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+The Project Gutenberg EBook of El molino silencioso; Las bodas de Yolanda, by
+Hermann Sudermann
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+Title: El molino silencioso; Las bodas de Yolanda
+
+Author: Hermann Sudermann
+
+Release Date: July 25, 2009 [EBook #29511]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL MOLINO SILENCIOSO ***
+
+
+
+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at https://www.pgdp.net
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+
+
+
+
+BIBLIOTECA DE «LA NACION»
+
+HERMANN SUDERMANN
+
+EL MOLINO SILENCIOSO
+
+BUENOS AIRES
+
+1910
+
+ESTE VOLUMEN CONTIENE
+
+El Molino silencioso
+
+Las Bodas de Yolanda
+
+
+
+
+EL MOLINO SILENCIOSO
+
+
+
+
+I
+
+
+¿Desde cuándo lleva su nombre el «Molino silencioso»? No lo sé. Desde
+que lo conozco es un viejo edificio medio derruido, resto lastimoso de
+una época ya desaparecida.
+
+Descascarados y sin techo, sus muros, que los años desmoronan, se alzan
+hacia el cielo dejando paso libre a todos los vientos. Dos grandes
+muelas redondas, que sin duda trabajaron valientemente en otro tiempo,
+han roto el armazón carcomido que las sostenía, y, arrastradas por su
+propio peso, se han hundido profundamente en el suelo.
+
+La rueda grande permanece suspendida de través entre los dos soportes
+podridos. Las paletas han desaparecido; sólo los rayos se alzan todavía
+en el aire, como brazos que se tienden hacia el cielo para implorar el
+golpe de gracia.
+
+El musgo y las algas lo han cubierto todo con un manto de verdor a
+través del cual el berro muestra sus hojas redondas, de palidez
+enfermiza. Un canal medio arruinado vierte dulcemente el agua, que cae
+gota a gota con un ruido cuya monotonía adormece, sobre los rayos de la
+rueda, que salta hecha polvo y que llena el aire de vapor húmedo.
+
+Oculto bajo una capa de leños grises, el arroyo esparce un olor de agua
+corrompida. Todo lleno de algas y de hierbas, ha sido invadido por los
+pinos acuáticos y los juncos; en el medio solamente resalta un hilo de
+agua cenagosa y negra, en el que se columpia perezosamente la lenteja
+acuática, con sus hojas delicadas de color verde claro.
+
+En otro tiempo, el arroyo del molino corría alegremente, la espuma
+brillaba blanca como la nieve a lo largo del dique, las ruedas enviaban
+hasta la aldea el ruido alegre de su tictac; y, en el patio, los carros
+iban y venían en largas filas, mientras resonaba a lo lejos la voz
+potente del viejo molinero.
+
+Este se llamaba Felshammer; y bastaba verlo para comprender que merecía
+ese nombre[*]. Era todo un hombre. Tenía fuerzas de sobra para hacer
+saltar las rocas. Había que evitar con cuidado burlarse de él o
+contrariarlo, porque entonces montaba en ira, apretaba los puños, las
+venas de las sienes se le hinchaban como cuerdas; y, cuando se ponía a
+jurar, todo el mundo temblaba y hasta los perros huían.
+
+[*] _Fels_, roca; _Hammer_, martillo; _Felshammer_, martillo para romper
+rocas, maza.--_N. del T._
+
+Su esposa era una mujer dulce, tranquila y sumisa. ¿Habría podido ser
+acaso de otro modo? Una criatura dotada de más vigor, que hubiera
+querido conservar nada más que un destello de voluntad personal, era
+algo que Felshammer no habría tolerado junto a él ni por veinticuatro
+horas. En condiciones tales hacían una vida soportable, casi feliz
+podría decirse, sólo turbada por aquella cólera fatal, que se encendía y
+arrojaba llamas por el menor motivo, y que daba a la pacífica mujer
+muchas horas de pesar.
+
+Pero jamás vertió ella tantas lágrimas como el día que la desgracia se
+cernió sobre sus hijos. Habían nacido de esa unión tres vástagos, tres
+varones lindos y robustos. Los tres tenían los ojos azules y los
+cabellos rubios, y sobre todo «un par de puños que prometían mucho»,
+como decía el padre con orgullo, aunque el más pequeño, que estaba
+todavía en la cuna, sólo podía aprovechar los suyos chupándolos.
+
+Los dos mayores eran ya unos mocetones soberbios. ¡Qué altivez en la
+mirada cuando se plantaban, con las piernas abiertas, la cabeza echada
+para atrás, y las manos en los bolsillos de los calzones! Uno y otro
+parecían decir: «Soy el hijo de mi padre. ¡Venid, pues, a verlo!»
+
+Todo el santo día estaban peleándose entre ellos, y el padre mismo era
+quien los excitaba. La madre, llena de inquietud, intervenía para
+restablecer la paz, pero se burlaban de ella.
+
+La pobre temblaba sin cesar por sus terribles hijos, pues veía con
+espanto que los dos habían heredado el carácter irascible de su padre.
+Ya una vez había acudido en momentos en que Fritz, que tenía ocho años,
+se abalanzaba con un gran cuchillo de cocina en la mano, sobre su
+hermano, dos años mayor que él. Seis meses después llegó, en efecto, el
+día en que se justificaron sus tristes presentimientos.
+
+Los dos muchachos se habían peleado en el patio, y Martín, el mayor,
+furioso al ver que Fritz era más fuerte, le tiró una piedra, hiriéndolo
+tan desgraciadamente en la parte posterior de la cabeza que lo hizo caer
+ensangrentado y sin habla.
+
+Púdose sin gran trabajo restañar la sangre, y se cicatrizó la herida,
+pero el niño, nunca más recobró la palabra. Siguió inerte, indiferente
+para todo, tomando como un animal el alimento que le daban. Se había
+vuelto idiota.
+
+Este fue un golpe terrible para la familia del molinero. La madre pasó
+noches enteras llorando; él también, el hombre activo y enérgico, anduvo
+vagando mucho tiempo, como perdido en un sueño. Pero el que recibió la
+impresión más profunda fue el autor del accidente. Ese muchacho tan
+altivo, tan turbulento, era casi otro, porque su arrogancia había
+desaparecido; se había hecho taciturno, reconcentrado en sí mismo,
+obedecía al pie de la letra las órdenes de su padre, evitaba toda vez
+que podía las miradas de sus condiscípulos. El cariño que profesaba a su
+desgraciado hermano era verdaderamente conmovedor. Estando en la casa,
+no lo abandonaba ni un instante. Se plegaba con una paciencia angelical
+a los hábitos del idiota, caído en la condición de bestia; aprendía a
+comprender los sonidos inarticulados que el enfermo dejaba oír, y lo
+miraba sonriendo cuando le rompía el juguete más preciado.
+
+El idiota se acostumbró tanto a esa compañía que no quería pasarlo sin
+ella. Cuando Martín estaba en la escuela, gritaba sin descanso y habría
+preferido morir de hambre antes de aceptar el alimento de una mano que
+no fuese la de su compañero.
+
+Durante tres años, el enfermo arrastró una existencia miserable: después
+cayó en cama y murió.
+
+
+
+
+II
+
+
+Su muerte habría debido parecer una liberación a todos los de la casa;
+sin embargo, hizo derramar lágrimas ardientes. Martín, sobre todo,
+parecía inconsolable. En los primeros tiempos, iba todos los días al
+cementerio; y a menudo era preciso alejarlo a la fuerza de la tumba.
+Pero poco a poco fue calmándose, y esta calma la debió ante todo a la
+compañía de Juan, su hermano menor, en el cual pareció querer depositar
+desde aquel día el amor infinito que había profesado a su víctima.
+
+Mientras Fritz había vivido, Martín se había ocupado muy poco de Juan;
+parecía casi que consideraba entonces un crimen dar a otro la más
+pequeña parte de su corazón. Pero cuando la muerte arrebató al
+desgraciado, una necesidad irresistible lo inclinó hacia el más pequeño.
+Esperaba que su afecto a Juan llenaría quizás el hueco atroz que había
+dejado en él la muerte del otro; era preciso reparar beneficiando al
+hermano que quedaba, el mal que había hecho al que ya no existía.
+
+Juan era entonces un lindo muchachito de cinco años, sabía ponerse ya
+los calzones, e iban a comprarle en la próxima feria el primer par de
+zapatos. Parecía no haber heredado nada de la rudeza y de la arrogancia
+paternales; participaba más bien de la dulzura y calma de su madre; se
+apegaba a ésta en su calidad de benjamín y era el ídolo de ella. Pero la
+madre no era la única persona que lo adoraba; todo el mundo lo mimaba...
+era la luz y la alegría de la casa.
+
+Bastaba verle para amarlo. Sus largos cabellos de color rubio claro
+brillaban como rayos de sol, y en sus ojos límpidos y francos, que se
+iluminaban con una llama jovial para tomar en seguida una expresión
+soñadora y tranquila, había un mundo entero de ternura y de bondad.
+
+Se unió desde entonces con verdadera pasión, al hermano que durante
+tanto tiempo lo había descuidado. Pero la diferencia de edad, pues se
+llevaban cerca de nueve años, no permitía que se estableciese entre
+ambos una amistad puramente fraternal. Martín estaba ya a punto de salir
+de la infancia; su expresión grave y reflexiva y su lenguaje precozmente
+serio lo acercaban ya al hombre hecho. Además, al año siguiente iba a
+hacer su entrada en la vida activa. ¿No era natural, pues, que emplease
+a veces en sus relaciones con su hermano un tono paternal? No se
+avergonzaba, sin embargo, de tomar parte en sus juegos infantiles; a
+menudo hacía pacientemente el caballo, y se dejaba conducir a través de
+los patios y de los campos. Pero siempre había en su conducta más
+indulgencia sonriente de maestro que alegría sencilla de camarada
+consciente de su superioridad.
+
+El niño cariñoso y tierno se entregó con toda su alma a su hermano
+mayor. Le reconocía una autoridad absoluta, quizás en mayor medida que a
+su padre y a su madre, que no estaban tan cerca de su corazón infantil.
+
+Cuando llegó el momento de ir a la escuela, encontró en Martín un guía
+cuya paciencia no se desmentía nunca, siempre dispuesto, cuando la tarea
+era demasiado pesada, a ayudarle con consejos y hasta de más eficaz
+manera. Entonces la veneración del pequeño a su hermano no conoció
+límites.
+
+El viejo Felshammer era el único a quien esta amistad profunda no
+causaba gran alegría. «Eran demasiado empalagosos, se besuqueaban
+demasiado, habría sido mejor que pelearan como gatos; hubiera estado
+seguro entonces de que tenían su sangre y su carne.» En cambio, la
+dulce, la pacífica madre se sentía muy feliz. Todas las mañanas y todas
+las noches rogaba a Dios que protegiese a sus hijos y que no dejase
+despertar en Martín el fuego de la cólera. Al parecer, su súplica fue
+escuchada favorablemente. Martín no tuvo más que un acceso de furor;
+pero es cierto que salió del fondo mismo de su alma.
+
+Juan tenía entonces nueve años. Un día estaba jugando con un látigo
+cerca de uno de los carros que estaban en el patio, adonde habían ido a
+cargar harina. Uno de los caballos se asustó de pronto, y el carretero,
+un borracho brutal, arrancó el látigo de las manos del niño y con él le
+cruzó a éste la cabeza y el cuello.
+
+En el mismo instante, Martín, saltando fuera del molino, con las venas
+de la frente hinchadas y los puños apretados, cogió a su hermano por la
+garganta y se la apretó con tanta fuerza que la criatura se puso lívida.
+La madre, acudió entonces lanzando un horrible grito:
+
+--¡Acuérdate de Fritz!--exclamó alzando las manos con un ademán de loca
+angustia.
+
+Y el enfurecido muchacho, dejando caer sus brazos como si los hubiera
+atacado la parálisis, se retiró tambaleándose y se tumbó deshecho en
+lágrimas a la entrada del molino.
+
+Desde ese día la cólera pareció extinguirse completamente en él; una vez
+lo insultaron en la calle, le pegaron, y sin embargo dejó quieto en el
+fondo de su bolsillo el cuchillo que los aldeanos de aquel lugar emplean
+de ordinario con gran facilidad.
+
+
+
+
+III
+
+
+Pasaron años... Martín acababa de llegar a la mayor edad cuando murió el
+molinero. Su mujer no tardó en seguirlo. No tenía consuelo desde la
+muerte de su esposo y se extinguió apaciblemente, sin una queja. Se
+hubiera dicho que no podía vivir sin las injurias con que su marido la
+había colmado diariamente durante veintitrés años.
+
+Desde entonces los dos hermanos se quedaron solos en el molino. Nada
+extraño era que se uniesen más estrechamente aún, que tratasen de
+confundir sus existencias.
+
+Sin embargo, se diferenciaban mucho en cuerpo y en alma. Martín era un
+mozo robusto, de espaldas cuadradas y cuello corto, que se deslizaba
+taciturno por entre las personas extrañas. Las cejas espesas que le
+caían sobre los ojos daban a su rostro un aspecto sombrío; las palabras
+salían penosamente de sus labios, como si el hecho solo de hablar
+hubiera sido para él una tortura; sin la franqueza y la profundidad de
+su mirada, sin la sonrisa bonachona que iluminaba a veces como un rayo
+de sol sus facciones duras y toscamente modeladas, se le habría tomado
+por un hombre odioso.
+
+Juan era muy diferente. Dirigía con atrevimiento a todo el mundo sus
+miradas alegres; sobre sus labios se leía, en una risa perpetua, la
+indiferencia y la malicia. Su figura esbelta tenía todo el encanto de la
+juventud. No dejaban de notar esto las muchachas que le lanzaban al
+pasar miradas ardientes; y más de un confuso rubor, más de un apretón de
+manos expresivo, le decían: «Yo te amaría fácilmente». Juan no se
+cuidaba de esas cosas. No estaba aún maduro para el amor; prefería al
+salón de baile el ruido y movimiento del juego de bolos, a la amistad de
+Rosa o de Margarita la de su hermano, taciturno junto al parapeto de la
+esclusa.
+
+Ambos, en una hora solemne, en medio de la paz de la noche se habían
+hecho la promesa de no separarse nunca y de no admitir junto a sí a una
+tercera persona, que llevaría el amor o el odio entre ellos.
+
+No habían contado con el consejo real de revisión. Llegó el día en que
+Juan se vio obligado a hacer su servicio militar; tenía que ir muy
+lejos, a Berlín con los hulanos de la guardia. Ese fue para los dos un
+rudo golpe. Martín, como de costumbre, ocultó su pesar sin decir nada;
+Juan de naturaleza más animada manifestó un dolor inconsolable, hasta el
+punto de tener que sufrir, en el momento de la marcha, mil burlas de sus
+camaradas.
+
+Pero su dolor no fue de larga duración. Las fatigas de los primeros
+ejercicios, el movimiento confuso de la capital, tan nuevo para él, no
+le dejaban lugar para abandonarse a sus ideas; solamente cuando estaba
+tendido sobre su catre, a la hora tranquila del crepúsculo, la
+melancolía y los recuerdos lo asaltaban con una violencia
+extraordinaria. Veía brillar entonces en la obscuridad, como un paraíso
+perdido, el molino en que había transcurrido su infancia y el tictac de
+las ruedas resonaba en su oído como un canto divino. Al sonar la diana
+se deshacía el encanto.
+
+Martín era mucho más desgraciado en el molino, donde se había quedado
+completamente solo, pues no había que considerar compañeros suyos a los
+jornaleros y al viejo David, que su padre le había dejado al morir.
+Jamás había tenido amigos, ni en la aldea, ni en ninguna otra parte;
+Juan compendiaba para él todas las amistades. Silencioso y concentrado
+en sí mismo, vagaba al azar; su espíritu se obscureció cada vez más, se
+sumió en ideas tristes, y la melancolía acabó por rodearlo de tales
+sombras que el espectáculo de su víctima empezó a asediarlo. Tuvo
+bastante juicio para comprender que no podía seguir haciendo esa vida.
+Buscó entonces distracciones a toda costa; los domingos frecuentaba los
+bailes, iba a las aldeas vecinas, sobre todo para visitar a las gentes
+del oficio.
+
+Resultó de esto que un buen día, al comienzo de su segundo año de
+servicio, Juan recibió de su hermano una carta concebida en estos
+términos:
+
+ * * * * *
+
+«Mi querido hermano: Es preciso que te escriba aunque te incomodes
+conmigo. Me es imposible soportar por más tiempo la soledad, y he
+resuelto casarme. Mi prometida se llama Gertrudis Berling; es hija del
+propietario de un molino de viento de Lehnort, a dos leguas de nuestra
+casa. Es muy joven todavía y yo la quiero mucho. La boda se efectuará
+dentro de seis semanas. Si puedes, pide permiso para venir. Querido
+hermano, te suplico que no me guardes rencor. Sabes perfectamente que el
+molino será siempre tu hogar, haya o no en él, una mujer. La herencia de
+nuestro padre nos pertenece en común. Gertrudis te envía sus saludos.
+Una vez os encontrasteis los dos en la fiesta de los cazadores. Tú le
+gustaste mucho entonces, pero no te fijaste en ella absolutamente; y me
+ruega te diga que eso la contrarió bastante. Adiós. Tu fiel hermano.»
+
+ * * * * *
+
+Juan era un niño mimado; para él, puesto que se casaba, Martín hacía
+traición al amor fraternal. A Juan le parecía que su hermano lo engañaba
+y cometía un atentado contra sus derechos inalienables. En el mismo
+lugar donde él había reinado hasta entonces como señor iba a instalarse
+una extraña, y su situación, en su propia casa, iba a depender de la
+generosidad y de la condescendencia de aquella mujer.
+
+Las muestras de cariño que por adelantado le daba tan familiarmente la
+hija del molinero no lograron calmarlo ni hacerle olvidar su despecho.
+Cuando llegó el día de la boda no pidió permiso, y se contentó con
+enviar un saludo por medio de su antiguo condiscípulo Franz Maas, que
+justamente terminaba entonces su servicio.
+
+
+
+
+IV
+
+
+Seis meses más tarde, él también lo había terminado.
+
+Bueno... ¿qué hizo Juan? Lleno de terquedad, no volvió a su pueblo; se
+fue primero a probar fortuna en tierras extrañas, viajando a diestro y
+siniestro por montes y por valles. Y después, al cabo de tres semanas,
+reconociendo que, a pesar de la presencia de la hija del molinero de
+Lehnort, la vida era mil veces más bella en el molino de Felshammer que
+en cualquier otra parte, emprendió alegremente el camino a su pueblo.
+
+En un espléndido día de mayo, Juan hace su entrada en la aldea de
+Marienfeld.
+
+El honrado Franz Maas, que durante el otoño último se ha establecido
+como panadero, está plantado delante de su tienda, con las piernas
+abiertas, mirando con complacencia como se balancean dulcemente las
+rosquillas de hojalata, arriba de su puerta, a impulsos de la brisa del
+mediodía. De pronto, ve un hulano que avanza cantando por el camino;
+lleva la gorra de cuartel echada atrás y sus espuelas resuenan. El
+panadero siente palpitar su corazón de reservista bajo su delantal
+blanco; se quita la pipa de la boca y, haciendo una bocina con la mano,
+exclama:
+
+--¡Juan! ¡Es Juan, no hay duda!...
+
+--¡Eh! ¡Camarada!
+
+Y caen uno en brazos de otro.
+
+--¿De dónde vienes en esta época del año? ¿Has desertado?
+
+--¡Vaya!... ¡Qué ocurrencia!
+
+Después empiezan las preguntas y las confidencias. El capitán, el cabo,
+el cantinero, la muchacha rubia de la panadería, a la derecha del
+cuartel, a quien llamaban «Magdalena panecillo»; no se olvida a nadie.
+
+--¿Y tú? ¿Te han reconocido en la aldea?--pregunta Franz, cuya
+insaciable curiosidad se dirige entonces al suelo natal.
+
+--¡Nadie!--dice Juan echándose a reír y retorciendo el bigote, cuyas
+puntas insolentes amenazan al cielo.
+
+--¿Y en casa?
+
+Juan toma entonces una expresión seria y tiende la mano a su camarada.
+
+--¡Ah sí!... todavía tienes que ir allá. Eso debe hacerte tictac ahí
+dentro.
+
+Y le da un golpecito en el pecho para cerciorarse. Una risa fugitiva
+pasa por los labios de Juan, que reprime en seguida un suspiro, como
+esforzándose por dominar una emoción.
+
+Franz le pone la mano en el hombro:
+
+--Vas a encontrar una linda cuñada...--dice haciendo un chasquido a la
+lengua y guiñando el ojo.
+
+Juan, al oír estas palabras, siente despertar en él el despecho y la
+cólera. Se encoge de hombros con expresión desdeñosa, tiende otra vez la
+mano a su amigo y se aleja haciendo sonar las espuelas.
+
+Tres minutos más de camino y llega al extremo de la aldea. Allá abajo
+está la iglesia, un poco desmoronada la pobre vieja. Pero las campanas
+hacen oír todavía la querida música que acarició sus tímpanos el día de
+la confirmación, como una promesa de ventura... A la izquierda, la
+posada... ¡mil truenos!... tiene una puerta cochera nueva tallada de
+piedra y en la ventana se ven enormes botellas llenas de líquidos de
+color rojo brillante y verde de arsénico. ¡Ha prosperado el posadero de
+«La Corona»!
+
+Ese camino baja hacia el río... Y allá, en el fondo, aparece el molino,
+el objeto de sus sueños. ¡Cómo brilla el viejo techo de paja por arriba
+de los grupos de árboles! ¡cómo hacen resaltar los cerezos en flor su
+blancura de nieve en el jardín! ¡Cuán alegremente le grita el tictac de
+las ruedas! «¡Bien venido seas, bien venido seas!» ¡Qué dulce canción
+murmura la vieja y querida presa, cubierta de musgos verdes!
+
+Echa más atrás aún su gorra de hulano y toma una actitud resuelta, pues
+quiere dominar su emoción a todo trance.
+
+Los campos que se extienden a derecha e izquierda del camino pertenecen
+todos al molino. A la derecha hay centeno de invierno, como de
+costumbre; pero a la izquierda, donde se plantaban en otro tiempo las
+patatas, hay entonces una huerta en la que se alinean gravemente, en
+filas regulares, los espárragos y los tallos de remolacha.
+
+A unos cinco pasos próximamente del seto aparece una figura femenina, de
+talle esbelto y formas juveniles, que, encorvada hacia la tierra,
+trabaja con ardor.
+
+¿Quién será? ¿Pertenecerá al molino? Una nueva criada quizás. Pero no;
+tiene una figura demasiado elegante; sus zapatos son demasiado
+delicados, su delantal demasiado lujoso, y el pañuelo blanco que le
+cubre de un modo tan pintoresco es de tela demasiado fina para una
+criada. ¡Si no ocultase tanto el rostro!
+
+¡Ah! levanta los ojos... ¡Mil truenos! ¡qué encantadora muchacha!...
+¡Qué vivo color el de sus redondas mejillas! ¡qué brillo el de sus ojos
+negros! ¡cómo piden besos sus labios finamente dibujados!
+
+Al verlo a su vez, ella deja caer la azada; después lo mira fijamente.
+
+--Buenos días--dice el joven llevando la mano a su gorra con ademán un
+poco cohibido.--¿Sabe usted si el molinero está en casa?
+
+--Sí, está en casa;--dice ella sin dejar de mirarlo.
+
+«¿Qué diablos querrá contigo?» piensa el soldado tratando de vencer su
+timidez. Después de su estancia en Berlín, Juan tiene algunos motivos
+para considerarse un poco conquistador, y es para él una cuestión de
+honor aproximarse al seto y trabar conversación con la joven.
+
+--¿Se trabaja?--pregunta, por decir algo.
+
+Y, para disimular su turbación, se lleva la mano al bigote.
+
+--Sí, se trabaja--repite ella maquinalmente, mirándolo siempre.
+
+Después, de pronto tendiendo hacia él la mano y apartando los cinco
+dedos como si quisiera señalarlo con todos a la vez, dice en medio de
+una explosión de risa:
+
+--Pero ¿no es usted Juan?
+
+El balbucea:
+
+--Sí... soy yo... ¿Y usted?
+
+--Yo soy su mujer.
+
+--¿Qué? ¿usted?... ¿la mujer de Martín?
+
+Ella hace con la cabeza un signo afirmativo, adoptando una expresión de
+dignidad, mientras sus ojos se llenan de malicia.
+
+--¡Pero si parece usted una muchacha soltera!
+
+--No hace tanto tiempo que no lo soy--dice ella riendo.
+
+Los dos, uno a cada lado del seto, se contemplan con curiosidad. Pero la
+joven reflexionando, se limpia ceremoniosamente en el delantal las
+sucias manos de tierra y las tiende a través del cercado.
+
+--¡Bien venido sea usted, cuñado!
+
+El coge las manos que le ofrecen, pero guarda silencio.
+
+--¿Está usted acaso incomodado conmigo?--pregunta ella lanzándole una
+mirada maliciosa.
+
+Juan se siente completamente desarmado frente a la joven y lo único que
+puede hacer es sonreír con expresión cohibida, diciendo:
+
+--¿Yo... incomodado? ¿Por qué?
+
+--¡Me parecía!
+
+Y alzando el dedo con ademán de amenaza, la joven agrega:
+
+--¡Oh! ¡Tendría que ver!...
+
+Después, con la barbilla hundida en el cuello, deja oír una leve risa.
+
+--Es usted muy graciosa--dice el militar un poco más sereno.
+
+--¿Yo graciosa?... ¡de ningún modo! Continúe usted su camino; entretanto
+yo voy a atravesar rápidamente el huerto para avisar a Martín.
+
+Iba a marcharse; de improviso se detiene pero se pone el índice sobre la
+nariz y dice:
+
+--Espere; voy a pasar al otro lado para ir con usted.
+
+Antes que el joven tenga tiempo de tenderle la mano para ayudarla, ella
+pasa, rápida como un lagarto, por entre las piedras del cerco.
+
+--Ya estoy aquí--dice arreglando con la mano los pliegues de su falda.
+
+Colócase en el cuello el pañuelo que tenía anudado en la cabeza, y sus
+cabellos rizados y en desorden, que caen sobre la frente y la nuca, se
+ponen a flotar al viento, felices por haber recobrado la libertad.
+
+La mirada de Juan se detiene admirada sobre la belleza fresca y virginal
+de aquella joven, que tiene las maneras de una niña sencilla y
+traviesa. Ella sorprende esa mirada, y ruborizándose un poco echa para
+atrás los indomables bucles.
+
+Caminan un instante en silencio, uno al lado del otro. La joven baja los
+ojos y sonríe, como si de pronto se hubiera apoderado de ella la
+timidez.
+
+Franquean los dos la gran puerta cochera sin haber reanudado la
+conversación.
+
+Juan mira a su alrededor y suelta un grito de admiración. No quiere
+creer en sus sentidos. Todo ha cambiado, todo está embellecido. El
+patio, que la lluvia en otro tiempo convertía en un horrible pantano y
+que durante el verano era un hoyo lleno de polvo, luce entonces un verde
+césped y parece una pradera cubierta de flores. Las puertas del granero
+y de las cuadras brillan con un hermoso color obscuro y tienen números
+pintados de blanco. En medio del patio se alza sobre la hierba un
+palomar artísticamente construido, que recuerda los _chalets_ de la
+Suiza. Delante de la vivienda sube un emparrado nuevo, cubierto de
+pámpanos, que se entrelazan alrededor de las ventanas, brillando al sol,
+y que prometen un abundante follaje.
+
+El molino aparece a sus ojos deslumbrados como un asilo donde reina la
+paz y la inocencia.
+
+Impresionado cruza las manos y pregunta:
+
+--¿Quién ha hecho esto?
+
+Ella pasea su mirada por el contorno y guarda silencio.
+
+--¿Usted?--pregunta el militar sorprendido.
+
+--He contribuido un poco--responde la joven modestamente.
+
+--¿Pero es usted la que ha tomado la iniciativa?
+
+Ella sonríe. Esta sonrisa le da más años, esparce sobre su rostro de
+niña la gracia de la mujer.
+
+--Benditas sean sus manos--dice el joven en voz baja y tímida, y con más
+gravedad que de costumbre.
+
+No puede menos de acordarse de su madre muerta, que continuamente estaba
+quejándose del polvo insoportable y de que no hubiera en todo el patio
+el más pequeño sitio para descansar.
+
+--¡Qué lástima que no pueda ver esto!--dice a media voz, siguiendo su
+pensamiento.
+
+--¿La madre?--pregunta ella.
+
+El, sorprendido, la mira. No ha dicho: «_su_ madre»; esto le sorprende
+al principio y luego le causa una sensación de bienestar, como no la ha
+experimentado nunca en su vida. Se siente penetrado de un dulce calor
+que le invade el corazón y no quiere disiparse. Hay, pues, en el mundo,
+fuera de la familia, una mujer joven y bella que habla de la madre de él
+como de la suya propia, como si ella fuese una hermana, aquella hermana
+tan deseada en los años infantiles, cuando sus ojos se fijaban con
+admiración secreta en las muchachas de la aldea.
+
+La joven repite dulcemente la pregunta.
+
+--Sí... la madre--responde él dirigiéndole una mirada de reconocimiento.
+
+Durante un segundo la joven sostiene esa mirada; después baja los
+párpados y dice, un poco turbada:
+
+--¿Dónde estará Martín?
+
+--En el molino, seguramente.
+
+--¡Ah! sí en el molino;--confirma ella en seguida.
+
+Y añade alejándose prestamente:
+
+--Voy a buscarlo.
+
+Maquinalmente casi, el militar sigue con los ojos la figura de la
+muchacha que atraviesa el patio con paso leve. Todo en ella flota y se
+agita: sus faldas, las cintas de su delantal, el pañuelo que rodea su
+cuello, la masa en desorden de sus rebeldes bucles.
+
+Permanece así un instante, inmóvil, como fascinado, siguiéndola con los
+ojos; después menea la cabeza y se dirige hacia el emparrado. La primera
+cosa que le llama la atención es una mesita sobre la cual se ve una
+canastilla de paja para la labor. De esa canastilla sale un bordado
+comenzado, una larga tira blanca donde están trazadas hojas y flores
+como las que las mujeres emplean para adornar la ropa blanca. Sin saber
+lo que hace, coge la tira y sigue el trabajo complicado de los puntos,
+hasta el momento en que resuena en sus oídos la voz jovial de su cuñada.
+Bruscamente, como un niño cogido en falta, deja caer el bordado; la
+joven aparece en la esquina de la casa conduciendo alegremente a un
+hombre de aspecto rollizo, cubierto de harina, que trata de librarse con
+ademán torpe de las manitas que lo sujetan, y esparce a su alrededor
+densas nubes de polvo blanco. Ese hombre es... no cabe duda es...
+
+--¡Martín! ¡querido Martín!
+
+Y Juan se precipita para caer en sus brazos.
+
+Los torpes miembros del otro se detienen en su movimiento, se arquean
+las espesas cejas y una sonrisa tranquila y bondadosa aparece en sus
+labios; nuestro hombre siente que recorre su cuerpo un estremecimiento,
+y da un paso atrás, tambaleándose, para lanzarse luego al encuentro del
+niño querido a quien, al fin, vuelve a ver.
+
+Sin decir una palabra, los dos hermanos se abrazan tiernamente. Después,
+al cabo de un momento, Martín toma entre sus manos la cabeza del hijo
+pródigo; y, frunciendo las cejas con aire sombrío, mordiéndose el labio
+inferior, por largo tiempo clava en silencio sus miradas en los ojos
+brillantes y alegres del hermano.
+
+Luego se sienta en el banco del emparrado; y, apoyando los codos sobre
+las rodillas, se pone a contemplar el suelo.
+
+--¿Qué piensas Martín?--pregunta Juan con voz cariñosa colocando una
+mano en el hombro de su hermano.
+
+--¡Eh! ¿por qué no he de pensar?--replica el molinero con el sordo
+gruñido que le es peculiar y que acompaña siempre a sus lacónicos
+discursos. ¡Eh pilluelo!--continúa--y la bonachona sonrisa que lo
+caracteriza en las horas de buen humor se extiende sobre sus facciones
+toscamente trazadas, y las ilumina.--¿Te has incomodado, eh?
+
+Entonces se levanta, y, cogiendo a su mujer de la mano, agrega:
+
+--Míralo, Gertrudis, se ha incomodado... ¡Ven acá, pilluelo!... Es
+ella... mírala bien... ¿Es con ella con quien has pretendido
+incomodarte?
+
+Se deja caer sobre el banco tan pesadamente, que una nueva nube de polvo
+blanco se alza a su alrededor; levanta los ojos hacia Juan, se sonríe, y
+acaba por decir a Gertrudis:
+
+--Ve a buscar un cepillo.
+
+Gertrudis lanza una risotada y se va cantando. Cuando vuelve,
+blandiendo en el aire el objeto pedido, el molinero le dice en tono de
+mando:
+
+--¡Cepíllalo!
+
+--Cuando los molineros y los deshollinadores quieren ser buenos, sucede
+siempre una desgracia;--dice Juan bromeando con expresión cohibida.
+
+Y pretende sacar a la joven el cepillo de las manos.
+
+--Por favor, déjeme usted--dice ella defendiéndose y ocultando vivamente
+el cepillo debajo del delantal.
+
+Martín golpea en el banco con el puño.
+
+--¿Déjeme usted?... ¡Cómo! ¿No os tuteáis todavía?
+
+Juan guarda silencio, y Gertrudis le pasa fuertemente el cepillo por la
+espalda.
+
+--Apuesto cualquier cosa a que todavía no os habéis besado.
+
+Gertrudis deja caer de pronto el cepillo. Juan dice: «¡hum!» y se
+entrega afanosamente a la tarea de hacer girar a lo largo del cepillo de
+hierro que hay delante de la puerta una de las rosetas de sus espuelas.
+
+--¡Es preciso! ¡Vamos!
+
+Juan da media vuelta rápidamente y se pone a retorcerse el mostacho;
+espera salir de tan comprometida situación adoptando aires de
+conquistador, pero ni siquiera tiene valor para inclinarse hacia la
+joven. Se deja estar tieso como una estaca y espera que ella le presente
+la boca y adelante los labios; entonces, por un instante, posa en ellos
+los suyos temblorosos y siente un leve estremecimiento en todo el
+cuerpo.
+
+Los dos se quedan uno al lado del otro, sonriendo tímidamente, con las
+mejillas encendidas.
+
+Martín se golpea las rodillas con los puños y dice que acaba de asistir
+a una escena cómica capaz de hacer morir de risa. Después se levanta
+bruscamente, y se va a disfrutar de su dicha en la soledad.
+
+
+
+
+V
+
+
+Por la tarde, los dos hermanos se dirigen juntos al molino. Gertrudis
+los sigue con los ojos, desde la ventana; Juan se vuelve, ella sonríe y
+oculta su cabeza detrás de la cortina.
+
+Juan se detiene en el umbral; se apoya contra una de las hojas de la
+puerta y lanza una mirada de profunda emoción a la penumbra de la vieja
+y querida sala, mientras el ruido de las ruedas llega ensordecedor a su
+oído, y nubes grises de harina y vapor de agua, llevadas por la
+corriente de aire, le azotan el rostro.
+
+Delante de él se alinean en su puesto las diferentes ruedas del molino.
+A la izquierda, cerca del muro, el viejo tamiz para la harina; después
+el triturador y la muela donde se mezcla el salvado a la harina; después
+la muela mondadora, que separa la cebada de su cáscara, y finalmente un
+cilindro de sistema completamente nuevo, que durante su ausencia se ha
+agregado a los otros. Hay también un tornillo sin fin y un tubo
+ascensor, como lo requiere la moda.
+
+Martín, con las dos manos en los bolsillos del pantalón, tranquilo,
+satisfecho, mueve su corta pipa en la boca. Después, coge a Juan por la
+mano para explicarle los mecanismos nuevos; le muestra la harina fina,
+molida por el tornillo sin fin, pasando por el tubo ascensor, donde
+pequeños depósitos que suben a lo largo de una correa circular la elevan
+a través de dos pisos, casi hasta el techo, para volcarla luego en los
+tubos de seda cilíndricos, porque es preciso que pase en polvo fino a
+través de esa estrecha trama antes que pueda servir.
+
+Respirando apenas, Juan escucha; caza al vuelo las frases raras, que su
+hermano sólo pronuncia en fragmentos, y se admira mucho al ver hasta qué
+punto se embrutece uno en el regimiento, pues todo eso es griego para
+él.
+
+Los negocios florecen. Todas las ruedas trabajan, y los mozos del molino
+tienen bastante que hacer allá arriba, en la galería, echando el grano
+en los vertederos, y abajo, vigilando la caída de la harina y del
+salvado.
+
+--Ahora tengo tres--dice Martín, señalando a los compañeros, blancos
+como la nieve, que tan pronto suben como bajan por la escalera.
+
+--¿Y tienes todavía a David?--pregunta Juan.
+
+--Naturalmente--responde Martín haciendo una mueca.
+
+Se diría que la sola idea de que David pudiese faltar del molino lo ha
+llenado de terror. Juan se echa a reír:
+
+--¿Dónde está, pues, ese pícaro viejo?
+
+--¡David! ¡David!
+
+Y la voz potente de Martín resuena a través de la sala, dominando el
+ruido de las ruedas.
+
+Entonces, del rincón obscuro de las máquinas, cuya masa gigantesca surge
+del suelo detrás del armazón de las ruedas, se adelanta pausadamente una
+larga figura vacilante, cubierta de harina de pies a cabeza; aparece un
+rostro pálido, en el cual sólo se lee esa especie de estupidez que
+producen los años; una nariz ligeramente colorada que baja hasta la
+barbilla, unos ojos enfurruñados que se ocultan bajo gruesas cejas, y
+una boca que parece agitada por un movimiento eterno de masticación.
+
+--¿Qué me quiere mi amo?--pregunta el viejo colocándose delante de los
+dos hermanos, sin soltar la pipa de barro que pende y se balancea entre
+sus labios.
+
+--¡Ahí lo tienes!--dice Martín golpeando en el hombro al viejo,
+mientras asoma a su rostro una sonrisa de tierno respeto.
+
+--¿No me reconoces, David?--pregunta Juan tendiéndole amigablemente la
+mano.
+
+El viejo lanza por entre sus dientes un salivazo negruzco, medita un
+instante y murmura:
+
+--¿Por qué no lo he de reconocer?
+
+--¿Y qué tal te encuentras?
+
+El viejo vuelve a meditar, se rasca la cabeza y dice:
+
+--¿Cómo me he de encontrar?
+
+Y comienza a atar y a desatar entre sus dedos nudosos el hilo de un saco
+de harina; después, cuando está bien convencido de que no lo necesitan,
+vuelve a hundirse en su rincón obscuro.
+
+El rostro de Martín está radiante.
+
+--Tiene un gran corazón. ¡Veintiocho años a nuestro servicio, y siempre
+laborioso, siempre fiel a sus deberes!
+
+--¿Qué hace ahora?
+
+Martín no sabe qué contestar.
+
+--Difícil es decirlo... Ocupa un puesto de confianza. ¡Ah! tiene un gran
+corazón... un gran corazón...
+
+--¿Ese gran corazón roba todavía un poco de harina de los
+sacos?--pregunta Juan riéndose.
+
+Martín se encoge de hombros con disgusto y murmura algo como:
+«Veintiocho años de servicios» y «hay que cerrar los ojos.»
+
+--Parece que todavía me guarda algún rencor porque me permití descubrir
+el escondrijo donde amontonaba, como la marmota, lo que iba robando.
+
+--Estás prevenido contra él--gruñe Martín;--lo mismo que Gertrudis...
+Sois injustos, cruelmente injustos con él.
+
+Juan mueve alegremente la cabeza; y, señalando con el dedo una puerta
+que conduce a una habitación de madera, recién construida, pregunta.
+
+--¿Qué es eso?
+
+Martín, un poco cortado, menea dulcemente la cabeza.
+
+--Mi despacho--balbucea al fin.
+
+Y como Juan da un paso para abrir la puerta, lo detiene por el faldón de
+la chaqueta.
+
+--Te ruego--refunfuña--que no franquees ese umbral; ni hoy, ni nunca...
+tengo mis razones.
+
+Juan lo mira disgustado y está a punto de preguntarle: «¿Desde cuándo
+tienes secretos para mí?» Pero la súplica que lee en los ojos de su
+hermano le cierra la boca, y los dos salen juntos del molino cogidos del
+brazo.
+
+
+
+
+VI
+
+
+Ha llegado la noche... La rueda grande se ha detenido, condenando a la
+inmovilidad a todo el engranaje de las pequeñas. El silencio reina en el
+molino; sólo a lo lejos, en la esclusa abierta, las aguas en movimiento
+cantan su monótona melodía.
+
+Delante de la casa, el arroyuelo está tranquilo como si no tuviese más
+que hacer que columpiar los nenúfares, y el sol poniente se refleja en
+sus aguas profundas. Como una cinta de oro serpentea a través de los
+arbustos, donde un ejército de ruiseñores, ignorando su mérito, afinan
+sus gargantas para entrar en lucha con las ranas instaladas abajo.
+
+Los tres seres hermanos destinados a vivir juntos desde entonces en
+aquella soledad florida, donde todo inspira canciones, están reunidos en
+círculo íntimo. Sentados en el emparrado, alrededor de la mesa cubierta
+por un mantel blanco, no han hecho gran honor a la cena esa tarde, y sus
+miradas fijas en el suelo expresan un profundo sentimiento de bienestar.
+Martín, con la cara apoyada en las dos manos, saca de su pipa densas
+nubes de humo, lanzando de vez en cuando un sonido que participa de la
+risa y del gruñido.
+
+Juan está completamente hundido en el tupido follaje, y deja que los
+pámpanos, que tiemblan y se agitan al soplo de su aliento le acaricien
+el rostro.
+
+Gertrudis lanza de tiempo en tiempo una mirada furtiva a los dos
+hermanos; se la podría tomar por una criatura indisciplinada que quiere
+hacer alguna travesura, pero cerciorándose antes de que nadie la vigila.
+Evidentemente, el silencio no es de su gusto; pero está demasiado bien
+educada para romperlo. Sin embargo, se divierte sola en hacer a
+escondidas bolitas de pan para lanzarlas en medio de una banda de
+gorriones glotones que picotean alrededor del emparrado. Hay uno, sobre
+todo, un sucio granujilla, que con su destreza y rapidez vence a todos
+los demás. Desde el momento que llega rodando una pelotilla, abre las
+dos alas y se pone a gritar como un poseído después, disputando a
+derecha e izquierda con los otros, procura hacer salir a aletazos la
+bolita del campo de batalla para tomar posesión de ella, con toda
+comodidad, mientras sus camaradas cambian todavía entre ellos furiosos
+picotazos.
+
+Esta maniobra se repite cuatro o cinco veces y le da siempre la
+victoria; pero al fin otro, que no carece de valor, descubre su táctica
+y la aplica mejor todavía.
+
+Ante ese espectáculo, Gertrudis siente grandes ganas de reír; quiere
+reprimirlas a la fuerza, se mete el pañuelo en la boca y contiene la
+respiración hasta que el rostro se le pone morado. Después, renunciando
+a la esperanza de poder dominarse por más tiempo, se levanta para huir;
+pero no ha llegado aún a la puerta cuando estalla la risa. Desaparece,
+entonces en la sombra del vestíbulo, lanzando gritos de alegría.
+
+Los dos hermanos, sacados de su ensueño, se incorporan.
+
+--¿Qué pasa?--pregunta Juan asustado.
+
+Martín menea la cabeza, dirigiendo su mirada a la joven, cuyas locuras y
+niñerías conoce perfectamente. Al cabo de un instante, coge la mano a
+Juan y dice, señalando la puerta con el dedo:
+
+--Responde, ¿te parece que ella quiera hacerte partir?
+
+--¡De ningún modo!--dice Juan con risa un poco forzada.
+
+--¡Ah, muchacho!--exclama Martín rascándose la cabeza desgreñada;--¡por
+cuántas desazones he pasado! ¡Cuántas veces me he agitado en el lecho
+pensando en ti y en la falta que había cometido tal vez contigo!...
+
+Después de una pausa continuó:
+
+--Y sin embargo al verla tan dulce, tan inocente, dime, muchacho ¿me
+habría sido posible no amarla? Desde que la vi, no fui dueño de mi
+persona. Me recordaba a mi Juan de tantas maneras... era jovial y tenía
+los ojos brillantes, donde se leía una loca alegría, exactamente como en
+ti. Era una criatura, es verdad, y sigue siéndolo hasta hoy...
+descuidada, turbulenta, traviesa como un niño. Y, cuando no se le tiene
+la rienda un poco corta, amenaza trastornarlo todo. Pero me gusta así--y
+un resplandor de ternura ilumina sus rasgos--y pensándolo bien, yo no
+podría pasarlo sin sus locuras. Ya lo sabes, siempre tengo necesidad de
+hacer el padre con alguno; en otro tiempo te tenía a ti, y ahora la
+tengo a ella.
+
+Después de haber desahogado su corazón, Martín se sume en un profundo
+silencio.
+
+--¿Y eres feliz?--pregunta Juan.
+
+Martín lanza densas bocanadas de su pipa; en medio de la nube en que se
+ha envuelto, murmura después de una nueva pausa:
+
+--¡Hum! eso depende...
+
+--¿De qué?
+
+--De que tú no le guardes rencor.
+
+--¿Yo, guardarle rencor?
+
+--Vaya, vaya, no te defiendas.
+
+Juan no responde. No le costará mucho trabajo convencer a su hermano; y,
+cerrando los ojos, hunde de nuevo la cabeza en los pámpanos que agita el
+aire.
+
+Un rayo de luz le hace alzar los ojos.
+
+Es Gertrudis que, de pie en el umbral de la puerta, con una lámpara en
+la mano, aparece toda confusa. Su gracioso rostro está cubierto de vivo
+color y sus pestañas bajas lanzan sobre sus mejillas dos sombras
+semicirculares.
+
+--¡Qué loquilla eres!--dice Martín acariciando tiernamente sus cabellos
+en desorden.
+
+--¿No quieres ir a acostarte, Juan?--pregunta ella con gran seriedad.
+
+Pero su voz hace traición todavía a una leve risa que trata de reprimir.
+
+--¡Buenas noches, hermano!
+
+--Espera, que subo contigo.
+
+Juan tiende la mano a su cuñada, que vuelve la cabeza para disimular su
+sonrisa.
+
+Martín le coge la lámpara y sube la escalera precediendo a su hermano.
+Una vez en lo alto, se apodera de la mano de Juan, y, sin decir nada,
+fija un instante su mirada franca y bondadosa sobre el rostro de su
+hermano, como si no pudiese dominar aún su felicidad, se dirige a la
+puerta y sale.
+
+Juan suspira y se despereza, con las dos manos apoyadas en el pecho. Le
+ahoga la alegría que invade su alma. Quiere alcanzar a su hermano para
+consolar su corazón con algunas palabras de ternura y de reconocimiento,
+pero oye los pasos de Martín repercutiendo ya abajo, en el vestíbulo. Es
+demasiado tarde. Antes de meterse en cama necesita calmarse. Apaga la
+lámpara y abre una de las hojas de la ventana. El aire fresco de la
+noche, que le acaricia el rostro, le produce bienestar y lo apacigua.
+
+Se inclina sobre el alféizar y silba un aria hundiendo sus miradas en la
+sombra.
+
+Debajo de él, el manzano en plena florescencia balancea la masa blanca
+de sus flores. ¡Cuántas veces, siendo niño, ha trepado por sus ramas!
+¡Cuántas veces, cansado de jugar, se ha apoyado en el tronco, perdido en
+un sueño, mientras las hojas le susurraban lindas historias! Y después,
+en otoño, cuando una ráfaga pasaba sobre el árbol, caía casi entre sus
+brazos una lluvia de manzanas doradas. ¡Era una delicia aquello!
+
+¡Qué de pensamientos acuden a la mente cuando se silba de ese modo! Cada
+nota despierta una nueva canción, cada tonada resucita nuevos recuerdos.
+Con las canciones de otro tiempo despiertan también los antiguos sueños,
+que vuelan con sus alas de mariposa y recorren su vasto imperio, desde
+que aparece la luna hasta que asoma la aurora...
+
+Y, mientras contempla la tierra, donde todo se sumerge en las tinieblas,
+ve que se abre suavemente una ventana debajo de él, y aparece una cabeza
+con el rostro vuelto hacia arriba. En el óvalo pálido, que resalta sobre
+la sombra de los cabellos, ve brillar dos ojos negros picarescos que le
+miran con malicia de gata joven.
+
+De pronto deja de silbar; entonces suena en su oído una risa burlona, y
+la voz alegre de su cuñada le dice:
+
+--Vamos, Juan, continúa.
+
+Y, como él no quiere acceder a esa petición, la joven frunce los labios
+y se pone a silbar imperfectamente algunas notas.
+
+Entonces se oye gruñir, en el interior de la casa la voz profunda de
+Martín, que dice paternalmente, en tono de reproche:
+
+--No hagas tonterías, Gertrudis; déjalo dormir.
+
+--¡Pero si no duerme!--responde ella en el tono enfurruñado del niño a
+quien reprenden.
+
+Después la ventana se cierra y las voces se apagan.
+
+Juan menea la cabeza riendo y se mete en la cama; pero no puede dormirse
+a causa de las flores que Gertrudis ha puesto a la cabecera y cuyas
+hojas llegan hasta el borde del lecho. Con los manojos de lilas
+violáceas se mezclan los narcisos de cáliz estrellado de suave blancura.
+Se vuelve, después de arrodillarse en la cama, y hunde su rostro en las
+flores. Los pétalos delicados lo acarician y besan sus párpados y sus
+labios.
+
+De pronto presta oído. Del suelo sube el rumor de una risa apenas
+perceptible, como si llegase del centro de la tierra; una risa leve como
+el ala del viento rozando la hierba... ¡pero tan alegre, de tan loca
+alegría!...
+
+Escucha un instante y espera oírla por segunda vez; pero todo queda en
+silencio.
+
+--¡Qué loquilla!--dice alegremente.
+
+Vuelve a caer sobre la almohada, y se duerme con la sonrisa en los
+labios.
+
+
+
+
+VII
+
+
+A la mañana siguiente, Juan busca en el cuarto sus ropas de trabajo. Le
+aprietan un poco en los hombros. ¡Cristo! ¡cómo ha engrosado!
+
+Ya está alto el sol. Le parece que pone menos luz y calor en cualquier
+parte que no sea en aquella soledad florida. Es una cosa particular el
+sol del país natal. Dora todo lo que toca, y brotan canciones de los
+labios que acaricia. ¡Qué hermosa es la vida en la casa paterna! ¡Viva
+la alegría!
+
+--Tengo ahora en casa todo un nido de alegres pájaros;--dice riendo
+Martín, que va a darle los buenos días. Sigue cantando, muchacho...
+Estoy acostumbrado desde que vive aquí Gertrudis... Pero ¿qué vas a
+hacer con esa blusa blanca?
+
+--¿Crees acaso que voy a estar aquí de brazos cruzados?
+
+--Descansa un día más.
+
+--¡Ni una hora! Mis ropas de holgazán están colgadas ya de un clavo.
+
+Martín ha visto las flores que están a la cabecera del lecho, y dice
+riendo de mala gana.
+
+--¡Habrase visto! Le he prohibido que haga eso conmigo y te da a ti esa
+mala broma. Por eso estás hoy tan pálido.
+
+--¿Pálido, yo? No lo creo.
+
+--No le digas nada. Yo le prohibiré que haga estas tonterías.
+
+Y bajan los dos juntos.
+
+No se ve a Gertrudis en ninguna parte de la casa.
+
+--Está en el jardín desde las cinco--dice Martín sonriendo con
+complacencia.--Todo marcha aquí al vapor desde que ella tiene la
+dirección de la casa... Es viva como una ardilla, y está en pie desde el
+alba; y siempre contenta... siempre entonando canciones y soltando
+gritos de alegría.
+
+Al dirigirse al molino, los dos hermanos ven pasar por arriba de ellos,
+rozando sus cabezas, un tronco de zanahoria.
+
+Martín se vuelve riendo, y hace con el dedo un ademán de amenaza.
+
+--¿Quién es?--pregunta Juan, recorriendo con la mirada el patio, donde
+no se ve alma viviente.
+
+--¿Quién quieres que sea, sino ella?
+
+--¿Y no ves nada que indique dónde está?
+
+--Nada absolutamente... Es un verdadero diablillo, se hace invisible
+cuando quiere.
+
+Y, con el rostro radiante, sigue a su hermano al molino.
+
+Pasan las horas. Juan quiere demostrar lo que puede hacer, y trabaja con
+gran energía. Mientras está vigilando en la galería el trituramiento del
+grano en la tolva, siente que le tiran de la blusa.
+
+Mira hacia abajo. Gertrudis, de pie en la escalera, con las mejillas
+tostadas por el sol y los ojos brillantes, le hace una seña con el dedo:
+
+--Ven a almorzar.
+
+--Al instante.
+
+Termina su trabajo y se coloca a su lado.
+
+--¡Brrr!--exclama la joven sacudiéndolo;--¡cómo te has vestido!
+
+--¿Y qué?
+
+--Ayer me gustabas más.
+
+Dicho esto, le tiende la mano para darle los buenos días, y baja
+apresuradamente la escalera, divirtiéndose en esparcir delante de ella
+una lluvia de harina.
+
+Al pasar por delante de la habitación que Martín llama _su despacho_, su
+rostro toma una expresión misteriosa, y deteniéndose, levanta las dos
+manos en el aire, como para conjurar un espíritu.
+
+Al cabo de un instante, pregunta en voz baja:
+
+--Di, ¿qué hay ahí dentro?
+
+--No sé.
+
+--Yo tampoco. ¿No tienes permiso para entrar ahí?
+
+--No.
+
+--¡Alabado sea Dios! Entonces no soy yo sola la tonta... Cuando tengo
+que decirle algo, es preciso que llame a la puerta... Vamos, di la
+verdad, ¿te parece que eso está bien? Yo no soy una chiquilla para
+que... Pero me callo; no hay que hablar mal del marido. Sin embargo, tú
+eres su hermano; intercede por mí junto a él, ruégale que me diga qué
+hay dentro. ¡Si vieras cuan intrigada estoy!
+
+--¿Te figuras que me lo dirá?
+
+--Entonces tendremos que consolarnos juntos... Ven.
+
+Y, de un salto, transpone los tres peldaños que conducen al umbral de la
+puerta.
+
+Durante el almuerzo, adopta de improviso una fisonomía seria, y habla
+con importancia de los cuidados que le da el manejo de la casa. Había
+adquirido, es cierto, en su familia, la costumbre de salir de apuros
+sola, porque su pobre madre había muerto hacía muchos años, y antes de
+la confirmación, había tenido que dirigir la casa de su padre; pero la
+tarea no era muy pesada: su padre no tenía a su servicio más que un
+criado para el molino y los trabajos del campo... ¡se extenuaba de
+trabajo el pobre padre!
+
+Sus ojos se llenan de lágrimas. Confusa, vuelve la cabeza. Después se
+levanta vivamente y pregunta:
+
+--¿No tienes ganas?
+
+--No.
+
+Luego continúa.
+
+--Ven conmigo al jardín. Conozco una espesura donde se está muy bien
+para hablar.
+
+--Allá, en el extremo de la alameda. Es también mi lugar favorito.
+
+
+
+
+VIII
+
+
+Penetran juntos en el jardín que el sol inunda con sus rayos ardientes,
+y respiran más libremente bajo la bóveda de verdor que los envuelve en
+su fresca sombra.
+
+Gertrudis se echa negligentemente sobre el banco de césped y coloca bajo
+su cabeza, a guisa de almohada, sus brazos, bruñidos por el sol.
+
+A través del tupido follaje se deslizan aquí y allá algunos rayos que
+adornan sus vestidos con manchas de oro, ruedan sobre su cuello y sus
+mejillas, y rozan su frente, poniendo un claro fulgor en su cabellera
+obscura y rizada.
+
+Juan se sienta frente de ella y la contempla con una admiración que no
+procura disimular.
+
+Está persuadido de que en su vida ha visto tanta gracia. ¡Qué encanto en
+la actitud de esa joven cuñada medio tendida! Las palabras de su hermano
+le vuelven a la memoria: «¿Me habría sido posible no amarla?»
+
+--No sé, pero hoy siento ganas de charlar--dice Gertrudis con sonrisa
+confiada;--y coloca más cómodamente su cabeza.--¿Y tú, estás dispuesto a
+escuchar?
+
+Él hace un signo afirmativo.
+
+--Entonces... el pan no era abundante en casa y los pedazos estaban
+contados. En cuanto a la manteca para poner en él, inútil es hablar de
+ella. Si yo no hubiese cuidado el huerto, cuyos productos se vendían en
+la ciudad, nos habría sido imposible vivir. ¿Por qué la gente lleva toda
+su harina al molino de agua de los Felshammer, sin pensar que en los
+molinos de viento los pobres molineros necesitan vivir también? Esto es
+lo que nos decíamos a menudo; y mirábamos con odio vuestra casa... Pero
+he aquí que, de repente, llega Martín. Quiere, dice, vivir en buenas
+relaciones con sus vecinos. Se muestra amable y cariñoso con el padre,
+amable y cariñoso conmigo. Lleva a los muchachos pasteles y azúcar
+cande, y todos nos enamoramos de él. Y al fin declara al padre que me
+quiere por mujer... «¡Pero si no tiene nada!--dice mi padre.--«Tampoco
+quiero yo nada» responde él. Y figúrate... ¡me toma sin un céntimo de
+dote!... Ya puedes comprender mi alegría, pues el padre me había
+repetido con frecuencia: «Hoy todos los hombres van detrás del dinero;
+tú eres pobre, Gertrudis; prepárate para quedar soltera». Y, sin
+embargo, me he casado antes de los diez y siete años... Por lo demás, yo
+profesaba desde hacía mucho profundo afecto a Martín; porque, aunque era
+un poco tímido y avaro de sus palabras yo había leído en sus ojos su
+buen corazón. No puede franquearse tanto como quisiera, y eso es todo.
+Yo sé cuán bueno es; y a pesar de su talante gruñón, a pesar de las
+reprimendas que me echa, no dejaré de amarlo toda mi vida.
+
+Guarda silencio un instante y se pasa la mano por el rostro como para
+echar al rayo de sol que le dora las pestañas y hace brillar sus ojos
+con colores vivos y tornasolados.
+
+--Mira si es bueno para los míos--continúa con apresuramiento, como si
+creyera no poder encontrar bastante afecto para acumularlo sobre la
+cabeza de Martín.--Quería darles cada año una pensión, no sé de cuánto;
+pero yo no lo he consentido, porque no podía conciliarme con la idea de
+que mi padre estuviera reducido a aceptar una limosna en sus últimos
+días, aunque se la diese su yerno. Pero me he reservado una cosa:
+continuar aquí el cultivo del huerto, al que estaba acostumbrada en
+nuestra casa, y quedarme con lo que produzca.
+
+El empleo de ese dinero es cuenta mía.
+
+Se sonríe mirándolo con aire triste, y continúa:
+
+--Tienen verdadera necesidad de él en casa; porque, ya lo ves, hay tres
+chicos todavía, que alimentar y vestir sin contar que, desde que yo
+partí, tienen que valerse de una criada.
+
+--¿No tienes hermanas?--pregunta Juan.
+
+Ella menea la cabeza y dice, lanzando de improviso una risotada:
+
+--¡Es escandaloso! Ni siquiera una, de la cual pudieras hacer tu mujer.
+
+El ríe con ella y dice:
+
+--No es una mujer lo que necesito ahora.
+
+--¿Entonces, qué?
+
+--Una hermana.
+
+--Pues bien, ya tienes una--dice ella levantándose de un salto y
+acercándose a él.
+
+Después, avergonzada sin duda de su vivacidad, se deja caer ruborosa
+sobre el banco de césped.
+
+--¿De veras?--dice con los ojos brillantes.
+
+Ella hace un leve mohín y dice vivamente:
+
+--¿Hay que hacer tanto esfuerzo acaso? La mujer de un hermano es casi
+una hermana ya.
+
+Y, midiéndolo de pies a cabeza con una sonrisa, añade:
+
+--Creo que, con un hermano como tú, se podría ir a cualquier parte.
+
+--Cinco pies y diez pulgadas, ex hulano de la guardia... ¡si basta
+eso!...
+
+--Y en último término, tú serías también un buen compañero de juegos.
+
+--¿Necesitas uno?
+
+--¡Oh sí!--responde ella con un suspiro;--la vida es aquí tan tranquila,
+tan seria... No hay nadie con quien pueda uno correr como hacía yo en
+otro tiempo con mis hermanos. Con frecuencia he estado a punto de tomar
+por el cuello a un mozo del molino; pero ¡la dignidad!... ¡el
+respeto!...
+
+--Bueno, pues ahora estoy yo--dice él, riendo.
+
+--Por eso fundo en ti grandes esperanzas.
+
+--Entonces, tómame por el cuello.
+
+--Tienes demasiada harina encima.
+
+--¡Vaya una mujer de molinero, que tiene miedo a la harina!--dice Juan
+en tono burlón.
+
+--Deja--concluye ella,--que ya llegará la hora en que ponga a prueba tus
+habilidades de jugador.
+
+
+
+
+IX
+
+
+Mientras los tres descansan en el emparrado, a la hora del crepúsculo,
+Juan, que con la cabeza oculta entre los pámpanos sueña en silencio como
+su hermano, siente de pronto una cosa redonda, que no acierta a definir,
+chocar contra su frente y caer al suelo. «Quizás sea una cochinilla» se
+dice; pero el ataque se repite por segunda y tercera vez.
+
+Entonces lanza una mirada recelosa a Gertrudis, que estatua viva de la
+inocencia, canturrea melancólicamente la tonada: _En un fresco valle._
+Sin embargo, entretanto fabrica a hurtadillas las bolitas de pan que le
+sirven de proyectiles.
+
+Juan reprime un acceso de risa y coge disimuladamente una rama de viña,
+de la que penden todavía algunos racimos secos del año anterior. Ella le
+lanza un nuevo proyectil; y él le dispara, pronto para la respuesta, un
+grano a la nariz. Ella se estremece, lo mira un momento toda
+desconcertada; y, al inclinarse el joven hacia ella, con el rostro más
+serio del mundo, lanza una ruidosa y alegre carcajada.
+
+--¿Qué pasa?--dice Martín, arrancado violentamente a su somnolencia.
+
+--¡Ha pasado por la prueba!--responde Gertrudis lanzándose a su cuello.
+
+--¿Qué prueba?
+
+--Si te lo digo vas a reñirnos; prefiero callarme.
+
+Martín interroga con una mirada a su hermano.
+
+--¡Oh, nada!--dice éste con tímida sonrisa.--Era una broma... Nos
+bombardeábamos.
+
+--Está bien, hijos míos, bombardeaos;--dice Martín, que continúa fumando
+en silencio.
+
+Juan está muy avergonzado, y Gertrudis contempla a su nuevo camarada de
+juegos con una mirada maliciosa y provocativa.
+
+«Revoltosa». Sí; ese era el nombre que había dado Martín Felshammer a su
+mujer...
+
+
+
+
+X
+
+
+Desde aquel día, se repiten las bromas en las horas tranquilas y
+silenciosas del crepúsculo, que Martín ama tanto.
+
+En las apacibles alamedas del huerto suenan gorgeos y risas; sobre el
+césped pasan como una tromba dos figuras humanas que se persiguen; se
+bromea, se suelta a los perros para que hagan ruido; se caza a los gatos
+de la vecindad que se dan las citas amorosas en el molino; se juega al
+escondite detrás de los montones de heno y de los setos.
+
+Martín los deja en plena libertad, y contempla esas locuras con la
+mirada benévola e indulgente de un padre. En el fondo, preferiría la
+calma de antes; pero son tan felices ellos, en su juventud y su
+inocencia, con los ojos brillantes y las mejillas encendidas, que sería
+un crimen turbar su alegría con observaciones molestas. Después de todo
+son unos niños.
+
+Además ¿no hay también horas menos ruidosas? Cuando Gertrudis dice:
+«Juan, ven a cantar», se sientan juiciosamente uno al lado del otro en
+el emparrado, o cuando se pasean lentamente a la orilla del riachuelo; y
+cuando Martín ha encendido su pipa y está dispuesto a escucharlos, sus
+voces resuenan claras y vibrantes en la sombra de la noche.
+
+Bien pronto llegan instantes de solemne encanto. Los pájaros, que van a
+entregarse al sueño, gorjean en las ramas, una leve brisa sopla en los
+pámpanos y el sordo murmullo de la presa sirve de acompañamiento...
+¡Cómo ha cambiado su humor de repente! Estaban alegres al empezar; pero
+las tonadas que cantan son cada vez más tristes, y el acento de sus
+voces cada vez más quejumbroso. Hace apenas unos minutos, sus cabezas se
+tocaban; entonces están serios, con las manos juntas y los ojos puestos
+en el cielo arrebolado. Sus voces suenan admirablemente unidas. Juan
+tiene una voz de tenor clara y suave, que concierta muy bien con las
+notas de contralto, llenas y graves, de Gertrudis, y nunca le falta oído
+cuando se trata de acompañar de improviso una canción nueva.
+
+Lo extraño es que nunca puedan cantar cuando están solos. Si, mientras
+están cantando, tiene Martín que alejarse, llamado por algún asunto, en
+seguida sus voces pierden la seguridad y los jóvenes se miran
+sonriendo; uno u otro, por lo regular, deja escapar una nota falsa, y la
+canción queda inconclusa.
+
+Cuando Martín está ausente de la casa o se encierra en su despacho, lo
+que sucede una vez o dos por semana, los dos guardan silencio, como de
+común acuerdo; ninguno de ellos se atrevería a invitar al otro a cantar.
+
+En cambio, tienen otras ocupaciones más interesantes, a las que sólo
+pueden dedicarse cuando no hay que temer la indiscreción de un tercero.
+
+Mientras estaba en el servicio, Juan se ha hecho un lindo cuaderno de
+música, en el que ha compilado las canciones alegres y sentimentales que
+más le gustaban. El género sentimental es el que lo entusiasma. Las
+desesperaciones de amor, los cantos fúnebres, se alternan allí con las
+consideraciones poéticas sobre la vanidad de la existencia, y lo corona
+todo el estallido de desesperación de Kotzebue, desbordamiento de
+sentimentalismo que ha sido durante medio siglo la más popular de las
+poesías alemanas.
+
+Ese cuaderno responde perfectamente al gusto poético de Gertrudis. En
+cuanto se ve sola con Juan, le murmura en tono de súplica:
+
+--Ve a buscar las canciones.
+
+Entonces se sientan en un rincón retirado, y juntan sus cabezas; durante
+la lectura sienten con delicia que un estremecimiento de voluptuosidad
+les recorre el cuerpo.
+
+He aquí, en primer lugar, esa poesía extraña:
+
+EL CONDE ORSINSKI A SU AMADA
+
+ En señal de adiós, recibe las quejas de mi corazón,
+ Transformadas en dulce armonía,
+ Pero no trates nunca de adivinar lo que estos acentos dicen.
+
+Y esta antigua romanza popular:
+
+ Enrique descansaba junto a su reciente esposa,
+ Rica heredera de las orillas del Rin...
+ Suena la media-noche, y a través de la cortina,
+ Pasa de pronto una mano blanca y delicada:
+ ¿A quién vio? A su Guillermina,
+ Que se erguía ante él envuelta en un sudario.
+
+Al llegar a eso, Gertrudis se estremece; y, llena de angustia, con sus
+grandes ojos azorados, mira fijamente delante de ella, a través de la
+sombra del crepúsculo... pero su sonrisa pone de manifiesto, al mismo
+tiempo, un delicioso éxtasis.
+
+Pero lo maravilloso en ese cuaderno es una composición titulada: _La
+bella molinera_.
+
+--¿Dónde has encontrado esto?--pregunta Gertrudis, impresionada por el
+título.
+
+--Un camarada, que era músico, tenía estas canciones en un gran
+cuaderno. De allí las copié yo. El que las ha hecho se llamaba Molinero
+de apellido y creo que ejercía además ese oficio.
+
+--¡Lee, lee, pronto!--exclama Gertrudis.
+
+Pero Juan se niega.
+
+--Es demasiado triste--dice cerrando el libro.--Será otra vez.
+
+Pero Gertrudis le suplica tanto, que tiene que acceder a sus deseos.
+
+--Ven esta tarde conmigo a la presa--dice;--tengo que hacer allá. Nadie
+nos incomodará entonces, y te lo leeré siempre que... naturalmente...
+
+Y guiña el ojo en dirección al _despacho_. Gertrudis hace una señal con
+la cabeza. Se entienden a maravilla.
+
+
+
+
+XI
+
+
+Después de comer, Martín se retira a su escritorio, seguido por las
+miradas impacientes de Gertrudis, que espera el momento en que va a
+conocer los secretos de «la bella molinera.»
+
+Atraviesan de bracete la pradera, para ir a la presa. La hierba está
+húmeda de rocío. El cielo, surcado de bandas rojizas. Sobre el fondo
+luminoso resalta, perfectamente recortada, la figura negra del bosque de
+abetos, que, triste y silencioso, rodea el llano. A medida que se
+aproximan, los mugidos del agua llegan cada vez con más fuerza a sus
+oídos... Los rayos del sol poniente se reflejan en los torbellinos de
+las ondas, y las gotas de espuma que saltan son otras tantas chispas.
+Del otro lado de la presa, el río tranquilo parece un espejo; los
+árboles lanzan su sombra y reflejan su imagen en las aguas, demasiado
+profundas para ser transparentes.
+
+Se acercan en silencio a la presa.
+
+En esa época, durante los calores del mes de junio, la presa no da gran
+trabajo; pero, en los primeros días de la primavera, y en el otoño,
+durante las grandes avenidas, cuando es preciso alzar las compuertas
+para dar paso a las aguas y a los carámbanos, sin que encuentren
+obstáculos, hay que poner un poco de atención y hay que apelar a todas
+las fuerzas para no verse arrastrado con las piezas de madera por el
+torbellino de las aguas.
+
+Juan alza dos esclusas. Eso basta por el momento. Después suelta la
+palanca y apoya el codo en el pretil del puente levadizo. Gertrudis, que
+durante todo ese tiempo ha estado contemplándolo sin decir nada, se
+lanza por sobre la gran viga que atraviesa la corriente de agua de una
+orilla a otra, a algunos pasos de ella.
+
+--Vas a sentir vértigo, Gertrudis--dice Juan echando una mirada inquieta
+a la esclusa, por la que las aguas pasan con rapidez espantosa, sobre el
+fondo de tablones inclinados, para precipitarse en seguida espumosas en
+la corriente.
+
+Gertrudis suelta una risotada y dice que muchas veces ha estado sentada
+allí horas enteras, mirando las aguas, sin sentir vértigo alguno.
+Además, ¿no está allí entonces por necesidad? Su mirada, en la que se
+lee una curiosidad impaciente, está fija en el bolsillo de Juan; y
+cuando éste saca su cuaderno de música, la joven exhala un gran
+suspiro, encantada ante la idea de los esplendores que presiente, y
+junta las manos como una criatura a quien su abuela va a contar una
+historia. Juan comienza.
+
+Las palabras conmovedoras del poeta brotan de sus labios como un canto.
+
+ Los viajes son la pasión del molinero...
+
+Gertrudis deja oír una alegre exclamación y marca el ritmo dando con el
+pie en los montantes de la esclusa.
+
+ He oído murmurar un riachuelo...
+
+Gertrudis contiene la respiración, esperando lo que sigue:
+
+ He visto brillar el techo de un molino...
+
+En su alegría, Gertrudis palmotea y muestra la granja al otro lado.
+
+ ¿Es eso lo que quiere decir tu murmullo?
+
+En este pasaje, la bella molinera entra en escena y Gertrudis se pone
+seria.
+
+ ¡Que no tenga mil brazos para golpear!
+
+Gertrudis hace leves signos de impaciencia.
+
+ No interrogo a las flores, no interrogo a los astros...
+
+Una sonrisa de satisfacción vaga por los labios de Gertrudis.
+
+ Me placía dibujarla en la corteza de los árboles...
+
+Gertrudis lanza un profundo suspiro y cierra los ojos. Y sigue la
+lectura, con los sueños del joven molinero ebrio de amor, hasta este
+grito de alegría, que domina el canto de los pájaros, el murmullo del
+arroyo, el ruido de las ruedas.
+
+ ¡La hermosa molinera es mía!
+
+Gertrudis abre los brazos, una sonrisa de dulce beatitud pasa por su
+rostro, y se mueve su cabeza como diciendo: «¡Dios mío! ¿qué más puede
+suceder?»
+
+Entonces la molinera siente de pronto una pasión misteriosa por el color
+verde, se oye resonar el coro en la floresta, aparece el fiero cazador.
+Gertrudis experimenta inquietud.
+
+--¿Qué viene a hacer ese aquí?--murmura dando con el puño en la viga.
+
+El pobre molinero lo comprende en seguida. Su triste canción dice:
+
+ Quisiera partir, perderme en la inmensidad del mundo,
+ Si todo no estuviera tan verde, tan verde en el bosque y en los campos...
+
+Gertrudis, agitada por el temor y la esperanza, hace en el aire un
+ademán. ¡Eso no es posible! ¡es preciso absolutamente que todo concluya
+bien!
+
+Y después:
+
+ Florecillas que me dio ella,
+ Que os pongan a todas en mi tumba.
+
+Los ojos de Gertrudis están húmedos de lágrimas, pero la joven sigue
+confiando en la desaparición del cazador y en la conversación de la
+molinera. No puede, no debe ser de otro modo. El molinero y el arroyo
+comienzan su diálogo melancólico; el arroyo quiere consolar al molinero,
+pero éste no conoce más que una sola quietud, un solo reposo:
+
+ ¡Ay! querido arroyuelo; tu intención es buena...
+ Pero ¡ay! ¿sabes tú acaso el mal que el amor hace?
+
+Gertrudis aprueba vivamente con la cabeza. ¿Qué quiere decir ese
+estúpido arroyuelo?... ¿Qué sabe él de amor ni de penas?... En seguida
+viene la misteriosa barcarola que cantan las ondas. Sin duda, el joven
+molinero se ha dormido a la orilla del arroyo; un beso va a despertarlo,
+y, cuando abra los ojos, la molinera se inclinará sobre él para decirle:
+«¡Perdóname! ¡siempre te he amado!» Pero no... ¿qué significan esas
+extrañas palabras de _cámara de cristal azul_? ¿Por qué es preciso que
+duerma allí hasta que el mar haya absorbido la última gota de los
+riachuelos? Y puesto que para cerrarle los ojos la mala muchacha tiene
+que tirar su pañuelo al agua, eso prueba que el dormido no reposa en la
+orilla, sino en el fondo.
+
+Gertrudis oculta su rostro entre las manos y estalla en sollozos
+convulsivos; y, como Juan quiere continuar la lectura, le dice:
+
+--¡Basta! ¡basta!
+
+--Gertrudis, ¿qué tienes?
+
+Ella le hace la seña de que la deje. Sus lágrimas son cada vez más
+abundantes y su cuerpo tiembla todo; busca un apoyo y se inclina hacia
+atrás.
+
+Juan lanza un grito de angustia, y, de un salto, se precipita para
+recibirla en sus brazos.
+
+--¡Por el amor de Dios, Gertrudis!--dice con la voz trémula, respirando
+con esfuerzo.
+
+Un sudor frío cubre su frente. La joven inclina su cabeza sobre el pecho
+de Juan, le echa los brazos al cuello y llora.
+
+Al día siguiente dice Gertrudis:
+
+--Ayer me porté como una chiquilla, Juan, y creo que, a poco más, caigo
+al agua.
+
+--Ya habías perdido el equilibrio--dice él.
+
+Y se estremece al recordar el terrible instante.
+
+Una sonrisa sentimental pasa por los labios de Gertrudis.
+
+--Entonces habría concluido para siempre--dice la joven con un profundo
+suspiro.
+
+Pero, un instante después, se ríe ella misma de su locura.
+
+
+
+
+XII
+
+
+Pasan los días. Juan, como camarada de juegos, ha sobrepujado todas las
+esperanzas de Gertrudis. Los dos son inseparables; y Martín se ve
+reducido al papel de espectador... no puede, con una sonrisa gruñona,
+hacer más que decir amén a todas sus locuras.
+
+Es un encanto verlos atravesar el patio, persiguiéndose uno al otro,
+como si tuviesen alas en los talones. Gertrudis corre tan ligera que sus
+pies apenas tocan el suelo. Sin embargo, Juan es más ágil; por mucho que
+dure la carrera, siempre la alcanza. Viendo que no hay posibilidad de
+escapar, la joven se agazapa como un polluelo, asustado; y cuando él,
+triunfante, la toma en brazos, su cuerpo esbelto se yergue como si, al
+contacto de Juan, la sacudiese una conmoción eléctrica.
+
+David, el viejo criado, observa sus juegos con gran atención, por la
+claraboya del granero, donde ha establecido su residencia; rasca su
+cabeza gris, y murmura entre dientes toda clase de cosas
+incomprensibles.
+
+Gertrudis lo ve un día y se lo muestra a Juan.
+
+--Habrá que hacer una broma a ese viejo cazurro--murmura la joven.
+
+Juan le refiere la mala pasada que jugó a David en otro tiempo, al
+descubrir el escondite en que el viejo guardaba la harina que robaba.
+
+--¿Si pudiéramos conseguir hacer hoy lo mismo?--dice Juan riendo.
+
+--Lo buscaremos.
+
+Dicho y hecho, o casi hecho. El domingo siguiente, el molino está
+parado; los criados y los molineros han salido. Juan coge el manojo de
+llaves colgado de la pared y hace una seña a Gertrudis para que le siga.
+
+--¿Adónde vais?--pregunta Martín alzando los ojos del libro.
+
+--Una gallina está poniendo fuera del gallinero;--dice vivamente
+Gertrudis.--Vamos a buscar el nido.
+
+Y ni siquiera se pone colorada.
+
+Hacen entonces una investigación escrupulosa en los establos, en la
+granja, en el granero y en el pajar; pero registran sobre todo el
+molino, suben y bajan las escaleras, y revuelven el cuarto de los
+trastos viejos.
+
+Escudriñan sin ningún resultado, durante dos horas, por lo menos, y de
+repente, Gertrudis, que no tiene miedo de meterse en el rincón más
+recóndito del granero, anuncia que ha encontrado lo que buscaba. Entre
+los haces de leña que se deshacen en polvo, las ruedas de engranaje
+inservibles y los restos de los diez últimos años, aparecen varios sacos
+de harina y de avena; al lado se ve un buen número de utensilios
+pequeños: martillos, tenazas, cepillos, cuchillos de mesa. Con los ojos
+brillantes, el rostro lleno de tierra y los cabellos cubiertos de
+telarañas, Gertrudis sale del escondrijo lanzando gritos de alegría;
+cuando Juan se ha cerciorado de que no hay error, el consejo de guerra
+se reúne y delibera.
+
+¿Conviene enterar a Martín del secreto? No; se incomodaría y acabaría
+por echarles a perder la broma. Juan tiene una idea. Vierte el contenido
+de los sacos en una medida igual, después llena esos sacos de tierra y
+de arena, y esparce encima una capa de negro de humo, como el que usan
+los cocheros para teñir los arneses. Sumerge por un momento los
+instrumentos en el tonel de alquitrán; y, cuando ha vuelto a poner todas
+las cosas en su orden primitivo, considera terminada su tarea.
+
+Abandonan el molino penetrados de una alegría profunda; se trasladan a
+la balsa para lavarse la cara y las manos, se ayudan mutuamente a
+limpiarse las ropas, y entran en la casa esforzándose por adoptar la
+expresión más inocente posible. Sin embargo, Martín no tarda en notar en
+sus labios leves movimientos que les hacen traición; los amenaza
+sonriendo, pero no les dirige la menor pregunta.
