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+The Project Gutenberg eBook, El enemigo, by Jacinto Octavio Picón
+
+
+This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with
+almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or
+re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included
+with this eBook or online at www.gutenberg.org
+
+
+
+
+
+Title: El enemigo
+
+
+Author: Jacinto Octavio Picón
+
+
+
+Release Date: June 17, 2009 [eBook #29137]
+
+Language: Spanish
+
+Character set encoding: ISO-8859-1
+
+
+***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***
+
+
+E-text prepared by Chuck Greif and the Project Gutenberg Online
+Distributed Proofreading Team at DP Europe (http://dp.rastko.net)
+
+
+
+EL ENEMIGO
+
+por
+
+JACINTO OCTAVIO PICÓN
+
+SEGUNDA EDICIÓN
+
+
+
+
+
+
+
+MADRID Est. tip. de EL CORREO, a cargo de F. Fernández, CALLE DE SAN
+GREGORIO, NÚM. 8
+
+1887
+
+Es propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la ley.
+
+_¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas: porque rodeáis la mar
+y la tierra por hacer un prosélito: y después de haberle hecho le hacéis
+dos veces más digno del infierno que vosotros!_
+
+(SAN MATEO, Cap. XXIII, vers. 15.)
+
+
+
+
+EL ENEMIGO
+
+
+
+I
+
+
+La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los
+sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado
+del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la
+fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a
+ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero
+saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el
+conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las
+cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla
+pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de
+niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo. El portal
+es estrecho y largo; la escalera, de peldaños altos y empinados, como
+construida adrede para recreo de cabras montaraces. En el principal
+vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de
+presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el
+fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además
+teniente de _Voluntarios de la Libertad_, como entonces se llamaba a los
+milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un
+matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales
+de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en
+que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y
+tinteros de cuerno.
+
+Era la Noche Buena de 1872, y en toda la casa, de alto a bajo, sonaba
+alegre vocerío. El pañero, con varios amigos y _Champagne_ de a tres
+pesetas, solemnizaba un remate de subasta; el sastre obsequiaba a unos
+parientes, a estilo de su tierra, con manzanilla y aceitunas aliñadas
+que llamasen el apetito a honrar la cena, y los cuchareros disponían con
+gente amiga su modesto festejo, saliendo de rato en rato a la escalera y
+dando inútilmente grandes voces por que callasen varios chicos que,
+armados de tambores, parecían dispuestos a ensordecer al mundo. Cada
+piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el
+rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había
+silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior,
+triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el
+bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la
+cena, pero con más modestia y menos regocijo.
+
+Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa:
+
+--¿Está todo?
+
+--Falta que venga Pepe con los postres.
+
+--¿Qué le has dicho que traiga?
+
+--Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la
+trajo la chica del café donde suele ir Pepe.
+
+--¿Y el besugo?
+
+--Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón.
+
+--¿Qué falta?
+
+--Aderezar la lombarda y traer a papá.
+
+--Espera, arreglaremos esto un poco.
+
+Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara
+y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas
+venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la
+cercana Plaza Mayor. Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de
+chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un
+estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a
+todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a
+rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de
+Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que
+estallaba un trueno en la caja de la escalera.
+
+Metiéndose bajo la camilla escarbó doña Manuela el brasero, arropó el
+rescoldo y, designando luego el puesto que había de ocupar cada cual en
+la cena, dijo:
+
+--Tú aquí, papá donde siempre, a su lado Pepe, luego yo, y Millán junto
+a tí; ¿te parece bien?
+
+Leocadia, ocupada en sacar del aparador una botella de tinto y otra de
+Rueda, blanco, hizo como si no hubiese oído.
+
+Era doña Manuela alta, seca de carnes, de aspecto severo y tez rugosa,
+como pintan a las Parcas, pero sin expresión de dureza en el rostro. A
+falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta
+dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus
+labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo
+recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si
+ahora descarnada y amarilla. Algunas hebras negrísimas entre muchas
+canas, y alguna línea suave en el ajado rostro, restos miserables de
+encantos vencidos por el tiempo, atestiguaban de que doña Manuela no fue
+fea, mas sin que la fisonomía ni el talle acusasen picardía o donaire.
+Debió ser guapa moza, pero sosona y pava, y los muchos hijos que tuvo,
+antes que prueba de su amorosa exaltación, fueron fruto de la vehemencia
+marital.
+
+--Mira--prosiguió--pon los almohadones en pila para que tu padre pueda
+extender las piernas.
+
+Después, con tristeza en el semblante y la voz, añadió:
+
+--¡Otra Noche Buena! es decir, un año menos.--Y se entró al gabinete
+inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un
+espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes.
+
+Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la
+mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla,
+que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se
+repartió por igual en todo el cuarto.
+
+El aspecto del comedor era pobrísimo: a duras penas disimulaba el aseo
+la escasez. El papel de las paredes, antes blanco, estaba pajizo, y sus
+dibujos azules, ya tomados del humo, parecían negros. Las patas de las
+sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a
+listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que
+arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba;
+los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios,
+vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en
+banasta de a real y medio la pieza. La mesa estaba cubierta con un
+mantel de granillo, con lista roja en el borde, y sobre su dudosa
+blancura de lejía casera destacaban cinco platos y otros tantos
+cubiertos con sus panes: bizcochada para doña Manuela, que tenía pocos
+dientes, panecillos bajos para Pepe, Leocadia y Millán, y para don José
+rosca muy cocida, pues el viejo hacía alarde del poder de sus
+mandíbulas, única fuerza que le quedaba.
+
+A guisa de adorno veíanse en la pared algunos cuadros; en el testero del
+sofá de guttapercha desquebrajada, casi tocando con el respaldo seboso,
+había bajo cristal convexo un perro de aguas, bordado a realce en
+cañamazo, con una cesta de flores en la boca, y por bajo un letrero con
+estambre a punto cruzado, que decía: _A sus queridos papás: lo hizo
+Leocadia Resmilla. Año de_ 1864. A cada lado del chucho pendían dos
+estampas iluminadas de la novela de _Matilde y Malek-Adel_, y junto a la
+puerta que conducía a la cocina una litografía grande, _A la memoria de
+los mártires de la Libertad_. En lo alto de la composición estaban
+Riego, Torrijos, Mariana Pineda, Zurbano, Lacy, Porlier, y más abajo,
+separados de aquéllos por una nube, se abrazaban Bravo, Padilla,
+Maldonado y Lanuza, a cuyos pies había, como serpiente vencida, una
+cadena enroscada formando caprichosos dibujos. La otra puerta que
+separaba el comedor del gabinete, tenía los vidrios tapados con visillos
+de algodón rojo, y cuando alguien la dejaba entornada, fácilmente se oía
+el _tic-tac_ continuo de un antiguo reloj de pesas, que lanzaba un
+quejido metálico antes que sonase el timbre en cada hora.
+
+Segura de estar sola y de que nadie la veía, Leocadia siguió unos
+instantes mirándose al espejo, con una horquilla entre los dientes,
+atusándose el pelo... Era el tipo de la muchacha madrileña, lista,
+vivaracha, de pocas carnes, bien proporcionada, esbelta, de andar firme,
+cabeza pequeña y talle airoso. Tenía las facciones delicadas, de un
+moreno algo pálido y sin rasgo de notable hermosura; pero en su
+semblante campeaba con tal imperio la gracia, que mirándola, nadie
+echaba de menos la belleza. La línea de su perfil no era pura, ni sus
+ojos pardos eran muy grandes, ni su boca muy chica; pero el conjunto del
+rostro resultaba monísimo: las pupilas parecían estrellas adormiladas,
+la boca un nido de sonrisas inquietas; el mirar y el sonreír formaban
+juntos un mohín delicioso. Sus manos, deformadas por el trajín diario de
+la casa, no eran grandes; y los pies, aun mal calzados, parecían
+pequeños. Su mayor encanto era el tronco del cuerpo. El pecho, ya
+formado, imprimía a la tela del traje una curva preciosa, y el talle
+fino solía tener ondulaciones hechas para inspirar deseos; a veces abría
+y estiraba los brazos, cerrándolos luego perezosamente, cual si en el
+aire hubiese algo que estrechar con amor. Si miraba sonriente, su
+fisonomía parecía sensual; cuando sentía enojo, su rostro cobraba
+expresión de virgen arisca y desabrida. A ratos dulce, a intervalos
+áspera, siempre segura de sí misma, había en ella asomos de energía, que
+antes que a la impresión del momento obedecían a la voluntad. En su
+continente y su figura tenía combinados en extraña mezcla algo de la
+muchacha del pueblo, que tiende a parecer señorita, y mucho de la hija
+de la clase media, que recuerda inconscientemente su origen popular: con
+pañuelo de seda en la cabeza, parecía menestrala; con sombrero de
+flores, daría envidia a una señora. Era un tipo esencialmente madrileño;
+masa que el tiempo y la fortuna modelan a su antojo con las suaves
+líneas de la dama o con los rasgos graciosamente duros de la chula.
+Hasta la voz indicaba en ella el germen de este dualismo: unas veces su
+timbre hería desagradablemente el oído, otras lo halagaba con singular
+dulzura.
+
+--Ven, Leo, vamos a traer a papá--dijo desde el gabinete doña Manuela.
+
+A los pocos instantes, madre e hija, luego que ésta hubo abierto de par
+en par la puerta que daba al gabinete, aparecieron empujando a duras
+penas la butaca en que, esforzándose por estirar las piernas, estaba
+sentado don José.
+
+--¿Lo veis, lo veis?--decía el viejo--mientras tengo dobladas las
+rodillas, todo va bien; en cuanto las estiro, empieza Cristo a padecer.
+Hay que decir a Pepe que mañana arregle las ruedas del sillón, si no,
+vosotras no podéis conmigo.
+
+--No tienen la culpa las ruedas--decía doña Manuela--es que la estera
+está hecha girones. Vamos, ¿qué tal así?
+
+Por fin lograron entre ambas acercarle hasta la mesa dejándole ante su
+cubierto; después Leocadia se metió bajo la camilla para arreglar sobre
+la banqueta los almohadones medio destripados, con objeto de que pudiera
+extender las piernas, y al fin quedó el anciano iluminado de lleno por
+la luz de la lámpara, mostrando en el rostro el cansancio de muchos
+meses de dolor, aunque no los bastantes para borrar de su fisonomía la
+bondad que constituía el fondo de su ser. El pelo y el bigote canos; las
+arrugas, cierta tendencia a dejar caer sobre el pecho la cabeza, y,
+sobre todo, la mirada débil, como cansada de ver las cosas de este
+mundo, permitían suponer que tenía más de los sesenta. Su padre fue
+mayordomo de un grande de España, quien, por los tiempos en que aún
+llamaban Pepito a don José, le empleó en una oficina pública para que no
+anduviera metiendo bulla todo el día en los pasillos del caserón
+señorial, y aquel rasgo de caritativo egoísmo determinó el porvenir del
+muchacho. Después le enviaron a una provincia, luego a otra y a otra,
+hasta que, traslado este año, traslado al siguiente, anduvo Pepe media
+monarquía. Siendo todavía joven se casó en una ciudad de Levante con
+Manolita, ahora doña Manuela, que al décimo mes de matrimonio comenzó a
+tener hijos y más hijos. Uno nació en Andalucía, otro en Castilla, otro
+en Cataluña... cada permuta, cada traslado, era señal de un
+alumbramiento de Manuela, bondadosa y pacífica mujer de carácter
+apático, que parecía venida al mundo para cuidar una casa y poblar un
+reino. Donde más tiempo permaneció la honrada pareja fue en una capital
+del Norte, en la cual don José trabó amistad estrechísima con el jefe de
+una oficina de Hacienda, a quien con su bondad y mucha práctica
+oficinesca sacó de un grave apuro.
+
+Fue el caso que, cuando el establecimiento del sistema tributario, el
+jefe de don José quedó envuelto en un proceso, no por falta de celo,
+sino por interpretar mal las órdenes nuevas. Sus compañeros y
+subordinados, progresistas todos, que le aborrecían por ser carlista, le
+hicieron tan escaso favor en las declaraciones, y empeoraron tanto su
+situación, que a poco le mandan los jueces a presidio: en cambio, don
+José puso la verdad en alto con su declaración, buscó en el mismo centro
+donde trabajaba pruebas a favor del desgraciado, y sin otra influencia
+que la propia hombría de bien, le salvó de la infamia, y quizá de la
+muerte; así que, cuando don Tadeo Amezcua salió de la cárcel y el fiscal
+de la causa le dijo confidencialmente que don José había sido su ángel
+bueno, no halló en su corazón límites el agradecimiento. Repuesto luego
+en su destino, tras desempeñarlo cuatro meses por dar satisfacción al
+amor propio, hizo dimisión, imaginando que podía ser feliz con la
+fortunita que tenía y con amigos como el que tan noblemente le amparó.
+
+Algún tiempo después de este pequeño drama burocrático sentimental,
+parió otra vez doña Manuela, y estando convaleciente, llegó de Madrid
+para don José uno de los pliegos oficiales que tanto trastorno le
+causaban: su traslado a Valladolid, con la orden ineludible de ir
+inmediatamente a tomar posesión del nuevo cargo. ¡Aquéllos fueron
+apuros! Estuvo a punto de enloquecer; pero su amigo Amezcua le sacó del
+trance. Hízose don Tadeo cargo del recién nacido, entregándoselo,
+después de apadrinarle, a una honrada mujer, esposa de un colono en
+tierras que por allá tenía; dio dinero a don José para el viaje, y
+cuando ya restablecida Manuela, les despidió al pie de la diligencia
+que había de conducirles a Castilla, les dijo en su lenguaje, algo
+anticuado y poco natural, pero realmente sincero:--«Marchen ustedes
+tranquilos. No me pesa la gratitud, pero quiero, para acabar de cimentar
+nuestro afecto, que ustedes me deban algo. Yo cuidaré del niño al igual
+que si fuera mío, y cuando le asciendan a Vd. o salga Vd. de pobre, en
+fin, cuando convenga, yo mismo iré a llevarle donde ustedes estén: si es
+pequeño, irá bien criado; y si es mayorcito, educado como Dios manda; en
+lo físico, hecho fuerte mozo; en lo moral, hecho todo un hombre.»
+
+Triste era la separación, pero la necesidad fue ley. Partiéronse a
+Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no
+llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se
+consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en
+cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José
+era padre de otra criatura.
+
+Aparte tan raro modo de tener que confiar un hijo a manos extrañas, y
+exceptuada la fecundidad de Manuela, la existencia de don José no fue
+tal que pudiera tejerse con ella una novela.
+
+En cuantas ciudades estuvo, el trabajo consumió sus días, sus noches el
+café y sus ocios la lectura de periódicos, a que era muy aficionado,
+prefiriendo los progresistas: a la casa, quizá por no considerarla nunca
+segura, la tuvo siempre poco o ningún apego. A cada traslado hacía
+almoneda, y así pudo referir cuando viejo que en tantos o cuantos años
+de servicio había dormido en cuarenta y dos camas, pasado por veintiuna
+oficinas y obedecido a más de treinta jefes, ninguno de los cuales pudo
+quejarse de él. Don José había nacido para empleado; su escasa
+inteligencia no le permitía el lujo de tener ideas propias, y además
+carecía de carácter e iniciativa para exponerse a ser mártir por meterse
+a reformar rutinas. Sus impresiones, por lo general poco intensas, le
+mantenían igualmente alejado del entusiasmo y la apatía: su gran virtud
+era amar el trabajo con esa honrada tenacidad de las medianías que
+alcanza el envidiable nombre de constancia. Algo había, sin embargo, que
+le sacaba de quicio: el carlismo. Para hablar contra el _tigre del
+Maestrazgo_, poner a don Luis Fernández de Córdova por cima de
+Zumalacárregui y por las nubes a Espartero, se le animaban los ojos, su
+lengua cobraba fuerza, sus palabras color, y hacía prodigios con la
+memoria. Sabía pormenores de cuantas batallas, combates, encuentros y
+marchas hicieron ambos ejércitos desde las primeras intentonas de don
+Carlos María Isidro hasta el abrazo de Vergara; así que, por los meses
+en que da comienzo la acción de este relato, seguía con interés
+grandísimo el segundo importante alzamiento de los absolutistas, a
+quienes llamaba siempre _facciosos_, porque esta palabra le parecía
+envolver algo ofensivo. Como no salía de casa, su principal afán era que
+le compraran periódicos, suplementos, hojas volantes o extraordinarios,
+que por aquel año de 1872 se publicaban en prodigioso número, y cuantos
+amigos iban a verle sabían que su conversación favorita era el curso de
+la guerra, cuyas noticias él comentaba con recuerdos de la campaña del
+33 al 40, y de los movimientos militares de entonces, que ahora, en
+concepto suyo, debían repetirse. Pero lo que realmente impresionaba
+escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas,
+hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción
+completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al
+carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos
+que tal hacían. Limitábase a juzgarles en cuanto jefes militares de
+mayor o menor importancia, pero sin atreverse a descargar su
+indignación sobre ellos porque, siendo ministros de paz, salieran al
+campo a matar prójimos. Algunas veces, por frases que se le escapaban,
+daba a entender que no quería bien al clero, mas nunca salían de sus
+labios improperios ni frases agresivas; y si alguien las pronunciaba en
+su presencia, no sólo se abstenía de hacerle coro, sino que procuraba
+torcer el giro de la conversación. Las personas de su intimidad,
+sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros
+al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de
+elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que
+con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su
+parecer sobre la gente de sotana. Respecto a condiciones morales, era lo
+que el vulgo llama un bendito. Su fidelidad a Manuela, aun en la época
+de su juventud, rayó en lo increíble, y con los hijos se caía de puro
+bueno. Uno de sus mayores placeres consistía en que Leocadia le leyera
+los periódicos, cuyas noticias de la guerra comentaba, como hablando
+consigo mismo, mientras liaba los pitillos que había de fumar al día
+siguiente. En estos momentos desplegaba tesoros de erudición,
+refiriendo muchas anécdotas de Olózaga, O'Donnell, González Brabo,
+Sixto Cámara, Calvo Asensio y Fernández de los Ríos. Otro de sus motivos
+favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a
+los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le
+entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en
+cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella
+dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar. Muchas veces
+decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía
+Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos
+políticos fue el 66.»
+
+En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan
+Prim. «¡Si él viviera--repetía con frecuencia--no tendríamos guerra
+civil!»
+
+Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió _La Correspondencia_.
+
+--Déjate ahora de papelotes, papá; Pepe y Millán traerán noticias.
+
+--Bueno, hija, bueno; pero al menos léeme los partes tomados de la
+_Gaceta_, aunque esa no dice nunca la verdad.
+
+Leocadia cogió el periódico y, aproximándose a la luz, leyó así:
+
+«MINISTERIO DE LA GUERRA.--Extracto de los despachos telegráficos
+recibidos en este Ministerio hasta la madrugada de hoy:
+
+»_Cataluña_.--El Brigadier Arando sostuvo anteayer una acción con todas
+las facciones reunidas de la provincia de Gerona, a las que batió,
+causándoles bastantes bajas. El Teniente coronel Pina atacó con su
+columna a las facciones reunidas de Cosco, Torres, Baltondra, Ferrer y
+Moliné, que, en número de 400 hombres, se hallaban en Olsana exigiendo
+la contribución. El enemigo abandonó el pueblo, dejando en poder de la
+tropa 13 prisioneros, entre ellos el citado Moliné y otros Oficiales,
+causándoles 11 muertos, figurando en este número el cabecilla Cosco, y
+apoderándose además de 24 fusiles rayados y otras armas y efectos de
+guerra.
+
+»_Provincias Vascongadas_.--Perseguida por la columna Arana la partida
+de latro-facciosos capitaneada...
+
+ * * * * *
+
+(Don José, interrumpiendo):--¡Eso es! ¿Latro, latro-facciosos!
+
+Leocadia continuó:
+
+ * * * * *
+
+».....capitaneada por Soroeta, retrocedió anoche desde Goizueta a unos
+caseríos del monte Oyarzun. En la provincia de Vizcaya, según las
+últimas noticias, no quedan más que los dispersos de la partida
+Maidagan. En el resto de la Península no ocurre novedad extraordinaria.»
+
+ * * * * *
+
+De pronto sonaron en la puerta de la casa dos aldabonazos.
+
+--Ahí está tu hermano; baja, hija, baja.
+
+Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin
+precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por
+risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes,
+pero de tipo distinto. Pepe era en varón lo que su hermana Leocadia en
+mujer; un madrileño de pura raza, pálido, de mirada inteligente, mediana
+estatura, palabra fácil y movimientos rápidos: el otro era su amigo
+Millán, que hacía el amor a Leocadia. Pepe vestía como señorito pobre:
+Millán como trabajador a quien siendo limpio le falta tiempo para
+acicalarse. El primero, acercándose a su padre, le besó como pudiera
+hacerlo un niño; y el segundo, antes de saludar, dirigió una mirada a la
+puerta del pasillo por donde había vuelto a marcharse Leocadia con dos o
+tres paquetes que trajo su hermano.
+
+--¿Lo ves, papá?--dijo Pepe.--Cuando vengo solo, tarda esa media hora en
+abrir; hoy, como sabía que éste venía conmigo, ha bajado la escalera a
+saltos.
+
+Millán, interrumpiéndole, se aproximó a la mesa y comenzó a dar
+conversación a don José, por esquivar las bromas de su amigo:
+
+--Sabrá Vd. que las partidas de Gerona se han disuelto... Lo grave es
+que por el Baztán han entrado dos jefes con cien hombres, y que unidos a
+otra partida, cerca de Estella, andan ya por las inmediaciones de
+Pamplona.
+
+--La _Gaceta_ no dice nada, al menos _La Correspondencia_ no lo copia.
+
+--Pero el Gobierno lo sabe, y en el Ministerio de la Guerra no se habla
+de otra cosa. El hermano de un cajista de casa está de escribiente en la
+Dirección de Infantería, y allí lo ha oído.
+
+--Y por el Maestrazgo, ¿no hay nada?
+
+--Todavía...
+
+--Como no tengan mano de hierro, estamos perdidos.
+
+--Eso no; la guerra podrá durar lo que la otra, pero a Madrid no vienen.
+
+--La cena es la que viene ahora--dijo doña Manuela, entrando con una
+cazuela entre las manos.
+
+En un papel de cigarrillo pudo haberse hecho el _menú_ de aquella pobre
+gente: el clásico besugo, ensalada de lombarda, leche de almendra y los
+postres traídos por Pepe; no había más. La botella de Rueda estaba
+destinada a don José, que daría un par de copas a Millán. Los demás
+acordaron decir que el vino blanco les irritaba mucho. De allí a poco no
+quedó del besugo sino la raspa; de la ensalada, ni una hoja.
+
+--Vaya a la salud de esas piernas--decía Millán, apurando un trago y
+mirando de reojo a Leocadia.
+
+--¡No volverán a correr como corrieron!
+
+--Todo vuelve, don José, todo; ya ve Vd., hasta los carlistas.
+
+Doña Manuela, picada de no haber escuchado todavía un elogio para su
+guiso, comenzó a tronar contra la política.
+
+--No sabéis hablar de otra cosa. Pues dejarles que vengan. Peores que
+estos que mandan ahora no serán.
+
+--Calla, mujer. ¡Tú que sabes! Sería un horror. Vosotros--añadió el
+viejo, dirigiéndose a los muchachos--no tenéis idea de lo que hicieron
+la otra vez. Siete años duró; la gente no podía salir de las ciudades,
+fusilaban hasta niños y mujeres... Sería una vergüenza... ahora que el
+ejército está bien armado y mejor vestido. En la otra guerra se batieron
+con fusiles de pistón y hasta de chispa, y llevaban en invierno
+pantalones de hilo.
+
+Leocadia se levantó para ir a buscar la leche de almendras, y volvió en
+seguida trayendo la sopera.
+
+--Y todo eso en defensa de la religión--dijo Millán en tono de burla.
+
+--La religión no tiene nada que ver en esto, hijos míos. Cuando se
+alzaron en armas contra Fernando VII, nadie había maltratado a la
+religión; durante la guerra, los batallones cristinos gastaban más
+tiempo en misas que en ranchos; los liberales eran casi más devotos que
+los absolutistas; nadie se había metido con la Iglesia; y luego, eso ya
+lo habéis alcanzado vosotros, lo de San Carlos de la Rápita tampoco tuvo
+que ver nada con la religión. No hay más sino que cuatro provincias
+quieren imponer la ley a toda España. ¡Si viviera don Juan! ¡Ese sí que
+era hombre! ¡Buena está la leche de almendras! En fin, ya hemos cenado.
+¡Otra Noche Buena! ¡Quién sabe de aquí a la que viene!...
+
+--La pasaremos juntos como esta--añadió Millán--quizá más
+unidos;--diciendo lo cual miró a Leocadia, que bajó los ojos, entre
+esquiva y pudorosa.
+
+--Sobre todo, la pasaremos con Tirso--dijo doña Manuela.--Ya es tiempo
+de que vivamos juntos. Verle llegar ahora, va a ser como parir de pronto
+un hijo de treinta y cuatro años.
+
+--¿Han vivido ustedes siempre separados?
+
+--Casi toda la vida. Ya te hemos contado cómo fue lo de dejarle con don
+Tadeo. ¿Qué habíamos de hacer? Hemos corrido más provincias que tiene el
+mapa. Don Tadeo le tomó mucho cariño: ¡eso sí! No le hubiese tratado
+mejor aunque fuera hijo suyo. Lo único que me supo mal, fue lo de
+hacerle cura; pero no pude evitarlo. Si al menos fuera un cura como
+Muñoz Torrero o Venegas, o Martín Velasco...
+
+--Calle Vd., por Dios, don José. ¿Curas liberales? ¡Son los peores!
+
+Pepe, Leocadia y la madre callaban, sintiendo que se hablara de aquello,
+porque don José en tales casos acababa poniéndose de un humor de todos
+los diablos; pero Millán, que desde tiempo atrás tenía deseos de saber
+la historia del caso, fue poco a poco obligando al viejo a que la
+contara.
+
+--Ese don Tadeo estaría entregado a gente de iglesia...
+
+--Cabalito: era un sujeto buenísimo, pero de los que se comen los
+santos, y que hiló el negocio con gran finura. Tomó cariño a Tirso, eso
+es indudable. Creo yo que lo primero que se le ocurrió fue darle
+carrera, sin fijarse en cuál, hacerle hombre; luego sus ideas, sus
+relaciones... Cuando me trasladaron de Granada a Zamora, hizo el viaje
+con el chico sólo para que yo le viera; tenía ya doce años; aquello se
+lo agradecí mucho, porque únicamente le había visto en dos escapadas
+cortísimas que hicimos esa y yo desde Valladolid. Quisimos recoger al
+muchacho entonces, en Zamora, pero por un lado, ya comprenderás, las
+consideraciones a lo mucho que debíamos a don Tadeo... él insistió en
+que no se le quitáramos; decía que Tirso era tan bueno, que le había
+tomado tanto cariño... Además, la situación nuestra no era buena, es
+decir, nunca lo ha sido, jamás hemos podido ahorrar nada. Ahora, si no
+fuese por la jubilación, ignoro cómo viviríamos. En fin, para concluir,
+cuando don Tadeo nos escribió que Tirso quería ser cura, ya le había
+metido en el Seminario. ¿Qué íbamos a hacer? Aunque tuviera yo más
+energía que un león... pues: ¡aguantarme! ¡Cualquiera se arrisca a
+luchar con gente de iglesia!...
+
+Al llegar aquí calló, temeroso de que se le fuera la lengua.
+
+--¿Pero él tenía vocación?
+
+Pepe, que hacía ya rato daba señales de impaciencia, no pudo aguantar
+más, y rompió diciendo entre burlón y enojado:
+
+--¡Vocación! ¡Vocación! ¿Quién sabe lo que es eso? Podrá sentirla el
+hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como
+era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de
+consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un
+secuestro _ad mayorem Dei gloriam!_
+
+--Sí--respondió Millán--como cuando se meten los jesuitas en familia
+donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.
+
+--Exactamente lo mismo, chico. Pero es preciso ser justo. En este caso
+hubo una notable diferencia a favor de don Tadeo, que era un fanático
+exageradísimo, y sin embargo, un hombre muy bueno. Él debió
+indudablemente encargarse de mi hermano por pagar a papá el favor aquel
+de la causa que ya te hemos contado; luego sus ideas, sus amistades con
+gente de iglesia, la influencia que sobre él ejercían sus amigotes, su
+horror a que el muchacho aprendiera lo que se aprende en los libros
+contra esa pillería, el no querer enviarle, siendo su ahijado, a un
+centro de enseñanza donde los realistas de la provincia no querían
+enviar a sus hijos, todo esto contribuyó al pecado. No hubo en él, al
+principio, maldad de intención: don Tadeo creyó hacer una acción
+meritoria, casi una obra de caridad. No se fijó en que robaba un hijo a
+sus padres; su propósito fue poner una voluntad al servicia de Dios.
+
+--Vamos, una calamidad hecha hombre.
+
+Doña Manuela callaba porque, aun disgustándole la forma en que su hijo
+se expresaba, comprendía que no le faltaba razón: Leocadia, acostumbrada
+a escenas parecidas, casi no escuchaba, por tener todo aquello oído
+hasta la saciedad. Además, lo que absorbía su atención, por el momento,
+era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos
+debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y
+favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde
+que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza
+signos de asentimiento mientras habló Pepe.
+
+--Tienes razón en todo, hijo mío; don Tadeo quiso hacer un bien y nos
+fastidió. Porque, la verdad, quien es de la Iglesia, sólo es de ella.
+Hay días en que me parece que no tengo tal hijo.
+
+Doña Manuela, sin ser devota, pues el echar criaturas al mundo no la
+dejó tiempo para ello, profesaba cierto respeto inexplicable e
+inconsciente a las cosas y personas sagradas: sobre todo, desde que su
+hijo mayor se hizo cura, comenzó a tener una como sombra de veneración
+indeterminada y vaga a la clase sacerdotal; así que, cuantas veces
+asistía a semejantes diálogos, pasaba un mal rato. Su falta de
+ilustración y su escaso sentimiento religioso, no podían prestarle armas
+para luchar; pero le dolía que siendo Tirso clérigo, y habiendo por el
+mundo tanta gente que les guarda consideración, su otro hijo les mirase
+con tan malos ojos.
+
+--¿Qué edad tiene ahora?--preguntó Millán.
+
+--Echa la cuenta: de los tres hijos que nos quedan, es el mayor; nació
+el año de 38, tiene ahora treinta y cuatro; luego va éste _(por Pepe)_,
+que tiene veinticuatro, y esa _(por Leocadia)_, que cumplirá pronto diez
+y nueve.
+
+--Si hubieran vivido los otros, serían siete, y a todos los he criado
+yo--añadió con cierto orgullo la madre--menos a Tirso. Ahora, por vez
+primera, vamos a vivir juntos.
+
+--¡Ojalá vivamos en paz!--dijo Pepe.
+
+--¡Ave-María Purísima! ¡Qué cosas tiene este hermanito que Dios me ha
+dado!
+
+--Lo digo en serio, y no me importa que lo sepáis. Tengo miedo a la
+venida de Tirso; la deseo y la temo.
+
+Don José callaba tristemente; aquello no le agradaba; pero desde que se
+supo la próxima llegada a Madrid de su hijo mayor, tenía el alma
+combatida por los mismos presentimientos que agitaban a Pepe, y
+escuchándole hablar, le parecía oírse a sí propio.
+
+--Por nuestra parte--prosiguió Pepe--nadie ha de turbar esta armonía.
+Aquí, lo has visto desde que nos conoces, Millán, mis padres viven para
+ésta y para mí; nosotros para ellos. Estos muebles, que tienen más años
+que yo, no han oído nunca una disputa ni la menor falta de respeto.
+Leocadia y yo tratamos a los viejecitos con más mimo que chico a juguete
+nuevo. ¿Sabes por qué? Porque no nos hemos separado nunca, ni nos hemos
+acostado una sola noche sin besarnos, ni ha tenido uno dolor que no lo
+sea de los demás, ni ha callado ninguno una alegría, ni ha comido nadie
+un bollo sin guardar a los otros, ni se ha hecho un traje sin pensar
+cuánta ropa tenía cada uno; en una palabra, chico, nuestras ideas, en mí
+por convicción, en mis padres y en ésta por bondad, lo han supeditado
+todo al cariño, atesorándolo día por día y hora por hora, sin mezcla de
+egoísmo, sin compartirlo con nadie... (A don José se le humedecían los
+ojos de gusto.) Y ahora vendrá Tirso, educado lejos de nosotros, hecho
+un hombre... y le recibiremos con los brazos abiertos. Por mi parte,
+estoy deseando que llegue: a más cuidados tocará papá cuantos más seamos
+en casa. Pero... ¡sabe Dios!
+
+--No hay pero que valga; parece que se te queda algo dentro del cuerpo;
+pues es tan hermano tuyo como ésta, que yo misma os he parido a todos.
+
+--No entiendes lo que he querido decir, mamá. Para nosotros todas las
+dichas de la tierra están dentro de estas paredes; podemos, o procuramos
+dárnoslas unos a otros. Cuando venga Tirso le oirás hablar de distinto
+modo, y verás cómo hay en él alguna aspiración, alguna idea que
+sobrepuja al cariño que nos tenga.
+
+--Vaya, ¡ya pareció aquello! las ideas de ahora; calla, hijo, calla.
+
+--Al tiempo, madre, al tiempo.
+
+Habían concluido de cenar. Los ruidos de la calle inmediata iban cesando
+poco a poco; percibíase más claro el lejano campaneo de alguna iglesia,
+que anunciaba la Misa del Gallo; los chicos de las latas de petróleo
+seguían pasando de rato en rato por la calle Imperial, y de los otros
+pisos de la casa subían, a intervalos desiguales, cantares, villancicos,
+carcajadas, gritos y algún maullido de gato que estaba toda la noche
+oliendo besugo sin comerlo.
+
+--Quitaremos la mesa--dijo doña Manuela, y comenzó por guardar para don
+José lo poco que quedara de la perada y del turrón.
+
+--¿Quiere Vd. que le acostemos entre ese y yo?--preguntó Millán al
+enfermo.--Van a dar las doce; en vilo le llevaremos a Vd. a la cama.
+
+Como antes hicieron doña Manuela y Leocadia, Pepe y Millán fueron
+empujando la butaca desde el comedor al gabinete en cuya alcoba dormía
+don José; Leocadia se quedó doblando el mantel y las servilletas. Un
+momento después, don José se despedía desde dentro diciendo a Millán,
+que había vuelto a salir al comedor:
+
+--Si hay noticias, ven mañana, ¿eh? y tráeme algún periódico, que es la
+única distracción que tengo.
+
+--Descuide Vd., no faltaré. Adiós, doña Manuela; que pasen ustedes
+buenas noches, y de hoy en un año. Adiós, Leo. ¿Quién hace el favor de
+bajar a abrirme?
+
+La muchacha, que dormitaba en la cocina, acompañó a Millán. Cuando subió
+de abrirle la puerta de la calle, estaban los dos hermanos sentados en
+el comedor junto a doña Manuela.
+
+--Esperemos a que papá se duerma--decía Leocadia--no sea que nos oiga.
+
+Dejaron pasar un rato; Leocadia destrenzó mientras tanto el escaso pelo
+a su madre, recogiéndoselo con un par de horquillas, y luego hizo lo
+mismo con sus largos rizos castaños. Pepe encendió un pitillo y examinó
+la lámpara, como quien ha de utilizarla hasta tarde, para que luego no
+faltara petróleo.
+
+--Mucho escribes, hermano.
+
+--Yo, cuando quiero a alguien, no soy como tú, que apenas haces caso de
+Millán. Pues mira: sus intenciones no pueden ser más claras. Esta noche
+he dicho yo eso de que bajabas pronto a abrirme cuando imaginabas que él
+venía; pero, en fin, allá tú. A mí me parece que no estás muy expresiva
+con él.
+
+--¡Tiene gracia! ¿Quieres que me le coma con la vista? ¡Ni que fuera una
+estampa!
+
+--No vayas a pensar que quiero meterte el novio por los ojos. Lo que te
+digo es que, aunque vivieras cien años, no encontrarías uno mejor.
+
+--¿Es príncipe?
+
+--Sí; como tú princesa.
+
+--Pues hijo, tú bien haces el amor a una señorita de coche.
+
+En esto se asomó al gabinete doña Manuela.
+
+--Hijos, ya está medio dormido: vamos a hablar pronto cuatro palabras,
+que estoy rendida y quiero también acostarme.
+
+--Pues mira, mamá, lo que hay que hablar es poco; pero no queda más
+medio que decidir algo. La botica se lleva un dineral; es necesario
+gastar menos en todo lo demás. Yo voy a hacer un trabajo para don Luis,
+que de fijo me pagará bien; pero con lo que esto produzca no hay que
+contar hasta el mes que viene.
+
+--Bueno; lo primero es despedir a la chica: aunque no son más que
+treinta reales, algo es algo. Mañana llevará ésta a empeñar la colcha de
+Filipinas y los candeleritos de plata.
+
+--Lo que debíamos hacer es suprimir parte del gasto diario--dijo
+Leo.--Que no traigan carne más que para papá, y con decirle que coma en
+su cuarto para moverse menos, luego nosotros nos venimos al comedor, y
+así no se entera.
+
+--Yo, con tres cajetillas a la semana tengo bastante. Además, don Luis
+me da algunos puros y los guardaré para picarlos. ¿Os han dicho algo de
+la tienda?
+
+--Si--repuso Leocadia--por cada docena de pañuelos pagan, según el
+dibujo, de veinticuatro a treinta y seis reales, y tengo yo que poner lo
+que haga falta.
+
+--En resumen--dijo Pepe haciendo números con un lápiz al margen de _La
+Correspondencia_, y murmurando entre dientes las cifras del
+cálculo--tenemos veintisiete duros de la paga de papá, con diez y ocho
+de mi sueldo, son cuarenta y cinco, y unos ocho o diez que le den a ésta
+por los bordados... de cincuenta y tres a cincuenta y cuatro duros al
+mes: quitando los veinte, lo menos, que hay que dar a la lonja por los
+plazos, y el pico que falta del sastre, quedarán unos treinta y cuatro
+duros... pongamos a duro diario para el gasto de la casa... la botica es
+la que nos pierde.
+
+--Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta...
+¿Qué haríamos?
+
+--Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a mí: creo que don
+Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor
+que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y tú, fea, cara de mona, hasta
+mañana.--Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor.
+Cogió luego la candileja que había en la cocina, fue con ella a su
+cuarto, volvió trayendo sobre un cartapacio grande tintero, plumas,
+papeles, sobres y tres o cuatro libros, y colocándose lo mejor que pudo,
+se sentó ante la camilla.
+
+Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros,
+escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos,
+cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo
+preparado para que lo aprovechara otro. Cuando en el reloj cercano
+sonaron las tres, el pobre muchacho tenía ya la cabeza pesada, la vista
+insegura, y su hermoso busto, inclinado aún hacia la mesa, aparecía
+envuelto en una nube de humo que habían dejado en la atmósfera del
+cuarto los pitillos consumidos, cuya ceniza, movida por la respiración,
+revoloteaba sobre las hojas de los libros. Todavía continuó llenando
+cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente,
+recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes. En seguida
+sacó un plieguecillo para una carta, y quedándose un instante como
+ensimismado, pensó: «La escribiré, por si no nos vemos mañana.» Luego,
+al buscar los sobres, como hubiese entre ellos uno mayor y más pesado,
+lo abrió, sacando de él dos o tres cartas y un retrato de mujer, el de
+la señorita de coche que mentó Leocadia, y contemplándolo un momento,
+murmuró: «¡Qué bonita es!» En seguida, sin que ningún ruido le
+distrajese, entregado con alma y vida a sus ideas, tomó el plieguecillo
+y comenzó a escribir:
+
+«Adorada Paz:...»
+
+
+
+II
+
+
+Pepe y Millán se conocieron en 1862, cuando a los catorce o quince años
+cursaban en el Instituto del Noviciado _primero de latín_.
+
+Eran ambos entonces de escaso desarrollo físico, pero inteligentes,
+guapos, listos sin exceso de picardía, y avisados sin sobra de malicia.
+En su organismo endeble de madrileños criados en casas pobres,
+prevalecía su entendimiento de niños educados junto a personas mayores
+que, sin velar nada, hablan de todo libremente. Pepe era delgado, alto,
+larguirucho, con el pelo rubio, rizoso y arremolinado, que dicen ser
+indicación de genio vivo. El mirar penetrante de sus ojos parecía, al
+fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas
+brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de
+respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se
+le trocaba en calma para oír. Desde pequeño, una incredulidad instintiva
+le hizo regocijarse menos que otros chicos con los cuentos de brujas, y
+siendo mayorcito, siempre tuvo en los labios el _¿cómo?_ y el _¿por
+qué?_ A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que
+tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar,
+pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo
+que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle,
+con lo cual quedaba tranquilo y obediente. Su precocidad no era la que
+consiste en el temprano desarrollo de algunas facultades, sino en cierta
+serenidad de juicio que, dominando sobre las impresiones, le impulsaba a
+rechazar lo que su entendimiento no alcanzaba. Había que explicárselo
+todo, y la señal de que lo comprendía era una docilidad encantadora.
+Jamás consiguió una criada divertirle con gigantes de los que tragan
+carne cruda, hazañas de ladrones ni aventuras maravillosas de princesas
+encantadas; pero si escuchaba a sus padres sucesos reales, casos
+vívidos, algo en que hubiera verdad, entonces, con los ojitos muy
+abiertos, como perrillo a quien enseñan golosina, se estaba quieto,
+esperando que la relación terminara, para hacer luego preguntas y más
+preguntas acerca de lo que no podía entender. Con una sonrisa muy
+burlona rechazaba lo que repugnaba a sus ideas aniñadas, y a veces, las
+frases que se le ocurrían, si no por el propósito, tenían por la
+entonación algo de sátira.
+
+Millán era más inocentón, más chico; había menos dificultad para
+engañarle, y era también de mayor robustez y dado a juegos más
+arriscados. La savia de la vida, que el primero tenía como reconcentrada
+en el cerebro, había tomado en el segundo forma de energía física. Uno
+era de la estirpe de los que piensan, otro de la raza de los que
+obedecen. Viéndoles jugar juntos, resultaba Pepe voluntarioso, porque
+Millán parecía plegarse a sus caprichos; pero, a poco que se les
+observase, era fácil notar que la pasividad de éste no era sino el
+reconocimiento implícito e instintivo de la superioridad de aquél.
+Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello,
+dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en
+todo lo restante era de Pepe la primacía. En hacer espadas de palo,
+cortar tablas, correr al marro, saltar al paso, trepar por rejas y
+encaramarse a tapias, no hallaba Millán competidor: para lograr premios,
+disculpar travesuras y evitar regaños, tenía Pepe especial ingenio.
+Sabía esperar para pedir a tiempo, dejar pasar los primeros instantes de
+un enfado, no irritar el disgusto con respuestas y evocar, en ocasión
+propicia, el recuerdo de lo ofrecido.
+
+Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín
+y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía
+aborrecibles a Virgilio y a Cicerón. Formaron una sociedad de socorros
+mutuos para apuntarse la lección, ahorrarse trabajo al traducir,
+buscando juntos los significados en el diccionario y responder, al pasar
+lista, uno por otro: hasta llegaron a reunir en común la colección de
+sellos de franqueo que por entonces hacía todo chiquillo madrileño. Al
+principio sólo se veían en el aula o en el claustro del Instituto, que
+tiene entrada por la calle de los Reyes; luego se encontraron en el
+camino al venir de sus casas, y lo anduvieron juntos, esperándose
+recíprocamente en la plaza de Santo Domingo, donde llegaban casi a la
+misma hora. Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de
+Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la
+calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado,
+haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la
+atención. Las mañanas de invierno compraban buñuelos, las tardes de
+verano chufas, y en todo tiempo alfeñique, mojama, garrofa o caramelos
+de a ochavo; pero su verdadera delicia consistía en repartirse una
+cajetilla de pitillos, sin que jamás llegasen a reñir sobre quién
+gastaba un cuarto más o menos. Durante el primer curso conservaron el
+aspecto algo encogido de chicos criados entre faldas y limpios de
+lenguaje, no hechos a la libertad de andar solos por la calle; mas al
+poco tiempo fueron abriendo oídos a la malicia y teniendo la lengua
+pronta para la desvergüenza: entróseles la picardía al pensamiento como
+ciencia infusa, aprendieron a decir palabrotas, pegóseles algo de ese
+impudor que se recoge al paso, y aumentaron su vocabulario con frases
+soeces y giros achulados, cuyo sentido acaso no entendían, repitiendo
+tales cosas por imaginar que hablando gordo harían viso de hombres
+bragados. No por esto se malearon, y aquellas obscenidades y ternos que
+empleaban entre sí, pero que ante nadie repetían, fueron como un cieno
+que, si les ensució la boca, no les llegó a manchar el alma.
+
+Una mañana que faltó a su clase un catedrático, se marcharon con otros
+chicos a jugar a la Era del Mico, y esta escapatoria fue para ellos una
+revelación. De entonces en adelante, cuando calculaban que podían
+preguntarles la lección, iban a clase; pero los más de los días, luego
+de pasada lista, se escurrían, o pinchándose las encías y manchándose el
+pañuelo, fingían echar sangre por las narices para que les dejaran
+salir, renegando de la declinación y el hipérbaton latino como de las
+mayores infamias que inventaron hombres. De esta época data en la
+historia de su vida la larga serie de correrías que hicieron por Madrid,
+evitando siempre ir por calles céntricas donde pudieran hallarse de
+manos a boca con quien diera en sus casas noticia del encuentro. Así
+llegaron a conocer palmo a palmo cuantos paseos, carreteras y cuestas
+rodean a la Corte, yéndose a pies que queréis por esas rondas, como
+hidalgos de leyenda que marchan a ver tierras, y por entonces debió ser
+cuando en casa de Millán el padre de éste, y en la de Pepe su madre,
+notaron que los chicos rompían zapatos como si lo hicieran a porfía. El
+famoso Marco Polo en lo antiguo, y Livingstone o Stanley en estos
+tiempos, fueron junto a ellos exploradores de poco más o menos. ¿Qué
+mayor expedición que ir desde el Noviciado a la Puerta de Hierro
+haciendo escala en el Puente Verde para llamar _¡todas! ¡todas!_ a las
+lavanderas del río? ¿Pues y el viaje a Moratalaz o Amaniel para ver
+hacer el ejercicio a la tropa? ¿Y el ir a extasiarse ante los puestos de
+San Isidro, en vísperas de romería, o marcharse en invierno a ver si se
+había helado el Canal del Lozoya? Lo que nunca se les ocurrió fue tomar
+partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de
+Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta,
+robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío. En
+cambio, les divertía mucho ver en Palacio la parada o estarse en Santa
+Cruz oyendo a los charlatanes perorar desde el pescante de un simón
+vendiendo _grasa de león para quitar manchas_ o diciendo que tenían
+polvos para matar los _insetos solitarios del estómago, que es el
+intestino donde se mete la comida_. ¿Y el caudal de conocimientos que
+adquirieron? Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los
+días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las
+cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la
+construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios
+nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los
+balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta
+hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las
+tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol. No quedó rincón
+madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del
+Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo,
+ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres
+favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas
+de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a
+retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un
+respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II
+presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la
+Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de
+Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió
+a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia
+había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada
+erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las
+biografías latinas de Cornelio Nepote y los _Trozos escogidos_, que a
+ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable! A clase de
+Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y
+Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando
+no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo _apretaban_, y a
+primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y
+con el susto fuera del cuerpo. De esta suerte, paseando mucho y
+estudiando algo, pero asimilándose su inteligencia fácilmente lo que
+aprendían, llegaron a ser un término medio entre el estudiante sorbedor
+de textos, que suele al fin no servir para nada, y el pigre holgazán,
+que degenera en pillastre.
+
+Hacia 1868 se graduaron de bachiller, siendo ya dos mocitos que echaban
+requiebros a las modistas, y poco después sus familias determinaron
+darles carrera. Ambos padres decidieron que estudiaran leyes. En don
+José, que era un español a la antigua y para quien no había profesión
+seria sino refrendada por un título académico, influyó mucho el recuerdo
+de la respetabilidad que a sus ojos tuvieron los oidores y magistrados
+de chancillerías y audiencias mientras él andaba de provincia en
+provincia como humilde empleado. No se le ocultó que había de costarle
+muchos sacrificios, pero cedió a la tentación de ver a su hijo hecho
+personaje de toga con vuelillos. Para él la abogacía era lo de menos: al
+decir abogado, no concebía al chico defendiendo pleitos sino
+administrando justicia. Millán siguió el ejemplo de Pepe, porque
+estimaba bueno cuanto éste hacía.
+
+La vida de verdaderos estudiantes les duró poco. Ambos tuvieron que
+abandonar la carrera apenas empezada. El infortunio se cebó en sus
+hogares de modo parecido, y aquella amistad de niños, fundada en juegos
+y paseos, fue lazo que vino a estrechar la desgracia.
+
+El padre de Millán tenía en los barrios bajos una modesta imprenta
+donde, por hacer favor a un amigo, tiró varios números de cierto
+periódico clandestino. Una noche le sorprendió la policía, y cerrando
+la imprenta se llevó al dueño al Saladero, donde permaneció, gastándose
+los ahorros en un cuarto de pago, hasta que el 29 de Setiembre las
+turbas le sacaron poco menos que en triunfo con otros presos políticos.
+Lo que no pudo devolverle la justicia popular, enérgica pero tardía, fue
+el dinero prodigado a carceleros y guardianes para que no le molestaran,
+y al escribano para que activara la causa, ni tampoco la parroquia
+perdida con la clausura de la imprenta. Cuando el pobre hombre salió de
+la cárcel, consumida su fortuna, tuvo que resignarse a ser oficial de
+cajista. A sus años el golpe era demasiado duro, y una afección crónica
+que tenía en los ojos se le agravó tanto, que le fue imposible continuar
+trabajando. Millán no dudó un instante respecto a la determinación que
+debía seguir:«--Padre--dijo--como me he criado en la imprenta, conozco
+el oficio y todo lo que en él se hace. Búsqueme Vd. trabajo, que con mi
+jornal habrá para los dos, al menos para Vd., que yo necesito poco.» Los
+libros de Derecho, apenas manejados, cedieron el puesto a las cuartillas
+de original: Millán entró de corrector de pruebas en uno de los primeros
+establecimientos tipográficos de Madrid, cuyo principal al poco tiempo
+le encomendó gran parte de la dirección de la imprenta: soñó con ser
+letrado y quedó reducido a la condición de obrero, en lo más noble que
+puede producir la inteligencia humana, pero obrero al fin, sujeto a un
+jornal que merma con la fiebre de un día y acaso falta en la ocasión en
+que es más necesario. Cuando tomó aquella resolución, dijo a Pepe,
+dándole cuenta de su situación:--«¡Cómo ha de ser! Vamos a seguir rumbo
+distinto: tú llegarás donde te lleve la suerte; en cuanto a mí... soy
+hombre al agua.» Pepe demostró a su amigo que la desgracia no era fuerza
+bastante a quebrantar la ley que le tenía. A veces iba por la tarde a
+hacerle compañía a la imprenta; al anochecer solía buscarle para pasear
+juntos, y si le encontraba en la calle, cuanto más derrotado y pobre de
+ropa le veía, mayor afecto le mostraba, cuidando de no darle ni aun
+aquellas bromas que, si antes le parecían lícitas, ahora se le antojaban
+ofensivas.
+
+Dentro de aquel año les igualó la desgracia. La exigua cantidad de renta
+del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con
+los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos,
+reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento,
+las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del
+_Monte_, y hasta las ropas hubo que empeñar. En la casa de la calle de
+Botoneras penetró al fin la escasez, con su cortejo de tristezas, como
+antes había penetrado en la pobre imprenta de los barrios bajos; pero si
+Millán sabía un oficio, Pepe carecía de conocimiento alguno que pudiera
+serle útil contra el infortunio. Entonces se pensó en buscar para él una
+colocación o destino. Las cartas que escribió don José, las visitas que
+hizo hasta que se lo impidió su dolencia, las antesalas que cruzó, no
+son para contadas. Por fin, un antiguo amigo suyo _metió_ al chico, con
+un empleo de 5.000 reales, en la Biblioteca del Senado. Pepe, como
+funcionario público, iba a ganar casi la mitad de lo que daban a Millán
+por regentar la imprenta.
+
+Si cuando chicos no les maleó el exceso de libertad, de grandes no les
+doblegó la desgracia; ni tampoco intentaron, por salir de apuros, vadear
+malamente aquella torcida corriente de su vida que comenzaba a
+encresparse. Juntos nadaron a pecho abierto contra ella; y sin pensar
+que podían por malas artes vivir a lo perdido, o abandonar a sus
+familias, comenzaron a trabajar, Millán en la imprenta que le
+confiaron, y Pepe en su humilde empleo de la Biblioteca del Senado. Como
+éste tenía más horas libres que aquél, y se iba muchos ratos a hacerle
+compañía, Millán le rogaba con frecuencia que le ayudase, de donde se
+originó que, durante una larga temporada en que hubo prisas en la
+imprenta, Pepe se pasó noches enteras corrigiendo pruebas; lo cual su
+amigo le enseñó con pocas advertencias, y él perfeccionó en algunas
+semanas. Una alteración de personal que hubo por entonces en la
+imprenta, inspiró a Millán la idea de que aquel favor, que su amigo
+frecuentemente le hacía, sólo para ganar tiempo y anticipar la hora de
+salir juntos, podía redundar para Pepe en una ganancia, no grande, pero
+sí oportuna, dada la situación de su casa, donde la necesidad se iba
+entrando a banderas desplegadas desde que comenzó a agravársele a don
+José la enfermedad de las piernas. Ello fue que, al cabo de tres meses,
+estando un domingo de paseo, y solos, Millán le dijo:
+
+--Tengo que proponerte una cosa. Creo que te conviene, pero no he podido
+resolver nada sin contar contigo.
+
+--Habla, chico.
+
+--Desde hace más de tres meses que arreció el trabajo, vienes casi
+todas las noches a buscarme, y para una vez que consigo acabar temprano
+y podemos ir un rato al café o a dar vueltas charlando por las calles,
+lo general es que tengas que quedarte allí conmigo corrigiendo
+galeradas. Al principio no sabías lo que te pescabas, lo que tú
+corregías tenía yo que volver a mirarlo. Hoy, la verdad, lo que para un
+cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido tú en
+seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te
+pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer
+se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres
+la plaza? Si se lo digo al amo, te la da. Tú le convendrías a él con
+pedirle dos reales menos que otro cualquiera, y a tí, como son pocas
+horas, de noche, y yo te taparé cuando faltes... vamos, que puedes ganar
+eso... si no te repugna... Díselo a tu padre.
+
+--Y ¿por qué me ha de repugnar? ¿Qué tengo que decírselo a mi padre?
+Acepto desde ahora... y te lo agradezco de veras. Puedes creerme: ya ves
+cómo estamos en casa.
+
+--Siempre serán diez y ocho o veinte reales más al día.
+
+No era posible aumentar la amistad que les unía; pero este rasgo
+contribuyó mucho a afianzarla y, además, hizo que fuera su trato más
+frecuente, por la índole del trabajo que les ocupaba. Así, los que de
+muchachos comenzaron juntos a corretear por las calles y pisar las aulas
+del Instituto; los que juntos pensaron seguir una carrera de las
+reservadas a gente, si no poderosa, al menos acomodada, juntos también,
+forzados a renunciar a ella, emprendieron la pendiente áspera, y a veces
+sin fin, que suben en la vida los que se mantienen por sus manos.
+Menudearon con esto las idas de Millán a casa de Pepe, y aquél, que
+cuando chico no paró ojos en la hermana de su amigo, fue luego
+encariñándose con ella hasta que, insensiblemente, como a veces quiere
+el amor que sean estas cosas, se fijó en lo bonita que era, consideró
+las pocas exigencias que había de tener mujer tan hecha a batallar con
+la necesidad, y pensó que le convenía para propia. Como esta idea fue
+resultado de mucho mirar a Leocadia, hablar con ella y observarla,
+buscando ocasiones en que estudiarla el genio, lo notaron los padres y
+el mismo Pepe; de suerte que casi antes de que Millán demostrara su amor
+con atenciones y cuidados, ya ellos lo habían sorprendido sin enojo en
+sus impaciencias y miradas. Leocadia empezó a recibir las pruebas del
+afecto de Millán con el agrado natural que tiene la mujer para acoger
+las primeras palabras dulces que escucha; contenta, satisfecha, casi
+agradecida, mas sin que el querer produjera en ella impresión tan honda
+como la que estaba haciendo en Millán. Éste, si no se sentía aún
+verdaderamente enamorado, estaba en camino: a ella, más que el novio
+mismo, le gustaba la sensación moral, nunca experimentada, de saber que
+había un hombre que gozaba mirándola. Sus corazones no estaban, sin
+embargo, verdaderamente unidos. A veces, cuando sentados todos, de
+noche, en torno de la camilla, leían periódicos o jugaban al tute por
+distraer a don José, Millán, espiando a Leocadia con el rabillo del ojo,
+creía descubrir en su fisonomía de madrileña vivaracha un gesto
+indefinible, un nublarse repentino de las pupilas, una ligera sombra de
+tristeza, en medio de la risa, que delataban incompletamente cierto afán
+de aspiraciones vagas o impulsos latentes de ambición mal entendida.
+Doña Manuela y don José dieron a los chicos por novios apenas hubo
+indicio para ello: Pepe, más listo, adivinó que Millán quería a su
+hermana, pero que ella no estaba tan enamorada como él.
+
+
+
+
+III
+
+
+En su primera época de estudiante, casi niño, no fue Pepe de esos
+muchachos que se sientan lo más cerca posible del maestro, aprendiendo
+de memoria, como loros, cuanto se les manda, antes por obediencia y
+aplicación irreflexiva que por verdadero amor a estudios que aún no
+entienden; pero tenía inteligencia sobrada para comprender que había de
+llegar un día en que de todas aquellas asignaturas y materias, que
+juntas querían meterle por fuerza de golpe en la cabeza, tendría que
+fijarse en alguna, decidirse y estudiarla, confiando a la perseverancia
+en el trabajo su porvenir y el amparo de los suyos. Durante esos años,
+en que el hombre ignora la realidad de sus tendencias y la índole de
+aquello a que debe dedicarse, él, entre dudas y vacilaciones, pugnaba
+por determinar _lo que sería_, como si a todos permitiera la fortuna
+marcar el rumbo de su vida. Por fin, la afición a la historia y el
+interés que, apenas comenzó a hombrear, mostró para seguir en
+conversaciones o lecturas la marcha de los sucesos políticos--tan
+agitados en aquel tiempo--le hicieron inclinarse a la abogacía, carrera
+en que la antigüedad de los pueblos, la política, el derecho y las
+letras, aparecían a sus ojos formando, no un camino más o menos ancho,
+sino un conjunto de senderos que podían llevarle a suertes prósperas y
+varias. Su existencia tenía un fin doble, y así lo comprendía él: ser
+obrero de su propia fortuna y sostén de sus padres. Pero estas ideas no
+despertaban en su ánimo temor de lucha ni necesidad de abnegación.
+Llegar a _ser algo_, le parecía cosa natural. ¿No llegaban otros?
+Propósito de desinterés en aras de su familia, nunca lo hizo su
+pensamiento. Se dijo sencilla y espontáneamente que era necesario en su
+casa, que allí quien debía trabajar era él, sin imaginar jamás que sus
+más penosos esfuerzos por lograrlo pudieran llamarse abnegación o
+sacrificio, ni siquiera deber: lo haría porque sí, porque era el hermano
+mayor, el único hombre de la casa. En sus cálculos no entraba Tirso para
+nada. Si no, ¿quién lo haría?
+
+El cambio que la desgracia ocasionó en la vida material de Pepe, fue en
+un principio apenas sensible: al pronto, todo se redujo a que los pocos
+libros de texto que había comprado anduviesen rodando de la mesa del
+comedor a la de su cuarto, hasta que él los guardó por no verlos.
+Aparentemente, con ocultar aquellos libros se borró en la familia la
+idea de que Pepe había tenido que renunciar a la carrera: doña Manuela,
+que era buena, pero poco avisada, sintió cierta amargura; la resolución
+de su hijo la entristeció, por ser señal inequívoca de grandes
+privaciones:--«El pobre ha tenido que dejar los estudios»--decía, sin
+poder profundizar todo lo que en esta frase iba envuelto. A Leocadia le
+mortificó el suceso más que a su madre, pero de otro modo. Mientras Pepe
+se limitó a trocar la clase por el destino del Senado, decía:--«A mi
+hermano le han empleado»--y en el tono con que lo pronunciaba descubría
+algo de amor propio satisfecho. El verdadero disgusto lo tuvo cuando, a
+consecuencia de la proposición de Millán, entró Pepe de corrector en la
+imprenta: aquello de que su hermano ganara un jornal la impresionó
+amargamente, en parte por lo que significaba tal determinación, y más
+aún por vanidad herida. Su gran temor era que Pepe llegara a ponerse
+blusa para trabajar, como si en este detalle fuese envuelta toda la
+ruina de la casa. Transigía con la pobreza, con la miseria, con todo;
+pero a lo vergonzante, no enterando al prójimo de humillaciones que no
+le importaban. La mayor pesadumbre fue para don José. Los tres años de
+Derecho que cursó Pepe, le habían acostumbrado a pensar en su educación
+como en un esfuerzo costosísimo, mas para él lleno de encantos. El
+humilde empleado que pasó la vida a salto de mata, de oficina en
+oficina, de centro en centro, sin apoyo ni valimiento, había logrado
+adquirir tales hábitos de orden y economía, que iba a serle posible dar
+carrera a este hijo, y dársela a su gusto, no como se la dieron al otro.
+El pobre viejo no alcanzaba por qué medio sería ello; pero con los ojos
+de la imaginación veía al chico ya vestida la toga de vuelillos blancos,
+con el birrete puesto, la placa en el pecho y sentado en un sillón de
+alto respaldo, escuchando informes de abogados que, al dirigirse a él,
+hablarían con profundísimo respeto... y, de repente, vinieron el
+descuento, las pérdidas, los atrasos, la jubilación, reduciéndose el
+futuro juez a empleadillo colocado por el favor de un amigo, y a merced
+de quien tuviese influjo para quitarle cualquier día la plaza en
+provecho de otro. La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con
+Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido
+difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a
+su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte
+ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus
+ojos: el engreimiento no se le borró del alma.
+
+El más duro para resistir a la desgracia, fue quien más perdía con ella:
+el mismo Pepe, que, así como no dio importancia al sacrificio, no se
+entregó tampoco a esa resignación callada y triste, cuyo silencio sofoca
+el dolor sin mitigarlo. Su carácter varió algo, sin que él se diera
+cuenta, mas no llegó a sufrir una verdadera trasformación. Las fibras de
+su corazón eran tales, que no podían bastardearse al ser azotadas por la
+desgracia, como no hubieran cambiado tampoco acariciadas por la fortuna.
+Aquella incredulidad burlona con que siempre acogió cuanto no podía
+aclarar razonándolo, se acentuó y se hizo más amarga; su gracia para
+zaherir cobró acritud, sus chistes tomaron tono de quejas dichas en
+broma; pero la propensión cómica quedó dominando siempre en sus labios,
+pronta a ridiculizar cuanto sus ideas y aficiones le señalaban digno de
+vituperio. Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba,
+ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las
+condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una
+serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un
+dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar
+tristemente de su boca.
+
+Pasadas las primeras semanas de aquella existencia nueva, dividida entre
+la biblioteca del Senado, donde su trabajo consistía en dar libros a
+quien raza vez se los pedía, y las tareas de la imprenta, donde bajo la
+inspección de Millán iba siendo cada día más útil, comenzó a
+experimentar cierto reposo que él comprendía no ser definitivo, pero que
+le halagaba por verlo reflejado en la casa. Su vida de empleadillo y
+jornalero le producía un puñado de duros, con los cuales había para ir a
+la compra y casi con igual frecuencia a la botica. De la abogacía no se
+volvió a hablar: lo de seguir carrera fue un sueño, y, sin embargo, el
+haber tenido que renunciar a ella era la pesadumbre de toda la familia.
+Cada cual la sentía a su manera: doña Manuela no decía sino:--«¡Hijo
+mío, cuánto trabaja!» El padre no se recataba para confesar a voces aun
+delante de gentes:--«Estará en la imprenta.» Leocadia, sin disimular la
+repugnancia a lo que en su hermano había de obrero, hablaba del
+_destino_ o el _empleo_, y cuando le veía volver a casa, instintivamente
+le miraba a las manos, temiendo que trajera en ellas alguna señal sucia
+de su honrosa labor. No lo podía evitar: tenía esa vanidad madrileña que
+pretende cubrir con perifollos de seda la falta de ropa blanca, y que
+prefiere el adorno de la sala al cuidado de la alcoba.
+
+Pepe participó también, en cierto modo, de ese sentimiento que tiende a
+ocultar al prójimo la propia miseria. Hubo una persona a quien no tuvo
+el valor de confesar que trabajaba en la imprenta de Millán, y esa
+persona fue su novia, la señorita de coche, como la llamaba Leocadia.
+Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su
+padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que
+abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a
+un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo
+de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas
+de jornalero. En un principio no fue completamente franco por aquella
+misma pícara vanidad de Leocadia, y después por falta de valor: aun
+conociendo a Paz como llegó a conocerla, tuvo miedo a decirla:--«El
+hombre a quien amas, tú, la señorita rica, mimada por la fortuna, va por
+las noches a ganarse un jornal que cobra los sábados como los herreros
+y los albañiles.» Imaginó que la perdería: era a sus ojos enteramente
+absurdo que Paz, después de saber esto, siguiera enamorada de él. La
+vida moderna le ofrecía a cada paso ejemplos de hijas de familias
+poderosas a quienes por un capricho amoroso había que casar con un mal
+periodista, con un abogadillo, con un cualquiera, aún de lo más pobre de
+la clase media; pero, ¿quién vio jamás en estos tiempos que una señorita
+hecha a pisar alfombras y ceñirse el talle con sedas, entregara la mano
+a un jornalero? Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad,
+pero sin valor para decirla con sus propios labios. Al oírla exclamar
+con frecuencia entre apasionada y mimosa: «¡Pepe mío, cuánto te quiero!»
+le acometían impulsos de revelarla aquello que él ocultaba como una
+infamia; pero luego, contemplándola vestida con todos los primores del
+lujo, retiraba las manos o se las examinaba al descuido, temeroso, como
+su hermana, de hallar impresa en ellas la sucia mancha del trabajo.
+
+
+
+
+IV
+
+
+Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e
+influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas
+obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo
+la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo
+sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización;
+Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado
+antes que nadie de los _obstáculos tradicionales_; y Prim, por seguir
+sus huellas.
+
+La fortuna de don Luis, con ser respetable, no era sino resto de lo
+mucho que gastó su padre en conspirar contra Sartorius y Narváez; pero
+lo que mejor heredó fue un grande amor al partido progresista, mucha
+antipatía a la demagogia, que se le antojaba cosa pagada con el oro de
+la reacción, y una repulsión invencible a moderados y carlistas. Los
+trabajos de don Luis en juntas y comisiones del partido; los artículos,
+proyectos y dictámenes que escribió, serían incalculables, e infinitas
+las veces que proyectó terciar en los debates; pero jamás tuvo ánimo
+para romper a hablar en público ni para enviar dos cuartillas a un
+periódico. No era tonto y lo parecía, porque sin tener realmente
+influencia entre los suyos, imaginaba que su consecuencia y lealtad
+debían darle mayor importancia de la que gozaba, resultando algo
+vanidoso. Como la palabra obedecía mal a su pensamiento, huía los
+diálogos largos y las conversaciones en corro, limitándose a hacer
+signos de afirmación o negación con la cabeza, y cuando más, a decir
+frases concisas, que tomaban en sus labios tono de sentencias
+pretenciosas. Muchos le consideraban como hombre formal, pero de cortos
+alcances, y algunos le trataban de burro serio. Aquéllos andaban más
+cerca de lo cierto; porque sin ser don Luis una inteligencia
+privilegiada, era honrado y de carácter firme, aunque algo agriado, por
+imaginar que debía brillar y bullir más en su partido.
+
+Lo que constituía su verdadero título de gloria, para quien llegase a
+saberlo, era la educación que dio a su hija. A los treinta y dos años
+enviudó y se propuso que Paz, cuando él faltara, estuviese en
+condiciones de vivir por sí, sin ajeno auxilio, que supiera manejar su
+fortuna y aprendiese a conocer su corazón, para no dejarla expuesta a
+rapacidades tutorescas ni a errores de su inexperiencia. Muchas veces la
+dijo:--«Has de saber cuánto tienes, duro por duro; y has de pensar
+siempre en lo que vayas a hacer, para que ni el prójimo te robe ni tú te
+engañes.»
+
+Paz estuvo una temporada de tres años en un colegio dirigido por monjas,
+lo cual no era muy del agrado de su padre; pero ¿qué hacer, si no había
+en Madrid otro linaje de casas de educación? Allí aprendió a escribir
+con bonita letra, a hablar bastante bien en francés y rudimentos
+incompletos de muchas cosas: de coser poco, de bordar algo y de rezar
+mucho. Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid,
+hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo
+visto, para _las madres_ no había secretos; así que, los domingos de
+salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía
+ni a los murmuradores del Casino. Esto, y un tantico de vanidad que se
+fue despertando en el alma de Paz, indujeron a su padre a sacarla del
+colegio-convento; mas aunque quiso hacerlo con gran tiento y
+circunspección, tuvo por fin que ser enérgico, porque las santas mujeres
+habían procurado atraerse la voluntad de la niña. ¿Les indujo a ello la
+bondad de Paz? ¿Ambicionaron la conquista de su preciosa voz para la
+capilla? ¿Prendáronse quizá del entusiasmo con que era de las primeras
+en gastar sus ahorros de colegiala rica comprando, ya la sabanilla del
+Cristo, ya la toca de la Virgen, ya el encaje para el paño del altar?
+Ello fue que un día de fiesta, no pudiendo don Luis ir a buscarla, envió
+con el carruaje a una parienta, quien a la hora del almuerzo volvió
+sola, refiriendo que la _buena madre_ había dicho que _mademoiselle_ Paz
+no salía. Don Luis, pensando que su hija estaba mala, fue inmediatamente
+a verla y, a disgusto de la superiora, hubo que traer la niña a
+presencia del padre, quien pasó un rato muy malo observando que su Paz,
+sin estar castigada, ni enferma, se allanaba de buen grado a permanecer
+allí, en vez de irse a pasar el día con él. Por fin consiguió que su
+hija le siguiese, y aquella noche no la permitió volver al colegio.
+«Aquí no hay más _madres_ que yo»--dijo don Luis--y desde entonces se
+consagró al cuidado y educación de su hija, sin perder por eso su
+desmedida afición a la cosa pública. Las cartas de la superiora y las
+embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja
+descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante,
+don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas,
+mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el
+convento. La mansedumbre, que es gran virtud, evitó que las monjas se
+ofendieran: no salió de sus labios palabra de reproche, nada intentaron
+para exacerbar la devoción naciente, quizá la vocación frustrada de Paz;
+pero tampoco se olvidaron de recordarla en días determinados y
+festividades solemnes que en un extremo de Madrid había una santa casa
+que se honraba con haberla tenido por discípula y a la cual debía enviar
+de cuando en cuando alguna limosna para obras de caridad, algún ramo de
+flores para aquel altar, en cuyas gradas se arrodilló tantas veces.
+
+Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo
+olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con
+la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa
+como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo
+el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido. Bastaron unas cuantas
+semanas de esta vida, y el colegio, antes impregnado de cierta poesía
+plácida, quedó reducido en la imaginación de Paz a un conjunto de
+recuerdos fríos e incoloros. Al cabo de un año don Luis, escogiendo con
+cautela las casas donde la llevaba, comenzó a presentarla en la titulada
+buena sociedad, con lo cual sus galas y tocados la preocuparon mucho más
+que antes la ropa de las santas imágenes: el gabinete lleno de primores
+y el lecho mullido le fueron más gratos que el frío dormitorio y la
+estrecha cama de colegiala; las flores que se ponía en el pelo cortadas
+por su mano en el jardincito de la casa, destronaron a los ramilletes de
+trapo de los altares; y para colmo de impiedad, la primer sinfonía de
+Mozart que oyó tocar sonó en sus oídos más grata que las letanías,
+salves y motetes.
+
+La serie de impresiones que Paz experimentó pisando salones de casas
+extrañas, no fue, sin embargo, tan agradable como la que sintió entrando
+a reinar en su propio hogar. A poco de vivir con su padre, la enteró
+éste de sus negocios, explicándola en qué consistía su fortuna,
+ayudándose de ella para el manejo de intereses, con lo cual Paz llegó a
+persuadirse de que don Luis era un hombre honrado, y el origen de cuanto
+tenía decente y limpio. En cambio, comenzó a ver que ni todas las casas
+ni todos los hombres eran como su casa y su padre. Aunque incompleto y
+velado por la educación y la hipocresía, el mal llegó claro a sus ojos,
+causándola una sensación parecida a la que sufriría quien, hecho sólo a
+respirar aire puro, entrara de pronto en una atmósfera viciada. El
+instinto suplió a la picardía, el ingenio a la malicia: no pudo la
+imaginación desentrañar las causas de las cosas, pero vio los efectos y
+fue bastante para que se le entrase al alma un miedo sano.
+
+En su espíritu hubo dos impulsos simultáneos: el despertar a la
+inquietud moral de la vida y la desconfianza de hacer a nadie partícipe
+de sus emociones. Con su padre tenía toda la sinceridad posible; mas
+esos misteriosos deseos, esas dudas ingenuas que la mujer reserva para
+dichas en voz baja al elegido de su corazón, no salieron de sus labios.
+Las frases galantes y las lisonjas la infundían una previsión
+desasosegada, un terror vago que la impedía mostrarse complacida: era
+semejante a un pájaro que tuviese miedo a la red. Cuando algún hombre
+halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella,
+involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas
+desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer
+acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no
+la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro
+en su riqueza. Ser querida por sí, le pareció fácil: saber cuál amor
+sería sincero, lo juzgó imposible. Hubiera querido disimular el
+bienestar de su casa, y a veces sentía impulsos de extravagantes
+humoradas, ansia de ocultar su facilidad de logro, a semejanza de esos
+príncipes que viajan de riguroso incógnito para agradecer la simpatía
+que inspiren y oír el lenguaje de la franqueza. «El mejor traje--solía
+decir--es el que más disimula lo que cuesta.»
+
+ * * * * *
+
+Una tarde vio Pepe entrar en la biblioteca del Senado un caballero como
+de cincuenta años, alto, canoso, con el rostro enteramente afeitado y de
+aspecto excesivamente limpio, que dirigiéndose al principal encargado,
+le dijo:
+
+--Vengo a pedir a Vd. un favor. ¿Podrá Vd. recomendarme uno de estos
+muchachos que tiene Vd. aquí, a sus órdenes, para que venga unas cuantas
+mañanas a mi casa y me ayude a poner en orden mi librería? Me han hecho
+los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico
+juicioso, ¿eh?
+
+--¿Oye Vd. esto?--preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero,
+añadió.--Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le
+servirán a Vd. mucho. Casi es abogado...
+
+El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus
+años, le habló así:
+
+--Vamos a ver, joven. A un muchacho, aunque no lo necesite, nunca le
+viene mal un puñadillo de duros. ¿Ha oído Vd. lo que hemos hablado?
+¿Quiere Vd. venir a mi casa unas cuantas mañanas?
+
+--Sí señor, y haré lo posible por complacerle.
+
+--Bueno, pues cuento con Vd. ¿Cuándo empezaremos? porque yo lo tengo
+allí todo revuelto.
+
+--Cuando Vd. quiera.
+
+--Mañana mismo. Le espero por la mañana a las once.
+
+Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le
+preguntó quién era aquel señor.
+
+--Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que
+no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más
+que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a
+hablar... y nunca habla.
+
+Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron.
+
+
+
+
+V
+
+
+Acudiendo a la cita del señor de Ágreda, a las diez y media de la mañana
+siguiente entraba Pepe en el _hôtel_ que aquél habitaba, situado al
+final de la Castellana. Atravesó el jardín, pequeño y bien cuidado,
+subió las escalerillas, llenas de macetas, que parecían estar
+custodiando dos magníficos perros de bronce, y entró en el despacho, que
+formaba parte de la planta baja.
+
+El piso era de maderas ensambladas, las colgaduras magníficas, cómodo y
+lujoso el mueblaje; todo acusaba mucho dinero. La mesa indicaba orden,
+gran pulcritud y poca labor: cuanto había sobre ella estaba bien
+colocado; pero sin que se notase en nada la confusión, propia del
+trabajo continuo. Los libros eran pocos, ricamente encuadernados, y sin
+señales de manejo frecuente: no debían ser aquellos los que era preciso
+ordenar. En dos testeros de pared cubierta de un papel muy oscuro
+rameado de oro, había dos retratos de mujer. En uno, el traje y el
+peinado a la moda de 1850, pero, sobre todo, la pintura, lamida como
+rebuscando finezas, delataban la mano de uno de aquellos artistas que
+conservaron reminiscencias del estilo elegante de don Vicente López, sin
+haber adquirido el vigor de los buenos pintores contemporáneos nuestros.
+La dama estaba peinada con el pelo hecho dos grandes ondas, muy
+alisadas, y tenía las facciones parecidísimas a la retratada en el otro
+lienzo; pero resultaba la belleza de la primera más completa y armónica.
+A pesar de esta diferencia, se parecían tanto, que era fácil adivinar su
+parentesco. Debían ser madre e hija, a juzgar por la edad que
+representaba cada una y por la diferencia de los trajes. El retrato de
+la más joven era una doble maravilla, por el modelo y la factura. Un
+trozo de impalpable gasa la cubría los hombros, a modo de gola antigua;
+tenía el rostro casi en sombra, los ojos ceñidos de un livor oscuro,
+ligeramente inclinada hacia adelante la cabeza y puesta entre el pelo
+una pluma de color de rosa, ingrávida, suelta, que parecía pronta a
+moverse al más ligero soplo.
+
+Los dos balcones del despacho daban al jardín y, a través de los
+listones de las persianas caídas, se veía una pequeña estufa con plantas
+de flores costosas, destinadas a morir en los búcaros de un gabinete o
+prendidas en el pecho de una mujer bonita. Completaban el adorno de los
+muros unos cuantos grabados ingleses, un retrato de Olózaga, en
+litografía, con dedicatoria autógrafa, y un título de coronel honorario
+de la Milicia Nacional del 54, encerrado en rica moldura y expedido a
+favor del padre de Paz.
+
+De pronto entró don Luis.
+
+--Me gusta la puntualidad. Venga usted conmigo, y verá Vd. si hay aquí
+para rato.
+
+Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros,
+donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas
+paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e
+impregnada del olor al barniz. En el centro había una gran mesa, también
+llena de libros, y además libros por todas partes: en el suelo, encima
+de las sillas y amontonados en los rincones, todos revueltos como en
+casa donde anduvieran de mudanza.
+
+Aquel día no ocurrió más sino que don Luis dio algunas instrucciones a
+Pepe y éste comenzó a poner en orden los volúmenes, marchándose
+enseguida con el tiempo preciso para almorzar antes de ir al Senado. Al
+salir de la casa, tranquila la imaginación, sólo se hacía una pregunta:
+«¿Qué gente será ésta?»
+
+ * * * * *
+
+Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas
+obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día,
+estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir
+cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó:
+
+--¿Puedo entrar?
+
+Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa. Llevaba
+puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos
+y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y
+libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como
+azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el
+cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico. Sorpendida
+al ver que don Luis no estaba solo, se detuvo un instante sin soltar el
+tirador de la puerta, dudando si adelantar o volverse.
+
+--¿Estorbo?
+
+--No, hija, entra.
+
+Pepe, que se disponía a marcharse, la saludo; contestole ella, y
+cogiendo de sobre la mesa un periódico, se puso a leer. La escena fue
+rápida, casi muda: el aparecer ella y el despedirse él, ocurrió en un
+momento. «¡Qué bonita es!»--se decía luego Pepe al echar a andar, ya
+fuera de la verja del jardinillo de la casa.
+
+Durante las mañanas sucesivas, don Luis entró en varias ocasiones a ver
+cómo llevaba el muchacho su trabajo, que cundía poco, porque el rato que
+pasaba allí era corto. Los armarios se iban llenando, sin embargo, y don
+Luis observó que, al mismo tiempo de guardar los libros, Pepe tomaba
+nota de ellos en unas tarjetas grandes, para formar un índice. Esto le
+gustó: el chico debía ser listo. Paz entró también alguna vez a buscar a
+su padre, y llegó a cambiar con Pepe frases triviales. Un día hablaron
+del tiempo, otro de un reciente y criminal atentado contra los Reyes. El
+lenguaje de ella era el propio de una señorita bien educada que no se
+desdeña de conversar con aquellos a quienes la fortuna no espropicia: el
+de Pepe era respetuoso, casi tímido, de hombre no hecho a pisar casas
+tan bien puestas ni a tratar con señoras de aspecto tan aristocrático.
+
+Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el
+despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta,
+escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía
+un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión,
+la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era
+preciosa. Su talle sin artificio que la oprimiera exageradamente, tenía
+al cambiar de postura movimientos que acusaban formas esbeltas de curvas
+admirables. El pelo, casi negro, recogido y alisado con extremada
+modestia, avaloraba la blancura mate y dorada de la tez, vivificada por
+venas finísimas y azuladas. Las facciones muy graciosas y menudas, sin
+mezquindad, formaban una fisonomía móvil y animada, como la de aquellos
+serafines de Goya, inspirados en los rostros picarescos de las hijas del
+pueblo. Los ojos, de un azul oscuro y limpio, traían a la memoria el
+cielo de las noches serenas de Granada, y los labios, que a veces
+esmaltaba de blanco mordiéndoselos ligeramente con un movimiento
+involuntario, parecían una flor de matiz encendido. La boca, roja como
+herida reciente, y el azul límpido de los ojos, inspiraban ideas
+distintas, siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa de
+la dulzura de los labios.
+
+No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni
+siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma
+sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió
+mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado,
+temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del
+sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo. Al cabo de un
+rato, al colocar Pepe unos libros en su sitio, volvió a mirarla sin que
+ella entonces pudiera verle. En cambio él la contempló a su gusto; mas
+de pronto se oyó la voz de don Luis que llamaba a su hija, y al soltar
+ésta el periódico, por muy presto que quiso Pepe apartar los ojos, le
+sorprendió Paz por vez segunda en flagrante delito de admiración, a
+pesar de lo cual, al verle marchar poco después, no mostró enfado en
+gesto ni en palabras, despidiéndose de él afablemente.
+
+Pocos días después ocurrió casi lo mismo. Pepe, sólo por disfrutar de
+aquél regalo de la vista, que la fortuna le ofrecía, miró varias veces a
+Paz, y ella lo notó, sin dar señal de desagrado, antes al contrario,
+sintiendo cierta tranquila complacencia con aquel homenaje mudo que la
+rendía un hombre imposibilitado por su posición para adularla con
+esperanza de lograr favores. Ella le miró también alguna vez a
+hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura,
+sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba
+inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos
+principales de la hermosura masculina. Entonces se despertó en Paz algo
+de coquetería, no le parecieron mal aquellas miradas, y agradecida al
+culto que empezaba a recibir, permaneció en el sitio donde estaba. En
+días sucesivos entró varias veces al cuarto de los libros sin necesidad,
+sólo por saborear aquel placer desconocido de aceptar un tributo que
+halagaba su vanidad de niña bonita. Pero esta coquetería se le entró al
+alma, sin que ella lo advirtiera, del mismo modo que Pepe se daba el
+gusto de contemplarla sin segunda intención. Paz decía algunas veces
+para sus adentros: «¡Pobre muchacho!» Pepe pensaba: «¡Parezco tonto!»
+Ninguno advertía que aquel juego era peligroso. ¿Cómo había él de
+imaginar que Paz estuviese al alcance de su deseo, ni quién se atrevería
+a despertar en ella recelo de aquel desdichado?
+
+Mas fue Dios servido--como decían los místicos--que comenzase a suceder
+con las palabras lo mismo que con las miradas. Hablaron unas cuantas
+veces de cosas indiferentes, y él, aun conteniéndose, por temor a
+parecer atrevido, siempre halló ocasión de mostrar cortesía, ingenio y
+gracia. Sus maneras carecían de atildamiento rebuscado y enfadoso, y sus
+frases estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de un
+hombre igual al de los demás: en lo que hablaba había siempre algo
+original; su tristeza parecía sincera, su gracia tenía un dejo amargo.
+Paz no podía analizar en qué estribaba ello, pero le gustaba hablar con
+Pepe, quien siempre la llamaba señorita, expresándose mucho mejor que la
+mayor parte de los caballeretes que por haberla visto una noche en un
+baile la llamaban por su nombre de pila.
+
+ * * * * *
+
+El arreglo de la librería tocaba a su término: unas cuantas mañanas más,
+y todo quedaría en orden. Pudo haberse concluido antes, pero lo
+estorbaron dos causas: la primera, que don Luis, cayendo en la cuenta de
+que podía escribir al distrito por mano ajena, ni más ni menos que un
+ministro, empleó a Pepe como amanuense; y la segunda, que las
+conversaciones de éste con Paz fueron adquiriendo mayor desarrollo y
+duración cada día. Oyéndole, se olvidaba ella de que era sólo algo más
+que un criado: hablándola perdía él la noción de la distancia que les
+separaba. Algunos de estos diálogos tomaron giro extraño.
+
+--Hoy no le quitaré a Vd. tiempo. ¡Estoy más aburrida!... Voy de
+tiendas, a escoger un regalo para una amiga que se casa, y no sé qué
+comprar. Tiene diez y ocho años: fue compañera mía de colegio.
+
+--Esa edad tiene precisamente mi hermana.
+
+--No sabía que tuviera Vd. hermanos.
+
+--Además, tengo otro hermano mayor, que es cura. Pero de fijo no me veré
+yo en el apuro de comprar a Leocadia regalo de boda.
+
+--¿Por qué?
+
+--Las muchachas de la condición de mi hermana no hallan fácilmente quien
+las ame.
+
+--Pues ¿de qué condición es su hermana de Vd.?
+
+--La vida de mi padre nos ha colocado en una situación muy modesta,
+señorita, pero superior a la de los infelices que necesitan ganar un
+jornal. Pertenecemos a esas últimas capas de la clase media que tocan de
+cerca la pobreza, y las mujeres de esta clase son muy difíciles de
+casar.
+
+--No se me alcanza la razón.
+
+--Es muy sencilla. No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la
+diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un
+rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos
+les está vedado el matrimonio.
+
+--¡Qué ideas tan raras!
+
+--No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni
+qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo
+que yo? Desengáñese Vd., señorita, el matrimonio no está al alcance de
+todas las fortunas.
+
+--¡Cuando digo que piensa Vd. cosas muy raras! ¿De modo que una muchacha
+pobre no puede enamorar a un hombre rico, y viceversa?
+
+--Lo primero no es tan difícil; pero el viceversa es punto menos que
+imposible.
+
+--Explíquese Vd.
+
+--Los encantos de la mujer no necesitan la ayuda del dinero. Las
+cualidades morales y la belleza lo pueden todo. La misión del hombre es
+más difícil: primero, tiene que saber agradar, luego debe disponer de
+medios para sostener una familia.
+
+--¿Y si esos medios los lleva la mujer? ¿O es que Vd. no cree que deba
+casarse el pobre con mujer rica? Pues lo estamos viendo a cada paso.
+
+--Hay algo de eso. El amor y el oro hacen juntos grandes cosas; pero
+¡que pocas veces se unen! Además, créame Vd., señorita, siempre resulta
+sospechoso el hombre pobre que enamora a una rica. Las beldades
+adineradas son para nosotros como los brillantes para las modistillas,
+que cuando los lucen nadie los imagina honradamente ganados.
+
+--Es decir, que hablando clarito, y sin dulcificar las cosas, en
+nosotras la fortuna puede ser un obstáculo a la felicidad.
+
+--Ha acertado Vd. mi modo de pensar. Nunca debe el hombre pedir amor a
+la que puede enriquecerle. ¿Cómo creerá ella en su sinceridad? ¿Cómo
+adquirirá la certeza de que es ella, ella misma, el objeto de la
+adoración? A una divinidad que nada concede, le es dado creer en la
+sinceridad de los que la rezan; pero un dios que pagara con oro las
+oraciones, ¿cómo estaría cierto del amor que le ofrecieran?
+
+--¡Qué sutilezas y qué modo de entender las cosas! Entonces, según Vd.,
+la mujer rica no puede hallar sino marido rico. Pues no es así. Todos
+los días se casan ricas con pobres.
+
+--No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien
+vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd.
+visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y
+verdaderamente pobre.
+
+--Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto,
+no.
+
+--Es natural. El oro inspira a la mujer desconfianza de la buena fe del
+hombre. ¿Quién es capaz de descubrir la verdad en corazón ajeno? Por eso
+no debe nunca exponerse nadie a que le culpen de ambicioso cuando sólo
+pretende ser amado.
+
+--Tristes verdades, si lo son, para las ricas.
+
+Quizá nada tuvieran de extraordinario las frases de Pepe, pero ella no
+había oído nunca hablar así.
+
+Otro día compró Paz para su gabinete un espejo antiguo con marco de
+talla, una verdadera obra de arte. Hojas de vid, tallos de yedra,
+flores, acantos, cintas y volutas encerraban la luna de ancho bisel: fue
+preciso restaurarlo, y cuando acabada la obra lo entregaron, mandó
+dejarlo en el despacho para que lo viese su padre, y allí lo vio también
+Pepe al descargarlo los mozos. Ella, con esa alegría infantil de quien
+ostenta una adquisición nueva, le dijo:
+
+--Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco
+mil reales.
+
+Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario.
+
+--¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro?
+
+--No; es precioso.
+
+--Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha
+costado?
+
+--Señorita, y ¿con qué título puedo yo permitirme comentar sus actos ni
+aquilatar sus gustos?
+
+--No se trata de eso. ¿Es que le parece a usted mucho dinero? Cuando yo
+tengo confianza con Vd., debía Vd. tenerla conmigo.
+
+--El marco es hermoso y vale lo que cuesta.
+
+--No es Vd. sincero.
+
+--¿Por qué, señorita?
+
+--Se lo conozco a Vd. en la cara; sea usted franco, hombre, sea Vd.
+franco. Le ha parecido a Vd. un despilfarro, ¿verdad?
+
+--¿Y con qué derecho podría yo pensar así?
+
+--Vaya, pues deseo que me lo diga Vd.; le doy a Vd. carta blanca para
+que hable, vaya, que quiero que hable Vd.
+
+Era un capricho de niña mimada: curiosidad de saber por qué causa lo que
+a ella le parecía natural producía mala impresión en el prójimo.
+
+--Lo que me ha dicho mi pensamiento--repuso Pepe tímidamente--es que el
+dinero no tiene igual valor para todos.
+
+--¡Qué modo tan delicado tiene Vd. de decir las cosas!; pero cinco mil
+reales no son para nadie más que doscientos cincuenta duros.
+
+--Que representan para una familia pobre doscientos cincuenta días de
+vida.
+
+--En eso tiene Vd. razón. No se debían comprar ciertas cosas mientras
+hay quien se muere de hambre... pero así está el mundo. Sí, ya lo veo:
+una locura como esta representa el bienestar de muchos.
+
+--Y a veces, la vida de algunos.
+
+--De modo--siguió Paz--que Vd. es de esos que dicen que todo debía
+repartirse entre todos.
+
+--No, señorita. Hay males que no tienen remedio. Habría también que
+repartir el entendimiento y la virtud, y eso es imposible. Yo no he
+hecho sino pensar que, si a veces la fortuna escoge bien aquellos a
+quienes favorece, otras, en fuerza de ser ciega, raya en cruel.
+
+--Perdóneme Vd. Conozco que he cometido una torpeza. Pero no toda la
+culpa es mía.
+
+--¿Por qué, señorita?
+
+--No he debido enseñar a Vd. ese trasto. Por lo que otras veces he oído,
+su situación, de Vd., dicho sea sin ofenderle, pues en ello no hay
+injuria, no es nada lisonjera. He hecho mal, he sido indiscreta,
+¿verdad?
+
+--Señorita, ¡no se ensañe Vd. conmigo! mis palabras no encerraban la
+menor censura.
+
+--No, si la mitad de la culpa es de Vd.
+
+--No entiendo.
+
+--La cosa es clara. Usted ha hecho por su ingenio y con su conversación
+que yo le trate como a un amigo, y me he tomado la libertad de enseñar a
+Vd. lo que no debía.
+
+--¿Quiere Vd. decir que ha enseñado joyas a un mendigo?
+
+--No, Pepe; eso me lastima.
+
+Paz se dolió de aquella respuesta, y desviando de él la mirada, guardó
+silencio; mas su actitud y la expresión de su semblante no indicaron
+enojo, sino amargura. Parecía que quien la había hablado de tal modo
+tenía autoridad para hacerlo. Pepe dijo sorprendido:
+
+--Perdóneme Vd.; pero el error no es mío. Ha tomado Vd. como grito de la
+pobreza escarnecida, acaso de una envidia inconsciente lo que ha sido
+una observación sencillísima. ¿Cómo ha podido Vd. creer que yo me
+atreviera a tanto? ¿Qué soy para Vd., señorita? Sólo dirigiéndome la
+palabra me honra Vd. ¿Había de pagarla con descortesía o ligereza?
+
+--No se hable más del caso. Lo que quiero, es saber que no le he
+ofendido a Vd.--Y le tendió amistosamente la mano.
+
+Ambos quedaron perplejos, y desde entonces fueron más reservados uno
+para con otro. Paz se reconvino mentalmente, pareciéndole que hiriendo a
+Pepe en el pudor de la pobreza había cometido una acción muy fea. Pepe
+no acertó a definir lo que sentía.
+
+Sus vidas comenzaban a unirse como en el lecho del río suelen juntarse,
+arrastrados por la corriente, el grano de arena y la partícula de oro.
+
+
+
+
+VI
+
+
+Cuando Pepe terminó el trabajo para que fue llamado, dejó de ir a casa
+de don Luis: algo parecido al miedo le alejaba de allí. La última mañana
+que estuvo, se marchó aprovechando un momento en que no podían
+observarle. Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y
+repuso:--«No estaba don Luis; ya le veré en el Senado.» Lo cierto era
+que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era
+Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la
+mano el puñado de duros ofrecido por su padre. Por primera vez sentía
+brotar en el fondo del alma la soberbia: un mal impulso era precursor
+del más noble sentimiento; que así a veces, en el espíritu del hombre,
+como en la vida de la Naturaleza, precede la sombra al esplendor del
+día.
+
+Trascurrida una semana sin que Pepe volviese a la casa, Paz se acusó de
+ello, ya preocupada con aquella desaparición, y pensó en el _pobre
+muchacho_ cual si fuese un amigo ofendido: se acordó también de que no
+le había pagado, pero no se le ocurría modo discreto de enviarle el
+dinero. ¿Por un criado? No acertaba a explicarse la causa, mas por nada
+del mundo se hubiera valido de tal medio. ¿Escribirle? Al imaginarlo, no
+fue temor de herirle lo que cruzó por su imaginación, sino algo como
+miedo vago, pudor mortificado por sí mismo.
+
+Al fin no hizo nada, ni aun se atrevió a hablar a su padre; pero no dejó
+de pensar en ello, y hubo día en que, al cruzar por el cuarto de los
+libros, experimentó hastío y tristeza.
+
+Poco a poco la luz se hizo en su alma. Sus oídos, hechos a la lisonja,
+no escucharon nunca frases que la turbaran; nada la hicieron sentir
+aquellos hombres que podían desearla como joya colocada al alcance de
+sus manos, y ahora ella ponía espontáneo y terco empeño en recordar los
+dichos más sencillos, las más insignificantes galanterías de un pobrete,
+a quien aterraba un gasto de cinco mil reales. Aquello le parecía unas
+veces romántico hasta la ridiculez, otros ratos sentía ganas de llorar.
+
+ * * * * *
+
+Una mañana de la primavera de 1872--ocho o nueve meses antes de aquella
+cena en que los padres de Pepe hablaron de la próxima llegada de
+Tirso--estaban en San Pascual, de Recoletos, tocando a misa de once. El
+sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad
+y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma
+embalsamaba el aire. Sobre el azul intenso del cielo destacaban las
+copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso,
+de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los
+recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada.
+Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus
+trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los
+árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún
+lacayo. En los bancos, y cada cual con su periódico en la mano, había
+algunos señores viejos, tipos de militares retirados, de ancianos
+achacosos que, sacudiendo el entumecimiento del invierno, salían en
+busca de un rayo de sol tibio. En el aguaducho, cargado de vasos,
+descollaban el fanal de los azucarillos y la botija con espita, tras
+cuya gruesa panza se ocultaban el tarro de las guindas y la bandeja de
+los bollos, en tanto que la aguadora, dando conversación a un guarda,
+fregaba en el lebrillo las cucharillas de latón. Por el centro del paseo
+circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y,
+siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos
+cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en
+el pescante deletreando _El Cencerro_. Al otro lado, los tranvías
+corrían sobre los railes, obstruidos por carros y camiones, que sus
+conductores apartaban de la vía renegando al oír el pito de los
+mayorales, y por la larga acera de piedra, en silencio, paso a paso de
+arriba a abajo, se aburría autoritariamente la pareja de guardias de
+orden público, entonces llamados _amarillos_, sin otro consuelo que
+echar miradas subversivas a las criadas de buen ver. De las calles
+vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas
+de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y
+las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas. Unas
+caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con
+la gordura de los años; luciendo, según su gusto, primores de elegancia,
+arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la
+moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar. A la misma
+puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y
+lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos
+engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar,
+y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las
+fiestas. A pasitos rápidos y cortos, inclinado el cuerpo hacia la
+tierra, con la cabeza baja y la conciencia temerosa del retraso, venían
+pegadas a las fachadas de las casas las viejecillas de zapatos de cabra
+y mantón negro, y adelantándose a ellas iban las muchachas devotas que,
+como ignorando el poder de la juventud, piden incesantemente al cielo
+dichas que puede darles el mundo. La campana seguía llamándolas con su
+tañer monótono, y todas entraban como manada al redil: feas, bonitas,
+ricas, miserables, virtuosas, perdidas, santas, pecadoras, madres,
+cortesanas, vestales del hogar o sacerdotisas del amor, todas,
+codeándose, juntas, desaparecían sorbidas por la puerta de la iglesia,
+levantando al entrar un cortinón más pesado que una losa y dejando
+entrever rápidamente una atmósfera cargada, sucia, humosa y salpicada
+por el resplandor amarillo de las velas.
+
+Durante toda la mañana se estaba renovando aquel público, femenino en su
+mayoría, y la puerta seguía tragando mujeres para arrojarlas luego a la
+calle pasados veinte o treinta minutos, al cabo de los cuales se las
+veía salir abriendo sombrillas o desplegando abanicos, porque la luz del
+sol las ofendía, acostumbrada ya su retina a la oscuridad de la sagrada
+cueva.
+
+También entraban algunos hombres; pero el mayor número de ellos
+permanecía en los jardinillos formando corros, comentando noticias del
+día acabadas de leer en los periódicos que los vendedores voceaban en
+torno suyo con los _últimos partes del Norte_. Hacia la calle de Alcalá
+se oía el cascabeleo de los ómnibus que iban al apartado de los toros, y
+andando despacito por el paseo, inundado de sol, venía el borriquillo
+con sus serones llenos de macetas, escuchándose gritar de rato en rato
+al mocetón que lo guiaba: _el tieestóo de claaveles doobles_... Quien se
+acercase a los corros podía oír fragmentos de conversaciones y notar,
+tal vez, que algunos de los que hasta allí acompañaron a su mujer o su
+hija defendían las ideas del siglo con palabras impregnadas de impiedad
+moderna.
+
+--Las partidas van en aumento.
+
+--Dicen que el Rey se marcha al ejército del Norte.
+
+--Si esto no se sostiene, vamos derechos a Don Carlos.
+
+--Pues crea Vd. que el fanatismo religioso nos envilece ante la Europa
+culta.
+
+--Yo a quienes tengo miedo es a los republicanos. Vamos derechos a un
+noventa y tres espantoso.
+
+--Todas las malas pasiones se han abierto camino.
+
+--¡Hasta que se forme una liga de _los que tienen que perder_!
+
+--¡Cada día un _meeting_! Estoy de manifestaciones pacíficas hasta por
+cima de los pelos.
+
+--¡Calle Vd., hombre, por Dios! Eso no es compatible con el gobierno.
+¡En tiempo de don Ramón y don Leopoldo no había _mitins_! Esto se va.
+
+--Pues yo creo que el Rey gana simpatías.
+
+--¿Qué ha de ganar, hombre? ¡Si es extranjero!
+
+--Está Vd. en un error, señor mío: eso no significa nada. La historia
+demuestra que Carlos I y Felipe V eran también extranjeros.
+
+De un grupo de señoras salían voces atipladas y chillonas: trataban de
+trapos, modas, chismes y criados.
+
+--Chica, no sabe una qué ponerse: este es del año pasado.
+
+--Pues te sienta muy bien. Mira, mira, allí va la de Rodete. La otra
+tarde fue de las que estuvieron en la Castellana con mantilla blanca y
+peineta para hacer rabiar a los Reyes.
+
+--¡Qué porquería! A mí la Reina me da lástima.
+
+--Hija, ¿qué quieres? ¡como la de Rodete fue azafata de doña Isabel!
+Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho:--Y la que esto
+decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de
+hierro, seguía con la vista al grupo de las damas.
+
+Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y
+mohínes, un diálogo muy vivo.
+
+--¿No entráis?
+
+--No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar
+tiempo a que llegue _ese_. Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre
+muchacho que bebe los vientos.
+
+--¿Y el tuyo?
+
+--Este Junio acaba.
+
+--Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!...
+
+--Pues a mí me gusta. ¡Está más cariñoso!
+
+--Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras.
+
+--Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino!
+
+--Abur, remononísima.
+
+Los _sietemesinos_, echando humo por la boca y luciendo americanas del
+verano anterior, parodiaban a don Juan Tenorio.
+
+--Te digo que esa señora no es tal señora, y me han dicho que _torea_.
+
+--Vamos, chico, ¡que te calles! Yo la he seguido dos tardes, y ni
+siquiera me ha mirado.
+
+--Pues me consta que va a citas.
+
+--¡Sí! Las ganas.
+
+--Ya salen... adiós.
+
+La campana sonaba con más fuerza; los mendigos de la puerta del templo
+entristecían la voz cuanto les era posible; las amas de cría comenzaban
+a desfilar como burras de leche; las señoras entraban o salían de la
+iglesia, lanzándose miradas envidiosas; el calor arreciaba, y el paseo
+se iba quedando poco menos que desierto, oyéndose por la acera de piedra
+el firme taconear de las muchachas que pasaban, medio ocultas por las
+anchas sombrillas de colores chillones, mientras las madres llamaban a
+los niños, que corrían como perrillos jugando a las mulas o se detenían
+a mirar las estampas que veían al paso en mano de los vendedores de
+periódicos. Lentamente se fue marchando todo el mundo, y la campana cesó
+de tocar: sólo quedaron allí el estanquero, sentado junto a su cajón, la
+mujer del aguaducho volcando sobre un plato muy cóncavo el puchero del
+cocido que acababa de traerla un chico, y la pareja de _amarillos_ que,
+paseo arriba, paseo abajo, llegaba desde la Cibeles hasta la Casa de la
+Moneda.
+
+Al mismo tiempo que el sacristán, con su manojo de llaves y su sotana
+manchada de cera, salió a cerrar la puerta del templo, salieron también
+dos señoras: una, modestamente vestida de negro, canoso el pelo, rugoso
+el rostro, con aspecto de dueña modernizada, mitones de encaje y zapatos
+de rusel; la segunda, elegantísimamente puesta y en extremo sencilla,
+sin adornos ni joyas. Eran Paz y su aya.
+
+--No ha venido el coche--dijo aquélla--Vamos a sentarnos un rato, que ya
+no tardará.--Y se puso a hacer dibujos en la arena con el palo de la
+sombrilla.
+
+La vieja miraba al aire, como quien piensa en las musarañas. La fuerza
+del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya
+enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no
+pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo,
+o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena. La
+aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba
+echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó
+el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho.
+
+--Vámonos--dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante.
+
+Al poner Paz el pie en el estribo se volvió de pronto para fijarse en el
+traje de una señora que pasaba, y notó que, a pocos pasos de ella, iba
+un hombre; Pepe. La niña vaciló un instante: su primer impulso fue
+llamarle, pero sintió en el rostro una oleada de calor y, avergonzada de
+su propia idea, tomó asiento junto a la vieja. Entonces la vio Pepe y se
+quitó el sombrero: ella le saludó con una inclinación de cabeza, dando a
+su mirada cierta expresión de afectuosa confianza, y después, durante
+unos segundos, se quedó inclinada hacia la ventanilla: Pepe permaneció
+inmóvil. Al arrancar los caballos tornó Paz a mirarle, y entonces, sin
+darse cuenta de ello, sus ojos se clavaron con tristeza en el muchacho,
+dejando luego caer los párpados lentamente, como si en aquella mirada
+pretendiera enviarle una expresión de simpatía y una queja. Pepe, que no
+se había movido aún, quedó suspenso, confuso, con la admiración que
+produce una impresión nunca sentida. No fue presuntuosidad de vanidoso
+la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas,
+sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de
+agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir
+al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella
+expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué
+obedecía? Quizá no fuese todo sino un poco de esa simpatía que, a modo
+de limosna, dispensa el poderoso al miserable. El pesimismo, compañero
+eterno de la desgracia, le dijo que acertaba. ¿Qué otra cosa podía ser?
+Pero luego la imaginación venció a la cordura y el desvarío del
+pensamiento se sobrepuso a la mentida frialdad de que Pepe quiso hacer
+alarde ante sí propio. Su ánimo fue pasando rápidamente del mayor
+desaliento a la más caprichosa esperanza, y por fin, tras muchas
+alternativas de animación y desfallecimiento, temiendo que lo novelesco
+degenerase en ridículo, decidió no volver a poner nunca los pies en casa
+del señor de Ágreda, ni a pasar jamás por Recoletos a las horas de misa.
+
+Efectivamente... al otro domingo fue a Recoletos con el intento de
+_verla_ sin que ella lo notase y, al divisar el coche, entró en la
+iglesia, quedándose en sombra, junto al mamparón de ingreso. Un momento
+después entraron Paz y el aya, confundidas en un grupo con otras
+mujeres: dejolas pasar, y cuando se arrodillaron, avanzó hasta colocarse
+en lugar propicio para poder mirarla a su sabor, sin ser visto.
+
+La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que
+caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas
+azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban
+campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo
+que un monago presentaba a los fieles pidiendo, _para el cultooo de esta
+santa iglesiaaa_. Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos
+formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en
+cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y
+seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que
+producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca. Todo el mundo
+rezaba... El humo de los cirios y ese olor humano y acre de gente
+aglomerada en espacio cerrado, viciaban la atmósfera. Delante, y a la
+derecha del altar mayor, había otro portátil que sustentaba una Virgen
+de túnica blanca y manto azul, figurando salir de una gruta hecha, como
+peñasco de nacimiento, con corcho y cartón piedra. Este era el punto más
+luminoso del templo. Media docena de velas altas y delgadas, de pábilo
+muy fino, porque fuese mayor su duración, alumbraban a la santa imagen,
+que era de rostro aniñado y yesoso, excepto en los pómulos, donde tenía
+fuertes rosetas carminosas.
+
+Las manos, en que el artista se había esmerado, eran excesivamente
+pequeñas, y a lo largo del cuerpo caían los pliegues de la túnica,
+tallada en pliegues rectos, pero duros, mal imitados de las esculturas
+paganas. Pepe miraba alternativamente a Paz y a la Virgen. ¡Qué
+diferencia! La verdadera divinidad era aquélla. En sus ojos resplandecía
+toda la vida que faltaba en los de la imagen. ¡Qué hermosa era la obra
+de Dios! ¡Qué risible la labrada por el hombre!
+
+Paz oía misa con recogimiento, volviendo tranquilamente las hojas del
+devocionario, que a veces dejaba sobre la falda, pero sin alardes de
+unción religiosa: su rostro no se entristecía con compunción exagerada,
+ni tenía ese lento parpadear que es a los ojos lo que el estertor a la
+respiración.
+
+La misa pasó en un soplo; el cura volvió hacia la sacristía, haciendo
+pausadas genuflexiones ante los altares, y cuando Pepe quiso salir halló
+obstruida la puerta por un grupo de gente que se le había adelantado,
+obligándole a detenerse. Ellas dos se dirigieron también a la salida. La
+vieja no le vio; iba pugnando porque no la estrujaran, sin preocuparse
+de otra cosa; pero Paz le sorprendió en el momento de levantar el seboso
+cortinón de la puerta. Él, en cuanto puso el pie en la calle, se alejó
+algo, siguiendo la línea de la acera; ellas salieron en seguida, y la
+muchacha miró a derecha e izquierda, hasta que, al tropezar su vista con
+Pepe, le saludó turbada en el instante de subir al coche. Después, Pepe
+creyó notar que se levantaba la ventanilla trasera, y luego, igual que
+la vez pasada, vio a Paz sacar la cabeza para volver a decirle adiós con
+la mano.
+
+El muchacho se fue a su casa como loco. Al ir a tirar del cordón de la
+campanilla, tuvo que detenerse un momento y hacer propósito de que sus
+padres no le conocieran en el rostro que le ocurría algo extraordinario.
+Leocadia le dijo al verle entrar:
+
+--¡Chico, vaya un capricho! ¿Te has puesto la mejor ropa que tienes para
+salir tan temprano?
+
+
+
+
+VII
+
+
+En los corrillos del Senado se susurró por centésima vez que don Luis
+María de Ágreda terciaría en la discusión de cierto proyecto de ley. El
+pobre señor lo deseaba con toda su alma, pero no se atrevía.
+
+Todo el valor lo malgastaba en casa, unos ratos dando vueltas por el
+despacho como fiera enjaulada, y otros apoyado de codos en el respaldo
+de una butaca, que su imaginación convertía en tribuna. ¡Entonces sí que
+se le venían a los labios períodos redondos, argumentos irrebatibles,
+frases enérgicas, preguntas de las que no tienen respuesta, todo género
+de arranques oratorios, hasta que, agotadas las ideas y sin saber
+enlazar las palabras, tenía que callarse! Tal era la disposición de su
+ánimo cuando una tarde entró en la biblioteca del Senado, huyendo de un
+noticiero que quería saber si era cierto que tuviese intención de
+hablar. Pepe, al verle entrar, se fue derecho a él, afectando mostrarse
+servicial, pero en realidad con propósito decidido de buscar manera de
+frecuentar su casa. El pretexto ya lo tenía pensado, y no era malo.
+
+--¡Pero, hombre--le dijo cariñosamente don Luis--es Vd. famoso! Cumplió
+Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ¡abur! no ha vuelto
+Vd. a parecer; de modo que quien está en falta soy yo.
+
+--No hablemos de eso, señor de Ágreda, ya tendré yo el gusto de ir a
+saludarle y a recibir sus órdenes.
+
+Después comenzó a poner en práctica un plan que días atrás se le había
+ocurrido, diciéndole:
+
+--¿Conque va Vd. a consumir un turno con motivo de ese proyecto de
+Fomento? ¿Desea Vd. que le busque antecedentes? Ya es público que
+intervendrá Vd. en el debate.
+
+--Gracias, gracias; aún no estoy decidido.
+
+Aquel hombre, discreto y cuerdo en todos los actos de su vida íntima,
+sintió una turbación indefinible. Era, como don Quijote, razonable,
+sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que hacía
+en su cerebro oficio de libros de caballería, llenándole el magín de
+extravagancias y ambiciones.
+
+--¿Conque se dice que hablaré?
+
+--Sí, señor. Se da por seguro. Y, a propósito, voy a permitirme decir a
+Vd. que acerca de la materia del debate hay aquí datos importantes. En
+tiempos anteriores a la Revolución, se trató de eso. Si Vd. no quiere
+molestarse, o sus ocupaciones se lo impiden, podría yo tomar algunas
+notas y dárselas.
+
+Al señor de Ágreda un sudor se le iba y otro se le venía: aquello era
+como si en las calles se esperase ya su discurso. Las palabras de Pepe
+tenían algo de aura popular y mucho de tentación. Le faltó energía para
+confesar la verdad y contestar: «No señor, no hablo, ni soy capaz de
+hablar, ni me pasará la voz de la garganta.» Lejos de esto, repuso
+débilmente, como luchando consigo mismo:
+
+--Bueno, bueno; pues si en los _Diarios de Sesiones_ hay algo de eso, ya
+me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes... La cuestión
+es antigua... Ya, hacia el año cincuenta y siete...
+
+Salió de allí verdaderamente aterrado, sin querer pararse con nadie,
+temeroso de que le preguntaran: «¿Habla Vd.?» Se marchó a pie sin
+esperar el coche, y por las calles se dijo a sí propio el más elocuente
+discurso que han oído Cámaras en el mundo. Pepe, al verle partir no pudo
+reprimir el gozo:
+
+--¡Ya lo creo que volveré a verla!
+
+Durante varios días se dedicó a rebuscar antecedentes relativos a aquel
+proyecto de reformas en Fomento, y en unas cuantas cuartillas anotó todo
+lo pertinente al caso: disposiciones análogas, decretos contrarios,
+intentos parecidos, opiniones de hombres políticos, contradicciones de
+unos, disidencias de otros, y ordenándolo formó un conjunto heterogéneo,
+especie de historia de la cuestión tratada, lista de elogios, censuras,
+inconvenientes y ventajas de lo proyectado, que parecía fruto de una
+laboriosidad constante, signo de larga atención y gran conocimiento de
+la materia; lo que se llama un trabajo concienzudo. No faltaba sino
+estudiarlo primero y aprovecharlo luego, decidiéndose a defender las
+disposiciones hechas en unas u otras épocas. Después, todo era cuestión
+de atrevimiento y desparpajo para hilvanar cuatro párrafos sobre la
+buena fe o la malicia del gobierno, según el punto de vista que se
+tomara.
+
+Al quinto día de haber estado don Luis en la biblioteca del Senado, le
+esperó Pepe en un pasillo.
+
+--¡Señor de Ágreda!
+
+--¡Ah! caramba, ¡ya no me acordaba! (Esta era la más desenfadada mentira
+que salió de sus labios.)
+
+--He reunido infinidad de datos que pueden ser a Vd. de gran utilidad.
+
+--Poco hay que yo no conozca; pero en fin, lo agradezco mucho... ¿Tiene
+Vd. ahí los apuntes?
+
+Pepe llevaba las cuartillas en el bolsillo, mas no le convenía dárselas
+allí.
+
+--No, señor, no las he traído. ¿Qué necesidad tiene nadie de enterarse?
+Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo
+puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el
+origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique.--Dicho esto,
+esperó impaciente la respuesta.
+
+--Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir
+antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa...
+
+Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera
+llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco,
+entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que
+había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso
+suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino
+dentro de la realidad. Se sentó en su escaño habitual, y sin oír nada de
+lo que sus compañeros discutieron aquella tarde, se preguntó con el
+pensamiento más de cien veces:--«¿Qué habrá hecho ese muchacho?»
+
+A la hora de comer dijo a su hija:
+
+--Creo que me van a comprometer para que hable. Por supuesto, que no me
+cogerán desprevenido. Mañana puede que venga a traerme unos datos que he
+tomado en la biblioteca aquel muchacho que arregló los libros.
+
+Paz le oyó entre turbada y contenta, pero su alegría fue mayor que su
+inquietud.
+
+ * * * * *
+
+A la hora fijada estaba allí Pepe, con su línea de conducta trazada de
+antemano, como general que, tras madurar un plan de batalla, se decide a
+realizarlo. Le era preciso extremar la astucia puesta en juego para
+frecuentar la casa hasta obtener dos cosas: primera, ver a Paz y
+estudiar en su rostro la impresión que produjera su presencia; y
+segunda, si la muchacha no mostraba enojo, procurar por todos los medios
+imaginables que le quedara franca la entrada. Harto sabía que a título
+de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ¿qué
+le importaba si conseguía ver a Paz y salir de dudas? Don Luis le
+recibió en el despacho. Sobre una de las butacas se veían un periódico
+de modas y un cestito de labor.--«Esto es de ella»--imaginó Pepe, y este
+_ella_ que subrayó con el pensamiento, le pareció ambiciosamente
+ridículo.
+
+--Vamos a ver--dijo don Luis entrando--ante todo, agradezco muy de veras
+su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado
+tanto el asunto!
+
+--Aquí tiene Vd.--contestó Pepe entregándole las cuartillas.
+
+--Siéntese Vd. un momento.
+
+El senador comenzó a leer para sí, y su fisonomía fue tomando una
+expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía.
+Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo
+de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «sí, sí, aquí veo
+algo nuevo.» Luego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le
+era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la
+cara, dejó de leer.
+
+--Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si
+señor; ¡vaya si aprovecharé!
+
+Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por
+allí?
+
+--Quisiera que observase Vd.--dijo, por alargar la entrevista--que he
+procurado reunir todo lo que se habló al iniciarse hace años el
+proyecto: aquí está lo que propuso González Brabo... esto es de Bravo
+Murillo, estas notas de Calvo Asensio...
+
+Don Luis tuvo que suspender la lectura: cada cuartilla se le antojaba un
+billete de entrada a la inmortalidad. ¡Vaya si hablaría! Del hombre
+estimado sólo por consecuente, iba a surgir el orador.
+
+Oyose en esto ruido de pasos, y se asomó Paz a la puerta del despacho, a
+tiempo que su padre repetía:
+
+--Gracias, muchas gracias.
+
+--No sé de qué se trata--dijo ella entonces a Pepe;--pero yo también se
+las doy a Vd.
+
+Don Luis cogió de nuevo los papeles, que parecían tener imán para sus
+manos y, entre tanto, los muchachos se miraron en silencio. Pepe
+arrostró con franqueza la mirada de Paz. ¡Cuánto hubiera dado en aquel
+instante por poder decirla con los ojos todo el tropel de ideas
+vanidosas, de ambiciones absurdas que habían anidado en su pensamiento,
+sin callarla nada, miedo, esperanza ni pobreza! Paz tuvo que disimular
+su alegría, por no aparecer desapudorada; mas no hizo mohín de disgusto
+ni frunció siquiera el lindo entrecejo. Para ninguno de ambos era ya
+secreto la atracción que habían ejercido uno sobre otro.
+
+--Sí, señor; de esto se puede sacar partido--murmuraba don Luis.
+
+Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató
+de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso:
+
+--Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados.
+
+--Haga Vd. lo que guste.
+
+Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó
+de nuevo las cuartillas. Paz dejó trascurrir unos minutos, y en seguida
+entró también a la estancia inmediata. Pepe, sin vacilar, se acercó a
+ella y, en voz baja, con acento de sinceridad, la dijo:
+
+--Señorita, esta vez no me ha traído la casualidad, sino la astucia;
+pero, si mi presencia la enoja, no volveré jamás a verla a Vd. No
+necesita Vd. decir una sola palabra: me bastará su silencio... No nos
+volveremos a ver nunca.
+
+Paz no desplegó los labios y, sin embargo, a los ojos de Pepe se asomó
+toda la dicha de su alma. La señorita, la muchacha rica, escuchó
+aquello sin el menor movimiento de enfado, presa de una turbación
+deliciosa: él, entonces, la ofreció la mano y ella la estrechó
+rápidamente entre las suyas, sintiendo al mismo tiempo que se la
+enrojecía el rostro. Ninguna frase de todos los idiomas de la tierra
+hubiera podido ser tan elocuente como aquel sonrojo. En seguida salieron
+al despacho, sin hablarse. Cuando él se marchó, Paz corrió hacia su
+cuarto, se acercó a un balcón y, levantando un poco el visillo, le vio
+desaparecer tras los troncos de los árboles del paseo.
+
+La partícula de oro se había adherido al grano de arena: la corriente de
+la vida debía arrastrarlos juntos desde aquel día.
+
+Don Luis permaneció en el despacho contemplando las cuartillas: «¡Si
+esto es un discurso!--murmuraba.--¡Si no hay más que añadir al
+principio: _Señores_, y al final: _He dicho!_ ¡Ah! sí, y algo de
+relleno; unos párrafos... mi consecuencia, la lealtad al gobierno, la
+libertad, el amor a las instituciones!»
+
+Era cosa resuelta; los taquígrafos tendrían que trabajar por causa
+suya.
+
+
+
+
+VIII
+
+
+Por fin habló don Luis. Al cabo de muchos años de silenciosa vida
+parlamentaria, el _Diario de Sesiones_ imprimió su nombre, no sólo en el
+tipo común empleado para las votaciones, sino también en letras
+negrillas que saltaban a la vista, diciendo: EL SEÑOR ÁGREDA: _Pido la
+palabra_. Cuando leyó su nombre en los extractos de los periódicos,
+todavía sintió escalofríos de miedo. Al comenzar su discurso el salón
+estaba casi lleno, por la novedad de escuchar a un senador que dejaba de
+ser _monosílabo_: luego muchos oyentes se salieron a los pasillos; mas
+como la peroración fue corta, aún quedó número bastante para que no
+hiciera mal papel. En el banco azul permanecieron dos ministros. Pepe le
+escuchó desde el fondo de una tribuna: los datos, apuntes y citas de sus
+cuartillas salieron íntegros de los labios de don Luis, quien únicamente
+puso al principio un parrafito de su cosecha para pedir benevolencia,
+imitado de los doscientos mil análogos que había oído hasta entonces,
+añadiendo también alguna que otra frase para enaltecer la importancia
+de lo que iba diciendo. Cuando se le olvidaba algo de lo mucho que
+confió a la memoria, echaba mano de las cuartillas que traía copiadas de
+su puño y letra. Hacia la conclusión quiso extenderse en consideraciones
+originales; pero se le atravesaron en la garganta y terminó declarando
+que no proseguía por no molestar más la atención de la Cámara. Un buen
+orador hubiera podido fundar un verdadero triunfo sobre los materiales
+reunidos por Pepe: don Luis quedó bien y nada más. Al acabar sonaron
+algunos aplausos en los bancos de la mayoría, y todo el mundo dijo que
+había estado discreto y que aquello representaba gran conocimiento del
+asunto. Un ministro felicitó al orador y esto le compensó el disgusto
+que le dieron los periódicos de oposición limitándose a decir que el
+señor Ágreda había consumido un turno en pro. En cambio, a la hora de
+comer fueron a verle muchos amigos y después estuvo con su hija en el
+concierto del Retiro, dando vueltas y más vueltas, como torero que por
+la tarde ha metido el brazo con fortuna en una buena estocada.
+
+Al retirarse a casa le decía Paz:
+
+--Di, papaíto, ¿te han servido los papeles que te trajo aquel muchacho
+del Senado?
+
+--Algo, algo: el chico no es tonto... tiene buena voluntad y parece
+listo.
+
+--Sí, ¿eh?
+
+Paz no sabía cómo sugerir a su padre la idea de que utilizara de algún
+modo los servicios de Pepe, pues comprendía que don Luis no necesitaba
+secretario ni escribiente. En realidad, su malicia llegaba tarde; la
+vanidad satisfecha se había adelantado al amor impaciente. El orador iba
+ya pensando en abordar otro asunto antes de la clausura de las Cortes.
+Además, la fortuna favoreció a los enamorados, porque los electores de
+don Luis, acostumbrados a su largo mutismo, le dispararon una nube de
+telegramas de felicitación, tras del telégrafo usaron del correo y, como
+fue preciso contestar a tanta enhorabuena, el senador determinó emplear
+a Pepe como escribiente.
+
+Una mañana llegó éste no hallándose don Luis en casa, y pasó a la pieza
+de los libros, inmediata al despacho: poco después apareció Paz,
+disimulando su turbación y haciéndose la distraída. Hasta entonces sólo
+habían cambiado unas cuantas frases, pero sin tener una conversación
+formal: por lo tanto, la primera vez que hablasen a sus anchas, la
+entrevista tendría importancia, dada la grata complicidad establecida
+entre ambos. Paz, después de saludarle, no se atrevió a desplegar los
+labios: carecía de experiencia en tales achaques; pero su instinto
+femenino le decía que no era ella quien debía hablar primero, y
+apoyándose en el marco del balcón dejó pasar unos instantes. Pepe se
+levantó de su asiento, y acercándose a ella, a distancia que acusaba
+mayor respeto que impaciencia, la dijo:
+
+--Señorita, mi primer deber es suplicarla que me perdone. Confieso que
+me ha cegado la vanidad. No espero una indulgencia que no merezco. Lo
+que he hecho está mal, lo sé, y, sin embargo, no he podido contenerme.
+¿A qué mentir, si Vd. debe comprender lo que pasa en mi alma?
+
+Ella quiso hablar y Pepe hizo ademán de que le dejase proseguir.
+
+--Antes de que Vd. me diga una sola palabra, quiero yo ser enteramente
+franco con usted. Mi posición, mi vida, mi pobreza, y quién sabe si mi
+educación también, me separan de Vd. He cometido la imprudencia de dejar
+asomar a los ojos lo que sentí al conocer a Vd... Luego creí ver que Vd.
+no mostraba enojo, porque quizá el desprecio le parecería demasiado
+cruel, y así ha llegado esta situación, en que no hay más que un
+culpable: mi vanidad. Debo reparar mi error a fuerza de franqueza.
+
+Este lenguaje dio alas al carácter vivo de Paz.
+
+--Sí, tiene Vd. razón; comprendo que hago mal; no he debido venir hoy a
+este cuarto; pero es que yo soy tan leal como usted. Usted quiere que
+crea en su sinceridad; yo también tengo derecho a exigir que no me tache
+Vd. de coqueta ni piense Vd. que soy capaz de divertirme en humillarle.
+
+--Reflexione Vd. lo que dice, señorita. Es Vd. demasiado buena para
+pagar con burla y desprecio el sentimiento que ha despertado en mí; pero
+no se inspire Vd. en la lástima que de mí sienta, sino en los impulsos
+de su propio corazón; no olvide Vd. que seguir escuchándome ahora es
+contraer... Lo que con otro hombre sería un juego, conmigo sería un
+escarnio.
+
+Ella, desasosegada, sonrió, mirándole como quien da a entender que acaso
+no esperaba oír tanto, y le atajó la frase.
+
+--¡Jesús, Dios mío! ¡Cuánto pide Vd! ¡Antes tan humilde, y ahora tan
+exigente!
+
+--¿Exigente?
+
+--Sí; apuesto a que iba Vd. a decir _contraer compromiso_.
+
+Él calló: Paz, haciéndose la distraída, se alejó dos o tres pasos y,
+mirando de nuevo a Pepe, continuó:
+
+--Debía bastarle a Vd. ver que no estoy enfadada...
+
+--Luego, ¿aun sabiendo Vd. lo que pasa en mi corazón permite Vd. que yo
+siga viniendo a esta casa?
+
+--¿No volverá Vd. a hablarme de su pobreza? No sé en qué consiste; pero
+cuando usted dice algo que puede humillarle, parece que yo soy la
+humillada.--Y quiso marcharse.
+
+--No, señorita; oígame Vd. un momento. ¡Si Vd. supiera comprender lo que
+es para mí su indulgencia!
+
+Sin dejarle acabar, se dirigió a la puerta del despacho, y en voz muy
+baja, con un mohín encantador, volvió a repetirle:
+
+--Exigente, exigente.
+
+¿Qué más podía desear? «No estoy enfadada»--le había dicho--«no vuelva
+Vd. a hablarme de su pobreza.» Pretender mayor claridad sería
+insensatez.
+
+ * * * * *
+
+Al cabo de dos meses sus diálogos eran ya muy distintos; que cuando la
+estimación abre vereda, el amor ensancha y allana pronto el camino. Ni
+Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza
+fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las
+frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo
+el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y
+exagerado, pero eternamente delicioso.
+
+Una circunstancia mediaba, sin embargo, entre ambos, modificando sus
+caracteres. Ella, a pesar de su viveza, temerosa de mortificar la
+susceptibilidad de Pepe, le trataba con una consideración que a ninguno
+otro hubiera guardado; y él, frío, descreído, burlón, dispuesto siempre
+a endulzar la realidad con su buen humor, era ante Paz reflexivo y
+serio, cual si le infundiese miedo aquella intimidad amorosa, que, a
+juicio suyo, no podría resistir al tiempo o habría de estrellarse contra
+las asperezas de la vida.
+
+No siéndoles fácil verse con tanta frecuencia como ellos desearan,
+acabaron por establecer, para su uso particular, un servicio de correos.
+La iniciativa fue de Pepe: el cartero merece capítulo aparte.
+
+
+
+
+IX
+
+
+En la imprenta de Millán había un chico, mezcla de aprendiz y ordenanza,
+a quien apodaban _Pateta_. Él decía llamarse Pepe Maldonadas, pero no
+conservaba memoria de su familia. Nadie sabía su origen; ni él mismo.
+Sólo recordaba haber vivido en Puerta de Moros, recogido en casa de una
+verdulera, tía suya, que, por considerarle muy niño, no le habló jamás
+de sus padres.
+
+Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la
+licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención
+y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo
+el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura
+por instinto y la ignorancia por guía. Un matrimonio de la vecindad le
+dio albergue durante cinco semanas, mas esta caridad antes fue deseo de
+tener ayudante que propósito de favorecerle; pues cuando la mujer no le
+obligaba a subir del río un talego de ropa, superior a sus fuerzas, el
+marido, que era sillero, le ponía verde o morado hasta los hombros,
+forzándole a teñir espadañas en un patio que parecía cisterna. Cuando
+ellos comían, si sobraba, era para Pepe; si no había restos, gracias que
+le dieran pan con que rebañar la cazuela del cocido; así que las hambres
+y una felpa con que le obsequiaron por meter en la tina de lo verde lo
+que había de ser morado, acabaron con la paciencia del muchacho. Se
+escapó, y entonces fue la época más conturbada de su vida. Fregar en
+tabernas, donde tenía las propinas por salario; ayudar a un chulo a
+vocear quincalla; recoger y vender colillas; dormir en los quicios de
+las puertas: esta existencia llevó por espacio de unos cuantos meses,
+sucio, descalzo, desarrapado, hambriento y ostentando por entre los
+desgarrones de la camiseja el pecho dorado y fuerte como un bronce
+antiguo. Sólo dos cosas hubo que no ensayase para buscarse el sustento:
+no pidió limosna ni robó.
+
+Acertó a pasar una mañana por la calle de las Maldonadas, donde tenía
+fábrica de buñuelos un conocido de la verdulera difunta; le preguntó el
+buñolero que cómo vivía; repuso el chico que _peor_; y tanta lástima
+supo inspirar, que allí se quedó cuidando de la venta al menudeo, sin
+promesa de recibir otro pago que la comida y lugar donde dormir. El
+sillero no volvió a saber de él. Los chicos que antes tuvo el buñolero
+de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas
+fue de fidelidad intachable. Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz
+sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara
+rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los
+veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba
+vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda,
+colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos,
+formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón
+de cuartos y _ochavos del moro_, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos
+manchados de verdín. Ni se comía un buñuelo ni escamoteaba un ochavo.
+Nadie le enseñó matemáticas y, sin embargo, para dar las vueltas de la
+moneda era más listo que un cambista. Si quedaban buñuelos de la
+víspera, los despachaba los primeros; al servir _medias_ de aguardiente,
+cuando presumía que el gaznate del parroquiano estaba insensible, daba
+lo barato al precio de lo caro, y para los favorecedores constantes de
+la casa iba a buscar la pasta recién frita, humeante, en que aún no se
+habían bajado las burbujas del aceite hirviendo. El amo se encariñó con
+él en tal grado, que comenzó a tratarle como a hijo, y hasta determinó
+que fuese por las tardes a la escuela, donde, en unos cuantos meses,
+aprendió a leer, escribir y contar. Al año de estar en la buñolería, la
+hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó
+de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos
+de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron
+a la enfermita y sus padres en completo abandono. La moza que iba a
+barrer y fregar desapareció sin pedir un pico que le debían del salario,
+y el chulo que ayudaba a amasar y freír se despidió cobardemente: sólo
+Pepe permaneció allí día y noche, sin ir a jugar con los chicos del
+barrio ni ocuparse en otra cosa que cuidar a la muchacha. Guiado de
+clarísimo entendimiento, se fijaba bien en cuantas alteraciones sufría,
+para decírselas al médico, y luego le daba las tomas que la recetaban,
+con los intervalos debidos, arropándola en seguida como una niña a su
+muñeca. Cuando, por haber entrado la enfermedad en el período de
+descamación era más fácil el contagio, Pepe, que no lo ignoraba, redobló
+sus cuidados y, durante la convalecencia, se estuvo constantemente
+haciendo compañía a la muchacha, satisfaciendo sus caprichos y tolerando
+sus impertinencias, hasta que, dada ya de alta, tornó a su puesto de
+antes y siguió vendiendo cohombros a los chicos y ensartando buñuelos
+toda la mañana en los juncos, lo cual, con el manejo de los ochavos,
+acababa por dejarle los dedos sucios y pringosos: luego, de cuatro
+brincos, se plantaba a ver a la chica. Así pagaba Pepe su deuda de
+gratitud para con aquella gente; mas su principal se portó también como
+bueno.
+
+--Tú eres ya de la casa:--le dijo un día--busca otro dependiente para el
+despacho. Y vamos a ver, ¿quieres seguir oficio? Dilo como si fueses mi
+hijo.
+
+Pepe repuso que quería ser cajista, porque en la escuela donde le
+enviaron se había _echao_ un amigo a quien sus padres pusieron en una
+imprenta, con lo cual el muchacho siempre tenía los bolsillos llenos de
+estampas de entregas, romances de ciego, restos de tiradas de aleluyas y
+pedazos de carteles de toros.
+
+Tras permanecer dos o tres meses en imprentas de mala muerte, entró al
+fin en la de Millán, que era conocido del buñolero, y allí echó raíces
+en seguida; es decir, que apreciado por listo y obediente, le tomaron
+cariño. El día lo pasaba aprendiendo la caja, adiestrándose en componer
+y distribuir; luego empezó a hacer _monos_ y _remiendos_, y a la noche
+se iba por las calles a vender un _veinticinco_ de un periódico que allí
+se tiraba. Lo que le producía esta venta lo guardaba para sí, y el
+jornal de la semana lo ponía íntegro el sábado en manos del buñolero;
+pero lo que más le gustaba era entregárselo a Isabelita,
+diciendo:--«Anda, da eso a tu padre.»
+
+Los demás aprendices, envidiosos de aquel compañero de quien se hacía
+más caso que de ellos, comenzaron a tomarle tirria y jugarle malas
+pasadas. Un día le quitaron de la tartera el almuerzo, sustituyendo la
+tortilla con polvos de imprenta. Otra vez, como estuviera en mangas de
+camisa, le estamparon en la espalda una galerada recién impresa, con la
+tinta fresca de un letrero que decía: «Se vende este perro.» Hasta
+llegaron a rellenarle las botas con la grasa de untar las ruedas de la
+máquina, mientras él estaba trabajando con alpargatas para mayor
+descanso. Entonces apareció el _gatera_ madrileño, valiente, arriscado,
+dicharachero y dispuesto a darse de cachetes o puñetazos con el más
+bravo, y a echarle la zancadilla al mismo nuncio. Con unos cuantos
+pescozones oportunos se hizo respetable. Cierto día, otro aprendiz de
+más edad sacó contra él una navajilla. Pepe se la quitó de las manos, le
+sujetó fuertemente metiéndose la cabeza del agresor entre las piernas, y
+por castigo le descosió con el cuchillejo la costura trasera del
+pantalón, dándole luego en lo que el sol ni el agua vieron jamás, unos
+cuantos azotes: después le devolvió tranquilamente la navajilla,
+diciendo:--«Toma, _boceras_; eso no sirve más que _pá_ partir pan.»--A
+las horas de trabajo era modelo de laboriosidad: cuando llegaba el
+momento de hacer diabluras, era de la piel de los demonios. Parecía
+haber en él dos tipos distintos: uno para la tarea, otro para las
+travesuras; y diríase que, como correspondiendo a estos dos seres, tenía
+dos fisonomías diversas. Inclinado sobre la caja buscando tipos,
+ajustando palabras en el cajetín, o distribuyendo letras, su frente
+solía plegarse con un entrecejo serio de obrero ya machucho: entonces no
+hablaba y fija la atención en lo que hacía, sus ojos negros adquirían
+cierta expresión de gravedad cómica: en la calle, corriendo o jugando,
+con el pelo alborotado, tostada la tez, ladeada la gorrilla, descarado
+el mirar y rebosando malicia, traía a la memoria los chicos de las
+antiguas novelas picarescas. Los compañeros le llamaron primero el
+_Tiznao_, porque era muy moreno, como un beduino desteñido a fuerza de
+lavaduras: por fin le apodaron _Pateta_, y con este _alias_ se quedó. A
+Millán, conocedor de los antecedentes de Pateta, le había caído en
+gracia el muchacho: Pepe simpatizó mucho con él por un solo detalle.
+Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó
+Pateta en actitud humilde.
+
+--¿Qué quieres?
+
+--Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha _venío_.
+
+--Vamos, di.
+
+--Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya
+nos hablamos algo... y mañana es su santo. Mire Vd., he compuesto este
+letrero y quería ponerlo con letras _dorás_ de purpurina, en esta
+tarjeta de orla que _ma costao_ dos _riales_. Bueno, pues... que me
+digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde
+sea, luego que se marchen _esos_.
+
+Pepe examinó la cartulina, adornada con flores y amorcitos, que le
+presentaba el chico, y vio el letrero que traía hecho con los tipos más
+escojidos de la casa.
+
+«_A Isabel Gorillo, en sus días._» (Esto en un gótico muy complicado), y
+luego, debajo: «_Por José Maldonadas._» (Aquí las letras eran de mucho
+ringorrango.)
