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| author | Roger Frank <rfrank@pglaf.org> | 2025-10-15 02:46:58 -0700 |
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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at www.gutenberg.org + + + + + +Title: El enemigo + + +Author: Jacinto Octavio Picón + + + +Release Date: June 17, 2009 [eBook #29137] + +Language: Spanish + +Character set encoding: ISO-8859-1 + + +***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO*** + + +E-text prepared by Chuck Greif and the Project Gutenberg Online +Distributed Proofreading Team at DP Europe (http://dp.rastko.net) + + + +EL ENEMIGO + +por + +JACINTO OCTAVIO PICÓN + +SEGUNDA EDICIÓN + + + + + + + +MADRID Est. tip. de EL CORREO, a cargo de F. Fernández, CALLE DE SAN +GREGORIO, NÚM. 8 + +1887 + +Es propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la ley. + +_¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas: porque rodeáis la mar +y la tierra por hacer un prosélito: y después de haberle hecho le hacéis +dos veces más digno del infierno que vosotros!_ + +(SAN MATEO, Cap. XXIII, vers. 15.) + + + + +EL ENEMIGO + + + +I + + +La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los +sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado +del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la +fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a +ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero +saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el +conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las +cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla +pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de +niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo. El portal +es estrecho y largo; la escalera, de peldaños altos y empinados, como +construida adrede para recreo de cabras montaraces. En el principal +vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de +presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el +fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además +teniente de _Voluntarios de la Libertad_, como entonces se llamaba a los +milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un +matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales +de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en +que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y +tinteros de cuerno. + +Era la Noche Buena de 1872, y en toda la casa, de alto a bajo, sonaba +alegre vocerío. El pañero, con varios amigos y _Champagne_ de a tres +pesetas, solemnizaba un remate de subasta; el sastre obsequiaba a unos +parientes, a estilo de su tierra, con manzanilla y aceitunas aliñadas +que llamasen el apetito a honrar la cena, y los cuchareros disponían con +gente amiga su modesto festejo, saliendo de rato en rato a la escalera y +dando inútilmente grandes voces por que callasen varios chicos que, +armados de tambores, parecían dispuestos a ensordecer al mundo. Cada +piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el +rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había +silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior, +triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el +bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la +cena, pero con más modestia y menos regocijo. + +Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa: + +--¿Está todo? + +--Falta que venga Pepe con los postres. + +--¿Qué le has dicho que traiga? + +--Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la +trajo la chica del café donde suele ir Pepe. + +--¿Y el besugo? + +--Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón. + +--¿Qué falta? + +--Aderezar la lombarda y traer a papá. + +--Espera, arreglaremos esto un poco. + +Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara +y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas +venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la +cercana Plaza Mayor. Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de +chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un +estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a +todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a +rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de +Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que +estallaba un trueno en la caja de la escalera. + +Metiéndose bajo la camilla escarbó doña Manuela el brasero, arropó el +rescoldo y, designando luego el puesto que había de ocupar cada cual en +la cena, dijo: + +--Tú aquí, papá donde siempre, a su lado Pepe, luego yo, y Millán junto +a tí; ¿te parece bien? + +Leocadia, ocupada en sacar del aparador una botella de tinto y otra de +Rueda, blanco, hizo como si no hubiese oído. + +Era doña Manuela alta, seca de carnes, de aspecto severo y tez rugosa, +como pintan a las Parcas, pero sin expresión de dureza en el rostro. A +falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta +dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus +labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo +recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si +ahora descarnada y amarilla. Algunas hebras negrísimas entre muchas +canas, y alguna línea suave en el ajado rostro, restos miserables de +encantos vencidos por el tiempo, atestiguaban de que doña Manuela no fue +fea, mas sin que la fisonomía ni el talle acusasen picardía o donaire. +Debió ser guapa moza, pero sosona y pava, y los muchos hijos que tuvo, +antes que prueba de su amorosa exaltación, fueron fruto de la vehemencia +marital. + +--Mira--prosiguió--pon los almohadones en pila para que tu padre pueda +extender las piernas. + +Después, con tristeza en el semblante y la voz, añadió: + +--¡Otra Noche Buena! es decir, un año menos.--Y se entró al gabinete +inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un +espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes. + +Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la +mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla, +que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se +repartió por igual en todo el cuarto. + +El aspecto del comedor era pobrísimo: a duras penas disimulaba el aseo +la escasez. El papel de las paredes, antes blanco, estaba pajizo, y sus +dibujos azules, ya tomados del humo, parecían negros. Las patas de las +sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a +listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que +arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba; +los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios, +vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en +banasta de a real y medio la pieza. La mesa estaba cubierta con un +mantel de granillo, con lista roja en el borde, y sobre su dudosa +blancura de lejía casera destacaban cinco platos y otros tantos +cubiertos con sus panes: bizcochada para doña Manuela, que tenía pocos +dientes, panecillos bajos para Pepe, Leocadia y Millán, y para don José +rosca muy cocida, pues el viejo hacía alarde del poder de sus +mandíbulas, única fuerza que le quedaba. + +A guisa de adorno veíanse en la pared algunos cuadros; en el testero del +sofá de guttapercha desquebrajada, casi tocando con el respaldo seboso, +había bajo cristal convexo un perro de aguas, bordado a realce en +cañamazo, con una cesta de flores en la boca, y por bajo un letrero con +estambre a punto cruzado, que decía: _A sus queridos papás: lo hizo +Leocadia Resmilla. Año de_ 1864. A cada lado del chucho pendían dos +estampas iluminadas de la novela de _Matilde y Malek-Adel_, y junto a la +puerta que conducía a la cocina una litografía grande, _A la memoria de +los mártires de la Libertad_. En lo alto de la composición estaban +Riego, Torrijos, Mariana Pineda, Zurbano, Lacy, Porlier, y más abajo, +separados de aquéllos por una nube, se abrazaban Bravo, Padilla, +Maldonado y Lanuza, a cuyos pies había, como serpiente vencida, una +cadena enroscada formando caprichosos dibujos. La otra puerta que +separaba el comedor del gabinete, tenía los vidrios tapados con visillos +de algodón rojo, y cuando alguien la dejaba entornada, fácilmente se oía +el _tic-tac_ continuo de un antiguo reloj de pesas, que lanzaba un +quejido metálico antes que sonase el timbre en cada hora. + +Segura de estar sola y de que nadie la veía, Leocadia siguió unos +instantes mirándose al espejo, con una horquilla entre los dientes, +atusándose el pelo... Era el tipo de la muchacha madrileña, lista, +vivaracha, de pocas carnes, bien proporcionada, esbelta, de andar firme, +cabeza pequeña y talle airoso. Tenía las facciones delicadas, de un +moreno algo pálido y sin rasgo de notable hermosura; pero en su +semblante campeaba con tal imperio la gracia, que mirándola, nadie +echaba de menos la belleza. La línea de su perfil no era pura, ni sus +ojos pardos eran muy grandes, ni su boca muy chica; pero el conjunto del +rostro resultaba monísimo: las pupilas parecían estrellas adormiladas, +la boca un nido de sonrisas inquietas; el mirar y el sonreír formaban +juntos un mohín delicioso. Sus manos, deformadas por el trajín diario de +la casa, no eran grandes; y los pies, aun mal calzados, parecían +pequeños. Su mayor encanto era el tronco del cuerpo. El pecho, ya +formado, imprimía a la tela del traje una curva preciosa, y el talle +fino solía tener ondulaciones hechas para inspirar deseos; a veces abría +y estiraba los brazos, cerrándolos luego perezosamente, cual si en el +aire hubiese algo que estrechar con amor. Si miraba sonriente, su +fisonomía parecía sensual; cuando sentía enojo, su rostro cobraba +expresión de virgen arisca y desabrida. A ratos dulce, a intervalos +áspera, siempre segura de sí misma, había en ella asomos de energía, que +antes que a la impresión del momento obedecían a la voluntad. En su +continente y su figura tenía combinados en extraña mezcla algo de la +muchacha del pueblo, que tiende a parecer señorita, y mucho de la hija +de la clase media, que recuerda inconscientemente su origen popular: con +pañuelo de seda en la cabeza, parecía menestrala; con sombrero de +flores, daría envidia a una señora. Era un tipo esencialmente madrileño; +masa que el tiempo y la fortuna modelan a su antojo con las suaves +líneas de la dama o con los rasgos graciosamente duros de la chula. +Hasta la voz indicaba en ella el germen de este dualismo: unas veces su +timbre hería desagradablemente el oído, otras lo halagaba con singular +dulzura. + +--Ven, Leo, vamos a traer a papá--dijo desde el gabinete doña Manuela. + +A los pocos instantes, madre e hija, luego que ésta hubo abierto de par +en par la puerta que daba al gabinete, aparecieron empujando a duras +penas la butaca en que, esforzándose por estirar las piernas, estaba +sentado don José. + +--¿Lo veis, lo veis?--decía el viejo--mientras tengo dobladas las +rodillas, todo va bien; en cuanto las estiro, empieza Cristo a padecer. +Hay que decir a Pepe que mañana arregle las ruedas del sillón, si no, +vosotras no podéis conmigo. + +--No tienen la culpa las ruedas--decía doña Manuela--es que la estera +está hecha girones. Vamos, ¿qué tal así? + +Por fin lograron entre ambas acercarle hasta la mesa dejándole ante su +cubierto; después Leocadia se metió bajo la camilla para arreglar sobre +la banqueta los almohadones medio destripados, con objeto de que pudiera +extender las piernas, y al fin quedó el anciano iluminado de lleno por +la luz de la lámpara, mostrando en el rostro el cansancio de muchos +meses de dolor, aunque no los bastantes para borrar de su fisonomía la +bondad que constituía el fondo de su ser. El pelo y el bigote canos; las +arrugas, cierta tendencia a dejar caer sobre el pecho la cabeza, y, +sobre todo, la mirada débil, como cansada de ver las cosas de este +mundo, permitían suponer que tenía más de los sesenta. Su padre fue +mayordomo de un grande de España, quien, por los tiempos en que aún +llamaban Pepito a don José, le empleó en una oficina pública para que no +anduviera metiendo bulla todo el día en los pasillos del caserón +señorial, y aquel rasgo de caritativo egoísmo determinó el porvenir del +muchacho. Después le enviaron a una provincia, luego a otra y a otra, +hasta que, traslado este año, traslado al siguiente, anduvo Pepe media +monarquía. Siendo todavía joven se casó en una ciudad de Levante con +Manolita, ahora doña Manuela, que al décimo mes de matrimonio comenzó a +tener hijos y más hijos. Uno nació en Andalucía, otro en Castilla, otro +en Cataluña... cada permuta, cada traslado, era señal de un +alumbramiento de Manuela, bondadosa y pacífica mujer de carácter +apático, que parecía venida al mundo para cuidar una casa y poblar un +reino. Donde más tiempo permaneció la honrada pareja fue en una capital +del Norte, en la cual don José trabó amistad estrechísima con el jefe de +una oficina de Hacienda, a quien con su bondad y mucha práctica +oficinesca sacó de un grave apuro. + +Fue el caso que, cuando el establecimiento del sistema tributario, el +jefe de don José quedó envuelto en un proceso, no por falta de celo, +sino por interpretar mal las órdenes nuevas. Sus compañeros y +subordinados, progresistas todos, que le aborrecían por ser carlista, le +hicieron tan escaso favor en las declaraciones, y empeoraron tanto su +situación, que a poco le mandan los jueces a presidio: en cambio, don +José puso la verdad en alto con su declaración, buscó en el mismo centro +donde trabajaba pruebas a favor del desgraciado, y sin otra influencia +que la propia hombría de bien, le salvó de la infamia, y quizá de la +muerte; así que, cuando don Tadeo Amezcua salió de la cárcel y el fiscal +de la causa le dijo confidencialmente que don José había sido su ángel +bueno, no halló en su corazón límites el agradecimiento. Repuesto luego +en su destino, tras desempeñarlo cuatro meses por dar satisfacción al +amor propio, hizo dimisión, imaginando que podía ser feliz con la +fortunita que tenía y con amigos como el que tan noblemente le amparó. + +Algún tiempo después de este pequeño drama burocrático sentimental, +parió otra vez doña Manuela, y estando convaleciente, llegó de Madrid +para don José uno de los pliegos oficiales que tanto trastorno le +causaban: su traslado a Valladolid, con la orden ineludible de ir +inmediatamente a tomar posesión del nuevo cargo. ¡Aquéllos fueron +apuros! Estuvo a punto de enloquecer; pero su amigo Amezcua le sacó del +trance. Hízose don Tadeo cargo del recién nacido, entregándoselo, +después de apadrinarle, a una honrada mujer, esposa de un colono en +tierras que por allá tenía; dio dinero a don José para el viaje, y +cuando ya restablecida Manuela, les despidió al pie de la diligencia +que había de conducirles a Castilla, les dijo en su lenguaje, algo +anticuado y poco natural, pero realmente sincero:--«Marchen ustedes +tranquilos. No me pesa la gratitud, pero quiero, para acabar de cimentar +nuestro afecto, que ustedes me deban algo. Yo cuidaré del niño al igual +que si fuera mío, y cuando le asciendan a Vd. o salga Vd. de pobre, en +fin, cuando convenga, yo mismo iré a llevarle donde ustedes estén: si es +pequeño, irá bien criado; y si es mayorcito, educado como Dios manda; en +lo físico, hecho fuerte mozo; en lo moral, hecho todo un hombre.» + +Triste era la separación, pero la necesidad fue ley. Partiéronse a +Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no +llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se +consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en +cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José +era padre de otra criatura. + +Aparte tan raro modo de tener que confiar un hijo a manos extrañas, y +exceptuada la fecundidad de Manuela, la existencia de don José no fue +tal que pudiera tejerse con ella una novela. + +En cuantas ciudades estuvo, el trabajo consumió sus días, sus noches el +café y sus ocios la lectura de periódicos, a que era muy aficionado, +prefiriendo los progresistas: a la casa, quizá por no considerarla nunca +segura, la tuvo siempre poco o ningún apego. A cada traslado hacía +almoneda, y así pudo referir cuando viejo que en tantos o cuantos años +de servicio había dormido en cuarenta y dos camas, pasado por veintiuna +oficinas y obedecido a más de treinta jefes, ninguno de los cuales pudo +quejarse de él. Don José había nacido para empleado; su escasa +inteligencia no le permitía el lujo de tener ideas propias, y además +carecía de carácter e iniciativa para exponerse a ser mártir por meterse +a reformar rutinas. Sus impresiones, por lo general poco intensas, le +mantenían igualmente alejado del entusiasmo y la apatía: su gran virtud +era amar el trabajo con esa honrada tenacidad de las medianías que +alcanza el envidiable nombre de constancia. Algo había, sin embargo, que +le sacaba de quicio: el carlismo. Para hablar contra el _tigre del +Maestrazgo_, poner a don Luis Fernández de Córdova por cima de +Zumalacárregui y por las nubes a Espartero, se le animaban los ojos, su +lengua cobraba fuerza, sus palabras color, y hacía prodigios con la +memoria. Sabía pormenores de cuantas batallas, combates, encuentros y +marchas hicieron ambos ejércitos desde las primeras intentonas de don +Carlos María Isidro hasta el abrazo de Vergara; así que, por los meses +en que da comienzo la acción de este relato, seguía con interés +grandísimo el segundo importante alzamiento de los absolutistas, a +quienes llamaba siempre _facciosos_, porque esta palabra le parecía +envolver algo ofensivo. Como no salía de casa, su principal afán era que +le compraran periódicos, suplementos, hojas volantes o extraordinarios, +que por aquel año de 1872 se publicaban en prodigioso número, y cuantos +amigos iban a verle sabían que su conversación favorita era el curso de +la guerra, cuyas noticias él comentaba con recuerdos de la campaña del +33 al 40, y de los movimientos militares de entonces, que ahora, en +concepto suyo, debían repetirse. Pero lo que realmente impresionaba +escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas, +hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción +completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al +carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos +que tal hacían. Limitábase a juzgarles en cuanto jefes militares de +mayor o menor importancia, pero sin atreverse a descargar su +indignación sobre ellos porque, siendo ministros de paz, salieran al +campo a matar prójimos. Algunas veces, por frases que se le escapaban, +daba a entender que no quería bien al clero, mas nunca salían de sus +labios improperios ni frases agresivas; y si alguien las pronunciaba en +su presencia, no sólo se abstenía de hacerle coro, sino que procuraba +torcer el giro de la conversación. Las personas de su intimidad, +sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros +al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de +elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que +con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su +parecer sobre la gente de sotana. Respecto a condiciones morales, era lo +que el vulgo llama un bendito. Su fidelidad a Manuela, aun en la época +de su juventud, rayó en lo increíble, y con los hijos se caía de puro +bueno. Uno de sus mayores placeres consistía en que Leocadia le leyera +los periódicos, cuyas noticias de la guerra comentaba, como hablando +consigo mismo, mientras liaba los pitillos que había de fumar al día +siguiente. En estos momentos desplegaba tesoros de erudición, +refiriendo muchas anécdotas de Olózaga, O'Donnell, González Brabo, +Sixto Cámara, Calvo Asensio y Fernández de los Ríos. Otro de sus motivos +favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a +los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le +entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en +cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella +dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar. Muchas veces +decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía +Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos +políticos fue el 66.» + +En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan +Prim. «¡Si él viviera--repetía con frecuencia--no tendríamos guerra +civil!» + +Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió _La Correspondencia_. + +--Déjate ahora de papelotes, papá; Pepe y Millán traerán noticias. + +--Bueno, hija, bueno; pero al menos léeme los partes tomados de la +_Gaceta_, aunque esa no dice nunca la verdad. + +Leocadia cogió el periódico y, aproximándose a la luz, leyó así: + +«MINISTERIO DE LA GUERRA.--Extracto de los despachos telegráficos +recibidos en este Ministerio hasta la madrugada de hoy: + +»_Cataluña_.--El Brigadier Arando sostuvo anteayer una acción con todas +las facciones reunidas de la provincia de Gerona, a las que batió, +causándoles bastantes bajas. El Teniente coronel Pina atacó con su +columna a las facciones reunidas de Cosco, Torres, Baltondra, Ferrer y +Moliné, que, en número de 400 hombres, se hallaban en Olsana exigiendo +la contribución. El enemigo abandonó el pueblo, dejando en poder de la +tropa 13 prisioneros, entre ellos el citado Moliné y otros Oficiales, +causándoles 11 muertos, figurando en este número el cabecilla Cosco, y +apoderándose además de 24 fusiles rayados y otras armas y efectos de +guerra. + +»_Provincias Vascongadas_.--Perseguida por la columna Arana la partida +de latro-facciosos capitaneada... + + * * * * * + +(Don José, interrumpiendo):--¡Eso es! ¿Latro, latro-facciosos! + +Leocadia continuó: + + * * * * * + +».....capitaneada por Soroeta, retrocedió anoche desde Goizueta a unos +caseríos del monte Oyarzun. En la provincia de Vizcaya, según las +últimas noticias, no quedan más que los dispersos de la partida +Maidagan. En el resto de la Península no ocurre novedad extraordinaria.» + + * * * * * + +De pronto sonaron en la puerta de la casa dos aldabonazos. + +--Ahí está tu hermano; baja, hija, baja. + +Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin +precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por +risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes, +pero de tipo distinto. Pepe era en varón lo que su hermana Leocadia en +mujer; un madrileño de pura raza, pálido, de mirada inteligente, mediana +estatura, palabra fácil y movimientos rápidos: el otro era su amigo +Millán, que hacía el amor a Leocadia. Pepe vestía como señorito pobre: +Millán como trabajador a quien siendo limpio le falta tiempo para +acicalarse. El primero, acercándose a su padre, le besó como pudiera +hacerlo un niño; y el segundo, antes de saludar, dirigió una mirada a la +puerta del pasillo por donde había vuelto a marcharse Leocadia con dos o +tres paquetes que trajo su hermano. + +--¿Lo ves, papá?--dijo Pepe.--Cuando vengo solo, tarda esa media hora en +abrir; hoy, como sabía que éste venía conmigo, ha bajado la escalera a +saltos. + +Millán, interrumpiéndole, se aproximó a la mesa y comenzó a dar +conversación a don José, por esquivar las bromas de su amigo: + +--Sabrá Vd. que las partidas de Gerona se han disuelto... Lo grave es +que por el Baztán han entrado dos jefes con cien hombres, y que unidos a +otra partida, cerca de Estella, andan ya por las inmediaciones de +Pamplona. + +--La _Gaceta_ no dice nada, al menos _La Correspondencia_ no lo copia. + +--Pero el Gobierno lo sabe, y en el Ministerio de la Guerra no se habla +de otra cosa. El hermano de un cajista de casa está de escribiente en la +Dirección de Infantería, y allí lo ha oído. + +--Y por el Maestrazgo, ¿no hay nada? + +--Todavía... + +--Como no tengan mano de hierro, estamos perdidos. + +--Eso no; la guerra podrá durar lo que la otra, pero a Madrid no vienen. + +--La cena es la que viene ahora--dijo doña Manuela, entrando con una +cazuela entre las manos. + +En un papel de cigarrillo pudo haberse hecho el _menú_ de aquella pobre +gente: el clásico besugo, ensalada de lombarda, leche de almendra y los +postres traídos por Pepe; no había más. La botella de Rueda estaba +destinada a don José, que daría un par de copas a Millán. Los demás +acordaron decir que el vino blanco les irritaba mucho. De allí a poco no +quedó del besugo sino la raspa; de la ensalada, ni una hoja. + +--Vaya a la salud de esas piernas--decía Millán, apurando un trago y +mirando de reojo a Leocadia. + +--¡No volverán a correr como corrieron! + +--Todo vuelve, don José, todo; ya ve Vd., hasta los carlistas. + +Doña Manuela, picada de no haber escuchado todavía un elogio para su +guiso, comenzó a tronar contra la política. + +--No sabéis hablar de otra cosa. Pues dejarles que vengan. Peores que +estos que mandan ahora no serán. + +--Calla, mujer. ¡Tú que sabes! Sería un horror. Vosotros--añadió el +viejo, dirigiéndose a los muchachos--no tenéis idea de lo que hicieron +la otra vez. Siete años duró; la gente no podía salir de las ciudades, +fusilaban hasta niños y mujeres... Sería una vergüenza... ahora que el +ejército está bien armado y mejor vestido. En la otra guerra se batieron +con fusiles de pistón y hasta de chispa, y llevaban en invierno +pantalones de hilo. + +Leocadia se levantó para ir a buscar la leche de almendras, y volvió en +seguida trayendo la sopera. + +--Y todo eso en defensa de la religión--dijo Millán en tono de burla. + +--La religión no tiene nada que ver en esto, hijos míos. Cuando se +alzaron en armas contra Fernando VII, nadie había maltratado a la +religión; durante la guerra, los batallones cristinos gastaban más +tiempo en misas que en ranchos; los liberales eran casi más devotos que +los absolutistas; nadie se había metido con la Iglesia; y luego, eso ya +lo habéis alcanzado vosotros, lo de San Carlos de la Rápita tampoco tuvo +que ver nada con la religión. No hay más sino que cuatro provincias +quieren imponer la ley a toda España. ¡Si viviera don Juan! ¡Ese sí que +era hombre! ¡Buena está la leche de almendras! En fin, ya hemos cenado. +¡Otra Noche Buena! ¡Quién sabe de aquí a la que viene!... + +--La pasaremos juntos como esta--añadió Millán--quizá más +unidos;--diciendo lo cual miró a Leocadia, que bajó los ojos, entre +esquiva y pudorosa. + +--Sobre todo, la pasaremos con Tirso--dijo doña Manuela.--Ya es tiempo +de que vivamos juntos. Verle llegar ahora, va a ser como parir de pronto +un hijo de treinta y cuatro años. + +--¿Han vivido ustedes siempre separados? + +--Casi toda la vida. Ya te hemos contado cómo fue lo de dejarle con don +Tadeo. ¿Qué habíamos de hacer? Hemos corrido más provincias que tiene el +mapa. Don Tadeo le tomó mucho cariño: ¡eso sí! No le hubiese tratado +mejor aunque fuera hijo suyo. Lo único que me supo mal, fue lo de +hacerle cura; pero no pude evitarlo. Si al menos fuera un cura como +Muñoz Torrero o Venegas, o Martín Velasco... + +--Calle Vd., por Dios, don José. ¿Curas liberales? ¡Son los peores! + +Pepe, Leocadia y la madre callaban, sintiendo que se hablara de aquello, +porque don José en tales casos acababa poniéndose de un humor de todos +los diablos; pero Millán, que desde tiempo atrás tenía deseos de saber +la historia del caso, fue poco a poco obligando al viejo a que la +contara. + +--Ese don Tadeo estaría entregado a gente de iglesia... + +--Cabalito: era un sujeto buenísimo, pero de los que se comen los +santos, y que hiló el negocio con gran finura. Tomó cariño a Tirso, eso +es indudable. Creo yo que lo primero que se le ocurrió fue darle +carrera, sin fijarse en cuál, hacerle hombre; luego sus ideas, sus +relaciones... Cuando me trasladaron de Granada a Zamora, hizo el viaje +con el chico sólo para que yo le viera; tenía ya doce años; aquello se +lo agradecí mucho, porque únicamente le había visto en dos escapadas +cortísimas que hicimos esa y yo desde Valladolid. Quisimos recoger al +muchacho entonces, en Zamora, pero por un lado, ya comprenderás, las +consideraciones a lo mucho que debíamos a don Tadeo... él insistió en +que no se le quitáramos; decía que Tirso era tan bueno, que le había +tomado tanto cariño... Además, la situación nuestra no era buena, es +decir, nunca lo ha sido, jamás hemos podido ahorrar nada. Ahora, si no +fuese por la jubilación, ignoro cómo viviríamos. En fin, para concluir, +cuando don Tadeo nos escribió que Tirso quería ser cura, ya le había +metido en el Seminario. ¿Qué íbamos a hacer? Aunque tuviera yo más +energía que un león... pues: ¡aguantarme! ¡Cualquiera se arrisca a +luchar con gente de iglesia!... + +Al llegar aquí calló, temeroso de que se le fuera la lengua. + +--¿Pero él tenía vocación? + +Pepe, que hacía ya rato daba señales de impaciencia, no pudo aguantar +más, y rompió diciendo entre burlón y enojado: + +--¡Vocación! ¡Vocación! ¿Quién sabe lo que es eso? Podrá sentirla el +hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como +era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de +consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un +secuestro _ad mayorem Dei gloriam!_ + +--Sí--respondió Millán--como cuando se meten los jesuitas en familia +donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita. + +--Exactamente lo mismo, chico. Pero es preciso ser justo. En este caso +hubo una notable diferencia a favor de don Tadeo, que era un fanático +exageradísimo, y sin embargo, un hombre muy bueno. Él debió +indudablemente encargarse de mi hermano por pagar a papá el favor aquel +de la causa que ya te hemos contado; luego sus ideas, sus amistades con +gente de iglesia, la influencia que sobre él ejercían sus amigotes, su +horror a que el muchacho aprendiera lo que se aprende en los libros +contra esa pillería, el no querer enviarle, siendo su ahijado, a un +centro de enseñanza donde los realistas de la provincia no querían +enviar a sus hijos, todo esto contribuyó al pecado. No hubo en él, al +principio, maldad de intención: don Tadeo creyó hacer una acción +meritoria, casi una obra de caridad. No se fijó en que robaba un hijo a +sus padres; su propósito fue poner una voluntad al servicia de Dios. + +--Vamos, una calamidad hecha hombre. + +Doña Manuela callaba porque, aun disgustándole la forma en que su hijo +se expresaba, comprendía que no le faltaba razón: Leocadia, acostumbrada +a escenas parecidas, casi no escuchaba, por tener todo aquello oído +hasta la saciedad. Además, lo que absorbía su atención, por el momento, +era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos +debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y +favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde +que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza +signos de asentimiento mientras habló Pepe. + +--Tienes razón en todo, hijo mío; don Tadeo quiso hacer un bien y nos +fastidió. Porque, la verdad, quien es de la Iglesia, sólo es de ella. +Hay días en que me parece que no tengo tal hijo. + +Doña Manuela, sin ser devota, pues el echar criaturas al mundo no la +dejó tiempo para ello, profesaba cierto respeto inexplicable e +inconsciente a las cosas y personas sagradas: sobre todo, desde que su +hijo mayor se hizo cura, comenzó a tener una como sombra de veneración +indeterminada y vaga a la clase sacerdotal; así que, cuantas veces +asistía a semejantes diálogos, pasaba un mal rato. Su falta de +ilustración y su escaso sentimiento religioso, no podían prestarle armas +para luchar; pero le dolía que siendo Tirso clérigo, y habiendo por el +mundo tanta gente que les guarda consideración, su otro hijo les mirase +con tan malos ojos. + +--¿Qué edad tiene ahora?--preguntó Millán. + +--Echa la cuenta: de los tres hijos que nos quedan, es el mayor; nació +el año de 38, tiene ahora treinta y cuatro; luego va éste _(por Pepe)_, +que tiene veinticuatro, y esa _(por Leocadia)_, que cumplirá pronto diez +y nueve. + +--Si hubieran vivido los otros, serían siete, y a todos los he criado +yo--añadió con cierto orgullo la madre--menos a Tirso. Ahora, por vez +primera, vamos a vivir juntos. + +--¡Ojalá vivamos en paz!--dijo Pepe. + +--¡Ave-María Purísima! ¡Qué cosas tiene este hermanito que Dios me ha +dado! + +--Lo digo en serio, y no me importa que lo sepáis. Tengo miedo a la +venida de Tirso; la deseo y la temo. + +Don José callaba tristemente; aquello no le agradaba; pero desde que se +supo la próxima llegada a Madrid de su hijo mayor, tenía el alma +combatida por los mismos presentimientos que agitaban a Pepe, y +escuchándole hablar, le parecía oírse a sí propio. + +--Por nuestra parte--prosiguió Pepe--nadie ha de turbar esta armonía. +Aquí, lo has visto desde que nos conoces, Millán, mis padres viven para +ésta y para mí; nosotros para ellos. Estos muebles, que tienen más años +que yo, no han oído nunca una disputa ni la menor falta de respeto. +Leocadia y yo tratamos a los viejecitos con más mimo que chico a juguete +nuevo. ¿Sabes por qué? Porque no nos hemos separado nunca, ni nos hemos +acostado una sola noche sin besarnos, ni ha tenido uno dolor que no lo +sea de los demás, ni ha callado ninguno una alegría, ni ha comido nadie +un bollo sin guardar a los otros, ni se ha hecho un traje sin pensar +cuánta ropa tenía cada uno; en una palabra, chico, nuestras ideas, en mí +por convicción, en mis padres y en ésta por bondad, lo han supeditado +todo al cariño, atesorándolo día por día y hora por hora, sin mezcla de +egoísmo, sin compartirlo con nadie... (A don José se le humedecían los +ojos de gusto.) Y ahora vendrá Tirso, educado lejos de nosotros, hecho +un hombre... y le recibiremos con los brazos abiertos. Por mi parte, +estoy deseando que llegue: a más cuidados tocará papá cuantos más seamos +en casa. Pero... ¡sabe Dios! + +--No hay pero que valga; parece que se te queda algo dentro del cuerpo; +pues es tan hermano tuyo como ésta, que yo misma os he parido a todos. + +--No entiendes lo que he querido decir, mamá. Para nosotros todas las +dichas de la tierra están dentro de estas paredes; podemos, o procuramos +dárnoslas unos a otros. Cuando venga Tirso le oirás hablar de distinto +modo, y verás cómo hay en él alguna aspiración, alguna idea que +sobrepuja al cariño que nos tenga. + +--Vaya, ¡ya pareció aquello! las ideas de ahora; calla, hijo, calla. + +--Al tiempo, madre, al tiempo. + +Habían concluido de cenar. Los ruidos de la calle inmediata iban cesando +poco a poco; percibíase más claro el lejano campaneo de alguna iglesia, +que anunciaba la Misa del Gallo; los chicos de las latas de petróleo +seguían pasando de rato en rato por la calle Imperial, y de los otros +pisos de la casa subían, a intervalos desiguales, cantares, villancicos, +carcajadas, gritos y algún maullido de gato que estaba toda la noche +oliendo besugo sin comerlo. + +--Quitaremos la mesa--dijo doña Manuela, y comenzó por guardar para don +José lo poco que quedara de la perada y del turrón. + +--¿Quiere Vd. que le acostemos entre ese y yo?--preguntó Millán al +enfermo.--Van a dar las doce; en vilo le llevaremos a Vd. a la cama. + +Como antes hicieron doña Manuela y Leocadia, Pepe y Millán fueron +empujando la butaca desde el comedor al gabinete en cuya alcoba dormía +don José; Leocadia se quedó doblando el mantel y las servilletas. Un +momento después, don José se despedía desde dentro diciendo a Millán, +que había vuelto a salir al comedor: + +--Si hay noticias, ven mañana, ¿eh? y tráeme algún periódico, que es la +única distracción que tengo. + +--Descuide Vd., no faltaré. Adiós, doña Manuela; que pasen ustedes +buenas noches, y de hoy en un año. Adiós, Leo. ¿Quién hace el favor de +bajar a abrirme? + +La muchacha, que dormitaba en la cocina, acompañó a Millán. Cuando subió +de abrirle la puerta de la calle, estaban los dos hermanos sentados en +el comedor junto a doña Manuela. + +--Esperemos a que papá se duerma--decía Leocadia--no sea que nos oiga. + +Dejaron pasar un rato; Leocadia destrenzó mientras tanto el escaso pelo +a su madre, recogiéndoselo con un par de horquillas, y luego hizo lo +mismo con sus largos rizos castaños. Pepe encendió un pitillo y examinó +la lámpara, como quien ha de utilizarla hasta tarde, para que luego no +faltara petróleo. + +--Mucho escribes, hermano. + +--Yo, cuando quiero a alguien, no soy como tú, que apenas haces caso de +Millán. Pues mira: sus intenciones no pueden ser más claras. Esta noche +he dicho yo eso de que bajabas pronto a abrirme cuando imaginabas que él +venía; pero, en fin, allá tú. A mí me parece que no estás muy expresiva +con él. + +--¡Tiene gracia! ¿Quieres que me le coma con la vista? ¡Ni que fuera una +estampa! + +--No vayas a pensar que quiero meterte el novio por los ojos. Lo que te +digo es que, aunque vivieras cien años, no encontrarías uno mejor. + +--¿Es príncipe? + +--Sí; como tú princesa. + +--Pues hijo, tú bien haces el amor a una señorita de coche. + +En esto se asomó al gabinete doña Manuela. + +--Hijos, ya está medio dormido: vamos a hablar pronto cuatro palabras, +que estoy rendida y quiero también acostarme. + +--Pues mira, mamá, lo que hay que hablar es poco; pero no queda más +medio que decidir algo. La botica se lleva un dineral; es necesario +gastar menos en todo lo demás. Yo voy a hacer un trabajo para don Luis, +que de fijo me pagará bien; pero con lo que esto produzca no hay que +contar hasta el mes que viene. + +--Bueno; lo primero es despedir a la chica: aunque no son más que +treinta reales, algo es algo. Mañana llevará ésta a empeñar la colcha de +Filipinas y los candeleritos de plata. + +--Lo que debíamos hacer es suprimir parte del gasto diario--dijo +Leo.--Que no traigan carne más que para papá, y con decirle que coma en +su cuarto para moverse menos, luego nosotros nos venimos al comedor, y +así no se entera. + +--Yo, con tres cajetillas a la semana tengo bastante. Además, don Luis +me da algunos puros y los guardaré para picarlos. ¿Os han dicho algo de +la tienda? + +--Si--repuso Leocadia--por cada docena de pañuelos pagan, según el +dibujo, de veinticuatro a treinta y seis reales, y tengo yo que poner lo +que haga falta. + +--En resumen--dijo Pepe haciendo números con un lápiz al margen de _La +Correspondencia_, y murmurando entre dientes las cifras del +cálculo--tenemos veintisiete duros de la paga de papá, con diez y ocho +de mi sueldo, son cuarenta y cinco, y unos ocho o diez que le den a ésta +por los bordados... de cincuenta y tres a cincuenta y cuatro duros al +mes: quitando los veinte, lo menos, que hay que dar a la lonja por los +plazos, y el pico que falta del sastre, quedarán unos treinta y cuatro +duros... pongamos a duro diario para el gasto de la casa... la botica es +la que nos pierde. + +--Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta... +¿Qué haríamos? + +--Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a mí: creo que don +Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor +que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y tú, fea, cara de mona, hasta +mañana.--Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor. +Cogió luego la candileja que había en la cocina, fue con ella a su +cuarto, volvió trayendo sobre un cartapacio grande tintero, plumas, +papeles, sobres y tres o cuatro libros, y colocándose lo mejor que pudo, +se sentó ante la camilla. + +Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros, +escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos, +cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo +preparado para que lo aprovechara otro. Cuando en el reloj cercano +sonaron las tres, el pobre muchacho tenía ya la cabeza pesada, la vista +insegura, y su hermoso busto, inclinado aún hacia la mesa, aparecía +envuelto en una nube de humo que habían dejado en la atmósfera del +cuarto los pitillos consumidos, cuya ceniza, movida por la respiración, +revoloteaba sobre las hojas de los libros. Todavía continuó llenando +cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente, +recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes. En seguida +sacó un plieguecillo para una carta, y quedándose un instante como +ensimismado, pensó: «La escribiré, por si no nos vemos mañana.» Luego, +al buscar los sobres, como hubiese entre ellos uno mayor y más pesado, +lo abrió, sacando de él dos o tres cartas y un retrato de mujer, el de +la señorita de coche que mentó Leocadia, y contemplándolo un momento, +murmuró: «¡Qué bonita es!» En seguida, sin que ningún ruido le +distrajese, entregado con alma y vida a sus ideas, tomó el plieguecillo +y comenzó a escribir: + +«Adorada Paz:...» + + + +II + + +Pepe y Millán se conocieron en 1862, cuando a los catorce o quince años +cursaban en el Instituto del Noviciado _primero de latín_. + +Eran ambos entonces de escaso desarrollo físico, pero inteligentes, +guapos, listos sin exceso de picardía, y avisados sin sobra de malicia. +En su organismo endeble de madrileños criados en casas pobres, +prevalecía su entendimiento de niños educados junto a personas mayores +que, sin velar nada, hablan de todo libremente. Pepe era delgado, alto, +larguirucho, con el pelo rubio, rizoso y arremolinado, que dicen ser +indicación de genio vivo. El mirar penetrante de sus ojos parecía, al +fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas +brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de +respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se +le trocaba en calma para oír. Desde pequeño, una incredulidad instintiva +le hizo regocijarse menos que otros chicos con los cuentos de brujas, y +siendo mayorcito, siempre tuvo en los labios el _¿cómo?_ y el _¿por +qué?_ A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que +tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar, +pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo +que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle, +con lo cual quedaba tranquilo y obediente. Su precocidad no era la que +consiste en el temprano desarrollo de algunas facultades, sino en cierta +serenidad de juicio que, dominando sobre las impresiones, le impulsaba a +rechazar lo que su entendimiento no alcanzaba. Había que explicárselo +todo, y la señal de que lo comprendía era una docilidad encantadora. +Jamás consiguió una criada divertirle con gigantes de los que tragan +carne cruda, hazañas de ladrones ni aventuras maravillosas de princesas +encantadas; pero si escuchaba a sus padres sucesos reales, casos +vívidos, algo en que hubiera verdad, entonces, con los ojitos muy +abiertos, como perrillo a quien enseñan golosina, se estaba quieto, +esperando que la relación terminara, para hacer luego preguntas y más +preguntas acerca de lo que no podía entender. Con una sonrisa muy +burlona rechazaba lo que repugnaba a sus ideas aniñadas, y a veces, las +frases que se le ocurrían, si no por el propósito, tenían por la +entonación algo de sátira. + +Millán era más inocentón, más chico; había menos dificultad para +engañarle, y era también de mayor robustez y dado a juegos más +arriscados. La savia de la vida, que el primero tenía como reconcentrada +en el cerebro, había tomado en el segundo forma de energía física. Uno +era de la estirpe de los que piensan, otro de la raza de los que +obedecen. Viéndoles jugar juntos, resultaba Pepe voluntarioso, porque +Millán parecía plegarse a sus caprichos; pero, a poco que se les +observase, era fácil notar que la pasividad de éste no era sino el +reconocimiento implícito e instintivo de la superioridad de aquél. +Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello, +dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en +todo lo restante era de Pepe la primacía. En hacer espadas de palo, +cortar tablas, correr al marro, saltar al paso, trepar por rejas y +encaramarse a tapias, no hallaba Millán competidor: para lograr premios, +disculpar travesuras y evitar regaños, tenía Pepe especial ingenio. +Sabía esperar para pedir a tiempo, dejar pasar los primeros instantes de +un enfado, no irritar el disgusto con respuestas y evocar, en ocasión +propicia, el recuerdo de lo ofrecido. + +Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín +y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía +aborrecibles a Virgilio y a Cicerón. Formaron una sociedad de socorros +mutuos para apuntarse la lección, ahorrarse trabajo al traducir, +buscando juntos los significados en el diccionario y responder, al pasar +lista, uno por otro: hasta llegaron a reunir en común la colección de +sellos de franqueo que por entonces hacía todo chiquillo madrileño. Al +principio sólo se veían en el aula o en el claustro del Instituto, que +tiene entrada por la calle de los Reyes; luego se encontraron en el +camino al venir de sus casas, y lo anduvieron juntos, esperándose +recíprocamente en la plaza de Santo Domingo, donde llegaban casi a la +misma hora. Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de +Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la +calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado, +haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la +atención. Las mañanas de invierno compraban buñuelos, las tardes de +verano chufas, y en todo tiempo alfeñique, mojama, garrofa o caramelos +de a ochavo; pero su verdadera delicia consistía en repartirse una +cajetilla de pitillos, sin que jamás llegasen a reñir sobre quién +gastaba un cuarto más o menos. Durante el primer curso conservaron el +aspecto algo encogido de chicos criados entre faldas y limpios de +lenguaje, no hechos a la libertad de andar solos por la calle; mas al +poco tiempo fueron abriendo oídos a la malicia y teniendo la lengua +pronta para la desvergüenza: entróseles la picardía al pensamiento como +ciencia infusa, aprendieron a decir palabrotas, pegóseles algo de ese +impudor que se recoge al paso, y aumentaron su vocabulario con frases +soeces y giros achulados, cuyo sentido acaso no entendían, repitiendo +tales cosas por imaginar que hablando gordo harían viso de hombres +bragados. No por esto se malearon, y aquellas obscenidades y ternos que +empleaban entre sí, pero que ante nadie repetían, fueron como un cieno +que, si les ensució la boca, no les llegó a manchar el alma. + +Una mañana que faltó a su clase un catedrático, se marcharon con otros +chicos a jugar a la Era del Mico, y esta escapatoria fue para ellos una +revelación. De entonces en adelante, cuando calculaban que podían +preguntarles la lección, iban a clase; pero los más de los días, luego +de pasada lista, se escurrían, o pinchándose las encías y manchándose el +pañuelo, fingían echar sangre por las narices para que les dejaran +salir, renegando de la declinación y el hipérbaton latino como de las +mayores infamias que inventaron hombres. De esta época data en la +historia de su vida la larga serie de correrías que hicieron por Madrid, +evitando siempre ir por calles céntricas donde pudieran hallarse de +manos a boca con quien diera en sus casas noticia del encuentro. Así +llegaron a conocer palmo a palmo cuantos paseos, carreteras y cuestas +rodean a la Corte, yéndose a pies que queréis por esas rondas, como +hidalgos de leyenda que marchan a ver tierras, y por entonces debió ser +cuando en casa de Millán el padre de éste, y en la de Pepe su madre, +notaron que los chicos rompían zapatos como si lo hicieran a porfía. El +famoso Marco Polo en lo antiguo, y Livingstone o Stanley en estos +tiempos, fueron junto a ellos exploradores de poco más o menos. ¿Qué +mayor expedición que ir desde el Noviciado a la Puerta de Hierro +haciendo escala en el Puente Verde para llamar _¡todas! ¡todas!_ a las +lavanderas del río? ¿Pues y el viaje a Moratalaz o Amaniel para ver +hacer el ejercicio a la tropa? ¿Y el ir a extasiarse ante los puestos de +San Isidro, en vísperas de romería, o marcharse en invierno a ver si se +había helado el Canal del Lozoya? Lo que nunca se les ocurrió fue tomar +partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de +Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta, +robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío. En +cambio, les divertía mucho ver en Palacio la parada o estarse en Santa +Cruz oyendo a los charlatanes perorar desde el pescante de un simón +vendiendo _grasa de león para quitar manchas_ o diciendo que tenían +polvos para matar los _insetos solitarios del estómago, que es el +intestino donde se mete la comida_. ¿Y el caudal de conocimientos que +adquirieron? Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los +días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las +cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la +construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios +nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los +balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta +hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las +tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol. No quedó rincón +madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del +Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo, +ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres +favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas +de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a +retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un +respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II +presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la +Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de +Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió +a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia +había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada +erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las +biografías latinas de Cornelio Nepote y los _Trozos escogidos_, que a +ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable! A clase de +Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y +Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando +no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo _apretaban_, y a +primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y +con el susto fuera del cuerpo. De esta suerte, paseando mucho y +estudiando algo, pero asimilándose su inteligencia fácilmente lo que +aprendían, llegaron a ser un término medio entre el estudiante sorbedor +de textos, que suele al fin no servir para nada, y el pigre holgazán, +que degenera en pillastre. + +Hacia 1868 se graduaron de bachiller, siendo ya dos mocitos que echaban +requiebros a las modistas, y poco después sus familias determinaron +darles carrera. Ambos padres decidieron que estudiaran leyes. En don +José, que era un español a la antigua y para quien no había profesión +seria sino refrendada por un título académico, influyó mucho el recuerdo +de la respetabilidad que a sus ojos tuvieron los oidores y magistrados +de chancillerías y audiencias mientras él andaba de provincia en +provincia como humilde empleado. No se le ocultó que había de costarle +muchos sacrificios, pero cedió a la tentación de ver a su hijo hecho +personaje de toga con vuelillos. Para él la abogacía era lo de menos: al +decir abogado, no concebía al chico defendiendo pleitos sino +administrando justicia. Millán siguió el ejemplo de Pepe, porque +estimaba bueno cuanto éste hacía. + +La vida de verdaderos estudiantes les duró poco. Ambos tuvieron que +abandonar la carrera apenas empezada. El infortunio se cebó en sus +hogares de modo parecido, y aquella amistad de niños, fundada en juegos +y paseos, fue lazo que vino a estrechar la desgracia. + +El padre de Millán tenía en los barrios bajos una modesta imprenta +donde, por hacer favor a un amigo, tiró varios números de cierto +periódico clandestino. Una noche le sorprendió la policía, y cerrando +la imprenta se llevó al dueño al Saladero, donde permaneció, gastándose +los ahorros en un cuarto de pago, hasta que el 29 de Setiembre las +turbas le sacaron poco menos que en triunfo con otros presos políticos. +Lo que no pudo devolverle la justicia popular, enérgica pero tardía, fue +el dinero prodigado a carceleros y guardianes para que no le molestaran, +y al escribano para que activara la causa, ni tampoco la parroquia +perdida con la clausura de la imprenta. Cuando el pobre hombre salió de +la cárcel, consumida su fortuna, tuvo que resignarse a ser oficial de +cajista. A sus años el golpe era demasiado duro, y una afección crónica +que tenía en los ojos se le agravó tanto, que le fue imposible continuar +trabajando. Millán no dudó un instante respecto a la determinación que +debía seguir:«--Padre--dijo--como me he criado en la imprenta, conozco +el oficio y todo lo que en él se hace. Búsqueme Vd. trabajo, que con mi +jornal habrá para los dos, al menos para Vd., que yo necesito poco.» Los +libros de Derecho, apenas manejados, cedieron el puesto a las cuartillas +de original: Millán entró de corrector de pruebas en uno de los primeros +establecimientos tipográficos de Madrid, cuyo principal al poco tiempo +le encomendó gran parte de la dirección de la imprenta: soñó con ser +letrado y quedó reducido a la condición de obrero, en lo más noble que +puede producir la inteligencia humana, pero obrero al fin, sujeto a un +jornal que merma con la fiebre de un día y acaso falta en la ocasión en +que es más necesario. Cuando tomó aquella resolución, dijo a Pepe, +dándole cuenta de su situación:--«¡Cómo ha de ser! Vamos a seguir rumbo +distinto: tú llegarás donde te lleve la suerte; en cuanto a mí... soy +hombre al agua.» Pepe demostró a su amigo que la desgracia no era fuerza +bastante a quebrantar la ley que le tenía. A veces iba por la tarde a +hacerle compañía a la imprenta; al anochecer solía buscarle para pasear +juntos, y si le encontraba en la calle, cuanto más derrotado y pobre de +ropa le veía, mayor afecto le mostraba, cuidando de no darle ni aun +aquellas bromas que, si antes le parecían lícitas, ahora se le antojaban +ofensivas. + +Dentro de aquel año les igualó la desgracia. La exigua cantidad de renta +del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con +los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos, +reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento, +las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del +_Monte_, y hasta las ropas hubo que empeñar. En la casa de la calle de +Botoneras penetró al fin la escasez, con su cortejo de tristezas, como +antes había penetrado en la pobre imprenta de los barrios bajos; pero si +Millán sabía un oficio, Pepe carecía de conocimiento alguno que pudiera +serle útil contra el infortunio. Entonces se pensó en buscar para él una +colocación o destino. Las cartas que escribió don José, las visitas que +hizo hasta que se lo impidió su dolencia, las antesalas que cruzó, no +son para contadas. Por fin, un antiguo amigo suyo _metió_ al chico, con +un empleo de 5.000 reales, en la Biblioteca del Senado. Pepe, como +funcionario público, iba a ganar casi la mitad de lo que daban a Millán +por regentar la imprenta. + +Si cuando chicos no les maleó el exceso de libertad, de grandes no les +doblegó la desgracia; ni tampoco intentaron, por salir de apuros, vadear +malamente aquella torcida corriente de su vida que comenzaba a +encresparse. Juntos nadaron a pecho abierto contra ella; y sin pensar +que podían por malas artes vivir a lo perdido, o abandonar a sus +familias, comenzaron a trabajar, Millán en la imprenta que le +confiaron, y Pepe en su humilde empleo de la Biblioteca del Senado. Como +éste tenía más horas libres que aquél, y se iba muchos ratos a hacerle +compañía, Millán le rogaba con frecuencia que le ayudase, de donde se +originó que, durante una larga temporada en que hubo prisas en la +imprenta, Pepe se pasó noches enteras corrigiendo pruebas; lo cual su +amigo le enseñó con pocas advertencias, y él perfeccionó en algunas +semanas. Una alteración de personal que hubo por entonces en la +imprenta, inspiró a Millán la idea de que aquel favor, que su amigo +frecuentemente le hacía, sólo para ganar tiempo y anticipar la hora de +salir juntos, podía redundar para Pepe en una ganancia, no grande, pero +sí oportuna, dada la situación de su casa, donde la necesidad se iba +entrando a banderas desplegadas desde que comenzó a agravársele a don +José la enfermedad de las piernas. Ello fue que, al cabo de tres meses, +estando un domingo de paseo, y solos, Millán le dijo: + +--Tengo que proponerte una cosa. Creo que te conviene, pero no he podido +resolver nada sin contar contigo. + +--Habla, chico. + +--Desde hace más de tres meses que arreció el trabajo, vienes casi +todas las noches a buscarme, y para una vez que consigo acabar temprano +y podemos ir un rato al café o a dar vueltas charlando por las calles, +lo general es que tengas que quedarte allí conmigo corrigiendo +galeradas. Al principio no sabías lo que te pescabas, lo que tú +corregías tenía yo que volver a mirarlo. Hoy, la verdad, lo que para un +cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido tú en +seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te +pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer +se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres +la plaza? Si se lo digo al amo, te la da. Tú le convendrías a él con +pedirle dos reales menos que otro cualquiera, y a tí, como son pocas +horas, de noche, y yo te taparé cuando faltes... vamos, que puedes ganar +eso... si no te repugna... Díselo a tu padre. + +--Y ¿por qué me ha de repugnar? ¿Qué tengo que decírselo a mi padre? +Acepto desde ahora... y te lo agradezco de veras. Puedes creerme: ya ves +cómo estamos en casa. + +--Siempre serán diez y ocho o veinte reales más al día. + +No era posible aumentar la amistad que les unía; pero este rasgo +contribuyó mucho a afianzarla y, además, hizo que fuera su trato más +frecuente, por la índole del trabajo que les ocupaba. Así, los que de +muchachos comenzaron juntos a corretear por las calles y pisar las aulas +del Instituto; los que juntos pensaron seguir una carrera de las +reservadas a gente, si no poderosa, al menos acomodada, juntos también, +forzados a renunciar a ella, emprendieron la pendiente áspera, y a veces +sin fin, que suben en la vida los que se mantienen por sus manos. +Menudearon con esto las idas de Millán a casa de Pepe, y aquél, que +cuando chico no paró ojos en la hermana de su amigo, fue luego +encariñándose con ella hasta que, insensiblemente, como a veces quiere +el amor que sean estas cosas, se fijó en lo bonita que era, consideró +las pocas exigencias que había de tener mujer tan hecha a batallar con +la necesidad, y pensó que le convenía para propia. Como esta idea fue +resultado de mucho mirar a Leocadia, hablar con ella y observarla, +buscando ocasiones en que estudiarla el genio, lo notaron los padres y +el mismo Pepe; de suerte que casi antes de que Millán demostrara su amor +con atenciones y cuidados, ya ellos lo habían sorprendido sin enojo en +sus impaciencias y miradas. Leocadia empezó a recibir las pruebas del +afecto de Millán con el agrado natural que tiene la mujer para acoger +las primeras palabras dulces que escucha; contenta, satisfecha, casi +agradecida, mas sin que el querer produjera en ella impresión tan honda +como la que estaba haciendo en Millán. Éste, si no se sentía aún +verdaderamente enamorado, estaba en camino: a ella, más que el novio +mismo, le gustaba la sensación moral, nunca experimentada, de saber que +había un hombre que gozaba mirándola. Sus corazones no estaban, sin +embargo, verdaderamente unidos. A veces, cuando sentados todos, de +noche, en torno de la camilla, leían periódicos o jugaban al tute por +distraer a don José, Millán, espiando a Leocadia con el rabillo del ojo, +creía descubrir en su fisonomía de madrileña vivaracha un gesto +indefinible, un nublarse repentino de las pupilas, una ligera sombra de +tristeza, en medio de la risa, que delataban incompletamente cierto afán +de aspiraciones vagas o impulsos latentes de ambición mal entendida. +Doña Manuela y don José dieron a los chicos por novios apenas hubo +indicio para ello: Pepe, más listo, adivinó que Millán quería a su +hermana, pero que ella no estaba tan enamorada como él. + + + + +III + + +En su primera época de estudiante, casi niño, no fue Pepe de esos +muchachos que se sientan lo más cerca posible del maestro, aprendiendo +de memoria, como loros, cuanto se les manda, antes por obediencia y +aplicación irreflexiva que por verdadero amor a estudios que aún no +entienden; pero tenía inteligencia sobrada para comprender que había de +llegar un día en que de todas aquellas asignaturas y materias, que +juntas querían meterle por fuerza de golpe en la cabeza, tendría que +fijarse en alguna, decidirse y estudiarla, confiando a la perseverancia +en el trabajo su porvenir y el amparo de los suyos. Durante esos años, +en que el hombre ignora la realidad de sus tendencias y la índole de +aquello a que debe dedicarse, él, entre dudas y vacilaciones, pugnaba +por determinar _lo que sería_, como si a todos permitiera la fortuna +marcar el rumbo de su vida. Por fin, la afición a la historia y el +interés que, apenas comenzó a hombrear, mostró para seguir en +conversaciones o lecturas la marcha de los sucesos políticos--tan +agitados en aquel tiempo--le hicieron inclinarse a la abogacía, carrera +en que la antigüedad de los pueblos, la política, el derecho y las +letras, aparecían a sus ojos formando, no un camino más o menos ancho, +sino un conjunto de senderos que podían llevarle a suertes prósperas y +varias. Su existencia tenía un fin doble, y así lo comprendía él: ser +obrero de su propia fortuna y sostén de sus padres. Pero estas ideas no +despertaban en su ánimo temor de lucha ni necesidad de abnegación. +Llegar a _ser algo_, le parecía cosa natural. ¿No llegaban otros? +Propósito de desinterés en aras de su familia, nunca lo hizo su +pensamiento. Se dijo sencilla y espontáneamente que era necesario en su +casa, que allí quien debía trabajar era él, sin imaginar jamás que sus +más penosos esfuerzos por lograrlo pudieran llamarse abnegación o +sacrificio, ni siquiera deber: lo haría porque sí, porque era el hermano +mayor, el único hombre de la casa. En sus cálculos no entraba Tirso para +nada. Si no, ¿quién lo haría? + +El cambio que la desgracia ocasionó en la vida material de Pepe, fue en +un principio apenas sensible: al pronto, todo se redujo a que los pocos +libros de texto que había comprado anduviesen rodando de la mesa del +comedor a la de su cuarto, hasta que él los guardó por no verlos. +Aparentemente, con ocultar aquellos libros se borró en la familia la +idea de que Pepe había tenido que renunciar a la carrera: doña Manuela, +que era buena, pero poco avisada, sintió cierta amargura; la resolución +de su hijo la entristeció, por ser señal inequívoca de grandes +privaciones:--«El pobre ha tenido que dejar los estudios»--decía, sin +poder profundizar todo lo que en esta frase iba envuelto. A Leocadia le +mortificó el suceso más que a su madre, pero de otro modo. Mientras Pepe +se limitó a trocar la clase por el destino del Senado, decía:--«A mi +hermano le han empleado»--y en el tono con que lo pronunciaba descubría +algo de amor propio satisfecho. El verdadero disgusto lo tuvo cuando, a +consecuencia de la proposición de Millán, entró Pepe de corrector en la +imprenta: aquello de que su hermano ganara un jornal la impresionó +amargamente, en parte por lo que significaba tal determinación, y más +aún por vanidad herida. Su gran temor era que Pepe llegara a ponerse +blusa para trabajar, como si en este detalle fuese envuelta toda la +ruina de la casa. Transigía con la pobreza, con la miseria, con todo; +pero a lo vergonzante, no enterando al prójimo de humillaciones que no +le importaban. La mayor pesadumbre fue para don José. Los tres años de +Derecho que cursó Pepe, le habían acostumbrado a pensar en su educación +como en un esfuerzo costosísimo, mas para él lleno de encantos. El +humilde empleado que pasó la vida a salto de mata, de oficina en +oficina, de centro en centro, sin apoyo ni valimiento, había logrado +adquirir tales hábitos de orden y economía, que iba a serle posible dar +carrera a este hijo, y dársela a su gusto, no como se la dieron al otro. +El pobre viejo no alcanzaba por qué medio sería ello; pero con los ojos +de la imaginación veía al chico ya vestida la toga de vuelillos blancos, +con el birrete puesto, la placa en el pecho y sentado en un sillón de +alto respaldo, escuchando informes de abogados que, al dirigirse a él, +hablarían con profundísimo respeto... y, de repente, vinieron el +descuento, las pérdidas, los atrasos, la jubilación, reduciéndose el +futuro juez a empleadillo colocado por el favor de un amigo, y a merced +de quien tuviese influjo para quitarle cualquier día la plaza en +provecho de otro. La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con +Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido +difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a +su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte +ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus +ojos: el engreimiento no se le borró del alma. + +El más duro para resistir a la desgracia, fue quien más perdía con ella: +el mismo Pepe, que, así como no dio importancia al sacrificio, no se +entregó tampoco a esa resignación callada y triste, cuyo silencio sofoca +el dolor sin mitigarlo. Su carácter varió algo, sin que él se diera +cuenta, mas no llegó a sufrir una verdadera trasformación. Las fibras de +su corazón eran tales, que no podían bastardearse al ser azotadas por la +desgracia, como no hubieran cambiado tampoco acariciadas por la fortuna. +Aquella incredulidad burlona con que siempre acogió cuanto no podía +aclarar razonándolo, se acentuó y se hizo más amarga; su gracia para +zaherir cobró acritud, sus chistes tomaron tono de quejas dichas en +broma; pero la propensión cómica quedó dominando siempre en sus labios, +pronta a ridiculizar cuanto sus ideas y aficiones le señalaban digno de +vituperio. Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba, +ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las +condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una +serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un +dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar +tristemente de su boca. + +Pasadas las primeras semanas de aquella existencia nueva, dividida entre +la biblioteca del Senado, donde su trabajo consistía en dar libros a +quien raza vez se los pedía, y las tareas de la imprenta, donde bajo la +inspección de Millán iba siendo cada día más útil, comenzó a +experimentar cierto reposo que él comprendía no ser definitivo, pero que +le halagaba por verlo reflejado en la casa. Su vida de empleadillo y +jornalero le producía un puñado de duros, con los cuales había para ir a +la compra y casi con igual frecuencia a la botica. De la abogacía no se +volvió a hablar: lo de seguir carrera fue un sueño, y, sin embargo, el +haber tenido que renunciar a ella era la pesadumbre de toda la familia. +Cada cual la sentía a su manera: doña Manuela no decía sino:--«¡Hijo +mío, cuánto trabaja!» El padre no se recataba para confesar a voces aun +delante de gentes:--«Estará en la imprenta.» Leocadia, sin disimular la +repugnancia a lo que en su hermano había de obrero, hablaba del +_destino_ o el _empleo_, y cuando le veía volver a casa, instintivamente +le miraba a las manos, temiendo que trajera en ellas alguna señal sucia +de su honrosa labor. No lo podía evitar: tenía esa vanidad madrileña que +pretende cubrir con perifollos de seda la falta de ropa blanca, y que +prefiere el adorno de la sala al cuidado de la alcoba. + +Pepe participó también, en cierto modo, de ese sentimiento que tiende a +ocultar al prójimo la propia miseria. Hubo una persona a quien no tuvo +el valor de confesar que trabajaba en la imprenta de Millán, y esa +persona fue su novia, la señorita de coche, como la llamaba Leocadia. +Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su +padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que +abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a +un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo +de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas +de jornalero. En un principio no fue completamente franco por aquella +misma pícara vanidad de Leocadia, y después por falta de valor: aun +conociendo a Paz como llegó a conocerla, tuvo miedo a decirla:--«El +hombre a quien amas, tú, la señorita rica, mimada por la fortuna, va por +las noches a ganarse un jornal que cobra los sábados como los herreros +y los albañiles.» Imaginó que la perdería: era a sus ojos enteramente +absurdo que Paz, después de saber esto, siguiera enamorada de él. La +vida moderna le ofrecía a cada paso ejemplos de hijas de familias +poderosas a quienes por un capricho amoroso había que casar con un mal +periodista, con un abogadillo, con un cualquiera, aún de lo más pobre de +la clase media; pero, ¿quién vio jamás en estos tiempos que una señorita +hecha a pisar alfombras y ceñirse el talle con sedas, entregara la mano +a un jornalero? Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad, +pero sin valor para decirla con sus propios labios. Al oírla exclamar +con frecuencia entre apasionada y mimosa: «¡Pepe mío, cuánto te quiero!» +le acometían impulsos de revelarla aquello que él ocultaba como una +infamia; pero luego, contemplándola vestida con todos los primores del +lujo, retiraba las manos o se las examinaba al descuido, temeroso, como +su hermana, de hallar impresa en ellas la sucia mancha del trabajo. + + + + +IV + + +Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e +influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas +obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo +la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo +sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización; +Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado +antes que nadie de los _obstáculos tradicionales_; y Prim, por seguir +sus huellas. + +La fortuna de don Luis, con ser respetable, no era sino resto de lo +mucho que gastó su padre en conspirar contra Sartorius y Narváez; pero +lo que mejor heredó fue un grande amor al partido progresista, mucha +antipatía a la demagogia, que se le antojaba cosa pagada con el oro de +la reacción, y una repulsión invencible a moderados y carlistas. Los +trabajos de don Luis en juntas y comisiones del partido; los artículos, +proyectos y dictámenes que escribió, serían incalculables, e infinitas +las veces que proyectó terciar en los debates; pero jamás tuvo ánimo +para romper a hablar en público ni para enviar dos cuartillas a un +periódico. No era tonto y lo parecía, porque sin tener realmente +influencia entre los suyos, imaginaba que su consecuencia y lealtad +debían darle mayor importancia de la que gozaba, resultando algo +vanidoso. Como la palabra obedecía mal a su pensamiento, huía los +diálogos largos y las conversaciones en corro, limitándose a hacer +signos de afirmación o negación con la cabeza, y cuando más, a decir +frases concisas, que tomaban en sus labios tono de sentencias +pretenciosas. Muchos le consideraban como hombre formal, pero de cortos +alcances, y algunos le trataban de burro serio. Aquéllos andaban más +cerca de lo cierto; porque sin ser don Luis una inteligencia +privilegiada, era honrado y de carácter firme, aunque algo agriado, por +imaginar que debía brillar y bullir más en su partido. + +Lo que constituía su verdadero título de gloria, para quien llegase a +saberlo, era la educación que dio a su hija. A los treinta y dos años +enviudó y se propuso que Paz, cuando él faltara, estuviese en +condiciones de vivir por sí, sin ajeno auxilio, que supiera manejar su +fortuna y aprendiese a conocer su corazón, para no dejarla expuesta a +rapacidades tutorescas ni a errores de su inexperiencia. Muchas veces la +dijo:--«Has de saber cuánto tienes, duro por duro; y has de pensar +siempre en lo que vayas a hacer, para que ni el prójimo te robe ni tú te +engañes.» + +Paz estuvo una temporada de tres años en un colegio dirigido por monjas, +lo cual no era muy del agrado de su padre; pero ¿qué hacer, si no había +en Madrid otro linaje de casas de educación? Allí aprendió a escribir +con bonita letra, a hablar bastante bien en francés y rudimentos +incompletos de muchas cosas: de coser poco, de bordar algo y de rezar +mucho. Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid, +hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo +visto, para _las madres_ no había secretos; así que, los domingos de +salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía +ni a los murmuradores del Casino. Esto, y un tantico de vanidad que se +fue despertando en el alma de Paz, indujeron a su padre a sacarla del +colegio-convento; mas aunque quiso hacerlo con gran tiento y +circunspección, tuvo por fin que ser enérgico, porque las santas mujeres +habían procurado atraerse la voluntad de la niña. ¿Les indujo a ello la +bondad de Paz? ¿Ambicionaron la conquista de su preciosa voz para la +capilla? ¿Prendáronse quizá del entusiasmo con que era de las primeras +en gastar sus ahorros de colegiala rica comprando, ya la sabanilla del +Cristo, ya la toca de la Virgen, ya el encaje para el paño del altar? +Ello fue que un día de fiesta, no pudiendo don Luis ir a buscarla, envió +con el carruaje a una parienta, quien a la hora del almuerzo volvió +sola, refiriendo que la _buena madre_ había dicho que _mademoiselle_ Paz +no salía. Don Luis, pensando que su hija estaba mala, fue inmediatamente +a verla y, a disgusto de la superiora, hubo que traer la niña a +presencia del padre, quien pasó un rato muy malo observando que su Paz, +sin estar castigada, ni enferma, se allanaba de buen grado a permanecer +allí, en vez de irse a pasar el día con él. Por fin consiguió que su +hija le siguiese, y aquella noche no la permitió volver al colegio. +«Aquí no hay más _madres_ que yo»--dijo don Luis--y desde entonces se +consagró al cuidado y educación de su hija, sin perder por eso su +desmedida afición a la cosa pública. Las cartas de la superiora y las +embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja +descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante, +don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas, +mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el +convento. La mansedumbre, que es gran virtud, evitó que las monjas se +ofendieran: no salió de sus labios palabra de reproche, nada intentaron +para exacerbar la devoción naciente, quizá la vocación frustrada de Paz; +pero tampoco se olvidaron de recordarla en días determinados y +festividades solemnes que en un extremo de Madrid había una santa casa +que se honraba con haberla tenido por discípula y a la cual debía enviar +de cuando en cuando alguna limosna para obras de caridad, algún ramo de +flores para aquel altar, en cuyas gradas se arrodilló tantas veces. + +Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo +olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con +la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa +como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo +el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido. Bastaron unas cuantas +semanas de esta vida, y el colegio, antes impregnado de cierta poesía +plácida, quedó reducido en la imaginación de Paz a un conjunto de +recuerdos fríos e incoloros. Al cabo de un año don Luis, escogiendo con +cautela las casas donde la llevaba, comenzó a presentarla en la titulada +buena sociedad, con lo cual sus galas y tocados la preocuparon mucho más +que antes la ropa de las santas imágenes: el gabinete lleno de primores +y el lecho mullido le fueron más gratos que el frío dormitorio y la +estrecha cama de colegiala; las flores que se ponía en el pelo cortadas +por su mano en el jardincito de la casa, destronaron a los ramilletes de +trapo de los altares; y para colmo de impiedad, la primer sinfonía de +Mozart que oyó tocar sonó en sus oídos más grata que las letanías, +salves y motetes. + +La serie de impresiones que Paz experimentó pisando salones de casas +extrañas, no fue, sin embargo, tan agradable como la que sintió entrando +a reinar en su propio hogar. A poco de vivir con su padre, la enteró +éste de sus negocios, explicándola en qué consistía su fortuna, +ayudándose de ella para el manejo de intereses, con lo cual Paz llegó a +persuadirse de que don Luis era un hombre honrado, y el origen de cuanto +tenía decente y limpio. En cambio, comenzó a ver que ni todas las casas +ni todos los hombres eran como su casa y su padre. Aunque incompleto y +velado por la educación y la hipocresía, el mal llegó claro a sus ojos, +causándola una sensación parecida a la que sufriría quien, hecho sólo a +respirar aire puro, entrara de pronto en una atmósfera viciada. El +instinto suplió a la picardía, el ingenio a la malicia: no pudo la +imaginación desentrañar las causas de las cosas, pero vio los efectos y +fue bastante para que se le entrase al alma un miedo sano. + +En su espíritu hubo dos impulsos simultáneos: el despertar a la +inquietud moral de la vida y la desconfianza de hacer a nadie partícipe +de sus emociones. Con su padre tenía toda la sinceridad posible; mas +esos misteriosos deseos, esas dudas ingenuas que la mujer reserva para +dichas en voz baja al elegido de su corazón, no salieron de sus labios. +Las frases galantes y las lisonjas la infundían una previsión +desasosegada, un terror vago que la impedía mostrarse complacida: era +semejante a un pájaro que tuviese miedo a la red. Cuando algún hombre +halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella, +involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas +desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer +acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no +la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro +en su riqueza. Ser querida por sí, le pareció fácil: saber cuál amor +sería sincero, lo juzgó imposible. Hubiera querido disimular el +bienestar de su casa, y a veces sentía impulsos de extravagantes +humoradas, ansia de ocultar su facilidad de logro, a semejanza de esos +príncipes que viajan de riguroso incógnito para agradecer la simpatía +que inspiren y oír el lenguaje de la franqueza. «El mejor traje--solía +decir--es el que más disimula lo que cuesta.» + + * * * * * + +Una tarde vio Pepe entrar en la biblioteca del Senado un caballero como +de cincuenta años, alto, canoso, con el rostro enteramente afeitado y de +aspecto excesivamente limpio, que dirigiéndose al principal encargado, +le dijo: + +--Vengo a pedir a Vd. un favor. ¿Podrá Vd. recomendarme uno de estos +muchachos que tiene Vd. aquí, a sus órdenes, para que venga unas cuantas +mañanas a mi casa y me ayude a poner en orden mi librería? Me han hecho +los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico +juicioso, ¿eh? + +--¿Oye Vd. esto?--preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero, +añadió.--Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le +servirán a Vd. mucho. Casi es abogado... + +El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus +años, le habló así: + +--Vamos a ver, joven. A un muchacho, aunque no lo necesite, nunca le +viene mal un puñadillo de duros. ¿Ha oído Vd. lo que hemos hablado? +¿Quiere Vd. venir a mi casa unas cuantas mañanas? + +--Sí señor, y haré lo posible por complacerle. + +--Bueno, pues cuento con Vd. ¿Cuándo empezaremos? porque yo lo tengo +allí todo revuelto. + +--Cuando Vd. quiera. + +--Mañana mismo. Le espero por la mañana a las once. + +Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le +preguntó quién era aquel señor. + +--Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que +no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más +que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a +hablar... y nunca habla. + +Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron. + + + + +V + + +Acudiendo a la cita del señor de Ágreda, a las diez y media de la mañana +siguiente entraba Pepe en el _hôtel_ que aquél habitaba, situado al +final de la Castellana. Atravesó el jardín, pequeño y bien cuidado, +subió las escalerillas, llenas de macetas, que parecían estar +custodiando dos magníficos perros de bronce, y entró en el despacho, que +formaba parte de la planta baja. + +El piso era de maderas ensambladas, las colgaduras magníficas, cómodo y +lujoso el mueblaje; todo acusaba mucho dinero. La mesa indicaba orden, +gran pulcritud y poca labor: cuanto había sobre ella estaba bien +colocado; pero sin que se notase en nada la confusión, propia del +trabajo continuo. Los libros eran pocos, ricamente encuadernados, y sin +señales de manejo frecuente: no debían ser aquellos los que era preciso +ordenar. En dos testeros de pared cubierta de un papel muy oscuro +rameado de oro, había dos retratos de mujer. En uno, el traje y el +peinado a la moda de 1850, pero, sobre todo, la pintura, lamida como +rebuscando finezas, delataban la mano de uno de aquellos artistas que +conservaron reminiscencias del estilo elegante de don Vicente López, sin +haber adquirido el vigor de los buenos pintores contemporáneos nuestros. +La dama estaba peinada con el pelo hecho dos grandes ondas, muy +alisadas, y tenía las facciones parecidísimas a la retratada en el otro +lienzo; pero resultaba la belleza de la primera más completa y armónica. +A pesar de esta diferencia, se parecían tanto, que era fácil adivinar su +parentesco. Debían ser madre e hija, a juzgar por la edad que +representaba cada una y por la diferencia de los trajes. El retrato de +la más joven era una doble maravilla, por el modelo y la factura. Un +trozo de impalpable gasa la cubría los hombros, a modo de gola antigua; +tenía el rostro casi en sombra, los ojos ceñidos de un livor oscuro, +ligeramente inclinada hacia adelante la cabeza y puesta entre el pelo +una pluma de color de rosa, ingrávida, suelta, que parecía pronta a +moverse al más ligero soplo. + +Los dos balcones del despacho daban al jardín y, a través de los +listones de las persianas caídas, se veía una pequeña estufa con plantas +de flores costosas, destinadas a morir en los búcaros de un gabinete o +prendidas en el pecho de una mujer bonita. Completaban el adorno de los +muros unos cuantos grabados ingleses, un retrato de Olózaga, en +litografía, con dedicatoria autógrafa, y un título de coronel honorario +de la Milicia Nacional del 54, encerrado en rica moldura y expedido a +favor del padre de Paz. + +De pronto entró don Luis. + +--Me gusta la puntualidad. Venga usted conmigo, y verá Vd. si hay aquí +para rato. + +Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros, +donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas +paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e +impregnada del olor al barniz. En el centro había una gran mesa, también +llena de libros, y además libros por todas partes: en el suelo, encima +de las sillas y amontonados en los rincones, todos revueltos como en +casa donde anduvieran de mudanza. + +Aquel día no ocurrió más sino que don Luis dio algunas instrucciones a +Pepe y éste comenzó a poner en orden los volúmenes, marchándose +enseguida con el tiempo preciso para almorzar antes de ir al Senado. Al +salir de la casa, tranquila la imaginación, sólo se hacía una pregunta: +«¿Qué gente será ésta?» + + * * * * * + +Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas +obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día, +estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir +cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó: + +--¿Puedo entrar? + +Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa. Llevaba +puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos +y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y +libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como +azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el +cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico. Sorpendida +al ver que don Luis no estaba solo, se detuvo un instante sin soltar el +tirador de la puerta, dudando si adelantar o volverse. + +--¿Estorbo? + +--No, hija, entra. + +Pepe, que se disponía a marcharse, la saludo; contestole ella, y +cogiendo de sobre la mesa un periódico, se puso a leer. La escena fue +rápida, casi muda: el aparecer ella y el despedirse él, ocurrió en un +momento. «¡Qué bonita es!»--se decía luego Pepe al echar a andar, ya +fuera de la verja del jardinillo de la casa. + +Durante las mañanas sucesivas, don Luis entró en varias ocasiones a ver +cómo llevaba el muchacho su trabajo, que cundía poco, porque el rato que +pasaba allí era corto. Los armarios se iban llenando, sin embargo, y don +Luis observó que, al mismo tiempo de guardar los libros, Pepe tomaba +nota de ellos en unas tarjetas grandes, para formar un índice. Esto le +gustó: el chico debía ser listo. Paz entró también alguna vez a buscar a +su padre, y llegó a cambiar con Pepe frases triviales. Un día hablaron +del tiempo, otro de un reciente y criminal atentado contra los Reyes. El +lenguaje de ella era el propio de una señorita bien educada que no se +desdeña de conversar con aquellos a quienes la fortuna no espropicia: el +de Pepe era respetuoso, casi tímido, de hombre no hecho a pisar casas +tan bien puestas ni a tratar con señoras de aspecto tan aristocrático. + +Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el +despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta, +escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía +un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión, +la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era +preciosa. Su talle sin artificio que la oprimiera exageradamente, tenía +al cambiar de postura movimientos que acusaban formas esbeltas de curvas +admirables. El pelo, casi negro, recogido y alisado con extremada +modestia, avaloraba la blancura mate y dorada de la tez, vivificada por +venas finísimas y azuladas. Las facciones muy graciosas y menudas, sin +mezquindad, formaban una fisonomía móvil y animada, como la de aquellos +serafines de Goya, inspirados en los rostros picarescos de las hijas del +pueblo. Los ojos, de un azul oscuro y limpio, traían a la memoria el +cielo de las noches serenas de Granada, y los labios, que a veces +esmaltaba de blanco mordiéndoselos ligeramente con un movimiento +involuntario, parecían una flor de matiz encendido. La boca, roja como +herida reciente, y el azul límpido de los ojos, inspiraban ideas +distintas, siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa de +la dulzura de los labios. + +No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni +siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma +sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió +mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado, +temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del +sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo. Al cabo de un +rato, al colocar Pepe unos libros en su sitio, volvió a mirarla sin que +ella entonces pudiera verle. En cambio él la contempló a su gusto; mas +de pronto se oyó la voz de don Luis que llamaba a su hija, y al soltar +ésta el periódico, por muy presto que quiso Pepe apartar los ojos, le +sorprendió Paz por vez segunda en flagrante delito de admiración, a +pesar de lo cual, al verle marchar poco después, no mostró enfado en +gesto ni en palabras, despidiéndose de él afablemente. + +Pocos días después ocurrió casi lo mismo. Pepe, sólo por disfrutar de +aquél regalo de la vista, que la fortuna le ofrecía, miró varias veces a +Paz, y ella lo notó, sin dar señal de desagrado, antes al contrario, +sintiendo cierta tranquila complacencia con aquel homenaje mudo que la +rendía un hombre imposibilitado por su posición para adularla con +esperanza de lograr favores. Ella le miró también alguna vez a +hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura, +sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba +inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos +principales de la hermosura masculina. Entonces se despertó en Paz algo +de coquetería, no le parecieron mal aquellas miradas, y agradecida al +culto que empezaba a recibir, permaneció en el sitio donde estaba. En +días sucesivos entró varias veces al cuarto de los libros sin necesidad, +sólo por saborear aquel placer desconocido de aceptar un tributo que +halagaba su vanidad de niña bonita. Pero esta coquetería se le entró al +alma, sin que ella lo advirtiera, del mismo modo que Pepe se daba el +gusto de contemplarla sin segunda intención. Paz decía algunas veces +para sus adentros: «¡Pobre muchacho!» Pepe pensaba: «¡Parezco tonto!» +Ninguno advertía que aquel juego era peligroso. ¿Cómo había él de +imaginar que Paz estuviese al alcance de su deseo, ni quién se atrevería +a despertar en ella recelo de aquel desdichado? + +Mas fue Dios servido--como decían los místicos--que comenzase a suceder +con las palabras lo mismo que con las miradas. Hablaron unas cuantas +veces de cosas indiferentes, y él, aun conteniéndose, por temor a +parecer atrevido, siempre halló ocasión de mostrar cortesía, ingenio y +gracia. Sus maneras carecían de atildamiento rebuscado y enfadoso, y sus +frases estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de un +hombre igual al de los demás: en lo que hablaba había siempre algo +original; su tristeza parecía sincera, su gracia tenía un dejo amargo. +Paz no podía analizar en qué estribaba ello, pero le gustaba hablar con +Pepe, quien siempre la llamaba señorita, expresándose mucho mejor que la +mayor parte de los caballeretes que por haberla visto una noche en un +baile la llamaban por su nombre de pila. + + * * * * * + +El arreglo de la librería tocaba a su término: unas cuantas mañanas más, +y todo quedaría en orden. Pudo haberse concluido antes, pero lo +estorbaron dos causas: la primera, que don Luis, cayendo en la cuenta de +que podía escribir al distrito por mano ajena, ni más ni menos que un +ministro, empleó a Pepe como amanuense; y la segunda, que las +conversaciones de éste con Paz fueron adquiriendo mayor desarrollo y +duración cada día. Oyéndole, se olvidaba ella de que era sólo algo más +que un criado: hablándola perdía él la noción de la distancia que les +separaba. Algunos de estos diálogos tomaron giro extraño. + +--Hoy no le quitaré a Vd. tiempo. ¡Estoy más aburrida!... Voy de +tiendas, a escoger un regalo para una amiga que se casa, y no sé qué +comprar. Tiene diez y ocho años: fue compañera mía de colegio. + +--Esa edad tiene precisamente mi hermana. + +--No sabía que tuviera Vd. hermanos. + +--Además, tengo otro hermano mayor, que es cura. Pero de fijo no me veré +yo en el apuro de comprar a Leocadia regalo de boda. + +--¿Por qué? + +--Las muchachas de la condición de mi hermana no hallan fácilmente quien +las ame. + +--Pues ¿de qué condición es su hermana de Vd.? + +--La vida de mi padre nos ha colocado en una situación muy modesta, +señorita, pero superior a la de los infelices que necesitan ganar un +jornal. Pertenecemos a esas últimas capas de la clase media que tocan de +cerca la pobreza, y las mujeres de esta clase son muy difíciles de +casar. + +--No se me alcanza la razón. + +--Es muy sencilla. No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la +diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un +rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos +les está vedado el matrimonio. + +--¡Qué ideas tan raras! + +--No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni +qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo +que yo? Desengáñese Vd., señorita, el matrimonio no está al alcance de +todas las fortunas. + +--¡Cuando digo que piensa Vd. cosas muy raras! ¿De modo que una muchacha +pobre no puede enamorar a un hombre rico, y viceversa? + +--Lo primero no es tan difícil; pero el viceversa es punto menos que +imposible. + +--Explíquese Vd. + +--Los encantos de la mujer no necesitan la ayuda del dinero. Las +cualidades morales y la belleza lo pueden todo. La misión del hombre es +más difícil: primero, tiene que saber agradar, luego debe disponer de +medios para sostener una familia. + +--¿Y si esos medios los lleva la mujer? ¿O es que Vd. no cree que deba +casarse el pobre con mujer rica? Pues lo estamos viendo a cada paso. + +--Hay algo de eso. El amor y el oro hacen juntos grandes cosas; pero +¡que pocas veces se unen! Además, créame Vd., señorita, siempre resulta +sospechoso el hombre pobre que enamora a una rica. Las beldades +adineradas son para nosotros como los brillantes para las modistillas, +que cuando los lucen nadie los imagina honradamente ganados. + +--Es decir, que hablando clarito, y sin dulcificar las cosas, en +nosotras la fortuna puede ser un obstáculo a la felicidad. + +--Ha acertado Vd. mi modo de pensar. Nunca debe el hombre pedir amor a +la que puede enriquecerle. ¿Cómo creerá ella en su sinceridad? ¿Cómo +adquirirá la certeza de que es ella, ella misma, el objeto de la +adoración? A una divinidad que nada concede, le es dado creer en la +sinceridad de los que la rezan; pero un dios que pagara con oro las +oraciones, ¿cómo estaría cierto del amor que le ofrecieran? + +--¡Qué sutilezas y qué modo de entender las cosas! Entonces, según Vd., +la mujer rica no puede hallar sino marido rico. Pues no es así. Todos +los días se casan ricas con pobres. + +--No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien +vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd. +visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y +verdaderamente pobre. + +--Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto, +no. + +--Es natural. El oro inspira a la mujer desconfianza de la buena fe del +hombre. ¿Quién es capaz de descubrir la verdad en corazón ajeno? Por eso +no debe nunca exponerse nadie a que le culpen de ambicioso cuando sólo +pretende ser amado. + +--Tristes verdades, si lo son, para las ricas. + +Quizá nada tuvieran de extraordinario las frases de Pepe, pero ella no +había oído nunca hablar así. + +Otro día compró Paz para su gabinete un espejo antiguo con marco de +talla, una verdadera obra de arte. Hojas de vid, tallos de yedra, +flores, acantos, cintas y volutas encerraban la luna de ancho bisel: fue +preciso restaurarlo, y cuando acabada la obra lo entregaron, mandó +dejarlo en el despacho para que lo viese su padre, y allí lo vio también +Pepe al descargarlo los mozos. Ella, con esa alegría infantil de quien +ostenta una adquisición nueva, le dijo: + +--Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco +mil reales. + +Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario. + +--¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro? + +--No; es precioso. + +--Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha +costado? + +--Señorita, y ¿con qué título puedo yo permitirme comentar sus actos ni +aquilatar sus gustos? + +--No se trata de eso. ¿Es que le parece a usted mucho dinero? Cuando yo +tengo confianza con Vd., debía Vd. tenerla conmigo. + +--El marco es hermoso y vale lo que cuesta. + +--No es Vd. sincero. + +--¿Por qué, señorita? + +--Se lo conozco a Vd. en la cara; sea usted franco, hombre, sea Vd. +franco. Le ha parecido a Vd. un despilfarro, ¿verdad? + +--¿Y con qué derecho podría yo pensar así? + +--Vaya, pues deseo que me lo diga Vd.; le doy a Vd. carta blanca para +que hable, vaya, que quiero que hable Vd. + +Era un capricho de niña mimada: curiosidad de saber por qué causa lo que +a ella le parecía natural producía mala impresión en el prójimo. + +--Lo que me ha dicho mi pensamiento--repuso Pepe tímidamente--es que el +dinero no tiene igual valor para todos. + +--¡Qué modo tan delicado tiene Vd. de decir las cosas!; pero cinco mil +reales no son para nadie más que doscientos cincuenta duros. + +--Que representan para una familia pobre doscientos cincuenta días de +vida. + +--En eso tiene Vd. razón. No se debían comprar ciertas cosas mientras +hay quien se muere de hambre... pero así está el mundo. Sí, ya lo veo: +una locura como esta representa el bienestar de muchos. + +--Y a veces, la vida de algunos. + +--De modo--siguió Paz--que Vd. es de esos que dicen que todo debía +repartirse entre todos. + +--No, señorita. Hay males que no tienen remedio. Habría también que +repartir el entendimiento y la virtud, y eso es imposible. Yo no he +hecho sino pensar que, si a veces la fortuna escoge bien aquellos a +quienes favorece, otras, en fuerza de ser ciega, raya en cruel. + +--Perdóneme Vd. Conozco que he cometido una torpeza. Pero no toda la +culpa es mía. + +--¿Por qué, señorita? + +--No he debido enseñar a Vd. ese trasto. Por lo que otras veces he oído, +su situación, de Vd., dicho sea sin ofenderle, pues en ello no hay +injuria, no es nada lisonjera. He hecho mal, he sido indiscreta, +¿verdad? + +--Señorita, ¡no se ensañe Vd. conmigo! mis palabras no encerraban la +menor censura. + +--No, si la mitad de la culpa es de Vd. + +--No entiendo. + +--La cosa es clara. Usted ha hecho por su ingenio y con su conversación +que yo le trate como a un amigo, y me he tomado la libertad de enseñar a +Vd. lo que no debía. + +--¿Quiere Vd. decir que ha enseñado joyas a un mendigo? + +--No, Pepe; eso me lastima. + +Paz se dolió de aquella respuesta, y desviando de él la mirada, guardó +silencio; mas su actitud y la expresión de su semblante no indicaron +enojo, sino amargura. Parecía que quien la había hablado de tal modo +tenía autoridad para hacerlo. Pepe dijo sorprendido: + +--Perdóneme Vd.; pero el error no es mío. Ha tomado Vd. como grito de la +pobreza escarnecida, acaso de una envidia inconsciente lo que ha sido +una observación sencillísima. ¿Cómo ha podido Vd. creer que yo me +atreviera a tanto? ¿Qué soy para Vd., señorita? Sólo dirigiéndome la +palabra me honra Vd. ¿Había de pagarla con descortesía o ligereza? + +--No se hable más del caso. Lo que quiero, es saber que no le he +ofendido a Vd.--Y le tendió amistosamente la mano. + +Ambos quedaron perplejos, y desde entonces fueron más reservados uno +para con otro. Paz se reconvino mentalmente, pareciéndole que hiriendo a +Pepe en el pudor de la pobreza había cometido una acción muy fea. Pepe +no acertó a definir lo que sentía. + +Sus vidas comenzaban a unirse como en el lecho del río suelen juntarse, +arrastrados por la corriente, el grano de arena y la partícula de oro. + + + + +VI + + +Cuando Pepe terminó el trabajo para que fue llamado, dejó de ir a casa +de don Luis: algo parecido al miedo le alejaba de allí. La última mañana +que estuvo, se marchó aprovechando un momento en que no podían +observarle. Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y +repuso:--«No estaba don Luis; ya le veré en el Senado.» Lo cierto era +que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era +Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la +mano el puñado de duros ofrecido por su padre. Por primera vez sentía +brotar en el fondo del alma la soberbia: un mal impulso era precursor +del más noble sentimiento; que así a veces, en el espíritu del hombre, +como en la vida de la Naturaleza, precede la sombra al esplendor del +día. + +Trascurrida una semana sin que Pepe volviese a la casa, Paz se acusó de +ello, ya preocupada con aquella desaparición, y pensó en el _pobre +muchacho_ cual si fuese un amigo ofendido: se acordó también de que no +le había pagado, pero no se le ocurría modo discreto de enviarle el +dinero. ¿Por un criado? No acertaba a explicarse la causa, mas por nada +del mundo se hubiera valido de tal medio. ¿Escribirle? Al imaginarlo, no +fue temor de herirle lo que cruzó por su imaginación, sino algo como +miedo vago, pudor mortificado por sí mismo. + +Al fin no hizo nada, ni aun se atrevió a hablar a su padre; pero no dejó +de pensar en ello, y hubo día en que, al cruzar por el cuarto de los +libros, experimentó hastío y tristeza. + +Poco a poco la luz se hizo en su alma. Sus oídos, hechos a la lisonja, +no escucharon nunca frases que la turbaran; nada la hicieron sentir +aquellos hombres que podían desearla como joya colocada al alcance de +sus manos, y ahora ella ponía espontáneo y terco empeño en recordar los +dichos más sencillos, las más insignificantes galanterías de un pobrete, +a quien aterraba un gasto de cinco mil reales. Aquello le parecía unas +veces romántico hasta la ridiculez, otros ratos sentía ganas de llorar. + + * * * * * + +Una mañana de la primavera de 1872--ocho o nueve meses antes de aquella +cena en que los padres de Pepe hablaron de la próxima llegada de +Tirso--estaban en San Pascual, de Recoletos, tocando a misa de once. El +sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad +y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma +embalsamaba el aire. Sobre el azul intenso del cielo destacaban las +copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso, +de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los +recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada. +Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus +trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los +árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún +lacayo. En los bancos, y cada cual con su periódico en la mano, había +algunos señores viejos, tipos de militares retirados, de ancianos +achacosos que, sacudiendo el entumecimiento del invierno, salían en +busca de un rayo de sol tibio. En el aguaducho, cargado de vasos, +descollaban el fanal de los azucarillos y la botija con espita, tras +cuya gruesa panza se ocultaban el tarro de las guindas y la bandeja de +los bollos, en tanto que la aguadora, dando conversación a un guarda, +fregaba en el lebrillo las cucharillas de latón. Por el centro del paseo +circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y, +siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos +cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en +el pescante deletreando _El Cencerro_. Al otro lado, los tranvías +corrían sobre los railes, obstruidos por carros y camiones, que sus +conductores apartaban de la vía renegando al oír el pito de los +mayorales, y por la larga acera de piedra, en silencio, paso a paso de +arriba a abajo, se aburría autoritariamente la pareja de guardias de +orden público, entonces llamados _amarillos_, sin otro consuelo que +echar miradas subversivas a las criadas de buen ver. De las calles +vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas +de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y +las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas. Unas +caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con +la gordura de los años; luciendo, según su gusto, primores de elegancia, +arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la +moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar. A la misma +puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y +lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos +engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar, +y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las +fiestas. A pasitos rápidos y cortos, inclinado el cuerpo hacia la +tierra, con la cabeza baja y la conciencia temerosa del retraso, venían +pegadas a las fachadas de las casas las viejecillas de zapatos de cabra +y mantón negro, y adelantándose a ellas iban las muchachas devotas que, +como ignorando el poder de la juventud, piden incesantemente al cielo +dichas que puede darles el mundo. La campana seguía llamándolas con su +tañer monótono, y todas entraban como manada al redil: feas, bonitas, +ricas, miserables, virtuosas, perdidas, santas, pecadoras, madres, +cortesanas, vestales del hogar o sacerdotisas del amor, todas, +codeándose, juntas, desaparecían sorbidas por la puerta de la iglesia, +levantando al entrar un cortinón más pesado que una losa y dejando +entrever rápidamente una atmósfera cargada, sucia, humosa y salpicada +por el resplandor amarillo de las velas. + +Durante toda la mañana se estaba renovando aquel público, femenino en su +mayoría, y la puerta seguía tragando mujeres para arrojarlas luego a la +calle pasados veinte o treinta minutos, al cabo de los cuales se las +veía salir abriendo sombrillas o desplegando abanicos, porque la luz del +sol las ofendía, acostumbrada ya su retina a la oscuridad de la sagrada +cueva. + +También entraban algunos hombres; pero el mayor número de ellos +permanecía en los jardinillos formando corros, comentando noticias del +día acabadas de leer en los periódicos que los vendedores voceaban en +torno suyo con los _últimos partes del Norte_. Hacia la calle de Alcalá +se oía el cascabeleo de los ómnibus que iban al apartado de los toros, y +andando despacito por el paseo, inundado de sol, venía el borriquillo +con sus serones llenos de macetas, escuchándose gritar de rato en rato +al mocetón que lo guiaba: _el tieestóo de claaveles doobles_... Quien se +acercase a los corros podía oír fragmentos de conversaciones y notar, +tal vez, que algunos de los que hasta allí acompañaron a su mujer o su +hija defendían las ideas del siglo con palabras impregnadas de impiedad +moderna. + +--Las partidas van en aumento. + +--Dicen que el Rey se marcha al ejército del Norte. + +--Si esto no se sostiene, vamos derechos a Don Carlos. + +--Pues crea Vd. que el fanatismo religioso nos envilece ante la Europa +culta. + +--Yo a quienes tengo miedo es a los republicanos. Vamos derechos a un +noventa y tres espantoso. + +--Todas las malas pasiones se han abierto camino. + +--¡Hasta que se forme una liga de _los que tienen que perder_! + +--¡Cada día un _meeting_! Estoy de manifestaciones pacíficas hasta por +cima de los pelos. + +--¡Calle Vd., hombre, por Dios! Eso no es compatible con el gobierno. +¡En tiempo de don Ramón y don Leopoldo no había _mitins_! Esto se va. + +--Pues yo creo que el Rey gana simpatías. + +--¿Qué ha de ganar, hombre? ¡Si es extranjero! + +--Está Vd. en un error, señor mío: eso no significa nada. La historia +demuestra que Carlos I y Felipe V eran también extranjeros. + +De un grupo de señoras salían voces atipladas y chillonas: trataban de +trapos, modas, chismes y criados. + +--Chica, no sabe una qué ponerse: este es del año pasado. + +--Pues te sienta muy bien. Mira, mira, allí va la de Rodete. La otra +tarde fue de las que estuvieron en la Castellana con mantilla blanca y +peineta para hacer rabiar a los Reyes. + +--¡Qué porquería! A mí la Reina me da lástima. + +--Hija, ¿qué quieres? ¡como la de Rodete fue azafata de doña Isabel! +Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho:--Y la que esto +decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de +hierro, seguía con la vista al grupo de las damas. + +Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y +mohínes, un diálogo muy vivo. + +--¿No entráis? + +--No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar +tiempo a que llegue _ese_. Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre +muchacho que bebe los vientos. + +--¿Y el tuyo? + +--Este Junio acaba. + +--Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!... + +--Pues a mí me gusta. ¡Está más cariñoso! + +--Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras. + +--Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino! + +--Abur, remononísima. + +Los _sietemesinos_, echando humo por la boca y luciendo americanas del +verano anterior, parodiaban a don Juan Tenorio. + +--Te digo que esa señora no es tal señora, y me han dicho que _torea_. + +--Vamos, chico, ¡que te calles! Yo la he seguido dos tardes, y ni +siquiera me ha mirado. + +--Pues me consta que va a citas. + +--¡Sí! Las ganas. + +--Ya salen... adiós. + +La campana sonaba con más fuerza; los mendigos de la puerta del templo +entristecían la voz cuanto les era posible; las amas de cría comenzaban +a desfilar como burras de leche; las señoras entraban o salían de la +iglesia, lanzándose miradas envidiosas; el calor arreciaba, y el paseo +se iba quedando poco menos que desierto, oyéndose por la acera de piedra +el firme taconear de las muchachas que pasaban, medio ocultas por las +anchas sombrillas de colores chillones, mientras las madres llamaban a +los niños, que corrían como perrillos jugando a las mulas o se detenían +a mirar las estampas que veían al paso en mano de los vendedores de +periódicos. Lentamente se fue marchando todo el mundo, y la campana cesó +de tocar: sólo quedaron allí el estanquero, sentado junto a su cajón, la +mujer del aguaducho volcando sobre un plato muy cóncavo el puchero del +cocido que acababa de traerla un chico, y la pareja de _amarillos_ que, +paseo arriba, paseo abajo, llegaba desde la Cibeles hasta la Casa de la +Moneda. + +Al mismo tiempo que el sacristán, con su manojo de llaves y su sotana +manchada de cera, salió a cerrar la puerta del templo, salieron también +dos señoras: una, modestamente vestida de negro, canoso el pelo, rugoso +el rostro, con aspecto de dueña modernizada, mitones de encaje y zapatos +de rusel; la segunda, elegantísimamente puesta y en extremo sencilla, +sin adornos ni joyas. Eran Paz y su aya. + +--No ha venido el coche--dijo aquélla--Vamos a sentarnos un rato, que ya +no tardará.--Y se puso a hacer dibujos en la arena con el palo de la +sombrilla. + +La vieja miraba al aire, como quien piensa en las musarañas. La fuerza +del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya +enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no +pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo, +o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena. La +aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba +echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó +el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho. + +--Vámonos--dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante. + +Al poner Paz el pie en el estribo se volvió de pronto para fijarse en el +traje de una señora que pasaba, y notó que, a pocos pasos de ella, iba +un hombre; Pepe. La niña vaciló un instante: su primer impulso fue +llamarle, pero sintió en el rostro una oleada de calor y, avergonzada de +su propia idea, tomó asiento junto a la vieja. Entonces la vio Pepe y se +quitó el sombrero: ella le saludó con una inclinación de cabeza, dando a +su mirada cierta expresión de afectuosa confianza, y después, durante +unos segundos, se quedó inclinada hacia la ventanilla: Pepe permaneció +inmóvil. Al arrancar los caballos tornó Paz a mirarle, y entonces, sin +darse cuenta de ello, sus ojos se clavaron con tristeza en el muchacho, +dejando luego caer los párpados lentamente, como si en aquella mirada +pretendiera enviarle una expresión de simpatía y una queja. Pepe, que no +se había movido aún, quedó suspenso, confuso, con la admiración que +produce una impresión nunca sentida. No fue presuntuosidad de vanidoso +la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas, +sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de +agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir +al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella +expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué +obedecía? Quizá no fuese todo sino un poco de esa simpatía que, a modo +de limosna, dispensa el poderoso al miserable. El pesimismo, compañero +eterno de la desgracia, le dijo que acertaba. ¿Qué otra cosa podía ser? +Pero luego la imaginación venció a la cordura y el desvarío del +pensamiento se sobrepuso a la mentida frialdad de que Pepe quiso hacer +alarde ante sí propio. Su ánimo fue pasando rápidamente del mayor +desaliento a la más caprichosa esperanza, y por fin, tras muchas +alternativas de animación y desfallecimiento, temiendo que lo novelesco +degenerase en ridículo, decidió no volver a poner nunca los pies en casa +del señor de Ágreda, ni a pasar jamás por Recoletos a las horas de misa. + +Efectivamente... al otro domingo fue a Recoletos con el intento de +_verla_ sin que ella lo notase y, al divisar el coche, entró en la +iglesia, quedándose en sombra, junto al mamparón de ingreso. Un momento +después entraron Paz y el aya, confundidas en un grupo con otras +mujeres: dejolas pasar, y cuando se arrodillaron, avanzó hasta colocarse +en lugar propicio para poder mirarla a su sabor, sin ser visto. + +La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que +caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas +azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban +campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo +que un monago presentaba a los fieles pidiendo, _para el cultooo de esta +santa iglesiaaa_. Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos +formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en +cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y +seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que +producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca. Todo el mundo +rezaba... El humo de los cirios y ese olor humano y acre de gente +aglomerada en espacio cerrado, viciaban la atmósfera. Delante, y a la +derecha del altar mayor, había otro portátil que sustentaba una Virgen +de túnica blanca y manto azul, figurando salir de una gruta hecha, como +peñasco de nacimiento, con corcho y cartón piedra. Este era el punto más +luminoso del templo. Media docena de velas altas y delgadas, de pábilo +muy fino, porque fuese mayor su duración, alumbraban a la santa imagen, +que era de rostro aniñado y yesoso, excepto en los pómulos, donde tenía +fuertes rosetas carminosas. + +Las manos, en que el artista se había esmerado, eran excesivamente +pequeñas, y a lo largo del cuerpo caían los pliegues de la túnica, +tallada en pliegues rectos, pero duros, mal imitados de las esculturas +paganas. Pepe miraba alternativamente a Paz y a la Virgen. ¡Qué +diferencia! La verdadera divinidad era aquélla. En sus ojos resplandecía +toda la vida que faltaba en los de la imagen. ¡Qué hermosa era la obra +de Dios! ¡Qué risible la labrada por el hombre! + +Paz oía misa con recogimiento, volviendo tranquilamente las hojas del +devocionario, que a veces dejaba sobre la falda, pero sin alardes de +unción religiosa: su rostro no se entristecía con compunción exagerada, +ni tenía ese lento parpadear que es a los ojos lo que el estertor a la +respiración. + +La misa pasó en un soplo; el cura volvió hacia la sacristía, haciendo +pausadas genuflexiones ante los altares, y cuando Pepe quiso salir halló +obstruida la puerta por un grupo de gente que se le había adelantado, +obligándole a detenerse. Ellas dos se dirigieron también a la salida. La +vieja no le vio; iba pugnando porque no la estrujaran, sin preocuparse +de otra cosa; pero Paz le sorprendió en el momento de levantar el seboso +cortinón de la puerta. Él, en cuanto puso el pie en la calle, se alejó +algo, siguiendo la línea de la acera; ellas salieron en seguida, y la +muchacha miró a derecha e izquierda, hasta que, al tropezar su vista con +Pepe, le saludó turbada en el instante de subir al coche. Después, Pepe +creyó notar que se levantaba la ventanilla trasera, y luego, igual que +la vez pasada, vio a Paz sacar la cabeza para volver a decirle adiós con +la mano. + +El muchacho se fue a su casa como loco. Al ir a tirar del cordón de la +campanilla, tuvo que detenerse un momento y hacer propósito de que sus +padres no le conocieran en el rostro que le ocurría algo extraordinario. +Leocadia le dijo al verle entrar: + +--¡Chico, vaya un capricho! ¿Te has puesto la mejor ropa que tienes para +salir tan temprano? + + + + +VII + + +En los corrillos del Senado se susurró por centésima vez que don Luis +María de Ágreda terciaría en la discusión de cierto proyecto de ley. El +pobre señor lo deseaba con toda su alma, pero no se atrevía. + +Todo el valor lo malgastaba en casa, unos ratos dando vueltas por el +despacho como fiera enjaulada, y otros apoyado de codos en el respaldo +de una butaca, que su imaginación convertía en tribuna. ¡Entonces sí que +se le venían a los labios períodos redondos, argumentos irrebatibles, +frases enérgicas, preguntas de las que no tienen respuesta, todo género +de arranques oratorios, hasta que, agotadas las ideas y sin saber +enlazar las palabras, tenía que callarse! Tal era la disposición de su +ánimo cuando una tarde entró en la biblioteca del Senado, huyendo de un +noticiero que quería saber si era cierto que tuviese intención de +hablar. Pepe, al verle entrar, se fue derecho a él, afectando mostrarse +servicial, pero en realidad con propósito decidido de buscar manera de +frecuentar su casa. El pretexto ya lo tenía pensado, y no era malo. + +--¡Pero, hombre--le dijo cariñosamente don Luis--es Vd. famoso! Cumplió +Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ¡abur! no ha vuelto +Vd. a parecer; de modo que quien está en falta soy yo. + +--No hablemos de eso, señor de Ágreda, ya tendré yo el gusto de ir a +saludarle y a recibir sus órdenes. + +Después comenzó a poner en práctica un plan que días atrás se le había +ocurrido, diciéndole: + +--¿Conque va Vd. a consumir un turno con motivo de ese proyecto de +Fomento? ¿Desea Vd. que le busque antecedentes? Ya es público que +intervendrá Vd. en el debate. + +--Gracias, gracias; aún no estoy decidido. + +Aquel hombre, discreto y cuerdo en todos los actos de su vida íntima, +sintió una turbación indefinible. Era, como don Quijote, razonable, +sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que hacía +en su cerebro oficio de libros de caballería, llenándole el magín de +extravagancias y ambiciones. + +--¿Conque se dice que hablaré? + +--Sí, señor. Se da por seguro. Y, a propósito, voy a permitirme decir a +Vd. que acerca de la materia del debate hay aquí datos importantes. En +tiempos anteriores a la Revolución, se trató de eso. Si Vd. no quiere +molestarse, o sus ocupaciones se lo impiden, podría yo tomar algunas +notas y dárselas. + +Al señor de Ágreda un sudor se le iba y otro se le venía: aquello era +como si en las calles se esperase ya su discurso. Las palabras de Pepe +tenían algo de aura popular y mucho de tentación. Le faltó energía para +confesar la verdad y contestar: «No señor, no hablo, ni soy capaz de +hablar, ni me pasará la voz de la garganta.» Lejos de esto, repuso +débilmente, como luchando consigo mismo: + +--Bueno, bueno; pues si en los _Diarios de Sesiones_ hay algo de eso, ya +me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes... La cuestión +es antigua... Ya, hacia el año cincuenta y siete... + +Salió de allí verdaderamente aterrado, sin querer pararse con nadie, +temeroso de que le preguntaran: «¿Habla Vd.?» Se marchó a pie sin +esperar el coche, y por las calles se dijo a sí propio el más elocuente +discurso que han oído Cámaras en el mundo. Pepe, al verle partir no pudo +reprimir el gozo: + +--¡Ya lo creo que volveré a verla! + +Durante varios días se dedicó a rebuscar antecedentes relativos a aquel +proyecto de reformas en Fomento, y en unas cuantas cuartillas anotó todo +lo pertinente al caso: disposiciones análogas, decretos contrarios, +intentos parecidos, opiniones de hombres políticos, contradicciones de +unos, disidencias de otros, y ordenándolo formó un conjunto heterogéneo, +especie de historia de la cuestión tratada, lista de elogios, censuras, +inconvenientes y ventajas de lo proyectado, que parecía fruto de una +laboriosidad constante, signo de larga atención y gran conocimiento de +la materia; lo que se llama un trabajo concienzudo. No faltaba sino +estudiarlo primero y aprovecharlo luego, decidiéndose a defender las +disposiciones hechas en unas u otras épocas. Después, todo era cuestión +de atrevimiento y desparpajo para hilvanar cuatro párrafos sobre la +buena fe o la malicia del gobierno, según el punto de vista que se +tomara. + +Al quinto día de haber estado don Luis en la biblioteca del Senado, le +esperó Pepe en un pasillo. + +--¡Señor de Ágreda! + +--¡Ah! caramba, ¡ya no me acordaba! (Esta era la más desenfadada mentira +que salió de sus labios.) + +--He reunido infinidad de datos que pueden ser a Vd. de gran utilidad. + +--Poco hay que yo no conozca; pero en fin, lo agradezco mucho... ¿Tiene +Vd. ahí los apuntes? + +Pepe llevaba las cuartillas en el bolsillo, mas no le convenía dárselas +allí. + +--No, señor, no las he traído. ¿Qué necesidad tiene nadie de enterarse? +Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo +puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el +origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique.--Dicho esto, +esperó impaciente la respuesta. + +--Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir +antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa... + +Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera +llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco, +entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que +había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso +suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino +dentro de la realidad. Se sentó en su escaño habitual, y sin oír nada de +lo que sus compañeros discutieron aquella tarde, se preguntó con el +pensamiento más de cien veces:--«¿Qué habrá hecho ese muchacho?» + +A la hora de comer dijo a su hija: + +--Creo que me van a comprometer para que hable. Por supuesto, que no me +cogerán desprevenido. Mañana puede que venga a traerme unos datos que he +tomado en la biblioteca aquel muchacho que arregló los libros. + +Paz le oyó entre turbada y contenta, pero su alegría fue mayor que su +inquietud. + + * * * * * + +A la hora fijada estaba allí Pepe, con su línea de conducta trazada de +antemano, como general que, tras madurar un plan de batalla, se decide a +realizarlo. Le era preciso extremar la astucia puesta en juego para +frecuentar la casa hasta obtener dos cosas: primera, ver a Paz y +estudiar en su rostro la impresión que produjera su presencia; y +segunda, si la muchacha no mostraba enojo, procurar por todos los medios +imaginables que le quedara franca la entrada. Harto sabía que a título +de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ¿qué +le importaba si conseguía ver a Paz y salir de dudas? Don Luis le +recibió en el despacho. Sobre una de las butacas se veían un periódico +de modas y un cestito de labor.--«Esto es de ella»--imaginó Pepe, y este +_ella_ que subrayó con el pensamiento, le pareció ambiciosamente +ridículo. + +--Vamos a ver--dijo don Luis entrando--ante todo, agradezco muy de veras +su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado +tanto el asunto! + +--Aquí tiene Vd.--contestó Pepe entregándole las cuartillas. + +--Siéntese Vd. un momento. + +El senador comenzó a leer para sí, y su fisonomía fue tomando una +expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía. +Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo +de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «sí, sí, aquí veo +algo nuevo.» Luego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le +era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la +cara, dejó de leer. + +--Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si +señor; ¡vaya si aprovecharé! + +Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por +allí? + +--Quisiera que observase Vd.--dijo, por alargar la entrevista--que he +procurado reunir todo lo que se habló al iniciarse hace años el +proyecto: aquí está lo que propuso González Brabo... esto es de Bravo +Murillo, estas notas de Calvo Asensio... + +Don Luis tuvo que suspender la lectura: cada cuartilla se le antojaba un +billete de entrada a la inmortalidad. ¡Vaya si hablaría! Del hombre +estimado sólo por consecuente, iba a surgir el orador. + +Oyose en esto ruido de pasos, y se asomó Paz a la puerta del despacho, a +tiempo que su padre repetía: + +--Gracias, muchas gracias. + +--No sé de qué se trata--dijo ella entonces a Pepe;--pero yo también se +las doy a Vd. + +Don Luis cogió de nuevo los papeles, que parecían tener imán para sus +manos y, entre tanto, los muchachos se miraron en silencio. Pepe +arrostró con franqueza la mirada de Paz. ¡Cuánto hubiera dado en aquel +instante por poder decirla con los ojos todo el tropel de ideas +vanidosas, de ambiciones absurdas que habían anidado en su pensamiento, +sin callarla nada, miedo, esperanza ni pobreza! Paz tuvo que disimular +su alegría, por no aparecer desapudorada; mas no hizo mohín de disgusto +ni frunció siquiera el lindo entrecejo. Para ninguno de ambos era ya +secreto la atracción que habían ejercido uno sobre otro. + +--Sí, señor; de esto se puede sacar partido--murmuraba don Luis. + +Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató +de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso: + +--Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados. + +--Haga Vd. lo que guste. + +Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó +de nuevo las cuartillas. Paz dejó trascurrir unos minutos, y en seguida +entró también a la estancia inmediata. Pepe, sin vacilar, se acercó a +ella y, en voz baja, con acento de sinceridad, la dijo: + +--Señorita, esta vez no me ha traído la casualidad, sino la astucia; +pero, si mi presencia la enoja, no volveré jamás a verla a Vd. No +necesita Vd. decir una sola palabra: me bastará su silencio... No nos +volveremos a ver nunca. + +Paz no desplegó los labios y, sin embargo, a los ojos de Pepe se asomó +toda la dicha de su alma. La señorita, la muchacha rica, escuchó +aquello sin el menor movimiento de enfado, presa de una turbación +deliciosa: él, entonces, la ofreció la mano y ella la estrechó +rápidamente entre las suyas, sintiendo al mismo tiempo que se la +enrojecía el rostro. Ninguna frase de todos los idiomas de la tierra +hubiera podido ser tan elocuente como aquel sonrojo. En seguida salieron +al despacho, sin hablarse. Cuando él se marchó, Paz corrió hacia su +cuarto, se acercó a un balcón y, levantando un poco el visillo, le vio +desaparecer tras los troncos de los árboles del paseo. + +La partícula de oro se había adherido al grano de arena: la corriente de +la vida debía arrastrarlos juntos desde aquel día. + +Don Luis permaneció en el despacho contemplando las cuartillas: «¡Si +esto es un discurso!--murmuraba.--¡Si no hay más que añadir al +principio: _Señores_, y al final: _He dicho!_ ¡Ah! sí, y algo de +relleno; unos párrafos... mi consecuencia, la lealtad al gobierno, la +libertad, el amor a las instituciones!» + +Era cosa resuelta; los taquígrafos tendrían que trabajar por causa +suya. + + + + +VIII + + +Por fin habló don Luis. Al cabo de muchos años de silenciosa vida +parlamentaria, el _Diario de Sesiones_ imprimió su nombre, no sólo en el +tipo común empleado para las votaciones, sino también en letras +negrillas que saltaban a la vista, diciendo: EL SEÑOR ÁGREDA: _Pido la +palabra_. Cuando leyó su nombre en los extractos de los periódicos, +todavía sintió escalofríos de miedo. Al comenzar su discurso el salón +estaba casi lleno, por la novedad de escuchar a un senador que dejaba de +ser _monosílabo_: luego muchos oyentes se salieron a los pasillos; mas +como la peroración fue corta, aún quedó número bastante para que no +hiciera mal papel. En el banco azul permanecieron dos ministros. Pepe le +escuchó desde el fondo de una tribuna: los datos, apuntes y citas de sus +cuartillas salieron íntegros de los labios de don Luis, quien únicamente +puso al principio un parrafito de su cosecha para pedir benevolencia, +imitado de los doscientos mil análogos que había oído hasta entonces, +añadiendo también alguna que otra frase para enaltecer la importancia +de lo que iba diciendo. Cuando se le olvidaba algo de lo mucho que +confió a la memoria, echaba mano de las cuartillas que traía copiadas de +su puño y letra. Hacia la conclusión quiso extenderse en consideraciones +originales; pero se le atravesaron en la garganta y terminó declarando +que no proseguía por no molestar más la atención de la Cámara. Un buen +orador hubiera podido fundar un verdadero triunfo sobre los materiales +reunidos por Pepe: don Luis quedó bien y nada más. Al acabar sonaron +algunos aplausos en los bancos de la mayoría, y todo el mundo dijo que +había estado discreto y que aquello representaba gran conocimiento del +asunto. Un ministro felicitó al orador y esto le compensó el disgusto +que le dieron los periódicos de oposición limitándose a decir que el +señor Ágreda había consumido un turno en pro. En cambio, a la hora de +comer fueron a verle muchos amigos y después estuvo con su hija en el +concierto del Retiro, dando vueltas y más vueltas, como torero que por +la tarde ha metido el brazo con fortuna en una buena estocada. + +Al retirarse a casa le decía Paz: + +--Di, papaíto, ¿te han servido los papeles que te trajo aquel muchacho +del Senado? + +--Algo, algo: el chico no es tonto... tiene buena voluntad y parece +listo. + +--Sí, ¿eh? + +Paz no sabía cómo sugerir a su padre la idea de que utilizara de algún +modo los servicios de Pepe, pues comprendía que don Luis no necesitaba +secretario ni escribiente. En realidad, su malicia llegaba tarde; la +vanidad satisfecha se había adelantado al amor impaciente. El orador iba +ya pensando en abordar otro asunto antes de la clausura de las Cortes. +Además, la fortuna favoreció a los enamorados, porque los electores de +don Luis, acostumbrados a su largo mutismo, le dispararon una nube de +telegramas de felicitación, tras del telégrafo usaron del correo y, como +fue preciso contestar a tanta enhorabuena, el senador determinó emplear +a Pepe como escribiente. + +Una mañana llegó éste no hallándose don Luis en casa, y pasó a la pieza +de los libros, inmediata al despacho: poco después apareció Paz, +disimulando su turbación y haciéndose la distraída. Hasta entonces sólo +habían cambiado unas cuantas frases, pero sin tener una conversación +formal: por lo tanto, la primera vez que hablasen a sus anchas, la +entrevista tendría importancia, dada la grata complicidad establecida +entre ambos. Paz, después de saludarle, no se atrevió a desplegar los +labios: carecía de experiencia en tales achaques; pero su instinto +femenino le decía que no era ella quien debía hablar primero, y +apoyándose en el marco del balcón dejó pasar unos instantes. Pepe se +levantó de su asiento, y acercándose a ella, a distancia que acusaba +mayor respeto que impaciencia, la dijo: + +--Señorita, mi primer deber es suplicarla que me perdone. Confieso que +me ha cegado la vanidad. No espero una indulgencia que no merezco. Lo +que he hecho está mal, lo sé, y, sin embargo, no he podido contenerme. +¿A qué mentir, si Vd. debe comprender lo que pasa en mi alma? + +Ella quiso hablar y Pepe hizo ademán de que le dejase proseguir. + +--Antes de que Vd. me diga una sola palabra, quiero yo ser enteramente +franco con usted. Mi posición, mi vida, mi pobreza, y quién sabe si mi +educación también, me separan de Vd. He cometido la imprudencia de dejar +asomar a los ojos lo que sentí al conocer a Vd... Luego creí ver que Vd. +no mostraba enojo, porque quizá el desprecio le parecería demasiado +cruel, y así ha llegado esta situación, en que no hay más que un +culpable: mi vanidad. Debo reparar mi error a fuerza de franqueza. + +Este lenguaje dio alas al carácter vivo de Paz. + +--Sí, tiene Vd. razón; comprendo que hago mal; no he debido venir hoy a +este cuarto; pero es que yo soy tan leal como usted. Usted quiere que +crea en su sinceridad; yo también tengo derecho a exigir que no me tache +Vd. de coqueta ni piense Vd. que soy capaz de divertirme en humillarle. + +--Reflexione Vd. lo que dice, señorita. Es Vd. demasiado buena para +pagar con burla y desprecio el sentimiento que ha despertado en mí; pero +no se inspire Vd. en la lástima que de mí sienta, sino en los impulsos +de su propio corazón; no olvide Vd. que seguir escuchándome ahora es +contraer... Lo que con otro hombre sería un juego, conmigo sería un +escarnio. + +Ella, desasosegada, sonrió, mirándole como quien da a entender que acaso +no esperaba oír tanto, y le atajó la frase. + +--¡Jesús, Dios mío! ¡Cuánto pide Vd! ¡Antes tan humilde, y ahora tan +exigente! + +--¿Exigente? + +--Sí; apuesto a que iba Vd. a decir _contraer compromiso_. + +Él calló: Paz, haciéndose la distraída, se alejó dos o tres pasos y, +mirando de nuevo a Pepe, continuó: + +--Debía bastarle a Vd. ver que no estoy enfadada... + +--Luego, ¿aun sabiendo Vd. lo que pasa en mi corazón permite Vd. que yo +siga viniendo a esta casa? + +--¿No volverá Vd. a hablarme de su pobreza? No sé en qué consiste; pero +cuando usted dice algo que puede humillarle, parece que yo soy la +humillada.--Y quiso marcharse. + +--No, señorita; oígame Vd. un momento. ¡Si Vd. supiera comprender lo que +es para mí su indulgencia! + +Sin dejarle acabar, se dirigió a la puerta del despacho, y en voz muy +baja, con un mohín encantador, volvió a repetirle: + +--Exigente, exigente. + +¿Qué más podía desear? «No estoy enfadada»--le había dicho--«no vuelva +Vd. a hablarme de su pobreza.» Pretender mayor claridad sería +insensatez. + + * * * * * + +Al cabo de dos meses sus diálogos eran ya muy distintos; que cuando la +estimación abre vereda, el amor ensancha y allana pronto el camino. Ni +Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza +fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las +frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo +el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y +exagerado, pero eternamente delicioso. + +Una circunstancia mediaba, sin embargo, entre ambos, modificando sus +caracteres. Ella, a pesar de su viveza, temerosa de mortificar la +susceptibilidad de Pepe, le trataba con una consideración que a ninguno +otro hubiera guardado; y él, frío, descreído, burlón, dispuesto siempre +a endulzar la realidad con su buen humor, era ante Paz reflexivo y +serio, cual si le infundiese miedo aquella intimidad amorosa, que, a +juicio suyo, no podría resistir al tiempo o habría de estrellarse contra +las asperezas de la vida. + +No siéndoles fácil verse con tanta frecuencia como ellos desearan, +acabaron por establecer, para su uso particular, un servicio de correos. +La iniciativa fue de Pepe: el cartero merece capítulo aparte. + + + + +IX + + +En la imprenta de Millán había un chico, mezcla de aprendiz y ordenanza, +a quien apodaban _Pateta_. Él decía llamarse Pepe Maldonadas, pero no +conservaba memoria de su familia. Nadie sabía su origen; ni él mismo. +Sólo recordaba haber vivido en Puerta de Moros, recogido en casa de una +verdulera, tía suya, que, por considerarle muy niño, no le habló jamás +de sus padres. + +Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la +licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención +y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo +el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura +por instinto y la ignorancia por guía. Un matrimonio de la vecindad le +dio albergue durante cinco semanas, mas esta caridad antes fue deseo de +tener ayudante que propósito de favorecerle; pues cuando la mujer no le +obligaba a subir del río un talego de ropa, superior a sus fuerzas, el +marido, que era sillero, le ponía verde o morado hasta los hombros, +forzándole a teñir espadañas en un patio que parecía cisterna. Cuando +ellos comían, si sobraba, era para Pepe; si no había restos, gracias que +le dieran pan con que rebañar la cazuela del cocido; así que las hambres +y una felpa con que le obsequiaron por meter en la tina de lo verde lo +que había de ser morado, acabaron con la paciencia del muchacho. Se +escapó, y entonces fue la época más conturbada de su vida. Fregar en +tabernas, donde tenía las propinas por salario; ayudar a un chulo a +vocear quincalla; recoger y vender colillas; dormir en los quicios de +las puertas: esta existencia llevó por espacio de unos cuantos meses, +sucio, descalzo, desarrapado, hambriento y ostentando por entre los +desgarrones de la camiseja el pecho dorado y fuerte como un bronce +antiguo. Sólo dos cosas hubo que no ensayase para buscarse el sustento: +no pidió limosna ni robó. + +Acertó a pasar una mañana por la calle de las Maldonadas, donde tenía +fábrica de buñuelos un conocido de la verdulera difunta; le preguntó el +buñolero que cómo vivía; repuso el chico que _peor_; y tanta lástima +supo inspirar, que allí se quedó cuidando de la venta al menudeo, sin +promesa de recibir otro pago que la comida y lugar donde dormir. El +sillero no volvió a saber de él. Los chicos que antes tuvo el buñolero +de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas +fue de fidelidad intachable. Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz +sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara +rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los +veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba +vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda, +colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos, +formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón +de cuartos y _ochavos del moro_, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos +manchados de verdín. Ni se comía un buñuelo ni escamoteaba un ochavo. +Nadie le enseñó matemáticas y, sin embargo, para dar las vueltas de la +moneda era más listo que un cambista. Si quedaban buñuelos de la +víspera, los despachaba los primeros; al servir _medias_ de aguardiente, +cuando presumía que el gaznate del parroquiano estaba insensible, daba +lo barato al precio de lo caro, y para los favorecedores constantes de +la casa iba a buscar la pasta recién frita, humeante, en que aún no se +habían bajado las burbujas del aceite hirviendo. El amo se encariñó con +él en tal grado, que comenzó a tratarle como a hijo, y hasta determinó +que fuese por las tardes a la escuela, donde, en unos cuantos meses, +aprendió a leer, escribir y contar. Al año de estar en la buñolería, la +hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó +de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos +de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron +a la enfermita y sus padres en completo abandono. La moza que iba a +barrer y fregar desapareció sin pedir un pico que le debían del salario, +y el chulo que ayudaba a amasar y freír se despidió cobardemente: sólo +Pepe permaneció allí día y noche, sin ir a jugar con los chicos del +barrio ni ocuparse en otra cosa que cuidar a la muchacha. Guiado de +clarísimo entendimiento, se fijaba bien en cuantas alteraciones sufría, +para decírselas al médico, y luego le daba las tomas que la recetaban, +con los intervalos debidos, arropándola en seguida como una niña a su +muñeca. Cuando, por haber entrado la enfermedad en el período de +descamación era más fácil el contagio, Pepe, que no lo ignoraba, redobló +sus cuidados y, durante la convalecencia, se estuvo constantemente +haciendo compañía a la muchacha, satisfaciendo sus caprichos y tolerando +sus impertinencias, hasta que, dada ya de alta, tornó a su puesto de +antes y siguió vendiendo cohombros a los chicos y ensartando buñuelos +toda la mañana en los juncos, lo cual, con el manejo de los ochavos, +acababa por dejarle los dedos sucios y pringosos: luego, de cuatro +brincos, se plantaba a ver a la chica. Así pagaba Pepe su deuda de +gratitud para con aquella gente; mas su principal se portó también como +bueno. + +--Tú eres ya de la casa:--le dijo un día--busca otro dependiente para el +despacho. Y vamos a ver, ¿quieres seguir oficio? Dilo como si fueses mi +hijo. + +Pepe repuso que quería ser cajista, porque en la escuela donde le +enviaron se había _echao_ un amigo a quien sus padres pusieron en una +imprenta, con lo cual el muchacho siempre tenía los bolsillos llenos de +estampas de entregas, romances de ciego, restos de tiradas de aleluyas y +pedazos de carteles de toros. + +Tras permanecer dos o tres meses en imprentas de mala muerte, entró al +fin en la de Millán, que era conocido del buñolero, y allí echó raíces +en seguida; es decir, que apreciado por listo y obediente, le tomaron +cariño. El día lo pasaba aprendiendo la caja, adiestrándose en componer +y distribuir; luego empezó a hacer _monos_ y _remiendos_, y a la noche +se iba por las calles a vender un _veinticinco_ de un periódico que allí +se tiraba. Lo que le producía esta venta lo guardaba para sí, y el +jornal de la semana lo ponía íntegro el sábado en manos del buñolero; +pero lo que más le gustaba era entregárselo a Isabelita, +diciendo:--«Anda, da eso a tu padre.» + +Los demás aprendices, envidiosos de aquel compañero de quien se hacía +más caso que de ellos, comenzaron a tomarle tirria y jugarle malas +pasadas. Un día le quitaron de la tartera el almuerzo, sustituyendo la +tortilla con polvos de imprenta. Otra vez, como estuviera en mangas de +camisa, le estamparon en la espalda una galerada recién impresa, con la +tinta fresca de un letrero que decía: «Se vende este perro.» Hasta +llegaron a rellenarle las botas con la grasa de untar las ruedas de la +máquina, mientras él estaba trabajando con alpargatas para mayor +descanso. Entonces apareció el _gatera_ madrileño, valiente, arriscado, +dicharachero y dispuesto a darse de cachetes o puñetazos con el más +bravo, y a echarle la zancadilla al mismo nuncio. Con unos cuantos +pescozones oportunos se hizo respetable. Cierto día, otro aprendiz de +más edad sacó contra él una navajilla. Pepe se la quitó de las manos, le +sujetó fuertemente metiéndose la cabeza del agresor entre las piernas, y +por castigo le descosió con el cuchillejo la costura trasera del +pantalón, dándole luego en lo que el sol ni el agua vieron jamás, unos +cuantos azotes: después le devolvió tranquilamente la navajilla, +diciendo:--«Toma, _boceras_; eso no sirve más que _pá_ partir pan.»--A +las horas de trabajo era modelo de laboriosidad: cuando llegaba el +momento de hacer diabluras, era de la piel de los demonios. Parecía +haber en él dos tipos distintos: uno para la tarea, otro para las +travesuras; y diríase que, como correspondiendo a estos dos seres, tenía +dos fisonomías diversas. Inclinado sobre la caja buscando tipos, +ajustando palabras en el cajetín, o distribuyendo letras, su frente +solía plegarse con un entrecejo serio de obrero ya machucho: entonces no +hablaba y fija la atención en lo que hacía, sus ojos negros adquirían +cierta expresión de gravedad cómica: en la calle, corriendo o jugando, +con el pelo alborotado, tostada la tez, ladeada la gorrilla, descarado +el mirar y rebosando malicia, traía a la memoria los chicos de las +antiguas novelas picarescas. Los compañeros le llamaron primero el +_Tiznao_, porque era muy moreno, como un beduino desteñido a fuerza de +lavaduras: por fin le apodaron _Pateta_, y con este _alias_ se quedó. A +Millán, conocedor de los antecedentes de Pateta, le había caído en +gracia el muchacho: Pepe simpatizó mucho con él por un solo detalle. +Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó +Pateta en actitud humilde. + +--¿Qué quieres? + +--Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha _venío_. + +--Vamos, di. + +--Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya +nos hablamos algo... y mañana es su santo. Mire Vd., he compuesto este +letrero y quería ponerlo con letras _dorás_ de purpurina, en esta +tarjeta de orla que _ma costao_ dos _riales_. Bueno, pues... que me +digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde +sea, luego que se marchen _esos_. + +Pepe examinó la cartulina, adornada con flores y amorcitos, que le +presentaba el chico, y vio el letrero que traía hecho con los tipos más +escojidos de la casa. + +«_A Isabel Gorillo, en sus días._» (Esto en un gótico muy complicado), y +luego, debajo: «_Por José Maldonadas._» (Aquí las letras eran de mucho +ringorrango.) + +--Y esta Isabel, ¿quién es? + +--La hija de mi amo. (Pateta continuaba llamando amo a su protector.) + +--¿La de las viruelas? + +--Sí, señor; pero no le ha _quedao_ señal. _Tié_ la cara que da gloria. + +--¿Y sabe tu amo?... + +--Saberlo... no sé; porque yo no he dicho esta boca es mía. Como _tién_ +dinero, no quiero que crean... ¿entiende Vd.? Pero ya se lo malician; +porque yo, ni a los novillos voy, aunque me sobren los cuartos, con tal +de estarme en la trastienda hablando con ella. + +--Bueno, hombre, bueno; anda, guarda eso o déjalo aquí, y a última hora +que te diga el señor Ramón lo que debes hacer, y acábalo limpito. + +Este pequeño servicio que Pepe prestó a Pateta, se lo pagó él con +creces. Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle +de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por +tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había +cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía +fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o +escamotear azúcar, como hacían otros. + + * * * * * + +Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con +Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta +donde aquél era aprendiz. + +--Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo?--le dijo un +día Pepe. + +--Mande Vd. lo que quiera--repuso el futuro cajista. + +--La cosa ha de quedar entre tú y yo; no quiero que nadie lo sepa, +¿entiendes? Ni el señor Millán. + +--Ni las piedras. + +Jamás faltó al secreto. Cuando Pepe pasaba dos o tres días sin ver a Paz +la escribía, y Pateta, a la hora de salir del trabajo, emprendía el +camino del _hôtel_, donde ella, prevenida por la impaciencia, le +aguardaba tras la vidriera del balcón de su cuarto. La estufa del jardín +tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y +recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que +crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que +ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes +de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal +afirmadas. Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación, +valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su +servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un +café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto. + + + + +X + + +El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe +crecieron a la par. El importe de la jubilación de don José, el fruto +del trabajo de su hijo, lo poco que Leocadia ganaba bordando y lo que +procuraba ahorrar doña Manuela, todo se invertía en médico y botica. Así +llegó el invierno de 1872 y aquella triste cena de Noche Buena, en que +se habló de la próxima venida de Tirso y en que, después de irse Millán, +ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que +convenía hacer, sin llegar a resolver nada, porque la común abnegación +no producía una miserable moneda de cobre. + +A la semana siguiente la situación se agravó con la noticia de que +llegaba Tirso: la carta en que éste lo anunció no debía precederle sino +dos días. Pepe escribió a su novia de esta suerte, mezclando con las +frases de amor el recelo que le inspiraba aquel hermano desconocido: + +«Adorada Paz: + +Tienes razón: Aunque nos vemos casi diariamente, son tan pocas las +ocasiones en que podemos hablar con libertad, que por fuerza han de ser +nuestras cartas largas y frecuentes. Las cosas que te escribo quisiera +decírtelas: lo que no te conmoverá leído, mis palabras te lo llevarían +al alma en fuerza de sinceridad. Pero comprendo que no hay remedio, y +aun temo que estas dificultades de ahora no sean sino anuncio de otras +mayores: créeme, nuestro cariño ha de costarnos muchas lágrimas. Será +todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar +en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las +preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más +poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina +y yo lacayo, como los personajes de aquel drama francés que estabas +leyendo la otra tarde. La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo +lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de tí. Tu +padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que dé su hija a un +hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos +duros al año para libros y matrículas? + +Pero un día de vida, es vida. Yo no renunciaré jamás a tí, no te diré +nunca que me dejes, y cuando seas tú quien me diga que no debemos volver +a vernos, callaré, porque tendrás razón. Parece que yo, burlón y +descreído, sin preocupaciones, vengo a estrellarme contra el obstáculo +más risible, pero más fuerte: contra las _conveniencias sociales_. +Desengáñate, nuestro amor tiene que ser una novela muy corta, ridícula +para contada, triste para nosotros, únicos que hemos de tomarla en +serio. ¿Hasta cuándo durará esto? ¿Quién se cansará antes? ¿Tú de +esperarme? ¿Yo de amarte? Quien no se fatigará jamás será el tiempo, que +pasará haciéndote cada día más buena y más hermosa, quizá más rica, y a +mí más desgraciado y pobre. No imagines que deseo romper nuestras +relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de +tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te +falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan +al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te +las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme +las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero +que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad. +Antes que se lo oigas a tu padre, quiero ser yo quien te lo diga. ¿Qué +porvenir puedo ofrecerte? No, yo no te dejaré nunca; y si llegas a ser +algún día más juiciosa o más interesada, no te echaré maldiciones de +comedia, sino que me separaré de tí resignado, queriéndote como te +quiero ahora y guardando en lo mejor de la memoria el recuerdo del amor +que me hayas tenido. Jamás te arrojaré en cara falta de energía, ni +desfallecimiento de constancia. ¡Es tan natural que me olvides! Harto +has hecho con empezar a quererme, aunque luego te pese. + +¿Cuántas veces te habré dicho todo esto? No te sorprenda, porque obedece +a mi idea fija, a mi cavilación constante. Vamos, no concibo el +fundamento de tu amor. Yo te amo por lo buena, por lo hermosísima que +eres. Pero tú, ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives +en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre +privaciones que tú no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas; +el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas +de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta +despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si +entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, +dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por +imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de +todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has +enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas! +No, no me dejes, ni tengas nunca juicio, si el tenerlo ha de consistir +en olvidarme; ni pienses en el porvenir, que yo tampoco pienso, sino que +te adoro con toda mi alma. + +Ahora, como nada te oculto, quiero que sepas lo que ocurre en casa. Mi +hermano Tirso, el cura, el que se ha educado y ha vivido siempre alejado +de nosotros, debe llegar pasado mañana. Ignoramos el motivo de su +venida; ni palabra sabemos de sus propósitos, nada nos ha dicho. Hace +poco tiempo escribió que tal vez tuviera que hacer un viaje a Madrid: +luego lo dio por cosa segura, ahora anuncia que llega. Mis padres, como +es natural, se alegran; en Leocadia y tu Pepe, si he de ser franco, el +sentimiento que domina es el de la curiosidad. Sólo hemos visto a Tirso +una o dos veces, siendo muy pequeños, y dentro de pocas horas vamos a +tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los +hábitos; si no, tendrían que decirme: «ese es.» ¡Estaría gracioso que +bajaran al mismo tiempo del _vagón_ dos curas jóvenes! Con esto, +comprenderás que tengo motivos para estar preocupado. ¿Cuál será la +situación de mi hermano? ¿Qué le habrá pasado? Si su posición es +desahogada, menos mal; y no lo digo porque me ahorre trabajo; pero, ¿y +si viene tan pobre como nosotros? Seremos cinco en lugar de cuatro los +que hayamos de vivir mal. ¿Por qué habrá dejado su curato? + +Quizá venga a pretender algo; mas de ser así, ¿por qué no consultarlo +antes con nuestro padre? Tú, que conoces mi modo de pensar, aunque no +por completo, comprenderás que abrigue ciertos temores. Tirso es cura, +y en esta casa hay muy poca devoción. Mi padre nunca habla de eso; +mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia +cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más +costosas que le están vedadas; y en cuanto a mí... callo: no quiero que +me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo. + +Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco. + +Está con cuidado, porque mañana, si puedo, iré a ver si tiene tu padre +algo que mandarme. + +Tuyo siempre, + +PEPE.» + +La carta que, en contestación a ésta, halló Pateta al día siguiente bajo +las baldosas inseguras del horno de la estufa, decía: + +«Querido Pepe mío: + +Por Dios te pido que no me atormentes así. Te lo he dicho mil y mil +veces. Te quiero porque sí, porque creo que eres el mejor de los +hombres, y no me preguntes más. ¿No sueles decir que mi padre no me ha +educado como a las otras mujeres? Pues eso será. Si tuvieses una gran +fortuna, acaso habría mayor facilidad para que fuéramos uno de otro; +pero te querría igual que ahora, no podría darte ni una hilacha más de +cariño. Conque no me vengas con tristezas ni tontunas, ni vuelvas a +decir que te deje, ni que si te dejo yo te aguantarás. Si lo piensas, es +porque no me quieres. ¿Soy rica? Pues mejor. Ya saldrás de pobre, y si +no, yo lo mismo te he de querer, con tal de que tú no mires a ninguna +otra mujer. ¿Lo entiendes? Es lo único que no te perdonaría nunca. +Quedamos en que no volverás a las andadas ni me escribirás majaderías: +no merecen otro nombre las cosas que dices. Mi padre podrá no dejarme +casar contigo; pero, ¿casarme con otro? ¡Eso si que no! Lo que es de +esto te responde _tu_ Paz. Vamos, yo no entiendo esas _sublimidades_ +tuyas de sacrificios y tonterías. No he pensado, ni pienso, ni pensaré +jamás en dejarte por nada de este mundo. ¿Lo sabes? Yo, que tantos +libros he leído de los que tiene mi padre, me acuerdo de que don Quijote +dice que todos los caballeros andantes llevaban en el escudo un letrero. +Bueno, pues tú y yo somos dos caballeros andantes con este letrero: +_cariño_ y _paciencia_. ¿Te gusta? Pues a callar y no perdamos el +tiempo en augurios tristes. Aseguran las gentes que quien espera +desespera: no importa. Yo me conformo con que me ames mucho. Me parece +que esto no tiene nada que ver con las _conveniencias sociales_, con la +humildad de tu casa, ni con tu amargura. Si me quisieses igual que yo a +tí, no exigirías más. ¿Crees que me van a meter monja o a casar por +fuerza con algún príncipe de cuento de hadas? ¿Soy yo tonta? ¡Ya verás, +ya verás, cuando te conozca mi padre como te conozco yo! + +Respecto a la venida de tu hermano, nada puedo decirte, pero se me +figura que todo lo ves negro. Hasta que no sepas cuál es su situación, +no hay por qué apurarse. Si viniera a pretender, debías atreverte a +pedir a papá que le recomendase a alguien. ¿Te enfadarás si te digo que +tus temores me parecen tontos? ¿Ha de ser malo porque es cura? +Indudablemente, esto es lo que se te ha ocurrido. En verdad, la cosa es +rara, ser tan grandes los hermanos y no conocerse, pero ya verás cómo no +tenéis por eso disgustos. Y si los sufres, yo te querré un poquito más, +para que nada pierdas. + +Adiós, tristón mío. No te olvida nunca tu + +PAZ.» + + + + +XI + + +El seguir Tirso la carrera eclesiástica, fue una de esas cosas graves +que en la vida del hombre se resuelven rápidamente y con escasa +intervención del interesado. + +Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud +se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico, +era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias +religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su +influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la +gente de iglesia en la región que habitaba. Durante largos períodos, en +los que mandó el partido moderado, conservó don Tadeo su destino en la +Hacienda de la provincia y fue uno de tantos carlistas protegidos por +los _polacos_, quienes consideraban menor peligro atraerse partidarios +del Pretendiente que transigir con liberales. Pasados algunos años, y +gobernando un ministerio progresista, sus compañeros y subordinados le +prepararon la terrible asechanza cuyo funesto desenlace atajaron las +declaraciones de don José. El expediente o causa formado contra él no +dio más resultado que su destitución; pero este hecho, que pasó +inadvertido para el resto de la nación, fue en la localidad suceso +importantísimo. De allí en adelante, don Tadeo quedó para sus enemigos +convertido en un pobre hombre, y a los ojos de sus partidarios como un +mártir: él, imaginando convertir en provecho su caída, se dedicó por +entero a ser instrumento de las ideas a que siempre tuvo inclinación. La +clerecía de la capital de la provincia, que en un principio le consideró +como víctima, después, por su entereza, le tuvo como varón enérgico, y +viendo en él un carácter dispuesto a la lucha con mayor libertad que los +eclesiásticos, le adjudicó tácita e insensiblemente la jefatura. Llegó a +ser lo que hoy se llama un obispo de levita, al par que jefe local de un +partido. A su casa iban continuamente los canónigos de la catedral, los +misioneros que con frecuencia hacían excursiones a la ciudad, los +periodistas católicos y hasta el prelado de la diócesis. A juicio de +esta gente, el encargarse don Tadeo de la educación y porvenir de Tirso +fue un acto meritorio: pensaron que pagaba su deuda de gratitud del +mejor modo que jamás lo hiciera nadie y, sobre todo, aquello de +arrancar un hijo a las garras de un padre progresistón y acaso hereje, +les pareció cosa admirable. Por su parte, don Tadeo no se recató de +decir de don José que era una lástima que tuviera tendencias +_liberalescas_. + +Crió a Tirso un ama en una aldea, como pudiera hacerlo una cabra; un +sacristán, protegido por don Tadeo, le enseñó de pequeño a leer, +escribir, contar y rezar; a los ocho años sabía ayudar a misa, y a los +catorce ya pudo su padrino utilizarle para escribir cartas y hacer +recados de los que no se confían a sirvientes. En cambio a sus padres +les escribía muy poco y, cuando lo hacía, antes era por instigación de +don Tadeo que por impulso propio. Los amigos de aquél, viéndole educado +en el santo temor de Dios, le trataban con singular afecto y, en +reciprocidad, Tirso se volvía todo respeto para con aquellos señores, +que a él se le figuraban magnates. Los curas, especialmente, le merecían +extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que +pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes +y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera +sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes. Sin poder +darse cuenta de la grandeza de las ideas representadas por aquellos +hombres, le seducía la posición que ocupaban en la ciudad. Andar bajo +palio, hablar desde el púlpito y dar la mano a besar, le parecían +mayores signos de prestigio que ir a caballo con música delante, espada +en mano y batallones detrás; así que, cuando su padrino le dijo que +estudiara para cura, su infantil imaginación acogió la noticia con una +emoción muy semejante a la alegría. ¿Qué otra carrera había de darle un +hombre entregado a servir medio de guía, medio de agente a los intereses +y la parcialidad del clero? Un canónigo fue quien decidió la suerte del +muchacho, contestando así a don Tadeo, que le consultaba sobre el +particular:--«No podía Vd. pensar cosa mejor. Si el chico es de los +elegidos y _sale_ una lumbrera de la Iglesia, ¡qué gloria para Vd.! Si +no es así... pues tendrá una profesión tan buena como otra cualquiera. +Y, por lo que toca a sus padres--añadió--comprendería que se quejasen si +Vd. marcase al chico otra senda; pero, ¿quién puede llevar a mal +propósito tan noble?»--Poco tiempo después entraba Tirso en el +Seminario, donde, dicho sea de paso, por influencia de los que le +llevaron no sufrió la novatada que padecían los demás. + +Entonces comenzaron a dar sus frutos el alejamiento de la familia y el +desconocimiento de sus padres en que pasó Tirso los primeros años de su +vida. La voz del egoísmo sonó poderosa y convincente, diciéndole que don +Tadeo podía _hacerle hombre_; que su familia, en cambio, carecía de +medios para ello. Le habían hablado tanto del temor de Dios y tan poco +de su propia madre, que le halagó la idea de ser ministro del Señor. + +El primer efecto de la enseñanza religiosa fue hacerle comprender que su +porvenir correspondería a las esperanzas que abrigó viendo y envidiando +a los que frecuentaban la casa de su protector. Las lecciones de sus +maestros y los libros que le pusieron en las manos, le dijeron que la +misión del sacerdote era superior a cuanto podía imaginar su ambición. + +El más ilustre de los profetas, el precursor San Juan, tuvo la dicha de +poner _una vez_ las manos sobre la cabeza de Cristo: él, como sacerdote, +le tendría todos los días en las suyas, y le consagraría con sus +palabras. Los ángeles están continuamente cerca de Dios; pero ¿qué ángel +posee, como él había de gozarlo, el poder de perdonar los pecados? En +las entrañas de la Virgen encarnó el Verbo, pero una sola vez: en sus +manos de sacerdote, por virtud de frases salidas de sus labios, +encarnaría el Verbo todos los días, y no en forma mortal, como le +concibió María de Nazareth, sino impasible, inmortal, glorioso, como +está en los cielos. ¿Qué poder ni dignidad había igual al suyo? + +Dos rasgos distintos de su personalidad comenzaron a desarrollarse en él +durante esta época de su vida, mientras fue estudiante en el Seminario. +Su inteligencia, tardía en comprender, se acostumbró a admitir lo que le +daban pensado, como preferible al trabajo de pensar por cuenta propia; y +la facilidad con que pudo seguir la carrera por aquella protección que +se le dispensaba, le hizo poco humilde. + +No fue cura de los de carrera breve, que sólo estudian rudimentos de +latín, filosofía mermada y algo de moral jesuítica, sino que siguió la +carrera lata, empapándose de Teodicea, Patrología, Hermenéutica, Derecho +Canónico y Disciplina Eclesiástica, hasta el doctorado en Teología, en +todo lo cual trascurrieron ocho años, al cabo de los que se ordenó _de +menores_. + +¡Día feliz aquél en que la simple tonsura le hizo soldado de la milicia +de Cristo! Mas esta dicha no brotó en su alma al calor de la fe, ni se +esperanzó su buen deseo con lo que podría hacer manejando las divinas +armas que le serían concedidas, sino que nació del contacto producido +por la docilidad con que acogió las palabras que tantas veces había +escuchado prometiéndole, en cuanto fuese sacerdote, la supremacía sobre +los otros hombres. _El sacerdote es embajador que habla en nombre de +Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía_, le dijeron, +tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases +análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión, +como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban +someter a su servicio. Las órdenes menores de portero, lector, exorcista +y acólito le parecieron llenas de encanto, por la suma de dignidades que +indicaban y por las que anunciaban. ¡Ser portero de la casa de Dios! +¡Leer al pueblo la divina palabra! ¡Lanzar al enemigo malo fuera del +cuerpo en que hace presa! ¡Poder acercarse al _Sancta Sanctorum!_ ¡Qué +grandiosos y envidiables privilegios! + +Llegó por fin el día de recibir las órdenes mayores. La Iglesia, +dirigiéndose a los que le presentaban y aludiendo a él y sus compañeros, +preguntó si eran dignos (_¿scis illos dignos esse?_): luego le impuso +varios días de retiro y ejercicios, y después ungió y santificó sus +manos, poniendo en ellas la patena y el cáliz al par _que, con asombro +de los ángeles_, pronunciaba el Prelado solemnemente estas palabras: +_Accipe potestatem offerre sacrificium Deo, Misasque celebrare, tam pro +vivis quam pro defunctis, in nomine Domini, Amén_: y en seguida colocó +las manos sobre su cabeza diciendo: _Accipe Spiritum Sanctum, quorum +remiseris peccata, remittuntur eis; et quorum retinueris, retenta sunt_. + +El gusano nacido de la fiebre pecadora, el fruto del amor profano, el +hijo de la pasión carnal, fue súbitamente redimido de impureza y elevado +a una dignidad mayor que la de los reyes, revestido con poder análogo al +de Dios, como decían los libros en que le hicieron estudiar. Ya era +sacerdote; ya podía intervenir en la parte más noble del gobierno de los +hombres, en el cuidado del alma. Mas buscar en el fecundo seno de la +Naturaleza las causas de las cosas, le dijeron que era revolver +impurezas de la materia; bucear en la conciencia para iluminar su razón +con la Verdad, lo tacharon de impío; leer la vida de los pueblos, lo +motejaron de trabajo estéril, porque el dedo de la Providencia traza los +destinos del hombre; escuchar los latidos de su corazón, le advirtieron +que era rendirse al deleite, y contra el amor pusieron en sus labios, +pervertidas y desvirtuadas, las palabras de Cristo a su madre: _¿Qué +tengo yo contigo, mujer?_ + +Don Tadeo, lejos de dejarle abandonado a sus propias fuerzas, le +proporcionó curato; y Tirso, después de su primera misa en la capital de +la provincia, que dio ocasión a una fiesta que fue un recuento de +fuerzas realistas, marchó a vivir a un pueblo, mejor dicho, valle, entre +cuyas ásperas desigualdades estaba esparcido el caserío de miserables +viviendas y pobres gentes, sobre quienes debía comenzar a ejercer su +santo ministerio. Entonces se consagró por entero a las necesidades de +su estado: las misas, bautizos, bodas, confesiones y entierros; la +predicación, y el tomar parte a veces en los juegos de sus feligreses, +fueron sus principales ocupaciones. Los pocos libros que llevó a su +retiro acabaron por servir de peana a una imagen encerrada en una urna: +el estudio se le hizo enojoso. A los cuatro meses, su única lectura era +la de un periódico católico absolutista recomendado por el obispo de la +diócesis: la Teología, las Sagradas Escrituras, los Santos Padres, +cuanto representaba labor intelectual, quedó olvidado, surgiendo en su +lugar otro género de motivos de actividad para el pensamiento, y +sustituyendo distinto linaje de devoción a la contemplación seria de los +misterios y los dogmas. + +Antes, aunque poco, se preocupó algo de si la religión natural, que +excluye toda revelación, basta al hombre para salvarse; de si por la +experiencia de los sentidos o por medio de la conciencia puede llegarse, +como por la fe, al conocimiento de Dios; de si el método demostrativo es +mejor que el hipotético y analítico: pero muy luego tales impulsos se +aquietaron, y como si aquella vida campestre influyera en él, +sobreponiendo lo material a lo ideal, cayó en una devoción ramplona, y +su pensamiento, sin tender a espaciarse, quedó encerrado en +infranqueables lindes. Los primeros sermones que pronunció fueron de +hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación +de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los +milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia +llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los +campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse +con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó, +experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida. Cuando +desde lo alto del púlpito miraba congregado el rebaño de fieles que le +oía con devoto silencio, imaginaba estar realizando el más alto y noble +de los destinos humanos. + +En su conducta nada había censurable. Llenaba con tanto celo su deber, +que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a +sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo +marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada, +monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le +desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad +análoga al silencio del campo. + +Desde las ventanas de su cuarto abarcaba con la vista ancho espacio, +extensos plantíos de nabos, frondosos maizales, hondonadas de donde +subía rumor de agua corriente, casas pequeñas y dispersas, medio ocultas +entre la frondosidad de enormes castaños acopados, y allá, en lo alto de +algún cerro, una ermita con la cruz del tejadillo tronchada por el +viento. En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos +ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas +calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito +se erguían enhiestos en desprecio del tiempo. El cielo de aquella +región casi nunca estaba sereno: a la mañana y a la tarde, en toda época +del año, el suelo se cubría de neblinas que, lamiendo las vertientes y +los altos, se alzaban poco a poco hasta formar nubes que, apoyándose en +las crestas de la sierra, tendían el vuelo por los aires, +confundiéndose, hacia el confín del horizonte, con otras nubes que +venían de montes más lejanos. Lo diseminado del caserío contribuía a la +soledad de Tirso; así que tenía poco roce con sus feligreses, casi las +precisas relaciones, dada su posición; de suerte que, ni el respeto se +mermaba con la confianza, ni la frecuencia del trato podía engendrar +intimidad. Hacía muchos años que en aquellos contornos no se recordaba +un cura tan reservado y poco comunicativo. + +Tirso era de carácter rudo; su aspereza parecía fruto de cierto orgullo +íntimo por el cumplimiento del deber, y con los campesinos guardaba +siempre una reserva calculada, cual si pensase que convenía a su +prestigio de sacerdote el apartamiento de las miserias humanas. Lo que +más contribuyó a su buena fama, fue la indiferencia que manifestó hacia +las mujeres desde que tomó posesión del curato. Hablando con los hombres +era frío, de pocas y secas palabras; pero esta frialdad y aspereza +subían de punto al tratar con las mujeres: para ellas sólo tenía en los +labios acritud y en el pensamiento recelo. Su juventud y la vida libre +del clero en aquellas tierras, hacían resaltar más esta antipatía a la +mujer. Los familiares que en las oficinas del obispado manejaban el +registro secreto de la conducta de los clérigos de la diócesis, tardaron +muchos meses en convencerse de que no era mujeriego, y el espionaje, de +que no se vio exento por ser ahijado de don Tadeo, sólo logró averiguar +que, valiéndose de lo cercano que estaba su curato a la ciudad, Tirso +solía irse a la población un par de veces al mes, permaneciendo en ella +algunas horas, sin que nadie supiera dónde ni a qué iba. Sobre esto hizo +mil conjeturas la malicia; pero nada se llegó a saber con certeza. + +Tal fue la vida de Tirso durante los primeros años de su estancia en +aquellos campos, donde seguramente no era fácil que se realizasen todas +las promesas de dignidades y grandezas que le hicieron su propia +imaginación y los que le consagraron al sacerdocio. Luego, de pronto, y +en muy pocas semanas, su vida mudó por completo de rumbo. + + * * * * * + +En pueblos y aldeas comenzó a notarse extraña inquietud y desusado +movimiento, sustituyendo, a las conversaciones sobre el estado del campo +o el cuidado de las haciendas, diálogos que expresaban, no temor, sino +esperanza de próximos trastornos. + +Se sabían con indignación cosas irritantes, y se comentaban con ira. La +Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución +sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero +del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos +que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia; +de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía +que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a +los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que +escaparon a la _persecución_ del año 68. A estas noticias, esparcidas +primero cautelosamente, y luego en violentos impresos, respondió la +comarca con intenso desasosiego. Las gentes se hablaban ávidas de +recibir y comunicarse nuevas que justificaran la exaltación de los +ánimos; los que no sabían leer, es decir, el mayor número, se reunían en +corros a oír las relaciones que en cartas o periódicos se hacían del +estado de España, que semejaba haber caído en poder de moros; +comenzaron a pronunciarse con respeto nombres de cabecillas olvidados; y +personas que jamás hicieron alarde de su opinión, manifestaron sin +rebozo que, si en aquellos valles volvía a resonar el grito de _Dios, +Patria y Rey_, contestarían a él con entusiasmo. En los pueblos, cada +púlpito era una tribuna; cada sacerdote, un orador que, poseído de santa +indignación, se olvidaba de alabar a Dios por señalar a sus enemigos con +el dedo; recordábanse en las tertulias hazañas de la _otra guerra_, +narradas con carácter de leyenda, y de continuo atravesaban el país +viajeros que, deteniéndose a guisa de emisarios en los caseríos, +repetían palabras que eran consignas, o frases de esperanza en el +alzamiento, ya cercano. Hasta las mujeres atizaban el fuego, como si +anhelasen la lucha, teniendo en poco la vida de sus hijos. + +Una tarde, ya puesto el sol, llegó a casa de Tirso un hombre, y tras +conferenciar con él breve rato, partió en dirección a otro pueblo +cercano. Al día siguiente, Tirso metió en una balija y un baúl pequeño +parte de sus ropas, y cuando cerró la noche, acompañado de un labriego +de su confianza, se encaminó a la ciudad, en cuyas afueras le esperaba +un criado, que cargó con el equipaje. Pocas horas más tarde, don Tadeo +y dos caballeros amigos suyos celebraron ante él una entrevista, le +dieron algún dinero, instrucciones y orden de marchar a Madrid. El +curato quedó abandonado; mas ¿qué importaba descuidar la salud de unos +cuantos por el servicio de todos? Era necesario un agente discreto, +seguro, desconocido por ser nuevo, y de quien nadie pudiese sospechar: +don Tadeo designó a Tirso, y éste tomó el tren para la corte. + +Por eso no escribió ni dijo nunca a sus padres cuál era el objeto de su +viaje. + + + + +XII + + +El día anterior a la llegada de Tirso a Madrid, mientras don José, doña +Manuela y Leocadia le esperaban con la satisfacción que consentía la +larga separación sufrida, Pepe se entretuvo en arreglar para su hermano +su propio cuarto, trasladando de la habitación que él ocupaba a otra más +chica y de peores condiciones un armarito, dos perchas, el aguamanil y +dos sillas, todo lo que componía su mobiliario, diciendo que él paraba +poco en casa y, además, en cualquier parte estaría bien. Salió +perdiendo en el cambio, pero sabía que aquello agradaría al padre. +Leocadia barrió el suelo y fregó los cristales del cuarto cedido, y la +madre preparó ropa para el lecho. Con destino a Tirso se compró un +catre; pero Pepe lo tomó para sí y cedió también para su hermano la +cama, que era de hierro. La víspera de que el viajero llegase, cuando +todo estaba dispuesto para recibirle, don José, mientras le acostaban, +decía a Pepe: + +--Hijo mío, por más que discurro, no puedo adivinar cuál sea el motivo +de su venida. + +--Ya nos lo dirá él. + +--¿Y por qué no explicarlo antes? Te confieso que me preocupa esto +mucho. ¿De donde habrá sacado el dinero del viaje? Lo que yo pienso no +tiene vuelta de hoja. Si antes ha tenido cuartos, ¿cómo no se le ha +ocurrido nunca enviar un céntimo ni venir a vernos? y si los tiene +ahora, de repente, ¿cómo se los ha procurado? + +--Lo mismo he pensado yo; pero no te devanes los sesos, que mañana +sabremos a qué atenernos. Lo principal es que viene y que estás +contento. Yo también me alegro más de lo que parece, y eso que la +situación es rara ¿verdad? Porque lo cierto es que ni ésta (_por +Leocadia_) ni yo le hemos visto desde que éramos chicos. + +--No hablemos, no hablemos de eso, que se me amarga la alegría. Tú +bajarás a la estación, ¿eh? + +--Sí, pero... no sé como me las arreglaré... A quien se le contara el +caso, se echaría a reír. ¿Cómo diablos le conoceré? + +--Hombre, él vendrá con hábitos. Le llamas, y con darle una voz... + +--El tren llega a las siete y veinticinco; de modo que, si no trae +retraso, a las ocho y cuarto u ocho y media podemos estar aquí. + +Nadie en la casa concilió el sueño aquella noche. Pepe se levantó a las +seis, y poco después bajó a la estación del Norte. + +Hacía fresco, y para entrar en calor comenzó a pasear por el andén, +presa de una impaciencia en que acaso era curiosidad la mayor parte: +cada dos minutos miraba al reloj, y constantemente tenía el oído atento, +esperando escuchar un timbre eléctrico, una campanada, un silbido, +cualquier señal que anunciase la llegada del tren. + +La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían +el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar +llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que +se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban +empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi +nadie. Veíanse a lo lejos los cobertizos que resguardan las mercancías, +las largas filas de vagones polvorientos, la arena de las vías +ennegrecida por las escorias del carbón, las líneas paralelas de los +railes abrillantados por el roze, y el arbolado de la cuesta de +Areneros, cuyo ramaje comenzaba a ponerse amarillo con los ardores del +verano. Poco a poco fue llegando gente; empleados que venían +desperezándose, mozos que sacaban de junto a las básculas los carretones +de los equipajes, otros ocupados en recoger lamparillas de los coches, y +algunos que traían grandes atados de cántaras vacías, devueltas por los +lecheros a su punto le origen. Después aparecieron las autoridades de +menor cuantía, dos _parejas_ y un inspector que hacía molinetes con el +bastón para que se viesen las borlas mugrientas. De pronto sonó un +timbre, y luego una campana: el tren había salido de la estación +inmediata. Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la +Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el +tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido +estrepitoso de hierro golpeado contra hierro. Cuando se detuvo la larga +fila de vagones y comenzaron los viajeros a bajarse, Pepe fue +registrando con la vista los departamentos uno por uno, mas no vio salir +de ellos ningún cura. Miró a las gentes que ya se habían apeado, y +tampoco. Entre los recién llegados que se agolpaban a la puerta de +salida, no había clérigo alguno. Pasaron unos instantes y, disminuida ya +la confusión, se fijó en un hombre que quedó en medio del andén, solo, +mirando desorientado a todas partes, sin soltar una cesta y un saco de +alfombra que llevaba en las manos, dudosamente limpias. + +Vestía traje oscuro, cuyo chaquetón, muy abrochado, sólo dejaba ver el +cuello de la camisa: la pechera desaparecía tras una corbata negra y +ancha hecha dos nudos; toda su ropa era ordinaria, pero nueva; llevaba +las botas blancuzcas por el poco betún o el mucho roze, y de uno de los +bolsillos del chaquetón pendía la borlita de un gorrito de pana. Pepe +clavó los ojos en aquél hombre, y luego, poniéndose a pocos pasos y a su +espalda, le llamó en voz baja, casi con timidez: + +--¡Tirso! + +Volviose de pronto el recién llegado, y entonces el muchacho le abrió +los brazos, diciendo: + +--Soy Pepe. + +El abrazo que se dieron fue largo y apretado, sincero tal vez, pero de +fijo nadie lo sabrá nunca. + +De tan extraño modo se conocieron dos hombres a quienes la Naturaleza +había hecho hermanos. + +--¿Y los padres?--preguntó Tirso con más interés en la entonación que +calor en la mirada. + +--Buenos... esperándote. + +Parecía que ambos empleaban el tú con trabajo. + +--Vamos allá. + +Reclamaron juntos el equipaje, confiáronselo a un mozo, a quien dieron +las señas de la casa donde lo había de llevar, y salieron de la +estación. + +--Vamos a tomar un coche: ¡hoy es día de gastar dinero!--dijo Pepe. + +--¿Para qué? ¿Está lejos la casa? + +--Lejos, no; pero tienen mucha gana de verte. Todo está preparado... tu +cuarto dispuesto... ¡Verás qué guapa es Leo y como te reciben todos! + +--No, no: vamos a pie. + +--Anda, no seas niño; un _pesetero_ nos lleva en seguida. + +--¡No!: quiero ir a pie. + +Y pronunció el _no_ firme, rotundo, seco, como quien suele dar a la +palabra la energía de una voluntad terca. + +--Entonces, vamos deprisa, que estarán impacientes. + +Echaron a andar. La mañana era fresca y agradable. Madrid recibía a su +huésped con un cielo azul, limpio y hermoso. Subieron por la Cuesta de +San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a +ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos +versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto: + +--¿Es una capilla protestante? + +--No: es un asilo que ha hecho la Reina María Victoria, la mujer de +Amadeo, para que estén recogidos los hijos de las lavanderas mientras +ellas trabajan. + +Tirso desvió la vista sin contestar. + +Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén +cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían +decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha +puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía +que el interés pareciese curiosidad. Querían dar a las palabras +entonación cariñosa, y no acertaban a decirse sino cosas que les eran +ajenas. Desembocaron en la plaza de Oriente. + +--Mira, Tirso, estamos en Palacio. + +El forastero contempló un instante el soberbio edificio sin poder +contener una expresión de disgusto, cual si allí viviera alguien a quien +personalmente aborreciese. En esto Pepe se arriesgó, por fin, a +preguntar algo que satisficiera la espectativa que en sus padres y en él +mismo había despertado el viaje. + +--Vamos, hombre, ¿y cómo ha sido esto? ¿Qué te trae a Madrid? + +--Ya te contaré, ya te contaré: ahora no... ¡Qué lástima que viva ahí +dentro un extranjero!--añadió, mirando con saña hacia Palacio. + +Más adelante, en la entrada de la calle Mayor, se detuvo para ver la +fachada del convento del Sacramento. + +--¿Qué iglesia es esa? ¿Es parroquia? + +--Hombre, la verdad... con certeza no te lo puedo decir; pero creo que +ahora está ahí la parroquia de Santa María. + +--Poco enterado estás. Anda, vamos a entrar un momento. + +--Hombre, ¡si nos están aguardando! + +--No importa, dos minutos. + +Pepe no comprendía que su hermano dilatara ni tan corto espacio de +tiempo el abrazar a sus padres. Por disculparle instintivamente, se +dijo, sin embargo, que aquella era la primera iglesia de Madrid que +Tirso había encontrado al paso y que, siendo cura, el hecho no tenía +nada de sorprendente. Bajaron la escalinata que conduce a la fuente, y +en la puerta del templo, Pepe, que iba fumando, dijo: + +--Aquí te espero, no tardes; déjame los sacos. + +--¡Ah! ¿no entras? + +Tirso penetró solo en la iglesia y Pepe se quedó mirando cómo los +aguadores llenaban las cubas en la fuente. Pasó entretenido unos cuantos +minutos, luego volvió los ojos hacia la portada, pareciéndole +inexplicable que su hermano no saliera en seguida; pero trascurrió un +buen rato, y nada, Tirso no volvía. Miró el reloj, dio dos o tres paseos +por delante de la fachada, sin soltar los sacos, y volviendo a subir las +escaleras, dirigió otra vez la vista hacia la iglesia. Salieron dos +viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de +ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía.--«¡Qué calma!--pensaba +Pepe--¡Sabiendo cómo estarán en casa!»--De pronto sacó otra vez el +reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la +paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la +puerta, mas en balde. Al fin entró por su hermano. + +La nave del templo era toda sombras, en cuyo fondo ardían unas cuantas +velas, sin que las llamas lograran disipar la oscuridad. A la izquierda, +al pie de un altar, estaba Tirso hincado de rodillas, juntas las manos +sobre el pecho y muy humillada la cabeza. Como Pepe no tenía costumbre +de verle, le fue preciso adelantar bastante para cerciorarse de que era +él. Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo +ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al +verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo, +procurando no dar acritud a sus palabras: + +--Pero, ¿tú sabes la impaciencia con que estarán en casa? + +Tirso, imperturbable, se detuvo un momento a leer un cartel de fiestas +religiosas, y luego contestó con severa y pausada entonación: + +--Lo primero, es lo primero. + +Desde allí anduvieron deprisa, pero yendo siempre Tirso con retraso de +un par de pasos. + +«Vaya--pensaba Pepe--este es cura hasta los tuétanos.» + + * * * * * + +En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de +Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas, +hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las +piernas, don José, que a cada minuto preguntaba: + +--¿No vienen? ¿No les veis? + +Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor. + +--¡Allí están!--gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la +escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras +Pepe decía: + +--Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba. + +Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del +principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas +abiertas, se le oía gritar, alterada la voz: + +--¡Tirso, Tirso! + +La madre se le estaba comiendo a besos. + +Pepe y Leocadia, llevando cada uno un saco, entraron en el comedor: +detrás venían Tirso y su madre. + +En vano pretendió el pobre viejo levantarse: pudo incorporarse apoyando +fuertemente las palmas en los brazos del sillón; mas, al intentar +sostenerse sobre las piernas, tuvo que dejarse caer en el asiento. +Tirso, entonces, llegó hasta la butaca y abrazó a su padre, quien, +cogiéndole la cabeza entre las manos y oprimiéndosela contra su pecho, +permaneció unos instantes sin proferir palabra, presa de una emoción +honda y callada. Hubo un momento de profundo silencio. Tirso sintió caer +una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin +atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso +de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca +y, apartando suavemente a Tirso, dijo: + +--Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie? + +--¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy! + +--Paciencia, padre: la misericordia de Dios es infinita. + +--Yoduro de potasio, cueste lo que cueste; mucho yoduro--añadió Pepe. + +Durante la mañana toda la familia, menos Pepe, que tuvo que ir a casa +del señor de Ágreda, permaneció reunida en el comedor entregada a la +alegría del suceso; pero había en aquella situación algo anormal que +ponía trabas al contento. El hijo que por primera vez pisaba el hogar +de sus padres, a los treinta y cuatro años, revestido del carácter +sacerdotal, parecía un extraño recibido con afectuosos extremos; la +franqueza que con él empleaban resultaba tímida, como si a sus padres y +su hermana les fuera difícil tratarle con verdadera intimidad. +Especialmente doña Manuela, no sabía qué hacerse: las preguntas +cariñosas, las frases regocijadas se le paraban en los labios, atajadas +por un respeto vago; quería bromear, y le era imposible; las palabras no +respondían a las ideas que ansiaba expresar. Diríase que su cariño hacia +Tirso, privado por largos años de dar muestra de vida, surgía +repentinamente, pero entorpecido por lo anómalo de las circunstancias. +Había ratos en que ninguno sabía de qué conversar con él. Quien parecía +más dueño de sí era don José, sin tener tampoco realmente con su hijo la +libertad que debiera. Leocadia experimentaba una fuerte impresión de +curiosidad. Se había sentado en uno de los brazos de la butaca de su +padre y, como Tirso ocupaba una silla baja, ella le veía de alto a bajo, +mirándole y remirándole la coronilla, muy sorprendida de que un hermano +suyo tuviese aquello en la cabeza. + +A las doce volvió Pepe y almorzaron, ocupando cada cual su puesto en +torno de la mesa. Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó +una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes +de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos, +murmurando con los ojos medio cerrados: + +--_Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus +sumpturi_... + +Ninguno respondió a la oración. Todos, entre sorprendidos y +contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la +única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como +si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe: + +--A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa. + +--Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo dé. + +Pepe añadió: + +--Menos las enfermedades, escaseces, disgustos y otros obsequios... + +--Con todo lo cual se prueba el temple del alma y se depura la virtud. +La desgracia es el crisol de la fe. + +--Y pasa uno la vida que es un gozo: aunque yo creo que eso de +someternos a pruebas es calumnia que levantáis al Ser Supremo. + +--¡Ah! ¿Llamas a Dios el Ser Supremo? ¿Eres libre pensador? + +--¡Quién sabe lo que uno es? Pero como no me gusta la comedia que +estamos representando aquí bajo, chicheo en algunas escenas. + +--Ya te mostraré yo remedio a todo. Rezando, implorando el favor divino, +no queda en el pensamiento espacio a la impiedad. + +--¡Cuántas oraciones resultarán impías a los ojos de Dios! ¡Con qué +frecuencia se confundirán en la plegaria del devoto la esperanza del +beneficio propio y la avidez del mal ajeno! + +--Esa no será oración, sino blasfemia. El mal y la oración son +incompatibles. Oración es _aptisima arma, thesaurus prepotens, divitias +inexhaustas pariens, fons et radix omnium bonorum_. Virtud, misa, +predicación, sacramentos, austeridad, limosna... todo puede subsistir +con el pecado menos la oración, que es al espíritu del hombre como el +aire al pulmón. Por eso dijo Orígenes: _Horrendum est diem sine oratione +transigere_, y el Profeta: _Desolatione, desolata est terra, quia nullus +est qui recogitet corde_. + +--Mal se hermanan esa bondad divina, eternamente importunada por la +súplica humana, y la existencia del mal sobre la tierra. + +--¿Qué te extraña? ¿No brotan en el mismo prado la flor que recrea, la +fécula que nutre y la ponzoña que mata? + +--¿Y que falta hacía crear la ponzoña? + +--El mal es en la tierra como piedra de toque para el alma. ¿Piensas que +en prosperidad imperturbable sería mejor el hombre? + +--Mira, Tirso, no me gusta probar ideas propias con testimonios ajenos; +pero contesta a este raciocinio de Epicuro: ya ves si lo tomo de +antiguo. + +--A ver qué herejías paganas te han enseñado en la Universidad. + +--O Dios quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni +quiere ni puede, o puede y quiere. Si quiere y no puede, es impotente; +si puede y no quiere, es malo, y, por consiguiente, no es Dios; si no +puede ni quiere, es impotente y malo; y, por último, si quiere y puede, +¿de dónde diablos procede el mal, que no lo evita? + +--Discutir no es creer: la razón agobia al pensamiento, la fe lo dilata. +Quédate con tus dudas y déjame con mis consuelos. Para tí, la soberbia +humana: para mí, la gracia divina. + +--¿Y qué es eso? ¿Qué es la gracia? + +--¿Crees en el progreso moderno? + +--Sí. + +--¿Sabes fijamente cómo, por qué y con arreglo a qué leyes late, palpita +y vuela el fluido eléctrico? No, y, sin embargo, crees en el telegrama +que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen, +secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la +idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire +que lo sople. Inteligencia en que no haya fe, sea aniquilada: es como +aquel árbol oriental de sombra dañina que, aun hecho leña y consumido +por las llamas, envenena el ambiente con las cenizas aventadas. + +--Con lo cual venimos nada menos que a justificar el Santo Oficio. + +--¡No vas descaminado!--exclamó Tirso trémula la voz. + +Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya +inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera +que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos. + +Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas +palabras de su hermano. + +El diálogo recayó luego sobre el viaje y sus molestias; después hablaron +de lo caro que cuesta todo en Madrid; de la agitación de la vida +cortesana; de lo mucho que hay que andar para ir a cualquier parte, y de +otras cosas, que asemejaron la conversación a la que pudieran haber +sostenido con un amigo forastero. + +--¿Y qué iglesias hay por aquí cerca?--preguntó Tirso. + +Tuvieron que hacer memoria para contestar: sólo doña Manuela quiso +responder en seguida. + +--San Justo... y la Concepción Jerónima... y... + +--Más cerca está San Isidro--decía Leocadia. + +--¿En cuál de ellas oís misa? + +Nadie repuso. + +--Vais indistintamente a cualquiera, ¿eh? Pues eso no es bueno. La misa +debe oírse siempre en el mismo templo, y si es posible en el mismo altar +y dicha por el mismo sacerdote. + +--Yo te diré lo que pasa, hijo mío--respondió don José.--En primer +lugar, ya ves, yo no me puedo mover, y tu madre no se aparta de mí un +momento. ¡Si vieses cuánto da que hacer en una casa un hombre como yo, +imposibilitado! Pepe no tiene tiempo para nada... y esa pobre, ni +siquiera pasea: no tiene quien la acompañe... + +--La verdad es que vivimos muy sujetos, chico; ya lo irás viendo. Ésta y +mamá no se mueven de aquí, casi nunca salen: yo, entre unas cosas y +otras, trabajo de diez a doce horas diarias... + +Tirso comprendió que todas eran disculpas: frunció el entrecejo, y su +mirada tuvo un destello frío y duro como el brillo del acero. Le costó +violentarse, pero se contuvo y calló. + +Al caer la tarde se vistió de hábitos y esperó impaciente a que +anocheciese por completo, sin cesar de mirar hacia el balcón, donde la +luz iba faltando. + +--Si te vas--le dijo su padre--espera. Pepe ha salido, pero vendrá +pronto y te acompañará. + +Tirso esquivó la respuesta cuanto pudo, y al fin, apremiado por la +insistencia de don José repuso: + +--No, no hace falta que nadie se moleste: no quiero sino dar una vuelta +por cualquier parte, tomar el aire un rato. + +Al cerrar la noche se fue sin preguntar nombre alguno de calle, como +quien ya sabe dónde se propone ir y se obstina en ocultarlo. Doña +Manuela y Leocadia se asomaron al balcón, y la última, al verle pasar +bajo un farol y desaparecer por el arco hacia la Plaza Mayor, tuvo una +frase, que era la abreviatura de la situación por que atravesaba la +familia. + +--¡Qué raro se me hace esto! ¡Parece mentira que sea de casa! + +Cuando volvió, al cabo de una hora, no contó dónde estuvo ni lo que +hizo, limitándose a hablar del bullicio y la animación de la corte. +Luego dijo: + +--Mucho he andado por esas calles; y ¡cuanta estampa fea y obscena hay +en algunas tiendas! Pero, aunque llevaba hábitos, nadie se ha metido +conmigo. + +--¿Pues qué?--repuso Pepe--¿creías que te iban a comer? + +--No hubiese sido extraño que me insultaran. ¡Como ahora la impiedad +anda libre y se nos persigue y nos maltrata quien quiere!... + +--Ríete de eso: ya te convencerás de que es mentira. No hay tal impiedad +ni tal persecución: en fin, tú lo verás a poco que andes por Madrid. + +--Te advierto que me importaría poco. ¿Acaso no tengo buenos puños? + + + + +XIII + + +Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso +aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación +con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia +acostaban al padre, él se puso a escribir. + +La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso: +tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar; la frente alta, afeada +por cierta depresión hacia las sienes; los labios recios y las facciones +salientes y toscas, como de talla mal labrada. Dábanle aspecto de dureza +el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que +le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía +hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a +convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia. Su +dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo +acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para +la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía +sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor +a Dios de Santa Teresa. Su progenie sacerdotal no estaba entre los +mansos de corazón, sino entre aquellos clérigos que imaginaron abrirse +las puertas del cielo con el hacha de combatir moros. Su fervor +religioso tenía asomos de entusiasmo bélico. San Pablo cortando la oreja +al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en +Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario +proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar +su reino en la tierra: Tirso era de éstos. Mientras tuviese la Iglesia +incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir, +la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A +las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas +leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe. +Un versículo del Evangelio le agradaba sobre todos; aquél que dice: «_No +he venido a traer al mundo la paz, sino la espada_.» + + * * * * * + +A la mañana siguiente se levantó temprano y no salió. Estuvo oyendo a +Leocadia leer periódicos a su padre, y aunque permaneció largo rato con +ellos, no pronunció palabra alguna acerca del objeto de su viaje. Cuando +por la noche estaban doña Manuela y Leocadia acostando a don José, éste +dijo a su hija: + +--¿Suele venir Pepe muy tarde? + +--No: casi siempre antes de las doce. + +--Pues espérale hoy y dile que entre a la alcoba: tengo que hablar con +él. + +Madre e hija adivinaron de lo que se trataba, mas ninguna dio a entender +la sospecha. A todos sorprendía por igual el prolongado silencio de +Tirso. Era realmente extraño que no diese la menor explicación acerca +del viaje. Acaso vino sólo por ver a sus padres, pero no era esto +creíble en quien dejó pasar tantos años sin hacerlo. Una sola conjetura +había que fuese lógica: ¿habría venido a pretender? ¿querría ser +canónigo? ¿tendría quien le apoyara? + +Antes de media noche llegó Pepe, y Leocadia, que le estaba esperando, +entró con él a la alcoba de sus padres, donde doña Manuela dormía +profundamente y don José aguardaba desvelado. Leocadia oyó sin chistar +el corto diálogo que sostuvieron padre e hijo. + +--Pepito, ¿no te choca esto? + +--Mucho, pero no atino con la causa. + +--Es que ni una palabra... ¿a tí tampoco te ha dicho nada? + +--Tampoco. + +--Lleva aquí dos días... No entiendo lo que pueda ser. ¿Qué te parece +que hagamos? + +--Nada, papá. Si habla, oírle; si no, dejar que pase el tiempo. Ya lo +sabremos. ¿Ha venido a casa de sus padres? Bien venido sea. ¿No tiene +confianza con nosotros? Pues no se la arranquemos por fuerza. + +--Está frío, indiferente... + +--No: él debe ser así. No es momento de charlar ni quiero molestarte +ahora. Además, ya sabes lo que pienso: no nos hemos tratado, no nos +conocemos; ¿cómo diablos hemos de querernos como nos queremos ésta y +yo?--Y Leocadia hizo un signo afirmativo con la cabeza. + +--Tienes razón, hijo, pero me repugna que la tengas. + +La luz de una vela que Pepe había dejado en la habitación contigua +iluminaba temblorosamente el cuadro, y en el rostro del viejo aparecía +impresa la curiosa intranquilidad que le preocupaba. Tenía la cama medio +deshecha, porque estuvo moviéndose nerviosamente en ella hasta que vio +entrar a su hijo, y de cuando en cuando dirigía los ojos a su mujer, +como asombrado de que pudiera dormir libre de las mismas dudas y recelos +que él experimentaba. + +--Vaya, a descansar, papá. + +Pepe y Leocadia besaron a su padre como dos niños, y salieron. Al pasar +por delante de la alcoba de Tirso, notaron que roncaba. + +--¿Oyes?--preguntó ella. + +--Sí; escucha, escucha cómo le quita el sueño la emoción de estar en su +casa. + +--Adiós, Pepito, hasta mañana. + +--Abur, monigota, fea. + +--Tonto, pareces un chiquillo. + +--A los pies de Vd., señora; fea, espantosa. + +Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía, +hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su +pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que +le disgustaba. Al comer, se sentaba el último en la mesa, murmurando el +_benedicite_ entre dientes, porque sabía que no habían de rezarlo los +demás, y al ir por la noche a recogerse sacaba del bolsillo el rosario, +yéndose con él en la mano hacia su cuarto. + +El primer domingo que pasó en la casa, madrugó más de lo ordinario y +estuvo en oración largo rato, pero no salió ni a misa. Leocadia, +aprovechando unos instantes en que le vio ir al comedor en busca de un +breviario, llamó a Pepe: + +--Ven, ven y verás lo que ha puesto ese en la alcoba. He entrado a +hacerle la cama, y mira cómo me encuentro esto. Está bonito, ¿verdad? + +Tirso había cubierto los cristales de la ventana que daba al patio con +pedacitos de papeles de colores chillones, casados con muy mal gusto y +formando caprichosas figuras geométricas. La luz del sol, teñida y +desvirtuada por el improvisado trasparente, daba al cuarto una +entonación abigarrada. Aquello parecía la caricatura de una vidriera +gótica. Además, sobre la cabecera del lecho había pegado a la pared con +pan mascado una estampa de un San José muy bonito, con el pelo rizado a +fuego lento, las mejillas sonrosadas y sosteniendo sobre la palma de una +mano un niño en pie, como si le enseñase a hacer títeres, mientras +enarbolaba en la otra un palo con más flores que moño de sevillana. En +la pared de enfrente había puesto un cromo: _El último Concilio +Ecuménico_, reunión de viejos vestidos de rojo, sentados en semicírculo +como los obispos en el primer acto de _La Africana_, entre los cuales +resaltaba, por su blanco ropaje, un señor a quien venía a decir secretos +al oído una paloma que entraba por una ventana, semejando estar envuelta +en un rayo de luz. Pepe lo abarcó todo de una sola mirada e hizo un +gesto, entre risa y desprecio, diciendo a su hermana: + +--Pues estos mamarrachos ha debido comprarlos en la salida que hizo el +día que llegó, porque luego no ha puesto los pies en la calle. + +--Indudablemente. + +Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina +y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a +su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno. + +--Tampoco hoy habéis ido a misa... + +--He hecho el chocolate para todos, me he peinado y he peinado a mamá, +te he compuesto un descosido en un manteo que había en tu cuarto; +¡Jesús, qué paño tan duro! he barrido el comedor y he bajado por la +compra... + +--Es decir, que aquí todo, absolutamente todo, es antes que Dios. + +De pronto, tomando un periódico que había encima de una silla, leyó el +título: _La Libertad Española_. + +--¿Qué es esto?--y tocándolo sólo con las puntas de los dedos, como si +temiera ensuciarse, lo dejó caer al suelo murmurando: + +--¡Papeluchos ateos! + +--¡No lo tires, que después lo pide Pepe y arma una marimorena! + +Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el +cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y +cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a +un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del +papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a +encerrarse en su habitación. La muchacha adivinó lo que acababa de +pasar. Tirso contuvo ante ella su enojo al ver el periódico, pero luego, +al quedarse sólo, la ira se sobrepuso a la prudencia. + +La perspectiva de una disputa entre los dos hermanos, que pudiera +agriarse, asustó a Leocadia, pareciéndole lo sucedido una amenaza a la +tranquilidad de la casa. Su buen juicio le decía que era forzoso +ocultárselo a Pepe. Pero, ¿cómo? + +Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el +periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una +plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin +que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que +acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la +noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia. Hízole el +padre la presentación de su hijo mayor, comieron todos alegremente y de +sobremesa hablaron de política, única conversación que tenía el +privilegio de distraer al pobre viejo, quien a cada instante hallaba +medio de relacionar los sucesos de entonces con los de su juventud, +estableciendo comparaciones entre hombres y épocas distintas. + +Pepe se había puesto a leer _La Libertad Española_, que pidió a Leocadia +y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas +este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de +vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el +viejo: + +--Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide, +vamos a ver cosas muy tristes. + +--Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan +tomar a la guerra? + +--¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde +o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada. +Yo recuerdo que, cuando el de Vergara, en realidad quienes perdimos +fuimos nosotros: luego que el partido liberal aseguró la corona a la +Reina, le trataron como a un negro; a Espartero le arrinconaron en +seguida; a los oficiales carlistas les favorecieron mucho; decían que +todos éramos hermanos, y los nuestros, que se habían batido en invierno +con pantalón de dril... iban a Filipinas o a Fernando Póo en cuanto +parecían sospechosos. + +--Por eso y por cosas análogas hay tantos republicanos en la generación +nueva; porque nos hemos convencido de que no queda otro remedio. + +--Eso es muy peligroso: el pueblo no está preparado. + +--Y como nadie le enseña nada, tiene él que aprenderlo a su costa. + +--Es que hoy no hay virtudes cívicas. Si hubierais conocido vosotros a +Mendizábal, y luego a Olózaga, que ahora está tan caído...: él fue quien +llamó progresistas a los que decían antes _exaltados_. Siempre ha habido +más entusiasmo liberal que ahora. ¡Si vierais qué indignación se +desencadenó el año 40 contra Toreno y Martínez de la Rosa, porque +pidieron la prórroga del medio diezmo, y aun el diezmo entero y la +primicia! Pues ¡y cuando Espartero no quiso aprobar la famosa Ley de +Ayuntamientos! + +--Entusiasmos estériles, y que muchas veces han sido ahogados en sangre. + +--En eso tenéis razón. Se condenaba a muerte por cualquier cosa. Desde +el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los +veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22 +de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando +a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso +hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito... + +--A pesar de lo cual--interrumpió Pepe--hay quien mira con buenos ojos a +la Restauración y quien se bate por don Carlos. Si en España quedan +monárquicos, y sobre todo borbónicos, es porque nadie lee historia +contemporánea. + +--En fin, hijos míos, ya sabéis que yo tengo buena memoria: pues bien, +desde Diciembre del 43 hasta la Noche Buena del 44, fueron fusiladas +doscientas catorce personas, la mayor parte por liberales. + +--Tiene Vd. razón, don José; así pagó la corona al partido liberal que, +primero por el padre y luego por la hija, había hecho tantos +sacrificios... + +--Pues si llega a tener espíritu santo la familia--añadió Pepe--nos +quedamos sin una gota de sangre. + +Al oír este chiste impío, Tirso no pudo aguantar más. El elogio a +Mendizábal, la alusión al diezmo y la primicia, el horror a los +fusilamientos de revolucionarios, el espíritu liberal que palpitaba en +la conversación, le hicieron daño; pero aquello de explotar para una +gracia la tercera persona de la Santísima Trinidad, puso el colmo a su +indignación. Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo +que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del +balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada, +dijo severamente: + +--¡Parece mentira que hombres de juicio hablen así! + +Millán calló por deferencia a su amigo, y don José porque se arrepintió +de haber dicho tales cosas, dando margen al enojo de Tirso: Pepe, más +fogoso, se encaró con éste y, aunque hablando moderadamente, le repuso: + +--Es natural que tengas simpatías por los partidos reaccionarios; son +los que os protegen; pero, ¿negarás que nosotros no podemos mirar bien +a la Iglesia? Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la +libertad y de la democracia. + +--¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la +democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas +libras de patatas se compran con eso? + +--¡No! la libertad es lo que os mandó Cristo que predicarais; la +democracia es _eso_ que os ha permitido a vosotros, clérigos y frailes, +nacidos entre los más humildes, escalar los puestos más altos del mundo. + +--Pues Mendizábal fue un ladrón. + +--Esa es una majadería que no tiene nada que ver con lo que hablamos. Y, +mira, no te irrites; pero por lo que me gusta Mendizábal, es por haber +sido quien ha hecho más daño a la Iglesia. + +--¡Callad, hijos míos, callad!--gritó don José:--¿Vais a reñir ahora? Yo +no diré tanto; pero Mendizábal fue un gran hombre. ¡Cuidado si tuvo +mérito sacar la quinta de los 100.000 hombres! + +Tirso hacía inútiles esfuerzos por disimular su disgusto. En vano +afectaba oír en calma aquellas cosas. Su desagrado no era pena, sino +ira, viendo que no se había equivocado cuando, a poco de poner el pie +en la casa, imaginó que allí no había devoción ni creencias. + +Su padre era un progresista ridículo, que se entusiasmaba hablando de +Espartero; su hermano un demagogo ateo, de los que hacen burla de Dios y +la Divina Providencia; su madre una pobre señora, a quien se le figuraba +ser santa porque era hacendosa, y Leocadia una chicuela presumida, que +se pasaba la mañana embandolinándose el pelo. Allí nadie iba a misa, ni +ayunaba, ni rezaba; no había bula, se comía carne los viernes y el padre +toleraba los chistes impíos de Pepe. Estuvo a punto de descargar su +indignación en apóstrofes violentos, de los que tantas veces oyó a los +señores que frecuentaban la casa de don Tadeo; pero se limitó a mirar a +su hermano con lástima, diciéndole: + +--¡Parecéis judíos! + +No concebía mayor insulto. + +Las mujeres se miraron al oír las últimas palabras del diálogo, dichas +ásperamente, sorprendiéndoles la novedad de que allí se riñese por cosas +de política; Millán fue a ponerse al lado de Leocadia; don José calló, +tratando de hallar medio de variar la conversación, y Tirso permaneció +de pie ante el balcón, como desafiándoles a todos y dispuesto a +reanudar la disputa. Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado +pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato, +como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió +tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por +las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena +pasada: + +--¿Has oído? + +--Vais a tener muchos disgustos. + +--¿Creerás que esta es la hora en que no sabemos a qué ha venido? + +--¿Tenía él en el pueblo relaciones con gente carlista? + +--¿Por qué lo preguntas? + +--Mucho cuidado... no sea que haya venido con algún encargo. Ahora se +revuelven mucho. A ver si os da un susto la policía. Para tu padre sería +una impresión desastrosa. + + * * * * * + +A la tarde siguiente se presentó en la casa un caballero de aspecto muy +respetable, preguntando por Tirso. Leocadia le acompañó hasta el comedor +y avisó a su hermano; pero éste, apenas oyó el nombre del recién +llegado, se le llevó a su cuarto, permaneciendo largo rato encerrado con +él. La visita fue larga, y Tirso despidió al desconocido con grandes +muestras de respeto. + +A partir de aquella entrevista, el cura salió a la calle casi todas las +noches, pero sin decir nunca dónde ni a qué iba. + + + + +XIV + + +Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus +curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos +en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas +del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán: +justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su +viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en +instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de +sus padres? La probabilidad de que en el momento menos pensado se +presentara la policía en la casa buscando a su hermano, asustó a Pepe, +temeroso de la impresión que tal lance pudiera causar en el ánimo del +pobre viejo. Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra +índole, por proponerse la _conversión_ de la familia o emprender campaña +para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer, +según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia, +exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar, +porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar +noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo. + +Desde el día de la disputa en que llamó ladrón a Mendizábal, hacía la +vista gorda tocante al indiferentismo religioso que le rodeaba; pero +claramente se notaba que en él no era todo prudencia, sino falta de +arrojo. Pepe, deseoso de no dar pábulo a la irritabilidad de su hermano, +se abstenía de chistes impíos y frases burlescas, aunque a veces se le +venían a los labios, oyéndole desplegar ingenuamente la más arraigada +superstición; de suerte que ambos comenzaron a fingir cierto +comedimiento, a pesar del cual Pepe comprendía que la situación no era +para prolongada y que la menor cosa que proporcionase a Tirso ocasión de +mostrar su enojo bastaría a desencadenar una tormenta. Por su parte, el +cura iba convenciéndose de que había venido a ser entre sus padres y +hermanos como árbol trasplantado de pronto a distinta tierra de la en +que nació. Difícil era que él arraigase allí ni pudiera vivir en paz con +los suyos. Si fueran tibios en la devoción o sólo tardos en cumplir las +prácticas religiosas, aún habría remedio; pero no se trataba de gente en +cuyo pecho se hubiera amortiguado la fe, sino de individuos que, a +juzgar por lo que Tirso veía, no la sintieron nunca. El padre carecía de +creencias, tal vez a consecuencia de su simpatía hacia aquel partido +progresista que siempre mintió respeto a la religión, sin ocultar mala +voluntad al clero; Leocadia y doña Manuela eran mujeres mal dirigidas, o +mejor dicho, descuidadas. En cuanto a Pepe, su incredulidad, su +alejamiento de todo lo divino y sagrado resultaban más graves, por ser +fruto, no del olvido de las santas verdades, sino de un profundo +desprecio de ellas: le empujaban al descreimiento las corrientes de la +época, los estudios modernos, la atmósfera cortesana y una indudable +predisposición personal. En esto no se equivocó Tirso: los padres y la +hermana se ofrecieron a su observación como realmente eran: +indiferentes; Pepe, como un impenitente convencido con quien la lucha +había de ser más trabajosa, porque la lucha era inevitable. No vino él +al hogar con ánimo de provocarla, mas tampoco le parecía razonable ni +conforme a su ministerio mirar en calma aquel estado de honda +perturbación que le hizo prorrumpir en un momento de ira: «parecéis +judíos.» Su entusiasmo religioso era sincero: la conciencia le dijo que, +si los azares de la vida le hubiesen colocado junto a gentes extrañas, +empecatadas como sus padres y hermanos, habría puesto tenaz empeño en +convertirlas, y que mal podía contemplar fríamente la perdición de su +propia viña. Cuando resolvió su viaje a la corte, no imaginó tener que +consagrarse a esta obra: otros eran sus propósitos y él solo los sabía; +mas ya que la Providencia le mostraba la mala yerba en su camino, debía +arrancarla, aunque fuera al paso y sin distraerse de su objeto +principal. ¡Deber juntamente grato y penoso el salvar a sus padres y +hermanos de la condenación eterna! Algo análogo leyó en sus libros +devotos, pero no tan en grande. Tal santo convirtió a su cónyuge, otro a +su padre, alguno a su hermano: él tenía que habérselas con toda su +familia, en la cual antes jamás pensó, de la que vivió apartado +voluntariamente, pero que de pronto se le antojaba rebaño disperso al +borde de un abismo, y al cual había de guiar hasta recogerlo en el +redil bendito de la Iglesia. Trájole a la corte el servir a empresa más +alta, por tratarse de la patria entera y no de unos cuantos individuos; +mas ya que Dios ponía la llaga al alcance de sus manos y la herida +estaba como en su mismo cuerpo, justo era que la sanara. + +Comenzó en esto a agravarse la enfermedad del padre, fueron precisos +mayores gastos, vinieron para la familia días tristes y afligiose +sobremanera doña Manuela; por todo lo cual determinó Tirso empezar a +cumplir su propósito, imaginando que en medio de la tribulación es +cuando más fácilmente se avasallan los corazones. Su madre y su hermana +fueron las primeras a quienes pensó atraerse. No alcanzó a más su +sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le +antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del +noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas +adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las +circunstancias ponían trabas a su celo. Hubiera preferido combatir cara +a cara los obstáculos, congregar repentinamente la familia y convencerla +de su error; pero no se aventuró a tanto y, mal de su grado, como no +pudo ser violento, se hizo astuto: soñó con desempeñar papel de apóstol +batallador, y hubo de limitarse a obrar como jesuita de novela, pero de +buena fe, con limpia intención, seguro de poner el ánimo en una empresa +honrada. + +Resuelto a extirpar la impiedad que se había enseñoreado de su casa, no +quiso demorarlo, y una mañana, como observase que doña Manuela estaba +desdoblando el mantón para ir a comprar unos medicamentos, se anticipó a +ella y la esperó en una esquina próxima: luego la fue siguiendo por la +calle Imperial abajo, y cuando iba a entrar en una botica de la de +Toledo, la llamó de cerca: + +--¡Madre, madre! + +--Hijo, ¿cómo tú por aquí? + +--Quiero hablar con Vd. ¿Tiene Vd. que esperar en la botica? + +--Un ratito. + +--Pues vamos primero por las drogas; luego aguardaremos juntos, y le +diré a usted lo que deseo. + +Tirso hablaba con acento severo: su madre le oía con una curiosidad +mezclada de temor. + +--Pero hombre, ¿qué es ello? ¿Pasa algo malo en casa? + +--No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero +quiero que hablemos. + +Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la +vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente: + +--Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro.--Y subieron las +escaleras de la iglesia. + +--Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo. Desde +que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza... + +--Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la +crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!... + +--No es nada de eso. + +--Pues no te entiendo. + +--Ahora me comprenderá Vd. Mi obligación era decir a mi padre lo que voy +a decirle a Vd., pero creo que con Vd. me entenderé mejor: además, su +carácter y su estado... Más adelante veré lo que he de hacer. + +--¿Carácter, dices? ¡Si el pobre no molesta a nadie ni se enfada +nunca!... + +--Quizá por esa bondad tengamos mucho que llorar. + +--¡Explícate, por Dios, hijo mío! + +--Sí, madre; mucho que llorar y que sentir. Vaya, clarito; en casa no +hay religión, y donde falta la religión todo está perdido. Así les +castiga a ustedes Dios. + +--¡Castigarnos Dios! + +--¡Le parecen a Vd. pocas penas esa enfermedad, esa escasez, esos +sufrimientos!... + +--¿Y qué le hemos de hacer? Todos trabajamos. ¿No has visto la vida que +llevan tus hermanos y lo que yo me afano? + +--¡Pregunta Vd. lo que pueden hacer! ¡Parece mentira! Es imposible que +Dios ayude a ustedes. + +En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de +los ojos acusaba una resolución enérgica. + +--No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay +religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima +pensarlo. Desde hace cerca de un mes que estoy en Madrid, ¡cuántas cosas +tristes he visto! ¡Ni una oración, ni un acto de piedad! Comprendo que +padre no vaya a misa, aunque bien pudiera sustituirla con algunos actos +de recogimiento y penitencia; pero, ¿y Vd.? ¿y Leocadia? ¿y Pepe? ¡Vivís +como herejes! Lo confieso, madre; he dudado mucho antes de dar este +paso, pero mi deber es antes que todo. ¿No siente usted miedo... +vergüenza por vivir así? + +--Y ¿qué quieres que haga? Yo no mando... yo cuido de la casa... y nada +más: la limpieza... trabajar y más trabajar... ¡qué sé yo! + +--¡Limpieza y trabajo! ¡Con eso piensa usted que ha cumplido! Cuando el +Señor la lleve de este mundo, que la llevará... desgraciadamente, ¿se +salvará Vd. con haber tenido aseada la casa? ¡La casa limpia y el alma +negra por el pecado! ¡Toda la pulcritud para uno mismo, todo el trabajo +para lo propio, y ni una visita a la casa de Dios, ni un pensamiento +para su divina Madre! ¡Da ira el verlo! + +Doña Manuela oía en silencio, sobrecogida con aquel inesperado disgusto, +que aun para su escasa inteligencia era señal de otros mayores. La +vehemencia de Tirso llegó a exacerbarse tanto, que la pobre vieja no +pudo menos de decirle, casi con enojo: + +--¡Hijo, no manotees, que nos ve la gente! + +Él estaba ya poseído de su papel, y no hacía caso. + +--¡Aquí no hay hijo! No hay sino un sacerdote que ha visto esa lepra +asquerosa del ateismo y quiere curarla. ¿Lo oye Vd., madre? Si Vd. no me +ayuda, lo haré yo solo... lo intentaré yo solo; y si no puedo lograrlo, +se lo diré a todos ustedes, cara a cara, sacudiré en la puerta el polvo +de mis zapatos, como los patriarcas de Israel cuando salían de la casa +de los impíos, y no volverán ustedes a verme nunca. + +--Y del escándalo y del disgusto se morirá tu padre. + +--¿Qué más muerte que la que tenemos encima? El corazón cerrado a la +piedad... ¡Si basta entrar allí para convencerse!... Estampas de reos +liberales en las paredes, periódicos perversos de los que venden por las +calles, comedias o noveluchas que lleva ese Millán de la imprenta y que +permitís leer a Leocadia, libros malos... y en toda la casa no hay una +imagen de la Virgen ni una cruz de palo... + +--Yo no mando... + +--Pues es necesario que mande Vd. A falta de padre, y estamos como si +faltara, usted es quien debe gobernar: yo la ayudaré... y elija Vd., +madre: poner remedio al mal, o dejar que lo remedie yo solo, contra mi +padre, contra Pepe, contra todos. + +--¡No, hijo de mi alma, por Dios, eso no, a Pepe no le hables de estas +cosas! + +--¡Ah! ¿Tiene Vd. miedo? Pues yo no. + +Hablaban en voz baja, solos en un rincón del atrio de la iglesia, +mientras les miraba curiosamente una mujer que en la escalinata vendía +estampas, caras de Dios con marco de estaño, chufas, majuelas y +_torraos_. Tirso intimidaba a su madre accionando con ademanes +descompuestos: ella, ya ansiosa de cortar el diálogo, miraba +alternativamente hacia el suelo y hacia la acera opuesta, donde estaba +la botica. Las acusaciones de impiedad no la hicieron en un principio +gran efecto; pero cuando Tirso las presentó como causa de los males +sufridos y promesa de castigos eternos, su debilidad mujeril cedió al +empuje del creyente. Lo que peor la sentó, fue la amenaza de que +hablaría con Pepe. + +Guardaron silencio unos instantes: él, dudoso del éxito de su empresa; +ella, turbada, deseosa de sustraerse al influjo violento de aquel hijo +que, para sojuzgarla mejor, acababa de decirla: «no soy sino sacerdote.» + +--¿Vamos a la botica?--se atrevió por fin a preguntar la madre. + +--Espere Vd.; no quiero que nos separemos así. Tiene Vd. que prometerme +antes su auxilio. ¿Trabajará Vd. conmigo para que seamos todos +cristianos, o me entiendo yo con Pepe y con mi padre? ¿Imagina usted +vivir santamente no haciendo daño al prójimo? ¡Qué ceguedad! ¿Y Vd. +misma? ¿Y su salvación? Rece Vd., madre, esto es lo primero, y Dios la +iluminará y borrará de su alma esa apatía; venga Vd. a misa, y a poco +que despierten los buenos sentimientos, cesará Vd. de reír las bufonadas +sacrílegas de mi hermano, y arderá Vd. en deseo de auxiliarme. ¿Lo +promete Vd.? + +--Sí, hijo--contestó azorada--pero a Pepe no le cuentes nada de esto. + +--¡Ya comprendía yo que él es quien tiene la culpa de lo que ocurre! +Quedamos en que Vd. es mía, es decir, de Dios; si no, me marcharé para +siempre, después de declarar francamente ante todos que no quiero vivir +entre judíos. + +Bajaron lentamente las escaleras del atrio, esperó Tirso a la puerta de +la botica y, al ver salir a su madre con un frasquito en la mano, dijo: + +--¡Tanto esmero, tanta solicitud para buscar remedio a los males del +cuerpo, que no importan nada, y ni un pensamiento para la salud del +alma! Acuérdese Vd. de lo que acabamos de hablar. + +En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a +quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la +condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras +vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen +ejercido en ella más imperio. Lo que la dejó amilanada fue la amenaza de +hablar a su marido y a Pepe, segura de que la menor reconvención de +Tirso provocaría una escena agria, quizá un rompimiento y un disgusto +gravísimo. ¿Qué podía hacer ella para evitarlo? Nada. Sentía impulsos de +contarlo todo al llegar a casa; pero, ¿y luego? Don José tal vez cediese +en algo, por agradar al hijo de cuya presencia vivió privado tantos +años; más, ¿qué haría Pepe viendo que sus mimos, sus cuidados, sus +trabajos por evitar toda desazón a su padre quedaban esterilizados con +la ingerencia de Tirso en la vida de la casa? No era doña Manuela capaz +de analizar el conflicto, ni su voluntad fuerte para arrostrarlo. La +poca energía de su alma la aplicó toda a entrar en casa con los ojos +secos. + + * * * * * + +Llegado el domingo, Tirso salió muy de mañana; Leocadia, después de +disponer los desayunos, ayudó a levantar a su padre y, cuando tuvo que +sentarle en la butaca, llamó a Pepe, que se estaba vistiendo para ir a +ver a Paz. + +--¡Pepe, Pepe!--gritaba desde la alcoba de don José--ven, que sola no +puedo poner a papá en el sillón. + +Acudió él en mangas de camisa, besó a su padre, que esperaba apoyado en +el borde de la cama y, levantándole vigorosamente, le acomodó en la +butaca: entre él y Leocadia le empujaron luego hasta el comedor, y le +sirvieron el chocolate con buñuelos, que todos los domingos tempranito +llevaba Pateta de casa de su protector. + +Cuando Pepe fue a concluir de vestirse, preguntó a su hermana: + +--¿Y mamá? + +--En misa. + +--¿En misa?--repitió Pepe, sorprendido, pero sin mostrar enfado. + +--Sí, como está aquí Tirso, ¿comprendes? será por no disgustarle. + +--Eso debe de ser. + +No añadió una palabra, mas no le pasó inadvertida la novedad. La madre +había ido a misa. ¿Sería realmente sólo por deferencia a su hijo, o +habría habido por parte de éste alguna instigación? Ambas cosas eran +creíbles. «Si lo primero--pensaba Pepe--nada hay en ello de particular: +si lo segundo, malo será que mi hermano empiece así, poquito a poco, y +acabe pretendiendo que nos hundamos la tabla del pecho a puñetazos. Sea +lo que fuere, no estoy desprevenido: ello dirá.» + + + + +XV + + +Doña Manuela era incapaz de aquilatar la importancia que tenía aquella +brusca ingerencia de su hijo mayor en la vida de la casa, pero se +acobardó ante la idea de que entre ambos hermanos pudieran surgir +desavenencias graves que desazonaran al padre. En cuanto a poner +remedio, sólo se le ocurrió impedir toda explicación entre Tirso y Pepe. +Para esto era forzoso prestar asentimiento a los deseos de aquél, ir a +misa, someterse a prácticas devotas y ceder a su voluntad, como antes +había cedido y se había plegado a la carencia de espíritu religioso que +siempre demostraron el marido y el hijo menor. Doblegóse, pues, deseosa +de evitar contrariedades, y su primer acto de sumisión fue ir a misa el +domingo siguiente. Al volver de la iglesia, Tirso la recibió con una +cariñosísima sonrisa y ella consideró pagada su molestia; porque tal le +pareció, sobre madrugar más de lo ordinario, vestirse algo mejor que de +costumbre, abandonar los cuidados de la casa y pasar media hora en el +templo rezando _Ave Marías_ y _Padres nuestros_, que tenía casi +olvidados. Algún recelo abrigó de que Pepe la hiciese burla; mas nada +dijo éste que hiciese sospechar desagrado: en cambio Tirso, aunque con +gesto bondadoso, la preguntó: + +--¿Por qué no ha llevado Vd. a Leocadia? + +--¿Y quién había de hacer las cosas de la casa? + +--Todo se debe dejar para después de cumplir con el Señor. + +Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso +levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los +cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y +aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la +visita del novio, si se le ocurría venir temprano. Lo grave era que, el +callar doña Manuela a su hijo el clérigo esta última consideración, era +ya prueba de excesiva docilidad. + +Pepe aguardó impaciente hasta el miércoles de aquella semana, que era +día festivo, y mientras se vestía estuvo en su cuarto atento a los +ruidos que escuchaba, deseoso de colegir, por el rumor de los pasos y el +abrir y cerrar de puertas, si iría también a misa su madre. No le duró +mucho la incertidumbre: su hermana le llamó presto para levantar a don +José; y como éste le preguntara por la madre, Leocadia dijo que había +ido a la iglesia. + +--Aunque me lo ocultéis--repuso Pepe--veo que aquí anda la mano de +Tirso. + +--No sé, pero, hazte cargo; estando él aquí, parece feo que nadie oiga +misa. + +--Eres lista y comprenderás mi temor. Sabes que en estas cuestiones hace +entre nosotros cada uno lo que quiere. Papá y yo no creemos en ciertas +cosas, y nunca hemos _practicado_, como dicen los devotos: vosotras no +lo habéis hecho porque no habéis querido, pero nadie os ha obligado a +ser _judías_. + +--¡Hombre, judías no somos! + +--Bueno; supongamos que ahora os da por ahí, en esto no me meto. Lo +triste sería que las advertencias, los consejos, acaso las amenazas de +Tirso, lograran que cayeseis en exageraciones: en cuanto a papá, y a mí, +no hay quien nos haga, por ejemplo, ayunar, comer de viernes, ni cometer +tonterías por el estilo. + +--No creo que se meta en eso. + +--Conviene precaverlo todo. Si esto ha sido cosa de Tirso y ha empezado +por hacerla ir a misa, luego querrá que confiese, vele al Santísimo y +vaya a las Cuarenta Horas, con todo lo cual verás cómo anda la casa y +se descuida el atender a papá. + +--Ya estás creyendo que se nos ha entrado la Inquisición por la puerta. + +--Milagro será que no pretenda hacernos a todos beatos. + +En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña +Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada. + +--¿De qué color era la casulla?--le preguntó él bromeando.--¿Y por qué +te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil! + +--¡Como tienes esas ideas! + +--No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué. +Pero sentiría, si anda en ello la mano de Tirso, que acabe por sorberte +el seso y te convierta en una de esas devotas que se comen los santos. + +--Tanto, no; pero un poco de religión, no viene mal. + +--¿Como de cuando en cuando una purga? + +--Que te oiga tu hermano, y disputa al canto. + +--Tienes razón: más vale que no me oiga, porque acabaríamos riñendo. + +--Mira, hijo, no tengamos algún disgusto por vosotros. + +--Por mí, no, mamá; puedes estar segura. Con tal que él no extreme las +cosas y pretenda que nos demos duchas de agua de Lourdes. + +--¡Te advierto que a mí no me ha dicho nada! He ido a misa porque, +estando aquí él, me parecía feo... + +Esta disculpa no exigida, ni siquiera rogada, fue para Pepe un rayo de +luz: ya no le cupo duda de que las idas a la iglesia eran obra del otro. +Propúsose desde entonces tener mucha paciencia, observar, exagerando la +prudencia, y prepararse a contrarrestar enérgicamente el influjo de su +hermano cuando fuese necesario. ¿Qué determinaría esta necesidad? No era +fácil adivinarlo. Si los manejos de Tirso quedaban reducidos a +imposición de misas y rosarios, el caso no valdría la pena de intervenir +en ello: lo malo sería que lentamente, sorbida la madre por la devoción, +pretendiera luego variar la vida de la casa, que llevase a mal las ideas +de su marido, que surgieran las exigencias, la intolerancia, el enojo +por la falta de piedad y cuanto el fanatismo religioso trae consigo. +Pepe sabía que la religión es, con respecto del incrédulo, lo que la +seducción respecto a la mujer: el primer favor, la primera +condescendencia, es prenda de vencimiento inevitable. Hasta dónde puede +llegar el triunfo, nadie lo sabe; que así como la virtud, rendida por la +pasión, pierde su albedrío, así el alma, avasallada por la fe, reniega +de su propio criterio. Y como el de doña Manuela era escaso, y Pepe, a +pesar del cariño que la profesaba, no lo desconocía, si el fanatismo se +enseñoreaba de su espíritu, aquel hogar, siempre tranquilo, se trocaría +de pronto en una sucursal del infierno. «Es natural--pensó tratando de +bucear en la intención de su hermano--con papá y conmigo no se atreve: +si emprende campaña para _moralizarnos_, procurará primero conquistarlas +a ellas. Que las haga rezar cuanto quiera; por mí, hasta que chupen las +cuentas del rosario, pero armar aquí peleas por defender a los curas +trabucaires, malgastar dinero en novenas y desatender a papá por vestir +al niño Jesús, lo que es eso... ¡de ningún modo!» + +Trascurrieron unas cuantas semanas sin que la situación variase +notablemente, pero sin que a Pepe le pasara inadvertido el menor detalle +de lo que ocurría. Las novedades más salientes fueron poner la madre los +viernes un pucherito aparte para Tirso, que no quería comer _de carne_; +colocar a la cabecera de la cama de matrimonio una cruz de madera; +detenerse los domingos en misa un ratito más que los primeros días, y +comprar un devocionario impreso en caracteres gruesos, propios para +persona a quien los años han fatigado la vista. Además, Leocadia comenzó +también a ir a la iglesia y ambas dieron en repetir la oración que decía +Tirso antes de las comidas.--«¿Dónde diablos habrán aprendido este +rezo?»--se preguntaba Pepe. + +Poco le duró la duda. Una mañana, buscando unas tijeras en el costurero +de su hermana, halló en él, entre los hilos y cintas, un librito, en +cuya portada se leía este título: _Oraciones nuevas para todos los actos +de la vida, que son otros tantos escudos contra las malas tentaciones_. +Lo abrió sonriendo, y vio era el más completo repertorio de peticiones y +acciones de gracias que imaginarse puede. Habíalas, hechas como de +encargo, para antes y después de comer, para las horas del sueño y el +trabajo, y hasta para torpes casos a que no sospechó Pepe pudieran estar +sujetas su madre y hermana, como uno que llevaba este epígrafe: _Para +cuando sintamos deseos lascivos_. + +Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos, +el siguiente: + +«Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las +tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus +mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el +inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes +para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por Él +premiadas y bendecidas. No hay paz en la casa del impío, ni es justo el +que tolera impíos a su lado. Cuanto con mayor vínculo estemos unidos al +impío, más imperioso es el deber de convertirle, hasta humillándole, si +es preciso. Mejor es quedar mal con nuestros padres de la tierra, que +perder el amor del Padre que está en los cielos. Acordémonos, hermanos +míos, del glorioso San Agustín, que decía: _Ni mi madre ni las amas que +me criaron se llenaban a sí mismas los pechos de leche, sino que vos, +Dios mío, erais quien se los llenaba_. Bueno es el amor a los padres, +pero mejor es el temor de Dios, y no le teme quien soporta a su lado +padres ateos, hijos herejes, criados blasfemos o amigos descreídos. Con +hierro ardiendo se cauteriza la mordedura del perro hidrófobo: con el +divino fuego de la fe debe quemarse el miembro podrido en la familia +donde lo hubiere.» + +--¡Qué brutos!--exclamó Pepe sin leer más, y dejando el librito donde +estaba. + +Aquella noche Pepe y Millán, terminado su trabajo, salieron juntos de la +imprenta. + +Las calles de los barrios bajos estaban solitarias y sombrías: apenas de +cuando en cuando encontraban los dos amigos una pareja enamorada, que +iba acortando el paso por prolongar el diálogo, algún sereno sentado en +el escalón de un portal, o un mancebo de tienda de comestibles con la +puerta entreabierta en espera del matute. El aire, gratamente fresco, +parecía limpiar de impurezas el ambiente; y, a ratos, el rodar de un +coche interrumpía el silencio, perdiéndose luego rápidamente el ruido en +la distancia. Millán iba callado: Pepe, a más de silencioso, triste y +pensativo, como ensimismado. + +--¿Te pasa algo? Parece que te han dado cañazo--le dijo Millán. + +--Estoy de muy mal humor. + +--¿Por qué? + +--A tí te lo puedo decir. + +--¿Necesitas dinero? ¿Quieres la semana o el mes adelantado? + +--No; muchas gracias, chico. En esto el dinero no puede nada. + +--¿Estás de monos con la _señorita_? Temo que el noviazgo ese te va a +dar mucho que sentir. + +--Te equivocas: Paz está conmigo más cariñosa que nunca; parece que hay +así como un recrudecimiento en su cariño, y por cierto no sé a qué +atribuirlo... no me lo puedo explicar. + +--Entonces, ¿qué tienes? + +--Lo de mi casa. + +--Tu hermano... + +--Sí: aquello va tomando mal aspecto. + +Pepe puso a su amigo al corriente de todo, explicándole cómo Tirso había +logrado que doña Manuela y Leocadia fueran a misa, que recitaran con él +las oraciones a la hora de comer, la compra del devocionario y el +hallazgo del librito, sin omitir el piadoso espíritu que avaloraba sus +páginas, y terminó preguntando con acento irritado: + +--¿Qué te parece? + +--Lo primero, debes tener mucha cachaza y muy mala intención. Esos no +son más que síntomas; pero tienes que andarte con cuidado. + +--Tirso me dirige la palabra lo menos que puede: no sé de qué modo se +las compone; pero lo arregla de suerte que, cuando yo entro, él sale, y +viceversa; me habla poco, con cortesía, y sin entrar nunca en +conversación larga. Con papá hace casi lo mismo: a mamá y a Leo es a +quienes él quiere ser simpático. + +--Lo de siempre: apoderarse de las mujeres para hacer guerra a los +hombres. + +--Temo que no te falte razón. + +--Pues chico, mucho ánimo, y a evitar lo que pueda sobrevenir. Estás +expuesto a que se convierta la casa en un reñidero de gallos. + +--¡Primero le tiro por la ventana! + +--Créeme; nada de violencia. Lo que debes evitar, ante todo, es que tu +padre sufra las consecuencias; y figúrate la pena que le ocasionarías +disputando con Tirso. + +--Entonces, ¿voy a cruzarme de brazos? + +--No: debes reflexionar mucho lo que hagas; y... vaya, chico, no pensaba +contarte nada; pero ya que hablamos de esto, allá va: estoy seguro de +que te harás cargo de mi situación. + +Calló Millán un instante, como dudando si decidirse a hablar, y viendo +reflejada la impaciencia en el rostro de Pepe, continuó de este modo: + +--Me parece que no vuelvo a poner los pies en tu casa, al menos por +ahora. + +--¿Por qué, si allí nadie te ha ofendido? + +--Vamos por partes. No es nueva para tí la noticia de que yo quiero a tu +hermana. + +--Y que mis padres y yo nunca lo hemos llevado a mal. Nuestra +situación... + +--No se trata ahora de eso: sé como vivís, y no me ofenderás suponiendo +que yo me haya podido fijar en si tenéis o no tenéis. Leocadia, puedo +decirlo sin vanagloriarme... yo la quiero, ¿eh? pero ella, vamos, me +parece a mí que también daba señales de quererme; y digo _daba_... + +--Tú me decías que si estaba yo de monos con la otra, y ahora resulta... +Esas son cosas vuestras. A tí y a ella os sé de memoria: total, cuatro +días de enfado. Ninguno de vosotros es capaz de portarse mal... y si +reñís... ¿yo qué le voy a hacer? + +--Escucha y ten calma. Mucho me equivoco, o lo que me sucede está +relacionado con tu hermano. + +Pepe, al oír esto, se paró en medio de la acera, mirando a su amigo con +la mayor curiosidad. + +--Sí, con tu señor hermano. Leocadia no se muestra conmigo igual que +antes, ni tan expresiva, ni tan cariñosa... ha variado mucho, y la +mudanza coincide con la llegada de Tirso, mejor dicho, con las idas de +tu madre a misa. En una palabra, temo que, así como ha influido en doña +Manuela para que rece, trata de conseguir que tu hermana no me quiera... +Le seré antipático... ¡qué sé yo por qué! + +--Eso a él ¿qué le importa? ¿Y por qué has de serle antipático? + +--¡Pareces bobo! ¿No me ha oído hablar? ¿No sabe que pienso como tú y tu +padre? ¿No viste la cara que puso el día de la discusión sobre las +iluminaciones origen de las pedreas a los retratos del Papa? Me parece +que siendo cura, y con su vehemencia, tiene bastante. Lo menos creerá +que la chica está en amores con Pedro Botero el de las calderas. + +--¿Supones que ha hablado a Leo en contra tuya? + +--No lo sospecho: estoy seguro, como si lo hubiese oído. + +--¿Y te fundas?... + +--Un libro te ha puesto de mal humor: otro me ha hecho a mí comprender +lo que sucede. Ya sabes que tu hermana siempre me está pidiendo libros +que leer; y que yo la llevo novelas; a una mujer no le vamos a dar la +colección legislativa. Pues bien; el domingo pasado, al devolverme el +penúltimo tomo de _Nuestra Señora de París_ y otro de _Ivanhoe_, me +dijo:--«No me traigas más, Millán; ahora no puedo distraerme, tengo +mucho que trabajar.» + +--No es verdad: hace dos semanas que no le dan labor. + +--Por eso advertí lo que ocurría. Al poco rato, tu padre, sin saber que +Leocadia se resistía a que yo la llevara lo que faltaba de _Nuestra +Señora_, me dijo delante de tu hermana que no tenía trabajo, y ella se +marchó del comedor en seguida. Cuando nos despedimos en el pasillo la +pregunté a qué obedecía aquello y respondió con evasivas. En esto salió +Tirso de su cuarto y, como quien está enterado de lo que oye tratar, me +dijo:--«¿A qué insistir? ¿No ve Vd. que no quiere leer indecencias?» + +--¿Y qué le contestaste? + +--¡A tu hermano y en tu casa! Callar y marcharme; pero, lo confieso, me +dieron ganas de meterle un tomo por los hocicos. ¡Lo menos se ha +figurado el hombre que llevo a la chica libros de mal género! + +--¡Qué burro! + +--Falta lo mejor. Era la primera vez que Leo y yo nos separábamos así, +poco menos que incomodados, y me faltó tiempo para volver el lunes. ¿Te +acuerdas de que fui por la tarde con el pretexto de las pruebas y estuve +hablando con ella? + +--Sigue, sigue: ¿y qué te dijo? + +--Hombre, hay cosas que no se pueden explicar punto por punto. Ya +comprendes tú la diferencia que hay de estar una mujer cariñosa, que le +rebose la satisfacción de verse querida, a estar fría, esquiva, como a +quien no se le importa nada del hombre que tiene al lado. + +--Pues una de dos: o estás equivocado, y no hay nada de lo que +sospechas, o Tirso tiene la culpa; y en este caso, no cabe duda, en mi +casa va a haber más guerra civil que en el Norte. + +--Mucho lo temo; y respecto a lo que veníamos hablando, creo que Leo no +está ya por mí. + +--Vamos con tiento. ¿Tienes algún lío, algún trapicheo que sabido por +ella la haya enojado? + +--No: palabra de honor. + +--Bueno; pues yo pondré las cosas en claro. + +--Te advierto una cosa. No pensaba formalizar aún la cuestión por... por +falta de cuartos; pero puesto que han venido rodadas las cosas, conste +que tu padre y tú podéis considerarme, si queréis, como de la casa; +¿entiendes?--Y tendió a Pepe la mano, que él estrechó cariñosamente.--Ya +lo sabéis, como acostumbran los títulos: os pido la mano... + +--Yo te prometo que saldremos de dudas. + +--¿Qué vas a hacer? + +--Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación +que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al +agua! + +En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de +Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la +intervención ofrecida. Pepe entró en su casa de puntillas, abrió +despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a +prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su +cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban, +en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a +sus padres y en las complicaciones que temía. Luego, serenándose su +ánimo, se acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en su +amor. ¿Cuál sería la causa? ¿Por qué la niña criada en el regalo, lejos +de convencerse de que _aquello_ era una locura, daba a sus promesas más +firmeza y mayor expresión de simpatía a sus miradas? + + + + +XVI + + +Viendo Tirso que la madre atendía sus exhortaciones, no solamente +insistió en ellas, sino que trató de conquistar el ánimo de Leocadia, +siéndole necesario para ello aguzar la astucia, pues la diferencia de +caracteres entre doña Manuela y su hija pedía táctica diversa. La +primera cedió por bondad y mansedumbre: en ella era hábito plegarse a la +voluntad ajena. Cuando joven, obedeció a su marido; erigido después Pepe +en jefe de la familia por la fuerza de las circunstancias, se acostumbró +a mirarle como tal, y en las menudencias caseras seguía el parecer de su +hija, mostrando en todo ser nacida para obedecer. Las condiciones de +Leocadia eran distintas: tenía genio voluntarioso y, aunque sin +faltarles al respeto, respondía a sus padres con entereza; en sus +caprichos de muchacha pobre, había siempre cierta obstinación; si se +empeñaba en reformarse un traje, no cesaba de dar vueltas a los trozos +de tela, hasta lograr lo que se proponía; gustándole un peinado, no +hallaban paz sus manos hasta que conseguía aprender modo de hacérselo, +y hasta en estos pequeños detalles, por la tenacidad de sus +resoluciones, delataba una firmeza muy difícil de dominar desplegando +energía. Tirso notó también que, a pesar de lo humilde de su situación, +la chica era algo vanidosa y estaba pagada de su persona, acusando de +distintos modos el afán de agradar, y como un cierto deseo latente, pero +inmoderado, de imitar prendas y costumbres de muchachas más favorecidas +por la suerte. Jamás consintió, por ejemplo, en hacer a su hermano +blusas para trabajar en la imprenta, ni bajó nunca a la tienda de la +esquina próxima con pañuelo a la cabeza; a Pepe quería verle lo mejor +vestido que fuera posible; y en sus trajes propios, aun luchando con la +falta de dinero para adornos y perifollos, procuraba siempre imitar +cortes elegantes. Por no tenerlos de oro, llevaba sin pendientes las +orejas y los dedos sin anillos. No era exigente en pedir lo muy costoso +al esfuerzo de sus padres; pero sólo aceptaba la pobreza como un +accidente de su vida, no como condición de su origen. Admitió de buen +grado el amor de Millán, al tiempo que éste cursaba con Pepe la carrera; +mas el ver que su novio tuvo que abandonar los libros y dedicarse a un +oficio, fue para ella contrariedad grandísima. De continuar su hermano +en la Universidad, acaso hubiese procurado romper pronto sus relaciones +con el impresor; mas viéndose Pepe obligado a hacer lo mismo al poco +tiempo, Leocadia comprendió que no podía por esto rechazar a Millán, y +continuó aceptando su cariño, sin que la correspondencia con que lo +pagaba mereciese en realidad nombre de amor. Quizá, por falta de +antecedentes, no estuviera Tirso en situación de apreciar todo esto; +pero alcanzó lo bastante para convencerse de que, ni Leocadia estaba +verdaderamente enamorada, ni desecharía por Millán lo que el +desvergonzado lenguaje de la codicia llama una _proporción_; lo cual le +autorizaba a imaginar que, si la madre había cedido por docilidad, la +vanidad y el amor propio serían buenos medios para subyugar a la hija. +Mejor quisiera él llevar la piedad a sus corazones con la vehemencia del +celo que le inflamaba, pero comprendió que le era forzoso seguir la +máxima de plegarse a la índole y carácter de cada pecador, para +convertirlo más seguramente. Por fin, muchos días después de haber +hablado con doña Manuela, determinó sondear a Leocadia; y hallándola +una tarde leyendo en el comedor, mientras don José reposaba y la madre +había salido, se acercó, llevando él otro libro en la mano. + +--¡Sabe Dios!--la dijo entre severo y sonriente--qué libraco será ese! +¿Es de los que te trae el novio? + +--Sí. + +--¡Bonito papel para un joven el de procurar lecturas nocivas a la mujer +a quien quiere, y buen modo de amar... suponiendo que te ame! + +--¿Por qué dices eso? + +--Cálmate, hija, cálmate; no quiero decir, ¡Dios me libre! que ese joven +no te estime: lo que me choca, es que tú le quieras a él. + +--¡Ya lo creo que me quiere! + +--No parece de mala índole; pero le sucede lo que a _tu_ hermano: debe +estar plagadito de las ideas de ahora y ser de esos que no creen ni en +la luz del día. Listo, sí será; ¡lástima que tenga oficio tan feo! + +--El de su padre... Empezó a estudiar para abogado; pero luego le +sucedió lo mismo que a Pepe. + +La palabra _oficio_ sonó en los oídos de Leocadia como Tirso había +previsto. + +--Tendrá que estar siempre metido entre gente ordinaria, trabajadores y +jornaleros: luego le afinarás tú... aunque mala tarea es. + +--Pero, ¿imaginas que Millán es mozo de cuerda o sereno?--repuso ella, +riéndose forzadamente.--Te equivocas: es un muchacho decente, igual a +Pepe, que tiene que vivir así, trabajando, como Pepe. + +--No, hija, como Pepe, no: nuestro hermano es hijo de un funcionario +público; el padre de ese joven, si no he oído mal, era cajista, +jornalero. + +--Impresor. + +--Llámalo como quieras. Siendo ya viejo, llegó a dueño de la imprenta; +pero su origen no puede ser más humilde. Eso no quiere decir que sea +mala persona; pero, en fin, ¿por qué te disgusta que nosotros +ambicionemos para tí lo mejor? + +Leocadia miró a su hermano, sorprendida de que así se preocupara por su +porvenir. + +--Lo que quiero decirte--prosiguió el cura--es que, tan joven, y +reuniendo condiciones que son para la mujer llave de sana prosperidad, +no debes contraer compromisos formales con un hombre inferior a tí; +porque esto no me lo negarás. Acaso tenga posición más desahogada que la +nuestra; pero, una cosa es el bienestar, y otra la esfera de cada uno. +Hoy por hoy, no tenemos dinero; pero ni nuestros padres ni nuestros +abuelos han sido menestrales. Créeme, Leocadia, no te comprometas con +nadie; no renuncies a tu libertad de acción. No has nacido tú para mujer +de un jornalero. + +--¡Dale con lo de jornalero! tiene una industria; vamos, una imprenta; +pero no es un gañán. + +--¡Bah! hija mía: llamemos a las cosas por sus nombres. Trabajador, no +es más que trabajador; y, si te casas con él, sabe Dios si tendrás que +ir algún día a llevarle la comida en cesta, como a un albañil. + +--De modo que, según tú, debo esperar a que venga a pedir mi mano un +título de Castilla. + +--Nada de eso: me parece que, aunque sea un buen chico, no está +justificado que renuncies por él a lo que te reserve el porvenir. Nadie +sabe lo que es el porvenir para una doncella. + +Harto conoció Leocadia que, tras aquella problemática esperanza de +grandezas futuras, lo que verdaderamente impulsaba a Tirso era la +antipatía que sentía contra Millán, desde que conoció que en política y +en falta de religión coincidía con Pepe; mas como estos mismos +argumentos se los hizo a sí propia alguna vez, no dejaron de ejercer +presión en su ánimo. Parecíale innegable la bondad de Millán, pero Tirso +tenía, en parte, razón. El roce con la gente de la imprenta había dado +a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería; a sus +sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco; para verle +algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no +anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que +llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es +decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes +procuraba imitar. + +En ocasiones diferentes hizo Tirso a su hermana análogos razonamientos +y, como el terreno estaba bien preparado, la semilla comenzó a germinar. +Iniciado en ella el desvío, lo primero que hizo fue evitar que +menudearan las visitas de Millán entre semana, fundadas en el préstamo +de libros: luego ocurrió la escena narrada a Pepe por el amante +desdeñado, en la cual intervino Tirso, y, por último, la muchacha +acentuó tan enérgicamente su desamor, que el novio casi dejó de merecer +tal nombre. A ser el afecto de Millán pasión hondamente arraigada, +hubiese puesto empeño en recobrar lo que perdía; mas también en él +palpitaba un fondo de propia y exagerada estimación, en que era de mayor +cuenta el orgullo que el cariño.--«No hables de esto a tu +hermana--había dicho a su amigo--porque el querer no se impone ni es +cosa para recibida de limosna.» + +Aquello produjo a Pepe malísima impresión, pero aún le desagradó más ver +demostrada la intervención del cura. La cosa estaba ya fuera de duda: +tras intentar apoderarse del ánimo de la madre, comenzaba por distintos +medios a explorar el de la hija para los mismos fines. ¿Cuáles serían +sus propósitos ulteriores? Motivos de conveniencia personal, al parecer +ninguno. Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por +proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa +la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo +arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e +hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don +José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos? Tanto +repugnaba esto a Pepe, dadas sus ideas, que no le era posible atribuir a +su hermano tamaña obcecación, suponiendo que, si únicamente el celo le +impulsara, debía moderarlo con afectos más terrenales, pero no menos +puros. Su entendimiento rechazaba la posibilidad de que existiera +hombre capaz de apenar a sus padres por dar lustre a la religión. La +displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con +esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la +conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó +de ver en seguida. + + * * * * * + +Primero, cierto espíritu novelesco, propio de niña libremente educada, +hizo que Paz se encaprichara con el amor de Pepe: después, cuando llegó +a comprender lo mucho que él valía, aquella inclinación se acentuó +insensiblemente y, lo que al comienzo fue juego de la imaginación, vino +a ser, del modo más natural y sencillo, sincero y bien arraigado amor. +El _empleadillo_, como ella imaginaba que sus amigas le llamarían si +llegaran a conocerle, se le había entrado al alma, persuadiéndose de que +le quería porque empezó a temer la cara que al saberlo pondría su padre, +a pesar de los alardes democráticos que solía hacer en el Parlamento. +Pero no era esto lo que más la desazonaba. Su inquietud nacía de ver +disgustado continuamente a Pepe, y el convencimiento de estar enamorada +brotó de aquella relación que estableció su inteligencia entre la pena +que ella sentía y la inquietud que él mostraba. Cuando Paz se hizo cargo +de que, aun ignorando la causa, el pesar de su novio la entristecía; +cuando, sin poder aquilatarlo, sintió como propio un dolor ajeno, +entonces advirtió que en su corazón comenzaba a reinar una voluntad +distinta de la suya, y que aquel hombre, sólo con lealtad y buena fe, +iba apoderándose de su albedrío lenta, pero seguramente, como río +caudaloso que profundiza el cauce en que se sustenta. Paz, en apariencia +frívola, a semejanza de todo el que no ha sufrido, pero muy lista, se +persuadió pronto de que amaba, porque su pensamiento, lejos de +amedrentarse ante las contrariedades que podía el amor ocasionarla, se +fijó exclusivamente en el dolor del hombre a quien quería. La primer +muestra de pasión verdadera, fue la sinceridad con que le habló. + +Una mañana, estando en la biblioteca de su padre, que era donde se veían +en los ratos que aquél faltaba de allí, dijo a Pepe, empleando su +lenguaje ligero y franco, entonces más franco que nunca: + +--Tengo que decirte una cosa muy grave. + +--¿Qué? + +--He hecho un descubrimiento: que tú no me quieres y que yo te quiero +mucho más de lo que me figuraba. + +--No te entiendo. + +--Clarito, hijo; que tu amor--emplearemos esta palabra, para mayor +solemnidad, aunque ya sabes que a mí me gusta más decir cariño--pues +bien, que tu amor es mucho más tibio que el mío. + +--Veamos cómo se demuestra ese grandísimo embuste. + +--De un modo muy sencillo. Pase que siempre me estés aburriendo con lo +de ser yo rica y tú pobre, por supuesto, que no me ofendo; pase la manía +de los celitos, que no tienen sentido común; pase el estarte sin venir +tres y cuatro días seguidos, para que te espere con más deseo... + +--No: por miedo a que tu padre adivine lo que ocurre. + +--Déjame acabar: lo que no pasa, es que tengas disgustos, que estés +apesadumbrado y me lo calles. ¿Tan tonta soy, que no sirvo para decirte +ni una palabra de consuelo? + +--¿Y qué tiene que ver esta ternura, alma mía, con el descubrimiento? + +--Pues no puede estar más a la vista. Que tú, sufriendo y ocultándomelo, +revelas una falta grande de confianza, que es falta de cariño; y yo, +_aquejerándome_, como dicen en Andalucía, por tu reserva, demuestro +quererte mil veces más. + +--Pero, ¿de dónde has sacado tú que tengo disgustos? + +--Eso te faltaba, añadir el disimulo a la falta de confianza. ¿No +quieres decirme lo que te pasa? + +Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto +callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por +decirle: + +--Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero +conste: quedo en libertad para averiguarlo. + +--Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho. + +La entrada de don Luis cortó el diálogo. Paz se había propuesto saber a +qué atenerse respecto al origen de la tristeza de Pepe, y cuando una +mujer enamorada forma resolución semejante, el secreto puede darse por +descubierto. La obstinación de Pepe en callar fue inútil: Paz puso tanto +empeño en saber los disgustos de su amante, como éste en seguir paso a +paso los incomprensibles manejos del cura. + + + + +XVII + + +Cuando Pepe dejaba de ir a ver a Paz, por miedo a infundir sospechas o +parecer pegajoso a don Luis, entraba Pateta en funciones de correo: ya +sabía ella que cada tercer día de ausencia el chico rondaba al oscurecer +los alrededores del _hôtel_ y, espiando momento oportuno, metía el brazo +por la verja y dejaba la carta bajo los ladrillos levantados del horno, +situado junto al invernadero. + +Una tarde en que don Luis tuvo que asistir a un banquete político, Paz, +después de verle partir y tras alejar con distintos pretextos a los +criados, bajó al jardín entre dos luces y aguardó a Pateta. Al cuarto de +hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja, +dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca: +entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había +en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la +mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite, +diciendo: + +--Oye, Pateta. + +--Guárdese Vd. esta carta no la vean. + +--No hay nadie. + +Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono +enjaulado, prestó atención. + +Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara +en torno del _hôtel_ completa soledad. En la atmósfera flotaban los +últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía +envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba +extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el +cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros +de la verja: Pateta se comía con los ojos a la _señorita_, sin adivinar +lo que querría decirle. + +--Pues a estas horas, estando esto tan solitario--dijo de pronto--ya +podía el señor Pepe venir aquí y hablar con usted. + +--Cállate y escucha. Con quien quiero hablar ahora, es contigo. + +--Mande Vd. + +--¿Eres capaz de hacerme un favor? La verdad, y sin que nadie se entere. + +--¿Ni el señor Pepe? + +--Menos que nadie. + +El chico la lanzó una mirada que no pudo ser más expresiva. Paz +comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder. + +--Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a mí. + +--No hay más que hablar. + +Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo +a Pepe. + +--Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo? + +--Nada, ni jota. + +--Es necesario que lo averigües. Temo que le quiten el destino que tiene +en la biblioteca del Senado, y quisiera estar prevenida para parar el +golpe. ¿Sabes tú si es esa la razón de que esté hace ya muchos días tan +tristón? ¿De veras no puedes decirme nada? + +Pateta cayó en la red. + +--Yo, de eso del destino, no sé _ná_: preguntaré. Por lo demás, no sé +qué le _pué_ haber _pasao_. En la imprenta todo anda como siempre... +Como no sea por lo del cura... + +--¿Qué dices de imprenta? ¿Qué imprenta es esa? + +--¡Toma! ¿Cuál ha de ser? La nuestra, es decir, la del señor Millán. + +--¿De modo que el señorito trabaja también en la imprenta? + +--Como que es el primer _corretor_ y le dan _deciocho riales_, y eso que +no va más que por las noches. ¿No lo sabía Vd.? + +Paz, temerosa de que Pateta se escamara, le dijo, mintiendo: + +--Sí, hombre, ¿no he de saberlo? Pero creía que se llevaba el trabajo a +su casa. + +--¡Quiá, no señora! _tié_ que hacerlo allí. + +--Y eso del cura, ¿qué es? + +--Su hermano, ¿está Vd.? es cura y ha _venío_ hace cosa de dos meses; y +como es cura y muy _carca_, les está _golviendo tarumba_, y trae la casa +patas arriba; _quié_ que vayan a misa, que recen más que un ciego; en +fin, que no le _puén_ aguantar... ni yo tampoco. + +--¿Por qué? + +--Hasta conmigo se ha _metío_ el muy _lioso_. El domingo _pasao_ tuve yo +que ir a trabajar medio día, porque había prisas, y luego le _yevé_ al +señor Pepe unas pruebas a su casa; y como era domingo, y yo, aunque me +esté mal el decirlo, soy corneta del batallón de Voluntarios de la +Libertad de mi barrio, fui de uniforme, _pá_ no tener que andar dos +veces el camino. El cura estaba en la puerta, quiso que le dejara las +pruebas y, como yo no le conocía y tenía orden de ver al mismo señor +Pepe, ¿está Vd.? no me dio la gana. Mire Vd., señorita, se puso hecho +una fiera, y lo que me dio rabia fue que _me se_ rió del uniforme: me +llamó mamarracho, y dijo que me fuera a estudiar la _dotrina_. Yo, la +verdad, como aún no sabía que era hermano del señor Pepe... Vamos, que +me despaché a mi gusto: le llamé _cucaracha_, _carca_, _tóo_ lo que _me +se_ ocurrió. + +--¿Y dices que ese hermano trae revuelta la familia? + +--¡Ya lo creo! Si no fuera por miedo a dar una pesadumbre al señor +viejo, ya le había don Pepe _plantao_ en _mitá el_ arroyo. Figúrese Vd., +señorita, que una de las cosas que más rabia le han _dao_ al señor Pepe, +ha sido que ha hecho reñir... Verá Vd.: la señorita Leocadia _se +hablaba_ con el señor Millán, mi amo; vamos, que eran novios, como quien +dice, y el cura ha _metío_ zizaña y los ha _desapartao_. Por supuesto, +que no estarían muy _encariñaos_, porque no hubieran reñido así... tan +fácilmente, ¿verdad? + +--Pero tu amo y el señorito Pepe no han reñido. + +--¡Quiá! ¿No ve Vd. que los dos están _convencíos_ de que la culpa es +del cura? A la madre la _tié_ tonta a fuerza de rezos... ¡Ya sabe el +señor Pepe a qué atenerse! + +--¡Sí que son motivos de disgusto! + +--Fuera de eso--continuó Pateta--siempre ha estado de buen humor: hasta +cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y +como si _ná_: él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida +que _yeva_: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el +destino que _ice_ Vd. que le _quién_ quitar. Es una fiera _pá_ el +trabajo, y cuanto gana, a su casita. No gasta más que en tabaco y algún +realejo que me da _pá_ mí. + +--Vaya, adiós; vete, no sea que nos vean--añadió Paz, alargándole en la +mano una monedita de dos duros. + +Pateta, sin desasirse de la verja, repuso sonriendo, y con entonación +muy achulada: + +--¡Quiá! + +--¡No seas niño, toma! + +--¡Quiá, no, señorita!; ¡si yo hago lo que hago por el señor Pepe; pero +a mí no me da Vd. ni eso, ni tan siquiera un _chavo_! + +Paz seguía con la moneda en la mano, más avergonzada que el chico. + +--¿Me haces un feo? + +--Eso no: y _pá_ que vea Vd., deme usted esa rosa que tiene Vd. prendida +en el pecho: luego yo se la doy a mi novia: Vd. tendrá muchas así, y de +esas no se venden en la calle. + +Paz, movida de un sentimiento de mujeril delicadeza, corrió a la +estufa, cortó dos magníficas rosas y, dándoselas al chico, además de la +que llevaba prendida, le dijo: + +--Estas dos, las mayores, para tu novia: esta otra pequeña, la que yo +tenía puesta, para Pepe: ¿entiendes? ¿Conque tienes novia? + +--Pues, ¿qué cree Vd., señorita, que soy de palo? Entendido: las mayores +_pá_ mi _chiquiya_, y la otra _pá_ el señor Pepe. + +--Adiós, y de lo que hemos hablado antes, ni una palabra... chitito. + +--Corriente: quede Vd. con Dios, señorita, y gracias. + +Ella se entró en el _hôtel_ y él desapareció tras las tapias de unos +corralones cercanos. + +Paz supo más de lo que esperaba averiguar. El origen de las cavilaciones +de Pepe por la conducta de su hermano la disgustó sobremanera; pero lo +que hizo en su pensamiento más mella, fue saber que Pepe trabajaba de +corrector en la imprenta. El dueño de su albedrío era algo menos que un +empleadillo. + +Por causa análoga, Leocadia, la muchacha de condición humilde, sin +esperanza de fortuna, se mostró esquiva con su novio: Paz, en cambio, +sintió entonces hacia su amante una simpatía firme y serena, en que +había algo de respeto. A medida que su diferente posición tendía a +separarles, más se aferraba ella a su cariño. + + * * * * * + +Un suceso ignoraba Pateta, y también Pepe lo ignoró durante algún +tiempo, que contado por aquél a Paz, hubiese podido sumarse al capítulo +de culpas hecho contra Tirso: el rompimiento de Leocadia con Millán. + +Despreciado por ella, puso él los ojos en otra. Había entre los cajistas +de la imprenta uno casado dos años antes con una muchacha llamada +Engracia, sastra, muy guapa, modosa, de dulce condición y digna de mejor +trato que el que le daba su marido. Era el tal, jugador, holgazán, +pendenciero, pero, sobre todo, borracho, y con tan mal vino, que su +desdichada compañera podía contar las copas que empinaba por los +guantazos y empellones que ella recibía luego. Escatimarla la comida, +empeñar las ropas, trampear en la taberna y volver el sábado a casa con +el jornal mermado por el vicio, eran sus principales hazañas, amén de +mirar a la pobre muchacha con el mayor despego. A Engracia la casó su +madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía _gato_, +con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros +requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora. Mientras +confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le +proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio, +libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste +a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron +poco. Cierta noche, al cerrar la taberna en que se había emborrachado, +el dueño de la tienda le arrojó a torniscones, y él se quedó tumbado en +la acera, sin abrigo ni gorra. Cuando llegó a su casa, de madrugada, +tosía más que un asmático, y a los quince días murió en el hospital, +dejando a Engracia un niño de pocos meses. Sus compañeros, como todos +los de tan noble oficio, en que tales casos son raros, tenían formada +una a modo de sociedad de socorros para auxiliarse en los trances duros +de la vida, y acordaron entregar a la madre viuda una cantidad de +dinero. Millán puso algo de su bolsillo y mandó a Engracia recado para +que fuese a recoger el total. Poco después, con ánimo de socorrerla +indirectamente, y sabiendo cuál había sido de soltera su oficio, la dio +alguna ropa que arreglar, y, hoy un viaje de él a su casa, mañana una +visita de ella a la imprenta, al cabo de algunas semanas, como esto +coincidiese con el acentuado desvío de Leocadia, comenzó a fijarse en +Engracia, requebrándola entre rudo y amartelado con una delicadeza a que +ella no estaba acostumbrada. La hermosura de la viuda, su desamparo y la +juventud de Millán hicieron lo demás. La mujer se manifestó luego cada +día más cariñosa, medio agradecida medio amante; él instintivamente +apreció sus cuidados, quizá fijándose en el contraste que formaban con +la arisca condición de su antigua novia, y sus existencias se unieron, +formando el hermoso maridaje de la desgracia y el consuelo bendecido por +el amor. Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con +que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue +sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía. + +De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y +Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo +ignoró por completo. + + + + +XVIII + + +Doña Manuela iba entre tanto sometiéndose mansamente a la influencia de +Tirso: su carácter débil aceptó la inclinación que éste quiso darle, +como hubiera tolerado cualquier otra. Nadie hasta entonces la dijo lo +que su pensamiento había de acoger o rechazar, y fue indiferente en +religión por serlo los que la rodeaban, que a ser fanáticos en cualquier +sentido, fuéralo ella también. Tirso acertó antes que otro a encauzar su +docilidad, y la buena mujer no ofreció resistencia, porque no hubo lucha +en su espíritu ni asomo de contradicción entre las creencias propias y +los consejos que escuchaba: el hijo cura no tuvo que desarraigar otra +planta para sembrar en aquella tierra virgen; bastó que dejase caer la +semilla: doña Manuela empezó a manifestarse devota con esa religiosidad +externa que se ciñe a fórmulas preconcebidas y rezos como estereotipados +para que las generaciones los repitan inconscientemente. La extraña +poesía de la religión, compuesta de misterios ininteligibles, +esperanzas mal definidas y amenazas tremendas, la sedujo con el encanto +de lo extraordinario y, rechazando instintivamente las abstracciones, +que tampoco Tirso hubiera podido explicarla, acogió de buen grado lo que +hiere la imaginación. No entendió nada de la perfección humana en el +seno de Dios, ni del vino que engendra vírgenes, ni del divorcio de la +carne y el espíritu, ni del himeneo místico del alma y el Señor; pero, +en cambio, la epopeya de la Pasión, narrada día por día, detalle por +detalle, como vista de cerca, la impresionó mucho. Los suplicios de los +primeros mártires, la mansedumbre de las vírgenes, la magia de los +milagros, ejercieron en ella influjo análogo al que produce en cabezas +infantiles la relación de cuentos maravillosos, y la admiración por todo +esto engendrada sirvió para aumentar sus devociones, que cumplía con +mayor facilidad según iba descifrando algo de lo que significaban. La +misa, que en un principio juzgó ceremonia cansada y larga, fue pronto +para ella representación de lo que sufrió el hijo de Dios, que por +nuestras culpas se dio, y sigue dándose en cuerpo y sangre como precio +de la redención humana; las letanías, antes enojosas, sartas de frases +que no entendía, adquirieron carácter de plegarias gratas a sus labios, +dulces al oído de aquéllos a quienes iban dirigidas; el rosario, que +consideró retahíla de inútiles repeticiones, acabó por parecerle saludo +de palabras augustas, recuerdo de las mayores penas y dichas que sufrió +la Madre del Salvador del mundo. La interpretación de ciertos +simbolismos y la sorpresa de ver explicadas cosas que antes no +comprendiera, derramaron en su alma una satisfacción tranquila, un goce +exento de egoísmo, pero que llegaba a producirla cierta excitación, +haciéndola experimentar aquella complacencia propia de los cerebros +débiles que, al descubrir algo nuevo para ellos, piensan haber hallado +lo verdaderamente extraordinario. Las vidas de los santos, sus martirios +y milagros, que Tirso solía leerla en el _Año Cristiano_, traducido del +P. Croisset, eran para su imaginación como novelas de interés +grandísimo, y la relación de aquellos gloriosos dolores y +glorificaciones se le antojaban impregnadas de encantadora poesía. Si en +la existencia de los que corrieron al martirio había algo ridículo o +absurdo, ella no lo notaba, dispuesta y preparada por Tirso a percibir +sólo el aroma de las virtudes que aquellas narraciones exhalaban. El +beato Bernardo de Corleón, que bebía agua de fregar; Santa Senorina, +que imponía silencio a las ranas; Santiago el Menor, que a fuerza de +hincarse de rodillas crió en ellas callos como los camellos; San Toribio +Mogrobejo, que nadaba entre caimanes como quien se baña con amigos; +Santa Catalina de Sena, que una vez pasó desde el principio de Cuaresma +a la Ascensión sin más alimento que la comunión; Santa Inés de +Montepoliciano, que viendo imágenes de Cristo brincaba en la cuna de +alegría; y la beata María Ana de Jesús, que dormía desnuda sobre manojos +de zarzas y cambrones, eran figuras que desaparecían ante otras +aureoladas de admirable grandeza; vírgenes con los pechos cortados a +cercén, doncellas que desafiaban a los pretores romanos, niños +cruelmente perseguidos y hombres que, ofreciendo a Dios el espíritu, +entregaban la materia al dolor, como amada que se rinde a su amante. + +La piedad de doña Manuela fue manifestándose por diversos síntomas. +Comenzó a frecuentar asiduamente la iglesia, y se cuidó poco de ocultar +a su marido y a su hijo menor la trasformación que en ella se operaba. +Una noche, como Pepe llegase a casa más temprano de lo acostumbrado, +entró, abriendo cautelosamente con su llave, por no despertar a los que +reposaran y, oyendo rumor de voces apagadas, se detuvo a escuchar en el +pasillo: halló entornada la puerta del comedor, y miró. Doña Manuela y +Leocadia, terminado ya el rosario, estaban haciendo _acto de expiación_ +por las culpas propias y ajenas. + +Tirso decía las frases expiatorias y ellas contestaban a una. + +--Por mis pecados, por los de mis padres, hermanos y amigos; por los del +mundo entero, perdón, Señor:--y ellas repetían: + +--Perdón, Señor. + +--Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón, +Señor... + +--Perdón, Señor. + +--Por la desobediencia a la Santa Iglesia, por la violación del ayuno. + +--Perdón, Señor. + +--Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres, +por las faltas de los hijos. + +--Perdón, Señor. + +--Por los atentados contra el Romano Pontífice. + +--Perdón, Señor. + +--Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, +religiosos y sagradas vírgenes. + +--Perdón, Señor. + +--Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los +templos, el escarnio de los Sacramentos y los ultrajes al augusto +Tabernáculo. + +--Perdón, Señor. + +--Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas +maquinaciones de tenebrosas sectas. + +--Perdón, Señor. + +--Basta por esta noche--dijo Tirso levantándose.--Mañana, el rosario y +_paráfrasis_ de un mandamiento. + +--¿Llevamos cinco, verdad?--preguntó Leocadia. + +--Sí: mañana toca el sexto. + +Entráronse en seguida ellas, cada cual en su cuarto, y Tirso se quedó +leyendo en el breviario. Pepe aguardó a que se recogieran las mujeres y +luego volvió al comedor, resuelto a tener una explicación con su +hermano. + +La lámpara, casi agonizante, parecía negar su luz a aquella escena: +Tirso, no esperando tan pronto el ataque, tuvo un instante de flaqueza +y, levantándose del asiento, quiso refugiarse en su cuarto: Pepe, +extendiendo hacia él la mano, le hizo señal de que esperase. La escasa +claridad, reflejándose en los cristales del aparador y de los cuadros, +dejaba en sombra los ángulos de la habitación; tras los visillos rojos +de la puerta del gabinete dormían los padres y, al fondo del pasillo, +estaba el cuarto de Leocadia: en torno de ambos hermanos todo era sombra +y silencio. Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de +Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y +mugrientas. + +--Hablemos bajo--comenzó diciendo Pepe. + +Y el diálogo prosiguió en frases mortecinas, cobrando, en cambio, los +rostros toda la energía que faltaba a la expresión de las palabras. + +Después continuó: + +--Al entrar he oído, sin querer, que erais rezando: en eso no me meto, +aunque a mamá, sobre todo, más valiera que la dejases acostarse a su +hora. Lo que quiero rogarte es que mañana no expliques a Leocadia +mandamiento ninguno, y mucho menos el sexto. + +--¿Por qué? + +--Porque no. + +--Esa no es razón. + +--¿A qué decirte lo que te has de resistir a entender? Sólo te pido que +te abstengas de explicar a Leocadia, como vosotros soléis hacerlo, ideas +y conceptos de que no se debe hablar a las muchachas. + +--Vamos, ya encontraste pretexto para contrarrestar la obra de santa +perfección que he emprendido. + +--Aquí no hacía falta santidad alguna: ¿qué mayor perfección que la +tranquilidad y la paz? + +--¿Luego confiesas?... + +--No confieso nada: hago una advertencia. A ciertos actos de devoción, +tontos pero inofensivos, no he de oponerme. Ya que me obligas a ello, te +lo diré: me parecen simplezas; lo que no me acomoda, es que señales y +repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de +vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la +inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo. + +--¡Cuánta ceguedad! A los enseres de la casa cuidadosamente quitáis el +polvo cada día: al alma dejáis que críe podre. + +--No me vengas con frases de beato melancólico, ni me obligues a burlas, +que callo sólo por consideración a tí. Imita mi prudencia y no motives +escenas que nos den a todos que sentir. + +--¡No me provoques! ¿Acaso conoces mis propósitos? + +--Faltas a la verdad. No te provoco, pero no te perderé de vista. He +seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a +sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no +consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de +mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones +del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella. Háblala +del cielo cuanto quieras; pero no te obstines en preparar su ánimo a +combatir pecados que no conoce, porque no es cuerdo aplicar remedio +donde no hay enfermedad: y, sobre todo, por lo que más quieras en el +mundo, no turbes la paz de la casa; no vayas a hacer aquí, en pequeño, +el papel de esos curas extraviados que andan moviendo guerra en el +campo. + +--¡Lo que hacen es perseguir a los enemigos de la religión! + +--Sospechaba que simpatizabas con ellos; pero no me acomoda discutir +esto ahora. Haz que mamá y Leo canten letanías, fervorines, gozos, +salves, todo el repertorio de la música celestial; que recen hasta +repetir maquinalmente lo que les enseñes: sólo te ruego que la devoción +no robe amparo ni cariño a mi padre, y que no alecciones a la chica en +cosas que ignora. + +--¿No ha de huir el peligro? + +--¿Cómo ha de aprender a evitarlo, si lo presentan a sus ojos con el +encanto de lo prohibido por aliciente, con el incentivo de la curiosidad +por guía y el aguijón de la edad por cómplice? Desengáñate, Tirso, no es +este momento de que intentemos convencernos mutuamente; más no se le +debe despertar la malicia a quien, como ella, la tiene adormecida; que +sus impulsos no los sofoca luego nadie. + +--Combatir contra la carne es virtud. + +--Y no tener que combatirla, cosa mejor que la virtud misma. + +--¡Está bien! tendré que ver impasible a tu amigo traerla libros +detestables, historias de crímenes y amoríos perniciosos, y yo, su +propio hermano, no podré oponerme. Está claro; la libertad para el mal, +al bien la mordaza. Al menos eres lógico: aplicas a la casa la misma +política que defiendes para el país. Luego os indignaréis de que +sacerdotes como yo quieran traer piedad a las familias, y de que hombres +como los que luchan lejos de aquí pretendan aniquilar a la revolución, +que vomita blasfemias y engendra delitos. + +--¡Traer piedad a las familias! ¿Acaso sabéis lo que es familia? Os +basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la +beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece +cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un +sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas +consolando el dolor ajeno. + +--Eres más impío de lo que imaginé. + +--Y tú más fanático de lo que yo pensaba. Por ganar almas para el cielo, +vas a traer la discordia a casa de tus padres. Antes que hijo, eres +cura. + +--¿No hallas nombre más despreciativo? + +Las palabras, contenidas por el temor de despertar a los viejos, sonaban +como sofocadas, ahogando la prudencia las entonaciones de la ira. Tirso, +a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le +temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la +mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los +labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada +instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras. Sólo se +oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del +reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción +del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban. + +--Has vivido siempre apartado de nosotros--prosiguió Pepe--y no sabes +que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra +fe. La solicitud con que nos atendemos, es mayor que el celo que os +inflama. No nos convencerás nunca de que las llagas de Cristo deben +dolernos más que las piernas enfermas de mi padre. + +--Tu padre morirá, y las sagradas heridas continuarán, por los siglos de +los siglos, manando raudales de divina gracia. Y a propósito de padre, +yo también quería hablarte de él, porque sé lo que tiene. He conocido un +señor que padecía lo mismo: eso es gota. + +--Es verdad; pero te advierto que se le está ocultando por no afligirle: +le hemos dicho que es un simple reuma. + +--Poco será el alivio que halle, si hay alguno posible. + +--Mayor razón para que no se le atribule inútilmente. Es tarde: ¿quieres +algo? + +Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida, +y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó: + +--¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado? + +--Nada le falta: pagamos un médico acaso superior a nuestros recursos; +mamá o Leo van en persona a la botica; no se escatima receta, por cara +que cueste; con la mayor puntualidad se le da cuanto ha de tomar... y lo +que vale más, respira una atmósfera de ternura y cariño que echarán de +menos muchos más afortunados. Ahora tengo esperanzas de poder sacarle a +paseo algunas tardes en un simón. + +--Es natural; los que sólo creen en las cosas del cuerpo, no acuden a +las del alma. + +--¿Por qué lo dices? + +--Yo pienso traerle un médico mejor que el vuestro. + +--¿Quién?--preguntó Pepe, sospechando la respuesta. + +--El Santo Viático. + +--Eso le asustaría mucho y no le aliviaría nada; por consiguiente +abstente de ello. Bastaría hablarle de esas cosas para que se muriera de +terror. + +--Cuando lo crea necesario, haré lo que me dicte mi conciencia. + +Acercósele entonces Pepe y, poniéndole duramente la mano sobre el +hombro, entrecortadas las palabras por una risa que era toda ira, +repuso: + +--¡Líbrete Dios de semejante brutalidad! ¿Lo entiendes? No respondería +de mí. Papá sufriría una emoción que acaso le costara la vida... y +podría olvidárseme que eres mi hermano. + +--Cada cual cumple su deber como lo entiende. + +--¿Sí? Pues date por avisado: al Santo Viático, al granuja que lleva el +farolón y a tí... os tiro escaleras abajo. + +--¡Lo veremos! + +Pepe, sobreponiéndose a su indignación, procuró hablar con calma y, +notando la sangre fría de que Tirso alardeaba, quiso mostrar igual +serenidad. + +--Temía esta escena, pero no quiero esquivarla... Cuando llegaste a +Madrid, y al subir de la estación del ferrocarril entraste en Santa +María, permaneciendo allí largo rato, sin la menor prisa de conocer a +tus padres, porque conste que no les conocías, adiviné yo cuál sería tu +fanatismo; pero no imaginé que sobreviniera esta lucha. Luego, dados tus +antecedentes y viéndote vivir oculto en casa como un criminal, tuve +sospechas de que habías venido a Madrid para asuntos que no eran +tuyos... Recuérdalo: exceptuada la primer salida que hiciste entre dos +luces la misma tarde del día en que llegaste, sólo al cabo de muchos +días te atreviste a salir a la calle, después de las dos o tres visitas +de aquel señor que vino a verte, cuando se conoce que estaba ya +cumplida tu misión. Ya ves que te he seguido paso a paso. He notado tu +empeño en no hablar con nosotros de ciertas cosas, porque te repugnan +nuestras ideas sobre la política, la guerra y los curas trabucaires; y, +por último, he aguantado tus mañas para convertir a mamá y lo que +intentas para que riñan Millán y Leo... en fin, te conozco a fondo. Tú, +en cambio, no sabes de lo que soy capaz. + +--¿De qué? + +--Si, lo que no es creíble, papá, espontáneamente, pidiera ciertos +auxilios, yo sería el primero en respetar su voluntad. Pero, entiéndelo +bien; si traes confesor, viático... vamos, cualquier tontería que pueda +asustarle y provocar en su enfermedad una crisis peligrosa, te juro, por +mi madre y por el amor de la mujer a quien quiero, que no te trataré +como a hermano. De tu conducta depende mi prudencia. ¡Hemos concluido! + +--Cada cual cumplirá su obligación. + +--¡Abur!--Y Pepe, andando de puntillas, se metió en su cuarto. + +Quedose Tirso un rato solo en el comedor, pensativo e inmóvil: la +lámpara, espirante, despidió de pronto dos o tres chispas de la mecha, +ya seca; el temblor de la luz hizo que en la pared se agitara +convulsamente la sombra del cura, y entonces él, buscando casi a +tientas la puerta de su alcoba, encendió una bujía y, tras rezar sus +oraciones, se acostó; pero tardó mucho en dormirse. La energía de su +hermano le había desconcertado por completo: Pepe era más hombre de lo +que él imaginó. + +A la mañana siguiente doña Manuela, antes de ir a la compra, según +costumbre, fue a dar un beso a Pepe, mientras éste acababa de vestirse +para marchar a su trabajo. + +--Voy a la compra; adiós, hijo. + +--Y a misa, ¿verdad, mamá? + +Ella, sonriéndole cariñosamente, se limitó a decir: + +--¿Qué mal hay en ello? + +--En eso, nada; pero, oye, mamá. Anoche tuve una agarrada con Tirso: la +cosa había de suceder, y llegó. Supongo que te habrá hablado de ciertos +proyectos que intenta, relativos a papá: puedes imaginar el efecto que +producirían. Contén a mi hermano, imponle cordura, porque estoy +dispuesto a todo. + +No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la +tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella +calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente +sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera. + + + + +XIX + + +«Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que +no nos vemos, y rabio por reñir contigo. Tonto, tonto mío, ¿pensabas que +no había yo de saber averiguar tus penas para compartirlas? El chico te +habrá dicho, seguramente, las preguntas que le hice y cómo me contestó. +Estoy persuadida de que todo te lo ha contado. No puedes figurarte la +gracia que me hizo su desinterés. ¿Me perdonas que soborne a tus +_servidores_? Yo, en cambio, no te perdonaré tu falta de franqueza. Haz +cuenta que estás a mi lado y que te hablo muy seria. ¿No hemos repetido +ambos hasta la saciedad que debíamos sernos leales? Pues no merece +perdón que por desconocer mi cariño me hayas ocultado las contrariedades +que te ocasiona tu hermano. Está bien, _don Reservado_; quiere decir que +no me importa lo que te agrade o enoje. ¿En qué puedes fundar el no +haberme dicho que trabajabas en una imprenta desde que te viste +obligado a dejar la carrera? Me has dicho algunas veces que tu posición +y tu género de vida no te han permitido tratar ni conocer a fondo +señoritas de esas a quienes el no tener que pensar en nada serio hace +frívolas y vanidosas. ¿En qué consiste, pregunto yo ahora, que no +habiendo podido conocerlas me confundes con ellas? Seamos francos: el +temor a que me pareciese demasiado humilde tu trabajo, el recelo de que +fuese vanidosa, te han hecho callar, y resulta que el vanidoso eres tú. +Como nada de lo que yo te diga puede enojarte, me arriesgo a todo: ¿fue +vergüenza lo que sentiste al pretender ocultarme que te obligó la +necesidad? ¿Sabes cómo se llama _eso_? Falsa vergüenza, una cosa muy +parecida a la soberbia. Sí, Pepe; soy más leal que tú: me tienes +ofendida. Dices que me quieres porque soy buena, y has sido capaz de +suponer que podía hacerme _mal efecto_, así, clarito, lo de trabajar en +una imprenta. Nunca se te caen de los labios _la distancia_, _la +desigualdad_, y qué sé yo cuántas tonterías más: sólo te las perdono +porque imagino a veces que son pretexto para que esté contigo cariñosa. +¿Ves cómo el cariño todo lo interpreta bien? Basta de esto, porque no +quiero parecerte pesada; y conste que me conoce mal quien suponga que +el obrar bien pudiera hacerle desmerecer en mi ánimo. Ahora, deja que me +goce en llamarte tonto. ¡Buena ocasión perdiste de ponerte romántico! +Queda demostrado que el amor propio es en tí más fuerte que el amor +verdadero, y que yo, la _señorita_, como me llamas en esas bromas que, +por lo visto, tienen un gran fondo de verdad, soy mucho más sincera y +menos vanidosa, y te quiero con toda mi alma y te querré siempre, porque +me has engañado con tus zalamerías, haciéndome creer que eres distinto +de los demás hombres. Tengo ganas de verte para decirte todo lo que se +me viene a la boca. ¡Lo menos pensaste que volvería despreciativamente +la cabeza, sin saludarte, si por casualidad te viera salir de la +imprenta! No lo digo por esto del saludo; pero no sabes tú de lo que es +capaz una mujer cuando sabe querer. ¡Ojalá no fuese rica! + +Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro +palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu +situación, aunque sé por experiencia que esas gentes demasiado devotas +hacen desgraciado a cualquiera. En mi familia está el ejemplo: la +Condesa de Astorgüela, que es una parienta nuestra lejana, tiene +oratorio en su casa, gasta un dineral en cosas de iglesia y, a sus +hermanos, que están casi en la miseria, no quiere darles una peseta. En +cambio acaricia la pretensión de que los demás sean rumbosos, y quiere +que papá regale o malvenda a unas monjas un terreno que posee fuera de +la Puerta de Bilbao. No puedes imaginar las recomendaciones y empeños +que andan buscando. ¡Figúrate! ¡A papá con esas! Papá dice que la de +Astorgüela es muy mala y que la devoción la hace peor. Yo no me atrevo a +tanto, porque alguna religión hay que tener; pero tampoco me gustan las +exageraciones. Lo triste sería que tu padre tuviese algún disgusto por +culpa de tu hermano. + +Adiós, orgulloso mío, no te quejarás de la reprimenda, ni de que escribo +poco. Tuya, siempre, siempre, + +PAZ.» + + * * * * * + +»Como si lo viera. En cuanto leas lo que te digo, te pones a hacer +consideraciones sobre lo raro y lo novelesco de que yo... _en mi +posición_, quiera a un hombre como tú. ¡Hasta que te cure la tontería, +no he de parar! ¿No dicen que el amor es ciego? ¿No pude enamorarme de +un pillo? Pues me ha dado por quererte a tí, que eres bueno, y asunto +concluido. + +Ven pronto a verme, porque Papá habla de ir esta semana al distrito, y +por no dejarme sola en Madrid, puede que me lleve. Será cosa de pocos +días.» + + * * * * * + +Realizose el viaje que anunciaba Paz, no sin que antes la viese Pepe, +disipando en la primera conversación con amantes palabras el débil enojo +que en ella produjo su reserva; y luego de partida con don Luis, como se +prolongara la excursión bastantes días, cruzaron los novios varias +cartas, una de las cuales decía así: + +«Adorada Paz: + +El cariño que me demuestras es, por la sinceridad que lo avalora, mi +única alegría. Fuera de esto, cuanto me rodea y toca es causa de +disgusto. ¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer +una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o +está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de +alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje +misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia. Mis padres, mi +hermana y Tirso (ya me repugna llamarle hermano) parecemos sujetos a +influjo extraño a nuestra voluntad. La conducta de Tirso es +inconcebible. Su obstinación en reformar la familia es igual a la +conformidad que en otro tiempo demostró para estar alejado de nosotros: +antes, como sino existiéramos; ahora, todos hemos de ser santos; es +decir, todos no, porque conmigo no se atreve. + +El resultado es que me da muy malos ratos, y aún los espero peores, pues +la cosa ha sido muy de prisa. + +Mamá está dominada por Tirso, papá enteramente acoquinado, y su +carácter, vencido por la enfermedad y los sufrimientos, va +convirtiéndose en una apatía de que sólo a ratos le saca la rabia del +dolor. Ya no hay medio de ocultarle que en casa existe una guerra peor +que la del Norte. ¡Si papá me dejase, plantaba a Tirso en medio de la +calle sin ningún miramiento! No veo otro remedio al mal. Me contengo +porque, si lo hiciera, mi madre nos daría la gran desazón: es increíble +hasta qué punto parece identificada con él; pero no me cabe en la cabeza +la idea de que nos abandonara por seguirle. Supón lo sensible que me +será admitir semejante posibilidad. Pues aún hay, sin embargo, otra +cosa más triste: el dominio que Tirso ha logrado ejercer sobre ella, no +es ascendiente de hijo, sino influjo de cura. En cuanto a Leocadia, +parece haberse desarrollado en ella una indiferencia, un egoísmo de que +nunca la creí capaz. Ambas se levantan casi al amanecer, van a misa y, +aunque no vuelven tarde, como al salir meten ruido y despiertan a papá, +resulta que éste, no pudiendo recobrar el sueño, se desespera hasta que +vienen a darle el desayuno. Antes, todo cuidado les parecía poco para +él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre, +con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la +amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso +majaderías por el estilo. A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla +a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una +barbaridad. A la hora de comer y antes de la cena dicen las dos sus +oraciones, algunas veces hasta con latinajos (¡figúrate lo que +entenderán ellas!), y por la tarde, si hay en cualquier iglesia función, +ya las tienes con la mantilla puesta. Todavía no se han atrevido a irse +las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando. En la +conducta de mi madre, al menos, se nota cierta sinceridad; pero +Leocadia va a la iglesia porque ha hecho el descubrimiento de que ve +gente y la ven y se distrae: habla de iglesias cursis y de iglesias +elegantes, como si se tratara de teatros, y critica los trajes de las +Vírgenes como si fueran amigas suyas. + +El doble resultado de todo esto es que la tranquilidad no es ya fruta de +mi huerto, y que, además, los viajes a la casa de Dios van dejando la +mía sin barrer. El celo mimoso y lleno de pequeños cuidados con que +antes se atendía a mi padre, es hoy prisa por acabar pronto de servirle +y correr a lo que Tirso recomienda. En fin, temo que, sin provocación ni +desafío por mi parte, cuando llegue Tirso a comprender el imperio que +tiene en la casa, trate de ponerme en el disparador. Por supuesto, que +no adivino lo que se propone. A juzgar por algunas cosejas que compra, +debe tener cuartos; pero ni un céntimo gasta para nosotros: sabe que yo +llevo el peso de la casa y, sin embargo, parece como que quiere hacerme +saltar de ella. Repito que no lo entiendo; pues en cuanto a convertirme, +primero me hace rajas. Excuso decirte que lo que él llama conversión es +la entrada en el dominio de la imbecilidad: su devoción es de lo más +ramplón que puede darse. Lo peor de todo es que mi padre empeora +rápidamente. Ahora quiere el médico emplear con él la hidroterapia, lo +cual saldrá caro; pero yo he dicho que todo se hará, aunque hayamos de +vender hasta las sillas. Tirso dice que esas son novedades de la +ciencia, que antes no se conocían tales cosas y que no por ello dejaban +de curarse los enfermos. En cambio ha logrado que mamá dé una peseta +todos los meses para no sé qué hermandad o cofradía de la _Limosna de la +Luz_, y otra para unas escuelas católicas. El día que abra yo la puerta +al cobrador, le echo rodando por la escalera. + +Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te +quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo +para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo, + +PEPE. + +¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el +distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia? No +quisiera sentar plaza de pegajoso y, sin embargo, deseo que don Luis me +necesite para poder verte y hablarte. Escríbeme mucho.» + + + + +XX + + +Don José comenzó a empeorarse, y con sus molestias, que iban diariamente +en aumento, arreciaron los gastos. + +En un principio determinaron la dolencia la vida sedentaria, la +desmedida codicia en el comer y su natural plétora sanguínea: luego vino +el dormirse fácilmente en cualquier parte, el echar vientre y digerir a +duras penas, acentuándose la repugnancia a todo esfuerzo físico. Con +este desorden en el organismo, manifestó cierta volubilidad de carácter, +completándose el cuadro del que los médicos dicen estado artrítico, amén +de otros síntomas que llaman sucios, hasta que por fin estalló la +enfermedad, fijándosele el dolor en un pie, que se le puso hinchado, de +color rojo y con las coyunturas muy sensibles. El primer acceso fue +violento en extremo: posteriormente, al acostarse, en seguida conciliaba +el sueño; pero al poco rato despertábale la rabia del dolor, tardando +algunas horas en recobrarlo; repitiéndose estos exacerbamientos hasta +que, posesionado el mal de ambos pies, quedó el infeliz postrado y +sujeto a pasar los días de la cama a la butaca, y de ésta a aquélla. Al +carácter agudo del padecimiento siguió el crónico; los ataques perdieron +en intensidad, ganando en duración; tuvo fiebre, y en lo sucesivo raro +fue el día que pasó medianamente. Con tal situación, cuando mayores +cuidados y atenciones pedía el enfermo, coincidió el enfrascarse doña +Manuela en cosas de la iglesia, y ella, antes tan compasiva y solícita, +fue, sin darse cuenta, pecando de olvidadiza y negligente, sin mostrar +mala voluntad; pero el resultado era el mismo que si la tuviera. A pesar +de estar su vista cansada por los años, emprendió la tarea de bordar un +paño de altar para regalo a la parroquia, y mientras tenía caladas las +antiparras y la aguja en la mano, aunque su esposo la llamara, tardaba +en acudir. El darle las medicinas a hora fija quedó supeditado a más +santas atenciones, y comenzó a molestarla el escuchar quejidos, por +antojársele muestra de poca esperanza y ninguna resignación. Don José se +devanaba los sesos, sin lograr explicarse aquella trasformación ni +acertar cómo pudo Tirso trocar tan pronto en beata a la que nunca fue +devota, siendo lo peor del caso que no le dio la piedad por el amor al +prójimo, ni por arreciar en el cuidado de su casa, sino que miraba el +hogar y la familia como objetos inferiores. No decía palabra contra las +necesidades ordinarias de la vida, ni renegaba de la materia, ni +ensalzaba la superioridad de lo ideal sobre lo terreno, mas claramente +se veía germinar en ella la semilla dejada caer por Tirso. + +Lo más extraño fue que, de exageradamente limpia, se hizo algo +desaseada, como si alguien la hubiese convencido de que nadie debe +atender primero al lavado del cuerpo que a la pulcritud del alma. Por +último, todo gasto le pareció exorbitante y, cuando el médico habló de +hidroterapia y en la casa de baños dijeron que llevar a domicilio un +aparato necesario costaba un duro por cada viaje, fue de opinión +contraria al remedio, tronando por vez primera contra las _invenciones +de ahora_. Delante de Pepe se contenía cuanto le era posible; pero ya +toleraba de mala gana cualquier broma que trascendiese a incredulidad; y +como el estado de las cosas por aquel tiempo hacía que todas las +conversaciones fuesen a caer en la guerra, y hablar de ésta era hablar +del clero, doña Manuela oía con disgusto a su hijo y su marido, cuando +el primero alardeaba de republicano y el segundo de progresista a la +antigua. Bastaron unos cuantos meses, trascurridos desde la llegada de +Tirso, para que le repugnase ya escuchar ciertas conversaciones: a veces +hasta intentaba oponerse a ellas con tonterías de marca mayor, por +hablar de lo que no entendía. + +Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias +de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo +contra el absolutismo y la lucha civil; Pepe, después de comer, +permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que +el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el +hijo. Don José conservaba el vigoroso arranque del antiguo partido +progresista; Pepe, prematuramente escéptico, dado a violencias, como +quien siendo joven está ya harto de traiciones, proponía a los males +públicos remedios más enérgicos. En cuanto al modo de terminar la guerra +civil, estaban conformes: había que concluirla, no por pacto, sino por +fuerza de armas. Tirso, si les oía, procuraba contenerse; mas algunas +veces le era imposible disimular, y sintiéndose ya fuerte, terciaba en +la conversación, mostrando, no simpatía tibia, sino ardor de sectario +por la causa del absolutismo. + +El año anterior, cuando la guerra franco-prusiana, había comprado Pepe +un mapa, barato, en el que seguía con alfileres y banderitas las marchas +de ambos ejércitos: don José, por distraerse y llevado de la atención +con que consideraba el duelo entre la revolución y el carlismo, repitió +el entretenimiento. Mandó a Pepe que colocara en la pared una carta +geográfica de toda la parte superior de España y, a cada parte de la +_Gaceta_, a cada nueva de lo que ocurría en los campos de batalla, iba +marcando los lugares ganados o perdidos por los soldados del ejército +liberal o las huestes del Pretendiente, con lo cual Tirso hallaba +justificado motivo para comentar noticias, atenuar triunfos y exagerar +derrotas, según quien salía victorioso. + +El estado de España era a la sazón desconsolador. El país se había +convencido de que, si el carlismo no contaba con elementos para vencer, +tenía los bastantes para ensangrentar la mitad del territorio de la +patria. En los comienzos de 1873, las partidas alzadas en armas eran +pocas; pero aumentaron pronto. La insurrección de Vizcaya no inquietaba; +el carlismo aragonés veía fracasar su intento en Santa Cruz de +Nogueras, y los castellanos parecían difíciles de arrastrar; mas ya +había fatales indicios de que la lucha sería ruda. Un jesuita amenazó +con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, +habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a +toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y +llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro. La frecuencia con +que el ejército liberal mudaba generales y los errores del Gobierno +central, servían de sarmientos a la hoguera: apenas pasaba día sin que +entrara de Francia algún jefe insurrecto; Navarra era un volcán; +asaltábanse los trenes de viajeros, y un cura famoso inauguraba la larga +serie de sus repugnantes maldades. Madrid, en tanto, servía de asilo a +_comités_ o juntas fomentadoras del levantamiento, y la misma libertad, +combatida en los campos a balazos, era en la Corte aprovechada +impunemente por el bando faccioso. Tirso, como si todo esto le alegrara, +comenzó a mostrarse satisfecho sin disimulo y arrogante sin cautela: +diríase que en la lucha jugaba algo su interés y que, por extraña +aberración, veía más fácil el moralizar a su familia según se iba +desquiciando la patria. Por fin, manifestó desembozadamente sus ideas; +dijo con franqueza que era carlista y, cuando su padre leía o hacía que +le leyesen noticias de la guerra, tomaba parte en los comentarios, +oponiendo cálculos a cálculos y versiones a versiones. + +Los informes de Pepe procedían generalmente de las imprentas donde se +tiraban extraordinarios y hojas volantes de periódicos, que mentían con +frecuencia: las nuevas de Tirso tenían origen desconocido; pero, a +veces, se anticipaban a las oficiales, eran más exactas o llegaban a +confirmarse, acusando todo que el manantial en que las bebía era bueno; +con lo cual Pepe fue convenciéndose de que su hermano frecuentaba gentes +directamente interesadas en los acontecimientos, y corroborándose en la +idea de que el viaje de Tirso fue el desempeño de una misión más o menos +importante, pero indudable. Ya estaba explicada su actitud anterior. Los +primeros días de su estancia en Madrid temió ser descubierto, y no salió +a la calle sino una sola vez y ya de noche; visitole luego un caballero, +y desde entonces se mostró más abierto y franco, como si aquellas +visitas le quitaran peso de encima; por último, perdió el miedo, y +juntamente dio a entender su satisfacción por la marcha de los sucesos +y la influencia ejercida en el ánimo de su madre. + +Esto último no pudo permanecer oculto a don José; pero respecto a la +sospecha de ser Tirso agente subalterno de los carlistas, nada quiso +decir Pepe a su padre, convencido del disgusto que había de +experimentar. Harto comprendía él que las luchas políticas, por rara +excepción, tienen hoy el infame privilegio de enconar las divisiones de +familia; mas no se le ocultaba que para el viejo y entusiasta partidario +del progresismo, para el admirador de los que pusieron término a la +primera guerra civil, sería triste pesadumbre saber que un hijo suyo, +hecho clérigo a hurtadillas, era agente y servidor de los _facciosos_. +Don José no lo conjeturaba todavía: su curiosidad estaba despistada por +el empeño de saber cuál había sido el objeto del viaje. + +--Tirso es carlista--decía hablando con Pepe--ya no lo oculta: pero, ¿a +qué diablos habrá venido? + +--Se me figura que a pretender: querrá ser canónigo, y como parece +vanidoso, no nos dirá nada por si no logra su objeto. + +--Lo que más me duele es que está trastornando a tu madre. Esta mañana +han ido las dos a confesarse y han vuelto a las diez: total, que me han +dado la medicina muy tarde y no puedo comer hasta dentro de hora y +media. Y mira, mira, como anda todo. + +Pepe miró en torno suyo. Sobre el aparador estaban, aún sucios, los +platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa +veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su +derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada +y sin repasar. + +--En cambio--prosiguió el viejo señalando a la pared--llueven estampas. + +Tirso había comprado una cromo-litografía de la Virgen de Lourdes con +marco de moldura dorada, colocándola encima del retrato de Espartero. + +--Esto--dijo Pepe--sería sencillamente ridículo si anduviésemos sobrados +de dinero: teniendo tan poco, me parece falta de juicio; pero allá él. + +--No, hijo, no; ¡si lo ha pagado tu madre! veintiocho realazos... ¡y +luego vociferan que el agua de Vichy es farsa moderna y que la +hidroterapia sale cara! + + + + +XXI + + +Las gentes a cuyos manejos obedeció el viaje de Tirso a Madrid, le +mandaron que esperase órdenes en la corte, y él entonces pensó en +utilizar algunas de las amistades que, a la sombra de su misión, +contrajo con gente de sotana, logrando entrar en una iglesia, donde, a +título de suplente, ganaba algo, aunque poco. Un obispo y un ecónomo +fueron los protectores, merced a cuyo valimiento pudo actuar en una +parroquia, no sin que algunos capellanes se disgustaran, temerosos de +que, a la larga, les quitara el pan: otros, en cambio, por simpatía, o +conocedores de lo mucho que podía quien le recomendaba, hicieron buenas +migas con él, y uno de éstos, viejo achacoso, que tenía fama de avaro, +le cedía frecuentemente su puesto en ocasiones lucrativas. Malas lenguas +murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a +pesar de lo cual, de cada entierro _de primera_ le quedaban a Tirso +veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en +ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que +repartir algunas misas. Pero lo que él ambicionaba era tener sermones, +que uno con otro le salían lo menos a dos o tres duros, suponiendo que +fuera cierta la calumnia antes apuntada. El primer sermón que pronunció +hizo poco efecto a sus nuevos compañeros; todos dijeron que olía a +pueblo: con el segundo le ocurrió lo mismo, y en vista de ello determinó +estudiar los ajenos para perfeccionar los propios. De allí a poco le +tocó uno, y entonces desplegó toda su energía. + +Había él notado que, por aquel tiempo de amenazas revolucionarias, no +parecía a los devotos buen sacerdote el que no se aventuraba algo en el +terreno de las alusiones políticas; y como todo era menos tímido, se +lanzó a pisarlo, decidido a no resultar menos celoso defensor de la +Religión. Preparose durante varios días con libros que consideró del +caso, leyó al Padre Larraga y al jesuita Roothaan, consultó varios +sermonarios de Santander, Eguileta y Pantaleón García, hizo acopio de +frases sabias, citas de los Santos Padres y hasta de figuras retóricas, +escogiendo tropos, hipotiposis y apóstrofes que dieran color a sus +períodos, después de lo cual fijó el tema de la oración, fundándola en +aquellas palabras famosas: _Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo +que es del César._ + + * * * * * + +Como la cofradía que pagaba la función era de gente adinerada, la +iglesia estuvo brillante. En el atrio, inmediato al puesto de una +florista, habían colocado el cajón de la rifa piadosa, cuyos premios +eran un canario enjaulado, dos sortijeros de cristal, un castillete de +cartón-piedra para juguete de niños y una Virgen metida en un fanal que +parecía farol: dos viejos coloradotes y rollizos expendían las +papeletas, y una mujer que allí cerca tenía su canastilla de estampas y +escapularios les miraba de reojo, como mercader pobre a traficante rico. +De esta mujer decían lenguas pecadoras que lo que más provecho la dejaba +no era manejar los alicates con que hacía rosarios de alambre y cuentas +de vidrio, sino el servir de cobejera entre damas y galanes. Junto a la +casa de Dios varios mendigos extendían las mugrientas manos, y cuando no +pasaba gente se insultaban con el más desvergonzado vocabulario, que +trocaban en quejumbrosos ayes si alguna señora vieja se detenía a leer +los cartelillos de triduos y novenas. + +El altar mayor, en que ardía un bosque de velas simétricamente +colocadas en sus gradillas, semejaba pirámide de llamas temblorosas, y +el talco de los floreros de mano brillaba como plata puesta al sol. Dos +angelotes de talla dorada sostenían el templete donde estaba de +manifiesto el Señor, ceñido por los resplandecientes rayos de la +custodia, envuelto en la neblina del incienso y adorado por la +muchedumbre. En lo más alto del retablo había un astro de oro, y en su +centro un pichón blanco. El altar era todo claridad: la luz del mundo +parecía refugiada en la Santa Mesa. Las capillas laterales, los rincones +quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un +grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura +las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las +cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse +en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita. +Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera +del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y +de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer +de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el +cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que +tocaba en la calle el brindis de _La Traviata_. Desde lo alto de los +retablos churriguerescos, las estatuas de talla, troncos convertidos en +santos por el arte, parecían mirar con lástima a la gente arrodillada, +cuya apretada masa promovía ruidos en que se mezclaban el caer de las +sillas, el crujir de las sedas, la plegaria de unos y el refunfuño de +otros. + +Ya se había rezado el Rosario. Al comenzar la Salve rompió el órgano en +formidable trompeteo, y empezaron los cantores. La voz del tiple era +chillona y femenina, la del bajo ronca y apagada; el barítono cantó un +solo que parecía de personaje celoso en ópera italiana. De pronto el +órgano sofocó sus quejas con variadas modulaciones, ya acentos dulces, +ya rugidos estentóreos: unos instantes aquello era regalo del oído, +otros estruendo ensordecedor, hasta que de improviso las notas parecían +quedar flotando en el aire, como aves perdidas, cuyo graznido +desapacible continuaba imitando la canturía ronca de algún cura falto de +aliento. Los muros estaban cubiertos con paños de damasco rojo galoneado +de oro, que, como grandezas deseosas de humillarse, caían casi hasta el +suelo de ladrillos polvorientos, y por bajo de la verja del presbiterio +veíanse hincados de rodillas, con su cirio y escapulario, varios fieles +que de rato en rato se relevaban, formando incesante guardia de honor al +pie de la pirámide de llamas, en tanto que los sacerdotes, dando ejemplo +de piedad, se persignaban rápidamente al pasar ante los altares. Sólo +turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados +y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el +mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura +irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con +los ojos a la novia. En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa, +golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque +metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo +devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia +humana. El olor de la cera, el aroma del incienso y la aglomeración de +gentes, viciando la atmósfera, promovían inspiraciones largas, suspiros +de desasosiego, movimiento de inquietud. En los bancos de alto respaldo +había algunas personas dormidas. Otros fieles, haciendo abstracción de +la fiesta, se postraban ante altares distintos. En uno de ellos, cuatro +gradas cubiertas de encaje sucio y un pedestal de pintura +descascarillada, adornado con cabezas de angelitos, servían de trono a +una Virgen de tamaño natural, envuelta en rico manto de terciopelo negro +entrapado de polvo, sobre cuyo pecho brillaba un corazón de hojadelata +atravesado por siete espadas de lo mismo: en cambio el rostrejo y la +corona eran de plata. Al lado opuesto estaba Jesús, clavado al leño del +martirio, hermosamente desnudo, caída la cabeza sobre el pecho, manando +sangre la lanzada, rígidas las piernas, sebosas las rodillas, porque en +ellas se apoyaba el monaguillo al subir para encender, y envuelta la +cintura en un paño rojo con lentejuelas de oro, indigno adorno de tan +venerable figura. Una vela torcida goteaba sobre los pies de la +escultura sus lágrimas de cera, y el débil resplandor verdoso de una +lámpara de vidrio, medio apagada, enviaba estertores de luz a la divina +faz. A pesar de la profanadora faldilla, el aspecto de la imagen era +imponente: el cadáver del Dios de la Caridad parecía dominar aquel +conjunto ridículo de flores de trapo, candelabros sucios, estampas +chillonas, tallas barrocas y pantorrillas de cera. Al examinar el +templo, se notaba que todo lo demás estaba vivo o expresaba vida: el +único muerto que había en la Iglesia era Cristo. + +Llegado el momento del sermón, salió Tirso lentamente de la sacristía y, +acercándose hasta el altar mayor, oró unos instantes de rodillas, +sosteniendo el bonete entre las manos cruzadas sobre el pecho, que +llevaba cubierto por el blanco y rizado roquete. En seguida subió al +púlpito, que era como una jícara grande pegada a la pared, y después de +arrodillarse nuevamente y pedir otra vez al Altísimo gracia y santidad +de inspiración, empezó persignándose y recitando un Ave María. + +El exordio fue breve, y luego, sin cuidarse mucho de reglas ni +preceptos, entró de lleno a narrar, para comentarlo, el episodio en que +Cristo dijo: _Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del +César_. + +Su lenguaje era siempre llano: cuando quería elevarse le faltaban +palabras, y al buscar naturalidad, caía en lo vulgar y tosco. Tuvo +instantes en que, olvidándose del plan trazado, las ideas acudieron en +tropel a su imaginación y las palabras se agolparon a sus labios en +frases exentas de unción sagrada, faltas de poesía y desnudas de +belleza. Tenía prisa por llegar a mostrar su ardor en defensa de la fe. +Por fin, en la _recopilación y exhortación_ su piadosa ira tendió las +alas, y entonces le salieron los párrafos a su gusto. + +--«Sí, hermanos míos--decía--muchos servicios debemos al país, a la +nación, al Gobierno y las autoridades, porque no exige nuestra Santa +madre la Iglesia que renunciemos en absoluto a la vida social, aunque es +mejor la vida del apartamiento religioso; pero hay que andarse con +cuidado en lo de la obediencia. ¡Bueno fuera que por servir los +intereses de este mundo ofendiéramos al Padre, o al Hijo, o al Espíritu +Santo, a la Santísima Virgen, o a cualquiera de los Apóstoles y Santos +que nos han señalado el camino de la perfección, que es como un sendero +espinoso a cuyo fin hay un gran jardín, que es la gloria! Debemos ser +obedientes al César, pagar contribuciones y gabelas, ser soldados y +marinos para mayor esplendor de esta nación cristiana, que tan mal anda +desde que vaciló en la fe: mas nuestro deber de cristianos es antes que +los demás deberes. Pues qué, amados míos, ¿hemos de contribuir para que +se emplee nuestro dinero contra nuestra conciencia? ¿Pediremos al Señor +ánimo para el trabajo, y su fruto será para escarnecerle? ¿Queréis que +sirvan nuestras riquezas o jornales para que los malos gobernantes +paguen suntuosos embajadores que adulen a los carceleros del Santísimo +Pontífice, que apacienta el rebaño de Cristo desde su lecho hediondo de +paja en un calabozo del Vaticano, antes trono de su preponderante +sabiduría? ¡No, y mil veces no, hermanos míos! Seamos, si es preciso, +como aquellos mártires que desafiaban a los procónsules romanos, y ya +sabéis que estos procónsules eran como ahora los gobernadores civiles. +¿Y hemos de ser soldados para servir de ornato y servidumbre a ministros +impíos, para obedecer a sacrílegas Asambleas que decretan la asquerosa +libertad de conciencia? + +¡Ah, y con cuánto dolor de corazón, con qué santa indignación los que +aman a Dios oyen hablar de esas infamias! Mas la paciencia del justo es +luego ira terrible, y el cordero se hace sañudo tigre, que dicen las +famosas palabras del Santo. + +¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A +la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que +luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su +corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las +guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque +somos malos y nos olvidamos de Él. Y cuando esto pasa, no es +impunemente: que si a la piedad se la escarnece, si a la religión se la +pisotea, ¡ah! entonces ya no hay nada que dar al César, sino que hasta +la sangre debe emplearse en servicio del Señor. ¿No nos da Él la suya +diariamente en el convite celestial, en el manjar eucarístico? ¿Seríamos +capaces de negarle nuestra miserable sangre? + +Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no +maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia: +ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe. Supimos los +españoles expulsar al moro, desterrar al judío, vencer al turco; +destruimos al protestante en Flandes; arrojamos de aquí a los franceses +ateos de Napoleón; purificamos, con fuego, de herejes nuestra propia +tierra, y ¿no seremos hoy capaces de sojuzgar a los que traen semilla +del infierno en ese contubernio nefando que llaman matrimonio civil, en +esa crápula moral que llaman libertad religiosa? + +¡Qué pena, hermanos míos! ¡qué dolor! Estamos en plena Revolución; es +decir, como Job en el basurero, llenos de toda suciedad. ¡Aquí es el +rechinar de dientes y crujir de huesos! + +La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros, +porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen! +¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner +fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas. +Esta es la libertad de cultos. Ya veis, amados oyentes míos, cómo no +siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo. + +Sean nuestras almas del Señor para que su cólera no nos parta por la +mitad, y atendámosle a Él antes que a nadie. ¿A quién obedeceríais +primero, a un guardia municipal, o al Rey? al segundo, ¿no es verdad? +Pues el César es el guardia municipal, y el Rey es Dios nuestro Señor, +pero Rey de Reyes y Emperador de Emperadores. Elevad los corazones, que +tiemble la oración en vuestros labios, que se agite, como humo inquieto +la fe en vuestros pechos para que el Señor nos conceda ver acabadas la +podredumbre del liberalismo, la masonería, las persecuciones de la +Iglesia y las desdichas de sus venerables ministros, y para que acaben +las fatigas de los que luchan por la fe en cualquier terreno, porque +entonces podremos gritar: _¡Pueblos esparcidos por el Universo, +palmotead, manifestad con millares de gritos de alegría la parte que +tomáis en la gloria de vuestro Dios en el día de su triunfo!