso pálido y yo me
+sentí sobrecogido. El capitán, al oír estas palabras, volvió la cabeza
+vivamente, miró al niño, miró a mi padre y, sonriendo maliciosamente,
+nos hizo un saludo con su espada.<a name="page_128" id="page_128"></a></p>
+
+<h2><a name="XVII" id="XVII"></a>XVII<br /><br />
+<small>MISTERIOS DOLOROSOS</small></h2>
+
+<p>Un lunes por la tarde iba yo a su casa; otro lunes por la tarde venía él
+a la mía; era día de mercado y no teníamos escuela sino por la mañana.
+Lo pasábamos deliciosamente, como nadie podrá dudar sabiendo que lo
+mismo la casa de mi amigo Juanito que la mía poseían un espacioso jardín
+donde jugábamos a la peonza, al volante y al salto, donde trepábamos a
+los árboles y alcanzábamos ciruelas y peras en su más tierna infancia,
+donde ensayábamos nuestras aptitudes para la ingeniería y arquitectura
+alzando edificios con tejas rotas, barro y arena, trazando canales,
+abriendo pantanos, donde nos ejercitábamos en el arte de conducir
+vehículos haciendo alternativamente él y yo de caballo y cochero, donde
+encendíamos hogueras y asábamos patatas, donde por fin, cuando llegaba
+el caso, nos dábamos de mojicones y nos tirábamos de los cabellos.</p>
+
+<p>Su jardín era más dilatado que el mío; por tanto los fogosos caballitos
+podían correr y caracolear a su sabor; pero el mío tenía allá en el
+fondo un hórreo y esto constituía una ventaja inapreciable. Porque
+debajo de este hórreo nos guarecíamos cuando hacía mal tiempo y nos
+divertíamos sin necesidad de meternos en casa y sufrir la presencia
+enfadosa de la familia. Además nos servía de escondrijo para ocultar
+todos aquellos objetos que merecían ocultarse, particularmente la fruta
+verde, de la cual acumulábamos tal cantidad, que alguna vez<a name="page_129" id="page_129"></a> se pudría
+sin comerla. Esta fruta verde era el negocio más interesante y reservado
+de nuestra existencia. Mi madre nos tenía prohibido, bajo penas
+severísimas, tocar a la fruta, y nos vigilaba bastante desde casa y nos
+hacía vigilar. Prodigios de ingenio y habilidad se necesitaban para
+burlar esta vigilancia. Los desplegábamos, y pocas veces éramos cogidos
+in fraganti.</p>
+
+<p>Lo fuí, sin embargo, en cierta ocasión, pero no por mi madre. Pluguiese
+al cielo que ella hubiera sido, aunque me costase algunos coscorrones.
+Lindante con nuestra huerta o jardín había otro mucho mejor cuidado y
+provisto. Pertenecía a unos señores que vivían en la casa contigua, dos
+hermanos y dos hermanas ya viejos y solteros, personas graves,
+correctísimas, pacíficas y silenciosas. No nos tratábamos; pero ellos y
+mis padres, en la calle, o desde el balcón, se saludaban muy
+ceremoniosamente.</p>
+
+<p>Aquel su jardín rebosaba de fruta dulce y sazonada, que tanto a mi amigo
+Juanito como a mí nos llevaba los ojos y nos tentaba. Había
+particularmente un árbol tan cargado de enormes peras que era una
+verdadera bendición.</p>
+
+<p>Las contemplábamos cierto día con avidez, cuando el diablo nos sugirió
+la idea de apoderarnos de algunas de ellas. La pared de nuestro jardín
+no era muy alta y tenía un pretil que llegaba hasta la mitad; de modo
+que fácilmente lo dominábamos. Pero el de nuestros vecinos estaba mucho
+más bajo, por lo cual había que descolgarse para llegar a él, lo cual no
+era fácil. Mas como nuestro ingenio venía ya ejercitado de largo tiempo
+por otras empresas, se nos ocurrió el arbitrio feliz de servirnos de una
+de las astas de banderolas que allí teníamos pertenecientes a las obras
+de canalización de la ría, cuyo director era mi tío como ya he dicho.</p>
+
+<p>Después de cerciorarnos bien de que nadie había en los balcones de la
+casa contigua, ni desde la nuestra nos espiaban, apoyamos una punta del
+asta en nuestra pared y la otra en el jardín vecino, monté sobre ella y
+me deslicé facilísimamente, atravesé el jardín en toda su anchura, pues
+el peral se hallaba en el extremo opuesto,<a name="page_130" id="page_130"></a> arranqué dos peras, las
+oculté en los bolsillos y vuelvo rápidamente. Mas al atravesar de nuevo
+el jardín dirijo una mirada a la casa y observo con espanto que en el
+amplio balcón de madera de nuestros vecinos se hallaban los cuatro
+hermanos contemplándome con ojos serios, más sorprendidos que irritados.
+Me acerco a la pared y ¡oh rabia! advierto que no puedo escalarla. Como
+sucede casi siempre en los negocios de la vida había visto la entrada
+pero no la salida.</p>
+
+<p>Esta era punto menos que imposible. Aunque procuro trepar por el asta
+que me había servido para deslizarme, pronto eché de ver que nunca lo
+lograría. Subir por la pared no había que pensarlo. Entonces en el colmo
+de la angustia llamé a Juanito que se había ocultado cuando vió a
+nuestros vecinos en el balcón. Vino en mi ayuda, me tendió una mano, y
+agarrándome a ella, pude, con muchísimo trabajo, montar sobre la pared.</p>
+
+<p>Todas estas operaciones exigieron bastante tiempo y yo, sin volver la
+cabeza, veía posados sobre mí los ojos de aquellos respetables señores.
+Nadie puede figurarse la confusión y vergüenza que de mí se habían
+apoderado. Si hubiesen gritado, si me hubieran increpado creo que sería
+cien veces menor; pero aquella grave tranquilidad, aquel silencio me
+abrumaban y por largo tiempo después, cuando recordaba esta escena,
+sentía que me subían los colores al rostro.</p>
+
+<p>Además del hórreo poseía nuestro jardín la ventaja de una fuente con
+copioso chorro de agua que corría incesantemente. Esta agua no se
+enturbiaba jamás y cuando a la de las fuentes públicas le ocurría tal
+alteración los vecinos de la calle o sus criados acudían a pedirnos
+permiso para llenar sus vasijas. Era un constante llamar a nuestra
+puerta todo el día bastante enfadoso, pero no vi a mi madre, a pesar de
+su genio vivo, quejarse nunca ni mostrar impaciencia.</p>
+
+<p>Sin embargo, yo me divertía infinitamente más en casa de mi amigo
+Juanito, no sólo por la novedad de salir de la mía, sino porque tenía
+una hermana de diez y seis años, alegre y juguetona, que nos ayudaba en
+nuestros recreos y excitaba y protegía nuestras travesuras.<a name="page_131" id="page_131"></a> Era
+deliciosa aquella Paquita con su naricita remangada, sus ojos
+chispeantes y la extrema movilidad de su cuerpo. Inagotable en sus
+recursos, felicísima en sus invenciones, dispuesta a toda clase de
+farsas, infatigable para seguirlas, nos manejaba a su antojo y nos
+embriagaba con su alegría. Un día nos disfrazaba con sus propias ropas,
+nos hacía llamar a la puerta y nos introducía en el salón anunciando a
+su madre la visita de dos señoras; otro me disfrazaba de doméstica, me
+ponía un pañuelo a la cabeza y un delantalito blanco y me enviaba a la
+tienda próxima a comprar agujas; o bien disponía el bautizo de una
+muñeca, vestía a uno de nosotros de sacerdote, a otro de monaguillo,
+hacía partícipes a las criadas de la solemne ceremonia y la seguía hasta
+el final con toda gravedad y diligencia; o bien ella misma se disfrazaba
+de hombre, se ponía bigote, tomaba un bastón y entraba fumando un
+cigarro como médico en el cuarto de una criada que se hallaba enferma.
+Nos hacía representar escenas de comedias, nos hacía cantar, nos
+obligaba a pedir limosna con voz plañidera desde la puerta, jugaba al
+escondite con nosotros, nos echaba polvos de arroz en la cara y nos
+enseñaba el lenguaje de las manos, en el cual era peritísima. En fin,
+que si hubiera seguido toda la vida a su lado, ella siempre con sus diez
+y seis años y yo con mis diez imagino que nunca hubiera maldecido de la
+existencia ni habría experimentado la necesidad de estudiar metafísica.</p>
+
+<p>El reverso de esta encantadora joven era su mamá doña Leocadia, tan
+tristona, tan adusta y lacrimosa. Había sido una hermosa mujer, según
+afirmaba mi madre, y aún se advertían en su rostro las señales, pero se
+hallaba bien ajada, más aún por las tristezas que por los años, pues no
+pasaría mucho de los cuarenta. Doña Leocadia se había acostumbrado de
+tal modo a llorar y moquear y suspirar y hablar en tono quejumbroso, que
+si le tocase la lotería estoy seguro de que nos hubiera dado la noticia
+con acento desgarrador. Yo no podía mirar su rostro, donde las lágrimas
+parecían haber trazado surcos indelebles, sin acordarme de la Dolorosa
+que se<a name="page_132" id="page_132"></a> venera en la iglesia de San Nicolás. Y me sorprendía mucho no
+ver sobre su pecho las siete espadas que traspasan el corazón de esta
+imagen. Es posible que las llevase ocultas debajo de la ropa.</p>
+
+<p>¿Quién clavaba, no siete, sino setecientas espadas en el pecho de
+aquella dolorida señora? Todos, todos la martirizaban en su casa, pero
+muy particularmente ¡quién lo diría! su digno esposo don Julio. Yo no lo
+hubiera concebido en aquella época, porque don Julio era el hombre más
+simpático, alegre y cariñoso del mundo. Pues precisamente por ser
+demasiado alegre y cariñoso es por lo que daba pesadumbres infinitas a
+doña Leocadia, a lo que podía entender vagamente cuando mis padres
+hablaban de este matrimonio. Si salía en la conversación el nombre de
+don Julio mi padre sonreía y mi madre se ponía seria. Don Julio pasaba
+los días en el café y las noches no se sabía dónde; vivía de sus rentas,
+pero las iba mermando poco a poco, vendiendo hoy una finca, mañana otra.
+Y de este dinero derrochado, el que más le dolía a doña Leocadia, no era
+el que se empleaba en los licores espirituosos, en el juego, en jiras a
+<i>San Juan</i> y al bosque de la Magdalena. Otro había ¡otro! que le tocaba
+más en el alma. Pero no hablemos de estas cosas que ahora comprendo
+perfectamente y entonces no.</p>
+
+<p>La alegría de don Julio era comunicativa. Tenía un modo de reír
+característico que hacía fluir inmediatamente la risa a los labios de
+los otros. Sus carcajadas eran tan claras, tan sonoras y espontáneas que
+no se confundían con las de ningún otro. Estas carcajadas salían como
+gozosa cascada mezcladas a los chasquidos de las bolas de billar por los
+balcones del café de la Plaza haciendo bailar mi corazón con ansia de
+placeres cuando por allí acertaba a pasar.</p>
+
+<p>El café de la Plaza, que ocupaba el principal de una casa, se llamaba en
+realidad <i>Café del León de Oro</i>, a juzgar por la muestra que sobre él se
+parecía, pero jamás de memoria de hombre lo llamó nadie de este modo.
+Cuando no le llamaban café de la Plaza se decía <i>Café de Tomasín</i>,
+porque tal era el nombre de su dueño, un anciano<a name="page_133" id="page_133"></a> de baja estatura, que
+sólo recuerdo vagamente. Este anciano tenía una hija que dirigió aquel
+café largos años con tal brillantez y fortuna que llegó a ser una
+institución en Avilés.</p>
+
+<p>Pues este café era el teatro donde nuestro don Julio ejercitaba casi
+todas las preciosas cualidades con que la providencia de Dios le había
+dotado. Jugaba al <i>tresillo</i> y al <i>golfo</i> como los ángeles, y al billar
+como los serafines que rodean al Altísimo: las carambolas no tenían fin
+cuando empuñaba el taco; en cuanto al <i>chapó</i> no es posible que nadie
+poseyese mayor finura y precisión para colocar la bola donde quería. Y
+con esto ¡qué reír, qué gritar, qué bromear, qué chorro de donaires! No
+parecía mas que aquel café se había abierto exclusivamente para don
+Julio, y don Julio, engendrado con el único fin de jugar al <i>chapó</i> en
+aquel café. Cuando mi padre me llevaba alguna vez allí para tomar un
+sorbete de fresa y veía a don Julio con su gran barba negra y rizada y
+el taco en la mano, riendo, gesticulando, no acertaba a comprender cómo
+en mi casa se hablaba mal de un caballero tan cumplido, me parecía un
+absurdo que se pudiera dirigir ningún reproche serio a un hombre capaz
+de hacer veinticinco o treinta carambolas seguidas.</p>
+
+<p>Todavía tenía doña Leocadia otro reverso en casa y era su hijo Adolfo,
+mancebo de dieciocho años bien fornido y espigado y atrozmente velludo.
+El pelo le llegaba al medio de la frente mostrando ansias locas de
+reunirse con el de las cejas y le invadía ya a pesar de su corta edad
+las mejillas. Sus ojos apagados y entreabiertos, la nariz imitando
+groseramente la de su hermana, las espaldas anchas y abovedadas, sus
+modales desmañados y torpes. En fin, el hermano de mi amigo Juanito
+tenía todo el aspecto de un bruto... y los hechos también. Sombrío,
+taciturno, ceñudo como su madre, gandul y calavera como su padre no
+había sido posible hacer carrera de él. Después de salir de la primera
+enseñanza se trató de que aprendiera latín enviándole a una cátedra que
+había en el convento de San Francisco. Un fracaso. Le enviaron después a
+la escuela privada de don Román para estudiar matemáticas. Mayor fracaso
+aún. Por fin<a name="page_134" id="page_134"></a> le habían colocado en el comercio de un amigo a fin de que
+se fuese enterando de la marcha y secretos de la carrera comercial; pero
+más de la mitad de los días no parecía por allí. Con otros cuantos
+jóvenes tan interesantes como él vagabundeaba por la villa y sus
+afueras, introduciéndose para descansar en las capillas de Baco o en
+otros sitios aún menos respetables.</p>
+
+<p>Pues a pesar de todo esto su madre le adoraba; era el predilecto de su
+corazón. No hay duda que la hacía sufrir mucho con su conducta y que en
+vez de agradecer las caricias que le prodigaba, su paciencia y sus
+desvelos, no perdonaba ocasión de vejarla con groseros desvíos y la
+ostentación cínica de sus vicios; pero ella se lo perdonaba de buen
+grado, de mejor grado, aunque parezca monstruoso que a su señor y marido
+don Julio. En cuanto a nosotros, esto es, en cuanto a Juanito y a mí le
+admirábamos y le temíamos. El ignoraba nuestra existencia.</p>
+
+<p>En las tardes cortas del invierno así que empezaba a obscurecer nos
+entrábamos en casa y jugábamos con Paquita y las criadas del modo más
+agradable y divertido que jugó nadie en el mundo desde que éste fué
+sacado por Dios de la nada. Jugábamos a la <i>gallina ciega</i>, jugábamos al
+<i>escondite</i>, jugábamos <i>al milano que le dan, cebollita con el pan</i>...
+(Un amigo mío aficionado a las investigaciones eruditas me ha comunicado
+que primitivamente debía decirse <i>al esclavo que le dan</i>. Es casi
+seguro, porque lo del milano no tiene sentido común. Sin embargo yo
+prefiero el milano: es más pintoresco.)</p>
+
+<p>Y cuando nos hartábamos de jugar, Josefa, una gruesa y añosa costurera
+que doña Leocadia tenía, nos juntaba en torno suyo y nos refería cuentos
+deliciosos de princesas encantadas y moras enamoradas de cristianos.
+Parece que me estoy viendo en aquel gran comedor sencillo y confortable.
+Había dos grandes grabados con marcos de caoba representando el uno la
+<i>Maldición del padre</i> (la Malediction paternel, de un antiguo pintor
+francés cuyo nombre no recuerdo), y el otro la entrevista de Alejandro
+Magno con la familia del vencido rey Darío. Después se rezaba el rosario
+y me llevaban a casa o venían<a name="page_135" id="page_135"></a> a buscarme, que era lo más frecuente. Por
+ciertas curiosas particularidades durante él acaecidas quedó impreso en
+mi memoria uno de estos rosarios.</p>
+
+<p>Una noche nos arrodillamos todos como siempre en el comedor delante de
+una imagen de Nuestra Señora del Rosario pintada al óleo. Doña Leocadia
+se ponía delante casi tocando la pared debajo del cuadro, Paquita
+detrás, nosotros más atrás aún y las criadas completamente a
+retaguardia.</p>
+
+<p>Doña Leocadia con su rosario de nácar en la mano y los ojos puestos en
+la sagrada imagen dijo con voz plañidera:</p>
+
+<p>&mdash;Misterios dolorosos del santísimo rosario. Primer misterio: de la
+Oración en el Huerto: Padre nuestro que estás en los cielos...</p>
+
+<p>Nosotros respondíamos en voz alta y también un poco plañidera aunque no
+tanto.</p>
+
+<p>&mdash;Segundo misterio doloroso: de los azotes que el Hijo de Dios sufrió
+atado a una columna: Padre nuestro que estás en los cielos...</p>
+
+<p>Antes que terminase el decenario Paquita se levanta y va a cerrar el
+mirador que se hallaba abierto. Doña Leocadia vuelve la cabeza y la
+sigue con la vista sin dejar el rezo. Paquita se detiene un poco dentro
+del mirador y entonces su madre suspende el rezo, se levanta bruscamente
+y va con paso rápido hacia allá.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya me lo parecía a mí!&mdash;exclama con acento colérico después de echar
+una mirada investigadora a la calle&mdash;. ¡Allí está el mequetrefe debajo
+del farol!... ¿Y para eso te levantas y dejas el rosario, pícara?...
+¡Toma, toma, desvergonzada!</p>
+
+<p>Y le aplicó dos soberbias bofetadas. Paquita lanzó un gemido y comenzó a
+protestar altamente de aquel castigo que juzgaba absolutamente injusto,
+pues ella no había ido al mirador sino para cerrarlo y no se le había
+ocurrido mirar a la calle, ni había visto ni quería ver mequetrefe
+alguno.</p>
+
+<p>Debo hacer constar que este mequetrefe era nada menos que un cadete de
+caballería que usaba brillantes espuelas y arrastraba un largo sable
+pendiente de la cintura.<a name="page_136" id="page_136"></a> Por esto sólo se comprenderá el absurdo de
+aquella buena señora al calificarle de tan denigrante manera. Era además
+un joven guapísimo, casi tan alto como don Julio, que fumaba cigarros
+puros y me regalaba caramelos cada vez que me encontraba en la calle.
+Estaba allí pasando las vacaciones de Navidad con su familia. Desde el
+verano anterior en que había bailado con ella en la romería de la Luz
+había rendido sus espuelas, su sable y su grandeza a los pies de la
+simpática Paquita.</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio, insolente! Ya te he dicho que no quiero que hables con ese
+mequetrefe (¡vuelta con el mequetrefe!) Si fueses una hija obediente no
+volverías a mirarle a la cara... ¿Es que piensas que tu madre no sabe
+mejor que tú lo que te conviene? ¿Qué es lo que te propones?</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo no me propongo nada! ¡Es una injusticia!&mdash;gritó Paquita
+sollozando.</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio! ¿No sabes que esas relaciones no pueden conducir a nada?
+¿Vas a casarte cuando sea alférez? ¿Con qué te va a mantener? ¿Vas a
+esperar a que sea capitán? Puedes esperar sentada... ¡Pues vaya un
+partido que se nos entra por las puertas!</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo no lo soy tampoco!&mdash;gritó Paquita sin dejar de sollozar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio te digo!&mdash;exclamó doña Leocadia dando un paso con ademán
+amenazador hacia la joven&mdash;. Por lo mismo que no lo eres... porque la
+desgracia y mis pecados han querido que no lo seas&mdash;añadió con voz
+sorda&mdash;, por lo mismo que no lo eres necesitas pensar como una persona
+formal y sin perder el tiempo con un mequetrefe (¡y dale con el
+mequetrefe!) que no tendrá bastante nunca para sus vicios... porque los
+militares son unos viciosos...</p>
+
+<p>&mdash;¡Todos no!&mdash;profirió con energía Paquita&mdash;. Además no se necesita ser
+militar para ser vicioso.</p>
+
+<p>Doña Leocadia sintió la estocada en el pecho, quedó un momento suspensa
+y dijo suavizando el tono:</p>
+
+<p>&mdash;¿No ves a Paulina la hija de don Ramón que apenas te lleva dos años y
+es ya una gran señora con magnífica casa y coche y media docena de
+criados y hace viajes a París y Londres cuando se le antoja?...<a name="page_137" id="page_137"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Pocas gracias! ¡Casándose con un viejo!&mdash;exclama la niña con risita
+sarcástica.</p>
+
+<p>&mdash;¡Don Pancho no es un viejo, deslenguada! Es un hombre en muy buena
+edad y vale más que ese alfeñique que así te levanta de cascos... Bueno,
+ya hemos hablado bastante... ¡A callar y obedecer!</p>
+
+<p>Doña Leocadia se arrodilla nuevamente y continúa:</p>
+
+<p>&mdash;Tercer misterio doloroso: de la corona de espinas. Padre nuestro que
+estás en los cielos...</p>
+
+<p>Un olor penetrante y nada grato de guisado llegó hasta nuestra nariz.
+Doña Leocadia se detiene, cree percibir humo y exclama volviendo la
+cabeza hacia la cocinera:</p>
+
+<p>&mdash;¿Lo ves, Carmen?... La carne se está quemando.</p>
+
+<p>&mdash;Señora, la he dejado separada.</p>
+
+<p>Doña Leocadia sin replicar se levanta vivamente y marcha hacia la cocina
+dejándonos a todos arrodillados y suspensos. La cocinera la sigue
+murmurando, aunque ya con alguna vacilación.</p>
+
+<p>&mdash;Señora, la he dejado bastante separada.</p>
+
+<p>Escuchamos fuerte altercado allá dentro: la voz de doña Leocadia se deja
+oír irritada; la de la cocinera sorda y humillada. Por fin entra de
+nuevo aquélla exclamando en un tono que nada tenía de resignado aunque
+quería parecerlo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh qué paciencia, Dios mío! ¡oh qué paciencia! ¡oh qué paciencia se
+necesita!...</p>
+
+<p>Se arrodilla y continúa el rosario:</p>
+
+<p>&mdash;Cuarto misterio doloroso: de la cruz a cuestas. Padre nuestro que
+estás en los cielos...</p>
+
+<p>Poco después suena la campanilla de la puerta de la calle. Rita la
+doncella, salió a abrir; entró poco después y se arrodilló. Detrás de
+ella oímos los pasos de Adolfo que entró en el comedor cejijunto,
+sombrío, nos echó una mirada torva y se dejó caer de rodillas con tan
+fuerte golpe que a Juanito y a mí nos acometió la risa y nos costó gran
+trabajo sofocarla. Su madre volvió la cabeza, le miró severamente y
+haciendo un leve gesto de resignación continuó rezando.</p>
+
+<p>Comprendimos inmediatamente que estaba ebrio. Su<a name="page_138" id="page_138"></a> madre lo comprendió
+también, porque de vez en cuando volvía la cabeza y le dirigía una
+rápida y tímida mirada.</p>
+
+<p>Juanito me hacía muecas poniendo el dedo pulgar en la boca con ademán de
+beber. Yo no podía reprimir la risa y pellizcaba a Juanito. Paquita
+sacudía la cabeza de un modo cómico afectando desesperación. Las
+muchachas entre asustadas y risueñas apenas podían rezar.</p>
+
+<p>Sólo Adolfo permanecía serio, enteramente ajeno al efecto que causaba.
+Respondía al rosario con sonidos cavernosos donde nadie podría percibir
+señales de oración alguna, bufaba como un buey y se balanceaba como un
+barco.</p>
+
+<p>El balanceo, que al principio era insignificante, se fué acentuando de
+tal modo que nos inquietó. Juanito dejó de hacer muecas, Paquita de
+sacudir la cabeza y las criadas quedaron graves y suspensas. Todos
+teníamos clavada la vista en aquel extraño y alarmante cabeceo temiendo
+que acaeciese lo que al fin acaeció.</p>
+
+<p>Adolfo cayó de bruces sobre el suelo con tanto estrépito que doña
+Leocadia dió un salto y quedó de pie. Adolfo no pudo levantarse ya:
+abrió la boca y soltó por ella un raudal de vino que pronto se esparció
+por el comedor con gran sobresalto de todos nosotros que huimos de aquel
+río encarnado y nauseabundo como si fuese lava ardiente del Vesubio. En
+particular Paquita se levantaba la falda con tan cómico terror, caminaba
+sobre la punta de los pies y hacía tales muecas y cabriolas que Juanito
+y yo a pesar del susto reventábamos por reír. Pero no era posible esto
+mirando a doña Leocadia, que parecía la imagen de la desolación.</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesús mío; qué me pasa!&mdash;exclamaba la buena señora mesándose los
+cabellos&mdash;. ¡Este hijo concluye conmigo!... ¡Qué cruz, madre mía del
+Carmen, qué cruz!...</p>
+
+<p>Entre tanto, Rita, Carmen y Josefa la costurera levantaban a aquel cerdo
+del suelo y lo transportaban a su cuarto. Doña Leocadia las siguió
+exhalando suspiros y lamentaciones. Una vez solos, Paquita, Juanito y yo
+pudimos entregarnos a la algazara y lo hicimos de buen grado. Paquita
+nos incitaba a ello con sus monerías. Daba saltos por encima de los
+charcos de vino.<a name="page_139" id="page_139"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Qué asco, hijos míos, qué asco! Mi hermanito no se emborracha con
+Jerez.</p>
+
+<p>Pero Carmen, la cocinera, llegó inmediatamente con un cubo de agua y una
+rodilla y limpió con presteza aquellas inmundicias. No tardaron tampoco
+en aparecer doña Leocadia, Rita y Josefa después de haber dejado metido
+en su lecho al héroe de la fiesta. Y ya nos disponíamos a continuar el
+rosario cuando sonó nuevamente la campanilla.</p>
+
+<p>Era un mozo del café de la Plaza que traía una cartita para doña
+Leocadia, quien la abrió con viveza y al leerla se puso pálida.</p>
+
+<p>&mdash;Carmen, haz el favor de dar el llavín de la puerta de la calle a ese
+muchacho. El señor no viene hoy a cenar.</p>
+
+<p>Quedó un instante inmóvil con los ojos en el vacío. Su rostro expresaba
+tan profundo abatimiento que a todos se nos apretó el corazón. Dos
+gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus marchitas mejillas.</p>
+
+<p>Al fin sacando el pañuelo y enjugándolas se dejó caer nuevamente de
+rodillas ante la imagen de la Virgen diciendo con voz apagada:</p>
+
+<p>&mdash;Quinto misterio doloroso: cómo el Hijo de Dios fué crucificado. Padre
+nuestro que estás en los cielos...<a name="page_140" id="page_140"></a></p>
+
+<h2><a name="XVIII" id="XVIII"></a>XVIII<br /><br />
+<small>PRIMERAS LECTURAS</small></h2>
+
+<p>No será imposible que el lector al llegar a este punto y acaso antes se
+haya preguntado: «Pero este novelista que nos da cuenta de su infancia
+¿cómo nada dice de sus impresiones literarias, de la influencia que
+sobre su espíritu ejercieron los primeros libros que cayeron en sus
+manos?»</p>
+
+<p>¡Ah, caro lector, ahí me duele! Sobre este toque no puedo comunicarte
+más que cosas vergonzosas. Bien me apetece decirte, como alguno de mis
+colegas, que a los siete u ocho años leía asiduamente la Biblia, me
+entusiasmaba con Homero y de vez en cuando para desengrasar me echaba al
+cuerpo una tragedia de Sófocles. Quisiera presentarme ante tus ojos como
+un niño excéntrico, sombrío, apartado de los juegos de mis compañeros,
+gozándose en la soledad, paseando a las orillas de la mar o por los
+bosques, llorando y riendo sin motivo aparente, mirando más a las
+estrellas que a la tierra. O bien como una maravilla de agudeza y
+donaire, enloqueciendo a la familia y los amigos de la casa con sus
+ocurrencias felices, despertando la admiración con sus observaciones
+penetrantes y preguntas ingenuas.</p>
+
+<p>Si esto te dijere, lector amigo, te engañaría miserablemente y todo lo
+que me resta de vida me remordería la conciencia. Prefiero confesarte
+que en mi niñez me agradaba correr y saltar con mis compañeros de
+escuela, cazar grillos, jugar a los botones y cambiar de vez en cuando<a name="page_141" id="page_141"></a>
+algunos puñetazos. Ni más alegre ni más triste que los demás. Nada de
+pasearme solo por la ribera de la mar con la cabellera al viento
+desafiando a la tempestad. Nada de llorar sin motivo. Cuando lo hacía
+era porque don Juan de la Cruz, mi maestro, me administraba algunos
+vardascazos o algún pillastre de Sabugo me cortaba el hilo de la cometa
+(sierpe en Avilés) o por otros motivos no menos fútiles y prosaicos.
+Caprichos, sí los tenía, pero nada románticos; no creo haber sido nunca
+un niño incomprensible; antes bien me parece que todo el mundo me
+comprendía perfectamente. Mi originalidad era tan escasa que estaba
+desesperado con mi nombre porque no había otro igual en la población y
+reprochaba a mis padres interiormente el no haberme puesto Manuel o Pepe
+o Antonio. Me desesperaba igualmente cuando mi madre me ponía un traje
+nuevo o vistoso y procuraba ajarlo inmediatamente para que no llamase la
+atención y semejase a los de mis camaradas. En fin, habiéndome contado
+mi padre que en su infancia aborrecía el pan con manteca espolvoreado de
+azúcar y que una vez que se había visto obligado a aceptarlo lo había
+arrojado a hurtadillas por el balcón, yo que me perecía por este manjar
+hice lo mismo (¡con qué dolor de mi corazón!) cuando la madre de mi
+amigo Alfonso N. me lo dió cierta tarde para merendar. Me parece que no
+se puede llevar más lejos el espíritu de imitación.</p>
+
+<p>¿Salidas ingeniosas? Dios las diera. Por más que busco y rebusco en mi
+memoria algún donaire prematuro, alguno de esos rasgos oportunos que
+anuncian un natural privilegiado nada encuentro digno de mencionarse.
+¡Cuán feliz sería si pudiera ostentar ante tus ojos como marca de Dios
+alguna frase memorable de las que tanto abundan en la infancia de
+ciertos escritores! Al leer en sus memorias tales agudezas e
+ingeniosidades me entusiasmo, les admiro, con todo mi corazón, aunque no
+puedo menos de pensar que acaso les hubiera convenido no salir jamás de
+la infancia. Despechado de no hallar en los archivos de la memoria
+ningún documento que acreditase mi nobleza intelectual acudí antes de
+escribir este libro a una vieja servidora de mi casa, escribí a un<a name="page_142" id="page_142"></a>
+hermano de mi padre, único tío que aún conservo. Nada pude obtener más
+que simplezas, inepcias, vulgaridades indignas de ser comunicadas.</p>
+
+<p>En orden a mis tempranas aptitudes para la literatura con tristeza
+declaro que a los ocho años aun no habían llegado a mi conocimiento por
+conducto de los rapsodas homéridas las hazañas de Aquiles hijo de Peleo
+ni los discursos artificiosos de Ulises: nada sabía tampoco de <i>Edipo
+rey</i> ni de <i>Edipo en Colona</i>. Mi erudición era bastante limitada en
+aquella época y si ahora sé poco, puedes creer, lector, sobre mi palabra
+que entonces sabía menos. Quedamos, pues, en que no leía con fruición a
+Homero a Sófocles y a Píndaro. En cambio, ¡oh terrible humillación!, me
+entusiasmaban las novelas de un señor Pérez Escrich (que Dios perdone) y
+de una doña María del Pilar Sinués (a quien Dios perdone también). No
+puedo menos de recordar con enternecimiento una del primero titulada <i>El
+cura de aldea</i> que me hizo disfrutar placeres increíbles. Mientras la
+leía, de tal modo me identifiqué con sus personajes que me parecía vivir
+en su compañía y pertenecer a la familia. Me alegraba con sus alegrías,
+me sentaba a su mesa, bebía un poco más de lo ordinario en sus inocentes
+holgorios, reía con sus chistes no menos inocentes, me hacía el
+distraído cuando aquella modista encantadora se ponía a hablar en voz
+baja con aquel joven tan simpático, y estaba enteramente resuelto a
+prestarles mi eficaz ayuda para desenmascarar y confundir al miserable
+que retenía injustamente su fortuna. Y cuando llegaba el caso de llorar
+alguna de sus desgracias yo creo que lo hacía mucho mejor y más
+copiosamente que ellos. En fin, poco me faltaba para poner por obra lo
+que cierta discreta señora amiga mía cuando tenía trece o catorce años:
+entusiasmada con una de aquellas divinas modistas creadas por la
+imaginación de Pérez Escrich, tomó el dinerito que tenía en la hucha y
+se fué con su doncella preguntando por aquélla en todas las casas de la
+calle donde el autor había colocado su domicilio para entregárselo.</p>
+
+<p>Bien sé que esto hará sonreír a mis colegas los precoces lectores de
+Homero y Píndaro pero ¿qué voy a hacer?<a name="page_143" id="page_143"></a> Escribo mis memorias, debo la
+verdad a mis lectores y prefiero que me reputen por un ser vulgar a
+faltar descaradamente a ella. Después de todo no estoy lejos de pensar
+como algún filósofo que las cosas no son bellas ni feas, es nuestra
+propia alma la que se embellece al contacto de la realidad. La mía,
+fresca en aquel tiempo, se embelleció con la música inocente de ciertas
+zarzuelas y con la lectura de algunas novelas deplorables como jamás lo
+ha hecho después con las obras más sublimes del ingenio humano.</p>
+
+<p>¿Y por qué deplorables? Si no se hubiera escrito más música que la de
+Haydn, Mozart y Beethoven, ni más dramas que los de Esquilo, Sófocles,
+Shakespeare, Calderón y Schiller, ni más poemas que los de Homero,
+Virgilio, Dante, Milton y Goethe, la casi totalidad de los humanos
+bajarían al sepulcro sin haber gozado los placeres inefables que el arte
+proporciona. Yo mismo, si hubiera sucumbido antes de los quince años, me
+iría al otro mundo sin haber experimentado algunas dulces emociones y
+divinos estremecimientos que me han hecho en mi infancia más feliz que
+un rey. Seguro estoy de que nadie ha gozado con la <i>Iliada</i> más que yo
+con <i>Los tres Mosqueteros</i> de Alejandro Dumas. Y entonces ¿qué?...</p>
+
+<p>He llegado a pensar que el libro no lo hace el autor sino el lector.
+Recuerdo que a la edad de quince años leí el de Michelet titulado <i>El
+Pájaro</i>. Es una obra estimada con justicia en el mundo literario como lo
+son todas las de este singular escritor. No es fácil imaginar la
+impresión deleitosa que me causó su lectura. Aún me veo tendido en un
+vetusto y enorme sofá de mi casa de Entralgo con el volumen de roja
+cubierta entre las manos. Era una traducción española y presumo que no
+debía de ser muy esmerada. Pues a pesar de eso me causó tanto placer que
+toda mi vida he recordado aquellas horas felices y he bendecido la pluma
+que me las había procurado.</p>
+
+<p>No hace mucho tiempo cayó por casualidad en mis manos el mismo libro en
+francés. Mi conocimiento de este idioma me permite ahora apreciar el
+brillo y tersura del estilo de Michelet. Tomé el volumen y como un chico
+goloso que guarda en su mesa de noche un pastel<a name="page_144" id="page_144"></a> para regalarse con él a
+solas, así puse yo sobre la mía el precioso libro. Esperaba resucitar mi
+adolescencia, sentir de nuevo aquellas dulces emociones que tan feliz me
+habían hecho y lo abrí con mano respetuosa y trémula.</p>
+
+<p>¡Qué decepción! ¡Qué amargo desengaño! No es que el libro me pareciese
+feo: al contrario, mejor que antes podía reconocer su mérito. Pero no
+hallaba en él aquello que en otro tiempo había visto. Me parecía seco,
+pálido, y me preguntaba con tristeza. ¿Dónde está ahora aquel pájaro
+seductor, aquel poeta alado que saltaba gorjeando delante de mis ojos?
+¿Dónde están aquellas representaciones interesantes de sus amores, de
+sus sabias construcciones, de sus viajes, de sus costumbres pintorescas?
+Comparado el libro con el que yo había leído lo encontraba
+admirablemente escrito, pero falto de imaginación y de vida. ¿Es que
+carece de esto? No; quien carece soy yo...</p>
+
+<p>Lejos de mi ánimo la pretensión de resolver ni siquiera plantear el
+problema de la subjetividad u objetividad de la belleza. Sólo quiero
+indicar a los autores que deben apetecer para sus libros lectores
+imaginativos más que cultos. Un crítico distinguirá admirablemente lo
+que es bello y lo que es feo en una obra de arte, pero nunca gozará de
+ella de modo tan intenso como un adolescente dotado de imaginación y
+sensibilidad. ¿Que lo mismo goza con una obra maestra que con una
+mediana? Esto no debe de humillar al autor. Si es hombre de corazón y no
+excesivamente vanidoso debe deleitarse particularmente con el deleite
+que proporciona a los demás. Obsérvese que me refiero a la adolescencia
+cuando, si el juicio no es seguro, las impresiones lo son más que nunca.
+En cuanto a la infancia no se puede contar con ella tratándose del arte
+literario. Los niños no sólo no distinguen sino que rara vez sienten.</p>
+
+<p>Mientras yo lo fuí me seducían extremadamente las historias de bandidos.
+Una de las novelas que más me impresionaron fué la titulada <i>Los siete
+niños de Ecija</i> por Fernández y González. Hubo un instante de mi
+existencia en que tuve clara vocación de salteador. Felizmente duró poco
+tiempo. Después leí las hazañas de<a name="page_145" id="page_145"></a> Bernardo del Carpio y los Doce pares
+de Francia y quise ser guerrero. Tampoco duró mucho. Más adelante,
+entrando ya en la adolescencia, aspiré a la condición de salvaje leyendo
+<i>Los Natchez</i> de Chateaubriand. Esta novela exótica me causó una
+impresión profunda y sentimental, no ya puramente imaginativa. Quedé tan
+prendado de aquellos <i>pieles rojas</i>, que soñaba con partirme a América
+como René y presentarme a algún descendiente del viejo Chactas para que
+me afiliase en su tribu después de haber fumado el «calumet de paz».
+Soñaba con aquella dulce y hermosa Celuta y hacerla mi esposa. Y me
+prometía amarla más y mejor que el hipocondríaco René haciéndola tan
+feliz como merecía. Soñaba con la simpática y juguetona Mila a quien
+también hiciera mi esposa si no fuera gran pecado la poligamia. Soñaba
+con aquel grande, aquel noble Outugamiz hermano de Celuta. Su
+inquebrantable lealtad me penetró tanto en el alma que cuando fuí a
+Oviedo y escribí a un amigo que dejaba en Avilés empezaba mi carta: «Mi
+querido Outugamiz». Todavía recuerdo con incomprensible emoción cierta
+excursión por el Misisipí en una noche calurosa del estío. La mayoría de
+los guerreros dejó la piragua y se lanzó al agua para hacer el trayecto
+a nado: las mujeres los imitaron, y toda aquella muchedumbre se dejaba
+arrastrar por la suave corriente del río bajo un cielo tachonado de
+estrellas, donde la luna nadaba también feliz y serena como ellos. Los
+guerreros se contaban en voz alta sus hazañas y los amantes se
+deslizaban cogidos de la mano murmurándose dulcemente sus secretos. Esto
+es lo que recuerdo de aquella poética descripción. No sé si me será fiel
+la memoria después de tantos años, porque no he vuelto a leer esta
+novela. Si ahora lo hiciese no sé por qué imagino que aquellos salvajes,
+que tanto me cautivaron, me harían vomitar.</p>
+
+<p>Cuando alcancé los doce o trece años me placía registrar la biblioteca
+de mi padre donde había hallado las obras de Chateaubriand y otros
+libros de amena literatura. También los tenía científicos y algunos me
+interesaron vivamente. Si no he logrado nunca ser hombre de ciencia he
+tenido despierta desde mi infancia la curiosidad<a name="page_146" id="page_146"></a> científica. En uno de
+aquellos registros tropecé con un libro extraño ilustrado con unas
+estampas horrorosas. Era un tratado de la virilidad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es esto?&mdash;pregunté a mi padre que estaba escribiendo.</p>
+
+<p>Levantó la cabeza, miró el libro, me miró a mí fijamente y quedando un
+instante pensativo respondió:</p>
+
+<p>&mdash;Léelo.</p>
+
+<p>Aquella palabra fué mi salvación. Habrá personas timoratas que se
+asombren y aun se escandalicen de la audacia de mi padre. Sin embargo yo
+bendigo su memoria por ésta como por las muchas cosas buenas que ha
+hecho conmigo.<a name="page_147" id="page_147"></a></p>
+
+<h2><a name="XIX" id="XIX"></a>XIX<br /><br />
+<small>FRAY MELITÓN</small></h2>
+
+<p>Si el Cielo me concediese una nueva existencia en este nuestro planeta
+de la orden de menores y me diera a escoger el sitio donde se deslizase
+mi infancia, respondería sin vacilar: ¡Avilés!</p>
+
+<p>Lo que recuerdo de esta villa es tan amable, tan alegre y pintoresco,
+que dudo que en parte alguna de Europa o de América (dejemos el Africa
+para los negros y el Asia para los chinos) se encuentre otra que la
+supere.</p>
+
+<p>Sin embargo, nadie se figure que era todo algazara y romerías y
+habaneras y pasacalles. Había en nuestra villa más de una docena de
+figuras decorativas que no sólo mantenían en ella la respetabilidad y el
+decoro sino que la comunicaban esplendor a los ojos del forastero.
+Cuando bien temprano, mucho más temprano de lo que yo quisiera, salía de
+mi casa para la escuela, encontraba indefectiblemente paseando debajo de
+los arcos a uno de nuestros vecinos vestido de levita negra, corbata
+blanca, gran pechera con botones de diamantes, sombrero de copa alta,
+bastón con puño de oro y botas charoladas lo mismo que si se dispusiese
+a ir a la recepción de la embajada de Inglaterra. Allá había estado,
+según contaban, varios años: por eso gastaba patillas y era tan
+correcto, tan grave y silencioso. Que hiciera bueno que hiciera mal
+tiempo, en los días más calurosos de Julio como en los más ateridos de
+Enero, por allí paseaba revestido de aquellos ornamentos que me
+infundían<a name="page_148" id="page_148"></a> un respeto indecible. Desde el feo asunto de las peras yo no
+osaba mirar como antes a su blanca pechera, ni siquiera a sus botas
+charoladas.</p>
+
+<p>Un poco más allá, en los arcos mismos de la plaza paseaba mi tío Víctor,
+también de levita. Coronel retirado, luenga barba blanca. Era persona de
+tan heroica estatura que cuando se doblaba para darme un beso, yo
+pensaba que descendía sobre mí el mismo Padre Eterno con sombrero de
+copa.</p>
+
+<p>Algo más lejos, al comenzar los arcos de Galiana tropezaba debajo de
+ellos con otro respetable personaje, don Manolo P. Vestía igualmente
+levita y sombrero de copa. Su bastón era una primorosa caña de Indias
+con puño de marfil y contera de la misma materia, que rara vez ponía en
+el suelo por no estropearla, según se decía maliciosamente en la villa.
+Frisaba ya en los cincuenta años; el rostro cuidadosamente rasurado y
+tan rojo y congestionado, que daba en violáceo: parecía una figura de la
+corte de Carlos IV. Este grave sujeto paseaba con la mayor solemnidad
+por delante de su casa, deteniéndose a menudo delante de una hojalatería
+próxima a ella y cambiando con el hojalatero algunos pensamientos más o
+menos trascendentales. Miraba fijamente a los transeuntes como si
+sospechase de su honradez; la mía debía de inspirarle mayores dudas que
+la de ningún otro a juzgar por la insistencia con que sus grandes ojos
+redondos me seguían. Tenía el título de abogado, pero no ejercía su
+profesión; vivía de sus rentas y era un caballero tan digno y venerable,
+que como imposible tenía yo que nadie osara faltarle al respeto. Sin
+embargo, este imposible se realizó. Un borracho llamado Platina se
+acercó a él un día tambaleándose:</p>
+
+<p>&mdash;¿A que no sabe usted don Manolo en qué se parece usted a San Roque?</p>
+
+<p>&mdash;No adivino&mdash;respondió nuestro caballero abriendo todavía más sus
+grandes ojos redondos.</p>
+
+<p>&mdash;En que San Roque es abogado de la peste y usted es la peste de los
+abogados.</p>
+
+<p>Da grima pensar que en este mundo nadie pueda verse libre de un insulto
+soez ni aun los más altos próceres<a name="page_149" id="page_149"></a> que, como éste, son ornato de su
+pueblo nativo y orgullo de sus convecinos.</p>
+
+<p>A la postre él mismo se encargó de faltarse al respeto, pues cuando
+menos podía pensarse cayó enamorado de nuestra costurera. La primera
+noticia que tuvimos fué por una carta que de él recibió mi madre. En
+ella la suplicaba que le permitiese venir algún rato a casa para poder
+hablar con su prometida, pues ya la consideraba como tal. La pretensión
+era un poco extravagante, pues mis padres no tenían el gusto de
+tratarle. Sin embargo, mi madre cedió inmediatamente de buen grado, y he
+aquí a nuestro caballero sentado por las tardes en el comedor, entre
+ella y la gentil costurerilla, departiendo cortésmente de cosas
+indiferentes como un pollastre que hiciese la corte a una damisela
+delante de su mamá. La mía le dirigía siempre la palabra sonriendo, y mi
+padre, cuando por allí pasaba, lo mismo. Y en la sonrisa de mi madre
+había un granito de burla y en la de mi padre dos. Por fin aquel buen
+señor se casó y toda su vida se mostró agradecido, colmándonos de
+atenciones, prueba irrecusable de la bondad y honradez de la joven a la
+cual había unido sus destinos.</p>
+
+<p>Dicho queda que a más de éstos existían en la villa otros próceres que
+realzaban con su majestuosa indumentaria a nuestra villa. Pero estos
+próceres no se mantenían como los de otras ciudades, encastillados en su
+grandeza ni se oponían o desdeñaban a la juventud bulliciosa. Al
+contrario, se les hallaba siempre propicios a proteger y alentar
+cualquier proyecto recreativo iniciado por ésta. Algunas veces de ellos
+mismos partía la iniciativa. Semejantes a los ancianos de Atenas
+consagraban su experiencia a los nobles recreos de la vida y velaban por
+el decoro de las fiestas. Mi buen tío Jorge de las Alas, viejo y
+achacoso, fué quien creó la Academia de música en Avilés, quien organizó
+la sociedad del <i>Liceo</i> y quien llevó a cabo la erección de un teatro
+cuando no existía. Merece este infatigable anciano, que tanto contribuyó
+a la cultura de nuestra villa, que ésta le erija una estatua. No
+hallábamos los jóvenes de Avilés, en estos nobles ancianos, ni una
+sonrisa desdeñosa, ni<a name="page_150" id="page_150"></a> una frase severa. Todavía recuerdo que al asistir
+por vez primera a un baile del Liceo, no contando aún diez y siete años,
+como me hallase apurado porque no podía abrochar mis guantes, el mismo
+presidente de la sociedad, que era un respetable caballero con la cabeza
+canosa, vino en mi auxilio y logró abrochármelos.</p>
+
+<p>Avilés guardaba en aquel tiempo más de una semejanza con Atenas. Porque
+reinaba la alegría y el decoro y el amor al arte como en la ciudad de
+Minerva, y además se vivía en una dulce ociosidad que permitía
+consagrarse enteramente a los placeres del espíritu. Para lograr esto
+Aristóteles creía necesario un número considerable de esclavos
+encargados de alimentar a los ciudadanos. Entre nosotros no existía que
+yo sepa más esclavo que un negro muy feo que había traído de América un
+indiano llamado don Pancho. Con este negro, que al parecer estaba
+siempre ansioso de llevar a los niños malos en un saco, nos amenazaba la
+maestra (porque de tres a cuatro años tuve el honor de asistir a un
+colegio de señoritas) cuando hacíamos demasiado ruido. Tantas veces nos
+había amenazado, sin embargo, que llegamos a despreciar, como
+inverosímil, aquella horrorosa perspectiva. Mas he aquí que un día
+aciago, al conjuro de la maestra, aparece en la puerta de la sala la
+espantable figura del negro de don Pancho con el famoso saco al hombro
+haciendo rodar por las órbitas sus ojos de tigre hambriento. No es fácil
+describir ni decoroso lo que allí pasó. Toda aquella juventud bi-sexual
+se sintió atacada a la vez en el corazón y la vejiga. No volvimos a ser
+<i>malos</i> en ocho días.</p>
+
+<p>Vivíamos, pues, en nuestra villa sin trabajar, como he dicho. Quién
+trabajaba para nosotros no me importaba entonces averiguarlo. Cada casa
+albergaba un pequeño hidalgo o rentista que disfrutaba serenamente de la
+vida, bailando de joven, paseando de viejo. No faltaban artesanos, es
+cierto; había carpinteros, chocolateros, hojalateros, pintores,
+albañiles; pero casi todos estaban relegados al barrio de Sabugo. Los
+que había en la villa eran tan graves personajes casi como los que he
+descrito: algunos ya viejos gastaban sombrero de copa alta. Se les<a name="page_151" id="page_151"></a>
+trataba con respetuosa consideración, se contaba con ellos para los
+festejos y algunos tenían tiempo para consagrarse a la música y la
+declamación y alcanzar señalados triunfos, como el ebanista Mariño y el
+barbero Manolo.</p>
+
+<p>Al revés de lo que acaece en las grandes ciudades europeas y americanas,
+donde se vive en perpetuo afán y no hay tiempo para nada, en Avilés
+había tiempo para todo: si faltaba alguna vez no era ciertamente para el
+trabajo sino para divertirse. No existía la fiebre del dinero ni esa
+congojosa solicitud por el lucro que envilece las almas y entristece la
+vida. El comercio mismo, que por su naturaleza es sórdido, tenía en
+nuestra villa un temperamento noble y tranquilo. Los comerciantes
+recibían a sus amigos en las tiendas, departían y reían con ellos y
+apenas se curaban de la venta de sus artículos. Había un tendero llamado
+Braulio que poseía en la calle de la Herrería un bastante bien surtido
+almacén de quincalla. Pues este Braulio, cuando un amigo llegaba a
+invitarle a jugar al billar o a comer una langosta en el café de Tirita
+se ponía el sombrero, cerraba la tienda y se marchaba tranquilamente con
+él. ¡Que aguardasen los parroquianos!</p>
+
+<p>Los próceres, la juventud impetuosa, los comerciantes y los artesanos no
+constituían por entero a nuestra villa. Existía, como es justo en ella,
+un elemento teológico compuesto por los párrocos de la villa y Sabugo
+con sus respectivos coadjutores, el vicario de las monjas de San
+Bernardo y hasta una media docena de frailes exclaustrados que habían
+quedado vivos en la matanza del año treinta y seis. Había un padre
+Cerezo cuya sabiduría nadie ponía en duda, un fray Antonio Arenas
+taciturno, bilioso, que cantaba desde el coro de la iglesia de San
+Francisco la misa mayor con una voz que envidiaría Satán para dirigirse
+a los condenados del infierno, un Manzaneda (ignoro porqué a éste se le
+suprimía el <i>fray</i>) y había sobre todo un fray Melitón de perdurable
+memoria sobre la tierra y que en el cielo, donde no dudo que se hallará
+a estas horas, hará las delicias de los bienaventurados.<a name="page_152" id="page_152"></a></p>
+
+<p>Este elemento teológico gastaba como el de los próceres levita y
+sombrero de copa. Solamente que como correspondía a su elevada dignidad
+teológica, las levitas eran mucho más largas y los sombreros mucho más
+altos. Cuando de niño veía al padre Cerezo o a Manzaneda debajo de uno
+de ellos sudaba de congoja.</p>
+
+<p>Fray Melitón era el organista de la parroquia. Líbreme Dios de suponer
+que tocando el órgano es como alegrará a la corte celestial. Al
+contrario, me parece que si a fray Melitón se le ocurriese tocar alguna
+vez el órgano en el cielo, no duraría allí mucho tiempo. Lo que
+regocijará seguramente a sus hermanos de bienaventuranza es su grande,
+inconcebible inocencia. Fray Melitón era un niño de sesenta años. De
+medianas carnes y estatura, vigoroso, la faz roja, los ojos débiles, el
+pelo negro todavía, hablando siempre a gritos, unas veces enfadado,
+otras riendo, jamás tranquilo o indiferente. No pienso que tuviera
+licencia para confesar, porque este ministerio exige conocimiento del
+corazón humano y fray Melitón no conocía siquiera el suyo; celebraba
+misa y tocaba el órgano en las misas solemnes y festividades. De él
+estábamos enamorados unos cuantos chicos y él lo estaba de nosotros
+aunque no nos escaseaba los coscorrones cuando le molestábamos
+demasiado. Si nos hallaba en la <i>Campa</i> jugando a la peonza se detenía
+para contemplarnos, nos animaba a gritos, nos aplaudía o nos increpaba
+exactamente como si fuese uno de nosotros.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso está bien, carape! ¡Bien! ¡Bien!... ¡Leoncio, eres un burro!</p>
+
+<p>Si nos tropezaba en el campo Caín se sentaba a nuestro lado y nos
+contaba historias milagrosas. Los milagros eran su especialidad. Otras
+veces nos hablaba de su convento y nos describía la enorme despensa de
+la cual estaba él encargado, los sacos de garbanzos, las pilas de nueces
+y avellanas, las filas de jamones colgados del techo; nos pintaba la
+huerta donde crecían toda clase de árboles frutales, cerezos, perales,
+que daban peras tamaño de una libra, ciruelas claudias y encarnadas,
+albaricoqueros de espalera: de tal modo que a los chicos se nos hacía la
+boca agua. Recordaba también<a name="page_153" id="page_153"></a> con enternecimiento los grandiosos cerdos
+que allí se criaban y nos comunicaba en secreto de qué medios se valía
+para hacerles engordar una arroba por semana al llegar el mes de
+Octubre. A menudo también se placía haciéndonos preguntas y enterándose
+de nuestros estudios y propósitos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es lo que tú quieres ser?</p>
+
+<p>&mdash;Yo, militar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bravo! ¡A la lid, valiente!... ¿Y tú?</p>
+
+<p>&mdash;Yo, médico.</p>
+
+<p>&mdash;Mírame la lengua (y la sacaba)... ¿Y tú?</p>
+
+<p>&mdash;Yo quiero ser oidor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Oidor? Aguarda un poco que te escarbe los oídos.</p>
+
+<p>Y echaba mano a la punta de una ramita; con lo cual reíamos a
+carcajadas, y él más que nosotros.</p>
+
+<p>Si alguno le decía que quería ser cura, torcía el gesto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes, burro, si tienes vocación para el estado eclesiástico?...