+
+--Y esta Isabel, ¿quién es?
+
+--La hija de mi amo. (Pateta continuaba llamando amo a su protector.)
+
+--¿La de las viruelas?
+
+--Sí, señor; pero no le ha _quedao_ señal. _Tié_ la cara que da gloria.
+
+--¿Y sabe tu amo?...
+
+--Saberlo... no sé; porque yo no he dicho esta boca es mía. Como _tién_
+dinero, no quiero que crean... ¿entiende Vd.? Pero ya se lo malician;
+porque yo, ni a los novillos voy, aunque me sobren los cuartos, con tal
+de estarme en la trastienda hablando con ella.
+
+--Bueno, hombre, bueno; anda, guarda eso o déjalo aquí, y a última hora
+que te diga el señor Ramón lo que debes hacer, y acábalo limpito.
+
+Este pequeño servicio que Pepe prestó a Pateta, se lo pagó él con
+creces. Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle
+de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por
+tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había
+cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía
+fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o
+escamotear azúcar, como hacían otros.
+
+ * * * * *
+
+Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con
+Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta
+donde aquél era aprendiz.
+
+--Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo?--le dijo un
+día Pepe.
+
+--Mande Vd. lo que quiera--repuso el futuro cajista.
+
+--La cosa ha de quedar entre tú y yo; no quiero que nadie lo sepa,
+¿entiendes? Ni el señor Millán.
+
+--Ni las piedras.
+
+Jamás faltó al secreto. Cuando Pepe pasaba dos o tres días sin ver a Paz
+la escribía, y Pateta, a la hora de salir del trabajo, emprendía el
+camino del _hôtel_, donde ella, prevenida por la impaciencia, le
+aguardaba tras la vidriera del balcón de su cuarto. La estufa del jardín
+tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y
+recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que
+crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que
+ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes
+de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal
+afirmadas. Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación,
+valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su
+servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un
+café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto.
+
+
+
+
+X
+
+
+El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe
+crecieron a la par. El importe de la jubilación de don José, el fruto
+del trabajo de su hijo, lo poco que Leocadia ganaba bordando y lo que
+procuraba ahorrar doña Manuela, todo se invertía en médico y botica. Así
+llegó el invierno de 1872 y aquella triste cena de Noche Buena, en que
+se habló de la próxima venida de Tirso y en que, después de irse Millán,
+ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que
+convenía hacer, sin llegar a resolver nada, porque la común abnegación
+no producía una miserable moneda de cobre.
+
+A la semana siguiente la situación se agravó con la noticia de que
+llegaba Tirso: la carta en que éste lo anunció no debía precederle sino
+dos días. Pepe escribió a su novia de esta suerte, mezclando con las
+frases de amor el recelo que le inspiraba aquel hermano desconocido:
+
+«Adorada Paz:
+
+Tienes razón: Aunque nos vemos casi diariamente, son tan pocas las
+ocasiones en que podemos hablar con libertad, que por fuerza han de ser
+nuestras cartas largas y frecuentes. Las cosas que te escribo quisiera
+decírtelas: lo que no te conmoverá leído, mis palabras te lo llevarían
+al alma en fuerza de sinceridad. Pero comprendo que no hay remedio, y
+aun temo que estas dificultades de ahora no sean sino anuncio de otras
+mayores: créeme, nuestro cariño ha de costarnos muchas lágrimas. Será
+todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar
+en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las
+preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más
+poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina
+y yo lacayo, como los personajes de aquel drama francés que estabas
+leyendo la otra tarde. La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo
+lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de tí. Tu
+padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que dé su hija a un
+hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos
+duros al año para libros y matrículas?
+
+Pero un día de vida, es vida. Yo no renunciaré jamás a tí, no te diré
+nunca que me dejes, y cuando seas tú quien me diga que no debemos volver
+a vernos, callaré, porque tendrás razón. Parece que yo, burlón y
+descreído, sin preocupaciones, vengo a estrellarme contra el obstáculo
+más risible, pero más fuerte: contra las _conveniencias sociales_.
+Desengáñate, nuestro amor tiene que ser una novela muy corta, ridícula
+para contada, triste para nosotros, únicos que hemos de tomarla en
+serio. ¿Hasta cuándo durará esto? ¿Quién se cansará antes? ¿Tú de
+esperarme? ¿Yo de amarte? Quien no se fatigará jamás será el tiempo, que
+pasará haciéndote cada día más buena y más hermosa, quizá más rica, y a
+mí más desgraciado y pobre. No imagines que deseo romper nuestras
+relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de
+tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te
+falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan
+al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te
+las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme
+las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero
+que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad.
+Antes que se lo oigas a tu padre, quiero ser yo quien te lo diga. ¿Qué
+porvenir puedo ofrecerte? No, yo no te dejaré nunca; y si llegas a ser
+algún día más juiciosa o más interesada, no te echaré maldiciones de
+comedia, sino que me separaré de tí resignado, queriéndote como te
+quiero ahora y guardando en lo mejor de la memoria el recuerdo del amor
+que me hayas tenido. Jamás te arrojaré en cara falta de energía, ni
+desfallecimiento de constancia. ¡Es tan natural que me olvides! Harto
+has hecho con empezar a quererme, aunque luego te pese.
+
+¿Cuántas veces te habré dicho todo esto? No te sorprenda, porque obedece
+a mi idea fija, a mi cavilación constante. Vamos, no concibo el
+fundamento de tu amor. Yo te amo por lo buena, por lo hermosísima que
+eres. Pero tú, ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives
+en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre
+privaciones que tú no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas;
+el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas
+de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta
+despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si
+entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles,
+dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por
+imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de
+todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has
+enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas!
+No, no me dejes, ni tengas nunca juicio, si el tenerlo ha de consistir
+en olvidarme; ni pienses en el porvenir, que yo tampoco pienso, sino que
+te adoro con toda mi alma.
+
+Ahora, como nada te oculto, quiero que sepas lo que ocurre en casa. Mi
+hermano Tirso, el cura, el que se ha educado y ha vivido siempre alejado
+de nosotros, debe llegar pasado mañana. Ignoramos el motivo de su
+venida; ni palabra sabemos de sus propósitos, nada nos ha dicho. Hace
+poco tiempo escribió que tal vez tuviera que hacer un viaje a Madrid:
+luego lo dio por cosa segura, ahora anuncia que llega. Mis padres, como
+es natural, se alegran; en Leocadia y tu Pepe, si he de ser franco, el
+sentimiento que domina es el de la curiosidad. Sólo hemos visto a Tirso
+una o dos veces, siendo muy pequeños, y dentro de pocas horas vamos a
+tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los
+hábitos; si no, tendrían que decirme: «ese es.» ¡Estaría gracioso que
+bajaran al mismo tiempo del _vagón_ dos curas jóvenes! Con esto,
+comprenderás que tengo motivos para estar preocupado. ¿Cuál será la
+situación de mi hermano? ¿Qué le habrá pasado? Si su posición es
+desahogada, menos mal; y no lo digo porque me ahorre trabajo; pero, ¿y
+si viene tan pobre como nosotros? Seremos cinco en lugar de cuatro los
+que hayamos de vivir mal. ¿Por qué habrá dejado su curato?
+
+Quizá venga a pretender algo; mas de ser así, ¿por qué no consultarlo
+antes con nuestro padre? Tú, que conoces mi modo de pensar, aunque no
+por completo, comprenderás que abrigue ciertos temores. Tirso es cura,
+y en esta casa hay muy poca devoción. Mi padre nunca habla de eso;
+mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia
+cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más
+costosas que le están vedadas; y en cuanto a mí... callo: no quiero que
+me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo.
+
+Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco.
+
+Está con cuidado, porque mañana, si puedo, iré a ver si tiene tu padre
+algo que mandarme.
+
+Tuyo siempre,
+
+PEPE.»
+
+La carta que, en contestación a ésta, halló Pateta al día siguiente bajo
+las baldosas inseguras del horno de la estufa, decía:
+
+«Querido Pepe mío:
+
+Por Dios te pido que no me atormentes así. Te lo he dicho mil y mil
+veces. Te quiero porque sí, porque creo que eres el mejor de los
+hombres, y no me preguntes más. ¿No sueles decir que mi padre no me ha
+educado como a las otras mujeres? Pues eso será. Si tuvieses una gran
+fortuna, acaso habría mayor facilidad para que fuéramos uno de otro;
+pero te querría igual que ahora, no podría darte ni una hilacha más de
+cariño. Conque no me vengas con tristezas ni tontunas, ni vuelvas a
+decir que te deje, ni que si te dejo yo te aguantarás. Si lo piensas, es
+porque no me quieres. ¿Soy rica? Pues mejor. Ya saldrás de pobre, y si
+no, yo lo mismo te he de querer, con tal de que tú no mires a ninguna
+otra mujer. ¿Lo entiendes? Es lo único que no te perdonaría nunca.
+Quedamos en que no volverás a las andadas ni me escribirás majaderías:
+no merecen otro nombre las cosas que dices. Mi padre podrá no dejarme
+casar contigo; pero, ¿casarme con otro? ¡Eso si que no! Lo que es de
+esto te responde _tu_ Paz. Vamos, yo no entiendo esas _sublimidades_
+tuyas de sacrificios y tonterías. No he pensado, ni pienso, ni pensaré
+jamás en dejarte por nada de este mundo. ¿Lo sabes? Yo, que tantos
+libros he leído de los que tiene mi padre, me acuerdo de que don Quijote
+dice que todos los caballeros andantes llevaban en el escudo un letrero.
+Bueno, pues tú y yo somos dos caballeros andantes con este letrero:
+_cariño_ y _paciencia_. ¿Te gusta? Pues a callar y no perdamos el
+tiempo en augurios tristes. Aseguran las gentes que quien espera
+desespera: no importa. Yo me conformo con que me ames mucho. Me parece
+que esto no tiene nada que ver con las _conveniencias sociales_, con la
+humildad de tu casa, ni con tu amargura. Si me quisieses igual que yo a
+tí, no exigirías más. ¿Crees que me van a meter monja o a casar por
+fuerza con algún príncipe de cuento de hadas? ¿Soy yo tonta? ¡Ya verás,
+ya verás, cuando te conozca mi padre como te conozco yo!
+
+Respecto a la venida de tu hermano, nada puedo decirte, pero se me
+figura que todo lo ves negro. Hasta que no sepas cuál es su situación,
+no hay por qué apurarse. Si viniera a pretender, debías atreverte a
+pedir a papá que le recomendase a alguien. ¿Te enfadarás si te digo que
+tus temores me parecen tontos? ¿Ha de ser malo porque es cura?
+Indudablemente, esto es lo que se te ha ocurrido. En verdad, la cosa es
+rara, ser tan grandes los hermanos y no conocerse, pero ya verás cómo no
+tenéis por eso disgustos. Y si los sufres, yo te querré un poquito más,
+para que nada pierdas.
+
+Adiós, tristón mío. No te olvida nunca tu
+
+PAZ.»
+
+
+
+
+XI
+
+
+El seguir Tirso la carrera eclesiástica, fue una de esas cosas graves
+que en la vida del hombre se resuelven rápidamente y con escasa
+intervención del interesado.
+
+Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud
+se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico,
+era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias
+religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su
+influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la
+gente de iglesia en la región que habitaba. Durante largos períodos, en
+los que mandó el partido moderado, conservó don Tadeo su destino en la
+Hacienda de la provincia y fue uno de tantos carlistas protegidos por
+los _polacos_, quienes consideraban menor peligro atraerse partidarios
+del Pretendiente que transigir con liberales. Pasados algunos años, y
+gobernando un ministerio progresista, sus compañeros y subordinados le
+prepararon la terrible asechanza cuyo funesto desenlace atajaron las
+declaraciones de don José. El expediente o causa formado contra él no
+dio más resultado que su destitución; pero este hecho, que pasó
+inadvertido para el resto de la nación, fue en la localidad suceso
+importantísimo. De allí en adelante, don Tadeo quedó para sus enemigos
+convertido en un pobre hombre, y a los ojos de sus partidarios como un
+mártir: él, imaginando convertir en provecho su caída, se dedicó por
+entero a ser instrumento de las ideas a que siempre tuvo inclinación. La
+clerecía de la capital de la provincia, que en un principio le consideró
+como víctima, después, por su entereza, le tuvo como varón enérgico, y
+viendo en él un carácter dispuesto a la lucha con mayor libertad que los
+eclesiásticos, le adjudicó tácita e insensiblemente la jefatura. Llegó a
+ser lo que hoy se llama un obispo de levita, al par que jefe local de un
+partido. A su casa iban continuamente los canónigos de la catedral, los
+misioneros que con frecuencia hacían excursiones a la ciudad, los
+periodistas católicos y hasta el prelado de la diócesis. A juicio de
+esta gente, el encargarse don Tadeo de la educación y porvenir de Tirso
+fue un acto meritorio: pensaron que pagaba su deuda de gratitud del
+mejor modo que jamás lo hiciera nadie y, sobre todo, aquello de
+arrancar un hijo a las garras de un padre progresistón y acaso hereje,
+les pareció cosa admirable. Por su parte, don Tadeo no se recató de
+decir de don José que era una lástima que tuviera tendencias
+_liberalescas_.
+
+Crió a Tirso un ama en una aldea, como pudiera hacerlo una cabra; un
+sacristán, protegido por don Tadeo, le enseñó de pequeño a leer,
+escribir, contar y rezar; a los ocho años sabía ayudar a misa, y a los
+catorce ya pudo su padrino utilizarle para escribir cartas y hacer
+recados de los que no se confían a sirvientes. En cambio a sus padres
+les escribía muy poco y, cuando lo hacía, antes era por instigación de
+don Tadeo que por impulso propio. Los amigos de aquél, viéndole educado
+en el santo temor de Dios, le trataban con singular afecto y, en
+reciprocidad, Tirso se volvía todo respeto para con aquellos señores,
+que a él se le figuraban magnates. Los curas, especialmente, le merecían
+extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que
+pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes
+y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera
+sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes. Sin poder
+darse cuenta de la grandeza de las ideas representadas por aquellos
+hombres, le seducía la posición que ocupaban en la ciudad. Andar bajo
+palio, hablar desde el púlpito y dar la mano a besar, le parecían
+mayores signos de prestigio que ir a caballo con música delante, espada
+en mano y batallones detrás; así que, cuando su padrino le dijo que
+estudiara para cura, su infantil imaginación acogió la noticia con una
+emoción muy semejante a la alegría. ¿Qué otra carrera había de darle un
+hombre entregado a servir medio de guía, medio de agente a los intereses
+y la parcialidad del clero? Un canónigo fue quien decidió la suerte del
+muchacho, contestando así a don Tadeo, que le consultaba sobre el
+particular:--«No podía Vd. pensar cosa mejor. Si el chico es de los
+elegidos y _sale_ una lumbrera de la Iglesia, ¡qué gloria para Vd.! Si
+no es así... pues tendrá una profesión tan buena como otra cualquiera.
+Y, por lo que toca a sus padres--añadió--comprendería que se quejasen si
+Vd. marcase al chico otra senda; pero, ¿quién puede llevar a mal
+propósito tan noble?»--Poco tiempo después entraba Tirso en el
+Seminario, donde, dicho sea de paso, por influencia de los que le
+llevaron no sufrió la novatada que padecían los demás.
+
+Entonces comenzaron a dar sus frutos el alejamiento de la familia y el
+desconocimiento de sus padres en que pasó Tirso los primeros años de su
+vida. La voz del egoísmo sonó poderosa y convincente, diciéndole que don
+Tadeo podía _hacerle hombre_; que su familia, en cambio, carecía de
+medios para ello. Le habían hablado tanto del temor de Dios y tan poco
+de su propia madre, que le halagó la idea de ser ministro del Señor.
+
+El primer efecto de la enseñanza religiosa fue hacerle comprender que su
+porvenir correspondería a las esperanzas que abrigó viendo y envidiando
+a los que frecuentaban la casa de su protector. Las lecciones de sus
+maestros y los libros que le pusieron en las manos, le dijeron que la
+misión del sacerdote era superior a cuanto podía imaginar su ambición.
+
+El más ilustre de los profetas, el precursor San Juan, tuvo la dicha de
+poner _una vez_ las manos sobre la cabeza de Cristo: él, como sacerdote,
+le tendría todos los días en las suyas, y le consagraría con sus
+palabras. Los ángeles están continuamente cerca de Dios; pero ¿qué ángel
+posee, como él había de gozarlo, el poder de perdonar los pecados? En
+las entrañas de la Virgen encarnó el Verbo, pero una sola vez: en sus
+manos de sacerdote, por virtud de frases salidas de sus labios,
+encarnaría el Verbo todos los días, y no en forma mortal, como le
+concibió María de Nazareth, sino impasible, inmortal, glorioso, como
+está en los cielos. ¿Qué poder ni dignidad había igual al suyo?
+
+Dos rasgos distintos de su personalidad comenzaron a desarrollarse en él
+durante esta época de su vida, mientras fue estudiante en el Seminario.
+Su inteligencia, tardía en comprender, se acostumbró a admitir lo que le
+daban pensado, como preferible al trabajo de pensar por cuenta propia; y
+la facilidad con que pudo seguir la carrera por aquella protección que
+se le dispensaba, le hizo poco humilde.
+
+No fue cura de los de carrera breve, que sólo estudian rudimentos de
+latín, filosofía mermada y algo de moral jesuítica, sino que siguió la
+carrera lata, empapándose de Teodicea, Patrología, Hermenéutica, Derecho
+Canónico y Disciplina Eclesiástica, hasta el doctorado en Teología, en
+todo lo cual trascurrieron ocho años, al cabo de los que se ordenó _de
+menores_.
+
+¡Día feliz aquél en que la simple tonsura le hizo soldado de la milicia
+de Cristo! Mas esta dicha no brotó en su alma al calor de la fe, ni se
+esperanzó su buen deseo con lo que podría hacer manejando las divinas
+armas que le serían concedidas, sino que nació del contacto producido
+por la docilidad con que acogió las palabras que tantas veces había
+escuchado prometiéndole, en cuanto fuese sacerdote, la supremacía sobre
+los otros hombres. _El sacerdote es embajador que habla en nombre de
+Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía_, le dijeron,
+tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases
+análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión,
+como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban
+someter a su servicio. Las órdenes menores de portero, lector, exorcista
+y acólito le parecieron llenas de encanto, por la suma de dignidades que
+indicaban y por las que anunciaban. ¡Ser portero de la casa de Dios!
+¡Leer al pueblo la divina palabra! ¡Lanzar al enemigo malo fuera del
+cuerpo en que hace presa! ¡Poder acercarse al _Sancta Sanctorum!_ ¡Qué
+grandiosos y envidiables privilegios!
+
+Llegó por fin el día de recibir las órdenes mayores. La Iglesia,
+dirigiéndose a los que le presentaban y aludiendo a él y sus compañeros,
+preguntó si eran dignos (_¿scis illos dignos esse?_): luego le impuso
+varios días de retiro y ejercicios, y después ungió y santificó sus
+manos, poniendo en ellas la patena y el cáliz al par _que, con asombro
+de los ángeles_, pronunciaba el Prelado solemnemente estas palabras:
+_Accipe potestatem offerre sacrificium Deo, Misasque celebrare, tam pro
+vivis quam pro defunctis, in nomine Domini, Amén_: y en seguida colocó
+las manos sobre su cabeza diciendo: _Accipe Spiritum Sanctum, quorum
+remiseris peccata, remittuntur eis; et quorum retinueris, retenta sunt_.
+
+El gusano nacido de la fiebre pecadora, el fruto del amor profano, el
+hijo de la pasión carnal, fue súbitamente redimido de impureza y elevado
+a una dignidad mayor que la de los reyes, revestido con poder análogo al
+de Dios, como decían los libros en que le hicieron estudiar. Ya era
+sacerdote; ya podía intervenir en la parte más noble del gobierno de los
+hombres, en el cuidado del alma. Mas buscar en el fecundo seno de la
+Naturaleza las causas de las cosas, le dijeron que era revolver
+impurezas de la materia; bucear en la conciencia para iluminar su razón
+con la Verdad, lo tacharon de impío; leer la vida de los pueblos, lo
+motejaron de trabajo estéril, porque el dedo de la Providencia traza los
+destinos del hombre; escuchar los latidos de su corazón, le advirtieron
+que era rendirse al deleite, y contra el amor pusieron en sus labios,
+pervertidas y desvirtuadas, las palabras de Cristo a su madre: _¿Qué
+tengo yo contigo, mujer?_
+
+Don Tadeo, lejos de dejarle abandonado a sus propias fuerzas, le
+proporcionó curato; y Tirso, después de su primera misa en la capital de
+la provincia, que dio ocasión a una fiesta que fue un recuento de
+fuerzas realistas, marchó a vivir a un pueblo, mejor dicho, valle, entre
+cuyas ásperas desigualdades estaba esparcido el caserío de miserables
+viviendas y pobres gentes, sobre quienes debía comenzar a ejercer su
+santo ministerio. Entonces se consagró por entero a las necesidades de
+su estado: las misas, bautizos, bodas, confesiones y entierros; la
+predicación, y el tomar parte a veces en los juegos de sus feligreses,
+fueron sus principales ocupaciones. Los pocos libros que llevó a su
+retiro acabaron por servir de peana a una imagen encerrada en una urna:
+el estudio se le hizo enojoso. A los cuatro meses, su única lectura era
+la de un periódico católico absolutista recomendado por el obispo de la
+diócesis: la Teología, las Sagradas Escrituras, los Santos Padres,
+cuanto representaba labor intelectual, quedó olvidado, surgiendo en su
+lugar otro género de motivos de actividad para el pensamiento, y
+sustituyendo distinto linaje de devoción a la contemplación seria de los
+misterios y los dogmas.
+
+Antes, aunque poco, se preocupó algo de si la religión natural, que
+excluye toda revelación, basta al hombre para salvarse; de si por la
+experiencia de los sentidos o por medio de la conciencia puede llegarse,
+como por la fe, al conocimiento de Dios; de si el método demostrativo es
+mejor que el hipotético y analítico: pero muy luego tales impulsos se
+aquietaron, y como si aquella vida campestre influyera en él,
+sobreponiendo lo material a lo ideal, cayó en una devoción ramplona, y
+su pensamiento, sin tender a espaciarse, quedó encerrado en
+infranqueables lindes. Los primeros sermones que pronunció fueron de
+hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación
+de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los
+milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia
+llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los
+campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse
+con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó,
+experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida. Cuando
+desde lo alto del púlpito miraba congregado el rebaño de fieles que le
+oía con devoto silencio, imaginaba estar realizando el más alto y noble
+de los destinos humanos.
+
+En su conducta nada había censurable. Llenaba con tanto celo su deber,
+que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a
+sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo
+marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada,
+monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le
+desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad
+análoga al silencio del campo.
+
+Desde las ventanas de su cuarto abarcaba con la vista ancho espacio,
+extensos plantíos de nabos, frondosos maizales, hondonadas de donde
+subía rumor de agua corriente, casas pequeñas y dispersas, medio ocultas
+entre la frondosidad de enormes castaños acopados, y allá, en lo alto de
+algún cerro, una ermita con la cruz del tejadillo tronchada por el
+viento. En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos
+ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas
+calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito
+se erguían enhiestos en desprecio del tiempo. El cielo de aquella
+región casi nunca estaba sereno: a la mañana y a la tarde, en toda época
+del año, el suelo se cubría de neblinas que, lamiendo las vertientes y
+los altos, se alzaban poco a poco hasta formar nubes que, apoyándose en
+las crestas de la sierra, tendían el vuelo por los aires,
+confundiéndose, hacia el confín del horizonte, con otras nubes que
+venían de montes más lejanos. Lo diseminado del caserío contribuía a la
+soledad de Tirso; así que tenía poco roce con sus feligreses, casi las
+precisas relaciones, dada su posición; de suerte que, ni el respeto se
+mermaba con la confianza, ni la frecuencia del trato podía engendrar
+intimidad. Hacía muchos años que en aquellos contornos no se recordaba
+un cura tan reservado y poco comunicativo.
+
+Tirso era de carácter rudo; su aspereza parecía fruto de cierto orgullo
+íntimo por el cumplimiento del deber, y con los campesinos guardaba
+siempre una reserva calculada, cual si pensase que convenía a su
+prestigio de sacerdote el apartamiento de las miserias humanas. Lo que
+más contribuyó a su buena fama, fue la indiferencia que manifestó hacia
+las mujeres desde que tomó posesión del curato. Hablando con los hombres
+era frío, de pocas y secas palabras; pero esta frialdad y aspereza
+subían de punto al tratar con las mujeres: para ellas sólo tenía en los
+labios acritud y en el pensamiento recelo. Su juventud y la vida libre
+del clero en aquellas tierras, hacían resaltar más esta antipatía a la
+mujer. Los familiares que en las oficinas del obispado manejaban el
+registro secreto de la conducta de los clérigos de la diócesis, tardaron
+muchos meses en convencerse de que no era mujeriego, y el espionaje, de
+que no se vio exento por ser ahijado de don Tadeo, sólo logró averiguar
+que, valiéndose de lo cercano que estaba su curato a la ciudad, Tirso
+solía irse a la población un par de veces al mes, permaneciendo en ella
+algunas horas, sin que nadie supiera dónde ni a qué iba. Sobre esto hizo
+mil conjeturas la malicia; pero nada se llegó a saber con certeza.
+
+Tal fue la vida de Tirso durante los primeros años de su estancia en
+aquellos campos, donde seguramente no era fácil que se realizasen todas
+las promesas de dignidades y grandezas que le hicieron su propia
+imaginación y los que le consagraron al sacerdocio. Luego, de pronto, y
+en muy pocas semanas, su vida mudó por completo de rumbo.
+
+ * * * * *
+
+En pueblos y aldeas comenzó a notarse extraña inquietud y desusado
+movimiento, sustituyendo, a las conversaciones sobre el estado del campo
+o el cuidado de las haciendas, diálogos que expresaban, no temor, sino
+esperanza de próximos trastornos.
+
+Se sabían con indignación cosas irritantes, y se comentaban con ira. La
+Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución
+sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero
+del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos
+que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia;
+de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía
+que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a
+los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que
+escaparon a la _persecución_ del año 68. A estas noticias, esparcidas
+primero cautelosamente, y luego en violentos impresos, respondió la
+comarca con intenso desasosiego. Las gentes se hablaban ávidas de
+recibir y comunicarse nuevas que justificaran la exaltación de los
+ánimos; los que no sabían leer, es decir, el mayor número, se reunían en
+corros a oír las relaciones que en cartas o periódicos se hacían del
+estado de España, que semejaba haber caído en poder de moros;
+comenzaron a pronunciarse con respeto nombres de cabecillas olvidados; y
+personas que jamás hicieron alarde de su opinión, manifestaron sin
+rebozo que, si en aquellos valles volvía a resonar el grito de _Dios,
+Patria y Rey_, contestarían a él con entusiasmo. En los pueblos, cada
+púlpito era una tribuna; cada sacerdote, un orador que, poseído de santa
+indignación, se olvidaba de alabar a Dios por señalar a sus enemigos con
+el dedo; recordábanse en las tertulias hazañas de la _otra guerra_,
+narradas con carácter de leyenda, y de continuo atravesaban el país
+viajeros que, deteniéndose a guisa de emisarios en los caseríos,
+repetían palabras que eran consignas, o frases de esperanza en el
+alzamiento, ya cercano. Hasta las mujeres atizaban el fuego, como si
+anhelasen la lucha, teniendo en poco la vida de sus hijos.
+
+Una tarde, ya puesto el sol, llegó a casa de Tirso un hombre, y tras
+conferenciar con él breve rato, partió en dirección a otro pueblo
+cercano. Al día siguiente, Tirso metió en una balija y un baúl pequeño
+parte de sus ropas, y cuando cerró la noche, acompañado de un labriego
+de su confianza, se encaminó a la ciudad, en cuyas afueras le esperaba
+un criado, que cargó con el equipaje. Pocas horas más tarde, don Tadeo
+y dos caballeros amigos suyos celebraron ante él una entrevista, le
+dieron algún dinero, instrucciones y orden de marchar a Madrid. El
+curato quedó abandonado; mas ¿qué importaba descuidar la salud de unos
+cuantos por el servicio de todos? Era necesario un agente discreto,
+seguro, desconocido por ser nuevo, y de quien nadie pudiese sospechar:
+don Tadeo designó a Tirso, y éste tomó el tren para la corte.
+
+Por eso no escribió ni dijo nunca a sus padres cuál era el objeto de su
+viaje.
+
+
+
+
+XII
+
+
+El día anterior a la llegada de Tirso a Madrid, mientras don José, doña
+Manuela y Leocadia le esperaban con la satisfacción que consentía la
+larga separación sufrida, Pepe se entretuvo en arreglar para su hermano
+su propio cuarto, trasladando de la habitación que él ocupaba a otra más
+chica y de peores condiciones un armarito, dos perchas, el aguamanil y
+dos sillas, todo lo que componía su mobiliario, diciendo que él paraba
+poco en casa y, además, en cualquier parte estaría bien. Salió
+perdiendo en el cambio, pero sabía que aquello agradaría al padre.
+Leocadia barrió el suelo y fregó los cristales del cuarto cedido, y la
+madre preparó ropa para el lecho. Con destino a Tirso se compró un
+catre; pero Pepe lo tomó para sí y cedió también para su hermano la
+cama, que era de hierro. La víspera de que el viajero llegase, cuando
+todo estaba dispuesto para recibirle, don José, mientras le acostaban,
+decía a Pepe:
+
+--Hijo mío, por más que discurro, no puedo adivinar cuál sea el motivo
+de su venida.
+
+--Ya nos lo dirá él.
+
+--¿Y por qué no explicarlo antes? Te confieso que me preocupa esto
+mucho. ¿De donde habrá sacado el dinero del viaje? Lo que yo pienso no
+tiene vuelta de hoja. Si antes ha tenido cuartos, ¿cómo no se le ha
+ocurrido nunca enviar un céntimo ni venir a vernos? y si los tiene
+ahora, de repente, ¿cómo se los ha procurado?
+
+--Lo mismo he pensado yo; pero no te devanes los sesos, que mañana
+sabremos a qué atenernos. Lo principal es que viene y que estás
+contento. Yo también me alegro más de lo que parece, y eso que la
+situación es rara ¿verdad? Porque lo cierto es que ni ésta (_por
+Leocadia_) ni yo le hemos visto desde que éramos chicos.
+
+--No hablemos, no hablemos de eso, que se me amarga la alegría. Tú
+bajarás a la estación, ¿eh?
+
+--Sí, pero... no sé como me las arreglaré... A quien se le contara el
+caso, se echaría a reír. ¿Cómo diablos le conoceré?
+
+--Hombre, él vendrá con hábitos. Le llamas, y con darle una voz...
+
+--El tren llega a las siete y veinticinco; de modo que, si no trae
+retraso, a las ocho y cuarto u ocho y media podemos estar aquí.
+
+Nadie en la casa concilió el sueño aquella noche. Pepe se levantó a las
+seis, y poco después bajó a la estación del Norte.
+
+Hacía fresco, y para entrar en calor comenzó a pasear por el andén,
+presa de una impaciencia en que acaso era curiosidad la mayor parte:
+cada dos minutos miraba al reloj, y constantemente tenía el oído atento,
+esperando escuchar un timbre eléctrico, una campanada, un silbido,
+cualquier señal que anunciase la llegada del tren.
+
+La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían
+el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar
+llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que
+se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban
+empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi
+nadie. Veíanse a lo lejos los cobertizos que resguardan las mercancías,
+las largas filas de vagones polvorientos, la arena de las vías
+ennegrecida por las escorias del carbón, las líneas paralelas de los
+railes abrillantados por el roze, y el arbolado de la cuesta de
+Areneros, cuyo ramaje comenzaba a ponerse amarillo con los ardores del
+verano. Poco a poco fue llegando gente; empleados que venían
+desperezándose, mozos que sacaban de junto a las básculas los carretones
+de los equipajes, otros ocupados en recoger lamparillas de los coches, y
+algunos que traían grandes atados de cántaras vacías, devueltas por los
+lecheros a su punto le origen. Después aparecieron las autoridades de
+menor cuantía, dos _parejas_ y un inspector que hacía molinetes con el
+bastón para que se viesen las borlas mugrientas. De pronto sonó un
+timbre, y luego una campana: el tren había salido de la estación
+inmediata. Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la
+Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el
+tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido
+estrepitoso de hierro golpeado contra hierro. Cuando se detuvo la larga
+fila de vagones y comenzaron los viajeros a bajarse, Pepe fue
+registrando con la vista los departamentos uno por uno, mas no vio salir
+de ellos ningún cura. Miró a las gentes que ya se habían apeado, y
+tampoco. Entre los recién llegados que se agolpaban a la puerta de
+salida, no había clérigo alguno. Pasaron unos instantes y, disminuida ya
+la confusión, se fijó en un hombre que quedó en medio del andén, solo,
+mirando desorientado a todas partes, sin soltar una cesta y un saco de
+alfombra que llevaba en las manos, dudosamente limpias.
+
+Vestía traje oscuro, cuyo chaquetón, muy abrochado, sólo dejaba ver el
+cuello de la camisa: la pechera desaparecía tras una corbata negra y
+ancha hecha dos nudos; toda su ropa era ordinaria, pero nueva; llevaba
+las botas blancuzcas por el poco betún o el mucho roze, y de uno de los
+bolsillos del chaquetón pendía la borlita de un gorrito de pana. Pepe
+clavó los ojos en aquél hombre, y luego, poniéndose a pocos pasos y a su
+espalda, le llamó en voz baja, casi con timidez:
+
+--¡Tirso!
+
+Volviose de pronto el recién llegado, y entonces el muchacho le abrió
+los brazos, diciendo:
+
+--Soy Pepe.
+
+El abrazo que se dieron fue largo y apretado, sincero tal vez, pero de
+fijo nadie lo sabrá nunca.
+
+De tan extraño modo se conocieron dos hombres a quienes la Naturaleza
+había hecho hermanos.
+
+--¿Y los padres?--preguntó Tirso con más interés en la entonación que
+calor en la mirada.
+
+--Buenos... esperándote.
+
+Parecía que ambos empleaban el tú con trabajo.
+
+--Vamos allá.
+
+Reclamaron juntos el equipaje, confiáronselo a un mozo, a quien dieron
+las señas de la casa donde lo había de llevar, y salieron de la
+estación.
+
+--Vamos a tomar un coche: ¡hoy es día de gastar dinero!--dijo Pepe.
+
+--¿Para qué? ¿Está lejos la casa?
+
+--Lejos, no; pero tienen mucha gana de verte. Todo está preparado... tu
+cuarto dispuesto... ¡Verás qué guapa es Leo y como te reciben todos!
+
+--No, no: vamos a pie.
+
+--Anda, no seas niño; un _pesetero_ nos lleva en seguida.
+
+--¡No!: quiero ir a pie.
+
+Y pronunció el _no_ firme, rotundo, seco, como quien suele dar a la
+palabra la energía de una voluntad terca.
+
+--Entonces, vamos deprisa, que estarán impacientes.
+
+Echaron a andar. La mañana era fresca y agradable. Madrid recibía a su
+huésped con un cielo azul, limpio y hermoso. Subieron por la Cuesta de
+San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a
+ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos
+versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto:
+
+--¿Es una capilla protestante?
+
+--No: es un asilo que ha hecho la Reina María Victoria, la mujer de
+Amadeo, para que estén recogidos los hijos de las lavanderas mientras
+ellas trabajan.
+
+Tirso desvió la vista sin contestar.
+
+Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén
+cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían
+decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha
+puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía
+que el interés pareciese curiosidad. Querían dar a las palabras
+entonación cariñosa, y no acertaban a decirse sino cosas que les eran
+ajenas. Desembocaron en la plaza de Oriente.
+
+--Mira, Tirso, estamos en Palacio.
+
+El forastero contempló un instante el soberbio edificio sin poder
+contener una expresión de disgusto, cual si allí viviera alguien a quien
+personalmente aborreciese. En esto Pepe se arriesgó, por fin, a
+preguntar algo que satisficiera la espectativa que en sus padres y en él
+mismo había despertado el viaje.
+
+--Vamos, hombre, ¿y cómo ha sido esto? ¿Qué te trae a Madrid?
+
+--Ya te contaré, ya te contaré: ahora no... ¡Qué lástima que viva ahí
+dentro un extranjero!--añadió, mirando con saña hacia Palacio.
+
+Más adelante, en la entrada de la calle Mayor, se detuvo para ver la
+fachada del convento del Sacramento.
+
+--¿Qué iglesia es esa? ¿Es parroquia?
+
+--Hombre, la verdad... con certeza no te lo puedo decir; pero creo que
+ahora está ahí la parroquia de Santa María.
+
+--Poco enterado estás. Anda, vamos a entrar un momento.
+
+--Hombre, ¡si nos están aguardando!
+
+--No importa, dos minutos.
+
+Pepe no comprendía que su hermano dilatara ni tan corto espacio de
+tiempo el abrazar a sus padres. Por disculparle instintivamente, se
+dijo, sin embargo, que aquella era la primera iglesia de Madrid que
+Tirso había encontrado al paso y que, siendo cura, el hecho no tenía
+nada de sorprendente. Bajaron la escalinata que conduce a la fuente, y
+en la puerta del templo, Pepe, que iba fumando, dijo:
+
+--Aquí te espero, no tardes; déjame los sacos.
+
+--¡Ah! ¿no entras?
+
+Tirso penetró solo en la iglesia y Pepe se quedó mirando cómo los
+aguadores llenaban las cubas en la fuente. Pasó entretenido unos cuantos
+minutos, luego volvió los ojos hacia la portada, pareciéndole
+inexplicable que su hermano no saliera en seguida; pero trascurrió un
+buen rato, y nada, Tirso no volvía. Miró el reloj, dio dos o tres paseos
+por delante de la fachada, sin soltar los sacos, y volviendo a subir las
+escaleras, dirigió otra vez la vista hacia la iglesia. Salieron dos
+viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de
+ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía.--«¡Qué calma!--pensaba
+Pepe--¡Sabiendo cómo estarán en casa!»--De pronto sacó otra vez el
+reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la
+paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la
+puerta, mas en balde. Al fin entró por su hermano.
+
+La nave del templo era toda sombras, en cuyo fondo ardían unas cuantas
+velas, sin que las llamas lograran disipar la oscuridad. A la izquierda,
+al pie de un altar, estaba Tirso hincado de rodillas, juntas las manos
+sobre el pecho y muy humillada la cabeza. Como Pepe no tenía costumbre
+de verle, le fue preciso adelantar bastante para cerciorarse de que era
+él. Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo
+ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al
+verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo,
+procurando no dar acritud a sus palabras:
+
+--Pero, ¿tú sabes la impaciencia con que estarán en casa?
+
+Tirso, imperturbable, se detuvo un momento a leer un cartel de fiestas
+religiosas, y luego contestó con severa y pausada entonación:
+
+--Lo primero, es lo primero.
+
+Desde allí anduvieron deprisa, pero yendo siempre Tirso con retraso de
+un par de pasos.
+
+«Vaya--pensaba Pepe--este es cura hasta los tuétanos.»
+
+ * * * * *
+
+En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de
+Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas,
+hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las
+piernas, don José, que a cada minuto preguntaba:
+
+--¿No vienen? ¿No les veis?
+
+Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor.
+
+--¡Allí están!--gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la
+escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras
+Pepe decía:
+
+--Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba.
+
+Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del
+principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas
+abiertas, se le oía gritar, alterada la voz:
+
+--¡Tirso, Tirso!
+
+La madre se le estaba comiendo a besos.
+
+Pepe y Leocadia, llevando cada uno un saco, entraron en el comedor:
+detrás venían Tirso y su madre.
+
+En vano pretendió el pobre viejo levantarse: pudo incorporarse apoyando
+fuertemente las palmas en los brazos del sillón; mas, al intentar
+sostenerse sobre las piernas, tuvo que dejarse caer en el asiento.
+Tirso, entonces, llegó hasta la butaca y abrazó a su padre, quien,
+cogiéndole la cabeza entre las manos y oprimiéndosela contra su pecho,
+permaneció unos instantes sin proferir palabra, presa de una emoción
+honda y callada. Hubo un momento de profundo silencio. Tirso sintió caer
+una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin
+atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso
+de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca
+y, apartando suavemente a Tirso, dijo:
+
+--Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie?
+
+--¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy!
+
+--Paciencia, padre: la misericordia de Dios es infinita.
+
+--Yoduro de potasio, cueste lo que cueste; mucho yoduro--añadió Pepe.
+
+Durante la mañana toda la familia, menos Pepe, que tuvo que ir a casa
+del señor de Ágreda, permaneció reunida en el comedor entregada a la
+alegría del suceso; pero había en aquella situación algo anormal que
+ponía trabas al contento. El hijo que por primera vez pisaba el hogar
+de sus padres, a los treinta y cuatro años, revestido del carácter
+sacerdotal, parecía un extraño recibido con afectuosos extremos; la
+franqueza que con él empleaban resultaba tímida, como si a sus padres y
+su hermana les fuera difícil tratarle con verdadera intimidad.
+Especialmente doña Manuela, no sabía qué hacerse: las preguntas
+cariñosas, las frases regocijadas se le paraban en los labios, atajadas
+por un respeto vago; quería bromear, y le era imposible; las palabras no
+respondían a las ideas que ansiaba expresar. Diríase que su cariño hacia
+Tirso, privado por largos años de dar muestra de vida, surgía
+repentinamente, pero entorpecido por lo anómalo de las circunstancias.
+Había ratos en que ninguno sabía de qué conversar con él. Quien parecía
+más dueño de sí era don José, sin tener tampoco realmente con su hijo la
+libertad que debiera. Leocadia experimentaba una fuerte impresión de
+curiosidad. Se había sentado en uno de los brazos de la butaca de su
+padre y, como Tirso ocupaba una silla baja, ella le veía de alto a bajo,
+mirándole y remirándole la coronilla, muy sorprendida de que un hermano
+suyo tuviese aquello en la cabeza.
+
+A las doce volvió Pepe y almorzaron, ocupando cada cual su puesto en
+torno de la mesa. Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó
+una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes
+de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos,
+murmurando con los ojos medio cerrados:
+
+--_Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus
+sumpturi_...
+
+Ninguno respondió a la oración. Todos, entre sorprendidos y
+contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la
+única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como
+si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe:
+
+--A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa.
+
+--Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo dé.
+
+Pepe añadió:
+
+--Menos las enfermedades, escaseces, disgustos y otros obsequios...
+
+--Con todo lo cual se prueba el temple del alma y se depura la virtud.
+La desgracia es el crisol de la fe.
+
+--Y pasa uno la vida que es un gozo: aunque yo creo que eso de
+someternos a pruebas es calumnia que levantáis al Ser Supremo.
+
+--¡Ah! ¿Llamas a Dios el Ser Supremo? ¿Eres libre pensador?
+
+--¡Quién sabe lo que uno es? Pero como no me gusta la comedia que
+estamos representando aquí bajo, chicheo en algunas escenas.
+
+--Ya te mostraré yo remedio a todo. Rezando, implorando el favor divino,
+no queda en el pensamiento espacio a la impiedad.
+
+--¡Cuántas oraciones resultarán impías a los ojos de Dios! ¡Con qué
+frecuencia se confundirán en la plegaria del devoto la esperanza del
+beneficio propio y la avidez del mal ajeno!
+
+--Esa no será oración, sino blasfemia. El mal y la oración son
+incompatibles. Oración es _aptisima arma, thesaurus prepotens, divitias
+inexhaustas pariens, fons et radix omnium bonorum_. Virtud, misa,
+predicación, sacramentos, austeridad, limosna... todo puede subsistir
+con el pecado menos la oración, que es al espíritu del hombre como el
+aire al pulmón. Por eso dijo Orígenes: _Horrendum est diem sine oratione
+transigere_, y el Profeta: _Desolatione, desolata est terra, quia nullus
+est qui recogitet corde_.
+
+--Mal se hermanan esa bondad divina, eternamente importunada por la
+súplica humana, y la existencia del mal sobre la tierra.
+
+--¿Qué te extraña? ¿No brotan en el mismo prado la flor que recrea, la
+fécula que nutre y la ponzoña que mata?
+
+--¿Y que falta hacía crear la ponzoña?
+
+--El mal es en la tierra como piedra de toque para el alma. ¿Piensas que
+en prosperidad imperturbable sería mejor el hombre?
+
+--Mira, Tirso, no me gusta probar ideas propias con testimonios ajenos;
+pero contesta a este raciocinio de Epicuro: ya ves si lo tomo de
+antiguo.
+
+--A ver qué herejías paganas te han enseñado en la Universidad.
+
+--O Dios quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni
+quiere ni puede, o puede y quiere. Si quiere y no puede, es impotente;
+si puede y no quiere, es malo, y, por consiguiente, no es Dios; si no
+puede ni quiere, es impotente y malo; y, por último, si quiere y puede,
+¿de dónde diablos procede el mal, que no lo evita?
+
+--Discutir no es creer: la razón agobia al pensamiento, la fe lo dilata.
+Quédate con tus dudas y déjame con mis consuelos. Para tí, la soberbia
+humana: para mí, la gracia divina.
+
+--¿Y qué es eso? ¿Qué es la gracia?
+
+--¿Crees en el progreso moderno?
+
+--Sí.
+
+--¿Sabes fijamente cómo, por qué y con arreglo a qué leyes late, palpita
+y vuela el fluido eléctrico? No, y, sin embargo, crees en el telegrama
+que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen,
+secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la
+idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire
+que lo sople. Inteligencia en que no haya fe, sea aniquilada: es como
+aquel árbol oriental de sombra dañina que, aun hecho leña y consumido
+por las llamas, envenena el ambiente con las cenizas aventadas.
+
+--Con lo cual venimos nada menos que a justificar el Santo Oficio.
+
+--¡No vas descaminado!--exclamó Tirso trémula la voz.
+
+Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya
+inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera
+que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos.
+
+Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas
+palabras de su hermano.
+
+El diálogo recayó luego sobre el viaje y sus molestias; después hablaron
+de lo caro que cuesta todo en Madrid; de la agitación de la vida
+cortesana; de lo mucho que hay que andar para ir a cualquier parte, y de
+otras cosas, que asemejaron la conversación a la que pudieran haber
+sostenido con un amigo forastero.
+
+--¿Y qué iglesias hay por aquí cerca?--preguntó Tirso.
+
+Tuvieron que hacer memoria para contestar: sólo doña Manuela quiso
+responder en seguida.
+
+--San Justo... y la Concepción Jerónima... y...
+
+--Más cerca está San Isidro--decía Leocadia.
+
+--¿En cuál de ellas oís misa?
+
+Nadie repuso.
+
+--Vais indistintamente a cualquiera, ¿eh? Pues eso no es bueno. La misa
+debe oírse siempre en el mismo templo, y si es posible en el mismo altar
+y dicha por el mismo sacerdote.
+
+--Yo te diré lo que pasa, hijo mío--respondió don José.--En primer
+lugar, ya ves, yo no me puedo mover, y tu madre no se aparta de mí un
+momento. ¡Si vieses cuánto da que hacer en una casa un hombre como yo,
+imposibilitado! Pepe no tiene tiempo para nada... y esa pobre, ni
+siquiera pasea: no tiene quien la acompañe...
+
+--La verdad es que vivimos muy sujetos, chico; ya lo irás viendo. Ésta y
+mamá no se mueven de aquí, casi nunca salen: yo, entre unas cosas y
+otras, trabajo de diez a doce horas diarias...
+
+Tirso comprendió que todas eran disculpas: frunció el entrecejo, y su
+mirada tuvo un destello frío y duro como el brillo del acero. Le costó
+violentarse, pero se contuvo y calló.
+
+Al caer la tarde se vistió de hábitos y esperó impaciente a que
+anocheciese por completo, sin cesar de mirar hacia el balcón, donde la
+luz iba faltando.
+
+--Si te vas--le dijo su padre--espera. Pepe ha salido, pero vendrá
+pronto y te acompañará.
+
+Tirso esquivó la respuesta cuanto pudo, y al fin, apremiado por la
+insistencia de don José repuso:
+
+--No, no hace falta que nadie se moleste: no quiero sino dar una vuelta
+por cualquier parte, tomar el aire un rato.
+
+Al cerrar la noche se fue sin preguntar nombre alguno de calle, como
+quien ya sabe dónde se propone ir y se obstina en ocultarlo. Doña
+Manuela y Leocadia se asomaron al balcón, y la última, al verle pasar
+bajo un farol y desaparecer por el arco hacia la Plaza Mayor, tuvo una
+frase, que era la abreviatura de la situación por que atravesaba la
+familia.
+
+--¡Qué raro se me hace esto! ¡Parece mentira que sea de casa!
+
+Cuando volvió, al cabo de una hora, no contó dónde estuvo ni lo que
+hizo, limitándose a hablar del bullicio y la animación de la corte.
+Luego dijo:
+
+--Mucho he andado por esas calles; y ¡cuanta estampa fea y obscena hay
+en algunas tiendas! Pero, aunque llevaba hábitos, nadie se ha metido
+conmigo.
+
+--¿Pues qué?--repuso Pepe--¿creías que te iban a comer?
+
+--No hubiese sido extraño que me insultaran. ¡Como ahora la impiedad
+anda libre y se nos persigue y nos maltrata quien quiere!...
+
+--Ríete de eso: ya te convencerás de que es mentira. No hay tal impiedad
+ni tal persecución: en fin, tú lo verás a poco que andes por Madrid.
+
+--Te advierto que me importaría poco. ¿Acaso no tengo buenos puños?
+
+
+
+
+XIII
+
+
+Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso
+aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación
+con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia
+acostaban al padre, él se puso a escribir.
+
+La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso:
+tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar; la frente alta, afeada
+por cierta depresión hacia las sienes; los labios recios y las facciones
+salientes y toscas, como de talla mal labrada. Dábanle aspecto de dureza
+el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que
+le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía
+hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a
+convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia. Su
+dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo
+acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para
+la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía
+sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor
+a Dios de Santa Teresa. Su progenie sacerdotal no estaba entre los
+mansos de corazón, sino entre aquellos clérigos que imaginaron abrirse
+las puertas del cielo con el hacha de combatir moros. Su fervor
+religioso tenía asomos de entusiasmo bélico. San Pablo cortando la oreja
+al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en
+Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario
+proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar
+su reino en la tierra: Tirso era de éstos. Mientras tuviese la Iglesia
+incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir,
+la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A
+las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas
+leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe.
+Un versículo del Evangelio le agradaba sobre todos; aquél que dice: «_No
+he venido a traer al mundo la paz, sino la espada_.»
+
+ * * * * *
+
+A la mañana siguiente se levantó temprano y no salió. Estuvo oyendo a
+Leocadia leer periódicos a su padre, y aunque permaneció largo rato con
+ellos, no pronunció palabra alguna acerca del objeto de su viaje. Cuando
+por la noche estaban doña Manuela y Leocadia acostando a don José, éste
+dijo a su hija:
+
+--¿Suele venir Pepe muy tarde?
+
+--No: casi siempre antes de las doce.
+
+--Pues espérale hoy y dile que entre a la alcoba: tengo que hablar con
+él.
+
+Madre e hija adivinaron de lo que se trataba, mas ninguna dio a entender
+la sospecha. A todos sorprendía por igual el prolongado silencio de
+Tirso. Era realmente extraño que no diese la menor explicación acerca
+del viaje. Acaso vino sólo por ver a sus padres, pero no era esto
+creíble en quien dejó pasar tantos años sin hacerlo. Una sola conjetura
+había que fuese lógica: ¿habría venido a pretender? ¿querría ser
+canónigo? ¿tendría quien le apoyara?
+
+Antes de media noche llegó Pepe, y Leocadia, que le estaba esperando,
+entró con él a la alcoba de sus padres, donde doña Manuela dormía
+profundamente y don José aguardaba desvelado. Leocadia oyó sin chistar
+el corto diálogo que sostuvieron padre e hijo.
+
+--Pepito, ¿no te choca esto?
+
+--Mucho, pero no atino con la causa.
+
+--Es que ni una palabra... ¿a tí tampoco te ha dicho nada?
+
+--Tampoco.
+
+--Lleva aquí dos días... No entiendo lo que pueda ser. ¿Qué te parece
+que hagamos?
+
+--Nada, papá. Si habla, oírle; si no, dejar que pase el tiempo. Ya lo
+sabremos. ¿Ha venido a casa de sus padres? Bien venido sea. ¿No tiene
+confianza con nosotros? Pues no se la arranquemos por fuerza.
+
+--Está frío, indiferente...
+
+--No: él debe ser así. No es momento de charlar ni quiero molestarte
+ahora. Además, ya sabes lo que pienso: no nos hemos tratado, no nos
+conocemos; ¿cómo diablos hemos de querernos como nos queremos ésta y
+yo?--Y Leocadia hizo un signo afirmativo con la cabeza.
+
+--Tienes razón, hijo, pero me repugna que la tengas.
+
+La luz de una vela que Pepe había dejado en la habitación contigua
+iluminaba temblorosamente el cuadro, y en el rostro del viejo aparecía
+impresa la curiosa intranquilidad que le preocupaba. Tenía la cama medio
+deshecha, porque estuvo moviéndose nerviosamente en ella hasta que vio
+entrar a su hijo, y de cuando en cuando dirigía los ojos a su mujer,
+como asombrado de que pudiera dormir libre de las mismas dudas y recelos
+que él experimentaba.
+
+--Vaya, a descansar, papá.
+
+Pepe y Leocadia besaron a su padre como dos niños, y salieron. Al pasar
+por delante de la alcoba de Tirso, notaron que roncaba.
+
+--¿Oyes?--preguntó ella.
+
+--Sí; escucha, escucha cómo le quita el sueño la emoción de estar en su
+casa.
+
+--Adiós, Pepito, hasta mañana.
+
+--Abur, monigota, fea.
+
+--Tonto, pareces un chiquillo.
+
+--A los pies de Vd., señora; fea, espantosa.
+
+Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía,
+hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su
+pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que
+le disgustaba. Al comer, se sentaba el último en la mesa, murmurando el
+_benedicite_ entre dientes, porque sabía que no habían de rezarlo los
+demás, y al ir por la noche a recogerse sacaba del bolsillo el rosario,
+yéndose con él en la mano hacia su cuarto.
+
+El primer domingo que pasó en la casa, madrugó más de lo ordinario y
+estuvo en oración largo rato, pero no salió ni a misa. Leocadia,
+aprovechando unos instantes en que le vio ir al comedor en busca de un
+breviario, llamó a Pepe:
+
+--Ven, ven y verás lo que ha puesto ese en la alcoba. He entrado a
+hacerle la cama, y mira cómo me encuentro esto. Está bonito, ¿verdad?
+
+Tirso había cubierto los cristales de la ventana que daba al patio con
+pedacitos de papeles de colores chillones, casados con muy mal gusto y
+formando caprichosas figuras geométricas. La luz del sol, teñida y
+desvirtuada por el improvisado trasparente, daba al cuarto una
+entonación abigarrada. Aquello parecía la caricatura de una vidriera
+gótica. Además, sobre la cabecera del lecho había pegado a la pared con
+pan mascado una estampa de un San José muy bonito, con el pelo rizado a
+fuego lento, las mejillas sonrosadas y sosteniendo sobre la palma de una
+mano un niño en pie, como si le enseñase a hacer títeres, mientras
+enarbolaba en la otra un palo con más flores que moño de sevillana. En
+la pared de enfrente había puesto un cromo: _El último Concilio
+Ecuménico_, reunión de viejos vestidos de rojo, sentados en semicírculo
+como los obispos en el primer acto de _La Africana_, entre los cuales
+resaltaba, por su blanco ropaje, un señor a quien venía a decir secretos
+al oído una paloma que entraba por una ventana, semejando estar envuelta
+en un rayo de luz. Pepe lo abarcó todo de una sola mirada e hizo un
+gesto, entre risa y desprecio, diciendo a su hermana:
+
+--Pues estos mamarrachos ha debido comprarlos en la salida que hizo el
+día que llegó, porque luego no ha puesto los pies en la calle.
+
+--Indudablemente.
+
+Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina
+y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a
+su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno.
+
+--Tampoco hoy habéis ido a misa...
+
+--He hecho el chocolate para todos, me he peinado y he peinado a mamá,
+te he compuesto un descosido en un manteo que había en tu cuarto;
+¡Jesús, qué paño tan duro! he barrido el comedor y he bajado por la
+compra...
+
+--Es decir, que aquí todo, absolutamente todo, es antes que Dios.
+
+De pronto, tomando un periódico que había encima de una silla, leyó el
+título: _La Libertad Española_.
+
+--¿Qué es esto?--y tocándolo sólo con las puntas de los dedos, como si
+temiera ensuciarse, lo dejó caer al suelo murmurando:
+
+--¡Papeluchos ateos!
+
+--¡No lo tires, que después lo pide Pepe y arma una marimorena!
+
+Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el
+cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y
+cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a
+un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del
+papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a
+encerrarse en su habitación. La muchacha adivinó lo que acababa de
+pasar. Tirso contuvo ante ella su enojo al ver el periódico, pero luego,
+al quedarse sólo, la ira se sobrepuso a la prudencia.
+
+La perspectiva de una disputa entre los dos hermanos, que pudiera
+agriarse, asustó a Leocadia, pareciéndole lo sucedido una amenaza a la
+tranquilidad de la casa. Su buen juicio le decía que era forzoso
+ocultárselo a Pepe. Pero, ¿cómo?
+
+Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el
+periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una
+plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin
+que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que
+acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la
+noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia. Hízole el
+padre la presentación de su hijo mayor, comieron todos alegremente y de
+sobremesa hablaron de política, única conversación que tenía el
+privilegio de distraer al pobre viejo, quien a cada instante hallaba
+medio de relacionar los sucesos de entonces con los de su juventud,
+estableciendo comparaciones entre hombres y épocas distintas.
+
+Pepe se había puesto a leer _La Libertad Española_, que pidió a Leocadia
+y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas
+este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de
+vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el
+viejo:
+
+--Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide,
+vamos a ver cosas muy tristes.
+
+--Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan
+tomar a la guerra?
+
+--¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde
+o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada.
+Yo recuerdo que, cuando el de Vergara, en realidad quienes perdimos
+fuimos nosotros: luego que el partido liberal aseguró la corona a la
+Reina, le trataron como a un negro; a Espartero le arrinconaron en
+seguida; a los oficiales carlistas les favorecieron mucho; decían que
+todos éramos hermanos, y los nuestros, que se habían batido en invierno
+con pantalón de dril... iban a Filipinas o a Fernando Póo en cuanto
+parecían sospechosos.
+
+--Por eso y por cosas análogas hay tantos republicanos en la generación
+nueva; porque nos hemos convencido de que no queda otro remedio.
+
+--Eso es muy peligroso: el pueblo no está preparado.
+
+--Y como nadie le enseña nada, tiene él que aprenderlo a su costa.
+
+--Es que hoy no hay virtudes cívicas. Si hubierais conocido vosotros a
+Mendizábal, y luego a Olózaga, que ahora está tan caído...: él fue quien
+llamó progresistas a los que decían antes _exaltados_. Siempre ha habido
+más entusiasmo liberal que ahora. ¡Si vierais qué indignación se
+desencadenó el año 40 contra Toreno y Martínez de la Rosa, porque
+pidieron la prórroga del medio diezmo, y aun el diezmo entero y la
+primicia! Pues ¡y cuando Espartero no quiso aprobar la famosa Ley de
+Ayuntamientos!
+
+--Entusiasmos estériles, y que muchas veces han sido ahogados en sangre.
+
+--En eso tenéis razón. Se condenaba a muerte por cualquier cosa. Desde
+el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los
+veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22
+de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando
+a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso
+hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito...
+
+--A pesar de lo cual--interrumpió Pepe--hay quien mira con buenos ojos a
+la Restauración y quien se bate por don Carlos. Si en España quedan
+monárquicos, y sobre todo borbónicos, es porque nadie lee historia
+contemporánea.
+
+--En fin, hijos míos, ya sabéis que yo tengo buena memoria: pues bien,
+desde Diciembre del 43 hasta la Noche Buena del 44, fueron fusiladas
+doscientas catorce personas, la mayor parte por liberales.
+
+--Tiene Vd. razón, don José; así pagó la corona al partido liberal que,
+primero por el padre y luego por la hija, había hecho tantos
+sacrificios...
+
+--Pues si llega a tener espíritu santo la familia--añadió Pepe--nos
+quedamos sin una gota de sangre.
+
+Al oír este chiste impío, Tirso no pudo aguantar más. El elogio a
+Mendizábal, la alusión al diezmo y la primicia, el horror a los
+fusilamientos de revolucionarios, el espíritu liberal que palpitaba en
+la conversación, le hicieron daño; pero aquello de explotar para una
+gracia la tercera persona de la Santísima Trinidad, puso el colmo a su
+indignación. Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo
+que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del
+balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada,
+dijo severamente:
+
+--¡Parece mentira que hombres de juicio hablen así!
+
+Millán calló por deferencia a su amigo, y don José porque se arrepintió
+de haber dicho tales cosas, dando margen al enojo de Tirso: Pepe, más
+fogoso, se encaró con éste y, aunque hablando moderadamente, le repuso:
+
+--Es natural que tengas simpatías por los partidos reaccionarios; son
+los que os protegen; pero, ¿negarás que nosotros no podemos mirar bien
+a la Iglesia? Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la
+libertad y de la democracia.
+
+--¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la
+democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas
+libras de patatas se compran con eso?
+
+--¡No! la libertad es lo que os mandó Cristo que predicarais; la
+democracia es _eso_ que os ha permitido a vosotros, clérigos y frailes,
+nacidos entre los más humildes, escalar los puestos más altos del mundo.
+
+--Pues Mendizábal fue un ladrón.
+
+--Esa es una majadería que no tiene nada que ver con lo que hablamos. Y,
+mira, no te irrites; pero por lo que me gusta Mendizábal, es por haber
+sido quien ha hecho más daño a la Iglesia.
+
+--¡Callad, hijos míos, callad!--gritó don José:--¿Vais a reñir ahora? Yo
+no diré tanto; pero Mendizábal fue un gran hombre. ¡Cuidado si tuvo
+mérito sacar la quinta de los 100.000 hombres!
+
+Tirso hacía inútiles esfuerzos por disimular su disgusto. En vano
+afectaba oír en calma aquellas cosas. Su desagrado no era pena, sino
+ira, viendo que no se había equivocado cuando, a poco de poner el pie
+en la casa, imaginó que allí no había devoción ni creencias.
+
+Su padre era un progresista ridículo, que se entusiasmaba hablando de
+Espartero; su hermano un demagogo ateo, de los que hacen burla de Dios y
+la Divina Providencia; su madre una pobre señora, a quien se le figuraba
+ser santa porque era hacendosa, y Leocadia una chicuela presumida, que
+se pasaba la mañana embandolinándose el pelo. Allí nadie iba a misa, ni
+ayunaba, ni rezaba; no había bula, se comía carne los viernes y el padre
+toleraba los chistes impíos de Pepe. Estuvo a punto de descargar su
+indignación en apóstrofes violentos, de los que tantas veces oyó a los
+señores que frecuentaban la casa de don Tadeo; pero se limitó a mirar a
+su hermano con lástima, diciéndole:
+
+--¡Parecéis judíos!
+
+No concebía mayor insulto.
+
+Las mujeres se miraron al oír las últimas palabras del diálogo, dichas
+ásperamente, sorprendiéndoles la novedad de que allí se riñese por cosas
+de política; Millán fue a ponerse al lado de Leocadia; don José calló,
+tratando de hallar medio de variar la conversación, y Tirso permaneció
+de pie ante el balcón, como desafiándoles a todos y dispuesto a
+reanudar la disputa. Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado
+pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato,
+como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió
+tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por
+las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena
+pasada:
+
+--¿Has oído?
+
+--Vais a tener muchos disgustos.
+
+--¿Creerás que esta es la hora en que no sabemos a qué ha venido?
+
+--¿Tenía él en el pueblo relaciones con gente carlista?
+
+--¿Por qué lo preguntas?
+
+--Mucho cuidado... no sea que haya venido con algún encargo. Ahora se
+revuelven mucho. A ver si os da un susto la policía. Para tu padre sería
+una impresión desastrosa.
+
+ * * * * *
+
+A la tarde siguiente se presentó en la casa un caballero de aspecto muy
+respetable, preguntando por Tirso. Leocadia le acompañó hasta el comedor
+y avisó a su hermano; pero éste, apenas oyó el nombre del recién
+llegado, se le llevó a su cuarto, permaneciendo largo rato encerrado con
+él. La visita fue larga, y Tirso despidió al desconocido con grandes
+muestras de respeto.
+
+A partir de aquella entrevista, el cura salió a la calle casi todas las
+noches, pero sin decir nunca dónde ni a qué iba.
+
+
+
+
+XIV
+
+
+Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus
+curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos
+en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas
+del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán:
+justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su
+viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en
+instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de
+sus padres? La probabilidad de que en el momento menos pensado se
+presentara la policía en la casa buscando a su hermano, asustó a Pepe,
+temeroso de la impresión que tal lance pudiera causar en el ánimo del
+pobre viejo. Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra
+índole, por proponerse la _conversión_ de la familia o emprender campaña
+para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer,
+según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia,
+exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar,
+porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar
+noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo.
+
+Desde el día de la disputa en que llamó ladrón a Mendizábal, hacía la
+vista gorda tocante al indiferentismo religioso que le rodeaba; pero
+claramente se notaba que en él no era todo prudencia, sino falta de
+arrojo. Pepe, deseoso de no dar pábulo a la irritabilidad de su hermano,
+se abstenía de chistes impíos y frases burlescas, aunque a veces se le
+venían a los labios, oyéndole desplegar ingenuamente la más arraigada
+superstición; de suerte que ambos comenzaron a fingir cierto
+comedimiento, a pesar del cual Pepe comprendía que la situación no era
+para prolongada y que la menor cosa que proporcionase a Tirso ocasión de
+mostrar su enojo bastaría a desencadenar una tormenta. Por su parte, el
+cura iba convenciéndose de que había venido a ser entre sus padres y
+hermanos como árbol trasplantado de pronto a distinta tierra de la en
+que nació. Difícil era que él arraigase allí ni pudiera vivir en paz con
+los suyos. Si fueran tibios en la devoción o sólo tardos en cumplir las
+prácticas religiosas, aún habría remedio; pero no se trataba de gente en
+cuyo pecho se hubiera amortiguado la fe, sino de individuos que, a
+juzgar por lo que Tirso veía, no la sintieron nunca. El padre carecía de
+creencias, tal vez a consecuencia de su simpatía hacia aquel partido
+progresista que siempre mintió respeto a la religión, sin ocultar mala
+voluntad al clero; Leocadia y doña Manuela eran mujeres mal dirigidas, o
+mejor dicho, descuidadas. En cuanto a Pepe, su incredulidad, su
+alejamiento de todo lo divino y sagrado resultaban más graves, por ser
+fruto, no del olvido de las santas verdades, sino de un profundo
+desprecio de ellas: le empujaban al descreimiento las corrientes de la
+época, los estudios modernos, la atmósfera cortesana y una indudable
+predisposición personal. En esto no se equivocó Tirso: los padres y la
+hermana se ofrecieron a su observación como realmente eran:
+indiferentes; Pepe, como un impenitente convencido con quien la lucha
+había de ser más trabajosa, porque la lucha era inevitable. No vino él
+al hogar con ánimo de provocarla, mas tampoco le parecía razonable ni
+conforme a su ministerio mirar en calma aquel estado de honda
+perturbación que le hizo prorrumpir en un momento de ira: «parecéis
+judíos.» Su entusiasmo religioso era sincero: la conciencia le dijo que,
+si los azares de la vida le hubiesen colocado junto a gentes extrañas,
+empecatadas como sus padres y hermanos, habría puesto tenaz empeño en
+convertirlas, y que mal podía contemplar fríamente la perdición de su
+propia viña. Cuando resolvió su viaje a la corte, no imaginó tener que
+consagrarse a esta obra: otros eran sus propósitos y él solo los sabía;
+mas ya que la Providencia le mostraba la mala yerba en su camino, debía
+arrancarla, aunque fuera al paso y sin distraerse de su objeto
+principal. ¡Deber juntamente grato y penoso el salvar a sus padres y
+hermanos de la condenación eterna! Algo análogo leyó en sus libros
+devotos, pero no tan en grande. Tal santo convirtió a su cónyuge, otro a
+su padre, alguno a su hermano: él tenía que habérselas con toda su
+familia, en la cual antes jamás pensó, de la que vivió apartado
+voluntariamente, pero que de pronto se le antojaba rebaño disperso al
+borde de un abismo, y al cual había de guiar hasta recogerlo en el
+redil bendito de la Iglesia. Trájole a la corte el servir a empresa más
+alta, por tratarse de la patria entera y no de unos cuantos individuos;
+mas ya que Dios ponía la llaga al alcance de sus manos y la herida
+estaba como en su mismo cuerpo, justo era que la sanara.
+
+Comenzó en esto a agravarse la enfermedad del padre, fueron precisos
+mayores gastos, vinieron para la familia días tristes y afligiose
+sobremanera doña Manuela; por todo lo cual determinó Tirso empezar a
+cumplir su propósito, imaginando que en medio de la tribulación es
+cuando más fácilmente se avasallan los corazones. Su madre y su hermana
+fueron las primeras a quienes pensó atraerse. No alcanzó a más su
+sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le
+antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del
+noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas
+adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las
+circunstancias ponían trabas a su celo. Hubiera preferido combatir cara
+a cara los obstáculos, congregar repentinamente la familia y convencerla
+de su error; pero no se aventuró a tanto y, mal de su grado, como no
+pudo ser violento, se hizo astuto: soñó con desempeñar papel de apóstol
+batallador, y hubo de limitarse a obrar como jesuita de novela, pero de
+buena fe, con limpia intención, seguro de poner el ánimo en una empresa
+honrada.
+
+Resuelto a extirpar la impiedad que se había enseñoreado de su casa, no
+quiso demorarlo, y una mañana, como observase que doña Manuela estaba
+desdoblando el mantón para ir a comprar unos medicamentos, se anticipó a
+ella y la esperó en una esquina próxima: luego la fue siguiendo por la
+calle Imperial abajo, y cuando iba a entrar en una botica de la de
+Toledo, la llamó de cerca:
+
+--¡Madre, madre!
+
+--Hijo, ¿cómo tú por aquí?
+
+--Quiero hablar con Vd. ¿Tiene Vd. que esperar en la botica?
+
+--Un ratito.
+
+--Pues vamos primero por las drogas; luego aguardaremos juntos, y le
+diré a usted lo que deseo.
+
+Tirso hablaba con acento severo: su madre le oía con una curiosidad
+mezclada de temor.
+
+--Pero hombre, ¿qué es ello? ¿Pasa algo malo en casa?
+
+--No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero
+quiero que hablemos.
+
+Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la
+vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente:
+
+--Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro.--Y subieron las
+escaleras de la iglesia.
+
+--Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo. Desde
+que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza...
+
+--Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la
+crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!...
+
+--No es nada de eso.
+
+--Pues no te entiendo.
+
+--Ahora me comprenderá Vd. Mi obligación era decir a mi padre lo que voy
+a decirle a Vd., pero creo que con Vd. me entenderé mejor: además, su
+carácter y su estado... Más adelante veré lo que he de hacer.
+
+--¿Carácter, dices? ¡Si el pobre no molesta a nadie ni se enfada
+nunca!...
+
+--Quizá por esa bondad tengamos mucho que llorar.
+
+--¡Explícate, por Dios, hijo mío!
+
+--Sí, madre; mucho que llorar y que sentir. Vaya, clarito; en casa no
+hay religión, y donde falta la religión todo está perdido. Así les
+castiga a ustedes Dios.
+
+--¡Castigarnos Dios!
+
+--¡Le parecen a Vd. pocas penas esa enfermedad, esa escasez, esos
+sufrimientos!...
+
+--¿Y qué le hemos de hacer? Todos trabajamos. ¿No has visto la vida que
+llevan tus hermanos y lo que yo me afano?
+
+--¡Pregunta Vd. lo que pueden hacer! ¡Parece mentira! Es imposible que
+Dios ayude a ustedes.
+
+En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de
+los ojos acusaba una resolución enérgica.
+
+--No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay
+religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima
+pensarlo. Desde hace cerca de un mes que estoy en Madrid, ¡cuántas cosas
+tristes he visto! ¡Ni una oración, ni un acto de piedad! Comprendo que
+padre no vaya a misa, aunque bien pudiera sustituirla con algunos actos
+de recogimiento y penitencia; pero, ¿y Vd.? ¿y Leocadia? ¿y Pepe? ¡Vivís
+como herejes! Lo confieso, madre; he dudado mucho antes de dar este
+paso, pero mi deber es antes que todo. ¿No siente usted miedo...
+vergüenza por vivir así?
+
+--Y ¿qué quieres que haga? Yo no mando... yo cuido de la casa... y nada
+más: la limpieza... trabajar y más trabajar... ¡qué sé yo!
+
+--¡Limpieza y trabajo! ¡Con eso piensa usted que ha cumplido! Cuando el
+Señor la lleve de este mundo, que la llevará... desgraciadamente, ¿se
+salvará Vd. con haber tenido aseada la casa? ¡La casa limpia y el alma
+negra por el pecado! ¡Toda la pulcritud para uno mismo, todo el trabajo
+para lo propio, y ni una visita a la casa de Dios, ni un pensamiento
+para su divina Madre! ¡Da ira el verlo!
+
+Doña Manuela oía en silencio, sobrecogida con aquel inesperado disgusto,
+que aun para su escasa inteligencia era señal de otros mayores. La
+vehemencia de Tirso llegó a exacerbarse tanto, que la pobre vieja no
+pudo menos de decirle, casi con enojo:
+
+--¡Hijo, no manotees, que nos ve la gente!
+
+Él estaba ya poseído de su papel, y no hacía caso.
+
+--¡Aquí no hay hijo! No hay sino un sacerdote que ha visto esa lepra
+asquerosa del ateismo y quiere curarla. ¿Lo oye Vd., madre? Si Vd. no me
+ayuda, lo haré yo solo... lo intentaré yo solo; y si no puedo lograrlo,
+se lo diré a todos ustedes, cara a cara, sacudiré en la puerta el polvo
+de mis zapatos, como los patriarcas de Israel cuando salían de la casa
+de los impíos, y no volverán ustedes a verme nunca.
+
+--Y del escándalo y del disgusto se morirá tu padre.
+
+--¿Qué más muerte que la que tenemos encima? El corazón cerrado a la
+piedad... ¡Si basta entrar allí para convencerse!... Estampas de reos
+liberales en las paredes, periódicos perversos de los que venden por las
+calles, comedias o noveluchas que lleva ese Millán de la imprenta y que
+permitís leer a Leocadia, libros malos... y en toda la casa no hay una
+imagen de la Virgen ni una cruz de palo...
+
+--Yo no mando...
+
+--Pues es necesario que mande Vd. A falta de padre, y estamos como si
+faltara, usted es quien debe gobernar: yo la ayudaré... y elija Vd.,
+madre: poner remedio al mal, o dejar que lo remedie yo solo, contra mi
+padre, contra Pepe, contra todos.
+
+--¡No, hijo de mi alma, por Dios, eso no, a Pepe no le hables de estas
+cosas!
+
+--¡Ah! ¿Tiene Vd. miedo? Pues yo no.
+
+Hablaban en voz baja, solos en un rincón del atrio de la iglesia,
+mientras les miraba curiosamente una mujer que en la escalinata vendía
+estampas, caras de Dios con marco de estaño, chufas, majuelas y
+_torraos_. Tirso intimidaba a su madre accionando con ademanes
+descompuestos: ella, ya ansiosa de cortar el diálogo, miraba
+alternativamente hacia el suelo y hacia la acera opuesta, donde estaba
+la botica. Las acusaciones de impiedad no la hicieron en un principio
+gran efecto; pero cuando Tirso las presentó como causa de los males
+sufridos y promesa de castigos eternos, su debilidad mujeril cedió al
+empuje del creyente. Lo que peor la sentó, fue la amenaza de que
+hablaría con Pepe.
+
+Guardaron silencio unos instantes: él, dudoso del éxito de su empresa;
+ella, turbada, deseosa de sustraerse al influjo violento de aquel hijo
+que, para sojuzgarla mejor, acababa de decirla: «no soy sino sacerdote.»
+
+--¿Vamos a la botica?--se atrevió por fin a preguntar la madre.
+
+--Espere Vd.; no quiero que nos separemos así. Tiene Vd. que prometerme
+antes su auxilio. ¿Trabajará Vd. conmigo para que seamos todos
+cristianos, o me entiendo yo con Pepe y con mi padre? ¿Imagina usted
+vivir santamente no haciendo daño al prójimo? ¡Qué ceguedad! ¿Y Vd.
+misma? ¿Y su salvación? Rece Vd., madre, esto es lo primero, y Dios la
+iluminará y borrará de su alma esa apatía; venga Vd. a misa, y a poco
+que despierten los buenos sentimientos, cesará Vd. de reír las bufonadas
+sacrílegas de mi hermano, y arderá Vd. en deseo de auxiliarme. ¿Lo
+promete Vd.?
+
+--Sí, hijo--contestó azorada--pero a Pepe no le cuentes nada de esto.
+
+--¡Ya comprendía yo que él es quien tiene la culpa de lo que ocurre!
+Quedamos en que Vd. es mía, es decir, de Dios; si no, me marcharé para
+siempre, después de declarar francamente ante todos que no quiero vivir
+entre judíos.
+
+Bajaron lentamente las escaleras del atrio, esperó Tirso a la puerta de
+la botica y, al ver salir a su madre con un frasquito en la mano, dijo:
+
+--¡Tanto esmero, tanta solicitud para buscar remedio a los males del
+cuerpo, que no importan nada, y ni un pensamiento para la salud del
+alma! Acuérdese Vd. de lo que acabamos de hablar.
+
+En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a
+quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la
+condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras
+vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen
+ejercido en ella más imperio. Lo que la dejó amilanada fue la amenaza de
+hablar a su marido y a Pepe, segura de que la menor reconvención de
+Tirso provocaría una escena agria, quizá un rompimiento y un disgusto
+gravísimo. ¿Qué podía hacer ella para evitarlo? Nada. Sentía impulsos de
+contarlo todo al llegar a casa; pero, ¿y luego? Don José tal vez cediese
+en algo, por agradar al hijo de cuya presencia vivió privado tantos
+años; más, ¿qué haría Pepe viendo que sus mimos, sus cuidados, sus
+trabajos por evitar toda desazón a su padre quedaban esterilizados con
+la ingerencia de Tirso en la vida de la casa? No era doña Manuela capaz
+de analizar el conflicto, ni su voluntad fuerte para arrostrarlo. La
+poca energía de su alma la aplicó toda a entrar en casa con los ojos
+secos.
+
+ * * * * *
+
+Llegado el domingo, Tirso salió muy de mañana; Leocadia, después de
+disponer los desayunos, ayudó a levantar a su padre y, cuando tuvo que
+sentarle en la butaca, llamó a Pepe, que se estaba vistiendo para ir a
+ver a Paz.
+
+--¡Pepe, Pepe!--gritaba desde la alcoba de don José--ven, que sola no
+puedo poner a papá en el sillón.
+
+Acudió él en mangas de camisa, besó a su padre, que esperaba apoyado en
+el borde de la cama y, levantándole vigorosamente, le acomodó en la
+butaca: entre él y Leocadia le empujaron luego hasta el comedor, y le
+sirvieron el chocolate con buñuelos, que todos los domingos tempranito
+llevaba Pateta de casa de su protector.
+
+Cuando Pepe fue a concluir de vestirse, preguntó a su hermana:
+
+--¿Y mamá?
+
+--En misa.
+
+--¿En misa?--repitió Pepe, sorprendido, pero sin mostrar enfado.
+
+--Sí, como está aquí Tirso, ¿comprendes? será por no disgustarle.
+
+--Eso debe de ser.
+
+No añadió una palabra, mas no le pasó inadvertida la novedad. La madre
+había ido a misa. ¿Sería realmente sólo por deferencia a su hijo, o
+habría habido por parte de éste alguna instigación? Ambas cosas eran
+creíbles. «Si lo primero--pensaba Pepe--nada hay en ello de particular:
+si lo segundo, malo será que mi hermano empiece así, poquito a poco, y
+acabe pretendiendo que nos hundamos la tabla del pecho a puñetazos. Sea
+lo que fuere, no estoy desprevenido: ello dirá.»
+
+
+
+
+XV
+
+
+Doña Manuela era incapaz de aquilatar la importancia que tenía aquella
+brusca ingerencia de su hijo mayor en la vida de la casa, pero se
+acobardó ante la idea de que entre ambos hermanos pudieran surgir
+desavenencias graves que desazonaran al padre. En cuanto a poner
+remedio, sólo se le ocurrió impedir toda explicación entre Tirso y Pepe.
+Para esto era forzoso prestar asentimiento a los deseos de aquél, ir a
+misa, someterse a prácticas devotas y ceder a su voluntad, como antes
+había cedido y se había plegado a la carencia de espíritu religioso que
+siempre demostraron el marido y el hijo menor. Doblegóse, pues, deseosa
+de evitar contrariedades, y su primer acto de sumisión fue ir a misa el
+domingo siguiente. Al volver de la iglesia, Tirso la recibió con una
+cariñosísima sonrisa y ella consideró pagada su molestia; porque tal le
+pareció, sobre madrugar más de lo ordinario, vestirse algo mejor que de
+costumbre, abandonar los cuidados de la casa y pasar media hora en el
+templo rezando _Ave Marías_ y _Padres nuestros_, que tenía casi
+olvidados. Algún recelo abrigó de que Pepe la hiciese burla; mas nada
+dijo éste que hiciese sospechar desagrado: en cambio Tirso, aunque con
+gesto bondadoso, la preguntó:
+
+--¿Por qué no ha llevado Vd. a Leocadia?
+
+--¿Y quién había de hacer las cosas de la casa?
+
+--Todo se debe dejar para después de cumplir con el Señor.
+
+Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso
+levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los
+cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y
+aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la
+visita del novio, si se le ocurría venir temprano. Lo grave era que, el
+callar doña Manuela a su hijo el clérigo esta última consideración, era
+ya prueba de excesiva docilidad.
+
+Pepe aguardó impaciente hasta el miércoles de aquella semana, que era
+día festivo, y mientras se vestía estuvo en su cuarto atento a los
+ruidos que escuchaba, deseoso de colegir, por el rumor de los pasos y el
+abrir y cerrar de puertas, si iría también a misa su madre. No le duró
+mucho la incertidumbre: su hermana le llamó presto para levantar a don
+José; y como éste le preguntara por la madre, Leocadia dijo que había
+ido a la iglesia.
+
+--Aunque me lo ocultéis--repuso Pepe--veo que aquí anda la mano de
+Tirso.
+
+--No sé, pero, hazte cargo; estando él aquí, parece feo que nadie oiga
+misa.
+
+--Eres lista y comprenderás mi temor. Sabes que en estas cuestiones hace
+entre nosotros cada uno lo que quiere. Papá y yo no creemos en ciertas
+cosas, y nunca hemos _practicado_, como dicen los devotos: vosotras no
+lo habéis hecho porque no habéis querido, pero nadie os ha obligado a
+ser _judías_.
+
+--¡Hombre, judías no somos!
+
+--Bueno; supongamos que ahora os da por ahí, en esto no me meto. Lo
+triste sería que las advertencias, los consejos, acaso las amenazas de
+Tirso, lograran que cayeseis en exageraciones: en cuanto a papá, y a mí,
+no hay quien nos haga, por ejemplo, ayunar, comer de viernes, ni cometer
+tonterías por el estilo.
+
+--No creo que se meta en eso.
+
+--Conviene precaverlo todo. Si esto ha sido cosa de Tirso y ha empezado
+por hacerla ir a misa, luego querrá que confiese, vele al Santísimo y
+vaya a las Cuarenta Horas, con todo lo cual verás cómo anda la casa y
+se descuida el atender a papá.
+
+--Ya estás creyendo que se nos ha entrado la Inquisición por la puerta.
+
+--Milagro será que no pretenda hacernos a todos beatos.
+
+En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña
+Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada.
+
+--¿De qué color era la casulla?--le preguntó él bromeando.--¿Y por qué
+te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil!
+
+--¡Como tienes esas ideas!
+
+--No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué.
+Pero sentiría, si anda en ello la mano de Tirso, que acabe por sorberte
+el seso y te convierta en una de esas devotas que se comen los santos.
+
+--Tanto, no; pero un poco de religión, no viene mal.
+
+--¿Como de cuando en cuando una purga?
+
+--Que te oiga tu hermano, y disputa al canto.
+
+--Tienes razón: más vale que no me oiga, porque acabaríamos riñendo.
+
+--Mira, hijo, no tengamos algún disgusto por vosotros.
+
+--Por mí, no, mamá; puedes estar segura. Con tal que él no extreme las
+cosas y pretenda que nos demos duchas de agua de Lourdes.
+
+--¡Te advierto que a mí no me ha dicho nada! He ido a misa porque,
+estando aquí él, me parecía feo...
+
+Esta disculpa no exigida, ni siquiera rogada, fue para Pepe un rayo de
+luz: ya no le cupo duda de que las idas a la iglesia eran obra del otro.
+Propúsose desde entonces tener mucha paciencia, observar, exagerando la
+prudencia, y prepararse a contrarrestar enérgicamente el influjo de su
+hermano cuando fuese necesario. ¿Qué determinaría esta necesidad? No era
+fácil adivinarlo. Si los manejos de Tirso quedaban reducidos a
+imposición de misas y rosarios, el caso no valdría la pena de intervenir
+en ello: lo malo sería que lentamente, sorbida la madre por la devoción,
+pretendiera luego variar la vida de la casa, que llevase a mal las ideas
+de su marido, que surgieran las exigencias, la intolerancia, el enojo
+por la falta de piedad y cuanto el fanatismo religioso trae consigo.
+Pepe sabía que la religión es, con respecto del incrédulo, lo que la
+seducción respecto a la mujer: el primer favor, la primera
+condescendencia, es prenda de vencimiento inevitable. Hasta dónde puede
+llegar el triunfo, nadie lo sabe; que así como la virtud, rendida por la
+pasión, pierde su albedrío, así el alma, avasallada por la fe, reniega
+de su propio criterio. Y como el de doña Manuela era escaso, y Pepe, a
+pesar del cariño que la profesaba, no lo desconocía, si el fanatismo se
+enseñoreaba de su espíritu, aquel hogar, siempre tranquilo, se trocaría
+de pronto en una sucursal del infierno. «Es natural--pensó tratando de
+bucear en la intención de su hermano--con papá y conmigo no se atreve:
+si emprende campaña para _moralizarnos_, procurará primero conquistarlas
+a ellas. Que las haga rezar cuanto quiera; por mí, hasta que chupen las
+cuentas del rosario, pero armar aquí peleas por defender a los curas
+trabucaires, malgastar dinero en novenas y desatender a papá por vestir
+al niño Jesús, lo que es eso... ¡de ningún modo!»
+
+Trascurrieron unas cuantas semanas sin que la situación variase
+notablemente, pero sin que a Pepe le pasara inadvertido el menor detalle
+de lo que ocurría. Las novedades más salientes fueron poner la madre los
+viernes un pucherito aparte para Tirso, que no quería comer _de carne_;
+colocar a la cabecera de la cama de matrimonio una cruz de madera;
+detenerse los domingos en misa un ratito más que los primeros días, y
+comprar un devocionario impreso en caracteres gruesos, propios para
+persona a quien los años han fatigado la vista. Además, Leocadia comenzó
+también a ir a la iglesia y ambas dieron en repetir la oración que decía
+Tirso antes de las comidas.--«¿Dónde diablos habrán aprendido este
+rezo?»--se preguntaba Pepe.
+
+Poco le duró la duda. Una mañana, buscando unas tijeras en el costurero
+de su hermana, halló en él, entre los hilos y cintas, un librito, en
+cuya portada se leía este título: _Oraciones nuevas para todos los actos
+de la vida, que son otros tantos escudos contra las malas tentaciones_.
+Lo abrió sonriendo, y vio era el más completo repertorio de peticiones y
+acciones de gracias que imaginarse puede. Habíalas, hechas como de
+encargo, para antes y después de comer, para las horas del sueño y el
+trabajo, y hasta para torpes casos a que no sospechó Pepe pudieran estar
+sujetas su madre y hermana, como uno que llevaba este epígrafe: _Para
+cuando sintamos deseos lascivos_.
+
+Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos,
+el siguiente:
+
+«Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las
+tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus
+mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el
+inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes
+para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por Él
+premiadas y bendecidas. No hay paz en la casa del impío, ni es justo el
+que tolera impíos a su lado. Cuanto con mayor vínculo estemos unidos al
+impío, más imperioso es el deber de convertirle, hasta humillándole, si
+es preciso. Mejor es quedar mal con nuestros padres de la tierra, que
+perder el amor del Padre que está en los cielos. Acordémonos, hermanos
+míos, del glorioso San Agustín, que decía: _Ni mi madre ni las amas que
+me criaron se llenaban a sí mismas los pechos de leche, sino que vos,
+Dios mío, erais quien se los llenaba_. Bueno es el amor a los padres,
+pero mejor es el temor de Dios, y no le teme quien soporta a su lado
+padres ateos, hijos herejes, criados blasfemos o amigos descreídos. Con
+hierro ardiendo se cauteriza la mordedura del perro hidrófobo: con el
+divino fuego de la fe debe quemarse el miembro podrido en la familia
+donde lo hubiere.»
+
+--¡Qué brutos!--exclamó Pepe sin leer más, y dejando el librito donde
+estaba.
+
+Aquella noche Pepe y Millán, terminado su trabajo, salieron juntos de la
+imprenta.
+
+Las calles de los barrios bajos estaban solitarias y sombrías: apenas de
+cuando en cuando encontraban los dos amigos una pareja enamorada, que
+iba acortando el paso por prolongar el diálogo, algún sereno sentado en
+el escalón de un portal, o un mancebo de tienda de comestibles con la
+puerta entreabierta en espera del matute. El aire, gratamente fresco,
+parecía limpiar de impurezas el ambiente; y, a ratos, el rodar de un
+coche interrumpía el silencio, perdiéndose luego rápidamente el ruido en
+la distancia. Millán iba callado: Pepe, a más de silencioso, triste y
+pensativo, como ensimismado.
+
+--¿Te pasa algo? Parece que te han dado cañazo--le dijo Millán.
+
+--Estoy de muy mal humor.
+
+--¿Por qué?
+
+--A tí te lo puedo decir.
+
+--¿Necesitas dinero? ¿Quieres la semana o el mes adelantado?
+
+--No; muchas gracias, chico. En esto el dinero no puede nada.
+
+--¿Estás de monos con la _señorita_? Temo que el noviazgo ese te va a
+dar mucho que sentir.
+
+--Te equivocas: Paz está conmigo más cariñosa que nunca; parece que hay
+así como un recrudecimiento en su cariño, y por cierto no sé a qué
+atribuirlo... no me lo puedo explicar.
+
+--Entonces, ¿qué tienes?
+
+--Lo de mi casa.
+
+--Tu hermano...
+
+--Sí: aquello va tomando mal aspecto.
+
+Pepe puso a su amigo al corriente de todo, explicándole cómo Tirso había
+logrado que doña Manuela y Leocadia fueran a misa, que recitaran con él
+las oraciones a la hora de comer, la compra del devocionario y el
+hallazgo del librito, sin omitir el piadoso espíritu que avaloraba sus
+páginas, y terminó preguntando con acento irritado:
+
+--¿Qué te parece?
+
+--Lo primero, debes tener mucha cachaza y muy mala intención. Esos no
+son más que síntomas; pero tienes que andarte con cuidado.
+
+--Tirso me dirige la palabra lo menos que puede: no sé de qué modo se
+las compone; pero lo arregla de suerte que, cuando yo entro, él sale, y
+viceversa; me habla poco, con cortesía, y sin entrar nunca en
+conversación larga. Con papá hace casi lo mismo: a mamá y a Leo es a
+quienes él quiere ser simpático.
+
+--Lo de siempre: apoderarse de las mujeres para hacer guerra a los
+hombres.
+
+--Temo que no te falte razón.
+
+--Pues chico, mucho ánimo, y a evitar lo que pueda sobrevenir. Estás
+expuesto a que se convierta la casa en un reñidero de gallos.
+
+--¡Primero le tiro por la ventana!
+
+--Créeme; nada de violencia. Lo que debes evitar, ante todo, es que tu
+padre sufra las consecuencias; y figúrate la pena que le ocasionarías
+disputando con Tirso.
+
+--Entonces, ¿voy a cruzarme de brazos?
+
+--No: debes reflexionar mucho lo que hagas; y... vaya, chico, no pensaba
+contarte nada; pero ya que hablamos de esto, allá va: estoy seguro de
+que te harás cargo de mi situación.
+
+Calló Millán un instante, como dudando si decidirse a hablar, y viendo
+reflejada la impaciencia en el rostro de Pepe, continuó de este modo:
+
+--Me parece que no vuelvo a poner los pies en tu casa, al menos por
+ahora.
+
+--¿Por qué, si allí nadie te ha ofendido?
+
+--Vamos por partes. No es nueva para tí la noticia de que yo quiero a tu
+hermana.
+
+--Y que mis padres y yo nunca lo hemos llevado a mal. Nuestra
+situación...
+
+--No se trata ahora de eso: sé como vivís, y no me ofenderás suponiendo
+que yo me haya podido fijar en si tenéis o no tenéis. Leocadia, puedo
+decirlo sin vanagloriarme... yo la quiero, ¿eh? pero ella, vamos, me
+parece a mí que también daba señales de quererme; y digo _daba_...
+
+--Tú me decías que si estaba yo de monos con la otra, y ahora resulta...
+Esas son cosas vuestras. A tí y a ella os sé de memoria: total, cuatro
+días de enfado. Ninguno de vosotros es capaz de portarse mal... y si
+reñís... ¿yo qué le voy a hacer?
+
+--Escucha y ten calma. Mucho me equivoco, o lo que me sucede está
+relacionado con tu hermano.
+
+Pepe, al oír esto, se paró en medio de la acera, mirando a su amigo con
+la mayor curiosidad.
+
+--Sí, con tu señor hermano. Leocadia no se muestra conmigo igual que
+antes, ni tan expresiva, ni tan cariñosa... ha variado mucho, y la
+mudanza coincide con la llegada de Tirso, mejor dicho, con las idas de
+tu madre a misa. En una palabra, temo que, así como ha influido en doña
+Manuela para que rece, trata de conseguir que tu hermana no me quiera...
+Le seré antipático... ¡qué sé yo por qué!
+
+--Eso a él ¿qué le importa? ¿Y por qué has de serle antipático?
+
+--¡Pareces bobo! ¿No me ha oído hablar? ¿No sabe que pienso como tú y tu
+padre? ¿No viste la cara que puso el día de la discusión sobre las
+iluminaciones origen de las pedreas a los retratos del Papa? Me parece
+que siendo cura, y con su vehemencia, tiene bastante. Lo menos creerá
+que la chica está en amores con Pedro Botero el de las calderas.
+
+--¿Supones que ha hablado a Leo en contra tuya?
+
+--No lo sospecho: estoy seguro, como si lo hubiese oído.
+
+--¿Y te fundas?...
+
+--Un libro te ha puesto de mal humor: otro me ha hecho a mí comprender
+lo que sucede. Ya sabes que tu hermana siempre me está pidiendo libros
+que leer; y que yo la llevo novelas; a una mujer no le vamos a dar la
+colección legislativa. Pues bien; el domingo pasado, al devolverme el
+penúltimo tomo de _Nuestra Señora de París_ y otro de _Ivanhoe_, me
+dijo:--«No me traigas más, Millán; ahora no puedo distraerme, tengo
+mucho que trabajar.»
+
+--No es verdad: hace dos semanas que no le dan labor.
+
+--Por eso advertí lo que ocurría. Al poco rato, tu padre, sin saber que
+Leocadia se resistía a que yo la llevara lo que faltaba de _Nuestra
+Señora_, me dijo delante de tu hermana que no tenía trabajo, y ella se
+marchó del comedor en seguida. Cuando nos despedimos en el pasillo la
+pregunté a qué obedecía aquello y respondió con evasivas. En esto salió
+Tirso de su cuarto y, como quien está enterado de lo que oye tratar, me
+dijo:--«¿A qué insistir? ¿No ve Vd. que no quiere leer indecencias?»
+
+--¿Y qué le contestaste?
+
+--¡A tu hermano y en tu casa! Callar y marcharme; pero, lo confieso, me
+dieron ganas de meterle un tomo por los hocicos. ¡Lo menos se ha
+figurado el hombre que llevo a la chica libros de mal género!
+
+--¡Qué burro!
+
+--Falta lo mejor. Era la primera vez que Leo y yo nos separábamos así,
+poco menos que incomodados, y me faltó tiempo para volver el lunes. ¿Te
+acuerdas de que fui por la tarde con el pretexto de las pruebas y estuve
+hablando con ella?
+
+--Sigue, sigue: ¿y qué te dijo?
+
+--Hombre, hay cosas que no se pueden explicar punto por punto. Ya
+comprendes tú la diferencia que hay de estar una mujer cariñosa, que le
+rebose la satisfacción de verse querida, a estar fría, esquiva, como a
+quien no se le importa nada del hombre que tiene al lado.
+
+--Pues una de dos: o estás equivocado, y no hay nada de lo que
+sospechas, o Tirso tiene la culpa; y en este caso, no cabe duda, en mi
+casa va a haber más guerra civil que en el Norte.
+
+--Mucho lo temo; y respecto a lo que veníamos hablando, creo que Leo no
+está ya por mí.
+
+--Vamos con tiento. ¿Tienes algún lío, algún trapicheo que sabido por
+ella la haya enojado?
+
+--No: palabra de honor.
+
+--Bueno; pues yo pondré las cosas en claro.
+
+--Te advierto una cosa. No pensaba formalizar aún la cuestión por... por
+falta de cuartos; pero puesto que han venido rodadas las cosas, conste
+que tu padre y tú podéis considerarme, si queréis, como de la casa;
+¿entiendes?--Y tendió a Pepe la mano, que él estrechó cariñosamente.--Ya
+lo sabéis, como acostumbran los títulos: os pido la mano...
+
+--Yo te prometo que saldremos de dudas.
+
+--¿Qué vas a hacer?
+
+--Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación
+que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al
+agua!
+
+En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de
+Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la
+intervención ofrecida. Pepe entró en su casa de puntillas, abrió
+despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a
+prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su
+cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban,
+en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a
+sus padres y en las complicaciones que temía. Luego, serenándose su
+ánimo, se acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en su
+amor. ¿Cuál sería la causa? ¿Por qué la niña criada en el regalo, lejos
+de convencerse de que _aquello_ era una locura, daba a sus promesas más
+firmeza y mayor expresión de simpatía a sus miradas?
+
+
+
+
+XVI
+
+
+Viendo Tirso que la madre atendía sus exhortaciones, no solamente
+insistió en ellas, sino que trató de conquistar el ánimo de Leocadia,
+siéndole necesario para ello aguzar la astucia, pues la diferencia de
+caracteres entre doña Manuela y su hija pedía táctica diversa. La
+primera cedió por bondad y mansedumbre: en ella era hábito plegarse a la
+voluntad ajena. Cuando joven, obedeció a su marido; erigido después Pepe
+en jefe de la familia por la fuerza de las circunstancias, se acostumbró
+a mirarle como tal, y en las menudencias caseras seguía el parecer de su
+hija, mostrando en todo ser nacida para obedecer. Las condiciones de
+Leocadia eran distintas: tenía genio voluntarioso y, aunque sin
+faltarles al respeto, respondía a sus padres con entereza; en sus
+caprichos de muchacha pobre, había siempre cierta obstinación; si se
+empeñaba en reformarse un traje, no cesaba de dar vueltas a los trozos
+de tela, hasta lograr lo que se proponía; gustándole un peinado, no
+hallaban paz sus manos hasta que conseguía aprender modo de hacérselo,
+y hasta en estos pequeños detalles, por la tenacidad de sus
+resoluciones, delataba una firmeza muy difícil de dominar desplegando
+energía. Tirso notó también que, a pesar de lo humilde de su situación,
+la chica era algo vanidosa y estaba pagada de su persona, acusando de
+distintos modos el afán de agradar, y como un cierto deseo latente, pero
+inmoderado, de imitar prendas y costumbres de muchachas más favorecidas
+por la suerte. Jamás consintió, por ejemplo, en hacer a su hermano
+blusas para trabajar en la imprenta, ni bajó nunca a la tienda de la
+esquina próxima con pañuelo a la cabeza; a Pepe quería verle lo mejor
+vestido que fuera posible; y en sus trajes propios, aun luchando con la
+falta de dinero para adornos y perifollos, procuraba siempre imitar
+cortes elegantes. Por no tenerlos de oro, llevaba sin pendientes las
+orejas y los dedos sin anillos. No era exigente en pedir lo muy costoso
+al esfuerzo de sus padres; pero sólo aceptaba la pobreza como un
+accidente de su vida, no como condición de su origen. Admitió de buen
+grado el amor de Millán, al tiempo que éste cursaba con Pepe la carrera;
+mas el ver que su novio tuvo que abandonar los libros y dedicarse a un
+oficio, fue para ella contrariedad grandísima. De continuar su hermano
+en la Universidad, acaso hubiese procurado romper pronto sus relaciones
+con el impresor; mas viéndose Pepe obligado a hacer lo mismo al poco
+tiempo, Leocadia comprendió que no podía por esto rechazar a Millán, y
+continuó aceptando su cariño, sin que la correspondencia con que lo
+pagaba mereciese en realidad nombre de amor. Quizá, por falta de
+antecedentes, no estuviera Tirso en situación de apreciar todo esto;
+pero alcanzó lo bastante para convencerse de que, ni Leocadia estaba
+verdaderamente enamorada, ni desecharía por Millán lo que el
+desvergonzado lenguaje de la codicia llama una _proporción_; lo cual le
+autorizaba a imaginar que, si la madre había cedido por docilidad, la
+vanidad y el amor propio serían buenos medios para subyugar a la hija.
+Mejor quisiera él llevar la piedad a sus corazones con la vehemencia del
+celo que le inflamaba, pero comprendió que le era forzoso seguir la
+máxima de plegarse a la índole y carácter de cada pecador, para
+convertirlo más seguramente. Por fin, muchos días después de haber
+hablado con doña Manuela, determinó sondear a Leocadia; y hallándola
+una tarde leyendo en el comedor, mientras don José reposaba y la madre
+había salido, se acercó, llevando él otro libro en la mano.
+
+--¡Sabe Dios!--la dijo entre severo y sonriente--qué libraco será ese!
+¿Es de los que te trae el novio?
+
+--Sí.
+
+--¡Bonito papel para un joven el de procurar lecturas nocivas a la mujer
+a quien quiere, y buen modo de amar... suponiendo que te ame!
+
+--¿Por qué dices eso?
+
+--Cálmate, hija, cálmate; no quiero decir, ¡Dios me libre! que ese joven
+no te estime: lo que me choca, es que tú le quieras a él.
+
+--¡Ya lo creo que me quiere!
+
+--No parece de mala índole; pero le sucede lo que a _tu_ hermano: debe
+estar plagadito de las ideas de ahora y ser de esos que no creen ni en
+la luz del día. Listo, sí será; ¡lástima que tenga oficio tan feo!
+
+--El de su padre... Empezó a estudiar para abogado; pero luego le
+sucedió lo mismo que a Pepe.
+
+La palabra _oficio_ sonó en los oídos de Leocadia como Tirso había
+previsto.
+
+--Tendrá que estar siempre metido entre gente ordinaria, trabajadores y
+jornaleros: luego le afinarás tú... aunque mala tarea es.
+
+--Pero, ¿imaginas que Millán es mozo de cuerda o sereno?--repuso ella,
+riéndose forzadamente.--Te equivocas: es un muchacho decente, igual a
+Pepe, que tiene que vivir así, trabajando, como Pepe.
+
+--No, hija, como Pepe, no: nuestro hermano es hijo de un funcionario
+público; el padre de ese joven, si no he oído mal, era cajista,
+jornalero.
+
+--Impresor.
+
+--Llámalo como quieras. Siendo ya viejo, llegó a dueño de la imprenta;
+pero su origen no puede ser más humilde. Eso no quiere decir que sea
+mala persona; pero, en fin, ¿por qué te disgusta que nosotros
+ambicionemos para tí lo mejor?
+
+Leocadia miró a su hermano, sorprendida de que así se preocupara por su
+porvenir.
+
+--Lo que quiero decirte--prosiguió el cura--es que, tan joven, y
+reuniendo condiciones que son para la mujer llave de sana prosperidad,
+no debes contraer compromisos formales con un hombre inferior a tí;
+porque esto no me lo negarás. Acaso tenga posición más desahogada que la
+nuestra; pero, una cosa es el bienestar, y otra la esfera de cada uno.
+Hoy por hoy, no tenemos dinero; pero ni nuestros padres ni nuestros
+abuelos han sido menestrales. Créeme, Leocadia, no te comprometas con
+nadie; no renuncies a tu libertad de acción. No has nacido tú para mujer
+de un jornalero.
+
+--¡Dale con lo de jornalero! tiene una industria; vamos, una imprenta;
+pero no es un gañán.
+
+--¡Bah! hija mía: llamemos a las cosas por sus nombres. Trabajador, no
+es más que trabajador; y, si te casas con él, sabe Dios si tendrás que
+ir algún día a llevarle la comida en cesta, como a un albañil.
+
+--De modo que, según tú, debo esperar a que venga a pedir mi mano un
+título de Castilla.
+
+--Nada de eso: me parece que, aunque sea un buen chico, no está
+justificado que renuncies por él a lo que te reserve el porvenir. Nadie
+sabe lo que es el porvenir para una doncella.
+
+Harto conoció Leocadia que, tras aquella problemática esperanza de
+grandezas futuras, lo que verdaderamente impulsaba a Tirso era la
+antipatía que sentía contra Millán, desde que conoció que en política y
+en falta de religión coincidía con Pepe; mas como estos mismos
+argumentos se los hizo a sí propia alguna vez, no dejaron de ejercer
+presión en su ánimo. Parecíale innegable la bondad de Millán, pero Tirso
+tenía, en parte, razón. El roce con la gente de la imprenta había dado
+a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería; a sus
+sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco; para verle
+algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no
+anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que
+llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es
+decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes
+procuraba imitar.
+
+En ocasiones diferentes hizo Tirso a su hermana análogos razonamientos
+y, como el terreno estaba bien preparado, la semilla comenzó a germinar.
+Iniciado en ella el desvío, lo primero que hizo fue evitar que
+menudearan las visitas de Millán entre semana, fundadas en el préstamo
+de libros: luego ocurrió la escena narrada a Pepe por el amante
+desdeñado, en la cual intervino Tirso, y, por último, la muchacha
+acentuó tan enérgicamente su desamor, que el novio casi dejó de merecer
+tal nombre. A ser el afecto de Millán pasión hondamente arraigada,
+hubiese puesto empeño en recobrar lo que perdía; mas también en él
+palpitaba un fondo de propia y exagerada estimación, en que era de mayor
+cuenta el orgullo que el cariño.--«No hables de esto a tu
+hermana--había dicho a su amigo--porque el querer no se impone ni es
+cosa para recibida de limosna.»
+
+Aquello produjo a Pepe malísima impresión, pero aún le desagradó más ver
+demostrada la intervención del cura. La cosa estaba ya fuera de duda:
+tras intentar apoderarse del ánimo de la madre, comenzaba por distintos
+medios a explorar el de la hija para los mismos fines. ¿Cuáles serían
+sus propósitos ulteriores? Motivos de conveniencia personal, al parecer
+ninguno. Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por
+proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa
+la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo
+arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e
+hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don
+José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos? Tanto
+repugnaba esto a Pepe, dadas sus ideas, que no le era posible atribuir a
+su hermano tamaña obcecación, suponiendo que, si únicamente el celo le
+impulsara, debía moderarlo con afectos más terrenales, pero no menos
+puros. Su entendimiento rechazaba la posibilidad de que existiera
+hombre capaz de apenar a sus padres por dar lustre a la religión. La
+displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con
+esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la
+conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó
+de ver en seguida.
+
+ * * * * *
+
+Primero, cierto espíritu novelesco, propio de niña libremente educada,
+hizo que Paz se encaprichara con el amor de Pepe: después, cuando llegó
+a comprender lo mucho que él valía, aquella inclinación se acentuó
+insensiblemente y, lo que al comienzo fue juego de la imaginación, vino
+a ser, del modo más natural y sencillo, sincero y bien arraigado amor.
+El _empleadillo_, como ella imaginaba que sus amigas le llamarían si
+llegaran a conocerle, se le había entrado al alma, persuadiéndose de que
+le quería porque empezó a temer la cara que al saberlo pondría su padre,
+a pesar de los alardes democráticos que solía hacer en el Parlamento.
+Pero no era esto lo que más la desazonaba. Su inquietud nacía de ver
+disgustado continuamente a Pepe, y el convencimiento de estar enamorada
+brotó de aquella relación que estableció su inteligencia entre la pena
+que ella sentía y la inquietud que él mostraba. Cuando Paz se hizo cargo
+de que, aun ignorando la causa, el pesar de su novio la entristecía;
+cuando, sin poder aquilatarlo, sintió como propio un dolor ajeno,
+entonces advirtió que en su corazón comenzaba a reinar una voluntad
+distinta de la suya, y que aquel hombre, sólo con lealtad y buena fe,
+iba apoderándose de su albedrío lenta, pero seguramente, como río
+caudaloso que profundiza el cauce en que se sustenta. Paz, en apariencia
+frívola, a semejanza de todo el que no ha sufrido, pero muy lista, se
+persuadió pronto de que amaba, porque su pensamiento, lejos de
+amedrentarse ante las contrariedades que podía el amor ocasionarla, se
+fijó exclusivamente en el dolor del hombre a quien quería. La primer
+muestra de pasión verdadera, fue la sinceridad con que le habló.
+
+Una mañana, estando en la biblioteca de su padre, que era donde se veían
+en los ratos que aquél faltaba de allí, dijo a Pepe, empleando su
+lenguaje ligero y franco, entonces más franco que nunca:
+
+--Tengo que decirte una cosa muy grave.
+
+--¿Qué?
+
+--He hecho un descubrimiento: que tú no me quieres y que yo te quiero
+mucho más de lo que me figuraba.
+
+--No te entiendo.
+
+--Clarito, hijo; que tu amor--emplearemos esta palabra, para mayor
+solemnidad, aunque ya sabes que a mí me gusta más decir cariño--pues
+bien, que tu amor es mucho más tibio que el mío.
+
+--Veamos cómo se demuestra ese grandísimo embuste.
+
+--De un modo muy sencillo. Pase que siempre me estés aburriendo con lo
+de ser yo rica y tú pobre, por supuesto, que no me ofendo; pase la manía
+de los celitos, que no tienen sentido común; pase el estarte sin venir
+tres y cuatro días seguidos, para que te espere con más deseo...
+
+--No: por miedo a que tu padre adivine lo que ocurre.
+
+--Déjame acabar: lo que no pasa, es que tengas disgustos, que estés
+apesadumbrado y me lo calles. ¿Tan tonta soy, que no sirvo para decirte
+ni una palabra de consuelo?
+
+--¿Y qué tiene que ver esta ternura, alma mía, con el descubrimiento?
+
+--Pues no puede estar más a la vista. Que tú, sufriendo y ocultándomelo,
+revelas una falta grande de confianza, que es falta de cariño; y yo,
+_aquejerándome_, como dicen en Andalucía, por tu reserva, demuestro
+quererte mil veces más.
+
+--Pero, ¿de dónde has sacado tú que tengo disgustos?
+
+--Eso te faltaba, añadir el disimulo a la falta de confianza. ¿No
+quieres decirme lo que te pasa?
+
+Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto
+callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por
+decirle:
+
+--Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero
+conste: quedo en libertad para averiguarlo.
+
+--Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho.
+
+La entrada de don Luis cortó el diálogo. Paz se había propuesto saber a
+qué atenerse respecto al origen de la tristeza de Pepe, y cuando una
+mujer enamorada forma resolución semejante, el secreto puede darse por
+descubierto. La obstinación de Pepe en callar fue inútil: Paz puso tanto
+empeño en saber los disgustos de su amante, como éste en seguir paso a
+paso los incomprensibles manejos del cura.
+
+
+
+
+XVII
+
+
+Cuando Pepe dejaba de ir a ver a Paz, por miedo a infundir sospechas o
+parecer pegajoso a don Luis, entraba Pateta en funciones de correo: ya
+sabía ella que cada tercer día de ausencia el chico rondaba al oscurecer
+los alrededores del _hôtel_ y, espiando momento oportuno, metía el brazo
+por la verja y dejaba la carta bajo los ladrillos levantados del horno,
+situado junto al invernadero.
+
+Una tarde en que don Luis tuvo que asistir a un banquete político, Paz,
+después de verle partir y tras alejar con distintos pretextos a los
+criados, bajó al jardín entre dos luces y aguardó a Pateta. Al cuarto de
+hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja,
+dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca:
+entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había
+en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la
+mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite,
+diciendo:
+
+--Oye, Pateta.
+
+--Guárdese Vd. esta carta no la vean.
+
+--No hay nadie.
+
+Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono
+enjaulado, prestó atención.
+
+Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara
+en torno del _hôtel_ completa soledad. En la atmósfera flotaban los
+últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía
+envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba
+extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el
+cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros
+de la verja: Pateta se comía con los ojos a la _señorita_, sin adivinar
+lo que querría decirle.
+
+--Pues a estas horas, estando esto tan solitario--dijo de pronto--ya
+podía el señor Pepe venir aquí y hablar con usted.
+
+--Cállate y escucha. Con quien quiero hablar ahora, es contigo.
+
+--Mande Vd.
+
+--¿Eres capaz de hacerme un favor? La verdad, y sin que nadie se entere.
+
+--¿Ni el señor Pepe?
+
+--Menos que nadie.
+
+El chico la lanzó una mirada que no pudo ser más expresiva. Paz
+comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder.
+
+--Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a mí.
+
+--No hay más que hablar.
+
+Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo
+a Pepe.
+
+--Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo?
+
+--Nada, ni jota.
+
+--Es necesario que lo averigües. Temo que le quiten el destino que tiene
+en la biblioteca del Senado, y quisiera estar prevenida para parar el
+golpe. ¿Sabes tú si es esa la razón de que esté hace ya muchos días tan
+tristón? ¿De veras no puedes decirme nada?
+
+Pateta cayó en la red.
+
+--Yo, de eso del destino, no sé _ná_: preguntaré. Por lo demás, no sé
+qué le _pué_ haber _pasao_. En la imprenta todo anda como siempre...
+Como no sea por lo del cura...
+
+--¿Qué dices de imprenta? ¿Qué imprenta es esa?
+
+--¡Toma! ¿Cuál ha de ser? La nuestra, es decir, la del señor Millán.
+
+--¿De modo que el señorito trabaja también en la imprenta?
+
+--Como que es el primer _corretor_ y le dan _deciocho riales_, y eso que
+no va más que por las noches. ¿No lo sabía Vd.?
+
+Paz, temerosa de que Pateta se escamara, le dijo, mintiendo:
+
+--Sí, hombre, ¿no he de saberlo? Pero creía que se llevaba el trabajo a
+su casa.
+
+--¡Quiá, no señora! _tié_ que hacerlo allí.
+
+--Y eso del cura, ¿qué es?
+
+--Su hermano, ¿está Vd.? es cura y ha _venío_ hace cosa de dos meses; y
+como es cura y muy _carca_, les está _golviendo tarumba_, y trae la casa
+patas arriba; _quié_ que vayan a misa, que recen más que un ciego; en
+fin, que no le _puén_ aguantar... ni yo tampoco.
+
+--¿Por qué?
+
+--Hasta conmigo se ha _metío_ el muy _lioso_. El domingo _pasao_ tuve yo
+que ir a trabajar medio día, porque había prisas, y luego le _yevé_ al
+señor Pepe unas pruebas a su casa; y como era domingo, y yo, aunque me
+esté mal el decirlo, soy corneta del batallón de Voluntarios de la
+Libertad de mi barrio, fui de uniforme, _pá_ no tener que andar dos
+veces el camino. El cura estaba en la puerta, quiso que le dejara las
+pruebas y, como yo no le conocía y tenía orden de ver al mismo señor
+Pepe, ¿está Vd.? no me dio la gana. Mire Vd., señorita, se puso hecho
+una fiera, y lo que me dio rabia fue que _me se_ rió del uniforme: me
+llamó mamarracho, y dijo que me fuera a estudiar la _dotrina_. Yo, la
+verdad, como aún no sabía que era hermano del señor Pepe... Vamos, que
+me despaché a mi gusto: le llamé _cucaracha_, _carca_, _tóo_ lo que _me
+se_ ocurrió.
+
+--¿Y dices que ese hermano trae revuelta la familia?
+
+--¡Ya lo creo! Si no fuera por miedo a dar una pesadumbre al señor
+viejo, ya le había don Pepe _plantao_ en _mitá el_ arroyo. Figúrese Vd.,
+señorita, que una de las cosas que más rabia le han _dao_ al señor Pepe,
+ha sido que ha hecho reñir... Verá Vd.: la señorita Leocadia _se
+hablaba_ con el señor Millán, mi amo; vamos, que eran novios, como quien
+dice, y el cura ha _metío_ zizaña y los ha _desapartao_. Por supuesto,
+que no estarían muy _encariñaos_, porque no hubieran reñido así... tan
+fácilmente, ¿verdad?
+
+--Pero tu amo y el señorito Pepe no han reñido.
+
+--¡Quiá! ¿No ve Vd. que los dos están _convencíos_ de que la culpa es
+del cura? A la madre la _tié_ tonta a fuerza de rezos... ¡Ya sabe el
+señor Pepe a qué atenerse!
+
+--¡Sí que son motivos de disgusto!
+
+--Fuera de eso--continuó Pateta--siempre ha estado de buen humor: hasta
+cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y
+como si _ná_: él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida
+que _yeva_: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el
+destino que _ice_ Vd. que le _quién_ quitar. Es una fiera _pá_ el
+trabajo, y cuanto gana, a su casita. No gasta más que en tabaco y algún
+realejo que me da _pá_ mí.
+
+--Vaya, adiós; vete, no sea que nos vean--añadió Paz, alargándole en la
+mano una monedita de dos duros.
+
+Pateta, sin desasirse de la verja, repuso sonriendo, y con entonación
+muy achulada:
+
+--¡Quiá!
+
+--¡No seas niño, toma!
+
+--¡Quiá, no, señorita!; ¡si yo hago lo que hago por el señor Pepe; pero
+a mí no me da Vd. ni eso, ni tan siquiera un _chavo_!
+
+Paz seguía con la moneda en la mano, más avergonzada que el chico.
+
+--¿Me haces un feo?
+
+--Eso no: y _pá_ que vea Vd., deme usted esa rosa que tiene Vd. prendida
+en el pecho: luego yo se la doy a mi novia: Vd. tendrá muchas así, y de
+esas no se venden en la calle.
+
+Paz, movida de un sentimiento de mujeril delicadeza, corrió a la
+estufa, cortó dos magníficas rosas y, dándoselas al chico, además de la
+que llevaba prendida, le dijo:
+
+--Estas dos, las mayores, para tu novia: esta otra pequeña, la que yo
+tenía puesta, para Pepe: ¿entiendes? ¿Conque tienes novia?
+
+--Pues, ¿qué cree Vd., señorita, que soy de palo? Entendido: las mayores
+_pá_ mi _chiquiya_, y la otra _pá_ el señor Pepe.
+
+--Adiós, y de lo que hemos hablado antes, ni una palabra... chitito.
+
+--Corriente: quede Vd. con Dios, señorita, y gracias.
+
+Ella se entró en el _hôtel_ y él desapareció tras las tapias de unos
+corralones cercanos.
+
+Paz supo más de lo que esperaba averiguar. El origen de las cavilaciones
+de Pepe por la conducta de su hermano la disgustó sobremanera; pero lo
+que hizo en su pensamiento más mella, fue saber que Pepe trabajaba de
+corrector en la imprenta. El dueño de su albedrío era algo menos que un
+empleadillo.
+
+Por causa análoga, Leocadia, la muchacha de condición humilde, sin
+esperanza de fortuna, se mostró esquiva con su novio: Paz, en cambio,
+sintió entonces hacia su amante una simpatía firme y serena, en que
+había algo de respeto. A medida que su diferente posición tendía a
+separarles, más se aferraba ella a su cariño.
+
+ * * * * *
+
+Un suceso ignoraba Pateta, y también Pepe lo ignoró durante algún
+tiempo, que contado por aquél a Paz, hubiese podido sumarse al capítulo
+de culpas hecho contra Tirso: el rompimiento de Leocadia con Millán.
+
+Despreciado por ella, puso él los ojos en otra. Había entre los cajistas
+de la imprenta uno casado dos años antes con una muchacha llamada
+Engracia, sastra, muy guapa, modosa, de dulce condición y digna de mejor
+trato que el que le daba su marido. Era el tal, jugador, holgazán,
+pendenciero, pero, sobre todo, borracho, y con tan mal vino, que su
+desdichada compañera podía contar las copas que empinaba por los
+guantazos y empellones que ella recibía luego. Escatimarla la comida,
+empeñar las ropas, trampear en la taberna y volver el sábado a casa con
+el jornal mermado por el vicio, eran sus principales hazañas, amén de
+mirar a la pobre muchacha con el mayor despego. A Engracia la casó su
+madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía _gato_,
+con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros
+requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora. Mientras
+confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le
+proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio,
+libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste
+a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron
+poco. Cierta noche, al cerrar la taberna en que se había emborrachado,
+el dueño de la tienda le arrojó a torniscones, y él se quedó tumbado en
+la acera, sin abrigo ni gorra. Cuando llegó a su casa, de madrugada,
+tosía más que un asmático, y a los quince días murió en el hospital,
+dejando a Engracia un niño de pocos meses. Sus compañeros, como todos
+los de tan noble oficio, en que tales casos son raros, tenían formada
+una a modo de sociedad de socorros para auxiliarse en los trances duros
+de la vida, y acordaron entregar a la madre viuda una cantidad de
+dinero. Millán puso algo de su bolsillo y mandó a Engracia recado para
+que fuese a recoger el total. Poco después, con ánimo de socorrerla
+indirectamente, y sabiendo cuál había sido de soltera su oficio, la dio
+alguna ropa que arreglar, y, hoy un viaje de él a su casa, mañana una
+visita de ella a la imprenta, al cabo de algunas semanas, como esto
+coincidiese con el acentuado desvío de Leocadia, comenzó a fijarse en
+Engracia, requebrándola entre rudo y amartelado con una delicadeza a que
+ella no estaba acostumbrada. La hermosura de la viuda, su desamparo y la
+juventud de Millán hicieron lo demás. La mujer se manifestó luego cada
+día más cariñosa, medio agradecida medio amante; él instintivamente
+apreció sus cuidados, quizá fijándose en el contraste que formaban con
+la arisca condición de su antigua novia, y sus existencias se unieron,
+formando el hermoso maridaje de la desgracia y el consuelo bendecido por
+el amor. Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con
+que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue
+sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía.
+
+De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y
+Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo
+ignoró por completo.
+
+
+
+
+XVIII
+
+
+Doña Manuela iba entre tanto sometiéndose mansamente a la influencia de
+Tirso: su carácter débil aceptó la inclinación que éste quiso darle,
+como hubiera tolerado cualquier otra. Nadie hasta entonces la dijo lo
+que su pensamiento había de acoger o rechazar, y fue indiferente en
+religión por serlo los que la rodeaban, que a ser fanáticos en cualquier
+sentido, fuéralo ella también. Tirso acertó antes que otro a encauzar su
+docilidad, y la buena mujer no ofreció resistencia, porque no hubo lucha
+en su espíritu ni asomo de contradicción entre las creencias propias y
+los consejos que escuchaba: el hijo cura no tuvo que desarraigar otra
+planta para sembrar en aquella tierra virgen; bastó que dejase caer la
+semilla: doña Manuela empezó a manifestarse devota con esa religiosidad
+externa que se ciñe a fórmulas preconcebidas y rezos como estereotipados
+para que las generaciones los repitan inconscientemente. La extraña
+poesía de la religión, compuesta de misterios ininteligibles,
+esperanzas mal definidas y amenazas tremendas, la sedujo con el encanto
+de lo extraordinario y, rechazando instintivamente las abstracciones,
+que tampoco Tirso hubiera podido explicarla, acogió de buen grado lo que
+hiere la imaginación. No entendió nada de la perfección humana en el
+seno de Dios, ni del vino que engendra vírgenes, ni del divorcio de la
+carne y el espíritu, ni del himeneo místico del alma y el Señor; pero,
+en cambio, la epopeya de la Pasión, narrada día por día, detalle por
+detalle, como vista de cerca, la impresionó mucho. Los suplicios de los
+primeros mártires, la mansedumbre de las vírgenes, la magia de los
+milagros, ejercieron en ella influjo análogo al que produce en cabezas
+infantiles la relación de cuentos maravillosos, y la admiración por todo
+esto engendrada sirvió para aumentar sus devociones, que cumplía con
+mayor facilidad según iba descifrando algo de lo que significaban. La
+misa, que en un principio juzgó ceremonia cansada y larga, fue pronto
+para ella representación de lo que sufrió el hijo de Dios, que por
+nuestras culpas se dio, y sigue dándose en cuerpo y sangre como precio
+de la redención humana; las letanías, antes enojosas, sartas de frases
+que no entendía, adquirieron carácter de plegarias gratas a sus labios,
+dulces al oído de aquéllos a quienes iban dirigidas; el rosario, que
+consideró retahíla de inútiles repeticiones, acabó por parecerle saludo
+de palabras augustas, recuerdo de las mayores penas y dichas que sufrió
+la Madre del Salvador del mundo. La interpretación de ciertos
+simbolismos y la sorpresa de ver explicadas cosas que antes no
+comprendiera, derramaron en su alma una satisfacción tranquila, un goce
+exento de egoísmo, pero que llegaba a producirla cierta excitación,
+haciéndola experimentar aquella complacencia propia de los cerebros
+débiles que, al descubrir algo nuevo para ellos, piensan haber hallado
+lo verdaderamente extraordinario. Las vidas de los santos, sus martirios
+y milagros, que Tirso solía leerla en el _Año Cristiano_, traducido del
+P. Croisset, eran para su imaginación como novelas de interés
+grandísimo, y la relación de aquellos gloriosos dolores y
+glorificaciones se le antojaban impregnadas de encantadora poesía. Si en
+la existencia de los que corrieron al martirio había algo ridículo o
+absurdo, ella no lo notaba, dispuesta y preparada por Tirso a percibir
+sólo el aroma de las virtudes que aquellas narraciones exhalaban. El
+beato Bernardo de Corleón, que bebía agua de fregar; Santa Senorina,
+que imponía silencio a las ranas; Santiago el Menor, que a fuerza de
+hincarse de rodillas crió en ellas callos como los camellos; San Toribio
+Mogrobejo, que nadaba entre caimanes como quien se baña con amigos;
+Santa Catalina de Sena, que una vez pasó desde el principio de Cuaresma
+a la Ascensión sin más alimento que la comunión; Santa Inés de
+Montepoliciano, que viendo imágenes de Cristo brincaba en la cuna de
+alegría; y la beata María Ana de Jesús, que dormía desnuda sobre manojos
+de zarzas y cambrones, eran figuras que desaparecían ante otras
+aureoladas de admirable grandeza; vírgenes con los pechos cortados a
+cercén, doncellas que desafiaban a los pretores romanos, niños
+cruelmente perseguidos y hombres que, ofreciendo a Dios el espíritu,
+entregaban la materia al dolor, como amada que se rinde a su amante.
+
+La piedad de doña Manuela fue manifestándose por diversos síntomas.
+Comenzó a frecuentar asiduamente la iglesia, y se cuidó poco de ocultar
+a su marido y a su hijo menor la trasformación que en ella se operaba.
+Una noche, como Pepe llegase a casa más temprano de lo acostumbrado,
+entró, abriendo cautelosamente con su llave, por no despertar a los que
+reposaran y, oyendo rumor de voces apagadas, se detuvo a escuchar en el
+pasillo: halló entornada la puerta del comedor, y miró. Doña Manuela y
+Leocadia, terminado ya el rosario, estaban haciendo _acto de expiación_
+por las culpas propias y ajenas.
+
+Tirso decía las frases expiatorias y ellas contestaban a una.
+
+--Por mis pecados, por los de mis padres, hermanos y amigos; por los del
+mundo entero, perdón, Señor:--y ellas repetían:
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón,
+Señor...
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por la desobediencia a la Santa Iglesia, por la violación del ayuno.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres,
+por las faltas de los hijos.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por los atentados contra el Romano Pontífice.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes,
+religiosos y sagradas vírgenes.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los
+templos, el escarnio de los Sacramentos y los ultrajes al augusto
+Tabernáculo.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas
+maquinaciones de tenebrosas sectas.
+
+--Perdón, Señor.
+
+--Basta por esta noche--dijo Tirso levantándose.--Mañana, el rosario y
+_paráfrasis_ de un mandamiento.
+
+--¿Llevamos cinco, verdad?--preguntó Leocadia.
+
+--Sí: mañana toca el sexto.
+
+Entráronse en seguida ellas, cada cual en su cuarto, y Tirso se quedó
+leyendo en el breviario. Pepe aguardó a que se recogieran las mujeres y
+luego volvió al comedor, resuelto a tener una explicación con su
+hermano.
+
+La lámpara, casi agonizante, parecía negar su luz a aquella escena:
+Tirso, no esperando tan pronto el ataque, tuvo un instante de flaqueza
+y, levantándose del asiento, quiso refugiarse en su cuarto: Pepe,
+extendiendo hacia él la mano, le hizo señal de que esperase. La escasa
+claridad, reflejándose en los cristales del aparador y de los cuadros,
+dejaba en sombra los ángulos de la habitación; tras los visillos rojos
+de la puerta del gabinete dormían los padres y, al fondo del pasillo,
+estaba el cuarto de Leocadia: en torno de ambos hermanos todo era sombra
+y silencio. Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de
+Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y
+mugrientas.
+
+--Hablemos bajo--comenzó diciendo Pepe.
+
+Y el diálogo prosiguió en frases mortecinas, cobrando, en cambio, los
+rostros toda la energía que faltaba a la expresión de las palabras.
+
+Después continuó:
+
+--Al entrar he oído, sin querer, que erais rezando: en eso no me meto,
+aunque a mamá, sobre todo, más valiera que la dejases acostarse a su
+hora. Lo que quiero rogarte es que mañana no expliques a Leocadia
+mandamiento ninguno, y mucho menos el sexto.
+
+--¿Por qué?
+
+--Porque no.
+
+--Esa no es razón.
+
+--¿A qué decirte lo que te has de resistir a entender? Sólo te pido que
+te abstengas de explicar a Leocadia, como vosotros soléis hacerlo, ideas
+y conceptos de que no se debe hablar a las muchachas.
+
+--Vamos, ya encontraste pretexto para contrarrestar la obra de santa
+perfección que he emprendido.
+
+--Aquí no hacía falta santidad alguna: ¿qué mayor perfección que la
+tranquilidad y la paz?
+
+--¿Luego confiesas?...
+
+--No confieso nada: hago una advertencia. A ciertos actos de devoción,
+tontos pero inofensivos, no he de oponerme. Ya que me obligas a ello, te
+lo diré: me parecen simplezas; lo que no me acomoda, es que señales y
+repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de
+vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la
+inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo.
+
+--¡Cuánta ceguedad! A los enseres de la casa cuidadosamente quitáis el
+polvo cada día: al alma dejáis que críe podre.
+
+--No me vengas con frases de beato melancólico, ni me obligues a burlas,
+que callo sólo por consideración a tí. Imita mi prudencia y no motives
+escenas que nos den a todos que sentir.
+
+--¡No me provoques! ¿Acaso conoces mis propósitos?
+
+--Faltas a la verdad. No te provoco, pero no te perderé de vista. He
+seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a
+sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no
+consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de
+mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones
+del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella. Háblala
+del cielo cuanto quieras; pero no te obstines en preparar su ánimo a
+combatir pecados que no conoce, porque no es cuerdo aplicar remedio
+donde no hay enfermedad: y, sobre todo, por lo que más quieras en el
+mundo, no turbes la paz de la casa; no vayas a hacer aquí, en pequeño,
+el papel de esos curas extraviados que andan moviendo guerra en el
+campo.
+
+--¡Lo que hacen es perseguir a los enemigos de la religión!
+
+--Sospechaba que simpatizabas con ellos; pero no me acomoda discutir
+esto ahora. Haz que mamá y Leo canten letanías, fervorines, gozos,
+salves, todo el repertorio de la música celestial; que recen hasta
+repetir maquinalmente lo que les enseñes: sólo te ruego que la devoción
+no robe amparo ni cariño a mi padre, y que no alecciones a la chica en
+cosas que ignora.
+
+--¿No ha de huir el peligro?
+
+--¿Cómo ha de aprender a evitarlo, si lo presentan a sus ojos con el
+encanto de lo prohibido por aliciente, con el incentivo de la curiosidad
+por guía y el aguijón de la edad por cómplice? Desengáñate, Tirso, no es
+este momento de que intentemos convencernos mutuamente; más no se le
+debe despertar la malicia a quien, como ella, la tiene adormecida; que
+sus impulsos no los sofoca luego nadie.
+
+--Combatir contra la carne es virtud.
+
+--Y no tener que combatirla, cosa mejor que la virtud misma.
+
+--¡Está bien! tendré que ver impasible a tu amigo traerla libros
+detestables, historias de crímenes y amoríos perniciosos, y yo, su
+propio hermano, no podré oponerme. Está claro; la libertad para el mal,
+al bien la mordaza. Al menos eres lógico: aplicas a la casa la misma
+política que defiendes para el país. Luego os indignaréis de que
+sacerdotes como yo quieran traer piedad a las familias, y de que hombres
+como los que luchan lejos de aquí pretendan aniquilar a la revolución,
+que vomita blasfemias y engendra delitos.
+
+--¡Traer piedad a las familias! ¿Acaso sabéis lo que es familia? Os
+basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la
+beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece
+cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un
+sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas
+consolando el dolor ajeno.
+
+--Eres más impío de lo que imaginé.
+
+--Y tú más fanático de lo que yo pensaba. Por ganar almas para el cielo,
+vas a traer la discordia a casa de tus padres. Antes que hijo, eres
+cura.
+
+--¿No hallas nombre más despreciativo?
+
+Las palabras, contenidas por el temor de despertar a los viejos, sonaban
+como sofocadas, ahogando la prudencia las entonaciones de la ira. Tirso,
+a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le
+temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la
+mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los
+labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada
+instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras. Sólo se
+oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del
+reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción
+del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban.
+
+--Has vivido siempre apartado de nosotros--prosiguió Pepe--y no sabes
+que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra
+fe. La solicitud con que nos atendemos, es mayor que el celo que os
+inflama. No nos convencerás nunca de que las llagas de Cristo deben
+dolernos más que las piernas enfermas de mi padre.
+
+--Tu padre morirá, y las sagradas heridas continuarán, por los siglos de
+los siglos, manando raudales de divina gracia. Y a propósito de padre,
+yo también quería hablarte de él, porque sé lo que tiene. He conocido un
+señor que padecía lo mismo: eso es gota.
+
+--Es verdad; pero te advierto que se le está ocultando por no afligirle:
+le hemos dicho que es un simple reuma.
+
+--Poco será el alivio que halle, si hay alguno posible.
+
+--Mayor razón para que no se le atribule inútilmente. Es tarde: ¿quieres
+algo?
+
+Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida,
+y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó:
+
+--¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado?
+
+--Nada le falta: pagamos un médico acaso superior a nuestros recursos;
+mamá o Leo van en persona a la botica; no se escatima receta, por cara
+que cueste; con la mayor puntualidad se le da cuanto ha de tomar... y lo
+que vale más, respira una atmósfera de ternura y cariño que echarán de
+menos muchos más afortunados. Ahora tengo esperanzas de poder sacarle a
+paseo algunas tardes en un simón.
+
+--Es natural; los que sólo creen en las cosas del cuerpo, no acuden a
+las del alma.
+
+--¿Por qué lo dices?
+
+--Yo pienso traerle un médico mejor que el vuestro.
+
+--¿Quién?--preguntó Pepe, sospechando la respuesta.
+
+--El Santo Viático.
+
+--Eso le asustaría mucho y no le aliviaría nada; por consiguiente
+abstente de ello. Bastaría hablarle de esas cosas para que se muriera de
+terror.
+
+--Cuando lo crea necesario, haré lo que me dicte mi conciencia.
+
+Acercósele entonces Pepe y, poniéndole duramente la mano sobre el
+hombro, entrecortadas las palabras por una risa que era toda ira,
+repuso:
+
+--¡Líbrete Dios de semejante brutalidad! ¿Lo entiendes? No respondería
+de mí. Papá sufriría una emoción que acaso le costara la vida... y
+podría olvidárseme que eres mi hermano.
+
+--Cada cual cumple su deber como lo entiende.
+
+--¿Sí? Pues date por avisado: al Santo Viático, al granuja que lleva el
+farolón y a tí... os tiro escaleras abajo.
+
+--¡Lo veremos!
+
+Pepe, sobreponiéndose a su indignación, procuró hablar con calma y,
+notando la sangre fría de que Tirso alardeaba, quiso mostrar igual
+serenidad.