_ Yo diré a +vuestro corazón, con el Profeta: _cuasi tuba exalta vocem tuam, et +anuntia populo meo scelera eorum_. Orad, y ahorraréis lágrimas a la +Esposa del Cordero; haced que todo el mundo rece en vuestras casas por +los que están sepultados en el profundo sueño del pecado, _dormiebat +sopori gravi;_ por los que voluntariamente se han hecho sordos a las +inspiraciones divinas, _sicut aspidis surdæ et obturantis aures suas_. +Sí, amados hermanos míos, orad a María en todas sus advocaciones, tan +buena es una como otra, todas son mejores y dulcísimas; porque si +oramos, _las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia._» + +Mientras bajaba lentamente del púlpito estalló en la iglesia rumor de +muchedumbre inquieta, y de los labios de los fieles salió un murmullo de +aprobación. En seguida, todos comenzaron a salir, ansiosos de +sustraerse, a pesar de su devoción, a la pesada y sucia atmósfera del +templo. Las puertas vomitaron negras oleadas de gente que, al +desparramarse por las aceras, respiraba con delicia el aire puro de la +noche, y en pocos momentos la ancha nave quedó vacía. Algunos exaltados +elogiaban el sermón. + +--Es un padre nuevo. + +--No le conocía. + +--Ni yo: ¡qué valiente ha estado! + +--Es de los finos. + +--¡Ojalá hubiera muchos así en los pueblos! + +Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el +predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto +modo. + +--¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga! + +--Ha estado Vd. un poquito fuerte. + +--Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún +atropello. + +El párroco calificó aquello de imprudencia. + +Tirso se marchó solo, contentísimo, pisando recio, llevando alta la +cabeza, como si creyera que las gentes habían de señalarle con el dedo y +mirarle con asombro. En su casa no dijo nada. + +Aquella noche, el nombre del Padre Tirso Resmilla era conocido en todos +los centros clericales de Madrid. + +A los tres días, Pepe, leyendo un periódico, dio con el siguiente +suelto: + + «El púlpito sigue convertido en tribuna por los enemigos de las + instituciones liberales. Hemos oído asegurar que en una de las + principales iglesias de Madrid se ha pronunciado anteayer un + violento sermón, una verdadera excitación a la guerra civil. La + opinión exige que, si el hecho es cierto, las autoridades tomen + cartas en el asunto. El clérigo que se ha propasado esta vez, + parece ser el Padre R..., casi desconocido, por haber llegado a + Madrid hace poco tiempo. Veremos qué resultado ofrece esta milésima + edición de semejante atrevimiento.» + +Pepe comprendió que el Padre R... era su hermano, y profundamente +disgustado, hizo que Millán averiguase la verdad del caso preguntándolo +en la imprenta de aquel periódico, y al mismo tiempo revisó +cuidadosamente los demás que había de leer su padre, decidido a evitarle +la desazón que pudiera acarrearle la noticia. No temía que Tirso se +vanagloriase de la hazaña en su propia casa, pero podían ir a prenderle, +o acaso una fracción de la prensa insistiera en pedir su castigo. + +El resultado de las gestiones de Millán confirmó la sospecha de Pepe: +el regente de la imprenta donde se tiraba el diario que dio la noticia, +dijo que el predicador de que se trataba era don Tirso Resmilla, quien +abandonando su curato de un pueblo del Norte, había venido a Madrid, +pocos meses atrás, como persona de confianza para los elementos +realistas de la diócesis a que pertenecía. + + + + +XXII + + +Había en Madrid por aquel tiempo, en uno de los barrios extremos, una +casa que rompiendo la línea de fachadas contiguas, parecía apartarse del +trato de las gentes. Tenía por delante un pequeño jardín con verja; +aislábala por detrás un ancho patio con cuadras y cocheras, y a derecha +e izquierda la limitaban una pared medianera y fuertes tapias a una +calle poco frecuentada. Formaban el jardín tres o cuatro mezquinos +recuadros de flores vulgares, las enredaderas enroscadas a la verja, y +varias acacias, cuyas fornidas ramas ocultando casi por completo los +balcones, oponían a la curiosidad una cortina impenetrable. Las +persianas estaban continuamente caídas y las vidrieras se abrían rara +vez, sin que nunca sonase dentro cantar de criada ni piano de señora. +Era una casa falta de voces y de ruidos, triste, callada entre los +clamores vecinos, ajena a cuanto la rodeaba, como hecha adrede para +retiro de dama romántica o escenario de novelescas aventuras. Una +campanilla, colocada en la verja del jardín, daba aviso cuando entraba +alguien y, según quien fuese, lo anunciaba el portero tocando otra +campana en el portal. Un tañido para Hermana de la Caridad o Hermanita +de los Pobres, dos para fraile o clérigo, tres para dignidad +eclesiástica: a los simples mortales les anunciaba de palabra un criado, +y gracias si se quitaba la gorra. Señal de dar limosna los sábados o +fiestas no se veía ninguna, pero por privilegio envidiable tenía la +finca oratorio donde se rezaba misa cuotidianamente y, si acaso pasaban +por la calle alguna Minerva o el Dios chico, lucían los balcones grandes +y blasonadas colgaduras. Durante el día menudeaba el campaneo del +portal, indicando que eran muchas las visitas de gente religiosa: por +las tardes la dueña, ya entrada en años, salía a paseo en coche +modestamente vestida, con aspecto humilde y luciendo en una muñeca, a +modo de pulsera, un pequeñísimo rosario de oro y perlas. El carruaje, +cómodo y anticuado, llevaba en las portezuelas corona condal; el cochero +y el lacayo, como haciendo juego con el portero, tenían facha de +cantores de iglesia, y la dama, siempre enlutada, con trazas de poco +limpia y gesto uraño, semejaba una sacristía hecha mujer. Llegada la +noche, escapábase de alguna ventana rumor de preces dichas en común, y +antes de las diez quedaba todo cerrado, sin que hasta el día siguiente +volvieran a cruzar sombras tras las vidrieras, ni se escuchase ningún +ruido. Para ser tenida por convento, era la casa demasiado mundana; para +morada de seglares, parecía monasterio. De ambos caracteres participaba; +pues la Condesa hacía vida casi monjil y extremadamente rigurosa. En +todo tiempo se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar _maitines_ +y _oración por los agonizantes_, tornando a acostarse hasta las nueve, +que oía misa, rezada por su capellán; a las doce _angelus_, antes de +almorzar; por la tarde lecturas piadosas, _vísperas, cinco llagas_, +recepción de visitas honestas y paseo en coche; antes de comer un rato +de meditación en la capilla, y después de la comida otro _rosario, +letanía_, y _recomendación del alma_: a las nueve y media se acostaba. +De bailes y reuniones, nada: de teatros muy poco, y sólo a obras cuya +moral nadie hubiese puesto en duda. Confesaba dos veces por semana y +recibía la sagrada comunión todos los domingos. + +Una criada, despedida de la casa porque el rigor del ayuno la hizo +blasfemar de Dios y hurtar en viernes de cuaresma restos de solomillo +fiambre, propaló por el barrio noticias muy curiosas, según las cuales +la Condesa de Astorgüela revelaba empeño de rescatar con la penitencia +lo mundano de su vida pasada. Mucho alardeaba de humilde y descuidada +para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la +más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos. Sus pies +calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en +perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese +ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un +primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana, +solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes. La tal doncella +desmentía, además, ciertos excesos de piedad atribuidos a la dama: sus +actos de penitencia consistían en no tomar nada, aunque lo desease, +fuera de horas, abstenerse de algún bocado sabroso, escoger, por breve +rato, asiento incómodo y hasta estar unos minutos puestos en cruz los +brazos: pero era falso, según la pecadora sirvienta, que la Condesa +usara cilicio bajo el corsé de raso, ni que tuviera costumbre de llevar +por voluntaria molestia alguna china en los zapatos, antes al contrario, +se calzaba exquisitamente; ni que durmiera los viernes con una astilla +entre las sábanas, ni que hiciera en el suelo cruces con la lengua. En +cambio, insistiendo en los restos de coquetería, la Condesa, a solas en +su tocador y alcoba, desplegaba consigo misma aquel mimo y esmero que +sólo observa la mujer cuando se emplea, aunque honestamente, en el dulce +servicio del amor. De modo que, por las señas, la Condesa de Astorgüela, +lo mismo podía ser una gran dama arrojada por el desengaño a los brazos +de la Religión, que una hipócrita de alto rango, o las dos cosas a la +vez. + +Su rostro parecía arrancado de un lienzo de Mengs o de Van Lóo. Una +hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de +diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca, +esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la +corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de +elegancia e ingenio. La edad de la Condesa era un misterio, para ella +triste, para los demás engañoso; pero todavía la quedaban encantos que +desplegar cuando al caer la tarde venían a pedirla consejo algunos +amigos devotos y, como ella, dispuestos a la defensa de intereses +sagrados. + +Tal era la Condesa de Astorgüela relacionada con el alto clero, bien +quista de la nobleza, influyente en el ánimo de ciertos nobles chapados +a la antigua y deseosa de atraerse a todo aquel que despuntara en el +servicio de la tradición y la piedad, deseo que la inspiró grande afán +de conocer a Tirso apenas supo el valiente celo que demostró en el +sermón famoso. Ella misma le escribió así, de su puño y letra, y en +papel timbrado con su escudo: + + _«La Condesa de Astorgüela la Real saluda respetuosamente al + capellán don Tirso Resmilla, rogándole se sirva visitarla para + encomendarle una buena obra.»_ + +(Y abajo el día y hora de la cita, con las señas de la casa.) + +Sorprendido Tirso agradablemente, consultó con el cura que le cedió el +sermón si debía asistir al llamamiento, y la respuesta avivó su +impaciencia. + +--No deje Vd. de ir, compañero; esa señora es una potencia. + +Con lo cual a la hora marcada se presentó en casa de la Condesa, que le +recibió en un espacioso gabinete seriamente alhajado donde a vueltas de +mucha severidad había detalles que acusaban a la mujer elegante. Cubría +las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles, +tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la +alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de +cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una +mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados, +reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada. +Tirso echó una mirada a los lomos de los libros: eran lo más hermoso y +literario que ha dado de sí en el mundo el sentimiento religioso: +_Imitación de Cristo_, de Kempis; _La perfecta casada_, de Fray Luis de +León; _La vida devota_, de San Francisco de Sales, y el _Tratado de la +tribulación_, del P. Rivadeneyra. Sólo tres obras de arte adornaban la +estancia: una admirable copia del _Cristo_ de Velázquez; otra de la +_Dolorosa_ de Tiziano, y ante uno de los balcones, destacando sobre el +claror del hueco, una escultura fiel reproducción del _San Francisco_ +de Alonso Cano. Cuanto allí había acusaba extraña mezcla de elegancia y +piedad. + +Alzose de pronto una cortina y entró la Condesa, a quien Tirso saludó +respetuosamente: ella se sentó en una butaca pequeña, de espaldas a la +luz, y el cura, obedeciendo a una indicación, ocupó un asiento cercano +puesto frente al balcón; de suerte que la fisonomía de Tirso quedó a +merced de las miradas de la dama, y el rostro de ésta no tan visible +para él, que estaba como irresoluto y cortado. El traje de la de +Astorgüela era sencillo y negro, de un negro brillante y nuevo, junto al +cual pardeaban la sotana y el manteo de Tirso. + +--Lo primero--comenzó ella--pido a usted mil perdones por mi +atrevimiento: debía haber procurado esta entrevista de otro modo, pero +deseaba que honrase Vd. mi casa y quería que hablásemos a solas; ante +todo, para felicitarle por su elocuencia y su rasgo de valor... + +--Señora, yo agradezco tanto... pero la verdad, no creo merecer... + +--Sí; merece Vd. que le feliciten todos los corazones cristianos. +Alcanzamos tiempos en que la energía en defender lo bueno y lo santo +debe alentarse; y yo, aunque valgo poco, he tenido empeño en conocer a +usted para apreciarle mejor. + +Estaba asombrado, sin adivinar a qué venían tal llamada y tan afable +recibimiento. + +--¿Le sorprende a Vd. mi osadía,--prosiguió adivinándolo la +Condesa--verdad? pues aún va a extrañarle más otra cosa que voy a +decirle, y sobre la cual le encargo la más absoluta reserva. + +--Aseguro a Vd. que me desviviré por servirla, si juzga que puedo serla +útil. + +--No se trata de servirme, señor Resmilla, sino de servir a la Religión. +Pero, ante todo, debo advertirle que no me era Vd. enteramente +desconocido. Mi posición, mis buenas relaciones, mi influencia, puedo +decirlo sin vanidad, me tienen al corriente de muchas cosas... y no +ignoro el objeto de su venida de Vd. a Madrid. + +--Yo, señora, mi viaje... + +--Esté Vd. tranquilo. Soy de las que animan y alientan cuanto se +proponen _ustedes_. Está Vd. en casa de una amiga. Y ahora diré a Vd. +que nada de _eso_ me es ajeno, y que tengo costumbre de honrarme con la +amistad de los que se consagran a tan glorioso servicio, es decir, que +aunque sólo fuera por esto, le hubiera llamado a Vd.; pero es el caso +que, además, vamos a tratar de otro asunto. + +--Mande Vd. + +--Usted tiene un hermano que está en relaciones amorosas, honradas, por +supuesto, con una señorita, casi parienta mía, que se llama María Paz de +Ágreda... + +--No lo sabía... o, mejor dicho, ignoraba quién era ella. + +--Yo, en cambio, sé mucho más. El padre de esa señorita es un caballero +bastante rico, que, por cierto, no ha educado a la niña como debiera; +pero esto no hace al caso. Lo importante es que Vd. va a prestar un buen +servicio a intereses sagrados. + +--Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi hermano? + +--El padre de esa señorita Paz posee cerca de los Cuatro Caminos, fuera +de la puerta de Fuencarral, unos solares, lindando con los cuales está +edificando su nueva casa una comunidad, que acaso todavía no conozca +usted, y que el vulgo ha comenzado a llamar las _Hijas de la Salve_. +Pues bien; esta hermandad desea comprar parte de la tierra que es +propiedad de don Luis, a lo cual se niega él resueltamente: todos los +esfuerzos, todos los ofrecimientos han sido inútiles. + +--¿Y qué puedo yo en el asunto? + +--Mucho: piense Vd. que se trata del servicio de una fundación +religiosa... Vamos a concretarnos a lo esencial. ¿Está Vd. dispuesto a +favorecer los deseos de los que protegen a esa comunidad? Responda Vd. +francamente. + +--Sí, señora, si realmente se trata de una comunidad religiosa. + +--Hace Vd. bien; las cosas claras. Vamos a otro punto. ¿Tiene Vd. medios +de hacer que su señor hermano influya en el ánimo de la niña, para que +ésta a su vez procure que su padre deje de ser hostil al +engrandecimiento de la comunidad? + +--No, señora; no tengo medio alguno para lograrlo; y ya que Vd. me honra +buscándome para una cosa tan de mi gusto, quiero ser leal con Vd. Mi +hermano y yo estamos medio reñidos: es liberal, ateo, en fin, está +dejado de la mano de Dios. Cuando yo llegué a Madrid a vivir con mis +padres, encontré la casa en un estado... impiedad, olvido de lo más +sagrado... Yo quise... + +--No se moleste Vd. en contármelo: estoy enterada de todo. + +Tirso, con los ojos desmesuradamente abiertos por el asombro, preguntó: + +--¿Entonces?... + +--Se trata de saber si, a pesar de todo eso y contra los obstáculos que +se presenten, se decide Vd. a servirnos. + +--¡Eso sí! pero ignoro cómo. + +--Si su hermano de Vd. se casara con esa señorita..... si nosotros lo +facilitáramos..... + +--No hay que pensar en ello, señora. Mi hermano es un fanático +descreído; a su falta de fe llama convicción honrada: sería capaz de +echárselas de mártir de sus ideas y renunciar a la chica antes que +aceptar el trato. + +--¿Está Vd. seguro de esa energía? + +--¡Ojalá no lo estuviera! + +--Piense Vd. que nos sobrarán medios, toda clase de protección. + +--Imposible. + +--Entonces habrá que tomar otro camino. Es preciso averiguar si esa +señorita está realmente enamorada de su hermano de usted, y necesitamos +poder calcular lo que ella haría viéndose abandonada por él. + +--No entiendo lo que Vd. se propone. + +--Hablaré sin rodeos, señor Resmilla. Si el novio se allanara, y sería +lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el +terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, _nosotros_ +haríamos la boda. + +--Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible. + +--En tal caso, hay que colocar a la pareja en condiciones de ruptura y +conseguir una de estas dos cosas: que ella imponga a su padre su +voluntad, es decir, la _nuestra_, o que, desengañada del amor, piense en +dichas más puras, en vida más tranquila. + +--Comprendo. + +--Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el +Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de +una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer +las _Hijas de la Salve_. + +--Perfectamente. + +--Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer? + +--Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a +ella. + +--Eso es expuesto. Si está enamorada de veras, corremos dos peligros muy +grandes: primero, la dificultad de separarles; y segundo, que si su +pasión no es verdadera, al perder éste se arroje en brazos de otro amor. + +El cura no pudo contenerse. + +--Señora, ¡cuánto sabe Vd.! + +--Crea Vd., señor Resmilla, que para servir a Dios hay que pensar en +todo. Vamos, ¿qué le parece a Vd.? + +--En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir bien a esa +criatura. + +--¿Quiere Vd. encargarse de ello? Piense usted que se trata de una +verdadera obra de caridad y que, además, las _Hijas de la Salve_ no +olvidarán lo que Vd. haga por ellas. + +--Yo no hago nada interesadamente. + +--Me lo figuro; pero toda buena obra trae consigo su recompensa. En fin, +piénselo usted. + +--¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa +comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo +soy así. + +--No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una +institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego. + +--Pues delo Vd. por pensado: acepto. + +--¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su +hermano? + +--Avisaré cuando lo considere oportuno; pero me parece que yo me lo +trabajaré todo. + +--No olvide Vd. que lo esencial es la ruptura. + +--Espero que la conseguiré. + +Al llegar aquí Tirso creyó oportuno poner gesto triste, y dando a la +voz acentos de amargura, dijo: + +--¡Ah, señora! ¡Si Vd. pudiera apreciar la pena de mi corazón al +comprender que las ideas de mi hermano disculpan... hasta justifican, +que yo tome cartas en este asunto! + +La Condesa, ya en pie, como despidiéndole, sonrió ante aquel inesperado +afán de atenuar la índole del pacto, y repuso: + +--Es doloroso que no se pueda hacer el bien sin estos rodeos; pero, ¿qué +remedio? señor Resmilla, así lo quieren los tiempos. Quedamos en que +convencerá Vd. a esa señorita; después, en fin... allá Vd. + +Despidiéronse en seguida, y salió Tirso a la calle hondamente +preocupado, por muchas razones. Aquella señora fue para él un enigma +vivo: sabía el motivo de su viaje, alardeaba de influyente, habitaba un +palacio y tenía aspecto de reina. ¡Qué maridaje tan extraño formaban en +ella el trato mundanal y la piedad! Parecía la encarnación de lo profano +puesta al servicio de lo divino. Por supuesto, estaba decidido a +servirla contra su propio hermano, contando con la ayuda de Dios. ¿Acaso +no triunfaba en los demás propósitos que formó? Su madre había entrado +de lleno en el buen camino, y su hermana había renunciado al devaneo +con Millán. + +Tirso recordaba las palabras de la Escritura: _Desaparecerá el impío +como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por +siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los +impíos perecerá._ + + + + +XXIII + + +Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de +milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía +que le inspiraba el cura. Pateta era madrileño, legítimo descendiente de +aquellos liberales que cuando niños rodeaban en apretada turba las +charangas militares para oír el _Himno de Riego_, y que de hombres +alzaban barricadas contra la tropa, fraternizando con ella después de +batirse unos y otros como fieras. Sólo dos bienes poseía: juventud y +valor, y ambos los puso al servicio de la libertad, porque +instintivamente le pareció buena aquella aspiración que tanto entusiasmo +despertaba: vio alistarse como milicianos a sus compañeros de imprenta, +les imitó, y de aquí el vistoso uniforme con leopoldina de plumero que +parecía un gallo desmayado, el pecho lleno de trencillas y la corneta +presa entre cordones rojos, con los cuales arreos rechazaba en formación +o revista al más amigo gritando: «¡atrás paisano!» Su indignación cuando +Tirso le dijo: «¡quita de ahí, mamarracho!» fue espantosa; mas como +Pateta no era malo, su propósito de venganza no pasó del deseo de +jugarle una mala partida: no ambicionó causarle daño, sino rabia; no +sería la suya venganza, sino truhanada. Los sucesos facilitaron su +intento. + +Por aquellos días se temía un movimiento de los absolutistas sobre +Estella, y Pateta, al salir una mañana de la imprenta, estando ya cerca +de la calle de Botoneras, oyó pregonar _el extraordinario, con la +derrota de los carlistas_, grito que acto continuo le sugirió la forma +de su proyectada desazón al cura. Todo consistía en gastarse dos cuartos +en el papel y subir a dar la grata nueva a don José: era la hora del +almuerzo, y Tirso, que estaría allí, tendría que tragar la píldora. + +A los cinco minutos de imaginarlo entraba Pateta en el comedor, donde, +terminado el almuerzo, conversaba la familia tranquilamente antes de que +Pepe marchase a su trabajo; doña Manuela y Leocadia estaban doblando el +mantel, don José haciendo pitillos y Tirso hojeando un libro. En la +pared, por bajo de la estampa religiosa que compró Tirso, se veía el +mapa de las Provincias Vascongadas y Navarra, en que don José iba +marcando la situación de las tropas. Cuando quería ver por dónde andaba +tal o cual columna, hacia dónde estaba situado este o aquel pueblo, le +descolgaban el cartón del mapa y le daban una cajita con las banderitas +que el pobre señor se hizo, por vía de entretenimiento, con alfileres y +papelitos de colores: las había blancas para los carlistas y moradas +para el ejército, por decir don José que este era el color de las +antiguas libertades castellanas. + +--¿Qué hay, Pateta?--preguntó el viejo. + +--Pues nada, señor; que como hace tantos días que no venía y pasaba por +ahí cerca, dije: vaya, voy a subir a ver si se les ofrece algo, o si +_quién_ ustedes que haga cualquier _recao_. + +--Nada, hombre, gracias: sigo lo mismo, yo lo mismo. + +--Y como sé que le gusta a Vd. leer los papeles que salen, y he oído +pregonar el que van vendiendo ahora, lo he _comprao_. + +--Trae, trae, a ver. + +Pepe tomó el extraordinario, y después de pasar por él rápidamente la +vista, dijo: + +--Esto no tiene relación con lo que se esperaba sobre Estella; pero les +han pegado una buena zurra. Verá Vd. (leyó): + +«Extracto de los partes oficiales recibidos hasta la una de la madrugada +de hoy en el Ministerio de la Guerra: + +_Provincias Vascongadas y Navarra._--El capitán general comuni...» + + * * * * * + +--Salta, hijo, salta eso. A ver lo importante. + + * * * * * + +--«Comunica que en Aya fueron cogidos a las facciones de los curas Orio +y Santa Cruz 800 fusiles _remingthon_, 300 de varios sistemas, cajas de +municiones, pólvora, piezas de tela, provisiones y papeles; no pudiendo +detallar las pérdidas del enemigo, que pasan de 50 los muertos y hasta +200 prisioneros y presentados. De nuestras tropas, cinco muertos del +batallón de Barbastro, uno de la Princesa y 14 heridos. Entre los +muertos de los carlistas había un cura, y entre los prisioneros otros +dos curas, uno de ellos herido.» + + * * * * * + +--Muchos golpes como ese hacen falta--dijo don José--una cosa parecida +ocurrió el año _de_ 48, cuando el brigadier Zapatero y el coronel Damato +desbarataron en Zaldivia y Amezqueta las partidas de Alzáa y Urbiztondo. + +--Los han _reventao_--añadió Pateta. + +Después el diálogo continuó sólo entre los hermanos. + +--¡Bah! ¿qué ha de decir el gobierno? Yo no hago caso de noticias +oficiales--dijo Tirso. + +--Yo sí: habrá alguna exageración, pero la paliza debe de haber sido +buena. + +--Otra vez me tocará a mí alegrarme. + +--Has podido regocijarte hace poco con el fusilamiento de los +carabineros. ¡Hasta chicos de diez y seis años! + +--Cosas de la guerra. + +--No. Salvajadas del fanatismo. + +--A eso dan lugar los enemigos de la fe, los que escarnecen la religión. + +--¡Ya salió a plaza la religión de nuestros mayores! No sé en qué +consiste, pero casi siempre que se comete una infamia de ese jaez sale a +relucir la religión. + +--Como que su defensa es el origen de la guerra. + +--Y así, a trabucazos, se hace propaganda de mansedumbre y caridad. +Ordenadas esas infamias por militares, no tendrían disculpa; ¡conque +figúrate siendo clérigos los autores! + +--Se miente mucho. + +--¡Desgraciadamente, hijo mío--interrumpió don José--no son +exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la +otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que +eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte +personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de +ojeador? el prior de la Calzada. Los carlistas atacaron el pueblo, los +nacionales se refugiaron en la torre de la iglesia, y entonces aquéllos +la incendiaron: un nacional que se descolgó por una ventana, pudo correr +al caer a tierra, pero le vio el prior y comenzó a gritar: _¡a ese +conejo que se escapa! ¡cazarle!_ y le mataron. Por supuesto, que el tal +prior era una fiera. Con pretexto de parlamentar se acercó a la torre, y +estuvo dando conversación a los sitiados hasta que los suyos arrimaron a +las puertas astillas y sarmientos: cuando estuvo encendido el fuego, +paró de hablar. Todos los que estaban dentro ardieron como estopa, y +cuando el prior oía el llanto de las mujeres y de los niños, decía el +muy bruto: _¡Bien templado está el órgano!_ + +--¡Parece mentira que crea Vd. esas paparruchas! + +--¿Y lo que está haciendo por ahí ahora ese cura, cuyo nombre es un +escarnio? + +--Ya tendrá él cuidado de no matar a buenos cristianos: sobre todo, +¿pensáis que se puede guerrear con _sensiblerías_? + +--No digas disparates, hijo; me moriría de pena si supiera que eras de +los clérigos que disculpan esas atrocidades. + +--Le gustarán a Vd. más los que se cruzan de brazos y dejan que les +persigan y conviertan las iglesias en cuadras y los altares en pesebres. + +--Eso no se ha hecho todavía--dijo Pepe;--pero, no te quepa duda, si los +curas siguen el camino que han emprendido, el pueblo confundirá a los +representantes con la cosa representada, y entonces... + +--Entonces lo destruiremos todo y no dejaremos vivo ningún liberal... +¡masones indecentes! + +Estaba ya fuera de sí; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio +a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en +sangre. Nunca le habían visto tan furioso. + +--¿Vais a reñir por política?--gritó doña Manuela. + +Pateta estaba arrepentido. + +Pepe, por evitar que la cosa pasase adelante, trató de bromear, +diciendo: + +--Vaya, hombre, cálmate; otro día puede que entren en Estella o que +asomen por Chamberí. + +Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció; +levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa, +trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo, +clavándolas en el papel con grosera violencia: + +--¡Sí! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí! + +Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y +Madrid quedaron conquistadas. Don José no se atrevió a chistar; Pepe +soltó una carcajada. + +--¡Qué fuerte te da! + +--¡Esta es una familia podrida!--prosiguió el cura--así estáis, así os +veis, necesitados, pobres, desamparados, dejados de la mano de Dios; tú, +trabajando en esa imprenta como un gañán, y Vd. _(dirigiéndose al +padre)_ ahí clavado en una butaca, con el castigo del Señor encima. + +--¡Hijo mío, líbreme Dios de suponerle tan mezquino que sea capaz de +castigarme con reuma por ser progresista! + +--¿Reuma?--exclamó Tirso, sonriendo bárbaramente.--¡Reuma! ¡No tiene +Vd. mal reuma! Gota, y de la fina, es lo que tiene usted. + +El infeliz escuchó con indecible espanto la brutal revelación. Primero +quiso incorporarse, sin saber a qué; pero no pudiendo sus manos +crispadas sostenerle en los brazos del sillón, cayó de golpe en el +asiento; luego miró estúpidamente en torno, y por sus mejillas +resbalaron dos lágrimas. + +A Pepe se le asomó el furor a los ojos; sintió impulsos de abalanzarse a +Tirso y destrozarle la cabeza a puñadas. La presencia de doña Manuela y +Leocadia evitó una cosa horrible; Pepe, conteniéndose al mirarlas, se +limitó a decir a su hermano, con la voz engañosamente tranquila, pero +llena de energía: + +--¡Vete! Soy capaz de matarte. + +--Lo creo--repuso el cura, procurando aparentar serenidad y dirigiéndose +hacia su cuarto muy despacio. + +--¡No!--le gritó Pepe--¡no, infame; a tu cuarto no, a la calle! + +Doña Manuela, que sin atreverse a proferir una sola palabra se había +interpuesto entre ambos, miró entonces a Pepe como no le había mirado +nunca, y con un vigor de que jamás dio señales en su vida, le dijo: + +--¡Basta! + +La expresión que adquirió su rostro desconcertó a Pepe: le repugnaba +creer que su madre hiciera causa común con Tirso. + +--Pero, mamá, ¿sabes lo que acaba de hacer? + +--¡Basta!--volvió a gritar ella con mayor imperio. + +Pepe no contestó a doña Manuela; pero, volviéndose hacia la puerta del +cuarto de Tirso, exclamó rápidamente, como si temiera mancharse los +labios con la palabra: + +--¡Víbora! + +Después, todos callaron. + +El viejo lloraba como un niño; Pepe, abrazado a él, con la boca pegada a +su oído, le decía en voz baja prodigios de cariño; doña Manuela salió +del comedor siguiendo a Tirso, y Leocadia empezó a recoger del suelo el +mapa y las banderitas, mientras Pateta, que estaba en un rincón aterrado +ante el conflicto que había promovido, se despidió de repente y salió +rencoroso contra sí mismo. + +--Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe?--decía +el enfermo. + +--No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia! + +Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a +molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que +doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste. Al caer la +tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo +ser el causante de todo. + +--No tengo nada que perdonarte: tú no has tenido mala intención: así, o +de otro modo, ello tenía que suceder. + + * * * * * + +Cuando por la noche volvió a su casa, todo estaba tranquilo; pero don +José, al empezar la cena, sufrió un acceso violento, y fue necesario +acostarle: Tirso hizo ademán de ir a coger uno de los brazos de la +butaca para conducirlo a la alcoba con Pepe, pero éste le contuvo con +sólo una mirada. Después, entre él y Leocadia, empujaron el sillón. +Estando ya en el lecho, don José sujetó a su hijo por el cuello, y le +dijo temblando, con voz apenas perceptible: + +--Hijo, por Dios, ¡sé prudente! ¡no hagas nada! tu madre... ha dicho que +si Tirso se marcha, ella también se irá. + +Durante la cena, a que el enfermo no asistió, los dos hermanos no se +dirigieron la palabra; Pepe estuvo con su madre y con Leocadia tan +afectuoso como siempre; ellas con él, frías y reservadas. Después se +encerró en su cuarto, sintiendo que el llanto se le agolpaba a los +ojos. + +Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su +hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el +amor de Paz le pareció una felicidad mezquina. + + + + +XXIV + + +Las _Hijas de la Salve_ eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas +y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las +cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral. La piedad +religiosa pareció acuñarse para sus manos: lo más elegante y rico de la +Corte les otorgó su apoyo. No había por aquel tiempo mujer devota ni +dama encopetada que dejara de visitarlas. Dos _hermanitas_ venían +diariamente a Madrid a recoger ofrendas, y como tenían la colecta +admirablemente organizada por distritos y barrios, se presentaban en +palacios y casas a hora conveniente. Sabían que tal señora no se +levantaba hasta la una, que tal otra era más madrugadora, que para +hablar a unas era preciso ir a medio día, y que algunas no recibían +hasta la tarde. La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante +las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en +determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que +la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de _lo mejor_ de +Madrid. También había casas donde un mayordomo, una doncella, y aun el +portero, eran los encargados de entregar la limosna, sin que las +recaudadoras se ofendieran ni dejaran de tomarla. Otra mina de donde +sacaban gran provecho para adornar su casa y acrecer sus rentas--que +eran casa y rentas del Señor--consistía en una hermandad educadora aneja +al convento. Las _Hijas de la Salve_, previa autorización eclesiástica, +habían hecho dos fundaciones que eran como ramas de un mismo y santo +árbol: la primera un colegio establecido en el convento, y la segunda +una asociación devota, calcada en la organización de ciertas cofradías, +pero con perfección suma. La asociación llamada _Limosna de la luz_ +tenía por objeto reunir, mediante modestas cuotas mensuales, fondos para +llevar diariamente, en nombre de los hermanos, determinado número de +velas de cera al templo donde se adorase a la Santísima Virgen en +cualquiera de sus advocaciones; pero como los asociados eran muchos y +pocas las velas necesarias, al cabo de cada mes quedaba en caja un +sobrante respetable, que se destinaba a misas por los hermanos difuntos, +funciones de iglesia, novenas, actos de desagravio al Señor por las +injurias de los impíos, ofrendas al Santo Padre y regalos a templos o +capillas pobres, que consistían algunas veces en objetos de metal para +el culto o donaciones para mejoras, pero que generalmente eran de ropas +sagradas. En un principio la hermandad lo compraba todo; mas como las +compras salían caras, la asociación estableció un pequeño obrador donde +recibía a las jóvenes que, hallándose sin trabajo, querían coser a menor +jornal que para tiendas o particulares: el obrador, pequeño, bien +dirigido y mejor administrado, trocose pronto en taller grande, de modo +que al año quedaron enlazados en sabroso nudo la piedad y el lucro, +viniendo a ser aquello una santificación del trabajo. Hacíase allí toda +clase de labores de aguja, desde lo más sencillo a lo más complicado y +primoroso. Se bordaba en blanco, en sedas de colores y en oro; el +planchado era admirable; los roquetes, albas, paños de altar, +sabanillas y almohadones para santos sepulcros, parecían obra de hadas; +los ternos, casullas, mangas y estandartes, eran verdaderos prodigios +artísticos; y como antes ocurrió que solía quedar un remanente de velas, +comenzó también a tener la casa en almacén más de lo que había menester +para sus obsequios. No se había de tirar. La administración dispuso que +pudiera venderse a bajo precio, con sólo cubrir gastos, y de esta suerte +se apretó un poco más el lazo de la Religión y el comercio. Al mismo +tiempo la hermandad _Limosna de la luz_ pensó que su bienhechora +influencia podía hacer algo mejor que poner velas en los altares, +regalar casullas o vender ropa barata para el culto: podía--¡oh +admirable hallazgo! ¡oh inspiración divina!--regalar almas al Señor. + +Hasta entonces no se había exigido a las obreras del taller sino buena +conducta y legitimidad de origen--porque no eran dignas de trabajar para +tan santo fin las ovejas descarriadas ni las hijas del pecado;--en +adelante se las exigió someterse a ejercicios piadosos, explicación de +la doctrina cristiana y asistencia a determinadas solemnidades en la +capilla del convento. Un maestro de música formó un coro de primer +orden, siendo cosa de oír--y todo el Madrid elegante se regocijó de +ello--cómo cantaban salves y motetes por las tardes las infelices que +pasaban trabajando todo el día. Algunas, a la larga, convencidas de la +bondad de la continua predicación a que estaban sujetas voluntariamente, +manifestaban deseos de entrar en las _Hijas de la Salve_: si su +habilidad con la aguja podía ser agradable a los divinos ojos y +beneficiosa al caudal común, se las admitía: en caso contrario, no +faltaba medio de negarse, resultando que, a despecho de los errores +humanos, como la casa contaba con la visible protección del cielo, todo +era en ella prosperidad. Los jornales de las que trabajaban nunca +subían; pero, en cambio, ¡qué alegría cuando alguna renunciaba al mundo! +Las señoras que protegían a las _Hijas de la Salve_ solían pagar el no +muy cuantioso dote necesario y el humilde equipo preciso. ¡Santa caridad +que sustraía doncellas a la circulación del pecado, evitando que +llegaran a ser madres de impíos! En vano fue que varios periódicos +revolucionarios y descreídos dieran la voz de alarma. El Madrid devoto +estaba entusiasmado: las _Hijas de la Salve_ y la _Limosna de la luz_ +hacían prodigios. Un día profesaba una rica educanda de pocos años, +desengañada del mundo; otro, una hija de familia se negaba a ir a pasar +el domingo con sus padres por adornar un altar; ya una señorita +manifestaba decidido propósito de acogerse al claustro; ya una de +aquellas pobres obreras pedía como favor supremo ser adoptada en +cualquier concepto por las santas Madres, Hermanas, o lo que fueran. + +Hubo casos notables. La hija de un caballero, viudo y muy rico, a los +ocho días de sacada del colegio por su padre, se escapó, volviendo a +refugiarse bajo el techo sagrado, sin que el infeliz señor pudiera +verla, porque ella misma le escribió, diciéndole que todo era inútil. +Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda--con +asombro de los materialistas--como herida por la nostalgia de la +devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El +padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las _Hijas de la Salve_ +eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial +podía oponérseles? No: aquel santo asilo de almas consagradas a Dios y a +la propaganda piadosa, no debían nunca verse sujetas a miserables +tributos, pesquisas de profanos malévolos ni vejaciones parecidas. + +La Condesa de Astorgüela era, según unos, desinteresada protectora de la +doble asociación; según otros, no más que un agente, a quien las _Hijas +de la Salve_ buscaron, sabedoras de su prestigio cerca de ciertos +elementos sociales, pagándola sus desvelos, amén de otros beneficios, +con otorgarla una gran autoridad en el que pudiera llamarse--sin +ofensa--consejo administrativo de la asociación. Tal era la índole del +piadoso instituto que ansiaba dilatar su pequeño reino en este mundo +adquiriendo una parte de la propiedad que, lindante con el convento, +tenía el padre de Paz Ágreda. + +La Condesa de Astorgüela, deseosa de proteger a Tirso, o acaso con +ulteriores miras, hizo que las _Hijas de la Salve_ le emplearan, +confiándole en compañía de otros sacerdotes la misión de dirigir las +prácticas piadosas y explicar la doctrina a las hermanas que formaban la +_Limosna de la luz_. ¿A quién podían elegir sino al ministro de Dios que +recientemente dio en el púlpito tan brava muestra de fervoroso celo? +Tirso entró en seguida en funciones, inundándosele el alma de alegría +ante el espectáculo de aquellas mujeres que, unas en continuo trabajo, +otras en perpetua oración, tenían puesta la mirada en el cielo y la +esperanza en Dios. + +Durante algunas semanas, Paz y Pepe se vieron poco; la clausura del +Parlamento hizo innecesarios al señor de Ágreda los servicios del +muchacho; mas sabiendo la niña que su padre hablaría en una de las +sesiones próximas, esperaba la apertura de Cortes con mayor impaciencia +que político de oficio; porque don Luis tenía propósito de que Pepe +buscara para él ciertos datos, lo cual significaba que el chico volvería +a frecuentar la casa con la asiduidad de antes. + +Llegó al fin la ocasión, y Pepe volvió a trabajar por las mañanas en el +_hôtel_ de la Castellana. + + * * * * * + +Era ya cerca del medio día. El balcón del cuarto de los libros estaba +abierto, las persianas caídas, y el sol, penetrando por entre sus +listones, formaba sobre la fina estera de junquillo un dibujo a rayas +blancas y negras. Las acacias del jardín proyectaban confusamente sus +movibles sombras en los muros: el silencio y las hileras de volúmenes, +colocados en los estantes como un ejército de ideas, parecían estímulos +del trabajo: Pepe, bajo pretexto de tomar apuntes, estaba preparando el +discurso de don Luis. Nada se oía: sólo el viento agitaba a veces el +ramaje de los árboles vecinos, obligándolo a chocar contra las +persianas; la luz intensa desparramaba su claridad hasta los rincones, y +sobre el paño oscuro que cubría la mesa, las cuartillas, unas vírgenes +de plumadas, otras ya escritas, atestiguaban de la laboriosidad de Pepe. +El discurso de don Luis prometía estar cuajado de datos interesantes y +ser denunciador de graves contradicciones en el criterio y conducta de +sus adversarios: el escribiente no podía dar al senador la elocuencia de +que éste carecía; pero, al menos, iba a ponerle en disposición de causar +efecto con la oportunidad de los recuerdos que despertase. Pepe había +leído que Girardín fundaba su oratoria en la demostración de la +versatilidad de los contrarios y, no pudiendo prestarle astucia ni +facilidad de palabra, procuraba que don Luis hiciese algo parecido. A +fuerza de revolver _Diarios de Sesiones_, discursos y periódicos, iba +reuniendo cuanto era aprovechable para que alardeara de memoria y +oportunidad. Había instantes en que experimentaba tristeza mirándose +convertido en agente de la notoriedad ajena; pero luego, considerando +que así se hacía útil, quizá necesario, al dueño de la mujer amada, y +que cuanto más le favoreciese más se acercaba a ella, redoblaba su +actividad y hacía prodigios para aguzar el ingenio. Acaso un día don +Luis llegase a apreciarle, aunque fuera por egoísmo: él se sentía con +fuerza bastante para fabricar la celebridad de aquel hombre a cambio... + +De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un +traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la +cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el +escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado +a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a +cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la +vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que +contrastaban con la blancura del traje. + +--Papá ha almorzado solo, porque tenía una cita, y no vendrá hasta las +tres:--dijo, tendiendo a Pepe la mano, que él retuvo un instante entre +las suyas. + +--Pues me voy. + +--¡No! Ya me he cuidado de decir que tenía yo que venir al despacho. + +--Me repugna esto de quererte a hurtadillas. + +--A mí también; pero, ¿qué remedio? ¡Está bueno lo que pasa! el riesgo +es mío y el miedo tuyo. + +--Si una imprudencia nos costara no volver a vernos, ¿quién saldría +perdiendo? + +--Yo, que te quiero con toda mi alma--dijo Paz con la mayor viveza. + +Callaron unos instantes: él tornó a cogerla la mano, por cima de la +mesa, sintiendo un placer tranquilo y grato, como si el calor que se +desprendía de su piel le llegase al alma sin pasar por el cuerpo, y +luego se levantó, yendo a ponerse de pie a un lado del balcón, más cerca +de ella. + +--No, no; anda a tu sitio. + +--Déjame a tu lado un minuto. + +--¡Cómo me gusta entrar aquí cuando estás trabajando!... Me parece que +ya eres mío. Los días que no vienes también suelo entrar alguna vez, +para fingirme que vivimos juntos... y estabas aquí... y que ibas a +volver en seguida. + +--¡Qué lejos está eso! + +--Mientras me quieras, no importa. + +--¿Sabes, Paz, que parecemos tontos? + +--¿Por qué? + +--Sí: tú, tonta; yo, malo. Nos estamos haciendo ilusiones: esto no puede +acabar bien. + +--¿Te gusta otra más que yo? + +--¿Y el tiempo? ¿Y tu padre? + +--Ni mi padre, ni los años, podrán separarnos. + +--Eso es muy bonito y muy romántico; pero la realidad se nos echará +encima, y ¡qué amarga! + +Pepe la había rodeado la cintura con un brazo. + +--Sí, ¿eh? quéjate ahora de la realidad--dijo ella, procurando +desasirse. + +--¿Te ofendes? + +--No; pero... no está bien. + +No estaba bien, pero lo toleró. + +Sus rostros quedaron tan cercanos, que los rizos de Paz le rozaban a él +la frente. La crucecita de oro que la niña lucía en el pecho, temblaba +con el movimiento de la respiración, y el viento suave, penetrando por +entre los listones de las persianas, parecía empeñado en empujar los +cabellos de Paz contra la cara de Pepe. + +--Cuando te tengo así--la decía oprimiéndola el talle--creo que me +quieres más, y daría la mitad de la vida por tener derecho a pasearte +como estamos ahora, así, del brazo, por las calles. + +--A mí me gustaría más estar solitos, sin que nadie nos viese. + +Se sentía languidecer, presa de una laxitud incontrastable, como flor +envuelta en una atmósfera muy cálida: el brazo y el aliento de Pepe la +abrasaban. Entonces él, sin prisa de ladrón, con verdadera calma de +dueño, fue aproximando lentamente los labios hasta besarla cerca de la +boca; y ella, en pago, sin voluntad ni fuerza para rechazarle, oprimió +la varonil cabeza contra su pecho. No fue beso robado, sino consentido +primero y agradecido luego. + +Al apartarse, Paz le sujetó las manos y, fijando en él los ojos, le +dijo, ansiosa de leerle el pensamiento en la mirada: + +--¿De verdad me quieres? + +--¡Ojalá estuviera tan cierto de que llegarás a ser mía como lo estoy de +mi cariño! + +Ella se quitó entonces un anillo de oro que llevaba entre otras +sortijas, y poniéndoselo a Pepe, le dijo, con la leal franqueza de quien +entrega el alma: + +--¿Entiendes? Tuya para siempre. + +Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce +que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas, +seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la +voluntad del otro. + + + + +XXV + + +Según Paz mostraba por lo enamorada mayor empeño en salvar la distancia +que les separaba, más parecía obstinarse la adversidad en desunirlos, +colocando a Pepe en peores circunstancias. + +Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del +Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos, +supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la +prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante. En vano procuró +don Luis de Ágreda su reposición: hiciéronle buenas promesas, pero no +obtuvo resultado; y como la pérdida del destino representaba en casa de +Pepe una falta de diez y ocho duros a fin de mes, la escasez mal +disimulada fue degenerando en franca e irremediable pobreza. Además, el +desorden que causaba doña Manuela con el olvido de todo lo casero era +cada día mayor: la misa por la mañana, las Cuarenta Horas y vela por la +tarde, el hacer o escuchar lecturas piadosas y el quedarse medio +dormida en una silla, a lo cual llamaba pomposamente meditación, no la +dejaban tiempo para nada. La cena, hecha con prisas al volver de la +iglesia, unas veces era mala, otras peor y, si Pepe, a causa del trabajo +de la imprenta, no venía temprano, doña Manuela, Leocadia y Tirso, en +vez de acostar al pobre viejo, se ponían a rezar el Rosario y la Letanía +con alguna oración de añadidura, como preces por los herejes o acciones +de desagravios; con todo lo cual quedábase don José preso en la butaca +junto a las vidrieras del balcón, mirando pasar gente, viendo encender +faroles y aumentar las sombras, sin oír palabra que le distrajese ni +frase que le consolara. Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas +con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle +frío, como entumecido. Si pedía que le comprasen periódicos, nunca +faltaba excusa: los pocos cuartos antes invertidos para entretenimiento +del enfermo en suplementos y extraordinarios, iban a parar ahora al +cajón de las ánimas, débil compensación, a juicio de Tirso, de lo +gastado en regocijarse con noticias contrarias a la buena causa. Además, +del armario en que estaban faltaron varias obras que don José estimaba +en mucho, por ser de esas que proporcionan el doble placer de recordar +el tiempo en que se leyeron y afirmar las ideas que inspiraron: +desaparecieron de la casa una _Historia de las Cortes de Cádiz_, la +anónima del _Reinado de Fernando VII_, las _Cartas a Lord Holland_, de +Quintana; una continuación al _Mariana_, escrita por Eduardo Chao; los +_Recuerdos_, de Alcalá Galiano y otro de Toreno. El expurgo debió ser +cosa de Tirso, y también la elección de cuatro o seis libracos que, en +sustitución de aquellos, tomó doña Manuela, como el _Método práctico +para hablar con Dios_, del jesuita Franco; el _Verdadero Sufragio +universal_, o sea _Pío IX y sus bodas de oro_; el _Interior de Jesús y +María_, el _Águila real, pelicano amante, historia panegírica del +ínclito San Agustín_, y el _Despertador del alma descuidada en el +negocio máximo de su salvación_. + +Otra obra tomó Tirso, guardándola para leer a solas; pero como Leocadia +le sorprendiera varias veces con ella en la mano, entró en curiosidad y, +observando que metía el libro en el cajón de la mesita de su alcoba, que +tenía llave muy chica, intentó y consiguió abrirlo con la de su +costurero. + +El deseado volumen decía en la portada: + +_Mechialogía; tratado de los pecados contra el sexto y noveno +mandamientos del Decálogo, y de todas las cuestiones matrimoniales, +seguido de un compendio de embriología sagrada (obra para el clero), por +Debreyne_. Muchas de sus páginas, y párrafos de otras, estaban en latín, +y lo escrito en castellano cuajado de palabras incomprensibles para +Leocadia; pero algunas frases que malvelaban lo que debe ignorar la +doncellez, excitaron su curiosidad. Aquello era un conjunto de +definiciones de pecados horribles, por ella nunca imaginados, +descripciones de vicios asquerosos a su castidad desconocidos, alusiones +a hechos absurdos, y advertencias estúpidas para precaver los delirios +de la más corrompida torpeza. El ansia de rebuscar pecados no respetaba +la ignorancia de la virgen ni la conciencia de la esposa, y los hechos +más naturales e inocentes de la vida servían de base a reflexiones que +excitaban groseramente los sentidos. Aquel libro buceaba en la +conciencia humana ávido de espectáculos repugnantes, y al hallarlos se +deleitaba en su análisis, como larva de corrupción que se revuelca entre +la podre: mal disfrazado, con frases piadosas y tecnicismos médicos, +cuanto en él había era perversión de lujuria. Unas cosas leyó Leocadia +con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases +que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada, +dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una +emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa. +Pero le quedó al libro el encanto de lo vedado, el aroma excitante de lo +prohibido, y una tarde volvió a entrar en el cuarto de Tirso para +hojearlo. La madre estaba en la cocina y el padre postrado en su sillón. +Llamaron a la puerta, ella no oyó nada, abrió doña Manuela a Pepe y, al +cruzar éste el pasillo, sorprendió a su hermana leyendo. El rostro de la +muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, +lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por +primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara. + +Pepe dudó entre devolver el cuerpo del delito a su hermano u ocultarlo +para que de nuevo no cayese en manos de Leocadia: por último, pensando +que Tirso, aunque lo echara de menos, no tendría el atrevimiento de +reclamarlo, optó por lo último. Además, cualquiera que fuese la +determinación que adoptara, comprendía que, si llegaba a tener un nuevo +altercado con Tirso, había de ser agrio, y esto le daba miedo: aún +sonaban en sus oídos aquellas palabras del viejo: «ha dicho tu madre +que si Tirso se va también se irá ella.» + +Entre tanto, la situación de la familia era cada día más angustiosa. Se +perdieron las escasas economías de don José; el descuento impuesto a las +clases pasivas mermó la jubilación, y la cesantía de Pepe fue causa de +que en la casa comenzaran a faltar medios para atender a cubrir +necesidades que anteriormente, aunque en cierta medida, no dejaron de +satisfacerse. La economía se trocó en privación; la comida, sana aunque +frugal, se hizo mala, porque era forzoso comprarlo todo más barato; y se +suprimió cuanto se asemejaba remotamente al lujo. El mayor regalo del +enfermo quedó reducido a tomar, de vez en cuando, un pedacito de +merluza, o a traerle para postre de la tienda inmediata dos onzas de +queso o bollos de a cuarto. Las botellas de agua de Vichy, a que estaba +acostumbrado, quedaron suprimidas, y en la hidroterapia no se volvió a +pensar. La tristeza de Pepe iba en aumento; unos recursos faltaban, +otros disminuían; con los objetos de algún valor que fueron empeñados no +había que contar, por haber vencido los plazos; pero lo peor de todo era +que el malestar de don José y la miseria, a cada momento más cercana, +dejaban fría, casi indiferente a doña Manuela y desesperada a Leocadia. + +Tirso continuaba dando gracias a Dios después de las comidas. + +Lo que más exasperaba a Pepe, era el abandono en que ambas tenían al +padre, pareciéndole mentira que fuesen las mismas mujeres, antes +solícitas en el cuidado hasta la exageración, siempre opuestas a todo lo +que fuese salir, ahora despegadas y ávidas de callejear. La vida de la +familia varió completamente: por las mañanas, don José, a no ser que +Pepe le levantara, tenía que esperar en la cama a que madre e hija +volvieran de misa, y luego aguantarse si se obstinaban en dilatar el +momento de la comida hasta que llegase Tirso; después, a media tarde, +marchábanse de nuevo, y ya no se las volvía a ver hasta la noche, sin +que Pepe se diera cuenta de en qué invertían tales ausencias. Era +imposible que permaneciesen tanto tiempo en la iglesia. Las mañanas que +iba él a casa del padre de Paz, tenía Leocadia que quedarse acompañando +al enfermo; pero doña Manuela, apenas levantada de la cama, desaparecía. +Pepe, desde que dejó por la cesantía de ir a la biblioteca del Senado, +dedicó las tardes a hacer compañía a su padre, y entonces comprendió +que su madre y su hermana habían roto todo lazo que las sujetase al +hogar. Don José no se quejaba; mas, para el cariño de su hijo, era +imposible la ocultación de su pena: en cambio no acertaba a explicarse +el fundamento del imperio que en ellas ejercía Tirso, y los medios de +que se valió para conquistarlo, pareciéndole absurdo que sólo la +devoción fuese la causante de tantas desventuras. Sus esfuerzos de +observación, su vigilancia, apenas descubrían detalles por los cuales no +era fácil adivinar nada: doña Manuela estaba completamente absorbida por +el cumplimiento de las prácticas religiosas; todo lo demás era a sus +ojos ocupación despreciable; pero aparte esto, nunca dio señales de que +otras atenciones distrajesen su espíritu. Leocadia ponía empeño en +acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho; +mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha. Por +fin, un día, estando recosiendo el mejor vestido que le quedaba, indicó +a su hermano tímidamente la necesidad de comprar tela para otro: Pepe, +antes por explorar su ánimo que por oponerse a sus deseos, la dijo: + +--Tendrás que armarte de paciencia: por ahora, es imposible complacerte +el capricho. + +--Es necesidad. + +--Pues igual que si no lo fuera. Ya sabes cómo estamos... + +--Saldré desnuda a la calle. + +--No: te quedarás en casa, y así harás compañía a papá. + +--Ya estoy cansada de miserias--replicó con gesto avinagrado, dando a +sus ojos una expresión de insolente desenfado que jamás tuvieron. + +--Pues ahora empiezan. + +--Veremos quién las sufre: tú eres el hombre de la casa... conque busca +el remedio. Si no... a mí no me ha de faltar. + +Pepe no pudo sufrir aquel lenguaje, enteramente nuevo en labios de su +hermana. + +--Pero, ¿eres tú quien habla así? ¿Se te ha podrido el corazón? + +--Vaya, vaya; menos _sensiblería_, y trae cuartos a casa, que eso es lo +que hace falta. + +Esta actitud de Leocadia, su exigencia, descaradamente manifestada, y +aquel despego junto con el afán de salir, hicieron sospechar a Pepe que +la manía devota fuese encubridora de próximos y mayores males. + + + + +XXVI + + +--Me había propuesto--dijo una noche en la imprenta Millán a Pepe--no +hablarte de ciertas cosas, porque me duele recordar lo pasado; pero es +necesario que sepas lo que te voy a contar, para que estés advertido. Si +no andas listo, a los disgustos de ahora tendrás que añadir otros, y de +peor índole. + +--¿Qué quieres decir? + +--Es necesario... que vigiles a tu hermana. + +--¡Millán! + +--No nos enfademos; ten calma. + +--¡Eso es despecho! + +--Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que +te conviene: si callo, tú serás quien salga perdiendo. Y me alegro que +hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho. + +--Habla pronto y claro. + +--Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, tú lo +viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he +procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me +ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me +había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca. + +--Y ahora, ¿qué pasa? + +--Me propuse que nosotros no riñéramos, y tú dirás si tienes queja de +mí... + +--Ninguna. + +--Y me propuse también no hablarte nunca de ella. Hoy lo hago, no por +Leocadia, soy franco; sino por tí. ¿Sabes dónde pasa muchas tardes? + +--Su madre se la lleva a novenas y fiestas de iglesia. + +--Y a otras partes. + +--¡Mira bien lo que dices! + +--No te atufes. A Tirso le ha hecho, no sé quién, capellán de una +cofradía, hermandad, o lo que sea, que llaman las _Hijas de la Salve_ o +la _Limosna de la luz_, no lo sé fijamente, y Tirso las lleva con mucha +frecuencia a las fiestas de la iglesia: hay capillas privadas, como hay +teatros caseros. Hasta aquí todo va bien; pero, de paso, ya sabes por +qué dejan a don José solo las horas muertas. Lo malo es que antes y +después de las funciones de iglesia se están allí ratos y más ratos, en +una sala donde las _hermanitas_ reciben la visita de las familias de sus +educandas, donde además venden la ropa de un obrador que tienen: +aquello es medio tienda medio sacristía, y allí va toda clase de gente. +Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las +oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo +diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus +nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la +tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la +labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto. Con las +señoras de la grandeza y las que quieren imitarlas, van allí algunos de +esos devotos que desgastan con las rodillas los ruedos de las iglesias +y, tras las mujeres, van señoritos elegantes a ver lo que se pesca, +¿entiendes? + +--Sigue. + +--Uno de esos señoritos está buscándole las vueltas a Leo. + +--¿Estás seguro de lo que dices? + +--¿Puedes suponer que me hubiese metido en esto si no lo estuviera? + +--¿Cómo lo has sabido? + +--Esa cofradía ha mandado imprimir unos reglamentos en casa de Lozano, +donde yo estuve ayer; él tiene _prisas_, me ha pedido que le hagamos +aquí la tirada, y con este motivo, estuvo hablándome de esas _Hijas de +la Salve_, y me lo ha contado todo. Lozano es hombre formal, incapaz de +mentir, y, vamos, son cosas que no se inventan. Él ha ido allí varias +veces y ha visto a Tirso, y a tu madre, y a Leocadia hablando, muy +entusiasmada con varios señoritos. + +--¿Y en particular con alguno? + +--No lo sé; pero ¿qué importa? No te hagas ilusiones; tu hermana es +honrada, todo lo que quieras... pero ya puedes figurarte lo que buscarán +esos caballeretes. + +Pepe quedó pensativo; involuntariamente se acordó de Paz, de la +desigualdad que le separaba de su amante y de que, sin embargo, aquel +amor no podía ser más sincero ni honesto. Lejos de ocultar a Millán sus +ideas, le dijo: + +--Y si yo hablo con ella, ¿qué caso ha de hacerme mi hermana? Puede +decirme que también yo estoy en amores con una mujer superior a mi +clase. + +--Calla hombre, no compares: ¡buena diferencia! La malicia está +generalmente en el hombre; y siendo tú como eres, tu novia es para tí +sagrada. Lo otro es distinto: la atacada es la parte débil... y, en fin, +con estar avisado y ser cauto, nada pierdes. Por interés mío no te +hablo: no he vuelto nunca a imaginar que yo pudiese tener nada con +ella. Además, ya sabes que _estoy_ con Engracia. + +--Tienes razón. + +--A estar yo en tu pellejo, lo primerito que hacía era prohibirla que +volviese. + +--Se arma en mi casa la de Dios es Cristo. + +--Pues chico, que se arme; pero pon remedio. + +--¿Tendrás medio de averiguar?... + +--¿Qué más quieres saber? ¿No te digo que andan tras ella sin que les +rechace? ¿que se ponen a charlar con ella en cuanto llegan? Por supuesto +que, según Lozano, la mitad de las señoras van allí a eso. En la puerta +hay una de carruajes que no se puede pasar, y todo son miradas, frases +cambiadas como al descuido, darlas el brazo hasta los coches, en fin, +como los domingos a la entrada de las iglesias de moda. + +--¡Y para eso dejan solo a mi padre! ¡Te juro que lo evitaré! + +Hablaron después de otros asuntos; pero Pepe no podía fijar en nada la +atención. Iban ya a separarse, cuando Millán le dijo: + +--Ahora voy a pedirte yo un favor. + +--Lo que quieras. + +--Me han propuesto un negociejo que me conviene. Se trata de ir a Ávila +para montar unas máquinas: cuestión de pasar allí unos días; estancia y +viajes pagados, y cuatro mil realitos. No sé aún cuándo será la cosa, +pero he aceptado. + +--¿Y qué puedo hacer yo? + +--Quiero que mientras yo esté fuera veas a Engracia con frecuencia, y +que si necesita algo se lo des; yo te dejaré cuartos... En fin, que sepa +yo lo que hace. ¡Está más guapa! + +--Corriente: haré eso y todo lo que me encargues. + +--Nada más: no tengo persona de mayor confianza que tú. + +Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al +cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi +llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz +de ahogar a Tirso entre las manos. + +El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de +pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena. +Cuando salió a la calle, el aire fresco le serenó algo; pero el bochorno +sufrido oyendo a Millán le pesaba en la memoria como el rubor de una +falta propia: unos instantes le agradecía el aviso; otros, casi le +guardaba rencor. La razón le dijo, al fin, que era más sensato lo +primero. Anduvo de prisa, impaciente por hablar en seguida con Leocadia, +y al llegar a su casa subió apresuradamente la escalera, sin saludar a +la encajera del portal, y tiró de la campanilla, que sonó hacia el fondo +del pasillo, sin que se oyeran pasos ni rozar de faldas contra las +paredes. Volvió a llamar, nervioso por la impaciencia, y nada, ni el +menor ruido: no abrieron. No era creíble que hubiesen dejado solo a su +padre: ¿qué ocurriría? Esperó unos minutos y tornó a tirar del llamador, +dando, además, con el pie en la puerta. Tampoco se oyó nada. Entonces +echó escaleras abajo, y llegó al portal a tiempo que la puntillera +terminaba de recoger su puesto para irse. + +--¡Jesusa!--gritó desde el último tramo--en mi casa no abren: ¿sabe Vd. +si ha sucedido algo? + +--Están fuera. + +--¿Todos? + +--Todos. + +--Pero, ¿y mi padre? + +--Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije +_ná_. La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro, +diciéndome que tuviera _cuidao_... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba +a cuidar! Si me hubieran _dao_ el picaporte... _quié icir_ que podría +haber subido por si el señor _nesecitaba_ algo. + +--¿De modo que está solo arriba desde las cuatro? + +--Cabalito. + +Iban a dar las nueve: hacía más de cuatro horas y media que el pobre +anciano estaba solo, como perro enfermo abandonado en un desván. Aquello +era ya demasiado. Pepe, procurando no perder la calma, a pesar del enojo +que le dominaba, sintió la necesidad de cerciorarse de que nada le había +sucedido a don José. Lo primero que se le ocurrió fue hacer saltar de un +bastonazo el ventanillo y llamarle, por tranquilizarse escuchándole +contestar; pero desde el sitio donde solían ponerle la butaca, junto al +balcón del comedor, era difícil que oyera: hablarle desde las ventanas +de los vecinos que daban al patio, también era inútil; y mientras +rápidamente lo concebía, la imaginación le presentaba a los ojos a su +padre postrado en la butaca, silencioso, triste, en cruel soledad toda +la tarde. Salió a la calle para buscar quien descerrajase la puerta, tan +excitado el ánimo contra su madre y sus hermanos, que casi deseaba no +verles llegar para que apareciese más justificado el tropel de ásperas +reconvenciones y palabras duras que se le venían a los labios. + +--_Mialos, mialos_, por donde asoman--dijo de pronto la puntillera. + +Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada, +llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano; +Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él; +Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de +primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se +adelantó al encuentro de su madre. + +--Se nos ha hecho un poco tarde--dijo ella, adivinando el estado de su +hijo. + +Él la quitó violenta, casi brutalmente la llave de la mano, tratándola +por vez primera sin miramiento, y penetrando en el portal echó escaleras +arriba. Abrió precipitadamente la puerta del cuarto y llegó al comedor. + +Don José estaba inmóvil en el sillón, oprimiéndose la frente con un +pañuelo ligeramente manchado de sangre: sobre una mesa inmediata había +una bujía y una caja de fósforos. Sin preguntarle nada, adivinó Pepe lo +sucedido: al anochecer debió intentar encender la vela, y al querer +alcanzar los fósforos, se cayó. El quedar la palmatoria y las cerillas +al alcance de su mano, demostraba en la madre y los dos hijos propósito +de regresar tarde, aunque esperasen llegar antes que Pepe; pero sucedió +lo contrario. La herida de don José era insignificante, mas la vista del +pañuelo manchado de sangre puso a Pepe fuera de sí. + +--Nada me sorprende de tí; eres cura--dijo encarándose con Tirso, al par +que examinaba a su padre la frente--pero, ¡vosotras!... + +--Hijo, no creí que fuese tan tarde. + +--¡Parece que ya no eres mi madre! Tú--añadió dirigiéndose a +Leocadia--no volverás a salir sin permiso mío. + +--Ordeno y mando. ¿Sin permiso tuyo? ¡Tiene gracia! + +Su voz tomó inflexiones de burla provocativa: Pepe, sin dejar de limpiar +con cuidado la poca sangre que don José tenía ya casi seca en el +nacimiento del pelo, repuso enérgicamente: + +--¡No! no saldrás sin permiso mío. Ya que es preciso, lo diré claro, +hablaré como nunca me habéis oído hablar. Las circunstancias me han +hecho jefe de la casa; cuanto aquí entra, lo traigo yo; yo soy quien +trabaja, quien se desvela porque no nos muramos de hambre, y no +consentiré que nadie, ¿oyes, Tirso? no toleraré que ningún extraño me +robe mi autoridad. Entendedlo bien... yo, con lo que gano, tengo de +sobra para mí; si no se me obedece, soy capaz de abandonaros a todos. + +A pesar de tener tan sorbida la voluntad por el cura, en una sola frase +resumió entonces doña Manuela los buenos sentimientos de Pepe, diciendo: + +--¡Eso sí que no lo creo! ¡eres incapaz de ello! + +Tirso creyó que podía oponer su autoridad a la de Pepe. + +--Y yo, ¿no soy el hermano mayor? + +--¿Tú mi hermano? Tú eres cura, y nada más. Quítate de delante, porque +me falta la calma... ¡Infames, maldita sea vuestra devoción y vuestra +iglesia! ¡Sois los ateos del cariño! + +En vano pretendió la madre acercarse: Pepe no lo consintió. Con agua de +una botella que había sobre el aparador, lavó al padre la frente y, +convencido de que la lesión no tenía importancia, se limitó a ponerle en +ella un trozo de tafetán; pero la ira no le salió del alma: comprendía +que, a dar el golpe un poco más fuerte, aquello hubiera sido una +escalabradura muy grave: doña Manuela no se atrevió a chistar: Leocadia +continuaba mirando descaradamente a Pepe. + +--¿Conque ahora mandas tú?--le decía con sorna--vaya, hombre, me alegro: +pon un bando en el pasillo. + +--¡No! No saldrás sino cuando yo quiera; y, sobre todo, no vuelves a +poner los pies donde has estado esta tarde. ¿Piensas que no sé a lo que +vas? Eres mi hermana, ¿lo entiendes? y antes de que pierdas la +vergüenza, seré capaz de ahogarte. + +--¡Uf! ¡qué miedo! Mañanita vuelvo si se me antoja... + +--¡Basta, hijos míos! Pepe, no te irrites--interrumpió don José con +acento débil--no volverá, yo la suplicaré que no vaya... y preparadme la +cena, que tengo mucha necesidad. + +Cenaron en silencio y Pepe acostó a su padre, sin querer ajena ayuda ni +cruzar con nadie la palabra: después se recogieron doña Manuela y +Leocadia. Cuando iba Tirso a entrar en su cuarto, le dijo Pepe: + +--Espera, tenemos que hablar: no es posible que continuemos así. + + + + +XXVII + + +La luz escasa de la lamparita, sucia y mal despabilada, iluminaba el +comedor, donde menudeaban las señales de incuria y abandono. Pocos meses +antes, los mismos objetos y muebles que allí había estaban limpios y +ordenados: ahora el polvo velaba las tablas del aparador, grandes +manchas de grasa afeaban las puertas a la altura de las manos, los +visillos blancos del balcón parecían grises, los cojines en que don José +apoyaba las piernas estaban medio destripados en el suelo, y el +mugriento hule que servía de tapete a la mesa mostraba descosidas y +colgando hasta la estera las tiras de su ribete de trencilla. Todo +indicaba que los ojos de la madre y la aguja de Leocadia prescindían de +lo que antes constituía su mayor desvelo; lo único limpio, nuevo y +reluciente que allí quedaba, era el marco dorado que compró doña Manuela +para la estampa de la Virgen. + +--¿Qué quieres?--preguntó Tirso--¿Vas a seguir echándolas de amo? Habla +y acaba pronto. + +Pepe, dominando cuantos resentimientos abrigaba contra su hermano y +dando tregua al encono, como si aún fuera posible devolver a la casa la +tranquilidad perdida, no hizo caso de aquellas palabras ásperamente +pronunciadas. + +--Óyeme, Tirso: vamos a ver si es posible que tengamos paz. Empiezo por +rogarte que me perdones cuantas frases desagradables me hayas oído desde +que llegaste a Madrid: todo lo que te haya molestado, como si no lo +hubiera dicho. + +--Bueno, ¿y qué? + +--¿Quieres prestarte a que vivamos todos en buena armonía? Por mi parte +estoy dispuesto a todo género de sacrificios. + +Las palabras de Pepe tenían acento de sinceridad, pero iban saliendo de +sus labios tardas, premiosas; hablaba como hombre que, sin esperanza de +éxito, cumple un mandato de su conciencia, tanto más enérgico, cuanto +más súbitamente concebido; quería demostrar buena voluntad antes de +desplegar la energía de que era capaz. + +--Aquí puedes estar--añadió--en libertad completa: sólo te ruego que no +distraigas a Leo y a mamá. Sé dueño de tus acciones, pero déjalas a +ellas que cuiden de la casa. Parecen otras; mira cómo tienen esto, tan +sucio; nunca ha estado así y, sobre todo, con lo que no transijo es con +el abandono de papá: no quiero que vuelva a ocurrir lo de esta tarde. + +--Es decir, que me cruce de brazos y vuelvan a vivir lo mismo que antes, +como judíos. + +--No entremos en apreciaciones: ¿a qué reñir? Tú puedes hacer lo que te +acomode: déjalas a ellas que vivan como han vivido siempre; yo me +encargo de encarrilarlas otra vez y de que esta casa sea lo que fue. + +--Desbaratando lo poco que llevo hecho. + +--Comprendo que, por tu estado, has de intentar ciertas cosas... Mira, +no es posible que discutamos, porque no nos entenderemos; pero te haré +una reflexión, nada más que una. Me parecería disculpable que hubieses +tratado de que fueran a misa, hasta de que se confesasen; pero, chico, +lo que sucede es horrible. ¿Es o no es verdad que mi padre está hoy aquí +peor que en un hospital? + +--¿Qué culpa tengo? Lo que ocurre es que las he hecho ver lo infame, lo +horrible del olvido en que tenían a Dios, el peligro que corrían de +condenarse y de que se condene nuestro padre: han comprendido que me +sobraba razón, y han puesto el remedio. + +--De modo que lo que urge es salvarse, y el prójimo que reviente; que yo +me rinda a fuerza de trabajar para impedir que esta pobreza de hoy sea +mañana miseria espantosa y, entre tanto, vosotros, a dormir a la +iglesia, que está fresca en verano y abrigada en invierno, a vestir +santos, limpiar altares y cantar jaculatorias porque el cielo es azul y +porque la Providencia dispone la comida a los pajaritos del campo... Y +yo, entre tanto, todo el día tronchado sobre la mesa, matándome a +trabajar. No, chico, a eso no me avengo. Quiero que vivamos igual que +antes; ellas en casa y para mi padre... tú, como gustes, nada te pido. +Siempre tendrás aquí la cama y la mesa, con tal que no nos obligues a +reñir unos con otros. ¿Quieres llevarlas a misa? Pues llévalas. ¿Quieres +que visiten al Santísimo? ¡Por mí, que le envíen tarjeta! Lo que no +tolero, es que dejen a papá solo y esté la casa hecha un asco. Yo no +puedo permanecer aquí constantemente; y, además, su situación exige +cuidados que un hombre no puede ni sabe darle. Consentiré que mamá y +Leocadia sean devotas; pero antes tienen que ser lo que han sido hasta +ahora, mujeres de su casa y enfermeras de mi padre. Por grande, por +fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte +comprender esto. + +--Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a +presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario +había en la casa! + +--Y vivíamos tan ricamente. + +--Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades. + +--Pues yo no quiero consentir lo otro. Sé religioso, pero cesa de ser +fanático: verás cómo dejo de ser impío. + +El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la +calma. + +--Si te acomoda--continuó--estar de bruces todo el día y usar cilicio, +aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin +cuidado. En cuanto a ellas, que recen en casita; devoción a domicilio, +la que se te antoje; pero tengo resuelto que mi padre vuelva a verse +bien asistido y que Leo no tenga ocasión de perderse por ir a esa +cofradía que ha puesto tienda de ropas. Con estas dos condiciones +podemos vivir en paz. ¡Buen cuidado tendré yo de no discutir contigo! Me +repugnan estas reyertas; pero, chico, lo de esta tarde me ha llegado al +alma. Si papá se da el golpe un poco más fuerte, se mata. + +--Lo que ha pasado hoy no tiene nada de particular. Si padre no hubiese +querido levantarse... + +--Si no le hubierais dejado solo... En fin, ¿te allanas o no a que +vivamos en paz? + +--¿Quieres que me resigne a veros vivir como masones? ¡Cuando empiezan +ellas a comprender que lo que estaban haciendo no tenía perdón de Dios! + +--Figúrate que has predicado en desierto, y no intentes más conquistas +de almas. Para mí, antes que todo, está el reposo de la casa. + +--Pues haz cuenta que nada hemos hablado. + +--¿Insistes en convertir esto en un infierno con tu ridícula propaganda? + +--Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes. + +--¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de +cuidados? + +--A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe +importarle poco la vida. + +--¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y +responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿Sí o no? + +--¡Este es--exclamó Tirso amargamente--el fruto de las ideas modernas! +Vive una familia en repugnante impiedad, un sacerdote, hijo de esa +misma familia, se propone redimir de su ignorancia a los desdichados y, +otro hijo, su propio hermano, le arroja de allí... es decir, lo intenta. + +--¡Lo hace! ¿Piensas que por ser cura, y por invocar leyes divinas, que +pierden en vuestros labios su grandeza, te asiste derecho a mantener en +continua discordia una casa donde antes jamás se oía una frase más recia +que otra? ¿Qué tienen que ver con esto las ideas modernas? ¿Ni qué hay +de común entre vosotros, sectarios de una superstición infame, y la +doctrina del Mártir que injuríais a cada paso? ¡Quemáis incienso en las +iglesias, y propagáis por el mundo la pestilencia de vuestro egoísmo! + +--Egoísmo el tuyo, que estimas la tranquilidad de tu vida en más que la +salvación de tu padre. Vuestra impiedad sólo atiende a los dolores de +aquí bajo: la Iglesia, con previsión admirable, busca la eterna +bienaventuranza para el alma. Por eso removemos el mundo a nuestro +antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra +causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su +fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que +arrolla la tormenta y se acogen al puerto. + +--¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia? + +--Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad. El primer +pueblo que reconquistemos será este. + +--¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni +vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan +desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional +por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis +nuestras conciencias, y somos escépticos. Eso hicieron los de tu raza +con el país en nombre de la religión, sembrando la ignorancia y la +incredulidad, como tu fanatismo ha sembrado aquí la desdicha. + +--He procurado contrarrestar el mal que causaba tu ateismo. + +Pepe rechazó vigorosamente la acusación del cura, y entonces sus frases +ganaron en alteza lo que perdieron en naturalidad. + +--Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No, +Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester +homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. Tú le adoras en templos, que +aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me +basta para verle el resplandor de la caridad que Él me inspira. Tú has +de postrarte como salvaje que hace sacrificios a un leño: yo le llevo en +la razón, que no se arrodilla ante nadie. Tú has venido a traer al +mundo, _no la paz, sino la espada_: yo soy de los que dicen con San +Pablo: _hermanos, ¡sois llamados a la libertad!_ La fe estéril es tuya: +las obras fecundas son mías. Tus creencias te arrastran al proselitismo, +que es la intolerancia y la persecución, o al ascetismo, que es la +aberración del egoísmo y la negación de la vida social. Tu fe hace +fanáticos, tu esperanza soñadores: mi caridad hace hombres. Vosotros +embrutecéis a la mujer, como querido que la pervierte para dominarla; y, +enseñándola un cadáver clavado en una cruz la decís: «ese es tu amante:» +nosotros, cuando jóvenes, la poetizamos con nuestro amor, y luego la +idolatramos como a madre. ¿Vosotros? vosotros la prometéis el reino de +los cielos, para robarla el imperio de la tierra: nosotros la damos el +corazón por trono. ¡Habláis de familia! Recuerda lo que has hecho desde +que aquí entraste. Me has robado el cariño de mi madre, sin atesorarlo +para tí, porque eres incapaz de comprender lo que vale; porque te basta +el amor frío a las imágenes de palo. Has hecho que Leocadia riña con un +hombre honrado y bueno, que podía haberla hecho feliz: y ¿para qué? +para llevarla ahora a las reuniones de esa hermandad, donde la devoción +es negocio y la piedad tercera de seducciones. Por culpa de tu maldito +sermón me han quitado medio de trabajar, y lo que hoy es aquí escasez, +será mañana miseria irremediable. ¿Acaso nos traerás tú ahora maná del +cielo o dinero de San Pedro? Has entontecido a mi pobre madre hasta el +punto de que, por vestir a una virgen, deje solo a papá, olvidándose de +la pasión de toda su vida y manchando con mala vejez una existencia +consagrada al cariño. Todo eso has hecho... ¡y dices que en nombre de +Dios! + +--¡Cien veces lo volvería a hacer! No tengo la culpa de que te hayan +quitado el destino, ni de que tu madre descuide sus quehaceres. En más +altas cosas me empleo. ¿Vienen males del Señor sobre la casa? Paciencia +y resignación. Rico era Job y fue paciente y resignado cuando se vio +pobre y zaherido; pero no perdió la fe. Te dueles de las cosas del +cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de +menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que +Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya +estaba sucio de pecado. + +--Si no fuera por la situación de nuestro padre, tu lenguaje me haría +gracia. ¿Conque Job tuvo paciencia y Leocadia estaba sucia de pecado +cuando, en vez de ir a corretear iglesias, atendía a las necesidades de +papá? ¿Conque ahora, que mi madre casi ha perdido el juicio, es cuando +estás abriendo para ella el Paraíso? Sí, ¿eh? pues ahora es cuando abro +yo la puerta de casa para que te vayas. No quieres vivir con nosotros +como hermano, ¿verdad? ¿Te empeñas en actuar aquí de cura? Pues ¡a la +calle! Mañana te marchas, para no volver nunca. + +--Eso, eso es--dijo Tirso al oír la palabra _cura_.--Aprovecha la +ocasión que se te presenta para ofender a un sacerdote. Mis ropas, mis +hábitos son los que te irritan. ¡Nada importa! Estos paños negros son en +el mundo la bandera de la verdad y del bien; por eso la llevamos ceñida +al cuerpo, para caer envueltos en ella. + +--¡Bonita frase! apúntala para otro sermón carlista. + +--Lo que apuntaré en la memoria, es la infamia que por odio a mi clase +cometes conmigo. + +--Te engañas. Si hubieses querido ser mi hermano, no me acordara yo +nunca de tu sotana. Ahora, ya es tarde: harto veo que tu conducta no es +fruto de la depravación del hombre, sino del celo del sectario. Unos +ensangrentáis los campos; otros desunís las familias. En el monte usáis +trabuco; en poblado os valéis del confesonario. Aquí has perdido la +partida. + +--¿Es decir, que me echas? + +--Piensa bien lo que respondes. Tirso: ¿quieres vivir con nosotros como +hermano, sin acordarte para nada de que eres clérigo? + +--No. + +--Entonces, vete y sé feliz, si puedes. No exijo, aunque lo mereces, que +salgas ahora mismo de casa. Mañana podrás ver a papá por última vez, +aunque no creo que te importe gran cosa; pero nada le digas. Luego, te +marchas cuando quieras y envías por tus ropas. Sobre todo, sé prudente y +evita que mi madre adopte cualquier resolución descabellada, ¿entiendes? +porque te costaría muy caro. + +Pepe pronunció las últimas frases con la serena altivez de quien, dueño +de su voluntad y seguro de su fuerza, está resuelto a exigir obediencia: +la menor provocación hubiese trocado en violencia su energía. La extrema +palidez del rostro, demudado por la cólera, los labios trémulos y la +terca obstinación de sus miradas, intimidaron a Tirso que, esquivando +encararse con su hermano, le dijo fríamente: + +--Abur. + +--Ve en paz. + +Entró el cura en su cuarto y Pepe en su alcoba. + +Así se separaron. + + * * * * * + +Pepe se fue por la mañana temprano a su trabajo, evitando ver de nuevo a +Tirso: éste conversó breve rato con la madre y luego entró en la alcoba +de don José. + +--¡Adiós padre--le dijo--hoy me marcho... ahora mismo! + +El viejo, que la noche pasada había escuchado confusamente el rumor de +la conversación de ambos hermanos, adivinó la causa de aquella +despedida; mas nada hizo por evitarla. Su respuesta fue prueba de que +comprendía cuanto había ocurrido. + +--¡Adiós, hijo mío: sé dichoso y acuérdate alguna vez de nosotros! + +--¡Adiós, padre; rogaré al Señor por ustedes! + +En seguida Tirso sacó a rastra sus dos baúles hasta el pasillo, diciendo +a Leocadia: + +--Hasta luego: ya vendrán por eso. + +Y bajó la escalera inmutable, con los ojos enjutos. + + + + +XXVIII + + +El remedio fue enérgico, pero tardío; la determinación de Pepe resultó +estéril. + +Tirso logró, por mediación de la Condesa, que, a más de su sueldo de +capellán, le diera la cofradía habitación y luz, prestándose a ello las +Hermanas cuando supieron que se trataba del agente encargado de +facilitar la adquisición de los terrenos de don Luis de Ágreda. + +Doña Manuela pasaba las mañanas en las iglesias, frecuentando hasta las +más lejanas de su casa, y las tardes en la _Limosna de la luz_, de donde +solía volver cuando encendían los faroles de las calles. Leocadia, +obligada por la fuerza de las circunstancias y quizá temerosa de su +hermano, cuidaba algo más al padre; mas también volvió a las andadas. + +Una tarde, al regresar Pepe de la imprenta, la encajera del portal le +dijo que la _señá_ Manuela y la señorita acababan de subir. + +--Pero, ¿han salido las dos? + +--_¡Anda!_ a media tarde ¡si _paece_ que andan _too_ el día _pingando_! + +La situación llegó a ser insostenible: doña Manuela oía sin chistar los +ruegos, súplicas y amenazas de su hijo, sin que de sus labios brotaran +respuesta dura o frase desapacible, mas tampoco promesa de enmienda. +Leocadia alardeaba de rebelde con tal descaro, que su hermano empezó a +comprender que la lucha era inútil. No le quedaba más recurso que hacer +solo frente a la desgracia, dedicándose a permanecer todo el día +cuidando de su padre; pero aun esto era irrealizable, porque necesitaba +ir a trabajar y no podía estar en dos sitios a la vez: atendiendo a su +enfermo, ¿cómo ganar el jornal? yendo a la imprenta, ¿cómo asistir al +padre? + +La madre, rendida por los largos paseos que se daba para ir casi +diariamente a la _Limosna_, hacía de mala gana la cena en las primeras +horas de la noche y se acostaba, ansiosa de madrugar y oír misa +tempranito; de modo que, obligada Leocadia a soportar el trajín y los +quehaceres de la casa, todo lo descuidaba. La estrechez de recursos +impuso economías, y entonces se resistió a sufrir ciertas privaciones y +molestias. La cosa más insignificante era allí ocasión de disputa, y el +último altercado era el de palabras más ágrias. Una tarde, al querer +Pepe acostar a don José antes de lo acostumbrado, vio que no le habían +hecho la cama, y como increpase a su hermana, repuso ella: + +--¿Soy yo criada? Ya que te llenas la boca de que eres el amo, trae a +casa quien te sirva. Haré la cama de papá; pero la tuya la haces tú... o +tráete de doncella a la novia. + +La falta de dinero dio margen a escenas repugnantes. Millán llevaba +adelantados a Pepe dos meses de jornales; fue preciso deshacerse de +cuanto tenía algún valor; el reloj de don José, el de Pepe y varios +cubiertos de plata se malvendieron a un platero de portal; el dueño de +la lonja de ultramarinos amenazó con no seguir fiando si no le +entregaban algo a cuenta, y llegadas a tal extremo las cosas, aun se +resistió Leocadia a empeñar una sortija de poco precio, que Pepe la +regaló en tiempos más felices. + +Un hecho de desgarradora elocuencia vino, por fin, a demostrar la +imposibilidad de que continuara aquel desconcierto, fundado en la +profunda variación sufrida por la madre y la hija. Una noche Leocadia +volvió sola de _La limosna_. + +--¿Y mamá?--la preguntó su hermano. + +--Mamá no viene. + +El muchacho, fuera de sí, resistiéndose a entender lo que oía, cogió a +la chica por un brazo, oprimiéndoselo duramente: + +--¿Cómo que no viene? + +--¡No seas bruto! ¡Esto te faltaba, pegarnos! + +--¿Por qué no viene mamá? ¡Responde! + +--Porque ahora tienen guardia las vigilantas cada ocho días. + +--¿Qué dices de vigilantas? ¿Qué tiene mamá que ver con eso? + +--Si hubiéramos hecho lo que dije, no pasaría esto. Ella no te lo ha +querido decir... y ahora aguanto yo el chubasco... Pues, nada, que la +han hecho vigilanta y tiene una guardia por semana, y hoy le toca. + +--¿Pero vigilanta de qué? + +--De la hermandad. Las muchachas del taller van a las ocho, y a esa hora +tiene que estar allí para que no alboroten y para distribuir o recoger +labor. + +Pepe la escuchó asombrado. + +--¡Mi madre convertida en criada de monjas!--gritó con rabia. Los ojos +se le arrasaron de lágrimas, y al cubrirse el rostro con las manos, por +no entristecer más a su padre, vio que su precaución era inútil: el +viejo lloraba también. + +--¡Padre, padre de mi alma, nos vamos a quedar solos!