+
+Pasan tres días en la más viva impaciencia; después, una mañana, Juan,
+sin aliento, corre al jardín en busca de Gertrudis, con el semblante
+enrojecido a fuerza de contener las ganas de reír. Al instante, ella
+suelta la azada y se precipita con él al patio. Delante de la balsa está
+el viejo David furioso y desfigurado, medio blanco, medio transformado
+en deshollinador. Tiene el rostro y las manos negras como el carbón, y
+sobre sus ropas aparecen enormes manchas de alquitrán. En las ventanas
+del molino se ven las caras de los molineros que ríen a carcajadas, y
+Martín se pasea delante de la casa vivamente sobreexcitado.
+
+La escena es en extremo cómica, y Juan y Gertrudis creen que van a morir
+de risa. David, que sabe muy bien de qué lado debe buscar a sus
+enemigos, les lanza una mirada llena de odio. Procura limpiarse, pero el
+terrible negro de humo, mezclado con el alquitrán se pega de tal modo,
+que parece ser el color natural de su piel. Al fin, Martín, lleno de
+lástima por el pobre diablo, lo hace entrar en el cuarto de los criados
+y dice a Gertrudis, que de tanto reír tiene los ojos llenos de lágrimas,
+que vaya a buscarle un traje viejo de trabajo.
+
+Al mediodía, durante la comida, los jóvenes cuentan a Martín la broma
+que tan bien les ha salido. El menea la cabeza desaprobando, y dice que
+hubiera sido mejor comunicarle el descubrimiento que habían hecho.
+Después al abandonar la sala, se le oye murmurar palabras como
+«veintiocho años de servicios» y «bromas de chiquillos».
+
+Gertrudis y Juan cambian una mirada de inteligencia que quiere decir:
+«¡Qué aguafiestas!»
+
+Durante tres días más, el suceso es para los jóvenes un manantial de
+alegría, que saborean en secreto.
+
+
+
+
+XIII
+
+
+El domingo, Martín va al pueblo a cobrar deudas viejas; no volverá antes
+de la noche. Los molineros se han ido a la taberna. El molino está
+desierto.
+
+--Voy a despedir también a las criadas--dice Gertrudis a
+Juan.--Estaremos entonces completamente solos y podremos hacer alguna
+cosa.
+
+--¿Qué cosa?
+
+--Ya encontraremos--dice ella riendo; se dirige a la cocina.
+
+Al cabo de media hora reaparece:
+
+--Ya se han marchado. Ahora estamos libres.
+
+Se sientan uno frente al otro y buscan en su imaginación.
+
+--Nunca volveremos a encontrar una diversión como la del domingo
+pasado--dijo Gertrudis suspirando.
+
+Y, después de un momento:
+
+--Escucha, Juan.
+
+--¿Qué?
+
+--¿Sabes que tú eres para mí un verdadero don del cielo?
+
+--¿Por qué?
+
+--Desde que tú estás aquí, soy tres veces más feliz. Ya ves... él es
+bueno... y tú sabes que lo quiero mucho, mucho, pero... ¡está siempre
+tan serio! ¡me trata con tanta altura! Cualquiera diría que yo soy una
+criatura estúpida, sin sombra de inteligencia. Sin embargo, soy
+laboriosa y manejo la casa como una mujer madura. Si Dios me ha hecho
+alegre como un pájaro, yo no tengo la culpa; y, después de todo, eso no
+es un crimen. Pero cuando estoy delante de él y él me mira con su cara
+grave y enfurruñada, se me pasan las ganas de hacer locuras... y de
+estar sentada e inmóvil una se aburre a menudo, una...
+
+Se detiene y reflexiona. Querría quejarse pero no sabe de qué.
+
+--Contigo, es otra cosa--continúa.--Tú eres un buen muchacho, que no
+dice nunca que no. ¡Contigo se puede hacer lo que una quiera!... Tú no
+tienes la sonrisa desdeñosa que aparece siempre en sus labios, cuando se
+le refiere algo, y que quiere decir: «Te escucho, pero no estás contando
+más que tonterías.» Entonces se me ahogan las palabras en la garganta...
+Mientras que a ti... sí, a ti se te puede confiar todo lo que le pasa a
+una por la cabeza.
+
+Apoya pensativa su rostro en las dos manos, mientras que con un
+movimiento de vaivén balancea sus codos sobre las rodillas.
+
+--¿Y qué te pasa por la cabeza en este momento?--pregunta Juan.
+
+Ella se pone colorada y se levanta vivamente.
+
+--¿A que no me pillas?--grita parapetándose detrás de la mesa.
+
+Pero, cuando él va a perseguirla, ella se adelanta tranquilamente.
+
+--¡Deja!... vamos a hacer algo. Ahí están las llaves... quizás se nos
+ocurra alguna idea.
+
+Juan descuelga el manojo de llaves y la sigue al patio, donde el sol del
+mediodía lanza sus rayos ardientes.
+
+--Abre el molino--dice Gertrudis.--Allí hace fresco.
+
+El obedece; y ella sube de un salto los escalones y entra en la penumbra
+de la sala, donde reina el silencio del domingo.
+
+--Sola, tendría miedo aquí--dice, volviéndose hacia él y mostrando con
+el dedo la puerta del despacho, cuya madera reluce con brillo misterioso
+en medio de la semiobscuridad.
+
+La joven aparta los dedos y tiembla.
+
+--¿Nunca te ha dicho nada?--susurra al cabo de un instante inclinándose
+hacia su oído.
+
+El menea la cabeza. Se siente intranquilo en la sala húmeda y sombría;
+respira penosamente, tiene necesidad de aire y de luz.
+
+Pero Gertrudis se encuentra muy bien en aquella atmósfera cargada de
+vapores, en aquel mediodía misterioso; el sol, filtrándose por las
+claraboyas, arroja sobre el suelo sus rayos oblicuos, como cintas de
+oro, donde miriadas de partículas de polvo danzan una zarabanda.
+
+El estremecimiento que se apodera de ella le causa una sensación
+agradable; baja la cabeza y trepa con precaución la escalera, como si
+quisiese cazar un fantasma. En lo alto, en la galería, lanza un grito;
+Juan, lleno de inquietud, le pregunta qué tiene; ella responde que ha
+querido simplemente dilatar el pecho. Sube a una tolva, transpone la
+balaustrada y vuelve a bajar deslizándose por la escalera. Después
+desaparece en la sombra de las máquinas, en el sitio en que las ruedas
+poderosas alzan sus masas gigantescas. Juan la deja hacer; entonces no
+hay peligro, entonces todo está inmóvil.
+
+Algunos segundos después, la joven reaparece. Se aprieta contra Juan, y,
+echando a su alrededor una mirada temerosa, saca del bolsillo una
+llavecita atada a un cordón de negro.
+
+--¿Qué es esto?--pregunta en voz baja.
+
+Juan lanza una ojeada hacia la puerta y mira a Gertrudis como
+interrogándola.
+
+Ella hace un signo con la cabeza.
+
+--¡Colócala en su sitio!--exclama él asustado.
+
+La joven balancea la llave en la mano, acariciando con los ojos el metal
+que brilla.
+
+--Un día, por casualidad, se la vi ocultar allí--murmura.
+
+--¡Colócala en su sitio!--exclama él, una vez más.
+
+La joven frunce las cejas; después, con una leve risa.
+
+--¡Esto es lo que podíamos hacer!...
+
+Y, al mismo tiempo que habla, le echa de soslayo una mirada inquieta y
+trata de leer en su rostro lo que piensa.
+
+El corazón de Juan late violentamente. Surge del fondo de su alma el
+presentimiento de que van a cometer una falta.
+
+--La cosa quedará entre nosotros, Juan, dice Gertrudis en tono zalamero.
+
+El cierra los ojos. ¡Qué hermoso sería tener un secreto con ella!
+
+--Y además, ¿qué mal hay en eso?--continúa la joven.--¿Por qué es él tan
+misterioso, sobre todo con nosotros, que somos sus más cercanos
+parientes, en el mundo?
+
+--Por eso precisamente no deberíamos engañarle.
+
+La joven golpea la tierra con el pie.
+
+--¡Engañarle! ¡qué expresiones usas!
+
+Y en tono enfurruñado añade:
+
+--Vaya, no hablemos más.
+
+Se dispone a llevar la llave a su escondite. Pero le hace dar dos o tres
+vueltas entre los dedos, y finalmente, con una alegre explosión de risa:
+
+--¡Qué diablo! no es la misma.
+
+Se acerca a la puerta y compara, meneando la cabeza, el agujero de la
+cerradura con el tamaño de la llave; después, con movimiento rápido,
+mete la llave en el ojo.
+
+--¡Pues entra!...
+
+Y, fingiendo sorpresa, mira por encima del hombro a Juan, que, de pie
+detrás de ella, sigue con ansiedad los movimientos de su mano.
+
+--Hazla girar--dice ella en tono de broma y retrocediendo un paso.
+
+Juan tiembla. ¡Oh, Eva tentadora!
+
+--Hazla girar y déjame asomar la cabeza por la abertura--dice la joven
+riendo.--Tú no tienes necesidad de ver nada.
+
+Entonces, cediendo a un violento impulso, Juan hace girar la llave; por
+la puerta, abierta de par en par, les llega de la ventana un rayo de
+luz ofuscadora.
+
+En el rostro de Gertrudis se pinta el desencanto. Tiene delante de ellos
+una pieza muy sencilla, amueblada como el despacho de un comerciante,
+con las paredes peladas y blancas. En el centro se ve una gran mesa de
+trabajo, toscamente pintada y llena de muestras de granos y de libros de
+contabilidad; en una de las paredes están colgadas ropas usadas; en la
+otra, hay un estante cargado de cuadernos azules y le libros de
+encuadernación modesta. Juan echa a su alrededor una mirada tímida;
+después se acerca a los libros y se pone a leer los títulos.
+
+¡Qué biblioteca tan lúgubre! Son obras de medicina, que tratan de las
+enfermedades del cerebro, de las lesiones del cráneo y de otros asuntos
+del mismo género; disertaciones filosóficas sobre la herencia de las
+pasiones: una _Historia de los accesos de cólera y de sus terribles
+consecuencias_, un _Tratado del dominio sobre sí mismo_, y una obra de
+Kant, _El Arte de dominar por la voluntad los sentimientos mórbidos_.
+Hay también libros de literatura, casi todos sobre el fratricidio. Al
+lado de novelas lúgubres, como _El fin trágico de toda una familia en
+Elsterwerda_, se encuentran: _La novia de Messina_, de Schiller, y
+_Julio de Tarento_, de Leisewitz.
+
+También la teología está representada por cierto número de pequeños
+tratados sobre el pecado mortal y su perdón. Al lado, en los cuadernos
+azules, están compilados cuidadosamente algunos extractos, diferentes
+estudios, mezclados con consideraciones melancólicas sobre las
+experiencias y los pensamientos personales de Martín.
+
+Juan deja caer las manos.
+
+--¡Pobre, pobre hermano!--murmura, suspirando, con el corazón
+entristecido.
+
+Entonces la mano de Gertrudis se posa sobre su hombro. La joven señala
+con el dedo un rótulo colocado arriba de la puerta y pregunta en voz
+baja y ansiosa:
+
+--¿Qué significa eso?
+
+En el rótulo se lee, en gruesas letras de oro, estas tres palabras:
+_¡Piensa en Fritz!_
+
+Juan no contesta. Se deja caer en una silla, oculta el rostro entre las
+manos y llora amargamente.
+
+Gertrudis tiembla de pies a cabeza. Lo llama por su nombre, le echa los
+brazos al cuello y trata de apartarle las manos del rostro; y, como todo
+es inútil, se deshace también en lágrimas.
+
+Al ruido de sus sollozos se levanta Juan lentamente y mira a su
+alrededor, con mirada terrible. Ve unas ropas colgadas de la pared;
+ropas de niño de una época muy antigua. Las conoce perfectamente.
+
+Su madre las conservaba como reliquias en el fondo del armario; se las
+había enseñado un día, diciéndole: «son los vestidos de tu hermanito
+muerto.» Desde el día que ella había abandonado el mundo, los vestidos
+habían desaparecido. Por lo demás, él no había vuelto a pensar en ellos.
+
+Un frío estremecimiento le recorre todo el cuerpo.
+
+--Ven--dice a Gertrudis, que no ha cesado de llorar.
+
+Abandonan el despacho. Gertrudis quiere salir en seguida del molino.
+
+--Guarda primero la llave--dice él.
+
+Bajan juntos los escalones que conducen a las máquinas; y, cuando han
+colgado la llave, se precipitan fuera, como si las Furias los
+persiguiesen.
+
+
+
+
+XIV
+
+
+Desde entonces ya no hay en sus relaciones la inocente alegría de otros
+tiempos.
+
+Se han convertido en cómplices.
+
+¡Con qué alegría hubieran confesado a Martín la tontería que han hecho!
+Pero comparecer juntos ante él y decirle: «¡Perdónanos, hemos
+pecado!...» no es posible; sería un espectáculo demasiado teatral; y el
+que se encargase de hacer esa confesión tendría sobre su cómplice una
+gran ventaja; estando igualmente unidos a Martín, el primero que
+rompiese el silencio pasaría necesariamente por el más sincero y el
+menos culpable. Además, se han prometido una discreción absoluta; y
+están tanto más dispuestos a cumplir su promesa cuanto que temen tocar
+el asunto: ni siquiera se atreverían a hablar de eso entre ellos
+abiertamente.
+
+Desde entonces comienzan a contraer la costumbre de las reservas y los
+misterios; toda palabra pronunciada en la mesa, por inocente que sea,
+tiene para ellos un sentido particular más grave; toda mirada que
+cambian es para ellos la señal de una inteligencia secreta.
+
+Martín no ve nada de eso; una o dos veces ha notado que «sus dos niños»
+han perdido mucho de su antigua serenidad, que las canciones no brotan
+ya tan alegres de sus gargantas. Pero no dice nada; sospecha que han
+tenido alguna disputa y que están todavía incomodados.
+
+A la semana siguiente, un día que Martín se ha encerrado en su despacho
+Gertrudis se arma de valor y dice:
+
+--Mira, Juan; es una locura que estemos atormentándonos de este modo.
+Dejemos dormir esa tonta historia.
+
+--¡Si fuera tan fácil hacer como decir!--exclama él con expresión
+melancólica.
+
+Ella lanza una alegre carcajada, y él ríe también.
+
+--En realidad es muy fácil.
+
+Pero han tomado gusto al misterio y no pueden perder el hábito. La menor
+broma tiene un encanto más, porque es preciso «a toda costa» que Martín
+no sepa nada; y, si por casualidad juntan sus cabezas parloteando, se
+separan asustados al menor ruido, como si estuvieran tramando complots
+criminales.
+
+No han cambiado una palabra, una mirada, un pensamiento que pueda temer
+la luz del día; pero sus almas han perdido la flor de la inocencia.
+
+Llega la víspera de San Juan. Sopla un viento caliginoso. La tierra está
+como embriagada; desaparece bajo las flores.
+
+Las plantas de jazmines parecen cubiertas de blanca espuma, las rosas
+primaverales abren sus cálices, y los botones de los tilos empiezan a
+abrirse.
+
+Gertrudis, sentada en el emparrado, ha dejado caer su labor sobre las
+rodillas y se abandona al ensueño. El perfume de las flores, el calor
+del sol le han turbado la cabeza; pero poco importa eso. Querría bañar
+sus miembros en ese soplo abrasado, querría vaciar todos los cálices si
+hubiera dentro de ellos algo que pudiera beberse.
+
+En el molino ha cesado el trabajo un poco antes de lo acostumbrado; los
+mozos quieren ir a la aldea a festejar San Juan. Van a bailar, a quemar
+toneles de alquitrán, a hacer los locos mientras tengan fuerzas.
+
+Gertrudis suspira. ¡Quién pudiera ir también! Martín querrá quedarse en
+casa; pero Juan, Juan debería ir...
+
+Precisamente está a la entrada, haciéndole una seña con la cabeza.
+Después se sienta en el banco, a su lado... Está cansado, tiene mucho
+calor; ha trabajado rudamente.
+
+Algunos minutos después se levanta:
+
+--Yo no me quedo aquí. Hace un calor sofocante.
+
+--¿Adónde vas?
+
+--Voy al río. ¿Vienes?
+
+--Sí.
+
+Y ella deja la labor y se apoya en su brazo.
+
+--Hoy van a bailar allá, en la aldea--dice.
+
+--¿Querrías ir tú también, gatita?
+
+Ella se tuerce las manos gimiendo, para expresar mejor su deseo.
+
+--«_Pero, como no puedo, me quedo en casa_»--murmura él.
+
+--¡No he bailado nunca contigo, y querría bailar!... Tú bailas muy bien.
+
+--¿Cómo lo sabes?
+
+--¿Y tienes la desfachatez de preguntarlo?--dice ella afectando cierto
+despecho;--acuérdate de la fiesta de los cazadores, hace tres años. Las
+muchachas contaban de ti cosas maravillosas; decían que eras encantador,
+que las llevabas muy bien bailando, ni muy sueltas ni muy apretadas; que
+eras un mozo arrogante. Esto bien lo veía yo ¿pero para qué me servía?
+Tus miradas desdeñosas pasaban por encima de mí como si yo no hubiera
+existido.
+
+--¿Qué edad tenías entonces?
+
+Ella vacila un instante, y responde a media voz:
+
+--Catorce años y medio.
+
+--¡Ah! entonces...--dice él riendo.
+
+--Pero estaba muy crecida... completamente desarrollada en aquella
+época--replica ella vivamente.--No habrías comprometido tu dignidad
+haciéndome dar una vuelta o dos por la sala.
+
+--¡Bueno! Las daremos dentro de quince días en la fiesta de los
+tiradores.
+
+--¿De veras?--pregunta ella con los ojos brillantes.
+
+--Martín es uno de los jefes de la corporación de los tiradores;
+necesariamente ha de ir allá.
+
+Gertrudis lanza un grito de alegría; después, de repente, exclama:
+
+--Pero no tengo zapatos de baile.
+
+--Mándalos hacer.
+
+--¡Ah! ¡Son tan pesados los que hace el zapatero de la aldea!
+
+--Entonces, voy a escribir encargando para ti unos a la ciudad. Bastará
+que me des la medida.
+
+--Sí... ¿quieres? ¡mi querido, mi buen Juan!...
+
+Y de pronto, soltando su brazo, se adelanta algunos pasos y grita:
+
+--¡Atrápame!
+
+Y huye como el viento.
+
+Juan se pone a perseguirla; pero está fatigado y no puede alcanzarla.
+Atraviesan el puente levadizo y continúan su carrera por el prado
+inmenso, que termina allá, en el bosque de abetos. Gertrudis da un
+regate hábil, pasa como una flecha junto a Juan, y antes que él haya
+podido seguirla está al otro lado del río. Sin aliento, toma la cadena
+con que se hace mover el puente levadizo y tira con todas sus fuerzas:
+la pieza de madera chirría girando sobre sus goznes, y se levanta en el
+aire en el momento mismo en que Juan va a precipitarse sobre el puente.
+Sorprendido, lanza un grito, y con violento esfuerzo, agarrándose a la
+viga, consigue detener su impulso al borde del abismo.
+
+Gertrudis se ha puesto lívida; toda desconcertada, lo mira fijamente.
+El, tratando de recobrar el aliento, hunde sus miradas en la sombría
+corriente.
+
+--¡No había pensado en ello, Juan!--balbucea la joven implorando su
+perdón con los ojos.
+
+Juan se echa a reír. Una alegría feroz, que le hace olvidar todo
+peligro, se apodera de él.
+
+--¡Espera! ¡espera!--exclama, abriendo los brazos;--te pillaré de todos
+modos.
+
+Y, de un salto temerario, se lanza sobre la estrecha viga que atraviesa
+el río como un puente.
+
+--¡Juan!... ¡por el amor de Dios!... ¡Juan!
+
+El joven no oye. Debajo de él las aguas hierven en el abismo; se
+esfuerza por conservar el equilibrio; avanza, tiembla, vacila; da un
+paso, dos, tres, un salto atrevido... Ha pasado.
+
+--¡Corre!--dice, lanzando un grito de alegría salvaje.
+
+Pero Gertrudis permanece inmóvil. Paralizada por el espanto, lo mira
+fijamente. Con un salto de tigre, el joven se abalanza sobre ella, la
+toma en sus brazos, la aprieta contra él; ella cierra los ojos,
+respirando con dificultad. El la abraza y posa su boca ardiente y
+alterada sobre los labios trémulos de la joven; ella lanza un grito de
+dolor, y su cuerpo, sacudido por la fiebre, se estremece en los brazos
+de Juan. Entonces, él la deja en el suelo, y con mirada temerosa observa
+a su alrededor. ¿Los ha visto alguien?... No, nadie... ¿Y después de
+todo?... ¿Qué importa?... El hermano de Martín puede besar muy bien a la
+mujer de Martín. ¿No exigió eso él mismo, un día?
+
+La joven abre los ojos; parece salir de un sueño. Su mirada evita la de
+Juan.
+
+--No está bien lo que has hecho, Juan. Te prohíbo que vuelvas a hacerlo
+en adelante.
+
+Sin responder, él se inclina para recoger la rosa que se ha caído de su
+pecho.
+
+--Quiero volver a casa--dice Gertrudis, paseando su vista en derredor,
+con expresión inquieta.
+
+Marchan un momento en silencio, uno al lado de otro.
+
+Ella fija sus ojos en el horizonte, mientras él respira ávidamente la
+rosa que ha recogido.
+
+--Huele bien--dice en tono inocente.
+
+Ella dice que sí.
+
+--¿Te gustan las rosas?--continúa él.
+
+La joven vuelve los ojos hacia él. «¡Como si no lo supieras!» dice su
+mirada.
+
+--Oye--agrega él vivamente.--¿Por qué no pones ya flores en mi cuarto?
+
+Ella no responde.
+
+--¿Porque no las merezco?
+
+--Me lo ha prohibido él--balbucea Gertrudis.
+
+--¡Ah! eso es otra cosa--dice Juan, desconcertado.
+
+La conversación termina de pronto.
+
+
+
+
+XV
+
+
+En el emparrado, Martín recibe a Gertrudis con reproches afectuosos:
+tiene un hambre de lobo y la cena no está servida todavía. Gertrudis se
+dirige apresuradamente a la cocina.
+
+Cenan en silencio. Los dos jóvenes no alzan los ojos del plato.
+
+Un calor sofocante, intolerable, pesa sobre la tierra. Un viento
+caliginoso levanta pequeñas nubes de polvo; velos de vapor azulado
+descienden lentamente sobre el suelo.
+
+Juan apoya la cabeza en los vidrios de la galería; pero están calientes
+como si hubiesen permanecido todo el día en un horno.
+
+De pronto, Gertrudis se levanta.
+
+--¿Adónde vas?--pregunta Martín.
+
+--Al huerto--responde ella.
+
+Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la
+buhardilla.
+
+Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se
+sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos.
+
+De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se
+mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo.
+
+--¿Iríais de buena gana, eh?
+
+Los jóvenes no responden, y Martín toma su silencio por una
+aquiescencia.
+
+--Bueno, vamos.
+
+Se levanta. Gertrudis se despereza con semblante aburrido, mira a Juan
+con vacilación; después dice meneando la cabeza.
+
+--No tengo ganas.
+
+--¿Qué es eso?--exclama Martín completamente atónito.--¿Desde cuándo no
+tienes ganas de bailar? ¿Todavía estáis reñidos, eh?
+
+Juan se ríe levemente, y Gertrudis vuelve la cabeza. De pronto, la joven
+se levanta, dice buenas noches y desaparece.
+
+Un momento después los dos hermanos se separan.
+
+Juan sube pesadamente la escalera, abre la puerta de su cuarto; un
+embriagador perfume de flores flota en el aire. Respira profundamente y
+exhala un suspiro de satisfacción. Por eso, sin duda, ha vuelto ella tan
+tarde del jardín. Al lado de su almohada hay un gran ramo de rosas y
+jazmines. Se tiende en la cama como si quisiera hundirse en aquella masa
+de flores. Por un instante, da rienda suelta a su fantasía; pero su
+respiración se hace cada vez más penosa, sus pensamientos se obscurecen;
+a cada pulsación, un dolor, penetrante como una aguja, le atraviesa las
+sienes; le parece que va a ahogarse bajo la intensidad de los perfumes.
+
+Reuniendo todas sus fuerzas, se levanta y abre una de las hojas de la
+ventana. Pero tampoco encuentra allí reposo ni frescura. Una verdadera
+oleada de perfumes sube del jardín hasta él, un soplo ardiente le azota
+el rostro, y gotas de lluvia tibia le acarician las mejillas. Por
+momentos, los toneles de alquitrán que arden en la aldea lanzan
+llamaradas a través de las masas de vapor obscuro que velan el
+horizonte.
+
+Juan fija sus miradas abajo. Espera. El corazón salta en su pecho. Su
+deseo le parece todopoderoso; va a forzar la ventana de abajo, a abrirla
+y... Oye un leve chirrido de goznes... después se abre una de las hojas;
+y, atrevidamente inclinado hacia fuera, envuelto en sus cabellos
+destrenzados que flotan, el rostro de Gertrudis se levanta hacia él,
+mudo y apasionado.
+
+Permanece así un segundo... y desaparece.
+
+¿Debe gritar de alegría, debe llorar? No lo sabe.
+
+Entonces puede entregarse a un embotamiento delicioso... ¿qué efecto
+ejercerán sobre él los perfumes?
+
+Se desnuda y se mete en la cama; pero, antes de disponerse a dormir, se
+levanta otra vez, coge el vaso con mano temblorosa y hunde su rostro en
+las flores.
+
+¡Qué semejanza con la primera noche y, sin embargo, qué diferencia!
+Aquella vez tranquilo y alegre; y entonces...
+
+De pronto lo asalta un recuerdo que le hiela el rostro; sus dedos
+aprietan violentamente el vaso; presta oído... Le parece que la música
+tan franca de aquella noche, cuyo sonido subió hasta él a través del
+suelo, va a sonar otra vez. Escucha con una angustia creciente, hasta
+que su cabeza se llena de un zumbido que murmura, que estalla como una
+risa aguda... Un horrible sentimiento de odio y de envidia se despierta
+en él de repente; con una risa feroz, arroja lejos el vaso, que se rompe
+en medio del cuarto.
+
+A la mañana siguiente, Juan está lleno de vergüenza. Todo eso le parece
+un mal sueño. Recoge los fragmentos del vaso, los ajusta y piensa en ir
+a comprar con qué pegarlos. Reflexiona y no alcanza a ver claramente el
+sentimiento que le ha hecho cometer ese acto estúpido; todo lo que sabe
+es que era un sentimiento muy bajo, execrable. Aprieta la mano de su
+hermano más cordialmente que nunca, y lo mira en silencio en el fondo de
+los ojos, como si tuviera que hacerse perdonar una falta grave.
+
+Gertrudis tiene la palidez que causa una noche de insomnio. Su mirada
+evita la de Juan, y la taza de café que le ofrece suena en sus manos
+temblorosas.
+
+No encontrando nada mejor, se pone a hablar de los zapatos de baile,
+para sondear al mismo tiempo las intenciones de Martín. Este no opone
+objeción alguna; es preciso que Gertrudis se haga tomar las medidas
+inmediatamente; y, como la joven se niega a quitarse el zapato en
+presencia de Juan, éste la llama «remilgada.»
+
+La joven se ofende, se pone a llorar y sale. Por la tarde aparece toda
+confusa con la medida, y Juan puede enviar su carta.
+
+Pero el recuerdo del vaso que ha roto le pesa sobre el corazón; y,
+cuando se encuentra solo con ella, se lo confiesa penosamente:
+
+--Escucha, he hecho una mala acción.
+
+--¿Cuál?
+
+--He roto tu vaso.
+
+--¡Ah!... ¿Y eso es una mala acción?
+
+--¿Qué quieres que sea?
+
+--Creía que lo habías hecho a propósito--replica ella, muy indiferente
+en apariencia.
+
+El no responde nada y Gertrudis menea dulcemente la cabeza como
+diciendo: ¡Tenía razón, pues!
+
+
+
+
+XVI
+
+
+Pasan los días. Entre Juan y Gertrudis, las relaciones son más frías que
+antes. No se evitan, charlan juntos; pero no pueden emplear el tono
+alegre, de franca y libre amistad, de otros tiempos.
+
+«Ha tomado a mal que la besase», se dice Juan, sin darse cuenta que él
+también ha cambiado.
+
+--¿Qué es lo que tenéis, muchachos?--dice una tarde Martín,
+gruñendo.--¿Os duele acaso la garganta, que ya no cantáis?
+
+Los dos guardan silencio por un instante; después, Gertrudis, medio
+vuelta hacia Juan, le pregunta:
+
+--¿Quieres?
+
+El hace una seña afirmativa, pero, como ella no lo ha mirado, cree que
+no responde.
+
+--Ya lo ves, no quiere--dice, dirigiéndose a Martín.
+
+--¿Que no quiero?--exclama el otro riendo.
+
+--¿Por qué no lo dices, entonces, en seguida?--replica ella, tratando de
+ponerse en armonía con su alegre tono.
+
+Entonces toma la actitud que le es habitual cuando canta; cruza las
+manos sobre las rodillas y fija la vista a lo lejos, en dirección al
+palomar.
+
+--¡Qué vamos a cantar?--pregunta.
+
+--«_¡Ay! ¿cómo es posible eso?_...»--propone Juan.
+
+Ella menea la cabeza.
+
+--Nada que hable de amor--dice con sequedad.--¡Es siempre tan estúpido!
+
+El le dirige una mirada sorprendida.
+
+Después de un instante de reflexión, entona un aire de caza. Ataca
+vigorosamente su parte, y las dos voces se funden en una, como dos olas
+en el mar. Sorprendidos por esa armonía, se miran; nunca han cantado tan
+bien.
+
+Pero concluyen en seguida; los alemanes tenemos pocos cantos populares
+que no sean de amor.
+
+Al fin, ella se decide:
+
+ Bello rosal florido,
+ Cuando veo a mi amor...
+
+comienza con una especie de grito de alegría.
+
+El la mira sonriendo, y Gertrudis, sonrojada, vuelve la cabeza.
+
+Sus voces se animan con vida extraordinaria; parece que los latidos de
+sus corazones acompañan sus acentos. Esas voces crecen y se elevan
+llevadas por la ola de su sangre, y después vuelven a apagarse, como si
+un dolor íntimo y profundo secara en ellos la fuente de la vida.
+
+ Puesto que no se puede expresar todo,
+ Puesto que el amor es infinito,
+ Puedes preguntar a mis ojos
+ Cuánto te quiere mi corazón...
+
+¿Por qué se cruzan de pronto sus miradas?
+
+¿Por qué tiemblan los dos como si una descarga eléctrica les sacudiese
+los miembros?
+
+ No pasa una sola hora de la noche
+ Que no se despierte mi corazón;
+ Que no piense en ti,
+ Que no piense que me has dado mil veces tu corazón...
+
+¡Qué embriaguez de pasión en su acento febril! ¡Cómo se buscan sus
+voces! ¡parece que quisieran besarse!
+
+ En la orilla del torrente crecen los sauces,
+ En los valles se extiende la nieve;
+ Querida niña, tenemos que separarnos...
+ Parto para la guerra, voy a afrontar la muerte...
+ La separación, amada mía, es cruel...
+
+Sus voces se pierden en un murmullo trémulo. El deseo y la esperanza,
+las tristezas de la separación y el dolor de la muerte, todo esto se
+adivina en los sonidos que se escapan de sus labios.
+
+El rostro de Gertrudis se crispa como para contener las lágrimas; pero
+sus ojos brillan. Irguiéndose de repente, entona la vieja y melancólica
+canción del molinero, la canción de la casa dorada que se alza «en lo
+alto de la montaña». Juan se estremece, y su voz tiembla. Acaban la
+primera estrofa y comienzan la segunda:
+
+ Abajo, en aquel valle,
+ El agua hace girar una rueda
+ Que no muele más que el amor,
+ Toda la noche y todo el día.
+ La rueda del molino se ha roto...
+
+En eso... un grito... una caída... Gertrudis se ha desplomado, y con la
+frente apoyada en la pared solloza desesperadamente.
+
+Los dos hermanos se levantan. Martín le toma la cabeza entre las manos y
+murmura palabras entrecortadas y confusas; pero ella solloza cada vez
+con más violencia.
+
+Y él, desolado, golpea el suelo con el pie; se vuelve hacia Juan, que
+está pálido como un muerto, y le dice:
+
+--¿Qué tienes?
+
+Entonces Gertrudis le echa los brazos al cuello, se levanta hacia él y,
+como buscando su protección, oculta en su hombro el rostro bañado en
+lágrimas. El acaricia dulcemente sus cabellos en desorden y trata de
+calmarla; pero el pobre Martín entiende poco de consuelos, y cada
+palabra que dice a media voz parece un juramento ahogado.
+
+La joven deja caer su cabeza contra las hojas; sus labios se mueven, y,
+como si quisiese continuar su canto, murmura todavía medio sofocada por
+los sollozos:
+
+ La rueda del molino se ha roto...
+
+--No, hija mía, no se ha roto--dice Martín, cuyos ojos se llenan de
+lágrimas.--No se romperá... la nuestra. Seguirá girando mientras
+nosotros vivamos.
+
+Ella menea violentamente la cabeza y cierra los ojos como aterrada ante
+una visión.
+
+--¿De dónde has sacado esa idea?--continúa el marido.--¿Acaso no estás
+tan contenta como creíamos? ¿No está aquí Juan, con nosotros? ¿No
+vivimos todos felices y satisfechos... trabajando desde la mañana hasta
+la noche? ¿Por dónde ha de venir la desgracia? ¿por qué ha de venir?
+¿Acaso no velamos también para que tu padre tenga lo necesario?...
+
+Suspira y enjuga el sudor que cubre su frente.
+
+No encuentra nada que decir, y, dirigiéndose a Juan, que está vuelto de
+espaldas, con la cabeza apoyada en el montante de la puerta, de pie a la
+entrada del emparrado:
+
+--¿Por qué cantabais cosas tan tristes?--le dice en tono rudo.--Yo mismo
+me sentía... no sé cómo, cuando empezasteis; y ella... ella no es más
+que una mujer.
+
+Gertrudis menea la cabeza como diciendo: «No regañes...» Después se
+levanta, murmura casi sin mover los labios un «buenas noches» apenas
+perceptible, y entra en la casa.
+
+Martín la sigue.
+
+Juan, con la cabeza entre los brazos, se pone a pensar. La ve todavía
+levantarse delante de él con los ojos brillantes, y después desplomarse
+de pronto, como herida del rayo. Y entonces se reprocha no haberse
+precipitado más pronto hacia ella para impedir que cayese.
+
+De repente brilla en su cerebro una luz siniestra y sangrienta.
+Comprende entonces lo que ha pasado en él la víspera de San Juan, por
+qué ha tirado el vaso al suelo... y hace un movimiento como para
+romperlo por segunda vez... No es más que un impulso de tortura
+infernal; después, esa luz se apaga, y se hace la noche a su alrededor,
+una noche sombría y llena de angustias. Se pasa la mano por la frente,
+como si tratase de encender de nuevo esa luz, pero todo permanece
+obscuro; sombra y misterio es para él lo que acaba de experimentar. Le
+parece que va a gritar, que va a confiar a la noche la angustia
+indefinible en que se agita. Se pone de rodillas en el mismo sitio donde
+ha caído Gertrudis, y, con la frente apoyada en el ángulo del banco,
+gime dulcemente.
+
+De pronto suena una puerta en la casa. Los pasos de su hermano
+repercuten en el vestíbulo.
+
+Se pone en pie de un salto, y se sienta.
+
+La figura de Martín aparece en el emparrado.
+
+--¡Hermano! ¡hermano!--exclama Juan.
+
+--¿Estás ahí, muchacho?--y se deja caer sobre el banco con un suspiro
+ruidoso.--Ya está mejor; ha acabado por dormirse a fuerza de llorar;
+ahora descansa muy tranquila, y su respiración es profunda. Me he dejado
+estar un momento junto a la cama contemplándola. ¡Estoy muy
+desconcertado! Hasta ahora siempre he visto claro en su alma infantil,
+como en un espejo... y de repente... ¿Qué será esto? Por más que
+reflexiono, no encuentro explicación alguna. ¿Estará triste porque no
+tiene... ninguna esperanza de ser madre? Sí, quizás sea eso. Sin
+embargo, siempre había guardado para mí mi ardiente deseo... no quería
+causarle un pesar. Pero, si se piensa bien, todavía no es más que una
+chiquilla, está lejos aún de la madurez necesaria para llenar bien los
+deberes de madre. ¡Sí, hay que tener paciencia!
+
+Y así consuela Martín su alma del pesar secreto que lo atormenta. Juan
+guarda silencio. ¡Tiene el corazón tan lleno, tan lleno! Querría
+demostrar su afecto a su hermano, pero no sabe cómo. Querría librarse de
+su propio martirio, y, cogiendo la mano de Martín, le dice desde el
+fondo del corazón:
+
+--¡Oh! sí ¡todo marchará bien, todo se arreglará!
+
+--¿Por qué no?--balbucea el otro.
+
+Menea la cabeza, fija un instante sus miradas delante de él, con la
+frente pensativa, y después, con expresión contrariada:
+
+--Vete a dormir, Juan. La rueda rota está dando vueltas en tu cabeza.
+
+
+
+
+XVII
+
+
+Al día siguiente, Gertrudis se queda en cama, enferma. No quiere ver a
+nadie, y a Martín lo menos posible.
+
+Juan está sobresaltado. Las horas de la comida pasan tristes y
+silenciosas... Se extienden las sombras, cada vez más densas, alrededor
+del molino de Felshammer.
+
+El sol se pone una vez más. El cuarto día, Gertrudis está casi
+restablecida; Juan puede entrar en su cuarto y hablar con ella.
+
+La encuentra sentada a la ventana, con una tela blanca sobre las faldas.
+Está pálida y fatigada, pero ilumina sus facciones la melancolía
+apacible que es propia de los convalecientes.
+
+Tiende la mano a Juan con una sonrisa.
+
+--¿Cómo estás?--pregunta él dulcemente.
+
+--Bien, como ves--responde ella mostrando la tela blanca.--Ya estoy
+pensando en el baile.
+
+--¿Qué baile?--pregunta él con admiración.
+
+--¡Qué poca memoria tienes!--dice ella tratando de bromear.--El domingo
+próximo es la fiesta de los tiradores.
+
+--¡Ah!... sí, es verdad.
+
+--¿No te alegra la idea de bailar conmigo?
+
+--Sí.
+
+--¿Mucho?... Di, ¿mucho?
+
+--Mucho.
+
+Una sonrisa infantil anima su rostro pálido y abatido; sus dedos arrugan
+los encajes y los pedazos de tul; se deleita tocando ese tejido blanco y
+tenue.
+
+Su extenuación física parece haber devuelto a su ánimo el antiguo candor
+infantil; y, cuando se informa con ansiedad de sus zapatos de baile,
+evidentemente vuelve a ser en todo la criatura virginal que en otro
+tiempo tendía la mano a Juan con una cordialidad sencilla, para darle la
+bienvenida.
+
+El joven se sienta frente a ella en un taburete; haciendo deslizar entre
+sus dedos la tela del vestido de baile, escucha con una sonrisa
+indulgente el parloteo de Gertrudis.
+
+Lo que ella le cuenta está lleno de sol, y respira la alegría de vivir.
+Aquel vestido ha sido su vestido de novia; lo ha cosido y guarnecido
+ella misma, porque sabe cortar como pocas... Se habría puesto un vestido
+de seda, como convenía a la prometida del rico Felshammer, pero no había
+podido reunir la suma necesaria; y su orgullo no le había permitido
+dejarse ofrecer el traje de novia por su futuro esposo. Entonces siente
+casi pesar al deshacer las costuras... ¡Cuántos proyectos y cuántos
+locos sueños había cosido por decirlo así, con su aguja! Pero ¿qué
+remedio? ¡había engordado tanto después de su casamiento!
+
+Luego la conversación pasa a la próxima fiesta de los tiradores, versa
+sobre las nuevas relaciones hechas en la aldea, se pierde un momento en
+la ciudad, en la tienda del zapatero; pero Gertrudis la vuelve a traer
+siempre a la época de sus bodas explayándose sobre los sentimientos y
+sobre los sucesos de esa época feliz.
+
+Le parece haberse vuelto soltera. La sonrisa un poco soñadora, la
+sonrisa de presentimiento que se dibuja en sus labios, se asemeja a la
+de una novia, como si la fiesta para la cual se prepara fuese la de sus
+bodas.
+
+Todos sus pensamientos pertenecen desde entonces a ese baile. En tanto
+que acaba de restablecerse, que sus ojos recobran su brillo, que en sus
+mejillas vuelven a florecer las rosas de otros tiempos, canta noche y
+día, viéndose en el momento de adornarse soñando con el deleite que,
+como una embriaguez desconocida, inconcebible, va a invadirla por
+completo en esas horas de fiesta.
+
+
+
+
+XVIII
+
+
+Suenan las trompetas; con las notas agudas de los clarinetes, los
+címbalos mezclan sus gruñidos sordos.
+
+La corporación, en cortejo solemne, se extiende a lo largo de la calle;
+a la cabeza, dos heraldos a caballo; Franz Maas y Juan Felshammer, los
+dos hulanos de la guardia. ¡No se habrían dejado arrebatar ese honor
+aunque la corporación hubiera tenido que disolverse!
+
+El rostro de Franz está radiante, pero Juan no tiene más que miradas
+serias, casi indiferentes. ¿Qué le importan los hombres? Entonces no son
+para él sino extraños. No saluda a nadie, su mirada no se detiene en
+nadie; pero busca algo en las filas de la multitud, y un relámpago de
+alegría y de orgullo ilumina sus facciones. Se inclina, saluda con la
+espada; allá, en el extremo de la calle, con las mejillas arreboladas y
+los ojos brillantes, agitando su pañuelo, está lo que busca, la mujer
+de su hermano.
+
+La joven ríe, hace señas, se empina; quiere seguirlo con los ojos hasta
+que desaparezca en el torbellino de polvo. Olvida casi a Martín, que
+camina a su lado. ¿Por qué marcha él tan silencioso y tan tieso, por qué
+mete tanto la cabeza en los hombros? Desde lejos, Juan saluda todavía
+con la espada.
+
+El campo del tiro, donde se detiene el cortejo, se encuentra en la linde
+del bosque de pinos, que, visto desde la presa, rodea las praderas. A
+vuelo de pájaro, está a mil pasos apenas del molino de Felshammer, que
+parece hacer señas por arriba de los álamos del río. Si la multitud de
+tiradores no hiciera ese ruido ensordecedor, se oiría claramente el
+mugido del agua.
+
+--¡Si acabasen de una vez todas estas tonterías!--dice Juan.
+
+Y echa una mirada de envidia a la sala de baile, una vasta tienda
+cuadrada, cuyo techo se eleva muy alto, dominando el hormigueo de
+barracas y de tiendas más pequeñas que se agrupan alrededor.
+
+Los parientes de los tiradores sólo pueden penetrar en ese sitio a la
+tarde, después de haber sido proclamado el rey de la fiesta.
+
+Las horas, pasan y las detonaciones resuenan monótonas en la linde del
+bosque. Como a mediodía le llega el turno a Juan. Tira... y marra el
+blanco, a pesar de las flores que Gertrudis le ha puesto en la
+carabina... «Flores que dan la suerte», había dicho ella; y Martín, que
+estaba presente, se había sonreído como se sonríe uno ante una tontería.
+
+Una vez que ha cumplido su deber, Juan vuelve la espalda al tiro; entra
+en el bosque, donde no se oyen gritos ni conversaciones, donde sólo el
+eco de los disparos rueda dulcemente por el aire.
+
+Se deja caer sobre el césped y dirige sus miradas a los pinos, cuyas
+finas agujas, bajo el sol del mediodía, lanzan reflejos como cuchillitos
+aguzados.
+
+Entonces cierra los ojos y sueña. ¡El mundo entero le es indiferente!...
+¡Qué lejos está su vida pasada! No ha sido esa vida gran cosa; la mujer
+y la pasión no han hecho en ella ningún papel, y, sin embargo, ¡qué rica
+y brillante de colores le ha parecido! Entonces se lo ha tragado todo un
+abismo, y sobre ese abismo flotan brumas rosadas.
+
+Han pasado unas dos horas; oye un ruido de trompetas lejanas que anuncia
+la elección del nuevo rey. Se pone de pie. Dentro de media hora llegará
+Gertrudis...
+
+Le dicen que la dignidad real ha recaído en su amigo Franz. Escucha eso
+como en un sueño... ¿Qué le importa? Sus miradas se dirigen sin cesar
+hacia el camino, por donde, entre el polvo y el sol, las mujeres,
+vestidas con trajes claros, llegan a pie o en carruaje.
+
+--¿Buscas a Gertrudis?--pregunta de improviso detrás de él la voz de
+Martín.
+
+Se estremece, violentamente sacado de su ensueño.
+
+--¿Pero qué tienes, muchacho? ¿Acaso te duele haber marrado el tiro, a
+estás durmiendo en pleno día?...
+
+Ese es un hermoso día para Martín. La compañía de toda aquella gente,
+porque él es uno de los más altos dignatarios de la asociación, lo ha
+sacado de su somnolencia; sus ojos brillan, una sonrisa jovial se dibuja
+en su boca. ¡Si llevase con un poco más de soltura su traje de fiesta!
+El sombrero profundamente hundido en su frente, deja ver detrás de la
+cabeza un mechón de cabellos hirsutos.
+
+--¡Mírala! ¡mírala!--exclama de repente agitando su sombrero.
+
+Ese brillante carruaje tirado por dos caballos es la carroza de gala de
+los Felshammer, que Martín se hizo fabricar expresamente para sus bodas.
+En el fondo de él, la figura blanca que se apoya en uno de los lados
+con indolencia, mirando a su alrededor con seriedad, es ella, «la mujer
+del rico Felshammer», como se susurra al verla pasar.
+
+--¡Mírala que guapa está!--dice Martín tirando a Juan de la manga.
+
+En el mismo momento descubre ella a los dos hermanos y ¡al diablo los
+modales estudiados! se levanta en el carruaje, agita la sombrilla con
+una mano y el pañuelo con la otra, ríe con abandono, y con la punta de
+su sombrilla da en la espalda al cochero para que ande más de prisa.
+
+Y, cuando el carruaje se detiene, no espera que la portezuela se abra,
+sino que salta por encima de ella, a los brazos de Martín.
+
+Está febril, agitada, jadeante, sus labios se mueven como si fuera a
+hablar, pero la voz le falta.
+
+--¡Calma, muchacha, calma!--dice Martín, acariciando sus cabellos que
+caen entonces en bucles sobre su cuello desnudo.
+
+Juan permanece inmóvil, sumido en su contemplación.
+
+¡Qué hermosa es!
+
+Como un velo tenue, su vestido blanco y diáfano flota en torno de su
+cuerpo encantador. ¡Y su cuello blanco! ¡Y aquellos hoyuelos en el
+nacimiento de los pechos! ¡Y aquellos brazos llenos y soberbios, sobre
+los cuales se estremece un leve vello de plata! ¡Y aquel pecho redondo
+y firme que sube y baja como las olas! La joven parece de belleza
+inaccesible... _mujer_ y _reina_ a la vez. Y esas dos ideas, de _mujer_
+y de _reina_, se confunden en algo que lo llena a un tiempo de deleite y
+de melancolía. Sus ojos se han abierto de repente, y vacilan todavía,
+deslumbrados al contemplar en toda su majestad real a la _mujer_ por
+delante de la cual ha pasado como un ciego durante toda su juventud.
+
+¡Qué hermosa es! ¿Cómo _la mujer_ puede ser tan hermosa?
+
+Y Gertrudis deja escapar entonces de sus labios un torrente de palabras
+confusas; está casi muerta de impaciencia, y habla mal del reloj, que
+parece retardar la hora de la comida, y de los absurdos zapatos de baile
+en los que sus pies no querían entrar...
+
+--Están demasiado ajustados, me aprietan mucho; pero son bonitos ¿no es
+verdad?
+
+Y, para mostrar sus pies, levanta un poco el vestido; son unos zapatitos
+de seda celeste, de altos tacones, atados con cintas también de seda y
+celestes.
+
+--Parecen muy estrechos--dice Martín meneando la cabeza con expresión
+inquieta.
+
+--Lo son, en efecto--responde ella con una sonrisa.--Las puntas de los
+pies me queman como si fueran fuego. Pero de esta manera bailaré mejor,
+¿no es verdad, Juan?
+
+Y cierra los ojos un momento, como para despertar de nuevo sus ensueños
+desvanecidos. Después se apoya en el brazo de Martín y quiere que la
+lleven a su tienda.
+
+Las principales familias del contorno se han hecho levantar allí tiendas
+especiales, leves cabañas o carpas de lona que les aseguren un abrigo
+para la noche, porque la fiesta se prolonga de ordinario hasta la mañana
+siguiente. Gertrudis ha ido la víspera a vigilar ella misma la
+construcción de la suya. Ha hecho llevar muebles y ha adornado la puerta
+con guirnaldas de hojas. Puede enorgullecerse de su obra; la tienda de
+Felshammer es la más bella de todas.
+
+Mientras Martín trata de abrirse paso por entre la multitud, ella se
+vuelve presurosa hacia Juan y le pregunta en voz baja:
+
+--¿Estás contento, Juan? ¿Te gusto así?
+
+El hace una seña.
+
+--¿Mucho?... Di, ¿mucho?
+
+--¡Mucho!
+
+Ella respira profundamente; después ríe, ríe satisfecha.
+
+La bella molinera causa sensación en la multitud. Los propietarios
+forasteros se detienen a contemplarla; los burgueses se dan con el codo
+a hurtadillas; los jóvenes de la aldea la saludan con cortedad. A su
+aparición se oye un prolongado murmullo en los grupos. Seria, con una
+importancia un poco afectada, avanza del brazo de Martín, retirando de
+cuando en cuando los bucles que flotan sobre sus hombros; y cuando echa
+la cabeza para atrás, toma el talante de una reina, o, más bien, de una
+muchacha loca de alegría, que va a hacer la reina y que no está muy
+segura de su papel.
+
+
+
+
+XIX
+
+
+Cuando, una hora más tarde, suenan los primeros acordes, la joven
+exclama con un estremecimiento de alegría:
+
+--¡Ahora soy tuya, Juan!
+
+Martín le recomienda que tenga cuidado con el frío para no caer enferma;
+pero antes que haya concluido de hablar, los jóvenes han desaparecido.
+Entonces se resigna, toma un buen vaso de vino de Hungría y se echa
+sobre el sofá para descansar.
+
+Pensamientos agradables acuden a su mente. ¿No son completamente felices
+desde que ha venido Juan? ¿No se han hecho ya raras las horas tristes,
+llenas de presentimientos siniestros, turbadas por el miedo a los
+fantasmas? ¿No estaba reviviendo él a ojos vistas, vencido por la
+alegría de esos dos inocentes? ¿No era el día que acababan de pasar la
+mejor prueba de que su horror a los extraños ha desaparecido y de que
+sabe asociarse ya a la alegría de los otros? ¡Y Gertrudis cuán feliz es
+también!... La otra noche, es verdad... ¡Pero qué! ¡Las mujeres son
+seres débiles, sujetos a muchos caprichos. Todo se arregló en seguida.
+
+La frase que Juan le dijo esa noche vuelve a su memoria: «Todo irá bien,
+todo se arreglará...» Hace chocar su vaso con los dos vasos vacíos que
+han dejado los jóvenes.
+
+--¡A la salud de ellos dos! ¡A la feliz unión de los tres hasta el fin
+de nuestros días!...
+
+Entretanto Gertrudis y Juan se han abierto paso a través de la multitud
+compacta, y llegan a la puerta de la sala de baile. La ola ruidosa de la
+música se oye delante de ellos; el aire del interior les da en el
+rostro, como el hálito ardiente de un pecho humano. En lo claroobscuro
+de la tienda, las parejas que se agitan, estrechamente enlazadas, pasan
+frente a ellos; parecen sombras.
+
+Juan anda como en un sueño. Apenas se atreve a fijar sus miradas en
+Gertrudis; un miedo misterioso lo y le aprieta el pecho como un cinto de
+hierro.
+
+--Estás muy serio hoy--murmura ella acercando su rostro al brazo de su
+caballero.
+
+El no responde.
+
+--¿He hecho algo que te haya disgustado?
+
+--Nada, nada--balbucea Juan.
+
+--Bailemos entonces.
+
+En el momento en que el joven le pasa el brazo por el talle, ella se
+estremece, abandonándose después con un profundo suspiro. Se ponen a
+bailar. Aspirando con fuerza el aire, ella ladea su rostro contra el
+pecho de Juan. En la gorra de éste brilla la escarapela, insignia de los
+tiradores, que lleva ese día; la cinta de seda blanca tiembla sobre su
+frente. Gertrudis inclina un poco la cabeza y, alzando los ojos hacia
+él, murmura:
+
+--¿Sabes lo que siento?
+
+--¿Qué cosa?
+
+--¡Me parece que me llevas al cielo!
+
+Y cuando termina esa danza:
+
+--Ven ligero, salgamos--dice;--no quiero tener que bailar con otro.
+
+Le aprieta fuertemente la mano, mientras él se abre paso por entre la
+multitud. Feliz y orgullosa, con las mejillas encendidas y los ojos
+brillantes, se pasea de su brazo fuera de la tienda. Ríe, charla y
+bromea, y él la imita lo mejor que puede. En el ardor del baile ha
+perdido la timidez por completo... Una alegría terrible arde en sus
+venas. Entonces, Gertrudis le pertenece en cuerpo y alma, a él solo; lo
+siente en el temblor de su brazo, que, con ternura y como a escondidas,
+aprieta con fuerza al suyo; lo adivina en el brillo húmedo de sus ojos,
+que se alzan furtivamente hacia su rostro. Al cabo de un momento, dice
+ella un poco contrariada.
+
+--Oye, es preciso ver qué hace Martín.
+
+--Sí--responde él apresuradamente.
+
+Pero se contentan con esa buena intención. Cada vez que se dirigen hacia
+la tienda ocurre en la parte opuesta algún incidente extraordinario que
+les hace olvidar su resolución.
+
+De pronto, Martín mismo sale al encuentro de ellos, en medio de un grupo
+de aldeanos a quienes lleva consigo para obsequiarlos.
+
+--¡Hola, muchachos! Voy a establecer mi cuartel general en el hotel de
+la Corona; si queréis beber, venid con nosotros.
+
+Gertrudis y Juan cambian una rápida ojeada de inteligencia; después dan
+las gracias, de común acuerdo.
+
+--Entonces, adiós, hijos míos; y divertíos mucho.
+
+Y se aleja.
+
+--Jamás lo he visto tan contento--dice Gertrudis riendo.
+
+--¡Buena falta le hace!--dice Juan con voz tierna, siguiendo a su
+hermano con una mirada afectuosa.
+
+Querría ahogar el sentimiento que lo atormenta y que se despierta en él
+a la vista de Martín.
+
+
+
+
+XX
+
+
+Ha llegado la tarde... La multitud está bañada por un resplandor
+purpurino. Un rosado crepúsculo envuelve la llanura y el bosque.
+
+En un rincón solitario de la pradera, Gertrudis, inmóvil, lanza miradas
+melancólicas al sol que se extingue.
+
+--¡Ah! ¡si no se ocultase hoy para nosotros!--exclama abriendo los
+brazos.
+
+--¡Bueno! ¡ordénaselo!--dice Juan.
+
+--¡Sol, te mando que te quedes con nosotros!
+
+Y, mientras el globo de fuego se hunde cada vez más, ella se pone a
+temblar de pronto y dice:
+
+--¿Sabes qué idea acaba de ocurrírseme? Que ya no lo veremos salir más.
+
+Después, lanzando una risa clara:
+
+--¡Sí, ya sé, es pura locura! ¡Vamos a bailar!
+
+Una nueva danza acaba de empezar. Cruzan apresuradamente la sala de
+baile, trémulos de alegría y embriagándose uno al otro, y desaparecen en
+un rinconcito obscuro que han elegido cerca del tablado de los músicos
+para substraerse a las miradas indiscretas de las otras parejas, porque
+todas quieren conocer a la bella molinera.
+
+Los cabellos de Gertrudis se han desprendido y flotan libremente; brilla
+en sus ojos una llama que sólo se ve en las personas ebrias de
+felicidad; todo su ser parece sumido en el deleite de esos momentos.
+
+--Si no me ardiese el pie como fuego del infierno...--dice cuando Juan
+la lleva a su sitio.
+
+--¡Descansa un poco!
+
+Ella se echa a reír. En ese instante Franz Maas se adelanta para
+invitarla, en su calidad de rey de la fiesta, a la danza de honor; ella
+acepta su brazo y se aleja en un torbellino.
+
+Juan pasa la mano por su frente ardorosa y mira a la pareja; pero las
+luces y las personas se confunden en sus ojos en un caos tumultuoso; le
+parece que todo gira a su alrededor. Vacila y tiene que apoyarse en una
+columna para no caer; y ruega a Franz Maas, que vuelve en ese momento
+con Gertrudis, que sirva de caballero a su cuñada por media hora porque
+tiene necesidad de salir, de respirar el aire puro...
+
+Sale a la noche clara y fresca, en contraste con ese local cálido,
+cargado de vapores, donde un par de arañas llenas de bujías esparcen un
+humo intolerable. Pero hasta allí lo persiguen el bullicio y la música.
+En las barracas de tiro chocan las flechas de las ballestas; delante de
+las rifas suena la voz ronca de los rifadores anunciando la jugada; y
+los caballitos de madera, que giran con ruido ensordecedor, iluminan la
+obscuridad con su brillo fugitivo. Y, por entre todo eso, ruedan las
+sombras de la multitud.
+
+Detrás del bosque de pinos, cuya corona sombría y silenciosa domina todo
+ese movimiento, se enciende un resplandor de oro; dentro de media hora
+la luna verterá sobre aquella escena su luz sonriente.
+
+Juan avanza a pasos lentos entre las tiendas; se detiene delante de la
+posada de la Corona y mira por la ventana. Pero, al ver a Martín allí
+sentado, con el rostro abrasado, en medio de un grupo de bebedores
+alegres, se precipita en la sombra como si temiera encontrarse con él.
+De la casa vecina salen cantos ruidosos; vacila un momento, y al fin
+entra, porque la lengua se le pega al paladar. Lo acogen con gritos de
+alegría. Ante una larga mesa cargada de cerveza están sentados una
+porción de antiguos condiscípulos, pilluelos la mayor parte, a los que
+evitaba en otro tiempo.
+
+Se le rodea, se le invita a beber y se le obliga a tomar asiento.
+
+--¿Por qué te dejas ver tan poco, Juan?--le grita uno desde el extremo
+de la mesa.--¿Dónde te metes de noche?
+
+--Está cosido a las faldas de su bella cuñada;--responde otro con aire
+burlón.
+
+--¡Deja en paz a mi cuñada!--le dice Juan frunciendo el entrecejo.
+
+El tumulto lo disgusta, los gritos roncos lo ensordecen, las bromas
+torpes le hacen mal. Bebe apresuradamente dos vasos de cerveza fresca, y
+sale, librándose con gran trabajo de las instancias importunas de sus
+camaradas.
+
+Se dirige pausadamente hacia la linde del bosque y hunde sus miradas en
+la obscuridad, que se anima entonces con los pálidos reflejos de la
+luna; después se interna un poco bajo los árboles aspirando la atmósfera
+dulce y aromática de los pinos. Quiere dominar a toda costa la
+embriaguez inexplicable que le penetra hasta los tuétanos. Pero cuanto
+más se aleja del lugar de la fiesta, tanto más aumenta su turbación...
+
+Al punto de entrar en la sala de baile ve a Franz Maas, que se lanza
+hacia él presa de una agitación manifiesta. Una vaga sospecha de
+desgracia comienza a torturar su alma.
+
+--¿Qué ha sucedido?--exclama.
+
+--¡Al fin te encuentro! Tu cuñada se ha indispuesto.
+
+--¡En nombre de Cristo!... ¿Y adónde la has llevado?
+
+--Martín la ha llevado a vuestra tienda.
+
+--¿Cómo ha sucedido eso? ¿cómo ha sucedido?
+
+--Desde hacía un momento notaba yo que se había puesto pálida y
+silenciosa; y, al preguntarle qué tenía, me dijo que le dolía el pie. A
+pesar de eso, no quiso sentarse, y de repente se desmayó en medio de la
+sala.
+
+--¿Y entonces, entonces, qué?
+
+--La levanté y la llevé en seguida a su sitio mientras mandaba buscar a
+Martín.
+
+--¿Por qué no me mandaste buscar a mí, animal?
+
+--En primer lugar, porque no sabía dónde estabas; después, porque era
+justo que fuese primero el marido...
+
+Juan suelta una risa estridente:
+
+--Claro, muy justo... ¿y después?
+
+--Abrió los ojos antes que Martín llegase. Su primer cuidado fue alejar
+a las mujeres que la rodeaban; después me dijo: «No le hable de mi
+desmayo.» Y cuando él se lanzó hacia ella con el rostro pálido,
+Gertrudis se mostró muy alegre en apariencia y le dijo: «Me hace daño el
+zapato; nada más.»
+
+--¿Y entonces?
+
+--Entonces se la llevó. Pero alcancé a ver que se ponía a sollozar
+escondiendo la cara en el hombro de su marido. Y me dije: «¡Dios sabe
+dónde le aprieta el zapato!»
+
+Juan no quiere escuchar más; sin una palabra de agradecimiento se lanza
+fuera.
+
+La cortina que cubre la entrada de la tienda de los Felshammer está
+completamente corrida. Juan escucha un instante. Un ligero rumor de
+llanto, mezclado con la voz de Martín que trata de apaciguar a su mujer,
+llega hasta él del interior. Quiere levantar la cortina, pero ésta no
+cede; parece sólidamente sujeta al marco de la puerta.
+
+--¿Quién es?--grita la voz de Martín.
+
+--¡Yo, Juan!
+
+--¡No entres!
+
+Juan se estremece. Aquel «no entres» le ha atravesado el pecho como una
+puñalada.
+
+Cuando se trata de estar junto a la que sufre, de llevarle el consuelo y
+la paz, le gritan: «¡no entres!»
+
+Aprieta los dientes y fija sus miradas ardorosas en la cortina,
+atravesada por un débil resplandor rojizo.
+
+--¡Juan!--grita de nuevo la voz de su hermano.
+
+--¿Qué hay?
+
+--Anda a ver si nuestro carruaje está ahí cerca.
+
+Cumple lo que le ordenan. ¡Sólo sirve para hacer recados! Recorre la
+fila de carruajes y, no encontrando lo que busca, vuelve a la tienda.
+
+La cortina aparece levantada ya. Ella está allí, con un chal claro en
+los hombros... ¡tan pálida y tan bella!
+
+--¡Estoy soñando! Di orden para que no viniese el carruaje sino mañana
+al amanecer.
+
+--¿Quiere marcharse Gertrudis?--pregunta Juan impresionado.
+
+--Gertrudis tiene que irse--dice la joven.
+
+Y con los ojos llenos de lágrimas le dirige una mirada, en la que se
+esfuerza por poner una sonrisa.
+
+--¡Tranquilízate, hija mía!--dice Martín acariciándole los cabellos.--Si
+no se tratase más que de tu pie no sería un gran mal. Pero tus lágrimas,
+tu agitación... Creo que la enfermedad te dura todavía y el reposo te
+hará bien. ¡Si no se necesitara tanto tiempo para ir a buscar el
+carruaje! Me parece que lo mejor será que hagas a pie el corto camino a
+través de la pradera... si no sientes ningún dolor, se entiende.
+
+Gertrudis lanza una mirada a Juan, y se apresura a decir que sí.
+
+--El aire es tibio, la hierba está seca--continúa Martín, y Juan podrá
+acompañarte.
+
+Gertrudis se estremece y la sangre sube a sus abrasadas mejillas. Los
+ojos de Juan buscan los suyos, pero ella los evita.
+
+--Tú puedes estar de vuelta en media hora--añade Martín, que toma el
+silencio de Juan por mal humor.
+
+Juan menea la cabeza y responde, lanzando una mirada a Gertrudis, que él
+también está cansado.
+
+--¡Entonces, Dios os acompañe, hijos míos!--dice Martín.--Y cuando me
+haya librado de mis amigos iré a buscaros.
+
+Juan pasea su vista a lo lejos; la llanura que se extiende delante de
+él, plateada por la luz de la luna, le hace el efecto de un golfo sobre
+el cual flotaran brumas; le parece que el brazo que en aquel instante se
+desliza bajo el suyo de modo tan dulce, tan acariciador, lo arrastra
+allá abajo, al fondo de ese abismo.
+
+--Buenas noches--murmura sin mirar a su hermano.
+
+--¿No me das la mano?--dice Martín en tono de amistoso reproche.
+
+Y, al tendérsela Juan vacilando, se la aprieta cordialmente... ¡Ah!
+¡cuánto daño puede hacer un apretón de manos!
+
+
+
+
+XXI
+
+
+El tumulto de la fiesta se extingue a lo lejos. El ruido de las mil
+voces no es más que un débil zumbido, sobre el cual descuella solamente,
+con notas agudas, la algazara de los caballitos de madera; y cuando la
+orquesta del baile, que se ha callado por un tiempo, empieza a tocar
+otra vez, ahoga los demás ruidos con el estallido penetrante de sus
+cornetines.
+
+Pero sus notas van debilitándose también; el bombo, que hasta entonces
+había hecho discretamente su parte, suena más fuerte, en cambio, porque
+sus sordos golpes llegan más lejos que los otros sones.
+
+Caminan juntos en silencio; ni uno ni otro se atreve a hablar. El brazo
+de Gertrudis tiembla bajo el de Juan; éste contempla las brumas de
+reflejos verdosos que se alzan de las praderas. Ella camina
+valerosamente, aunque no puede menos de cojear un poco; y de cuando en
+cuando exhala un débil quejido.
+
+De pronto, la joven se vuelve y muestra, tendiendo la mano, el hormigueo
+de las luces en el lugar de la fiesta, que brillan sobre el fondo
+obscuro del pinar.
+
+--Mira qué bonito--murmura tímidamente.
+
+El responde con un ademán.
+
+--¡Juan!
+
+--¿Qué, Gertrudis?
+
+--¿No me guardas rencor?
+
+--¿De qué?
+
+--¿Por qué abandonaste el baile?
+
+--Porque hacía demasiado calor para mí en la sala.
+
+--¿No es porque bailaba yo con otro?
+
+--¡Oh! de ningún modo.
+
+--Mira, cuando te marchaste, me sentí tan sola, tan abandonada, que tuve
+necesidad de todo mi valor para no estallar en sollozos. «Hubiera podido
+prohibirte que bailases con otro», me decía yo... «¿Por quién he venido
+a la fiesta sino por él? ¿por quién me he puesto tan guapa sino por
+él?...» Y el pie me ardía mil veces más que antes sufrí un desmayo, y
+después... de repente... ya sabes lo que me sucedió.
+
+Juan aprieta los dientes, un estremecimiento sacude sus brazos como si
+a pesar de él, fuesen a abrazar a Gertrudis. Ella inclina lentamente su
+cabeza sobre el hombro del joven y su mirada clara y brillante se alza
+hacia él; pero de pronto lanza un grito agudo... su pie dolorido, que se
+arrastra penosamente por el suelo, acaba de tropezar con una piedra.
+Extenuada por el dolor, se deja caer sobre la hierba.
+
+--Querría quedarme tendida aquí un momento--dice enjugándose el sudor
+frío que cubre su frente.
+
+Después esconde su rostro entre el césped y permanece así algunos
+segundos, sin movimiento. El se inquieta.
+
+--Ven--dice;--te vas a resfriar.
+
+Ella le tiende la mano derecha, volviendo el rostro.
+
+--Levántame.
+
+Pero, cuando quiere caminar, sus rodillas se doblan bajo su peso.
+
+--Ya ves, no puedo--dice con triste sonrisa.
+
+--Bueno, te llevaré yo--dice él abriendo los brazos.
+
+Se escapa un murmullo de los labios de Gertrudis, mitad de júbilo, mitad
+de queja; un momento después, su cuerpo, levantado del suelo, está en
+los brazos de Juan.
+
+Ella lanza un profundo suspiro, y, cerrando los ojos, apoya la cabeza
+contra su mejilla.
+
+Pecho contra pecho, sus cabellos ruedan como una onda sobre el cuello de
+Juan, y su respiración tibia le acaricia el rostro. ¡Adelante, adelante,
+cada vez más lejos, aunque las fuerzas le falten, hasta el fin del
+mundo!... Siente palpitaciones violentas, un velo rojizo se extiende
+delante de sus ojos, le parece que va a caerse y a entregar el alma. ¡No
+importa!... ¡más lejos, más lejos siempre!
+
+Allá abajo, el río lo llama, la cascada muge sordamente a través de la
+noche silenciosa, y las gotas que saltan brillan a los rayos de la luna.
+
+Ella deja caer su cabeza hacia atrás, sobre el brazo de Juan; una
+sonrisa dolorosa vaga por su boca entreabierta; sus párpados se han
+alzado, y en su pupila obscura se refleja la luna.
+
+--¿Dónde estamos?--murmura.
+
+--A la orilla del agua--dice él jadeante.
+
+--Déjame en el suelo.
+
+--No quiero... no puedo...
+
+Al fin, cerca de la orilla, la pone en el suelo; después se tira sobre
+la hierba, apoya la mano sobre el corazón y hace un esfuerzo para tomar
+aliento. Le laten las sienes y está a punto de perder el conocimiento...
+Pero se incorpora con esfuerzo vigoroso, inclina el busto sobre la
+corriente y coge agua en las palmas de las manos para bañarse la frente.
+
+Esto lo ayuda a serenarse. Se vuelve hacia Gertrudis. Ella se oculta el
+rostro en las manos y gime dulcemente.
+
+--¿Sufres mucho?--le pregunta él.
+
+--Esto me escuece.
+
+--Mete el pie en el agua; se te refrescará.
+
+Ella deja caer sus manos y lo mira con sorpresa.
+
+--Eso me ha hecho bien a mí--dice él mostrando su frente, por donde
+corren todavía las gotas de agua.
+
+Gertrudis se inclina hacia adelante para quitarse el zapato; pero su
+mano tiembla, y se detiene fatigada.
+
+--Deja que te ayude--dice él.
+
+Un movimiento brusco, y el zapato salta al lado de ella, le sigue la
+media, y, arrastrándose hasta la orilla del río, la joven sumerge hasta
+el tobillo el pie desnudo en la frescura de la corriente.
+
+--¡Oh! ¡qué bien hace esto!--murmura aspirando el aire profundamente.
+
+Después, volviéndose a derecha e izquierda, busca un apoyo para su
+cuerpo.
+
+--Apóyate contra mí--dice él.
+
+Y ella deja caer su cabeza sobre el hombro de Juan. Un estremecimiento
+corre por los brazos del joven pero no se atreve a enlazarle el talle;
+respira con dificultad; mira con fijeza el agua transparente a través de
+la cual resplandece el pie blanco de Gertrudis como una concha de nácar
+que hubiera en el fondo.
+
+Uno al lado de otro, permanecen sentados, en silencio. Delante de ellos,
+en la presa, las aguas mugen formando torbellinos. La espuma tiende una
+especie de puente de plata a través del río, y la corriente se desliza
+tranquila a sus pies. De vez en cuando, el dulce viento de la noche les
+trae sonidos amortiguados de la música; al gruñido monótono del timbal
+se mezcla el grito sordo del alcaraván.
+
+De pronto, Gertrudis se estremece.
+
+--¿Qué tienes?
+
+--Tengo frío.
+
+--Retira inmediatamente el pie del agua.
+
+Ella hace lo que él le dice, y después saca del bolsillo el fino pañuelo
+de batista que ha llevado al baile.
+
+--No puede servir de mucho--dice Juan, y con mano temblorosa coge su
+grueso pañuelo.--Déjame secarte el pie.
+
+Muda, con una mirada tímida y suplicante, Gertrudis deja hacer; y
+cuando él siente entre sus manos ese pie suave y fresco, lo asalta un
+vértigo, lo invade un deseo ardiente y loco; se agacha y posa sobre él
+su frente ardiente.
+
+--¿Qué haces?--exclama ella.
+
+El se incorpora... Sus miradas se cruzan llenas de embriaguez, y,
+lanzando un grito furioso, caen en brazos uno del otro.
+
+Sus besos ardientes se posan sobre la boca de Gertrudis. Ella ríe y
+llora a la vez, le coge la cabeza entre las manos, le acaricia los
+cabellos, apoya la mejilla del joven contra la suya, y lo besa en la
+frente y en los ojos.
+
+--¡Oh! ¡cuánto, cuánto te amo!
+
+--¿Eres mía?
+
+--Sí, sí.
+
+--¿Me amarás siempre?
+
+--¡Siempre! ¡siempre! Y tú... no me dejarás nunca sola, como hoy... para
+que Martín...
+
+Se calla de golpe. El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A
+lo lejos suena el timbal... El agua muge...
+
+Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a
+lanzar gritos penetrantes:
+
+--¡Jesús! ¡Jesús!
+
+Su voz suena en medio de la noche.
+
+Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un
+sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo. Una llama se enciende
+delante de sus ojos, llama sangrienta que se alza como si fuese a
+abrasar al mundo entero. Ha visto claro de repente. El resplandor que la
+víspera de San Juan empezó a parecerle siniestro, y que la noche en que
+Gertrudis estalló en sollozos en medio de su canto, cruzó su frente como
+un relámpago para extinguirse un instante después, ese resplandor sube
+ahora ante sus ojos como el disco chispeante del sol. Y cada una de sus
+llamas lo incita al odio, cada chispa hace estremecer su alma con las
+torturas de los celos, cada rayo le atraviesa el corazón con un
+sentimiento de terror y de remordimiento... Gertrudis se ha echado de
+bruces en el suelo, y llora, llora amargamente... Con la frente
+inclinada y las manos juntas, él contempla fijamente el cuerpo
+encantador que yace delante de él, sumido en la desesperación.
+
+--Entremos--dice con voz sorda.
+
+Ella alza la cabeza y apoya los brazos en el suelo; pero, cuando él
+quiere levantarla, lanza un grito agudo.
+
+--¡No me toques!
+
+Por dos o tres veces trata de ponerse en pie; sus piernas se doblan.
+Entonces tiende los brazos sin decir palabra, y se deja levantar por él,
+que sostiene sus pasos vacilantes a través del patio del molino. Se
+secan sus lágrimas; el estupor de la desesperación se lee en sus
+facciones rígidas y pálidas; ella vuelve el rostro y se deja arrastrar
+por él como si no tuviera ya voluntad. En el umbral del emparrado,
+retira su brazo del de Juan y, reuniendo sus últimas fuerzas, se
+precipita sola hacia la puerta. Luego, desaparece en la sombra espesa
+del follaje.
+
+Los aldabonazos suenan sordamente, una vez, dos veces. Después se oyen
+pasos en el interior; la llave gira, y una luz amarillenta se esparce
+fuera, en la claridad de la luna.
+
+--¡En nombre del cielo! ¡qué cara trae usted!--exclama asustada la
+criada.
+
+Y la puerta se cierra.
+
+El se deja estar allí largo tiempo, con los ojos fijos en el sitio por
+donde ella ha desaparecido.
+
+Una sensación de frío que lo hace temblar de la cabeza a los pies lo
+despierta de su ensimismamiento. Maquinalmente se desliza a través del
+patio, iluminado por la luz de la luna; acaricia a los perros que, con
+ladridos alegres, lo saludan; echa una mirada estúpida a la rueda
+inmóvil, sobre la cual se desliza el agua sin ruido, como una brillante
+serpiente. Una fuerza misteriosa lo arroja de allí; el suelo del patio
+le quema los pies.
+
+Se dirige a través de la pradera hacia la presa, hasta el sitio donde ha
+estado sentado con Gertrudis. Sobre el césped brilla el zapato azul, y a
+poca distancia la larga media, tan fina... ¡Gertrudis ha entrado
+cojeando, con un pie desnudo, sin notarlo!
+
+Lanza una risotada estridente, toma los objetos y los lanza lejos, a las
+aguas espumosas.
+
+¿Adónde ir entonces? El molino ha cerrado su puerta detrás de él, para
+siempre. ¿Adónde ir? ¿Se tenderá, para descansar, sobre un montón de
+heno? ¡No podrá dormir!... ¡He ahí un grupo de muchachos alegres! Poco
+antes los ha desdeñado, pero entonces llegan en buen momento.
+
+
+
+
+XXII
+
+
+Cuando, como a las dos de la mañana, Martín Felshammer ha conseguido
+desasirse de sus compañeros, bebedores sempiternos, se acerca de buen
+humor al lugar de la fiesta, donde la claridad insegura del día gris que
+nace ilumina las idas y venidas de los retrasados. Ve acercarse entonces
+un grupo de mozos ebrios, que aullando cantos obscenos pasan en fila a
+través de la gente; a la cabeza de ellos marcha el cerrajero Farmann,
+bribón famoso, y detrás de él van otros perdidos.
+
+Resuelto a echarlos de allí, va directamente hacia el grupo; pero de
+repente se detiene petrificado, con los brazos caídos... En medio del
+grupo, con los ojos terribles, avanza tambaleándose su hermano Juan.
+
+--¡Juan!--exclama estupefacto.
+
+Este se estremece; su rostro enrojecido se pone lívido; en sus ojos
+brilla un resplandor de espanto; tiembla, extiende los brazos como para
+defenderse, y retrocede, vacilando, dos o tres pasos.
+
+Martín siente que se apacigua su cólera. El deplorable espectáculo
+despierta su compasión. Sigue a Juan, y, reteniéndole por el brazo, le
+dice con voz llena de ternura:
+
+--Ven, hermano; es tarde; vamos a casa.
+
+Pero Juan, haciendo un ademán de horror, retrocede más ante la mano que
+lo roza; y dirigiendo a Martín una mirada llena de angustia mortal, le
+dice con voz ronca:
+
+--¡Déjame!... ¡no quiero, no quiero tener nada que ver contigo! ¡ya no
+soy tu hermano!
+
+Martín, sobrecogido, se agarra con las dos manos a la mesa que está
+junto a él, y se deja caer, como herido de una puñalada, sobre el banco
+inmediato!
+
+Juan se aleja apresuradamente y desaparece en el bosque.
+
+
+
+
+XXIII
+
+
+Desde aquel día, la tristeza se cierne sobre la casa de los Felshammer.
+
+Cuando Martín entró en su casa por la mañana, todo estaba tranquilo, en
+una calma profunda. Descolgó de la pared la llave del molino y se
+deslizó hasta la triste habitación de que había hecho una especie de
+templo de su falta. Allí lo encontraron sus gentes a la hora del
+almuerzo, tan blanco como la cal de los muros, con la frente entre las
+manos y murmurando sin cesar:
+
+--¡Fritz, Fritz! ¡ésta es la expiación! ¡ésta es la expiación!
+
+El espectro, el antiguo, el temible espectro, al que creía desterrado
+para siempre, se ha echado de nuevo sobre él, y sus garras le aprietan
+la garganta hasta estrangularlo.
+
+Ha sido casi necesario emplear la fuerza para sacarlo de su retiro. Con
+paso torpe ha salido tambaleándose del molino. Ha encontrado a su mujer
+acurrucada en un rincón, con las mejillas pálidas y la mirada temerosa.
+Entonces le ha cogido la cabeza con las dos manos, fijando un instante
+sobre la infeliz, toda trémula, sus ojos sombríos, y después ha
+murmurado esas palabras melancólicas:
+
+--¡La expiación! ¡la expiación!