+Además, para ganar el cielo no se necesita ser cura ni fraile.</p>
+
+<p>Y tenía razón, porque él lo hubiera ganado en cualquier condición.</p>
+
+<p>Entre todos nosotros distinguía particularmente a tres, y yo era uno de
+ellos. Por eso cedió a nuestras instancias concediéndonos el honor de
+mover los fuelles del órgano, tarea que antes desempeñaba el hijo del
+sacristán.</p>
+
+<p>Detrás del órgano de la iglesia de San Francisco existía, y es posible
+que aún exista, un pequeño y obscuro y sucio desván donde se hallan los
+fuelles que lo alimentan de aire. Estos fuelles, que eran tres, tenían
+cada uno un madero en forma de lanza, bajando el cual hasta tocar el
+suelo, el fuelle se hinchaba; luego, a medida que se gastaba el aire
+iban subiendo paulatinamente hasta llegar al techo. Me encargué, pues,
+de bajar una de estas lanzas y mis amigos de las otras dos. Para
+bajarlas necesitábamos colgarnos de ellas, y después que las teníamos a
+nuestra altura montarnos encima hasta humillarlas por completo. Así que
+lo habíamos conseguido podíamos descansar unos minutos mientras
+lentamente los fuelles se deshinchaban y los maderos subían.<a name="page_154" id="page_154"></a></p>
+
+<p>¿Cómo es posible que allí encerrados medio a obscuras, respirando polvo
+y obligados a trabajar como negros sin descuidarnos un instante fuésemos
+dichosos? Pues lo éramos y no poco. Estábamos poseídos de nuestro papel,
+que juzgábamos principalísimo. Sin nosotros el órgano no sonaría y todo
+aquel estrépito que fray Melitón armaba se extinguiría miserablemente y
+la gran solemnidad vendría a tierra.</p>
+
+<p>No recuerdo bien cómo acaeció: me parece que yo estaba contando a mis
+amigos en qué forma había entrado un pájaro en el comedor de mi casa y
+cómo había podido atraparlo arrojándole una toalla encima. Sea por esto
+o por otra causa, lo cierto es que en una ocasión nos descuidamos
+olvidando los fuelles. Los maderos habían subido hasta su límite máximo,
+tocando en el techo. De pronto se abre con estrépito la puertecita del
+coro y aparece por ella la faz congestionada de fray Melitón echando
+chispas de sus ojos por detrás de los cristales de las gafas y se lanza
+sobre nosotros dejando caer sobre nuestras cabezas una lluvia maléfica
+de coscorrones. Sin hacer caso de ellos nos lanzamos a los maderos, para
+alcanzar los cuales necesitábamos dar saltos prodigiosos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Burros! ¡Más que burros! ¿Para eso os he dejado venir a hinchar los
+fuelles? ¡Y en el momento mismo de ejecutar el <i>trémolo</i>!</p>
+
+<p>Es de saber que cuando en la misa llegaba el momento de elevar la Hostia
+Santa fray Melitón hacía ejecutar al órgano un <i>trémolo</i> tan misterioso,
+tan solemne, tan patético que no había corazón por duro que fuese que no
+se sintiera sobrecogido.</p>
+
+<p>&mdash;¡Dejarme sin aire en el <i>trémolo</i>, nada menos que en el
+<i>trémolo</i>!&mdash;exclamaba enfurecido sin dar paz a la mano&mdash;. ¿No sabíais
+que estaba ejecutando el <i>trémolo</i>, burros?</p>
+
+<p>Yo no conocía entonces esa palabreja. Largo tiempo después cuando
+llegaba a mis oídos percibía en la cabeza la sensación vaga de un
+coscorrón.</p>
+
+<p>De aquellos tres hinchadores de fuelles vivimos dos, y estoy en fe que
+lo mismo mi compañero que yo los<a name="page_155" id="page_155"></a> hincharíamos de nuevo con placer si
+nos volvieran a los doce años.</p>
+
+<p>Pero no sólo debo a fray Melitón estos momentos de intensa y pura
+felicidad: algo más le debo y voy a contarlo sin cuidado alguno puesto
+que él no ha de salir de la tumba a llamarme burro otra vez y a darme de
+coscorrones.</p>
+
+<p>En los meses calurosos del estío solía bañarme en la ría con unos
+cuantos amigos de mi edad. Apenas salíamos de la escuela salvábamos el
+puente de San Sebastián y por el largo malecón de las Huelgas
+caminábamos hasta un sitio bien lejano donde pudiéramos desnudarnos sin
+faltar al pudor. En sábanas o toallas para secarnos no había que pensar
+porque todos se bañaban como yo a escondidas de sus padres. Nos
+acurrucábamos un momento al sol y luego nos vestíamos sin aprensión
+alguna. Este sistema, que por mucho tiempo me pareció peligroso, lo he
+visto hace poco tiempo preconizado por un médico alemán.</p>
+
+<p>Una tarde por haber tenido que ir antes a casa me vi obligado a caminar
+solo hasta el puente donde me habían dado cita mis compañeros. No les
+hallé en aquel sitio y pareciéndome que ya habían tomado la delantera me
+dirigí sin apurarme por el malecón al sitio acostumbrado. Tampoco
+estaban allí. Largo tiempo los estuve aguardando y viendo que no
+llegaban me decidí a desnudarme y echarme al agua.</p>
+
+<p>Era casi la hora de la pleamar; el sol reverberaba todavía sobre la
+superficie de la ría que se mostraba brillante y poderosa como un gran
+brazo de mar. Me hallaba solitario: sólo allá lejos sobre el malecón
+percibí un montón de ropa y en medio de la ría la cabeza de un hombre
+que nadaba y que no pude entonces reconocer.</p>
+
+<p>Sin cuidado alguno, porque estaba bien acostumbrado a ello, me zambullí
+y comencé a nadar en la dirección de la cabeza que veía sobre el agua.
+No tardé en averiguar que aquella cabeza pertenecía a fray Melitón y
+desde entonces con más fuerza me dirigí nadando adonde estaba. Pero él,
+que no me reconoció, y a quien<a name="page_156" id="page_156"></a> sin duda molestaba ser conocido se alejó
+nadando y yo le seguí con esperanza de alcanzarle. Tanto nadé que al fin
+me hice cargo de que me estaba alejando demasiado de la orilla. Pensar
+esto, volver la cabeza, ver la orilla lejana y sentir un miedo cerval
+fué todo uno.</p>
+
+<p>El miedo me dejó yerto. Sentí que el frío me penetraba y que pronto iba
+a paralizar mis piernas y mis brazos. En fin, sospeché que estaba
+corriendo un grave peligro de muerte, y esta sospecha no contribuyó,
+como cualquiera puede calcular, a tranquilizarme. Di rápidamente la
+vuelta, pero si antes me pareció la orilla lejana ahora me pareció la
+misma costa de la América. Entonces me decidí a gritar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Fray Melitón! ¡fray Melitón!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué pasa?&mdash;respondió éste alarmado por lo extraño de aquel grito.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que me ahogo, fray Melitón!</p>
+
+<p>Fray Melitón nadó con fuerza hacia el sitio donde yo estaba.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué dices, muchacho?&mdash;exclamó al mismo tiempo reconociéndome.</p>
+
+<p>&mdash;¡Que me ahogo! ¡que me ahogo!</p>
+
+<p>&mdash;¿No puedes sostenerte hasta que yo llegue?</p>
+
+<p>&mdash;Creo que sí.</p>
+
+<p>En efecto, así que le vi nadando hacia mí me acudieron repentinamente
+las fuerzas, pues sólo el miedo y no la fatiga las había paralizado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te pasa?</p>
+
+<p>&mdash;No sé... Creo que tengo frío&mdash;respondí por no confesar mi miedo.</p>
+
+<p>&mdash;Cógete al cinturón de mi calzoncillo... ¿Podrás mover las piernas?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>Y haciendo lo que me ordenaba puse una mano sobre su cintura y con este
+solo apoyo y nadando con las piernas llegamos perfectamente a la orilla.</p>
+
+<p>Una vez allí ¿qué se figura el lector que hizo aquel buen hombre? Pues
+emprenderla a mojicones conmigo... ¡por burro!</p>
+
+<p>&mdash;¿Si no sabes nadar grandísimo burro para qué vas<a name="page_157" id="page_157"></a> adonde te cubra?
+¡Eres un burro! ¿Quién, si no un burro se va al medio de la ría sin
+saber nadar?</p>
+
+<p>Tantas veces me llamó burro el bueno de fray Melitón que no sé cómo en
+aquel mismo punto no me brotaron las orejas.<a name="page_158" id="page_158"></a></p>
+
+<h2><a name="XX" id="XX"></a>XX<br /><br />
+<small>EL CACHORRILLO</small></h2>
+
+<p>No recuerdo cuánto me costó. Tengo una idea de que di por ella todo el
+dinero que tenía en la hucha, que sumaría lo menos cuatro o cinco
+pesetas en calderilla. Además entregué una cadenita de plata, algunos
+botones dorados de un frac viejo de mi padre y una navajita que me
+habían regalado.</p>
+
+<p>A pesar de todo quedé convencido de que Ovidio, el hijo del boticario de
+la calle de la Fruta, había tenido un momento de extravío y que yo había
+abusado miserablemente de este muchacho cambiando aquellas baratijas por
+su pistola.</p>
+
+<p>Porque era una pistola, una verdadera pistola que se cargaba con
+pólvora, no uno de esos ridículos juguetes que nos regalaban nuestros
+parientes por las ferias de San Agustín y que se disparan con un muelle.</p>
+
+<p>¿Cómo vino a poder de Ovidio esta arma? Lo más probable es que
+perteneciese a un hermano mayor que había llegado de Cuba hacía unos
+meses. Lo sospeché pensando en la facilidad y aun la prisa con que de
+ella se desprendió. Si hubiera llegado a sus manos por un camino
+honrado, es seguro que la habría conservado en su poder con el mismo
+agrado, ¡qué digo agrado! con el mismo entusiasmo que yo la hice mía.</p>
+
+<p>Parece que la estoy viendo con su cañón pavonado y sus llaves bruñidas.
+La culata era obscura y charolada. Compré un cuarterón de pólvora y una
+cajita de pistones<a name="page_159" id="page_159"></a> y recuerdo con emoción la primera vez que la
+disparé. Fué en el bosque de la Magdalena, próximo a Avilés, cosa de dos
+o tres kilómetros. Para este trascendental experimento se reunieron
+cinco o seis chicos de la escuela. Y en medio de ellos, caminaba hacia
+el campo de operaciones pálido y agitado, como si fuese a un duelo.
+Después de cargarla cuidadosamente, según las instrucciones que Ovidio
+me había dado, después de haber puesto el pistón en la chimenea,
+permanecí con ella en la mano presa de amarga incertidumbre. ¿Qué
+resultaría de aquello? Mis compañeros y yo nos mirábamos unos a otros y
+a todos nos latía el corazón como si se jugase en aquel ensayo nuestra
+existencia. Al fin, armándome de valor, me destaqué del grupo, avancé
+unos pasos y grité: ¡A la una! ¡a las dos!... ¡a las tres! ¡Pum!</p>
+
+<p>El estampido causó en nosotros un estremecimiento, pero muy
+especialmente en mí, como debe suponerse. Sin embargo, todos al punto
+recobran el valor, todos quieren disparar la pistola. Me costó no poco
+trabajo reprimir los ímpetus de aquellos héroes. Fuí, no obstante, lo
+bastante magnánimo en tal ocasión, para gastar el cuarterón de pólvora y
+buena parte de los pistones. Regresamos a nuestros hogares cubiertos de
+gloria y con el corazón henchido de sentimientos bélicos.</p>
+
+<p>Así que se divulgó entre la juventud de las escuelas la nueva de que era
+poseedor de aquella arma preciosa, me vi rodeado de aduladores. Cuando
+un hombre logra acaparar una cantidad respetable de fuerza, los demás
+acuden a él por un impulso irresistible, como las raspaduras del acero
+hacia el imán. Tal acaeció al califa Omar, a Pedro el Grande de Rusia, a
+Napoleón; tal me acaeció a mí. Desde entonces no me vi libre ya de un
+enjambre de cortesanos, especie de guardia fiel, que me seguía a todas
+partes ansiando participar de mi imperio y tomar parte en las felices
+aventuras que aquel instrumento mortífero había de proporcionarme.</p>
+
+<p>En la escuela sujetos que antes me despreciaban profundamente, mirábanme
+ahora con respeto y me preguntaban al oído misteriosamente:</p>
+
+<p>&mdash;¿Lo tienes ahí?<a name="page_160" id="page_160"></a></p>
+
+<p>Yo me hacía el interesante.</p>
+
+<p>&mdash;¿El qué?</p>
+
+<p>&mdash;El cachorrillo.</p>
+
+<p>&mdash;Lo tengo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cargado?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo!</p>
+
+<p>Entonces aquel sujeto desdeñoso me apretaba la mano con sigilo y se
+alejaba en silencio para comunicar a los demás noticia de tanta
+sensación.</p>
+
+<p>Debo advertir, para que el lector no se sobresalte demasiado, que el
+cachorrillo estaba cargado solamente con pólvora. Ni a mí se me ocurrió
+ni a mis compañeros tampoco, introducir en él ningún proyectil.</p>
+
+<p>Después de la escuela solíamos irnos a la Magdalena, aldea deleitosa
+como pocas, en cuyo bosquecillo habíamos recibido nuestro bautismo de
+fuego. Una vez allí, lejos de las miradas, aunque no de los oídos de los
+hombres, nos entregábamos a un tiroteo pernicioso que tenía un poco
+inquietos a los pacíficos labradores de aquel lugar.</p>
+
+<p>Sin embargo, las aventuras gloriosas no parecían. Hacía seis u ocho días
+que el cachorrillo estaba en mi poder y todavía no había logrado
+utilizarlo para algo que pudiera ser narrado algún día a mis amigos de
+Entralgo, pues en aquella época no sospechaba que pudiera tener cabida
+en mis memorias.</p>
+
+<p>La fortuna vino en mi ayuda al cabo en forma semejante a la de Don
+Quijote. Caminábamos una tarde hacia nuestro acostumbrado retiro de la
+Magdalena, cuando acertamos a ver un zagalote de quince a diez y seis
+años que corría hacia nosotros siguiendo a una niña como de diez. La
+alcanzó presto y comenzó a golpearla cruelmente, a tirarla del pelo y de
+las orejas. Entonces yo, con el sentimiento de mi fuerza incontrastable,
+le grito osadamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Deja a esa niña, animal!</p>
+
+<p>Levantó la cabeza, y al ver el ínfimo ser que se atrevía a hablarle de
+esta forma, quedó más estupefacto que indignado.</p>
+
+<p><a name="page_161" id="page_161"></a>&mdash;Sí; voy a dejarla&mdash;respondió sonriendo sarcásticamente&mdash;pero es para
+comenzar contigo, granujilla. Y avanzó con terrible calma hacia mí. Yo
+en vez de retroceder avanzo también algunos pasos y sacando la pistola y
+apuntándole al pecho exclamo colérico:</p>
+
+<p>&mdash;¡Si das un paso más eres muerto!</p>
+
+<p>Quedó inmóvil, clavado por la sorpresa y dirigiendo la vista a mis
+compañeros preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;No estará cargada, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí!... ¡cargada!... ¡está cargada!&mdash;le respondieron a un tiempo
+todos.</p>
+
+<p>Entonces el zagalote se pone pálido, vuelve grupas instantáneamente y
+emprende a correr gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡No tires, chico!... ¡No tires!</p>
+
+<p>Yo le sigo corriendo también.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vas a morir! ¡Vas a morir!</p>
+
+<p>&mdash;¡Por Dios, no tires! ¡Por Dios, no tires!&mdash;clamaba el pobre diablo
+volviendo de vez en cuando la cabeza con terror.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vas a morir!... ¡Vas a morir!&mdash;replicaba yo lúgubremente entre
+colérico y alegre.</p>
+
+<p>Al fin me cansé de seguirle y volví hacia mis compañeros, que me
+acogieron con estruendosa alegría. ¡Cuánto reímos, cuánto celebramos
+aquel triunfo! No nos hartábamos de recordarlo pintando el miedo de
+aquel gran zángano con rasgos cada vez más cómicos. Y así que llegamos a
+la villa cada uno de mis compañeros fué una bocina poderosa que esparció
+la nueva por todos sus ámbitos.</p>
+
+<p>De tal modo, que cuando al día siguiente por la mañana entré en la
+escuela un poco tarde, todos los ojos se volvieron hacia mí con viva
+curiosidad y admiración. Me senté en mi banco, pero aún allí me seguían
+las miradas de los compañeros. Yo paladeaba mi triunfo con deleite, pero
+en actitud modesta. ¡Ah, cuán lejos estaba de sospechar que tenía cerca
+la roca Tarpeya!</p>
+
+<p>Recuerdo que el maestro se hallaba frente al encerado y nos explicaba
+una operación de quebrados. Su amplia levita flotaba majestuosa a medida
+que su brazo, provisto de unas mangas postizas de percalina negra para
+no ensuciarse, iba trazando cifras y borrándolas después<a name="page_162" id="page_162"></a> con una
+esponja. Pero aquel día nadie reparaba en la levita, ni en las mangas de
+percalina ni en la esponja ni en las cifras. Toda la atención de la
+escuela estaba concentrada sobre mí o, por mejor decir, sobre mi
+pistola.</p>
+
+<p>Uno de mis amigos más íntimos, que estaba cerca, se inclinó y me dijo en
+voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;Mariano quiere ver la pistola. Déjamela un momento.</p>
+
+<p>Me resistí porque tenía miedo de que don Juan se volviese de pronto. Sin
+embargo, mi amigo insistió y como aquel Mariano era uno de los chicos
+más respetables de la escuela por su fuerza y yo le debía algunos
+favores, tuve la debilidad de ceder.</p>
+
+<p>La pistola no se detuvo en las manos de Mariano. Todos los chicos que se
+hallaban cerca querían tocarla y fué pasando de uno a otro mientras yo
+estaba en brasas mordiéndome los labios y maldiciendo de aquella
+peligrosa curiosidad.</p>
+
+<p>Al fin la pistola comenzó a retroceder lentamente sin que don Juan
+volviese la cabeza y pude recuperarla. Pero fuese porque algún chico
+hubiera andado con las llaves o porque yo la tomara con harto
+apresuramiento en el momento mismo de ir a meterla en el bolsillo se
+disparó.</p>
+
+<p>El estampido fué horroroso. Parecía que la escuela se había venido
+abajo. Don Juan cayó de bruces sobre el encerado y permaneció unos
+instantes inmóvil. Al estampido había sucedido un silencio de muerte.
+Don Juan se volvió al cabo y su faz estaba lívida: quizá contribuyese a
+ello el haberla restregado contra las cifras de quebrados que acababa de
+trazar. Paseó sus ojos extraviados por la escuela y como advirtiese que
+los de todos se hallaban fijos en mí me miró y vió la pistola. Entonces
+a paso lento se dirigió al sitio que yo ocupaba.</p>
+
+<p>No es fácil definir lo que por mí pasaba en aquel momento. Era más que
+terror una especie de anestesia de todos los sentidos, una vaga
+conciencia de que iba a morir y cierta indiferencia por la muerte. Mi
+sangre toda, sin faltar una gota, debió de haberse refugiado en el<a name="page_163" id="page_163"></a>
+corazón, porque según me dijeron después mi rostro era el de un cadáver.</p>
+
+<p>Don Juan llegó al fin hasta mí y me tomó la pistola de las manos; las
+suyas temblaban tanto como las mías. Sin pronunciar una palabra se
+dirigió a la mesa y depositó sobre ella el arma, despojóse lentamente de
+los manguitos, abrió un pequeño armario donde guardaba siempre su
+sombrero de copa alta y lo sacó y se lo puso; llamó después al pasante y
+habló con él un momento en voz baja; volvió a tomar la pistola, la
+examinó detenidamente y cerciorándose sin duda de que no había peligro
+alguno la guardó en el bolsillo; luego vino de nuevo hacia mí, me tomó
+de la mano y en medio de un gran silencio y expectación salimos ambos de
+la escuela.</p>
+
+<p>La primera idea que acudió a mi mente cuando me vi en la calle de
+aquella forma sujeto por la mano de don Juan fué que me llevaba a la
+cárcel. Entonces resucitaron dentro de mi pequeño ser todos los
+espíritus muertos y me propuse no entrar en ella sino hecho pedazos. En
+cuanto aflojase un poco la mano ¡zas! daba un tirón y emprendía la
+carrera.</p>
+
+<p>Pero no la aflojó. Llegamos a la plaza, seguimos por los arcos y en vez
+de tomar la calle del Muelle, donde estaba la prisión, seguimos por la
+del Rivero. Entonces comprendí que me llevaba a casa y se me ensanchó el
+corazón. De mi padre estaba yo bien seguro. Cuando don Juan le explicó
+con su habitual compostura y modestia todo el negocio se mostró
+grandemente colérico, aseguró que iba desde luego a comenzar sus
+investigaciones para averiguar de dónde procedía aquella arma y prometió
+que se me castigaría severamente.</p>
+
+<p>Como yo esperaba, luego que don Juan se hubo ido no hizo otra cosa más
+que amonestarme sin demasiada acritud haciéndome algunas reflexiones que
+me impresionaron profundamente. En cambio mi madre se alarmó y enfureció
+lo indecible, me privó de toda golosina y no me dejó salir a la calle
+con mis amigos durante muchos días. Sin embargo, puedo asegurar que las
+palabras de mi padre fueron medicina más provechosa.<a name="page_164" id="page_164"></a></p>
+
+<h2><a name="XXI" id="XXI"></a>XXI<br /><br />
+<small>LA BATALLA DE GALIANA</small></h2>
+
+<p>No he leído la descripción de esta batalla en ninguna historia
+contemporánea. No la he visto tampoco citada en las efemérides de los
+almanaques de pared. Creo, por tanto, que se me agradecerá el que venga
+a llenar un vacío en la historia militar de España. Si no se me
+agradece, peor para los ingratos.</p>
+
+<p>La calle de Galiana, donde se ha librado, lleva hoy mi nombre. Para que
+las futuras generaciones no se equivoquen suponiendo que se le ha dado
+por haber sido yo el general victorioso que dirigió esta batalla me
+cumple declarar que no he sido en ella más que un humilde soldado y no
+del ejército vencedor sino del vencido.</p>
+
+<p>Descargada así mi conciencia, penetro en los dominios de la historia.</p>
+
+<p>Entre Rivero y Galiana existía desde hacía muchos siglos un antagonismo
+irreductible. Si hablabais a un chico de Rivero de los zagales de
+Galiana crujía los dientes y dejaba escapar por la nariz resoplidos de
+fiera. Si mentaban delante de uno de Galiana a los rapazucos de Rivero
+le veríais poner los ojos en blanco y escupir. Ignoro qué agravios
+podían tener los unos de los otros, pero se odiaban como si en la
+antigüedad existiese un Paris de Galiana que hubiera raptado a una
+Helena de Rivero, o viceversa.</p>
+
+<p>Por lo tanto los choques eran frecuentes. Sin embargo, aunque se hablaba
+entre nosotros de formidables batallas<a name="page_165" id="page_165"></a> libradas en tiempos remotos,
+cuya narración circunstanciada se conserva en los archivos del
+Ayuntamiento, en el mío no se había efectuado ninguna. Todo se reducía a
+operaciones de poca monta y a torneos individuales. Un chico de Galiana
+desafiaba a otro de Rivero y a la salida de la escuela se daban de
+moquetes en el muelle o en el Campo Caín. Algunas veces eran dos contra
+dos o tres contra tres como los Horacios y Curiacios.</p>
+
+<p>Estos repetidos escarceos mantenían vivo el odio secular. Por tal causa
+yo, recluta disponible de Rivero, cuando iba a casa de mi tía Justina,
+que habitaba en Galiana, tomaba toda suerte de precauciones hasta llegar
+a su puerta. Procuraba hacerlo cuando los chicos estuviesen en la
+escuela; jamás los domingos; si podía ir acompañado de una criada mucho
+mejor. En este último caso desafiaba impávido las iras de mis enemigos,
+que reducidos a la impotencia me lanzaban miradas furibundas y me
+enseñaban los puños.</p>
+
+<p>A mi primo José María por recibirme en su huerta y jugar conmigo a los
+caballitos haciendo él de cochero y yo de caballo o viceversa, se le
+miraba con desconfianza entre los suyos y estuvo amenazado de un proceso
+de alta traición.</p>
+
+<p>El odio así incubado y creciendo sordamente cada día, forzosamente debía
+provocar una catástrofe. Los volcanes que durante muchos años sólo dan
+cuenta de su existencia con algunos leves rugidos y un poco de humo,
+estallan súbito con formidable erupción.</p>
+
+<p>Todos sentíamos la necesidad de una batalla que decidiese para siempre
+la cuestión de la hegemonía en Avilés.</p>
+
+<p>Comenzó a trabajar la diplomacia. Nuestro servicio de espionaje nos
+informó de que nuestros adversarios habían pactado una alianza ofensiva
+y defensiva con los chicos de Miranda, la parroquia rural más próxima a
+su barrio. Estos aldeanitos de Miranda eran numerosos y gozaban fama de
+osados y aguerridos.</p>
+
+<p>El caso era serio.</p>
+
+<p>Por nuestra parte, entonces, se iniciaron secretas inteligencias con los
+campesinos de las parroquias de Villalegre<a name="page_166" id="page_166"></a> y la Magdalena, los cuales
+nos ofrecieron algunos contingentes. También buscamos apoyo en los
+franceses de la «Fábrica de vidrios». Yo fuí comisionado para hablar con
+mi amigo Rodolfo Dinten, un francesito rubio, guapo y robusto, hijo de
+uno de los principales operarios de la fábrica. Este me sugirió
+confidencialmente que aunque sus compatriotas se negasen a intervenir en
+la guerra él por su parte se hallaba resuelto a batirse con nosotros
+hasta exhalar el último suspiro.</p>
+
+<p>Las negociaciones diplomáticas y los preparativos técnicos se
+prolongaron desde el mes de Marzo al de Mayo. Todos nos hallábamos
+extraordinariamente nerviosos. Tragábamos sin apetito la merienda que
+íbamos a buscar a casa después de la escuela y nos eternizábamos en
+inacabables conversaciones que se prolongaban hasta la noche. Nuestro
+Estado Mayor concertaba el plan de la batalla con tanto desconcierto que
+enronquecía a fuerza de discutir y no acababa de concertarse. La demora,
+sin embargo, aunque forzosa, no dejaba de convenirnos. La preparación
+era más sólida y escrupulosa; nuestras alianzas se consolidaban. Por
+otra parte deseábamos que la batalla se librase en una de las tardes más
+largas del año, porque no estábamos seguros de parar el curso del sol
+como Josué.</p>
+
+<p>Al fin quedó resuelto que fuese el próximo sábado al salir de la
+escuela. La batalla debía reñirse por convenio tácito entre ambos
+ejércitos en la calle de Galiana por razones especiales que paso a
+exponer.</p>
+
+<p>Esta calle, según se asciende de la Plaza, tiene a la derecha amplios
+soportales bastante elevados sobre el resto de la vía, por donde
+discurren los transeuntes. La parte baja, destinada casi exclusivamente
+a los vehículos de rueda, no contaba a su izquierda en aquel tiempo con
+edificio alguno. Por lo tanto allí se podía combatir libremente sin
+grave riesgo para los neutrales.</p>
+
+<p>Apenas terminado el rosario, que dirigía siempre los sábados nuestro
+venerable maestro don Juan de la Cruz, salimos tumultuosamente de la
+escuela y fuimos todos a formar en los soportales de Rivero. Allí
+teníamos preparadas nuestras municiones, un gran montón de piedras<a name="page_167" id="page_167"></a> con
+las cuales llenamos nuestros bolsillos hasta desgarrarlos. Ningún
+guerrero que yo sepa pudo aquella tarde tragar la merienda.</p>
+
+<p>Una gran decepción nos aguardaba. Los prometidos contingentes de
+Villalegre y la Magdalena no acababan de llegar. En cambio la Francia
+estaba magníficamente representada por una docena de chicos de la
+fábrica, ágiles, vigorosos, atrevidos como lo son casi siempre los
+soldados de esta heroica nación.</p>
+
+<p>Cansados de esperar inútilmente, nos decidimos al fin a prescindir de
+las fuerzas aliadas rurales y en apretada falange nos dirigimos en
+silencio hacia Galiana.</p>
+
+<p>Formados también y cada cual con su piedra en la mano nos aguardaban
+allí nuestros enemigos. Una gran gritería nos acogió y una espesa nube
+de piedras cayó casi al mismo tiempo sobre nosotros. De nuestras manos
+partió inmediatamente otra descarga no menos temerosa.</p>
+
+<p>El fuego se generalizó. Durante algún tiempo ambos ejércitos mantuvieron
+sus posiciones respectivas. Después comenzó el vaivén natural en estos
+casos; tan pronto avanzábamos como retrocedíamos.</p>
+
+<p>¿Había muchos heridos? No, porque unos y otros procurábamos conservar
+saludable distancia y los proyectiles rara vez alcanzaban a nuestras
+filas. Por desgracia yo fuí uno de los pocos alcanzados. Una piedra me
+dió en la mejilla y me sacó sangre. Para enjugarla eché mano de mi
+pañuelo sin recordar que con él había limpiado hacía un instante el
+banco de la escuela donde se me había vertido el tintero. Puede
+figurarse cualquiera lo que sucedería. Entre la sangre y la tinta
+mezclada mi rostro ofrecía un aspecto tan aterrador, según me aseguraron
+después mis compañeros, que estuvo a punto de hacer flaquear su ánimo.
+Sin embargo, yo no sentía dolor alguno y seguí combatiendo hasta el
+final.</p>
+
+<p>La batalla se prolongó así largo rato. Al fin observamos con alegría que
+el enemigo comenzaba a retroceder sin tratar de recuperar el terreno
+perdido. Este retroceso inesperado nos envalentonó de tal suerte que nos
+arrojamos a perseguirlo de cerca y con brío. Así fuimos llevándole hasta
+lo más alto de la calle. Mas cuando ya le<a name="page_168" id="page_168"></a> creíamos en plena derrota y
+próximo a refugiarse cada cual en su vivienda, he aquí que surge de
+improviso de los soportales donde se hallaba escondido un enjambre de
+chicos de Miranda que cayó sobre nosotros acribillándonos a pedradas.</p>
+
+<p>Aquel retroceso había sido una traidora emboscada.</p>
+
+<p>En nuestras filas la sorpresa produjo bastante turbación y retrocedimos
+desordenadamente. Pronto nos repusimos, sin embargo, y comenzamos a
+disputar el terreno palmo a palmo.</p>
+
+<p>Sin duda la retirada era de absoluta necesidad. El ejército enemigo,
+engrosado con aquel socorro, era muy superior al nuestro. Supimos, no
+obstante, llevarla a cabo con tanta serenidad y acierto que quedará en
+la historia como uno de los más famosos hechos de armas. No fué tan
+larga y difícil como la de los diez mil griegos mandada por Jenofonte,
+pero sí tan peligrosa.</p>
+
+<p>Por medio de hábiles y furiosos contraataques de nuestra retaguardia
+mantuvimos en respeto al enemigo. Rodolfo Dinten, Sidrín el
+<i>Chocolatero</i>, Luis Orovio, Floro Vidal realizaron prodigios de valor y
+sangre fría. Es deplorable que tales hazañas permanezcan sepultadas en
+los archivos del Ayuntamiento y no alcancen en nuestro país la
+notoriedad que merecen.</p>
+
+<p>Nos retirábamos pues en perfecto orden y causando daño al enemigo cuando
+al llegar al sitio en que la calleja de los <i>Cuernos</i> confluye con la
+calle de Galiana observamos que un grupo numeroso de enemigos se
+precipitaba por ella. Esta calleja, cuyo nombre harto agresivo supongo
+que ya se habrá cambiado por otro más apacible, termina en la calle de
+la Cámara, la cual a su vez desemboca en la Plaza. De modo que nuestros
+enemigos marchando por ella podían tomarnos entre dos fuegos. Si el
+lector se procura un plano de Avilés podrá seguir, mediante mis
+indicaciones, los accidentes y episodios de esta memorable batalla.</p>
+
+<p>Inmediatamente nos dimos cuenta del peligro que ofrecía aquella maniobra
+envolvente. Nuestra retirada se hizo entonces más rápida aunque sin
+llegar al desorden. El lector no se admirará de ello porque tampoco a
+él<a name="page_169" id="page_169"></a> le agradará seguramente que le cojan por la espalda.</p>
+
+<p>Nuestros enemigos, juzgándonos en vergonzosa huída cerraron la distancia
+de sus líneas y nos persiguieron más de cerca. Uno de ellos bien osado
+llegó a ponerse en contacto con nuestra retaguardia. Este guerrero
+temerario era <i>Belín</i>, uno de los más valientes campeones de Galiana.</p>
+
+<p>Confieso que a todos nos infundía respeto aquel héroe. No era un
+señorito, sino hijo de un menestral, fuerte por naturaleza y contando
+algunos años más que nosotros. Algunos suponían que tenía ya catorce. Yo
+no creo que hubiese alcanzado una edad tan avanzada. De todos modos nos
+llevaba la cabeza en estatura y mucha ventaja por la fuerza de sus
+puños. Fiando en esta fuerza el insensato no sólo se puso en contacto
+con nuestra retaguardia sino que penetró en ella y no satisfecho aún
+avanzó casi hasta el centro de nuestras tropas asestando terribles
+puñetazos a uno y otro lado.</p>
+
+<p>Entonces por movimiento instintivo y simultáneo, sin que la voz de
+ningún jefe hubiese dado la orden, las filas se apretaron contra él de
+modo que le hicieron imposible toda ofensiva. Trató con fuertes
+sacudidas de romper aquella espesa red que le sujetaba, pero fueron
+inútiles sus esfuerzos.</p>
+
+<p>Arrastrándole de esta suerte en nuestra retirada llegó con nosotros
+hasta la Plaza. El enemigo, que había visto con dolor la desaparición de
+uno de sus caudillos más reputados, trató de rescatarlo persiguiéndonos
+todavía en un paraje donde sabía perfectamente que estaba prohibida la
+lucha armada. Pero en aquel instante la fuerza coercitiva del Estado,
+representada por el octogenario alguacil Marcones, hizo su aparición
+habitual; levantó amenazador su viejo bastón de espino, y súbito las
+fuerzas de Galiana quedaron paralizadas y no tardaron mucho en retraerse
+a sus antiguas posiciones.</p>
+
+<p>Un rugido de alegría se escapó de nuestros pechos. Habíamos perdido la
+batalla pero teníamos en nuestro poder a Belín, al mortífero Belín,
+orgullo y esperanza de su barrio. Todavía quiso zafarse poniendo en
+tensión sus músculos poderosos, mas todos sus intentos se estrellaron<a name="page_170" id="page_170"></a>
+contra el número incalculable de manos que le sujetaron. Entonces,
+comprendiendo que no existía posibilidad de salvación cesaron sus
+esfuerzos y adoptó una postura altanera y estoica que nos impresionó
+profundamente. Ni un grito, ni una palabra, ni un movimiento: se dejó
+conducir tranquilamente.</p>
+
+<p>¿Adónde? He aquí la pregunta que nos hicimos en seguida. Deliberamos
+ansiosamente porque el tiempo apremiaba. No conocíamos en nuestras
+tierras fortaleza alguna donde pudiéramos guardarlo, y estábamos ya a
+punto de dejarle en libertad cuando uno de nuestros compañeros tomó la
+palabra para manifestar que en su casa había una cuadra donde no se
+guardaba caballería alguna desde hacía largo tiempo y que bien podría
+hospedar a nuestro prisionero.</p>
+
+<p>Así se realizó punto por punto. Le llevamos hasta el final de la calle
+de Rivero. Nuestro compañero entró en su casa, y cerciorándose de que
+nadie podía estorbar nuestro designio, hizo una señal, y cuatro números
+sujetando al prisionero le introdujeron secretamente en la cuadra y allí
+le dejaron amarrado al pesebre. Lo que todavía hoy me admira al
+recordarlo, es que se dejó atar sin oponer resistencia, sin pronunciar
+siquiera una palabra.</p>
+
+<p>Era un caudillo de rara energía y sus ideas acerca del honor militar
+dignas de aplauso.</p>
+
+<p>¿Cómo llegó a conocimiento del propietario de la casa y papá de nuestro
+compañero que tenía en su cuadra amarrado un bípedo en vez de un
+cuadrúpedo? Nunca pudimos averiguarlo. Lo cierto es que no se había
+pasado todavía media hora, cuando en un estado de cólera increíble bajó
+a la cuadra, desató al noble adalid de Galiana y con las mismas cuerdas
+que le aprisionaron aplicó tantos zurriagazos al alcaide de la fortaleza
+que seguramente no le quedaron más ganas en su vida de guardar
+prisioneros.</p>
+
+<p>Este famoso Belín logró más tarde a costa de laudables esfuerzos seguir
+y terminar la carrera de Medicina. Se llamó don Abel García Loredo y fué
+uno de los facultativos más acreditados de Oviedo, donde falleció hace
+bastantes años.<a name="page_171" id="page_171"></a></p>
+
+<p>Alguna vez sentados en los divanes del Casino nos entreteníamos
+alegremente recordando nuestra edad infantil. Cuando yo le traía a la
+memoria este episodio reía a carcajadas exclamando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Cosas de la guerra!<a name="page_172" id="page_172"></a></p>
+
+<h2><a name="XXII" id="XXII"></a>XXII<br /><br />
+<small>EL SUICIDIO DE ANGUILA</small></h2>
+
+<p>Los lectores se acordarán, seguramente con horror, de aquel bandido
+apodado Anguila, que en compañía de otro facineroso a quien llamaban
+Antón el zapatero, nos asaltó en el camino de San Cristóbal a mi amigo
+Alfonso y a mí cuando nos propusimos hacer vida solitaria y eremítica.</p>
+
+<p>Voy a narrar ahora en qué forma intentó despojarse de la vida este
+sujeto.</p>
+
+<p>Pero antes bueno es que comunique al universo entero, para que nadie se
+equivoque respecto a su temperamento moral, algunos datos que le han de
+hacer más odioso. Si aún vive (cosa que sentiría) no dudo que
+experimentará honda confusión y vergüenza y esto es precisamente lo que
+me propongo.</p>
+
+<p>Es de saber que después de haberme maltratado indignamente so pretexto
+de enseñarme el ejercicio de las armas, me obligaba a hacerle el saludo
+militar cada vez que le encontraba en la calle. Y si me descuidaba de
+ello me lo recordaba dolorosamente con un puntapié o una bofetada. Al
+aproximarse a él era necesario cuadrarse y hacerle la venia. Entonces
+dirigiéndose a sus compañeros les decía guiñando un ojo:</p>
+
+<p>&mdash;A este chico le he enseñado yo el ejercicio. Por eso me respeta
+siempre como su capitán.</p>
+
+<p>Este payaso inmundo era popular en Avilés y sus farsas muy celebradas.
+¡A tal punto puede un pueblo equivocarse respecto al valor de sus
+hijos!<a name="page_173" id="page_173"></a></p>
+
+<p>Por las ferias de San Agustín acudían a nuestra villa muchos forasteros.
+Algunos llegaban de Madrid. Anguila tenía noticias de esta gran ciudad,
+no por la Geografía, pues seguro estoy de que en su vida había tomado un
+libro en las manos, sino por las noticias fantásticas de estos
+forasteros. Entre ellos había quien divertía sus ocios arrojando monedas
+de cobre envueltas en un papel desde el muelle a la hora de la marea,
+para que los pilluelos zambulléndose las cogiesen con los dientes.</p>
+
+<p>Anguila sobresalía de tal modo en tan noble ejercicio que no tenía
+rival.</p>
+
+<p>Jamás se había visto en Avilés un pez más acuático que Anguila.</p>
+
+<p>Cuanto pueda hacer un cetáceo dentro del agua él lo hacía.</p>
+
+<p>Yo creo que algo más.</p>
+
+<p>En las mareas vivas se arrojaba de cabeza a la ría desde el puente de
+San Sebastián, que tenía una altura considerable, desaparecía de nuestra
+vista y al cabo de largo tiempo surgía allá lejos, muy lejos, haciendo
+muecas horrorosas. Y como su piel era dura, negra, curtida y como el
+cabello cerdoso le llegaba hasta cerca de los ojos, cuando asomaba medio
+cuerpo fuera del agua parecía realmente una foca marina apresada en las
+costas de Terranova.</p>
+
+<p>Pero el momento en que se mostraba con verdadero esplendor su naturaleza
+de anfibio era en las fiestas náuticas celebradas durante las ferias de
+San Agustín. Se puede afirmar que Anguila era el héroe de estas fiestas.
+Ninguno logró jamás divertir tanto al público ni hacerse aplaudir tan
+calurosamente. Si se trataba de atrapar un bolsillo con dinero colocado
+en la punta de un mástil horizontal bien untado de sebo, Anguila a
+fuerza de intentarlo y caer infinitas veces al agua lograba al fin con
+destreza increíble apoderarse del dinero y al arrojarse al agua con el
+bolsillo en la mano lanzaba un ¡hurra! estentóreo al cual respondía el
+público con estruendoso palmoteo.</p>
+
+<p>Cuando había carreras de patos y a estos desgraciados animales se les
+colgaba con la cabeza abajo de un<a name="page_174" id="page_174"></a> bauprés, y los botes pasaban a todo
+remo por debajo conduciendo los efebos desnudos en pie sobre la popa,
+era de ver a Anguila lanzarse al aire como un pájaro de presa y clavar
+sus garras en el cuello del pato y quedar colgado de él hasta que se lo
+arrancaba.</p>
+
+<p>Que me perdonen los manes de los señores de la comisión de festejos de
+la villa si afirmo que tal recreo era bárbaro, cruel y digno solamente
+de un hereje como Anguila.</p>
+
+<p>Cuentan que éste durante unas ferias llegó a ganar la respetable
+cantidad de ocho duros y que una vez rico concibió la idea de viajar.
+Comunicóla con Antón el zapatero, su cómplice, y como éste le diese su
+aprobación determinaron para dar comienzo trasladarse ambos a la capital
+de España.</p>
+
+<p>Nada de cuanto voy a narrar he presenciado. Lo sé por la voz pública.
+Pero como hizo mucho ruido en Avilés y no dejará de haber allí algún
+personaje prehistórico que lo recuerde no temo garantizarlo como
+rigurosamente exacto.</p>
+
+<p>Salieron, pues, una mañana estas buenas piezas de nuestra villa sin dar
+un tierno adiós a sus familias y llegaron a Oviedo en una jornada
+caminando a pie, como era entonces la moda. Hicieron noche en esta
+ciudad, durmiendo al aire libre, lo cual no puede ser más higiénico, y
+al día siguiente prosiguieron su marcha hacia León, adonde llegaron al
+cabo de cuatro.</p>
+
+<p>Una vez en León ¿qué impresiones agitan el ánimo de Antón el zapatero a
+la vista de esta ciudad? Nada menos que un sentimiento de nostalgia
+irresistible. Al menos esto fué lo que hizo presente a su compañero
+Anguila. Lo que no dijo es que todas aquellas noches había tenido
+pesadillas espantosas. Veía constantemente a su padre con el tirapié en
+la mano haciéndole reflexiones. Y pensando, sin duda, que estaba amagado
+a un desarreglo del estómago o quizá a la neurastenia determinó volverse
+a respirar de nuevo los aires natales.</p>
+
+<p>Anguila trató de oponerse, pero fué en vano. Se discutió largamente el
+asunto y al cabo quedó resuelto que Antón se volviera y Anguila
+continuaría solo el viaje.<a name="page_175" id="page_175"></a></p>
+
+<p>Inmediatamente se presentó un problema que siempre es de difícil
+solución, al menos en nuestro planeta, el problema del dinero. Antón
+quería llevarse la mitad de lo que había en caja, o sea sesenta reales.
+Anguila no quería darle más que veinte. Hubo disputa muy agria y
+estuvieron a punto de venir a las manos. Al fin predominó el dictamen de
+Antón, porque si Anguila semejaba mucho a un gorila, Antón era un
+verdadero tigre de Hircania.</p>
+
+<p>Cuando este tigre llegó a su madriguera de Avilés no se sabe lo que allí
+pasó; pero entre nosotros los chicos de la escuela corrió como muy
+válido el rumor de que había tenido que ir al médico para arreglarle la
+piel. Mentiría si dijese que no me había alegrado.</p>
+
+<p>En cuanto al gorila, así que se vió solo crecieron sus ánimos, cosa que
+nada tiene de sorprendente tratándose de un animal salvaje.</p>
+
+<p>El ferrocarril del Noroeste de España no llegaba entonces más que a
+León. Anguila se fué a la estación, comió un panecillo y un pedazo de
+queso en la cantina, bebió un vaso de vino y se puso a dar paseos
+gravemente por el andén, como un rentista, esperando la hora del tren.
+Preguntó cuál era la estación más próxima y como le nombrasen Torneros,
+cuando llegó el momento de sacar los billetes pidió en la taquilla uno
+de tercera para Torneros, que le costó solamente algunos céntimos.</p>
+
+<p>Los viajeros eran numerosos porque se acumulaban los que habían llegado
+en las diligencias de Asturias y Galicia: Anguila observó en qué coche
+había más gente y allí se encajó. En los departamentos de tercera suele
+viajar la gente menos aromática pero también la más franca y afectuosa.
+Fuera del coche podrán ser los unos para los otros lobos feroces, pero
+en cuanto allí se acomodan todo es cordialidad y alegría y fraternidad y
+cuchipanda. Los caballeros no llevan abrigos de pieles sino groseros
+sacos al hombro; las señoras enormes cestas cargadas de legumbres en vez
+del primoroso <i>cabás</i> con las joyas; mas no por eso maldicen de la
+existencia.</p>
+
+<p>A esta sociedad trató de hacerse pronto simpático Anguila, y lo
+consiguió fácilmente. A uno le quitaba el<a name="page_176" id="page_176"></a> viento con su gorra para que
+pudiese encender el cigarro, a otro le desembarazaba del saco o de la
+cesta colocándolos debajo del asiento, a los niños les sentaba sobre sus
+rodillas y les enseñaba juegos de manos. Nada de esto necesitaba para
+obtener la benevolencia de los viajeros, porque repito que en los coches
+de tercera se practican todas las virtudes cristianas de una vez.</p>
+
+<p>A los quince minutos era allí popular. Uno le regalaba la mitad de un
+chorizo, otro le daba nueces, otro le hacía beber un trago de su bota, y
+había quien le daba pescozones cariñosos llamándole granuja. El se
+dejaba querer. Por supuesto, había tenido cuidado de manifestar que iba
+a Madrid, de lo cual nadie dudó porque llevaba siempre empuñado su
+billete en la mano izquierda.</p>
+
+<p>Mas he aquí que hallándose asomado a la ventanilla cuando el tren
+marchaba a toda velocidad, se le oye lanzar un grito lastimero.
+Inmediatamente vuelve la cabeza con tales señales de consternación en el
+rostro, que los viajeros, asustados, le preguntan a un tiempo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te pasa, chico?</p>
+
+<p>&mdash;¡Se me cayó!, ¡se me cayó!&mdash;gimió Anguila desesperadamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te ha caído?</p>
+
+<p>&mdash;¡El billete...! ¡Se me cayó el billete!</p>
+
+<p>Y sus mejillas se bañan de lágrimas porque este pícaro tenia la rara
+facultad de llorar cuando le daba la gana. Lloraba tan amargamente y
+estaba tan feo llorando, que todos se sintieron conmovidos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero cómo fué eso, chico?</p>
+
+<p>Él, entre suspiros y lágrimas, explicaba que no sabía cómo había sido...