--dijo, +arrojándose en sus brazos. + +--Tú no me dejarás, ¿verdad, hijo? + +¡Qué larga se les hizo aquella noche! ¡Cuántos proyectos, qué de +remedios imaginó Pepe, y con qué crueldad le dijo la razón fría que eran +todos irrealizables! Don José, desvelado por la emoción sufrida, pasó en +continua queja las horas, y aun así sufrió menos que su hijo: Leocadia +se acostó desagradablemente impresionada, pero al poco rato se durmió: +Pepe, sentado junto a la cama de su padre y apoyada en su misma almohada +la cabeza, oyó sonar en el reloj todas las horas de la noche. Al +amanecer abrió el postiguillo del balcón, y entonces la luz triste del +alba, iluminando débilmente la alcoba, mostró vacío, junto al viejo, el +sitio de la madre. La muerte y no la ausencia, parecía haberla arrancado +de allí. Pepe miró hacia la cama y, al no hallar sus ojos la cabeza +tantas veces besada, los cerró, como si fuera preferible cegar a ver lo +que veía. Entrada la mañana, salió al comedor, llamando a Leocadia para +que preparase el desayuno del padre, y la encontró en la cocina sentada +en una silla, puesto ante otra el espejo, llena la falda de horquillas y +concluyendo de hacerse un peinado complicadísimo. + +A las nueve llegó doña Manuela, y Pepe, oyendo sus pasos en la escalera, +la abrió la puerta antes de que llamase. + +--Mamá--la dijo--no tengo autoridad sobre tí; pero reflexiona lo que +estás haciendo y, si aún nos quieres... + +No supo seguir y, arrojándose de rodillas à sus pies, la cogió una mano, +que cubrió de lágrimas y besos. + +--¡Hijo, por la Virgen del Carmen! ¡No es para tanto! ¡Ni que me hubiera +muerto! + +En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina, +gritó: + +--¡Mira, Leo, hazme a mí también chocolate, que vengo desfallecida! + +Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse, +exclamó con ira: + +--¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas! + + * * * * * + +Millán permaneció en Ávila durante algunas semanas, hasta dejar +establecida y en actividad la imprenta cuya fundación le fue confiada. +Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla +casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones, +especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que +Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento +del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba, +sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así: + +--Sí, chico--decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia--la +verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena. El muerto +era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no +sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo +limpia que es. + +--Sí, tiene su casa como antes estaba la mía. + +--De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos. + +Contó Pepe a su compañero cuanto había ocurrido durante su ausencia, las +consecuencias del sermón, el fanatismo de la madre, sus disgustos con +Tirso, el modo que tuvo de echarle, y, por último, el deplorable extremo +a que se veía reducido, refiriéndole, entre lloroso e irascible, cómo +había faltado doña Manuela a dormir una noche a su casa, por ser +vigilanta en la _Limosna de la luz_. + +--Eso no tiene arreglo. + +--He pensado en un remedio enérgico, brutal acaso, pero fuera de él no +hallo otro, y para ponerlo en práctica necesito tu ayuda... y la de +Engracia. + +--No adivino. + +--Dada la situación de mi padre, es insostenible el estado de mi casa: +de continuar así, ni ellas le cuidan ni yo trabajo. El día que menos lo +espere, mi madre se queda en ese convento de los demonios, sin que haya +fuerzas humanas que la arranquen de allí. No puedes figurarte su +actitud: no disputa ni contesta a mis reflexiones; calla y hace lo que +quiere. Con Leocadia, la cosa varía: a cuanto digo, responde que lo que +debo hacer es buscar dinero... y, en el fondo, no le falta razón. + +--Pero, ¿cuál es el remedio que has imaginado? + +--¿Cuánto supones tú que pueden darme por ser sustituto de uno que no +quiera ser soldado? + +--Muy duro me parece el sacrificio. + +--A mí también; pero no veo otro camino de salvación. ¿Cuánto crees que +me darían? + +--Agenciándolo bien, ¿qué sé yo? a lo sumo, cuatro o cinco mil reales. + +--Con eso tendría bastante para pagar lo que debemos y hacer frente a +la situación; pero luego necesitaría tu apoyo. + +--Cuenta con él. + +--Mi proyecto es el siguiente: primero, buscar esa cantidad por el medio +indicado: y luego, tener una entrevista seria con mi madre, ver si sé +hablarla al corazón, aunque no espero nada. Si se hace cargo de la +realidad, atiende a razones y promete enmienda, aún podemos vivir en +paz: yo me mataré a trabajar. + +--No te hagas ilusiones. + +--En ese caso, tomar el dinero de la sustitución, pagar las pocas deudas +y... + +Vaciló, sin atreverse a continuar. + +--Habla, hombre, ¿qué más? + +--Entregarte todo lo que me reste, y rogarte que te lleves a mi padre a +casa de Engracia. Durante tu ausencia he visto lo limpia, dulce y +trabajadora que es. Estoy seguro de que le cuidaría bien. Por de pronto, +ya digo, de esa cantidad te daría todo lo que pudiera, y en adelante, lo +que conviniéramos con arreglo a lo que yo tuviese. + +Millán guardó silencio. + +Pepe, casi temeroso de una nueva decepción, añadió: + +--Chico, no sabes lo harto que estoy de sufrir: hasta he pensado en +llevarle a _los incurables_; pero me harían falta recomendaciones que +no tengo, y no podría ver a mi padre cuando quisiera... mientras que en +casa de Engracia... + +--¿Querrá ella?--dijo el impresor. + +--La he hablado, y dice que sí; pero que nada resolverá sin tu +consentimiento. + +--Pues por mí... hecho--repuso Millán, sin valor para negar. + +La expresión con que Pepe le miró, fue señal de su agradecimiento. + +--Un gran inconveniente veo,--continuó Millán:--advierte cómo está todo; +la guerra arrecia por momentos, dicen que hay partidas hasta por +Andalucía. ¿Has pensado que estás expuesto a tener que salir a que te +rompan el alma por esos campos en cuanto te agreguen a un regimiento? +Reflexiónalo despacio. + +--Todo lo he pensado. + +--¿Y qué dirá tu novia? + +--¿No tengo que renunciar a mi madre? Después de esto, ¿qué desengaño he +de temer? A pesar de todo, tengo confianza en ella. + +--¿Estás resuelto? + +--Si vosotros me hacéis el favor que os pido, sí. + +--Cuenta con nosotros y, sin embargo, créeme: antes trata de ablandar a +tu madre. + +--No tengo esperanza de lograr nada, pero lo intentaré. + +--Falta un cabo por atar. Supones, y desgraciadamente no te equivocas, +que tu hermana y tu madre irán a parar a la maldita cofradía: pero, ¿vas +tú a quedarte en medio de la calle? + +--He pensado en todo. Cuando el buñolero con quien vivía Pateta supo que +tenía amores con su hija, no se opuso a las relaciones, pero dijo al +chico que no le parecía bien que siendo novios siguieran bajo el mismo +techo, y el muchacho está hoy en una casa de huéspedes que le cuesta muy +poco: con él pienso irme. + +--Poco te durará la compañía, porque Pateta entra en quinta estos días. + +--¡Quién sabe si la suerte nos juntará por esos mundos! + +--Pues no hay más que hablar: ya lo sabes; y si desgraciadamente llega +el caso... + +--Me llevo a mi padre a tu casa... quiero decir, a la de ella. + +--Es lo mismo--añadió Millán sonriendo. + + * * * * * + +No quiso Pepe que su padre se enterase del triste proyecto que fraguaba +hasta tener que llevarlo a cabo, y para evitar que le oyese hablar con +la madre, al otro día de la conversación con Millán se fue a buscarla al +convento de las _Hijas de la Salve_, donde tenía su centro la hermandad +llamada _Limosna de la luz_. + +Hallábase situado el tal convento entre los cementerios viejos y el +depósito de aguas del Lozoya, destacando su oscura mole de ladrillo +rojizo sobre la terrosa campiña a que ponían término las cumbres del +Guadarrama. Cuando Pepe divisó el sombrío edificio, que con sus muros +llenos de ventanas chatas y con rejas, antes parecía cárcel moderna que +asilo religioso, las lágrimas se le vinieron a los ojos. Era un caserón +enorme, ancho y bajo, como ávido de extenderse sobre el suelo que lo +soportaba, sin torrecilla esbelta que realzase su construcción, sin +huerto que lo sombreara ni campanario que elevase al cielo la cruz de su +veleta: la puerta, claveteada de hierro, parecía de castillo, y a muy +larga distancia no había en torno de los recios paredones árbol, planta, +ni enramada alguna, cual si los jugos de la tierra se negaran a +hermosear con su verdor la obra del egoísmo humano... Era la hora de +salir las educandas externas: cerca de las tapias se veían parados +varios carruajes, y otros, a cuyas ventanillas se asomaban cabezas de +muchachas ávidas de aire libre, corrían en dirección a Madrid, donde, +según lo lejano de aquel sitio, llegarían al cerrar la noche. Pepe pensó +con rabia en el fanatismo que hacía a su madre volver desde allí sola y +a pie cuando en la casa gruñía por no ir a la botica, que distaba +cincuenta pasos... Aguardó impaciente a que se fueran los últimos +coches, esperando que doña Manuela saliera presto; mas trascurrido un +buen rato, se resolvió a llamar y adelantó hacia la puerta. Aún se +detuvo unos segundos: sentía repugnancia de entrar. Por fin llamó, oyose +dentro el sonido de la campana y abrió una mujer vestida de suerte que, +sin ser el traje religioso, quería parecerlo. + +--¿Hace Vd. el favor de decirme si es aquí donde está establecida la +_Limosna de la luz?_--preguntó--y como le respondiesen afirmativamente, +añadió: + +--¿Se ha marchado ya doña Manuela Resmilla, una señora que es vigilanta? + +--¿Qué deseaba Vd? + +--Vengo a buscarla. Tenga Vd. la bondad de decirla que está aquí su +hijo. + +--¡Ah! ¿es Vd. hermano del padre Tirso? Pase, pase Vd. + +Hiciéronle atravesar un ancho corredor dado de cal, con alto zócalo de +azulejos, y entró en un cuarto espacioso, donde todo el mueblaje +consistía en un par de docenas de sillas de Vitoria, y en uno de cuyos +muros se veía una estatuilla de la Virgen de Lourdes con las manos +cruzadas sobre el pecho, túnica blanca y faja azul. Al tiempo de llegar +Pepe, se marchaban dos señoras con una niña: era la última educanda que +salía. Allí permaneció solo unos minutos, nervioso, contrariado, sin +poder estarse quieto y mirando hacia las ventanas, donde los barrotes de +hierro cortaban con cruces negras la claridad del espacio, en que la luz +iba faltando. Como oyera de pronto a su espalda ruido de pasos, se +volvió; mas no era su madre la que llegaba, sino una monja. Traía la +cabeza metida en una cofia blanca, bajo la cual resaltaba un rostro +brillante, hasta parecer erisipeloso, de facciones menudas y redondas. +El hábito era de un gris ratonesco, y pendiente de la cintura llevaba un +enorme rosario con cuentas como nueces, gran cruz de cobre y medallas de +santos. Su voz era falsamente suave; el acento y giros que empleaba, muy +franceses. + +--¿_Está_ Vd.--dijo--quien pregunta por la _mamán_ del padre Tirso? + +--Sí, señora; soy su hijo y vengo a buscarla. + +--El caso es que... es _lastima_ que haya usted dado un paseo tan largo; +pero ya hoy doña Manuela no saldrá... _hase su_ guardia... es su día... +_que le toca_ hoy. + +--No importa, señora. Suplico a Vd. que la pase recado: ya he dicho a +Vd. que soy su hijo. + +--Como Vd. guste, señor; pero _estará inútil_. Una _ves_ que _ya se ha_ +entrado en la guardia, _non_ se puede salir. + +--Dígala Vd. que he venido yo mismo, que está aquí su hijo. + +No le sugería el pensamiento frase más poderosa. + +La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe daba a sus +palabras, no era para inspirar confianza. Tornó ella a salir, quedose él +otra vez esperando más desazonado que antes, y en un abrir y cerrar de +ojos apareció de nuevo la del hábito ratonesco diciendo de mal talante: + +--Señor, era _equivocasión_; esa señora ha salido ya; era error _que +cometíamos_; no _estaba_, hoy que _hasía_ su guardia. _Elle est partie_. + +Era indudable el engaño: doña Manuela allí debía estar y se negaba, o +aquellas gentes, de acuerdo con ella, evitaban que saliera, lo cual +indicaba claramente su propósito de pasar la noche sin volver a casa, +como había hecho ya una vez. + +La resistencia hubiera sido inútil. Por fortuna, Pepe lo comprendió así, +y, aunque acibarada el alma, rebosando hiel el pensamiento, resolvió +aguantarse. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarse llevar por la cólera, promover un +escándalo, y tras no conseguir nada ser llevado a la cárcel, si aquellas +mujeres requerían el auxilio de las autoridades? ¿Con qué derecho iba a +turbar la paz del santo asilo? ¿Por sacar de allí a su madre? Años tenía +la buena señora para obrar por su propia cuenta. Sus reflexiones fueron +tan amargas como exactas.--«Todo es en balde: armo un alboroto, grito, +insulto a estas mujeres, llamo a mi madre... cierran la puerta, mandan +venir una pareja... y mi padre se queda solo, sabe Dios hasta cuándo.» + +--Está bien, señora--dijo;--pero no es fácil engañarme. ¡Mi madre está +ahí dentro! Dígala Vd., de parte de su hijo, que, si quiere, pronto +podrá quedarse aquí para siempre. + +--Adiós, señor--repuso secamente la del hábito. + +Salió Pepe al corredor que comunicaba con el zaguán, y al atravesar el +cruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en una puerta +entornada: atraídos sus ojos por el resplandor, miró, y tras aquella +puerta vio a su madre, que estaba espiando su salida. Sin poderse +contener, avanzó para entrar; mas cerraron por dentro, y al cerrar, la +falda de doña Manuela quedó presa entre las hojas de la puerta: ella +entonces tiró con violencia del vestido, y en seguida se oyeron pasos +como de cuerpo viejo que huía trabajosamente. + +--¡Mamá! ¡Mamá! + +Su voz robusta pareció grito de niño abandonado. + +Oyose un violento portazo, dado ya en habitación lejana, y aquella +horrible respuesta resonó en sus oídos más triste que caer de tierra +sobre féretro. + +Un instante después estaba fuera: el portón de las _Hijas de la Salve_ +giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a +la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y +sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que +tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos. De +pronto, acordándose de su padre, apretó el paso, y de allí a poco se +internó en las calles de Madrid. + + + + +XXIX + + +En veinte días quedó realizado el proyecto de Pepe. Un agente de los +llamados _corredores de quintos_ tomó a su cargo el asunto, y como el +interesado se hallaba dentro de todas las condiciones exigidas por la +legislación de aquel tiempo, no hubo entorpecimientos; que a veces la +suerte facilita los intentos tristes tanto como suele estorbar los +halagüeños. Gracias a la escasez de sustitutos, los que por entonces se +prestaban a serlo eran relativamente bien retribuidos. Quedó pactado +que, aparte la ganancia del mediador, recibiría Pepe cerca de cinco mil +reales. Un caballero, amigo de Millán, prometió después interesarse para +que fuese destinado al batallón de escribientes o a la imprenta del +Ministerio de la Guerra, pues lo principal era evitar que saliera de +Madrid, propósito difícil de conseguir durante aquellos días, en que los +poderes públicos se veían obligados a echar mano de todos los cuerpos e +institutos militares para combatir la insurrección carlista, que ya +merecía el maldito nombre de guerra civil. Pepe entró en caja, siendo +destinado a un regimiento; pero las recomendaciones buscadas por Millán +fueron tan eficaces que, merced a ellas, pudo hacerse a favor de su +amigo una de esas combinaciones en que la interpretación de las leyes se +amolda a los antojos de la influencia. Primero ingresó en una de las +oficinas de la Dirección de Infantería, con permiso para dormir en su +casa, y a las pocas semanas, como era bachiller, previo cierto examen +que exigía la legislación vigente, fue ascendido a alférez y destinado a +prestar servicio en el mismo centro militar. Con esto y los cinco mil +reales, la situación de la familia mejoró bastante. En don José, que con +los años y el dolor iba haciéndose egoísta, pudo más el orgullo de tener +hijo de tales arranques que el miedo a las consecuencias de su hermoso +rasgo. Por otra parte, el temor de que le destinaran al ejército de +operaciones le parecía amenaza de un mal lejano y demasiado horrible +para ser fácilmente admitido como inmediato. + +Lo que no corrigieron los 5.000 reales, ni era remediable con todos los +tesoros de la tierra, fue la conducta de doña Manuela, que desde la +tarde en que Pepe estuvo en el convento acentuó su actitud, fundada en +el silencio y el alejamiento del hogar. A semejanza de estudiante +calavera que está en su casa lo menos que puede, ella iba a la suya a +las horas en que Pepe trabajaba, temerosa de tropezar con él, y cada +cuatro o seis días se quedaba una noche a dormir en la hermandad. +Leocadia se hizo cargo de la asistencia del padre, pero de mala gana, +sin renunciar a las visitas a la sala de ventas ni dejar de frecuentar +la capilla. Desde por la mañana conocía Pepe cuándo tenía intención de +salir, viéndola dar cien vueltas a los pocos trapos que tenía y peinarse +como dama que va de baile: algunos días lo evitaba, otros transigía, +recelando que una disputa lo empeorase todo. Ya imaginaba que iba +haciéndose llevadero su infortunio, y tal vez no fuese necesario +recurrir al extremo de trasladar a don José a casa de Engracia, cuando +simultáneamente se le echaron encima dos contrariedades de tal magnitud, +que cada una por sí sola era bastante a precipitar aquella resolución. +Ambos golpes se anunciaron con amagos. + +Una tarde, la encajera del portal, destinada a darle malas nuevas, le +detuvo y le habló así: + +--Tengo que _icirle_ a Vd. una cosa, señorito... pero no se va Vd. a +enfurruñar conmigo. + +Hizo él al oírla un gesto, que equivalía a un _¿por qué?_, y prosiguió +la vieja: + +--_Misté_, don Pepito, _la verdá_, me han _dao_ intenciones de callarme, +porque... Vd. ya lo sabe, en _deciocho_ años que _yevo_ aquí, +_mayormente_ nunca me he _metió_ en _ná_. Pero... en fin, que me da +lástima de Vd. + +--¿Qué ocurre? ¡Hable Vd! + +--Permita Dios que me equivoque; pero _me se_ figura que el día menos +_pensao_ le van a dejar a Vd. _plantao_, sin tener quien haga _tan +siquiera_ la cama al papá. + +--¿Mi hermana... + +--Dio Vd. con ello: la señorita me _paece_ que se va a torcer. Unas +veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y, +ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, _enonde_ está la +cubería, se ponen a hablar: él no es _mu_ jovencito; es un _cabayero_ ya +formal, ¿entiende Vd.? _pá_ una joven lo peor. + +--¿Está Vd. segura? + +--Como de que estos pelos fueron negros--repuso, mostrándole el moño +encanecido.--Yo, la verdad... si _hubiá_ sido otra cosa, vamos al +decir... novio _toas_ las chicas lo tienen; pero que _se hable_ con un +_cabayero_... _ma parecío mu_ feo, porque los señores, cuando buscan +mocitas... ya _sabusté pa_ lo que las quieren... + +Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le +sellaron los labios. + +--¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no sé como _tié_ +Vd. _pacencia_. La _señá_ Manuela, con los años, es más vieja que yo, no +sabe ya lo que se pesca; pero esa chica, si no la ata Vd. corto, se va a +hacer una _estrozona_... de esas que andan por ahí. + +--Descuide Vd., que yo pondré remedio. A ella no le diga Vd. nada, y +muchas gracias por el aviso. + +El segundo disgusto fue adquirir el convencimiento de que, tal vez muy +pronto, le agregarían a un cuerpo y que, en cuanto esto sucediera, +tendría que salir de Madrid el día menos pensado. + +La guerra, extendiéndose y encarnizándose, obligaba al Gobierno a +emplear recursos extraordinarios: a cada noticia del levantamiento de +partidas o del engrosamiento de las que ya existían, era necesario +enviar nuevos refuerzos a las Provincias Vascas, a Cataluña, a Navarra y +al Maestrazgo. El Ministerio de la Guerra, las Direcciones de las Armas +y otros centros militares, estaban llenos de soldados y oficiales que, +protegidos por recomendaciones, habían encontrado medio de burlar su +mala suerte, librándose de incorporarse a sus batallones; y el abuso +adquirió tales proporciones, que fue preciso evitarlo. + +Cuando más tranquilos estaban los interesados, se dio la orden de que, +en el plazo de tres días, todos los individuos colocados en las +dependencias del Ministerio en los seis últimos meses ingresaran en sus +respectivos cuerpos, cualquiera que fuese su procedencia; y como esto +significaba la ineludible precisión de salir a operaciones de la noche a +la mañana, Pepe decidió llevar a término su propósito. Respecto a su +padre, todo lo tenía previsto: lo que había de hacerse era tan sencillo +como triste; trasladarle en una camilla a casa de Engracia, y llevar +luego su cama, sus ropas y algunos muebles, más útiles para conservados +que para vendidos. La dificultad estaba en la determinación que tomaran +doña Manuela y Leocadia. ¿Qué harían? De obstinarse en seguir viviendo +en la calle de Botoneras, ¿con qué recursos? Y para buscar otra +habitación, ¿de qué medios dispondrían? No se ocultaba al claro +entendimiento de Pepe que, aun estando harto de razón, no debía arrojar +a la calle a su madre y su hermana; mas también veía que el fanatismo +de doña Manuela y la ulterior conducta de Leocadia podían dar por +resultado durante su ausencia el total abandono del pobre viejo. + +--Habla tú con ellas--dijo Pepe a Millán, tratando de esto. A mí me +falta valor, y puede también que me falte calma. + +--Veré a tu madre... Con Leo no hablo. + +--Como quieras. + +--¿Cuándo te parece que dispongamos el trasladar a tu padre? + +--Eso se hace en una mañana. Lo principal es que las hables. ¡Si las +tocara Dios en el corazón! ¿Y qué hago yo si no quieren irse de la +casa?... y aunque se presten a ello, ¿dónde se van a meter y cómo van a +vivir? ¡Parece mentira que hayamos llegado a tener que pensar en esto! + +No quiso Millán buscar a doña Manuela en su casa, por no ver a Leocadia; +mas deseoso de cumplir el difícil encargo de Pepe, fue a la _Limosna de +la luz_. El primer viaje lo hizo en balde: doña Manuela se negó a +recibirle. A la segunda tentativa, le dijeron que no podía salir porque +estaba _en adoración_, pero que rogaba dijera al capellán, su hijo, lo +que tuviese por conveniente. + +Entró Millán en el mismo cuarto de visitas donde días antes fue +recibido Pepe, cuando pretendió ver a su madre, y a los pocos minutos se +presentó Tirso. A pesar de lo muerto que, por obra del cariño de +Engracia, estaba el amor de Millán a Leocadia, la presencia del cura le +impresionó desagradablemente, recrudeciéndose en su corazón el enojo +hacia aquel hombre, que dio al traste con sus primeros amores. No se +resistió por ello a habérselas con el cura: la ocasión venía rodada para +tratarle sin miramientos y, además, siempre era mejor entenderse con él +que con su madre, cuya bondad pasada no existía, y cuya cortedad de +entendimiento no se habría, de fijo, corregido. Prefirió el riesgo de +tener una escena violenta con el hombre, a la perspectiva de luchar con +la debilidad o la resistencia pasiva de la anciana. + +--¿En qué puedo servirle?--le preguntó Tirso. + +--Vengo de parte de Pepe. _(Sentándose)_. + +--¿Qué quiere ese desdichado? + +No era necesario tanto para acibarar el diálogo. + +--Pues ese desdichado ha tenido un rasgo, para salvar a su padre de la +miseria, que no sé si Vd. sabrá apreciar, ocupado, como aquí está, en +cosas más serias... + +--Supongo que no habrá Vd. venido a ofenderme ni a profanar esta santa +casa--repuso el cura, poniéndose en pie. + +Millán continuó imperturbable, hablando sin levantarse de su asiento. + +--En pocas palabras pondré a Vd.. al corriente de lo que ocurre. Pepe no +podía ver con indiferencia que la miseria se le iba entrando por las +puertas de la casa y que sus esfuerzos eran inútiles para evitarlo. El +aseo, el orden, el arreglo y la economía de doña Manuela y de Leocadia, +ayudaban antes a que la familia viviera en paz y desahogadamente; él, +con su trabajo, buscaba lo que hacía falta, y ellas, con sus habilidades +y cuidados, suplían lo que el dinero no lograba. + +--Vivían desdichadamente sin Religión... + +--Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos +la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días +varió la decoración. + +--Repito que no toleraré... + +--Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me +oiga usted. En unos cuantos meses, no sólo han llegado a escasear todos +los recursos, sino que la actitud de doña Manuela y de Leocadia +esteriliza los pocos de que se puede echar mano. Un hecho hay que +refleja lo que sucede: esa pobre señora ha llegado al extremo de faltar +a su casa por la noche. En cuanto a Leocadia, ¡sabe Dios como acabará! +pero se me figura que no se inclina al amor místico. La jubilación de +don José está empeñada no sé por cuántas mensualidades, y lo mismo +sucede con todo lo que a esa familia le quedaba de algún valor. Pepe no +podía sostener la casa sin ayuda de su madre y su hermana; el jornal que +gana en mi establecimiento era insuficiente... No ignora Vd. los gastos +que ocasiona la enfermedad de su padre. Para terminar, Pepe ha adoptado +una resolución propia de su carácter: ha entrado en el ejército como +sustituto, para poder disponer de una cantidad de alguna consideración +que le permita hacer frente al conflicto; y en vista de que ya no tiene, +o como si no tuviera, madre ni hermana, ha resuelto que don José viva en +compañía de quien le cuide y atienda. Hemos procurado que Pepe no +saliera de Madrid; pero las circunstancias pueden más que nosotros, y ha +sido destinado a un cuerpo que quizá de un momento a otro reciba orden +de marchar... + +--Y ¿qué tengo yo que ver con todo eso? + +--En una palabra, Pepe se hace cargo de su padre, porque comprende que +dejarle con doña Manuela sería peor que dejarle solo. En cuanto a esa +señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque +la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo +que deciden. + +--Yo, ¿qué he de decidir? Nada. + +--¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado +en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que +estimen oportuno. + +--En plata; que su amigo de Vd. arroja a la calle a su madre y a su +hermana. + +--Quien se hace cargo de don José, para que al menos muera tranquilo y +entre sábanas limpias, soy yo; ¿se entera Vd.? y a mí no me acomoda +cargar con más gente. + +--¿Sabe Vd. la responsabilidad que contrae? + +--No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto +como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de +Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay +allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo +demás, que disponga doña Manuela. + +Calló Millán, esperanzado con que el cura, viéndose en la obligación de +amparar a las dos mujeres, se brindase a darlas consejos de prudencia; +pero lejos de esto, sonrió, fingiendo calma, para exasperar a su +interlocutor, y dijo: + +--De modo que Vd. ha venido a notificarme la expulsión de mi madre y de +Leocadia. ¡Cómo ha de ser! ¡No imaginé que ese infeliz se atreviese a +tanto! ¡Dios le perdone! Yo me hago cargo de ellas. Es decir, a mi +madre, que ya es vigilanta de los talleres de esta hermandad, haremos +que se le disponga aquí el cuarto a que tiene derecho. La Religión acoge +a los maltratados por la impiedad. En cuanto a Leocadia, veré si consigo +la protección de estas santas mujeres... El Señor no nos abandonará... +Diga Vd. a mi hermano que lo que hace no tiene perdón de Dios. ¡Este es +el resultado de sus ideas y de su falta de creencias! + +--Dejémonos de recriminaciones, y vamos a ver si la buena voluntad de +todos enmienda los yerros pasados. ¿Cree Vd. que pueda ponerse aún +remedio al mal? + +--¿No viene Vd. a decirme que mi hermano se desentiende de mi madre y de +Leocadia? + +--Ya que ha sido Vd. autor del daño, intente Vd. algo para aminorarlo. +¿Quiere usted aconsejar seriamente a doña Manuela que no olvide los +deberes de su situación, que cuide de su casa y su marido, en fin, que +vuelva a ser la buenísima mujer que fue siempre? Reflexiónelo Vd... y +evitará grandes desgracias. + +--Sí, y de paso evitaré que tenga Vd. que cargar con el enfermo. + +Enfadado Millán con tal grosería, sólo atendió a mortificar al cura. + +--No hablemos más--le dijo--es Vd. incapaz de comprender el rasgo de su +hermano, ni el deseo que me ha traído aquí. Ha hecho Vd. en su familia +el papel de la zizaña en el sembrado. + +--¡Parece mentira que se atreva Vd. a hablar así trayendo el mensaje que +acabo de oír! ¡Y aún tienen ustedes valor para acusarme! Este es el +fruto que han dado el infame ateismo de mi hermano y la punible +tolerancia de mi padre. Vea Vd. cuán fundados eran mis temores. Ni +siquiera ha tenido valor para venir él mismo. + +--Dé Vd. gracias a Dios de que no lo haya hecho, que no hubiese Vd. +salido bien librado. Pepe está seguro, y con razón, de que usted es el +responsable de cuanto está ocurriendo. La irritación de su ánimo es tal +que, la verdad, más vale que no se vean ustedes. + +--Obré como me aconsejaba mi conciencia. No tengo la culpa de que, por +haber comprendido mi madre y mi hermana que debían variar de conducta, +hayan llegado las cosas a este punto. En fin, esto se acabó; mas tenga +Vd. presente que yo no he sido quien ha causado la ruina de la casa: yo +no hice sino recomendar la observancia de los deberes religiosos. En +cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo,--añadió +sonriendo como guapo amenazado--mire Vd., tampoco a mí me faltan bríos. + +La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio +a Millán. + +--No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre +perfectamente sacerdotal. + +--¡Caballero! + +--Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de +desahogarme. Con los santos, mucha humildad; con los hombres, todo +soberbia. Por dar lustre al altar, sería usted capaz de lavarlo con +sangre, y robar para adornarlo. Aquí concluyó nuestra entrevista. Ahora, +recomiende Vd. a su madre que haga penitencia, o que bese alguna +reliquia, para que Dios la perdone el mal causado. + +Tirso tuvo miedo, no al hombre, al escándalo, y sin desplegar los labios +siguió a Millán con la vista, hasta que se cerró tras él la puerta. + + + + +XXX + + +Pepe aguardó el resultado de la entrevista en un cafetín de las afueras +cercano al convento. Allí esperó largo rato de codos sobre el mármol de +la mesa, con la garganta seca por el mucho fumar, mortificada la +imaginación por la impaciencia y mirando sin cesar a un reloj colocado +en la parte alta del mostrador y cuyas lentas manecillas le parecían +pegadas a la esfera. + +El local estaba casi desierto: los parroquianos de por la tarde se +habían ido, y para los de la noche era temprano. Sólo quedaban, junto a +una ventana, un corredor del matute paladeando medias copas en compañía +de un tendero de ultramarinos, y al extremo opuesto, en lo más oscuro +del local, una chula y su novio, que en voz baja se decían ternezas +envueltas en desvergüenzas. + +Iba faltando la claridad del día: muros, banquetas, espejos, baquetones +dorados, todo se borraba, sorbido por las sombras, percibiéndose sólo, +entre la oscuridad creciente, las superficies brillantes y rectangulares +del mármol de las mesas. El matutero y el ultramarino se despidieron +amistosamente, tal vez pensando cada cual haber engañado al otro. +Después, un mozo que dormitaba sentado en un diván, se levantó a +encender las lámparas de petróleo sobrepuestas a los aparatos de gas, y +entonces, la pareja chula, disgustada con la iluminación, pagó y se fue. + +Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación, carecía de +calma para coordinar las ideas: esforzábase por adivinar lo que hubiera +ocurrido; pero sus suposiciones y conjeturas quedaban suspensas, como +truncadas por la inacción del pensamiento, que no podía fijarse ni +insistir en nada. En vano quería, ahondando con la memoria en lo pasado, +recordar algún rasgo, alguna acción de su madre que permitiera suponerla +capaz de ocasionar fríamente la dispersión de la familia: todo esfuerzo +era inútil, nada podía recordar que arguyese en contra de la que siempre +fue buena y cariñosa. La doña Manuela posterior a la llegada de Tirso, +parecía borrada de la imaginación de Pepe, surgiendo en su lugar la +madre amantísima, _la de antes_, como si le repugnase considerar nada +que aminorase la grandeza del bien que iba a perder. Los errores, las +culpas y faltas de aquellos últimos meses, se desvanecían ante el +recuerdo de los mimos de la infancia, las caricias de la juventud y los +cuidados de siempre. + +De pronto se abrió la puerta de cristales, que daba a la ronda, y entró +Millán, yendo a sentarse junto a su amigo. Venía mal encarado, con los +ojos aún abrillantados por la ira. + +--¿Qué ha sucedido? ¿La has visto? + +--No me han dejado verla. La batalla ha sido con tu hermano. + +--¿Y qué? + +--Lo peor... Es necesario que tengas valor y sangre fría. ¡Me han dado +ganas de pegarle! Tu madre se queda de vigilanta, no hay poder humano +que la arranque de allí; pero lo más irritante es que adoptan el papel +de víctimas, y dice Tirso que, abandonadas por tí, él procurará que las +recojan... en fin, un secuestro en regla, sin que podamos hacer nada +para evitarlo. Además, sería imposible encontrar juez que se atreviera a +meterse con la hermandad o lo que sea. + +Pepe, sin contestar, dejó caer tristemente la cabeza sobre el pecho. El +mozo que se había acercado a preguntar a Millán lo que quería tomar, se +alejó, sin atreverse a pronunciar palabra. + +Tras unos segundos de silencio, esforzándose por parecer sereno, Pepe se +limpió el rostro con el pañuelo, diciendo: + +--¡Sea lo que Dios quiera! ya no me importa nada lo demás. Confío en que +Engracia y tú cuidaréis de papá: me iré tranquilo. + +--¿Pero es seguro que te obliguen a salir de Madrid? + +--Inevitable: el regimiento ha recibido ya la orden. Hoy es jueves: +mañana o pasado nos darán no sé qué cosas por administración militar, +para completar los equipos, y al otro por la tarde nos vamos. + +--¿El domingo? + +--Sí. + +--Siendo así, de hoy al sábado tenemos que llevar a don José a casa de +Engracia. + +--No hay otra solución. ¿Cómo he de dejarle expuesto a que mi madre y +Leo se desentiendan de él en absoluto? Mientras ellas alumbran al +Santísimo, se muere mi padre el día menos pensado, sin tener quien le +ampare. Mañana te daré también el dinero que me queda: con llevarme +quince o veinte duros, tengo de sobra. No habrá muchos que lleven más. + +--¿A qué hora lo hacemos? + +--El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un +trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la +tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un +médico de la casa de socorro? Como papá no puede ir por su pie, y el +encajonarle en un simón sería incómodo porque no podría llevar las +piernas extendidas... si lograses que nos dejaran una camilla... + +--Cuenta con ella. ¿Tienes seguridad de estar libre a la hora que +convengamos? + +--Sí: la recomendación que me procuraste para el coronel lo allana todo: +me ha dicho esta tarde que basta con que esté desde temprano a su lado +el día de la marcha, es decir, el domingo. + +--Pues, chico, no hay más que hablar, y paciencia. + +--¿Crees que no debo intentar ver a mi madre? ¿No piensas que se +ablandaría si yo la hablase? + +--No te dejarían; y además, te conozco. Vas allí, armas una marimorena +horrorosa, y nos echamos encima otra complicación. + +--Quizá tengas razón. + +--Respecto a don José, puedes estar tranquilo: _aquella_ le cuidará +bien, y yo... vamos, me parece una tontería hacer promesas. + +--Vámonos; quiero pasar las noches que faltan con mi padre. + +--Convengamos antes la hora. ¿Te parece bien a las tres? + +--Como quieras. Yo lo tendré todo dispuesto. + +--¿Qué muebles piensas enviar a casa de Engracia? + +--Entre mañana y pasado mandaré una cómoda, un armarito, una lámpara y +dos banastas con ropa: la cama y la butaca, el potro, como papá la +llama, no podrán llevarse hasta el último momento. + +--Bueno; pues ya lo sabes, por si antes no nos vemos: el sábado a las +tres, sin falta, voy con la camilla. + +--Asunto terminado. + +Ya anochecido, salieron juntos del café y Millán dejó a su amigo cerca +de la calle de Botoneras. + +Pepe pasó toda la noche junto a su padre. Hasta las nueve conservó +esperanza de ver llegar a la madre; pero, poco más tarde, vino sola +Leocadia, diciendo que doña Manuela se quedaba de guardia. En aquel +momento sufrió el pobre muchacho el verdadero desengaño y, perdida toda +esperanza, acostó al padre. Apenas hablaron. El viejo, en quien el +egoísmo y el temor a la falta de asistencia hacían gran mella, preguntó +a su hijo: + +--¿Tienes seguridad de que esa chica me tratará bien? + +--Sí. Engracia está perdidamente enamorada de Millán y, por tenerle +contento, se esmerará en cuidarte. En realidad no has de serles gravoso, +porque yo les dejo dinero para cuanto necesites. + +--Y ¿crees que tu madre no vendrá? + +--No lo espero, papá; no hablemos más de eso. Me parece mentira lo que +está pasando. + +--A mí también. + +--Vaya, a descansar. + +--No podré, hijo mío; no podré. + +Media hora después, estaba profundamente dormido. + + * * * * * + +Con arreglo a lo convenido entre Pepe y Millán, el viernes llevó un mozo +a casa de Engracia varios muebles, en diversos viajes, y dos banastas de +ropa, quedando en la calle de Botoneras la cama y la butaca de don José, +que no podrían sacarse de allí hasta ser trasladado el enfermo. El +sábado, Pepe se vistió temprano para ir a despedirse de Paz; y su +hermana, sospechando, por el traje que se ponía, cuál era el objeto de +su salida, corrió a avisar a Tirso. + +Pepe, entre tanto, se avió pronto, con propósito de llegar al _hôtel_ +antes de que don Luis concluyera de vestirse y saliera al despacho, +seguro, por este medio, de poder hablar un rato con su novia. En el +camino estuvo dos veces a punto de volver pies atrás: por fin, el deseo +de verla pudo más que el temor de la separación. Al entrar en el +cuartito de la biblioteca, donde había nacido aquel amor que era la +única alegría de su vida, casi le faltaron fuerzas. Creía que, con el +tormento de pensar en su madre durante la pasada noche, había agotado +todos los sufrimientos imaginables; y, al ver cercano el momento de +alejarse de Paz, sintió que aún le cabía en el alma más dolor. ¡Qué +grande y hermoso apareció, en cambio, a sus ojos, el cariño de su +amante! ¡Qué contraste formaba aquella pasión desinteresada con la +conducta de su madre! Ésta debió consagrarle la vida, y huía de él, +trastornada por una aberración, sin que con el amor maternal supiera +vencer al fanatismo, mientras la señorita, colocada en esfera propicia a +despertar ambición y orgullo, le ofrecía su porvenir, sin que lo lejano +del bien a que aspiraba enfriase el fervor de sus promesas, sin que le +arredrasen la desigualdad social ni la pobreza del hombre a quien +quería. + +Apenas oyó Paz el ruido de los pasos de Pepe, fue al despacho. + +--No nos van a dejar solos más que unos minutos: Papá está concluyendo +de vestirse: dime lo que hay, pronto. + +--Me voy mañana. + +--¿No hay esperanza de evitarlo? + +--Ninguna: mañana, sin falta. + +--¿Y tu madre? + +--Todo ha sido inútil: se queda en el convento. + +--¿Y tu padre? + +--Esta tarde le llevo a casa de mi amigo Millán. + +--¿Es cosa resuelta? + +--Sí. + +--¿Tienes confianza en mí? ¿Crees que yo puedo ofenderte, sea cual fuere +lo que te diga? + +--No, alma mía. Habla sin miedo. + +--Mira, Pepe: yo tengo ahorritos de lo que papá me da todos los meses +para alfileres: muy poco... ¿lo quieres? No para tí, no; para tu padre. + +--No, vida mía, gracias: no quiero nada. + +--Pues dime que no te ofendes porque te lo haya dicho. + +--Tú no puedes ofenderme, aunque quieras. + +Paz cogió a su novio la mano, y viendo que llevaba en ella el anillo que +le había dado, se la acercó a su pecho, oprimiéndosela fuertemente, +mientras, mirándole con fijeza, le dijo: + +--Te llevas mi alma, Pepe, y la promesa de que no seré de nadie más que +tuya. + +--Yo te juro que ni he querido, ni querré nunca más que a tí. + +Ella entonces, en un arranque de impudor admirable, sin sombra de +torpeza en el pensamiento, le echó al cuello los brazos, murmurando +suplicante en su oído: + +--¡Bésame! + +Y él, estrechándola contra su corazón, la besó en la boca y en los ojos. + +Pocos instantes después entró don Luis, y oyendo las causas de la +determinación de Pepe, le prometió interesarse en favor suyo para +facilitarle pronto regreso a Madrid con destino a cualquier oficina +militar: diole él gracias y se despidieron. Paz, al verle marchar, se +entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del +balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día +que se hablaron. + +En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de +aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la +amargura que la inundaba el alma. + + + + +XXXI + + +Sabedor Tirso, por Millán, de la resolución que adoptó su hermano, y +enterado, por Leocadia, de cuándo había de despedirse de Paz, creyó +llegado el instante propicio para dar el golpe que fraguaba. Desde que, +primero la Condesa de Astorgüela, y luego las personas que para ello +tenían autoridad en las _Hijas de la Salve_, le encargaron que procurase +quebrantar la entereza de don Luis de Ágreda respecto a su negativa en +lo de la cesión del terreno que poseía inmediato al convento, no dejó de +pensar en el asunto, pero sin hallar modo de acometer la empresa con +esperanza de éxito. Dirigirse en derechura al señor de Ágreda, era +bobada: un hombre de sus antecedentes políticos no se expondría por nada +del mundo a que otro senador más avanzado le arrojase al rostro en +plena sesión el dictado de protector de monjas; y en cuanto a determinar +la intervención de Paz, entendía que era expuesto. + +Si la muchacha no se interesaba eficazmente en el asunto, nada podría +lograrse; y si se le ocurría consultarlo con su novio, el fracaso era +indudable. La base del plan habría de ser, forzosamente, malquistar a +Paz con el hombre a quien amaba, eliminando de esta suerte una +influencia contraria al logro que se apetecía. En un principio pensó +Tirso que el tiempo y su santo celo harían lo demás: según sus cálculos, +tras el profundo dolor de Paz, vendría el agradecimiento a su salvador, +que acaso se convirtiera en consejero. Hasta imaginó que, si por temor a +su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado +tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las _Hijas de la +Salve_ vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos +a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera +perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas +del matrimonio por el himeneo místico con el _Unico_ que jamás engaña. +Luego, sospechando que el tiempo y el celo que él empleara podían +estrellarse contra el imperio que el amor ejerciese en el corazón de +aquella mujer, para él desconocida, optó por obrar con mayor energía, y +de tal modo, que el asunto tardase muy poco en resolverse. Su primer +pensamiento fue jesuítico y solapado: la decisión a que se inclinó, más +conforme a su carácter franco y violento. Harta paciencia tuvo para no +intentar nada hasta aquel momento. Cuando Leocadia le dijo que Pepe, a +juzgar por la ropa que se puso, debió ir a despedirse de su novia, +Tirso, resuelto a llevar las cosas de prisa, determinó ver dentro del +mismo día a la muchacha, fiando, mucho más que en su propio ingenio, en +la emoción que había de causarla la sorpresa. + + * * * * * + +Estaba Paz sola en su cuarto, tristemente impresionada con la despedida +de por la mañana, todavía en ropas de levantar, sin gusto para +engalanarse, descuidado el vestir y no muy enjutos los ojos, cuando +entró la doncella diciendo que un sacerdote deseaba hablar a la +señorita. Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna +obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién +llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un +día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron +enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles +de matices pálidos. + +--Tome Vd. asiento, y tenga la bondad de decirme en qué puedo servirle. + +--Vengo, señorita, a tratar un asunto de la mayor importancia--y al +decir esto se sentó, algo cohibido por el aspecto de aquella habitación, +que parecía impregnada de cierto encanto mujeril para él desconocido. + +Paz, comprendiendo que no se trataba de una obra de caridad, y como no +adivinase cuál era el objeto de la visita, repuso: + +--Papá ha salido. + +--No deseaba ver a su papá, sino a usted misma, señorita. + +--Entonces, Vd. dirá. + +--Ante todo, la ruego que tenga en cuenta que sólo por circunstancias +verdaderamente graves me he tomado la libertad de venir a importunarla. +Se trata de un serio disgusto de familia, del cual, por desgracia, va +Vd. a participar. + +Paz se acordó entonces repentinamente de que el hermano de su novio era +cura. + +--¿Usted es el hermano de Pepe?--le dijo con viveza. + +--Efectivamente, señorita. Vengo a cumplir un deber muy penoso para el +sacerdote y para el hombre. + +--¡Pronto, por favor, dígame Vd. lo que ocurre! ¿Le sucede a Pepe algo +malo? + +Su fisonomía se alteró por completo: Tirso comprendió que estaba +realmente enamorada. + +--Pepe se va--dijo, afectando tristeza. + +--Lo sé. Esta mañana se ha despedido de mí. ¡Mire Vd. cómo tengo los +ojos de llorar! + +--Así están los de mi hermana y mi madre, señorita. + +--¿Y qué puedo yo hacer, pobre de mí? Usted, como no está en +antecedentes, no sabe el cariño que le tengo; es imposible que lo +imagine Vd... Si él me hubiera dicho lo que proyectaba, vamos, yo lo +evito. Hasta me hubiese echado a los pies de mi padre confesándoselo +todo; en fin, ¡qué sé yo!... pero no se hubiera marchado. Ahora, ¿qué +hemos de hacer? + +--Todo ha sido inútil. Ni el ver llorar a su madre... ni el estado de +nuestro padre... no ha tenido consideración a nada. No reconoce más ley +que su capricho. + +--Le juzga Vd. con demasiada dureza. + +Tirso, sonriendo amargamente, extendió las manos, como quien dice: +«ahora lo veremos,» y la interrumpió con estas palabras: + +--Repito que Vd. no le conoce, y no es extraño que la haya engañado, +cuando sus padres han tardado tantos años en saber lo que era. Hoy, +desgraciadamente, ya lo sabemos. + +Paz se puso en pie, como dando por terminada la entrevista: aquello le +parecía una monstruosidad. Además, recordando el diálogo con Pateta, +desconfió de la veracidad del cura. Pero éste, sin alterarse, prosiguió: + +--Cálmese Vd. señorita, y óigame con cachaza, que el asunto la interesa: +Pepe no es lo que parece. ¿Quiere Vd. que en pocas palabras la diga lo +que ocurre? + +--¡Me está Vd. haciendo mucho daño!... + +--Pero Vd. no me cree, y es necesario que yo la persuada. Escuche Vd. y +tenga un poco de valor. Por disputas pueriles conmigo, que ningún daño +le hice, por si en casa debían o no observarse ciertos deberes +religiosos, Pepe ha llevado las cosas a un extremo que Vd. juzgará. +Comenzó por reñir conmigo, so pretexto de que me opuse a que nuestra +hermana sostuviese relaciones con un amigote suyo, perdido de la peor +índole. Logré convencer a Leocadia... y, la verdad, nunca me lo ha +perdonado. Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer +de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo +que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa. +¡Gracias a que yo he logrado que la recojan en una comunidad que me +protege! Por culpa suya, nuestro padre no tiene hoy quien le ampare y +asista. Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que +indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes +filiales. + +--Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las +relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le +quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es +preciso que yo le hable... Después, veremos. + +--Déjeme Vd. acabar. A todas sus maldades ha añadido otra mucho mayor. + +Paz volvió a sentarse, ocultando entre las manos los llorosos ojos. + +--Y no queremos de ningún modo ser cómplices de una nueva infamia. Hemos +sabido sus relaciones con Vd., tan digna, tan buena y respetable. En +fin, no podemos soportar la idea de que Vd. algún día nos juzgue +sabedores, tal vez cómplices, de la perfidia de su ingenio. No la quiere +a Vd., no puede quererla, señorita. Usted une, a sus muchas cualidades, +la riqueza: esta es la madre del cordero. + +--Es mentira--dijo Paz ofendida--me quiere por mí, por mí sola. Lo que +Vd. dice no es verdad. + +--¡Ojalá no lo fuese! Pero no hay que forjarse ilusiones. ¿Sabe Vd. +dónde intenta llevar a nuestro padre? + +--A casa de un amigo suyo. + +--No, a casa de una mujer con quien tiene relaciones y que ha sido antes +querida de ese mismo amigo. + +--¡Imposible! Pepe no es capaz de eso. + +--Estoy completamente seguro de lo que afirmo: a esa mujer es a quien ha +entregado el dinero de la sustitución. + +Paz, en el colmo del estupor, miró a Tirso como una fiera. Fue el único +momento de aquella escena en que el cura consideró horrible lo que +estaba haciendo. Mas era ya absurdo retroceder. Las lágrimas, que en +amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas +y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su +cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer +tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y +del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía +quejido de alma moribunda. + +--¡No lo creo, no creo nada!--decía, como si la negación le pareciese +respuesta bastante eficaz a contrarrestar lo que acababa de oír. + +--¡Qué daño me hace causar a Vd. tanto mal! Y, sin embargo, es preciso; +porque ni mi madre ni yo queremos aceptar la responsabilidad de ocultar +culpas de esta índole. No la quiere a Vd. ¿No la digo que el dinero que +acaba de recibir se lo ha entregado a esa mujer, y que pretende llevar a +su casa a nuestro padre, para que el mantenerla a ella parezca +retribución por cuidar a su padre? + +--Quiero hablar con él, quiero verle. ¡Yo le mandaré venir! + +--¿Y para qué? ¿Para oír juramentos falsos? Negará. La dirá a Vd. que se +lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a mí la +culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a +nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las +apariencias están, quizá, a favor suyo. Dirá que la Engracia no es +querida suya, sino de su amigo Millán, porque antes lo fue, y callará +que él ha hecho traición a su amigo, como nos ha engañado a todos. + +Cuanto se refería a las relaciones de Pepe con sus padres, quedó ante +los ojos de Paz borrado por aquellas afirmaciones: pidió pruebas, +esperanzada con que no se las darían, o ansiosa de poder desmentirlas, y +entonces ella misma se prendió en la red que la tendían. + +--¡Mentira!--dijo.--Y esa mujer, ¿quién es? ¿Cómo sabe Vd. que él la +quiere? + +--Me ofende, señorita, que acoja Vd. de este modo el paso que doy, +encaminado solamente a dejar a salvo mi conciencia, procurando a Vd. un +amargo, pero saludable desengaño; porque ya he dicho que mi madre y yo +nos resistimos a que nunca pueda usted imaginar que contribuimos a que +Pepe busque tan indebido modo de hacer fortuna... Respecto a las +relaciones de mi hermano con esa desdichada joven, estoy seguro de que +son ciertas. Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en +una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el +portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me +resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia. + +--¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla? + +--Sí, señorita; varias veces. La primera... casi por casualidad... +luego, porque quise convencerme de ello. + +--Y ella dice Vd. que se llama Engracia... ¿eh? El número no lo +recuerda... + +--No tiene _pierde_, como vulgarmente se dice. Es la casa que hace +esquina a la calle de la Pasión y la Ribera de Curtidores. + +Paz, que jamás había oído tales nombres, se fijó en ellos con cuidado: +Tirso prosiguió: + +--Esta mañana se ha despedido de Vd.; pero los últimos instantes que +pase en Madrid... tenga Vd. valor, señorita, serán para ella: estoy +seguro de que irá a verla. Según me han asegurado, debe salir de Madrid +mañana por la tarde; su obligación es estar en el cuartel desde muy +temprano; pero contando al coronel a su modo la necesidad de trasladar a +papá de casa, ha conseguido que le dejen la mañana libre. Por la mañana +supongo yo que irá a ver a esa mujer, a cuya casa deben haber llevado +hoy a mi padre que, en el fondo, es el culpable de todo. + +--Yo le prometo a Vd. que saldré de dudas; y luego, Dios dirá. + +Como Paz, al decir esto, se levantara del asiento, nerviosa y +desasosegada, Tirso creyó oportuno dar por terminada la entrevista. + +--Persuádase Vd., señorita, de que no he dado este paso sin verdadera +aflicción de espíritu; pero, ya lo he dicho, ni mi madre ni yo podíamos +consentir en aparecer como encubridores de los ambiciosos proyectos de +mi hermano... Lo demás no tiene importancia... Una señorita como Vd. no +puede mirar sino con frialdad o desprecio... + +--Gracias, gracias... No me hable usted más de esa mujer. + +El cura salió haciendo cortesías, sin más conversación y sin que Paz se +moviera para despedirle. La pobre niña se quedó sentada en una butaca +baja, puestos los codos sobre las rodillas y apoyada la cara en las +manos, por entre cuyos dedos se le escapaban las lágrimas, que ni podía +ni quería contener. Cuanto más pensaba en lo que acababa de oír, menos +crédito le daba; y, sin embargo, por nada del mundo hubiera renunciado a +convencerse por sus propios ojos de la falsedad o certeza de la +acusación. Una sola consideración la inclinaba a creerla fundada: en lo +que Tirso la había dicho, formaban un conjunto tan homogéneo las +maldades, estaban tan enlazadas unas con otras las infamias, era todo +tan verosímil dentro de lo malvado, que parecía imposible suponerlo +invención calumniosa: no había, no podía haber imaginación tan dañina +que lo fraguase y dispusiera con aquel ensañamiento. Por otra parte, +cuanto más reflexionaba acerca de ello, en medio de la turbación de su +espíritu siempre venía a quedar sobre todos los razonamientos de +consuelo un dato suelto, aislado, pero en el cual podía tomar origen el +cúmulo de culpas de que Tirso acusaba a su hermano: la pobreza de Pepe. +Antes de la calumnia en esa pobreza del hombre amado estribaba +precisamente el amor de Paz: le creía exento de todos los defectos que +desarrolla y acrecienta el oro. Después de calumniado, imaginó verle +poseído de cuantas malas pasiones trae consigo el ansia de riqueza. Por +algo se dijo: «calumnia, que algo queda.» Otro indicio grave se alzaba +contra la inocencia de Pepe: los cargos que se le hacían eran demasiado +claros y concretos para ser falsos; no se le echaban en cara intentos +más o menos censurables, sino los efectos positivos de su maldad. Bien +claramente los enumeró Tirso. Había, según éste, tolerado que cortejase +a su hermana un amigo de mal jaez, fue causa de que la madre tuviera que +abandonar la casa, llegando a tal extremo de perversión que estaba a +punto, si ya no lo había hecho, de llevar a su propio padre a vivir con +su querida, para que lo malgastado en mantenerla a ella apareciese como +pago de la existencia del enfermo. El hombre capaz de tales cosas ¿no +podía serlo también de aspirar a su mano, no por su amor, sino por su +fortuna? Cualquiera de aquellas indignidades era bastante a justificar +el súbito desamor de Paz, y, sin embargo, para ella sólo una existía que +realmente la hiciese mella: la infidelidad, el engaño. Para todo lo +demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su +maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño +de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel +hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer. + +Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el +contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la +tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en +los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la +llamaran a comer. Por vez primera, desde que conoció a Pepe, le +parecieron enojosos e inútiles las cintas y los adornos. Su agitación +tenía algo de rabia. Cuando se estaba arreglando el peinado, se la cayó +deshecho y suelto sobre los hombros un rizo de su hermoso pelo, y ella, +recogiéndoselo con ira, tratándolo como a gala inútil, murmuró: + +--¡A nadie tengo que agradar!--Y esforzándose en no llorar, acabó su +tocado ceñuda y mal humorada, como quien gasta tiempo en tarea baldía. + + * * * * * + +El día señalado, y a la hora convenida, Pepe y Millán trasladaron a don +José a casa de Engracia. El hijo, que la víspera había ya enviado los +muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y +comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una +manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a +que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que +volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció. El aspecto de +la casa ponía grima: todo estaba como cuando tras larga enfermedad viene +la muerte, causando momentos de perturbación y desorden: los cajones +abiertos, revuelto cuanto había sobre las mesas, y las sillas con +montones de ropas tiradas al descuido. + +Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al +balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la +camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial, +trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro, +estrecho y largo, con trazas de ataúd. En el movimiento que hizo al +retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don +José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le +dijo, medroso: + +--¿Están ahí? + +--Sí; ya suben. + +Cuando los mozos llegaron a la puerta del piso principal, indicaron que, +por lo estrecho de la escalera, era casi imposible subir hasta allí con +la camilla, acordándose entonces bajar en un sillón al enfermo, +acostarle en la camilla, dentro del portal, y luego emprender la marcha. + +El gotoso pesaba tanto, que determinaron bajarle relevándose en cada +tramo de la escalera. + +--Este señor está de buen año--dijo con la sinceridad de la barbarie uno +de los camilleros. + +Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento +para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que +la butaca descansara en el suelo. El dejarla, quitar el estorbo y +volverla a levantar, fue obra de un momento; mas como estuviese abierta +la puerta de la alcoba que ocupó Tirso, don José fijó con tristeza en +ella la mirada, y en aquel cuarto solitario, polvoriento y frío, creyó +el pobre anciano ver retratado el abandono en que él había de quedar +dentro de pocas horas. Por la ventana, que el cura adornó con papelitos +de colores imitando vidrios pintados, penetraba diagonalmente un rayo de +sol, y al fondo, destacando sobre la cal amarillenta de la pared, se +veía colgado de la percha un trapo largo y negro: era una sotana vieja +que Tirso se dejó olvidada. Don José no pudo dominarse. Por un instante +venció en él la indignación a la apatía; tomó el egoísmo acento de ira; +subiósele el rencor a los labios; inyectáronsele de sangre los ojos y, +con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia la sotana, exclamó: + +--¡Maldita seas! + +Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la +camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia +la calle de Toledo. + +La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su +indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó +corro en derredor suyo. + +--_¡Quedrán ustés_ creer--decía--que el hijo _güeno_, el que se ha hecho +_melitar_, _tié_ que _yevárselo en cá_ un amigo, porque la vieja y la +_señoritinga_ no le _quién_ cuidar! ¡Qué sangre más perra _tié_ la +muchacha! _enantes_ ha _venío_ a preguntar si habían _sacao_ ya al +señor, y por no verlo _yevar_ se ha _marchao_. ¡Vaya un pingo que ha +salido la mocita! El _cabayero_ que la pretendía ya no viene, y la muy +sin vergüenza va mucho mejor _vestía_. + + + + +XXXII + + +La amargura del desengaño y la impaciencia por adquirir pruebas que lo +confirmaran, quitaron el sueño a Paz aquella noche. Al amanecer se quedó +adormitada y rendida a la fatiga del insomnio; pero era tal la agitación +de su espíritu que, sacudiendo de súbito aquella falsa soñolencia, se +levantó, y sin llamar a nadie, se lavó y peinó, poniéndose en seguida el +traje más sencillo de cuantos tenía. Los celos lo dominaban todo en su +ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo +pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a +su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que +Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia. + +Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a +casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas +baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no +imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito; +pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las +ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la +dijo: + +--Avíese Vd. pronto; vamos a salir. Que enganchen. + +Sorprendiose la vieja de verla tan madrugadora; mas obedeció sin +resistencia, y al cabo de media hora se apearon ambas ante el pórtico de +San Isidro el Real. + +--Esperad aquí--dijo Paz al lacayo. + +--¡Qué capricho!--murmuraba la dueña modernizada.--¡Al demonio se le +ocurre venir tan lejos a misa! + +--No vamos a misa. Sígame Vd. y calle: si quiere hacerlo por buenas, se +lo agradeceré; si no... después hablaremos, o podrá usted resolver lo +que guste. + +Doña Martina comprendió que convenía ceder. Si se oponía obstinadamente +al capricho de Paz, nada lograría en aquel momento; y si luego contaba +lo sucedido a su padre, de fijo, enemistada ya con la señorita, ésta la +haría saltar pronto de la casa. Tuvo, sin embargo, un instante de +vacilación; le faltó poco para dejarla sola: por fin, la curiosidad +venció sus escrúpulos y echó a andar tras de Paz, que ya la llevaba unos +cuantos pasos de delantera. Iba presa de una emoción indefinible, +murmurando incesantemente:--«calle de la Pasión... una casita baja, de +revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo, +entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al +llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba +la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta +encontrar la esquina de la calle de la Pasión. + +Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores +estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos, +telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de +gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío. +Paz, impresionada con la novedad de aquel Madrid que le era desconocido, +miraba en derredor, asombrada, sintiendo vergüenza, pareciéndole +indignos de ella el sitio y la ocasión. Notando que su traje, a pesar de +lo sencillo, excitaba la curiosidad, se quitó los guantes y, +disimuladamente, se colocó el velo como las mujeres que pasaban a su +lado. En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a +la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle +estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No +ha mentido»--pensó Paz--y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que +no admitía réplica: + +--Párese Vd. aquí conmigo. + +En torno de las dos mujeres se oían los gritos de los vendedores +ambulantes; los hombres decían desvergüenzas que las chulas recogían con +sonrisas, y de aquella aglomeración de cuerpos poco limpios se +desprendía un olor nauseabundo. A Paz le daban impulsos de marcharse sin +averiguar nada; pero, atormentada por los celos, no apartaba la vista de +la casa de Engracia. El aya seguía repitiendo de rato en rato: + +--Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido? + +Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la +casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto +ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o +entraba, le vería sin dificultad. Según trascurrían los minutos, que a +ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se +le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida. No +cesaba de mirar al reloj: cuanto menos tiempo quedara para que Pepe +acudiese al cuartel, más probabilidades había de que no viniera o no +estuviese allí... con aquella mujer. De esta suerte trascurrió largo +rato: el dueño del puesto junto al cual se habían detenido, comenzaba a +fijarse en ellas. Paz, desasosegada, fuera de sí, se mordía los labios, +pugnando por tragarse las lágrimas, y el aya la miraba sin atreverse a +chistar.--«No viene, no viene»--pensaba la pobre niña, en cuyo corazón +arraigaba rápidamente la esperanza.--«¿Estará dentro?»--la decían sus +celos. Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la +esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no +miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera. +Pensaba que, si le veía, sería al salir. + +De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el +tenderete junto al cual estaban. Pepe había salido del portal y, parado +en la acera opuesta, miraba hacia los balcones, uno de los cuales se +abrió al mismo tiempo, apareciendo en él Engracia con su chico en +brazos. Pepe dio unos cuantos pasos hacia lo alto de la calle, moviendo +la mano en señal de despedida. + +El piso, principal de los antiguos, era muy bajo, y don José tenía +colocada la butaca junto a la vidriera de modo que Pepe, gracias a la +empinada cuesta que allí forma la calle, podía ver a su padre desde la +acera opuesta, sin que Paz se diera cuenta de ello. Engracia levantaba +en los brazos a su hijo que, alegre y sonriente, movía las manitas +correspondiendo a la despedida de Pepe. La vista del niño produjo a Paz +una impresión horrible. Avanzó unos cuantos pasos, tan cegada por la +ira, que el aya, al mirarla en aquel estado de exaltación, la contuvo: + +--Señorita, ¡por Dios! pero ¿qué es esto? + +Había ya desaparecido Pepe por lo alto de la calle de la Pasión, y aún +continuaba Engracia en el balcón, volviéndose algunas veces a mirar a +don José. El niño, agitando las manitas, gritaba _Pepé, Pepé_, y +aquellos gritos, que Paz oyó clara y distintamente, por lo corto de la +distancia que les separaba, la destrozaron el corazón. Engracia, +tranquila y con la sonrisa en los labios, seguía levantando el niño, sin +señal de tristeza, como era natural que estuviese, no siendo pariente ni +amante suyo el que se iba. + +--Vámonos--dijo Paz de pronto, con la voz ahogada por un sollozo; y +dirigiéndose de nuevo hacia arriba, tomó la vuelta a San Isidro. + +Al entrar en la calle del Cuervo, vio a Tirso parado ante el escaparate +de una cerería: iba de paisano, y sólo le reconoció al escuchar su voz. + +--Estaba seguro--la dijo tristemente--de que vendría Vd. + +--¡Era verdad! No había Vd. mentido. + +--Adiós, señorita. El Señor la cure de ese amor, indigno de Vd. La +misericordia de Dios es inagotable. + +Paz, con el alma acibarada por el despecho, y doña Martina, confusa y +asombrada, llegaron a San Isidro, subiendo al coche sin entrar en la +iglesia. + +--Es hermosa--dijo maquinalmente Paz, a quien hostigaba el pensamiento +la belleza de Engracia. + +--Sí, pero ordinaria. + +--A papá, ni una palabra, ¿estamos? Ya sabe Vd. que soy agradecida. + +Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla +solo: + +--Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre. + +Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio +tranquilamente alejarse al carruaje de Paz. Estaba seguro de que la +decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en +que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la +resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el +olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del +despecho. Cuando esto ocurriera, cuando doblegada por el dolor cayese en +brazos de la resignación, entonces sería llegado el instante oportuno +para dirigir su pensamiento y encauzar sus sentimientos, trasformándolos +de terrenales en piadosos, haciendo que de entre las cenizas del amor +mundano surgiese ese divino fuego místico que abrasa y no consume. Nada +pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja +así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por +tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de +Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma +arrancada a las impurezas del mundo. Que fuese él o fuera otro el que +obtuviera el triunfo, poco importaba: lo esencial era conseguirlo. + +Para su hermano Pepe, cuya dicha acababa de extirpar como planta +arrancada de cuajo, no tuvo un solo impulso de rencor. La rivalidad y +antagonismo que de él le separaban, nada eran ni valían ante la alteza y +rectitud de sus propósitos. + + + + +XXXIII + + +La mañana en que Paz creyó ver demostrada la infidelidad de su amante, +llegaron a Madrid noticias de lo mal qué iba la guerra para las armas +liberales. El gobierno, queriendo ocultarlo, publicó en la _Gaceta_ un +parte, que solamente hablaba de pequeñas partidas alzadas en Galicia; +pero los periódicos, suplementos y extraordinarios dieron la voz de +alarma; con lo cual la sorpresa de la corte fue tan grande como +inconcebible estaba siendo su apatía. Cuando la capital se enteró de +que los voluntarios del Pretendiente, organizados en divisiones y +cuerpos, podían hacer frente a las tropas, nadie dejó de convenir en que +era necesario hacer un esfuerzo supremo. En los casinos, cafés y clubs, +hasta en los corros de las calles se notó en el centro del día esa +efervescencia síntoma de la inquietud popular. Todo el mundo estuvo +conforme, se vociferó, se acusó de débil al gobierno, de carencia de +disciplina a los soldados, de falta de pericia a los jefes... y por la +tarde todo Madrid se fue a los toros. + + * * * * * + +Se lidian ocho del Duque en corrida de beneficencia. Hora y media antes +de la fiesta comienza a romperse la línea de vehículos tendida entre la +Puerta del Sol y las Calatravas. Los mayorales, que han pasado la mañana +reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por +el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el +décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van +de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su +puesto, y empieza a oírse el grito tentador: + +--¡Eh, arriba! ¡a la plaza! + +Al principio los coches se llenan sin grandes apreturas, arrancan +primero los mejores, ómnibus enormes y seguros _breaks_ de forma +extranjera ya españolizados, con suertes del toreo pintadas en +portezuelas y cajas; después, a falta de los buenos, la gente toma por +asalto los que van quedando; jardineras con las ballestas rotas y mal +encordeladas, tartanas quebrantahuesos y ómnibus pequeños, de aquellos +viejos que años antes iban _a dos riales al patíbulo_, todos tirados por +mulas y caballos trasijados que ostentan en el pescuezo collarones a la +jerezana pagados con la escatima del pienso, sin que su pobre costillaje +ponga lástima en el corazón de la chulapería, ávida de empezar a +varazos. + +--¡Eh, arriba, _cabayero_! + +--¡Señorito, a la plaza! + +Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados +por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos, +mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de +vestir. Los hombres van de americana y pavero; las mujeres con flores +puestas en el pelo a lo gitana, luciendo unas la mantilla de blonda +blanca y otras la de casco de color con sedosos madroños negros, que +sombrean dulcemente la cara. Corren los simones, insultándose los +cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a +las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y +bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa +cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de +colores brillantes. Al trote de un rocín miserable, y con el mono sabio +a la grupa, va el picador, cuyas formas atléticas contrastan con el tipo +enclenque de algún señorito que sirve de cochero a su lacayo; y en +potros inquietos que bracean con fuerza van el chalán que deja la bestia +en un merendero durante la corrida, y el alguacilillo vestido como los +que aborreció Quevedo. Entre los de a pie, que continuamente se desvían +de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de +retorno, marchan confundidos el _gatera_ que con mil trabajos, ninguno +limpio, reunió el precio del tendido, el hortera _endomingado_, el +estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla +engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de +censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo +del _rey neto_. A pie van también la chula y su amante, ella orgullosa, +él celoso, haciendo ambos mutua ostentación de sus personas: el mozo +con calzado de lo fino, pantalón ajustado, pavero y chaquetilla de +pana: la chica con el cabello ensortijado, un peinecillo en cada rizo, +pañuelo de seda caído sobre la espalda porque no oculte lo primoroso del +peinado, y sobre los hombros el gran mantón de Manila que se empeña en +los apuros, y por entre cuyos largos flecos asoman a cada paso dé su +graciosísimo andar los bajos limpios y los pies chicos. Como ella lleva +los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los +señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la +muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como +madrigales dulcísimos. + +En _landó_ de alquiler va una familia extranjera mirando a todas partes +ansiosa de color local, armada de paraguas y gemelos; y en su +_victoria_, alta la frente y provocativa la mirada, descuella la +hermosura alquiladiza de alguna pecadora que, al sentarse en delantera +de grada, será acogida con expresivo vocerío. De pronto todos miran +hacia un mismo sitio. Entre el confuso tropel de carruajes pasa una +carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado +muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros +sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las +chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera, +y al desaparecer el coche deja tras sí un murmullo de admiración jamás +inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan +poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se +divisa una larga fila de simones que vuelven con el _se alquila_ puesto, +y la calle recobra su aspecto normal. Al anochecer, la gente que sale de +la plaza marcha de prisa, como espoleada por el hambre, y hasta en los +barrios más apartados empieza a oírse el pregonar de los periódicos +taurinos, recién impresos y húmedos, que son un _mentís_ para quien +tache de poco activa a nuestra raza. + + * * * * * + +El mismo día y a igual hora, la calle de Atocha presentaba distinto +aspecto. Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la +entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en +las socavas de los árboles. En el largo trecho comprendido entre la +plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba +gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta +hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos +que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y +rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía. + +De pronto se escuchó a lo lejos sonar de cornetas cada instante más +fuerte, y en seguida rumor de música militar que se venía aproximando. +Después, en el repecho que forma la calle ante el Hospital, apareció un +batallón de los acuartelados cerca de los _Doks_, que se dirigía a la +estación del Norte. Primero se distinguieron, desde lo alto de la +cuesta, la escuadra de gastadores y el grupo que formaba la banda, en +cuyos instrumentos de cobre reverberaba la luz reflejos vivísimos: luego +se vio venir la ancha columna formada por la tropa, sobre cuya oscura +masa lucían las bayonetas heridas por el sol. + +Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al +cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo, +en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el +rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para +facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote, +dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por +filas como miembros de una máquina viva. Al sonar cercanos los ecos de +la banda se abrieron algunos balcones, asomándose las muchachas privadas +de salir, los ancianos y niños faltos de quien les llevase a paseo, y +por las bocacalles inmediatas vinieron a escape enjambres de chicos, que +con gran algazara y vocerío corrían unos a ponerse junto a la escuadra +de gastadores, otros a rodear la charanga, acompañándola buen trecho, +hasta que al cabo de un rato se volvían hacia sus casas, temerosos de +reprimenda o paliza. Aparte la gritería de los muchachos, el batallón +subió toda la calle sin que se escuchara a su paso murmullo de simpatía +ni rumor de cariño: sin un viva. Sólo un hombre desharrapado dijo, +mirando lo tristes que iban los soldados: + +--Van al Norte... ¡Pobrecitos! + +Y una criada de servir fresca y guapetona, contemplándolos como si +fueran pedazos de su alma, añadió: + +--¡Dios os dé buena muerte! + +No sabía el pueblo despedir a los suyos de otro modo. + +Luego que el batallón pasó, la calle volvió a quedar casi desierta, +huérfana de animación y ruidos: durante unos minutos continuó oyéndose +cada instante más débil el sonar de las trompetas, se cerraron los +balcones y tornáronse los chicos a sus juegos. + +La tropa debía subir toda la calle de Atocha y atravesar la Plaza Mayor, +dirigiéndose por la calle de Bailén y el paseo de San Vicente a la +estación del Norte, pero entre la plaza de la Bolsa y la Concepción +Jerónima halló cortado el paso por una ancha zanja que los braceros de +la villa habían hecho para colocar cañerías. Fue preciso variar el +itinerario y bajar por la calle de Carretas a tomar la del Arenal. +Cuando los soldados atravesaron la Puerta del Sol, nadie les hizo caso. +La escena fue rápida y triste: a una parte alegría, voces, trallazos y +ómnibus tomados por asalto: al otro lado, el batallón desfilando entre +dos hileras de vagos, vendedores y curiosos. El jefe miró con desprecio +a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso +tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad. + + + + +XXXIV + + +Había trascurrido un mes desde que salió Pepe de Madrid. Engracia, +conocedora de la estrecha amistad que existía entre él y su amante, +cuidaba cariñosamente a don José, quien viéndose bien atendido se +acordaba poco de los suyos. En la _Limosna de la luz_, doña Manuela fue +ascendida de vigilanta a inspectora, gozando más sueldo y mejor +habitación en el domicilio de la hermandad, y a Leocadia se le adjudicó +la plaza que dejó vacante su madre, favores que ambas recibieron de la +Condesa de Astorgüela, cada día más esperanzada en el éxito de la misión +que confió a Tirso. Éste, lejos de hallar atractivo en la vida +cortesana, iba sintiendo hastío de ocuparse en empresas inferiores a las +que soñó su entusiasmo. Enviado a Madrid como agente de los elementos +que impulsaban la guerra civil--causa que le parecía justísima--cumplió +su misión y recibió orden de esperar: luego, por procurarse recursos, y +al propio tiempo por deseo de contribuir de algún modo al triunfo de +sus ideas, pronunció sermones que le dieron cierta notoriedad y admitió +el cargo que disfrutaba en las _Hijas de la Salve_; pero ni bastaban a +satisfacerle los elogios de las sacristías, ni le sonreía la idea de +haber dejado su curato para ser capellán de monjas. Todo aquello le +parecía mezquino; no había él salido de su retiro para tan miserables +empeños. En un principio le preocupó bastante la impiedad que devoraba a +su familia, pero este mal estaba ya conjurado en gran parte. Respecto a +la negociación que le confió la de Astorgüela, también imaginaba haber +conseguido lo principal, que era provocar el apartamiento entre Paz y su +novio: el resto, otro lo haría. La estancia en Madrid comenzaba a serle +desagradable, pues nunca imaginó servir a la buena causa en pequeñeces y +menudencias, sino en lo más importante y principal, que era agotar todos +los medios capaces de levantar el país contra los gobiernos +revolucionarios, perseguidores de la Iglesia. En tal disposición de +ánimo se hallaba cuando le mandó llamar la de Astorgüela y, recibiéndole +en la misma habitación que la vez primera, celebró con él una +entrevista, en que acaso se dibujaron dos tendencias de un mismo partido +y en que Tirso halló ocasión de manifestar brava y noblemente sus +ideas. + +La de Astorgüela, sentada en una gran butaca, vestida con severa +sencillez y expresándose siempre con dulzona amabilidad, recordaba algo +las figuras de aquellas mujeres influyentes en la política francesa del +siglo XVII de quienes cuentan raras cosas las crónicas: diríase la +querida de un cardenal recibiendo a un clérigo provinciano. Tirso estaba +menos cohibido ante ella que en su primera visita, porque ya se habían +hablado algunas veces en las juntas de la hermandad. + +--¿Sigue Vd. contento en Madrid?--le preguntó la Condesa, indicándole +que tomara asiento. + +--Trabajo no falta, y algo me distrae; pero mi situación va siendo +anómala, y esto me desagrada bastante. + +--Estamos, sin embargo, muy satisfechos de Vd. + +Aquél _estamos_ sonó mal en los oídos de Tirso: juzgaba que la debía +agradecimiento por el apoyo que le dispensó; pero fuera de lo referente +a la hermandad, no reconocía en ella autoridad para aprobar o condenar +sus actos, molestándole lo que alardeaba de su influencia en asuntos +políticos que se rozaban con la Iglesia. + +--Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar +contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid +para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión +delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi +convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era +ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos. + +Ella entonces, por darle a entender que no fue llamado para manifestar +sus deseos, sino para cumplir los ajenos, varió el rumbo de la +conversación. + +--He dicho a Vd. que su conducta merece elogio, y así es, efectivamente. +Según mis noticias--y ya sabe Vd. que todo lo _averiguamos_ cuando es +cosa de interés--la señorita de Ágreda ha reñido con su hermano de Vd., +o mejor dicho; están en absoluto cortadas las relaciones entre ambos, y +esto a Vd. se le debe. + +--Hice lo que pude, sin que me costara gran trabajo. Me bastó decirla +que Pepe frecuentaba la casa de otra mujer. Después, su propia +impaciencia... los celos hicieron lo demás. Debe ser una niña +nerviosa... + +--Enamorada--le interrumpió la Condesa.--¡Pobre criatura, da +lástima!... Pero lo hecho no basta. + +--Cuando pase más tiempo... + +--Ni su padre, ni ninguno de los que la rodean, conoce la causa de su +abatimiento: creen que está enferma. Hay que apurar más las cosas, no +despreciar los momentos, influir en su ánimo. De lo contrario, puede +verificarse en ella una reacción y, cuando queramos acudir, tal vez sea +tarde. + +--Yo no he vuelto a verla, ni hallo pretexto para ello. + +--Hay que buscarlo; porque pasada esta primera impresión de amargura, +quizá sea difícil lo que pretendemos. Está muy triste, muy abatida, pero +no tiene trazas de pensar en religión ni en cosa que lo valga. + +--Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso todo lo +que sea querer precipitar los acontecimientos. + +--Pues es preciso. Reflexione Vd. despacio sobre el asunto, que es de +gran importancia para _la casa_... y para Vd. Además; ese hermano, que +tan violentamente se ha portado con Vd.... + +En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa, +acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos +honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento, +diciéndole: + +--Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy +importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos +revolucionarios son tontos. Sólo entre las colegiatas de León y Toledo +hay ahora cinco prebendas vacantes. ¡Imagine usted qué puesto tan +hermoso para trabajar en pro de lo que todos deseamos! + +Altiveciose entonces Tirso, se puso en pie como si su asiento tuviera un +resorte que le impulsara y, ofendido, trémulo de ira y de vergüenza, +repuso, sin disimular el enojo: + +--Señora, ni sabe Vd. lo que dice, ni a quién se lo dice. Yo no soy cura +cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala +manera... + +--¡Señor Resmilla! + +--¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me +arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para +los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas +pequeñeces hasta por cima de los pelos. Daré por la fe hasta la última +gota de sangre; pero para pagarme no hay dinero... ¡Ni que me hicieran +Papa! Es cien veces más noble irse al campo a que le rompan a uno la +crisma. + +La de Astorgüela, absorta y desconcertada, no desplegó los labios: Tirso +cogió su teja negra de la silla en que la había dejado y añadió +bruscamente: + +--Adiós, señora. + +Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la +lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño +arranque de honrado fanatismo. + +--¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará... + + * * * * * + +Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las _Hijas de la Salve_ +supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin +despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que +desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de +lo ocurrido. La hermana portera no pudo decirlas sino que la víspera vio +hojear a Tirso un indicador de ferrocarriles; que, vestido de paisano, +salió en persona a buscar un coche de punto y que, ayudando al simón a +levantar su baúl, dijo: + +--A la estación del Norte. + + + + +XXXV + + +Sobre los campos, devastados por la guerra, comenzó a brillar la luz de +un nuevo día: hacia la parte de Levante el aire se arreboló cual si la +atmósfera se incendiara, y las estrellas, ofuscadas por el sol, se +borraron del cielo. En torno de Ayartiaga no se oía más que el +estridente rodar de alguna carreta mal engrasada y el apacible silbo del +viento, que se complacía en cimbrear suavemente las cañas de los +maizales, fingiendo oleadas entre el verdor de los cerros. El pueblo, +formado por dos líneas de pobrísimas casas tendidas a lo largo de la +carretera, no había despertado aún. La iglesia, que apartándose del +trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba +cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta +revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por +la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas +de herraduras y de pesadas llantas. A la entrada del lugar, algunas +tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de +balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras +hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios +radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había +esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga. El +lodo, apenas endurecido, estaba lleno de pisadas, y un frondoso grupo de +castaños que había en la falda del montículo tenía, a trechos, rotos y +astillados los troncos, en torno de los cuales caían desgajadas algunas +ramas con las hojas ya mustias. A dos kilómetros de las primeras casas +del pueblo, una serie de montones de escombros indicaba el lugar donde +estuvo la estación del ferrocarril. No se veían en derredor más que +maderas carbonizadas, herrajes retorcidos por el fuego y planchas de +zinc medio roídas por las llamas: una fila de piedras blancas, fijas en +el suelo, designaba el trazado del andén, y los huecos de los durmientes +y traviesas arrancados marcaban el trayecto de la vía. De las oficinas y +almacenes no se conservaban en pie sino un piso casi derrumbado y +algunas paredes ennegrecidas, en una de las cuales habían quedado +intactos dos o tres cuadritos, con fotografías malas, y un impreso en +papel amarillo, con las horas de entrada y salida de los trenes. Junto a +la valla que cercaba el perímetro de la estación había una casucha, +destinada a cantina, sin el menor deterioro, quizá por ser propiedad de +un realista: tenía la puerta cerrada y, sobre ella, se veía este bando +allí pegado algún tiempo atrás, manuscrito, con la tinta corrida y el +papel humedecido por los aguaceros: + +DIOS--PATRIA--REY + +_Comandancia general de Guipúzcoa._--Como comandante general de esta +provincia, nombrado por S. M. Don Carlos VII de Borbón y de Este (Q. D. +G.); teniendo que emprender un movimiento general que libre a España de +la esclavitud en que la tiene un extranjero, hijo del carcelero del +Papa, el inmortal Pío IX: + +Considerando que la circulación de los trenes y las comunicaciones +telegráficas son el arma más poderosa con que un _ateo_ gobierno cuenta, +he creído conveniente ordenar lo siguiente: + +Artículo 1.º A las seis horas de recibir esta mi comunicación, deberán +quedar desocupadas y cerradas todas las dependencias de la vía que están +a su cargo. + +Art. 2.º Pasadas las seis horas, serán hostilizados todos los +maquinistas que conduzcan trenes y fusilados todos los empleados que +sean aprehendidos en el servicio de la vía férrea, previa identificación +de sus personas, convicción de la falta de cumplimiento a esta mi orden +y después de recibir los auxilios espirituales. + +Art. 3.º Trascurridas las seis horas, principiará el deterioro en la +vía, cuya indemnización jamás podrá tener la empresa derecho a reclamar. + +El que sea católico español ante todo, obedezca mis órdenes, si es que +ama a su patria y no desea sumergir en llanto y luto a su familia y a +las de sus dependientes.--Lo que comunico a Vd. para su conocimiento y +demás exacto cumplimiento. Dios guarde a Vd. muchos años. Campo del +Honor 6 de Enero de 1873.--El Brigadier comandante general de la +provincia, _Antonio Lizárraga y Esquirós_[1].» + +[1]_Historia Contemporánea_, de Antonio Pirala.--Madrid, 1877. + + * * * * * + +Al despuntar la mañana, en una de las casas del pueblo se abrió el +portón del corral y, precedidos de una mujer, salieron al campo dos +soldados de infantería con el uniforme despedazado y sucio: uno de ellos +llevaba fusil, y el otro iba sin armamento. Llegaron la víspera, medio +aspeados y fugitivos del combate que se trabó en las cercanías, donde a +la entrada de un valle fueron sorprendidas y desbaratadas tres compañías +del ejército, y aquella mujer, movida de una conmiseración desusada en +las circunstancias por que atravesaba el país, les dio albergue durante +la noche; pero sabedora de que en otro pueblo no muy distante había +guarnición de tropa, les indicó de madrugada el camino que debían seguir +hasta incorporarse a ella. Cuando llamaron a su puerta maltrechos, +hambrientos y rendidos, les admitió a condición de que, para no +comprometerla, saldrían de su casa con el primer claror del día; así +que, al rayar el alba, ellos, sin esperar a que les llamase, se +levantaron del montón de hojas de maíz que les sirvió de cama y con rudo +lenguaje dieron gracias a su compasivo huésped, que les despidió +diciendo: + +--Sois _guiris_: ¡no importa! Yo también _te_ tengo hijo, _pues_, con +general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos! + +Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos, +según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y +luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se +internaron por un camino vecinal. + +--Por aquí debe de ser, Pateta--decía el más joven.--Esta es la casa +abandonada de que nos habló: adelante, todo derecho. Tres horas de +fatiga y estamos en salvo... por ahora. + +El que así habló era un muchacho alto, moreno, nervudo y fuerte, con +tipo de castellano viejo. Tenía los pies doloridos y andaba penosamente. +Pateta estaba desconocido. El _gatera_ madrileño, de aspecto endeble, se +había robustecido con el aire del campo. Llevaba raído el uniforme, +sujetas las alpargatas una con cinta y otra con tomiza, y puesta sobre +el capote una manta de color indefinido, en cuyos pelos habían quedado +prendidas briznas del maíz seco sobre que pasó la noche. + +--¡Trae el fusil, modrego, que no _pués_ con tu alma!--dijo de pronto a +su compañero, viéndole anhelante y fatigoso. + +Habían llegado a un cerro desde donde se divisaba gran extensión de +tierra, cuando de pronto Pateta, extendiendo un brazo para señalar lo +que creía descubrir en una hondonada, a larga distancia, dijo, con el +rostro demudado: + +--_¡Mecachis!_ chico, ¿qué es aquello? + +--¡Gente!--repuso lívido el castellano viejo. Son dos a caballo y muchos +más a pie. + +--¿Qué hacemos? + +--Volver pies atrás. Mira, el camino sigue sin un marrano árbol y al +descubierto. Si nos ven, nos revientan. Correr lo que podamos, y esa +mujer nos esconderá... si no, ¡sea lo que Dios quiera! + +Por entre barrizales y breñas, a campo traviesa y buscando las enramadas +para mejor ocultarse, desandaron en quince minutos el camino que habían +recorrido en media hora. Cuando jadeantes como perros llegaron al portón +del corral, la mujer que allí estaba partiendo leña, con solo mirarles +al rostro, adivinó lo que les había pasado. No salió fallida la +esperanza de Pateta. Un instante después él y su compañero estaban +ocultos en el anchuroso pajar, lleno de liazas, aperos de labranza y +montoncillos de semillas, que ocupaba toda la parte alta de la casa. + +--¡Estamos en salvo! + +--Gracias a que hemos venido por ahí detrás, que por la carretera ya nos +habían _atisbao_. ¿Cómo tienes las patas? + +--Chico, ahora muy mal; pero mientras veníamos corriendo, casi no las +sentía. + +Como la casa estaba situada a la entrada del pueblo y era de las más +altas, desde los ventanillos de ambos lados del pajar se veían, hacia +una parte la larga línea de la carretera, que iba a perderse en una +curva sombreada por robustos nogales, y en opuesta dirección la pequeña +esplanada que había ante las ruinas de la estación del ferrocarril. +Pateta miraba por uno de estos ventanucos, ocultándose tras unas ristras +de mazorcas que colgaban de la techumbre, y por otro su compañero, que +resguardaba el cuerpo con un haz de leña menuda. + +--Venían hacia aquí, ¿verdad? + +--¡Claro! + +--Lo malo será si se detienen y se alojan. + +Ninguno se atrevió a seguir haciendo conjeturas, seguros de que el +alojamiento de aquella partida en el lugar podía ser su perdición. + +Cerca de una hora llevaban de angustiosa impaciencia, y ya iban con la +tardanza esperanzándose de que el grupo de gente armada hubiera tomado +otro camino, cuando Pateta lo vio aparecer en la curva de la carretera. +Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el +tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden, +hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas +armas, y el mayor número con boina blanca. + +--Traen uno _cogido_. ¡Pobrecito!--dijo. Pateta, oprimiendo +maquinalmente el fusil. + +--¡No seas bruto! ¡Si es inútil!--respondió su camarada, adivinándole +los pensamientos. + +--No, si ya lo sé; pero me están saltando los dedos. + +Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos, +parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre, +como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a +la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal +subalterno de ferrocarriles. Era un telegrafista de la estación cercana. + +--Es uno del tren. + +--¡No chistes! + +--¡Calla!--dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la +gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el +desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba +frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba. +En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación, +hacía allí alto la partida. + +--_Pinchi_, ¡mira qué facha más rara _tién_ los _cabeciyas_! + +Uno de los tres jefes les llamó en particular la atención. Era un hombre +alto, de color cetrino, facciones angulosas y barba negra muy cerrada. A +menor distancia, con seguridad Pateta le hubiera conocido en seguida. +Llevaba gorra pellejera, larga chaqueta azamarrada con grasientos +alamares negros, pantalón de pana y botas blancas de montar, con recias +espuelas de hierro; pendiente del cinto un sable, y entre los pliegues +de la faja morada y burda asomaba la culatilla de un revolver de +reglamento. Ni en las mangas del chaquetón ni en parte alguna del traje +usaba el menor distintivo; pero, en cambio, su caballo era la mejor de +las tres bestias. A juzgar por los ademanes que hacía y la respetuosa +atención con que los otros le escuchaban, debía ser el que acuadrillaba +la partida. + +Lo que pasó luego fue horrible crueldad. El prisionero entró en la +caseta, custodiado por cuatro números, y tras él entraron los tres +hombres que iban mandando a los insurrectos. Algunos campesinos y +labriegos del lugar, viejos en su mayor parte, que habían acudido por +curiosidad, fueron alejados con modales bruscos por la gente armada; y +como volviesen en mayor número, se dio orden de despejar la plazoleta. +Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero +encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono. +Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados, +conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende +su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar +de acuerdo, se mostraban inflexibles. Pateta y el castellano viejo +temblaban, presintiendo que iban a presenciar algo espantoso. De pronto +el hombre que parecía compartir la opinión del jefe se apartó unos +cuantos pasos, dio orden de formar, mandó sacar el prisionero y dispuso +que, rodeado de un piquete, fuese conducido hasta los ruinosos y +calcinados paredones de la estación, junto a la valla en que estaba +fijado el bando prohibiendo la circulación de trenes. Allí, sin +desatarle las ligaduras de las manos, le hicieron arrimarse a la tapia: +el infeliz dijo algunas palabras, pero Pateta y su camarada no pudieron +oírle. Obedeciendo a las voces de mando que dio el oficial, avanzaron +cinco números y, colocados a unos cuantos pasos del desdichado, le +apuntaron dos a la cabeza y los tres restantes al pecho. Después, el +múltiple y desigual estampido de los disparos atronó el aire, y al +disiparse el humo de la descarga se vio el cuerpo inmóvil y tendido de +bruces en el suelo. La cal de la pared, ennegrecida por la humareda del +incendio, quedó jaspeada de manchas rojas, y rodeando al cadáver +apareció un charquillo de sangre, que la tierra empapó rápidamente, cual +si quisiera borrar el crimen de los hombres. En seguida el piquete se +alejó, dejando allí dos individuos, en tanto que otra pareja iba al +pueblo para ordenar que fuese sepultado el muerto. Lo que siguió ya no +pudieron verlo los del pajar. + +La partida se dirigió a la iglesia del lugar, entrando en ella con +muestras de piadoso recogimiento. El jefe penetró por otra puerta en la +sacristía, habló con el cura, que se disponía a decir la misa que habían +de escuchar las pocas y madrugadoras mujeres que iban llegando, y con +palabras corteses le rogó que le dejara oficiar en lugar suyo. Pocos +minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo +latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió +a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la +mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se +movían, como polvo de oro, los átomos inquietos. Un robusto mocetón, que +llevaba en el capote galones de cabo, ayudó a la celebración del santo +sacrificio. El cabecilla rezó la misa pausada y lentamente, con la +conciencia tranquila, sólo atento al sentido místico de las augustas +frases que sus labios saboreaban como un jugo espiritual al decir: + +--_Judica me, Deus, et discerne causam meam_... + + * * * * * + +Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado +de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por +los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de +su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo: + +--Si no escapas, _pues_, tirarte tiros _hasen_. + +No tres, como ella les dijera, sino cinco horas anduvieron hasta llegar +de madrugada a un caserío donde, presentándose al jefe del destacamento +que lo ocupaba, contaron cuanto habían visto, aún grabada en sus rostros +la impresión de la angustia y el terror sufridos. + + + + +XXXVI + + +Paz y su novio convinieron, al separarse, en que ella no escribiría +hasta recibir carta de él, y que luego ambos menudearían las sucesivas +cuanto les fuera posible; pero desde el instante en que ella se juzgó +traicionada, hizo firme propósito de no escribirle una sola vez. Su +primera impresión fue una pena tan grande y convicción tan honda de +haber sido juguete de un capricho, que consideró inútil todo esfuerzo y +baldía toda tentativa para recobrar el bien perdido: después, a las +lágrimas de la decepción sucedieron las quejas de la vanidad +mortificada; se agriaron los celos y pretendió olvidarle. No hubo +sensación triste que no experimentara: lo único que no sintió fue +arrepentimiento de haberle concedido su cariño, porque la gratitud a las +delicias gozadas pudo más que el rencor a la ofensa recibida. En cuanto +a reconquistar la posesión de Pepe, lo supuso imposible: llegó a creer +que aquella disparidad de fortuna, tantas veces temida, era la causa +verdadera del mal. La desdicha le parecía irremediable; lo sólo que +debía procurar era prescindir de su amor, sofocándolo como a sentimiento +réprobo, cuya vida ha de ser toda maldición y pena. + +Según fueron llegando a sus manos las primeras cartas de Pepe, las rasgó +con ira, sin leerlas; pero en vez de tirarlos, guardó los pedazos en el +cajón de un mueblecillo. Pasaron muchos días, recibió otras e hizo lo +propio, sin contestar a ninguna: mas la violencia que esta entereza le +costaba iba poco a poco aumentando. En vano se había condenado +voluntariamente a no saber de él: rompía las cartas, pero no lograba +acallar los antojos de su fantasía. Aquellos trozos de papel, ilegibles +y estrujados con rabia, tenían una fuerza incontrastable: decían que +Pepe vivía y se acordaba de ella. Tal era el estado de su ánimo cuando +cesó de tener cartas. Dudó primero de la discreción del aya, que era la +encargada de recibirlas, y luego pensó que Pepe enmudecía, cansado de no +obtener respuestas; mas pronto supo con temor que el silencio de su +amante no obedecía a ninguna de estas causas. + +En los periódicos y partes oficiales dejó de citarse el batallón a que +pertenecía Pepe, porque se ignoraba el paradero de aquél y de otros +cuerpos, sabiéndose únicamente que estaba verificando una marcha penosa +y arriesgada, que terminaría en un combate, cuyo objeto sólo conocía el +general en jefe. Cinco días duró aquella incertidumbre. Entonces apreció +Paz lo que quería a Pepe. Mientras supo que vivía, tuvo firmeza y amor +propio: cuando las circunstancias la hicieron comprender que estaba en +peligro, su pasión despertó, sin sentimiento rencoroso que la +desvirtuase ni nube que la empañara. Cada día que pasaba, cada periódico +que llegaba a sus manos sin decirla nada de aquella marcha, que fue +célebre en la historia de la guerra civil, la sumían en mayor +abatimiento. No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para +engañarse mintiendo que tenía sobre sí imperio para olvidarle. Su +imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con +la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas +dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de +sus lágrimas. Los primeros diálogos que con _él_ sostuvo, aquella +incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo +que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y +el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su +pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos +de la fronda en que nacieron. + +La impaciencia de Paz se trocó en terror cuando, al terminar la semana y +sin que ella recibiera carta, se supo en Madrid que la marcha de campaña +se había verificado y que las tropas, al dar batalla, habían sufrido +numerosas bajas. Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde, +a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la +angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar +lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de +vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería +el mejor. Se le ocurrió ir a ver al padre de Pepe, y fue, llevada por su +amorosa inquietud, lo mismo que hubiera sido capaz de ir al sitio mejor +guardado o al lugar donde más arriesgara su decoro. + +A la mañana siguiente, no tan temprano como quisiera su impaciencia, se +apeó de la berlina cerca de la calle de los Estudios y, en compañía del +aya, que ya estaba domesticada y dócil, se dirigió hacia la calle de la +Pasión. No necesitó que nadie la indicara el camino, ni tuvo que +esforzarse por hacer memoria de dónde estaba la casa que iba buscando. +Bajaron por la izquierda de la Ribera de Curtidores; al llegar frente al +sitio en que tiempo atrás vio salir a Pepe de casa de Engracia sintió el +rostro abrasado por una llamarada de vergüenza; pero ni acortó el paso, +ni pensó retroceder. + +--Aquí es, y ¡no hay portería!--dijo al torcer la esquina de la calle de +la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y +cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los +chicos. + +--¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón. + +Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era +de los que tienen corredores con puertas numeradas. + +En uno de los ángulos había un pozo, junto al cual, sin miedo al sol que +la hostigaba con su seco ardor, estaba una muchacha jabonando ropa +blanca en una artesa, remangados los brazos y con la falda de percal +sujeta entre las piernas. Era alta y airosa; su pecho juvenil y fuerte +temblaba a cada movimiento; el traje era humilde, pero el peinado +primoroso, y entre los undosos rizos del moño tenía prendidos al +desgaire cuatro o seis clavelillos de los que adornan los puestos de +las verbenas. A su lado, y gateando sobre un trozo de estera, había un +niño que se entretenía en manotear contra las prendas ya retorcidas que +ella dejaba caer en un barreño. Paz la había visto una sola vez de lejos +y teniendo los ojos nublados por las lágrimas; pero la conoció en +seguida: era Engracia. El aya lo examinaba todo con miradas +despreciativas; Paz estuvo a punto de volver pies atrás; mas dominando +de pronto la repulsión que sentía hacia _la otra_, preguntó, apartando +del chiquitín las miradas: + +--¿Hace Vd. el favor de decirme cuál es el cuarto del Sr. Resmilla? + +--En mi casa, _prencipal_ núm. 2,... pero no se le _pué_ ver. + +--Lo siento; deseaba hablarle... y tal vez no me sea fácil volver. + +--Pues ese señor está malo, _mu_ malo, y pasa las noches rabiando, y +hasta que es de día no descansa. Ya ve Vd., ¡me bajo yo el _arrapiezo +pá_ que no alborote!... Si _quiusté_ algún _recao_... + +No había contado con aquello. Hablar al padre del hombre que la engañó, +no era humillación: conversar con Engracia, le parecía insufrible +martirio. El ansia por saber de Pepe pudo al fin más que el amor +propio, y pensó que la escena no podía prolongarse arriba de unos +minutos. + +--Ese caballero tiene un hijo que está en el Norte, ¿verdad?... ¿Sabe +Vd. si se han recibido noticias suyas? + +--Sí señora, esta mañana precisamente: como que _aluego_ de recibir la +carta se quedó don José más tranquilo que está esa criatura. El señorito +Pepe está sano y salvo en un pueblo que lo llaman... Astirraga, Gorri... +Garri... vamos, no me acuerdo; uno de esos pueblos de nombre _enrevesao_ +que dicen que los bautizó el diablo estando borracho. + +--De modo--añadió Paz, sin poder disimular la emoción--que es seguro; +¿está bueno? + +--¿No le digo a Vd. que ha escrito él mismo? + +--Mil gracias, joven... ya volveré. + +Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras +diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las +manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo +del portal: + +--Oiga Vd., señorita: usted _desimule_; _aunque sea mal preguntao_, ¿es +Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe? + +--Sí--contestó secamente, evitando mirarla cara a cara. + +Entonces Engracia, dando a sus palabras franca expresión de simpatía, +exclamó, con asombro de Paz: + +--¡Vaya, vaya!... ¡sea por muchos años! ¡ahora comprendo yo que esté el +señor Pepe tan _chalao_!... ¡Y que no tenía yo pocas ganas de conocerla +a Vd! También la digo a usted que se _pué_ Vd. presentar donde las +_haiga_ guapas. + +Paz, sin acertar a comprender cómo aquella mujer la hablaba de tal modo, +repuso, echando a andar y con creciente aspereza. + +--Quede Vd. con Dios. + +La otra, muy ofendida, se plantó en la salida del patio, cortándola el +paso, al par que la decía, con desparpajo y retintín: + +--¡Oiga Vd., señorita! ¿qué es lo que se ha _figurao_ Vd.? Yo no soy +_denguna_ fregona, ¿está Vd.? Soy la Engracia. ¿Conque se _arranca_, Vd. +a venir a preguntar por el novio, y _aluego tié_ Vd. a menos hablar +conmigo? + +Paz no se atrevía a responder, temerosa de un escándalo en tal sitio y +por semejante ocasión: Engracia, sin permitirla avanzar, continuó: + +--¿Habrá Vd. creído que era la _criá_? Pues no señora... Don José y su +novio de Vd. me tratan de igual a igual, y su novio de Vd. y mi Millán +se llaman de tú... Conque, menos humos. _Entavía_, ¡bestia de mí! +estaba yo adulándola a _usté_ el oído. ¡Vaya Vd. mucho con Dios, doña +_Ínsulas_! + +Las palabras de Engracia llenaron a Paz de confusión, y además adivinó +que no estaba la razón de su parte. Aquella mujer la suponía en amores +con Pepe, y lejos de mostrarla enojo, la recibía bien; hasta elogiaba su +hermosura...; hablaba de otro hombre y decía orgullosamente _mi Millán_. +¿Qué era aquello? + +--No se esté Vd. aquí, _señorita_, que se le van a manchar las +_naguas_... + +Paz careció de sangre fría para marcharse sin salir de dudas: su calma +no podía confundirse con la indiferencia. + +--Pero Vd. ¿no es Engracia... la...? + +--¡Atrévase Vd!... la querida de Millán. ¿Era eso lo que quería Vd. +decir? Pues a mucha honra, que me está sirviendo de padre a mi chico. + +--¿Luego ese niño?... + +--No es de Millán, sino mío y de mi difunto, que por allá nos aguarde +muchos años. _¡Andá_, si no fuera por Millán, ya habíamos _reventao_ yo +y el chico, como la Real Trinidad! + +--¿De modo que Vd. con quien tiene amores es con ese Millán? + +--¿Pues qué se _la_ había _figurao_ a Vd.? + +La actitud de Engracia no pudo ser más expresiva: Paz, segura de que el +exacerbar su ira atraería sobre ella una explosión de injurias, acaso +justas, comprendió que el único medio de cortar aquella escena y salir +al mismo tiempo de dudas era hablar clara y lealmente. Apartose del aya, +condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí, +con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la +refirió en pocas palabras la causa de su enojo. Cinco minutos de diálogo +bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada +chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó: + +--¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha _venío_ aquí creyendo que yo +estaba _liá_ con el señorito Pepe? + +Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió +tímidamente. + +--¡Sí! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido! + +--¡Ya lo creo!... Pues hija, que se le quite a Vd. eso de la cabeza. + +--¿Me dispensa Vd., verdad? ¿Me deja usted que bese al niño? + +--¡No eches tierra en la ropa, _condenao_! Ven aquí, que te va a dar un +_chichi_ esta señora. ¡Ay hija!--añadió, encarándose con +Paz--desengáñese Vd., cuando una quiere a un hombre, no hay señorío que +valga, _toas semos_ iguales. + +_(El aya aparte)_.--¡Válgame Dios, lo que son las señoritas del día! + +Paz salió de allí con el alma henchida de gozo. En su corazón había +renacido la dicha pujante y vigorosa, como agua de manantial comprimido +que redobla su violencia al cesar la fuerza que lo sofoca. Tuvo impulsos +de quitarse de las orejas los ricos pendientes que lucía y regalárselos +a Engracia, pero le parecieron pobrísima ofrenda para pagar tanta +felicidad. + +Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que, +pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas. + + + + +XXXVII + + +«Adorada Paz: + +Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y +has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme +perdón. Otro día te hablaré de esto más despacio y te reñiré mucho: +ahora, al acabar de leer tus frases de arrepentimiento y cariño, no +tengo valor para hacerte sufrir. Lo principal es que eres mía y que ya +no dejarás nunca de serlo. + +Ni yo, aunque lo pretendiera, podría darte idea de las penalidades que +aquí nos cercan, ni es fácil que las imagines. Las marchas y +contramarchas nos dejan tan rendidos, que casi nos parece preferible +entrar en acción a vagar por trochas y vericuetos. No sé qué es peor, si +ir perdiendo poco a poco la vida, destrozada por la fatiga y el +cansancio, o exponerse a que acabe todo de una vez. Si no fuera por tí y +por mi pobre padre, ¡cuántas veces me hubiese decidido a ser el primero +en un avance o el último en una retirada, para que me quitaran de en +medio! Tú y mi padre me sostenéis, para vosotros vivo: el pobre +viejecito necesita amparo; y contigo, ¡puedo ser tan feliz! No dejes de +escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero, +¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está +confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy +cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo. + +De mi padre sé que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de +las que me trae la última carta de Millán. De Leocadia, casi nada me +dice; pero de la ambigüedad de sus palabras infiero que, o está loca, o +ha perdido la vergüenza. Fácilmente comprenderás lo triste que será para +mí hablarte de esto; pero entre tú y yo no hay ya secretos. Mayor pena +me causa lo que me dice de mamá. Ignoro si Millán exagerará algo las +tintas del cuadro, para que yo no abrigue esperanza y vaya +acostumbrándome a la realidad; pero me parece absurdo lo que está +pasando. Dice Millán que al otro día de salir yo de Madrid la mandó +recado al convento, participándola dónde estaba mi padre, por si quería +ir a verle, añadiendo que el pobre no hacía más que preguntar por ella: +mamá repuso que ya se había curado de _cosas terrenales_ y que no tenía +más familia que Cristo y su divina Madre, pero que no se olvidaría de +nosotros en sus oraciones. Ni preguntó cómo seguía papá, ni qué +medicinas tomaba; en fin, nada. Añade Millán que ha enflaquecido mucho y +que está muy desmejorada. ¡Pobre madre mía! No me hago ilusiones; no +abrigo la menor esperanza de que llegue el caso: pero, si fuera preciso; +si a mi madre la tocara Dios en el corazón y resolviera volver al lado +de mi padre, te ruego, por las promesas que me has hecho y por lo que +más quieras en el mundo, que la prestes ayuda, que la ampares y la +protejas. Basta de esto: se me oprime el corazón como si me lo +estrujaran. De mi hermano no sé una palabra: ignoro por completo su +paradero. + +¿A quién dirás que tuve el alegrón de abrazar ayer? A nuestro cartero; +al fiel y nunca bien alabado Pateta, que está hecho un veterano. Dos +días ha andado perdido por los montes, con otro compañero, después de +ser sorprendido y derrotado el destacamento de que formaba parte. +Cuentan cosas horribles. Desde el pajar de una casa, donde les escondió +una buena mujer, vieron fusilar a un telegrafista. ¡Figúrate la +impresión que sufrirían! Crueldades tan inútiles y sanguinarias como +ésta, se cometen aquí muchas: en Madrid no tenéis idea de lo que es la +guerra. + +No creo que este ejército pueda tener grandes descalabros; pero lo que +está sucediendo en otras partes, causa en nuestras filas un efecto +tristísimo. El triunfo de Oristá, la victoria obtenida por Savalls en +San Quintín de Besora, la muerte de Cabrinety, la toma de Igualada y el +desastre de Albiol, en que nuestros prisioneros perecieron, muertos a +bayonetazos, han envalentonado mucho al enemigo. Lo más irritante es que +la guerra va tomando un carácter de ferocidad que espanta. Hay +guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos +bárbaros; que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los +niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha +mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos, +simulando los galones del grado que tenían en el ejército. Asombra el +número de curas que, hechos fieras, recorren los campos: los hay +agregados a cuerpos o divisiones bien organizadas, y otros que, sin +reconocer jefatura, van por donde quieren, cometiendo fechorías. + +Ahora dicen que anda por estos contornos una partida con un cabecilla al +frente, también cura, que acaso sea el autor del fusilamiento +presenciado por Pateta. Si le pillamos, se divierte. + +Basta de carta; no tengo tiempo para más. Escríbeme siempre que puedas y +dime de mil maneras que me quieres: la última será la que me parezca más +grata. Yo no dejo de pensar en tí, y si no me llamaras romántico, te +diría que con tu amor llevo en el alma un amuleto. No tengo miedo a +perderte. Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, _Paz_ de +mi vida, que por tí se está batiendo media España. Pese a quien pese, +serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo, + +PEPE.» + + + + +XXXVIII + + +Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio +de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de +otras proezas. + +Amanecía: el sol, como amante presuroso, arrancaba a la tierra su túnica +de nieblas, y de entre las sombras rasgadas por el claror del día iban +surgiendo las formas de las cosas. + +Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal +aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo, +cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de +fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba, +fingiendo llamaradas de incendio. Ningún hombre se veía por los pequeños +espacios libres entre casa y casa que hacían el oficio de calles: todos +eran voluntarios y estaban en el monte. En las cañadas cercanas no había +ganado al regalo de la yerba. + +Algunas techumbres despedían el humo de los hogares encendidos, +indicando que allí permanecían los viejos, los chicos y las mujeres. Del +río, que regolfando en las riberas serpenteaba entre prados y huertas, +se desprendía un vapor gris, deshecho al menor soplo del aire, y la +corriente mansa y negruzca pasaba silenciosamente por las presas de los +molinos abandonados, como mofándose de las ruedas paradas. No se oían +más ruidos que el rápido rozar del viento contra los penachos de los +maizales, y a ratos sonar estridente de cornetas lejanas. + +Como a un cuarto de legua detrás del pueblo se erguía Monte-Dalarza, +impracticable a la derecha por una serie de ásperos peñascales y cortado +a la izquierda por un tajo, con honores de sima, que lo separaba del +resto de la sierra. Toda la ladera que hacía frente a los cerros +aparecía surcada de trabajos de tierra, sin que desde la falda hasta +cerca del picacho que coronaba la cumbre quedara en la vertiente un +trecho de cien pasos en que no hubiera trinchera-abrigo, pozo de tirador +o empalizada de cestones, para disparar a mansalva. En aquella posición, +casi inexpugnable, se habían apostado varias partidas, fuertes de hasta +cuatro mil hombres, decididas a defender el paso. Las quebraduras que +tenían a su derecha eran inaccesibles, y el tajo de la izquierda +absolutamente imposible de salvar. Aquella hendidura, labrada por la +fuerza brutal de la Naturaleza, parecía angosta vista de lejos; mas de +cerca, sus paredes, formadas por las aristas y angulosidades de las +rocas, se apartaban, dejando en medio un vacío ancho y tenebroso, donde +en confuso desorden iba hacinando el tiempo peñas rodadas, troncos +caídos y malezas barridas por los vendavales. Nadie oyó nunca chocar +contra el fondo del barranco la piedra allí lanzada, ni hubo jamás en la +comarca quien se aventurase a explorar aquella cavidad oscura, más +oscura según iba siendo más profunda, y de cuyos bordes el ganado se +apartaba medroso. + +No había más remedio que forzar de frente las trincheras de la falda de +la montaña. El plan de ataque consistía en cañonearlas primero, sin +disparar un tiro de fusil, y tomarlas después a la bayoneta cuando +fuera posible calcular que la artillería había destruido las defensas y +desalentado a los combatientes. + +A poco de rayar el día comenzó la lucha, cuyos actores permanecían +invisibles, unos tras las desigualdades de los montículos y otros tras +los parapetos, construidos con tierra sacada de las zanjas donde se +ocultaban. Primero se vio hacia la parte de los cerros, ocupados por los +liberales, el humo de un fogonazo que rastreó como una nubecilla, y sonó +un estampido: luego se oyó otro, y luego muchos más, hasta quedar las +colinas cubiertas de un nublado espeso que tardaba largo rato en +disiparse, mientras las cavidades de los montes devolvían en ecos +temblorosos y roncos el tronar de la artillería. Las fuerzas carlistas +contestaban débilmente al cañoneo: debían tener pocas piezas y de escaso +alcance, porque sus tiros iban a estrellarse en un ribazo situado por +bajo de los cerros, casi en la orilla del río, produciendo los cascos de +granadas, al caer en el agua, anchos círculos de ondas que se +estrellaban en las márgenes. Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a +notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que +semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo +destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en +las altas. De pronto, cuando el cañoneo fue más recio, cayeron dos +granadas por bajo de la sima, donde había una batería, y causaron tan +horrible destrozo, que un instante después aquellos puntos negros fueron +innumerables, distinguiéndose los grupos de hombres que ascendían a la +desbandada por la vertiente, como reses perseguidas de cerca, en tanto +que otros, menos, pero más tercos y valientes, arrastraban a brazo los +cañoncejos para emplazarlos más arriba. Al poco rato sucedió lo mismo en +el extremo opuesto, enmudeciendo las tres o cuatro piezas que hacían +fuego desde la línea inferior de las trincheras. Los liberales siguieron +disparando, y así trascurrió una hora. De pronto, de entre las +quebraduras de los cerros, ocupados por el ejército, salieron dos +columnas de tropa, destacándose las filas de pantalones rojos sobre el +gris terroso del suelo. En seguida, dejando a su derecha el caserío de +Urquilezo, bajaron a la carrera hasta la hondonada, y sin detenerse un +momento emprendieron de frente la subida hacia las líneas de defensa, +mientras la banda de cornetas tocaba paso de ataque. + +El general había pedido voluntarios; y como el coronel del batallón de +Pepe fuese el primero en ofrecerse con su gente, se le confió la +operación, lanzándose las compañías al peligro, con sus jefes al frente, +sin que la artillería dejara de hostilizar el reducto próximo a la sima. +Cuando los soldados comenzaron a subir la falda de Monte-Dalarza, cesó +el fuego de los carlistas: no querían desperdiciar municiones. El sol, +que ya picaba, el calor, lo áspero del terreno y el cansancio de las +pasadas marchas, entorpecían el acceso; pero, al cabo de media hora, las +dos columnas llegaron casi al mismo tiempo a la primera línea de +trincheras abandonadas, siguiendo el movimiento de avance: nadie tomó +punto de reposo. Continuó la embestida y, ya estaban los más delanteros +a corta distancia del reducto, cuando la línea terrosa que señalaba las +trincheras altas desapareció de pronto tras una nube estrecha y larga, +sonando el estruendoso fragor de una descarga formidable. Más de veinte +hombres quedaron tendidos en las breñas: los demás, volviendo las +espaldas, corrieron precipitadamente a la hondonada. De los caídos nadie +se cuidó. Unos pedían agua, otros murmuraban nombres de mujeres; pero +sus gritos fueron acallados por el rápido pisar de los que huían, +brincando entre las matas y removiendo pedruscos que bajaban rodando +hasta el barranco. Entonces, una batería Plasencia, de las situadas en +los cerros, avanzó hasta emplazarse casi al alcance de los tiros +contrarios, y disparó sin descanso contra las trincheras altas. Los +primeros proyectiles cayeron bajos: luego, rectificada la puntería, su +efecto fue terrible. Al mismo tiempo los fugitivos, rehechos y animados +por sus jefes en la hondonada, dieron principio a la segunda embestida, +siendo tan bravo y rápido esta vez el avance que, a pesar de otras dos +descargas, las compañías, poco mermadas, llegaron cerca del reducto +inmediato a la sima. + +Merced a una quebradura del terreno, el ribazo donde estaba construido +el reducto destacaba sobre el azul del cielo, y allí, por cima del +parapeto de la obra de tierra, algunos soldados de los que subían vieron +desde los primeros momentos de la acometida un hombre de elevada +estatura y barba negra que, sable en mano, animaba a los suyos, yendo de +un lado para otro, gesticulando y dando enérgicas voces, como si +quisiera comunicarles su valor heroico. Pepe no le vio; pero Pateta se +fijó en él y hubo un momento en que, interrumpidos los disparos +carlistas, el _gatera_ madrileño, que iba trepando cuesta arriba como +una alimaña del monte, oyó clara y distinta la voz de aquel hombre que, +agitando furiosamente el sable, gritaba a los de la trinchera: + +--¡Quietos ahora! ¡quietos, y luego tirar a los oficiales! + +Su figura sobresalía del parapeto, destacándose sola y arrogante. +Llevaba zamarra larga con cordonaje negro, faja morada y gorra +pellejera. Pateta, según iba subiendo, le miraba con mayor tenacidad: de +pronto, al reconocerle, soltó una palabrota y murmuró con ira: + +--¡El del fusilamiento! + +Y rápidamente el pensamiento le señaló su verdadero enemigo. Por aquel y +otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del +pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en +tierra, se echó el _remingthon_ a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y +el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién +era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno. + +--¡Abur, amigo!--gritó al verle caer--y redoblando sus esfuerzos, llegó +al reducto entre los primeros que lo asaltaron. + +El carlista estaba tendido encima de un montón de alforjas. Sin duda se +arrastró hasta allí para morir. Tenía el cuello atravesado por el +balazo, y los dos agujeros abiertos por el proyectil manaban sangre: el +sable estaba caído a pocos pasos, y él, con la mano izquierda, crispada +y sucia, conservaba agarrado un trapito rectangular y blanco, sujeto a +una cinta que le salía de entre las ropas del pecho. Pateta se acercó +con medrosa curiosidad; pero al fijar en él los ojos, lanzó un grito de +espanto y tendió en torno la mirada, horrorizado ante la idea de que se +aproximara Pepe. + +El muerto era Tirso. + +Sus facciones no conservaban contracción de ira ni gesto de dolor; pero +los ojos, vidriados por la muerte, indicaban todavía el tesón indomable +de su alma, sin que bastaran a desfigurarle la barba crecida ni el +semblante pálido por la hemorragia. Las líneas duras y angulosas de su +rostro parecían suavizadas por la muerte, que imprimió en ellas una +serenidad admirable, reflejo acaso de la conciencia satisfecha por el +deber cumplido. No parecía caído entre los escombros de un reducto, sino +sacrificado ante las gradas de un altar... + +Lo primero que se le ocurrió a Pateta fue cubrirlo con arena, yerbajos +y cuanto hallase a mano, porque Pepe, si se acercaba, no le conociera; +mas le pareció escasa precaución. Entonces, desconcertado por la prisa, +mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes, +soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró +penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba +junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola +por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al +barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de +las rocas. + +Un instante después, Pateta seguía trepando jadeante hacia la última +línea de trincheras, ya vencidas, donde Pepe había entrado con su +compañía. + +Al rodear las tropas vencedoras el picacho de Monte-Dalarza, los +facciosos huían cuesta abajo por la vertiente opuesta: ya no se +escuchaban cornetas ni se oían disparos, turbando sólo el augusto +silencio de los campos el triste relincho de un caballo herido y +abandonado en la hondonada. + + * * * * * + +Por la tarde, mucho después de haber cesado el peligro, cuantos chicos +había en el vecino pueblo de Urquilezo subieron a Monte-Dalarza, +ansiosos de ver el sitio del combate, resonando su vocerío de rapaces +traviesos donde poco antes tronaron los cañones. Los mayores miraban con +semblante serio las huellas de la lucha; los pequeños, riendo +alegremente, triscaban como cabritillos; todos iban buscando vestigios +del paso de la tropa y mostrándose mutuamente las peñas donde chocó una +granada, la tierra removida en el piso de las zanjas y el musgo manchado +por la sangre; pero lo que más les regocijaba era recoger cartuchos +vacíos. Uno se encontró en una trinchera un morralillo con un cantero de +pan y medio chorizo envuelto en una carta. Por último, subieron todos +hasta el reducto inmediato al precipicio, y con grande algazara +inventaron otro juego. Reunidos en grupos, empezaron a tirar cantos a la +sima. Unos escarbaban con palos para arrancar los pedruscos de sus +terrosos alvéolos; otros, a fuerza de empujones, los iban acercando a la +sima y, cuando conseguían dejarlos junto al borde del tajo, los impelían +al abismo, gozándose en verlos desgajar raíces y partirse en mil trozos +contra las paredes de roca. Se divirtieron mucho y, como ignoraban que +en el fondo del barranco había un muerto, estuvieron largo rato +acarreando piedras y terruños, que tiraban al precipicio con inocente +furia. Hasta la puesta del sol no tornaron al pueblo. + +Parecían el símbolo del porvenir enterrando el cadáver del pasado. + + * * * * * + +Cerró la noche, negra como un luto por las tristezas humanas; silbó el +viento entre los maizales del valle, y el río, emblema de la fuerza +inmortal de la Naturaleza, siguió pasando silencioso y lento entre las +ruedas del molino, paradas por la mano de la guerra. + + +FIN + +Madrid, Junio a Diciembre de 1886. + + + +***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO*** + + +******* This file should be named 29137-8.txt or 29137-8.zip ******* + + +This and all associated files of various formats will be found in: +http://www.gutenberg.org/dirs/2/9/1/3/29137 + + + +Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed. + +Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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You may copy it, give it away or +re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included +with this eBook or online at <a href = "http://www.gutenberg.org">www.gutenberg.org</a></pre> +<p>Title: El enemigo</p> +<p>Author: Jacinto Octavio Picón</p> +<p>Release Date: June 17, 2009 [eBook #29137]</p> +<p>Language: Spanish</p> +<p>Character set encoding: ISO-8859-1</p> +<p>***START OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***</p> +<h3>E-text prepared by Chuck Greif<br /> + and the Project Gutenberg Online Distributed Proofreading Team<br /> + at DP Europe (http://dp.rastko.net)</h3> +<p> </p> +<hr class="full" /> + +<h1>EL ENEMIGO</h1> + +<p class="c">POR</p> + +<h2>JACINTO OCTAVIO PICÓN</h2> + +<p class="c">——<br /><b>SEGUNDA EDICIÓN</b><br />——</p> + +<p class="c top15"><b>MADRID<br />Est. tip. de <span class="smcap">El Correo</span>, a cargo de F. Fernández,<br />CALLE DE SAN +GREGORIO, NÚM. 8</b></p> + +<p class="c">—<br /><b>1887</b></p> + +<p class="c" +style="text-decoration:underline overline; +line-height:75px;">Es propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la ley.</p> + +<div class="blk"> +<p class="lg"><i>¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas: porque rodeáis la mar +y la tierra por hacer un prosélito: y después de haberle hecho le hacéis +dos veces más digno del infierno que vosotros!</i></p> + +<p><span style="margin-left: 6em;">(<span class="smcap">San Mateo</span>, Cap. XXIII, vers. 15.)</span></p> +</div> + + +<p class="cap">Capítulos: +<a href="#I">I, </a> +<a href="#II">II, </a> +<a href="#III">III, </a> +<a href="#IV">IV, </a> +<a href="#V">V, </a> +<a href="#VI">VI, </a> +<a href="#VII">VII, </a> +<a href="#VIII">VIII, </a> +<a href="#IX">IX, </a> +<a href="#X">X, </a> +<a href="#XI">XI, </a> +<a href="#XII">XII, </a> +<a href="#XIII">XIII, </a> +<a href="#XIV">XIV, </a> +<a href="#XV">XV, </a> +<a href="#XVI">XVI, </a> +<a href="#XVII">XVII, </a> +<a href="#XVIII">XVIII, </a> +<a href="#XIX">XIX, </a> +<a href="#XX">XX, </a> +<a href="#XXI">XXI, </a> +<a href="#XXII">XXII, </a> +<a href="#XXIII">XXIII, </a> +<a href="#XXIV">XXIV, </a> +<a href="#XXV">XXV, </a> +<a href="#XXVI">XXVI, </a> +<a href="#XXVII">XXVII, </a> +<a href="#XXVIII">XXVIII, </a> +<a href="#XXIX">XXIX, </a> +<a href="#XXX">XXX, </a> +<a href="#XXXI">XXXI, </a> +<a href="#XXXII">XXXII, </a> +<a href="#XXXIII">XXXIII, </a> +<a href="#XXXIV">XXXIV, </a> +<a href="#XXXV">XXXV, </a> +<a href="#XXXVI">XXXVI, </a> +<a href="#XXXVII">XXXVII, </a> +<a href="#XXXVIII">XXXVIII</a> +</p> + + +<h3><a name="I" id="I"></a>I</h3> + + +<p>La casa de la calle de Botoneras, donde comienzan a desarrollarse los +sucesos que aquí se narran, tiene planta baja, con encajera a un lado +del portal y al otro tienda de pañolería; tres pisos de dos huecos a la +fachada cada uno, con recio balconaje verde, revoque de imitación a +ladrillo, descolorido por las escurriduras de las lluvias, alero +saliente de robustas vigas y bohardillas a la antigua, completando el +conjunto ciertos detalles madrileños, como varillas de hierro para las +cortinas de lona que en verano se usan, raquíticos tiestos, cestilla +pendiente de una cuerda tendida a la vecindad de enfrente para correo de +niñas o tercera de novios, y alguna jaula de codorniz o mirlo. El portal +es estrecho y largo; la escalera, de peldaños altos y empinados, como +construida adrede para recreo de cabras montaraces. En el principal +vivía, al comenzar este relato, un pañero, contratista de vestuario de +presidios, en cuyos tratos, por quedar clavado, hacía de redentor el +fisco; ocupaba el segundo un sastre de gente chula, que era además +teniente de <i>Voluntarios de la Libertad</i>, como entonces se llamaba a los +milicianos nacionales, y se recogía de noche en la bohardilla un +matrimonio, sospechado de no serlo, que pasaba el día en los soportales +de la calle de Toledo labrando cucharas de palo y vigilando un puesto en +que se vendían ligas, bolsillos de punto, castañuelas, navajas y +tinteros de cuerno.</p> + +<p>Era la Noche Buena de 1872, y en toda la casa, de alto a bajo, sonaba +alegre vocerío. El pañero, con varios amigos y <i>Champagne</i> de a tres +pesetas, solemnizaba un remate de subasta; el sastre obsequiaba a unos +parientes, a estilo de su tierra, con manzanilla y aceitunas aliñadas +que llamasen el apetito a honrar la cena, y los cuchareros disponían con +gente amiga su modesto festejo, saliendo de rato en rato a la escalera y +dando inútilmente grandes voces por que callasen varios chicos que, +armados de tambores, parecían dispuestos a ensordecer al mundo. Cada +piso y cada puerta dejaba escapar por sus junturas y resquicios el +rumor bullicioso que acusa la alegría; sólo en el cuarto segundo había +silencio. Ante su entrada enmudecía la algazara, como si en el interior, +triste o desierto, faltase quien festejara la santidad del día y el +bienestar de una familia. También allí, sin embargo, se preparaba la +cena, pero con más modestia y menos regocijo.</p> + +<p>Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa:</p> + +<p>—¿Está todo?</p> + +<p>—Falta que venga Pepe con los postres.</p> + +<p>—¿Qué le has dicho que traiga?</p> + +<p>—Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la +trajo la chica del café donde suele ir Pepe.</p> + +<p>—¿Y el besugo?</p> + +<p>—Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón.</p> + +<p>—¿Qué falta?</p> + +<p>—Aderezar la lombarda y traer a papá.</p> + +<p>—Espera, arreglaremos esto un poco.</p> + +<p>Doña Manuela colocó ordenadamente las sillas, avivó la luz de la lámpara +y aseguró la falleba del balcón, a través de cuyos vidrios y maderas +venían, traídos por el viento impetuoso de la noche, los ruidos de la +cercana Plaza Mayor. Oíanse, a lo lejos, sonar de tambores, chillar de +chicos, renegar de grandes, gritos, risotadas, y de rato en rato un +estrépito infernal y belicoso movido por una docena de granujas que, a +todo correr, subían y bajaban la calle Imperial, llevando cada uno a +rastra una lata de petróleo: algunas veces se entraban por la calle de +Botoneras, y cuando pasaban ante la puerta de la casa parecía que +estallaba un trueno en la caja de la escalera.</p> + +<p>Metiéndose bajo la camilla escarbó doña Manuela el brasero, arropó el +rescoldo y, designando luego el puesto que había de ocupar cada cual en +la cena, dijo:</p> + +<p>—Tú aquí, papá donde siempre, a su lado Pepe, luego yo, y Millán junto +a tí; ¿te parece bien?</p> + +<p>Leocadia, ocupada en sacar del aparador una botella de tinto y otra de +Rueda, blanco, hizo como si no hubiese oído.</p> + +<p>Era doña Manuela alta, seca de carnes, de aspecto severo y tez rugosa, +como pintan a las Parcas, pero sin expresión de dureza en el rostro. A +falta de vivacidad, sus ojos, grandes y garzos, conservaban cierta +dulzura que debió ser durante la juventud grato atractivo, y aún sus +labios, descoloridos por los años, solían entreabrirse como queriendo +recordar sonrisas reveladoras de una dentadura antes blanca y firme, si +ahora descarnada y amarilla. Algunas hebras negrísimas entre muchas +canas, y alguna línea suave en el ajado rostro, restos miserables de +encantos vencidos por el tiempo, atestiguaban de que doña Manuela no fue +fea, mas sin que la fisonomía ni el talle acusasen picardía o donaire. +Debió ser guapa moza, pero sosona y pava, y los muchos hijos que tuvo, +antes que prueba de su amorosa exaltación, fueron fruto de la vehemencia +marital.</p> + +<p>—Mira—prosiguió—pon los almohadones en pila para que tu padre pueda +extender las piernas.</p> + +<p>Después, con tristeza en el semblante y la voz, añadió:</p> + +<p>—¡Otra Noche Buena! es decir, un año menos.—Y se entró al gabinete +inmediato, mientras Leocadia quedó sola mirándose y remirándose en un +espejo pequeño y malo, de esos que hacen visajes.</p> + +<p>Las facciones de Leocadia conservaban algo de candor infantil; pero la +mirada ya tenía chispazos de malicia. Para ver mejor quitó la pantalla, +que recogía la luz reflejándola sobre la mesa, y entonces la claridad se +repartió por igual en todo el cuarto.</p> + +<p>El aspecto del comedor era pobrísimo: a duras penas disimulaba el aseo +la escasez. El papel de las paredes, antes blanco, estaba pajizo, y sus +dibujos azules, ya tomados del humo, parecían negros. Las patas de las +sillas, nada firmes, se enredaban entre los descosidos de la pleita a +listas blancas y encarnadas; al aparador, huérfano de molduras, que +arrancó el paño de la limpieza, le faltaban tiras del chapeado de caoba; +los pocos enseres que sustentaban las tablas, eran platos ordinarios, +vasos de vidrio, tazas de loza, floreros de cristal, comprados en +banasta de a real y medio la pieza. La mesa estaba cubierta con un +mantel de granillo, con lista roja en el borde, y sobre su dudosa +blancura de lejía casera destacaban cinco platos y otros tantos +cubiertos con sus panes: bizcochada para doña Manuela, que tenía pocos +dientes, panecillos bajos para Pepe, Leocadia y Millán, y para don José +rosca muy cocida, pues el viejo hacía alarde del poder de sus +mandíbulas, única fuerza que le quedaba.</p> + +<p>A guisa de adorno veíanse en la pared algunos cuadros; en el testero del +sofá de guttapercha desquebrajada, casi tocando con el respaldo seboso, +había bajo cristal convexo un perro de aguas, bordado a realce en +cañamazo, con una cesta de flores en la boca, y por bajo un letrero con +estambre a punto cruzado, que decía: <i>A sus queridos papás: lo hizo +Leocadia Resmilla. Año de</i> 1864. A cada lado del chucho pendían dos +estampas iluminadas de la novela de <i>Matilde y Malek-Adel</i>, y junto a la +puerta que conducía a la cocina una litografía grande, <i>A la memoria de +los mártires de la Libertad</i>. En lo alto de la composición estaban +Riego, Torrijos, Mariana Pineda, Zurbano, Lacy, Porlier, y más abajo, +separados de aquéllos por una nube, se abrazaban Bravo, Padilla, +Maldonado y Lanuza, a cuyos pies había, como serpiente vencida, una +cadena enroscada formando caprichosos dibujos. La otra puerta que +separaba el comedor del gabinete, tenía los vidrios tapados con visillos +de algodón rojo, y cuando alguien la dejaba entornada, fácilmente se oía +el <i>tic-tac</i> continuo de un antiguo reloj de pesas, que lanzaba un +quejido metálico antes que sonase el timbre en cada hora.</p> + +<p>Segura de estar sola y de que nadie la veía, Leocadia siguió unos +instantes mirándose al espejo, con una horquilla entre los dientes, +atusándose el pelo... Era el tipo de la muchacha madrileña, lista, +vivaracha, de pocas carnes, bien proporcionada, esbelta, de andar firme, +cabeza pequeña y talle airoso. Tenía las facciones delicadas, de un +moreno algo pálido y sin rasgo de notable hermosura; pero en su +semblante campeaba con tal imperio la gracia, que mirándola, nadie +echaba de menos la belleza. La línea de su perfil no era pura, ni sus +ojos pardos eran muy grandes, ni su boca muy chica; pero el conjunto del +rostro resultaba monísimo: las pupilas parecían estrellas adormiladas, +la boca un nido de sonrisas inquietas; el mirar y el sonreír formaban +juntos un mohín delicioso. Sus manos, deformadas por el trajín diario de +la casa, no eran grandes; y los pies, aun mal calzados, parecían +pequeños. Su mayor encanto era el tronco del cuerpo. El pecho, ya +formado, imprimía a la tela del traje una curva preciosa, y el talle +fino solía tener ondulaciones hechas para inspirar deseos; a veces abría +y estiraba los brazos, cerrándolos luego perezosamente, cual si en el +aire hubiese algo que estrechar con amor. Si miraba sonriente, su +fisonomía parecía sensual; cuando sentía enojo, su rostro cobraba +expresión de virgen arisca y desabrida. A ratos dulce, a intervalos +áspera, siempre segura de sí misma, había en ella asomos de energía, que +antes que a la impresión del momento obedecían a la voluntad. En su +continente y su figura tenía combinados en extraña mezcla algo de la +muchacha del pueblo, que tiende a parecer señorita, y mucho de la hija +de la clase media, que recuerda inconscientemente su origen popular: con +pañuelo de seda en la cabeza, parecía menestrala; con sombrero de +flores, daría envidia a una señora. Era un tipo esencialmente madrileño; +masa que el tiempo y la fortuna modelan a su antojo con las suaves +líneas de la dama o con los rasgos graciosamente duros de la chula. +Hasta la voz indicaba en ella el germen de este dualismo: unas veces su +timbre hería desagradablemente el oído, otras lo halagaba con singular +dulzura.</p> + +<p>—Ven, Leo, vamos a traer a papá—dijo desde el gabinete doña Manuela.</p> + +<p>A los pocos instantes, madre e hija, luego que ésta hubo abierto de par +en par la puerta que daba al gabinete, aparecieron empujando a duras +penas la butaca en que, esforzándose por estirar las piernas, estaba +sentado don José.</p> + +<p>—¿Lo veis, lo veis?—decía el viejo—mientras tengo dobladas las +rodillas, todo va bien; en cuanto las estiro, empieza Cristo a padecer. +Hay que decir a Pepe que mañana arregle las ruedas del sillón, si no, +vosotras no podéis conmigo.</p> + +<p>—No tienen la culpa las ruedas—decía doña Manuela—es que la estera +está hecha girones. Vamos, ¿qué tal así?</p> + +<p>Por fin lograron entre ambas acercarle hasta la mesa dejándole ante su +cubierto; después Leocadia se metió bajo la camilla para arreglar sobre +la banqueta los almohadones medio destripados, con objeto de que pudiera +extender las piernas, y al fin quedó el anciano iluminado de lleno por +la luz de la lámpara, mostrando en el rostro el cansancio de muchos +meses de dolor, aunque no los bastantes para borrar de su fisonomía la +bondad que constituía el fondo de su ser. El pelo y el bigote canos; las +arrugas, cierta tendencia a dejar caer sobre el pecho la cabeza, y, +sobre todo, la mirada débil, como cansada de ver las cosas de este +mundo, permitían suponer que tenía más de los sesenta. Su padre fue +mayordomo de un grande de España, quien, por los tiempos en que aún +llamaban Pepito a don José, le empleó en una oficina pública para que no +anduviera metiendo bulla todo el día en los pasillos del caserón +señorial, y aquel rasgo de caritativo egoísmo determinó el porvenir del +muchacho. Después le enviaron a una provincia, luego a otra y a otra, +hasta que, traslado este año, traslado al siguiente, anduvo Pepe media +monarquía. Siendo todavía joven se casó en una ciudad de Levante con +Manolita, ahora doña Manuela, que al décimo mes de matrimonio comenzó a +tener hijos y más hijos. Uno nació en Andalucía, otro en Castilla, otro +en Cataluña... cada permuta, cada traslado, era señal de un +alumbramiento de Manuela, bondadosa y pacífica mujer de carácter +apático, que parecía venida al mundo para cuidar una casa y poblar un +reino. Donde más tiempo permaneció la honrada pareja fue en una capital +del Norte, en la cual don José trabó amistad estrechísima con el jefe de +una oficina de Hacienda, a quien con su bondad y mucha práctica +oficinesca sacó de un grave apuro.</p> + +<p>Fue el caso que, cuando el establecimiento del sistema tributario, el +jefe de don José quedó envuelto en un proceso, no por falta de celo, +sino por interpretar mal las órdenes nuevas. Sus compañeros y +subordinados, progresistas todos, que le aborrecían por ser carlista, le +hicieron tan escaso favor en las declaraciones, y empeoraron tanto su +situación, que a poco le mandan los jueces a presidio: en cambio, don +José puso la verdad en alto con su declaración, buscó en el mismo centro +donde trabajaba pruebas a favor del desgraciado, y sin otra influencia +que la propia hombría de bien, le salvó de la infamia, y quizá de la +muerte; así que, cuando don Tadeo Amezcua salió de la cárcel y el fiscal +de la causa le dijo confidencialmente que don José había sido su ángel +bueno, no halló en su corazón límites el agradecimiento. Repuesto luego +en su destino, tras desempeñarlo cuatro meses por dar satisfacción al +amor propio, hizo dimisión, imaginando que podía ser feliz con la +fortunita que tenía y con amigos como el que tan noblemente le amparó.</p> + +<p>Algún tiempo después de este pequeño drama burocrático sentimental, +parió otra vez doña Manuela, y estando convaleciente, llegó de Madrid +para don José uno de los pliegos oficiales que tanto trastorno le +causaban: su traslado a Valladolid, con la orden ineludible de ir +inmediatamente a tomar posesión del nuevo cargo. ¡Aquéllos fueron +apuros! Estuvo a punto de enloquecer; pero su amigo Amezcua le sacó del +trance. Hízose don Tadeo cargo del recién nacido, entregándoselo, +después de apadrinarle, a una honrada mujer, esposa de un colono en +tierras que por allá tenía; dio dinero a don José para el viaje, y +cuando ya restablecida Manuela, les despidió al pie de la diligencia +que había de conducirles a Castilla, les dijo en su lenguaje, algo +anticuado y poco natural, pero realmente sincero:—«Marchen ustedes +tranquilos. No me pesa la gratitud, pero quiero, para acabar de cimentar +nuestro afecto, que ustedes me deban algo. Yo cuidaré del niño al igual +que si fuera mío, y cuando le asciendan a Vd. o salga Vd. de pobre, en +fin, cuando convenga, yo mismo iré a llevarle donde ustedes estén: si es +pequeño, irá bien criado; y si es mayorcito, educado como Dios manda; en +lo físico, hecho fuerte mozo; en lo moral, hecho todo un hombre.»</p> + +<p>Triste era la separación, pero la necesidad fue ley. Partiéronse a +Valladolid marido y mujer, durándoles bastante tiempo la amargura de no +llevarse al chiquitín con sus hermanos; pero a los cuatro meses se +consolaron algo, porque doña Manuela volvió a declarar que estaba en +cinta. El cambio de aires debió tener la culpa. Antes del año, don José +era padre de otra criatura.</p> + +<p>Aparte tan raro modo de tener que confiar un hijo a manos extrañas, y +exceptuada la fecundidad de Manuela, la existencia de don José no fue +tal que pudiera tejerse con ella una novela.</p> + +<p>En cuantas ciudades estuvo, el trabajo consumió sus días, sus noches el +café y sus ocios la lectura de periódicos, a que era muy aficionado, +prefiriendo los progresistas: a la casa, quizá por no considerarla nunca +segura, la tuvo siempre poco o ningún apego. A cada traslado hacía +almoneda, y así pudo referir cuando viejo que en tantos o cuantos años +de servicio había dormido en cuarenta y dos camas, pasado por veintiuna +oficinas y obedecido a más de treinta jefes, ninguno de los cuales pudo +quejarse de él. Don José había nacido para empleado; su escasa +inteligencia no le permitía el lujo de tener ideas propias, y además +carecía de carácter e iniciativa para exponerse a ser mártir por meterse +a reformar rutinas. Sus impresiones, por lo general poco intensas, le +mantenían igualmente alejado del entusiasmo y la apatía: su gran virtud +era amar el trabajo con esa honrada tenacidad de las medianías que +alcanza el envidiable nombre de constancia. Algo había, sin embargo, que +le sacaba de quicio: el carlismo. Para hablar contra el <i>tigre del +Maestrazgo</i>, poner a don Luis Fernández de Córdova por cima de +Zumalacárregui y por las nubes a Espartero, se le animaban los ojos, su +lengua cobraba fuerza, sus palabras color, y hacía prodigios con la +memoria. Sabía pormenores de cuantas batallas, combates, encuentros y +marchas hicieron ambos ejércitos desde las primeras intentonas de don +Carlos María Isidro hasta el abrazo de Vergara; así que, por los meses +en que da comienzo la acción de este relato, seguía con interés +grandísimo el segundo importante alzamiento de los absolutistas, a +quienes llamaba siempre <i>facciosos</i>, porque esta palabra le parecía +envolver algo ofensivo. Como no salía de casa, su principal afán era que +le compraran periódicos, suplementos, hojas volantes o extraordinarios, +que por aquel año de 1872 se publicaban en prodigioso número, y cuantos +amigos iban a verle sabían que su conversación favorita era el curso de +la guerra, cuyas noticias él comentaba con recuerdos de la campaña del +33 al 40, y de los movimientos militares de entonces, que ahora, en +concepto suyo, debían repetirse. Pero lo que realmente impresionaba +escuchándole era que, al tratar de los curas que mandaban partidas, +hablaba de ellos igual que de los otros cabecillas, haciendo abstracción +completa de su carácter sacerdotal, sin que a pesar de su odio al +carlismo aprovechase la ocasión de condenar la conducta de los clérigos +que tal hacían. Limitábase a juzgarles en cuanto jefes militares de +mayor o menor importancia, pero sin atreverse a descargar su +indignación sobre ellos porque, siendo ministros de paz, salieran al +campo a matar prójimos. Algunas veces, por frases que se le escapaban, +daba a entender que no quería bien al clero, mas nunca salían de sus +labios improperios ni frases agresivas; y si alguien las pronunciaba en +su presencia, no sólo se abstenía de hacerle coro, sino que procuraba +torcer el giro de la conversación. Las personas de su intimidad, +sabedoras del fundamento que esto tenía, eran parcas en adjetivos duros +al hablar de los curas malos, y en cambio no perdonaban ocasión de +elogiar a cualquier capellán que se distinguiera por cosa buena, sin que +con esto lograran tampoco que don José dijese de un modo claro su +parecer sobre la gente de sotana. Respecto a condiciones morales, era lo +que el vulgo llama un bendito. Su fidelidad a Manuela, aun en la época +de su juventud, rayó en lo increíble, y con los hijos se caía de puro +bueno. Uno de sus mayores placeres consistía en que Leocadia le leyera +los periódicos, cuyas noticias de la guerra comentaba, como hablando +consigo mismo, mientras liaba los pitillos que había de fumar al día +siguiente. En estos momentos desplegaba tesoros de erudición, +refiriendo muchas anécdotas de Olózaga, O'Donnell, González Brabo, +Sixto Cámara, Calvo Asensio y Fernández de los Ríos. Otro de sus motivos +favoritos de conversación era explicar la causa de la tirria que tenía a +los Borbones, citando continuamente como uno de los libros que más le +entusiasmaban, un folleto publicado a raíz de la Revolución del 68, en +cuyas páginas figuraba la estadística de las víctimas que aquella +dinastía costó a España desde que Felipe V entró a reinar. Muchas veces +decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía +Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos +políticos fue el 66.»</p> + +<p>En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan +Prim. «¡Si él viviera—repetía con frecuencia—no tendríamos guerra +civil!»</p> + +<p>Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió <i>La Correspondencia</i>.</p> + +<p>—Déjate ahora de papelotes, papá; Pepe y Millán traerán noticias.</p> + +<p>—Bueno, hija, bueno; pero al menos léeme los partes tomados de la +<i>Gaceta</i>, aunque esa no dice nunca la verdad.</p> + +<p>Leocadia cogió el periódico y, aproximándose a la luz, leyó así:</p> + +<p>«<span class="smcap">Ministerio de la Guerra</span>.—Extracto de los despachos telegráficos +recibidos en este Ministerio hasta la madrugada de hoy:</p> + +<p>»<i>Cataluña</i>.—El Brigadier Arando sostuvo anteayer una acción con todas +las facciones reunidas de la provincia de Gerona, a las que batió, +causándoles bastantes bajas. El Teniente coronel Pina atacó con su +columna a las facciones reunidas de Cosco, Torres, Baltondra, Ferrer y +Moliné, que, en número de 400 hombres, se hallaban en Olsana exigiendo +la contribución. El enemigo abandonó el pueblo, dejando en poder de la +tropa 13 prisioneros, entre ellos el citado Moliné y otros Oficiales, +causándoles 11 muertos, figurando en este número el cabecilla Cosco, y +apoderándose además de 24 fusiles rayados y otras armas y efectos de +guerra.</p> + +<p>»<i>Provincias Vascongadas</i>.—Perseguida por la columna Arana la partida +de latro-facciosos capitaneada...</p> + +<p class="top3">(Don José, interrumpiendo):—¡Eso es! ¿Latro, latro-facciosos!</p> + +<p>Leocadia continuó:</p> + +<p class="top3">».....capitaneada por Soroeta, retrocedió anoche desde Goizueta a unos +caseríos del monte Oyarzun. En la provincia de Vizcaya, según las +últimas noticias, no quedan más que los dispersos de la partida +Maidagan. En el resto de la Península no ocurre novedad extraordinaria.»</p> + +<p class="top3">De pronto sonaron en la puerta de la casa dos aldabonazos.</p> + +<p>—Ahí está tu hermano; baja, hija, baja.</p> + +<p>Leocadia cogió la llave de encima del aparador, y salió sin +precipitarse. Oyose a poco en la escalera ruido de pasos sofocados por +risas, y entraron con Leocadia en la habitación dos hombres jóvenes, +pero de tipo distinto. Pepe era en varón lo que su hermana Leocadia en +mujer; un madrileño de pura raza, pálido, de mirada inteligente, mediana +estatura, palabra fácil y movimientos rápidos: el otro era su amigo +Millán, que hacía el amor a Leocadia. Pepe vestía como señorito pobre: +Millán como trabajador a quien siendo limpio le falta tiempo para +acicalarse. El primero, acercándose a su padre, le besó como pudiera +hacerlo un niño; y el segundo, antes de saludar, dirigió una mirada a la +puerta del pasillo por donde había vuelto a marcharse Leocadia con dos o +tres paquetes que trajo su hermano.</p> + +<p>—¿Lo ves, papá?—dijo Pepe.—Cuando vengo solo, tarda esa media hora en +abrir; hoy, como sabía que éste venía conmigo, ha bajado la escalera a +saltos.</p> + +<p>Millán, interrumpiéndole, se aproximó a la mesa y comenzó a dar +conversación a don José, por esquivar las bromas de su amigo:</p> + +<p>—Sabrá Vd. que las partidas de Gerona se han disuelto... Lo grave es +que por el Baztán han entrado dos jefes con cien hombres, y que unidos a +otra partida, cerca de Estella, andan ya por las inmediaciones de +Pamplona.</p> + +<p>—La <i>Gaceta</i> no dice nada, al menos <i>La Correspondencia</i> no lo copia.</p> + +<p>—Pero el Gobierno lo sabe, y en el Ministerio de la Guerra no se habla +de otra cosa. El hermano de un cajista de casa está de escribiente en la +Dirección de Infantería, y allí lo ha oído.</p> + +<p>—Y por el Maestrazgo, ¿no hay nada?</p> + +<p>—Todavía...</p> + +<p>—Como no tengan mano de hierro, estamos perdidos.</p> + +<p>—Eso no; la guerra podrá durar lo que la otra, pero a Madrid no vienen.</p> + +<p>—La cena es la que viene ahora—dijo doña Manuela, entrando con una +cazuela entre las manos.</p> + +<p>En un papel de cigarrillo pudo haberse hecho el <i>menú</i> de aquella pobre +gente: el clásico besugo, ensalada de lombarda, leche de almendra y los +postres traídos por Pepe; no había más. La botella de Rueda estaba +destinada a don José, que daría un par de copas a Millán. Los demás +acordaron decir que el vino blanco les irritaba mucho. De allí a poco no +quedó del besugo sino la raspa; de la ensalada, ni una hoja.</p> + +<p>—Vaya a la salud de esas piernas—decía Millán, apurando un trago y +mirando de reojo a Leocadia.</p> + +<p>—¡No volverán a correr como corrieron!</p> + +<p>—Todo vuelve, don José, todo; ya ve Vd., hasta los carlistas.</p> + +<p>Doña Manuela, picada de no haber escuchado todavía un elogio para su +guiso, comenzó a tronar contra la política.</p> + +<p>—No sabéis hablar de otra cosa. Pues dejarles que vengan. Peores que +estos que mandan ahora no serán.</p> + +<p>—Calla, mujer. ¡Tú que sabes! Sería un horror. Vosotros—añadió el +viejo, dirigiéndose a los muchachos—no tenéis idea de lo que hicieron +la otra vez. Siete años duró; la gente no podía salir de las ciudades, +fusilaban hasta niños y mujeres... Sería una vergüenza... ahora que el +ejército está bien armado y mejor vestido. En la otra guerra se batieron +con fusiles de pistón y hasta de chispa, y llevaban en invierno +pantalones de hilo.</p> + +<p>Leocadia se levantó para ir a buscar la leche de almendras, y volvió en +seguida trayendo la sopera.</p> + +<p>—Y todo eso en defensa de la religión—dijo Millán en tono de burla.</p> + +<p>—La religión no tiene nada que ver en esto, hijos míos. Cuando se +alzaron en armas contra Fernando VII, nadie había maltratado a la +religión; durante la guerra, los batallones cristinos gastaban más +tiempo en misas que en ranchos; los liberales eran casi más devotos que +los absolutistas; nadie se había metido con la Iglesia; y luego, eso ya +lo habéis alcanzado vosotros, lo de San Carlos de la Rápita tampoco tuvo +que ver nada con la religión. No hay más sino que cuatro provincias +quieren imponer la ley a toda España. ¡Si viviera don Juan! ¡Ese sí que +era hombre! ¡Buena está la leche de almendras! En fin, ya hemos cenado. +¡Otra Noche Buena! ¡Quién sabe de aquí a la que viene!...</p> + +<p>—La pasaremos juntos como esta—añadió Millán—quizá más +unidos;—diciendo lo cual miró a Leocadia, que bajó los ojos, entre +esquiva y pudorosa.</p> + +<p>—Sobre todo, la pasaremos con Tirso—dijo doña Manuela.—Ya es tiempo +de que vivamos juntos. Verle llegar ahora, va a ser como parir de pronto +un hijo de treinta y cuatro años.</p> + +<p>—¿Han vivido ustedes siempre separados?</p> + +<p>—Casi toda la vida. Ya te hemos contado cómo fue lo de dejarle con don +Tadeo. ¿Qué habíamos de hacer? Hemos corrido más provincias que tiene el +mapa. Don Tadeo le tomó mucho cariño: ¡eso sí! No le hubiese tratado +mejor aunque fuera hijo suyo. Lo único que me supo mal, fue lo de +hacerle cura; pero no pude evitarlo. Si al menos fuera un cura como +Muñoz Torrero o Venegas, o Martín Velasco...</p> + +<p>—Calle Vd., por Dios, don José. ¿Curas liberales? ¡Son los peores!</p> + +<p>Pepe, Leocadia y la madre callaban, sintiendo que se hablara de aquello, +porque don José en tales casos acababa poniéndose de un humor de todos +los diablos; pero Millán, que desde tiempo atrás tenía deseos de saber +la historia del caso, fue poco a poco obligando al viejo a que la +contara.</p> + +<p>—Ese don Tadeo estaría entregado a gente de iglesia...</p> + +<p>—Cabalito: era un sujeto buenísimo, pero de los que se comen los +santos, y que hiló el negocio con gran finura. Tomó cariño a Tirso, eso +es indudable. Creo yo que lo primero que se le ocurrió fue darle +carrera, sin fijarse en cuál, hacerle hombre; luego sus ideas, sus +relaciones... Cuando me trasladaron de Granada a Zamora, hizo el viaje +con el chico sólo para que yo le viera; tenía ya doce años; aquello se +lo agradecí mucho, porque únicamente le había visto en dos escapadas +cortísimas que hicimos esa y yo desde Valladolid. Quisimos recoger al +muchacho entonces, en Zamora, pero por un lado, ya comprenderás, las +consideraciones a lo mucho que debíamos a don Tadeo... él insistió en +que no se le quitáramos; decía que Tirso era tan bueno, que le había +tomado tanto cariño... Además, la situación nuestra no era buena, es +decir, nunca lo ha sido, jamás hemos podido ahorrar nada. Ahora, si no +fuese por la jubilación, ignoro cómo viviríamos. En fin, para concluir, +cuando don Tadeo nos escribió que Tirso quería ser cura, ya le había +metido en el Seminario. ¿Qué íbamos a hacer? Aunque tuviera yo más +energía que un león... pues: ¡aguantarme! ¡Cualquiera se arrisca a +luchar con gente de iglesia!...</p> + +<p>Al llegar aquí calló, temeroso de que se le fuera la lengua.</p> + +<p>—¿Pero él tenía vocación?</p> + +<p>Pepe, que hacía ya rato daba señales de impaciencia, no pudo aguantar +más, y rompió diciendo entre burlón y enojado:</p> + +<p>—¡Vocación! ¡Vocación! ¿Quién sabe lo que es eso? Podrá sentirla el +hombre harto de vivir y pensar; pero un chico de diez y seis años, como +era Tirso entonces, cuando entró en el Seminario, ¿qué entendería de +consagrarse a Dios? ¡Fue una verdadera infamia, un engaño, un robo, un +secuestro <i>ad mayorem Dei gloriam!</i></p> + +<p>—Sí—respondió Millán—como cuando se meten los jesuitas en familia +donde hay niña con dinero, y al poco tiempo cátatela monjita.</p> + +<p>—Exactamente lo mismo, chico. Pero es preciso ser justo. En este caso +hubo una notable diferencia a favor de don Tadeo, que era un fanático +exageradísimo, y sin embargo, un hombre muy bueno. Él debió +indudablemente encargarse de mi hermano por pagar a papá el favor aquel +de la causa que ya te hemos contado; luego sus ideas, sus amistades con +gente de iglesia, la influencia que sobre él ejercían sus amigotes, su +horror a que el muchacho aprendiera lo que se aprende en los libros +contra esa pillería, el no querer enviarle, siendo su ahijado, a un +centro de enseñanza donde los realistas de la provincia no querían +enviar a sus hijos, todo esto contribuyó al pecado. No hubo en él, al +principio, maldad de intención: don Tadeo creyó hacer una acción +meritoria, casi una obra de caridad. No se fijó en que robaba un hijo a +sus padres; su propósito fue poner una voluntad al servicia de Dios.</p> + +<p>—Vamos, una calamidad hecha hombre.</p> + +<p>Doña Manuela callaba porque, aun disgustándole la forma en que su hijo +se expresaba, comprendía que no le faltaba razón: Leocadia, acostumbrada +a escenas parecidas, casi no escuchaba, por tener todo aquello oído +hasta la saciedad. Además, lo que absorbía su atención, por el momento, +era andar lista para que Muían no la cogiese un pie entre los suyos +debajo de la mesa, excesillo disculpado por el amor del novio y +favorecido por la clásica camilla, con su largo refajo de bayeta verde +que caía hasta tocar en el suelo. Don José estuvo haciendo con la cabeza +signos de asentimiento mientras habló Pepe.</p> + +<p>—Tienes razón en todo, hijo mío; don Tadeo quiso hacer un bien y nos +fastidió. Porque, la verdad, quien es de la Iglesia, sólo es de ella. +Hay días en que me parece que no tengo tal hijo.</p> + +<p>Doña Manuela, sin ser devota, pues el echar criaturas al mundo no la +dejó tiempo para ello, profesaba cierto respeto inexplicable e +inconsciente a las cosas y personas sagradas: sobre todo, desde que su +hijo mayor se hizo cura, comenzó a tener una como sombra de veneración +indeterminada y vaga a la clase sacerdotal; así que, cuantas veces +asistía a semejantes diálogos, pasaba un mal rato. Su falta de +ilustración y su escaso sentimiento religioso, no podían prestarle armas +para luchar; pero le dolía que siendo Tirso clérigo, y habiendo por el +mundo tanta gente que les guarda consideración, su otro hijo les mirase +con tan malos ojos.</p> + +<p>—¿Qué edad tiene ahora?—preguntó Millán.</p> + +<p>—Echa la cuenta: de los tres hijos que nos quedan, es el mayor; nació +el año de 38, tiene ahora treinta y cuatro; luego va éste <i>(por Pepe)</i>, +que tiene veinticuatro, y esa <i>(por Leocadia)</i>, que cumplirá pronto diez +y nueve.</p> + +<p>—Si hubieran vivido los otros, serían siete, y a todos los he criado +yo—añadió con cierto orgullo la madre—menos a Tirso. Ahora, por vez +primera, vamos a vivir juntos.</p> + +<p>—¡Ojalá vivamos en paz!—dijo Pepe.</p> + +<p>—¡Ave-María Purísima! ¡Qué cosas tiene este hermanito que Dios me ha +dado!</p> + +<p>—Lo digo en serio, y no me importa que lo sepáis. Tengo miedo a la +venida de Tirso; la deseo y la temo.</p> + +<p>Don José callaba tristemente; aquello no le agradaba; pero desde que se +supo la próxima llegada a Madrid de su hijo mayor, tenía el alma +combatida por los mismos presentimientos que agitaban a Pepe, y +escuchándole hablar, le parecía oírse a sí propio.</p> + +<p>—Por nuestra parte—prosiguió Pepe—nadie ha de turbar esta armonía. +Aquí, lo has visto desde que nos conoces, Millán, mis padres viven para +ésta y para mí; nosotros para ellos. Estos muebles, que tienen más años +que yo, no han oído nunca una disputa ni la menor falta de respeto. +Leocadia y yo tratamos a los viejecitos con más mimo que chico a juguete +nuevo. ¿Sabes por qué? Porque no nos hemos separado nunca, ni nos hemos +acostado una sola noche sin besarnos, ni ha tenido uno dolor que no lo +sea de los demás, ni ha callado ninguno una alegría, ni ha comido nadie +un bollo sin guardar a los otros, ni se ha hecho un traje sin pensar +cuánta ropa tenía cada uno; en una palabra, chico, nuestras ideas, en mí +por convicción, en mis padres y en ésta por bondad, lo han supeditado +todo al cariño, atesorándolo día por día y hora por hora, sin mezcla de +egoísmo, sin compartirlo con nadie... (A don José se le humedecían los +ojos de gusto.) Y ahora vendrá Tirso, educado lejos de nosotros, hecho +un hombre... y le recibiremos con los brazos abiertos. Por mi parte, +estoy deseando que llegue: a más cuidados tocará papá cuantos más seamos +en casa. Pero... ¡sabe Dios!</p> + +<p>—No hay pero que valga; parece que se te queda algo dentro del cuerpo; +pues es tan hermano tuyo como ésta, que yo misma os he parido a todos.</p> + +<p>—No entiendes lo que he querido decir, mamá. Para nosotros todas las +dichas de la tierra están dentro de estas paredes; podemos, o procuramos +dárnoslas unos a otros. Cuando venga Tirso le oirás hablar de distinto +modo, y verás cómo hay en él alguna aspiración, alguna idea que +sobrepuja al cariño que nos tenga.</p> + +<p>—Vaya, ¡ya pareció aquello! las ideas de ahora; calla, hijo, calla.</p> + +<p>—Al tiempo, madre, al tiempo.</p> + +<p>Habían concluido de cenar. Los ruidos de la calle inmediata iban cesando +poco a poco; percibíase más claro el lejano campaneo de alguna iglesia, +que anunciaba la Misa del Gallo; los chicos de las latas de petróleo +seguían pasando de rato en rato por la calle Imperial, y de los otros +pisos de la casa subían, a intervalos desiguales, cantares, villancicos, +carcajadas, gritos y algún maullido de gato que estaba toda la noche +oliendo besugo sin comerlo.</p> + +<p>—Quitaremos la mesa—dijo doña Manuela, y comenzó por guardar para don +José lo poco que quedara de la perada y del turrón.</p> + +<p>—¿Quiere Vd. que le acostemos entre ese y yo?—preguntó Millán al +enfermo.—Van a dar las doce; en vilo le llevaremos a Vd. a la cama.</p> + +<p>Como antes hicieron doña Manuela y Leocadia, Pepe y Millán fueron +empujando la butaca desde el comedor al gabinete en cuya alcoba dormía +don José; Leocadia se quedó doblando el mantel y las servilletas. Un +momento después, don José se despedía desde dentro diciendo a Millán, +que había vuelto a salir al comedor:</p> + +<p>—Si hay noticias, ven mañana, ¿eh? y tráeme algún periódico, que es la +única distracción que tengo.</p> + +<p>—Descuide Vd., no faltaré. Adiós, doña Manuela; que pasen ustedes +buenas noches, y de hoy en un año. Adiós, Leo. ¿Quién hace el favor de +bajar a abrirme?</p> + +<p>La muchacha, que dormitaba en la cocina, acompañó a Millán. Cuando subió +de abrirle la puerta de la calle, estaban los dos hermanos sentados en +el comedor junto a doña Manuela.</p> + +<p>—Esperemos a que papá se duerma—decía Leocadia—no sea que nos oiga.</p> + +<p>Dejaron pasar un rato; Leocadia destrenzó mientras tanto el escaso pelo +a su madre, recogiéndoselo con un par de horquillas, y luego hizo lo +mismo con sus largos rizos castaños. Pepe encendió un pitillo y examinó +la lámpara, como quien ha de utilizarla hasta tarde, para que luego no +faltara petróleo.</p> + +<p>—Mucho escribes, hermano.</p> + +<p>—Yo, cuando quiero a alguien, no soy como tú, que apenas haces caso de +Millán. Pues mira: sus intenciones no pueden ser más claras. Esta noche +he dicho yo eso de que bajabas pronto a abrirme cuando imaginabas que él +venía; pero, en fin, allá tú. A mí me parece que no estás muy expresiva +con él.</p> + +<p>—¡Tiene gracia! ¿Quieres que me le coma con la vista? ¡Ni que fuera una +estampa!</p> + +<p>—No vayas a pensar que quiero meterte el novio por los ojos. Lo que te +digo es que, aunque vivieras cien años, no encontrarías uno mejor.</p> + +<p>—¿Es príncipe?</p> + +<p>—Sí; como tú princesa.</p> + +<p>—Pues hijo, tú bien haces el amor a una señorita de coche.</p> + +<p>En esto se asomó al gabinete doña Manuela.</p> + +<p>—Hijos, ya está medio dormido: vamos a hablar pronto cuatro palabras, +que estoy rendida y quiero también acostarme.</p> + +<p>—Pues mira, mamá, lo que hay que hablar es poco; pero no queda más +medio que decidir algo. La botica se lleva un dineral; es necesario +gastar menos en todo lo demás. Yo voy a hacer un trabajo para don Luis, +que de fijo me pagará bien; pero con lo que esto produzca no hay que +contar hasta el mes que viene.</p> + +<p>—Bueno; lo primero es despedir a la chica: aunque no son más que +treinta reales, algo es algo. Mañana llevará ésta a empeñar la colcha de +Filipinas y los candeleritos de plata.</p> + +<p>—Lo que debíamos hacer es suprimir parte del gasto diario—dijo +Leo.—Que no traigan carne más que para papá, y con decirle que coma en +su cuarto para moverse menos, luego nosotros nos venimos al comedor, y +así no se entera.</p> + +<p>—Yo, con tres cajetillas a la semana tengo bastante. Además, don Luis +me da algunos puros y los guardaré para picarlos. ¿Os han dicho algo de +la tienda?</p> + +<p>—Si—repuso Leocadia—por cada docena de pañuelos pagan, según el +dibujo, de veinticuatro a treinta y seis reales, y tengo yo que poner lo +que haga falta.</p> + +<p>—En resumen—dijo Pepe haciendo números con un lápiz al margen de <i>La +Correspondencia</i>, y murmurando entre dientes las cifras del +cálculo—tenemos veintisiete duros de la paga de papá, con diez y ocho +de mi sueldo, son cuarenta y cinco, y unos ocho o diez que le den a ésta +por los bordados... de cincuenta y tres a cincuenta y cuatro duros al +mes: quitando los veinte, lo menos, que hay que dar a la lonja por los +plazos, y el pico que falta del sastre, quedarán unos treinta y cuatro +duros... pongamos a duro diario para el gasto de la casa... la botica es +la que nos pierde.</p> + +<p>—Pues hijo, de algún lado hay que sacarlo; ni un cuarto se malgasta... +¿Qué haríamos?</p> + +<p>—Ahora, acostarnos; cada cual a su cama. Dejadme a mí: creo que don +Luis nos ha de sacar de apuros. Al menos yo he de hacerle un favor +que... en fin, ¿quién sabe? Adiós mamá; y tú, fea, cara de mona, hasta +mañana.—Y dando un beso a cada una, las echó suavemente del comedor. +Cogió luego la candileja que había en la cocina, fue con ella a su +cuarto, volvió trayendo sobre un cartapacio grande tintero, plumas, +papeles, sobres y tres o cuatro libros, y colocándose lo mejor que pudo, +se sentó ante la camilla.</p> + +<p>Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros, +escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos, +cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo +preparado para que lo aprovechara otro. Cuando en el reloj cercano +sonaron las tres, el pobre muchacho tenía ya la cabeza pesada, la vista +insegura, y su hermoso busto, inclinado aún hacia la mesa, aparecía +envuelto en una nube de humo que habían dejado en la atmósfera del +cuarto los pitillos consumidos, cuya ceniza, movida por la respiración, +revoloteaba sobre las hojas de los libros. Todavía continuó llenando +cuartillas un rato, hasta que, yertos los pies y ardorosa la frente, +recogió los papeles y los guardó en uno de los volúmenes. En seguida +sacó un plieguecillo para una carta, y quedándose un instante como +ensimismado, pensó: «La escribiré, por si no nos vemos mañana.» Luego, +al buscar los sobres, como hubiese entre ellos uno mayor y más pesado, +lo abrió, sacando de él dos o tres cartas y un retrato de mujer, el de +la señorita de coche que mentó Leocadia, y contemplándolo un momento, +murmuró: «¡Qué bonita es!» En seguida, sin que ningún ruido le +distrajese, entregado con alma y vida a sus ideas, tomó el plieguecillo +y comenzó a escribir:</p> + +<p>«Adorada Paz:...»</p> + + +<h3><a name="II" id="II"></a>II</h3> + + +<p>Pepe y Millán se conocieron en 1862, cuando a los catorce o quince años +cursaban en el Instituto del Noviciado <i>primero de latín</i>.</p> + +<p>Eran ambos entonces de escaso desarrollo físico, pero inteligentes, +guapos, listos sin exceso de picardía, y avisados sin sobra de malicia. +En su organismo endeble de madrileños criados en casas pobres, +prevalecía su entendimiento de niños educados junto a personas mayores +que, sin velar nada, hablan de todo libremente. Pepe era delgado, alto, +larguirucho, con el pelo rubio, rizoso y arremolinado, que dicen ser +indicación de genio vivo. El mirar penetrante de sus ojos parecía, al +fijarse en las cosas, querer arrancarlas la enseñanza que de ellas +brota; nunca se le cansaba la boca de preguntas, ni los oídos de +respuestas: en cambio, la impaciencia que demostraba para interrogar se +le trocaba en calma para oír. Desde pequeño, una incredulidad instintiva +le hizo regocijarse menos que otros chicos con los cuentos de brujas, y +siendo mayorcito, siempre tuvo en los labios el <i>¿cómo?</i> y el <i>¿por +qué?</i> A semejanza de los niños que rompen los juguetes para ver lo que +tienen dentro, él, obedeciendo quizá a una predisposición poco vulgar, +pretendía que se le diese explicación de todo; así que, para negarle lo +que pedía, era preciso, al menos, simular un razonamiento, convencerle, +con lo cual quedaba tranquilo y obediente. Su precocidad no era la que +consiste en el temprano desarrollo de algunas facultades, sino en cierta +serenidad de juicio que, dominando sobre las impresiones, le impulsaba a +rechazar lo que su entendimiento no alcanzaba. Había que explicárselo +todo, y la señal de que lo comprendía era una docilidad encantadora. +Jamás consiguió una criada divertirle con gigantes de los que tragan +carne cruda, hazañas de ladrones ni aventuras maravillosas de princesas +encantadas; pero si escuchaba a sus padres sucesos reales, casos +vívidos, algo en que hubiera verdad, entonces, con los ojitos muy +abiertos, como perrillo a quien enseñan golosina, se estaba quieto, +esperando que la relación terminara, para hacer luego preguntas y más +preguntas acerca de lo que no podía entender. Con una sonrisa muy +burlona rechazaba lo que repugnaba a sus ideas aniñadas, y a veces, las +frases que se le ocurrían, si no por el propósito, tenían por la +entonación algo de sátira.</p> + +<p>Millán era más inocentón, más chico; había menos dificultad para +engañarle, y era también de mayor robustez y dado a juegos más +arriscados. La savia de la vida, que el primero tenía como reconcentrada +en el cerebro, había tomado en el segundo forma de energía física. Uno +era de la estirpe de los que piensan, otro de la raza de los que +obedecen. Viéndoles jugar juntos, resultaba Pepe voluntarioso, porque +Millán parecía plegarse a sus caprichos; pero, a poco que se les +observase, era fácil notar que la pasividad de éste no era sino el +reconocimiento implícito e instintivo de la superioridad de aquél. +Además, Millán tenía buenísima índole y, como complaciéndose en ello, +dejaba ver que, si en cosas de fuerza estaba la ventaja de su parte, en +todo lo restante era de Pepe la primacía. En hacer espadas de palo, +cortar tablas, correr al marro, saltar al paso, trepar por rejas y +encaramarse a tapias, no hallaba Millán competidor: para lograr premios, +disculpar travesuras y evitar regaños, tenía Pepe especial ingenio. +Sabía esperar para pedir a tiempo, dejar pasar los primeros instantes de +un enfado, no irritar el disgusto con respuestas y evocar, en ocasión +propicia, el recuerdo de lo ofrecido.</p> + +<p>Los comienzos de su amistad fueron una especie de pacto contra el latín +y contra aquel modo de enseñar la lengua del Lacio que hacía +aborrecibles a Virgilio y a Cicerón. Formaron una sociedad de socorros +mutuos para apuntarse la lección, ahorrarse trabajo al traducir, +buscando juntos los significados en el diccionario y responder, al pasar +lista, uno por otro: hasta llegaron a reunir en común la colección de +sellos de franqueo que por entonces hacía todo chiquillo madrileño. Al +principio sólo se veían en el aula o en el claustro del Instituto, que +tiene entrada por la calle de los Reyes; luego se encontraron en el +camino al venir de sus casas, y lo anduvieron juntos, esperándose +recíprocamente en la plaza de Santo Domingo, donde llegaban casi a la +misma hora. Millán vivía en la plazuela del Biombo; Pepe en la calle de +Botoneras: aquél venía por la Costanilla de los Ángeles; éste por la +calle de las Veneras, y después seguían juntos hasta el Noviciado, +haciendo escala en cuantos escaparates hubiera algo que les llamara la +atención. Las mañanas de invierno compraban buñuelos, las tardes de +verano chufas, y en todo tiempo alfeñique, mojama, garrofa o caramelos +de a ochavo; pero su verdadera delicia consistía en repartirse una +cajetilla de pitillos, sin que jamás llegasen a reñir sobre quién +gastaba un cuarto más o menos. Durante el primer curso conservaron el +aspecto algo encogido de chicos criados entre faldas y limpios de +lenguaje, no hechos a la libertad de andar solos por la calle; mas al +poco tiempo fueron abriendo oídos a la malicia y teniendo la lengua +pronta para la desvergüenza: entróseles la picardía al pensamiento como +ciencia infusa, aprendieron a decir palabrotas, pegóseles algo de ese +impudor que se recoge al paso, y aumentaron su vocabulario con frases +soeces y giros achulados, cuyo sentido acaso no entendían, repitiendo +tales cosas por imaginar que hablando gordo harían viso de hombres +bragados. No por esto se malearon, y aquellas obscenidades y ternos que +empleaban entre sí, pero que ante nadie repetían, fueron como un cieno +que, si les ensució la boca, no les llegó a manchar el alma.</p> + +<p>Una mañana que faltó a su clase un catedrático, se marcharon con otros +chicos a jugar a la Era del Mico, y esta escapatoria fue para ellos una +revelación. De entonces en adelante, cuando calculaban que podían +preguntarles la lección, iban a clase; pero los más de los días, luego +de pasada lista, se escurrían, o pinchándose las encías y manchándose el +pañuelo, fingían echar sangre por las narices para que les dejaran +salir, renegando de la declinación y el hipérbaton latino como de las +mayores infamias que inventaron hombres. De esta época data en la +historia de su vida la larga serie de correrías que hicieron por Madrid, +evitando siempre ir por calles céntricas donde pudieran hallarse de +manos a boca con quien diera en sus casas noticia del encuentro. Así +llegaron a conocer palmo a palmo cuantos paseos, carreteras y cuestas +rodean a la Corte, yéndose a pies que queréis por esas rondas, como +hidalgos de leyenda que marchan a ver tierras, y por entonces debió ser +cuando en casa de Millán el padre de éste, y en la de Pepe su madre, +notaron que los chicos rompían zapatos como si lo hicieran a porfía. El +famoso Marco Polo en lo antiguo, y Livingstone o Stanley en estos +tiempos, fueron junto a ellos exploradores de poco más o menos. ¿Qué +mayor expedición que ir desde el Noviciado a la Puerta de Hierro +haciendo escala en el Puente Verde para llamar <i>¡todas! ¡todas!</i> a las +lavanderas del río? ¿Pues y el viaje a Moratalaz o Amaniel para ver +hacer el ejercicio a la tropa? ¿Y el ir a extasiarse ante los puestos de +San Isidro, en vísperas de romería, o marcharse en invierno a ver si se +había helado el Canal del Lozoya? Lo que nunca se les ocurrió fue tomar +partido en pedrea de las Peñuelas, ver ajusticiado en el Campo de +Guardias ni tratar con los barquilleros que, al juego de la cinta, +robaban dinero a los provincianos en la Montaña del Príncipe Pío. En +cambio, les divertía mucho ver en Palacio la parada o estarse en Santa +Cruz oyendo a los charlatanes perorar desde el pescante de un simón +vendiendo <i>grasa de león para quitar manchas</i> o diciendo que tenían +polvos para matar los <i>insetos solitarios del estómago, que es el +intestino donde se mete la comida</i>. ¿Y el caudal de conocimientos que +adquirieron? Por algún tiempo se aficionaron a la mecánica, y todos los +días iban a ver desde un desmonte poner placas giratorias en las +cercanías de la estación del Norte; otra temporada se dieron a la +construcción, entreteniéndose en ver levantar piedras en edificios +nuevos; después mostraron afición a la industria, contemplando en los +balcones de la calle del Peñón las tripas de las mondonguerías, y hasta +hicieron observaciones de carácter fabril en la Ronda de Toledo con las +tiras de fósforos de cartón puestos a secar al sol. No quedó rincón +madrileño que no vieran, desde el Campo de Guardias hasta la Pradera del +Canal, y desde la Fuente de la Teja hasta las Ventas del Espíritu Santo, +ni encrucijada por donde no pasaran, siendo uno de sus placeres +favoritos examinar los lugares del Madrid antiguo descritos en novelas +de capa y espada a cuarto la entrega, en las cuales aprendieron a +retazos y malamente episodios que les hacían mirar ciertos sitios con un +respeto entre ridículo y poético, dando como seguro que Felipe II +presenció el asesinato de Escobedo desde un portal de la calle de la +Almudena, y comentando, como si hubieran asistido a ellas, la muerte de +Villamediana junto a San Ginés o aquella aventura en que Quevedo desafió +a un hidalgo que había pegado un bofetón a una señora. ¡Qué diferencia +había entre el entusiasmo con que iban adquiriendo aquella dislocada +erudición de lances madrileños y el desprecio con que miraban las +biografías latinas de Cornelio Nepote y los <i>Trozos escogidos</i>, que a +ellos les parecían la pura esencia de lo inaguantable! A clase de +Geografía y de Historia de España les gustaba ir; pero en las de Latín y +Religión no les echaban la vista encima sino en días de lluvia, cuando +no sabían dónde llevar el cuerpo. En Abril y Mayo <i>apretaban</i>, y a +primeros de Junio volvían a casa examinados, ovantes, con buena nota y +con el susto fuera del cuerpo. De esta suerte, paseando mucho y +estudiando algo, pero asimilándose su inteligencia fácilmente lo que +aprendían, llegaron a ser un término medio entre el estudiante sorbedor +de textos, que suele al fin no servir para nada, y el pigre holgazán, +que degenera en pillastre.</p> + +<p>Hacia 1868 se graduaron de bachiller, siendo ya dos mocitos que echaban +requiebros a las modistas, y poco después sus familias determinaron +darles carrera. Ambos padres decidieron que estudiaran leyes. En don +José, que era un español a la antigua y para quien no había profesión +seria sino refrendada por un título académico, influyó mucho el recuerdo +de la respetabilidad que a sus ojos tuvieron los oidores y magistrados +de chancillerías y audiencias mientras él andaba de provincia en +provincia como humilde empleado. No se le ocultó que había de costarle +muchos sacrificios, pero cedió a la tentación de ver a su hijo hecho +personaje de toga con vuelillos. Para él la abogacía era lo de menos: al +decir abogado, no concebía al chico defendiendo pleitos sino +administrando justicia. Millán siguió el ejemplo de Pepe, porque +estimaba bueno cuanto éste hacía.</p> + +<p>La vida de verdaderos estudiantes les duró poco. Ambos tuvieron que +abandonar la carrera apenas empezada. El infortunio se cebó en sus +hogares de modo parecido, y aquella amistad de niños, fundada en juegos +y paseos, fue lazo que vino a estrechar la desgracia.</p> + +<p>El padre de Millán tenía en los barrios bajos una modesta imprenta +donde, por hacer favor a un amigo, tiró varios números de cierto +periódico clandestino. Una noche le sorprendió la policía, y cerrando +la imprenta se llevó al dueño al Saladero, donde permaneció, gastándose +los ahorros en un cuarto de pago, hasta que el 29 de Setiembre las +turbas le sacaron poco menos que en triunfo con otros presos políticos. +Lo que no pudo devolverle la justicia popular, enérgica pero tardía, fue +el dinero prodigado a carceleros y guardianes para que no le molestaran, +y al escribano para que activara la causa, ni tampoco la parroquia +perdida con la clausura de la imprenta. Cuando el pobre hombre salió de +la cárcel, consumida su fortuna, tuvo que resignarse a ser oficial de +cajista. A sus años el golpe era demasiado duro, y una afección crónica +que tenía en los ojos se le agravó tanto, que le fue imposible continuar +trabajando. Millán no dudó un instante respecto a la determinación que +debía seguir:«—Padre—dijo—como me he criado en la imprenta, conozco +el oficio y todo lo que en él se hace. Búsqueme Vd. trabajo, que con mi +jornal habrá para los dos, al menos para Vd., que yo necesito poco.» Los +libros de Derecho, apenas manejados, cedieron el puesto a las cuartillas +de original: Millán entró de corrector de pruebas en uno de los primeros +establecimientos tipográficos de Madrid, cuyo principal al poco tiempo +le encomendó gran parte de la dirección de la imprenta: soñó con ser +letrado y quedó reducido a la condición de obrero, en lo más noble que +puede producir la inteligencia humana, pero obrero al fin, sujeto a un +jornal que merma con la fiebre de un día y acaso falta en la ocasión en +que es más necesario. Cuando tomó aquella resolución, dijo a Pepe, +dándole cuenta de su situación:—«¡Cómo ha de ser! Vamos a seguir rumbo +distinto: tú llegarás donde te lleve la suerte; en cuanto a mí... soy +hombre al agua.» Pepe demostró a su amigo que la desgracia no era fuerza +bastante a quebrantar la ley que le tenía. A veces iba por la tarde a +hacerle compañía a la imprenta; al anochecer solía buscarle para pasear +juntos, y si le encontraba en la calle, cuanto más derrotado y pobre de +ropa le veía, mayor afecto le mostraba, cuidando de no darle ni aun +aquellas bromas que, si antes le parecían lícitas, ahora se le antojaban +ofensivas.</p> + +<p>Dentro de aquel año les igualó la desgracia. La exigua cantidad de renta +del Estado, en que don José tenía invertidas sus economías, quedó, con +los préstamos que sobre ella tomó y por el retraso de los pagos, +reducida casi a la nada; la jubilación sufrió considerable descuento, +las modestas alhajas de doña Manuela presto aprendieron el camino del +<i>Monte</i>, y hasta las ropas hubo que empeñar. En la casa de la calle de +Botoneras penetró al fin la escasez, con su cortejo de tristezas, como +antes había penetrado en la pobre imprenta de los barrios bajos; pero si +Millán sabía un oficio, Pepe carecía de conocimiento alguno que pudiera +serle útil contra el infortunio. Entonces se pensó en buscar para él una +colocación o destino. Las cartas que escribió don José, las visitas que +hizo hasta que se lo impidió su dolencia, las antesalas que cruzó, no +son para contadas. Por fin, un antiguo amigo suyo <i>metió</i> al chico, con +un empleo de 5.000 reales, en la Biblioteca del Senado. Pepe, como +funcionario público, iba a ganar casi la mitad de lo que daban a Millán +por regentar la imprenta.</p> + +<p>Si cuando chicos no les maleó el exceso de libertad, de grandes no les +doblegó la desgracia; ni tampoco intentaron, por salir de apuros, vadear +malamente aquella torcida corriente de su vida que comenzaba a +encresparse. Juntos nadaron a pecho abierto contra ella; y sin pensar +que podían por malas artes vivir a lo perdido, o abandonar a sus +familias, comenzaron a trabajar, Millán en la imprenta que le +confiaron, y Pepe en su humilde empleo de la Biblioteca del Senado. Como +éste tenía más horas libres que aquél, y se iba muchos ratos a hacerle +compañía, Millán le rogaba con frecuencia que le ayudase, de donde se +originó que, durante una larga temporada en que hubo prisas en la +imprenta, Pepe se pasó noches enteras corrigiendo pruebas; lo cual su +amigo le enseñó con pocas advertencias, y él perfeccionó en algunas +semanas. Una alteración de personal que hubo por entonces en la +imprenta, inspiró a Millán la idea de que aquel favor, que su amigo +frecuentemente le hacía, sólo para ganar tiempo y anticipar la hora de +salir juntos, podía redundar para Pepe en una ganancia, no grande, pero +sí oportuna, dada la situación de su casa, donde la necesidad se iba +entrando a banderas desplegadas desde que comenzó a agravársele a don +José la enfermedad de las piernas. Ello fue que, al cabo de tres meses, +estando un domingo de paseo, y solos, Millán le dijo:</p> + +<p>—Tengo que proponerte una cosa. Creo que te conviene, pero no he podido +resolver nada sin contar contigo.</p> + +<p>—Habla, chico.</p> + +<p>—Desde hace más de tres meses que arreció el trabajo, vienes casi +todas las noches a buscarme, y para una vez que consigo acabar temprano +y podemos ir un rato al café o a dar vueltas charlando por las calles, +lo general es que tengas que quedarte allí conmigo corrigiendo +galeradas. Al principio no sabías lo que te pescabas, lo que tú +corregías tenía yo que volver a mirarlo. Hoy, la verdad, lo que para un +cajista cualquiera ofrecía ciertas dificultades, lo has aprendido tú en +seguida y bien. Por otra parte, me parece una primada que a lo mejor te +pases allí horas enteras sin sacar nada en limpio... En fin, chico, ayer +se ha marchado uno de los correctores, el que iba de noche... ¿quieres +la plaza? Si se lo digo al amo, te la da. Tú le convendrías a él con +pedirle dos reales menos que otro cualquiera, y a tí, como son pocas +horas, de noche, y yo te taparé cuando faltes... vamos, que puedes ganar +eso... si no te repugna... Díselo a tu padre.</p> + +<p>—Y ¿por qué me ha de repugnar? ¿Qué tengo que decírselo a mi padre? +Acepto desde ahora... y te lo agradezco de veras. Puedes creerme: ya ves +cómo estamos en casa.</p> + +<p>—Siempre serán diez y ocho o veinte reales más al día.</p> + +<p>No era posible aumentar la amistad que les unía; pero este rasgo +contribuyó mucho a afianzarla y, además, hizo que fuera su trato más +frecuente, por la índole del trabajo que les ocupaba. Así, los que de +muchachos comenzaron juntos a corretear por las calles y pisar las aulas +del Instituto; los que juntos pensaron seguir una carrera de las +reservadas a gente, si no poderosa, al menos acomodada, juntos también, +forzados a renunciar a ella, emprendieron la pendiente áspera, y a veces +sin fin, que suben en la vida los que se mantienen por sus manos. +Menudearon con esto las idas de Millán a casa de Pepe, y aquél, que +cuando chico no paró ojos en la hermana de su amigo, fue luego +encariñándose con ella hasta que, insensiblemente, como a veces quiere +el amor que sean estas cosas, se fijó en lo bonita que era, consideró +las pocas exigencias que había de tener mujer tan hecha a batallar con +la necesidad, y pensó que le convenía para propia. Como esta idea fue +resultado de mucho mirar a Leocadia, hablar con ella y observarla, +buscando ocasiones en que estudiarla el genio, lo notaron los padres y +el mismo Pepe; de suerte que casi antes de que Millán demostrara su amor +con atenciones y cuidados, ya ellos lo habían sorprendido sin enojo en +sus impaciencias y miradas. Leocadia empezó a recibir las pruebas del +afecto de Millán con el agrado natural que tiene la mujer para acoger +las primeras palabras dulces que escucha; contenta, satisfecha, casi +agradecida, mas sin que el querer produjera en ella impresión tan honda +como la que estaba haciendo en Millán. Éste, si no se sentía aún +verdaderamente enamorado, estaba en camino: a ella, más que el novio +mismo, le gustaba la sensación moral, nunca experimentada, de saber que +había un hombre que gozaba mirándola. Sus corazones no estaban, sin +embargo, verdaderamente unidos. A veces, cuando sentados todos, de +noche, en torno de la camilla, leían periódicos o jugaban al tute por +distraer a don José, Millán, espiando a Leocadia con el rabillo del ojo, +creía descubrir en su fisonomía de madrileña vivaracha un gesto +indefinible, un nublarse repentino de las pupilas, una ligera sombra de +tristeza, en medio de la risa, que delataban incompletamente cierto afán +de aspiraciones vagas o impulsos latentes de ambición mal entendida. +Doña Manuela y don José dieron a los chicos por novios apenas hubo +indicio para ello: Pepe, más listo, adivinó que Millán quería a su +hermana, pero que ella no estaba tan enamorada como él.</p> + + + +<h3><a name="III" id="III"></a>III</h3> + + +<p>En su primera época de estudiante, casi niño, no fue Pepe de esos +muchachos que se sientan lo más cerca posible del maestro, aprendiendo +de memoria, como loros, cuanto se les manda, antes por obediencia y +aplicación irreflexiva que por verdadero amor a estudios que aún no +entienden; pero tenía inteligencia sobrada para comprender que había de +llegar un día en que de todas aquellas asignaturas y materias, que +juntas querían meterle por fuerza de golpe en la cabeza, tendría que +fijarse en alguna, decidirse y estudiarla, confiando a la perseverancia +en el trabajo su porvenir y el amparo de los suyos. Durante esos años, +en que el hombre ignora la realidad de sus tendencias y la índole de +aquello a que debe dedicarse, él, entre dudas y vacilaciones, pugnaba +por determinar <i>lo que sería</i>, como si a todos permitiera la fortuna +marcar el rumbo de su vida. Por fin, la afición a la historia y el +interés que, apenas comenzó a hombrear, mostró para seguir en +conversaciones o lecturas la marcha de los sucesos políticos—tan +agitados en aquel tiempo—le hicieron inclinarse a la abogacía, carrera +en que la antigüedad de los pueblos, la política, el derecho y las +letras, aparecían a sus ojos formando, no un camino más o menos ancho, +sino un conjunto de senderos que podían llevarle a suertes prósperas y +varias. Su existencia tenía un fin doble, y así lo comprendía él: ser +obrero de su propia fortuna y sostén de sus padres. Pero estas ideas no +despertaban en su ánimo temor de lucha ni necesidad de abnegación. +Llegar a <i>ser algo</i>, le parecía cosa natural. ¿No llegaban otros? +Propósito de desinterés en aras de su familia, nunca lo hizo su +pensamiento. Se dijo sencilla y espontáneamente que era necesario en su +casa, que allí quien debía trabajar era él, sin imaginar jamás que sus +más penosos esfuerzos por lograrlo pudieran llamarse abnegación o +sacrificio, ni siquiera deber: lo haría porque sí, porque era el hermano +mayor, el único hombre de la casa. En sus cálculos no entraba Tirso para +nada. Si no, ¿quién lo haría?</p> + +<p>El cambio que la desgracia ocasionó en la vida material de Pepe, fue en +un principio apenas sensible: al pronto, todo se redujo a que los pocos +libros de texto que había comprado anduviesen rodando de la mesa del +comedor a la de su cuarto, hasta que él los guardó por no verlos. +Aparentemente, con ocultar aquellos libros se borró en la familia la +idea de que Pepe había tenido que renunciar a la carrera: doña Manuela, +que era buena, pero poco avisada, sintió cierta amargura; la resolución +de su hijo la entristeció, por ser señal inequívoca de grandes +privaciones:—«El pobre ha tenido que dejar los estudios»—decía, sin +poder profundizar todo lo que en esta frase iba envuelto. A Leocadia le +mortificó el suceso más que a su madre, pero de otro modo. Mientras Pepe +se limitó a trocar la clase por el destino del Senado, decía:—«A mi +hermano le han empleado»—y en el tono con que lo pronunciaba descubría +algo de amor propio satisfecho. El verdadero disgusto lo tuvo cuando, a +consecuencia de la proposición de Millán, entró Pepe de corrector en la +imprenta: aquello de que su hermano ganara un jornal la impresionó +amargamente, en parte por lo que significaba tal determinación, y más +aún por vanidad herida. Su gran temor era que Pepe llegara a ponerse +blusa para trabajar, como si en este detalle fuese envuelta toda la +ruina de la casa. Transigía con la pobreza, con la miseria, con todo; +pero a lo vergonzante, no enterando al prójimo de humillaciones que no +le importaban. La mayor pesadumbre fue para don José. Los tres años de +Derecho que cursó Pepe, le habían acostumbrado a pensar en su educación +como en un esfuerzo costosísimo, mas para él lleno de encantos. El +humilde empleado que pasó la vida a salto de mata, de oficina en +oficina, de centro en centro, sin apoyo ni valimiento, había logrado +adquirir tales hábitos de orden y economía, que iba a serle posible dar +carrera a este hijo, y dársela a su gusto, no como se la dieron al otro. +El pobre viejo no alcanzaba por qué medio sería ello; pero con los ojos +de la imaginación veía al chico ya vestida la toga de vuelillos blancos, +con el birrete puesto, la placa en el pecho y sentado en un sillón de +alto respaldo, escuchando informes de abogados que, al dirigirse a él, +hablarían con profundísimo respeto... y, de repente, vinieron el +descuento, las pérdidas, los atrasos, la jubilación, reduciéndose el +futuro juez a empleadillo colocado por el favor de un amigo, y a merced +de quien tuviese influjo para quitarle cualquier día la plaza en +provecho de otro. La resolución adoptada por Pepe de ir a trabajar con +Millán, hirió dolorosamente el ánimo de don José: pero hubiera sido +difícil precisar qué impresión le hizo más mella, si el dolor de ver a +su hijo llevado a tal extremo, o el orgullo de considerarle tan fuerte +ante la adversidad. Las lágrimas de ternura se secaron pronto en sus +ojos: el engreimiento no se le borró del alma.</p> + +<p>El más duro para resistir a la desgracia, fue quien más perdía con ella: +el mismo Pepe, que, así como no dio importancia al sacrificio, no se +entregó tampoco a esa resignación callada y triste, cuyo silencio sofoca +el dolor sin mitigarlo. Su carácter varió algo, sin que él se diera +cuenta, mas no llegó a sufrir una verdadera trasformación. Las fibras de +su corazón eran tales, que no podían bastardearse al ser azotadas por la +desgracia, como no hubieran cambiado tampoco acariciadas por la fortuna. +Aquella incredulidad burlona con que siempre acogió cuanto no podía +aclarar razonándolo, se acentuó y se hizo más amarga; su gracia para +zaherir cobró acritud, sus chistes tomaron tono de quejas dichas en +broma; pero la propensión cómica quedó dominando siempre en sus labios, +pronta a ridiculizar cuanto sus ideas y aficiones le señalaban digno de +vituperio. Los reveses no le arrancaron el entusiasmo por lo que amaba, +ni exacerbaron su escepticismo; pero, al convencerse de que las +condiciones de la vida habían variado por completo para él, adquirió una +serenidad que, contrastando con los pocos años, daba a sus frases un +dejo amargo y melancólico. Aun las sátiras más enérgicas parecían brotar +tristemente de su boca.</p> + +<p>Pasadas las primeras semanas de aquella existencia nueva, dividida entre +la biblioteca del Senado, donde su trabajo consistía en dar libros a +quien raza vez se los pedía, y las tareas de la imprenta, donde bajo la +inspección de Millán iba siendo cada día más útil, comenzó a +experimentar cierto reposo que él comprendía no ser definitivo, pero que +le halagaba por verlo reflejado en la casa. Su vida de empleadillo y +jornalero le producía un puñado de duros, con los cuales había para ir a +la compra y casi con igual frecuencia a la botica. De la abogacía no se +volvió a hablar: lo de seguir carrera fue un sueño, y, sin embargo, el +haber tenido que renunciar a ella era la pesadumbre de toda la familia. +Cada cual la sentía a su manera: doña Manuela no decía sino:—«¡Hijo +mío, cuánto trabaja!» El padre no se recataba para confesar a voces aun +delante de gentes:—«Estará en la imprenta.» Leocadia, sin disimular la +repugnancia a lo que en su hermano había de obrero, hablaba del +<i>destino</i> o el <i>empleo</i>, y cuando le veía volver a casa, instintivamente +le miraba a las manos, temiendo que trajera en ellas alguna señal sucia +de su honrosa labor. No lo podía evitar: tenía esa vanidad madrileña que +pretende cubrir con perifollos de seda la falta de ropa blanca, y que +prefiere el adorno de la sala al cuidado de la alcoba.</p> + +<p>Pepe participó también, en cierto modo, de ese sentimiento que tiende a +ocultar al prójimo la propia miseria. Hubo una persona a quien no tuvo +el valor de confesar que trabajaba en la imprenta de Millán, y esa +persona fue su novia, la señorita de coche, como la llamaba Leocadia. +Pepe había dicho claramente a Paz la situación de su familia; que su +padre era un antiguo y modesto funcionario de Hacienda; que él tuvo que +abandonar la carrera por falta de recursos para seguirla, ateniéndose a +un empleo concedido casi por caridad; pero no pasó adelante: nada dijo +de la imprenta, del apoyo de Millán, de las galeradas, ni de sus tareas +de jornalero. En un principio no fue completamente franco por aquella +misma pícara vanidad de Leocadia, y después por falta de valor: aun +conociendo a Paz como llegó a conocerla, tuvo miedo a decirla:—«El +hombre a quien amas, tú, la señorita rica, mimada por la fortuna, va por +las noches a ganarse un jornal que cobra los sábados como los herreros +y los albañiles.» Imaginó que la perdería: era a sus ojos enteramente +absurdo que Paz, después de saber esto, siguiera enamorada de él. La +vida moderna le ofrecía a cada paso ejemplos de hijas de familias +poderosas a quienes por un capricho amoroso había que casar con un mal +periodista, con un abogadillo, con un cualquiera, aún de lo más pobre de +la clase media; pero, ¿quién vio jamás en estos tiempos que una señorita +hecha a pisar alfombras y ceñirse el talle con sedas, entregara la mano +a un jornalero? Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad, +pero sin valor para decirla con sus propios labios. Al oírla exclamar +con frecuencia entre apasionada y mimosa: «¡Pepe mío, cuánto te quiero!» +le acometían impulsos de revelarla aquello que él ocultaba como una +infamia; pero luego, contemplándola vestida con todos los primores del +lujo, retiraba las manos o se las examinaba al descuido, temeroso, como +su hermana, de hallar impresa en ellas la sucia mancha del trabajo.</p> + + + +<h3><a name="IV" id="IV"></a>IV</h3> + + +<p>Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e +influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas +obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo +la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo +sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización; +Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado +antes que nadie de los <i>obstáculos tradicionales</i>; y Prim, por seguir +sus huellas.</p> + +<p>La fortuna de don Luis, con ser respetable, no era sino resto de lo +mucho que gastó su padre en conspirar contra Sartorius y Narváez; pero +lo que mejor heredó fue un grande amor al partido progresista, mucha +antipatía a la demagogia, que se le antojaba cosa pagada con el oro de +la reacción, y una repulsión invencible a moderados y carlistas. Los +trabajos de don Luis en juntas y comisiones del partido; los artículos, +proyectos y dictámenes que escribió, serían incalculables, e infinitas +las veces que proyectó terciar en los debates; pero jamás tuvo ánimo +para romper a hablar en público ni para enviar dos cuartillas a un +periódico. No era tonto y lo parecía, porque sin tener realmente +influencia entre los suyos, imaginaba que su consecuencia y lealtad +debían darle mayor importancia de la que gozaba, resultando algo +vanidoso. Como la palabra obedecía mal a su pensamiento, huía los +diálogos largos y las conversaciones en corro, limitándose a hacer +signos de afirmación o negación con la cabeza, y cuando más, a decir +frases concisas, que tomaban en sus labios tono de sentencias +pretenciosas. Muchos le consideraban como hombre formal, pero de cortos +alcances, y algunos le trataban de burro serio. Aquéllos andaban más +cerca de lo cierto; porque sin ser don Luis una inteligencia +privilegiada, era honrado y de carácter firme, aunque algo agriado, por +imaginar que debía brillar y bullir más en su partido.