+
+--Temía esta escena, pero no quiero esquivarla... Cuando llegaste a
+Madrid, y al subir de la estación del ferrocarril entraste en Santa
+María, permaneciendo allí largo rato, sin la menor prisa de conocer a
+tus padres, porque conste que no les conocías, adiviné yo cuál sería tu
+fanatismo; pero no imaginé que sobreviniera esta lucha. Luego, dados tus
+antecedentes y viéndote vivir oculto en casa como un criminal, tuve
+sospechas de que habías venido a Madrid para asuntos que no eran
+tuyos... Recuérdalo: exceptuada la primer salida que hiciste entre dos
+luces la misma tarde del día en que llegaste, sólo al cabo de muchos
+días te atreviste a salir a la calle, después de las dos o tres visitas
+de aquel señor que vino a verte, cuando se conoce que estaba ya
+cumplida tu misión. Ya ves que te he seguido paso a paso. He notado tu
+empeño en no hablar con nosotros de ciertas cosas, porque te repugnan
+nuestras ideas sobre la política, la guerra y los curas trabucaires; y,
+por último, he aguantado tus mañas para convertir a mamá y lo que
+intentas para que riñan Millán y Leo... en fin, te conozco a fondo. Tú,
+en cambio, no sabes de lo que soy capaz.
+
+--¿De qué?
+
+--Si, lo que no es creíble, papá, espontáneamente, pidiera ciertos
+auxilios, yo sería el primero en respetar su voluntad. Pero, entiéndelo
+bien; si traes confesor, viático... vamos, cualquier tontería que pueda
+asustarle y provocar en su enfermedad una crisis peligrosa, te juro, por
+mi madre y por el amor de la mujer a quien quiero, que no te trataré
+como a hermano. De tu conducta depende mi prudencia. ¡Hemos concluido!
+
+--Cada cual cumplirá su obligación.
+
+--¡Abur!--Y Pepe, andando de puntillas, se metió en su cuarto.
+
+Quedose Tirso un rato solo en el comedor, pensativo e inmóvil: la
+lámpara, espirante, despidió de pronto dos o tres chispas de la mecha,
+ya seca; el temblor de la luz hizo que en la pared se agitara
+convulsamente la sombra del cura, y entonces él, buscando casi a
+tientas la puerta de su alcoba, encendió una bujía y, tras rezar sus
+oraciones, se acostó; pero tardó mucho en dormirse. La energía de su
+hermano le había desconcertado por completo: Pepe era más hombre de lo
+que él imaginó.
+
+A la mañana siguiente doña Manuela, antes de ir a la compra, según
+costumbre, fue a dar un beso a Pepe, mientras éste acababa de vestirse
+para marchar a su trabajo.
+
+--Voy a la compra; adiós, hijo.
+
+--Y a misa, ¿verdad, mamá?
+
+Ella, sonriéndole cariñosamente, se limitó a decir:
+
+--¿Qué mal hay en ello?
+
+--En eso, nada; pero, oye, mamá. Anoche tuve una agarrada con Tirso: la
+cosa había de suceder, y llegó. Supongo que te habrá hablado de ciertos
+proyectos que intenta, relativos a papá: puedes imaginar el efecto que
+producirían. Contén a mi hermano, imponle cordura, porque estoy
+dispuesto a todo.
+
+No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la
+tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella
+calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente
+sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera.
+
+
+
+
+XIX
+
+
+«Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que
+no nos vemos, y rabio por reñir contigo. Tonto, tonto mío, ¿pensabas que
+no había yo de saber averiguar tus penas para compartirlas? El chico te
+habrá dicho, seguramente, las preguntas que le hice y cómo me contestó.
+Estoy persuadida de que todo te lo ha contado. No puedes figurarte la
+gracia que me hizo su desinterés. ¿Me perdonas que soborne a tus
+_servidores_? Yo, en cambio, no te perdonaré tu falta de franqueza. Haz
+cuenta que estás a mi lado y que te hablo muy seria. ¿No hemos repetido
+ambos hasta la saciedad que debíamos sernos leales? Pues no merece
+perdón que por desconocer mi cariño me hayas ocultado las contrariedades
+que te ocasiona tu hermano. Está bien, _don Reservado_; quiere decir que
+no me importa lo que te agrade o enoje. ¿En qué puedes fundar el no
+haberme dicho que trabajabas en una imprenta desde que te viste
+obligado a dejar la carrera? Me has dicho algunas veces que tu posición
+y tu género de vida no te han permitido tratar ni conocer a fondo
+señoritas de esas a quienes el no tener que pensar en nada serio hace
+frívolas y vanidosas. ¿En qué consiste, pregunto yo ahora, que no
+habiendo podido conocerlas me confundes con ellas? Seamos francos: el
+temor a que me pareciese demasiado humilde tu trabajo, el recelo de que
+fuese vanidosa, te han hecho callar, y resulta que el vanidoso eres tú.
+Como nada de lo que yo te diga puede enojarte, me arriesgo a todo: ¿fue
+vergüenza lo que sentiste al pretender ocultarme que te obligó la
+necesidad? ¿Sabes cómo se llama _eso_? Falsa vergüenza, una cosa muy
+parecida a la soberbia. Sí, Pepe; soy más leal que tú: me tienes
+ofendida. Dices que me quieres porque soy buena, y has sido capaz de
+suponer que podía hacerme _mal efecto_, así, clarito, lo de trabajar en
+una imprenta. Nunca se te caen de los labios _la distancia_, _la
+desigualdad_, y qué sé yo cuántas tonterías más: sólo te las perdono
+porque imagino a veces que son pretexto para que esté contigo cariñosa.
+¿Ves cómo el cariño todo lo interpreta bien? Basta de esto, porque no
+quiero parecerte pesada; y conste que me conoce mal quien suponga que
+el obrar bien pudiera hacerle desmerecer en mi ánimo. Ahora, deja que me
+goce en llamarte tonto. ¡Buena ocasión perdiste de ponerte romántico!
+Queda demostrado que el amor propio es en tí más fuerte que el amor
+verdadero, y que yo, la _señorita_, como me llamas en esas bromas que,
+por lo visto, tienen un gran fondo de verdad, soy mucho más sincera y
+menos vanidosa, y te quiero con toda mi alma y te querré siempre, porque
+me has engañado con tus zalamerías, haciéndome creer que eres distinto
+de los demás hombres. Tengo ganas de verte para decirte todo lo que se
+me viene a la boca. ¡Lo menos pensaste que volvería despreciativamente
+la cabeza, sin saludarte, si por casualidad te viera salir de la
+imprenta! No lo digo por esto del saludo; pero no sabes tú de lo que es
+capaz una mujer cuando sabe querer. ¡Ojalá no fuese rica!
+
+Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro
+palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu
+situación, aunque sé por experiencia que esas gentes demasiado devotas
+hacen desgraciado a cualquiera. En mi familia está el ejemplo: la
+Condesa de Astorgüela, que es una parienta nuestra lejana, tiene
+oratorio en su casa, gasta un dineral en cosas de iglesia y, a sus
+hermanos, que están casi en la miseria, no quiere darles una peseta. En
+cambio acaricia la pretensión de que los demás sean rumbosos, y quiere
+que papá regale o malvenda a unas monjas un terreno que posee fuera de
+la Puerta de Bilbao. No puedes imaginar las recomendaciones y empeños
+que andan buscando. ¡Figúrate! ¡A papá con esas! Papá dice que la de
+Astorgüela es muy mala y que la devoción la hace peor. Yo no me atrevo a
+tanto, porque alguna religión hay que tener; pero tampoco me gustan las
+exageraciones. Lo triste sería que tu padre tuviese algún disgusto por
+culpa de tu hermano.
+
+Adiós, orgulloso mío, no te quejarás de la reprimenda, ni de que escribo
+poco. Tuya, siempre, siempre,
+
+PAZ.»
+
+ * * * * *
+
+»Como si lo viera. En cuanto leas lo que te digo, te pones a hacer
+consideraciones sobre lo raro y lo novelesco de que yo... _en mi
+posición_, quiera a un hombre como tú. ¡Hasta que te cure la tontería,
+no he de parar! ¿No dicen que el amor es ciego? ¿No pude enamorarme de
+un pillo? Pues me ha dado por quererte a tí, que eres bueno, y asunto
+concluido.
+
+Ven pronto a verme, porque Papá habla de ir esta semana al distrito, y
+por no dejarme sola en Madrid, puede que me lleve. Será cosa de pocos
+días.»
+
+ * * * * *
+
+Realizose el viaje que anunciaba Paz, no sin que antes la viese Pepe,
+disipando en la primera conversación con amantes palabras el débil enojo
+que en ella produjo su reserva; y luego de partida con don Luis, como se
+prolongara la excursión bastantes días, cruzaron los novios varias
+cartas, una de las cuales decía así:
+
+«Adorada Paz:
+
+El cariño que me demuestras es, por la sinceridad que lo avalora, mi
+única alegría. Fuera de esto, cuanto me rodea y toca es causa de
+disgusto. ¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer
+una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o
+está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de
+alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje
+misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia. Mis padres, mi
+hermana y Tirso (ya me repugna llamarle hermano) parecemos sujetos a
+influjo extraño a nuestra voluntad. La conducta de Tirso es
+inconcebible. Su obstinación en reformar la familia es igual a la
+conformidad que en otro tiempo demostró para estar alejado de nosotros:
+antes, como sino existiéramos; ahora, todos hemos de ser santos; es
+decir, todos no, porque conmigo no se atreve.
+
+El resultado es que me da muy malos ratos, y aún los espero peores, pues
+la cosa ha sido muy de prisa.
+
+Mamá está dominada por Tirso, papá enteramente acoquinado, y su
+carácter, vencido por la enfermedad y los sufrimientos, va
+convirtiéndose en una apatía de que sólo a ratos le saca la rabia del
+dolor. Ya no hay medio de ocultarle que en casa existe una guerra peor
+que la del Norte. ¡Si papá me dejase, plantaba a Tirso en medio de la
+calle sin ningún miramiento! No veo otro remedio al mal. Me contengo
+porque, si lo hiciera, mi madre nos daría la gran desazón: es increíble
+hasta qué punto parece identificada con él; pero no me cabe en la cabeza
+la idea de que nos abandonara por seguirle. Supón lo sensible que me
+será admitir semejante posibilidad. Pues aún hay, sin embargo, otra
+cosa más triste: el dominio que Tirso ha logrado ejercer sobre ella, no
+es ascendiente de hijo, sino influjo de cura. En cuanto a Leocadia,
+parece haberse desarrollado en ella una indiferencia, un egoísmo de que
+nunca la creí capaz. Ambas se levantan casi al amanecer, van a misa y,
+aunque no vuelven tarde, como al salir meten ruido y despiertan a papá,
+resulta que éste, no pudiendo recobrar el sueño, se desespera hasta que
+vienen a darle el desayuno. Antes, todo cuidado les parecía poco para
+él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre,
+con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la
+amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso
+majaderías por el estilo. A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla
+a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una
+barbaridad. A la hora de comer y antes de la cena dicen las dos sus
+oraciones, algunas veces hasta con latinajos (¡figúrate lo que
+entenderán ellas!), y por la tarde, si hay en cualquier iglesia función,
+ya las tienes con la mantilla puesta. Todavía no se han atrevido a irse
+las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando. En la
+conducta de mi madre, al menos, se nota cierta sinceridad; pero
+Leocadia va a la iglesia porque ha hecho el descubrimiento de que ve
+gente y la ven y se distrae: habla de iglesias cursis y de iglesias
+elegantes, como si se tratara de teatros, y critica los trajes de las
+Vírgenes como si fueran amigas suyas.
+
+El doble resultado de todo esto es que la tranquilidad no es ya fruta de
+mi huerto, y que, además, los viajes a la casa de Dios van dejando la
+mía sin barrer. El celo mimoso y lleno de pequeños cuidados con que
+antes se atendía a mi padre, es hoy prisa por acabar pronto de servirle
+y correr a lo que Tirso recomienda. En fin, temo que, sin provocación ni
+desafío por mi parte, cuando llegue Tirso a comprender el imperio que
+tiene en la casa, trate de ponerme en el disparador. Por supuesto, que
+no adivino lo que se propone. A juzgar por algunas cosejas que compra,
+debe tener cuartos; pero ni un céntimo gasta para nosotros: sabe que yo
+llevo el peso de la casa y, sin embargo, parece como que quiere hacerme
+saltar de ella. Repito que no lo entiendo; pues en cuanto a convertirme,
+primero me hace rajas. Excuso decirte que lo que él llama conversión es
+la entrada en el dominio de la imbecilidad: su devoción es de lo más
+ramplón que puede darse. Lo peor de todo es que mi padre empeora
+rápidamente. Ahora quiere el médico emplear con él la hidroterapia, lo
+cual saldrá caro; pero yo he dicho que todo se hará, aunque hayamos de
+vender hasta las sillas. Tirso dice que esas son novedades de la
+ciencia, que antes no se conocían tales cosas y que no por ello dejaban
+de curarse los enfermos. En cambio ha logrado que mamá dé una peseta
+todos los meses para no sé qué hermandad o cofradía de la _Limosna de la
+Luz_, y otra para unas escuelas católicas. El día que abra yo la puerta
+al cobrador, le echo rodando por la escalera.
+
+Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te
+quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo
+para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo,
+
+PEPE.
+
+¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el
+distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia? No
+quisiera sentar plaza de pegajoso y, sin embargo, deseo que don Luis me
+necesite para poder verte y hablarte. Escríbeme mucho.»
+
+
+
+
+XX
+
+
+Don José comenzó a empeorarse, y con sus molestias, que iban diariamente
+en aumento, arreciaron los gastos.
+
+En un principio determinaron la dolencia la vida sedentaria, la
+desmedida codicia en el comer y su natural plétora sanguínea: luego vino
+el dormirse fácilmente en cualquier parte, el echar vientre y digerir a
+duras penas, acentuándose la repugnancia a todo esfuerzo físico. Con
+este desorden en el organismo, manifestó cierta volubilidad de carácter,
+completándose el cuadro del que los médicos dicen estado artrítico, amén
+de otros síntomas que llaman sucios, hasta que por fin estalló la
+enfermedad, fijándosele el dolor en un pie, que se le puso hinchado, de
+color rojo y con las coyunturas muy sensibles. El primer acceso fue
+violento en extremo: posteriormente, al acostarse, en seguida conciliaba
+el sueño; pero al poco rato despertábale la rabia del dolor, tardando
+algunas horas en recobrarlo; repitiéndose estos exacerbamientos hasta
+que, posesionado el mal de ambos pies, quedó el infeliz postrado y
+sujeto a pasar los días de la cama a la butaca, y de ésta a aquélla. Al
+carácter agudo del padecimiento siguió el crónico; los ataques perdieron
+en intensidad, ganando en duración; tuvo fiebre, y en lo sucesivo raro
+fue el día que pasó medianamente. Con tal situación, cuando mayores
+cuidados y atenciones pedía el enfermo, coincidió el enfrascarse doña
+Manuela en cosas de la iglesia, y ella, antes tan compasiva y solícita,
+fue, sin darse cuenta, pecando de olvidadiza y negligente, sin mostrar
+mala voluntad; pero el resultado era el mismo que si la tuviera. A pesar
+de estar su vista cansada por los años, emprendió la tarea de bordar un
+paño de altar para regalo a la parroquia, y mientras tenía caladas las
+antiparras y la aguja en la mano, aunque su esposo la llamara, tardaba
+en acudir. El darle las medicinas a hora fija quedó supeditado a más
+santas atenciones, y comenzó a molestarla el escuchar quejidos, por
+antojársele muestra de poca esperanza y ninguna resignación. Don José se
+devanaba los sesos, sin lograr explicarse aquella trasformación ni
+acertar cómo pudo Tirso trocar tan pronto en beata a la que nunca fue
+devota, siendo lo peor del caso que no le dio la piedad por el amor al
+prójimo, ni por arreciar en el cuidado de su casa, sino que miraba el
+hogar y la familia como objetos inferiores. No decía palabra contra las
+necesidades ordinarias de la vida, ni renegaba de la materia, ni
+ensalzaba la superioridad de lo ideal sobre lo terreno, mas claramente
+se veía germinar en ella la semilla dejada caer por Tirso.
+
+Lo más extraño fue que, de exageradamente limpia, se hizo algo
+desaseada, como si alguien la hubiese convencido de que nadie debe
+atender primero al lavado del cuerpo que a la pulcritud del alma. Por
+último, todo gasto le pareció exorbitante y, cuando el médico habló de
+hidroterapia y en la casa de baños dijeron que llevar a domicilio un
+aparato necesario costaba un duro por cada viaje, fue de opinión
+contraria al remedio, tronando por vez primera contra las _invenciones
+de ahora_. Delante de Pepe se contenía cuanto le era posible; pero ya
+toleraba de mala gana cualquier broma que trascendiese a incredulidad; y
+como el estado de las cosas por aquel tiempo hacía que todas las
+conversaciones fuesen a caer en la guerra, y hablar de ésta era hablar
+del clero, doña Manuela oía con disgusto a su hijo y su marido, cuando
+el primero alardeaba de republicano y el segundo de progresista a la
+antigua. Bastaron unos cuantos meses, trascurridos desde la llegada de
+Tirso, para que le repugnase ya escuchar ciertas conversaciones: a veces
+hasta intentaba oponerse a ellas con tonterías de marca mayor, por
+hablar de lo que no entendía.
+
+Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias
+de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo
+contra el absolutismo y la lucha civil; Pepe, después de comer,
+permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que
+el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el
+hijo. Don José conservaba el vigoroso arranque del antiguo partido
+progresista; Pepe, prematuramente escéptico, dado a violencias, como
+quien siendo joven está ya harto de traiciones, proponía a los males
+públicos remedios más enérgicos. En cuanto al modo de terminar la guerra
+civil, estaban conformes: había que concluirla, no por pacto, sino por
+fuerza de armas. Tirso, si les oía, procuraba contenerse; mas algunas
+veces le era imposible disimular, y sintiéndose ya fuerte, terciaba en
+la conversación, mostrando, no simpatía tibia, sino ardor de sectario
+por la causa del absolutismo.
+
+El año anterior, cuando la guerra franco-prusiana, había comprado Pepe
+un mapa, barato, en el que seguía con alfileres y banderitas las marchas
+de ambos ejércitos: don José, por distraerse y llevado de la atención
+con que consideraba el duelo entre la revolución y el carlismo, repitió
+el entretenimiento. Mandó a Pepe que colocara en la pared una carta
+geográfica de toda la parte superior de España y, a cada parte de la
+_Gaceta_, a cada nueva de lo que ocurría en los campos de batalla, iba
+marcando los lugares ganados o perdidos por los soldados del ejército
+liberal o las huestes del Pretendiente, con lo cual Tirso hallaba
+justificado motivo para comentar noticias, atenuar triunfos y exagerar
+derrotas, según quien salía victorioso.
+
+El estado de España era a la sazón desconsolador. El país se había
+convencido de que, si el carlismo no contaba con elementos para vencer,
+tenía los bastantes para ensangrentar la mitad del territorio de la
+patria. En los comienzos de 1873, las partidas alzadas en armas eran
+pocas; pero aumentaron pronto. La insurrección de Vizcaya no inquietaba;
+el carlismo aragonés veía fracasar su intento en Santa Cruz de
+Nogueras, y los castellanos parecían difíciles de arrastrar; mas ya
+había fatales indicios de que la lucha sería ruda. Un jesuita amenazó
+con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que,
+habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a
+toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y
+llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro. La frecuencia con
+que el ejército liberal mudaba generales y los errores del Gobierno
+central, servían de sarmientos a la hoguera: apenas pasaba día sin que
+entrara de Francia algún jefe insurrecto; Navarra era un volcán;
+asaltábanse los trenes de viajeros, y un cura famoso inauguraba la larga
+serie de sus repugnantes maldades. Madrid, en tanto, servía de asilo a
+_comités_ o juntas fomentadoras del levantamiento, y la misma libertad,
+combatida en los campos a balazos, era en la Corte aprovechada
+impunemente por el bando faccioso. Tirso, como si todo esto le alegrara,
+comenzó a mostrarse satisfecho sin disimulo y arrogante sin cautela:
+diríase que en la lucha jugaba algo su interés y que, por extraña
+aberración, veía más fácil el moralizar a su familia según se iba
+desquiciando la patria. Por fin, manifestó desembozadamente sus ideas;
+dijo con franqueza que era carlista y, cuando su padre leía o hacía que
+le leyesen noticias de la guerra, tomaba parte en los comentarios,
+oponiendo cálculos a cálculos y versiones a versiones.
+
+Los informes de Pepe procedían generalmente de las imprentas donde se
+tiraban extraordinarios y hojas volantes de periódicos, que mentían con
+frecuencia: las nuevas de Tirso tenían origen desconocido; pero, a
+veces, se anticipaban a las oficiales, eran más exactas o llegaban a
+confirmarse, acusando todo que el manantial en que las bebía era bueno;
+con lo cual Pepe fue convenciéndose de que su hermano frecuentaba gentes
+directamente interesadas en los acontecimientos, y corroborándose en la
+idea de que el viaje de Tirso fue el desempeño de una misión más o menos
+importante, pero indudable. Ya estaba explicada su actitud anterior. Los
+primeros días de su estancia en Madrid temió ser descubierto, y no salió
+a la calle sino una sola vez y ya de noche; visitole luego un caballero,
+y desde entonces se mostró más abierto y franco, como si aquellas
+visitas le quitaran peso de encima; por último, perdió el miedo, y
+juntamente dio a entender su satisfacción por la marcha de los sucesos
+y la influencia ejercida en el ánimo de su madre.
+
+Esto último no pudo permanecer oculto a don José; pero respecto a la
+sospecha de ser Tirso agente subalterno de los carlistas, nada quiso
+decir Pepe a su padre, convencido del disgusto que había de
+experimentar. Harto comprendía él que las luchas políticas, por rara
+excepción, tienen hoy el infame privilegio de enconar las divisiones de
+familia; mas no se le ocultaba que para el viejo y entusiasta partidario
+del progresismo, para el admirador de los que pusieron término a la
+primera guerra civil, sería triste pesadumbre saber que un hijo suyo,
+hecho clérigo a hurtadillas, era agente y servidor de los _facciosos_.
+Don José no lo conjeturaba todavía: su curiosidad estaba despistada por
+el empeño de saber cuál había sido el objeto del viaje.
+
+--Tirso es carlista--decía hablando con Pepe--ya no lo oculta: pero, ¿a
+qué diablos habrá venido?
+
+--Se me figura que a pretender: querrá ser canónigo, y como parece
+vanidoso, no nos dirá nada por si no logra su objeto.
+
+--Lo que más me duele es que está trastornando a tu madre. Esta mañana
+han ido las dos a confesarse y han vuelto a las diez: total, que me han
+dado la medicina muy tarde y no puedo comer hasta dentro de hora y
+media. Y mira, mira, como anda todo.
+
+Pepe miró en torno suyo. Sobre el aparador estaban, aún sucios, los
+platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa
+veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su
+derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada
+y sin repasar.
+
+--En cambio--prosiguió el viejo señalando a la pared--llueven estampas.
+
+Tirso había comprado una cromo-litografía de la Virgen de Lourdes con
+marco de moldura dorada, colocándola encima del retrato de Espartero.
+
+--Esto--dijo Pepe--sería sencillamente ridículo si anduviésemos sobrados
+de dinero: teniendo tan poco, me parece falta de juicio; pero allá él.
+
+--No, hijo, no; ¡si lo ha pagado tu madre! veintiocho realazos... ¡y
+luego vociferan que el agua de Vichy es farsa moderna y que la
+hidroterapia sale cara!
+
+
+
+
+XXI
+
+
+Las gentes a cuyos manejos obedeció el viaje de Tirso a Madrid, le
+mandaron que esperase órdenes en la corte, y él entonces pensó en
+utilizar algunas de las amistades que, a la sombra de su misión,
+contrajo con gente de sotana, logrando entrar en una iglesia, donde, a
+título de suplente, ganaba algo, aunque poco. Un obispo y un ecónomo
+fueron los protectores, merced a cuyo valimiento pudo actuar en una
+parroquia, no sin que algunos capellanes se disgustaran, temerosos de
+que, a la larga, les quitara el pan: otros, en cambio, por simpatía, o
+conocedores de lo mucho que podía quien le recomendaba, hicieron buenas
+migas con él, y uno de éstos, viejo achacoso, que tenía fama de avaro,
+le cedía frecuentemente su puesto en ocasiones lucrativas. Malas lenguas
+murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a
+pesar de lo cual, de cada entierro _de primera_ le quedaban a Tirso
+veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en
+ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que
+repartir algunas misas. Pero lo que él ambicionaba era tener sermones,
+que uno con otro le salían lo menos a dos o tres duros, suponiendo que
+fuera cierta la calumnia antes apuntada. El primer sermón que pronunció
+hizo poco efecto a sus nuevos compañeros; todos dijeron que olía a
+pueblo: con el segundo le ocurrió lo mismo, y en vista de ello determinó
+estudiar los ajenos para perfeccionar los propios. De allí a poco le
+tocó uno, y entonces desplegó toda su energía.
+
+Había él notado que, por aquel tiempo de amenazas revolucionarias, no
+parecía a los devotos buen sacerdote el que no se aventuraba algo en el
+terreno de las alusiones políticas; y como todo era menos tímido, se
+lanzó a pisarlo, decidido a no resultar menos celoso defensor de la
+Religión. Preparose durante varios días con libros que consideró del
+caso, leyó al Padre Larraga y al jesuita Roothaan, consultó varios
+sermonarios de Santander, Eguileta y Pantaleón García, hizo acopio de
+frases sabias, citas de los Santos Padres y hasta de figuras retóricas,
+escogiendo tropos, hipotiposis y apóstrofes que dieran color a sus
+períodos, después de lo cual fijó el tema de la oración, fundándola en
+aquellas palabras famosas: _Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo
+que es del César._
+
+ * * * * *
+
+Como la cofradía que pagaba la función era de gente adinerada, la
+iglesia estuvo brillante. En el atrio, inmediato al puesto de una
+florista, habían colocado el cajón de la rifa piadosa, cuyos premios
+eran un canario enjaulado, dos sortijeros de cristal, un castillete de
+cartón-piedra para juguete de niños y una Virgen metida en un fanal que
+parecía farol: dos viejos coloradotes y rollizos expendían las
+papeletas, y una mujer que allí cerca tenía su canastilla de estampas y
+escapularios les miraba de reojo, como mercader pobre a traficante rico.
+De esta mujer decían lenguas pecadoras que lo que más provecho la dejaba
+no era manejar los alicates con que hacía rosarios de alambre y cuentas
+de vidrio, sino el servir de cobejera entre damas y galanes. Junto a la
+casa de Dios varios mendigos extendían las mugrientas manos, y cuando no
+pasaba gente se insultaban con el más desvergonzado vocabulario, que
+trocaban en quejumbrosos ayes si alguna señora vieja se detenía a leer
+los cartelillos de triduos y novenas.
+
+El altar mayor, en que ardía un bosque de velas simétricamente
+colocadas en sus gradillas, semejaba pirámide de llamas temblorosas, y
+el talco de los floreros de mano brillaba como plata puesta al sol. Dos
+angelotes de talla dorada sostenían el templete donde estaba de
+manifiesto el Señor, ceñido por los resplandecientes rayos de la
+custodia, envuelto en la neblina del incienso y adorado por la
+muchedumbre. En lo más alto del retablo había un astro de oro, y en su
+centro un pichón blanco. El altar era todo claridad: la luz del mundo
+parecía refugiada en la Santa Mesa. Las capillas laterales, los rincones
+quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un
+grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura
+las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las
+cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse
+en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita.
+Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera
+del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y
+de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer
+de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el
+cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que
+tocaba en la calle el brindis de _La Traviata_. Desde lo alto de los
+retablos churriguerescos, las estatuas de talla, troncos convertidos en
+santos por el arte, parecían mirar con lástima a la gente arrodillada,
+cuya apretada masa promovía ruidos en que se mezclaban el caer de las
+sillas, el crujir de las sedas, la plegaria de unos y el refunfuño de
+otros.
+
+Ya se había rezado el Rosario. Al comenzar la Salve rompió el órgano en
+formidable trompeteo, y empezaron los cantores. La voz del tiple era
+chillona y femenina, la del bajo ronca y apagada; el barítono cantó un
+solo que parecía de personaje celoso en ópera italiana. De pronto el
+órgano sofocó sus quejas con variadas modulaciones, ya acentos dulces,
+ya rugidos estentóreos: unos instantes aquello era regalo del oído,
+otros estruendo ensordecedor, hasta que de improviso las notas parecían
+quedar flotando en el aire, como aves perdidas, cuyo graznido
+desapacible continuaba imitando la canturía ronca de algún cura falto de
+aliento. Los muros estaban cubiertos con paños de damasco rojo galoneado
+de oro, que, como grandezas deseosas de humillarse, caían casi hasta el
+suelo de ladrillos polvorientos, y por bajo de la verja del presbiterio
+veíanse hincados de rodillas, con su cirio y escapulario, varios fieles
+que de rato en rato se relevaban, formando incesante guardia de honor al
+pie de la pirámide de llamas, en tanto que los sacerdotes, dando ejemplo
+de piedad, se persignaban rápidamente al pasar ante los altares. Sólo
+turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados
+y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el
+mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura
+irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con
+los ojos a la novia. En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa,
+golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque
+metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo
+devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia
+humana. El olor de la cera, el aroma del incienso y la aglomeración de
+gentes, viciando la atmósfera, promovían inspiraciones largas, suspiros
+de desasosiego, movimiento de inquietud. En los bancos de alto respaldo
+había algunas personas dormidas. Otros fieles, haciendo abstracción de
+la fiesta, se postraban ante altares distintos. En uno de ellos, cuatro
+gradas cubiertas de encaje sucio y un pedestal de pintura
+descascarillada, adornado con cabezas de angelitos, servían de trono a
+una Virgen de tamaño natural, envuelta en rico manto de terciopelo negro
+entrapado de polvo, sobre cuyo pecho brillaba un corazón de hojadelata
+atravesado por siete espadas de lo mismo: en cambio el rostrejo y la
+corona eran de plata. Al lado opuesto estaba Jesús, clavado al leño del
+martirio, hermosamente desnudo, caída la cabeza sobre el pecho, manando
+sangre la lanzada, rígidas las piernas, sebosas las rodillas, porque en
+ellas se apoyaba el monaguillo al subir para encender, y envuelta la
+cintura en un paño rojo con lentejuelas de oro, indigno adorno de tan
+venerable figura. Una vela torcida goteaba sobre los pies de la
+escultura sus lágrimas de cera, y el débil resplandor verdoso de una
+lámpara de vidrio, medio apagada, enviaba estertores de luz a la divina
+faz. A pesar de la profanadora faldilla, el aspecto de la imagen era
+imponente: el cadáver del Dios de la Caridad parecía dominar aquel
+conjunto ridículo de flores de trapo, candelabros sucios, estampas
+chillonas, tallas barrocas y pantorrillas de cera. Al examinar el
+templo, se notaba que todo lo demás estaba vivo o expresaba vida: el
+único muerto que había en la Iglesia era Cristo.
+
+Llegado el momento del sermón, salió Tirso lentamente de la sacristía y,
+acercándose hasta el altar mayor, oró unos instantes de rodillas,
+sosteniendo el bonete entre las manos cruzadas sobre el pecho, que
+llevaba cubierto por el blanco y rizado roquete. En seguida subió al
+púlpito, que era como una jícara grande pegada a la pared, y después de
+arrodillarse nuevamente y pedir otra vez al Altísimo gracia y santidad
+de inspiración, empezó persignándose y recitando un Ave María.
+
+El exordio fue breve, y luego, sin cuidarse mucho de reglas ni
+preceptos, entró de lleno a narrar, para comentarlo, el episodio en que
+Cristo dijo: _Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
+César_.
+
+Su lenguaje era siempre llano: cuando quería elevarse le faltaban
+palabras, y al buscar naturalidad, caía en lo vulgar y tosco. Tuvo
+instantes en que, olvidándose del plan trazado, las ideas acudieron en
+tropel a su imaginación y las palabras se agolparon a sus labios en
+frases exentas de unción sagrada, faltas de poesía y desnudas de
+belleza. Tenía prisa por llegar a mostrar su ardor en defensa de la fe.
+Por fin, en la _recopilación y exhortación_ su piadosa ira tendió las
+alas, y entonces le salieron los párrafos a su gusto.
+
+--«Sí, hermanos míos--decía--muchos servicios debemos al país, a la
+nación, al Gobierno y las autoridades, porque no exige nuestra Santa
+madre la Iglesia que renunciemos en absoluto a la vida social, aunque es
+mejor la vida del apartamiento religioso; pero hay que andarse con
+cuidado en lo de la obediencia. ¡Bueno fuera que por servir los
+intereses de este mundo ofendiéramos al Padre, o al Hijo, o al Espíritu
+Santo, a la Santísima Virgen, o a cualquiera de los Apóstoles y Santos
+que nos han señalado el camino de la perfección, que es como un sendero
+espinoso a cuyo fin hay un gran jardín, que es la gloria! Debemos ser
+obedientes al César, pagar contribuciones y gabelas, ser soldados y
+marinos para mayor esplendor de esta nación cristiana, que tan mal anda
+desde que vaciló en la fe: mas nuestro deber de cristianos es antes que
+los demás deberes. Pues qué, amados míos, ¿hemos de contribuir para que
+se emplee nuestro dinero contra nuestra conciencia? ¿Pediremos al Señor
+ánimo para el trabajo, y su fruto será para escarnecerle? ¿Queréis que
+sirvan nuestras riquezas o jornales para que los malos gobernantes
+paguen suntuosos embajadores que adulen a los carceleros del Santísimo
+Pontífice, que apacienta el rebaño de Cristo desde su lecho hediondo de
+paja en un calabozo del Vaticano, antes trono de su preponderante
+sabiduría? ¡No, y mil veces no, hermanos míos! Seamos, si es preciso,
+como aquellos mártires que desafiaban a los procónsules romanos, y ya
+sabéis que estos procónsules eran como ahora los gobernadores civiles.
+¿Y hemos de ser soldados para servir de ornato y servidumbre a ministros
+impíos, para obedecer a sacrílegas Asambleas que decretan la asquerosa
+libertad de conciencia?
+
+¡Ah, y con cuánto dolor de corazón, con qué santa indignación los que
+aman a Dios oyen hablar de esas infamias! Mas la paciencia del justo es
+luego ira terrible, y el cordero se hace sañudo tigre, que dicen las
+famosas palabras del Santo.
+
+¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A
+la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que
+luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su
+corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las
+guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque
+somos malos y nos olvidamos de Él. Y cuando esto pasa, no es
+impunemente: que si a la piedad se la escarnece, si a la religión se la
+pisotea, ¡ah! entonces ya no hay nada que dar al César, sino que hasta
+la sangre debe emplearse en servicio del Señor. ¿No nos da Él la suya
+diariamente en el convite celestial, en el manjar eucarístico? ¿Seríamos
+capaces de negarle nuestra miserable sangre?
+
+Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no
+maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia:
+ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe. Supimos los
+españoles expulsar al moro, desterrar al judío, vencer al turco;
+destruimos al protestante en Flandes; arrojamos de aquí a los franceses
+ateos de Napoleón; purificamos, con fuego, de herejes nuestra propia
+tierra, y ¿no seremos hoy capaces de sojuzgar a los que traen semilla
+del infierno en ese contubernio nefando que llaman matrimonio civil, en
+esa crápula moral que llaman libertad religiosa?
+
+¡Qué pena, hermanos míos! ¡qué dolor! Estamos en plena Revolución; es
+decir, como Job en el basurero, llenos de toda suciedad. ¡Aquí es el
+rechinar de dientes y crujir de huesos!
+
+La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros,
+porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen!
+¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner
+fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas.
+Esta es la libertad de cultos. Ya veis, amados oyentes míos, cómo no
+siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo.
+
+Sean nuestras almas del Señor para que su cólera no nos parta por la
+mitad, y atendámosle a Él antes que a nadie. ¿A quién obedeceríais
+primero, a un guardia municipal, o al Rey? al segundo, ¿no es verdad?
+Pues el César es el guardia municipal, y el Rey es Dios nuestro Señor,
+pero Rey de Reyes y Emperador de Emperadores. Elevad los corazones, que
+tiemble la oración en vuestros labios, que se agite, como humo inquieto
+la fe en vuestros pechos para que el Señor nos conceda ver acabadas la
+podredumbre del liberalismo, la masonería, las persecuciones de la
+Iglesia y las desdichas de sus venerables ministros, y para que acaben
+las fatigas de los que luchan por la fe en cualquier terreno, porque
+entonces podremos gritar: _¡Pueblos esparcidos por el Universo,
+palmotead, manifestad con millares de gritos de alegría la parte que
+tomáis en la gloria de vuestro Dios en el día de su triunfo!_ Yo diré a
+vuestro corazón, con el Profeta: _cuasi tuba exalta vocem tuam, et
+anuntia populo meo scelera eorum_. Orad, y ahorraréis lágrimas a la
+Esposa del Cordero; haced que todo el mundo rece en vuestras casas por
+los que están sepultados en el profundo sueño del pecado, _dormiebat
+sopori gravi;_ por los que voluntariamente se han hecho sordos a las
+inspiraciones divinas, _sicut aspidis surdæ et obturantis aures suas_.
+Sí, amados hermanos míos, orad a María en todas sus advocaciones, tan
+buena es una como otra, todas son mejores y dulcísimas; porque si
+oramos, _las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia._»
+
+Mientras bajaba lentamente del púlpito estalló en la iglesia rumor de
+muchedumbre inquieta, y de los labios de los fieles salió un murmullo de
+aprobación. En seguida, todos comenzaron a salir, ansiosos de
+sustraerse, a pesar de su devoción, a la pesada y sucia atmósfera del
+templo. Las puertas vomitaron negras oleadas de gente que, al
+desparramarse por las aceras, respiraba con delicia el aire puro de la
+noche, y en pocos momentos la ancha nave quedó vacía. Algunos exaltados
+elogiaban el sermón.
+
+--Es un padre nuevo.
+
+--No le conocía.
+
+--Ni yo: ¡qué valiente ha estado!
+
+--Es de los finos.
+
+--¡Ojalá hubiera muchos así en los pueblos!
+
+Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el
+predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto
+modo.
+
+--¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga!
+
+--Ha estado Vd. un poquito fuerte.
+
+--Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún
+atropello.
+
+El párroco calificó aquello de imprudencia.
+
+Tirso se marchó solo, contentísimo, pisando recio, llevando alta la
+cabeza, como si creyera que las gentes habían de señalarle con el dedo y
+mirarle con asombro. En su casa no dijo nada.
+
+Aquella noche, el nombre del Padre Tirso Resmilla era conocido en todos
+los centros clericales de Madrid.
+
+A los tres días, Pepe, leyendo un periódico, dio con el siguiente
+suelto:
+
+ «El púlpito sigue convertido en tribuna por los enemigos de las
+ instituciones liberales. Hemos oído asegurar que en una de las
+ principales iglesias de Madrid se ha pronunciado anteayer un
+ violento sermón, una verdadera excitación a la guerra civil. La
+ opinión exige que, si el hecho es cierto, las autoridades tomen
+ cartas en el asunto. El clérigo que se ha propasado esta vez,
+ parece ser el Padre R..., casi desconocido, por haber llegado a
+ Madrid hace poco tiempo. Veremos qué resultado ofrece esta milésima
+ edición de semejante atrevimiento.»
+
+Pepe comprendió que el Padre R... era su hermano, y profundamente
+disgustado, hizo que Millán averiguase la verdad del caso preguntándolo
+en la imprenta de aquel periódico, y al mismo tiempo revisó
+cuidadosamente los demás que había de leer su padre, decidido a evitarle
+la desazón que pudiera acarrearle la noticia. No temía que Tirso se
+vanagloriase de la hazaña en su propia casa, pero podían ir a prenderle,
+o acaso una fracción de la prensa insistiera en pedir su castigo.
+
+El resultado de las gestiones de Millán confirmó la sospecha de Pepe:
+el regente de la imprenta donde se tiraba el diario que dio la noticia,
+dijo que el predicador de que se trataba era don Tirso Resmilla, quien
+abandonando su curato de un pueblo del Norte, había venido a Madrid,
+pocos meses atrás, como persona de confianza para los elementos
+realistas de la diócesis a que pertenecía.
+
+
+
+
+XXII
+
+
+Había en Madrid por aquel tiempo, en uno de los barrios extremos, una
+casa que rompiendo la línea de fachadas contiguas, parecía apartarse del
+trato de las gentes. Tenía por delante un pequeño jardín con verja;
+aislábala por detrás un ancho patio con cuadras y cocheras, y a derecha
+e izquierda la limitaban una pared medianera y fuertes tapias a una
+calle poco frecuentada. Formaban el jardín tres o cuatro mezquinos
+recuadros de flores vulgares, las enredaderas enroscadas a la verja, y
+varias acacias, cuyas fornidas ramas ocultando casi por completo los
+balcones, oponían a la curiosidad una cortina impenetrable. Las
+persianas estaban continuamente caídas y las vidrieras se abrían rara
+vez, sin que nunca sonase dentro cantar de criada ni piano de señora.
+Era una casa falta de voces y de ruidos, triste, callada entre los
+clamores vecinos, ajena a cuanto la rodeaba, como hecha adrede para
+retiro de dama romántica o escenario de novelescas aventuras. Una
+campanilla, colocada en la verja del jardín, daba aviso cuando entraba
+alguien y, según quien fuese, lo anunciaba el portero tocando otra
+campana en el portal. Un tañido para Hermana de la Caridad o Hermanita
+de los Pobres, dos para fraile o clérigo, tres para dignidad
+eclesiástica: a los simples mortales les anunciaba de palabra un criado,
+y gracias si se quitaba la gorra. Señal de dar limosna los sábados o
+fiestas no se veía ninguna, pero por privilegio envidiable tenía la
+finca oratorio donde se rezaba misa cuotidianamente y, si acaso pasaban
+por la calle alguna Minerva o el Dios chico, lucían los balcones grandes
+y blasonadas colgaduras. Durante el día menudeaba el campaneo del
+portal, indicando que eran muchas las visitas de gente religiosa: por
+las tardes la dueña, ya entrada en años, salía a paseo en coche
+modestamente vestida, con aspecto humilde y luciendo en una muñeca, a
+modo de pulsera, un pequeñísimo rosario de oro y perlas. El carruaje,
+cómodo y anticuado, llevaba en las portezuelas corona condal; el cochero
+y el lacayo, como haciendo juego con el portero, tenían facha de
+cantores de iglesia, y la dama, siempre enlutada, con trazas de poco
+limpia y gesto uraño, semejaba una sacristía hecha mujer. Llegada la
+noche, escapábase de alguna ventana rumor de preces dichas en común, y
+antes de las diez quedaba todo cerrado, sin que hasta el día siguiente
+volvieran a cruzar sombras tras las vidrieras, ni se escuchase ningún
+ruido. Para ser tenida por convento, era la casa demasiado mundana; para
+morada de seglares, parecía monasterio. De ambos caracteres participaba;
+pues la Condesa hacía vida casi monjil y extremadamente rigurosa. En
+todo tiempo se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar _maitines_
+y _oración por los agonizantes_, tornando a acostarse hasta las nueve,
+que oía misa, rezada por su capellán; a las doce _angelus_, antes de
+almorzar; por la tarde lecturas piadosas, _vísperas, cinco llagas_,
+recepción de visitas honestas y paseo en coche; antes de comer un rato
+de meditación en la capilla, y después de la comida otro _rosario,
+letanía_, y _recomendación del alma_: a las nueve y media se acostaba.
+De bailes y reuniones, nada: de teatros muy poco, y sólo a obras cuya
+moral nadie hubiese puesto en duda. Confesaba dos veces por semana y
+recibía la sagrada comunión todos los domingos.
+
+Una criada, despedida de la casa porque el rigor del ayuno la hizo
+blasfemar de Dios y hurtar en viernes de cuaresma restos de solomillo
+fiambre, propaló por el barrio noticias muy curiosas, según las cuales
+la Condesa de Astorgüela revelaba empeño de rescatar con la penitencia
+lo mundano de su vida pasada. Mucho alardeaba de humilde y descuidada
+para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la
+más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos. Sus pies
+calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en
+perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese
+ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un
+primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana,
+solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes. La tal doncella
+desmentía, además, ciertos excesos de piedad atribuidos a la dama: sus
+actos de penitencia consistían en no tomar nada, aunque lo desease,
+fuera de horas, abstenerse de algún bocado sabroso, escoger, por breve
+rato, asiento incómodo y hasta estar unos minutos puestos en cruz los
+brazos: pero era falso, según la pecadora sirvienta, que la Condesa
+usara cilicio bajo el corsé de raso, ni que tuviera costumbre de llevar
+por voluntaria molestia alguna china en los zapatos, antes al contrario,
+se calzaba exquisitamente; ni que durmiera los viernes con una astilla
+entre las sábanas, ni que hiciera en el suelo cruces con la lengua. En
+cambio, insistiendo en los restos de coquetería, la Condesa, a solas en
+su tocador y alcoba, desplegaba consigo misma aquel mimo y esmero que
+sólo observa la mujer cuando se emplea, aunque honestamente, en el dulce
+servicio del amor. De modo que, por las señas, la Condesa de Astorgüela,
+lo mismo podía ser una gran dama arrojada por el desengaño a los brazos
+de la Religión, que una hipócrita de alto rango, o las dos cosas a la
+vez.
+
+Su rostro parecía arrancado de un lienzo de Mengs o de Van Lóo. Una
+hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de
+diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca,
+esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la
+corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de
+elegancia e ingenio. La edad de la Condesa era un misterio, para ella
+triste, para los demás engañoso; pero todavía la quedaban encantos que
+desplegar cuando al caer la tarde venían a pedirla consejo algunos
+amigos devotos y, como ella, dispuestos a la defensa de intereses
+sagrados.
+
+Tal era la Condesa de Astorgüela relacionada con el alto clero, bien
+quista de la nobleza, influyente en el ánimo de ciertos nobles chapados
+a la antigua y deseosa de atraerse a todo aquel que despuntara en el
+servicio de la tradición y la piedad, deseo que la inspiró grande afán
+de conocer a Tirso apenas supo el valiente celo que demostró en el
+sermón famoso. Ella misma le escribió así, de su puño y letra, y en
+papel timbrado con su escudo:
+
+ _«La Condesa de Astorgüela la Real saluda respetuosamente al
+ capellán don Tirso Resmilla, rogándole se sirva visitarla para
+ encomendarle una buena obra.»_
+
+(Y abajo el día y hora de la cita, con las señas de la casa.)
+
+Sorprendido Tirso agradablemente, consultó con el cura que le cedió el
+sermón si debía asistir al llamamiento, y la respuesta avivó su
+impaciencia.
+
+--No deje Vd. de ir, compañero; esa señora es una potencia.
+
+Con lo cual a la hora marcada se presentó en casa de la Condesa, que le
+recibió en un espacioso gabinete seriamente alhajado donde a vueltas de
+mucha severidad había detalles que acusaban a la mujer elegante. Cubría
+las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles,
+tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la
+alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de
+cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una
+mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados,
+reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada.
+Tirso echó una mirada a los lomos de los libros: eran lo más hermoso y
+literario que ha dado de sí en el mundo el sentimiento religioso:
+_Imitación de Cristo_, de Kempis; _La perfecta casada_, de Fray Luis de
+León; _La vida devota_, de San Francisco de Sales, y el _Tratado de la
+tribulación_, del P. Rivadeneyra. Sólo tres obras de arte adornaban la
+estancia: una admirable copia del _Cristo_ de Velázquez; otra de la
+_Dolorosa_ de Tiziano, y ante uno de los balcones, destacando sobre el
+claror del hueco, una escultura fiel reproducción del _San Francisco_
+de Alonso Cano. Cuanto allí había acusaba extraña mezcla de elegancia y
+piedad.
+
+Alzose de pronto una cortina y entró la Condesa, a quien Tirso saludó
+respetuosamente: ella se sentó en una butaca pequeña, de espaldas a la
+luz, y el cura, obedeciendo a una indicación, ocupó un asiento cercano
+puesto frente al balcón; de suerte que la fisonomía de Tirso quedó a
+merced de las miradas de la dama, y el rostro de ésta no tan visible
+para él, que estaba como irresoluto y cortado. El traje de la de
+Astorgüela era sencillo y negro, de un negro brillante y nuevo, junto al
+cual pardeaban la sotana y el manteo de Tirso.
+
+--Lo primero--comenzó ella--pido a usted mil perdones por mi
+atrevimiento: debía haber procurado esta entrevista de otro modo, pero
+deseaba que honrase Vd. mi casa y quería que hablásemos a solas; ante
+todo, para felicitarle por su elocuencia y su rasgo de valor...
+
+--Señora, yo agradezco tanto... pero la verdad, no creo merecer...
+
+--Sí; merece Vd. que le feliciten todos los corazones cristianos.
+Alcanzamos tiempos en que la energía en defender lo bueno y lo santo
+debe alentarse; y yo, aunque valgo poco, he tenido empeño en conocer a
+usted para apreciarle mejor.
+
+Estaba asombrado, sin adivinar a qué venían tal llamada y tan afable
+recibimiento.
+
+--¿Le sorprende a Vd. mi osadía,--prosiguió adivinándolo la
+Condesa--verdad? pues aún va a extrañarle más otra cosa que voy a
+decirle, y sobre la cual le encargo la más absoluta reserva.
+
+--Aseguro a Vd. que me desviviré por servirla, si juzga que puedo serla
+útil.
+
+--No se trata de servirme, señor Resmilla, sino de servir a la Religión.
+Pero, ante todo, debo advertirle que no me era Vd. enteramente
+desconocido. Mi posición, mis buenas relaciones, mi influencia, puedo
+decirlo sin vanidad, me tienen al corriente de muchas cosas... y no
+ignoro el objeto de su venida de Vd. a Madrid.
+
+--Yo, señora, mi viaje...
+
+--Esté Vd. tranquilo. Soy de las que animan y alientan cuanto se
+proponen _ustedes_. Está Vd. en casa de una amiga. Y ahora diré a Vd.
+que nada de _eso_ me es ajeno, y que tengo costumbre de honrarme con la
+amistad de los que se consagran a tan glorioso servicio, es decir, que
+aunque sólo fuera por esto, le hubiera llamado a Vd.; pero es el caso
+que, además, vamos a tratar de otro asunto.
+
+--Mande Vd.
+
+--Usted tiene un hermano que está en relaciones amorosas, honradas, por
+supuesto, con una señorita, casi parienta mía, que se llama María Paz de
+Ágreda...
+
+--No lo sabía... o, mejor dicho, ignoraba quién era ella.
+
+--Yo, en cambio, sé mucho más. El padre de esa señorita es un caballero
+bastante rico, que, por cierto, no ha educado a la niña como debiera;
+pero esto no hace al caso. Lo importante es que Vd. va a prestar un buen
+servicio a intereses sagrados.
+
+--Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi hermano?
+
+--El padre de esa señorita Paz posee cerca de los Cuatro Caminos, fuera
+de la puerta de Fuencarral, unos solares, lindando con los cuales está
+edificando su nueva casa una comunidad, que acaso todavía no conozca
+usted, y que el vulgo ha comenzado a llamar las _Hijas de la Salve_.
+Pues bien; esta hermandad desea comprar parte de la tierra que es
+propiedad de don Luis, a lo cual se niega él resueltamente: todos los
+esfuerzos, todos los ofrecimientos han sido inútiles.
+
+--¿Y qué puedo yo en el asunto?
+
+--Mucho: piense Vd. que se trata del servicio de una fundación
+religiosa... Vamos a concretarnos a lo esencial. ¿Está Vd. dispuesto a
+favorecer los deseos de los que protegen a esa comunidad? Responda Vd.
+francamente.
+
+--Sí, señora, si realmente se trata de una comunidad religiosa.
+
+--Hace Vd. bien; las cosas claras. Vamos a otro punto. ¿Tiene Vd. medios
+de hacer que su señor hermano influya en el ánimo de la niña, para que
+ésta a su vez procure que su padre deje de ser hostil al
+engrandecimiento de la comunidad?
+
+--No, señora; no tengo medio alguno para lograrlo; y ya que Vd. me honra
+buscándome para una cosa tan de mi gusto, quiero ser leal con Vd. Mi
+hermano y yo estamos medio reñidos: es liberal, ateo, en fin, está
+dejado de la mano de Dios. Cuando yo llegué a Madrid a vivir con mis
+padres, encontré la casa en un estado... impiedad, olvido de lo más
+sagrado... Yo quise...
+
+--No se moleste Vd. en contármelo: estoy enterada de todo.
+
+Tirso, con los ojos desmesuradamente abiertos por el asombro, preguntó:
+
+--¿Entonces?...
+
+--Se trata de saber si, a pesar de todo eso y contra los obstáculos que
+se presenten, se decide Vd. a servirnos.
+
+--¡Eso sí! pero ignoro cómo.
+
+--Si su hermano de Vd. se casara con esa señorita..... si nosotros lo
+facilitáramos.....
+
+--No hay que pensar en ello, señora. Mi hermano es un fanático
+descreído; a su falta de fe llama convicción honrada: sería capaz de
+echárselas de mártir de sus ideas y renunciar a la chica antes que
+aceptar el trato.
+
+--¿Está Vd. seguro de esa energía?
+
+--¡Ojalá no lo estuviera!
+
+--Piense Vd. que nos sobrarán medios, toda clase de protección.
+
+--Imposible.
+
+--Entonces habrá que tomar otro camino. Es preciso averiguar si esa
+señorita está realmente enamorada de su hermano de usted, y necesitamos
+poder calcular lo que ella haría viéndose abandonada por él.
+
+--No entiendo lo que Vd. se propone.
+
+--Hablaré sin rodeos, señor Resmilla. Si el novio se allanara, y sería
+lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el
+terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, _nosotros_
+haríamos la boda.
+
+--Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible.
+
+--En tal caso, hay que colocar a la pareja en condiciones de ruptura y
+conseguir una de estas dos cosas: que ella imponga a su padre su
+voluntad, es decir, la _nuestra_, o que, desengañada del amor, piense en
+dichas más puras, en vida más tranquila.
+
+--Comprendo.
+
+--Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el
+Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de
+una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer
+las _Hijas de la Salve_.
+
+--Perfectamente.
+
+--Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer?
+
+--Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a
+ella.
+
+--Eso es expuesto. Si está enamorada de veras, corremos dos peligros muy
+grandes: primero, la dificultad de separarles; y segundo, que si su
+pasión no es verdadera, al perder éste se arroje en brazos de otro amor.
+
+El cura no pudo contenerse.
+
+--Señora, ¡cuánto sabe Vd.!
+
+--Crea Vd., señor Resmilla, que para servir a Dios hay que pensar en
+todo. Vamos, ¿qué le parece a Vd.?
+
+--En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir bien a esa
+criatura.
+
+--¿Quiere Vd. encargarse de ello? Piense usted que se trata de una
+verdadera obra de caridad y que, además, las _Hijas de la Salve_ no
+olvidarán lo que Vd. haga por ellas.
+
+--Yo no hago nada interesadamente.
+
+--Me lo figuro; pero toda buena obra trae consigo su recompensa. En fin,
+piénselo usted.
+
+--¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa
+comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo
+soy así.
+
+--No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una
+institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego.
+
+--Pues delo Vd. por pensado: acepto.
+
+--¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su
+hermano?
+
+--Avisaré cuando lo considere oportuno; pero me parece que yo me lo
+trabajaré todo.
+
+--No olvide Vd. que lo esencial es la ruptura.
+
+--Espero que la conseguiré.
+
+Al llegar aquí Tirso creyó oportuno poner gesto triste, y dando a la
+voz acentos de amargura, dijo:
+
+--¡Ah, señora! ¡Si Vd. pudiera apreciar la pena de mi corazón al
+comprender que las ideas de mi hermano disculpan... hasta justifican,
+que yo tome cartas en este asunto!
+
+La Condesa, ya en pie, como despidiéndole, sonrió ante aquel inesperado
+afán de atenuar la índole del pacto, y repuso:
+
+--Es doloroso que no se pueda hacer el bien sin estos rodeos; pero, ¿qué
+remedio? señor Resmilla, así lo quieren los tiempos. Quedamos en que
+convencerá Vd. a esa señorita; después, en fin... allá Vd.
+
+Despidiéronse en seguida, y salió Tirso a la calle hondamente
+preocupado, por muchas razones. Aquella señora fue para él un enigma
+vivo: sabía el motivo de su viaje, alardeaba de influyente, habitaba un
+palacio y tenía aspecto de reina. ¡Qué maridaje tan extraño formaban en
+ella el trato mundanal y la piedad! Parecía la encarnación de lo profano
+puesta al servicio de lo divino. Por supuesto, estaba decidido a
+servirla contra su propio hermano, contando con la ayuda de Dios. ¿Acaso
+no triunfaba en los demás propósitos que formó? Su madre había entrado
+de lleno en el buen camino, y su hermana había renunciado al devaneo
+con Millán.
+
+Tirso recordaba las palabras de la Escritura: _Desaparecerá el impío
+como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por
+siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los
+impíos perecerá._
+
+
+
+
+XXIII
+
+
+Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de
+milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía
+que le inspiraba el cura. Pateta era madrileño, legítimo descendiente de
+aquellos liberales que cuando niños rodeaban en apretada turba las
+charangas militares para oír el _Himno de Riego_, y que de hombres
+alzaban barricadas contra la tropa, fraternizando con ella después de
+batirse unos y otros como fieras. Sólo dos bienes poseía: juventud y
+valor, y ambos los puso al servicio de la libertad, porque
+instintivamente le pareció buena aquella aspiración que tanto entusiasmo
+despertaba: vio alistarse como milicianos a sus compañeros de imprenta,
+les imitó, y de aquí el vistoso uniforme con leopoldina de plumero que
+parecía un gallo desmayado, el pecho lleno de trencillas y la corneta
+presa entre cordones rojos, con los cuales arreos rechazaba en formación
+o revista al más amigo gritando: «¡atrás paisano!» Su indignación cuando
+Tirso le dijo: «¡quita de ahí, mamarracho!» fue espantosa; mas como
+Pateta no era malo, su propósito de venganza no pasó del deseo de
+jugarle una mala partida: no ambicionó causarle daño, sino rabia; no
+sería la suya venganza, sino truhanada. Los sucesos facilitaron su
+intento.
+
+Por aquellos días se temía un movimiento de los absolutistas sobre
+Estella, y Pateta, al salir una mañana de la imprenta, estando ya cerca
+de la calle de Botoneras, oyó pregonar _el extraordinario, con la
+derrota de los carlistas_, grito que acto continuo le sugirió la forma
+de su proyectada desazón al cura. Todo consistía en gastarse dos cuartos
+en el papel y subir a dar la grata nueva a don José: era la hora del
+almuerzo, y Tirso, que estaría allí, tendría que tragar la píldora.
+
+A los cinco minutos de imaginarlo entraba Pateta en el comedor, donde,
+terminado el almuerzo, conversaba la familia tranquilamente antes de que
+Pepe marchase a su trabajo; doña Manuela y Leocadia estaban doblando el
+mantel, don José haciendo pitillos y Tirso hojeando un libro. En la
+pared, por bajo de la estampa religiosa que compró Tirso, se veía el
+mapa de las Provincias Vascongadas y Navarra, en que don José iba
+marcando la situación de las tropas. Cuando quería ver por dónde andaba
+tal o cual columna, hacia dónde estaba situado este o aquel pueblo, le
+descolgaban el cartón del mapa y le daban una cajita con las banderitas
+que el pobre señor se hizo, por vía de entretenimiento, con alfileres y
+papelitos de colores: las había blancas para los carlistas y moradas
+para el ejército, por decir don José que este era el color de las
+antiguas libertades castellanas.
+
+--¿Qué hay, Pateta?--preguntó el viejo.
+
+--Pues nada, señor; que como hace tantos días que no venía y pasaba por
+ahí cerca, dije: vaya, voy a subir a ver si se les ofrece algo, o si
+_quién_ ustedes que haga cualquier _recao_.
+
+--Nada, hombre, gracias: sigo lo mismo, yo lo mismo.
+
+--Y como sé que le gusta a Vd. leer los papeles que salen, y he oído
+pregonar el que van vendiendo ahora, lo he _comprao_.
+
+--Trae, trae, a ver.
+
+Pepe tomó el extraordinario, y después de pasar por él rápidamente la
+vista, dijo:
+
+--Esto no tiene relación con lo que se esperaba sobre Estella; pero les
+han pegado una buena zurra. Verá Vd. (leyó):
+
+«Extracto de los partes oficiales recibidos hasta la una de la madrugada
+de hoy en el Ministerio de la Guerra:
+
+_Provincias Vascongadas y Navarra._--El capitán general comuni...»
+
+ * * * * *
+
+--Salta, hijo, salta eso. A ver lo importante.
+
+ * * * * *
+
+--«Comunica que en Aya fueron cogidos a las facciones de los curas Orio
+y Santa Cruz 800 fusiles _remingthon_, 300 de varios sistemas, cajas de
+municiones, pólvora, piezas de tela, provisiones y papeles; no pudiendo
+detallar las pérdidas del enemigo, que pasan de 50 los muertos y hasta
+200 prisioneros y presentados. De nuestras tropas, cinco muertos del
+batallón de Barbastro, uno de la Princesa y 14 heridos. Entre los
+muertos de los carlistas había un cura, y entre los prisioneros otros
+dos curas, uno de ellos herido.»
+
+ * * * * *
+
+--Muchos golpes como ese hacen falta--dijo don José--una cosa parecida
+ocurrió el año _de_ 48, cuando el brigadier Zapatero y el coronel Damato
+desbarataron en Zaldivia y Amezqueta las partidas de Alzáa y Urbiztondo.
+
+--Los han _reventao_--añadió Pateta.
+
+Después el diálogo continuó sólo entre los hermanos.
+
+--¡Bah! ¿qué ha de decir el gobierno? Yo no hago caso de noticias
+oficiales--dijo Tirso.
+
+--Yo sí: habrá alguna exageración, pero la paliza debe de haber sido
+buena.
+
+--Otra vez me tocará a mí alegrarme.
+
+--Has podido regocijarte hace poco con el fusilamiento de los
+carabineros. ¡Hasta chicos de diez y seis años!
+
+--Cosas de la guerra.
+
+--No. Salvajadas del fanatismo.
+
+--A eso dan lugar los enemigos de la fe, los que escarnecen la religión.
+
+--¡Ya salió a plaza la religión de nuestros mayores! No sé en qué
+consiste, pero casi siempre que se comete una infamia de ese jaez sale a
+relucir la religión.
+
+--Como que su defensa es el origen de la guerra.
+
+--Y así, a trabucazos, se hace propaganda de mansedumbre y caridad.
+Ordenadas esas infamias por militares, no tendrían disculpa; ¡conque
+figúrate siendo clérigos los autores!
+
+--Se miente mucho.
+
+--¡Desgraciadamente, hijo mío--interrumpió don José--no son
+exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la
+otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que
+eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte
+personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de
+ojeador? el prior de la Calzada. Los carlistas atacaron el pueblo, los
+nacionales se refugiaron en la torre de la iglesia, y entonces aquéllos
+la incendiaron: un nacional que se descolgó por una ventana, pudo correr
+al caer a tierra, pero le vio el prior y comenzó a gritar: _¡a ese
+conejo que se escapa! ¡cazarle!_ y le mataron. Por supuesto, que el tal
+prior era una fiera. Con pretexto de parlamentar se acercó a la torre, y
+estuvo dando conversación a los sitiados hasta que los suyos arrimaron a
+las puertas astillas y sarmientos: cuando estuvo encendido el fuego,
+paró de hablar. Todos los que estaban dentro ardieron como estopa, y
+cuando el prior oía el llanto de las mujeres y de los niños, decía el
+muy bruto: _¡Bien templado está el órgano!_
+
+--¡Parece mentira que crea Vd. esas paparruchas!
+
+--¿Y lo que está haciendo por ahí ahora ese cura, cuyo nombre es un
+escarnio?
+
+--Ya tendrá él cuidado de no matar a buenos cristianos: sobre todo,
+¿pensáis que se puede guerrear con _sensiblerías_?
+
+--No digas disparates, hijo; me moriría de pena si supiera que eras de
+los clérigos que disculpan esas atrocidades.
+
+--Le gustarán a Vd. más los que se cruzan de brazos y dejan que les
+persigan y conviertan las iglesias en cuadras y los altares en pesebres.
+
+--Eso no se ha hecho todavía--dijo Pepe;--pero, no te quepa duda, si los
+curas siguen el camino que han emprendido, el pueblo confundirá a los
+representantes con la cosa representada, y entonces...
+
+--Entonces lo destruiremos todo y no dejaremos vivo ningún liberal...
+¡masones indecentes!
+
+Estaba ya fuera de sí; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio
+a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en
+sangre. Nunca le habían visto tan furioso.
+
+--¿Vais a reñir por política?--gritó doña Manuela.
+
+Pateta estaba arrepentido.
+
+Pepe, por evitar que la cosa pasase adelante, trató de bromear,
+diciendo:
+
+--Vaya, hombre, cálmate; otro día puede que entren en Estella o que
+asomen por Chamberí.
+
+Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció;
+levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa,
+trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo,
+clavándolas en el papel con grosera violencia:
+
+--¡Sí! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí!
+
+Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y
+Madrid quedaron conquistadas. Don José no se atrevió a chistar; Pepe
+soltó una carcajada.
+
+--¡Qué fuerte te da!
+
+--¡Esta es una familia podrida!--prosiguió el cura--así estáis, así os
+veis, necesitados, pobres, desamparados, dejados de la mano de Dios; tú,
+trabajando en esa imprenta como un gañán, y Vd. _(dirigiéndose al
+padre)_ ahí clavado en una butaca, con el castigo del Señor encima.
+
+--¡Hijo mío, líbreme Dios de suponerle tan mezquino que sea capaz de
+castigarme con reuma por ser progresista!
+
+--¿Reuma?--exclamó Tirso, sonriendo bárbaramente.--¡Reuma! ¡No tiene
+Vd. mal reuma! Gota, y de la fina, es lo que tiene usted.
+
+El infeliz escuchó con indecible espanto la brutal revelación. Primero
+quiso incorporarse, sin saber a qué; pero no pudiendo sus manos
+crispadas sostenerle en los brazos del sillón, cayó de golpe en el
+asiento; luego miró estúpidamente en torno, y por sus mejillas
+resbalaron dos lágrimas.
+
+A Pepe se le asomó el furor a los ojos; sintió impulsos de abalanzarse a
+Tirso y destrozarle la cabeza a puñadas. La presencia de doña Manuela y
+Leocadia evitó una cosa horrible; Pepe, conteniéndose al mirarlas, se
+limitó a decir a su hermano, con la voz engañosamente tranquila, pero
+llena de energía:
+
+--¡Vete! Soy capaz de matarte.
+
+--Lo creo--repuso el cura, procurando aparentar serenidad y dirigiéndose
+hacia su cuarto muy despacio.
+
+--¡No!--le gritó Pepe--¡no, infame; a tu cuarto no, a la calle!
+
+Doña Manuela, que sin atreverse a proferir una sola palabra se había
+interpuesto entre ambos, miró entonces a Pepe como no le había mirado
+nunca, y con un vigor de que jamás dio señales en su vida, le dijo:
+
+--¡Basta!
+
+La expresión que adquirió su rostro desconcertó a Pepe: le repugnaba
+creer que su madre hiciera causa común con Tirso.
+
+--Pero, mamá, ¿sabes lo que acaba de hacer?
+
+--¡Basta!--volvió a gritar ella con mayor imperio.
+
+Pepe no contestó a doña Manuela; pero, volviéndose hacia la puerta del
+cuarto de Tirso, exclamó rápidamente, como si temiera mancharse los
+labios con la palabra:
+
+--¡Víbora!
+
+Después, todos callaron.
+
+El viejo lloraba como un niño; Pepe, abrazado a él, con la boca pegada a
+su oído, le decía en voz baja prodigios de cariño; doña Manuela salió
+del comedor siguiendo a Tirso, y Leocadia empezó a recoger del suelo el
+mapa y las banderitas, mientras Pateta, que estaba en un rincón aterrado
+ante el conflicto que había promovido, se despidió de repente y salió
+rencoroso contra sí mismo.
+
+--Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe?--decía
+el enfermo.
+
+--No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia!
+
+Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a
+molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que
+doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste. Al caer la
+tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo
+ser el causante de todo.
+
+--No tengo nada que perdonarte: tú no has tenido mala intención: así, o
+de otro modo, ello tenía que suceder.
+
+ * * * * *
+
+Cuando por la noche volvió a su casa, todo estaba tranquilo; pero don
+José, al empezar la cena, sufrió un acceso violento, y fue necesario
+acostarle: Tirso hizo ademán de ir a coger uno de los brazos de la
+butaca para conducirlo a la alcoba con Pepe, pero éste le contuvo con
+sólo una mirada. Después, entre él y Leocadia, empujaron el sillón.
+Estando ya en el lecho, don José sujetó a su hijo por el cuello, y le
+dijo temblando, con voz apenas perceptible:
+
+--Hijo, por Dios, ¡sé prudente! ¡no hagas nada! tu madre... ha dicho que
+si Tirso se marcha, ella también se irá.
+
+Durante la cena, a que el enfermo no asistió, los dos hermanos no se
+dirigieron la palabra; Pepe estuvo con su madre y con Leocadia tan
+afectuoso como siempre; ellas con él, frías y reservadas. Después se
+encerró en su cuarto, sintiendo que el llanto se le agolpaba a los
+ojos.
+
+Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su
+hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el
+amor de Paz le pareció una felicidad mezquina.
+
+
+
+
+XXIV
+
+
+Las _Hijas de la Salve_ eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas
+y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las
+cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral. La piedad
+religiosa pareció acuñarse para sus manos: lo más elegante y rico de la
+Corte les otorgó su apoyo. No había por aquel tiempo mujer devota ni
+dama encopetada que dejara de visitarlas. Dos _hermanitas_ venían
+diariamente a Madrid a recoger ofrendas, y como tenían la colecta
+admirablemente organizada por distritos y barrios, se presentaban en
+palacios y casas a hora conveniente. Sabían que tal señora no se
+levantaba hasta la una, que tal otra era más madrugadora, que para
+hablar a unas era preciso ir a medio día, y que algunas no recibían
+hasta la tarde. La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante
+las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en
+determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que
+la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de _lo mejor_ de
+Madrid. También había casas donde un mayordomo, una doncella, y aun el
+portero, eran los encargados de entregar la limosna, sin que las
+recaudadoras se ofendieran ni dejaran de tomarla. Otra mina de donde
+sacaban gran provecho para adornar su casa y acrecer sus rentas--que
+eran casa y rentas del Señor--consistía en una hermandad educadora aneja
+al convento. Las _Hijas de la Salve_, previa autorización eclesiástica,
+habían hecho dos fundaciones que eran como ramas de un mismo y santo
+árbol: la primera un colegio establecido en el convento, y la segunda
+una asociación devota, calcada en la organización de ciertas cofradías,
+pero con perfección suma. La asociación llamada _Limosna de la luz_
+tenía por objeto reunir, mediante modestas cuotas mensuales, fondos para
+llevar diariamente, en nombre de los hermanos, determinado número de
+velas de cera al templo donde se adorase a la Santísima Virgen en
+cualquiera de sus advocaciones; pero como los asociados eran muchos y
+pocas las velas necesarias, al cabo de cada mes quedaba en caja un
+sobrante respetable, que se destinaba a misas por los hermanos difuntos,
+funciones de iglesia, novenas, actos de desagravio al Señor por las
+injurias de los impíos, ofrendas al Santo Padre y regalos a templos o
+capillas pobres, que consistían algunas veces en objetos de metal para
+el culto o donaciones para mejoras, pero que generalmente eran de ropas
+sagradas. En un principio la hermandad lo compraba todo; mas como las
+compras salían caras, la asociación estableció un pequeño obrador donde
+recibía a las jóvenes que, hallándose sin trabajo, querían coser a menor
+jornal que para tiendas o particulares: el obrador, pequeño, bien
+dirigido y mejor administrado, trocose pronto en taller grande, de modo
+que al año quedaron enlazados en sabroso nudo la piedad y el lucro,
+viniendo a ser aquello una santificación del trabajo. Hacíase allí toda
+clase de labores de aguja, desde lo más sencillo a lo más complicado y
+primoroso. Se bordaba en blanco, en sedas de colores y en oro; el
+planchado era admirable; los roquetes, albas, paños de altar,
+sabanillas y almohadones para santos sepulcros, parecían obra de hadas;
+los ternos, casullas, mangas y estandartes, eran verdaderos prodigios
+artísticos; y como antes ocurrió que solía quedar un remanente de velas,
+comenzó también a tener la casa en almacén más de lo que había menester
+para sus obsequios. No se había de tirar. La administración dispuso que
+pudiera venderse a bajo precio, con sólo cubrir gastos, y de esta suerte
+se apretó un poco más el lazo de la Religión y el comercio. Al mismo
+tiempo la hermandad _Limosna de la luz_ pensó que su bienhechora
+influencia podía hacer algo mejor que poner velas en los altares,
+regalar casullas o vender ropa barata para el culto: podía--¡oh
+admirable hallazgo! ¡oh inspiración divina!--regalar almas al Señor.
+
+Hasta entonces no se había exigido a las obreras del taller sino buena
+conducta y legitimidad de origen--porque no eran dignas de trabajar para
+tan santo fin las ovejas descarriadas ni las hijas del pecado;--en
+adelante se las exigió someterse a ejercicios piadosos, explicación de
+la doctrina cristiana y asistencia a determinadas solemnidades en la
+capilla del convento. Un maestro de música formó un coro de primer
+orden, siendo cosa de oír--y todo el Madrid elegante se regocijó de
+ello--cómo cantaban salves y motetes por las tardes las infelices que
+pasaban trabajando todo el día. Algunas, a la larga, convencidas de la
+bondad de la continua predicación a que estaban sujetas voluntariamente,
+manifestaban deseos de entrar en las _Hijas de la Salve_: si su
+habilidad con la aguja podía ser agradable a los divinos ojos y
+beneficiosa al caudal común, se las admitía: en caso contrario, no
+faltaba medio de negarse, resultando que, a despecho de los errores
+humanos, como la casa contaba con la visible protección del cielo, todo
+era en ella prosperidad. Los jornales de las que trabajaban nunca
+subían; pero, en cambio, ¡qué alegría cuando alguna renunciaba al mundo!
+Las señoras que protegían a las _Hijas de la Salve_ solían pagar el no
+muy cuantioso dote necesario y el humilde equipo preciso. ¡Santa caridad
+que sustraía doncellas a la circulación del pecado, evitando que
+llegaran a ser madres de impíos! En vano fue que varios periódicos
+revolucionarios y descreídos dieran la voz de alarma. El Madrid devoto
+estaba entusiasmado: las _Hijas de la Salve_ y la _Limosna de la luz_
+hacían prodigios. Un día profesaba una rica educanda de pocos años,
+desengañada del mundo; otro, una hija de familia se negaba a ir a pasar
+el domingo con sus padres por adornar un altar; ya una señorita
+manifestaba decidido propósito de acogerse al claustro; ya una de
+aquellas pobres obreras pedía como favor supremo ser adoptada en
+cualquier concepto por las santas Madres, Hermanas, o lo que fueran.
+
+Hubo casos notables. La hija de un caballero, viudo y muy rico, a los
+ocho días de sacada del colegio por su padre, se escapó, volviendo a
+refugiarse bajo el techo sagrado, sin que el infeliz señor pudiera
+verla, porque ella misma le escribió, diciéndole que todo era inútil.
+Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda--con
+asombro de los materialistas--como herida por la nostalgia de la
+devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El
+padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las _Hijas de la Salve_
+eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial
+podía oponérseles? No: aquel santo asilo de almas consagradas a Dios y a
+la propaganda piadosa, no debían nunca verse sujetas a miserables
+tributos, pesquisas de profanos malévolos ni vejaciones parecidas.
+
+La Condesa de Astorgüela era, según unos, desinteresada protectora de la
+doble asociación; según otros, no más que un agente, a quien las _Hijas
+de la Salve_ buscaron, sabedoras de su prestigio cerca de ciertos
+elementos sociales, pagándola sus desvelos, amén de otros beneficios,
+con otorgarla una gran autoridad en el que pudiera llamarse--sin
+ofensa--consejo administrativo de la asociación. Tal era la índole del
+piadoso instituto que ansiaba dilatar su pequeño reino en este mundo
+adquiriendo una parte de la propiedad que, lindante con el convento,
+tenía el padre de Paz Ágreda.
+
+La Condesa de Astorgüela, deseosa de proteger a Tirso, o acaso con
+ulteriores miras, hizo que las _Hijas de la Salve_ le emplearan,
+confiándole en compañía de otros sacerdotes la misión de dirigir las
+prácticas piadosas y explicar la doctrina a las hermanas que formaban la
+_Limosna de la luz_. ¿A quién podían elegir sino al ministro de Dios que
+recientemente dio en el púlpito tan brava muestra de fervoroso celo?
+Tirso entró en seguida en funciones, inundándosele el alma de alegría
+ante el espectáculo de aquellas mujeres que, unas en continuo trabajo,
+otras en perpetua oración, tenían puesta la mirada en el cielo y la
+esperanza en Dios.
+
+Durante algunas semanas, Paz y Pepe se vieron poco; la clausura del
+Parlamento hizo innecesarios al señor de Ágreda los servicios del
+muchacho; mas sabiendo la niña que su padre hablaría en una de las
+sesiones próximas, esperaba la apertura de Cortes con mayor impaciencia
+que político de oficio; porque don Luis tenía propósito de que Pepe
+buscara para él ciertos datos, lo cual significaba que el chico volvería
+a frecuentar la casa con la asiduidad de antes.
+
+Llegó al fin la ocasión, y Pepe volvió a trabajar por las mañanas en el
+_hôtel_ de la Castellana.
+
+ * * * * *
+
+Era ya cerca del medio día. El balcón del cuarto de los libros estaba
+abierto, las persianas caídas, y el sol, penetrando por entre sus
+listones, formaba sobre la fina estera de junquillo un dibujo a rayas
+blancas y negras. Las acacias del jardín proyectaban confusamente sus
+movibles sombras en los muros: el silencio y las hileras de volúmenes,
+colocados en los estantes como un ejército de ideas, parecían estímulos
+del trabajo: Pepe, bajo pretexto de tomar apuntes, estaba preparando el
+discurso de don Luis. Nada se oía: sólo el viento agitaba a veces el
+ramaje de los árboles vecinos, obligándolo a chocar contra las
+persianas; la luz intensa desparramaba su claridad hasta los rincones, y
+sobre el paño oscuro que cubría la mesa, las cuartillas, unas vírgenes
+de plumadas, otras ya escritas, atestiguaban de la laboriosidad de Pepe.
+El discurso de don Luis prometía estar cuajado de datos interesantes y
+ser denunciador de graves contradicciones en el criterio y conducta de
+sus adversarios: el escribiente no podía dar al senador la elocuencia de
+que éste carecía; pero, al menos, iba a ponerle en disposición de causar
+efecto con la oportunidad de los recuerdos que despertase. Pepe había
+leído que Girardín fundaba su oratoria en la demostración de la
+versatilidad de los contrarios y, no pudiendo prestarle astucia ni
+facilidad de palabra, procuraba que don Luis hiciese algo parecido. A
+fuerza de revolver _Diarios de Sesiones_, discursos y periódicos, iba
+reuniendo cuanto era aprovechable para que alardeara de memoria y
+oportunidad. Había instantes en que experimentaba tristeza mirándose
+convertido en agente de la notoriedad ajena; pero luego, considerando
+que así se hacía útil, quizá necesario, al dueño de la mujer amada, y
+que cuanto más le favoreciese más se acercaba a ella, redoblaba su
+actividad y hacía prodigios para aguzar el ingenio. Acaso un día don
+Luis llegase a apreciarle, aunque fuera por egoísmo: él se sentía con
+fuerza bastante para fabricar la celebridad de aquel hombre a cambio...
+
+De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un
+traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la
+cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el
+escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado
+a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a
+cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la
+vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que
+contrastaban con la blancura del traje.
+
+--Papá ha almorzado solo, porque tenía una cita, y no vendrá hasta las
+tres:--dijo, tendiendo a Pepe la mano, que él retuvo un instante entre
+las suyas.
+
+--Pues me voy.
+
+--¡No! Ya me he cuidado de decir que tenía yo que venir al despacho.
+
+--Me repugna esto de quererte a hurtadillas.
+
+--A mí también; pero, ¿qué remedio? ¡Está bueno lo que pasa! el riesgo
+es mío y el miedo tuyo.
+
+--Si una imprudencia nos costara no volver a vernos, ¿quién saldría
+perdiendo?
+
+--Yo, que te quiero con toda mi alma--dijo Paz con la mayor viveza.
+
+Callaron unos instantes: él tornó a cogerla la mano, por cima de la
+mesa, sintiendo un placer tranquilo y grato, como si el calor que se
+desprendía de su piel le llegase al alma sin pasar por el cuerpo, y
+luego se levantó, yendo a ponerse de pie a un lado del balcón, más cerca
+de ella.
+
+--No, no; anda a tu sitio.
+
+--Déjame a tu lado un minuto.
+
+--¡Cómo me gusta entrar aquí cuando estás trabajando!... Me parece que
+ya eres mío. Los días que no vienes también suelo entrar alguna vez,
+para fingirme que vivimos juntos... y estabas aquí... y que ibas a
+volver en seguida.
+
+--¡Qué lejos está eso!
+
+--Mientras me quieras, no importa.
+
+--¿Sabes, Paz, que parecemos tontos?
+
+--¿Por qué?
+
+--Sí: tú, tonta; yo, malo. Nos estamos haciendo ilusiones: esto no puede
+acabar bien.
+
+--¿Te gusta otra más que yo?
+
+--¿Y el tiempo? ¿Y tu padre?
+
+--Ni mi padre, ni los años, podrán separarnos.
+
+--Eso es muy bonito y muy romántico; pero la realidad se nos echará
+encima, y ¡qué amarga!
+
+Pepe la había rodeado la cintura con un brazo.
+
+--Sí, ¿eh? quéjate ahora de la realidad--dijo ella, procurando
+desasirse.
+
+--¿Te ofendes?
+
+--No; pero... no está bien.
+
+No estaba bien, pero lo toleró.
+
+Sus rostros quedaron tan cercanos, que los rizos de Paz le rozaban a él
+la frente. La crucecita de oro que la niña lucía en el pecho, temblaba
+con el movimiento de la respiración, y el viento suave, penetrando por
+entre los listones de las persianas, parecía empeñado en empujar los
+cabellos de Paz contra la cara de Pepe.
+
+--Cuando te tengo así--la decía oprimiéndola el talle--creo que me
+quieres más, y daría la mitad de la vida por tener derecho a pasearte
+como estamos ahora, así, del brazo, por las calles.
+
+--A mí me gustaría más estar solitos, sin que nadie nos viese.
+
+Se sentía languidecer, presa de una laxitud incontrastable, como flor
+envuelta en una atmósfera muy cálida: el brazo y el aliento de Pepe la
+abrasaban. Entonces él, sin prisa de ladrón, con verdadera calma de
+dueño, fue aproximando lentamente los labios hasta besarla cerca de la
+boca; y ella, en pago, sin voluntad ni fuerza para rechazarle, oprimió
+la varonil cabeza contra su pecho. No fue beso robado, sino consentido
+primero y agradecido luego.
+
+Al apartarse, Paz le sujetó las manos y, fijando en él los ojos, le
+dijo, ansiosa de leerle el pensamiento en la mirada:
+
+--¿De verdad me quieres?
+
+--¡Ojalá estuviera tan cierto de que llegarás a ser mía como lo estoy de
+mi cariño!
+
+Ella se quitó entonces un anillo de oro que llevaba entre otras
+sortijas, y poniéndoselo a Pepe, le dijo, con la leal franqueza de quien
+entrega el alma:
+
+--¿Entiendes? Tuya para siempre.
+
+Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce
+que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas,
+seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la
+voluntad del otro.
+
+
+
+
+XXV
+
+
+Según Paz mostraba por lo enamorada mayor empeño en salvar la distancia
+que les separaba, más parecía obstinarse la adversidad en desunirlos,
+colocando a Pepe en peores circunstancias.
+
+Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del
+Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos,
+supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la
+prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante. En vano procuró
+don Luis de Ágreda su reposición: hiciéronle buenas promesas, pero no
+obtuvo resultado; y como la pérdida del destino representaba en casa de
+Pepe una falta de diez y ocho duros a fin de mes, la escasez mal
+disimulada fue degenerando en franca e irremediable pobreza. Además, el
+desorden que causaba doña Manuela con el olvido de todo lo casero era
+cada día mayor: la misa por la mañana, las Cuarenta Horas y vela por la
+tarde, el hacer o escuchar lecturas piadosas y el quedarse medio
+dormida en una silla, a lo cual llamaba pomposamente meditación, no la
+dejaban tiempo para nada. La cena, hecha con prisas al volver de la
+iglesia, unas veces era mala, otras peor y, si Pepe, a causa del trabajo
+de la imprenta, no venía temprano, doña Manuela, Leocadia y Tirso, en
+vez de acostar al pobre viejo, se ponían a rezar el Rosario y la Letanía
+con alguna oración de añadidura, como preces por los herejes o acciones
+de desagravios; con todo lo cual quedábase don José preso en la butaca
+junto a las vidrieras del balcón, mirando pasar gente, viendo encender
+faroles y aumentar las sombras, sin oír palabra que le distrajese ni
+frase que le consolara. Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas
+con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle
+frío, como entumecido. Si pedía que le comprasen periódicos, nunca
+faltaba excusa: los pocos cuartos antes invertidos para entretenimiento
+del enfermo en suplementos y extraordinarios, iban a parar ahora al
+cajón de las ánimas, débil compensación, a juicio de Tirso, de lo
+gastado en regocijarse con noticias contrarias a la buena causa. Además,
+del armario en que estaban faltaron varias obras que don José estimaba
+en mucho, por ser de esas que proporcionan el doble placer de recordar
+el tiempo en que se leyeron y afirmar las ideas que inspiraron:
+desaparecieron de la casa una _Historia de las Cortes de Cádiz_, la
+anónima del _Reinado de Fernando VII_, las _Cartas a Lord Holland_, de
+Quintana; una continuación al _Mariana_, escrita por Eduardo Chao; los
+_Recuerdos_, de Alcalá Galiano y otro de Toreno. El expurgo debió ser
+cosa de Tirso, y también la elección de cuatro o seis libracos que, en
+sustitución de aquellos, tomó doña Manuela, como el _Método práctico
+para hablar con Dios_, del jesuita Franco; el _Verdadero Sufragio
+universal_, o sea _Pío IX y sus bodas de oro_; el _Interior de Jesús y
+María_, el _Águila real, pelicano amante, historia panegírica del
+ínclito San Agustín_, y el _Despertador del alma descuidada en el
+negocio máximo de su salvación_.
+
+Otra obra tomó Tirso, guardándola para leer a solas; pero como Leocadia
+le sorprendiera varias veces con ella en la mano, entró en curiosidad y,
+observando que metía el libro en el cajón de la mesita de su alcoba, que
+tenía llave muy chica, intentó y consiguió abrirlo con la de su
+costurero.
+
+El deseado volumen decía en la portada:
+
+_Mechialogía; tratado de los pecados contra el sexto y noveno
+mandamientos del Decálogo, y de todas las cuestiones matrimoniales,
+seguido de un compendio de embriología sagrada (obra para el clero), por
+Debreyne_. Muchas de sus páginas, y párrafos de otras, estaban en latín,
+y lo escrito en castellano cuajado de palabras incomprensibles para
+Leocadia; pero algunas frases que malvelaban lo que debe ignorar la
+doncellez, excitaron su curiosidad. Aquello era un conjunto de
+definiciones de pecados horribles, por ella nunca imaginados,
+descripciones de vicios asquerosos a su castidad desconocidos, alusiones
+a hechos absurdos, y advertencias estúpidas para precaver los delirios
+de la más corrompida torpeza. El ansia de rebuscar pecados no respetaba
+la ignorancia de la virgen ni la conciencia de la esposa, y los hechos
+más naturales e inocentes de la vida servían de base a reflexiones que
+excitaban groseramente los sentidos. Aquel libro buceaba en la
+conciencia humana ávido de espectáculos repugnantes, y al hallarlos se
+deleitaba en su análisis, como larva de corrupción que se revuelca entre
+la podre: mal disfrazado, con frases piadosas y tecnicismos médicos,
+cuanto en él había era perversión de lujuria. Unas cosas leyó Leocadia
+con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases
+que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada,
+dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una
+emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa.
+Pero le quedó al libro el encanto de lo vedado, el aroma excitante de lo
+prohibido, y una tarde volvió a entrar en el cuarto de Tirso para
+hojearlo. La madre estaba en la cocina y el padre postrado en su sillón.
+Llamaron a la puerta, ella no oyó nada, abrió doña Manuela a Pepe y, al
+cruzar éste el pasillo, sorprendió a su hermana leyendo. El rostro de la
+muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos,
+lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por
+primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.
+
+Pepe dudó entre devolver el cuerpo del delito a su hermano u ocultarlo
+para que de nuevo no cayese en manos de Leocadia: por último, pensando
+que Tirso, aunque lo echara de menos, no tendría el atrevimiento de
+reclamarlo, optó por lo último. Además, cualquiera que fuese la
+determinación que adoptara, comprendía que, si llegaba a tener un nuevo
+altercado con Tirso, había de ser agrio, y esto le daba miedo: aún
+sonaban en sus oídos aquellas palabras del viejo: «ha dicho tu madre
+que si Tirso se va también se irá ella.»
+
+Entre tanto, la situación de la familia era cada día más angustiosa. Se
+perdieron las escasas economías de don José; el descuento impuesto a las
+clases pasivas mermó la jubilación, y la cesantía de Pepe fue causa de
+que en la casa comenzaran a faltar medios para atender a cubrir
+necesidades que anteriormente, aunque en cierta medida, no dejaron de
+satisfacerse. La economía se trocó en privación; la comida, sana aunque
+frugal, se hizo mala, porque era forzoso comprarlo todo más barato; y se
+suprimió cuanto se asemejaba remotamente al lujo. El mayor regalo del
+enfermo quedó reducido a tomar, de vez en cuando, un pedacito de
+merluza, o a traerle para postre de la tienda inmediata dos onzas de
+queso o bollos de a cuarto. Las botellas de agua de Vichy, a que estaba
+acostumbrado, quedaron suprimidas, y en la hidroterapia no se volvió a
+pensar. La tristeza de Pepe iba en aumento; unos recursos faltaban,
+otros disminuían; con los objetos de algún valor que fueron empeñados no
+había que contar, por haber vencido los plazos; pero lo peor de todo era
+que el malestar de don José y la miseria, a cada momento más cercana,
+dejaban fría, casi indiferente a doña Manuela y desesperada a Leocadia.
+
+Tirso continuaba dando gracias a Dios después de las comidas.
+
+Lo que más exasperaba a Pepe, era el abandono en que ambas tenían al
+padre, pareciéndole mentira que fuesen las mismas mujeres, antes
+solícitas en el cuidado hasta la exageración, siempre opuestas a todo lo
+que fuese salir, ahora despegadas y ávidas de callejear. La vida de la
+familia varió completamente: por las mañanas, don José, a no ser que
+Pepe le levantara, tenía que esperar en la cama a que madre e hija
+volvieran de misa, y luego aguantarse si se obstinaban en dilatar el
+momento de la comida hasta que llegase Tirso; después, a media tarde,
+marchábanse de nuevo, y ya no se las volvía a ver hasta la noche, sin
+que Pepe se diera cuenta de en qué invertían tales ausencias. Era
+imposible que permaneciesen tanto tiempo en la iglesia. Las mañanas que
+iba él a casa del padre de Paz, tenía Leocadia que quedarse acompañando
+al enfermo; pero doña Manuela, apenas levantada de la cama, desaparecía.
+Pepe, desde que dejó por la cesantía de ir a la biblioteca del Senado,
+dedicó las tardes a hacer compañía a su padre, y entonces comprendió
+que su madre y su hermana habían roto todo lazo que las sujetase al
+hogar. Don José no se quejaba; mas, para el cariño de su hijo, era
+imposible la ocultación de su pena: en cambio no acertaba a explicarse
+el fundamento del imperio que en ellas ejercía Tirso, y los medios de
+que se valió para conquistarlo, pareciéndole absurdo que sólo la
+devoción fuese la causante de tantas desventuras. Sus esfuerzos de
+observación, su vigilancia, apenas descubrían detalles por los cuales no
+era fácil adivinar nada: doña Manuela estaba completamente absorbida por
+el cumplimiento de las prácticas religiosas; todo lo demás era a sus
+ojos ocupación despreciable; pero aparte esto, nunca dio señales de que
+otras atenciones distrajesen su espíritu. Leocadia ponía empeño en
+acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho;
+mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha. Por
+fin, un día, estando recosiendo el mejor vestido que le quedaba, indicó
+a su hermano tímidamente la necesidad de comprar tela para otro: Pepe,
+antes por explorar su ánimo que por oponerse a sus deseos, la dijo:
+
+--Tendrás que armarte de paciencia: por ahora, es imposible complacerte
+el capricho.
+
+--Es necesidad.
+
+--Pues igual que si no lo fuera. Ya sabes cómo estamos...
+
+--Saldré desnuda a la calle.
+
+--No: te quedarás en casa, y así harás compañía a papá.
+
+--Ya estoy cansada de miserias--replicó con gesto avinagrado, dando a
+sus ojos una expresión de insolente desenfado que jamás tuvieron.
+
+--Pues ahora empiezan.
+
+--Veremos quién las sufre: tú eres el hombre de la casa... conque busca
+el remedio. Si no... a mí no me ha de faltar.
+
+Pepe no pudo sufrir aquel lenguaje, enteramente nuevo en labios de su
+hermana.
+
+--Pero, ¿eres tú quien habla así? ¿Se te ha podrido el corazón?
+
+--Vaya, vaya; menos _sensiblería_, y trae cuartos a casa, que eso es lo
+que hace falta.
+
+Esta actitud de Leocadia, su exigencia, descaradamente manifestada, y
+aquel despego junto con el afán de salir, hicieron sospechar a Pepe que
+la manía devota fuese encubridora de próximos y mayores males.
+
+
+
+
+XXVI
+
+
+--Me había propuesto--dijo una noche en la imprenta Millán a Pepe--no
+hablarte de ciertas cosas, porque me duele recordar lo pasado; pero es
+necesario que sepas lo que te voy a contar, para que estés advertido. Si
+no andas listo, a los disgustos de ahora tendrás que añadir otros, y de
+peor índole.
+
+--¿Qué quieres decir?
+
+--Es necesario... que vigiles a tu hermana.
+
+--¡Millán!
+
+--No nos enfademos; ten calma.
+
+--¡Eso es despecho!
+
+--Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que
+te conviene: si callo, tú serás quien salga perdiendo. Y me alegro que
+hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho.
+
+--Habla pronto y claro.
+
+--Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, tú lo
+viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he
+procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me
+ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me
+había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca.
+
+--Y ahora, ¿qué pasa?
+
+--Me propuse que nosotros no riñéramos, y tú dirás si tienes queja de
+mí...
+
+--Ninguna.
+
+--Y me propuse también no hablarte nunca de ella. Hoy lo hago, no por
+Leocadia, soy franco; sino por tí. ¿Sabes dónde pasa muchas tardes?
+
+--Su madre se la lleva a novenas y fiestas de iglesia.
+
+--Y a otras partes.
+
+--¡Mira bien lo que dices!
+
+--No te atufes. A Tirso le ha hecho, no sé quién, capellán de una
+cofradía, hermandad, o lo que sea, que llaman las _Hijas de la Salve_ o
+la _Limosna de la luz_, no lo sé fijamente, y Tirso las lleva con mucha
+frecuencia a las fiestas de la iglesia: hay capillas privadas, como hay
+teatros caseros. Hasta aquí todo va bien; pero, de paso, ya sabes por
+qué dejan a don José solo las horas muertas. Lo malo es que antes y
+después de las funciones de iglesia se están allí ratos y más ratos, en
+una sala donde las _hermanitas_ reciben la visita de las familias de sus
+educandas, donde además venden la ropa de un obrador que tienen:
+aquello es medio tienda medio sacristía, y allí va toda clase de gente.
+Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las
+oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo
+diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus
+nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la
+tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la
+labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto. Con las
+señoras de la grandeza y las que quieren imitarlas, van allí algunos de
+esos devotos que desgastan con las rodillas los ruedos de las iglesias
+y, tras las mujeres, van señoritos elegantes a ver lo que se pesca,
+¿entiendes?
+
+--Sigue.
+
+--Uno de esos señoritos está buscándole las vueltas a Leo.
+
+--¿Estás seguro de lo que dices?
+
+--¿Puedes suponer que me hubiese metido en esto si no lo estuviera?
+
+--¿Cómo lo has sabido?
+
+--Esa cofradía ha mandado imprimir unos reglamentos en casa de Lozano,
+donde yo estuve ayer; él tiene _prisas_, me ha pedido que le hagamos
+aquí la tirada, y con este motivo, estuvo hablándome de esas _Hijas de
+la Salve_, y me lo ha contado todo. Lozano es hombre formal, incapaz de
+mentir, y, vamos, son cosas que no se inventan. Él ha ido allí varias
+veces y ha visto a Tirso, y a tu madre, y a Leocadia hablando, muy
+entusiasmada con varios señoritos.
+
+--¿Y en particular con alguno?
+
+--No lo sé; pero ¿qué importa? No te hagas ilusiones; tu hermana es
+honrada, todo lo que quieras... pero ya puedes figurarte lo que buscarán
+esos caballeretes.
+
+Pepe quedó pensativo; involuntariamente se acordó de Paz, de la
+desigualdad que le separaba de su amante y de que, sin embargo, aquel
+amor no podía ser más sincero ni honesto. Lejos de ocultar a Millán sus
+ideas, le dijo:
+
+--Y si yo hablo con ella, ¿qué caso ha de hacerme mi hermana? Puede
+decirme que también yo estoy en amores con una mujer superior a mi
+clase.
+
+--Calla hombre, no compares: ¡buena diferencia! La malicia está
+generalmente en el hombre; y siendo tú como eres, tu novia es para tí
+sagrada. Lo otro es distinto: la atacada es la parte débil... y, en fin,
+con estar avisado y ser cauto, nada pierdes. Por interés mío no te
+hablo: no he vuelto nunca a imaginar que yo pudiese tener nada con
+ella. Además, ya sabes que _estoy_ con Engracia.
+
+--Tienes razón.
+
+--A estar yo en tu pellejo, lo primerito que hacía era prohibirla que
+volviese.
+
+--Se arma en mi casa la de Dios es Cristo.
+
+--Pues chico, que se arme; pero pon remedio.
+
+--¿Tendrás medio de averiguar?...
+
+--¿Qué más quieres saber? ¿No te digo que andan tras ella sin que les
+rechace? ¿que se ponen a charlar con ella en cuanto llegan? Por supuesto
+que, según Lozano, la mitad de las señoras van allí a eso. En la puerta
+hay una de carruajes que no se puede pasar, y todo son miradas, frases
+cambiadas como al descuido, darlas el brazo hasta los coches, en fin,
+como los domingos a la entrada de las iglesias de moda.
+
+--¡Y para eso dejan solo a mi padre! ¡Te juro que lo evitaré!
+
+Hablaron después de otros asuntos; pero Pepe no podía fijar en nada la
+atención. Iban ya a separarse, cuando Millán le dijo:
+
+--Ahora voy a pedirte yo un favor.
+
+--Lo que quieras.
+
+--Me han propuesto un negociejo que me conviene. Se trata de ir a Ávila
+para montar unas máquinas: cuestión de pasar allí unos días; estancia y
+viajes pagados, y cuatro mil realitos. No sé aún cuándo será la cosa,
+pero he aceptado.
+
+--¿Y qué puedo hacer yo?
+
+--Quiero que mientras yo esté fuera veas a Engracia con frecuencia, y
+que si necesita algo se lo des; yo te dejaré cuartos... En fin, que sepa
+yo lo que hace. ¡Está más guapa!
+
+--Corriente: haré eso y todo lo que me encargues.
+
+--Nada más: no tengo persona de mayor confianza que tú.
+
+Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al
+cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi
+llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz
+de ahogar a Tirso entre las manos.
+
+El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de
+pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena.
+Cuando salió a la calle, el aire fresco le serenó algo; pero el bochorno
+sufrido oyendo a Millán le pesaba en la memoria como el rubor de una
+falta propia: unos instantes le agradecía el aviso; otros, casi le
+guardaba rencor. La razón le dijo, al fin, que era más sensato lo
+primero. Anduvo de prisa, impaciente por hablar en seguida con Leocadia,
+y al llegar a su casa subió apresuradamente la escalera, sin saludar a
+la encajera del portal, y tiró de la campanilla, que sonó hacia el fondo
+del pasillo, sin que se oyeran pasos ni rozar de faldas contra las
+paredes. Volvió a llamar, nervioso por la impaciencia, y nada, ni el
+menor ruido: no abrieron. No era creíble que hubiesen dejado solo a su
+padre: ¿qué ocurriría? Esperó unos minutos y tornó a tirar del llamador,
+dando, además, con el pie en la puerta. Tampoco se oyó nada. Entonces
+echó escaleras abajo, y llegó al portal a tiempo que la puntillera
+terminaba de recoger su puesto para irse.
+
+--¡Jesusa!--gritó desde el último tramo--en mi casa no abren: ¿sabe Vd.
+si ha sucedido algo?
+
+--Están fuera.
+
+--¿Todos?
+
+--Todos.
+
+--Pero, ¿y mi padre?
+
+--Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije
+_ná_. La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro,
+diciéndome que tuviera _cuidao_... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba
+a cuidar! Si me hubieran _dao_ el picaporte... _quié icir_ que podría
+haber subido por si el señor _nesecitaba_ algo.
+
+--¿De modo que está solo arriba desde las cuatro?
+
+--Cabalito.
+
+Iban a dar las nueve: hacía más de cuatro horas y media que el pobre
+anciano estaba solo, como perro enfermo abandonado en un desván. Aquello
+era ya demasiado. Pepe, procurando no perder la calma, a pesar del enojo
+que le dominaba, sintió la necesidad de cerciorarse de que nada le había
+sucedido a don José. Lo primero que se le ocurrió fue hacer saltar de un
+bastonazo el ventanillo y llamarle, por tranquilizarse escuchándole
+contestar; pero desde el sitio donde solían ponerle la butaca, junto al
+balcón del comedor, era difícil que oyera: hablarle desde las ventanas
+de los vecinos que daban al patio, también era inútil; y mientras
+rápidamente lo concebía, la imaginación le presentaba a los ojos a su
+padre postrado en la butaca, silencioso, triste, en cruel soledad toda
+la tarde. Salió a la calle para buscar quien descerrajase la puerta, tan
+excitado el ánimo contra su madre y sus hermanos, que casi deseaba no
+verles llegar para que apareciese más justificado el tropel de ásperas
+reconvenciones y palabras duras que se le venían a los labios.
+
+--_Mialos, mialos_, por donde asoman--dijo de pronto la puntillera.
+
+Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada,
+llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano;
+Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él;
+Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de
+primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se
+adelantó al encuentro de su madre.
+
+--Se nos ha hecho un poco tarde--dijo ella, adivinando el estado de su
+hijo.
+
+Él la quitó violenta, casi brutalmente la llave de la mano, tratándola
+por vez primera sin miramiento, y penetrando en el portal echó escaleras
+arriba. Abrió precipitadamente la puerta del cuarto y llegó al comedor.
+
+Don José estaba inmóvil en el sillón, oprimiéndose la frente con un
+pañuelo ligeramente manchado de sangre: sobre una mesa inmediata había
+una bujía y una caja de fósforos. Sin preguntarle nada, adivinó Pepe lo
+sucedido: al anochecer debió intentar encender la vela, y al querer
+alcanzar los fósforos, se cayó. El quedar la palmatoria y las cerillas
+al alcance de su mano, demostraba en la madre y los dos hijos propósito
+de regresar tarde, aunque esperasen llegar antes que Pepe; pero sucedió
+lo contrario. La herida de don José era insignificante, mas la vista del
+pañuelo manchado de sangre puso a Pepe fuera de sí.
+
+--Nada me sorprende de tí; eres cura--dijo encarándose con Tirso, al par
+que examinaba a su padre la frente--pero, ¡vosotras!...
+
+--Hijo, no creí que fuese tan tarde.
+
+--¡Parece que ya no eres mi madre! Tú--añadió dirigiéndose a
+Leocadia--no volverás a salir sin permiso mío.
+
+--Ordeno y mando. ¿Sin permiso tuyo? ¡Tiene gracia!
+
+Su voz tomó inflexiones de burla provocativa: Pepe, sin dejar de limpiar
+con cuidado la poca sangre que don José tenía ya casi seca en el
+nacimiento del pelo, repuso enérgicamente:
+
+--¡No! no saldrás sin permiso mío. Ya que es preciso, lo diré claro,
+hablaré como nunca me habéis oído hablar. Las circunstancias me han
+hecho jefe de la casa; cuanto aquí entra, lo traigo yo; yo soy quien
+trabaja, quien se desvela porque no nos muramos de hambre, y no
+consentiré que nadie, ¿oyes, Tirso? no toleraré que ningún extraño me
+robe mi autoridad. Entendedlo bien... yo, con lo que gano, tengo de
+sobra para mí; si no se me obedece, soy capaz de abandonaros a todos.
+
+A pesar de tener tan sorbida la voluntad por el cura, en una sola frase
+resumió entonces doña Manuela los buenos sentimientos de Pepe, diciendo:
+
+--¡Eso sí que no lo creo! ¡eres incapaz de ello!
+
+Tirso creyó que podía oponer su autoridad a la de Pepe.
+
+--Y yo, ¿no soy el hermano mayor?
+
+--¿Tú mi hermano? Tú eres cura, y nada más. Quítate de delante, porque
+me falta la calma... ¡Infames, maldita sea vuestra devoción y vuestra
+iglesia! ¡Sois los ateos del cariño!
+
+En vano pretendió la madre acercarse: Pepe no lo consintió. Con agua de
+una botella que había sobre el aparador, lavó al padre la frente y,
+convencido de que la lesión no tenía importancia, se limitó a ponerle en
+ella un trozo de tafetán; pero la ira no le salió del alma: comprendía
+que, a dar el golpe un poco más fuerte, aquello hubiera sido una
+escalabradura muy grave: doña Manuela no se atrevió a chistar: Leocadia
+continuaba mirando descaradamente a Pepe.
+
+--¿Conque ahora mandas tú?--le decía con sorna--vaya, hombre, me alegro:
+pon un bando en el pasillo.
+
+--¡No! No saldrás sino cuando yo quiera; y, sobre todo, no vuelves a
+poner los pies donde has estado esta tarde. ¿Piensas que no sé a lo que
+vas? Eres mi hermana, ¿lo entiendes? y antes de que pierdas la
+vergüenza, seré capaz de ahogarte.
+
+--¡Uf! ¡qué miedo! Mañanita vuelvo si se me antoja...
+
+--¡Basta, hijos míos! Pepe, no te irrites--interrumpió don José con
+acento débil--no volverá, yo la suplicaré que no vaya... y preparadme la
+cena, que tengo mucha necesidad.
+
+Cenaron en silencio y Pepe acostó a su padre, sin querer ajena ayuda ni
+cruzar con nadie la palabra: después se recogieron doña Manuela y
+Leocadia. Cuando iba Tirso a entrar en su cuarto, le dijo Pepe:
+
+--Espera, tenemos que hablar: no es posible que continuemos así.
+
+
+
+
+XXVII
+
+
+La luz escasa de la lamparita, sucia y mal despabilada, iluminaba el
+comedor, donde menudeaban las señales de incuria y abandono. Pocos meses
+antes, los mismos objetos y muebles que allí había estaban limpios y
+ordenados: ahora el polvo velaba las tablas del aparador, grandes
+manchas de grasa afeaban las puertas a la altura de las manos, los
+visillos blancos del balcón parecían grises, los cojines en que don José
+apoyaba las piernas estaban medio destripados en el suelo, y el
+mugriento hule que servía de tapete a la mesa mostraba descosidas y
+colgando hasta la estera las tiras de su ribete de trencilla. Todo
+indicaba que los ojos de la madre y la aguja de Leocadia prescindían de
+lo que antes constituía su mayor desvelo; lo único limpio, nuevo y
+reluciente que allí quedaba, era el marco dorado que compró doña Manuela
+para la estampa de la Virgen.
+
+--¿Qué quieres?--preguntó Tirso--¿Vas a seguir echándolas de amo? Habla
+y acaba pronto.
+
+Pepe, dominando cuantos resentimientos abrigaba contra su hermano y
+dando tregua al encono, como si aún fuera posible devolver a la casa la
+tranquilidad perdida, no hizo caso de aquellas palabras ásperamente
+pronunciadas.
+
+--Óyeme, Tirso: vamos a ver si es posible que tengamos paz. Empiezo por
+rogarte que me perdones cuantas frases desagradables me hayas oído desde
+que llegaste a Madrid: todo lo que te haya molestado, como si no lo
+hubiera dicho.
+
+--Bueno, ¿y qué?
+
+--¿Quieres prestarte a que vivamos todos en buena armonía? Por mi parte
+estoy dispuesto a todo género de sacrificios.
+
+Las palabras de Pepe tenían acento de sinceridad, pero iban saliendo de
+sus labios tardas, premiosas; hablaba como hombre que, sin esperanza de
+éxito, cumple un mandato de su conciencia, tanto más enérgico, cuanto
+más súbitamente concebido; quería demostrar buena voluntad antes de
+desplegar la energía de que era capaz.
+
+--Aquí puedes estar--añadió--en libertad completa: sólo te ruego que no
+distraigas a Leo y a mamá. Sé dueño de tus acciones, pero déjalas a
+ellas que cuiden de la casa. Parecen otras; mira cómo tienen esto, tan
+sucio; nunca ha estado así y, sobre todo, con lo que no transijo es con
+el abandono de papá: no quiero que vuelva a ocurrir lo de esta tarde.
+
+--Es decir, que me cruce de brazos y vuelvan a vivir lo mismo que antes,
+como judíos.
+
+--No entremos en apreciaciones: ¿a qué reñir? Tú puedes hacer lo que te
+acomode: déjalas a ellas que vivan como han vivido siempre; yo me
+encargo de encarrilarlas otra vez y de que esta casa sea lo que fue.
+
+--Desbaratando lo poco que llevo hecho.
+
+--Comprendo que, por tu estado, has de intentar ciertas cosas... Mira,
+no es posible que discutamos, porque no nos entenderemos; pero te haré
+una reflexión, nada más que una. Me parecería disculpable que hubieses
+tratado de que fueran a misa, hasta de que se confesasen; pero, chico,
+lo que sucede es horrible. ¿Es o no es verdad que mi padre está hoy aquí
+peor que en un hospital?
+
+--¿Qué culpa tengo? Lo que ocurre es que las he hecho ver lo infame, lo
+horrible del olvido en que tenían a Dios, el peligro que corrían de
+condenarse y de que se condene nuestro padre: han comprendido que me
+sobraba razón, y han puesto el remedio.
+
+--De modo que lo que urge es salvarse, y el prójimo que reviente; que yo
+me rinda a fuerza de trabajar para impedir que esta pobreza de hoy sea
+mañana miseria espantosa y, entre tanto, vosotros, a dormir a la
+iglesia, que está fresca en verano y abrigada en invierno, a vestir
+santos, limpiar altares y cantar jaculatorias porque el cielo es azul y
+porque la Providencia dispone la comida a los pajaritos del campo... Y
+yo, entre tanto, todo el día tronchado sobre la mesa, matándome a
+trabajar. No, chico, a eso no me avengo. Quiero que vivamos igual que
+antes; ellas en casa y para mi padre... tú, como gustes, nada te pido.
+Siempre tendrás aquí la cama y la mesa, con tal que no nos obligues a
+reñir unos con otros. ¿Quieres llevarlas a misa? Pues llévalas. ¿Quieres
+que visiten al Santísimo? ¡Por mí, que le envíen tarjeta! Lo que no
+tolero, es que dejen a papá solo y esté la casa hecha un asco. Yo no
+puedo permanecer aquí constantemente; y, además, su situación exige
+cuidados que un hombre no puede ni sabe darle. Consentiré que mamá y
+Leocadia sean devotas; pero antes tienen que ser lo que han sido hasta
+ahora, mujeres de su casa y enfermeras de mi padre. Por grande, por
+fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte
+comprender esto.
+
+--Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a
+presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario
+había en la casa!
+
+--Y vivíamos tan ricamente.
+
+--Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades.
+
+--Pues yo no quiero consentir lo otro. Sé religioso, pero cesa de ser
+fanático: verás cómo dejo de ser impío.
+
+El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la
+calma.
+
+--Si te acomoda--continuó--estar de bruces todo el día y usar cilicio,
+aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin
+cuidado. En cuanto a ellas, que recen en casita; devoción a domicilio,
+la que se te antoje; pero tengo resuelto que mi padre vuelva a verse
+bien asistido y que Leo no tenga ocasión de perderse por ir a esa
+cofradía que ha puesto tienda de ropas. Con estas dos condiciones
+podemos vivir en paz. ¡Buen cuidado tendré yo de no discutir contigo! Me
+repugnan estas reyertas; pero, chico, lo de esta tarde me ha llegado al
+alma. Si papá se da el golpe un poco más fuerte, se mata.
+
+--Lo que ha pasado hoy no tiene nada de particular. Si padre no hubiese
+querido levantarse...
+
+--Si no le hubierais dejado solo... En fin, ¿te allanas o no a que
+vivamos en paz?
+
+--¿Quieres que me resigne a veros vivir como masones? ¡Cuando empiezan
+ellas a comprender que lo que estaban haciendo no tenía perdón de Dios!
+
+--Figúrate que has predicado en desierto, y no intentes más conquistas
+de almas. Para mí, antes que todo, está el reposo de la casa.
+
+--Pues haz cuenta que nada hemos hablado.
+
+--¿Insistes en convertir esto en un infierno con tu ridícula propaganda?
+
+--Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes.
+
+--¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de
+cuidados?
+
+--A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe
+importarle poco la vida.
+
+--¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y
+responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿Sí o no?
+
+--¡Este es--exclamó Tirso amargamente--el fruto de las ideas modernas!
+Vive una familia en repugnante impiedad, un sacerdote, hijo de esa
+misma familia, se propone redimir de su ignorancia a los desdichados y,
+otro hijo, su propio hermano, le arroja de allí... es decir, lo intenta.
+
+--¡Lo hace! ¿Piensas que por ser cura, y por invocar leyes divinas, que
+pierden en vuestros labios su grandeza, te asiste derecho a mantener en
+continua discordia una casa donde antes jamás se oía una frase más recia
+que otra? ¿Qué tienen que ver con esto las ideas modernas? ¿Ni qué hay
+de común entre vosotros, sectarios de una superstición infame, y la
+doctrina del Mártir que injuríais a cada paso? ¡Quemáis incienso en las
+iglesias, y propagáis por el mundo la pestilencia de vuestro egoísmo!
+
+--Egoísmo el tuyo, que estimas la tranquilidad de tu vida en más que la
+salvación de tu padre. Vuestra impiedad sólo atiende a los dolores de
+aquí bajo: la Iglesia, con previsión admirable, busca la eterna
+bienaventuranza para el alma. Por eso removemos el mundo a nuestro
+antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra
+causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su
+fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que
+arrolla la tormenta y se acogen al puerto.
+
+--¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia?
+
+--Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad. El primer
+pueblo que reconquistemos será este.
+
+--¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni
+vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan
+desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional
+por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis
+nuestras conciencias, y somos escépticos. Eso hicieron los de tu raza
+con el país en nombre de la religión, sembrando la ignorancia y la
+incredulidad, como tu fanatismo ha sembrado aquí la desdicha.
+
+--He procurado contrarrestar el mal que causaba tu ateismo.
+
+Pepe rechazó vigorosamente la acusación del cura, y entonces sus frases
+ganaron en alteza lo que perdieron en naturalidad.
+
+--Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No,
+Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester
+homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. Tú le adoras en templos, que
+aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me
+basta para verle el resplandor de la caridad que Él me inspira. Tú has
+de postrarte como salvaje que hace sacrificios a un leño: yo le llevo en
+la razón, que no se arrodilla ante nadie. Tú has venido a traer al
+mundo, _no la paz, sino la espada_: yo soy de los que dicen con San
+Pablo: _hermanos, ¡sois llamados a la libertad!_ La fe estéril es tuya:
+las obras fecundas son mías. Tus creencias te arrastran al proselitismo,
+que es la intolerancia y la persecución, o al ascetismo, que es la
+aberración del egoísmo y la negación de la vida social. Tu fe hace
+fanáticos, tu esperanza soñadores: mi caridad hace hombres. Vosotros
+embrutecéis a la mujer, como querido que la pervierte para dominarla; y,
+enseñándola un cadáver clavado en una cruz la decís: «ese es tu amante:»
+nosotros, cuando jóvenes, la poetizamos con nuestro amor, y luego la
+idolatramos como a madre. ¿Vosotros? vosotros la prometéis el reino de
+los cielos, para robarla el imperio de la tierra: nosotros la damos el
+corazón por trono. ¡Habláis de familia! Recuerda lo que has hecho desde
+que aquí entraste. Me has robado el cariño de mi madre, sin atesorarlo
+para tí, porque eres incapaz de comprender lo que vale; porque te basta
+el amor frío a las imágenes de palo. Has hecho que Leocadia riña con un
+hombre honrado y bueno, que podía haberla hecho feliz: y ¿para qué?
+para llevarla ahora a las reuniones de esa hermandad, donde la devoción
+es negocio y la piedad tercera de seducciones. Por culpa de tu maldito
+sermón me han quitado medio de trabajar, y lo que hoy es aquí escasez,
+será mañana miseria irremediable. ¿Acaso nos traerás tú ahora maná del
+cielo o dinero de San Pedro? Has entontecido a mi pobre madre hasta el
+punto de que, por vestir a una virgen, deje solo a papá, olvidándose de
+la pasión de toda su vida y manchando con mala vejez una existencia
+consagrada al cariño. Todo eso has hecho... ¡y dices que en nombre de
+Dios!
+
+--¡Cien veces lo volvería a hacer! No tengo la culpa de que te hayan
+quitado el destino, ni de que tu madre descuide sus quehaceres. En más
+altas cosas me empleo. ¿Vienen males del Señor sobre la casa? Paciencia
+y resignación. Rico era Job y fue paciente y resignado cuando se vio
+pobre y zaherido; pero no perdió la fe. Te dueles de las cosas del
+cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de
+menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que
+Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya
+estaba sucio de pecado.
+
+--Si no fuera por la situación de nuestro padre, tu lenguaje me haría
+gracia. ¿Conque Job tuvo paciencia y Leocadia estaba sucia de pecado
+cuando, en vez de ir a corretear iglesias, atendía a las necesidades de
+papá? ¿Conque ahora, que mi madre casi ha perdido el juicio, es cuando
+estás abriendo para ella el Paraíso? Sí, ¿eh? pues ahora es cuando abro
+yo la puerta de casa para que te vayas. No quieres vivir con nosotros
+como hermano, ¿verdad? ¿Te empeñas en actuar aquí de cura? Pues ¡a la
+calle! Mañana te marchas, para no volver nunca.
+
+--Eso, eso es--dijo Tirso al oír la palabra _cura_.--Aprovecha la
+ocasión que se te presenta para ofender a un sacerdote. Mis ropas, mis
+hábitos son los que te irritan. ¡Nada importa! Estos paños negros son en
+el mundo la bandera de la verdad y del bien; por eso la llevamos ceñida
+al cuerpo, para caer envueltos en ella.
+
+--¡Bonita frase! apúntala para otro sermón carlista.
+
+--Lo que apuntaré en la memoria, es la infamia que por odio a mi clase
+cometes conmigo.
+
+--Te engañas. Si hubieses querido ser mi hermano, no me acordara yo
+nunca de tu sotana. Ahora, ya es tarde: harto veo que tu conducta no es
+fruto de la depravación del hombre, sino del celo del sectario. Unos
+ensangrentáis los campos; otros desunís las familias. En el monte usáis
+trabuco; en poblado os valéis del confesonario. Aquí has perdido la
+partida.
+
+--¿Es decir, que me echas?
+
+--Piensa bien lo que respondes. Tirso: ¿quieres vivir con nosotros como
+hermano, sin acordarte para nada de que eres clérigo?
+
+--No.
+
+--Entonces, vete y sé feliz, si puedes. No exijo, aunque lo mereces, que
+salgas ahora mismo de casa. Mañana podrás ver a papá por última vez,
+aunque no creo que te importe gran cosa; pero nada le digas. Luego, te
+marchas cuando quieras y envías por tus ropas. Sobre todo, sé prudente y
+evita que mi madre adopte cualquier resolución descabellada, ¿entiendes?
+porque te costaría muy caro.
+
+Pepe pronunció las últimas frases con la serena altivez de quien, dueño
+de su voluntad y seguro de su fuerza, está resuelto a exigir obediencia:
+la menor provocación hubiese trocado en violencia su energía. La extrema
+palidez del rostro, demudado por la cólera, los labios trémulos y la
+terca obstinación de sus miradas, intimidaron a Tirso que, esquivando
+encararse con su hermano, le dijo fríamente:
+
+--Abur.
+
+--Ve en paz.
+
+Entró el cura en su cuarto y Pepe en su alcoba.
+
+Así se separaron.
+
+ * * * * *
+
+Pepe se fue por la mañana temprano a su trabajo, evitando ver de nuevo a
+Tirso: éste conversó breve rato con la madre y luego entró en la alcoba
+de don José.
+
+--¡Adiós padre--le dijo--hoy me marcho... ahora mismo!
+
+El viejo, que la noche pasada había escuchado confusamente el rumor de
+la conversación de ambos hermanos, adivinó la causa de aquella
+despedida; mas nada hizo por evitarla. Su respuesta fue prueba de que
+comprendía cuanto había ocurrido.
+
+--¡Adiós, hijo mío: sé dichoso y acuérdate alguna vez de nosotros!
+
+--¡Adiós, padre; rogaré al Señor por ustedes!
+
+En seguida Tirso sacó a rastra sus dos baúles hasta el pasillo, diciendo
+a Leocadia:
+
+--Hasta luego: ya vendrán por eso.
+
+Y bajó la escalera inmutable, con los ojos enjutos.
+
+
+
+
+XXVIII
+
+
+El remedio fue enérgico, pero tardío; la determinación de Pepe resultó
+estéril.
+
+Tirso logró, por mediación de la Condesa, que, a más de su sueldo de
+capellán, le diera la cofradía habitación y luz, prestándose a ello las
+Hermanas cuando supieron que se trataba del agente encargado de
+facilitar la adquisición de los terrenos de don Luis de Ágreda.
+
+Doña Manuela pasaba las mañanas en las iglesias, frecuentando hasta las
+más lejanas de su casa, y las tardes en la _Limosna de la luz_, de donde
+solía volver cuando encendían los faroles de las calles. Leocadia,
+obligada por la fuerza de las circunstancias y quizá temerosa de su
+hermano, cuidaba algo más al padre; mas también volvió a las andadas.
+
+Una tarde, al regresar Pepe de la imprenta, la encajera del portal le
+dijo que la _señá_ Manuela y la señorita acababan de subir.
+
+--Pero, ¿han salido las dos?
+
+--_¡Anda!_ a media tarde ¡si _paece_ que andan _too_ el día _pingando_!
+
+La situación llegó a ser insostenible: doña Manuela oía sin chistar los
+ruegos, súplicas y amenazas de su hijo, sin que de sus labios brotaran
+respuesta dura o frase desapacible, mas tampoco promesa de enmienda.
+Leocadia alardeaba de rebelde con tal descaro, que su hermano empezó a
+comprender que la lucha era inútil. No le quedaba más recurso que hacer
+solo frente a la desgracia, dedicándose a permanecer todo el día
+cuidando de su padre; pero aun esto era irrealizable, porque necesitaba
+ir a trabajar y no podía estar en dos sitios a la vez: atendiendo a su
+enfermo, ¿cómo ganar el jornal? yendo a la imprenta, ¿cómo asistir al
+padre?
+
+La madre, rendida por los largos paseos que se daba para ir casi
+diariamente a la _Limosna_, hacía de mala gana la cena en las primeras
+horas de la noche y se acostaba, ansiosa de madrugar y oír misa
+tempranito; de modo que, obligada Leocadia a soportar el trajín y los
+quehaceres de la casa, todo lo descuidaba. La estrechez de recursos
+impuso economías, y entonces se resistió a sufrir ciertas privaciones y
+molestias. La cosa más insignificante era allí ocasión de disputa, y el
+último altercado era el de palabras más ágrias. Una tarde, al querer
+Pepe acostar a don José antes de lo acostumbrado, vio que no le habían
+hecho la cama, y como increpase a su hermana, repuso ella:
+
+--¿Soy yo criada? Ya que te llenas la boca de que eres el amo, trae a
+casa quien te sirva. Haré la cama de papá; pero la tuya la haces tú... o
+tráete de doncella a la novia.
+
+La falta de dinero dio margen a escenas repugnantes. Millán llevaba
+adelantados a Pepe dos meses de jornales; fue preciso deshacerse de
+cuanto tenía algún valor; el reloj de don José, el de Pepe y varios
+cubiertos de plata se malvendieron a un platero de portal; el dueño de
+la lonja de ultramarinos amenazó con no seguir fiando si no le
+entregaban algo a cuenta, y llegadas a tal extremo las cosas, aun se
+resistió Leocadia a empeñar una sortija de poco precio, que Pepe la
+regaló en tiempos más felices.
+
+Un hecho de desgarradora elocuencia vino, por fin, a demostrar la
+imposibilidad de que continuara aquel desconcierto, fundado en la
+profunda variación sufrida por la madre y la hija. Una noche Leocadia
+volvió sola de _La limosna_.
+
+--¿Y mamá?--la preguntó su hermano.
+
+--Mamá no viene.
+
+El muchacho, fuera de sí, resistiéndose a entender lo que oía, cogió a
+la chica por un brazo, oprimiéndoselo duramente:
+
+--¿Cómo que no viene?
+
+--¡No seas bruto! ¡Esto te faltaba, pegarnos!
+
+--¿Por qué no viene mamá? ¡Responde!
+
+--Porque ahora tienen guardia las vigilantas cada ocho días.
+
+--¿Qué dices de vigilantas? ¿Qué tiene mamá que ver con eso?
+
+--Si hubiéramos hecho lo que dije, no pasaría esto. Ella no te lo ha
+querido decir... y ahora aguanto yo el chubasco... Pues, nada, que la
+han hecho vigilanta y tiene una guardia por semana, y hoy le toca.
+
+--¿Pero vigilanta de qué?
+
+--De la hermandad. Las muchachas del taller van a las ocho, y a esa hora
+tiene que estar allí para que no alboroten y para distribuir o recoger
+labor.
+
+Pepe la escuchó asombrado.
+
+--¡Mi madre convertida en criada de monjas!--gritó con rabia. Los ojos
+se le arrasaron de lágrimas, y al cubrirse el rostro con las manos, por
+no entristecer más a su padre, vio que su precaución era inútil: el
+viejo lloraba también.
+
+--¡Padre, padre de mi alma, nos vamos a quedar solos!--dijo,
+arrojándose en sus brazos.
+
+--Tú no me dejarás, ¿verdad, hijo?
+
+¡Qué larga se les hizo aquella noche! ¡Cuántos proyectos, qué de
+remedios imaginó Pepe, y con qué crueldad le dijo la razón fría que eran
+todos irrealizables! Don José, desvelado por la emoción sufrida, pasó en
+continua queja las horas, y aun así sufrió menos que su hijo: Leocadia
+se acostó desagradablemente impresionada, pero al poco rato se durmió:
+Pepe, sentado junto a la cama de su padre y apoyada en su misma almohada
+la cabeza, oyó sonar en el reloj todas las horas de la noche. Al
+amanecer abrió el postiguillo del balcón, y entonces la luz triste del
+alba, iluminando débilmente la alcoba, mostró vacío, junto al viejo, el
+sitio de la madre. La muerte y no la ausencia, parecía haberla arrancado
+de allí. Pepe miró hacia la cama y, al no hallar sus ojos la cabeza
+tantas veces besada, los cerró, como si fuera preferible cegar a ver lo
+que veía. Entrada la mañana, salió al comedor, llamando a Leocadia para
+que preparase el desayuno del padre, y la encontró en la cocina sentada
+en una silla, puesto ante otra el espejo, llena la falda de horquillas y
+concluyendo de hacerse un peinado complicadísimo.
+
+A las nueve llegó doña Manuela, y Pepe, oyendo sus pasos en la escalera,
+la abrió la puerta antes de que llamase.
+
+--Mamá--la dijo--no tengo autoridad sobre tí; pero reflexiona lo que
+estás haciendo y, si aún nos quieres...
+
+No supo seguir y, arrojándose de rodillas à sus pies, la cogió una mano,
+que cubrió de lágrimas y besos.
+
+--¡Hijo, por la Virgen del Carmen! ¡No es para tanto! ¡Ni que me hubiera
+muerto!
+
+En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina,
+gritó:
+
+--¡Mira, Leo, hazme a mí también chocolate, que vengo desfallecida!
+
+Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse,
+exclamó con ira:
+
+--¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas!
+
+ * * * * *
+
+Millán permaneció en Ávila durante algunas semanas, hasta dejar
+establecida y en actividad la imprenta cuya fundación le fue confiada.
+Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla
+casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones,
+especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que
+Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento
+del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba,
+sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así:
+
+--Sí, chico--decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia--la
+verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena. El muerto
+era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no
+sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo
+limpia que es.
+
+--Sí, tiene su casa como antes estaba la mía.
+
+--De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos.
+
+Contó Pepe a su compañero cuanto había ocurrido durante su ausencia, las
+consecuencias del sermón, el fanatismo de la madre, sus disgustos con
+Tirso, el modo que tuvo de echarle, y, por último, el deplorable extremo
+a que se veía reducido, refiriéndole, entre lloroso e irascible, cómo
+había faltado doña Manuela a dormir una noche a su casa, por ser
+vigilanta en la _Limosna de la luz_.
+
+--Eso no tiene arreglo.
+
+--He pensado en un remedio enérgico, brutal acaso, pero fuera de él no
+hallo otro, y para ponerlo en práctica necesito tu ayuda... y la de
+Engracia.
+
+--No adivino.
+
+--Dada la situación de mi padre, es insostenible el estado de mi casa:
+de continuar así, ni ellas le cuidan ni yo trabajo. El día que menos lo
+espere, mi madre se queda en ese convento de los demonios, sin que haya
+fuerzas humanas que la arranquen de allí. No puedes figurarte su
+actitud: no disputa ni contesta a mis reflexiones; calla y hace lo que
+quiere. Con Leocadia, la cosa varía: a cuanto digo, responde que lo que
+debo hacer es buscar dinero... y, en el fondo, no le falta razón.
+
+--Pero, ¿cuál es el remedio que has imaginado?
+
+--¿Cuánto supones tú que pueden darme por ser sustituto de uno que no
+quiera ser soldado?
+
+--Muy duro me parece el sacrificio.
+
+--A mí también; pero no veo otro camino de salvación. ¿Cuánto crees que
+me darían?
+
+--Agenciándolo bien, ¿qué sé yo? a lo sumo, cuatro o cinco mil reales.
+
+--Con eso tendría bastante para pagar lo que debemos y hacer frente a
+la situación; pero luego necesitaría tu apoyo.
+
+--Cuenta con él.
+
+--Mi proyecto es el siguiente: primero, buscar esa cantidad por el medio
+indicado: y luego, tener una entrevista seria con mi madre, ver si sé
+hablarla al corazón, aunque no espero nada. Si se hace cargo de la
+realidad, atiende a razones y promete enmienda, aún podemos vivir en
+paz: yo me mataré a trabajar.
+
+--No te hagas ilusiones.
+
+--En ese caso, tomar el dinero de la sustitución, pagar las pocas deudas
+y...
+
+Vaciló, sin atreverse a continuar.
+
+--Habla, hombre, ¿qué más?
+
+--Entregarte todo lo que me reste, y rogarte que te lleves a mi padre a
+casa de Engracia. Durante tu ausencia he visto lo limpia, dulce y
+trabajadora que es. Estoy seguro de que le cuidaría bien. Por de pronto,
+ya digo, de esa cantidad te daría todo lo que pudiera, y en adelante, lo
+que conviniéramos con arreglo a lo que yo tuviese.
+
+Millán guardó silencio.
+
+Pepe, casi temeroso de una nueva decepción, añadió:
+
+--Chico, no sabes lo harto que estoy de sufrir: hasta he pensado en
+llevarle a _los incurables_; pero me harían falta recomendaciones que
+no tengo, y no podría ver a mi padre cuando quisiera... mientras que en
+casa de Engracia...
+
+--¿Querrá ella?--dijo el impresor.
+
+--La he hablado, y dice que sí; pero que nada resolverá sin tu
+consentimiento.
+
+--Pues por mí... hecho--repuso Millán, sin valor para negar.
+
+La expresión con que Pepe le miró, fue señal de su agradecimiento.
+
+--Un gran inconveniente veo,--continuó Millán:--advierte cómo está todo;
+la guerra arrecia por momentos, dicen que hay partidas hasta por
+Andalucía. ¿Has pensado que estás expuesto a tener que salir a que te
+rompan el alma por esos campos en cuanto te agreguen a un regimiento?
+Reflexiónalo despacio.
+
+--Todo lo he pensado.
+
+--¿Y qué dirá tu novia?
+
+--¿No tengo que renunciar a mi madre? Después de esto, ¿qué desengaño he
+de temer? A pesar de todo, tengo confianza en ella.
+
+--¿Estás resuelto?
+
+--Si vosotros me hacéis el favor que os pido, sí.
+
+--Cuenta con nosotros y, sin embargo, créeme: antes trata de ablandar a
+tu madre.
+
+--No tengo esperanza de lograr nada, pero lo intentaré.
+
+--Falta un cabo por atar. Supones, y desgraciadamente no te equivocas,
+que tu hermana y tu madre irán a parar a la maldita cofradía: pero, ¿vas
+tú a quedarte en medio de la calle?
+
+--He pensado en todo. Cuando el buñolero con quien vivía Pateta supo que
+tenía amores con su hija, no se opuso a las relaciones, pero dijo al
+chico que no le parecía bien que siendo novios siguieran bajo el mismo
+techo, y el muchacho está hoy en una casa de huéspedes que le cuesta muy
+poco: con él pienso irme.
+
+--Poco te durará la compañía, porque Pateta entra en quinta estos días.
+
+--¡Quién sabe si la suerte nos juntará por esos mundos!
+
+--Pues no hay más que hablar: ya lo sabes; y si desgraciadamente llega
+el caso...
+
+--Me llevo a mi padre a tu casa... quiero decir, a la de ella.
+
+--Es lo mismo--añadió Millán sonriendo.
+
+ * * * * *
+
+No quiso Pepe que su padre se enterase del triste proyecto que fraguaba
+hasta tener que llevarlo a cabo, y para evitar que le oyese hablar con
+la madre, al otro día de la conversación con Millán se fue a buscarla al
+convento de las _Hijas de la Salve_, donde tenía su centro la hermandad
+llamada _Limosna de la luz_.
+
+Hallábase situado el tal convento entre los cementerios viejos y el
+depósito de aguas del Lozoya, destacando su oscura mole de ladrillo
+rojizo sobre la terrosa campiña a que ponían término las cumbres del
+Guadarrama. Cuando Pepe divisó el sombrío edificio, que con sus muros
+llenos de ventanas chatas y con rejas, antes parecía cárcel moderna que
+asilo religioso, las lágrimas se le vinieron a los ojos. Era un caserón
+enorme, ancho y bajo, como ávido de extenderse sobre el suelo que lo
+soportaba, sin torrecilla esbelta que realzase su construcción, sin
+huerto que lo sombreara ni campanario que elevase al cielo la cruz de su
+veleta: la puerta, claveteada de hierro, parecía de castillo, y a muy
+larga distancia no había en torno de los recios paredones árbol, planta,
+ni enramada alguna, cual si los jugos de la tierra se negaran a
+hermosear con su verdor la obra del egoísmo humano... Era la hora de
+salir las educandas externas: cerca de las tapias se veían parados
+varios carruajes, y otros, a cuyas ventanillas se asomaban cabezas de
+muchachas ávidas de aire libre, corrían en dirección a Madrid, donde,
+según lo lejano de aquel sitio, llegarían al cerrar la noche. Pepe pensó
+con rabia en el fanatismo que hacía a su madre volver desde allí sola y
+a pie cuando en la casa gruñía por no ir a la botica, que distaba
+cincuenta pasos... Aguardó impaciente a que se fueran los últimos
+coches, esperando que doña Manuela saliera presto; mas trascurrido un
+buen rato, se resolvió a llamar y adelantó hacia la puerta. Aún se
+detuvo unos segundos: sentía repugnancia de entrar. Por fin llamó, oyose
+dentro el sonido de la campana y abrió una mujer vestida de suerte que,
+sin ser el traje religioso, quería parecerlo.
+
+--¿Hace Vd. el favor de decirme si es aquí donde está establecida la
+_Limosna de la luz?_--preguntó--y como le respondiesen afirmativamente,
+añadió:
+
+--¿Se ha marchado ya doña Manuela Resmilla, una señora que es vigilanta?
+
+--¿Qué deseaba Vd?
+
+--Vengo a buscarla. Tenga Vd. la bondad de decirla que está aquí su
+hijo.
+
+--¡Ah! ¿es Vd. hermano del padre Tirso? Pase, pase Vd.
+
+Hiciéronle atravesar un ancho corredor dado de cal, con alto zócalo de
+azulejos, y entró en un cuarto espacioso, donde todo el mueblaje
+consistía en un par de docenas de sillas de Vitoria, y en uno de cuyos
+muros se veía una estatuilla de la Virgen de Lourdes con las manos
+cruzadas sobre el pecho, túnica blanca y faja azul. Al tiempo de llegar
+Pepe, se marchaban dos señoras con una niña: era la última educanda que
+salía. Allí permaneció solo unos minutos, nervioso, contrariado, sin
+poder estarse quieto y mirando hacia las ventanas, donde los barrotes de
+hierro cortaban con cruces negras la claridad del espacio, en que la luz
+iba faltando. Como oyera de pronto a su espalda ruido de pasos, se
+volvió; mas no era su madre la que llegaba, sino una monja. Traía la
+cabeza metida en una cofia blanca, bajo la cual resaltaba un rostro
+brillante, hasta parecer erisipeloso, de facciones menudas y redondas.