+Estaba descuidado..., la mano se le había aflojado..., el viento era muy
+fuerte. Y venga llorar y suspirar y moquear.</p>
+
+<p>&mdash;No te apures niño&mdash;dijo uno&mdash;. Ya veremos cómo se arregla eso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo que se ha de arreglar! ¡No faltaba más!&mdash;exclamó otro.</p>
+
+<p>Inmediatamente se formó un conclave y se discutió con calor el asunto.
+Los hombres, en general, opinaban que cuando llegase el revisor se le
+debía explicar con<a name="page_177" id="page_177"></a> franqueza lo acaecido, pensando que sería suficiente
+para que no hiciese bajar al muchacho. Las mujeres no se fiaban del
+revisor, encontraban más seguro ocultar al chico, para lo cual había
+bastante acomodo con sus faldas.</p>
+
+<p>Predominó, como siempre, la opinión de las mujeres. Unos y otros se
+estuvieron relevando a la ventanilla para espiar la venida del empleado
+y cuando le vieron, Anguila se hizo un pequeño ovillo de algodón y quedó
+disimulado entre los pliegues de una basquiña.</p>
+
+<p>Los viajeros hallaban tan divertido este juego, que reían sin cesar.
+Trataban a aquel malhechor con afectuosa atención y le regalaban y le
+mimaban como si fuese su propio hijo.</p>
+
+<p>Al llegar a Madrid también pasó la puerta de la estación oculto entre
+tres o cuatro mujeres que se apretaban unas contra otras más de lo
+razonable. En cuanto se vió fuera y libre despidióse de aquella buena
+gente diciendo que iba en busca de un hermano que allí tenía, y se lanzó
+a las calles de la corte tan alegre como el pájaro que por vez primera
+abandona el nido.</p>
+
+<p>Era necesario estirar, cuanto fuese posible, los tres duros mal contados
+que tenia en el bolsillo. Por lo tanto, en vez de montar en un coche de
+punto y hacerse trasladar al hotel de París, compró un bollo de pan en
+el primer puesto que halló y por dos cuartos más tomó el café con que le
+brindaba un vendedor ambulante en la esquina de la Cuesta de San
+Vicente.</p>
+
+<p>Aquella noche durmió patriarcalmente sobre uno de los bancos de la plaza
+de Oriente.</p>
+
+<p>Se propuso aprovechar el tiempo y no partir de Madrid sin ver todo lo
+que de notable encierra, ya que calculaba que no había de permanecer
+muchos días. Todo lo visitó, pues, rápidamente, las calles principales,
+los barrios bajos, la Casa de Fieras, el Palacio Real, los Museos, los
+teatros, el Congreso de los Diputados, etc., etc. No hay para qué
+advertir que lo vió todo por fuera porque Anguila había vivido siempre
+al aire libre y no era cosa de romper con sus hábitos. Los leones de
+bronce del Congreso, acabados de fundir con los cañones tomados<a name="page_178" id="page_178"></a> a los
+moros, le interesaron muchísimo. No entró en el Salón de Conferencias
+porque odiaba la política. En cambio, como el Derecho penal era su
+especialidad, asistió muy cerca y sin perder un detalle a la ejecución
+de un reo en el Campo de Guardias. Lo que algo vale algo cuesta. Su
+curiosidad científica le costó algunos puntapiés de los agentes de Orden
+público, pero los dió por bien empleados puesto que había logrado
+presenciar un espectáculo que ni Antón el zapatero ni ninguno de sus
+camaradas de Avilés verían probablemente en su vida.</p>
+
+<p>Ignoro cuántos días empleó en ilustrar su joven inteligencia de esta
+suerte. No debieron de ser muchos, porque aunque la cama le salía
+barata, los comestibles eran caros ya en aquella época. De todos modos
+tan agradable temporada se hubiera prolongado un poco más, si no fuese
+porque una mañana, al despertarse en su marmóreo lecho de la plaza de
+Oriente, se encontró con que durante el sueño le habían desembarazado de
+las pocas pesetas que le quedaban. No lloró, porque Anguila aborrecía
+las cosas inútiles. Se contentó con proferir con voz recia sucesivamente
+y en ristra, todas las blasfemias y palabras sucias que había logrado
+aprender en su pueblo natal. Se dirá que esto es también inútil. No
+tanto; algunas blasfemias proferidas con adecuada entonación, pueden
+salvar a un hombre de un derrame biliar o cólico nefrítico.</p>
+
+<p>Aunque libre por el momento de estos accidentes, Anguila no pudo menos
+de pensar que su situación distaba un poco de ser brillante. Poco
+después comprendió, igualmente, que si algo había indispensable para él
+en aquel momento era almorzar. En consecuencia, dirigió sus pasos hacia
+la taberna donde solía hacerlo desde que había llegado, comió lo que
+tenía por costumbre y aprovechando la distracción de la tabernera que,
+por otra parte no le vigilaba considerándole ya como parroquiano, logró
+salir sin ser notado y se alejó velozmente de aquellos lugares. Era
+domingo. Estábamos en los primeros días de Septiembre; el tiempo
+espléndido; temperatura agradable; grande animación por las calles.
+Aunque<a name="page_179" id="page_179"></a> sus negocios le preocupaban un poco, Anguila gozó como cualquier
+ciudadano bien acomodado de estas ventajas naturales y sociales.
+Recorrió las calles, entró en las iglesias, paseó por la acera de las
+Calatravas y cuando llegó la hora se fué, como siempre, a escuchar la
+música y presenciar el relevo de la guardia del Palacio Real. En la
+Puerta del Sol vió a unos chicos limpiando el calzado de los transeuntes
+y, súbitamente, le acometió la idea de hacerse limpiabotas. Pero apenas
+nacida la idea la desechó con desprecio. ¡Limpiabotas! ¡Puf! Lo último
+que él sería en este mundo.</p>
+
+<p>No hay forastero en Madrid que los domingos por la tarde no vaya a
+pasearse a la Castellana o al Retiro. Anguila optó por este último
+punto, como más pintoresco y divertido. El real sitio, del cual todavía
+una parte estaba vedada para el público, rebosaba de gente. La burguesía
+madrileña se derramaba por sus caminos arenosos produciendo con su
+charla y su risa un gozoso rumor que Anguila aspiró deliciosamente. Le
+parecía hallarse todavía en las ferias de Avilés. Innumerables niños que
+corrían riendo, gritando y se caían y lloraban, señoras elegantísimas,
+mancebos que jugaban a la pelota, grupos de hermosas jóvenes que
+saltaban a la cuerda, apuestos militares que las miraban y
+requebraban... Pero lo que más atraía su atención y más le interesaba
+era, como debe suponerse, el gran estanque que surcaban algunas
+barquichuelas tripuladas por marineritos acicalados como los de las
+cajas de bombones. Puede calcularse el desprecio y la risa que a Anguila
+inspiraban estas barcas y estos marineros.</p>
+
+<p>Aquel día se amontonaba una muchedumbre inmensa en las orillas del
+estanque. Anguila miraba al estanque, miraba a la gente y se hallaba en
+un estado contemplativo sin pensar absolutamente en nada cuando de
+pronto nace en su cerebro una idea maravillosa.</p>
+
+<p>Fué una de esas ideas que sólo acuden a los hombres cuando Dios quiere
+demostrarles que su providencia jamás deja de velar por ellos.</p>
+
+<p>Dió vuelta lentamente al estanque y después de haberse cerciorado dónde
+había más gente y dónde estaban<a name="page_180" id="page_180"></a> más lejanas las lanchas, se encarama
+velozmente sobre la barandilla de hierro, da un grito desgarrador y se
+precipita en el agua.</p>
+
+<p>A este grito contestaron otros cien que partieron de la muchedumbre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Un niño se ha caído al agua!</p>
+
+<p>&mdash;¡No; se ha tirado! ¡Lo he visto yo!</p>
+
+<p>&mdash;¡Se ha caído!</p>
+
+<p>&mdash;Le digo a usted que se ha tirado.</p>
+
+<p>Anguila había desaparecido debajo del agua y quedó oculto unos
+instantes, pero al cabo asoma el rostro haciendo muecas horribles,
+agitando las manos como quien lucha con la muerte. Vuelve a sumergirse y
+otra vez aparece gesticulando, chapoteando, gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Madre!... ¡Madre del alma! ¡Socorro!</p>
+
+<p>&mdash;¡Que se ahoga ese niño! ¡Salvad a ese niño!&mdash;gritaban de todas partes.</p>
+
+<p>Anguila desaparecía otra vez, permanecía unos instantes bajo el agua y
+de nuevo aparecía con el rostro más descompuesto todavía, exhalando
+gemidos lastimeros.</p>
+
+<p>El público se agitaba, gritaba, pero nadie se atrevía a tirarse al agua.
+Hay que comprender que Madrid es el pueblo más interior de España.</p>
+
+<p>Las mujeres convulsas, frenéticas increpaban a los hombres.</p>
+
+<p>&mdash;¡Salvad a ese niño, cobardes!</p>
+
+<p>Las lanchas se hallaban en el extremo opuesto. Una de ellas venía ya
+remando hacia el sitio, pero antes de que llegase tenía tiempo el chico
+de ahogarse diez veces.</p>
+
+<p>Al fin un hombre, el mismo que afirmaba haberle visto tirarse se despojó
+rápidamente de la chaqueta diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;El se ha tirado; yo lo he visto por mis ojos... pero no importa.</p>
+
+<p>Y se arrojó al agua. Nadó unos instantes, se aproximó con cautela al
+chico y tomándole por los cabellos en el momento en que aparecía otra
+vez le arrastró hacia<a name="page_181" id="page_181"></a> la orilla. Allí numerosas manos se apresuraron a
+izarle.</p>
+
+<p>Anguila parecía medio asfixiado. Quisieron volverle la cabeza para que
+soltase el agua que había tragado pero él se opuso enérgicamente a esta
+operación. Un grupo inmenso de gente le rodeaba. El hombre que le había
+salvado y que a todo trance quería hacer valer su opinión le preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Te has caído o te has tirado?</p>
+
+<p>&mdash;¡Me he tirado!&mdash;balbuceó Anguila.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué te has tirado?</p>
+
+<p>&mdash;¡Porque... porque quería matarme!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué querías matarte?</p>
+
+<p>&mdash;¡Porque estoy muerto de hambre!&mdash;profirió entre sollozos aquel
+tunante.</p>
+
+<p>La noticia corrió como un reguero de pólvora por la multitud.</p>
+
+<p>Un niño que trató de suicidarse por estar en la última miseria, se
+decían los unos a los otros. Un tierno sentimiento de compasión se
+apoderó de todos los corazones. En un momento se recaudó allí un montón
+de calderilla y algunas pesetas. Metieron todo este dinero en un pañuelo
+y se lo entregaron al náufrago.</p>
+
+<p>Pero ya algunos guardas habían llegado, los cuales se empeñaron en
+llevarle a la Casa de Socorro. Antes de hacerlo un caballero anciano
+elegantemente vestido se abrió paso entre la gente y llegando hasta el
+suicida le habló con el mayor afecto y le dió una tarjeta para que se
+pasase por su casa.</p>
+
+<p>En la de socorro metieron al buen Anguila en la cama mientras le secaban
+la ropa. Una vez seco y restaurado y dueño de algunas pesetas se dirigió
+al palacio del conde de F., cuya era la tarjeta que le dieran. Este
+caritativo señor se enteró con emoción de la historia lamentable que a
+Anguila le plugo ensartarle, le hizo dormir en su casa y al día
+siguiente le envió con un criado a la estación del Norte. Allí le dieron
+un billete para León y otro para la diligencia hasta Oviedo.</p>
+
+<p>Esta es la historia verídica del suicidio de Anguila. Yo he presenciado
+una repetición desde el muelle, porque alguna vez hacía reír a sus
+amigos parodiándolo.<a name="page_182" id="page_182"></a></p>
+
+<p>¡Había que ver a aquel payaso hundirse en el agua y aparecer medio
+asfixiado pidiendo socorro con las ansias de la muerte!</p>
+
+<p>Al sujeto que le salvó la vida le dieron, a petición de la Prensa, la
+cruz de Beneficencia.<a name="page_183" id="page_183"></a></p>
+
+<h2><a name="XXIII" id="XXIII"></a>XXIII<br /><br />
+<small>PEDRO MENÉNDEZ</small></h2>
+
+<p>Las ferias de Avilés tienen, como todo el mundo sabe, la misma
+significación histórica que los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia.</p>
+
+<p>Si hubiese tropezado en mi infancia con un japonés o un persa, que no
+hubiera oído nunca hablar de estas ferias, quedaría seguramente
+estupefacto.</p>
+
+<p>No sé lo que son ahora, pero doy fe de que en aquellos tiempos eran una
+antesala del Paraíso. Y si me dejaran, es posible que me quedase
+contento en la antesala sin entrar jamás en el salón.</p>
+
+<p>Pasábamos un año entero soñando con aquellos cinco días. Si algún
+pariente generoso nos ponía en la mano una peseta, corríamos a meterla
+en la hucha de barro ¡para las ferias! Si nos compraban un lindo
+sombrerito de paja, era ¡para las ferias! Si el sastre nos cortaba un
+terno de paño fino o el zapatero nos fabricaba unos zapatitos de charol,
+naturalmente, era ¡para las ferias!</p>
+
+<p>Fuera de casa, en el paseo, bajo los arcos de la plaza y a la salida de
+la escuela, comentábamos acaloradamente los festejos. Vendrá una
+compañía dramática; vendrá otra de circo. Y a los chicos se nos hacía la
+boca agua porque se aseguraba confidencialmente, pero con visos de
+verdad, que en esta última figuraba un clown maravilloso que se tragaba
+un largo sable hasta la empuñadura y otro que daba sin trampolín el
+doble salto mortal.</p>
+
+<p>Mientras las ferias duraban vivíamos en medio de un<a name="page_184" id="page_184"></a> aturdimiento feliz,
+fuera enteramente de nosotros mismos y de nuestras costumbres. Eran días
+de exaltación, de vértigo, de ataque de nervios. Cuando nos
+aproximábamos a ellos sentíamos su calor y nos iluminábamos por dentro
+como los cometas al acercarse al sol. Aquellos cinco días y ocho antes
+los pasábamos en un estado de inconsciencia angélica. No era vida mortal
+la que llevábamos sino inmortal y olímpica. Los dioses bajaban a
+nosotros y nos besaban en la frente y nos daban de beber de su ambrosía.
+Apelo al testimonio de los viejos avilesinos que me lean.</p>
+
+<p>Quince días antes, los peones del Ayuntamiento empezaban a clavar los
+mástiles con gallardetes a lo largo del muelle y de las calles
+principales. Avilés fué siempre una villa pródiga en gallardetes.
+Recuerdo la viva, inefable emoción que me embargaba cuando veía a los
+obreros erigir los primeros mástiles, símbolo de dicha inmarcesible.
+Algunas veces pensaba que si en el Cielo no hay gallardetes, es un Cielo
+incompleto.</p>
+
+<p>Pero la más característica entre las señales precursoras de tan magno
+acontecimiento, más aún que la erección de los mástiles con gallardetes,
+eran dos grandes bastidores de madera que la corporación municipal hacía
+colocar unos días antes a los dos lados de la puerta del Bombé, aquel
+exiguo Bombé, germen del hermoso parque de ahora. Eran dos figurones que
+representaban, el uno a Pedro Menéndez y el otro a Ruy Pérez de Avilés,
+según rezaba la leyenda que debajo ostentaban.</p>
+
+<p>Cuando al descender por la calle de la Herrería cualquiera de los días
+precedentes a la feria, divisaba a lo lejos a Pedro Menéndez y a Ruy
+Pérez, mi alegría era tan intensa, que me obligaba a detenerme. El
+corazón quería saltarme del pecho, la dicha me ahogaba y de buena gana
+hubiera corrido a aquellos héroes y les hubiera besado y abrazado.</p>
+
+<p>Más tarde les perdí un poco el respeto porque me hice filósofo y
+pacifista. Pero en aquella época mi temperamento era extremadamente
+marcial; soñaba con batallas y escaramuzas, tajos y mandobles. Yo mismo,
+con mis propias manos, fabricaba lanzas y sables aprovechando<a name="page_185" id="page_185"></a> los
+barrotes de algún viejo cajón de pino, plateándoles con papel de estaño
+arrancado de los paquetes de chocolate. Y como nos hallábamos entonces
+en guerra con los moros de Africa, pensaba vagamente en fugarme de casa
+y marchar a ponerme a las órdenes del general Prim y ofrecerle el
+auxilio de mi sable de madera.</p>
+
+<p>Felizmente esto no llegó a efectuarse y pude alcanzar la edad viril y
+después la vejez, sin haber cortado la cabeza ni haber hecho la más
+pequeña incisión a ningún moro.</p>
+
+<p>Aunque abominando, pues, de la guerra, conservé siempre, por lo que
+acabo de decir una tierna inclinación hacia Pedro Menéndez, Adelantado
+del reino y conquistador de la Florida. Así que cuando llegó a mis oídos
+la noticia de que le habían alzado una estatua en el parque de Avilés,
+me sentí complacido y me propuse hacerle una visita.</p>
+
+<p>Le vi de pie sobre un alto pedestal y apenas pude reconocerle. Era un
+personaje obscuro, verdoso, siniestro, que tenía la espada desenvainada
+como apercibido a ponerse en guardia y darle una estocada al primero que
+se le pusiera delante. ¡Qué diferencia de aquel Pedro Menéndez de mi
+infancia, tranquilo, majestuoso, encuadrado en un pintoresco bastidor de
+madera! En vez de intentar darle un abrazo como en otro tiempo, aparté
+de él la vista con tedio y me alejé de aquel sitio velozmente. Quiero
+decir que no me fué simpático.</p>
+
+<p>Por eso, cuando en aquellos días un notable poeta regional que firma con
+el pseudónimo de «Marcos del Torniello» en una de sus sabrosas
+composiciones propuso que se me erigiese una estatua en el parque de
+Avilés frente a la de Pedro Menéndez, me sentí extrañamente agitado.
+Inmediatamente me representé yo mismo con cuerpo de mármol, pero
+sensible y pensante, sobre una columna de piedra, sufriendo día y noche
+los embates del viento y los rigores del sol, azotado por la lluvia o
+ensuciado por el polvo. Me vi años y años frente a aquel negro,
+siniestro guerrero de la espada desenvainada, sin poder apartarme un
+punto de su vista. Y se me oprimió el corazón.<a name="page_186" id="page_186"></a></p>
+
+<p>Anduve preocupado todo el día; me acerqué cuatro o cinco veces a la
+estatua, y otras tantas me alejé echando una mirada oblicua, nada
+amorosa, al feo soldado que iba a ser mi socio por los siglos de los
+siglos. Inquieto y caviloso me fuí aquella noche a la cama y tuve el
+sueño siguiente:</p>
+
+<p>Soñé que llegaba a Avilés por el ferrocarril, embalado en un gran cajón
+de madera y que en la estación me arrastraron algunos mozos hasta un
+carro de bueyes en presencia del escultor y tres o cuatro señores
+desconocidos. Me llevaron hasta el parque y por la noche me desembalaron
+y me colocaron sigilosamente sobre una columna de granito que allí
+estaba preparada, al efecto, y me taparon después la cara y el cuerpo
+con un trozo de harpillera. Al día siguiente se efectuó la ceremonia de
+destaparme, en presencia de una gran muchedumbre, con asistencia de las
+autoridades y amenizado el acto por la orquesta municipal. Yo estaba
+confuso y avergonzado de tanto honor y viendo a algunos viejos amigos
+conmovidos hasta derramar lágrimas, se me derretía el corazón cual si
+fuese de manteca y no de mármol.</p>
+
+<p>Pasé algunas horas distraído aquella tarde. Mucha gente se detenía a
+contemplarme y hacían comentarios. Unos sacudían la cabeza con ademán
+severo y expresaban en alta voz sus dudas sobre si yo merecía o no ser
+elevado a la categoría de los héroes. Otros por el contrario aplaudían
+el acuerdo del Municipio manifestando que yo les había hecho pasar
+algunos ratos divertidos y que no era mal muchacho. Gentiles avilesinas
+fijaban sus menudos pies en la arena y me miraban con ojos risueños
+haciendo un mohín de satisfacción. Yo sentía unos deseos locos de
+bajarme del pedestal, postrarme a sus pies y darles las gracias.</p>
+
+<p>Pero de vez en cuando me acordaba de que pronto iba a quedar solo en
+presencia del terrible conquistador de la Florida, y me estremecía.</p>
+
+<p>Llegó la noche. Las últimas luces del sol relampaguearon un instante
+sobre la superficie de la ría; hicieron brillar después los cristales de
+los balcones del Gran Hotel, quedaron algunos segundos recogidas en las
+copas<a name="page_187" id="page_187"></a> de los árboles, y por fin se fueron. Y con ellos también los ojos
+hermosos de las avilesinas. Todo quedó en tinieblas.</p>
+
+<p>Heme aquí frente a don Pedro Menéndez. La noche era obscura y hacía
+bastante calor. La agitación de aquel día me tenía cansado y la
+sofocante temperatura me inclinaba al sueño. Empezaba a dormitar cuando
+me sacó de mi letargo una voz ronca y espantosa. Era la estatua del
+conquistador de la Florida que hablaba.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh, amigo! ¿Por qué estáis ahí plantado frente a mí?</p>
+
+<p>&mdash;Porque me han puesto&mdash;respondí tembloroso.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué os han puesto, decidme? ¿Por qué os hicieron tanta honra de
+vos colocar frente a mí en figura de piedra?</p>
+
+<p>Yo debí responder ciertamente: «Porque les ha dado la gana.»</p>
+
+<p>Pero me sentí lleno de miedo, un miedo abyecto: y balbucí más que dije:</p>
+
+<p>&mdash;Quizá hayan pensado que merecían esta recompensa mis servicios.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, sois un guerrero famoso! Perdonad que os haya hablado sin los
+respetos que se os deben. Agora decidme ¿qué reinos habéis conquistado,
+qué enemigos de Dios y del rey habéis vencido, en cuántas batallas
+habéis combatido?</p>
+
+<p>&mdash;Con todo respeto y miramiento os diré que no he conquistado ningún
+reino. Solamente en mi edad juvenil quise conquistar el corazón de
+alguna bella, pero no pocas veces me vi necesitado a levantar el sitio.
+En cuanto a batallas, la única seria en que he tomado parte fué la de
+Galiana.</p>
+
+<p>&mdash;¡Nunca oí mentar esa batalla!</p>
+
+<p>&mdash;Pues fué recia y cruel, y en ella tuve la mala fortuna de quedar
+herido.</p>
+
+<p>&mdash;¿De pica o de algún arcabuzazo?</p>
+
+<p>&mdash;No, señor, de piedra.</p>
+
+<p>&mdash;¡De piedra! ¿Entonces os hallabais todavía en la edad de los honderos
+y catapultas? ¿No conocíais el uso de la pólvora, ni las culebrinas, ni
+los morteros ni los arcabuces? Erais unos bárbaros.<a name="page_188" id="page_188"></a></p>
+
+<p>&mdash;En efecto, así nos llamaba casi todos los días el señor don Juan de la
+Cruz.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién era ese varón?</p>
+
+<p>&mdash;Nuestro maestro de escuela.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por Dios que no os entiendo! ¿Qué tienen que partir en estos asuntos
+de armas los maestros de escuela?</p>
+
+<p>&mdash;Es que no se trata de armas. Yo no soy guerrero.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, decidme, con mil de a caballo ¿quién sois y qué maravillas
+habéis hecho para que así os honren con mármoles y bronces?</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo no he hecho en este mundo más que algunos libros que andan
+rodando por él con inmerecido aplauso.</p>
+
+<p>Don Pedro quedó un instante suspenso y soltó después una horrísona
+metálica carcajada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vamos, sois un c... tintas!</p>
+
+<p>&mdash;No tanto, señor Adelantado. Mi linaje radica aquí mismo en Avilés y es
+tan antiguo como el vuestro... Pero ya nadie se precia de linajes en
+estos tiempos... Cada cual se fabrica el suyo con su cabeza o con sus
+manos. Trabajar; extraer de la madre tierra aquellos elementos
+necesarios para la vida de los hombres es nobleza; forjar los metales,
+tallar las piedras, modelar el barro, enviar los productos de una región
+del planeta a otra, difundirlos, comerciar con ellos, es nobleza. Pero
+la mayor nobleza en estos tiempos es el expresar con belleza y decoro
+ideas justas, es alzar el espíritu de los hombres a las altas
+especulaciones de la metafísica, es recrearla con sabrosas, peregrinas
+invenciones. No hay monarca ni potentado hoy sobre la tierra que no
+envidie el laurel de un publicista.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por vida mía!... ¿Es que a vosotros, ruin canalla, se os corona agora
+con laureles? Mucho soy maravillado. ¿Entonces, qué es dejado a los
+varones señalados que abrazan con afecto el arte de la milicia corporal,
+a los mancebos bélicos, a los varones esforzados de inmortal memoria que
+han vertido su sangre en crudas batallas?</p>
+
+<p>&mdash;En el día, señor Adelantado, los mancebos belicosos suelen parar en la
+cárcel o en el hospital. Los hombres<a name="page_189" id="page_189"></a> hemos llegado a convencernos de
+que los tajos y mandobles, lanzadas y cintarazos, aunque sean inferidos
+con singular destreza, no deben ser considerados como signos de nobleza
+sino de barbarie; que no deben llamarse héroes a los que saben dar
+buenos mordiscos, porque mejores los dan los chacales. Somos espíritus y
+el teatro de nuestra actividad debe ser el mundo espiritual. Nuestro
+negocio más importante en la edad presente es el huir de la edad
+cuadrúpeda que vos representáis.</p>
+
+<p>&mdash;¡Rayos y centellas! ¿Y tenéis en menos las hazañas portentosas de
+aquellos guerreros que han sabido conquistar para su rey y señor
+dilatados territorios y encadenar a sus pies a millares de esclavos?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, los tenemos en menos; siento verme obligado a decíroslo. No son
+conquistadores para nosotros los que se apoderan de un pedazo de tierra
+que hermanos suyos han regado con el sudor de su frente sino los que
+descubren nuevos horizontes para la ciencia y con la luz de su ingenio
+esclarecen las almas de sus semejantes. El hombre no ha nacido para
+luchar con el hombre sino con las ciegas fuerzas de la naturaleza que
+nos oprimen. Newton, Kepler, Bacon, Palissy, Gutenberg, Franklin,
+Pasteur, Edison han sido los conquistadores legítimos de nuestra raza.</p>
+
+<p>&mdash;No conozco a esos varones. ¿Pertenecieron a la armada o a la gente de
+a caballo? Nunca les vi apuntados en la relación de las grandes y
+señaladas victorias del rey, nuestro señor.</p>
+
+<p>&mdash;Pertenecieron a la armada del talento... Pero todavía, señor
+Adelantado, han existido y existen otros luchadores más grandes, más
+generosos. Estos no luchan con la tierra y el mar ni con el aire y el
+fuego sino con la <i>Esfinge</i>.&mdash;«Adivina o te devoro»&mdash;dice la <i>Esfinge</i>.
+Y estos buenos guerreros del espíritu luchan con ella, se rompen los
+huesos contra su cuerpo de piedra y caen rendidos y ensangrentados
+queriendo arrancarle su secreto. Pitágoras, Heráclito, Sócrates, Platón,
+Plotino, Spinoza, Descartes, Pascal, Leibnitz, Kant, Hegel, Schopenhauer
+son los héroes más queridos de la Humanidad.<a name="page_190" id="page_190"></a></p>
+
+<p>&mdash;¡Habláis un habla, pardiez, que nunca sonó hasta ahora en mis oídos!
+Todo eso son enredos y trampantojos, y en verdad que merecierais por
+tales maleficios ser llevado a un calabozo del Santo Oficio para que
+allí os castigasen o enmendasen o que el rey, nuestro señor, os enviase
+a galeras después de vos haber aplicado doscientos azotes.</p>
+
+<p>&mdash;El Santo Oficio que invocáis no fué más que un odioso tribunal donde
+sobre víctimas inocentes se cebó la crueldad nativa, la ignorancia, el
+orgullo y la envidia de algunos clérigos vomitados por el infierno... En
+cuanto a vuestro rey don Felipe segundo está en el día reputado por un
+déspota rencoroso y sombrío que destruyó la obra grandiosa de aquella
+santa mujer que se llamó Isabel primera de Castilla, apagando la
+inteligencia y envileciendo el carácter del pueblo español.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué estáis diciendo, temerario!&mdash;gritó con estruendosa voz el
+guerrero de bronce&mdash;. ¿Al Santo Oficio esas blasfemias? ¿A mi rey
+tamaños ultrajes? ¡Por vida mía que he de castigar tanta insolencia!...
+¡Toma, menguado!</p>
+
+<p>Y diciendo y haciendo me tiró con su espada un tajo al cuello y mi
+cabeza marmórea cayó al suelo con un ruido sordo que me despertó.<a name="page_191" id="page_191"></a></p>
+
+<h2><a name="XXIV" id="XXIV"></a>XXIV<br /><br />
+<small>HISTORIA TRISTE DE MI AMIGO GENARO<a name="FNanchor_4_4" id="FNanchor_4_4"></a><a href="#Footnote_4_4" class="fnanchor">[4]</a></small></h2>
+
+<p>Sus padres tenían un almacén de enseres marítimos no lejos del muelle.
+Era tan pequeño y estaba de tal modo atestado que apenas podrían
+mantenerse tres o cuatro personas dentro de él.</p>
+
+<p>Barricas de raba para la pesca de la sardina, montones de cables
+enrollados, paquetes de lona, cajas de brea, remos, garfios, anclotes,
+latas de aceite, pantalones impermeables, todo hacinado de un modo
+delicioso. Yo por lo menos lo encontraba así. El techo era bajo,
+circunstancia que lo hacía más grato aún a mis ojos, y de él pendían
+ristras de anzuelos, alpargatas y botas de agua. Tenía una escalerita
+estrecha y empinada que conducía al piso primero y único de la casa.
+Todo esto le prestaba cierta semejanza con el camarote de un barco; y
+aquí está precisamente la causa de que esta tiendecita ejerciese sobre
+mí tal fascinación.</p>
+
+<p>En aquella época yo amaba el mar sobre todas las cosas: era mi elemento,
+soñaba con ser marino.</p>
+
+<p>Me encantaba, pues, visitar aquella tiendecita tan abarrotada de tesoros
+marítimos y me hubiese encantado aún más si el padre de mi amigo Genaro
+no fuese un hombre tan serio y tan barbudo. Su barba negra, erizada, le
+brotaba hasta por debajo de los ojos, que eran negros<a name="page_192" id="page_192"></a> también y grandes
+y severos. Cuando iba a preguntar por su hijo me informaba por medio de
+un gruñido señalando al techo o a la puerta, según estuviese en casa o
+fuera.</p>
+
+<p>Genaro tenía bastante parecido con su padre y seguramente sería un
+perfecto retrato suyo cuando transcurriesen los años. La misma tez
+cetrina, los mismos grandes ojos negros y una cierta seriedad que
+imponía respeto a primera vista. Después que se entraba con él en
+amistad resultaba extremadamente simpático. Era un chico franco,
+resuelto, leal, no muy inteligente y un poco aturdido. Todos le
+estimábamos, no sólo por su carácter, sino también y especialmente por
+su agilidad y su fuerza, pues es cosa cierta que los niños como los
+griegos adoran el cuerpo primero y después el alma.</p>
+
+<p>Ninguno más diestro que él en toda clase de juegos y ejercicios, sobre
+todo en los marítimos, esto es en nadar, remar, trepar a pulso por la
+jarcia de los barcos, etc. En el arte de la navegación nos sacaba a
+todos gran ventaja, pues era ya a los trece o catorce años un perfecto
+marinero que izaba y echaba rizos a la vela en el momento oportuno, que
+sabía orzar y arribar y tesar o arriar la escota y dejaba caer el rezón
+con perfecta exactitud donde quería. Por esto siempre que disponíamos
+cualquier excursión a los puntos extremos de la ría buscábamos su
+compañía.</p>
+
+<p>Felizmente para mí, su casa no sólo tenía entrada por la tienda. En el
+portal había otra escalera que conducía al piso, y cuando la puerta no
+estaba cerrada subía por ella para llamarle evitando con esto la barba
+espinosa de su padre.</p>
+
+<p>En vez de esta barba solía recibirme en lo alto de la escalera un rostro
+halagüeño y hermoso que me placía ver casi tanto como los tesoros
+marítimos de la tienda. Este rostro pertenecía a una joven llamada
+Delfina, mitad costurera, mitad amiga de la casa. Venía con frecuencia a
+ella para ayudar a la madre de Genaro que, enteramente ocupada con la
+tienda, no podía atender a los quehaceres domésticos.</p>
+
+<p>Esta Delfina, que podría contar diez y siete o diez y<a name="page_193" id="page_193"></a> ocho años de
+edad, era un estuche. Cosía primorosamente, aplanchaba aún mejor,
+dirigía las faenas de la casa con la habilidad de una vieja ama de
+llaves y sabía contar cuentos mejor que la sultana Serezada. Era además
+bella como lo eran sus tres hermanas; porque tenía nada menos que tres;
+y era igualmente coqueta como ellas. Entre las jóvenes artesanas de
+Avilés estas cuatro gozaban con justicia fama de hermosas y elegantes;
+es decir, que sus trajes eran más cuidados y más finos que los de las
+demás, aunque sin salirse de su esfera, porque en aquel tiempo ninguna
+osaba hacerlo. Era además alegre como un jilguero y nos hacía reír con
+sus bromas y después nos pellizcaba para que no riésemos alto; porque
+ella también tenía miedo de las barbas del amo de la casa.</p>
+
+<p>Así, que cuando subía a la de mi amigo para invitarle a alguna
+excursión, si Delfina estaba en ella, más de una vez y más de dos olvidé
+mi propósito y me quedé embelesado con la risa y los cuentos de la
+costurera. Y si se me había caído un botón o me había hecho un siete en
+el traje, esta encantadora hada se apresuraba a reparar el desperfecto,
+dándome después una ligera bofetada que me dejaba con apetito de
+desgarrarme otra vez el pantalón.</p>
+
+<p>Un día, no obstante, al subir la escalera para llamar a Genaro, la
+encontré excesivamente seria y desde lo alto me despidió secamente
+diciéndome que mi amigo no podía salir conmigo porque su padre le tenía
+ocupado. Me sorprendió un poco, pero no hice demasiado alto en ello.
+Aquella misma tarde uno de nuestros amigos me dijo confidencialmente:</p>
+
+<p>&mdash;Acabo de saber que Genaro ha robado bastante dinero a su padre y que
+éste le ha dado tantos palos que ha tenido que guardar cama.</p>
+
+<p>Quedé consternado. Entonces comprendí la razón de la seriedad de
+Delfina.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿cómo ha sido?</p>
+
+<p>&mdash;No sé... Creo que ha metido mano en el cajón de la mesa donde guarda
+el dinero allá en su cuarto.</p>
+
+<p>Me produjo un sentimiento tristísimo. Aquel chico era<a name="page_194" id="page_194"></a> un amigo a quien
+yo quería de veras y jamás le creyera capaz de semejante bajeza.</p>
+
+<p>Transcurrieron bastantes días y una tarde le encontré en el muelle.
+Estaba un poco más pálido, pero alegre e impetuoso como siempre.
+Embarcamos en nuestro bote y nos paseamos por la ría al tenor de otras
+veces. Yo sentía que mi estimación hacia aquel muchacho mermaba; pero no
+podia sustraerme a la simpatía que había logrado inspirarme. Sin
+embargo, desde entonces me abstuve de ir a buscarle y sólo cuando le
+encontraba casualmente en el muelle nos embarcábamos juntos.</p>
+
+<p>Pero su asistencia a este sitio, que antes era tan continua, sufría
+algunos eclipses. Algunas veces se pasaban ocho días sin que le viese
+saltando por las lanchas o encaramándose en la jarcia de los barcos. Por
+otra parte, cada vez que le veía le encontraba más pálido: la tristeza
+se esparcía como una nube negra por su rostro.</p>
+
+<p>Aquel amigo, que por relaciones de familia tenía noticias auténticas de
+lo que pasaba en casa de Genaro, me comunicó que éste seguía robando a
+su padre y que los castigos continuaban cada vez más crueles y
+terribles. Al parecer, la noche anterior su padre le había azotado de
+tal manera con unas cuerdas que a sus gritos habían acudido los vecinos
+y le habían hallado en un estado lamentable.</p>
+
+<p>Entonces súbitamente despertóse en mí una compasión infinita hacia aquel
+chico; aún puedo decir que creció mi cariño, porque siempre en mi alma
+la compasión engendró el amor. Me rebelé contra aquella barbarie y me
+dije con indignación: «¿Después de todo, qué? ¿No trabaja y ahorra para
+él? Si se ha tomado antes lo que más tarde le ha de pertenecer no hay en
+ello tan gran delito.»</p>
+
+<p>He aquí cómo la compasión y el afecto hicieron brotar en mi cerebro
+ideas subversivas en el orden moral y jurídico.</p>
+
+<p>Algunos días después volví a encontrarle en el muelle y por un impulso
+repentino que no pude reprimir le eché los brazos al cuello. El quedó
+sorprendido, se puso aún más pálido y rompió a sollozar perdidamente.
+Como<a name="page_195" id="page_195"></a> nunca había sido blando para llorar, su llanto provocó el mío, que
+siempre lo he tenido fácil.</p>
+
+<p>No hablamos una palabra. Nos secamos las lágrimas en silencio y montamos
+en el bote para dar nuestro paseo habitual.</p>
+
+<p>Al cabo supe que su padre había resuelto enviarle a Cuba y que estaba
+señalado el barco que había de conducirle. No recuerdo, o por mejor
+decir no quiero recordar, si era la <i>Eusebia</i>, la <i>Flora</i> o la <i>Villa</i>,
+los tres barquitos principales que entonces hacían la carrera de
+América; pero era uno de ellos. Estaba anclado en San Juan esperando el
+Nordeste para hacerse a la vela.</p>
+
+<p>Aquellos días no vi a Genaro en el muelle. Cuando llegó el de la partida
+tuve de ello noticia por un viejo marinero cuyo hijo era grumete en el
+barco. Entonces me acometió el deseo de ir a despedirle. Lo propuse a
+otros dos amigos que aceptaron al instante, pues todos amábamos a aquel
+chico a pesar de sus faltas. Y una tarde, después de comer, nos
+acomodamos en un bote y comenzamos a bogar en dirección a San Juan.</p>
+
+<p>En el muelle habíamos sabido antes de partir que Genaro ya estaba allá
+desde por la mañana y que ni su padre ni su madre ni persona alguna de
+la familia había ido a despedirle. Sólo un marinero le había acompañado
+con el baúl. Aquello nos pareció el colmo de la crueldad.</p>
+
+<p>Cuando llegamos a San Juan, el barco estaba ya a punto de hacerse a la
+vela. Nos acercamos a su casco negro y advertimos que a bordo se estaban
+efectuando las maniobras preliminares. En torno de él había tres o
+cuatro lanchas con personas que decían adiós a los pasajeros. Estos,
+inclinados sobre la borda, hablaban a gritos con sus amigos o deudos.
+Dimos la vuelta al buque y no vimos por ninguna parte a Genaro. Entonces
+nos pusimos a llamarle con toda la fuerza de nuestos pulmones.</p>
+
+<p>&mdash;¡Genaro! ¡Genaro!</p>
+
+<p>Al cabo apareció en la popa. Con una mano se sujetaba a un cable y con
+la otra nos envió un saludo acompañado de una triste sonrisa.</p>
+
+<p>Jamás olvidaré aquella sonrisa de dolor, de vergüenza, de resignación,
+de desprecio...<a name="page_196" id="page_196"></a></p>
+
+<p>Quisimos hablar, pero no sabíamos qué decirle. Un marinero se acercó a
+él y le apartó bruscamente y se colocó en su sitio para ejecutar una
+maniobra.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós, Genaro!&mdash;le gritamos.</p>
+
+<p>Él nos hizo otro saludo con la mano. Y no volvimos a verle.</p>
+
+<p>Entonces comenzamos de nuevo a navegar la vuelta de Avilés. Bogábamos
+silenciosos, melancólicos. Los tres sentíamos en el fondo del corazón
+que una gran infamia se acababa de cometer en este mundo.</p>
+
+<p>Pocos días después lo habíamos olvidado. Sin embargo, al cabo de dos o
+tres meses se produjo un acontecimiento misterioso que llegó hasta
+nosotros y nos causó profunda impresión.</p>
+
+<p>El padre de Genaro al abrir un día el cajón de la mesa de su cuarto se
+enteró con estupor de que había sido robado.</p>
+
+<p>Entonces se le ocurrió a aquel bárbaro lo que mucho antes debió de
+habérsele ocurrido. Buscó una traza ingeniosa para averiguar quién le
+robaba.</p>
+
+<p>Amarró una cuerda al fondo del cajón por la parte exterior, taladró la
+mesa, taladró el piso y la hizo pasar hasta la tienda, donde colocó
+disimuladamente una campanilla.</p>
+
+<p>En efecto, algunos días después sonó esta campanilla: el comerciante se
+precipitó por la escalera sin hacer ruido y sorprendió al ladrón in
+fraganti. Era Delfina, la bella costurera que a todos nos tenía
+hechizados.</p>
+
+<p>Fué entregada a la justicia y el padre de Genaro se apresuró a escribir
+a Cuba para hacerle venir. La carta llegó demasiado tarde. No mucho
+después de arribar a la Habana fué atacado por el vómito negro y había
+dejado de existir.</p>
+
+<p>Esta es la historia triste de mi amigo Genaro.</p>
+
+<p>No roguéis a Dios por aquel niño mártir. Rogad por sus verdugos.<a name="page_197" id="page_197"></a></p>
+
+<h2><a name="XXV" id="XXV"></a>XXV<br /><br />
+<small>ROSAS TEMPRANAS</small></h2>
+
+<p>Corría el año 1861. En Avilés vivíamos ignorados, pero felices. Allá
+lejos podían sublevarse los batallones y en Madrid alzarse barricadas y
+en todas partes encenderse la lucha y venir en pos de ella las
+sangrientas represiones, matanzas y fusilamientos. Nosotros no nos
+ocupábamos en semejantes bagatelas. Nuestros sucesos interesantes eran
+los Carnavales, el baile de Piñata, los días de San Juan y de San Pedro
+con sus paseos por mar y por tierra, las romerías, las ferias.</p>
+
+<p>¿Quién osará afirmar que no estábamos en lo cierto? ¿Hay algo más
+interesante para el hombre que su felicidad? Un moralista me dirá que la
+bondad debe ir delante. Yo responderé que bondad y felicidad son una
+misma cosa, y se lo demostraría con párrafos muy elocuentes de Plotino,
+de Santo Tomás y de Fichte; pero no estoy seguro de que esto sea
+oportuno en unas memorias. Por el momento, me limito a exclamar con el
+Evangelio: ¡Bienaventurados los pacíficos! Nosotros lo éramos; por eso
+Dios nos recompensaba derramando sobre nuestra villa torrentes de
+alegría.</p>
+
+<p>La noche de San Juan era particularmente regocijada. Como en otras
+muchas regiones de España, días antes, los niños trabajábamos
+ardorosamente en la construcción de jardines en plena calle,
+aprovechando los rincones y encrucijadas. Estos jardines eran nuestro
+orgullo, porque sabíamos que habían de ser visitados. Para ello<a name="page_198" id="page_198"></a>
+poníamos a contribución los bolsillos de nuestros padres y deudos.
+Enarenábamos sus caminitos esmeradamente; los adornábamos, no solamente
+con plantas y flores, sino, a veces, también con estatuas y fuentes, y
+comprábamos farolillos venecianos, con los cuales los iluminábamos <i>a
+giorno</i>. Al día siguiente escuchábamos con avidez el dictamen y las
+críticas de la gente. Si oíamos decir que el jardín del Rivero era mejor
+que el de Galiana, nuestro corazón latía de entusiasmo, y celebrábamos
+nuestro triunfo gritando por las calles: ¡Viva Rivero!</p>
+
+<p>Pero uno de aquellos mis compañeros me había afirmado seriamente que,
+echando un huevo en un vaso de agua a las doce en punto de la noche de
+San Juan, y dejándolo reposarse al sereno, podría verse al día
+siguiente, dentro del agua, la figura de un barco perfectamente
+esculpida, con sus mástiles, sus velas y toda su jarcia.</p>
+
+<p>Quise ver esta maravilla, de la cual, ni por un instante dudé. Lo
+maravilloso es el manjar que mejor digieren los niños. Como no podía
+permanecer en pie hasta la hora señalada, porque no me lo hubieran
+consentido, me acosté, pero sin dormirme. Al escuchar en el reloj del
+comedor las once y media, aguardé todavía un rato; me levanté
+sigilosamente, fuí a la cocina, llené un vaso de agua, tomé un huevo y,
+saliendo al corredor, que daba sobre nuestro jardín, esperé anhelante
+las doce. Cuando el gran reloj del Ayuntamiento hizo vibrar la primera
+campanada en el silencio de la noche, partí el huevo y vertí su
+contenido en el vaso.</p>
+
+<p>Al día siguiente, en el momento de abrir los ojos a la luz me acudió el
+recuerdo del barco. Salto del lecho velozmente, y, en camisa, salgo al
+corredor y miro con ávida intensidad mi huevo. ¡Oh, amarga decepción! En
+el vaso no había más que un licor amarillento, asqueroso, sin figura de
+barco alguno.</p>
+
+<p>¡Cuántas veces así en el curso de mi vida he puesto también a serenar
+alguna dulce ilusión! Como ahora, he hallado siempre, en vez del barco
+mágico, el licor nauseabundo del desengaño.</p>
+
+<p>Llegaba después el día de San Pedro, ¡Qué brillante paseo en el <i>bombé</i>!
+Llamábase así en Avilés un trozo<a name="page_199" id="page_199"></a> de terreno de forma ovalada,
+enarenado, cercado por una paredilla alta, de medio metro, y guarnecido
+de altos álamos blancos de hoja plateada. Este cercadito minúsculo, que
+no tendría, de punta a punta, más de cien metros, era el paseo oficial
+de la población, el paseo de gala.</p>
+
+<p>Llegaban las romerías. Las romerías son la alegría del verano. Avilés
+está rodeado de frondosas aldeas, que semejan otras tantas esmeraldas
+formando la orla de una perla. La Magdalena, Villalegre, San Martín, San
+Pelayo, Miranda, Balliniello y San Cristóbal son las principales. Todas
+ellas tienen su romería, que van escalonadas al través de los meses
+estivales. La más concurrida, la más espléndida, la abadesa mitrada de
+estas romerías, es la de la Luz. Ya la he descrito en mi novela titulada
+<i>El Cuarto Poder</i>, y a esta descripción me remito.</p>
+
+<p>Mas aquel año a mi felicidad se añadió otra que todo el mundo
+comprenderá inmediatamente; aquel año tuve una novia. Es decir, no sé a
+punto fijo si tuve una novia, pero esa fué la opinión del público.</p>
+
+<p>Acostumbrábamos los chicos a recrearnos por las tardes, como ya creo
+haber dicho, en el llamado <i>Campo Caín</i>, o sea el trozo de terreno con
+árboles que se extendía delante del antiguo convento de la Merced.</p>
+
+<p>Este convento medio derruído servía para todas las cosas de este mundo,
+para escuela, para vivienda, para oficinas de la Aduana, para cuartel de
+carabineros, para telégrafo cuando lo hubo, etc., etc.</p>
+
+<p>El Campo Caín sólo servía para nosotros.</p>
+
+<p>Ignoro cómo a este campo ameno y pacífico le dieron un nombre tan
+trágico. Es posible que en los siglos pasados se cometiese allí un
+fratricidio.</p>
+
+<p>A él dieron también en venir por las tardes a solazarse aquella
+primavera las niñas de la población con sus doncellas. El solaz de las
+niñas no era como el nuestro jugar a la estaca, saltar los unos sobre
+los otros y darse de mojicones. Ellas formaban corrillos, cantaban
+dulcemente y bailaban la <i>giraldilla</i>.</p>
+
+<p>Llámase así en Asturias una danza en que los bailarines forman círculo
+cogidos de la mano. Dentro de él<a name="page_200" id="page_200"></a> quedan unos cuantos. Se canta dando
+vueltas y cuando llega cierto pasaje convenido los que están dentro
+eligen con un signo de la mano pareja entre los de fuera, se rompe el
+círculo y bailan uno frente a otro abrazándose después para dar las
+últimas vueltas.</p>
+
+<p>No es necesario decir que este baile es mucho más grato e interesante
+cuando toman parte en él los dos sexos. Entonces los hombres quedan una
+vez dentro del corro y otra vez las mujeres.</p>
+
+<p>Las niñas bailaron solas durante algunosdías. Nosotros las
+contemplábamos de lejos serios y un poco turbados. Seguíamos nuestros
+juegos; pero sin darnos cuenta nos sentíamos atraídos hacia la
+giraldilla de las niñas.</p>
+
+<p>Al fin uno de nosotros, ¡un valiente! cuyo nombre no recuerdo se
+aventuró a entrar dentro de ella. Las niñas se agitaron, hubo cuchicheo
+y apariencia de debate y gestos desabridos y sonrisas maliciosas; pero
+al cabo aquel valiente se quedó dentro y bailó como un sultán con todas
+ellas. Otro le imitó, luego otro, y al fin todos entramos.</p>
+
+<p>Desde entonces el Campo Caín adquirió un nuevo y singular atractivo para
+nosotros. Todas las tardes, sin faltar una, nos juntábamos allí y
+pasábamos más de una hora cantando y bailando. Las criadas sentadas en
+los poyos nos miraban benévolas, departiendo entre sí y animándonos con
+sus picarescas sonrisas. Después de todo ellas eran unas niñas grandes
+también y se divertían con nuestra alegría.</p>
+
+<p>No tardó mucho tiempo en actuar dentro de aquellas giraldillas la ley
+química de las afinidades electivas. Cada uno de nosotros empezó a
+distinguir a una niña e inmediatamente tanto entre nosotros como en el
+conclave de las domésticas fué considerado como su novio.</p>
+
+<p>Yo me sentí atraído muy pronto hacia una llamada Concesa (no he vuelto a
+oír este nombre en mi vida) y se lo declaré del modo único que entonces
+sabía; esto es, sacándola a bailar más a menudo que a las otras, y
+procurando ponerme a su lado cuando dábamos las vueltas cantando.
+Naturalmente, fuimos declarados novios<a name="page_201" id="page_201"></a> y tanto ella como yo aceptamos
+tácitamente esta declaración.</p>
+
+<p>Pero no corría todo allí como sobre rieles. En este mundo junto a la luz
+está la sombra y la ley de la competencia es desgraciadamente tan
+inflexible como la del amor. La niña gustaba a otros tanto como a mí.
+Tuve rivales, fuí más constante, al cabo más dichoso; pasado algún
+tiempo no se me molestó más.</p>
+
+<p>El Campo Caín no fué el único paraje donde nos juntábamos y bailábamos.