</p> + +<p>Lo que constituía su verdadero título de gloria, para quien llegase a +saberlo, era la educación que dio a su hija. A los treinta y dos años +enviudó y se propuso que Paz, cuando él faltara, estuviese en +condiciones de vivir por sí, sin ajeno auxilio, que supiera manejar su +fortuna y aprendiese a conocer su corazón, para no dejarla expuesta a +rapacidades tutorescas ni a errores de su inexperiencia. Muchas veces la +dijo:—«Has de saber cuánto tienes, duro por duro; y has de pensar +siempre en lo que vayas a hacer, para que ni el prójimo te robe ni tú te +engañes.»</p> + +<p>Paz estuvo una temporada de tres años en un colegio dirigido por monjas, +lo cual no era muy del agrado de su padre; pero ¿qué hacer, si no había +en Madrid otro linaje de casas de educación? Allí aprendió a escribir +con bonita letra, a hablar bastante bien en francés y rudimentos +incompletos de muchas cosas: de coser poco, de bordar algo y de rezar +mucho. Sin salir del colegio sabía también cuanto ocurría en Madrid, +hasta interioridades de familias que a nadie importaban; pero, por lo +visto, para <i>las madres</i> no había secretos; así que, los domingos de +salida, don Luis se maravillaba escuchando a su hija cosas que él no oía +ni a los murmuradores del Casino. Esto, y un tantico de vanidad que se +fue despertando en el alma de Paz, indujeron a su padre a sacarla del +colegio-convento; mas aunque quiso hacerlo con gran tiento y +circunspección, tuvo por fin que ser enérgico, porque las santas mujeres +habían procurado atraerse la voluntad de la niña. ¿Les indujo a ello la +bondad de Paz? ¿Ambicionaron la conquista de su preciosa voz para la +capilla? ¿Prendáronse quizá del entusiasmo con que era de las primeras +en gastar sus ahorros de colegiala rica comprando, ya la sabanilla del +Cristo, ya la toca de la Virgen, ya el encaje para el paño del altar? +Ello fue que un día de fiesta, no pudiendo don Luis ir a buscarla, envió +con el carruaje a una parienta, quien a la hora del almuerzo volvió +sola, refiriendo que la <i>buena madre</i> había dicho que <i>mademoiselle</i> Paz +no salía. Don Luis, pensando que su hija estaba mala, fue inmediatamente +a verla y, a disgusto de la superiora, hubo que traer la niña a +presencia del padre, quien pasó un rato muy malo observando que su Paz, +sin estar castigada, ni enferma, se allanaba de buen grado a permanecer +allí, en vez de irse a pasar el día con él. Por fin consiguió que su +hija le siguiese, y aquella noche no la permitió volver al colegio. +«Aquí no hay más <i>madres</i> que yo»—dijo don Luis—y desde entonces se +consagró al cuidado y educación de su hija, sin perder por eso su +desmedida afición a la cosa pública. Las cartas de la superiora y las +embajadas del capellán, hicieron en vano esfuerzos por recobrar la oveja +descarriada, mas no lograron que tornase al redil. De allí en adelante, +don Luis toleró que Paz, de tarde en tarde, gastara algo en sabanillas, +mantos y encajes, pero no la dejó volver a poner los pies en el +convento. La mansedumbre, que es gran virtud, evitó que las monjas se +ofendieran: no salió de sus labios palabra de reproche, nada intentaron +para exacerbar la devoción naciente, quizá la vocación frustrada de Paz; +pero tampoco se olvidaron de recordarla en días determinados y +festividades solemnes que en un extremo de Madrid había una santa casa +que se honraba con haberla tenido por discípula y a la cual debía enviar +de cuando en cuando alguna limosna para obras de caridad, algún ramo de +flores para aquel altar, en cuyas gradas se arrodilló tantas veces.</p> + +<p>Como Paz era buena, el tesoro de cariño que halló en su casa la hizo +olvidarse pronto del colegio, y aquella afición mongil se apagó como con +la mano. La libertad de acción, el sano orgullo de mandar en su casa +como dueña y, sobre todo, el habilidoso amor de padre, ahogaron a tiempo +el piadoso secuestro que pudo haber sobrevenido. Bastaron unas cuantas +semanas de esta vida, y el colegio, antes impregnado de cierta poesía +plácida, quedó reducido en la imaginación de Paz a un conjunto de +recuerdos fríos e incoloros. Al cabo de un año don Luis, escogiendo con +cautela las casas donde la llevaba, comenzó a presentarla en la titulada +buena sociedad, con lo cual sus galas y tocados la preocuparon mucho más +que antes la ropa de las santas imágenes: el gabinete lleno de primores +y el lecho mullido le fueron más gratos que el frío dormitorio y la +estrecha cama de colegiala; las flores que se ponía en el pelo cortadas +por su mano en el jardincito de la casa, destronaron a los ramilletes de +trapo de los altares; y para colmo de impiedad, la primer sinfonía de +Mozart que oyó tocar sonó en sus oídos más grata que las letanías, +salves y motetes.</p> + +<p>La serie de impresiones que Paz experimentó pisando salones de casas +extrañas, no fue, sin embargo, tan agradable como la que sintió entrando +a reinar en su propio hogar. A poco de vivir con su padre, la enteró +éste de sus negocios, explicándola en qué consistía su fortuna, +ayudándose de ella para el manejo de intereses, con lo cual Paz llegó a +persuadirse de que don Luis era un hombre honrado, y el origen de cuanto +tenía decente y limpio. En cambio, comenzó a ver que ni todas las casas +ni todos los hombres eran como su casa y su padre. Aunque incompleto y +velado por la educación y la hipocresía, el mal llegó claro a sus ojos, +causándola una sensación parecida a la que sufriría quien, hecho sólo a +respirar aire puro, entrara de pronto en una atmósfera viciada. El +instinto suplió a la picardía, el ingenio a la malicia: no pudo la +imaginación desentrañar las causas de las cosas, pero vio los efectos y +fue bastante para que se le entrase al alma un miedo sano.</p> + +<p>En su espíritu hubo dos impulsos simultáneos: el despertar a la +inquietud moral de la vida y la desconfianza de hacer a nadie partícipe +de sus emociones. Con su padre tenía toda la sinceridad posible; mas +esos misteriosos deseos, esas dudas ingenuas que la mujer reserva para +dichas en voz baja al elegido de su corazón, no salieron de sus labios. +Las frases galantes y las lisonjas la infundían una previsión +desasosegada, un terror vago que la impedía mostrarse complacida: era +semejante a un pájaro que tuviese miedo a la red. Cuando algún hombre +halagaba su oído con ternezas o la pedía esperanzas, ella, +involuntariamente, se acordaba de tantas infelices mal casadas y parejas +desavenidas, de los hogares que parecían fondas, donde marido y mujer +acusaban indiferencia, desvío, cuando no repugnancia. El amor propio no +la dejó renegar de su hermosura; pero su instinto la señaló un peligro +en su riqueza. Ser querida por sí, le pareció fácil: saber cuál amor +sería sincero, lo juzgó imposible. Hubiera querido disimular el +bienestar de su casa, y a veces sentía impulsos de extravagantes +humoradas, ansia de ocultar su facilidad de logro, a semejanza de esos +príncipes que viajan de riguroso incógnito para agradecer la simpatía +que inspiren y oír el lenguaje de la franqueza. «El mejor traje—solía +decir—es el que más disimula lo que cuesta.»</p> + +<p class="top5">Una tarde vio Pepe entrar en la biblioteca del Senado un caballero como +de cincuenta años, alto, canoso, con el rostro enteramente afeitado y de +aspecto excesivamente limpio, que dirigiéndose al principal encargado, +le dijo:</p> + +<p>—Vengo a pedir a Vd. un favor. ¿Podrá Vd. recomendarme uno de estos +muchachos que tiene Vd. aquí, a sus órdenes, para que venga unas cuantas +mañanas a mi casa y me ayude a poner en orden mi librería? Me han hecho +los estantes nuevos, y hay que trasladar los libros de sitio. Un chico +juicioso, ¿eh?</p> + +<p>—¿Oye Vd. esto?—preguntó el jefe a Pepe, y dirigiéndose al caballero, +añadió.—Nadie más a propósito: su formalidad y su ilustración le +servirán a Vd. mucho. Casi es abogado...</p> + +<p>El que hizo la petición miró a Pepe, y con la autoridad que le daban sus +años, le habló así:</p> + +<p>—Vamos a ver, joven. A un muchacho, aunque no lo necesite, nunca le +viene mal un puñadillo de duros. ¿Ha oído Vd. lo que hemos hablado? +¿Quiere Vd. venir a mi casa unas cuantas mañanas?</p> + +<p>—Sí señor, y haré lo posible por complacerle.</p> + +<p>—Bueno, pues cuento con Vd. ¿Cuándo empezaremos? porque yo lo tengo +allí todo revuelto.</p> + +<p>—Cuando Vd. quiera.</p> + +<p>—Mañana mismo. Le espero por la mañana a las once.</p> + +<p>Cuando se hubo marchado, Pepe dio las gracias al bibliotecario y le +preguntó quién era aquel señor.</p> + +<p>—Es don Luis María de Ágreda, senador, muy buena persona. De estos que +no hablan nunca, y progresista a la antigua, pero muy rico. No hace más +que asistir a las votaciones, aunque está diciendo siempre que va a +hablar... y nunca habla.</p> + +<p>Después le dio las señas de la casa de don Luis y se separaron.</p> + + + +<h3><a name="V" id="V"></a>V</h3> + + +<p>Acudiendo a la cita del señor de Ágreda, a las diez y media de la mañana +siguiente entraba Pepe en el <i>hôtel</i> que aquél habitaba, situado al +final de la Castellana. Atravesó el jardín, pequeño y bien cuidado, +subió las escalerillas, llenas de macetas, que parecían estar +custodiando dos magníficos perros de bronce, y entró en el despacho, que +formaba parte de la planta baja.</p> + +<p>El piso era de maderas ensambladas, las colgaduras magníficas, cómodo y +lujoso el mueblaje; todo acusaba mucho dinero. La mesa indicaba orden, +gran pulcritud y poca labor: cuanto había sobre ella estaba bien +colocado; pero sin que se notase en nada la confusión, propia del +trabajo continuo. Los libros eran pocos, ricamente encuadernados, y sin +señales de manejo frecuente: no debían ser aquellos los que era preciso +ordenar. En dos testeros de pared cubierta de un papel muy oscuro +rameado de oro, había dos retratos de mujer. En uno, el traje y el +peinado a la moda de 1850, pero, sobre todo, la pintura, lamida como +rebuscando finezas, delataban la mano de uno de aquellos artistas que +conservaron reminiscencias del estilo elegante de don Vicente López, sin +haber adquirido el vigor de los buenos pintores contemporáneos nuestros. +La dama estaba peinada con el pelo hecho dos grandes ondas, muy +alisadas, y tenía las facciones parecidísimas a la retratada en el otro +lienzo; pero resultaba la belleza de la primera más completa y armónica. +A pesar de esta diferencia, se parecían tanto, que era fácil adivinar su +parentesco. Debían ser madre e hija, a juzgar por la edad que +representaba cada una y por la diferencia de los trajes. El retrato de +la más joven era una doble maravilla, por el modelo y la factura. Un +trozo de impalpable gasa la cubría los hombros, a modo de gola antigua; +tenía el rostro casi en sombra, los ojos ceñidos de un livor oscuro, +ligeramente inclinada hacia adelante la cabeza y puesta entre el pelo +una pluma de color de rosa, ingrávida, suelta, que parecía pronta a +moverse al más ligero soplo.</p> + +<p>Los dos balcones del despacho daban al jardín y, a través de los +listones de las persianas caídas, se veía una pequeña estufa con plantas +de flores costosas, destinadas a morir en los búcaros de un gabinete o +prendidas en el pecho de una mujer bonita. Completaban el adorno de los +muros unos cuantos grabados ingleses, un retrato de Olózaga, en +litografía, con dedicatoria autógrafa, y un título de coronel honorario +de la Milicia Nacional del 54, encerrado en rica moldura y expedido a +favor del padre de Paz.</p> + +<p>De pronto entró don Luis.</p> + +<p>—Me gusta la puntualidad. Venga usted conmigo, y verá Vd. si hay aquí +para rato.</p> + +<p>Penetraron en una habitación contigua, enteramente llena de libros, +donde tres estantes de roble nuevos y vacíos ocupaban otras tantas +paredes, mostrando sus enormes huecos de madera limpia, recién labrada e +impregnada del olor al barniz. En el centro había una gran mesa, también +llena de libros, y además libros por todas partes: en el suelo, encima +de las sillas y amontonados en los rincones, todos revueltos como en +casa donde anduvieran de mudanza.</p> + +<p>Aquel día no ocurrió más sino que don Luis dio algunas instrucciones a +Pepe y éste comenzó a poner en orden los volúmenes, marchándose +enseguida con el tiempo preciso para almorzar antes de ir al Senado. Al +salir de la casa, tranquila la imaginación, sólo se hacía una pregunta: +«¿Qué gente será ésta?»</p> + +<p class="arriba"><br />Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas +obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día, +estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir +cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó:</p> + +<p>—¿Puedo entrar?</p> + +<p>Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa. Llevaba +puesto un traje casero muy sencillo, blanco, corto, huérfano de adornos +y cuyas mangas descubrían los brazos: mostraba el cuello desahogado y +libre; el pelo húmedo hacia las sienes, y la tez algo encendida, como +azotada por el frescor del agua. La figura se destacó por claro sobre el +cortinaje oscuro, semejando personaje de dibujo fantástico. Sorpendida +al ver que don Luis no estaba solo, se detuvo un instante sin soltar el +tirador de la puerta, dudando si adelantar o volverse.</p> + +<p>—¿Estorbo?</p> + +<p>—No, hija, entra.</p> + +<p>Pepe, que se disponía a marcharse, la saludo; contestole ella, y +cogiendo de sobre la mesa un periódico, se puso a leer. La escena fue +rápida, casi muda: el aparecer ella y el despedirse él, ocurrió en un +momento. «¡Qué bonita es!»—se decía luego Pepe al echar a andar, ya +fuera de la verja del jardinillo de la casa.</p> + +<p>Durante las mañanas sucesivas, don Luis entró en varias ocasiones a ver +cómo llevaba el muchacho su trabajo, que cundía poco, porque el rato que +pasaba allí era corto. Los armarios se iban llenando, sin embargo, y don +Luis observó que, al mismo tiempo de guardar los libros, Pepe tomaba +nota de ellos en unas tarjetas grandes, para formar un índice. Esto le +gustó: el chico debía ser listo. Paz entró también alguna vez a buscar a +su padre, y llegó a cambiar con Pepe frases triviales. Un día hablaron +del tiempo, otro de un reciente y criminal atentado contra los Reyes. El +lenguaje de ella era el propio de una señorita bien educada que no se +desdeña de conversar con aquellos a quienes la fortuna no espropicia: el +de Pepe era respetuoso, casi tímido, de hombre no hecho a pisar casas +tan bien puestas ni a tratar con señoras de aspecto tan aristocrático.</p> + +<p>Un día Paz, ya vestida para salir con su padre, estaba esperándole en el +despacho, mientras Pepe, con la puerta de comunicación abierta, +escribía en el cuarto de los libros papeletas para el índice. Paz leía +un periódico, en pie junto a un balcón; Pepe, aprovechando la ocasión, +la miraba disimuladamente, entre plumada y plumada. La muchacha era +preciosa. Su talle sin artificio que la oprimiera exageradamente, tenía +al cambiar de postura movimientos que acusaban formas esbeltas de curvas +admirables. El pelo, casi negro, recogido y alisado con extremada +modestia, avaloraba la blancura mate y dorada de la tez, vivificada por +venas finísimas y azuladas. Las facciones muy graciosas y menudas, sin +mezquindad, formaban una fisonomía móvil y animada, como la de aquellos +serafines de Goya, inspirados en los rostros picarescos de las hijas del +pueblo. Los ojos, de un azul oscuro y limpio, traían a la memoria el +cielo de las noches serenas de Granada, y los labios, que a veces +esmaltaba de blanco mordiéndoselos ligeramente con un movimiento +involuntario, parecían una flor de matiz encendido. La boca, roja como +herida reciente, y el azul límpido de los ojos, inspiraban ideas +distintas, siendo la severidad de su mirada, guarda puesta en defensa de +la dulzura de los labios.</p> + +<p>No sintiendo Paz ningún ruido en el cuarto donde estaba Pepe, ni +siquiera chocar de libros contra tablas, ni el resbalar de la pluma +sobre el papel, dirigió la vista hacia el muchacho y le sorprendió +mirándola; él bajó la cabeza y prosiguió escribiendo, disgustado, +temeroso de que aquello la pareciese mal, y Paz se desvió un poco del +sitio donde leía, pero naturalmente, sin ademán de enojo. Al cabo de un +rato, al colocar Pepe unos libros en su sitio, volvió a mirarla sin que +ella entonces pudiera verle. En cambio él la contempló a su gusto; mas +de pronto se oyó la voz de don Luis que llamaba a su hija, y al soltar +ésta el periódico, por muy presto que quiso Pepe apartar los ojos, le +sorprendió Paz por vez segunda en flagrante delito de admiración, a +pesar de lo cual, al verle marchar poco después, no mostró enfado en +gesto ni en palabras, despidiéndose de él afablemente.</p> + +<p>Pocos días después ocurrió casi lo mismo. Pepe, sólo por disfrutar de +aquél regalo de la vista, que la fortuna le ofrecía, miró varias veces a +Paz, y ella lo notó, sin dar señal de desagrado, antes al contrario, +sintiendo cierta tranquila complacencia con aquel homenaje mudo que la +rendía un hombre imposibilitado por su posición para adularla con +esperanza de lograr favores. Ella le miró también alguna vez a +hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura, +sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba +inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos +principales de la hermosura masculina. Entonces se despertó en Paz algo +de coquetería, no le parecieron mal aquellas miradas, y agradecida al +culto que empezaba a recibir, permaneció en el sitio donde estaba. En +días sucesivos entró varias veces al cuarto de los libros sin necesidad, +sólo por saborear aquel placer desconocido de aceptar un tributo que +halagaba su vanidad de niña bonita. Pero esta coquetería se le entró al +alma, sin que ella lo advirtiera, del mismo modo que Pepe se daba el +gusto de contemplarla sin segunda intención. Paz decía algunas veces +para sus adentros: «¡Pobre muchacho!» Pepe pensaba: «¡Parezco tonto!» +Ninguno advertía que aquel juego era peligroso. ¿Cómo había él de +imaginar que Paz estuviese al alcance de su deseo, ni quién se atrevería +a despertar en ella recelo de aquel desdichado?</p> + +<p>Mas fue Dios servido—como decían los místicos—que comenzase a suceder +con las palabras lo mismo que con las miradas. Hablaron unas cuantas +veces de cosas indiferentes, y él, aun conteniéndose, por temor a +parecer atrevido, siempre halló ocasión de mostrar cortesía, ingenio y +gracia. Sus maneras carecían de atildamiento rebuscado y enfadoso, y sus +frases estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de un +hombre igual al de los demás: en lo que hablaba había siempre algo +original; su tristeza parecía sincera, su gracia tenía un dejo amargo. +Paz no podía analizar en qué estribaba ello, pero le gustaba hablar con +Pepe, quien siempre la llamaba señorita, expresándose mucho mejor que la +mayor parte de los caballeretes que por haberla visto una noche en un +baile la llamaban por su nombre de pila.</p> + +<p class="arriba"><br />El arreglo de la librería tocaba a su término: unas cuantas mañanas más, +y todo quedaría en orden. Pudo haberse concluido antes, pero lo +estorbaron dos causas: la primera, que don Luis, cayendo en la cuenta de +que podía escribir al distrito por mano ajena, ni más ni menos que un +ministro, empleó a Pepe como amanuense; y la segunda, que las +conversaciones de éste con Paz fueron adquiriendo mayor desarrollo y +duración cada día. Oyéndole, se olvidaba ella de que era sólo algo más +que un criado: hablándola perdía él la noción de la distancia que les +separaba. Algunos de estos diálogos tomaron giro extraño.</p> + +<p>—Hoy no le quitaré a Vd. tiempo. ¡Estoy más aburrida!... Voy de +tiendas, a escoger un regalo para una amiga que se casa, y no sé qué +comprar. Tiene diez y ocho años: fue compañera mía de colegio.</p> + +<p>—Esa edad tiene precisamente mi hermana.</p> + +<p>—No sabía que tuviera Vd. hermanos.</p> + +<p>—Además, tengo otro hermano mayor, que es cura. Pero de fijo no me veré +yo en el apuro de comprar a Leocadia regalo de boda.</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—Las muchachas de la condición de mi hermana no hallan fácilmente quien +las ame.</p> + +<p>—Pues ¿de qué condición es su hermana de Vd.?</p> + +<p>—La vida de mi padre nos ha colocado en una situación muy modesta, +señorita, pero superior a la de los infelices que necesitan ganar un +jornal. Pertenecemos a esas últimas capas de la clase media que tocan de +cerca la pobreza, y las mujeres de esta clase son muy difíciles de +casar.</p> + +<p>—No se me alcanza la razón.</p> + +<p>—Es muy sencilla. No pueden casarse con un obrero, porque lo estorba la +diferencia de vida y de gustos, y es raro que lleguen a enamorar a un +rico. En cuanto a los hombres de posición análoga a la suya... a esos +les está vedado el matrimonio.</p> + +<p>—¡Qué ideas tan raras!</p> + +<p>—No; es frialdad para considerar las cosas. ¿Qué hogar puede crear, ni +qué existencia ofrecer a su novia un hombre que gana, por ejemplo, lo +que yo? Desengáñese Vd., señorita, el matrimonio no está al alcance de +todas las fortunas.</p> + +<p>—¡Cuando digo que piensa Vd. cosas muy raras! ¿De modo que una muchacha +pobre no puede enamorar a un hombre rico, y viceversa?</p> + +<p>—Lo primero no es tan difícil; pero el viceversa es punto menos que +imposible.</p> + +<p>—Explíquese Vd.</p> + +<p>—Los encantos de la mujer no necesitan la ayuda del dinero. Las +cualidades morales y la belleza lo pueden todo. La misión del hombre es +más difícil: primero, tiene que saber agradar, luego debe disponer de +medios para sostener una familia.</p> + +<p>—¿Y si esos medios los lleva la mujer? ¿O es que Vd. no cree que deba +casarse el pobre con mujer rica? Pues lo estamos viendo a cada paso.</p> + +<p>—Hay algo de eso. El amor y el oro hacen juntos grandes cosas; pero +¡que pocas veces se unen! Además, créame Vd., señorita, siempre resulta +sospechoso el hombre pobre que enamora a una rica. Las beldades +adineradas son para nosotros como los brillantes para las modistillas, +que cuando los lucen nadie los imagina honradamente ganados.</p> + +<p>—Es decir, que hablando clarito, y sin dulcificar las cosas, en +nosotras la fortuna puede ser un obstáculo a la felicidad.</p> + +<p>—Ha acertado Vd. mi modo de pensar. Nunca debe el hombre pedir amor a +la que puede enriquecerle. ¿Cómo creerá ella en su sinceridad? ¿Cómo +adquirirá la certeza de que es ella, ella misma, el objeto de la +adoración? A una divinidad que nada concede, le es dado creer en la +sinceridad de los que la rezan; pero un dios que pagara con oro las +oraciones, ¿cómo estaría cierto del amor que le ofrecieran?</p> + +<p>—¡Qué sutilezas y qué modo de entender las cosas! Entonces, según Vd., +la mujer rica no puede hallar sino marido rico. Pues no es así. Todos +los días se casan ricas con pobres.</p> + +<p>—No: ocurre que señoritas más o menos acaudaladas se unen a pillos bien +vestidos, elegantes, instruidos y hasta bien educados; pero no habrá Vd. +visto nunca que una señorita rica se case con un hombre digno y +verdaderamente pobre.</p> + +<p>—Según... Con un pobre, pobre, vamos, que no tenga donde caerse muerto, +no.</p> + +<p>—Es natural. El oro inspira a la mujer desconfianza de la buena fe del +hombre. ¿Quién es capaz de descubrir la verdad en corazón ajeno? Por eso +no debe nunca exponerse nadie a que le culpen de ambicioso cuando sólo +pretende ser amado.</p> + +<p>—Tristes verdades, si lo son, para las ricas.</p> + +<p>Quizá nada tuvieran de extraordinario las frases de Pepe, pero ella no +había oído nunca hablar así.</p> + +<p>Otro día compró Paz para su gabinete un espejo antiguo con marco de +talla, una verdadera obra de arte. Hojas de vid, tallos de yedra, +flores, acantos, cintas y volutas encerraban la luna de ancho bisel: fue +preciso restaurarlo, y cuando acabada la obra lo entregaron, mandó +dejarlo en el despacho para que lo viese su padre, y allí lo vio también +Pepe al descargarlo los mozos. Ella, con esa alegría infantil de quien +ostenta una adquisición nueva, le dijo:</p> + +<p>—Mire Vd. mi compra. En todo Madrid no hay otro igual. Y barato. Cinco +mil reales.</p> + +<p>Pepe, al examinar el espejo, hizo un gesto involuntario.</p> + +<p>—¡Qué! ¿Es feo? Luis XV, barroco puro... ¿O le parece a Vd. caro?</p> + +<p>—No; es precioso.</p> + +<p>—Entonces... ¡Vamos, hombre, hable Vd.! ¿Vale menos de lo que me ha +costado?</p> + +<p>—Señorita, y ¿con qué título puedo yo permitirme comentar sus actos ni +aquilatar sus gustos?</p> + +<p>—No se trata de eso. ¿Es que le parece a usted mucho dinero? Cuando yo +tengo confianza con Vd., debía Vd. tenerla conmigo.</p> + +<p>—El marco es hermoso y vale lo que cuesta.</p> + +<p>—No es Vd. sincero.</p> + +<p>—¿Por qué, señorita?</p> + +<p>—Se lo conozco a Vd. en la cara; sea usted franco, hombre, sea Vd. +franco. Le ha parecido a Vd. un despilfarro, ¿verdad?</p> + +<p>—¿Y con qué derecho podría yo pensar así?</p> + +<p>—Vaya, pues deseo que me lo diga Vd.; le doy a Vd. carta blanca para +que hable, vaya, que quiero que hable Vd.</p> + +<p>Era un capricho de niña mimada: curiosidad de saber por qué causa lo que +a ella le parecía natural producía mala impresión en el prójimo.</p> + +<p>—Lo que me ha dicho mi pensamiento—repuso Pepe tímidamente—es que el +dinero no tiene igual valor para todos.</p> + +<p>—¡Qué modo tan delicado tiene Vd. de decir las cosas!; pero cinco mil +reales no son para nadie más que doscientos cincuenta duros.</p> + +<p>—Que representan para una familia pobre doscientos cincuenta días de +vida.</p> + +<p>—En eso tiene Vd. razón. No se debían comprar ciertas cosas mientras +hay quien se muere de hambre... pero así está el mundo. Sí, ya lo veo: +una locura como esta representa el bienestar de muchos.</p> + +<p>—Y a veces, la vida de algunos.</p> + +<p>—De modo—siguió Paz—que Vd. es de esos que dicen que todo debía +repartirse entre todos.</p> + +<p>—No, señorita. Hay males que no tienen remedio. Habría también que +repartir el entendimiento y la virtud, y eso es imposible. Yo no he +hecho sino pensar que, si a veces la fortuna escoge bien aquellos a +quienes favorece, otras, en fuerza de ser ciega, raya en cruel.</p> + +<p>—Perdóneme Vd. Conozco que he cometido una torpeza. Pero no toda la +culpa es mía.</p> + +<p>—¿Por qué, señorita?</p> + +<p>—No he debido enseñar a Vd. ese trasto. Por lo que otras veces he oído, +su situación, de Vd., dicho sea sin ofenderle, pues en ello no hay +injuria, no es nada lisonjera. He hecho mal, he sido indiscreta, +¿verdad?</p> + +<p>—Señorita, ¡no se ensañe Vd. conmigo! mis palabras no encerraban la +menor censura.</p> + +<p>—No, si la mitad de la culpa es de Vd.</p> + +<p>—No entiendo.</p> + +<p>—La cosa es clara. Usted ha hecho por su ingenio y con su conversación +que yo le trate como a un amigo, y me he tomado la libertad de enseñar a +Vd. lo que no debía.</p> + +<p>—¿Quiere Vd. decir que ha enseñado joyas a un mendigo?</p> + +<p>—No, Pepe; eso me lastima.</p> + +<p>Paz se dolió de aquella respuesta, y desviando de él la mirada, guardó +silencio; mas su actitud y la expresión de su semblante no indicaron +enojo, sino amargura. Parecía que quien la había hablado de tal modo +tenía autoridad para hacerlo. Pepe dijo sorprendido:</p> + +<p>—Perdóneme Vd.; pero el error no es mío. Ha tomado Vd. como grito de la +pobreza escarnecida, acaso de una envidia inconsciente lo que ha sido +una observación sencillísima. ¿Cómo ha podido Vd. creer que yo me +atreviera a tanto? ¿Qué soy para Vd., señorita? Sólo dirigiéndome la +palabra me honra Vd. ¿Había de pagarla con descortesía o ligereza?</p> + +<p>—No se hable más del caso. Lo que quiero, es saber que no le he +ofendido a Vd.—Y le tendió amistosamente la mano.</p> + +<p>Ambos quedaron perplejos, y desde entonces fueron más reservados uno +para con otro. Paz se reconvino mentalmente, pareciéndole que hiriendo a +Pepe en el pudor de la pobreza había cometido una acción muy fea. Pepe +no acertó a definir lo que sentía.</p> + +<p>Sus vidas comenzaban a unirse como en el lecho del río suelen juntarse, +arrastrados por la corriente, el grano de arena y la partícula de oro.</p> + + + +<h3><a name="VI" id="VI"></a>VI</h3> + + +<p>Cuando Pepe terminó el trabajo para que fue llamado, dejó de ir a casa +de don Luis: algo parecido al miedo le alejaba de allí. La última mañana +que estuvo, se marchó aprovechando un momento en que no podían +observarle. Preguntáronle sus padres si le habían pagado, y +repuso:—«No estaba don Luis; ya le veré en el Senado.» Lo cierto era +que, como en casa del señor de Ágreda quien satisfacía todo gasto era +Paz, a Pepe le repugnó la idea de que fuese ella quien le pusiera en la +mano el puñado de duros ofrecido por su padre. Por primera vez sentía +brotar en el fondo del alma la soberbia: un mal impulso era precursor +del más noble sentimiento; que así a veces, en el espíritu del hombre, +como en la vida de la Naturaleza, precede la sombra al esplendor del +día.</p> + +<p>Trascurrida una semana sin que Pepe volviese a la casa, Paz se acusó de +ello, ya preocupada con aquella desaparición, y pensó en el <i>pobre +muchacho</i> cual si fuese un amigo ofendido: se acordó también de que no +le había pagado, pero no se le ocurría modo discreto de enviarle el +dinero. ¿Por un criado? No acertaba a explicarse la causa, mas por nada +del mundo se hubiera valido de tal medio. ¿Escribirle? Al imaginarlo, no +fue temor de herirle lo que cruzó por su imaginación, sino algo como +miedo vago, pudor mortificado por sí mismo.</p> + +<p>Al fin no hizo nada, ni aun se atrevió a hablar a su padre; pero no dejó +de pensar en ello, y hubo día en que, al cruzar por el cuarto de los +libros, experimentó hastío y tristeza.</p> + +<p>Poco a poco la luz se hizo en su alma. Sus oídos, hechos a la lisonja, +no escucharon nunca frases que la turbaran; nada la hicieron sentir +aquellos hombres que podían desearla como joya colocada al alcance de +sus manos, y ahora ella ponía espontáneo y terco empeño en recordar los +dichos más sencillos, las más insignificantes galanterías de un pobrete, +a quien aterraba un gasto de cinco mil reales. Aquello le parecía unas +veces romántico hasta la ridiculez, otros ratos sentía ganas de llorar.</p> + +<p class="top5">Una mañana de la primavera de 1872—ocho o nueve meses antes de aquella +cena en que los padres de Pepe hablaron de la próxima llegada de +Tirso—estaban en San Pascual, de Recoletos, tocando a misa de once. El +sol iluminaba el césped de los jardinillos, abrillantado por la humedad +y oscurecido a trechos por las sombras de las acacias, cuyo aroma +embalsamaba el aire. Sobre el azul intenso del cielo destacaban las +copas verdinegras de algunos pinos; el ramaje, entre morado y carminoso, +de los árboles del amor, fingía detalles de fondo japonés, y de los +recuadros encharcados se alzaba el olor penetrante de la tierra mojada. +Los niños jugaban en el suelo, esmaltando la arena amarillenta con sus +trajecitos de colores claros, o se caían llorando en las socavas de los +árboles, mientras las niñeras reían en coro desvergüenzas de algún +lacayo. En los bancos, y cada cual con su periódico en la mano, había +algunos señores viejos, tipos de militares retirados, de ancianos +achacosos que, sacudiendo el entumecimiento del invierno, salían en +busca de un rayo de sol tibio. En el aguaducho, cargado de vasos, +descollaban el fanal de los azucarillos y la botija con espita, tras +cuya gruesa panza se ocultaban el tarro de las guindas y la bandeja de +los bollos, en tanto que la aguadora, dando conversación a un guarda, +fregaba en el lebrillo las cucharillas de latón. Por el centro del paseo +circulaban rápidamente algunos carruajes de caballos briosos y, +siguiendo la línea de las sillas de hierro, se veían parados unos +cuantos simones con el jamelgo caído el cuello y el cochero tumbado en +el pescante deletreando <i>El Cencerro</i>. Al otro lado, los tranvías +corrían sobre los railes, obstruidos por carros y camiones, que sus +conductores apartaban de la vía renegando al oír el pito de los +mayorales, y por la larga acera de piedra, en silencio, paso a paso de +arriba a abajo, se aburría autoritariamente la pareja de guardias de +orden público, entonces llamados <i>amarillos</i>, sin otro consuelo que +echar miradas subversivas a las criadas de buen ver. De las calles +vecinas iban llegando recién peinadas y coquetas las señoritas deseosas +de que el novio se hiciera el encontradizo, las niñas ávidas de jugar y +las mamás cargadas de devocionarios sujetos con gomas encarnadas. Unas +caminaban de prisa con la ligereza de la impaciencia, otras cansadas con +la gordura de los años; luciendo, según su gusto, primores de elegancia, +arreglos de taller casero, rarezas del capricho, exageraciones de la +moda, algunas calculada sencillez y todas empeño de agradar. A la misma +puerta del templo parábase de cuando en cuando una berlina blasonada, y +lentamente se apeaba de ella una dama; cuanto más poderosa menos +engalanada, mostrando en los ojos la soñolencia que deja el trasnochar, +y en el rostro marchito las huellas ardorosas de la atmósfera de las +fiestas. A pasitos rápidos y cortos, inclinado el cuerpo hacia la +tierra, con la cabeza baja y la conciencia temerosa del retraso, venían +pegadas a las fachadas de las casas las viejecillas de zapatos de cabra +y mantón negro, y adelantándose a ellas iban las muchachas devotas que, +como ignorando el poder de la juventud, piden incesantemente al cielo +dichas que puede darles el mundo. La campana seguía llamándolas con su +tañer monótono, y todas entraban como manada al redil: feas, bonitas, +ricas, miserables, virtuosas, perdidas, santas, pecadoras, madres, +cortesanas, vestales del hogar o sacerdotisas del amor, todas, +codeándose, juntas, desaparecían sorbidas por la puerta de la iglesia, +levantando al entrar un cortinón más pesado que una losa y dejando +entrever rápidamente una atmósfera cargada, sucia, humosa y salpicada +por el resplandor amarillo de las velas.</p> + +<p>Durante toda la mañana se estaba renovando aquel público, femenino en su +mayoría, y la puerta seguía tragando mujeres para arrojarlas luego a la +calle pasados veinte o treinta minutos, al cabo de los cuales se las +veía salir abriendo sombrillas o desplegando abanicos, porque la luz del +sol las ofendía, acostumbrada ya su retina a la oscuridad de la sagrada +cueva.</p> + +<p>También entraban algunos hombres; pero el mayor número de ellos +permanecía en los jardinillos formando corros, comentando noticias del +día acabadas de leer en los periódicos que los vendedores voceaban en +torno suyo con los <i>últimos partes del Norte</i>. Hacia la calle de Alcalá +se oía el cascabeleo de los ómnibus que iban al apartado de los toros, y +andando despacito por el paseo, inundado de sol, venía el borriquillo +con sus serones llenos de macetas, escuchándose gritar de rato en rato +al mocetón que lo guiaba: <i>el tieestóo de claaveles doobles</i>... Quien se +acercase a los corros podía oír fragmentos de conversaciones y notar, +tal vez, que algunos de los que hasta allí acompañaron a su mujer o su +hija defendían las ideas del siglo con palabras impregnadas de impiedad +moderna.</p> + +<p>—Las partidas van en aumento.</p> + +<p>—Dicen que el Rey se marcha al ejército del Norte.</p> + +<p>—Si esto no se sostiene, vamos derechos a Don Carlos.</p> + +<p>—Pues crea Vd. que el fanatismo religioso nos envilece ante la Europa +culta.</p> + +<p>—Yo a quienes tengo miedo es a los republicanos. Vamos derechos a un +noventa y tres espantoso.</p> + +<p>—Todas las malas pasiones se han abierto camino.</p> + +<p>—¡Hasta que se forme una liga de <i>los que tienen que perder</i>!</p> + +<p>—¡Cada día un <i>meeting</i>! Estoy de manifestaciones pacíficas hasta por +cima de los pelos.</p> + +<p>—¡Calle Vd., hombre, por Dios! Eso no es compatible con el gobierno. +¡En tiempo de don Ramón y don Leopoldo no había <i>mitins</i>! Esto se va.</p> + +<p>—Pues yo creo que el Rey gana simpatías.</p> + +<p>—¿Qué ha de ganar, hombre? ¡Si es extranjero!</p> + +<p>—Está Vd. en un error, señor mío: eso no significa nada. La historia +demuestra que Carlos I y Felipe V eran también extranjeros.</p> + +<p>De un grupo de señoras salían voces atipladas y chillonas: trataban de +trapos, modas, chismes y criados.</p> + +<p>—Chica, no sabe una qué ponerse: este es del año pasado.</p> + +<p>—Pues te sienta muy bien. Mira, mira, allí va la de Rodete. La otra +tarde fue de las que estuvieron en la Castellana con mantilla blanca y +peineta para hacer rabiar a los Reyes.</p> + +<p>—¡Qué porquería! A mí la Reina me da lástima.</p> + +<p>—Hija, ¿qué quieres? ¡como la de Rodete fue azafata de doña Isabel! +Pues yo he oído que los alfonsinos se mueven mucho:—Y la que esto +decía miraba de reojo a un caballero que, sentado en una butaca de +hierro, seguía con la vista al grupo de las damas.</p> + +<p>Dos pollitas apartadas de sus mamás sostenían, haciendo dengues y +mohínes, un diálogo muy vivo.</p> + +<p>—¿No entráis?</p> + +<p>—No: el padre Enrique dice la misa muy despacio. Además, quiero dar +tiempo a que llegue <i>ese</i>. Mamá le deja ya entrar en casa. Está el pobre +muchacho que bebe los vientos.</p> + +<p>—¿Y el tuyo?</p> + +<p>—Este Junio acaba.</p> + +<p>—Hija, lo mismo decías hace un año. ¡La carrera que tenga ese!...</p> + +<p>—Pues a mí me gusta. ¡Está más cariñoso!</p> + +<p>—Chica, con esos trajes de rayas parecen zebras.</p> + +<p>—Adiós, que se va mamá con las de Zangolotino!</p> + +<p>—Abur, remononísima.</p> + +<p>Los <i>sietemesinos</i>, echando humo por la boca y luciendo americanas del +verano anterior, parodiaban a don Juan Tenorio.</p> + +<p>—Te digo que esa señora no es tal señora, y me han dicho que <i>torea</i>.</p> + +<p>—Vamos, chico, ¡que te calles! Yo la he seguido dos tardes, y ni +siquiera me ha mirado.</p> + +<p>—Pues me consta que va a citas.</p> + +<p>—¡Sí! Las ganas.</p> + +<p>—Ya salen... adiós.</p> + +<p>La campana sonaba con más fuerza; los mendigos de la puerta del templo +entristecían la voz cuanto les era posible; las amas de cría comenzaban +a desfilar como burras de leche; las señoras entraban o salían de la +iglesia, lanzándose miradas envidiosas; el calor arreciaba, y el paseo +se iba quedando poco menos que desierto, oyéndose por la acera de piedra +el firme taconear de las muchachas que pasaban, medio ocultas por las +anchas sombrillas de colores chillones, mientras las madres llamaban a +los niños, que corrían como perrillos jugando a las mulas o se detenían +a mirar las estampas que veían al paso en mano de los vendedores de +periódicos. Lentamente se fue marchando todo el mundo, y la campana cesó +de tocar: sólo quedaron allí el estanquero, sentado junto a su cajón, la +mujer del aguaducho volcando sobre un plato muy cóncavo el puchero del +cocido que acababa de traerla un chico, y la pareja de <i>amarillos</i> que, +paseo arriba, paseo abajo, llegaba desde la Cibeles hasta la Casa de la +Moneda.</p> + +<p>Al mismo tiempo que el sacristán, con su manojo de llaves y su sotana +manchada de cera, salió a cerrar la puerta del templo, salieron también +dos señoras: una, modestamente vestida de negro, canoso el pelo, rugoso +el rostro, con aspecto de dueña modernizada, mitones de encaje y zapatos +de rusel; la segunda, elegantísimamente puesta y en extremo sencilla, +sin adornos ni joyas. Eran Paz y su aya.</p> + +<p>—No ha venido el coche—dijo aquélla—Vamos a sentarnos un rato, que ya +no tardará.—Y se puso a hacer dibujos en la arena con el palo de la +sombrilla.</p> + +<p>La vieja miraba al aire, como quien piensa en las musarañas. La fuerza +del sol iba en aumento; las sombras de las acacias dibujaban ya +enérgicamente en el suelo contornos muy negros, y por los jardinillos no +pasaba sino algún transeúnte aguijoneado por la esperanza del almuerzo, +o algún señor viejo arrastrando penosamente los pies sobre la arena. La +aguadora estaba saboreando su frugal comida, y el estanquero dormitaba +echado de bruces sobre la piedra de probar la moneda. De repente llegó +el coche de Paz y se detuvo junto al paseo ancho.</p> + +<p>—Vámonos—dijo ésta viendo tirarse al lacayo del pescante.</p> + +<p>Al poner Paz el pie en el estribo se volvió de pronto para fijarse en el +traje de una señora que pasaba, y notó que, a pocos pasos de ella, iba +un hombre; Pepe. La niña vaciló un instante: su primer impulso fue +llamarle, pero sintió en el rostro una oleada de calor y, avergonzada de +su propia idea, tomó asiento junto a la vieja. Entonces la vio Pepe y se +quitó el sombrero: ella le saludó con una inclinación de cabeza, dando a +su mirada cierta expresión de afectuosa confianza, y después, durante +unos segundos, se quedó inclinada hacia la ventanilla: Pepe permaneció +inmóvil. Al arrancar los caballos tornó Paz a mirarle, y entonces, sin +darse cuenta de ello, sus ojos se clavaron con tristeza en el muchacho, +dejando luego caer los párpados lentamente, como si en aquella mirada +pretendiera enviarle una expresión de simpatía y una queja. Pepe, que no +se había movido aún, quedó suspenso, confuso, con la admiración que +produce una impresión nunca sentida. No fue presuntuosidad de vanidoso +la que se le entró al alma, ni vanagloria súbita de aventuras absurdas, +sino una sorpresa grandísima. ¿De qué nacían aquellas muestras de +agrado, comedidas, pero clarísimas? El instante de vacilación al subir +al coche, y luego la mirada dulce y triste, ¿qué querían decir? Aquella +expresión afectuosa impregnada de modestia, pero ostensible, ¿a qué +obedecía? Quizá no fuese todo sino un poco de esa simpatía que, a modo +de limosna, dispensa el poderoso al miserable. El pesimismo, compañero +eterno de la desgracia, le dijo que acertaba. ¿Qué otra cosa podía ser? +Pero luego la imaginación venció a la cordura y el desvarío del +pensamiento se sobrepuso a la mentida frialdad de que Pepe quiso hacer +alarde ante sí propio. Su ánimo fue pasando rápidamente del mayor +desaliento a la más caprichosa esperanza, y por fin, tras muchas +alternativas de animación y desfallecimiento, temiendo que lo novelesco +degenerase en ridículo, decidió no volver a poner nunca los pies en casa +del señor de Ágreda, ni a pasar jamás por Recoletos a las horas de misa.</p> + +<p>Efectivamente... al otro domingo fue a Recoletos con el intento de +<i>verla</i> sin que ella lo notase y, al divisar el coche, entró en la +iglesia, quedándose en sombra, junto al mamparón de ingreso. Un momento +después entraron Paz y el aya, confundidas en un grupo con otras +mujeres: dejolas pasar, y cuando se arrodillaron, avanzó hasta colocarse +en lugar propicio para poder mirarla a su sabor, sin ser visto.</p> + +<p>La iglesia estaba envuelta en una semisombra gris y sucia: la luz que +caía de las altas ventanas de la cupulilla, ocultas por gruesas cortinas +azules, no bastaba a esclarecer el ambiente. De rato en rato sonaban +campanillazos, y otras veces el chocar de los cuartos dentro del cepillo +que un monago presentaba a los fieles pidiendo, <i>para el cultooo de esta +santa iglesiaaa</i>. Pepe sentía una zozobra inexplicable: cada dos minutos +formaba resolución de irse; pero sus pies no se movían... De cuando en +cuando el remover de las sillas producía un estrépito entrecortado y +seco, tras el cual sólo se oía un ruido bajo y sordo, semejante al que +producen las culebras arrastrándose entre hojarasca seca. Todo el mundo +rezaba... El humo de los cirios y ese olor humano y acre de gente +aglomerada en espacio cerrado, viciaban la atmósfera. Delante, y a la +derecha del altar mayor, había otro portátil que sustentaba una Virgen +de túnica blanca y manto azul, figurando salir de una gruta hecha, como +peñasco de nacimiento, con corcho y cartón piedra. Este era el punto más +luminoso del templo. Media docena de velas altas y delgadas, de pábilo +muy fino, porque fuese mayor su duración, alumbraban a la santa imagen, +que era de rostro aniñado y yesoso, excepto en los pómulos, donde tenía +fuertes rosetas carminosas.</p> + +<p>Las manos, en que el artista se había esmerado, eran excesivamente +pequeñas, y a lo largo del cuerpo caían los pliegues de la túnica, +tallada en pliegues rectos, pero duros, mal imitados de las esculturas +paganas. Pepe miraba alternativamente a Paz y a la Virgen. ¡Qué +diferencia! La verdadera divinidad era aquélla. En sus ojos resplandecía +toda la vida que faltaba en los de la imagen. ¡Qué hermosa era la obra +de Dios! ¡Qué risible la labrada por el hombre!</p> + +<p>Paz oía misa con recogimiento, volviendo tranquilamente las hojas del +devocionario, que a veces dejaba sobre la falda, pero sin alardes de +unción religiosa: su rostro no se entristecía con compunción exagerada, +ni tenía ese lento parpadear que es a los ojos lo que el estertor a la +respiración.</p> + +<p>La misa pasó en un soplo; el cura volvió hacia la sacristía, haciendo +pausadas genuflexiones ante los altares, y cuando Pepe quiso salir halló +obstruida la puerta por un grupo de gente que se le había adelantado, +obligándole a detenerse. Ellas dos se dirigieron también a la salida. La +vieja no le vio; iba pugnando porque no la estrujaran, sin preocuparse +de otra cosa; pero Paz le sorprendió en el momento de levantar el seboso +cortinón de la puerta. Él, en cuanto puso el pie en la calle, se alejó +algo, siguiendo la línea de la acera; ellas salieron en seguida, y la +muchacha miró a derecha e izquierda, hasta que, al tropezar su vista con +Pepe, le saludó turbada en el instante de subir al coche. Después, Pepe +creyó notar que se levantaba la ventanilla trasera, y luego, igual que +la vez pasada, vio a Paz sacar la cabeza para volver a decirle adiós con +la mano.</p> + +<p>El muchacho se fue a su casa como loco. Al ir a tirar del cordón de la +campanilla, tuvo que detenerse un momento y hacer propósito de que sus +padres no le conocieran en el rostro que le ocurría algo extraordinario. +Leocadia le dijo al verle entrar:</p> + +<p>—¡Chico, vaya un capricho! ¿Te has puesto la mejor ropa que tienes para +salir tan temprano?</p> + + + +<h3><a name="VII" id="VII"></a>VII</h3> + + +<p>En los corrillos del Senado se susurró por centésima vez que don Luis +María de Ágreda terciaría en la discusión de cierto proyecto de ley. El +pobre señor lo deseaba con toda su alma, pero no se atrevía.</p> + +<p>Todo el valor lo malgastaba en casa, unos ratos dando vueltas por el +despacho como fiera enjaulada, y otros apoyado de codos en el respaldo +de una butaca, que su imaginación convertía en tribuna. ¡Entonces sí que +se le venían a los labios períodos redondos, argumentos irrebatibles, +frases enérgicas, preguntas de las que no tienen respuesta, todo género +de arranques oratorios, hasta que, agotadas las ideas y sin saber +enlazar las palabras, tenía que callarse! Tal era la disposición de su +ánimo cuando una tarde entró en la biblioteca del Senado, huyendo de un +noticiero que quería saber si era cierto que tuviese intención de +hablar. Pepe, al verle entrar, se fue derecho a él, afectando mostrarse +servicial, pero en realidad con propósito decidido de buscar manera de +frecuentar su casa. El pretexto ya lo tenía pensado, y no era malo.</p> + +<p>—¡Pero, hombre—le dijo cariñosamente don Luis—es Vd. famoso! Cumplió +Vd. bien conmigo, me arregló Vd. la biblioteca, y ¡abur! no ha vuelto +Vd. a parecer; de modo que quien está en falta soy yo.</p> + +<p>—No hablemos de eso, señor de Ágreda, ya tendré yo el gusto de ir a +saludarle y a recibir sus órdenes.</p> + +<p>Después comenzó a poner en práctica un plan que días atrás se le había +ocurrido, diciéndole:</p> + +<p>—¿Conque va Vd. a consumir un turno con motivo de ese proyecto de +Fomento? ¿Desea Vd. que le busque antecedentes? Ya es público que +intervendrá Vd. en el debate.</p> + +<p>—Gracias, gracias; aún no estoy decidido.</p> + +<p>Aquel hombre, discreto y cuerdo en todos los actos de su vida íntima, +sintió una turbación indefinible. Era, como don Quijote, razonable, +sensato para todo, menos para aquella maldita manía oratoria que hacía +en su cerebro oficio de libros de caballería, llenándole el magín de +extravagancias y ambiciones.</p> + +<p>—¿Conque se dice que hablaré?</p> + +<p>—Sí, señor. Se da por seguro. Y, a propósito, voy a permitirme decir a +Vd. que acerca de la materia del debate hay aquí datos importantes. En +tiempos anteriores a la Revolución, se trató de eso. Si Vd. no quiere +molestarse, o sus ocupaciones se lo impiden, podría yo tomar algunas +notas y dárselas.</p> + +<p>Al señor de Ágreda un sudor se le iba y otro se le venía: aquello era +como si en las calles se esperase ya su discurso. Las palabras de Pepe +tenían algo de aura popular y mucho de tentación. Le faltó energía para +confesar la verdad y contestar: «No señor, no hablo, ni soy capaz de +hablar, ni me pasará la voz de la garganta.» Lejos de esto, repuso +débilmente, como luchando consigo mismo:</p> + +<p>—Bueno, bueno; pues si en los <i>Diarios de Sesiones</i> hay algo de eso, ya +me lo indicará Vd., aunque yo tengo un arsenal de apuntes... La cuestión +es antigua... Ya, hacia el año cincuenta y siete...</p> + +<p>Salió de allí verdaderamente aterrado, sin querer pararse con nadie, +temeroso de que le preguntaran: «¿Habla Vd.?» Se marchó a pie sin +esperar el coche, y por las calles se dijo a sí propio el más elocuente +discurso que han oído Cámaras en el mundo. Pepe, al verle partir no pudo +reprimir el gozo:</p> + +<p>—¡Ya lo creo que volveré a verla!</p> + +<p>Durante varios días se dedicó a rebuscar antecedentes relativos a aquel +proyecto de reformas en Fomento, y en unas cuantas cuartillas anotó todo +lo pertinente al caso: disposiciones análogas, decretos contrarios, +intentos parecidos, opiniones de hombres políticos, contradicciones de +unos, disidencias de otros, y ordenándolo formó un conjunto heterogéneo, +especie de historia de la cuestión tratada, lista de elogios, censuras, +inconvenientes y ventajas de lo proyectado, que parecía fruto de una +laboriosidad constante, signo de larga atención y gran conocimiento de +la materia; lo que se llama un trabajo concienzudo. No faltaba sino +estudiarlo primero y aprovecharlo luego, decidiéndose a defender las +disposiciones hechas en unas u otras épocas. Después, todo era cuestión +de atrevimiento y desparpajo para hilvanar cuatro párrafos sobre la +buena fe o la malicia del gobierno, según el punto de vista que se +tomara.</p> + +<p>Al quinto día de haber estado don Luis en la biblioteca del Senado, le +esperó Pepe en un pasillo.</p> + +<p>—¡Señor de Ágreda!</p> + +<p>—¡Ah! caramba, ¡ya no me acordaba! (Esta era la más desenfadada mentira +que salió de sus labios.)</p> + +<p>—He reunido infinidad de datos que pueden ser a Vd. de gran utilidad.</p> + +<p>—Poco hay que yo no conozca; pero en fin, lo agradezco mucho... ¿Tiene +Vd. ahí los apuntes?</p> + +<p>Pepe llevaba las cuartillas en el bolsillo, mas no le convenía dárselas +allí.</p> + +<p>—No, señor, no las he traído. ¿Qué necesidad tiene nadie de enterarse? +Además, para ahorrar a Vd. trabajo material, que es lo único que yo +puedo hacer, bueno será que, con los papeles en la mano, le indique el +origen de ciertas cosas, para que Vd. no se mortifique.—Dicho esto, +esperó impaciente la respuesta.</p> + +<p>—Vaya, vaya... Pues mañana por la mañana, a la hora que solía Vd. ir +antes, le espero en casa. Tiene Vd. razón, no hace falta que se sepa...</p> + +<p>Por su gusto, le hubiese citado para aquella noche, o se le hubiera +llevado en seguida a un café, a cualquier parte. Cuando, de allí a poco, +entró en el salón de sesiones, no podía coordinar las ideas. Lo que +había hecho Pepe le indicaba que las gentes contaban con un discurso +suyo. No era ilusión; no estaba representando un papel de comedia, sino +dentro de la realidad. Se sentó en su escaño habitual, y sin oír nada de +lo que sus compañeros discutieron aquella tarde, se preguntó con el +pensamiento más de cien veces:—«¿Qué habrá hecho ese muchacho?»</p> + +<p>A la hora de comer dijo a su hija:</p> + +<p>—Creo que me van a comprometer para que hable. Por supuesto, que no me +cogerán desprevenido. Mañana puede que venga a traerme unos datos que he +tomado en la biblioteca aquel muchacho que arregló los libros.</p> + +<p>Paz le oyó entre turbada y contenta, pero su alegría fue mayor que su +inquietud.</p> + +<p class="top5">A la hora fijada estaba allí Pepe, con su línea de conducta trazada de +antemano, como general que, tras madurar un plan de batalla, se decide a +realizarlo. Le era preciso extremar la astucia puesta en juego para +frecuentar la casa hasta obtener dos cosas: primera, ver a Paz y +estudiar en su rostro la impresión que produjera su presencia; y +segunda, si la muchacha no mostraba enojo, procurar por todos los medios +imaginables que le quedara franca la entrada. Harto sabía que a título +de amigo, como visita, de igual a igual, nunca le admitirían; pero ¿qué +le importaba si conseguía ver a Paz y salir de dudas? Don Luis le +recibió en el despacho. Sobre una de las butacas se veían un periódico +de modas y un cestito de labor.—«Esto es de ella»—imaginó Pepe, y este +<i>ella</i> que subrayó con el pensamiento, le pareció ambiciosamente +ridículo.</p> + +<p>—Vamos a ver—dijo don Luis entrando—ante todo, agradezco muy de veras +su atención; pero dudo que hayamos encontrado algo nuevo. ¡He estudiado +tanto el asunto!</p> + +<p>—Aquí tiene Vd.—contestó Pepe entregándole las cuartillas.</p> + +<p>—Siéntese Vd. un momento.</p> + +<p>El senador comenzó a leer para sí, y su fisonomía fue tomando una +expresión indefinible: pugnaba por disimular la emoción y no podía. +Debió sentir que los ojos se le animaban y, para disfrazar aquel signo +de agrado, frunció el entrecejo, aunque murmurando: «sí, sí, aquí veo +algo nuevo.» Luego prosiguió devorando renglones; pero cada instante le +era más imposible sofocar el gozo y, temiendo que se lo conocieran en la +cara, dejó de leer.</p> + +<p>—Basta, tengo bastante; lo agradezco muchísimo; aprovecharé algo, si +señor; ¡vaya si aprovecharé!</p> + +<p>Pepe casi no le oía. ¿Se perdería su astucia? ¿No aparecería Paz por +allí?</p> + +<p>—Quisiera que observase Vd.—dijo, por alargar la entrevista—que he +procurado reunir todo lo que se habló al iniciarse hace años el +proyecto: aquí está lo que propuso González Brabo... esto es de Bravo +Murillo, estas notas de Calvo Asensio...</p> + +<p>Don Luis tuvo que suspender la lectura: cada cuartilla se le antojaba un +billete de entrada a la inmortalidad. ¡Vaya si hablaría! Del hombre +estimado sólo por consecuente, iba a surgir el orador.</p> + +<p>Oyose en esto ruido de pasos, y se asomó Paz a la puerta del despacho, a +tiempo que su padre repetía:</p> + +<p>—Gracias, muchas gracias.</p> + +<p>—No sé de qué se trata—dijo ella entonces a Pepe;—pero yo también se +las doy a Vd.</p> + +<p>Don Luis cogió de nuevo los papeles, que parecían tener imán para sus +manos y, entre tanto, los muchachos se miraron en silencio. Pepe +arrostró con franqueza la mirada de Paz. ¡Cuánto hubiera dado en aquel +instante por poder decirla con los ojos todo el tropel de ideas +vanidosas, de ambiciones absurdas que habían anidado en su pensamiento, +sin callarla nada, miedo, esperanza ni pobreza! Paz tuvo que disimular +su alegría, por no aparecer desapudorada; mas no hizo mohín de disgusto +ni frunció siquiera el lindo entrecejo. Para ninguno de ambos era ya +secreto la atracción que habían ejercido uno sobre otro.</p> + +<p>—Sí, señor; de esto se puede sacar partido—murmuraba don Luis.</p> + +<p>Pepe, que se resistía a marcharse sin dar cima a sus propósitos, trató +de prolongar la visita y, mirando hacia el cuarto de los libros, repuso:</p> + +<p>—Quisiera concluir de arreglar aquí algo que olvidé días pasados.</p> + +<p>—Haga Vd. lo que guste.</p> + +<p>Pepe pasó a la pieza contigua, y don Luis, sin poderse contener, hojeó +de nuevo las cuartillas. Paz dejó trascurrir unos minutos, y en seguida +entró también a la estancia inmediata. Pepe, sin vacilar, se acercó a +ella y, en voz baja, con acento de sinceridad, la dijo:</p> + +<p>—Señorita, esta vez no me ha traído la casualidad, sino la astucia; +pero, si mi presencia la enoja, no volveré jamás a verla a Vd. No +necesita Vd. decir una sola palabra: me bastará su silencio... No nos +volveremos a ver nunca.</p> + +<p>Paz no desplegó los labios y, sin embargo, a los ojos de Pepe se asomó +toda la dicha de su alma. La señorita, la muchacha rica, escuchó +aquello sin el menor movimiento de enfado, presa de una turbación +deliciosa: él, entonces, la ofreció la mano y ella la estrechó +rápidamente entre las suyas, sintiendo al mismo tiempo que se la +enrojecía el rostro. Ninguna frase de todos los idiomas de la tierra +hubiera podido ser tan elocuente como aquel sonrojo. En seguida salieron +al despacho, sin hablarse. Cuando él se marchó, Paz corrió hacia su +cuarto, se acercó a un balcón y, levantando un poco el visillo, le vio +desaparecer tras los troncos de los árboles del paseo.</p> + +<p>La partícula de oro se había adherido al grano de arena: la corriente de +la vida debía arrastrarlos juntos desde aquel día.</p> + +<p>Don Luis permaneció en el despacho contemplando las cuartillas: «¡Si +esto es un discurso!—murmuraba.—¡Si no hay más que añadir al +principio: <i>Señores</i>, y al final: <i>He dicho!</i> ¡Ah! sí, y algo de +relleno; unos párrafos... mi consecuencia, la lealtad al gobierno, la +libertad, el amor a las instituciones!»</p> + +<p>Era cosa resuelta; los taquígrafos tendrían que trabajar por causa +suya.</p> + + + +<h3><a name="VIII" id="VIII"></a>VIII</h3> + + +<p>Por fin habló don Luis. Al cabo de muchos años de silenciosa vida +parlamentaria, el <i>Diario de Sesiones</i> imprimió su nombre, no sólo en el +tipo común empleado para las votaciones, sino también en letras +negrillas que saltaban a la vista, diciendo: <span class="smcap">El Señor Ágreda</span>: <i>Pido la +palabra</i>. Cuando leyó su nombre en los extractos de los periódicos, +todavía sintió escalofríos de miedo. Al comenzar su discurso el salón +estaba casi lleno, por la novedad de escuchar a un senador que dejaba de +ser <i>monosílabo</i>: luego muchos oyentes se salieron a los pasillos; mas +como la peroración fue corta, aún quedó número bastante para que no +hiciera mal papel. En el banco azul permanecieron dos ministros. Pepe le +escuchó desde el fondo de una tribuna: los datos, apuntes y citas de sus +cuartillas salieron íntegros de los labios de don Luis, quien únicamente +puso al principio un parrafito de su cosecha para pedir benevolencia, +imitado de los doscientos mil análogos que había oído hasta entonces, +añadiendo también alguna que otra frase para enaltecer la importancia +de lo que iba diciendo. Cuando se le olvidaba algo de lo mucho que +confió a la memoria, echaba mano de las cuartillas que traía copiadas de +su puño y letra. Hacia la conclusión quiso extenderse en consideraciones +originales; pero se le atravesaron en la garganta y terminó declarando +que no proseguía por no molestar más la atención de la Cámara. Un buen +orador hubiera podido fundar un verdadero triunfo sobre los materiales +reunidos por Pepe: don Luis quedó bien y nada más. Al acabar sonaron +algunos aplausos en los bancos de la mayoría, y todo el mundo dijo que +había estado discreto y que aquello representaba gran conocimiento del +asunto. Un ministro felicitó al orador y esto le compensó el disgusto +que le dieron los periódicos de oposición limitándose a decir que el +señor Ágreda había consumido un turno en pro. En cambio, a la hora de +comer fueron a verle muchos amigos y después estuvo con su hija en el +concierto del Retiro, dando vueltas y más vueltas, como torero que por +la tarde ha metido el brazo con fortuna en una buena estocada.</p> + +<p>Al retirarse a casa le decía Paz:</p> + +<p>—Di, papaíto, ¿te han servido los papeles que te trajo aquel muchacho +del Senado?</p> + +<p>—Algo, algo: el chico no es tonto... tiene buena voluntad y parece +listo.</p> + +<p>—Sí, ¿eh?</p> + +<p>Paz no sabía cómo sugerir a su padre la idea de que utilizara de algún +modo los servicios de Pepe, pues comprendía que don Luis no necesitaba +secretario ni escribiente. En realidad, su malicia llegaba tarde; la +vanidad satisfecha se había adelantado al amor impaciente. El orador iba +ya pensando en abordar otro asunto antes de la clausura de las Cortes. +Además, la fortuna favoreció a los enamorados, porque los electores de +don Luis, acostumbrados a su largo mutismo, le dispararon una nube de +telegramas de felicitación, tras del telégrafo usaron del correo y, como +fue preciso contestar a tanta enhorabuena, el senador determinó emplear +a Pepe como escribiente.</p> + +<p>Una mañana llegó éste no hallándose don Luis en casa, y pasó a la pieza +de los libros, inmediata al despacho: poco después apareció Paz, +disimulando su turbación y haciéndose la distraída. Hasta entonces sólo +habían cambiado unas cuantas frases, pero sin tener una conversación +formal: por lo tanto, la primera vez que hablasen a sus anchas, la +entrevista tendría importancia, dada la grata complicidad establecida +entre ambos. Paz, después de saludarle, no se atrevió a desplegar los +labios: carecía de experiencia en tales achaques; pero su instinto +femenino le decía que no era ella quien debía hablar primero, y +apoyándose en el marco del balcón dejó pasar unos instantes. Pepe se +levantó de su asiento, y acercándose a ella, a distancia que acusaba +mayor respeto que impaciencia, la dijo:</p> + +<p>—Señorita, mi primer deber es suplicarla que me perdone. Confieso que +me ha cegado la vanidad. No espero una indulgencia que no merezco. Lo +que he hecho está mal, lo sé, y, sin embargo, no he podido contenerme. +¿A qué mentir, si Vd. debe comprender lo que pasa en mi alma?</p> + +<p>Ella quiso hablar y Pepe hizo ademán de que le dejase proseguir.</p> + +<p>—Antes de que Vd. me diga una sola palabra, quiero yo ser enteramente +franco con usted. Mi posición, mi vida, mi pobreza, y quién sabe si mi +educación también, me separan de Vd. He cometido la imprudencia de dejar +asomar a los ojos lo que sentí al conocer a Vd... Luego creí ver que Vd. +no mostraba enojo, porque quizá el desprecio le parecería demasiado +cruel, y así ha llegado esta situación, en que no hay más que un +culpable: mi vanidad. Debo reparar mi error a fuerza de franqueza.</p> + +<p>Este lenguaje dio alas al carácter vivo de Paz.</p> + +<p>—Sí, tiene Vd. razón; comprendo que hago mal; no he debido venir hoy a +este cuarto; pero es que yo soy tan leal como usted. Usted quiere que +crea en su sinceridad; yo también tengo derecho a exigir que no me tache +Vd. de coqueta ni piense Vd. que soy capaz de divertirme en humillarle.</p> + +<p>—Reflexione Vd. lo que dice, señorita. Es Vd. demasiado buena para +pagar con burla y desprecio el sentimiento que ha despertado en mí; pero +no se inspire Vd. en la lástima que de mí sienta, sino en los impulsos +de su propio corazón; no olvide Vd. que seguir escuchándome ahora es +contraer... Lo que con otro hombre sería un juego, conmigo sería un +escarnio.</p> + +<p>Ella, desasosegada, sonrió, mirándole como quien da a entender que acaso +no esperaba oír tanto, y le atajó la frase.</p> + +<p>—¡Jesús, Dios mío! ¡Cuánto pide Vd! ¡Antes tan humilde, y ahora tan +exigente!</p> + +<p>—¿Exigente?</p> + +<p>—Sí; apuesto a que iba Vd. a decir <i>contraer compromiso</i>.</p> + +<p>Él calló: Paz, haciéndose la distraída, se alejó dos o tres pasos y, +mirando de nuevo a Pepe, continuó:</p> + +<p>—Debía bastarle a Vd. ver que no estoy enfadada...</p> + +<p>—Luego, ¿aun sabiendo Vd. lo que pasa en mi corazón permite Vd. que yo +siga viniendo a esta casa?</p> + +<p>—¿No volverá Vd. a hablarme de su pobreza? No sé en qué consiste; pero +cuando usted dice algo que puede humillarle, parece que yo soy la +humillada.—Y quiso marcharse.</p> + +<p>—No, señorita; oígame Vd. un momento. ¡Si Vd. supiera comprender lo que +es para mí su indulgencia!</p> + +<p>Sin dejarle acabar, se dirigió a la puerta del despacho, y en voz muy +baja, con un mohín encantador, volvió a repetirle:</p> + +<p>—Exigente, exigente.</p> + +<p>¿Qué más podía desear? «No estoy enfadada»—le había dicho—«no vuelva +Vd. a hablarme de su pobreza.» Pretender mayor claridad sería +insensatez.</p> + +<p class="arriba"><br />Al cabo de dos meses sus diálogos eran ya muy distintos; que cuando la +estimación abre vereda, el amor ensancha y allana pronto el camino. Ni +Paz sentía ya cortedad, ni Pepe manifestaba aquella desconfianza +fundada en lo distinto que se le ofrecía el porvenir de cada uno: las +frases que cambiaban eran protestas de cariño, promesas de firmeza, todo +el repertorio monótono y vulgar de los enamorados, siempre romántico y +exagerado, pero eternamente delicioso.</p> + +<p>Una circunstancia mediaba, sin embargo, entre ambos, modificando sus +caracteres. Ella, a pesar de su viveza, temerosa de mortificar la +susceptibilidad de Pepe, le trataba con una consideración que a ninguno +otro hubiera guardado; y él, frío, descreído, burlón, dispuesto siempre +a endulzar la realidad con su buen humor, era ante Paz reflexivo y +serio, cual si le infundiese miedo aquella intimidad amorosa, que, a +juicio suyo, no podría resistir al tiempo o habría de estrellarse contra +las asperezas de la vida.</p> + +<p>No siéndoles fácil verse con tanta frecuencia como ellos desearan, +acabaron por establecer, para su uso particular, un servicio de correos. +La iniciativa fue de Pepe: el cartero merece capítulo aparte.</p> + + + +<h3><a name="IX" id="IX"></a>IX</h3> + + +<p>En la imprenta de Millán había un chico, mezcla de aprendiz y ordenanza, +a quien apodaban <i>Pateta</i>. Él decía llamarse Pepe Maldonadas, pero no +conservaba memoria de su familia. Nadie sabía su origen; ni él mismo. +Sólo recordaba haber vivido en Puerta de Moros, recogido en casa de una +verdulera, tía suya, que, por considerarle muy niño, no le habló jamás +de sus padres.</p> + +<p>Una mañana la pobre vieja, que solía retrasarse en el pago de la +licencia municipal del puesto de legumbres, fue llevada a la prevención +y, de resultas, tomó tal sofocón, que murió a las pocas horas, viniendo +el chico a quedar en la calle, sin más amparo que Dios, con la travesura +por instinto y la ignorancia por guía. Un matrimonio de la vecindad le +dio albergue durante cinco semanas, mas esta caridad antes fue deseo de +tener ayudante que propósito de favorecerle; pues cuando la mujer no le +obligaba a subir del río un talego de ropa, superior a sus fuerzas, el +marido, que era sillero, le ponía verde o morado hasta los hombros, +forzándole a teñir espadañas en un patio que parecía cisterna. Cuando +ellos comían, si sobraba, era para Pepe; si no había restos, gracias que +le dieran pan con que rebañar la cazuela del cocido; así que las hambres +y una felpa con que le obsequiaron por meter en la tina de lo verde lo +que había de ser morado, acabaron con la paciencia del muchacho. Se +escapó, y entonces fue la época más conturbada de su vida. Fregar en +tabernas, donde tenía las propinas por salario; ayudar a un chulo a +vocear quincalla; recoger y vender colillas; dormir en los quicios de +las puertas: esta existencia llevó por espacio de unos cuantos meses, +sucio, descalzo, desarrapado, hambriento y ostentando por entre los +desgarrones de la camiseja el pecho dorado y fuerte como un bronce +antiguo. Sólo dos cosas hubo que no ensayase para buscarse el sustento: +no pidió limosna ni robó.</p> + +<p>Acertó a pasar una mañana por la calle de las Maldonadas, donde tenía +fábrica de buñuelos un conocido de la verdulera difunta; le preguntó el +buñolero que cómo vivía; repuso el chico que <i>peor</i>; y tanta lástima +supo inspirar, que allí se quedó cuidando de la venta al menudeo, sin +promesa de recibir otro pago que la comida y lugar donde dormir. El +sillero no volvió a saber de él. Los chicos que antes tuvo el buñolero +de dependientes, cual más, cual menos, todos le robaron; Pepe Maldonadas +fue de fidelidad intachable. Antes que amaneciera, su amo y un aprendiz +sobaban la masa dispuesta en el lebrillo, y luego freían con rara +rapidez bolas, tortas y cohombros: Pepe, mientras tanto, arreglaba los +veladores, mezclaba algo de harina al azúcar de espolvorear, fregaba +vasos, ponía cada cosa en su puesto y, cuando se abría la tienda, +colocado de pie en la puerta, despachaba buñuelos a grandes y chicos, +formando en la grasienta superficie de zinc que cubría la mesa un montón +de cuartos y <i>ochavos del moro</i>, cuyo sucio contacto le dejaba los dedos +manchados de verdín. Ni se comía un buñuelo ni escamoteaba un ochavo. +Nadie le enseñó matemáticas y, sin embargo, para dar las vueltas de la +moneda era más listo que un cambista. Si quedaban buñuelos de la +víspera, los despachaba los primeros; al servir <i>medias</i> de aguardiente, +cuando presumía que el gaznate del parroquiano estaba insensible, daba +lo barato al precio de lo caro, y para los favorecedores constantes de +la casa iba a buscar la pasta recién frita, humeante, en que aún no se +habían bajado las burbujas del aceite hirviendo. El amo se encariñó con +él en tal grado, que comenzó a tratarle como a hijo, y hasta determinó +que fuese por las tardes a la escuela, donde, en unos cuantos meses, +aprendió a leer, escribir y contar. Al año de estar en la buñolería, la +hija del amo, que era una chiquilla saladísima de catorce años, enfermó +de viruelas y, cosa rara en la gente del pueblo, dotada en tales casos +de tanto valor como ignorancia, los vecinos, conocidos y amigos dejaron +a la enfermita y sus padres en completo abandono. La moza que iba a +barrer y fregar desapareció sin pedir un pico que le debían del salario, +y el chulo que ayudaba a amasar y freír se despidió cobardemente: sólo +Pepe permaneció allí día y noche, sin ir a jugar con los chicos del +barrio ni ocuparse en otra cosa que cuidar a la muchacha. Guiado de +clarísimo entendimiento, se fijaba bien en cuantas alteraciones sufría, +para decírselas al médico, y luego le daba las tomas que la recetaban, +con los intervalos debidos, arropándola en seguida como una niña a su +muñeca. Cuando, por haber entrado la enfermedad en el período de +descamación era más fácil el contagio, Pepe, que no lo ignoraba, redobló +sus cuidados y, durante la convalecencia, se estuvo constantemente +haciendo compañía a la muchacha, satisfaciendo sus caprichos y tolerando +sus impertinencias, hasta que, dada ya de alta, tornó a su puesto de +antes y siguió vendiendo cohombros a los chicos y ensartando buñuelos +toda la mañana en los juncos, lo cual, con el manejo de los ochavos, +acababa por dejarle los dedos sucios y pringosos: luego, de cuatro +brincos, se plantaba a ver a la chica. Así pagaba Pepe su deuda de +gratitud para con aquella gente; mas su principal se portó también como +bueno.</p> + +<p>—Tú eres ya de la casa:—le dijo un día—busca otro dependiente para el +despacho. Y vamos a ver, ¿quieres seguir oficio? Dilo como si fueses mi +hijo.</p> + +<p>Pepe repuso que quería ser cajista, porque en la escuela donde le +enviaron se había <i>echao</i> un amigo a quien sus padres pusieron en una +imprenta, con lo cual el muchacho siempre tenía los bolsillos llenos de +estampas de entregas, romances de ciego, restos de tiradas de aleluyas y +pedazos de carteles de toros.</p> + +<p>Tras permanecer dos o tres meses en imprentas de mala muerte, entró al +fin en la de Millán, que era conocido del buñolero, y allí echó raíces +en seguida; es decir, que apreciado por listo y obediente, le tomaron +cariño. El día lo pasaba aprendiendo la caja, adiestrándose en componer +y distribuir; luego empezó a hacer <i>monos</i> y <i>remiendos</i>, y a la noche +se iba por las calles a vender un <i>veinticinco</i> de un periódico que allí +se tiraba. Lo que le producía esta venta lo guardaba para sí, y el +jornal de la semana lo ponía íntegro el sábado en manos del buñolero; +pero lo que más le gustaba era entregárselo a Isabelita, +diciendo:—«Anda, da eso a tu padre.»</p> + +<p>Los demás aprendices, envidiosos de aquel compañero de quien se hacía +más caso que de ellos, comenzaron a tomarle tirria y jugarle malas +pasadas. Un día le quitaron de la tartera el almuerzo, sustituyendo la +tortilla con polvos de imprenta. Otra vez, como estuviera en mangas de +camisa, le estamparon en la espalda una galerada recién impresa, con la +tinta fresca de un letrero que decía: «Se vende este perro.» Hasta +llegaron a rellenarle las botas con la grasa de untar las ruedas de la +máquina, mientras él estaba trabajando con alpargatas para mayor +descanso. Entonces apareció el <i>gatera</i> madrileño, valiente, arriscado, +dicharachero y dispuesto a darse de cachetes o puñetazos con el más +bravo, y a echarle la zancadilla al mismo nuncio. Con unos cuantos +pescozones oportunos se hizo respetable. Cierto día, otro aprendiz de +más edad sacó contra él una navajilla. Pepe se la quitó de las manos, le +sujetó fuertemente metiéndose la cabeza del agresor entre las piernas, y +por castigo le descosió con el cuchillejo la costura trasera del +pantalón, dándole luego en lo que el sol ni el agua vieron jamás, unos +cuantos azotes: después le devolvió tranquilamente la navajilla, +diciendo:—«Toma, <i>boceras</i>; eso no sirve más que <i>pá</i> partir pan.»—A +las horas de trabajo era modelo de laboriosidad: cuando llegaba el +momento de hacer diabluras, era de la piel de los demonios. Parecía +haber en él dos tipos distintos: uno para la tarea, otro para las +travesuras; y diríase que, como correspondiendo a estos dos seres, tenía +dos fisonomías diversas. Inclinado sobre la caja buscando tipos, +ajustando palabras en el cajetín, o distribuyendo letras, su frente +solía plegarse con un entrecejo serio de obrero ya machucho: entonces no +hablaba y fija la atención en lo que hacía, sus ojos negros adquirían +cierta expresión de gravedad cómica: en la calle, corriendo o jugando, +con el pelo alborotado, tostada la tez, ladeada la gorrilla, descarado +el mirar y rebosando malicia, traía a la memoria los chicos de las +antiguas novelas picarescas. Los compañeros le llamaron primero el +<i>Tiznao</i>, porque era muy moreno, como un beduino desteñido a fuerza de +lavaduras: por fin le apodaron <i>Pateta</i>, y con este <i>alias</i> se quedó. A +Millán, conocedor de los antecedentes de Pateta, le había caído en +gracia el muchacho: Pepe simpatizó mucho con él por un solo detalle. +Estaba corrigiendo una tarde pliegos de un libro, cuando se le presentó +Pateta en actitud humilde.</p> + +<p>—¿Qué quieres?</p> + +<p>—Pedirle a Vd. un favor, porque el señor Millán no ha <i>venío</i>.</p> + +<p>—Vamos, di.</p> + +<p>—Pues yo tengo novia. Es decir, novia mía, la verdad, no es; pero ya +nos hablamos algo... y mañana es su santo. Mire Vd., he compuesto este +letrero y quería ponerlo con letras <i>dorás</i> de purpurina, en esta +tarjeta de orla que <i>ma costao</i> dos <i>riales</i>. Bueno, pues... que me +digan ustedes cómo lo hago y me dejen hacerlo en la máquina, o donde +sea, luego que se marchen <i>esos</i>.</p> + +<p>Pepe examinó la cartulina, adornada con flores y amorcitos, que le +presentaba el chico, y vio el letrero que traía hecho con los tipos más +escojidos de la casa.</p> + +<p>«<i>A Isabel Gorillo, en sus días.</i>» (Esto en un gótico muy complicado), y +luego, debajo: «<i>Por José Maldonadas.</i>» (Aquí las letras eran de mucho +ringorrango.)</p> + +<p>—Y esta Isabel, ¿quién es?</p> + +<p>—La hija de mi amo. (Pateta continuaba llamando amo a su protector.)</p> + +<p>—¿La de las viruelas?</p> + +<p>—Sí, señor; pero no le ha <i>quedao</i> señal. <i>Tié</i> la cara que da gloria.</p> + +<p>—¿Y sabe tu amo?...</p> + +<p>—Saberlo... no sé; porque yo no he dicho esta boca es mía. Como <i>tién</i> +dinero, no quiero que crean... ¿entiende Vd.? Pero ya se lo malician; +porque yo, ni a los novillos voy, aunque me sobren los cuartos, con tal +de estarme en la trastienda hablando con ella.</p> + +<p>—Bueno, hombre, bueno; anda, guarda eso o déjalo aquí, y a última hora +que te diga el señor Ramón lo que debes hacer, y acábalo limpito.</p> + +<p>Este pequeño servicio que Pepe prestó a Pateta, se lo pagó él con +creces. Si llovía de pronto, ya estaba el muchacho corriendo a la calle +de Botoneras a buscarle el paraguas: si había que ir al estanco por +tabaco, volvía en un decir Jesús; para traerle café de uno que había +cerca de la imprenta, nadie andaba más ligero, y si la cafetera venía +fría, la arrimaba a la máquina de vapor, sin lamer la media tostada o +escamotear azúcar, como hacían otros.</p> + +<p class="arriba"><br />Tal fue el cartero que escogió Pepe para asegurar su correspondencia con +Paz, ocultándola, por supuesto, que él trabajaba en la misma imprenta +donde aquél era aprendiz.</p> + +<p>—Si te pido que me hagas un favor, ¿podré contar contigo?—le dijo un +día Pepe.</p> + +<p>—Mande Vd. lo que quiera—repuso el futuro cajista.</p> + +<p>—La cosa ha de quedar entre tú y yo; no quiero que nadie lo sepa, +¿entiendes? Ni el señor Millán.</p> + +<p>—Ni las piedras.</p> + +<p>Jamás faltó al secreto. Cuando Pepe pasaba dos o tres días sin ver a Paz +la escribía, y Pateta, a la hora de salir del trabajo, emprendía el +camino del <i>hôtel</i>, donde ella, prevenida por la impaciencia, le +aguardaba tras la vidriera del balcón de su cuarto. La estufa del jardín +tenía inmediato a la verja un horno pequeño hecho de ladrillos y +recubierto de baldosas, que servía para entibiar la atmósfera en que +crecían las flores: Pateta se acercaba allí, espiando el momento en que +ningún criado pudiera verle, y metiendo el brazo por entre los barrotes +de la verja, depositaba la carta bajo una de aquellas baldosas mal +afirmadas. Al día siguiente recogía del mismo sitio la contestación, +valiéndole tan largos paseos, y sobre todo el agrado con que prestaba su +servicio, alguna cajetilla del estanco que Pepe le daba, y a veces un +café con media tostada, que le hacía relamerse de gusto.</p> + + + +<h3><a name="X" id="X"></a>X</h3> + + +<p>El cariño de la enamorada pareja y la angustiosa situación de Pepe +crecieron a la par. El importe de la jubilación de don José, el fruto +del trabajo de su hijo, lo poco que Leocadia ganaba bordando y lo que +procuraba ahorrar doña Manuela, todo se invertía en médico y botica. Así +llegó el invierno de 1872 y aquella triste cena de Noche Buena, en que +se habló de la próxima venida de Tirso y en que, después de irse Millán, +ya acostado el pobre viejo, trataron los hijos y la madre de lo que +convenía hacer, sin llegar a resolver nada, porque la común abnegación +no producía una miserable moneda de cobre.</p> + +<p>A la semana siguiente la situación se agravó con la noticia de que +llegaba Tirso: la carta en que éste lo anunció no debía precederle sino +dos días. Pepe escribió a su novia de esta suerte, mezclando con las +frases de amor el recelo que le inspiraba aquel hermano desconocido:</p> + +<p class="top5"><span style="margin-left: 4em;">«Adorada Paz:</span></p> + + +<p class="top5">Tienes razón: Aunque nos vemos casi diariamente, son tan pocas las +ocasiones en que podemos hablar con libertad, que por fuerza han de ser +nuestras cartas largas y frecuentes. Las cosas que te escribo quisiera +decírtelas: lo que no te conmoverá leído, mis palabras te lo llevarían +al alma en fuerza de sinceridad. Pero comprendo que no hay remedio, y +aun temo que estas dificultades de ahora no sean sino anuncio de otras +mayores: créeme, nuestro cariño ha de costarnos muchas lágrimas. Será +todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar +en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las +preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más +poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina +y yo lacayo, como los personajes de aquel drama francés que estabas +leyendo la otra tarde. La situación de mi familia, nuestra pobreza, todo +lo que me estorba para abrirme camino en la vida, me separa de tí. Tu +padre ocupa una posición envidiable: ¿cómo quieres que dé su hija a un +hombre que ha tenido que abandonar la carrera por falta de unos cuantos +duros al año para libros y matrículas?</p> + +<p>Pero un día de vida, es vida. Yo no renunciaré jamás a tí, no te diré +nunca que me dejes, y cuando seas tú quien me diga que no debemos volver +a vernos, callaré, porque tendrás razón. Parece que yo, burlón y +descreído, sin preocupaciones, vengo a estrellarme contra el obstáculo +más risible, pero más fuerte: contra las <i>conveniencias sociales</i>. +Desengáñate, nuestro amor tiene que ser una novela muy corta, ridícula +para contada, triste para nosotros, únicos que hemos de tomarla en +serio. ¿Hasta cuándo durará esto? ¿Quién se cansará antes? ¿Tú de +esperarme? ¿Yo de amarte? Quien no se fatigará jamás será el tiempo, que +pasará haciéndote cada día más buena y más hermosa, quizá más rica, y a +mí más desgraciado y pobre. No imagines que deseo romper nuestras +relaciones: saber que me quieres, recibir una carta en que me hablas de +tu cariño, oírte alguna vez que me recuerdas cuando sufres y que te +falta algo en los goces por no tenerme al lado, son cosas que me llegan +al alma y me dejan orgulloso de mi mismo. ¡Si supieras de qué modo te +las paga mi corazón! ¡Si pudieses leerme los pensamientos, adivinarme +las ideas, esconderte entre los caprichos de mis sueños!... Pero quiero +que, al mismo tiempo que de mi amor, estés persuadida de mi lealtad. +Antes que se lo oigas a tu padre, quiero ser yo quien te lo diga. ¿Qué +porvenir puedo ofrecerte? No, yo no te dejaré nunca; y si llegas a ser +algún día más juiciosa o más interesada, no te echaré maldiciones de +comedia, sino que me separaré de tí resignado, queriéndote como te +quiero ahora y guardando en lo mejor de la memoria el recuerdo del amor +que me hayas tenido. Jamás te arrojaré en cara falta de energía, ni +desfallecimiento de constancia. ¡Es tan natural que me olvides! Harto +has hecho con empezar a quererme, aunque luego te pese.</p> + +<p>¿Cuántas veces te habré dicho todo esto? No te sorprenda, porque obedece +a mi idea fija, a mi cavilación constante. Vamos, no concibo el +fundamento de tu amor. Yo te amo por lo buena, por lo hermosísima que +eres. Pero tú, ¿por qué me quieres? Soy extraño a cuanto te rodea, vives +en una atmósfera de lujo que casi desconozco, como yo vivo entre +privaciones que tú no puedes calcular, y ojalá te sean siempre ajenas; +el menor de tus caprichos no podría yo satisfacerlo con muchas semanas +de trabajo; las gentes que te hablan han de usar un lenguaje hasta +despreciativo para las que están en situación análoga a la mía; si +entraras en casa de mis padres y vieses estas paredes, estos muebles, +dudarías si ofrecer dinero por lástima o disimular lo que notares, por +imaginar que podías ofendernos señalando tanta escasez: y, a pesar de +todo, dices que el mejor sitio de tu corazón es para mi cariño, y me has +enseñado cartas mías con mi nombre borrado con tus besos. ¡Bendita seas! +No, no me dejes, ni tengas nunca juicio, si el tenerlo ha de consistir +en olvidarme; ni pienses en el porvenir, que yo tampoco pienso, sino que +te adoro con toda mi alma.</p> + +<p>Ahora, como nada te oculto, quiero que sepas lo que ocurre en casa. Mi +hermano Tirso, el cura, el que se ha educado y ha vivido siempre alejado +de nosotros, debe llegar pasado mañana. Ignoramos el motivo de su +venida; ni palabra sabemos de sus propósitos, nada nos ha dicho. Hace +poco tiempo escribió que tal vez tuviera que hacer un viaje a Madrid: +luego lo dio por cosa segura, ahora anuncia que llega. Mis padres, como +es natural, se alegran; en Leocadia y tu Pepe, si he de ser franco, el +sentimiento que domina es el de la curiosidad. Sólo hemos visto a Tirso +una o dos veces, siendo muy pequeños, y dentro de pocas horas vamos a +tenerle aquí. Iré a buscarle a la estación y le conoceré por los +hábitos; si no, tendrían que decirme: «ese es.» ¡Estaría gracioso que +bajaran al mismo tiempo del <i>vagón</i> dos curas jóvenes! Con esto, +comprenderás que tengo motivos para estar preocupado. ¿Cuál será la +situación de mi hermano? ¿Qué le habrá pasado? Si su posición es +desahogada, menos mal; y no lo digo porque me ahorre trabajo; pero, ¿y +si viene tan pobre como nosotros? Seremos cinco en lugar de cuatro los +que hayamos de vivir mal. ¿Por qué habrá dejado su curato?</p> + +<p>Quizá venga a pretender algo; mas de ser así, ¿por qué no consultarlo +antes con nuestro padre? Tú, que conoces mi modo de pensar, aunque no +por completo, comprenderás que abrigue ciertos temores. Tirso es cura, +y en esta casa hay muy poca devoción. Mi padre nunca habla de eso; +mamá, con cuidarnos, tiene bastante; a Leocadia le gusta ir a la iglesia +cuando hay grandes fiestas, a falta de otras más divertidas pero más +costosas que le están vedadas; y en cuanto a mí... callo: no quiero que +me llames herejote. En fin, no estoy tranquilo.</p> + +<p>Basta por hoy: no te quejarás de que escribo poco.</p> + +<p>Está con cuidado, porque mañana, si puedo, iré a ver si tiene tu padre +algo que mandarme.</p> + +<p><span style="margin-left: 30%;">Tuyo siempre,</span></p> + +<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Pepe</span>.»</span></p> + +<p class="top5">La carta que, en contestación a ésta, halló Pateta al día siguiente bajo +las baldosas inseguras del horno de la estufa, decía:</p> + +<p class="top5"><span style="margin-left: 20%;">«Querido Pepe mío:</span></p> + +<p class="top5">Por Dios te pido que no me atormentes así. Te lo he dicho mil y mil +veces. Te quiero porque sí, porque creo que eres el mejor de los +hombres, y no me preguntes más. ¿No sueles decir que mi padre no me ha +educado como a las otras mujeres? Pues eso será. Si tuvieses una gran +fortuna, acaso habría mayor facilidad para que fuéramos uno de otro; +pero te querría igual que ahora, no podría darte ni una hilacha más de +cariño. Conque no me vengas con tristezas ni tontunas, ni vuelvas a +decir que te deje, ni que si te dejo yo te aguantarás. Si lo piensas, es +porque no me quieres. ¿Soy rica? Pues mejor. Ya saldrás de pobre, y si +no, yo lo mismo te he de querer, con tal de que tú no mires a ninguna +otra mujer. ¿Lo entiendes? Es lo único que no te perdonaría nunca. +Quedamos en que no volverás a las andadas ni me escribirás majaderías: +no merecen otro nombre las cosas que dices. Mi padre podrá no dejarme +casar contigo; pero, ¿casarme con otro? ¡Eso si que no! Lo que es de +esto te responde <i>tu</i> Paz. Vamos, yo no entiendo esas <i>sublimidades</i> +tuyas de sacrificios y tonterías. No he pensado, ni pienso, ni pensaré +jamás en dejarte por nada de este mundo. ¿Lo sabes? Yo, que tantos +libros he leído de los que tiene mi padre, me acuerdo de que don Quijote +dice que todos los caballeros andantes llevaban en el escudo un letrero. +Bueno, pues tú y yo somos dos caballeros andantes con este letrero: +<i>cariño</i> y <i>paciencia</i>. ¿Te gusta? Pues a callar y no perdamos el +tiempo en augurios tristes. Aseguran las gentes que quien espera +desespera: no importa. Yo me conformo con que me ames mucho. Me parece +que esto no tiene nada que ver con las <i>conveniencias sociales</i>, con la +humildad de tu casa, ni con tu amargura. Si me quisieses igual que yo a +tí, no exigirías más. ¿Crees que me van a meter monja o a casar por +fuerza con algún príncipe de cuento de hadas? ¿Soy yo tonta? ¡Ya verás, +ya verás, cuando te conozca mi padre como te conozco yo!</p> + +<p>Respecto a la venida de tu hermano, nada puedo decirte, pero se me +figura que todo lo ves negro. Hasta que no sepas cuál es su situación, +no hay por qué apurarse. Si viniera a pretender, debías atreverte a +pedir a papá que le recomendase a alguien. ¿Te enfadarás si te digo que +tus temores me parecen tontos? ¿Ha de ser malo porque es cura? +Indudablemente, esto es lo que se te ha ocurrido. En verdad, la cosa es +rara, ser tan grandes los hermanos y no conocerse, pero ya verás cómo no +tenéis por eso disgustos. Y si los sufres, yo te querré un poquito más, +para que nada pierdas.</p> + +<p>Adiós, tristón mío. No te olvida nunca tu</p> + +<p><span style="margin-left: 20%;"><span class="smcap">Paz</span>.»</span></p> + + + +<h3><a name="XI" id="XI"></a>XI</h3> + + +<p>El seguir Tirso la carrera eclesiástica, fue una de esas cosas graves +que en la vida del hombre se resuelven rápidamente y con escasa +intervención del interesado.</p> + +<p>Aquél don Tadeo, amigo de su padre, que por pagar una deuda de gratitud +se hizo primero cargo de la educación y luego del porvenir del chico, +era honrado y bueno, pero fanático en opiniones políticas y creencias +religiosas. Su exceso de fe y de realismo era sincero, e indiscutible su +influencia y prestigio entre los partidarios de la legitimidad y la +gente de iglesia en la región que habitaba. Durante largos períodos, en +los que mandó el partido moderado, conservó don Tadeo su destino en la +Hacienda de la provincia y fue uno de tantos carlistas protegidos por +los <i>polacos</i>, quienes consideraban menor peligro atraerse partidarios +del Pretendiente que transigir con liberales. Pasados algunos años, y +gobernando un ministerio progresista, sus compañeros y subordinados le +prepararon la terrible asechanza cuyo funesto desenlace atajaron las +declaraciones de don José. El expediente o causa formado contra él no +dio más resultado que su destitución; pero este hecho, que pasó +inadvertido para el resto de la nación, fue en la localidad suceso +importantísimo. De allí en adelante, don Tadeo quedó para sus enemigos +convertido en un pobre hombre, y a los ojos de sus partidarios como un +mártir: él, imaginando convertir en provecho su caída, se dedicó por +entero a ser instrumento de las ideas a que siempre tuvo inclinación. La +clerecía de la capital de la provincia, que en un principio le consideró +como víctima, después, por su entereza, le tuvo como varón enérgico, y +viendo en él un carácter dispuesto a la lucha con mayor libertad que los +eclesiásticos, le adjudicó tácita e insensiblemente la jefatura. Llegó a +ser lo que hoy se llama un obispo de levita, al par que jefe local de un +partido. A su casa iban continuamente los canónigos de la catedral, los +misioneros que con frecuencia hacían excursiones a la ciudad, los +periodistas católicos y hasta el prelado de la diócesis. A juicio de +esta gente, el encargarse don Tadeo de la educación y porvenir de Tirso +fue un acto meritorio: pensaron que pagaba su deuda de gratitud del +mejor modo que jamás lo hiciera nadie y, sobre todo, aquello de +arrancar un hijo a las garras de un padre progresistón y acaso hereje, +les pareció cosa admirable. Por su parte, don Tadeo no se recató de +decir de don José que era una lástima que tuviera tendencias +<i>liberalescas</i>.</p> + +<p>Crió a Tirso un ama en una aldea, como pudiera hacerlo una cabra; un +sacristán, protegido por don Tadeo, le enseñó de pequeño a leer, +escribir, contar y rezar; a los ocho años sabía ayudar a misa, y a los +catorce ya pudo su padrino utilizarle para escribir cartas y hacer +recados de los que no se confían a sirvientes. En cambio a sus padres +les escribía muy poco y, cuando lo hacía, antes era por instigación de +don Tadeo que por impulso propio. Los amigos de aquél, viéndole educado +en el santo temor de Dios, le trataban con singular afecto y, en +reciprocidad, Tirso se volvía todo respeto para con aquellos señores, +que a él se le figuraban magnates. Los curas, especialmente, le merecían +extraordinaria consideración. El hablar y tratar de cerca a los que +pocas horas antes había visto oficiando en el templo con lujosos trajes +y teniendo al pueblo prosternado en torno, era a sus ojos lo que hubiera +sido para chico crecido entre soldados codearse con jefes. Sin poder +darse cuenta de la grandeza de las ideas representadas por aquellos +hombres, le seducía la posición que ocupaban en la ciudad. Andar bajo +palio, hablar desde el púlpito y dar la mano a besar, le parecían +mayores signos de prestigio que ir a caballo con música delante, espada +en mano y batallones detrás; así que, cuando su padrino le dijo que +estudiara para cura, su infantil imaginación acogió la noticia con una +emoción muy semejante a la alegría. ¿Qué otra carrera había de darle un +hombre entregado a servir medio de guía, medio de agente a los intereses +y la parcialidad del clero? Un canónigo fue quien decidió la suerte del +muchacho, contestando así a don Tadeo, que le consultaba sobre el +particular:—«No podía Vd. pensar cosa mejor. Si el chico es de los +elegidos y <i>sale</i> una lumbrera de la Iglesia, ¡qué gloria para Vd.! Si +no es así... pues tendrá una profesión tan buena como otra cualquiera. +Y, por lo que toca a sus padres—añadió—comprendería que se quejasen si +Vd. marcase al chico otra senda; pero, ¿quién puede llevar a mal +propósito tan noble?»—Poco tiempo después entraba Tirso en el +Seminario, donde, dicho sea de paso, por influencia de los que le +llevaron no sufrió la novatada que padecían los demás.</p> + +<p>Entonces comenzaron a dar sus frutos el alejamiento de la familia y el +desconocimiento de sus padres en que pasó Tirso los primeros años de su +vida. La voz del egoísmo sonó poderosa y convincente, diciéndole que don +Tadeo podía <i>hacerle hombre</i>; que su familia, en cambio, carecía de +medios para ello. Le habían hablado tanto del temor de Dios y tan poco +de su propia madre, que le halagó la idea de ser ministro del Señor.</p> + +<p>El primer efecto de la enseñanza religiosa fue hacerle comprender que su +porvenir correspondería a las esperanzas que abrigó viendo y envidiando +a los que frecuentaban la casa de su protector. Las lecciones de sus +maestros y los libros que le pusieron en las manos, le dijeron que la +misión del sacerdote era superior a cuanto podía imaginar su ambición.</p> + +<p>El más ilustre de los profetas, el precursor San Juan, tuvo la dicha de +poner <i>una vez</i> las manos sobre la cabeza de Cristo: él, como sacerdote, +le tendría todos los días en las suyas, y le consagraría con sus +palabras. Los ángeles están continuamente cerca de Dios; pero ¿qué ángel +posee, como él había de gozarlo, el poder de perdonar los pecados? En +las entrañas de la Virgen encarnó el Verbo, pero una sola vez: en sus +manos de sacerdote, por virtud de frases salidas de sus labios, +encarnaría el Verbo todos los días, y no en forma mortal, como le +concibió María de Nazareth, sino impasible, inmortal, glorioso, como +está en los cielos. ¿Qué poder ni dignidad había igual al suyo?</p> + +<p>Dos rasgos distintos de su personalidad comenzaron a desarrollarse en él +durante esta época de su vida, mientras fue estudiante en el Seminario. +Su inteligencia, tardía en comprender, se acostumbró a admitir lo que le +daban pensado, como preferible al trabajo de pensar por cuenta propia; y +la facilidad con que pudo seguir la carrera por aquella protección que +se le dispensaba, le hizo poco humilde.</p> + +<p>No fue cura de los de carrera breve, que sólo estudian rudimentos de +latín, filosofía mermada y algo de moral jesuítica, sino que siguió la +carrera lata, empapándose de Teodicea, Patrología, Hermenéutica, Derecho +Canónico y Disciplina Eclesiástica, hasta el doctorado en Teología, en +todo lo cual trascurrieron ocho años, al cabo de los que se ordenó <i>de +menores</i>.</p> + +<p>¡Día feliz aquél en que la simple tonsura le hizo soldado de la milicia +de Cristo! Mas esta dicha no brotó en su alma al calor de la fe, ni se +esperanzó su buen deseo con lo que podría hacer manejando las divinas +armas que le serían concedidas, sino que nació del contacto producido +por la docilidad con que acogió las palabras que tantas veces había +escuchado prometiéndole, en cuanto fuese sacerdote, la supremacía sobre +los otros hombres. <i>El sacerdote es embajador que habla en nombre de +Dios, y despreciarle es injuriar a quien le envía</i>, le dijeron, +tomándolo de San Juan Crisóstomo, repitiéndole esta y otras frases +análogas hasta la saciedad, para empaparle de la alteza de su misión, +como hacían los oráculos paganos con aquellos a quienes aspiraban +someter a su servicio. Las órdenes menores de portero, lector, exorcista +y acólito le parecieron llenas de encanto, por la suma de dignidades que +indicaban y por las que anunciaban. ¡Ser portero de la casa de Dios! +¡Leer al pueblo la divina palabra! ¡Lanzar al enemigo malo fuera del +cuerpo en que hace presa! ¡Poder acercarse al <i>Sancta Sanctorum!</i> ¡Qué +grandiosos y envidiables privilegios!</p> + +<p>Llegó por fin el día de recibir las órdenes mayores. La Iglesia, +dirigiéndose a los que le presentaban y aludiendo a él y sus compañeros, +preguntó si eran dignos (<i>¿scis illos dignos esse?</i>): luego le impuso +varios días de retiro y ejercicios, y después ungió y santificó sus +manos, poniendo en ellas la patena y el cáliz al par <i>que, con asombro +de los ángeles</i>, pronunciaba el Prelado solemnemente estas palabras: +<i>Accipe potestatem offerre sacrificium Deo, Misasque celebrare, tam pro +vivis quam pro defunctis, in nomine Domini, Amén</i>: y en seguida colocó +las manos sobre su cabeza diciendo: <i>Accipe Spiritum Sanctum, quorum +remiseris peccata, remittuntur eis; et quorum retinueris, retenta sunt</i>.</p> + +<p>El gusano nacido de la fiebre pecadora, el fruto del amor profano, el +hijo de la pasión carnal, fue súbitamente redimido de impureza y elevado +a una dignidad mayor que la de los reyes, revestido con poder análogo al +de Dios, como decían los libros en que le hicieron estudiar. Ya era +sacerdote; ya podía intervenir en la parte más noble del gobierno de los +hombres, en el cuidado del alma. Mas buscar en el fecundo seno de la +Naturaleza las causas de las cosas, le dijeron que era revolver +impurezas de la materia; bucear en la conciencia para iluminar su razón +con la Verdad, lo tacharon de impío; leer la vida de los pueblos, lo +motejaron de trabajo estéril, porque el dedo de la Providencia traza los +destinos del hombre; escuchar los latidos de su corazón, le advirtieron +que era rendirse al deleite, y contra el amor pusieron en sus labios, +pervertidas y desvirtuadas, las palabras de Cristo a su madre: <i>¿Qué +tengo yo contigo, mujer?</i></p> + +<p>Don Tadeo, lejos de dejarle abandonado a sus propias fuerzas, le +proporcionó curato; y Tirso, después de su primera misa en la capital de +la provincia, que dio ocasión a una fiesta que fue un recuento de +fuerzas realistas, marchó a vivir a un pueblo, mejor dicho, valle, entre +cuyas ásperas desigualdades estaba esparcido el caserío de miserables +viviendas y pobres gentes, sobre quienes debía comenzar a ejercer su +santo ministerio. Entonces se consagró por entero a las necesidades de +su estado: las misas, bautizos, bodas, confesiones y entierros; la +predicación, y el tomar parte a veces en los juegos de sus feligreses, +fueron sus principales ocupaciones. Los pocos libros que llevó a su +retiro acabaron por servir de peana a una imagen encerrada en una urna: +el estudio se le hizo enojoso. A los cuatro meses, su única lectura era +la de un periódico católico absolutista recomendado por el obispo de la +diócesis: la Teología, las Sagradas Escrituras, los Santos Padres, +cuanto representaba labor intelectual, quedó olvidado, surgiendo en su +lugar otro género de motivos de actividad para el pensamiento, y +sustituyendo distinto linaje de devoción a la contemplación seria de los +misterios y los dogmas.</p> + +<p>Antes, aunque poco, se preocupó algo de si la religión natural, que +excluye toda revelación, basta al hombre para salvarse; de si por la +experiencia de los sentidos o por medio de la conciencia puede llegarse, +como por la fe, al conocimiento de Dios; de si el método demostrativo es +mejor que el hipotético y analítico: pero muy luego tales impulsos se +aquietaron, y como si aquella vida campestre influyera en él, +sobreponiendo lo material a lo ideal, cayó en una devoción ramplona, y +su pensamiento, sin tender a espaciarse, quedó encerrado en +infranqueables lindes. Los primeros sermones que pronunció fueron de +hombre que ha comenzado a estudiar: al cabo de un año, la santificación +de las fiestas, la Inmaculada Concepción, los carceleros del Papa, los +milagros modernos, las impiedades del matrimonio civil, la infamia +llamada libertad de cultos, fueron sus temas favoritos; y los +campesinos, que al principio no le entendían, empezaron a entusiasmarse +con su palabra, de la que no fue avaro, sino que la prodigó, +experimentando algo semejante al orgullo de la misión cumplida. Cuando +desde lo alto del púlpito miraba congregado el rebaño de fieles que le +oía con devoto silencio, imaginaba estar realizando el más alto y noble +de los destinos humanos.</p> + +<p>En su conducta nada había censurable. Llenaba con tanto celo su deber, +que apenas, muy de tarde en tarde, escribía una carta, sobria y breve, a +sus padres, ya habituados a aquel alejamiento, como padres de hijo +marino que navega al otro lado del mundo. Su vida era reposada, +monótona, sin emociones que le agitaran ni cavilaciones que le +desvelasen; existencia plácida, quizá egoísta, de una tranquilidad +análoga al silencio del campo.</p> + +<p>Desde las ventanas de su cuarto abarcaba con la vista ancho espacio, +extensos plantíos de nabos, frondosos maizales, hondonadas de donde +subía rumor de agua corriente, casas pequeñas y dispersas, medio ocultas +entre la frondosidad de enormes castaños acopados, y allá, en lo alto de +algún cerro, una ermita con la cruz del tejadillo tronchada por el +viento. En las laderas de los montes, la tierra parecía a trechos +ingrata a todo esfuerzo humano, las cumbres estaban coronadas de peñas +calvas con los ángulos roídos por los siglos, y los picachos de granito +se erguían enhiestos en desprecio del tiempo. El cielo de aquella +región casi nunca estaba sereno: a la mañana y a la tarde, en toda época +del año, el suelo se cubría de neblinas que, lamiendo las vertientes y +los altos, se alzaban poco a poco hasta formar nubes que, apoyándose en +las crestas de la sierra, tendían el vuelo por los aires, +confundiéndose, hacia el confín del horizonte, con otras nubes que +venían de montes más lejanos. Lo diseminado del caserío contribuía a la +soledad de Tirso; así que tenía poco roce con sus feligreses, casi las +precisas relaciones, dada su posición; de suerte que, ni el respeto se +mermaba con la confianza, ni la frecuencia del trato podía engendrar +intimidad. Hacía muchos años que en aquellos contornos no se recordaba +un cura tan reservado y poco comunicativo.