+El hábito era de un gris ratonesco, y pendiente de la cintura llevaba un
+enorme rosario con cuentas como nueces, gran cruz de cobre y medallas de
+santos. Su voz era falsamente suave; el acento y giros que empleaba, muy
+franceses.
+
+--¿_Está_ Vd.--dijo--quien pregunta por la _mamán_ del padre Tirso?
+
+--Sí, señora; soy su hijo y vengo a buscarla.
+
+--El caso es que... es _lastima_ que haya usted dado un paseo tan largo;
+pero ya hoy doña Manuela no saldrá... _hase su_ guardia... es su día...
+_que le toca_ hoy.
+
+--No importa, señora. Suplico a Vd. que la pase recado: ya he dicho a
+Vd. que soy su hijo.
+
+--Como Vd. guste, señor; pero _estará inútil_. Una _ves_ que _ya se ha_
+entrado en la guardia, _non_ se puede salir.
+
+--Dígala Vd. que he venido yo mismo, que está aquí su hijo.
+
+No le sugería el pensamiento frase más poderosa.
+
+La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe daba a sus
+palabras, no era para inspirar confianza. Tornó ella a salir, quedose él
+otra vez esperando más desazonado que antes, y en un abrir y cerrar de
+ojos apareció de nuevo la del hábito ratonesco diciendo de mal talante:
+
+--Señor, era _equivocasión_; esa señora ha salido ya; era error _que
+cometíamos_; no _estaba_, hoy que _hasía_ su guardia. _Elle est partie_.
+
+Era indudable el engaño: doña Manuela allí debía estar y se negaba, o
+aquellas gentes, de acuerdo con ella, evitaban que saliera, lo cual
+indicaba claramente su propósito de pasar la noche sin volver a casa,
+como había hecho ya una vez.
+
+La resistencia hubiera sido inútil. Por fortuna, Pepe lo comprendió así,
+y, aunque acibarada el alma, rebosando hiel el pensamiento, resolvió
+aguantarse. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarse llevar por la cólera, promover un
+escándalo, y tras no conseguir nada ser llevado a la cárcel, si aquellas
+mujeres requerían el auxilio de las autoridades? ¿Con qué derecho iba a
+turbar la paz del santo asilo? ¿Por sacar de allí a su madre? Años tenía
+la buena señora para obrar por su propia cuenta. Sus reflexiones fueron
+tan amargas como exactas.--«Todo es en balde: armo un alboroto, grito,
+insulto a estas mujeres, llamo a mi madre... cierran la puerta, mandan
+venir una pareja... y mi padre se queda solo, sabe Dios hasta cuándo.»
+
+--Está bien, señora--dijo;--pero no es fácil engañarme. ¡Mi madre está
+ahí dentro! Dígala Vd., de parte de su hijo, que, si quiere, pronto
+podrá quedarse aquí para siempre.
+
+--Adiós, señor--repuso secamente la del hábito.
+
+Salió Pepe al corredor que comunicaba con el zaguán, y al atravesar el
+cruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en una puerta
+entornada: atraídos sus ojos por el resplandor, miró, y tras aquella
+puerta vio a su madre, que estaba espiando su salida. Sin poderse
+contener, avanzó para entrar; mas cerraron por dentro, y al cerrar, la
+falda de doña Manuela quedó presa entre las hojas de la puerta: ella
+entonces tiró con violencia del vestido, y en seguida se oyeron pasos
+como de cuerpo viejo que huía trabajosamente.
+
+--¡Mamá! ¡Mamá!
+
+Su voz robusta pareció grito de niño abandonado.
+
+Oyose un violento portazo, dado ya en habitación lejana, y aquella
+horrible respuesta resonó en sus oídos más triste que caer de tierra
+sobre féretro.
+
+Un instante después estaba fuera: el portón de las _Hijas de la Salve_
+giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a
+la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y
+sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que
+tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos. De
+pronto, acordándose de su padre, apretó el paso, y de allí a poco se
+internó en las calles de Madrid.
+
+
+
+
+XXIX
+
+
+En veinte días quedó realizado el proyecto de Pepe. Un agente de los
+llamados _corredores de quintos_ tomó a su cargo el asunto, y como el
+interesado se hallaba dentro de todas las condiciones exigidas por la
+legislación de aquel tiempo, no hubo entorpecimientos; que a veces la
+suerte facilita los intentos tristes tanto como suele estorbar los
+halagüeños. Gracias a la escasez de sustitutos, los que por entonces se
+prestaban a serlo eran relativamente bien retribuidos. Quedó pactado
+que, aparte la ganancia del mediador, recibiría Pepe cerca de cinco mil
+reales. Un caballero, amigo de Millán, prometió después interesarse para
+que fuese destinado al batallón de escribientes o a la imprenta del
+Ministerio de la Guerra, pues lo principal era evitar que saliera de
+Madrid, propósito difícil de conseguir durante aquellos días, en que los
+poderes públicos se veían obligados a echar mano de todos los cuerpos e
+institutos militares para combatir la insurrección carlista, que ya
+merecía el maldito nombre de guerra civil. Pepe entró en caja, siendo
+destinado a un regimiento; pero las recomendaciones buscadas por Millán
+fueron tan eficaces que, merced a ellas, pudo hacerse a favor de su
+amigo una de esas combinaciones en que la interpretación de las leyes se
+amolda a los antojos de la influencia. Primero ingresó en una de las
+oficinas de la Dirección de Infantería, con permiso para dormir en su
+casa, y a las pocas semanas, como era bachiller, previo cierto examen
+que exigía la legislación vigente, fue ascendido a alférez y destinado a
+prestar servicio en el mismo centro militar. Con esto y los cinco mil
+reales, la situación de la familia mejoró bastante. En don José, que con
+los años y el dolor iba haciéndose egoísta, pudo más el orgullo de tener
+hijo de tales arranques que el miedo a las consecuencias de su hermoso
+rasgo. Por otra parte, el temor de que le destinaran al ejército de
+operaciones le parecía amenaza de un mal lejano y demasiado horrible
+para ser fácilmente admitido como inmediato.
+
+Lo que no corrigieron los 5.000 reales, ni era remediable con todos los
+tesoros de la tierra, fue la conducta de doña Manuela, que desde la
+tarde en que Pepe estuvo en el convento acentuó su actitud, fundada en
+el silencio y el alejamiento del hogar. A semejanza de estudiante
+calavera que está en su casa lo menos que puede, ella iba a la suya a
+las horas en que Pepe trabajaba, temerosa de tropezar con él, y cada
+cuatro o seis días se quedaba una noche a dormir en la hermandad.
+Leocadia se hizo cargo de la asistencia del padre, pero de mala gana,
+sin renunciar a las visitas a la sala de ventas ni dejar de frecuentar
+la capilla. Desde por la mañana conocía Pepe cuándo tenía intención de
+salir, viéndola dar cien vueltas a los pocos trapos que tenía y peinarse
+como dama que va de baile: algunos días lo evitaba, otros transigía,
+recelando que una disputa lo empeorase todo. Ya imaginaba que iba
+haciéndose llevadero su infortunio, y tal vez no fuese necesario
+recurrir al extremo de trasladar a don José a casa de Engracia, cuando
+simultáneamente se le echaron encima dos contrariedades de tal magnitud,
+que cada una por sí sola era bastante a precipitar aquella resolución.
+Ambos golpes se anunciaron con amagos.
+
+Una tarde, la encajera del portal, destinada a darle malas nuevas, le
+detuvo y le habló así:
+
+--Tengo que _icirle_ a Vd. una cosa, señorito... pero no se va Vd. a
+enfurruñar conmigo.
+
+Hizo él al oírla un gesto, que equivalía a un _¿por qué?_, y prosiguió
+la vieja:
+
+--_Misté_, don Pepito, _la verdá_, me han _dao_ intenciones de callarme,
+porque... Vd. ya lo sabe, en _deciocho_ años que _yevo_ aquí,
+_mayormente_ nunca me he _metió_ en _ná_. Pero... en fin, que me da
+lástima de Vd.
+
+--¿Qué ocurre? ¡Hable Vd!
+
+--Permita Dios que me equivoque; pero _me se_ figura que el día menos
+_pensao_ le van a dejar a Vd. _plantao_, sin tener quien haga _tan
+siquiera_ la cama al papá.
+
+--¿Mi hermana...
+
+--Dio Vd. con ello: la señorita me _paece_ que se va a torcer. Unas
+veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y,
+ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, _enonde_ está la
+cubería, se ponen a hablar: él no es _mu_ jovencito; es un _cabayero_ ya
+formal, ¿entiende Vd.? _pá_ una joven lo peor.
+
+--¿Está Vd. segura?
+
+--Como de que estos pelos fueron negros--repuso, mostrándole el moño
+encanecido.--Yo, la verdad... si _hubiá_ sido otra cosa, vamos al
+decir... novio _toas_ las chicas lo tienen; pero que _se hable_ con un
+_cabayero_... _ma parecío mu_ feo, porque los señores, cuando buscan
+mocitas... ya _sabusté pa_ lo que las quieren...
+
+Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le
+sellaron los labios.
+
+--¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no sé como _tié_
+Vd. _pacencia_. La _señá_ Manuela, con los años, es más vieja que yo, no
+sabe ya lo que se pesca; pero esa chica, si no la ata Vd. corto, se va a
+hacer una _estrozona_... de esas que andan por ahí.
+
+--Descuide Vd., que yo pondré remedio. A ella no le diga Vd. nada, y
+muchas gracias por el aviso.
+
+El segundo disgusto fue adquirir el convencimiento de que, tal vez muy
+pronto, le agregarían a un cuerpo y que, en cuanto esto sucediera,
+tendría que salir de Madrid el día menos pensado.
+
+La guerra, extendiéndose y encarnizándose, obligaba al Gobierno a
+emplear recursos extraordinarios: a cada noticia del levantamiento de
+partidas o del engrosamiento de las que ya existían, era necesario
+enviar nuevos refuerzos a las Provincias Vascas, a Cataluña, a Navarra y
+al Maestrazgo. El Ministerio de la Guerra, las Direcciones de las Armas
+y otros centros militares, estaban llenos de soldados y oficiales que,
+protegidos por recomendaciones, habían encontrado medio de burlar su
+mala suerte, librándose de incorporarse a sus batallones; y el abuso
+adquirió tales proporciones, que fue preciso evitarlo.
+
+Cuando más tranquilos estaban los interesados, se dio la orden de que,
+en el plazo de tres días, todos los individuos colocados en las
+dependencias del Ministerio en los seis últimos meses ingresaran en sus
+respectivos cuerpos, cualquiera que fuese su procedencia; y como esto
+significaba la ineludible precisión de salir a operaciones de la noche a
+la mañana, Pepe decidió llevar a término su propósito. Respecto a su
+padre, todo lo tenía previsto: lo que había de hacerse era tan sencillo
+como triste; trasladarle en una camilla a casa de Engracia, y llevar
+luego su cama, sus ropas y algunos muebles, más útiles para conservados
+que para vendidos. La dificultad estaba en la determinación que tomaran
+doña Manuela y Leocadia. ¿Qué harían? De obstinarse en seguir viviendo
+en la calle de Botoneras, ¿con qué recursos? Y para buscar otra
+habitación, ¿de qué medios dispondrían? No se ocultaba al claro
+entendimiento de Pepe que, aun estando harto de razón, no debía arrojar
+a la calle a su madre y su hermana; mas también veía que el fanatismo
+de doña Manuela y la ulterior conducta de Leocadia podían dar por
+resultado durante su ausencia el total abandono del pobre viejo.
+
+--Habla tú con ellas--dijo Pepe a Millán, tratando de esto. A mí me
+falta valor, y puede también que me falte calma.
+
+--Veré a tu madre... Con Leo no hablo.
+
+--Como quieras.
+
+--¿Cuándo te parece que dispongamos el trasladar a tu padre?
+
+--Eso se hace en una mañana. Lo principal es que las hables. ¡Si las
+tocara Dios en el corazón! ¿Y qué hago yo si no quieren irse de la
+casa?... y aunque se presten a ello, ¿dónde se van a meter y cómo van a
+vivir? ¡Parece mentira que hayamos llegado a tener que pensar en esto!
+
+No quiso Millán buscar a doña Manuela en su casa, por no ver a Leocadia;
+mas deseoso de cumplir el difícil encargo de Pepe, fue a la _Limosna de
+la luz_. El primer viaje lo hizo en balde: doña Manuela se negó a
+recibirle. A la segunda tentativa, le dijeron que no podía salir porque
+estaba _en adoración_, pero que rogaba dijera al capellán, su hijo, lo
+que tuviese por conveniente.
+
+Entró Millán en el mismo cuarto de visitas donde días antes fue
+recibido Pepe, cuando pretendió ver a su madre, y a los pocos minutos se
+presentó Tirso. A pesar de lo muerto que, por obra del cariño de
+Engracia, estaba el amor de Millán a Leocadia, la presencia del cura le
+impresionó desagradablemente, recrudeciéndose en su corazón el enojo
+hacia aquel hombre, que dio al traste con sus primeros amores. No se
+resistió por ello a habérselas con el cura: la ocasión venía rodada para
+tratarle sin miramientos y, además, siempre era mejor entenderse con él
+que con su madre, cuya bondad pasada no existía, y cuya cortedad de
+entendimiento no se habría, de fijo, corregido. Prefirió el riesgo de
+tener una escena violenta con el hombre, a la perspectiva de luchar con
+la debilidad o la resistencia pasiva de la anciana.
+
+--¿En qué puedo servirle?--le preguntó Tirso.
+
+--Vengo de parte de Pepe. _(Sentándose)_.
+
+--¿Qué quiere ese desdichado?
+
+No era necesario tanto para acibarar el diálogo.
+
+--Pues ese desdichado ha tenido un rasgo, para salvar a su padre de la
+miseria, que no sé si Vd. sabrá apreciar, ocupado, como aquí está, en
+cosas más serias...
+
+--Supongo que no habrá Vd. venido a ofenderme ni a profanar esta santa
+casa--repuso el cura, poniéndose en pie.
+
+Millán continuó imperturbable, hablando sin levantarse de su asiento.
+
+--En pocas palabras pondré a Vd.. al corriente de lo que ocurre. Pepe no
+podía ver con indiferencia que la miseria se le iba entrando por las
+puertas de la casa y que sus esfuerzos eran inútiles para evitarlo. El
+aseo, el orden, el arreglo y la economía de doña Manuela y de Leocadia,
+ayudaban antes a que la familia viviera en paz y desahogadamente; él,
+con su trabajo, buscaba lo que hacía falta, y ellas, con sus habilidades
+y cuidados, suplían lo que el dinero no lograba.
+
+--Vivían desdichadamente sin Religión...
+
+--Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos
+la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días
+varió la decoración.
+
+--Repito que no toleraré...
+
+--Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me
+oiga usted. En unos cuantos meses, no sólo han llegado a escasear todos
+los recursos, sino que la actitud de doña Manuela y de Leocadia
+esteriliza los pocos de que se puede echar mano. Un hecho hay que
+refleja lo que sucede: esa pobre señora ha llegado al extremo de faltar
+a su casa por la noche. En cuanto a Leocadia, ¡sabe Dios como acabará!
+pero se me figura que no se inclina al amor místico. La jubilación de
+don José está empeñada no sé por cuántas mensualidades, y lo mismo
+sucede con todo lo que a esa familia le quedaba de algún valor. Pepe no
+podía sostener la casa sin ayuda de su madre y su hermana; el jornal que
+gana en mi establecimiento era insuficiente... No ignora Vd. los gastos
+que ocasiona la enfermedad de su padre. Para terminar, Pepe ha adoptado
+una resolución propia de su carácter: ha entrado en el ejército como
+sustituto, para poder disponer de una cantidad de alguna consideración
+que le permita hacer frente al conflicto; y en vista de que ya no tiene,
+o como si no tuviera, madre ni hermana, ha resuelto que don José viva en
+compañía de quien le cuide y atienda. Hemos procurado que Pepe no
+saliera de Madrid; pero las circunstancias pueden más que nosotros, y ha
+sido destinado a un cuerpo que quizá de un momento a otro reciba orden
+de marchar...
+
+--Y ¿qué tengo yo que ver con todo eso?
+
+--En una palabra, Pepe se hace cargo de su padre, porque comprende que
+dejarle con doña Manuela sería peor que dejarle solo. En cuanto a esa
+señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque
+la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo
+que deciden.
+
+--Yo, ¿qué he de decidir? Nada.
+
+--¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado
+en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que
+estimen oportuno.
+
+--En plata; que su amigo de Vd. arroja a la calle a su madre y a su
+hermana.
+
+--Quien se hace cargo de don José, para que al menos muera tranquilo y
+entre sábanas limpias, soy yo; ¿se entera Vd.? y a mí no me acomoda
+cargar con más gente.
+
+--¿Sabe Vd. la responsabilidad que contrae?
+
+--No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto
+como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de
+Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay
+allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo
+demás, que disponga doña Manuela.
+
+Calló Millán, esperanzado con que el cura, viéndose en la obligación de
+amparar a las dos mujeres, se brindase a darlas consejos de prudencia;
+pero lejos de esto, sonrió, fingiendo calma, para exasperar a su
+interlocutor, y dijo:
+
+--De modo que Vd. ha venido a notificarme la expulsión de mi madre y de
+Leocadia. ¡Cómo ha de ser! ¡No imaginé que ese infeliz se atreviese a
+tanto! ¡Dios le perdone! Yo me hago cargo de ellas. Es decir, a mi
+madre, que ya es vigilanta de los talleres de esta hermandad, haremos
+que se le disponga aquí el cuarto a que tiene derecho. La Religión acoge
+a los maltratados por la impiedad. En cuanto a Leocadia, veré si consigo
+la protección de estas santas mujeres... El Señor no nos abandonará...
+Diga Vd. a mi hermano que lo que hace no tiene perdón de Dios. ¡Este es
+el resultado de sus ideas y de su falta de creencias!
+
+--Dejémonos de recriminaciones, y vamos a ver si la buena voluntad de
+todos enmienda los yerros pasados. ¿Cree Vd. que pueda ponerse aún
+remedio al mal?
+
+--¿No viene Vd. a decirme que mi hermano se desentiende de mi madre y de
+Leocadia?
+
+--Ya que ha sido Vd. autor del daño, intente Vd. algo para aminorarlo.
+¿Quiere usted aconsejar seriamente a doña Manuela que no olvide los
+deberes de su situación, que cuide de su casa y su marido, en fin, que
+vuelva a ser la buenísima mujer que fue siempre? Reflexiónelo Vd... y
+evitará grandes desgracias.
+
+--Sí, y de paso evitaré que tenga Vd. que cargar con el enfermo.
+
+Enfadado Millán con tal grosería, sólo atendió a mortificar al cura.
+
+--No hablemos más--le dijo--es Vd. incapaz de comprender el rasgo de su
+hermano, ni el deseo que me ha traído aquí. Ha hecho Vd. en su familia
+el papel de la zizaña en el sembrado.
+
+--¡Parece mentira que se atreva Vd. a hablar así trayendo el mensaje que
+acabo de oír! ¡Y aún tienen ustedes valor para acusarme! Este es el
+fruto que han dado el infame ateismo de mi hermano y la punible
+tolerancia de mi padre. Vea Vd. cuán fundados eran mis temores. Ni
+siquiera ha tenido valor para venir él mismo.
+
+--Dé Vd. gracias a Dios de que no lo haya hecho, que no hubiese Vd.
+salido bien librado. Pepe está seguro, y con razón, de que usted es el
+responsable de cuanto está ocurriendo. La irritación de su ánimo es tal
+que, la verdad, más vale que no se vean ustedes.
+
+--Obré como me aconsejaba mi conciencia. No tengo la culpa de que, por
+haber comprendido mi madre y mi hermana que debían variar de conducta,
+hayan llegado las cosas a este punto. En fin, esto se acabó; mas tenga
+Vd. presente que yo no he sido quien ha causado la ruina de la casa: yo
+no hice sino recomendar la observancia de los deberes religiosos. En
+cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo,--añadió
+sonriendo como guapo amenazado--mire Vd., tampoco a mí me faltan bríos.
+
+La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio
+a Millán.
+
+--No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre
+perfectamente sacerdotal.
+
+--¡Caballero!
+
+--Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de
+desahogarme. Con los santos, mucha humildad; con los hombres, todo
+soberbia. Por dar lustre al altar, sería usted capaz de lavarlo con
+sangre, y robar para adornarlo. Aquí concluyó nuestra entrevista. Ahora,
+recomiende Vd. a su madre que haga penitencia, o que bese alguna
+reliquia, para que Dios la perdone el mal causado.
+
+Tirso tuvo miedo, no al hombre, al escándalo, y sin desplegar los labios
+siguió a Millán con la vista, hasta que se cerró tras él la puerta.
+
+
+
+
+XXX
+
+
+Pepe aguardó el resultado de la entrevista en un cafetín de las afueras
+cercano al convento. Allí esperó largo rato de codos sobre el mármol de
+la mesa, con la garganta seca por el mucho fumar, mortificada la
+imaginación por la impaciencia y mirando sin cesar a un reloj colocado
+en la parte alta del mostrador y cuyas lentas manecillas le parecían
+pegadas a la esfera.
+
+El local estaba casi desierto: los parroquianos de por la tarde se
+habían ido, y para los de la noche era temprano. Sólo quedaban, junto a
+una ventana, un corredor del matute paladeando medias copas en compañía
+de un tendero de ultramarinos, y al extremo opuesto, en lo más oscuro
+del local, una chula y su novio, que en voz baja se decían ternezas
+envueltas en desvergüenzas.
+
+Iba faltando la claridad del día: muros, banquetas, espejos, baquetones
+dorados, todo se borraba, sorbido por las sombras, percibiéndose sólo,
+entre la oscuridad creciente, las superficies brillantes y rectangulares
+del mármol de las mesas. El matutero y el ultramarino se despidieron
+amistosamente, tal vez pensando cada cual haber engañado al otro.
+Después, un mozo que dormitaba sentado en un diván, se levantó a
+encender las lámparas de petróleo sobrepuestas a los aparatos de gas, y
+entonces, la pareja chula, disgustada con la iluminación, pagó y se fue.
+
+Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación, carecía de
+calma para coordinar las ideas: esforzábase por adivinar lo que hubiera
+ocurrido; pero sus suposiciones y conjeturas quedaban suspensas, como
+truncadas por la inacción del pensamiento, que no podía fijarse ni
+insistir en nada. En vano quería, ahondando con la memoria en lo pasado,
+recordar algún rasgo, alguna acción de su madre que permitiera suponerla
+capaz de ocasionar fríamente la dispersión de la familia: todo esfuerzo
+era inútil, nada podía recordar que arguyese en contra de la que siempre
+fue buena y cariñosa. La doña Manuela posterior a la llegada de Tirso,
+parecía borrada de la imaginación de Pepe, surgiendo en su lugar la
+madre amantísima, _la de antes_, como si le repugnase considerar nada
+que aminorase la grandeza del bien que iba a perder. Los errores, las
+culpas y faltas de aquellos últimos meses, se desvanecían ante el
+recuerdo de los mimos de la infancia, las caricias de la juventud y los
+cuidados de siempre.
+
+De pronto se abrió la puerta de cristales, que daba a la ronda, y entró
+Millán, yendo a sentarse junto a su amigo. Venía mal encarado, con los
+ojos aún abrillantados por la ira.
+
+--¿Qué ha sucedido? ¿La has visto?
+
+--No me han dejado verla. La batalla ha sido con tu hermano.
+
+--¿Y qué?
+
+--Lo peor... Es necesario que tengas valor y sangre fría. ¡Me han dado
+ganas de pegarle! Tu madre se queda de vigilanta, no hay poder humano
+que la arranque de allí; pero lo más irritante es que adoptan el papel
+de víctimas, y dice Tirso que, abandonadas por tí, él procurará que las
+recojan... en fin, un secuestro en regla, sin que podamos hacer nada
+para evitarlo. Además, sería imposible encontrar juez que se atreviera a
+meterse con la hermandad o lo que sea.
+
+Pepe, sin contestar, dejó caer tristemente la cabeza sobre el pecho. El
+mozo que se había acercado a preguntar a Millán lo que quería tomar, se
+alejó, sin atreverse a pronunciar palabra.
+
+Tras unos segundos de silencio, esforzándose por parecer sereno, Pepe se
+limpió el rostro con el pañuelo, diciendo:
+
+--¡Sea lo que Dios quiera! ya no me importa nada lo demás. Confío en que
+Engracia y tú cuidaréis de papá: me iré tranquilo.
+
+--¿Pero es seguro que te obliguen a salir de Madrid?
+
+--Inevitable: el regimiento ha recibido ya la orden. Hoy es jueves:
+mañana o pasado nos darán no sé qué cosas por administración militar,
+para completar los equipos, y al otro por la tarde nos vamos.
+
+--¿El domingo?
+
+--Sí.
+
+--Siendo así, de hoy al sábado tenemos que llevar a don José a casa de
+Engracia.
+
+--No hay otra solución. ¿Cómo he de dejarle expuesto a que mi madre y
+Leo se desentiendan de él en absoluto? Mientras ellas alumbran al
+Santísimo, se muere mi padre el día menos pensado, sin tener quien le
+ampare. Mañana te daré también el dinero que me queda: con llevarme
+quince o veinte duros, tengo de sobra. No habrá muchos que lleven más.
+
+--¿A qué hora lo hacemos?
+
+--El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un
+trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la
+tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un
+médico de la casa de socorro? Como papá no puede ir por su pie, y el
+encajonarle en un simón sería incómodo porque no podría llevar las
+piernas extendidas... si lograses que nos dejaran una camilla...
+
+--Cuenta con ella. ¿Tienes seguridad de estar libre a la hora que
+convengamos?
+
+--Sí: la recomendación que me procuraste para el coronel lo allana todo:
+me ha dicho esta tarde que basta con que esté desde temprano a su lado
+el día de la marcha, es decir, el domingo.
+
+--Pues, chico, no hay más que hablar, y paciencia.
+
+--¿Crees que no debo intentar ver a mi madre? ¿No piensas que se
+ablandaría si yo la hablase?
+
+--No te dejarían; y además, te conozco. Vas allí, armas una marimorena
+horrorosa, y nos echamos encima otra complicación.
+
+--Quizá tengas razón.
+
+--Respecto a don José, puedes estar tranquilo: _aquella_ le cuidará
+bien, y yo... vamos, me parece una tontería hacer promesas.
+
+--Vámonos; quiero pasar las noches que faltan con mi padre.
+
+--Convengamos antes la hora. ¿Te parece bien a las tres?
+
+--Como quieras. Yo lo tendré todo dispuesto.
+
+--¿Qué muebles piensas enviar a casa de Engracia?
+
+--Entre mañana y pasado mandaré una cómoda, un armarito, una lámpara y
+dos banastas con ropa: la cama y la butaca, el potro, como papá la
+llama, no podrán llevarse hasta el último momento.
+
+--Bueno; pues ya lo sabes, por si antes no nos vemos: el sábado a las
+tres, sin falta, voy con la camilla.
+
+--Asunto terminado.
+
+Ya anochecido, salieron juntos del café y Millán dejó a su amigo cerca
+de la calle de Botoneras.
+
+Pepe pasó toda la noche junto a su padre. Hasta las nueve conservó
+esperanza de ver llegar a la madre; pero, poco más tarde, vino sola
+Leocadia, diciendo que doña Manuela se quedaba de guardia. En aquel
+momento sufrió el pobre muchacho el verdadero desengaño y, perdida toda
+esperanza, acostó al padre. Apenas hablaron. El viejo, en quien el
+egoísmo y el temor a la falta de asistencia hacían gran mella, preguntó
+a su hijo:
+
+--¿Tienes seguridad de que esa chica me tratará bien?
+
+--Sí. Engracia está perdidamente enamorada de Millán y, por tenerle
+contento, se esmerará en cuidarte. En realidad no has de serles gravoso,
+porque yo les dejo dinero para cuanto necesites.
+
+--Y ¿crees que tu madre no vendrá?
+
+--No lo espero, papá; no hablemos más de eso. Me parece mentira lo que
+está pasando.
+
+--A mí también.
+
+--Vaya, a descansar.
+
+--No podré, hijo mío; no podré.
+
+Media hora después, estaba profundamente dormido.
+
+ * * * * *
+
+Con arreglo a lo convenido entre Pepe y Millán, el viernes llevó un mozo
+a casa de Engracia varios muebles, en diversos viajes, y dos banastas de
+ropa, quedando en la calle de Botoneras la cama y la butaca de don José,
+que no podrían sacarse de allí hasta ser trasladado el enfermo. El
+sábado, Pepe se vistió temprano para ir a despedirse de Paz; y su
+hermana, sospechando, por el traje que se ponía, cuál era el objeto de
+su salida, corrió a avisar a Tirso.
+
+Pepe, entre tanto, se avió pronto, con propósito de llegar al _hôtel_
+antes de que don Luis concluyera de vestirse y saliera al despacho,
+seguro, por este medio, de poder hablar un rato con su novia. En el
+camino estuvo dos veces a punto de volver pies atrás: por fin, el deseo
+de verla pudo más que el temor de la separación. Al entrar en el
+cuartito de la biblioteca, donde había nacido aquel amor que era la
+única alegría de su vida, casi le faltaron fuerzas. Creía que, con el
+tormento de pensar en su madre durante la pasada noche, había agotado
+todos los sufrimientos imaginables; y, al ver cercano el momento de
+alejarse de Paz, sintió que aún le cabía en el alma más dolor. ¡Qué
+grande y hermoso apareció, en cambio, a sus ojos, el cariño de su
+amante! ¡Qué contraste formaba aquella pasión desinteresada con la
+conducta de su madre! Ésta debió consagrarle la vida, y huía de él,
+trastornada por una aberración, sin que con el amor maternal supiera
+vencer al fanatismo, mientras la señorita, colocada en esfera propicia a
+despertar ambición y orgullo, le ofrecía su porvenir, sin que lo lejano
+del bien a que aspiraba enfriase el fervor de sus promesas, sin que le
+arredrasen la desigualdad social ni la pobreza del hombre a quien
+quería.
+
+Apenas oyó Paz el ruido de los pasos de Pepe, fue al despacho.
+
+--No nos van a dejar solos más que unos minutos: Papá está concluyendo
+de vestirse: dime lo que hay, pronto.
+
+--Me voy mañana.
+
+--¿No hay esperanza de evitarlo?
+
+--Ninguna: mañana, sin falta.
+
+--¿Y tu madre?
+
+--Todo ha sido inútil: se queda en el convento.
+
+--¿Y tu padre?
+
+--Esta tarde le llevo a casa de mi amigo Millán.
+
+--¿Es cosa resuelta?
+
+--Sí.
+
+--¿Tienes confianza en mí? ¿Crees que yo puedo ofenderte, sea cual fuere
+lo que te diga?
+
+--No, alma mía. Habla sin miedo.
+
+--Mira, Pepe: yo tengo ahorritos de lo que papá me da todos los meses
+para alfileres: muy poco... ¿lo quieres? No para tí, no; para tu padre.
+
+--No, vida mía, gracias: no quiero nada.
+
+--Pues dime que no te ofendes porque te lo haya dicho.
+
+--Tú no puedes ofenderme, aunque quieras.
+
+Paz cogió a su novio la mano, y viendo que llevaba en ella el anillo que
+le había dado, se la acercó a su pecho, oprimiéndosela fuertemente,
+mientras, mirándole con fijeza, le dijo:
+
+--Te llevas mi alma, Pepe, y la promesa de que no seré de nadie más que
+tuya.
+
+--Yo te juro que ni he querido, ni querré nunca más que a tí.
+
+Ella entonces, en un arranque de impudor admirable, sin sombra de
+torpeza en el pensamiento, le echó al cuello los brazos, murmurando
+suplicante en su oído:
+
+--¡Bésame!
+
+Y él, estrechándola contra su corazón, la besó en la boca y en los ojos.
+
+Pocos instantes después entró don Luis, y oyendo las causas de la
+determinación de Pepe, le prometió interesarse en favor suyo para
+facilitarle pronto regreso a Madrid con destino a cualquier oficina
+militar: diole él gracias y se despidieron. Paz, al verle marchar, se
+entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del
+balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día
+que se hablaron.
+
+En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de
+aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la
+amargura que la inundaba el alma.
+
+
+
+
+XXXI
+
+
+Sabedor Tirso, por Millán, de la resolución que adoptó su hermano, y
+enterado, por Leocadia, de cuándo había de despedirse de Paz, creyó
+llegado el instante propicio para dar el golpe que fraguaba. Desde que,
+primero la Condesa de Astorgüela, y luego las personas que para ello
+tenían autoridad en las _Hijas de la Salve_, le encargaron que procurase
+quebrantar la entereza de don Luis de Ágreda respecto a su negativa en
+lo de la cesión del terreno que poseía inmediato al convento, no dejó de
+pensar en el asunto, pero sin hallar modo de acometer la empresa con
+esperanza de éxito. Dirigirse en derechura al señor de Ágreda, era
+bobada: un hombre de sus antecedentes políticos no se expondría por nada
+del mundo a que otro senador más avanzado le arrojase al rostro en
+plena sesión el dictado de protector de monjas; y en cuanto a determinar
+la intervención de Paz, entendía que era expuesto.
+
+Si la muchacha no se interesaba eficazmente en el asunto, nada podría
+lograrse; y si se le ocurría consultarlo con su novio, el fracaso era
+indudable. La base del plan habría de ser, forzosamente, malquistar a
+Paz con el hombre a quien amaba, eliminando de esta suerte una
+influencia contraria al logro que se apetecía. En un principio pensó
+Tirso que el tiempo y su santo celo harían lo demás: según sus cálculos,
+tras el profundo dolor de Paz, vendría el agradecimiento a su salvador,
+que acaso se convirtiera en consejero. Hasta imaginó que, si por temor a
+su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado
+tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las _Hijas de la
+Salve_ vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos
+a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera
+perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas
+del matrimonio por el himeneo místico con el _Unico_ que jamás engaña.
+Luego, sospechando que el tiempo y el celo que él empleara podían
+estrellarse contra el imperio que el amor ejerciese en el corazón de
+aquella mujer, para él desconocida, optó por obrar con mayor energía, y
+de tal modo, que el asunto tardase muy poco en resolverse. Su primer
+pensamiento fue jesuítico y solapado: la decisión a que se inclinó, más
+conforme a su carácter franco y violento. Harta paciencia tuvo para no
+intentar nada hasta aquel momento. Cuando Leocadia le dijo que Pepe, a
+juzgar por la ropa que se puso, debió ir a despedirse de su novia,
+Tirso, resuelto a llevar las cosas de prisa, determinó ver dentro del
+mismo día a la muchacha, fiando, mucho más que en su propio ingenio, en
+la emoción que había de causarla la sorpresa.
+
+ * * * * *
+
+Estaba Paz sola en su cuarto, tristemente impresionada con la despedida
+de por la mañana, todavía en ropas de levantar, sin gusto para
+engalanarse, descuidado el vestir y no muy enjutos los ojos, cuando
+entró la doncella diciendo que un sacerdote deseaba hablar a la
+señorita. Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna
+obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién
+llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un
+día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron
+enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles
+de matices pálidos.
+
+--Tome Vd. asiento, y tenga la bondad de decirme en qué puedo servirle.
+
+--Vengo, señorita, a tratar un asunto de la mayor importancia--y al
+decir esto se sentó, algo cohibido por el aspecto de aquella habitación,
+que parecía impregnada de cierto encanto mujeril para él desconocido.
+
+Paz, comprendiendo que no se trataba de una obra de caridad, y como no
+adivinase cuál era el objeto de la visita, repuso:
+
+--Papá ha salido.
+
+--No deseaba ver a su papá, sino a usted misma, señorita.
+
+--Entonces, Vd. dirá.
+
+--Ante todo, la ruego que tenga en cuenta que sólo por circunstancias
+verdaderamente graves me he tomado la libertad de venir a importunarla.
+Se trata de un serio disgusto de familia, del cual, por desgracia, va
+Vd. a participar.
+
+Paz se acordó entonces repentinamente de que el hermano de su novio era
+cura.
+
+--¿Usted es el hermano de Pepe?--le dijo con viveza.
+
+--Efectivamente, señorita. Vengo a cumplir un deber muy penoso para el
+sacerdote y para el hombre.
+
+--¡Pronto, por favor, dígame Vd. lo que ocurre! ¿Le sucede a Pepe algo
+malo?
+
+Su fisonomía se alteró por completo: Tirso comprendió que estaba
+realmente enamorada.
+
+--Pepe se va--dijo, afectando tristeza.
+
+--Lo sé. Esta mañana se ha despedido de mí. ¡Mire Vd. cómo tengo los
+ojos de llorar!
+
+--Así están los de mi hermana y mi madre, señorita.
+
+--¿Y qué puedo yo hacer, pobre de mí? Usted, como no está en
+antecedentes, no sabe el cariño que le tengo; es imposible que lo
+imagine Vd... Si él me hubiera dicho lo que proyectaba, vamos, yo lo
+evito. Hasta me hubiese echado a los pies de mi padre confesándoselo
+todo; en fin, ¡qué sé yo!... pero no se hubiera marchado. Ahora, ¿qué
+hemos de hacer?
+
+--Todo ha sido inútil. Ni el ver llorar a su madre... ni el estado de
+nuestro padre... no ha tenido consideración a nada. No reconoce más ley
+que su capricho.
+
+--Le juzga Vd. con demasiada dureza.
+
+Tirso, sonriendo amargamente, extendió las manos, como quien dice:
+«ahora lo veremos,» y la interrumpió con estas palabras:
+
+--Repito que Vd. no le conoce, y no es extraño que la haya engañado,
+cuando sus padres han tardado tantos años en saber lo que era. Hoy,
+desgraciadamente, ya lo sabemos.
+
+Paz se puso en pie, como dando por terminada la entrevista: aquello le
+parecía una monstruosidad. Además, recordando el diálogo con Pateta,
+desconfió de la veracidad del cura. Pero éste, sin alterarse, prosiguió:
+
+--Cálmese Vd. señorita, y óigame con cachaza, que el asunto la interesa:
+Pepe no es lo que parece. ¿Quiere Vd. que en pocas palabras la diga lo
+que ocurre?
+
+--¡Me está Vd. haciendo mucho daño!...
+
+--Pero Vd. no me cree, y es necesario que yo la persuada. Escuche Vd. y
+tenga un poco de valor. Por disputas pueriles conmigo, que ningún daño
+le hice, por si en casa debían o no observarse ciertos deberes
+religiosos, Pepe ha llevado las cosas a un extremo que Vd. juzgará.
+Comenzó por reñir conmigo, so pretexto de que me opuse a que nuestra
+hermana sostuviese relaciones con un amigote suyo, perdido de la peor
+índole. Logré convencer a Leocadia... y, la verdad, nunca me lo ha
+perdonado. Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer
+de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo
+que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa.
+¡Gracias a que yo he logrado que la recojan en una comunidad que me
+protege! Por culpa suya, nuestro padre no tiene hoy quien le ampare y
+asista. Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que
+indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes
+filiales.
+
+--Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las
+relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le
+quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es
+preciso que yo le hable... Después, veremos.
+
+--Déjeme Vd. acabar. A todas sus maldades ha añadido otra mucho mayor.
+
+Paz volvió a sentarse, ocultando entre las manos los llorosos ojos.
+
+--Y no queremos de ningún modo ser cómplices de una nueva infamia. Hemos
+sabido sus relaciones con Vd., tan digna, tan buena y respetable. En
+fin, no podemos soportar la idea de que Vd. algún día nos juzgue
+sabedores, tal vez cómplices, de la perfidia de su ingenio. No la quiere
+a Vd., no puede quererla, señorita. Usted une, a sus muchas cualidades,
+la riqueza: esta es la madre del cordero.
+
+--Es mentira--dijo Paz ofendida--me quiere por mí, por mí sola. Lo que
+Vd. dice no es verdad.
+
+--¡Ojalá no lo fuese! Pero no hay que forjarse ilusiones. ¿Sabe Vd.
+dónde intenta llevar a nuestro padre?
+
+--A casa de un amigo suyo.
+
+--No, a casa de una mujer con quien tiene relaciones y que ha sido antes
+querida de ese mismo amigo.
+
+--¡Imposible! Pepe no es capaz de eso.
+
+--Estoy completamente seguro de lo que afirmo: a esa mujer es a quien ha
+entregado el dinero de la sustitución.
+
+Paz, en el colmo del estupor, miró a Tirso como una fiera. Fue el único
+momento de aquella escena en que el cura consideró horrible lo que
+estaba haciendo. Mas era ya absurdo retroceder. Las lágrimas, que en
+amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas
+y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su
+cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer
+tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y
+del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía
+quejido de alma moribunda.
+
+--¡No lo creo, no creo nada!--decía, como si la negación le pareciese
+respuesta bastante eficaz a contrarrestar lo que acababa de oír.
+
+--¡Qué daño me hace causar a Vd. tanto mal! Y, sin embargo, es preciso;
+porque ni mi madre ni yo queremos aceptar la responsabilidad de ocultar
+culpas de esta índole. No la quiere a Vd. ¿No la digo que el dinero que
+acaba de recibir se lo ha entregado a esa mujer, y que pretende llevar a
+su casa a nuestro padre, para que el mantenerla a ella parezca
+retribución por cuidar a su padre?
+
+--Quiero hablar con él, quiero verle. ¡Yo le mandaré venir!
+
+--¿Y para qué? ¿Para oír juramentos falsos? Negará. La dirá a Vd. que se
+lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a mí la
+culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a
+nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las
+apariencias están, quizá, a favor suyo. Dirá que la Engracia no es
+querida suya, sino de su amigo Millán, porque antes lo fue, y callará
+que él ha hecho traición a su amigo, como nos ha engañado a todos.
+
+Cuanto se refería a las relaciones de Pepe con sus padres, quedó ante
+los ojos de Paz borrado por aquellas afirmaciones: pidió pruebas,
+esperanzada con que no se las darían, o ansiosa de poder desmentirlas, y
+entonces ella misma se prendió en la red que la tendían.
+
+--¡Mentira!--dijo.--Y esa mujer, ¿quién es? ¿Cómo sabe Vd. que él la
+quiere?
+
+--Me ofende, señorita, que acoja Vd. de este modo el paso que doy,
+encaminado solamente a dejar a salvo mi conciencia, procurando a Vd. un
+amargo, pero saludable desengaño; porque ya he dicho que mi madre y yo
+nos resistimos a que nunca pueda usted imaginar que contribuimos a que
+Pepe busque tan indebido modo de hacer fortuna... Respecto a las
+relaciones de mi hermano con esa desdichada joven, estoy seguro de que
+son ciertas. Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en
+una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el
+portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me
+resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia.
+
+--¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla?
+
+--Sí, señorita; varias veces. La primera... casi por casualidad...
+luego, porque quise convencerme de ello.
+
+--Y ella dice Vd. que se llama Engracia... ¿eh? El número no lo
+recuerda...
+
+--No tiene _pierde_, como vulgarmente se dice. Es la casa que hace
+esquina a la calle de la Pasión y la Ribera de Curtidores.
+
+Paz, que jamás había oído tales nombres, se fijó en ellos con cuidado:
+Tirso prosiguió:
+
+--Esta mañana se ha despedido de Vd.; pero los últimos instantes que
+pase en Madrid... tenga Vd. valor, señorita, serán para ella: estoy
+seguro de que irá a verla. Según me han asegurado, debe salir de Madrid
+mañana por la tarde; su obligación es estar en el cuartel desde muy
+temprano; pero contando al coronel a su modo la necesidad de trasladar a
+papá de casa, ha conseguido que le dejen la mañana libre. Por la mañana
+supongo yo que irá a ver a esa mujer, a cuya casa deben haber llevado
+hoy a mi padre que, en el fondo, es el culpable de todo.
+
+--Yo le prometo a Vd. que saldré de dudas; y luego, Dios dirá.
+
+Como Paz, al decir esto, se levantara del asiento, nerviosa y
+desasosegada, Tirso creyó oportuno dar por terminada la entrevista.
+
+--Persuádase Vd., señorita, de que no he dado este paso sin verdadera
+aflicción de espíritu; pero, ya lo he dicho, ni mi madre ni yo podíamos
+consentir en aparecer como encubridores de los ambiciosos proyectos de
+mi hermano... Lo demás no tiene importancia... Una señorita como Vd. no
+puede mirar sino con frialdad o desprecio...
+
+--Gracias, gracias... No me hable usted más de esa mujer.
+
+El cura salió haciendo cortesías, sin más conversación y sin que Paz se
+moviera para despedirle. La pobre niña se quedó sentada en una butaca
+baja, puestos los codos sobre las rodillas y apoyada la cara en las
+manos, por entre cuyos dedos se le escapaban las lágrimas, que ni podía
+ni quería contener. Cuanto más pensaba en lo que acababa de oír, menos
+crédito le daba; y, sin embargo, por nada del mundo hubiera renunciado a
+convencerse por sus propios ojos de la falsedad o certeza de la
+acusación. Una sola consideración la inclinaba a creerla fundada: en lo
+que Tirso la había dicho, formaban un conjunto tan homogéneo las
+maldades, estaban tan enlazadas unas con otras las infamias, era todo
+tan verosímil dentro de lo malvado, que parecía imposible suponerlo
+invención calumniosa: no había, no podía haber imaginación tan dañina
+que lo fraguase y dispusiera con aquel ensañamiento. Por otra parte,
+cuanto más reflexionaba acerca de ello, en medio de la turbación de su
+espíritu siempre venía a quedar sobre todos los razonamientos de
+consuelo un dato suelto, aislado, pero en el cual podía tomar origen el
+cúmulo de culpas de que Tirso acusaba a su hermano: la pobreza de Pepe.
+Antes de la calumnia en esa pobreza del hombre amado estribaba
+precisamente el amor de Paz: le creía exento de todos los defectos que
+desarrolla y acrecienta el oro. Después de calumniado, imaginó verle
+poseído de cuantas malas pasiones trae consigo el ansia de riqueza. Por
+algo se dijo: «calumnia, que algo queda.» Otro indicio grave se alzaba
+contra la inocencia de Pepe: los cargos que se le hacían eran demasiado
+claros y concretos para ser falsos; no se le echaban en cara intentos
+más o menos censurables, sino los efectos positivos de su maldad. Bien
+claramente los enumeró Tirso. Había, según éste, tolerado que cortejase
+a su hermana un amigo de mal jaez, fue causa de que la madre tuviera que
+abandonar la casa, llegando a tal extremo de perversión que estaba a
+punto, si ya no lo había hecho, de llevar a su propio padre a vivir con
+su querida, para que lo malgastado en mantenerla a ella apareciese como
+pago de la existencia del enfermo. El hombre capaz de tales cosas ¿no
+podía serlo también de aspirar a su mano, no por su amor, sino por su
+fortuna? Cualquiera de aquellas indignidades era bastante a justificar
+el súbito desamor de Paz, y, sin embargo, para ella sólo una existía que
+realmente la hiciese mella: la infidelidad, el engaño. Para todo lo
+demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su
+maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño
+de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel
+hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer.
+
+Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el
+contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la
+tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en
+los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la
+llamaran a comer. Por vez primera, desde que conoció a Pepe, le
+parecieron enojosos e inútiles las cintas y los adornos. Su agitación
+tenía algo de rabia. Cuando se estaba arreglando el peinado, se la cayó
+deshecho y suelto sobre los hombros un rizo de su hermoso pelo, y ella,
+recogiéndoselo con ira, tratándolo como a gala inútil, murmuró:
+
+--¡A nadie tengo que agradar!--Y esforzándose en no llorar, acabó su
+tocado ceñuda y mal humorada, como quien gasta tiempo en tarea baldía.
+
+ * * * * *
+
+El día señalado, y a la hora convenida, Pepe y Millán trasladaron a don
+José a casa de Engracia. El hijo, que la víspera había ya enviado los
+muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y
+comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una
+manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a
+que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que
+volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció. El aspecto de
+la casa ponía grima: todo estaba como cuando tras larga enfermedad viene
+la muerte, causando momentos de perturbación y desorden: los cajones
+abiertos, revuelto cuanto había sobre las mesas, y las sillas con
+montones de ropas tiradas al descuido.
+
+Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al
+balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la
+camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial,
+trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro,
+estrecho y largo, con trazas de ataúd. En el movimiento que hizo al
+retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don
+José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le
+dijo, medroso:
+
+--¿Están ahí?
+
+--Sí; ya suben.
+
+Cuando los mozos llegaron a la puerta del piso principal, indicaron que,
+por lo estrecho de la escalera, era casi imposible subir hasta allí con
+la camilla, acordándose entonces bajar en un sillón al enfermo,
+acostarle en la camilla, dentro del portal, y luego emprender la marcha.
+
+El gotoso pesaba tanto, que determinaron bajarle relevándose en cada
+tramo de la escalera.
+
+--Este señor está de buen año--dijo con la sinceridad de la barbarie uno
+de los camilleros.
+
+Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento
+para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que
+la butaca descansara en el suelo. El dejarla, quitar el estorbo y
+volverla a levantar, fue obra de un momento; mas como estuviese abierta
+la puerta de la alcoba que ocupó Tirso, don José fijó con tristeza en
+ella la mirada, y en aquel cuarto solitario, polvoriento y frío, creyó
+el pobre anciano ver retratado el abandono en que él había de quedar
+dentro de pocas horas. Por la ventana, que el cura adornó con papelitos
+de colores imitando vidrios pintados, penetraba diagonalmente un rayo de
+sol, y al fondo, destacando sobre la cal amarillenta de la pared, se
+veía colgado de la percha un trapo largo y negro: era una sotana vieja
+que Tirso se dejó olvidada. Don José no pudo dominarse. Por un instante
+venció en él la indignación a la apatía; tomó el egoísmo acento de ira;
+subiósele el rencor a los labios; inyectáronsele de sangre los ojos y,
+con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia la sotana, exclamó:
+
+--¡Maldita seas!
+
+Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la
+camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia
+la calle de Toledo.
+
+La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su
+indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó
+corro en derredor suyo.
+
+--_¡Quedrán ustés_ creer--decía--que el hijo _güeno_, el que se ha hecho
+_melitar_, _tié_ que _yevárselo en cá_ un amigo, porque la vieja y la
+_señoritinga_ no le _quién_ cuidar! ¡Qué sangre más perra _tié_ la
+muchacha! _enantes_ ha _venío_ a preguntar si habían _sacao_ ya al
+señor, y por no verlo _yevar_ se ha _marchao_. ¡Vaya un pingo que ha
+salido la mocita! El _cabayero_ que la pretendía ya no viene, y la muy
+sin vergüenza va mucho mejor _vestía_.
+
+
+
+
+XXXII
+
+
+La amargura del desengaño y la impaciencia por adquirir pruebas que lo
+confirmaran, quitaron el sueño a Paz aquella noche. Al amanecer se quedó
+adormitada y rendida a la fatiga del insomnio; pero era tal la agitación
+de su espíritu que, sacudiendo de súbito aquella falsa soñolencia, se
+levantó, y sin llamar a nadie, se lavó y peinó, poniéndose en seguida el
+traje más sencillo de cuantos tenía. Los celos lo dominaban todo en su
+ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo
+pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a
+su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que
+Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia.
+
+Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a
+casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas
+baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no
+imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito;
+pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las
+ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la
+dijo:
+
+--Avíese Vd. pronto; vamos a salir. Que enganchen.
+
+Sorprendiose la vieja de verla tan madrugadora; mas obedeció sin
+resistencia, y al cabo de media hora se apearon ambas ante el pórtico de
+San Isidro el Real.
+
+--Esperad aquí--dijo Paz al lacayo.
+
+--¡Qué capricho!--murmuraba la dueña modernizada.--¡Al demonio se le
+ocurre venir tan lejos a misa!
+
+--No vamos a misa. Sígame Vd. y calle: si quiere hacerlo por buenas, se
+lo agradeceré; si no... después hablaremos, o podrá usted resolver lo
+que guste.
+
+Doña Martina comprendió que convenía ceder. Si se oponía obstinadamente
+al capricho de Paz, nada lograría en aquel momento; y si luego contaba
+lo sucedido a su padre, de fijo, enemistada ya con la señorita, ésta la
+haría saltar pronto de la casa. Tuvo, sin embargo, un instante de
+vacilación; le faltó poco para dejarla sola: por fin, la curiosidad
+venció sus escrúpulos y echó a andar tras de Paz, que ya la llevaba unos
+cuantos pasos de delantera. Iba presa de una emoción indefinible,
+murmurando incesantemente:--«calle de la Pasión... una casita baja, de
+revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo,
+entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al
+llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba
+la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta
+encontrar la esquina de la calle de la Pasión.
+
+Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores
+estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos,
+telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de
+gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío.
+Paz, impresionada con la novedad de aquel Madrid que le era desconocido,
+miraba en derredor, asombrada, sintiendo vergüenza, pareciéndole
+indignos de ella el sitio y la ocasión. Notando que su traje, a pesar de
+lo sencillo, excitaba la curiosidad, se quitó los guantes y,
+disimuladamente, se colocó el velo como las mujeres que pasaban a su
+lado. En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a
+la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle
+estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No
+ha mentido»--pensó Paz--y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que
+no admitía réplica:
+
+--Párese Vd. aquí conmigo.
+
+En torno de las dos mujeres se oían los gritos de los vendedores
+ambulantes; los hombres decían desvergüenzas que las chulas recogían con
+sonrisas, y de aquella aglomeración de cuerpos poco limpios se
+desprendía un olor nauseabundo. A Paz le daban impulsos de marcharse sin
+averiguar nada; pero, atormentada por los celos, no apartaba la vista de
+la casa de Engracia. El aya seguía repitiendo de rato en rato:
+
+--Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido?
+
+Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la
+casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto
+ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o
+entraba, le vería sin dificultad. Según trascurrían los minutos, que a
+ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se
+le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida. No
+cesaba de mirar al reloj: cuanto menos tiempo quedara para que Pepe
+acudiese al cuartel, más probabilidades había de que no viniera o no
+estuviese allí... con aquella mujer. De esta suerte trascurrió largo
+rato: el dueño del puesto junto al cual se habían detenido, comenzaba a
+fijarse en ellas. Paz, desasosegada, fuera de sí, se mordía los labios,
+pugnando por tragarse las lágrimas, y el aya la miraba sin atreverse a
+chistar.--«No viene, no viene»--pensaba la pobre niña, en cuyo corazón
+arraigaba rápidamente la esperanza.--«¿Estará dentro?»--la decían sus
+celos. Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la
+esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no
+miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera.
+Pensaba que, si le veía, sería al salir.
+
+De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el
+tenderete junto al cual estaban. Pepe había salido del portal y, parado
+en la acera opuesta, miraba hacia los balcones, uno de los cuales se
+abrió al mismo tiempo, apareciendo en él Engracia con su chico en
+brazos. Pepe dio unos cuantos pasos hacia lo alto de la calle, moviendo
+la mano en señal de despedida.
+
+El piso, principal de los antiguos, era muy bajo, y don José tenía
+colocada la butaca junto a la vidriera de modo que Pepe, gracias a la
+empinada cuesta que allí forma la calle, podía ver a su padre desde la
+acera opuesta, sin que Paz se diera cuenta de ello. Engracia levantaba
+en los brazos a su hijo que, alegre y sonriente, movía las manitas
+correspondiendo a la despedida de Pepe. La vista del niño produjo a Paz
+una impresión horrible. Avanzó unos cuantos pasos, tan cegada por la
+ira, que el aya, al mirarla en aquel estado de exaltación, la contuvo:
+
+--Señorita, ¡por Dios! pero ¿qué es esto?
+
+Había ya desaparecido Pepe por lo alto de la calle de la Pasión, y aún
+continuaba Engracia en el balcón, volviéndose algunas veces a mirar a
+don José. El niño, agitando las manitas, gritaba _Pepé, Pepé_, y
+aquellos gritos, que Paz oyó clara y distintamente, por lo corto de la
+distancia que les separaba, la destrozaron el corazón. Engracia,
+tranquila y con la sonrisa en los labios, seguía levantando el niño, sin
+señal de tristeza, como era natural que estuviese, no siendo pariente ni
+amante suyo el que se iba.
+
+--Vámonos--dijo Paz de pronto, con la voz ahogada por un sollozo; y
+dirigiéndose de nuevo hacia arriba, tomó la vuelta a San Isidro.
+
+Al entrar en la calle del Cuervo, vio a Tirso parado ante el escaparate
+de una cerería: iba de paisano, y sólo le reconoció al escuchar su voz.
+
+--Estaba seguro--la dijo tristemente--de que vendría Vd.
+
+--¡Era verdad! No había Vd. mentido.
+
+--Adiós, señorita. El Señor la cure de ese amor, indigno de Vd. La
+misericordia de Dios es inagotable.
+
+Paz, con el alma acibarada por el despecho, y doña Martina, confusa y
+asombrada, llegaron a San Isidro, subiendo al coche sin entrar en la
+iglesia.
+
+--Es hermosa--dijo maquinalmente Paz, a quien hostigaba el pensamiento
+la belleza de Engracia.
+
+--Sí, pero ordinaria.
+
+--A papá, ni una palabra, ¿estamos? Ya sabe Vd. que soy agradecida.
+
+Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla
+solo:
+
+--Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre.
+
+Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio
+tranquilamente alejarse al carruaje de Paz. Estaba seguro de que la
+decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en
+que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la
+resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el
+olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del
+despecho. Cuando esto ocurriera, cuando doblegada por el dolor cayese en
+brazos de la resignación, entonces sería llegado el instante oportuno
+para dirigir su pensamiento y encauzar sus sentimientos, trasformándolos
+de terrenales en piadosos, haciendo que de entre las cenizas del amor
+mundano surgiese ese divino fuego místico que abrasa y no consume. Nada
+pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja
+así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por
+tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de
+Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma
+arrancada a las impurezas del mundo. Que fuese él o fuera otro el que
+obtuviera el triunfo, poco importaba: lo esencial era conseguirlo.
+
+Para su hermano Pepe, cuya dicha acababa de extirpar como planta
+arrancada de cuajo, no tuvo un solo impulso de rencor. La rivalidad y
+antagonismo que de él le separaban, nada eran ni valían ante la alteza y
+rectitud de sus propósitos.
+
+
+
+
+XXXIII
+
+
+La mañana en que Paz creyó ver demostrada la infidelidad de su amante,
+llegaron a Madrid noticias de lo mal qué iba la guerra para las armas
+liberales. El gobierno, queriendo ocultarlo, publicó en la _Gaceta_ un
+parte, que solamente hablaba de pequeñas partidas alzadas en Galicia;
+pero los periódicos, suplementos y extraordinarios dieron la voz de
+alarma; con lo cual la sorpresa de la corte fue tan grande como
+inconcebible estaba siendo su apatía. Cuando la capital se enteró de
+que los voluntarios del Pretendiente, organizados en divisiones y
+cuerpos, podían hacer frente a las tropas, nadie dejó de convenir en que
+era necesario hacer un esfuerzo supremo. En los casinos, cafés y clubs,
+hasta en los corros de las calles se notó en el centro del día esa
+efervescencia síntoma de la inquietud popular. Todo el mundo estuvo
+conforme, se vociferó, se acusó de débil al gobierno, de carencia de
+disciplina a los soldados, de falta de pericia a los jefes... y por la
+tarde todo Madrid se fue a los toros.
+
+ * * * * *
+
+Se lidian ocho del Duque en corrida de beneficencia. Hora y media antes
+de la fiesta comienza a romperse la línea de vehículos tendida entre la
+Puerta del Sol y las Calatravas. Los mayorales, que han pasado la mañana
+reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por
+el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el
+décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van
+de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su
+puesto, y empieza a oírse el grito tentador:
+
+--¡Eh, arriba! ¡a la plaza!
+
+Al principio los coches se llenan sin grandes apreturas, arrancan
+primero los mejores, ómnibus enormes y seguros _breaks_ de forma
+extranjera ya españolizados, con suertes del toreo pintadas en
+portezuelas y cajas; después, a falta de los buenos, la gente toma por
+asalto los que van quedando; jardineras con las ballestas rotas y mal
+encordeladas, tartanas quebrantahuesos y ómnibus pequeños, de aquellos
+viejos que años antes iban _a dos riales al patíbulo_, todos tirados por
+mulas y caballos trasijados que ostentan en el pescuezo collarones a la
+jerezana pagados con la escatima del pienso, sin que su pobre costillaje
+ponga lástima en el corazón de la chulapería, ávida de empezar a
+varazos.
+
+--¡Eh, arriba, _cabayero_!
+
+--¡Señorito, a la plaza!
+
+Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados
+por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos,
+mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de
+vestir. Los hombres van de americana y pavero; las mujeres con flores
+puestas en el pelo a lo gitana, luciendo unas la mantilla de blonda
+blanca y otras la de casco de color con sedosos madroños negros, que
+sombrean dulcemente la cara. Corren los simones, insultándose los
+cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a
+las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y
+bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa
+cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de
+colores brillantes. Al trote de un rocín miserable, y con el mono sabio
+a la grupa, va el picador, cuyas formas atléticas contrastan con el tipo
+enclenque de algún señorito que sirve de cochero a su lacayo; y en
+potros inquietos que bracean con fuerza van el chalán que deja la bestia
+en un merendero durante la corrida, y el alguacilillo vestido como los
+que aborreció Quevedo. Entre los de a pie, que continuamente se desvían
+de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de
+retorno, marchan confundidos el _gatera_ que con mil trabajos, ninguno
+limpio, reunió el precio del tendido, el hortera _endomingado_, el
+estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla
+engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de
+censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo
+del _rey neto_. A pie van también la chula y su amante, ella orgullosa,
+él celoso, haciendo ambos mutua ostentación de sus personas: el mozo
+con calzado de lo fino, pantalón ajustado, pavero y chaquetilla de
+pana: la chica con el cabello ensortijado, un peinecillo en cada rizo,
+pañuelo de seda caído sobre la espalda porque no oculte lo primoroso del
+peinado, y sobre los hombros el gran mantón de Manila que se empeña en
+los apuros, y por entre cuyos largos flecos asoman a cada paso dé su
+graciosísimo andar los bajos limpios y los pies chicos. Como ella lleva
+los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los
+señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la
+muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como
+madrigales dulcísimos.
+
+En _landó_ de alquiler va una familia extranjera mirando a todas partes
+ansiosa de color local, armada de paraguas y gemelos; y en su
+_victoria_, alta la frente y provocativa la mirada, descuella la
+hermosura alquiladiza de alguna pecadora que, al sentarse en delantera
+de grada, será acogida con expresivo vocerío. De pronto todos miran
+hacia un mismo sitio. Entre el confuso tropel de carruajes pasa una
+carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado
+muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros
+sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las
+chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera,
+y al desaparecer el coche deja tras sí un murmullo de admiración jamás
+inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan
+poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se
+divisa una larga fila de simones que vuelven con el _se alquila_ puesto,
+y la calle recobra su aspecto normal. Al anochecer, la gente que sale de
+la plaza marcha de prisa, como espoleada por el hambre, y hasta en los
+barrios más apartados empieza a oírse el pregonar de los periódicos
+taurinos, recién impresos y húmedos, que son un _mentís_ para quien
+tache de poco activa a nuestra raza.
+
+ * * * * *
+
+El mismo día y a igual hora, la calle de Atocha presentaba distinto
+aspecto. Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la
+entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en
+las socavas de los árboles. En el largo trecho comprendido entre la
+plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba
+gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta
+hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos
+que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y
+rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía.
+
+De pronto se escuchó a lo lejos sonar de cornetas cada instante más
+fuerte, y en seguida rumor de música militar que se venía aproximando.
+Después, en el repecho que forma la calle ante el Hospital, apareció un
+batallón de los acuartelados cerca de los _Doks_, que se dirigía a la
+estación del Norte. Primero se distinguieron, desde lo alto de la
+cuesta, la escuadra de gastadores y el grupo que formaba la banda, en
+cuyos instrumentos de cobre reverberaba la luz reflejos vivísimos: luego
+se vio venir la ancha columna formada por la tropa, sobre cuya oscura
+masa lucían las bayonetas heridas por el sol.
+
+Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al
+cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo,
+en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el
+rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para
+facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote,
+dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por
+filas como miembros de una máquina viva. Al sonar cercanos los ecos de
+la banda se abrieron algunos balcones, asomándose las muchachas privadas
+de salir, los ancianos y niños faltos de quien les llevase a paseo, y
+por las bocacalles inmediatas vinieron a escape enjambres de chicos, que
+con gran algazara y vocerío corrían unos a ponerse junto a la escuadra
+de gastadores, otros a rodear la charanga, acompañándola buen trecho,
+hasta que al cabo de un rato se volvían hacia sus casas, temerosos de
+reprimenda o paliza. Aparte la gritería de los muchachos, el batallón
+subió toda la calle sin que se escuchara a su paso murmullo de simpatía
+ni rumor de cariño: sin un viva. Sólo un hombre desharrapado dijo,
+mirando lo tristes que iban los soldados:
+
+--Van al Norte... ¡Pobrecitos!
+
+Y una criada de servir fresca y guapetona, contemplándolos como si
+fueran pedazos de su alma, añadió:
+
+--¡Dios os dé buena muerte!
+
+No sabía el pueblo despedir a los suyos de otro modo.
+
+Luego que el batallón pasó, la calle volvió a quedar casi desierta,
+huérfana de animación y ruidos: durante unos minutos continuó oyéndose
+cada instante más débil el sonar de las trompetas, se cerraron los
+balcones y tornáronse los chicos a sus juegos.
+
+La tropa debía subir toda la calle de Atocha y atravesar la Plaza Mayor,
+dirigiéndose por la calle de Bailén y el paseo de San Vicente a la
+estación del Norte, pero entre la plaza de la Bolsa y la Concepción
+Jerónima halló cortado el paso por una ancha zanja que los braceros de
+la villa habían hecho para colocar cañerías. Fue preciso variar el
+itinerario y bajar por la calle de Carretas a tomar la del Arenal.
+Cuando los soldados atravesaron la Puerta del Sol, nadie les hizo caso.
+La escena fue rápida y triste: a una parte alegría, voces, trallazos y
+ómnibus tomados por asalto: al otro lado, el batallón desfilando entre
+dos hileras de vagos, vendedores y curiosos. El jefe miró con desprecio
+a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso
+tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad.
+
+
+
+
+XXXIV
+
+
+Había trascurrido un mes desde que salió Pepe de Madrid. Engracia,
+conocedora de la estrecha amistad que existía entre él y su amante,
+cuidaba cariñosamente a don José, quien viéndose bien atendido se
+acordaba poco de los suyos. En la _Limosna de la luz_, doña Manuela fue
+ascendida de vigilanta a inspectora, gozando más sueldo y mejor
+habitación en el domicilio de la hermandad, y a Leocadia se le adjudicó
+la plaza que dejó vacante su madre, favores que ambas recibieron de la
+Condesa de Astorgüela, cada día más esperanzada en el éxito de la misión
+que confió a Tirso. Éste, lejos de hallar atractivo en la vida
+cortesana, iba sintiendo hastío de ocuparse en empresas inferiores a las
+que soñó su entusiasmo. Enviado a Madrid como agente de los elementos
+que impulsaban la guerra civil--causa que le parecía justísima--cumplió
+su misión y recibió orden de esperar: luego, por procurarse recursos, y
+al propio tiempo por deseo de contribuir de algún modo al triunfo de
+sus ideas, pronunció sermones que le dieron cierta notoriedad y admitió
+el cargo que disfrutaba en las _Hijas de la Salve_; pero ni bastaban a
+satisfacerle los elogios de las sacristías, ni le sonreía la idea de
+haber dejado su curato para ser capellán de monjas. Todo aquello le
+parecía mezquino; no había él salido de su retiro para tan miserables
+empeños. En un principio le preocupó bastante la impiedad que devoraba a
+su familia, pero este mal estaba ya conjurado en gran parte. Respecto a
+la negociación que le confió la de Astorgüela, también imaginaba haber
+conseguido lo principal, que era provocar el apartamiento entre Paz y su
+novio: el resto, otro lo haría. La estancia en Madrid comenzaba a serle
+desagradable, pues nunca imaginó servir a la buena causa en pequeñeces y
+menudencias, sino en lo más importante y principal, que era agotar todos
+los medios capaces de levantar el país contra los gobiernos
+revolucionarios, perseguidores de la Iglesia. En tal disposición de
+ánimo se hallaba cuando le mandó llamar la de Astorgüela y, recibiéndole
+en la misma habitación que la vez primera, celebró con él una
+entrevista, en que acaso se dibujaron dos tendencias de un mismo partido
+y en que Tirso halló ocasión de manifestar brava y noblemente sus
+ideas.
+
+La de Astorgüela, sentada en una gran butaca, vestida con severa
+sencillez y expresándose siempre con dulzona amabilidad, recordaba algo
+las figuras de aquellas mujeres influyentes en la política francesa del
+siglo XVII de quienes cuentan raras cosas las crónicas: diríase la
+querida de un cardenal recibiendo a un clérigo provinciano. Tirso estaba
+menos cohibido ante ella que en su primera visita, porque ya se habían
+hablado algunas veces en las juntas de la hermandad.
+
+--¿Sigue Vd. contento en Madrid?--le preguntó la Condesa, indicándole
+que tomara asiento.
+
+--Trabajo no falta, y algo me distrae; pero mi situación va siendo
+anómala, y esto me desagrada bastante.
+
+--Estamos, sin embargo, muy satisfechos de Vd.
+
+Aquél _estamos_ sonó mal en los oídos de Tirso: juzgaba que la debía
+agradecimiento por el apoyo que le dispensó; pero fuera de lo referente
+a la hermandad, no reconocía en ella autoridad para aprobar o condenar
+sus actos, molestándole lo que alardeaba de su influencia en asuntos
+políticos que se rozaban con la Iglesia.
+
+--Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar
+contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid
+para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión
+delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi
+convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era
+ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos.
+
+Ella entonces, por darle a entender que no fue llamado para manifestar
+sus deseos, sino para cumplir los ajenos, varió el rumbo de la
+conversación.
+
+--He dicho a Vd. que su conducta merece elogio, y así es, efectivamente.
+Según mis noticias--y ya sabe Vd. que todo lo _averiguamos_ cuando es
+cosa de interés--la señorita de Ágreda ha reñido con su hermano de Vd.,
+o mejor dicho; están en absoluto cortadas las relaciones entre ambos, y
+esto a Vd. se le debe.
+
+--Hice lo que pude, sin que me costara gran trabajo. Me bastó decirla
+que Pepe frecuentaba la casa de otra mujer. Después, su propia
+impaciencia... los celos hicieron lo demás. Debe ser una niña
+nerviosa...
+
+--Enamorada--le interrumpió la Condesa.--¡Pobre criatura, da
+lástima!... Pero lo hecho no basta.
+
+--Cuando pase más tiempo...
+
+--Ni su padre, ni ninguno de los que la rodean, conoce la causa de su
+abatimiento: creen que está enferma. Hay que apurar más las cosas, no
+despreciar los momentos, influir en su ánimo. De lo contrario, puede
+verificarse en ella una reacción y, cuando queramos acudir, tal vez sea
+tarde.
+
+--Yo no he vuelto a verla, ni hallo pretexto para ello.
+
+--Hay que buscarlo; porque pasada esta primera impresión de amargura,
+quizá sea difícil lo que pretendemos. Está muy triste, muy abatida, pero
+no tiene trazas de pensar en religión ni en cosa que lo valga.
+
+--Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso todo lo
+que sea querer precipitar los acontecimientos.
+
+--Pues es preciso. Reflexione Vd. despacio sobre el asunto, que es de
+gran importancia para _la casa_... y para Vd. Además; ese hermano, que
+tan violentamente se ha portado con Vd....
+
+En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa,
+acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos
+honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento,
+diciéndole:
+
+--Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy
+importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos
+revolucionarios son tontos. Sólo entre las colegiatas de León y Toledo
+hay ahora cinco prebendas vacantes. ¡Imagine usted qué puesto tan
+hermoso para trabajar en pro de lo que todos deseamos!
+
+Altiveciose entonces Tirso, se puso en pie como si su asiento tuviera un
+resorte que le impulsara y, ofendido, trémulo de ira y de vergüenza,
+repuso, sin disimular el enojo:
+
+--Señora, ni sabe Vd. lo que dice, ni a quién se lo dice. Yo no soy cura
+cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala
+manera...
+
+--¡Señor Resmilla!
+
+--¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me
+arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para
+los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas
+pequeñeces hasta por cima de los pelos. Daré por la fe hasta la última
+gota de sangre; pero para pagarme no hay dinero... ¡Ni que me hicieran
+Papa! Es cien veces más noble irse al campo a que le rompan a uno la
+crisma.
+
+La de Astorgüela, absorta y desconcertada, no desplegó los labios: Tirso
+cogió su teja negra de la silla en que la había dejado y añadió
+bruscamente:
+
+--Adiós, señora.
+
+Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la
+lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño
+arranque de honrado fanatismo.
+
+--¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará...
+
+ * * * * *
+
+Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las _Hijas de la Salve_
+supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin
+despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que
+desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de
+lo ocurrido. La hermana portera no pudo decirlas sino que la víspera vio
+hojear a Tirso un indicador de ferrocarriles; que, vestido de paisano,
+salió en persona a buscar un coche de punto y que, ayudando al simón a
+levantar su baúl, dijo:
+
+--A la estación del Norte.
+
+
+
+
+XXXV
+
+
+Sobre los campos, devastados por la guerra, comenzó a brillar la luz de
+un nuevo día: hacia la parte de Levante el aire se arreboló cual si la
+atmósfera se incendiara, y las estrellas, ofuscadas por el sol, se
+borraron del cielo. En torno de Ayartiaga no se oía más que el
+estridente rodar de alguna carreta mal engrasada y el apacible silbo del
+viento, que se complacía en cimbrear suavemente las cañas de los
+maizales, fingiendo oleadas entre el verdor de los cerros. El pueblo,
+formado por dos líneas de pobrísimas casas tendidas a lo largo de la
+carretera, no había despertado aún. La iglesia, que apartándose del
+trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba
+cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta
+revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por
+la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas
+de herraduras y de pesadas llantas. A la entrada del lugar, algunas
+tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de
+balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras
+hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios
+radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había
+esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga. El
+lodo, apenas endurecido, estaba lleno de pisadas, y un frondoso grupo de
+castaños que había en la falda del montículo tenía, a trechos, rotos y
+astillados los troncos, en torno de los cuales caían desgajadas algunas
+ramas con las hojas ya mustias. A dos kilómetros de las primeras casas
+del pueblo, una serie de montones de escombros indicaba el lugar donde
+estuvo la estación del ferrocarril. No se veían en derredor más que
+maderas carbonizadas, herrajes retorcidos por el fuego y planchas de
+zinc medio roídas por las llamas: una fila de piedras blancas, fijas en
+el suelo, designaba el trazado del andén, y los huecos de los durmientes
+y traviesas arrancados marcaban el trayecto de la vía. De las oficinas y
+almacenes no se conservaban en pie sino un piso casi derrumbado y
+algunas paredes ennegrecidas, en una de las cuales habían quedado
+intactos dos o tres cuadritos, con fotografías malas, y un impreso en
+papel amarillo, con las horas de entrada y salida de los trenes. Junto a
+la valla que cercaba el perímetro de la estación había una casucha,
+destinada a cantina, sin el menor deterioro, quizá por ser propiedad de
+un realista: tenía la puerta cerrada y, sobre ella, se veía este bando
+allí pegado algún tiempo atrás, manuscrito, con la tinta corrida y el
+papel humedecido por los aguaceros:
+
+DIOS--PATRIA--REY
+
+_Comandancia general de Guipúzcoa._--Como comandante general de esta
+provincia, nombrado por S. M. Don Carlos VII de Borbón y de Este (Q. D.
+G.); teniendo que emprender un movimiento general que libre a España de
+la esclavitud en que la tiene un extranjero, hijo del carcelero del
+Papa, el inmortal Pío IX:
+
+Considerando que la circulación de los trenes y las comunicaciones
+telegráficas son el arma más poderosa con que un _ateo_ gobierno cuenta,
+he creído conveniente ordenar lo siguiente:
+
+Artículo 1.º A las seis horas de recibir esta mi comunicación, deberán
+quedar desocupadas y cerradas todas las dependencias de la vía que están
+a su cargo.
+
+Art. 2.º Pasadas las seis horas, serán hostilizados todos los
+maquinistas que conduzcan trenes y fusilados todos los empleados que
+sean aprehendidos en el servicio de la vía férrea, previa identificación
+de sus personas, convicción de la falta de cumplimiento a esta mi orden
+y después de recibir los auxilios espirituales.
+
+Art. 3.º Trascurridas las seis horas, principiará el deterioro en la
+vía, cuya indemnización jamás podrá tener la empresa derecho a reclamar.
+
+El que sea católico español ante todo, obedezca mis órdenes, si es que
+ama a su patria y no desea sumergir en llanto y luto a su familia y a
+las de sus dependientes.--Lo que comunico a Vd. para su conocimiento y
+demás exacto cumplimiento. Dios guarde a Vd. muchos años. Campo del
+Honor 6 de Enero de 1873.--El Brigadier comandante general de la
+provincia, _Antonio Lizárraga y Esquirós_[1].»
+
+[1]_Historia Contemporánea_, de Antonio Pirala.--Madrid, 1877.
+
+ * * * * *
+
+Al despuntar la mañana, en una de las casas del pueblo se abrió el
+portón del corral y, precedidos de una mujer, salieron al campo dos
+soldados de infantería con el uniforme despedazado y sucio: uno de ellos
+llevaba fusil, y el otro iba sin armamento. Llegaron la víspera, medio
+aspeados y fugitivos del combate que se trabó en las cercanías, donde a
+la entrada de un valle fueron sorprendidas y desbaratadas tres compañías
+del ejército, y aquella mujer, movida de una conmiseración desusada en
+las circunstancias por que atravesaba el país, les dio albergue durante
+la noche; pero sabedora de que en otro pueblo no muy distante había
+guarnición de tropa, les indicó de madrugada el camino que debían seguir
+hasta incorporarse a ella. Cuando llamaron a su puerta maltrechos,
+hambrientos y rendidos, les admitió a condición de que, para no
+comprometerla, saldrían de su casa con el primer claror del día; así
+que, al rayar el alba, ellos, sin esperar a que les llamase, se
+levantaron del montón de hojas de maíz que les sirvió de cama y con rudo
+lenguaje dieron gracias a su compasivo huésped, que les despidió
+diciendo:
+
+--Sois _guiris_: ¡no importa! Yo también _te_ tengo hijo, _pues_, con
+general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos!
+
+Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos,
+según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y
+luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se
+internaron por un camino vecinal.
+
+--Por aquí debe de ser, Pateta--decía el más joven.--Esta es la casa
+abandonada de que nos habló: adelante, todo derecho. Tres horas de
+fatiga y estamos en salvo... por ahora.
+
+El que así habló era un muchacho alto, moreno, nervudo y fuerte, con
+tipo de castellano viejo. Tenía los pies doloridos y andaba penosamente.
+Pateta estaba desconocido. El _gatera_ madrileño, de aspecto endeble, se
+había robustecido con el aire del campo. Llevaba raído el uniforme,
+sujetas las alpargatas una con cinta y otra con tomiza, y puesta sobre
+el capote una manta de color indefinido, en cuyos pelos habían quedado
+prendidas briznas del maíz seco sobre que pasó la noche.
+
+--¡Trae el fusil, modrego, que no _pués_ con tu alma!--dijo de pronto a
+su compañero, viéndole anhelante y fatigoso.
+
+Habían llegado a un cerro desde donde se divisaba gran extensión de
+tierra, cuando de pronto Pateta, extendiendo un brazo para señalar lo
+que creía descubrir en una hondonada, a larga distancia, dijo, con el
+rostro demudado:
+
+--_¡Mecachis!_ chico, ¿qué es aquello?
+
+--¡Gente!--repuso lívido el castellano viejo. Son dos a caballo y muchos
+más a pie.
+
+--¿Qué hacemos?
+
+--Volver pies atrás. Mira, el camino sigue sin un marrano árbol y al
+descubierto. Si nos ven, nos revientan. Correr lo que podamos, y esa
+mujer nos esconderá... si no, ¡sea lo que Dios quiera!
+
+Por entre barrizales y breñas, a campo traviesa y buscando las enramadas
+para mejor ocultarse, desandaron en quince minutos el camino que habían
+recorrido en media hora. Cuando jadeantes como perros llegaron al portón
+del corral, la mujer que allí estaba partiendo leña, con solo mirarles
+al rostro, adivinó lo que les había pasado. No salió fallida la
+esperanza de Pateta. Un instante después él y su compañero estaban
+ocultos en el anchuroso pajar, lleno de liazas, aperos de labranza y
+montoncillos de semillas, que ocupaba toda la parte alta de la casa.
+
+--¡Estamos en salvo!
+
+--Gracias a que hemos venido por ahí detrás, que por la carretera ya nos
+habían _atisbao_. ¿Cómo tienes las patas?
+
+--Chico, ahora muy mal; pero mientras veníamos corriendo, casi no las
+sentía.
+
+Como la casa estaba situada a la entrada del pueblo y era de las más
+altas, desde los ventanillos de ambos lados del pajar se veían, hacia
+una parte la larga línea de la carretera, que iba a perderse en una
+curva sombreada por robustos nogales, y en opuesta dirección la pequeña
+esplanada que había ante las ruinas de la estación del ferrocarril.
+Pateta miraba por uno de estos ventanucos, ocultándose tras unas ristras
+de mazorcas que colgaban de la techumbre, y por otro su compañero, que
+resguardaba el cuerpo con un haz de leña menuda.
+
+--Venían hacia aquí, ¿verdad?
+
+--¡Claro!
+
+--Lo malo será si se detienen y se alojan.
+
+Ninguno se atrevió a seguir haciendo conjeturas, seguros de que el
+alojamiento de aquella partida en el lugar podía ser su perdición.
+
+Cerca de una hora llevaban de angustiosa impaciencia, y ya iban con la
+tardanza esperanzándose de que el grupo de gente armada hubiera tomado
+otro camino, cuando Pateta lo vio aparecer en la curva de la carretera.
+Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el
+tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden,
+hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas
+armas, y el mayor número con boina blanca.
+
+--Traen uno _cogido_. ¡Pobrecito!--dijo. Pateta, oprimiendo
+maquinalmente el fusil.
+
+--¡No seas bruto! ¡Si es inútil!--respondió su camarada, adivinándole
+los pensamientos.
+
+--No, si ya lo sé; pero me están saltando los dedos.
+
+Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos,
+parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre,
+como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a
+la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal
+subalterno de ferrocarriles. Era un telegrafista de la estación cercana.
+
+--Es uno del tren.
+
+--¡No chistes!
+
+--¡Calla!--dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la
+gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el
+desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba
+frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba.
+En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación,
+hacía allí alto la partida.
+
+--_Pinchi_, ¡mira qué facha más rara _tién_ los _cabeciyas_!
+
+Uno de los tres jefes les llamó en particular la atención. Era un hombre
+alto, de color cetrino, facciones angulosas y barba negra muy cerrada. A
+menor distancia, con seguridad Pateta le hubiera conocido en seguida.
+Llevaba gorra pellejera, larga chaqueta azamarrada con grasientos
+alamares negros, pantalón de pana y botas blancas de montar, con recias
+espuelas de hierro; pendiente del cinto un sable, y entre los pliegues
+de la faja morada y burda asomaba la culatilla de un revolver de
+reglamento. Ni en las mangas del chaquetón ni en parte alguna del traje
+usaba el menor distintivo; pero, en cambio, su caballo era la mejor de
+las tres bestias. A juzgar por los ademanes que hacía y la respetuosa
+atención con que los otros le escuchaban, debía ser el que acuadrillaba
+la partida.
+
+Lo que pasó luego fue horrible crueldad. El prisionero entró en la
+caseta, custodiado por cuatro números, y tras él entraron los tres
+hombres que iban mandando a los insurrectos. Algunos campesinos y
+labriegos del lugar, viejos en su mayor parte, que habían acudido por
+curiosidad, fueron alejados con modales bruscos por la gente armada; y
+como volviesen en mayor número, se dio orden de despejar la plazoleta.
+Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero
+encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono.
+Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados,
+conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende
+su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar
+de acuerdo, se mostraban inflexibles. Pateta y el castellano viejo
+temblaban, presintiendo que iban a presenciar algo espantoso. De pronto
+el hombre que parecía compartir la opinión del jefe se apartó unos
+cuantos pasos, dio orden de formar, mandó sacar el prisionero y dispuso
+que, rodeado de un piquete, fuese conducido hasta los ruinosos y
+calcinados paredones de la estación, junto a la valla en que estaba
+fijado el bando prohibiendo la circulación de trenes. Allí, sin
+desatarle las ligaduras de las manos, le hicieron arrimarse a la tapia:
+el infeliz dijo algunas palabras, pero Pateta y su camarada no pudieron
+oírle. Obedeciendo a las voces de mando que dio el oficial, avanzaron
+cinco números y, colocados a unos cuantos pasos del desdichado, le
+apuntaron dos a la cabeza y los tres restantes al pecho. Después, el
+múltiple y desigual estampido de los disparos atronó el aire, y al
+disiparse el humo de la descarga se vio el cuerpo inmóvil y tendido de
+bruces en el suelo. La cal de la pared, ennegrecida por la humareda del
+incendio, quedó jaspeada de manchas rojas, y rodeando al cadáver
+apareció un charquillo de sangre, que la tierra empapó rápidamente, cual
+si quisiera borrar el crimen de los hombres. En seguida el piquete se
+alejó, dejando allí dos individuos, en tanto que otra pareja iba al
+pueblo para ordenar que fuese sepultado el muerto. Lo que siguió ya no
+pudieron verlo los del pajar.
+
+La partida se dirigió a la iglesia del lugar, entrando en ella con
+muestras de piadoso recogimiento. El jefe penetró por otra puerta en la
+sacristía, habló con el cura, que se disponía a decir la misa que habían
+de escuchar las pocas y madrugadoras mujeres que iban llegando, y con
+palabras corteses le rogó que le dejara oficiar en lugar suyo. Pocos
+minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo
+latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió
+a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la
+mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se
+movían, como polvo de oro, los átomos inquietos. Un robusto mocetón, que
+llevaba en el capote galones de cabo, ayudó a la celebración del santo
+sacrificio. El cabecilla rezó la misa pausada y lentamente, con la
+conciencia tranquila, sólo atento al sentido místico de las augustas
+frases que sus labios saboreaban como un jugo espiritual al decir:
+
+--_Judica me, Deus, et discerne causam meam_...
+
+ * * * * *
+
+Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado
+de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por
+los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de
+su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo:
+
+--Si no escapas, _pues_, tirarte tiros _hasen_.
+
+No tres, como ella les dijera, sino cinco horas anduvieron hasta llegar
+de madrugada a un caserío donde, presentándose al jefe del destacamento
+que lo ocupaba, contaron cuanto habían visto, aún grabada en sus rostros
+la impresión de la angustia y el terror sufridos.
+
+
+
+
+XXXVI
+
+
+Paz y su novio convinieron, al separarse, en que ella no escribiría
+hasta recibir carta de él, y que luego ambos menudearían las sucesivas
+cuanto les fuera posible; pero desde el instante en que ella se juzgó
+traicionada, hizo firme propósito de no escribirle una sola vez. Su
+primera impresión fue una pena tan grande y convicción tan honda de
+haber sido juguete de un capricho, que consideró inútil todo esfuerzo y
+baldía toda tentativa para recobrar el bien perdido: después, a las
+lágrimas de la decepción sucedieron las quejas de la vanidad
+mortificada; se agriaron los celos y pretendió olvidarle. No hubo
+sensación triste que no experimentara: lo único que no sintió fue
+arrepentimiento de haberle concedido su cariño, porque la gratitud a las
+delicias gozadas pudo más que el rencor a la ofensa recibida. En cuanto
+a reconquistar la posesión de Pepe, lo supuso imposible: llegó a creer
+que aquella disparidad de fortuna, tantas veces temida, era la causa
+verdadera del mal. La desdicha le parecía irremediable; lo sólo que
+debía procurar era prescindir de su amor, sofocándolo como a sentimiento
+réprobo, cuya vida ha de ser toda maldición y pena.
+
+Según fueron llegando a sus manos las primeras cartas de Pepe, las rasgó
+con ira, sin leerlas; pero en vez de tirarlos, guardó los pedazos en el
+cajón de un mueblecillo. Pasaron muchos días, recibió otras e hizo lo
+propio, sin contestar a ninguna: mas la violencia que esta entereza le
+costaba iba poco a poco aumentando. En vano se había condenado
+voluntariamente a no saber de él: rompía las cartas, pero no lograba
+acallar los antojos de su fantasía. Aquellos trozos de papel, ilegibles
+y estrujados con rabia, tenían una fuerza incontrastable: decían que
+Pepe vivía y se acordaba de ella. Tal era el estado de su ánimo cuando
+cesó de tener cartas. Dudó primero de la discreción del aya, que era la
+encargada de recibirlas, y luego pensó que Pepe enmudecía, cansado de no
+obtener respuestas; mas pronto supo con temor que el silencio de su
+amante no obedecía a ninguna de estas causas.
+
+En los periódicos y partes oficiales dejó de citarse el batallón a que
+pertenecía Pepe, porque se ignoraba el paradero de aquél y de otros
+cuerpos, sabiéndose únicamente que estaba verificando una marcha penosa
+y arriesgada, que terminaría en un combate, cuyo objeto sólo conocía el
+general en jefe. Cinco días duró aquella incertidumbre. Entonces apreció
+Paz lo que quería a Pepe. Mientras supo que vivía, tuvo firmeza y amor
+propio: cuando las circunstancias la hicieron comprender que estaba en
+peligro, su pasión despertó, sin sentimiento rencoroso que la
+desvirtuase ni nube que la empañara. Cada día que pasaba, cada periódico
+que llegaba a sus manos sin decirla nada de aquella marcha, que fue
+célebre en la historia de la guerra civil, la sumían en mayor
+abatimiento. No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para
+engañarse mintiendo que tenía sobre sí imperio para olvidarle. Su
+imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con
+la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas
+dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de
+sus lágrimas. Los primeros diálogos que con _él_ sostuvo, aquella
+incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo
+que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y
+el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su
+pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos
+de la fronda en que nacieron.
+
+La impaciencia de Paz se trocó en terror cuando, al terminar la semana y
+sin que ella recibiera carta, se supo en Madrid que la marcha de campaña
+se había verificado y que las tropas, al dar batalla, habían sufrido
+numerosas bajas. Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde,
+a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la
+angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar
+lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de
+vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería
+el mejor. Se le ocurrió ir a ver al padre de Pepe, y fue, llevada por su
+amorosa inquietud, lo mismo que hubiera sido capaz de ir al sitio mejor
+guardado o al lugar donde más arriesgara su decoro.
+
+A la mañana siguiente, no tan temprano como quisiera su impaciencia, se
+apeó de la berlina cerca de la calle de los Estudios y, en compañía del
+aya, que ya estaba domesticada y dócil, se dirigió hacia la calle de la
+Pasión. No necesitó que nadie la indicara el camino, ni tuvo que
+esforzarse por hacer memoria de dónde estaba la casa que iba buscando.
+Bajaron por la izquierda de la Ribera de Curtidores; al llegar frente al
+sitio en que tiempo atrás vio salir a Pepe de casa de Engracia sintió el
+rostro abrasado por una llamarada de vergüenza; pero ni acortó el paso,
+ni pensó retroceder.
+
+--Aquí es, y ¡no hay portería!--dijo al torcer la esquina de la calle de
+la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y
+cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los
+chicos.
+
+--¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón.
+
+Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era
+de los que tienen corredores con puertas numeradas.
+
+En uno de los ángulos había un pozo, junto al cual, sin miedo al sol que
+la hostigaba con su seco ardor, estaba una muchacha jabonando ropa
+blanca en una artesa, remangados los brazos y con la falda de percal
+sujeta entre las piernas. Era alta y airosa; su pecho juvenil y fuerte
+temblaba a cada movimiento; el traje era humilde, pero el peinado
+primoroso, y entre los undosos rizos del moño tenía prendidos al
+desgaire cuatro o seis clavelillos de los que adornan los puestos de
+las verbenas. A su lado, y gateando sobre un trozo de estera, había un
+niño que se entretenía en manotear contra las prendas ya retorcidas que
+ella dejaba caer en un barreño. Paz la había visto una sola vez de lejos
+y teniendo los ojos nublados por las lágrimas; pero la conoció en
+seguida: era Engracia. El aya lo examinaba todo con miradas
+despreciativas; Paz estuvo a punto de volver pies atrás; mas dominando
+de pronto la repulsión que sentía hacia _la otra_, preguntó, apartando
+del chiquitín las miradas:
+
+--¿Hace Vd. el favor de decirme cuál es el cuarto del Sr. Resmilla?
+
+--En mi casa, _prencipal_ núm. 2,... pero no se le _pué_ ver.
+
+--Lo siento; deseaba hablarle... y tal vez no me sea fácil volver.
+
+--Pues ese señor está malo, _mu_ malo, y pasa las noches rabiando, y
+hasta que es de día no descansa. Ya ve Vd., ¡me bajo yo el _arrapiezo
+pá_ que no alborote!... Si _quiusté_ algún _recao_...
+
+No había contado con aquello. Hablar al padre del hombre que la engañó,
+no era humillación: conversar con Engracia, le parecía insufrible
+martirio. El ansia por saber de Pepe pudo al fin más que el amor
+propio, y pensó que la escena no podía prolongarse arriba de unos
+minutos.
+
+--Ese caballero tiene un hijo que está en el Norte, ¿verdad?... ¿Sabe
+Vd. si se han recibido noticias suyas?
+
+--Sí señora, esta mañana precisamente: como que _aluego_ de recibir la
+carta se quedó don José más tranquilo que está esa criatura. El señorito
+Pepe está sano y salvo en un pueblo que lo llaman... Astirraga, Gorri...
+Garri... vamos, no me acuerdo; uno de esos pueblos de nombre _enrevesao_
+que dicen que los bautizó el diablo estando borracho.
+
+--De modo--añadió Paz, sin poder disimular la emoción--que es seguro;
+¿está bueno?
+
+--¿No le digo a Vd. que ha escrito él mismo?
+
+--Mil gracias, joven... ya volveré.
+
+Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras
+diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las
+manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo
+del portal:
+
+--Oiga Vd., señorita: usted _desimule_; _aunque sea mal preguntao_, ¿es
+Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe?
+
+--Sí--contestó secamente, evitando mirarla cara a cara.
+
+Entonces Engracia, dando a sus palabras franca expresión de simpatía,
+exclamó, con asombro de Paz:
+
+--¡Vaya, vaya!... ¡sea por muchos años! ¡ahora comprendo yo que esté el
+señor Pepe tan _chalao_!... ¡Y que no tenía yo pocas ganas de conocerla
+a Vd! También la digo a usted que se _pué_ Vd. presentar donde las
+_haiga_ guapas.
+
+Paz, sin acertar a comprender cómo aquella mujer la hablaba de tal modo,
+repuso, echando a andar y con creciente aspereza.
+
+--Quede Vd. con Dios.
+
+La otra, muy ofendida, se plantó en la salida del patio, cortándola el
+paso, al par que la decía, con desparpajo y retintín:
+
+--¡Oiga Vd., señorita! ¿qué es lo que se ha _figurao_ Vd.? Yo no soy
+_denguna_ fregona, ¿está Vd.? Soy la Engracia. ¿Conque se _arranca_, Vd.
+a venir a preguntar por el novio, y _aluego tié_ Vd. a menos hablar
+conmigo?
+
+Paz no se atrevía a responder, temerosa de un escándalo en tal sitio y
+por semejante ocasión: Engracia, sin permitirla avanzar, continuó:
+
+--¿Habrá Vd. creído que era la _criá_? Pues no señora... Don José y su
+novio de Vd. me tratan de igual a igual, y su novio de Vd. y mi Millán
+se llaman de tú... Conque, menos humos. _Entavía_, ¡bestia de mí!
+estaba yo adulándola a _usté_ el oído. ¡Vaya Vd. mucho con Dios, doña
+_Ínsulas_!
+
+Las palabras de Engracia llenaron a Paz de confusión, y además adivinó
+que no estaba la razón de su parte. Aquella mujer la suponía en amores
+con Pepe, y lejos de mostrarla enojo, la recibía bien; hasta elogiaba su
+hermosura...; hablaba de otro hombre y decía orgullosamente _mi Millán_.
+¿Qué era aquello?
+
+--No se esté Vd. aquí, _señorita_, que se le van a manchar las
+_naguas_...
+
+Paz careció de sangre fría para marcharse sin salir de dudas: su calma
+no podía confundirse con la indiferencia.
+
+--Pero Vd. ¿no es Engracia... la...?
+
+--¡Atrévase Vd!... la querida de Millán. ¿Era eso lo que quería Vd.
+decir? Pues a mucha honra, que me está sirviendo de padre a mi chico.
+
+--¿Luego ese niño?...
+
+--No es de Millán, sino mío y de mi difunto, que por allá nos aguarde
+muchos años. _¡Andá_, si no fuera por Millán, ya habíamos _reventao_ yo
+y el chico, como la Real Trinidad!
+
+--¿De modo que Vd. con quien tiene amores es con ese Millán?
+
+--¿Pues qué se _la_ había _figurao_ a Vd.?
+
+La actitud de Engracia no pudo ser más expresiva: Paz, segura de que el
+exacerbar su ira atraería sobre ella una explosión de injurias, acaso
+justas, comprendió que el único medio de cortar aquella escena y salir
+al mismo tiempo de dudas era hablar clara y lealmente. Apartose del aya,
+condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí,
+con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la
+refirió en pocas palabras la causa de su enojo. Cinco minutos de diálogo
+bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada
+chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó:
+
+--¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha _venío_ aquí creyendo que yo
+estaba _liá_ con el señorito Pepe?
+
+Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió
+tímidamente.
+
+--¡Sí! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido!
+
+--¡Ya lo creo!... Pues hija, que se le quite a Vd. eso de la cabeza.
+
+--¿Me dispensa Vd., verdad? ¿Me deja usted que bese al niño?
+
+--¡No eches tierra en la ropa, _condenao_! Ven aquí, que te va a dar un
+_chichi_ esta señora. ¡Ay hija!--añadió, encarándose con
+Paz--desengáñese Vd., cuando una quiere a un hombre, no hay señorío que
+valga, _toas semos_ iguales.
+
+_(El aya aparte)_.--¡Válgame Dios, lo que son las señoritas del día!
+
+Paz salió de allí con el alma henchida de gozo. En su corazón había
+renacido la dicha pujante y vigorosa, como agua de manantial comprimido
+que redobla su violencia al cesar la fuerza que lo sofoca. Tuvo impulsos
+de quitarse de las orejas los ricos pendientes que lucía y regalárselos
+a Engracia, pero le parecieron pobrísima ofrenda para pagar tanta
+felicidad.
+
+Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que,
+pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas.
+
+
+
+
+XXXVII
+
+
+«Adorada Paz:
+
+Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y
+has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme
+perdón. Otro día te hablaré de esto más despacio y te reñiré mucho:
+ahora, al acabar de leer tus frases de arrepentimiento y cariño, no
+tengo valor para hacerte sufrir. Lo principal es que eres mía y que ya
+no dejarás nunca de serlo.
+
+Ni yo, aunque lo pretendiera, podría darte idea de las penalidades que
+aquí nos cercan, ni es fácil que las imagines. Las marchas y
+contramarchas nos dejan tan rendidos, que casi nos parece preferible
+entrar en acción a vagar por trochas y vericuetos. No sé qué es peor, si
+ir perdiendo poco a poco la vida, destrozada por la fatiga y el
+cansancio, o exponerse a que acabe todo de una vez. Si no fuera por tí y
+por mi pobre padre, ¡cuántas veces me hubiese decidido a ser el primero
+en un avance o el último en una retirada, para que me quitaran de en
+medio! Tú y mi padre me sostenéis, para vosotros vivo: el pobre
+viejecito necesita amparo; y contigo, ¡puedo ser tan feliz! No dejes de
+escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero,
+¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está
+confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy
+cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo.
+
+De mi padre sé que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de
+las que me trae la última carta de Millán. De Leocadia, casi nada me
+dice; pero de la ambigüedad de sus palabras infiero que, o está loca, o
+ha perdido la vergüenza. Fácilmente comprenderás lo triste que será para
+mí hablarte de esto; pero entre tú y yo no hay ya secretos. Mayor pena
+me causa lo que me dice de mamá. Ignoro si Millán exagerará algo las
+tintas del cuadro, para que yo no abrigue esperanza y vaya
+acostumbrándome a la realidad; pero me parece absurdo lo que está
+pasando. Dice Millán que al otro día de salir yo de Madrid la mandó
+recado al convento, participándola dónde estaba mi padre, por si quería
+ir a verle, añadiendo que el pobre no hacía más que preguntar por ella:
+mamá repuso que ya se había curado de _cosas terrenales_ y que no tenía
+más familia que Cristo y su divina Madre, pero que no se olvidaría de
+nosotros en sus oraciones. Ni preguntó cómo seguía papá, ni qué
+medicinas tomaba; en fin, nada. Añade Millán que ha enflaquecido mucho y
+que está muy desmejorada. ¡Pobre madre mía! No me hago ilusiones; no
+abrigo la menor esperanza de que llegue el caso: pero, si fuera preciso;
+si a mi madre la tocara Dios en el corazón y resolviera volver al lado
+de mi padre, te ruego, por las promesas que me has hecho y por lo que
+más quieras en el mundo, que la prestes ayuda, que la ampares y la
+protejas. Basta de esto: se me oprime el corazón como si me lo
+estrujaran. De mi hermano no sé una palabra: ignoro por completo su
+paradero.
+
+¿A quién dirás que tuve el alegrón de abrazar ayer? A nuestro cartero;
+al fiel y nunca bien alabado Pateta, que está hecho un veterano. Dos
+días ha andado perdido por los montes, con otro compañero, después de
+ser sorprendido y derrotado el destacamento de que formaba parte.
+Cuentan cosas horribles. Desde el pajar de una casa, donde les escondió
+una buena mujer, vieron fusilar a un telegrafista. ¡Figúrate la
+impresión que sufrirían! Crueldades tan inútiles y sanguinarias como
+ésta, se cometen aquí muchas: en Madrid no tenéis idea de lo que es la
+guerra.
+
+No creo que este ejército pueda tener grandes descalabros; pero lo que
+está sucediendo en otras partes, causa en nuestras filas un efecto
+tristísimo. El triunfo de Oristá, la victoria obtenida por Savalls en
+San Quintín de Besora, la muerte de Cabrinety, la toma de Igualada y el
+desastre de Albiol, en que nuestros prisioneros perecieron, muertos a
+bayonetazos, han envalentonado mucho al enemigo. Lo más irritante es que
+la guerra va tomando un carácter de ferocidad que espanta. Hay
+guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos
+bárbaros; que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los
+niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha
+mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos,
+simulando los galones del grado que tenían en el ejército. Asombra el
+número de curas que, hechos fieras, recorren los campos: los hay
+agregados a cuerpos o divisiones bien organizadas, y otros que, sin
+reconocer jefatura, van por donde quieren, cometiendo fechorías.
+
+Ahora dicen que anda por estos contornos una partida con un cabecilla al
+frente, también cura, que acaso sea el autor del fusilamiento
+presenciado por Pateta. Si le pillamos, se divierte.
+
+Basta de carta; no tengo tiempo para más. Escríbeme siempre que puedas y
+dime de mil maneras que me quieres: la última será la que me parezca más
+grata. Yo no dejo de pensar en tí, y si no me llamaras romántico, te
+diría que con tu amor llevo en el alma un amuleto. No tengo miedo a
+perderte. Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, _Paz_ de
+mi vida, que por tí se está batiendo media España. Pese a quien pese,
+serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo,
+
+PEPE.»
+
+
+
+
+XXXVIII
+
+
+Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio
+de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de
+otras proezas.
+
+Amanecía: el sol, como amante presuroso, arrancaba a la tierra su túnica
+de nieblas, y de entre las sombras rasgadas por el claror del día iban
+surgiendo las formas de las cosas.
+
+Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal
+aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo,
+cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de
+fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba,
+fingiendo llamaradas de incendio. Ningún hombre se veía por los pequeños
+espacios libres entre casa y casa que hacían el oficio de calles: todos
+eran voluntarios y estaban en el monte. En las cañadas cercanas no había
+ganado al regalo de la yerba.
+
+Algunas techumbres despedían el humo de los hogares encendidos,
+indicando que allí permanecían los viejos, los chicos y las mujeres. Del
+río, que regolfando en las riberas serpenteaba entre prados y huertas,
+se desprendía un vapor gris, deshecho al menor soplo del aire, y la
+corriente mansa y negruzca pasaba silenciosamente por las presas de los
+molinos abandonados, como mofándose de las ruedas paradas. No se oían
+más ruidos que el rápido rozar del viento contra los penachos de los
+maizales, y a ratos sonar estridente de cornetas lejanas.
+
+Como a un cuarto de legua detrás del pueblo se erguía Monte-Dalarza,
+impracticable a la derecha por una serie de ásperos peñascales y cortado
+a la izquierda por un tajo, con honores de sima, que lo separaba del
+resto de la sierra. Toda la ladera que hacía frente a los cerros
+aparecía surcada de trabajos de tierra, sin que desde la falda hasta
+cerca del picacho que coronaba la cumbre quedara en la vertiente un
+trecho de cien pasos en que no hubiera trinchera-abrigo, pozo de tirador
+o empalizada de cestones, para disparar a mansalva. En aquella posición,
+casi inexpugnable, se habían apostado varias partidas, fuertes de hasta
+cuatro mil hombres, decididas a defender el paso. Las quebraduras que
+tenían a su derecha eran inaccesibles, y el tajo de la izquierda
+absolutamente imposible de salvar. Aquella hendidura, labrada por la
+fuerza brutal de la Naturaleza, parecía angosta vista de lejos; mas de
+cerca, sus paredes, formadas por las aristas y angulosidades de las
+rocas, se apartaban, dejando en medio un vacío ancho y tenebroso, donde
+en confuso desorden iba hacinando el tiempo peñas rodadas, troncos
+caídos y malezas barridas por los vendavales. Nadie oyó nunca chocar
+contra el fondo del barranco la piedra allí lanzada, ni hubo jamás en la
+comarca quien se aventurase a explorar aquella cavidad oscura, más
+oscura según iba siendo más profunda, y de cuyos bordes el ganado se
+apartaba medroso.
+
+No había más remedio que forzar de frente las trincheras de la falda de
+la montaña. El plan de ataque consistía en cañonearlas primero, sin
+disparar un tiro de fusil, y tomarlas después a la bayoneta cuando
+fuera posible calcular que la artillería había destruido las defensas y
+desalentado a los combatientes.
+
+A poco de rayar el día comenzó la lucha, cuyos actores permanecían
+invisibles, unos tras las desigualdades de los montículos y otros tras
+los parapetos, construidos con tierra sacada de las zanjas donde se
+ocultaban. Primero se vio hacia la parte de los cerros, ocupados por los
+liberales, el humo de un fogonazo que rastreó como una nubecilla, y sonó
+un estampido: luego se oyó otro, y luego muchos más, hasta quedar las
+colinas cubiertas de un nublado espeso que tardaba largo rato en
+disiparse, mientras las cavidades de los montes devolvían en ecos
+temblorosos y roncos el tronar de la artillería. Las fuerzas carlistas
+contestaban débilmente al cañoneo: debían tener pocas piezas y de escaso
+alcance, porque sus tiros iban a estrellarse en un ribazo situado por
+bajo de los cerros, casi en la orilla del río, produciendo los cascos de
+granadas, al caer en el agua, anchos círculos de ondas que se
+estrellaban en las márgenes. Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a
+notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que
+semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo
+destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en
+las altas. De pronto, cuando el cañoneo fue más recio, cayeron dos
+granadas por bajo de la sima, donde había una batería, y causaron tan
+horrible destrozo, que un instante después aquellos puntos negros fueron
+innumerables, distinguiéndose los grupos de hombres que ascendían a la
+desbandada por la vertiente, como reses perseguidas de cerca, en tanto
+que otros, menos, pero más tercos y valientes, arrastraban a brazo los
+cañoncejos para emplazarlos más arriba. Al poco rato sucedió lo mismo en
+el extremo opuesto, enmudeciendo las tres o cuatro piezas que hacían
+fuego desde la línea inferior de las trincheras. Los liberales siguieron
+disparando, y así trascurrió una hora. De pronto, de entre las
+quebraduras de los cerros, ocupados por el ejército, salieron dos
+columnas de tropa, destacándose las filas de pantalones rojos sobre el
+gris terroso del suelo. En seguida, dejando a su derecha el caserío de
+Urquilezo, bajaron a la carrera hasta la hondonada, y sin detenerse un
+momento emprendieron de frente la subida hacia las líneas de defensa,
+mientras la banda de cornetas tocaba paso de ataque.
+
+El general había pedido voluntarios; y como el coronel del batallón de
+Pepe fuese el primero en ofrecerse con su gente, se le confió la
+operación, lanzándose las compañías al peligro, con sus jefes al frente,
+sin que la artillería dejara de hostilizar el reducto próximo a la sima.
+Cuando los soldados comenzaron a subir la falda de Monte-Dalarza, cesó
+el fuego de los carlistas: no querían desperdiciar municiones. El sol,
+que ya picaba, el calor, lo áspero del terreno y el cansancio de las
+pasadas marchas, entorpecían el acceso; pero, al cabo de media hora, las
+dos columnas llegaron casi al mismo tiempo a la primera línea de
+trincheras abandonadas, siguiendo el movimiento de avance: nadie tomó
+punto de reposo. Continuó la embestida y, ya estaban los más delanteros
+a corta distancia del reducto, cuando la línea terrosa que señalaba las
+trincheras altas desapareció de pronto tras una nube estrecha y larga,
+sonando el estruendoso fragor de una descarga formidable. Más de veinte
+hombres quedaron tendidos en las breñas: los demás, volviendo las
+espaldas, corrieron precipitadamente a la hondonada. De los caídos nadie
+se cuidó. Unos pedían agua, otros murmuraban nombres de mujeres; pero
+sus gritos fueron acallados por el rápido pisar de los que huían,
+brincando entre las matas y removiendo pedruscos que bajaban rodando
+hasta el barranco. Entonces, una batería Plasencia, de las situadas en
+los cerros, avanzó hasta emplazarse casi al alcance de los tiros
+contrarios, y disparó sin descanso contra las trincheras altas. Los
+primeros proyectiles cayeron bajos: luego, rectificada la puntería, su
+efecto fue terrible. Al mismo tiempo los fugitivos, rehechos y animados
+por sus jefes en la hondonada, dieron principio a la segunda embestida,
+siendo tan bravo y rápido esta vez el avance que, a pesar de otras dos
+descargas, las compañías, poco mermadas, llegaron cerca del reducto
+inmediato a la sima.
+
+Merced a una quebradura del terreno, el ribazo donde estaba construido
+el reducto destacaba sobre el azul del cielo, y allí, por cima del
+parapeto de la obra de tierra, algunos soldados de los que subían vieron
+desde los primeros momentos de la acometida un hombre de elevada
+estatura y barba negra que, sable en mano, animaba a los suyos, yendo de
+un lado para otro, gesticulando y dando enérgicas voces, como si
+quisiera comunicarles su valor heroico. Pepe no le vio; pero Pateta se
+fijó en él y hubo un momento en que, interrumpidos los disparos
+carlistas, el _gatera_ madrileño, que iba trepando cuesta arriba como
+una alimaña del monte, oyó clara y distinta la voz de aquel hombre que,
+agitando furiosamente el sable, gritaba a los de la trinchera:
+
+--¡Quietos ahora! ¡quietos, y luego tirar a los oficiales!
+
+Su figura sobresalía del parapeto, destacándose sola y arrogante.
+Llevaba zamarra larga con cordonaje negro, faja morada y gorra
+pellejera. Pateta, según iba subiendo, le miraba con mayor tenacidad: de
+pronto, al reconocerle, soltó una palabrota y murmuró con ira:
+
+--¡El del fusilamiento!
+
+Y rápidamente el pensamiento le señaló su verdadero enemigo. Por aquel y
+otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del
+pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en
+tierra, se echó el _remingthon_ a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y
+el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién
+era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno.
+
+--¡Abur, amigo!--gritó al verle caer--y redoblando sus esfuerzos, llegó
+al reducto entre los primeros que lo asaltaron.
+
+El carlista estaba tendido encima de un montón de alforjas. Sin duda se
+arrastró hasta allí para morir. Tenía el cuello atravesado por el
+balazo, y los dos agujeros abiertos por el proyectil manaban sangre: el
+sable estaba caído a pocos pasos, y él, con la mano izquierda, crispada
+y sucia, conservaba agarrado un trapito rectangular y blanco, sujeto a
+una cinta que le salía de entre las ropas del pecho. Pateta se acercó
+con medrosa curiosidad; pero al fijar en él los ojos, lanzó un grito de
+espanto y tendió en torno la mirada, horrorizado ante la idea de que se
+aproximara Pepe.
+
+El muerto era Tirso.
+
+Sus facciones no conservaban contracción de ira ni gesto de dolor; pero
+los ojos, vidriados por la muerte, indicaban todavía el tesón indomable
+de su alma, sin que bastaran a desfigurarle la barba crecida ni el
+semblante pálido por la hemorragia. Las líneas duras y angulosas de su
+rostro parecían suavizadas por la muerte, que imprimió en ellas una
+serenidad admirable, reflejo acaso de la conciencia satisfecha por el
+deber cumplido. No parecía caído entre los escombros de un reducto, sino
+sacrificado ante las gradas de un altar...
+
+Lo primero que se le ocurrió a Pateta fue cubrirlo con arena, yerbajos
+y cuanto hallase a mano, porque Pepe, si se acercaba, no le conociera;
+mas le pareció escasa precaución. Entonces, desconcertado por la prisa,
+mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes,
+soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró
+penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba
+junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola
+por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al
+barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de
+las rocas.
+
+Un instante después, Pateta seguía trepando jadeante hacia la última
+línea de trincheras, ya vencidas, donde Pepe había entrado con su
+compañía.
+
+Al rodear las tropas vencedoras el picacho de Monte-Dalarza, los
+facciosos huían cuesta abajo por la vertiente opuesta: ya no se
+escuchaban cornetas ni se oían disparos, turbando sólo el augusto
+silencio de los campos el triste relincho de un caballo herido y
+abandonado en la hondonada.
+
+ * * * * *
+
+Por la tarde, mucho después de haber cesado el peligro, cuantos chicos
+había en el vecino pueblo de Urquilezo subieron a Monte-Dalarza,
+ansiosos de ver el sitio del combate, resonando su vocerío de rapaces
+traviesos donde poco antes tronaron los cañones. Los mayores miraban con
+semblante serio las huellas de la lucha; los pequeños, riendo
+alegremente, triscaban como cabritillos; todos iban buscando vestigios
+del paso de la tropa y mostrándose mutuamente las peñas donde chocó una
+granada, la tierra removida en el piso de las zanjas y el musgo manchado
+por la sangre; pero lo que más les regocijaba era recoger cartuchos
+vacíos. Uno se encontró en una trinchera un morralillo con un cantero de
+pan y medio chorizo envuelto en una carta. Por último, subieron todos
+hasta el reducto inmediato al precipicio, y con grande algazara
+inventaron otro juego. Reunidos en grupos, empezaron a tirar cantos a la
+sima. Unos escarbaban con palos para arrancar los pedruscos de sus
+terrosos alvéolos; otros, a fuerza de empujones, los iban acercando a la
+sima y, cuando conseguían dejarlos junto al borde del tajo, los impelían
+al abismo, gozándose en verlos desgajar raíces y partirse en mil trozos
+contra las paredes de roca. Se divirtieron mucho y, como ignoraban que
+en el fondo del barranco había un muerto, estuvieron largo rato
+acarreando piedras y terruños, que tiraban al precipicio con inocente
+furia. Hasta la puesta del sol no tornaron al pueblo.
+
+Parecían el símbolo del porvenir enterrando el cadáver del pasado.
+
+ * * * * *
+
+Cerró la noche, negra como un luto por las tristezas humanas; silbó el
+viento entre los maizales del valle, y el río, emblema de la fuerza
+inmortal de la Naturaleza, siguió pasando silencioso y lento entre las
+ruedas del molino, paradas por la mano de la guerra.
+
+
+FIN
+
+Madrid, Junio a Diciembre de 1886.
+
+
+
+***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***
+
+
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+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
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+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
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+assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
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+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
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+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
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+throughout numerous locations. Its business office is located at
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+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://www.gutenberg.org/about/contact
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+Literary Archive Foundation
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+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
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+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
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+works.
+
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+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
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@@ -0,0 +1,11264 @@
+<!DOCTYPE html PUBLIC "-//W3C//DTD XHTML 1.0 Strict//EN"
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+<title>The Project Gutenberg eBook of El enemigo, by Jacinto Octavio Picón</title>
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+with this eBook or online at <a href = "http://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a></pre>
+<p>Title: El enemigo</p>
+<p>Author: Jacinto Octavio Picón</p>
+<p>Release Date: June 17, 2009 [eBook #29137]</p>
+<p>Language: Spanish</p>
+<p>Character set encoding: ISO-8859-1</p>
+<p>***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***</p>
+<h3>E-text prepared by Chuck Greif<br />
+ and the Project Gutenberg Online Distributed Proofreading Team<br />
+ at DP Europe (http://dp.rastko.net)</h3>
+<p>&nbsp;</p>
+<hr class="full" />
+
+<h1>EL ENEMIGO</h1>
+
+<p class="c">POR</p>
+
+<h2>JACINTO OCTAVIO PICÓN</h2>
+
+<p class="c">&mdash;&mdash;<br /><b>SEGUNDA EDICIÓN</b><br />&mdash;&mdash;</p>
+
+<p class="c top15"><b>MADRID<br />Est. tip. de <span class="smcap">El Correo</span>, a cargo de F. Fernández,<br />CALLE DE SAN
+GREGORIO, NÚM. 8</b></p>
+
+<p class="c">&mdash;<br /><b>1887</b></p>
+
+<p class="c"
+style="text-decoration:underline overline;
+line-height:75px;">Es propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la ley.</p>
+
+<div class="blk">
+<p class="lg"><i>¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas: porque rodeáis la mar
+y la tierra por hacer un prosélito: y después de haberle hecho le hacéis
+dos veces más digno del infierno que vosotros!</i></p>
+
+<p><span style="margin-left: 6em;">(<span class="smcap">San Mateo</span>, Cap. XXIII, vers. 15.)</span></p>
+</div>
+
+
+<p class="cap">Capítulos:
+<a href="#I">I, </a>
+<a href="#II">II, </a>
+<a href="#III">III, </a>
+<a href="#IV">IV, </a>
+<a href="#V">V, </a>
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+
+
+<h3><a name="I" id="I"></a>I</h3>
+
+
+<p>La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los
+sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado
+del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la
+fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a
+ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero
+saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el
+conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las
+cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla
+pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de
+niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo. El portal
+es estrecho y largo; la escalera, de peldaños altos y empinados, como
+construida adrede para recreo de cabras montaraces. En el principal
+vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de
+presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el
+fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además
+teniente de <i>Voluntarios de la Libertad</i>, como entonces se llamaba a los
+milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un
+matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales
+de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en
+que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y
+tinteros de cuerno.</p>
+
+<p>Era la Noche Buena de 1872, y en toda la casa, de alto a bajo, sonaba
+alegre vocerío. El pañero, con varios amigos y <i>Champagne</i> de a tres
+pesetas, solemnizaba un remate de subasta; el sastre obsequiaba a unos
+parientes, a estilo de su tierra, con manzanilla y aceitunas aliñadas
+que llamasen el apetito a honrar la cena, y los cuchareros disponían con
+gente amiga su modesto festejo, saliendo de rato en rato a la escalera y
+dando inútilmente grandes voces por que callasen varios chicos que,
+armados de tambores, parecían dispuestos a ensordecer al mundo. Cada
+piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el
+rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había
+silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior,
+triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el
+bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la
+cena, pero con más modestia y menos regocijo.</p>
+
+<p>Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa:</p>
+
+<p>&mdash;¿Está todo?</p>
+
+<p>&mdash;Falta que venga Pepe con los postres.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué le has dicho que traiga?</p>
+
+<p>&mdash;Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la
+trajo la chica del café donde suele ir Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y el besugo?</p>
+
+<p>&mdash;Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué falta?</p>
+
+<p>&mdash;Aderezar la lombarda y traer a papá.</p>
+
+<p>&mdash;Espera, arreglaremos esto un poco.</p>
+
+<p>Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara
+y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas
+venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la
+cercana Plaza Mayor. Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de
+chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un
+estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a
+todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a
+rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de
+Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que
+estallaba un trueno en la caja de la escalera.</p>
+
+<p>Metiéndose bajo la camilla escarbó doña Manuela el brasero, arropó el
+rescoldo y, designando luego el puesto que había de ocupar cada cual en
+la cena, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Tú aquí, papá donde siempre, a su lado Pepe, luego yo, y Millán junto
+a tí; ¿te parece bien?</p>
+
+<p>Leocadia, ocupada en sacar del aparador una botella de tinto y otra de
+Rueda, blanco, hizo como si no hubiese oído.</p>
+
+<p>Era doña Manuela alta, seca de carnes, de aspecto severo y tez rugosa,
+como pintan a las Parcas, pero sin expresión de dureza en el rostro. A
+falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta
+dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus
+labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo
+recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si
+ahora descarnada y amarilla. Algunas hebras negrísimas entre muchas
+canas, y alguna línea suave en el ajado rostro, restos miserables de
+encantos vencidos por el tiempo, atestiguaban de que doña Manuela no fue
+fea, mas sin que la fisonomía ni el talle acusasen picardía o donaire.
+Debió ser guapa moza, pero sosona y pava, y los muchos hijos que tuvo,
+antes que prueba de su amorosa exaltación, fueron fruto de la vehemencia
+marital.</p>
+
+<p>&mdash;Mira&mdash;prosiguió&mdash;pon los almohadones en pila para que tu padre pueda
+extender las piernas.</p>
+
+<p>Después, con tristeza en el semblante y la voz, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;¡Otra Noche Buena! es decir, un año menos.&mdash;Y se entró al gabinete
+inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un
+espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes.</p>
+
+<p>Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la
+mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla,
+que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se
+repartió por igual en todo el cuarto.</p>
+
+<p>El aspecto del comedor era pobrísimo: a duras penas disimulaba el aseo
+la escasez. El papel de las paredes, antes blanco, estaba pajizo, y sus
+dibujos azules, ya tomados del humo, parecían negros. Las patas de las
+sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a
+listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que
+arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba;
+los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios,
+vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en
+banasta de a real y medio la pieza. La mesa estaba cubierta con un
+mantel de granillo, con lista roja en el borde, y sobre su dudosa
+blancura de lejía casera destacaban cinco platos y otros tantos
+cubiertos con sus panes: bizcochada para doña Manuela, que tenía pocos
+dientes, panecillos bajos para Pepe, Leocadia y Millán, y para don José
+rosca muy cocida, pues el viejo hacía alarde del poder de sus
+mandíbulas, única fuerza que le quedaba.</p>
+
+<p>A guisa de adorno veíanse en la pared algunos cuadros; en el testero del
+sofá de guttapercha desquebrajada, casi tocando con el respaldo seboso,
+había bajo cristal convexo un perro de aguas, bordado a realce en
+cañamazo, con una cesta de flores en la boca, y por bajo un letrero con
+estambre a punto cruzado, que decía: <i>A sus queridos papás: lo hizo
+Leocadia Resmilla. Año de</i> 1864. A cada lado del chucho pendían dos
+estampas iluminadas de la novela de <i>Matilde y Malek-Adel</i>, y junto a la
+puerta que conducía a la cocina una litografía grande, <i>A la memoria de
+los mártires de la Libertad</i>. En lo alto de la composición estaban
+Riego, Torrijos, Mariana Pineda, Zurbano, Lacy, Porlier, y más abajo,
+separados de aquéllos por una nube, se abrazaban Bravo, Padilla,
+Maldonado y Lanuza, a cuyos pies había, como serpiente vencida, una
+cadena enroscada formando caprichosos dibujos. La otra puerta que
+separaba el comedor del gabinete, tenía los vidrios tapados con visillos
+de algodón rojo, y cuando alguien la dejaba entornada, fácilmente se oía
+el <i>tic-tac</i> continuo de un antiguo reloj de pesas, que lanzaba un
+quejido metálico antes que sonase el timbre en cada hora.</p>
+
+<p>Segura de estar sola y de que nadie la veía, Leocadia siguió unos
+instantes mirándose al espejo, con una horquilla entre los dientes,
+atusándose el pelo... Era el tipo de la muchacha madrileña, lista,
+vivaracha, de pocas carnes, bien proporcionada, esbelta, de andar firme,
+cabeza pequeña y talle airoso. Tenía las facciones delicadas, de un
+moreno algo pálido y sin rasgo de notable hermosura; pero en su
+semblante campeaba con tal imperio la gracia, que mirándola, nadie
+echaba de menos la belleza. La línea de su perfil no era pura, ni sus
+ojos pardos eran muy grandes, ni su boca muy chica; pero el conjunto del
+rostro resultaba monísimo: las pupilas parecían estrellas adormiladas,
+la boca un nido de sonrisas inquietas; el mirar y el sonreír formaban
+juntos un mohín delicioso. Sus manos, deformadas por el trajín diario de
+la casa, no eran grandes; y los pies, aun mal calzados, parecían
+pequeños. Su mayor encanto era el tronco del cuerpo. El pecho, ya
+formado, imprimía a la tela del traje una curva preciosa, y el talle
+fino solía tener ondulaciones hechas para inspirar deseos; a veces abría
+y estiraba los brazos, cerrándolos luego perezosamente, cual si en el
+aire hubiese algo que estrechar con amor. Si miraba sonriente, su
+fisonomía parecía sensual; cuando sentía enojo, su rostro cobraba
+expresión de virgen arisca y desabrida. A ratos dulce, a intervalos
+áspera, siempre segura de sí misma, había en ella asomos de energía, que
+antes que a la impresión del momento obedecían a la voluntad. En su
+continente y su figura tenía combinados en extraña mezcla algo de la
+muchacha del pueblo, que tiende a parecer señorita, y mucho de la hija
+de la clase media, que recuerda inconscientemente su origen popular: con
+pañuelo de seda en la cabeza, parecía menestrala; con sombrero de
+flores, daría envidia a una señora. Era un tipo esencialmente madrileño;
+masa que el tiempo y la fortuna modelan a su antojo con las suaves
+líneas de la dama o con los rasgos graciosamente duros de la chula.
+Hasta la voz indicaba en ella el germen de este dualismo: unas veces su
+timbre hería desagradablemente el oído, otras lo halagaba con singular
+dulzura.</p>
+
+<p>&mdash;Ven, Leo, vamos a traer a papá&mdash;dijo desde el gabinete doña Manuela.</p>
+
+<p>A los pocos instantes, madre e hija, luego que ésta hubo abierto de par
+en par la puerta que daba al gabinete, aparecieron empujando a duras
+penas la butaca en que, esforzándose por estirar las piernas, estaba
+sentado don José.</p>
+
+<p>&mdash;¿Lo veis, lo veis?&mdash;decía el viejo&mdash;mientras tengo dobladas las
+rodillas, todo va bien; en cuanto las estiro, empieza Cristo a padecer.
+Hay que decir a Pepe que mañana arregle las ruedas del sillón, si no,
+vosotras no podéis conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;No tienen la culpa las ruedas&mdash;decía doña Manuela&mdash;es que la estera
+está hecha girones. Vamos, ¿qué tal así?</p>
+
+<p>Por fin lograron entre ambas acercarle hasta la mesa dejándole ante su
+cubierto; después Leocadia se metió bajo la camilla para arreglar sobre
+la banqueta los almohadones medio destripados, con objeto de que pudiera
+extender las piernas, y al fin quedó el anciano iluminado de lleno por
+la luz de la lámpara, mostrando en el rostro el cansancio de muchos
+meses de dolor, aunque no los bastantes para borrar de su fisonomía la
+bondad que constituía el fondo de su ser. El pelo y el bigote canos; las
+arrugas, cierta tendencia a dejar caer sobre el pecho la cabeza, y,
+sobre todo, la mirada débil, como cansada de ver las cosas de este
+mundo, permitían suponer que tenía más de los sesenta. Su padre fue
+mayordomo de un grande de España, quien, por los tiempos en que aún
+llamaban Pepito a don José, le empleó en una oficina pública para que no
+anduviera metiendo bulla todo el día en los pasillos del caserón
+señorial, y aquel rasgo de caritativo egoísmo determinó el porvenir del
+muchacho. Después le enviaron a una provincia, luego a otra y a otra,
+hasta que, traslado este año, traslado al siguiente, anduvo Pepe media
+monarquía. Siendo todavía joven se casó en una ciudad de Levante con
+Manolita, ahora doña Manuela, que al décimo mes de matrimonio comenzó a
+tener hijos y más hijos. Uno nació en Andalucía, otro en Castilla, otro
+en Cataluña... cada permuta, cada traslado, era señal de un
+alumbramiento de Manuela, bondadosa y pacífica mujer de carácter
+apático, que parecía venida al mundo para cuidar una casa y poblar un
+reino. Donde más tiempo permaneció la honrada pareja fue en una capital
+del Norte, en la cual don José trabó amistad estrechísima con el jefe de
+una oficina de Hacienda, a quien con su bondad y mucha práctica
+oficinesca sacó de un grave apuro.</p>
+
+<p>Fue el caso que, cuando el establecimiento del sistema tributario, el
+jefe de don José quedó envuelto en un proceso, no por falta de celo,
+sino por interpretar mal las órdenes nuevas. Sus compañeros y
+subordinados, progresistas todos, que le aborrecían por ser carlista, le
+hicieron tan escaso favor en las declaraciones, y empeoraron tanto su
+situación, que a poco le mandan los jueces a presidio: en cambio, don
+José puso la verdad en alto con su declaración, buscó en el mismo centro
+donde trabajaba pruebas a favor del desgraciado, y sin otra influencia
+que la propia hombría de bien, le salvó de la infamia, y quizá de la
+muerte; así que, cuando don Tadeo Amezcua salió de la cárcel y el fiscal
+de la causa le dijo confidencialmente que don José había sido su ángel
+bueno, no halló en su corazón límites el agradecimiento. Repuesto luego
+en su destino, tras desempeñarlo cuatro meses por dar satisfacción al
+amor propio, hizo dimisión, imaginando que podía ser feliz con la
+fortunita que tenía y con amigos como el que tan noblemente le amparó.</p>
+
+<p>Algún tiempo después de este pequeño drama burocrático sentimental,
+parió otra vez doña Manuela, y estando convaleciente, llegó de Madrid
+para don José uno de los pliegos oficiales que tanto trastorno le
+causaban: su traslado a Valladolid, con la orden ineludible de ir
+inmediatamente a tomar posesión del nuevo cargo. ¡Aquéllos fueron
+apuros! Estuvo a punto de enloquecer; pero su amigo Amezcua le sacó del
+trance. Hízose don Tadeo cargo del recién nacido, entregándoselo,
+después de apadrinarle, a una honrada mujer, esposa de un colono en
+tierras que por allá tenía; dio dinero a don José para el viaje, y
+cuando ya restablecida Manuela, les despidió al pie de la diligencia
+que había de conducirles a Castilla, les dijo en su lenguaje, algo
+anticuado y poco natural, pero realmente sincero:&mdash;«Marchen ustedes
+tranquilos. No me pesa la gratitud, pero quiero, para acabar de cimentar
+nuestro afecto, que ustedes me deban algo. Yo cuidaré del niño al igual
+que si fuera mío, y cuando le asciendan a Vd. o salga Vd. de pobre, en
+fin, cuando convenga, yo mismo iré a llevarle donde ustedes estén: si es
+pequeño, irá bien criado; y si es mayorcito, educado como Dios manda; en
+lo físico, hecho fuerte mozo; en lo moral, hecho todo un hombre.»</p>
+
+<p>Triste era la separación, pero la necesidad fue ley. Partiéronse a
+Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no
+llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se
+consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en
+cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José
+era padre de otra criatura.</p>
+
+<p>Aparte tan raro modo de tener que confiar un hijo a manos extrañas, y
+exceptuada la fecundidad de Manuela, la existencia de don José no fue
+tal que pudiera tejerse con ella una novela.</p>
+
+<p>En cuantas ciudades estuvo, el trabajo consumió sus días, sus noches el
+café y sus ocios la lectura de periódicos, a que era muy aficionado,
+prefiriendo los progresistas: a la casa, quizá por no considerarla nunca
+segura, la tuvo siempre poco o ningún apego. A cada traslado hacía
+almoneda, y así pudo referir cuando viejo que en tantos o cuantos años
+de servicio había dormido en cuarenta y dos camas, pasado por veintiuna
+oficinas y obedecido a más de treinta jefes, ninguno de los cuales pudo
+quejarse de él. Don José había nacido para empleado; su escasa
+inteligencia no le permitía el lujo de tener ideas propias, y además
+carecía de carácter e iniciativa para exponerse a ser mártir por meterse
+a reformar rutinas. Sus impresiones, por lo general poco intensas, le
+mantenían igualmente alejado del entusiasmo y la apatía: su gran virtud
+era amar el trabajo con esa honrada tenacidad de las medianías que
+alcanza el envidiable nombre de constancia. Algo había, sin embargo, que
+le sacaba de quicio: el carlismo. Para hablar contra el <i>tigre del
+Maestrazgo</i>, poner a don Luis Fernández de Córdova por cima de
+Zumalacárregui y por las nubes a Espartero, se le animaban los ojos, su
+lengua cobraba fuerza, sus palabras color, y hacía prodigios con la
+memoria. Sabía pormenores de cuantas batallas, combates, encuentros y
+marchas hicieron ambos ejércitos desde las primeras intentonas de don
+Carlos María Isidro hasta el abrazo de Vergara; así que, por los meses
+en que da comienzo la acción de este relato, seguía con interés
+grandísimo el segundo importante alzamiento de los absolutistas, a
+quienes llamaba siempre <i>facciosos</i>, porque esta palabra le parecía
+envolver algo ofensivo. Como no salía de casa, su principal afán era que
+le compraran periódicos, suplementos, hojas volantes o extraordinarios,
+que por aquel año de 1872 se publicaban en prodigioso número, y cuantos
+amigos iban a verle sabían que su conversación favorita era el curso de
+la guerra, cuyas noticias él comentaba con recuerdos de la campaña del
+33 al 40, y de los movimientos militares de entonces, que ahora, en
+concepto suyo, debían repetirse. Pero lo que realmente impresionaba
+escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas,
+hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción
+completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al
+carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos
+que tal hacían. Limitábase a juzgarles en cuanto jefes militares de
+mayor o menor importancia, pero sin atreverse a descargar su
+indignación sobre ellos porque, siendo ministros de paz, salieran al
+campo a matar prójimos. Algunas veces, por frases que se le escapaban,
+daba a entender que no quería bien al clero, mas nunca salían de sus
+labios improperios ni frases agresivas; y si alguien las pronunciaba en
+su presencia, no sólo se abstenía de hacerle coro, sino que procuraba
+torcer el giro de la conversación. Las personas de su intimidad,
+sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros
+al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de
+elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que
+con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su
+parecer sobre la gente de sotana. Respecto a condiciones morales, era lo
+que el vulgo llama un bendito. Su fidelidad a Manuela, aun en la época
+de su juventud, rayó en lo increíble, y con los hijos se caía de puro
+bueno. Uno de sus mayores placeres consistía en que Leocadia le leyera
+los periódicos, cuyas noticias de la guerra comentaba, como hablando
+consigo mismo, mientras liaba los pitillos que había de fumar al día
+siguiente. En estos momentos desplegaba tesoros de erudición,
+refiriendo muchas anécdotas de Olózaga, O'Donnell, González Brabo,
+Sixto Cámara, Calvo Asensio y Fernández de los Ríos. Otro de sus motivos
+favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a
+los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le
+entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en
+cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella
+dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar. Muchas veces
+decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía
+Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos
+políticos fue el 66.»</p>
+
+<p>En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan
+Prim. «¡Si él viviera&mdash;repetía con frecuencia&mdash;no tendríamos guerra
+civil!»</p>
+
+<p>Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió <i>La Correspondencia</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Déjate ahora de papelotes, papá; Pepe y Millán traerán noticias.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, hija, bueno; pero al menos léeme los partes tomados de la
+<i>Gaceta</i>, aunque esa no dice nunca la verdad.</p>
+
+<p>Leocadia cogió el periódico y, aproximándose a la luz, leyó así:</p>
+
+<p>«<span class="smcap">Ministerio de la Guerra</span>.&mdash;Extracto de los despachos telegráficos
+recibidos en este Ministerio hasta la madrugada de hoy:</p>
+
+<p>»<i>Cataluña</i>.&mdash;El Brigadier Arando sostuvo anteayer una acción con todas
+las facciones reunidas de la provincia de Gerona, a las que batió,
+causándoles bastantes bajas. El Teniente coronel Pina atacó con su
+columna a las facciones reunidas de Cosco, Torres, Baltondra, Ferrer y
+Moliné, que, en número de 400 hombres, se hallaban en Olsana exigiendo
+la contribución. El enemigo abandonó el pueblo, dejando en poder de la
+tropa 13 prisioneros, entre ellos el citado Moliné y otros Oficiales,
+causándoles 11 muertos, figurando en este número el cabecilla Cosco, y
+apoderándose además de 24 fusiles rayados y otras armas y efectos de
+guerra.</p>
+
+<p>»<i>Provincias Vascongadas</i>.&mdash;Perseguida por la columna Arana la partida
+de latro-facciosos capitaneada...</p>
+
+<p class="top3">(Don José, interrumpiendo):&mdash;¡Eso es! ¿Latro, latro-facciosos!</p>
+
+<p>Leocadia continuó:</p>
+
+<p class="top3">».....capitaneada por Soroeta, retrocedió anoche desde Goizueta a unos
+caseríos del monte Oyarzun. En la provincia de Vizcaya, según las
+últimas noticias, no quedan más que los dispersos de la partida
+Maidagan. En el resto de la Península no ocurre novedad extraordinaria.»</p>
+
+<p class="top3">De pronto sonaron en la puerta de la casa dos aldabonazos.</p>
+
+<p>&mdash;Ahí está tu hermano; baja, hija, baja.</p>
+
+<p>Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin
+precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por
+risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes,
+pero de tipo distinto. Pepe era en varón lo que su hermana Leocadia en
+mujer; un madrileño de pura raza, pálido, de mirada inteligente, mediana
+estatura, palabra fácil y movimientos rápidos: el otro era su amigo
+Millán, que hacía el amor a Leocadia. Pepe vestía como señorito pobre:
+Millán como trabajador a quien siendo limpio le falta tiempo para
+acicalarse. El primero, acercándose a su padre, le besó como pudiera
+hacerlo un niño; y el segundo, antes de saludar, dirigió una mirada a la
+puerta del pasillo por donde había vuelto a marcharse Leocadia con dos o
+tres paquetes que trajo su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Lo ves, papá?&mdash;dijo Pepe.&mdash;Cuando vengo solo, tarda esa media hora en
+abrir; hoy, como sabía que éste venía conmigo, ha bajado la escalera a
+saltos.</p>
+
+<p>Millán, interrumpiéndole, se aproximó a la mesa y comenzó a dar
+conversación a don José, por esquivar las bromas de su amigo:</p>
+
+<p>&mdash;Sabrá Vd. que las partidas de Gerona se han disuelto... Lo grave es
+que por el Baztán han entrado dos jefes con cien hombres, y que unidos a
+otra partida, cerca de Estella, andan ya por las inmediaciones de
+Pamplona.</p>
+
+<p>&mdash;La <i>Gaceta</i> no dice nada, al menos <i>La Correspondencia</i> no lo copia.</p>
+
+<p>&mdash;Pero el Gobierno lo sabe, y en el Ministerio de la Guerra no se habla
+de otra cosa. El hermano de un cajista de casa está de escribiente en la
+Dirección de Infantería, y allí lo ha oído.</p>
+
+<p>&mdash;Y por el Maestrazgo, ¿no hay nada?</p>
+
+<p>&mdash;Todavía...</p>
+
+<p>&mdash;Como no tengan mano de hierro, estamos perdidos.</p>
+
+<p>&mdash;Eso no; la guerra podrá durar lo que la otra, pero a Madrid no vienen.</p>
+
+<p>&mdash;La cena es la que viene ahora&mdash;dijo doña Manuela, entrando con una
+cazuela entre las manos.</p>
+
+<p>En un papel de cigarrillo pudo haberse hecho el <i>menú</i> de aquella pobre
+gente: el clásico besugo, ensalada de lombarda, leche de almendra y los
+postres traídos por Pepe; no había más. La botella de Rueda estaba
+destinada a don José, que daría un par de copas a Millán. Los demás
+acordaron decir que el vino blanco les irritaba mucho. De allí a poco no
+quedó del besugo sino la raspa; de la ensalada, ni una hoja.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya a la salud de esas piernas&mdash;decía Millán, apurando un trago y
+mirando de reojo a Leocadia.</p>
+
+<p>&mdash;¡No volverán a correr como corrieron!</p>
+
+<p>&mdash;Todo vuelve, don José, todo; ya ve Vd., hasta los carlistas.</p>
+
+<p>Doña Manuela, picada de no haber escuchado todavía un elogio para su
+guiso, comenzó a tronar contra la política.</p>
+
+<p>&mdash;No sabéis hablar de otra cosa. Pues dejarles que vengan. Peores que
+estos que mandan ahora no serán.</p>
+
+<p>&mdash;Calla, mujer. ¡Tú que sabes! Sería un horror. Vosotros&mdash;añadió el
+viejo, dirigiéndose a los muchachos&mdash;no tenéis idea de lo que hicieron
+la otra vez. Siete años duró; la gente no podía salir de las ciudades,
+fusilaban hasta niños y mujeres... Sería una vergüenza... ahora que el
+ejército está bien armado y mejor vestido. En la otra guerra se batieron
+con fusiles de pistón y hasta de chispa, y llevaban en invierno
+pantalones de hilo.</p>
+
+<p>Leocadia se levantó para ir a buscar la leche de almendras, y volvió en
+seguida trayendo la sopera.</p>
+
+<p>&mdash;Y todo eso en defensa de la religión&mdash;dijo Millán en tono de burla.</p>
+
+<p>&mdash;La religión no tiene nada que ver en esto, hijos míos. Cuando se
+alzaron en armas contra Fernando VII, nadie había maltratado a la
+religión; durante la guerra, los batallones cristinos gastaban más
+tiempo en misas que en ranchos; los liberales eran casi más devotos que
+los absolutistas; nadie se había metido con la Iglesia; y luego, eso ya
+lo habéis alcanzado vosotros, lo de San Carlos de la Rápita tampoco tuvo
+que ver nada con la religión. No hay más sino que cuatro provincias
+quieren imponer la ley a toda España. ¡Si viviera don Juan! ¡Ese sí que
+era hombre! ¡Buena está la leche de almendras! En fin, ya hemos cenado.