+Aprovechamos también poco después las romerías. Niños y niñas formamos
+aquel verano un mundo aparte, en el cual vivíamos felices sin cuidarnos
+de lo que pasaba en torno nuestro. Si alguna de las niñas dejaba de
+venir al Campo Caín o faltaba a la romería, el pretendido novio no se
+atrevía a preguntar por ella, pero las amiguitas compasivas le hacían
+saber el motivo, aunque de una manera indirecta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no ha venido Fulanita a la romería?&mdash;preguntaba en voz alta
+una niña a otra.</p>
+
+<p>&mdash;Porque se ha dado un golpe en la rodilla y su mamá no la permite
+moverse de una butaca.</p>
+
+<p>Nos dábamos por enterados y el interesado se mostraba triste aquella
+tarde para que las amiguitas fuesen con el cuento a la niña contusa.</p>
+
+<p>Yo no sé si allí existía el amor: creo que no. Por mi parte al menos me
+parece que lo que sentía hacia aquella hermosa niña llamada Concesa era
+una viva simpatía, una suave amistad que sólo de lejos semejaba a la
+pasión amorosa, la cual no prendió en mí hasta mucho más tarde. Me
+agradaba verla y bailar con ella, y me enorgullecía que me distinguiese;
+pero esta simpatía dejaba perfectamente libre mi espíritu. Por otra
+parte, no se cruzaba entre nosotros ninguna palabra que trascendiese a
+galanteo. Si he de confesar la verdad diré que apenas he hablado nunca
+con ella. Solamente cuando en la giraldilla nos abrazábamos para dar las
+últimas vueltas, lo cual duraba pocos segundos, nos decíamos alguna vez
+cualquier palabra indiferente.</p>
+
+<p>Recuerdo, sin embargo, que en cierta ocasión como yo hubiese sacado a
+bailar con excesiva frecuencia a<a name="page_202" id="page_202"></a> otra niña, Concesa se enojó y no
+volvió a sacarme a mí aquella tarde. Al día siguiente se celebraba la
+romería de Balliniello. Como siempre las niñas formaron su giraldilla y
+nosotros nos juntamos a ellas. La primera vez que Concesa quedó dentro
+del corro me eligió a mí por pareja. Yo le dije con voz temblorosa al
+dar las últimas vueltas:</p>
+
+<p>&mdash;Creía que estabas enfadada conmigo, Concesa.</p>
+
+<p>Ella me respondió:</p>
+
+<p>&mdash;Yo no me enfado con nadie... y menos contigo.</p>
+
+<p>Y se desprendió de mí bruscamente ruborizándose.</p>
+
+<p>Fué lo más vivo, lo más apasionado que hubo en la historia de aquellos
+amores.</p>
+
+<p>La de mis amigos supongo que habrá sido idéntica. Sin embargo, ignoro
+por qué causa la mía se hizo más pública. Quizá porque la Providencia
+quiso probar ya mi paciencia desde la edad más tierna. Mis amores se
+hicieron célebres, no sólo en el mundo infantil, sino en la villa
+entera. En todas partes se supo que yo tenía una novia y en todas partes
+se me daba vaya con ella gozándose en mi confusión y vergüenza. Los
+amigos de la casa me saeteaban con indirectas, sonreían, se hacían
+guiños significativos, mientras, ¡misero de mí!, yo me ponía más rojo
+que una cereza. Tal era mi sobresalto, que cuando pasaba por delante de
+cualquier corrillo de gente se me figuraba que hablaban siempre de mis
+amores, como si no hubiese otra conversación en Avilés. Recuerdo que una
+noche jugando en casa de unos señores amigos a la <i>Aduana (le Cheval
+blanc)</i>, que entonces era una novedad, solían algunos sujetos pródigos y
+derrochadores hacer dos puestas a fin de tener derecho a tirar dos veces
+los dados. Al colocar las dos puestas decían: «&mdash;Por mi... y por la
+novia.» Era el chiste de siempre. Yo que también ambicionaba el tirar
+los dados dos veces me aventuré aquella noche a doblar mi puesta, aunque
+sin repetir el chiste, como se debe suponer. Pero un joven burlón dijo
+en voz alta mirándome con sonrisa maliciosa: «&mdash;Por ti y por Concesita,
+¿verdad?»</p>
+
+<p>¡Oh Dios mío! ¡Qué turbación! ¡Qué vergüenza! Una ola de rubor me subió
+a la cara con tal violencia que<a name="page_203" id="page_203"></a> pienso que hasta el blanco de mis ojos
+debería de estar rojo también. Al cabo rompí a llorar y los hombres
+rieron con más ganas. Pero las señoras, respetuosas siempre aun con las
+más ínfimas manifestaciones del amor, se compadecieron de mi:</p>
+
+<p>«&mdash;Vaya, dejar a ese niño. ¿Qué les importa a ustedes que tenga o no
+tenga novia?»</p>
+
+<p>Pero aún fuí vejado de otra más terrible manera. Ignoro quién fué el
+chico desalmado a quien se le ocurrió componer una letra sobre cierto
+pasacalle que entonces se cantaba mucho, aludiendo a mis amores. Quizá
+fuese uno de mis despechados rivales. Lo cierto es que esta letra
+alcanzó tal fortuna en el mundo infantil que por mucho tiempo no se
+cantó con otra el citado pasacalle. Sólo recuerdo de ella el estribillo
+que decía:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Armando la quiere más</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">que todos en general.</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">Todos la quieren bastante,</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">pero Armando mucho más.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Dejo al lector suponer los tormentos inconcebibles que esta canción me
+hizo experimentar. En Rivero los chicos me la cantaban en cuanto salía
+de casa. Si iba a Galiana así que me divisaban ya comenzaba el coro</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Armando la quiere más</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">que todos en general.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Lo mismo que me dirigiese al muelle que al Campo Caín, que a los Arcos
+del Ayuntamiento, en todas partes escuchaba el mismo estribillo. ¡Qué
+horrible congoja! Hasta paseando un día por la vecina aldea de la
+Magdalena oí cantar al hijo de un labrador el famoso «Armando la quiere
+más».</p>
+
+<p>En fin, que si me trasladase a los antípodas era seguro que allí también
+Armando la querría más.</p>
+
+<p>Años después, cuando ya estudiaba yo la carrera de Jurisprudencia en
+Madrid y me afeitaba la barba, habiendo venido a Avilés a pasar algunos
+días del verano,<a name="page_204" id="page_204"></a> al cruzar por una callejuela solitaria, acerté a ver
+sobre el viejo muro de una huerta esta leyenda trazada con carbón:</p>
+
+<p class="cen"><i>Concesa y Armando.</i></p>
+
+<p>Me hizo sonreír. Yo era un sabio en aquella época y desde lo alto de mi
+ciencia contemplaba aquellos pueriles amores con soberano desdén.</p>
+
+<p>Hoy desde lo bajo de mi experiencia los miro con un poco más de
+respeto.<a name="page_205" id="page_205"></a></p>
+
+<h2><a name="XXVI" id="XXVI"></a>XXVI<br /><br />
+<small>PARÉNTESIS</small></h2>
+
+<p>Salta este capítulo, lector minúsculo, pues no va dedicado a ti, y
+permite que un instante desahogue mi pecho oprimido con aquellos que
+como yo ven cercana la fatal ribera y a quien hace ya señas el adusto
+barquero.</p>
+
+<p>¡Con qué placer evoqué los seres que alegraron mi niñez! Mi fantasía los
+representa con los rasgos que tenían, escucho su voz, miro su sonrisa o
+su gesto severo, contemplo su marcha: unos son dulces, afectuosos, otros
+graves, éstos melancólicos, aquéllos alegres, los otros grotescos; pero
+todos amables, porque todos habían sido enviados por Dios para hacerme
+dichoso.</p>
+
+<p>¿Dónde estáis, nobles seres que compartisteis mi amor y mi alegría? Una
+mano glacial os arrebató para siempre de mi lado. ¡Para siempre!
+Horrible palabra que oprime mi corazón y me llena de estupor. Si la
+muerte es la separación definitiva, si nunca más os volveré a ver,
+valiera más que no nos hubiéramos juntado un instante en este pequeño
+globo que nada indiferente por los abismos del espacio. ¿Viviréis en
+otras regiones luminosas, inmarcesibles y seréis dichosos como lo
+merecíais, o la mano cruel que os arrebató os habrá precipitado en una
+noche eterna?</p>
+
+<p>¡Ah, quién me volviera a aquellos hermosos días de mi infancia! ¡Quién
+me diera vivir otra vez entre vosotros! Dondequiera que habitéis, en el
+seno del Elíseo o errando por las praderas sin flores de un mundo
+subterráneo,<a name="page_206" id="page_206"></a> y aunque debiese beber como Ulises la sangre del carnero
+negro para reconoceros, allí quisiera estar. Porque cada uno de vosotros
+era una parte de mi ser y al marcharos me dejasteis mutilado.</p>
+
+<p>Y si ya no existís en parte alguna ¿qué fuisteis entonces? Vanos
+fantasmas que se disiparon como la niebla de la mañana. Y si fantasmas
+habéis sido, fantasma también soy yo y mi existencia una bomba de jabón
+que tiembla y brilla un momento a la luz del sol para romperse sin dejar
+rastro alguno.</p>
+
+<p>Próxima está ya a estallar. Este mundo de pensamientos y recuerdos que
+llevo en mi cabeza, el espectáculo brillante que me seduce se disipará
+conmigo. Otros vendrán que gozarán de la luz del sol como yo y amarán y
+pensarán y vivirán un instante mecidos en una dulce alegría, y otros
+después... y otros... y otros. Y al cabo este pobre planeta que también
+es una bomba de jabón nadando en el espacio explotará igualmente
+haciéndose pedazos o morirá lentamente por consunción...</p>
+
+<p>¡Todo fué un sueño! Las cien generaciones que turbaron este mundo con
+sus amores y sus odios, con sus progresos soberbios, con su piedad o con
+su cólera se convertirán en éter impalpable. ¿Dónde están sus lágrimas y
+sus risas, dónde están sus pensamientos altivos? Los monstruos
+repugnantes que poblaron la tierra en las primeras edades, los poetas y
+filósofos que nos cautivan en la presente, los santos, los malvados, las
+emociones más puras, los pensamientos más altos, todo, todo ha sido
+igual, todo se convirtió en éter.</p>
+
+<p>En vano me dice Spinosa: «Ningún ser puede caer en la nada.» En vano me
+aseguran que es de todo punto imposible que un átomo de materia pueda
+desaparecer y aniquilarse. ¿Qué tengo yo que ver con esos átomos? ¿Me
+devolverán por ventura a los seres que amo? Pues si esto no hacen, su
+fuerza eterna es para mí absolutamente despreciable.</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p><a name="page_207" id="page_207"></a></p>
+
+<p>Me represento con terror el momento en que mi pobre cuerpo cadavérico va
+a quedar encerrado para siempre en el sepulcro. Llega la noche. Una
+calma profunda reina en el cementerio. No sopla ninguna brisa, no se
+escucha ningún rumor. La luna baña con su luz fatídica el recinto y los
+cipreses se alzan inmóviles sobre las tumbas.</p>
+
+<p>De repente escucho a lo lejos un clamor rumoroso que se acerca: levanto
+un poco la losa de mi sepulcro y me encuentro rodeado de una muchedumbre
+abigarrada que me mira en silencio. Son los filósofos de la palingenesia
+antiguos y modernos, los pitagóricos, los platónicos, los estoicos, los
+alejandrinos, los origenistas, los trascendentalistas, los fourieristas,
+los sansimonianos. Uno de ellos toma la palabra y me dice:</p>
+
+<p>«Nada temas. Tu alma es inmortal y al abandonar tu cuerpo perecedero se
+vestirá de otro y después de otro en una serie infinita de existencias
+distintas. Y en cada una de ellas serás desgraciado o feliz expiando tus
+faltas o recibiendo la recompensa de tus buenas acciones; pasarás de una
+vida más imperfecta a otra más perfecta o recíprocamente según hayas
+ascendido hacia el bien o hayas descendido más abajo en el mal. Tu mismo
+cuerpo será cada vez menos material, más sutil y espiritual y tus
+sentidos más delicados si no los manchas con impurezas, y si emancipado
+de groseros errores vuelas cada vez más alto en el cielo de la verdad y
+la justicia... ¿Temes perder tu <i>yo</i>, no reconocerte en la serie
+infinita de existencias ulteriores? Temor pueril, porque todos los días
+lo pierdes con delicia al entregarte al sueño. Y después de todo ¿qué es
+ese <i>yo</i> que tanto te preocupa? Si con serenidad lo examinas no se
+compone de otra cosa que de sensaciones, ideas más o menos claras,
+recuerdos, costumbres, a todo lo cual la memoria presta unidad. Y esta
+memoria ¿qué valor tiene? Por experiencia debes saber cuán frágil es y
+cuán poco significa. La inmensa mayoría de los instantes de tu vida
+sepultados están en la nada. Compara lo que de ella recuerdas con lo que
+has olvidado. Este olvido no es una desgracia: al contrario, pesado y
+doloroso sería para ti y para todo<a name="page_208" id="page_208"></a> hombre recordar tanta pequeñez,
+tanta miseria como integran nuestra existencia aquí abajo. ¿Para qué
+arrastrar consigo por toda una eternidad tal fardo de
+insignificancias?... Deja de mecerte en sueños imposibles que serán para
+ti una desgracia si se realizasen, deja ese concepto estrecho de la
+inmortalidad, propio de edades bárbaras o de hombres ignorantes. Una
+vida nueva, absolutamente nueva está ya preparada para ti. De ella no
+tienes idea como no tiene un ciego de nacimiento idea de la luz; pero no
+por eso deja de existir y de ser hermosa y cuando abras los ojos la
+verás y la gozarás con la dichosa certeza de que cuando otra vez los
+cierres será ella la que desaparezca, no tú, que de nuevo los abrirás
+para gozar de otras más bellas en sucesión eterna.»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>«Señores míos&mdash;respondo yo a tan amables palabras&mdash;, respeto
+profundamente vuestro sentir porque entre vosotros se hallan a no
+dudarlo los más altos pensadores que han honrado nuestro planeta hasta
+ahora; pero no me cautiva la inmortalidad que me ofrecéis. Os confieso,
+aunque peque de ignorante y bárbaro, que este pobre <i>yo</i> que tanto
+afectáis despreciar es lo único que me interesa en este momento. Si en
+otras vidas no me reconozco a mí mismo tanto vale la nada. Vuestra
+opinión es que antes de esta vida he vivido otras. ¿Qué valor han tenido
+para mí tales vidas? Es cierto que al entregarme al sueño pierdo mi <i>yo</i>
+sin pena; pero es porque tengo la seguridad de encontrarlo al despertar.
+Cierto es igualmente que la inmensa mayoría de las acciones y de los
+sucesos de mi vida se hallan sepultados en el olvido, pero mi <i>yo</i> ha
+permanecido idéntico y no ha habido al través de mi existencia solución
+de continuidad... ¡Continuidad! He aquí la palabra mágica, he aquí la
+clave del misterio. Sin la continuidad la inmortalidad no existe.</p>
+
+<p>Por otra parte, si he de vivir infinitas veces, he de morir también
+infinitas veces y pasar por los horrores que a la muerte acompañan.
+Anudaré infinitas veces lazos<a name="page_209" id="page_209"></a> de amor con otros seres como los que hoy
+aprisionan mi corazón y otras tantas los veré quebrarse con una
+separación eterna. ¿A quién no infundirá pavor semejante horizonte? Los
+discípulos del Buda, que predicaban la nada, recorrían las ciudades de
+la India gritando:&mdash;«¡Alegraos, alegraos! la muerte ha sido vencida»&mdash;.
+Yo también me alegro de morir para siempre. Vuestra inmortalidad me
+horroriza. Dejadme tranquilo.»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>En efecto, aquella muchedumbre abigarrada se desvanece entre las sombras
+del cementerio, pero no tarda en reemplazarla otra más homogénea. En
+ella reconozco a la gran mayoría de los pensadores contemporáneos. El
+más viejo de todos ellos, el filósofo sajón Fechner me habló de esta
+manera:</p>
+
+<p>«Aspiras ardientemente a guardarte como individuo; ¿pero qué es tu
+individuo? Nosotros, los seres humanos, nos alzamos sobre la tierra como
+se alzan las olas sobre la superficie del Océano, salimos del suelo como
+salen las hojas del árbol. Unas y otras viven su propia historia. Las
+olas reflejan separadamente los rayos del sol; las hojas se agitan
+mientras las ramas permanecen inmóviles. Así, en nuestra conciencia,
+cuando un hecho llega a ser predominante obscurece todo lo que se halla
+detrás. Y sin embargo, lo que se halla detrás aunque sustraído ya a la
+observación obra sobre él lo mismo que las olas superiores obran sobre
+las que están debajo, como el temblor de las hojas obra sobre la savia
+en lo interior de la rama. El Océano entero, lo mismo que el árbol
+sienten la acción de la ola y de la hoja y quedan por el hecho mismo
+modificados, esto es, son otra cosa que antes eran.</p>
+
+<p>»De igual modo nosotros somos actores en el gran teatro del universo.
+Nuestras percepciones no se desvanecen cuando morimos sino que quedan
+impresas en el alma universal de la tierra y viven la vida inmortal de
+las ideas, y combinadas con las de otros hombres entran a formar parte
+del gran sistema del mundo. Nuestra<a name="page_210" id="page_210"></a> conciencia no muere, pero se
+ensancha, y así como la suma de nuestras percepciones es lo que
+constituye nuestra conciencia, así la suma de nuestras conciencias
+constituyen la conciencia de un ser más grande, de un tipo superior.</p>
+
+<p>»Deja pues de afligirte. Ese pequeño <i>yo</i> que tanto amas sólo desaparece
+en apariencia. Nada de lo que realmente lo constituía, esto es, ninguna
+de tus ideas, ninguna de tus acciones dejan de existir. Impresas quedan
+todas ellas en el mundo y gozan de la inmortalidad. Y los que como tú
+han pasado por la vida comunicando con los otros no sólo sus
+pensamientos sino sus más íntimas emociones pueden gozar aún con más
+seguridad de este hermoso porvenir. Si has logrado que tus libros
+dejasen una pequeña huella en el alma de tus lectores, esta huella por
+leve que sea no se borrará jamás, formará parte de su misma alma y con
+esta alma entrará en el concierto universal de los espíritus.»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>«¡Oh, gran filósofo!&mdash;me apresuro a responder&mdash;, la inmortalidad
+colectiva que me ofreces es un pan demasiado duro para mis dientes. Ese
+gran <i>yo</i> de que me hablas no es el mío y debo confesarte que no puedo
+amarlo porque sólo me interesa este otro diminuto, este pequeño punto
+central donde se refleja, sin embargo, el universo. Durante mi vida
+terrenal he sido rey en mi pequeño reino y no puedo pasar sin dolor a
+ser esclavo inconsciente. Fuí una melodía más o menos importante en el
+concierto; me pesa convertirme en una nota del pentagrama. No me hables
+de la inmortalidad literaria, porque es un cuento para entretener a los
+niños. La gloria más grande del más grande artista de la tierra no puede
+durar veinte mil años. Cierto que a pesar de eso la amamos todos y más
+aún aquellos hipócritas que fingen desdeñarla; pero es algo siempre
+secundario en nuestra vida. El valor de la mía no se cifra en lo que he
+escrito sino en lo que he amado. No me ligan a la existencia ni mis
+pensamientos ni mis libros; todos ellos<a name="page_211" id="page_211"></a> os los entrego sin pesar
+alguno. Lo único que me atormenta en este instante es separarme de los
+seres que hoy amo, es perder la esperanza de volver a ver aquellos otros
+que hace tiempo se han partido de la tierra. Si no hay nadie en el
+universo o fuera de él que pueda devolvérmelos, ¡cese, cese para siempre
+esta vida miserable y húndase como una hormiga mi pobre ser en la nada!»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>Los filósofos de la inmortalidad colectiva se retiran también. Apenas
+desaparecidos se presentan en ruidoso tropel otros mucho más osados y
+enérgicos.</p>
+
+<p>«No te engañes a ti mismo&mdash;me dice uno de ellos&mdash;. No te dejes engañar
+tampoco por los otros. La inmortalidad del alma es imposible, porque el
+alma no existe; es una pueril creación de nuestra mente: nadie la ha
+visto ni la ha tocado. Lo que existe sin poder dudarlo es nuestro cuerpo
+visible y palpable y este cuerpo ha sido el origen de todas tus
+tristezas y alegrías. Consuélate, porque este cuerpo es inmortal. Un ser
+vivo permanece eternamente vivo. No existe la muerte para la naturaleza;
+su juventud es eterna como su actividad y su fecundidad. La muerte
+transforma pero no destruye y no es otra cosa que la misteriosa
+continuación de la vida en formas diversas. Esa federación de seres
+vivos que llamabas tu <i>yo</i> se disuelve pero no se aniquila. Cada uno de
+los socios recobra su libertad y continúa su carrera vital
+alegremente...</p>
+
+<p>»¿Me preguntas si cada uno de estos seres tienen conciencia? Sólo puedo
+responderte que hay muchos hombres vivos que apenas la tienen tampoco.
+Ni podemos afirmar ni podemos negar facultades que escapan a nuestra
+observación. Lo que te puedo asegurar es que la vida subterránea que
+ahora comenzará para tu cuerpo es mucho más animada que la que has
+llevado sobre la tierra. Prepárate a recibir un sinnúmero de gozosos
+campañeros llenos de salud y de fuerza. ¡Son los trabajadores de la
+muerte! Vendrán en tropel las preciosas moscas llamadas <i>Lucilia</i>, de un
+verde metálico brillante<a name="page_212" id="page_212"></a> acompañadas de sus hermanas las <i>Lucilia
+Cesar</i>, de un verde dorado y frente blanca. Inmediatamente acudirán los
+<i>Sarcófagos</i> y detrás de ellos los encantadores lepidópteros del género
+<i>Aglosa</i>, lindas maripositas que duermen durante el día sobre las hojas
+de los árboles y vuelan al crepúsculo en torno de la luz. Después vienen
+otras moscas no menos hermosas, las <i>Profilas</i>, de cuerpo luciente y
+pequeña cabeza, a las cuales seguirá una muchedumbre inmensa de
+<i>Acarios</i> encargados de facilitar la momificación. Y estos acarios se
+hallan dotados de virtud tan prolífica que una sola pareja puede
+producir al cabo de tres meses un millón y medio de individuos.</p>
+
+<p>»Así pues que no te infunda pavor la idea de la destrucción. Dentro de
+la tumba la vida prosigue como fuera, una vida aún más ruidosa y animada
+que se renueva sin cesar...»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>«¡Muchas gracias!»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>Dejo caer otra vez sobre mí la pesada losa y me dispongo resignadamente
+a entrar en la nada.</p>
+
+<p>Mas he aquí que poco después escucho un suave rumor lejano que pone en
+movimiento mi aterido corazón: batir de alas, chocar de besos, cantos de
+triunfo...</p>
+
+<p>Levanto tímidamente la piedra de mi sepulcro. El alba flotaba ya sobre
+el cementerio y a su luz indecisa veo un glorioso cortejo de ángeles
+alados envueltos en las brumas temblorosas de la mañana. Un rayo de luz
+cayó sobre sus alas doradas y los vi resplandecientes girar en torno de
+mi tumba. Uno de ellos, el más hermoso, vino a posarse al pie de ella.
+Mantúvose algunos instantes silencioso frente a mí y pude contemplar a
+mi sabor su belleza inmortal, el brillo deslumbrador de sus ojos, la
+altivez de su frente, su talla gigantesca, la intrepidez y la calma que
+se exhalaba de su figura radiosa.</p>
+
+<p>«Soy el arcángel Miguel&mdash;me dijo con voz cuya extraña melodía no
+pertenece a la tierra&mdash;y en nombre del<a name="page_213" id="page_213"></a> Señor vengo a ofrecerte la
+verdadera, la única inmortalidad digna de su adorable providencia. Si
+has creído y has confiado en El así que te hayas purificado entrarás a
+gozar de la vida eterna y de la suprema dicha. No se pierde tu <i>yo</i>, no
+se desvanece como una melodía en el aire, porque el amor de sí mismo es
+el fundamento y la condición de todo otro amor. El reposo perfecto y el
+goce de Dios que te ofrezco no destruirán tu conciencia, que es el
+sostén y la raíz misma de tu felicidad. No hay más que una vida temporal
+para los humanos y en ella se decide si han de vivir eternamente gozando
+del bien supremo o eternamente gemirán alejados de él...</p>
+
+<p>»¿Tiemblas por tu suerte? Desecha tu temor. Dios con ser omnipotente no
+puede condenar a un alma que se entrega a El en la hora de la muerte.
+¿Deseas poseer tu cuerpo? Lo poseerás eternamente, pero glorioso,
+purificado. ¿Deseas el reposo? Reposarás en la paz eterna. ¿Amas el
+honor, la gloria y el poder? Participarás de la majestad y del soberano
+dominio de Dios. ¿Buscas la compañía de los nobles y los sabios? Gozarás
+de la sociedad de todos los hombres de bien que en el mundo han sido.
+¿Quieres en fin (y este es sin duda tu más ardiente deseo) amar a los
+tuyos más allá de la tumba? Volverás a encontrarlos y esta vez para no
+perderlos jamás. La muerte no rompe los lazos que unen a dos corazones
+sobre la tierra. Tu amor en el cielo sin dejar de ser íntimo y tierno
+quedará limpio de toda aspereza; porque el corazón humano es un abismo
+insondable de misterios, un campo de batalla donde alternativamente el
+calor y el frío son vencedores.</p>
+
+<p>»¡Paz para siempre! ¡Un corazón y un alma! He aquí lo que eternamente se
+realiza en nuestro Paraíso...</p>
+
+<p>»¿Estás conforme, débil mortal, con las promesas del Cristo?»</p>
+
+<p class="cen">* * *</p>
+
+<p>Entonces todo mi ser se baña de alegría. Hago un esfuerzo supremo y
+alzando la piedra que me encierra exclamo gozosamente:</p>
+
+<p>«¡Tuyo soy!»<a name="page_214" id="page_214"></a></p>
+
+<h2><a name="XXVII" id="XXVII"></a>XXVII<br /><br />
+<small>OVIEDO</small></h2>
+
+<p>En el Otoño de este mismo año fuí enviado a Oviedo para estudiar la
+segunda enseñanza. La capital de Asturias no ofrece apenas, en su
+aspecto material, nada que pueda fijar la atención y hacerla
+interesante. Asentada sobre el lomo de un verde collado, sus contornos
+son bellos como lo es toda la provincia, pero sin relieve; las calles,
+en general estrechas e irregulares, el caserío mezquino con pocos
+edificios notables que la decoren. Aunque fué corte en los primeros
+tiempos de la Reconquista, lo fué por tan breve tiempo y en época tan
+remota, que apenas quedan huellas monumentales de su realeza. Sus
+iglesias distan mucho de ser joyas artísticas como las de León y Toledo.
+Su misma catedral, de estilo gótico, ni por su magnitud ni por la
+riqueza de sus ornamentos, sale de lo común en esta clase de templos.
+Pero su torre... ¡Ah!, su torre merece capítulo aparte.</p>
+
+<p>Es la más esbelta, la más armónica, la más primorosa de cuantas existen
+en España. Oviedo alardea, con razón, de esta torre, como una mujer fea
+se vanagloria de poseer copiosos y ondulantes cabellos.</p>
+
+<p>Pero esta fea, además de su espléndida cabellera, tiene atractivo y gana
+mucho con el trato. ¿Cuál es su atractivo? La sonrisa: una sonrisa
+alegre y cordial, franca y picaresca. He conocido algunos viajeros que,
+prendados de esta sonrisa, han plantado su tienda en la capital de
+Asturias y no han querido salir ya más de ella.<a name="page_215" id="page_215"></a></p>
+
+<p>Si el encanto de Avilés consiste en su alegría infantil, el de Oviedo se
+cifra en su donaire malicioso. En ninguna otra región de España, ni aun
+en Andalucía, tierra clásica de la gracia, se hallará una población más
+regocijada y burlona. Su agudeza no es ligera, aparatosa, espumante como
+la de Sevilla y Málaga: son los asturianos hombres del Norte y pagan
+tributo a la frialdad de su clima y al tono gris de su cielo. Pero hay
+más profundidad en su ingenio, su malicia es más espiritual, más
+penetrante y también, hay que confesarlo, más despiadada.</p>
+
+<p>La burla es la deidad a la que se rinde culto incesante en Oviedo; es su
+recreo y casi su necesidad. Los ovetenses tienen nariz de sabueso para
+olfatear el ridículo. Así que lo encuentran se paran como los buenos
+perros de muestra y esperan a los demás para dar comienzo a la caza.
+Esta caza es una verdadera fiesta o regocijo público, particularmente
+cuando la víctima se halla constituída en autoridad.</p>
+
+<p>Llegó en cierta época a Oviedo un gobernador que era un literato
+ramplón, pero muy pagado de sus obras. En cuanto se dieron cuenta de su
+flaqueza no hubo banquete ni solemnidad donde se pronunciasen brindis o
+discursos en los cuales no se trajesen a cuento frases y hasta párrafos
+enteros de las obras de la primera autoridad. Se le citaba como a
+Plutarco o Cervantes. Aquel badulaque fué dichoso durante los meses que
+gobernó la provincia y los ovetenses más felices aún que él.</p>
+
+<p>Nada les entristece a éstos ser mandados por cualquier majadero: al
+contrario, sospecho que se hallan más complacidos cuando sus autoridades
+lo son en grado máximo. Hubo una época, ya remota, en que el gobernador,
+el alcalde, el rector de la Universidad y el presidente de la Audiencia
+eran cuatro graciosos payasos sin pizca de sentido común. Pues bien;
+nunca se sintió tan feliz la población: fué el siglo de oro de Oviedo.</p>
+
+<p>Confesemos, sin embargo, que sus bromas son, no pocas veces, crueles y
+hasta alevosas. Existía en mi tiempo un honrado hojalatero atacado de la
+manía de la oratoria. En cuanto se le dejaba perorar lo hacía con tanto<a name="page_216" id="page_216"></a>
+énfasis y fuego defendiendo sus ideas tradicionalistas, que nadie podía
+irle a la mano. Es innecesario decir que nadie, en efecto, pensaba en
+atajarle: antes al contrario, se le tiraba de la lengua, se le encendía
+y se le atizaba dondequiera que se presentaba, sobre todo en el café.</p>
+
+<p>No bastaron, sin embargo, el café y la calle. Un grupo de jóvenes
+alegres ideó nada menos que fundar un Círculo de recreo con el exclusivo
+objeto de nombrar presidente de él al citado hojalatero y poder tenerle
+a su servicio todas las noches.</p>
+
+<p>Y, en efecto, se alquiló un local, se redactaron los estatutos y nuestro
+hojalatero fué elegido por voto unánime presidente de la Sociedad. Aquel
+honor inesperado se le subió de tal forma a la cabeza, pronunció tal
+número de discursos vehementes y fué tan aplaudido y festejado que
+terminó por enfermar. Pocas noches después de tomar posesión de su
+cargo, tres o cuatro socios, de acuerdo con los demás, presentaron a la
+Junta directiva una proposición pidiendo que se comprase una regadera
+con destino al barrido del Círculo. El hojalatero, al leer la
+proposición se levantó y pronunció un discurso que hizo época.</p>
+
+<p>«&mdash;Señores: El presidente de esta Sociedad es maestro hojalatero,
+vidriero, plomero y está dispuesto a construir gratuitamente no una
+regadera, sino diez regaderas, veinte regaderas, todas las regaderas que
+sean necesarias para el aseo del Círculo que tiene el honor de
+presidir...»</p>
+
+<p>Años después todavía los chicos de Oviedo sabían de memoria este
+discurso y se lo gritaban al infeliz hojalatero cuando pasaba por las
+calles.</p>
+
+<p>La política, que suele ser trágica en los pueblos y encender las
+pasiones y producir graves desabrimientos, reviste en Oviedo un aspecto
+cómico. Entre los enemigos políticos nada de injurias soeces, ni de
+miradas melodramáticas, ni de pedradas o tiros por la noche. Los más
+encarnizados adversarios se encuentran en Cimadevilla, punto céntrico de
+la población, se saludan, se sonríen, se forma círculo de amigos en
+torno de ellos y comienzan a embromarse alegremente. Es un certamen,<a name="page_217" id="page_217"></a> un
+tiroteo de chanzas y agudezas en el cual, el más gracioso, el que hace
+reír mejor a los amigos, es quien pone el cascabel al gato y sale
+vencedor.</p>
+
+<p>Hay caciques en Oviedo como los hay desgraciadamente en todas las
+capitales de España, pero aquí lo son a condición de aparecer modestos y
+familiares con todo el mundo y dejarse embromar en los corrillos de la
+calle. Si se le ocurriese a cualquier diputado o senador el no dar ni
+admitir chanzas, mostrarse reservado y erguido, caería inmediatamente en
+el desprecio público, se le cubriría de ridículo y ya no volvería a
+levantarse. Cuando las autoridades o los próceres de la política son
+comunicativos e ingeniosos y descienden a presentarse en el café y
+formar tertulia y ríen y charlan como los demás, entonces es cuando son
+verdaderamente respetados y queridos. Es un caso raro, acaso único, que
+habla muy alto en favor de la dignidad y el entendimiento de los
+habitantes de la capital de Asturias.</p>
+
+<p>Pudiera sospecharse que en un pueblo donde corre con tal fortuna la
+burla andará igualmente desatada la maledicencia. No sucede así. Existe
+ciertamente la murmuración, pero no es tan agresiva y traidora como en
+otras poblaciones. A los ovetenses les agrada más descubrir una manía
+ridícula que un robo y burlarse en la cara más que por la espalda. Se
+dicen frente a frente y en tono jocoso frases que acaso harían funcionar
+las pistolas en otra región. Allí se acogen con una carcajada.</p>
+
+<p>Muchas farsas regocijadas he presenciado en Oviedo durante mi
+adolescencia, pero la que mejor recuerdo y más impresión me causó fué la
+que compusieron para cierto clérigo de misa y olla unos cuantos jóvenes
+traviesos.</p>
+
+<p>Buscaba con sobrada diligencia dicho clérigo su reino en este mundo, no
+en el otro; carecía de instrucción, carecía de inteligencia y tampoco
+había dado largos pasos en el camino de la perfección espiritual.
+Habíase hecho muy familiar de un político influyente, al cual servía y
+adulaba en la medida de sus fuerzas. Para recompensar estos servicios
+domésticos y electorales, el personaje político logró que se le nombrase
+canónigo. ¡Tales y tan<a name="page_218" id="page_218"></a> vituperables excesos se ven por la nefanda
+intrusión del poder civil en la santa libertad de la Iglesia!</p>
+
+<p>Las personas piadosas gimieron por aquel escándalo, pero los cazurros
+ovetenses rieron y no perdieron ya de vista al ambicioso clérigo,
+prometiéndose pasar algún buen rato a sus expensas.</p>
+
+<p>Llegó en efecto un día en que cierto joven muy conocido en la población
+recibió una carta de un hermano político, diputado y hombre de
+influencia en Madrid. Comunicábale en ella que hallándose vacante la
+diócesis de *** el Gobierno de acuerdo con el Nuncio de Su Santidad
+pensaba buscar obispo en el cabildo catedral de Oviedo, y que a él como
+diputado ministerial se le había consultado respecto a este particular.
+Sabiendo la cariñosa amistad que le ligaba a don... (el nombre del
+canónigo) y las muchas partes que a éste adornaban no había vacilado en
+designarle para la sede vacante y había tenido el gusto de saber que
+otros tres o cuatro diputados de la provincia siguieron su ejemplo. Por
+tanto, le rogaba que se avistase con el interesado y se lo hiciese
+saber. Antes de dar un paso más era necesario que éste manifestase si
+estaba dispuesto a aceptar.</p>
+
+<p>Con gran sigilo y reserva, el malicioso joven comunicó la carta de su
+cuñado con el canónigo. Quedóse éste densamente pálido, perdió el uso de
+la palabra por algunos momentos, comenzó a tragar la saliva con
+dificultad y al cabo, protestando de su insuficiencia, manifestó que
+estaba dispuesto a obedecer a sus superiores en esto como en todo. Sin
+embargo, principió a celebrar consultas con los sacerdotes y los
+seglares más caracterizados de la población. Fingía vacilar, se
+declaraba indigno, pedía consejo; todo para darse aún más tono y
+escuchar elogios.</p>
+
+<p>Duró este trajín de las consultas por varios días como si fuese una
+crisis ministerial. Las personas sinceramente religiosas de la ciudad se
+hallaban aterradas: el obispo, el cabildo catedral y en general todo el
+clero estupefacto. Cruzábanse entretanto cartas, venían telegramas.
+Pronto la población entera se puso al tanto de la farsa y tomó parte en
+ella. Fué una verdadera corrida en pelo la<a name="page_219" id="page_219"></a> que sufrió aquel desdichado
+sin darse cuenta. Marchaba por las calles en actitud imponente y
+majestuosa, dirigía sonrisas de protección a los conocidos, le faltaba
+ya poquísimo para echarnos bendiciones como si tuviese la mitra sobre la
+cabeza y el báculo en la mano. Tácitamente convencidos todos afectaban
+la mayor seriedad y respeto. Los estudiantes se despojaban del sombrero
+cuando pasaba, los comerciantes salían de sus tiendas y le daban la
+enhorabuena llamándole <i>su ilustrísima</i>. El canónigo recibía los
+plácemes con orgullosa condescendencia y echándose hacia atrás un poco
+respondía gravemente:</p>
+
+<p>&mdash;Pidan ustedes a Dios que me dé luces para gobernar la diócesis.<a name="page_220" id="page_220"></a></p>
+
+<h2><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>XXVIII<br /><br />
+<small>EL CUADRO DE HONOR</small></h2>
+
+<p>Mi abuelo paterno, a cuya casa vine a parar, era un honrado burgués que
+vivió hasta los noventa y tres años cuidando de su salud física.</p>
+
+<p>De la moral no había cuidado: se la daba Dios por añadidura.</p>
+
+<p>Cuando entró en este mundo, allá en el último tercio del siglo XVIII, no
+pensó como Schopenhauer que había caído en una cueva de bandidos, sino
+en un nido de ángeles. En esta creencia vivió y murió al cabo de un
+siglo.</p>
+
+<p>Mas si creyó siempre en el bien, no imaginaba que éste se hallaba
+igualmente repartido en el mundo. Por un decreto especial de la
+Providencia, cuya justicia jamás puso en duda, a su patria, a su
+provincia, a sus parientes, a sus amigos y conocidos tocaba una parte
+mucho mayor que al resto del universo.</p>
+
+<p>Que le viniesen a hablar de las bellezas de Suiza. Sonreía
+compasivamente y nos contaba cómo el conde de Toreno, el famoso
+historiador de la <i>Guerra de la Independencia</i>, le había dicho en
+confianza cierta tarde en el parque de San Francisco: «He viajado por
+Francia, por Inglaterra, por Alemania, por Suiza, por Italia: nada he
+visto comparable a Asturias.»</p>
+
+<p>Que se elogiase en su presencia la sabiduría o la elocuencia de un
+hombre eminente español o extranjero. La misma sonrisa por parte de mi
+abuelo. Sonreía porque<a name="page_221" id="page_221"></a> estaba bien seguro de que nadie en este mundo
+alcanzaba la claridad de juicio, la fuerza de razonamiento, la
+insondable profundidad teológica de su íntimo amigo V*** el deán de la
+Catedral.</p>
+
+<p>Y a este tenor, su amigo el doctor A***, era el abogado más notable del
+reino; el coronel P***, el más hábil estratégico; el farmacéutico L***,
+en cuya botica se reposaba de sus paseos higiénicos, un químico sin
+rival, y C***, el tendero de comestibles con quien alguna vez fumaba un
+cigarro por las tardes, poseía en su opinión un verdadero tesoro en
+productos alimenticios.</p>
+
+<p>¡Ya se guardarían mis tías de enviar por cualquier medicamento a otra
+farmacia que no fuese la del licenciado L***! Si esto acaeciese, mi
+abuelo pensaría que se le había envenenado. En cuanto a los comestibles
+se creían con derecho a más independencia, y una que otra vez se
+autorizaban la libertad de traer algún producto de otra tienda. Pero
+como no hay estafa que al cabo no se descubra en este mundo, cualquier
+imprudencia de la cocinera descubría la de mis tías. ¡Qué consternación
+profunda se pintaba en el rostro de mi abuelo al averiguar que los
+garbanzos que estaban comiendo no eran de la tienda de su amigo C***
+sino de la del falsificador de la esquina! Entonces se simulaba una
+comedia; se fingía restituir aquellos indignos garbanzos al lugar de su
+procedencia y acarrear otros del tesoro que guardaba el amigo C***.
+Mediante esta superchería, en la cual todos tomábamos parte, las olas
+encrespadas se sosegaban y la calma renacía en el espíritu atribulado de
+mi abuelo.</p>
+
+<p>Después de esto no necesito declarar que sus digestiones fueron siempre
+perfectas y que la más pura y tranquila felicidad se reflejaba
+constantemente en su persona higiénica.</p>
+
+<p>Confieso, con vergüenza, que toda mi vida he profesado hacia mi abuelo
+una envidia ruin. En los momentos críticos de la vida, cuando algún
+disgusto me oprime, cuando encuentro antipáticas a las personas que me
+rodean, y los enemigos me crispan y los amigos me molestan y los
+periódicos me aburren, entonces su figura<a name="page_222" id="page_222"></a> radiosa y plácida se me
+aparece hablándome con entusiasmo de los paisajes de Asturias, de la
+sabiduría del deán y de los garbanzos de su amigo C***. ¡Oh, cuánto le
+envidio en aquellos momentos! ¡Oh, con qué placer trocaría mi masa
+encefálica y mi espina dorsal por las suyas!</p>
+
+<p>Y, sin embargo, estoy seguro de poseer alguno de los glóbulos color de
+rosa de la sangre de mi abuelo en la mía. Verdad que estos glóbulos se
+hallan mezclados con los grises de mi padre y con los verdes, amarillos
+y azules de todos mis antepasados; porque es cosa averiguada que el
+hombre semeja un panteón donde todos los muertos hablan y mandan cada
+uno a su hora. Verdad que estos glóbulos se entrechocan, bullen, riñen,
+se acarician, se agitan y forman infernal algarabía dentro de mi cuerpo;
+pero al fin aquí están y son, a no dudarlo, los que una que otra vez me
+impulsan a creer demasiado pronto en la teología, en la química o en los
+garbanzos de cualquier amigo.</p>
+
+<p>Los glóbulos de mi padre me cantan lo que hay de triste y repugnante en
+nuestra vida, pero los de mi abuelo me sugieren poco después dulcemente
+que todos los males tienen su compensación, que al lado de cada
+desventaja hay siempre una ventaja, y que existe una normal para la
+felicidad de los hombres como existe para su calor animal: la diferencia
+es sólo de algunas décimas.</p>
+
+<p>Recuerdo que en mi infancia vivía en Avilés un simpático armador que
+tuvo la desgracia de que se le perdiese un barco en las costas de
+Galicia. Cuando los amigos fueron a darle el pésame le hallaron
+tranquilo y risueño como si no hubiera pasado nada.&mdash;¿Y si se hubiera
+perdido el <i>Paco</i>?&mdash;exclamaba riendo y frotándose las rodillas. El
+<i>Paco</i> era otro buque de mayor porte que tenía igualmente navegando.
+Algo parecido me sucede a mí. Cuando experimento alguna contrariedad o
+sufro cualquier desengaño, suelo exclamar interiormente:&mdash;¡Y si se
+hubiera perdido el <i>Paco</i>! Convengo en que es un mezquino consuelo; pero
+sin estos mezquinos consuelos la vida sería cosa mucho más mezquina.</p>
+
+<p>Si mimado había sido hasta entonces por mis padres<a name="page_223" id="page_223"></a> en Avilés, más
+mimado lo fuí aún en Oviedo por mi abuelo y mis buenas tías. Además
+comía a menudo con nosotros y pasaba gran parte del día, un primo mío
+del cual fuí, desde luego, grande amigo y admirador. Tenía nueve o diez
+años más que yo. Era, por lo tanto, un mancebo de veintiuno o veintidós
+años que se hallaba terminando la carrera de Derecho, inteligente, de
+agradable presencia, con rizada cabellera romántica y de una
+sensibilidad tan excesiva, como no he conocido después a ningún otro
+hombre. Las emociones, hasta las más fugaces, se reflejaban de tal
+manera en su rostro expresivo que no necesitaba hablar para hacer
+ostensibles los estados de su alma.</p>
+
+<p>Con estos elementos y atendida la época en que florecía, fácil es
+colegir que mi primo era un romántico desenfrenado. Fuimos excelentes
+camaradas y fué el primero que me enseñó a respetar las ojeras y las
+melenas del romanticismo.</p>
+
+<p>Sus ídolos eran Byron, Lamartine, Chateaubriand y Espronceda. Llevaba
+siempre en el bolsillo las <i>Meditaciones</i>, de Lamartine, en un primoroso
+volumen que aún conservo yo con cariño en mi librería, y me las traducía
+y las comentaba lánguidamente, entre suspiros y lágrimas no pocas veces.
+Cuando vienen a mi memoria los hermosos versos de <i>Le Lac</i>,</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Ainsi toujours poussés vers de nouveaux rivages</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">dans la nuit éternelle emportés sans retour,</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">ne pourrons-nous jamáis sur l'océan des ages</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">jeter l'ancre un seul jour?</span></td></tr>
+</table>
+
+<p class="nind">se me aparece siempre la figura de mi primo con su melena rizada y sus
+ojos negros enternecidos. ¡Ay!, ni él ni yo hemos podido echar el ancla
+en aquellos hermosos y serenos días. El abordó ya las riberas de la
+noche eterna; yo no tardaré en seguirle.</p>
+
+<p>Me leía también el <i>Werther</i>, de Goethe, y <i>Nuestra Señora de París</i>, de
+Víctor Hugo. En cuanto al <i>Diablo Mundo</i>, de Espronceda, no necesitaba
+leérmelo, porque se lo sabía de memoria. Sentía una viva admiración
+hacia<a name="page_224" id="page_224"></a> este gran poeta, que inmediatamente logró infundirme a mí.</p>
+
+<p>Casi tanto como la poesía atraía a mi primo la música. Aunque no había
+estudiado sus principios poseía un oído tan delicado y tal sensibilidad,
+que dudo que ningún músico profesional le aventajase. Escuchando ciertas
+arias de ópera y algunos conciertos de violoncelo le he visto
+empalidecer densamente y permanecer en un estado de estupor hipnótico
+que inspiraba miedo.</p>
+
+<p>Pero en música, como en poesía, era exclusivista. Amaba a ciertos
+músicos y aborrecía a otros. Su predilecto era el maestro italiano
+Bellini; mejor dicho era su ídolo; no existía para él nada en este mundo
+superior a <i>Norma, Sonámbula y Puritanos</i>. A Rossini le respetaba; a
+Donizetti le concedía algún talento, y <i>Lucía de Lammermoor</i> le agradaba
+bastante; pero no vacilaba en afirmar que esta ópera era una obra
+póstuma de Bellini que Donizetti había hallado entre sus papeles. Me
+contaba, a tal propósito, que hallándose éste loco en un manicomio le
+habían hecho oír el inspirado final de <i>Lucía</i> y, quedando un momento
+extático, había exclamado: «¡Tenía talento ese Bellini!»</p>
+
+<p>En cuanto a Verdi le odiaba profundamente. Era tanta su aversión por
+este maestro, que cuando de él se hablaba se ponía pálido y enronquecía
+su voz, como si en otro tiempo le hubiera inferido una afrenta
+imperdonable a él o a su padre. Naturalmente, yo participé en seguida
+del amor a Bellini y del odio a Verdi. Pero lo singular del caso es que
+las óperas de este maestro me encantaban, particularmente <i>Traviata</i> y
+<i>Rigoleto</i>. Esto me causaba un malestar y una vergüenza indecibles;
+hacía esfuerzos desesperados por arrojar de mí esta inclinación, como
+San Antonio huía de sus terribles tentaciones.</p>
+
+<p>Desde luego, debe suponerse que si mi primo era tan sensible a la poesía
+y a la música, no lo sería menos al amor. Lo era muchísimo más. Era un
+enamorado de los pies a la cabeza. ¿De quién? De todas las hermosas
+mujeres que sus ojos acertaban a ver; pero no simultáneamente, sino
+enfiladas y por riguroso turno. Sus amores no eran muy largos; dos meses
+cada uno, poco más o<a name="page_225" id="page_225"></a> menos. Acaso por esto mismo el objeto de sus
+ansias no llegaba generalmente a enterarse. Mas, lo que perdían en
+extensión, lo ganaban en intensidad. Nadie ardió jamás con tan viva
+llama, nadie suspiró, nadie veló, nadie se suicidó mentalmente, nadie
+compuso tantos versos como él.</p>
+
+<p>Había de todo: romances, décimas, octavillas, sáficos adónicos. Además,
+indefectiblemente, para cada uno de sus amores componía una habanera en
+honor de la bella ingrata: música y letra. Como, según he dicho, no
+tenía conocimientos musicales, no podía escribirla; pero la retenía
+perfectamente en la memoria y me la cantaba cuando nos hallábamos solos.