+
+Al oír esta frase siniestra, un escalofrío recorre el cuerpo de
+Gertrudis. «¿Sabe algo? ¿Se lo ha confesado todo Juan? ¿Ha descubierto
+por casualidad el secreto?... ¿O no tiene más que sospechas?...»
+
+Y desde entonces se llena de terror delante de ese hombre; y se consume
+de pasión por el otro, a quien ha despedido para siempre. Palidece y
+adelgaza; anda vagando de un lado a otro como una sonámbula. Alrededor
+de sus ojos se dibujan surcos azules que se ensanchan cada vez más
+alrededor de su boca se forma un pliegue que se contrae sin cesar.
+
+Martín no ve nada de eso. Todo su ser está embargado por el dolor de
+haber perdido su hermano. Durante los primeros días ha estado esperando
+hora tras hora verlo llegar; quizá no se ha dado cuenta de lo que decía
+en su embriaguez... ¡y él, Martín, será ciertamente el último en
+recordárselo!
+
+Pero pasan los días, unos después de otros, sin que Juan reaparezca; su
+angustia crece entonces. Comienza a informarse del desaparecido, con
+poco fruto al principio porque las relaciones de aldea a aldea son muy
+escasas. Sin embargo, poco a poco van llegando noticias al molino; lo
+han visto hoy aquí y ayer allí, como un vagabundo, pero rodeado siempre
+de alegres compañeros. En cuanto «el diablo de Juan», como le llaman, se
+presenta en alguna parte, se llena la taberna, saltan los tapones y
+chocan los vasos; y, cuando la fiesta está en todo su apogeo, a través
+de los cristales hechos añicos salen las botellas a la calle. Pero «el
+diablo de Juan» paga todo lo que rompe. Convida a todos los que
+encuentra por el camino... ¡Ah sí! es un gran compañero y un bebedor
+insigne «el diablo de Juan.»
+
+Poco a poco van apareciendo a la puerta del molino toda clase de
+personajes tenebrosos como Löb Levi, de Beelitzhof, el acaparador de
+granos, y Hoffmann, de Grünhalde, el corredor de fincas; presentan
+papeles amarillos y grasientos sobre los cuales la mano de Juan ha
+firmado cantidades a tanto por ciento y a tantos días... Martín
+contempla largo rato las letras inciertas que se precipitan, como
+ebrias, unas sobre otras; después, va a su caja de caudales y paga, sin
+decir palabras, la deuda y los intereses exorbitantes. ¡De buena gana
+daría la mitad de su riqueza por conseguir la vuelta de su hermano!
+
+Al fin, manda enganchar el carruaje y él mismo va a buscarlo. Anda
+leguas y leguas, pasa en vela noches enteras, sin conseguir nunca
+atrapar a su hermano. Las noticias que obtiene de los taberneros son
+incompletas y confusas; unos le responden de un modo incierto y
+cohibido, otros con aparato de misterio y en tono socarrón; todos
+parecen temer que tan pronto como el dueño del molino de Felshammer haya
+encontrado al borracho de su hermano desaparecerán sus pingües
+beneficios.
+
+Cuando Martín empieza a notar que lo engañan, se apodera de él el
+desaliento. Regresa al molino y se encierra por dos días en su
+_despacho_. Durante ese tiempo, se pregunta si no sería conveniente
+pedir ayuda a los gendarmes de Marienfeld. Con su autoridad, sería fácil
+arrancar la verdad a la gentes. Pero no... hacer buscar a su hermano con
+la policía es cosa que no permite el honor del nombre de los Felshammer;
+su padre se estremecería en la tumba.
+
+Un constipado adquirido en sus viajes nocturnos, lo obliga a guardar
+cama. Y, durante dos mortales semanas, en las que Gertrudis permanece
+sentada a la cabecera del lecho, noche y día, vive torturado por las
+alucinaciones de su delirio, en el que sus dos hermanos, el muerto y el
+vivo, van a rondar alrededor de él, ora distintos ora confundidos en un
+sólo ser monstruoso, especie de espectro de dos cabezas.
+
+Tan pronto está casi restablecido hace preparar su carruaje. Es fuerza
+que acabe por encontrarlo.
+
+
+
+
+XXIV
+
+
+Al fin lo encuentra.
+
+Una noche, muy tarde, a principios de septiembre, sus investigaciones lo
+llevan a B... aldea situada dos leguas al norte de Marienfeld. A través
+de las ventanas cerradas de la taberna, se oye un ruido confuso,
+pataleos, gritos y cánticos avinados.
+
+Baja pesadamente del carruaje y ata el caballo a la puerta del patio. La
+llama turbia de la linterna vacila al soplo del viento de la noche.
+Grandes gotas de lluvia golpetean el suelo.
+
+Levanta el cerrojo y empuja la puerta, que se abre de par en par. Una
+densa humareda azul, de tabaco, le da en el rostro, mezclada con el olor
+de la cerveza agria.
+
+Y allí, en el extremo de una larga mesa, con las mejillas abotagadas,
+los ojos ribeteados de rojo y afectados por el brillo vidrioso propio
+de los borrachos, los cabellos revueltos, la camisa sucia y las ropas en
+desorden, cubiertas de aristas de paja, restos sin duda del último
+lecho, estaba su hermano adorado, aquel que lo era todo para él y al que
+veía convertido entonces en un vicioso precoz, condenado a irremediable
+desgracia.
+
+--¡Juan!--exclama, y la fusta que tiene en la mano cae al suelo con
+ruido.
+
+Un silencio de muerte se esparce por la sala llena de gente, y los
+bebedores contemplan con la boca abierta al intruso.
+
+El desgraciado se ha levantado de su banco, con el rostro rígido por una
+angustia indecible; de su pecho sale silbando una especie de estertor;
+da un salto desesperado y trepa a la mesa, y haciendo otro esfuerzo
+trata de huir por sobre las cabezas de sus vecinos.
+
+Es inútil; la mano de Martín lo sujeta.
+
+--Quédate--gruñe a su oído una voz sorda.
+
+Y al mismo tiempo se siente empujado con fuerza prodigiosa.
+
+Martín abre la puerta; y, mostrando con el puño de la fusta la
+obscuridad de la noche, se planta en medio de la sala.
+
+--¡Vamos! ¡fuera!--grita con una voz que hace temblar los vasos sobre la
+mesa.
+
+Los bebedores, jóvenes calaveras en su mayor parte toman sus sombreros y
+se retiran intimidados; apenas se oye un murmullo ahogado.
+
+--¡Vamos! ¡fuera!--repite Martín haciendo un gesto como para saltar a la
+garganta del primero que proteste.
+
+Dos minutos después han salido todos... Sólo el tabernero está allí
+todavía, paralizado por el miedo, detrás del mostrador. Al volverse
+Martín hacia él, con una mirada amenazadora, comienza a quejarse en tono
+llorón del transtorno causado en su tienda.
+
+Martín mete la mano en el bolsillo, le tira un puñado de monedas de
+plata y le dice:
+
+--¡Quiero quedarme solo con él!
+
+Y cuando ha cerrado la puerta, detrás del tabernero, que sale
+inclinándose, se aproxima lentamente a su hermano, que, con el rostro
+entre las manos, permanece inmóvil, agazapado en un rincón. Coloca
+suavemente la mano sobre su hombro; y, con una voz trémula de dulzura
+infinita y de inmensa tristeza:
+
+--Levántate, hijo mío, y hablemos.
+
+Juan no hace un solo movimiento.
+
+--¿No quieres decirme qué tienes contra mí? El desahogo consuela...
+Alivia tu corazón contándome tus penas.
+
+--¡Consolar mi corazón!... ¡Ay!...
+
+La angustia que contraía sus facciones se ha cambiado en una arrogancia
+sorda, reprimida.
+
+Martín, lleno de disgusto y de lástima contempla aquel rostro, cuyas
+arrugas profundas apenas dejan conocer al Juan de otros tiempos, tan
+franco de corazón, tan tierno. Es fuerza que las pasiones más viles se
+hayan apoderado de ese hombre para desfigurarlo de un modo tan terrible
+en seis cortas semanas.
+
+Se incorpora entonces y lanza una mirada del lado de la puerta.
+
+--Me has encerrado, ¿no es verdad?--dice con una nueva explosión de
+risa, que penetra a Martín hasta los tuétanos.
+
+--Sí.
+
+--¿Quieres, pues arrastrarme contigo como un criminal?
+
+--¡Juan!
+
+--Eres, en efecto, el más fuerte. Pero te declaro una cosa; que no soy
+tan débil que no pueda defenderme. Me tiraré carruaje abajo y me romperé
+la cabeza contra una piedra antes que ir contigo.
+
+--¡Piedad, Dios mío!--exclama Martín.--¿Qué han hecho de ti?
+
+Juan se pasea a lo largo, y hace sonar a su paso las tapaderas de los
+frascos de cerveza.
+
+--¡Acabemos!--dice al fin, deteniéndose.--¿Qué quieres de mí para venir
+a encerrarme de este modo?
+
+Martín, sin decir nada, va a la puerta y corre el cerrojo; después
+vuelve a colocarse delante de su hermano. Su pecho jadea, como si
+quisiera sacar las palabras de lo más profundo de su alma. ¿Pero de qué
+le sirve eso? Su voz se queda en la garganta. Nunca ha sido elocuente el
+pobre rústico; ¿cómo encontrar de pronto conceptos expresivos para
+arrancar aquel extraviado a su locura? No puede articular más que estas
+palabras:
+
+--¿Qué te he hecho? ¿Qué te he hecho?
+
+Las repite dos veces, tres veces; las repite infinitamente. ¿Qué más
+puede decir? Toda su ternura y todo su dolor están ahí.
+
+Juan no responde nada. Se sienta en el banco y hunde las dos manos en
+sus cabellos incultos. Por su rostro vaga una sonrisa, una sonrisa
+horrible que no admite consuelo ni esperanza... Al fin interrumpe a su
+desgraciado hermano, que repite interminablemente su frase, como si
+esperara verla causar un efecto mágico.
+
+--Basta; no sabes qué decirme y no puedes decirme nada. He acabado
+conmigo mismo, contigo y con el mundo entero. ¡Si supieras por lo que he
+pasado en estas seis últimas semanas!... Desde que salí del molino no he
+dormido bajo techo, porque estaba convencido de que el techo me
+aplastaría...
+
+--¿Pero, en nombre del cielo, qué tienes?
+
+--No me preguntes nada; no conseguirás saberlo... Deja las palabras; son
+inútiles... y aunque me jurases por la memoria de nuestros padres...
+
+--Sí; por nuestros padres...--balbucea Martín con alegría.
+
+¿Por qué no he pensado en ello más pronto?
+
+--¡Déjalos tranquilos en su tumba!--replica Juan con su sonrisa
+odiosa.--Eso no reza conmigo. ¡Ellos no pueden impedir que esté perdido;
+no pueden impedir que te odie!
+
+Martín lanza un gemido violento y vuelve a caer, como aniquilado, sobre
+el banco.
+
+--Siempre he pensado en ellos; siempre me he acordado de que Martín
+Felshammer es mi hermano. Y por eso he llegado adonde estoy... ¡Me ha
+costado un duro sacrificio, puedes creerlo!... Por lo tanto, no te
+quejes... Créeme... me he portado muy bien contigo... ¡ay, hermano!...
+muy bien.
+
+Martín no tiene necesidad de averiguar más; ve claramente ya la solución
+del enigma: la víctima de otro tiempo sale de su tumba para pedir
+venganza. Entonces, con las manos juntas murmura dulcemente:
+
+--¡La expiación! ¡La expiación!...
+
+El otro continúa:
+
+--Pero haces bien en recordarme a nuestros padres; no tengo derecho a
+arrojar una mancha sobre su nombre, sobre el nombre de los Felshammer...
+Esa es una idea que me atormenta desde hace un tiempo... Y, a decir
+verdad, me alegro de haberte encontrado... Podemos hablar de ello
+tranquilamente... me voy a América.
+
+Martín contempla por un instante su rostro abotagado; después murmura
+dulcemente:
+
+--¡Que Dios te acompañe!
+
+Y deja caer pesadamente su frente sobre la mesa.
+
+--Muy pronto--continúa el hermano.--Ya me he informado; el primero de
+octubre parte un buque de Brema; es preciso que salga yo de aquí la
+semana próxima... Tú sabrás qué es lo que me corresponde por mi
+herencia... Debo haber derrochado una buena parte... Dame a cuenta de
+ella lo que tengas en dinero; envía los fondos a Franz Maas, que yo iré
+a casa de él a buscarlos...
+
+--¿Y no vendrás siquiera una vez al... al?...
+
+--¿Al molino? ¡Jamás!--exclama el joven, levantándose con un resplandor
+inquieto, de deseo y de angustia, en los ojos.
+
+--¿Y te he de decir adiós aquí... aquí... en este lugar inmundo?...
+¡adiós para toda la vida!...
+
+--No puede menos de ser así--dice Juan, bajando la cabeza.
+
+Y Martín vuelve a su idea y murmura:
+
+--¡Es la expiación!
+
+Juan fija una mirada ardiente en su hermano, que, con el alma y el
+cuerpo quebrantados, permanece agobiado delante de él... Está firmemente
+resuelto a no volverlo a ver... Pero es preciso que le tienda la mano...
+en el momento de la separación.
+
+--Adiós, hermano--dice aproximándose a Martín, que se deja estar
+sentado, inmóvil.--Sé feliz y consérvate bueno.
+
+Pero, de repente, siente como un chorro de calor dulce... Por su cerebro
+pasan en un mismo instante, un sinnúmero de imágenes. Se vuelve a ver
+niño, protegido, mimado por su hermano mayor; se vuelve a ver mozo,
+andando orgulloso del brazo de él; se vuelve a ver, de pie con él, junto
+al lecho de muerte de los viejos padres; se vuelve a ver con él, en el
+momento solemne en que, con las manos enlazadas, se prometieron no
+separarse nunca y no dejar que nadie se introdujese nunca entre
+ellos...
+
+¡Y entonces!... ¡entonces!...
+
+--¡Hermano!--exclama.
+
+Y con ruidosos sollozos cae a sus pies.
+
+--¡Mi nene! ¡mi querido nene!
+
+Y Martín, en medio de sus lágrimas, lanza gritos de alegría y lo besa,
+lo aprieta contra él, como si quisiera no dejarlo marchar.
+
+Al fin te encuentro... ¡Oh Dios! Ahora todo irá bien... ¿no es verdad?
+Di... todo esto no era más que pura fantasía, pura locura. ¿Tú no sabes
+lo que has hecho, eh? Ya no te acuerdas. Apostaría a que ya no tienes la
+menor idea de eso ¿eh? Despiertas, ¿no es verdad que despiertas?
+
+Juan, triste, aprieta los dientes y apoya su rostro en el pecho de su
+hermano. Pero, de pronto, se le ocurre una idea que le pesa sobre el
+corazón y le zumba en los oídos, una idea semejante a un vampiro frío y
+viscoso que bate las alas a su alrededor; en ese brazo, en ese,
+Gertrudis se ha abandonado... ¡ese mismo día!
+
+Y se pone en pie violentamente. ¡Tiene que salir de aquella sala, tiene
+que dejar de respirar aquella atmósfera, o va a volverse loco!
+
+Da un salto hacia la puerta... Descorre el cerrojo y... desaparece.
+
+Rígido de estupor, Martín lo sigue con los ojos un momento; después se
+dice, como para librarse de la inquietud que se apodera de él.
+
+--Está demasiado impresionado y necesita respirar el aire fresco;
+volverá.
+
+Su mirada se fija en la percha que hay en el muro; sonríe completamente
+tranquilo:
+
+--Juan ha dejado su gorra... afuera está lloviendo... el viento es
+fresco... volverá.
+
+Después, Martín llama al tabernero; hace llevar su caballo a la cuadra y
+manda preparar para su hermano un grog caliente y una cama: «porque,
+dice con una sonrisa, volverá...»
+
+Y cuando todo queda preparado, se sienta y se absorbe en sus
+meditaciones. De vez en cuando murmura, como para reanimar su valor que
+se extingue:
+
+--¡Volverá!
+
+Afuera, la lluvia golpetea las ventanas, el viento de otoño silba sobre
+la taberna; y cada gota de lluvia, cada silbido anuncia:
+
+--¡Volverá! ¡volverá!
+
+Pasan las horas, la lámpara se apaga, Martín se ha quedado dormido en su
+espera y sueña con la vuelta de su hermano...
+
+Al día siguiente por la mañana, lo despiertan. Asustado y tembloroso,
+mira a su alrededor. Sus ojos se posan sobre la cama vacía, en la que
+su hermano debía acostarse, su primer lecho después de seis semanas. Se
+deja estar allí tristemente, de pie, con la mirada fija.
+
+Después manda enganchar el carruaje y se va.
+
+
+
+
+XXV
+
+
+Ese año, el otoño ha llegado muy pronto. Desde hace ocho días sopla un
+viento nordeste, agudo y penetrante, como si se estuviera en noviembre.
+Los aguaceros azotan en los vidrios, y ya se extiende sobre el suelo una
+capa de hojas de tilo, de color amarillo obscuro que la humedad
+convierte en barro.
+
+¡Qué pronto llega la noche! En la tienda del panadero, la lámpara se
+enciende antes de la hora de comer. Franz Maas está sentado bajo la
+claraboya, muy ocupado en hacer sus cuentas. Delante de él, sobre la
+mesa, donde se ven casi siempre en orden, blancos y redondos, pequeños
+montones de harina de flor, brillan entonces pequeños montones de
+monedas de plata; y en lugar de los _bretzel_ miserables se oye el
+crujido de los billetes de banco.
+
+Es el tesoro que Martín le confió el último domingo con el encargo de
+entregarlo a Juan.
+
+Ha entregado igualmente una nota en la cual la cuenta de la herencia
+está detallada hasta el último céntimo. Después se ha presentado todas
+las mañanas a hacer la misma pregunta: ¿«Ha venido?» y, al ver la seña
+negativa de Franz, se ha vuelto sin decir nada. Ese tesoro embaraza al
+joven panadero. Todas las noches cuenta la suma sobre la mesa, para
+cerciorarse de que nada ha desaparecido durante el día.
+
+En esos momentos está entregado precisamente a esa ocupación. Es
+viernes; por fuerza Juan tiene que estar allí entonces si quiere llegar
+a tiempo de alcanzar el vapor que sale de Brema.
+
+Juan ha abierto la puerta sin ruido y se detiene detrás del panadero,
+cuando éste se dispone a guardar bajo llave los cartuchos de monedas.
+
+--¿Todo eso es para mí?--pregunta poniéndole la mano sobre el hombro.
+
+--¡Alabado sea Dios! ¡Al fin has venido!--exclama Franz alegremente.
+
+Después de una ojeada examina a su amigo, de la cabeza a los pies.
+Martín había exagerado cuando le anunciaba, con lágrimas en los ojos, la
+aparición de un ser miserable y abatido. Juan Felshammer lleva un traje
+muy limpio y cuidado: tiene una linda capa nueva, un poco entreabierta,
+que deja ver un flamante traje gris; sus cabellos, bien peinados, caen
+sobre el cuello; hasta se ha afeitado... Pero, a decir verdad, su mirada
+turbia, por la que pasan resplandores inquietantes, las bolsas bajo los
+ojos, el horrible color de las mejillas, son tristes síntomas en ese
+rostro, fresco y juvenil hasta hace poco.
+
+Y Franz le toma entonces las dos manos.
+
+--Juan, Juan, ¿qué te ha sucedido?
+
+--Paciencia, ya lo sabrás todo--responde Juan.--Será preciso que lo
+confiese todo a un ser humano, a uno solo... o eso acabará por ahogarme.
+
+--¿Es cierto entonces? ¿Quieres?...
+
+--Esta noche me voy en la diligencia. Ya tengo billete... Antes de venir
+a verte he atravesado la aldea por última vez. Había obscurecido; podía
+aventurarme a eso; y me he despedido de todo. He ido hasta la tumba de
+mis padres, delante de la puerta de la iglesia... y también a la Corona,
+porque debía aún una miseria al dueño...
+
+--¿Y has olvidado el molino?
+
+Juan se muerde los labios, se retuerce el bigote y murmura:
+
+--Ya iré.
+
+--¡Oh! ¡qué alegría tendrá Martín!--exclama Franz Maas, rojo también por
+la emoción.
+
+--¿He dicho acaso que iré a ver a Martín?--pregunta Juan entre dientes.
+
+Y su pecho se levanta como para librarse del peso formidable que lo
+oprime.
+
+--¿Qué? ¿acaso vas a introducirte furtivamente en la casa de tu padre
+como un ladrón, sin dejarte ver de nadie?
+
+--¡No! Iré a despedirme... pero no de Martín.
+
+--¿De quién, entonces?... ¡Desgraciado!... ¿De quién, entonces?--exclama
+Franz Maas en el cual se despierta una terrible sospecha.
+
+--Cierra la puerta y siéntate--dice Juan.--Voy a contártelo todo.
+
+Pasan las horas. La tempestad sacude las hojas de las ventanas. El
+aceite crepita en la lámpara que humea. Los dos amigos están sentados,
+con las miradas fijas uno en el otro. Juan hace su confesión; no oculta
+nada, desde su primer encuentro con Gertrudis hasta el instante en que
+un estremecimiento de horror lo arrancó de los brazos de Martín para
+arrojarlo a la noche lluviosa.
+
+--Lo que ha pasado después--termina,--puede decirse en dos palabras.
+Corrí sin saber adónde, hasta que el agua y el frío me volvieron a la
+realidad. El correo de Marienfeld llegaba en ese momento; subí a él y
+por lo menos me encontré a cubierto. De ese modo llegué a la ciudad,
+donde he permanecido hasta hoy. Löb Lévi me ha dado cien táleres, y con
+eso me he comprado ropa; no quería presentarme harapiento delante de
+Gertrudis.
+
+--¡Desgraciado!... ¿quieres?...
+
+--¡Nada de sermones!--protesta el joven en tono huraño.--Todo está ya
+convenido. Le he enviado un billete con un muchacho que encontré en la
+calle y cuya vuelta he esperado. La halló sola en la cocina, y nadie lo
+ha visto. A las once estará ella en la presa... y yo ¡ay!... yo también.
+
+--Juan, no hagas eso... ¡te lo suplico!--exclama Franz con
+angustia;--¡te va a suceder una desgracia!
+
+Juan responde con una carcajada; y con los ojos brillantes, la boca
+pegada a la oreja de Franz, murmura:
+
+--¿Crees tú, pues, mi pobre amigo, que yo sería capaz de ir a vivir y a
+morir al extranjero sin haberla visto antes una sola vez? ¿Crees tú que
+tendría yo valor para contemplar el mar durante cuatro semanas, sin
+precipitarme en él, si no la hubiese visto otra vez?... ¡Me faltaría la
+respiración, el alimento se me quedaría en la garganta, me consumiría
+vivo, si no la hubiese visto una vez más!
+
+Entonces, Franz renunció a disuadirlo.
+
+La mirada inquieta de Juan se alza a cada instante hacia el reloj.
+
+--Ya es hora--dice, tomando su gorra.--A las doce pasa la diligencia.
+Espérame en la posta y llévame dos billetes de cien táleres; eso me
+bastará para la travesía. Lo restante puedes devolvérselo a él; no lo
+necesito... Hasta luego.
+
+Cerca de la puerta, se vuelve para preguntar:
+
+--Dime, ¿me huele el aliento a aguardiente?
+
+--Sí.
+
+El joven lanza una risotada:
+
+--Dame dos o tres granos de café para mascarlos. No quiero causar
+repugnancia a Gertrudis en el último momento.
+
+Y cuando Juan ha satisfecho su deseo, desaparece en la obscuridad.
+
+
+
+
+XXVI
+
+
+Hay crecida.
+
+Sibilantes y rumorosas, las aguas salen precipitadamente de la presa
+para ir a perderse con un gruñido sordo y quejumbroso en el golfo de
+espuma, encima del cual parece levantar una bóveda brillante el polvo de
+las olas que se estrellan.
+
+Al rumor de la caída se mezcla el rugido de la tormenta. Los viejos
+álamos que bordan el río se inclinan unos hacia otros, como fantasmas
+gigantes que bailan a media noche, en largas filas, una danza mágica.
+
+El cielo está velado por nubes sombrías, todo es negro en los
+alrededores; sólo la espuma, de color de nieve, esparce un resplandor
+incierto, que, como la bruma, difuma los contornos de las cosas. Arriba
+resalta la balaustrada del pequeño pasadizo.
+
+En medio de éste es donde los dos se encuentran.
+
+Gertrudis, con la cabeza envuelta en un pañuelo obscuro, estaba desde
+hacía bastante tiempo debajo de los árboles, abrigándose de la lluvia;
+y, al ver surgir la alta figura de Juan al otro lado de la presa, se ha
+lanzado a su encuentro.
+
+--¿Eres tú, Gertrudis?--pregunta él apresuradamente tratando de ver su
+rostro.
+
+Ella guarda silencio y se ase a la balaustrada.
+
+La espuma baila delante de sus ojos y se tiñe de mil colores.
+
+--Gertrudis--dice el joven tratando de tomarle la mano;--he venido a
+decirte adiós para siempre. ¿Vas a dejarme partir sin una palabra?
+
+--Y yo, yo he venido para dar reposo a mi alma;--dice ella,
+retrocediendo ante la mano que la toca.--Juan, he sufrido mucho por
+causa tuya... he envejecido veinte años lo menos... Estoy débil y
+enferma... ten piedad de mí... no me toques... no quiero volver a entrar
+en la casa de tu hermano manchada con una falta.
+
+--Gertrudis ¿has venido aquí para torturarme?
+
+--¡Silencio, Juan, silencio!... ¡No me hagas daño!... Vamos a separarnos
+puros y honrados... y a llevar con nosotros paz y valor para toda la
+vida. No nos dejemos arrastrar... ni por el amor ni por el
+resentimiento.
+
+Se detiene aniquilada. Su respiración es fatigosa.
+
+Después, reuniendo con trabajo todas sus fuerzas, continúa:
+
+--Yo sabía que vendrías... hace mucho tiempo, antes de recibir tu
+billete... y he reflexionado mil veces hasta sobre la menor palabra...
+que tenía que decirte. Pero es preciso que no me hagas perder la calma.
+
+Los ojos de Juan brillan en las tinieblas, su respiración es ardiente;
+con una risa estrepitosa dice:
+
+--No nos rodea de una aureola este bien inútil; estamos condenados en la
+tierra y en los cielos. Por lo tanto, aprovechemos al menos...
+
+Se interrumpe, prestando atención.
+
+--¡Calla!... He creído oír... en la pradera...
+
+Escucha conteniendo la respiración... No se siente nada... no se ve
+nada... Fuera lo que fuese, se lo ha llevado la noche y la tormenta.
+
+--Bajemos a la orilla--dice.--Nuestras figuras se dibujan aquí contra el
+cielo.
+
+Ella marcha delante, y él la sigue. Pero el suelo está húmedo y la joven
+resbala; entonces él la toma entre sus brazos y la lleva hasta abajo, a
+la orilla del río. Sin defensa, ella se aferra a su cuello.
+
+--¡Qué poco pesas desde aquel día!...--dice él en voz baja, dejándola
+bajar al suelo.
+
+--¡Oh! apenas me reconocerías, si pudieras verme;--replica ella en voz
+también muy baja.
+
+--¡Oh! ¡cuánto daría por verte!
+
+Y trata de apartarle el pañuelo que le cubre el rostro. Un óvalo pálido,
+dos círculos de sombra negra, en el lugar donde están los ojos, es todo
+lo que la obscuridad permite distinguir.
+
+--Me parece que estoy ciego--dice él.
+
+Y su mano trémula baja de la frente de Gertrudis hasta sus mejillas,
+como para reconocer, tocándolas, esas facciones queridas. Ella no
+retrocede ya y deja caer su cabeza sobre el hombro de Juan.
+
+--¡Cuántas cosas tenía que decirte!--murmura la infeliz.--Y ahora no se
+me ocurre nada, absolutamente nada.
+
+El la aprieta entre sus brazos más estrechamente; y los dos permanecen
+silenciosos e inmóviles, mientras la tormenta los sacude y la lluvia los
+azota.
+
+Entonces, desde la aldea, llegan de tiempo en tiempo los sonidos de la
+trompa del conductor de la diligencia, medio apagados por el ruido del
+viento y de la lluvia.
+
+--¡Ha concluido!--dice él temblando.--Tengo que irme!
+
+--¿Ya?... ¿esta noche?--balbucea ella con voz sorda.
+
+El dice que sí con un ademán.
+
+--¿Y no te veré ya nunca?
+
+Un grito domina el ruido del huracán.
+
+--¡Juan!... ¡por piedad, no me abandones!... ¡no puedo... vivir sin ti!
+
+Sus dedos se hunden en los hombros de Juan.
+
+--No partirás... no lo quiero.
+
+El trata de apartarse a la fuerza.
+
+--¡Ah!... te vas... ¡cruel!... Me moriré si me abandonas... No puedo...
+Llévame contigo... ¡Llévame contigo!
+
+--¿Has perdido la razón, desgraciada?
+
+Y se oculta el rostro en las manos gimiendo.
+
+--¡Ah! Llamas a esto perder la razón... Acaso el cordero no se rebela
+cuando lo llevan a... ¿Y tú querrías? ¿Así es como me amas?...
+
+--¿No piensas en Martín?
+
+--¡Es tu hermano! ¡lo sé!... Pero sé también que moriré si sigo por más
+tiempo al lado de él. Me pongo a temblar sólo al pensarlo... ¡Llévame
+contigo, Juan! ¡Llévame contigo!
+
+El la toma por las dos muñecas, y sacudiéndola le dice con voz ahogada:
+
+--¿Pero sabes también que yo no soy más que un miserable, un ser vil y
+perdido, un borracho, que no sirve para nada? ¡Si me pudieses ver, te
+daría asco!... Las personas honradas se apartan de mí; me he convertido
+para ellas en un objeto de repulsión... ¿Y te figuras que yo podría
+amarte? Jamás te perdonaría haber venido a meterte entre Martín y yo;
+jamás te perdonaría el crimen que he cometido con él por culpa tuya. Ese
+crimen se alzará entre nosotros dos mientras vivamos. Te colmaría de
+injurias y de golpes cuando estuviera ebrio. Tu vida sería un infierno
+conmigo... ¿Qué dices ahora?
+
+Ella baja la cabeza como para someterse, y con las manos juntas exclama:
+
+--¡Llévame contigo!
+
+Un grito de alegría feroz se escapa de los labios de Juan.
+
+--Entonces, ven... pero ven corriendo... La diligencia se detiene sólo
+un cuarto de hora. Nadie nos verá más que Franz Maas... pero él no nos
+hará traición. Cuando llegues a la ciudad te comprarás vestidos... ¿Eh?
+¿qué es eso?
+
+El molino se anima. Por la puerta completamente abierta sale una
+claridad que se esparce en las tinieblas... Una linterna pasa a través
+del patio, desaparece, vuelve a aparecer, y de repente, lanzada al aire,
+atraviesa la atmósfera describiendo una curva como un meteoro...
+
+
+
+
+XXVII
+
+
+Martín dormía en su lecho. Llaman a la puerta.
+
+--¿Quién está ahí?
+
+--Yo... David.
+
+--¿Qué quieres?
+
+--Abra, mi amo... Tengo que decirle una cosa urgente.
+
+Martín salta del lecho, enciende una vela y se viste de prisa. Lanza una
+mirada a la cama de Gertrudis: está vacía... Seguramente ella está en la
+sala, dormida sobre su labor, porque, desde hace tiempo, el sueño no le
+llega con regularidad.
+
+--¿Qué hay?--pregunta Martín al viejo David, que ha entrado en el
+vestíbulo, calado hasta los huesos.
+
+--¡Mi amo!--dice el otro, mirándolo con el rabillo del ojo por debajo de
+la visera de su gorra...--Llevo veintiocho años a vuestro servicio... y
+vuestro difunto padre ha sido siempre bueno conmigo...
+
+--¿Para contarme eso has venido a despertarme a media noche?...
+
+--Sí; pero sucede que esta noche, cuando me desperté al oír el ruido de
+la lluvia, me dije con inquietud que las esclusas no estaban
+levantadas... que eso acabaría por retener las aguas y que mañana no
+podríamos moler...
+
+--¿No te he dicho quinientas veces, animal--exclama Martín,--que no hay
+que levantar las esclusas más que en caso de extrema necesidad?
+
+--No las he levantado--responde David.
+
+--¡Ah!... ¿Entonces?
+
+--Pues, al llegar a la presa, veo, dos enamorados en el puentecillo...
+
+--¿Y para eso?...
+
+--Y entonces me dije que era una vergüenza y un escándalo, y que eso no
+podía durar...
+
+--¡Déjalos que se amen, por todos los diablos!
+
+--Y que yo debía hacer saber a mi amo... que el señor Juan y la
+señora...
+
+No puede continuar; la mano de su amo lo ha cogido por la garganta.
+
+¿Qué le sucede a Martín?... ¡Infeliz! El rostro se le pone amoratado y
+se congestiona, las venas de la frente se hinchan, los ojos parecen
+querer saltar de sus órbitas, una espuma blanquecina aparece en los
+labios.
+
+Exhala una queja, semejante al aullido de un chacal; y, dejando a David,
+se rompe el cuello de la camisa... aspira el aire profundamente, dos o
+tres veces, como si se ahogara; después ruge, con una violencia
+desencadenada de repente:
+
+--¿Dónde están?... ¡Ah! ¡me las pagarán!... Han representado una
+comedia... Se han burlado de mí... ¿Dónde están?... voy a aplastarlos
+inmediatamente!...
+
+Arrebata la linterna de las manos de David, lleno de estupor, y se lanza
+fuera. Desaparece bajo el cobertizo y reaparece un momento después;
+encima de su cabeza brilla un hacha... Hace girar tres o cuatro veces la
+linterna y la arroja lejos de él, en medio del agua; después, se
+precipita hacia la presa...
+
+--¡Viene alguien!--murmura Gertrudis apretándose estrechamente contra
+Juan.
+
+--Sin duda van a hacer algo en las esclusas--responde él en el mismo
+tono.--No te muevas y no tengas miedo.
+
+La sombra avanza rápidamente... Un grito, una especie de rugido animal,
+atraviesa la noche, dominando el ruido de la tempestad.
+
+--¡Es Martín!--dice Juan, retirándose algunos pasos.
+
+Pero en breve se serena, aprieta a Gertrudis entre sus brazos y la
+arrastra consigo hacia la presa, donde se ocultan en la sombra más
+espesa.
+
+Cerca de ellos, al nivel de su cabeza, pasa Martín ciego de furor. El
+hacha que lleva brilla al débil resplandor de la espuma blanca.
+
+Se detiene al otro lado de la presa. Parece interrogar con la mirada la
+vasta llanura que se extiende, sin un árbol, sin un arbusto, sumida en
+una obscuridad uniforme.
+
+--¡Vigila la esclusa del molino, David!--grita hacia la casa con voz de
+trueno.--Están en la pradera; voy a buscarlos.
+
+Juan deja escapar una exclamación de horror. Ha comprendido la intención
+de su hermano; va a alzar el puente levadizo para encerrarlos en la
+isla... ¡Y justamente detrás de Gertrudis pende la cadena que hay que
+tirar para levantar el puente!
+
+Su primer pensamiento es: «Defiende a la mujer.» Se arranca de los
+brazos de Gertrudis y transpone de un salto el talud de la orilla, para
+ofrecerse como víctima al furor de su hermano.
+
+Gertrudis lanza un grito estridente. Juan de este lado, en peligro de
+muerte... al otro lado, Martín fuera de sí... El hacha brilla... Pero
+detrás de ella está la cadena, la anilla de hierro que le toca la
+cabeza... La toma con sus manos temblorosas, se cuelga de ella con todas
+sus fuerzas; y, en el momento mismo en que Martín va a poner el pie en
+el puentecillo, éste se levanta crujiendo.
+
+Juan no ve nada de eso; no ve más que la sombra allá arriba, y el brillo
+del hacha. Unos pasos más, y la muerte caerá sobre él. Entonces, ante lo
+inminente del peligro, acude a su memoria el recuerdo de su madre y lo
+que ella dijo un día a Martín furioso:
+
+--¡Piensa en Fritz!--grita a su hermano que avanza.
+
+Entonces a éste se le escapa el hacha, vacila y cae... Un choque... un
+remolino de agua... Ha desaparecido.
+
+Juan se lanza hacia adelante, su pie tropieza con el puente levantado;
+delante de él hay un negro agujero.
+
+--¡Hermano! ¡hermano!--exclama con loca angustia.
+
+No piensa ya en nada, no siente nada. Sólo una idea: «¡Salva a tu
+hermano!» le zumba en la cabeza.
+
+Con ademán violento suelta su capa; da un salto, y se oye el golpe sordo
+de una caída contra la roca viva.
+
+Gertrudis, medio desvanecida, se agarra a la cadena; en el agua
+transparente ve pasar un bulto obscuro que desaparece en el torbellino
+de espuma. Un segundo después pasa otro bulto... Pasan como dos sombras
+delante de ella.
+
+Alza los ojos. Allá arriba todo está tranquilo... todo está vacío... La
+tempestad aúlla... las aguas mugen... La joven cae en la orilla, sin
+conocimiento.
+
+Al día siguiente, por la mañana, retiraron del río los cadáveres de los
+dos hermanos. Se balanceaban uno al lado del otro en las olas, y los
+enterraron juntos...
+
+
+
+
+XXVIII
+
+
+Gertrudis estaba como paralizada por el dolor.
+
+Atontada, sin lágrimas, con los ojos inmóviles, alejaba a todos sus
+parientes, incluso a su padre, y sólo permitía que estuviese a su lado
+Franz Maas. Este le demostró una amistad leal, alejando a los extraños
+de la casa, y encargándose de arreglar el asunto con las autoridades.
+Poco faltó para que, a causa de las insinuaciones ambiguas de David, se
+entablase un juicio contra ella.
+
+Pero, aunque las declaraciones del viejo criado eran demasiado
+incompletas y confusas para que pudieran servir de base a una acusación,
+bastaron para herir a Gertrudis presentándola a los ojos del mundo como
+una criminal.
+
+Cuanto más prescindía ella de toda sociedad, cuanto más decididamente
+cerraba la puerta del molino a los extraños, más extravagantes eran los
+rumores que corrían sobre ella. Llamáronla desde entonces «la bruja del
+molino;» y las historias que de ella se referían pasaron de una
+generación a otra.
+
+El molino era conocido en el pueblo con el nombre de «el molino
+silencioso.» Los muros se descascararon, las ruedas se pudrieron, las
+limpias aguas fueron invadidas por las hierbas; y cuando el Estado hizo
+un canal que desvió la corriente principal arriba de Marienfeld, el
+arroyuelo se convirtió en un foso fangoso.
+
+¿Y Gertrudis? Se aisló completamente; muy pronto ni siquiera quiso
+tolerar junto a ella a su amigo, y le cerró la puerta. Se consideraba
+criminal. Sus angustias la llevaron a un confesor, la arrojaron en los
+brazos de la iglesia católica. Desde entonces se la ve prosternada
+delante de un crucifijo, arrodillada a la puerta de las iglesias,
+desgranando su rosario, con la frente sobre las piedras...
+
+Expía el gran crimen que se llama juventud.
+
+
+FIN
+
+
+
+
+LAS BODAS DE YOLANDA
+
+
+
+
+I
+
+
+Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es
+horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se
+hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con
+expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.
+
+Todo, pues, había concluido... nada había que hacer ya... Su muerte nos
+arrebata un verdadero genio en el arte de inventar grogs, ponches y
+cherry gobblers, fríos o calientes. Cuando uno se paseaba con él por el
+campo, les aseguro, señores, con sólo ver su manera de sorber el aire,
+se podía estar seguro de que acababa de tener una inspiración. Al sentir
+el aroma de una maleza cualquiera, había adivinado en qué clase de vino
+habría que ponerla en infusión para conseguir una bebida excelente,
+extra fina...
+
+¡Y qué entretenido era! Nos veíamos todas las noches, desde hacía años,
+fuera que él viniera a mi casa en Ilgenstein, o que yo me trasladase a
+caballo a Döbeln; y nunca me había parecido largo el tiempo que con él
+pasaba.
+
+Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para mí,
+se entiende; porque él...
+
+--¡Gran Dios!--decía;--no espero sino que esta bendita agua se me meta
+en el corazón, y entonces... reviento.
+
+Y eso había sucedido precisamente... el hombre había reventado... Ahí
+estaba, tendido a mis pies, en el gran cajón blasonado; me parecía que
+tenía que golpear la tapa y llamarlo: «¡He, Pütz! basta de farsas! ¡sal
+de ahí, que tenemos que hacer nuestro piqué!»
+
+No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y
+ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus
+costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como
+mi amigo Uhland.
+
+Hacía un tiempo como para no sacar afuera las narices: lluvia, granizo y
+viento, todo a la vez. Varios se habían echado encima el impermeable, y
+el agua formaba arroyuelos sobre la prenda; lo hacía también a lo largo
+de sus mejillas, de sus barbas... bien puede haber sido que se
+mezclaran a ella lágrimas, por que el buen Pütz no dejaba enemigos.
+
+Para llevar el luto, lo que se llama propiamente llevar el luto, no
+había más que su hijo Lotario. Este servía en los dragones de la
+guardia, en Berlín, y no había podido llegar sino el día del
+fallecimiento. Se había mostrado buen hijo: había besado las manos de su
+padre, había llorado mucho, después me había dado las gracias y luego se
+había puesto a dictar órdenes a troche y moche, porque, como ustedes
+comprenden, un tenientillo así, cuando de repente... En fin, basta; yo
+estaba allí y me había portado también lo mejor que había podido.
+
+Y mientras miraba al guapo mozo de reojo, y lo veía hacerse el valiente
+y contener las lágrimas, me vinieron a la mente las palabras de mi
+amigo... Era la víspera de su muerte: «Hanckel--me dijo,--ten lástima de
+mí cuando esté en la tumba... no abandones a mi hijo.»
+
+Pienso en estas palabras, y, cuando me llega el turno de echar las tres
+paladas de tierra en la fosa, dejo caer también en ella un juramento
+silencioso: «No amigo, no abandonaré nunca a tu hijo... Amén.»
+
+Todo tiene fin. Los sepultureros habían formado con el barro una especie
+de montículo sobre el cual habían arreglado, medio bien, medio mal, las
+coronas; no había mujer alguna en el entierro que se encargara de eso.
+Los vecinos se habían retirado; no quedábamos ya sino el pastor, Lotario
+y yo.
+
+El joven parecía petrificado; miraba la tumba como si hubiera querido
+volver a abrirla con los ojos, y el viento le subía el cuello de la capa
+militar por arriba de las orejas.
+
+El pastor le palmeó suavemente el hombro:
+
+--Señor barón, ¿quiere permitirle a un viejo que le dirija algunas
+palabras?
+
+Pero yo lo llevé a un lado y le dije:
+
+--Vuelva a su casa, mi querido pastor, y haga que su mujer le dé un buen
+grog. Su túnica me parece un poco liviana.
+
+--Hum...--contestó con expresión maliciosa;--nadie lo diría, pero tengo
+debajo una levita.
+
+--No importa--repliqué;--será mejor que se vuelva. Del joven me encargo
+yo; sé mejor que usted dónde tiene la herida.
+
+Y nos dejó solos.
+
+--Vamos, muchacho--dije a Lotario;--tú no puedes devolverle la vida.
+Vamos a tu casa, y, si quieres, pasaré la noche a tu lado.
+
+--No vale la pena, mi tío--respondió.
+
+Me llamaba tío desde que habíamos convenido en ello una vez, bromeando.
+Y su semblante duro y cerrado parecía preguntar: «¿Por qué me incomodas
+en mi dolor?»
+
+--Tal vez tengamos que hablar de intereses--insistí.
+
+El no dijo una palabra.
+
+Todos ustedes saben, señores, lo que es una casa mortuoria cuando se
+vuelve así del cementerio... el olor a féretro, un olor a madera fresca,
+y las ramas de abeto... y las hojas caídas de las coronas... y las
+flores pisoteadas... Atroz, simplemente atroz. Mi hermana--ella era la
+que me cuidaba la casa entonces, ha muerto también hace mucho tiempo, la
+buena vieja...--se había esforzado por poner un poco en orden la casa de
+Pütz; había hecho sacar los paños negros, el catafalco... pero, en tan
+poco tiempo, no se había podido hacer gran cosa, fuera de eso. La dejé
+irse. Después fui a buscar al sótano de Pütz una botella de su mejor
+Oporto, y me instalé frente al joven que, sentado en el sofá, hacía
+bailar la punta de su sable sobre la bota.
+
+He dicho ya que era un soberbio buen mozo. Grande, vigoroso, un
+verdadero dragón... un mostacho enmarañado, cejas negras, gruesas; y
+debajo, ojos como dos carbunclos. La frente un poco hosca, porque los
+cabellos estaban plantados demasiado abajo, pero esto sienta bien a los
+jóvenes; y la cabeza era hermosa. En fin, en toda su persona, esa
+elegancia, ese chic de los dragones de la guardia que todos hemos
+ambicionado, pero que no se encuentra en ninguna otra arma... el diablo
+sabe por qué.
+
+Brindé con él, a la memoria del viejo, por supuesto, y le pregunté:
+
+--¿Y qué piensas hacer?
+
+--¿Qué sé yo?--masculla, lanzándome una mirada de animal acosado.
+
+Sí, sí, la cuestión era esa... La fortuna del viejo nunca había sido
+brillante... y sin hablar de su pasión por todo lo que se bebe... y
+luego, ustedes saben, donde hay un pantano, las ranas afluyen a él
+siempre; y, sobre todo, el hijo que vivía desde hacía años como si los
+margales de Döbeln hubieran sido minas de plata...
+
+--¿Y sube a mucho la cosa, muchacho?... Todavía no, tal vez
+¿eh?--pregunté.
+
+--Una suma respetable, mi tío--responde.
+
+--Eso cae mal--dije;--toda la posesión está gravada con hipotecas, hay
+reparaciones urgentes que hacer, y tú lo sabes, la agricultura no rinde
+nada.
+
+--¿Entonces, mi dimisión?--pregunta mirándome fijamente como el acusado
+que espera el fallo del consejo de guerra.
+
+--A menos que tú tengas _in petto_ alguna rica heredera que te saque del
+atolladero....
+
+Meneó violentamente la cabeza.
+
+--Entonces, sí; tu dimisión.
+
+--¿Y si dividiera la propiedad, o lo que queda de ella?... ¿qué te
+parece?
+
+--No te da vergüenza muchacho?--dije.--No se vende la camisa que se
+tiene en el cuerpo, ni se hace fuego con la madera de la cama.
+
+--Hablas de la cosa muy cómodamente, mí tío... ¿No estoy entre las manos
+de los usureros?
+
+Yo pregunto:
+
+--¿Cuánto es?
+
+El me dice una suma... No la repetiré, porque soy yo el que la ha
+pagado.
+
+Le planteé entonces mis condiciones. Primo: dimisión inmediata. Secundo:
+obligación de dirigir personalmente los cultivos. Tercio: renuncia al
+pleito.
+
+Este pleito, entablado contra Krakow de Krakowitz, había sido durante
+años el deporte favorito de mi viejo amigo. Se trataba de una herencia
+y, como sucede siempre en tales casos, los gastos del juicio se habían
+tragado ya tres veces lo que valía el guiñapo. Como Krakow era de mal
+dormir, la querella se había enconado y había degenerado en odio
+personal; por lo menos, de parte de Krakow, porque Pütz, con su flema
+bondadosa, se obstinaba en ver sólo el lado humorístico de la cuestión.
+
+El otro, por el contrario, había jurado ante testigos que no se daría
+por satisfecho sino cuando hubiera echado a Pütz y a los suyos de
+Döbeln, corridos por los perros.
+
+Sí; esas eran mis condiciones, y Lotario las aceptó. De buen grado o no,
+no lo sé; no traté de aclarar ese punto.
+
+Resolví dar yo mismo los primeros pasos junto a Krakow para llegar a un
+arreglo, bien que no estuviese yo para él en olor de santidad. Por el
+contrario, yo podía pensar fundadamente que sus amenazas se dirigían a
+mí también, pues los dos habíamos tenido ya nuestros dimes y diretes en
+el concejo municipal.
+
+Pero... vamos a ver, mírenme un poco; sin alabarme, tengo talla como
+para derribar a un dogo de un puñetazo, no como para emprender la fuga
+ante miserables gozquecillos.
+
+¡Ah, pero!...
+
+
+
+
+II
+
+
+Señores, esperé tres días para dejar que la cosa madurara un poco;
+después, mi carruaje de caza fuera de la cochera, mis dos trotones con
+las pecheras, y en camino a Krakowitz.
+
+Linda propiedad, no hay que decir. Un poco despechugada, pero
+soberbia... Demasiadas tierras negras de barbecho... pero quizás para la
+colza del invierno... ¿El trigo?... así, así... ¿El ganado?...
+magnífico.
+
+Entro en el patio de la posesión... ¿Saben ustedes, señores?... Para mí,
+el patio de una granja es como el corazón humano. Por poco que sepa leer
+en él, ya no habrá medio de hacer tomar a ustedes una X por una V. Hay
+corazones que están abandonados, pero se adivinan lingotes de oro debajo
+del barro; otros son brillantes... corazones bien nutridos, por decirlo
+así, de arsénico... Relucen, centellean de lejos como de cerca; al
+verlos, no se puede menos de exclamar: «¡Rayos y truenos!...» y no son
+más que oropel. Los hay que se espantan, los hay que se encogen, hágase
+lo que se haga... En fin, adelante. Un poco de todo eso era el patio de
+Krakowitz. Graneros espléndidos... carretones mal cuidados... magníficos
+montones de estiércol, y caballerizas en desorden. Se comprendía que el
+capricho reinaba allí soberano, con un asomo de avaricia quizá... ¿o de
+escasez? ¡Es tan difícil poder determinar eso en el primer momento!
+
+La casa de los señores: dos pisos, un techo de tejas rojas con canaletas
+amarillas, yedra alrededor; buen aspecto, en resumen. Y un no sé qué
+de... en fin, ustedes comprenden...
+
+--¿El señor barón está en casa?
+
+--Sí; ¿a quién tengo que anunciar?
+
+--A Hanckel, al barón Hanckel de Ilgenstein.
+
+--Tómese la molestia de entrar.
+
+Entré, pues... Todo viejo, en todas partes; viejos muebles, viejos
+cuadros... el conjunto un poco apolillado, pero cómodo.
+
+Oigo que echan votos detrás de la puerta:
+
+--¿Ese maricón? ¡Pues es descaro!...
+
+¡Era el alma maldita de Pütz, el muy canalla!
+
+«Lindo recibimiento», pensé.
+
+Voces de mujeres se interpusieron:
+
+--Pero, papá...--maúlla una.
+
+--Pero, hombre...--chilla otra.
+
+¡Oh, la, la!...
+
+Ahí entra, Señores. Si yo no lo hubiera oído en ese mismo instante, con
+mis propias orejas... Me tiende las manos; su cara de viejo pícaro
+resplandece, sus ojos de garduña pestañean de placer.
+
+--¡Vecino!... ¡amigo!... ¡qué felicidad!
+
+--Vea, Krakow. Ande con tiento, porque lo he oído todo.
+
+--¿Qué ha oído, querido amigo? ¿qué es eso?
+
+--Los títulos que me ha acordado usted: maricón, y Dios sabe qué más.
+
+Y él, sin alterarse en lo más mínimo:
+
+--Siempre lo he dicho, todos los días se lo estoy diciendo a mi mujer:
+las puertas no sirven para nada. Pero no hay que tomarlo a mal, mi viejo
+amigo. ¿Comprende?... siempre me ha fastidiado que usted se hubiera
+puesto de parte de Pütz. Y en este momento las señoras están preparando
+un ponche... con esto le digo todo. ¿Por qué no venía usted nunca a mi
+casa?... ¡Yolanda!... Es mi hija... ¡Yolanda!... Es la alegría de mi
+alma... No me oye. Bien decía yo a usted... las puertas no sirven para
+nada. Pero ellas están espiando por el ojo de la llave... ¡Largo de
+ahí, escuerzos!... ¿Siente usted como escapan? ¡Je, je!... ¡estas
+mujeres!...
+
+¿Cómo enojarse, señores? No fui capaz de eso. ¿Tengo el cuero demasiado
+grueso? En fin, no pude hacerlo.
+
+¿Qué figura tenía el hombre?... No me pasaba una línea de la cintura.
+Redondo, gordo, con las piernas como una O; y, sobre esa panza, una
+verdadera cabeza de apóstol... Pedro, Andrés o cualquiera de ellos. Una
+linda barba redondeada, con dos mechas blancas que bajaban de la
+extremidad de los labios; una piel de pergamino amarillento, toda
+arrugada alrededor de los ojos, la cabeza calva, pero con dos tupés
+grises desgreñados, arriba de las orejas.
+
+Y el buen hombre da vueltas en derredor mío, como picado por la
+tarántula.
+
+No crean, señores, sin embargo, que me dejé impresionar por sus visajes.
+Lo conocí hacía ya mucho tiempo para saber lo que el hombre podía tener
+en el vientre... Pero--trátenme de sinvergüenza, si quieren,--el hombre
+me gustaba. Y el ambiente también me gustaba.
+
+Había allí cierto rinconcito junto a la ventana... maderajes
+esculpidos... A fuera, la yedra trepaba... y el sol brillaba a través
+del follaje verde... Muy atrayente... Sobre la mesa, un ovillo de lana
+en una concha de marfil; a un lado, un diario ilustrado y un pedazo de
+torta cercenada... Muy atrayente, les digo... Nos sentamos, pues, y una
+criada trajo cigarros.
+
+No valían nada, pero el humo bailaba tan alegremente a los rayos del sol
+que me olvidé de tirarlo cuando la punta empezó a quemar.
+
+Quiero empezar a hablar de intereses, pero él me pone la mano en el
+hombro y dice:
+
+--Amigo, generoso amigo, después del café...
+
+--Permítame, Krakow...
+
+--Amigo, generoso amigo, después del café.
+
+Me informé entonces cortésmente de sus propiedades, y lo dejé entregarse
+a desatinadas jactancias a propósito de sus innovaciones, que no valían
+un clavo, según lo sabía yo de mucho tiempo atrás.
+
+La baronesa hizo su entrada. Un viejo objeto de arte... fino,
+distinguido. Grandes ojos azules alargados, cabellos de plata cubiertos
+por una pequeña toca de encaje negro, una sonrisa dolorida, manos muy
+delgadas; el conjunto un poco delicado para la mujer de un hidalgo rural
+y, sobre todo, de un patán como ése.
+
+Me da cortésmente los buenos días, mientras el viejo grita a voz en
+cuello:
+
+--¡Yolanda!... ¡Eh! ¿dónde te has metido? Hay un soltero aquí... un
+pretendiente... un pretendiente...
+
+--¡Krakow!--le digo, todo turbado;--¡no se burle así de un viejo gruñón
+como yo!
+
+Y la baronesa salva la situación, diciendo con expresión graciosa:
+
+--No tema nada, barón; nosotras, las madres, hace diez años que lo hemos
+abandonado a usted como incurable.
+
+--¡Pero bien podría dejarse ver, a pesar de todo!--aúlla el viejo.
+
+Al fin, llega ella...
+
+¡Caramba, señores! ¡atención! Me quedé con la boca abierta... ¡De la
+raza, señores, de la raza!... Un cuerpo de joven reina... largos
+cabellos que desarrollan sus anillos sobre los hombros, cabellos de
+color moreno dorado, como una melena... un cuello blanco, carnudo,
+voluptuoso... la garganta no muy alta, y un poco ostentosa... eso que
+llamamos, en términos ecuestres, un pecho de león... Parece que respira
+con todo el cuerpo, tan poderosamente pasa el aire por ese organismo
+joven y vigoroso... hombros y brazos elegantes... las caderas poco
+desarrolladas todavía, pero bien formadas para la dilatación normal.
+
+Señores, no soy nada entendido en mujeres, pero no en vano soy criador;
+sé muy bien cuánto cuesta conseguir un ejemplar acabado de cualquier
+especie que sea; cuando uno se encuentra frente a un ser tan perfecto,
+no hay más que hacer que juntar las manos y rezar: «¡Dios mío! yo te
+agradezco que hayas puesto en el mundo seres semejantes; mientras
+existan cuerpos así aquí abajo, no debemos desesperar de las almas...»
+
+Lo que no me llenó en el primer momento fueron los ojos. Eran demasiado
+soñadores, de color azul demasiado pálido para esa criatura exuberante
+de vida. Parecían ahogarse en éxtasis; sin embargo, los párpados, medio
+bajos, dejaban escapar una mirada inquieta, recelosa, como la que tienen
+los perros malos a quienes se castiga con frecuencia.
+
+El viejo la toma por los hombros y se da sus aires de grande.
+
+--¡Esta es _mi_ obra! ¡Soy _yo_ el que ha hecho esto! ¡_Yo_ soy su
+padre!...--etcétera.
+
+--Ella se desprende y se pone de color de púrpura. Tiene vergüenza.
+
+Entonces las señoras preparan la mesa para el café. Barquillos
+cuscurrosos, confituras rusas, mantelería adamascada, cucharas y
+cuchillos de mango de cuerno... y, por arriba de todo eso, un fino vapor
+azulado que se escapa del aparato del café y que da al conjunto cierto
+tono más íntimo.
+
+Nos sentamos y bebimos. El viejo se holgaba extraordinariamente; la
+baronesa se sonreía con expresión resignada, y Yolanda me hacía ojitos.
+
+Sí, señores; me hacía ojitos.
+
+Ustedes están todavía en la edad en que una cosa así les pasa a menudo;
+pero, cuando hayan cumplido los cuarenta y tengan plena conciencia de su
+vientre gordo y de su calvicie, verán ustedes qué agradecimiento sienten
+para con la camarera o la primer criada que se les presente y que se
+tome el trabajo de dirigirles miraditas... ¡Y piensan, pues, lo que será
+cuando se trata de una maravilla semejante, de una criatura de lo más
+elegido y de lo más gracioso!...
+
+Pensé al principio que me equivocaba... después procuré disimular mis
+manos coloradas, luego tuve un acceso de tos... Me traté de animal, de
+fatuo, pensé en marcharme, y, por último, me puse a contemplar
+fijamente, todo aturullado, el fondo de mi taza... ¡como una jovencita!
+
+Pero, cuando levantaba la cabeza, y fuerza era hacer eso de tiempo en
+tiempo, encontraba siempre la mirada de esos grandes ojos azules
+soñadores, que parecían decirme: «¿No has comprendido, pues, todavía,
+que yo soy una princesa encantada y que tú debes libertarme?»
+
+--¿Sabe usted por qué le he dado ese nombre estrambótico?--me preguntó
+el viejo haciendo una mueca del lado de ella, con expresión maliciosa.
+
+Entonces ella echó desdeñosamente la cabeza para atrás, y se levantó.
+Debía conocer la broma.
+
+--Vea cómo sucedió la cosa. Tenía ocho días la chicuela... estaba
+acostada en su cama... sacudiendo sus piernitas... unas piernitas
+rollizas, verdaderos salchichones... y un traserito... ¡no le digo
+nada!...
+
+¡Rayos y truenos! ¡Yo no me animé ya a levantar los ojos, tan
+abochornado estaba! La baronesa fingía no oír nada y Yolanda había
+salido de la pieza.
+
+En cuanto al viejo, éste reventaba de risa.
+
+--¡Ja, ja!... Sí, todo rosado... y los pañales habían dejado en él
+marcas... un verdadero mapa geográfico... y qué delicado y bien
+formado!... ¡un pétalo de rosa! Al ver eso me dije, en mi orgullo de
+padre joven: «Esta será hermosa y coqueta, y meneará las piernas toda la
+vida. Es preciso que tenga un nombre poético; eso le dará más valor a
+los ojos de los pretendientes.» Busco en mi biblioteca. Tecla, Hero,
+Irsa, Angélica... no, demasiado empalagoso: con cualquiera de esos
+nombres, ella no pescaría para marido sino un empleadito sin fortuna...
+o bien, Rosaura, Carmen, Beatriz, Wanda... tampoco, demasiado ardiente:
+ella huiría con el primer regidor que se presentara, porque si sigue
+siempre la suerte del nombre que se lleva... En fin, encontré Yolanda.
+Este, sí; está hecho para los enamorados, se deshace en la lengua, sin
+inspirar, sin embargo, malos pensamientos; excita y calma al mismo
+tiempo; y atrae y da intenciones serias. Eso era lo que yo había
+calculado, y era muy justo... Pero, ahora... ¡ella es capaz de quedarse
+para vestir imágenes con todas sus cortedades y melindres!
+
+Yolanda volvió entonces, con los ojos bajos, con la expresión de una
+inocente injustamente acusada.
+
+La pobrecita criatura me dio lástima; para cambiar violentamente de
+conversación, abordé el capítulo de los intereses.
+
+Las señoras despejaron la mesa en silencio, el viejo emborró su pipa,
+negra como un carbón, y pareció dispuesto a escucharme pacientemente.
+Pero, apenas hube pronunciado el nombre de Pütz, saltó de su silla y
+tiró la pipa contra la estufa, donde se rompió mientras el tabaco se
+esparcía en chispas. ¡Y si le hubieran visto ustedes la cara! Les habría
+dado miedo. Morada, hinchada, como si le fuera a dar un ataque.
+
+--¡Señor!--gritó.--¿Ha aceptado usted mi hospitalidad para venir a
+envenenarme la casa?... ¿No sabe usted que ese nombre maldito no debe
+pronunciarse aquí? ¿No sabe usted que yo maldigo a ese bribón hasta en
+su tumba? ¿que maldigo a su progenitura, que maldigo a todos los que...?
+
+No pudo continuar; se ahogaba, y le acometió un violento acceso de tos.
+Tuvo que sentarse otra vez en el sillón, y la baronesa le hizo beber
+agua azucarada.
+
+Tomé silenciosamente mi sombrero. Entonces mi mirada cayó sobre Yolanda.
+Blanca como la tiza, con las manos juntas, estaba allí, de pie,
+abochornada y desesperada; parecía pedirme perdón, y, al mismo tiempo,
+implorar mi apoyo. Resolví, pues, decir por lo menos una palabra de
+despedida, y esperé con toda calma a que el viejo, que gemía y jadeaba
+todavía, estuviese lo bastante tranquilo para comprenderme. Entonces,
+dije:
+
+--Debe usted encontrar natural, señor de Krakow... que con su salida
+contra mi amigo y contra su hijo, a quien quiero como si fuera mío,
+nuestras relaciones...
+
+Krakow golpeó con los pies y con las manos para impedirme continuar; y,
+después de unos cuantos gruñidos sofocados, acabó por recobrar la
+palabra:
+
+--Esta asma, esta asma infernal... una verdadera cuerda alrededor del
+cuello... ¡crac!... cerrado el gaznate... ¿Quieres hablar, querido?
+¡Buenas noches! ¿Quieres respirar, querido? ¡Chito!... Pero ¿qué es lo
+que está diciendo usted ahí de _nuestras_ relaciones? _Nuestras_
+relaciones, esto es, las relaciones entre _usted_ y _yo_, no se han
+enturbiado nunca, amigo de corazón; son las mejores relaciones del
+mundo, amigo de mi alma. Y si yo he insultado al otro, al pleitista,
+al... al... noble, al honorable... ¡pues bien! me retracto, me declaro
+un cobarde, pero que nadie me hable de él. Yo no quiero acordarme de que
+su nombre puede existir, porque para mí ha muerto ¿entiende usted?... ha
+muerto... muerto...
+
+E hizo con el dedo una cruz en el aire, mirándome con expresión de
+triunfo, como si con eso hubiera dado el golpe de gracia a mi pobre
+Pütz.
+
+--Eso no impide, señor de Krakow--dije,--que...
+
+--¡Cómo! ¿qué es lo que no impide?... ¡Usted es mi amigo, usted es el
+amigo de mi familia! ¡Vea a las señoras, están locas por usted!... ¡Eh!
+no tengas reparo, Yolanda... hazle ojitos, hija mía... ¿crees que no te
+estoy viendo, mocosa?
+
+Ella no se sonrojó, no se turbó siquiera. Lo único que hizo fue levantar
+un poco sus manos juntas en dirección a mí.
+
+Eso era tan conmovedor, tan lleno de abandono, que me sentí
+completamente desarmado. Volví a sentarme, pues, por un momento... hablé
+de cosas indiferentes... y me despedí, en cuanto pude hacerlo sin
+demostrar enojo.
+
+Acompáñalo--dijo el viejo a Yolanda,--y sé amable con él; es el hombre
+más rico de estas tierras.
+
+Esta vez todos soltamos la carcajada; pero, mientras atravesaba a mi
+lado el vestíbulo obscuro, Yolanda me dijo en voz baja, y en tono triste
+e inquieto:
+
+--Usted no vendrá más, estoy segura.
+
+--Así es, señorita--respondí francamente.
+
+E iba a hacerle ver mis razones, cuando ella me tomó la mano, la oprimió
+entre las suyas, tan blancas, tan diminutas, murmurando con lágrimas en
+los ojos:
+
+--¡Ah! ¡vuelva, se lo ruego!... ¡vuelva!
+
+Sí, sí; ahí tienen ustedes lo que son las cosas... Esas pocas palabras
+me trastornaron la cabeza, como buen viejo idiota que era.
+
+Hice todo el camino mascando cigarros, que, en mi turbación, me olvidaba
+siempre de encender... En cuanto llegué a casa, corrí al espejo.
+Enciendo todas las bujías, echo el cerrojo, cierro los postigos, me
+examino por delante, por detrás, y de perfil también, por medio de un
+espejo de mano.
+
+El resultado fue aplastador... Una cabeza grandota, calva... una nuca
+enorme... bolsas debajo los ojos... papada... y, encima de todo eso, un
+color cobrizo como el de un caldero expuesto por mucho tiempo a la
+acción del fuego. Pero, peor todavía: al contemplarme así, de arriba a
+abajo, con mis seis pies de estatura, comprendo de repente por qué me
+han llamado siempre: «El bueno de Hanckel». Ya en el regimiento decían:
+«¿Hanckel?... no es un águila, no; pero ¡qué buen muchacho!»
+
+Y cuando le ponen a uno esa marca, la vida no es ya más que una larga
+serie de ocasiones de que uno haga honor a su título. Lo miman a uno, se
+burlan de uno, lo amuelan todo el santo día. Intenta uno una tímida
+resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un
+buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un
+buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido
+y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse
+ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando
+en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que
+ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas
+adoran!...
+
+«No hagas estupideces, Hanckel» me dije, «deja tu espejo, apaga tus
+luces, manda a paseo tus ideas insensatas, y métete en cama.»
+
+Yo tenía una cama, señores, y la tengo todavía, una cama de abeto
+completamente ordinaria, estrecha como un ataúd, de correas, sin colchón
+de lana ni de plumas; una piel de ciervo por toda cobija, y un jergón al
+que se le renueva la paja dos veces al año, y que constituye el único
+lujo. Siempre le están hablando a uno, señores, del lecho de campaña de
+los hombres célebres... esos que están expuestos en los palacios y
+museos patrióticos; y, cuando los visitantes pasan por delante de ellos,
+no dejan nunca de exclamar, alzando los brazos al cielo: «¡Qué fuerza de
+voluntad! ¡qué sencillez espartana!...» ¡Farsa, señores, pura farsa! De
+ninguna manera se duerme mejor que sobre una tabla; naturalmente, con
+tal que se tenga una jornada de trabajo _detrás de uno_, una buena
+conciencia _dentro de uno_, y ninguna mujer _al lado de uno_... tres
+cosas más o menos sinónimas.
+
+Se echa uno, se estira, dándose benéficos calambres, hasta que los dedos
+de los pies tocan el respaldo de la cama; trae uno las cobijas hasta la
+boca, hace su hoyo en la almohada, toma después un buen libro que lo
+está esperando sobre la mesa de noche, y gime uno de satisfacción...
+
+Eso mismo fue lo que hice yo aquella noche, así que hubo vencido la
+tentación; y, mientras me iba quedando dormido, pensaba para mis
+adentros:
+
+No, no; ninguna mujer te hará ser infiel a tu catre duro y estrecho de
+soltero... Aun cuando se llame Yolanda, y aun cuando sea de la sangre
+más noble y pura que haya puesto Dios sobre la tierra... Sí; esa menos
+que cualquier otra... Porque... ¡quién sabe!...»
+
+
+
+
+III
+
+
+Al día siguiente, presento mi informe al joven, sin decir una sola
+palabra, naturalmente, sobre mis tonterías de la víspera. El me clava
+sus ojos negros, ardientes:
+
+--No hablemos más de la cosa--dice.--Me lo esperaba.
+
+Ocho días después vuelve a tratar del asunto, como quien no quiere la
+cosa:
+
+--Sin embargo, deberías ir otra vez a Krakowitz, tío.
+
+--¿Estás loco, muchacho?--exclamo.
+
+Pero, al mismo tiempo, me siento tan feliz como si la suave mano de una
+mujer me acariciara la nuca.
+
+--No tienes necesidad de hablar de mí--agrega, mirándose las puntas de
+las botas;--pero si tú fueras allá a menudo, quizá las cosas se
+arreglarían por sí solas.
+
+Es tan fácil, señores, hacer cambiar mis resoluciones más sagradas como
+hacer balancear una espiga... Volví, pues, a Krakowitz... Y, volví otra
+vez, y otra vez...
+
+Aguanté las burlas del viejo, bebí el café que su mujer me hacía, y
+escuché con beatitud las lindas arias que Yolanda me cantaba; aunque la
+música... en general... Cuanto más iba a Krakowitz, tanto más incómodo
+me sentía; pero era como si me arrastraran allá mil brazos, y no podía
+resistirme de ningún modo.
+
+Ella seguía, como siempre, echándome miradas de reojo; pero ¿que
+significaban esas miradas? ¿eran un reproche, un llamamiento, o
+simplemente el placer de verse admirada? No podía adivinarlo.
+
+En fin, a mi tercera o cuarta, he aquí lo que sucedió. Serían las doce
+del día apenas, y hacía un calor atroz; y yo, aburrido e impaciente,
+parto para Krakowitz.
+
+--El señor y la señora están durmiendo la siesta--me dice el
+criado;--pero la señorita está en el terrado.
+
+Tuve un presentimiento que me hizo palpitar el corazón; quise volverme
+inmediatamente; pero, de pronto, la veo delante de mí, blanca y altiva,
+con su traje de muselina; parece esculpida en mármol; mi vieja locura
+recrudece con más fuerza que nunca.
+
+--¡Cuánto le agradezco que haya venido, barón!--me dijo.--Me aburría
+mortalmente. ¿Vamos al jardín?... ¿quiere? Hay allí un cenador muy
+fresco, en el que podremos conversar tranquilamente.
+
+Pasa entonces su brazo por debajo del mío, y yo siento un
+estremecimiento. Les aseguro, señores, que en aquellos momentos me
+habría sido más fácil asaltar una fortaleza que bajar del terrado.
+
+Ella no dice nada, y yo tampoco. El silencio se hace abrumador. Cruje el
+casquijo, zumban los insectos en las espíreas; pero, por lo demás,
+ningún ruido.
+
+Ella se ha colgado confiadamente de mi brazo, y me obliga a detenerme a
+cada momento, cuando se inclina para arrancar una hierba o coger una
+brizna de reseda, con la que se acaricia la punta de la nariz, para
+tirarla en seguida.
+
+--Querría poder amar las flores--dice.--¡Hay tantos que las aman... o
+que dicen que las aman!... Tratándose de amor, una no sabe nunca la
+verdad.
+
+--¿Por qué?--le pregunté.--¿No puede suceder que dos seres se quieran
+bien y se lo digan, sin frases rebuscadas ni segunda intención?
+
+--_¡Se quieran bien! ¡se quieran bien!_--repite ella con expresión de
+mofa.--¿Usted es de hielo, entonces, desde que para usted todo el amor
+consiste en _quererse bien_?
+
+--Sea yo o no de hielo, el resultado es el mismo, desgraciadamente.
+
+--Sí; usted tiene un corazón de oro--dice ella, mirándome de reojo con
+un poco de coquetería;--todo lo que usted piensa le sale de los labios
+francamente.
+
+--También sé callarme.
+
+--¡Oh, bien lo veo!--se apresura a decirme.--A usted yo podría confiarle
+todo, todo.
+
+Y me parece que me aprieta ligeramente el brazo.
+
+«¿Qué querrá de ti?» me digo, y el corazón parece querer salírseme por
+la garganta.
+
+Llegamos delante del cenador, un cenador de aristoloquias... ustedes
+saben, esas hojas anchas de forma de corazón que interceptan todo rayo
+de luz. En un cenador de ese género siempre es de noche, cómo ustedes
+saben... Y entonces, ella me suelta el brazo, se agacha hasta tocar el
+suelo, y, arrastrándose, se introduce por un boquete en el tallar, cuyas
+ramas entrelazadas cierran toda otra entrada.
+
+Y yo, el barón de Hanckel de Ilgenstein, modelo de dignidad y de
+circunspección, me deslizo a cuatro pies detrás de ella, por esa
+abertura poco más grande que la boca de un horno.
+
+Sí, señores; ahí tienen ustedes lo que le hacen hacer a uno las mujeres.
+
+Y, dentro del cenador, en la penumbra fresca, ella se tiende a medias
+sobre el banco carcomido... Se seca con el pañuelo la frente, el cuello,
+hasta el escote de la bata...
+
+¡Qué hermosa es así! ¡qué hermosa!
+
+Y mientras yo me dejo estar de pie, resollando como una foca, porque a
+los cuarenta y siete años, señores, uno no se pasea ya impunemente a
+cuatro patas, ella suelta una carcajada breve, dura, forzada.
+
+--¡Ríase usted de mí!--le digo.
+
+--¡Si supiera usted cuán pocas ganas tengo de reírme!--me dice, haciendo
+una mueca de dolor.
+
+Y se restablece el silencio. Ella mira al suelo, frunciendo las cejas, y
+su garganta se hincha y se deshincha acompasadamente.
+
+--¿En qué está pensando?--le pregunto.
+
+Ella se encoge de hombros.
+
+--¿Pensar? ¿para qué pensar?--responde.--Estoy cansada, querría dormir.
+
+--Y bien, duerma.
+
+--Pero usted también.
+
+--Bueno; yo también.
+
+Y, me tiendo a medias, como ella, sobre el banco de enfrente.
+
+--Pero cierre los ojos--me dice.
+
+Y, sumiso, cierro los ojos... Veo soles, ruedas verdes y haces de fuego,
+sin parar un momento... eso tiene por causa la agitación de la sangre,
+señores... Y, de tiempo en tiempo, una idea, como un relámpago, cruza
+por mi mente: «Hanckel, te estás poniendo en ridículo».
+
+Todo está tan callado, que oigo a los escarabajos que trepan a lo largo
+de las hojas... Hasta la respiración de ella ha cesado.
+
+«Tengo que ver, sin embargo, lo que hace», me digo, con el deseo secreto
+de admirarla a mi gusto durante su sueño. Pero, cuando, a hurtadillas,
+me aventuro a levantar un poco, un poquitito, los párpados, veo... ¡ah
+señores, siento frío en la espalda todavía!... veo sus ojos
+completamente abiertos, fijos en mí, feroces, devoradores, me atreveré a
+decir.
+
+--Yolanda, hija mía--exclamo;--¿por qué me mira así? ¿qué le he hecho?
+
+Ella se estremece, se pasa, como si hubiera estado soñando, la mano por
+la frente y por las mejillas, y se esfuerza por reír, con la misma risa
+breve, entrecortada, de un momento antes, y en seguida estalla en
+sollozos y llora, llora a lágrima viva.
+
+Me precipito hacia ella; querría acariciarle los cabellos, pero mi valor
+no da para tanto. Le pregunto qué es lo que la apena, si no quiere tener
+confianza en mí, y otras cosas por el estilo.
+
+--¡Ah! ¡soy el ser más desamparado, más miserable del mundo!--exclama
+con un gemido.
+
+--¿Y por qué?
+
+--Quiero hacer una cosa... una cosa terrible... y no tengo valor para
+ello.
+
+--¿De qué se trata?
+
+--No puedo decirlo... no puedo decirlo...
+
+Y no sale de eso, a pesar de todos mis esfuerzos para que se decida a
+hablar. Pero, poco a poco, su fisonomía se transforma, adopta una
+expresión resuelta, sombría, y sus labios acaban por murmurar
+amargamente:
+
+--Quiero salir de esta casa... Quiero fugarme...
+
+--¡Gran Dios! ¿y con quién?--pregunto consternado.
+
+Ella se encoge de hombros:
+
+--¿Con quién? ¡Sí nadie en el mundo se interesa por mí!... ¡ni un
+cuidador de vacas siquiera!... Pero tengo que irme a la fuerza. Aquí una
+acaba por perder toda esperanza, por morirse... Y, como nadie viene,
+huiré sola.
+
+--Pero, mi querida señorita, comprendo que se aburra usted un poco en
+Krakowitz; es muy aislado esto... y su señor padre tiene historias con
+todo el género humano... Pero, en fin, si usted tiene ganas de casarse,
+una mujer como usted no tiene más que hacer que levantar el dedo
+meñique.
+
+--¡Oh, cállese!--me responde;--esas son frases. ¿Quién me querría a mí?
+¿Conoce usted a alguno que me quiera?
+
+El corazón me late desesperadamente. Yo no quiero decirle... sería una
+locura... y, sin embargo, me pongo a asegurarle que yo no hago frases,
+que desearía probárselo, o cosa así... Porque, a hacerle una declaración
+en regla, por el momento ¡gran Dios! no me atrevo. Ella cierra los ojos,
+suspira profundamente, y, poniéndome la mano en el brazo, dice:
+
+--Antes de que se vaya, tengo que hacerle saber una cosa, para que no se
+deje engañar tan miserablemente. Mis padres no están durmiendo... En
+cuanto oyeron su coche, se encerraron... es decir, él fue el que la
+obligó a mamá... Esta entrevista nuestra en este sitio es una cosa
+preparada. Yo tengo que transtornarle a usted la cabeza para que usted
+se case conmigo. Desde el día que hizo usted su primera visita, los dos
+no hacen más que atormentarme, él con sus reprensiones, ella con sus
+ruegos. «Que yo no debo perder esta ocasión, porque un partido así no
+volverá a presentarse nunca». Perdóneme señor, pero yo no quería; aun
+cuando hubiera sentido simpatía por usted al principio, la insistencia
+de ellos habría bastado para desanimarme. Pero, ahora, que he abierto a
+usted mi corazón, ahora sí, quiero. Si yo le gusto, tómeme, soy suya.
+
+Pónganse ustedes, señores, en mi lugar. Una joven hermosa, una Tusnelda,
+una Venus, que en su orgullo y desesperación se echa en los brazos de un
+hombre valiente, corpulento, que frisa ya en los cincuenta años... ¿No
+hubiera sido una especie de sacrilegio apoderarse de esa felicidad y
+arrebatarla apresuradamente, como un ladrón?
+
+--Yolanda--le digo;--querida niña, ¿se da usted cuenta de lo que está
+haciendo?
+
+--Sí--me responde con una sonrisa que da lástima;--me rebajo ante Dios,
+ante mis propios ojos, y ante los ojos de usted... me hago esclava suya,
+cosa suya... y con esto, lo engaño, sin embargo...
+
+--Quizá no pueda usted soportarme...
+
+Entonces, ella me hace ojitos... me mira dulcemente con sus ojos
+inocentes, con sus queridos ojos de color azul pálido, y murmura con voz
+lánguida:
+
+--Usted es el hombre mejor y más noble del mundo; yo podría amarlo,
+adorarlo, pero...