+¡Otra Noche Buena! ¡Quién sabe de aquí a la que viene!...</p>
+
+<p>&mdash;La pasaremos juntos como esta&mdash;añadió Millán&mdash;quizá más
+unidos;&mdash;diciendo lo cual miró a Leocadia, que bajó los ojos, entre
+esquiva y pudorosa.</p>
+
+<p>&mdash;Sobre todo, la pasaremos con Tirso&mdash;dijo doña Manuela.&mdash;Ya es tiempo
+de que vivamos juntos. Verle llegar ahora, va a ser como parir de pronto
+un hijo de treinta y cuatro años.</p>
+
+<p>&mdash;¿Han vivido ustedes siempre separados?</p>
+
+<p>&mdash;Casi toda la vida. Ya te hemos contado cómo fue lo de dejarle con don
+Tadeo. ¿Qué habíamos de hacer? Hemos corrido más provincias que tiene el
+mapa. Don Tadeo le tomó mucho cariño: ¡eso sí! No le hubiese tratado
+mejor aunque fuera hijo suyo. Lo único que me supo mal, fue lo de
+hacerle cura; pero no pude evitarlo. Si al menos fuera un cura como
+Muñoz Torrero o Venegas, o Martín Velasco...</p>
+
+<p>&mdash;Calle Vd., por Dios, don José. ¿Curas liberales? ¡Son los peores!</p>
+
+<p>Pepe, Leocadia y la madre callaban, sintiendo que se hablara de aquello,
+porque don José en tales casos acababa poniéndose de un humor de todos
+los diablos; pero Millán, que desde tiempo atrás tenía deseos de saber
+la historia del caso, fue poco a poco obligando al viejo a que la
+contara.</p>
+
+<p>&mdash;Ese don Tadeo estaría entregado a gente de iglesia...</p>
+
+<p>&mdash;Cabalito: era un sujeto buenísimo, pero de los que se comen los
+santos, y que hiló el negocio con gran finura. Tomó cariño a Tirso, eso
+es indudable. Creo yo que lo primero que se le ocurrió fue darle
+carrera, sin fijarse en cuál, hacerle hombre; luego sus ideas, sus
+relaciones... Cuando me trasladaron de Granada a Zamora, hizo el viaje
+con el chico sólo para que yo le viera; tenía ya doce años; aquello se
+lo agradecí mucho, porque únicamente le había visto en dos escapadas
+cortísimas que hicimos esa y yo desde Valladolid. Quisimos recoger al
+muchacho entonces, en Zamora, pero por un lado, ya comprenderás, las
+consideraciones a lo mucho que debíamos a don Tadeo... él insistió en
+que no se le quitáramos; decía que Tirso era tan bueno, que le había
+tomado tanto cariño... Además, la situación nuestra no era buena, es
+decir, nunca lo ha sido, jamás hemos podido ahorrar nada. Ahora, si no
+fuese por la jubilación, ignoro cómo viviríamos. En fin, para concluir,
+cuando don Tadeo nos escribió que Tirso quería ser cura, ya le había
+metido en el Seminario. ¿Qué íbamos a hacer? Aunque tuviera yo más
+energía que un león... pues: ¡aguantarme! ¡Cualquiera se arrisca a
+luchar con gente de iglesia!...</p>
+
+<p>Al llegar aquí calló, temeroso de que se le fuera la lengua.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero él tenía vocación?</p>
+
+<p>Pepe, que hacía ya rato daba señales de impaciencia, no pudo aguantar
+más, y rompió diciendo entre burlón y enojado:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vocación! ¡Vocación! ¿Quién sabe lo que es eso? Podrá sentirla el
+hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como
+era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de
+consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un
+secuestro <i>ad mayorem Dei gloriam!</i></p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;respondió Millán&mdash;como cuando se meten los jesuitas en familia
+donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.</p>
+
+<p>&mdash;Exactamente lo mismo, chico. Pero es preciso ser justo. En este caso
+hubo una notable diferencia a favor de don Tadeo, que era un fanático
+exageradísimo, y sin embargo, un hombre muy bueno. Él debió
+indudablemente encargarse de mi hermano por pagar a papá el favor aquel
+de la causa que ya te hemos contado; luego sus ideas, sus amistades con
+gente de iglesia, la influencia que sobre él ejercían sus amigotes, su
+horror a que el muchacho aprendiera lo que se aprende en los libros
+contra esa pillería, el no querer enviarle, siendo su ahijado, a un
+centro de enseñanza donde los realistas de la provincia no querían
+enviar a sus hijos, todo esto contribuyó al pecado. No hubo en él, al
+principio, maldad de intención: don Tadeo creyó hacer una acción
+meritoria, casi una obra de caridad. No se fijó en que robaba un hijo a
+sus padres; su propósito fue poner una voluntad al servicia de Dios.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, una calamidad hecha hombre.</p>
+
+<p>Doña Manuela callaba porque, aun disgustándole la forma en que su hijo
+se expresaba, comprendía que no le faltaba razón: Leocadia, acostumbrada
+a escenas parecidas, casi no escuchaba, por tener todo aquello oído
+hasta la saciedad. Además, lo que absorbía su atención, por el momento,
+era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos
+debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y
+favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde
+que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza
+signos de asentimiento mientras habló Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón en todo, hijo mío; don Tadeo quiso hacer un bien y nos
+fastidió. Porque, la verdad, quien es de la Iglesia, sólo es de ella.
+Hay días en que me parece que no tengo tal hijo.</p>
+
+<p>Doña Manuela, sin ser devota, pues el echar criaturas al mundo no la
+dejó tiempo para ello, profesaba cierto respeto inexplicable e
+inconsciente a las cosas y personas sagradas: sobre todo, desde que su
+hijo mayor se hizo cura, comenzó a tener una como sombra de veneración
+indeterminada y vaga a la clase sacerdotal; así que, cuantas veces
+asistía a semejantes diálogos, pasaba un mal rato. Su falta de
+ilustración y su escaso sentimiento religioso, no podían prestarle armas
+para luchar; pero le dolía que siendo Tirso clérigo, y habiendo por el
+mundo tanta gente que les guarda consideración, su otro hijo les mirase
+con tan malos ojos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué edad tiene ahora?&mdash;preguntó Millán.</p>
+
+<p>&mdash;Echa la cuenta: de los tres hijos que nos quedan, es el mayor; nació
+el año de 38, tiene ahora treinta y cuatro; luego va éste <i>(por Pepe)</i>,
+que tiene veinticuatro, y esa <i>(por Leocadia)</i>, que cumplirá pronto diez
+y nueve.</p>
+
+<p>&mdash;Si hubieran vivido los otros, serían siete, y a todos los he criado
+yo&mdash;añadió con cierto orgullo la madre&mdash;menos a Tirso. Ahora, por vez
+primera, vamos a vivir juntos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ojalá vivamos en paz!&mdash;dijo Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ave-María Purísima! ¡Qué cosas tiene este hermanito que Dios me ha
+dado!</p>
+
+<p>&mdash;Lo digo en serio, y no me importa que lo sepáis. Tengo miedo a la
+venida de Tirso; la deseo y la temo.</p>
+
+<p>Don José callaba tristemente; aquello no le agradaba; pero desde que se
+supo la próxima llegada a Madrid de su hijo mayor, tenía el alma
+combatida por los mismos presentimientos que agitaban a Pepe, y
+escuchándole hablar, le parecía oírse a sí propio.</p>
+
+<p>&mdash;Por nuestra parte&mdash;prosiguió Pepe&mdash;nadie ha de turbar esta armonía.
+Aquí, lo has visto desde que nos conoces, Millán, mis padres viven para
+ésta y para mí; nosotros para ellos. Estos muebles, que tienen más años
+que yo, no han oído nunca una disputa ni la menor falta de respeto.
+Leocadia y yo tratamos a los viejecitos con más mimo que chico a juguete
+nuevo. ¿Sabes por qué? Porque no nos hemos separado nunca, ni nos hemos
+acostado una sola noche sin besarnos, ni ha tenido uno dolor que no lo
+sea de los demás, ni ha callado ninguno una alegría, ni ha comido nadie
+un bollo sin guardar a los otros, ni se ha hecho un traje sin pensar
+cuánta ropa tenía cada uno; en una palabra, chico, nuestras ideas, en mí
+por convicción, en mis padres y en ésta por bondad, lo han supeditado
+todo al cariño, atesorándolo día por día y hora por hora, sin mezcla de
+egoísmo, sin compartirlo con nadie... (A don José se le humedecían los
+ojos de gusto.) Y ahora vendrá Tirso, educado lejos de nosotros, hecho
+un hombre... y le recibiremos con los brazos abiertos. Por mi parte,
+estoy deseando que llegue: a más cuidados tocará papá cuantos más seamos
+en casa. Pero... ¡sabe Dios!</p>
+
+<p>&mdash;No hay pero que valga; parece que se te queda algo dentro del cuerpo;
+pues es tan hermano tuyo como ésta, que yo misma os he parido a todos.</p>
+
+<p>&mdash;No entiendes lo que he querido decir, mamá. Para nosotros todas las
+dichas de la tierra están dentro de estas paredes; podemos, o procuramos
+dárnoslas unos a otros. Cuando venga Tirso le oirás hablar de distinto
+modo, y verás cómo hay en él alguna aspiración, alguna idea que
+sobrepuja al cariño que nos tenga.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, ¡ya pareció aquello! las ideas de ahora; calla, hijo, calla.</p>
+
+<p>&mdash;Al tiempo, madre, al tiempo.</p>
+
+<p>Habían concluido de cenar. Los ruidos de la calle inmediata iban cesando
+poco a poco; percibíase más claro el lejano campaneo de alguna iglesia,
+que anunciaba la Misa del Gallo; los chicos de las latas de petróleo
+seguían pasando de rato en rato por la calle Imperial, y de los otros
+pisos de la casa subían, a intervalos desiguales, cantares, villancicos,
+carcajadas, gritos y algún maullido de gato que estaba toda la noche
+oliendo besugo sin comerlo.</p>
+
+<p>&mdash;Quitaremos la mesa&mdash;dijo doña Manuela, y comenzó por guardar para don
+José lo poco que quedara de la perada y del turrón.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere Vd. que le acostemos entre ese y yo?&mdash;preguntó Millán al
+enfermo.&mdash;Van a dar las doce; en vilo le llevaremos a Vd. a la cama.</p>
+
+<p>Como antes hicieron doña Manuela y Leocadia, Pepe y Millán fueron
+empujando la butaca desde el comedor al gabinete en cuya alcoba dormía
+don José; Leocadia se quedó doblando el mantel y las servilletas. Un
+momento después, don José se despedía desde dentro diciendo a Millán,
+que había vuelto a salir al comedor:</p>
+
+<p>&mdash;Si hay noticias, ven mañana, ¿eh? y tráeme algún periódico, que es la
+única distracción que tengo.</p>
+
+<p>&mdash;Descuide Vd., no faltaré. Adiós, doña Manuela; que pasen ustedes
+buenas noches, y de hoy en un año. Adiós, Leo. ¿Quién hace el favor de
+bajar a abrirme?</p>
+
+<p>La muchacha, que dormitaba en la cocina, acompañó a Millán. Cuando subió
+de abrirle la puerta de la calle, estaban los dos hermanos sentados en
+el comedor junto a doña Manuela.</p>
+
+<p>&mdash;Esperemos a que papá se duerma&mdash;decía Leocadia&mdash;no sea que nos oiga.</p>
+
+<p>Dejaron pasar un rato; Leocadia destrenzó mientras tanto el escaso pelo
+a su madre, recogiéndoselo con un par de horquillas, y luego hizo lo
+mismo con sus largos rizos castaños. Pepe encendió un pitillo y examinó
+la lámpara, como quien ha de utilizarla hasta tarde, para que luego no
+faltara petróleo.</p>
+
+<p>&mdash;Mucho escribes, hermano.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, cuando quiero a alguien, no soy como tú, que apenas haces caso de
+Millán. Pues mira: sus intenciones no pueden ser más claras. Esta noche
+he dicho yo eso de que bajabas pronto a abrirme cuando imaginabas que él
+venía; pero, en fin, allá tú. A mí me parece que no estás muy expresiva
+con él.</p>
+
+<p>&mdash;¡Tiene gracia! ¿Quieres que me le coma con la vista? ¡Ni que fuera una
+estampa!</p>
+
+<p>&mdash;No vayas a pensar que quiero meterte el novio por los ojos. Lo que te
+digo es que, aunque vivieras cien años, no encontrarías uno mejor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es príncipe?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; como tú princesa.</p>
+
+<p>&mdash;Pues hijo, tú bien haces el amor a una señorita de coche.</p>
+
+<p>En esto se asomó al gabinete doña Manuela.</p>
+
+<p>&mdash;Hijos, ya está medio dormido: vamos a hablar pronto cuatro palabras,
+que estoy rendida y quiero también acostarme.</p>
+
+<p>&mdash;Pues mira, mamá, lo que hay que hablar es poco; pero no queda más
+medio que decidir algo. La botica se lleva un dineral; es necesario
+gastar menos en todo lo demás. Yo voy a hacer un trabajo para don Luis,
+que de fijo me pagará bien; pero con lo que esto produzca no hay que
+contar hasta el mes que viene.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; lo primero es despedir a la chica: aunque no son más que
+treinta reales, algo es algo. Mañana llevará ésta a empeñar la colcha de
+Filipinas y los candeleritos de plata.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que debíamos hacer es suprimir parte del gasto diario&mdash;dijo
+Leo.&mdash;Que no traigan carne más que para papá, y con decirle que coma en
+su cuarto para moverse menos, luego nosotros nos venimos al comedor, y
+así no se entera.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, con tres cajetillas a la semana tengo bastante. Además, don Luis
+me da algunos puros y los guardaré para picarlos. ¿Os han dicho algo de
+la tienda?</p>
+
+<p>&mdash;Si&mdash;repuso Leocadia&mdash;por cada docena de pañuelos pagan, según el
+dibujo, de veinticuatro a treinta y seis reales, y tengo yo que poner lo
+que haga falta.</p>
+
+<p>&mdash;En resumen&mdash;dijo Pepe haciendo números con un lápiz al margen de <i>La
+Correspondencia</i>, y murmurando entre dientes las cifras del
+cálculo&mdash;tenemos veintisiete duros de la paga de papá, con diez y ocho
+de mi sueldo, son cuarenta y cinco, y unos ocho o diez que le den a ésta
+por los bordados... de cincuenta y tres a cincuenta y cuatro duros al
+mes: quitando los veinte, lo menos, que hay que dar a la lonja por los
+plazos, y el pico que falta del sastre, quedarán unos treinta y cuatro
+duros... pongamos a duro diario para el gasto de la casa... la botica es
+la que nos pierde.</p>
+
+<p>&mdash;Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta...
+¿Qué haríamos?</p>
+
+<p>&mdash;Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a mí: creo que don
+Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor
+que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y tú, fea, cara de mona, hasta
+mañana.&mdash;Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor.
+Cogió luego la candileja que había en la cocina, fue con ella a su
+cuarto, volvió trayendo sobre un cartapacio grande tintero, plumas,
+papeles, sobres y tres o cuatro libros, y colocándose lo mejor que pudo,
+se sentó ante la camilla.</p>
+
+<p>Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros,
+escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos,
+cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo
+preparado para que lo aprovechara otro. Cuando en el reloj cercano
+sonaron las tres, el pobre muchacho tenía ya la cabeza pesada, la vista
+insegura, y su hermoso busto, inclinado aún hacia la mesa, aparecía
+envuelto en una nube de humo que habían dejado en la atmósfera del
+cuarto los pitillos consumidos, cuya ceniza, movida por la respiración,
+revoloteaba sobre las hojas de los libros. Todavía continuó llenando
+cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente,
+recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes. En seguida
+sacó un plieguecillo para una carta, y quedándose un instante como
+ensimismado, pensó: «La escribiré, por si no nos vemos mañana.» Luego,
+al buscar los sobres, como hubiese entre ellos uno mayor y más pesado,
+lo abrió, sacando de él dos o tres cartas y un retrato de mujer, el de
+la señorita de coche que mentó Leocadia, y contemplándolo un momento,
+murmuró: «¡Qué bonita es!» En seguida, sin que ningún ruido le
+distrajese, entregado con alma y vida a sus ideas, tomó el plieguecillo
+y comenzó a escribir:</p>
+
+<p>«Adorada Paz:...»</p>
+
+
+<h3><a name="II" id="II"></a>II</h3>
+
+
+<p>Pepe y Millán se conocieron en 1862, cuando a los catorce o quince años
+cursaban en el Instituto del Noviciado <i>primero de latín</i>.</p>
+
+<p>Eran ambos entonces de escaso desarrollo físico, pero inteligentes,
+guapos, listos sin exceso de picardía, y avisados sin sobra de malicia.
+En su organismo endeble de madrileños criados en casas pobres,
+prevalecía su entendimiento de niños educados junto a personas mayores
+que, sin velar nada, hablan de todo libremente. Pepe era delgado, alto,
+larguirucho, con el pelo rubio, rizoso y arremolinado, que dicen ser
+indicación de genio vivo. El mirar penetrante de sus ojos parecía, al
+fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas
+brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de
+respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se
+le trocaba en calma para oír. Desde pequeño, una incredulidad instintiva
+le hizo regocijarse menos que otros chicos con los cuentos de brujas, y
+siendo mayorcito, siempre tuvo en los labios el <i>¿cómo?</i> y el <i>¿por
+qué?</i> A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que
+tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar,
+pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo
+que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle,
+con lo cual quedaba tranquilo y obediente. Su precocidad no era la que
+consiste en el temprano desarrollo de algunas facultades, sino en cierta
+serenidad de juicio que, dominando sobre las impresiones, le impulsaba a
+rechazar lo que su entendimiento no alcanzaba. Había que explicárselo
+todo, y la señal de que lo comprendía era una docilidad encantadora.
+Jamás consiguió una criada divertirle con gigantes de los que tragan
+carne cruda, hazañas de ladrones ni aventuras maravillosas de princesas
+encantadas; pero si escuchaba a sus padres sucesos reales, casos
+vívidos, algo en que hubiera verdad, entonces, con los ojitos muy
+abiertos, como perrillo a quien enseñan golosina, se estaba quieto,
+esperando que la relación terminara, para hacer luego preguntas y más
+preguntas acerca de lo que no podía entender. Con una sonrisa muy
+burlona rechazaba lo que repugnaba a sus ideas aniñadas, y a veces, las
+frases que se le ocurrían, si no por el propósito, tenían por la
+entonación algo de sátira.</p>
+
+<p>Millán era más inocentón, más chico; había menos dificultad para
+engañarle, y era también de mayor robustez y dado a juegos más
+arriscados. La savia de la vida, que el primero tenía como reconcentrada
+en el cerebro, había tomado en el segundo forma de energía física. Uno
+era de la estirpe de los que piensan, otro de la raza de los que
+obedecen. Viéndoles jugar juntos, resultaba Pepe voluntarioso, porque
+Millán parecía plegarse a sus caprichos; pero, a poco que se les
+observase, era fácil notar que la pasividad de éste no era sino el
+reconocimiento implícito e instintivo de la superioridad de aquél.
+Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello,
+dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en
+todo lo restante era de Pepe la primacía. En hacer espadas de palo,
+cortar tablas, correr al marro, saltar al paso, trepar por rejas y
+encaramarse a tapias, no hallaba Millán competidor: para lograr premios,
+disculpar travesuras y evitar regaños, tenía Pepe especial ingenio.
+Sabía esperar para pedir a tiempo, dejar pasar los primeros instantes de
+un enfado, no irritar el disgusto con respuestas y evocar, en ocasión
+propicia, el recuerdo de lo ofrecido.</p>
+
+<p>Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín
+y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía
+aborrecibles a Virgilio y a Cicerón. Formaron una sociedad de socorros
+mutuos para apuntarse la lección, ahorrarse trabajo al traducir,
+buscando juntos los significados en el diccionario y responder, al pasar
+lista, uno por otro: hasta llegaron a reunir en común la colección de
+sellos de franqueo que por entonces hacía todo chiquillo madrileño. Al
+principio sólo se veían en el aula o en el claustro del Instituto, que
+tiene entrada por la calle de los Reyes; luego se encontraron en el
+camino al venir de sus casas, y lo anduvieron juntos, esperándose
+recíprocamente en la plaza de Santo Domingo, donde llegaban casi a la
+misma hora. Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de
+Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la
+calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado,
+haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la
+atención. Las mañanas de invierno compraban buñuelos, las tardes de
+verano chufas, y en todo tiempo alfeñique, mojama, garrofa o caramelos
+de a ochavo; pero su verdadera delicia consistía en repartirse una
+cajetilla de pitillos, sin que jamás llegasen a reñir sobre quién
+gastaba un cuarto más o menos. Durante el primer curso conservaron el
+aspecto algo encogido de chicos criados entre faldas y limpios de
+lenguaje, no hechos a la libertad de andar solos por la calle; mas al
+poco tiempo fueron abriendo oídos a la malicia y teniendo la lengua
+pronta para la desvergüenza: entróseles la picardía al pensamiento como
+ciencia infusa, aprendieron a decir palabrotas, pegóseles algo de ese
+impudor que se recoge al paso, y aumentaron su vocabulario con frases
+soeces y giros achulados, cuyo sentido acaso no entendían, repitiendo
+tales cosas por imaginar que hablando gordo harían viso de hombres
+bragados. No por esto se malearon, y aquellas obscenidades y ternos que
+empleaban entre sí, pero que ante nadie repetían, fueron como un cieno
+que, si les ensució la boca, no les llegó a manchar el alma.</p>
+
+<p>Una mañana que faltó a su clase un catedrático, se marcharon con otros
+chicos a jugar a la Era del Mico, y esta escapatoria fue para ellos una
+revelación. De entonces en adelante, cuando calculaban que podían
+preguntarles la lección, iban a clase; pero los más de los días, luego
+de pasada lista, se escurrían, o pinchándose las encías y manchándose el
+pañuelo, fingían echar sangre por las narices para que les dejaran
+salir, renegando de la declinación y el hipérbaton latino como de las
+mayores infamias que inventaron hombres. De esta época data en la
+historia de su vida la larga serie de correrías que hicieron por Madrid,
+evitando siempre ir por calles céntricas donde pudieran hallarse de
+manos a boca con quien diera en sus casas noticia del encuentro. Así
+llegaron a conocer palmo a palmo cuantos paseos, carreteras y cuestas
+rodean a la Corte, yéndose a pies que queréis por esas rondas, como
+hidalgos de leyenda que marchan a ver tierras, y por entonces debió ser
+cuando en casa de Millán el padre de éste, y en la de Pepe su madre,
+notaron que los chicos rompían zapatos como si lo hicieran a porfía. El
+famoso Marco Polo en lo antiguo, y Livingstone o Stanley en estos
+tiempos, fueron junto a ellos exploradores de poco más o menos. ¿Qué
+mayor expedición que ir desde el Noviciado a la Puerta de Hierro
+haciendo escala en el Puente Verde para llamar <i>¡todas! ¡todas!</i> a las
+lavanderas del río? ¿Pues y el viaje a Moratalaz o Amaniel para ver
+hacer el ejercicio a la tropa? ¿Y el ir a extasiarse ante los puestos de
+San Isidro, en vísperas de romería, o marcharse en invierno a ver si se
+había helado el Canal del Lozoya? Lo que nunca se les ocurrió fue tomar
+partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de
+Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta,
+robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío. En
+cambio, les divertía mucho ver en Palacio la parada o estarse en Santa
+Cruz oyendo a los charlatanes perorar desde el pescante de un simón
+vendiendo <i>grasa de león para quitar manchas</i> o diciendo que tenían
+polvos para matar los <i>insetos solitarios del estómago, que es el
+intestino donde se mete la comida</i>. ¿Y el caudal de conocimientos que
+adquirieron? Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los
+días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las
+cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la
+construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios
+nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los
+balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta
+hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las
+tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol. No quedó rincón
+madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del
+Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo,
+ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres
+favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas
+de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a
+retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un
+respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II
+presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la
+Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de
+Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió
+a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia
+había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada
+erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las
+biografías latinas de Cornelio Nepote y los <i>Trozos escogidos</i>, que a
+ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable! A clase de
+Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y
+Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando
+no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo <i>apretaban</i>, y a
+primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y
+con el susto fuera del cuerpo. De esta suerte, paseando mucho y
+estudiando algo, pero asimilándose su inteligencia fácilmente lo que
+aprendían, llegaron a ser un término medio entre el estudiante sorbedor
+de textos, que suele al fin no servir para nada, y el pigre holgazán,
+que degenera en pillastre.</p>
+
+<p>Hacia 1868 se graduaron de bachiller, siendo ya dos mocitos que echaban
+requiebros a las modistas, y poco después sus familias determinaron
+darles carrera. Ambos padres decidieron que estudiaran leyes. En don
+José, que era un español a la antigua y para quien no había profesión
+seria sino refrendada por un título académico, influyó mucho el recuerdo
+de la respetabilidad que a sus ojos tuvieron los oidores y magistrados
+de chancillerías y audiencias mientras él andaba de provincia en
+provincia como humilde empleado. No se le ocultó que había de costarle
+muchos sacrificios, pero cedió a la tentación de ver a su hijo hecho
+personaje de toga con vuelillos. Para él la abogacía era lo de menos: al
+decir abogado, no concebía al chico defendiendo pleitos sino
+administrando justicia. Millán siguió el ejemplo de Pepe, porque
+estimaba bueno cuanto éste hacía.</p>
+
+<p>La vida de verdaderos estudiantes les duró poco. Ambos tuvieron que
+abandonar la carrera apenas empezada. El infortunio se cebó en sus
+hogares de modo parecido, y aquella amistad de niños, fundada en juegos
+y paseos, fue lazo que vino a estrechar la desgracia.</p>
+
+<p>El padre de Millán tenía en los barrios bajos una modesta imprenta
+donde, por hacer favor a un amigo, tiró varios números de cierto
+periódico clandestino. Una noche le sorprendió la policía, y cerrando
+la imprenta se llevó al dueño al Saladero, donde permaneció, gastándose
+los ahorros en un cuarto de pago, hasta que el 29 de Setiembre las
+turbas le sacaron poco menos que en triunfo con otros presos políticos.
+Lo que no pudo devolverle la justicia popular, enérgica pero tardía, fue
+el dinero prodigado a carceleros y guardianes para que no le molestaran,
+y al escribano para que activara la causa, ni tampoco la parroquia
+perdida con la clausura de la imprenta. Cuando el pobre hombre salió de
+la cárcel, consumida su fortuna, tuvo que resignarse a ser oficial de
+cajista. A sus años el golpe era demasiado duro, y una afección crónica
+que tenía en los ojos se le agravó tanto, que le fue imposible continuar
+trabajando. Millán no dudó un instante respecto a la determinación que
+debía seguir:«&mdash;Padre&mdash;dijo&mdash;como me he criado en la imprenta, conozco
+el oficio y todo lo que en él se hace. Búsqueme Vd. trabajo, que con mi
+jornal habrá para los dos, al menos para Vd., que yo necesito poco.» Los
+libros de Derecho, apenas manejados, cedieron el puesto a las cuartillas
+de original: Millán entró de corrector de pruebas en uno de los primeros
+establecimientos tipográficos de Madrid, cuyo principal al poco tiempo
+le encomendó gran parte de la dirección de la imprenta: soñó con ser
+letrado y quedó reducido a la condición de obrero, en lo más noble que
+puede producir la inteligencia humana, pero obrero al fin, sujeto a un
+jornal que merma con la fiebre de un día y acaso falta en la ocasión en
+que es más necesario. Cuando tomó aquella resolución, dijo a Pepe,
+dándole cuenta de su situación:&mdash;«¡Cómo ha de ser! Vamos a seguir rumbo
+distinto: tú llegarás donde te lleve la suerte; en cuanto a mí... soy
+hombre al agua.» Pepe demostró a su amigo que la desgracia no era fuerza
+bastante a quebrantar la ley que le tenía. A veces iba por la tarde a
+hacerle compañía a la imprenta; al anochecer solía buscarle para pasear
+juntos, y si le encontraba en la calle, cuanto más derrotado y pobre de
+ropa le veía, mayor afecto le mostraba, cuidando de no darle ni aun
+aquellas bromas que, si antes le parecían lícitas, ahora se le antojaban
+ofensivas.</p>
+
+<p>Dentro de aquel año les igualó la desgracia. La exigua cantidad de renta
+del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con
+los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos,
+reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento,
+las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del
+<i>Monte</i>, y hasta las ropas hubo que empeñar. En la casa de la calle de
+Botoneras penetró al fin la escasez, con su cortejo de tristezas, como
+antes había penetrado en la pobre imprenta de los barrios bajos; pero si
+Millán sabía un oficio, Pepe carecía de conocimiento alguno que pudiera
+serle útil contra el infortunio. Entonces se pensó en buscar para él una
+colocación o destino. Las cartas que escribió don José, las visitas que
+hizo hasta que se lo impidió su dolencia, las antesalas que cruzó, no
+son para contadas. Por fin, un antiguo amigo suyo <i>metió</i> al chico, con
+un empleo de 5.000 reales, en la Biblioteca del Senado. Pepe, como
+funcionario público, iba a ganar casi la mitad de lo que daban a Millán
+por regentar la imprenta.</p>
+
+<p>Si cuando chicos no les maleó el exceso de libertad, de grandes no les
+doblegó la desgracia; ni tampoco intentaron, por salir de apuros, vadear
+malamente aquella torcida corriente de su vida que comenzaba a
+encresparse. Juntos nadaron a pecho abierto contra ella; y sin pensar
+que podían por malas artes vivir a lo perdido, o abandonar a sus
+familias, comenzaron a trabajar, Millán en la imprenta que le
+confiaron, y Pepe en su humilde empleo de la Biblioteca del Senado. Como
+éste tenía más horas libres que aquél, y se iba muchos ratos a hacerle
+compañía, Millán le rogaba con frecuencia que le ayudase, de donde se
+originó que, durante una larga temporada en que hubo prisas en la
+imprenta, Pepe se pasó noches enteras corrigiendo pruebas; lo cual su
+amigo le enseñó con pocas advertencias, y él perfeccionó en algunas
+semanas. Una alteración de personal que hubo por entonces en la
+imprenta, inspiró a Millán la idea de que aquel favor, que su amigo
+frecuentemente le hacía, sólo para ganar tiempo y anticipar la hora de
+salir juntos, podía redundar para Pepe en una ganancia, no grande, pero
+sí oportuna, dada la situación de su casa, donde la necesidad se iba
+entrando a banderas desplegadas desde que comenzó a agravársele a don
+José la enfermedad de las piernas. Ello fue que, al cabo de tres meses,
+estando un domingo de paseo, y solos, Millán le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Tengo que proponerte una cosa. Creo que te conviene, pero no he podido
+resolver nada sin contar contigo.</p>
+
+<p>&mdash;Habla, chico.</p>
+
+<p>&mdash;Desde hace más de tres meses que arreció el trabajo, vienes casi
+todas las noches a buscarme, y para una vez que consigo acabar temprano
+y podemos ir un rato al café o a dar vueltas charlando por las calles,
+lo general es que tengas que quedarte allí conmigo corrigiendo
+galeradas. Al principio no sabías lo que te pescabas, lo que tú
+corregías tenía yo que volver a mirarlo. Hoy, la verdad, lo que para un
+cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido tú en
+seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te
+pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer
+se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres
+la plaza? Si se lo digo al amo, te la da. Tú le convendrías a él con
+pedirle dos reales menos que otro cualquiera, y a tí, como son pocas
+horas, de noche, y yo te taparé cuando faltes... vamos, que puedes ganar
+eso... si no te repugna... Díselo a tu padre.</p>
+
+<p>&mdash;Y ¿por qué me ha de repugnar? ¿Qué tengo que decírselo a mi padre?
+Acepto desde ahora... y te lo agradezco de veras. Puedes creerme: ya ves
+cómo estamos en casa.</p>
+
+<p>&mdash;Siempre serán diez y ocho o veinte reales más al día.</p>
+
+<p>No era posible aumentar la amistad que les unía; pero este rasgo
+contribuyó mucho a afianzarla y, además, hizo que fuera su trato más
+frecuente, por la índole del trabajo que les ocupaba. Así, los que de
+muchachos comenzaron juntos a corretear por las calles y pisar las aulas
+del Instituto; los que juntos pensaron seguir una carrera de las
+reservadas a gente, si no poderosa, al menos acomodada, juntos también,
+forzados a renunciar a ella, emprendieron la pendiente áspera, y a veces
+sin fin, que suben en la vida los que se mantienen por sus manos.
+Menudearon con esto las idas de Millán a casa de Pepe, y aquél, que
+cuando chico no paró ojos en la hermana de su amigo, fue luego
+encariñándose con ella hasta que, insensiblemente, como a veces quiere
+el amor que sean estas cosas, se fijó en lo bonita que era, consideró
+las pocas exigencias que había de tener mujer tan hecha a batallar con
+la necesidad, y pensó que le convenía para propia. Como esta idea fue
+resultado de mucho mirar a Leocadia, hablar con ella y observarla,
+buscando ocasiones en que estudiarla el genio, lo notaron los padres y
+el mismo Pepe; de suerte que casi antes de que Millán demostrara su amor
+con atenciones y cuidados, ya ellos lo habían sorprendido sin enojo en
+sus impaciencias y miradas. Leocadia empezó a recibir las pruebas del
+afecto de Millán con el agrado natural que tiene la mujer para acoger
+las primeras palabras dulces que escucha; contenta, satisfecha, casi
+agradecida, mas sin que el querer produjera en ella impresión tan honda
+como la que estaba haciendo en Millán. Éste, si no se sentía aún
+verdaderamente enamorado, estaba en camino: a ella, más que el novio
+mismo, le gustaba la sensación moral, nunca experimentada, de saber que
+había un hombre que gozaba mirándola. Sus corazones no estaban, sin
+embargo, verdaderamente unidos. A veces, cuando sentados todos, de
+noche, en torno de la camilla, leían periódicos o jugaban al tute por
+distraer a don José, Millán, espiando a Leocadia con el rabillo del ojo,
+creía descubrir en su fisonomía de madrileña vivaracha un gesto
+indefinible, un nublarse repentino de las pupilas, una ligera sombra de
+tristeza, en medio de la risa, que delataban incompletamente cierto afán
+de aspiraciones vagas o impulsos latentes de ambición mal entendida.
+Doña Manuela y don José dieron a los chicos por novios apenas hubo
+indicio para ello: Pepe, más listo, adivinó que Millán quería a su
+hermana, pero que ella no estaba tan enamorada como él.</p>
+
+
+
+<h3><a name="III" id="III"></a>III</h3>
+
+
+<p>En su primera época de estudiante, casi niño, no fue Pepe de esos
+muchachos que se sientan lo más cerca posible del maestro, aprendiendo
+de memoria, como loros, cuanto se les manda, antes por obediencia y
+aplicación irreflexiva que por verdadero amor a estudios que aún no
+entienden; pero tenía inteligencia sobrada para comprender que había de
+llegar un día en que de todas aquellas asignaturas y materias, que
+juntas querían meterle por fuerza de golpe en la cabeza, tendría que
+fijarse en alguna, decidirse y estudiarla, confiando a la perseverancia
+en el trabajo su porvenir y el amparo de los suyos. Durante esos años,
+en que el hombre ignora la realidad de sus tendencias y la índole de
+aquello a que debe dedicarse, él, entre dudas y vacilaciones, pugnaba
+por determinar <i>lo que sería</i>, como si a todos permitiera la fortuna
+marcar el rumbo de su vida. Por fin, la afición a la historia y el
+interés que, apenas comenzó a hombrear, mostró para seguir en
+conversaciones o lecturas la marcha de los sucesos políticos&mdash;tan
+agitados en aquel tiempo&mdash;le hicieron inclinarse a la abogacía, carrera
+en que la antigüedad de los pueblos, la política, el derecho y las
+letras, aparecían a sus ojos formando, no un camino más o menos ancho,
+sino un conjunto de senderos que podían llevarle a suertes prósperas y
+varias. Su existencia tenía un fin doble, y así lo comprendía él: ser
+obrero de su propia fortuna y sostén de sus padres. Pero estas ideas no
+despertaban en su ánimo temor de lucha ni necesidad de abnegación.
+Llegar a <i>ser algo</i>, le parecía cosa natural. ¿No llegaban otros?
+Propósito de desinterés en aras de su familia, nunca lo hizo su
+pensamiento. Se dijo sencilla y espontáneamente que era necesario en su
+casa, que allí quien debía trabajar era él, sin imaginar jamás que sus
+más penosos esfuerzos por lograrlo pudieran llamarse abnegación o
+sacrificio, ni siquiera deber: lo haría porque sí, porque era el hermano
+mayor, el único hombre de la casa. En sus cálculos no entraba Tirso para
+nada. Si no, ¿quién lo haría?</p>
+
+<p>El cambio que la desgracia ocasionó en la vida material de Pepe, fue en
+un principio apenas sensible: al pronto, todo se redujo a que los pocos
+libros de texto que había comprado anduviesen rodando de la mesa del
+comedor a la de su cuarto, hasta que él los guardó por no verlos.
+Aparentemente, con ocultar aquellos libros se borró en la familia la
+idea de que Pepe había tenido que renunciar a la carrera: doña Manuela,
+que era buena, pero poco avisada, sintió cierta amargura; la resolución
+de su hijo la entristeció, por ser señal inequívoca de grandes
+privaciones:&mdash;«El pobre ha tenido que dejar los estudios»&mdash;decía, sin
+poder profundizar todo lo que en esta frase iba envuelto. A Leocadia le
+mortificó el suceso más que a su madre, pero de otro modo. Mientras Pepe
+se limitó a trocar la clase por el destino del Senado, decía:&mdash;«A mi
+hermano le han empleado»&mdash;y en el tono con que lo pronunciaba descubría
+algo de amor propio satisfecho. El verdadero disgusto lo tuvo cuando, a
+consecuencia de la proposición de Millán, entró Pepe de corrector en la
+imprenta: aquello de que su hermano ganara un jornal la impresionó
+amargamente, en parte por lo que significaba tal determinación, y más
+aún por vanidad herida. Su gran temor era que Pepe llegara a ponerse
+blusa para trabajar, como si en este detalle fuese envuelta toda la
+ruina de la casa. Transigía con la pobreza, con la miseria, con todo;
+pero a lo vergonzante, no enterando al prójimo de humillaciones que no
+le importaban. La mayor pesadumbre fue para don José. Los tres años de
+Derecho que cursó Pepe, le habían acostumbrado a pensar en su educación
+como en un esfuerzo costosísimo, mas para él lleno de encantos. El
+humilde empleado que pasó la vida a salto de mata, de oficina en
+oficina, de centro en centro, sin apoyo ni valimiento, había logrado
+adquirir tales hábitos de orden y economía, que iba a serle posible dar
+carrera a este hijo, y dársela a su gusto, no como se la dieron al otro.
+El pobre viejo no alcanzaba por qué medio sería ello; pero con los ojos
+de la imaginación veía al chico ya vestida la toga de vuelillos blancos,
+con el birrete puesto, la placa en el pecho y sentado en un sillón de
+alto respaldo, escuchando informes de abogados que, al dirigirse a él,
+hablarían con profundísimo respeto... y, de repente, vinieron el
+descuento, las pérdidas, los atrasos, la jubilación, reduciéndose el
+futuro juez a empleadillo colocado por el favor de un amigo, y a merced
+de quien tuviese influjo para quitarle cualquier día la plaza en
+provecho de otro. La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con
+Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido
+difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a
+su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte
+ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus
+ojos: el engreimiento no se le borró del alma.</p>
+
+<p>El más duro para resistir a la desgracia, fue quien más perdía con ella:
+el mismo Pepe, que, así como no dio importancia al sacrificio, no se
+entregó tampoco a esa resignación callada y triste, cuyo silencio sofoca
+el dolor sin mitigarlo. Su carácter varió algo, sin que él se diera
+cuenta, mas no llegó a sufrir una verdadera trasformación. Las fibras de
+su corazón eran tales, que no podían bastardearse al ser azotadas por la
+desgracia, como no hubieran cambiado tampoco acariciadas por la fortuna.
+Aquella incredulidad burlona con que siempre acogió cuanto no podía
+aclarar razonándolo, se acentuó y se hizo más amarga; su gracia para
+zaherir cobró acritud, sus chistes tomaron tono de quejas dichas en
+broma; pero la propensión cómica quedó dominando siempre en sus labios,
+pronta a ridiculizar cuanto sus ideas y aficiones le señalaban digno de
+vituperio. Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba,
+ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las
+condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una
+serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un
+dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar
+tristemente de su boca.</p>
+
+<p>Pasadas las primeras semanas de aquella existencia nueva, dividida entre
+la biblioteca del Senado, donde su trabajo consistía en dar libros a
+quien raza vez se los pedía, y las tareas de la imprenta, donde bajo la
+inspección de Millán iba siendo cada día más útil, comenzó a
+experimentar cierto reposo que él comprendía no ser definitivo, pero que
+le halagaba por verlo reflejado en la casa. Su vida de empleadillo y
+jornalero le producía un puñado de duros, con los cuales había para ir a
+la compra y casi con igual frecuencia a la botica. De la abogacía no se
+volvió a hablar: lo de seguir carrera fue un sueño, y, sin embargo, el
+haber tenido que renunciar a ella era la pesadumbre de toda la familia.
+Cada cual la sentía a su manera: doña Manuela no decía sino:&mdash;«¡Hijo
+mío, cuánto trabaja!» El padre no se recataba para confesar a voces aun
+delante de gentes:&mdash;«Estará en la imprenta.» Leocadia, sin disimular la
+repugnancia a lo que en su hermano había de obrero, hablaba del
+<i>destino</i> o el <i>empleo</i>, y cuando le veía volver a casa, instintivamente
+le miraba a las manos, temiendo que trajera en ellas alguna señal sucia
+de su honrosa labor. No lo podía evitar: tenía esa vanidad madrileña que
+pretende cubrir con perifollos de seda la falta de ropa blanca, y que
+prefiere el adorno de la sala al cuidado de la alcoba.</p>
+
+<p>Pepe participó también, en cierto modo, de ese sentimiento que tiende a
+ocultar al prójimo la propia miseria. Hubo una persona a quien no tuvo
+el valor de confesar que trabajaba en la imprenta de Millán, y esa
+persona fue su novia, la señorita de coche, como la llamaba Leocadia.
+Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su
+padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que
+abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a
+un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo
+de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas
+de jornalero. En un principio no fue completamente franco por aquella
+misma pícara vanidad de Leocadia, y después por falta de valor: aun
+conociendo a Paz como llegó a conocerla, tuvo miedo a decirla:&mdash;«El
+hombre a quien amas, tú, la señorita rica, mimada por la fortuna, va por
+las noches a ganarse un jornal que cobra los sábados como los herreros
+y los albañiles.» Imaginó que la perdería: era a sus ojos enteramente
+absurdo que Paz, después de saber esto, siguiera enamorada de él. La
+vida moderna le ofrecía a cada paso ejemplos de hijas de familias
+poderosas a quienes por un capricho amoroso había que casar con un mal
+periodista, con un abogadillo, con un cualquiera, aún de lo más pobre de
+la clase media; pero, ¿quién vio jamás en estos tiempos que una señorita
+hecha a pisar alfombras y ceñirse el talle con sedas, entregara la mano
+a un jornalero? Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad,
+pero sin valor para decirla con sus propios labios. Al oírla exclamar
+con frecuencia entre apasionada y mimosa: «¡Pepe mío, cuánto te quiero!»
+le acometían impulsos de revelarla aquello que él ocultaba como una
+infamia; pero luego, contemplándola vestida con todos los primores del
+lujo, retiraba las manos o se las examinaba al descuido, temeroso, como
+su hermana, de hallar impresa en ellas la sucia mancha del trabajo.</p>
+
+
+
+<h3><a name="IV" id="IV"></a>IV</h3>
+
+
+<p>Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e
+influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas
+obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo
+la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo
+sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización;
+Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado
+antes que nadie de los <i>obstáculos tradicionales</i>; y Prim, por seguir
+sus huellas.</p>
+
+<p>La fortuna de don Luis, con ser respetable, no era sino resto de lo
+mucho que gastó su padre en conspirar contra Sartorius y Narváez; pero
+lo que mejor heredó fue un grande amor al partido progresista, mucha
+antipatía a la demagogia, que se le antojaba cosa pagada con el oro de
+la reacción, y una repulsión invencible a moderados y carlistas. Los
+trabajos de don Luis en juntas y comisiones del partido; los artículos,
+proyectos y dictámenes que escribió, serían incalculables, e infinitas
+las veces que proyectó terciar en los debates; pero jamás tuvo ánimo
+para romper a hablar en público ni para enviar dos cuartillas a un
+periódico. No era tonto y lo parecía, porque sin tener realmente
+influencia entre los suyos, imaginaba que su consecuencia y lealtad
+debían darle mayor importancia de la que gozaba, resultando algo
+vanidoso. Como la palabra obedecía mal a su pensamiento, huía los
+diálogos largos y las conversaciones en corro, limitándose a hacer
+signos de afirmación o negación con la cabeza, y cuando más, a decir
+frases concisas, que tomaban en sus labios tono de sentencias
+pretenciosas. Muchos le consideraban como hombre formal, pero de cortos
+alcances, y algunos le trataban de burro serio. Aquéllos andaban más
+cerca de lo cierto; porque sin ser don Luis una inteligencia
+privilegiada, era honrado y de carácter firme, aunque algo agriado, por
+imaginar que debía brillar y bullir más en su partido.</p>
+
+<p>Lo que constituía su verdadero título de gloria, para quien llegase a
+saberlo, era la educación que dio a su hija. A los treinta y dos años
+enviudó y se propuso que Paz, cuando él faltara, estuviese en
+condiciones de vivir por sí, sin ajeno auxilio, que supiera manejar su
+fortuna y aprendiese a conocer su corazón, para no dejarla expuesta a
+rapacidades tutorescas ni a errores de su inexperiencia. Muchas veces la
+dijo:&mdash;«Has de saber cuánto tienes, duro por duro; y has de pensar
+siempre en lo que vayas a hacer, para que ni el prójimo te robe ni tú te
+engañes.»</p>
+
+<p>Paz estuvo una temporada de tres años en un colegio dirigido por monjas,
+lo cual no era muy del agrado de su padre; pero ¿qué hacer, si no había
+en Madrid otro linaje de casas de educación? Allí aprendió a escribir
+con bonita letra, a hablar bastante bien en francés y rudimentos
+incompletos de muchas cosas: de coser poco, de bordar algo y de rezar
+mucho. Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid,
+hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo
+visto, para <i>las madres</i> no había secretos; así que, los domingos de
+salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía
+ni a los murmuradores del Casino. Esto, y un tantico de vanidad que se
+fue despertando en el alma de Paz, indujeron a su padre a sacarla del
+colegio-convento; mas aunque quiso hacerlo con gran tiento y
+circunspección, tuvo por fin que ser enérgico, porque las santas mujeres
+habían procurado atraerse la voluntad de la niña. ¿Les indujo a ello la
+bondad de Paz? ¿Ambicionaron la conquista de su preciosa voz para la
+capilla? ¿Prendáronse quizá del entusiasmo con que era de las primeras
+en gastar sus ahorros de colegiala rica comprando, ya la sabanilla del
+Cristo, ya la toca de la Virgen, ya el encaje para el paño del altar?
+Ello fue que un día de fiesta, no pudiendo don Luis ir a buscarla, envió
+con el carruaje a una parienta, quien a la hora del almuerzo volvió
+sola, refiriendo que la <i>buena madre</i> había dicho que <i>mademoiselle</i> Paz
+no salía. Don Luis, pensando que su hija estaba mala, fue inmediatamente
+a verla y, a disgusto de la superiora, hubo que traer la niña a
+presencia del padre, quien pasó un rato muy malo observando que su Paz,
+sin estar castigada, ni enferma, se allanaba de buen grado a permanecer
+allí, en vez de irse a pasar el día con él. Por fin consiguió que su
+hija le siguiese, y aquella noche no la permitió volver al colegio.
+«Aquí no hay más <i>madres</i> que yo»&mdash;dijo don Luis&mdash;y desde entonces se
+consagró al cuidado y educación de su hija, sin perder por eso su
+desmedida afición a la cosa pública. Las cartas de la superiora y las
+embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja
+descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante,
+don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas,
+mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el
+convento. La mansedumbre, que es gran virtud, evitó que las monjas se
+ofendieran: no salió de sus labios palabra de reproche, nada intentaron
+para exacerbar la devoción naciente, quizá la vocación frustrada de Paz;
+pero tampoco se olvidaron de recordarla en días determinados y
+festividades solemnes que en un extremo de Madrid había una santa casa
+que se honraba con haberla tenido por discípula y a la cual debía enviar
+de cuando en cuando alguna limosna para obras de caridad, algún ramo de
+flores para aquel altar, en cuyas gradas se arrodilló tantas veces.</p>
+
+<p>Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo
+olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con
+la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa
+como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo
+el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido. Bastaron unas cuantas
+semanas de esta vida, y el colegio, antes impregnado de cierta poesía
+plácida, quedó reducido en la imaginación de Paz a un conjunto de
+recuerdos fríos e incoloros. Al cabo de un año don Luis, escogiendo con
+cautela las casas donde la llevaba, comenzó a presentarla en la titulada
+buena sociedad, con lo cual sus galas y tocados la preocuparon mucho más
+que antes la ropa de las santas imágenes: el gabinete lleno de primores
+y el lecho mullido le fueron más gratos que el frío dormitorio y la
+estrecha cama de colegiala; las flores que se ponía en el pelo cortadas
+por su mano en el jardincito de la casa, destronaron a los ramilletes de
+trapo de los altares; y para colmo de impiedad, la primer sinfonía de
+Mozart que oyó tocar sonó en sus oídos más grata que las letanías,
+salves y motetes.</p>
+
+<p>La serie de impresiones que Paz experimentó pisando salones de casas
+extrañas, no fue, sin embargo, tan agradable como la que sintió entrando
+a reinar en su propio hogar. A poco de vivir con su padre, la enteró
+éste de sus negocios, explicándola en qué consistía su fortuna,
+ayudándose de ella para el manejo de intereses, con lo cual Paz llegó a
+persuadirse de que don Luis era un hombre honrado, y el origen de cuanto
+tenía decente y limpio. En cambio, comenzó a ver que ni todas las casas
+ni todos los hombres eran como su casa y su padre. Aunque incompleto y
+velado por la educación y la hipocresía, el mal llegó claro a sus ojos,
+causándola una sensación parecida a la que sufriría quien, hecho sólo a
+respirar aire puro, entrara de pronto en una atmósfera viciada. El
+instinto suplió a la picardía, el ingenio a la malicia: no pudo la
+imaginación desentrañar las causas de las cosas, pero vio los efectos y
+fue bastante para que se le entrase al alma un miedo sano.</p>
+
+<p>En su espíritu hubo dos impulsos simultáneos: el despertar a la
+inquietud moral de la vida y la desconfianza de hacer a nadie partícipe
+de sus emociones. Con su padre tenía toda la sinceridad posible; mas
+esos misteriosos deseos, esas dudas ingenuas que la mujer reserva para
+dichas en voz baja al elegido de su corazón, no salieron de sus labios.
+Las frases galantes y las lisonjas la infundían una previsión
+desasosegada, un terror vago que la impedía mostrarse complacida: era
+semejante a un pájaro que tuviese miedo a la red. Cuando algún hombre
+halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella,
+involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas
+desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer
+acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no
+la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro
+en su riqueza. Ser querida por sí, le pareció fácil: saber cuál amor
+sería sincero, lo juzgó imposible. Hubiera querido disimular el
+bienestar de su casa, y a veces sentía impulsos de extravagantes
+humoradas, ansia de ocultar su facilidad de logro, a semejanza de esos
+príncipes que viajan de riguroso incógnito para agradecer la simpatía
+que inspiren y oír el lenguaje de la franqueza. «El mejor traje&mdash;solía
+decir&mdash;es el que más disimula lo que cuesta.»</p>
+
+<p class="top5">Una tarde vio Pepe entrar en la biblioteca del Senado un caballero como
+de cincuenta años, alto, canoso, con el rostro enteramente afeitado y de
+aspecto excesivamente limpio, que dirigiéndose al principal encargado,
+le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Vengo a pedir a Vd. un favor. ¿Podrá Vd. recomendarme uno de estos
+muchachos que tiene Vd. aquí, a sus órdenes, para que venga unas cuantas
+mañanas a mi casa y me ayude a poner en orden mi librería? Me han hecho
+los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico
+juicioso, ¿eh?</p>
+
+<p>&mdash;¿Oye Vd. esto?&mdash;preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero,
+añadió.&mdash;Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le
+servirán a Vd. mucho. Casi es abogado...</p>
+
+<p>El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus
+años, le habló así:</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver, joven. A un muchacho, aunque no lo necesite, nunca le
+viene mal un puñadillo de duros. ¿Ha oído Vd. lo que hemos hablado?
+¿Quiere Vd. venir a mi casa unas cuantas mañanas?</p>
+
+<p>&mdash;Sí señor, y haré lo posible por complacerle.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, pues cuento con Vd. ¿Cuándo empezaremos? porque yo lo tengo
+allí todo revuelto.</p>
+
+<p>&mdash;Cuando Vd. quiera.</p>
+
+<p>&mdash;Mañana mismo. Le espero por la mañana a las once.</p>
+
+<p>Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le
+preguntó quién era aquel señor.</p>
+
+<p>&mdash;Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que
+no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más
+que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a
+hablar... y nunca habla.</p>
+
+<p>Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron.</p>
+
+
+
+<h3><a name="V" id="V"></a>V</h3>
+
+
+<p>Acudiendo a la cita del señor de Ágreda, a las diez y media de la mañana
+siguiente entraba Pepe en el <i>hôtel</i> que aquél habitaba, situado al
+final de la Castellana. Atravesó el jardín, pequeño y bien cuidado,
+subió las escalerillas, llenas de macetas, que parecían estar
+custodiando dos magníficos perros de bronce, y entró en el despacho, que
+formaba parte de la planta baja.</p>
+
+<p>El piso era de maderas ensambladas, las colgaduras magníficas, cómodo y
+lujoso el mueblaje; todo acusaba mucho dinero. La mesa indicaba orden,
+gran pulcritud y poca labor: cuanto había sobre ella estaba bien
+colocado; pero sin que se notase en nada la confusión, propia del
+trabajo continuo. Los libros eran pocos, ricamente encuadernados, y sin
+señales de manejo frecuente: no debían ser aquellos los que era preciso
+ordenar. En dos testeros de pared cubierta de un papel muy oscuro
+rameado de oro, había dos retratos de mujer. En uno, el traje y el
+peinado a la moda de 1850, pero, sobre todo, la pintura, lamida como
+rebuscando finezas, delataban la mano de uno de aquellos artistas que
+conservaron reminiscencias del estilo elegante de don Vicente López, sin
+haber adquirido el vigor de los buenos pintores contemporáneos nuestros.
+La dama estaba peinada con el pelo hecho dos grandes ondas, muy
+alisadas, y tenía las facciones parecidísimas a la retratada en el otro
+lienzo; pero resultaba la belleza de la primera más completa y armónica.
+A pesar de esta diferencia, se parecían tanto, que era fácil adivinar su
+parentesco. Debían ser madre e hija, a juzgar por la edad que
+representaba cada una y por la diferencia de los trajes. El retrato de
+la más joven era una doble maravilla, por el modelo y la factura. Un
+trozo de impalpable gasa la cubría los hombros, a modo de gola antigua;
+tenía el rostro casi en sombra, los ojos ceñidos de un livor oscuro,
+ligeramente inclinada hacia adelante la cabeza y puesta entre el pelo
+una pluma de color de rosa, ingrávida, suelta, que parecía pronta a
+moverse al más ligero soplo.</p>
+
+<p>Los dos balcones del despacho daban al jardín y, a través de los
+listones de las persianas caídas, se veía una pequeña estufa con plantas
+de flores costosas, destinadas a morir en los búcaros de un gabinete o
+prendidas en el pecho de una mujer bonita. Completaban el adorno de los
+muros unos cuantos grabados ingleses, un retrato de Olózaga, en
+litografía, con dedicatoria autógrafa, y un título de coronel honorario
+de la Milicia Nacional del 54, encerrado en rica moldura y expedido a
+favor del padre de Paz.</p>
+
+<p>De pronto entró don Luis.</p>
+
+<p>&mdash;Me gusta la puntualidad. Venga usted conmigo, y verá Vd. si hay aquí
+para rato.</p>
+
+<p>Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros,
+donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas
+paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e
+impregnada del olor al barniz. En el centro había una gran mesa, también
+llena de libros, y además libros por todas partes: en el suelo, encima
+de las sillas y amontonados en los rincones, todos revueltos como en
+casa donde anduvieran de mudanza.</p>
+
+<p>Aquel día no ocurrió más sino que don Luis dio algunas instrucciones a
+Pepe y éste comenzó a poner en orden los volúmenes, marchándose
+enseguida con el tiempo preciso para almorzar antes de ir al Senado. Al
+salir de la casa, tranquila la imaginación, sólo se hacía una pregunta:
+«¿Qué gente será ésta?»</p>
+
+<p class="arriba"><br />Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas
+obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día,
+estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir
+cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Puedo entrar?</p>
+
+<p>Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa. Llevaba
+puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos
+y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y
+libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como
+azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el
+cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico. Sorpendida
+al ver que don Luis no estaba solo, se detuvo un instante sin soltar el
+tirador de la puerta, dudando si adelantar o volverse.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estorbo?</p>
+
+<p>&mdash;No, hija, entra.</p>
+
+<p>Pepe, que se disponía a marcharse, la saludo; contestole ella, y
+cogiendo de sobre la mesa un periódico, se puso a leer. La escena fue
+rápida, casi muda: el aparecer ella y el despedirse él, ocurrió en un
+momento. «¡Qué bonita es!»&mdash;se decía luego Pepe al echar a andar, ya
+fuera de la verja del jardinillo de la casa.</p>
+
+<p>Durante las mañanas sucesivas, don Luis entró en varias ocasiones a ver
+cómo llevaba el muchacho su trabajo, que cundía poco, porque el rato que
+pasaba allí era corto. Los armarios se iban llenando, sin embargo, y don
+Luis observó que, al mismo tiempo de guardar los libros, Pepe tomaba
+nota de ellos en unas tarjetas grandes, para formar un índice. Esto le
+gustó: el chico debía ser listo. Paz entró también alguna vez a buscar a
+su padre, y llegó a cambiar con Pepe frases triviales. Un día hablaron
+del tiempo, otro de un reciente y criminal atentado contra los Reyes. El
+lenguaje de ella era el propio de una señorita bien educada que no se
+desdeña de conversar con aquellos a quienes la fortuna no espropicia: el
+de Pepe era respetuoso, casi tímido, de hombre no hecho a pisar casas
+tan bien puestas ni a tratar con señoras de aspecto tan aristocrático.</p>
+
+<p>Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el
+despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta,
+escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía
+un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión,
+la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era
+preciosa. Su talle sin artificio que la oprimiera exageradamente, tenía
+al cambiar de postura movimientos que acusaban formas esbeltas de curvas
+admirables. El pelo, casi negro, recogido y alisado con extremada
+modestia, avaloraba la blancura mate y dorada de la tez, vivificada por
+venas finísimas y azuladas. Las facciones muy graciosas y menudas, sin
+mezquindad, formaban una fisonomía móvil y animada, como la de aquellos
+serafines de Goya, inspirados en los rostros picarescos de las hijas del
+pueblo. Los ojos, de un azul oscuro y limpio, traían a la memoria el
+cielo de las noches serenas de Granada, y los labios, que a veces
+esmaltaba de blanco mordiéndoselos ligeramente con un movimiento
+involuntario, parecían una flor de matiz encendido. La boca, roja como
+herida reciente, y el azul límpido de los ojos, inspiraban ideas
+distintas, siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa de
+la dulzura de los labios.</p>
+
+<p>No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni
+siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma
+sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió
+mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado,
+temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del
+sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo. Al cabo de un
+rato, al colocar Pepe unos libros en su sitio, volvió a mirarla sin que
+ella entonces pudiera verle. En cambio él la contempló a su gusto; mas
+de pronto se oyó la voz de don Luis que llamaba a su hija, y al soltar
+ésta el periódico, por muy presto que quiso Pepe apartar los ojos, le
+sorprendió Paz por vez segunda en flagrante delito de admiración, a
+pesar de lo cual, al verle marchar poco después, no mostró enfado en
+gesto ni en palabras, despidiéndose de él afablemente.</p>
+
+<p>Pocos días después ocurrió casi lo mismo. Pepe, sólo por disfrutar de
+aquél regalo de la vista, que la fortuna le ofrecía, miró varias veces a
+Paz, y ella lo notó, sin dar señal de desagrado, antes al contrario,
+sintiendo cierta tranquila complacencia con aquel homenaje mudo que la
+rendía un hombre imposibilitado por su posición para adularla con
+esperanza de lograr favores. Ella le miró también alguna vez a
+hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura,
+sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba
+inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos
+principales de la hermosura masculina. Entonces se despertó en Paz algo
+de coquetería, no le parecieron mal aquellas miradas, y agradecida al
+culto que empezaba a recibir, permaneció en el sitio donde estaba. En
+días sucesivos entró varias veces al cuarto de los libros sin necesidad,
+sólo por saborear aquel placer desconocido de aceptar un tributo que
+halagaba su vanidad de niña bonita. Pero esta coquetería se le entró al
+alma, sin que ella lo advirtiera, del mismo modo que Pepe se daba el
+gusto de contemplarla sin segunda intención. Paz decía algunas veces
+para sus adentros: «¡Pobre muchacho!» Pepe pensaba: «¡Parezco tonto!»
+Ninguno advertía que aquel juego era peligroso. ¿Cómo había él de
+imaginar que Paz estuviese al alcance de su deseo, ni quién se atrevería
+a despertar en ella recelo de aquel desdichado?</p>
+
+<p>Mas fue Dios servido&mdash;como decían los místicos&mdash;que comenzase a suceder
+con las palabras lo mismo que con las miradas. Hablaron unas cuantas
+veces de cosas indiferentes, y él, aun conteniéndose, por temor a
+parecer atrevido, siempre halló ocasión de mostrar cortesía, ingenio y
+gracia. Sus maneras carecían de atildamiento rebuscado y enfadoso, y sus
+frases estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de un
+hombre igual al de los demás: en lo que hablaba había siempre algo
+original; su tristeza parecía sincera, su gracia tenía un dejo amargo.
+Paz no podía analizar en qué estribaba ello, pero le gustaba hablar con
+Pepe, quien siempre la llamaba señorita, expresándose mucho mejor que la
+mayor parte de los caballeretes que por haberla visto una noche en un
+baile la llamaban por su nombre de pila.</p>
+
+<p class="arriba"><br />El arreglo de la librería tocaba a su término: unas cuantas mañanas más,
+y todo quedaría en orden. Pudo haberse concluido antes, pero lo
+estorbaron dos causas: la primera, que don Luis, cayendo en la cuenta de
+que podía escribir al distrito por mano ajena, ni más ni menos que un
+ministro, empleó a Pepe como amanuense; y la segunda, que las
+conversaciones de éste con Paz fueron adquiriendo mayor desarrollo y
+duración cada día. Oyéndole, se olvidaba ella de que era sólo algo más
+que un criado: hablándola perdía él la noción de la distancia que les
+separaba. Algunos de estos diálogos tomaron giro extraño.</p>
+
+<p>&mdash;Hoy no le quitaré a Vd. tiempo. ¡Estoy más aburrida!... Voy de
+tiendas, a escoger un regalo para una amiga que se casa, y no sé qué
+comprar. Tiene diez y ocho años: fue compañera mía de colegio.</p>
+
+<p>&mdash;Esa edad tiene precisamente mi hermana.</p>
+
+<p>&mdash;No sabía que tuviera Vd. hermanos.</p>
+
+<p>&mdash;Además, tengo otro hermano mayor, que es cura. Pero de fijo no me veré
+yo en el apuro de comprar a Leocadia regalo de boda.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Las muchachas de la condición de mi hermana no hallan fácilmente quien
+las ame.</p>
+
+<p>&mdash;Pues ¿de qué condición es su hermana de Vd.?</p>
+
+<p>&mdash;La vida de mi padre nos ha colocado en una situación muy modesta,
+señorita, pero superior a la de los infelices que necesitan ganar un
+jornal. Pertenecemos a esas últimas capas de la clase media que tocan de
+cerca la pobreza, y las mujeres de esta clase son muy difíciles de
+casar.</p>
+
+<p>&mdash;No se me alcanza la razón.</p>
+
+<p>&mdash;Es muy sencilla. No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la
+diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un
+rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos
+les está vedado el matrimonio.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué ideas tan raras!</p>
+
+<p>&mdash;No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni
+qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo
+que yo? Desengáñese Vd., señorita, el matrimonio no está al alcance de
+todas las fortunas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cuando digo que piensa Vd. cosas muy raras! ¿De modo que una muchacha
+pobre no puede enamorar a un hombre rico, y viceversa?</p>
+
+<p>&mdash;Lo primero no es tan difícil; pero el viceversa es punto menos que
+imposible.</p>
+
+<p>&mdash;Explíquese Vd.</p>
+
+<p>&mdash;Los encantos de la mujer no necesitan la ayuda del dinero. Las
+cualidades morales y la belleza lo pueden todo. La misión del hombre es
+más difícil: primero, tiene que saber agradar, luego debe disponer de
+medios para sostener una familia.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y si esos medios los lleva la mujer? ¿O es que Vd. no cree que deba
+casarse el pobre con mujer rica? Pues lo estamos viendo a cada paso.</p>
+
+<p>&mdash;Hay algo de eso. El amor y el oro hacen juntos grandes cosas; pero
+¡que pocas veces se unen! Además, créame Vd., señorita, siempre resulta
+sospechoso el hombre pobre que enamora a una rica. Las beldades
+adineradas son para nosotros como los brillantes para las modistillas,
+que cuando los lucen nadie los imagina honradamente ganados.</p>
+
+<p>&mdash;Es decir, que hablando clarito, y sin dulcificar las cosas, en
+nosotras la fortuna puede ser un obstáculo a la felicidad.</p>
+
+<p>&mdash;Ha acertado Vd. mi modo de pensar. Nunca debe el hombre pedir amor a
+la que puede enriquecerle. ¿Cómo creerá ella en su sinceridad? ¿Cómo
+adquirirá la certeza de que es ella, ella misma, el objeto de la
+adoración? A una divinidad que nada concede, le es dado creer en la
+sinceridad de los que la rezan; pero un dios que pagara con oro las
+oraciones, ¿cómo estaría cierto del amor que le ofrecieran?</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué sutilezas y qué modo de entender las cosas! Entonces, según Vd.,
+la mujer rica no puede hallar sino marido rico. Pues no es así. Todos
+los días se casan ricas con pobres.</p>
+
+<p>&mdash;No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien
+vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd.
+visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y
+verdaderamente pobre.</p>
+
+<p>&mdash;Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto,
+no.</p>
+
+<p>&mdash;Es natural. El oro inspira a la mujer desconfianza de la buena fe del
+hombre. ¿Quién es capaz de descubrir la verdad en corazón ajeno? Por eso
+no debe nunca exponerse nadie a que le culpen de ambicioso cuando sólo
+pretende ser amado.</p>
+
+<p>&mdash;Tristes verdades, si lo son, para las ricas.</p>
+
+<p>Quizá nada tuvieran de extraordinario las frases de Pepe, pero ella no
+había oído nunca hablar así.</p>
+
+<p>Otro día compró Paz para su gabinete un espejo antiguo con marco de
+talla, una verdadera obra de arte. Hojas de vid, tallos de yedra,
+flores, acantos, cintas y volutas encerraban la luna de ancho bisel: fue
+preciso restaurarlo, y cuando acabada la obra lo entregaron, mandó
+dejarlo en el despacho para que lo viese su padre, y allí lo vio también
+Pepe al descargarlo los mozos. Ella, con esa alegría infantil de quien
+ostenta una adquisición nueva, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco
+mil reales.</p>
+
+<p>Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro?</p>
+
+<p>&mdash;No; es precioso.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha
+costado?</p>
+
+<p>&mdash;Señorita, y ¿con qué título puedo yo permitirme comentar sus actos ni
+aquilatar sus gustos?</p>
+
+<p>&mdash;No se trata de eso. ¿Es que le parece a usted mucho dinero? Cuando yo
+tengo confianza con Vd., debía Vd. tenerla conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;El marco es hermoso y vale lo que cuesta.</p>
+
+<p>&mdash;No es Vd. sincero.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué, señorita?</p>
+
+<p>&mdash;Se lo conozco a Vd. en la cara; sea usted franco, hombre, sea Vd.
+franco. Le ha parecido a Vd. un despilfarro, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y con qué derecho podría yo pensar así?</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, pues deseo que me lo diga Vd.; le doy a Vd. carta blanca para
+que hable, vaya, que quiero que hable Vd.</p>
+
+<p>Era un capricho de niña mimada: curiosidad de saber por qué causa lo que
+a ella le parecía natural producía mala impresión en el prójimo.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que me ha dicho mi pensamiento&mdash;repuso Pepe tímidamente&mdash;es que el
+dinero no tiene igual valor para todos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué modo tan delicado tiene Vd. de decir las cosas!; pero cinco mil
+reales no son para nadie más que doscientos cincuenta duros.</p>
+
+<p>&mdash;Que representan para una familia pobre doscientos cincuenta días de
+vida.</p>
+
+<p>&mdash;En eso tiene Vd. razón. No se debían comprar ciertas cosas mientras
+hay quien se muere de hambre... pero así está el mundo. Sí, ya lo veo:
+una locura como esta representa el bienestar de muchos.</p>
+
+<p>&mdash;Y a veces, la vida de algunos.</p>
+
+<p>&mdash;De modo&mdash;siguió Paz&mdash;que Vd. es de esos que dicen que todo debía
+repartirse entre todos.</p>
+
+<p>&mdash;No, señorita. Hay males que no tienen remedio. Habría también que
+repartir el entendimiento y la virtud, y eso es imposible. Yo no he
+hecho sino pensar que, si a veces la fortuna escoge bien aquellos a
+quienes favorece, otras, en fuerza de ser ciega, raya en cruel.</p>
+
+<p>&mdash;Perdóneme Vd. Conozco que he cometido una torpeza. Pero no toda la
+culpa es mía.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué, señorita?</p>
+
+<p>&mdash;No he debido enseñar a Vd. ese trasto. Por lo que otras veces he oído,
+su situación, de Vd., dicho sea sin ofenderle, pues en ello no hay
+injuria, no es nada lisonjera. He hecho mal, he sido indiscreta,
+¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;Señorita, ¡no se ensañe Vd. conmigo! mis palabras no encerraban la
+menor censura.</p>
+
+<p>&mdash;No, si la mitad de la culpa es de Vd.</p>
+
+<p>&mdash;No entiendo.</p>
+
+<p>&mdash;La cosa es clara. Usted ha hecho por su ingenio y con su conversación
+que yo le trate como a un amigo, y me he tomado la libertad de enseñar a
+Vd. lo que no debía.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere Vd. decir que ha enseñado joyas a un mendigo?</p>
+
+<p>&mdash;No, Pepe; eso me lastima.</p>
+
+<p>Paz se dolió de aquella respuesta, y desviando de él la mirada, guardó
+silencio; mas su actitud y la expresión de su semblante no indicaron
+enojo, sino amargura. Parecía que quien la había hablado de tal modo
+tenía autoridad para hacerlo. Pepe dijo sorprendido:</p>
+
+<p>&mdash;Perdóneme Vd.; pero el error no es mío. Ha tomado Vd. como grito de la
+pobreza escarnecida, acaso de una envidia inconsciente lo que ha sido
+una observación sencillísima. ¿Cómo ha podido Vd. creer que yo me
+atreviera a tanto? ¿Qué soy para Vd., señorita? Sólo dirigiéndome la
+palabra me honra Vd. ¿Había de pagarla con descortesía o ligereza?</p>
+
+<p>&mdash;No se hable más del caso. Lo que quiero, es saber que no le he
+ofendido a Vd.&mdash;Y le tendió amistosamente la mano.</p>
+
+<p>Ambos quedaron perplejos, y desde entonces fueron más reservados uno
+para con otro. Paz se reconvino mentalmente, pareciéndole que hiriendo a
+Pepe en el pudor de la pobreza había cometido una acción muy fea. Pepe
+no acertó a definir lo que sentía.</p>
+
+<p>Sus vidas comenzaban a unirse como en el lecho del río suelen juntarse,
+arrastrados por la corriente, el grano de arena y la partícula de oro.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VI" id="VI"></a>VI</h3>
+
+
+<p>Cuando Pepe terminó el trabajo para que fue llamado, dejó de ir a casa
+de don Luis: algo parecido al miedo le alejaba de allí. La última mañana
+que estuvo, se marchó aprovechando un momento en que no podían
+observarle. Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y
+repuso:&mdash;«No estaba don Luis; ya le veré en el Senado.» Lo cierto era
+que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era
+Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la
+mano el puñado de duros ofrecido por su padre. Por primera vez sentía
+brotar en el fondo del alma la soberbia: un mal impulso era precursor
+del más noble sentimiento; que así a veces, en el espíritu del hombre,
+como en la vida de la Naturaleza, precede la sombra al esplendor del
+día.</p>
+
+<p>Trascurrida una semana sin que Pepe volviese a la casa, Paz se acusó de
+ello, ya preocupada con aquella desaparición, y pensó en el <i>pobre
+muchacho</i> cual si fuese un amigo ofendido: se acordó también de que no
+le había pagado, pero no se le ocurría modo discreto de enviarle el
+dinero. ¿Por un criado? No acertaba a explicarse la causa, mas por nada
+del mundo se hubiera valido de tal medio. ¿Escribirle? Al imaginarlo, no
+fue temor de herirle lo que cruzó por su imaginación, sino algo como
+miedo vago, pudor mortificado por sí mismo.</p>
+
+<p>Al fin no hizo nada, ni aun se atrevió a hablar a su padre; pero no dejó
+de pensar en ello, y hubo día en que, al cruzar por el cuarto de los
+libros, experimentó hastío y tristeza.</p>
+
+<p>Poco a poco la luz se hizo en su alma. Sus oídos, hechos a la lisonja,
+no escucharon nunca frases que la turbaran; nada la hicieron sentir
+aquellos hombres que podían desearla como joya colocada al alcance de
+sus manos, y ahora ella ponía espontáneo y terco empeño en recordar los
+dichos más sencillos, las más insignificantes galanterías de un pobrete,
+a quien aterraba un gasto de cinco mil reales. Aquello le parecía unas
+veces romántico hasta la ridiculez, otros ratos sentía ganas de llorar.</p>
+
+<p class="top5">Una mañana de la primavera de 1872&mdash;ocho o nueve meses antes de aquella
+cena en que los padres de Pepe hablaron de la próxima llegada de
+Tirso&mdash;estaban en San Pascual, de Recoletos, tocando a misa de once. El
+sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad
+y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma
+embalsamaba el aire. Sobre el azul intenso del cielo destacaban las
+copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso,
+de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los
+recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada.
+Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus
+trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los
+árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún
+lacayo. En los bancos, y cada cual con su periódico en la mano, había
+algunos señores viejos, tipos de militares retirados, de ancianos
+achacosos que, sacudiendo el entumecimiento del invierno, salían en
+busca de un rayo de sol tibio. En el aguaducho, cargado de vasos,
+descollaban el fanal de los azucarillos y la botija con espita, tras
+cuya gruesa panza se ocultaban el tarro de las guindas y la bandeja de
+los bollos, en tanto que la aguadora, dando conversación a un guarda,
+fregaba en el lebrillo las cucharillas de latón. Por el centro del paseo
+circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y,
+siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos
+cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en
+el pescante deletreando <i>El Cencerro</i>. Al otro lado, los tranvías
+corrían sobre los railes, obstruidos por carros y camiones, que sus
+conductores apartaban de la vía renegando al oír el pito de los
+mayorales, y por la larga acera de piedra, en silencio, paso a paso de
+arriba a abajo, se aburría autoritariamente la pareja de guardias de
+orden público, entonces llamados <i>amarillos</i>, sin otro consuelo que
+echar miradas subversivas a las criadas de buen ver. De las calles
+vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas
+de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y
+las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas. Unas
+caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con
+la gordura de los años; luciendo, según su gusto, primores de elegancia,
+arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la
+moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar. A la misma
+puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y
+lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos
+engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar,
+y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las
+fiestas. A pasitos rápidos y cortos, inclinado el cuerpo hacia la
+tierra, con la cabeza baja y la conciencia temerosa del retraso, venían
+pegadas a las fachadas de las casas las viejecillas de zapatos de cabra
+y mantón negro, y adelantándose a ellas iban las muchachas devotas que,
+como ignorando el poder de la juventud, piden incesantemente al cielo
+dichas que puede darles el mundo. La campana seguía llamándolas con su
+tañer monótono, y todas entraban como manada al redil: feas, bonitas,
+ricas, miserables, virtuosas, perdidas, santas, pecadoras, madres,
+cortesanas, vestales del hogar o sacerdotisas del amor, todas,
+codeándose, juntas, desaparecían sorbidas por la puerta de la iglesia,
+levantando al entrar un cortinón más pesado que una losa y dejando
+entrever rápidamente una atmósfera cargada, sucia, humosa y salpicada
+por el resplandor amarillo de las velas.</p>
+
+<p>Durante toda la mañana se estaba renovando aquel público, femenino en su
+mayoría, y la puerta seguía tragando mujeres para arrojarlas luego a la
+calle pasados veinte o treinta minutos, al cabo de los cuales se las
+veía salir abriendo sombrillas o desplegando abanicos, porque la luz del
+sol las ofendía, acostumbrada ya su retina a la oscuridad de la sagrada
+cueva.</p>
+
+<p>También entraban algunos hombres; pero el mayor número de ellos
+permanecía en los jardinillos formando corros, comentando noticias del
+día acabadas de leer en los periódicos que los vendedores voceaban en
+torno suyo con los <i>últimos partes del Norte</i>. Hacia la calle de Alcalá
+se oía el cascabeleo de los ómnibus que iban al apartado de los toros, y
+andando despacito por el paseo, inundado de sol, venía el borriquillo
+con sus serones llenos de macetas, escuchándose gritar de rato en rato
+al mocetón que lo guiaba: <i>el tieestóo de claaveles doobles</i>... Quien se
+acercase a los corros podía oír fragmentos de conversaciones y notar,
+tal vez, que algunos de los que hasta allí acompañaron a su mujer o su
+hija defendían las ideas del siglo con palabras impregnadas de impiedad
+moderna.</p>
+
+<p>&mdash;Las partidas van en aumento.</p>
+
+<p>&mdash;Dicen que el Rey se marcha al ejército del Norte.</p>
+
+<p>&mdash;Si esto no se sostiene, vamos derechos a Don Carlos.</p>
+
+<p>&mdash;Pues crea Vd. que el fanatismo religioso nos envilece ante la Europa
+culta.</p>
+
+<p>&mdash;Yo a quienes tengo miedo es a los republicanos. Vamos derechos a un
+noventa y tres espantoso.</p>
+
+<p>&mdash;Todas las malas pasiones se han abierto camino.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hasta que se forme una liga de <i>los que tienen que perder</i>!</p>
+
+<p>&mdash;¡Cada día un <i>meeting</i>! Estoy de manifestaciones pacíficas hasta por
+cima de los pelos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Calle Vd., hombre, por Dios! Eso no es compatible con el gobierno.
+¡En tiempo de don Ramón y don Leopoldo no había <i>mitins</i>! Esto se va.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo creo que el Rey gana simpatías.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ha de ganar, hombre? ¡Si es extranjero!</p>
+
+<p>&mdash;Está Vd. en un error, señor mío: eso no significa nada. La historia
+demuestra que Carlos I y Felipe V eran también extranjeros.</p>
+
+<p>De un grupo de señoras salían voces atipladas y chillonas: trataban de
+trapos, modas, chismes y criados.</p>
+
+<p>&mdash;Chica, no sabe una qué ponerse: este es del año pasado.</p>
+
+<p>&mdash;Pues te sienta muy bien. Mira, mira, allí va la de Rodete. La otra
+tarde fue de las que estuvieron en la Castellana con mantilla blanca y
+peineta para hacer rabiar a los Reyes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué porquería! A mí la Reina me da lástima.</p>
+
+<p>&mdash;Hija, ¿qué quieres? ¡como la de Rodete fue azafata de doña Isabel!
+Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho:&mdash;Y la que esto
+decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de
+hierro, seguía con la vista al grupo de las damas.</p>
+
+<p>Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y
+mohínes, un diálogo muy vivo.</p>
+
+<p>&mdash;¿No entráis?</p>
+
+<p>&mdash;No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar
+tiempo a que llegue <i>ese</i>. Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre
+muchacho que bebe los vientos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y el tuyo?</p>
+
+<p>&mdash;Este Junio acaba.</p>
+
+<p>&mdash;Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!...</p>
+
+<p>&mdash;Pues a mí me gusta. ¡Está más cariñoso!</p>
+
+<p>&mdash;Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino!</p>
+
+<p>&mdash;Abur, remononísima.</p>
+
+<p>Los <i>sietemesinos</i>, echando humo por la boca y luciendo americanas del
+verano anterior, parodiaban a don Juan Tenorio.</p>
+
+<p>&mdash;Te digo que esa señora no es tal señora, y me han dicho que <i>torea</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, chico, ¡que te calles! Yo la he seguido dos tardes, y ni
+siquiera me ha mirado.</p>
+
+<p>&mdash;Pues me consta que va a citas.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí! Las ganas.</p>
+
+<p>&mdash;Ya salen... adiós.</p>
+
+<p>La campana sonaba con más fuerza; los mendigos de la puerta del templo
+entristecían la voz cuanto les era posible; las amas de cría comenzaban
+a desfilar como burras de leche; las señoras entraban o salían de la
+iglesia, lanzándose miradas envidiosas; el calor arreciaba, y el paseo
+se iba quedando poco menos que desierto, oyéndose por la acera de piedra
+el firme taconear de las muchachas que pasaban, medio ocultas por las
+anchas sombrillas de colores chillones, mientras las madres llamaban a
+los niños, que corrían como perrillos jugando a las mulas o se detenían
+a mirar las estampas que veían al paso en mano de los vendedores de
+periódicos. Lentamente se fue marchando todo el mundo, y la campana cesó
+de tocar: sólo quedaron allí el estanquero, sentado junto a su cajón, la
+mujer del aguaducho volcando sobre un plato muy cóncavo el puchero del
+cocido que acababa de traerla un chico, y la pareja de <i>amarillos</i> que,
+paseo arriba, paseo abajo, llegaba desde la Cibeles hasta la Casa de la
+Moneda.</p>
+
+<p>Al mismo tiempo que el sacristán, con su manojo de llaves y su sotana
+manchada de cera, salió a cerrar la puerta del templo, salieron también
+dos señoras: una, modestamente vestida de negro, canoso el pelo, rugoso
+el rostro, con aspecto de dueña modernizada, mitones de encaje y zapatos
+de rusel; la segunda, elegantísimamente puesta y en extremo sencilla,
+sin adornos ni joyas. Eran Paz y su aya.</p>
+
+<p>&mdash;No ha venido el coche&mdash;dijo aquélla&mdash;Vamos a sentarnos un rato, que ya
+no tardará.&mdash;Y se puso a hacer dibujos en la arena con el palo de la
+sombrilla.</p>
+
+<p>La vieja miraba al aire, como quien piensa en las musarañas. La fuerza
+del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya
+enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no
+pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo,
+o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena. La
+aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba
+echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó
+el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho.</p>
+
+<p>&mdash;Vámonos&mdash;dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante.</p>
+
+<p>Al poner Paz el pie en el estribo se volvió de pronto para fijarse en el
+traje de una señora que pasaba, y notó que, a pocos pasos de ella, iba
+un hombre; Pepe. La niña vaciló un instante: su primer impulso fue
+llamarle, pero sintió en el rostro una oleada de calor y, avergonzada de
+su propia idea, tomó asiento junto a la vieja. Entonces la vio Pepe y se
+quitó el sombrero: ella le saludó con una inclinación de cabeza, dando a
+su mirada cierta expresión de afectuosa confianza, y después, durante
+unos segundos, se quedó inclinada hacia la ventanilla: Pepe permaneció
+inmóvil. Al arrancar los caballos tornó Paz a mirarle, y entonces, sin
+darse cuenta de ello, sus ojos se clavaron con tristeza en el muchacho,
+dejando luego caer los párpados lentamente, como si en aquella mirada
+pretendiera enviarle una expresión de simpatía y una queja. Pepe, que no
+se había movido aún, quedó suspenso, confuso, con la admiración que
+produce una impresión nunca sentida. No fue presuntuosidad de vanidoso
+la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas,
+sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de
+agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir
+al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella
+expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué
+obedecía? Quizá no fuese todo sino un poco de esa simpatía que, a modo
+de limosna, dispensa el poderoso al miserable. El pesimismo, compañero
+eterno de la desgracia, le dijo que acertaba. ¿Qué otra cosa podía ser?
+Pero luego la imaginación venció a la cordura y el desvarío del
+pensamiento se sobrepuso a la mentida frialdad de que Pepe quiso hacer
+alarde ante sí propio. Su ánimo fue pasando rápidamente del mayor
+desaliento a la más caprichosa esperanza, y por fin, tras muchas
+alternativas de animación y desfallecimiento, temiendo que lo novelesco
+degenerase en ridículo, decidió no volver a poner nunca los pies en casa
+del señor de Ágreda, ni a pasar jamás por Recoletos a las horas de misa.</p>
+
+<p>Efectivamente... al otro domingo fue a Recoletos con el intento de
+<i>verla</i> sin que ella lo notase y, al divisar el coche, entró en la
+iglesia, quedándose en sombra, junto al mamparón de ingreso. Un momento
+después entraron Paz y el aya, confundidas en un grupo con otras
+mujeres: dejolas pasar, y cuando se arrodillaron, avanzó hasta colocarse
+en lugar propicio para poder mirarla a su sabor, sin ser visto.</p>
+
+<p>La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que
+caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas
+azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban
+campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo
+que un monago presentaba a los fieles pidiendo, <i>para el cultooo de esta
+santa iglesiaaa</i>. Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos
+formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en
+cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y
+seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que
+producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca. Todo el mundo
+rezaba... El humo de los cirios y ese olor humano y acre de gente
+aglomerada en espacio cerrado, viciaban la atmósfera. Delante, y a la
+derecha del altar mayor, había otro portátil que sustentaba una Virgen
+de túnica blanca y manto azul, figurando salir de una gruta hecha, como
+peñasco de nacimiento, con corcho y cartón piedra. Este era el punto más
+luminoso del templo. Media docena de velas altas y delgadas, de pábilo
+muy fino, porque fuese mayor su duración, alumbraban a la santa imagen,
+que era de rostro aniñado y yesoso, excepto en los pómulos, donde tenía
+fuertes rosetas carminosas.</p>
+
+<p>Las manos, en que el artista se había esmerado, eran excesivamente
+pequeñas, y a lo largo del cuerpo caían los pliegues de la túnica,
+tallada en pliegues rectos, pero duros, mal imitados de las esculturas
+paganas. Pepe miraba alternativamente a Paz y a la Virgen. ¡Qué
+diferencia! La verdadera divinidad era aquélla. En sus ojos resplandecía
+toda la vida que faltaba en los de la imagen. ¡Qué hermosa era la obra
+de Dios! ¡Qué risible la labrada por el hombre!</p>
+
+<p>Paz oía misa con recogimiento, volviendo tranquilamente las hojas del
+devocionario, que a veces dejaba sobre la falda, pero sin alardes de
+unción religiosa: su rostro no se entristecía con compunción exagerada,
+ni tenía ese lento parpadear que es a los ojos lo que el estertor a la
+respiración.</p>
+
+<p>La misa pasó en un soplo; el cura volvió hacia la sacristía, haciendo
+pausadas genuflexiones ante los altares, y cuando Pepe quiso salir halló
+obstruida la puerta por un grupo de gente que se le había adelantado,
+obligándole a detenerse. Ellas dos se dirigieron también a la salida. La
+vieja no le vio; iba pugnando porque no la estrujaran, sin preocuparse
+de otra cosa; pero Paz le sorprendió en el momento de levantar el seboso
+cortinón de la puerta. Él, en cuanto puso el pie en la calle, se alejó
+algo, siguiendo la línea de la acera; ellas salieron en seguida, y la
+muchacha miró a derecha e izquierda, hasta que, al tropezar su vista con
+Pepe, le saludó turbada en el instante de subir al coche. Después, Pepe
+creyó notar que se levantaba la ventanilla trasera, y luego, igual que
+la vez pasada, vio a Paz sacar la cabeza para volver a decirle adiós con
+la mano.</p>
+
+<p>El muchacho se fue a su casa como loco. Al ir a tirar del cordón de la
+campanilla, tuvo que detenerse un momento y hacer propósito de que sus
+padres no le conocieran en el rostro que le ocurría algo extraordinario.
+Leocadia le dijo al verle entrar:</p>
+
+<p>&mdash;¡Chico, vaya un capricho! ¿Te has puesto la mejor ropa que tienes para
+salir tan temprano?</p>
+
+
+
+<h3><a name="VII" id="VII"></a>VII</h3>
+
+
+<p>En los corrillos del Senado se susurró por centésima vez que don Luis
+María de Ágreda terciaría en la discusión de cierto proyecto de ley. El
+pobre señor lo deseaba con toda su alma, pero no se atrevía.</p>
+
+<p>Todo el valor lo malgastaba en casa, unos ratos dando vueltas por el
+despacho como fiera enjaulada, y otros apoyado de codos en el respaldo
+de una butaca, que su imaginación convertía en tribuna. ¡Entonces sí que
+se le venían a los labios períodos redondos, argumentos irrebatibles,
+frases enérgicas, preguntas de las que no tienen respuesta, todo género
+de arranques oratorios, hasta que, agotadas las ideas y sin saber
+enlazar las palabras, tenía que callarse! Tal era la disposición de su
+ánimo cuando una tarde entró en la biblioteca del Senado, huyendo de un
+noticiero que quería saber si era cierto que tuviese intención de
+hablar. Pepe, al verle entrar, se fue derecho a él, afectando mostrarse
+servicial, pero en realidad con propósito decidido de buscar manera de
+frecuentar su casa. El pretexto ya lo tenía pensado, y no era malo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pero, hombre&mdash;le dijo cariñosamente don Luis&mdash;es Vd. famoso! Cumplió
+Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ¡abur! no ha vuelto
+Vd. a parecer; de modo que quien está en falta soy yo.</p>
+
+<p>&mdash;No hablemos de eso, señor de Ágreda, ya tendré yo el gusto de ir a
+saludarle y a recibir sus órdenes.</p>
+
+<p>Después comenzó a poner en práctica un plan que días atrás se le había
+ocurrido, diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;¿Conque va Vd. a consumir un turno con motivo de ese proyecto de
+Fomento? ¿Desea Vd. que le busque antecedentes? Ya es público que
+intervendrá Vd. en el debate.</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, gracias; aún no estoy decidido.</p>
+
+<p>Aquel hombre, discreto y cuerdo en todos los actos de su vida íntima,
+sintió una turbación indefinible. Era, como don Quijote, razonable,
+sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que hacía
+en su cerebro oficio de libros de caballería, llenándole el magín de
+extravagancias y ambiciones.</p>
+
+<p>&mdash;¿Conque se dice que hablaré?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor. Se da por seguro. Y, a propósito, voy a permitirme decir a
+Vd. que acerca de la materia del debate hay aquí datos importantes. En
+tiempos anteriores a la Revolución, se trató de eso. Si Vd. no quiere
+molestarse, o sus ocupaciones se lo impiden, podría yo tomar algunas
+notas y dárselas.</p>
+
+<p>Al señor de Ágreda un sudor se le iba y otro se le venía: aquello era
+como si en las calles se esperase ya su discurso. Las palabras de Pepe
+tenían algo de aura popular y mucho de tentación. Le faltó energía para
+confesar la verdad y contestar: «No señor, no hablo, ni soy capaz de
+hablar, ni me pasará la voz de la garganta.» Lejos de esto, repuso
+débilmente, como luchando consigo mismo:</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, bueno; pues si en los <i>Diarios de Sesiones</i> hay algo de eso, ya
+me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes... La cuestión
+es antigua... Ya, hacia el año cincuenta y siete...</p>
+
+<p>Salió de allí verdaderamente aterrado, sin querer pararse con nadie,
+temeroso de que le preguntaran: «¿Habla Vd.?» Se marchó a pie sin
+esperar el coche, y por las calles se dijo a sí propio el más elocuente
+discurso que han oído Cámaras en el mundo. Pepe, al verle partir no pudo
+reprimir el gozo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo que volveré a verla!</p>
+
+<p>Durante varios días se dedicó a rebuscar antecedentes relativos a aquel
+proyecto de reformas en Fomento, y en unas cuantas cuartillas anotó todo
+lo pertinente al caso: disposiciones análogas, decretos contrarios,
+intentos parecidos, opiniones de hombres políticos, contradicciones de
+unos, disidencias de otros, y ordenándolo formó un conjunto heterogéneo,
+especie de historia de la cuestión tratada, lista de elogios, censuras,
+inconvenientes y ventajas de lo proyectado, que parecía fruto de una
+laboriosidad constante, signo de larga atención y gran conocimiento de
+la materia; lo que se llama un trabajo concienzudo. No faltaba sino
+estudiarlo primero y aprovecharlo luego, decidiéndose a defender las
+disposiciones hechas en unas u otras épocas. Después, todo era cuestión
+de atrevimiento y desparpajo para hilvanar cuatro párrafos sobre la
+buena fe o la malicia del gobierno, según el punto de vista que se
+tomara.</p>
+
+<p>Al quinto día de haber estado don Luis en la biblioteca del Senado, le
+esperó Pepe en un pasillo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor de Ágreda!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! caramba, ¡ya no me acordaba! (Esta era la más desenfadada mentira
+que salió de sus labios.)</p>
+
+<p>&mdash;He reunido infinidad de datos que pueden ser a Vd. de gran utilidad.</p>
+
+<p>&mdash;Poco hay que yo no conozca; pero en fin, lo agradezco mucho... ¿Tiene
+Vd. ahí los apuntes?</p>
+
+<p>Pepe llevaba las cuartillas en el bolsillo, mas no le convenía dárselas
+allí.</p>
+
+<p>&mdash;No, señor, no las he traído. ¿Qué necesidad tiene nadie de enterarse?
+Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo
+puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el
+origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique.&mdash;Dicho esto,
+esperó impaciente la respuesta.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir
+antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa...</p>
+
+<p>Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera
+llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco,
+entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que
+había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso
+suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino
+dentro de la realidad. Se sentó en su escaño habitual, y sin oír nada de
+lo que sus compañeros discutieron aquella tarde, se preguntó con el
+pensamiento más de cien veces:&mdash;«¿Qué habrá hecho ese muchacho?»</p>
+
+<p>A la hora de comer dijo a su hija:</p>
+
+<p>&mdash;Creo que me van a comprometer para que hable. Por supuesto, que no me
+cogerán desprevenido. Mañana puede que venga a traerme unos datos que he
+tomado en la biblioteca aquel muchacho que arregló los libros.</p>
+
+<p>Paz le oyó entre turbada y contenta, pero su alegría fue mayor que su
+inquietud.</p>
+
+<p class="top5">A la hora fijada estaba allí Pepe, con su línea de conducta trazada de
+antemano, como general que, tras madurar un plan de batalla, se decide a
+realizarlo. Le era preciso extremar la astucia puesta en juego para
+frecuentar la casa hasta obtener dos cosas: primera, ver a Paz y
+estudiar en su rostro la impresión que produjera su presencia; y
+segunda, si la muchacha no mostraba enojo, procurar por todos los medios
+imaginables que le quedara franca la entrada. Harto sabía que a título
+de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ¿qué
+le importaba si conseguía ver a Paz y salir de dudas? Don Luis le
+recibió en el despacho. Sobre una de las butacas se veían un periódico
+de modas y un cestito de labor.&mdash;«Esto es de ella»&mdash;imaginó Pepe, y este
+<i>ella</i> que subrayó con el pensamiento, le pareció ambiciosamente
+ridículo.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver&mdash;dijo don Luis entrando&mdash;ante todo, agradezco muy de veras
+su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado
+tanto el asunto!</p>
+
+<p>&mdash;Aquí tiene Vd.&mdash;contestó Pepe entregándole las cuartillas.</p>
+
+<p>&mdash;Siéntese Vd. un momento.</p>
+
+<p>El senador comenzó a leer para sí, y su fisonomía fue tomando una
+expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía.
+Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo
+de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «sí, sí, aquí veo
+algo nuevo.» Luego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le
+era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la
+cara, dejó de leer.</p>
+
+<p>&mdash;Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si
+señor; ¡vaya si aprovecharé!</p>
+
+<p>Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por
+allí?</p>
+
+<p>&mdash;Quisiera que observase Vd.&mdash;dijo, por alargar la entrevista&mdash;que he
+procurado reunir todo lo que se habló al iniciarse hace años el
+proyecto: aquí está lo que propuso González Brabo... esto es de Bravo
+Murillo, estas notas de Calvo Asensio...</p>
+
+<p>Don Luis tuvo que suspender la lectura: cada cuartilla se le antojaba un
+billete de entrada a la inmortalidad. ¡Vaya si hablaría! Del hombre
+estimado sólo por consecuente, iba a surgir el orador.</p>
+
+<p>Oyose en esto ruido de pasos, y se asomó Paz a la puerta del despacho, a
+tiempo que su padre repetía:</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, muchas gracias.</p>
+
+<p>&mdash;No sé de qué se trata&mdash;dijo ella entonces a Pepe;&mdash;pero yo también se
+las doy a Vd.</p>
+
+<p>Don Luis cogió de nuevo los papeles, que parecían tener imán para sus
+manos y, entre tanto, los muchachos se miraron en silencio. Pepe
+arrostró con franqueza la mirada de Paz. ¡Cuánto hubiera dado en aquel
+instante por poder decirla con los ojos todo el tropel de ideas
+vanidosas, de ambiciones absurdas que habían anidado en su pensamiento,
+sin callarla nada, miedo, esperanza ni pobreza! Paz tuvo que disimular
+su alegría, por no aparecer desapudorada; mas no hizo mohín de disgusto
+ni frunció siquiera el lindo entrecejo. Para ninguno de ambos era ya
+secreto la atracción que habían ejercido uno sobre otro.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor; de esto se puede sacar partido&mdash;murmuraba don Luis.</p>
+
+<p>Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató
+de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso:</p>
+
+<p>&mdash;Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados.</p>
+
+<p>&mdash;Haga Vd. lo que guste.</p>
+
+<p>Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó
+de nuevo las cuartillas. Paz dejó trascurrir unos minutos, y en seguida
+entró también a la estancia inmediata. Pepe, sin vacilar, se acercó a
+ella y, en voz baja, con acento de sinceridad, la dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Señorita, esta vez no me ha traído la casualidad, sino la astucia;
+pero, si mi presencia la enoja, no volveré jamás a verla a Vd. No
+necesita Vd. decir una sola palabra: me bastará su silencio... No nos
+volveremos a ver nunca.</p>
+
+<p>Paz no desplegó los labios y, sin embargo, a los ojos de Pepe se asomó
+toda la dicha de su alma. La señorita, la muchacha rica, escuchó
+aquello sin el menor movimiento de enfado, presa de una turbación
+deliciosa: él, entonces, la ofreció la mano y ella la estrechó
+rápidamente entre las suyas, sintiendo al mismo tiempo que se la
+enrojecía el rostro. Ninguna frase de todos los idiomas de la tierra
+hubiera podido ser tan elocuente como aquel sonrojo. En seguida salieron
+al despacho, sin hablarse. Cuando él se marchó, Paz corrió hacia su
+cuarto, se acercó a un balcón y, levantando un poco el visillo, le vio
+desaparecer tras los troncos de los árboles del paseo.</p>
+
+<p>La partícula de oro se había adherido al grano de arena: la corriente de
+la vida debía arrastrarlos juntos desde aquel día.</p>
+
+<p>Don Luis permaneció en el despacho contemplando las cuartillas: «¡Si
+esto es un discurso!&mdash;murmuraba.&mdash;¡Si no hay más que añadir al
+principio: <i>Señores</i>, y al final: <i>He dicho!</i> ¡Ah! sí, y algo de
+relleno; unos párrafos... mi consecuencia, la lealtad al gobierno, la
+libertad, el amor a las instituciones!»</p>
+
+<p>Era cosa resuelta; los taquígrafos tendrían que trabajar por causa
+suya.</p>
+
+
+
+<h3><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII</h3>
+
+
+<p>Por fin habló don Luis. Al cabo de muchos años de silenciosa vida
+parlamentaria, el <i>Diario de Sesiones</i> imprimió su nombre, no sólo en el
+tipo común empleado para las votaciones, sino también en letras
+negrillas que saltaban a la vista, diciendo: <span class="smcap">El Señor Ágreda</span>: <i>Pido la
+palabra</i>. Cuando leyó su nombre en los extractos de los periódicos,
+todavía sintió escalofríos de miedo. Al comenzar su discurso el salón
+estaba casi lleno, por la novedad de escuchar a un senador que dejaba de
+ser <i>monosílabo</i>: luego muchos oyentes se salieron a los pasillos; mas
+como la peroración fue corta, aún quedó número bastante para que no
+hiciera mal papel. En el banco azul permanecieron dos ministros. Pepe le
+escuchó desde el fondo de una tribuna: los datos, apuntes y citas de sus
+cuartillas salieron íntegros de los labios de don Luis, quien únicamente
+puso al principio un parrafito de su cosecha para pedir benevolencia,
+imitado de los doscientos mil análogos que había oído hasta entonces,
+añadiendo también alguna que otra frase para enaltecer la importancia
+de lo que iba diciendo. Cuando se le olvidaba algo de lo mucho que
+confió a la memoria, echaba mano de las cuartillas que traía copiadas de
+su puño y letra. Hacia la conclusión quiso extenderse en consideraciones
+originales; pero se le atravesaron en la garganta y terminó declarando
+que no proseguía por no molestar más la atención de la Cámara. Un buen
+orador hubiera podido fundar un verdadero triunfo sobre los materiales
+reunidos por Pepe: don Luis quedó bien y nada más. Al acabar sonaron
+algunos aplausos en los bancos de la mayoría, y todo el mundo dijo que
+había estado discreto y que aquello representaba gran conocimiento del
+asunto. Un ministro felicitó al orador y esto le compensó el disgusto
+que le dieron los periódicos de oposición limitándose a decir que el
+señor Ágreda había consumido un turno en pro. En cambio, a la hora de
+comer fueron a verle muchos amigos y después estuvo con su hija en el
+concierto del Retiro, dando vueltas y más vueltas, como torero que por
+la tarde ha metido el brazo con fortuna en una buena estocada.</p>
+
+<p>Al retirarse a casa le decía Paz:</p>
+
+<p>&mdash;Di, papaíto, ¿te han servido los papeles que te trajo aquel muchacho
+del Senado?</p>
+
+<p>&mdash;Algo, algo: el chico no es tonto... tiene buena voluntad y parece
+listo.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ¿eh?</p>
+
+<p>Paz no sabía cómo sugerir a su padre la idea de que utilizara de algún
+modo los servicios de Pepe, pues comprendía que don Luis no necesitaba
+secretario ni escribiente. En realidad, su malicia llegaba tarde; la
+vanidad satisfecha se había adelantado al amor impaciente. El orador iba
+ya pensando en abordar otro asunto antes de la clausura de las Cortes.
+Además, la fortuna favoreció a los enamorados, porque los electores de
+don Luis, acostumbrados a su largo mutismo, le dispararon una nube de
+telegramas de felicitación, tras del telégrafo usaron del correo y, como
+fue preciso contestar a tanta enhorabuena, el senador determinó emplear
+a Pepe como escribiente.</p>
+
+<p>Una mañana llegó éste no hallándose don Luis en casa, y pasó a la pieza
+de los libros, inmediata al despacho: poco después apareció Paz,
+disimulando su turbación y haciéndose la distraída. Hasta entonces sólo
+habían cambiado unas cuantas frases, pero sin tener una conversación
+formal: por lo tanto, la primera vez que hablasen a sus anchas, la
+entrevista tendría importancia, dada la grata complicidad establecida
+entre ambos. Paz, después de saludarle, no se atrevió a desplegar los
+labios: carecía de experiencia en tales achaques; pero su instinto
+femenino le decía que no era ella quien debía hablar primero, y
+apoyándose en el marco del balcón dejó pasar unos instantes. Pepe se
+levantó de su asiento, y acercándose a ella, a distancia que acusaba
+mayor respeto que impaciencia, la dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Señorita, mi primer deber es suplicarla que me perdone. Confieso que
+me ha cegado la vanidad. No espero una indulgencia que no merezco. Lo
+que he hecho está mal, lo sé, y, sin embargo, no he podido contenerme.
+¿A qué mentir, si Vd. debe comprender lo que pasa en mi alma?</p>
+
+<p>Ella quiso hablar y Pepe hizo ademán de que le dejase proseguir.</p>
+
+<p>&mdash;Antes de que Vd. me diga una sola palabra, quiero yo ser enteramente
+franco con usted. Mi posición, mi vida, mi pobreza, y quién sabe si mi
+educación también, me separan de Vd. He cometido la imprudencia de dejar
+asomar a los ojos lo que sentí al conocer a Vd... Luego creí ver que Vd.
+no mostraba enojo, porque quizá el desprecio le parecería demasiado
+cruel, y así ha llegado esta situación, en que no hay más que un
+culpable: mi vanidad. Debo reparar mi error a fuerza de franqueza.</p>
+
+<p>Este lenguaje dio alas al carácter vivo de Paz.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tiene Vd. razón; comprendo que hago mal; no he debido venir hoy a
+este cuarto; pero es que yo soy tan leal como usted. Usted quiere que
+crea en su sinceridad; yo también tengo derecho a exigir que no me tache
+Vd. de coqueta ni piense Vd. que soy capaz de divertirme en humillarle.</p>
+
+<p>&mdash;Reflexione Vd. lo que dice, señorita. Es Vd. demasiado buena para
+pagar con burla y desprecio el sentimiento que ha despertado en mí; pero
+no se inspire Vd. en la lástima que de mí sienta, sino en los impulsos
+de su propio corazón; no olvide Vd. que seguir escuchándome ahora es
+contraer... Lo que con otro hombre sería un juego, conmigo sería un
+escarnio.</p>
+
+<p>Ella, desasosegada, sonrió, mirándole como quien da a entender que acaso
+no esperaba oír tanto, y le atajó la frase.</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesús, Dios mío! ¡Cuánto pide Vd! ¡Antes tan humilde, y ahora tan
+exigente!</p>
+
+<p>&mdash;¿Exigente?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; apuesto a que iba Vd. a decir <i>contraer compromiso</i>.</p>
+
+<p>Él calló: Paz, haciéndose la distraída, se alejó dos o tres pasos y,
+mirando de nuevo a Pepe, continuó:</p>
+
+<p>&mdash;Debía bastarle a Vd. ver que no estoy enfadada...</p>
+
+<p>&mdash;Luego, ¿aun sabiendo Vd. lo que pasa en mi corazón permite Vd. que yo
+siga viniendo a esta casa?</p>
+
+<p>&mdash;¿No volverá Vd. a hablarme de su pobreza? No sé en qué consiste; pero
+cuando usted dice algo que puede humillarle, parece que yo soy la
+humillada.&mdash;Y quiso marcharse.</p>
+
+<p>&mdash;No, señorita; oígame Vd. un momento. ¡Si Vd. supiera comprender lo que
+es para mí su indulgencia!</p>
+
+<p>Sin dejarle acabar, se dirigió a la puerta del despacho, y en voz muy
+baja, con un mohín encantador, volvió a repetirle:</p>
+
+<p>&mdash;Exigente, exigente.</p>
+
+<p>¿Qué más podía desear? «No estoy enfadada»&mdash;le había dicho&mdash;«no vuelva
+Vd. a hablarme de su pobreza.» Pretender mayor claridad sería
+insensatez.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Al cabo de dos meses sus diálogos eran ya muy distintos; que cuando la
+estimación abre vereda, el amor ensancha y allana pronto el camino. Ni
+Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza
+fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las
+frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo
+el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y
+exagerado, pero eternamente delicioso.</p>
+
+<p>Una circunstancia mediaba, sin embargo, entre ambos, modificando sus
+caracteres. Ella, a pesar de su viveza, temerosa de mortificar la
+susceptibilidad de Pepe, le trataba con una consideración que a ninguno
+otro hubiera guardado; y él, frío, descreído, burlón, dispuesto siempre
+a endulzar la realidad con su buen humor, era ante Paz reflexivo y
+serio, cual si le infundiese miedo aquella intimidad amorosa, que, a
+juicio suyo, no podría resistir al tiempo o habría de estrellarse contra
+las asperezas de la vida.</p>
+
+<p>No siéndoles fácil verse con tanta frecuencia como ellos desearan,
+acabaron por establecer, para su uso particular, un servicio de correos.
+La iniciativa fue de Pepe: el cartero merece capítulo aparte.</p>
+
+
+
+<h3><a name="IX" id="IX"></a>IX</h3>
+
+
+<p>En la imprenta de Millán había un chico, mezcla de aprendiz y ordenanza,
+a quien apodaban <i>Pateta</i>. Él decía llamarse Pepe Maldonadas, pero no
+conservaba memoria de su familia. Nadie sabía su origen; ni él mismo.
+Sólo recordaba haber vivido en Puerta de Moros, recogido en casa de una
+verdulera, tía suya, que, por considerarle muy niño, no le habló jamás
+de sus padres.</p>
+
+<p>Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la
+licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención
+y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo
+el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura
+por instinto y la ignorancia por guía. Un matrimonio de la vecindad le
+dio albergue durante cinco semanas, mas esta caridad antes fue deseo de
+tener ayudante que propósito de favorecerle; pues cuando la mujer no le
+obligaba a subir del río un talego de ropa, superior a sus fuerzas, el
+marido, que era sillero, le ponía verde o morado hasta los hombros,
+forzándole a teñir espadañas en un patio que parecía cisterna. Cuando
+ellos comían, si sobraba, era para Pepe; si no había restos, gracias que
+le dieran pan con que rebañar la cazuela del cocido; así que las hambres
+y una felpa con que le obsequiaron por meter en la tina de lo verde lo
+que había de ser morado, acabaron con la paciencia del muchacho. Se
+escapó, y entonces fue la época más conturbada de su vida. Fregar en
+tabernas, donde tenía las propinas por salario; ayudar a un chulo a
+vocear quincalla; recoger y vender colillas; dormir en los quicios de
+las puertas: esta existencia llevó por espacio de unos cuantos meses,
+sucio, descalzo, desarrapado, hambriento y ostentando por entre los
+desgarrones de la camiseja el pecho dorado y fuerte como un bronce
+antiguo. Sólo dos cosas hubo que no ensayase para buscarse el sustento:
+no pidió limosna ni robó.</p>
+
+<p>Acertó a pasar una mañana por la calle de las Maldonadas, donde tenía
+fábrica de buñuelos un conocido de la verdulera difunta; le preguntó el
+buñolero que cómo vivía; repuso el chico que <i>peor</i>; y tanta lástima
+supo inspirar, que allí se quedó cuidando de la venta al menudeo, sin
+promesa de recibir otro pago que la comida y lugar donde dormir. El
+sillero no volvió a saber de él. Los chicos que antes tuvo el buñolero
+de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas
+fue de fidelidad intachable. Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz
+sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara
+rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los
+veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba
+vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda,
+colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos,
+formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón
+de cuartos y <i>ochavos del moro</i>, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos
+manchados de verdín. Ni se comía un buñuelo ni escamoteaba un ochavo.
+Nadie le enseñó matemáticas y, sin embargo, para dar las vueltas de la
+moneda era más listo que un cambista. Si quedaban buñuelos de la
+víspera, los despachaba los primeros; al servir <i>medias</i> de aguardiente,
+cuando presumía que el gaznate del parroquiano estaba insensible, daba
+lo barato al precio de lo caro, y para los favorecedores constantes de
+la casa iba a buscar la pasta recién frita, humeante, en que aún no se
+habían bajado las burbujas del aceite hirviendo. El amo se encariñó con
+él en tal grado, que comenzó a tratarle como a hijo, y hasta determinó
+que fuese por las tardes a la escuela, donde, en unos cuantos meses,
+aprendió a leer, escribir y contar. Al año de estar en la buñolería, la
+hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó
+de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos
+de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron
+a la enfermita y sus padres en completo abandono. La moza que iba a
+barrer y fregar desapareció sin pedir un pico que le debían del salario,
+y el chulo que ayudaba a amasar y freír se despidió cobardemente: sólo
+Pepe permaneció allí día y noche, sin ir a jugar con los chicos del
+barrio ni ocuparse en otra cosa que cuidar a la muchacha. Guiado de
+clarísimo entendimiento, se fijaba bien en cuantas alteraciones sufría,
+para decírselas al médico, y luego le daba las tomas que la recetaban,
+con los intervalos debidos, arropándola en seguida como una niña a su
+muñeca. Cuando, por haber entrado la enfermedad en el período de
+descamación era más fácil el contagio, Pepe, que no lo ignoraba, redobló
+sus cuidados y, durante la convalecencia, se estuvo constantemente
+haciendo compañía a la muchacha, satisfaciendo sus caprichos y tolerando
+sus impertinencias, hasta que, dada ya de alta, tornó a su puesto de
+antes y siguió vendiendo cohombros a los chicos y ensartando buñuelos
+toda la mañana en los juncos, lo cual, con el manejo de los ochavos,
+acababa por dejarle los dedos sucios y pringosos: luego, de cuatro
+brincos, se plantaba a ver a la chica. Así pagaba Pepe su deuda de
+gratitud para con aquella gente; mas su principal se portó también como
+bueno.</p>
+
+<p>&mdash;Tú eres ya de la casa:&mdash;le dijo un día&mdash;busca otro dependiente para el
+despacho. Y vamos a ver, ¿quieres seguir oficio? Dilo como si fueses mi
+hijo.</p>
+
+<p>Pepe repuso que quería ser cajista, porque en la escuela donde le
+enviaron se había <i>echao</i> un amigo a quien sus padres pusieron en una
+imprenta, con lo cual el muchacho siempre tenía los bolsillos llenos de
+estampas de entregas, romances de ciego, restos de tiradas de aleluyas y
+pedazos de carteles de toros.</p>
+
+<p>Tras permanecer dos o tres meses en imprentas de mala muerte, entró al
+fin en la de Millán, que era conocido del buñolero, y allí echó raíces
+en seguida; es decir, que apreciado por listo y obediente, le tomaron
+cariño. El día lo pasaba aprendiendo la caja, adiestrándose en componer
+y distribuir; luego empezó a hacer <i>monos</i> y <i>remiendos</i>, y a la noche
+se iba por las calles a vender un <i>veinticinco</i> de un periódico que allí
+se tiraba. Lo que le producía esta venta lo guardaba para sí, y el
+jornal de la semana lo ponía íntegro el sábado en manos del buñolero;
+pero lo que más le gustaba era entregárselo a Isabelita,
+diciendo:&mdash;«Anda, da eso a tu padre.»</p>
+
+<p>Los demás aprendices, envidiosos de aquel compañero de quien se hacía
+más caso que de ellos, comenzaron a tomarle tirria y jugarle malas
+pasadas. Un día le quitaron de la tartera el almuerzo, sustituyendo la
+tortilla con polvos de imprenta. Otra vez, como estuviera en mangas de
+camisa, le estamparon en la espalda una galerada recién impresa, con la
+tinta fresca de un letrero que decía: «Se vende este perro.» Hasta
+llegaron a rellenarle las botas con la grasa de untar las ruedas de la
+máquina, mientras él estaba trabajando con alpargatas para mayor
+descanso. Entonces apareció el <i>gatera</i> madrileño, valiente, arriscado,
+dicharachero y dispuesto a darse de cachetes o puñetazos con el más
+bravo, y a echarle la zancadilla al mismo nuncio. Con unos cuantos
+pescozones oportunos se hizo respetable. Cierto día, otro aprendiz de
+más edad sacó contra él una navajilla. Pepe se la quitó de las manos, le
+sujetó fuertemente metiéndose la cabeza del agresor entre las piernas, y
+por castigo le descosió con el cuchillejo la costura trasera del
+pantalón, dándole luego en lo que el sol ni el agua vieron jamás, unos
+cuantos azotes: después le devolvió tranquilamente la navajilla,
+diciendo:&mdash;«Toma, <i>boceras</i>; eso no sirve más que <i>pá</i> partir pan.»&mdash;A
+las horas de trabajo era modelo de laboriosidad: cuando llegaba el
+momento de hacer diabluras, era de la piel de los demonios. Parecía
+haber en él dos tipos distintos: uno para la tarea, otro para las
+travesuras; y diríase que, como correspondiendo a estos dos seres, tenía
+dos fisonomías diversas. Inclinado sobre la caja buscando tipos,
+ajustando palabras en el cajetín, o distribuyendo letras, su frente
+solía plegarse con un entrecejo serio de obrero ya machucho: entonces no
+hablaba y fija la atención en lo que hacía, sus ojos negros adquirían
+cierta expresión de gravedad cómica: en la calle, corriendo o jugando,
+con el pelo alborotado, tostada la tez, ladeada la gorrilla, descarado
+el mirar y rebosando malicia, traía a la memoria los chicos de las
+antiguas novelas picarescas. Los compañeros le llamaron primero el
+<i>Tiznao</i>, porque era muy moreno, como un beduino desteñido a fuerza de
+lavaduras: por fin le apodaron <i>Pateta</i>, y con este <i>alias</i> se quedó. A
+Millán, conocedor de los antecedentes de Pateta, le había caído en
+gracia el muchacho: Pepe simpatizó mucho con él por un solo detalle.
+Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó
+Pateta en actitud humilde.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres?</p>
+
+<p>&mdash;Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha <i>venío</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, di.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya
+nos hablamos algo... y mañana es su santo. Mire Vd., he compuesto este
+letrero y quería ponerlo con letras <i>dorás</i> de purpurina, en esta
+tarjeta de orla que <i>ma costao</i> dos <i>riales</i>. Bueno, pues... que me
+digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde
+sea, luego que se marchen <i>esos</i>.</p>
+
+<p>Pepe examinó la cartulina, adornada con flores y amorcitos, que le
+presentaba el chico, y vio el letrero que traía hecho con los tipos más
+escojidos de la casa.</p>
+
+<p>«<i>A Isabel Gorillo, en sus días.</i>» (Esto en un gótico muy complicado), y
+luego, debajo: «<i>Por José Maldonadas.</i>» (Aquí las letras eran de mucho
+ringorrango.)</p>
+
+<p>&mdash;Y esta Isabel, ¿quién es?</p>
+
+<p>&mdash;La hija de mi amo. (Pateta continuaba llamando amo a su protector.)</p>
+
+<p>&mdash;¿La de las viruelas?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señor; pero no le ha <i>quedao</i> señal. <i>Tié</i> la cara que da gloria.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y sabe tu amo?...</p>
+
+<p>&mdash;Saberlo... no sé; porque yo no he dicho esta boca es mía. Como <i>tién</i>
+dinero, no quiero que crean... ¿entiende Vd.? Pero ya se lo malician;
+porque yo, ni a los novillos voy, aunque me sobren los cuartos, con tal
+de estarme en la trastienda hablando con ella.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, hombre, bueno; anda, guarda eso o déjalo aquí, y a última hora
+que te diga el señor Ramón lo que debes hacer, y acábalo limpito.</p>
+
+<p>Este pequeño servicio que Pepe prestó a Pateta, se lo pagó él con
+creces. Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle
+de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por
+tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había
+cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía
+fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o
+escamotear azúcar, como hacían otros.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con
+Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta
+donde aquél era aprendiz.</p>
+
+<p>&mdash;Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo?&mdash;le dijo un
+día Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Mande Vd. lo que quiera&mdash;repuso el futuro cajista.</p>
+
+<p>&mdash;La cosa ha de quedar entre tú y yo; no quiero que nadie lo sepa,
+¿entiendes? Ni el señor Millán.</p>
+
+<p>&mdash;Ni las piedras.</p>
+
+<p>Jamás faltó al secreto. Cuando Pepe pasaba dos o tres días sin ver a Paz
+la escribía, y Pateta, a la hora de salir del trabajo, emprendía el
+camino del <i>hôtel</i>, donde ella, prevenida por la impaciencia, le
+aguardaba tras la vidriera del balcón de su cuarto. La estufa del jardín
+tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y
+recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que
+crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que
+ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes
+de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal
+afirmadas. Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación,
+valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su
+servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un
+café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto.</p>
+
+
+
+<h3><a name="X" id="X"></a>X</h3>
+
+
+<p>El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe
+crecieron a la par. El importe de la jubilación de don José, el fruto
+del trabajo de su hijo, lo poco que Leocadia ganaba bordando y lo que
+procuraba ahorrar doña Manuela, todo se invertía en médico y botica. Así
+llegó el invierno de 1872 y aquella triste cena de Noche Buena, en que
+se habló de la próxima venida de Tirso y en que, después de irse Millán,
+ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que
+convenía hacer, sin llegar a resolver nada, porque la común abnegación
+no producía una miserable moneda de cobre.</p>
+
+<p>A la semana siguiente la situación se agravó con la noticia de que
+llegaba Tirso: la carta en que éste lo anunció no debía precederle sino
+dos días. Pepe escribió a su novia de esta suerte, mezclando con las
+frases de amor el recelo que le inspiraba aquel hermano desconocido:</p>
+
+<p class="top5"><span style="margin-left: 4em;">«Adorada Paz:</span></p>
+
+
+<p class="top5">Tienes razón: Aunque nos vemos casi diariamente, son tan pocas las
+ocasiones en que podemos hablar con libertad, que por fuerza han de ser
+nuestras cartas largas y frecuentes. Las cosas que te escribo quisiera
+decírtelas: lo que no te conmoverá leído, mis palabras te lo llevarían
+al alma en fuerza de sinceridad. Pero comprendo que no hay remedio, y
+aun temo que estas dificultades de ahora no sean sino anuncio de otras
+mayores: créeme, nuestro cariño ha de costarnos muchas lágrimas. Será
+todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar
+en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las
+preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más
+poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina
+y yo lacayo, como los personajes de aquel drama francés que estabas
+leyendo la otra tarde. La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo
+lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de tí. Tu
+padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que dé su hija a un
+hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos
+duros al año para libros y matrículas?</p>
+
+<p>Pero un día de vida, es vida. Yo no renunciaré jamás a tí, no te diré
+nunca que me dejes, y cuando seas tú quien me diga que no debemos volver
+a vernos, callaré, porque tendrás razón. Parece que yo, burlón y
+descreído, sin preocupaciones, vengo a estrellarme contra el obstáculo
+más risible, pero más fuerte: contra las <i>conveniencias sociales</i>.
+Desengáñate, nuestro amor tiene que ser una novela muy corta, ridícula
+para contada, triste para nosotros, únicos que hemos de tomarla en
+serio. ¿Hasta cuándo durará esto? ¿Quién se cansará antes? ¿Tú de
+esperarme? ¿Yo de amarte? Quien no se fatigará jamás será el tiempo, que
+pasará haciéndote cada día más buena y más hermosa, quizá más rica, y a
+mí más desgraciado y pobre. No imagines que deseo romper nuestras
+relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de
+tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te
+falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan
+al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te
+las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme
+las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero
+que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad.
+Antes que se lo oigas a tu padre, quiero ser yo quien te lo diga. ¿Qué
+porvenir puedo ofrecerte? No, yo no te dejaré nunca; y si llegas a ser
+algún día más juiciosa o más interesada, no te echaré maldiciones de
+comedia, sino que me separaré de tí resignado, queriéndote como te
+quiero ahora y guardando en lo mejor de la memoria el recuerdo del amor
+que me hayas tenido. Jamás te arrojaré en cara falta de energía, ni
+desfallecimiento de constancia. ¡Es tan natural que me olvides! Harto
+has hecho con empezar a quererme, aunque luego te pese.</p>
+
+<p>¿Cuántas veces te habré dicho todo esto? No te sorprenda, porque obedece
+a mi idea fija, a mi cavilación constante. Vamos, no concibo el
+fundamento de tu amor. Yo te amo por lo buena, por lo hermosísima que
+eres. Pero tú, ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives
+en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre
+privaciones que tú no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas;
+el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas
+de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta
+despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si
+entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles,
+dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por
+imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de
+todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has
+enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas!
+No, no me dejes, ni tengas nunca juicio, si el tenerlo ha de consistir
+en olvidarme; ni pienses en el porvenir, que yo tampoco pienso, sino que
+te adoro con toda mi alma.</p>
+
+<p>Ahora, como nada te oculto, quiero que sepas lo que ocurre en casa. Mi
+hermano Tirso, el cura, el que se ha educado y ha vivido siempre alejado
+de nosotros, debe llegar pasado mañana. Ignoramos el motivo de su
+venida; ni palabra sabemos de sus propósitos, nada nos ha dicho. Hace
+poco tiempo escribió que tal vez tuviera que hacer un viaje a Madrid:
+luego lo dio por cosa segura, ahora anuncia que llega. Mis padres, como
+es natural, se alegran; en Leocadia y tu Pepe, si he de ser franco, el
+sentimiento que domina es el de la curiosidad. Sólo hemos visto a Tirso
+una o dos veces, siendo muy pequeños, y dentro de pocas horas vamos a
+tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los
+hábitos; si no, tendrían que decirme: «ese es.» ¡Estaría gracioso que
+bajaran al mismo tiempo del <i>vagón</i> dos curas jóvenes! Con esto,
+comprenderás que tengo motivos para estar preocupado. ¿Cuál será la
+situación de mi hermano? ¿Qué le habrá pasado? Si su posición es
+desahogada, menos mal; y no lo digo porque me ahorre trabajo; pero, ¿y
+si viene tan pobre como nosotros? Seremos cinco en lugar de cuatro los
+que hayamos de vivir mal. ¿Por qué habrá dejado su curato?</p>
+
+<p>Quizá venga a pretender algo; mas de ser así, ¿por qué no consultarlo
+antes con nuestro padre? Tú, que conoces mi modo de pensar, aunque no
+por completo, comprenderás que abrigue ciertos temores. Tirso es cura,
+y en esta casa hay muy poca devoción. Mi padre nunca habla de eso;
+mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia
+cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más
+costosas que le están vedadas; y en cuanto a mí... callo: no quiero que
+me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo.</p>
+
+<p>Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco.</p>
+
+<p>Está con cuidado, porque mañana, si puedo, iré a ver si tiene tu padre
+algo que mandarme.</p>
+
+<p><span style="margin-left: 30%;">Tuyo siempre,</span></p>
+
+<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Pepe</span>.»</span></p>
+
+<p class="top5">La carta que, en contestación a ésta, halló Pateta al día siguiente bajo
+las baldosas inseguras del horno de la estufa, decía:</p>
+
+<p class="top5"><span style="margin-left: 20%;">«Querido Pepe mío:</span></p>
+
+<p class="top5">Por Dios te pido que no me atormentes así. Te lo he dicho mil y mil
+veces. Te quiero porque sí, porque creo que eres el mejor de los
+hombres, y no me preguntes más. ¿No sueles decir que mi padre no me ha
+educado como a las otras mujeres? Pues eso será. Si tuvieses una gran
+fortuna, acaso habría mayor facilidad para que fuéramos uno de otro;
+pero te querría igual que ahora, no podría darte ni una hilacha más de
+cariño. Conque no me vengas con tristezas ni tontunas, ni vuelvas a
+decir que te deje, ni que si te dejo yo te aguantarás. Si lo piensas, es
+porque no me quieres. ¿Soy rica? Pues mejor. Ya saldrás de pobre, y si
+no, yo lo mismo te he de querer, con tal de que tú no mires a ninguna
+otra mujer. ¿Lo entiendes? Es lo único que no te perdonaría nunca.
+Quedamos en que no volverás a las andadas ni me escribirás majaderías:
+no merecen otro nombre las cosas que dices. Mi padre podrá no dejarme
+casar contigo; pero, ¿casarme con otro? ¡Eso si que no! Lo que es de
+esto te responde <i>tu</i> Paz. Vamos, yo no entiendo esas <i>sublimidades</i>
+tuyas de sacrificios y tonterías. No he pensado, ni pienso, ni pensaré
+jamás en dejarte por nada de este mundo. ¿Lo sabes? Yo, que tantos
+libros he leído de los que tiene mi padre, me acuerdo de que don Quijote
+dice que todos los caballeros andantes llevaban en el escudo un letrero.
+Bueno, pues tú y yo somos dos caballeros andantes con este letrero:
+<i>cariño</i> y <i>paciencia</i>. ¿Te gusta? Pues a callar y no perdamos el
+tiempo en augurios tristes. Aseguran las gentes que quien espera
+desespera: no importa. Yo me conformo con que me ames mucho. Me parece
+que esto no tiene nada que ver con las <i>conveniencias sociales</i>, con la
+humildad de tu casa, ni con tu amargura. Si me quisieses igual que yo a
+tí, no exigirías más. ¿Crees que me van a meter monja o a casar por
+fuerza con algún príncipe de cuento de hadas? ¿Soy yo tonta? ¡Ya verás,
+ya verás, cuando te conozca mi padre como te conozco yo!</p>
+
+<p>Respecto a la venida de tu hermano, nada puedo decirte, pero se me
+figura que todo lo ves negro. Hasta que no sepas cuál es su situación,
+no hay por qué apurarse. Si viniera a pretender, debías atreverte a
+pedir a papá que le recomendase a alguien. ¿Te enfadarás si te digo que
+tus temores me parecen tontos? ¿Ha de ser malo porque es cura?
+Indudablemente, esto es lo que se te ha ocurrido. En verdad, la cosa es
+rara, ser tan grandes los hermanos y no conocerse, pero ya verás cómo no
+tenéis por eso disgustos. Y si los sufres, yo te querré un poquito más,
+para que nada pierdas.</p>
+
+<p>Adiós, tristón mío. No te olvida nunca tu</p>
+
+<p><span style="margin-left: 20%;"><span class="smcap">Paz</span>.»</span></p>
+
+
+
+<h3><a name="XI" id="XI"></a>XI</h3>
+
+
+<p>El seguir Tirso la carrera eclesiástica, fue una de esas cosas graves
+que en la vida del hombre se resuelven rápidamente y con escasa
+intervención del interesado.</p>
+
+<p>Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud
+se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico,
+era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias
+religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su
+influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la
+gente de iglesia en la región que habitaba. Durante largos períodos, en
+los que mandó el partido moderado, conservó don Tadeo su destino en la
+Hacienda de la provincia y fue uno de tantos carlistas protegidos por
+los <i>polacos</i>, quienes consideraban menor peligro atraerse partidarios
+del Pretendiente que transigir con liberales. Pasados algunos años, y
+gobernando un ministerio progresista, sus compañeros y subordinados le
+prepararon la terrible asechanza cuyo funesto desenlace atajaron las
+declaraciones de don José. El expediente o causa formado contra él no
+dio más resultado que su destitución; pero este hecho, que pasó
+inadvertido para el resto de la nación, fue en la localidad suceso
+importantísimo. De allí en adelante, don Tadeo quedó para sus enemigos
+convertido en un pobre hombre, y a los ojos de sus partidarios como un
+mártir: él, imaginando convertir en provecho su caída, se dedicó por
+entero a ser instrumento de las ideas a que siempre tuvo inclinación. La
+clerecía de la capital de la provincia, que en un principio le consideró
+como víctima, después, por su entereza, le tuvo como varón enérgico, y
+viendo en él un carácter dispuesto a la lucha con mayor libertad que los
+eclesiásticos, le adjudicó tácita e insensiblemente la jefatura. Llegó a
+ser lo que hoy se llama un obispo de levita, al par que jefe local de un
+partido. A su casa iban continuamente los canónigos de la catedral, los
+misioneros que con frecuencia hacían excursiones a la ciudad, los
+periodistas católicos y hasta el prelado de la diócesis. A juicio de
+esta gente, el encargarse don Tadeo de la educación y porvenir de Tirso
+fue un acto meritorio: pensaron que pagaba su deuda de gratitud del
+mejor modo que jamás lo hiciera nadie y, sobre todo, aquello de
+arrancar un hijo a las garras de un padre progresistón y acaso hereje,
+les pareció cosa admirable. Por su parte, don Tadeo no se recató de
+decir de don José que era una lástima que tuviera tendencias
+<i>liberalescas</i>.</p>
+
+<p>Crió a Tirso un ama en una aldea, como pudiera hacerlo una cabra; un
+sacristán, protegido por don Tadeo, le enseñó de pequeño a leer,
+escribir, contar y rezar; a los ocho años sabía ayudar a misa, y a los
+catorce ya pudo su padrino utilizarle para escribir cartas y hacer
+recados de los que no se confían a sirvientes. En cambio a sus padres
+les escribía muy poco y, cuando lo hacía, antes era por instigación de
+don Tadeo que por impulso propio. Los amigos de aquél, viéndole educado
+en el santo temor de Dios, le trataban con singular afecto y, en
+reciprocidad, Tirso se volvía todo respeto para con aquellos señores,
+que a él se le figuraban magnates. Los curas, especialmente, le merecían
+extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que
+pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes
+y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera
+sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes. Sin poder
+darse cuenta de la grandeza de las ideas representadas por aquellos
+hombres, le seducía la posición que ocupaban en la ciudad. Andar bajo
+palio, hablar desde el púlpito y dar la mano a besar, le parecían
+mayores signos de prestigio que ir a caballo con música delante, espada
+en mano y batallones detrás; así que, cuando su padrino le dijo que
+estudiara para cura, su infantil imaginación acogió la noticia con una
+emoción muy semejante a la alegría. ¿Qué otra carrera había de darle un
+hombre entregado a servir medio de guía, medio de agente a los intereses
+y la parcialidad del clero? Un canónigo fue quien decidió la suerte del
+muchacho, contestando así a don Tadeo, que le consultaba sobre el
+particular:&mdash;«No podía Vd. pensar cosa mejor. Si el chico es de los
+elegidos y <i>sale</i> una lumbrera de la Iglesia, ¡qué gloria para Vd.! Si
+no es así... pues tendrá una profesión tan buena como otra cualquiera.