+Yo escuchaba estas habaneras embelesado, admirando la inspiración y el
+prodigioso talento musical de mi primo. No dejaba de advertir, sin
+embargo, que se parecían mucho unas a otras. Por ejemplo, la que decía:</p>
+
+<p class="cen"><i>«Hay una hermosa trigueña»,</i></p>
+
+<p class="nind">era casi igual a otra que principiaba:</p>
+
+<p class="cen"><i>«Una rubita, bella sin par.»</i></p>
+
+<p>Apenas variaba más que el color del pelo; pero esto no amenguaba mi
+placer; al contrario, puesto que me había agradado la primera, era
+lógico que me agradasen todas.</p>
+
+<p>Me encontraba, pues, en Oviedo a las mil maravillas. Las clases del
+Instituto eran menos largas y penosas que la escuela de don Juan de la
+Cruz; me dejaban libre casi toda la tarde. Además, se respiraba en los
+claustros de la Universidad, por donde paseábamos, un ambiente de
+libertad, de emancipación que me hechizaba. Ya no nos llamábamos los
+compañeros por el nombre de pila, como en la escuela, sino por nuestro
+apellido, y esta, al parecer, insignificante circunstancia, nos hacía
+imaginar que éramos ya hombres, y nos llenaba de satisfacción. Los
+porteros y bedeles, igualmente, nos llamaban por el apellido, haciéndole
+preceder de la palabra señor; nos codeábamos<a name="page_226" id="page_226"></a> paseando con los
+estudiantes de Jurisprudencia, casi todos poseedores de un bigote más o
+menos floreciente; había desaparecido por completo todo castigo
+corporal; formábamos dentro de la ciudad una casta infinitamente
+respetable.</p>
+
+<p>Cuando sonaba la campana, los profesores atravesaban el claustro
+solemnemente y entraban en el aula revestidos de toga y birrete. Al
+terminar, un bedel abría la puerta, se asomaba con respeto y decía,
+inclinándose profundamente: «Es la hora.» Alguna que otra rara vez,
+antes de terminar la clase abría de improviso, y con estrépito, de par
+en par las puertas, daba un fuerte golpe con el pie sobre el entarimado
+y gritaba con el mayor énfasis:</p>
+
+<p>&mdash;«¡El señor Rector!»</p>
+
+<p>Entonces todos nos poníamos en pie súbitamente, como movidos por un
+resorte; el Profesor también se levantaba y salía a recibir al Rector,
+que atravesaba la cátedra e iba a sentarse en el sillón de aquél con una
+majestad augusta que nos producía escalofríos de respeto. Nuestro
+catedrático se sentaba a su lado, humilde, reverente, eclipsado como un
+despreciable asteroide por aquel gran sol radiante.</p>
+
+<p>¡Oh, cuán feliz me hacía todo este aparato pintoresco! Me parecía vivir
+en otro mundo y haber ascendido varios grados en la escala de los seres
+vivos. Tuve la desgracia, no obstante, de que me tocase por catedrático
+de Latín un señor de rostro cetrino y deteriorado por la viruela, de
+temperamento frío, irónico y bilioso, el único profesor modernista que
+existía a la sazón en el Instituto. Y digo modernista, porque la
+frialdad y la bilis parecen ser los elementos que mejor caracterizan a
+nuestra Edad Moderna. Todos los demás catedráticos estaban chapados a la
+antigua, cordiales, ruidosos, espontáneos y un poquito grotescos.</p>
+
+<p>Teníamos aquel año uno de Religión que era, al mismo tiempo, párroco de
+una de las parroquias de la ciudad: un coloso velludo, un monstruoso
+cetáceo, cuyos resoplidos, como los de los leones, infundían pavor; su
+voz sonaba horrísona, como si hablase con bocina; y<a name="page_227" id="page_227"></a> cuando daba un
+puñetazo sobre la mesa, la rompía, indefectiblemente. Dos o tres veces
+durante el curso fué arreglada por el carpintero. Cuando nos hablaba del
+Apocalipsis creíamos estar oyendo, en efecto, la gran voz que escuchó
+San Juan, semejante a una trompeta, y cuando nos narraba de qué forma
+Sansón se llevó las puertas de Gaza hasta lo alto de una colina sobre
+sus espaldas, y con la quijada de un asno puso en vergonzosa fuga y dió
+muerte a mil filisteos, ni uno de nosotros dejaba de representarse al
+héroe bíblico, con sotana y manteos, blandiendo el hueso del burro.</p>
+
+<p>Empecé a asistir puntualmente a mis clases y a estudiar con igual
+puntualidad mis lecciones. Cuatro o cinco veces durante aquel primer mes
+me llamaron los profesores para decirlas, y lo hice del modo mejor que
+Dios me dió a entender. No pensé hacer nada meritorio: estaba tan
+persuadido de mi insignificancia, que ni por un momento sospeché que
+aquello tuviera valor alguno.</p>
+
+<p>Cuando terminó el mes, hallábame paseando el primer día del otro por los
+claustros con mis libros debajo del brazo. Había llegado demasiado
+temprano y apenas había chicos por allí. Paseaba, pues, como digo, solo
+y aburrido, cuando al cruzar por delante de la puerta de la Secretaría
+vi sobre ella colgado un gran cuadro con marco dorado. Era, sin duda, el
+<i>cuadro de honor</i>, del cual ya había oído hablar; sobre él se estampaban
+los nombres de los alumnos que más se habían distinguido en los
+diferentes años del bachillerato. Me acerqué negligentemente a él, pasé
+una mirada distraída sobre sus primores caligráficos, y... ¿qué es lo
+que veo? Mi nombre aparecía el primero de todos sobre el cuadro. Quedé
+clavado al suelo por el estupor más que por la alegría; después me llevé
+las manos a los ojos, temiendo que aquello fuese una alucinación. ¡Pero,
+no! Allí estaba bien claro mi nombre con mis dos apellidos.</p>
+
+<p>Fué una revelación: fué la voz que le gritó a Lázaro: «¡Levántate!» Mi
+padre estaba equivocado. Yo no era un ser inepto.<a name="page_228" id="page_228"></a></p>
+
+<h2><a name="XXIX" id="XXIX"></a>XXIX<br /><br />
+<small>BESOS EN CABEZA DE TURCO</small></h2>
+
+<p>Dos o tres meses después de mi llegada a Oviedo se trasladó mi abuelo
+con su familia al piso segundo de una casa recién construída sobre la
+antigua muralla de la ciudad. Por delante formaba con otras una
+rinconada o plazoleta: algunas callejuelas venían a desembocar; estaba
+rodeada de vecinos que vivían como en familia, hablándose desde los
+balcones. Por detrás tenía mayor elevación y las vistas sobre el campo;
+había mucho aire, mucha luz y mucho silencio. Era íntima, familiar y
+gárrula, como una vieja comadre, por delante; era grave y luminosa, por
+detrás, como una deidad.</p>
+
+<p>En esta casa vivió mi familia paterna por más de cuarenta años, y allí
+murió casi toda ella. La primera en sucumbir fué la más joven de mis
+tres tías. Hacía ya tiempo que padecía una enfermedad mortal al pecho.
+En sus últimos días experimentaba antojos y tentaciones de golosinas que
+el médico le prohibía. Entonces la cuitada me hizo su confidente y me
+enviaba secretamente por ellas. Yo le traía confites y naranjas en los
+bolsillos de mi abrigo y se los entregaba cuando no había nadie en la
+habitación. Después de su muerte me acometieron atroces remordimientos
+imaginando que había contribuído a ello. Más adelante, cuando empecé a
+dudar de la ciencia de nuestro médico, y, en general, de la eficacia de
+la Medicina, me alegré de haber endulzado sus últimos momentos.<a name="page_229" id="page_229"></a></p>
+
+<p>Quedaban otras dos. Ambas pasaban de los cuarenta; pero aunque
+igualmente viejas solteronas no podían ser más diferentes por su
+carácter. La primera era una mujer seria, firme, concentrada; poseía
+claro entendimiento y tierno corazón, pero huía de toda manifestación
+externa, manteniéndose siempre en una reserva que la hacía aparecer
+severa. No lo era más que para el amor sexual y todo lo que con él se
+conexionase. Tenía por tan ridículo y aun tan indigno cuanto se
+refiriese a la vida galante, que, cuando se hablaba en su presencia de
+alguna relación amorosa, mostraba inmediatamente su malestar y hacía lo
+posible por derivar a otro punto la conversación. Si se obstinaban en
+seguir tratándolo no tardaba, con cualquier pretexto, en alzarse de la
+silla y salir de la estancia. Nadie en la familia le había conocido
+jamás inclinación amorosa, noviazgo, ni cosa que se le pareciese. Por
+eso, a mí, que estudiaba entonces la historia de Roma, se me
+representaba mi tía como una de aquellas tristes vestales que envejecían
+y se secaban atizando el fuego sacro. El que ella mantenía vivo era el
+del orden, la economía y la dignidad del hogar doméstico, en cuya tarea
+nadie podía aventajarla.</p>
+
+<p>La segunda formaba con ésta gracioso contraste. Era la más devota y
+respetuosa adoradora de Cupido que jamás se viera. Cuanto se refiriese
+de cerca o de lejos a los tiernos sentimientos que aquel dios inspira a
+los mortales, hallaba eco en su alma y despertaba su interés. Su memoria
+era un almacén de historias sentimentales, al cual acudía yo para
+solazarme cuando el estudio me aburría y no estaba en casa mi primo para
+entretenerme.</p>
+
+<p>Ninguna otra cosa parecía conmoverla en este mundo que sus achaques (que
+eran muchos y variados) y las dulces manifestaciones juveniles del
+sentimiento amoroso.</p>
+
+<p>Porque para ella los seres humanos no envejecían. Cuando alguna persona
+de edad avanzada, ya perteneciese al sexo masculino o al femenino, venía
+de visita a nuestra casa o la veíamos desde el balcón cruzar por la
+calle, aquella persona no existía para ella en el presente ni le
+interesaba su condición actual, sino que inmediatamente la retrotraía a
+su juventud y me narraba prolijamente<a name="page_230" id="page_230"></a> sus amores con la anciana señora,
+su esposa, que le acompañaba; me refería los obstáculos que le había
+puesto la familia de ésta, cómo él los había vencido, de qué manera se
+correspondía con ella dejando sus billetes amorosos escondidos debajo de
+un confesonario de la catedral, y otras travesuras no menos ingeniosas;
+por fin, en qué forma una noche había escalado los balcones de la casa
+de su amada, y juntos se habían huído del hogar paterno.</p>
+
+<p>Confieso que me costaba enorme trabajo representarme a aquellos dos
+ancianos descendiendo por una escala de cuerda a la calle. Pero mi tía
+parecía que los estaba viendo y no perdonaba ningún detalle que
+contribuyese a animar aquel cuadro interesante.</p>
+
+<p>Era mi tía un ser ideal y poético, era una entusiasta sentimental, era
+una cascada romántica, era un bosquecillo donde se arrullaban las
+tórtolas. Gastaba sortijillas en el pelo pegadas con goma a las sienes;
+tocaba la guitarra y cantaba melodías delicadas de ritmo quejumbroso:
+canciones de los buenos tiempos de amor y poesía que en nada se parecen
+a los <i>couplets</i> desvergonzados que hoy escuchamos por todas partes.
+Entonces las grandes pasiones amorosas históricas o fingidas servían a
+los músicos anónimos para componer melodías tristísimas. Había una
+canción de <i>Abelardo y Eloísa</i>, había otra de <i>Chactas y Atala</i>. Ambas
+retengo en la memoria y suelo tararearlas cuando me siento desengañado y
+melancólico. También recuerdo una, que mi tía cantaba con predilección:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1.5em;">Tronco infeliz, desnudo y sin verdura;</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">imagen fiel de un desdichado amor;</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">si marchitó el invierno tu hermosura,</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">también a mí me marchitó el dolor.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Otra comenzaba:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1.5em;">Tu padre, rico de oro, es insaciable;</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">¡ay!, por tenerle, mil vidas diera yo.</span></td></tr>
+</table>
+<p><a name="page_231" id="page_231"></a></p>
+
+<p>Yo escuchaba todo esto embelesado; admiraba a aquellos héroes del amor y
+deploraba el haber nacido en una época tan ruin y prosaica. Mi tía, con
+su guitarra y sus canciones, con sus relatos interesantes y el perfume
+de almizcle que usaba, me inició en el romanticismo casero, como mi
+primo me había iniciado en el literario.</p>
+
+<p>Entraba en nuestra casa como el amigo más íntimo un señor calvo, de
+rostro pálido, de mirada dura y penetrante, alto de hombros y hundido de
+pecho. Era un hombre inteligente, pero sin sonrisa. Hablaba poco y
+cortante; sus juicios eran inapelables: si se le contrariaba quedaba aún
+más pálido y enronquecía de furor.</p>
+
+<p>Los niños de la población le tenían un miedo increíble. Porque este
+caballero había dado en la extraña manía, y con ella gozaba al parecer,
+de aterrar al mundo infantil. Tenía a todos los niños fuertemente
+sugestionados. En cuanto tropezaba en la calle con uno de su
+conocimiento, y a veces aunque no lo fuese, se detenía, le clavaba una
+mirada feroz, insistente, y después de tenerle hipnotizado preguntaba
+con voz terrible al criado o criada que le conducía «si había sido
+bueno». En caso afirmativo le dejaba pasar tranquilamente. Pero si se le
+decía lo contrario un demonio del infierno no podía poner cara más
+espantosa que aquel buen señor; le cogía por el brazo, le sacudía y le
+gritaba al oído tales y tan horrendas amenazas que el niño quedaba sin
+gota de sangre en las venas, sin fuerza aun para llorar. Los padres
+alentaban esta manía que les era útil; la amenaza de llamarle bastaba
+para que cualquier niño recalcitrante se transformase en manso cordero.
+Tal idea tenían los chicos de la braveza feroz y de la infinita crueldad
+de aquel sujeto que un hermanito mío me preguntaba cierto día, con la
+mayor naturalidad, si tendría más fuerza que un toro. Le respondí que
+sí. Calló un momento y me preguntó de nuevo si tendría más fuerza que un
+guardia civil. Le respondí también afirmativamente. Por último después
+de algunas vacilaciones me preguntó si tendría más fuerza que Dios.
+Entonces yo, no atreviéndome a despojar al Ser Supremo del atributo de
+su omnipotencia, aunque se me pasaron ganas de hacerlo, le<a name="page_232" id="page_232"></a> respondí que
+tenía menos, pero sólo un poco menos, casi nada menos.</p>
+
+<p>Pues este caballero áspero y ceñudo había sido, ¡caso maravilloso!,
+novio de mi romántica tía. Por lo que pude colegir, la falta de medios
+de fortuna le había retraído del matrimonio. Esto al menos pensaba y
+dejaba traslucir mi tía.</p>
+
+<p>Era para mí cosa absolutamente incomprensible cómo aquel señor calvo
+pudiera haber sido un doncel enamorado. Porque yo entonces me
+representaba siempre a los enamorados con largos cabellos. ¿Cómo suponer
+a un sujeto tan rígido doblando la rodilla, llevándose la mano al
+corazón y profiriendo frases apasionadas? Sin embargo, mi tía llegó a
+afirmarme que le había compuesto y dedicado más de un madrigal. No sé lo
+que tendrá de cierto. Lo que no cabe dudar era que seguía enamorada de
+él, que buscaba pretextos para abrir el balcón a las horas en que él iba
+y venía de la oficina, que le servía el café cuando venía a tomarlo a
+casa con rematada complacencia, y escuchaba sus sentencias como
+oráculos.</p>
+
+<p>No le sucedía a él otro tanto; antes por el contrario, le hablaba aún
+con más aspereza que a los demás y sin mirarle a la cara, y le llevaba
+la contraria a cuanto decía sin reparo alguno y en forma despectiva.
+Pero esto era para mi tía, por lo que dejaba entender, testimonio
+irrecusable del más acendrado amor. Es posible que estuviese en lo
+cierto.</p>
+
+<p>Me inclino a pensarlo, porque aquel caballero era en el fondo de su alma
+todo lo contrario de lo que representaba. Cuando pude penetrar su
+carácter me persuadí de que no sólo poseía una inteligencia lúcida y muy
+estimable cultura, sino lo que es aún mejor, un gran corazón. Era tierno
+y compasivo como pocos, creyente fervoroso, dispuesto a sacrificarse por
+los otros ocultando siempre con extrema vigilancia toda señal de
+debilidad. Era, en una palabra, el tipo acabado del <i>bourru
+bienfaisant</i>, que los dramaturgos franceses se complacen alguna vez en
+pintar en sus comedias.</p>
+
+<p>Al hacerme hombre me ligué a él con afectuosa confianza. Poseía una
+copiosa librería, que puso a mi disposición,<a name="page_233" id="page_233"></a> y le debo muchos y
+prudentes consejos que me han servido bastante en la vida. Su muerte fué
+para mí una pérdida irreparable. El, que no sonreía jamás, murió con la
+sonrisa en los labios consolando con palabras jocosas a los que lloraban
+en torno de su lecho.</p>
+
+<p>Guarda aquella casa todos los recuerdos de mi adolescencia. En su
+despacho bañado por el sol y por el aire puro de los campos soñé poemas
+divinos; allí la voz de la naturaleza hizo latir mi corazón; allí
+cantaron en mi alma mil ruiseñores armoniosos; allí se disiparon las
+nieblas en que se envolvía mi infancia; allí una extraña y nueva vida
+oprimió mi pecho inflamándolo con un fuego sutil y misterioso; allí
+estudié las conjugaciones de los verbos latinos regulares e irregulares
+y aprendí a extraer la raíz cúbica de los números.</p>
+
+<p>Vino a estrenarla igualmente con nosotros, habitando el piso principal,
+un catedrático de la facultad de Derecho de la Universidad. Era hombre
+de poco estudio pero de mucho talento a lo que oía decir, porque no me
+hallaba yo en estado de juzgarlo. Tenía dos hijos de mi misma edad
+aproximadamente, con los cuales trabé en seguida estrecha amistad. Tenía
+también una hija que contaba dos o tres años más que el primero de sus
+hermanos. Era una linda niña de catorce o quince años y esta niña tenía
+dos amiguitas de su misma edad tan lindas como ella que venían casi
+todos los días a su casa a pasar la tarde y solazarse.</p>
+
+<p>No creo que haya habido nunca en Oviedo una trinidad más respetable. Un
+estudiante de segundo año de Derecho, que presumía de clásico las llamó
+<i>las tres gracias</i>. Dos de ellas aún viven y a pesar de los años
+devastadores conservan vestigios de su pristina hermosura.</p>
+
+<p>Pues estas tres chicas se compadecieron inmediatamente de mi niñez y
+comenzaron a prodigarme los más tiernos y maternales cuidados. Una
+anciana de noventa años, hablando a una niña de diez, no adoptaría un
+acento más protector, más condescendiente que el que ellas usaban
+conmigo. Me atusaban el cabello cuando estaba despeinado, me hacían el
+nudo de la corbata, me hacían recitar fábulas, reían como locas con mis
+inocentes<a name="page_234" id="page_234"></a> salidas y me cubrían de besos a cada instante; pero me
+besaban como si fuese su nieto.</p>
+
+<p>La encrucijada o plazoleta donde nuestra casa se hallaba situada hervía
+de mozalbetes enamorados, ninguno de los cuales pasaría de diez y ocho
+años. Todo el primero y segundo año de Jurisprudencia desfilaban por
+allí diariamente clavando miradas lánguidas en los balcones. De vez en
+cuando también se deslizaba algún estudiante de tercero o cuarto. Se les
+reconocía en seguida por su decisión y osadía. Porque se plantaban
+descaradamente frente a la casa, sonreían, hacían guiños maliciosos y
+enseñaban cartas. Estos eran los únicos que lograban poner serias a mis
+tres abuelitas.</p>
+
+<p>¡Cuánto me he divertido en aquel alegre piso, en un todo semejante al
+nuestro! Si quiero evocar tan felices tiempos no tengo más que acudir a
+la música, como siempre. Una de aquellas hermosas niñas cantaba a menudo
+cierta habanera que comenzaba:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">En un valle virgen</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">bajo un cielo azul.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Cuando la recuerdo hallo de nuevo aquellas gratas horas de mi infancia y
+me las represento en toda su frescura.</p>
+
+<p>De esta niña que cantaba el <i>valle virgen</i> y que murió muy joven, cayó
+enamorado mi buen primo (con alguna había de caer) y ella tuvo el honor
+de inspirarle un número prodigioso de romances, sáficos adónicos,
+octavas reales y octavillas. No falleció a consecuencia de esto ni
+tampoco de la habanera (música y letra) que la dedicó inmediatamente,
+sino más adelante de una fiebre tifoidea.</p>
+
+<p>Pero el amor, que animaba el estro poético de mi primo, paralizaba todo
+el resto de su organismo. En cuanto se hallaba en presencia del objeto
+de sus ansias, quedaba estupefacto y mudo. Empalidecía como si viese un
+fantasma pavoroso y apenas se le podían arrancar algunas palabras que
+pronunciaba con voz temblorosa. La niña se puso al tanto, con la
+velocidad del rayo, del efecto<a name="page_235" id="page_235"></a> que sus encantos producían y se
+regocijaba con toda su alma. No hay que reprocharlo demasiado duramente:
+a cualquier chica le pasaría lo mismo, ¿verdad amable lectora?</p>
+
+<p>Era de ver a aquella chicuela de catorce años clavarle una mirada
+sonriente y maliciosa, que le magnetizaba, dirigirle mil preguntas
+embarazosas como a un inocente niño de la escuela, reír con sus
+contestaciones, hacer guiños a sus amiguitas, ponerse seria
+repentinamente, dirigirle una mirada severísima, volver la cabeza
+después y hablar con sus amigas como si él no estuviese allí, venirle un
+instante después a la memoria que mi primo no había desaparecido del
+planeta y mostrar por ello la mayor satisfacción y mirarle con ojos
+halagüeños, llevarse la mano al pelo y agitar su lindo dedo meñique de
+un modo impertinente y provocativo, pasar después el brazo alrededor del
+cuello de la amiguita que tenía a su lado y, acometida de súbita
+ternura, besarla repetidas veces con efusión...</p>
+
+<p>Todo esto iba dirigido, no cabe dudarlo, a mantener a mi primo en el
+mismo estado de estupor hipnótico y de paralización orgánica. Era
+verdaderamente odioso.</p>
+
+<p>No menos odiosos resultaban los procedimientos que las tres amigas
+usaban con los jóvenes estudiantes que se agitaban durante el día y
+parte de la noche delante de sus balcones. Unas veces tenían éstos
+abiertos de par en par y exhibían complacientes su rostro encantador a
+la admiración de aquéllos. Otras los tenían herméticamente cerrados
+horas y horas y los desgraciados languidecían y se secaban sosteniendo
+con sus espaldas los muros de la casa de enfrente que, a juzgar por su
+rostro contraído y el disgusto que mostraban, debían pesarles como al
+titán Atlas el globo terráqueo. Un día recibían sus misivas amorosas con
+placer, las leían en su presencia, sonreían, dirigían una mirada
+afectuosa al expedidor y las ponían sobre el corazón; al siguiente las
+dejaban caer a la calle sin leerlas y cerraban el balcón con estrépito;
+tan pronto les tiraban besos con las puntas de los dedos como les
+volvían la espalda con el mayor desprecio.<a name="page_236" id="page_236"></a></p>
+
+<p>Ignoro cómo llegaron a sus manos, pero es lo cierto que poseían las
+fotografías de veinte o treinta estudiantes de la Universidad. Sospecho
+que se las procuró un correveidile dependiente de tienda, que
+frecuentaba la casa. Todas aquellas fotografías tenían la magnitud de
+los naipes, porque entonces apenas se hacían de otro tamaño, y como
+naipes jugaban con ellas. Se las ofrecían por el reverso como hacen los
+prestidigitadores; tiraban de una al azar y si resultaba ser el retrato
+del muchachillo que les agradaba hacían con la tarjeta mil extremos
+graciosos, la llevaban al corazón, la besaban con entusiasmo y decían a
+la imagen todas las disparatadas lisonjas que les venían a la boca. Por
+el contrario, si salía un antipático con las piernas en forma de sable,
+maldecían de su suerte, la arrojaban al suelo con desprecio y alguna vez
+la pisoteaban.</p>
+
+<p>Aquellas funciones de mímica me divertían, y la alegría y gentileza de
+las tres amigas me ponían contento tanto más cuanto que cada día me
+mostraban mayor predilección y eran conmigo más cariñosas y maternales.
+Este cariño se traducía, no pocas veces, en efusivos besos, los cuales
+no causaban en mí frío ni calor. Ni física ni intelectualmente he sido
+un niño precoz. Los aceptaba como testimonio de buena amistad: alguna
+vez me enfadaban y era cuando me los daban hallándonos asomados al
+balcón. Entonces advertía que me besaban más y mejor mirando de reojo a
+los estudiantillos que se hallaban plantados en la calle y sonriendo
+maliciosamente como si quisieran darles envidia. Esto me avergonzaba y
+más de una vez me tengo sustraído bruscamente a sus pegajosas caricias.</p>
+
+<p>Pero he aquí que cierto día, después de una de estas movidas sesiones de
+besos que yo levanté un poco desabrido, tuve necesidad de salir a la
+calle con no sé qué motivo. El público que la había presenciado se
+componía de tres mozalbetes de diez y siete o diez y ocho años, los
+cuales estaban arrimados a la casa de enfrente diciendo mil ternezas a
+mis amigas con los ojos ya que no con la lengua. Al verme salir uno de
+ellos me hizo seña de que me aproximase como si tuviese algo<a name="page_237" id="page_237"></a> que
+decirme. Acostumbrado como estaba a recibir recaditos y a que me
+tratasen con no poca deferencia, me acerqué incautamente a ellos. De
+improviso me sujetan fuertemente los brazos y comienzan a besarme con
+tanta prisa y afán, que pienso me dieron más de mil besos en un minuto,
+riendo, al mismo tiempo, a carcajadas y mirando al balcón donde se
+hallaban las tres gracias.</p>
+
+<p>¡Oh rabia!, ¡oh vergüenza! Luché bravamente por desasirme, pataleé,
+mordí, hice cuanto me fué posible para rechazar aquellas indignas
+caricias, pero no pude lograrlo hasta que ellos buenamente quisieron
+dejarme marchar. Y para colmo de humillación observé que mis amiguitas
+reían también como locas en el balcón hallando el paso chistoso.</p>
+
+<p>Entré en casa hecho un mar de lágrimas y conté a mis tías, sofocado por
+la ira, el atentado de que acababa de ser víctima. La romántica rió
+encontrando también por lo visto delicada la chanza; pero la otra, y con
+ella el señor austero, ex novio de la primera, que allí estaba a la
+sazón, se mostraron disgustados y les oí pronunciar varias veces la
+palabra «indecoroso».</p>
+
+<p>Así que cuando media hora después, arrepentidas sin duda de su risa,
+subieron las tres niñas a buscarme, les hice saber perentoriamente que
+en la vida volvería a poner los pies en el piso de abajo. El señor
+austero apoyó con todas sus fuerzas esta mi enérgica resolución.</p>
+
+<p>Pero al día siguiente subieron de nuevo: mi romántica tía intercedió por
+ellas; no estaba allí su ceñudo ex novio; al cabo me ablandé y consentí
+en bajar, a condición de que por ningún motivo ni bajo ningún pretexto
+se me diese un solo beso.<a name="page_238" id="page_238"></a></p>
+
+<h2><a name="XXX" id="XXX"></a>XXX<br /><br />
+<small>CABALLERÍA INFANTIL</small></h2>
+
+<p>Cómo y porqué fuí atacado de aquel humor belicoso que hizo la
+desesperación de mis tías durante el segundo curso de bachillerato, no
+lo sé yo mismo.</p>
+
+<p>Si ahora ocurriese no dejaría de atribuirse a un estado neurasténico;
+pero en aquella época remota, Asturias era un país privado de vías de
+comunicación y no se conocía la neurastenia.</p>
+
+<p>Aceptemos el hecho y en vez de investigar sus causas, cosa siempre
+difícil, analicemos sus consecuencias.</p>
+
+<p>No podían ser más funestas.</p>
+
+<p>Arañazos en las mejillas, contusiones en la nariz, cardenales en las
+piernas, desgarrones en el pantalón.</p>
+
+<p>Como entonces no funcionaba la Cruz Roja en Oviedo, mis tías se veían
+diariamente necesitadas a intervenir con sal y vinagre y aguardiente
+alcanforado. Me vendaban, me recosían con delicado esmero y me sugerían
+los medios adecuados para no padecer esta clase de enfermedades.</p>
+
+<p>Yo no quería emplearlos. Al contrario; cada vez más enardecido salía
+casi a diario desafiado de los claustros de la Universidad.</p>
+
+<p>El campo de Marte, o sea el lugar de nuestros duelos estudiantiles en
+aquella época, era un lóbrego portalón de una casa solariega, vecina de
+la Universidad. Estaba empedrada con grandes piedras azuladas y
+relucientes. Cada una de aquellas piedras guardará seguramente memoria<a name="page_239" id="page_239"></a>
+de las relaciones efímeras que mis narices han mantenido con ellas.</p>
+
+<p>Pero casi tanto como la guerra me atrajo durante aquel año el amor.</p>
+
+<p>Habitaba entonces en Oviedo una distinguida familia que figuraba en los
+paseos del Bombé y en las reuniones de confianza del Casino. Era una
+familia dilatada, aunque sólo del lado femenino. Aquellos señores tenían
+varias hijas, bastantes hijas, no sé cuántas hijas; pero, en fin, muchas
+hijas. Pasaban todas ellas justamente por bonitas y las había de
+diferentes tamaños. Mientras las primeras eran amigas de mi madre y nos
+visitaban alguna vez en Avilés, la última podría tener once o doce años
+y era mi contemporánea.</p>
+
+<p>Sin embargo, yo la miraba con cierto desdén. Aunque había jugado con
+ella en la playa de Luanco cuando contaría seis o siete años de edad y
+llevaba, como yo, cortado el pelo a punta de tijera, al llegar a Oviedo
+y tropezarla en la calle me limité a decirle adiós dignamente.</p>
+
+<p>Hay que confesar que era una dignidad intempestiva. Tanto más cuanto que
+aquella chica me había gustado en su primera juventud y me seguía
+gustando.</p>
+
+<p>Era menuda, de facciones admirablemente correctas y con unos ojos negros
+capaces de atravesar una barricada de sacos de harina. Yo, que no era
+ningún costal, me sentía traspasado de parte a parte cada vez que me
+cruzaba con ella en el paseo. Pero la dignidad me obligaba a mostrarme
+completamente indemne.</p>
+
+<p>Se llamaba Antonia; este era su nombre legal. Otro le daban
+completamente ilegal y era el de una monedita americana, chiquita,
+bonita, a lo que oí decir, porque yo jamás la he visto. El nombre
+estaba, pues, bien adaptado; pero yo la llamaré ahora por el suyo porque
+ya está muerta y cuando se hizo mujer no le agradaba que la nombrasen de
+otra suerte.</p>
+
+<p>El lector se alegrará seguramente al saber que toda mi dignidad se
+disipó como un sueño cierta tarde del mes de Febrero. Es un suceso que
+no interesará a todo el mundo como los presupuestos municipales; pero
+estoy<a name="page_240" id="page_240"></a> seguro de que hay chico de trece años a quien divertirá más.</p>
+
+<p>He aquí cómo ocurrió:</p>
+
+<p>Se celebraba en Oviedo la feria de la Candelaria, llamada allí también
+la <i>Romería de las naranjas</i>. Asturias no es un país de naranjos, pero a
+la orilla del mar, por la parte de Oriente, crecen algunos que dan una
+fruta bastante aceptable, sobre todo si se la come con azúcar. El día de
+la Candelaria llegan a Oviedo por la carretera de Gijón muchos carros
+cargados de ella y se establece en esta carretera un lucido paseo. No
+tiene más que un inconveniente y es que el camino por aquella parte
+ofrece una fuerte pendiente, lo cual le hace imposible para los
+asmáticos.</p>
+
+<p>Antoñita no lo estaba, a Dios gracias, y paseaba arriba y abajo entre
+cestos de naranjas con sus amiguitas toda la tarde. Yo, sentado en el
+pretil con los míos, me sentía cada vez más subyugado por sus ojos
+negros. Cuando cruzaba por delante de nosotros me venían ganas de
+decirle alguna palabra amable.</p>
+
+<p>En vez de esto ¿qué es lo que se me ocurre? Pues dispararle con mi
+tiragomas una corteza de naranja. Lo hice con tanta fuerza y buena
+puntería que le di en mitad de la mejilla produciendo un chasquido
+temeroso.</p>
+
+<p>La niña dejó escapar un grito y se llevó la mano a la parte delicada,
+rompiendo a llorar perdidamente. Sus amiguitas acuden a consolarla y
+encarándose después conmigo me ponen de «bruto» y «animal» que no había
+por donde cogerme.</p>
+
+<p>Tenían razón: yo se la daba en el fondo del alma. Me pesaba tanto y
+estaba tan avergonzado de mi vileza que me faltaba muy poco para romper
+a llorar también. En vez de eso comencé a reír groseramente coreado por
+las carcajadas de mis amigos.</p>
+
+<p>¿Cómo llevé a cabo tal salvajada precisamente en los momentos mismos en
+que me sentía más impresionado por el lindo rostro de aquella niña? No
+me es posible explicarlo. Quizá estén en lo cierto los que afirman que
+cualquier emoción nos puede impulsar a ejecutar actos diametralmente
+contrarios.<a name="page_241" id="page_241"></a></p>
+
+<p>Una señal rojiza quedó impresa en el rostro de la hermosa niña, y con
+esta roja señal, testimonio de mi brutalidad, siguió paseando toda la
+tarde. No es posible imaginarse el doloroso efecto que causaba en mí
+aquella marca cada vez que pasaba por delante de mis ojos. Aunque lo
+disimulaba afectando alegría, mi corazón se sentía triste y me gritaba
+sin cesar: «¡Miserable!»</p>
+
+<p>Las amiguitas cuando pasaban cerca de nosotros tornaban a encararse
+conmigo y tornaban a llamarme bruto. ¡Ay, cuánto hubiera deseado que
+ella hiciese lo mismo! Pero no: ella se limitaba a dirigirme una tímida
+mirada que apartaba velozmente. Era una mirada tan dulce y tan triste
+que me acometían impulsos de arrojarme desde el pretil de la carretera y
+desnucarme o, por lo menos, producirme algún grave desperfecto.</p>
+
+<p>Cuando llegué a casa por la noche iba determinado a realizar un acto
+trascendental. Me encerré en mi cuarto, tomé la pluma y escribí la carta
+más disparatada que se haya escrito en la segunda mitad del siglo XIX.
+Era una mezcla de Chachas y de Abelardo con ciertos recuerdos del
+<i>tronco infeliz</i> de mi tía y del <i>Lago</i>, de Lamartine, rociado todo ello
+con algunas gotas de <i>El estudiante de Salamanca</i>, de Espronceda. Pedía
+perdón a Antoñita de un modo patético, le declaraba mi amor de un modo
+más patético aún y le hacía saber, en el caso de que no me otorgase
+ambas cosas, mi designio irrevocable de no asistir más a cátedra y
+dejarme morir lentamente de inanición.</p>
+
+<p>Pero lo más grave de las cartas, en casos como el mío, no es
+escribirlas, sino entregarlas; todo el mundo lo sabe.</p>
+
+<p>Hay quien apela al correo interior. Es el medio más seguro de que no
+lleguen a manos de la interesada. Hay quien las entrega en propia mano.
+Esto es mucho más eficaz, completamente eficaz; pero tal procedimiento
+se halla reservado para los estudiantes de cuarto y quinto año que
+juegan carambolas al billar y conocen el mundo. Yo era un pobre
+estudiante de segundo de Latín y no podía lanzarme a tales aventuras.</p>
+
+<p>Opté por un término medio. Espié la salida de su doncella a un recado,
+la seguí disimuladamente y cuando<a name="page_242" id="page_242"></a> iba a entrar en una tienda de
+mercería me acerqué a ella y en la misma actitud humilde de un mendigo
+que pide limosna le dije:</p>
+
+<p>&mdash;¿Me haría usted el favor de entregar esta carta a Antoñita?</p>
+
+<p>La voz salió de mis labios como un blando soplo, sin producir apenas
+sonidos perceptibles.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué dices, niño?&mdash;me preguntó bruscamente.</p>
+
+<p>Entonces yo, que debía de estar pálido, me puse colorado. La misma
+vergüenza que sentía, me hizo repetir con fuerza la demanda.</p>
+
+<p>La doncella me miró a la cara con risueña curiosidad, estuvo algunos
+instantes indecisa, quizá entre darme un bofetón o tirarme de las
+orejas; al fin dijo arrancándome la carta de las manos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno, se la entregaré!</p>
+
+<p>Era una buena chica. Cumplió su palabra.</p>
+
+<p>Al día siguiente estuve paseando por la calle de Antoñita y ella se
+asomó al balcón, pero yo no osaba mirarla sino de lejos. Cuando pasaba
+por debajo, en vez de levantar los ojos, los abatía mirando con
+insistencia a la acera de la calle.</p>
+
+<p>Pero he aquí que una de las veces veo caer delante de mí, sobre esta
+acera, un papelito. Me bajo, lo recojo, y sin mirar tampoco al balcón,
+lo meto en el bolsillo y desaparezco.</p>
+
+<p>Después que doblé la esquina, lo abrí con mano trémula. Dentro traía,
+para hacer peso, un trocito de lápiz, el lápiz, sin duda, con que
+estaban escritos dos renglones que decían: «Estás perdonado, si tú me
+quieres a mí yo también te quiero a ti.»</p>
+
+<p>Estos renglones estaban horriblemente torcidos y las letras eran
+horriblemente grandes y además gibosas y temblonas como si las hubieran
+trazado los dedos arrugados de una vieja y no una linda mano infantil.
+Pero yo me hubiera prosternado ante ellos como un musulmán ante el
+autógrafo de Mahoma.</p>
+
+<p>¡Ya tenía novia! Este fué mi primer pensamiento vanidoso. Vuelvo a decir
+que el amor juega poco papel en las relaciones infantiles. Sin embargo,
+me sentía atraído<a name="page_243" id="page_243"></a> particularmente hacia aquella niña que tan dulcemente
+perdonaba mi brutalidad.</p>
+
+<p>En los días siguientes seguí paseándole la calle y, ya disipada mi
+timidez, la miraba y remiraba largamente, y ella me miraba también con
+extraordinaria atención. Parecíamos dos gatos, aunque sin exhalar el más
+leve maullido; es decir, que ni una sola palabra se cruzaba entre
+nosotros. Solía ir a esperarla cuando salía del colegio. Un amigo íntimo
+me prestaba el servicio de acompañarme en estos casos y juntos la
+seguíamos. Marchaba colgada del brazo de su niñera y de vez en cuando
+volvía la cabeza para dirigirme una rápida mirada. La niñera la volvía
+con más frecuencia y sonreía, y alguna vez también me hacía señas para
+que me acercase. ¡Oh, cuánto valor se necesitaría para ello!</p>
+
+<p>Tuve, no obstante, una ocurrencia feliz. Como yo paseaba no pocas veces
+la calle sin que ella estuviese al balcón, me vino el pensamiento de
+comprar un pito y silbar. Tardó Antoñita en darse cuenta de que era yo
+el autor de aquellos silbos prolongados, pero cuando lo hubo averiguado,
+así que oía silbar, se asomaba al balcón. Mas ¡suerte maldecida! unos
+estudiantes forasteros que se hospedaban por allí cerca observaron mis
+maniobras y comprando un pito igual al mío hicieron salir a Antoñita
+repetidas veces en vano. Uno de estos estudiantes aún vive. Y cuando voy
+por Asturias me recuerda la broma y reímos mucho. Y después de reír
+solemos quedar ambos silenciosos y melancólicos.</p>
+
+<p>Este incidente me produjo alguna desazón, pero no puede compararse con
+la que poco después experimenté. Creo haber dicho que un amigo íntimo me
+acompañaba algunas veces en mis paseos por la calle de Antoñita y
+también cuando iba a esperarla al colegio. Pues bien; este amigo,
+repentinamente comenzó a enfriarse conmigo; se apartaba de mí en los
+claustros de la Universidad; se negó a acompañarme cuando se lo proponía
+y hasta noté que fingía no verme para no acercarse.</p>
+
+<p>Pocos días después le encontré frente a los balcones de Antoñita mirando
+hacia ellos con insistencia. En cuanto me divisó siguió su camino. Pero
+otro día volví<a name="page_244" id="page_244"></a> a hallarle en la misma posición y entonces no se movió
+ni me saludó siquiera. En los siguientes comenzó a pasear descaradamente
+la calle de mi novia y hasta iba a esperarla al colegio acompañado de
+otro amigo.</p>
+
+<p>Esta primera traición que padecí en mi vida me sorprendió muchísimo; lo
+cual demuestra que es falsa la teoría de que hemos vivido antes de ésta
+otras vidas. Porque si hubiera vivido antes, por poco que fuese, habría
+encontrado aquello muy natural. Para colmo de dolor observé que mi novia
+coqueteaba con él una chispita. Una corriente de odio de alta presión se
+produjo entre él y yo.</p>
+
+<p>Para establecer el circuito no hacía falta más que una ocasión.</p>
+
+<p>Vino el contacto paseando por el claustro de la Universidad antes de la
+hora de clase. Yo le dirigía miradas furibundas cada vez que nos
+cruzábamos: él evitaba mirarme porque sin duda le quedaba todavía un
+resto de pudor. Sin embargo, los amigos que paseaban con él debieron de
+advertirle que yo le miraba de un modo provocativo y él se sintió
+humillado de esta advertencia, porque en una de las vueltas volvió hacia
+mí el rostro y me clavó una mirada insistente y retadora.</p>
+
+<p>El choque fué terrible, ferocísimo. Yo tenía tal ansia de dar golpes y
+los daba con tal coraje que no sentía los suyos. Nos abrazábamos,
+procurábamos con afán derribarnos y, no pudiendo conseguirlo, nos
+separábamos y volvíamos a los golpes, y otra vez el odio nos juntaba
+cuerpo a cuerpo. En torno nuestro se había formado un corro de chicos
+que presenciaba el combate como una pelea de gallos.</p>
+
+<p>Mas de improviso siento por detrás un puntapié y un pescozón. Aquello no
+podía venir de mi enemigo. En efecto, unos dedos mayores que los suyos
+me habían sujetado por el cuello y oí una voz terrible que gritaba:</p>
+
+<p>&mdash;¡Bedel! Abra usted la carbonera.</p>
+
+<p>Era el secretario del Instituto y a la vez catedrático de Historia y
+Geografía que desde su atalaya de la Secretaría nos había atisbado.<a name="page_245" id="page_245"></a></p>
+
+<p>El bedel abrió la carbonera y a empellones nos metieron dentro.</p>
+
+<p>El secretario del Instituto era un excelente profesor, todo el mundo lo
+reconocía. Era, además, un hombre de recta intención y valeroso, como lo
+demostró algún tiempo después renunciando a su cátedra y marchando a
+engrosar las filas del ejército carlista. Pero el secretario del
+Instituto no poseía ni penetración ni previsión. Porque si las tuviese
+no encerraría solos a dos chicos que se estaban combatiendo con furor.</p>
+
+<p>Siguió el combate mortífero, rabioso. Rodamos por tierra, y unas veces
+caía él encima y otras caía yo. Luchábamos desesperadamente, y en
+silencio. Al cabo de algún tiempo las fuerzas nos fueron abandonando.
+Por lo menos yo sentí claramente que las mías se debilitaban. Una de las
+veces que caí debajo ya no pude levantarme y él logró ponerme una
+rodilla sobre el pecho. Estaba vencido.</p>
+
+<p>&mdash;Jura que no pasearás más la calle de Antoñita.</p>
+
+<p>&mdash;Lo juro&mdash;respondí.</p>
+
+<p>&mdash;Júralo por tu madre.</p>
+
+<p>&mdash;Lo juro por mi madre.</p>
+
+<p>Entonces me soltó; nos levantamos y nos limpiamos la chaqueta y los
+pantalones. Cinco minutos después vinieron a abrirnos para entrar en
+clase. Y allí no había pasado nada.</p>
+
+<p>Pude haber faltado a mi juramento sin grave riesgo, porque nuestras
+fuerzas se hallaban bastante equilibradas; pero lo respeté
+religiosamente. No volví a pasar por la calle de Antoñita.</p>
+
+<p>Al cabo de quince o veinte días, hallándome paseando, como de costumbre,
+por el claustro, sentí que una mano se apoyaba sobre mi hombro. Me volví
+y me encontré con mi ex amigo, que me dijo en tono natural:</p>
+
+<p>&mdash;Oye, si quieres puedes pasear cuanto se te antoje por la calle de
+Antoñita.</p>
+
+<p>&mdash;No puede ser&mdash;le respondí&mdash;. Lo he jurado por mi madre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué importa!&mdash;replicó&mdash;. El juramento no te obliga ya, puesto que yo
+te dejo libre.<a name="page_246" id="page_246"></a></p>
+
+<p>Y, acto continuo, se emparejó conmigo y me declaró en términos
+expresivos que Antoñita era una tonta llena de presunción, indigna de
+que un hombre serio como él gastase las suelas de sus botas paseándola
+la calle; que estaba profundamente enamorado de la hija de un confitero,
+y que ésta compartía su llama, puesto que le echaba desde el balcón
+caramelos y rosquillas de consejo.</p>
+
+<p>Bien eché de ver que todo aquello era dictado por el despecho, y que, en
+realidad, me relevaba de mi juramento porque Antoñita no le había sido
+propicia.</p>
+
+<p>En efecto, cuando me decidí a esperarla otra vez a la salida del colegio
+y a pasear debajo de sus balcones, la hallé tan expresiva, tan amable y
+sonriente, que me sorprendió.</p>
+
+<p>Me sorprendió, porque yo no sabía entonces como el Taso «de la mujer, la
+condición precisa», ni como Shakespeare que era «pérfida como la onda».</p>
+
+<p>Fuí tan inocente que no comprendí que mi alejamiento, que ella juzgaba
+voluntario, había producido la derrota de mi rival.<a name="page_247" id="page_247"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXI" id="XXXI"></a>XXXI<br /><br />
+<small>SEGUNDAS LECTURAS</small></h2>
+
+<p>En los años que cursé la segunda enseñanza cayeron en mis manos muchos
+libros. Fué el azar quien los trajo, no una mano discreta; así que reinó
+en mis lecturas una heterogeneidad disonante y cualidades muy diversas.</p>
+
+<p>Mi padre me había dejado vivir siempre en una independencia intelectual
+que estremecería a un pedagogo. Porque mi padre, con su pesimismo jocoso
+y paradójico, se reía de la Pedagogía. Pensaba y repetía sin cesar que
+la educación servía de poco; que la naturaleza lo hacía todo. Quien
+había nacido tonto, tonto sería toda su vida, sin que fuesen poderosos
+los más ilustres maestros a volverle discreto.</p>
+
+<p>No discuto esta opinión subversiva; pero afirmo que su sistema, o, por
+mejor decir, su falta de sistema, no produjo en mí tan funestos
+resultados como debiera esperarse. Aún más; se puede aventurar que si
+autoritariamente se me impusiera la lectura de algunos libros,
+probablemente hubiera cobrado aborrecimiento a todos ellos. En ésta,
+como en otras muchas ocasiones, quizá valga más entregarse en manos de
+la Providencia. «Vendrá a tus brazos el ser que debes amar; vendrá a tus
+manos el libro que debes leer», dice un filósofo moderno.</p>
+
+<p>Sin embargo, dudo mucho que la Providencia me haya enviado directamente
+en aquella época las novelas horripilantes de un escritor francés
+llamado Ponson du Terraill. Mas, por otra parte, ¿quién podrá resolver
+del<a name="page_248" id="page_248"></a> efecto benéfico o nocivo que las sustancias que ingerimos producen
+en nuestro organismo? La naturaleza efectúa en su seno recóndito un
+trabajo sordo, que trueca no pocas veces los venenos en medicinas, y
+otras ¡ay! las medicinas en venenos. ¿Quién sabe si aquellos novelones
+filtrados por los tamices y destilados en los alambiques de mi espíritu
+habrán soltado a la postre un jugo nutritivo? Lo que sí afirmo, sin
+vacilar, es que en aquel tiempo me sabían a almíbar.</p>
+
+<p>No dura mucho el placer en este mundo. Aquellas novelas de aventuras
+fantásticas y de intrigas tenebrosas llegaron a fatigarme. Cuando vino
+el desencanto tropecé dichosamente con otras que me cautivaron de modo
+más espiritual. Leí varias de Bulver Lytton, y por ellas fuí iniciado en
+la observación psicológica, la expresión de carácter y la gracia
+sentimental que caracteriza a los novelistas ingleses. Tanto deleite me
+causaron que en mi edad madura quise repetir su lectura. Me acaeció lo
+mismo que con otros libros. El encanto se había roto y no me fué posible
+componerlo. Bulver Lytton es un notable escritor, pero sus novelas de
+costumbres se hallan infeccionadas de lo que pudiera llamarse manía
+aventurera, y no pueden ser comparadas a las de los grandes maestros
+Goldsmith, Fielding, Dickens y Thackeray. Sus mejores fábulas son, a mi
+juicio, las históricas <i>Nicolás Rienzi</i> y <i>Los últimos días de Pompeya</i>.</p>
+
+<p>Después me alcé todavía más. Mi primo me había hecho conocer a
+Espronceda, como ya he dicho. Ningún poeta causó en mí impresión más
+honda y duradera.</p>
+
+<p>De todas las obras leídas en mi niñez su poema <i>El diablo mundo</i> es una
+de las pocas que no ha cesado de deleitarme; me ha deleitado en mi edad
+madura y me deleita todavía en mi vejez. Hay en el hombre una edad
+iconoclasta, en la cual se complace rompiendo a martillazos los ídolos
+que adoró en su adolescencia. Espronceda permanece siempre en el altar
+que le he erigido. Su <i>Canto a Teresa</i> es la página más armoniosa y
+vibrante que ha producido la lírica española, y puede compararse, sin
+desmerecer, al <i>Lago</i>, de Lamartine, a la <i>Noche de Octubre</i>, de Musset,
+y a los cantos más patéticos<a name="page_249" id="page_249"></a> del <i>Childe Harold</i>, de Byron. Pero esta
+nuestra España fría y esquiva casi siempre con los hijos que más la
+ilustran, aún no le ha rendido el tributo de admiración que le debe.
+Reproducidas por el bronce y el mármol se parecen por los ámbitos de
+Madrid las figuras de algunos grandes hombres y de otros bien medianos;
+pero no veo aún alzarse entre ellos la frente radiosa de don José
+Espronceda, el español más inspirado que ha nacido en el siglo XIX.</p>
+
+<p>Todavía di algunos pasos más en la senda de la Estética. Por medio de
+Espronceda adquirí el gusto de los poemas y leí algunos de los más
+bellos que las nueve hermanas han inspirado a los mortales. Leí en la
+biblioteca de la Universidad la <i>Iliada</i>, de Homero, traducida en verso
+libre por Hermosilla. Aunque tiene fama esta traducción de indigesta, me
+causó extremado placer. La edición era excelente, lujosa, y esto
+contribuye más de lo que generalmente se cree para hacernos amables los
+libros. Por espacio de algunos días viví en constante embeleso entre
+aquellos héroes tan divinos y aquellos dioses tan humanos. Sobre todo
+las diosas hicieron verdaderos estragos en mi imaginación infantil y
+lograron rápidamente convertirme al gentilismo. Fuí un empedernido
+pagano por más de dos meses, sin que mi familia ni mis profesores
+pudieran sospecharlo. ¡Cuál gritaría nuestro descomunal y fragoroso
+catedrático de Religión y Moral si supiese la gente que frecuentaba mi
+cerebro!</p>
+
+<p>Quise leer también en la misma biblioteca <i>El paraíso perdido</i>, de
+Milton, traducido por el canónigo Escoiquiz, pero no fué posible. Me
+aburrió infinitamente. Yo era entonces, como acabo de manifestar, un
+pagano que quemaba incienso en los altares de los ídolos. Aquellas
+legiones flotantes de ángeles y arcángeles suspendidos en los espacios,
+sin tierra donde apoyarse, me parecían tristes volatineros. Más tarde,
+culpando al traductor, intenté repetir la lectura de este poema en una
+traducción francesa; mucho más tarde aún traté de leerlo en el original.
+Siempre me acometió idéntica grima. Por fin en mis tiempos gloriosos de
+crítico me dije: «Milton es un gran poeta, pero su poema es
+insoportable. Al Cristianismo,<a name="page_250" id="page_250"></a> religión espiritualista y enemiga de las
+formas plásticas no se la puede ni se la debe agregar una mitología
+porque precisamente ha venido a concluir con todas ellas. Por eso
+fracasaron siempre los intentos más o menos plausibles que se han hecho
+para añadírsela.» Dictado y refrendado este veredicto inapelable
+quedaron disipadas mis inquietudes y remordimientos por lo que respecta
+al famoso poema.</p>
+
+<p>Mi paganismo no se prolongó largo tiempo. Pocos meses después fuí
+convertido al islamismo. La encargada de esta obra nefanda fué Clorinda,
+la famosa heroína de <i>La Jerusalén libertada</i>. Aquella mujer intrépida y
+bella, feliz creación del gran poeta italiano Torcuato Taso, me hechizó
+hasta hacerme soñar despierto.</p>
+
+<p>Y como mi imaginación solía representarse las más ilustres creaciones de
+los poetas con los rasgos de algunos seres de carne y hueso por mí
+conocidos, se me antojó prestar a Clorinda el rostro y el talle de una
+joven a la cual casi todos los días veía.</p>
+
+<p>Era de condición humilde, hija de un ebanista que tenía su taller no
+lejos de mi casa. Cuando yo llegué a Oviedo no contaría más de quince
+años, pero tenía la estatura de una mujer; así que no sólo me aventajaba
+por la edad sino mucho más aún por la corpulencia. Pues bien, un día
+tuve la mala ocurrencia de hacerla blanco de mi tiragomas; creo haber
+dicho que estaba muy pagado de mi habilidad en esta clase de esgrima. Le
+di, en efecto, con una cascarita de naranja en medio del rostro
+exactamente como había hecho pocos días antes con Antoñita. Mas ¡ay!