+
+--Pero, ¿qué?
+
+--¡Ah! ¡qué feo, qué bajo es todo esto!... Dígame que no quiere saber
+nada conmigo, que me desprecia. No merezco otra cosa.
+
+Me parecía que el mundo entero daba vueltas a mi alrededor, y tuve que
+hacer un llamamiento a todo lo que me quedaba de buen sentido para no
+cogerla y estrecharla entre mis brazos. Gracias a ese poquito de buen
+sentido que me quedaba, le dije:
+
+--Yo no quiero, mi querida niña, aprovecharme de un momento de emoción.
+Usted podría arrepentirse de ello después, y sería demasiado tarde.
+Esperaré ocho días; entretanto, usted reflexiona. Si, para entonces,
+usted no me escribe: «He cambiado de idea», queda convenido: vendré a
+pedirla a sus padres. Pero pese bien el pro y el contra, antes de
+decidirse; no se eche de cabeza en su desgracia.
+
+Entonces, señores, ella se precipitó a tomarme la mano, esta manaza fea,
+curtida, rugosa; y, antes que yo pudiera impedirlo, apoyó en ella sus
+labios.
+
+Sólo más tarde, mucho más tarde, he comprendido lo que significaba ese
+beso.
+
+Cuando hubimos salido del cenador, yo otra vez en cuatro pies detrás de
+ella, oímos de lejos al viejo que gritaba:
+
+--¿Es posible? ¿Hanckel, mi amigo Hanckel, está aquí? ¿Por qué no me han
+despertado entonces, cretinos, idiotas, miserables? ¡Mi amigo Hanckel
+aquí, y yo roncando! ¡runfla de canallas!...
+
+Yolanda se puso colorada de vergüenza; y, para hacerle menos penoso ese
+momento, le dije:
+
+--Déjelo estar, que lo conozco bien.
+
+Sí, sí, señores; yo conocía bien al viejo... pero a la hija, a ésa no la
+conocía.
+
+
+
+
+IV
+
+
+Ahí tienen ustedes, pues, en lo que estábamos. Al volver a casa, iba
+repitiéndome incesantemente por el camino: «Hanckel, esto sí que es
+tener suerte! ¡A tu edad, un tesoro como ese!... ¡Grita, pues, salta
+como un loco! ¡Es lo menos que puedes hacer después de un acontecimiento
+semejante!...»
+
+Y, sin embargo, yo no sentía la más mínima gana de saltar o de gritar.
+Una vez en casa, arreglé mis cuentas de la semana y mandé que me
+prepararan un grog. Esa fue toda la fiesta que hice.
+
+Al día siguiente, llega Lotario Pütz, de uniforme.
+
+--Siempre de servicio, muchacho?--le pregunto.
+
+--Mi dimisión no ha sido aceptada todavía--responde mirándome con ojos
+atravesados, como si yo fuera la causa de todas sus desgracias.--Por
+otra parte, mi licencia está por terminar y tengo que volver a Berlín.
+
+Le pregunto si no podría conseguir una prórroga, pero bien veo que no la
+quiere: «Echa de menos el círculo...» Todos sabemos lo que es eso.
+
+Y, además, tiene que vender sus muebles y que arreglarse con sus
+acreedores.
+
+--Vete, pues--le digo;--y Dios te acompañe, hijo mío.
+
+Por un instante me pregunto si voy a confiarle mi nueva felicidad; pero
+no me atrevo. Estoy seguro de que pondría una cara de imbécil al hacerle
+esa confesión, y me callo... además, podría ser que Yolanda cambiara de
+idea y, sondando el fondo de mi corazón, creo que anhelo eso tanto como
+lo temo.
+
+Experimentaba un sentimiento... ¡bah! ¿para qué querer poner en limpio
+los sentimientos? Los hechos hablarán.
+
+A la mañana del octavo día, el cartero me trajo un sobre, con los bordes
+dorados... escrito por ella... Al principio me sobrecogió un gran miedo,
+y los ojos se me llenaron de lágrimas.
+
+Me dije: «Ya está, querido amigo, te han mandado el hoyo...»
+
+Pero, en seguida, sentí una gran tranquilidad. Mientras abría el sobre
+con unas tijeras, deseaba casi encontrarme con una repulsa brutal y
+definitiva.
+
+Y leí.
+
+«Amigo mío: Mi resolución se ha afianzado, como usted deseaba. Espero
+qué vendrá hoy a ver a mi padre.--_Yolanda_».
+
+--¡Ah, qué felicidad!... No es fácil concebir la dicha de un momento
+semejante.
+
+Pero, después... ¡qué vergüenza, qué vergüenza! Sí, señores; me sentía
+abochornado al pensar en las miradas socarronas y equívocas a que iba a
+verme expuesto, y de buen grado me habría echado atrás.
+
+Pero había llegado la hora. ¡Adelante, por la gloria!
+
+Ante todo, traté de ponerme buen mozo. Al afeitarme me corté dos veces;
+uno de los palafreneros tuvo que ir corriendo hasta la farmacia, a dos
+millas de distancia, en busca de tafetán inglés color carne... yo no
+tenía más que negro en casa...
+
+Después me apreté la hebilla del chaleco hasta quedarme sin respiración,
+y mi pobre hermana vieja estuvo a punto de perder la paciencia, a fuerza
+de hacer y deshacer, y volver a hacer, el nudo de mi corbata, al que no
+conseguía darle un aspecto bastante inspirado.
+
+Y, entretanto, siempre este pensamiento lancinante: «Hanckel, te estás
+poniendo en ridículo.»
+
+Sin embargo, mi llegada a Krakow fue magistral. Una yunta de caballos de
+pelo gris, nacidos en mis tierras, el landó nuevo, acolchonado con raso
+granate... La entrada de un príncipe no habría sido más triunfal; a
+pesar de todo, me habría batido en retirada... tan cobardemente me latía
+el corazón.
+
+El viejo me recibió en la puerta, como si no tuviera la menor idea de lo
+que se preparaba... Y, cuando le pido un momento de conversación a
+solas, adopta el gesto reservado del que teme ser objeto de un pedido
+imprevisto de dinero.
+
+«Está bien; pronto levantarás bandera de parlamento», me digo; y espero
+la respuesta, que ha de dar lugar a una buena escena, muy conmovedora,
+con abrazos, lágrimas de alegría, y todo el aparato escénico del caso...
+Porque uno se hace terriblemente vanidoso, señores, cuando tiene el
+portamonedas bien provisto.
+
+Pero el viejo zorro era entendido en negocios; sabía que, para dar valor
+a la mercancía a los ojos del comprador, hay que hacérsela desear.
+
+Cuando hube presentado mi demanda, me respondió hinchado por una
+dignidad repentina:
+
+--Disculpe, señor barón. ¿Quién me asegura que ese matrimonio, esa
+unión... _contra naturam_, confiéselo... va a tener buen resultado?
+¿Quién me garantiza que, dentro de un año o dos, no volverá aquí mi
+hija, en cabeza, en camisa, a declararme: «Padre mío, yo no puedo vivir
+ya con ese viejo... Téngame a su lado?...»
+
+--¡Ah, señores! ¡eso era duro!
+
+--Ahí tiene usted--continuó,--ahí tiene usted la razón de que, como
+padre prudente, yo no me atreva a entregarle mi hija.
+
+¡De modo que me manda a paseo!... ¡se burla de mí!...
+
+Me levanto, porque la entrevista me parece terminada; pero el viejo se
+precipita y me obliga a sentarme otra vez:
+
+--...Sin embargo, se la entregaría guardando las formas que un hombre
+como yo se cree obligado a imponer a un hombre como usted... o, para
+hablar más claramente, observando las formalidades por medio de las
+cuales un padre debe asegurar el porvenir de su hija... o, para ser más
+preciso todavía, la dote...
+
+Entonces lo comprendo todo, y suelto la carcajada. ¡Ah, viejo fullero!
+¡viejo fullero! ¡Para no soltar dote era para lo que había representado
+toda esa comedia! Al verme reír, manda al diablo el énfasis afectado, el
+pudor y la dignidad, y se echa a reír también con toda la boca; luego me
+dice:
+
+--¡Oh! desde el momento que usted toma así la cosa, amigo mío... Si yo
+lo hubiera adivinado... Pero, usted bien lo sabe, hay que tantear
+siempre el terreno... y si cuaja, tanto mejor...
+
+De modo que estábamos de acuerdo.
+
+Entonces se llamó a la baronesa; y, digámoslo en honor suyo, olvidó el
+papel que tenía que desempeñar; se me echó al cuello en cuanto su marido
+hubo acabado, para salvar las apariencias, de explicarle la situación.
+
+¿Y Yolanda?
+
+Pálida como la muerte, con los labios apretados, los ojos entornados,
+apareció en la entrada del salón y me tendió silenciosamente las dos
+manos. Después, con paso de autómata se acercó a sus padres y se dejó
+abrazar por ellos.
+
+Vean, señores, esto me dio que pensar otra vez.
+
+
+
+
+V
+
+
+Lo que me temía, señores, no sucedió...
+
+A lo que parece, yo no tenía la menor idea del aprecio y de la amistad
+de que era objeto dentro de nuestro círculo. Mis esponsales tuvieron la
+aprobación de la nobleza y también del grueso público; por todas partes
+no vi más que caras sonrientes y manos afectuosamente tendidas que me
+felicitaban.
+
+Es cierto que, en una ocasión como ésa, el mundo entero parece
+conjurarse contra uno para empujarlo, con gestos y ademanes de júbilo,
+hacia el destino; hasta el momento en que, como la cosa empieza a
+aburrir, todos se vuelven contra uno y le enseñan los dientes. La
+verdad, sin embargo, es que poco a poco fui dejando de sentirme
+avergonzado de mi felicidad; y hasta acabé por creer que tenía derechos
+reales sobre tanta juventud y belleza.
+
+Mi pobre hermana vieja se mostró abnegada, hasta un extremo conmovedor;
+sin embargo, ella era la única persona a quien mi matrimonio causaba
+directamente un daño: tenía que salir de Ilgenstein el día de la boda
+para instalarse en nuestra pequeña posesión materna en Gorowen. Derramó
+torrentes de lágrimas, lágrimas de alegría, me aseguró que su plegaria
+de todas las noches había sido oída, y se apasionó de mi prometida antes
+mismo de conocerla.
+
+¿Qué hubiera dicho mi amigo Pütz, que había bajado a la tumba sin ganar
+la comisión que esperaba recibir por mi casamiento?
+
+«A su hijo--me dije,--es a quien tengo que pagarla.»
+
+Escribí a éste una larga carta; le pedí perdón casi por haber ido a
+buscar mujer en la casa de su enemigo hereditario;
+«pero--agregué,--confío que de esta manera la vieja disputa se arreglará
+por sí sola».
+
+La respuesta se hizo esperar mucho tiempo.
+
+Contenía unas cuantas palabras de felicitación bastante secas, y me
+anunciaba que Lotario aplazaría su regreso hasta después de mi
+casamiento; le sería muy penoso encontrarse tan cerca de mí y no poder
+estar a mi lado ese gran día.
+
+Esto, señores, me apenó; porque yo lo amaba de veras, al muy bandido.
+
+Sí, sí... y mi novia también me tenía inquieto.
+
+Seriamente inquieto, señores.
+
+No veía en ella una alegría sincera. Siempre que llegaba, la encontraba
+con el rostro pálido, la expresión fría, la mirada turbia por entre los
+párpados bajos. Sólo cuando me la llevaba a un lado y le hablaba
+alegremente, acababa por animarse y por demostrarme una especie de
+ternura filial.
+
+Pero también, señores, ¡cuán delicado me mostraba yo con ella!
+¡extraordinariamente delicado, les aseguro!... La trataba como si fuera
+la princesa de un cuento de hadas; todos los días descubría yo en mi
+corazón nuevas fuentes de delicadeza, y me sentía positivamente
+orgulloso de mi refinada finura.
+
+A veces, sin embargo, me asaltaban impulsos de contar un cuento picante
+o de soltar un juramento gordo. Esta perpetua vigilancia sobre mí mismo
+me abrumaba. Gracias a Dios, tengo el corazón bastante tierno y bastante
+generoso para comprender las exigencias de otro corazón, sin que haya
+afectación de mi parte. Pero hasta cierto punto eso me hacía el efecto
+de estar en la situación de un acróbata que avanza por la cuerda con los
+ojos vendados. Un movimiento falso a la derecha, un movimiento falso a
+la izquierda... ¡patatrás!... al suelo.
+
+De modo que, cuando me veía otra vez en mi vasta casa vacía, en la que
+podía silbar, jurar, gritar, echar pestes y maldiciones a mi gusto, y
+hacer Dios sabe cuántas cosas más, sin chocar ni incomodar a nadie,
+experimentaba un verdadero bienestar y me decía más de una vez: «¡A Dios
+gracias! ¡todavía soy libre!»
+
+Sí, pero no por mucho tiempo... Como nada se oponía al matrimonio, éste
+debía celebrarse dentro de seis semanas.
+
+Una horda de tapiceros, de carpinteros, invadió mi querido Ilgenstein y
+lo puso patas arriba. Todos mis deseos se veían contrarrestados por la
+frase:
+
+--¡Oh, señor barón! ¡eso no es de buen gusto!
+
+Y, a fe mía, que los dejaba hacer; porque en aquella época yo sentía
+todavía un santo respeto por el famoso «buen gusto». Sólo mucho más
+tarde fue cuando comprendí que, por lo común, eso no es más que una
+pantalla para disimular la pobreza de espíritu.
+
+En fin, lo cierto es que, so pretexto del maldito buen gusto, en poco
+tiempo la banda devastadora no dejó ni un rincón intacto en Ilgenstein.
+No conseguí poner a cubierto de la invasión nada más que mi gabinete de
+trabajo. Allí sí; prohibí enérgicamente toda tentativa de buen gusto...
+Y mi viejo catre... naturalmente... nadie se había atrevido a ponerle
+las manos encima.
+
+¡Ah, sí, señores! esa cama...
+
+Vean, oigan esto... Un buen día, viene a verme mi hermana... Dicho sea
+de paso, ella hacía causa común con toda esa gentuza... Entra, pues, en
+mi aposento, mostrando en sus labios la sonrisita falsa que adoptan las
+solteronas cuando se hace alusión delante de ellas a la manera cómo
+vienen al mundo las criaturas.
+
+--Tengo que hablarte, Jorge--me dice, tosiendo afectadamente, sin
+mirarme.
+
+--¡Bueno! ¡Empieza!
+
+--Es a propósito...--balbucea,--es decir, me parece que... ¿qué piensas
+tú al respecto?... tú no puedes continuar durmiendo en esa cama
+espantosa, sobre un jergón...
+
+--¿Y si a mí me gusta dormir así?
+
+--No me comprendes...--murmura, cada vez más turbada;--después...
+cuando... en fin, una vez que te cases...
+
+--¡Diantre! ¡no había pensado en eso!...--Y yo, un viejo lobo, me pongo
+tan turbado como ella.
+
+--Habrá que avisar al ebanista--digo.
+
+--Mi querido Jorge--dice ella con importancia;--perdóname si creo que
+entiendo el asunto mejor que tú.
+
+--¡Hum, hum!--le digo, amenazándola con el dedo, porque mi mayor placer
+ha sido siempre plantar en el banquillo su pudor de solterona.
+
+Ella se pone colorada de vergüenza, y continúa:
+
+--He visto en casa de mis amigas, en casa de la señora de Houssel y de
+la condesa Finkenstein, dormitorios espléndidos... es preciso que tengas
+tú uno igual.
+
+Yo pregunto:
+
+--¿Cómo es?
+
+Debo decir a ustedes, señores, que, al encontrarme con que el gran
+tacaño de mi suegro no quería pagar ni siquiera el arreglo de la casa,
+yo había dicho que el mobiliario estaba completo y había encargado en
+seguida lo indispensable a Berlín y a Königsberg. Naturalmente, me había
+olvidado de la cama.
+
+--¿Qué prefieres?--insiste ella;--seda rosa cubierta de tul ilusión o
+seda adornada con puntillas? Tal vez se podría decir también al pintor
+que está haciendo el cielo raso que lo adorne con unos cuantos
+amorcillos.
+
+¡Ay, ay, ay, señores!... yo no me sentía a gusto... ¡Yo y Cupido!...
+
+--En cuanto a la cama--prosigue ella, implacable,--no habría tiempo de
+terminarla...
+
+--¡Cómo!--replico;--¡seis semanas para hacer una cama!...
+
+--¡Pero Jorge!... Los dibujos, los planos solamente requieren un mes.
+
+Dirigí una mirada entristecida a mi vieja cama querida. Para ésa no
+había habido necesidad de dibujos. Me la habían hecho en medio día; seis
+tablas y cuatro montantes.
+
+--Lo mejor--continúa ella,--sería escribir a Lotario pidiéndole que
+elija en Berlín lo más bonito y más fino que encuentre en las tiendas.
+
+--¡Haz lo que quieras, y déjame en paz!--le dije, enervado.
+
+Y mientras la pobre se retira un poco ofendida, le grito:
+
+--Y, sobre todo, encomienda al pintor que trate que los amorcillos se me
+parezcan.
+
+Ahí tienen, señores, cuál era mi estado de ánimo durante el período de
+noviazgo... Y cuanto más se acercaba el día de la boda, tanto más
+incómodo me sentía.
+
+No porque tuviese miedo... o más bien, sí... tenía un miedo horrible...
+pero, aparte de eso, experimentaba la sensación de haber cometido una
+falta, de haber hecho daño a alguno... ¿cómo decir?... Pero, ¿a
+quién?... A ella no, por cuanto ella lo había querido así. A mí,
+tampoco, ¿no era yo el más feliz de los mortales? ¿A Lotario?... Muy
+bien podría ser.
+
+El pobre muchacho había contado conmigo como un segundo padre, y yo lo
+abandonaba, pasándome al enemigo con armas y bagajes. ¡Vean ustedes cómo
+cumplía yo la palabra que había dado a Pütz en su lecho de muerte!
+
+Señores, aquel de ustedes a quien las circunstancias hayan obligado a
+alistarse en las filas de los bribones... y ¿cuál es el hombre honrado
+que no ha tenido que hacer eso alguna vez en su vida?... ese me
+comprenderá.
+
+Me devanaba los sesos día y noche, y me roía las uñas hasta hacerme
+sangre; y, no encontrando otra manera de arreglar las cosas, resolví
+reconciliar a mi costa a las dos partes.
+
+Confieso que me costó algún trabajo decidirme a ello; porque nosotros,
+los cultivadores, estamos muy aferrados, señores, a nuestros cuartos...
+Pero ¿qué es lo que no haría uno, cuando lo han declarado oficialmente
+«un buen muchacho?»
+
+Me voy, pues, una tarde a casa de mi futuro suegro, y entro en su
+pretendido gabinete de trabajo. Estaba en preparativos para repantigarse
+en su diván, y lo incito, no sin vacilar, a que se reconcilie con
+Lotario... naturalmente, para tantear ante todo el terreno. Como lo
+había previsto, en seguida monta en cólera, jura, se sofoca, se pone
+lívido, y me señala la puerta.
+
+--Pero--digo yo,--supongamos que él reconoce su error y abandona el
+pleito...
+
+Señores ¿ha acariciado alguno de ustedes alguna vez un tejón?... quiero
+decir un tejón joven, medio domesticado. ¿Han notado ustedes los ojitos,
+medio burlones, medio dulces, con que mira mientras resuella suavemente?
+Enteramente igual fue la cara que puso el viejo; luego, me dijo:
+
+--El no querrá.
+
+--Pero, ¿y si consintiera?
+
+--Entonces ¿eres tú el que paga los platos rotos?--me lanza a quema ropa
+el viejo pícaro.
+
+--Yo me pregunto: «¿Tengo que negar?»
+
+¡Bah! ¡Que el diablo lo lleve!... y convengo en la cosa.
+
+--Pues no--dice el otro secamente;--nada de eso, hijo mío, no acepto.
+
+--¿Y por qué?
+
+--A causa de los hijos, por supuesto... Tengo que pensar en los nietos
+que tu magnanimidad me otorgará sin duda. Yo no les doy dote; ¿y voy a
+quitarles también la paja del nido donde van a nacer? De todos modos,
+estoy seguro de ganar el pleito si las cosas se prolongan uno o dos
+años más; puedo esperar.
+
+Entonces, ensayo la persuación.
+
+--El dinero quedará en la familia--digo;--yo pago, y tú guardas el
+dinero. Y, cuando te mueras, ese dinero volverá a mi poder.
+
+--¡Ajá! ¡conque cuentas ya con mi muerte!--grita el viejo, montando otra
+vez en cólera;--¡querrías seguramente enterrarme vivo y tirar en seguida
+el manotón a Krakowitz para redondear tus tierras! ¿Le has echado el ojo
+a mi Krakowitz desde hace tiempo, eh?
+
+Imposible hacer entender razones a ese energúmeno; me decido a emplear
+los grandes recursos.
+
+--Oye entonces mi última palabra:--le digo.--Yo no puedo entrar en tu
+familia sino con una condición: tu reconciliación con Lotario Pütz. Si
+te niegas, tendré que romper mi compromiso.
+
+Eso le puso blandito.
+
+--¡Qué cabeza hueca!--dijo;--no hay medio de hablar de sentimientos
+contigo. Yo pienso en tus hijos, en esas pobres criaturas que están por
+nacer todavía; y tú, tú no piensas más que en una ruptura y en otras
+borricadas por el estilo... Arregla el asunto así, si eso te place; yo
+no me opongo personalmente, no tengo nada contra Lotario Pütz. Al
+contrario: debe ser un mocetón enérgico, muy caballero, bastante
+aficionado a las muchachas lindas... Y, a propósito, hijo mío, te voy a
+dar un buen consejo. Tú vas a tener una mujer joven. Si ella no fuera mi
+hija, y no estuviera por eso mismo arriba de toda sospecha, yo te diría:
+«Riñe con él; no le prestes más dinero y reclámale lo que te debe...»
+Como tú comprenderás, la prudencia es una gran cosa.
+
+Señores, hasta entonces, yo había tomado al viejo por su lado bueno;
+pero desde aquel momento se me hizo odioso. Bueno... el casamiento ante
+todo; que, después, ya sabré librarme de él.
+
+Había que tragar todavía una píldora bastante gorda. Convencer a Lotario
+de que el viejo había reconocido su error y renunciaba a seguir el
+pleito. Eso anduvo como sobre rieles. Lotario se sorprendió tan poco que
+se olvidó de agradecérmelo...
+
+¡En fin, qué quieren ustedes!
+
+Ya les he hablado de mi prometida; suficientemente, me parece. Nuestras
+relaciones, con sus altibajos de confianza o de temor, de esperanza o de
+abatimiento, formaban una madeja demasiado complicada para que mis
+manazas pesadas pudieran desenredarla.
+
+Debo decir, en honor de Yolanda, que ella se esforzaba lealmente por
+darse conmigo... Trataba de adivinar mis gustos; sí, trataba de asociar
+sus ideas con las mías. Pero eso no era posible. Allí donde su joven
+inteligencia esperaba encontrar en mí la vida, el interés, no había, por
+lo general, más que un desierto seco, hacía ya mucho tiempo. Porque,
+vean ustedes lo que es terrible en la vejez: cada año atrofia un nervio
+más en nosotros; y, cuando estamos por llegar a los cincuenta años, el
+trabajo y el reposo nos son igualmente mortíferos.
+
+Entonces estaban de moda las corbatas de color punzó; yo usaba, por lo
+tanto, una corbata punzó; usaba también zapatos puntiagudos, e hice
+poner forros de seda a mis trajes.
+
+Hacía a mi novia costosos regalos: un collar de turquesas de quince mil
+francos... y un solitario célebre que había sido rematado en París.
+Todos los días, el ferrocarril le llevaba rosas frescas y orquídeas,
+porque, en cuanto a las flores de mi jardín, el cultivo de ellas no me
+daba tan buen resultado como la cría de potros. Diré de paso que mis
+potros... pero no, no es de eso de lo que quiero hablarles.
+
+
+
+
+VI
+
+
+
+Ahí está. Y ahora, señores, hago una raya y paso directamente al día de
+mi casamiento.
+
+Mi señor suegro, que, como los gatos, caía siempre sobre sus patas,
+había resuelto aprovechar mi popularidad y renovar relaciones, en
+ocasión de nuestras bodas, con un montón de gente que, por prudencia,
+había dejado de tratarse con él desde hacía años. Desató, pues, los
+cordones de su bolsa, y organizó una fiesta monstruo en la que el
+champagne debía correr a mares, según su expresión.
+
+Es fácil comprender que toda esta faramalla me daba miedo... Pero un
+novio no es más que un ente ridículo al que se le han suprimido
+momentáneamente los órganos de la voluntad.
+
+A la mañana del gran día estaba yo sentado en mi pieza, de muy mal
+humor, con la casa entera hediendo a encáustico, cuando de repente se
+abre la puerta y se presenta Lotario.
+
+Muy alegre... en apariencia... muy animado... con sus grandes botas. Se
+echa en mis brazos:
+
+--¡Hurra! ¡mi tío!
+
+Ha pasado toda la noche en viaje... La víspera, en las carreras de
+Hoppegarten, se ha ganado el gran premio... una carrera infernal... sin
+embargo, no se ha desnucado... Después, ha bebido como un pozo... y, con
+todo, ahí lo tienen ustedes fresco y resuelto como un joven dios... Dice
+que va a bailar como un trompo... Ha traído chascos, fuegos
+artificiales... Necesita inmediatamente dos docenas de hombres para
+enseñarles el manejo de las piezas, etcétera.
+
+Todo esto brota y sale de sus labios sin interrupción, mientras sus
+gruesas cejas negras no hacen más que subir y bajar, y sus ojos brillan
+como brasas.
+
+«¡Esta es la juventud!» pensé, ahogando un suspiro; «¡ah! si pudiese yo,
+aunque sólo fuera por veinticuatro horas, tener sus ojos... y todo lo
+demás!»
+
+Le digo:
+
+--¿Y no me pides noticias de mi novia?
+
+Se echa a reír ruidosamente:
+
+--¡Mi tío! ¡mi tío!--exclama.--¡Esta si que es aventura!... ¡Casarte,
+tú! ¡tú, casarte!... ¡Es realmente como para tirar bombas! ¡Hurra!
+
+Y, riéndose siempre, sale del aposento.
+
+En cuanto a mí, me dejo estar donde estoy, y concluyo mi cigarro; me
+siento muy abatido. Después, voy a inspeccionar las piezas recientemente
+arregladas.
+
+Delante de la puerta del dormitorio me detiene mi hermana, que está
+preparando sus valijas.
+
+--Aquí no se puede estar--dice,--es una sorpresa para ustedes dos.
+
+¡Nosotros dos!... ¡qué tontería!
+
+Como a las once, me pongo a la tarea de vestirme. El traje me incomoda
+en las escotaduras; los zapatos me aprietan los dedos; hace treinta años
+que los dedos de los pies se me hinchan... los grogs de Pütz tienen la
+culpa. La camisa está más dura que una tabla, la corbata me estrangula.
+¡Es atroz!
+
+A las dos de la tarde parto en el coche... entonces, señores, comienza
+un sueño... no un bello sueño... ¡no, por cierto!... sino una pesadilla
+espantosa, con todas las sensaciones correspondientes: vértigos,
+sofocaciones, opresión y caída en el vacío... y con uno que otro
+intervalo feliz, cuando me decía: «Todo saldrá bien. Tú tienes buen
+corazón y buena voluntad. Tú la guiarás para que pueda vencer los
+obstáculos. Ella hará su camino en el mundo festejada como una reina, y
+no sentirá las cadenas...»
+
+Mientras los carruajes de los invitados iban entrando unos tras otros en
+el patio principal, y las ventanas se adornaban al mismo tiempo con
+rostros desconocidos, yo recorría el jardín como un poseído, embarraba
+mis lindos zapatos de charol en la tierra húmeda, y lloraba a moco
+tendido.
+
+No me dejaron tranquilo mucho tiempo. Me llamaban de todas partes, y
+entré en la casa. El viejo, triunfante por haber reunido alrededor de él
+a sus antiguos enemigos y adversarios, a todos aquellos a quienes había
+ofendido o perjudicado, o engañado de alguna manera, corría del uno al
+otro, estrechándoles las manos y jurando a todos una amistad eterna.
+
+Yo habría querido dar los buenos días a algunos amigos, pero en seguida
+se apoderaron de mí, y me empujaron, gritando, hacia el aposento donde,
+según decían, me estaba esperando mi novia.
+
+Allí estaba ella, gallardamente erguida en su traje de seda blanca. El
+velo de tul la envolvía en una nube transparente, y la corona de mirto
+descansaba sobre sus cabellos como una corona de espinas.
+
+Tuve que cerrar por un momento los ojos, deslumbrado. ¡Estaba tan
+hermosa!
+
+--¿Estás contento?--me dijo, con una mirada tierna y sumisa.
+
+Su rostro, al sonreírse, parecía una máscara de mármol. Entonces me
+sentí aplastado por la felicidad y por la conciencia de mi falta. Habría
+querido echarme a sus pies, pedirle perdón por haberme atrevido a
+pretenderla; pero no podía hacerlo, porque mi suegra estaba detrás de
+ella... Había también allí damas de honor y otras tonterías... Balbucí
+algunas palabras que yo mismo no comprendí, y, no sabiendo qué actitud
+debería guardar, me puse a andar de un lado a otro por la pieza,
+abotonándome y desabotonándome los guantes. Mi suegra, que tampoco sabía
+qué decir, arreglaba los pliegues del velo, y me miraba de reojo con una
+expresión de reproche y de estímulo al mismo tiempo. Cada vez que en mis
+paseos llegaba al extremo del aposento, me encontraba delante de un
+espejo, en el que, quisiera o no quisiera, tenía que mirarme. Veía en él
+mi frente calva, mis mejillas escarlatas, con bolsas debajo de los ojos,
+y una verruga en el ángulo de la boca. Veía el cuello postizo de mi
+camisa, demasiado estrecho aun cuando había pedido el número más alto, y
+mi pescuezo colorado que se desbordaba por arriba de él formando un
+pliegue gordo. Veía todo eso, y, un poco por clemencia y otro poco por
+lealtad, sentía impulsos de gritar a Yolanda: «¡Ten piedad de ti misma!
+¡todavía estás a tiempo! ¡No te cases conmigo!...»
+
+Nota breve: en aquella época, el matrimonio civil no existía aún.
+
+Por mí, yo podría haberme estado así siglos enteros, dando vueltas
+alrededor de ella sin animarme nunca a decirle nada; pero, cuando el
+viejo se deslizó dentro de la pieza con la agilidad de un hurón,
+gritando: «¡Vamos! ¡el pastor está esperando!...» me enfurruñé, como si
+eso hubiera contrariado mis intenciones.
+
+Ofrezco el brazo a Yolanda... Ábrense de par en par las puertas.
+
+¡Caras! ¡caras! ¡nada más que caras, pegadas unas a las otras, que me
+miran irónicamente como diciéndome: «¡Hanckel, te estás poniendo en
+ridículo!» Han formado un doble cerco, y nosotros pasamos por el medio;
+y me sorprenda que nadie rompa con una carcajada el silencio que allí
+reina. Llegamos al altar que el viejo había fabricado artísticamente con
+un gran cajón cubierto por un paño rojo. Encima, hay una verdadera
+exposición de flores, de luces; en el centro, un crucifijo, como si se
+tratara de un entierro.
+
+El buen viejo del pastor está delante de nosotros; adopta la expresión
+que imponen las circunstancias, y se recoge y vuelve a recogerse las
+mangas de la sobrepelliz, lo mismo que un escamoteador que se dispone a
+comenzar sus juegos.
+
+Ante todo, un cántico... después, la plática. Maldito si oigo una
+palabra de ella; estoy embargado por una idea horrible que ha entrado en
+mi mente con la rapidez del rayo y que no me deja ya: «Ella va a decir
+_no_. Ella va a decir _no_...»
+
+Y, cuanto más se acerca el momento decisivo, tanto más me aprieta el
+miedo la garganta. Al fin, ya no dudo absolutamente de que ella va a
+decir _no_.
+
+Señores, ella dijo _sí_... Respiré entonces como un malhechor que acaba
+de oír su absolución.
+
+Pero, lo más extraño fue esto. En cuanto oí esa palabra y cesó mi
+angustia, sentí un vivo pesar. «¡Ah! ¿por qué no había dicho más bien
+_no_?»
+
+Después de la bendición vinieron las felicitaciones sin fin. Y yo no
+hacía más que apretar manos, unas tras otras, con un ardor metódico:
+gracias, a la derecha; gracias, a la izquierda... Sentía un verdadero
+agradecimiento para todos esos imbéciles, que se acercaban a
+congratularme solícitos y alegres, gracias a la perspectiva de una buena
+comilona.
+
+Faltaba uno todavía: Lotario.
+
+Llegó entre los últimos, con la tez verdosa, la expresión hambrienta o
+fastidiada. Lo agarro del brazo:
+
+--Aquí lo tienes, Yolanda--digo a ésta.--Es Lotario Pütz, hijo único de
+Pütz, hijo mío, casi. Dale la mano, llámale Lotario.
+
+Y al ver que ella vacilaba, tomé sus cinco dedos y los puse entre los de
+Lotario. Entretanto, pensaba: «¡Qué suerte que él esté aquí!... Nos ha
+de ayudar más de una vez a salvar las situaciones difíciles.»
+
+No se sonrían, señores. Veo que ustedes se figuran que poco a poco va a
+ir formándose, en mis propias barbas, una intriguilla amorosa entre esos
+dos jóvenes. No hay tal cosa... Tengan un poco de paciencia. Ya verán.
+
+Nos sentamos, pues, a la mesa... Cubierto suntuoso, flores, vajilla de
+plata, un cúmulo de piezas montadas. El conjunto muy bien... Se sirvió
+ante todo una copita de Jerez para hacer entrar en calor al estómago. El
+Jerez era bueno, pero la copa muy chica; y no pude conseguir que me
+sirvieran otra.
+
+«Tengo que ser galante con ella... cariñoso... las conveniencias lo
+exigen...» me decía, dirigiendo una mirada a Yolanda, colocada a mi
+derecha. Su codo me rozaba ligeramente el brazo, y la sentía temblar.
+«Es de hambre»; pensé. Yo también; no había comido nada todavía.
+
+Se había puesto a mirar fijamente un candelabro de plata que tenía por
+delante, al que el tiempo había arrugado la superficie como la piel de
+una vieja. Su perfil... ¡Dios mío! ¡qué hermoso era ese perfil!... Y era
+mío... ¡Qué locura!
+
+Bebí un gran vaso de un vino rubio, claro, que cayó gorgoteando dentro
+de mi estómago vacío. «De esta manera no voy a llegar nunca al grado de
+ternura que quiero», me dije, buscando inútilmente el Jerez con los
+ojos.
+
+Entonces me sacudí:
+
+--Come, pues, alguna cosa--le dije.
+
+Y me sentí en la gloria por haber pronunciado esa frase.
+
+Ella se inclinó y se introdujo la cuchara en la boca...
+
+Después de la sopa trajeron el pescado... un salmón, si no me engaño...
+linda pieza... la salsa perfecta, con una especie de cognac, limón y
+alcaparras... muy delicada, en resumen. Después vino un plato de
+cabrito... no bastante adobado... pero eso es cuestión de gustos.
+
+--Come, pues, alguna cosa--repetí a Yolanda, haciendo un corazón con
+los labios para que los convidados creyeran que le susurraba un
+cumplimiento.
+
+Decididamente, la cosa no marchaba; sin embargo, yo me había bebido ya
+dos botellas de ese vino blanco, y empezaba a sentirme hinchado como un
+odre.
+
+Traté de observar a Lotario, que había heredado de su padre un olfato
+especial para descubrir los mejores vinos; estaba en un extremo de la
+mesa, entre las jóvenes.
+
+Un brindis vino a salvarme entonces; pude levantarme, y al darme vuelta
+descubrí un grupito limitado, pero escogido... botellas de jerez que el
+viejo había escondido detrás de una cortina... Substraje dos sutilmente,
+y, sin más demora, me puse a la tarea de ingurgitar coraje. La cosa
+tardaba en llegar, porque yo aguanto bien el vino, señores; pero, en
+fin, llegaba.
+
+Después del cabrito sirvieron un salmorejo de perdices. Caza, dos veces
+seguidas; eso no era correcto. Sin embargo, el plato me pareció
+excelente... En ese momento, señores, fue cuando empezó a desprenderse
+del cielo raso, a bajar sobre nosotros lentamente, lentamente... una
+especie de niebla.
+
+Entretanto, yo me había puesto ya muy galante, y barajaba los
+cumplimientos que era un gusto. Sí, le hacía la corte a mi novia; la
+llamaba «encantadora hada graciosa»; contaba aventuras de caza
+picantes, y explicaba a los que me rodeaban por qué un hombre debe
+soltar siempre el cascarón antes de casarse... En una palabra, señores,
+estaba irresistible...
+
+Pero la niebla bajaba cada vez más densa. Eso se ve a menudo en las
+montañas, como ustedes saben. Las altas cumbres son las primeras que
+desaparecen; después las crestas y las colinas, unas tras otras...
+
+Allí, las bujías de los candelabros fueron las primeras que se rodearon
+de una aureola rojiza y lanzaron rayos con todos los colores del arco
+iris; en seguida, todo lo que parloteaba y comía detrás de los
+candelabros se borró también a mis ojos.
+
+De tiempo en tiempo veía relucir lo blanco de una pechera o el extremo
+de un brazo desnudo, en medio de una _obscuridad purpurina_, como diría
+Schiller.
+
+¡Ah, sí! ¡es cierto! Una cosa más me llamó la atención. Era mi suegro,
+corriendo alrededor de la mesa con dos botellas de champagne en las
+manos; se detenía junto a los que tenían la copa vacía, completamente
+vacía, y les decía con insistencia:
+
+--¡Pero beba, pues! ¿Por qué no bebe?
+
+Cuando llegó junto a mí, le pellizqué la pierna y le dije:
+
+--¡Viejo farsante! ¡a esto es a lo que llamas hacer correr el champaña a
+mares!
+
+Como ustedes ven, señores, la cosa iba poniéndose seria.
+
+Y, de pronto, siento que mi corazón se ensancha... Es necesario que
+hable; sí, es necesario que hable. Me pongo a golpear la copa como un
+poseído.
+
+--¡Por el amor de Dios, cállate!--me susurra mi novia... quiero decir,
+mi mujer.
+
+Pero, aunque la cosa tuviera que costarme la vida, tengo que hablar.
+
+Después me han contado lo que dije entonces; si las informaciones son
+exactas, fue esto, poco más o menos:
+
+«Señoras y señores... yo no soy ya un jovencito, pero no lo siento... y
+si alguno quisiera sostenerme que la juventud no debe unirse sino con la
+juventud, yo le replicaría que eso es una mentira infame... En mí puede
+verse la prueba de lo contrario, porque yo no soy ya joven... pero eso
+no ha de impedir que haga feliz a mi mujer, porque mi mujer es un
+ángel... y yo, yo tengo un corazón amante... ¡sí! ¡un corazón amante es
+el que late aquí debajo de mi chaleco!... y el que lo dude, que
+venga... que yo le abriré mi pecho»...
+
+Al llegar a este punto las lágrimas ahogaron mis palabras, y me asaltó
+una aflicción tan grande que tuvieron que arrastrarme apresuradamente,
+fuera de la sala...
+
+ * * * * *
+
+Al despertarme me encontré sobre un canapé demasiado corto para mi
+talla. Estaba sepultado bajo una montaña de capuchas, de esclavinas y de
+chales de lana. Tenía el pescuezo torcido y las piernas acalambradas.
+
+Eché una mirada a mi alrededor... Una bujía solitaria ardía sobre una
+consola, en la que se veían cepillos, peines, alfileres para los
+cabellos; colgaban a lo largo de las paredes mantas, sombreros... ¡Ah!
+aquel era el tocador de las damas.
+
+Y poco a poco fui comprendiendo lo que había pasado.
+
+Consulté mi reloj: eran cerca de las dos... Oía a la distancia los
+sonidos de un piano y el rítmico rozar de los danzantes... ¡Mis bodas!
+
+Me alisé el pelo, me ajusté la corbata, y, francamente, mi más grande
+satisfacción habría sido irme a tenderme en mi vieja cama y subirme la
+cobija hasta las orejas, en lugar de... ¡Brrr!
+
+En fin, ¿qué hacer? Me dirigí, pues, a los salones. No me sentía
+abochornado en lo más mínimo, demasiado atontado y amodorrado, como
+estaba aún, para darme cuenta exacta de mi situación.
+
+Al principio, nadie notó mi presencia; porque, en las salas reservadas
+para los hombres, el humo de los cigarros era tan compacto que a tres
+pasos no se distinguían sino bultos confusos... Se jugaba fuerte. Mi
+suegro saqueaba a sus huéspedes tan concienzudamente que, si hubiera
+tenido tres hijas más que casar, se habría hecho millonario. A eso
+llamaba él «resarcirse de los gastos de la boda».
+
+Eché una ojeada al salón de baile.
+
+Las madres luchaban contra el sueño; los jóvenes giraban mecánicamente,
+y el machacador no entreabría los ojos sino cuando había encajado un
+acorde fuera de su sitio... Mi hermana tenía un vaso de limonada sobre
+la falda y contemplaba las pepitas del limón... Era un cuadro lastimoso.
+
+De Yolanda, ni la menor huella.
+
+Volví a las mesas de juego y golpeé el hombro al viejo. En esos momentos
+estaba metiéndose a manos llenas en los bolsillos el dinero que acababa
+de ganar.
+
+--¡Ah! ¡eres tú, borrachón!
+
+--¿Dónde está Yolanda?
+
+--¿Qué sé yo? Búscala.
+
+Y se pone a jugar otra vez. Los demás hombres estaban incómodos, pero
+trataban de no hacerlo ver:
+
+--Siéntese, pues, joven esposo--me dicen.
+
+Me apresuré a alejarme, porque me conocía; si hubiera contestado, habría
+sucedido allí una desgracia.
+
+Tomando por caminos extraviados, evité el salón de baile. No me sentía
+con valor para afrontar las miradas de las madres.
+
+En el corredor humeaba una lámpara de cocina; y salía de allí un ruido
+de vajilla y risotadas de criadas...
+
+¡Puf!
+
+Llamé a la puerta del aposento de Yolanda; nadie respondió. Repetí el
+llamamiento; el mismo silencio. Entonces entro.
+
+¿Y qué es lo que veo?... Mi suegra sentada en el borde de la cama; de
+rodillas delante de ella, con la cabeza apoyada en el pecho de su madre,
+mi mujer en traje de viaje (¡ya!), y las dos llorando a lágrima viva.
+
+¡Ah, señores! no me sentí orgulloso.
+
+Habría querido escabullirme, saltar dentro del coche y gritar «¡A la
+estación!» Tomar el primer tren y huir a América, a cualquier parte,
+allá donde se refugian los cajeros infieles y los hijos pródigos.
+
+Pero era imposible.
+
+--¡Yolanda!--dije en tono humilde y contrito.
+
+Las dos lanzan un grito. Mi mujer se abraza a las rodillas de su madre,
+que extiende los brazos como para protegerla.
+
+--Yo no quiero hacerte daño, Yolanda--digo.--Lo único que quiero es
+pedirte perdón por haber sido tan imprudente, por exceso de amor a ti.
+
+Silencio prolongado. No se oyen más que suspiros.
+
+Entonces la madre le dice:
+
+--Tiene razón, hija mía; levántate. Es hora de partir.
+
+Yolanda se alza lentamente, con las mejillas húmedas, los ojos
+enrojecidos, el cuerpo sacudido siempre por los sollozos.
+
+--Dale la mano a tu marido. No hay más remedio.
+
+Perfectamente amable ese «no hay más remedio».
+
+Y Yolanda me tiende la mano, que yo llevo respetuosamente a los labios.
+
+--¿Ha visto a mi marido, Jorge?...--pregunta mi suegra.
+
+Respondo que sí.
+
+--¿Quiere llamarlo, para que Yolanda se despida de él?
+
+Vuelvo a la sala del juego.
+
+--Oye, suegro.
+
+--Doce... diez y seis... veintisiete... treinta y uno...
+
+--Suegro...
+
+--¡Treinta y tres!... ¿Qué quieres?
+
+--Queríamos despedirnos...
+
+--Buen viaje. Que sean felices. ¡Treinta y seis!
+
+--¿No quieres que Yolanda?...
+
+--¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere
+jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez!
+
+Entonces me fui.
+
+Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa,
+ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego
+bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el
+carruaje. El viento nos silbaba en las orejas, gotas de lluvia nos
+azotaban el rostro.
+
+Las dos mujeres se estrechaban en un abrazo mudo, como si ya no fueran a
+separarse nunca. Pero, en esto, el viejo, que ha cambiado de idea, llega
+ruidosamente, y detrás de él los criados, a quienes ha dado el alerta,
+con lámparas y bujías.
+
+Se echa sobre Yolanda y le frota las mejillas con sus mostachos.
+
+--Hija querida, si la bendición de un padre que te ama profundamente...
+
+Ella se desprende y lo aparta, casi como se aparta a un perro mojado, y
+salta dentro del coche.
+
+Yo, detrás de ella... ¡En marcha!...
+
+
+
+
+VII
+
+
+Estamos en marcha, pues. Las luces del patio vacilan un instante todavía
+con el viento, y luego la noche es negra, completa.
+
+¡Ah señores, qué viaje!
+
+Las ruedas cortaban los aguazales... sis... sis... sis... y la tempestad
+gruñía... hu... hu... hu... y las gotas de lluvia tamborileaban sobre el
+landó... taratatá... taratatá...
+
+Y yo me preguntaba: «¿Por dónde voy a empezar?»
+
+De ella, yo no veía, no oía, no sentía nada... Me parecía estar
+completamente solo en aquella obscuridad.
+
+Solamente cuando cruzábamos el bosque y la luz de los faroles del
+carruaje, al reflejarse sobre los troncos húmedos de los árboles,
+enviaba cierta claridad al interior, pude distinguirla acurrucada,
+hundida, en el rincón opuesto al mío; se habría dicho que trataba de
+romper el obstáculo para tirarse a la carretera.
+
+¡Dios mío! ¡Pobre criatura! Acababa de abandonar todo lo que hasta
+entonces había sido su universo, su vida... Y su porvenir era un viejo,
+que, hacía apenas una hora, estaba ebrio.
+
+¡Voto a!... ¡y qué vergüenza tenía yo!
+
+Sin embargo, es necesario que le hable:
+
+--Yolanda...
+
+No me responde.
+
+--¿Me tienes miedo?
+
+--Sí.
+
+--¿Quieres darme la mano?
+
+--Sí.
+
+--¿Dónde está?
+
+--Aquí.
+
+Siento una cosa blanca que me roza suavemente. Me apodero de ella, la
+tomo, la aprieto.
+
+¡Pobre criatura! ¡pobre criatura!
+
+Y de repente, me siento presa... de un «santo ardor» diría, si quisiera
+ser patético... En fin, en medio de mi aflicción, encuentro palabras
+hermosas, cálidas, para tranquilizarla.
+
+--Mira, Yolanda--le digo;--tú eres ahora mi mujer. Lo que está hecho,
+está hecho, y tú misma lo has querido así. Pero no temas que llegue a
+importunarte yo con mis muecas amorosas o con mis exigencias. Tú tienes
+en mí un amigo verdadero, un amigo _paternal_, si esta palabra te
+inspira más confianza... porque no pienso disimular que tengo muchos más
+años que tú. Si estás afligida y sientes la necesidad de llorar, échate
+en mis brazos; en ninguna otra parte podrás descansar más
+tranquilamente. Refúgiate siempre en mí... aun cuando te figures que yo
+soy el enemigo contra el cual necesitas protección.
+
+Estaba bien dicho, ¿no es cierto? Era porque la piedad y el buen deseo
+me inspiraban.
+
+--¡Qué pobre diablo era yo! ¡Como si un poco de juventud no valiera mil
+veces más que la piedad más tierna!
+
+Pero el efecto de mis palabras fue tan violento e inesperado que llegué
+a asustarme. De repente ella sale de su rincón y me besa locamente a
+través de su velo, murmurando entre sollozos:
+
+--¡Perdóname, perdóname, querido, querido amigo!
+
+La escena del cenador vuelve de improviso a mis ojos, recuerdo haberme
+sentido desconcertado entonces por una frase análoga.
+
+--Pero ¿qué es--digo,--qué es lo que tengo que perdonarte?
+
+Ella no responde, se acurruca otra vez en su rincón y ya no vuelve a
+despegar los labios... La lluvia ha cesado, pero el viento ruge por
+entre las junturas de la portezuela; de pronto, un relámpago... e
+instantáneamente un retumbo. Los caballos dan un salto hacia la zanja.
+Grito:
+
+--¡Firmes las riendas, Juan!
+
+Naturalmente, él no me oye; pero los caballos no se mueven ya, porque
+los puños de Juan son de hierro. Nunca he tenido un cochero mejor... El
+cañonazo no había sido más que una señal; luego, la cosa es por todas
+partes, a la derecha, a la izquierda; no se ven más que techos
+incendiados, haces de fuego, torres chispeantes, y el parque se ilumina
+con una hermosa claridad verde... En una palabra, mi viejo Ilgenstein se
+ha convertido en un verdadero castillo encantado.
+
+Me estremezco de alegría al pensar que voy a mostrar a Yolanda su nueva
+morada bajo una gloria semejante. Y esta alegría se la debo a Lotario, a
+mi querido muchacho... Tal vez le debo más todavía, por que la primera
+impresión decide a veces de toda una existencia... ella se ha inclinado
+hacia la ventanilla, y, al resplandor de los fuegos, veo sus ojos
+animados por una curiosidad ávida, ansiosa.
+
+--Todo esto es tuyo, hija mía--digo, buscando su mano.
+
+Ella no me escucha; parece enteramente absorta en la belleza del
+espectáculo.
+
+Y en cuando llegamos al patio de entrada, una batahola ensordecedora se
+alza a nuestro alrededor; gritos, detonaciones, tambores y trompetas. A
+derecha, a izquierda, antorchas, hachones; y vemos rostros ennegrecidos
+por el humo, con ojos brillantes y bocas abiertas.
+
+--¡Hurra! ¡Viva el señor barón! ¡viva la señora baronesa! ¡Hurra!
+
+--¡Y un pataleo! ¡y una de gorras al aire!... Los bandidos se han vuelto
+locos.
+
+Entonces, pienso: «Ella verá, por lo menos, que no se ha casado con un
+hombre malo. Puesto que mis gentes me quieren...» Y, dispuesto a la
+emoción, como está uno siempre en circunstancias así, las lágrimas
+asoman a mis ojos.
+
+Cuando el carruaje se detiene, reconozco a Lotario en el grupo que
+forman los administradores del dominio. Salto y lo estrecho entre mis
+brazos:
+
+--¡Hijo mío! ¡mi querido hijo!
+
+Habría querido besarle las manos, en mi agradecimiento.
+
+Al hacer bajar a mi mujer del landó, veo al idiota del administrador en
+jefe que se apronta para echarnos un discurso sobre la lluvia y el
+viento.
+
+--¡En nombre del cielo, Baumann, lo disculpo!--le digo.
+
+Y llevo derechamente a la casa a mi joven esposa.
+
+Allí nos esperaban los criados, con el ama de llaves a la cabeza. Hacen
+sus reverencias y se ríen solapadamente; pero Yolanda avanza, con los
+ojos fijos, por en medio de ellos.
+
+Entonces me asalta el miedo al pensar en lo que va a pasar.
+
+«No debería haber dejado que mi hermana se fuese», me digo; y,
+dirigiendo a mi alrededor miradas desconsoladas, descubro a Lotario en
+la puerta, en vías de irse. Corro a él, le tomo las manos y le digo:
+
+--No hay que escabullirse ahora. Después de toda esta agitación, vamos a
+beber juntos alguna cosa caliente. Consientes, ¿no es verdad?
+
+Se pone color de púrpura, pero lo llevo adonde está Yolanda, a quien
+están sacándole el sombrero y la capa.
+
+--Ruégale tú también que se quede--le digo; merece bien una taza de te.
+
+--Se lo ruego--murmura ella sin levantar los ojos.
+
+El hace un saludo correcto y se retuerce el bigote.
+
+Después llevo a Yolanda al comedor, a través de los aposentos
+brillantemente iluminados. No mira a ninguna parte, y parece no ver
+todos los esplendores que se han preparado para ella. Dos o tres veces
+vacila y se apoya fuertemente en mi brazo, y otras tantas veces me doy
+vuelta yo para ver si, por lo menos, está allí Lotario todavía.
+
+¡Alabado sea Dios!... está ahí todavía.
+
+En el comedor bulle el samovar, de acuerdo con las órdenes que di a mi
+hermana antes de su partida.
+
+«Si la mandara buscar--me dije,--un coche al galope a Krakowitz, otro a
+Gorowen, y estaría aquí dentro de una hora.»
+
+Pero no; viejo imbécil como soy, tendría vergüenza de confesar mi
+turbación... Y además, ¿no tengo aquí a Lotario, al que puedo recurrir
+en mi aflicción?...
+
+Gracias a Dios, está ahí todavía.
+
+--Siéntense, muchachos--digo, mientras me esfuerzo por adoptar un tono
+desenvuelto.
+
+Señores, me parece que estoy allí todavía; el mantel blanco, con la fina
+porcelana de Sajonia y la vieja vajilla de plata; arriba de nuestras
+cabezas, la araña de cobre; y bajo su luz viva, a mi derecha, _ella_,
+pálida, rígida, con ojos entornados de sonámbula; a mi izquierda, _él_,
+con sus cabellos negros y espesos, sus mejillas morenas, su arruga
+sombría en la frente y sus miradas fijas en el mantel... Y, como se me
+ocurre la idea de que está fastidiado por ser el tercero en una noche de
+bodas, y temo que se quiera ir, lo tomo afectuosamente por los dos
+hombros y le agradezco el martirio que se ha impuesto por mí.
+
+--Míralo bien, Yolanda--digo;--porque, como esta noche, muchas otras
+veces hemos de estar juntos y hemos de alegrarnos de ello.
+
+Ella se inclina lentamente y cierra los ojos del todo... ¡Pobre
+criatura! ¡pobre criatura!... Y la angustia me corta casi la
+respiración.
+
+Entonces les grito:
+
+--¡Un poco de alegría, hijos míos! Lotario, cuéntanos, pues, algunas de
+tus calaveradas. Vamos, ¿tienes cigarros?... ¿no?... Espera, voy a
+traerte.
+
+Y, turbado siempre, me precipito a la pieza donde tengo mis provisiones
+de fumador; me parece que la punta encendida de un cigarro va a mejorar
+la situación.
+
+Pero, al volver, con mi caja debajo del brazo, veo por la puerta que ha
+quedado abierta... ¡Ah señores! veo una cosa que me hiela la sangre en
+las venas...
+
+Una vez solamente en mi vida había recibido un golpe parecido. Era
+entonces un joven coracero, todavía, y una noche, al entrar en casa,
+encuentro un telegrama con estas simples palabras: «Tu padre acaba de
+morir.»
+
+¿Qué fue lo que vi, señores?
+
+Mis dos jóvenes seguían sentados en sus sillas, tal cómo yo los había
+dejado; pero sus miradas aparecían fundidas, por decirlo así, una en la
+otra, con una expresión de ardor, de demencia, de desesperación, que yo
+no habría creído humanamente posible: eran dos llamas que se lanzaban
+una al encuentro de la otra.
+
+¡Lucido estaba yo! ¿no es cierto?
+
+Todavía no era ella mi mujer, y ya mi amigo, mi hijo preferido, me
+engañaba con ella... El adulterio se instalaba en el hogar antes mismo
+que el matrimonio estuviera consumado.
+
+Todo mi porvenir: una vida de sospechas, de recelos, de tinieblas, de
+ridículo, de días sombríos y de noches de insomnio, se desarrolló a mis
+ojos, ante aquella sola mirada, como un mapa geográfico.
+
+¿Qué hacer, señores? Lo más sencillo habría sido tomarla a ella de la
+mano y decirle a él:
+
+--Es tuya, y no tengo ya derechos sobre ella.
+
+Pero pónganse ustedes en mi lugar. Una mirada es una cosa tan
+impalpable, tan imposible de probar... podían negarla, riéndose... Sí...
+hasta podría ser también que, en realidad, yo me hubiera equivocado.
+
+Y, mientras me hacía estas reflexiones, sus miradas seguían mezclándose,
+olvidados ambos de todo lo que los rodeaba.
+
+Y, cuando entré, no bajaron siquiera los párpados, sino que los dos se
+volvieron hacia mí, sorprendidos y contrariados; parecían preguntarse:
+«¿Por qué nos perturba este viejo, este extraño?»
+
+Tuve ganas de ponerme a chillar como un animal cuando lo degüellan. Me
+dominé, y ofrecí mis cigarros; pero tenía prisa por concluir, empezaba a
+verlo todo rojo, y dije a Lotario:
+
+--Deberías retirarte, hijo mío; ya es hora.
+
+El se levanta penosamente y me tiende una mano helada; hace a ella, con
+los talones juntos, su saludo más militar, y se dirige hacia la puerta.
+Entonces oigo un grito, un grito... que me atraviesa hasta la médula de
+los huesos... ¿Y qué es lo que veo?
+
+Mi mujer, mi reciente esposa, se ha echado a los pies de Lotario, lo
+retiene por la ropa, gritando:
+
+--¡No tienes que matarte! ¡no tienes que matarte!
+
+Ya ven, señores... toda una catástrofe... Durante un segundo, me quedé
+como aplastado por el golpe; pero inmediatamente tomé al joven por el
+cuello:
+
+--¡Alto, hijo mío!--dije,--¡basta de farsas!
+
+Y, asiéndolo siempre por el cuello, lo llevo otra vez a su sitio;
+después, cierro las puertas y levanto a mi mujer, que solloza
+convulsivamente, tendida sobre el piso. Ella consigue apoderarse de mis
+manos y las besa, murmurando entre gemidos:
+
+--No lo dejes salir. Quiere matarse... quiere matarse...
+
+--¿Y por qué quieres matarte, hijo mío?--pregunto.--Si tienes sobre ella
+derechos más antiguos que los míos ¿por qué no los has hecho valer? ¿Por
+qué has engañado a tu mejor amigo?
+
+El se aprieta la frente con los puños y no dice una palabra.
+
+La cólera me arrebata al fin, y digo:
+
+--¡Habla, o te pego como a un perro!
+
+--¡Pega!--me dice;--lo tengo bien merecido...
+
+--Merecido o no, vas a responderme.
+
+Y entonces, en medio de las lágrimas, de los remordimientos, de las
+súplicas de ambos, oigo toda la bonita historia.
+
+Algunos años antes se habían encontrado en el bosque, y desde entonces
+se amaban, en silencio y sin esperanza, como conviene a hijos de
+familias enemigas.
+
+Los Montescos y los Capuletos...
+
+--¿Se habían declarado ustedes su amor?
+
+--No... pero se habían besado.
+
+--¡Ah!... ¿y después?
+
+Después, él se había ido de guarnición a Berlín, y ninguno de los dos
+había vuelto a tener noticias del otro; no se atrevían a desafiar el
+peligro de escribirse, y, por otra parte, ninguno conocía positivamente
+los sentimientos del otro.
+
+En eso había ocurrido la muerte del viejo Pütz, y habían comenzado mis
+tentativas de reconciliación.
+
+Desde el momento de mi primera aparición en Krakowitz, Yolanda había
+formado el proyecto de tomarme por confidente de su amor: esperaba tener
+así noticias de Lotario, por mi intermedio. Pero ¡ay! yo había
+interpretado mal sus tiernas miradas, y había tomado para mí el papel de
+enamorado...
+
+El acceso de furor de su querido papá le había hecho ver que ya no tenía
+nada que esperar; y, en su desolación, había resuelto aprovechar el
+único medio de aproximarse, por lo menos, a su amado.
+
+--No era muy bonito eso, corazón--le digo.
+
+--¡Sufría tanto lejos de él!--me responde, como si esa explicación
+pudiera ser satisfactoria.
+
+--Perfectamente... no había más que hacer. Pero tú, hijo mío, ¿por qué
+no te has acercado a mí y me has dicho: «Tío, yo la amo... ella me
+ama... de modo que déjala estar?»
+
+--Yo no sabía si ella me amaba--responde.
+
+--¡Cada vez más lindo! Son ustedes dos inocentes; dos corderos...
+¡Completamente!... ¿Y cuándo, pues, lo han puesto todo en claro?
+
+--Esta tarde, mientras tú dormías.
+
+Y me contaron la cosa: después de la comida, en un solo apretón de
+manos, habían sentido todo el horror de su situación, y, no encontrando
+otra salida, habían resuelto morir aquella misma noche.
+
+--¡Cómo! ¿tú también?
+
+En lugar de responder, ella saca del bolsillo un frasquito de aspecto
+enteramente divertido, con su cabeza de muerto sobre el rótulo.
+
+--¿Qué hay ahí dentro?
+
+--Ácido prúsico.
+
+--¡Diantre! ¿Y de dónde lo has sacado?
+
+Un joven farmacéutico, del que había recibido lecciones de baile, y al
+que había trastornado la cabeza, le había hecho una vez ese encantador
+regalo...
+
+--¿Y te ibas a beber eso, perra?
+
+Ella me miró con sus grandes ojos resueltos e inclinó dos o tres veces
+la cabeza... Comprendí muy bien, y sentí un calofrío... ¡por un poco
+más, aquélla habría sido una linda noche de bodas!
+
+--Pero ahora, ¿qué voy a hacer yo con ustedes dos?
+
+--¡Sálvanos!... ¡ayúdanos!... ¡ten piedad de nosotros!
+
+Se han arrojado a mis pies y me lamen las manos. Ahora bien: como
+ustedes saben, señores, yo soy un buen muchacho; esa es mi profesión...
+Encontré, pues, un medio de anular cuanto antes mi matrimonio frustrado.
+
+Juan recibió orden de enganchar; y, un cuarto de hora más tarde, llevaba
+a mi desposada de doce horas a Gorowen, al lado de mi hermana, bajo la
+égida de quien debía permanecer hasta que el divorcio hubiera sido
+concedido; por nada del mundo quería volver ella a la casa de su
+padre...
+
+Lotario me preguntó con toda candidez si no podía acompañarnos.
+
+--¡Lárgate de aquí cuanto antes, mocoso!--le dije.
+
+Sé mostrarme severo cuando es menester, señores...
+
+Cuando volví a casa, el reloj marcaba las cinco... Ya no podía más de
+cansancio; las piernas se me entraban en el cuerpo.
+
+Todo estaba en silencio. Antes de partir, había mandado a mi gente que
+se acostara. Al atravesar el vestíbulo, donde ardían las luces todavía,
+vi una puerta rodeada de guirnaldas. Daba al famoso dormitorio cuya
+entrada me había prohibido mi hermana, a fin de que tuviera una gran
+sorpresa el día de mis bodas.
+
+Abrí por curiosidad, y mis miradas se hundieron en una verdadera capilla
+ardiente, de la que se desprendían perfumes desconocidos... Colgaduras
+por todas partes, alfombras... una lámpara de iglesia pendía del cielo
+raso... y, allá, en el fondo, sobre un estrado, se alzaba una especie de
+catafalco, con adornos dorados y un cubrepiés de seda...
+
+¿Y allí dentro era donde habría tenido que dormir yo?
+
+¡Brrr!... hice, cerrando la puerta y escapando tan rápidamente como me
+lo permitían mis cansadas piernas.
+
+Y, una vez en mi aposento encendí mi buena y hermosa lámpara de trabajo,
+que me sonreía como el sol.
+
+Ahí estaba, arrimada contra la pared, mi vieja cama estrecha, con sus
+montantes rojos, su jergón gris y su piel de ciervo raída... ¡Ah
+señores! ¡qué consuelo sentí al verla!
+
+Me quité las ropas, tomé un buen cigarro... Me metí entre las
+cobijas... y me puse a leer un capítulo apasionante de la guerra
+francoalemana...
+
+Y puedo asegurar a ustedes, señores, que nunca en mi vida he dormido
+mejor que en mi noche de bodas.
+
+FIN
+
+ * * * * *
+
+
+ NOVELAS DEL MISMO AUTOR
+
+ PUBLICADAS EN LA BIBLIOTECA DE «LA NACIÓN»
+
+ El Deseo Vol. 80
+
+ El Pasado indestructible » 220 y 221
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of El molino silencioso; Las bodas de
+Yolanda, by Hermann Sudermann
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL MOLINO SILENCIOSO ***
+
+***** This file should be named 29511-8.txt or 29511-8.zip *****
+This and all associated files of various formats will be found in:
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+
+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
+Proofreading Team at https://www.pgdp.net
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+
+Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.
+
+Creating the works from public domain print editions means that no
+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
+permission and without paying copyright royalties. Special rules,
+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
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+protect the PROJECT GUTENBERG-tm concept and trademark. Project
+Gutenberg is a registered trademark, and may not be used if you
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+such as creation of derivative works, reports, performances and
+research. They may be modified and printed and given away--you may do
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+works. See paragraph 1.E below.
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+or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
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+The Project Gutenberg EBook of El molino silencioso; Las bodas de Yolanda, by
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+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
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+with this eBook or online at www.gutenberg.org
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+
+Title: El molino silencioso; Las bodas de Yolanda
+
+Author: Hermann Sudermann
+
+Release Date: July 25, 2009 [EBook #29511]
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+Language: Spanish
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+Character set encoding: ISO-8859-1
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+*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL MOLINO SILENCIOSO ***
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+Produced by Chuck Greif and the Online Distributed
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+<p class="c un top15"><b>BIBLIOTECA DE «LA NACION»</b></p>
+
+<h2 class="top5">HERMANN SUDERMANN</h2>
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+<h1>EL MOLINO SILENCIOSO</h1>
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+<tr><td class="lrg"><b>ESTE VOLUMEN CONTIENE</b></td></tr>
+<tr><td class="lrg"><a href="#EL_MOLINO_SILENCIOSO">EL MOLINO SILENCIOSO</a></td></tr>
+<tr><td><a href="#I"><b>I, </b></a>
+<a href="#II"><b>II, </b></a>
+<a href="#III"><b>III, </b></a>
+<a href="#IV"><b>IV, </b></a>
+<a href="#V"><b>V, </b></a>
+<a href="#VI"><b>VI, </b></a>
+<a href="#VII"><b>VII, </b></a>
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+<a href="#IX"><b>IX, </b></a>
+<a href="#X"><b>X, </b></a>
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+<a href="#XV"><b>XV, </b></a>
+<a href="#XVI"><b>XVI, </b></a>
+<a href="#XVII"><b>XVII, </b></a>
+<a href="#XVIII"><b>XVIII, </b></a>
+<a href="#XIX"><b>XIX, </b></a>
+<a href="#XX"><b>XX, </b></a>
+<a href="#XXI"><b>XXI, </b></a>
+<a href="#XXII"><b>XXII, </b></a>
+<a href="#XXIII"><b>XXIII, </b></a>
+<a href="#XXIV"><b>XXIV, </b></a>
+<a href="#XXV"><b>XXV, </b></a>
+<a href="#XXVI"><b>XXVI, </b></a>
+<a href="#XXVII"><b>XXVII, </b></a>
+<a href="#XXVIII"><b>XXVIII</b></a>
+</td></tr>
+<tr><td class="lrg"><a href="#LAS_BODAS_DE_YOLANDA">LAS BODAS DE YOLANDA</a></td></tr>
+<tr><td><a href="#Ia"><b>I, </b></a>
+<a href="#IIa"><b>II, </b></a>
+<a href="#IIIa"><b>III, </b></a>
+<a href="#IVa"><b>IV, </b></a>
+<a href="#Va"><b>V, </b></a>
+<a href="#VIa"><b>VI, </b></a>
+<a href="#VIIa"><b>VII</b></a></td></tr>
+</table>
+
+
+<hr />
+<h2><a name="EL_MOLINO_SILENCIOSO" id="EL_MOLINO_SILENCIOSO"></a>EL MOLINO SILENCIOSO</h2>
+
+<hr />
+
+<h3><a name="I" id="I"></a>I</h3>
+
+
+<p>¿Desde cuándo lleva su nombre el «Molino silencioso»? No lo sé. Desde
+que lo conozco es un viejo edificio medio derruido, resto lastimoso de
+una época ya desaparecida.</p>
+
+<p>Descascarados y sin techo, sus muros, que los años desmoronan, se alzan
+hacia el cielo dejando paso libre a todos los vientos. Dos grandes
+muelas redondas, que sin duda trabajaron valientemente en otro tiempo,
+han roto el armazón carcomido que las sostenía, y, arrastradas por su
+propio peso, se han hundido profundamente en el suelo.</p>
+
+<p>La rueda grande permanece suspendida de través entre los dos soportes
+podridos. Las paletas han desaparecido; sólo los rayos se alzan todavía
+en el aire, como brazos que se tienden hacia el cielo para implorar el
+golpe de gracia.</p>
+
+<p>El musgo y las algas lo han cubierto todo con un manto de verdor a
+través del cual el berro muestra sus hojas redondas, de palidez
+enfermiza. Un canal medio arruinado vierte dulcemente el agua, que cae
+gota a gota con un ruido cuya monotonía adormece, sobre los rayos de la
+rueda, que salta hecha polvo y que llena el aire de vapor húmedo.</p>
+
+<p>Oculto bajo una capa de leños grises, el arroyo esparce un olor de agua
+corrompida. Todo lleno de algas y de hierbas, ha sido invadido por los
+pinos acuáticos y los juncos; en el medio solamente resalta un hilo de
+agua cenagosa y negra, en el que se columpia perezosamente la lenteja
+acuática, con sus hojas delicadas de color verde claro.</p>
+
+<p>En otro tiempo, el arroyo del molino corría alegremente, la espuma
+brillaba blanca como la nieve a lo largo del dique, las ruedas enviaban
+hasta la aldea el ruido alegre de su tictac; y, en el patio, los carros
+iban y venían en largas filas, mientras resonaba a lo lejos la voz
+potente del viejo molinero.</p>
+
+<p>Este se llamaba Felshammer; y bastaba verlo para comprender que merecía
+ese nombre[*]. Era todo un hombre. Tenía fuerzas de sobra para hacer
+saltar las rocas. Había que evitar con cuidado burlarse de él o
+contrariarlo, porque entonces montaba en ira, apretaba los puños, las
+venas de las sienes se le hinchaban como cuerdas; y, cuando se ponía a
+jurar, todo el mundo temblaba y hasta los perros huían.</p>
+
+<p>[*] <i>Fels</i>, roca; <i>Hammer</i>, martillo; <i>Felshammer</i>, martillo para romper
+rocas, maza.&mdash;<i>N. del T.</i></p>
+
+<p>Su esposa era una mujer dulce, tranquila y sumisa. ¿Habría podido ser
+acaso de otro modo? Una criatura dotada de más vigor, que hubiera
+querido conservar nada más que un destello de voluntad personal, era
+algo que Felshammer no habría tolerado junto a él ni por veinticuatro
+horas. En condiciones tales hacían una vida soportable, casi feliz
+podría decirse, sólo turbada por aquella cólera fatal, que se encendía y
+arrojaba llamas por el menor motivo, y que daba a la pacífica mujer
+muchas horas de pesar.</p>
+
+<p>Pero jamás vertió ella tantas lágrimas como el día que la desgracia se
+cernió sobre sus hijos. Habían nacido de esa unión tres vástagos, tres
+varones lindos y robustos. Los tres tenían los ojos azules y los
+cabellos rubios, y sobre todo «un par de puños que prometían mucho»,
+como decía el padre con orgullo, aunque el más pequeño, que estaba
+todavía en la cuna, sólo podía aprovechar los suyos chupándolos.</p>
+
+<p>Los dos mayores eran ya unos mocetones soberbios. ¡Qué altivez en la
+mirada cuando se plantaban, con las piernas abiertas, la cabeza echada
+para atrás, y las manos en los bolsillos de los calzones! Uno y otro
+parecían decir: «Soy el hijo de mi padre. ¡Venid, pues, a verlo!»</p>
+
+<p>Todo el santo día estaban peleándose entre ellos, y el padre mismo era
+quien los excitaba. La madre, llena de inquietud, intervenía para
+restablecer la paz, pero se burlaban de ella.</p>
+
+<p>La pobre temblaba sin cesar por sus terribles hijos, pues veía con
+espanto que los dos habían heredado el carácter irascible de su padre.
+Ya una vez había acudido en momentos en que Fritz, que tenía ocho años,
+se abalanzaba con un gran cuchillo de cocina en la mano, sobre su
+hermano, dos años mayor que él. Seis meses después llegó, en efecto, el
+día en que se justificaron sus tristes presentimientos.</p>
+
+<p>Los dos muchachos se habían peleado en el patio, y Martín, el mayor,
+furioso al ver que Fritz era más fuerte, le tiró una piedra, hiriéndolo
+tan desgraciadamente en la parte posterior de la cabeza que lo hizo caer
+ensangrentado y sin habla.</p>
+
+<p>Púdose sin gran trabajo restañar la sangre, y se cicatrizó la herida,
+pero el niño, nunca más recobró la palabra. Siguió inerte, indiferente
+para todo, tomando como un animal el alimento que le daban. Se había
+vuelto idiota.</p>
+
+<p>Este fue un golpe terrible para la familia del molinero. La madre pasó
+noches enteras llorando; él también, el hombre activo y enérgico, anduvo
+vagando mucho tiempo, como perdido en un sueño. Pero el que recibió la
+impresión más profunda fue el autor del accidente. Ese muchacho tan
+altivo, tan turbulento, era casi otro, porque su arrogancia había
+desaparecido; se había hecho taciturno, reconcentrado en sí mismo,
+obedecía al pie de la letra las órdenes de su padre, evitaba toda vez
+que podía las miradas de sus condiscípulos. El cariño que profesaba a su
+desgraciado hermano era verdaderamente conmovedor. Estando en la casa,
+no lo abandonaba ni un instante. Se plegaba con una paciencia angelical
+a los hábitos del idiota, caído en la condición de bestia; aprendía a
+comprender los sonidos inarticulados que el enfermo dejaba oír, y lo
+miraba sonriendo cuando le rompía el juguete más preciado.</p>
+
+<p>El idiota se acostumbró tanto a esa compañía que no quería pasarlo sin
+ella. Cuando Martín estaba en la escuela, gritaba sin descanso y habría
+preferido morir de hambre antes de aceptar el alimento de una mano que
+no fuese la de su compañero.</p>
+
+<p>Durante tres años, el enfermo arrastró una existencia miserable: después
+cayó en cama y murió.</p>
+
+
+
+<h3><a name="II" id="II"></a>II</h3>
+
+
+<p>Su muerte habría debido parecer una liberación a todos los de la casa;
+sin embargo, hizo derramar lágrimas ardientes. Martín, sobre todo,
+parecía inconsolable. En los primeros tiempos, iba todos los días al
+cementerio; y a menudo era preciso alejarlo a la fuerza de la tumba.
+Pero poco a poco fue calmándose, y esta calma la debió ante todo a la
+compañía de Juan, su hermano menor, en el cual pareció querer depositar
+desde aquel día el amor infinito que había profesado a su víctima.</p>
+
+<p>Mientras Fritz había vivido, Martín se había ocupado muy poco de Juan;
+parecía casi que consideraba entonces un crimen dar a otro la más
+pequeña parte de su corazón. Pero cuando la muerte arrebató al
+desgraciado, una necesidad irresistible lo inclinó hacia el más pequeño.
+Esperaba que su afecto a Juan llenaría quizás el hueco atroz que había
+dejado en él la muerte del otro; era preciso reparar beneficiando al
+hermano que quedaba, el mal que había hecho al que ya no existía.</p>
+
+<p>Juan era entonces un lindo muchachito de cinco años, sabía ponerse ya
+los calzones, e iban a comprarle en la próxima feria el primer par de
+zapatos. Parecía no haber heredado nada de la rudeza y de la arrogancia
+paternales; participaba más bien de la dulzura y calma de su madre; se
+apegaba a ésta en su calidad de benjamín y era el ídolo de ella. Pero la
+madre no era la única persona que lo adoraba; todo el mundo lo mimaba...
+era la luz y la alegría de la casa.</p>
+
+<p>Bastaba verle para amarlo. Sus largos cabellos de color rubio claro
+brillaban como rayos de sol, y en sus ojos límpidos y francos, que se
+iluminaban con una llama jovial para tomar en seguida una expresión
+soñadora y tranquila, había un mundo entero de ternura y de bondad.</p>
+
+<p>Se unió desde entonces con verdadera pasión, al hermano que durante
+tanto tiempo lo había descuidado. Pero la diferencia de edad, pues se
+llevaban cerca de nueve años, no permitía que se estableciese entre
+ambos una amistad puramente fraternal. Martín estaba ya a punto de salir
+de la infancia; su expresión grave y reflexiva y su lenguaje precozmente
+serio lo acercaban ya al hombre hecho. Además, al año siguiente iba a
+hacer su entrada en la vida activa. ¿No era natural, pues, que emplease
+a veces en sus relaciones con su hermano un tono paternal? No se
+avergonzaba, sin embargo, de tomar parte en sus juegos infantiles; a
+menudo hacía pacientemente el caballo, y se dejaba conducir a través de
+los patios y de los campos. Pero siempre había en su conducta más
+indulgencia sonriente de maestro que alegría sencilla de camarada
+consciente de su superioridad.</p>
+
+<p>El niño cariñoso y tierno se entregó con toda su alma a su hermano
+mayor. Le reconocía una autoridad absoluta, quizás en mayor medida que a
+su padre y a su madre, que no estaban tan cerca de su corazón infantil.</p>
+
+<p>Cuando llegó el momento de ir a la escuela, encontró en Martín un guía
+cuya paciencia no se desmentía nunca, siempre dispuesto, cuando la tarea
+era demasiado pesada, a ayudarle con consejos y hasta de más eficaz
+manera. Entonces la veneración del pequeño a su hermano no conoció
+límites.</p>
+
+<p>El viejo Felshammer era el único a quien esta amistad profunda no
+causaba gran alegría. «Eran demasiado empalagosos, se besuqueaban
+demasiado, habría sido mejor que pelearan como gatos; hubiera estado
+seguro entonces de que tenían su sangre y su carne.» En cambio, la
+dulce, la pacífica madre se sentía muy feliz. Todas las mañanas y todas
+las noches rogaba a Dios que protegiese a sus hijos y que no dejase
+despertar en Martín el fuego de la cólera. Al parecer, su súplica fue
+escuchada favorablemente. Martín no tuvo más que un acceso de furor;
+pero es cierto que salió del fondo mismo de su alma.</p>
+
+<p>Juan tenía entonces nueve años. Un día estaba jugando con un látigo
+cerca de uno de los carros que estaban en el patio, adonde habían ido a
+cargar harina. Uno de los caballos se asustó de pronto, y el carretero,
+un borracho brutal, arrancó el látigo de las manos del niño y con él le
+cruzó a éste la cabeza y el cuello.</p>
+
+<p>En el mismo instante, Martín, saltando fuera del molino, con las venas
+de la frente hinchadas y los puños apretados, cogió a su hermano por la
+garganta y se la apretó con tanta fuerza que la criatura se puso lívida.