+Y, por lo que toca a sus padres&mdash;añadió&mdash;comprendería que se quejasen si
+Vd. marcase al chico otra senda; pero, ¿quién puede llevar a mal
+propósito tan noble?»&mdash;Poco tiempo después entraba Tirso en el
+Seminario, donde, dicho sea de paso, por influencia de los que le
+llevaron no sufrió la novatada que padecían los demás.</p>
+
+<p>Entonces comenzaron a dar sus frutos el alejamiento de la familia y el
+desconocimiento de sus padres en que pasó Tirso los primeros años de su
+vida. La voz del egoísmo sonó poderosa y convincente, diciéndole que don
+Tadeo podía <i>hacerle hombre</i>; que su familia, en cambio, carecía de
+medios para ello. Le habían hablado tanto del temor de Dios y tan poco
+de su propia madre, que le halagó la idea de ser ministro del Señor.</p>
+
+<p>El primer efecto de la enseñanza religiosa fue hacerle comprender que su
+porvenir correspondería a las esperanzas que abrigó viendo y envidiando
+a los que frecuentaban la casa de su protector. Las lecciones de sus
+maestros y los libros que le pusieron en las manos, le dijeron que la
+misión del sacerdote era superior a cuanto podía imaginar su ambición.</p>
+
+<p>El más ilustre de los profetas, el precursor San Juan, tuvo la dicha de
+poner <i>una vez</i> las manos sobre la cabeza de Cristo: él, como sacerdote,
+le tendría todos los días en las suyas, y le consagraría con sus
+palabras. Los ángeles están continuamente cerca de Dios; pero ¿qué ángel
+posee, como él había de gozarlo, el poder de perdonar los pecados? En
+las entrañas de la Virgen encarnó el Verbo, pero una sola vez: en sus
+manos de sacerdote, por virtud de frases salidas de sus labios,
+encarnaría el Verbo todos los días, y no en forma mortal, como le
+concibió María de Nazareth, sino impasible, inmortal, glorioso, como
+está en los cielos. ¿Qué poder ni dignidad había igual al suyo?</p>
+
+<p>Dos rasgos distintos de su personalidad comenzaron a desarrollarse en él
+durante esta época de su vida, mientras fue estudiante en el Seminario.
+Su inteligencia, tardía en comprender, se acostumbró a admitir lo que le
+daban pensado, como preferible al trabajo de pensar por cuenta propia; y
+la facilidad con que pudo seguir la carrera por aquella protección que
+se le dispensaba, le hizo poco humilde.</p>
+
+<p>No fue cura de los de carrera breve, que sólo estudian rudimentos de
+latín, filosofía mermada y algo de moral jesuítica, sino que siguió la
+carrera lata, empapándose de Teodicea, Patrología, Hermenéutica, Derecho
+Canónico y Disciplina Eclesiástica, hasta el doctorado en Teología, en
+todo lo cual trascurrieron ocho años, al cabo de los que se ordenó <i>de
+menores</i>.</p>
+
+<p>¡Día feliz aquél en que la simple tonsura le hizo soldado de la milicia
+de Cristo! Mas esta dicha no brotó en su alma al calor de la fe, ni se
+esperanzó su buen deseo con lo que podría hacer manejando las divinas
+armas que le serían concedidas, sino que nació del contacto producido
+por la docilidad con que acogió las palabras que tantas veces había
+escuchado prometiéndole, en cuanto fuese sacerdote, la supremacía sobre
+los otros hombres. <i>El sacerdote es embajador que habla en nombre de
+Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía</i>, le dijeron,
+tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases
+análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión,
+como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban
+someter a su servicio. Las órdenes menores de portero, lector, exorcista
+y acólito le parecieron llenas de encanto, por la suma de dignidades que
+indicaban y por las que anunciaban. ¡Ser portero de la casa de Dios!
+¡Leer al pueblo la divina palabra! ¡Lanzar al enemigo malo fuera del
+cuerpo en que hace presa! ¡Poder acercarse al <i>Sancta Sanctorum!</i> ¡Qué
+grandiosos y envidiables privilegios!</p>
+
+<p>Llegó por fin el día de recibir las órdenes mayores. La Iglesia,
+dirigiéndose a los que le presentaban y aludiendo a él y sus compañeros,
+preguntó si eran dignos (<i>¿scis illos dignos esse?</i>): luego le impuso
+varios días de retiro y ejercicios, y después ungió y santificó sus
+manos, poniendo en ellas la patena y el cáliz al par <i>que, con asombro
+de los ángeles</i>, pronunciaba el Prelado solemnemente estas palabras:
+<i>Accipe potestatem offerre sacrificium Deo, Misasque celebrare, tam pro
+vivis quam pro defunctis, in nomine Domini, Amén</i>: y en seguida colocó
+las manos sobre su cabeza diciendo: <i>Accipe Spiritum Sanctum, quorum
+remiseris peccata, remittuntur eis; et quorum retinueris, retenta sunt</i>.</p>
+
+<p>El gusano nacido de la fiebre pecadora, el fruto del amor profano, el
+hijo de la pasión carnal, fue súbitamente redimido de impureza y elevado
+a una dignidad mayor que la de los reyes, revestido con poder análogo al
+de Dios, como decían los libros en que le hicieron estudiar. Ya era
+sacerdote; ya podía intervenir en la parte más noble del gobierno de los
+hombres, en el cuidado del alma. Mas buscar en el fecundo seno de la
+Naturaleza las causas de las cosas, le dijeron que era revolver
+impurezas de la materia; bucear en la conciencia para iluminar su razón
+con la Verdad, lo tacharon de impío; leer la vida de los pueblos, lo
+motejaron de trabajo estéril, porque el dedo de la Providencia traza los
+destinos del hombre; escuchar los latidos de su corazón, le advirtieron
+que era rendirse al deleite, y contra el amor pusieron en sus labios,
+pervertidas y desvirtuadas, las palabras de Cristo a su madre: <i>¿Qué
+tengo yo contigo, mujer?</i></p>
+
+<p>Don Tadeo, lejos de dejarle abandonado a sus propias fuerzas, le
+proporcionó curato; y Tirso, después de su primera misa en la capital de
+la provincia, que dio ocasión a una fiesta que fue un recuento de
+fuerzas realistas, marchó a vivir a un pueblo, mejor dicho, valle, entre
+cuyas ásperas desigualdades estaba esparcido el caserío de miserables
+viviendas y pobres gentes, sobre quienes debía comenzar a ejercer su
+santo ministerio. Entonces se consagró por entero a las necesidades de
+su estado: las misas, bautizos, bodas, confesiones y entierros; la
+predicación, y el tomar parte a veces en los juegos de sus feligreses,
+fueron sus principales ocupaciones. Los pocos libros que llevó a su
+retiro acabaron por servir de peana a una imagen encerrada en una urna:
+el estudio se le hizo enojoso. A los cuatro meses, su única lectura era
+la de un periódico católico absolutista recomendado por el obispo de la
+diócesis: la Teología, las Sagradas Escrituras, los Santos Padres,
+cuanto representaba labor intelectual, quedó olvidado, surgiendo en su
+lugar otro género de motivos de actividad para el pensamiento, y
+sustituyendo distinto linaje de devoción a la contemplación seria de los
+misterios y los dogmas.</p>
+
+<p>Antes, aunque poco, se preocupó algo de si la religión natural, que
+excluye toda revelación, basta al hombre para salvarse; de si por la
+experiencia de los sentidos o por medio de la conciencia puede llegarse,
+como por la fe, al conocimiento de Dios; de si el método demostrativo es
+mejor que el hipotético y analítico: pero muy luego tales impulsos se
+aquietaron, y como si aquella vida campestre influyera en él,
+sobreponiendo lo material a lo ideal, cayó en una devoción ramplona, y
+su pensamiento, sin tender a espaciarse, quedó encerrado en
+infranqueables lindes. Los primeros sermones que pronunció fueron de
+hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación
+de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los
+milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia
+llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los
+campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse
+con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó,
+experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida. Cuando
+desde lo alto del púlpito miraba congregado el rebaño de fieles que le
+oía con devoto silencio, imaginaba estar realizando el más alto y noble
+de los destinos humanos.</p>
+
+<p>En su conducta nada había censurable. Llenaba con tanto celo su deber,
+que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a
+sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo
+marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada,
+monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le
+desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad
+análoga al silencio del campo.</p>
+
+<p>Desde las ventanas de su cuarto abarcaba con la vista ancho espacio,
+extensos plantíos de nabos, frondosos maizales, hondonadas de donde
+subía rumor de agua corriente, casas pequeñas y dispersas, medio ocultas
+entre la frondosidad de enormes castaños acopados, y allá, en lo alto de
+algún cerro, una ermita con la cruz del tejadillo tronchada por el
+viento. En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos
+ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas
+calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito
+se erguían enhiestos en desprecio del tiempo. El cielo de aquella
+región casi nunca estaba sereno: a la mañana y a la tarde, en toda época
+del año, el suelo se cubría de neblinas que, lamiendo las vertientes y
+los altos, se alzaban poco a poco hasta formar nubes que, apoyándose en
+las crestas de la sierra, tendían el vuelo por los aires,
+confundiéndose, hacia el confín del horizonte, con otras nubes que
+venían de montes más lejanos. Lo diseminado del caserío contribuía a la
+soledad de Tirso; así que tenía poco roce con sus feligreses, casi las
+precisas relaciones, dada su posición; de suerte que, ni el respeto se
+mermaba con la confianza, ni la frecuencia del trato podía engendrar
+intimidad. Hacía muchos años que en aquellos contornos no se recordaba
+un cura tan reservado y poco comunicativo.</p>
+
+<p>Tirso era de carácter rudo; su aspereza parecía fruto de cierto orgullo
+íntimo por el cumplimiento del deber, y con los campesinos guardaba
+siempre una reserva calculada, cual si pensase que convenía a su
+prestigio de sacerdote el apartamiento de las miserias humanas. Lo que
+más contribuyó a su buena fama, fue la indiferencia que manifestó hacia
+las mujeres desde que tomó posesión del curato. Hablando con los hombres
+era frío, de pocas y secas palabras; pero esta frialdad y aspereza
+subían de punto al tratar con las mujeres: para ellas sólo tenía en los
+labios acritud y en el pensamiento recelo. Su juventud y la vida libre
+del clero en aquellas tierras, hacían resaltar más esta antipatía a la
+mujer. Los familiares que en las oficinas del obispado manejaban el
+registro secreto de la conducta de los clérigos de la diócesis, tardaron
+muchos meses en convencerse de que no era mujeriego, y el espionaje, de
+que no se vio exento por ser ahijado de don Tadeo, sólo logró averiguar
+que, valiéndose de lo cercano que estaba su curato a la ciudad, Tirso
+solía irse a la población un par de veces al mes, permaneciendo en ella
+algunas horas, sin que nadie supiera dónde ni a qué iba. Sobre esto hizo
+mil conjeturas la malicia; pero nada se llegó a saber con certeza.</p>
+
+<p>Tal fue la vida de Tirso durante los primeros años de su estancia en
+aquellos campos, donde seguramente no era fácil que se realizasen todas
+las promesas de dignidades y grandezas que le hicieron su propia
+imaginación y los que le consagraron al sacerdocio. Luego, de pronto, y
+en muy pocas semanas, su vida mudó por completo de rumbo.</p>
+
+<p class="arriba"><br />En pueblos y aldeas comenzó a notarse extraña inquietud y desusado
+movimiento, sustituyendo, a las conversaciones sobre el estado del campo
+o el cuidado de las haciendas, diálogos que expresaban, no temor, sino
+esperanza de próximos trastornos.</p>
+
+<p>Se sabían con indignación cosas irritantes, y se comentaban con ira. La
+Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución
+sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero
+del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos
+que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia;
+de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía
+que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a
+los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que
+escaparon a la <i>persecución</i> del año 68. A estas noticias, esparcidas
+primero cautelosamente, y luego en violentos impresos, respondió la
+comarca con intenso desasosiego. Las gentes se hablaban ávidas de
+recibir y comunicarse nuevas que justificaran la exaltación de los
+ánimos; los que no sabían leer, es decir, el mayor número, se reunían en
+corros a oír las relaciones que en cartas o periódicos se hacían del
+estado de España, que semejaba haber caído en poder de moros;
+comenzaron a pronunciarse con respeto nombres de cabecillas olvidados; y
+personas que jamás hicieron alarde de su opinión, manifestaron sin
+rebozo que, si en aquellos valles volvía a resonar el grito de <i>Dios,
+Patria y Rey</i>, contestarían a él con entusiasmo. En los pueblos, cada
+púlpito era una tribuna; cada sacerdote, un orador que, poseído de santa
+indignación, se olvidaba de alabar a Dios por señalar a sus enemigos con
+el dedo; recordábanse en las tertulias hazañas de la <i>otra guerra</i>,
+narradas con carácter de leyenda, y de continuo atravesaban el país
+viajeros que, deteniéndose a guisa de emisarios en los caseríos,
+repetían palabras que eran consignas, o frases de esperanza en el
+alzamiento, ya cercano. Hasta las mujeres atizaban el fuego, como si
+anhelasen la lucha, teniendo en poco la vida de sus hijos.</p>
+
+<p>Una tarde, ya puesto el sol, llegó a casa de Tirso un hombre, y tras
+conferenciar con él breve rato, partió en dirección a otro pueblo
+cercano. Al día siguiente, Tirso metió en una balija y un baúl pequeño
+parte de sus ropas, y cuando cerró la noche, acompañado de un labriego
+de su confianza, se encaminó a la ciudad, en cuyas afueras le esperaba
+un criado, que cargó con el equipaje. Pocas horas más tarde, don Tadeo
+y dos caballeros amigos suyos celebraron ante él una entrevista, le
+dieron algún dinero, instrucciones y orden de marchar a Madrid. El
+curato quedó abandonado; mas ¿qué importaba descuidar la salud de unos
+cuantos por el servicio de todos? Era necesario un agente discreto,
+seguro, desconocido por ser nuevo, y de quien nadie pudiese sospechar:
+don Tadeo designó a Tirso, y éste tomó el tren para la corte.</p>
+
+<p>Por eso no escribió ni dijo nunca a sus padres cuál era el objeto de su
+viaje.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XII" id="XII"></a>XII</h3>
+
+
+<p>El día anterior a la llegada de Tirso a Madrid, mientras don José, doña
+Manuela y Leocadia le esperaban con la satisfacción que consentía la
+larga separación sufrida, Pepe se entretuvo en arreglar para su hermano
+su propio cuarto, trasladando de la habitación que él ocupaba a otra más
+chica y de peores condiciones un armarito, dos perchas, el aguamanil y
+dos sillas, todo lo que componía su mobiliario, diciendo que él paraba
+poco en casa y, además, en cualquier parte estaría bien. Salió
+perdiendo en el cambio, pero sabía que aquello agradaría al padre.
+Leocadia barrió el suelo y fregó los cristales del cuarto cedido, y la
+madre preparó ropa para el lecho. Con destino a Tirso se compró un
+catre; pero Pepe lo tomó para sí y cedió también para su hermano la
+cama, que era de hierro. La víspera de que el viajero llegase, cuando
+todo estaba dispuesto para recibirle, don José, mientras le acostaban,
+decía a Pepe:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo mío, por más que discurro, no puedo adivinar cuál sea el motivo
+de su venida.</p>
+
+<p>&mdash;Ya nos lo dirá él.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y por qué no explicarlo antes? Te confieso que me preocupa esto
+mucho. ¿De donde habrá sacado el dinero del viaje? Lo que yo pienso no
+tiene vuelta de hoja. Si antes ha tenido cuartos, ¿cómo no se le ha
+ocurrido nunca enviar un céntimo ni venir a vernos? y si los tiene
+ahora, de repente, ¿cómo se los ha procurado?</p>
+
+<p>&mdash;Lo mismo he pensado yo; pero no te devanes los sesos, que mañana
+sabremos a qué atenernos. Lo principal es que viene y que estás
+contento. Yo también me alegro más de lo que parece, y eso que la
+situación es rara ¿verdad? Porque lo cierto es que ni ésta (<i>por
+Leocadia</i>) ni yo le hemos visto desde que éramos chicos.</p>
+
+<p>&mdash;No hablemos, no hablemos de eso, que se me amarga la alegría. Tú
+bajarás a la estación, ¿eh?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, pero... no sé como me las arreglaré... A quien se le contara el
+caso, se echaría a reír. ¿Cómo diablos le conoceré?</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, él vendrá con hábitos. Le llamas, y con darle una voz...</p>
+
+<p>&mdash;El tren llega a las siete y veinticinco; de modo que, si no trae
+retraso, a las ocho y cuarto u ocho y media podemos estar aquí.</p>
+
+<p>Nadie en la casa concilió el sueño aquella noche. Pepe se levantó a las
+seis, y poco después bajó a la estación del Norte.</p>
+
+<p>Hacía fresco, y para entrar en calor comenzó a pasear por el andén,
+presa de una impaciencia en que acaso era curiosidad la mayor parte:
+cada dos minutos miraba al reloj, y constantemente tenía el oído atento,
+esperando escuchar un timbre eléctrico, una campanada, un silbido,
+cualquier señal que anunciase la llegada del tren.</p>
+
+<p>La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían
+el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar
+llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que
+se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban
+empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi
+nadie. Veíanse a lo lejos los cobertizos que resguardan las mercancías,
+las largas filas de vagones polvorientos, la arena de las vías
+ennegrecida por las escorias del carbón, las líneas paralelas de los
+railes abrillantados por el roze, y el arbolado de la cuesta de
+Areneros, cuyo ramaje comenzaba a ponerse amarillo con los ardores del
+verano. Poco a poco fue llegando gente; empleados que venían
+desperezándose, mozos que sacaban de junto a las básculas los carretones
+de los equipajes, otros ocupados en recoger lamparillas de los coches, y
+algunos que traían grandes atados de cántaras vacías, devueltas por los
+lecheros a su punto le origen. Después aparecieron las autoridades de
+menor cuantía, dos <i>parejas</i> y un inspector que hacía molinetes con el
+bastón para que se viesen las borlas mugrientas. De pronto sonó un
+timbre, y luego una campana: el tren había salido de la estación
+inmediata. Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la
+Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el
+tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido
+estrepitoso de hierro golpeado contra hierro. Cuando se detuvo la larga
+fila de vagones y comenzaron los viajeros a bajarse, Pepe fue
+registrando con la vista los departamentos uno por uno, mas no vio salir
+de ellos ningún cura. Miró a las gentes que ya se habían apeado, y
+tampoco. Entre los recién llegados que se agolpaban a la puerta de
+salida, no había clérigo alguno. Pasaron unos instantes y, disminuida ya
+la confusión, se fijó en un hombre que quedó en medio del andén, solo,
+mirando desorientado a todas partes, sin soltar una cesta y un saco de
+alfombra que llevaba en las manos, dudosamente limpias.</p>
+
+<p>Vestía traje oscuro, cuyo chaquetón, muy abrochado, sólo dejaba ver el
+cuello de la camisa: la pechera desaparecía tras una corbata negra y
+ancha hecha dos nudos; toda su ropa era ordinaria, pero nueva; llevaba
+las botas blancuzcas por el poco betún o el mucho roze, y de uno de los
+bolsillos del chaquetón pendía la borlita de un gorrito de pana. Pepe
+clavó los ojos en aquél hombre, y luego, poniéndose a pocos pasos y a su
+espalda, le llamó en voz baja, casi con timidez:</p>
+
+<p>&mdash;¡Tirso!</p>
+
+<p>Volviose de pronto el recién llegado, y entonces el muchacho le abrió
+los brazos, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Soy Pepe.</p>
+
+<p>El abrazo que se dieron fue largo y apretado, sincero tal vez, pero de
+fijo nadie lo sabrá nunca.</p>
+
+<p>De tan extraño modo se conocieron dos hombres a quienes la Naturaleza
+había hecho hermanos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y los padres?&mdash;preguntó Tirso con más interés en la entonación que
+calor en la mirada.</p>
+
+<p>&mdash;Buenos... esperándote.</p>
+
+<p>Parecía que ambos empleaban el tú con trabajo.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos allá.</p>
+
+<p>Reclamaron juntos el equipaje, confiáronselo a un mozo, a quien dieron
+las señas de la casa donde lo había de llevar, y salieron de la
+estación.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a tomar un coche: ¡hoy es día de gastar dinero!&mdash;dijo Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para qué? ¿Está lejos la casa?</p>
+
+<p>&mdash;Lejos, no; pero tienen mucha gana de verte. Todo está preparado... tu
+cuarto dispuesto... ¡Verás qué guapa es Leo y como te reciben todos!</p>
+
+<p>&mdash;No, no: vamos a pie.</p>
+
+<p>&mdash;Anda, no seas niño; un <i>pesetero</i> nos lleva en seguida.</p>
+
+<p>&mdash;¡No!: quiero ir a pie.</p>
+
+<p>Y pronunció el <i>no</i> firme, rotundo, seco, como quien suele dar a la
+palabra la energía de una voluntad terca.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, vamos deprisa, que estarán impacientes.</p>
+
+<p>Echaron a andar. La mañana era fresca y agradable. Madrid recibía a su
+huésped con un cielo azul, limpio y hermoso. Subieron por la Cuesta de
+San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a
+ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos
+versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto:</p>
+
+<p>&mdash;¿Es una capilla protestante?</p>
+
+<p>&mdash;No: es un asilo que ha hecho la Reina María Victoria, la mujer de
+Amadeo, para que estén recogidos los hijos de las lavanderas mientras
+ellas trabajan.</p>
+
+<p>Tirso desvió la vista sin contestar.</p>
+
+<p>Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén
+cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían
+decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha
+puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía
+que el interés pareciese curiosidad. Querían dar a las palabras
+entonación cariñosa, y no acertaban a decirse sino cosas que les eran
+ajenas. Desembocaron en la plaza de Oriente.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Tirso, estamos en Palacio.</p>
+
+<p>El forastero contempló un instante el soberbio edificio sin poder
+contener una expresión de disgusto, cual si allí viviera alguien a quien
+personalmente aborreciese. En esto Pepe se arriesgó, por fin, a
+preguntar algo que satisficiera la espectativa que en sus padres y en él
+mismo había despertado el viaje.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, hombre, ¿y cómo ha sido esto? ¿Qué te trae a Madrid?</p>
+
+<p>&mdash;Ya te contaré, ya te contaré: ahora no... ¡Qué lástima que viva ahí
+dentro un extranjero!&mdash;añadió, mirando con saña hacia Palacio.</p>
+
+<p>Más adelante, en la entrada de la calle Mayor, se detuvo para ver la
+fachada del convento del Sacramento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué iglesia es esa? ¿Es parroquia?</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, la verdad... con certeza no te lo puedo decir; pero creo que
+ahora está ahí la parroquia de Santa María.</p>
+
+<p>&mdash;Poco enterado estás. Anda, vamos a entrar un momento.</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, ¡si nos están aguardando!</p>
+
+<p>&mdash;No importa, dos minutos.</p>
+
+<p>Pepe no comprendía que su hermano dilatara ni tan corto espacio de
+tiempo el abrazar a sus padres. Por disculparle instintivamente, se
+dijo, sin embargo, que aquella era la primera iglesia de Madrid que
+Tirso había encontrado al paso y que, siendo cura, el hecho no tenía
+nada de sorprendente. Bajaron la escalinata que conduce a la fuente, y
+en la puerta del templo, Pepe, que iba fumando, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Aquí te espero, no tardes; déjame los sacos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿no entras?</p>
+
+<p>Tirso penetró solo en la iglesia y Pepe se quedó mirando cómo los
+aguadores llenaban las cubas en la fuente. Pasó entretenido unos cuantos
+minutos, luego volvió los ojos hacia la portada, pareciéndole
+inexplicable que su hermano no saliera en seguida; pero trascurrió un
+buen rato, y nada, Tirso no volvía. Miró el reloj, dio dos o tres paseos
+por delante de la fachada, sin soltar los sacos, y volviendo a subir las
+escaleras, dirigió otra vez la vista hacia la iglesia. Salieron dos
+viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de
+ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía.&mdash;«¡Qué calma!&mdash;pensaba
+Pepe&mdash;¡Sabiendo cómo estarán en casa!»&mdash;De pronto sacó otra vez el
+reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la
+paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la
+puerta, mas en balde. Al fin entró por su hermano.</p>
+
+<p>La nave del templo era toda sombras, en cuyo fondo ardían unas cuantas
+velas, sin que las llamas lograran disipar la oscuridad. A la izquierda,
+al pie de un altar, estaba Tirso hincado de rodillas, juntas las manos
+sobre el pecho y muy humillada la cabeza. Como Pepe no tenía costumbre
+de verle, le fue preciso adelantar bastante para cerciorarse de que era
+él. Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo
+ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al
+verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo,
+procurando no dar acritud a sus palabras:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿tú sabes la impaciencia con que estarán en casa?</p>
+
+<p>Tirso, imperturbable, se detuvo un momento a leer un cartel de fiestas
+religiosas, y luego contestó con severa y pausada entonación:</p>
+
+<p>&mdash;Lo primero, es lo primero.</p>
+
+<p>Desde allí anduvieron deprisa, pero yendo siempre Tirso con retraso de
+un par de pasos.</p>
+
+<p>«Vaya&mdash;pensaba Pepe&mdash;este es cura hasta los tuétanos.»</p>
+
+<p class="arriba"><br />En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de
+Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas,
+hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las
+piernas, don José, que a cada minuto preguntaba:</p>
+
+<p>&mdash;¿No vienen? ¿No les veis?</p>
+
+<p>Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor.</p>
+
+<p>&mdash;¡Allí están!&mdash;gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la
+escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras
+Pepe decía:</p>
+
+<p>&mdash;Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba.</p>
+
+<p>Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del
+principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas
+abiertas, se le oía gritar, alterada la voz:</p>
+
+<p>&mdash;¡Tirso, Tirso!</p>
+
+<p>La madre se le estaba comiendo a besos.</p>
+
+<p>Pepe y Leocadia, llevando cada uno un saco, entraron en el comedor:
+detrás venían Tirso y su madre.</p>
+
+<p>En vano pretendió el pobre viejo levantarse: pudo incorporarse apoyando
+fuertemente las palmas en los brazos del sillón; mas, al intentar
+sostenerse sobre las piernas, tuvo que dejarse caer en el asiento.
+Tirso, entonces, llegó hasta la butaca y abrazó a su padre, quien,
+cogiéndole la cabeza entre las manos y oprimiéndosela contra su pecho,
+permaneció unos instantes sin proferir palabra, presa de una emoción
+honda y callada. Hubo un momento de profundo silencio. Tirso sintió caer
+una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin
+atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso
+de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca
+y, apartando suavemente a Tirso, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy!</p>
+
+<p>&mdash;Paciencia, padre: la misericordia de Dios es infinita.</p>
+
+<p>&mdash;Yoduro de potasio, cueste lo que cueste; mucho yoduro&mdash;añadió Pepe.</p>
+
+<p>Durante la mañana toda la familia, menos Pepe, que tuvo que ir a casa
+del señor de Ágreda, permaneció reunida en el comedor entregada a la
+alegría del suceso; pero había en aquella situación algo anormal que
+ponía trabas al contento. El hijo que por primera vez pisaba el hogar
+de sus padres, a los treinta y cuatro años, revestido del carácter
+sacerdotal, parecía un extraño recibido con afectuosos extremos; la
+franqueza que con él empleaban resultaba tímida, como si a sus padres y
+su hermana les fuera difícil tratarle con verdadera intimidad.
+Especialmente doña Manuela, no sabía qué hacerse: las preguntas
+cariñosas, las frases regocijadas se le paraban en los labios, atajadas
+por un respeto vago; quería bromear, y le era imposible; las palabras no
+respondían a las ideas que ansiaba expresar. Diríase que su cariño hacia
+Tirso, privado por largos años de dar muestra de vida, surgía
+repentinamente, pero entorpecido por lo anómalo de las circunstancias.
+Había ratos en que ninguno sabía de qué conversar con él. Quien parecía
+más dueño de sí era don José, sin tener tampoco realmente con su hijo la
+libertad que debiera. Leocadia experimentaba una fuerte impresión de
+curiosidad. Se había sentado en uno de los brazos de la butaca de su
+padre y, como Tirso ocupaba una silla baja, ella le veía de alto a bajo,
+mirándole y remirándole la coronilla, muy sorprendida de que un hermano
+suyo tuviese aquello en la cabeza.</p>
+
+<p>A las doce volvió Pepe y almorzaron, ocupando cada cual su puesto en
+torno de la mesa. Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó
+una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes
+de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos,
+murmurando con los ojos medio cerrados:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus
+sumpturi</i>...</p>
+
+<p>Ninguno respondió a la oración. Todos, entre sorprendidos y
+contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la
+única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como
+si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe:</p>
+
+<p>&mdash;A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo dé.</p>
+
+<p>Pepe añadió:</p>
+
+<p>&mdash;Menos las enfermedades, escaseces, disgustos y otros obsequios...</p>
+
+<p>&mdash;Con todo lo cual se prueba el temple del alma y se depura la virtud.
+La desgracia es el crisol de la fe.</p>
+
+<p>&mdash;Y pasa uno la vida que es un gozo: aunque yo creo que eso de
+someternos a pruebas es calumnia que levantáis al Ser Supremo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Llamas a Dios el Ser Supremo? ¿Eres libre pensador?</p>
+
+<p>&mdash;¡Quién sabe lo que uno es? Pero como no me gusta la comedia que
+estamos representando aquí bajo, chicheo en algunas escenas.</p>
+
+<p>&mdash;Ya te mostraré yo remedio a todo. Rezando, implorando el favor divino,
+no queda en el pensamiento espacio a la impiedad.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cuántas oraciones resultarán impías a los ojos de Dios! ¡Con qué
+frecuencia se confundirán en la plegaria del devoto la esperanza del
+beneficio propio y la avidez del mal ajeno!</p>
+
+<p>&mdash;Esa no será oración, sino blasfemia. El mal y la oración son
+incompatibles. Oración es <i>aptisima arma, thesaurus prepotens, divitias
+inexhaustas pariens, fons et radix omnium bonorum</i>. Virtud, misa,
+predicación, sacramentos, austeridad, limosna... todo puede subsistir
+con el pecado menos la oración, que es al espíritu del hombre como el
+aire al pulmón. Por eso dijo Orígenes: <i>Horrendum est diem sine oratione
+transigere</i>, y el Profeta: <i>Desolatione, desolata est terra, quia nullus
+est qui recogitet corde</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Mal se hermanan esa bondad divina, eternamente importunada por la
+súplica humana, y la existencia del mal sobre la tierra.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te extraña? ¿No brotan en el mismo prado la flor que recrea, la
+fécula que nutre y la ponzoña que mata?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y que falta hacía crear la ponzoña?</p>
+
+<p>&mdash;El mal es en la tierra como piedra de toque para el alma. ¿Piensas que
+en prosperidad imperturbable sería mejor el hombre?</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Tirso, no me gusta probar ideas propias con testimonios ajenos;
+pero contesta a este raciocinio de Epicuro: ya ves si lo tomo de
+antiguo.</p>
+
+<p>&mdash;A ver qué herejías paganas te han enseñado en la Universidad.</p>
+
+<p>&mdash;O Dios quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni
+quiere ni puede, o puede y quiere. Si quiere y no puede, es impotente;
+si puede y no quiere, es malo, y, por consiguiente, no es Dios; si no
+puede ni quiere, es impotente y malo; y, por último, si quiere y puede,
+¿de dónde diablos procede el mal, que no lo evita?</p>
+
+<p>&mdash;Discutir no es creer: la razón agobia al pensamiento, la fe lo dilata.
+Quédate con tus dudas y déjame con mis consuelos. Para tí, la soberbia
+humana: para mí, la gracia divina.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué es eso? ¿Qué es la gracia?</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees en el progreso moderno?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes fijamente cómo, por qué y con arreglo a qué leyes late, palpita
+y vuela el fluido eléctrico? No, y, sin embargo, crees en el telegrama
+que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen,
+secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la
+idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire
+que lo sople. Inteligencia en que no haya fe, sea aniquilada: es como
+aquel árbol oriental de sombra dañina que, aun hecho leña y consumido
+por las llamas, envenena el ambiente con las cenizas aventadas.</p>
+
+<p>&mdash;Con lo cual venimos nada menos que a justificar el Santo Oficio.</p>
+
+<p>&mdash;¡No vas descaminado!&mdash;exclamó Tirso trémula la voz.</p>
+
+<p>Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya
+inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera
+que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos.</p>
+
+<p>Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas
+palabras de su hermano.</p>
+
+<p>El diálogo recayó luego sobre el viaje y sus molestias; después hablaron
+de lo caro que cuesta todo en Madrid; de la agitación de la vida
+cortesana; de lo mucho que hay que andar para ir a cualquier parte, y de
+otras cosas, que asemejaron la conversación a la que pudieran haber
+sostenido con un amigo forastero.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué iglesias hay por aquí cerca?&mdash;preguntó Tirso.</p>
+
+<p>Tuvieron que hacer memoria para contestar: sólo doña Manuela quiso
+responder en seguida.</p>
+
+<p>&mdash;San Justo... y la Concepción Jerónima... y...</p>
+
+<p>&mdash;Más cerca está San Isidro&mdash;decía Leocadia.</p>
+
+<p>&mdash;¿En cuál de ellas oís misa?</p>
+
+<p>Nadie repuso.</p>
+
+<p>&mdash;Vais indistintamente a cualquiera, ¿eh? Pues eso no es bueno. La misa
+debe oírse siempre en el mismo templo, y si es posible en el mismo altar
+y dicha por el mismo sacerdote.</p>
+
+<p>&mdash;Yo te diré lo que pasa, hijo mío&mdash;respondió don José.&mdash;En primer
+lugar, ya ves, yo no me puedo mover, y tu madre no se aparta de mí un
+momento. ¡Si vieses cuánto da que hacer en una casa un hombre como yo,
+imposibilitado! Pepe no tiene tiempo para nada... y esa pobre, ni
+siquiera pasea: no tiene quien la acompañe...</p>
+
+<p>&mdash;La verdad es que vivimos muy sujetos, chico; ya lo irás viendo. Ésta y
+mamá no se mueven de aquí, casi nunca salen: yo, entre unas cosas y
+otras, trabajo de diez a doce horas diarias...</p>
+
+<p>Tirso comprendió que todas eran disculpas: frunció el entrecejo, y su
+mirada tuvo un destello frío y duro como el brillo del acero. Le costó
+violentarse, pero se contuvo y calló.</p>
+
+<p>Al caer la tarde se vistió de hábitos y esperó impaciente a que
+anocheciese por completo, sin cesar de mirar hacia el balcón, donde la
+luz iba faltando.</p>
+
+<p>&mdash;Si te vas&mdash;le dijo su padre&mdash;espera. Pepe ha salido, pero vendrá
+pronto y te acompañará.</p>
+
+<p>Tirso esquivó la respuesta cuanto pudo, y al fin, apremiado por la
+insistencia de don José repuso:</p>
+
+<p>&mdash;No, no hace falta que nadie se moleste: no quiero sino dar una vuelta
+por cualquier parte, tomar el aire un rato.</p>
+
+<p>Al cerrar la noche se fue sin preguntar nombre alguno de calle, como
+quien ya sabe dónde se propone ir y se obstina en ocultarlo. Doña
+Manuela y Leocadia se asomaron al balcón, y la última, al verle pasar
+bajo un farol y desaparecer por el arco hacia la Plaza Mayor, tuvo una
+frase, que era la abreviatura de la situación por que atravesaba la
+familia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué raro se me hace esto! ¡Parece mentira que sea de casa!</p>
+
+<p>Cuando volvió, al cabo de una hora, no contó dónde estuvo ni lo que
+hizo, limitándose a hablar del bullicio y la animación de la corte.
+Luego dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Mucho he andado por esas calles; y ¡cuanta estampa fea y obscena hay
+en algunas tiendas! Pero, aunque llevaba hábitos, nadie se ha metido
+conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues qué?&mdash;repuso Pepe&mdash;¿creías que te iban a comer?</p>
+
+<p>&mdash;No hubiese sido extraño que me insultaran. ¡Como ahora la impiedad
+anda libre y se nos persigue y nos maltrata quien quiere!...</p>
+
+<p>&mdash;Ríete de eso: ya te convencerás de que es mentira. No hay tal impiedad
+ni tal persecución: en fin, tú lo verás a poco que andes por Madrid.</p>
+
+<p>&mdash;Te advierto que me importaría poco. ¿Acaso no tengo buenos puños?</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII</h3>
+
+
+<p>Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso
+aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación
+con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia
+acostaban al padre, él se puso a escribir.</p>
+
+<p>La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso:
+tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar; la frente alta, afeada
+por cierta depresión hacia las sienes; los labios recios y las facciones
+salientes y toscas, como de talla mal labrada. Dábanle aspecto de dureza
+el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que
+le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía
+hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a
+convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia. Su
+dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo
+acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para
+la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía
+sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor
+a Dios de Santa Teresa. Su progenie sacerdotal no estaba entre los
+mansos de corazón, sino entre aquellos clérigos que imaginaron abrirse
+las puertas del cielo con el hacha de combatir moros. Su fervor
+religioso tenía asomos de entusiasmo bélico. San Pablo cortando la oreja
+al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en
+Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario
+proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar
+su reino en la tierra: Tirso era de éstos. Mientras tuviese la Iglesia
+incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir,
+la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A
+las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas
+leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe.
+Un versículo del Evangelio le agradaba sobre todos; aquél que dice: «<i>No
+he venido a traer al mundo la paz, sino la espada</i>.»</p>
+
+<p class="arriba"><br />A la mañana siguiente se levantó temprano y no salió. Estuvo oyendo a
+Leocadia leer periódicos a su padre, y aunque permaneció largo rato con
+ellos, no pronunció palabra alguna acerca del objeto de su viaje. Cuando
+por la noche estaban doña Manuela y Leocadia acostando a don José, éste
+dijo a su hija:</p>
+
+<p>&mdash;¿Suele venir Pepe muy tarde?</p>
+
+<p>&mdash;No: casi siempre antes de las doce.</p>
+
+<p>&mdash;Pues espérale hoy y dile que entre a la alcoba: tengo que hablar con
+él.</p>
+
+<p>Madre e hija adivinaron de lo que se trataba, mas ninguna dio a entender
+la sospecha. A todos sorprendía por igual el prolongado silencio de
+Tirso. Era realmente extraño que no diese la menor explicación acerca
+del viaje. Acaso vino sólo por ver a sus padres, pero no era esto
+creíble en quien dejó pasar tantos años sin hacerlo. Una sola conjetura
+había que fuese lógica: ¿habría venido a pretender? ¿querría ser
+canónigo? ¿tendría quien le apoyara?</p>
+
+<p>Antes de media noche llegó Pepe, y Leocadia, que le estaba esperando,
+entró con él a la alcoba de sus padres, donde doña Manuela dormía
+profundamente y don José aguardaba desvelado. Leocadia oyó sin chistar
+el corto diálogo que sostuvieron padre e hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Pepito, ¿no te choca esto?</p>
+
+<p>&mdash;Mucho, pero no atino con la causa.</p>
+
+<p>&mdash;Es que ni una palabra... ¿a tí tampoco te ha dicho nada?</p>
+
+<p>&mdash;Tampoco.</p>
+
+<p>&mdash;Lleva aquí dos días... No entiendo lo que pueda ser. ¿Qué te parece
+que hagamos?</p>
+
+<p>&mdash;Nada, papá. Si habla, oírle; si no, dejar que pase el tiempo. Ya lo
+sabremos. ¿Ha venido a casa de sus padres? Bien venido sea. ¿No tiene
+confianza con nosotros? Pues no se la arranquemos por fuerza.</p>
+
+<p>&mdash;Está frío, indiferente...</p>
+
+<p>&mdash;No: él debe ser así. No es momento de charlar ni quiero molestarte
+ahora. Además, ya sabes lo que pienso: no nos hemos tratado, no nos
+conocemos; ¿cómo diablos hemos de querernos como nos queremos ésta y
+yo?&mdash;Y Leocadia hizo un signo afirmativo con la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón, hijo, pero me repugna que la tengas.</p>
+
+<p>La luz de una vela que Pepe había dejado en la habitación contigua
+iluminaba temblorosamente el cuadro, y en el rostro del viejo aparecía
+impresa la curiosa intranquilidad que le preocupaba. Tenía la cama medio
+deshecha, porque estuvo moviéndose nerviosamente en ella hasta que vio
+entrar a su hijo, y de cuando en cuando dirigía los ojos a su mujer,
+como asombrado de que pudiera dormir libre de las mismas dudas y recelos
+que él experimentaba.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, a descansar, papá.</p>
+
+<p>Pepe y Leocadia besaron a su padre como dos niños, y salieron. Al pasar
+por delante de la alcoba de Tirso, notaron que roncaba.</p>
+
+<p>&mdash;¿Oyes?&mdash;preguntó ella.</p>
+
+<p>&mdash;Sí; escucha, escucha cómo le quita el sueño la emoción de estar en su
+casa.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, Pepito, hasta mañana.</p>
+
+<p>&mdash;Abur, monigota, fea.</p>
+
+<p>&mdash;Tonto, pareces un chiquillo.</p>
+
+<p>&mdash;A los pies de Vd., señora; fea, espantosa.</p>
+
+<p>Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía,
+hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su
+pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que
+le disgustaba. Al comer, se sentaba el último en la mesa, murmurando el
+<i>benedicite</i> entre dientes, porque sabía que no habían de rezarlo los
+demás, y al ir por la noche a recogerse sacaba del bolsillo el rosario,
+yéndose con él en la mano hacia su cuarto.</p>
+
+<p>El primer domingo que pasó en la casa, madrugó más de lo ordinario y
+estuvo en oración largo rato, pero no salió ni a misa. Leocadia,
+aprovechando unos instantes en que le vio ir al comedor en busca de un
+breviario, llamó a Pepe:</p>
+
+<p>&mdash;Ven, ven y verás lo que ha puesto ese en la alcoba. He entrado a
+hacerle la cama, y mira cómo me encuentro esto. Está bonito, ¿verdad?</p>
+
+<p>Tirso había cubierto los cristales de la ventana que daba al patio con
+pedacitos de papeles de colores chillones, casados con muy mal gusto y
+formando caprichosas figuras geométricas. La luz del sol, teñida y
+desvirtuada por el improvisado trasparente, daba al cuarto una
+entonación abigarrada. Aquello parecía la caricatura de una vidriera
+gótica. Además, sobre la cabecera del lecho había pegado a la pared con
+pan mascado una estampa de un San José muy bonito, con el pelo rizado a
+fuego lento, las mejillas sonrosadas y sosteniendo sobre la palma de una
+mano un niño en pie, como si le enseñase a hacer títeres, mientras
+enarbolaba en la otra un palo con más flores que moño de sevillana. En
+la pared de enfrente había puesto un cromo: <i>El último Concilio
+Ecuménico</i>, reunión de viejos vestidos de rojo, sentados en semicírculo
+como los obispos en el primer acto de <i>La Africana</i>, entre los cuales
+resaltaba, por su blanco ropaje, un señor a quien venía a decir secretos
+al oído una paloma que entraba por una ventana, semejando estar envuelta
+en un rayo de luz. Pepe lo abarcó todo de una sola mirada e hizo un
+gesto, entre risa y desprecio, diciendo a su hermana:</p>
+
+<p>&mdash;Pues estos mamarrachos ha debido comprarlos en la salida que hizo el
+día que llegó, porque luego no ha puesto los pies en la calle.</p>
+
+<p>&mdash;Indudablemente.</p>
+
+<p>Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina
+y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a
+su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno.</p>
+
+<p>&mdash;Tampoco hoy habéis ido a misa...</p>
+
+<p>&mdash;He hecho el chocolate para todos, me he peinado y he peinado a mamá,
+te he compuesto un descosido en un manteo que había en tu cuarto;
+¡Jesús, qué paño tan duro! he barrido el comedor y he bajado por la
+compra...</p>
+
+<p>&mdash;Es decir, que aquí todo, absolutamente todo, es antes que Dios.</p>
+
+<p>De pronto, tomando un periódico que había encima de una silla, leyó el
+título: <i>La Libertad Española</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué es esto?&mdash;y tocándolo sólo con las puntas de los dedos, como si
+temiera ensuciarse, lo dejó caer al suelo murmurando:</p>
+
+<p>&mdash;¡Papeluchos ateos!</p>
+
+<p>&mdash;¡No lo tires, que después lo pide Pepe y arma una marimorena!</p>
+
+<p>Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el
+cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y
+cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a
+un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del
+papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a
+encerrarse en su habitación. La muchacha adivinó lo que acababa de
+pasar. Tirso contuvo ante ella su enojo al ver el periódico, pero luego,
+al quedarse sólo, la ira se sobrepuso a la prudencia.</p>
+
+<p>La perspectiva de una disputa entre los dos hermanos, que pudiera
+agriarse, asustó a Leocadia, pareciéndole lo sucedido una amenaza a la
+tranquilidad de la casa. Su buen juicio le decía que era forzoso
+ocultárselo a Pepe. Pero, ¿cómo?</p>
+
+<p>Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el
+periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una
+plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin
+que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que
+acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la
+noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia. Hízole el
+padre la presentación de su hijo mayor, comieron todos alegremente y de
+sobremesa hablaron de política, única conversación que tenía el
+privilegio de distraer al pobre viejo, quien a cada instante hallaba
+medio de relacionar los sucesos de entonces con los de su juventud,
+estableciendo comparaciones entre hombres y épocas distintas.</p>
+
+<p>Pepe se había puesto a leer <i>La Libertad Española</i>, que pidió a Leocadia
+y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas
+este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de
+vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el
+viejo:</p>
+
+<p>&mdash;Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide,
+vamos a ver cosas muy tristes.</p>
+
+<p>&mdash;Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan
+tomar a la guerra?</p>
+
+<p>&mdash;¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde
+o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada.
+Yo recuerdo que, cuando el de Vergara, en realidad quienes perdimos
+fuimos nosotros: luego que el partido liberal aseguró la corona a la
+Reina, le trataron como a un negro; a Espartero le arrinconaron en
+seguida; a los oficiales carlistas les favorecieron mucho; decían que
+todos éramos hermanos, y los nuestros, que se habían batido en invierno
+con pantalón de dril... iban a Filipinas o a Fernando Póo en cuanto
+parecían sospechosos.</p>
+
+<p>&mdash;Por eso y por cosas análogas hay tantos republicanos en la generación
+nueva; porque nos hemos convencido de que no queda otro remedio.</p>
+
+<p>&mdash;Eso es muy peligroso: el pueblo no está preparado.</p>
+
+<p>&mdash;Y como nadie le enseña nada, tiene él que aprenderlo a su costa.</p>
+
+<p>&mdash;Es que hoy no hay virtudes cívicas. Si hubierais conocido vosotros a
+Mendizábal, y luego a Olózaga, que ahora está tan caído...: él fue quien
+llamó progresistas a los que decían antes <i>exaltados</i>. Siempre ha habido
+más entusiasmo liberal que ahora. ¡Si vierais qué indignación se
+desencadenó el año 40 contra Toreno y Martínez de la Rosa, porque
+pidieron la prórroga del medio diezmo, y aun el diezmo entero y la
+primicia! Pues ¡y cuando Espartero no quiso aprobar la famosa Ley de
+Ayuntamientos!</p>
+
+<p>&mdash;Entusiasmos estériles, y que muchas veces han sido ahogados en sangre.</p>
+
+<p>&mdash;En eso tenéis razón. Se condenaba a muerte por cualquier cosa. Desde
+el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los
+veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22
+de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando
+a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso
+hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito...</p>
+
+<p>&mdash;A pesar de lo cual&mdash;interrumpió Pepe&mdash;hay quien mira con buenos ojos a
+la Restauración y quien se bate por don Carlos. Si en España quedan
+monárquicos, y sobre todo borbónicos, es porque nadie lee historia
+contemporánea.</p>
+
+<p>&mdash;En fin, hijos míos, ya sabéis que yo tengo buena memoria: pues bien,
+desde Diciembre del 43 hasta la Noche Buena del 44, fueron fusiladas
+doscientas catorce personas, la mayor parte por liberales.</p>
+
+<p>&mdash;Tiene Vd. razón, don José; así pagó la corona al partido liberal que,
+primero por el padre y luego por la hija, había hecho tantos
+sacrificios...</p>
+
+<p>&mdash;Pues si llega a tener espíritu santo la familia&mdash;añadió Pepe&mdash;nos
+quedamos sin una gota de sangre.</p>
+
+<p>Al oír este chiste impío, Tirso no pudo aguantar más. El elogio a
+Mendizábal, la alusión al diezmo y la primicia, el horror a los
+fusilamientos de revolucionarios, el espíritu liberal que palpitaba en
+la conversación, le hicieron daño; pero aquello de explotar para una
+gracia la tercera persona de la Santísima Trinidad, puso el colmo a su
+indignación. Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo
+que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del
+balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada,
+dijo severamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡Parece mentira que hombres de juicio hablen así!</p>
+
+<p>Millán calló por deferencia a su amigo, y don José porque se arrepintió
+de haber dicho tales cosas, dando margen al enojo de Tirso: Pepe, más
+fogoso, se encaró con éste y, aunque hablando moderadamente, le repuso:</p>
+
+<p>&mdash;Es natural que tengas simpatías por los partidos reaccionarios; son
+los que os protegen; pero, ¿negarás que nosotros no podemos mirar bien
+a la Iglesia? Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la
+libertad y de la democracia.</p>
+
+<p>&mdash;¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la
+democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas
+libras de patatas se compran con eso?</p>
+
+<p>&mdash;¡No! la libertad es lo que os mandó Cristo que predicarais; la
+democracia es <i>eso</i> que os ha permitido a vosotros, clérigos y frailes,
+nacidos entre los más humildes, escalar los puestos más altos del mundo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues Mendizábal fue un ladrón.</p>
+
+<p>&mdash;Esa es una majadería que no tiene nada que ver con lo que hablamos. Y,
+mira, no te irrites; pero por lo que me gusta Mendizábal, es por haber
+sido quien ha hecho más daño a la Iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;¡Callad, hijos míos, callad!&mdash;gritó don José:&mdash;¿Vais a reñir ahora? Yo
+no diré tanto; pero Mendizábal fue un gran hombre. ¡Cuidado si tuvo
+mérito sacar la quinta de los 100.000 hombres!</p>
+
+<p>Tirso hacía inútiles esfuerzos por disimular su disgusto. En vano
+afectaba oír en calma aquellas cosas. Su desagrado no era pena, sino
+ira, viendo que no se había equivocado cuando, a poco de poner el pie
+en la casa, imaginó que allí no había devoción ni creencias.</p>
+
+<p>Su padre era un progresista ridículo, que se entusiasmaba hablando de
+Espartero; su hermano un demagogo ateo, de los que hacen burla de Dios y
+la Divina Providencia; su madre una pobre señora, a quien se le figuraba
+ser santa porque era hacendosa, y Leocadia una chicuela presumida, que
+se pasaba la mañana embandolinándose el pelo. Allí nadie iba a misa, ni
+ayunaba, ni rezaba; no había bula, se comía carne los viernes y el padre
+toleraba los chistes impíos de Pepe. Estuvo a punto de descargar su
+indignación en apóstrofes violentos, de los que tantas veces oyó a los
+señores que frecuentaban la casa de don Tadeo; pero se limitó a mirar a
+su hermano con lástima, diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;¡Parecéis judíos!</p>
+
+<p>No concebía mayor insulto.</p>
+
+<p>Las mujeres se miraron al oír las últimas palabras del diálogo, dichas
+ásperamente, sorprendiéndoles la novedad de que allí se riñese por cosas
+de política; Millán fue a ponerse al lado de Leocadia; don José calló,
+tratando de hallar medio de variar la conversación, y Tirso permaneció
+de pie ante el balcón, como desafiándoles a todos y dispuesto a
+reanudar la disputa. Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado
+pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato,
+como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió
+tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por
+las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena
+pasada:</p>
+
+<p>&mdash;¿Has oído?</p>
+
+<p>&mdash;Vais a tener muchos disgustos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Creerás que esta es la hora en que no sabemos a qué ha venido?</p>
+
+<p>&mdash;¿Tenía él en el pueblo relaciones con gente carlista?</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué lo preguntas?</p>
+
+<p>&mdash;Mucho cuidado... no sea que haya venido con algún encargo. Ahora se
+revuelven mucho. A ver si os da un susto la policía. Para tu padre sería
+una impresión desastrosa.</p>
+
+<p class="arriba"><br />A la tarde siguiente se presentó en la casa un caballero de aspecto muy
+respetable, preguntando por Tirso. Leocadia le acompañó hasta el comedor
+y avisó a su hermano; pero éste, apenas oyó el nombre del recién
+llegado, se le llevó a su cuarto, permaneciendo largo rato encerrado con
+él. La visita fue larga, y Tirso despidió al desconocido con grandes
+muestras de respeto.</p>
+
+<p>A partir de aquella entrevista, el cura salió a la calle casi todas las
+noches, pero sin decir nunca dónde ni a qué iba.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV</h3>
+
+
+<p>Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus
+curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos
+en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas
+del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán:
+justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su
+viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en
+instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de
+sus padres? La probabilidad de que en el momento menos pensado se
+presentara la policía en la casa buscando a su hermano, asustó a Pepe,
+temeroso de la impresión que tal lance pudiera causar en el ánimo del
+pobre viejo. Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra
+índole, por proponerse la <i>conversión</i> de la familia o emprender campaña
+para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer,
+según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia,
+exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar,
+porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar
+noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo.</p>
+
+<p>Desde el día de la disputa en que llamó ladrón a Mendizábal, hacía la
+vista gorda tocante al indiferentismo religioso que le rodeaba; pero
+claramente se notaba que en él no era todo prudencia, sino falta de
+arrojo. Pepe, deseoso de no dar pábulo a la irritabilidad de su hermano,
+se abstenía de chistes impíos y frases burlescas, aunque a veces se le
+venían a los labios, oyéndole desplegar ingenuamente la más arraigada
+superstición; de suerte que ambos comenzaron a fingir cierto
+comedimiento, a pesar del cual Pepe comprendía que la situación no era
+para prolongada y que la menor cosa que proporcionase a Tirso ocasión de
+mostrar su enojo bastaría a desencadenar una tormenta. Por su parte, el
+cura iba convenciéndose de que había venido a ser entre sus padres y
+hermanos como árbol trasplantado de pronto a distinta tierra de la en
+que nació. Difícil era que él arraigase allí ni pudiera vivir en paz con
+los suyos. Si fueran tibios en la devoción o sólo tardos en cumplir las
+prácticas religiosas, aún habría remedio; pero no se trataba de gente en
+cuyo pecho se hubiera amortiguado la fe, sino de individuos que, a
+juzgar por lo que Tirso veía, no la sintieron nunca. El padre carecía de
+creencias, tal vez a consecuencia de su simpatía hacia aquel partido
+progresista que siempre mintió respeto a la religión, sin ocultar mala
+voluntad al clero; Leocadia y doña Manuela eran mujeres mal dirigidas, o
+mejor dicho, descuidadas. En cuanto a Pepe, su incredulidad, su
+alejamiento de todo lo divino y sagrado resultaban más graves, por ser
+fruto, no del olvido de las santas verdades, sino de un profundo
+desprecio de ellas: le empujaban al descreimiento las corrientes de la
+época, los estudios modernos, la atmósfera cortesana y una indudable
+predisposición personal. En esto no se equivocó Tirso: los padres y la
+hermana se ofrecieron a su observación como realmente eran:
+indiferentes; Pepe, como un impenitente convencido con quien la lucha
+había de ser más trabajosa, porque la lucha era inevitable. No vino él
+al hogar con ánimo de provocarla, mas tampoco le parecía razonable ni
+conforme a su ministerio mirar en calma aquel estado de honda
+perturbación que le hizo prorrumpir en un momento de ira: «parecéis
+judíos.» Su entusiasmo religioso era sincero: la conciencia le dijo que,
+si los azares de la vida le hubiesen colocado junto a gentes extrañas,
+empecatadas como sus padres y hermanos, habría puesto tenaz empeño en
+convertirlas, y que mal podía contemplar fríamente la perdición de su
+propia viña. Cuando resolvió su viaje a la corte, no imaginó tener que
+consagrarse a esta obra: otros eran sus propósitos y él solo los sabía;
+mas ya que la Providencia le mostraba la mala yerba en su camino, debía
+arrancarla, aunque fuera al paso y sin distraerse de su objeto
+principal. ¡Deber juntamente grato y penoso el salvar a sus padres y
+hermanos de la condenación eterna! Algo análogo leyó en sus libros
+devotos, pero no tan en grande. Tal santo convirtió a su cónyuge, otro a
+su padre, alguno a su hermano: él tenía que habérselas con toda su
+familia, en la cual antes jamás pensó, de la que vivió apartado
+voluntariamente, pero que de pronto se le antojaba rebaño disperso al
+borde de un abismo, y al cual había de guiar hasta recogerlo en el
+redil bendito de la Iglesia. Trájole a la corte el servir a empresa más
+alta, por tratarse de la patria entera y no de unos cuantos individuos;
+mas ya que Dios ponía la llaga al alcance de sus manos y la herida
+estaba como en su mismo cuerpo, justo era que la sanara.</p>
+
+<p>Comenzó en esto a agravarse la enfermedad del padre, fueron precisos
+mayores gastos, vinieron para la familia días tristes y afligiose
+sobremanera doña Manuela; por todo lo cual determinó Tirso empezar a
+cumplir su propósito, imaginando que en medio de la tribulación es
+cuando más fácilmente se avasallan los corazones. Su madre y su hermana
+fueron las primeras a quienes pensó atraerse. No alcanzó a más su
+sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le
+antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del
+noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas
+adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las
+circunstancias ponían trabas a su celo. Hubiera preferido combatir cara
+a cara los obstáculos, congregar repentinamente la familia y convencerla
+de su error; pero no se aventuró a tanto y, mal de su grado, como no
+pudo ser violento, se hizo astuto: soñó con desempeñar papel de apóstol
+batallador, y hubo de limitarse a obrar como jesuita de novela, pero de
+buena fe, con limpia intención, seguro de poner el ánimo en una empresa
+honrada.</p>
+
+<p>Resuelto a extirpar la impiedad que se había enseñoreado de su casa, no
+quiso demorarlo, y una mañana, como observase que doña Manuela estaba
+desdoblando el mantón para ir a comprar unos medicamentos, se anticipó a
+ella y la esperó en una esquina próxima: luego la fue siguiendo por la
+calle Imperial abajo, y cuando iba a entrar en una botica de la de
+Toledo, la llamó de cerca:</p>
+
+<p>&mdash;¡Madre, madre!</p>
+
+<p>&mdash;Hijo, ¿cómo tú por aquí?</p>
+
+<p>&mdash;Quiero hablar con Vd. ¿Tiene Vd. que esperar en la botica?</p>
+
+<p>&mdash;Un ratito.</p>
+
+<p>&mdash;Pues vamos primero por las drogas; luego aguardaremos juntos, y le
+diré a usted lo que deseo.</p>
+
+<p>Tirso hablaba con acento severo: su madre le oía con una curiosidad
+mezclada de temor.</p>
+
+<p>&mdash;Pero hombre, ¿qué es ello? ¿Pasa algo malo en casa?</p>
+
+<p>&mdash;No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero
+quiero que hablemos.</p>
+
+<p>Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la
+vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente:</p>
+
+<p>&mdash;Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro.&mdash;Y subieron las
+escaleras de la iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo. Desde
+que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza...</p>
+
+<p>&mdash;Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la
+crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!...</p>
+
+<p>&mdash;No es nada de eso.</p>
+
+<p>&mdash;Pues no te entiendo.</p>
+
+<p>&mdash;Ahora me comprenderá Vd. Mi obligación era decir a mi padre lo que voy
+a decirle a Vd., pero creo que con Vd. me entenderé mejor: además, su
+carácter y su estado... Más adelante veré lo que he de hacer.</p>
+
+<p>&mdash;¿Carácter, dices? ¡Si el pobre no molesta a nadie ni se enfada
+nunca!...</p>
+
+<p>&mdash;Quizá por esa bondad tengamos mucho que llorar.</p>
+
+<p>&mdash;¡Explícate, por Dios, hijo mío!</p>
+
+<p>&mdash;Sí, madre; mucho que llorar y que sentir. Vaya, clarito; en casa no
+hay religión, y donde falta la religión todo está perdido. Así les
+castiga a ustedes Dios.</p>
+
+<p>&mdash;¡Castigarnos Dios!</p>
+
+<p>&mdash;¡Le parecen a Vd. pocas penas esa enfermedad, esa escasez, esos
+sufrimientos!...</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué le hemos de hacer? Todos trabajamos. ¿No has visto la vida que
+llevan tus hermanos y lo que yo me afano?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pregunta Vd. lo que pueden hacer! ¡Parece mentira! Es imposible que
+Dios ayude a ustedes.</p>
+
+<p>En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de
+los ojos acusaba una resolución enérgica.</p>
+
+<p>&mdash;No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay
+religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima
+pensarlo. Desde hace cerca de un mes que estoy en Madrid, ¡cuántas cosas
+tristes he visto! ¡Ni una oración, ni un acto de piedad! Comprendo que
+padre no vaya a misa, aunque bien pudiera sustituirla con algunos actos
+de recogimiento y penitencia; pero, ¿y Vd.? ¿y Leocadia? ¿y Pepe? ¡Vivís
+como herejes! Lo confieso, madre; he dudado mucho antes de dar este
+paso, pero mi deber es antes que todo. ¿No siente usted miedo...
+vergüenza por vivir así?</p>
+
+<p>&mdash;Y ¿qué quieres que haga? Yo no mando... yo cuido de la casa... y nada
+más: la limpieza... trabajar y más trabajar... ¡qué sé yo!</p>
+
+<p>&mdash;¡Limpieza y trabajo! ¡Con eso piensa usted que ha cumplido! Cuando el
+Señor la lleve de este mundo, que la llevará... desgraciadamente, ¿se
+salvará Vd. con haber tenido aseada la casa? ¡La casa limpia y el alma
+negra por el pecado! ¡Toda la pulcritud para uno mismo, todo el trabajo
+para lo propio, y ni una visita a la casa de Dios, ni un pensamiento
+para su divina Madre! ¡Da ira el verlo!</p>
+
+<p>Doña Manuela oía en silencio, sobrecogida con aquel inesperado disgusto,
+que aun para su escasa inteligencia era señal de otros mayores. La
+vehemencia de Tirso llegó a exacerbarse tanto, que la pobre vieja no
+pudo menos de decirle, casi con enojo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Hijo, no manotees, que nos ve la gente!</p>
+
+<p>Él estaba ya poseído de su papel, y no hacía caso.</p>
+
+<p>&mdash;¡Aquí no hay hijo! No hay sino un sacerdote que ha visto esa lepra
+asquerosa del ateismo y quiere curarla. ¿Lo oye Vd., madre? Si Vd. no me
+ayuda, lo haré yo solo... lo intentaré yo solo; y si no puedo lograrlo,
+se lo diré a todos ustedes, cara a cara, sacudiré en la puerta el polvo
+de mis zapatos, como los patriarcas de Israel cuando salían de la casa
+de los impíos, y no volverán ustedes a verme nunca.</p>
+
+<p>&mdash;Y del escándalo y del disgusto se morirá tu padre.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué más muerte que la que tenemos encima? El corazón cerrado a la
+piedad... ¡Si basta entrar allí para convencerse!... Estampas de reos
+liberales en las paredes, periódicos perversos de los que venden por las
+calles, comedias o noveluchas que lleva ese Millán de la imprenta y que
+permitís leer a Leocadia, libros malos... y en toda la casa no hay una
+imagen de la Virgen ni una cruz de palo...</p>
+
+<p>&mdash;Yo no mando...</p>
+
+<p>&mdash;Pues es necesario que mande Vd. A falta de padre, y estamos como si
+faltara, usted es quien debe gobernar: yo la ayudaré... y elija Vd.,
+madre: poner remedio al mal, o dejar que lo remedie yo solo, contra mi
+padre, contra Pepe, contra todos.</p>
+
+<p>&mdash;¡No, hijo de mi alma, por Dios, eso no, a Pepe no le hables de estas
+cosas!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿Tiene Vd. miedo? Pues yo no.</p>
+
+<p>Hablaban en voz baja, solos en un rincón del atrio de la iglesia,
+mientras les miraba curiosamente una mujer que en la escalinata vendía
+estampas, caras de Dios con marco de estaño, chufas, majuelas y
+<i>torraos</i>. Tirso intimidaba a su madre accionando con ademanes
+descompuestos: ella, ya ansiosa de cortar el diálogo, miraba
+alternativamente hacia el suelo y hacia la acera opuesta, donde estaba
+la botica. Las acusaciones de impiedad no la hicieron en un principio
+gran efecto; pero cuando Tirso las presentó como causa de los males
+sufridos y promesa de castigos eternos, su debilidad mujeril cedió al
+empuje del creyente. Lo que peor la sentó, fue la amenaza de que
+hablaría con Pepe.</p>
+
+<p>Guardaron silencio unos instantes: él, dudoso del éxito de su empresa;
+ella, turbada, deseosa de sustraerse al influjo violento de aquel hijo
+que, para sojuzgarla mejor, acababa de decirla: «no soy sino sacerdote.»</p>
+
+<p>&mdash;¿Vamos a la botica?&mdash;se atrevió por fin a preguntar la madre.</p>
+
+<p>&mdash;Espere Vd.; no quiero que nos separemos así. Tiene Vd. que prometerme
+antes su auxilio. ¿Trabajará Vd. conmigo para que seamos todos
+cristianos, o me entiendo yo con Pepe y con mi padre? ¿Imagina usted
+vivir santamente no haciendo daño al prójimo? ¡Qué ceguedad! ¿Y Vd.
+misma? ¿Y su salvación? Rece Vd., madre, esto es lo primero, y Dios la
+iluminará y borrará de su alma esa apatía; venga Vd. a misa, y a poco
+que despierten los buenos sentimientos, cesará Vd. de reír las bufonadas
+sacrílegas de mi hermano, y arderá Vd. en deseo de auxiliarme. ¿Lo
+promete Vd.?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hijo&mdash;contestó azorada&mdash;pero a Pepe no le cuentes nada de esto.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya comprendía yo que él es quien tiene la culpa de lo que ocurre!
+Quedamos en que Vd. es mía, es decir, de Dios; si no, me marcharé para
+siempre, después de declarar francamente ante todos que no quiero vivir
+entre judíos.</p>
+
+<p>Bajaron lentamente las escaleras del atrio, esperó Tirso a la puerta de
+la botica y, al ver salir a su madre con un frasquito en la mano, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Tanto esmero, tanta solicitud para buscar remedio a los males del
+cuerpo, que no importan nada, y ni un pensamiento para la salud del
+alma! Acuérdese Vd. de lo que acabamos de hablar.</p>
+
+<p>En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a
+quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la
+condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras
+vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen
+ejercido en ella más imperio. Lo que la dejó amilanada fue la amenaza de
+hablar a su marido y a Pepe, segura de que la menor reconvención de
+Tirso provocaría una escena agria, quizá un rompimiento y un disgusto
+gravísimo. ¿Qué podía hacer ella para evitarlo? Nada. Sentía impulsos de
+contarlo todo al llegar a casa; pero, ¿y luego? Don José tal vez cediese
+en algo, por agradar al hijo de cuya presencia vivió privado tantos
+años; más, ¿qué haría Pepe viendo que sus mimos, sus cuidados, sus
+trabajos por evitar toda desazón a su padre quedaban esterilizados con
+la ingerencia de Tirso en la vida de la casa? No era doña Manuela capaz
+de analizar el conflicto, ni su voluntad fuerte para arrostrarlo. La
+poca energía de su alma la aplicó toda a entrar en casa con los ojos
+secos.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Llegado el domingo, Tirso salió muy de mañana; Leocadia, después de
+disponer los desayunos, ayudó a levantar a su padre y, cuando tuvo que
+sentarle en la butaca, llamó a Pepe, que se estaba vistiendo para ir a
+ver a Paz.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pepe, Pepe!&mdash;gritaba desde la alcoba de don José&mdash;ven, que sola no
+puedo poner a papá en el sillón.</p>
+
+<p>Acudió él en mangas de camisa, besó a su padre, que esperaba apoyado en
+el borde de la cama y, levantándole vigorosamente, le acomodó en la
+butaca: entre él y Leocadia le empujaron luego hasta el comedor, y le
+sirvieron el chocolate con buñuelos, que todos los domingos tempranito
+llevaba Pateta de casa de su protector.</p>
+
+<p>Cuando Pepe fue a concluir de vestirse, preguntó a su hermana:</p>
+
+<p>&mdash;¿Y mamá?</p>
+
+<p>&mdash;En misa.</p>
+
+<p>&mdash;¿En misa?&mdash;repitió Pepe, sorprendido, pero sin mostrar enfado.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, como está aquí Tirso, ¿comprendes? será por no disgustarle.</p>
+
+<p>&mdash;Eso debe de ser.</p>
+
+<p>No añadió una palabra, mas no le pasó inadvertida la novedad. La madre
+había ido a misa. ¿Sería realmente sólo por deferencia a su hijo, o
+habría habido por parte de éste alguna instigación? Ambas cosas eran
+creíbles. «Si lo primero&mdash;pensaba Pepe&mdash;nada hay en ello de particular:
+si lo segundo, malo será que mi hermano empiece así, poquito a poco, y
+acabe pretendiendo que nos hundamos la tabla del pecho a puñetazos. Sea
+lo que fuere, no estoy desprevenido: ello dirá.»</p>
+
+
+
+<h3><a name="XV" id="XV"></a>XV</h3>
+
+
+<p>Doña Manuela era incapaz de aquilatar la importancia que tenía aquella
+brusca ingerencia de su hijo mayor en la vida de la casa, pero se
+acobardó ante la idea de que entre ambos hermanos pudieran surgir
+desavenencias graves que desazonaran al padre. En cuanto a poner
+remedio, sólo se le ocurrió impedir toda explicación entre Tirso y Pepe.
+Para esto era forzoso prestar asentimiento a los deseos de aquél, ir a
+misa, someterse a prácticas devotas y ceder a su voluntad, como antes
+había cedido y se había plegado a la carencia de espíritu religioso que
+siempre demostraron el marido y el hijo menor. Doblegóse, pues, deseosa
+de evitar contrariedades, y su primer acto de sumisión fue ir a misa el
+domingo siguiente. Al volver de la iglesia, Tirso la recibió con una
+cariñosísima sonrisa y ella consideró pagada su molestia; porque tal le
+pareció, sobre madrugar más de lo ordinario, vestirse algo mejor que de
+costumbre, abandonar los cuidados de la casa y pasar media hora en el
+templo rezando <i>Ave Marías</i> y <i>Padres nuestros</i>, que tenía casi
+olvidados. Algún recelo abrigó de que Pepe la hiciese burla; mas nada
+dijo éste que hiciese sospechar desagrado: en cambio Tirso, aunque con
+gesto bondadoso, la preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no ha llevado Vd. a Leocadia?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y quién había de hacer las cosas de la casa?</p>
+
+<p>&mdash;Todo se debe dejar para después de cumplir con el Señor.</p>
+
+<p>Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso
+levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los
+cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y
+aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la
+visita del novio, si se le ocurría venir temprano. Lo grave era que, el
+callar doña Manuela a su hijo el clérigo esta última consideración, era
+ya prueba de excesiva docilidad.</p>
+
+<p>Pepe aguardó impaciente hasta el miércoles de aquella semana, que era
+día festivo, y mientras se vestía estuvo en su cuarto atento a los
+ruidos que escuchaba, deseoso de colegir, por el rumor de los pasos y el
+abrir y cerrar de puertas, si iría también a misa su madre. No le duró
+mucho la incertidumbre: su hermana le llamó presto para levantar a don
+José; y como éste le preguntara por la madre, Leocadia dijo que había
+ido a la iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;Aunque me lo ocultéis&mdash;repuso Pepe&mdash;veo que aquí anda la mano de
+Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;No sé, pero, hazte cargo; estando él aquí, parece feo que nadie oiga
+misa.</p>
+
+<p>&mdash;Eres lista y comprenderás mi temor. Sabes que en estas cuestiones hace
+entre nosotros cada uno lo que quiere. Papá y yo no creemos en ciertas
+cosas, y nunca hemos <i>practicado</i>, como dicen los devotos: vosotras no
+lo habéis hecho porque no habéis querido, pero nadie os ha obligado a
+ser <i>judías</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hombre, judías no somos!</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; supongamos que ahora os da por ahí, en esto no me meto. Lo
+triste sería que las advertencias, los consejos, acaso las amenazas de
+Tirso, lograran que cayeseis en exageraciones: en cuanto a papá, y a mí,
+no hay quien nos haga, por ejemplo, ayunar, comer de viernes, ni cometer
+tonterías por el estilo.</p>
+
+<p>&mdash;No creo que se meta en eso.</p>
+
+<p>&mdash;Conviene precaverlo todo. Si esto ha sido cosa de Tirso y ha empezado
+por hacerla ir a misa, luego querrá que confiese, vele al Santísimo y
+vaya a las Cuarenta Horas, con todo lo cual verás cómo anda la casa y
+se descuida el atender a papá.</p>
+
+<p>&mdash;Ya estás creyendo que se nos ha entrado la Inquisición por la puerta.</p>
+
+<p>&mdash;Milagro será que no pretenda hacernos a todos beatos.</p>
+
+<p>En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña
+Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué color era la casulla?&mdash;le preguntó él bromeando.&mdash;¿Y por qué
+te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil!</p>
+
+<p>&mdash;¡Como tienes esas ideas!</p>
+
+<p>&mdash;No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué.
+Pero sentiría, si anda en ello la mano de Tirso, que acabe por sorberte
+el seso y te convierta en una de esas devotas que se comen los santos.</p>
+
+<p>&mdash;Tanto, no; pero un poco de religión, no viene mal.</p>
+
+<p>&mdash;¿Como de cuando en cuando una purga?</p>
+
+<p>&mdash;Que te oiga tu hermano, y disputa al canto.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón: más vale que no me oiga, porque acabaríamos riñendo.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, hijo, no tengamos algún disgusto por vosotros.</p>
+
+<p>&mdash;Por mí, no, mamá; puedes estar segura. Con tal que él no extreme las
+cosas y pretenda que nos demos duchas de agua de Lourdes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Te advierto que a mí no me ha dicho nada! He ido a misa porque,
+estando aquí él, me parecía feo...</p>
+
+<p>Esta disculpa no exigida, ni siquiera rogada, fue para Pepe un rayo de
+luz: ya no le cupo duda de que las idas a la iglesia eran obra del otro.
+Propúsose desde entonces tener mucha paciencia, observar, exagerando la
+prudencia, y prepararse a contrarrestar enérgicamente el influjo de su
+hermano cuando fuese necesario. ¿Qué determinaría esta necesidad? No era
+fácil adivinarlo. Si los manejos de Tirso quedaban reducidos a
+imposición de misas y rosarios, el caso no valdría la pena de intervenir
+en ello: lo malo sería que lentamente, sorbida la madre por la devoción,
+pretendiera luego variar la vida de la casa, que llevase a mal las ideas
+de su marido, que surgieran las exigencias, la intolerancia, el enojo
+por la falta de piedad y cuanto el fanatismo religioso trae consigo.
+Pepe sabía que la religión es, con respecto del incrédulo, lo que la
+seducción respecto a la mujer: el primer favor, la primera
+condescendencia, es prenda de vencimiento inevitable. Hasta dónde puede
+llegar el triunfo, nadie lo sabe; que así como la virtud, rendida por la
+pasión, pierde su albedrío, así el alma, avasallada por la fe, reniega
+de su propio criterio. Y como el de doña Manuela era escaso, y Pepe, a
+pesar del cariño que la profesaba, no lo desconocía, si el fanatismo se
+enseñoreaba de su espíritu, aquel hogar, siempre tranquilo, se trocaría
+de pronto en una sucursal del infierno. «Es natural&mdash;pensó tratando de
+bucear en la intención de su hermano&mdash;con papá y conmigo no se atreve:
+si emprende campaña para <i>moralizarnos</i>, procurará primero conquistarlas
+a ellas. Que las haga rezar cuanto quiera; por mí, hasta que chupen las
+cuentas del rosario, pero armar aquí peleas por defender a los curas
+trabucaires, malgastar dinero en novenas y desatender a papá por vestir
+al niño Jesús, lo que es eso... ¡de ningún modo!»</p>
+
+<p>Trascurrieron unas cuantas semanas sin que la situación variase
+notablemente, pero sin que a Pepe le pasara inadvertido el menor detalle
+de lo que ocurría. Las novedades más salientes fueron poner la madre los
+viernes un pucherito aparte para Tirso, que no quería comer <i>de carne</i>;
+colocar a la cabecera de la cama de matrimonio una cruz de madera;
+detenerse los domingos en misa un ratito más que los primeros días, y
+comprar un devocionario impreso en caracteres gruesos, propios para
+persona a quien los años han fatigado la vista. Además, Leocadia comenzó
+también a ir a la iglesia y ambas dieron en repetir la oración que decía
+Tirso antes de las comidas.&mdash;«¿Dónde diablos habrán aprendido este
+rezo?»&mdash;se preguntaba Pepe.</p>
+
+<p>Poco le duró la duda. Una mañana, buscando unas tijeras en el costurero
+de su hermana, halló en él, entre los hilos y cintas, un librito, en
+cuya portada se leía este título: <i>Oraciones nuevas para todos los actos
+de la vida, que son otros tantos escudos contra las malas tentaciones</i>.
+Lo abrió sonriendo, y vio era el más completo repertorio de peticiones y
+acciones de gracias que imaginarse puede. Habíalas, hechas como de
+encargo, para antes y después de comer, para las horas del sueño y el
+trabajo, y hasta para torpes casos a que no sospechó Pepe pudieran estar
+sujetas su madre y hermana, como uno que llevaba este epígrafe: <i>Para
+cuando sintamos deseos lascivos</i>.</p>
+
+<p>Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos,
+el siguiente:</p>
+
+<p>«Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las
+tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus
+mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el
+inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes
+para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por Él
+premiadas y bendecidas. No hay paz en la casa del impío, ni es justo el
+que tolera impíos a su lado. Cuanto con mayor vínculo estemos unidos al
+impío, más imperioso es el deber de convertirle, hasta humillándole, si
+es preciso. Mejor es quedar mal con nuestros padres de la tierra, que
+perder el amor del Padre que está en los cielos. Acordémonos, hermanos
+míos, del glorioso San Agustín, que decía: <i>Ni mi madre ni las amas que
+me criaron se llenaban a sí mismas los pechos de leche, sino que vos,
+Dios mío, erais quien se los llenaba</i>. Bueno es el amor a los padres,
+pero mejor es el temor de Dios, y no le teme quien soporta a su lado
+padres ateos, hijos herejes, criados blasfemos o amigos descreídos. Con
+hierro ardiendo se cauteriza la mordedura del perro hidrófobo: con el
+divino fuego de la fe debe quemarse el miembro podrido en la familia
+donde lo hubiere.»</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué brutos!&mdash;exclamó Pepe sin leer más, y dejando el librito donde
+estaba.</p>
+
+<p>Aquella noche Pepe y Millán, terminado su trabajo, salieron juntos de la
+imprenta.</p>
+
+<p>Las calles de los barrios bajos estaban solitarias y sombrías: apenas de
+cuando en cuando encontraban los dos amigos una pareja enamorada, que
+iba acortando el paso por prolongar el diálogo, algún sereno sentado en
+el escalón de un portal, o un mancebo de tienda de comestibles con la
+puerta entreabierta en espera del matute. El aire, gratamente fresco,
+parecía limpiar de impurezas el ambiente; y, a ratos, el rodar de un
+coche interrumpía el silencio, perdiéndose luego rápidamente el ruido en
+la distancia. Millán iba callado: Pepe, a más de silencioso, triste y
+pensativo, como ensimismado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te pasa algo? Parece que te han dado cañazo&mdash;le dijo Millán.</p>
+
+<p>&mdash;Estoy de muy mal humor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;A tí te lo puedo decir.</p>
+
+<p>&mdash;¿Necesitas dinero? ¿Quieres la semana o el mes adelantado?</p>
+
+<p>&mdash;No; muchas gracias, chico. En esto el dinero no puede nada.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás de monos con la <i>señorita</i>? Temo que el noviazgo ese te va a
+dar mucho que sentir.</p>
+
+<p>&mdash;Te equivocas: Paz está conmigo más cariñosa que nunca; parece que hay
+así como un recrudecimiento en su cariño, y por cierto no sé a qué
+atribuirlo... no me lo puedo explicar.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, ¿qué tienes?</p>
+
+<p>&mdash;Lo de mi casa.</p>
+
+<p>&mdash;Tu hermano...</p>
+
+<p>&mdash;Sí: aquello va tomando mal aspecto.</p>
+
+<p>Pepe puso a su amigo al corriente de todo, explicándole cómo Tirso había
+logrado que doña Manuela y Leocadia fueran a misa, que recitaran con él
+las oraciones a la hora de comer, la compra del devocionario y el
+hallazgo del librito, sin omitir el piadoso espíritu que avaloraba sus
+páginas, y terminó preguntando con acento irritado:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué te parece?</p>
+
+<p>&mdash;Lo primero, debes tener mucha cachaza y muy mala intención. Esos no
+son más que síntomas; pero tienes que andarte con cuidado.</p>
+
+<p>&mdash;Tirso me dirige la palabra lo menos que puede: no sé de qué modo se
+las compone; pero lo arregla de suerte que, cuando yo entro, él sale, y
+viceversa; me habla poco, con cortesía, y sin entrar nunca en
+conversación larga. Con papá hace casi lo mismo: a mamá y a Leo es a
+quienes él quiere ser simpático.</p>
+
+<p>&mdash;Lo de siempre: apoderarse de las mujeres para hacer guerra a los
+hombres.</p>
+
+<p>&mdash;Temo que no te falte razón.</p>
+
+<p>&mdash;Pues chico, mucho ánimo, y a evitar lo que pueda sobrevenir. Estás
+expuesto a que se convierta la casa en un reñidero de gallos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Primero le tiro por la ventana!</p>
+
+<p>&mdash;Créeme; nada de violencia. Lo que debes evitar, ante todo, es que tu
+padre sufra las consecuencias; y figúrate la pena que le ocasionarías
+disputando con Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, ¿voy a cruzarme de brazos?</p>
+
+<p>&mdash;No: debes reflexionar mucho lo que hagas; y... vaya, chico, no pensaba
+contarte nada; pero ya que hablamos de esto, allá va: estoy seguro de
+que te harás cargo de mi situación.</p>
+
+<p>Calló Millán un instante, como dudando si decidirse a hablar, y viendo
+reflejada la impaciencia en el rostro de Pepe, continuó de este modo:</p>
+
+<p>&mdash;Me parece que no vuelvo a poner los pies en tu casa, al menos por
+ahora.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué, si allí nadie te ha ofendido?</p>
+
+<p>&mdash;Vamos por partes. No es nueva para tí la noticia de que yo quiero a tu
+hermana.</p>
+
+<p>&mdash;Y que mis padres y yo nunca lo hemos llevado a mal. Nuestra
+situación...</p>
+
+<p>&mdash;No se trata ahora de eso: sé como vivís, y no me ofenderás suponiendo
+que yo me haya podido fijar en si tenéis o no tenéis. Leocadia, puedo
+decirlo sin vanagloriarme... yo la quiero, ¿eh? pero ella, vamos, me
+parece a mí que también daba señales de quererme; y digo <i>daba</i>...</p>
+
+<p>&mdash;Tú me decías que si estaba yo de monos con la otra, y ahora resulta...
+Esas son cosas vuestras. A tí y a ella os sé de memoria: total, cuatro
+días de enfado. Ninguno de vosotros es capaz de portarse mal... y si
+reñís... ¿yo qué le voy a hacer?</p>
+
+<p>&mdash;Escucha y ten calma. Mucho me equivoco, o lo que me sucede está
+relacionado con tu hermano.</p>
+
+<p>Pepe, al oír esto, se paró en medio de la acera, mirando a su amigo con
+la mayor curiosidad.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, con tu señor hermano. Leocadia no se muestra conmigo igual que
+antes, ni tan expresiva, ni tan cariñosa... ha variado mucho, y la
+mudanza coincide con la llegada de Tirso, mejor dicho, con las idas de
+tu madre a misa. En una palabra, temo que, así como ha influido en doña
+Manuela para que rece, trata de conseguir que tu hermana no me quiera...
+Le seré antipático... ¡qué sé yo por qué!</p>
+
+<p>&mdash;Eso a él ¿qué le importa? ¿Y por qué has de serle antipático?</p>
+
+<p>&mdash;¡Pareces bobo! ¿No me ha oído hablar? ¿No sabe que pienso como tú y tu
+padre? ¿No viste la cara que puso el día de la discusión sobre las
+iluminaciones origen de las pedreas a los retratos del Papa? Me parece
+que siendo cura, y con su vehemencia, tiene bastante. Lo menos creerá
+que la chica está en amores con Pedro Botero el de las calderas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Supones que ha hablado a Leo en contra tuya?</p>
+
+<p>&mdash;No lo sospecho: estoy seguro, como si lo hubiese oído.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y te fundas?...</p>
+
+<p>&mdash;Un libro te ha puesto de mal humor: otro me ha hecho a mí comprender
+lo que sucede. Ya sabes que tu hermana siempre me está pidiendo libros
+que leer; y que yo la llevo novelas; a una mujer no le vamos a dar la
+colección legislativa. Pues bien; el domingo pasado, al devolverme el
+penúltimo tomo de <i>Nuestra Señora de París</i> y otro de <i>Ivanhoe</i>, me
+dijo:&mdash;«No me traigas más, Millán; ahora no puedo distraerme, tengo
+mucho que trabajar.»</p>
+
+<p>&mdash;No es verdad: hace dos semanas que no le dan labor.</p>
+
+<p>&mdash;Por eso advertí lo que ocurría. Al poco rato, tu padre, sin saber que
+Leocadia se resistía a que yo la llevara lo que faltaba de <i>Nuestra
+Señora</i>, me dijo delante de tu hermana que no tenía trabajo, y ella se
+marchó del comedor en seguida. Cuando nos despedimos en el pasillo la
+pregunté a qué obedecía aquello y respondió con evasivas. En esto salió
+Tirso de su cuarto y, como quien está enterado de lo que oye tratar, me
+dijo:&mdash;«¿A qué insistir? ¿No ve Vd. que no quiere leer indecencias?»</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué le contestaste?</p>
+
+<p>&mdash;¡A tu hermano y en tu casa! Callar y marcharme; pero, lo confieso, me
+dieron ganas de meterle un tomo por los hocicos. ¡Lo menos se ha
+figurado el hombre que llevo a la chica libros de mal género!</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué burro!</p>
+
+<p>&mdash;Falta lo mejor. Era la primera vez que Leo y yo nos separábamos así,
+poco menos que incomodados, y me faltó tiempo para volver el lunes. ¿Te
+acuerdas de que fui por la tarde con el pretexto de las pruebas y estuve
+hablando con ella?</p>
+
+<p>&mdash;Sigue, sigue: ¿y qué te dijo?</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, hay cosas que no se pueden explicar punto por punto. Ya
+comprendes tú la diferencia que hay de estar una mujer cariñosa, que le
+rebose la satisfacción de verse querida, a estar fría, esquiva, como a
+quien no se le importa nada del hombre que tiene al lado.</p>
+
+<p>&mdash;Pues una de dos: o estás equivocado, y no hay nada de lo que
+sospechas, o Tirso tiene la culpa; y en este caso, no cabe duda, en mi
+casa va a haber más guerra civil que en el Norte.</p>
+
+<p>&mdash;Mucho lo temo; y respecto a lo que veníamos hablando, creo que Leo no
+está ya por mí.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos con tiento. ¿Tienes algún lío, algún trapicheo que sabido por
+ella la haya enojado?</p>
+
+<p>&mdash;No: palabra de honor.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; pues yo pondré las cosas en claro.</p>
+
+<p>&mdash;Te advierto una cosa. No pensaba formalizar aún la cuestión por... por
+falta de cuartos; pero puesto que han venido rodadas las cosas, conste
+que tu padre y tú podéis considerarme, si queréis, como de la casa;
+¿entiendes?&mdash;Y tendió a Pepe la mano, que él estrechó cariñosamente.&mdash;Ya
+lo sabéis, como acostumbran los títulos: os pido la mano...</p>
+
+<p>&mdash;Yo te prometo que saldremos de dudas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué vas a hacer?</p>
+
+<p>&mdash;Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación
+que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al
+agua!</p>
+
+<p>En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de
+Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la
+intervención ofrecida. Pepe entró en su casa de puntillas, abrió
+despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a
+prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su
+cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban,
+en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a
+sus padres y en las complicaciones que temía. Luego, serenándose su
+ánimo, se acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en su
+amor. ¿Cuál sería la causa? ¿Por qué la niña criada en el regalo, lejos
+de convencerse de que <i>aquello</i> era una locura, daba a sus promesas más
+firmeza y mayor expresión de simpatía a sus miradas?</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI</h3>
+
+
+<p>Viendo Tirso que la madre atendía sus exhortaciones, no solamente
+insistió en ellas, sino que trató de conquistar el ánimo de Leocadia,
+siéndole necesario para ello aguzar la astucia, pues la diferencia de
+caracteres entre doña Manuela y su hija pedía táctica diversa. La
+primera cedió por bondad y mansedumbre: en ella era hábito plegarse a la
+voluntad ajena. Cuando joven, obedeció a su marido; erigido después Pepe
+en jefe de la familia por la fuerza de las circunstancias, se acostumbró
+a mirarle como tal, y en las menudencias caseras seguía el parecer de su
+hija, mostrando en todo ser nacida para obedecer. Las condiciones de
+Leocadia eran distintas: tenía genio voluntarioso y, aunque sin
+faltarles al respeto, respondía a sus padres con entereza; en sus
+caprichos de muchacha pobre, había siempre cierta obstinación; si se
+empeñaba en reformarse un traje, no cesaba de dar vueltas a los trozos
+de tela, hasta lograr lo que se proponía; gustándole un peinado, no
+hallaban paz sus manos hasta que conseguía aprender modo de hacérselo,
+y hasta en estos pequeños detalles, por la tenacidad de sus
+resoluciones, delataba una firmeza muy difícil de dominar desplegando
+energía. Tirso notó también que, a pesar de lo humilde de su situación,
+la chica era algo vanidosa y estaba pagada de su persona, acusando de
+distintos modos el afán de agradar, y como un cierto deseo latente, pero
+inmoderado, de imitar prendas y costumbres de muchachas más favorecidas
+por la suerte. Jamás consintió, por ejemplo, en hacer a su hermano
+blusas para trabajar en la imprenta, ni bajó nunca a la tienda de la
+esquina próxima con pañuelo a la cabeza; a Pepe quería verle lo mejor
+vestido que fuera posible; y en sus trajes propios, aun luchando con la
+falta de dinero para adornos y perifollos, procuraba siempre imitar
+cortes elegantes. Por no tenerlos de oro, llevaba sin pendientes las
+orejas y los dedos sin anillos. No era exigente en pedir lo muy costoso
+al esfuerzo de sus padres; pero sólo aceptaba la pobreza como un
+accidente de su vida, no como condición de su origen. Admitió de buen
+grado el amor de Millán, al tiempo que éste cursaba con Pepe la carrera;
+mas el ver que su novio tuvo que abandonar los libros y dedicarse a un
+oficio, fue para ella contrariedad grandísima. De continuar su hermano
+en la Universidad, acaso hubiese procurado romper pronto sus relaciones
+con el impresor; mas viéndose Pepe obligado a hacer lo mismo al poco
+tiempo, Leocadia comprendió que no podía por esto rechazar a Millán, y
+continuó aceptando su cariño, sin que la correspondencia con que lo
+pagaba mereciese en realidad nombre de amor. Quizá, por falta de
+antecedentes, no estuviera Tirso en situación de apreciar todo esto;
+pero alcanzó lo bastante para convencerse de que, ni Leocadia estaba
+verdaderamente enamorada, ni desecharía por Millán lo que el
+desvergonzado lenguaje de la codicia llama una <i>proporción</i>; lo cual le
+autorizaba a imaginar que, si la madre había cedido por docilidad, la
+vanidad y el amor propio serían buenos medios para subyugar a la hija.
+Mejor quisiera él llevar la piedad a sus corazones con la vehemencia del
+celo que le inflamaba, pero comprendió que le era forzoso seguir la
+máxima de plegarse a la índole y carácter de cada pecador, para
+convertirlo más seguramente. Por fin, muchos días después de haber
+hablado con doña Manuela, determinó sondear a Leocadia; y hallándola
+una tarde leyendo en el comedor, mientras don José reposaba y la madre
+había salido, se acercó, llevando él otro libro en la mano.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sabe Dios!&mdash;la dijo entre severo y sonriente&mdash;qué libraco será ese!
+¿Es de los que te trae el novio?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bonito papel para un joven el de procurar lecturas nocivas a la mujer
+a quien quiere, y buen modo de amar... suponiendo que te ame!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué dices eso?</p>
+
+<p>&mdash;Cálmate, hija, cálmate; no quiero decir, ¡Dios me libre! que ese joven
+no te estime: lo que me choca, es que tú le quieras a él.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo que me quiere!</p>
+
+<p>&mdash;No parece de mala índole; pero le sucede lo que a <i>tu</i> hermano: debe
+estar plagadito de las ideas de ahora y ser de esos que no creen ni en
+la luz del día. Listo, sí será; ¡lástima que tenga oficio tan feo!</p>
+
+<p>&mdash;El de su padre... Empezó a estudiar para abogado; pero luego le
+sucedió lo mismo que a Pepe.</p>
+
+<p>La palabra <i>oficio</i> sonó en los oídos de Leocadia como Tirso había
+previsto.</p>
+
+<p>&mdash;Tendrá que estar siempre metido entre gente ordinaria, trabajadores y
+jornaleros: luego le afinarás tú... aunque mala tarea es.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿imaginas que Millán es mozo de cuerda o sereno?&mdash;repuso ella,
+riéndose forzadamente.&mdash;Te equivocas: es un muchacho decente, igual a
+Pepe, que tiene que vivir así, trabajando, como Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;No, hija, como Pepe, no: nuestro hermano es hijo de un funcionario
+público; el padre de ese joven, si no he oído mal, era cajista,
+jornalero.</p>
+
+<p>&mdash;Impresor.</p>
+
+<p>&mdash;Llámalo como quieras. Siendo ya viejo, llegó a dueño de la imprenta;
+pero su origen no puede ser más humilde. Eso no quiere decir que sea
+mala persona; pero, en fin, ¿por qué te disgusta que nosotros
+ambicionemos para tí lo mejor?</p>
+
+<p>Leocadia miró a su hermano, sorprendida de que así se preocupara por su
+porvenir.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que quiero decirte&mdash;prosiguió el cura&mdash;es que, tan joven, y
+reuniendo condiciones que son para la mujer llave de sana prosperidad,
+no debes contraer compromisos formales con un hombre inferior a tí;
+porque esto no me lo negarás. Acaso tenga posición más desahogada que la
+nuestra; pero, una cosa es el bienestar, y otra la esfera de cada uno.
+Hoy por hoy, no tenemos dinero; pero ni nuestros padres ni nuestros
+abuelos han sido menestrales. Créeme, Leocadia, no te comprometas con
+nadie; no renuncies a tu libertad de acción. No has nacido tú para mujer
+de un jornalero.</p>
+
+<p>&mdash;¡Dale con lo de jornalero! tiene una industria; vamos, una imprenta;
+pero no es un gañán.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! hija mía: llamemos a las cosas por sus nombres. Trabajador, no
+es más que trabajador; y, si te casas con él, sabe Dios si tendrás que
+ir algún día a llevarle la comida en cesta, como a un albañil.</p>
+
+<p>&mdash;De modo que, según tú, debo esperar a que venga a pedir mi mano un
+título de Castilla.</p>
+
+<p>&mdash;Nada de eso: me parece que, aunque sea un buen chico, no está
+justificado que renuncies por él a lo que te reserve el porvenir. Nadie
+sabe lo que es el porvenir para una doncella.</p>
+
+<p>Harto conoció Leocadia que, tras aquella problemática esperanza de
+grandezas futuras, lo que verdaderamente impulsaba a Tirso era la
+antipatía que sentía contra Millán, desde que conoció que en política y
+en falta de religión coincidía con Pepe; mas como estos mismos
+argumentos se los hizo a sí propia alguna vez, no dejaron de ejercer
+presión en su ánimo. Parecíale innegable la bondad de Millán, pero Tirso
+tenía, en parte, razón. El roce con la gente de la imprenta había dado
+a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería; a sus
+sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco; para verle
+algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no
+anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que
+llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es
+decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes
+procuraba imitar.</p>
+
+<p>En ocasiones diferentes hizo Tirso a su hermana análogos razonamientos
+y, como el terreno estaba bien preparado, la semilla comenzó a germinar.
+Iniciado en ella el desvío, lo primero que hizo fue evitar que
+menudearan las visitas de Millán entre semana, fundadas en el préstamo
+de libros: luego ocurrió la escena narrada a Pepe por el amante
+desdeñado, en la cual intervino Tirso, y, por último, la muchacha
+acentuó tan enérgicamente su desamor, que el novio casi dejó de merecer
+tal nombre. A ser el afecto de Millán pasión hondamente arraigada,
+hubiese puesto empeño en recobrar lo que perdía; mas también en él
+palpitaba un fondo de propia y exagerada estimación, en que era de mayor
+cuenta el orgullo que el cariño.&mdash;«No hables de esto a tu
+hermana&mdash;había dicho a su amigo&mdash;porque el querer no se impone ni es
+cosa para recibida de limosna.»</p>
+
+<p>Aquello produjo a Pepe malísima impresión, pero aún le desagradó más ver
+demostrada la intervención del cura. La cosa estaba ya fuera de duda:
+tras intentar apoderarse del ánimo de la madre, comenzaba por distintos
+medios a explorar el de la hija para los mismos fines. ¿Cuáles serían
+sus propósitos ulteriores? Motivos de conveniencia personal, al parecer
+ninguno. Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por
+proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa
+la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo
+arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e
+hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don
+José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos? Tanto
+repugnaba esto a Pepe, dadas sus ideas, que no le era posible atribuir a
+su hermano tamaña obcecación, suponiendo que, si únicamente el celo le
+impulsara, debía moderarlo con afectos más terrenales, pero no menos
+puros. Su entendimiento rechazaba la posibilidad de que existiera
+hombre capaz de apenar a sus padres por dar lustre a la religión. La
+displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con
+esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la
+conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó
+de ver en seguida.</p>
+
+<p class="top5">Primero, cierto espíritu novelesco, propio de niña libremente educada,
+hizo que Paz se encaprichara con el amor de Pepe: después, cuando llegó
+a comprender lo mucho que él valía, aquella inclinación se acentuó
+insensiblemente y, lo que al comienzo fue juego de la imaginación, vino
+a ser, del modo más natural y sencillo, sincero y bien arraigado amor.
+El <i>empleadillo</i>, como ella imaginaba que sus amigas le llamarían si
+llegaran a conocerle, se le había entrado al alma, persuadiéndose de que
+le quería porque empezó a temer la cara que al saberlo pondría su padre,
+a pesar de los alardes democráticos que solía hacer en el Parlamento.
+Pero no era esto lo que más la desazonaba. Su inquietud nacía de ver
+disgustado continuamente a Pepe, y el convencimiento de estar enamorada
+brotó de aquella relación que estableció su inteligencia entre la pena
+que ella sentía y la inquietud que él mostraba. Cuando Paz se hizo cargo
+de que, aun ignorando la causa, el pesar de su novio la entristecía;
+cuando, sin poder aquilatarlo, sintió como propio un dolor ajeno,
+entonces advirtió que en su corazón comenzaba a reinar una voluntad
+distinta de la suya, y que aquel hombre, sólo con lealtad y buena fe,
+iba apoderándose de su albedrío lenta, pero seguramente, como río
+caudaloso que profundiza el cauce en que se sustenta. Paz, en apariencia
+frívola, a semejanza de todo el que no ha sufrido, pero muy lista, se
+persuadió pronto de que amaba, porque su pensamiento, lejos de
+amedrentarse ante las contrariedades que podía el amor ocasionarla, se
+fijó exclusivamente en el dolor del hombre a quien quería. La primer
+muestra de pasión verdadera, fue la sinceridad con que le habló.</p>
+
+<p>Una mañana, estando en la biblioteca de su padre, que era donde se veían
+en los ratos que aquél faltaba de allí, dijo a Pepe, empleando su
+lenguaje ligero y franco, entonces más franco que nunca:</p>
+
+<p>&mdash;Tengo que decirte una cosa muy grave.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué?</p>
+
+<p>&mdash;He hecho un descubrimiento: que tú no me quieres y que yo te quiero
+mucho más de lo que me figuraba.</p>
+
+<p>&mdash;No te entiendo.</p>
+
+<p>&mdash;Clarito, hijo; que tu amor&mdash;emplearemos esta palabra, para mayor
+solemnidad, aunque ya sabes que a mí me gusta más decir cariño&mdash;pues
+bien, que tu amor es mucho más tibio que el mío.</p>
+
+<p>&mdash;Veamos cómo se demuestra ese grandísimo embuste.</p>
+
+<p>&mdash;De un modo muy sencillo. Pase que siempre me estés aburriendo con lo
+de ser yo rica y tú pobre, por supuesto, que no me ofendo; pase la manía
+de los celitos, que no tienen sentido común; pase el estarte sin venir
+tres y cuatro días seguidos, para que te espere con más deseo...</p>
+
+<p>&mdash;No: por miedo a que tu padre adivine lo que ocurre.</p>
+
+<p>&mdash;Déjame acabar: lo que no pasa, es que tengas disgustos, que estés
+apesadumbrado y me lo calles. ¿Tan tonta soy, que no sirvo para decirte
+ni una palabra de consuelo?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué tiene que ver esta ternura, alma mía, con el descubrimiento?</p>
+
+<p>&mdash;Pues no puede estar más a la vista. Que tú, sufriendo y ocultándomelo,
+revelas una falta grande de confianza, que es falta de cariño; y yo,
+<i>aquejerándome</i>, como dicen en Andalucía, por tu reserva, demuestro
+quererte mil veces más.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿de dónde has sacado tú que tengo disgustos?</p>
+
+<p>&mdash;Eso te faltaba, añadir el disimulo a la falta de confianza. ¿No
+quieres decirme lo que te pasa?</p>
+
+<p>Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto
+callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por
+decirle:</p>
+
+<p>&mdash;Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero
+conste: quedo en libertad para averiguarlo.</p>
+
+<p>&mdash;Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho.</p>
+
+<p>La entrada de don Luis cortó el diálogo. Paz se había propuesto saber a
+qué atenerse respecto al origen de la tristeza de Pepe, y cuando una
+mujer enamorada forma resolución semejante, el secreto puede darse por
+descubierto. La obstinación de Pepe en callar fue inútil: Paz puso tanto
+empeño en saber los disgustos de su amante, como éste en seguir paso a
+paso los incomprensibles manejos del cura.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVII" id="XVII"></a>XVII</h3>
+
+
+<p>Cuando Pepe dejaba de ir a ver a Paz, por miedo a infundir sospechas o
+parecer pegajoso a don Luis, entraba Pateta en funciones de correo: ya
+sabía ella que cada tercer día de ausencia el chico rondaba al oscurecer
+los alrededores del <i>hôtel</i> y, espiando momento oportuno, metía el brazo
+por la verja y dejaba la carta bajo los ladrillos levantados del horno,
+situado junto al invernadero.</p>
+
+<p>Una tarde en que don Luis tuvo que asistir a un banquete político, Paz,
+después de verle partir y tras alejar con distintos pretextos a los
+criados, bajó al jardín entre dos luces y aguardó a Pateta. Al cuarto de
+hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja,
+dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca:
+entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había
+en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la
+mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite,
+diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Oye, Pateta.</p>
+
+<p>&mdash;Guárdese Vd. esta carta no la vean.</p>
+
+<p>&mdash;No hay nadie.</p>
+
+<p>Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono
+enjaulado, prestó atención.</p>
+
+<p>Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara
+en torno del <i>hôtel</i> completa soledad. En la atmósfera flotaban los
+últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía
+envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba
+extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el
+cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros
+de la verja: Pateta se comía con los ojos a la <i>señorita</i>, sin adivinar
+lo que querría decirle.</p>
+
+<p>&mdash;Pues a estas horas, estando esto tan solitario&mdash;dijo de pronto&mdash;ya
+podía el señor Pepe venir aquí y hablar con usted.</p>
+
+<p>&mdash;Cállate y escucha. Con quien quiero hablar ahora, es contigo.</p>
+
+<p>&mdash;Mande Vd.</p>
+
+<p>&mdash;¿Eres capaz de hacerme un favor? La verdad, y sin que nadie se entere.</p>
+
+<p>&mdash;¿Ni el señor Pepe?</p>
+
+<p>&mdash;Menos que nadie.</p>
+
+<p>El chico la lanzó una mirada que no pudo ser más expresiva. Paz
+comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder.</p>
+
+<p>&mdash;Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a mí.</p>
+
+<p>&mdash;No hay más que hablar.</p>
+
+<p>Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo
+a Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo?</p>
+
+<p>&mdash;Nada, ni jota.</p>
+
+<p>&mdash;Es necesario que lo averigües. Temo que le quiten el destino que tiene
+en la biblioteca del Senado, y quisiera estar prevenida para parar el
+golpe. ¿Sabes tú si es esa la razón de que esté hace ya muchos días tan
+tristón? ¿De veras no puedes decirme nada?</p>
+
+<p>Pateta cayó en la red.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, de eso del destino, no sé <i>ná</i>: preguntaré. Por lo demás, no sé
+qué le <i>pué</i> haber <i>pasao</i>. En la imprenta todo anda como siempre...
+Como no sea por lo del cura...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué dices de imprenta? ¿Qué imprenta es esa?</p>
+
+<p>&mdash;¡Toma! ¿Cuál ha de ser? La nuestra, es decir, la del señor Millán.</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que el señorito trabaja también en la imprenta?</p>
+
+<p>&mdash;Como que es el primer <i>corretor</i> y le dan <i>deciocho riales</i>, y eso que
+no va más que por las noches. ¿No lo sabía Vd.?</p>
+
+<p>Paz, temerosa de que Pateta se escamara, le dijo, mintiendo:</p>
+
+<p>&mdash;Sí, hombre, ¿no he de saberlo? Pero creía que se llevaba el trabajo a
+su casa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Quiá, no señora! <i>tié</i> que hacerlo allí.</p>
+
+<p>&mdash;Y eso del cura, ¿qué es?</p>
+
+<p>&mdash;Su hermano, ¿está Vd.? es cura y ha <i>venío</i> hace cosa de dos meses; y
+como es cura y muy <i>carca</i>, les está <i>golviendo tarumba</i>, y trae la casa
+patas arriba; <i>quié</i> que vayan a misa, que recen más que un ciego; en
+fin, que no le <i>puén</i> aguantar... ni yo tampoco.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Hasta conmigo se ha <i>metío</i> el muy <i>lioso</i>. El domingo <i>pasao</i> tuve yo
+que ir a trabajar medio día, porque había prisas, y luego le <i>yevé</i> al
+señor Pepe unas pruebas a su casa; y como era domingo, y yo, aunque me
+esté mal el decirlo, soy corneta del batallón de Voluntarios de la
+Libertad de mi barrio, fui de uniforme, <i>pá</i> no tener que andar dos
+veces el camino. El cura estaba en la puerta, quiso que le dejara las
+pruebas y, como yo no le conocía y tenía orden de ver al mismo señor
+Pepe, ¿está Vd.? no me dio la gana. Mire Vd., señorita, se puso hecho
+una fiera, y lo que me dio rabia fue que <i>me se</i> rió del uniforme: me
+llamó mamarracho, y dijo que me fuera a estudiar la <i>dotrina</i>. Yo, la
+verdad, como aún no sabía que era hermano del señor Pepe... Vamos, que
+me despaché a mi gusto: le llamé <i>cucaracha</i>, <i>carca</i>, <i>tóo</i> lo que <i>me
+se</i> ocurrió.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y dices que ese hermano trae revuelta la familia?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo! Si no fuera por miedo a dar una pesadumbre al señor
+viejo, ya le había don Pepe <i>plantao</i> en <i>mitá el</i> arroyo. Figúrese Vd.,
+señorita, que una de las cosas que más rabia le han <i>dao</i> al señor Pepe,
+ha sido que ha hecho reñir... Verá Vd.: la señorita Leocadia <i>se
+hablaba</i> con el señor Millán, mi amo; vamos, que eran novios, como quien
+dice, y el cura ha <i>metío</i> zizaña y los ha <i>desapartao</i>. Por supuesto,
+que no estarían muy <i>encariñaos</i>, porque no hubieran reñido así... tan
+fácilmente, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;Pero tu amo y el señorito Pepe no han reñido.</p>
+
+<p>&mdash;¡Quiá! ¿No ve Vd. que los dos están <i>convencíos</i> de que la culpa es
+del cura? A la madre la <i>tié</i> tonta a fuerza de rezos... ¡Ya sabe el
+señor Pepe a qué atenerse!</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí que son motivos de disgusto!</p>
+
+<p>&mdash;Fuera de eso&mdash;continuó Pateta&mdash;siempre ha estado de buen humor: hasta
+cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y
+como si <i>ná</i>: él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida
+que <i>yeva</i>: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el
+destino que <i>ice</i> Vd. que le <i>quién</i> quitar. Es una fiera <i>pá</i> el
+trabajo, y cuanto gana, a su casita. No gasta más que en tabaco y algún
+realejo que me da <i>pá</i> mí.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, adiós; vete, no sea que nos vean&mdash;añadió Paz, alargándole en la
+mano una monedita de dos duros.</p>
+
+<p>Pateta, sin desasirse de la verja, repuso sonriendo, y con entonación
+muy achulada:</p>
+
+<p>&mdash;¡Quiá!</p>
+
+<p>&mdash;¡No seas niño, toma!</p>
+
+<p>&mdash;¡Quiá, no, señorita!; ¡si yo hago lo que hago por el señor Pepe; pero
+a mí no me da Vd. ni eso, ni tan siquiera un <i>chavo</i>!</p>
+
+<p>Paz seguía con la moneda en la mano, más avergonzada que el chico.</p>
+
+<p>&mdash;¿Me haces un feo?</p>
+
+<p>&mdash;Eso no: y <i>pá</i> que vea Vd., deme usted esa rosa que tiene Vd. prendida
+en el pecho: luego yo se la doy a mi novia: Vd. tendrá muchas así, y de
+esas no se venden en la calle.</p>
+
+<p>Paz, movida de un sentimiento de mujeril delicadeza, corrió a la
+estufa, cortó dos magníficas rosas y, dándoselas al chico, además de la
+que llevaba prendida, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Estas dos, las mayores, para tu novia: esta otra pequeña, la que yo
+tenía puesta, para Pepe: ¿entiendes? ¿Conque tienes novia?</p>
+
+<p>&mdash;Pues, ¿qué cree Vd., señorita, que soy de palo? Entendido: las mayores
+<i>pá</i> mi <i>chiquiya</i>, y la otra <i>pá</i> el señor Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, y de lo que hemos hablado antes, ni una palabra... chitito.</p>
+
+<p>&mdash;Corriente: quede Vd. con Dios, señorita, y gracias.</p>
+
+<p>Ella se entró en el <i>hôtel</i> y él desapareció tras las tapias de unos
+corralones cercanos.</p>
+
+<p>Paz supo más de lo que esperaba averiguar. El origen de las cavilaciones
+de Pepe por la conducta de su hermano la disgustó sobremanera; pero lo
+que hizo en su pensamiento más mella, fue saber que Pepe trabajaba de
+corrector en la imprenta. El dueño de su albedrío era algo menos que un
+empleadillo.</p>
+
+<p>Por causa análoga, Leocadia, la muchacha de condición humilde, sin
+esperanza de fortuna, se mostró esquiva con su novio: Paz, en cambio,
+sintió entonces hacia su amante una simpatía firme y serena, en que
+había algo de respeto. A medida que su diferente posición tendía a
+separarles, más se aferraba ella a su cariño.</p>
+
+<p class="top5">Un suceso ignoraba Pateta, y también Pepe lo ignoró durante algún
+tiempo, que contado por aquél a Paz, hubiese podido sumarse al capítulo
+de culpas hecho contra Tirso: el rompimiento de Leocadia con Millán.</p>
+
+<p>Despreciado por ella, puso él los ojos en otra. Había entre los cajistas
+de la imprenta uno casado dos años antes con una muchacha llamada
+Engracia, sastra, muy guapa, modosa, de dulce condición y digna de mejor
+trato que el que le daba su marido. Era el tal, jugador, holgazán,
+pendenciero, pero, sobre todo, borracho, y con tan mal vino, que su
+desdichada compañera podía contar las copas que empinaba por los
+guantazos y empellones que ella recibía luego. Escatimarla la comida,
+empeñar las ropas, trampear en la taberna y volver el sábado a casa con
+el jornal mermado por el vicio, eran sus principales hazañas, amén de
+mirar a la pobre muchacha con el mayor despego. A Engracia la casó su
+madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía <i>gato</i>,
+con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros
+requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora. Mientras
+confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le
+proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio,
+libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste
+a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron
+poco. Cierta noche, al cerrar la taberna en que se había emborrachado,
+el dueño de la tienda le arrojó a torniscones, y él se quedó tumbado en
+la acera, sin abrigo ni gorra. Cuando llegó a su casa, de madrugada,
+tosía más que un asmático, y a los quince días murió en el hospital,
+dejando a Engracia un niño de pocos meses. Sus compañeros, como todos
+los de tan noble oficio, en que tales casos son raros, tenían formada
+una a modo de sociedad de socorros para auxiliarse en los trances duros
+de la vida, y acordaron entregar a la madre viuda una cantidad de
+dinero. Millán puso algo de su bolsillo y mandó a Engracia recado para
+que fuese a recoger el total. Poco después, con ánimo de socorrerla
+indirectamente, y sabiendo cuál había sido de soltera su oficio, la dio
+alguna ropa que arreglar, y, hoy un viaje de él a su casa, mañana una
+visita de ella a la imprenta, al cabo de algunas semanas, como esto
+coincidiese con el acentuado desvío de Leocadia, comenzó a fijarse en
+Engracia, requebrándola entre rudo y amartelado con una delicadeza a que
+ella no estaba acostumbrada. La hermosura de la viuda, su desamparo y la
+juventud de Millán hicieron lo demás. La mujer se manifestó luego cada
+día más cariñosa, medio agradecida medio amante; él instintivamente
+apreció sus cuidados, quizá fijándose en el contraste que formaban con
+la arisca condición de su antigua novia, y sus existencias se unieron,
+formando el hermoso maridaje de la desgracia y el consuelo bendecido por
+el amor. Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con
+que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue
+sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía.</p>
+
+<p>De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y
+Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo
+ignoró por completo.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XVIII" id="XVIII"></a>XVIII</h3>
+
+
+<p>Doña Manuela iba entre tanto sometiéndose mansamente a la influencia de
+Tirso: su carácter débil aceptó la inclinación que éste quiso darle,
+como hubiera tolerado cualquier otra. Nadie hasta entonces la dijo lo
+que su pensamiento había de acoger o rechazar, y fue indiferente en
+religión por serlo los que la rodeaban, que a ser fanáticos en cualquier
+sentido, fuéralo ella también. Tirso acertó antes que otro a encauzar su
+docilidad, y la buena mujer no ofreció resistencia, porque no hubo lucha
+en su espíritu ni asomo de contradicción entre las creencias propias y
+los consejos que escuchaba: el hijo cura no tuvo que desarraigar otra
+planta para sembrar en aquella tierra virgen; bastó que dejase caer la
+semilla: doña Manuela empezó a manifestarse devota con esa religiosidad
+externa que se ciñe a fórmulas preconcebidas y rezos como estereotipados
+para que las generaciones los repitan inconscientemente. La extraña
+poesía de la religión, compuesta de misterios ininteligibles,
+esperanzas mal definidas y amenazas tremendas, la sedujo con el encanto
+de lo extraordinario y, rechazando instintivamente las abstracciones,
+que tampoco Tirso hubiera podido explicarla, acogió de buen grado lo que
+hiere la imaginación. No entendió nada de la perfección humana en el
+seno de Dios, ni del vino que engendra vírgenes, ni del divorcio de la
+carne y el espíritu, ni del himeneo místico del alma y el Señor; pero,
+en cambio, la epopeya de la Pasión, narrada día por día, detalle por
+detalle, como vista de cerca, la impresionó mucho. Los suplicios de los
+primeros mártires, la mansedumbre de las vírgenes, la magia de los
+milagros, ejercieron en ella influjo análogo al que produce en cabezas
+infantiles la relación de cuentos maravillosos, y la admiración por todo
+esto engendrada sirvió para aumentar sus devociones, que cumplía con
+mayor facilidad según iba descifrando algo de lo que significaban. La
+misa, que en un principio juzgó ceremonia cansada y larga, fue pronto
+para ella representación de lo que sufrió el hijo de Dios, que por
+nuestras culpas se dio, y sigue dándose en cuerpo y sangre como precio
+de la redención humana; las letanías, antes enojosas, sartas de frases
+que no entendía, adquirieron carácter de plegarias gratas a sus labios,
+dulces al oído de aquéllos a quienes iban dirigidas; el rosario, que
+consideró retahíla de inútiles repeticiones, acabó por parecerle saludo
+de palabras augustas, recuerdo de las mayores penas y dichas que sufrió
+la Madre del Salvador del mundo. La interpretación de ciertos
+simbolismos y la sorpresa de ver explicadas cosas que antes no
+comprendiera, derramaron en su alma una satisfacción tranquila, un goce
+exento de egoísmo, pero que llegaba a producirla cierta excitación,
+haciéndola experimentar aquella complacencia propia de los cerebros
+débiles que, al descubrir algo nuevo para ellos, piensan haber hallado
+lo verdaderamente extraordinario. Las vidas de los santos, sus martirios
+y milagros, que Tirso solía leerla en el <i>Año Cristiano</i>, traducido del
+P. Croisset, eran para su imaginación como novelas de interés
+grandísimo, y la relación de aquellos gloriosos dolores y
+glorificaciones se le antojaban impregnadas de encantadora poesía. Si en
+la existencia de los que corrieron al martirio había algo ridículo o
+absurdo, ella no lo notaba, dispuesta y preparada por Tirso a percibir
+sólo el aroma de las virtudes que aquellas narraciones exhalaban. El
+beato Bernardo de Corleón, que bebía agua de fregar; Santa Senorina,
+que imponía silencio a las ranas; Santiago el Menor, que a fuerza de
+hincarse de rodillas crió en ellas callos como los camellos; San Toribio
+Mogrobejo, que nadaba entre caimanes como quien se baña con amigos;
+Santa Catalina de Sena, que una vez pasó desde el principio de Cuaresma
+a la Ascensión sin más alimento que la comunión; Santa Inés de
+Montepoliciano, que viendo imágenes de Cristo brincaba en la cuna de
+alegría; y la beata María Ana de Jesús, que dormía desnuda sobre manojos
+de zarzas y cambrones, eran figuras que desaparecían ante otras
+aureoladas de admirable grandeza; vírgenes con los pechos cortados a
+cercén, doncellas que desafiaban a los pretores romanos, niños
+cruelmente perseguidos y hombres que, ofreciendo a Dios el espíritu,
+entregaban la materia al dolor, como amada que se rinde a su amante.</p>
+
+<p>La piedad de doña Manuela fue manifestándose por diversos síntomas.
+Comenzó a frecuentar asiduamente la iglesia, y se cuidó poco de ocultar
+a su marido y a su hijo menor la trasformación que en ella se operaba.
+Una noche, como Pepe llegase a casa más temprano de lo acostumbrado,
+entró, abriendo cautelosamente con su llave, por no despertar a los que
+reposaran y, oyendo rumor de voces apagadas, se detuvo a escuchar en el
+pasillo: halló entornada la puerta del comedor, y miró. Doña Manuela y
+Leocadia, terminado ya el rosario, estaban haciendo <i>acto de expiación</i>
+por las culpas propias y ajenas.</p>
+
+<p>Tirso decía las frases expiatorias y ellas contestaban a una.</p>
+
+<p>&mdash;Por mis pecados, por los de mis padres, hermanos y amigos; por los del
+mundo entero, perdón, Señor:&mdash;y ellas repetían:</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón,
+Señor...</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por la desobediencia a la Santa Iglesia, por la violación del ayuno.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres,
+por las faltas de los hijos.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por los atentados contra el Romano Pontífice.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes,
+religiosos y sagradas vírgenes.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los
+templos, el escarnio de los Sacramentos y los ultrajes al augusto
+Tabernáculo.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas
+maquinaciones de tenebrosas sectas.</p>
+
+<p>&mdash;Perdón, Señor.</p>
+
+<p>&mdash;Basta por esta noche&mdash;dijo Tirso levantándose.&mdash;Mañana, el rosario y
+<i>paráfrasis</i> de un mandamiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Llevamos cinco, verdad?&mdash;preguntó Leocadia.</p>
+
+<p>&mdash;Sí: mañana toca el sexto.</p>
+
+<p>Entráronse en seguida ellas, cada cual en su cuarto, y Tirso se quedó
+leyendo en el breviario. Pepe aguardó a que se recogieran las mujeres y
+luego volvió al comedor, resuelto a tener una explicación con su
+hermano.</p>
+
+<p>La lámpara, casi agonizante, parecía negar su luz a aquella escena:
+Tirso, no esperando tan pronto el ataque, tuvo un instante de flaqueza
+y, levantándose del asiento, quiso refugiarse en su cuarto: Pepe,
+extendiendo hacia él la mano, le hizo señal de que esperase. La escasa
+claridad, reflejándose en los cristales del aparador y de los cuadros,
+dejaba en sombra los ángulos de la habitación; tras los visillos rojos
+de la puerta del gabinete dormían los padres y, al fondo del pasillo,
+estaba el cuarto de Leocadia: en torno de ambos hermanos todo era sombra
+y silencio. Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de
+Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y
+mugrientas.</p>
+
+<p>&mdash;Hablemos bajo&mdash;comenzó diciendo Pepe.</p>
+
+<p>Y el diálogo prosiguió en frases mortecinas, cobrando, en cambio, los
+rostros toda la energía que faltaba a la expresión de las palabras.</p>
+
+<p>Después continuó:</p>
+
+<p>&mdash;Al entrar he oído, sin querer, que erais rezando: en eso no me meto,
+aunque a mamá, sobre todo, más valiera que la dejases acostarse a su
+hora. Lo que quiero rogarte es que mañana no expliques a Leocadia
+mandamiento ninguno, y mucho menos el sexto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Porque no.</p>
+
+<p>&mdash;Esa no es razón.</p>
+
+<p>&mdash;¿A qué decirte lo que te has de resistir a entender? Sólo te pido que
+te abstengas de explicar a Leocadia, como vosotros soléis hacerlo, ideas
+y conceptos de que no se debe hablar a las muchachas.</p>
+
+<p>&mdash;Vamos, ya encontraste pretexto para contrarrestar la obra de santa
+perfección que he emprendido.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí no hacía falta santidad alguna: ¿qué mayor perfección que la
+tranquilidad y la paz?</p>
+
+<p>&mdash;¿Luego confiesas?...</p>
+
+<p>&mdash;No confieso nada: hago una advertencia. A ciertos actos de devoción,
+tontos pero inofensivos, no he de oponerme. Ya que me obligas a ello, te
+lo diré: me parecen simplezas; lo que no me acomoda, es que señales y
+repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de
+vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la
+inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cuánta ceguedad! A los enseres de la casa cuidadosamente quitáis el
+polvo cada día: al alma dejáis que críe podre.</p>
+
+<p>&mdash;No me vengas con frases de beato melancólico, ni me obligues a burlas,
+que callo sólo por consideración a tí. Imita mi prudencia y no motives
+escenas que nos den a todos que sentir.</p>
+
+<p>&mdash;¡No me provoques! ¿Acaso conoces mis propósitos?</p>
+
+<p>&mdash;Faltas a la verdad. No te provoco, pero no te perderé de vista. He
+seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a
+sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no
+consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de
+mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones
+del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella. Háblala
+del cielo cuanto quieras; pero no te obstines en preparar su ánimo a
+combatir pecados que no conoce, porque no es cuerdo aplicar remedio
+donde no hay enfermedad: y, sobre todo, por lo que más quieras en el
+mundo, no turbes la paz de la casa; no vayas a hacer aquí, en pequeño,
+el papel de esos curas extraviados que andan moviendo guerra en el
+campo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Lo que hacen es perseguir a los enemigos de la religión!</p>
+
+<p>&mdash;Sospechaba que simpatizabas con ellos; pero no me acomoda discutir
+esto ahora. Haz que mamá y Leo canten letanías, fervorines, gozos,
+salves, todo el repertorio de la música celestial; que recen hasta
+repetir maquinalmente lo que les enseñes: sólo te ruego que la devoción
+no robe amparo ni cariño a mi padre, y que no alecciones a la chica en
+cosas que ignora.</p>
+
+<p>&mdash;¿No ha de huir el peligro?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo ha de aprender a evitarlo, si lo presentan a sus ojos con el
+encanto de lo prohibido por aliciente, con el incentivo de la curiosidad
+por guía y el aguijón de la edad por cómplice? Desengáñate, Tirso, no es
+este momento de que intentemos convencernos mutuamente; más no se le
+debe despertar la malicia a quien, como ella, la tiene adormecida; que
+sus impulsos no los sofoca luego nadie.</p>
+
+<p>&mdash;Combatir contra la carne es virtud.</p>
+
+<p>&mdash;Y no tener que combatirla, cosa mejor que la virtud misma.</p>
+
+<p>&mdash;¡Está bien! tendré que ver impasible a tu amigo traerla libros
+detestables, historias de crímenes y amoríos perniciosos, y yo, su
+propio hermano, no podré oponerme. Está claro; la libertad para el mal,
+al bien la mordaza. Al menos eres lógico: aplicas a la casa la misma
+política que defiendes para el país. Luego os indignaréis de que
+sacerdotes como yo quieran traer piedad a las familias, y de que hombres
+como los que luchan lejos de aquí pretendan aniquilar a la revolución,
+que vomita blasfemias y engendra delitos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Traer piedad a las familias! ¿Acaso sabéis lo que es familia? Os
+basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la
+beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece
+cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un
+sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas
+consolando el dolor ajeno.</p>
+
+<p>&mdash;Eres más impío de lo que imaginé.</p>
+
+<p>&mdash;Y tú más fanático de lo que yo pensaba. Por ganar almas para el cielo,
+vas a traer la discordia a casa de tus padres. Antes que hijo, eres
+cura.</p>
+
+<p>&mdash;¿No hallas nombre más despreciativo?</p>
+
+<p>Las palabras, contenidas por el temor de despertar a los viejos, sonaban
+como sofocadas, ahogando la prudencia las entonaciones de la ira. Tirso,
+a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le
+temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la
+mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los
+labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada
+instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras. Sólo se
+oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del
+reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción
+del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban.</p>
+
+<p>&mdash;Has vivido siempre apartado de nosotros&mdash;prosiguió Pepe&mdash;y no sabes
+que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra
+fe. La solicitud con que nos atendemos, es mayor que el celo que os
+inflama. No nos convencerás nunca de que las llagas de Cristo deben
+dolernos más que las piernas enfermas de mi padre.</p>
+
+<p>&mdash;Tu padre morirá, y las sagradas heridas continuarán, por los siglos de
+los siglos, manando raudales de divina gracia. Y a propósito de padre,
+yo también quería hablarte de él, porque sé lo que tiene. He conocido un
+señor que padecía lo mismo: eso es gota.</p>
+
+<p>&mdash;Es verdad; pero te advierto que se le está ocultando por no afligirle:
+le hemos dicho que es un simple reuma.</p>
+
+<p>&mdash;Poco será el alivio que halle, si hay alguno posible.</p>
+
+<p>&mdash;Mayor razón para que no se le atribule inútilmente. Es tarde: ¿quieres
+algo?</p>
+
+<p>Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida,
+y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado?</p>
+
+<p>&mdash;Nada le falta: pagamos un médico acaso superior a nuestros recursos;
+mamá o Leo van en persona a la botica; no se escatima receta, por cara
+que cueste; con la mayor puntualidad se le da cuanto ha de tomar... y lo
+que vale más, respira una atmósfera de ternura y cariño que echarán de
+menos muchos más afortunados. Ahora tengo esperanzas de poder sacarle a
+paseo algunas tardes en un simón.</p>
+
+<p>&mdash;Es natural; los que sólo creen en las cosas del cuerpo, no acuden a
+las del alma.</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué lo dices?</p>
+
+<p>&mdash;Yo pienso traerle un médico mejor que el vuestro.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quién?&mdash;preguntó Pepe, sospechando la respuesta.</p>
+
+<p>&mdash;El Santo Viático.</p>
+
+<p>&mdash;Eso le asustaría mucho y no le aliviaría nada; por consiguiente
+abstente de ello. Bastaría hablarle de esas cosas para que se muriera de
+terror.</p>
+
+<p>&mdash;Cuando lo crea necesario, haré lo que me dicte mi conciencia.</p>
+
+<p>Acercósele entonces Pepe y, poniéndole duramente la mano sobre el
+hombro, entrecortadas las palabras por una risa que era toda ira,
+repuso:</p>
+
+<p>&mdash;¡Líbrete Dios de semejante brutalidad! ¿Lo entiendes? No respondería
+de mí. Papá sufriría una emoción que acaso le costara la vida... y
+podría olvidárseme que eres mi hermano.</p>
+
+<p>&mdash;Cada cual cumple su deber como lo entiende.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sí? Pues date por avisado: al Santo Viático, al granuja que lleva el
+farolón y a tí... os tiro escaleras abajo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Lo veremos!</p>
+
+<p>Pepe, sobreponiéndose a su indignación, procuró hablar con calma y,
+notando la sangre fría de que Tirso alardeaba, quiso mostrar igual
+serenidad.</p>
+
+<p>&mdash;Temía esta escena, pero no quiero esquivarla... Cuando llegaste a
+Madrid, y al subir de la estación del ferrocarril entraste en Santa
+María, permaneciendo allí largo rato, sin la menor prisa de conocer a
+tus padres, porque conste que no les conocías, adiviné yo cuál sería tu
+fanatismo; pero no imaginé que sobreviniera esta lucha. Luego, dados tus
+antecedentes y viéndote vivir oculto en casa como un criminal, tuve
+sospechas de que habías venido a Madrid para asuntos que no eran
+tuyos... Recuérdalo: exceptuada la primer salida que hiciste entre dos
+luces la misma tarde del día en que llegaste, sólo al cabo de muchos
+días te atreviste a salir a la calle, después de las dos o tres visitas
+de aquel señor que vino a verte, cuando se conoce que estaba ya
+cumplida tu misión. Ya ves que te he seguido paso a paso. He notado tu
+empeño en no hablar con nosotros de ciertas cosas, porque te repugnan
+nuestras ideas sobre la política, la guerra y los curas trabucaires; y,
+por último, he aguantado tus mañas para convertir a mamá y lo que
+intentas para que riñan Millán y Leo... en fin, te conozco a fondo. Tú,
+en cambio, no sabes de lo que soy capaz.</p>
+
+<p>&mdash;¿De qué?</p>
+
+<p>&mdash;Si, lo que no es creíble, papá, espontáneamente, pidiera ciertos
+auxilios, yo sería el primero en respetar su voluntad. Pero, entiéndelo
+bien; si traes confesor, viático... vamos, cualquier tontería que pueda
+asustarle y provocar en su enfermedad una crisis peligrosa, te juro, por
+mi madre y por el amor de la mujer a quien quiero, que no te trataré
+como a hermano. De tu conducta depende mi prudencia. ¡Hemos concluido!</p>
+
+<p>&mdash;Cada cual cumplirá su obligación.</p>
+
+<p>&mdash;¡Abur!&mdash;Y Pepe, andando de puntillas, se metió en su cuarto.</p>
+
+<p>Quedose Tirso un rato solo en el comedor, pensativo e inmóvil: la
+lámpara, espirante, despidió de pronto dos o tres chispas de la mecha,
+ya seca; el temblor de la luz hizo que en la pared se agitara
+convulsamente la sombra del cura, y entonces él, buscando casi a
+tientas la puerta de su alcoba, encendió una bujía y, tras rezar sus
+oraciones, se acostó; pero tardó mucho en dormirse. La energía de su
+hermano le había desconcertado por completo: Pepe era más hombre de lo
+que él imaginó.</p>
+
+<p>A la mañana siguiente doña Manuela, antes de ir a la compra, según
+costumbre, fue a dar un beso a Pepe, mientras éste acababa de vestirse
+para marchar a su trabajo.</p>
+
+<p>&mdash;Voy a la compra; adiós, hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Y a misa, ¿verdad, mamá?</p>
+
+<p>Ella, sonriéndole cariñosamente, se limitó a decir:</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué mal hay en ello?</p>
+
+<p>&mdash;En eso, nada; pero, oye, mamá. Anoche tuve una agarrada con Tirso: la
+cosa había de suceder, y llegó. Supongo que te habrá hablado de ciertos
+proyectos que intenta, relativos a papá: puedes imaginar el efecto que
+producirían. Contén a mi hermano, imponle cordura, porque estoy
+dispuesto a todo.</p>
+
+<p>No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la
+tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella
+calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente
+sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XIX" id="XIX"></a>XIX</h3>
+
+
+<p>«Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que
+no nos vemos, y rabio por reñir contigo. Tonto, tonto mío, ¿pensabas que
+no había yo de saber averiguar tus penas para compartirlas? El chico te
+habrá dicho, seguramente, las preguntas que le hice y cómo me contestó.
+Estoy persuadida de que todo te lo ha contado. No puedes figurarte la
+gracia que me hizo su desinterés. ¿Me perdonas que soborne a tus
+<i>servidores</i>? Yo, en cambio, no te perdonaré tu falta de franqueza. Haz
+cuenta que estás a mi lado y que te hablo muy seria. ¿No hemos repetido
+ambos hasta la saciedad que debíamos sernos leales? Pues no merece
+perdón que por desconocer mi cariño me hayas ocultado las contrariedades
+que te ocasiona tu hermano. Está bien, <i>don Reservado</i>; quiere decir que
+no me importa lo que te agrade o enoje. ¿En qué puedes fundar el no
+haberme dicho que trabajabas en una imprenta desde que te viste
+obligado a dejar la carrera? Me has dicho algunas veces que tu posición
+y tu género de vida no te han permitido tratar ni conocer a fondo
+señoritas de esas a quienes el no tener que pensar en nada serio hace
+frívolas y vanidosas. ¿En qué consiste, pregunto yo ahora, que no
+habiendo podido conocerlas me confundes con ellas? Seamos francos: el
+temor a que me pareciese demasiado humilde tu trabajo, el recelo de que
+fuese vanidosa, te han hecho callar, y resulta que el vanidoso eres tú.
+Como nada de lo que yo te diga puede enojarte, me arriesgo a todo: ¿fue
+vergüenza lo que sentiste al pretender ocultarme que te obligó la
+necesidad? ¿Sabes cómo se llama <i>eso</i>? Falsa vergüenza, una cosa muy
+parecida a la soberbia. Sí, Pepe; soy más leal que tú: me tienes
+ofendida. Dices que me quieres porque soy buena, y has sido capaz de
+suponer que podía hacerme <i>mal efecto</i>, así, clarito, lo de trabajar en
+una imprenta. Nunca se te caen de los labios <i>la distancia</i>, <i>la
+desigualdad</i>, y qué sé yo cuántas tonterías más: sólo te las perdono
+porque imagino a veces que son pretexto para que esté contigo cariñosa.
+¿Ves cómo el cariño todo lo interpreta bien? Basta de esto, porque no
+quiero parecerte pesada; y conste que me conoce mal quien suponga que
+el obrar bien pudiera hacerle desmerecer en mi ánimo. Ahora, deja que me
+goce en llamarte tonto. ¡Buena ocasión perdiste de ponerte romántico!