+ella no la recibió exactamente con la misma paciencia; antes al
+contrario se vino hacia mí lanzando rayos por sus hermosos ojos (porque
+los tenía muy hermosos; hay que confesarlo) me arrancó el tiragomas y me
+aplicó un soberbio bofetón que me enrojeció la cara. Quise defenderme,
+pero me sujetó tan fácilmente las manos y me solfeó tan lindamente y a
+su gusto que no me quedaron más deseos de ofenderla.</p>
+
+<p>Inútil es decir que desde entonces la dediqué un odio mortal. Cuando iba
+a cátedra con los libros bajo el brazo y la encontraba en pie a la
+puerta del taller de su padre<a name="page_251" id="page_251"></a> le dirigía de través algunas miradas
+pulverizantes a las cuales solía corresponder ella con sonrisa burlona y
+desdeñosa.</p>
+
+<p>En dos años aquella niña se transformó en una joven apuesta, majestuosa
+y un poco hombruna por sus modales. Cuando acerté a leer el poema del
+Taso mi fantasía comenzó a ver a Clorinda, la valerosa amazona de los
+infieles, con el rostro y la figura de la hija del ebanista. No era gran
+extravío, pues repito que tenía hermosos y fieros ojos; y en cuanto a
+fuerzas ya las había podido apreciar a mis expensas. No dudo que si
+montase a caballo y empuñara la lanza pudiera habérselas con cualquier
+moderno Tancredo.</p>
+
+<p>Pues así que la transformé por arte imaginativa en amazona de los
+infieles defensores de Jerusalén, se disipó ¡caso curioso! todo mi odio
+y me puse a amarla desaforadamente. En vez de dirigirle miradas
+atravesadas y malignas comencé a clavárselas bien directas y apacibles.
+Cuando la veía de lejos a la puerta del taller aflojaba el paso para
+saborear más tiempo el placer de contemplar su gentil figura. Si ella no
+estaba, cruzaba de largo y velozmente. Pero casi siempre me arreglaba
+para que estuviese, pues espiaba las horas en que venía a traer la
+comida a su padre y avanzaba o retrasaba mis entradas y salidas de casa
+en combinación con ellas.</p>
+
+<p>La altiva guerrera no vió con agrado aquella mutación ni aceptó mis
+homenajes visuales. Al principio le causaron sorpresa y me miró con
+alguna curiosidad: después apartaba la vista de mí con desdén y aun me
+volvía la espalda: por último, tomando a ofensa mi rendimiento me
+clavaba ya de lejos una mirada iracunda y retadora que me hacía subir
+los colores al rostro.</p>
+
+<p>¡Ingrata! Yo la amaba, sin embargo, cada día más. Esta misma crueldad la
+asemejaba todavía a la fiera Clorinda. ¡Cuántas veces estuve tentado a
+pararme delante de ella y decirle como Tancredo:&mdash;«Puesto que no quieres
+paz conmigo, las condiciones de nuestra lucha serán que me arranques el
+corazón! Este corazón, que ya no es mío, pide la muerte si su vida te
+desagrada. Desde hace tiempo es tuyo; ¡tómalo; yo no tengo el derecho de
+defenderlo!»<a name="page_252" id="page_252"></a></p>
+
+<p>Felizmente nunca me atreví a ensartarle tal discurso. Si lo hubiera
+hecho pienso que, en efecto, me hubiera despedazado.</p>
+
+<p>Felizmente también sacudí pronto el yugo de la media luna y dejé de ser
+musulmán. Otras heroínas cristianas, y por lo tanto más piadosas que la
+hija del ebanista, me prendieron el alma. Leí el <i>Orlando furioso</i> del
+Ariosto, y aunque no penetré entonces la fina ironía que se ocultaba
+debajo de sus cantos épicos precursora de la de nuestro gran <i>Don
+Quijote</i>, todavía me divirtieron extremadamente sus muchas e
+interesantes aventuras.</p>
+
+<p>Por último, aún leí otro poema, <i>Os Luisiadas</i> de Camoens. Bien puede,
+pues, decirse que los años de la segunda enseñanza fueron para mí la
+edad de los poemas. Este es el único que, exceptuando el de Espronceda,
+leí en su idioma nativo; porque el antiguo portugués se parece tanto al
+castellano que para cualquier español es comprensible. No debo conservar
+de este poema grata impresión. Llevé el libro, que era una linda edición
+diamante, a Entralgo en unas vacaciones de Navidad y lo leí al amor de
+la lumbre. Pero acaeció que saliendo de improviso un día al aire libre y
+frío me cogió una oftalmía de la cual me he resentido toda la vida.</p>
+
+<p>Paralela a esta afición literaria, comenzó a correr en mi existencia
+otra a la cual debo quizá aún mayores y más sólidos placeres, la afición
+a los libros de historia, de filosofía, de crítica y ciencia social.
+Aunque parezca raro, estas dos tendencias han compartido mi espíritu
+hasta la hora presente y si he de hablar con sinceridad pienso que la
+segunda tuvo siempre más hondas raíces que la primera. Por haberlo
+manifestado así a un periodista extranjero y haberlo estampado en su
+diario, otro periódico de Londres se burlaba de mí exclamando: «¡Amante
+de la filosofía un hombre que escribe una novela todos los años!»</p>
+
+<p>Pues bien sabe Dios que es la verdad. Lo sabe Dios y lo sabía mi buen
+amigo Angel Jiménez, por otro nombre el <i>doctor Angélico</i>, cuyos papeles
+he publicado hace años. Al tiempo mismo que escribía mis novelas pensaba
+con deleite en los libros científicos que había comprado<a name="page_253" id="page_253"></a> y ansiaba
+terminarla para entregarme algunos meses a su lectura. Jamás soñé en mi
+adolescencia ni en los primeros años de mi juventud con los laureles del
+poeta: pensaba que había nacido para hombre de ciencia. Y lo he de
+confesar lealmente, cuando ciertas circunstancias que no quiero explicar
+me impulsaron a escribir novelas me juzgué dislocado y toda mi vida
+experimenté el vago sentimiento de haber sufrido una <i>capitis
+deminutio</i>.</p>
+
+<p>Leí, pues, durante los años de la segunda enseñanza muchos y buenos
+libros: la <i>Historia de los Reyes Católicos y de Felipe II</i>, de
+Prescott; la <i>Conquista de Méjico</i>, de Solís; la <i>Historia de la
+revolución inglesa</i>, de Guizot; gran parte de la <i>Historia Universal</i>,
+de César Cantú; el <i>Viaje del joven Anacarsis por la Grecia</i>; las
+<i>Lecciones de literatura</i>, de Hugo Blair; <i>El Deber</i>, de Julio Simón; el
+<i>Libro de los oradores</i>, de Cormenin, obras de Michelet, de Laboulaye,
+etc., etc.</p>
+
+<p>Leí asimismo alguno de los libros que entonces se hallaban a la moda,
+las <i>Palabras de un creyente</i>, de Lamennais, y <i>El mundo marcha</i>, de un
+señor llamado Pelletan. El estilo metafórico y enfático de estos
+escritores, en el cual sobresalió como ninguno Edgar Quinet, me sedujo
+entonces tanto como ahora me enfada. En la oratoria produce maravillosos
+efectos y a él debe nuestro Emilio Castelar sus triunfos; pero en los
+libros resulta empalagoso y buena prueba de ello son los del mismo
+Castelar.</p>
+
+<p>Mas de todas las obras que entonces leí la que me dió más golpe y logró
+cautivarme fué la <i>Historia de la civilización europea</i>, de Guizot.
+Estas lecciones, profesadas en la Sorbona, fueron para mí una revelación
+y me iniciaron en lo que llamamos filosofía de la historia. A tal punto
+me impresionaron que después de haberlas leído varias veces resolví
+aprenderlas de memoria. Y así lo puse por obra: leía una lección
+repetidas veces y luego cerraba el libro y la escribía, resultando
+transcrita casi al pie de la letra.</p>
+
+<p>¡Ay!, a causa de estas grandes síntesis padecí después en mi juventud no
+pocas indigestiones. La Europa fué inundada de generalizaciones
+históricas en el último tercio<a name="page_254" id="page_254"></a> del siglo pasado. No sólo nuestros
+profesores de la Universidad nos abrumaban con ellas, sino que en los
+discursos de los oradores del Ateneo, en los del Congreso de los
+Diputados y hasta en los sermones de las iglesias se generalizaba de un
+modo espeluznante: se comenzaba siempre por Adán y se terminaba con la
+casa de Austria.</p>
+
+<p>Todo el mundo se puso a generalizar en aquella época. Generalizaban los
+autores, y los oradores y los periodistas; generalizaban, a su
+imitación, los médicos cuando venían a tomarnos el pulso, y los abogados
+en sus informes aunque se tratase de un asesinato modestísimo, y los
+comerciantes cuando nos hacían pasar por inglés un género catalán, y las
+patronas de las casas de huéspedes al pedirnos dinero adelantado. La mía
+me trazó un día con grandes rasgos sintéticos, y en el espacio sólo de
+una hora, la historia de su grandeza y decadencia en un discurso repleto
+de imágenes, de exclamaciones y toda clase de artificios retóricos.</p>
+
+<p>Alguna vez recorriendo con la vista mi biblioteca tropiezo con el famoso
+libro de Guizot y lo tomo en la mano. Su aspecto es venerable como el de
+las grandes casas solariegas a quienes el tiempo no ha logrado arrancar
+el sello de su grandeza. Su encuadernación lujosa, está ya bien
+marchita, bien arruinada; sus esquinas gastadas; su lomo deteriorado;
+pero tiene un aspecto de dignidad que impone respeto. Sin embargo, yo le
+doy vueltas entre las manos y sonrío. Mi sonrisa debe de hallarse
+impregnada de burla y desdén porque el libro parece mirarme con tristeza
+y decirme por una pequeña boca descosida que tiene en el lomo: «¡No
+rías, no rías hombre ingrato y presuntuoso! Si has hallado en otros
+libros mayores riquezas que en el mío, yo fuí quien primero habló a tu
+juvenil inteligencia. En aquel tiempo me escuchaste con embeleso y
+aprendiste de mí a desentrañar el sentido oculto de los sucesos y a
+meditar sobre sus causas y sus efectos. Acuérdate de la briosa
+exaltación con que te asimilaste mis pensamientos y las ilusiones que
+embargaban entonces tu ánimo y las esperanzas que concebías de llegar a
+ser un sabio. Si no<a name="page_255" id="page_255"></a> lo has sido no fué culpa mía, pues otros lo han
+conseguido empezando por libros que no valen tanto como yo. Acuérdate de
+aquellas horas venturosas que juntos pasábamos en las noches de verano,
+debajo del gran quinqué de petróleo cuando todo callaba ya en la aldea y
+tu pobre madre sentada frente a ti trabajando con la aguja de ganchillo
+apenas se atrevía a toser para no turbar tus estudios. Soy un viejo y
+fiel amigo de tu adolescencia. ¡No te burles de mí!»</p>
+
+<p>Entonces yo a mi vez quedo serio y triste. Permanezco inmóvil y
+meditabundo largo rato; y al cabo, enjugando una lágrima, vuelvo a
+colocar el libro con respeto donde estaba.<a name="page_256" id="page_256"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXII" id="XXXII"></a>XXXII<br /><br />
+<small>DAR DE BEBER AL SEDIENTO</small></h2>
+
+<p>Hay hombres que harían bien en no morirse nunca: uno de ellos mi
+catedrático de Retórica y Poética y ampliación de Latín en el tercer
+curso del bachillerato. Harían bien en no morirse, porque son la alegría
+del género humano, que tanta necesidad tiene de ella para soportar sus
+miserias.</p>
+
+<p>Nuestro profesor infundía regocijo en el alma así que abría la boca, y
+lo mismo cuando la tenía cerrada. Era hombre ya entrado en años, de baja
+estatura, y gastaba, a la usanza de sus tiempos juveniles, unas patillas
+negras que partían de la base de la nariz y llegaban hasta las orejas.
+En Oviedo corría válido el rumor de que se teñía estas patillas con el
+betún de las botas. El lector es libre de aceptar la especie o no
+aceptarla, porque yo no he podido comprobarla. Lo que sí puedo afirmar
+es que algunas veces se nos presentaba con ellas, de tal modo lustrosas
+y relucientes, que parecían salir de un salón de limpiabotas.</p>
+
+<p>Mi catedrático tenía la cabeza clásica y el corazón romántico. Por su
+profesión y por su estudio de la antigüedad pagana admiraba a los héroes
+griegos y romanos, y estimaba a sus poetas, en especial a Tíbulo y
+Virgilio. Los dioses del Olimpo le infundían gran respeto, aunque no
+dejaba de achacarles cierta falta de sensibilidad. En cuanto a las
+diosas, las amaba desaforadamente.</p>
+
+<p>Nos leía con entusiasmo la descripción que Virgilio<a name="page_257" id="page_257"></a> hace de Venus en la
+<i>Eneida</i> y el <i>Carmen sæculare</i>, de Horacio; pero sólo le he visto
+llorar con el <i>Poema a María</i>, de Zorrilla:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1.5em;">«Voy a contaros la divina historia</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">de una mujer a quien el alma mía», etc.</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Entonces las lágrimas resbalaban por sus mejillas, entraban dentro de
+sus patillas y arrastraban algunos sedimentos.</p>
+
+<p>Había sido catedrático de Griego, pero ya no lo era. Un ministro
+desatentado lo había suprimido, poco tiempo hacía, de la segunda
+enseñanza. Fué el más áspero disgusto de su vida; fué una puñalada
+traidora que le dieron por la espalda. No precisamente por la admiración
+que profesaba a Homero, Sófocles y Píndaro, sino por la pasión vehemente
+que habían logrado inspirarle las raíces griegas. Estaba profundamente
+enamorado de las raíces griegas. Y cuando aquel malaconsejado ministro
+le prohibió explicarlas en cátedra, la vida le pareció mucho más
+insípida.</p>
+
+<p>Había nacido orador, y con frecuencia usaba de esta facultad para
+dirigirnos vivos y largos reproches cuando confundíamos un pretérito con
+un supino. Eran tan largos, que a veces llenaban ellos solos la hora
+entera de clase. Pero en sus oraciones más patéticas no imitaba a
+Cicerón ni a Demóstenes; adoptaba más bien los acentos poéticos y
+quejumbrosos de los héroes de Chateaubriand y su escuela:</p>
+
+<p>«Hijo mío&mdash;decía al escandaloso que había confundido el pretérito con el
+supino&mdash;: el veneno del vicio ha emponzoñado ya su alma infantil y se
+enrosca en usted como una negra serpiente. Camina usted, lo advierto con
+el corazón traspasado de dolor, camina usted por la senda tenebrosa a
+cuyo extremo se halla el antro fatal del pesar y del remordimiento.
+Porque no en vano se violan los consejos de nuestros padres y las
+enseñanzas de nuestros maestros. Al través de un espantoso tejido de
+desaciertos, rechazado por su familia, vituperado por sus amigos,
+señalado con el dedo por la sociedad en general,<a name="page_258" id="page_258"></a> se verá usted al fin
+abandonado de todos y arrastrando tal vez en un obscuro calabozo la
+cadena del presidiario. Y, ¡quién sabe!, quizá algún día saldrá usted de
+allí pálido, trémulo, desgreñado, y verá usted con espanto, delante de
+sus hundidos ojos, alzarse la negra silueta del patíbulo.»</p>
+
+<p>Hay que confesar que todo esto era de mal gusto; pero también
+Chateaubriand y Víctor Hugo padecen en ocasiones la misma enfermedad. Es
+uno de los lunares de la escuela. Sin embargo, nuestro profesor abusaba,
+como ningún otro romántico, de la negra silueta del patíbulo.</p>
+
+<p>Pero si tenía los defectos de la escuela romántica, poseía igualmente
+sus virtudes. Era casto como un caballero de la <i>Tabla Redonda</i>. A pesar
+de haberse relacionado toda su vida con las deidades del paganismo, que,
+como todo el mundo sabe, andan completamente desnudas, no se había
+contagiado de su impudicia. El lenguaje más o menos libertino de algunos
+poetas romanos le ofendía. Recuerdo que traduciendo un día la Elegía
+tercera de Ovidio, o sea el famoso <i>triste</i>, que comienza:</p>
+
+<p class="cen"><i>Quum subiit Illius tristissima noctis imago</i></p>
+
+<p class="nind">me dió una inolvidable lección de honestidad. Habíamos llegado al pasaje
+en que el poeta describe los instantes de su partida para el destierro.
+Tres veces había pisado el umbral de su casa y tres veces había vuelto
+sobre sus pasos para abrazar y besar a su esposa.</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1.5em;"><i>Sape, vale dicto, vursus sum multa locutus,</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>Et quasi discedens oscula summa dedi.</i></span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Yo traduje: «Varias veces, después del último adiós, volví a anudar
+nuestra conversación, y, como si me marchase, le di muchísimos besos.»</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, no, hijo mío!, no se traduce así: «Me volví... y, como si me
+marchase, le di el ósculo de paz.»</p>
+
+<p>No cabe duda que mi traducción era más literal; pero la de él era más
+casta. Aunque según todas las leyes divinas y humanas me parece que
+estamos autorizados<a name="page_259" id="page_259"></a> para dar los besos que queramos a nuestras esposas
+cuando vamos a emprender un viaje largo.</p>
+
+<p>No puedo menos de recordar su conducta digna y un poco sarcástica en
+cierta ocasión memorable cuando los alumnos del segundo, tercero, cuarto
+y quinto año tomamos la resolución de desacatar la autoridad
+gubernativa.</p>
+
+<p>Creo haber indicado que en el primer año estudiábamos entonces una
+asignatura llamada <i>religión y moral</i>, de la cual era profesor el
+sacerdote atlético rompedor de mesas.</p>
+
+<p>Pasado este curso ya no volvíamos a tener relación alguna con la
+religión y la moral.</p>
+
+<p>Pero cuando me hallaba yo en el tercero escaló el Poder un ministro a
+quien se le ocurrió dictar una orden por la cual todos los alumnos del
+bachillerato debíamos reunirmos, no recuerdo si una o dos veces por
+semana, para escuchar la explicación del catecismo.</p>
+
+<p>¡El catecismo! Aquello nos pareció la última de las degradaciones. Si se
+hubiese tratado de imprimirnos en la frente, con hierro rojo, una marca
+infamante, creo que no nos hubiéramos puesto más furiosos.</p>
+
+<p>Inmediatamente se organizó en el Instituto una formidable y nunca vista
+conjuración. Los conjurados debían presentarse todos el día de la
+conferencia provistos de silbatos, y... Dios sobre todo; nosotros no
+éramos responsables de lo que acaeciese, sino los viles sicarios del
+Poder que nos empujaban a tales extremidades audaces.</p>
+
+<p>En efecto, llegó el día de la primera conferencia. El sol surgió
+esplendoroso de los confines del horizonte, y así se mantuvo todo el
+día. La gente discurría por las calles tranquilamente sin sospechar el
+conflicto que se avecinaba. Durante la mañana se notó en los claustros
+de la Universidad una sorda agitación precursora de la borrasca. Todos
+estábamos nerviosos y serios; nos hablábamos poco y en voz baja.</p>
+
+<p>A las tres de la tarde los claustros se hallaban completamente llenos de
+alumnos esperando la hora de la conferencia. A las tres y media apareció
+en el marco de la puerta de la sala de profesores la figura prócer y
+colosal<a name="page_260" id="page_260"></a> del cura. Verla nosotros y estallar una silba ensordecedora fué
+todo uno.</p>
+
+<p>El profesor quedó un instante suspenso; pero comprendiendo, al cabo,
+alzó la cabeza y paseó una mirada de león enfurecido por el rebaño de
+seres microscópicos que a sus pies producían aquellos sonidos
+discordantes. Detrás de él apareció la figura exigua del catedrático de
+Retórica y Poética revestido aún de toga y birrete.</p>
+
+<p>El cura avanzó algunos pasos y acometido de un furor insano comenzó a
+increparnos con tan altas voces que dominaban nuestros silbidos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ilusos! ¿Piensan ustedes amedrentarme con esos ruidos soeces? Están
+ustedes muy engañados. Sepan ustedes que yo, lo mismo visto el hábito de
+sacerdote que empuño la espada del guerrero... ¡Sepan ustedes,
+mentecatos, que yo soy como un caballo de raza noble: cuanta más carga
+le ponen más erguido se muestra!</p>
+
+<p>Mejor hubiera dicho un elefante. De todos modos, el símil era
+absolutamente falso, porque a un caballo, por noble que sea su raza, si
+le ponen una carga demasiado grande concluirá por echarse.</p>
+
+<p>A estas razones, proferidas con voz estentórea, acompañaba tan
+espantable agitación de brazos y piernas que yo estaba temiendo que se
+abrazase a una de las columnas del pórtico y desplomase como Sansón el
+edificio sobre nosotros y sobre él mismo.</p>
+
+<p>El exiguo catedrático de Retórica y Poética a su lado, vestido de toga
+parecía el rey de Liliput acompañando a Gulliver. Inmóvil y sonriente,
+nos contemplaba con ojos de lástima y exclamaba de vez en cuando
+suavemente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ni en las enmarañadas selvas del Africa!</p>
+
+<p>Era la manera más retórica y poética de llamarnos cafres u hotentotes.</p>
+
+<p>Pero las voces del cura eran tan altas, tan bárbaras, que debían de
+oírse no sólo en Oviedo sino en sus contornos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adentro! ¡Adentro, majaderos! ¡Adentro ahora mismo o les pisoteo a
+ustedes como miserables hormigas!</p>
+
+<p>¿Qué pasó allí entonces? Pues nada; que uno a uno fuimos entrando todos
+como mansos corderos en cátedra.<a name="page_261" id="page_261"></a></p>
+
+<p>Desde entonces perdí la confianza en mí mismo y no creo tampoco en el
+valor de las muchedumbres.</p>
+
+<p>En otra ocasión más alegre se ofrece a mi memoria y se me representa la
+figura greco-romana de mi catedrático de Retórica. Poseía este señor en
+la falda de la colina que protege a Oviedo de los vientos del Norte una
+quinta o sitio de recreo donde descansaba de sus trabajos sobre las
+raíces griegas trabajando las raíces de las coles.</p>
+
+<p>Era una quinta pequeña, muy pequeña, tan pequeña que, según decían en
+Oviedo, cuando el único grillo que la habitaba salía a cantar fuera de
+su agujero, el profesor se veía obligado a retirarse de la finca.</p>
+
+<p>Sin embargo, nuestro catedrático la tomaba muy en serio: y cuando se
+hallaba dentro de ella procuraba imitar en cuanto fuese posible unas
+veces a Horacio y otras a Cincinato.</p>
+
+<p>Trabajaba la tierra con sus propias manos, reposaba después como Títyro
+bajo la fronda de un árbol y no tocaba la flauta porque no sabía. En
+cambio libaba de buen grado alguna vez no el Falerno, no el Siracusa,
+pero sí nuestro vino de la Nava que no les cede a aquéllos en aroma y
+energía.</p>
+
+<p>Y cuando regresaba de su huerto después de pasar allí algunas horas
+trabajando, reposando y libando, y entraba en clase, nuestro profesor no
+parecía de este siglo sino el mismo Marco Fabio Quintiliano que se
+tomase la molestia de salir de la tumba para explicarnos el régimen de
+los verbos intransitivos.</p>
+
+<p>Aconteció que un día de fiesta salimos de madrugada cinco o seis chicos
+para cazar pájaros con liga provistos cada cual de su correspondiente
+jaula. Anduvimos largo tiempo por la falda de la colina y apenas cazamos
+nada. Al cabo, muy fatigados y sudorosos, nos decidimos a regresar a
+nuestras casas, pues se acercaba la hora del mediodía. Cuando ya
+caminábamos velozmente la vuelta acertamos a ver, no muy lejos, la
+minúscula finca de nuestro profesor cercada por una lastimosa paredilla.
+No sé a quién de nosotros se le ocurrió hacerle una visita. Se decía que
+era sumamente afable cuando se hallaba<a name="page_262" id="page_262"></a> entregado a las faenas agrícolas
+y que le placía recibir entonces la visita de sus discípulos.</p>
+
+<p>Entramos pues allí por una desvencijada puertecilla y en efecto lo
+primero que vemos es a nuestro catedrático en mangas de camisa con la
+azada entre las manos en actitud de arrancar patatas.</p>
+
+<p>A pesar de hallarse en esta posición poco brillante le saludamos con el
+mayor respeto y él nos acogió con la gravedad afable de un viejo romano
+de la noble familia de los Priscos.</p>
+
+<p>&mdash;Hijos míos&mdash;nos dijo así que terminaron los saludos&mdash;, Marius Curius
+fué el más grande de los romanos de su tiempo. Después de haber vencido
+a muchos pueblos belicosos y haber arrojado a Pirro de Italia y gozado
+tres veces los honores del triunfo, se retiró a una humilde cabaña como
+esta que aquí ven ustedes y cultivó por sí mismo un pequeño huerto.
+Cuando los embajadores de los Sammitas vinieron a ofrecerle oro, que él
+rehusó, estaba sentado al pie de su hogar ocupado en cocer nabos... El
+emperador Diocleciano después de veinticinco años de glorioso reinado
+abdicó voluntariamente el cetro y fué a encerrarse en su pequeño retiro
+de Salónica. Allí vivió tranquilo y feliz algunos años haciendo lo que
+yo hago en este momento. Cuando de nuevo le ofrecieron la púrpura
+respondió sonriendo compasivamente: «Si vieseis todas las coles que yo
+he plantado este año por mi mano en Salónica no me aconsejaríais
+ciertamente cambiar parecida felicidad por una corona.»&mdash;¡Mirad, mirad,
+hijos míos, puedo decir yo también, qué hermosas patatas cosecho este
+año!</p>
+
+<p>Admiramos mucho aquellas patatas, que nada tenían de admirables. La
+perspectiva de los exámenes, que se hallaban próximos, nos las hacían
+interesantes en aquel momento.</p>
+
+<p>Luego nos invitó a sentarnos en un banco rústico, y frente a nosotros,
+sin soltar de la mano la azada, prosiguió:</p>
+
+<p>&mdash;¡<i>Beatus ille</i>, hijos míos, dichoso aquel que apartado de los negocios
+y libre de todo cuidado cultiva los campos de sus padres! Así exclama
+Horacio en el Epodo segundo.<a name="page_263" id="page_263"></a> Y nuestro dulce Fray Luis de León
+imitándole felizmente decía:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">¡Qué descansada vida</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">la del que huye el mundanal ruido!</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>La naturaleza, queridos niños, obra sobre el corazón, y la vida
+campestre inspira dulces sentimientos disponiéndonos a la felicidad. El
+amor de los campos, el reposo y el gusto de la bella naturaleza me
+seducen tanto como a Horacio y a Fray Luis de León, y aquí en este pobre
+y apartado fundo, lejos de la <i>urbe</i> tumultuosa (señalando con la mano
+hacia Oviedo) hago revivir los tiempos de la edad de oro y renuncio de
+buen grado a todos los placeres del mundo, a los esplendores de la
+ciudad, al brillo de las grandezas y al espectáculo de la disipación,
+prefiriendo los duros trabajos del labrador y sus placeres inocentes.</p>
+
+<p>Nosotros sentíamos una sed horrorosa. Así que no podíamos prestar la
+atención debida a aquel elogio de la vida campestre.</p>
+
+<p>Uno se aventuró a interrumpirle suplicándole que nos diese un poco de
+agua, si es que la tenía.</p>
+
+<p>No le sentó bien la interrupción y nos dijo poniéndose serio:</p>
+
+<p>&mdash;Ahí dentro hallarán ustedes el ánfora. Pueden ustedes beber de ella,
+pero cuiden de dejarme un poco de agua, porque la fuente está lejos y no
+tengo acomodo ahora de enviar a ella.</p>
+
+<p>Entramos en la cabaña de Marius Curius. El ánfora era un grueso y
+panzudo botijo, el cual si tuviera vergüenza, que no la tenía, se
+ruborizara de oírse llamar de aquella suerte. Cuando llegó a mí contenía
+ya poca agua, pues mis compañeros habían bebido antes. Así que bebí toda
+la que restaba sin acordarme de la prevención del catedrático.</p>
+
+<p>Al fin nos despedimos de éste elogiando de nuevo con palabras
+entusiastas sus ruines patatas. Ciertamente que sólo la perspectiva del
+examen podía volvernos tan rastreros aduladores de aquellos tubérculos.<a name="page_264" id="page_264"></a></p>
+
+<p>Al día siguiente en cátedra se quejó amargamente de nuestra conducta
+inconsiderada. Pronunció un discurso declamatorio y lacrimoso como
+siempre, que duró bien media hora. Nos recriminó del modo más patético
+que puede imaginarse, haciendo pronósticos pavorosos acerca de nuestro
+porvenir. De este discurso memorable, como todos los suyos, repleto de
+apóstrofes, hipotiposis, epifonemas y otras figuras retóricas sólo
+recuerdo esta frase pronunciada con acento dolorido que iba derecha al
+corazón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Dejar a su viejo maestro en un páramo erial sin una gota de agua con
+que humedecer sus labios!</p>
+
+<p>No fué ese mi propósito: lo declaro con la mano puesto sobre el corazón.
+Apremiado por la necesidad la satisfice sin acordarme en tal instante de
+mi viejo maestro.</p>
+
+<p>Si se profundiza adecuadamente se hallará razón parecida en casi todas
+las maldades que se cometen en el mundo.<a name="page_265" id="page_265"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXIII" id="XXXIII"></a>XXXIII<br /><br />
+<small>EL ATENEO</small></h2>
+
+<p>Por aquellos días, esto es, en el tercer año del bachillerato, trabé
+relación con unos cuantos estudiantes más adelantados que yo en la
+carrera. Se hallaban, pues, terminando la segunda enseñanza. Era un
+grupo de chicos estudiosos y de notable ingenio y discreción. Algunos de
+ellos han muerto jóvenes; otros se han distinguido en diferentes
+carreras del Estado; sólo dos se consagraron a la literatura, Leopoldo
+Alas y Tomás Tuero. El primero llegó a ser, con el pseudónimo de
+<i>Clarín</i>, un crítico eminente; el segundo a causa de su precaria
+situación y aún más de su invencible apatía no dió de sí lo que todos
+esperábamos. Alas era de un ingenio más vivo, más fecundo y, desde
+luego, mucho más aplicado al estudio; en cambio Tuero poseía un gusto
+más refinado y mayor instinto poético.</p>
+
+<p>Con estos dos me ligué especialmente. Acogiéronme ellos al principio con
+mal disimulado desdén. En aquel tiempo yo sólo era conocido en el
+Instituto por mi carácter turbulento y pendenciero. Me contaba Alas más
+tarde que antes de conocerme me había visto salir una vez desafiado con
+otro chico de los claustros de la Universidad. Acompañado él de otro
+querido amigo nuestro, que aún vive, nos siguieron diciéndose: «&mdash;Vamos
+a ver cómo se pegan estos badulaques.» Llovía copiosamente y, cobijados
+en sus paraguas, fueron en pos de nosotros hasta el parque de San
+Francisco y allí presenciaron<a name="page_266" id="page_266"></a> riendo nuestro furioso combate. Porque
+aquellos amigos poseían ya una madurez de juicio que yo estaba lejos de
+alcanzar.</p>
+
+<p>No es maravilla, pues, que aceptasen mi amistad con reserva y me diesen
+indirectamente a entender que no me hallaba a su altura. Me consideraban
+como un beocio que, temerariamente, se hubiera colado en los jardines de
+Academo.</p>
+
+<p>Así que me ligué con ellos vi claramente lo absurdo de mi conducta y
+renuncié a mis ridículas reyertas. No tardaron ellos también en
+comprender que yo no era por completo lo que parecía y pude gozar de la
+sorpresa que vi pintada en sus ojos cuando comencé a tomar parte activa
+en sus conversaciones literarias.</p>
+
+<p>He dicho que Alas había logrado ser un crítico eminente y no es
+enteramente exacto. Lo fué después de muerto. Mientras vivió no se quiso
+reconocer su gran talento; se le negó el fuego y el agua. Todo por haber
+dado en la inocente manía de poner albarda a los asnos que pasaban sin
+ella por la calle. Esos animales tan pacíficos, generalmente, se
+revolvían furiosos contra él y le molían a coces y le acribillaban a
+mordiscos. Y no sólo hicieron esto sino que lograron que todos los
+individuos de su misma especie esparcidos por España le enseñasen los
+dientes y estuviesen apercibidos a ejecutar con él idéntica partida.</p>
+
+<p>Era una verdadera temeridad en aquel tiempo hablar bien de Alas. Yo fuí
+uno de esos temerarios, y por esto, y también por haber incurrido en
+sospecha de pensar en dedicarme, como él, a aparejador, se me puso en
+entredicho. No me molieron a coces, pero me castigaron con un silencio
+reprobador. Cuando aparecían mis novelas en los escaparates de los
+libreros pasaban por delante de ellas fingiendo no verlas y enderezando
+las orejas de un modo significativo.</p>
+
+<p>Tuero no ha llegado ni en vida ni en muerte a la celebridad, aunque la
+merecía. Era premioso para escribir, como todos los hombres que poseen
+un gusto exquisito, y no disponiendo tampoco de medios de fortuna no le
+era posible trabajar sosegadamente en alguna obra que<a name="page_267" id="page_267"></a> le inmortalizase.
+Se hizo periodista y murió siendo redactor de <i>El Liberal</i>. Servía poco
+para el caso porque en la Prensa periódica se necesitan hombres
+expeditos, no refinados. No obstante, si se coleccionasen algunos de sus
+artículos se vería claramente qué gran escritor se ocultaba debajo de
+aquel modesto redactor de un periódico diario.</p>
+
+<p>Había en el espíritu de Tuero algo tan original, una petulancia tan
+pueril al lado de un humorismo tan acerado, que sorprendía y
+desconcertaba a los que con él se relacionaban. Su conversación era
+amenísima, unas veces mordaz, otras sentimental, otras extravagante y
+fantástica, siempre sorprendente. Su instinto de la belleza tan seguro
+que yo le llamaba riendo <i>doctor infalibilis</i>. Mientras Alas se equivocó
+más de una vez lo mismo aplaudiendo que censurando y se dejó imponer por
+las reputaciones que halló formadas, Tuero se mantuvo siempre sereno,
+independiente, apuntando con exactitud matemática a la belleza
+dondequiera que se ocultase.</p>
+
+<p>Recuerdo que en nuestra juventud asistimos juntos al estreno de una obra
+teatral, la cual obtuvo un éxito tan lisonjero como pocas veces se había
+visto en Madrid: aplausos ruidosos, aclamaciones infinitas, un
+desbordamiento increíble de entusiasmo. Al salir de la representación
+caminábamos juntos cinco o seis amigos haciendo comentarios halagüeños
+para el autor de la pieza. Tuero permanecía silencioso. De pronto se
+para y nos dice a boca de jarro:</p>
+
+<p>&mdash;Esta noche me he convencido de que soy el hombre de más talento de
+España. Sí; no puedo dudarlo más tiempo&mdash;continuó&mdash;porque la obra que
+acabamos de ver es para mí de todo punto execrable.</p>
+
+<p>Quedamos estupefactos. Uno se encaró con él indignado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo? ¿Qué estás ahí diciendo? Jamás hemos presenciado un éxito tan
+grandioso, tan unánime, se puede decir tan delirante.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, delirante; la palabra está bien aplicada porque sólo delirando se
+puede aplaudir una obra semejante&mdash;replicó Tuero.<a name="page_268" id="page_268"></a></p>
+
+<p>¡Cuánta razón le asistía! Algunos años después ni se representaba en los
+teatros ni nadie se acordaba de tan aplaudida producción dramática.</p>
+
+<p>Fuí, pues, convertido por obra y gracia de aquellos buenos amigos de
+contumaz gladiador en literato. Pero nuestra literatura se cifraba
+entonces, principalmente, en hablar de los autores y en disputar acerca
+de las reglas gramaticales.</p>
+
+<p>Pasamos la vida disputando. Si uno soltaba alguna palabra impropiamente
+aplicada al discurso; si otro se equivocaba de régimen; si otro
+escribiendo no había puesto las comas en su sitio. Todo era materia para
+disputas acaloradas que duraban indefinidamente, pues ninguno quería
+quedar convicto de ignorancia y defendíamos nuestro régimen y nuestra
+ortografía como una leona podía defender a sus cachorros. Nos
+acechábamos constantemente, espiábamos con intensa atención las palabras
+que cada cual vertía y caíamos sobre algún vocablo impuro como buitres
+hambrientos sobre la carne podrida. En estas minucias lingüísticas casi
+siempre salía vencedor Alas, porque las concedía aún mayor importancia
+que los otros y ponía toda su alma en ellas. Además era poseedor, según
+supimos más tarde, de un diccionario de galicismos, y con esta arma, que
+guardaba secretamente, nos infería no pocas veces heridas mortales.</p>
+
+<p>Seguíamos en nuestras discusiones filológicas el método de la escuela
+peripatética, esto es, disputábamos paseando. Después de terminadas las
+clases, ya se sabía, nos poníamos a recorrer las húmedas calles de
+Oviedo y comenzaba la borrascosa sesión gramatical.</p>
+
+<p>Aquella vida, bien mirado, no era muy divertida; pero nosotros la
+encontrábamos tal. Los que no la juzgaban poco ni mucho amena eran los
+pacíficos transeuntes a quienes molestábamos con nuestros gritos
+descompasados y a menudo con nuestros empellones. Porque caminábamos tan
+ciegos que chocábamos con las personas que venían en dirección contraria
+y las desbaratábamos sin piedad los callos de los pies. No era tal
+conducta a propósito para hacernos simpáticos en la población. Nos<a name="page_269" id="page_269"></a>
+miraba de través todo el mundo y en algunas ocasiones nuestra clamorosa
+sabiduría halló por recompensa un coscorrón o un puntapié.</p>
+
+<p>Sin embargo, todo esto, al recordarlo, me enternece. Y cuando alguna vez
+voy a Oviedo y atravieso la calle de la Magdalena o Cimadevilla, me
+detengo conmovido, y me digo: «Aquí fué donde Leopoldo Alas me demostró
+que <i>coaligarse</i> era una palabra bárbara traducida del francés, y que se
+debe decir coligarse; aquí fué donde Tuero me hizo ver que pronunciaba,
+de un modo cojo, cierto verso de Espronceda.</p>
+
+<p>Aunque me habitué a esta manera de vivir y fuí cada día más
+compenetrándome con los gustos de mis nuevos amigos, debo confesar que
+había algo con lo cual no estaba conforme en el fondo de mi alma. Este
+algo era el entusiasmo que sentían por ciertos periódicos satíricos que
+a la sazón se publicaban en Madrid, particularmente por uno titulado
+<i>Gil Blas</i>. No se hartaban de leer y comentar los donaires y rasgos
+ingeniosos que salían en este periódico. Para ellos un señor llamado
+Luis Ribera, otro Roberto Robert, otro Sánchez Pérez eran famosos héroes
+de las letras dignos de la inmortalidad.</p>
+
+<p>Quien mostraba hacia ellos más intenso aprecio era Alas, cuya vocación
+de escritor satírico se hizo ostensible desde bien temprano. No
+solamente los imitaba, escribiendo semanalmente para su uso particular
+un periódico, que tituló <i>Juan Ruiz</i>, sino que enviaba a menudo al <i>Gil
+Blas</i> articulitos y versos. ¡Caso prodigioso: este semanario, tan
+exigente y desdeñoso para todos los literatos que entonces existían en
+España, insertaba los escritos de un niño de quince años! No dudo que su
+famoso <i>Juan Ruiz</i> contendría trozos muy apreciables, dignos de la pluma
+de los redactores de aquel periódico. Yo no los he leído, ni los ha
+leído nadie, porque la letra de Alas fué siempre inverosímilmente
+perversa, y durante su carrera literaria causó crueles tormentos a los
+tipógrafos.</p>
+
+<p>Pero aquellas ingeniosidades agresivas, aquella literatura de flechas
+aceradas, no infundía calor en mi alma. Los gemidos de las víctimas, las
+heridas manando sangre, los miembros palpitantes esparcidos por el
+suelo,<a name="page_270" id="page_270"></a> me causaban grima, en vez de alegría. Nunca fué de mi agrado el
+género satírico que se aparta mucho del humorismo. Detrás del humorista
+hay un espíritu piadoso que sonríe melancólicamente al contemplar las
+deficiencias y contradicciones de la naturaleza humana. Detrás del
+satírico sólo un hombre que ríe malignamente y goza con la miseria
+intelectual del prójimo. Cervantes fué un humorista, Larra un satírico.</p>
+
+<p>Además, yo en aquella época tenía la cabeza llena de las bellezas de <i>El
+diablo mundo</i>, <i>La Jerusalén libertada</i> y el <i>Orlando furioso</i>, y me
+parecía que la literatura era esto o no era nada. Por seguir el humor a
+mis amigos, fingía admirar los dimes y diretes del <i>Gil Blas</i>, pero mi
+corazón estaba con Espronceda y el Taso. Y como me sentía impotente para
+esta alta literatura y no era de mi gusto la pequeña, me resolví
+interiormente, como ya he indicado en el capítulo anterior, a ser un
+hombre de ciencia. Mi único anhelo entonces, y por bastantes años
+después, fué llegar a ser un profesor distinguido. ¡Cuán lejos estaba de
+imaginar que el Cielo me destinaba a poeta épico, ya que la novela,
+según los estéticos, no es otra cosa que la forma moderna de la epopeya!</p>
+
+<p>Durante aquel año hicimos amistad también y empezamos a reunirmos en casa
+de dos chicos de nuestra edad, hijos de un opulento fabricante de
+tabacos de la isla de Cuba, a quienes su padre había enviado a educar a
+Oviedo. Estaban a la guarda de un muy tolerante y bondadoso sacerdote
+que nos permitía divertirnos a nuestro gusto. Y la mejor diversión que
+elegimos fué la del teatro. El arte dramático nos seduce en la primera
+edad de la vida como ha seducido a los hombres en los primeros tiempos
+de la historia. Construímos una muy linda escena en el más amplio salón
+de la casa, para lo cual se nos facilitó cuantos elementos creímos
+necesarios. Representamos, como debe suponerse, algunos dramas góticos y
+medioevales, y gozamos la más excelsa beatitud declamando rotundos
+endecasílabos y esgrimiendo nuestras espadas de madera forradas con
+papel de estaño.</p>
+
+<p>Había entre nosotros un notabilísimo actor. Por lo menos él se creía tal
+y nosotros no estábamos lejos de pensarlo.<a name="page_271" id="page_271"></a> Declamaba con un énfasis y
+con voz tan cavernosa y temblona, arqueaba las cejas de manera temerosa
+y agitaba su cuerpo con tan vivos estremecimientos que ningún cómico de
+la legua le aventajó antes ni después.</p>
+
+<p>Nosotros le envidiábamos: él nos despreciaba. Para vengarnos de su
+desprecio decidimos tres o cuatro jugarle una mala treta el día de la
+representación. Se hallaba lujosamente ataviado representando, si la
+memoria no me engaña, el papel de rey en un drama titulado <i>La tienda
+del Rey Don Sancho</i>, esperando, con la natural emoción, el momento de
+salir a escena. Nosotros, a su lado, entre bastidores, le acechábamos.
+Aprovechándonos de su emoción le pasamos, disimulada y traidoramente,
+una cuerda por la cintura, haciendo después un nudo corredizo. Cuando le
+llegó el momento salió impetuosamente a escena, sin darse cuenta de que
+llevaba tras sí la cuerda, y comenzó a declamar con tanto calor y
+entusiasmo que, desde luego, cautivó al auditorío, compuesto de nuestras
+familias y amigos. Mas he aquí que cuando se hallaba en lo más patético
+de su peroración, comenzamos a tirar fuertemente de la cuerda,
+atrayéndole hacia los bastidores. Rechinó los dientes y siguió
+declamando; pero nosotros también seguimos tirando de él, y aunque quiso
+sustraerse el cuitado a su fatal destino haciendo esfuerzos rabiosos
+para mantenerse en escena sin dejar de declamar su papel, al fin
+logramos sacarle de ella y meterle dentro.</p>
+
+<p>¡Qué bárbaras lamentaciones! ¡Qué terribles amenazas proferidas no en
+endecasílabos sino en la prosa más vil que puede nadie imaginarse! Echó
+mano al puñal que llevaba a la cintura... ¡gracias a Dios que era de
+madera!</p>
+
+<p>El público se desternillaba de risa palmoteando calurosamente. Le hizo
+salir a escena y con él a nosotros los autores de la bromita,
+colmándonos a todos de aplausos y tirándonos caramelos. Pero don Sancho
+no se dignó doblar su real espina para recogerlos: antes seguía
+horriblemente fruncido y lanzándonos miradas centelleantes propias de un
+león castellano ofendido.<a name="page_272" id="page_272"></a></p>
+
+<p>Fatigados del teatro, al cabo nos vino a la mente fundar un Ateneo. Nos
+pareció aquello más propio de nuestra superioridad intelectual. Porque
+no dudábamos de ella un punto y nos sorprendía que en la población no
+nos tributasen los honores debidos a nuestro rango. Veíamos claramente
+las ridiculeces de muchos hombres ya maduros, formábamos de ellos un
+juicio sumarísimo y los condenábamos al desprecio. Nuestros profesores
+no se libraban tampoco algunas veces de este desdén compasivo. Recuerdo
+que el de Retórica le preguntó a Alas, según me contaron sus
+condiscípulos:</p>
+
+<p>&mdash;Señor Alas, ¿qué son <i>padre y pobre</i>?</p>
+
+<p>&mdash;Nada&mdash;respondió aquél.</p>
+
+<p>&mdash;Son asonantes, hijo mío.</p>
+
+<p>&mdash;No son asonantes&mdash;replicó.</p>
+
+<p>Hubo una breve disputa: el profesor montó en cólera y le obligó a
+callar. Todos quedaron, sin embargo, convencidos de que Alas tenía razón
+y puede suponerse que este incidente no poco contribuyó a nuestro
+engreimiento.</p>
+
+<p>Fundamos pues un Ateneo cuyas sesiones se efectuaban en casa de los «dos
+americanos», como acostumbrábamos a llamar a nuestros amigos. Nos
+reuníamos los domingos por la mañana una docena o poco más de
+ateneístas, se leía una disertación histórica o científica y hacía
+objeciones al disertante quien lo tuviera a bien; leíanse después
+artículos, cuentos y versos; por fin uno de los dueños de la casa nos
+hacía oír en el piano algunas sonatas o trozos de ópera, pues ya
+entonces era un maravilloso pianista.</p>
+
+<p>En una de aquellas sesiones dominicales leí yo un concienzudo discurso
+acerca de Felipe II. Había hecho sobre su reinado investigaciones
+profundas que no duraron menos de quince días. El resultado de ellas fué
+un panegírico caluroso de aquel rey insigne que yo consideraba como el
+más grande estadista que había surgido en la historia de España.</p>
+
+<p>No estuvo desde luego conforme con tal apreciación uno de los sabios
+ateneístas y en un discurso, que a mí me pareció capcioso, quiso mostrar
+las deficiencias de<a name="page_273" id="page_273"></a> aquel reinado memorable. Que si Felipe II era un
+fanático que había fomentado la ignorancia de nuestro país y lo había
+entregado atado de pies y manos a la Inquisición; que si había enviado a
+Flandes un verdugo como el duque de Alba; que si había agotado el tesoro
+público y esquilmado a la nación por sostener allí un poderío que de
+nada nos servía... En fin, una serie de cargos irrespetuosos y sin
+fundamento alguno.</p>
+
+<p>Traté de demostrárselo reprimiendo a duras penas mi indignación y
+aparentando una tranquilidad que no sentía. De nada sirvió mi
+moderación; antes por el contrario, envalentonado por ella mi adversario
+repitió con creciente saña sus diatribas acumulando sobre la cabeza del
+gran rey los más odiosos dicterios: ignorante, fanático, dilapidador...</p>
+
+<p>Perdí la cabeza. Repliqué furiosamente, hecho un energúmeno. Mi
+contrincante no se dejó intimidar y con más altos gritos aún siguió
+vociferando contra el monarca.</p>
+
+<p>Ahora bien, yo en aquel instante representaba, aunque indignamente, al
+rey Felipe II. No me era posible permitir que por más tiempo se le
+siguiera ultrajando de manera tan atroz. Por otra parte, para impedirlo
+no disponía de la <i>Santa Hermandad</i>, ni siquiera de un mal corchete.</p>
+
+<p>¿Qué me correspondía hacer en trance tan apurado?</p>
+
+<p>¡Aplicar un buen mojicón a aquel deslenguado!, dirá seguramente el
+lector.</p>
+
+<p>Pues eso fué cabalmente lo que hice. Un soberbio mojicón de mano vuelta
+que resonó fatídico en el augusto recinto del Ateneo. Pero ¡ay! mi
+adversario respondió con otro no menos arrogante y se estableció una
+lucha cruel entre ambos.</p>
+
+<p>Los sabios ateneístas se agitaron. En vez de mostrarse neutrales como
+correspondía a su elevada dignidad dividiéronse inmediatamente en dos
+campos. Los unos tomaron parte por mí, esto es, por el rey católico; los
+otros ayudaron abiertamente a sus enemigos, los ingleses, los flamencos,
+los luteranos. La batalla se generalizó. Por largo tiempo resonaron los
+gritos y los puñetazos<a name="page_274" id="page_274"></a> de los combatientes. Hasta que el buen sacerdote
+que regía la casa vino con los criados a restablecer la paz disolviendo
+para siempre nuestra asamblea.</p>
+
+<p>Así cayó y se deshizo aquel memorable Ateneo que tanta influencia ha
+ejercido en los destinos de Europa.<a name="page_275" id="page_275"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXIV" id="XXXIV"></a>XXXIV<br /><br />
+<small>EL CLUB</small></h2>
+
+<p>Acaeció que una noche nos acostamos esclavos los españoles y amanecimos
+libres.</p>
+
+<p>Unos generales filántropos desembarcados en Cádiz fueron los encargados
+de romper nuestras cadenas. Marcharon sobre Madrid, derrotaron en el
+camino a las tropas del Gobierno y entraron en la capital a los acordes
+del <i>Himno de Riego</i>.</p>
+
+<p>Naturalmente las ondas sonoras de este <i>Himno</i> se propagaron en círculo
+como todas las demás y alcanzaron pronto el litoral de la Península. Yo
+las percibí entre sueños acompañadas del estampido de los cohetes. Me
+levanté velozmente, me asomé al balcón y vi desfilar pelotones de gente
+con banderas, gritando: ¡Viva la libertad!</p>
+
+<p>Si hay libertad&mdash;me dije inmediatamente&mdash;, hoy no tendremos cátedra. Y
+me alegré del triunfo de la libertad.</p>
+
+<p>Salí a la calle y observé por todas partes gran movimiento y regocijo.