+La madre, acudió entonces lanzando un horrible grito:</p>
+
+<p>&mdash;¡Acuérdate de Fritz!&mdash;exclamó alzando las manos con un ademán de loca
+angustia.</p>
+
+<p>Y el enfurecido muchacho, dejando caer sus brazos como si los hubiera
+atacado la parálisis, se retiró tambaleándose y se tumbó deshecho en
+lágrimas a la entrada del molino.</p>
+
+<p>Desde ese día la cólera pareció extinguirse completamente en él; una vez
+lo insultaron en la calle, le pegaron, y sin embargo dejó quieto en el
+fondo de su bolsillo el cuchillo que los aldeanos de aquel lugar emplean
+de ordinario con gran facilidad.</p>
+
+
+
+<h3><a name="III" id="III"></a>III</h3>
+
+
+<p>Pasaron años... Martín acababa de llegar a la mayor edad cuando murió el
+molinero. Su mujer no tardó en seguirlo. No tenía consuelo desde la
+muerte de su esposo y se extinguió apaciblemente, sin una queja. Se
+hubiera dicho que no podía vivir sin las injurias con que su marido la
+había colmado diariamente durante veintitrés años.</p>
+
+<p>Desde entonces los dos hermanos se quedaron solos en el molino. Nada
+extraño era que se uniesen más estrechamente aún, que tratasen de
+confundir sus existencias.</p>
+
+<p>Sin embargo, se diferenciaban mucho en cuerpo y en alma. Martín era un
+mozo robusto, de espaldas cuadradas y cuello corto, que se deslizaba
+taciturno por entre las personas extrañas. Las cejas espesas que le
+caían sobre los ojos daban a su rostro un aspecto sombrío; las palabras
+salían penosamente de sus labios, como si el hecho solo de hablar
+hubiera sido para él una tortura; sin la franqueza y la profundidad de
+su mirada, sin la sonrisa bonachona que iluminaba a veces como un rayo
+de sol sus facciones duras y toscamente modeladas, se le habría tomado
+por un hombre odioso.</p>
+
+<p>Juan era muy diferente. Dirigía con atrevimiento a todo el mundo sus
+miradas alegres; sobre sus labios se leía, en una risa perpetua, la
+indiferencia y la malicia. Su figura esbelta tenía todo el encanto de la
+juventud. No dejaban de notar esto las muchachas que le lanzaban al
+pasar miradas ardientes; y más de un confuso rubor, más de un apretón de
+manos expresivo, le decían: «Yo te amaría fácilmente». Juan no se
+cuidaba de esas cosas. No estaba aún maduro para el amor; prefería al
+salón de baile el ruido y movimiento del juego de bolos, a la amistad de
+Rosa o de Margarita la de su hermano, taciturno junto al parapeto de la
+esclusa.</p>
+
+<p>Ambos, en una hora solemne, en medio de la paz de la noche se habían
+hecho la promesa de no separarse nunca y de no admitir junto a sí a una
+tercera persona, que llevaría el amor o el odio entre ellos.</p>
+
+<p>No habían contado con el consejo real de revisión. Llegó el día en que
+Juan se vio obligado a hacer su servicio militar; tenía que ir muy
+lejos, a Berlín con los hulanos de la guardia. Ese fue para los dos un
+rudo golpe. Martín, como de costumbre, ocultó su pesar sin decir nada;
+Juan de naturaleza más animada manifestó un dolor inconsolable, hasta el
+punto de tener que sufrir, en el momento de la marcha, mil burlas de sus
+camaradas.</p>
+
+<p>Pero su dolor no fue de larga duración. Las fatigas de los primeros
+ejercicios, el movimiento confuso de la capital, tan nuevo para él, no
+le dejaban lugar para abandonarse a sus ideas; solamente cuando estaba
+tendido sobre su catre, a la hora tranquila del crepúsculo, la
+melancolía y los recuerdos lo asaltaban con una violencia
+extraordinaria. Veía brillar entonces en la obscuridad, como un paraíso
+perdido, el molino en que había transcurrido su infancia y el tictac de
+las ruedas resonaba en su oído como un canto divino. Al sonar la diana
+se deshacía el encanto.</p>
+
+<p>Martín era mucho más desgraciado en el molino, donde se había quedado
+completamente solo, pues no había que considerar compañeros suyos a los
+jornaleros y al viejo David, que su padre le había dejado al morir.
+Jamás había tenido amigos, ni en la aldea, ni en ninguna otra parte;
+Juan compendiaba para él todas las amistades. Silencioso y concentrado
+en sí mismo, vagaba al azar; su espíritu se obscureció cada vez más, se
+sumió en ideas tristes, y la melancolía acabó por rodearlo de tales
+sombras que el espectáculo de su víctima empezó a asediarlo. Tuvo
+bastante juicio para comprender que no podía seguir haciendo esa vida.
+Buscó entonces distracciones a toda costa; los domingos frecuentaba los
+bailes, iba a las aldeas vecinas, sobre todo para visitar a las gentes
+del oficio.</p>
+
+<p>Resultó de esto que un buen día, al comienzo de su segundo año de
+servicio, Juan recibió de su hermano una carta concebida en estos
+términos:</p>
+
+<p class="top5">«Mi querido hermano: Es preciso que te escriba aunque te incomodes
+conmigo. Me es imposible soportar por más tiempo la soledad, y he
+resuelto casarme. Mi prometida se llama Gertrudis Berling; es hija del
+propietario de un molino de viento de Lehnort, a dos leguas de nuestra
+casa. Es muy joven todavía y yo la quiero mucho. La boda se efectuará
+dentro de seis semanas. Si puedes, pide permiso para venir. Querido
+hermano, te suplico que no me guardes rencor. Sabes perfectamente que el
+molino será siempre tu hogar, haya o no en él, una mujer. La herencia de
+nuestro padre nos pertenece en común. Gertrudis te envía sus saludos.
+Una vez os encontrasteis los dos en la fiesta de los cazadores. Tú le
+gustaste mucho entonces, pero no te fijaste en ella absolutamente; y me
+ruega te diga que eso la contrarió bastante. Adiós. Tu fiel hermano.»</p>
+
+<p class="top5">Juan era un niño mimado; para él, puesto que se casaba, Martín hacía
+traición al amor fraternal. A Juan le parecía que su hermano lo engañaba
+y cometía un atentado contra sus derechos inalienables. En el mismo
+lugar donde él había reinado hasta entonces como señor iba a instalarse
+una extraña, y su situación, en su propia casa, iba a depender de la
+generosidad y de la condescendencia de aquella mujer.</p>
+
+<p>Las muestras de cariño que por adelantado le daba tan familiarmente la
+hija del molinero no lograron calmarlo ni hacerle olvidar su despecho.
+Cuando llegó el día de la boda no pidió permiso, y se contentó con
+enviar un saludo por medio de su antiguo condiscípulo Franz Maas, que
+justamente terminaba entonces su servicio.</p>
+
+
+
+<h3><a name="IV" id="IV"></a>IV</h3>
+
+
+<p>Seis meses más tarde, él también lo había terminado.</p>
+
+<p>Bueno... ¿qué hizo Juan? Lleno de terquedad, no volvió a su pueblo; se
+fue primero a probar fortuna en tierras extrañas, viajando a diestro y
+siniestro por montes y por valles. Y después, al cabo de tres semanas,
+reconociendo que, a pesar de la presencia de la hija del molinero de
+Lehnort, la vida era mil veces más bella en el molino de Felshammer que
+en cualquier otra parte, emprendió alegremente el camino a su pueblo.</p>
+
+<p>En un espléndido día de mayo, Juan hace su entrada en la aldea de
+Marienfeld.</p>
+
+<p>El honrado Franz Maas, que durante el otoño último se ha establecido
+como panadero, está plantado delante de su tienda, con las piernas
+abiertas, mirando con complacencia como se balancean dulcemente las
+rosquillas de hojalata, arriba de su puerta, a impulsos de la brisa del
+mediodía. De pronto, ve un hulano que avanza cantando por el camino;
+lleva la gorra de cuartel echada atrás y sus espuelas resuenan. El
+panadero siente palpitar su corazón de reservista bajo su delantal
+blanco; se quita la pipa de la boca y, haciendo una bocina con la mano,
+exclama:</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan! ¡Es Juan, no hay duda!...</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh! ¡Camarada!</p>
+
+<p>Y caen uno en brazos de otro.</p>
+
+<p>&mdash;¿De dónde vienes en esta época del año? ¿Has desertado?</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya!... ¡Qué ocurrencia!</p>
+
+<p>Después empiezan las preguntas y las confidencias. El capitán, el cabo,
+el cantinero, la muchacha rubia de la panadería, a la derecha del
+cuartel, a quien llamaban «Magdalena panecillo»; no se olvida a nadie.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tú? ¿Te han reconocido en la aldea?&mdash;pregunta Franz, cuya
+insaciable curiosidad se dirige entonces al suelo natal.</p>
+
+<p>&mdash;¡Nadie!&mdash;dice Juan echándose a reír y retorciendo el bigote, cuyas
+puntas insolentes amenazan al cielo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y en casa?</p>
+
+<p>Juan toma entonces una expresión seria y tiende la mano a su camarada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah sí!... todavía tienes que ir allá. Eso debe hacerte tictac ahí
+dentro.</p>
+
+<p>Y le da un golpecito en el pecho para cerciorarse. Una risa fugitiva
+pasa por los labios de Juan, que reprime en seguida un suspiro, como
+esforzándose por dominar una emoción.</p>
+
+<p>Franz le pone la mano en el hombro:</p>
+
+<p>&mdash;Vas a encontrar una linda cuñada...&mdash;dice haciendo un chasquido a la
+lengua y guiñando el ojo.</p>
+
+<p>Juan, al oír estas palabras, siente despertar en él el despecho y la
+cólera. Se encoge de hombros con expresión desdeñosa, tiende otra vez la
+mano a su amigo y se aleja haciendo sonar las espuelas.</p>
+
+<p>Tres minutos más de camino y llega al extremo de la aldea. Allá abajo
+está la iglesia, un poco desmoronada la pobre vieja. Pero las campanas
+hacen oír todavía la querida música que acarició sus tímpanos el día de
+la confirmación, como una promesa de ventura... A la izquierda, la
+posada... ¡mil truenos!... tiene una puerta cochera nueva tallada de
+piedra y en la ventana se ven enormes botellas llenas de líquidos de
+color rojo brillante y verde de arsénico. ¡Ha prosperado el posadero de
+«La Corona»!</p>
+
+<p>Ese camino baja hacia el río... Y allá, en el fondo, aparece el molino,
+el objeto de sus sueños. ¡Cómo brilla el viejo techo de paja por arriba
+de los grupos de árboles! ¡cómo hacen resaltar los cerezos en flor su
+blancura de nieve en el jardín! ¡Cuán alegremente le grita el tictac de
+las ruedas! «¡Bien venido seas, bien venido seas!» ¡Qué dulce canción
+murmura la vieja y querida presa, cubierta de musgos verdes!</p>
+
+<p>Echa más atrás aún su gorra de hulano y toma una actitud resuelta, pues
+quiere dominar su emoción a todo trance.</p>
+
+<p>Los campos que se extienden a derecha e izquierda del camino pertenecen
+todos al molino. A la derecha hay centeno de invierno, como de
+costumbre; pero a la izquierda, donde se plantaban en otro tiempo las
+patatas, hay entonces una huerta en la que se alinean gravemente, en
+filas regulares, los espárragos y los tallos de remolacha.</p>
+
+<p>A unos cinco pasos próximamente del seto aparece una figura femenina, de
+talle esbelto y formas juveniles, que, encorvada hacia la tierra,
+trabaja con ardor.</p>
+
+<p>¿Quién será? ¿Pertenecerá al molino? Una nueva criada quizás. Pero no;
+tiene una figura demasiado elegante; sus zapatos son demasiado
+delicados, su delantal demasiado lujoso, y el pañuelo blanco que le
+cubre de un modo tan pintoresco es de tela demasiado fina para una
+criada. ¡Si no ocultase tanto el rostro!</p>
+
+<p>¡Ah! levanta los ojos... ¡Mil truenos! ¡qué encantadora muchacha!...
+¡Qué vivo color el de sus redondas mejillas! ¡qué brillo el de sus ojos
+negros! ¡cómo piden besos sus labios finamente dibujados!</p>
+
+<p>Al verlo a su vez, ella deja caer la azada; después lo mira fijamente.</p>
+
+<p>&mdash;Buenos días&mdash;dice el joven llevando la mano a su gorra con ademán un
+poco cohibido.&mdash;¿Sabe usted si el molinero está en casa?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, está en casa;&mdash;dice ella sin dejar de mirarlo.</p>
+
+<p>«¿Qué diablos querrá contigo?» piensa el soldado tratando de vencer su
+timidez. Después de su estancia en Berlín, Juan tiene algunos motivos
+para considerarse un poco conquistador, y es para él una cuestión de
+honor aproximarse al seto y trabar conversación con la joven.</p>
+
+<p>&mdash;¿Se trabaja?&mdash;pregunta, por decir algo.</p>
+
+<p>Y, para disimular su turbación, se lleva la mano al bigote.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, se trabaja&mdash;repite ella maquinalmente, mirándolo siempre.</p>
+
+<p>Después, de pronto tendiendo hacia él la mano y apartando los cinco
+dedos como si quisiera señalarlo con todos a la vez, dice en medio de
+una explosión de risa:</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿no es usted Juan?</p>
+
+<p>El balbucea:</p>
+
+<p>&mdash;Sí... soy yo... ¿Y usted?</p>
+
+<p>&mdash;Yo soy su mujer.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? ¿usted?... ¿la mujer de Martín?</p>
+
+<p>Ella hace con la cabeza un signo afirmativo, adoptando una expresión de
+dignidad, mientras sus ojos se llenan de malicia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero si parece usted una muchacha soltera!</p>
+
+<p>&mdash;No hace tanto tiempo que no lo soy&mdash;dice ella riendo.</p>
+
+<p>Los dos, uno a cada lado del seto, se contemplan con curiosidad. Pero la
+joven reflexionando, se limpia ceremoniosamente en el delantal las
+sucias manos de tierra y las tiende a través del cercado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bien venido sea usted, cuñado!</p>
+
+<p>El coge las manos que le ofrecen, pero guarda silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Está usted acaso incomodado conmigo?&mdash;pregunta ella lanzándole una
+mirada maliciosa.</p>
+
+<p>Juan se siente completamente desarmado frente a la joven y lo único que
+puede hacer es sonreír con expresión cohibida, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Yo... incomodado? ¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;¡Me parecía!</p>
+
+<p>Y alzando el dedo con ademán de amenaza, la joven agrega:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! ¡Tendría que ver!...</p>
+
+<p>Después, con la barbilla hundida en el cuello, deja oír una leve risa.</p>
+
+<p>&mdash;Es usted muy graciosa&mdash;dice el militar un poco más sereno.</p>
+
+<p>&mdash;¿Yo graciosa?... ¡de ningún modo! Continúe usted su camino; entretanto
+yo voy a atravesar rápidamente el huerto para avisar a Martín.</p>
+
+<p>Iba a marcharse; de improviso se detiene pero se pone el índice sobre la
+nariz y dice:</p>
+
+<p>&mdash;Espere; voy a pasar al otro lado para ir con usted.</p>
+
+<p>Antes que el joven tenga tiempo de tenderle la mano para ayudarla, ella
+pasa, rápida como un lagarto, por entre las piedras del cerco.</p>
+
+<p>&mdash;Ya estoy aquí&mdash;dice arreglando con la mano los pliegues de su falda.</p>
+
+<p>Colócase en el cuello el pañuelo que tenía anudado en la cabeza, y sus
+cabellos rizados y en desorden, que caen sobre la frente y la nuca, se
+ponen a flotar al viento, felices por haber recobrado la libertad.</p>
+
+<p>La mirada de Juan se detiene admirada sobre la belleza fresca y virginal
+de aquella joven, que tiene las maneras de una niña sencilla y
+traviesa. Ella sorprende esa mirada, y ruborizándose un poco echa para
+atrás los indomables bucles.</p>
+
+<p>Caminan un instante en silencio, uno al lado del otro. La joven baja los
+ojos y sonríe, como si de pronto se hubiera apoderado de ella la
+timidez.</p>
+
+<p>Franquean los dos la gran puerta cochera sin haber reanudado la
+conversación.</p>
+
+<p>Juan mira a su alrededor y suelta un grito de admiración. No quiere
+creer en sus sentidos. Todo ha cambiado, todo está embellecido. El
+patio, que la lluvia en otro tiempo convertía en un horrible pantano y
+que durante el verano era un hoyo lleno de polvo, luce entonces un verde
+césped y parece una pradera cubierta de flores. Las puertas del granero
+y de las cuadras brillan con un hermoso color obscuro y tienen números
+pintados de blanco. En medio del patio se alza sobre la hierba un
+palomar artísticamente construido, que recuerda los <i>chalets</i> de la
+Suiza. Delante de la vivienda sube un emparrado nuevo, cubierto de
+pámpanos, que se entrelazan alrededor de las ventanas, brillando al sol,
+y que prometen un abundante follaje.</p>
+
+<p>El molino aparece a sus ojos deslumbrados como un asilo donde reina la
+paz y la inocencia.</p>
+
+<p>Impresionado cruza las manos y pregunta:</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién ha hecho esto?</p>
+
+<p>Ella pasea su mirada por el contorno y guarda silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Usted?&mdash;pregunta el militar sorprendido.</p>
+
+<p>&mdash;He contribuido un poco&mdash;responde la joven modestamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es usted la que ha tomado la iniciativa?</p>
+
+<p>Ella sonríe. Esta sonrisa le da más años, esparce sobre su rostro de
+niña la gracia de la mujer.</p>
+
+<p>&mdash;Benditas sean sus manos&mdash;dice el joven en voz baja y tímida, y con más
+gravedad que de costumbre.</p>
+
+<p>No puede menos de acordarse de su madre muerta, que continuamente estaba
+quejándose del polvo insoportable y de que no hubiera en todo el patio
+el más pequeño sitio para descansar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué lástima que no pueda ver esto!&mdash;dice a media voz, siguiendo su
+pensamiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿La madre?&mdash;pregunta ella.</p>
+
+<p>El, sorprendido, la mira. No ha dicho: «<i>su</i> madre»; esto le sorprende
+al principio y luego le causa una sensación de bienestar, como no la ha
+experimentado nunca en su vida. Se siente penetrado de un dulce calor
+que le invade el corazón y no quiere disiparse. Hay, pues, en el mundo,
+fuera de la familia, una mujer joven y bella que habla de la madre de él
+como de la suya propia, como si ella fuese una hermana, aquella hermana
+tan deseada en los años infantiles, cuando sus ojos se fijaban con
+admiración secreta en las muchachas de la aldea.</p>
+
+<p>La joven repite dulcemente la pregunta.</p>
+
+<p>&mdash;Sí... la madre&mdash;responde él dirigiéndole una mirada de reconocimiento.</p>
+
+<p>Durante un segundo la joven sostiene esa mirada; después baja los
+párpados y dice, un poco turbada:</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde estará Martín?</p>
+
+<p>&mdash;En el molino, seguramente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! sí en el molino;&mdash;confirma ella en seguida.</p>
+
+<p>Y añade alejándose prestamente:</p>
+
+<p>&mdash;Voy a buscarlo.</p>
+
+<p>Maquinalmente casi, el militar sigue con los ojos la figura de la
+muchacha que atraviesa el patio con paso leve. Todo en ella flota y se
+agita: sus faldas, las cintas de su delantal, el pañuelo que rodea su
+cuello, la masa en desorden de sus rebeldes bucles.</p>
+
+<p>Permanece así un instante, inmóvil, como fascinado, siguiéndola con los
+ojos; después menea la cabeza y se dirige hacia el emparrado. La primera
+cosa que le llama la atención es una mesita sobre la cual se ve una
+canastilla de paja para la labor. De esa canastilla sale un bordado
+comenzado, una larga tira blanca donde están trazadas hojas y flores
+como las que las mujeres emplean para adornar la ropa blanca. Sin saber
+lo que hace, coge la tira y sigue el trabajo complicado de los puntos,
+hasta el momento en que resuena en sus oídos la voz jovial de su cuñada.
+Bruscamente, como un niño cogido en falta, deja caer el bordado; la
+joven aparece en la esquina de la casa conduciendo alegremente a un
+hombre de aspecto rollizo, cubierto de harina, que trata de librarse con
+ademán torpe de las manitas que lo sujetan, y esparce a su alrededor
+densas nubes de polvo blanco. Ese hombre es... no cabe duda es...</p>
+
+<p>&mdash;¡Martín! ¡querido Martín!</p>
+
+<p>Y Juan se precipita para caer en sus brazos.</p>
+
+<p>Los torpes miembros del otro se detienen en su movimiento, se arquean
+las espesas cejas y una sonrisa tranquila y bondadosa aparece en sus
+labios; nuestro hombre siente que recorre su cuerpo un estremecimiento,
+y da un paso atrás, tambaleándose, para lanzarse luego al encuentro del
+niño querido a quien, al fin, vuelve a ver.</p>
+
+<p>Sin decir una palabra, los dos hermanos se abrazan tiernamente. Después,
+al cabo de un momento, Martín toma entre sus manos la cabeza del hijo
+pródigo; y, frunciendo las cejas con aire sombrío, mordiéndose el labio
+inferior, por largo tiempo clava en silencio sus miradas en los ojos
+brillantes y alegres del hermano.</p>
+
+<p>Luego se sienta en el banco del emparrado; y, apoyando los codos sobre
+las rodillas, se pone a contemplar el suelo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué piensas Martín?&mdash;pregunta Juan con voz cariñosa colocando una
+mano en el hombro de su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh! ¿por qué no he de pensar?&mdash;replica el molinero con el sordo
+gruñido que le es peculiar y que acompaña siempre a sus lacónicos
+discursos. ¡Eh pilluelo!&mdash;continúa&mdash;y la bonachona sonrisa que lo
+caracteriza en las horas de buen humor se extiende sobre sus facciones
+toscamente trazadas, y las ilumina.&mdash;¿Te has incomodado, eh?</p>
+
+<p>Entonces se levanta, y, cogiendo a su mujer de la mano, agrega:</p>
+
+<p>&mdash;Míralo, Gertrudis, se ha incomodado... ¡Ven acá, pilluelo!... Es
+ella... mírala bien... ¿Es con ella con quien has pretendido
+incomodarte?</p>
+
+<p>Se deja caer sobre el banco tan pesadamente, que una nueva nube de polvo
+blanco se alza a su alrededor; levanta los ojos hacia Juan, se sonríe, y
+acaba por decir a Gertrudis:</p>
+
+<p>&mdash;Ve a buscar un cepillo.</p>
+
+<p>Gertrudis lanza una risotada y se va cantando. Cuando vuelve,
+blandiendo en el aire el objeto pedido, el molinero le dice en tono de
+mando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Cepíllalo!</p>
+
+<p>&mdash;Cuando los molineros y los deshollinadores quieren ser buenos, sucede
+siempre una desgracia;&mdash;dice Juan bromeando con expresión cohibida.</p>
+
+<p>Y pretende sacar a la joven el cepillo de las manos.</p>
+
+<p>&mdash;Por favor, déjeme usted&mdash;dice ella defendiéndose y ocultando vivamente
+el cepillo debajo del delantal.</p>
+
+<p>Martín golpea en el banco con el puño.</p>
+
+<p>&mdash;¿Déjeme usted?... ¡Cómo! ¿No os tuteáis todavía?</p>
+
+<p>Juan guarda silencio, y Gertrudis le pasa fuertemente el cepillo por la
+espalda.</p>
+
+<p>&mdash;Apuesto cualquier cosa a que todavía no os habéis besado.</p>
+
+<p>Gertrudis deja caer de pronto el cepillo. Juan dice: «¡hum!» y se
+entrega afanosamente a la tarea de hacer girar a lo largo del cepillo de
+hierro que hay delante de la puerta una de las rosetas de sus espuelas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Es preciso! ¡Vamos!</p>
+
+<p>Juan da media vuelta rápidamente y se pone a retorcerse el mostacho;
+espera salir de tan comprometida situación adoptando aires de
+conquistador, pero ni siquiera tiene valor para inclinarse hacia la
+joven. Se deja estar tieso como una estaca y espera que ella le presente
+la boca y adelante los labios; entonces, por un instante, posa en ellos
+los suyos temblorosos y siente un leve estremecimiento en todo el
+cuerpo.</p>
+
+<p>Los dos se quedan uno al lado del otro, sonriendo tímidamente, con las
+mejillas encendidas.</p>
+
+<p>Martín se golpea las rodillas con los puños y dice que acaba de asistir
+a una escena cómica capaz de hacer morir de risa. Después se levanta
+bruscamente, y se va a disfrutar de su dicha en la soledad.</p>
+
+
+
+<h3><a name="V" id="V"></a>V</h3>
+
+
+<p>Por la tarde, los dos hermanos se dirigen juntos al molino. Gertrudis
+los sigue con los ojos, desde la ventana; Juan se vuelve, ella sonríe y
+oculta su cabeza detrás de la cortina.</p>
+
+<p>Juan se detiene en el umbral; se apoya contra una de las hojas de la
+puerta y lanza una mirada de profunda emoción a la penumbra de la vieja
+y querida sala, mientras el ruido de las ruedas llega ensordecedor a su
+oído, y nubes grises de harina y vapor de agua, llevadas por la
+corriente de aire, le azotan el rostro.</p>
+
+<p>Delante de él se alinean en su puesto las diferentes ruedas del molino.
+A la izquierda, cerca del muro, el viejo tamiz para la harina; después
+el triturador y la muela donde se mezcla el salvado a la harina; después
+la muela mondadora, que separa la cebada de su cáscara, y finalmente un
+cilindro de sistema completamente nuevo, que durante su ausencia se ha
+agregado a los otros. Hay también un tornillo sin fin y un tubo
+ascensor, como lo requiere la moda.</p>
+
+<p>Martín, con las dos manos en los bolsillos del pantalón, tranquilo,
+satisfecho, mueve su corta pipa en la boca. Después, coge a Juan por la
+mano para explicarle los mecanismos nuevos; le muestra la harina fina,
+molida por el tornillo sin fin, pasando por el tubo ascensor, donde
+pequeños depósitos que suben a lo largo de una correa circular la elevan
+a través de dos pisos, casi hasta el techo, para volcarla luego en los
+tubos de seda cilíndricos, porque es preciso que pase en polvo fino a
+través de esa estrecha trama antes que pueda servir.</p>
+
+<p>Respirando apenas, Juan escucha; caza al vuelo las frases raras, que su
+hermano sólo pronuncia en fragmentos, y se admira mucho al ver hasta qué
+punto se embrutece uno en el regimiento, pues todo eso es griego para
+él.</p>
+
+<p>Los negocios florecen. Todas las ruedas trabajan, y los mozos del molino
+tienen bastante que hacer allá arriba, en la galería, echando el grano
+en los vertederos, y abajo, vigilando la caída de la harina y del
+salvado.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora tengo tres&mdash;dice Martín, señalando a los compañeros, blancos
+como la nieve, que tan pronto suben como bajan por la escalera.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tienes todavía a David?&mdash;pregunta Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Naturalmente&mdash;responde Martín haciendo una mueca.</p>
+
+<p>Se diría que la sola idea de que David pudiese faltar del molino lo ha
+llenado de terror. Juan se echa a reír:</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde está, pues, ese pícaro viejo?</p>
+
+<p>&mdash;¡David! ¡David!</p>
+
+<p>Y la voz potente de Martín resuena a través de la sala, dominando el
+ruido de las ruedas.</p>
+
+<p>Entonces, del rincón obscuro de las máquinas, cuya masa gigantesca surge
+del suelo detrás del armazón de las ruedas, se adelanta pausadamente una
+larga figura vacilante, cubierta de harina de pies a cabeza; aparece un
+rostro pálido, en el cual sólo se lee esa especie de estupidez que
+producen los años; una nariz ligeramente colorada que baja hasta la
+barbilla, unos ojos enfurruñados que se ocultan bajo gruesas cejas, y
+una boca que parece agitada por un movimiento eterno de masticación.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué me quiere mi amo?&mdash;pregunta el viejo colocándose delante de los
+dos hermanos, sin soltar la pipa de barro que pende y se balancea entre
+sus labios.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ahí lo tienes!&mdash;dice Martín golpeando en el hombro al viejo,
+mientras asoma a su rostro una sonrisa de tierno respeto.</p>
+
+<p>&mdash;¿No me reconoces, David?&mdash;pregunta Juan tendiéndole amigablemente la
+mano.</p>
+
+<p>El viejo lanza por entre sus dientes un salivazo negruzco, medita un
+instante y murmura:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no lo he de reconocer?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué tal te encuentras?</p>
+
+<p>El viejo vuelve a meditar, se rasca la cabeza y dice:</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo me he de encontrar?</p>
+
+<p>Y comienza a atar y a desatar entre sus dedos nudosos el hilo de un saco
+de harina; después, cuando está bien convencido de que no lo necesitan,
+vuelve a hundirse en su rincón obscuro.</p>
+
+<p>El rostro de Martín está radiante.</p>
+
+<p>&mdash;Tiene un gran corazón. ¡Veintiocho años a nuestro servicio, y siempre
+laborioso, siempre fiel a sus deberes!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hace ahora?</p>
+
+<p>Martín no sabe qué contestar.</p>
+
+<p>&mdash;Difícil es decirlo... Ocupa un puesto de confianza. ¡Ah! tiene un gran
+corazón... un gran corazón...</p>
+
+<p>&mdash;¿Ese gran corazón roba todavía un poco de harina de los
+sacos?&mdash;pregunta Juan riéndose.</p>
+
+<p>Martín se encoge de hombros con disgusto y murmura algo como:
+«Veintiocho años de servicios» y «hay que cerrar los ojos.»</p>
+
+<p>&mdash;Parece que todavía me guarda algún rencor porque me permití descubrir
+el escondrijo donde amontonaba, como la marmota, lo que iba robando.</p>
+
+<p>&mdash;Estás prevenido contra él&mdash;gruñe Martín;&mdash;lo mismo que Gertrudis...
+Sois injustos, cruelmente injustos con él.</p>
+
+<p>Juan mueve alegremente la cabeza; y, señalando con el dedo una puerta
+que conduce a una habitación de madera, recién construida, pregunta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso?</p>
+
+<p>Martín, un poco cortado, menea dulcemente la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Mi despacho&mdash;balbucea al fin.</p>
+
+<p>Y como Juan da un paso para abrir la puerta, lo detiene por el faldón de
+la chaqueta.</p>
+
+<p>&mdash;Te ruego&mdash;refunfuña&mdash;que no franquees ese umbral; ni hoy, ni nunca...
+tengo mis razones.</p>
+
+<p>Juan lo mira disgustado y está a punto de preguntarle: «¿Desde cuándo
+tienes secretos para mí?» Pero la súplica que lee en los ojos de su
+hermano le cierra la boca, y los dos salen juntos del molino cogidos del
+brazo.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VI" id="VI"></a>VI</h3>
+
+
+<p>Ha llegado la noche... La rueda grande se ha detenido, condenando a la
+inmovilidad a todo el engranaje de las pequeñas. El silencio reina en el
+molino; sólo a lo lejos, en la esclusa abierta, las aguas en movimiento
+cantan su monótona melodía.</p>
+
+<p>Delante de la casa, el arroyuelo está tranquilo como si no tuviese más
+que hacer que columpiar los nenúfares, y el sol poniente se refleja en
+sus aguas profundas. Como una cinta de oro serpentea a través de los
+arbustos, donde un ejército de ruiseñores, ignorando su mérito, afinan
+sus gargantas para entrar en lucha con las ranas instaladas abajo.</p>
+
+<p>Los tres seres hermanos destinados a vivir juntos desde entonces en
+aquella soledad florida, donde todo inspira canciones, están reunidos en
+círculo íntimo. Sentados en el emparrado, alrededor de la mesa cubierta
+por un mantel blanco, no han hecho gran honor a la cena esa tarde, y sus
+miradas fijas en el suelo expresan un profundo sentimiento de bienestar.
+Martín, con la cara apoyada en las dos manos, saca de su pipa densas
+nubes de humo, lanzando de vez en cuando un sonido que participa de la
+risa y del gruñido.</p>
+
+<p>Juan está completamente hundido en el tupido follaje, y deja que los
+pámpanos, que tiemblan y se agitan al soplo de su aliento le acaricien
+el rostro.</p>
+
+<p>Gertrudis lanza de tiempo en tiempo una mirada furtiva a los dos
+hermanos; se la podría tomar por una criatura indisciplinada que quiere
+hacer alguna travesura, pero cerciorándose antes de que nadie la vigila.
+Evidentemente, el silencio no es de su gusto; pero está demasiado bien
+educada para romperlo. Sin embargo, se divierte sola en hacer a
+escondidas bolitas de pan para lanzarlas en medio de una banda de
+gorriones glotones que picotean alrededor del emparrado. Hay uno, sobre
+todo, un sucio granujilla, que con su destreza y rapidez vence a todos
+los demás. Desde el momento que llega rodando una pelotilla, abre las
+dos alas y se pone a gritar como un poseído después, disputando a
+derecha e izquierda con los otros, procura hacer salir a aletazos la
+bolita del campo de batalla para tomar posesión de ella, con toda
+comodidad, mientras sus camaradas cambian todavía entre ellos furiosos
+picotazos.</p>
+
+<p>Esta maniobra se repite cuatro o cinco veces y le da siempre la
+victoria; pero al fin otro, que no carece de valor, descubre su táctica
+y la aplica mejor todavía.</p>
+
+<p>Ante ese espectáculo, Gertrudis siente grandes ganas de reír; quiere
+reprimirlas a la fuerza, se mete el pañuelo en la boca y contiene la
+respiración hasta que el rostro se le pone morado. Después, renunciando
+a la esperanza de poder dominarse por más tiempo, se levanta para huir;
+pero no ha llegado aún a la puerta cuando estalla la risa. Desaparece,
+entonces en la sombra del vestíbulo, lanzando gritos de alegría.</p>
+
+<p>Los dos hermanos, sacados de su ensueño, se incorporan.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué pasa?&mdash;pregunta Juan asustado.</p>
+
+<p>Martín menea la cabeza, dirigiendo su mirada a la joven, cuyas locuras y
+niñerías conoce perfectamente. Al cabo de un instante, coge la mano a
+Juan y dice, señalando la puerta con el dedo:</p>
+
+<p>&mdash;Responde, ¿te parece que ella quiera hacerte partir?</p>
+
+<p>&mdash;¡De ningún modo!&mdash;dice Juan con risa un poco forzada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, muchacho!&mdash;exclama Martín rascándose la cabeza desgreñada;&mdash;¡por
+cuántas desazones he pasado! ¡Cuántas veces me he agitado en el lecho
+pensando en ti y en la falta que había cometido tal vez contigo!...</p>
+
+<p>Después de una pausa continuó:</p>
+
+<p>&mdash;Y sin embargo al verla tan dulce, tan inocente, dime, muchacho ¿me
+habría sido posible no amarla? Desde que la vi, no fui dueño de mi
+persona. Me recordaba a mi Juan de tantas maneras... era jovial y tenía
+los ojos brillantes, donde se leía una loca alegría, exactamente como en
+ti. Era una criatura, es verdad, y sigue siéndolo hasta hoy...
+descuidada, turbulenta, traviesa como un niño. Y, cuando no se le tiene
+la rienda un poco corta, amenaza trastornarlo todo. Pero me gusta así&mdash;y
+un resplandor de ternura ilumina sus rasgos&mdash;y pensándolo bien, yo no
+podría pasarlo sin sus locuras. Ya lo sabes, siempre tengo necesidad de
+hacer el padre con alguno; en otro tiempo te tenía a ti, y ahora la
+tengo a ella.</p>
+
+<p>Después de haber desahogado su corazón, Martín se sume en un profundo
+silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y eres feliz?&mdash;pregunta Juan.</p>
+
+<p>Martín lanza densas bocanadas de su pipa; en medio de la nube en que se
+ha envuelto, murmura después de una nueva pausa:</p>
+
+<p>&mdash;¡Hum! eso depende...</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué?</p>
+
+<p>&mdash;De que tú no le guardes rencor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Yo, guardarle rencor?</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, vaya, no te defiendas.</p>
+
+<p>Juan no responde. No le costará mucho trabajo convencer a su hermano; y,
+cerrando los ojos, hunde de nuevo la cabeza en los pámpanos que agita el
+aire.</p>
+
+<p>Un rayo de luz le hace alzar los ojos.</p>
+
+<p>Es Gertrudis que, de pie en el umbral de la puerta, con una lámpara en
+la mano, aparece toda confusa. Su gracioso rostro está cubierto de vivo
+color y sus pestañas bajas lanzan sobre sus mejillas dos sombras
+semicirculares.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué loquilla eres!&mdash;dice Martín acariciando tiernamente sus cabellos
+en desorden.</p>
+
+<p>&mdash;¿No quieres ir a acostarte, Juan?&mdash;pregunta ella con gran seriedad.</p>
+
+<p>Pero su voz hace traición todavía a una leve risa que trata de reprimir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Buenas noches, hermano!</p>
+
+<p>&mdash;Espera, que subo contigo.</p>
+
+<p>Juan tiende la mano a su cuñada, que vuelve la cabeza para disimular su
+sonrisa.</p>
+
+<p>Martín le coge la lámpara y sube la escalera precediendo a su hermano.
+Una vez en lo alto, se apodera de la mano de Juan, y, sin decir nada,
+fija un instante su mirada franca y bondadosa sobre el rostro de su
+hermano, como si no pudiese dominar aún su felicidad, se dirige a la
+puerta y sale.</p>
+
+<p>Juan suspira y se despereza, con las dos manos apoyadas en el pecho. Le
+ahoga la alegría que invade su alma. Quiere alcanzar a su hermano para
+consolar su corazón con algunas palabras de ternura y de reconocimiento,
+pero oye los pasos de Martín repercutiendo ya abajo, en el vestíbulo. Es
+demasiado tarde. Antes de meterse en cama necesita calmarse. Apaga la
+lámpara y abre una de las hojas de la ventana. El aire fresco de la
+noche, que le acaricia el rostro, le produce bienestar y lo apacigua.</p>
+
+<p>Se inclina sobre el alféizar y silba un aria hundiendo sus miradas en la
+sombra.</p>
+
+<p>Debajo de él, el manzano en plena florescencia balancea la masa blanca
+de sus flores. ¡Cuántas veces, siendo niño, ha trepado por sus ramas!
+¡Cuántas veces, cansado de jugar, se ha apoyado en el tronco, perdido en
+un sueño, mientras las hojas le susurraban lindas historias! Y después,
+en otoño, cuando una ráfaga pasaba sobre el árbol, caía casi entre sus
+brazos una lluvia de manzanas doradas. ¡Era una delicia aquello!</p>
+
+<p>¡Qué de pensamientos acuden a la mente cuando se silba de ese modo! Cada
+nota despierta una nueva canción, cada tonada resucita nuevos recuerdos.
+Con las canciones de otro tiempo despiertan también los antiguos sueños,
+que vuelan con sus alas de mariposa y recorren su vasto imperio, desde
+que aparece la luna hasta que asoma la aurora...</p>
+
+<p>Y, mientras contempla la tierra, donde todo se sumerge en las tinieblas,
+ve que se abre suavemente una ventana debajo de él, y aparece una cabeza
+con el rostro vuelto hacia arriba. En el óvalo pálido, que resalta sobre
+la sombra de los cabellos, ve brillar dos ojos negros picarescos que le
+miran con malicia de gata joven.</p>
+
+<p>De pronto deja de silbar; entonces suena en su oído una risa burlona, y
+la voz alegre de su cuñada le dice:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, Juan, continúa.</p>
+
+<p>Y, como él no quiere acceder a esa petición, la joven frunce los labios
+y se pone a silbar imperfectamente algunas notas.</p>
+
+<p>Entonces se oye gruñir, en el interior de la casa la voz profunda de
+Martín, que dice paternalmente, en tono de reproche:</p>
+
+<p>&mdash;No hagas tonterías, Gertrudis; déjalo dormir.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero si no duerme!&mdash;responde ella en el tono enfurruñado del niño a
+quien reprenden.</p>
+
+<p>Después la ventana se cierra y las voces se apagan.</p>
+
+<p>Juan menea la cabeza riendo y se mete en la cama; pero no puede dormirse
+a causa de las flores que Gertrudis ha puesto a la cabecera y cuyas
+hojas llegan hasta el borde del lecho. Con los manojos de lilas
+violáceas se mezclan los narcisos de cáliz estrellado de suave blancura.
+Se vuelve, después de arrodillarse en la cama, y hunde su rostro en las
+flores. Los pétalos delicados lo acarician y besan sus párpados y sus
+labios.</p>
+
+<p>De pronto presta oído. Del suelo sube el rumor de una risa apenas
+perceptible, como si llegase del centro de la tierra; una risa leve como
+el ala del viento rozando la hierba... ¡pero tan alegre, de tan loca
+alegría!...</p>
+
+<p>Escucha un instante y espera oírla por segunda vez; pero todo queda en
+silencio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué loquilla!&mdash;dice alegremente.</p>
+
+<p>Vuelve a caer sobre la almohada, y se duerme con la sonrisa en los
+labios.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VII" id="VII"></a>VII</h3>
+
+
+<p>A la mañana siguiente, Juan busca en el cuarto sus ropas de trabajo. Le
+aprietan un poco en los hombros. ¡Cristo! ¡cómo ha engrosado!</p>
+
+<p>Ya está alto el sol. Le parece que pone menos luz y calor en cualquier
+parte que no sea en aquella soledad florida. Es una cosa particular el
+sol del país natal. Dora todo lo que toca, y brotan canciones de los
+labios que acaricia. ¡Qué hermosa es la vida en la casa paterna! ¡Viva
+la alegría!</p>
+
+<p>&mdash;Tengo ahora en casa todo un nido de alegres pájaros;&mdash;dice riendo
+Martín, que va a darle los buenos días. Sigue cantando, muchacho...
+Estoy acostumbrado desde que vive aquí Gertrudis... Pero ¿qué vas a
+hacer con esa blusa blanca?</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees acaso que voy a estar aquí de brazos cruzados?</p>
+
+<p>&mdash;Descansa un día más.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ni una hora! Mis ropas de holgazán están colgadas ya de un clavo.</p>
+
+<p>Martín ha visto las flores que están a la cabecera del lecho, y dice
+riendo de mala gana.</p>
+
+<p>&mdash;¡Habrase visto! Le he prohibido que haga eso conmigo y te da a ti esa
+mala broma. Por eso estás hoy tan pálido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pálido, yo? No lo creo.</p>
+
+<p>&mdash;No le digas nada. Yo le prohibiré que haga estas tonterías.</p>
+
+<p>Y bajan los dos juntos.</p>
+
+<p>No se ve a Gertrudis en ninguna parte de la casa.</p>
+
+<p>&mdash;Está en el jardín desde las cinco&mdash;dice Martín sonriendo con
+complacencia.&mdash;Todo marcha aquí al vapor desde que ella tiene la
+dirección de la casa... Es viva como una ardilla, y está en pie desde el
+alba; y siempre contenta... siempre entonando canciones y soltando
+gritos de alegría.</p>
+
+<p>Al dirigirse al molino, los dos hermanos ven pasar por arriba de ellos,
+rozando sus cabezas, un tronco de zanahoria.</p>
+
+<p>Martín se vuelve riendo, y hace con el dedo un ademán de amenaza.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?&mdash;pregunta Juan, recorriendo con la mirada el patio, donde
+no se ve alma viviente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién quieres que sea, sino ella?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no ves nada que indique dónde está?</p>
+
+<p>&mdash;Nada absolutamente... Es un verdadero diablillo, se hace invisible
+cuando quiere.</p>
+
+<p>Y, con el rostro radiante, sigue a su hermano al molino.</p>
+
+<p>Pasan las horas. Juan quiere demostrar lo que puede hacer, y trabaja con
+gran energía. Mientras está vigilando en la galería el trituramiento del
+grano en la tolva, siente que le tiran de la blusa.</p>
+
+<p>Mira hacia abajo. Gertrudis, de pie en la escalera, con las mejillas
+tostadas por el sol y los ojos brillantes, le hace una seña con el dedo:</p>
+
+<p>&mdash;Ven a almorzar.</p>
+
+<p>&mdash;Al instante.</p>
+
+<p>Termina su trabajo y se coloca a su lado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Brrr!&mdash;exclama la joven sacudiéndolo;&mdash;¡cómo te has vestido!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué?</p>
+
+<p>&mdash;Ayer me gustabas más.</p>
+
+<p>Dicho esto, le tiende la mano para darle los buenos días, y baja
+apresuradamente la escalera, divirtiéndose en esparcir delante de ella
+una lluvia de harina.</p>
+
+<p>Al pasar por delante de la habitación que Martín llama <i>su despacho</i>, su
+rostro toma una expresión misteriosa, y deteniéndose, levanta las dos
+manos en el aire, como para conjurar un espíritu.</p>
+
+<p>Al cabo de un instante, pregunta en voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;Di, ¿qué hay ahí dentro?</p>
+
+<p>&mdash;No sé.</p>
+
+<p>&mdash;Yo tampoco. ¿No tienes permiso para entrar ahí?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>&mdash;¡Alabado sea Dios! Entonces no soy yo sola la tonta... Cuando tengo
+que decirle algo, es preciso que llame a la puerta... Vamos, di la
+verdad, ¿te parece que eso está bien? Yo no soy una chiquilla para
+que... Pero me callo; no hay que hablar mal del marido. Sin embargo, tú
+eres su hermano; intercede por mí junto a él, ruégale que me diga qué
+hay dentro. ¡Si vieras cuan intrigada estoy!</p>
+
+<p>&mdash;¿Te figuras que me lo dirá?</p>
+
+<p>&mdash;Entonces tendremos que consolarnos juntos... Ven.</p>
+
+<p>Y, de un salto, transpone los tres peldaños que conducen al umbral de la
+puerta.</p>
+
+<p>Durante el almuerzo, adopta de improviso una fisonomía seria, y habla
+con importancia de los cuidados que le da el manejo de la casa. Había
+adquirido, es cierto, en su familia, la costumbre de salir de apuros
+sola, porque su pobre madre había muerto hacía muchos años, y antes de
+la confirmación, había tenido que dirigir la casa de su padre; pero la
+tarea no era muy pesada: su padre no tenía a su servicio más que un
+criado para el molino y los trabajos del campo... ¡se extenuaba de
+trabajo el pobre padre!</p>
+
+<p>Sus ojos se llenan de lágrimas. Confusa, vuelve la cabeza. Después se
+levanta vivamente y pregunta:</p>
+
+<p>&mdash;¿No tienes ganas?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>Luego continúa.</p>
+
+<p>&mdash;Ven conmigo al jardín. Conozco una espesura donde se está muy bien
+para hablar.</p>
+
+<p>&mdash;Allá, en el extremo de la alameda. Es también mi lugar favorito.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII</h3>
+
+
+<p>Penetran juntos en el jardín que el sol inunda con sus rayos ardientes,
+y respiran más libremente bajo la bóveda de verdor que los envuelve en
+su fresca sombra.</p>
+
+<p>Gertrudis se echa negligentemente sobre el banco de césped y coloca bajo
+su cabeza, a guisa de almohada, sus brazos, bruñidos por el sol.</p>
+
+<p>A través del tupido follaje se deslizan aquí y allá algunos rayos que
+adornan sus vestidos con manchas de oro, ruedan sobre su cuello y sus
+mejillas, y rozan su frente, poniendo un claro fulgor en su cabellera
+obscura y rizada.</p>
+
+<p>Juan se sienta frente de ella y la contempla con una admiración que no
+procura disimular.</p>
+
+<p>Está persuadido de que en su vida ha visto tanta gracia. ¡Qué encanto en
+la actitud de esa joven cuñada medio tendida! Las palabras de su hermano
+le vuelven a la memoria: «¿Me habría sido posible no amarla?»</p>
+
+<p>&mdash;No sé, pero hoy siento ganas de charlar&mdash;dice Gertrudis con sonrisa
+confiada;&mdash;y coloca más cómodamente su cabeza.&mdash;¿Y tú, estás dispuesto a
+escuchar?</p>
+
+<p>Él hace un signo afirmativo.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces... el pan no era abundante en casa y los pedazos estaban
+contados. En cuanto a la manteca para poner en él, inútil es hablar de
+ella. Si yo no hubiese cuidado el huerto, cuyos productos se vendían en
+la ciudad, nos habría sido imposible vivir. ¿Por qué la gente lleva toda
+su harina al molino de agua de los Felshammer, sin pensar que en los
+molinos de viento los pobres molineros necesitan vivir también? Esto es
+lo que nos decíamos a menudo; y mirábamos con odio vuestra casa... Pero
+he aquí que, de repente, llega Martín. Quiere, dice, vivir en buenas
+relaciones con sus vecinos. Se muestra amable y cariñoso con el padre,
+amable y cariñoso conmigo. Lleva a los muchachos pasteles y azúcar
+cande, y todos nos enamoramos de él. Y al fin declara al padre que me
+quiere por mujer... «¡Pero si no tiene nada!&mdash;dice mi padre.&mdash;«Tampoco
+quiero yo nada» responde él. Y figúrate... ¡me toma sin un céntimo de
+dote!... Ya puedes comprender mi alegría, pues el padre me había
+repetido con frecuencia: «Hoy todos los hombres van detrás del dinero;
+tú eres pobre, Gertrudis; prepárate para quedar soltera». Y, sin
+embargo, me he casado antes de los diez y siete años... Por lo demás, yo
+profesaba desde hacía mucho profundo afecto a Martín; porque, aunque era
+un poco tímido y avaro de sus palabras yo había leído en sus ojos su
+buen corazón. No puede franquearse tanto como quisiera, y eso es todo.
+Yo sé cuán bueno es; y a pesar de su talante gruñón, a pesar de las
+reprimendas que me echa, no dejaré de amarlo toda mi vida.</p>
+
+<p>Guarda silencio un instante y se pasa la mano por el rostro como para
+echar al rayo de sol que le dora las pestañas y hace brillar sus ojos
+con colores vivos y tornasolados.</p>
+
+<p>&mdash;Mira si es bueno para los míos&mdash;continúa con apresuramiento, como si
+creyera no poder encontrar bastante afecto para acumularlo sobre la
+cabeza de Martín.&mdash;Quería darles cada año una pensión, no sé de cuánto;
+pero yo no lo he consentido, porque no podía conciliarme con la idea de
+que mi padre estuviera reducido a aceptar una limosna en sus últimos
+días, aunque se la diese su yerno. Pero me he reservado una cosa:
+continuar aquí el cultivo del huerto, al que estaba acostumbrada en
+nuestra casa, y quedarme con lo que produzca.</p>
+
+<p>El empleo de ese dinero es cuenta mía.</p>
+
+<p>Se sonríe mirándolo con aire triste, y continúa:</p>
+
+<p>&mdash;Tienen verdadera necesidad de él en casa; porque, ya lo ves, hay tres
+chicos todavía, que alimentar y vestir sin contar que, desde que yo
+partí, tienen que valerse de una criada.</p>
+
+<p>&mdash;¿No tienes hermanas?&mdash;pregunta Juan.</p>
+
+<p>Ella menea la cabeza y dice, lanzando de improviso una risotada:</p>
+
+<p>&mdash;¡Es escandaloso! Ni siquiera una, de la cual pudieras hacer tu mujer.</p>
+
+<p>El ríe con ella y dice:</p>
+
+<p>&mdash;No es una mujer lo que necesito ahora.</p>
+
+<p>&mdash;¿Entonces, qué?</p>
+
+<p>&mdash;Una hermana.</p>
+
+<p>&mdash;Pues bien, ya tienes una&mdash;dice ella levantándose de un salto y
+acercándose a él.</p>
+
+<p>Después, avergonzada sin duda de su vivacidad, se deja caer ruborosa
+sobre el banco de césped.</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras?&mdash;dice con los ojos brillantes.</p>
+
+<p>Ella hace un leve mohín y dice vivamente:</p>
+
+<p>&mdash;¿Hay que hacer tanto esfuerzo acaso? La mujer de un hermano es casi
+una hermana ya.</p>
+
+<p>Y, midiéndolo de pies a cabeza con una sonrisa, añade:</p>
+
+<p>&mdash;Creo que, con un hermano como tú, se podría ir a cualquier parte.</p>
+
+<p>&mdash;Cinco pies y diez pulgadas, ex hulano de la guardia... ¡si basta
+eso!...</p>
+
+<p>&mdash;Y en último término, tú serías también un buen compañero de juegos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Necesitas uno?</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh sí!&mdash;responde ella con un suspiro;&mdash;la vida es aquí tan tranquila,
+tan seria... No hay nadie con quien pueda uno correr como hacía yo en
+otro tiempo con mis hermanos. Con frecuencia he estado a punto de tomar
+por el cuello a un mozo del molino; pero ¡la dignidad!... ¡el
+respeto!...</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues ahora estoy yo&mdash;dice él, riendo.</p>
+
+<p>&mdash;Por eso fundo en ti grandes esperanzas.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, tómame por el cuello.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes demasiada harina encima.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya una mujer de molinero, que tiene miedo a la harina!&mdash;dice Juan
+en tono burlón.</p>
+
+<p>&mdash;Deja&mdash;concluye ella,&mdash;que ya llegará la hora en que ponga a prueba tus
+habilidades de jugador.</p>
+
+
+
+<h3><a name="IX" id="IX"></a>IX</h3>
+
+
+<p>Mientras los tres descansan en el emparrado, a la hora del crepúsculo,
+Juan, que con la cabeza oculta entre los pámpanos sueña en silencio como
+su hermano, siente de pronto una cosa redonda, que no acierta a definir,
+chocar contra su frente y caer al suelo. «Quizás sea una cochinilla» se
+dice; pero el ataque se repite por segunda y tercera vez.</p>
+
+<p>Entonces lanza una mirada recelosa a Gertrudis, que estatua viva de la
+inocencia, canturrea melancólicamente la tonada: <i>En un fresco valle.</i>
+Sin embargo, entretanto fabrica a hurtadillas las bolitas de pan que le
+sirven de proyectiles.</p>
+
+<p>Juan reprime un acceso de risa y coge disimuladamente una rama de viña,
+de la que penden todavía algunos racimos secos del año anterior. Ella le
+lanza un nuevo proyectil; y él le dispara, pronto para la respuesta, un
+grano a la nariz. Ella se estremece, lo mira un momento toda
+desconcertada; y, al inclinarse el joven hacia ella, con el rostro más
+serio del mundo, lanza una ruidosa y alegre carcajada.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué pasa?&mdash;dice Martín, arrancado violentamente a su somnolencia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ha pasado por la prueba!&mdash;responde Gertrudis lanzándose a su cuello.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué prueba?</p>
+
+<p>&mdash;Si te lo digo vas a reñirnos; prefiero callarme.</p>
+
+<p>Martín interroga con una mirada a su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, nada!&mdash;dice éste con tímida sonrisa.&mdash;Era una broma... Nos
+bombardeábamos.</p>
+
+<p>&mdash;Está bien, hijos míos, bombardeaos;&mdash;dice Martín, que continúa fumando
+en silencio.</p>
+
+<p>Juan está muy avergonzado, y Gertrudis contempla a su nuevo camarada de
+juegos con una mirada maliciosa y provocativa.</p>
+
+<p>«Revoltosa». Sí; ese era el nombre que había dado Martín Felshammer a su
+mujer...</p>
+
+
+
+<h3><a name="X" id="X"></a>X</h3>
+
+
+<p>Desde aquel día, se repiten las bromas en las horas tranquilas y
+silenciosas del crepúsculo, que Martín ama tanto.</p>
+
+<p>En las apacibles alamedas del huerto suenan gorgeos y risas; sobre el
+césped pasan como una tromba dos figuras humanas que se persiguen; se
+bromea, se suelta a los perros para que hagan ruido; se caza a los gatos
+de la vecindad que se dan las citas amorosas en el molino; se juega al
+escondite detrás de los montones de heno y de los setos.</p>
+
+<p>Martín los deja en plena libertad, y contempla esas locuras con la
+mirada benévola e indulgente de un padre. En el fondo, preferiría la
+calma de antes; pero son tan felices ellos, en su juventud y su
+inocencia, con los ojos brillantes y las mejillas encendidas, que sería
+un crimen turbar su alegría con observaciones molestas. Después de todo
+son unos niños.</p>
+
+<p>Además ¿no hay también horas menos ruidosas? Cuando Gertrudis dice:
+«Juan, ven a cantar», se sientan juiciosamente uno al lado del otro en
+el emparrado, o cuando se pasean lentamente a la orilla del riachuelo; y
+cuando Martín ha encendido su pipa y está dispuesto a escucharlos, sus
+voces resuenan claras y vibrantes en la sombra de la noche.</p>
+
+<p>Bien pronto llegan instantes de solemne encanto. Los pájaros, que van a
+entregarse al sueño, gorjean en las ramas, una leve brisa sopla en los
+pámpanos y el sordo murmullo de la presa sirve de acompañamiento...
+¡Cómo ha cambiado su humor de repente! Estaban alegres al empezar; pero
+las tonadas que cantan son cada vez más tristes, y el acento de sus
+voces cada vez más quejumbroso. Hace apenas unos minutos, sus cabezas se
+tocaban; entonces están serios, con las manos juntas y los ojos puestos
+en el cielo arrebolado. Sus voces suenan admirablemente unidas. Juan
+tiene una voz de tenor clara y suave, que concierta muy bien con las
+notas de contralto, llenas y graves, de Gertrudis, y nunca le falta oído
+cuando se trata de acompañar de improviso una canción nueva.</p>
+
+<p>Lo extraño es que nunca puedan cantar cuando están solos. Si, mientras
+están cantando, tiene Martín que alejarse, llamado por algún asunto, en
+seguida sus voces pierden la seguridad y los jóvenes se miran
+sonriendo; uno u otro, por lo regular, deja escapar una nota falsa, y la
+canción queda inconclusa.</p>
+
+<p>Cuando Martín está ausente de la casa o se encierra en su despacho, lo
+que sucede una vez o dos por semana, los dos guardan silencio, como de
+común acuerdo; ninguno de ellos se atrevería a invitar al otro a cantar.</p>
+
+<p>En cambio, tienen otras ocupaciones más interesantes, a las que sólo
+pueden dedicarse cuando no hay que temer la indiscreción de un tercero.</p>
+
+<p>Mientras estaba en el servicio, Juan se ha hecho un lindo cuaderno de
+música, en el que ha compilado las canciones alegres y sentimentales que
+más le gustaban. El género sentimental es el que lo entusiasma. Las
+desesperaciones de amor, los cantos fúnebres, se alternan allí con las
+consideraciones poéticas sobre la vanidad de la existencia, y lo corona
+todo el estallido de desesperación de Kotzebue, desbordamiento de
+sentimentalismo que ha sido durante medio siglo la más popular de las
+poesías alemanas.</p>
+
+<p>Ese cuaderno responde perfectamente al gusto poético de Gertrudis. En
+cuanto se ve sola con Juan, le murmura en tono de súplica:</p>
+
+<p>&mdash;Ve a buscar las canciones.</p>
+
+<p>Entonces se sientan en un rincón retirado, y juntan sus cabezas; durante
+la lectura sienten con delicia que un estremecimiento de voluptuosidad
+les recorre el cuerpo.</p>
+
+<p>He aquí, en primer lugar, esa poesía extraña:</p>
+
+<p class="c smcap">El conde Orsinski a su amada</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">En señal de adiós, recibe las quejas de mi corazón,</span><br />
+<span style="margin-left: 5em;">Transformadas en dulce armonía,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Pero no trates nunca de adivinar lo que estos acentos dicen.</span><br />
+</p>
+
+<p>Y esta antigua romanza popular:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 3em;">Enrique descansaba junto a su reciente esposa,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Rica heredera de las orillas del Rin...</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Suena la media-noche, y a través de la cortina,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Pasa de pronto una mano blanca y delicada:</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">¿A quién vio? A su Guillermina,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Que se erguía ante él envuelta en un sudario.</span><br />
+</p>
+
+<p>Al llegar a eso, Gertrudis se estremece; y, llena de angustia, con sus
+grandes ojos azorados, mira fijamente delante de ella, a través de la
+sombra del crepúsculo... pero su sonrisa pone de manifiesto, al mismo
+tiempo, un delicioso éxtasis.</p>
+
+<p>Pero lo maravilloso en ese cuaderno es una composición titulada: <i>La
+bella molinera</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde has encontrado esto?&mdash;pregunta Gertrudis, impresionada por el
+título.</p>
+
+<p>&mdash;Un camarada, que era músico, tenía estas canciones en un gran
+cuaderno. De allí las copié yo. El que las ha hecho se llamaba Molinero
+de apellido y creo que ejercía además ese oficio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Lee, lee, pronto!&mdash;exclama Gertrudis.</p>
+
+<p>Pero Juan se niega.</p>
+
+<p>&mdash;Es demasiado triste&mdash;dice cerrando el libro.&mdash;Será otra vez.</p>
+
+<p>Pero Gertrudis le suplica tanto, que tiene que acceder a sus deseos.</p>
+
+<p>&mdash;Ven esta tarde conmigo a la presa&mdash;dice;&mdash;tengo que hacer allá. Nadie
+nos incomodará entonces, y te lo leeré siempre que... naturalmente...</p>
+
+<p>Y guiña el ojo en dirección al <i>despacho</i>. Gertrudis hace una señal con
+la cabeza. Se entienden a maravilla.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XI" id="XI"></a>XI</h3>
+
+
+<p>Después de comer, Martín se retira a su escritorio, seguido por las
+miradas impacientes de Gertrudis, que espera el momento en que va a
+conocer los secretos de «la bella molinera.»</p>
+
+<p>Atraviesan de bracete la pradera, para ir a la presa. La hierba está
+húmeda de rocío. El cielo, surcado de bandas rojizas. Sobre el fondo
+luminoso resalta, perfectamente recortada, la figura negra del bosque de
+abetos, que, triste y silencioso, rodea el llano. A medida que se
+aproximan, los mugidos del agua llegan cada vez con más fuerza a sus
+oídos... Los rayos del sol poniente se reflejan en los torbellinos de
+las ondas, y las gotas de espuma que saltan son otras tantas chispas.
+Del otro lado de la presa, el río tranquilo parece un espejo; los
+árboles lanzan su sombra y reflejan su imagen en las aguas, demasiado
+profundas para ser transparentes.</p>
+
+<p>Se acercan en silencio a la presa.</p>
+
+<p>En esa época, durante los calores del mes de junio, la presa no da gran
+trabajo; pero, en los primeros días de la primavera, y en el otoño,
+durante las grandes avenidas, cuando es preciso alzar las compuertas
+para dar paso a las aguas y a los carámbanos, sin que encuentren
+obstáculos, hay que poner un poco de atención y hay que apelar a todas
+las fuerzas para no verse arrastrado con las piezas de madera por el
+torbellino de las aguas.</p>
+
+<p>Juan alza dos esclusas. Eso basta por el momento. Después suelta la
+palanca y apoya el codo en el pretil del puente levadizo. Gertrudis, que
+durante todo ese tiempo ha estado contemplándolo sin decir nada, se
+lanza por sobre la gran viga que atraviesa la corriente de agua de una
+orilla a otra, a algunos pasos de ella.</p>
+
+<p>&mdash;Vas a sentir vértigo, Gertrudis&mdash;dice Juan echando una mirada inquieta
+a la esclusa, por la que las aguas pasan con rapidez espantosa, sobre el
+fondo de tablones inclinados, para precipitarse en seguida espumosas en
+la corriente.</p>
+
+<p>Gertrudis suelta una risotada y dice que muchas veces ha estado sentada
+allí horas enteras, mirando las aguas, sin sentir vértigo alguno.
+Además, ¿no está allí entonces por necesidad? Su mirada, en la que se
+lee una curiosidad impaciente, está fija en el bolsillo de Juan; y
+cuando éste saca su cuaderno de música, la joven exhala un gran
+suspiro, encantada ante la idea de los esplendores que presiente, y
+junta las manos como una criatura a quien su abuela va a contar una
+historia. Juan comienza.</p>
+
+<p>Las palabras conmovedoras del poeta brotan de sus labios como un canto.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Los viajes son la pasión del molinero...</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis deja oír una alegre exclamación y marca el ritmo dando con el
+pie en los montantes de la esclusa.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">He oído murmurar un riachuelo...</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis contiene la respiración, esperando lo que sigue:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">He visto brillar el techo de un molino...</span><br />
+</p>
+
+<p>En su alegría, Gertrudis palmotea y muestra la granja al otro lado.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">¿Es eso lo que quiere decir tu murmullo?</span><br />
+</p>
+
+<p>En este pasaje, la bella molinera entra en escena y Gertrudis se pone
+seria.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">¡Que no tenga mil brazos para golpear!</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis hace leves signos de impaciencia.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">No interrogo a las flores, no interrogo a los astros...</span><br />
+</p>
+
+<p>Una sonrisa de satisfacción vaga por los labios de Gertrudis.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Me placía dibujarla en la corteza de los árboles...</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis lanza un profundo suspiro y cierra los ojos. Y sigue la
+lectura, con los sueños del joven molinero ebrio de amor, hasta este
+grito de alegría, que domina el canto de los pájaros, el murmullo del
+arroyo, el ruido de las ruedas.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">¡La hermosa molinera es mía!</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis abre los brazos, una sonrisa de dulce beatitud pasa por su
+rostro, y se mueve su cabeza como diciendo: «¡Dios mío! ¿qué más puede
+suceder?»</p>
+
+<p>Entonces la molinera siente de pronto una pasión misteriosa por el color
+verde, se oye resonar el coro en la floresta, aparece el fiero cazador.
+Gertrudis experimenta inquietud.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué viene a hacer ese aquí?&mdash;murmura dando con el puño en la viga.</p>
+
+<p>El pobre molinero lo comprende en seguida. Su triste canción dice:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Quisiera partir, perderme en la inmensidad del mundo,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Si todo no estuviera tan verde, tan verde en el bosque y en los campos...</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis, agitada por el temor y la esperanza, hace en el aire un
+ademán. ¡Eso no es posible! ¡es preciso absolutamente que todo concluya
+bien!</p>
+
+<p>Y después:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 4em;">Florecillas que me dio ella,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Que os pongan a todas en mi tumba.</span><br />
+</p>
+
+<p>Los ojos de Gertrudis están húmedos de lágrimas, pero la joven sigue
+confiando en la desaparición del cazador y en la conversación de la
+molinera. No puede, no debe ser de otro modo. El molinero y el arroyo
+comienzan su diálogo melancólico; el arroyo quiere consolar al molinero,
+pero éste no conoce más que una sola quietud, un solo reposo:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 3em;">¡Ay! querido arroyuelo; tu intención es buena...</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Pero ¡ay! ¿sabes tú acaso el mal que el amor hace?</span><br />
+</p>
+
+<p>Gertrudis aprueba vivamente con la cabeza. ¿Qué quiere decir ese
+estúpido arroyuelo?... ¿Qué sabe él de amor ni de penas?... En seguida
+viene la misteriosa barcarola que cantan las ondas. Sin duda, el joven
+molinero se ha dormido a la orilla del arroyo; un beso va a despertarlo,
+y, cuando abra los ojos, la molinera se inclinará sobre él para decirle:
+«¡Perdóname! ¡siempre te he amado!» Pero no... ¿qué significan esas
+extrañas palabras de <i>cámara de cristal azul</i>? ¿Por qué es preciso que
+duerma allí hasta que el mar haya absorbido la última gota de los
+riachuelos? Y puesto que para cerrarle los ojos la mala muchacha tiene
+que tirar su pañuelo al agua, eso prueba que el dormido no reposa en la
+orilla, sino en el fondo.</p>
+
+<p>Gertrudis oculta su rostro entre las manos y estalla en sollozos
+convulsivos; y, como Juan quiere continuar la lectura, le dice:</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta! ¡basta!</p>
+
+<p>&mdash;Gertrudis, ¿qué tienes?</p>
+
+<p>Ella le hace la seña de que la deje. Sus lágrimas son cada vez más
+abundantes y su cuerpo tiembla todo; busca un apoyo y se inclina hacia
+atrás.</p>
+
+<p>Juan lanza un grito de angustia, y, de un salto, se precipita para
+recibirla en sus brazos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por el amor de Dios, Gertrudis!&mdash;dice con la voz trémula, respirando
+con esfuerzo.</p>
+
+<p>Un sudor frío cubre su frente. La joven inclina su cabeza sobre el pecho
+de Juan, le echa los brazos al cuello y llora.</p>
+
+<p>Al día siguiente dice Gertrudis:</p>
+
+<p>&mdash;Ayer me porté como una chiquilla, Juan, y creo que, a poco más, caigo
+al agua.</p>
+
+<p>&mdash;Ya habías perdido el equilibrio&mdash;dice él.</p>
+
+<p>Y se estremece al recordar el terrible instante.</p>
+
+<p>Una sonrisa sentimental pasa por los labios de Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces habría concluido para siempre&mdash;dice la joven con un profundo
+suspiro.</p>
+
+<p>Pero, un instante después, se ríe ella misma de su locura.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XII" id="XII"></a>XII</h3>
+
+
+<p>Pasan los días. Juan, como camarada de juegos, ha sobrepujado todas las
+esperanzas de Gertrudis. Los dos son inseparables; y Martín se ve
+reducido al papel de espectador... no puede, con una sonrisa gruñona,
+hacer más que decir amén a todas sus locuras.</p>
+
+<p>Es un encanto verlos atravesar el patio, persiguiéndose uno al otro,
+como si tuviesen alas en los talones. Gertrudis corre tan ligera que sus
+pies apenas tocan el suelo. Sin embargo, Juan es más ágil; por mucho que
+dure la carrera, siempre la alcanza. Viendo que no hay posibilidad de
+escapar, la joven se agazapa como un polluelo, asustado; y cuando él,
+triunfante, la toma en brazos, su cuerpo esbelto se yergue como si, al
+contacto de Juan, la sacudiese una conmoción eléctrica.</p>
+
+<p>David, el viejo criado, observa sus juegos con gran atención, por la
+claraboya del granero, donde ha establecido su residencia; rasca su
+cabeza gris, y murmura entre dientes toda clase de cosas
+incomprensibles.</p>
+
+<p>Gertrudis lo ve un día y se lo muestra a Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Habrá que hacer una broma a ese viejo cazurro&mdash;murmura la joven.</p>
+
+<p>Juan le refiere la mala pasada que jugó a David en otro tiempo, al
+descubrir el escondite en que el viejo guardaba la harina que robaba.</p>
+
+<p>&mdash;¿Si pudiéramos conseguir hacer hoy lo mismo?&mdash;dice Juan riendo.</p>
+
+<p>&mdash;Lo buscaremos.</p>
+
+<p>Dicho y hecho, o casi hecho. El domingo siguiente, el molino está
+parado; los criados y los molineros han salido. Juan coge el manojo de
+llaves colgado de la pared y hace una seña a Gertrudis para que le siga.</p>
+
+<p>&mdash;¿Adónde vais?&mdash;pregunta Martín alzando los ojos del libro.</p>
+
+<p>&mdash;Una gallina está poniendo fuera del gallinero;&mdash;dice vivamente
+Gertrudis.&mdash;Vamos a buscar el nido.</p>
+
+<p>Y ni siquiera se pone colorada.</p>
+
+<p>Hacen entonces una investigación escrupulosa en los establos, en la
+granja, en el granero y en el pajar; pero registran sobre todo el
+molino, suben y bajan las escaleras, y revuelven el cuarto de los
+trastos viejos.</p>
+
+<p>Escudriñan sin ningún resultado, durante dos horas, por lo menos, y de
+repente, Gertrudis, que no tiene miedo de meterse en el rincón más
+recóndito del granero, anuncia que ha encontrado lo que buscaba. Entre
+los haces de leña que se deshacen en polvo, las ruedas de engranaje
+inservibles y los restos de los diez últimos años, aparecen varios sacos
+de harina y de avena; al lado se ve un buen número de utensilios
+pequeños: martillos, tenazas, cepillos, cuchillos de mesa. Con los ojos
+brillantes, el rostro lleno de tierra y los cabellos cubiertos de
+telarañas, Gertrudis sale del escondrijo lanzando gritos de alegría;
+cuando Juan se ha cerciorado de que no hay error, el consejo de guerra
+se reúne y delibera.</p>
+
+<p>¿Conviene enterar a Martín del secreto? No; se incomodaría y acabaría
+por echarles a perder la broma. Juan tiene una idea. Vierte el contenido
+de los sacos en una medida igual, después llena esos sacos de tierra y
+de arena, y esparce encima una capa de negro de humo, como el que usan
+los cocheros para teñir los arneses. Sumerge por un momento los
+instrumentos en el tonel de alquitrán; y, cuando ha vuelto a poner todas
+las cosas en su orden primitivo, considera terminada su tarea.</p>
+
+<p>Abandonan el molino penetrados de una alegría profunda; se trasladan a
+la balsa para lavarse la cara y las manos, se ayudan mutuamente a
+limpiarse las ropas, y entran en la casa esforzándose por adoptar la
+expresión más inocente posible. Sin embargo, Martín no tarda en notar en
+sus labios leves movimientos que les hacen traición; los amenaza
+sonriendo, pero no les dirige la menor pregunta.</p>
+
+<p>Pasan tres días en la más viva impaciencia; después, una mañana, Juan,
+sin aliento, corre al jardín en busca de Gertrudis, con el semblante
+enrojecido a fuerza de contener las ganas de reír. Al instante, ella
+suelta la azada y se precipita con él al patio. Delante de la balsa está
+el viejo David furioso y desfigurado, medio blanco, medio transformado
+en deshollinador. Tiene el rostro y las manos negras como el carbón, y
+sobre sus ropas aparecen enormes manchas de alquitrán. En las ventanas
+del molino se ven las caras de los molineros que ríen a carcajadas, y
+Martín se pasea delante de la casa vivamente sobreexcitado.</p>
+
+<p>La escena es en extremo cómica, y Juan y Gertrudis creen que van a morir
+de risa. David, que sabe muy bien de qué lado debe buscar a sus
+enemigos, les lanza una mirada llena de odio. Procura limpiarse, pero el
+terrible negro de humo, mezclado con el alquitrán se pega de tal modo,
+que parece ser el color natural de su piel. Al fin, Martín, lleno de
+lástima por el pobre diablo, lo hace entrar en el cuarto de los criados
+y dice a Gertrudis, que de tanto reír tiene los ojos llenos de lágrimas,
+que vaya a buscarle un traje viejo de trabajo.</p>
+
+<p>Al mediodía, durante la comida, los jóvenes cuentan a Martín la broma
+que tan bien les ha salido. El menea la cabeza desaprobando, y dice que
+hubiera sido mejor comunicarle el descubrimiento que habían hecho.
+Después al abandonar la sala, se le oye murmurar palabras como
+«veintiocho años de servicios» y «bromas de chiquillos».</p>
+
+<p>Gertrudis y Juan cambian una mirada de inteligencia que quiere decir:
+«¡Qué aguafiestas!»</p>
+
+<p>Durante tres días más, el suceso es para los jóvenes un manantial de
+alegría, que saborean en secreto.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII</h3>
+
+
+<p>El domingo, Martín va al pueblo a cobrar deudas viejas; no volverá antes
+de la noche. Los molineros se han ido a la taberna. El molino está
+desierto.</p>
+
+<p>&mdash;Voy a despedir también a las criadas&mdash;dice Gertrudis a
+Juan.&mdash;Estaremos entonces completamente solos y podremos hacer alguna
+cosa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué cosa?</p>
+
+<p>&mdash;Ya encontraremos&mdash;dice ella riendo; se dirige a la cocina.</p>
+
+<p>Al cabo de media hora reaparece:</p>
+
+<p>&mdash;Ya se han marchado. Ahora estamos libres.</p>
+
+<p>Se sientan uno frente al otro y buscan en su imaginación.</p>
+
+<p>&mdash;Nunca volveremos a encontrar una diversión como la del domingo
+pasado&mdash;dijo Gertrudis suspirando.</p>
+
+<p>Y, después de un momento:</p>
+
+<p>&mdash;Escucha, Juan.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué?</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes que tú eres para mí un verdadero don del cielo?</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Desde que tú estás aquí, soy tres veces más feliz. Ya ves... él es
+bueno... y tú sabes que lo quiero mucho, mucho, pero... ¡está siempre
+tan serio! ¡me trata con tanta altura! Cualquiera diría que yo soy una
+criatura estúpida, sin sombra de inteligencia. Sin embargo, soy
+laboriosa y manejo la casa como una mujer madura. Si Dios me ha hecho
+alegre como un pájaro, yo no tengo la culpa; y, después de todo, eso no
+es un crimen. Pero cuando estoy delante de él y él me mira con su cara
+grave y enfurruñada, se me pasan las ganas de hacer locuras... y de
+estar sentada e inmóvil una se aburre a menudo, una...</p>
+
+<p>Se detiene y reflexiona. Querría quejarse pero no sabe de qué.</p>
+
+<p>&mdash;Contigo, es otra cosa&mdash;continúa.&mdash;Tú eres un buen muchacho, que no
+dice nunca que no. ¡Contigo se puede hacer lo que una quiera!... Tú no
+tienes la sonrisa desdeñosa que aparece siempre en sus labios, cuando se
+le refiere algo, y que quiere decir: «Te escucho, pero no estás contando
+más que tonterías.» Entonces se me ahogan las palabras en la garganta...