+Queda demostrado que el amor propio es en tí más fuerte que el amor
+verdadero, y que yo, la <i>señorita</i>, como me llamas en esas bromas que,
+por lo visto, tienen un gran fondo de verdad, soy mucho más sincera y
+menos vanidosa, y te quiero con toda mi alma y te querré siempre, porque
+me has engañado con tus zalamerías, haciéndome creer que eres distinto
+de los demás hombres. Tengo ganas de verte para decirte todo lo que se
+me viene a la boca. ¡Lo menos pensaste que volvería despreciativamente
+la cabeza, sin saludarte, si por casualidad te viera salir de la
+imprenta! No lo digo por esto del saludo; pero no sabes tú de lo que es
+capaz una mujer cuando sabe querer. ¡Ojalá no fuese rica!</p>
+
+<p>Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro
+palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu
+situación, aunque sé por experiencia que esas gentes demasiado devotas
+hacen desgraciado a cualquiera. En mi familia está el ejemplo: la
+Condesa de Astorgüela, que es una parienta nuestra lejana, tiene
+oratorio en su casa, gasta un dineral en cosas de iglesia y, a sus
+hermanos, que están casi en la miseria, no quiere darles una peseta. En
+cambio acaricia la pretensión de que los demás sean rumbosos, y quiere
+que papá regale o malvenda a unas monjas un terreno que posee fuera de
+la Puerta de Bilbao. No puedes imaginar las recomendaciones y empeños
+que andan buscando. ¡Figúrate! ¡A papá con esas! Papá dice que la de
+Astorgüela es muy mala y que la devoción la hace peor. Yo no me atrevo a
+tanto, porque alguna religión hay que tener; pero tampoco me gustan las
+exageraciones. Lo triste sería que tu padre tuviese algún disgusto por
+culpa de tu hermano.</p>
+
+<p>Adiós, orgulloso mío, no te quejarás de la reprimenda, ni de que escribo
+poco. Tuya, siempre, siempre,</p>
+
+<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Paz</span>.»</span></p>
+
+<p class="top3">»Como si lo viera. En cuanto leas lo que te digo, te pones a hacer
+consideraciones sobre lo raro y lo novelesco de que yo... <i>en mi
+posición</i>, quiera a un hombre como tú. ¡Hasta que te cure la tontería,
+no he de parar! ¿No dicen que el amor es ciego? ¿No pude enamorarme de
+un pillo? Pues me ha dado por quererte a tí, que eres bueno, y asunto
+concluido.</p>
+
+<p>Ven pronto a verme, porque Papá habla de ir esta semana al distrito, y
+por no dejarme sola en Madrid, puede que me lleve. Será cosa de pocos
+días.»</p>
+
+<p class="arriba"><br />Realizose el viaje que anunciaba Paz, no sin que antes la viese Pepe,
+disipando en la primera conversación con amantes palabras el débil enojo
+que en ella produjo su reserva; y luego de partida con don Luis, como se
+prolongara la excursión bastantes días, cruzaron los novios varias
+cartas, una de las cuales decía así:</p>
+
+<p class="top5"><span style="margin-left: 20%;">«Adorada Paz:</span></p>
+
+<p class="top5">El cariño que me demuestras es, por la sinceridad que lo avalora, mi
+única alegría. Fuera de esto, cuanto me rodea y toca es causa de
+disgusto. ¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer
+una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o
+está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de
+alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje
+misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia. Mis padres, mi
+hermana y Tirso (ya me repugna llamarle hermano) parecemos sujetos a
+influjo extraño a nuestra voluntad. La conducta de Tirso es
+inconcebible. Su obstinación en reformar la familia es igual a la
+conformidad que en otro tiempo demostró para estar alejado de nosotros:
+antes, como sino existiéramos; ahora, todos hemos de ser santos; es
+decir, todos no, porque conmigo no se atreve.</p>
+
+<p>El resultado es que me da muy malos ratos, y aún los espero peores, pues
+la cosa ha sido muy de prisa.</p>
+
+<p>Mamá está dominada por Tirso, papá enteramente acoquinado, y su
+carácter, vencido por la enfermedad y los sufrimientos, va
+convirtiéndose en una apatía de que sólo a ratos le saca la rabia del
+dolor. Ya no hay medio de ocultarle que en casa existe una guerra peor
+que la del Norte. ¡Si papá me dejase, plantaba a Tirso en medio de la
+calle sin ningún miramiento! No veo otro remedio al mal. Me contengo
+porque, si lo hiciera, mi madre nos daría la gran desazón: es increíble
+hasta qué punto parece identificada con él; pero no me cabe en la cabeza
+la idea de que nos abandonara por seguirle. Supón lo sensible que me
+será admitir semejante posibilidad. Pues aún hay, sin embargo, otra
+cosa más triste: el dominio que Tirso ha logrado ejercer sobre ella, no
+es ascendiente de hijo, sino influjo de cura. En cuanto a Leocadia,
+parece haberse desarrollado en ella una indiferencia, un egoísmo de que
+nunca la creí capaz. Ambas se levantan casi al amanecer, van a misa y,
+aunque no vuelven tarde, como al salir meten ruido y despiertan a papá,
+resulta que éste, no pudiendo recobrar el sueño, se desespera hasta que
+vienen a darle el desayuno. Antes, todo cuidado les parecía poco para
+él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre,
+con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la
+amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso
+majaderías por el estilo. A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla
+a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una
+barbaridad. A la hora de comer y antes de la cena dicen las dos sus
+oraciones, algunas veces hasta con latinajos (¡figúrate lo que
+entenderán ellas!), y por la tarde, si hay en cualquier iglesia función,
+ya las tienes con la mantilla puesta. Todavía no se han atrevido a irse
+las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando. En la
+conducta de mi madre, al menos, se nota cierta sinceridad; pero
+Leocadia va a la iglesia porque ha hecho el descubrimiento de que ve
+gente y la ven y se distrae: habla de iglesias cursis y de iglesias
+elegantes, como si se tratara de teatros, y critica los trajes de las
+Vírgenes como si fueran amigas suyas.</p>
+
+<p>El doble resultado de todo esto es que la tranquilidad no es ya fruta de
+mi huerto, y que, además, los viajes a la casa de Dios van dejando la
+mía sin barrer. El celo mimoso y lleno de pequeños cuidados con que
+antes se atendía a mi padre, es hoy prisa por acabar pronto de servirle
+y correr a lo que Tirso recomienda. En fin, temo que, sin provocación ni
+desafío por mi parte, cuando llegue Tirso a comprender el imperio que
+tiene en la casa, trate de ponerme en el disparador. Por supuesto, que
+no adivino lo que se propone. A juzgar por algunas cosejas que compra,
+debe tener cuartos; pero ni un céntimo gasta para nosotros: sabe que yo
+llevo el peso de la casa y, sin embargo, parece como que quiere hacerme
+saltar de ella. Repito que no lo entiendo; pues en cuanto a convertirme,
+primero me hace rajas. Excuso decirte que lo que él llama conversión es
+la entrada en el dominio de la imbecilidad: su devoción es de lo más
+ramplón que puede darse. Lo peor de todo es que mi padre empeora
+rápidamente. Ahora quiere el médico emplear con él la hidroterapia, lo
+cual saldrá caro; pero yo he dicho que todo se hará, aunque hayamos de
+vender hasta las sillas. Tirso dice que esas son novedades de la
+ciencia, que antes no se conocían tales cosas y que no por ello dejaban
+de curarse los enfermos. En cambio ha logrado que mamá dé una peseta
+todos los meses para no sé qué hermandad o cofradía de la <i>Limosna de la
+Luz</i>, y otra para unas escuelas católicas. El día que abra yo la puerta
+al cobrador, le echo rodando por la escalera.</p>
+
+<p>Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te
+quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo
+para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo,</p>
+
+<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Pepe</span>.</span></p>
+
+<p class="top3">¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el
+distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia? No
+quisiera sentar plaza de pegajoso y, sin embargo, deseo que don Luis me
+necesite para poder verte y hablarte. Escríbeme mucho.»</p>
+
+
+
+<h3><a name="XX" id="XX"></a>XX</h3>
+
+
+<p>Don José comenzó a empeorarse, y con sus molestias, que iban diariamente
+en aumento, arreciaron los gastos.</p>
+
+<p>En un principio determinaron la dolencia la vida sedentaria, la
+desmedida codicia en el comer y su natural plétora sanguínea: luego vino
+el dormirse fácilmente en cualquier parte, el echar vientre y digerir a
+duras penas, acentuándose la repugnancia a todo esfuerzo físico. Con
+este desorden en el organismo, manifestó cierta volubilidad de carácter,
+completándose el cuadro del que los médicos dicen estado artrítico, amén
+de otros síntomas que llaman sucios, hasta que por fin estalló la
+enfermedad, fijándosele el dolor en un pie, que se le puso hinchado, de
+color rojo y con las coyunturas muy sensibles. El primer acceso fue
+violento en extremo: posteriormente, al acostarse, en seguida conciliaba
+el sueño; pero al poco rato despertábale la rabia del dolor, tardando
+algunas horas en recobrarlo; repitiéndose estos exacerbamientos hasta
+que, posesionado el mal de ambos pies, quedó el infeliz postrado y
+sujeto a pasar los días de la cama a la butaca, y de ésta a aquélla. Al
+carácter agudo del padecimiento siguió el crónico; los ataques perdieron
+en intensidad, ganando en duración; tuvo fiebre, y en lo sucesivo raro
+fue el día que pasó medianamente. Con tal situación, cuando mayores
+cuidados y atenciones pedía el enfermo, coincidió el enfrascarse doña
+Manuela en cosas de la iglesia, y ella, antes tan compasiva y solícita,
+fue, sin darse cuenta, pecando de olvidadiza y negligente, sin mostrar
+mala voluntad; pero el resultado era el mismo que si la tuviera. A pesar
+de estar su vista cansada por los años, emprendió la tarea de bordar un
+paño de altar para regalo a la parroquia, y mientras tenía caladas las
+antiparras y la aguja en la mano, aunque su esposo la llamara, tardaba
+en acudir. El darle las medicinas a hora fija quedó supeditado a más
+santas atenciones, y comenzó a molestarla el escuchar quejidos, por
+antojársele muestra de poca esperanza y ninguna resignación. Don José se
+devanaba los sesos, sin lograr explicarse aquella trasformación ni
+acertar cómo pudo Tirso trocar tan pronto en beata a la que nunca fue
+devota, siendo lo peor del caso que no le dio la piedad por el amor al
+prójimo, ni por arreciar en el cuidado de su casa, sino que miraba el
+hogar y la familia como objetos inferiores. No decía palabra contra las
+necesidades ordinarias de la vida, ni renegaba de la materia, ni
+ensalzaba la superioridad de lo ideal sobre lo terreno, mas claramente
+se veía germinar en ella la semilla dejada caer por Tirso.</p>
+
+<p>Lo más extraño fue que, de exageradamente limpia, se hizo algo
+desaseada, como si alguien la hubiese convencido de que nadie debe
+atender primero al lavado del cuerpo que a la pulcritud del alma. Por
+último, todo gasto le pareció exorbitante y, cuando el médico habló de
+hidroterapia y en la casa de baños dijeron que llevar a domicilio un
+aparato necesario costaba un duro por cada viaje, fue de opinión
+contraria al remedio, tronando por vez primera contra las <i>invenciones
+de ahora</i>. Delante de Pepe se contenía cuanto le era posible; pero ya
+toleraba de mala gana cualquier broma que trascendiese a incredulidad; y
+como el estado de las cosas por aquel tiempo hacía que todas las
+conversaciones fuesen a caer en la guerra, y hablar de ésta era hablar
+del clero, doña Manuela oía con disgusto a su hijo y su marido, cuando
+el primero alardeaba de republicano y el segundo de progresista a la
+antigua. Bastaron unos cuantos meses, trascurridos desde la llegada de
+Tirso, para que le repugnase ya escuchar ciertas conversaciones: a veces
+hasta intentaba oponerse a ellas con tonterías de marca mayor, por
+hablar de lo que no entendía.</p>
+
+<p>Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias
+de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo
+contra el absolutismo y la lucha civil; Pepe, después de comer,
+permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que
+el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el
+hijo. Don José conservaba el vigoroso arranque del antiguo partido
+progresista; Pepe, prematuramente escéptico, dado a violencias, como
+quien siendo joven está ya harto de traiciones, proponía a los males
+públicos remedios más enérgicos. En cuanto al modo de terminar la guerra
+civil, estaban conformes: había que concluirla, no por pacto, sino por
+fuerza de armas. Tirso, si les oía, procuraba contenerse; mas algunas
+veces le era imposible disimular, y sintiéndose ya fuerte, terciaba en
+la conversación, mostrando, no simpatía tibia, sino ardor de sectario
+por la causa del absolutismo.</p>
+
+<p>El año anterior, cuando la guerra franco-prusiana, había comprado Pepe
+un mapa, barato, en el que seguía con alfileres y banderitas las marchas
+de ambos ejércitos: don José, por distraerse y llevado de la atención
+con que consideraba el duelo entre la revolución y el carlismo, repitió
+el entretenimiento. Mandó a Pepe que colocara en la pared una carta
+geográfica de toda la parte superior de España y, a cada parte de la
+<i>Gaceta</i>, a cada nueva de lo que ocurría en los campos de batalla, iba
+marcando los lugares ganados o perdidos por los soldados del ejército
+liberal o las huestes del Pretendiente, con lo cual Tirso hallaba
+justificado motivo para comentar noticias, atenuar triunfos y exagerar
+derrotas, según quien salía victorioso.</p>
+
+<p>El estado de España era a la sazón desconsolador. El país se había
+convencido de que, si el carlismo no contaba con elementos para vencer,
+tenía los bastantes para ensangrentar la mitad del territorio de la
+patria. En los comienzos de 1873, las partidas alzadas en armas eran
+pocas; pero aumentaron pronto. La insurrección de Vizcaya no inquietaba;
+el carlismo aragonés veía fracasar su intento en Santa Cruz de
+Nogueras, y los castellanos parecían difíciles de arrastrar; mas ya
+había fatales indicios de que la lucha sería ruda. Un jesuita amenazó
+con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que,
+habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a
+toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y
+llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro. La frecuencia con
+que el ejército liberal mudaba generales y los errores del Gobierno
+central, servían de sarmientos a la hoguera: apenas pasaba día sin que
+entrara de Francia algún jefe insurrecto; Navarra era un volcán;
+asaltábanse los trenes de viajeros, y un cura famoso inauguraba la larga
+serie de sus repugnantes maldades. Madrid, en tanto, servía de asilo a
+<i>comités</i> o juntas fomentadoras del levantamiento, y la misma libertad,
+combatida en los campos a balazos, era en la Corte aprovechada
+impunemente por el bando faccioso. Tirso, como si todo esto le alegrara,
+comenzó a mostrarse satisfecho sin disimulo y arrogante sin cautela:
+diríase que en la lucha jugaba algo su interés y que, por extraña
+aberración, veía más fácil el moralizar a su familia según se iba
+desquiciando la patria. Por fin, manifestó desembozadamente sus ideas;
+dijo con franqueza que era carlista y, cuando su padre leía o hacía que
+le leyesen noticias de la guerra, tomaba parte en los comentarios,
+oponiendo cálculos a cálculos y versiones a versiones.</p>
+
+<p>Los informes de Pepe procedían generalmente de las imprentas donde se
+tiraban extraordinarios y hojas volantes de periódicos, que mentían con
+frecuencia: las nuevas de Tirso tenían origen desconocido; pero, a
+veces, se anticipaban a las oficiales, eran más exactas o llegaban a
+confirmarse, acusando todo que el manantial en que las bebía era bueno;
+con lo cual Pepe fue convenciéndose de que su hermano frecuentaba gentes
+directamente interesadas en los acontecimientos, y corroborándose en la
+idea de que el viaje de Tirso fue el desempeño de una misión más o menos
+importante, pero indudable. Ya estaba explicada su actitud anterior. Los
+primeros días de su estancia en Madrid temió ser descubierto, y no salió
+a la calle sino una sola vez y ya de noche; visitole luego un caballero,
+y desde entonces se mostró más abierto y franco, como si aquellas
+visitas le quitaran peso de encima; por último, perdió el miedo, y
+juntamente dio a entender su satisfacción por la marcha de los sucesos
+y la influencia ejercida en el ánimo de su madre.</p>
+
+<p>Esto último no pudo permanecer oculto a don José; pero respecto a la
+sospecha de ser Tirso agente subalterno de los carlistas, nada quiso
+decir Pepe a su padre, convencido del disgusto que había de
+experimentar. Harto comprendía él que las luchas políticas, por rara
+excepción, tienen hoy el infame privilegio de enconar las divisiones de
+familia; mas no se le ocultaba que para el viejo y entusiasta partidario
+del progresismo, para el admirador de los que pusieron término a la
+primera guerra civil, sería triste pesadumbre saber que un hijo suyo,
+hecho clérigo a hurtadillas, era agente y servidor de los <i>facciosos</i>.
+Don José no lo conjeturaba todavía: su curiosidad estaba despistada por
+el empeño de saber cuál había sido el objeto del viaje.</p>
+
+<p>&mdash;Tirso es carlista&mdash;decía hablando con Pepe&mdash;ya no lo oculta: pero, ¿a
+qué diablos habrá venido?</p>
+
+<p>&mdash;Se me figura que a pretender: querrá ser canónigo, y como parece
+vanidoso, no nos dirá nada por si no logra su objeto.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que más me duele es que está trastornando a tu madre. Esta mañana
+han ido las dos a confesarse y han vuelto a las diez: total, que me han
+dado la medicina muy tarde y no puedo comer hasta dentro de hora y
+media. Y mira, mira, como anda todo.</p>
+
+<p>Pepe miró en torno suyo. Sobre el aparador estaban, aún sucios, los
+platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa
+veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su
+derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada
+y sin repasar.</p>
+
+<p>&mdash;En cambio&mdash;prosiguió el viejo señalando a la pared&mdash;llueven estampas.</p>
+
+<p>Tirso había comprado una cromo-litografía de la Virgen de Lourdes con
+marco de moldura dorada, colocándola encima del retrato de Espartero.</p>
+
+<p>&mdash;Esto&mdash;dijo Pepe&mdash;sería sencillamente ridículo si anduviésemos sobrados
+de dinero: teniendo tan poco, me parece falta de juicio; pero allá él.</p>
+
+<p>&mdash;No, hijo, no; ¡si lo ha pagado tu madre! veintiocho realazos... ¡y
+luego vociferan que el agua de Vichy es farsa moderna y que la
+hidroterapia sale cara!</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXI" id="XXI"></a>XXI</h3>
+
+
+<p>Las gentes a cuyos manejos obedeció el viaje de Tirso a Madrid, le
+mandaron que esperase órdenes en la corte, y él entonces pensó en
+utilizar algunas de las amistades que, a la sombra de su misión,
+contrajo con gente de sotana, logrando entrar en una iglesia, donde, a
+título de suplente, ganaba algo, aunque poco. Un obispo y un ecónomo
+fueron los protectores, merced a cuyo valimiento pudo actuar en una
+parroquia, no sin que algunos capellanes se disgustaran, temerosos de
+que, a la larga, les quitara el pan: otros, en cambio, por simpatía, o
+conocedores de lo mucho que podía quien le recomendaba, hicieron buenas
+migas con él, y uno de éstos, viejo achacoso, que tenía fama de avaro,
+le cedía frecuentemente su puesto en ocasiones lucrativas. Malas lenguas
+murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a
+pesar de lo cual, de cada entierro <i>de primera</i> le quedaban a Tirso
+veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en
+ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que
+repartir algunas misas. Pero lo que él ambicionaba era tener sermones,
+que uno con otro le salían lo menos a dos o tres duros, suponiendo que
+fuera cierta la calumnia antes apuntada. El primer sermón que pronunció
+hizo poco efecto a sus nuevos compañeros; todos dijeron que olía a
+pueblo: con el segundo le ocurrió lo mismo, y en vista de ello determinó
+estudiar los ajenos para perfeccionar los propios. De allí a poco le
+tocó uno, y entonces desplegó toda su energía.</p>
+
+<p>Había él notado que, por aquel tiempo de amenazas revolucionarias, no
+parecía a los devotos buen sacerdote el que no se aventuraba algo en el
+terreno de las alusiones políticas; y como todo era menos tímido, se
+lanzó a pisarlo, decidido a no resultar menos celoso defensor de la
+Religión. Preparose durante varios días con libros que consideró del
+caso, leyó al Padre Larraga y al jesuita Roothaan, consultó varios
+sermonarios de Santander, Eguileta y Pantaleón García, hizo acopio de
+frases sabias, citas de los Santos Padres y hasta de figuras retóricas,
+escogiendo tropos, hipotiposis y apóstrofes que dieran color a sus
+períodos, después de lo cual fijó el tema de la oración, fundándola en
+aquellas palabras famosas: <i>Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo
+que es del César.</i></p>
+
+<p class="arriba"><br />Como la cofradía que pagaba la función era de gente adinerada, la
+iglesia estuvo brillante. En el atrio, inmediato al puesto de una
+florista, habían colocado el cajón de la rifa piadosa, cuyos premios
+eran un canario enjaulado, dos sortijeros de cristal, un castillete de
+cartón-piedra para juguete de niños y una Virgen metida en un fanal que
+parecía farol: dos viejos coloradotes y rollizos expendían las
+papeletas, y una mujer que allí cerca tenía su canastilla de estampas y
+escapularios les miraba de reojo, como mercader pobre a traficante rico.
+De esta mujer decían lenguas pecadoras que lo que más provecho la dejaba
+no era manejar los alicates con que hacía rosarios de alambre y cuentas
+de vidrio, sino el servir de cobejera entre damas y galanes. Junto a la
+casa de Dios varios mendigos extendían las mugrientas manos, y cuando no
+pasaba gente se insultaban con el más desvergonzado vocabulario, que
+trocaban en quejumbrosos ayes si alguna señora vieja se detenía a leer
+los cartelillos de triduos y novenas.</p>
+
+<p>El altar mayor, en que ardía un bosque de velas simétricamente
+colocadas en sus gradillas, semejaba pirámide de llamas temblorosas, y
+el talco de los floreros de mano brillaba como plata puesta al sol. Dos
+angelotes de talla dorada sostenían el templete donde estaba de
+manifiesto el Señor, ceñido por los resplandecientes rayos de la
+custodia, envuelto en la neblina del incienso y adorado por la
+muchedumbre. En lo más alto del retablo había un astro de oro, y en su
+centro un pichón blanco. El altar era todo claridad: la luz del mundo
+parecía refugiada en la Santa Mesa. Las capillas laterales, los rincones
+quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un
+grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura
+las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las
+cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse
+en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita.
+Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera
+del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y
+de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer
+de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el
+cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que
+tocaba en la calle el brindis de <i>La Traviata</i>. Desde lo alto de los
+retablos churriguerescos, las estatuas de talla, troncos convertidos en
+santos por el arte, parecían mirar con lástima a la gente arrodillada,
+cuya apretada masa promovía ruidos en que se mezclaban el caer de las
+sillas, el crujir de las sedas, la plegaria de unos y el refunfuño de
+otros.</p>
+
+<p>Ya se había rezado el Rosario. Al comenzar la Salve rompió el órgano en
+formidable trompeteo, y empezaron los cantores. La voz del tiple era
+chillona y femenina, la del bajo ronca y apagada; el barítono cantó un
+solo que parecía de personaje celoso en ópera italiana. De pronto el
+órgano sofocó sus quejas con variadas modulaciones, ya acentos dulces,
+ya rugidos estentóreos: unos instantes aquello era regalo del oído,
+otros estruendo ensordecedor, hasta que de improviso las notas parecían
+quedar flotando en el aire, como aves perdidas, cuyo graznido
+desapacible continuaba imitando la canturía ronca de algún cura falto de
+aliento. Los muros estaban cubiertos con paños de damasco rojo galoneado
+de oro, que, como grandezas deseosas de humillarse, caían casi hasta el
+suelo de ladrillos polvorientos, y por bajo de la verja del presbiterio
+veíanse hincados de rodillas, con su cirio y escapulario, varios fieles
+que de rato en rato se relevaban, formando incesante guardia de honor al
+pie de la pirámide de llamas, en tanto que los sacerdotes, dando ejemplo
+de piedad, se persignaban rápidamente al pasar ante los altares. Sólo
+turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados
+y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el
+mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura
+irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con
+los ojos a la novia. En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa,
+golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque
+metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo
+devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia
+humana. El olor de la cera, el aroma del incienso y la aglomeración de
+gentes, viciando la atmósfera, promovían inspiraciones largas, suspiros
+de desasosiego, movimiento de inquietud. En los bancos de alto respaldo
+había algunas personas dormidas. Otros fieles, haciendo abstracción de
+la fiesta, se postraban ante altares distintos. En uno de ellos, cuatro
+gradas cubiertas de encaje sucio y un pedestal de pintura
+descascarillada, adornado con cabezas de angelitos, servían de trono a
+una Virgen de tamaño natural, envuelta en rico manto de terciopelo negro
+entrapado de polvo, sobre cuyo pecho brillaba un corazón de hojadelata
+atravesado por siete espadas de lo mismo: en cambio el rostrejo y la
+corona eran de plata. Al lado opuesto estaba Jesús, clavado al leño del
+martirio, hermosamente desnudo, caída la cabeza sobre el pecho, manando
+sangre la lanzada, rígidas las piernas, sebosas las rodillas, porque en
+ellas se apoyaba el monaguillo al subir para encender, y envuelta la
+cintura en un paño rojo con lentejuelas de oro, indigno adorno de tan
+venerable figura. Una vela torcida goteaba sobre los pies de la
+escultura sus lágrimas de cera, y el débil resplandor verdoso de una
+lámpara de vidrio, medio apagada, enviaba estertores de luz a la divina
+faz. A pesar de la profanadora faldilla, el aspecto de la imagen era
+imponente: el cadáver del Dios de la Caridad parecía dominar aquel
+conjunto ridículo de flores de trapo, candelabros sucios, estampas
+chillonas, tallas barrocas y pantorrillas de cera. Al examinar el
+templo, se notaba que todo lo demás estaba vivo o expresaba vida: el
+único muerto que había en la Iglesia era Cristo.</p>
+
+<p>Llegado el momento del sermón, salió Tirso lentamente de la sacristía y,
+acercándose hasta el altar mayor, oró unos instantes de rodillas,
+sosteniendo el bonete entre las manos cruzadas sobre el pecho, que
+llevaba cubierto por el blanco y rizado roquete. En seguida subió al
+púlpito, que era como una jícara grande pegada a la pared, y después de
+arrodillarse nuevamente y pedir otra vez al Altísimo gracia y santidad
+de inspiración, empezó persignándose y recitando un Ave María.</p>
+
+<p>El exordio fue breve, y luego, sin cuidarse mucho de reglas ni
+preceptos, entró de lleno a narrar, para comentarlo, el episodio en que
+Cristo dijo: <i>Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del
+César</i>.</p>
+
+<p>Su lenguaje era siempre llano: cuando quería elevarse le faltaban
+palabras, y al buscar naturalidad, caía en lo vulgar y tosco. Tuvo
+instantes en que, olvidándose del plan trazado, las ideas acudieron en
+tropel a su imaginación y las palabras se agolparon a sus labios en
+frases exentas de unción sagrada, faltas de poesía y desnudas de
+belleza. Tenía prisa por llegar a mostrar su ardor en defensa de la fe.
+Por fin, en la <i>recopilación y exhortación</i> su piadosa ira tendió las
+alas, y entonces le salieron los párrafos a su gusto.</p>
+
+<p>&mdash;«Sí, hermanos míos&mdash;decía&mdash;muchos servicios debemos al país, a la
+nación, al Gobierno y las autoridades, porque no exige nuestra Santa
+madre la Iglesia que renunciemos en absoluto a la vida social, aunque es
+mejor la vida del apartamiento religioso; pero hay que andarse con
+cuidado en lo de la obediencia. ¡Bueno fuera que por servir los
+intereses de este mundo ofendiéramos al Padre, o al Hijo, o al Espíritu
+Santo, a la Santísima Virgen, o a cualquiera de los Apóstoles y Santos
+que nos han señalado el camino de la perfección, que es como un sendero
+espinoso a cuyo fin hay un gran jardín, que es la gloria! Debemos ser
+obedientes al César, pagar contribuciones y gabelas, ser soldados y
+marinos para mayor esplendor de esta nación cristiana, que tan mal anda
+desde que vaciló en la fe: mas nuestro deber de cristianos es antes que
+los demás deberes. Pues qué, amados míos, ¿hemos de contribuir para que
+se emplee nuestro dinero contra nuestra conciencia? ¿Pediremos al Señor
+ánimo para el trabajo, y su fruto será para escarnecerle? ¿Queréis que
+sirvan nuestras riquezas o jornales para que los malos gobernantes
+paguen suntuosos embajadores que adulen a los carceleros del Santísimo
+Pontífice, que apacienta el rebaño de Cristo desde su lecho hediondo de
+paja en un calabozo del Vaticano, antes trono de su preponderante
+sabiduría? ¡No, y mil veces no, hermanos míos! Seamos, si es preciso,
+como aquellos mártires que desafiaban a los procónsules romanos, y ya
+sabéis que estos procónsules eran como ahora los gobernadores civiles.
+¿Y hemos de ser soldados para servir de ornato y servidumbre a ministros
+impíos, para obedecer a sacrílegas Asambleas que decretan la asquerosa
+libertad de conciencia?</p>
+
+<p>¡Ah, y con cuánto dolor de corazón, con qué santa indignación los que
+aman a Dios oyen hablar de esas infamias! Mas la paciencia del justo es
+luego ira terrible, y el cordero se hace sañudo tigre, que dicen las
+famosas palabras del Santo.</p>
+
+<p>¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A
+la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que
+luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su
+corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las
+guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque
+somos malos y nos olvidamos de Él. Y cuando esto pasa, no es
+impunemente: que si a la piedad se la escarnece, si a la religión se la
+pisotea, ¡ah! entonces ya no hay nada que dar al César, sino que hasta
+la sangre debe emplearse en servicio del Señor. ¿No nos da Él la suya
+diariamente en el convite celestial, en el manjar eucarístico? ¿Seríamos
+capaces de negarle nuestra miserable sangre?</p>
+
+<p>Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no
+maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia:
+ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe. Supimos los
+españoles expulsar al moro, desterrar al judío, vencer al turco;
+destruimos al protestante en Flandes; arrojamos de aquí a los franceses
+ateos de Napoleón; purificamos, con fuego, de herejes nuestra propia
+tierra, y ¿no seremos hoy capaces de sojuzgar a los que traen semilla
+del infierno en ese contubernio nefando que llaman matrimonio civil, en
+esa crápula moral que llaman libertad religiosa?</p>
+
+<p>¡Qué pena, hermanos míos! ¡qué dolor! Estamos en plena Revolución; es
+decir, como Job en el basurero, llenos de toda suciedad. ¡Aquí es el
+rechinar de dientes y crujir de huesos!</p>
+
+<p>La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros,
+porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen!
+¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner
+fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas.
+Esta es la libertad de cultos. Ya veis, amados oyentes míos, cómo no
+siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo.</p>
+
+<p>Sean nuestras almas del Señor para que su cólera no nos parta por la
+mitad, y atendámosle a Él antes que a nadie. ¿A quién obedeceríais
+primero, a un guardia municipal, o al Rey? al segundo, ¿no es verdad?
+Pues el César es el guardia municipal, y el Rey es Dios nuestro Señor,
+pero Rey de Reyes y Emperador de Emperadores. Elevad los corazones, que
+tiemble la oración en vuestros labios, que se agite, como humo inquieto
+la fe en vuestros pechos para que el Señor nos conceda ver acabadas la
+podredumbre del liberalismo, la masonería, las persecuciones de la
+Iglesia y las desdichas de sus venerables ministros, y para que acaben
+las fatigas de los que luchan por la fe en cualquier terreno, porque
+entonces podremos gritar: <i>¡Pueblos esparcidos por el Universo,
+palmotead, manifestad con millares de gritos de alegría la parte que
+tomáis en la gloria de vuestro Dios en el día de su triunfo!</i> Yo diré a
+vuestro corazón, con el Profeta: <i>cuasi tuba exalta vocem tuam, et
+anuntia populo meo scelera eorum</i>. Orad, y ahorraréis lágrimas a la
+Esposa del Cordero; haced que todo el mundo rece en vuestras casas por
+los que están sepultados en el profundo sueño del pecado, <i>dormiebat
+sopori gravi;</i> por los que voluntariamente se han hecho sordos a las
+inspiraciones divinas, <i>sicut aspidis surdæ et obturantis aures suas</i>.
+Sí, amados hermanos míos, orad a María en todas sus advocaciones, tan
+buena es una como otra, todas son mejores y dulcísimas; porque si
+oramos, <i>las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia.</i>»</p>
+
+<p>Mientras bajaba lentamente del púlpito estalló en la iglesia rumor de
+muchedumbre inquieta, y de los labios de los fieles salió un murmullo de
+aprobación. En seguida, todos comenzaron a salir, ansiosos de
+sustraerse, a pesar de su devoción, a la pesada y sucia atmósfera del
+templo. Las puertas vomitaron negras oleadas de gente que, al
+desparramarse por las aceras, respiraba con delicia el aire puro de la
+noche, y en pocos momentos la ancha nave quedó vacía. Algunos exaltados
+elogiaban el sermón.</p>
+
+<p>&mdash;Es un padre nuevo.</p>
+
+<p>&mdash;No le conocía.</p>
+
+<p>&mdash;Ni yo: ¡qué valiente ha estado!</p>
+
+<p>&mdash;Es de los finos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ojalá hubiera muchos así en los pueblos!</p>
+
+<p>Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el
+predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto
+modo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga!</p>
+
+<p>&mdash;Ha estado Vd. un poquito fuerte.</p>
+
+<p>&mdash;Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún
+atropello.</p>
+
+<p>El párroco calificó aquello de imprudencia.</p>
+
+<p>Tirso se marchó solo, contentísimo, pisando recio, llevando alta la
+cabeza, como si creyera que las gentes habían de señalarle con el dedo y
+mirarle con asombro. En su casa no dijo nada.</p>
+
+<p>Aquella noche, el nombre del Padre Tirso Resmilla era conocido en todos
+los centros clericales de Madrid.</p>
+
+<p>A los tres días, Pepe, leyendo un periódico, dio con el siguiente
+suelto:</p>
+
+<div class="block"><p>«El púlpito sigue convertido en tribuna por los enemigos de las
+instituciones liberales. Hemos oído asegurar que en una de las
+principales iglesias de Madrid se ha pronunciado anteayer un
+violento sermón, una verdadera excitación a la guerra civil. La
+opinión exige que, si el hecho es cierto, las autoridades tomen
+cartas en el asunto. El clérigo que se ha propasado esta vez,
+parece ser el Padre R..., casi desconocido, por haber llegado a
+Madrid hace poco tiempo. Veremos qué resultado ofrece esta milésima
+edición de semejante atrevimiento.»</p></div>
+
+<p>Pepe comprendió que el Padre R... era su hermano, y profundamente
+disgustado, hizo que Millán averiguase la verdad del caso preguntándolo
+en la imprenta de aquel periódico, y al mismo tiempo revisó
+cuidadosamente los demás que había de leer su padre, decidido a evitarle
+la desazón que pudiera acarrearle la noticia. No temía que Tirso se
+vanagloriase de la hazaña en su propia casa, pero podían ir a prenderle,
+o acaso una fracción de la prensa insistiera en pedir su castigo.</p>
+
+<p>El resultado de las gestiones de Millán confirmó la sospecha de Pepe:
+el regente de la imprenta donde se tiraba el diario que dio la noticia,
+dijo que el predicador de que se trataba era don Tirso Resmilla, quien
+abandonando su curato de un pueblo del Norte, había venido a Madrid,
+pocos meses atrás, como persona de confianza para los elementos
+realistas de la diócesis a que pertenecía.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXII" id="XXII"></a>XXII</h3>
+
+
+<p>Había en Madrid por aquel tiempo, en uno de los barrios extremos, una
+casa que rompiendo la línea de fachadas contiguas, parecía apartarse del
+trato de las gentes. Tenía por delante un pequeño jardín con verja;
+aislábala por detrás un ancho patio con cuadras y cocheras, y a derecha
+e izquierda la limitaban una pared medianera y fuertes tapias a una
+calle poco frecuentada. Formaban el jardín tres o cuatro mezquinos
+recuadros de flores vulgares, las enredaderas enroscadas a la verja, y
+varias acacias, cuyas fornidas ramas ocultando casi por completo los
+balcones, oponían a la curiosidad una cortina impenetrable. Las
+persianas estaban continuamente caídas y las vidrieras se abrían rara
+vez, sin que nunca sonase dentro cantar de criada ni piano de señora.
+Era una casa falta de voces y de ruidos, triste, callada entre los
+clamores vecinos, ajena a cuanto la rodeaba, como hecha adrede para
+retiro de dama romántica o escenario de novelescas aventuras. Una
+campanilla, colocada en la verja del jardín, daba aviso cuando entraba
+alguien y, según quien fuese, lo anunciaba el portero tocando otra
+campana en el portal. Un tañido para Hermana de la Caridad o Hermanita
+de los Pobres, dos para fraile o clérigo, tres para dignidad
+eclesiástica: a los simples mortales les anunciaba de palabra un criado,
+y gracias si se quitaba la gorra. Señal de dar limosna los sábados o
+fiestas no se veía ninguna, pero por privilegio envidiable tenía la
+finca oratorio donde se rezaba misa cuotidianamente y, si acaso pasaban
+por la calle alguna Minerva o el Dios chico, lucían los balcones grandes
+y blasonadas colgaduras. Durante el día menudeaba el campaneo del
+portal, indicando que eran muchas las visitas de gente religiosa: por
+las tardes la dueña, ya entrada en años, salía a paseo en coche
+modestamente vestida, con aspecto humilde y luciendo en una muñeca, a
+modo de pulsera, un pequeñísimo rosario de oro y perlas. El carruaje,
+cómodo y anticuado, llevaba en las portezuelas corona condal; el cochero
+y el lacayo, como haciendo juego con el portero, tenían facha de
+cantores de iglesia, y la dama, siempre enlutada, con trazas de poco
+limpia y gesto uraño, semejaba una sacristía hecha mujer. Llegada la
+noche, escapábase de alguna ventana rumor de preces dichas en común, y
+antes de las diez quedaba todo cerrado, sin que hasta el día siguiente
+volvieran a cruzar sombras tras las vidrieras, ni se escuchase ningún
+ruido. Para ser tenida por convento, era la casa demasiado mundana; para
+morada de seglares, parecía monasterio. De ambos caracteres participaba;
+pues la Condesa hacía vida casi monjil y extremadamente rigurosa. En
+todo tiempo se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar <i>maitines</i>
+y <i>oración por los agonizantes</i>, tornando a acostarse hasta las nueve,
+que oía misa, rezada por su capellán; a las doce <i>angelus</i>, antes de
+almorzar; por la tarde lecturas piadosas, <i>vísperas, cinco llagas</i>,
+recepción de visitas honestas y paseo en coche; antes de comer un rato
+de meditación en la capilla, y después de la comida otro <i>rosario,
+letanía</i>, y <i>recomendación del alma</i>: a las nueve y media se acostaba.
+De bailes y reuniones, nada: de teatros muy poco, y sólo a obras cuya
+moral nadie hubiese puesto en duda. Confesaba dos veces por semana y
+recibía la sagrada comunión todos los domingos.</p>
+
+<p>Una criada, despedida de la casa porque el rigor del ayuno la hizo
+blasfemar de Dios y hurtar en viernes de cuaresma restos de solomillo
+fiambre, propaló por el barrio noticias muy curiosas, según las cuales
+la Condesa de Astorgüela revelaba empeño de rescatar con la penitencia
+lo mundano de su vida pasada. Mucho alardeaba de humilde y descuidada
+para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la
+más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos. Sus pies
+calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en
+perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese
+ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un
+primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana,
+solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes. La tal doncella
+desmentía, además, ciertos excesos de piedad atribuidos a la dama: sus
+actos de penitencia consistían en no tomar nada, aunque lo desease,
+fuera de horas, abstenerse de algún bocado sabroso, escoger, por breve
+rato, asiento incómodo y hasta estar unos minutos puestos en cruz los
+brazos: pero era falso, según la pecadora sirvienta, que la Condesa
+usara cilicio bajo el corsé de raso, ni que tuviera costumbre de llevar
+por voluntaria molestia alguna china en los zapatos, antes al contrario,
+se calzaba exquisitamente; ni que durmiera los viernes con una astilla
+entre las sábanas, ni que hiciera en el suelo cruces con la lengua. En
+cambio, insistiendo en los restos de coquetería, la Condesa, a solas en
+su tocador y alcoba, desplegaba consigo misma aquel mimo y esmero que
+sólo observa la mujer cuando se emplea, aunque honestamente, en el dulce
+servicio del amor. De modo que, por las señas, la Condesa de Astorgüela,
+lo mismo podía ser una gran dama arrojada por el desengaño a los brazos
+de la Religión, que una hipócrita de alto rango, o las dos cosas a la
+vez.</p>
+
+<p>Su rostro parecía arrancado de un lienzo de Mengs o de Van Lóo. Una
+hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de
+diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca,
+esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la
+corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de
+elegancia e ingenio. La edad de la Condesa era un misterio, para ella
+triste, para los demás engañoso; pero todavía la quedaban encantos que
+desplegar cuando al caer la tarde venían a pedirla consejo algunos
+amigos devotos y, como ella, dispuestos a la defensa de intereses
+sagrados.</p>
+
+<p>Tal era la Condesa de Astorgüela relacionada con el alto clero, bien
+quista de la nobleza, influyente en el ánimo de ciertos nobles chapados
+a la antigua y deseosa de atraerse a todo aquel que despuntara en el
+servicio de la tradición y la piedad, deseo que la inspiró grande afán
+de conocer a Tirso apenas supo el valiente celo que demostró en el
+sermón famoso. Ella misma le escribió así, de su puño y letra, y en
+papel timbrado con su escudo:</p>
+
+<div class="block"><p><i>«La Condesa de Astorgüela la Real saluda respetuosamente al
+capellán don Tirso Resmilla, rogándole se sirva visitarla para
+encomendarle una buena obra.»</i></p></div>
+
+<p>(Y abajo el día y hora de la cita, con las señas de la casa.)</p>
+
+<p>Sorprendido Tirso agradablemente, consultó con el cura que le cedió el
+sermón si debía asistir al llamamiento, y la respuesta avivó su
+impaciencia.</p>
+
+<p>&mdash;No deje Vd. de ir, compañero; esa señora es una potencia.</p>
+
+<p>Con lo cual a la hora marcada se presentó en casa de la Condesa, que le
+recibió en un espacioso gabinete seriamente alhajado donde a vueltas de
+mucha severidad había detalles que acusaban a la mujer elegante. Cubría
+las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles,
+tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la
+alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de
+cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una
+mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados,
+reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada.
+Tirso echó una mirada a los lomos de los libros: eran lo más hermoso y
+literario que ha dado de sí en el mundo el sentimiento religioso:
+<i>Imitación de Cristo</i>, de Kempis; <i>La perfecta casada</i>, de Fray Luis de
+León; <i>La vida devota</i>, de San Francisco de Sales, y el <i>Tratado de la
+tribulación</i>, del P. Rivadeneyra. Sólo tres obras de arte adornaban la
+estancia: una admirable copia del <i>Cristo</i> de Velázquez; otra de la
+<i>Dolorosa</i> de Tiziano, y ante uno de los balcones, destacando sobre el
+claror del hueco, una escultura fiel reproducción del <i>San Francisco</i>
+de Alonso Cano. Cuanto allí había acusaba extraña mezcla de elegancia y
+piedad.</p>
+
+<p>Alzose de pronto una cortina y entró la Condesa, a quien Tirso saludó
+respetuosamente: ella se sentó en una butaca pequeña, de espaldas a la
+luz, y el cura, obedeciendo a una indicación, ocupó un asiento cercano
+puesto frente al balcón; de suerte que la fisonomía de Tirso quedó a
+merced de las miradas de la dama, y el rostro de ésta no tan visible
+para él, que estaba como irresoluto y cortado. El traje de la de
+Astorgüela era sencillo y negro, de un negro brillante y nuevo, junto al
+cual pardeaban la sotana y el manteo de Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;Lo primero&mdash;comenzó ella&mdash;pido a usted mil perdones por mi
+atrevimiento: debía haber procurado esta entrevista de otro modo, pero
+deseaba que honrase Vd. mi casa y quería que hablásemos a solas; ante
+todo, para felicitarle por su elocuencia y su rasgo de valor...</p>
+
+<p>&mdash;Señora, yo agradezco tanto... pero la verdad, no creo merecer...</p>
+
+<p>&mdash;Sí; merece Vd. que le feliciten todos los corazones cristianos.
+Alcanzamos tiempos en que la energía en defender lo bueno y lo santo
+debe alentarse; y yo, aunque valgo poco, he tenido empeño en conocer a
+usted para apreciarle mejor.</p>
+
+<p>Estaba asombrado, sin adivinar a qué venían tal llamada y tan afable
+recibimiento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Le sorprende a Vd. mi osadía,&mdash;prosiguió adivinándolo la
+Condesa&mdash;verdad? pues aún va a extrañarle más otra cosa que voy a
+decirle, y sobre la cual le encargo la más absoluta reserva.</p>
+
+<p>&mdash;Aseguro a Vd. que me desviviré por servirla, si juzga que puedo serla
+útil.</p>
+
+<p>&mdash;No se trata de servirme, señor Resmilla, sino de servir a la Religión.
+Pero, ante todo, debo advertirle que no me era Vd. enteramente
+desconocido. Mi posición, mis buenas relaciones, mi influencia, puedo
+decirlo sin vanidad, me tienen al corriente de muchas cosas... y no
+ignoro el objeto de su venida de Vd. a Madrid.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, señora, mi viaje...</p>
+
+<p>&mdash;Esté Vd. tranquilo. Soy de las que animan y alientan cuanto se
+proponen <i>ustedes</i>. Está Vd. en casa de una amiga. Y ahora diré a Vd.
+que nada de <i>eso</i> me es ajeno, y que tengo costumbre de honrarme con la
+amistad de los que se consagran a tan glorioso servicio, es decir, que
+aunque sólo fuera por esto, le hubiera llamado a Vd.; pero es el caso
+que, además, vamos a tratar de otro asunto.</p>
+
+<p>&mdash;Mande Vd.</p>
+
+<p>&mdash;Usted tiene un hermano que está en relaciones amorosas, honradas, por
+supuesto, con una señorita, casi parienta mía, que se llama María Paz de
+Ágreda...</p>
+
+<p>&mdash;No lo sabía... o, mejor dicho, ignoraba quién era ella.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, en cambio, sé mucho más. El padre de esa señorita es un caballero
+bastante rico, que, por cierto, no ha educado a la niña como debiera;
+pero esto no hace al caso. Lo importante es que Vd. va a prestar un buen
+servicio a intereses sagrados.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi hermano?</p>
+
+<p>&mdash;El padre de esa señorita Paz posee cerca de los Cuatro Caminos, fuera
+de la puerta de Fuencarral, unos solares, lindando con los cuales está
+edificando su nueva casa una comunidad, que acaso todavía no conozca
+usted, y que el vulgo ha comenzado a llamar las <i>Hijas de la Salve</i>.
+Pues bien; esta hermandad desea comprar parte de la tierra que es
+propiedad de don Luis, a lo cual se niega él resueltamente: todos los
+esfuerzos, todos los ofrecimientos han sido inútiles.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué puedo yo en el asunto?</p>
+
+<p>&mdash;Mucho: piense Vd. que se trata del servicio de una fundación
+religiosa... Vamos a concretarnos a lo esencial. ¿Está Vd. dispuesto a
+favorecer los deseos de los que protegen a esa comunidad? Responda Vd.
+francamente.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señora, si realmente se trata de una comunidad religiosa.</p>
+
+<p>&mdash;Hace Vd. bien; las cosas claras. Vamos a otro punto. ¿Tiene Vd. medios
+de hacer que su señor hermano influya en el ánimo de la niña, para que
+ésta a su vez procure que su padre deje de ser hostil al
+engrandecimiento de la comunidad?</p>
+
+<p>&mdash;No, señora; no tengo medio alguno para lograrlo; y ya que Vd. me honra
+buscándome para una cosa tan de mi gusto, quiero ser leal con Vd. Mi
+hermano y yo estamos medio reñidos: es liberal, ateo, en fin, está
+dejado de la mano de Dios. Cuando yo llegué a Madrid a vivir con mis
+padres, encontré la casa en un estado... impiedad, olvido de lo más
+sagrado... Yo quise...</p>
+
+<p>&mdash;No se moleste Vd. en contármelo: estoy enterada de todo.</p>
+
+<p>Tirso, con los ojos desmesuradamente abiertos por el asombro, preguntó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Entonces?...</p>
+
+<p>&mdash;Se trata de saber si, a pesar de todo eso y contra los obstáculos que
+se presenten, se decide Vd. a servirnos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso sí! pero ignoro cómo.</p>
+
+<p>&mdash;Si su hermano de Vd. se casara con esa señorita..... si nosotros lo
+facilitáramos.....</p>
+
+<p>&mdash;No hay que pensar en ello, señora. Mi hermano es un fanático
+descreído; a su falta de fe llama convicción honrada: sería capaz de
+echárselas de mártir de sus ideas y renunciar a la chica antes que
+aceptar el trato.</p>
+
+<p>&mdash;¿Está Vd. seguro de esa energía?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ojalá no lo estuviera!</p>
+
+<p>&mdash;Piense Vd. que nos sobrarán medios, toda clase de protección.</p>
+
+<p>&mdash;Imposible.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces habrá que tomar otro camino. Es preciso averiguar si esa
+señorita está realmente enamorada de su hermano de usted, y necesitamos
+poder calcular lo que ella haría viéndose abandonada por él.</p>
+
+<p>&mdash;No entiendo lo que Vd. se propone.</p>
+
+<p>&mdash;Hablaré sin rodeos, señor Resmilla. Si el novio se allanara, y sería
+lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el
+terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, <i>nosotros</i>
+haríamos la boda.</p>
+
+<p>&mdash;Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible.</p>
+
+<p>&mdash;En tal caso, hay que colocar a la pareja en condiciones de ruptura y
+conseguir una de estas dos cosas: que ella imponga a su padre su
+voluntad, es decir, la <i>nuestra</i>, o que, desengañada del amor, piense en
+dichas más puras, en vida más tranquila.</p>
+
+<p>&mdash;Comprendo.</p>
+
+<p>&mdash;Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el
+Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de
+una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer
+las <i>Hijas de la Salve</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Perfectamente.</p>
+
+<p>&mdash;Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer?</p>
+
+<p>&mdash;Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a
+ella.</p>
+
+<p>&mdash;Eso es expuesto. Si está enamorada de veras, corremos dos peligros muy
+grandes: primero, la dificultad de separarles; y segundo, que si su
+pasión no es verdadera, al perder éste se arroje en brazos de otro amor.</p>
+
+<p>El cura no pudo contenerse.</p>
+
+<p>&mdash;Señora, ¡cuánto sabe Vd.!</p>
+
+<p>&mdash;Crea Vd., señor Resmilla, que para servir a Dios hay que pensar en
+todo. Vamos, ¿qué le parece a Vd.?</p>
+
+<p>&mdash;En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir bien a esa
+criatura.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere Vd. encargarse de ello? Piense usted que se trata de una
+verdadera obra de caridad y que, además, las <i>Hijas de la Salve</i> no
+olvidarán lo que Vd. haga por ellas.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no hago nada interesadamente.</p>
+
+<p>&mdash;Me lo figuro; pero toda buena obra trae consigo su recompensa. En fin,
+piénselo usted.</p>
+
+<p>&mdash;¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa
+comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo
+soy así.</p>
+
+<p>&mdash;No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una
+institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego.</p>
+
+<p>&mdash;Pues delo Vd. por pensado: acepto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su
+hermano?</p>
+
+<p>&mdash;Avisaré cuando lo considere oportuno; pero me parece que yo me lo
+trabajaré todo.</p>
+
+<p>&mdash;No olvide Vd. que lo esencial es la ruptura.</p>
+
+<p>&mdash;Espero que la conseguiré.</p>
+
+<p>Al llegar aquí Tirso creyó oportuno poner gesto triste, y dando a la
+voz acentos de amargura, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah, señora! ¡Si Vd. pudiera apreciar la pena de mi corazón al
+comprender que las ideas de mi hermano disculpan... hasta justifican,
+que yo tome cartas en este asunto!</p>
+
+<p>La Condesa, ya en pie, como despidiéndole, sonrió ante aquel inesperado
+afán de atenuar la índole del pacto, y repuso:</p>
+
+<p>&mdash;Es doloroso que no se pueda hacer el bien sin estos rodeos; pero, ¿qué
+remedio? señor Resmilla, así lo quieren los tiempos. Quedamos en que
+convencerá Vd. a esa señorita; después, en fin... allá Vd.</p>
+
+<p>Despidiéronse en seguida, y salió Tirso a la calle hondamente
+preocupado, por muchas razones. Aquella señora fue para él un enigma
+vivo: sabía el motivo de su viaje, alardeaba de influyente, habitaba un
+palacio y tenía aspecto de reina. ¡Qué maridaje tan extraño formaban en
+ella el trato mundanal y la piedad! Parecía la encarnación de lo profano
+puesta al servicio de lo divino. Por supuesto, estaba decidido a
+servirla contra su propio hermano, contando con la ayuda de Dios. ¿Acaso
+no triunfaba en los demás propósitos que formó? Su madre había entrado
+de lleno en el buen camino, y su hermana había renunciado al devaneo
+con Millán.</p>
+
+<p>Tirso recordaba las palabras de la Escritura: <i>Desaparecerá el impío
+como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por
+siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los
+impíos perecerá.</i></p>
+
+
+
+<h3><a name="XXIII" id="XXIII"></a>XXIII</h3>
+
+
+<p>Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de
+milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía
+que le inspiraba el cura. Pateta era madrileño, legítimo descendiente de
+aquellos liberales que cuando niños rodeaban en apretada turba las
+charangas militares para oír el <i>Himno de Riego</i>, y que de hombres
+alzaban barricadas contra la tropa, fraternizando con ella después de
+batirse unos y otros como fieras. Sólo dos bienes poseía: juventud y
+valor, y ambos los puso al servicio de la libertad, porque
+instintivamente le pareció buena aquella aspiración que tanto entusiasmo
+despertaba: vio alistarse como milicianos a sus compañeros de imprenta,
+les imitó, y de aquí el vistoso uniforme con leopoldina de plumero que
+parecía un gallo desmayado, el pecho lleno de trencillas y la corneta
+presa entre cordones rojos, con los cuales arreos rechazaba en formación
+o revista al más amigo gritando: «¡atrás paisano!» Su indignación cuando
+Tirso le dijo: «¡quita de ahí, mamarracho!» fue espantosa; mas como
+Pateta no era malo, su propósito de venganza no pasó del deseo de
+jugarle una mala partida: no ambicionó causarle daño, sino rabia; no
+sería la suya venganza, sino truhanada. Los sucesos facilitaron su
+intento.</p>
+
+<p>Por aquellos días se temía un movimiento de los absolutistas sobre
+Estella, y Pateta, al salir una mañana de la imprenta, estando ya cerca
+de la calle de Botoneras, oyó pregonar <i>el extraordinario, con la
+derrota de los carlistas</i>, grito que acto continuo le sugirió la forma
+de su proyectada desazón al cura. Todo consistía en gastarse dos cuartos
+en el papel y subir a dar la grata nueva a don José: era la hora del
+almuerzo, y Tirso, que estaría allí, tendría que tragar la píldora.</p>
+
+<p>A los cinco minutos de imaginarlo entraba Pateta en el comedor, donde,
+terminado el almuerzo, conversaba la familia tranquilamente antes de que
+Pepe marchase a su trabajo; doña Manuela y Leocadia estaban doblando el
+mantel, don José haciendo pitillos y Tirso hojeando un libro. En la
+pared, por bajo de la estampa religiosa que compró Tirso, se veía el
+mapa de las Provincias Vascongadas y Navarra, en que don José iba
+marcando la situación de las tropas. Cuando quería ver por dónde andaba
+tal o cual columna, hacia dónde estaba situado este o aquel pueblo, le
+descolgaban el cartón del mapa y le daban una cajita con las banderitas
+que el pobre señor se hizo, por vía de entretenimiento, con alfileres y
+papelitos de colores: las había blancas para los carlistas y moradas
+para el ejército, por decir don José que este era el color de las
+antiguas libertades castellanas.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hay, Pateta?&mdash;preguntó el viejo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues nada, señor; que como hace tantos días que no venía y pasaba por
+ahí cerca, dije: vaya, voy a subir a ver si se les ofrece algo, o si
+<i>quién</i> ustedes que haga cualquier <i>recao</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Nada, hombre, gracias: sigo lo mismo, yo lo mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Y como sé que le gusta a Vd. leer los papeles que salen, y he oído
+pregonar el que van vendiendo ahora, lo he <i>comprao</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Trae, trae, a ver.</p>
+
+<p>Pepe tomó el extraordinario, y después de pasar por él rápidamente la
+vista, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Esto no tiene relación con lo que se esperaba sobre Estella; pero les
+han pegado una buena zurra. Verá Vd. (leyó):</p>
+
+<p>«Extracto de los partes oficiales recibidos hasta la una de la madrugada
+de hoy en el Ministerio de la Guerra:</p>
+
+<p><i>Provincias Vascongadas y Navarra.</i>&mdash;El capitán general comuni...»</p>
+
+<p class="top3">&mdash;Salta, hijo, salta eso. A ver lo importante.</p>
+
+<p class="top3">&mdash;«Comunica que en Aya fueron cogidos a las facciones de los curas Orio
+y Santa Cruz 800 fusiles <i>remingthon</i>, 300 de varios sistemas, cajas de
+municiones, pólvora, piezas de tela, provisiones y papeles; no pudiendo
+detallar las pérdidas del enemigo, que pasan de 50 los muertos y hasta
+200 prisioneros y presentados. De nuestras tropas, cinco muertos del
+batallón de Barbastro, uno de la Princesa y 14 heridos. Entre los
+muertos de los carlistas había un cura, y entre los prisioneros otros
+dos curas, uno de ellos herido.»</p>
+
+<p class="top5">&mdash;Muchos golpes como ese hacen falta&mdash;dijo don José&mdash;una cosa parecida
+ocurrió el año <i>de</i> 48, cuando el brigadier Zapatero y el coronel Damato
+desbarataron en Zaldivia y Amezqueta las partidas de Alzáa y Urbiztondo.</p>
+
+<p>&mdash;Los han <i>reventao</i>&mdash;añadió Pateta.</p>
+
+<p>Después el diálogo continuó sólo entre los hermanos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! ¿qué ha de decir el gobierno? Yo no hago caso de noticias
+oficiales&mdash;dijo Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;Yo sí: habrá alguna exageración, pero la paliza debe de haber sido
+buena.</p>
+
+<p>&mdash;Otra vez me tocará a mí alegrarme.</p>
+
+<p>&mdash;Has podido regocijarte hace poco con el fusilamiento de los
+carabineros. ¡Hasta chicos de diez y seis años!</p>
+
+<p>&mdash;Cosas de la guerra.</p>
+
+<p>&mdash;No. Salvajadas del fanatismo.</p>
+
+<p>&mdash;A eso dan lugar los enemigos de la fe, los que escarnecen la religión.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya salió a plaza la religión de nuestros mayores! No sé en qué
+consiste, pero casi siempre que se comete una infamia de ese jaez sale a
+relucir la religión.</p>
+
+<p>&mdash;Como que su defensa es el origen de la guerra.</p>
+
+<p>&mdash;Y así, a trabucazos, se hace propaganda de mansedumbre y caridad.
+Ordenadas esas infamias por militares, no tendrían disculpa; ¡conque
+figúrate siendo clérigos los autores!</p>
+
+<p>&mdash;Se miente mucho.</p>
+
+<p>&mdash;¡Desgraciadamente, hijo mío&mdash;interrumpió don José&mdash;no son
+exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la
+otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que
+eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte
+personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de
+ojeador? el prior de la Calzada. Los carlistas atacaron el pueblo, los
+nacionales se refugiaron en la torre de la iglesia, y entonces aquéllos
+la incendiaron: un nacional que se descolgó por una ventana, pudo correr
+al caer a tierra, pero le vio el prior y comenzó a gritar: <i>¡a ese
+conejo que se escapa! ¡cazarle!</i> y le mataron. Por supuesto, que el tal
+prior era una fiera. Con pretexto de parlamentar se acercó a la torre, y
+estuvo dando conversación a los sitiados hasta que los suyos arrimaron a
+las puertas astillas y sarmientos: cuando estuvo encendido el fuego,
+paró de hablar. Todos los que estaban dentro ardieron como estopa, y
+cuando el prior oía el llanto de las mujeres y de los niños, decía el
+muy bruto: <i>¡Bien templado está el órgano!</i></p>
+
+<p>&mdash;¡Parece mentira que crea Vd. esas paparruchas!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y lo que está haciendo por ahí ahora ese cura, cuyo nombre es un
+escarnio?</p>
+
+<p>&mdash;Ya tendrá él cuidado de no matar a buenos cristianos: sobre todo,
+¿pensáis que se puede guerrear con <i>sensiblerías</i>?</p>
+
+<p>&mdash;No digas disparates, hijo; me moriría de pena si supiera que eras de
+los clérigos que disculpan esas atrocidades.</p>
+
+<p>&mdash;Le gustarán a Vd. más los que se cruzan de brazos y dejan que les
+persigan y conviertan las iglesias en cuadras y los altares en pesebres.</p>
+
+<p>&mdash;Eso no se ha hecho todavía&mdash;dijo Pepe;&mdash;pero, no te quepa duda, si los
+curas siguen el camino que han emprendido, el pueblo confundirá a los
+representantes con la cosa representada, y entonces...</p>
+
+<p>&mdash;Entonces lo destruiremos todo y no dejaremos vivo ningún liberal...
+¡masones indecentes!</p>
+
+<p>Estaba ya fuera de sí; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio
+a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en
+sangre. Nunca le habían visto tan furioso.</p>
+
+<p>&mdash;¿Vais a reñir por política?&mdash;gritó doña Manuela.</p>
+
+<p>Pateta estaba arrepentido.</p>
+
+<p>Pepe, por evitar que la cosa pasase adelante, trató de bromear,
+diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, hombre, cálmate; otro día puede que entren en Estella o que
+asomen por Chamberí.</p>
+
+<p>Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció;
+levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa,
+trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo,
+clavándolas en el papel con grosera violencia:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí!</p>
+
+<p>Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y
+Madrid quedaron conquistadas. Don José no se atrevió a chistar; Pepe
+soltó una carcajada.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué fuerte te da!</p>
+
+<p>&mdash;¡Esta es una familia podrida!&mdash;prosiguió el cura&mdash;así estáis, así os
+veis, necesitados, pobres, desamparados, dejados de la mano de Dios; tú,
+trabajando en esa imprenta como un gañán, y Vd. <i>(dirigiéndose al
+padre)</i> ahí clavado en una butaca, con el castigo del Señor encima.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hijo mío, líbreme Dios de suponerle tan mezquino que sea capaz de
+castigarme con reuma por ser progresista!</p>
+
+<p>&mdash;¿Reuma?&mdash;exclamó Tirso, sonriendo bárbaramente.&mdash;¡Reuma! ¡No tiene
+Vd. mal reuma! Gota, y de la fina, es lo que tiene usted.</p>
+
+<p>El infeliz escuchó con indecible espanto la brutal revelación. Primero
+quiso incorporarse, sin saber a qué; pero no pudiendo sus manos
+crispadas sostenerle en los brazos del sillón, cayó de golpe en el
+asiento; luego miró estúpidamente en torno, y por sus mejillas
+resbalaron dos lágrimas.</p>
+
+<p>A Pepe se le asomó el furor a los ojos; sintió impulsos de abalanzarse a
+Tirso y destrozarle la cabeza a puñadas. La presencia de doña Manuela y
+Leocadia evitó una cosa horrible; Pepe, conteniéndose al mirarlas, se
+limitó a decir a su hermano, con la voz engañosamente tranquila, pero
+llena de energía:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vete! Soy capaz de matarte.</p>
+
+<p>&mdash;Lo creo&mdash;repuso el cura, procurando aparentar serenidad y dirigiéndose
+hacia su cuarto muy despacio.</p>
+
+<p>&mdash;¡No!&mdash;le gritó Pepe&mdash;¡no, infame; a tu cuarto no, a la calle!</p>
+
+<p>Doña Manuela, que sin atreverse a proferir una sola palabra se había
+interpuesto entre ambos, miró entonces a Pepe como no le había mirado
+nunca, y con un vigor de que jamás dio señales en su vida, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta!</p>
+
+<p>La expresión que adquirió su rostro desconcertó a Pepe: le repugnaba
+creer que su madre hiciera causa común con Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, mamá, ¿sabes lo que acaba de hacer?</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta!&mdash;volvió a gritar ella con mayor imperio.</p>
+
+<p>Pepe no contestó a doña Manuela; pero, volviéndose hacia la puerta del
+cuarto de Tirso, exclamó rápidamente, como si temiera mancharse los
+labios con la palabra:</p>
+
+<p>&mdash;¡Víbora!</p>
+
+<p>Después, todos callaron.</p>
+
+<p>El viejo lloraba como un niño; Pepe, abrazado a él, con la boca pegada a
+su oído, le decía en voz baja prodigios de cariño; doña Manuela salió
+del comedor siguiendo a Tirso, y Leocadia empezó a recoger del suelo el
+mapa y las banderitas, mientras Pateta, que estaba en un rincón aterrado
+ante el conflicto que había promovido, se despidió de repente y salió
+rencoroso contra sí mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe?&mdash;decía
+el enfermo.</p>
+
+<p>&mdash;No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia!</p>
+
+<p>Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a
+molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que
+doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste. Al caer la
+tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo
+ser el causante de todo.</p>
+
+<p>&mdash;No tengo nada que perdonarte: tú no has tenido mala intención: así, o
+de otro modo, ello tenía que suceder.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Cuando por la noche volvió a su casa, todo estaba tranquilo; pero don
+José, al empezar la cena, sufrió un acceso violento, y fue necesario
+acostarle: Tirso hizo ademán de ir a coger uno de los brazos de la
+butaca para conducirlo a la alcoba con Pepe, pero éste le contuvo con
+sólo una mirada. Después, entre él y Leocadia, empujaron el sillón.
+Estando ya en el lecho, don José sujetó a su hijo por el cuello, y le
+dijo temblando, con voz apenas perceptible:</p>
+
+<p>&mdash;Hijo, por Dios, ¡sé prudente! ¡no hagas nada! tu madre... ha dicho que
+si Tirso se marcha, ella también se irá.</p>
+
+<p>Durante la cena, a que el enfermo no asistió, los dos hermanos no se
+dirigieron la palabra; Pepe estuvo con su madre y con Leocadia tan
+afectuoso como siempre; ellas con él, frías y reservadas. Después se
+encerró en su cuarto, sintiendo que el llanto se le agolpaba a los
+ojos.</p>
+
+<p>Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su
+hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el
+amor de Paz le pareció una felicidad mezquina.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXIV" id="XXIV"></a>XXIV</h3>
+
+
+<p>Las <i>Hijas de la Salve</i> eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas
+y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las
+cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral. La piedad
+religiosa pareció acuñarse para sus manos: lo más elegante y rico de la
+Corte les otorgó su apoyo. No había por aquel tiempo mujer devota ni
+dama encopetada que dejara de visitarlas. Dos <i>hermanitas</i> venían
+diariamente a Madrid a recoger ofrendas, y como tenían la colecta
+admirablemente organizada por distritos y barrios, se presentaban en
+palacios y casas a hora conveniente. Sabían que tal señora no se
+levantaba hasta la una, que tal otra era más madrugadora, que para
+hablar a unas era preciso ir a medio día, y que algunas no recibían
+hasta la tarde. La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante
+las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en
+determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que
+la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de <i>lo mejor</i> de
+Madrid. También había casas donde un mayordomo, una doncella, y aun el
+portero, eran los encargados de entregar la limosna, sin que las
+recaudadoras se ofendieran ni dejaran de tomarla. Otra mina de donde
+sacaban gran provecho para adornar su casa y acrecer sus rentas&mdash;que
+eran casa y rentas del Señor&mdash;consistía en una hermandad educadora aneja
+al convento. Las <i>Hijas de la Salve</i>, previa autorización eclesiástica,
+habían hecho dos fundaciones que eran como ramas de un mismo y santo
+árbol: la primera un colegio establecido en el convento, y la segunda
+una asociación devota, calcada en la organización de ciertas cofradías,
+pero con perfección suma. La asociación llamada <i>Limosna de la luz</i>
+tenía por objeto reunir, mediante modestas cuotas mensuales, fondos para
+llevar diariamente, en nombre de los hermanos, determinado número de
+velas de cera al templo donde se adorase a la Santísima Virgen en
+cualquiera de sus advocaciones; pero como los asociados eran muchos y
+pocas las velas necesarias, al cabo de cada mes quedaba en caja un
+sobrante respetable, que se destinaba a misas por los hermanos difuntos,
+funciones de iglesia, novenas, actos de desagravio al Señor por las
+injurias de los impíos, ofrendas al Santo Padre y regalos a templos o
+capillas pobres, que consistían algunas veces en objetos de metal para
+el culto o donaciones para mejoras, pero que generalmente eran de ropas
+sagradas. En un principio la hermandad lo compraba todo; mas como las
+compras salían caras, la asociación estableció un pequeño obrador donde
+recibía a las jóvenes que, hallándose sin trabajo, querían coser a menor
+jornal que para tiendas o particulares: el obrador, pequeño, bien
+dirigido y mejor administrado, trocose pronto en taller grande, de modo
+que al año quedaron enlazados en sabroso nudo la piedad y el lucro,
+viniendo a ser aquello una santificación del trabajo. Hacíase allí toda
+clase de labores de aguja, desde lo más sencillo a lo más complicado y
+primoroso. Se bordaba en blanco, en sedas de colores y en oro; el
+planchado era admirable; los roquetes, albas, paños de altar,
+sabanillas y almohadones para santos sepulcros, parecían obra de hadas;
+los ternos, casullas, mangas y estandartes, eran verdaderos prodigios
+artísticos; y como antes ocurrió que solía quedar un remanente de velas,
+comenzó también a tener la casa en almacén más de lo que había menester
+para sus obsequios. No se había de tirar. La administración dispuso que
+pudiera venderse a bajo precio, con sólo cubrir gastos, y de esta suerte
+se apretó un poco más el lazo de la Religión y el comercio. Al mismo
+tiempo la hermandad <i>Limosna de la luz</i> pensó que su bienhechora
+influencia podía hacer algo mejor que poner velas en los altares,
+regalar casullas o vender ropa barata para el culto: podía&mdash;¡oh
+admirable hallazgo! ¡oh inspiración divina!&mdash;regalar almas al Señor.</p>
+
+<p>Hasta entonces no se había exigido a las obreras del taller sino buena
+conducta y legitimidad de origen&mdash;porque no eran dignas de trabajar para
+tan santo fin las ovejas descarriadas ni las hijas del pecado;&mdash;en
+adelante se las exigió someterse a ejercicios piadosos, explicación de
+la doctrina cristiana y asistencia a determinadas solemnidades en la
+capilla del convento. Un maestro de música formó un coro de primer
+orden, siendo cosa de oír&mdash;y todo el Madrid elegante se regocijó de
+ello&mdash;cómo cantaban salves y motetes por las tardes las infelices que
+pasaban trabajando todo el día. Algunas, a la larga, convencidas de la
+bondad de la continua predicación a que estaban sujetas voluntariamente,
+manifestaban deseos de entrar en las <i>Hijas de la Salve</i>: si su
+habilidad con la aguja podía ser agradable a los divinos ojos y
+beneficiosa al caudal común, se las admitía: en caso contrario, no
+faltaba medio de negarse, resultando que, a despecho de los errores
+humanos, como la casa contaba con la visible protección del cielo, todo
+era en ella prosperidad. Los jornales de las que trabajaban nunca
+subían; pero, en cambio, ¡qué alegría cuando alguna renunciaba al mundo!
+Las señoras que protegían a las <i>Hijas de la Salve</i> solían pagar el no
+muy cuantioso dote necesario y el humilde equipo preciso. ¡Santa caridad
+que sustraía doncellas a la circulación del pecado, evitando que
+llegaran a ser madres de impíos! En vano fue que varios periódicos
+revolucionarios y descreídos dieran la voz de alarma. El Madrid devoto
+estaba entusiasmado: las <i>Hijas de la Salve</i> y la <i>Limosna de la luz</i>
+hacían prodigios. Un día profesaba una rica educanda de pocos años,
+desengañada del mundo; otro, una hija de familia se negaba a ir a pasar
+el domingo con sus padres por adornar un altar; ya una señorita
+manifestaba decidido propósito de acogerse al claustro; ya una de
+aquellas pobres obreras pedía como favor supremo ser adoptada en
+cualquier concepto por las santas Madres, Hermanas, o lo que fueran.</p>
+
+<p>Hubo casos notables. La hija de un caballero, viudo y muy rico, a los
+ocho días de sacada del colegio por su padre, se escapó, volviendo a
+refugiarse bajo el techo sagrado, sin que el infeliz señor pudiera
+verla, porque ella misma le escribió, diciéndole que todo era inútil.
+Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda&mdash;con
+asombro de los materialistas&mdash;como herida por la nostalgia de la
+devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El
+padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las <i>Hijas de la Salve</i>
+eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial
+podía oponérseles? No: aquel santo asilo de almas consagradas a Dios y a
+la propaganda piadosa, no debían nunca verse sujetas a miserables
+tributos, pesquisas de profanos malévolos ni vejaciones parecidas.</p>
+
+<p>La Condesa de Astorgüela era, según unos, desinteresada protectora de la
+doble asociación; según otros, no más que un agente, a quien las <i>Hijas
+de la Salve</i> buscaron, sabedoras de su prestigio cerca de ciertos
+elementos sociales, pagándola sus desvelos, amén de otros beneficios,
+con otorgarla una gran autoridad en el que pudiera llamarse&mdash;sin
+ofensa&mdash;consejo administrativo de la asociación. Tal era la índole del
+piadoso instituto que ansiaba dilatar su pequeño reino en este mundo
+adquiriendo una parte de la propiedad que, lindante con el convento,
+tenía el padre de Paz Ágreda.</p>
+
+<p>La Condesa de Astorgüela, deseosa de proteger a Tirso, o acaso con
+ulteriores miras, hizo que las <i>Hijas de la Salve</i> le emplearan,
+confiándole en compañía de otros sacerdotes la misión de dirigir las
+prácticas piadosas y explicar la doctrina a las hermanas que formaban la
+<i>Limosna de la luz</i>. ¿A quién podían elegir sino al ministro de Dios que
+recientemente dio en el púlpito tan brava muestra de fervoroso celo?
+Tirso entró en seguida en funciones, inundándosele el alma de alegría
+ante el espectáculo de aquellas mujeres que, unas en continuo trabajo,
+otras en perpetua oración, tenían puesta la mirada en el cielo y la
+esperanza en Dios.</p>
+
+<p>Durante algunas semanas, Paz y Pepe se vieron poco; la clausura del
+Parlamento hizo innecesarios al señor de Ágreda los servicios del
+muchacho; mas sabiendo la niña que su padre hablaría en una de las
+sesiones próximas, esperaba la apertura de Cortes con mayor impaciencia
+que político de oficio; porque don Luis tenía propósito de que Pepe
+buscara para él ciertos datos, lo cual significaba que el chico volvería
+a frecuentar la casa con la asiduidad de antes.</p>
+
+<p>Llegó al fin la ocasión, y Pepe volvió a trabajar por las mañanas en el
+<i>hôtel</i> de la Castellana.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Era ya cerca del medio día. El balcón del cuarto de los libros estaba
+abierto, las persianas caídas, y el sol, penetrando por entre sus
+listones, formaba sobre la fina estera de junquillo un dibujo a rayas
+blancas y negras. Las acacias del jardín proyectaban confusamente sus
+movibles sombras en los muros: el silencio y las hileras de volúmenes,
+colocados en los estantes como un ejército de ideas, parecían estímulos
+del trabajo: Pepe, bajo pretexto de tomar apuntes, estaba preparando el
+discurso de don Luis. Nada se oía: sólo el viento agitaba a veces el
+ramaje de los árboles vecinos, obligándolo a chocar contra las
+persianas; la luz intensa desparramaba su claridad hasta los rincones, y
+sobre el paño oscuro que cubría la mesa, las cuartillas, unas vírgenes
+de plumadas, otras ya escritas, atestiguaban de la laboriosidad de Pepe.
+El discurso de don Luis prometía estar cuajado de datos interesantes y
+ser denunciador de graves contradicciones en el criterio y conducta de
+sus adversarios: el escribiente no podía dar al senador la elocuencia de
+que éste carecía; pero, al menos, iba a ponerle en disposición de causar
+efecto con la oportunidad de los recuerdos que despertase. Pepe había
+leído que Girardín fundaba su oratoria en la demostración de la
+versatilidad de los contrarios y, no pudiendo prestarle astucia ni
+facilidad de palabra, procuraba que don Luis hiciese algo parecido. A
+fuerza de revolver <i>Diarios de Sesiones</i>, discursos y periódicos, iba
+reuniendo cuanto era aprovechable para que alardeara de memoria y
+oportunidad. Había instantes en que experimentaba tristeza mirándose
+convertido en agente de la notoriedad ajena; pero luego, considerando
+que así se hacía útil, quizá necesario, al dueño de la mujer amada, y
+que cuanto más le favoreciese más se acercaba a ella, redoblaba su
+actividad y hacía prodigios para aguzar el ingenio. Acaso un día don
+Luis llegase a apreciarle, aunque fuera por egoísmo: él se sentía con
+fuerza bastante para fabricar la celebridad de aquel hombre a cambio...</p>
+
+<p>De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un
+traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la
+cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el
+escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado
+a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a
+cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la
+vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que
+contrastaban con la blancura del traje.</p>
+
+<p>&mdash;Papá ha almorzado solo, porque tenía una cita, y no vendrá hasta las
+tres:&mdash;dijo, tendiendo a Pepe la mano, que él retuvo un instante entre
+las suyas.</p>
+
+<p>&mdash;Pues me voy.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! Ya me he cuidado de decir que tenía yo que venir al despacho.</p>
+
+<p>&mdash;Me repugna esto de quererte a hurtadillas.</p>
+
+<p>&mdash;A mí también; pero, ¿qué remedio? ¡Está bueno lo que pasa! el riesgo
+es mío y el miedo tuyo.</p>
+
+<p>&mdash;Si una imprudencia nos costara no volver a vernos, ¿quién saldría
+perdiendo?</p>
+
+<p>&mdash;Yo, que te quiero con toda mi alma&mdash;dijo Paz con la mayor viveza.</p>
+
+<p>Callaron unos instantes: él tornó a cogerla la mano, por cima de la
+mesa, sintiendo un placer tranquilo y grato, como si el calor que se
+desprendía de su piel le llegase al alma sin pasar por el cuerpo, y
+luego se levantó, yendo a ponerse de pie a un lado del balcón, más cerca
+de ella.</p>
+
+<p>&mdash;No, no; anda a tu sitio.</p>
+
+<p>&mdash;Déjame a tu lado un minuto.</p>
+
+<p>&mdash;¡Cómo me gusta entrar aquí cuando estás trabajando!... Me parece que
+ya eres mío. Los días que no vienes también suelo entrar alguna vez,
+para fingirme que vivimos juntos... y estabas aquí... y que ibas a
+volver en seguida.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué lejos está eso!</p>
+
+<p>&mdash;Mientras me quieras, no importa.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabes, Paz, que parecemos tontos?</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué?</p>
+
+<p>&mdash;Sí: tú, tonta; yo, malo. Nos estamos haciendo ilusiones: esto no puede
+acabar bien.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te gusta otra más que yo?</p>
+
+<p>&mdash;¿Y el tiempo? ¿Y tu padre?</p>
+
+<p>&mdash;Ni mi padre, ni los años, podrán separarnos.</p>
+
+<p>&mdash;Eso es muy bonito y muy romántico; pero la realidad se nos echará
+encima, y ¡qué amarga!</p>
+
+<p>Pepe la había rodeado la cintura con un brazo.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, ¿eh? quéjate ahora de la realidad&mdash;dijo ella, procurando
+desasirse.</p>
+
+<p>&mdash;¿Te ofendes?</p>
+
+<p>&mdash;No; pero... no está bien.</p>
+
+<p>No estaba bien, pero lo toleró.</p>
+
+<p>Sus rostros quedaron tan cercanos, que los rizos de Paz le rozaban a él
+la frente. La crucecita de oro que la niña lucía en el pecho, temblaba
+con el movimiento de la respiración, y el viento suave, penetrando por
+entre los listones de las persianas, parecía empeñado en empujar los
+cabellos de Paz contra la cara de Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Cuando te tengo así&mdash;la decía oprimiéndola el talle&mdash;creo que me
+quieres más, y daría la mitad de la vida por tener derecho a pasearte
+como estamos ahora, así, del brazo, por las calles.</p>
+
+<p>&mdash;A mí me gustaría más estar solitos, sin que nadie nos viese.</p>
+
+<p>Se sentía languidecer, presa de una laxitud incontrastable, como flor
+envuelta en una atmósfera muy cálida: el brazo y el aliento de Pepe la
+abrasaban. Entonces él, sin prisa de ladrón, con verdadera calma de
+dueño, fue aproximando lentamente los labios hasta besarla cerca de la
+boca; y ella, en pago, sin voluntad ni fuerza para rechazarle, oprimió
+la varonil cabeza contra su pecho. No fue beso robado, sino consentido
+primero y agradecido luego.</p>
+
+<p>Al apartarse, Paz le sujetó las manos y, fijando en él los ojos, le
+dijo, ansiosa de leerle el pensamiento en la mirada:</p>
+
+<p>&mdash;¿De verdad me quieres?</p>
+
+<p>&mdash;¡Ojalá estuviera tan cierto de que llegarás a ser mía como lo estoy de
+mi cariño!</p>
+
+<p>Ella se quitó entonces un anillo de oro que llevaba entre otras
+sortijas, y poniéndoselo a Pepe, le dijo, con la leal franqueza de quien
+entrega el alma:</p>
+
+<p>&mdash;¿Entiendes? Tuya para siempre.</p>
+
+<p>Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce
+que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas,
+seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la
+voluntad del otro.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXV" id="XXV"></a>XXV</h3>
+
+
+<p>Según Paz mostraba por lo enamorada mayor empeño en salvar la distancia
+que les separaba, más parecía obstinarse la adversidad en desunirlos,
+colocando a Pepe en peores circunstancias.</p>
+
+<p>Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del
+Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos,
+supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la
+prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante. En vano procuró
+don Luis de Ágreda su reposición: hiciéronle buenas promesas, pero no
+obtuvo resultado; y como la pérdida del destino representaba en casa de
+Pepe una falta de diez y ocho duros a fin de mes, la escasez mal
+disimulada fue degenerando en franca e irremediable pobreza. Además, el
+desorden que causaba doña Manuela con el olvido de todo lo casero era
+cada día mayor: la misa por la mañana, las Cuarenta Horas y vela por la
+tarde, el hacer o escuchar lecturas piadosas y el quedarse medio
+dormida en una silla, a lo cual llamaba pomposamente meditación, no la
+dejaban tiempo para nada. La cena, hecha con prisas al volver de la
+iglesia, unas veces era mala, otras peor y, si Pepe, a causa del trabajo
+de la imprenta, no venía temprano, doña Manuela, Leocadia y Tirso, en
+vez de acostar al pobre viejo, se ponían a rezar el Rosario y la Letanía
+con alguna oración de añadidura, como preces por los herejes o acciones
+de desagravios; con todo lo cual quedábase don José preso en la butaca
+junto a las vidrieras del balcón, mirando pasar gente, viendo encender
+faroles y aumentar las sombras, sin oír palabra que le distrajese ni
+frase que le consolara. Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas
+con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle
+frío, como entumecido. Si pedía que le comprasen periódicos, nunca
+faltaba excusa: los pocos cuartos antes invertidos para entretenimiento
+del enfermo en suplementos y extraordinarios, iban a parar ahora al
+cajón de las ánimas, débil compensación, a juicio de Tirso, de lo
+gastado en regocijarse con noticias contrarias a la buena causa. Además,
+del armario en que estaban faltaron varias obras que don José estimaba
+en mucho, por ser de esas que proporcionan el doble placer de recordar
+el tiempo en que se leyeron y afirmar las ideas que inspiraron:
+desaparecieron de la casa una <i>Historia de las Cortes de Cádiz</i>, la
+anónima del <i>Reinado de Fernando VII</i>, las <i>Cartas a Lord Holland</i>, de
+Quintana; una continuación al <i>Mariana</i>, escrita por Eduardo Chao; los
+<i>Recuerdos</i>, de Alcalá Galiano y otro de Toreno. El expurgo debió ser
+cosa de Tirso, y también la elección de cuatro o seis libracos que, en
+sustitución de aquellos, tomó doña Manuela, como el <i>Método práctico
+para hablar con Dios</i>, del jesuita Franco; el <i>Verdadero Sufragio
+universal</i>, o sea <i>Pío IX y sus bodas de oro</i>; el <i>Interior de Jesús y
+María</i>, el <i>Águila real, pelicano amante, historia panegírica del
+ínclito San Agustín</i>, y el <i>Despertador del alma descuidada en el
+negocio máximo de su salvación</i>.</p>
+
+<p>Otra obra tomó Tirso, guardándola para leer a solas; pero como Leocadia
+le sorprendiera varias veces con ella en la mano, entró en curiosidad y,
+observando que metía el libro en el cajón de la mesita de su alcoba, que
+tenía llave muy chica, intentó y consiguió abrirlo con la de su
+costurero.</p>
+
+<p>El deseado volumen decía en la portada:</p>
+
+<p><i>Mechialogía; tratado de los pecados contra el sexto y noveno
+mandamientos del Decálogo, y de todas las cuestiones matrimoniales,
+seguido de un compendio de embriología sagrada (obra para el clero), por
+Debreyne</i>. Muchas de sus páginas, y párrafos de otras, estaban en latín,
+y lo escrito en castellano cuajado de palabras incomprensibles para
+Leocadia; pero algunas frases que malvelaban lo que debe ignorar la
+doncellez, excitaron su curiosidad. Aquello era un conjunto de
+definiciones de pecados horribles, por ella nunca imaginados,
+descripciones de vicios asquerosos a su castidad desconocidos, alusiones
+a hechos absurdos, y advertencias estúpidas para precaver los delirios
+de la más corrompida torpeza. El ansia de rebuscar pecados no respetaba
+la ignorancia de la virgen ni la conciencia de la esposa, y los hechos
+más naturales e inocentes de la vida servían de base a reflexiones que
+excitaban groseramente los sentidos. Aquel libro buceaba en la
+conciencia humana ávido de espectáculos repugnantes, y al hallarlos se
+deleitaba en su análisis, como larva de corrupción que se revuelca entre
+la podre: mal disfrazado, con frases piadosas y tecnicismos médicos,
+cuanto en él había era perversión de lujuria. Unas cosas leyó Leocadia
+con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases
+que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada,
+dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una
+emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa.
+Pero le quedó al libro el encanto de lo vedado, el aroma excitante de lo
+prohibido, y una tarde volvió a entrar en el cuarto de Tirso para
+hojearlo. La madre estaba en la cocina y el padre postrado en su sillón.
+Llamaron a la puerta, ella no oyó nada, abrió doña Manuela a Pepe y, al
+cruzar éste el pasillo, sorprendió a su hermana leyendo. El rostro de la
+muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos,
+lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por
+primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.</p>
+
+<p>Pepe dudó entre devolver el cuerpo del delito a su hermano u ocultarlo
+para que de nuevo no cayese en manos de Leocadia: por último, pensando
+que Tirso, aunque lo echara de menos, no tendría el atrevimiento de
+reclamarlo, optó por lo último. Además, cualquiera que fuese la
+determinación que adoptara, comprendía que, si llegaba a tener un nuevo
+altercado con Tirso, había de ser agrio, y esto le daba miedo: aún
+sonaban en sus oídos aquellas palabras del viejo: «ha dicho tu madre
+que si Tirso se va también se irá ella.»</p>
+
+<p>Entre tanto, la situación de la familia era cada día más angustiosa. Se
+perdieron las escasas economías de don José; el descuento impuesto a las
+clases pasivas mermó la jubilación, y la cesantía de Pepe fue causa de
+que en la casa comenzaran a faltar medios para atender a cubrir
+necesidades que anteriormente, aunque en cierta medida, no dejaron de
+satisfacerse. La economía se trocó en privación; la comida, sana aunque
+frugal, se hizo mala, porque era forzoso comprarlo todo más barato; y se
+suprimió cuanto se asemejaba remotamente al lujo. El mayor regalo del
+enfermo quedó reducido a tomar, de vez en cuando, un pedacito de
+merluza, o a traerle para postre de la tienda inmediata dos onzas de
+queso o bollos de a cuarto. Las botellas de agua de Vichy, a que estaba
+acostumbrado, quedaron suprimidas, y en la hidroterapia no se volvió a
+pensar. La tristeza de Pepe iba en aumento; unos recursos faltaban,
+otros disminuían; con los objetos de algún valor que fueron empeñados no
+había que contar, por haber vencido los plazos; pero lo peor de todo era
+que el malestar de don José y la miseria, a cada momento más cercana,
+dejaban fría, casi indiferente a doña Manuela y desesperada a Leocadia.</p>
+
+<p>Tirso continuaba dando gracias a Dios después de las comidas.</p>
+
+<p>Lo que más exasperaba a Pepe, era el abandono en que ambas tenían al
+padre, pareciéndole mentira que fuesen las mismas mujeres, antes
+solícitas en el cuidado hasta la exageración, siempre opuestas a todo lo
+que fuese salir, ahora despegadas y ávidas de callejear. La vida de la
+familia varió completamente: por las mañanas, don José, a no ser que
+Pepe le levantara, tenía que esperar en la cama a que madre e hija
+volvieran de misa, y luego aguantarse si se obstinaban en dilatar el
+momento de la comida hasta que llegase Tirso; después, a media tarde,
+marchábanse de nuevo, y ya no se las volvía a ver hasta la noche, sin
+que Pepe se diera cuenta de en qué invertían tales ausencias. Era
+imposible que permaneciesen tanto tiempo en la iglesia. Las mañanas que
+iba él a casa del padre de Paz, tenía Leocadia que quedarse acompañando
+al enfermo; pero doña Manuela, apenas levantada de la cama, desaparecía.
+Pepe, desde que dejó por la cesantía de ir a la biblioteca del Senado,
+dedicó las tardes a hacer compañía a su padre, y entonces comprendió
+que su madre y su hermana habían roto todo lazo que las sujetase al
+hogar. Don José no se quejaba; mas, para el cariño de su hijo, era
+imposible la ocultación de su pena: en cambio no acertaba a explicarse
+el fundamento del imperio que en ellas ejercía Tirso, y los medios de
+que se valió para conquistarlo, pareciéndole absurdo que sólo la
+devoción fuese la causante de tantas desventuras. Sus esfuerzos de
+observación, su vigilancia, apenas descubrían detalles por los cuales no
+era fácil adivinar nada: doña Manuela estaba completamente absorbida por
+el cumplimiento de las prácticas religiosas; todo lo demás era a sus
+ojos ocupación despreciable; pero aparte esto, nunca dio señales de que
+otras atenciones distrajesen su espíritu. Leocadia ponía empeño en
+acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho;
+mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha. Por
+fin, un día, estando recosiendo el mejor vestido que le quedaba, indicó
+a su hermano tímidamente la necesidad de comprar tela para otro: Pepe,
+antes por explorar su ánimo que por oponerse a sus deseos, la dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Tendrás que armarte de paciencia: por ahora, es imposible complacerte
+el capricho.</p>
+
+<p>&mdash;Es necesidad.</p>
+
+<p>&mdash;Pues igual que si no lo fuera. Ya sabes cómo estamos...</p>
+
+<p>&mdash;Saldré desnuda a la calle.</p>
+
+<p>&mdash;No: te quedarás en casa, y así harás compañía a papá.</p>
+
+<p>&mdash;Ya estoy cansada de miserias&mdash;replicó con gesto avinagrado, dando a
+sus ojos una expresión de insolente desenfado que jamás tuvieron.</p>
+
+<p>&mdash;Pues ahora empiezan.</p>
+
+<p>&mdash;Veremos quién las sufre: tú eres el hombre de la casa... conque busca
+el remedio. Si no... a mí no me ha de faltar.</p>
+
+<p>Pepe no pudo sufrir aquel lenguaje, enteramente nuevo en labios de su
+hermana.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿eres tú quien habla así? ¿Se te ha podrido el corazón?</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, vaya; menos <i>sensiblería</i>, y trae cuartos a casa, que eso es lo
+que hace falta.</p>
+
+<p>Esta actitud de Leocadia, su exigencia, descaradamente manifestada, y
+aquel despego junto con el afán de salir, hicieron sospechar a Pepe que
+la manía devota fuese encubridora de próximos y mayores males.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVI" id="XXVI"></a>XXVI</h3>
+
+
+<p>&mdash;Me había propuesto&mdash;dijo una noche en la imprenta Millán a Pepe&mdash;no
+hablarte de ciertas cosas, porque me duele recordar lo pasado; pero es
+necesario que sepas lo que te voy a contar, para que estés advertido. Si
+no andas listo, a los disgustos de ahora tendrás que añadir otros, y de
+peor índole.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres decir?</p>
+
+<p>&mdash;Es necesario... que vigiles a tu hermana.</p>
+
+<p>&mdash;¡Millán!</p>
+
+<p>&mdash;No nos enfademos; ten calma.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso es despecho!</p>
+
+<p>&mdash;Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que
+te conviene: si callo, tú serás quien salga perdiendo. Y me alegro que
+hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho.</p>
+
+<p>&mdash;Habla pronto y claro.</p>
+
+<p>&mdash;Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, tú lo
+viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he
+procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me
+ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me
+había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca.</p>
+
+<p>&mdash;Y ahora, ¿qué pasa?</p>
+
+<p>&mdash;Me propuse que nosotros no riñéramos, y tú dirás si tienes queja de
+mí...</p>
+
+<p>&mdash;Ninguna.</p>
+
+<p>&mdash;Y me propuse también no hablarte nunca de ella. Hoy lo hago, no por
+Leocadia, soy franco; sino por tí. ¿Sabes dónde pasa muchas tardes?</p>
+
+<p>&mdash;Su madre se la lleva a novenas y fiestas de iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;Y a otras partes.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mira bien lo que dices!</p>
+
+<p>&mdash;No te atufes. A Tirso le ha hecho, no sé quién, capellán de una
+cofradía, hermandad, o lo que sea, que llaman las <i>Hijas de la Salve</i> o
+la <i>Limosna de la luz</i>, no lo sé fijamente, y Tirso las lleva con mucha
+frecuencia a las fiestas de la iglesia: hay capillas privadas, como hay
+teatros caseros. Hasta aquí todo va bien; pero, de paso, ya sabes por
+qué dejan a don José solo las horas muertas. Lo malo es que antes y
+después de las funciones de iglesia se están allí ratos y más ratos, en
+una sala donde las <i>hermanitas</i> reciben la visita de las familias de sus
+educandas, donde además venden la ropa de un obrador que tienen:
+aquello es medio tienda medio sacristía, y allí va toda clase de gente.
+Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las
+oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo
+diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus
+nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la
+tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la
+labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto. Con las
+señoras de la grandeza y las que quieren imitarlas, van allí algunos de
+esos devotos que desgastan con las rodillas los ruedos de las iglesias
+y, tras las mujeres, van señoritos elegantes a ver lo que se pesca,
+¿entiendes?</p>
+
+<p>&mdash;Sigue.</p>
+
+<p>&mdash;Uno de esos señoritos está buscándole las vueltas a Leo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás seguro de lo que dices?</p>
+
+<p>&mdash;¿Puedes suponer que me hubiese metido en esto si no lo estuviera?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo lo has sabido?</p>
+
+<p>&mdash;Esa cofradía ha mandado imprimir unos reglamentos en casa de Lozano,
+donde yo estuve ayer; él tiene <i>prisas</i>, me ha pedido que le hagamos
+aquí la tirada, y con este motivo, estuvo hablándome de esas <i>Hijas de
+la Salve</i>, y me lo ha contado todo. Lozano es hombre formal, incapaz de
+mentir, y, vamos, son cosas que no se inventan. Él ha ido allí varias
+veces y ha visto a Tirso, y a tu madre, y a Leocadia hablando, muy
+entusiasmada con varios señoritos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y en particular con alguno?</p>
+
+<p>&mdash;No lo sé; pero ¿qué importa? No te hagas ilusiones; tu hermana es
+honrada, todo lo que quieras... pero ya puedes figurarte lo que buscarán
+esos caballeretes.</p>
+
+<p>Pepe quedó pensativo; involuntariamente se acordó de Paz, de la
+desigualdad que le separaba de su amante y de que, sin embargo, aquel
+amor no podía ser más sincero ni honesto. Lejos de ocultar a Millán sus
+ideas, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Y si yo hablo con ella, ¿qué caso ha de hacerme mi hermana? Puede
+decirme que también yo estoy en amores con una mujer superior a mi
+clase.</p>
+
+<p>&mdash;Calla hombre, no compares: ¡buena diferencia! La malicia está
+generalmente en el hombre; y siendo tú como eres, tu novia es para tí
+sagrada. Lo otro es distinto: la atacada es la parte débil... y, en fin,
+con estar avisado y ser cauto, nada pierdes. Por interés mío no te
+hablo: no he vuelto nunca a imaginar que yo pudiese tener nada con
+ella. Además, ya sabes que <i>estoy</i> con Engracia.</p>
+
+<p>&mdash;Tienes razón.</p>
+
+<p>&mdash;A estar yo en tu pellejo, lo primerito que hacía era prohibirla que
+volviese.</p>
+
+<p>&mdash;Se arma en mi casa la de Dios es Cristo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues chico, que se arme; pero pon remedio.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tendrás medio de averiguar?...</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué más quieres saber? ¿No te digo que andan tras ella sin que les
+rechace? ¿que se ponen a charlar con ella en cuanto llegan? Por supuesto
+que, según Lozano, la mitad de las señoras van allí a eso. En la puerta
+hay una de carruajes que no se puede pasar, y todo son miradas, frases
+cambiadas como al descuido, darlas el brazo hasta los coches, en fin,
+como los domingos a la entrada de las iglesias de moda.</p>
+
+<p>&mdash;¡Y para eso dejan solo a mi padre! ¡Te juro que lo evitaré!</p>
+
+<p>Hablaron después de otros asuntos; pero Pepe no podía fijar en nada la
+atención. Iban ya a separarse, cuando Millán le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Ahora voy a pedirte yo un favor.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que quieras.</p>
+
+<p>&mdash;Me han propuesto un negociejo que me conviene. Se trata de ir a Ávila
+para montar unas máquinas: cuestión de pasar allí unos días; estancia y
+viajes pagados, y cuatro mil realitos. No sé aún cuándo será la cosa,
+pero he aceptado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué puedo hacer yo?</p>
+
+<p>&mdash;Quiero que mientras yo esté fuera veas a Engracia con frecuencia, y
+que si necesita algo se lo des; yo te dejaré cuartos... En fin, que sepa
+yo lo que hace. ¡Está más guapa!</p>
+
+<p>&mdash;Corriente: haré eso y todo lo que me encargues.</p>
+
+<p>&mdash;Nada más: no tengo persona de mayor confianza que tú.</p>
+
+<p>Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al
+cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi
+llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz
+de ahogar a Tirso entre las manos.</p>
+
+<p>El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de
+pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena.
+Cuando salió a la calle, el aire fresco le serenó algo; pero el bochorno
+sufrido oyendo a Millán le pesaba en la memoria como el rubor de una
+falta propia: unos instantes le agradecía el aviso; otros, casi le
+guardaba rencor. La razón le dijo, al fin, que era más sensato lo
+primero. Anduvo de prisa, impaciente por hablar en seguida con Leocadia,
+y al llegar a su casa subió apresuradamente la escalera, sin saludar a
+la encajera del portal, y tiró de la campanilla, que sonó hacia el fondo
+del pasillo, sin que se oyeran pasos ni rozar de faldas contra las
+paredes. Volvió a llamar, nervioso por la impaciencia, y nada, ni el
+menor ruido: no abrieron. No era creíble que hubiesen dejado solo a su
+padre: ¿qué ocurriría? Esperó unos minutos y tornó a tirar del llamador,
+dando, además, con el pie en la puerta. Tampoco se oyó nada. Entonces
+echó escaleras abajo, y llegó al portal a tiempo que la puntillera
+terminaba de recoger su puesto para irse.</p>
+
+<p>&mdash;¡Jesusa!&mdash;gritó desde el último tramo&mdash;en mi casa no abren: ¿sabe Vd.
+si ha sucedido algo?</p>
+
+<p>&mdash;Están fuera.</p>
+
+<p>&mdash;¿Todos?</p>
+
+<p>&mdash;Todos.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿y mi padre?</p>
+
+<p>&mdash;Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije
+<i>ná</i>. La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro,
+diciéndome que tuviera <i>cuidao</i>... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba
+a cuidar! Si me hubieran <i>dao</i> el picaporte... <i>quié icir</i> que podría
+haber subido por si el señor <i>nesecitaba</i> algo.</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que está solo arriba desde las cuatro?</p>
+
+<p>&mdash;Cabalito.</p>
+
+<p>Iban a dar las nueve: hacía más de cuatro horas y media que el pobre
+anciano estaba solo, como perro enfermo abandonado en un desván. Aquello
+era ya demasiado. Pepe, procurando no perder la calma, a pesar del enojo
+que le dominaba, sintió la necesidad de cerciorarse de que nada le había
+sucedido a don José. Lo primero que se le ocurrió fue hacer saltar de un
+bastonazo el ventanillo y llamarle, por tranquilizarse escuchándole
+contestar; pero desde el sitio donde solían ponerle la butaca, junto al
+balcón del comedor, era difícil que oyera: hablarle desde las ventanas
+de los vecinos que daban al patio, también era inútil; y mientras
+rápidamente lo concebía, la imaginación le presentaba a los ojos a su
+padre postrado en la butaca, silencioso, triste, en cruel soledad toda
+la tarde. Salió a la calle para buscar quien descerrajase la puerta, tan
+excitado el ánimo contra su madre y sus hermanos, que casi deseaba no
+verles llegar para que apareciese más justificado el tropel de ásperas
+reconvenciones y palabras duras que se le venían a los labios.</p>
+
+<p>&mdash;<i>Mialos, mialos</i>, por donde asoman&mdash;dijo de pronto la puntillera.</p>
+
+<p>Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada,
+llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano;
+Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él;
+Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de
+primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se
+adelantó al encuentro de su madre.</p>
+
+<p>&mdash;Se nos ha hecho un poco tarde&mdash;dijo ella, adivinando el estado de su
+hijo.</p>
+
+<p>Él la quitó violenta, casi brutalmente la llave de la mano, tratándola
+por vez primera sin miramiento, y penetrando en el portal echó escaleras
+arriba. Abrió precipitadamente la puerta del cuarto y llegó al comedor.</p>
+
+<p>Don José estaba inmóvil en el sillón, oprimiéndose la frente con un
+pañuelo ligeramente manchado de sangre: sobre una mesa inmediata había
+una bujía y una caja de fósforos. Sin preguntarle nada, adivinó Pepe lo
+sucedido: al anochecer debió intentar encender la vela, y al querer
+alcanzar los fósforos, se cayó. El quedar la palmatoria y las cerillas
+al alcance de su mano, demostraba en la madre y los dos hijos propósito
+de regresar tarde, aunque esperasen llegar antes que Pepe; pero sucedió
+lo contrario. La herida de don José era insignificante, mas la vista del
+pañuelo manchado de sangre puso a Pepe fuera de sí.</p>
+
+<p>&mdash;Nada me sorprende de tí; eres cura&mdash;dijo encarándose con Tirso, al par
+que examinaba a su padre la frente&mdash;pero, ¡vosotras!...</p>
+
+<p>&mdash;Hijo, no creí que fuese tan tarde.</p>
+
+<p>&mdash;¡Parece que ya no eres mi madre! Tú&mdash;añadió dirigiéndose a
+Leocadia&mdash;no volverás a salir sin permiso mío.</p>
+
+<p>&mdash;Ordeno y mando. ¿Sin permiso tuyo? ¡Tiene gracia!</p>
+
+<p>Su voz tomó inflexiones de burla provocativa: Pepe, sin dejar de limpiar
+con cuidado la poca sangre que don José tenía ya casi seca en el
+nacimiento del pelo, repuso enérgicamente:</p>
+
+<p>&mdash;¡No! no saldrás sin permiso mío. Ya que es preciso, lo diré claro,
+hablaré como nunca me habéis oído hablar. Las circunstancias me han
+hecho jefe de la casa; cuanto aquí entra, lo traigo yo; yo soy quien
+trabaja, quien se desvela porque no nos muramos de hambre, y no
+consentiré que nadie, ¿oyes, Tirso? no toleraré que ningún extraño me
+robe mi autoridad. Entendedlo bien... yo, con lo que gano, tengo de
+sobra para mí; si no se me obedece, soy capaz de abandonaros a todos.</p>
+
+<p>A pesar de tener tan sorbida la voluntad por el cura, en una sola frase
+resumió entonces doña Manuela los buenos sentimientos de Pepe, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Eso sí que no lo creo! ¡eres incapaz de ello!</p>
+
+<p>Tirso creyó que podía oponer su autoridad a la de Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;Y yo, ¿no soy el hermano mayor?</p>
+
+<p>&mdash;¿Tú mi hermano? Tú eres cura, y nada más. Quítate de delante, porque
+me falta la calma... ¡Infames, maldita sea vuestra devoción y vuestra
+iglesia! ¡Sois los ateos del cariño!</p>
+
+<p>En vano pretendió la madre acercarse: Pepe no lo consintió. Con agua de
+una botella que había sobre el aparador, lavó al padre la frente y,
+convencido de que la lesión no tenía importancia, se limitó a ponerle en
+ella un trozo de tafetán; pero la ira no le salió del alma: comprendía
+que, a dar el golpe un poco más fuerte, aquello hubiera sido una
+escalabradura muy grave: doña Manuela no se atrevió a chistar: Leocadia
+continuaba mirando descaradamente a Pepe.</p>
+
+<p>&mdash;¿Conque ahora mandas tú?&mdash;le decía con sorna&mdash;vaya, hombre, me alegro:
+pon un bando en el pasillo.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! No saldrás sino cuando yo quiera; y, sobre todo, no vuelves a
+poner los pies donde has estado esta tarde. ¿Piensas que no sé a lo que
+vas? Eres mi hermana, ¿lo entiendes? y antes de que pierdas la
+vergüenza, seré capaz de ahogarte.</p>
+
+<p>&mdash;¡Uf! ¡qué miedo! Mañanita vuelvo si se me antoja...</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta, hijos míos! Pepe, no te irrites&mdash;interrumpió don José con
+acento débil&mdash;no volverá, yo la suplicaré que no vaya... y preparadme la
+cena, que tengo mucha necesidad.</p>
+
+<p>Cenaron en silencio y Pepe acostó a su padre, sin querer ajena ayuda ni
+cruzar con nadie la palabra: después se recogieron doña Manuela y
+Leocadia. Cuando iba Tirso a entrar en su cuarto, le dijo Pepe:</p>
+
+<p>&mdash;Espera, tenemos que hablar: no es posible que continuemos así.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVII" id="XXVII"></a>XXVII</h3>
+
+
+<p>La luz escasa de la lamparita, sucia y mal despabilada, iluminaba el
+comedor, donde menudeaban las señales de incuria y abandono. Pocos meses
+antes, los mismos objetos y muebles que allí había estaban limpios y
+ordenados: ahora el polvo velaba las tablas del aparador, grandes
+manchas de grasa afeaban las puertas a la altura de las manos, los
+visillos blancos del balcón parecían grises, los cojines en que don José
+apoyaba las piernas estaban medio destripados en el suelo, y el
+mugriento hule que servía de tapete a la mesa mostraba descosidas y
+colgando hasta la estera las tiras de su ribete de trencilla. Todo
+indicaba que los ojos de la madre y la aguja de Leocadia prescindían de
+lo que antes constituía su mayor desvelo; lo único limpio, nuevo y
+reluciente que allí quedaba, era el marco dorado que compró doña Manuela
+para la estampa de la Virgen.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quieres?&mdash;preguntó Tirso&mdash;¿Vas a seguir echándolas de amo? Habla
+y acaba pronto.</p>
+
+<p>Pepe, dominando cuantos resentimientos abrigaba contra su hermano y
+dando tregua al encono, como si aún fuera posible devolver a la casa la
+tranquilidad perdida, no hizo caso de aquellas palabras ásperamente
+pronunciadas.</p>
+
+<p>&mdash;Óyeme, Tirso: vamos a ver si es posible que tengamos paz. Empiezo por
+rogarte que me perdones cuantas frases desagradables me hayas oído desde
+que llegaste a Madrid: todo lo que te haya molestado, como si no lo
+hubiera dicho.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno, ¿y qué?</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres prestarte a que vivamos todos en buena armonía? Por mi parte
+estoy dispuesto a todo género de sacrificios.</p>
+
+<p>Las palabras de Pepe tenían acento de sinceridad, pero iban saliendo de
+sus labios tardas, premiosas; hablaba como hombre que, sin esperanza de
+éxito, cumple un mandato de su conciencia, tanto más enérgico, cuanto
+más súbitamente concebido; quería demostrar buena voluntad antes de
+desplegar la energía de que era capaz.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí puedes estar&mdash;añadió&mdash;en libertad completa: sólo te ruego que no
+distraigas a Leo y a mamá. Sé dueño de tus acciones, pero déjalas a
+ellas que cuiden de la casa. Parecen otras; mira cómo tienen esto, tan
+sucio; nunca ha estado así y, sobre todo, con lo que no transijo es con
+el abandono de papá: no quiero que vuelva a ocurrir lo de esta tarde.</p>
+
+<p>&mdash;Es decir, que me cruce de brazos y vuelvan a vivir lo mismo que antes,
+como judíos.</p>
+
+<p>&mdash;No entremos en apreciaciones: ¿a qué reñir? Tú puedes hacer lo que te
+acomode: déjalas a ellas que vivan como han vivido siempre; yo me
+encargo de encarrilarlas otra vez y de que esta casa sea lo que fue.</p>
+
+<p>&mdash;Desbaratando lo poco que llevo hecho.</p>
+
+<p>&mdash;Comprendo que, por tu estado, has de intentar ciertas cosas... Mira,
+no es posible que discutamos, porque no nos entenderemos; pero te haré
+una reflexión, nada más que una. Me parecería disculpable que hubieses
+tratado de que fueran a misa, hasta de que se confesasen; pero, chico,
+lo que sucede es horrible. ¿Es o no es verdad que mi padre está hoy aquí
+peor que en un hospital?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué culpa tengo? Lo que ocurre es que las he hecho ver lo infame, lo
+horrible del olvido en que tenían a Dios, el peligro que corrían de
+condenarse y de que se condene nuestro padre: han comprendido que me
+sobraba razón, y han puesto el remedio.</p>
+
+<p>&mdash;De modo que lo que urge es salvarse, y el prójimo que reviente; que yo
+me rinda a fuerza de trabajar para impedir que esta pobreza de hoy sea
+mañana miseria espantosa y, entre tanto, vosotros, a dormir a la
+iglesia, que está fresca en verano y abrigada en invierno, a vestir
+santos, limpiar altares y cantar jaculatorias porque el cielo es azul y
+porque la Providencia dispone la comida a los pajaritos del campo... Y
+yo, entre tanto, todo el día tronchado sobre la mesa, matándome a
+trabajar. No, chico, a eso no me avengo. Quiero que vivamos igual que
+antes; ellas en casa y para mi padre... tú, como gustes, nada te pido.
+Siempre tendrás aquí la cama y la mesa, con tal que no nos obligues a
+reñir unos con otros. ¿Quieres llevarlas a misa? Pues llévalas. ¿Quieres
+que visiten al Santísimo? ¡Por mí, que le envíen tarjeta! Lo que no
+tolero, es que dejen a papá solo y esté la casa hecha un asco. Yo no
+puedo permanecer aquí constantemente; y, además, su situación exige
+cuidados que un hombre no puede ni sabe darle. Consentiré que mamá y
+Leocadia sean devotas; pero antes tienen que ser lo que han sido hasta
+ahora, mujeres de su casa y enfermeras de mi padre. Por grande, por
+fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte
+comprender esto.</p>
+
+<p>&mdash;Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a
+presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario
+había en la casa!</p>
+
+<p>&mdash;Y vivíamos tan ricamente.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades.</p>
+
+<p>&mdash;Pues yo no quiero consentir lo otro. Sé religioso, pero cesa de ser
+fanático: verás cómo dejo de ser impío.</p>
+
+<p>El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la
+calma.</p>
+
+<p>&mdash;Si te acomoda&mdash;continuó&mdash;estar de bruces todo el día y usar cilicio,
+aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin
+cuidado. En cuanto a ellas, que recen en casita; devoción a domicilio,
+la que se te antoje; pero tengo resuelto que mi padre vuelva a verse
+bien asistido y que Leo no tenga ocasión de perderse por ir a esa
+cofradía que ha puesto tienda de ropas. Con estas dos condiciones
+podemos vivir en paz. ¡Buen cuidado tendré yo de no discutir contigo! Me
+repugnan estas reyertas; pero, chico, lo de esta tarde me ha llegado al
+alma. Si papá se da el golpe un poco más fuerte, se mata.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que ha pasado hoy no tiene nada de particular. Si padre no hubiese
+querido levantarse...</p>
+
+<p>&mdash;Si no le hubierais dejado solo... En fin, ¿te allanas o no a que
+vivamos en paz?</p>
+
+<p>&mdash;¿Quieres que me resigne a veros vivir como masones? ¡Cuando empiezan
+ellas a comprender que lo que estaban haciendo no tenía perdón de Dios!</p>
+
+<p>&mdash;Figúrate que has predicado en desierto, y no intentes más conquistas
+de almas. Para mí, antes que todo, está el reposo de la casa.</p>
+
+<p>&mdash;Pues haz cuenta que nada hemos hablado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Insistes en convertir esto en un infierno con tu ridícula propaganda?</p>
+
+<p>&mdash;Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de
+cuidados?</p>
+
+<p>&mdash;A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe
+importarle poco la vida.</p>
+
+<p>&mdash;¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y
+responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿Sí o no?</p>
+
+<p>&mdash;¡Este es&mdash;exclamó Tirso amargamente&mdash;el fruto de las ideas modernas!
+Vive una familia en repugnante impiedad, un sacerdote, hijo de esa
+misma familia, se propone redimir de su ignorancia a los desdichados y,
+otro hijo, su propio hermano, le arroja de allí... es decir, lo intenta.</p>
+
+<p>&mdash;¡Lo hace! ¿Piensas que por ser cura, y por invocar leyes divinas, que
+pierden en vuestros labios su grandeza, te asiste derecho a mantener en
+continua discordia una casa donde antes jamás se oía una frase más recia
+que otra? ¿Qué tienen que ver con esto las ideas modernas? ¿Ni qué hay
+de común entre vosotros, sectarios de una superstición infame, y la
+doctrina del Mártir que injuríais a cada paso? ¡Quemáis incienso en las
+iglesias, y propagáis por el mundo la pestilencia de vuestro egoísmo!</p>
+
+<p>&mdash;Egoísmo el tuyo, que estimas la tranquilidad de tu vida en más que la
+salvación de tu padre. Vuestra impiedad sólo atiende a los dolores de
+aquí bajo: la Iglesia, con previsión admirable, busca la eterna
+bienaventuranza para el alma. Por eso removemos el mundo a nuestro
+antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra
+causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su
+fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que
+arrolla la tormenta y se acogen al puerto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia?</p>
+
+<p>&mdash;Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad. El primer
+pueblo que reconquistemos será este.</p>
+
+<p>&mdash;¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni
+vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan
+desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional
+por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis
+nuestras conciencias, y somos escépticos. Eso hicieron los de tu raza
+con el país en nombre de la religión, sembrando la ignorancia y la
+incredulidad, como tu fanatismo ha sembrado aquí la desdicha.</p>
+
+<p>&mdash;He procurado contrarrestar el mal que causaba tu ateismo.</p>
+
+<p>Pepe rechazó vigorosamente la acusación del cura, y entonces sus frases
+ganaron en alteza lo que perdieron en naturalidad.</p>
+
+<p>&mdash;Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No,
+Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester
+homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. Tú le adoras en templos, que
+aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me
+basta para verle el resplandor de la caridad que Él me inspira. Tú has
+de postrarte como salvaje que hace sacrificios a un leño: yo le llevo en
+la razón, que no se arrodilla ante nadie. Tú has venido a traer al
+mundo, <i>no la paz, sino la espada</i>: yo soy de los que dicen con San
+Pablo: <i>hermanos, ¡sois llamados a la libertad!</i> La fe estéril es tuya:
+las obras fecundas son mías. Tus creencias te arrastran al proselitismo,
+que es la intolerancia y la persecución, o al ascetismo, que es la
+aberración del egoísmo y la negación de la vida social. Tu fe hace
+fanáticos, tu esperanza soñadores: mi caridad hace hombres. Vosotros
+embrutecéis a la mujer, como querido que la pervierte para dominarla; y,
+enseñándola un cadáver clavado en una cruz la decís: «ese es tu amante:»
+nosotros, cuando jóvenes, la poetizamos con nuestro amor, y luego la
+idolatramos como a madre. ¿Vosotros? vosotros la prometéis el reino de
+los cielos, para robarla el imperio de la tierra: nosotros la damos el
+corazón por trono. ¡Habláis de familia! Recuerda lo que has hecho desde
+que aquí entraste. Me has robado el cariño de mi madre, sin atesorarlo
+para tí, porque eres incapaz de comprender lo que vale; porque te basta
+el amor frío a las imágenes de palo. Has hecho que Leocadia riña con un
+hombre honrado y bueno, que podía haberla hecho feliz: y ¿para qué?
+para llevarla ahora a las reuniones de esa hermandad, donde la devoción
+es negocio y la piedad tercera de seducciones. Por culpa de tu maldito
+sermón me han quitado medio de trabajar, y lo que hoy es aquí escasez,
+será mañana miseria irremediable. ¿Acaso nos traerás tú ahora maná del
+cielo o dinero de San Pedro? Has entontecido a mi pobre madre hasta el
+punto de que, por vestir a una virgen, deje solo a papá, olvidándose de
+la pasión de toda su vida y manchando con mala vejez una existencia
+consagrada al cariño. Todo eso has hecho... ¡y dices que en nombre de
+Dios!</p>
+
+<p>&mdash;¡Cien veces lo volvería a hacer! No tengo la culpa de que te hayan
+quitado el destino, ni de que tu madre descuide sus quehaceres. En más
+altas cosas me empleo. ¿Vienen males del Señor sobre la casa? Paciencia
+y resignación. Rico era Job y fue paciente y resignado cuando se vio
+pobre y zaherido; pero no perdió la fe. Te dueles de las cosas del
+cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de
+menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que
+Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya
+estaba sucio de pecado.</p>
+
+<p>&mdash;Si no fuera por la situación de nuestro padre, tu lenguaje me haría
+gracia. ¿Conque Job tuvo paciencia y Leocadia estaba sucia de pecado
+cuando, en vez de ir a corretear iglesias, atendía a las necesidades de
+papá? ¿Conque ahora, que mi madre casi ha perdido el juicio, es cuando
+estás abriendo para ella el Paraíso? Sí, ¿eh? pues ahora es cuando abro
+yo la puerta de casa para que te vayas. No quieres vivir con nosotros
+como hermano, ¿verdad? ¿Te empeñas en actuar aquí de cura? Pues ¡a la
+calle! Mañana te marchas, para no volver nunca.</p>
+
+<p>&mdash;Eso, eso es&mdash;dijo Tirso al oír la palabra <i>cura</i>.&mdash;Aprovecha la
+ocasión que se te presenta para ofender a un sacerdote. Mis ropas, mis
+hábitos son los que te irritan. ¡Nada importa! Estos paños negros son en
+el mundo la bandera de la verdad y del bien; por eso la llevamos ceñida
+al cuerpo, para caer envueltos en ella.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bonita frase! apúntala para otro sermón carlista.</p>
+
+<p>&mdash;Lo que apuntaré en la memoria, es la infamia que por odio a mi clase
+cometes conmigo.</p>
+
+<p>&mdash;Te engañas. Si hubieses querido ser mi hermano, no me acordara yo
+nunca de tu sotana. Ahora, ya es tarde: harto veo que tu conducta no es
+fruto de la depravación del hombre, sino del celo del sectario. Unos
+ensangrentáis los campos; otros desunís las familias. En el monte usáis
+trabuco; en poblado os valéis del confesonario. Aquí has perdido la
+partida.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es decir, que me echas?</p>
+
+<p>&mdash;Piensa bien lo que respondes. Tirso: ¿quieres vivir con nosotros como
+hermano, sin acordarte para nada de que eres clérigo?</p>
+
+<p>&mdash;No.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, vete y sé feliz, si puedes. No exijo, aunque lo mereces, que
+salgas ahora mismo de casa. Mañana podrás ver a papá por última vez,
+aunque no creo que te importe gran cosa; pero nada le digas. Luego, te
+marchas cuando quieras y envías por tus ropas. Sobre todo, sé prudente y
+evita que mi madre adopte cualquier resolución descabellada, ¿entiendes?
+porque te costaría muy caro.</p>
+
+<p>Pepe pronunció las últimas frases con la serena altivez de quien, dueño
+de su voluntad y seguro de su fuerza, está resuelto a exigir obediencia:
+la menor provocación hubiese trocado en violencia su energía. La extrema
+palidez del rostro, demudado por la cólera, los labios trémulos y la
+terca obstinación de sus miradas, intimidaron a Tirso que, esquivando
+encararse con su hermano, le dijo fríamente:</p>
+
+<p>&mdash;Abur.</p>
+
+<p>&mdash;Ve en paz.</p>
+
+<p>Entró el cura en su cuarto y Pepe en su alcoba.</p>
+
+<p>Así se separaron.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Pepe se fue por la mañana temprano a su trabajo, evitando ver de nuevo a
+Tirso: éste conversó breve rato con la madre y luego entró en la alcoba
+de don José.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós padre&mdash;le dijo&mdash;hoy me marcho... ahora mismo!</p>
+
+<p>El viejo, que la noche pasada había escuchado confusamente el rumor de
+la conversación de ambos hermanos, adivinó la causa de aquella
+despedida; mas nada hizo por evitarla. Su respuesta fue prueba de que
+comprendía cuanto había ocurrido.</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós, hijo mío: sé dichoso y acuérdate alguna vez de nosotros!</p>
+
+<p>&mdash;¡Adiós, padre; rogaré al Señor por ustedes!</p>
+
+<p>En seguida Tirso sacó a rastra sus dos baúles hasta el pasillo, diciendo
+a Leocadia:</p>
+
+<p>&mdash;Hasta luego: ya vendrán por eso.</p>
+
+<p>Y bajó la escalera inmutable, con los ojos enjutos.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>XXVIII</h3>
+
+
+<p>El remedio fue enérgico, pero tardío; la determinación de Pepe resultó
+estéril.</p>
+
+<p>Tirso logró, por mediación de la Condesa, que, a más de su sueldo de
+capellán, le diera la cofradía habitación y luz, prestándose a ello las
+Hermanas cuando supieron que se trataba del agente encargado de
+facilitar la adquisición de los terrenos de don Luis de Ágreda.</p>
+
+<p>Doña Manuela pasaba las mañanas en las iglesias, frecuentando hasta las
+más lejanas de su casa, y las tardes en la <i>Limosna de la luz</i>, de donde
+solía volver cuando encendían los faroles de las calles. Leocadia,
+obligada por la fuerza de las circunstancias y quizá temerosa de su
+hermano, cuidaba algo más al padre; mas también volvió a las andadas.</p>
+
+<p>Una tarde, al regresar Pepe de la imprenta, la encajera del portal le
+dijo que la <i>señá</i> Manuela y la señorita acababan de subir.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿han salido las dos?</p>
+
+<p>&mdash;<i>¡Anda!</i> a media tarde ¡si <i>paece</i> que andan <i>too</i> el día <i>pingando</i>!</p>
+
+<p>La situación llegó a ser insostenible: doña Manuela oía sin chistar los
+ruegos, súplicas y amenazas de su hijo, sin que de sus labios brotaran
+respuesta dura o frase desapacible, mas tampoco promesa de enmienda.
+Leocadia alardeaba de rebelde con tal descaro, que su hermano empezó a
+comprender que la lucha era inútil. No le quedaba más recurso que hacer
+solo frente a la desgracia, dedicándose a permanecer todo el día
+cuidando de su padre; pero aun esto era irrealizable, porque necesitaba
+ir a trabajar y no podía estar en dos sitios a la vez: atendiendo a su
+enfermo, ¿cómo ganar el jornal? yendo a la imprenta, ¿cómo asistir al
+padre?</p>
+
+<p>La madre, rendida por los largos paseos que se daba para ir casi
+diariamente a la <i>Limosna</i>, hacía de mala gana la cena en las primeras
+horas de la noche y se acostaba, ansiosa de madrugar y oír misa
+tempranito; de modo que, obligada Leocadia a soportar el trajín y los
+quehaceres de la casa, todo lo descuidaba. La estrechez de recursos
+impuso economías, y entonces se resistió a sufrir ciertas privaciones y
+molestias. La cosa más insignificante era allí ocasión de disputa, y el
+último altercado era el de palabras más ágrias. Una tarde, al querer
+Pepe acostar a don José antes de lo acostumbrado, vio que no le habían
+hecho la cama, y como increpase a su hermana, repuso ella:</p>
+
+<p>&mdash;¿Soy yo criada? Ya que te llenas la boca de que eres el amo, trae a
+casa quien te sirva. Haré la cama de papá; pero la tuya la haces tú... o
+tráete de doncella a la novia.</p>
+
+<p>La falta de dinero dio margen a escenas repugnantes. Millán llevaba
+adelantados a Pepe dos meses de jornales; fue preciso deshacerse de
+cuanto tenía algún valor; el reloj de don José, el de Pepe y varios
+cubiertos de plata se malvendieron a un platero de portal; el dueño de
+la lonja de ultramarinos amenazó con no seguir fiando si no le
+entregaban algo a cuenta, y llegadas a tal extremo las cosas, aun se
+resistió Leocadia a empeñar una sortija de poco precio, que Pepe la
+regaló en tiempos más felices.</p>
+
+<p>Un hecho de desgarradora elocuencia vino, por fin, a demostrar la
+imposibilidad de que continuara aquel desconcierto, fundado en la
+profunda variación sufrida por la madre y la hija. Una noche Leocadia
+volvió sola de <i>La limosna</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y mamá?&mdash;la preguntó su hermano.</p>
+
+<p>&mdash;Mamá no viene.</p>
+
+<p>El muchacho, fuera de sí, resistiéndose a entender lo que oía, cogió a
+la chica por un brazo, oprimiéndoselo duramente:</p>
+
+<p>&mdash;¿Cómo que no viene?</p>
+
+<p>&mdash;¡No seas bruto! ¡Esto te faltaba, pegarnos!</p>
+
+<p>&mdash;¿Por qué no viene mamá? ¡Responde!</p>
+
+<p>&mdash;Porque ahora tienen guardia las vigilantas cada ocho días.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué dices de vigilantas? ¿Qué tiene mamá que ver con eso?</p>
+
+<p>&mdash;Si hubiéramos hecho lo que dije, no pasaría esto. Ella no te lo ha
+querido decir... y ahora aguanto yo el chubasco... Pues, nada, que la
+han hecho vigilanta y tiene una guardia por semana, y hoy le toca.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero vigilanta de qué?</p>
+
+<p>&mdash;De la hermandad. Las muchachas del taller van a las ocho, y a esa hora
+tiene que estar allí para que no alboroten y para distribuir o recoger
+labor.</p>
+
+<p>Pepe la escuchó asombrado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mi madre convertida en criada de monjas!&mdash;gritó con rabia. Los ojos
+se le arrasaron de lágrimas, y al cubrirse el rostro con las manos, por
+no entristecer más a su padre, vio que su precaución era inútil: el
+viejo lloraba también.</p>
+
+<p>&mdash;¡Padre, padre de mi alma, nos vamos a quedar solos!&mdash;dijo,
+arrojándose en sus brazos.</p>
+
+<p>&mdash;Tú no me dejarás, ¿verdad, hijo?</p>
+
+<p>¡Qué larga se les hizo aquella noche! ¡Cuántos proyectos, qué de
+remedios imaginó Pepe, y con qué crueldad le dijo la razón fría que eran
+todos irrealizables! Don José, desvelado por la emoción sufrida, pasó en
+continua queja las horas, y aun así sufrió menos que su hijo: Leocadia
+se acostó desagradablemente impresionada, pero al poco rato se durmió:
+Pepe, sentado junto a la cama de su padre y apoyada en su misma almohada
+la cabeza, oyó sonar en el reloj todas las horas de la noche. Al
+amanecer abrió el postiguillo del balcón, y entonces la luz triste del
+alba, iluminando débilmente la alcoba, mostró vacío, junto al viejo, el
+sitio de la madre. La muerte y no la ausencia, parecía haberla arrancado
+de allí. Pepe miró hacia la cama y, al no hallar sus ojos la cabeza
+tantas veces besada, los cerró, como si fuera preferible cegar a ver lo
+que veía. Entrada la mañana, salió al comedor, llamando a Leocadia para
+que preparase el desayuno del padre, y la encontró en la cocina sentada
+en una silla, puesto ante otra el espejo, llena la falda de horquillas y
+concluyendo de hacerse un peinado complicadísimo.</p>
+
+<p>A las nueve llegó doña Manuela, y Pepe, oyendo sus pasos en la escalera,
+la abrió la puerta antes de que llamase.</p>
+
+<p>&mdash;Mamá&mdash;la dijo&mdash;no tengo autoridad sobre tí; pero reflexiona lo que
+estás haciendo y, si aún nos quieres...</p>
+
+<p>No supo seguir y, arrojándose de rodillas à sus pies, la cogió una mano,
+que cubrió de lágrimas y besos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Hijo, por la Virgen del Carmen! ¡No es para tanto! ¡Ni que me hubiera
+muerto!</p>
+
+<p>En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina,
+gritó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Mira, Leo, hazme a mí también chocolate, que vengo desfallecida!</p>
+
+<p>Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse,
+exclamó con ira:</p>
+
+<p>&mdash;¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas!</p>
+
+<p class="top5">Millán permaneció en Ávila durante algunas semanas, hasta dejar
+establecida y en actividad la imprenta cuya fundación le fue confiada.
+Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla
+casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones,
+especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que
+Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento
+del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba,
+sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así:</p>
+
+<p>&mdash;Sí, chico&mdash;decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia&mdash;la
+verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena. El muerto
+era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no
+sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo
+limpia que es.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, tiene su casa como antes estaba la mía.</p>
+
+<p>&mdash;De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos.</p>
+
+<p>Contó Pepe a su compañero cuanto había ocurrido durante su ausencia, las
+consecuencias del sermón, el fanatismo de la madre, sus disgustos con
+Tirso, el modo que tuvo de echarle, y, por último, el deplorable extremo
+a que se veía reducido, refiriéndole, entre lloroso e irascible, cómo
+había faltado doña Manuela a dormir una noche a su casa, por ser
+vigilanta en la <i>Limosna de la luz</i>.</p>
+
+<p>&mdash;Eso no tiene arreglo.</p>
+
+<p>&mdash;He pensado en un remedio enérgico, brutal acaso, pero fuera de él no
+hallo otro, y para ponerlo en práctica necesito tu ayuda... y la de
+Engracia.</p>
+
+<p>&mdash;No adivino.</p>
+
+<p>&mdash;Dada la situación de mi padre, es insostenible el estado de mi casa:
+de continuar así, ni ellas le cuidan ni yo trabajo. El día que menos lo
+espere, mi madre se queda en ese convento de los demonios, sin que haya
+fuerzas humanas que la arranquen de allí. No puedes figurarte su
+actitud: no disputa ni contesta a mis reflexiones; calla y hace lo que
+quiere. Con Leocadia, la cosa varía: a cuanto digo, responde que lo que
+debo hacer es buscar dinero... y, en el fondo, no le falta razón.</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿cuál es el remedio que has imaginado?</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuánto supones tú que pueden darme por ser sustituto de uno que no
+quiera ser soldado?</p>
+
+<p>&mdash;Muy duro me parece el sacrificio.</p>
+
+<p>&mdash;A mí también; pero no veo otro camino de salvación. ¿Cuánto crees que
+me darían?</p>
+
+<p>&mdash;Agenciándolo bien, ¿qué sé yo? a lo sumo, cuatro o cinco mil reales.</p>
+
+<p>&mdash;Con eso tendría bastante para pagar lo que debemos y hacer frente a
+la situación; pero luego necesitaría tu apoyo.</p>
+
+<p>&mdash;Cuenta con él.</p>
+
+<p>&mdash;Mi proyecto es el siguiente: primero, buscar esa cantidad por el medio
+indicado: y luego, tener una entrevista seria con mi madre, ver si sé
+hablarla al corazón, aunque no espero nada. Si se hace cargo de la
+realidad, atiende a razones y promete enmienda, aún podemos vivir en
+paz: yo me mataré a trabajar.</p>
+
+<p>&mdash;No te hagas ilusiones.</p>
+
+<p>&mdash;En ese caso, tomar el dinero de la sustitución, pagar las pocas deudas
+y...</p>
+
+<p>Vaciló, sin atreverse a continuar.</p>
+
+<p>&mdash;Habla, hombre, ¿qué más?</p>
+
+<p>&mdash;Entregarte todo lo que me reste, y rogarte que te lleves a mi padre a
+casa de Engracia. Durante tu ausencia he visto lo limpia, dulce y
+trabajadora que es. Estoy seguro de que le cuidaría bien. Por de pronto,
+ya digo, de esa cantidad te daría todo lo que pudiera, y en adelante, lo
+que conviniéramos con arreglo a lo que yo tuviese.</p>
+
+<p>Millán guardó silencio.</p>
+
+<p>Pepe, casi temeroso de una nueva decepción, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;Chico, no sabes lo harto que estoy de sufrir: hasta he pensado en
+llevarle a <i>los incurables</i>; pero me harían falta recomendaciones que
+no tengo, y no podría ver a mi padre cuando quisiera... mientras que en
+casa de Engracia...</p>
+
+<p>&mdash;¿Querrá ella?&mdash;dijo el impresor.</p>
+
+<p>&mdash;La he hablado, y dice que sí; pero que nada resolverá sin tu
+consentimiento.</p>
+
+<p>&mdash;Pues por mí... hecho&mdash;repuso Millán, sin valor para negar.</p>
+
+<p>La expresión con que Pepe le miró, fue señal de su agradecimiento.</p>
+
+<p>&mdash;Un gran inconveniente veo,&mdash;continuó Millán:&mdash;advierte cómo está todo;
+la guerra arrecia por momentos, dicen que hay partidas hasta por
+Andalucía. ¿Has pensado que estás expuesto a tener que salir a que te
+rompan el alma por esos campos en cuanto te agreguen a un regimiento?
+Reflexiónalo despacio.</p>
+
+<p>&mdash;Todo lo he pensado.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué dirá tu novia?</p>
+
+<p>&mdash;¿No tengo que renunciar a mi madre? Después de esto, ¿qué desengaño he
+de temer? A pesar de todo, tengo confianza en ella.</p>
+
+<p>&mdash;¿Estás resuelto?</p>
+
+<p>&mdash;Si vosotros me hacéis el favor que os pido, sí.</p>
+
+<p>&mdash;Cuenta con nosotros y, sin embargo, créeme: antes trata de ablandar a
+tu madre.</p>
+
+<p>&mdash;No tengo esperanza de lograr nada, pero lo intentaré.</p>
+
+<p>&mdash;Falta un cabo por atar. Supones, y desgraciadamente no te equivocas,
+que tu hermana y tu madre irán a parar a la maldita cofradía: pero, ¿vas
+tú a quedarte en medio de la calle?</p>
+
+<p>&mdash;He pensado en todo. Cuando el buñolero con quien vivía Pateta supo que
+tenía amores con su hija, no se opuso a las relaciones, pero dijo al
+chico que no le parecía bien que siendo novios siguieran bajo el mismo
+techo, y el muchacho está hoy en una casa de huéspedes que le cuesta muy
+poco: con él pienso irme.</p>
+
+<p>&mdash;Poco te durará la compañía, porque Pateta entra en quinta estos días.</p>
+
+<p>&mdash;¡Quién sabe si la suerte nos juntará por esos mundos!</p>
+
+<p>&mdash;Pues no hay más que hablar: ya lo sabes; y si desgraciadamente llega
+el caso...</p>
+
+<p>&mdash;Me llevo a mi padre a tu casa... quiero decir, a la de ella.</p>
+
+<p>&mdash;Es lo mismo&mdash;añadió Millán sonriendo.</p>
+
+<p class="top5">No quiso Pepe que su padre se enterase del triste proyecto que fraguaba
+hasta tener que llevarlo a cabo, y para evitar que le oyese hablar con
+la madre, al otro día de la conversación con Millán se fue a buscarla al
+convento de las <i>Hijas de la Salve</i>, donde tenía su centro la hermandad
+llamada <i>Limosna de la luz</i>.</p>
+
+<p>Hallábase situado el tal convento entre los cementerios viejos y el
+depósito de aguas del Lozoya, destacando su oscura mole de ladrillo
+rojizo sobre la terrosa campiña a que ponían término las cumbres del
+Guadarrama. Cuando Pepe divisó el sombrío edificio, que con sus muros
+llenos de ventanas chatas y con rejas, antes parecía cárcel moderna que
+asilo religioso, las lágrimas se le vinieron a los ojos. Era un caserón
+enorme, ancho y bajo, como ávido de extenderse sobre el suelo que lo
+soportaba, sin torrecilla esbelta que realzase su construcción, sin
+huerto que lo sombreara ni campanario que elevase al cielo la cruz de su
+veleta: la puerta, claveteada de hierro, parecía de castillo, y a muy
+larga distancia no había en torno de los recios paredones árbol, planta,
+ni enramada alguna, cual si los jugos de la tierra se negaran a
+hermosear con su verdor la obra del egoísmo humano... Era la hora de
+salir las educandas externas: cerca de las tapias se veían parados
+varios carruajes, y otros, a cuyas ventanillas se asomaban cabezas de
+muchachas ávidas de aire libre, corrían en dirección a Madrid, donde,
+según lo lejano de aquel sitio, llegarían al cerrar la noche. Pepe pensó
+con rabia en el fanatismo que hacía a su madre volver desde allí sola y
+a pie cuando en la casa gruñía por no ir a la botica, que distaba
+cincuenta pasos... Aguardó impaciente a que se fueran los últimos
+coches, esperando que doña Manuela saliera presto; mas trascurrido un
+buen rato, se resolvió a llamar y adelantó hacia la puerta. Aún se
+detuvo unos segundos: sentía repugnancia de entrar. Por fin llamó, oyose
+dentro el sonido de la campana y abrió una mujer vestida de suerte que,
+sin ser el traje religioso, quería parecerlo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Hace Vd. el favor de decirme si es aquí donde está establecida la
+<i>Limosna de la luz?</i>&mdash;preguntó&mdash;y como le respondiesen afirmativamente,
+añadió:</p>
+
+<p>&mdash;¿Se ha marchado ya doña Manuela Resmilla, una señora que es vigilanta?</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué deseaba Vd?</p>
+
+<p>&mdash;Vengo a buscarla. Tenga Vd. la bondad de decirla que está aquí su
+hijo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ah! ¿es Vd. hermano del padre Tirso? Pase, pase Vd.</p>
+
+<p>Hiciéronle atravesar un ancho corredor dado de cal, con alto zócalo de
+azulejos, y entró en un cuarto espacioso, donde todo el mueblaje
+consistía en un par de docenas de sillas de Vitoria, y en uno de cuyos
+muros se veía una estatuilla de la Virgen de Lourdes con las manos
+cruzadas sobre el pecho, túnica blanca y faja azul. Al tiempo de llegar
+Pepe, se marchaban dos señoras con una niña: era la última educanda que
+salía. Allí permaneció solo unos minutos, nervioso, contrariado, sin
+poder estarse quieto y mirando hacia las ventanas, donde los barrotes de
+hierro cortaban con cruces negras la claridad del espacio, en que la luz
+iba faltando. Como oyera de pronto a su espalda ruido de pasos, se
+volvió; mas no era su madre la que llegaba, sino una monja. Traía la
+cabeza metida en una cofia blanca, bajo la cual resaltaba un rostro
+brillante, hasta parecer erisipeloso, de facciones menudas y redondas.