+En la plaza de la Constitución se apiñaba la muchedumbre escuchando el
+discurso fogoso que desde el balcón del Ayuntamiento gritaba un honrado
+vecino progresista. Al final de este discurso se arrojó a la plaza el
+retrato de la Reina, que se hallaba en el salón de sesiones, y la
+muchedumbre se apresuró a hacerlo trizas rugiendo de gozo.</p>
+
+<p>«¡Abajo las testas coronadas!» Por primera vez escuché entonces este
+grito eufónico, que me hizo cosquillas<a name="page_276" id="page_276"></a> de placer. Si hubiera sido:
+«¡Abajo las cabezas coronadas!», no me habría producido efecto alguno.
+Mas la palabra testas le daba tal realce, lo hacía tan melodioso y
+halagüeño al oído, que, si yo fuese rey, pienso que al oírme llamar
+testa coronada me hubiera despojado, sin inconveniente, de la corona.</p>
+
+<p>Pero la muchedumbre allí congregada sentía necesidad para saciar sus
+furores de algo más plástico que la pintura.</p>
+
+<p>¡A la Universidad! ¡A la Universidad!</p>
+
+<p>Seguí el tropel hasta la Universidad, y vi cómo derrocaban el busto de
+bronce de la reina Isabel erigido en medio del patio.</p>
+
+<p>Confieso que al escuchar el ruido siniestro que hizo cayendo sobre las
+losas, corrió por mi cuerpo un escalofrío. Vi después que unos pilluelos
+le echaron una cuerda al cuello, lo arrastraron fuera de la Universidad
+y lo pasearon en esta forma por las calles en medio de gruesa algazara.</p>
+
+<p>No les seguí. Aquel espectáculo me causó extrema repugnancia. Si alguien
+lo atribuyese a un espíritu estrecho y reaccionario, se equivocará. Ya
+he dicho que sonaba grato en mis oídos el grito de «¡Abajo las testas
+coronadas!», y añado que la libertad, la igualdad y la fraternidad me
+tenían por entero subyugado, pues entonces no sabía cuántas cositas
+sucias se pueden esconder debajo de estas palabras tan bellas. Me
+repugnaba tal espectáculo, sencillamente, porque encontraba poco galante
+arrastrar a una señora amarrada por el cuello.</p>
+
+<p>Al día siguiente de tan graves sucesos observé, con sorpresa, que mis
+cadenas se hallaban en perfecto estado de conservación. Quiero decir que
+me vi obligado a estudiar mi lección de Geometría lo mismo que si no
+hubiera caído la dinastía de los Borbones. Es vergonzoso decirlo; pero
+no puedo ocultar que esto enfrió un poco mi ardor democrático.</p>
+
+<p>Y no bastaba a mantenerlo vivo la circunstancia de estudiar los catetos
+y las hipotenusas a los acordes del <i>Himno de Riego</i>. Antes, por el
+contrario, este <i>Himno</i>, sonando día y noche por las calles, llegó a
+producirme<a name="page_277" id="page_277"></a> un malestar indecible. Después de tantos años transcurridos,
+si por casualidad le oigo cantar o tocar, surge ante mis ojos,
+repentinamente, una legión espantosa de triángulos, cuadriláteros,
+polígonos, rombos y romboides, y me siento mareado y acometido de
+náuseas.</p>
+
+<p>No solamente el <i>Himno de Riego</i> fué nuestro consuelo en los primeros
+días de la era revolucionaria. Había otros varios espectáculos
+interesantes. Entre ellos, uno de los mejores era ver desfilar, noche y
+día, al Batallón de la Guardia nacional. Este batallón se componía, en
+general, de vecinos desocupados. Los había también ocupados, pero
+predominaban los primeros. Allí estaba Epifanio, famoso bebedor de
+sidra, y Roque, igualmente renombrado bebedor de sidra, y Manolo, que
+bebía asimismo mucha sidra, pero dejaba siempre un hueco para la
+ginebra. Allí formaban el carnicero de la plaza de los Trascorrales y el
+mancebo de la tienda de mercería de la calle de San Antonio y el
+hojalatero de la calle del Peso.</p>
+
+<p>Todos estos sujetos marchaban con el fusil al hombro, pero con su propia
+indumentaria, esto es, sin uniforme ni distintivo alguno. Hay que
+confesar que lo que ganaba de esta suerte en animación y colorido lo
+perdía en marcialidad. Pero sabían todos ellos compensar esta
+deficiencia con la gravedad bélica que imprimían a su rostro, ya
+atravesasen a paso de carga por las calles, ya evolucionasen
+majestuosamente en el parque de San Francisco. Es imposible que las
+hordas de los hunos capitaneadas por Atila marchasen más ceñudas y con
+más expresión de ferocidad guerrera.</p>
+
+<p>Las mismas familias apenas podían reconocerlos en tales ocasiones.</p>
+
+<p>&mdash;¿No ves a Pachín?&mdash;decía una madre a su chiquitín que llevaba de la
+mano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuál? ¿Cuál?&mdash;preguntaba el niño, abriendo mucho los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;Aquel, aquel que va allí con el sombrero de medio lado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pachín! ¡Pachín!&mdash;gritaba el chico a su hermano mayor después de
+reconocerle.<a name="page_278" id="page_278"></a></p>
+
+<p>Pero Pachín, al cruzar por delante de él, le dirigía una mirada torva
+que le helaba de espanto.</p>
+
+<p>Cuando estos nacionales estaban de guardia y hacían centinela aumentaba
+aún su intransigencia. Recuerdo que hallándome en la plaza vi llegar, al
+son de las cornetas, una compañía de guardias civiles que se habían
+concentrado a la sazón en Oviedo. Antes de que atravesasen el arco del
+Ayuntamiento, Bonifacio, el repartidor de periódicos, que estaba allí de
+centinela, se plantó delante de ellos con el fusil en ristre y gritó con
+voz de trueno:</p>
+
+<p>&mdash;¡Alto!... ¿Quién vive?</p>
+
+<p>La compañía hizo alto y el teniente que la mandaba se dirigió lleno de
+deferencia a Bonifacio, y éste volvió a gritar con voz recia:</p>
+
+<p>&mdash;¡Cabo de guardia!</p>
+
+<p>Y vino el cabo de guardia y habló con el teniente. Y, mientras tanto, se
+mantenía Bonifacio un poco apartado, fusil en ristre y con expresión de
+ferocidad implacable en el rostro.</p>
+
+<p>Si alguno imagina que esta actitud cruel impresionó a los guardias,
+siento decirle que se halla en un error. Los guardias, mientras duró la
+conferencia, miraban de hito en hito a Bonifacio con tal expresión de
+curiosidad y desprecio que no comprendo cómo éste no descargaba
+inmediatamente su fusil sobre ellos.</p>
+
+<p>La historia de este batallón es gloriosa. Debemos reconocer, no
+obstante, que no todos sus individuos lograron conducirse con el valor y
+la dignidad que Bonifacio, el repartidor, en esta ocasión. Por ejemplo,
+Bernardón el <i>Mirlo</i>...</p>
+
+<p>Es una historia que el lector no debe contar en Oviedo delante de alguno
+de aquellos veteranos, porque le expondría a un disgusto.</p>
+
+<p>Bernardón el <i>Mirlo</i> no era propiamente <i>Mirlo</i>, pero se le llamaba así
+por ser marido de la <i>Mirla</i>, y él fué quien tuvo la culpa de que una
+vez fuese arrollada la guardia de este glorioso batallón. Acaeció del
+modo siguiente:</p>
+
+<p>La <i>Mirla</i> tenía un puesto de pescado en la plaza de los Trascorrales.
+Este puesto se hallaba muy acreditado,<a name="page_279" id="page_279"></a> porque la <i>Mirla</i> no vendía
+nunca el pescado demasiado podrido. Por lo cual en casa de la <i>Mirla</i> se
+vivía con desahogo. Particularmente Bernardón, su marido, zapatero de
+oficio, procuraba esmeradamente no ahogarse con el trabajo, sobre todo a
+la hora de la sidra, esto es, después de las tres de la tarde.</p>
+
+<p>Su digna esposa no veía, sin embargo, con buenos ojos estas deserciones,
+y alguna que otra vez las interrumpía de un modo fragoroso y hacía que
+las cosas volviesen a la normalidad. Porque era la <i>Mirla</i> una mujer
+colosal, que, por error de la naturaleza, no había nacido sargento de
+coraceros, y Bernardón, aunque cabo de la Guardia nacional, se sentía
+intimidado en su presencia.</p>
+
+<p>Todo lo que la <i>Mirla</i> tenía de impetuosa e irascible, lo tenía
+Bernardón de pacífico y alegre compadre. Nadie podía estar de mal humor
+a su lado; nadie más que su cara consorte. Y aun ésta en determinadas
+ocasiones se desarrugaba un poco con sus donaires y solía recompensarlos
+con alguna que otra peseta volante.</p>
+
+<p>Por regla general, sin embargo, Bernardón no percibía un céntimo por sus
+chistes. Para la satisfacción de sus inclinaciones más invencibles se
+veía necesitado a apelar a ciertos medios...</p>
+
+<p>Pero no anticipemos los sucesos.</p>
+
+<p>Un día que entraba de retén en el Ayuntamiento, se palpó los bolsillos y
+observó, lleno de consternación, que estaban absolutamente vacíos. ¿Cómo
+invitar a sus subordinados a beber unos vasos? Atormentado por este
+problema, dió una vuelta por los Trascorrales a ver si su esposa
+presentaba signo de reblandecimiento.</p>
+
+<p>La <i>Mirla</i> se hallaba ausente. Habían venido a notificarla que una hija
+suya casada tenía un niño enfermo y había ido a enterarse. Bernardón al
+ver que el puesto de su mujer estaba ocupado por una amiga, a quien
+aquélla había encargado que la representase, concibió una idea
+felicísima. Se dirigió hacia allá y con semblante grave y acento
+perentorio invitó a la encargada de parte de su esposa para que le
+entregase el dinero que había en el cajón, pues debía pagar algunas
+medicinas. Sin sospechar la estafa, le entregó aquélla lo que había,
+que<a name="page_280" id="page_280"></a> resultó ser un duro en plata, una peseta en plata también y otras
+dos o poco mas en calderilla. Con todo cargó el buen Bernardón, y una
+vez que se halló en el cuerpo de guardia supo darle empleo adecuado.</p>
+
+<p>Algunas horas después llegó la <i>Mirla</i> a su jaula. Al abrir el cajón y
+encontrarlo sin alpiste y enterarse del pájaro que se lo había comido,
+una ola de sangre subió a su rostro mofletudo y no faltó mucho para caer
+al suelo víctima de una apoplejía. Tuvo la fortuna, sin embargo, de
+poder desahogarse preventivamente con una ristra de exclamaciones,
+interjecciones y maldiciones proféticas que la aliviaron
+momentáneamente, dándole tiempo para trasladarse al cuerpo de guardia
+del Ayuntamiento.</p>
+
+<p>Hacía la centinela el hijo de una frutera amiga suya.</p>
+
+<p>&mdash;¿Está ahí mi hombre? le preguntó con trabajo, pues apenas podía
+respirar.</p>
+
+<p>El centinela le dirigió una larga y severa mirada y respondió fríamente:</p>
+
+<p>&mdash;No se puede pasar.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no te pregunto si se puede pasar, borrico. ¿Está ahí mi hombre, sí
+o no?</p>
+
+<p>El hijo de la frutera no se sintió halagado por el calificativo y
+respondió con mayor frialdad aún.</p>
+
+<p>&mdash;No se puede pasar.</p>
+
+<p>&mdash;¿No se puede pasar?&mdash;rugió la <i>Mirla</i>&mdash;. ¡Ahora lo veremos!</p>
+
+<p>Y le dió tan descomunal empellón con sus manos poderosas, que el pobre
+chico cayó de espaldas.</p>
+
+<p>La <i>Mirla</i> penetra en el estrecho recinto donde se hallaba el retén, y
+lo primero que ven sus ojos es una mesa con botellas y vasos y cascaras
+de centollas y huesos de aceitunas. Lo segundo a su feliz esposo con las
+señales de la más pura felicidad pintadas en el rostro.</p>
+
+<p>Y no vió más.</p>
+
+<p>La mesa con las botellas, los vasos y los residuos del marisco y las
+aceitunas todo cayó sobre el desdichado Bernardón. Y cayeron después
+ciento veinte kilos más representados por su consorte. Estrujones,
+puñetazos, violentas sacudidas, tentativas de estrangulación, de todo un
+poco. Si Bernardón en aquel momento no vomitó<a name="page_281" id="page_281"></a> los treinta y dos reales
+convertidos en líquido, no fué porque su digna esposa dejase de poner en
+práctica los medios conducentes para realizar esta operación.</p>
+
+<p>En cuanto al resto de la guardia no diré que huyó, porque no es cierto.
+Tampoco diré que se dispersó. Lo único que se puede afirmar con
+exactitud es que se retiró desordenadamente.</p>
+
+<p>Declaro además, lealmente, que lo que acabo de narrar se refiere
+exclusivamente a la historia interna o privada del batallón de
+nacionales. En cuanto a su historia pública no puede ser más honrosa.</p>
+
+<p>Algunos días después de organizado, hallándome en la calle presenciando
+el desfile, acierto a ver con profunda sorpresa entre los nacionales,
+con el fusil al hombro, a mi amigo Tuero. Siempre original, no iba en
+fila como los demás, sino que marchaba a retaguardia solo y apartado
+ocho o diez pasos del resto de la fuerza. Su talla infantil, pues no
+contaría más de diez y seis años, y sus largas melenas rubias flotantes,
+atraían las miradas del público. Parecía un poeta francés maniobrando en
+el campo de Marte con la guardia cívica en el mes <i>Brumario</i>. Al pasar
+cerca de mí le grité casi al oído:</p>
+
+<p>&mdash;¡Adelante, hijo de la patria!</p>
+
+<p>Volvió el rostro y se puso un poco colorado y me hizo un guiño
+expresivo. Tuero era un romántico, estaba empapado en <i>Los Miserables</i>,
+de Víctor Hugo, que sabía casi de memoria; pero era un romántico forrado
+de humorista, y esta mezcla curiosa le hacía siempre interesante.</p>
+
+<p>Comenzaron los días dichosos de la revolución triunfante. Los
+nacionales, las asambleas, las manifestaciones públicas, los discursos,
+los motines ostentaban entonces su frescura primaveral. ¡Ay! este verde
+follaje no tardó mucho tiempo en marchitarse. Cuando recuerdo, las
+muchas veces que fuí en procesión en medio de aquellos honrados obreros
+dando ¡vivas! y ¡mueras! sin saber a punto fijo qué es lo que deseaba
+que viviese o muriese, me siento conmovido y me ataca la nostalgia del
+desorden. En cada encrucijada, en cada balcón, nos acechaba un orador.
+Sus discursos nos arrebataban de entusiasmo,<a name="page_282" id="page_282"></a> aunque yo nunca logré oír
+de ellos más que la conclusión: ¡Viva la soberanía nacional!</p>
+
+<p>Se procuraba imitar en lo posible a la revolución francesa, salvo, por
+supuesto, la guillotina. Y, naturalmente, una de las primeras cosas en
+que se pensó, fué en la organización de un club que recordase el de los
+jacobinos o el de los franciscanos de París.</p>
+
+<p>Quedó instalado este club en el amplio salón de un establecimiento de
+baños, cuyo dueño era un fervoroso republicano. Se reunían allí todas
+las noches hasta un centenar de personas de todas clases y condiciones,
+aunque predominaban los obreros. Nosotros, esto es, los cuatro o cinco
+amigos inseparables que yo tenía, fuimos admitidos a pesar de nuestra
+excesiva juventud.</p>
+
+<p>¡Qué tiempos aquellos! Todas las cabezas estaban llenas de la revolución
+francesa. Apenas se pronunciaba un discurso en que no se recordase
+algunas frases de Mirabeau, de Dantón o Desmoulins. La que aquel
+profirió cuando Brezé intimó a la Asamblea, en nombre del rey, la orden
+de disolverse:&mdash;«Los diputados de la Francia han resuelto deliberar. Id
+y decid a vuestro amo que estamos aquí por la voluntad del pueblo y que
+sólo nos arrancará de este lugar la fuerza de las bayonetas», me parece
+que tuve el placer de escucharla tres o cuatro docenas de veces. También
+se recordaba con insistencia aquello de «los privilegios acabarán, pero
+el pueblo es eterno», y lo otro de «una nación en revolución es como el
+bronce que se funde y se regenera en el crisol: la estatua de la
+libertad no está aún vaciada: ¡el metal está hirviendo!»</p>
+
+<p>En suma, aquello parecía una representación casera del <i>noventa y tres</i>.</p>
+
+<p>Hasta los que, incapaces de pronunciar discursos cultivaban el género
+más fácil de las interrupciones, copiaban las de los convencionales.
+Había uno que cuando la discusión se acaloraba demasiado solía gritar
+como Marat:&mdash;«¡Os recuerdo el pudor... si es que lo tenéis!» Había otro
+que no se cansaba de vociferar:&mdash;«¡El pueblo se ha levantado, está en
+pie y espera!»<a name="page_283" id="page_283"></a></p>
+
+<p>Pero la frase más extraordinaria que escuché fué la de un sujeto que en
+momentos de confusión, subido sobre un banco, gritaba como el pintor
+David en la Convención: «&mdash;¡Pido que me asesinéis!»</p>
+
+<p>Era un oficial de sastre. No se le asesinó, aunque bien lo merecía por
+desvergonzado, pero le dieron dos puntapiés y lo echaron a la calle.</p>
+
+<p>En general, las sesiones no eran borrascosas. Se pronunciaban largos
+discursos ajenos por completo al drama revolucionario. Recuerdo que un
+señor nos entretuvo toda una noche explicándonos los movimientos de la
+tierra y los planetas alrededor del sol, la causa de los eclipses y las
+estaciones. Un grabador nos leía las <i>Palabras de un creyente</i>, de
+Lamenais, y su voz se alteraba en ocasiones y se le nublaban los ojos de
+lágrimas. Un maestro de escuela pronunció un discurso fogoso contra la
+gramática de la Academia lleno de apóstrofes vehementes y de rasgos
+irónicos.&mdash;«Hay un tiempo en los verbos&mdash;exclamaba sarcásticamente&mdash;que
+en la gramática se denomina tiempo pluscuamperfecto. ¿Concebís,
+ciudadanos, algo que sea más que perfecto? ¡Si existiese este tiempo del
+verbo sería más que Dios!»</p>
+
+<p>El discurso, aunque contundente, produjo cierto malestar en la asamblea.
+Aquel rudo e inconsiderado ataque a la Academia inquietaba las
+conciencias. Se murmuraba que el orador iba demasiado lejos; rebasaba
+los límites de la audacia.</p>
+
+<p>En fin, que en estas memorables sesiones se hablaba de todo, de Dios,
+del alma, de la libertad, de astronomía, de las formas de gobierno, del
+idioma, etc. Porque aquellos obreros eran hombres primitivos, atrasados
+aún en la evolución, y, por lo tanto, ignoraban que el único ideal digno
+de discusión en tales asambleas es el de escatimar unos minutos de
+trabajo y aumentar unos céntimos de salario.</p>
+
+<p>Los oradores todos, sin exceptuar uno, recomendaban constantemente el
+orden. Sin orden no hay libertad. Era la frase que sin cesar se repetía.
+Había un ayudante de obras públicas tuerto que no se hartaba jamás de
+hacer el panegírico del orden amenazando con las más espantosas<a name="page_284" id="page_284"></a>
+calamidades, si bajo cualquier pretexto se alteraba poco o mucho.</p>
+
+<p>De tal manera se incubó y echó raíces esta idea en el cerebro de
+nuestros obreros que en cierto motín popular uno de ellos gritaba frente
+a los balcones de un banquero con quien tenía resentimientos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Muera Pinedo!&mdash;y añadía después con acento de convicción&mdash;: ¡Pero con
+orden!</p>
+
+<p>¡Cuán lejanos nos hallábamos todavía de estos días perversos en que se
+asesina a las mujeres y los niños en nombre de la fraternidad universal!</p>
+
+<p>Aquellos honrados y sencillos trabajadores nos habían acogido a
+nosotros, niños aún, con señales de afecto, nos mostraban gran
+predilección y, aunque parezca extravagante, nos respetaban.</p>
+
+<p>Pues bien, nosotros no correspondíamos como debiéramos a estas muestras
+de consideración. Eramos díscolos, turbulentos y nos reíamos más o menos
+ostensiblemente de los discursos que allí se pronunciaban. Y esto no
+porque fuésemos reaccionarios y enemigos del pueblo, pues creíamos tanto
+como ellos en la eficacia de las ideas democráticas, sino porque
+teníamos excesivamente afinado el sentido de lo cómico. Es un don de la
+Providencia que rara vez logra hacernos simpáticos.</p>
+
+<p>Por eso algunos de aquellos ciudadanos comenzaron a mirarnos con recelo.
+Particularmente el grabador que leía en alta voz las <i>Palabras de un
+creyente</i>, hombre austero y virtuoso, nutría hacia nosotros en el fondo
+de su corazón un odio implacable. Cuando en sus lecturas tropezaba con
+algún epíteto que pudiera convenirnos como el de «espíritus frívolos» o
+el de «serpiente oculta entre las flores» o el de «sofistas embusteros»
+nunca dejaba de elevar la voz y dirigirnos una mirada significativa.
+Pero esto no contribuía poco ni mucho a inspirarnos mayor cordura y
+seriedad, como pudiera suponerse.</p>
+
+<p>Sin embargo, la masa de los ciudadanos estaba con nosotros y sólo
+perdimos enteramente su apoyo cuando renunciamos al federalismo y nos
+declaramos unitarios. ¿Lo hicimos por convicción? ¿Lo hicimos por
+capricho? No lo sé. Lo único que puedo afirmar es que el adjetivo<a name="page_285" id="page_285"></a>
+federal aplicado constantemente a la República nos iba crispando.</p>
+
+<p>Era entonces el federalismo un misterio intangible como el de la
+encarnación del Hijo de Dios. Un viejo caudillo de la democracia, el
+marqués de Albaida, lo había introducido con barreno en la mente de los
+republicanos. Nosotros osamos concebir acerca de él algunas dudas
+sacrílegas. ¿Por qué había de ser federal la República? ¿Por qué romper
+un día y de un modo arbitrario la unidad nacional que tanto tiempo,
+tanto esfuerzo y tanta sangre había costado?</p>
+
+<p>Estas dudas nos perdieron. Aunque sólo las habíamos expresado
+privadamente, todo el club se enteró pronto de ellas. Y comenzamos a ser
+mirados como réprobos dignos de eterna condenación. Rugía la tempestad
+sordamente mientras nosotros, inocentes marineros, navegábamos confiados
+sin poner el oído a su amenaza.</p>
+
+<p>Al fin llegó la funesta noche en que se levantó un orador para
+manifestar que «en aquel recinto de la claridad y la justicia había
+seres solapados que trabajaban traidoramente contra la integridad de la
+República».</p>
+
+<p>Los seres solapados nos levantamos entonces y declaramos abiertamente
+que renunciábamos para siempre a la federación y que seríamos unitarios
+hasta la muerte.</p>
+
+<p>Tumulto indescriptible. Los ciudadanos se alzan airados, nos increpan,
+nos amenazan. No se oyen otros gritos que: «¡Fuera los traidores!»
+«¡Mueran los unitarios!»</p>
+
+<p>Cuando se hubo calmado un poco la agitación, el presidente en pie y
+pálido dice con voz temblorosa:</p>
+
+<p>&mdash;Después de lo que acabamos de escuchar, con gran sentimiento debo
+hacer presente a los señores que se han declarado contra la federación
+que no pueden permanecer más tiempo en este local.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso! ¡Eso!... ¡Fuera los enemigos de la República!... ¡Abajo los
+unitarios!&mdash;se gritaba de todas partes.</p>
+
+<p>Entonces nosotros salimos presurosos de los bancos y acompañados de
+otros tres o cuatro ciudadanos que habían simpatizado con nosotros,
+formando un grupo de ocho o diez, y entre los silbidos y los mueras de
+la asamblea nos dirigimos resueltamente a la puerta. Antes<a name="page_286" id="page_286"></a> de
+trasponerla uno de los nuestros se volvió iracundo y agitando los puños
+gritó como Dantón en la guillotina:</p>
+
+<p>&mdash;¡Nos cortáis la cabeza, pero no nos cortáis la cola!</p>
+
+<p>Aquella cita trágica produjo enorme sensación. Se hizo un silencio
+profundo y en medio de él salimos erguidos del club para no volver a
+entrar.<a name="page_287" id="page_287"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXV" id="XXXV"></a>XXXV<br /><br />
+<small>IMPRESIONES MUSICALES</small></h2>
+
+<p>Hay en la vida del hombre una época que pudiéramos llamar teatral, si la
+palabra no se prestase al equívoco.</p>
+
+<p>Comprenda el lector lo que quiero decir: Hay una época en que el hombre
+civilizado siente con más o menos intensidad el atractivo de los
+espectáculos teatrales. Este atractivo se prolonga por más o menos
+tiempo, según los temperamentos. Tengo un amigo, ya viejo, que gasta 100
+pesetas mensuales en localidades para el teatro, y en su vida ha
+comprado un libro por valor de 3,50. Es un hombre odioso.</p>
+
+<p>A los quince años entregaba yo casi todo el dinero que me suministraban
+mis padres a los cómicos, salvo el que gastaba en pomada de heliotropo
+para untarme los cabellos. En aquel viejo teatro de Oviedo, donde se
+estaba mejor que en una tienda de campaña, he disfrutado gran copia de
+dramas y comedias de repertorio, escuché infinitos gritos apasionados,
+muchas décimas calderonianas y no pocas carcajadas histéricas.</p>
+
+<p>Sin embargo, confieso que no fuí tan dichoso en aquel período de mi vida
+como debía serlo. En esta edad, cuando se asiste al teatro, se encuentra
+generalmente todo precioso, todo bello, todo divertido. Por desgracia, a
+mí no me aconteció otro tanto. Mi alma no se abría de par en par a los
+goces estéticos, porque había dentro de ella un crítico prematuro que se
+empeñaba en cerrar la puerta.</p>
+
+<p>Ignoro si el virus de la crítica brotó espontáneamente<a name="page_288" id="page_288"></a> en mi organismo
+o me fué inoculado por mi amigo Leopoldo Alas, compañero obligado de mis
+excursiones teatrales, pero lo he padecido siempre y ha amargado mi
+existencia. <i>Clarín</i>, implacable Mefistófeles, me mostraba cruelmente
+las escorias de todas las obras dramáticas.</p>
+
+<p>Una noche presenciábamos ambos la representación de un drama, que, si
+mal no recuerdo, se intitulaba <i>Redención</i>. Era una de tantas
+desdichadas imitaciones de la famosa <i>Dama de las Camelias</i>, de
+Alejandro Dumas. La protagonista moría de una afección pulmonar, como
+aquélla, y se lamentaba patéticamente de su mala suerte, pues en
+aquellos instantes su novio le besaba las manos y le decía mil ternezas.
+En torno nuestro los caballeros se mostraban gravemente conmovidos, pero
+las señoras lloraban a lágrima viva. Clarín y yo, más duros que el
+mármol, sentíamos unas ganas atroces de reír. Estas ganas estallaron al
+cabo en sonoras carcajadas cuando la tísica, después de un golpe de tos,
+viendo a su amante agitado, le dice con dulzura angelical: «¡No te
+alborotes!»</p>
+
+<p>La indignación de los espectadores fué terrible: «¡Silencio, silencio!»
+«¡A la calle esos chicuelos!» Faltó poco, en efecto, para que nos
+arrojasen del teatro.</p>
+
+<p>Convengamos, pues, en que el espíritu crítico carece de utilidad, y
+quien lo tiene aguzado es un pobre hombre digno de compasión. Yo estoy
+seguro de que si me gustasen los malos dramas, las malas novelas y los
+malos versos, mi existencia se hubiera deslizado mucho más feliz sobre
+la tierra.</p>
+
+<p>En lo tocante a música he sido más favorecido por la Providencia.
+Siempre me ha gustado la música mala. Me han entusiasmado y me siguen
+entusiasmando, la <i>Lucía de Lammermoor</i>, la <i>Sonámbula</i>, <i>El trovador</i>,
+la <i>Traviata</i>, etc.; esas óperas que actualmente hacen rechinar los
+dientes a los críticos musicales y les quitan las ganas de cenar. Uno de
+ellos, que yo conozco, profesa odio tan irreconciliable al maestro
+Donizetti, ya fallecido cerca de un siglo, que al pasar en cierta
+ocasión por Bérgamo, donde aquél ha nacido y tiene una estatua, fué
+sigilosamente por la noche a apedrearla.<a name="page_289" id="page_289"></a></p>
+
+<p>Esto es grave. Porque si los críticos dan en la flor de ejecutar tales
+venganzas póstumas con los autores, temo en verdad que alguno a quien
+mis libros enfaden, vaya una noche a desenterrarme al cementerio para
+tirarme de las orejas.</p>
+
+<p>Puesto ya a confesar públicamente mis pecados, declaro que no sólo me
+agradan las óperas del infame Donizetti, sino también las zarzuelas de
+mis compatriotas Arrieta, Barbieri y Gaztambide. Escuchando desde
+aquellas sucias y desgarradas lunetas del teatro de Oviedo <i>Marina</i>, <i>El
+Juramento</i>, <i>El relámpago</i> y <i>Los diamantes de la Corona</i>, me he sentido
+dichoso como los ángeles; se borraban de mi mente las impurezas de la
+realidad y vivía unos instantes mecido sobre la nube del ideal. El mundo
+dejaba de ser Voluntad, según la frase del más popular de los
+metafísicos alemanes, para convertirse en pura Representación.</p>
+
+<p>Aún más; no puedo recordar algunas de sus melodías sin conmoverme, y si
+me encuentro en el campo un día espléndido de primavera, me pongo a
+canturriar con emoción la romanza de barítono en <i>El Juramento</i>:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">«¡Cual brilla el sol en la verde pradera!</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">¡Cual su perfume despide la flor!»</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Es ridículo, vuelvo a confesarlo; pero si lo ridículo nos hace felices
+¿por qué no hemos de abrazarnos a lo ridículo? En este punto, como en
+algunos otros, doy la razón a los filósofos pragmatistas.</p>
+
+<p>Son los habitantes de Oviedo muy sensibles al arte de la música. Lo son
+siempre, pero muy particularmente, es inútil añadirlo, cuando han
+ingerido algunos vasos de sidra, el licor predilecto de la región
+cantábrica.</p>
+
+<p>Desde la más remota antigüedad, el alcohol está considerado como un
+estimulante de la aptitud para las artes conceptivas, con preferencia a
+las plásticas. Nadie habrá visto a un hombre ebrio extasiarse ante un
+cuadro o una estatua; pero ¡cuántas veces les habremos oído<a name="page_290" id="page_290"></a> recitar,
+con torpe lengua, algunos versos de Zorrilla o Espronceda! Conocí uno
+que en el último período de la embriaguez repetía con creciente
+aflicción:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">«¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué es la vida?</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">¡Un misterio también!...</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;">Genios, ¡venid, venid!...</span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;">Vuestro mal con el hombre a compartir.»</span></td></tr>
+</table>
+
+<p>Hasta que caía como un fardo al pie del tonel y no se podía despertar
+sino haciéndole aspirar un frasco con amoníaco.</p>
+
+<p>No obstante, es la música el arte bello que guarda afinidad más estrecha
+con los licores espirituosos. En Grecia, las fiestas de Baco, llamadas
+<i>Orgías</i>, fueron siempre sazonadas con cantos. En Oviedo, lo mismo. Los
+periódicos locales anuncian que tal día a tal hora se romperá en tal
+lugar el tonel llamado <i>Prim o Moriones</i> (se les pone, por lo común, el
+nombre de un general). Un centenar de devotos acude puntualmente a la
+solemnidad, rodean el grandioso tonel, presencian con emoción su
+apertura, y, una vez que han probado su contenido, dan comienzo los
+cánticos desenfrenados.</p>
+
+<p>Mas existe una diferencia esencial entre los cantos orgiásticos de la
+Grecia y los de la capital de Asturias. Los primeros eran cantos de
+victoria, entusiásticos y ardorosos, mientras los segundos son siempre
+tiernos y sentimentales. En Grecia se rendía culto a Baco con gritos
+delirantes y rugidos de cólera; en Oviedo, con lágrimas. Es increíble el
+líquido que se derrama por los ojos en estas bacanales. Hay borracho que
+cantando la despedida de <i>El Grumete: «Si en la noche callada sientes el
+viento»</i>, etc., se derrite en llanto, lo cual ahorra mucho trabajo, como
+debe suponerse, a los riñones.</p>
+
+<p>El <i>Miserere de El Trovador</i> causaba tal fascinación a cierto
+escribiente de un notario de Oviedo, que no podía escucharlo sin
+sentirse arrobado y caer en éxtasis.</p>
+
+<p>Llamábase este escribiente Figaredo, o una cosa parecida; era hombre ya
+maduro, de pelo canoso, de estatura<a name="page_291" id="page_291"></a> mediana y más gordo que delgado. Se
+embriagaba indefectiblemente todos los domingos; pero como hombre
+jurídico lo hacía de un modo legal. Quiero decir, que jamás dió el menor
+escándalo en la población. Una vez que salía del lagar y entraba en las
+calles céntricas, podría caminar más o menos torcido, podría tropezar
+una que otra vez con las columnas de los faroles, mas su boca no se
+abría por ningún motivo, grande o pequeño. Ni un grito, ni una palabra,
+ni una tos. Era un sepulcro relleno de sidra.</p>
+
+<p>Pero había algunos que conocíamos su secreto. Sabíamos que apretando
+cierto botón, aquella boca se abría con un resorte. Este resorte no era
+otro que el <i>Miserere</i> de <i>El Trovador</i>.</p>
+
+<p>Una noche entre las once y las doce salía yo del teatro con dos amigos
+cuando acertamos a ver a Figaredo que caminaba delante de nosotros la
+vuelta de su casa trazando caprichosas curvas con los pies sobre la
+acera. Inmediatamente se nos ocurrió apretar el fatal resorte.
+Adelantamos el paso y al cruzarnos con él cantamos en voz baja los
+primeros solemnes compases del famoso miserere.</p>
+
+<p>Oírlos Figaredo, pararse en seco, abrirse un poco de piernas y lanzar al
+aire con toda la fuerza de sus pulmones el grito de angustia del
+desdichado Manrique desde su prisión, fué cosa de un instante.</p>
+
+<p>El sereno, que no estaba lejos, acudió corriendo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Haga usted el favor de callarse y no dar escándalo!</p>
+
+<p>Figaredo le miró estupefacto al través de sus gafas.</p>
+
+<p>¿Escándalo? ¡Llamar escandalosa a la música más sublime que jamás se
+hubiera oído en el mundo! Aquel hombre debía de estar loco.</p>
+
+<p>Pero loco o cuerdo representaba en aquel instante a la autoridad
+constituída y Figaredo como hombre ligado por su profesión a la ley de
+enjuiciamiento comprendió que debía callarse y calló.</p>
+
+<p>Bajando, pues, la cabeza resignado siguió su camino en silencio.</p>
+
+<p>Pero nosotros habíamos vuelto sobre nuestros pasos y<a name="page_292" id="page_292"></a> al pasar a su lado
+cantamos otra vez el comienzo del miserere.</p>
+
+<p>Figaredo se paró de nuevo, volvió a abrirse de piernas y gritó:</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1em;"><i>«¡Non ti escordar di me</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>Leonora addio!»</i></span></td></tr>
+</table>
+
+<p>El sereno corrió enfurecido a él y sacudiéndole por un brazo vociferó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Cállese usted, escandaloso, o por vida mía que le llevo ahora mismo a
+la Fortaleza!</p>
+
+<p>Así se llamaba la cárcel de Oviedo en aquel tiempo.</p>
+
+<p>Figaredo volvió a mirarle, sin comprender qué clase de mentalidad era la
+de aquel hombre; pero bajó la cabeza y siguió caminando. Dejamos que se
+alejase un buen trecho y alcanzándole después le cantamos de nuevo al
+oído el miserere.</p>
+
+<p>Figaredo detuvo el paso por tercera vez y atronó la calle con sus gritos
+de angustia. El sereno, que ya estaba lejos, acudió corriendo y de tal
+modo enfurecido que estuvo a punto de caer. Como tardó algún tiempo en
+llegar, Figaredo estaba ya metido en el canto y fué imposible hacerle
+callar. Ni por sacudirle fuertemente por el brazo ni por dirigirle los
+insultos más groseros fué posible que cerrase la boca. Figaredo ya no
+veía ni oía nada, y se lamentaba tremando las notas para hacer más
+patético su canto. Las lágrimas bañaban sus mejillas.</p>
+
+<p>El sereno exasperado le fué empujando hasta la Fortaleza, que estaba
+próxima.</p>
+
+<p>Figaredo no callaba. Le abrió la puerta de la cárcel; el sereno dijo no
+sé qué palabras al centinela; éste rió con toda su alma: el sereno
+profirió una blasfemia. Y Figaredo fué empujado brutalmente al interior.</p>
+
+<p>Pero no callaba. Todavía allá dentro oíamos lejana su voz que gritaba
+con infinita amargura.</p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="poesia">
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 1.5em;"><i>Non ti escordar di me</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>¡Leonora addio!</i></span></td></tr>
+<tr><td align="left"><span style="margin-left: 0em;"><i>¡Leonora addio!</i></span></td></tr>
+</table>
+
+<p><a name="page_293" id="page_293"></a></p>
+
+<p>Las injurias, la cárcel, el ridículo, la vergüenza no existían para
+aquel hombre. El mundo real con sus impurezas, perfidias y groserías se
+había desvanecido. Como los prisioneros de la famosa caverna de Platón
+contemplaba cara a cara el sol de la belleza.<a name="page_294" id="page_294"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXVI" id="XXXVI"></a>XXXVI<br /><br />
+<small>EL SUEÑO DEL «LUCERO»</small></h2>
+
+<p>Decían los médicos, aunque no era cierto, que mi madre necesitaba baños
+de mar. Para tomarlos solíamos pasar el mes de agosto en la villa de
+Luanco, vecina de la de Avilés, que posee una bonita playa arenosa donde
+las olas rompen con estrépito.</p>
+
+<p>En aquel tiempo existía en Luanco un hombre llamado el <i>Corsario</i>.</p>
+
+<p>No era <i>Barbarroja</i>, porque tenía barba negra y escasa. No era tampoco
+el corsario de Byron, porque <i>Conrado</i>, hombre de soledad y misterio
+(<i>man of lóneness and mistery</i>) hablaba poquísimas palabras y nuestro
+corsario era un charlatán insufrible.</p>
+
+<p>Además no se le conocía tendencia alguna romántica, sino más bien una
+inclinación decidida a entrarse por las tabernas y a permanecer allí un
+tiempo indeterminado.</p>
+
+<p>Era un hombrecillo de ojos pequeños y hundidos, delgado, cargado de
+espaldas que no traía a la memoria escenas de zafarrancho y abordaje.</p>
+
+<p>¿Por qué se le llamaba el <i>Corsario</i>? No lo sé. Quizá los buenos viejos
+de Luanco sepan algo más. Pueden ustedes ir a preguntárselo.</p>
+
+<p>Este <i>Corsario</i> desempeñaba el oficio de alguacil del Ayuntamiento. A
+los que el alcalde mandaba detener los encerraba en la cuadra de su
+casa. Era entonces la única cárcel modelo que allí existía.<a name="page_295" id="page_295"></a></p>
+
+<p>Como profesión suplementaria el <i>Corsario</i> ejercía la de alquilador de
+caballos. En realidad no debiera hablar en plural, porque alquilaba un
+solo caballo. Pero tenía además un burro y esta circunstancia le
+imprimía carácter profesional.</p>
+
+<p>No puedo decir casi nada del burro, porque no he tenido trato con él. En
+cuanto al caballo no vacilo en afirmar que era un miserable impostor.
+Siento mucho tener que hablar de él en esta forma, pero el respeto de la
+verdad me obliga a ello.</p>
+
+<p>Era un rocín bastante bien proporcionado, color de hoja seca, que tenía
+algunos cuarterones de carne sobre los muslos y en la frente una mancha
+blanca del tamaño de una pieza de dos pesetas. A esta última
+circunstancia debía sin duda su nombre de <i>Lucero</i>. El que lo había
+bautizado era hombre de imaginación, porque aquellos pelos blanquecinos
+no podían dar idea remota de ningún astro del cielo.</p>
+
+<p>Sus medios de subsistencia estaban envueltos en el misterio y
+despertaban en Luanco comentarios bochornosos. Si su amo era solamente
+pirata de nombre él lo era de hecho. Se le veía por los caminos de noche
+y de día como un vagabundo apercibido a todo lo malo. Saltaba las
+barreras de los prados y se comía la fresca yerba destinada a las vacas
+de los vecinos; saltaba también con increíble audacia las tapias de las
+huertas y engullía las lechugas y los guisantes. Hasta se comió en
+cierta ocasión, según se dijo, unas enaguas del ama del señor cura que
+ésta había tendido a secar en la huerta parroquial.</p>
+
+<p>Puede concebirse que tales hazañas solían costarle algunas monumentales
+palizas. En la villa se le consideraba como un socialista peligroso y
+era unánimemente aborrecido. Pero es lo cierto que hasta la fecha en que
+yo le conocí, había logrado no morirse de hambre.</p>
+
+<p>Sin duda, era un animal de mucho mundo y capaz de abrirse paso en la
+sociedad; pero estas cualidades no le daban atractivo para la
+equitación. Los honrados vecinos de Luanco le alquilaban una que otra
+vez por la módica cantidad de dos pesetas para trasladarse a Candás<a name="page_296" id="page_296"></a> o a
+Avilés o a cualquier parroquia de las cercanías. Pero a nadie en el
+globo terráqueo más que a mí se le ocurriría alquilarlo para dar un
+paseo de recreo y gallardear de jinete.</p>
+
+<p>Pues eso fué cabalmente lo que hice una tarde de Agosto en que el cielo
+estaba limpio como un cristal y una brisa suave rizaba la llanura azul
+de la mar.</p>
+
+<p>Cuando le comuniqué mi proyecto al <i>Corsario</i>, éste me miró atentamente
+de los pies a la cabeza y me hizo varias preguntas técnicas para
+cerciorarse de mis conocimientos hípicos. Respondí a ellas con bastante
+soltura y le hice saber además que yo no era un jinete cualquiera, pues
+me había roto la ternilla de la nariz cayendo de un caballo. Esta última
+prueba le tranquilizó por completo. Yo le entregué las dos pesetas por
+adelantado y esto le tranquilizó todavía más.</p>
+
+<p>Fué a buscar al gandul del <i>Lucero</i>, ocupado a la sazón, como un peón
+caminero, en limpiar de yerba las orillas de la carretera y mientras lo
+enjaezaba me dió muchos paternales consejos. Yo le pregunté si tenía
+espuelas. Volvió a mirarme atentamente y al cabo me respondió
+gravemente:</p>
+
+<p>&mdash;Sí; tengo espuelas; pero aquí nadie las usa.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo no monto sin espuelas&mdash;le repliqué con tal extraordinaria
+firmeza que sin entrar en más explicaciones se fué a buscarlas.</p>
+
+<p>Eran dos horribles artefactos de hierro dulce oxidados. Estuve vacilando
+si calzármelas o no, pero al fin me decidí a ello después de haberlas
+fregado un buen rato con aceite y arena.</p>
+
+<p>Héteme aquí cabalgando sobre el <i>Lucero</i>, que en cuanto salió de la
+cuadra conmigo principió a hacer piernas dando unos brinquitos muy
+elegantes, marchando ahora de un costado, ahora de otro, sin duda con el
+propósito de que yo mostrase al público mi gentileza.</p>
+
+<p>Estaba encantado de mí mismo. Jamás en la vida me había hallado tan
+bizarro. Lanzaba miradas investigadoras a los balcones de las casas y me
+sorprendía que no saliesen a ellos todas las niñas bonitas de Luanco
+para<a name="page_297" id="page_297"></a> contemplar a aquel jovencito apuesto de naciente bigote que se
+tenía tan galanamente en la silla.</p>
+
+<p>Fué un momento de esplendor que recordaré mientras viva. Todos, grandes
+y pequeños han tenido en su existencia algunos de estos instantes de
+triunfo más o menos duraderos. Mi apoteosis no duró en el tiempo más de
+cinco minutos y en el espacio unos ciento cincuenta metros. Llegado a
+este límite aquel hipócrita animal que tenía debajo de mis pantalones se
+puso tranquilamente a caminar a paso lento y no me fué posible con
+ningún argumento hacerle volver de su determinación.</p>
+
+<p>Quise dejarle algún reposo. A los mismos oradores parlamentarios se les
+concede cuando han hecho demasiadas piernas en el Congreso, y le permití
+caminar a su gusto. Pero al llegar a la plaza, como observase que había
+por allí muchos bañistas de ambos sexos, no quise perder la ocasión de
+mostrarles mis dotes excepcionales para los ejercicios ecuestres y
+advertí al <i>Lucero</i> por medio de la espuela de que era llegado el
+momento de secundarme.</p>
+
+<p>¡Que si quieres! Bajó la cabeza acusando recibo del espolazo y siguió en
+la misma forma paso tras paso delicadamente como si fuese pisando
+huevos.</p>
+
+<p>Segunda llamada. La misma respuesta. Yo me indigné. Tenía quince años y
+en aquella edad me indignaban muchas más cosas de las necesarias. Repetí
+el aviso. Nada. Lo repetí otras cuantas veces con el mismo resultado.
+Aquel gran hipócrita bajaba siempre la cabeza y se mostraba conforme;
+pero no parecía poco ni mucho inclinado a seguir mi voluntad. Se acata,
+pero no se cumple.</p>
+
+<p>En aquella época Luanco no era un centro de placeres. Los bañistas
+prolongaban por la mañana cuanto podían el tiempo destinado al baño. Por
+la tarde iban de paseo a un sitio llamado la <i>Fuente mineral</i> y
+amenizaban la excursión comiendo las moras de los zarzales que
+guarnecían las paredillas del camino. Por la noche discutían en familia
+la cuestión de la temperatura y se metían en la cama.</p>
+
+<p>Esta es la razón y no otra de que cuantas personas<a name="page_298" id="page_298"></a> transitaban en aquel
+momento por la plaza con sombrilla y sombrero de paja lo mismo que las
+que departían apaciblemente a la puerta de los comercios quedasen
+extáticas contemplándome con la mayor atención posible.</p>
+
+<p>Sentir la atención pública sobre sí es cosa que a no pocos hombres
+desconcierta. Uno de estos hombres soy yo. Consideré que debía dar
+satisfacción a aquella curiosidad haciendo algo que no fuese en absoluto
+corriente. Y lo más adecuado era hacer galopar a mi caballo.</p>
+
+<p>Yo era un inocente en aquel tiempo y desconocía por completo no sólo el
+corazón de los bípedos, sino también el de los cuadrúpedos. Este infame
+animal, sin hacerse cargo de la crítica situación en que me hallaba, el
+papel ridículo que me iba a hacer representar y la desconsideración que
+iba a arrojar sobre mí ante la opinión pública, se obstinó en no salir
+del paso. Por cuantos medios puede un hombre emplear para convencer a un
+ser irracional traté de persuadirle a que diese algunos brinquitos
+sugestivos que me dejasen airoso ante aquella sociedad veraniega. No fué
+posible. Palmaditas en el cuello para halagar su amor propio. ¡Up! ¡Up!
+Gritos de triunfo para despertar su entusiasmo. Avisos indicadores con
+la espuela. Nada...</p>
+
+<p>En aquel momento penetró en la plaza viniendo de la parte de la playa un
+grupo compuesto de cinco o seis elegantes señoritas, las cuales quedaron
+inmóviles contemplándome con cierta curiosidad burlona. Al fin soltaron
+a reír con frescas y unánimes carcajadas.</p>
+
+<p>Fué mi perdición y la de <i>Lucero</i>. Aquellas carcajadas entraron por mis
+venas como un licor ponzoñoso. No supe lo que hice. Ciego de cólera
+principié a dar furiosos espolazos al autor de mi deshonra. El <i>Lucero</i>
+se dejó martirizar con la obstinación de un hereje. Yo no veía su
+sangre, pero la sentía correr. ¡Se la hubiera bebido toda!</p>
+
+<p>Sin embargo, en medio de mi agonía dolorosa, tuve una satisfacción.
+Aquellas alegres señoritas dejaron de reír y se pusieron serias. Como
+era necesario salir de tan equívoca situación, pues <i>Lucero</i> se negó a
+dar un paso más y pude advertir que el público se ponía de su parte,<a name="page_299" id="page_299"></a>
+tiré de las bridas fuertemente y le hice dar la vuelta.</p>
+
+<p>Entonces <i>Lucero</i> se puso a caminar con alguna mayor celeridad; no
+mucha. Yo, frenético, llorando de vergüenza, seguí dándole furiosos
+espolazos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ave María!... ¡Mira, Pepe, cómo va ese caballo!</p>
+
+<p>Todos los transeuntes dirigían la vista al vientre del caballo, me
+miraban después a mí, y sacudían la cabeza en señal de reprobación.</p>
+
+<p>Pero mi cólera no se apagaba. Me creía cubierto de ridículo por toda la
+eternidad.</p>
+
+<p><i>Lucero</i> debía tener conciencia de la infamia que conmigo había
+cometido, porque aumentaba un si es no es la rapidez de sus pasos. Quizá
+no fuese el grito de la conciencia sino la perspectiva de la cuadra.</p>
+
+<p>Pero he aquí que no muchos pasos antes de llegar a ella se dejó caer de
+bruces al suelo y yo con él. Por milagro no me rompí segunda vez el
+cartílago de la nariz. Me alcé así que pude y traté de alzarle a él
+también. Fueron inútiles mis esfuerzos. El <i>Lucero</i>, de rodillas cual si
+estuviese orando por sus enemigos, entre los cuales debía yo contarme,
+no hacía movimiento alguno.</p>
+
+<p>Entonces cruzó por mi mente una idea pavorosa. ¡Si estaría muerto! La
+deseché inmediatamente; pero con la misma velocidad volvió a colarse.
+Otra vez la rechacé y otra vez se introdujo. Y así, con este metódico
+vaivén vibratorio, llegué pronto al convencimiento de que el <i>Lucero</i> no
+pertenecía ya al número de los seres vivos. Esta certidumbre me dejó a
+mí casi tan muerto como a él. ¿Cómo me presentaría al <i>Corsario</i>?</p>
+
+<p>Me presenté trémulo, convulso, tartamudeando absurdos.</p>
+
+<p>&mdash;¿No sabe usted?... El <i>Lucero</i>... se ha dejado caer ahí en la calle...