+Mientras que a ti... sí, a ti se te puede confiar todo lo que le pasa a
+una por la cabeza.</p>
+
+<p>Apoya pensativa su rostro en las dos manos, mientras que con un
+movimiento de vaivén balancea sus codos sobre las rodillas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué te pasa por la cabeza en este momento?&mdash;pregunta Juan.</p>
+
+<p>Ella se pone colorada y se levanta vivamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿A que no me pillas?&mdash;grita parapetándose detrás de la mesa.</p>
+
+<p>Pero, cuando él va a perseguirla, ella se adelanta tranquilamente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Deja!... vamos a hacer algo. Ahí están las llaves... quizás se nos
+ocurra alguna idea.</p>
+
+<p>Juan descuelga el manojo de llaves y la sigue al patio, donde el sol del
+mediodía lanza sus rayos ardientes.</p>
+
+<p>&mdash;Abre el molino&mdash;dice Gertrudis.&mdash;Allí hace fresco.</p>
+
+<p>El obedece; y ella sube de un salto los escalones y entra en la penumbra
+de la sala, donde reina el silencio del domingo.</p>
+
+<p>&mdash;Sola, tendría miedo aquí&mdash;dice, volviéndose hacia él y mostrando con
+el dedo la puerta del despacho, cuya madera reluce con brillo misterioso
+en medio de la semiobscuridad.</p>
+
+<p>La joven aparta los dedos y tiembla.</p>
+
+<p>&mdash;¿Nunca te ha dicho nada?&mdash;susurra al cabo de un instante inclinándose
+hacia su oído.</p>
+
+<p>El menea la cabeza. Se siente intranquilo en la sala húmeda y sombría;
+respira penosamente, tiene necesidad de aire y de luz.</p>
+
+<p>Pero Gertrudis se encuentra muy bien en aquella atmósfera cargada de
+vapores, en aquel mediodía misterioso; el sol, filtrándose por las
+claraboyas, arroja sobre el suelo sus rayos oblicuos, como cintas de
+oro, donde miriadas de partículas de polvo danzan una zarabanda.</p>
+
+<p>El estremecimiento que se apodera de ella le causa una sensación
+agradable; baja la cabeza y trepa con precaución la escalera, como si
+quisiese cazar un fantasma. En lo alto, en la galería, lanza un grito;
+Juan, lleno de inquietud, le pregunta qué tiene; ella responde que ha
+querido simplemente dilatar el pecho. Sube a una tolva, transpone la
+balaustrada y vuelve a bajar deslizándose por la escalera. Después
+desaparece en la sombra de las máquinas, en el sitio en que las ruedas
+poderosas alzan sus masas gigantescas. Juan la deja hacer; entonces no
+hay peligro, entonces todo está inmóvil.</p>
+
+<p>Algunos segundos después, la joven reaparece. Se aprieta contra Juan, y,
+echando a su alrededor una mirada temerosa, saca del bolsillo una
+llavecita atada a un cordón de negro.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es esto?&mdash;pregunta en voz baja.</p>
+
+<p>Juan lanza una ojeada hacia la puerta y mira a Gertrudis como
+interrogándola.</p>
+
+<p>Ella hace un signo con la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Colócala en su sitio!&mdash;exclama él asustado.</p>
+
+<p>La joven balancea la llave en la mano, acariciando con los ojos el metal
+que brilla.</p>
+
+<p>&mdash;Un día, por casualidad, se la vi ocultar allí&mdash;murmura.</p>
+
+<p>&mdash;¡Colócala en su sitio!&mdash;exclama él, una vez más.</p>
+
+<p>La joven frunce las cejas; después, con una leve risa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Esto es lo que podíamos hacer!...</p>
+
+<p>Y, al mismo tiempo que habla, le echa de soslayo una mirada inquieta y
+trata de leer en su rostro lo que piensa.</p>
+
+<p>El corazón de Juan late violentamente. Surge del fondo de su alma el
+presentimiento de que van a cometer una falta.</p>
+
+<p>&mdash;La cosa quedará entre nosotros, Juan, dice Gertrudis en tono zalamero.</p>
+
+<p>El cierra los ojos. ¡Qué hermoso sería tener un secreto con ella!</p>
+
+<p>&mdash;Y además, ¿qué mal hay en eso?&mdash;continúa la joven.&mdash;¿Por qué es él tan
+misterioso, sobre todo con nosotros, que somos sus más cercanos
+parientes, en el mundo?</p>
+
+<p>&mdash;Por eso precisamente no deberíamos engañarle.</p>
+
+<p>La joven golpea la tierra con el pie.</p>
+
+<p>&mdash;¡Engañarle! ¡qué expresiones usas!</p>
+
+<p>Y en tono enfurruñado añade:</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, no hablemos más.</p>
+
+<p>Se dispone a llevar la llave a su escondite. Pero le hace dar dos o tres
+vueltas entre los dedos, y finalmente, con una alegre explosión de risa:</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué diablo! no es la misma.</p>
+
+<p>Se acerca a la puerta y compara, meneando la cabeza, el agujero de la
+cerradura con el tamaño de la llave; después, con movimiento rápido,
+mete la llave en el ojo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pues entra!...</p>
+
+<p>Y, fingiendo sorpresa, mira por encima del hombro a Juan, que, de pie
+detrás de ella, sigue con ansiedad los movimientos de su mano.</p>
+
+<p>&mdash;Hazla girar&mdash;dice ella en tono de broma y retrocediendo un paso.</p>
+
+<p>Juan tiembla. ¡Oh, Eva tentadora!</p>
+
+<p>&mdash;Hazla girar y déjame asomar la cabeza por la abertura&mdash;dice la joven
+riendo.&mdash;Tú no tienes necesidad de ver nada.</p>
+
+<p>Entonces, cediendo a un violento impulso, Juan hace girar la llave; por
+la puerta, abierta de par en par, les llega de la ventana un rayo de
+luz ofuscadora.</p>
+
+<p>En el rostro de Gertrudis se pinta el desencanto. Tiene delante de ellos
+una pieza muy sencilla, amueblada como el despacho de un comerciante,
+con las paredes peladas y blancas. En el centro se ve una gran mesa de
+trabajo, toscamente pintada y llena de muestras de granos y de libros de
+contabilidad; en una de las paredes están colgadas ropas usadas; en la
+otra, hay un estante cargado de cuadernos azules y le libros de
+encuadernación modesta. Juan echa a su alrededor una mirada tímida;
+después se acerca a los libros y se pone a leer los títulos.</p>
+
+<p>¡Qué biblioteca tan lúgubre! Son obras de medicina, que tratan de las
+enfermedades del cerebro, de las lesiones del cráneo y de otros asuntos
+del mismo género; disertaciones filosóficas sobre la herencia de las
+pasiones: una <i>Historia de los accesos de cólera y de sus terribles
+consecuencias</i>, un <i>Tratado del dominio sobre sí mismo</i>, y una obra de
+Kant, <i>El Arte de dominar por la voluntad los sentimientos mórbidos</i>.
+Hay también libros de literatura, casi todos sobre el fratricidio. Al
+lado de novelas lúgubres, como <i>El fin trágico de toda una familia en
+Elsterwerda</i>, se encuentran: <i>La novia de Messina</i>, de Schiller, y
+<i>Julio de Tarento</i>, de Leisewitz.</p>
+
+<p>También la teología está representada por cierto número de pequeños
+tratados sobre el pecado mortal y su perdón. Al lado, en los cuadernos
+azules, están compilados cuidadosamente algunos extractos, diferentes
+estudios, mezclados con consideraciones melancólicas sobre las
+experiencias y los pensamientos personales de Martín.</p>
+
+<p>Juan deja caer las manos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pobre, pobre hermano!&mdash;murmura, suspirando, con el corazón
+entristecido.</p>
+
+<p>Entonces la mano de Gertrudis se posa sobre su hombro. La joven señala
+con el dedo un rótulo colocado arriba de la puerta y pregunta en voz
+baja y ansiosa:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué significa eso?</p>
+
+<p>En el rótulo se lee, en gruesas letras de oro, estas tres palabras:
+<i>¡Piensa en Fritz!</i></p>
+
+<p>Juan no contesta. Se deja caer en una silla, oculta el rostro entre las
+manos y llora amargamente.</p>
+
+<p>Gertrudis tiembla de pies a cabeza. Lo llama por su nombre, le echa los
+brazos al cuello y trata de apartarle las manos del rostro; y, como todo
+es inútil, se deshace también en lágrimas.</p>
+
+<p>Al ruido de sus sollozos se levanta Juan lentamente y mira a su
+alrededor, con mirada terrible. Ve unas ropas colgadas de la pared;
+ropas de niño de una época muy antigua. Las conoce perfectamente.</p>
+
+<p>Su madre las conservaba como reliquias en el fondo del armario; se las
+había enseñado un día, diciéndole: «son los vestidos de tu hermanito
+muerto.» Desde el día que ella había abandonado el mundo, los vestidos
+habían desaparecido. Por lo demás, él no había vuelto a pensar en ellos.</p>
+
+<p>Un frío estremecimiento le recorre todo el cuerpo.</p>
+
+<p>&mdash;Ven&mdash;dice a Gertrudis, que no ha cesado de llorar.</p>
+
+<p>Abandonan el despacho. Gertrudis quiere salir en seguida del molino.</p>
+
+<p>&mdash;Guarda primero la llave&mdash;dice él.</p>
+
+<p>Bajan juntos los escalones que conducen a las máquinas; y, cuando han
+colgado la llave, se precipitan fuera, como si las Furias los
+persiguiesen.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV</h3>
+
+
+<p>Desde entonces ya no hay en sus relaciones la inocente alegría de otros
+tiempos.</p>
+
+<p>Se han convertido en cómplices.</p>
+
+<p>¡Con qué alegría hubieran confesado a Martín la tontería que han hecho!
+Pero comparecer juntos ante él y decirle: «¡Perdónanos, hemos
+pecado!...» no es posible; sería un espectáculo demasiado teatral; y el
+que se encargase de hacer esa confesión tendría sobre su cómplice una
+gran ventaja; estando igualmente unidos a Martín, el primero que
+rompiese el silencio pasaría necesariamente por el más sincero y el
+menos culpable. Además, se han prometido una discreción absoluta; y
+están tanto más dispuestos a cumplir su promesa cuanto que temen tocar
+el asunto: ni siquiera se atreverían a hablar de eso entre ellos
+abiertamente.</p>
+
+<p>Desde entonces comienzan a contraer la costumbre de las reservas y los
+misterios; toda palabra pronunciada en la mesa, por inocente que sea,
+tiene para ellos un sentido particular más grave; toda mirada que
+cambian es para ellos la señal de una inteligencia secreta.</p>
+
+<p>Martín no ve nada de eso; una o dos veces ha notado que «sus dos niños»
+han perdido mucho de su antigua serenidad, que las canciones no brotan
+ya tan alegres de sus gargantas. Pero no dice nada; sospecha que han
+tenido alguna disputa y que están todavía incomodados.</p>
+
+<p>A la semana siguiente, un día que Martín se ha encerrado en su despacho
+Gertrudis se arma de valor y dice:</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Juan; es una locura que estemos atormentándonos de este modo.
+Dejemos dormir esa tonta historia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Si fuera tan fácil hacer como decir!&mdash;exclama él con expresión
+melancólica.</p>
+
+<p>Ella lanza una alegre carcajada, y él ríe también.</p>
+
+<p>&mdash;En realidad es muy fácil.</p>
+
+<p>Pero han tomado gusto al misterio y no pueden perder el hábito. La menor
+broma tiene un encanto más, porque es preciso «a toda costa» que Martín
+no sepa nada; y, si por casualidad juntan sus cabezas parloteando, se
+separan asustados al menor ruido, como si estuvieran tramando complots
+criminales.</p>
+
+<p>No han cambiado una palabra, una mirada, un pensamiento que pueda temer
+la luz del día; pero sus almas han perdido la flor de la inocencia.</p>
+
+<p>Llega la víspera de San Juan. Sopla un viento caliginoso. La tierra está
+como embriagada; desaparece bajo las flores.</p>
+
+<p>Las plantas de jazmines parecen cubiertas de blanca espuma, las rosas
+primaverales abren sus cálices, y los botones de los tilos empiezan a
+abrirse.</p>
+
+<p>Gertrudis, sentada en el emparrado, ha dejado caer su labor sobre las
+rodillas y se abandona al ensueño. El perfume de las flores, el calor
+del sol le han turbado la cabeza; pero poco importa eso. Querría bañar
+sus miembros en ese soplo abrasado, querría vaciar todos los cálices si
+hubiera dentro de ellos algo que pudiera beberse.</p>
+
+<p>En el molino ha cesado el trabajo un poco antes de lo acostumbrado; los
+mozos quieren ir a la aldea a festejar San Juan. Van a bailar, a quemar
+toneles de alquitrán, a hacer los locos mientras tengan fuerzas.</p>
+
+<p>Gertrudis suspira. ¡Quién pudiera ir también! Martín querrá quedarse en
+casa; pero Juan, Juan debería ir...</p>
+
+<p>Precisamente está a la entrada, haciéndole una seña con la cabeza.
+Después se sienta en el banco, a su lado... Está cansado, tiene mucho
+calor; ha trabajado rudamente.</p>
+
+<p>Algunos minutos después se levanta:</p>
+
+<p>&mdash;Yo no me quedo aquí. Hace un calor sofocante.</p>
+
+<p>&mdash;¿Adónde vas?</p>
+
+<p>&mdash;Voy al río. ¿Vienes?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>Y ella deja la labor y se apoya en su brazo.</p>
+
+<p>&mdash;Hoy van a bailar allá, en la aldea&mdash;dice.</p>
+
+<p>&mdash;¿Querrías ir tú también, gatita?</p>
+
+<p>Ella se tuerce las manos gimiendo, para expresar mejor su deseo.</p>
+
+<p>&mdash;«<i>Pero, como no puedo, me quedo en casa</i>»&mdash;murmura él.</p>
+
+<p>&mdash;¡No he bailado nunca contigo, y querría bailar!... Tú bailas muy bien.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo lo sabes?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tienes la desfachatez de preguntarlo?&mdash;dice ella afectando cierto
+despecho;&mdash;acuérdate de la fiesta de los cazadores, hace tres años. Las
+muchachas contaban de ti cosas maravillosas; decían que eras encantador,
+que las llevabas muy bien bailando, ni muy sueltas ni muy apretadas; que
+eras un mozo arrogante. Esto bien lo veía yo ¿pero para qué me servía?
+Tus miradas desdeñosas pasaban por encima de mí como si yo no hubiera
+existido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué edad tenías entonces?</p>
+
+<p>Ella vacila un instante, y responde a media voz:</p>
+
+<p>&mdash;Catorce años y medio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! entonces...&mdash;dice él riendo.</p>
+
+<p>&mdash;Pero estaba muy crecida... completamente desarrollada en aquella
+época&mdash;replica ella vivamente.&mdash;No habrías comprometido tu dignidad
+haciéndome dar una vuelta o dos por la sala.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno! Las daremos dentro de quince días en la fiesta de los
+tiradores.</p>
+
+<p>&mdash;¿De veras?&mdash;pregunta ella con los ojos brillantes.</p>
+
+<p>&mdash;Martín es uno de los jefes de la corporación de los tiradores;
+necesariamente ha de ir allá.</p>
+
+<p>Gertrudis lanza un grito de alegría; después, de repente, exclama:</p>
+
+<p>&mdash;Pero no tengo zapatos de baile.</p>
+
+<p>&mdash;Mándalos hacer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡Son tan pesados los que hace el zapatero de la aldea!</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, voy a escribir encargando para ti unos a la ciudad. Bastará
+que me des la medida.</p>
+
+<p>&mdash;Sí... ¿quieres? ¡mi querido, mi buen Juan!...</p>
+
+<p>Y de pronto, soltando su brazo, se adelanta algunos pasos y grita:</p>
+
+<p>&mdash;¡Atrápame!</p>
+
+<p>Y huye como el viento.</p>
+
+<p>Juan se pone a perseguirla; pero está fatigado y no puede alcanzarla.
+Atraviesan el puente levadizo y continúan su carrera por el prado
+inmenso, que termina allá, en el bosque de abetos. Gertrudis da un
+regate hábil, pasa como una flecha junto a Juan, y antes que él haya
+podido seguirla está al otro lado del río. Sin aliento, toma la cadena
+con que se hace mover el puente levadizo y tira con todas sus fuerzas:
+la pieza de madera chirría girando sobre sus goznes, y se levanta en el
+aire en el momento mismo en que Juan va a precipitarse sobre el puente.
+Sorprendido, lanza un grito, y con violento esfuerzo, agarrándose a la
+viga, consigue detener su impulso al borde del abismo.</p>
+
+<p>Gertrudis se ha puesto lívida; toda desconcertada, lo mira fijamente.
+El, tratando de recobrar el aliento, hunde sus miradas en la sombría
+corriente.</p>
+
+<p>&mdash;¡No había pensado en ello, Juan!&mdash;balbucea la joven implorando su
+perdón con los ojos.</p>
+
+<p>Juan se echa a reír. Una alegría feroz, que le hace olvidar todo
+peligro, se apodera de él.</p>
+
+<p>&mdash;¡Espera! ¡espera!&mdash;exclama, abriendo los brazos;&mdash;te pillaré de todos
+modos.</p>
+
+<p>Y, de un salto temerario, se lanza sobre la estrecha viga que atraviesa
+el río como un puente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!... ¡por el amor de Dios!... ¡Juan!</p>
+
+<p>El joven no oye. Debajo de él las aguas hierven en el abismo; se
+esfuerza por conservar el equilibrio; avanza, tiembla, vacila; da un
+paso, dos, tres, un salto atrevido... Ha pasado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Corre!&mdash;dice, lanzando un grito de alegría salvaje.</p>
+
+<p>Pero Gertrudis permanece inmóvil. Paralizada por el espanto, lo mira
+fijamente. Con un salto de tigre, el joven se abalanza sobre ella, la
+toma en sus brazos, la aprieta contra él; ella cierra los ojos,
+respirando con dificultad. El la abraza y posa su boca ardiente y
+alterada sobre los labios trémulos de la joven; ella lanza un grito de
+dolor, y su cuerpo, sacudido por la fiebre, se estremece en los brazos
+de Juan. Entonces, él la deja en el suelo, y con mirada temerosa observa
+a su alrededor. ¿Los ha visto alguien?... No, nadie... ¿Y después de
+todo?... ¿Qué importa?... El hermano de Martín puede besar muy bien a la
+mujer de Martín. ¿No exigió eso él mismo, un día?</p>
+
+<p>La joven abre los ojos; parece salir de un sueño. Su mirada evita la de
+Juan.</p>
+
+<p>&mdash;No está bien lo que has hecho, Juan. Te prohíbo que vuelvas a hacerlo
+en adelante.</p>
+
+<p>Sin responder, él se inclina para recoger la rosa que se ha caído de su
+pecho.</p>
+
+<p>&mdash;Quiero volver a casa&mdash;dice Gertrudis, paseando su vista en derredor,
+con expresión inquieta.</p>
+
+<p>Marchan un momento en silencio, uno al lado de otro.</p>
+
+<p>Ella fija sus ojos en el horizonte, mientras él respira ávidamente la
+rosa que ha recogido.</p>
+
+<p>&mdash;Huele bien&mdash;dice en tono inocente.</p>
+
+<p>Ella dice que sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te gustan las rosas?&mdash;continúa él.</p>
+
+<p>La joven vuelve los ojos hacia él. «¡Como si no lo supieras!» dice su
+mirada.</p>
+
+<p>&mdash;Oye&mdash;agrega él vivamente.&mdash;¿Por qué no pones ya flores en mi cuarto?</p>
+
+<p>Ella no responde.</p>
+
+<p>&mdash;¿Porque no las merezco?</p>
+
+<p>&mdash;Me lo ha prohibido él&mdash;balbucea Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! eso es otra cosa&mdash;dice Juan, desconcertado.</p>
+
+<p>La conversación termina de pronto.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XV" id="XV"></a>XV</h3>
+
+
+<p>En el emparrado, Martín recibe a Gertrudis con reproches afectuosos:
+tiene un hambre de lobo y la cena no está servida todavía. Gertrudis se
+dirige apresuradamente a la cocina.</p>
+
+<p>Cenan en silencio. Los dos jóvenes no alzan los ojos del plato.</p>
+
+<p>Un calor sofocante, intolerable, pesa sobre la tierra. Un viento
+caliginoso levanta pequeñas nubes de polvo; velos de vapor azulado
+descienden lentamente sobre el suelo.</p>
+
+<p>Juan apoya la cabeza en los vidrios de la galería; pero están calientes
+como si hubiesen permanecido todo el día en un horno.</p>
+
+<p>De pronto, Gertrudis se levanta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Adónde vas?&mdash;pregunta Martín.</p>
+
+<p>&mdash;Al huerto&mdash;responde ella.</p>
+
+<p>Un momento después se oyen sus pasos en la escalera que conduce a la
+buhardilla.</p>
+
+<p>Cuando vuelve a entrar, echa tímidamente una mirada a Juan; después se
+sienta otra vez en su sitio, con los ojos bajos.</p>
+
+<p>De la aldea llegan gritos de alegría, aclamaciones con las cuales se
+mezclan las notas agudas del violín y los sonidos graves del contrabajo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Iríais de buena gana, eh?</p>
+
+<p>Los jóvenes no responden, y Martín toma su silencio por una
+aquiescencia.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, vamos.</p>
+
+<p>Se levanta. Gertrudis se despereza con semblante aburrido, mira a Juan
+con vacilación; después dice meneando la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;No tengo ganas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es eso?&mdash;exclama Martín completamente atónito.&mdash;¿Desde cuándo no
+tienes ganas de bailar? ¿Todavía estáis reñidos, eh?</p>
+
+<p>Juan se ríe levemente, y Gertrudis vuelve la cabeza. De pronto, la joven
+se levanta, dice buenas noches y desaparece.</p>
+
+<p>Un momento después los dos hermanos se separan.</p>
+
+<p>Juan sube pesadamente la escalera, abre la puerta de su cuarto; un
+embriagador perfume de flores flota en el aire. Respira profundamente y
+exhala un suspiro de satisfacción. Por eso, sin duda, ha vuelto ella tan
+tarde del jardín. Al lado de su almohada hay un gran ramo de rosas y
+jazmines. Se tiende en la cama como si quisiera hundirse en aquella masa
+de flores. Por un instante, da rienda suelta a su fantasía; pero su
+respiración se hace cada vez más penosa, sus pensamientos se obscurecen;
+a cada pulsación, un dolor, penetrante como una aguja, le atraviesa las
+sienes; le parece que va a ahogarse bajo la intensidad de los perfumes.</p>
+
+<p>Reuniendo todas sus fuerzas, se levanta y abre una de las hojas de la
+ventana. Pero tampoco encuentra allí reposo ni frescura. Una verdadera
+oleada de perfumes sube del jardín hasta él, un soplo ardiente le azota
+el rostro, y gotas de lluvia tibia le acarician las mejillas. Por
+momentos, los toneles de alquitrán que arden en la aldea lanzan
+llamaradas a través de las masas de vapor obscuro que velan el
+horizonte.</p>
+
+<p>Juan fija sus miradas abajo. Espera. El corazón salta en su pecho. Su
+deseo le parece todopoderoso; va a forzar la ventana de abajo, a abrirla
+y... Oye un leve chirrido de goznes... después se abre una de las hojas;
+y, atrevidamente inclinado hacia fuera, envuelto en sus cabellos
+destrenzados que flotan, el rostro de Gertrudis se levanta hacia él,
+mudo y apasionado.</p>
+
+<p>Permanece así un segundo... y desaparece.</p>
+
+<p>¿Debe gritar de alegría, debe llorar? No lo sabe.</p>
+
+<p>Entonces puede entregarse a un embotamiento delicioso... ¿qué efecto
+ejercerán sobre él los perfumes?</p>
+
+<p>Se desnuda y se mete en la cama; pero, antes de disponerse a dormir, se
+levanta otra vez, coge el vaso con mano temblorosa y hunde su rostro en
+las flores.</p>
+
+<p>¡Qué semejanza con la primera noche y, sin embargo, qué diferencia!
+Aquella vez tranquilo y alegre; y entonces...</p>
+
+<p>De pronto lo asalta un recuerdo que le hiela el rostro; sus dedos
+aprietan violentamente el vaso; presta oído... Le parece que la música
+tan franca de aquella noche, cuyo sonido subió hasta él a través del
+suelo, va a sonar otra vez. Escucha con una angustia creciente, hasta
+que su cabeza se llena de un zumbido que murmura, que estalla como una
+risa aguda... Un horrible sentimiento de odio y de envidia se despierta
+en él de repente; con una risa feroz, arroja lejos el vaso, que se rompe
+en medio del cuarto.</p>
+
+<p>A la mañana siguiente, Juan está lleno de vergüenza. Todo eso le parece
+un mal sueño. Recoge los fragmentos del vaso, los ajusta y piensa en ir
+a comprar con qué pegarlos. Reflexiona y no alcanza a ver claramente el
+sentimiento que le ha hecho cometer ese acto estúpido; todo lo que sabe
+es que era un sentimiento muy bajo, execrable. Aprieta la mano de su
+hermano más cordialmente que nunca, y lo mira en silencio en el fondo de
+los ojos, como si tuviera que hacerse perdonar una falta grave.</p>
+
+<p>Gertrudis tiene la palidez que causa una noche de insomnio. Su mirada
+evita la de Juan, y la taza de café que le ofrece suena en sus manos
+temblorosas.</p>
+
+<p>No encontrando nada mejor, se pone a hablar de los zapatos de baile,
+para sondear al mismo tiempo las intenciones de Martín. Este no opone
+objeción alguna; es preciso que Gertrudis se haga tomar las medidas
+inmediatamente; y, como la joven se niega a quitarse el zapato en
+presencia de Juan, éste la llama «remilgada.»</p>
+
+<p>La joven se ofende, se pone a llorar y sale. Por la tarde aparece toda
+confusa con la medida, y Juan puede enviar su carta.</p>
+
+<p>Pero el recuerdo del vaso que ha roto le pesa sobre el corazón; y,
+cuando se encuentra solo con ella, se lo confiesa penosamente:</p>
+
+<p>&mdash;Escucha, he hecho una mala acción.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuál?</p>
+
+<p>&mdash;He roto tu vaso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!... ¿Y eso es una mala acción?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres que sea?</p>
+
+<p>&mdash;Creía que lo habías hecho a propósito&mdash;replica ella, muy indiferente
+en apariencia.</p>
+
+<p>El no responde nada y Gertrudis menea dulcemente la cabeza como
+diciendo: ¡Tenía razón, pues!</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI</h3>
+
+
+<p>Pasan los días. Entre Juan y Gertrudis, las relaciones son más frías que
+antes. No se evitan, charlan juntos; pero no pueden emplear el tono
+alegre, de franca y libre amistad, de otros tiempos.</p>
+
+<p>«Ha tomado a mal que la besase», se dice Juan, sin darse cuenta que él
+también ha cambiado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es lo que tenéis, muchachos?&mdash;dice una tarde Martín,
+gruñendo.&mdash;¿Os duele acaso la garganta, que ya no cantáis?</p>
+
+<p>Los dos guardan silencio por un instante; después, Gertrudis, medio
+vuelta hacia Juan, le pregunta:</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres?</p>
+
+<p>El hace una seña afirmativa, pero, como ella no lo ha mirado, cree que
+no responde.</p>
+
+<p>&mdash;Ya lo ves, no quiere&mdash;dice, dirigiéndose a Martín.</p>
+
+<p>&mdash;¿Que no quiero?&mdash;exclama el otro riendo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no lo dices, entonces, en seguida?&mdash;replica ella, tratando de
+ponerse en armonía con su alegre tono.</p>
+
+<p>Entonces toma la actitud que le es habitual cuando canta; cruza las
+manos sobre las rodillas y fija la vista a lo lejos, en dirección al
+palomar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué vamos a cantar?&mdash;pregunta.</p>
+
+<p>&mdash;«<i>¡Ay! ¿cómo es posible eso?</i>...»&mdash;propone Juan.</p>
+
+<p>Ella menea la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Nada que hable de amor&mdash;dice con sequedad.&mdash;¡Es siempre tan estúpido!</p>
+
+<p>El le dirige una mirada sorprendida.</p>
+
+<p>Después de un instante de reflexión, entona un aire de caza. Ataca
+vigorosamente su parte, y las dos voces se funden en una, como dos olas
+en el mar. Sorprendidos por esa armonía, se miran; nunca han cantado tan
+bien.</p>
+
+<p>Pero concluyen en seguida; los alemanes tenemos pocos cantos populares
+que no sean de amor.</p>
+
+<p>Al fin, ella se decide:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Bello rosal florido,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Cuando veo a mi amor...</span><br />
+</p>
+
+<p>comienza con una especie de grito de alegría.</p>
+
+<p>El la mira sonriendo, y Gertrudis, sonrojada, vuelve la cabeza.</p>
+
+<p>Sus voces se animan con vida extraordinaria; parece que los latidos de
+sus corazones acompañan sus acentos. Esas voces crecen y se elevan
+llevadas por la ola de su sangre, y después vuelven a apagarse, como si
+un dolor íntimo y profundo secara en ellos la fuente de la vida.</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Puesto que no se puede expresar todo,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Puesto que el amor es infinito,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Puedes preguntar a mis ojos</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Cuánto te quiere mi corazón...</span><br />
+</p>
+
+<p>¿Por qué se cruzan de pronto sus miradas?</p>
+
+<p>¿Por qué tiemblan los dos como si una descarga eléctrica les sacudiese
+los miembros?</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">No pasa una sola hora de la noche</span><br />
+<span style="margin-left: 4em;">Que no se despierte mi corazón;</span><br />
+<span style="margin-left: 4em;">Que no piense en ti,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Que no piense que me has dado mil veces tu corazón...</span><br />
+</p>
+
+<p>¡Qué embriaguez de pasión en su acento febril! ¡Cómo se buscan sus
+voces! ¡parece que quisieran besarse!</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">En la orilla del torrente crecen los sauces,</span><br />
+<span style="margin-left: 4em;">En los valles se extiende la nieve;</span><br />
+<span style="margin-left: 4em;">Querida niña, tenemos que separarnos...</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Parto para la guerra, voy a afrontar la muerte...</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">La separación, amada mía, es cruel...</span><br />
+</p>
+
+<p>Sus voces se pierden en un murmullo trémulo. El deseo y la esperanza,
+las tristezas de la separación y el dolor de la muerte, todo esto se
+adivina en los sonidos que se escapan de sus labios.</p>
+
+<p>El rostro de Gertrudis se crispa como para contener las lágrimas; pero
+sus ojos brillan. Irguiéndose de repente, entona la vieja y melancólica
+canción del molinero, la canción de la casa dorada que se alza «en lo
+alto de la montaña». Juan se estremece, y su voz tiembla. Acaban la
+primera estrofa y comienzan la segunda:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">Abajo, en aquel valle,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">El agua hace girar una rueda</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Que no muele más que el amor,</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">Toda la noche y todo el día.</span><br />
+<span style="margin-left: 2em;">La rueda del molino se ha roto...</span><br />
+</p>
+
+<p>En eso... un grito... una caída... Gertrudis se ha desplomado, y con la
+frente apoyada en la pared solloza desesperadamente.</p>
+
+<p>Los dos hermanos se levantan. Martín le toma la cabeza entre las manos y
+murmura palabras entrecortadas y confusas; pero ella solloza cada vez
+con más violencia.</p>
+
+<p>Y él, desolado, golpea el suelo con el pie; se vuelve hacia Juan, que
+está pálido como un muerto, y le dice:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué tienes?</p>
+
+<p>Entonces Gertrudis le echa los brazos al cuello, se levanta hacia él y,
+como buscando su protección, oculta en su hombro el rostro bañado en
+lágrimas. El acaricia dulcemente sus cabellos en desorden y trata de
+calmarla; pero el pobre Martín entiende poco de consuelos, y cada
+palabra que dice a media voz parece un juramento ahogado.</p>
+
+<p>La joven deja caer su cabeza contra las hojas; sus labios se mueven, y,
+como si quisiese continuar su canto, murmura todavía medio sofocada por
+los sollozos:</p>
+
+<p class="poem">
+<span style="margin-left: 2em;">La rueda del molino se ha roto...</span><br />
+</p>
+
+<p>&mdash;No, hija mía, no se ha roto&mdash;dice Martín, cuyos ojos se llenan de
+lágrimas.&mdash;No se romperá... la nuestra. Seguirá girando mientras
+nosotros vivamos.</p>
+
+<p>Ella menea violentamente la cabeza y cierra los ojos como aterrada ante
+una visión.</p>
+
+<p>&mdash;¿De dónde has sacado esa idea?&mdash;continúa el marido.&mdash;¿Acaso no estás
+tan contenta como creíamos? ¿No está aquí Juan, con nosotros? ¿No
+vivimos todos felices y satisfechos... trabajando desde la mañana hasta
+la noche? ¿Por dónde ha de venir la desgracia? ¿por qué ha de venir?
+¿Acaso no velamos también para que tu padre tenga lo necesario?...</p>
+
+<p>Suspira y enjuga el sudor que cubre su frente.</p>
+
+<p>No encuentra nada que decir, y, dirigiéndose a Juan, que está vuelto de
+espaldas, con la cabeza apoyada en el montante de la puerta, de pie a la
+entrada del emparrado:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué cantabais cosas tan tristes?&mdash;le dice en tono rudo.&mdash;Yo mismo
+me sentía... no sé cómo, cuando empezasteis; y ella... ella no es más
+que una mujer.</p>
+
+<p>Gertrudis menea la cabeza como diciendo: «No regañes...» Después se
+levanta, murmura casi sin mover los labios un «buenas noches» apenas
+perceptible, y entra en la casa.</p>
+
+<p>Martín la sigue.</p>
+
+<p>Juan, con la cabeza entre los brazos, se pone a pensar. La ve todavía
+levantarse delante de él con los ojos brillantes, y después desplomarse
+de pronto, como herida del rayo. Y entonces se reprocha no haberse
+precipitado más pronto hacia ella para impedir que cayese.</p>
+
+<p>De repente brilla en su cerebro una luz siniestra y sangrienta.
+Comprende entonces lo que ha pasado en él la víspera de San Juan, por
+qué ha tirado el vaso al suelo... y hace un movimiento como para
+romperlo por segunda vez... No es más que un impulso de tortura
+infernal; después, esa luz se apaga, y se hace la noche a su alrededor,
+una noche sombría y llena de angustias. Se pasa la mano por la frente,
+como si tratase de encender de nuevo esa luz, pero todo permanece
+obscuro; sombra y misterio es para él lo que acaba de experimentar. Le
+parece que va a gritar, que va a confiar a la noche la angustia
+indefinible en que se agita. Se pone de rodillas en el mismo sitio donde
+ha caído Gertrudis, y, con la frente apoyada en el ángulo del banco,
+gime dulcemente.</p>
+
+<p>De pronto suena una puerta en la casa. Los pasos de su hermano
+repercuten en el vestíbulo.</p>
+
+<p>Se pone en pie de un salto, y se sienta.</p>
+
+<p>La figura de Martín aparece en el emparrado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hermano! ¡hermano!&mdash;exclama Juan.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás ahí, muchacho?&mdash;y se deja caer sobre el banco con un suspiro
+ruidoso.&mdash;Ya está mejor; ha acabado por dormirse a fuerza de llorar;
+ahora descansa muy tranquila, y su respiración es profunda. Me he dejado
+estar un momento junto a la cama contemplándola. ¡Estoy muy
+desconcertado! Hasta ahora siempre he visto claro en su alma infantil,
+como en un espejo... y de repente... ¿Qué será esto? Por más que
+reflexiono, no encuentro explicación alguna. ¿Estará triste porque no
+tiene... ninguna esperanza de ser madre? Sí, quizás sea eso. Sin
+embargo, siempre había guardado para mí mi ardiente deseo... no quería
+causarle un pesar. Pero, si se piensa bien, todavía no es más que una
+chiquilla, está lejos aún de la madurez necesaria para llenar bien los
+deberes de madre. ¡Sí, hay que tener paciencia!</p>
+
+<p>Y así consuela Martín su alma del pesar secreto que lo atormenta. Juan
+guarda silencio. ¡Tiene el corazón tan lleno, tan lleno! Querría
+demostrar su afecto a su hermano, pero no sabe cómo. Querría librarse de
+su propio martirio, y, cogiendo la mano de Martín, le dice desde el
+fondo del corazón:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! sí ¡todo marchará bien, todo se arreglará!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no?&mdash;balbucea el otro.</p>
+
+<p>Menea la cabeza, fija un instante sus miradas delante de él, con la
+frente pensativa, y después, con expresión contrariada:</p>
+
+<p>&mdash;Vete a dormir, Juan. La rueda rota está dando vueltas en tu cabeza.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVII" id="XVII"></a>XVII</h3>
+
+
+<p>Al día siguiente, Gertrudis se queda en cama, enferma. No quiere ver a
+nadie, y a Martín lo menos posible.</p>
+
+<p>Juan está sobresaltado. Las horas de la comida pasan tristes y
+silenciosas... Se extienden las sombras, cada vez más densas, alrededor
+del molino de Felshammer.</p>
+
+<p>El sol se pone una vez más. El cuarto día, Gertrudis está casi
+restablecida; Juan puede entrar en su cuarto y hablar con ella.</p>
+
+<p>La encuentra sentada a la ventana, con una tela blanca sobre las faldas.
+Está pálida y fatigada, pero ilumina sus facciones la melancolía
+apacible que es propia de los convalecientes.</p>
+
+<p>Tiende la mano a Juan con una sonrisa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo estás?&mdash;pregunta él dulcemente.</p>
+
+<p>&mdash;Bien, como ves&mdash;responde ella mostrando la tela blanca.&mdash;Ya estoy
+pensando en el baile.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué baile?&mdash;pregunta él con admiración.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué poca memoria tienes!&mdash;dice ella tratando de bromear.&mdash;El domingo
+próximo es la fiesta de los tiradores.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!... sí, es verdad.</p>
+
+<p>&mdash;¿No te alegra la idea de bailar conmigo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Mucho?... Di, ¿mucho?</p>
+
+<p>&mdash;Mucho.</p>
+
+<p>Una sonrisa infantil anima su rostro pálido y abatido; sus dedos arrugan
+los encajes y los pedazos de tul; se deleita tocando ese tejido blanco y
+tenue.</p>
+
+<p>Su extenuación física parece haber devuelto a su ánimo el antiguo candor
+infantil; y, cuando se informa con ansiedad de sus zapatos de baile,
+evidentemente vuelve a ser en todo la criatura virginal que en otro
+tiempo tendía la mano a Juan con una cordialidad sencilla, para darle la
+bienvenida.</p>
+
+<p>El joven se sienta frente a ella en un taburete; haciendo deslizar entre
+sus dedos la tela del vestido de baile, escucha con una sonrisa
+indulgente el parloteo de Gertrudis.</p>
+
+<p>Lo que ella le cuenta está lleno de sol, y respira la alegría de vivir.
+Aquel vestido ha sido su vestido de novia; lo ha cosido y guarnecido
+ella misma, porque sabe cortar como pocas... Se habría puesto un vestido
+de seda, como convenía a la prometida del rico Felshammer, pero no había
+podido reunir la suma necesaria; y su orgullo no le había permitido
+dejarse ofrecer el traje de novia por su futuro esposo. Entonces siente
+casi pesar al deshacer las costuras... ¡Cuántos proyectos y cuántos
+locos sueños había cosido por decirlo así, con su aguja! Pero ¿qué
+remedio? ¡había engordado tanto después de su casamiento!</p>
+
+<p>Luego la conversación pasa a la próxima fiesta de los tiradores, versa
+sobre las nuevas relaciones hechas en la aldea, se pierde un momento en
+la ciudad, en la tienda del zapatero; pero Gertrudis la vuelve a traer
+siempre a la época de sus bodas explayándose sobre los sentimientos y
+sobre los sucesos de esa época feliz.</p>
+
+<p>Le parece haberse vuelto soltera. La sonrisa un poco soñadora, la
+sonrisa de presentimiento que se dibuja en sus labios, se asemeja a la
+de una novia, como si la fiesta para la cual se prepara fuese la de sus
+bodas.</p>
+
+<p>Todos sus pensamientos pertenecen desde entonces a ese baile. En tanto
+que acaba de restablecerse, que sus ojos recobran su brillo, que en sus
+mejillas vuelven a florecer las rosas de otros tiempos, canta noche y
+día, viéndose en el momento de adornarse soñando con el deleite que,
+como una embriaguez desconocida, inconcebible, va a invadirla por
+completo en esas horas de fiesta.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVIII" id="XVIII"></a>XVIII</h3>
+
+
+<p>Suenan las trompetas; con las notas agudas de los clarinetes, los
+címbalos mezclan sus gruñidos sordos.</p>
+
+<p>La corporación, en cortejo solemne, se extiende a lo largo de la calle;
+a la cabeza, dos heraldos a caballo; Franz Maas y Juan Felshammer, los
+dos hulanos de la guardia. ¡No se habrían dejado arrebatar ese honor
+aunque la corporación hubiera tenido que disolverse!</p>
+
+<p>El rostro de Franz está radiante, pero Juan no tiene más que miradas
+serias, casi indiferentes. ¿Qué le importan los hombres? Entonces no son
+para él sino extraños. No saluda a nadie, su mirada no se detiene en
+nadie; pero busca algo en las filas de la multitud, y un relámpago de
+alegría y de orgullo ilumina sus facciones. Se inclina, saluda con la
+espada; allá, en el extremo de la calle, con las mejillas arreboladas y
+los ojos brillantes, agitando su pañuelo, está lo que busca, la mujer
+de su hermano.</p>
+
+<p>La joven ríe, hace señas, se empina; quiere seguirlo con los ojos hasta
+que desaparezca en el torbellino de polvo. Olvida casi a Martín, que
+camina a su lado. ¿Por qué marcha él tan silencioso y tan tieso, por qué
+mete tanto la cabeza en los hombros? Desde lejos, Juan saluda todavía
+con la espada.</p>
+
+<p>El campo del tiro, donde se detiene el cortejo, se encuentra en la linde
+del bosque de pinos, que, visto desde la presa, rodea las praderas. A
+vuelo de pájaro, está a mil pasos apenas del molino de Felshammer, que
+parece hacer señas por arriba de los álamos del río. Si la multitud de
+tiradores no hiciera ese ruido ensordecedor, se oiría claramente el
+mugido del agua.</p>
+
+<p>&mdash;¡Si acabasen de una vez todas estas tonterías!&mdash;dice Juan.</p>
+
+<p>Y echa una mirada de envidia a la sala de baile, una vasta tienda
+cuadrada, cuyo techo se eleva muy alto, dominando el hormigueo de
+barracas y de tiendas más pequeñas que se agrupan alrededor.</p>
+
+<p>Los parientes de los tiradores sólo pueden penetrar en ese sitio a la
+tarde, después de haber sido proclamado el rey de la fiesta.</p>
+
+<p>Las horas, pasan y las detonaciones resuenan monótonas en la linde del
+bosque. Como a mediodía le llega el turno a Juan. Tira... y marra el
+blanco, a pesar de las flores que Gertrudis le ha puesto en la
+carabina... «Flores que dan la suerte», había dicho ella; y Martín, que
+estaba presente, se había sonreído como se sonríe uno ante una tontería.</p>
+
+<p>Una vez que ha cumplido su deber, Juan vuelve la espalda al tiro; entra
+en el bosque, donde no se oyen gritos ni conversaciones, donde sólo el
+eco de los disparos rueda dulcemente por el aire.</p>
+
+<p>Se deja caer sobre el césped y dirige sus miradas a los pinos, cuyas
+finas agujas, bajo el sol del mediodía, lanzan reflejos como cuchillitos
+aguzados.</p>
+
+<p>Entonces cierra los ojos y sueña. ¡El mundo entero le es indiferente!...
+¡Qué lejos está su vida pasada! No ha sido esa vida gran cosa; la mujer
+y la pasión no han hecho en ella ningún papel, y, sin embargo, ¡qué rica
+y brillante de colores le ha parecido! Entonces se lo ha tragado todo un
+abismo, y sobre ese abismo flotan brumas rosadas.</p>
+
+<p>Han pasado unas dos horas; oye un ruido de trompetas lejanas que anuncia
+la elección del nuevo rey. Se pone de pie. Dentro de media hora llegará
+Gertrudis...</p>
+
+<p>Le dicen que la dignidad real ha recaído en su amigo Franz. Escucha eso
+como en un sueño... ¿Qué le importa? Sus miradas se dirigen sin cesar
+hacia el camino, por donde, entre el polvo y el sol, las mujeres,
+vestidas con trajes claros, llegan a pie o en carruaje.</p>
+
+<p>&mdash;¿Buscas a Gertrudis?&mdash;pregunta de improviso detrás de él la voz de
+Martín.</p>
+
+<p>Se estremece, violentamente sacado de su ensueño.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero qué tienes, muchacho? ¿Acaso te duele haber marrado el tiro, a
+estás durmiendo en pleno día?...</p>
+
+<p>Ese es un hermoso día para Martín. La compañía de toda aquella gente,
+porque él es uno de los más altos dignatarios de la asociación, lo ha
+sacado de su somnolencia; sus ojos brillan, una sonrisa jovial se dibuja
+en su boca. ¡Si llevase con un poco más de soltura su traje de fiesta!
+El sombrero profundamente hundido en su frente, deja ver detrás de la
+cabeza un mechón de cabellos hirsutos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mírala! ¡mírala!&mdash;exclama de repente agitando su sombrero.</p>
+
+<p>Ese brillante carruaje tirado por dos caballos es la carroza de gala de
+los Felshammer, que Martín se hizo fabricar expresamente para sus bodas.
+En el fondo de él, la figura blanca que se apoya en uno de los lados
+con indolencia, mirando a su alrededor con seriedad, es ella, «la mujer
+del rico Felshammer», como se susurra al verla pasar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mírala que guapa está!&mdash;dice Martín tirando a Juan de la manga.</p>
+
+<p>En el mismo momento descubre ella a los dos hermanos y ¡al diablo los
+modales estudiados! se levanta en el carruaje, agita la sombrilla con
+una mano y el pañuelo con la otra, ríe con abandono, y con la punta de
+su sombrilla da en la espalda al cochero para que ande más de prisa.</p>
+
+<p>Y, cuando el carruaje se detiene, no espera que la portezuela se abra,
+sino que salta por encima de ella, a los brazos de Martín.</p>
+
+<p>Está febril, agitada, jadeante, sus labios se mueven como si fuera a
+hablar, pero la voz le falta.</p>
+
+<p>&mdash;¡Calma, muchacha, calma!&mdash;dice Martín, acariciando sus cabellos que
+caen entonces en bucles sobre su cuello desnudo.</p>
+
+<p>Juan permanece inmóvil, sumido en su contemplación.</p>
+
+<p>¡Qué hermosa es!</p>
+
+<p>Como un velo tenue, su vestido blanco y diáfano flota en torno de su
+cuerpo encantador. ¡Y su cuello blanco! ¡Y aquellos hoyuelos en el
+nacimiento de los pechos! ¡Y aquellos brazos llenos y soberbios, sobre
+los cuales se estremece un leve vello de plata! ¡Y aquel pecho redondo
+y firme que sube y baja como las olas! La joven parece de belleza
+inaccesible... <i>mujer</i> y <i>reina</i> a la vez. Y esas dos ideas, de <i>mujer</i>
+y de <i>reina</i>, se confunden en algo que lo llena a un tiempo de deleite y
+de melancolía. Sus ojos se han abierto de repente, y vacilan todavía,
+deslumbrados al contemplar en toda su majestad real a la <i>mujer</i> por
+delante de la cual ha pasado como un ciego durante toda su juventud.</p>
+
+<p>¡Qué hermosa es! ¿Cómo <i>la mujer</i> puede ser tan hermosa?</p>
+
+<p>Y Gertrudis deja escapar entonces de sus labios un torrente de palabras
+confusas; está casi muerta de impaciencia, y habla mal del reloj, que
+parece retardar la hora de la comida, y de los absurdos zapatos de baile
+en los que sus pies no querían entrar...</p>
+
+<p>&mdash;Están demasiado ajustados, me aprietan mucho; pero son bonitos ¿no es
+verdad?</p>
+
+<p>Y, para mostrar sus pies, levanta un poco el vestido; son unos zapatitos
+de seda celeste, de altos tacones, atados con cintas también de seda y
+celestes.</p>
+
+<p>&mdash;Parecen muy estrechos&mdash;dice Martín meneando la cabeza con expresión
+inquieta.</p>
+
+<p>&mdash;Lo son, en efecto&mdash;responde ella con una sonrisa.&mdash;Las puntas de los
+pies me queman como si fueran fuego. Pero de esta manera bailaré mejor,
+¿no es verdad, Juan?</p>
+
+<p>Y cierra los ojos un momento, como para despertar de nuevo sus ensueños
+desvanecidos. Después se apoya en el brazo de Martín y quiere que la
+lleven a su tienda.</p>
+
+<p>Las principales familias del contorno se han hecho levantar allí tiendas
+especiales, leves cabañas o carpas de lona que les aseguren un abrigo
+para la noche, porque la fiesta se prolonga de ordinario hasta la mañana
+siguiente. Gertrudis ha ido la víspera a vigilar ella misma la
+construcción de la suya. Ha hecho llevar muebles y ha adornado la puerta
+con guirnaldas de hojas. Puede enorgullecerse de su obra; la tienda de
+Felshammer es la más bella de todas.</p>
+
+<p>Mientras Martín trata de abrirse paso por entre la multitud, ella se
+vuelve presurosa hacia Juan y le pregunta en voz baja:</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás contento, Juan? ¿Te gusto así?</p>
+
+<p>El hace una seña.</p>
+
+<p>&mdash;¿Mucho?... Di, ¿mucho?</p>
+
+<p>&mdash;¡Mucho!</p>
+
+<p>Ella respira profundamente; después ríe, ríe satisfecha.</p>
+
+<p>La bella molinera causa sensación en la multitud. Los propietarios
+forasteros se detienen a contemplarla; los burgueses se dan con el codo
+a hurtadillas; los jóvenes de la aldea la saludan con cortedad. A su
+aparición se oye un prolongado murmullo en los grupos. Seria, con una
+importancia un poco afectada, avanza del brazo de Martín, retirando de
+cuando en cuando los bucles que flotan sobre sus hombros; y cuando echa
+la cabeza para atrás, toma el talante de una reina, o, más bien, de una
+muchacha loca de alegría, que va a hacer la reina y que no está muy
+segura de su papel.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIX" id="XIX"></a>XIX</h3>
+
+
+<p>Cuando, una hora más tarde, suenan los primeros acordes, la joven
+exclama con un estremecimiento de alegría:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ahora soy tuya, Juan!</p>
+
+<p>Martín le recomienda que tenga cuidado con el frío para no caer enferma;
+pero antes que haya concluido de hablar, los jóvenes han desaparecido.
+Entonces se resigna, toma un buen vaso de vino de Hungría y se echa
+sobre el sofá para descansar.</p>
+
+<p>Pensamientos agradables acuden a su mente. ¿No son completamente felices
+desde que ha venido Juan? ¿No se han hecho ya raras las horas tristes,
+llenas de presentimientos siniestros, turbadas por el miedo a los
+fantasmas? ¿No estaba reviviendo él a ojos vistas, vencido por la
+alegría de esos dos inocentes? ¿No era el día que acababan de pasar la
+mejor prueba de que su horror a los extraños ha desaparecido y de que
+sabe asociarse ya a la alegría de los otros? ¡Y Gertrudis cuán feliz es
+también!... La otra noche, es verdad... ¡Pero qué! ¡Las mujeres son
+seres débiles, sujetos a muchos caprichos. Todo se arregló en seguida.</p>
+
+<p>La frase que Juan le dijo esa noche vuelve a su memoria: «Todo irá bien,
+todo se arreglará...» Hace chocar su vaso con los dos vasos vacíos que
+han dejado los jóvenes.</p>
+
+<p>&mdash;¡A la salud de ellos dos! ¡A la feliz unión de los tres hasta el fin
+de nuestros días!...</p>
+
+<p>Entretanto Gertrudis y Juan se han abierto paso a través de la multitud
+compacta, y llegan a la puerta de la sala de baile. La ola ruidosa de la
+música se oye delante de ellos; el aire del interior les da en el
+rostro, como el hálito ardiente de un pecho humano. En lo claroobscuro
+de la tienda, las parejas que se agitan, estrechamente enlazadas, pasan
+frente a ellos; parecen sombras.</p>
+
+<p>Juan anda como en un sueño. Apenas se atreve a fijar sus miradas en
+Gertrudis; un miedo misterioso lo y le aprieta el pecho como un cinto de
+hierro.</p>
+
+<p>&mdash;Estás muy serio hoy&mdash;murmura ella acercando su rostro al brazo de su
+caballero.</p>
+
+<p>El no responde.</p>
+
+<p>&mdash;¿He hecho algo que te haya disgustado?</p>
+
+<p>&mdash;Nada, nada&mdash;balbucea Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Bailemos entonces.</p>
+
+<p>En el momento en que el joven le pasa el brazo por el talle, ella se
+estremece, abandonándose después con un profundo suspiro. Se ponen a
+bailar. Aspirando con fuerza el aire, ella ladea su rostro contra el
+pecho de Juan. En la gorra de éste brilla la escarapela, insignia de los
+tiradores, que lleva ese día; la cinta de seda blanca tiembla sobre su
+frente. Gertrudis inclina un poco la cabeza y, alzando los ojos hacia
+él, murmura:</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes lo que siento?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué cosa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Me parece que me llevas al cielo!</p>
+
+<p>Y cuando termina esa danza:</p>
+
+<p>&mdash;Ven ligero, salgamos&mdash;dice;&mdash;no quiero tener que bailar con otro.</p>
+
+<p>Le aprieta fuertemente la mano, mientras él se abre paso por entre la
+multitud. Feliz y orgullosa, con las mejillas encendidas y los ojos
+brillantes, se pasea de su brazo fuera de la tienda. Ríe, charla y
+bromea, y él la imita lo mejor que puede. En el ardor del baile ha
+perdido la timidez por completo... Una alegría terrible arde en sus
+venas. Entonces, Gertrudis le pertenece en cuerpo y alma, a él solo; lo
+siente en el temblor de su brazo, que, con ternura y como a escondidas,
+aprieta con fuerza al suyo; lo adivina en el brillo húmedo de sus ojos,
+que se alzan furtivamente hacia su rostro. Al cabo de un momento, dice
+ella un poco contrariada.</p>
+
+<p>&mdash;Oye, es preciso ver qué hace Martín.</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;responde él apresuradamente.</p>
+
+<p>Pero se contentan con esa buena intención. Cada vez que se dirigen hacia
+la tienda ocurre en la parte opuesta algún incidente extraordinario que
+les hace olvidar su resolución.</p>
+
+<p>De pronto, Martín mismo sale al encuentro de ellos, en medio de un grupo
+de aldeanos a quienes lleva consigo para obsequiarlos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hola, muchachos! Voy a establecer mi cuartel general en el hotel de
+la Corona; si queréis beber, venid con nosotros.</p>
+
+<p>Gertrudis y Juan cambian una rápida ojeada de inteligencia; después dan
+las gracias, de común acuerdo.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, adiós, hijos míos; y divertíos mucho.</p>
+
+<p>Y se aleja.</p>
+
+<p>&mdash;Jamás lo he visto tan contento&mdash;dice Gertrudis riendo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Buena falta le hace!&mdash;dice Juan con voz tierna, siguiendo a su
+hermano con una mirada afectuosa.</p>
+
+<p>Querría ahogar el sentimiento que lo atormenta y que se despierta en él
+a la vista de Martín.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XX" id="XX"></a>XX</h3>
+
+
+<p>Ha llegado la tarde... La multitud está bañada por un resplandor
+purpurino. Un rosado crepúsculo envuelve la llanura y el bosque.</p>
+
+<p>En un rincón solitario de la pradera, Gertrudis, inmóvil, lanza miradas
+melancólicas al sol que se extingue.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡si no se ocultase hoy para nosotros!&mdash;exclama abriendo los
+brazos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno! ¡ordénaselo!&mdash;dice Juan.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sol, te mando que te quedes con nosotros!</p>
+
+<p>Y, mientras el globo de fuego se hunde cada vez más, ella se pone a
+temblar de pronto y dice:</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes qué idea acaba de ocurrírseme? Que ya no lo veremos salir más.</p>
+
+<p>Después, lanzando una risa clara:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí, ya sé, es pura locura! ¡Vamos a bailar!</p>
+
+<p>Una nueva danza acaba de empezar. Cruzan apresuradamente la sala de
+baile, trémulos de alegría y embriagándose uno al otro, y desaparecen en
+un rinconcito obscuro que han elegido cerca del tablado de los músicos
+para substraerse a las miradas indiscretas de las otras parejas, porque
+todas quieren conocer a la bella molinera.</p>
+
+<p>Los cabellos de Gertrudis se han desprendido y flotan libremente; brilla
+en sus ojos una llama que sólo se ve en las personas ebrias de
+felicidad; todo su ser parece sumido en el deleite de esos momentos.</p>
+
+<p>&mdash;Si no me ardiese el pie como fuego del infierno...&mdash;dice cuando Juan
+la lleva a su sitio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Descansa un poco!</p>
+
+<p>Ella se echa a reír. En ese instante Franz Maas se adelanta para
+invitarla, en su calidad de rey de la fiesta, a la danza de honor; ella
+acepta su brazo y se aleja en un torbellino.</p>
+
+<p>Juan pasa la mano por su frente ardorosa y mira a la pareja; pero las
+luces y las personas se confunden en sus ojos en un caos tumultuoso; le
+parece que todo gira a su alrededor. Vacila y tiene que apoyarse en una
+columna para no caer; y ruega a Franz Maas, que vuelve en ese momento
+con Gertrudis, que sirva de caballero a su cuñada por media hora porque
+tiene necesidad de salir, de respirar el aire puro...</p>
+
+<p>Sale a la noche clara y fresca, en contraste con ese local cálido,
+cargado de vapores, donde un par de arañas llenas de bujías esparcen un
+humo intolerable. Pero hasta allí lo persiguen el bullicio y la música.
+En las barracas de tiro chocan las flechas de las ballestas; delante de
+las rifas suena la voz ronca de los rifadores anunciando la jugada; y
+los caballitos de madera, que giran con ruido ensordecedor, iluminan la
+obscuridad con su brillo fugitivo. Y, por entre todo eso, ruedan las
+sombras de la multitud.</p>
+
+<p>Detrás del bosque de pinos, cuya corona sombría y silenciosa domina todo
+ese movimiento, se enciende un resplandor de oro; dentro de media hora
+la luna verterá sobre aquella escena su luz sonriente.</p>
+
+<p>Juan avanza a pasos lentos entre las tiendas; se detiene delante de la
+posada de la Corona y mira por la ventana. Pero, al ver a Martín allí
+sentado, con el rostro abrasado, en medio de un grupo de bebedores
+alegres, se precipita en la sombra como si temiera encontrarse con él.
+De la casa vecina salen cantos ruidosos; vacila un momento, y al fin
+entra, porque la lengua se le pega al paladar. Lo acogen con gritos de
+alegría. Ante una larga mesa cargada de cerveza están sentados una
+porción de antiguos condiscípulos, pilluelos la mayor parte, a los que
+evitaba en otro tiempo.</p>
+
+<p>Se le rodea, se le invita a beber y se le obliga a tomar asiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué te dejas ver tan poco, Juan?&mdash;le grita uno desde el extremo
+de la mesa.&mdash;¿Dónde te metes de noche?</p>
+
+<p>&mdash;Está cosido a las faldas de su bella cuñada;&mdash;responde otro con aire
+burlón.</p>
+
+<p>&mdash;¡Deja en paz a mi cuñada!&mdash;le dice Juan frunciendo el entrecejo.</p>
+
+<p>El tumulto lo disgusta, los gritos roncos lo ensordecen, las bromas
+torpes le hacen mal. Bebe apresuradamente dos vasos de cerveza fresca, y
+sale, librándose con gran trabajo de las instancias importunas de sus
+camaradas.</p>
+
+<p>Se dirige pausadamente hacia la linde del bosque y hunde sus miradas en
+la obscuridad, que se anima entonces con los pálidos reflejos de la
+luna; después se interna un poco bajo los árboles aspirando la atmósfera
+dulce y aromática de los pinos. Quiere dominar a toda costa la
+embriaguez inexplicable que le penetra hasta los tuétanos. Pero cuanto
+más se aleja del lugar de la fiesta, tanto más aumenta su turbación...</p>
+
+<p>Al punto de entrar en la sala de baile ve a Franz Maas, que se lanza
+hacia él presa de una agitación manifiesta. Una vaga sospecha de
+desgracia comienza a torturar su alma.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ha sucedido?&mdash;exclama.</p>
+
+<p>&mdash;¡Al fin te encuentro! Tu cuñada se ha indispuesto.</p>
+
+<p>&mdash;¡En nombre de Cristo!... ¿Y adónde la has llevado?</p>
+
+<p>&mdash;Martín la ha llevado a vuestra tienda.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo ha sucedido eso? ¿cómo ha sucedido?</p>
+
+<p>&mdash;Desde hacía un momento notaba yo que se había puesto pálida y
+silenciosa; y, al preguntarle qué tenía, me dijo que le dolía el pie. A
+pesar de eso, no quiso sentarse, y de repente se desmayó en medio de la
+sala.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y entonces, entonces, qué?</p>
+
+<p>&mdash;La levanté y la llevé en seguida a su sitio mientras mandaba buscar a
+Martín.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no me mandaste buscar a mí, animal?</p>
+
+<p>&mdash;En primer lugar, porque no sabía dónde estabas; después, porque era
+justo que fuese primero el marido...</p>
+
+<p>Juan suelta una risa estridente:</p>
+
+<p>&mdash;Claro, muy justo... ¿y después?</p>
+
+<p>&mdash;Abrió los ojos antes que Martín llegase. Su primer cuidado fue alejar
+a las mujeres que la rodeaban; después me dijo: «No le hable de mi
+desmayo.» Y cuando él se lanzó hacia ella con el rostro pálido,
+Gertrudis se mostró muy alegre en apariencia y le dijo: «Me hace daño el
+zapato; nada más.»</p>
+
+<p>&mdash;¿Y entonces?</p>
+
+<p>&mdash;Entonces se la llevó. Pero alcancé a ver que se ponía a sollozar
+escondiendo la cara en el hombro de su marido. Y me dije: «¡Dios sabe
+dónde le aprieta el zapato!»</p>
+
+<p>Juan no quiere escuchar más; sin una palabra de agradecimiento se lanza
+fuera.</p>
+
+<p>La cortina que cubre la entrada de la tienda de los Felshammer está
+completamente corrida. Juan escucha un instante. Un ligero rumor de
+llanto, mezclado con la voz de Martín que trata de apaciguar a su mujer,
+llega hasta él del interior. Quiere levantar la cortina, pero ésta no
+cede; parece sólidamente sujeta al marco de la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién es?&mdash;grita la voz de Martín.</p>
+
+<p>&mdash;¡Yo, Juan!</p>
+
+<p>&mdash;¡No entres!</p>
+
+<p>Juan se estremece. Aquel «no entres» le ha atravesado el pecho como una
+puñalada.</p>
+
+<p>Cuando se trata de estar junto a la que sufre, de llevarle el consuelo y
+la paz, le gritan: «¡no entres!»</p>
+
+<p>Aprieta los dientes y fija sus miradas ardorosas en la cortina,
+atravesada por un débil resplandor rojizo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!&mdash;grita de nuevo la voz de su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay?</p>
+
+<p>&mdash;Anda a ver si nuestro carruaje está ahí cerca.</p>
+
+<p>Cumple lo que le ordenan. ¡Sólo sirve para hacer recados! Recorre la
+fila de carruajes y, no encontrando lo que busca, vuelve a la tienda.</p>
+
+<p>La cortina aparece levantada ya. Ella está allí, con un chal claro en
+los hombros... ¡tan pálida y tan bella!</p>
+
+<p>&mdash;¡Estoy soñando! Di orden para que no viniese el carruaje sino mañana
+al amanecer.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere marcharse Gertrudis?&mdash;pregunta Juan impresionado.</p>
+
+<p>&mdash;Gertrudis tiene que irse&mdash;dice la joven.</p>
+
+<p>Y con los ojos llenos de lágrimas le dirige una mirada, en la que se
+esfuerza por poner una sonrisa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tranquilízate, hija mía!&mdash;dice Martín acariciándole los cabellos.&mdash;Si
+no se tratase más que de tu pie no sería un gran mal. Pero tus lágrimas,
+tu agitación... Creo que la enfermedad te dura todavía y el reposo te
+hará bien. ¡Si no se necesitara tanto tiempo para ir a buscar el
+carruaje! Me parece que lo mejor será que hagas a pie el corto camino a
+través de la pradera... si no sientes ningún dolor, se entiende.</p>
+
+<p>Gertrudis lanza una mirada a Juan, y se apresura a decir que sí.</p>
+
+<p>&mdash;El aire es tibio, la hierba está seca&mdash;continúa Martín, y Juan podrá
+acompañarte.</p>
+
+<p>Gertrudis se estremece y la sangre sube a sus abrasadas mejillas. Los
+ojos de Juan buscan los suyos, pero ella los evita.</p>
+
+<p>&mdash;Tú puedes estar de vuelta en media hora&mdash;añade Martín, que toma el
+silencio de Juan por mal humor.</p>
+
+<p>Juan menea la cabeza y responde, lanzando una mirada a Gertrudis, que él
+también está cansado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Entonces, Dios os acompañe, hijos míos!&mdash;dice Martín.&mdash;Y cuando me
+haya librado de mis amigos iré a buscaros.</p>
+
+<p>Juan pasea su vista a lo lejos; la llanura que se extiende delante de
+él, plateada por la luz de la luna, le hace el efecto de un golfo sobre
+el cual flotaran brumas; le parece que el brazo que en aquel instante se
+desliza bajo el suyo de modo tan dulce, tan acariciador, lo arrastra
+allá abajo, al fondo de ese abismo.</p>
+
+<p>&mdash;Buenas noches&mdash;murmura sin mirar a su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¿No me das la mano?&mdash;dice Martín en tono de amistoso reproche.</p>
+
+<p>Y, al tendérsela Juan vacilando, se la aprieta cordialmente... ¡Ah!
+¡cuánto daño puede hacer un apretón de manos!</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXI" id="XXI"></a>XXI</h3>
+
+
+<p>El tumulto de la fiesta se extingue a lo lejos. El ruido de las mil
+voces no es más que un débil zumbido, sobre el cual descuella solamente,
+con notas agudas, la algazara de los caballitos de madera; y cuando la
+orquesta del baile, que se ha callado por un tiempo, empieza a tocar
+otra vez, ahoga los demás ruidos con el estallido penetrante de sus
+cornetines.</p>
+
+<p>Pero sus notas van debilitándose también; el bombo, que hasta entonces
+había hecho discretamente su parte, suena más fuerte, en cambio, porque
+sus sordos golpes llegan más lejos que los otros sones.</p>
+
+<p>Caminan juntos en silencio; ni uno ni otro se atreve a hablar. El brazo
+de Gertrudis tiembla bajo el de Juan; éste contempla las brumas de
+reflejos verdosos que se alzan de las praderas. Ella camina
+valerosamente, aunque no puede menos de cojear un poco; y de cuando en
+cuando exhala un débil quejido.</p>
+
+<p>De pronto, la joven se vuelve y muestra, tendiendo la mano, el hormigueo
+de las luces en el lugar de la fiesta, que brillan sobre el fondo
+obscuro del pinar.</p>
+
+<p>&mdash;Mira qué bonito&mdash;murmura tímidamente.</p>
+
+<p>El responde con un ademán.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué, Gertrudis?</p>
+
+<p>&mdash;¿No me guardas rencor?</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué?</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué abandonaste el baile?</p>
+
+<p>&mdash;Porque hacía demasiado calor para mí en la sala.</p>
+
+<p>&mdash;¿No es porque bailaba yo con otro?</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! de ningún modo.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, cuando te marchaste, me sentí tan sola, tan abandonada, que tuve
+necesidad de todo mi valor para no estallar en sollozos. «Hubiera podido
+prohibirte que bailases con otro», me decía yo... «¿Por quién he venido
+a la fiesta sino por él? ¿por quién me he puesto tan guapa sino por
+él?...» Y el pie me ardía mil veces más que antes sufrí un desmayo, y
+después... de repente... ya sabes lo que me sucedió.</p>
+
+<p>Juan aprieta los dientes, un estremecimiento sacude sus brazos como si
+a pesar de él, fuesen a abrazar a Gertrudis. Ella inclina lentamente su
+cabeza sobre el hombro del joven y su mirada clara y brillante se alza
+hacia él; pero de pronto lanza un grito agudo... su pie dolorido, que se
+arrastra penosamente por el suelo, acaba de tropezar con una piedra.
+Extenuada por el dolor, se deja caer sobre la hierba.</p>
+
+<p>&mdash;Querría quedarme tendida aquí un momento&mdash;dice enjugándose el sudor
+frío que cubre su frente.</p>
+
+<p>Después esconde su rostro entre el césped y permanece así algunos
+segundos, sin movimiento. El se inquieta.</p>
+
+<p>&mdash;Ven&mdash;dice;&mdash;te vas a resfriar.</p>
+
+<p>Ella le tiende la mano derecha, volviendo el rostro.</p>
+
+<p>&mdash;Levántame.</p>
+
+<p>Pero, cuando quiere caminar, sus rodillas se doblan bajo su peso.</p>
+
+<p>&mdash;Ya ves, no puedo&mdash;dice con triste sonrisa.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, te llevaré yo&mdash;dice él abriendo los brazos.</p>
+
+<p>Se escapa un murmullo de los labios de Gertrudis, mitad de júbilo, mitad
+de queja; un momento después, su cuerpo, levantado del suelo, está en
+los brazos de Juan.</p>
+
+<p>Ella lanza un profundo suspiro, y, cerrando los ojos, apoya la cabeza
+contra su mejilla.</p>
+
+<p>Pecho contra pecho, sus cabellos ruedan como una onda sobre el cuello de
+Juan, y su respiración tibia le acaricia el rostro. ¡Adelante, adelante,
+cada vez más lejos, aunque las fuerzas le falten, hasta el fin del
+mundo!... Siente palpitaciones violentas, un velo rojizo se extiende
+delante de sus ojos, le parece que va a caerse y a entregar el alma. ¡No
+importa!... ¡más lejos, más lejos siempre!</p>
+
+<p>Allá abajo, el río lo llama, la cascada muge sordamente a través de la
+noche silenciosa, y las gotas que saltan brillan a los rayos de la luna.</p>
+
+<p>Ella deja caer su cabeza hacia atrás, sobre el brazo de Juan; una
+sonrisa dolorosa vaga por su boca entreabierta; sus párpados se han
+alzado, y en su pupila obscura se refleja la luna.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde estamos?&mdash;murmura.</p>
+
+<p>&mdash;A la orilla del agua&mdash;dice él jadeante.</p>
+
+<p>&mdash;Déjame en el suelo.</p>
+
+<p>&mdash;No quiero... no puedo...</p>
+
+<p>Al fin, cerca de la orilla, la pone en el suelo; después se tira sobre
+la hierba, apoya la mano sobre el corazón y hace un esfuerzo para tomar
+aliento. Le laten las sienes y está a punto de perder el conocimiento...
+Pero se incorpora con esfuerzo vigoroso, inclina el busto sobre la
+corriente y coge agua en las palmas de las manos para bañarse la frente.</p>
+
+<p>Esto lo ayuda a serenarse. Se vuelve hacia Gertrudis. Ella se oculta el
+rostro en las manos y gime dulcemente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sufres mucho?&mdash;le pregunta él.</p>
+
+<p>&mdash;Esto me escuece.</p>
+
+<p>&mdash;Mete el pie en el agua; se te refrescará.</p>
+
+<p>Ella deja caer sus manos y lo mira con sorpresa.</p>
+
+<p>&mdash;Eso me ha hecho bien a mí&mdash;dice él mostrando su frente, por donde
+corren todavía las gotas de agua.</p>
+
+<p>Gertrudis se inclina hacia adelante para quitarse el zapato; pero su
+mano tiembla, y se detiene fatigada.</p>
+
+<p>&mdash;Deja que te ayude&mdash;dice él.</p>
+
+<p>Un movimiento brusco, y el zapato salta al lado de ella, le sigue la
+media, y, arrastrándose hasta la orilla del río, la joven sumerge hasta
+el tobillo el pie desnudo en la frescura de la corriente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! ¡qué bien hace esto!&mdash;murmura aspirando el aire profundamente.</p>
+
+<p>Después, volviéndose a derecha e izquierda, busca un apoyo para su
+cuerpo.</p>
+
+<p>&mdash;Apóyate contra mí&mdash;dice él.</p>
+
+<p>Y ella deja caer su cabeza sobre el hombro de Juan. Un estremecimiento
+corre por los brazos del joven pero no se atreve a enlazarle el talle;
+respira con dificultad; mira con fijeza el agua transparente a través de
+la cual resplandece el pie blanco de Gertrudis como una concha de nácar
+que hubiera en el fondo.</p>
+
+<p>Uno al lado de otro, permanecen sentados, en silencio. Delante de ellos,
+en la presa, las aguas mugen formando torbellinos. La espuma tiende una
+especie de puente de plata a través del río, y la corriente se desliza
+tranquila a sus pies. De vez en cuando, el dulce viento de la noche les
+trae sonidos amortiguados de la música; al gruñido monótono del timbal
+se mezcla el grito sordo del alcaraván.</p>
+
+<p>De pronto, Gertrudis se estremece.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué tienes?</p>
+
+<p>&mdash;Tengo frío.</p>
+
+<p>&mdash;Retira inmediatamente el pie del agua.</p>
+
+<p>Ella hace lo que él le dice, y después saca del bolsillo el fino pañuelo
+de batista que ha llevado al baile.</p>
+
+<p>&mdash;No puede servir de mucho&mdash;dice Juan, y con mano temblorosa coge su
+grueso pañuelo.&mdash;Déjame secarte el pie.</p>
+
+<p>Muda, con una mirada tímida y suplicante, Gertrudis deja hacer; y
+cuando él siente entre sus manos ese pie suave y fresco, lo asalta un
+vértigo, lo invade un deseo ardiente y loco; se agacha y posa sobre él
+su frente ardiente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué haces?&mdash;exclama ella.</p>
+
+<p>El se incorpora... Sus miradas se cruzan llenas de embriaguez, y,
+lanzando un grito furioso, caen en brazos uno del otro.</p>
+
+<p>Sus besos ardientes se posan sobre la boca de Gertrudis. Ella ríe y
+llora a la vez, le coge la cabeza entre las manos, le acaricia los
+cabellos, apoya la mejilla del joven contra la suya, y lo besa en la
+frente y en los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! ¡cuánto, cuánto te amo!</p>
+
+<p>&mdash;¿Eres mía?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Me amarás siempre?</p>
+
+<p>&mdash;¡Siempre! ¡siempre! Y tú... no me dejarás nunca sola, como hoy... para
+que Martín...</p>
+
+<p>Se calla de golpe. El silencio pesa sobre ellos. ¡Y qué silencio!... A
+lo lejos suena el timbal... El agua muge...</p>
+
+<p>Los dos se miran entonces pálidos como la muerte. Y ella se pone a
+lanzar gritos penetrantes:</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesús! ¡Jesús!</p>
+
+<p>Su voz suena en medio de la noche.</p>
+
+<p>Con un gemido violento él se oculta el rostro entre las manos. Un
+sollozo sin lágrimas sacude todo su cuerpo. Una llama se enciende
+delante de sus ojos, llama sangrienta que se alza como si fuese a
+abrasar al mundo entero. Ha visto claro de repente. El resplandor que la
+víspera de San Juan empezó a parecerle siniestro, y que la noche en que
+Gertrudis estalló en sollozos en medio de su canto, cruzó su frente como
+un relámpago para extinguirse un instante después, ese resplandor sube
+ahora ante sus ojos como el disco chispeante del sol. Y cada una de sus
+llamas lo incita al odio, cada chispa hace estremecer su alma con las
+torturas de los celos, cada rayo le atraviesa el corazón con un
+sentimiento de terror y de remordimiento... Gertrudis se ha echado de
+bruces en el suelo, y llora, llora amargamente... Con la frente
+inclinada y las manos juntas, él contempla fijamente el cuerpo
+encantador que yace delante de él, sumido en la desesperación.</p>
+
+<p>&mdash;Entremos&mdash;dice con voz sorda.</p>
+
+<p>Ella alza la cabeza y apoya los brazos en el suelo; pero, cuando él
+quiere levantarla, lanza un grito agudo.</p>
+
+<p>&mdash;¡No me toques!</p>
+
+<p>Por dos o tres veces trata de ponerse en pie; sus piernas se doblan.
+Entonces tiende los brazos sin decir palabra, y se deja levantar por él,
+que sostiene sus pasos vacilantes a través del patio del molino. Se
+secan sus lágrimas; el estupor de la desesperación se lee en sus
+facciones rígidas y pálidas; ella vuelve el rostro y se deja arrastrar
+por él como si no tuviera ya voluntad. En el umbral del emparrado,
+retira su brazo del de Juan y, reuniendo sus últimas fuerzas, se
+precipita sola hacia la puerta. Luego, desaparece en la sombra espesa
+del follaje.</p>
+
+<p>Los aldabonazos suenan sordamente, una vez, dos veces. Después se oyen
+pasos en el interior; la llave gira, y una luz amarillenta se esparce
+fuera, en la claridad de la luna.</p>
+
+<p>&mdash;¡En nombre del cielo! ¡qué cara trae usted!&mdash;exclama asustada la
+criada.</p>
+
+<p>Y la puerta se cierra.</p>
+
+<p>El se deja estar allí largo tiempo, con los ojos fijos en el sitio por
+donde ella ha desaparecido.</p>
+
+<p>Una sensación de frío que lo hace temblar de la cabeza a los pies lo
+despierta de su ensimismamiento. Maquinalmente se desliza a través del
+patio, iluminado por la luz de la luna; acaricia a los perros que, con
+ladridos alegres, lo saludan; echa una mirada estúpida a la rueda
+inmóvil, sobre la cual se desliza el agua sin ruido, como una brillante
+serpiente. Una fuerza misteriosa lo arroja de allí; el suelo del patio
+le quema los pies.</p>
+
+<p>Se dirige a través de la pradera hacia la presa, hasta el sitio donde ha
+estado sentado con Gertrudis. Sobre el césped brilla el zapato azul, y a
+poca distancia la larga media, tan fina... ¡Gertrudis ha entrado
+cojeando, con un pie desnudo, sin notarlo!</p>
+
+<p>Lanza una risotada estridente, toma los objetos y los lanza lejos, a las
+aguas espumosas.</p>
+
+<p>¿Adónde ir entonces? El molino ha cerrado su puerta detrás de él, para
+siempre. ¿Adónde ir? ¿Se tenderá, para descansar, sobre un montón de
+heno? ¡No podrá dormir!... ¡He ahí un grupo de muchachos alegres! Poco
+antes los ha desdeñado, pero entonces llegan en buen momento.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXII" id="XXII"></a>XXII</h3>
+
+
+<p>Cuando, como a las dos de la mañana, Martín Felshammer ha conseguido
+desasirse de sus compañeros, bebedores sempiternos, se acerca de buen
+humor al lugar de la fiesta, donde la claridad insegura del día gris que
+nace ilumina las idas y venidas de los retrasados. Ve acercarse entonces
+un grupo de mozos ebrios, que aullando cantos obscenos pasan en fila a
+través de la gente; a la cabeza de ellos marcha el cerrajero Farmann,
+bribón famoso, y detrás de él van otros perdidos.</p>
+
+<p>Resuelto a echarlos de allí, va directamente hacia el grupo; pero de
+repente se detiene petrificado, con los brazos caídos... En medio del
+grupo, con los ojos terribles, avanza tambaleándose su hermano Juan.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!&mdash;exclama estupefacto.</p>
+
+<p>Este se estremece; su rostro enrojecido se pone lívido; en sus ojos
+brilla un resplandor de espanto; tiembla, extiende los brazos como para
+defenderse, y retrocede, vacilando, dos o tres pasos.</p>
+
+<p>Martín siente que se apacigua su cólera. El deplorable espectáculo
+despierta su compasión. Sigue a Juan, y, reteniéndole por el brazo, le
+dice con voz llena de ternura:</p>
+
+<p>&mdash;Ven, hermano; es tarde; vamos a casa.</p>
+
+<p>Pero Juan, haciendo un ademán de horror, retrocede más ante la mano que
+lo roza; y dirigiendo a Martín una mirada llena de angustia mortal, le
+dice con voz ronca:</p>
+
+<p>&mdash;¡Déjame!... ¡no quiero, no quiero tener nada que ver contigo! ¡ya no
+soy tu hermano!</p>
+
+<p>Martín, sobrecogido, se agarra con las dos manos a la mesa que está
+junto a él, y se deja caer, como herido de una puñalada, sobre el banco
+inmediato!</p>
+
+<p>Juan se aleja apresuradamente y desaparece en el bosque.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXIII" id="XXIII"></a>XXIII</h3>
+
+
+<p>Desde aquel día, la tristeza se cierne sobre la casa de los Felshammer.</p>
+
+<p>Cuando Martín entró en su casa por la mañana, todo estaba tranquilo, en
+una calma profunda. Descolgó de la pared la llave del molino y se
+deslizó hasta la triste habitación de que había hecho una especie de
+templo de su falta. Allí lo encontraron sus gentes a la hora del
+almuerzo, tan blanco como la cal de los muros, con la frente entre las
+manos y murmurando sin cesar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Fritz, Fritz! ¡ésta es la expiación! ¡ésta es la expiación!</p>
+
+<p>El espectro, el antiguo, el temible espectro, al que creía desterrado
+para siempre, se ha echado de nuevo sobre él, y sus garras le aprietan
+la garganta hasta estrangularlo.</p>
+
+<p>Ha sido casi necesario emplear la fuerza para sacarlo de su retiro. Con
+paso torpe ha salido tambaleándose del molino. Ha encontrado a su mujer
+acurrucada en un rincón, con las mejillas pálidas y la mirada temerosa.