+El hábito era de un gris ratonesco, y pendiente de la cintura llevaba un
+enorme rosario con cuentas como nueces, gran cruz de cobre y medallas de
+santos. Su voz era falsamente suave; el acento y giros que empleaba, muy
+franceses.</p>
+
+<p>&mdash;¿<i>Está</i> Vd.&mdash;dijo&mdash;quien pregunta por la <i>mamán</i> del padre Tirso?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señora; soy su hijo y vengo a buscarla.</p>
+
+<p>&mdash;El caso es que... es <i>lastima</i> que haya usted dado un paseo tan largo;
+pero ya hoy doña Manuela no saldrá... <i>hase su</i> guardia... es su día...
+<i>que le toca</i> hoy.</p>
+
+<p>&mdash;No importa, señora. Suplico a Vd. que la pase recado: ya he dicho a
+Vd. que soy su hijo.</p>
+
+<p>&mdash;Como Vd. guste, señor; pero <i>estará inútil</i>. Una <i>ves</i> que <i>ya se ha</i>
+entrado en la guardia, <i>non</i> se puede salir.</p>
+
+<p>&mdash;Dígala Vd. que he venido yo mismo, que está aquí su hijo.</p>
+
+<p>No le sugería el pensamiento frase más poderosa.</p>
+
+<p>La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe daba a sus
+palabras, no era para inspirar confianza. Tornó ella a salir, quedose él
+otra vez esperando más desazonado que antes, y en un abrir y cerrar de
+ojos apareció de nuevo la del hábito ratonesco diciendo de mal talante:</p>
+
+<p>&mdash;Señor, era <i>equivocasión</i>; esa señora ha salido ya; era error <i>que
+cometíamos</i>; no <i>estaba</i>, hoy que <i>hasía</i> su guardia. <i>Elle est partie</i>.</p>
+
+<p>Era indudable el engaño: doña Manuela allí debía estar y se negaba, o
+aquellas gentes, de acuerdo con ella, evitaban que saliera, lo cual
+indicaba claramente su propósito de pasar la noche sin volver a casa,
+como había hecho ya una vez.</p>
+
+<p>La resistencia hubiera sido inútil. Por fortuna, Pepe lo comprendió así,
+y, aunque acibarada el alma, rebosando hiel el pensamiento, resolvió
+aguantarse. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarse llevar por la cólera, promover un
+escándalo, y tras no conseguir nada ser llevado a la cárcel, si aquellas
+mujeres requerían el auxilio de las autoridades? ¿Con qué derecho iba a
+turbar la paz del santo asilo? ¿Por sacar de allí a su madre? Años tenía
+la buena señora para obrar por su propia cuenta. Sus reflexiones fueron
+tan amargas como exactas.&mdash;«Todo es en balde: armo un alboroto, grito,
+insulto a estas mujeres, llamo a mi madre... cierran la puerta, mandan
+venir una pareja... y mi padre se queda solo, sabe Dios hasta cuándo.»</p>
+
+<p>&mdash;Está bien, señora&mdash;dijo;&mdash;pero no es fácil engañarme. ¡Mi madre está
+ahí dentro! Dígala Vd., de parte de su hijo, que, si quiere, pronto
+podrá quedarse aquí para siempre.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, señor&mdash;repuso secamente la del hábito.</p>
+
+<p>Salió Pepe al corredor que comunicaba con el zaguán, y al atravesar el
+cruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en una puerta
+entornada: atraídos sus ojos por el resplandor, miró, y tras aquella
+puerta vio a su madre, que estaba espiando su salida. Sin poderse
+contener, avanzó para entrar; mas cerraron por dentro, y al cerrar, la
+falda de doña Manuela quedó presa entre las hojas de la puerta: ella
+entonces tiró con violencia del vestido, y en seguida se oyeron pasos
+como de cuerpo viejo que huía trabajosamente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mamá! ¡Mamá!</p>
+
+<p>Su voz robusta pareció grito de niño abandonado.</p>
+
+<p>Oyose un violento portazo, dado ya en habitación lejana, y aquella
+horrible respuesta resonó en sus oídos más triste que caer de tierra
+sobre féretro.</p>
+
+<p>Un instante después estaba fuera: el portón de las <i>Hijas de la Salve</i>
+giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a
+la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y
+sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que
+tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos. De
+pronto, acordándose de su padre, apretó el paso, y de allí a poco se
+internó en las calles de Madrid.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXIX" id="XXIX"></a>XXIX</h3>
+
+
+<p>En veinte días quedó realizado el proyecto de Pepe. Un agente de los
+llamados <i>corredores de quintos</i> tomó a su cargo el asunto, y como el
+interesado se hallaba dentro de todas las condiciones exigidas por la
+legislación de aquel tiempo, no hubo entorpecimientos; que a veces la
+suerte facilita los intentos tristes tanto como suele estorbar los
+halagüeños. Gracias a la escasez de sustitutos, los que por entonces se
+prestaban a serlo eran relativamente bien retribuidos. Quedó pactado
+que, aparte la ganancia del mediador, recibiría Pepe cerca de cinco mil
+reales. Un caballero, amigo de Millán, prometió después interesarse para
+que fuese destinado al batallón de escribientes o a la imprenta del
+Ministerio de la Guerra, pues lo principal era evitar que saliera de
+Madrid, propósito difícil de conseguir durante aquellos días, en que los
+poderes públicos se veían obligados a echar mano de todos los cuerpos e
+institutos militares para combatir la insurrección carlista, que ya
+merecía el maldito nombre de guerra civil. Pepe entró en caja, siendo
+destinado a un regimiento; pero las recomendaciones buscadas por Millán
+fueron tan eficaces que, merced a ellas, pudo hacerse a favor de su
+amigo una de esas combinaciones en que la interpretación de las leyes se
+amolda a los antojos de la influencia. Primero ingresó en una de las
+oficinas de la Dirección de Infantería, con permiso para dormir en su
+casa, y a las pocas semanas, como era bachiller, previo cierto examen
+que exigía la legislación vigente, fue ascendido a alférez y destinado a
+prestar servicio en el mismo centro militar. Con esto y los cinco mil
+reales, la situación de la familia mejoró bastante. En don José, que con
+los años y el dolor iba haciéndose egoísta, pudo más el orgullo de tener
+hijo de tales arranques que el miedo a las consecuencias de su hermoso
+rasgo. Por otra parte, el temor de que le destinaran al ejército de
+operaciones le parecía amenaza de un mal lejano y demasiado horrible
+para ser fácilmente admitido como inmediato.</p>
+
+<p>Lo que no corrigieron los 5.000 reales, ni era remediable con todos los
+tesoros de la tierra, fue la conducta de doña Manuela, que desde la
+tarde en que Pepe estuvo en el convento acentuó su actitud, fundada en
+el silencio y el alejamiento del hogar. A semejanza de estudiante
+calavera que está en su casa lo menos que puede, ella iba a la suya a
+las horas en que Pepe trabajaba, temerosa de tropezar con él, y cada
+cuatro o seis días se quedaba una noche a dormir en la hermandad.
+Leocadia se hizo cargo de la asistencia del padre, pero de mala gana,
+sin renunciar a las visitas a la sala de ventas ni dejar de frecuentar
+la capilla. Desde por la mañana conocía Pepe cuándo tenía intención de
+salir, viéndola dar cien vueltas a los pocos trapos que tenía y peinarse
+como dama que va de baile: algunos días lo evitaba, otros transigía,
+recelando que una disputa lo empeorase todo. Ya imaginaba que iba
+haciéndose llevadero su infortunio, y tal vez no fuese necesario
+recurrir al extremo de trasladar a don José a casa de Engracia, cuando
+simultáneamente se le echaron encima dos contrariedades de tal magnitud,
+que cada una por sí sola era bastante a precipitar aquella resolución.
+Ambos golpes se anunciaron con amagos.</p>
+
+<p>Una tarde, la encajera del portal, destinada a darle malas nuevas, le
+detuvo y le habló así:</p>
+
+<p>&mdash;Tengo que <i>icirle</i> a Vd. una cosa, señorito... pero no se va Vd. a
+enfurruñar conmigo.</p>
+
+<p>Hizo él al oírla un gesto, que equivalía a un <i>¿por qué?</i>, y prosiguió
+la vieja:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Misté</i>, don Pepito, <i>la verdá</i>, me han <i>dao</i> intenciones de callarme,
+porque... Vd. ya lo sabe, en <i>deciocho</i> años que <i>yevo</i> aquí,
+<i>mayormente</i> nunca me he <i>metió</i> en <i>ná</i>. Pero... en fin, que me da
+lástima de Vd.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ocurre? ¡Hable Vd!</p>
+
+<p>&mdash;Permita Dios que me equivoque; pero <i>me se</i> figura que el día menos
+<i>pensao</i> le van a dejar a Vd. <i>plantao</i>, sin tener quien haga <i>tan
+siquiera</i> la cama al papá.</p>
+
+<p>&mdash;¿Mi hermana...</p>
+
+<p>&mdash;Dio Vd. con ello: la señorita me <i>paece</i> que se va a torcer. Unas
+veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y,
+ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, <i>enonde</i> está la
+cubería, se ponen a hablar: él no es <i>mu</i> jovencito; es un <i>cabayero</i> ya
+formal, ¿entiende Vd.? <i>pá</i> una joven lo peor.</p>
+
+<p>&mdash;¿Está Vd. segura?</p>
+
+<p>&mdash;Como de que estos pelos fueron negros&mdash;repuso, mostrándole el moño
+encanecido.&mdash;Yo, la verdad... si <i>hubiá</i> sido otra cosa, vamos al
+decir... novio <i>toas</i> las chicas lo tienen; pero que <i>se hable</i> con un
+<i>cabayero</i>... <i>ma parecío mu</i> feo, porque los señores, cuando buscan
+mocitas... ya <i>sabusté pa</i> lo que las quieren...</p>
+
+<p>Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le
+sellaron los labios.</p>
+
+<p>&mdash;¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no sé como <i>tié</i>
+Vd. <i>pacencia</i>. La <i>señá</i> Manuela, con los años, es más vieja que yo, no
+sabe ya lo que se pesca; pero esa chica, si no la ata Vd. corto, se va a
+hacer una <i>estrozona</i>... de esas que andan por ahí.</p>
+
+<p>&mdash;Descuide Vd., que yo pondré remedio. A ella no le diga Vd. nada, y
+muchas gracias por el aviso.</p>
+
+<p>El segundo disgusto fue adquirir el convencimiento de que, tal vez muy
+pronto, le agregarían a un cuerpo y que, en cuanto esto sucediera,
+tendría que salir de Madrid el día menos pensado.</p>
+
+<p>La guerra, extendiéndose y encarnizándose, obligaba al Gobierno a
+emplear recursos extraordinarios: a cada noticia del levantamiento de
+partidas o del engrosamiento de las que ya existían, era necesario
+enviar nuevos refuerzos a las Provincias Vascas, a Cataluña, a Navarra y
+al Maestrazgo. El Ministerio de la Guerra, las Direcciones de las Armas
+y otros centros militares, estaban llenos de soldados y oficiales que,
+protegidos por recomendaciones, habían encontrado medio de burlar su
+mala suerte, librándose de incorporarse a sus batallones; y el abuso
+adquirió tales proporciones, que fue preciso evitarlo.</p>
+
+<p>Cuando más tranquilos estaban los interesados, se dio la orden de que,
+en el plazo de tres días, todos los individuos colocados en las
+dependencias del Ministerio en los seis últimos meses ingresaran en sus
+respectivos cuerpos, cualquiera que fuese su procedencia; y como esto
+significaba la ineludible precisión de salir a operaciones de la noche a
+la mañana, Pepe decidió llevar a término su propósito. Respecto a su
+padre, todo lo tenía previsto: lo que había de hacerse era tan sencillo
+como triste; trasladarle en una camilla a casa de Engracia, y llevar
+luego su cama, sus ropas y algunos muebles, más útiles para conservados
+que para vendidos. La dificultad estaba en la determinación que tomaran
+doña Manuela y Leocadia. ¿Qué harían? De obstinarse en seguir viviendo
+en la calle de Botoneras, ¿con qué recursos? Y para buscar otra
+habitación, ¿de qué medios dispondrían? No se ocultaba al claro
+entendimiento de Pepe que, aun estando harto de razón, no debía arrojar
+a la calle a su madre y su hermana; mas también veía que el fanatismo
+de doña Manuela y la ulterior conducta de Leocadia podían dar por
+resultado durante su ausencia el total abandono del pobre viejo.</p>
+
+<p>&mdash;Habla tú con ellas&mdash;dijo Pepe a Millán, tratando de esto. A mí me
+falta valor, y puede también que me falte calma.</p>
+
+<p>&mdash;Veré a tu madre... Con Leo no hablo.</p>
+
+<p>&mdash;Como quieras.</p>
+
+<p>&mdash;¿Cuándo te parece que dispongamos el trasladar a tu padre?</p>
+
+<p>&mdash;Eso se hace en una mañana. Lo principal es que las hables. ¡Si las
+tocara Dios en el corazón! ¿Y qué hago yo si no quieren irse de la
+casa?... y aunque se presten a ello, ¿dónde se van a meter y cómo van a
+vivir? ¡Parece mentira que hayamos llegado a tener que pensar en esto!</p>
+
+<p>No quiso Millán buscar a doña Manuela en su casa, por no ver a Leocadia;
+mas deseoso de cumplir el difícil encargo de Pepe, fue a la <i>Limosna de
+la luz</i>. El primer viaje lo hizo en balde: doña Manuela se negó a
+recibirle. A la segunda tentativa, le dijeron que no podía salir porque
+estaba <i>en adoración</i>, pero que rogaba dijera al capellán, su hijo, lo
+que tuviese por conveniente.</p>
+
+<p>Entró Millán en el mismo cuarto de visitas donde días antes fue
+recibido Pepe, cuando pretendió ver a su madre, y a los pocos minutos se
+presentó Tirso. A pesar de lo muerto que, por obra del cariño de
+Engracia, estaba el amor de Millán a Leocadia, la presencia del cura le
+impresionó desagradablemente, recrudeciéndose en su corazón el enojo
+hacia aquel hombre, que dio al traste con sus primeros amores. No se
+resistió por ello a habérselas con el cura: la ocasión venía rodada para
+tratarle sin miramientos y, además, siempre era mejor entenderse con él
+que con su madre, cuya bondad pasada no existía, y cuya cortedad de
+entendimiento no se habría, de fijo, corregido. Prefirió el riesgo de
+tener una escena violenta con el hombre, a la perspectiva de luchar con
+la debilidad o la resistencia pasiva de la anciana.</p>
+
+<p>&mdash;¿En qué puedo servirle?&mdash;le preguntó Tirso.</p>
+
+<p>&mdash;Vengo de parte de Pepe. <i>(Sentándose)</i>.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué quiere ese desdichado?</p>
+
+<p>No era necesario tanto para acibarar el diálogo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues ese desdichado ha tenido un rasgo, para salvar a su padre de la
+miseria, que no sé si Vd. sabrá apreciar, ocupado, como aquí está, en
+cosas más serias...</p>
+
+<p>&mdash;Supongo que no habrá Vd. venido a ofenderme ni a profanar esta santa
+casa&mdash;repuso el cura, poniéndose en pie.</p>
+
+<p>Millán continuó imperturbable, hablando sin levantarse de su asiento.</p>
+
+<p>&mdash;En pocas palabras pondré a Vd.. al corriente de lo que ocurre. Pepe no
+podía ver con indiferencia que la miseria se le iba entrando por las
+puertas de la casa y que sus esfuerzos eran inútiles para evitarlo. El
+aseo, el orden, el arreglo y la economía de doña Manuela y de Leocadia,
+ayudaban antes a que la familia viviera en paz y desahogadamente; él,
+con su trabajo, buscaba lo que hacía falta, y ellas, con sus habilidades
+y cuidados, suplían lo que el dinero no lograba.</p>
+
+<p>&mdash;Vivían desdichadamente sin Religión...</p>
+
+<p>&mdash;Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos
+la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días
+varió la decoración.</p>
+
+<p>&mdash;Repito que no toleraré...</p>
+
+<p>&mdash;Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me
+oiga usted. En unos cuantos meses, no sólo han llegado a escasear todos
+los recursos, sino que la actitud de doña Manuela y de Leocadia
+esteriliza los pocos de que se puede echar mano. Un hecho hay que
+refleja lo que sucede: esa pobre señora ha llegado al extremo de faltar
+a su casa por la noche. En cuanto a Leocadia, ¡sabe Dios como acabará!
+pero se me figura que no se inclina al amor místico. La jubilación de
+don José está empeñada no sé por cuántas mensualidades, y lo mismo
+sucede con todo lo que a esa familia le quedaba de algún valor. Pepe no
+podía sostener la casa sin ayuda de su madre y su hermana; el jornal que
+gana en mi establecimiento era insuficiente... No ignora Vd. los gastos
+que ocasiona la enfermedad de su padre. Para terminar, Pepe ha adoptado
+una resolución propia de su carácter: ha entrado en el ejército como
+sustituto, para poder disponer de una cantidad de alguna consideración
+que le permita hacer frente al conflicto; y en vista de que ya no tiene,
+o como si no tuviera, madre ni hermana, ha resuelto que don José viva en
+compañía de quien le cuide y atienda. Hemos procurado que Pepe no
+saliera de Madrid; pero las circunstancias pueden más que nosotros, y ha
+sido destinado a un cuerpo que quizá de un momento a otro reciba orden
+de marchar...</p>
+
+<p>&mdash;Y ¿qué tengo yo que ver con todo eso?</p>
+
+<p>&mdash;En una palabra, Pepe se hace cargo de su padre, porque comprende que
+dejarle con doña Manuela sería peor que dejarle solo. En cuanto a esa
+señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque
+la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo
+que deciden.</p>
+
+<p>&mdash;Yo, ¿qué he de decidir? Nada.</p>
+
+<p>&mdash;¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado
+en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que
+estimen oportuno.</p>
+
+<p>&mdash;En plata; que su amigo de Vd. arroja a la calle a su madre y a su
+hermana.</p>
+
+<p>&mdash;Quien se hace cargo de don José, para que al menos muera tranquilo y
+entre sábanas limpias, soy yo; ¿se entera Vd.? y a mí no me acomoda
+cargar con más gente.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sabe Vd. la responsabilidad que contrae?</p>
+
+<p>&mdash;No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto
+como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de
+Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay
+allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo
+demás, que disponga doña Manuela.</p>
+
+<p>Calló Millán, esperanzado con que el cura, viéndose en la obligación de
+amparar a las dos mujeres, se brindase a darlas consejos de prudencia;
+pero lejos de esto, sonrió, fingiendo calma, para exasperar a su
+interlocutor, y dijo:</p>
+
+<p>&mdash;De modo que Vd. ha venido a notificarme la expulsión de mi madre y de
+Leocadia. ¡Cómo ha de ser! ¡No imaginé que ese infeliz se atreviese a
+tanto! ¡Dios le perdone! Yo me hago cargo de ellas. Es decir, a mi
+madre, que ya es vigilanta de los talleres de esta hermandad, haremos
+que se le disponga aquí el cuarto a que tiene derecho. La Religión acoge
+a los maltratados por la impiedad. En cuanto a Leocadia, veré si consigo
+la protección de estas santas mujeres... El Señor no nos abandonará...
+Diga Vd. a mi hermano que lo que hace no tiene perdón de Dios. ¡Este es
+el resultado de sus ideas y de su falta de creencias!</p>
+
+<p>&mdash;Dejémonos de recriminaciones, y vamos a ver si la buena voluntad de
+todos enmienda los yerros pasados. ¿Cree Vd. que pueda ponerse aún
+remedio al mal?</p>
+
+<p>&mdash;¿No viene Vd. a decirme que mi hermano se desentiende de mi madre y de
+Leocadia?</p>
+
+<p>&mdash;Ya que ha sido Vd. autor del daño, intente Vd. algo para aminorarlo.
+¿Quiere usted aconsejar seriamente a doña Manuela que no olvide los
+deberes de su situación, que cuide de su casa y su marido, en fin, que
+vuelva a ser la buenísima mujer que fue siempre? Reflexiónelo Vd... y
+evitará grandes desgracias.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, y de paso evitaré que tenga Vd. que cargar con el enfermo.</p>
+
+<p>Enfadado Millán con tal grosería, sólo atendió a mortificar al cura.</p>
+
+<p>&mdash;No hablemos más&mdash;le dijo&mdash;es Vd. incapaz de comprender el rasgo de su
+hermano, ni el deseo que me ha traído aquí. Ha hecho Vd. en su familia
+el papel de la zizaña en el sembrado.</p>
+
+<p>&mdash;¡Parece mentira que se atreva Vd. a hablar así trayendo el mensaje que
+acabo de oír! ¡Y aún tienen ustedes valor para acusarme! Este es el
+fruto que han dado el infame ateismo de mi hermano y la punible
+tolerancia de mi padre. Vea Vd. cuán fundados eran mis temores. Ni
+siquiera ha tenido valor para venir él mismo.</p>
+
+<p>&mdash;Dé Vd. gracias a Dios de que no lo haya hecho, que no hubiese Vd.
+salido bien librado. Pepe está seguro, y con razón, de que usted es el
+responsable de cuanto está ocurriendo. La irritación de su ánimo es tal
+que, la verdad, más vale que no se vean ustedes.</p>
+
+<p>&mdash;Obré como me aconsejaba mi conciencia. No tengo la culpa de que, por
+haber comprendido mi madre y mi hermana que debían variar de conducta,
+hayan llegado las cosas a este punto. En fin, esto se acabó; mas tenga
+Vd. presente que yo no he sido quien ha causado la ruina de la casa: yo
+no hice sino recomendar la observancia de los deberes religiosos. En
+cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo,&mdash;añadió
+sonriendo como guapo amenazado&mdash;mire Vd., tampoco a mí me faltan bríos.</p>
+
+<p>La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio
+a Millán.</p>
+
+<p>&mdash;No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre
+perfectamente sacerdotal.</p>
+
+<p>&mdash;¡Caballero!</p>
+
+<p>&mdash;Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de
+desahogarme. Con los santos, mucha humildad; con los hombres, todo
+soberbia. Por dar lustre al altar, sería usted capaz de lavarlo con
+sangre, y robar para adornarlo. Aquí concluyó nuestra entrevista. Ahora,
+recomiende Vd. a su madre que haga penitencia, o que bese alguna
+reliquia, para que Dios la perdone el mal causado.</p>
+
+<p>Tirso tuvo miedo, no al hombre, al escándalo, y sin desplegar los labios
+siguió a Millán con la vista, hasta que se cerró tras él la puerta.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXX" id="XXX"></a>XXX</h3>
+
+
+<p>Pepe aguardó el resultado de la entrevista en un cafetín de las afueras
+cercano al convento. Allí esperó largo rato de codos sobre el mármol de
+la mesa, con la garganta seca por el mucho fumar, mortificada la
+imaginación por la impaciencia y mirando sin cesar a un reloj colocado
+en la parte alta del mostrador y cuyas lentas manecillas le parecían
+pegadas a la esfera.</p>
+
+<p>El local estaba casi desierto: los parroquianos de por la tarde se
+habían ido, y para los de la noche era temprano. Sólo quedaban, junto a
+una ventana, un corredor del matute paladeando medias copas en compañía
+de un tendero de ultramarinos, y al extremo opuesto, en lo más oscuro
+del local, una chula y su novio, que en voz baja se decían ternezas
+envueltas en desvergüenzas.</p>
+
+<p>Iba faltando la claridad del día: muros, banquetas, espejos, baquetones
+dorados, todo se borraba, sorbido por las sombras, percibiéndose sólo,
+entre la oscuridad creciente, las superficies brillantes y rectangulares
+del mármol de las mesas. El matutero y el ultramarino se despidieron
+amistosamente, tal vez pensando cada cual haber engañado al otro.
+Después, un mozo que dormitaba sentado en un diván, se levantó a
+encender las lámparas de petróleo sobrepuestas a los aparatos de gas, y
+entonces, la pareja chula, disgustada con la iluminación, pagó y se fue.</p>
+
+<p>Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación, carecía de
+calma para coordinar las ideas: esforzábase por adivinar lo que hubiera
+ocurrido; pero sus suposiciones y conjeturas quedaban suspensas, como
+truncadas por la inacción del pensamiento, que no podía fijarse ni
+insistir en nada. En vano quería, ahondando con la memoria en lo pasado,
+recordar algún rasgo, alguna acción de su madre que permitiera suponerla
+capaz de ocasionar fríamente la dispersión de la familia: todo esfuerzo
+era inútil, nada podía recordar que arguyese en contra de la que siempre
+fue buena y cariñosa. La doña Manuela posterior a la llegada de Tirso,
+parecía borrada de la imaginación de Pepe, surgiendo en su lugar la
+madre amantísima, <i>la de antes</i>, como si le repugnase considerar nada
+que aminorase la grandeza del bien que iba a perder. Los errores, las
+culpas y faltas de aquellos últimos meses, se desvanecían ante el
+recuerdo de los mimos de la infancia, las caricias de la juventud y los
+cuidados de siempre.</p>
+
+<p>De pronto se abrió la puerta de cristales, que daba a la ronda, y entró
+Millán, yendo a sentarse junto a su amigo. Venía mal encarado, con los
+ojos aún abrillantados por la ira.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ha sucedido? ¿La has visto?</p>
+
+<p>&mdash;No me han dejado verla. La batalla ha sido con tu hermano.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué?</p>
+
+<p>&mdash;Lo peor... Es necesario que tengas valor y sangre fría. ¡Me han dado
+ganas de pegarle! Tu madre se queda de vigilanta, no hay poder humano
+que la arranque de allí; pero lo más irritante es que adoptan el papel
+de víctimas, y dice Tirso que, abandonadas por tí, él procurará que las
+recojan... en fin, un secuestro en regla, sin que podamos hacer nada
+para evitarlo. Además, sería imposible encontrar juez que se atreviera a
+meterse con la hermandad o lo que sea.</p>
+
+<p>Pepe, sin contestar, dejó caer tristemente la cabeza sobre el pecho. El
+mozo que se había acercado a preguntar a Millán lo que quería tomar, se
+alejó, sin atreverse a pronunciar palabra.</p>
+
+<p>Tras unos segundos de silencio, esforzándose por parecer sereno, Pepe se
+limpió el rostro con el pañuelo, diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;¡Sea lo que Dios quiera! ya no me importa nada lo demás. Confío en que
+Engracia y tú cuidaréis de papá: me iré tranquilo.</p>
+
+<p>&mdash;¿Pero es seguro que te obliguen a salir de Madrid?</p>
+
+<p>&mdash;Inevitable: el regimiento ha recibido ya la orden. Hoy es jueves:
+mañana o pasado nos darán no sé qué cosas por administración militar,
+para completar los equipos, y al otro por la tarde nos vamos.</p>
+
+<p>&mdash;¿El domingo?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;Siendo así, de hoy al sábado tenemos que llevar a don José a casa de
+Engracia.</p>
+
+<p>&mdash;No hay otra solución. ¿Cómo he de dejarle expuesto a que mi madre y
+Leo se desentiendan de él en absoluto? Mientras ellas alumbran al
+Santísimo, se muere mi padre el día menos pensado, sin tener quien le
+ampare. Mañana te daré también el dinero que me queda: con llevarme
+quince o veinte duros, tengo de sobra. No habrá muchos que lleven más.</p>
+
+<p>&mdash;¿A qué hora lo hacemos?</p>
+
+<p>&mdash;El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un
+trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la
+tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un
+médico de la casa de socorro? Como papá no puede ir por su pie, y el
+encajonarle en un simón sería incómodo porque no podría llevar las
+piernas extendidas... si lograses que nos dejaran una camilla...</p>
+
+<p>&mdash;Cuenta con ella. ¿Tienes seguridad de estar libre a la hora que
+convengamos?</p>
+
+<p>&mdash;Sí: la recomendación que me procuraste para el coronel lo allana todo:
+me ha dicho esta tarde que basta con que esté desde temprano a su lado
+el día de la marcha, es decir, el domingo.</p>
+
+<p>&mdash;Pues, chico, no hay más que hablar, y paciencia.</p>
+
+<p>&mdash;¿Crees que no debo intentar ver a mi madre? ¿No piensas que se
+ablandaría si yo la hablase?</p>
+
+<p>&mdash;No te dejarían; y además, te conozco. Vas allí, armas una marimorena
+horrorosa, y nos echamos encima otra complicación.</p>
+
+<p>&mdash;Quizá tengas razón.</p>
+
+<p>&mdash;Respecto a don José, puedes estar tranquilo: <i>aquella</i> le cuidará
+bien, y yo... vamos, me parece una tontería hacer promesas.</p>
+
+<p>&mdash;Vámonos; quiero pasar las noches que faltan con mi padre.</p>
+
+<p>&mdash;Convengamos antes la hora. ¿Te parece bien a las tres?</p>
+
+<p>&mdash;Como quieras. Yo lo tendré todo dispuesto.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué muebles piensas enviar a casa de Engracia?</p>
+
+<p>&mdash;Entre mañana y pasado mandaré una cómoda, un armarito, una lámpara y
+dos banastas con ropa: la cama y la butaca, el potro, como papá la
+llama, no podrán llevarse hasta el último momento.</p>
+
+<p>&mdash;Bueno; pues ya lo sabes, por si antes no nos vemos: el sábado a las
+tres, sin falta, voy con la camilla.</p>
+
+<p>&mdash;Asunto terminado.</p>
+
+<p>Ya anochecido, salieron juntos del café y Millán dejó a su amigo cerca
+de la calle de Botoneras.</p>
+
+<p>Pepe pasó toda la noche junto a su padre. Hasta las nueve conservó
+esperanza de ver llegar a la madre; pero, poco más tarde, vino sola
+Leocadia, diciendo que doña Manuela se quedaba de guardia. En aquel
+momento sufrió el pobre muchacho el verdadero desengaño y, perdida toda
+esperanza, acostó al padre. Apenas hablaron. El viejo, en quien el
+egoísmo y el temor a la falta de asistencia hacían gran mella, preguntó
+a su hijo:</p>
+
+<p>&mdash;¿Tienes seguridad de que esa chica me tratará bien?</p>
+
+<p>&mdash;Sí. Engracia está perdidamente enamorada de Millán y, por tenerle
+contento, se esmerará en cuidarte. En realidad no has de serles gravoso,
+porque yo les dejo dinero para cuanto necesites.</p>
+
+<p>&mdash;Y ¿crees que tu madre no vendrá?</p>
+
+<p>&mdash;No lo espero, papá; no hablemos más de eso. Me parece mentira lo que
+está pasando.</p>
+
+<p>&mdash;A mí también.</p>
+
+<p>&mdash;Vaya, a descansar.</p>
+
+<p>&mdash;No podré, hijo mío; no podré.</p>
+
+<p>Media hora después, estaba profundamente dormido.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Con arreglo a lo convenido entre Pepe y Millán, el viernes llevó un mozo
+a casa de Engracia varios muebles, en diversos viajes, y dos banastas de
+ropa, quedando en la calle de Botoneras la cama y la butaca de don José,
+que no podrían sacarse de allí hasta ser trasladado el enfermo. El
+sábado, Pepe se vistió temprano para ir a despedirse de Paz; y su
+hermana, sospechando, por el traje que se ponía, cuál era el objeto de
+su salida, corrió a avisar a Tirso.</p>
+
+<p>Pepe, entre tanto, se avió pronto, con propósito de llegar al <i>hôtel</i>
+antes de que don Luis concluyera de vestirse y saliera al despacho,
+seguro, por este medio, de poder hablar un rato con su novia. En el
+camino estuvo dos veces a punto de volver pies atrás: por fin, el deseo
+de verla pudo más que el temor de la separación. Al entrar en el
+cuartito de la biblioteca, donde había nacido aquel amor que era la
+única alegría de su vida, casi le faltaron fuerzas. Creía que, con el
+tormento de pensar en su madre durante la pasada noche, había agotado
+todos los sufrimientos imaginables; y, al ver cercano el momento de
+alejarse de Paz, sintió que aún le cabía en el alma más dolor. ¡Qué
+grande y hermoso apareció, en cambio, a sus ojos, el cariño de su
+amante! ¡Qué contraste formaba aquella pasión desinteresada con la
+conducta de su madre! Ésta debió consagrarle la vida, y huía de él,
+trastornada por una aberración, sin que con el amor maternal supiera
+vencer al fanatismo, mientras la señorita, colocada en esfera propicia a
+despertar ambición y orgullo, le ofrecía su porvenir, sin que lo lejano
+del bien a que aspiraba enfriase el fervor de sus promesas, sin que le
+arredrasen la desigualdad social ni la pobreza del hombre a quien
+quería.</p>
+
+<p>Apenas oyó Paz el ruido de los pasos de Pepe, fue al despacho.</p>
+
+<p>&mdash;No nos van a dejar solos más que unos minutos: Papá está concluyendo
+de vestirse: dime lo que hay, pronto.</p>
+
+<p>&mdash;Me voy mañana.</p>
+
+<p>&mdash;¿No hay esperanza de evitarlo?</p>
+
+<p>&mdash;Ninguna: mañana, sin falta.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tu madre?</p>
+
+<p>&mdash;Todo ha sido inútil: se queda en el convento.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y tu padre?</p>
+
+<p>&mdash;Esta tarde le llevo a casa de mi amigo Millán.</p>
+
+<p>&mdash;¿Es cosa resuelta?</p>
+
+<p>&mdash;Sí.</p>
+
+<p>&mdash;¿Tienes confianza en mí? ¿Crees que yo puedo ofenderte, sea cual fuere
+lo que te diga?</p>
+
+<p>&mdash;No, alma mía. Habla sin miedo.</p>
+
+<p>&mdash;Mira, Pepe: yo tengo ahorritos de lo que papá me da todos los meses
+para alfileres: muy poco... ¿lo quieres? No para tí, no; para tu padre.</p>
+
+<p>&mdash;No, vida mía, gracias: no quiero nada.</p>
+
+<p>&mdash;Pues dime que no te ofendes porque te lo haya dicho.</p>
+
+<p>&mdash;Tú no puedes ofenderme, aunque quieras.</p>
+
+<p>Paz cogió a su novio la mano, y viendo que llevaba en ella el anillo que
+le había dado, se la acercó a su pecho, oprimiéndosela fuertemente,
+mientras, mirándole con fijeza, le dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Te llevas mi alma, Pepe, y la promesa de que no seré de nadie más que
+tuya.</p>
+
+<p>&mdash;Yo te juro que ni he querido, ni querré nunca más que a tí.</p>
+
+<p>Ella entonces, en un arranque de impudor admirable, sin sombra de
+torpeza en el pensamiento, le echó al cuello los brazos, murmurando
+suplicante en su oído:</p>
+
+<p>&mdash;¡Bésame!</p>
+
+<p>Y él, estrechándola contra su corazón, la besó en la boca y en los ojos.</p>
+
+<p>Pocos instantes después entró don Luis, y oyendo las causas de la
+determinación de Pepe, le prometió interesarse en favor suyo para
+facilitarle pronto regreso a Madrid con destino a cualquier oficina
+militar: diole él gracias y se despidieron. Paz, al verle marchar, se
+entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del
+balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día
+que se hablaron.</p>
+
+<p>En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de
+aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la
+amargura que la inundaba el alma.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXI" id="XXXI"></a>XXXI</h3>
+
+
+<p>Sabedor Tirso, por Millán, de la resolución que adoptó su hermano, y
+enterado, por Leocadia, de cuándo había de despedirse de Paz, creyó
+llegado el instante propicio para dar el golpe que fraguaba. Desde que,
+primero la Condesa de Astorgüela, y luego las personas que para ello
+tenían autoridad en las <i>Hijas de la Salve</i>, le encargaron que procurase
+quebrantar la entereza de don Luis de Ágreda respecto a su negativa en
+lo de la cesión del terreno que poseía inmediato al convento, no dejó de
+pensar en el asunto, pero sin hallar modo de acometer la empresa con
+esperanza de éxito. Dirigirse en derechura al señor de Ágreda, era
+bobada: un hombre de sus antecedentes políticos no se expondría por nada
+del mundo a que otro senador más avanzado le arrojase al rostro en
+plena sesión el dictado de protector de monjas; y en cuanto a determinar
+la intervención de Paz, entendía que era expuesto.</p>
+
+<p>Si la muchacha no se interesaba eficazmente en el asunto, nada podría
+lograrse; y si se le ocurría consultarlo con su novio, el fracaso era
+indudable. La base del plan habría de ser, forzosamente, malquistar a
+Paz con el hombre a quien amaba, eliminando de esta suerte una
+influencia contraria al logro que se apetecía. En un principio pensó
+Tirso que el tiempo y su santo celo harían lo demás: según sus cálculos,
+tras el profundo dolor de Paz, vendría el agradecimiento a su salvador,
+que acaso se convirtiera en consejero. Hasta imaginó que, si por temor a
+su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado
+tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las <i>Hijas de la
+Salve</i> vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos
+a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera
+perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas
+del matrimonio por el himeneo místico con el <i>Unico</i> que jamás engaña.
+Luego, sospechando que el tiempo y el celo que él empleara podían
+estrellarse contra el imperio que el amor ejerciese en el corazón de
+aquella mujer, para él desconocida, optó por obrar con mayor energía, y
+de tal modo, que el asunto tardase muy poco en resolverse. Su primer
+pensamiento fue jesuítico y solapado: la decisión a que se inclinó, más
+conforme a su carácter franco y violento. Harta paciencia tuvo para no
+intentar nada hasta aquel momento. Cuando Leocadia le dijo que Pepe, a
+juzgar por la ropa que se puso, debió ir a despedirse de su novia,
+Tirso, resuelto a llevar las cosas de prisa, determinó ver dentro del
+mismo día a la muchacha, fiando, mucho más que en su propio ingenio, en
+la emoción que había de causarla la sorpresa.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Estaba Paz sola en su cuarto, tristemente impresionada con la despedida
+de por la mañana, todavía en ropas de levantar, sin gusto para
+engalanarse, descuidado el vestir y no muy enjutos los ojos, cuando
+entró la doncella diciendo que un sacerdote deseaba hablar a la
+señorita. Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna
+obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién
+llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un
+día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron
+enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles
+de matices pálidos.</p>
+
+<p>&mdash;Tome Vd. asiento, y tenga la bondad de decirme en qué puedo servirle.</p>
+
+<p>&mdash;Vengo, señorita, a tratar un asunto de la mayor importancia&mdash;y al
+decir esto se sentó, algo cohibido por el aspecto de aquella habitación,
+que parecía impregnada de cierto encanto mujeril para él desconocido.</p>
+
+<p>Paz, comprendiendo que no se trataba de una obra de caridad, y como no
+adivinase cuál era el objeto de la visita, repuso:</p>
+
+<p>&mdash;Papá ha salido.</p>
+
+<p>&mdash;No deseaba ver a su papá, sino a usted misma, señorita.</p>
+
+<p>&mdash;Entonces, Vd. dirá.</p>
+
+<p>&mdash;Ante todo, la ruego que tenga en cuenta que sólo por circunstancias
+verdaderamente graves me he tomado la libertad de venir a importunarla.
+Se trata de un serio disgusto de familia, del cual, por desgracia, va
+Vd. a participar.</p>
+
+<p>Paz se acordó entonces repentinamente de que el hermano de su novio era
+cura.</p>
+
+<p>&mdash;¿Usted es el hermano de Pepe?&mdash;le dijo con viveza.</p>
+
+<p>&mdash;Efectivamente, señorita. Vengo a cumplir un deber muy penoso para el
+sacerdote y para el hombre.</p>
+
+<p>&mdash;¡Pronto, por favor, dígame Vd. lo que ocurre! ¿Le sucede a Pepe algo
+malo?</p>
+
+<p>Su fisonomía se alteró por completo: Tirso comprendió que estaba
+realmente enamorada.</p>
+
+<p>&mdash;Pepe se va&mdash;dijo, afectando tristeza.</p>
+
+<p>&mdash;Lo sé. Esta mañana se ha despedido de mí. ¡Mire Vd. cómo tengo los
+ojos de llorar!</p>
+
+<p>&mdash;Así están los de mi hermana y mi madre, señorita.</p>
+
+<p>&mdash;¿Y qué puedo yo hacer, pobre de mí? Usted, como no está en
+antecedentes, no sabe el cariño que le tengo; es imposible que lo
+imagine Vd... Si él me hubiera dicho lo que proyectaba, vamos, yo lo
+evito. Hasta me hubiese echado a los pies de mi padre confesándoselo
+todo; en fin, ¡qué sé yo!... pero no se hubiera marchado. Ahora, ¿qué
+hemos de hacer?</p>
+
+<p>&mdash;Todo ha sido inútil. Ni el ver llorar a su madre... ni el estado de
+nuestro padre... no ha tenido consideración a nada. No reconoce más ley
+que su capricho.</p>
+
+<p>&mdash;Le juzga Vd. con demasiada dureza.</p>
+
+<p>Tirso, sonriendo amargamente, extendió las manos, como quien dice:
+«ahora lo veremos,» y la interrumpió con estas palabras:</p>
+
+<p>&mdash;Repito que Vd. no le conoce, y no es extraño que la haya engañado,
+cuando sus padres han tardado tantos años en saber lo que era. Hoy,
+desgraciadamente, ya lo sabemos.</p>
+
+<p>Paz se puso en pie, como dando por terminada la entrevista: aquello le
+parecía una monstruosidad. Además, recordando el diálogo con Pateta,
+desconfió de la veracidad del cura. Pero éste, sin alterarse, prosiguió:</p>
+
+<p>&mdash;Cálmese Vd. señorita, y óigame con cachaza, que el asunto la interesa:
+Pepe no es lo que parece. ¿Quiere Vd. que en pocas palabras la diga lo
+que ocurre?</p>
+
+<p>&mdash;¡Me está Vd. haciendo mucho daño!...</p>
+
+<p>&mdash;Pero Vd. no me cree, y es necesario que yo la persuada. Escuche Vd. y
+tenga un poco de valor. Por disputas pueriles conmigo, que ningún daño
+le hice, por si en casa debían o no observarse ciertos deberes
+religiosos, Pepe ha llevado las cosas a un extremo que Vd. juzgará.
+Comenzó por reñir conmigo, so pretexto de que me opuse a que nuestra
+hermana sostuviese relaciones con un amigote suyo, perdido de la peor
+índole. Logré convencer a Leocadia... y, la verdad, nunca me lo ha
+perdonado. Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer
+de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo
+que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa.
+¡Gracias a que yo he logrado que la recojan en una comunidad que me
+protege! Por culpa suya, nuestro padre no tiene hoy quien le ampare y
+asista. Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que
+indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes
+filiales.</p>
+
+<p>&mdash;Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las
+relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le
+quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es
+preciso que yo le hable... Después, veremos.</p>
+
+<p>&mdash;Déjeme Vd. acabar. A todas sus maldades ha añadido otra mucho mayor.</p>
+
+<p>Paz volvió a sentarse, ocultando entre las manos los llorosos ojos.</p>
+
+<p>&mdash;Y no queremos de ningún modo ser cómplices de una nueva infamia. Hemos
+sabido sus relaciones con Vd., tan digna, tan buena y respetable. En
+fin, no podemos soportar la idea de que Vd. algún día nos juzgue
+sabedores, tal vez cómplices, de la perfidia de su ingenio. No la quiere
+a Vd., no puede quererla, señorita. Usted une, a sus muchas cualidades,
+la riqueza: esta es la madre del cordero.</p>
+
+<p>&mdash;Es mentira&mdash;dijo Paz ofendida&mdash;me quiere por mí, por mí sola. Lo que
+Vd. dice no es verdad.</p>
+
+<p>&mdash;¡Ojalá no lo fuese! Pero no hay que forjarse ilusiones. ¿Sabe Vd.
+dónde intenta llevar a nuestro padre?</p>
+
+<p>&mdash;A casa de un amigo suyo.</p>
+
+<p>&mdash;No, a casa de una mujer con quien tiene relaciones y que ha sido antes
+querida de ese mismo amigo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Imposible! Pepe no es capaz de eso.</p>
+
+<p>&mdash;Estoy completamente seguro de lo que afirmo: a esa mujer es a quien ha
+entregado el dinero de la sustitución.</p>
+
+<p>Paz, en el colmo del estupor, miró a Tirso como una fiera. Fue el único
+momento de aquella escena en que el cura consideró horrible lo que
+estaba haciendo. Mas era ya absurdo retroceder. Las lágrimas, que en
+amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas
+y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su
+cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer
+tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y
+del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía
+quejido de alma moribunda.</p>
+
+<p>&mdash;¡No lo creo, no creo nada!&mdash;decía, como si la negación le pareciese
+respuesta bastante eficaz a contrarrestar lo que acababa de oír.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué daño me hace causar a Vd. tanto mal! Y, sin embargo, es preciso;
+porque ni mi madre ni yo queremos aceptar la responsabilidad de ocultar
+culpas de esta índole. No la quiere a Vd. ¿No la digo que el dinero que
+acaba de recibir se lo ha entregado a esa mujer, y que pretende llevar a
+su casa a nuestro padre, para que el mantenerla a ella parezca
+retribución por cuidar a su padre?</p>
+
+<p>&mdash;Quiero hablar con él, quiero verle. ¡Yo le mandaré venir!</p>
+
+<p>&mdash;¿Y para qué? ¿Para oír juramentos falsos? Negará. La dirá a Vd. que se
+lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a mí la
+culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a
+nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las
+apariencias están, quizá, a favor suyo. Dirá que la Engracia no es
+querida suya, sino de su amigo Millán, porque antes lo fue, y callará
+que él ha hecho traición a su amigo, como nos ha engañado a todos.</p>
+
+<p>Cuanto se refería a las relaciones de Pepe con sus padres, quedó ante
+los ojos de Paz borrado por aquellas afirmaciones: pidió pruebas,
+esperanzada con que no se las darían, o ansiosa de poder desmentirlas, y
+entonces ella misma se prendió en la red que la tendían.</p>
+
+<p>&mdash;¡Mentira!&mdash;dijo.&mdash;Y esa mujer, ¿quién es? ¿Cómo sabe Vd. que él la
+quiere?</p>
+
+<p>&mdash;Me ofende, señorita, que acoja Vd. de este modo el paso que doy,
+encaminado solamente a dejar a salvo mi conciencia, procurando a Vd. un
+amargo, pero saludable desengaño; porque ya he dicho que mi madre y yo
+nos resistimos a que nunca pueda usted imaginar que contribuimos a que
+Pepe busque tan indebido modo de hacer fortuna... Respecto a las
+relaciones de mi hermano con esa desdichada joven, estoy seguro de que
+son ciertas. Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en
+una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el
+portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me
+resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia.</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla?</p>
+
+<p>&mdash;Sí, señorita; varias veces. La primera... casi por casualidad...
+luego, porque quise convencerme de ello.</p>
+
+<p>&mdash;Y ella dice Vd. que se llama Engracia... ¿eh? El número no lo
+recuerda...</p>
+
+<p>&mdash;No tiene <i>pierde</i>, como vulgarmente se dice. Es la casa que hace
+esquina a la calle de la Pasión y la Ribera de Curtidores.</p>
+
+<p>Paz, que jamás había oído tales nombres, se fijó en ellos con cuidado:
+Tirso prosiguió:</p>
+
+<p>&mdash;Esta mañana se ha despedido de Vd.; pero los últimos instantes que
+pase en Madrid... tenga Vd. valor, señorita, serán para ella: estoy
+seguro de que irá a verla. Según me han asegurado, debe salir de Madrid
+mañana por la tarde; su obligación es estar en el cuartel desde muy
+temprano; pero contando al coronel a su modo la necesidad de trasladar a
+papá de casa, ha conseguido que le dejen la mañana libre. Por la mañana
+supongo yo que irá a ver a esa mujer, a cuya casa deben haber llevado
+hoy a mi padre que, en el fondo, es el culpable de todo.</p>
+
+<p>&mdash;Yo le prometo a Vd. que saldré de dudas; y luego, Dios dirá.</p>
+
+<p>Como Paz, al decir esto, se levantara del asiento, nerviosa y
+desasosegada, Tirso creyó oportuno dar por terminada la entrevista.</p>
+
+<p>&mdash;Persuádase Vd., señorita, de que no he dado este paso sin verdadera
+aflicción de espíritu; pero, ya lo he dicho, ni mi madre ni yo podíamos
+consentir en aparecer como encubridores de los ambiciosos proyectos de
+mi hermano... Lo demás no tiene importancia... Una señorita como Vd. no
+puede mirar sino con frialdad o desprecio...</p>
+
+<p>&mdash;Gracias, gracias... No me hable usted más de esa mujer.</p>
+
+<p>El cura salió haciendo cortesías, sin más conversación y sin que Paz se
+moviera para despedirle. La pobre niña se quedó sentada en una butaca
+baja, puestos los codos sobre las rodillas y apoyada la cara en las
+manos, por entre cuyos dedos se le escapaban las lágrimas, que ni podía
+ni quería contener. Cuanto más pensaba en lo que acababa de oír, menos
+crédito le daba; y, sin embargo, por nada del mundo hubiera renunciado a
+convencerse por sus propios ojos de la falsedad o certeza de la
+acusación. Una sola consideración la inclinaba a creerla fundada: en lo
+que Tirso la había dicho, formaban un conjunto tan homogéneo las
+maldades, estaban tan enlazadas unas con otras las infamias, era todo
+tan verosímil dentro de lo malvado, que parecía imposible suponerlo
+invención calumniosa: no había, no podía haber imaginación tan dañina
+que lo fraguase y dispusiera con aquel ensañamiento. Por otra parte,
+cuanto más reflexionaba acerca de ello, en medio de la turbación de su
+espíritu siempre venía a quedar sobre todos los razonamientos de
+consuelo un dato suelto, aislado, pero en el cual podía tomar origen el
+cúmulo de culpas de que Tirso acusaba a su hermano: la pobreza de Pepe.
+Antes de la calumnia en esa pobreza del hombre amado estribaba
+precisamente el amor de Paz: le creía exento de todos los defectos que
+desarrolla y acrecienta el oro. Después de calumniado, imaginó verle
+poseído de cuantas malas pasiones trae consigo el ansia de riqueza. Por
+algo se dijo: «calumnia, que algo queda.» Otro indicio grave se alzaba
+contra la inocencia de Pepe: los cargos que se le hacían eran demasiado
+claros y concretos para ser falsos; no se le echaban en cara intentos
+más o menos censurables, sino los efectos positivos de su maldad. Bien
+claramente los enumeró Tirso. Había, según éste, tolerado que cortejase
+a su hermana un amigo de mal jaez, fue causa de que la madre tuviera que
+abandonar la casa, llegando a tal extremo de perversión que estaba a
+punto, si ya no lo había hecho, de llevar a su propio padre a vivir con
+su querida, para que lo malgastado en mantenerla a ella apareciese como
+pago de la existencia del enfermo. El hombre capaz de tales cosas ¿no
+podía serlo también de aspirar a su mano, no por su amor, sino por su
+fortuna? Cualquiera de aquellas indignidades era bastante a justificar
+el súbito desamor de Paz, y, sin embargo, para ella sólo una existía que
+realmente la hiciese mella: la infidelidad, el engaño. Para todo lo
+demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su
+maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño
+de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel
+hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer.</p>
+
+<p>Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el
+contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la
+tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en
+los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la
+llamaran a comer. Por vez primera, desde que conoció a Pepe, le
+parecieron enojosos e inútiles las cintas y los adornos. Su agitación
+tenía algo de rabia. Cuando se estaba arreglando el peinado, se la cayó
+deshecho y suelto sobre los hombros un rizo de su hermoso pelo, y ella,
+recogiéndoselo con ira, tratándolo como a gala inútil, murmuró:</p>
+
+<p>&mdash;¡A nadie tengo que agradar!&mdash;Y esforzándose en no llorar, acabó su
+tocado ceñuda y mal humorada, como quien gasta tiempo en tarea baldía.</p>
+
+<p class="top5">El día señalado, y a la hora convenida, Pepe y Millán trasladaron a don
+José a casa de Engracia. El hijo, que la víspera había ya enviado los
+muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y
+comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una
+manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a
+que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que
+volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció. El aspecto de
+la casa ponía grima: todo estaba como cuando tras larga enfermedad viene
+la muerte, causando momentos de perturbación y desorden: los cajones
+abiertos, revuelto cuanto había sobre las mesas, y las sillas con
+montones de ropas tiradas al descuido.</p>
+
+<p>Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al
+balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la
+camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial,
+trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro,
+estrecho y largo, con trazas de ataúd. En el movimiento que hizo al
+retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don
+José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le
+dijo, medroso:</p>
+
+<p>&mdash;¿Están ahí?</p>
+
+<p>&mdash;Sí; ya suben.</p>
+
+<p>Cuando los mozos llegaron a la puerta del piso principal, indicaron que,
+por lo estrecho de la escalera, era casi imposible subir hasta allí con
+la camilla, acordándose entonces bajar en un sillón al enfermo,
+acostarle en la camilla, dentro del portal, y luego emprender la marcha.</p>
+
+<p>El gotoso pesaba tanto, que determinaron bajarle relevándose en cada
+tramo de la escalera.</p>
+
+<p>&mdash;Este señor está de buen año&mdash;dijo con la sinceridad de la barbarie uno
+de los camilleros.</p>
+
+<p>Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento
+para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que
+la butaca descansara en el suelo. El dejarla, quitar el estorbo y
+volverla a levantar, fue obra de un momento; mas como estuviese abierta
+la puerta de la alcoba que ocupó Tirso, don José fijó con tristeza en
+ella la mirada, y en aquel cuarto solitario, polvoriento y frío, creyó
+el pobre anciano ver retratado el abandono en que él había de quedar
+dentro de pocas horas. Por la ventana, que el cura adornó con papelitos
+de colores imitando vidrios pintados, penetraba diagonalmente un rayo de
+sol, y al fondo, destacando sobre la cal amarillenta de la pared, se
+veía colgado de la percha un trapo largo y negro: era una sotana vieja
+que Tirso se dejó olvidada. Don José no pudo dominarse. Por un instante
+venció en él la indignación a la apatía; tomó el egoísmo acento de ira;
+subiósele el rencor a los labios; inyectáronsele de sangre los ojos y,
+con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia la sotana, exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Maldita seas!</p>
+
+<p>Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la
+camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia
+la calle de Toledo.</p>
+
+<p>La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su
+indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó
+corro en derredor suyo.</p>
+
+<p>&mdash;<i>¡Quedrán ustés</i> creer&mdash;decía&mdash;que el hijo <i>güeno</i>, el que se ha hecho
+<i>melitar</i>, <i>tié</i> que <i>yevárselo en cá</i> un amigo, porque la vieja y la
+<i>señoritinga</i> no le <i>quién</i> cuidar! ¡Qué sangre más perra <i>tié</i> la
+muchacha! <i>enantes</i> ha <i>venío</i> a preguntar si habían <i>sacao</i> ya al
+señor, y por no verlo <i>yevar</i> se ha <i>marchao</i>. ¡Vaya un pingo que ha
+salido la mocita! El <i>cabayero</i> que la pretendía ya no viene, y la muy
+sin vergüenza va mucho mejor <i>vestía</i>.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXII" id="XXXII"></a>XXXII</h3>
+
+
+<p>La amargura del desengaño y la impaciencia por adquirir pruebas que lo
+confirmaran, quitaron el sueño a Paz aquella noche. Al amanecer se quedó
+adormitada y rendida a la fatiga del insomnio; pero era tal la agitación
+de su espíritu que, sacudiendo de súbito aquella falsa soñolencia, se
+levantó, y sin llamar a nadie, se lavó y peinó, poniéndose en seguida el
+traje más sencillo de cuantos tenía. Los celos lo dominaban todo en su
+ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo
+pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a
+su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que
+Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia.</p>
+
+<p>Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a
+casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas
+baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no
+imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito;
+pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las
+ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la
+dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Avíese Vd. pronto; vamos a salir. Que enganchen.</p>
+
+<p>Sorprendiose la vieja de verla tan madrugadora; mas obedeció sin
+resistencia, y al cabo de media hora se apearon ambas ante el pórtico de
+San Isidro el Real.</p>
+
+<p>&mdash;Esperad aquí&mdash;dijo Paz al lacayo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Qué capricho!&mdash;murmuraba la dueña modernizada.&mdash;¡Al demonio se le
+ocurre venir tan lejos a misa!</p>
+
+<p>&mdash;No vamos a misa. Sígame Vd. y calle: si quiere hacerlo por buenas, se
+lo agradeceré; si no... después hablaremos, o podrá usted resolver lo
+que guste.</p>
+
+<p>Doña Martina comprendió que convenía ceder. Si se oponía obstinadamente
+al capricho de Paz, nada lograría en aquel momento; y si luego contaba
+lo sucedido a su padre, de fijo, enemistada ya con la señorita, ésta la
+haría saltar pronto de la casa. Tuvo, sin embargo, un instante de
+vacilación; le faltó poco para dejarla sola: por fin, la curiosidad
+venció sus escrúpulos y echó a andar tras de Paz, que ya la llevaba unos
+cuantos pasos de delantera. Iba presa de una emoción indefinible,
+murmurando incesantemente:&mdash;«calle de la Pasión... una casita baja, de
+revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo,
+entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al
+llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba
+la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta
+encontrar la esquina de la calle de la Pasión.</p>
+
+<p>Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores
+estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos,
+telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de
+gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío.
+Paz, impresionada con la novedad de aquel Madrid que le era desconocido,
+miraba en derredor, asombrada, sintiendo vergüenza, pareciéndole
+indignos de ella el sitio y la ocasión. Notando que su traje, a pesar de
+lo sencillo, excitaba la curiosidad, se quitó los guantes y,
+disimuladamente, se colocó el velo como las mujeres que pasaban a su
+lado. En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a
+la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle
+estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No
+ha mentido»&mdash;pensó Paz&mdash;y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que
+no admitía réplica:</p>
+
+<p>&mdash;Párese Vd. aquí conmigo.</p>
+
+<p>En torno de las dos mujeres se oían los gritos de los vendedores
+ambulantes; los hombres decían desvergüenzas que las chulas recogían con
+sonrisas, y de aquella aglomeración de cuerpos poco limpios se
+desprendía un olor nauseabundo. A Paz le daban impulsos de marcharse sin
+averiguar nada; pero, atormentada por los celos, no apartaba la vista de
+la casa de Engracia. El aya seguía repitiendo de rato en rato:</p>
+
+<p>&mdash;Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido?</p>
+
+<p>Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la
+casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto
+ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o
+entraba, le vería sin dificultad. Según trascurrían los minutos, que a
+ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se
+le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida. No
+cesaba de mirar al reloj: cuanto menos tiempo quedara para que Pepe
+acudiese al cuartel, más probabilidades había de que no viniera o no
+estuviese allí... con aquella mujer. De esta suerte trascurrió largo
+rato: el dueño del puesto junto al cual se habían detenido, comenzaba a
+fijarse en ellas. Paz, desasosegada, fuera de sí, se mordía los labios,
+pugnando por tragarse las lágrimas, y el aya la miraba sin atreverse a
+chistar.&mdash;«No viene, no viene»&mdash;pensaba la pobre niña, en cuyo corazón
+arraigaba rápidamente la esperanza.&mdash;«¿Estará dentro?»&mdash;la decían sus
+celos. Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la
+esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no
+miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera.
+Pensaba que, si le veía, sería al salir.</p>
+
+<p>De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el
+tenderete junto al cual estaban. Pepe había salido del portal y, parado
+en la acera opuesta, miraba hacia los balcones, uno de los cuales se
+abrió al mismo tiempo, apareciendo en él Engracia con su chico en
+brazos. Pepe dio unos cuantos pasos hacia lo alto de la calle, moviendo
+la mano en señal de despedida.</p>
+
+<p>El piso, principal de los antiguos, era muy bajo, y don José tenía
+colocada la butaca junto a la vidriera de modo que Pepe, gracias a la
+empinada cuesta que allí forma la calle, podía ver a su padre desde la
+acera opuesta, sin que Paz se diera cuenta de ello. Engracia levantaba
+en los brazos a su hijo que, alegre y sonriente, movía las manitas
+correspondiendo a la despedida de Pepe. La vista del niño produjo a Paz
+una impresión horrible. Avanzó unos cuantos pasos, tan cegada por la
+ira, que el aya, al mirarla en aquel estado de exaltación, la contuvo:</p>
+
+<p>&mdash;Señorita, ¡por Dios! pero ¿qué es esto?</p>
+
+<p>Había ya desaparecido Pepe por lo alto de la calle de la Pasión, y aún
+continuaba Engracia en el balcón, volviéndose algunas veces a mirar a
+don José. El niño, agitando las manitas, gritaba <i>Pepé, Pepé</i>, y
+aquellos gritos, que Paz oyó clara y distintamente, por lo corto de la
+distancia que les separaba, la destrozaron el corazón. Engracia,
+tranquila y con la sonrisa en los labios, seguía levantando el niño, sin
+señal de tristeza, como era natural que estuviese, no siendo pariente ni
+amante suyo el que se iba.</p>
+
+<p>&mdash;Vámonos&mdash;dijo Paz de pronto, con la voz ahogada por un sollozo; y
+dirigiéndose de nuevo hacia arriba, tomó la vuelta a San Isidro.</p>
+
+<p>Al entrar en la calle del Cuervo, vio a Tirso parado ante el escaparate
+de una cerería: iba de paisano, y sólo le reconoció al escuchar su voz.</p>
+
+<p>&mdash;Estaba seguro&mdash;la dijo tristemente&mdash;de que vendría Vd.</p>
+
+<p>&mdash;¡Era verdad! No había Vd. mentido.</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, señorita. El Señor la cure de ese amor, indigno de Vd. La
+misericordia de Dios es inagotable.</p>
+
+<p>Paz, con el alma acibarada por el despecho, y doña Martina, confusa y
+asombrada, llegaron a San Isidro, subiendo al coche sin entrar en la
+iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;Es hermosa&mdash;dijo maquinalmente Paz, a quien hostigaba el pensamiento
+la belleza de Engracia.</p>
+
+<p>&mdash;Sí, pero ordinaria.</p>
+
+<p>&mdash;A papá, ni una palabra, ¿estamos? Ya sabe Vd. que soy agradecida.</p>
+
+<p>Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla
+solo:</p>
+
+<p>&mdash;Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre.</p>
+
+<p>Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio
+tranquilamente alejarse al carruaje de Paz. Estaba seguro de que la
+decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en
+que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la
+resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el
+olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del
+despecho. Cuando esto ocurriera, cuando doblegada por el dolor cayese en
+brazos de la resignación, entonces sería llegado el instante oportuno
+para dirigir su pensamiento y encauzar sus sentimientos, trasformándolos
+de terrenales en piadosos, haciendo que de entre las cenizas del amor
+mundano surgiese ese divino fuego místico que abrasa y no consume. Nada
+pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja
+así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por
+tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de
+Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma
+arrancada a las impurezas del mundo. Que fuese él o fuera otro el que
+obtuviera el triunfo, poco importaba: lo esencial era conseguirlo.</p>
+
+<p>Para su hermano Pepe, cuya dicha acababa de extirpar como planta
+arrancada de cuajo, no tuvo un solo impulso de rencor. La rivalidad y
+antagonismo que de él le separaban, nada eran ni valían ante la alteza y
+rectitud de sus propósitos.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXIII" id="XXXIII"></a>XXXIII</h3>
+
+
+<p>La mañana en que Paz creyó ver demostrada la infidelidad de su amante,
+llegaron a Madrid noticias de lo mal qué iba la guerra para las armas
+liberales. El gobierno, queriendo ocultarlo, publicó en la <i>Gaceta</i> un
+parte, que solamente hablaba de pequeñas partidas alzadas en Galicia;
+pero los periódicos, suplementos y extraordinarios dieron la voz de
+alarma; con lo cual la sorpresa de la corte fue tan grande como
+inconcebible estaba siendo su apatía. Cuando la capital se enteró de
+que los voluntarios del Pretendiente, organizados en divisiones y
+cuerpos, podían hacer frente a las tropas, nadie dejó de convenir en que
+era necesario hacer un esfuerzo supremo. En los casinos, cafés y clubs,
+hasta en los corros de las calles se notó en el centro del día esa
+efervescencia síntoma de la inquietud popular. Todo el mundo estuvo
+conforme, se vociferó, se acusó de débil al gobierno, de carencia de
+disciplina a los soldados, de falta de pericia a los jefes... y por la
+tarde todo Madrid se fue a los toros.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Se lidian ocho del Duque en corrida de beneficencia. Hora y media antes
+de la fiesta comienza a romperse la línea de vehículos tendida entre la
+Puerta del Sol y las Calatravas. Los mayorales, que han pasado la mañana
+reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por
+el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el
+décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van
+de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su
+puesto, y empieza a oírse el grito tentador:</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh, arriba! ¡a la plaza!</p>
+
+<p>Al principio los coches se llenan sin grandes apreturas, arrancan
+primero los mejores, ómnibus enormes y seguros <i>breaks</i> de forma
+extranjera ya españolizados, con suertes del toreo pintadas en
+portezuelas y cajas; después, a falta de los buenos, la gente toma por
+asalto los que van quedando; jardineras con las ballestas rotas y mal
+encordeladas, tartanas quebrantahuesos y ómnibus pequeños, de aquellos
+viejos que años antes iban <i>a dos riales al patíbulo</i>, todos tirados por
+mulas y caballos trasijados que ostentan en el pescuezo collarones a la
+jerezana pagados con la escatima del pienso, sin que su pobre costillaje
+ponga lástima en el corazón de la chulapería, ávida de empezar a
+varazos.</p>
+
+<p>&mdash;¡Eh, arriba, <i>cabayero</i>!</p>
+
+<p>&mdash;¡Señorito, a la plaza!</p>
+
+<p>Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados
+por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos,
+mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de
+vestir. Los hombres van de americana y pavero; las mujeres con flores
+puestas en el pelo a lo gitana, luciendo unas la mantilla de blonda
+blanca y otras la de casco de color con sedosos madroños negros, que
+sombrean dulcemente la cara. Corren los simones, insultándose los
+cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a
+las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y
+bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa
+cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de
+colores brillantes. Al trote de un rocín miserable, y con el mono sabio
+a la grupa, va el picador, cuyas formas atléticas contrastan con el tipo
+enclenque de algún señorito que sirve de cochero a su lacayo; y en
+potros inquietos que bracean con fuerza van el chalán que deja la bestia
+en un merendero durante la corrida, y el alguacilillo vestido como los
+que aborreció Quevedo. Entre los de a pie, que continuamente se desvían
+de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de
+retorno, marchan confundidos el <i>gatera</i> que con mil trabajos, ninguno
+limpio, reunió el precio del tendido, el hortera <i>endomingado</i>, el
+estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla
+engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de
+censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo
+del <i>rey neto</i>. A pie van también la chula y su amante, ella orgullosa,
+él celoso, haciendo ambos mutua ostentación de sus personas: el mozo
+con calzado de lo fino, pantalón ajustado, pavero y chaquetilla de
+pana: la chica con el cabello ensortijado, un peinecillo en cada rizo,
+pañuelo de seda caído sobre la espalda porque no oculte lo primoroso del
+peinado, y sobre los hombros el gran mantón de Manila que se empeña en
+los apuros, y por entre cuyos largos flecos asoman a cada paso dé su
+graciosísimo andar los bajos limpios y los pies chicos. Como ella lleva
+los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los
+señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la
+muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como
+madrigales dulcísimos.</p>
+
+<p>En <i>landó</i> de alquiler va una familia extranjera mirando a todas partes
+ansiosa de color local, armada de paraguas y gemelos; y en su
+<i>victoria</i>, alta la frente y provocativa la mirada, descuella la
+hermosura alquiladiza de alguna pecadora que, al sentarse en delantera
+de grada, será acogida con expresivo vocerío. De pronto todos miran
+hacia un mismo sitio. Entre el confuso tropel de carruajes pasa una
+carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado
+muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros
+sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las
+chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera,
+y al desaparecer el coche deja tras sí un murmullo de admiración jamás
+inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan
+poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se
+divisa una larga fila de simones que vuelven con el <i>se alquila</i> puesto,
+y la calle recobra su aspecto normal. Al anochecer, la gente que sale de
+la plaza marcha de prisa, como espoleada por el hambre, y hasta en los
+barrios más apartados empieza a oírse el pregonar de los periódicos
+taurinos, recién impresos y húmedos, que son un <i>mentís</i> para quien
+tache de poco activa a nuestra raza.</p>
+
+<p class="arriba"><br />El mismo día y a igual hora, la calle de Atocha presentaba distinto
+aspecto. Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la
+entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en
+las socavas de los árboles. En el largo trecho comprendido entre la
+plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba
+gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta
+hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos
+que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y
+rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía.</p>
+
+<p>De pronto se escuchó a lo lejos sonar de cornetas cada instante más
+fuerte, y en seguida rumor de música militar que se venía aproximando.
+Después, en el repecho que forma la calle ante el Hospital, apareció un
+batallón de los acuartelados cerca de los <i>Doks</i>, que se dirigía a la
+estación del Norte. Primero se distinguieron, desde lo alto de la
+cuesta, la escuadra de gastadores y el grupo que formaba la banda, en
+cuyos instrumentos de cobre reverberaba la luz reflejos vivísimos: luego
+se vio venir la ancha columna formada por la tropa, sobre cuya oscura
+masa lucían las bayonetas heridas por el sol.</p>
+
+<p>Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al
+cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo,
+en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el
+rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para
+facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote,
+dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por
+filas como miembros de una máquina viva. Al sonar cercanos los ecos de
+la banda se abrieron algunos balcones, asomándose las muchachas privadas
+de salir, los ancianos y niños faltos de quien les llevase a paseo, y
+por las bocacalles inmediatas vinieron a escape enjambres de chicos, que
+con gran algazara y vocerío corrían unos a ponerse junto a la escuadra
+de gastadores, otros a rodear la charanga, acompañándola buen trecho,
+hasta que al cabo de un rato se volvían hacia sus casas, temerosos de
+reprimenda o paliza. Aparte la gritería de los muchachos, el batallón
+subió toda la calle sin que se escuchara a su paso murmullo de simpatía
+ni rumor de cariño: sin un viva. Sólo un hombre desharrapado dijo,
+mirando lo tristes que iban los soldados:</p>
+
+<p>&mdash;Van al Norte... ¡Pobrecitos!</p>
+
+<p>Y una criada de servir fresca y guapetona, contemplándolos como si
+fueran pedazos de su alma, añadió:</p>
+
+<p>&mdash;¡Dios os dé buena muerte!</p>
+
+<p>No sabía el pueblo despedir a los suyos de otro modo.</p>
+
+<p>Luego que el batallón pasó, la calle volvió a quedar casi desierta,
+huérfana de animación y ruidos: durante unos minutos continuó oyéndose
+cada instante más débil el sonar de las trompetas, se cerraron los
+balcones y tornáronse los chicos a sus juegos.</p>
+
+<p>La tropa debía subir toda la calle de Atocha y atravesar la Plaza Mayor,
+dirigiéndose por la calle de Bailén y el paseo de San Vicente a la
+estación del Norte, pero entre la plaza de la Bolsa y la Concepción
+Jerónima halló cortado el paso por una ancha zanja que los braceros de
+la villa habían hecho para colocar cañerías. Fue preciso variar el
+itinerario y bajar por la calle de Carretas a tomar la del Arenal.
+Cuando los soldados atravesaron la Puerta del Sol, nadie les hizo caso.
+La escena fue rápida y triste: a una parte alegría, voces, trallazos y
+ómnibus tomados por asalto: al otro lado, el batallón desfilando entre
+dos hileras de vagos, vendedores y curiosos. El jefe miró con desprecio
+a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso
+tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXIV" id="XXXIV"></a>XXXIV</h3>
+
+
+<p>Había trascurrido un mes desde que salió Pepe de Madrid. Engracia,
+conocedora de la estrecha amistad que existía entre él y su amante,
+cuidaba cariñosamente a don José, quien viéndose bien atendido se
+acordaba poco de los suyos. En la <i>Limosna de la luz</i>, doña Manuela fue
+ascendida de vigilanta a inspectora, gozando más sueldo y mejor
+habitación en el domicilio de la hermandad, y a Leocadia se le adjudicó
+la plaza que dejó vacante su madre, favores que ambas recibieron de la
+Condesa de Astorgüela, cada día más esperanzada en el éxito de la misión
+que confió a Tirso. Éste, lejos de hallar atractivo en la vida
+cortesana, iba sintiendo hastío de ocuparse en empresas inferiores a las
+que soñó su entusiasmo. Enviado a Madrid como agente de los elementos
+que impulsaban la guerra civil&mdash;causa que le parecía justísima&mdash;cumplió
+su misión y recibió orden de esperar: luego, por procurarse recursos, y
+al propio tiempo por deseo de contribuir de algún modo al triunfo de
+sus ideas, pronunció sermones que le dieron cierta notoriedad y admitió
+el cargo que disfrutaba en las <i>Hijas de la Salve</i>; pero ni bastaban a
+satisfacerle los elogios de las sacristías, ni le sonreía la idea de
+haber dejado su curato para ser capellán de monjas. Todo aquello le
+parecía mezquino; no había él salido de su retiro para tan miserables
+empeños. En un principio le preocupó bastante la impiedad que devoraba a
+su familia, pero este mal estaba ya conjurado en gran parte. Respecto a
+la negociación que le confió la de Astorgüela, también imaginaba haber
+conseguido lo principal, que era provocar el apartamiento entre Paz y su
+novio: el resto, otro lo haría. La estancia en Madrid comenzaba a serle
+desagradable, pues nunca imaginó servir a la buena causa en pequeñeces y
+menudencias, sino en lo más importante y principal, que era agotar todos
+los medios capaces de levantar el país contra los gobiernos
+revolucionarios, perseguidores de la Iglesia. En tal disposición de
+ánimo se hallaba cuando le mandó llamar la de Astorgüela y, recibiéndole
+en la misma habitación que la vez primera, celebró con él una
+entrevista, en que acaso se dibujaron dos tendencias de un mismo partido
+y en que Tirso halló ocasión de manifestar brava y noblemente sus
+ideas.</p>
+
+<p>La de Astorgüela, sentada en una gran butaca, vestida con severa
+sencillez y expresándose siempre con dulzona amabilidad, recordaba algo
+las figuras de aquellas mujeres influyentes en la política francesa del
+siglo XVII de quienes cuentan raras cosas las crónicas: diríase la
+querida de un cardenal recibiendo a un clérigo provinciano. Tirso estaba
+menos cohibido ante ella que en su primera visita, porque ya se habían
+hablado algunas veces en las juntas de la hermandad.</p>
+
+<p>&mdash;¿Sigue Vd. contento en Madrid?&mdash;le preguntó la Condesa, indicándole
+que tomara asiento.</p>
+
+<p>&mdash;Trabajo no falta, y algo me distrae; pero mi situación va siendo
+anómala, y esto me desagrada bastante.</p>
+
+<p>&mdash;Estamos, sin embargo, muy satisfechos de Vd.</p>
+
+<p>Aquél <i>estamos</i> sonó mal en los oídos de Tirso: juzgaba que la debía
+agradecimiento por el apoyo que le dispensó; pero fuera de lo referente
+a la hermandad, no reconocía en ella autoridad para aprobar o condenar
+sus actos, molestándole lo que alardeaba de su influencia en asuntos
+políticos que se rozaban con la Iglesia.</p>
+
+<p>&mdash;Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar
+contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid
+para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión
+delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi
+convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era
+ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos.</p>
+
+<p>Ella entonces, por darle a entender que no fue llamado para manifestar
+sus deseos, sino para cumplir los ajenos, varió el rumbo de la
+conversación.</p>
+
+<p>&mdash;He dicho a Vd. que su conducta merece elogio, y así es, efectivamente.
+Según mis noticias&mdash;y ya sabe Vd. que todo lo <i>averiguamos</i> cuando es
+cosa de interés&mdash;la señorita de Ágreda ha reñido con su hermano de Vd.,
+o mejor dicho; están en absoluto cortadas las relaciones entre ambos, y
+esto a Vd. se le debe.</p>
+
+<p>&mdash;Hice lo que pude, sin que me costara gran trabajo. Me bastó decirla
+que Pepe frecuentaba la casa de otra mujer. Después, su propia
+impaciencia... los celos hicieron lo demás. Debe ser una niña
+nerviosa...</p>
+
+<p>&mdash;Enamorada&mdash;le interrumpió la Condesa.&mdash;¡Pobre criatura, da
+lástima!... Pero lo hecho no basta.</p>
+
+<p>&mdash;Cuando pase más tiempo...</p>
+
+<p>&mdash;Ni su padre, ni ninguno de los que la rodean, conoce la causa de su
+abatimiento: creen que está enferma. Hay que apurar más las cosas, no
+despreciar los momentos, influir en su ánimo. De lo contrario, puede
+verificarse en ella una reacción y, cuando queramos acudir, tal vez sea
+tarde.</p>
+
+<p>&mdash;Yo no he vuelto a verla, ni hallo pretexto para ello.</p>
+
+<p>&mdash;Hay que buscarlo; porque pasada esta primera impresión de amargura,
+quizá sea difícil lo que pretendemos. Está muy triste, muy abatida, pero
+no tiene trazas de pensar en religión ni en cosa que lo valga.</p>
+
+<p>&mdash;Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso todo lo
+que sea querer precipitar los acontecimientos.</p>
+
+<p>&mdash;Pues es preciso. Reflexione Vd. despacio sobre el asunto, que es de
+gran importancia para <i>la casa</i>... y para Vd. Además; ese hermano, que
+tan violentamente se ha portado con Vd....</p>
+
+<p>En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa,
+acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos
+honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento,
+diciéndole:</p>
+
+<p>&mdash;Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy
+importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos
+revolucionarios son tontos. Sólo entre las colegiatas de León y Toledo
+hay ahora cinco prebendas vacantes. ¡Imagine usted qué puesto tan
+hermoso para trabajar en pro de lo que todos deseamos!</p>
+
+<p>Altiveciose entonces Tirso, se puso en pie como si su asiento tuviera un
+resorte que le impulsara y, ofendido, trémulo de ira y de vergüenza,
+repuso, sin disimular el enojo:</p>
+
+<p>&mdash;Señora, ni sabe Vd. lo que dice, ni a quién se lo dice. Yo no soy cura
+cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala
+manera...</p>
+
+<p>&mdash;¡Señor Resmilla!</p>
+
+<p>&mdash;¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me
+arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para
+los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas
+pequeñeces hasta por cima de los pelos. Daré por la fe hasta la última
+gota de sangre; pero para pagarme no hay dinero... ¡Ni que me hicieran
+Papa! Es cien veces más noble irse al campo a que le rompan a uno la
+crisma.</p>
+
+<p>La de Astorgüela, absorta y desconcertada, no desplegó los labios: Tirso
+cogió su teja negra de la silla en que la había dejado y añadió
+bruscamente:</p>
+
+<p>&mdash;Adiós, señora.</p>
+
+<p>Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la
+lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño
+arranque de honrado fanatismo.</p>
+
+<p>&mdash;¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará...</p>
+
+<p class="top5">Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las <i>Hijas de la Salve</i>
+supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin
+despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que
+desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de
+lo ocurrido. La hermana portera no pudo decirlas sino que la víspera vio
+hojear a Tirso un indicador de ferrocarriles; que, vestido de paisano,
+salió en persona a buscar un coche de punto y que, ayudando al simón a
+levantar su baúl, dijo:</p>
+
+<p>&mdash;A la estación del Norte.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXV" id="XXXV"></a>XXXV</h3>
+
+
+<p>Sobre los campos, devastados por la guerra, comenzó a brillar la luz de
+un nuevo día: hacia la parte de Levante el aire se arreboló cual si la
+atmósfera se incendiara, y las estrellas, ofuscadas por el sol, se
+borraron del cielo. En torno de Ayartiaga no se oía más que el
+estridente rodar de alguna carreta mal engrasada y el apacible silbo del
+viento, que se complacía en cimbrear suavemente las cañas de los
+maizales, fingiendo oleadas entre el verdor de los cerros. El pueblo,
+formado por dos líneas de pobrísimas casas tendidas a lo largo de la
+carretera, no había despertado aún. La iglesia, que apartándose del
+trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba
+cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta
+revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por
+la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas
+de herraduras y de pesadas llantas. A la entrada del lugar, algunas
+tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de
+balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras
+hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios
+radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había
+esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga. El
+lodo, apenas endurecido, estaba lleno de pisadas, y un frondoso grupo de
+castaños que había en la falda del montículo tenía, a trechos, rotos y
+astillados los troncos, en torno de los cuales caían desgajadas algunas
+ramas con las hojas ya mustias. A dos kilómetros de las primeras casas
+del pueblo, una serie de montones de escombros indicaba el lugar donde
+estuvo la estación del ferrocarril. No se veían en derredor más que
+maderas carbonizadas, herrajes retorcidos por el fuego y planchas de
+zinc medio roídas por las llamas: una fila de piedras blancas, fijas en
+el suelo, designaba el trazado del andén, y los huecos de los durmientes
+y traviesas arrancados marcaban el trayecto de la vía. De las oficinas y
+almacenes no se conservaban en pie sino un piso casi derrumbado y
+algunas paredes ennegrecidas, en una de las cuales habían quedado
+intactos dos o tres cuadritos, con fotografías malas, y un impreso en
+papel amarillo, con las horas de entrada y salida de los trenes. Junto a
+la valla que cercaba el perímetro de la estación había una casucha,
+destinada a cantina, sin el menor deterioro, quizá por ser propiedad de
+un realista: tenía la puerta cerrada y, sobre ella, se veía este bando
+allí pegado algún tiempo atrás, manuscrito, con la tinta corrida y el
+papel humedecido por los aguaceros:</p>
+
+<p class="center">DIOS&mdash;PATRIA&mdash;REY
+
+<i>Comandancia general de Guipúzcoa.</i>&mdash;Como comandante general de esta
+provincia, nombrado por S. M. Don Carlos VII de Borbón y de Este (Q. D.
+G.); teniendo que emprender un movimiento general que libre a España de
+la esclavitud en que la tiene un extranjero, hijo del carcelero del
+Papa, el inmortal Pío IX:</p>
+
+<p>Considerando que la circulación de los trenes y las comunicaciones
+telegráficas son el arma más poderosa con que un <i>ateo</i> gobierno cuenta,
+he creído conveniente ordenar lo siguiente:</p>
+
+<p>Artículo 1.º A las seis horas de recibir esta mi comunicación, deberán
+quedar desocupadas y cerradas todas las dependencias de la vía que están
+a su cargo.</p>
+
+<p>Art. 2.º Pasadas las seis horas, serán hostilizados todos los
+maquinistas que conduzcan trenes y fusilados todos los empleados que
+sean aprehendidos en el servicio de la vía férrea, previa identificación
+de sus personas, convicción de la falta de cumplimiento a esta mi orden
+y después de recibir los auxilios espirituales.</p>
+
+<p>Art. 3.º Trascurridas las seis horas, principiará el deterioro en la
+vía, cuya indemnización jamás podrá tener la empresa derecho a reclamar.</p>
+
+<p>El que sea católico español ante todo, obedezca mis órdenes, si es que
+ama a su patria y no desea sumergir en llanto y luto a su familia y a
+las de sus dependientes.&mdash;Lo que comunico a Vd. para su conocimiento y
+demás exacto cumplimiento. Dios guarde a Vd. muchos años. Campo del
+Honor 6 de Enero de 1873.&mdash;El Brigadier comandante general de la
+provincia, <i>Antonio Lizárraga y Esquirós</i>[1].»</p>
+
+<p>[Nota 1: <i>Historia Contemporánea</i>, de Antonio Pirala.&mdash;Madrid, 1877.]</p>
+
+<p class="arriba"><br />Al despuntar la mañana, en una de las casas del pueblo se abrió el
+portón del corral y, precedidos de una mujer, salieron al campo dos
+soldados de infantería con el uniforme despedazado y sucio: uno de ellos
+llevaba fusil, y el otro iba sin armamento. Llegaron la víspera, medio
+aspeados y fugitivos del combate que se trabó en las cercanías, donde a
+la entrada de un valle fueron sorprendidas y desbaratadas tres compañías
+del ejército, y aquella mujer, movida de una conmiseración desusada en
+las circunstancias por que atravesaba el país, les dio albergue durante
+la noche; pero sabedora de que en otro pueblo no muy distante había
+guarnición de tropa, les indicó de madrugada el camino que debían seguir
+hasta incorporarse a ella. Cuando llamaron a su puerta maltrechos,
+hambrientos y rendidos, les admitió a condición de que, para no
+comprometerla, saldrían de su casa con el primer claror del día; así
+que, al rayar el alba, ellos, sin esperar a que les llamase, se
+levantaron del montón de hojas de maíz que les sirvió de cama y con rudo
+lenguaje dieron gracias a su compasivo huésped, que les despidió
+diciendo:</p>
+
+<p>&mdash;Sois <i>guiris</i>: ¡no importa! Yo también <i>te</i> tengo hijo, <i>pues</i>, con
+general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos!</p>
+
+<p>Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos,
+según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y
+luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se
+internaron por un camino vecinal.</p>
+
+<p>&mdash;Por aquí debe de ser, Pateta&mdash;decía el más joven.&mdash;Esta es la casa
+abandonada de que nos habló: adelante, todo derecho. Tres horas de
+fatiga y estamos en salvo... por ahora.</p>
+
+<p>El que así habló era un muchacho alto, moreno, nervudo y fuerte, con
+tipo de castellano viejo. Tenía los pies doloridos y andaba penosamente.
+Pateta estaba desconocido. El <i>gatera</i> madrileño, de aspecto endeble, se
+había robustecido con el aire del campo. Llevaba raído el uniforme,
+sujetas las alpargatas una con cinta y otra con tomiza, y puesta sobre
+el capote una manta de color indefinido, en cuyos pelos habían quedado
+prendidas briznas del maíz seco sobre que pasó la noche.</p>
+
+<p>&mdash;¡Trae el fusil, modrego, que no <i>pués</i> con tu alma!&mdash;dijo de pronto a
+su compañero, viéndole anhelante y fatigoso.</p>
+
+<p>Habían llegado a un cerro desde donde se divisaba gran extensión de
+tierra, cuando de pronto Pateta, extendiendo un brazo para señalar lo
+que creía descubrir en una hondonada, a larga distancia, dijo, con el
+rostro demudado:</p>
+
+<p>&mdash;<i>¡Mecachis!</i> chico, ¿qué es aquello?</p>
+
+<p>&mdash;¡Gente!&mdash;repuso lívido el castellano viejo. Son dos a caballo y muchos
+más a pie.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué hacemos?</p>
+
+<p>&mdash;Volver pies atrás. Mira, el camino sigue sin un marrano árbol y al
+descubierto. Si nos ven, nos revientan. Correr lo que podamos, y esa
+mujer nos esconderá... si no, ¡sea lo que Dios quiera!</p>
+
+<p>Por entre barrizales y breñas, a campo traviesa y buscando las enramadas
+para mejor ocultarse, desandaron en quince minutos el camino que habían
+recorrido en media hora. Cuando jadeantes como perros llegaron al portón
+del corral, la mujer que allí estaba partiendo leña, con solo mirarles
+al rostro, adivinó lo que les había pasado. No salió fallida la
+esperanza de Pateta. Un instante después él y su compañero estaban
+ocultos en el anchuroso pajar, lleno de liazas, aperos de labranza y
+montoncillos de semillas, que ocupaba toda la parte alta de la casa.</p>
+
+<p>&mdash;¡Estamos en salvo!</p>
+
+<p>&mdash;Gracias a que hemos venido por ahí detrás, que por la carretera ya nos
+habían <i>atisbao</i>. ¿Cómo tienes las patas?</p>
+
+<p>&mdash;Chico, ahora muy mal; pero mientras veníamos corriendo, casi no las
+sentía.</p>
+
+<p>Como la casa estaba situada a la entrada del pueblo y era de las más
+altas, desde los ventanillos de ambos lados del pajar se veían, hacia
+una parte la larga línea de la carretera, que iba a perderse en una
+curva sombreada por robustos nogales, y en opuesta dirección la pequeña
+esplanada que había ante las ruinas de la estación del ferrocarril.
+Pateta miraba por uno de estos ventanucos, ocultándose tras unas ristras
+de mazorcas que colgaban de la techumbre, y por otro su compañero, que
+resguardaba el cuerpo con un haz de leña menuda.</p>
+
+<p>&mdash;Venían hacia aquí, ¿verdad?</p>
+
+<p>&mdash;¡Claro!</p>
+
+<p>&mdash;Lo malo será si se detienen y se alojan.</p>
+
+<p>Ninguno se atrevió a seguir haciendo conjeturas, seguros de que el
+alojamiento de aquella partida en el lugar podía ser su perdición.</p>
+
+<p>Cerca de una hora llevaban de angustiosa impaciencia, y ya iban con la
+tardanza esperanzándose de que el grupo de gente armada hubiera tomado
+otro camino, cuando Pateta lo vio aparecer en la curva de la carretera.
+Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el
+tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden,
+hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas
+armas, y el mayor número con boina blanca.</p>
+
+<p>&mdash;Traen uno <i>cogido</i>. ¡Pobrecito!&mdash;dijo. Pateta, oprimiendo
+maquinalmente el fusil.</p>
+
+<p>&mdash;¡No seas bruto! ¡Si es inútil!&mdash;respondió su camarada, adivinándole
+los pensamientos.</p>
+
+<p>&mdash;No, si ya lo sé; pero me están saltando los dedos.</p>
+
+<p>Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos,
+parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre,
+como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a
+la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal
+subalterno de ferrocarriles. Era un telegrafista de la estación cercana.</p>
+
+<p>&mdash;Es uno del tren.</p>
+
+<p>&mdash;¡No chistes!</p>
+
+<p>&mdash;¡Calla!&mdash;dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la
+gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el
+desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba
+frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba.
+En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación,
+hacía allí alto la partida.</p>
+
+<p>&mdash;<i>Pinchi</i>, ¡mira qué facha más rara <i>tién</i> los <i>cabeciyas</i>!</p>
+
+<p>Uno de los tres jefes les llamó en particular la atención. Era un hombre
+alto, de color cetrino, facciones angulosas y barba negra muy cerrada. A
+menor distancia, con seguridad Pateta le hubiera conocido en seguida.
+Llevaba gorra pellejera, larga chaqueta azamarrada con grasientos
+alamares negros, pantalón de pana y botas blancas de montar, con recias
+espuelas de hierro; pendiente del cinto un sable, y entre los pliegues
+de la faja morada y burda asomaba la culatilla de un revolver de
+reglamento. Ni en las mangas del chaquetón ni en parte alguna del traje
+usaba el menor distintivo; pero, en cambio, su caballo era la mejor de
+las tres bestias. A juzgar por los ademanes que hacía y la respetuosa
+atención con que los otros le escuchaban, debía ser el que acuadrillaba
+la partida.</p>
+
+<p>Lo que pasó luego fue horrible crueldad. El prisionero entró en la
+caseta, custodiado por cuatro números, y tras él entraron los tres
+hombres que iban mandando a los insurrectos. Algunos campesinos y
+labriegos del lugar, viejos en su mayor parte, que habían acudido por
+curiosidad, fueron alejados con modales bruscos por la gente armada; y
+como volviesen en mayor número, se dio orden de despejar la plazoleta.
+Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero
+encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono.
+Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados,
+conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende
+su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar
+de acuerdo, se mostraban inflexibles. Pateta y el castellano viejo
+temblaban, presintiendo que iban a presenciar algo espantoso. De pronto
+el hombre que parecía compartir la opinión del jefe se apartó unos
+cuantos pasos, dio orden de formar, mandó sacar el prisionero y dispuso
+que, rodeado de un piquete, fuese conducido hasta los ruinosos y
+calcinados paredones de la estación, junto a la valla en que estaba
+fijado el bando prohibiendo la circulación de trenes. Allí, sin
+desatarle las ligaduras de las manos, le hicieron arrimarse a la tapia:
+el infeliz dijo algunas palabras, pero Pateta y su camarada no pudieron
+oírle. Obedeciendo a las voces de mando que dio el oficial, avanzaron
+cinco números y, colocados a unos cuantos pasos del desdichado, le
+apuntaron dos a la cabeza y los tres restantes al pecho. Después, el
+múltiple y desigual estampido de los disparos atronó el aire, y al
+disiparse el humo de la descarga se vio el cuerpo inmóvil y tendido de
+bruces en el suelo. La cal de la pared, ennegrecida por la humareda del
+incendio, quedó jaspeada de manchas rojas, y rodeando al cadáver
+apareció un charquillo de sangre, que la tierra empapó rápidamente, cual
+si quisiera borrar el crimen de los hombres. En seguida el piquete se
+alejó, dejando allí dos individuos, en tanto que otra pareja iba al
+pueblo para ordenar que fuese sepultado el muerto. Lo que siguió ya no
+pudieron verlo los del pajar.</p>
+
+<p>La partida se dirigió a la iglesia del lugar, entrando en ella con
+muestras de piadoso recogimiento. El jefe penetró por otra puerta en la
+sacristía, habló con el cura, que se disponía a decir la misa que habían
+de escuchar las pocas y madrugadoras mujeres que iban llegando, y con
+palabras corteses le rogó que le dejara oficiar en lugar suyo. Pocos
+minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo
+latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió
+a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la
+mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se
+movían, como polvo de oro, los átomos inquietos. Un robusto mocetón, que
+llevaba en el capote galones de cabo, ayudó a la celebración del santo
+sacrificio. El cabecilla rezó la misa pausada y lentamente, con la
+conciencia tranquila, sólo atento al sentido místico de las augustas
+frases que sus labios saboreaban como un jugo espiritual al decir:</p>
+
+<p>&mdash;<i>Judica me, Deus, et discerne causam meam</i>...</p>
+
+<p class="arriba"><br />Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado
+de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por
+los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de
+su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo:</p>
+
+<p>&mdash;Si no escapas, <i>pues</i>, tirarte tiros <i>hasen</i>.</p>
+
+<p>No tres, como ella les dijera, sino cinco horas anduvieron hasta llegar
+de madrugada a un caserío donde, presentándose al jefe del destacamento
+que lo ocupaba, contaron cuanto habían visto, aún grabada en sus rostros
+la impresión de la angustia y el terror sufridos.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXVI" id="XXXVI"></a>XXXVI</h3>
+
+
+<p>Paz y su novio convinieron, al separarse, en que ella no escribiría
+hasta recibir carta de él, y que luego ambos menudearían las sucesivas
+cuanto les fuera posible; pero desde el instante en que ella se juzgó
+traicionada, hizo firme propósito de no escribirle una sola vez. Su
+primera impresión fue una pena tan grande y convicción tan honda de
+haber sido juguete de un capricho, que consideró inútil todo esfuerzo y
+baldía toda tentativa para recobrar el bien perdido: después, a las
+lágrimas de la decepción sucedieron las quejas de la vanidad
+mortificada; se agriaron los celos y pretendió olvidarle. No hubo
+sensación triste que no experimentara: lo único que no sintió fue
+arrepentimiento de haberle concedido su cariño, porque la gratitud a las
+delicias gozadas pudo más que el rencor a la ofensa recibida. En cuanto
+a reconquistar la posesión de Pepe, lo supuso imposible: llegó a creer
+que aquella disparidad de fortuna, tantas veces temida, era la causa
+verdadera del mal. La desdicha le parecía irremediable; lo sólo que
+debía procurar era prescindir de su amor, sofocándolo como a sentimiento
+réprobo, cuya vida ha de ser toda maldición y pena.</p>
+
+<p>Según fueron llegando a sus manos las primeras cartas de Pepe, las rasgó
+con ira, sin leerlas; pero en vez de tirarlos, guardó los pedazos en el
+cajón de un mueblecillo. Pasaron muchos días, recibió otras e hizo lo
+propio, sin contestar a ninguna: mas la violencia que esta entereza le
+costaba iba poco a poco aumentando. En vano se había condenado
+voluntariamente a no saber de él: rompía las cartas, pero no lograba
+acallar los antojos de su fantasía. Aquellos trozos de papel, ilegibles
+y estrujados con rabia, tenían una fuerza incontrastable: decían que
+Pepe vivía y se acordaba de ella. Tal era el estado de su ánimo cuando
+cesó de tener cartas. Dudó primero de la discreción del aya, que era la
+encargada de recibirlas, y luego pensó que Pepe enmudecía, cansado de no
+obtener respuestas; mas pronto supo con temor que el silencio de su
+amante no obedecía a ninguna de estas causas.</p>
+
+<p>En los periódicos y partes oficiales dejó de citarse el batallón a que
+pertenecía Pepe, porque se ignoraba el paradero de aquél y de otros
+cuerpos, sabiéndose únicamente que estaba verificando una marcha penosa
+y arriesgada, que terminaría en un combate, cuyo objeto sólo conocía el
+general en jefe. Cinco días duró aquella incertidumbre. Entonces apreció
+Paz lo que quería a Pepe. Mientras supo que vivía, tuvo firmeza y amor
+propio: cuando las circunstancias la hicieron comprender que estaba en
+peligro, su pasión despertó, sin sentimiento rencoroso que la
+desvirtuase ni nube que la empañara. Cada día que pasaba, cada periódico
+que llegaba a sus manos sin decirla nada de aquella marcha, que fue
+célebre en la historia de la guerra civil, la sumían en mayor
+abatimiento. No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para
+engañarse mintiendo que tenía sobre sí imperio para olvidarle. Su
+imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con
+la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas
+dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de
+sus lágrimas. Los primeros diálogos que con <i>él</i> sostuvo, aquella
+incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo
+que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y
+el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su
+pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos
+de la fronda en que nacieron.</p>
+
+<p>La impaciencia de Paz se trocó en terror cuando, al terminar la semana y
+sin que ella recibiera carta, se supo en Madrid que la marcha de campaña
+se había verificado y que las tropas, al dar batalla, habían sufrido
+numerosas bajas. Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde,
+a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la
+angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar
+lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de
+vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería
+el mejor. Se le ocurrió ir a ver al padre de Pepe, y fue, llevada por su
+amorosa inquietud, lo mismo que hubiera sido capaz de ir al sitio mejor
+guardado o al lugar donde más arriesgara su decoro.</p>
+
+<p>A la mañana siguiente, no tan temprano como quisiera su impaciencia, se
+apeó de la berlina cerca de la calle de los Estudios y, en compañía del
+aya, que ya estaba domesticada y dócil, se dirigió hacia la calle de la
+Pasión. No necesitó que nadie la indicara el camino, ni tuvo que
+esforzarse por hacer memoria de dónde estaba la casa que iba buscando.
+Bajaron por la izquierda de la Ribera de Curtidores; al llegar frente al
+sitio en que tiempo atrás vio salir a Pepe de casa de Engracia sintió el
+rostro abrasado por una llamarada de vergüenza; pero ni acortó el paso,
+ni pensó retroceder.</p>
+
+<p>&mdash;Aquí es, y ¡no hay portería!&mdash;dijo al torcer la esquina de la calle de
+la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y
+cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los
+chicos.</p>
+
+<p>&mdash;¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón.</p>
+
+<p>Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era
+de los que tienen corredores con puertas numeradas.</p>
+
+<p>En uno de los ángulos había un pozo, junto al cual, sin miedo al sol que
+la hostigaba con su seco ardor, estaba una muchacha jabonando ropa
+blanca en una artesa, remangados los brazos y con la falda de percal
+sujeta entre las piernas. Era alta y airosa; su pecho juvenil y fuerte
+temblaba a cada movimiento; el traje era humilde, pero el peinado
+primoroso, y entre los undosos rizos del moño tenía prendidos al
+desgaire cuatro o seis clavelillos de los que adornan los puestos de
+las verbenas. A su lado, y gateando sobre un trozo de estera, había un
+niño que se entretenía en manotear contra las prendas ya retorcidas que
+ella dejaba caer en un barreño. Paz la había visto una sola vez de lejos
+y teniendo los ojos nublados por las lágrimas; pero la conoció en
+seguida: era Engracia. El aya lo examinaba todo con miradas
+despreciativas; Paz estuvo a punto de volver pies atrás; mas dominando
+de pronto la repulsión que sentía hacia <i>la otra</i>, preguntó, apartando
+del chiquitín las miradas:</p>
+
+<p>&mdash;¿Hace Vd. el favor de decirme cuál es el cuarto del Sr. Resmilla?</p>
+
+<p>&mdash;En mi casa, <i>prencipal</i> núm. 2,... pero no se le <i>pué</i> ver.</p>
+
+<p>&mdash;Lo siento; deseaba hablarle... y tal vez no me sea fácil volver.</p>
+
+<p>&mdash;Pues ese señor está malo, <i>mu</i> malo, y pasa las noches rabiando, y
+hasta que es de día no descansa. Ya ve Vd., ¡me bajo yo el <i>arrapiezo
+pá</i> que no alborote!... Si <i>quiusté</i> algún <i>recao</i>...</p>
+
+<p>No había contado con aquello. Hablar al padre del hombre que la engañó,
+no era humillación: conversar con Engracia, le parecía insufrible
+martirio. El ansia por saber de Pepe pudo al fin más que el amor
+propio, y pensó que la escena no podía prolongarse arriba de unos
+minutos.</p>
+
+<p>&mdash;Ese caballero tiene un hijo que está en el Norte, ¿verdad?... ¿Sabe
+Vd. si se han recibido noticias suyas?</p>
+
+<p>&mdash;Sí señora, esta mañana precisamente: como que <i>aluego</i> de recibir la
+carta se quedó don José más tranquilo que está esa criatura. El señorito
+Pepe está sano y salvo en un pueblo que lo llaman... Astirraga, Gorri...
+Garri... vamos, no me acuerdo; uno de esos pueblos de nombre <i>enrevesao</i>
+que dicen que los bautizó el diablo estando borracho.</p>
+
+<p>&mdash;De modo&mdash;añadió Paz, sin poder disimular la emoción&mdash;que es seguro;
+¿está bueno?</p>
+
+<p>&mdash;¿No le digo a Vd. que ha escrito él mismo?</p>
+
+<p>&mdash;Mil gracias, joven... ya volveré.</p>
+
+<p>Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras
+diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las
+manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo
+del portal:</p>
+
+<p>&mdash;Oiga Vd., señorita: usted <i>desimule</i>; <i>aunque sea mal preguntao</i>, ¿es
+Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe?</p>
+
+<p>&mdash;Sí&mdash;contestó secamente, evitando mirarla cara a cara.</p>
+
+<p>Entonces Engracia, dando a sus palabras franca expresión de simpatía,
+exclamó, con asombro de Paz:</p>
+
+<p>&mdash;¡Vaya, vaya!... ¡sea por muchos años! ¡ahora comprendo yo que esté el
+señor Pepe tan <i>chalao</i>!... ¡Y que no tenía yo pocas ganas de conocerla
+a Vd! También la digo a usted que se <i>pué</i> Vd. presentar donde las
+<i>haiga</i> guapas.</p>
+
+<p>Paz, sin acertar a comprender cómo aquella mujer la hablaba de tal modo,
+repuso, echando a andar y con creciente aspereza.</p>
+
+<p>&mdash;Quede Vd. con Dios.</p>
+
+<p>La otra, muy ofendida, se plantó en la salida del patio, cortándola el
+paso, al par que la decía, con desparpajo y retintín:</p>
+
+<p>&mdash;¡Oiga Vd., señorita! ¿qué es lo que se ha <i>figurao</i> Vd.? Yo no soy
+<i>denguna</i> fregona, ¿está Vd.? Soy la Engracia. ¿Conque se <i>arranca</i>, Vd.
+a venir a preguntar por el novio, y <i>aluego tié</i> Vd. a menos hablar
+conmigo?</p>
+
+<p>Paz no se atrevía a responder, temerosa de un escándalo en tal sitio y
+por semejante ocasión: Engracia, sin permitirla avanzar, continuó:</p>
+
+<p>&mdash;¿Habrá Vd. creído que era la <i>criá</i>? Pues no señora... Don José y su
+novio de Vd. me tratan de igual a igual, y su novio de Vd. y mi Millán
+se llaman de tú... Conque, menos humos. <i>Entavía</i>, ¡bestia de mí!
+estaba yo adulándola a <i>usté</i> el oído. ¡Vaya Vd. mucho con Dios, doña
+<i>Ínsulas</i>!</p>
+
+<p>Las palabras de Engracia llenaron a Paz de confusión, y además adivinó
+que no estaba la razón de su parte. Aquella mujer la suponía en amores
+con Pepe, y lejos de mostrarla enojo, la recibía bien; hasta elogiaba su
+hermosura...; hablaba de otro hombre y decía orgullosamente <i>mi Millán</i>.
+¿Qué era aquello?</p>
+
+<p>&mdash;No se esté Vd. aquí, <i>señorita</i>, que se le van a manchar las
+<i>naguas</i>...</p>
+
+<p>Paz careció de sangre fría para marcharse sin salir de dudas: su calma
+no podía confundirse con la indiferencia.</p>
+
+<p>&mdash;Pero Vd. ¿no es Engracia... la...?</p>
+
+<p>&mdash;¡Atrévase Vd!... la querida de Millán. ¿Era eso lo que quería Vd.
+decir? Pues a mucha honra, que me está sirviendo de padre a mi chico.</p>
+
+<p>&mdash;¿Luego ese niño?...</p>
+
+<p>&mdash;No es de Millán, sino mío y de mi difunto, que por allá nos aguarde
+muchos años. <i>¡Andá</i>, si no fuera por Millán, ya habíamos <i>reventao</i> yo
+y el chico, como la Real Trinidad!</p>
+
+<p>&mdash;¿De modo que Vd. con quien tiene amores es con ese Millán?</p>
+
+<p>&mdash;¿Pues qué se <i>la</i> había <i>figurao</i> a Vd.?</p>
+
+<p>La actitud de Engracia no pudo ser más expresiva: Paz, segura de que el
+exacerbar su ira atraería sobre ella una explosión de injurias, acaso
+justas, comprendió que el único medio de cortar aquella escena y salir
+al mismo tiempo de dudas era hablar clara y lealmente. Apartose del aya,
+condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí,
+con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la
+refirió en pocas palabras la causa de su enojo. Cinco minutos de diálogo
+bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada
+chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó:</p>
+
+<p>&mdash;¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha <i>venío</i> aquí creyendo que yo
+estaba <i>liá</i> con el señorito Pepe?</p>
+
+<p>Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió
+tímidamente.</p>
+
+<p>&mdash;¡Sí! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido!</p>
+
+<p>&mdash;¡Ya lo creo!... Pues hija, que se le quite a Vd. eso de la cabeza.</p>
+
+<p>&mdash;¿Me dispensa Vd., verdad? ¿Me deja usted que bese al niño?</p>
+
+<p>&mdash;¡No eches tierra en la ropa, <i>condenao</i>! Ven aquí, que te va a dar un
+<i>chichi</i> esta señora. ¡Ay hija!&mdash;añadió, encarándose con
+Paz&mdash;desengáñese Vd., cuando una quiere a un hombre, no hay señorío que
+valga, <i>toas semos</i> iguales.</p>
+
+<p><i>(El aya aparte)</i>.&mdash;¡Válgame Dios, lo que son las señoritas del día!</p>
+
+<p>Paz salió de allí con el alma henchida de gozo. En su corazón había
+renacido la dicha pujante y vigorosa, como agua de manantial comprimido
+que redobla su violencia al cesar la fuerza que lo sofoca. Tuvo impulsos
+de quitarse de las orejas los ricos pendientes que lucía y regalárselos
+a Engracia, pero le parecieron pobrísima ofrenda para pagar tanta
+felicidad.</p>
+
+<p>Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que,
+pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas.</p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXVII" id="XXXVII"></a>XXXVII</h3>
+
+
+<p>«Adorada Paz:</p>
+
+<p>Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y
+has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme
+perdón. Otro día te hablaré de esto más despacio y te reñiré mucho:
+ahora, al acabar de leer tus frases de arrepentimiento y cariño, no
+tengo valor para hacerte sufrir. Lo principal es que eres mía y que ya
+no dejarás nunca de serlo.</p>
+
+<p>Ni yo, aunque lo pretendiera, podría darte idea de las penalidades que
+aquí nos cercan, ni es fácil que las imagines. Las marchas y
+contramarchas nos dejan tan rendidos, que casi nos parece preferible
+entrar en acción a vagar por trochas y vericuetos. No sé qué es peor, si
+ir perdiendo poco a poco la vida, destrozada por la fatiga y el
+cansancio, o exponerse a que acabe todo de una vez. Si no fuera por tí y
+por mi pobre padre, ¡cuántas veces me hubiese decidido a ser el primero
+en un avance o el último en una retirada, para que me quitaran de en
+medio! Tú y mi padre me sostenéis, para vosotros vivo: el pobre
+viejecito necesita amparo; y contigo, ¡puedo ser tan feliz! No dejes de
+escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero,
+¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está
+confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy
+cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo.</p>
+
+<p>De mi padre sé que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de
+las que me trae la última carta de Millán. De Leocadia, casi nada me
+dice; pero de la ambigüedad de sus palabras infiero que, o está loca, o
+ha perdido la vergüenza. Fácilmente comprenderás lo triste que será para
+mí hablarte de esto; pero entre tú y yo no hay ya secretos. Mayor pena
+me causa lo que me dice de mamá. Ignoro si Millán exagerará algo las
+tintas del cuadro, para que yo no abrigue esperanza y vaya
+acostumbrándome a la realidad; pero me parece absurdo lo que está
+pasando. Dice Millán que al otro día de salir yo de Madrid la mandó
+recado al convento, participándola dónde estaba mi padre, por si quería
+ir a verle, añadiendo que el pobre no hacía más que preguntar por ella:
+mamá repuso que ya se había curado de <i>cosas terrenales</i> y que no tenía
+más familia que Cristo y su divina Madre, pero que no se olvidaría de
+nosotros en sus oraciones. Ni preguntó cómo seguía papá, ni qué
+medicinas tomaba; en fin, nada. Añade Millán que ha enflaquecido mucho y
+que está muy desmejorada. ¡Pobre madre mía! No me hago ilusiones; no
+abrigo la menor esperanza de que llegue el caso: pero, si fuera preciso;
+si a mi madre la tocara Dios en el corazón y resolviera volver al lado
+de mi padre, te ruego, por las promesas que me has hecho y por lo que
+más quieras en el mundo, que la prestes ayuda, que la ampares y la
+protejas. Basta de esto: se me oprime el corazón como si me lo
+estrujaran. De mi hermano no sé una palabra: ignoro por completo su
+paradero.</p>
+
+<p>¿A quién dirás que tuve el alegrón de abrazar ayer? A nuestro cartero;
+al fiel y nunca bien alabado Pateta, que está hecho un veterano. Dos
+días ha andado perdido por los montes, con otro compañero, después de
+ser sorprendido y derrotado el destacamento de que formaba parte.
+Cuentan cosas horribles. Desde el pajar de una casa, donde les escondió
+una buena mujer, vieron fusilar a un telegrafista. ¡Figúrate la
+impresión que sufrirían! Crueldades tan inútiles y sanguinarias como
+ésta, se cometen aquí muchas: en Madrid no tenéis idea de lo que es la
+guerra.</p>
+
+<p>No creo que este ejército pueda tener grandes descalabros; pero lo que
+está sucediendo en otras partes, causa en nuestras filas un efecto
+tristísimo. El triunfo de Oristá, la victoria obtenida por Savalls en
+San Quintín de Besora, la muerte de Cabrinety, la toma de Igualada y el
+desastre de Albiol, en que nuestros prisioneros perecieron, muertos a
+bayonetazos, han envalentonado mucho al enemigo. Lo más irritante es que
+la guerra va tomando un carácter de ferocidad que espanta. Hay
+guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos
+bárbaros; que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los
+niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha
+mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos,
+simulando los galones del grado que tenían en el ejército. Asombra el
+número de curas que, hechos fieras, recorren los campos: los hay
+agregados a cuerpos o divisiones bien organizadas, y otros que, sin
+reconocer jefatura, van por donde quieren, cometiendo fechorías.</p>
+
+<p>Ahora dicen que anda por estos contornos una partida con un cabecilla al
+frente, también cura, que acaso sea el autor del fusilamiento
+presenciado por Pateta. Si le pillamos, se divierte.</p>
+
+<p>Basta de carta; no tengo tiempo para más. Escríbeme siempre que puedas y
+dime de mil maneras que me quieres: la última será la que me parezca más
+grata. Yo no dejo de pensar en tí, y si no me llamaras romántico, te
+diría que con tu amor llevo en el alma un amuleto. No tengo miedo a
+perderte. Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, <i>Paz</i> de
+mi vida, que por tí se está batiendo media España. Pese a quien pese,
+serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo,</p>
+
+<p class="top5"><span style="margin-left: 50%;"><span class="smcap">Pepe</span>.»</span></p>
+
+
+
+<h3><a name="XXXVIII" id="XXXVIII"></a>XXXVIII</h3>
+
+
+<p>Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio
+de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de
+otras proezas.</p>
+
+<p>Amanecía: el sol, como amante presuroso, arrancaba a la tierra su túnica
+de nieblas, y de entre las sombras rasgadas por el claror del día iban
+surgiendo las formas de las cosas.</p>
+
+<p>Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal
+aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo,
+cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de
+fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba,
+fingiendo llamaradas de incendio. Ningún hombre se veía por los pequeños
+espacios libres entre casa y casa que hacían el oficio de calles: todos
+eran voluntarios y estaban en el monte. En las cañadas cercanas no había
+ganado al regalo de la yerba.</p>
+
+<p>Algunas techumbres despedían el humo de los hogares encendidos,
+indicando que allí permanecían los viejos, los chicos y las mujeres. Del
+río, que regolfando en las riberas serpenteaba entre prados y huertas,
+se desprendía un vapor gris, deshecho al menor soplo del aire, y la
+corriente mansa y negruzca pasaba silenciosamente por las presas de los
+molinos abandonados, como mofándose de las ruedas paradas. No se oían
+más ruidos que el rápido rozar del viento contra los penachos de los
+maizales, y a ratos sonar estridente de cornetas lejanas.</p>
+
+<p>Como a un cuarto de legua detrás del pueblo se erguía Monte-Dalarza,
+impracticable a la derecha por una serie de ásperos peñascales y cortado
+a la izquierda por un tajo, con honores de sima, que lo separaba del
+resto de la sierra. Toda la ladera que hacía frente a los cerros
+aparecía surcada de trabajos de tierra, sin que desde la falda hasta
+cerca del picacho que coronaba la cumbre quedara en la vertiente un
+trecho de cien pasos en que no hubiera trinchera-abrigo, pozo de tirador
+o empalizada de cestones, para disparar a mansalva. En aquella posición,
+casi inexpugnable, se habían apostado varias partidas, fuertes de hasta
+cuatro mil hombres, decididas a defender el paso. Las quebraduras que
+tenían a su derecha eran inaccesibles, y el tajo de la izquierda
+absolutamente imposible de salvar. Aquella hendidura, labrada por la
+fuerza brutal de la Naturaleza, parecía angosta vista de lejos; mas de
+cerca, sus paredes, formadas por las aristas y angulosidades de las
+rocas, se apartaban, dejando en medio un vacío ancho y tenebroso, donde
+en confuso desorden iba hacinando el tiempo peñas rodadas, troncos
+caídos y malezas barridas por los vendavales. Nadie oyó nunca chocar
+contra el fondo del barranco la piedra allí lanzada, ni hubo jamás en la
+comarca quien se aventurase a explorar aquella cavidad oscura, más
+oscura según iba siendo más profunda, y de cuyos bordes el ganado se
+apartaba medroso.</p>
+
+<p>No había más remedio que forzar de frente las trincheras de la falda de
+la montaña. El plan de ataque consistía en cañonearlas primero, sin
+disparar un tiro de fusil, y tomarlas después a la bayoneta cuando
+fuera posible calcular que la artillería había destruido las defensas y
+desalentado a los combatientes.</p>
+
+<p>A poco de rayar el día comenzó la lucha, cuyos actores permanecían
+invisibles, unos tras las desigualdades de los montículos y otros tras
+los parapetos, construidos con tierra sacada de las zanjas donde se
+ocultaban. Primero se vio hacia la parte de los cerros, ocupados por los
+liberales, el humo de un fogonazo que rastreó como una nubecilla, y sonó
+un estampido: luego se oyó otro, y luego muchos más, hasta quedar las
+colinas cubiertas de un nublado espeso que tardaba largo rato en
+disiparse, mientras las cavidades de los montes devolvían en ecos
+temblorosos y roncos el tronar de la artillería. Las fuerzas carlistas
+contestaban débilmente al cañoneo: debían tener pocas piezas y de escaso
+alcance, porque sus tiros iban a estrellarse en un ribazo situado por
+bajo de los cerros, casi en la orilla del río, produciendo los cascos de
+granadas, al caer en el agua, anchos círculos de ondas que se
+estrellaban en las márgenes. Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a
+notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que
+semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo
+destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en
+las altas. De pronto, cuando el cañoneo fue más recio, cayeron dos
+granadas por bajo de la sima, donde había una batería, y causaron tan
+horrible destrozo, que un instante después aquellos puntos negros fueron
+innumerables, distinguiéndose los grupos de hombres que ascendían a la
+desbandada por la vertiente, como reses perseguidas de cerca, en tanto
+que otros, menos, pero más tercos y valientes, arrastraban a brazo los
+cañoncejos para emplazarlos más arriba. Al poco rato sucedió lo mismo en
+el extremo opuesto, enmudeciendo las tres o cuatro piezas que hacían
+fuego desde la línea inferior de las trincheras. Los liberales siguieron
+disparando, y así trascurrió una hora. De pronto, de entre las
+quebraduras de los cerros, ocupados por el ejército, salieron dos
+columnas de tropa, destacándose las filas de pantalones rojos sobre el
+gris terroso del suelo. En seguida, dejando a su derecha el caserío de
+Urquilezo, bajaron a la carrera hasta la hondonada, y sin detenerse un
+momento emprendieron de frente la subida hacia las líneas de defensa,
+mientras la banda de cornetas tocaba paso de ataque.</p>
+
+<p>El general había pedido voluntarios; y como el coronel del batallón de
+Pepe fuese el primero en ofrecerse con su gente, se le confió la
+operación, lanzándose las compañías al peligro, con sus jefes al frente,
+sin que la artillería dejara de hostilizar el reducto próximo a la sima.
+Cuando los soldados comenzaron a subir la falda de Monte-Dalarza, cesó
+el fuego de los carlistas: no querían desperdiciar municiones. El sol,
+que ya picaba, el calor, lo áspero del terreno y el cansancio de las
+pasadas marchas, entorpecían el acceso; pero, al cabo de media hora, las
+dos columnas llegaron casi al mismo tiempo a la primera línea de
+trincheras abandonadas, siguiendo el movimiento de avance: nadie tomó
+punto de reposo. Continuó la embestida y, ya estaban los más delanteros
+a corta distancia del reducto, cuando la línea terrosa que señalaba las
+trincheras altas desapareció de pronto tras una nube estrecha y larga,
+sonando el estruendoso fragor de una descarga formidable. Más de veinte
+hombres quedaron tendidos en las breñas: los demás, volviendo las
+espaldas, corrieron precipitadamente a la hondonada. De los caídos nadie
+se cuidó. Unos pedían agua, otros murmuraban nombres de mujeres; pero
+sus gritos fueron acallados por el rápido pisar de los que huían,
+brincando entre las matas y removiendo pedruscos que bajaban rodando
+hasta el barranco. Entonces, una batería Plasencia, de las situadas en
+los cerros, avanzó hasta emplazarse casi al alcance de los tiros
+contrarios, y disparó sin descanso contra las trincheras altas. Los
+primeros proyectiles cayeron bajos: luego, rectificada la puntería, su
+efecto fue terrible. Al mismo tiempo los fugitivos, rehechos y animados
+por sus jefes en la hondonada, dieron principio a la segunda embestida,
+siendo tan bravo y rápido esta vez el avance que, a pesar de otras dos
+descargas, las compañías, poco mermadas, llegaron cerca del reducto
+inmediato a la sima.</p>
+
+<p>Merced a una quebradura del terreno, el ribazo donde estaba construido
+el reducto destacaba sobre el azul del cielo, y allí, por cima del
+parapeto de la obra de tierra, algunos soldados de los que subían vieron
+desde los primeros momentos de la acometida un hombre de elevada
+estatura y barba negra que, sable en mano, animaba a los suyos, yendo de
+un lado para otro, gesticulando y dando enérgicas voces, como si
+quisiera comunicarles su valor heroico. Pepe no le vio; pero Pateta se
+fijó en él y hubo un momento en que, interrumpidos los disparos
+carlistas, el <i>gatera</i> madrileño, que iba trepando cuesta arriba como
+una alimaña del monte, oyó clara y distinta la voz de aquel hombre que,
+agitando furiosamente el sable, gritaba a los de la trinchera:</p>
+
+<p>&mdash;¡Quietos ahora! ¡quietos, y luego tirar a los oficiales!</p>
+
+<p>Su figura sobresalía del parapeto, destacándose sola y arrogante.
+Llevaba zamarra larga con cordonaje negro, faja morada y gorra
+pellejera. Pateta, según iba subiendo, le miraba con mayor tenacidad: de
+pronto, al reconocerle, soltó una palabrota y murmuró con ira:</p>
+
+<p>&mdash;¡El del fusilamiento!</p>
+
+<p>Y rápidamente el pensamiento le señaló su verdadero enemigo. Por aquel y
+otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del
+pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en
+tierra, se echó el <i>remingthon</i> a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y
+el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién
+era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno.</p>
+
+<p>&mdash;¡Abur, amigo!&mdash;gritó al verle caer&mdash;y redoblando sus esfuerzos, llegó
+al reducto entre los primeros que lo asaltaron.</p>
+
+<p>El carlista estaba tendido encima de un montón de alforjas. Sin duda se
+arrastró hasta allí para morir. Tenía el cuello atravesado por el
+balazo, y los dos agujeros abiertos por el proyectil manaban sangre: el
+sable estaba caído a pocos pasos, y él, con la mano izquierda, crispada
+y sucia, conservaba agarrado un trapito rectangular y blanco, sujeto a
+una cinta que le salía de entre las ropas del pecho. Pateta se acercó
+con medrosa curiosidad; pero al fijar en él los ojos, lanzó un grito de
+espanto y tendió en torno la mirada, horrorizado ante la idea de que se
+aproximara Pepe.</p>
+
+<p>El muerto era Tirso.</p>
+
+<p>Sus facciones no conservaban contracción de ira ni gesto de dolor; pero
+los ojos, vidriados por la muerte, indicaban todavía el tesón indomable
+de su alma, sin que bastaran a desfigurarle la barba crecida ni el
+semblante pálido por la hemorragia. Las líneas duras y angulosas de su
+rostro parecían suavizadas por la muerte, que imprimió en ellas una
+serenidad admirable, reflejo acaso de la conciencia satisfecha por el
+deber cumplido. No parecía caído entre los escombros de un reducto, sino
+sacrificado ante las gradas de un altar...</p>
+
+<p>Lo primero que se le ocurrió a Pateta fue cubrirlo con arena, yerbajos
+y cuanto hallase a mano, porque Pepe, si se acercaba, no le conociera;
+mas le pareció escasa precaución. Entonces, desconcertado por la prisa,
+mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes,
+soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró
+penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba
+junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola
+por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al
+barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de
+las rocas.</p>
+
+<p>Un instante después, Pateta seguía trepando jadeante hacia la última
+línea de trincheras, ya vencidas, donde Pepe había entrado con su
+compañía.</p>
+
+<p>Al rodear las tropas vencedoras el picacho de Monte-Dalarza, los
+facciosos huían cuesta abajo por la vertiente opuesta: ya no se
+escuchaban cornetas ni se oían disparos, turbando sólo el augusto
+silencio de los campos el triste relincho de un caballo herido y
+abandonado en la hondonada.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Por la tarde, mucho después de haber cesado el peligro, cuantos chicos
+había en el vecino pueblo de Urquilezo subieron a Monte-Dalarza,
+ansiosos de ver el sitio del combate, resonando su vocerío de rapaces
+traviesos donde poco antes tronaron los cañones. Los mayores miraban con
+semblante serio las huellas de la lucha; los pequeños, riendo
+alegremente, triscaban como cabritillos; todos iban buscando vestigios
+del paso de la tropa y mostrándose mutuamente las peñas donde chocó una
+granada, la tierra removida en el piso de las zanjas y el musgo manchado
+por la sangre; pero lo que más les regocijaba era recoger cartuchos
+vacíos. Uno se encontró en una trinchera un morralillo con un cantero de
+pan y medio chorizo envuelto en una carta. Por último, subieron todos
+hasta el reducto inmediato al precipicio, y con grande algazara
+inventaron otro juego. Reunidos en grupos, empezaron a tirar cantos a la
+sima. Unos escarbaban con palos para arrancar los pedruscos de sus
+terrosos alvéolos; otros, a fuerza de empujones, los iban acercando a la
+sima y, cuando conseguían dejarlos junto al borde del tajo, los impelían
+al abismo, gozándose en verlos desgajar raíces y partirse en mil trozos
+contra las paredes de roca. Se divirtieron mucho y, como ignoraban que
+en el fondo del barranco había un muerto, estuvieron largo rato
+acarreando piedras y terruños, que tiraban al precipicio con inocente
+furia. Hasta la puesta del sol no tornaron al pueblo.</p>
+
+<p>Parecían el símbolo del porvenir enterrando el cadáver del pasado.</p>
+
+<p class="arriba"><br />Cerró la noche, negra como un luto por las tristezas humanas; silbó el
+viento entre los maizales del valle, y el río, emblema de la fuerza
+inmortal de la Naturaleza, siguió pasando silencioso y lento entre las
+ruedas del molino, paradas por la mano de la guerra.</p>
+
+
+<p class="c">FIN</p>
+
+<p>Madrid, Junio a Diciembre de 1886.</p>
+
+<p>&nbsp;</p>
+<p>&nbsp;</p>
+<hr class="full" />
+<p>***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***</p>
+<p>******* This file should be named 29137-h.txt or 29137-h.zip *******</p>
+<p>This and all associated files of various formats will be found in:<br />
+<a href="http://www.gutenberg.org/dirs/2/9/1/3/29137">http://www.gutenberg.org/2/9/1/3/29137</a></p>
+<p>Updated editions will replace the previous one--the old editions
+will be renamed.</p>
+
+<p>Creating the works from public domain print editions means that no
+one owns a United States copyright in these works, so the Foundation
+(and you!) can copy and distribute it in the United States without
+permission and without paying copyright royalties. Special rules,
+set forth in the General Terms of Use part of this license, apply to
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+research. They may be modified and printed and given away--you may do
+practically ANYTHING with public domain eBooks. Redistribution is
+subject to the trademark license, especially commercial
+redistribution.</p>
+
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+
+<pre>
+*** START: FULL LICENSE ***
+
+THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE
+PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK
+
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+Gutenberg-tm License (available with this file or online at
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+Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm
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+Gutenberg-tm electronic work and you do not agree to be bound by the
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+Gutenberg-tm electronic works if you follow the terms of this agreement
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+works. See paragraph 1.E below.
+
+1.C. The Project Gutenberg Literary Archive Foundation ("the Foundation"
+or PGLAF), owns a compilation copyright in the collection of Project
+Gutenberg-tm electronic works. Nearly all the individual works in the
+collection are in the public domain in the United States. If an
+individual work is in the public domain in the United States and you are
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+copying, distributing, performing, displaying or creating derivative
+works based on the work as long as all references to Project Gutenberg
+are removed. Of course, we hope that you will support the Project
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+this agreement for keeping the Project Gutenberg-tm name associated with
+the work. You can easily comply with the terms of this agreement by
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+1.E.8. You may charge a reasonable fee for copies of or providing
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+that
+
+- You pay a royalty fee of 20% of the gross profits you derive from
+ the use of Project Gutenberg-tm works calculated using the method
+ you already use to calculate your applicable taxes. The fee is
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+ has agreed to donate royalties under this paragraph to the
+ Project Gutenberg Literary Archive Foundation. Royalty payments
+ must be paid within 60 days following each date on which you
+ prepare (or are legally required to prepare) your periodic tax
+ returns. Royalty payments should be clearly marked as such and
+ sent to the Project Gutenberg Literary Archive Foundation at the
+ address specified in Section 4, "Information about donations to
+ the Project Gutenberg Literary Archive Foundation."
+
+- You provide a full refund of any money paid by a user who notifies
+ you in writing (or by e-mail) within 30 days of receipt that s/he
+ does not agree to the terms of the full Project Gutenberg-tm
+ License. You must require such a user to return or
+ destroy all copies of the works possessed in a physical medium
+ and discontinue all use of and all access to other copies of
+ Project Gutenberg-tm works.
+
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+ money paid for a work or a replacement copy, if a defect in the
+ electronic work is discovered and reported to you within 90 days
+ of receipt of the work.
+
+- You comply with all other terms of this agreement for free
+ distribution of Project Gutenberg-tm works.
+
+1.E.9. If you wish to charge a fee or distribute a Project Gutenberg-tm
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+1.F.
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+is also defective, you may demand a refund in writing without further
+opportunities to fix the problem.
+
+1.F.4. Except for the limited right of replacement or refund set forth
+in paragraph 1.F.3, this work is provided to you 'AS-IS,' WITH NO OTHER
+WARRANTIES OF ANY KIND, EXPRESS OR IMPLIED, INCLUDING BUT NOT LIMITED TO
+WARRANTIES OF MERCHANTIBILITY OR FITNESS FOR ANY PURPOSE.
+
+1.F.5. Some states do not allow disclaimers of certain implied
+warranties or the exclusion or limitation of certain types of damages.
+If any disclaimer or limitation set forth in this agreement violates the
+law of the state applicable to this agreement, the agreement shall be
+interpreted to make the maximum disclaimer or limitation permitted by
+the applicable state law. The invalidity or unenforceability of any
+provision of this agreement shall not void the remaining provisions.
+
+1.F.6. INDEMNITY - You agree to indemnify and hold the Foundation, the
+trademark owner, any agent or employee of the Foundation, anyone
+providing copies of Project Gutenberg-tm electronic works in accordance
+with this agreement, and any volunteers associated with the production,
+promotion and distribution of Project Gutenberg-tm electronic works,
+harmless from all liability, costs and expenses, including legal fees,
+that arise directly or indirectly from any of the following which you do
+or cause to occur: (a) distribution of this or any Project Gutenberg-tm
+work, (b) alteration, modification, or additions or deletions to any
+Project Gutenberg-tm work, and (c) any Defect you cause.
+
+
+Section 2. Information about the Mission of Project Gutenberg-tm
+
+Project Gutenberg-tm is synonymous with the free distribution of
+electronic works in formats readable by the widest variety of computers
+including obsolete, old, middle-aged and new computers. It exists
+because of the efforts of hundreds of volunteers and donations from
+people in all walks of life.
+
+Volunteers and financial support to provide volunteers with the
+assistance they need are critical to reaching Project Gutenberg-tm's
+goals and ensuring that the Project Gutenberg-tm collection will
+remain freely available for generations to come. In 2001, the Project
+Gutenberg Literary Archive Foundation was created to provide a secure
+and permanent future for Project Gutenberg-tm and future generations.
+To learn more about the Project Gutenberg Literary Archive Foundation
+and how your efforts and donations can help, see Sections 3 and 4
+and the Foundation web page at http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf.
+
+
+Section 3. Information about the Project Gutenberg Literary Archive
+Foundation
+
+The Project Gutenberg Literary Archive Foundation is a non profit
+501(c)(3) educational corporation organized under the laws of the
+state of Mississippi and granted tax exempt status by the Internal
+Revenue Service. The Foundation's EIN or federal tax identification
+number is 64-6221541. Contributions to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation are tax deductible to the full extent
+permitted by U.S. federal laws and your state's laws.
+
+The Foundation's principal office is located at 4557 Melan Dr. S.
+Fairbanks, AK, 99712., but its volunteers and employees are scattered
+throughout numerous locations. Its business office is located at
+809 North 1500 West, Salt Lake City, UT 84116, (801) 596-1887, email
+business@pglaf.org. Email contact links and up to date contact
+information can be found at the Foundation's web site and official
+page at http://www.gutenberg.org/about/contact
+
+For additional contact information:
+ Dr. Gregory B. Newby
+ Chief Executive and Director
+ gbnewby@pglaf.org
+
+Section 4. Information about Donations to the Project Gutenberg
+Literary Archive Foundation
+
+Project Gutenberg-tm depends upon and cannot survive without wide
+spread public support and donations to carry out its mission of
+increasing the number of public domain and licensed works that can be
+freely distributed in machine readable form accessible by the widest
+array of equipment including outdated equipment. Many small donations
+($1 to $5,000) are particularly important to maintaining tax exempt
+status with the IRS.
+
+The Foundation is committed to complying with the laws regulating
+charities and charitable donations in all 50 states of the United
+States. Compliance requirements are not uniform and it takes a
+considerable effort, much paperwork and many fees to meet and keep up
+with these requirements. We do not solicit donations in locations
+where we have not received written confirmation of compliance. To
+SEND DONATIONS or determine the status of compliance for any
+particular state visit http://www.gutenberg.org/fundraising/pglaf
+
+While we cannot and do not solicit contributions from states where we
+have not met the solicitation requirements, we know of no prohibition
+against accepting unsolicited donations from donors in such states who
+approach us with offers to donate.
+
+International donations are gratefully accepted, but we cannot make
+any statements concerning tax treatment of donations received from
+outside the United States. U.S. laws alone swamp our small staff.
+
+Please check the Project Gutenberg Web pages for current donation
+methods and addresses. Donations are accepted in a number of other
+ways including checks, online payments and credit card donations.
+To donate, please visit: http://www.gutenberg.org/fundraising/donate
+
+
+Section 5. General Information About Project Gutenberg-tm electronic
+works.
+
+Professor Michael S. Hart is the originator of the Project Gutenberg-tm
+concept of a library of electronic works that could be freely shared
+with anyone. For thirty years, he produced and distributed Project
+Gutenberg-tm eBooks with only a loose network of volunteer support.
+
+Project Gutenberg-tm eBooks are often created from several printed
+editions, all of which are confirmed as Public Domain in the U.S.
+unless a copyright notice is included. Thus, we do not necessarily
+keep eBooks in compliance with any particular paper edition.
+
+Each eBook is in a subdirectory of the same number as the eBook's
+eBook number, often in several formats including plain vanilla ASCII,
+compressed (zipped), HTML and others.
+
+Corrected EDITIONS of our eBooks replace the old file and take over
+the old filename and etext number. The replaced older file is renamed.
+VERSIONS based on separate sources are treated as new eBooks receiving
+new filenames and etext numbers.
+
+Most people start at our Web site which has the main PG search facility:
+
+<a href="http://www.gutenberg.org">http://www.gutenberg.org</a>
+
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+including how to make donations to the Project Gutenberg Literary
+Archive Foundation, how to help produce our new eBooks, and how to
+subscribe to our email newsletter to hear about new eBooks.
+
+EBooks posted prior to November 2003, with eBook numbers BELOW #10000,
+are filed in directories based on their release date. If you want to
+download any of these eBooks directly, rather than using the regular
+search system you may utilize the following addresses and just
+download by the etext year.
+
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+
+ (Or /etext 05, 04, 03, 02, 01, 00, 99,
+ 98, 97, 96, 95, 94, 93, 92, 92, 91 or 90)
+
+EBooks posted since November 2003, with etext numbers OVER #10000, are
+filed in a different way. The year of a release date is no longer part
+of the directory path. The path is based on the etext number (which is
+identical to the filename). The path to the file is made up of single
+digits corresponding to all but the last digit in the filename. For
+example an eBook of filename 10234 would be found at:
+
+http://www.gutenberg.org/dirs/1/0/2/3/10234
+
+or filename 24689 would be found at:
+http://www.gutenberg.org/dirs/2/4/6/8/24689
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+An alternative method of locating eBooks:
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