+y no quiere dar un paso más... Me parece que está durmiendo...</p>
+
+<p>Una sonrisa increíblemente sarcástica se dibujó en los labios del
+<i>Corsario</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¡Si dormirá, si dormirá!... ¡Es un zorro!... ¡Pero qué zorro!</p>
+
+<p>Y echando mano al látigo que tenía colgado de un clavo, salió conmigo a
+la calle.<a name="page_300" id="page_300"></a></p>
+
+<p>El <i>Lucero</i> seguía inmóvil sobre las rodillas, con la cabeza metida
+entre ellas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Duermes, <i>Lucero</i>?&mdash;preguntó el <i>Corsario</i> con acento aún más
+sarcástico que la sonrisa.</p>
+
+<p>Y con habilidad y presteza maravillosas le aplicó dos estacazos entre
+las orejas con el mango del látigo. El <i>Lucero</i> permaneció inmóvil
+orando como un derviche. El <i>Corsario</i>, altamente sorprendido, acercó a
+él su rostro, le examinó atentamente y, al cabo, abriendo
+desmesuradamente los ojos, exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Así Dios me salve, está muerto!</p>
+
+<p>Y de repente, se abalanzó furioso sobre mí y me echó la mano al pecho
+arrugando mi camisa almidonada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tú lo has matado!... ¡Tienes que pagarlo!</p>
+
+<p>Aterrado por el impensado abordaje de aquel pirata, dejé escapar
+débilmente de mi garganta:</p>
+
+<p>&mdash;¡Lo pagaré, lo pagaré!</p>
+
+<p>Pero no lo pagué. Los varones más calificados de la villa certificaron
+que no había fallecido de muerte violenta sino de inanición.</p>
+
+<p>Era un despreciable rocín, un hipócrita, un bellaco...</p>
+
+<p>Sin embargo, en este momento, me alegraría de no haber dado aquellos
+espolazos.<a name="page_301" id="page_301"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXVII" id="XXXVII"></a>XXXVII<br /><br />
+<small>POETA Y CAZADOR</small></h2>
+
+<p>Jamás olvidaré aquel verano que pasé en mi aldea natal entre el cuarto y
+el quinto año del bachillerato. Entonces fué cuando mi alma se puso en
+contacto con la naturaleza y gozó la dulce embriaguez llena de alegría
+que a su influjo potente nos acomete. No recuerdo ninguna época de mi
+vida en que haya sido más dichoso. No lo fuí al modo de un ser
+casquivano y bailarín sino como un poeta, como un griego primitivo que,
+subyugado por la magia donisíaca, rompe en himnos celebrando la alianza
+del hombre con la tierra y el evangelio de la armonía de los mundos.</p>
+
+<p>Vivía yo en una tranquilidad llena de sabiduría, vivía en una
+sorprendente serenidad dejando filtrarse suavemente en mi alma el
+encanto de aquella naturaleza fresca, transparente, aromática. Era la
+alegría de un enamorado frente al objeto de sus ansias y que puede
+saciarse con su vista a todas horas. Salía de madrugada a recoger el
+rocío que caía de los castañares, a respirar el perfume del heno fresco;
+dormía a la hora de la siesta debajo de los avellanos; me bañaba al
+declinar el sol en los remansos del río. Era tan feliz, que algunas
+veces imaginaba que el tiempo no existía, que había puesto ya un pie en
+la eternidad y que no saldría jamás de aquel dulce enajenamiento.</p>
+
+<p>Es el valle de Laviana, donde he nacido, grandioso sin ferocidad, grave
+y apacible al mismo tiempo. Los<a name="page_302" id="page_302"></a> prados, siempre verdes, circundados de
+avellanos, surcados por mansos arroyuelos, causan una impresión idílica
+de paz y contento. Pero las suaves colinas que lo limitan, cubiertas de
+espesos castañares, surgen ya con un sentimiento de fuerza, como una
+majestuosa armonía que no turba la paz de nuestro espíritu aunque lo
+inclinan a la meditación. Detrás, otras colinas más altas y adustas,
+alzan su cabeza desnuda. Por fin, más allá, se levantan protectoras
+grandes masas de montañas salvajes, como poderoso baluarte contra las
+irrupciones de enemigos o curiosos. Se respira aquí una profunda
+ternura, se siente la presencia del espíritu de infinita paz que nos da
+la plenitud de vida, la salud del alma y el vigor del cuerpo.</p>
+
+<p>Mi corazón palpita todavía al recuerdo de aquellas horas en que flotaba
+sobre un mar de eternas delicias. Tendido sobre el césped, hundiendo mis
+ojos en los abismos azulados del firmamento sobre el cual pasaban
+volando como fantasmas algunas nubes, sintiendo en torno mío hormiguear
+entre la yerba un mundo microscópico, compuesto de innumerables insectos
+que se agitaban igualmente dichosos, sentía correr por mis venas la vida
+abundante, poderosa, armónica como una sinfonía de la naturaleza
+inmortal.</p>
+
+<p>Parecíame que la tierra me sustentaba con amor ofreciéndome sus dones,
+que participaba de su felicidad y vivía en mística unidad con ella. Los
+pájaros tendiendo su vuelo por el aire despertaban en mí ansias de
+lanzarme a regiones más luminosas, me causaban un estremecimiento de
+vértigo, el presentimiento feliz y terrible a la vez de lo sobrenatural,
+mientras los insectos murmurando en torno me narraban al oído sus
+diminutos amores haciendo resonar en mi corazón vagos y punzantes
+deseos.</p>
+
+<p>¿Quién podría suponer que un adolescente a quien agitaban en aquellos
+días tan nobles sentimientos sería capaz de asesinar fríamente a las
+avecillas del cielo, esparciendo sus plumas y su sangre sobre el césped?
+Nada más cierto, sin embargo. Provisto de una vieja carabina de pistón
+que Cayetano me facilitara, convertíme en perseguidor<a name="page_303" id="page_303"></a> implacable de los
+mirlos, jilgueros y malvises que revoloteaban alegres por nuestra
+pomarada. Es esta una contradicción que a mí me toca confesar y a los
+psicólogos explicar.</p>
+
+<p>¡Sí! Confieso con vergüenza que esta matanza me causaba increíbles
+placeres y que cuando atisbaba entre las ramas de los manzanos a un
+jilguero preparándose a entonar su canto apasionado en honor de su amada
+jilguera o a una jilguera remilgada sacudiendo las alas con coquetería
+para atormentar a su jilguero, me relamía como un tigre a la vista de su
+presa y sigilosamente me colocaba debajo de ellos y les privaba de la
+existencia.</p>
+
+<p>Sin embargo, había otra cosa que me placía aún más que el asesinato
+mismo, y era su preparación. Vosotros, los que poseéis una primorosa
+escopeta inglesa o belga e introducís bonitamente por la recámara esos
+brillantes proyectiles que semejan dijes de reloj, ignoráis el placer
+inefable de cargar una carabina de pistón. Aquel descolgar del hombro el
+frasco de la pólvora y verter una pequeña cantidad en la palma de la
+mano e introducirla en el cañón, sacar acto continuo un viejo periódico
+del bolsillo y meter un trozo de él en seguimiento de la pólvora y
+atacar luego con la baqueta hasta presentar en el rostro señales de
+congestión; aquél echar mano, terminada esta operación, al cuerno de los
+perdigones, tomar un puñado de ellos, introducirlos igualmente y atacar
+de nuevo, esta vez con más delicadeza; aquel cebar prolija y
+esmeradamente la chimenea y sacar del bolsillo del chaleco la cajita de
+los pistones y tomar uno y ajustarlo...</p>
+
+<p>Hay que confesar que la vida no es tan triste como muchos pretenden.</p>
+
+<p>Precisamente me hallaba cierta tarde entregado en cuerpo y alma a una de
+estas operaciones venturosas delante de mi casa cuando acertó a pasar
+por allí don Eloy, el secretario del Ayuntamiento, con su escopeta al
+hombro y su perro brincando delante de él. Se paró a contemplarme, me
+saludó afablemente y me dijo con encantadora brusquedad:</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres venir conmigo a ver si matamos unas perdices?<a name="page_304" id="page_304"></a></p>
+
+<p>La emoción enrojeció mi rostro. Porque era el secretario un cazador
+prodigioso, el más diestro de toda aquella comarca y uno de los
+renombrados de la provincia. Los grandes señores de Oviedo y Gijón le
+escribían cuando iban a emprender una excursión cinegética por los
+campos de Castilla, y don Eloy les acompañaba y era el alma y principal
+ornamento de estas cacerías.</p>
+
+<p>A nadie sorprenderá, pues, que bajo el peso de tanto honor, quedase mudo
+y suspenso.</p>
+
+<p>Don Eloy no comprendió lo que por mí pasaba y se apresuró a añadir:</p>
+
+<p>&mdash;No te haré caminar mucho. Me han dado noticia de que ahí cerca, sobre
+Cerezangos, hay un bando. ¿Te atreves?</p>
+
+<p>¡Que si me atrevía! Hubiera ido a buscar el bando de perdices en tan
+noble compañía al polo antártico!</p>
+
+<p>En efecto, no caminamos siquiera media hora cuando el perro quedó de
+muestra entre los helechos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Amartilla!&mdash;me dijo por lo bajo el secretario&mdash;. Ya estamos sobre
+ellas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Entra!&mdash;gritó después al perro.</p>
+
+<p>Unas cuantas perdices levantaron el vuelo y ambos disparamos; yo casi
+con los ojos cerrados.</p>
+
+<p>Una perdiz vino al suelo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por vida mía!&mdash;exclamó don Eloy con acento irritado&mdash;. ¡Erré el tiro!
+Fortuna ha sido que tú lo hayas afinado, porque si no se nos escapan
+todas.</p>
+
+<p>Quedé como quien ve visiones. Una ola de placer celestial invadió mi
+cuerpo y por poco me hace dar con él en el suelo. Me creí en aquel punto
+un héroe. Don Eloy tomó la perdiz de la boca del perro que se la traía y
+me la entregó con semblante triste.</p>
+
+<p>Declaro que en aquel instante cruzó por mi mente un relámpago de duda;
+pero mi vanidad lo apartó de sí con horror.</p>
+
+<p>El bando de las perdices <i>dobló</i>, esto es, se fué volando a la colina de
+enfrente. La caza en los países quebrados como el mío es mucho más
+penosa que en los llanos. Para llegar a ella necesitábamos bajar al
+fondo del valle y trepar después una razonable distancia. Bajamos<a name="page_305" id="page_305"></a>
+rápidamente y ascendimos después todo lo más veloces que pudimos
+empleando casi una hora en llegar al sitio donde el bando se había
+posado.</p>
+
+<p>Otra vez paró el perro, otra vez entró a la voz del secretario, otra vez
+disparamos ambos y otra vez vino una perdiz a tierra.</p>
+
+<p>&mdash;¡Maldita sea mi suerte!&mdash;profirió don Eloy llevándose las manos a los
+cabellos, y tratando de arrancárselos&mdash;. ¡Otro tiro que erré! ¿Qué mal
+rayo tendré yo en las manos hoy?</p>
+
+<p>Esta no coló. Quedé confuso, avergonzado, y le dije balbuceando:</p>
+
+<p>&mdash;Ha sido usted quien la mató. Mi tiro ha sido muy alto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué estás diciendo ahí, chiquillo?&mdash;respondió irritado&mdash;. El mío fué
+el que marró: tiré sobre la izquierda y la pieza que cayó salió por la
+derecha.</p>
+
+<p>Ahora bien, yo estaba bien seguro de que había tirado sobre la
+izquierda... Pero no insistí; tuve la flaqueza de no insistir.</p>
+
+<p>Recogí la perdiz que don Eloy me entregó y la colgué triunfalmente a mi
+cinturón.</p>
+
+<p>Regresamos a casa y durante el camino don Eloy no hacía más que
+lamentarse amargamente de su torpeza afirmando que los cazadores solían
+tener estos días aciagos. Yo le escuchaba un poco mohino haciendo
+esfuerzos desesperados por creerle, aunque sin conseguirlo.</p>
+
+<p>Pero cuando llegamos a Entralgo y me vi rodeado por los criados y
+algunos vecinos y oí cantar a coro mis alabanzas y vi brillar en los
+ojos de mi madre la alegría de haber dado el ser a un cazador tan
+extremado todas mis dudas se disiparon y creí efectivamente que nadie
+más que yo había dado la muerte a aquellas dos aves inocentes.</p>
+
+<p>Sin embargo, mi padre sonrió de un modo particular cuando le contaron mi
+hazaña. Y aunque don Eloy no cesaba de lamentarse de su mala suerte,
+aquella sonrisa enigmática no se le caía de los labios.</p>
+
+<p>Largos años hace que el buen secretario descansa bajo la tierra; pero
+mientras yo aliente sobre ella no olvidaré los tiros que tan
+generosamente marró.<a name="page_306" id="page_306"></a></p>
+
+<h2><a name="XXXVIII" id="XXXVIII"></a>XXXVIII<br /><br />
+<small>ADÁN EXPULSADO</small></h2>
+
+<p>Muchas veces, casi siempre, lo que esperamos con ansia, no nos trae la
+felicidad, ni lo que esperamos con temor, la desgracia.</p>
+
+<p>Jamás hubo un estudiante de quinto año más ansioso que yo de hacerse
+bachiller. Este magno acontecimiento era, a mi modo de ver, la llave del
+Paraíso.</p>
+
+<p>En efecto, fué la llave, mas no para abrirlo, sino para cerrarlo. Este
+primero y gran desengaño que la vida me ofreció, produjo en mí tal
+efecto, que me hizo para siempre con ella receloso. En cada esperanza he
+visto, desde entonces, una emboscada; en cada deseo, una trampa. Y he
+pasado mi existencia como los cocheros, apretando el freno en todas las
+pendientes.</p>
+
+<p>Tal deseo vehemente de hacerme bachiller, no era sólo por las
+preeminencias que tan glorioso título lleva consigo. Mis padres me
+habían prometido enviarme a Madrid a seguir la carrera de Jurisprudencia
+y ya me veía dueño absoluto de mis acciones en medio de la corte de
+España. ¡Qué halagüeño porvenir!</p>
+
+<p>Tanto pensaba en él, que en vez de prepararme durante aquel curso para
+el examen, repasando las asignaturas de los años anteriores, no se me
+ocurrió cosa más apetitosa que comprar algunos libros de la Facultad de
+Derecho y ponerme a estudiar por ellos.</p>
+
+<p>La <i>Economía Política</i> me sedujo de un modo increíble. Bien imagino
+ahora que no era tanto por la ciencia<a name="page_307" id="page_307"></a> misma como porque su estudio me
+engrandecía a mis propios ojos. ¡Es tan distinguida, tan elegante la
+<i>Economía Política</i>! Estudiándola me creía a cien leguas de aquellos
+viejos y ridículos maestros del Instituto, me parecía vivir en una
+atmósfera de buen tono y adoptaba ya con mis compañeros las formas
+corteses, pero un poco desdeñosas de los hombres de mundo.</p>
+
+<p>Tal extravagancia pudo costarme cara. Al aproximarse la época de los
+ejercicios o sea del examen general del bachillerato, me encontré
+bastante mal preparado. Sobre todo el latín, me parecía haberlo olvidado
+por completo. ¡Vayan ustedes con los gerundios y las oraciones primeras
+de activa a un hombre que meditaba sobre las relaciones del capital y el
+trabajo!</p>
+
+<p>Me acometió un terror pánico. Si me suspendían, ¡adiós Madrid!, ¡adiós
+vida alegre, independiente!, ¡adiós relaciones del capital y el trabajo!</p>
+
+<p>Faltaban pocos días ya para el examen: no me era posible prepararme bien
+en tan corto tiempo. Aturdido por la cruel perspectiva de ser rechazado,
+principié a imaginar tontería sobre tontería para salir del aprieto. Y
+naturalmente, puse en práctica la mayor de todas ellas. Nada menos se me
+ocurrió que ir a visitar a mi antiguo profesor de latín, aquel romántico
+Cincinato que tenía su fundo en la falda de las colinas y confesarme con
+él, esto es, declararle mi ignorancia y mis temores.</p>
+
+<p>Como lo pensé lo hice. No fuí a verle a su amable retiro campestre, sino
+a su casa de la <i>urbs</i> que era vieja, obscura, y que tenía un olor
+clásico a ratones bastante pronunciado.</p>
+
+<p>Pero he aquí que en cuanto subo nada más que media docena de escalones,
+adquiero súbito y por arte mágico los suficientes conocimientos de latín
+para sufrir cualquier examen por riguroso que fuese. Subo otros cuantos
+y me encuentro hecho un sabio: la lengua romana no tenía secretos para
+mí.</p>
+
+<p>Naturalmente, comprendí que la visita era ya inútil. Bajé de nuevo la
+escalera y salí a la calle triunfante.</p>
+
+<p>Sin embargo, no había dado muchos pasos por ella cuando sentí que mi
+ciencia filológica menguaba de un<a name="page_308" id="page_308"></a> modo sorprendente y al fin se
+disipaba como la bruma de la mañana; quedé un instante perplejo y me
+decidí a entrar otra vez en casa del profesor.</p>
+
+<p>Otra vez volví a sentir inundado mi cerebro por una ola de sabiduría,
+que lo bañó por completo y estuve bien tentado a dar la vuelta. Pero
+sospechando que pudiera ser un falaz espejismo, hice un esfuerzo por
+arrojar de mí aquella ilusión y tiré del cordón de la campanilla.</p>
+
+<p>Era un cordón negro, siniestro, fatídico, como la cuerda de un ahorcado.
+La campanilla sonó en las profundidades de aquel antro con lúgubre
+tañido, que apretó mi corazón; aunque ya estaba bien reducido.</p>
+
+<p>Y repentinamente sentí un vago deseo de que la casa se derrumbase y me
+sepultase entre sus ruinas.</p>
+
+<p>Una vieja salió a abrirme; detrás de ella un perro que me dirigió una
+mirada de desprecio sin ladrarme. Lo mismo él que la vieja comprendieron
+al instante que yo era un pobre estudiante que venía pidiendo
+misericordia. Estaban acostumbrados a estas visitas.</p>
+
+<p>Me introdujeron en una sala de piso negro y pegajoso por las capas de
+cera superpuestas durante medio siglo y allí me dejaron sin decirme una
+palabra. De las paredes, tapizadas con papel pintado que reproducía
+infinitas veces un loro mordiendo la flecha de la torre de un
+campanario, pendían algunas fotografías con marco de nogal representando
+al profesor con toga y birrete rodeado de sus discípulos. La fecha,
+escrita debajo con supremo arte caligráfico, era atrasadísima. Otros
+cuadros contenían diplomas que daban testimonio de la aplicación del
+profesor cuando era niño. ¿A qué época se remontarían estos diplomas?</p>
+
+<p>Al cabo de unos minutos se presentó el catedrático en persona y quedé
+petrificado como si viese un espectro.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué deseaba, hijo mío?&mdash;me dijo después de esperar vanamente a que yo
+diese algún signo de vida.</p>
+
+<p>Tardé todavía algún tiempo en salir de mi transmutación marmórea y, al
+fin, balbuciente y ruborizado, le pregunté por su salud y por la de su
+familia como si<a name="page_309" id="page_309"></a> fuese lo único que en aquel momento me interesase sobre
+la tierra. El profesor me informó afablemente de estos extremos y volvió
+a reinar el silencio.</p>
+
+<p>Entonces me puse a dar vueltas entre los dedos a mi sombrero con la
+velocidad de un cuerpo celeste.</p>
+
+<p>El profesor apenas se dignó fijar la atención en aquel movimiento de
+rotación increíble y me siguió mirando de hito en hito.</p>
+
+<p>&mdash;El caso es... que dentro de algunos días me voy a presentar al
+ejercicio de letras para el grado de bachiller.</p>
+
+<p>&mdash;Perfectamente&mdash;manifestó el catedrático doblando el espinazo con
+ceremoniosa solemnidad.</p>
+
+<p>&mdash;Y como hace tanto tiempo que estudié el latín...</p>
+
+<p>No pude pasar más adelante; tenía un nudo en la garganta. El profesor
+vino en mi auxilio.</p>
+
+<p>&mdash;Supongo que no habrá usted abandonado su estudio y que se presentará
+bien preparado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!&mdash;exclamé poniéndome rojo hasta el blanco de los ojos&mdash;. No señor,
+no... no estoy bien preparado, sobre todo en el latín, que he abandonado
+un poco en estos últimos años.</p>
+
+<p>Los ojos del catedrático expresaron profunda consternación. Se llevó la
+mano a la frente y observé en él síntomas inminentes de
+desfallecimiento. Después comenzó a pasear por la sala con las manos
+atrás, según su costumbre, dejando escapar unas veces resoplidos de
+furor y otras suspiros de angustia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Abandonar el hermoso idioma del Lacio!&mdash;exclamaba levantando los ojos
+al cielo.</p>
+
+<p>Yo me pegué a la pared maldiciendo la hora en que había nacido.</p>
+
+<p>&mdash;¡La lengua de Marco Tulio y Quintiliano!</p>
+
+<p>Me apreté aún más contra el muro sin dejar por eso de imprimir a mi
+sombrero una velocidad vertiginosa.</p>
+
+<p>&mdash;¡La lengua meliflua de Tíbulo y Propercio!</p>
+
+<p>Más pegado aún; casi incrustado.</p>
+
+<p>&mdash;¡La lengua de Escipión el Africano!</p>
+
+<p>Yo estaba desesperado de haber ofendido a aquellos ilustres varones,
+pero la cosa no tenía remedio. Ni aun logré<a name="page_310" id="page_310"></a> filtrarme por la pared como
+era mi deseo vehemente.</p>
+
+<p>En fin, mi sombrero había hecho más de cinco mil revoluciones sobre sí
+mismo cuando el catedrático cesó de suspirar y lamentarse. Siguió
+paseando silencioso y entregado a una dolorosa meditación.</p>
+
+<p>Entonces acaeció en aquel recinto algo lamentable que no puedo recordar
+sin ponerme colorado. Sonriendo como un idiota rompí el silencio
+exclamando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya unas patatas que recoge usted en su finca del Naranco!</p>
+
+<p>Apenas había pronunciado estas absurdas palabras comprendí que había
+caído en un pozo. La desesperación me hizo quedar clavado en la pared
+con la misma sonrisa estúpida en los labios y aguardé impávido a que el
+profesor me echase de la estancia a puntapiés.</p>
+
+<p>Se detuvo delante de mí y me dirigió una larga y severa mirada. ¡Caso
+prodigioso! Aquella mirada fué poco a poco perdiendo su severidad y
+tornóse al cabo en benévola.</p>
+
+<p>&mdash;¡Maravillosas!&mdash;exclamó con énfasis&mdash;. Ni las más dulces de la
+Campania, ni las más farináceas del vecino reino de Castilla las sacan
+ventaja.</p>
+
+<p>¡Estaba salvado!</p>
+
+<p>Nuestra interesante conferencia, que duró todavía algunos minutos, versó
+toda ella sobre tan amables legumbres.</p>
+
+<p>Quintiliano y Escipión el Africano debieron de estremecerse con
+indignación en sus tumbas.</p>
+
+<p>Cuando al cabo me despedí, el catedrático me pasó paternalmente el brazo
+por encima de los hombros y vertió en mi oído algunas palabras de
+aliento.</p>
+
+<p>Ahora bien, esta escena ha enriquecido mi alma con una enseñanza y un
+sentimiento. La enseñanza, bien deplorable, es que en este mundo la
+adulación más grosera, más estúpida e inoportuna produce buen efecto. El
+sentimiento no puede ser más dulce: se cifra en la gratitud que he
+guardado siempre en el pecho hacia las patatas que fueron mis salvadoras
+en aquella ocasión. Jamás he dejado de rendirles homenaje cuando me las
+han presentado bien guisadas.<a name="page_311" id="page_311"></a></p>
+
+<p>Me hice bachiller al fin sin contratiempo alguno y vine a pasar el
+verano a Avilés con mis padres. No recuerdo otro más feliz en mi
+existencia si no es el que precedió a... ¿Por qué sumergir ahora la
+mirada en otras épocas de mi vida? El presente fué dichoso, porque a la
+conciencia de mi libertad, tan grata a todos los seres, se unía la
+perspectiva de la corte, no menos grata a los jóvenes provincianos.</p>
+
+<p>Me apuntaba la barba; se me había mudado la voz; en casa me consideraban
+ya como un hombre. Fuera de ella me mostraba tan celoso de esta
+prerrogativa, tan quisquilloso que cualquier palabra o signo que no se
+dirigiese al reconocimiento decisivo de mi virilidad me hería
+profundamente.</p>
+
+<p>Mi pobre madre, al verme mozo, se puso a amarme con verdadero frenesí.
+Ella, que siempre había sido sobria de caricias con sus hijos, me las
+prodigaba ahora frecuentes y apasionadas como si se sintiese morir.
+Cuando yo entraba en casa me echaba los brazos al cuello, me apretaba
+contra su pecho, me tenía así largo tiempo y me decía al oído palabras
+de ternura.</p>
+
+<p>En efecto, se sentía morir. Su cuerpo delicado parecía una sombra; sus
+grandes ojos negros le llenaban la cara. Todos lo observaban menos
+nosotros, que acostumbrados de toda la vida a verla sufrir imaginábamos
+sin duda que aquella salud tan quebradiza no se rompería jamás por
+completo. La sostenía su espíritu indomable hecho a guerrear desde la
+infancia con su cuerpo.</p>
+
+<p>Recuerdo que uno de aquellos últimos días de mi estancia en Avilés la
+encontré de rodillas limpiando con un paño la pata de una mesa donde
+había visto polvo. Cuando entré en la habitación quiso abrazarme, pero
+no pudo. Entonces corrí y la levanté en mis brazos con la misma
+facilidad que si fuera una niña. Ella sonriendo me abrazó y me besó con
+efusión. Yo sin darme cuenta de lo que aquello anunciaba sentí, no
+obstante, que las lágrimas se me agolpaban a los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Atrás, atrás recuerdos dolorosos! Toda mi vida he llevado en el alma
+aquel momento, aquella sonrisa triste como si antes de bajar a la tumba
+el ser que me dió<a name="page_312" id="page_312"></a> el ser quisiera dejar grabada a buril su imagen en mi
+corazón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Partamos! La dicha me espera. En los últimos días sentía una
+impaciencia loca por volar fuera del nido. Un mes antes ya había
+comenzado a arreglar mi baúl al cual dirigía miradas amorosas desde mi
+lecho al acostarme como si fuese el símbolo de mi felicidad. Compré un
+plano de Madrid y me puse a estudiarlo tan concienzudamente que cuando
+llegué a la capital pude caminar por ella con gran asombro de mis
+amigos, sin necesidad de guía.</p>
+
+<p>Por fin llegó el momento de la partida. Era, si no recuerdo mal, el día
+primero de Octubre, cuatro antes de cumplir los diez y siete años. Mi
+padre me acompañó hasta Oviedo. La silla de posta salía por la noche de
+la plazuela de la Catedral, donde se hallaba la casa del Correo.</p>
+
+<p>En la mal esclarecida plazoleta trajinaban los mozos subiendo a la baca
+de la diligencia los equipajes mientras algunas escasas personas en
+torno de ella despedían a sus deudos o amigos. Reinaba un silencio
+discreto, un ambiente de tristeza. Los caballos de vez en cuando hacían
+sonar sus cascabeles sin despertar alegría.</p>
+
+<p>El reloj de la torre, cuya grave voz tantas veces me había llamado a mis
+estudios y a mis recreos, vibró al fin con diez campanadas. Recibí las
+últimas caricias de mi padre sin emoción, con la indiferencia egoísta de
+todos los ilusos. El postillón hizo chasquear el látigo y partí.</p>
+
+<p>Al encontrarme solo y a obscuras en el fondo de la berlina corrió por mi
+cuerpo un estremecimiento feliz no exento de melancolía. Porque nuestra
+alma nos advierte con un lejano suspiro en medio de las más vivas
+alegrías que no debemos fiar de ellas. Una ola de vagos anhelos, de
+ilusiones y esperanzas se hinchaba dentro de mi pecho, subía a mi
+cerebro y me embriagaba. Jamás sentí la vida más amable que en aquella
+primera hora de soledad y de fuerza.</p>
+
+<p>El coche rodaba por la sombría carretera. Los árboles y las colinas se
+dibujaban informes en la penumbra de una noche estrellada sin luna. El
+ruido de los cascabeles,<a name="page_313" id="page_313"></a> el chasquido del látigo del postillón y el
+sordo rumor de las ruedas me adormecían con un letargo deleitoso. Cuando
+cerraba los ojos una legión de ángeles murmuraban en mi oído palabras de
+ventura, desplegaban mágicas y soñadas perspectivas.</p>
+
+<p>¿Angeles he dicho? ¿No serían más bien diablos disfrazados?</p>
+
+<p>Pero ya comenzamos a escalar las grandiosas montañas del Pajares; ya nos
+acercamos a la cumbre; ya tocamos en ella.</p>
+
+<p>¡Adiós dulce infancia! ¡adiós adolescencia soñadora! Allá abajo me
+esperan la casa de huéspedes sórdida, la indiferencia desdeñosa, la
+hostilidad irracional, el placer sin alegría, el pecado, el
+remordimiento...</p>
+
+<p>Ya la diligencia traspone la cima de la montaña; ya corre por las
+llanuras dilatadas de Castilla.</p>
+
+<p>¡Adiós! ¡Adiós! Adán salió del Paraíso.</p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="c">FIN</p>
+
+<p><a name="page_314" id="page_314"></a></p>
+
+<p><a name="page_315" id="page_315"></a></p>
+
+<table border="0" cellpadding="0" cellspacing="0" summary="INDICE"
+style="margin:8% auto 8% auto;">
+<tr><th colspan="3" align="center"><a name="INDICE" id="INDICE"></a><big>ÍNDICE</big></th></tr>
+<tr><td colspan="3" align="right"><small>Páginas</small></td></tr>
+
+<tr><td colspan="2"><a href="#ANTES_DE_EMPEZAR">Antes de empezar,</a></td><td align="right"><a href="#page_007">7</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#I">I.</a></td><td>&mdash;Adán en el Paraíso,</td><td align="right"><a href="#page_011">11</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#II">II.</a></td><td>&mdash;Una suerte original del toreo,</td><td align="right"><a href="#page_019">19</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#III">III.</a></td><td>&mdash;Impresiones del estío,</td><td align="right"><a href="#page_026">26</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#IV">IV.</a></td><td>&mdash;La infancia ante la muerte,</td><td align="right"><a href="#page_036">36</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#V">V.</a></td><td>&mdash;Ramonín,</td><td align="right"><a href="#page_045">45</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#VI">VI.</a></td><td>&mdash;Músicos ambulantes,</td><td align="right"><a href="#page_053">53</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#VII">VII.</a></td><td>&mdash;La partida,</td><td align="right"><a href="#page_061">61</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#VIII">VIII.</a></td><td>&mdash;Avilés,</td><td align="right"><a href="#page_068">68</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#IX">IX.</a></td><td>&mdash;Primeras impresiones,</td><td align="right"><a href="#page_076">76</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#X">X.</a></td><td>&mdash;Cometo un asesinato,</td><td align="right"><a href="#page_082">82</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XI">XI.</a></td><td>&mdash;De cómo fuí excomulgado,</td><td align="right"><a href="#page_086">86</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XII">XII.</a></td><td>&mdash;Resuelvo hacerme ermitaño,</td><td align="right"><a href="#page_093">93</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XIII">XIII.</a></td><td>&mdash;La vara de Falaris,</td><td align="right"><a href="#page_103">103</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XIV">XIV.</a></td><td>&mdash;El triunfo de la fraternidad,</td><td align="right"><a href="#page_108">108</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XV">XV.</a></td><td>&mdash;Don Antonio Joyana,</td><td align="right"><a href="#page_114">114</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XVI">XVI.</a></td><td>&mdash;Mi padre,</td><td align="right"><a href="#page_123">123</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XVII">XVII.</a></td><td>&mdash;Misterios dolorosos,</td><td align="right"><a href="#page_128">128</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XVIII">XVIII.</a></td><td>&mdash;Primeras lecturas,</td><td align="right"><a href="#page_140">140</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XIX">XIX.</a></td><td>&mdash;Fray Melitón,</td><td align="right"><a href="#page_147">147</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XX">XX.</a></td><td>&mdash;El cachorrillo,</td><td align="right"><a href="#page_158">158</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXI">XXI.</a></td><td>&mdash;La batalla de Galiana,</td><td align="right"><a href="#page_164">164</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXII">XXII.</a></td><td>&mdash;El suicidio de Anguila,</td><td align="right"><a href="#page_172">172</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXIII">XXIII.</a></td><td>&mdash;Pedro Menéndez,</td><td align="right"><a href="#page_183">183</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXIV">XXIV.</a></td><td>&mdash;Historia triste de mi amigo Genaro, &nbsp; &nbsp;</td><td align="right"><a href="#page_191">191</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXV">XXV.</a></td><td>&mdash;Rosas tempranas,</td><td align="right"><a href="#page_197">197</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXVI">XXVI.</a></td><td>&mdash;Paréntesis,</td><td align="right"><a href="#page_205">205</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXVII">XXVII.</a></td><td>&mdash;Oviedo,</td><td align="right"><a href="#page_214">214</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXVIII">XXVIII.</a></td><td>&mdash;El cuadro de honor,</td><td align="right"><a href="#page_220">220</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXIX">XXIX.</a></td><td>&mdash;Besos en cabeza de turco,</td><td align="right"><a href="#page_228">228</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXX">XXX.</a></td><td>&mdash;Caballería infantil,</td><td align="right"><a href="#page_238">238</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXI">XXXI.</a></td><td>&mdash;Segundas lecturas,</td><td align="right"><a href="#page_247">247</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXII">XXXII.</a></td><td>&mdash;Dar de beber al sediento,</td><td align="right"><a href="#page_256">256</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXIII">XXXIII.</a></td><td>&mdash;El Ateneo,</td><td align="right"><a href="#page_265">265</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXIV">XXXIV.</a></td><td>&mdash;El club,</td><td align="right"><a href="#page_275">275</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXV">XXXV.</a></td><td>&mdash;Impresiones musicales,</td><td align="right"><a href="#page_287">287</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXVI">XXXVI.</a></td><td>&mdash;El sueño del «Lucero»,</td><td align="right"><a href="#page_294">294</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXVII">XXXVII.</a></td><td>&mdash;Poeta y cazador,</td><td align="right"><a href="#page_301">301</a></td></tr>
+
+<tr><td align="right" valign="top"><a href="#XXXVIII">XXXVIII.</a></td><td>&mdash;Adán expulsado,</td><td align="right"><a href="#page_306">306</a></td></tr>
+</table>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+
+<p class="cb"><b>TRADUCCIONES DE PALACIO VALDÉS</b></p>
+
+<p class="cen"><b>Marta y María.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por Mme. Devismes de Saint-Maurice.&mdash;Publicada en
+<i>Le Monde Moderne</i>.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p>Traducida al ruso, por M. Pawlosky.&mdash;Publicada en el <i>Diario de San
+Petersburgo</i>.</p>
+
+<p>Traducida al sueco, por A. Hillman.&mdash;Un tomo.&mdash;Stockolmo.</p>
+
+<p>Traducida al tcheque, por O. S. Vetti.&mdash;Un tomo.&mdash;Praga.</p>
+
+<p class="cen"><b>El idilio de un enfermo.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por M. Albert Savine.&mdash;Publicada en <i>Les Heures du
+Salon et de l'Atelier</i>.</p>
+
+<p>Traducida al tchèque, por M. A. Pikhart.&mdash;Un tomo.&mdash;Praga.</p>
+
+<p class="cen"><b>Aguas fuertes.</b></p>
+
+<p>Traducidas y publicadas la mayor parte de estas novelitas por <i>La
+Independencia Belga</i>, <i>El Diario de Ginebra</i>, <i>El Correo de Hannover</i>,
+<i>Hlas Národa</i>, <i>Lumir</i> y otros periódicos y revistas.</p>
+
+<p>Edición española con introducción y notas en inglés para el estudio del
+español en Inglaterra y Estados Unidos, por W. T. Faulkner.&mdash;Un
+tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p class="cen"><b>José.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por Mlle. Sara Oquendo.&mdash;Publicada en la <i>Revue de
+la Mode</i>.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por C. Smith.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p>Traducida al alemán y publicada en <i>Furs Haus</i>.&mdash;Berlín.</p>
+
+<p>Traducida al holandés, por M. Hora Adema, y publicada en <i>Het Nieuws</i>
+<i>van den Dag</i>.&mdash;Amsterdam.</p>
+
+<p>Traducida al sueco, por A. Hillman.&mdash;Un tomo.&mdash;Stockolmo.</p>
+
+<p>Traducida al tchèque, por A. Pikhart.&mdash;Un tomo.&mdash;Praga.</p>
+
+<p>Traducida al portugués, por Cunha e Costa.&mdash;Publicada en <i>Revista da
+Semana</i>.&mdash;Río de Janeiro.</p>
+
+<p>Traducida al danés, por Oskar V. Andersen.&mdash;Un tomo.&mdash;Copenhague y
+Kristiania.</p>
+
+<p>Edición española con prefacio y notas en inglés para el estudio del
+español en Inglaterra y Estados Unidos, por el profesor Mr.
+Davidson.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.&mdash;London.</p>
+
+<p class="cen"><b>Riverita.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por M. Julien Lugol.&mdash;Publicada en la <i>Revue
+Internationale</i>.</p>
+
+<p class="cen"><b>Maximina.</b></p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p class="cen"><b>El cuarto Poder.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por B. d'Etroyat.&mdash;Publicada en <i>Le
+Temps</i>.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Miss Rachel Challice.&mdash;Un
+tomo.&mdash;New-York.&mdash;London.</p>
+
+<p>Traducida al holandés, por M. Hora Adema.&mdash;Un tomo.&mdash;Amsterdam.</p>
+
+<p class="cen"><b>La Hermana San Sulpicio.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por Mme. Huc, con prefacio de Emile Faguet, de la
+Academie Française.&mdash;Un tomo.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Mr. Haskell Dole.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p>Traducida al holandés y publicada en <i>El Correo de Rotterdam</i>.</p>
+
+<p>Traducida al sueco, por A. Hillman.&mdash;Un tomo.&mdash;Stockolmo.</p>
+
+<p>Traducida al ruso, por Mme. Karminvi.&mdash;Un tomo.&mdash;San Petersburgo.</p>
+
+<p>Traducida al italiano, por Angelo Norsa.&mdash;Un tomo.&mdash;Milán.</p>
+
+<p class="cen"><b>La espuma.</b></p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Clara Bell.&mdash;Un tomó.&mdash;London.</p>
+
+<p class="cen"><b>La Fe.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por M. Jules Laborde.&mdash;Un tomo.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por I. Hapgood.&mdash;Un tomo.&mdash;New York.</p>
+
+<p>Traducida al alemán, por Albert Cronan.&mdash;Un tomo.&mdash;Leipzig.</p>
+
+<p class="cen"><b>El maestrante.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por J. Gaure, con estudio preliminar de M.
+Bordes.&mdash;Un tomo.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Miss Challice.&mdash;Un tomo.&mdash;London.</p>
+
+<p class="cen"><b>El origen del pensamiento.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por M. Dax Delime.&mdash;Publicada en la <i>Revue
+Britannique</i>.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por I. Hapgood.&mdash;Publicada en <i>The Cosmopolitan</i>,
+con ilustraciones de Cabrinety.</p>
+
+<p class="cen"><b>Los majos de Cádiz.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por M. A. Glorget.&mdash;Publicada en el <i>Journal des
+Debats</i>.</p>
+
+<p>Traducida al holandés, por Mary Hora Adema.&mdash;Un tomo.&mdash;Amsterdam.</p>
+
+<p class="cen"><b>La alegría del capitán Ribot.</b></p>
+
+<p>Traducida al francés, por C. Du Val Asselin.&mdash;Un tomo.&mdash;París.</p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Minna C. Smith.&mdash;Un tomo.&mdash;New-York.</p>
+
+<p>Traducida al holandés, por A. Fokker.&mdash;Un tomo.&mdash;Amsterdam.</p>
+
+<p>Traducida al italiano, por Angelo Norsa.&mdash;Publicada en <i>Il Sécolo
+XIX</i>.&mdash;Génova.</p>
+
+<p>Edición española con notas en inglés y vocabulario para el estudio del
+español, por los profesores Morrison y Churchman.&mdash;Un tomo.&mdash;New
+York.&mdash;London.</p>
+
+<p class="cen"><b>Tristán.</b></p>
+
+<p>Traducida al inglés, por Jane B. Reid.&mdash;Un tomo.&mdash;Boston.</p>
+
+<p class="cen"><b>Papeles del Doctor Angélico.</b></p>
+
+<p>Traducidos al alemán, por Mr. Franz Hartman.&mdash;Un tomo.</p>
+
+<div class="footnotes"><p class="cb">NOTAS:</p>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_1_1" id="Footnote_1_1"></a><a href="#FNanchor_1_1"><span class="label">[1]</span></a> Casetas cuadradas de madera destinadas a graneros,
+sostenidas y aisladas del suelo por columnas de piedras.</p></div>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_2_2" id="Footnote_2_2"></a><a href="#FNanchor_2_2"><span class="label">[2]</span></a> Véase <i>La Aldea perdida</i>.</p></div>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_3_3" id="Footnote_3_3"></a><a href="#FNanchor_3_3"><span class="label">[3]</span></a> Véase <i>La Aldea perdida</i>.</p></div>
+
+<div class="footnote"><p><a name="Footnote_4_4" id="Footnote_4_4"></a><a href="#FNanchor_4_4"><span class="label">[4]</span></a> En esta narración me autorizo el cambiar los nombres, por
+razones que no se le ocultarán al lector.</p></div>
+
+</div>
+<hr class="full" />
+
+
+
+
+
+
+
+<pre>
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of La novela de un novelista, by
+Armando Palacio Valdés
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LA NOVELA DE UN NOVELISTA ***
+
+***** This file should be named 38814-h.htm or 38814-h.zip *****
+This and all associated files of various formats will be found in:
+ http://www.gutenberg.org/3/8/8/1/38814/
+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at http://www.pgdp.net (This file was
+produced from images available at The Internet Archive)
+
+
+Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.
+
+Creating the works from public domain print editions means that no
+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
+permission and without paying copyright royalties. Special rules,
+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
+copying and distributing Project Gutenberg-tm electronic works to
+protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project
+Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you
+charge for the eBooks, unless you receive specific permission. If you
+do not charge anything for copies of this eBook, complying with the
+rules is very easy. You may use this eBook for nearly any purpose
+such as creation of derivative works, reports, performances and
+research. They may be modified and printed and given away--you may do
+practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is
+subject to the trademark license, especially commercial
+redistribution.
+
+
+
+*** START: FULL LICENSE ***
+
+THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
+PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK
+
+To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free
+distribution of electronic works, by using or distributing this work
+(or any other work associated in any way with the phrase "Project
+Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project
+Gutenberg-tm License (available with this file or online at
+http://gutenberg.org/license).
+
+
+Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm
+electronic works
+
+1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm
+electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to
+and accept all the terms of this license and intellectual property
+(trademark/copyright) agreement. If you do not agree to abide by all
+the terms of this agreement, you must cease using and return or destroy
+all copies of Project Gutenberg-tm electronic works in your possession.
+If you paid a fee for obtaining a copy of or access to a Project
+Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the
+terms of this agreement, you may obtain a refund from the person or
+entity to whom you paid the fee as set forth in paragraph 1.E.8.
+
+1.B. "Project Gutenberg" is a registered trademark. It may only be
+used on or associated in any way with an electronic work by people who
+agree to be bound by the terms of this agreement. There are a few
+things that you can do with most Project Gutenberg-tm electronic works
+even without complying with the full terms of this agreement. See
+paragraph 1.C below. There are a lot of things you can do with Project
+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
+and help preserve free future access to Project Gutenberg-tm electronic
+works. See paragraph 1.E below.
+
+1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation"
+or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
+Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the
+collection are in the public domain in the United States. If an
+individual work is in the public domain in the United States and you are
+located in the United States, we do not claim a right to prevent you from
+copying, distributing, performing, displaying or creating derivative
+works based on the work as long as all references to Project Gutenberg
+are removed. Of course, we hope that you will support the Project
+Gutenberg-tm mission of promoting free access to electronic works by
+freely sharing Project Gutenberg-tm works in compliance with the terms of
+this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with
+the work. You can easily comply with the terms of this agreement by
+keeping this work in the same format with its attached full Project
+Gutenberg-tm License when you share it without charge with others.
+
+1.D. The copyright laws of the place where you are located also govern
+what you can do with this work. Copyright laws in most countries are in
+a constant state of change. If you are outside the United States, check
+the laws of your country in addition to the terms of this agreement
+before downloading, copying, displaying, performing, distributing or
+creating derivative works based on this work or any other Project
+Gutenberg-tm work. The Foundation makes no representations concerning
+the copyright status of any work in any country outside the United
+States.
+
+1.E. Unless you have removed all references to Project Gutenberg:
+
+1.E.1. The following sentence, with active links to, or other immediate
+access to, the full Project Gutenberg-tm License must appear prominently
+whenever any copy of a Project Gutenberg-tm work (any work on which the
+phrase "Project Gutenberg" appears, or with which the phrase "Project
+Gutenberg" is associated) is accessed, displayed, performed, viewed,
+copied or distributed:
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+1.E.2. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is derived
+from the public domain (does not contain a notice indicating that it is
+posted with permission of the copyright holder), the work can be copied
+and distributed to anyone in the United States without paying any fees
+or charges. If you are redistributing or providing access to a work
+with the phrase "Project Gutenberg" associated with or appearing on the
+work, you must comply either with the requirements of paragraphs 1.E.1
+through 1.E.7 or obtain permission for the use of the work and the
+Project Gutenberg-tm trademark as set forth in paragraphs 1.E.8 or
+1.E.9.
+
+1.E.3. If an individual Project Gutenberg-tm electronic work is posted
+with the permission of the copyright holder, your use and distribution
+must comply with both paragraphs 1.E.1 through 1.E.7 and any additional
+terms imposed by the copyright holder. Additional terms will be linked
+to the Project Gutenberg-tm License for all works posted with the
+permission of the copyright holder found at the beginning of this work.
+
+1.E.4. Do not unlink or detach or remove the full Project Gutenberg-tm
+License terms from this work, or any files containing a part of this
+work or any other work associated with Project Gutenberg-tm.
+
+1.E.5. Do not copy, display, perform, distribute or redistribute this
+electronic work, or any part of this electronic work, without
+prominently displaying the sentence set forth in paragraph 1.E.1 with
+active links or immediate access to the full terms of the Project
+Gutenberg-tm License.
+
+1.E.6. You may convert to and distribute this work in any binary,
+compressed, marked up, nonproprietary or proprietary form, including any
+word processing or hypertext form. However, if you provide access to or
+distribute copies of a Project Gutenberg-tm work in a format other than
+"Plain Vanilla ASCII" or other format used in the official version
+posted on the official Project Gutenberg-tm web site (www.gutenberg.org),
+you must, at no additional cost, fee or expense to the user, provide a
+copy, a means of exporting a copy, or a means of obtaining a copy upon
+request, of the work in its original "Plain Vanilla ASCII" or other
+form. Any alternate format must include the full Project Gutenberg-tm
+License as specified in paragraph 1.E.1.
+
+1.E.7. Do not charge a fee for access to, viewing, displaying,
+performing, copying or distributing any Project Gutenberg-tm works
+unless you comply with paragraph 1.E.8 or 1.E.9.
+
+1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing
+access to or distributing Project Gutenberg-tm electronic works provided
+that
+
+- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
+ the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
+ you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
+ owed to the owner of the Project Gutenberg-tm trademark, but he
+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
+ Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments
+ must be paid within 60 days following each date on which you
+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
+ returns. Royalty payments should be clearly marked as such and
+ sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
+ address specified in Section 4, "Information about donations to
+ the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."
+
+- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies
+ you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he
+ does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm
+ License. You must require such a user to return or
+ destroy all copies of the works possessed in a physical medium
+ and discontinue all use of and all access to other copies of
+ Project Gutenberg-tm works.
+
+- You provide, in accordance with paragraph 1.F.3, a full refund of any
+ money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
+ electronic work is discovered and reported to you within 90 days
+ of receipt of the work.
+
+- You comply with all other terms of this agreement for free
+ distribution of Project Gutenberg-tm works.
+
+1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
+electronic work or group of works on different terms than are set
+forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
+both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
+Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
+Foundation as set forth in Section 3 below.
+
+1.F.
+
+1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable
+effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
+public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
+collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
+works, and the medium on which they may be stored, may contain
+"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or
+corrupt data, transcription errors, a copyright or other intellectual
+property infringement, a defective or damaged disk or other medium, a
+computer virus, or computer codes that damage or cannot be read by
+your equipment.
+
+1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right
+of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation, the owner of the Project
+Gutenberg-tm trademark, and any other party distributing a Project
+Gutenberg-tm electronic work under this agreement, disclaim all
+liability to you for damages, costs and expenses, including legal
+fees. YOU AGREE THAT YOU HAVE NO REMEDIES FOR NEGLIGENCE, STRICT
+LIABILITY, BREACH OF WARRANTY OR BREACH OF CONTRACT EXCEPT THOSE
+PROVIDED IN PARAGRAPH 1.F.3. YOU AGREE THAT THE FOUNDATION, THE
+TRADEMARK OWNER, AND ANY DISTRIBUTOR UNDER THIS AGREEMENT WILL NOT BE
+LIABLE TO YOU FOR ACTUAL, DIRECT, INDIRECT, CONSEQUENTIAL, PUNITIVE OR
+INCIDENTAL DAMAGES EVEN IF YOU GIVE NOTICE OF THE POSSIBILITY OF SUCH
+DAMAGE.
+
+1.F.3. LIMITED RIGHT OF REPLACEMENT OR REFUND - If you discover a
+defect in this electronic work within 90 days of receiving it, you can
+receive a refund of the money (if any) you paid for it by sending a
+written explanation to the person you received the work from. If you
+received the work on a physical medium, you must return the medium with
+your written explanation. The person or entity that provided you with
+the defective work may elect to provide a replacement copy in lieu of a
+refund. If you received the work electronically, the person or entity
+providing it to you may choose to give you a second opportunity to
+receive the work electronically in lieu of a refund. If the second copy
+is also defective, you may demand a refund in writing without further
+opportunities to fix the problem.
+
+1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth
+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS' WITH NO OTHER
+WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
+WARRANTIES OF MERCHANTIBILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
+
+1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
+warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
+law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
+interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
+
+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
+providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
+with this agreement, and any volunteers associated with the production,
+promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need, are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+http://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ http://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
+
+
+</pre>
+
+</body>
+</html>
diff --git a/38814-h/images/ill_barra.png b/38814-h/images/ill_barra.png
new file mode 100644
index 0000000..5e1a1ba
--- /dev/null
+++ b/38814-h/images/ill_barra.png
Binary files differ
diff --git a/LICENSE.txt b/LICENSE.txt
new file mode 100644
index 0000000..6312041
--- /dev/null
+++ b/LICENSE.txt
@@ -0,0 +1,11 @@
+This eBook, including all associated images, markup, improvements,
+metadata, and any other content or labor, has been confirmed to be
+in the PUBLIC DOMAIN IN THE UNITED STATES.
+
+Procedures for determining public domain status are described in
+the "Copyright How-To" at https://www.gutenberg.org.
+
+No investigation has been made concerning possible copyrights in
+jurisdictions other than the United States. Anyone seeking to utilize
+this eBook outside of the United States should confirm copyright
+status under the laws that apply to them.
diff --git a/README.md b/README.md
new file mode 100644
index 0000000..bf87437
--- /dev/null
+++ b/README.md
@@ -0,0 +1,2 @@
+Project Gutenberg (https://www.gutenberg.org) public repository for
+eBook #38814 (https://www.gutenberg.org/ebooks/38814)