+Entonces le ha cogido la cabeza con las dos manos, fijando un instante
+sobre la infeliz, toda trémula, sus ojos sombríos, y después ha
+murmurado esas palabras melancólicas:</p>
+
+<p>&mdash;¡La expiación! ¡la expiación!</p>
+
+<p>Al oír esta frase siniestra, un escalofrío recorre el cuerpo de
+Gertrudis. «¿Sabe algo? ¿Se lo ha confesado todo Juan? ¿Ha descubierto
+por casualidad el secreto?... ¿O no tiene más que sospechas?...»</p>
+
+<p>Y desde entonces se llena de terror delante de ese hombre; y se consume
+de pasión por el otro, a quien ha despedido para siempre. Palidece y
+adelgaza; anda vagando de un lado a otro como una sonámbula. Alrededor
+de sus ojos se dibujan surcos azules que se ensanchan cada vez más
+alrededor de su boca se forma un pliegue que se contrae sin cesar.</p>
+
+<p>Martín no ve nada de eso. Todo su ser está embargado por el dolor de
+haber perdido su hermano. Durante los primeros días ha estado esperando
+hora tras hora verlo llegar; quizá no se ha dado cuenta de lo que decía
+en su embriaguez... ¡y él, Martín, será ciertamente el último en
+recordárselo!</p>
+
+<p>Pero pasan los días, unos después de otros, sin que Juan reaparezca; su
+angustia crece entonces. Comienza a informarse del desaparecido, con
+poco fruto al principio porque las relaciones de aldea a aldea son muy
+escasas. Sin embargo, poco a poco van llegando noticias al molino; lo
+han visto hoy aquí y ayer allí, como un vagabundo, pero rodeado siempre
+de alegres compañeros. En cuanto «el diablo de Juan», como le llaman, se
+presenta en alguna parte, se llena la taberna, saltan los tapones y
+chocan los vasos; y, cuando la fiesta está en todo su apogeo, a través
+de los cristales hechos añicos salen las botellas a la calle. Pero «el
+diablo de Juan» paga todo lo que rompe. Convida a todos los que
+encuentra por el camino... ¡Ah sí! es un gran compañero y un bebedor
+insigne «el diablo de Juan.»</p>
+
+<p>Poco a poco van apareciendo a la puerta del molino toda clase de
+personajes tenebrosos como Löb Levi, de Beelitzhof, el acaparador de
+granos, y Hoffmann, de Grünhalde, el corredor de fincas; presentan
+papeles amarillos y grasientos sobre los cuales la mano de Juan ha
+firmado cantidades a tanto por ciento y a tantos días... Martín
+contempla largo rato las letras inciertas que se precipitan, como
+ebrias, unas sobre otras; después, va a su caja de caudales y paga, sin
+decir palabras, la deuda y los intereses exorbitantes. ¡De buena gana
+daría la mitad de su riqueza por conseguir la vuelta de su hermano!</p>
+
+<p>Al fin, manda enganchar el carruaje y él mismo va a buscarlo. Anda
+leguas y leguas, pasa en vela noches enteras, sin conseguir nunca
+atrapar a su hermano. Las noticias que obtiene de los taberneros son
+incompletas y confusas; unos le responden de un modo incierto y
+cohibido, otros con aparato de misterio y en tono socarrón; todos
+parecen temer que tan pronto como el dueño del molino de Felshammer haya
+encontrado al borracho de su hermano desaparecerán sus pingües
+beneficios.</p>
+
+<p>Cuando Martín empieza a notar que lo engañan, se apodera de él el
+desaliento. Regresa al molino y se encierra por dos días en su
+<i>despacho</i>. Durante ese tiempo, se pregunta si no sería conveniente
+pedir ayuda a los gendarmes de Marienfeld. Con su autoridad, sería fácil
+arrancar la verdad a la gentes. Pero no... hacer buscar a su hermano con
+la policía es cosa que no permite el honor del nombre de los Felshammer;
+su padre se estremecería en la tumba.</p>
+
+<p>Un constipado adquirido en sus viajes nocturnos, lo obliga a guardar
+cama. Y, durante dos mortales semanas, en las que Gertrudis permanece
+sentada a la cabecera del lecho, noche y día, vive torturado por las
+alucinaciones de su delirio, en el que sus dos hermanos, el muerto y el
+vivo, van a rondar alrededor de él, ora distintos ora confundidos en un
+sólo ser monstruoso, especie de espectro de dos cabezas.</p>
+
+<p>Tan pronto está casi restablecido hace preparar su carruaje. Es fuerza
+que acabe por encontrarlo.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXIV" id="XXIV"></a>XXIV</h3>
+
+
+<p>Al fin lo encuentra.</p>
+
+<p>Una noche, muy tarde, a principios de septiembre, sus investigaciones lo
+llevan a B... aldea situada dos leguas al norte de Marienfeld. A través
+de las ventanas cerradas de la taberna, se oye un ruido confuso,
+pataleos, gritos y cánticos avinados.</p>
+
+<p>Baja pesadamente del carruaje y ata el caballo a la puerta del patio. La
+llama turbia de la linterna vacila al soplo del viento de la noche.
+Grandes gotas de lluvia golpetean el suelo.</p>
+
+<p>Levanta el cerrojo y empuja la puerta, que se abre de par en par. Una
+densa humareda azul, de tabaco, le da en el rostro, mezclada con el olor
+de la cerveza agria.</p>
+
+<p>Y allí, en el extremo de una larga mesa, con las mejillas abotagadas,
+los ojos ribeteados de rojo y afectados por el brillo vidrioso propio
+de los borrachos, los cabellos revueltos, la camisa sucia y las ropas en
+desorden, cubiertas de aristas de paja, restos sin duda del último
+lecho, estaba su hermano adorado, aquel que lo era todo para él y al que
+veía convertido entonces en un vicioso precoz, condenado a irremediable
+desgracia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!&mdash;exclama, y la fusta que tiene en la mano cae al suelo con
+ruido.</p>
+
+<p>Un silencio de muerte se esparce por la sala llena de gente, y los
+bebedores contemplan con la boca abierta al intruso.</p>
+
+<p>El desgraciado se ha levantado de su banco, con el rostro rígido por una
+angustia indecible; de su pecho sale silbando una especie de estertor;
+da un salto desesperado y trepa a la mesa, y haciendo otro esfuerzo
+trata de huir por sobre las cabezas de sus vecinos.</p>
+
+<p>Es inútil; la mano de Martín lo sujeta.</p>
+
+<p>&mdash;Quédate&mdash;gruñe a su oído una voz sorda.</p>
+
+<p>Y al mismo tiempo se siente empujado con fuerza prodigiosa.</p>
+
+<p>Martín abre la puerta; y, mostrando con el puño de la fusta la
+obscuridad de la noche, se planta en medio de la sala.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vamos! ¡fuera!&mdash;grita con una voz que hace temblar los vasos sobre la
+mesa.</p>
+
+<p>Los bebedores, jóvenes calaveras en su mayor parte toman sus sombreros y
+se retiran intimidados; apenas se oye un murmullo ahogado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vamos! ¡fuera!&mdash;repite Martín haciendo un gesto como para saltar a la
+garganta del primero que proteste.</p>
+
+<p>Dos minutos después han salido todos... Sólo el tabernero está allí
+todavía, paralizado por el miedo, detrás del mostrador. Al volverse
+Martín hacia él, con una mirada amenazadora, comienza a quejarse en tono
+llorón del transtorno causado en su tienda.</p>
+
+<p>Martín mete la mano en el bolsillo, le tira un puñado de monedas de
+plata y le dice:</p>
+
+<p>&mdash;¡Quiero quedarme solo con él!</p>
+
+<p>Y cuando ha cerrado la puerta, detrás del tabernero, que sale
+inclinándose, se aproxima lentamente a su hermano, que, con el rostro
+entre las manos, permanece inmóvil, agazapado en un rincón. Coloca
+suavemente la mano sobre su hombro; y, con una voz trémula de dulzura
+infinita y de inmensa tristeza:</p>
+
+<p>&mdash;Levántate, hijo mío, y hablemos.</p>
+
+<p>Juan no hace un solo movimiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿No quieres decirme qué tienes contra mí? El desahogo consuela...
+Alivia tu corazón contándome tus penas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Consolar mi corazón!... ¡Ay!...</p>
+
+<p>La angustia que contraía sus facciones se ha cambiado en una arrogancia
+sorda, reprimida.</p>
+
+<p>Martín, lleno de disgusto y de lástima contempla aquel rostro, cuyas
+arrugas profundas apenas dejan conocer al Juan de otros tiempos, tan
+franco de corazón, tan tierno. Es fuerza que las pasiones más viles se
+hayan apoderado de ese hombre para desfigurarlo de un modo tan terrible
+en seis cortas semanas.</p>
+
+<p>Se incorpora entonces y lanza una mirada del lado de la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;Me has encerrado, ¿no es verdad?&mdash;dice con una nueva explosión de
+risa, que penetra a Martín hasta los tuétanos.</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres, pues arrastrarme contigo como un criminal?</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!</p>
+
+<p>&mdash;Eres, en efecto, el más fuerte. Pero te declaro una cosa; que no soy
+tan débil que no pueda defenderme. Me tiraré carruaje abajo y me romperé
+la cabeza contra una piedra antes que ir contigo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Piedad, Dios mío!&mdash;exclama Martín.&mdash;¿Qué han hecho de ti?</p>
+
+<p>Juan se pasea a lo largo, y hace sonar a su paso las tapaderas de los
+frascos de cerveza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Acabemos!&mdash;dice al fin, deteniéndose.&mdash;¿Qué quieres de mí para venir
+a encerrarme de este modo?</p>
+
+<p>Martín, sin decir nada, va a la puerta y corre el cerrojo; después
+vuelve a colocarse delante de su hermano. Su pecho jadea, como si
+quisiera sacar las palabras de lo más profundo de su alma. ¿Pero de qué
+le sirve eso? Su voz se queda en la garganta. Nunca ha sido elocuente el
+pobre rústico; ¿cómo encontrar de pronto conceptos expresivos para
+arrancar aquel extraviado a su locura? No puede articular más que estas
+palabras:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te he hecho? ¿Qué te he hecho?</p>
+
+<p>Las repite dos veces, tres veces; las repite infinitamente. ¿Qué más
+puede decir? Toda su ternura y todo su dolor están ahí.</p>
+
+<p>Juan no responde nada. Se sienta en el banco y hunde las dos manos en
+sus cabellos incultos. Por su rostro vaga una sonrisa, una sonrisa
+horrible que no admite consuelo ni esperanza... Al fin interrumpe a su
+desgraciado hermano, que repite interminablemente su frase, como si
+esperara verla causar un efecto mágico.</p>
+
+<p>&mdash;Basta; no sabes qué decirme y no puedes decirme nada. He acabado
+conmigo mismo, contigo y con el mundo entero. ¡Si supieras por lo que he
+pasado en estas seis últimas semanas!... Desde que salí del molino no he
+dormido bajo techo, porque estaba convencido de que el techo me
+aplastaría...</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero, en nombre del cielo, qué tienes?</p>
+
+<p>&mdash;No me preguntes nada; no conseguirás saberlo... Deja las palabras; son
+inútiles... y aunque me jurases por la memoria de nuestros padres...</p>
+
+<p>&mdash;Sí; por nuestros padres...&mdash;balbucea Martín con alegría.</p>
+
+<p>¿Por qué no he pensado en ello más pronto?</p>
+
+<p>&mdash;¡Déjalos tranquilos en su tumba!&mdash;replica Juan con su sonrisa
+odiosa.&mdash;Eso no reza conmigo. ¡Ellos no pueden impedir que esté perdido;
+no pueden impedir que te odie!</p>
+
+<p>Martín lanza un gemido violento y vuelve a caer, como aniquilado, sobre
+el banco.</p>
+
+<p>&mdash;Siempre he pensado en ellos; siempre me he acordado de que Martín
+Felshammer es mi hermano. Y por eso he llegado adonde estoy... ¡Me ha
+costado un duro sacrificio, puedes creerlo!... Por lo tanto, no te
+quejes... Créeme... me he portado muy bien contigo... ¡ay, hermano!...
+muy bien.</p>
+
+<p>Martín no tiene necesidad de averiguar más; ve claramente ya la solución
+del enigma: la víctima de otro tiempo sale de su tumba para pedir
+venganza. Entonces, con las manos juntas murmura dulcemente:</p>
+
+<p>&mdash;¡La expiación! ¡La expiación!...</p>
+
+<p>El otro continúa:</p>
+
+<p>&mdash;Pero haces bien en recordarme a nuestros padres; no tengo derecho a
+arrojar una mancha sobre su nombre, sobre el nombre de los Felshammer...
+Esa es una idea que me atormenta desde hace un tiempo... Y, a decir
+verdad, me alegro de haberte encontrado... Podemos hablar de ello
+tranquilamente... me voy a América.</p>
+
+<p>Martín contempla por un instante su rostro abotagado; después murmura
+dulcemente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Que Dios te acompañe!</p>
+
+<p>Y deja caer pesadamente su frente sobre la mesa.</p>
+
+<p>&mdash;Muy pronto&mdash;continúa el hermano.&mdash;Ya me he informado; el primero de
+octubre parte un buque de Brema; es preciso que salga yo de aquí la
+semana próxima... Tú sabrás qué es lo que me corresponde por mi
+herencia... Debo haber derrochado una buena parte... Dame a cuenta de
+ella lo que tengas en dinero; envía los fondos a Franz Maas, que yo iré
+a casa de él a buscarlos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no vendrás siquiera una vez al... al?...</p>
+
+<p>&mdash;¿Al molino? ¡Jamás!&mdash;exclama el joven, levantándose con un resplandor
+inquieto, de deseo y de angustia, en los ojos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y te he de decir adiós aquí... aquí... en este lugar inmundo?...
+¡adiós para toda la vida!...</p>
+
+<p>&mdash;No puede menos de ser así&mdash;dice Juan, bajando la cabeza.</p>
+
+<p>Y Martín vuelve a su idea y murmura:</p>
+
+<p>&mdash;¡Es la expiación!</p>
+
+<p>Juan fija una mirada ardiente en su hermano, que, con el alma y el
+cuerpo quebrantados, permanece agobiado delante de él... Está firmemente
+resuelto a no volverlo a ver... Pero es preciso que le tienda la mano...
+en el momento de la separación.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, hermano&mdash;dice aproximándose a Martín, que se deja estar
+sentado, inmóvil.&mdash;Sé feliz y consérvate bueno.</p>
+
+<p>Pero, de repente, siente como un chorro de calor dulce... Por su cerebro
+pasan en un mismo instante, un sinnúmero de imágenes. Se vuelve a ver
+niño, protegido, mimado por su hermano mayor; se vuelve a ver mozo,
+andando orgulloso del brazo de él; se vuelve a ver, de pie con él, junto
+al lecho de muerte de los viejos padres; se vuelve a ver con él, en el
+momento solemne en que, con las manos enlazadas, se prometieron no
+separarse nunca y no dejar que nadie se introdujese nunca entre
+ellos...</p>
+
+<p>¡Y entonces!... ¡entonces!...</p>
+
+<p>&mdash;¡Hermano!&mdash;exclama.</p>
+
+<p>Y con ruidosos sollozos cae a sus pies.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mi nene! ¡mi querido nene!</p>
+
+<p>Y Martín, en medio de sus lágrimas, lanza gritos de alegría y lo besa,
+lo aprieta contra él, como si quisiera no dejarlo marchar.</p>
+
+<p>Al fin te encuentro... ¡Oh Dios! Ahora todo irá bien... ¿no es verdad?
+Di... todo esto no era más que pura fantasía, pura locura. ¿Tú no sabes
+lo que has hecho, eh? Ya no te acuerdas. Apostaría a que ya no tienes la
+menor idea de eso ¿eh? Despiertas, ¿no es verdad que despiertas?</p>
+
+<p>Juan, triste, aprieta los dientes y apoya su rostro en el pecho de su
+hermano. Pero, de pronto, se le ocurre una idea que le pesa sobre el
+corazón y le zumba en los oídos, una idea semejante a un vampiro frío y
+viscoso que bate las alas a su alrededor; en ese brazo, en ese,
+Gertrudis se ha abandonado... ¡ese mismo día!</p>
+
+<p>Y se pone en pie violentamente. ¡Tiene que salir de aquella sala, tiene
+que dejar de respirar aquella atmósfera, o va a volverse loco!</p>
+
+<p>Da un salto hacia la puerta... Descorre el cerrojo y... desaparece.</p>
+
+<p>Rígido de estupor, Martín lo sigue con los ojos un momento; después se
+dice, como para librarse de la inquietud que se apodera de él.</p>
+
+<p>&mdash;Está demasiado impresionado y necesita respirar el aire fresco;
+volverá.</p>
+
+<p>Su mirada se fija en la percha que hay en el muro; sonríe completamente
+tranquilo:</p>
+
+<p>&mdash;Juan ha dejado su gorra... afuera está lloviendo... el viento es
+fresco... volverá.</p>
+
+<p>Después, Martín llama al tabernero; hace llevar su caballo a la cuadra y
+manda preparar para su hermano un grog caliente y una cama: «porque,
+dice con una sonrisa, volverá...»</p>
+
+<p>Y cuando todo queda preparado, se sienta y se absorbe en sus
+meditaciones. De vez en cuando murmura, como para reanimar su valor que
+se extingue:</p>
+
+<p>&mdash;¡Volverá!</p>
+
+<p>Afuera, la lluvia golpetea las ventanas, el viento de otoño silba sobre
+la taberna; y cada gota de lluvia, cada silbido anuncia:</p>
+
+<p>&mdash;¡Volverá! ¡volverá!</p>
+
+<p>Pasan las horas, la lámpara se apaga, Martín se ha quedado dormido en su
+espera y sueña con la vuelta de su hermano...</p>
+
+<p>Al día siguiente por la mañana, lo despiertan. Asustado y tembloroso,
+mira a su alrededor. Sus ojos se posan sobre la cama vacía, en la que
+su hermano debía acostarse, su primer lecho después de seis semanas. Se
+deja estar allí tristemente, de pie, con la mirada fija.</p>
+
+<p>Después manda enganchar el carruaje y se va.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXV" id="XXV"></a>XXV</h3>
+
+
+<p>Ese año, el otoño ha llegado muy pronto. Desde hace ocho días sopla un
+viento nordeste, agudo y penetrante, como si se estuviera en noviembre.
+Los aguaceros azotan en los vidrios, y ya se extiende sobre el suelo una
+capa de hojas de tilo, de color amarillo obscuro que la humedad
+convierte en barro.</p>
+
+<p>¡Qué pronto llega la noche! En la tienda del panadero, la lámpara se
+enciende antes de la hora de comer. Franz Maas está sentado bajo la
+claraboya, muy ocupado en hacer sus cuentas. Delante de él, sobre la
+mesa, donde se ven casi siempre en orden, blancos y redondos, pequeños
+montones de harina de flor, brillan entonces pequeños montones de
+monedas de plata; y en lugar de los <i>bretzel</i> miserables se oye el
+crujido de los billetes de banco.</p>
+
+<p>Es el tesoro que Martín le confió el último domingo con el encargo de
+entregarlo a Juan.</p>
+
+<p>Ha entregado igualmente una nota en la cual la cuenta de la herencia
+está detallada hasta el último céntimo. Después se ha presentado todas
+las mañanas a hacer la misma pregunta: ¿«Ha venido?» y, al ver la seña
+negativa de Franz, se ha vuelto sin decir nada. Ese tesoro embaraza al
+joven panadero. Todas las noches cuenta la suma sobre la mesa, para
+cerciorarse de que nada ha desaparecido durante el día.</p>
+
+<p>En esos momentos está entregado precisamente a esa ocupación. Es
+viernes; por fuerza Juan tiene que estar allí entonces si quiere llegar
+a tiempo de alcanzar el vapor que sale de Brema.</p>
+
+<p>Juan ha abierto la puerta sin ruido y se detiene detrás del panadero,
+cuando éste se dispone a guardar bajo llave los cartuchos de monedas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Todo eso es para mí?&mdash;pregunta poniéndole la mano sobre el hombro.</p>
+
+<p>&mdash;¡Alabado sea Dios! ¡Al fin has venido!&mdash;exclama Franz alegremente.</p>
+
+<p>Después de una ojeada examina a su amigo, de la cabeza a los pies.
+Martín había exagerado cuando le anunciaba, con lágrimas en los ojos, la
+aparición de un ser miserable y abatido. Juan Felshammer lleva un traje
+muy limpio y cuidado: tiene una linda capa nueva, un poco entreabierta,
+que deja ver un flamante traje gris; sus cabellos, bien peinados, caen
+sobre el cuello; hasta se ha afeitado... Pero, a decir verdad, su mirada
+turbia, por la que pasan resplandores inquietantes, las bolsas bajo los
+ojos, el horrible color de las mejillas, son tristes síntomas en ese
+rostro, fresco y juvenil hasta hace poco.</p>
+
+<p>Y Franz le toma entonces las dos manos.</p>
+
+<p>&mdash;Juan, Juan, ¿qué te ha sucedido?</p>
+
+<p>&mdash;Paciencia, ya lo sabrás todo&mdash;responde Juan.&mdash;Será preciso que lo
+confiese todo a un ser humano, a uno solo... o eso acabará por ahogarme.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es cierto entonces? ¿Quieres?...</p>
+
+<p>&mdash;Esta noche me voy en la diligencia. Ya tengo billete... Antes de venir
+a verte he atravesado la aldea por última vez. Había obscurecido; podía
+aventurarme a eso; y me he despedido de todo. He ido hasta la tumba de
+mis padres, delante de la puerta de la iglesia... y también a la Corona,
+porque debía aún una miseria al dueño...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y has olvidado el molino?</p>
+
+<p>Juan se muerde los labios, se retuerce el bigote y murmura:</p>
+
+<p>&mdash;Ya iré.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! ¡qué alegría tendrá Martín!&mdash;exclama Franz Maas, rojo también por
+la emoción.</p>
+
+<p>&mdash;¿He dicho acaso que iré a ver a Martín?&mdash;pregunta Juan entre dientes.</p>
+
+<p>Y su pecho se levanta como para librarse del peso formidable que lo
+oprime.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué? ¿acaso vas a introducirte furtivamente en la casa de tu padre
+como un ladrón, sin dejarte ver de nadie?</p>
+
+<p>&mdash;¡No! Iré a despedirme... pero no de Martín.</p>
+
+<p>&mdash;¿De quién, entonces?... ¡Desgraciado!... ¿De quién, entonces?&mdash;exclama
+Franz Maas en el cual se despierta una terrible sospecha.</p>
+
+<p>&mdash;Cierra la puerta y siéntate&mdash;dice Juan.&mdash;Voy a contártelo todo.</p>
+
+<p>Pasan las horas. La tempestad sacude las hojas de las ventanas. El
+aceite crepita en la lámpara que humea. Los dos amigos están sentados,
+con las miradas fijas uno en el otro. Juan hace su confesión; no oculta
+nada, desde su primer encuentro con Gertrudis hasta el instante en que
+un estremecimiento de horror lo arrancó de los brazos de Martín para
+arrojarlo a la noche lluviosa.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que ha pasado después&mdash;termina,&mdash;puede decirse en dos palabras.
+Corrí sin saber adónde, hasta que el agua y el frío me volvieron a la
+realidad. El correo de Marienfeld llegaba en ese momento; subí a él y
+por lo menos me encontré a cubierto. De ese modo llegué a la ciudad,
+donde he permanecido hasta hoy. Löb Lévi me ha dado cien táleres, y con
+eso me he comprado ropa; no quería presentarme harapiento delante de
+Gertrudis.</p>
+
+<p>&mdash;¡Desgraciado!... ¿quieres?...</p>
+
+<p>&mdash;¡Nada de sermones!&mdash;protesta el joven en tono huraño.&mdash;Todo está ya
+convenido. Le he enviado un billete con un muchacho que encontré en la
+calle y cuya vuelta he esperado. La halló sola en la cocina, y nadie lo
+ha visto. A las once estará ella en la presa... y yo ¡ay!... yo también.</p>
+
+<p>&mdash;Juan, no hagas eso... ¡te lo suplico!&mdash;exclama Franz con
+angustia;&mdash;¡te va a suceder una desgracia!</p>
+
+<p>Juan responde con una carcajada; y con los ojos brillantes, la boca
+pegada a la oreja de Franz, murmura:</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees tú, pues, mi pobre amigo, que yo sería capaz de ir a vivir y a
+morir al extranjero sin haberla visto antes una sola vez? ¿Crees tú que
+tendría yo valor para contemplar el mar durante cuatro semanas, sin
+precipitarme en él, si no la hubiese visto otra vez?... ¡Me faltaría la
+respiración, el alimento se me quedaría en la garganta, me consumiría
+vivo, si no la hubiese visto una vez más!</p>
+
+<p>Entonces, Franz renunció a disuadirlo.</p>
+
+<p>La mirada inquieta de Juan se alza a cada instante hacia el reloj.</p>
+
+<p>&mdash;Ya es hora&mdash;dice, tomando su gorra.&mdash;A las doce pasa la diligencia.
+Espérame en la posta y llévame dos billetes de cien táleres; eso me
+bastará para la travesía. Lo restante puedes devolvérselo a él; no lo
+necesito... Hasta luego.</p>
+
+<p>Cerca de la puerta, se vuelve para preguntar:</p>
+
+<p>&mdash;Dime, ¿me huele el aliento a aguardiente?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>El joven lanza una risotada:</p>
+
+<p>&mdash;Dame dos o tres granos de café para mascarlos. No quiero causar
+repugnancia a Gertrudis en el último momento.</p>
+
+<p>Y cuando Juan ha satisfecho su deseo, desaparece en la obscuridad.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVI" id="XXVI"></a>XXVI</h3>
+
+
+<p>Hay crecida.</p>
+
+<p>Sibilantes y rumorosas, las aguas salen precipitadamente de la presa
+para ir a perderse con un gruñido sordo y quejumbroso en el golfo de
+espuma, encima del cual parece levantar una bóveda brillante el polvo de
+las olas que se estrellan.</p>
+
+<p>Al rumor de la caída se mezcla el rugido de la tormenta. Los viejos
+álamos que bordan el río se inclinan unos hacia otros, como fantasmas
+gigantes que bailan a media noche, en largas filas, una danza mágica.</p>
+
+<p>El cielo está velado por nubes sombrías, todo es negro en los
+alrededores; sólo la espuma, de color de nieve, esparce un resplandor
+incierto, que, como la bruma, difuma los contornos de las cosas. Arriba
+resalta la balaustrada del pequeño pasadizo.</p>
+
+<p>En medio de éste es donde los dos se encuentran.</p>
+
+<p>Gertrudis, con la cabeza envuelta en un pañuelo obscuro, estaba desde
+hacía bastante tiempo debajo de los árboles, abrigándose de la lluvia;
+y, al ver surgir la alta figura de Juan al otro lado de la presa, se ha
+lanzado a su encuentro.</p>
+
+<p>&mdash;¿Eres tú, Gertrudis?&mdash;pregunta él apresuradamente tratando de ver su
+rostro.</p>
+
+<p>Ella guarda silencio y se ase a la balaustrada.</p>
+
+<p>La espuma baila delante de sus ojos y se tiñe de mil colores.</p>
+
+<p>&mdash;Gertrudis&mdash;dice el joven tratando de tomarle la mano;&mdash;he venido a
+decirte adiós para siempre. ¿Vas a dejarme partir sin una palabra?</p>
+
+<p>&mdash;Y yo, yo he venido para dar reposo a mi alma;&mdash;dice ella,
+retrocediendo ante la mano que la toca.&mdash;Juan, he sufrido mucho por
+causa tuya... he envejecido veinte años lo menos... Estoy débil y
+enferma... ten piedad de mí... no me toques... no quiero volver a entrar
+en la casa de tu hermano manchada con una falta.</p>
+
+<p>&mdash;Gertrudis ¿has venido aquí para torturarme?</p>
+
+<p>&mdash;¡Silencio, Juan, silencio!... ¡No me hagas daño!... Vamos a separarnos
+puros y honrados... y a llevar con nosotros paz y valor para toda la
+vida. No nos dejemos arrastrar... ni por el amor ni por el
+resentimiento.</p>
+
+<p>Se detiene aniquilada. Su respiración es fatigosa.</p>
+
+<p>Después, reuniendo con trabajo todas sus fuerzas, continúa:</p>
+
+<p>&mdash;Yo sabía que vendrías... hace mucho tiempo, antes de recibir tu
+billete... y he reflexionado mil veces hasta sobre la menor palabra...
+que tenía que decirte. Pero es preciso que no me hagas perder la calma.</p>
+
+<p>Los ojos de Juan brillan en las tinieblas, su respiración es ardiente;
+con una risa estrepitosa dice:</p>
+
+<p>&mdash;No nos rodea de una aureola este bien inútil; estamos condenados en la
+tierra y en los cielos. Por lo tanto, aprovechemos al menos...</p>
+
+<p>Se interrumpe, prestando atención.</p>
+
+<p>&mdash;¡Calla!... He creído oír... en la pradera...</p>
+
+<p>Escucha conteniendo la respiración... No se siente nada... no se ve
+nada... Fuera lo que fuese, se lo ha llevado la noche y la tormenta.</p>
+
+<p>&mdash;Bajemos a la orilla&mdash;dice.&mdash;Nuestras figuras se dibujan aquí contra el
+cielo.</p>
+
+<p>Ella marcha delante, y él la sigue. Pero el suelo está húmedo y la joven
+resbala; entonces él la toma entre sus brazos y la lleva hasta abajo, a
+la orilla del río. Sin defensa, ella se aferra a su cuello.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué poco pesas desde aquel día!...&mdash;dice él en voz baja, dejándola
+bajar al suelo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! apenas me reconocerías, si pudieras verme;&mdash;replica ella en voz
+también muy baja.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! ¡cuánto daría por verte!</p>
+
+<p>Y trata de apartarle el pañuelo que le cubre el rostro. Un óvalo pálido,
+dos círculos de sombra negra, en el lugar donde están los ojos, es todo
+lo que la obscuridad permite distinguir.</p>
+
+<p>&mdash;Me parece que estoy ciego&mdash;dice él.</p>
+
+<p>Y su mano trémula baja de la frente de Gertrudis hasta sus mejillas,
+como para reconocer, tocándolas, esas facciones queridas. Ella no
+retrocede ya y deja caer su cabeza sobre el hombro de Juan.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cuántas cosas tenía que decirte!&mdash;murmura la infeliz.&mdash;Y ahora no se
+me ocurre nada, absolutamente nada.</p>
+
+<p>El la aprieta entre sus brazos más estrechamente; y los dos permanecen
+silenciosos e inmóviles, mientras la tormenta los sacude y la lluvia los
+azota.</p>
+
+<p>Entonces, desde la aldea, llegan de tiempo en tiempo los sonidos de la
+trompa del conductor de la diligencia, medio apagados por el ruido del
+viento y de la lluvia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ha concluido!&mdash;dice él temblando.&mdash;Tengo que irme!</p>
+
+<p>&mdash;¿Ya?... ¿esta noche?&mdash;balbucea ella con voz sorda.</p>
+
+<p>El dice que sí con un ademán.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no te veré ya nunca?</p>
+
+<p>Un grito domina el ruido del huracán.</p>
+
+<p>&mdash;¡Juan!... ¡por piedad, no me abandones!... ¡no puedo... vivir sin ti!</p>
+
+<p>Sus dedos se hunden en los hombros de Juan.</p>
+
+<p>&mdash;No partirás... no lo quiero.</p>
+
+<p>El trata de apartarse a la fuerza.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!... te vas... ¡cruel!... Me moriré si me abandonas... No puedo...
+Llévame contigo... ¡Llévame contigo!</p>
+
+<p>&mdash;¿Has perdido la razón, desgraciada?</p>
+
+<p>Y se oculta el rostro en las manos gimiendo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! Llamas a esto perder la razón... Acaso el cordero no se rebela
+cuando lo llevan a... ¿Y tú querrías? ¿Así es como me amas?...</p>
+
+<p>&mdash;¿No piensas en Martín?</p>
+
+<p>&mdash;¡Es tu hermano! ¡lo sé!... Pero sé también que moriré si sigo por más
+tiempo al lado de él. Me pongo a temblar sólo al pensarlo... ¡Llévame
+contigo, Juan! ¡Llévame contigo!</p>
+
+<p>El la toma por las dos muñecas, y sacudiéndola le dice con voz ahogada:</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero sabes también que yo no soy más que un miserable, un ser vil y
+perdido, un borracho, que no sirve para nada? ¡Si me pudieses ver, te
+daría asco!... Las personas honradas se apartan de mí; me he convertido
+para ellas en un objeto de repulsión... ¿Y te figuras que yo podría
+amarte? Jamás te perdonaría haber venido a meterte entre Martín y yo;
+jamás te perdonaría el crimen que he cometido con él por culpa tuya. Ese
+crimen se alzará entre nosotros dos mientras vivamos. Te colmaría de
+injurias y de golpes cuando estuviera ebrio. Tu vida sería un infierno
+conmigo... ¿Qué dices ahora?</p>
+
+<p>Ella baja la cabeza como para someterse, y con las manos juntas exclama:</p>
+
+<p>&mdash;¡Llévame contigo!</p>
+
+<p>Un grito de alegría feroz se escapa de los labios de Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, ven... pero ven corriendo... La diligencia se detiene sólo
+un cuarto de hora. Nadie nos verá más que Franz Maas... pero él no nos
+hará traición. Cuando llegues a la ciudad te comprarás vestidos... ¿Eh?
+¿qué es eso?</p>
+
+<p>El molino se anima. Por la puerta completamente abierta sale una
+claridad que se esparce en las tinieblas... Una linterna pasa a través
+del patio, desaparece, vuelve a aparecer, y de repente, lanzada al aire,
+atraviesa la atmósfera describiendo una curva como un meteoro...</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVII" id="XXVII"></a>XXVII</h3>
+
+
+<p>Martín dormía en su lecho. Llaman a la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién está ahí?</p>
+
+<p>&mdash;Yo... David.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres?</p>
+
+<p>&mdash;Abra, mi amo... Tengo que decirle una cosa urgente.</p>
+
+<p>Martín salta del lecho, enciende una vela y se viste de prisa. Lanza una
+mirada a la cama de Gertrudis: está vacía... Seguramente ella está en la
+sala, dormida sobre su labor, porque, desde hace tiempo, el sueño no le
+llega con regularidad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay?&mdash;pregunta Martín al viejo David, que ha entrado en el
+vestíbulo, calado hasta los huesos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mi amo!&mdash;dice el otro, mirándolo con el rabillo del ojo por debajo de
+la visera de su gorra...&mdash;Llevo veintiocho años a vuestro servicio... y
+vuestro difunto padre ha sido siempre bueno conmigo...</p>
+
+<p>&mdash;¿Para contarme eso has venido a despertarme a media noche?...</p>
+
+<p>&mdash;Sí; pero sucede que esta noche, cuando me desperté al oír el ruido de
+la lluvia, me dije con inquietud que las esclusas no estaban
+levantadas... que eso acabaría por retener las aguas y que mañana no
+podríamos moler...</p>
+
+<p>&mdash;¿No te he dicho quinientas veces, animal&mdash;exclama Martín,&mdash;que no hay
+que levantar las esclusas más que en caso de extrema necesidad?</p>
+
+<p>&mdash;No las he levantado&mdash;responde David.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!... ¿Entonces?</p>
+
+<p>&mdash;Pues, al llegar a la presa, veo, dos enamorados en el puentecillo...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y para eso?...</p>
+
+<p>&mdash;Y entonces me dije que era una vergüenza y un escándalo, y que eso no
+podía durar...</p>
+
+<p>&mdash;¡Déjalos que se amen, por todos los diablos!</p>
+
+<p>&mdash;Y que yo debía hacer saber a mi amo... que el señor Juan y la
+señora...</p>
+
+<p>No puede continuar; la mano de su amo lo ha cogido por la garganta.</p>
+
+<p>¿Qué le sucede a Martín?... ¡Infeliz! El rostro se le pone amoratado y
+se congestiona, las venas de la frente se hinchan, los ojos parecen
+querer saltar de sus órbitas, una espuma blanquecina aparece en los
+labios.</p>
+
+<p>Exhala una queja, semejante al aullido de un chacal; y, dejando a David,
+se rompe el cuello de la camisa... aspira el aire profundamente, dos o
+tres veces, como si se ahogara; después ruge, con una violencia
+desencadenada de repente:</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde están?... ¡Ah! ¡me las pagarán!... Han representado una
+comedia... Se han burlado de mí... ¿Dónde están?... voy a aplastarlos
+inmediatamente!...</p>
+
+<p>Arrebata la linterna de las manos de David, lleno de estupor, y se lanza
+fuera. Desaparece bajo el cobertizo y reaparece un momento después;
+encima de su cabeza brilla un hacha... Hace girar tres o cuatro veces la
+linterna y la arroja lejos de él, en medio del agua; después, se
+precipita hacia la presa...</p>
+
+<p>&mdash;¡Viene alguien!&mdash;murmura Gertrudis apretándose estrechamente contra
+Juan.</p>
+
+<p>&mdash;Sin duda van a hacer algo en las esclusas&mdash;responde él en el mismo
+tono.&mdash;No te muevas y no tengas miedo.</p>
+
+<p>La sombra avanza rápidamente... Un grito, una especie de rugido animal,
+atraviesa la noche, dominando el ruido de la tempestad.</p>
+
+<p>&mdash;¡Es Martín!&mdash;dice Juan, retirándose algunos pasos.</p>
+
+<p>Pero en breve se serena, aprieta a Gertrudis entre sus brazos y la
+arrastra consigo hacia la presa, donde se ocultan en la sombra más
+espesa.</p>
+
+<p>Cerca de ellos, al nivel de su cabeza, pasa Martín ciego de furor. El
+hacha que lleva brilla al débil resplandor de la espuma blanca.</p>
+
+<p>Se detiene al otro lado de la presa. Parece interrogar con la mirada la
+vasta llanura que se extiende, sin un árbol, sin un arbusto, sumida en
+una obscuridad uniforme.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vigila la esclusa del molino, David!&mdash;grita hacia la casa con voz de
+trueno.&mdash;Están en la pradera; voy a buscarlos.</p>
+
+<p>Juan deja escapar una exclamación de horror. Ha comprendido la intención
+de su hermano; va a alzar el puente levadizo para encerrarlos en la
+isla... ¡Y justamente detrás de Gertrudis pende la cadena que hay que
+tirar para levantar el puente!</p>
+
+<p>Su primer pensamiento es: «Defiende a la mujer.» Se arranca de los
+brazos de Gertrudis y transpone de un salto el talud de la orilla, para
+ofrecerse como víctima al furor de su hermano.</p>
+
+<p>Gertrudis lanza un grito estridente. Juan de este lado, en peligro de
+muerte... al otro lado, Martín fuera de sí... El hacha brilla... Pero
+detrás de ella está la cadena, la anilla de hierro que le toca la
+cabeza... La toma con sus manos temblorosas, se cuelga de ella con todas
+sus fuerzas; y, en el momento mismo en que Martín va a poner el pie en
+el puentecillo, éste se levanta crujiendo.</p>
+
+<p>Juan no ve nada de eso; no ve más que la sombra allá arriba, y el brillo
+del hacha. Unos pasos más, y la muerte caerá sobre él. Entonces, ante lo
+inminente del peligro, acude a su memoria el recuerdo de su madre y lo
+que ella dijo un día a Martín furioso:</p>
+
+<p>&mdash;¡Piensa en Fritz!&mdash;grita a su hermano que avanza.</p>
+
+<p>Entonces a éste se le escapa el hacha, vacila y cae... Un choque... un
+remolino de agua... Ha desaparecido.</p>
+
+<p>Juan se lanza hacia adelante, su pie tropieza con el puente levantado;
+delante de él hay un negro agujero.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hermano! ¡hermano!&mdash;exclama con loca angustia.</p>
+
+<p>No piensa ya en nada, no siente nada. Sólo una idea: «¡Salva a tu
+hermano!» le zumba en la cabeza.</p>
+
+<p>Con ademán violento suelta su capa; da un salto, y se oye el golpe sordo
+de una caída contra la roca viva.</p>
+
+<p>Gertrudis, medio desvanecida, se agarra a la cadena; en el agua
+transparente ve pasar un bulto obscuro que desaparece en el torbellino
+de espuma. Un segundo después pasa otro bulto... Pasan como dos sombras
+delante de ella.</p>
+
+<p>Alza los ojos. Allá arriba todo está tranquilo... todo está vacío... La
+tempestad aúlla... las aguas mugen... La joven cae en la orilla, sin
+conocimiento.</p>
+
+<p>Al día siguiente, por la mañana, retiraron del río los cadáveres de los
+dos hermanos. Se balanceaban uno al lado del otro en las olas, y los
+enterraron juntos...</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>XXVIII</h3>
+
+
+<p>Gertrudis estaba como paralizada por el dolor.</p>
+
+<p>Atontada, sin lágrimas, con los ojos inmóviles, alejaba a todos sus
+parientes, incluso a su padre, y sólo permitía que estuviese a su lado
+Franz Maas. Este le demostró una amistad leal, alejando a los extraños
+de la casa, y encargándose de arreglar el asunto con las autoridades.
+Poco faltó para que, a causa de las insinuaciones ambiguas de David, se
+entablase un juicio contra ella.</p>
+
+<p>Pero, aunque las declaraciones del viejo criado eran demasiado
+incompletas y confusas para que pudieran servir de base a una acusación,
+bastaron para herir a Gertrudis presentándola a los ojos del mundo como
+una criminal.</p>
+
+<p>Cuanto más prescindía ella de toda sociedad, cuanto más decididamente
+cerraba la puerta del molino a los extraños, más extravagantes eran los
+rumores que corrían sobre ella. Llamáronla desde entonces «la bruja del
+molino;» y las historias que de ella se referían pasaron de una
+generación a otra.</p>
+
+<p>El molino era conocido en el pueblo con el nombre de «el molino
+silencioso.» Los muros se descascararon, las ruedas se pudrieron, las
+limpias aguas fueron invadidas por las hierbas; y cuando el Estado hizo
+un canal que desvió la corriente principal arriba de Marienfeld, el
+arroyuelo se convirtió en un foso fangoso.</p>
+
+<p>¿Y Gertrudis? Se aisló completamente; muy pronto ni siquiera quiso
+tolerar junto a ella a su amigo, y le cerró la puerta. Se consideraba
+criminal. Sus angustias la llevaron a un confesor, la arrojaron en los
+brazos de la iglesia católica. Desde entonces se la ve prosternada
+delante de un crucifijo, arrodillada a la puerta de las iglesias,
+desgranando su rosario, con la frente sobre las piedras...</p>
+
+<p>Expía el gran crimen que se llama juventud.</p>
+
+
+<p class="c top5">FIN</p>
+
+<hr class="top15" />
+
+<h2><a name="LAS_BODAS_DE_YOLANDA" id="LAS_BODAS_DE_YOLANDA"></a>LAS BODAS DE YOLANDA</h2>
+
+<hr />
+
+<h3><a name="Ia" id="Ia"></a>I</h3>
+
+
+<p>Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es
+horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se
+hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con
+expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.</p>
+
+<p>Todo, pues, había concluido... nada había que hacer ya... Su muerte nos
+arrebata un verdadero genio en el arte de inventar grogs, ponches y
+cherry gobblers, fríos o calientes. Cuando uno se paseaba con él por el
+campo, les aseguro, señores, con sólo ver su manera de sorber el aire,
+se podía estar seguro de que acababa de tener una inspiración. Al sentir
+el aroma de una maleza cualquiera, había adivinado en qué clase de vino
+habría que ponerla en infusión para conseguir una bebida excelente,
+extra fina...</p>
+
+<p>¡Y qué entretenido era! Nos veíamos todas las noches, desde hacía años,
+fuera que él viniera a mi casa en Ilgenstein, o que yo me trasladase a
+caballo a Döbeln; y nunca me había parecido largo el tiempo que con él
+pasaba.</p>
+
+<p>Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para mí,
+se entiende; porque él...</p>
+
+<p>&mdash;¡Gran Dios!&mdash;decía;&mdash;no espero sino que esta bendita agua se me meta
+en el corazón, y entonces... reviento.</p>
+
+<p>Y eso había sucedido precisamente... el hombre había reventado... Ahí
+estaba, tendido a mis pies, en el gran cajón blasonado; me parecía que
+tenía que golpear la tapa y llamarlo: «¡He, Pütz! basta de farsas! ¡sal
+de ahí, que tenemos que hacer nuestro piqué!»</p>
+
+<p>No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y
+ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus
+costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como
+mi amigo Uhland.</p>
+
+<p>Hacía un tiempo como para no sacar afuera las narices: lluvia, granizo y
+viento, todo a la vez. Varios se habían echado encima el impermeable, y
+el agua formaba arroyuelos sobre la prenda; lo hacía también a lo largo
+de sus mejillas, de sus barbas... bien puede haber sido que se
+mezclaran a ella lágrimas, por que el buen Pütz no dejaba enemigos.</p>
+
+<p>Para llevar el luto, lo que se llama propiamente llevar el luto, no
+había más que su hijo Lotario. Este servía en los dragones de la
+guardia, en Berlín, y no había podido llegar sino el día del
+fallecimiento. Se había mostrado buen hijo: había besado las manos de su
+padre, había llorado mucho, después me había dado las gracias y luego se
+había puesto a dictar órdenes a troche y moche, porque, como ustedes
+comprenden, un tenientillo así, cuando de repente... En fin, basta; yo
+estaba allí y me había portado también lo mejor que había podido.</p>
+
+<p>Y mientras miraba al guapo mozo de reojo, y lo veía hacerse el valiente
+y contener las lágrimas, me vinieron a la mente las palabras de mi
+amigo... Era la víspera de su muerte: «Hanckel&mdash;me dijo,&mdash;ten lástima de
+mí cuando esté en la tumba... no abandones a mi hijo.»</p>
+
+<p>Pienso en estas palabras, y, cuando me llega el turno de echar las tres
+paladas de tierra en la fosa, dejo caer también en ella un juramento
+silencioso: «No amigo, no abandonaré nunca a tu hijo... Amén.»</p>
+
+<p>Todo tiene fin. Los sepultureros habían formado con el barro una especie
+de montículo sobre el cual habían arreglado, medio bien, medio mal, las
+coronas; no había mujer alguna en el entierro que se encargara de eso.
+Los vecinos se habían retirado; no quedábamos ya sino el pastor, Lotario
+y yo.</p>
+
+<p>El joven parecía petrificado; miraba la tumba como si hubiera querido
+volver a abrirla con los ojos, y el viento le subía el cuello de la capa
+militar por arriba de las orejas.</p>
+
+<p>El pastor le palmeó suavemente el hombro:</p>
+
+<p>&mdash;Señor barón, ¿quiere permitirle a un viejo que le dirija algunas
+palabras?</p>
+
+<p>Pero yo lo llevé a un lado y le dije:</p>
+
+<p>&mdash;Vuelva a su casa, mi querido pastor, y haga que su mujer le dé un buen
+grog. Su túnica me parece un poco liviana.</p>
+
+<p>&mdash;Hum...&mdash;contestó con expresión maliciosa;&mdash;nadie lo diría, pero tengo
+debajo una levita.</p>
+
+<p>&mdash;No importa&mdash;repliqué;&mdash;será mejor que se vuelva. Del joven me encargo
+yo; sé mejor que usted dónde tiene la herida.</p>
+
+<p>Y nos dejó solos.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, muchacho&mdash;dije a Lotario;&mdash;tú no puedes devolverle la vida.
+Vamos a tu casa, y, si quieres, pasaré la noche a tu lado.</p>
+
+<p>&mdash;No vale la pena, mi tío&mdash;respondió.</p>
+
+<p>Me llamaba tío desde que habíamos convenido en ello una vez, bromeando.
+Y su semblante duro y cerrado parecía preguntar: «¿Por qué me incomodas
+en mi dolor?»</p>
+
+<p>&mdash;Tal vez tengamos que hablar de intereses&mdash;insistí.</p>
+
+<p>El no dijo una palabra.</p>
+
+<p>Todos ustedes saben, señores, lo que es una casa mortuoria cuando se
+vuelve así del cementerio... el olor a féretro, un olor a madera fresca,
+y las ramas de abeto... y las hojas caídas de las coronas... y las
+flores pisoteadas... Atroz, simplemente atroz. Mi hermana&mdash;ella era la
+que me cuidaba la casa entonces, ha muerto también hace mucho tiempo, la
+buena vieja...&mdash;se había esforzado por poner un poco en orden la casa de
+Pütz; había hecho sacar los paños negros, el catafalco... pero, en tan
+poco tiempo, no se había podido hacer gran cosa, fuera de eso. La dejé
+irse. Después fui a buscar al sótano de Pütz una botella de su mejor
+Oporto, y me instalé frente al joven que, sentado en el sofá, hacía
+bailar la punta de su sable sobre la bota.</p>
+
+<p>He dicho ya que era un soberbio buen mozo. Grande, vigoroso, un
+verdadero dragón... un mostacho enmarañado, cejas negras, gruesas; y
+debajo, ojos como dos carbunclos. La frente un poco hosca, porque los
+cabellos estaban plantados demasiado abajo, pero esto sienta bien a los
+jóvenes; y la cabeza era hermosa. En fin, en toda su persona, esa
+elegancia, ese chic de los dragones de la guardia que todos hemos
+ambicionado, pero que no se encuentra en ninguna otra arma... el diablo
+sabe por qué.</p>
+
+<p>Brindé con él, a la memoria del viejo, por supuesto, y le pregunté:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué piensas hacer?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué sé yo?&mdash;masculla, lanzándome una mirada de animal acosado.</p>
+
+<p>Sí, sí, la cuestión era esa... La fortuna del viejo nunca había sido
+brillante... y sin hablar de su pasión por todo lo que se bebe... y
+luego, ustedes saben, donde hay un pantano, las ranas afluyen a él
+siempre; y, sobre todo, el hijo que vivía desde hacía años como si los
+margales de Döbeln hubieran sido minas de plata...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y sube a mucho la cosa, muchacho?... Todavía no, tal vez
+¿eh?&mdash;pregunté.</p>
+
+<p>&mdash;Una suma respetable, mi tío&mdash;responde.</p>
+
+<p>&mdash;Eso cae mal&mdash;dije;&mdash;toda la posesión está gravada con hipotecas, hay
+reparaciones urgentes que hacer, y tú lo sabes, la agricultura no rinde
+nada.</p>
+
+<p>&mdash;¿Entonces, mi dimisión?&mdash;pregunta mirándome fijamente como el acusado
+que espera el fallo del consejo de guerra.</p>
+
+<p>&mdash;A menos que tú tengas <i>in petto</i> alguna rica heredera que te saque del
+atolladero....</p>
+
+<p>Meneó violentamente la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, sí; tu dimisión.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si dividiera la propiedad, o lo que queda de ella?... ¿qué te
+parece?</p>
+
+<p>&mdash;No te da vergüenza muchacho?&mdash;dije.&mdash;No se vende la camisa que se
+tiene en el cuerpo, ni se hace fuego con la madera de la cama.</p>
+
+<p>&mdash;Hablas de la cosa muy cómodamente, mí tío... ¿No estoy entre las manos
+de los usureros?</p>
+
+<p>Yo pregunto:</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuánto es?</p>
+
+<p>El me dice una suma... No la repetiré, porque soy yo el que la ha
+pagado.</p>
+
+<p>Le planteé entonces mis condiciones. Primo: dimisión inmediata. Secundo:
+obligación de dirigir personalmente los cultivos. Tercio: renuncia al
+pleito.</p>
+
+<p>Este pleito, entablado contra Krakow de Krakowitz, había sido durante
+años el deporte favorito de mi viejo amigo. Se trataba de una herencia
+y, como sucede siempre en tales casos, los gastos del juicio se habían
+tragado ya tres veces lo que valía el guiñapo. Como Krakow era de mal
+dormir, la querella se había enconado y había degenerado en odio
+personal; por lo menos, de parte de Krakow, porque Pütz, con su flema
+bondadosa, se obstinaba en ver sólo el lado humorístico de la cuestión.</p>
+
+<p>El otro, por el contrario, había jurado ante testigos que no se daría
+por satisfecho sino cuando hubiera echado a Pütz y a los suyos de
+Döbeln, corridos por los perros.</p>
+
+<p>Sí; esas eran mis condiciones, y Lotario las aceptó. De buen grado o no,
+no lo sé; no traté de aclarar ese punto.</p>
+
+<p>Resolví dar yo mismo los primeros pasos junto a Krakow para llegar a un
+arreglo, bien que no estuviese yo para él en olor de santidad. Por el
+contrario, yo podía pensar fundadamente que sus amenazas se dirigían a
+mí también, pues los dos habíamos tenido ya nuestros dimes y diretes en
+el concejo municipal.</p>
+
+<p>Pero... vamos a ver, mírenme un poco; sin alabarme, tengo talla como
+para derribar a un dogo de un puñetazo, no como para emprender la fuga
+ante miserables gozquecillos.</p>
+
+<p>¡Ah, pero!...</p>
+
+
+
+<h3><a name="IIa" id="IIa"></a>II</h3>
+
+
+<p>Señores, esperé tres días para dejar que la cosa madurara un poco;
+después, mi carruaje de caza fuera de la cochera, mis dos trotones con
+las pecheras, y en camino a Krakowitz.</p>
+
+<p>Linda propiedad, no hay que decir. Un poco despechugada, pero
+soberbia... Demasiadas tierras negras de barbecho... pero quizás para la
+colza del invierno... ¿El trigo?... así, así... ¿El ganado?...
+magnífico.</p>
+
+<p>Entro en el patio de la posesión... ¿Saben ustedes, señores?... Para mí,
+el patio de una granja es como el corazón humano. Por poco que sepa leer
+en él, ya no habrá medio de hacer tomar a ustedes una X por una V. Hay
+corazones que están abandonados, pero se adivinan lingotes de oro debajo
+del barro; otros son brillantes... corazones bien nutridos, por decirlo
+así, de arsénico... Relucen, centellean de lejos como de cerca; al
+verlos, no se puede menos de exclamar: «¡Rayos y truenos!...» y no son
+más que oropel. Los hay que se espantan, los hay que se encogen, hágase
+lo que se haga... En fin, adelante. Un poco de todo eso era el patio de
+Krakowitz. Graneros espléndidos... carretones mal cuidados... magníficos
+montones de estiércol, y caballerizas en desorden. Se comprendía que el
+capricho reinaba allí soberano, con un asomo de avaricia quizá... ¿o de
+escasez? ¡Es tan difícil poder determinar eso en el primer momento!</p>
+
+<p>La casa de los señores: dos pisos, un techo de tejas rojas con canaletas
+amarillas, yedra alrededor; buen aspecto, en resumen. Y un no sé qué
+de... en fin, ustedes comprenden...</p>
+
+<p>&mdash;¿El señor barón está en casa?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; ¿a quién tengo que anunciar?</p>
+
+<p>&mdash;A Hanckel, al barón Hanckel de Ilgenstein.</p>
+
+<p>&mdash;Tómese la molestia de entrar.</p>
+
+<p>Entré, pues... Todo viejo, en todas partes; viejos muebles, viejos
+cuadros... el conjunto un poco apolillado, pero cómodo.</p>
+
+<p>Oigo que echan votos detrás de la puerta:</p>
+
+<p>&mdash;¿Ese maricón? ¡Pues es descaro!...</p>
+
+<p>¡Era el alma maldita de Pütz, el muy canalla!</p>
+
+<p>«Lindo recibimiento», pensé.</p>
+
+<p>Voces de mujeres se interpusieron:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, papá...&mdash;maúlla una.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, hombre...&mdash;chilla otra.</p>
+
+<p>¡Oh, la, la!...</p>
+
+<p>Ahí entra, Señores. Si yo no lo hubiera oído en ese mismo instante, con
+mis propias orejas... Me tiende las manos; su cara de viejo pícaro
+resplandece, sus ojos de garduña pestañean de placer.</p>
+
+<p>&mdash;¡Vecino!... ¡amigo!... ¡qué felicidad!</p>
+
+<p>&mdash;Vea, Krakow. Ande con tiento, porque lo he oído todo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ha oído, querido amigo? ¿qué es eso?</p>
+
+<p>&mdash;Los títulos que me ha acordado usted: maricón, y Dios sabe qué más.</p>
+
+<p>Y él, sin alterarse en lo más mínimo:</p>
+
+<p>&mdash;Siempre lo he dicho, todos los días se lo estoy diciendo a mi mujer:
+las puertas no sirven para nada. Pero no hay que tomarlo a mal, mi viejo
+amigo. ¿Comprende?... siempre me ha fastidiado que usted se hubiera
+puesto de parte de Pütz. Y en este momento las señoras están preparando
+un ponche... con esto le digo todo. ¿Por qué no venía usted nunca a mi
+casa?... ¡Yolanda!... Es mi hija... ¡Yolanda!... Es la alegría de mi
+alma... No me oye. Bien decía yo a usted... las puertas no sirven para
+nada. Pero ellas están espiando por el ojo de la llave... ¡Largo de
+ahí, escuerzos!... ¿Siente usted como escapan? ¡Je, je!... ¡estas
+mujeres!...</p>
+
+<p>¿Cómo enojarse, señores? No fui capaz de eso. ¿Tengo el cuero demasiado
+grueso? En fin, no pude hacerlo.</p>
+
+<p>¿Qué figura tenía el hombre?... No me pasaba una línea de la cintura.
+Redondo, gordo, con las piernas como una O; y, sobre esa panza, una
+verdadera cabeza de apóstol... Pedro, Andrés o cualquiera de ellos. Una
+linda barba redondeada, con dos mechas blancas que bajaban de la
+extremidad de los labios; una piel de pergamino amarillento, toda
+arrugada alrededor de los ojos, la cabeza calva, pero con dos tupés
+grises desgreñados, arriba de las orejas.</p>
+
+<p>Y el buen hombre da vueltas en derredor mío, como picado por la
+tarántula.</p>
+
+<p>No crean, señores, sin embargo, que me dejé impresionar por sus visajes.
+Lo conocí hacía ya mucho tiempo para saber lo que el hombre podía tener
+en el vientre... Pero&mdash;trátenme de sinvergüenza, si quieren,&mdash;el hombre
+me gustaba. Y el ambiente también me gustaba.</p>
+
+<p>Había allí cierto rinconcito junto a la ventana... maderajes
+esculpidos... A fuera, la yedra trepaba... y el sol brillaba a través
+del follaje verde... Muy atrayente... Sobre la mesa, un ovillo de lana
+en una concha de marfil; a un lado, un diario ilustrado y un pedazo de
+torta cercenada... Muy atrayente, les digo... Nos sentamos, pues, y una
+criada trajo cigarros.</p>
+
+<p>No valían nada, pero el humo bailaba tan alegremente a los rayos del sol
+que me olvidé de tirarlo cuando la punta empezó a quemar.</p>
+
+<p>Quiero empezar a hablar de intereses, pero él me pone la mano en el
+hombro y dice:</p>
+
+<p>&mdash;Amigo, generoso amigo, después del café...</p>
+
+<p>&mdash;Permítame, Krakow...</p>
+
+<p>&mdash;Amigo, generoso amigo, después del café.</p>
+
+<p>Me informé entonces cortésmente de sus propiedades, y lo dejé entregarse
+a desatinadas jactancias a propósito de sus innovaciones, que no valían
+un clavo, según lo sabía yo de mucho tiempo atrás.</p>
+
+<p>La baronesa hizo su entrada. Un viejo objeto de arte... fino,
+distinguido. Grandes ojos azules alargados, cabellos de plata cubiertos
+por una pequeña toca de encaje negro, una sonrisa dolorida, manos muy
+delgadas; el conjunto un poco delicado para la mujer de un hidalgo rural
+y, sobre todo, de un patán como ése.</p>
+
+<p>Me da cortésmente los buenos días, mientras el viejo grita a voz en
+cuello:</p>
+
+<p>&mdash;¡Yolanda!... ¡Eh! ¿dónde te has metido? Hay un soltero aquí... un
+pretendiente... un pretendiente...</p>
+
+<p>&mdash;¡Krakow!&mdash;le digo, todo turbado;&mdash;¡no se burle así de un viejo gruñón
+como yo!</p>
+
+<p>Y la baronesa salva la situación, diciendo con expresión graciosa:</p>
+
+<p>&mdash;No tema nada, barón; nosotras, las madres, hace diez años que lo hemos
+abandonado a usted como incurable.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero bien podría dejarse ver, a pesar de todo!&mdash;aúlla el viejo.</p>
+
+<p>Al fin, llega ella...</p>
+
+<p>¡Caramba, señores! ¡atención! Me quedé con la boca abierta... ¡De la
+raza, señores, de la raza!... Un cuerpo de joven reina... largos
+cabellos que desarrollan sus anillos sobre los hombros, cabellos de
+color moreno dorado, como una melena... un cuello blanco, carnudo,
+voluptuoso... la garganta no muy alta, y un poco ostentosa... eso que
+llamamos, en términos ecuestres, un pecho de león... Parece que respira
+con todo el cuerpo, tan poderosamente pasa el aire por ese organismo
+joven y vigoroso... hombros y brazos elegantes... las caderas poco
+desarrolladas todavía, pero bien formadas para la dilatación normal.</p>
+
+<p>Señores, no soy nada entendido en mujeres, pero no en vano soy criador;
+sé muy bien cuánto cuesta conseguir un ejemplar acabado de cualquier
+especie que sea; cuando uno se encuentra frente a un ser tan perfecto,
+no hay más que hacer que juntar las manos y rezar: «¡Dios mío! yo te
+agradezco que hayas puesto en el mundo seres semejantes; mientras
+existan cuerpos así aquí abajo, no debemos desesperar de las almas...»</p>
+
+<p>Lo que no me llenó en el primer momento fueron los ojos. Eran demasiado
+soñadores, de color azul demasiado pálido para esa criatura exuberante
+de vida. Parecían ahogarse en éxtasis; sin embargo, los párpados, medio
+bajos, dejaban escapar una mirada inquieta, recelosa, como la que tienen
+los perros malos a quienes se castiga con frecuencia.</p>
+
+<p>El viejo la toma por los hombros y se da sus aires de grande.</p>
+
+<p>&mdash;¡Esta es <i>mi</i> obra! ¡Soy <i>yo</i> el que ha hecho esto! ¡<i>Yo</i> soy su
+padre!...&mdash;etcétera.</p>
+
+<p>&mdash;Ella se desprende y se pone de color de púrpura. Tiene vergüenza.</p>
+
+<p>Entonces las señoras preparan la mesa para el café. Barquillos
+cuscurrosos, confituras rusas, mantelería adamascada, cucharas y
+cuchillos de mango de cuerno... y, por arriba de todo eso, un fino vapor
+azulado que se escapa del aparato del café y que da al conjunto cierto
+tono más íntimo.</p>
+
+<p>Nos sentamos y bebimos. El viejo se holgaba extraordinariamente; la
+baronesa se sonreía con expresión resignada, y Yolanda me hacía ojitos.</p>
+
+<p>Sí, señores; me hacía ojitos.</p>
+
+<p>Ustedes están todavía en la edad en que una cosa así les pasa a menudo;
+pero, cuando hayan cumplido los cuarenta y tengan plena conciencia de su
+vientre gordo y de su calvicie, verán ustedes qué agradecimiento sienten
+para con la camarera o la primer criada que se les presente y que se
+tome el trabajo de dirigirles miraditas... ¡Y piensan, pues, lo que será
+cuando se trata de una maravilla semejante, de una criatura de lo más
+elegido y de lo más gracioso!...</p>
+
+<p>Pensé al principio que me equivocaba... después procuré disimular mis
+manos coloradas, luego tuve un acceso de tos... Me traté de animal, de
+fatuo, pensé en marcharme, y, por último, me puse a contemplar
+fijamente, todo aturullado, el fondo de mi taza... ¡como una jovencita!</p>
+
+<p>Pero, cuando levantaba la cabeza, y fuerza era hacer eso de tiempo en
+tiempo, encontraba siempre la mirada de esos grandes ojos azules
+soñadores, que parecían decirme: «¿No has comprendido, pues, todavía,
+que yo soy una princesa encantada y que tú debes libertarme?»</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabe usted por qué le he dado ese nombre estrambótico?&mdash;me preguntó
+el viejo haciendo una mueca del lado de ella, con expresión maliciosa.</p>
+
+<p>Entonces ella echó desdeñosamente la cabeza para atrás, y se levantó.
+Debía conocer la broma.</p>
+
+<p>&mdash;Vea cómo sucedió la cosa. Tenía ocho días la chicuela... estaba
+acostada en su cama... sacudiendo sus piernitas... unas piernitas
+rollizas, verdaderos salchichones... y un traserito... ¡no le digo
+nada!...</p>
+
+<p>¡Rayos y truenos! ¡Yo no me animé ya a levantar los ojos, tan
+abochornado estaba! La baronesa fingía no oír nada y Yolanda había
+salido de la pieza.</p>
+
+<p>En cuanto al viejo, éste reventaba de risa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ja, ja!... Sí, todo rosado... y los pañales habían dejado en él
+marcas... un verdadero mapa geográfico... y qué delicado y bien
+formado!... ¡un pétalo de rosa! Al ver eso me dije, en mi orgullo de
+padre joven: «Esta será hermosa y coqueta, y meneará las piernas toda la
+vida. Es preciso que tenga un nombre poético; eso le dará más valor a
+los ojos de los pretendientes.» Busco en mi biblioteca. Tecla, Hero,
+Irsa, Angélica... no, demasiado empalagoso: con cualquiera de esos
+nombres, ella no pescaría para marido sino un empleadito sin fortuna...
+o bien, Rosaura, Carmen, Beatriz, Wanda... tampoco, demasiado ardiente:
+ella huiría con el primer regidor que se presentara, porque si sigue
+siempre la suerte del nombre que se lleva... En fin, encontré Yolanda.
+Este, sí; está hecho para los enamorados, se deshace en la lengua, sin
+inspirar, sin embargo, malos pensamientos; excita y calma al mismo
+tiempo; y atrae y da intenciones serias. Eso era lo que yo había
+calculado, y era muy justo... Pero, ahora... ¡ella es capaz de quedarse
+para vestir imágenes con todas sus cortedades y melindres!</p>
+
+<p>Yolanda volvió entonces, con los ojos bajos, con la expresión de una
+inocente injustamente acusada.</p>
+
+<p>La pobrecita criatura me dio lástima; para cambiar violentamente de
+conversación, abordé el capítulo de los intereses.</p>
+
+<p>Las señoras despejaron la mesa en silencio, el viejo emborró su pipa,
+negra como un carbón, y pareció dispuesto a escucharme pacientemente.
+Pero, apenas hube pronunciado el nombre de Pütz, saltó de su silla y
+tiró la pipa contra la estufa, donde se rompió mientras el tabaco se
+esparcía en chispas. ¡Y si le hubieran visto ustedes la cara! Les habría
+dado miedo. Morada, hinchada, como si le fuera a dar un ataque.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor!&mdash;gritó.&mdash;¿Ha aceptado usted mi hospitalidad para venir a
+envenenarme la casa?... ¿No sabe usted que ese nombre maldito no debe
+pronunciarse aquí? ¿No sabe usted que yo maldigo a ese bribón hasta en
+su tumba? ¿que maldigo a su progenitura, que maldigo a todos los que...?</p>
+
+<p>No pudo continuar; se ahogaba, y le acometió un violento acceso de tos.
+Tuvo que sentarse otra vez en el sillón, y la baronesa le hizo beber
+agua azucarada.</p>
+
+<p>Tomé silenciosamente mi sombrero. Entonces mi mirada cayó sobre Yolanda.
+Blanca como la tiza, con las manos juntas, estaba allí, de pie,
+abochornada y desesperada; parecía pedirme perdón, y, al mismo tiempo,
+implorar mi apoyo. Resolví, pues, decir por lo menos una palabra de
+despedida, y esperé con toda calma a que el viejo, que gemía y jadeaba
+todavía, estuviese lo bastante tranquilo para comprenderme. Entonces,
+dije:</p>
+
+<p>&mdash;Debe usted encontrar natural, señor de Krakow... que con su salida
+contra mi amigo y contra su hijo, a quien quiero como si fuera mío,
+nuestras relaciones...</p>
+
+<p>Krakow golpeó con los pies y con las manos para impedirme continuar; y,
+después de unos cuantos gruñidos sofocados, acabó por recobrar la
+palabra:</p>
+
+<p>&mdash;Esta asma, esta asma infernal... una verdadera cuerda alrededor del
+cuello... ¡crac!... cerrado el gaznate... ¿Quieres hablar, querido?
+¡Buenas noches! ¿Quieres respirar, querido? ¡Chito!... Pero ¿qué es lo
+que está diciendo usted ahí de <i>nuestras</i> relaciones? <i>Nuestras</i>
+relaciones, esto es, las relaciones entre <i>usted</i> y <i>yo</i>, no se han
+enturbiado nunca, amigo de corazón; son las mejores relaciones del
+mundo, amigo de mi alma. Y si yo he insultado al otro, al pleitista,
+al... al... noble, al honorable... ¡pues bien! me retracto, me declaro
+un cobarde, pero que nadie me hable de él. Yo no quiero acordarme de que
+su nombre puede existir, porque para mí ha muerto ¿entiende usted?... ha
+muerto... muerto...</p>
+
+<p>E hizo con el dedo una cruz en el aire, mirándome con expresión de
+triunfo, como si con eso hubiera dado el golpe de gracia a mi pobre
+Pütz.</p>
+
+<p>&mdash;Eso no impide, señor de Krakow&mdash;dije,&mdash;que...</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo! ¿qué es lo que no impide?... ¡Usted es mi amigo, usted es el
+amigo de mi familia! ¡Vea a las señoras, están locas por usted!... ¡Eh!
+no tengas reparo, Yolanda... hazle ojitos, hija mía... ¿crees que no te
+estoy viendo, mocosa?</p>
+
+<p>Ella no se sonrojó, no se turbó siquiera. Lo único que hizo fue levantar
+un poco sus manos juntas en dirección a mí.</p>
+
+<p>Eso era tan conmovedor, tan lleno de abandono, que me sentí
+completamente desarmado. Volví a sentarme, pues, por un momento... hablé
+de cosas indiferentes... y me despedí, en cuanto pude hacerlo sin
+demostrar enojo.</p>
+
+<p>Acompáñalo&mdash;dijo el viejo a Yolanda,&mdash;y sé amable con él; es el hombre
+más rico de estas tierras.</p>
+
+<p>Esta vez todos soltamos la carcajada; pero, mientras atravesaba a mi
+lado el vestíbulo obscuro, Yolanda me dijo en voz baja, y en tono triste
+e inquieto:</p>
+
+<p>&mdash;Usted no vendrá más, estoy segura.</p>
+
+<p>&mdash;Así es, señorita&mdash;respondí francamente.</p>
+
+<p>E iba a hacerle ver mis razones, cuando ella me tomó la mano, la oprimió
+entre las suyas, tan blancas, tan diminutas, murmurando con lágrimas en
+los ojos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡vuelva, se lo ruego!... ¡vuelva!</p>
+
+<p>Sí, sí; ahí tienen ustedes lo que son las cosas... Esas pocas palabras
+me trastornaron la cabeza, como buen viejo idiota que era.</p>
+
+<p>Hice todo el camino mascando cigarros, que, en mi turbación, me olvidaba
+siempre de encender... En cuanto llegué a casa, corrí al espejo.
+Enciendo todas las bujías, echo el cerrojo, cierro los postigos, me
+examino por delante, por detrás, y de perfil también, por medio de un
+espejo de mano.</p>
+
+<p>El resultado fue aplastador... Una cabeza grandota, calva... una nuca
+enorme... bolsas debajo los ojos... papada... y, encima de todo eso, un
+color cobrizo como el de un caldero expuesto por mucho tiempo a la
+acción del fuego. Pero, peor todavía: al contemplarme así, de arriba a
+abajo, con mis seis pies de estatura, comprendo de repente por qué me
+han llamado siempre: «El bueno de Hanckel». Ya en el regimiento decían:
+«¿Hanckel?... no es un águila, no; pero ¡qué buen muchacho!»</p>
+
+<p>Y cuando le ponen a uno esa marca, la vida no es ya más que una larga
+serie de ocasiones de que uno haga honor a su título. Lo miman a uno, se
+burlan de uno, lo amuelan todo el santo día. Intenta uno una tímida
+resistencia, y le observan: «¿Cómo? ¿Y usted es el que pretende ser un
+buen muchacho?...» Es inútil que uno proteste: «¡Pero si yo no soy un
+buen muchacho!»... Tiene que serlo a la fuerza, porque así lo han medido
+y lo han marcado... ¡Y un hombre de ese temple es el que quiere meterse
+ahora en historias de mujeres! ¡Las mujeres, que siempre están pensando
+en alguna cosa diabólica, y que, para que puedan querer bien, tienen que
+ser tratadas como animales, engañadas, abandonadas por el que ellas
+adoran!...</p>
+
+<p>«No hagas estupideces, Hanckel» me dije, «deja tu espejo, apaga tus
+luces, manda a paseo tus ideas insensatas, y métete en cama.»</p>
+
+<p>Yo tenía una cama, señores, y la tengo todavía, una cama de abeto
+completamente ordinaria, estrecha como un ataúd, de correas, sin colchón
+de lana ni de plumas; una piel de ciervo por toda cobija, y un jergón al
+que se le renueva la paja dos veces al año, y que constituye el único
+lujo. Siempre le están hablando a uno, señores, del lecho de campaña de
+los hombres célebres... esos que están expuestos en los palacios y
+museos patrióticos; y, cuando los visitantes pasan por delante de ellos,
+no dejan nunca de exclamar, alzando los brazos al cielo: «¡Qué fuerza de
+voluntad! ¡qué sencillez espartana!...» ¡Farsa, señores, pura farsa! De
+ninguna manera se duerme mejor que sobre una tabla; naturalmente, con
+tal que se tenga una jornada de trabajo <i>detrás de uno</i>, una buena
+conciencia <i>dentro de uno</i>, y ninguna mujer <i>al lado de uno</i>... tres
+cosas más o menos sinónimas.</p>
+
+<p>Se echa uno, se estira, dándose benéficos calambres, hasta que los dedos
+de los pies tocan el respaldo de la cama; trae uno las cobijas hasta la
+boca, hace su hoyo en la almohada, toma después un buen libro que lo
+está esperando sobre la mesa de noche, y gime uno de satisfacción...</p>
+
+<p>Eso mismo fue lo que hice yo aquella noche, así que hubo vencido la
+tentación; y, mientras me iba quedando dormido, pensaba para mis
+adentros:</p>
+
+<p>No, no; ninguna mujer te hará ser infiel a tu catre duro y estrecho de
+soltero... Aun cuando se llame Yolanda, y aun cuando sea de la sangre
+más noble y pura que haya puesto Dios sobre la tierra... Sí; esa menos
+que cualquier otra... Porque... ¡quién sabe!...»</p>
+
+
+
+<h3><a name="IIIa" id="IIIa"></a>III</h3>
+
+
+<p>Al día siguiente, presento mi informe al joven, sin decir una sola
+palabra, naturalmente, sobre mis tonterías de la víspera. El me clava
+sus ojos negros, ardientes:</p>
+
+<p>&mdash;No hablemos más de la cosa&mdash;dice.&mdash;Me lo esperaba.</p>
+
+<p>Ocho días después vuelve a tratar del asunto, como quien no quiere la
+cosa:</p>
+
+<p>&mdash;Sin embargo, deberías ir otra vez a Krakowitz, tío.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás loco, muchacho?&mdash;exclamo.</p>
+
+<p>Pero, al mismo tiempo, me siento tan feliz como si la suave mano de una
+mujer me acariciara la nuca.</p>
+
+<p>&mdash;No tienes necesidad de hablar de mí&mdash;agrega, mirándose las puntas de
+las botas;&mdash;pero si tú fueras allá a menudo, quizá las cosas se
+arreglarían por sí solas.</p>
+
+<p>Es tan fácil, señores, hacer cambiar mis resoluciones más sagradas como
+hacer balancear una espiga... Volví, pues, a Krakowitz... Y, volví otra
+vez, y otra vez...</p>
+
+<p>Aguanté las burlas del viejo, bebí el café que su mujer me hacía, y
+escuché con beatitud las lindas arias que Yolanda me cantaba; aunque la
+música... en general... Cuanto más iba a Krakowitz, tanto más incómodo
+me sentía; pero era como si me arrastraran allá mil brazos, y no podía
+resistirme de ningún modo.</p>
+
+<p>Ella seguía, como siempre, echándome miradas de reojo; pero ¿que
+significaban esas miradas? ¿eran un reproche, un llamamiento, o
+simplemente el placer de verse admirada? No podía adivinarlo.</p>
+
+<p>En fin, a mi tercera o cuarta, he aquí lo que sucedió. Serían las doce
+del día apenas, y hacía un calor atroz; y yo, aburrido e impaciente,
+parto para Krakowitz.</p>
+
+<p>&mdash;El señor y la señora están durmiendo la siesta&mdash;me dice el
+criado;&mdash;pero la señorita está en el terrado.</p>
+
+<p>Tuve un presentimiento que me hizo palpitar el corazón; quise volverme
+inmediatamente; pero, de pronto, la veo delante de mí, blanca y altiva,
+con su traje de muselina; parece esculpida en mármol; mi vieja locura
+recrudece con más fuerza que nunca.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cuánto le agradezco que haya venido, barón!&mdash;me dijo.&mdash;Me aburría
+mortalmente. ¿Vamos al jardín?... ¿quiere? Hay allí un cenador muy
+fresco, en el que podremos conversar tranquilamente.</p>
+
+<p>Pasa entonces su brazo por debajo del mío, y yo siento un
+estremecimiento. Les aseguro, señores, que en aquellos momentos me
+habría sido más fácil asaltar una fortaleza que bajar del terrado.</p>
+
+<p>Ella no dice nada, y yo tampoco. El silencio se hace abrumador. Cruje el
+casquijo, zumban los insectos en las espíreas; pero, por lo demás,
+ningún ruido.</p>
+
+<p>Ella se ha colgado confiadamente de mi brazo, y me obliga a detenerme a
+cada momento, cuando se inclina para arrancar una hierba o coger una
+brizna de reseda, con la que se acaricia la punta de la nariz, para
+tirarla en seguida.</p>
+
+<p>&mdash;Querría poder amar las flores&mdash;dice.&mdash;¡Hay tantos que las aman... o
+que dicen que las aman!... Tratándose de amor, una no sabe nunca la
+verdad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?&mdash;le pregunté.&mdash;¿No puede suceder que dos seres se quieran
+bien y se lo digan, sin frases rebuscadas ni segunda intención?</p>
+
+<p>&mdash;<i>¡Se quieran bien! ¡se quieran bien!</i>&mdash;repite ella con expresión de
+mofa.&mdash;¿Usted es de hielo, entonces, desde que para usted todo el amor
+consiste en <i>quererse bien</i>?</p>
+
+<p>&mdash;Sea yo o no de hielo, el resultado es el mismo, desgraciadamente.</p>
+
+<p>&mdash;Sí; usted tiene un corazón de oro&mdash;dice ella, mirándome de reojo con
+un poco de coquetería;&mdash;todo lo que usted piensa le sale de los labios
+francamente.</p>
+
+<p>&mdash;También sé callarme.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, bien lo veo!&mdash;se apresura a decirme.&mdash;A usted yo podría confiarle
+todo, todo.</p>
+
+<p>Y me parece que me aprieta ligeramente el brazo.</p>
+
+<p>«¿Qué querrá de ti?» me digo, y el corazón parece querer salírseme por
+la garganta.</p>
+
+<p>Llegamos delante del cenador, un cenador de aristoloquias... ustedes
+saben, esas hojas anchas de forma de corazón que interceptan todo rayo
+de luz. En un cenador de ese género siempre es de noche, cómo ustedes
+saben... Y entonces, ella me suelta el brazo, se agacha hasta tocar el
+suelo, y, arrastrándose, se introduce por un boquete en el tallar, cuyas
+ramas entrelazadas cierran toda otra entrada.</p>
+
+<p>Y yo, el barón de Hanckel de Ilgenstein, modelo de dignidad y de
+circunspección, me deslizo a cuatro pies detrás de ella, por esa
+abertura poco más grande que la boca de un horno.</p>
+
+<p>Sí, señores; ahí tienen ustedes lo que le hacen hacer a uno las mujeres.</p>
+
+<p>Y, dentro del cenador, en la penumbra fresca, ella se tiende a medias
+sobre el banco carcomido... Se seca con el pañuelo la frente, el cuello,
+hasta el escote de la bata...</p>
+
+<p>¡Qué hermosa es así! ¡qué hermosa!</p>
+
+<p>Y mientras yo me dejo estar de pie, resollando como una foca, porque a
+los cuarenta y siete años, señores, uno no se pasea ya impunemente a
+cuatro patas, ella suelta una carcajada breve, dura, forzada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ríase usted de mí!&mdash;le digo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Si supiera usted cuán pocas ganas tengo de reírme!&mdash;me dice, haciendo
+una mueca de dolor.</p>
+
+<p>Y se restablece el silencio. Ella mira al suelo, frunciendo las cejas, y
+su garganta se hincha y se deshincha acompasadamente.</p>
+
+<p>&mdash;¿En qué está pensando?&mdash;le pregunto.</p>
+
+<p>Ella se encoge de hombros.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pensar? ¿para qué pensar?&mdash;responde.&mdash;Estoy cansada, querría dormir.</p>
+
+<p>&mdash;Y bien, duerma.</p>
+
+<p>&mdash;Pero usted también.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; yo también.</p>
+
+<p>Y, me tiendo a medias, como ella, sobre el banco de enfrente.</p>
+
+<p>&mdash;Pero cierre los ojos&mdash;me dice.</p>
+
+<p>Y, sumiso, cierro los ojos... Veo soles, ruedas verdes y haces de fuego,
+sin parar un momento... eso tiene por causa la agitación de la sangre,
+señores... Y, de tiempo en tiempo, una idea, como un relámpago, cruza
+por mi mente: «Hanckel, te estás poniendo en ridículo».</p>
+
+<p>Todo está tan callado, que oigo a los escarabajos que trepan a lo largo
+de las hojas... Hasta la respiración de ella ha cesado.</p>
+
+<p>«Tengo que ver, sin embargo, lo que hace», me digo, con el deseo secreto
+de admirarla a mi gusto durante su sueño. Pero, cuando, a hurtadillas,
+me aventuro a levantar un poco, un poquitito, los párpados, veo... ¡ah
+señores, siento frío en la espalda todavía!... veo sus ojos
+completamente abiertos, fijos en mí, feroces, devoradores, me atreveré a
+decir.</p>
+
+<p>&mdash;Yolanda, hija mía&mdash;exclamo;&mdash;¿por qué me mira así? ¿qué le he hecho?</p>
+
+<p>Ella se estremece, se pasa, como si hubiera estado soñando, la mano por
+la frente y por las mejillas, y se esfuerza por reír, con la misma risa
+breve, entrecortada, de un momento antes, y en seguida estalla en
+sollozos y llora, llora a lágrima viva.</p>
+
+<p>Me precipito hacia ella; querría acariciarle los cabellos, pero mi valor
+no da para tanto. Le pregunto qué es lo que la apena, si no quiere tener
+confianza en mí, y otras cosas por el estilo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡soy el ser más desamparado, más miserable del mundo!&mdash;exclama
+con un gemido.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Quiero hacer una cosa... una cosa terrible... y no tengo valor para
+ello.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué se trata?</p>
+
+<p>&mdash;No puedo decirlo... no puedo decirlo...</p>
+
+<p>Y no sale de eso, a pesar de todos mis esfuerzos para que se decida a
+hablar. Pero, poco a poco, su fisonomía se transforma, adopta una
+expresión resuelta, sombría, y sus labios acaban por murmurar
+amargamente:</p>
+
+<p>&mdash;Quiero salir de esta casa... Quiero fugarme...</p>
+
+<p>&mdash;¡Gran Dios! ¿y con quién?&mdash;pregunto consternado.</p>
+
+<p>Ella se encoge de hombros:</p>
+
+<p>&mdash;¿Con quién? ¡Sí nadie en el mundo se interesa por mí!... ¡ni un
+cuidador de vacas siquiera!... Pero tengo que irme a la fuerza. Aquí una
+acaba por perder toda esperanza, por morirse... Y, como nadie viene,
+huiré sola.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, mi querida señorita, comprendo que se aburra usted un poco en
+Krakowitz; es muy aislado esto... y su señor padre tiene historias con
+todo el género humano... Pero, en fin, si usted tiene ganas de casarse,
+una mujer como usted no tiene más que hacer que levantar el dedo
+meñique.</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, cállese!&mdash;me responde;&mdash;esas son frases. ¿Quién me querría a mí?
+¿Conoce usted a alguno que me quiera?</p>
+
+<p>El corazón me late desesperadamente. Yo no quiero decirle... sería una
+locura... y, sin embargo, me pongo a asegurarle que yo no hago frases,
+que desearía probárselo, o cosa así... Porque, a hacerle una declaración
+en regla, por el momento ¡gran Dios! no me atrevo. Ella cierra los ojos,
+suspira profundamente, y, poniéndome la mano en el brazo, dice:</p>
+
+<p>&mdash;Antes de que se vaya, tengo que hacerle saber una cosa, para que no se
+deje engañar tan miserablemente. Mis padres no están durmiendo... En
+cuanto oyeron su coche, se encerraron... es decir, él fue el que la
+obligó a mamá... Esta entrevista nuestra en este sitio es una cosa
+preparada. Yo tengo que transtornarle a usted la cabeza para que usted
+se case conmigo. Desde el día que hizo usted su primera visita, los dos
+no hacen más que atormentarme, él con sus reprensiones, ella con sus
+ruegos. «Que yo no debo perder esta ocasión, porque un partido así no
+volverá a presentarse nunca». Perdóneme señor, pero yo no quería; aun
+cuando hubiera sentido simpatía por usted al principio, la insistencia
+de ellos habría bastado para desanimarme. Pero, ahora, que he abierto a
+usted mi corazón, ahora sí, quiero. Si yo le gusto, tómeme, soy suya.</p>
+
+<p>Pónganse ustedes, señores, en mi lugar. Una joven hermosa, una Tusnelda,
+una Venus, que en su orgullo y desesperación se echa en los brazos de un
+hombre valiente, corpulento, que frisa ya en los cincuenta años... ¿No
+hubiera sido una especie de sacrilegio apoderarse de esa felicidad y
+arrebatarla apresuradamente, como un ladrón?</p>
+
+<p>&mdash;Yolanda&mdash;le digo;&mdash;querida niña, ¿se da usted cuenta de lo que está
+haciendo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;me responde con una sonrisa que da lástima;&mdash;me rebajo ante Dios,
+ante mis propios ojos, y ante los ojos de usted... me hago esclava suya,
+cosa suya... y con esto, lo engaño, sin embargo...</p>
+
+<p>&mdash;Quizá no pueda usted soportarme...</p>
+
+<p>Entonces, ella me hace ojitos... me mira dulcemente con sus ojos
+inocentes, con sus queridos ojos de color azul pálido, y murmura con voz
+lánguida:</p>
+
+<p>&mdash;Usted es el hombre mejor y más noble del mundo; yo podría amarlo,
+adorarlo, pero...</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿qué?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡qué feo, qué bajo es todo esto!... Dígame que no quiere saber
+nada conmigo, que me desprecia. No merezco otra cosa.</p>
+
+<p>Me parecía que el mundo entero daba vueltas a mi alrededor, y tuve que
+hacer un llamamiento a todo lo que me quedaba de buen sentido para no
+cogerla y estrecharla entre mis brazos. Gracias a ese poquito de buen
+sentido que me quedaba, le dije:</p>
+
+<p>&mdash;Yo no quiero, mi querida niña, aprovecharme de un momento de emoción.
+Usted podría arrepentirse de ello después, y sería demasiado tarde.
+Esperaré ocho días; entretanto, usted reflexiona. Si, para entonces,
+usted no me escribe: «He cambiado de idea», queda convenido: vendré a
+pedirla a sus padres. Pero pese bien el pro y el contra, antes de
+decidirse; no se eche de cabeza en su desgracia.</p>
+
+<p>Entonces, señores, ella se precipitó a tomarme la mano, esta manaza fea,
+curtida, rugosa; y, antes que yo pudiera impedirlo, apoyó en ella sus
+labios.</p>
+
+<p>Sólo más tarde, mucho más tarde, he comprendido lo que significaba ese
+beso.</p>
+
+<p>Cuando hubimos salido del cenador, yo otra vez en cuatro pies detrás de
+ella, oímos de lejos al viejo que gritaba:</p>
+
+<p>&mdash;¿Es posible? ¿Hanckel, mi amigo Hanckel, está aquí? ¿Por qué no me han
+despertado entonces, cretinos, idiotas, miserables? ¡Mi amigo Hanckel
+aquí, y yo roncando! ¡runfla de canallas!...</p>
+
+<p>Yolanda se puso colorada de vergüenza; y, para hacerle menos penoso ese
+momento, le dije:</p>
+
+<p>&mdash;Déjelo estar, que lo conozco bien.</p>
+
+<p>Sí, sí, señores; yo conocía bien al viejo... pero a la hija, a ésa no la
+conocía.</p>
+
+
+
+<h3><a name="IVa" id="IVa"></a>IV</h3>
+
+
+<p>Ahí tienen ustedes, pues, en lo que estábamos. Al volver a casa, iba
+repitiéndome incesantemente por el camino: «Hanckel, esto sí que es
+tener suerte! ¡A tu edad, un tesoro como ese!... ¡Grita, pues, salta
+como un loco! ¡Es lo menos que puedes hacer después de un acontecimiento
+semejante!...»</p>
+
+<p>Y, sin embargo, yo no sentía la más mínima gana de saltar o de gritar.
+Una vez en casa, arreglé mis cuentas de la semana y mandé que me
+prepararan un grog. Esa fue toda la fiesta que hice.</p>
+
+<p>Al día siguiente, llega Lotario Pütz, de uniforme.</p>
+
+<p>&mdash;Siempre de servicio, muchacho?&mdash;le pregunto.</p>
+
+<p>&mdash;Mi dimisión no ha sido aceptada todavía&mdash;responde mirándome con ojos
+atravesados, como si yo fuera la causa de todas sus desgracias.&mdash;Por
+otra parte, mi licencia está por terminar y tengo que volver a Berlín.</p>
+
+<p>Le pregunto si no podría conseguir una prórroga, pero bien veo que no la
+quiere: «Echa de menos el círculo...» Todos sabemos lo que es eso.</p>
+
+<p>Y, además, tiene que vender sus muebles y que arreglarse con sus
+acreedores.</p>
+
+<p>&mdash;Vete, pues&mdash;le digo;&mdash;y Dios te acompañe, hijo mío.</p>
+
+<p>Por un instante me pregunto si voy a confiarle mi nueva felicidad; pero
+no me atrevo. Estoy seguro de que pondría una cara de imbécil al hacerle
+esa confesión, y me callo... además, podría ser que Yolanda cambiara de
+idea y, sondando el fondo de mi corazón, creo que anhelo eso tanto como
+lo temo.</p>
+
+<p>Experimentaba un sentimiento... ¡bah! ¿para qué querer poner en limpio
+los sentimientos? Los hechos hablarán.</p>
+
+<p>A la mañana del octavo día, el cartero me trajo un sobre, con los bordes
+dorados... escrito por ella... Al principio me sobrecogió un gran miedo,
+y los ojos se me llenaron de lágrimas.</p>
+
+<p>Me dije: «Ya está, querido amigo, te han mandado el hoyo...»</p>
+
+<p>Pero, en seguida, sentí una gran tranquilidad. Mientras abría el sobre
+con unas tijeras, deseaba casi encontrarme con una repulsa brutal y
+definitiva.</p>
+
+<p>Y leí.</p>
+
+<p>«Amigo mío: Mi resolución se ha afianzado, como usted deseaba. Espero
+qué vendrá hoy a ver a mi padre.&mdash;<i>Yolanda</i>».</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, qué felicidad!... No es fácil concebir la dicha de un momento
+semejante.</p>
+
+<p>Pero, después... ¡qué vergüenza, qué vergüenza! Sí, señores; me sentía
+abochornado al pensar en las miradas socarronas y equívocas a que iba a
+verme expuesto, y de buen grado me habría echado atrás.</p>
+
+<p>Pero había llegado la hora. ¡Adelante, por la gloria!</p>
+
+<p>Ante todo, traté de ponerme buen mozo. Al afeitarme me corté dos veces;
+uno de los palafreneros tuvo que ir corriendo hasta la farmacia, a dos
+millas de distancia, en busca de tafetán inglés color carne... yo no
+tenía más que negro en casa...</p>
+
+<p>Después me apreté la hebilla del chaleco hasta quedarme sin respiración,
+y mi pobre hermana vieja estuvo a punto de perder la paciencia, a fuerza
+de hacer y deshacer, y volver a hacer, el nudo de mi corbata, al que no
+conseguía darle un aspecto bastante inspirado.</p>
+
+<p>Y, entretanto, siempre este pensamiento lancinante: «Hanckel, te estás
+poniendo en ridículo.»</p>
+
+<p>Sin embargo, mi llegada a Krakow fue magistral. Una yunta de caballos de
+pelo gris, nacidos en mis tierras, el landó nuevo, acolchonado con raso
+granate... La entrada de un príncipe no habría sido más triunfal; a
+pesar de todo, me habría batido en retirada... tan cobardemente me latía
+el corazón.</p>
+
+<p>El viejo me recibió en la puerta, como si no tuviera la menor idea de lo
+que se preparaba... Y, cuando le pido un momento de conversación a
+solas, adopta el gesto reservado del que teme ser objeto de un pedido
+imprevisto de dinero.</p>
+
+<p>«Está bien; pronto levantarás bandera de parlamento», me digo; y espero
+la respuesta, que ha de dar lugar a una buena escena, muy conmovedora,
+con abrazos, lágrimas de alegría, y todo el aparato escénico del caso...
+Porque uno se hace terriblemente vanidoso, señores, cuando tiene el
+portamonedas bien provisto.</p>
+
+<p>Pero el viejo zorro era entendido en negocios; sabía que, para dar valor
+a la mercancía a los ojos del comprador, hay que hacérsela desear.</p>
+
+<p>Cuando hube presentado mi demanda, me respondió hinchado por una
+dignidad repentina:</p>
+
+<p>&mdash;Disculpe, señor barón. ¿Quién me asegura que ese matrimonio, esa
+unión... <i>contra naturam</i>, confiéselo... va a tener buen resultado?
+¿Quién me garantiza que, dentro de un año o dos, no volverá aquí mi
+hija, en cabeza, en camisa, a declararme: «Padre mío, yo no puedo vivir
+ya con ese viejo... Téngame a su lado?...»</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, señores! ¡eso era duro!</p>
+
+<p>&mdash;Ahí tiene usted&mdash;continuó,&mdash;ahí tiene usted la razón de que, como
+padre prudente, yo no me atreva a entregarle mi hija.</p>
+
+<p>¡De modo que me manda a paseo!... ¡se burla de mí!...</p>
+
+<p>Me levanto, porque la entrevista me parece terminada; pero el viejo se
+precipita y me obliga a sentarme otra vez:</p>
+
+<p>&mdash;...Sin embargo, se la entregaría guardando las formas que un hombre
+como yo se cree obligado a imponer a un hombre como usted... o, para
+hablar más claramente, observando las formalidades por medio de las
+cuales un padre debe asegurar el porvenir de su hija... o, para ser más
+preciso todavía, la dote...</p>
+
+<p>Entonces lo comprendo todo, y suelto la carcajada. ¡Ah, viejo fullero!
+¡viejo fullero! ¡Para no soltar dote era para lo que había representado
+toda esa comedia! Al verme reír, manda al diablo el énfasis afectado, el
+pudor y la dignidad, y se echa a reír también con toda la boca; luego me
+dice:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh! desde el momento que usted toma así la cosa, amigo mío... Si yo
+lo hubiera adivinado... Pero, usted bien lo sabe, hay que tantear
+siempre el terreno... y si cuaja, tanto mejor...</p>
+
+<p>De modo que estábamos de acuerdo.</p>
+
+<p>Entonces se llamó a la baronesa; y, digámoslo en honor suyo, olvidó el
+papel que tenía que desempeñar; se me echó al cuello en cuanto su marido
+hubo acabado, para salvar las apariencias, de explicarle la situación.</p>
+
+<p>¿Y Yolanda?</p>
+
+<p>Pálida como la muerte, con los labios apretados, los ojos entornados,
+apareció en la entrada del salón y me tendió silenciosamente las dos
+manos. Después, con paso de autómata se acercó a sus padres y se dejó
+abrazar por ellos.</p>
+
+<p>Vean, señores, esto me dio que pensar otra vez.</p>
+
+
+
+<h3><a name="Va" id="Va"></a>V</h3>
+
+
+<p>Lo que me temía, señores, no sucedió...</p>
+
+<p>A lo que parece, yo no tenía la menor idea del aprecio y de la amistad
+de que era objeto dentro de nuestro círculo. Mis esponsales tuvieron la
+aprobación de la nobleza y también del grueso público; por todas partes
+no vi más que caras sonrientes y manos afectuosamente tendidas que me
+felicitaban.</p>
+
+<p>Es cierto que, en una ocasión como ésa, el mundo entero parece
+conjurarse contra uno para empujarlo, con gestos y ademanes de júbilo,
+hacia el destino; hasta el momento en que, como la cosa empieza a
+aburrir, todos se vuelven contra uno y le enseñan los dientes. La
+verdad, sin embargo, es que poco a poco fui dejando de sentirme
+avergonzado de mi felicidad; y hasta acabé por creer que tenía derechos
+reales sobre tanta juventud y belleza.</p>
+
+<p>Mi pobre hermana vieja se mostró abnegada, hasta un extremo conmovedor;
+sin embargo, ella era la única persona a quien mi matrimonio causaba
+directamente un daño: tenía que salir de Ilgenstein el día de la boda
+para instalarse en nuestra pequeña posesión materna en Gorowen. Derramó
+torrentes de lágrimas, lágrimas de alegría, me aseguró que su plegaria
+de todas las noches había sido oída, y se apasionó de mi prometida antes
+mismo de conocerla.</p>
+
+<p>¿Qué hubiera dicho mi amigo Pütz, que había bajado a la tumba sin ganar
+la comisión que esperaba recibir por mi casamiento?</p>
+
+<p>«A su hijo&mdash;me dije,&mdash;es a quien tengo que pagarla.»</p>
+
+<p>Escribí a éste una larga carta; le pedí perdón casi por haber ido a
+buscar mujer en la casa de su enemigo hereditario;
+«pero&mdash;agregué,&mdash;confío que de esta manera la vieja disputa se arreglará
+por sí sola».</p>
+
+<p>La respuesta se hizo esperar mucho tiempo.</p>
+
+<p>Contenía unas cuantas palabras de felicitación bastante secas, y me
+anunciaba que Lotario aplazaría su regreso hasta después de mi
+casamiento; le sería muy penoso encontrarse tan cerca de mí y no poder
+estar a mi lado ese gran día.</p>
+
+<p>Esto, señores, me apenó; porque yo lo amaba de veras, al muy bandido.</p>
+
+<p>Sí, sí... y mi novia también me tenía inquieto.</p>
+
+<p>Seriamente inquieto, señores.</p>
+
+<p>No veía en ella una alegría sincera. Siempre que llegaba, la encontraba
+con el rostro pálido, la expresión fría, la mirada turbia por entre los
+párpados bajos. Sólo cuando me la llevaba a un lado y le hablaba
+alegremente, acababa por animarse y por demostrarme una especie de
+ternura filial.</p>
+
+<p>Pero también, señores, ¡cuán delicado me mostraba yo con ella!
+¡extraordinariamente delicado, les aseguro!... La trataba como si fuera
+la princesa de un cuento de hadas; todos los días descubría yo en mi
+corazón nuevas fuentes de delicadeza, y me sentía positivamente
+orgulloso de mi refinada finura.</p>
+
+<p>A veces, sin embargo, me asaltaban impulsos de contar un cuento picante
+o de soltar un juramento gordo. Esta perpetua vigilancia sobre mí mismo
+me abrumaba. Gracias a Dios, tengo el corazón bastante tierno y bastante
+generoso para comprender las exigencias de otro corazón, sin que haya
+afectación de mi parte. Pero hasta cierto punto eso me hacía el efecto
+de estar en la situación de un acróbata que avanza por la cuerda con los
+ojos vendados. Un movimiento falso a la derecha, un movimiento falso a
+la izquierda... ¡patatrás!... al suelo.</p>
+
+<p>De modo que, cuando me veía otra vez en mi vasta casa vacía, en la que
+podía silbar, jurar, gritar, echar pestes y maldiciones a mi gusto, y
+hacer Dios sabe cuántas cosas más, sin chocar ni incomodar a nadie,
+experimentaba un verdadero bienestar y me decía más de una vez: «¡A Dios
+gracias! ¡todavía soy libre!»</p>
+
+<p>Sí, pero no por mucho tiempo... Como nada se oponía al matrimonio, éste
+debía celebrarse dentro de seis semanas.</p>
+
+<p>Una horda de tapiceros, de carpinteros, invadió mi querido Ilgenstein y
+lo puso patas arriba. Todos mis deseos se veían contrarrestados por la
+frase:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oh, señor barón! ¡eso no es de buen gusto!</p>
+
+<p>Y, a fe mía, que los dejaba hacer; porque en aquella época yo sentía
+todavía un santo respeto por el famoso «buen gusto». Sólo mucho más
+tarde fue cuando comprendí que, por lo común, eso no es más que una
+pantalla para disimular la pobreza de espíritu.</p>
+
+<p>En fin, lo cierto es que, so pretexto del maldito buen gusto, en poco
+tiempo la banda devastadora no dejó ni un rincón intacto en Ilgenstein.
+No conseguí poner a cubierto de la invasión nada más que mi gabinete de
+trabajo. Allí sí; prohibí enérgicamente toda tentativa de buen gusto...
+Y mi viejo catre... naturalmente... nadie se había atrevido a ponerle
+las manos encima.</p>
+
+<p>¡Ah, sí, señores! esa cama...</p>
+
+<p>Vean, oigan esto... Un buen día, viene a verme mi hermana... Dicho sea
+de paso, ella hacía causa común con toda esa gentuza... Entra, pues, en
+mi aposento, mostrando en sus labios la sonrisita falsa que adoptan las
+solteronas cuando se hace alusión delante de ellas a la manera cómo
+vienen al mundo las criaturas.</p>
+
+<p>&mdash;Tengo que hablarte, Jorge&mdash;me dice, tosiendo afectadamente, sin
+mirarme.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bueno! ¡Empieza!</p>
+
+<p>&mdash;Es a propósito...&mdash;balbucea,&mdash;es decir, me parece que... ¿qué piensas
+tú al respecto?... tú no puedes continuar durmiendo en esa cama
+espantosa, sobre un jergón...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si a mí me gusta dormir así?</p>
+
+<p>&mdash;No me comprendes...&mdash;murmura, cada vez más turbada;&mdash;después...
+cuando... en fin, una vez que te cases...</p>
+
+<p>&mdash;¡Diantre! ¡no había pensado en eso!...&mdash;Y yo, un viejo lobo, me pongo
+tan turbado como ella.</p>
+
+<p>&mdash;Habrá que avisar al ebanista&mdash;digo.</p>
+
+<p>&mdash;Mi querido Jorge&mdash;dice ella con importancia;&mdash;perdóname si creo que
+entiendo el asunto mejor que tú.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hum, hum!&mdash;le digo, amenazándola con el dedo, porque mi mayor placer
+ha sido siempre plantar en el banquillo su pudor de solterona.</p>
+
+<p>Ella se pone colorada de vergüenza, y continúa:</p>
+
+<p>&mdash;He visto en casa de mis amigas, en casa de la señora de Houssel y de
+la condesa Finkenstein, dormitorios espléndidos... es preciso que tengas
+tú uno igual.</p>
+
+<p>Yo pregunto:</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo es?</p>
+
+<p>Debo decir a ustedes, señores, que, al encontrarme con que el gran
+tacaño de mi suegro no quería pagar ni siquiera el arreglo de la casa,
+yo había dicho que el mobiliario estaba completo y había encargado en
+seguida lo indispensable a Berlín y a Königsberg. Naturalmente, me había
+olvidado de la cama.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué prefieres?&mdash;insiste ella;&mdash;seda rosa cubierta de tul ilusión o
+seda adornada con puntillas? Tal vez se podría decir también al pintor
+que está haciendo el cielo raso que lo adorne con unos cuantos
+amorcillos.</p>
+
+<p>¡Ay, ay, ay, señores!... yo no me sentía a gusto... ¡Yo y Cupido!...</p>
+
+<p>&mdash;En cuanto a la cama&mdash;prosigue ella, implacable,&mdash;no habría tiempo de
+terminarla...</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo!&mdash;replico;&mdash;¡seis semanas para hacer una cama!...</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero Jorge!... Los dibujos, los planos solamente requieren un mes.</p>
+
+<p>Dirigí una mirada entristecida a mi vieja cama querida. Para ésa no
+había habido necesidad de dibujos. Me la habían hecho en medio día; seis
+tablas y cuatro montantes.</p>
+
+<p>&mdash;Lo mejor&mdash;continúa ella,&mdash;sería escribir a Lotario pidiéndole que
+elija en Berlín lo más bonito y más fino que encuentre en las tiendas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Haz lo que quieras, y déjame en paz!&mdash;le dije, enervado.</p>
+
+<p>Y mientras la pobre se retira un poco ofendida, le grito:</p>
+
+<p>&mdash;Y, sobre todo, encomienda al pintor que trate que los amorcillos se me
+parezcan.</p>
+
+<p>Ahí tienen, señores, cuál era mi estado de ánimo durante el período de
+noviazgo... Y cuanto más se acercaba el día de la boda, tanto más
+incómodo me sentía.</p>
+
+<p>No porque tuviese miedo... o más bien, sí... tenía un miedo horrible...
+pero, aparte de eso, experimentaba la sensación de haber cometido una
+falta, de haber hecho daño a alguno... ¿cómo decir?... Pero, ¿a
+quién?... A ella no, por cuanto ella lo había querido así. A mí,
+tampoco, ¿no era yo el más feliz de los mortales? ¿A Lotario?... Muy
+bien podría ser.</p>
+
+<p>El pobre muchacho había contado conmigo como un segundo padre, y yo lo
+abandonaba, pasándome al enemigo con armas y bagajes. ¡Vean ustedes cómo
+cumplía yo la palabra que había dado a Pütz en su lecho de muerte!</p>
+
+<p>Señores, aquel de ustedes a quien las circunstancias hayan obligado a
+alistarse en las filas de los bribones... y ¿cuál es el hombre honrado
+que no ha tenido que hacer eso alguna vez en su vida?... ese me
+comprenderá.</p>
+
+<p>Me devanaba los sesos día y noche, y me roía las uñas hasta hacerme
+sangre; y, no encontrando otra manera de arreglar las cosas, resolví
+reconciliar a mi costa a las dos partes.</p>
+
+<p>Confieso que me costó algún trabajo decidirme a ello; porque nosotros,
+los cultivadores, estamos muy aferrados, señores, a nuestros cuartos...
+Pero ¿qué es lo que no haría uno, cuando lo han declarado oficialmente
+«un buen muchacho?»</p>
+
+<p>Me voy, pues, una tarde a casa de mi futuro suegro, y entro en su
+pretendido gabinete de trabajo. Estaba en preparativos para repantigarse
+en su diván, y lo incito, no sin vacilar, a que se reconcilie con
+Lotario... naturalmente, para tantear ante todo el terreno. Como lo
+había previsto, en seguida monta en cólera, jura, se sofoca, se pone
+lívido, y me señala la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;Pero&mdash;digo yo,&mdash;supongamos que él reconoce su error y abandona el
+pleito...</p>
+
+<p>Señores ¿ha acariciado alguno de ustedes alguna vez un tejón?... quiero
+decir un tejón joven, medio domesticado. ¿Han notado ustedes los ojitos,
+medio burlones, medio dulces, con que mira mientras resuella suavemente?
+Enteramente igual fue la cara que puso el viejo; luego, me dijo:</p>
+
+<p>&mdash;El no querrá.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿y si consintiera?</p>
+
+<p>&mdash;Entonces ¿eres tú el que paga los platos rotos?&mdash;me lanza a quema ropa
+el viejo pícaro.</p>
+
+<p>&mdash;Yo me pregunto: «¿Tengo que negar?»</p>
+
+<p>¡Bah! ¡Que el diablo lo lleve!... y convengo en la cosa.</p>
+
+<p>&mdash;Pues no&mdash;dice el otro secamente;&mdash;nada de eso, hijo mío, no acepto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué?</p>
+
+<p>&mdash;A causa de los hijos, por supuesto... Tengo que pensar en los nietos
+que tu magnanimidad me otorgará sin duda. Yo no les doy dote; ¿y voy a
+quitarles también la paja del nido donde van a nacer? De todos modos,
+estoy seguro de ganar el pleito si las cosas se prolongan uno o dos
+años más; puedo esperar.</p>
+
+<p>Entonces, ensayo la persuación.</p>
+
+<p>&mdash;El dinero quedará en la familia&mdash;digo;&mdash;yo pago, y tú guardas el
+dinero. Y, cuando te mueras, ese dinero volverá a mi poder.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ajá! ¡conque cuentas ya con mi muerte!&mdash;grita el viejo, montando otra
+vez en cólera;&mdash;¡querrías seguramente enterrarme vivo y tirar en seguida
+el manotón a Krakowitz para redondear tus tierras! ¿Le has echado el ojo
+a mi Krakowitz desde hace tiempo, eh?</p>
+
+<p>Imposible hacer entender razones a ese energúmeno; me decido a emplear
+los grandes recursos.</p>
+
+<p>&mdash;Oye entonces mi última palabra:&mdash;le digo.&mdash;Yo no puedo entrar en tu
+familia sino con una condición: tu reconciliación con Lotario Pütz. Si
+te niegas, tendré que romper mi compromiso.</p>
+
+<p>Eso le puso blandito.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué cabeza hueca!&mdash;dijo;&mdash;no hay medio de hablar de sentimientos
+contigo. Yo pienso en tus hijos, en esas pobres criaturas que están por
+nacer todavía; y tú, tú no piensas más que en una ruptura y en otras
+borricadas por el estilo... Arregla el asunto así, si eso te place; yo
+no me opongo personalmente, no tengo nada contra Lotario Pütz. Al
+contrario: debe ser un mocetón enérgico, muy caballero, bastante
+aficionado a las muchachas lindas... Y, a propósito, hijo mío, te voy a
+dar un buen consejo. Tú vas a tener una mujer joven. Si ella no fuera mi
+hija, y no estuviera por eso mismo arriba de toda sospecha, yo te diría:
+«Riñe con él; no le prestes más dinero y reclámale lo que te debe...»
+Como tú comprenderás, la prudencia es una gran cosa.</p>
+
+<p>Señores, hasta entonces, yo había tomado al viejo por su lado bueno;
+pero desde aquel momento se me hizo odioso. Bueno... el casamiento ante
+todo; que, después, ya sabré librarme de él.</p>
+
+<p>Había que tragar todavía una píldora bastante gorda. Convencer a Lotario
+de que el viejo había reconocido su error y renunciaba a seguir el
+pleito. Eso anduvo como sobre rieles. Lotario se sorprendió tan poco que
+se olvidó de agradecérmelo...</p>
+
+<p>¡En fin, qué quieren ustedes!</p>
+
+<p>Ya les he hablado de mi prometida; suficientemente, me parece. Nuestras
+relaciones, con sus altibajos de confianza o de temor, de esperanza o de
+abatimiento, formaban una madeja demasiado complicada para que mis
+manazas pesadas pudieran desenredarla.</p>
+
+<p>Debo decir, en honor de Yolanda, que ella se esforzaba lealmente por
+darse conmigo... Trataba de adivinar mis gustos; sí, trataba de asociar
+sus ideas con las mías. Pero eso no era posible. Allí donde su joven
+inteligencia esperaba encontrar en mí la vida, el interés, no había, por
+lo general, más que un desierto seco, hacía ya mucho tiempo. Porque,
+vean ustedes lo que es terrible en la vejez: cada año atrofia un nervio
+más en nosotros; y, cuando estamos por llegar a los cincuenta años, el
+trabajo y el reposo nos son igualmente mortíferos.</p>
+
+<p>Entonces estaban de moda las corbatas de color punzó; yo usaba, por lo
+tanto, una corbata punzó; usaba también zapatos puntiagudos, e hice
+poner forros de seda a mis trajes.</p>
+
+<p>Hacía a mi novia costosos regalos: un collar de turquesas de quince mil
+francos... y un solitario célebre que había sido rematado en París.
+Todos los días, el ferrocarril le llevaba rosas frescas y orquídeas,
+porque, en cuanto a las flores de mi jardín, el cultivo de ellas no me
+daba tan buen resultado como la cría de potros. Diré de paso que mis
+potros... pero no, no es de eso de lo que quiero hablarles.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VIa" id="VIa"></a>VI</h3>
+
+
+
+<p>Ahí está. Y ahora, señores, hago una raya y paso directamente al día de
+mi casamiento.</p>
+
+<p>Mi señor suegro, que, como los gatos, caía siempre sobre sus patas,
+había resuelto aprovechar mi popularidad y renovar relaciones, en
+ocasión de nuestras bodas, con un montón de gente que, por prudencia,
+había dejado de tratarse con él desde hacía años. Desató, pues, los
+cordones de su bolsa, y organizó una fiesta monstruo en la que el
+champagne debía correr a mares, según su expresión.</p>
+
+<p>Es fácil comprender que toda esta faramalla me daba miedo... Pero un
+novio no es más que un ente ridículo al que se le han suprimido
+momentáneamente los órganos de la voluntad.</p>
+
+<p>A la mañana del gran día estaba yo sentado en mi pieza, de muy mal
+humor, con la casa entera hediendo a encáustico, cuando de repente se
+abre la puerta y se presenta Lotario.</p>
+
+<p>Muy alegre... en apariencia... muy animado... con sus grandes botas. Se
+echa en mis brazos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Hurra! ¡mi tío!</p>
+
+<p>Ha pasado toda la noche en viaje... La víspera, en las carreras de
+Hoppegarten, se ha ganado el gran premio... una carrera infernal... sin
+embargo, no se ha desnucado... Después, ha bebido como un pozo... y, con
+todo, ahí lo tienen ustedes fresco y resuelto como un joven dios... Dice
+que va a bailar como un trompo... Ha traído chascos, fuegos
+artificiales... Necesita inmediatamente dos docenas de hombres para
+enseñarles el manejo de las piezas, etcétera.</p>
+
+<p>Todo esto brota y sale de sus labios sin interrupción, mientras sus
+gruesas cejas negras no hacen más que subir y bajar, y sus ojos brillan
+como brasas.</p>
+
+<p>«¡Esta es la juventud!» pensé, ahogando un suspiro; «¡ah! si pudiese yo,
+aunque sólo fuera por veinticuatro horas, tener sus ojos... y todo lo
+demás!»</p>
+
+<p>Le digo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y no me pides noticias de mi novia?</p>
+
+<p>Se echa a reír ruidosamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Mi tío! ¡mi tío!&mdash;exclama.&mdash;¡Esta si que es aventura!... ¡Casarte,
+tú! ¡tú, casarte!... ¡Es realmente como para tirar bombas! ¡Hurra!</p>
+
+<p>Y, riéndose siempre, sale del aposento.</p>
+
+<p>En cuanto a mí, me dejo estar donde estoy, y concluyo mi cigarro; me
+siento muy abatido. Después, voy a inspeccionar las piezas recientemente
+arregladas.</p>
+
+<p>Delante de la puerta del dormitorio me detiene mi hermana, que está
+preparando sus valijas.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí no se puede estar&mdash;dice,&mdash;es una sorpresa para ustedes dos.</p>
+
+<p>¡Nosotros dos!... ¡qué tontería!</p>
+
+<p>Como a las once, me pongo a la tarea de vestirme. El traje me incomoda
+en las escotaduras; los zapatos me aprietan los dedos; hace treinta años
+que los dedos de los pies se me hinchan... los grogs de Pütz tienen la
+culpa. La camisa está más dura que una tabla, la corbata me estrangula.
+¡Es atroz!</p>
+
+<p>A las dos de la tarde parto en el coche... entonces, señores, comienza
+un sueño... no un bello sueño... ¡no, por cierto!... sino una pesadilla
+espantosa, con todas las sensaciones correspondientes: vértigos,
+sofocaciones, opresión y caída en el vacío... y con uno que otro
+intervalo feliz, cuando me decía: «Todo saldrá bien. Tú tienes buen
+corazón y buena voluntad. Tú la guiarás para que pueda vencer los
+obstáculos. Ella hará su camino en el mundo festejada como una reina, y
+no sentirá las cadenas...»</p>
+
+<p>Mientras los carruajes de los invitados iban entrando unos tras otros en
+el patio principal, y las ventanas se adornaban al mismo tiempo con
+rostros desconocidos, yo recorría el jardín como un poseído, embarraba
+mis lindos zapatos de charol en la tierra húmeda, y lloraba a moco
+tendido.</p>
+
+<p>No me dejaron tranquilo mucho tiempo. Me llamaban de todas partes, y
+entré en la casa. El viejo, triunfante por haber reunido alrededor de él
+a sus antiguos enemigos y adversarios, a todos aquellos a quienes había
+ofendido o perjudicado, o engañado de alguna manera, corría del uno al
+otro, estrechándoles las manos y jurando a todos una amistad eterna.</p>
+
+<p>Yo habría querido dar los buenos días a algunos amigos, pero en seguida
+se apoderaron de mí, y me empujaron, gritando, hacia el aposento donde,
+según decían, me estaba esperando mi novia.</p>
+
+<p>Allí estaba ella, gallardamente erguida en su traje de seda blanca. El
+velo de tul la envolvía en una nube transparente, y la corona de mirto
+descansaba sobre sus cabellos como una corona de espinas.</p>
+
+<p>Tuve que cerrar por un momento los ojos, deslumbrado. ¡Estaba tan
+hermosa!</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás contento?&mdash;me dijo, con una mirada tierna y sumisa.</p>
+
+<p>Su rostro, al sonreírse, parecía una máscara de mármol. Entonces me
+sentí aplastado por la felicidad y por la conciencia de mi falta. Habría
+querido echarme a sus pies, pedirle perdón por haberme atrevido a
+pretenderla; pero no podía hacerlo, porque mi suegra estaba detrás de
+ella... Había también allí damas de honor y otras tonterías... Balbucí
+algunas palabras que yo mismo no comprendí, y, no sabiendo qué actitud
+debería guardar, me puse a andar de un lado a otro por la pieza,
+abotonándome y desabotonándome los guantes. Mi suegra, que tampoco sabía
+qué decir, arreglaba los pliegues del velo, y me miraba de reojo con una
+expresión de reproche y de estímulo al mismo tiempo. Cada vez que en mis
+paseos llegaba al extremo del aposento, me encontraba delante de un
+espejo, en el que, quisiera o no quisiera, tenía que mirarme. Veía en él
+mi frente calva, mis mejillas escarlatas, con bolsas debajo de los ojos,
+y una verruga en el ángulo de la boca. Veía el cuello postizo de mi
+camisa, demasiado estrecho aun cuando había pedido el número más alto, y
+mi pescuezo colorado que se desbordaba por arriba de él formando un
+pliegue gordo. Veía todo eso, y, un poco por clemencia y otro poco por
+lealtad, sentía impulsos de gritar a Yolanda: «¡Ten piedad de ti misma!
+¡todavía estás a tiempo! ¡No te cases conmigo!...»</p>
+
+<p>Nota breve: en aquella época, el matrimonio civil no existía aún.</p>
+
+<p>Por mí, yo podría haberme estado así siglos enteros, dando vueltas
+alrededor de ella sin animarme nunca a decirle nada; pero, cuando el
+viejo se deslizó dentro de la pieza con la agilidad de un hurón,
+gritando: «¡Vamos! ¡el pastor está esperando!...» me enfurruñé, como si
+eso hubiera contrariado mis intenciones.</p>
+
+<p>Ofrezco el brazo a Yolanda... Ábrense de par en par las puertas.</p>
+
+<p>¡Caras! ¡caras! ¡nada más que caras, pegadas unas a las otras, que me
+miran irónicamente como diciéndome: «¡Hanckel, te estás poniendo en
+ridículo!» Han formado un doble cerco, y nosotros pasamos por el medio;
+y me sorprenda que nadie rompa con una carcajada el silencio que allí
+reina. Llegamos al altar que el viejo había fabricado artísticamente con
+un gran cajón cubierto por un paño rojo. Encima, hay una verdadera
+exposición de flores, de luces; en el centro, un crucifijo, como si se
+tratara de un entierro.</p>
+
+<p>El buen viejo del pastor está delante de nosotros; adopta la expresión
+que imponen las circunstancias, y se recoge y vuelve a recogerse las
+mangas de la sobrepelliz, lo mismo que un escamoteador que se dispone a
+comenzar sus juegos.</p>
+
+<p>Ante todo, un cántico... después, la plática. Maldito si oigo una
+palabra de ella; estoy embargado por una idea horrible que ha entrado en
+mi mente con la rapidez del rayo y que no me deja ya: «Ella va a decir
+<i>no</i>. Ella va a decir <i>no</i>...»</p>
+
+<p>Y, cuanto más se acerca el momento decisivo, tanto más me aprieta el
+miedo la garganta. Al fin, ya no dudo absolutamente de que ella va a
+decir <i>no</i>.</p>
+
+<p>Señores, ella dijo <i>sí</i>... Respiré entonces como un malhechor que acaba
+de oír su absolución.</p>
+
+<p>Pero, lo más extraño fue esto. En cuanto oí esa palabra y cesó mi
+angustia, sentí un vivo pesar. «¡Ah! ¿por qué no había dicho más bien
+<i>no</i>?»</p>
+
+<p>Después de la bendición vinieron las felicitaciones sin fin. Y yo no
+hacía más que apretar manos, unas tras otras, con un ardor metódico:
+gracias, a la derecha; gracias, a la izquierda... Sentía un verdadero
+agradecimiento para todos esos imbéciles, que se acercaban a
+congratularme solícitos y alegres, gracias a la perspectiva de una buena
+comilona.</p>
+
+<p>Faltaba uno todavía: Lotario.</p>
+
+<p>Llegó entre los últimos, con la tez verdosa, la expresión hambrienta o
+fastidiada. Lo agarro del brazo:</p>
+
+<p>&mdash;Aquí lo tienes, Yolanda&mdash;digo a ésta.&mdash;Es Lotario Pütz, hijo único de
+Pütz, hijo mío, casi. Dale la mano, llámale Lotario.</p>
+
+<p>Y al ver que ella vacilaba, tomé sus cinco dedos y los puse entre los de
+Lotario. Entretanto, pensaba: «¡Qué suerte que él esté aquí!... Nos ha
+de ayudar más de una vez a salvar las situaciones difíciles.»</p>
+
+<p>No se sonrían, señores. Veo que ustedes se figuran que poco a poco va a
+ir formándose, en mis propias barbas, una intriguilla amorosa entre esos
+dos jóvenes. No hay tal cosa... Tengan un poco de paciencia. Ya verán.</p>
+
+<p>Nos sentamos, pues, a la mesa... Cubierto suntuoso, flores, vajilla de
+plata, un cúmulo de piezas montadas. El conjunto muy bien... Se sirvió
+ante todo una copita de Jerez para hacer entrar en calor al estómago. El
+Jerez era bueno, pero la copa muy chica; y no pude conseguir que me
+sirvieran otra.</p>
+
+<p>«Tengo que ser galante con ella... cariñoso... las conveniencias lo
+exigen...» me decía, dirigiendo una mirada a Yolanda, colocada a mi
+derecha. Su codo me rozaba ligeramente el brazo, y la sentía temblar.
+«Es de hambre»; pensé. Yo también; no había comido nada todavía.</p>
+
+<p>Se había puesto a mirar fijamente un candelabro de plata que tenía por
+delante, al que el tiempo había arrugado la superficie como la piel de
+una vieja. Su perfil... ¡Dios mío! ¡qué hermoso era ese perfil!... Y era
+mío... ¡Qué locura!</p>
+
+<p>Bebí un gran vaso de un vino rubio, claro, que cayó gorgoteando dentro
+de mi estómago vacío. «De esta manera no voy a llegar nunca al grado de
+ternura que quiero», me dije, buscando inútilmente el Jerez con los
+ojos.</p>
+
+<p>Entonces me sacudí:</p>
+
+<p>&mdash;Come, pues, alguna cosa&mdash;le dije.</p>
+
+<p>Y me sentí en la gloria por haber pronunciado esa frase.</p>
+
+<p>Ella se inclinó y se introdujo la cuchara en la boca...</p>
+
+<p>Después de la sopa trajeron el pescado... un salmón, si no me engaño...
+linda pieza... la salsa perfecta, con una especie de cognac, limón y
+alcaparras... muy delicada, en resumen. Después vino un plato de
+cabrito... no bastante adobado... pero eso es cuestión de gustos.</p>
+
+<p>&mdash;Come, pues, alguna cosa&mdash;repetí a Yolanda, haciendo un corazón con
+los labios para que los convidados creyeran que le susurraba un
+cumplimiento.</p>
+
+<p>Decididamente, la cosa no marchaba; sin embargo, yo me había bebido ya
+dos botellas de ese vino blanco, y empezaba a sentirme hinchado como un
+odre.</p>
+
+<p>Traté de observar a Lotario, que había heredado de su padre un olfato
+especial para descubrir los mejores vinos; estaba en un extremo de la
+mesa, entre las jóvenes.</p>
+
+<p>Un brindis vino a salvarme entonces; pude levantarme, y al darme vuelta
+descubrí un grupito limitado, pero escogido... botellas de jerez que el
+viejo había escondido detrás de una cortina... Substraje dos sutilmente,
+y, sin más demora, me puse a la tarea de ingurgitar coraje. La cosa
+tardaba en llegar, porque yo aguanto bien el vino, señores; pero, en
+fin, llegaba.</p>
+
+<p>Después del cabrito sirvieron un salmorejo de perdices. Caza, dos veces
+seguidas; eso no era correcto. Sin embargo, el plato me pareció
+excelente... En ese momento, señores, fue cuando empezó a desprenderse
+del cielo raso, a bajar sobre nosotros lentamente, lentamente... una
+especie de niebla.</p>
+
+<p>Entretanto, yo me había puesto ya muy galante, y barajaba los
+cumplimientos que era un gusto. Sí, le hacía la corte a mi novia; la
+llamaba «encantadora hada graciosa»; contaba aventuras de caza
+picantes, y explicaba a los que me rodeaban por qué un hombre debe
+soltar siempre el cascarón antes de casarse... En una palabra, señores,
+estaba irresistible...</p>
+
+<p>Pero la niebla bajaba cada vez más densa. Eso se ve a menudo en las
+montañas, como ustedes saben. Las altas cumbres son las primeras que
+desaparecen; después las crestas y las colinas, unas tras otras...</p>
+
+<p>Allí, las bujías de los candelabros fueron las primeras que se rodearon
+de una aureola rojiza y lanzaron rayos con todos los colores del arco
+iris; en seguida, todo lo que parloteaba y comía detrás de los
+candelabros se borró también a mis ojos.</p>
+
+<p>De tiempo en tiempo veía relucir lo blanco de una pechera o el extremo
+de un brazo desnudo, en medio de una <i>obscuridad purpurina</i>, como diría
+Schiller.</p>
+
+<p>¡Ah, sí! ¡es cierto! Una cosa más me llamó la atención. Era mi suegro,
+corriendo alrededor de la mesa con dos botellas de champagne en las
+manos; se detenía junto a los que tenían la copa vacía, completamente
+vacía, y les decía con insistencia:</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero beba, pues! ¿Por qué no bebe?</p>
+
+<p>Cuando llegó junto a mí, le pellizqué la pierna y le dije:</p>
+
+<p>&mdash;¡Viejo farsante! ¡a esto es a lo que llamas hacer correr el champaña a
+mares!</p>
+
+<p>Como ustedes ven, señores, la cosa iba poniéndose seria.</p>
+
+<p>Y, de pronto, siento que mi corazón se ensancha... Es necesario que
+hable; sí, es necesario que hable. Me pongo a golpear la copa como un
+poseído.</p>
+
+<p>&mdash;¡Por el amor de Dios, cállate!&mdash;me susurra mi novia... quiero decir,
+mi mujer.</p>
+
+<p>Pero, aunque la cosa tuviera que costarme la vida, tengo que hablar.</p>
+
+<p>Después me han contado lo que dije entonces; si las informaciones son
+exactas, fue esto, poco más o menos:</p>
+
+<p>«Señoras y señores... yo no soy ya un jovencito, pero no lo siento... y
+si alguno quisiera sostenerme que la juventud no debe unirse sino con la
+juventud, yo le replicaría que eso es una mentira infame... En mí puede
+verse la prueba de lo contrario, porque yo no soy ya joven... pero eso
+no ha de impedir que haga feliz a mi mujer, porque mi mujer es un
+ángel... y yo, yo tengo un corazón amante... ¡sí! ¡un corazón amante es
+el que late aquí debajo de mi chaleco!... y el que lo dude, que
+venga... que yo le abriré mi pecho»...</p>
+
+<p class="puntos">Al llegar a este punto las lágrimas ahogaron mis palabras, y me asaltó
+una aflicción tan grande que tuvieron que arrastrarme apresuradamente,
+fuera de la sala...</p>
+
+<p>Al despertarme me encontré sobre un canapé demasiado corto para mi
+talla. Estaba sepultado bajo una montaña de capuchas, de esclavinas y de
+chales de lana. Tenía el pescuezo torcido y las piernas acalambradas.</p>
+
+<p>Eché una mirada a mi alrededor... Una bujía solitaria ardía sobre una
+consola, en la que se veían cepillos, peines, alfileres para los
+cabellos; colgaban a lo largo de las paredes mantas, sombreros... ¡Ah!
+aquel era el tocador de las damas.</p>
+
+<p>Y poco a poco fui comprendiendo lo que había pasado.</p>
+
+<p>Consulté mi reloj: eran cerca de las dos... Oía a la distancia los
+sonidos de un piano y el rítmico rozar de los danzantes... ¡Mis bodas!</p>
+
+<p>Me alisé el pelo, me ajusté la corbata, y, francamente, mi más grande
+satisfacción habría sido irme a tenderme en mi vieja cama y subirme la
+cobija hasta las orejas, en lugar de... ¡Brrr!</p>
+
+<p>En fin, ¿qué hacer? Me dirigí, pues, a los salones. No me sentía
+abochornado en lo más mínimo, demasiado atontado y amodorrado, como
+estaba aún, para darme cuenta exacta de mi situación.</p>
+
+<p>Al principio, nadie notó mi presencia; porque, en las salas reservadas
+para los hombres, el humo de los cigarros era tan compacto que a tres
+pasos no se distinguían sino bultos confusos... Se jugaba fuerte. Mi
+suegro saqueaba a sus huéspedes tan concienzudamente que, si hubiera
+tenido tres hijas más que casar, se habría hecho millonario. A eso
+llamaba él «resarcirse de los gastos de la boda».</p>
+
+<p>Eché una ojeada al salón de baile.</p>
+
+<p>Las madres luchaban contra el sueño; los jóvenes giraban mecánicamente,
+y el machacador no entreabría los ojos sino cuando había encajado un
+acorde fuera de su sitio... Mi hermana tenía un vaso de limonada sobre
+la falda y contemplaba las pepitas del limón... Era un cuadro lastimoso.</p>
+
+<p>De Yolanda, ni la menor huella.</p>
+
+<p>Volví a las mesas de juego y golpeé el hombro al viejo. En esos momentos
+estaba metiéndose a manos llenas en los bolsillos el dinero que acababa
+de ganar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¡eres tú, borrachón!</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde está Yolanda?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué sé yo? Búscala.</p>
+
+<p>Y se pone a jugar otra vez. Los demás hombres estaban incómodos, pero
+trataban de no hacerlo ver:</p>
+
+<p>&mdash;Siéntese, pues, joven esposo&mdash;me dicen.</p>
+
+<p>Me apresuré a alejarme, porque me conocía; si hubiera contestado, habría
+sucedido allí una desgracia.</p>
+
+<p>Tomando por caminos extraviados, evité el salón de baile. No me sentía
+con valor para afrontar las miradas de las madres.</p>
+
+<p>En el corredor humeaba una lámpara de cocina; y salía de allí un ruido
+de vajilla y risotadas de criadas...</p>
+
+<p>¡Puf!</p>
+
+<p>Llamé a la puerta del aposento de Yolanda; nadie respondió. Repetí el
+llamamiento; el mismo silencio. Entonces entro.</p>
+
+<p>¿Y qué es lo que veo?... Mi suegra sentada en el borde de la cama; de
+rodillas delante de ella, con la cabeza apoyada en el pecho de su madre,
+mi mujer en traje de viaje (¡ya!), y las dos llorando a lágrima viva.</p>
+
+<p>¡Ah, señores! no me sentí orgulloso.</p>
+
+<p>Habría querido escabullirme, saltar dentro del coche y gritar «¡A la
+estación!» Tomar el primer tren y huir a América, a cualquier parte,
+allá donde se refugian los cajeros infieles y los hijos pródigos.</p>
+
+<p>Pero era imposible.</p>
+
+<p>&mdash;¡Yolanda!&mdash;dije en tono humilde y contrito.</p>
+
+<p>Las dos lanzan un grito. Mi mujer se abraza a las rodillas de su madre,
+que extiende los brazos como para protegerla.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no quiero hacerte daño, Yolanda&mdash;digo.&mdash;Lo único que quiero es
+pedirte perdón por haber sido tan imprudente, por exceso de amor a ti.</p>
+
+<p>Silencio prolongado. No se oyen más que suspiros.</p>
+
+<p>Entonces la madre le dice:</p>
+
+<p>&mdash;Tiene razón, hija mía; levántate. Es hora de partir.</p>
+
+<p>Yolanda se alza lentamente, con las mejillas húmedas, los ojos
+enrojecidos, el cuerpo sacudido siempre por los sollozos.</p>
+
+<p>&mdash;Dale la mano a tu marido. No hay más remedio.</p>
+
+<p>Perfectamente amable ese «no hay más remedio».</p>
+
+<p>Y Yolanda me tiende la mano, que yo llevo respetuosamente a los labios.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ha visto a mi marido, Jorge?...&mdash;pregunta mi suegra.</p>
+
+<p>Respondo que sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere llamarlo, para que Yolanda se despida de él?</p>
+
+<p>Vuelvo a la sala del juego.</p>
+
+<p>&mdash;Oye, suegro.</p>
+
+<p>&mdash;Doce... diez y seis... veintisiete... treinta y uno...</p>
+
+<p>&mdash;Suegro...</p>
+
+<p>&mdash;¡Treinta y tres!... ¿Qué quieres?</p>
+
+<p>&mdash;Queríamos despedirnos...</p>
+
+<p>&mdash;Buen viaje. Que sean felices. ¡Treinta y seis!</p>
+
+<p>&mdash;¿No quieres que Yolanda?...</p>
+
+<p>&mdash;¡Treinta y nueve! ¡gané!... ¡Vengan los monacos!... ¿Quién quiere
+jugar conmigo todavía? ¿Tú, Jorge? ¡Vamos de una vez!</p>
+
+<p>Entonces me fui.</p>
+
+<p>Cuando, con la mesura del caso, hube informado a las damas de la casa,
+ellas se contentaron con mirarse una a la otra, en silencio; luego
+bajaron por la escalera de servicio al patio, donde nos esperaba ya el
+carruaje. El viento nos silbaba en las orejas, gotas de lluvia nos
+azotaban el rostro.</p>
+
+<p>Las dos mujeres se estrechaban en un abrazo mudo, como si ya no fueran a
+separarse nunca. Pero, en esto, el viejo, que ha cambiado de idea, llega
+ruidosamente, y detrás de él los criados, a quienes ha dado el alerta,
+con lámparas y bujías.</p>
+
+<p>Se echa sobre Yolanda y le frota las mejillas con sus mostachos.</p>
+
+<p>&mdash;Hija querida, si la bendición de un padre que te ama profundamente...</p>
+
+<p>Ella se desprende y lo aparta, casi como se aparta a un perro mojado, y
+salta dentro del coche.</p>
+
+<p>Yo, detrás de ella... ¡En marcha!...</p>
+
+
+
+<h3><a name="VIIa" id="VIIa"></a>VII</h3>
+
+
+<p>Estamos en marcha, pues. Las luces del patio vacilan un instante todavía
+con el viento, y luego la noche es negra, completa.</p>
+
+<p>¡Ah señores, qué viaje!</p>
+
+<p>Las ruedas cortaban los aguazales... sis... sis... sis... y la tempestad
+gruñía... hu... hu... hu... y las gotas de lluvia tamborileaban sobre el
+landó... taratatá... taratatá...</p>
+
+<p>Y yo me preguntaba: «¿Por dónde voy a empezar?»</p>
+
+<p>De ella, yo no veía, no oía, no sentía nada... Me parecía estar
+completamente solo en aquella obscuridad.</p>
+
+<p>Solamente cuando cruzábamos el bosque y la luz de los faroles del
+carruaje, al reflejarse sobre los troncos húmedos de los árboles,
+enviaba cierta claridad al interior, pude distinguirla acurrucada,
+hundida, en el rincón opuesto al mío; se habría dicho que trataba de
+romper el obstáculo para tirarse a la carretera.</p>
+
+<p>¡Dios mío! ¡Pobre criatura! Acababa de abandonar todo lo que hasta
+entonces había sido su universo, su vida... Y su porvenir era un viejo,
+que, hacía apenas una hora, estaba ebrio.</p>
+
+<p>¡Voto a!... ¡y qué vergüenza tenía yo!</p>
+
+<p>Sin embargo, es necesario que le hable:</p>
+
+<p>&mdash;Yolanda...</p>
+
+<p>No me responde.</p>
+
+<p>&mdash;¿Me tienes miedo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres darme la mano?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Dónde está?</p>
+
+<p>&mdash;Aquí.</p>
+
+<p>Siento una cosa blanca que me roza suavemente. Me apodero de ella, la
+tomo, la aprieto.</p>
+
+<p>¡Pobre criatura! ¡pobre criatura!</p>
+
+<p>Y de repente, me siento presa... de un «santo ardor» diría, si quisiera
+ser patético... En fin, en medio de mi aflicción, encuentro palabras
+hermosas, cálidas, para tranquilizarla.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Yolanda&mdash;le digo;&mdash;tú eres ahora mi mujer. Lo que está hecho,
+está hecho, y tú misma lo has querido así. Pero no temas que llegue a
+importunarte yo con mis muecas amorosas o con mis exigencias. Tú tienes
+en mí un amigo verdadero, un amigo <i>paternal</i>, si esta palabra te
+inspira más confianza... porque no pienso disimular que tengo muchos más
+años que tú. Si estás afligida y sientes la necesidad de llorar, échate
+en mis brazos; en ninguna otra parte podrás descansar más
+tranquilamente. Refúgiate siempre en mí... aun cuando te figures que yo
+soy el enemigo contra el cual necesitas protección.</p>
+
+<p>Estaba bien dicho, ¿no es cierto? Era porque la piedad y el buen deseo
+me inspiraban.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué pobre diablo era yo! ¡Como si un poco de juventud no valiera mil
+veces más que la piedad más tierna!</p>
+
+<p>Pero el efecto de mis palabras fue tan violento e inesperado que llegué
+a asustarme. De repente ella sale de su rincón y me besa locamente a
+través de su velo, murmurando entre sollozos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Perdóname, perdóname, querido, querido amigo!</p>
+
+<p>La escena del cenador vuelve de improviso a mis ojos, recuerdo haberme
+sentido desconcertado entonces por una frase análoga.</p>
+
+<p>&mdash;Pero ¿qué es&mdash;digo,&mdash;qué es lo que tengo que perdonarte?</p>
+
+<p>Ella no responde, se acurruca otra vez en su rincón y ya no vuelve a
+despegar los labios... La lluvia ha cesado, pero el viento ruge por
+entre las junturas de la portezuela; de pronto, un relámpago... e
+instantáneamente un retumbo. Los caballos dan un salto hacia la zanja.
+Grito:</p>
+
+<p>&mdash;¡Firmes las riendas, Juan!</p>
+
+<p>Naturalmente, él no me oye; pero los caballos no se mueven ya, porque
+los puños de Juan son de hierro. Nunca he tenido un cochero mejor... El
+cañonazo no había sido más que una señal; luego, la cosa es por todas
+partes, a la derecha, a la izquierda; no se ven más que techos
+incendiados, haces de fuego, torres chispeantes, y el parque se ilumina
+con una hermosa claridad verde... En una palabra, mi viejo Ilgenstein se
+ha convertido en un verdadero castillo encantado.</p>
+
+<p>Me estremezco de alegría al pensar que voy a mostrar a Yolanda su nueva
+morada bajo una gloria semejante. Y esta alegría se la debo a Lotario, a
+mi querido muchacho... Tal vez le debo más todavía, por que la primera
+impresión decide a veces de toda una existencia... ella se ha inclinado
+hacia la ventanilla, y, al resplandor de los fuegos, veo sus ojos
+animados por una curiosidad ávida, ansiosa.</p>
+
+<p>&mdash;Todo esto es tuyo, hija mía&mdash;digo, buscando su mano.</p>
+
+<p>Ella no me escucha; parece enteramente absorta en la belleza del
+espectáculo.</p>
+
+<p>Y en cuando llegamos al patio de entrada, una batahola ensordecedora se
+alza a nuestro alrededor; gritos, detonaciones, tambores y trompetas. A
+derecha, a izquierda, antorchas, hachones; y vemos rostros ennegrecidos
+por el humo, con ojos brillantes y bocas abiertas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hurra! ¡Viva el señor barón! ¡viva la señora baronesa! ¡Hurra!</p>
+
+<p>&mdash;¡Y un pataleo! ¡y una de gorras al aire!... Los bandidos se han vuelto
+locos.</p>
+
+<p>Entonces, pienso: «Ella verá, por lo menos, que no se ha casado con un
+hombre malo. Puesto que mis gentes me quieren...» Y, dispuesto a la
+emoción, como está uno siempre en circunstancias así, las lágrimas
+asoman a mis ojos.</p>
+
+<p>Cuando el carruaje se detiene, reconozco a Lotario en el grupo que
+forman los administradores del dominio. Salto y lo estrecho entre mis
+brazos:</p>
+
+<p>&mdash;¡Hijo mío! ¡mi querido hijo!</p>
+
+<p>Habría querido besarle las manos, en mi agradecimiento.</p>
+
+<p>Al hacer bajar a mi mujer del landó, veo al idiota del administrador en
+jefe que se apronta para echarnos un discurso sobre la lluvia y el
+viento.</p>
+
+<p>&mdash;¡En nombre del cielo, Baumann, lo disculpo!&mdash;le digo.</p>
+
+<p>Y llevo derechamente a la casa a mi joven esposa.</p>
+
+<p>Allí nos esperaban los criados, con el ama de llaves a la cabeza. Hacen
+sus reverencias y se ríen solapadamente; pero Yolanda avanza, con los
+ojos fijos, por en medio de ellos.</p>
+
+<p>Entonces me asalta el miedo al pensar en lo que va a pasar.</p>
+
+<p>«No debería haber dejado que mi hermana se fuese», me digo; y,
+dirigiendo a mi alrededor miradas desconsoladas, descubro a Lotario en
+la puerta, en vías de irse. Corro a él, le tomo las manos y le digo:</p>
+
+<p>&mdash;No hay que escabullirse ahora. Después de toda esta agitación, vamos a
+beber juntos alguna cosa caliente. Consientes, ¿no es verdad?</p>
+
+<p>Se pone color de púrpura, pero lo llevo adonde está Yolanda, a quien
+están sacándole el sombrero y la capa.</p>
+
+<p>&mdash;Ruégale tú también que se quede&mdash;le digo; merece bien una taza de te.</p>
+
+<p>&mdash;Se lo ruego&mdash;murmura ella sin levantar los ojos.</p>
+
+<p>El hace un saludo correcto y se retuerce el bigote.</p>
+
+<p>Después llevo a Yolanda al comedor, a través de los aposentos
+brillantemente iluminados. No mira a ninguna parte, y parece no ver
+todos los esplendores que se han preparado para ella. Dos o tres veces
+vacila y se apoya fuertemente en mi brazo, y otras tantas veces me doy
+vuelta yo para ver si, por lo menos, está allí Lotario todavía.</p>
+
+<p>¡Alabado sea Dios!... está ahí todavía.</p>
+
+<p>En el comedor bulle el samovar, de acuerdo con las órdenes que di a mi
+hermana antes de su partida.</p>
+
+<p>«Si la mandara buscar&mdash;me dije,&mdash;un coche al galope a Krakowitz, otro a
+Gorowen, y estaría aquí dentro de una hora.»</p>
+
+<p>Pero no; viejo imbécil como soy, tendría vergüenza de confesar mi
+turbación... Y además, ¿no tengo aquí a Lotario, al que puedo recurrir
+en mi aflicción?...</p>
+
+<p>Gracias a Dios, está ahí todavía.</p>
+
+<p>&mdash;Siéntense, muchachos&mdash;digo, mientras me esfuerzo por adoptar un tono
+desenvuelto.</p>
+
+<p>Señores, me parece que estoy allí todavía; el mantel blanco, con la fina
+porcelana de Sajonia y la vieja vajilla de plata; arriba de nuestras
+cabezas, la araña de cobre; y bajo su luz viva, a mi derecha, <i>ella</i>,
+pálida, rígida, con ojos entornados de sonámbula; a mi izquierda, <i>él</i>,
+con sus cabellos negros y espesos, sus mejillas morenas, su arruga
+sombría en la frente y sus miradas fijas en el mantel... Y, como se me
+ocurre la idea de que está fastidiado por ser el tercero en una noche de
+bodas, y temo que se quiera ir, lo tomo afectuosamente por los dos
+hombros y le agradezco el martirio que se ha impuesto por mí.</p>
+
+<p>&mdash;Míralo bien, Yolanda&mdash;digo;&mdash;porque, como esta noche, muchas otras
+veces hemos de estar juntos y hemos de alegrarnos de ello.</p>
+
+<p>Ella se inclina lentamente y cierra los ojos del todo... ¡Pobre
+criatura! ¡pobre criatura!... Y la angustia me corta casi la
+respiración.</p>
+
+<p>Entonces les grito:</p>
+
+<p>&mdash;¡Un poco de alegría, hijos míos! Lotario, cuéntanos, pues, algunas de
+tus calaveradas. Vamos, ¿tienes cigarros?... ¿no?... Espera, voy a
+traerte.</p>
+
+<p>Y, turbado siempre, me precipito a la pieza donde tengo mis provisiones
+de fumador; me parece que la punta encendida de un cigarro va a mejorar
+la situación.</p>
+
+<p>Pero, al volver, con mi caja debajo del brazo, veo por la puerta que ha
+quedado abierta... ¡Ah señores! veo una cosa que me hiela la sangre en
+las venas...</p>
+
+<p>Una vez solamente en mi vida había recibido un golpe parecido. Era
+entonces un joven coracero, todavía, y una noche, al entrar en casa,
+encuentro un telegrama con estas simples palabras: «Tu padre acaba de
+morir.»</p>
+
+<p>¿Qué fue lo que vi, señores?</p>
+
+<p>Mis dos jóvenes seguían sentados en sus sillas, tal cómo yo los había
+dejado; pero sus miradas aparecían fundidas, por decirlo así, una en la
+otra, con una expresión de ardor, de demencia, de desesperación, que yo
+no habría creído humanamente posible: eran dos llamas que se lanzaban
+una al encuentro de la otra.</p>
+
+<p>¡Lucido estaba yo! ¿no es cierto?</p>
+
+<p>Todavía no era ella mi mujer, y ya mi amigo, mi hijo preferido, me
+engañaba con ella... El adulterio se instalaba en el hogar antes mismo
+que el matrimonio estuviera consumado.</p>
+
+<p>Todo mi porvenir: una vida de sospechas, de recelos, de tinieblas, de
+ridículo, de días sombríos y de noches de insomnio, se desarrolló a mis
+ojos, ante aquella sola mirada, como un mapa geográfico.</p>
+
+<p>¿Qué hacer, señores? Lo más sencillo habría sido tomarla a ella de la
+mano y decirle a él:</p>
+
+<p>&mdash;Es tuya, y no tengo ya derechos sobre ella.</p>
+
+<p>Pero pónganse ustedes en mi lugar. Una mirada es una cosa tan
+impalpable, tan imposible de probar... podían negarla, riéndose... Sí...
+hasta podría ser también que, en realidad, yo me hubiera equivocado.</p>
+
+<p>Y, mientras me hacía estas reflexiones, sus miradas seguían mezclándose,
+olvidados ambos de todo lo que los rodeaba.</p>
+
+<p>Y, cuando entré, no bajaron siquiera los párpados, sino que los dos se
+volvieron hacia mí, sorprendidos y contrariados; parecían preguntarse:
+«¿Por qué nos perturba este viejo, este extraño?»</p>
+
+<p>Tuve ganas de ponerme a chillar como un animal cuando lo degüellan. Me
+dominé, y ofrecí mis cigarros; pero tenía prisa por concluir, empezaba a
+verlo todo rojo, y dije a Lotario:</p>
+
+<p>&mdash;Deberías retirarte, hijo mío; ya es hora.</p>
+
+<p>El se levanta penosamente y me tiende una mano helada; hace a ella, con
+los talones juntos, su saludo más militar, y se dirige hacia la puerta.
+Entonces oigo un grito, un grito... que me atraviesa hasta la médula de
+los huesos... ¿Y qué es lo que veo?</p>
+
+<p>Mi mujer, mi reciente esposa, se ha echado a los pies de Lotario, lo
+retiene por la ropa, gritando:</p>
+
+<p>&mdash;¡No tienes que matarte! ¡no tienes que matarte!</p>
+
+<p>Ya ven, señores... toda una catástrofe... Durante un segundo, me quedé
+como aplastado por el golpe; pero inmediatamente tomé al joven por el
+cuello:</p>
+
+<p>&mdash;¡Alto, hijo mío!&mdash;dije,&mdash;¡basta de farsas!</p>
+
+<p>Y, asiéndolo siempre por el cuello, lo llevo otra vez a su sitio;
+después, cierro las puertas y levanto a mi mujer, que solloza
+convulsivamente, tendida sobre el piso. Ella consigue apoderarse de mis
+manos y las besa, murmurando entre gemidos:</p>
+
+<p>&mdash;No lo dejes salir. Quiere matarse... quiere matarse...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué quieres matarte, hijo mío?&mdash;pregunto.&mdash;Si tienes sobre ella
+derechos más antiguos que los míos ¿por qué no los has hecho valer? ¿Por
+qué has engañado a tu mejor amigo?</p>
+
+<p>El se aprieta la frente con los puños y no dice una palabra.</p>
+
+<p>La cólera me arrebata al fin, y digo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Habla, o te pego como a un perro!</p>
+
+<p>&mdash;¡Pega!&mdash;me dice;&mdash;lo tengo bien merecido...</p>
+
+<p>&mdash;Merecido o no, vas a responderme.</p>
+
+<p>Y entonces, en medio de las lágrimas, de los remordimientos, de las
+súplicas de ambos, oigo toda la bonita historia.</p>
+
+<p>Algunos años antes se habían encontrado en el bosque, y desde entonces
+se amaban, en silencio y sin esperanza, como conviene a hijos de
+familias enemigas.</p>
+
+<p>Los Montescos y los Capuletos...</p>
+
+<p>&mdash;¿Se habían declarado ustedes su amor?</p>
+
+<p>&mdash;No... pero se habían besado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah!... ¿y después?</p>
+
+<p>Después, él se había ido de guarnición a Berlín, y ninguno de los dos
+había vuelto a tener noticias del otro; no se atrevían a desafiar el
+peligro de escribirse, y, por otra parte, ninguno conocía positivamente
+los sentimientos del otro.</p>
+
+<p>En eso había ocurrido la muerte del viejo Pütz, y habían comenzado mis
+tentativas de reconciliación.</p>
+
+<p>Desde el momento de mi primera aparición en Krakowitz, Yolanda había
+formado el proyecto de tomarme por confidente de su amor: esperaba tener
+así noticias de Lotario, por mi intermedio. Pero ¡ay! yo había
+interpretado mal sus tiernas miradas, y había tomado para mí el papel de
+enamorado...</p>
+
+<p>El acceso de furor de su querido papá le había hecho ver que ya no tenía
+nada que esperar; y, en su desolación, había resuelto aprovechar el
+único medio de aproximarse, por lo menos, a su amado.</p>
+
+<p>&mdash;No era muy bonito eso, corazón&mdash;le digo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sufría tanto lejos de él!&mdash;me responde, como si esa explicación
+pudiera ser satisfactoria.</p>
+
+<p>&mdash;Perfectamente... no había más que hacer. Pero tú, hijo mío, ¿por qué
+no te has acercado a mí y me has dicho: «Tío, yo la amo... ella me
+ama... de modo que déjala estar?»</p>
+
+<p>&mdash;Yo no sabía si ella me amaba&mdash;responde.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cada vez más lindo! Son ustedes dos inocentes; dos corderos...
+¡Completamente!... ¿Y cuándo, pues, lo han puesto todo en claro?</p>
+
+<p>&mdash;Esta tarde, mientras tú dormías.</p>
+
+<p>Y me contaron la cosa: después de la comida, en un solo apretón de
+manos, habían sentido todo el horror de su situación, y, no encontrando
+otra salida, habían resuelto morir aquella misma noche.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo! ¿tú también?</p>
+
+<p>En lugar de responder, ella saca del bolsillo un frasquito de aspecto
+enteramente divertido, con su cabeza de muerto sobre el rótulo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay ahí dentro?</p>
+
+<p>&mdash;Ácido prúsico.</p>
+
+<p>&mdash;¡Diantre! ¿Y de dónde lo has sacado?</p>
+
+<p>Un joven farmacéutico, del que había recibido lecciones de baile, y al
+que había trastornado la cabeza, le había hecho una vez ese encantador
+regalo...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y te ibas a beber eso, perra?</p>
+
+<p>Ella me miró con sus grandes ojos resueltos e inclinó dos o tres veces
+la cabeza... Comprendí muy bien, y sentí un calofrío... ¡por un poco
+más, aquélla habría sido una linda noche de bodas!</p>
+
+<p>&mdash;Pero ahora, ¿qué voy a hacer yo con ustedes dos?</p>
+
+<p>&mdash;¡Sálvanos!... ¡ayúdanos!... ¡ten piedad de nosotros!</p>
+
+<p>Se han arrojado a mis pies y me lamen las manos. Ahora bien: como
+ustedes saben, señores, yo soy un buen muchacho; esa es mi profesión...
+Encontré, pues, un medio de anular cuanto antes mi matrimonio frustrado.</p>
+
+<p>Juan recibió orden de enganchar; y, un cuarto de hora más tarde, llevaba
+a mi desposada de doce horas a Gorowen, al lado de mi hermana, bajo la
+égida de quien debía permanecer hasta que el divorcio hubiera sido
+concedido; por nada del mundo quería volver ella a la casa de su
+padre...</p>
+
+<p>Lotario me preguntó con toda candidez si no podía acompañarnos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Lárgate de aquí cuanto antes, mocoso!&mdash;le dije.</p>
+
+<p>Sé mostrarme severo cuando es menester, señores...</p>
+
+<p>Cuando volví a casa, el reloj marcaba las cinco... Ya no podía más de
+cansancio; las piernas se me entraban en el cuerpo.</p>
+
+<p>Todo estaba en silencio. Antes de partir, había mandado a mi gente que
+se acostara. Al atravesar el vestíbulo, donde ardían las luces todavía,
+vi una puerta rodeada de guirnaldas. Daba al famoso dormitorio cuya
+entrada me había prohibido mi hermana, a fin de que tuviera una gran
+sorpresa el día de mis bodas.</p>
+
+<p>Abrí por curiosidad, y mis miradas se hundieron en una verdadera capilla
+ardiente, de la que se desprendían perfumes desconocidos... Colgaduras
+por todas partes, alfombras... una lámpara de iglesia pendía del cielo
+raso... y, allá, en el fondo, sobre un estrado, se alzaba una especie de
+catafalco, con adornos dorados y un cubrepiés de seda...</p>
+
+<p>¿Y allí dentro era donde habría tenido que dormir yo?</p>
+
+<p>¡Brrr!... hice, cerrando la puerta y escapando tan rápidamente como me
+lo permitían mis cansadas piernas.</p>
+
+<p>Y, una vez en mi aposento encendí mi buena y hermosa lámpara de trabajo,
+que me sonreía como el sol.</p>
+
+<p>Ahí estaba, arrimada contra la pared, mi vieja cama estrecha, con sus
+montantes rojos, su jergón gris y su piel de ciervo raída... ¡Ah
+señores! ¡qué consuelo sentí al verla!</p>
+
+<p>Me quité las ropas, tomé un buen cigarro... Me metí entre las
+cobijas... y me puse a leer un capítulo apasionante de la guerra
+francoalemana...</p>
+
+<p>Y puedo asegurar a ustedes, señores, que nunca en mi vida he dormido
+mejor que en mi noche de bodas.</p>
+
+<p class="c top5">FIN</p>
+<hr class="top15" />
+<table summary="obras"
+cellspacing="3"
+cellpadding="0">
+<tr><td class="lrg" colspan="3" align="center">NOVELAS DEL MISMO AUTOR</td></tr>
+
+<tr><td colspan="3" align="center">PUBLICADAS EN LA BIBLIOTECA DE «LA NACIÓN»</td></tr>
+
+<tr><td align="left">El Deseo</td><td>Vol.</td><td align="left">80</td></tr>
+
+<tr><td align="left">El Pasado indestructible</td><td>»</td><td align="left">220 y 221</td></tr>
+</table>
+
+
+<hr class="full" />
+
+
+
+
+
+
+
+<pre>
+
+
+
+
+
+End of the Project Gutenberg EBook of El molino silencioso; Las bodas de
+Yolanda, by Hermann Sudermann
+
+*** END OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK EL MOLINO SILENCIOSO ***
+
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+ distribution of Project Gutenberg-tm works.
+
+1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
+electronic work or group of works on different terms than are set
+forth in this agreement, you must obtain permission in writing from
+both the Project Gutenberg Literary Archive Foundation and Michael
+Hart, the owner of the Project Gutenberg-tm trademark. Contact the
+Foundation as set forth in Section 3 below.
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+1.F.
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+1.F.1. Project Gutenberg volunteers and employees expend considerable
+effort to identify, do copyright research on, transcribe and proofread
+public domain works in creating the Project Gutenberg-tm
+collection. Despite these efforts, Project Gutenberg-tm electronic
+works, and the medium on which they may be stored, may contain
+"Defects," such as, but not limited to, incomplete, inaccurate or
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+your equipment.
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+1.F.2. LIMITED WARRANTY, DISCLAIMER OF DAMAGES - Except for the "Right
+of Replacement or Refund" described in paragraph 1.F.3, the Project
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+liability to you for damages, costs and expenses, including legal
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+with this agreement, and any volunteers associated with the production,
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+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at https://www.pglaf.org.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Its 501(c)(3) letter is posted at
+https://pglaf.org/fundraising. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at https://pglaf.org
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit https://pglaf.org
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including including checks, online payments and credit card
+donations. To donate, please visit: https://pglaf.org/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart was the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
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+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+ https://www.gutenberg.org
+
+This Web site includes information about Project Gutenberg-tm,
+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
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+This eBook, including all associated images, markup, improvements,
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