</p> + +<p>Tirso era de carácter rudo; su aspereza parecía fruto de cierto orgullo +íntimo por el cumplimiento del deber, y con los campesinos guardaba +siempre una reserva calculada, cual si pensase que convenía a su +prestigio de sacerdote el apartamiento de las miserias humanas. Lo que +más contribuyó a su buena fama, fue la indiferencia que manifestó hacia +las mujeres desde que tomó posesión del curato. Hablando con los hombres +era frío, de pocas y secas palabras; pero esta frialdad y aspereza +subían de punto al tratar con las mujeres: para ellas sólo tenía en los +labios acritud y en el pensamiento recelo. Su juventud y la vida libre +del clero en aquellas tierras, hacían resaltar más esta antipatía a la +mujer. Los familiares que en las oficinas del obispado manejaban el +registro secreto de la conducta de los clérigos de la diócesis, tardaron +muchos meses en convencerse de que no era mujeriego, y el espionaje, de +que no se vio exento por ser ahijado de don Tadeo, sólo logró averiguar +que, valiéndose de lo cercano que estaba su curato a la ciudad, Tirso +solía irse a la población un par de veces al mes, permaneciendo en ella +algunas horas, sin que nadie supiera dónde ni a qué iba. Sobre esto hizo +mil conjeturas la malicia; pero nada se llegó a saber con certeza.</p> + +<p>Tal fue la vida de Tirso durante los primeros años de su estancia en +aquellos campos, donde seguramente no era fácil que se realizasen todas +las promesas de dignidades y grandezas que le hicieron su propia +imaginación y los que le consagraron al sacerdocio. Luego, de pronto, y +en muy pocas semanas, su vida mudó por completo de rumbo.</p> + +<p class="arriba"><br />En pueblos y aldeas comenzó a notarse extraña inquietud y desusado +movimiento, sustituyendo, a las conversaciones sobre el estado del campo +o el cuidado de las haciendas, diálogos que expresaban, no temor, sino +esperanza de próximos trastornos.</p> + +<p>Se sabían con indignación cosas irritantes, y se comentaban con ira. La +Revolución, que había hecho jurar a los sacerdotes una Constitución +sacrílega, y que ciñó la corona de San Fernando a un hijo del carcelero +del Papa, parecía lanzada a nuevos y execrables excesos; los gobiernos +que se sucedían en Madrid estaban compuestos de enemigos de la Iglesia; +de algunos de los ministros se dijo que eran protestantes, y se añadía +que en la corte se fraguaba una conspiración para suprimir el sueldo a +los párrocos y arrojar de sus conventos a las pobres monjitas que +escaparon a la <i>persecución</i> del año 68. A estas noticias, esparcidas +primero cautelosamente, y luego en violentos impresos, respondió la +comarca con intenso desasosiego. Las gentes se hablaban ávidas de +recibir y comunicarse nuevas que justificaran la exaltación de los +ánimos; los que no sabían leer, es decir, el mayor número, se reunían en +corros a oír las relaciones que en cartas o periódicos se hacían del +estado de España, que semejaba haber caído en poder de moros; +comenzaron a pronunciarse con respeto nombres de cabecillas olvidados; y +personas que jamás hicieron alarde de su opinión, manifestaron sin +rebozo que, si en aquellos valles volvía a resonar el grito de <i>Dios, +Patria y Rey</i>, contestarían a él con entusiasmo. En los pueblos, cada +púlpito era una tribuna; cada sacerdote, un orador que, poseído de santa +indignación, se olvidaba de alabar a Dios por señalar a sus enemigos con +el dedo; recordábanse en las tertulias hazañas de la <i>otra guerra</i>, +narradas con carácter de leyenda, y de continuo atravesaban el país +viajeros que, deteniéndose a guisa de emisarios en los caseríos, +repetían palabras que eran consignas, o frases de esperanza en el +alzamiento, ya cercano. Hasta las mujeres atizaban el fuego, como si +anhelasen la lucha, teniendo en poco la vida de sus hijos.</p> + +<p>Una tarde, ya puesto el sol, llegó a casa de Tirso un hombre, y tras +conferenciar con él breve rato, partió en dirección a otro pueblo +cercano. Al día siguiente, Tirso metió en una balija y un baúl pequeño +parte de sus ropas, y cuando cerró la noche, acompañado de un labriego +de su confianza, se encaminó a la ciudad, en cuyas afueras le esperaba +un criado, que cargó con el equipaje. Pocas horas más tarde, don Tadeo +y dos caballeros amigos suyos celebraron ante él una entrevista, le +dieron algún dinero, instrucciones y orden de marchar a Madrid. El +curato quedó abandonado; mas ¿qué importaba descuidar la salud de unos +cuantos por el servicio de todos? Era necesario un agente discreto, +seguro, desconocido por ser nuevo, y de quien nadie pudiese sospechar: +don Tadeo designó a Tirso, y éste tomó el tren para la corte.</p> + +<p>Por eso no escribió ni dijo nunca a sus padres cuál era el objeto de su +viaje.</p> + + + +<h3><a name="XII" id="XII"></a>XII</h3> + + +<p>El día anterior a la llegada de Tirso a Madrid, mientras don José, doña +Manuela y Leocadia le esperaban con la satisfacción que consentía la +larga separación sufrida, Pepe se entretuvo en arreglar para su hermano +su propio cuarto, trasladando de la habitación que él ocupaba a otra más +chica y de peores condiciones un armarito, dos perchas, el aguamanil y +dos sillas, todo lo que componía su mobiliario, diciendo que él paraba +poco en casa y, además, en cualquier parte estaría bien. Salió +perdiendo en el cambio, pero sabía que aquello agradaría al padre. +Leocadia barrió el suelo y fregó los cristales del cuarto cedido, y la +madre preparó ropa para el lecho. Con destino a Tirso se compró un +catre; pero Pepe lo tomó para sí y cedió también para su hermano la +cama, que era de hierro. La víspera de que el viajero llegase, cuando +todo estaba dispuesto para recibirle, don José, mientras le acostaban, +decía a Pepe:</p> + +<p>—Hijo mío, por más que discurro, no puedo adivinar cuál sea el motivo +de su venida.</p> + +<p>—Ya nos lo dirá él.</p> + +<p>—¿Y por qué no explicarlo antes? Te confieso que me preocupa esto +mucho. ¿De donde habrá sacado el dinero del viaje? Lo que yo pienso no +tiene vuelta de hoja. Si antes ha tenido cuartos, ¿cómo no se le ha +ocurrido nunca enviar un céntimo ni venir a vernos? y si los tiene +ahora, de repente, ¿cómo se los ha procurado?</p> + +<p>—Lo mismo he pensado yo; pero no te devanes los sesos, que mañana +sabremos a qué atenernos. Lo principal es que viene y que estás +contento. Yo también me alegro más de lo que parece, y eso que la +situación es rara ¿verdad? Porque lo cierto es que ni ésta (<i>por +Leocadia</i>) ni yo le hemos visto desde que éramos chicos.</p> + +<p>—No hablemos, no hablemos de eso, que se me amarga la alegría. Tú +bajarás a la estación, ¿eh?</p> + +<p>—Sí, pero... no sé como me las arreglaré... A quien se le contara el +caso, se echaría a reír. ¿Cómo diablos le conoceré?</p> + +<p>—Hombre, él vendrá con hábitos. Le llamas, y con darle una voz...</p> + +<p>—El tren llega a las siete y veinticinco; de modo que, si no trae +retraso, a las ocho y cuarto u ocho y media podemos estar aquí.</p> + +<p>Nadie en la casa concilió el sueño aquella noche. Pepe se levantó a las +seis, y poco después bajó a la estación del Norte.</p> + +<p>Hacía fresco, y para entrar en calor comenzó a pasear por el andén, +presa de una impaciencia en que acaso era curiosidad la mayor parte: +cada dos minutos miraba al reloj, y constantemente tenía el oído atento, +esperando escuchar un timbre eléctrico, una campanada, un silbido, +cualquier señal que anunciase la llegada del tren.</p> + +<p>La falta de movimiento hacía que los ruidos fueran escasos: sólo se oían +el penetrante sonido de una banda de cornetas que aprendía a tocar +llamada por bajo del cuartel de la Montaña y el cansado grito con que +se animaban varios mozos que, arrimando el hombro a un furgón, iban +empujándolo hacia el muelle de descarga. En el andén no había casi +nadie. Veíanse a lo lejos los cobertizos que resguardan las mercancías, +las largas filas de vagones polvorientos, la arena de las vías +ennegrecida por las escorias del carbón, las líneas paralelas de los +railes abrillantados por el roze, y el arbolado de la cuesta de +Areneros, cuyo ramaje comenzaba a ponerse amarillo con los ardores del +verano. Poco a poco fue llegando gente; empleados que venían +desperezándose, mozos que sacaban de junto a las básculas los carretones +de los equipajes, otros ocupados en recoger lamparillas de los coches, y +algunos que traían grandes atados de cántaras vacías, devueltas por los +lecheros a su punto le origen. Después aparecieron las autoridades de +menor cuantía, dos <i>parejas</i> y un inspector que hacía molinetes con el +bastón para que se viesen las borlas mugrientas. De pronto sonó un +timbre, y luego una campana: el tren había salido de la estación +inmediata. Trascurrieron veinte minutos, y de repente, en la curva de la +Moncloa, asomó la locomotora arrastrando con sus últimos esfuerzos el +tren, que produjo al pasar sobre las placas giratorias un ruido +estrepitoso de hierro golpeado contra hierro. Cuando se detuvo la larga +fila de vagones y comenzaron los viajeros a bajarse, Pepe fue +registrando con la vista los departamentos uno por uno, mas no vio salir +de ellos ningún cura. Miró a las gentes que ya se habían apeado, y +tampoco. Entre los recién llegados que se agolpaban a la puerta de +salida, no había clérigo alguno. Pasaron unos instantes y, disminuida ya +la confusión, se fijó en un hombre que quedó en medio del andén, solo, +mirando desorientado a todas partes, sin soltar una cesta y un saco de +alfombra que llevaba en las manos, dudosamente limpias.</p> + +<p>Vestía traje oscuro, cuyo chaquetón, muy abrochado, sólo dejaba ver el +cuello de la camisa: la pechera desaparecía tras una corbata negra y +ancha hecha dos nudos; toda su ropa era ordinaria, pero nueva; llevaba +las botas blancuzcas por el poco betún o el mucho roze, y de uno de los +bolsillos del chaquetón pendía la borlita de un gorrito de pana. Pepe +clavó los ojos en aquél hombre, y luego, poniéndose a pocos pasos y a su +espalda, le llamó en voz baja, casi con timidez:</p> + +<p>—¡Tirso!</p> + +<p>Volviose de pronto el recién llegado, y entonces el muchacho le abrió +los brazos, diciendo:</p> + +<p>—Soy Pepe.</p> + +<p>El abrazo que se dieron fue largo y apretado, sincero tal vez, pero de +fijo nadie lo sabrá nunca.</p> + +<p>De tan extraño modo se conocieron dos hombres a quienes la Naturaleza +había hecho hermanos.</p> + +<p>—¿Y los padres?—preguntó Tirso con más interés en la entonación que +calor en la mirada.</p> + +<p>—Buenos... esperándote.</p> + +<p>Parecía que ambos empleaban el tú con trabajo.</p> + +<p>—Vamos allá.</p> + +<p>Reclamaron juntos el equipaje, confiáronselo a un mozo, a quien dieron +las señas de la casa donde lo había de llevar, y salieron de la +estación.</p> + +<p>—Vamos a tomar un coche: ¡hoy es día de gastar dinero!—dijo Pepe.</p> + +<p>—¿Para qué? ¿Está lejos la casa?</p> + +<p>—Lejos, no; pero tienen mucha gana de verte. Todo está preparado... tu +cuarto dispuesto... ¡Verás qué guapa es Leo y como te reciben todos!</p> + +<p>—No, no: vamos a pie.</p> + +<p>—Anda, no seas niño; un <i>pesetero</i> nos lleva en seguida.</p> + +<p>—¡No!: quiero ir a pie.</p> + +<p>Y pronunció el <i>no</i> firme, rotundo, seco, como quien suele dar a la +palabra la energía de una voluntad terca.</p> + +<p>—Entonces, vamos deprisa, que estarán impacientes.</p> + +<p>Echaron a andar. La mañana era fresca y agradable. Madrid recibía a su +huésped con un cielo azul, limpio y hermoso. Subieron por la Cuesta de +San Vicente, y poco antes de llegar a la puerta, Tirso, mirando frente a +ella un edificio pequeño en cuyos muros exteriores había escritos dos +versículos de la Biblia, preguntó, torciendo el gesto:</p> + +<p>—¿Es una capilla protestante?</p> + +<p>—No: es un asilo que ha hecho la Reina María Victoria, la mujer de +Amadeo, para que estén recogidos los hijos de las lavanderas mientras +ellas trabajan.</p> + +<p>Tirso desvió la vista sin contestar.</p> + +<p>Siguiendo a buen paso su camino, continuaron por la calle de Bailén +cambiando frases indiferentes, sin atinar con lo que mutuamente debían +decirse, ambos cohibidos, como extraños a quienes la casualidad ha +puesto en contacto. Lo familiar se les antojaba osado, y cada cual temía +que el interés pareciese curiosidad. Querían dar a las palabras +entonación cariñosa, y no acertaban a decirse sino cosas que les eran +ajenas. Desembocaron en la plaza de Oriente.</p> + +<p>—Mira, Tirso, estamos en Palacio.</p> + +<p>El forastero contempló un instante el soberbio edificio sin poder +contener una expresión de disgusto, cual si allí viviera alguien a quien +personalmente aborreciese. En esto Pepe se arriesgó, por fin, a +preguntar algo que satisficiera la espectativa que en sus padres y en él +mismo había despertado el viaje.</p> + +<p>—Vamos, hombre, ¿y cómo ha sido esto? ¿Qué te trae a Madrid?</p> + +<p>—Ya te contaré, ya te contaré: ahora no... ¡Qué lástima que viva ahí +dentro un extranjero!—añadió, mirando con saña hacia Palacio.</p> + +<p>Más adelante, en la entrada de la calle Mayor, se detuvo para ver la +fachada del convento del Sacramento.</p> + +<p>—¿Qué iglesia es esa? ¿Es parroquia?</p> + +<p>—Hombre, la verdad... con certeza no te lo puedo decir; pero creo que +ahora está ahí la parroquia de Santa María.</p> + +<p>—Poco enterado estás. Anda, vamos a entrar un momento.</p> + +<p>—Hombre, ¡si nos están aguardando!</p> + +<p>—No importa, dos minutos.</p> + +<p>Pepe no comprendía que su hermano dilatara ni tan corto espacio de +tiempo el abrazar a sus padres. Por disculparle instintivamente, se +dijo, sin embargo, que aquella era la primera iglesia de Madrid que +Tirso había encontrado al paso y que, siendo cura, el hecho no tenía +nada de sorprendente. Bajaron la escalinata que conduce a la fuente, y +en la puerta del templo, Pepe, que iba fumando, dijo:</p> + +<p>—Aquí te espero, no tardes; déjame los sacos.</p> + +<p>—¡Ah! ¿no entras?</p> + +<p>Tirso penetró solo en la iglesia y Pepe se quedó mirando cómo los +aguadores llenaban las cubas en la fuente. Pasó entretenido unos cuantos +minutos, luego volvió los ojos hacia la portada, pareciéndole +inexplicable que su hermano no saliera en seguida; pero trascurrió un +buen rato, y nada, Tirso no volvía. Miró el reloj, dio dos o tres paseos +por delante de la fachada, sin soltar los sacos, y volviendo a subir las +escaleras, dirigió otra vez la vista hacia la iglesia. Salieron dos +viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de +ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía.—«¡Qué calma!—pensaba +Pepe—¡Sabiendo cómo estarán en casa!»—De pronto sacó otra vez el +reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la +paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la +puerta, mas en balde. Al fin entró por su hermano.</p> + +<p>La nave del templo era toda sombras, en cuyo fondo ardían unas cuantas +velas, sin que las llamas lograran disipar la oscuridad. A la izquierda, +al pie de un altar, estaba Tirso hincado de rodillas, juntas las manos +sobre el pecho y muy humillada la cabeza. Como Pepe no tenía costumbre +de verle, le fue preciso adelantar bastante para cerciorarse de que era +él. Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo +ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al +verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo, +procurando no dar acritud a sus palabras:</p> + +<p>—Pero, ¿tú sabes la impaciencia con que estarán en casa?</p> + +<p>Tirso, imperturbable, se detuvo un momento a leer un cartel de fiestas +religiosas, y luego contestó con severa y pausada entonación:</p> + +<p>—Lo primero, es lo primero.</p> + +<p>Desde allí anduvieron deprisa, pero yendo siempre Tirso con retraso de +un par de pasos.</p> + +<p>«Vaya—pensaba Pepe—este es cura hasta los tuétanos.»</p> + +<p class="arriba"><br />En uno de los balcones del piso segundo de su casa de la calle de +Botoneras estaban esperándoles doña Manuela, Leocadia, y tras ellas, +hundido en una butaca sin poder incorporarse, por la debilidad de las +piernas, don José, que a cada minuto preguntaba:</p> + +<p>—¿No vienen? ¿No les veis?</p> + +<p>Al fin desembocaron los dos hermanos por el arco de la Plaza Mayor.</p> + +<p>—¡Allí están!—gritó Leocadia y, dirigiéndose hacia la puerta, bajó la +escalera rápidamente hasta el portal, donde abrazó a Tirso, mientras +Pepe decía:</p> + +<p>—Ya le tenemos aquí: vamos, vamos arriba.</p> + +<p>Doña Manuela les recibió con los brazos abiertos en el descansillo del +principal; y como don José se hubiese quedado solo, con las puertas +abiertas, se le oía gritar, alterada la voz:</p> + +<p>—¡Tirso, Tirso!</p> + +<p>La madre se le estaba comiendo a besos.</p> + +<p>Pepe y Leocadia, llevando cada uno un saco, entraron en el comedor: +detrás venían Tirso y su madre.</p> + +<p>En vano pretendió el pobre viejo levantarse: pudo incorporarse apoyando +fuertemente las palmas en los brazos del sillón; mas, al intentar +sostenerse sobre las piernas, tuvo que dejarse caer en el asiento. +Tirso, entonces, llegó hasta la butaca y abrazó a su padre, quien, +cogiéndole la cabeza entre las manos y oprimiéndosela contra su pecho, +permaneció unos instantes sin proferir palabra, presa de una emoción +honda y callada. Hubo un momento de profundo silencio. Tirso sintió caer +una lágrima sobre su cuello; doña Manuela y Leocadia les miraban, sin +atreverse a separarlos, ambas impacientes por acercarse; Pepe, temeroso +de que aquella impresión dañara a su padre, se adelantó hasta la butaca +y, apartando suavemente a Tirso, dijo:</p> + +<p>—Que haya para todos; los demás, ¿no somos nadie?</p> + +<p>—¡Ya ves, hijo mío, cómo estoy!</p> + +<p>—Paciencia, padre: la misericordia de Dios es infinita.</p> + +<p>—Yoduro de potasio, cueste lo que cueste; mucho yoduro—añadió Pepe.</p> + +<p>Durante la mañana toda la familia, menos Pepe, que tuvo que ir a casa +del señor de Ágreda, permaneció reunida en el comedor entregada a la +alegría del suceso; pero había en aquella situación algo anormal que +ponía trabas al contento. El hijo que por primera vez pisaba el hogar +de sus padres, a los treinta y cuatro años, revestido del carácter +sacerdotal, parecía un extraño recibido con afectuosos extremos; la +franqueza que con él empleaban resultaba tímida, como si a sus padres y +su hermana les fuera difícil tratarle con verdadera intimidad. +Especialmente doña Manuela, no sabía qué hacerse: las preguntas +cariñosas, las frases regocijadas se le paraban en los labios, atajadas +por un respeto vago; quería bromear, y le era imposible; las palabras no +respondían a las ideas que ansiaba expresar. Diríase que su cariño hacia +Tirso, privado por largos años de dar muestra de vida, surgía +repentinamente, pero entorpecido por lo anómalo de las circunstancias. +Había ratos en que ninguno sabía de qué conversar con él. Quien parecía +más dueño de sí era don José, sin tener tampoco realmente con su hijo la +libertad que debiera. Leocadia experimentaba una fuerte impresión de +curiosidad. Se había sentado en uno de los brazos de la butaca de su +padre y, como Tirso ocupaba una silla baja, ella le veía de alto a bajo, +mirándole y remirándole la coronilla, muy sorprendida de que un hermano +suyo tuviese aquello en la cabeza.</p> + +<p>A las doce volvió Pepe y almorzaron, ocupando cada cual su puesto en +torno de la mesa. Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó +una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes +de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos, +murmurando con los ojos medio cerrados:</p> + +<p>—<i>Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus +sumpturi</i>...</p> + +<p>Ninguno respondió a la oración. Todos, entre sorprendidos y +contrariados, guardaron silencio unos instantes: doña Manuela fue la +única que, no por hipocresía, sino por docilidad, movió los labios, como +si rezara en voz baja. El primero que se atrevió a hablar, fue Pepe:</p> + +<p>—A ver, chico, a qué te sabe el pan de tu casa.</p> + +<p>—Lo que da el Señor, es bueno, donde quiera que lo dé.</p> + +<p>Pepe añadió:</p> + +<p>—Menos las enfermedades, escaseces, disgustos y otros obsequios...</p> + +<p>—Con todo lo cual se prueba el temple del alma y se depura la virtud. +La desgracia es el crisol de la fe.</p> + +<p>—Y pasa uno la vida que es un gozo: aunque yo creo que eso de +someternos a pruebas es calumnia que levantáis al Ser Supremo.</p> + +<p>—¡Ah! ¿Llamas a Dios el Ser Supremo? ¿Eres libre pensador?</p> + +<p>—¡Quién sabe lo que uno es? Pero como no me gusta la comedia que +estamos representando aquí bajo, chicheo en algunas escenas.</p> + +<p>—Ya te mostraré yo remedio a todo. Rezando, implorando el favor divino, +no queda en el pensamiento espacio a la impiedad.</p> + +<p>—¡Cuántas oraciones resultarán impías a los ojos de Dios! ¡Con qué +frecuencia se confundirán en la plegaria del devoto la esperanza del +beneficio propio y la avidez del mal ajeno!</p> + +<p>—Esa no será oración, sino blasfemia. El mal y la oración son +incompatibles. Oración es <i>aptisima arma, thesaurus prepotens, divitias +inexhaustas pariens, fons et radix omnium bonorum</i>. Virtud, misa, +predicación, sacramentos, austeridad, limosna... todo puede subsistir +con el pecado menos la oración, que es al espíritu del hombre como el +aire al pulmón. Por eso dijo Orígenes: <i>Horrendum est diem sine oratione +transigere</i>, y el Profeta: <i>Desolatione, desolata est terra, quia nullus +est qui recogitet corde</i>.</p> + +<p>—Mal se hermanan esa bondad divina, eternamente importunada por la +súplica humana, y la existencia del mal sobre la tierra.</p> + +<p>—¿Qué te extraña? ¿No brotan en el mismo prado la flor que recrea, la +fécula que nutre y la ponzoña que mata?</p> + +<p>—¿Y que falta hacía crear la ponzoña?</p> + +<p>—El mal es en la tierra como piedra de toque para el alma. ¿Piensas que +en prosperidad imperturbable sería mejor el hombre?</p> + +<p>—Mira, Tirso, no me gusta probar ideas propias con testimonios ajenos; +pero contesta a este raciocinio de Epicuro: ya ves si lo tomo de +antiguo.</p> + +<p>—A ver qué herejías paganas te han enseñado en la Universidad.</p> + +<p>—O Dios quiere evitar el mal y no puede, o puede y no quiere, o ni +quiere ni puede, o puede y quiere. Si quiere y no puede, es impotente; +si puede y no quiere, es malo, y, por consiguiente, no es Dios; si no +puede ni quiere, es impotente y malo; y, por último, si quiere y puede, +¿de dónde diablos procede el mal, que no lo evita?</p> + +<p>—Discutir no es creer: la razón agobia al pensamiento, la fe lo dilata. +Quédate con tus dudas y déjame con mis consuelos. Para tí, la soberbia +humana: para mí, la gracia divina.</p> + +<p>—¿Y qué es eso? ¿Qué es la gracia?</p> + +<p>—¿Crees en el progreso moderno?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—¿Sabes fijamente cómo, por qué y con arreglo a qué leyes late, palpita +y vuela el fluido eléctrico? No, y, sin embargo, crees en el telegrama +que te llena de gozo. Pues así es la gracia: maravilloso su origen, +secreto su camino; su fin, dulcísimo. Créeme, hermano, el hombre sin la +idea de Dios, es aspa de molino sin viento que lo mueva, fuego sin aire +que lo sople. Inteligencia en que no haya fe, sea aniquilada: es como +aquel árbol oriental de sombra dañina que, aun hecho leña y consumido +por las llamas, envenena el ambiente con las cenizas aventadas.</p> + +<p>—Con lo cual venimos nada menos que a justificar el Santo Oficio.</p> + +<p>—¡No vas descaminado!—exclamó Tirso trémula la voz.</p> + +<p>Doña Manuela y Leocadia no entendían bien todo aquello: don José, ya +inquieto, golpeaba una copa con el recazo del cuchillo, cual si quisiera +que el timbre del cristal ahogara las frases de sus hijos.</p> + +<p>Pepe no quiso contestar lo que se le ocurrió en respuesta a las últimas +palabras de su hermano.</p> + +<p>El diálogo recayó luego sobre el viaje y sus molestias; después hablaron +de lo caro que cuesta todo en Madrid; de la agitación de la vida +cortesana; de lo mucho que hay que andar para ir a cualquier parte, y de +otras cosas, que asemejaron la conversación a la que pudieran haber +sostenido con un amigo forastero.</p> + +<p>—¿Y qué iglesias hay por aquí cerca?—preguntó Tirso.</p> + +<p>Tuvieron que hacer memoria para contestar: sólo doña Manuela quiso +responder en seguida.</p> + +<p>—San Justo... y la Concepción Jerónima... y...</p> + +<p>—Más cerca está San Isidro—decía Leocadia.</p> + +<p>—¿En cuál de ellas oís misa?</p> + +<p>Nadie repuso.</p> + +<p>—Vais indistintamente a cualquiera, ¿eh? Pues eso no es bueno. La misa +debe oírse siempre en el mismo templo, y si es posible en el mismo altar +y dicha por el mismo sacerdote.</p> + +<p>—Yo te diré lo que pasa, hijo mío—respondió don José.—En primer +lugar, ya ves, yo no me puedo mover, y tu madre no se aparta de mí un +momento. ¡Si vieses cuánto da que hacer en una casa un hombre como yo, +imposibilitado! Pepe no tiene tiempo para nada... y esa pobre, ni +siquiera pasea: no tiene quien la acompañe...</p> + +<p>—La verdad es que vivimos muy sujetos, chico; ya lo irás viendo. Ésta y +mamá no se mueven de aquí, casi nunca salen: yo, entre unas cosas y +otras, trabajo de diez a doce horas diarias...</p> + +<p>Tirso comprendió que todas eran disculpas: frunció el entrecejo, y su +mirada tuvo un destello frío y duro como el brillo del acero. Le costó +violentarse, pero se contuvo y calló.</p> + +<p>Al caer la tarde se vistió de hábitos y esperó impaciente a que +anocheciese por completo, sin cesar de mirar hacia el balcón, donde la +luz iba faltando.</p> + +<p>—Si te vas—le dijo su padre—espera. Pepe ha salido, pero vendrá +pronto y te acompañará.</p> + +<p>Tirso esquivó la respuesta cuanto pudo, y al fin, apremiado por la +insistencia de don José repuso:</p> + +<p>—No, no hace falta que nadie se moleste: no quiero sino dar una vuelta +por cualquier parte, tomar el aire un rato.</p> + +<p>Al cerrar la noche se fue sin preguntar nombre alguno de calle, como +quien ya sabe dónde se propone ir y se obstina en ocultarlo. Doña +Manuela y Leocadia se asomaron al balcón, y la última, al verle pasar +bajo un farol y desaparecer por el arco hacia la Plaza Mayor, tuvo una +frase, que era la abreviatura de la situación por que atravesaba la +familia.</p> + +<p>—¡Qué raro se me hace esto! ¡Parece mentira que sea de casa!</p> + +<p>Cuando volvió, al cabo de una hora, no contó dónde estuvo ni lo que +hizo, limitándose a hablar del bullicio y la animación de la corte. +Luego dijo:</p> + +<p>—Mucho he andado por esas calles; y ¡cuanta estampa fea y obscena hay +en algunas tiendas! Pero, aunque llevaba hábitos, nadie se ha metido +conmigo.</p> + +<p>—¿Pues qué?—repuso Pepe—¿creías que te iban a comer?</p> + +<p>—No hubiese sido extraño que me insultaran. ¡Como ahora la impiedad +anda libre y se nos persigue y nos maltrata quien quiere!...</p> + +<p>—Ríete de eso: ya te convencerás de que es mentira. No hay tal impiedad +ni tal persecución: en fin, tú lo verás a poco que andes por Madrid.</p> + +<p>—Te advierto que me importaría poco. ¿Acaso no tengo buenos puños?</p> + + + +<h3><a name="XIII" id="XIII"></a>XIII</h3> + + +<p>Aunque el sueño y la fatiga del viaje le rendían, no se recogió Tirso +aquella noche sin escribir una larga carta, que acaso tuviera relación +con la salida que hizo por la tarde. Mientras doña Manuela y Leocadia +acostaban al padre, él se puso a escribir.</p> + +<p>La luz de la lámpara iluminaba de lleno su rostro cetrino y anguloso: +tenía los ojos grandes, pardos y tercos al mirar; la frente alta, afeada +por cierta depresión hacia las sienes; los labios recios y las facciones +salientes y toscas, como de talla mal labrada. Dábanle aspecto de dureza +el pronunciado ceño, que fruncía involuntariamente, y un viso oscuro que +le quedaba por lo fuerte de la barba, aún recién afeitada. Parecía +hombre sujeto a sensaciones tardías, pero intensas y durables, pronto a +convertir la firmeza en obstinación y la frialdad en violencia. Su +dulzura, cuando la mostrara, debía ser forzada; su ira, sincera: todo +acusaba en él un carácter antes propio de la energía del luchar que para +la complacencia del querer. Su alma, poseída de devoción sombría, debía +sentir mejor el vehemente proselitismo de Pedro Arbúes que el dulce amor +a Dios de Santa Teresa. Su progenie sacerdotal no estaba entre los +mansos de corazón, sino entre aquellos clérigos que imaginaron abrirse +las puertas del cielo con el hacha de combatir moros. Su fervor +religioso tenía asomos de entusiasmo bélico. San Pablo cortando la oreja +al soldado romano por defender a Cristo, o Santiago batallando en +Clavijo, eran a sus ojos mil veces más gloriosos que San Hilario +proscribiendo la fuerza. Unos adoran al Señor, otros pelean por dilatar +su reino en la tierra: Tirso era de éstos. Mientras tuviese la Iglesia +incrédulos que amordazar, fueros que defender o privilegios que exigir, +la vida contemplativa se le antojaba propia de espíritus mezquinos. A +las lecturas místicas, que arroban la imaginación, prefería esas +leyendas de audaces misioneros que son los caballeros andantes de la fe. +Un versículo del Evangelio le agradaba sobre todos; aquél que dice: «<i>No +he venido a traer al mundo la paz, sino la espada</i>.»</p> + +<p class="arriba"><br />A la mañana siguiente se levantó temprano y no salió. Estuvo oyendo a +Leocadia leer periódicos a su padre, y aunque permaneció largo rato con +ellos, no pronunció palabra alguna acerca del objeto de su viaje. Cuando +por la noche estaban doña Manuela y Leocadia acostando a don José, éste +dijo a su hija:</p> + +<p>—¿Suele venir Pepe muy tarde?</p> + +<p>—No: casi siempre antes de las doce.</p> + +<p>—Pues espérale hoy y dile que entre a la alcoba: tengo que hablar con +él.</p> + +<p>Madre e hija adivinaron de lo que se trataba, mas ninguna dio a entender +la sospecha. A todos sorprendía por igual el prolongado silencio de +Tirso. Era realmente extraño que no diese la menor explicación acerca +del viaje. Acaso vino sólo por ver a sus padres, pero no era esto +creíble en quien dejó pasar tantos años sin hacerlo. Una sola conjetura +había que fuese lógica: ¿habría venido a pretender? ¿querría ser +canónigo? ¿tendría quien le apoyara?</p> + +<p>Antes de media noche llegó Pepe, y Leocadia, que le estaba esperando, +entró con él a la alcoba de sus padres, donde doña Manuela dormía +profundamente y don José aguardaba desvelado. Leocadia oyó sin chistar +el corto diálogo que sostuvieron padre e hijo.</p> + +<p>—Pepito, ¿no te choca esto?</p> + +<p>—Mucho, pero no atino con la causa.</p> + +<p>—Es que ni una palabra... ¿a tí tampoco te ha dicho nada?</p> + +<p>—Tampoco.</p> + +<p>—Lleva aquí dos días... No entiendo lo que pueda ser. ¿Qué te parece +que hagamos?</p> + +<p>—Nada, papá. Si habla, oírle; si no, dejar que pase el tiempo. Ya lo +sabremos. ¿Ha venido a casa de sus padres? Bien venido sea. ¿No tiene +confianza con nosotros? Pues no se la arranquemos por fuerza.</p> + +<p>—Está frío, indiferente...</p> + +<p>—No: él debe ser así. No es momento de charlar ni quiero molestarte +ahora. Además, ya sabes lo que pienso: no nos hemos tratado, no nos +conocemos; ¿cómo diablos hemos de querernos como nos queremos ésta y +yo?—Y Leocadia hizo un signo afirmativo con la cabeza.</p> + +<p>—Tienes razón, hijo, pero me repugna que la tengas.</p> + +<p>La luz de una vela que Pepe había dejado en la habitación contigua +iluminaba temblorosamente el cuadro, y en el rostro del viejo aparecía +impresa la curiosa intranquilidad que le preocupaba. Tenía la cama medio +deshecha, porque estuvo moviéndose nerviosamente en ella hasta que vio +entrar a su hijo, y de cuando en cuando dirigía los ojos a su mujer, +como asombrado de que pudiera dormir libre de las mismas dudas y recelos +que él experimentaba.</p> + +<p>—Vaya, a descansar, papá.</p> + +<p>Pepe y Leocadia besaron a su padre como dos niños, y salieron. Al pasar +por delante de la alcoba de Tirso, notaron que roncaba.</p> + +<p>—¿Oyes?—preguntó ella.</p> + +<p>—Sí; escucha, escucha cómo le quita el sueño la emoción de estar en su +casa.</p> + +<p>—Adiós, Pepito, hasta mañana.</p> + +<p>—Abur, monigota, fea.</p> + +<p>—Tonto, pareces un chiquillo.</p> + +<p>—A los pies de Vd., señora; fea, espantosa.</p> + +<p>Durante los días siguientes, Tirso guardó idéntica reserva: no salía, +hablaba de cosas indiferentes, rehuyendo toda conversación sobre su +pasado, esquivando rasgos de intimidad y haciendo como que no oía lo que +le disgustaba. Al comer, se sentaba el último en la mesa, murmurando el +<i>benedicite</i> entre dientes, porque sabía que no habían de rezarlo los +demás, y al ir por la noche a recogerse sacaba del bolsillo el rosario, +yéndose con él en la mano hacia su cuarto.</p> + +<p>El primer domingo que pasó en la casa, madrugó más de lo ordinario y +estuvo en oración largo rato, pero no salió ni a misa. Leocadia, +aprovechando unos instantes en que le vio ir al comedor en busca de un +breviario, llamó a Pepe:</p> + +<p>—Ven, ven y verás lo que ha puesto ese en la alcoba. He entrado a +hacerle la cama, y mira cómo me encuentro esto. Está bonito, ¿verdad?</p> + +<p>Tirso había cubierto los cristales de la ventana que daba al patio con +pedacitos de papeles de colores chillones, casados con muy mal gusto y +formando caprichosas figuras geométricas. La luz del sol, teñida y +desvirtuada por el improvisado trasparente, daba al cuarto una +entonación abigarrada. Aquello parecía la caricatura de una vidriera +gótica. Además, sobre la cabecera del lecho había pegado a la pared con +pan mascado una estampa de un San José muy bonito, con el pelo rizado a +fuego lento, las mejillas sonrosadas y sosteniendo sobre la palma de una +mano un niño en pie, como si le enseñase a hacer títeres, mientras +enarbolaba en la otra un palo con más flores que moño de sevillana. En +la pared de enfrente había puesto un cromo: <i>El último Concilio +Ecuménico</i>, reunión de viejos vestidos de rojo, sentados en semicírculo +como los obispos en el primer acto de <i>La Africana</i>, entre los cuales +resaltaba, por su blanco ropaje, un señor a quien venía a decir secretos +al oído una paloma que entraba por una ventana, semejando estar envuelta +en un rayo de luz. Pepe lo abarcó todo de una sola mirada e hizo un +gesto, entre risa y desprecio, diciendo a su hermana:</p> + +<p>—Pues estos mamarrachos ha debido comprarlos en la salida que hizo el +día que llegó, porque luego no ha puesto los pies en la calle.</p> + +<p>—Indudablemente.</p> + +<p>Por la tarde, mientras don José estaba dormitando, la madre en la cocina +y Pepe vistiéndose para ir a ver a Paz de lejos en paseo, Tirso habló a +su hermana cariñosamente, pero violentándose por parecer sereno.</p> + +<p>—Tampoco hoy habéis ido a misa...</p> + +<p>—He hecho el chocolate para todos, me he peinado y he peinado a mamá, +te he compuesto un descosido en un manteo que había en tu cuarto; +¡Jesús, qué paño tan duro! he barrido el comedor y he bajado por la +compra...</p> + +<p>—Es decir, que aquí todo, absolutamente todo, es antes que Dios.</p> + +<p>De pronto, tomando un periódico que había encima de una silla, leyó el +título: <i>La Libertad Española</i>.</p> + +<p>—¿Qué es esto?—y tocándolo sólo con las puntas de los dedos, como si +temiera ensuciarse, lo dejó caer al suelo murmurando:</p> + +<p>—¡Papeluchos ateos!</p> + +<p>—¡No lo tires, que después lo pide Pepe y arma una marimorena!</p> + +<p>Tirso se metió en su cuarto y Leocadia fue a ayudar a su madre; pero el +cura salió en seguida otra vez al comedor con la faz demudada, y +cogiendo el periódico, lo arrugó con fuerza y, hecho una bola, lo tiró a +un rincón. Como el pasillo era muy corto, Leocadia oyó el crujido del +papel estrujado y volvió corriendo, a tiempo que su hermano tornaba a +encerrarse en su habitación. La muchacha adivinó lo que acababa de +pasar. Tirso contuvo ante ella su enojo al ver el periódico, pero luego, +al quedarse sólo, la ira se sobrepuso a la prudencia.</p> + +<p>La perspectiva de una disputa entre los dos hermanos, que pudiera +agriarse, asustó a Leocadia, pareciéndole lo sucedido una amenaza a la +tranquilidad de la casa. Su buen juicio le decía que era forzoso +ocultárselo a Pepe. Pero, ¿cómo?</p> + +<p>Tras pensarlo mucho, después de haber intentado en vano desarrugar el +periódico con las manos, se lo llevó a la cocina y lo alisó con una +plancha caliente, dejándolo luego donde su hermano lo encontrara, sin +que Tirso lo viese. Al caer la tarde volvió Pepe con Millán, que +acostumbraba a comer allí los domingos, quedándose gran parte de la +noche acompañando a don José, por estar cerca de Leocadia. Hízole el +padre la presentación de su hijo mayor, comieron todos alegremente y de +sobremesa hablaron de política, única conversación que tenía el +privilegio de distraer al pobre viejo, quien a cada instante hallaba +medio de relacionar los sucesos de entonces con los de su juventud, +estableciendo comparaciones entre hombres y épocas distintas.</p> + +<p>Pepe se había puesto a leer <i>La Libertad Española</i>, que pidió a Leocadia +y que ella le trajo sin una sola arruga, con gran sorpresa de Tirso; mas +este permaneció callado, deseoso de escuchar a Millán que, mirando de +vez en cuando a la chica, sostenía el diálogo con don José. Decía el +viejo:</p> + +<p>—Aquí no se hacen más que torpezas; si el partido liberal se divide, +vamos a ver cosas muy tristes.</p> + +<p>—Ya las estamos viendo. ¿Le parece a usted poco el desarrollo que dejan +tomar a la guerra?</p> + +<p>—¡Si hubieran hecho ahora lo que Prim el 69!... Por supuesto que, tarde +o temprano, tendrán que hacerlo: con los convenios no se adelanta nada. +Yo recuerdo que, cuando el de Vergara, en realidad quienes perdimos +fuimos nosotros: luego que el partido liberal aseguró la corona a la +Reina, le trataron como a un negro; a Espartero le arrinconaron en +seguida; a los oficiales carlistas les favorecieron mucho; decían que +todos éramos hermanos, y los nuestros, que se habían batido en invierno +con pantalón de dril... iban a Filipinas o a Fernando Póo en cuanto +parecían sospechosos.</p> + +<p>—Por eso y por cosas análogas hay tantos republicanos en la generación +nueva; porque nos hemos convencido de que no queda otro remedio.</p> + +<p>—Eso es muy peligroso: el pueblo no está preparado.</p> + +<p>—Y como nadie le enseña nada, tiene él que aprenderlo a su costa.</p> + +<p>—Es que hoy no hay virtudes cívicas. Si hubierais conocido vosotros a +Mendizábal, y luego a Olózaga, que ahora está tan caído...: él fue quien +llamó progresistas a los que decían antes <i>exaltados</i>. Siempre ha habido +más entusiasmo liberal que ahora. ¡Si vierais qué indignación se +desencadenó el año 40 contra Toreno y Martínez de la Rosa, porque +pidieron la prórroga del medio diezmo, y aun el diezmo entero y la +primicia! Pues ¡y cuando Espartero no quiso aprobar la famosa Ley de +Ayuntamientos!</p> + +<p>—Entusiasmos estériles, y que muchas veces han sido ahogados en sangre.</p> + +<p>—En eso tenéis razón. Se condenaba a muerte por cualquier cosa. Desde +el fusilamiento de los sesenta compañeros de Manzanares y los +veinticuatro de Alicante, el 8 de Mayo, hasta el de los sargentos del 22 +de Junio, no ha pasado año sin alguna brutalidad semejante: exceptuando +a los Zurbanos, y la muerte de Mariana de Pineda, para quien fue preciso +hacer un garrote nuevo, porque tenía el cuello muy delgadito...</p> + +<p>—A pesar de lo cual—interrumpió Pepe—hay quien mira con buenos ojos a +la Restauración y quien se bate por don Carlos. Si en España quedan +monárquicos, y sobre todo borbónicos, es porque nadie lee historia +contemporánea.</p> + +<p>—En fin, hijos míos, ya sabéis que yo tengo buena memoria: pues bien, +desde Diciembre del 43 hasta la Noche Buena del 44, fueron fusiladas +doscientas catorce personas, la mayor parte por liberales.</p> + +<p>—Tiene Vd. razón, don José; así pagó la corona al partido liberal que, +primero por el padre y luego por la hija, había hecho tantos +sacrificios...</p> + +<p>—Pues si llega a tener espíritu santo la familia—añadió Pepe—nos +quedamos sin una gota de sangre.</p> + +<p>Al oír este chiste impío, Tirso no pudo aguantar más. El elogio a +Mendizábal, la alusión al diezmo y la primicia, el horror a los +fusilamientos de revolucionarios, el espíritu liberal que palpitaba en +la conversación, le hicieron daño; pero aquello de explotar para una +gracia la tercera persona de la Santísima Trinidad, puso el colmo a su +indignación. Entonces, levantándose de su asiento, se acercó al grupo +que formaban Pepe y Millán junto a don José y, puesto delante del +balcón, sobre cuyo hueco claro se destacó su figura negra y espigada, +dijo severamente:</p> + +<p>—¡Parece mentira que hombres de juicio hablen así!</p> + +<p>Millán calló por deferencia a su amigo, y don José porque se arrepintió +de haber dicho tales cosas, dando margen al enojo de Tirso: Pepe, más +fogoso, se encaró con éste y, aunque hablando moderadamente, le repuso:</p> + +<p>—Es natural que tengas simpatías por los partidos reaccionarios; son +los que os protegen; pero, ¿negarás que nosotros no podemos mirar bien +a la Iglesia? Siempre, y renegando de su origen, ha sido enemiga de la +libertad y de la democracia.</p> + +<p>—¡La libertad! ¡la libertad! ¿y para qué sirve? Y ¿qué es la +democracia? el permitir que manden los pillos. ¡La democracia! ¿Cuántas +libras de patatas se compran con eso?</p> + +<p>—¡No! la libertad es lo que os mandó Cristo que predicarais; la +democracia es <i>eso</i> que os ha permitido a vosotros, clérigos y frailes, +nacidos entre los más humildes, escalar los puestos más altos del mundo.</p> + +<p>—Pues Mendizábal fue un ladrón.</p> + +<p>—Esa es una majadería que no tiene nada que ver con lo que hablamos. Y, +mira, no te irrites; pero por lo que me gusta Mendizábal, es por haber +sido quien ha hecho más daño a la Iglesia.</p> + +<p>—¡Callad, hijos míos, callad!—gritó don José:—¿Vais a reñir ahora? Yo +no diré tanto; pero Mendizábal fue un gran hombre. ¡Cuidado si tuvo +mérito sacar la quinta de los 100.000 hombres!</p> + +<p>Tirso hacía inútiles esfuerzos por disimular su disgusto. En vano +afectaba oír en calma aquellas cosas. Su desagrado no era pena, sino +ira, viendo que no se había equivocado cuando, a poco de poner el pie +en la casa, imaginó que allí no había devoción ni creencias.</p> + +<p>Su padre era un progresista ridículo, que se entusiasmaba hablando de +Espartero; su hermano un demagogo ateo, de los que hacen burla de Dios y +la Divina Providencia; su madre una pobre señora, a quien se le figuraba +ser santa porque era hacendosa, y Leocadia una chicuela presumida, que +se pasaba la mañana embandolinándose el pelo. Allí nadie iba a misa, ni +ayunaba, ni rezaba; no había bula, se comía carne los viernes y el padre +toleraba los chistes impíos de Pepe. Estuvo a punto de descargar su +indignación en apóstrofes violentos, de los que tantas veces oyó a los +señores que frecuentaban la casa de don Tadeo; pero se limitó a mirar a +su hermano con lástima, diciéndole:</p> + +<p>—¡Parecéis judíos!</p> + +<p>No concebía mayor insulto.</p> + +<p>Las mujeres se miraron al oír las últimas palabras del diálogo, dichas +ásperamente, sorprendiéndoles la novedad de que allí se riñese por cosas +de política; Millán fue a ponerse al lado de Leocadia; don José calló, +tratando de hallar medio de variar la conversación, y Tirso permaneció +de pie ante el balcón, como desafiándoles a todos y dispuesto a +reanudar la disputa. Su figura resultaba arrogante: más parecía soldado +pronto a pelear, que hombre ansioso de convencer Al cabo de un rato, +como paladín que ha esperado en vano a su adversario, salió +tranquilamente del comedor. Pepe y Millán se fueron a dar una vuelta por +las calles. En el portal, aquél preguntó a éste, aludiendo a la escena +pasada:</p> + +<p>—¿Has oído?</p> + +<p>—Vais a tener muchos disgustos.</p> + +<p>—¿Creerás que esta es la hora en que no sabemos a qué ha venido?</p> + +<p>—¿Tenía él en el pueblo relaciones con gente carlista?</p> + +<p>—¿Por qué lo preguntas?</p> + +<p>—Mucho cuidado... no sea que haya venido con algún encargo. Ahora se +revuelven mucho. A ver si os da un susto la policía. Para tu padre sería +una impresión desastrosa.</p> + +<p class="arriba"><br />A la tarde siguiente se presentó en la casa un caballero de aspecto muy +respetable, preguntando por Tirso. Leocadia le acompañó hasta el comedor +y avisó a su hermano; pero éste, apenas oyó el nombre del recién +llegado, se le llevó a su cuarto, permaneciendo largo rato encerrado con +él. La visita fue larga, y Tirso despidió al desconocido con grandes +muestras de respeto.</p> + +<p>A partir de aquella entrevista, el cura salió a la calle casi todas las +noches, pero sin decir nunca dónde ni a qué iba.</p> + + + +<h3><a name="XIV" id="XIV"></a>XIV</h3> + + +<p>Menudeaban tanto por aquel tiempo los presbíteros que, fugados de sus +curatos, aparecían luego como cabecillas en el campo o eran sorprendidos +en las ciudades sirviendo de auxiliares y emisarios cerca de las juntas +del partido faccioso, que nada tenía de absurdo la sospecha de Millán: +justificábala, además, el empeño de Tirso en callar el objeto de su +viaje. ¿No podían haber convertido el fanatismo de aquel hombre en +instrumento suyo las mismas gentes que le hicieron clérigo a espaldas de +sus padres? La probabilidad de que en el momento menos pensado se +presentara la policía en la casa buscando a su hermano, asustó a Pepe, +temeroso de la impresión que tal lance pudiera causar en el ánimo del +pobre viejo. Respecto a que Tirso diese margen a disgustos de otra +índole, por proponerse la <i>conversión</i> de la familia o emprender campaña +para despertar su fervor religioso, nada receló: antes era de temer, +según el carácter que el cura demostraba, algún rasgo de intolerancia, +exceso de celo o frase áspera que turbara la tranquilidad del hogar, +porque la falsa circunspección que Tirso observaba oyendo comentar +noticias de la guerra se parecía mucho al disimulo.</p> + +<p>Desde el día de la disputa en que llamó ladrón a Mendizábal, hacía la +vista gorda tocante al indiferentismo religioso que le rodeaba; pero +claramente se notaba que en él no era todo prudencia, sino falta de +arrojo. Pepe, deseoso de no dar pábulo a la irritabilidad de su hermano, +se abstenía de chistes impíos y frases burlescas, aunque a veces se le +venían a los labios, oyéndole desplegar ingenuamente la más arraigada +superstición; de suerte que ambos comenzaron a fingir cierto +comedimiento, a pesar del cual Pepe comprendía que la situación no era +para prolongada y que la menor cosa que proporcionase a Tirso ocasión de +mostrar su enojo bastaría a desencadenar una tormenta. Por su parte, el +cura iba convenciéndose de que había venido a ser entre sus padres y +hermanos como árbol trasplantado de pronto a distinta tierra de la en +que nació. Difícil era que él arraigase allí ni pudiera vivir en paz con +los suyos. Si fueran tibios en la devoción o sólo tardos en cumplir las +prácticas religiosas, aún habría remedio; pero no se trataba de gente en +cuyo pecho se hubiera amortiguado la fe, sino de individuos que, a +juzgar por lo que Tirso veía, no la sintieron nunca. El padre carecía de +creencias, tal vez a consecuencia de su simpatía hacia aquel partido +progresista que siempre mintió respeto a la religión, sin ocultar mala +voluntad al clero; Leocadia y doña Manuela eran mujeres mal dirigidas, o +mejor dicho, descuidadas. En cuanto a Pepe, su incredulidad, su +alejamiento de todo lo divino y sagrado resultaban más graves, por ser +fruto, no del olvido de las santas verdades, sino de un profundo +desprecio de ellas: le empujaban al descreimiento las corrientes de la +época, los estudios modernos, la atmósfera cortesana y una indudable +predisposición personal. En esto no se equivocó Tirso: los padres y la +hermana se ofrecieron a su observación como realmente eran: +indiferentes; Pepe, como un impenitente convencido con quien la lucha +había de ser más trabajosa, porque la lucha era inevitable. No vino él +al hogar con ánimo de provocarla, mas tampoco le parecía razonable ni +conforme a su ministerio mirar en calma aquel estado de honda +perturbación que le hizo prorrumpir en un momento de ira: «parecéis +judíos.» Su entusiasmo religioso era sincero: la conciencia le dijo que, +si los azares de la vida le hubiesen colocado junto a gentes extrañas, +empecatadas como sus padres y hermanos, habría puesto tenaz empeño en +convertirlas, y que mal podía contemplar fríamente la perdición de su +propia viña. Cuando resolvió su viaje a la corte, no imaginó tener que +consagrarse a esta obra: otros eran sus propósitos y él solo los sabía; +mas ya que la Providencia le mostraba la mala yerba en su camino, debía +arrancarla, aunque fuera al paso y sin distraerse de su objeto +principal. ¡Deber juntamente grato y penoso el salvar a sus padres y +hermanos de la condenación eterna! Algo análogo leyó en sus libros +devotos, pero no tan en grande. Tal santo convirtió a su cónyuge, otro a +su padre, alguno a su hermano: él tenía que habérselas con toda su +familia, en la cual antes jamás pensó, de la que vivió apartado +voluntariamente, pero que de pronto se le antojaba rebaño disperso al +borde de un abismo, y al cual había de guiar hasta recogerlo en el +redil bendito de la Iglesia. Trájole a la corte el servir a empresa más +alta, por tratarse de la patria entera y no de unos cuantos individuos; +mas ya que Dios ponía la llaga al alcance de sus manos y la herida +estaba como en su mismo cuerpo, justo era que la sanara.</p> + +<p>Comenzó en esto a agravarse la enfermedad del padre, fueron precisos +mayores gastos, vinieron para la familia días tristes y afligiose +sobremanera doña Manuela; por todo lo cual determinó Tirso empezar a +cumplir su propósito, imaginando que en medio de la tribulación es +cuando más fácilmente se avasallan los corazones. Su madre y su hermana +fueron las primeras a quienes pensó atraerse. No alcanzó a más su +sagacidad, y aun esto le repugnó sobremanera, pues toda tardanza se le +antojaba complicidad en el mal y todo fingimiento le parecía indigno del +noble fin a que enderezó la voluntad. Era fogoso, arriscado; mas +adivinando en su hermano un terrible adversario, comprendió que las +circunstancias ponían trabas a su celo. Hubiera preferido combatir cara +a cara los obstáculos, congregar repentinamente la familia y convencerla +de su error; pero no se aventuró a tanto y, mal de su grado, como no +pudo ser violento, se hizo astuto: soñó con desempeñar papel de apóstol +batallador, y hubo de limitarse a obrar como jesuita de novela, pero de +buena fe, con limpia intención, seguro de poner el ánimo en una empresa +honrada.</p> + +<p>Resuelto a extirpar la impiedad que se había enseñoreado de su casa, no +quiso demorarlo, y una mañana, como observase que doña Manuela estaba +desdoblando el mantón para ir a comprar unos medicamentos, se anticipó a +ella y la esperó en una esquina próxima: luego la fue siguiendo por la +calle Imperial abajo, y cuando iba a entrar en una botica de la de +Toledo, la llamó de cerca:</p> + +<p>—¡Madre, madre!</p> + +<p>—Hijo, ¿cómo tú por aquí?</p> + +<p>—Quiero hablar con Vd. ¿Tiene Vd. que esperar en la botica?</p> + +<p>—Un ratito.</p> + +<p>—Pues vamos primero por las drogas; luego aguardaremos juntos, y le +diré a usted lo que deseo.</p> + +<p>Tirso hablaba con acento severo: su madre le oía con una curiosidad +mezclada de temor.</p> + +<p>—Pero hombre, ¿qué es ello? ¿Pasa algo malo en casa?</p> + +<p>—No: ¡si he salido yo casi al mismo tiempo que Vd.! Nada ocurre; pero +quiero que hablemos.</p> + +<p>Entró doña Manuela en la botica, esperola él a la puerta, y apenas la +vio salir, continuó de este modo, mientras ella le seguía dócilmente:</p> + +<p>—Vámonos ahí al lado, al pórtico de San Isidro.—Y subieron las +escaleras de la iglesia.</p> + +<p>—Mire Vd., madre, yo no quiero callarme: estoy disgustadísimo. Desde +que llegué a Madrid tengo el alma llena de tristeza...</p> + +<p>—Lo comprendo, hijo: nuestra situación no es para menos. ¡Si vieras la +crujía que hemos pasado!... ¡Y lo que queda!...</p> + +<p>—No es nada de eso.</p> + +<p>—Pues no te entiendo.</p> + +<p>—Ahora me comprenderá Vd. Mi obligación era decir a mi padre lo que voy +a decirle a Vd., pero creo que con Vd. me entenderé mejor: además, su +carácter y su estado... Más adelante veré lo que he de hacer.</p> + +<p>—¿Carácter, dices? ¡Si el pobre no molesta a nadie ni se enfada +nunca!...</p> + +<p>—Quizá por esa bondad tengamos mucho que llorar.</p> + +<p>—¡Explícate, por Dios, hijo mío!</p> + +<p>—Sí, madre; mucho que llorar y que sentir. Vaya, clarito; en casa no +hay religión, y donde falta la religión todo está perdido. Así les +castiga a ustedes Dios.</p> + +<p>—¡Castigarnos Dios!</p> + +<p>—¡Le parecen a Vd. pocas penas esa enfermedad, esa escasez, esos +sufrimientos!...</p> + +<p>—¿Y qué le hemos de hacer? Todos trabajamos. ¿No has visto la vida que +llevan tus hermanos y lo que yo me afano?</p> + +<p>—¡Pregunta Vd. lo que pueden hacer! ¡Parece mentira! Es imposible que +Dios ayude a ustedes.</p> + +<p>En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de +los ojos acusaba una resolución enérgica.</p> + +<p>—No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay +religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima +pensarlo. Desde hace cerca de un mes que estoy en Madrid, ¡cuántas cosas +tristes he visto! ¡Ni una oración, ni un acto de piedad! Comprendo que +padre no vaya a misa, aunque bien pudiera sustituirla con algunos actos +de recogimiento y penitencia; pero, ¿y Vd.? ¿y Leocadia? ¿y Pepe? ¡Vivís +como herejes! Lo confieso, madre; he dudado mucho antes de dar este +paso, pero mi deber es antes que todo. ¿No siente usted miedo... +vergüenza por vivir así?</p> + +<p>—Y ¿qué quieres que haga? Yo no mando... yo cuido de la casa... y nada +más: la limpieza... trabajar y más trabajar... ¡qué sé yo!</p> + +<p>—¡Limpieza y trabajo! ¡Con eso piensa usted que ha cumplido! Cuando el +Señor la lleve de este mundo, que la llevará... desgraciadamente, ¿se +salvará Vd. con haber tenido aseada la casa? ¡La casa limpia y el alma +negra por el pecado! ¡Toda la pulcritud para uno mismo, todo el trabajo +para lo propio, y ni una visita a la casa de Dios, ni un pensamiento +para su divina Madre! ¡Da ira el verlo!</p> + +<p>Doña Manuela oía en silencio, sobrecogida con aquel inesperado disgusto, +que aun para su escasa inteligencia era señal de otros mayores. La +vehemencia de Tirso llegó a exacerbarse tanto, que la pobre vieja no +pudo menos de decirle, casi con enojo:</p> + +<p>—¡Hijo, no manotees, que nos ve la gente!</p> + +<p>Él estaba ya poseído de su papel, y no hacía caso.</p> + +<p>—¡Aquí no hay hijo! No hay sino un sacerdote que ha visto esa lepra +asquerosa del ateismo y quiere curarla. ¿Lo oye Vd., madre? Si Vd. no me +ayuda, lo haré yo solo... lo intentaré yo solo; y si no puedo lograrlo, +se lo diré a todos ustedes, cara a cara, sacudiré en la puerta el polvo +de mis zapatos, como los patriarcas de Israel cuando salían de la casa +de los impíos, y no volverán ustedes a verme nunca.</p> + +<p>—Y del escándalo y del disgusto se morirá tu padre.</p> + +<p>—¿Qué más muerte que la que tenemos encima? El corazón cerrado a la +piedad... ¡Si basta entrar allí para convencerse!... Estampas de reos +liberales en las paredes, periódicos perversos de los que venden por las +calles, comedias o noveluchas que lleva ese Millán de la imprenta y que +permitís leer a Leocadia, libros malos... y en toda la casa no hay una +imagen de la Virgen ni una cruz de palo...</p> + +<p>—Yo no mando...</p> + +<p>—Pues es necesario que mande Vd. A falta de padre, y estamos como si +faltara, usted es quien debe gobernar: yo la ayudaré... y elija Vd., +madre: poner remedio al mal, o dejar que lo remedie yo solo, contra mi +padre, contra Pepe, contra todos.</p> + +<p>—¡No, hijo de mi alma, por Dios, eso no, a Pepe no le hables de estas +cosas!</p> + +<p>—¡Ah! ¿Tiene Vd. miedo? Pues yo no.</p> + +<p>Hablaban en voz baja, solos en un rincón del atrio de la iglesia, +mientras les miraba curiosamente una mujer que en la escalinata vendía +estampas, caras de Dios con marco de estaño, chufas, majuelas y +<i>torraos</i>. Tirso intimidaba a su madre accionando con ademanes +descompuestos: ella, ya ansiosa de cortar el diálogo, miraba +alternativamente hacia el suelo y hacia la acera opuesta, donde estaba +la botica. Las acusaciones de impiedad no la hicieron en un principio +gran efecto; pero cuando Tirso las presentó como causa de los males +sufridos y promesa de castigos eternos, su debilidad mujeril cedió al +empuje del creyente. Lo que peor la sentó, fue la amenaza de que +hablaría con Pepe.</p> + +<p>Guardaron silencio unos instantes: él, dudoso del éxito de su empresa; +ella, turbada, deseosa de sustraerse al influjo violento de aquel hijo +que, para sojuzgarla mejor, acababa de decirla: «no soy sino sacerdote.»</p> + +<p>—¿Vamos a la botica?—se atrevió por fin a preguntar la madre.</p> + +<p>—Espere Vd.; no quiero que nos separemos así. Tiene Vd. que prometerme +antes su auxilio. ¿Trabajará Vd. conmigo para que seamos todos +cristianos, o me entiendo yo con Pepe y con mi padre? ¿Imagina usted +vivir santamente no haciendo daño al prójimo? ¡Qué ceguedad! ¿Y Vd. +misma? ¿Y su salvación? Rece Vd., madre, esto es lo primero, y Dios la +iluminará y borrará de su alma esa apatía; venga Vd. a misa, y a poco +que despierten los buenos sentimientos, cesará Vd. de reír las bufonadas +sacrílegas de mi hermano, y arderá Vd. en deseo de auxiliarme. ¿Lo +promete Vd.?</p> + +<p>—Sí, hijo—contestó azorada—pero a Pepe no le cuentes nada de esto.</p> + +<p>—¡Ya comprendía yo que él es quien tiene la culpa de lo que ocurre! +Quedamos en que Vd. es mía, es decir, de Dios; si no, me marcharé para +siempre, después de declarar francamente ante todos que no quiero vivir +entre judíos.</p> + +<p>Bajaron lentamente las escaleras del atrio, esperó Tirso a la puerta de +la botica y, al ver salir a su madre con un frasquito en la mano, dijo:</p> + +<p>—¡Tanto esmero, tanta solicitud para buscar remedio a los males del +cuerpo, que no importan nada, y ni un pensamiento para la salud del +alma! Acuérdese Vd. de lo que acabamos de hablar.</p> + +<p>En seguida se separó de ella, dejándola confusa y asustada, como mujer a +quien acaban de sorprender cometiendo un delito. El pecado, la +condenación, la impiedad, habían sonado en sus oídos a modo de palabras +vacías de sentido; las amonestaciones de un Bossuet no hubiesen +ejercido en ella más imperio. Lo que la dejó amilanada fue la amenaza de +hablar a su marido y a Pepe, segura de que la menor reconvención de +Tirso provocaría una escena agria, quizá un rompimiento y un disgusto +gravísimo. ¿Qué podía hacer ella para evitarlo? Nada. Sentía impulsos de +contarlo todo al llegar a casa; pero, ¿y luego? Don José tal vez cediese +en algo, por agradar al hijo de cuya presencia vivió privado tantos +años; más, ¿qué haría Pepe viendo que sus mimos, sus cuidados, sus +trabajos por evitar toda desazón a su padre quedaban esterilizados con +la ingerencia de Tirso en la vida de la casa? No era doña Manuela capaz +de analizar el conflicto, ni su voluntad fuerte para arrostrarlo. La +poca energía de su alma la aplicó toda a entrar en casa con los ojos +secos.</p> + +<p class="arriba"><br />Llegado el domingo, Tirso salió muy de mañana; Leocadia, después de +disponer los desayunos, ayudó a levantar a su padre y, cuando tuvo que +sentarle en la butaca, llamó a Pepe, que se estaba vistiendo para ir a +ver a Paz.</p> + +<p>—¡Pepe, Pepe!—gritaba desde la alcoba de don José—ven, que sola no +puedo poner a papá en el sillón.</p> + +<p>Acudió él en mangas de camisa, besó a su padre, que esperaba apoyado en +el borde de la cama y, levantándole vigorosamente, le acomodó en la +butaca: entre él y Leocadia le empujaron luego hasta el comedor, y le +sirvieron el chocolate con buñuelos, que todos los domingos tempranito +llevaba Pateta de casa de su protector.</p> + +<p>Cuando Pepe fue a concluir de vestirse, preguntó a su hermana:</p> + +<p>—¿Y mamá?</p> + +<p>—En misa.</p> + +<p>—¿En misa?—repitió Pepe, sorprendido, pero sin mostrar enfado.</p> + +<p>—Sí, como está aquí Tirso, ¿comprendes? será por no disgustarle.</p> + +<p>—Eso debe de ser.</p> + +<p>No añadió una palabra, mas no le pasó inadvertida la novedad. La madre +había ido a misa. ¿Sería realmente sólo por deferencia a su hijo, o +habría habido por parte de éste alguna instigación? Ambas cosas eran +creíbles. «Si lo primero—pensaba Pepe—nada hay en ello de particular: +si lo segundo, malo será que mi hermano empiece así, poquito a poco, y +acabe pretendiendo que nos hundamos la tabla del pecho a puñetazos. Sea +lo que fuere, no estoy desprevenido: ello dirá.»</p> + + + +<h3><a name="XV" id="XV"></a>XV</h3> + + +<p>Doña Manuela era incapaz de aquilatar la importancia que tenía aquella +brusca ingerencia de su hijo mayor en la vida de la casa, pero se +acobardó ante la idea de que entre ambos hermanos pudieran surgir +desavenencias graves que desazonaran al padre. En cuanto a poner +remedio, sólo se le ocurrió impedir toda explicación entre Tirso y Pepe. +Para esto era forzoso prestar asentimiento a los deseos de aquél, ir a +misa, someterse a prácticas devotas y ceder a su voluntad, como antes +había cedido y se había plegado a la carencia de espíritu religioso que +siempre demostraron el marido y el hijo menor. Doblegóse, pues, deseosa +de evitar contrariedades, y su primer acto de sumisión fue ir a misa el +domingo siguiente. Al volver de la iglesia, Tirso la recibió con una +cariñosísima sonrisa y ella consideró pagada su molestia; porque tal le +pareció, sobre madrugar más de lo ordinario, vestirse algo mejor que de +costumbre, abandonar los cuidados de la casa y pasar media hora en el +templo rezando <i>Ave Marías</i> y <i>Padres nuestros</i>, que tenía casi +olvidados. Algún recelo abrigó de que Pepe la hiciese burla; mas nada +dijo éste que hiciese sospechar desagrado: en cambio Tirso, aunque con +gesto bondadoso, la preguntó:</p> + +<p>—¿Por qué no ha llevado Vd. a Leocadia?</p> + +<p>—¿Y quién había de hacer las cosas de la casa?</p> + +<p>—Todo se debe dejar para después de cumplir con el Señor.</p> + +<p>Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso +levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los +cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y +aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la +visita del novio, si se le ocurría venir temprano. Lo grave era que, el +callar doña Manuela a su hijo el clérigo esta última consideración, era +ya prueba de excesiva docilidad.</p> + +<p>Pepe aguardó impaciente hasta el miércoles de aquella semana, que era +día festivo, y mientras se vestía estuvo en su cuarto atento a los +ruidos que escuchaba, deseoso de colegir, por el rumor de los pasos y el +abrir y cerrar de puertas, si iría también a misa su madre. No le duró +mucho la incertidumbre: su hermana le llamó presto para levantar a don +José; y como éste le preguntara por la madre, Leocadia dijo que había +ido a la iglesia.</p> + +<p>—Aunque me lo ocultéis—repuso Pepe—veo que aquí anda la mano de +Tirso.</p> + +<p>—No sé, pero, hazte cargo; estando él aquí, parece feo que nadie oiga +misa.</p> + +<p>—Eres lista y comprenderás mi temor. Sabes que en estas cuestiones hace +entre nosotros cada uno lo que quiere. Papá y yo no creemos en ciertas +cosas, y nunca hemos <i>practicado</i>, como dicen los devotos: vosotras no +lo habéis hecho porque no habéis querido, pero nadie os ha obligado a +ser <i>judías</i>.</p> + +<p>—¡Hombre, judías no somos!</p> + +<p>—Bueno; supongamos que ahora os da por ahí, en esto no me meto. Lo +triste sería que las advertencias, los consejos, acaso las amenazas de +Tirso, lograran que cayeseis en exageraciones: en cuanto a papá, y a mí, +no hay quien nos haga, por ejemplo, ayunar, comer de viernes, ni cometer +tonterías por el estilo.</p> + +<p>—No creo que se meta en eso.</p> + +<p>—Conviene precaverlo todo. Si esto ha sido cosa de Tirso y ha empezado +por hacerla ir a misa, luego querrá que confiese, vele al Santísimo y +vaya a las Cuarenta Horas, con todo lo cual verás cómo anda la casa y +se descuida el atender a papá.</p> + +<p>—Ya estás creyendo que se nos ha entrado la Inquisición por la puerta.</p> + +<p>—Milagro será que no pretenda hacernos a todos beatos.</p> + +<p>En aquel momento sonó la campanilla y Leocadia corrió a abrir. Era doña +Manuela, que al hallarse frente a Pepe se sintió inmutada.</p> + +<p>—¿De qué color era la casulla?—le preguntó él bromeando.—¿Y por qué +te quedas así, mamá? ¡Ni que fuera yo un guardia civil!</p> + +<p>—¡Como tienes esas ideas!</p> + +<p>—No vayas a pensar que me enfado: ni tengo derecho, ni hay por qué. +Pero sentiría, si anda en ello la mano de Tirso, que acabe por sorberte +el seso y te convierta en una de esas devotas que se comen los santos.</p> + +<p>—Tanto, no; pero un poco de religión, no viene mal.</p> + +<p>—¿Como de cuando en cuando una purga?</p> + +<p>—Que te oiga tu hermano, y disputa al canto.</p> + +<p>—Tienes razón: más vale que no me oiga, porque acabaríamos riñendo.</p> + +<p>—Mira, hijo, no tengamos algún disgusto por vosotros.</p> + +<p>—Por mí, no, mamá; puedes estar segura. Con tal que él no extreme las +cosas y pretenda que nos demos duchas de agua de Lourdes.</p> + +<p>—¡Te advierto que a mí no me ha dicho nada! He ido a misa porque, +estando aquí él, me parecía feo...</p> + +<p>Esta disculpa no exigida, ni siquiera rogada, fue para Pepe un rayo de +luz: ya no le cupo duda de que las idas a la iglesia eran obra del otro. +Propúsose desde entonces tener mucha paciencia, observar, exagerando la +prudencia, y prepararse a contrarrestar enérgicamente el influjo de su +hermano cuando fuese necesario. ¿Qué determinaría esta necesidad? No era +fácil adivinarlo. Si los manejos de Tirso quedaban reducidos a +imposición de misas y rosarios, el caso no valdría la pena de intervenir +en ello: lo malo sería que lentamente, sorbida la madre por la devoción, +pretendiera luego variar la vida de la casa, que llevase a mal las ideas +de su marido, que surgieran las exigencias, la intolerancia, el enojo +por la falta de piedad y cuanto el fanatismo religioso trae consigo. +Pepe sabía que la religión es, con respecto del incrédulo, lo que la +seducción respecto a la mujer: el primer favor, la primera +condescendencia, es prenda de vencimiento inevitable. Hasta dónde puede +llegar el triunfo, nadie lo sabe; que así como la virtud, rendida por la +pasión, pierde su albedrío, así el alma, avasallada por la fe, reniega +de su propio criterio. Y como el de doña Manuela era escaso, y Pepe, a +pesar del cariño que la profesaba, no lo desconocía, si el fanatismo se +enseñoreaba de su espíritu, aquel hogar, siempre tranquilo, se trocaría +de pronto en una sucursal del infierno. «Es natural—pensó tratando de +bucear en la intención de su hermano—con papá y conmigo no se atreve: +si emprende campaña para <i>moralizarnos</i>, procurará primero conquistarlas +a ellas. Que las haga rezar cuanto quiera; por mí, hasta que chupen las +cuentas del rosario, pero armar aquí peleas por defender a los curas +trabucaires, malgastar dinero en novenas y desatender a papá por vestir +al niño Jesús, lo que es eso... ¡de ningún modo!»</p> + +<p>Trascurrieron unas cuantas semanas sin que la situación variase +notablemente, pero sin que a Pepe le pasara inadvertido el menor detalle +de lo que ocurría. Las novedades más salientes fueron poner la madre los +viernes un pucherito aparte para Tirso, que no quería comer <i>de carne</i>; +colocar a la cabecera de la cama de matrimonio una cruz de madera; +detenerse los domingos en misa un ratito más que los primeros días, y +comprar un devocionario impreso en caracteres gruesos, propios para +persona a quien los años han fatigado la vista. Además, Leocadia comenzó +también a ir a la iglesia y ambas dieron en repetir la oración que decía +Tirso antes de las comidas.—«¿Dónde diablos habrán aprendido este +rezo?»—se preguntaba Pepe.</p> + +<p>Poco le duró la duda. Una mañana, buscando unas tijeras en el costurero +de su hermana, halló en él, entre los hilos y cintas, un librito, en +cuya portada se leía este título: <i>Oraciones nuevas para todos los actos +de la vida, que son otros tantos escudos contra las malas tentaciones</i>. +Lo abrió sonriendo, y vio era el más completo repertorio de peticiones y +acciones de gracias que imaginarse puede. Habíalas, hechas como de +encargo, para antes y después de comer, para las horas del sueño y el +trabajo, y hasta para torpes casos a que no sospechó Pepe pudieran estar +sujetas su madre y hermana, como uno que llevaba este epígrafe: <i>Para +cuando sintamos deseos lascivos</i>.</p> + +<p>Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos, +el siguiente:</p> + +<p>«Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las +tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus +mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el +inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes +para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por Él +premiadas y bendecidas. No hay paz en la casa del impío, ni es justo el +que tolera impíos a su lado. Cuanto con mayor vínculo estemos unidos al +impío, más imperioso es el deber de convertirle, hasta humillándole, si +es preciso. Mejor es quedar mal con nuestros padres de la tierra, que +perder el amor del Padre que está en los cielos. Acordémonos, hermanos +míos, del glorioso San Agustín, que decía: <i>Ni mi madre ni las amas que +me criaron se llenaban a sí mismas los pechos de leche, sino que vos, +Dios mío, erais quien se los llenaba</i>. Bueno es el amor a los padres, +pero mejor es el temor de Dios, y no le teme quien soporta a su lado +padres ateos, hijos herejes, criados blasfemos o amigos descreídos. Con +hierro ardiendo se cauteriza la mordedura del perro hidrófobo: con el +divino fuego de la fe debe quemarse el miembro podrido en la familia +donde lo hubiere.»</p> + +<p>—¡Qué brutos!—exclamó Pepe sin leer más, y dejando el librito donde +estaba.</p> + +<p>Aquella noche Pepe y Millán, terminado su trabajo, salieron juntos de la +imprenta.</p> + +<p>Las calles de los barrios bajos estaban solitarias y sombrías: apenas de +cuando en cuando encontraban los dos amigos una pareja enamorada, que +iba acortando el paso por prolongar el diálogo, algún sereno sentado en +el escalón de un portal, o un mancebo de tienda de comestibles con la +puerta entreabierta en espera del matute. El aire, gratamente fresco, +parecía limpiar de impurezas el ambiente; y, a ratos, el rodar de un +coche interrumpía el silencio, perdiéndose luego rápidamente el ruido en +la distancia. Millán iba callado: Pepe, a más de silencioso, triste y +pensativo, como ensimismado.</p> + +<p>—¿Te pasa algo? Parece que te han dado cañazo—le dijo Millán.</p> + +<p>—Estoy de muy mal humor.</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—A tí te lo puedo decir.</p> + +<p>—¿Necesitas dinero? ¿Quieres la semana o el mes adelantado?</p> + +<p>—No; muchas gracias, chico. En esto el dinero no puede nada.</p> + +<p>—¿Estás de monos con la <i>señorita</i>? Temo que el noviazgo ese te va a +dar mucho que sentir.</p> + +<p>—Te equivocas: Paz está conmigo más cariñosa que nunca; parece que hay +así como un recrudecimiento en su cariño, y por cierto no sé a qué +atribuirlo... no me lo puedo explicar.</p> + +<p>—Entonces, ¿qué tienes?</p> + +<p>—Lo de mi casa.</p> + +<p>—Tu hermano...</p> + +<p>—Sí: aquello va tomando mal aspecto.</p> + +<p>Pepe puso a su amigo al corriente de todo, explicándole cómo Tirso había +logrado que doña Manuela y Leocadia fueran a misa, que recitaran con él +las oraciones a la hora de comer, la compra del devocionario y el +hallazgo del librito, sin omitir el piadoso espíritu que avaloraba sus +páginas, y terminó preguntando con acento irritado:</p> + +<p>—¿Qué te parece?</p> + +<p>—Lo primero, debes tener mucha cachaza y muy mala intención. Esos no +son más que síntomas; pero tienes que andarte con cuidado.</p> + +<p>—Tirso me dirige la palabra lo menos que puede: no sé de qué modo se +las compone; pero lo arregla de suerte que, cuando yo entro, él sale, y +viceversa; me habla poco, con cortesía, y sin entrar nunca en +conversación larga. Con papá hace casi lo mismo: a mamá y a Leo es a +quienes él quiere ser simpático.</p> + +<p>—Lo de siempre: apoderarse de las mujeres para hacer guerra a los +hombres.</p> + +<p>—Temo que no te falte razón.</p> + +<p>—Pues chico, mucho ánimo, y a evitar lo que pueda sobrevenir. Estás +expuesto a que se convierta la casa en un reñidero de gallos.</p> + +<p>—¡Primero le tiro por la ventana!</p> + +<p>—Créeme; nada de violencia. Lo que debes evitar, ante todo, es que tu +padre sufra las consecuencias; y figúrate la pena que le ocasionarías +disputando con Tirso.</p> + +<p>—Entonces, ¿voy a cruzarme de brazos?</p> + +<p>—No: debes reflexionar mucho lo que hagas; y... vaya, chico, no pensaba +contarte nada; pero ya que hablamos de esto, allá va: estoy seguro de +que te harás cargo de mi situación.</p> + +<p>Calló Millán un instante, como dudando si decidirse a hablar, y viendo +reflejada la impaciencia en el rostro de Pepe, continuó de este modo:</p> + +<p>—Me parece que no vuelvo a poner los pies en tu casa, al menos por +ahora.</p> + +<p>—¿Por qué, si allí nadie te ha ofendido?</p> + +<p>—Vamos por partes. No es nueva para tí la noticia de que yo quiero a tu +hermana.</p> + +<p>—Y que mis padres y yo nunca lo hemos llevado a mal. Nuestra +situación...</p> + +<p>—No se trata ahora de eso: sé como vivís, y no me ofenderás suponiendo +que yo me haya podido fijar en si tenéis o no tenéis. Leocadia, puedo +decirlo sin vanagloriarme... yo la quiero, ¿eh? pero ella, vamos, me +parece a mí que también daba señales de quererme; y digo <i>daba</i>...</p> + +<p>—Tú me decías que si estaba yo de monos con la otra, y ahora resulta... +Esas son cosas vuestras. A tí y a ella os sé de memoria: total, cuatro +días de enfado. Ninguno de vosotros es capaz de portarse mal... y si +reñís... ¿yo qué le voy a hacer?</p> + +<p>—Escucha y ten calma. Mucho me equivoco, o lo que me sucede está +relacionado con tu hermano.</p> + +<p>Pepe, al oír esto, se paró en medio de la acera, mirando a su amigo con +la mayor curiosidad.</p> + +<p>—Sí, con tu señor hermano. Leocadia no se muestra conmigo igual que +antes, ni tan expresiva, ni tan cariñosa... ha variado mucho, y la +mudanza coincide con la llegada de Tirso, mejor dicho, con las idas de +tu madre a misa. En una palabra, temo que, así como ha influido en doña +Manuela para que rece, trata de conseguir que tu hermana no me quiera... +Le seré antipático... ¡qué sé yo por qué!</p> + +<p>—Eso a él ¿qué le importa? ¿Y por qué has de serle antipático?</p> + +<p>—¡Pareces bobo! ¿No me ha oído hablar? ¿No sabe que pienso como tú y tu +padre? ¿No viste la cara que puso el día de la discusión sobre las +iluminaciones origen de las pedreas a los retratos del Papa? Me parece +que siendo cura, y con su vehemencia, tiene bastante. Lo menos creerá +que la chica está en amores con Pedro Botero el de las calderas.</p> + +<p>—¿Supones que ha hablado a Leo en contra tuya?</p> + +<p>—No lo sospecho: estoy seguro, como si lo hubiese oído.</p> + +<p>—¿Y te fundas?...</p> + +<p>—Un libro te ha puesto de mal humor: otro me ha hecho a mí comprender +lo que sucede. Ya sabes que tu hermana siempre me está pidiendo libros +que leer; y que yo la llevo novelas; a una mujer no le vamos a dar la +colección legislativa. Pues bien; el domingo pasado, al devolverme el +penúltimo tomo de <i>Nuestra Señora de París</i> y otro de <i>Ivanhoe</i>, me +dijo:—«No me traigas más, Millán; ahora no puedo distraerme, tengo +mucho que trabajar.»</p> + +<p>—No es verdad: hace dos semanas que no le dan labor.</p> + +<p>—Por eso advertí lo que ocurría. Al poco rato, tu padre, sin saber que +Leocadia se resistía a que yo la llevara lo que faltaba de <i>Nuestra +Señora</i>, me dijo delante de tu hermana que no tenía trabajo, y ella se +marchó del comedor en seguida. Cuando nos despedimos en el pasillo la +pregunté a qué obedecía aquello y respondió con evasivas. En esto salió +Tirso de su cuarto y, como quien está enterado de lo que oye tratar, me +dijo:—«¿A qué insistir? ¿No ve Vd. que no quiere leer indecencias?»</p> + +<p>—¿Y qué le contestaste?</p> + +<p>—¡A tu hermano y en tu casa! Callar y marcharme; pero, lo confieso, me +dieron ganas de meterle un tomo por los hocicos. ¡Lo menos se ha +figurado el hombre que llevo a la chica libros de mal género!</p> + +<p>—¡Qué burro!</p> + +<p>—Falta lo mejor. Era la primera vez que Leo y yo nos separábamos así, +poco menos que incomodados, y me faltó tiempo para volver el lunes. ¿Te +acuerdas de que fui por la tarde con el pretexto de las pruebas y estuve +hablando con ella?</p> + +<p>—Sigue, sigue: ¿y qué te dijo?</p> + +<p>—Hombre, hay cosas que no se pueden explicar punto por punto. Ya +comprendes tú la diferencia que hay de estar una mujer cariñosa, que le +rebose la satisfacción de verse querida, a estar fría, esquiva, como a +quien no se le importa nada del hombre que tiene al lado.</p> + +<p>—Pues una de dos: o estás equivocado, y no hay nada de lo que +sospechas, o Tirso tiene la culpa; y en este caso, no cabe duda, en mi +casa va a haber más guerra civil que en el Norte.</p> + +<p>—Mucho lo temo; y respecto a lo que veníamos hablando, creo que Leo no +está ya por mí.</p> + +<p>—Vamos con tiento. ¿Tienes algún lío, algún trapicheo que sabido por +ella la haya enojado?</p> + +<p>—No: palabra de honor.</p> + +<p>—Bueno; pues yo pondré las cosas en claro.</p> + +<p>—Te advierto una cosa. No pensaba formalizar aún la cuestión por... por +falta de cuartos; pero puesto que han venido rodadas las cosas, conste +que tu padre y tú podéis considerarme, si queréis, como de la casa; +¿entiendes?—Y tendió a Pepe la mano, que él estrechó cariñosamente.—Ya +lo sabéis, como acostumbran los títulos: os pido la mano...</p> + +<p>—Yo te prometo que saldremos de dudas.</p> + +<p>—¿Qué vas a hacer?</p> + +<p>—Poco he de poder, o despejo la situación. En la primer conversación +que tenga con Tirso, le quito la careta. ¡Veremos quién lleva el gato al +agua!</p> + +<p>En seguida avivaron el paso, separándose al llegar cerca de la calle de +Botoneras, donde se despidieron, quedando Millán algo esperanzado con la +intervención ofrecida. Pepe entró en su casa de puntillas, abrió +despacito, por no despertar a los que dormían, encendió la vela que a +prevención dejaba Leocadia en una palomilla del pasillo, se entró a su +cuarto y se acostó, pensando en los sucesos e ideas que le interesaban, +en aquel recelo que le inspiraba su hermano, en el cariño que tenía a +sus padres y en las complicaciones que temía. Luego, serenándose su +ánimo, se acordó de Paz y del recrudecimiento que imaginó notar en su +amor. ¿Cuál sería la causa? ¿Por qué la niña criada en el regalo, lejos +de convencerse de que <i>aquello</i> era una locura, daba a sus promesas más +firmeza y mayor expresión de simpatía a sus miradas?</p> + + + +<h3><a name="XVI" id="XVI"></a>XVI</h3> + + +<p>Viendo Tirso que la madre atendía sus exhortaciones, no solamente +insistió en ellas, sino que trató de conquistar el ánimo de Leocadia, +siéndole necesario para ello aguzar la astucia, pues la diferencia de +caracteres entre doña Manuela y su hija pedía táctica diversa. La +primera cedió por bondad y mansedumbre: en ella era hábito plegarse a la +voluntad ajena. Cuando joven, obedeció a su marido; erigido después Pepe +en jefe de la familia por la fuerza de las circunstancias, se acostumbró +a mirarle como tal, y en las menudencias caseras seguía el parecer de su +hija, mostrando en todo ser nacida para obedecer. Las condiciones de +Leocadia eran distintas: tenía genio voluntarioso y, aunque sin +faltarles al respeto, respondía a sus padres con entereza; en sus +caprichos de muchacha pobre, había siempre cierta obstinación; si se +empeñaba en reformarse un traje, no cesaba de dar vueltas a los trozos +de tela, hasta lograr lo que se proponía; gustándole un peinado, no +hallaban paz sus manos hasta que conseguía aprender modo de hacérselo, +y hasta en estos pequeños detalles, por la tenacidad de sus +resoluciones, delataba una firmeza muy difícil de dominar desplegando +energía. Tirso notó también que, a pesar de lo humilde de su situación, +la chica era algo vanidosa y estaba pagada de su persona, acusando de +distintos modos el afán de agradar, y como un cierto deseo latente, pero +inmoderado, de imitar prendas y costumbres de muchachas más favorecidas +por la suerte. Jamás consintió, por ejemplo, en hacer a su hermano +blusas para trabajar en la imprenta, ni bajó nunca a la tienda de la +esquina próxima con pañuelo a la cabeza; a Pepe quería verle lo mejor +vestido que fuera posible; y en sus trajes propios, aun luchando con la +falta de dinero para adornos y perifollos, procuraba siempre imitar +cortes elegantes. Por no tenerlos de oro, llevaba sin pendientes las +orejas y los dedos sin anillos. No era exigente en pedir lo muy costoso +al esfuerzo de sus padres; pero sólo aceptaba la pobreza como un +accidente de su vida, no como condición de su origen. Admitió de buen +grado el amor de Millán, al tiempo que éste cursaba con Pepe la carrera; +mas el ver que su novio tuvo que abandonar los libros y dedicarse a un +oficio, fue para ella contrariedad grandísima. De continuar su hermano +en la Universidad, acaso hubiese procurado romper pronto sus relaciones +con el impresor; mas viéndose Pepe obligado a hacer lo mismo al poco +tiempo, Leocadia comprendió que no podía por esto rechazar a Millán, y +continuó aceptando su cariño, sin que la correspondencia con que lo +pagaba mereciese en realidad nombre de amor. Quizá, por falta de +antecedentes, no estuviera Tirso en situación de apreciar todo esto; +pero alcanzó lo bastante para convencerse de que, ni Leocadia estaba +verdaderamente enamorada, ni desecharía por Millán lo que el +desvergonzado lenguaje de la codicia llama una <i>proporción</i>; lo cual le +autorizaba a imaginar que, si la madre había cedido por docilidad, la +vanidad y el amor propio serían buenos medios para subyugar a la hija. +Mejor quisiera él llevar la piedad a sus corazones con la vehemencia del +celo que le inflamaba, pero comprendió que le era forzoso seguir la +máxima de plegarse a la índole y carácter de cada pecador, para +convertirlo más seguramente. Por fin, muchos días después de haber +hablado con doña Manuela, determinó sondear a Leocadia; y hallándola +una tarde leyendo en el comedor, mientras don José reposaba y la madre +había salido, se acercó, llevando él otro libro en la mano.</p> + +<p>—¡Sabe Dios!—la dijo entre severo y sonriente—qué libraco será ese! +¿Es de los que te trae el novio?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—¡Bonito papel para un joven el de procurar lecturas nocivas a la mujer +a quien quiere, y buen modo de amar... suponiendo que te ame!</p> + +<p>—¿Por qué dices eso?</p> + +<p>—Cálmate, hija, cálmate; no quiero decir, ¡Dios me libre! que ese joven +no te estime: lo que me choca, es que tú le quieras a él.</p> + +<p>—¡Ya lo creo que me quiere!</p> + +<p>—No parece de mala índole; pero le sucede lo que a <i>tu</i> hermano: debe +estar plagadito de las ideas de ahora y ser de esos que no creen ni en +la luz del día. Listo, sí será; ¡lástima que tenga oficio tan feo!</p> + +<p>—El de su padre... Empezó a estudiar para abogado; pero luego le +sucedió lo mismo que a Pepe.</p> + +<p>La palabra <i>oficio</i> sonó en los oídos de Leocadia como Tirso había +previsto.</p> + +<p>—Tendrá que estar siempre metido entre gente ordinaria, trabajadores y +jornaleros: luego le afinarás tú... aunque mala tarea es.</p> + +<p>—Pero, ¿imaginas que Millán es mozo de cuerda o sereno?—repuso ella, +riéndose forzadamente.—Te equivocas: es un muchacho decente, igual a +Pepe, que tiene que vivir así, trabajando, como Pepe.</p> + +<p>—No, hija, como Pepe, no: nuestro hermano es hijo de un funcionario +público; el padre de ese joven, si no he oído mal, era cajista, +jornalero.</p> + +<p>—Impresor.</p> + +<p>—Llámalo como quieras. Siendo ya viejo, llegó a dueño de la imprenta; +pero su origen no puede ser más humilde. Eso no quiere decir que sea +mala persona; pero, en fin, ¿por qué te disgusta que nosotros +ambicionemos para tí lo mejor?</p> + +<p>Leocadia miró a su hermano, sorprendida de que así se preocupara por su +porvenir.</p> + +<p>—Lo que quiero decirte—prosiguió el cura—es que, tan joven, y +reuniendo condiciones que son para la mujer llave de sana prosperidad, +no debes contraer compromisos formales con un hombre inferior a tí; +porque esto no me lo negarás. Acaso tenga posición más desahogada que la +nuestra; pero, una cosa es el bienestar, y otra la esfera de cada uno. +Hoy por hoy, no tenemos dinero; pero ni nuestros padres ni nuestros +abuelos han sido menestrales. Créeme, Leocadia, no te comprometas con +nadie; no renuncies a tu libertad de acción. No has nacido tú para mujer +de un jornalero.</p> + +<p>—¡Dale con lo de jornalero! tiene una industria; vamos, una imprenta; +pero no es un gañán.</p> + +<p>—¡Bah! hija mía: llamemos a las cosas por sus nombres. Trabajador, no +es más que trabajador; y, si te casas con él, sabe Dios si tendrás que +ir algún día a llevarle la comida en cesta, como a un albañil.</p> + +<p>—De modo que, según tú, debo esperar a que venga a pedir mi mano un +título de Castilla.</p> + +<p>—Nada de eso: me parece que, aunque sea un buen chico, no está +justificado que renuncies por él a lo que te reserve el porvenir. Nadie +sabe lo que es el porvenir para una doncella.</p> + +<p>Harto conoció Leocadia que, tras aquella problemática esperanza de +grandezas futuras, lo que verdaderamente impulsaba a Tirso era la +antipatía que sentía contra Millán, desde que conoció que en política y +en falta de religión coincidía con Pepe; mas como estos mismos +argumentos se los hizo a sí propia alguna vez, no dejaron de ejercer +presión en su ánimo. Parecíale innegable la bondad de Millán, pero Tirso +tenía, en parte, razón. El roce con la gente de la imprenta había dado +a su franqueza cierto tinte rudo, a veces rayano en la grosería; a sus +sentimientos honrados servía de intérprete un lenguaje tosco; para verle +algo aseado y compuesto, era preciso aguardar al domingo: acaso no +anduviese descaminado Tirso y, andando el tiempo, tuviera ella que +llevarle en cesta la comida, resignándose a ser una menestrala, es +decir, el tipo contrario al de las señoritas, cuyos modales y trajes +procuraba imitar.</p> + +<p>En ocasiones diferentes hizo Tirso a su hermana análogos razonamientos +y, como el terreno estaba bien preparado, la semilla comenzó a germinar. +Iniciado en ella el desvío, lo primero que hizo fue evitar que +menudearan las visitas de Millán entre semana, fundadas en el préstamo +de libros: luego ocurrió la escena narrada a Pepe por el amante +desdeñado, en la cual intervino Tirso, y, por último, la muchacha +acentuó tan enérgicamente su desamor, que el novio casi dejó de merecer +tal nombre. A ser el afecto de Millán pasión hondamente arraigada, +hubiese puesto empeño en recobrar lo que perdía; mas también en él +palpitaba un fondo de propia y exagerada estimación, en que era de mayor +cuenta el orgullo que el cariño.—«No hables de esto a tu +hermana—había dicho a su amigo—porque el querer no se impone ni es +cosa para recibida de limosna.»</p> + +<p>Aquello produjo a Pepe malísima impresión, pero aún le desagradó más ver +demostrada la intervención del cura. La cosa estaba ya fuera de duda: +tras intentar apoderarse del ánimo de la madre, comenzaba por distintos +medios a explorar el de la hija para los mismos fines. ¿Cuáles serían +sus propósitos ulteriores? Motivos de conveniencia personal, al parecer +ninguno. Lo único verosímil, era que obrase impulsado no más que por +proselitismo religioso, y en este caso, para comprometer en la empresa +la paz y la dicha de la familia, su fanatismo debía ser grande. ¿Cómo +arriesgarse, de otra suerte, a promover una escisión entre padres e +hijos, aventurando la tranquilidad del hogar y la poca salud de don +José, por sólo la falta de cumplimiento en los deberes piadosos? Tanto +repugnaba esto a Pepe, dadas sus ideas, que no le era posible atribuir a +su hermano tamaña obcecación, suponiendo que, si únicamente el celo le +impulsara, debía moderarlo con afectos más terrenales, pero no menos +puros. Su entendimiento rechazaba la posibilidad de que existiera +hombre capaz de apenar a sus padres por dar lustre a la religión. La +displicencia con que Millán y Leocadia comenzaron a mirarse, perdió con +esto importancia a los ojos de Pepe: su verdadera preocupación fue la +conducta de Tirso, y llegó a disgustarse tanto, que su amada Paz lo echó +de ver en seguida.</p> + +<p class="top5">Primero, cierto espíritu novelesco, propio de niña libremente educada, +hizo que Paz se encaprichara con el amor de Pepe: después, cuando llegó +a comprender lo mucho que él valía, aquella inclinación se acentuó +insensiblemente y, lo que al comienzo fue juego de la imaginación, vino +a ser, del modo más natural y sencillo, sincero y bien arraigado amor. +El <i>empleadillo</i>, como ella imaginaba que sus amigas le llamarían si +llegaran a conocerle, se le había entrado al alma, persuadiéndose de que +le quería porque empezó a temer la cara que al saberlo pondría su padre, +a pesar de los alardes democráticos que solía hacer en el Parlamento. +Pero no era esto lo que más la desazonaba. Su inquietud nacía de ver +disgustado continuamente a Pepe, y el convencimiento de estar enamorada +brotó de aquella relación que estableció su inteligencia entre la pena +que ella sentía y la inquietud que él mostraba. Cuando Paz se hizo cargo +de que, aun ignorando la causa, el pesar de su novio la entristecía; +cuando, sin poder aquilatarlo, sintió como propio un dolor ajeno, +entonces advirtió que en su corazón comenzaba a reinar una voluntad +distinta de la suya, y que aquel hombre, sólo con lealtad y buena fe, +iba apoderándose de su albedrío lenta, pero seguramente, como río +caudaloso que profundiza el cauce en que se sustenta. Paz, en apariencia +frívola, a semejanza de todo el que no ha sufrido, pero muy lista, se +persuadió pronto de que amaba, porque su pensamiento, lejos de +amedrentarse ante las contrariedades que podía el amor ocasionarla, se +fijó exclusivamente en el dolor del hombre a quien quería. La primer +muestra de pasión verdadera, fue la sinceridad con que le habló.</p> + +<p>Una mañana, estando en la biblioteca de su padre, que era donde se veían +en los ratos que aquél faltaba de allí, dijo a Pepe, empleando su +lenguaje ligero y franco, entonces más franco que nunca:</p> + +<p>—Tengo que decirte una cosa muy grave.</p> + +<p>—¿Qué?</p> + +<p>—He hecho un descubrimiento: que tú no me quieres y que yo te quiero +mucho más de lo que me figuraba.</p> + +<p>—No te entiendo.</p> + +<p>—Clarito, hijo; que tu amor—emplearemos esta palabra, para mayor +solemnidad, aunque ya sabes que a mí me gusta más decir cariño—pues +bien, que tu amor es mucho más tibio que el mío.</p> + +<p>—Veamos cómo se demuestra ese grandísimo embuste.</p> + +<p>—De un modo muy sencillo. Pase que siempre me estés aburriendo con lo +de ser yo rica y tú pobre, por supuesto, que no me ofendo; pase la manía +de los celitos, que no tienen sentido común; pase el estarte sin venir +tres y cuatro días seguidos, para que te espere con más deseo...</p> + +<p>—No: por miedo a que tu padre adivine lo que ocurre.</p> + +<p>—Déjame acabar: lo que no pasa, es que tengas disgustos, que estés +apesadumbrado y me lo calles. ¿Tan tonta soy, que no sirvo para decirte +ni una palabra de consuelo?</p> + +<p>—¿Y qué tiene que ver esta ternura, alma mía, con el descubrimiento?</p> + +<p>—Pues no puede estar más a la vista. Que tú, sufriendo y ocultándomelo, +revelas una falta grande de confianza, que es falta de cariño; y yo, +<i>aquejerándome</i>, como dicen en Andalucía, por tu reserva, demuestro +quererte mil veces más.</p> + +<p>—Pero, ¿de dónde has sacado tú que tengo disgustos?</p> + +<p>—Eso te faltaba, añadir el disimulo a la falta de confianza. ¿No +quieres decirme lo que te pasa?</p> + +<p>Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto +callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por +decirle:</p> + +<p>—Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero +conste: quedo en libertad para averiguarlo.</p> + +<p>—Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho.</p> + +<p>La entrada de don Luis cortó el diálogo. Paz se había propuesto saber a +qué atenerse respecto al origen de la tristeza de Pepe, y cuando una +mujer enamorada forma resolución semejante, el secreto puede darse por +descubierto. La obstinación de Pepe en callar fue inútil: Paz puso tanto +empeño en saber los disgustos de su amante, como éste en seguir paso a +paso los incomprensibles manejos del cura.</p> + + + +<h3><a name="XVII" id="XVII"></a>XVII</h3> + + +<p>Cuando Pepe dejaba de ir a ver a Paz, por miedo a infundir sospechas o +parecer pegajoso a don Luis, entraba Pateta en funciones de correo: ya +sabía ella que cada tercer día de ausencia el chico rondaba al oscurecer +los alrededores del <i>hôtel</i> y, espiando momento oportuno, metía el brazo +por la verja y dejaba la carta bajo los ladrillos levantados del horno, +situado junto al invernadero.</p> + +<p>Una tarde en que don Luis tuvo que asistir a un banquete político, Paz, +después de verle partir y tras alejar con distintos pretextos a los +criados, bajó al jardín entre dos luces y aguardó a Pateta. Al cuarto de +hora vio al muchacho que venía aproximándose disimuladamente a la verja, +dando puntapiés a un bote de hoja de lata que encontró allí cerca: +entonces ella se ocultó tras uno de los pilares de mampostería que había +en los ángulos del invernáculo y, cuando el chico se acercó a meter la +mano por entre los barrotes de la verja, salió de su escondite, +diciendo:</p> + +<p>—Oye, Pateta.</p> + +<p>—Guárdese Vd. esta carta no la vean.</p> + +<p>—No hay nadie.</p> + +<p>Pateta, gorra en mano, arrimando el rostro a los hierros, como mono +enjaulado, prestó atención.</p> + +<p>Lo apartado del sitio y lo desapacible de la tarde, hacían que reinara +en torno del <i>hôtel</i> completa soledad. En la atmósfera flotaban los +últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía +envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba +extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el +cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros +de la verja: Pateta se comía con los ojos a la <i>señorita</i>, sin adivinar +lo que querría decirle.</p> + +<p>—Pues a estas horas, estando esto tan solitario—dijo de pronto—ya +podía el señor Pepe venir aquí y hablar con usted.</p> + +<p>—Cállate y escucha. Con quien quiero hablar ahora, es contigo.</p> + +<p>—Mande Vd.</p> + +<p>—¿Eres capaz de hacerme un favor? La verdad, y sin que nadie se entere.</p> + +<p>—¿Ni el señor Pepe?</p> + +<p>—Menos que nadie.</p> + +<p>El chico la lanzó una mirada que no pudo ser más expresiva. Paz +comprendió que quizá hacía mal; pero ya no era posible retroceder.</p> + +<p>—Te advierto que se trata de algo que nos interesa mucho a él y a mí.</p> + +<p>—No hay más que hablar.</p> + +<p>Pero esta sumisión fue acompañada del firme propósito de contárselo todo +a Pepe.</p> + +<p>—Vamos a ver: ¿Qué le pasa? ¿Qué disgusto es el que tiene? ¿Sabes algo?</p> + +<p>—Nada, ni jota.</p> + +<p>—Es necesario que lo averigües. Temo que le quiten el destino que tiene +en la biblioteca del Senado, y quisiera estar prevenida para parar el +golpe. ¿Sabes tú si es esa la razón de que esté hace ya muchos días tan +tristón? ¿De veras no puedes decirme nada?</p> + +<p>Pateta cayó en la red.</p> + +<p>—Yo, de eso del destino, no sé <i>ná</i>: preguntaré. Por lo demás, no sé +qué le <i>pué</i> haber <i>pasao</i>. En la imprenta todo anda como siempre... +Como no sea por lo del cura...</p> + +<p>—¿Qué dices de imprenta? ¿Qué imprenta es esa?</p> + +<p>—¡Toma! ¿Cuál ha de ser? La nuestra, es decir, la del señor Millán.</p> + +<p>—¿De modo que el señorito trabaja también en la imprenta?</p> + +<p>—Como que es el primer <i>corretor</i> y le dan <i>deciocho riales</i>, y eso que +no va más que por las noches. ¿No lo sabía Vd.?</p> + +<p>Paz, temerosa de que Pateta se escamara, le dijo, mintiendo:</p> + +<p>—Sí, hombre, ¿no he de saberlo? Pero creía que se llevaba el trabajo a +su casa.</p> + +<p>—¡Quiá, no señora! <i>tié</i> que hacerlo allí.</p> + +<p>—Y eso del cura, ¿qué es?</p> + +<p>—Su hermano, ¿está Vd.? es cura y ha <i>venío</i> hace cosa de dos meses; y +como es cura y muy <i>carca</i>, les está <i>golviendo tarumba</i>, y trae la casa +patas arriba; <i>quié</i> que vayan a misa, que recen más que un ciego; en +fin, que no le <i>puén</i> aguantar... ni yo tampoco.</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—Hasta conmigo se ha <i>metío</i> el muy <i>lioso</i>. El domingo <i>pasao</i> tuve yo +que ir a trabajar medio día, porque había prisas, y luego le <i>yevé</i> al +señor Pepe unas pruebas a su casa; y como era domingo, y yo, aunque me +esté mal el decirlo, soy corneta del batallón de Voluntarios de la +Libertad de mi barrio, fui de uniforme, <i>pá</i> no tener que andar dos +veces el camino. El cura estaba en la puerta, quiso que le dejara las +pruebas y, como yo no le conocía y tenía orden de ver al mismo señor +Pepe, ¿está Vd.? no me dio la gana. Mire Vd., señorita, se puso hecho +una fiera, y lo que me dio rabia fue que <i>me se</i> rió del uniforme: me +llamó mamarracho, y dijo que me fuera a estudiar la <i>dotrina</i>. Yo, la +verdad, como aún no sabía que era hermano del señor Pepe... Vamos, que +me despaché a mi gusto: le llamé <i>cucaracha</i>, <i>carca</i>, <i>tóo</i> lo que <i>me +se</i> ocurrió.</p> + +<p>—¿Y dices que ese hermano trae revuelta la familia?</p> + +<p>—¡Ya lo creo! Si no fuera por miedo a dar una pesadumbre al señor +viejo, ya le había don Pepe <i>plantao</i> en <i>mitá el</i> arroyo. Figúrese Vd., +señorita, que una de las cosas que más rabia le han <i>dao</i> al señor Pepe, +ha sido que ha hecho reñir... Verá Vd.: la señorita Leocadia <i>se +hablaba</i> con el señor Millán, mi amo; vamos, que eran novios, como quien +dice, y el cura ha <i>metío</i> zizaña y los ha <i>desapartao</i>. Por supuesto, +que no estarían muy <i>encariñaos</i>, porque no hubieran reñido así... tan +fácilmente, ¿verdad?</p> + +<p>—Pero tu amo y el señorito Pepe no han reñido.</p> + +<p>—¡Quiá! ¿No ve Vd. que los dos están <i>convencíos</i> de que la culpa es +del cura? A la madre la <i>tié</i> tonta a fuerza de rezos... ¡Ya sabe el +señor Pepe a qué atenerse!</p> + +<p>—¡Sí que son motivos de disgusto!</p> + +<p>—Fuera de eso—continuó Pateta—siempre ha estado de buen humor: hasta +cuando tuvo que dejar la carrera, que a poco entró en la imprenta... y +como si <i>ná</i>: él, en trabajando, ya está contento. No sabe Vd. la vida +que <i>yeva</i>: él aquí con su papá de Vd., él en la imprenta, él en el +destino que <i>ice</i> Vd. que le <i>quién</i> quitar. Es una fiera <i>pá</i> el +trabajo, y cuanto gana, a su casita. No gasta más que en tabaco y algún +realejo que me da <i>pá</i> mí.</p> + +<p>—Vaya, adiós; vete, no sea que nos vean—añadió Paz, alargándole en la +mano una monedita de dos duros.</p> + +<p>Pateta, sin desasirse de la verja, repuso sonriendo, y con entonación +muy achulada:</p> + +<p>—¡Quiá!</p> + +<p>—¡No seas niño, toma!</p> + +<p>—¡Quiá, no, señorita!; ¡si yo hago lo que hago por el señor Pepe; pero +a mí no me da Vd. ni eso, ni tan siquiera un <i>chavo</i>!</p> + +<p>Paz seguía con la moneda en la mano, más avergonzada que el chico.</p> + +<p>—¿Me haces un feo?</p> + +<p>—Eso no: y <i>pá</i> que vea Vd., deme usted esa rosa que tiene Vd. prendida +en el pecho: luego yo se la doy a mi novia: Vd. tendrá muchas así, y de +esas no se venden en la calle.</p> + +<p>Paz, movida de un sentimiento de mujeril delicadeza, corrió a la +estufa, cortó dos magníficas rosas y, dándoselas al chico, además de la +que llevaba prendida, le dijo:</p> + +<p>—Estas dos, las mayores, para tu novia: esta otra pequeña, la que yo +tenía puesta, para Pepe: ¿entiendes? ¿Conque tienes novia?</p> + +<p>—Pues, ¿qué cree Vd., señorita, que soy de palo? Entendido: las mayores +<i>pá</i> mi <i>chiquiya</i>, y la otra <i>pá</i> el señor Pepe.</p> + +<p>—Adiós, y de lo que hemos hablado antes, ni una palabra... chitito.</p> + +<p>—Corriente: quede Vd. con Dios, señorita, y gracias.</p> + +<p>Ella se entró en el <i>hôtel</i> y él desapareció tras las tapias de unos +corralones cercanos.</p> + +<p>Paz supo más de lo que esperaba averiguar. El origen de las cavilaciones +de Pepe por la conducta de su hermano la disgustó sobremanera; pero lo +que hizo en su pensamiento más mella, fue saber que Pepe trabajaba de +corrector en la imprenta. El dueño de su albedrío era algo menos que un +empleadillo.</p> + +<p>Por causa análoga, Leocadia, la muchacha de condición humilde, sin +esperanza de fortuna, se mostró esquiva con su novio: Paz, en cambio, +sintió entonces hacia su amante una simpatía firme y serena, en que +había algo de respeto. A medida que su diferente posición tendía a +separarles, más se aferraba ella a su cariño.</p> + +<p class="top5">Un suceso ignoraba Pateta, y también Pepe lo ignoró durante algún +tiempo, que contado por aquél a Paz, hubiese podido sumarse al capítulo +de culpas hecho contra Tirso: el rompimiento de Leocadia con Millán.</p> + +<p>Despreciado por ella, puso él los ojos en otra. Había entre los cajistas +de la imprenta uno casado dos años antes con una muchacha llamada +Engracia, sastra, muy guapa, modosa, de dulce condición y digna de mejor +trato que el que le daba su marido. Era el tal, jugador, holgazán, +pendenciero, pero, sobre todo, borracho, y con tan mal vino, que su +desdichada compañera podía contar las copas que empinaba por los +guantazos y empellones que ella recibía luego. Escatimarla la comida, +empeñar las ropas, trampear en la taberna y volver el sábado a casa con +el jornal mermado por el vicio, eran sus principales hazañas, amén de +mirar a la pobre muchacha con el mayor despego. A Engracia la casó su +madrastra, prendera, que, según voz pública en el barrio, tenía <i>gato</i>, +con propósito de quitársela de encima, y ella admitió los primeros +requiebros del cajista por salir del poder de tan mala pécora. Mientras +confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le +proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio, +libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste +a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron +poco. Cierta noche, al cerrar la taberna en que se había emborrachado, +el dueño de la tienda le arrojó a torniscones, y él se quedó tumbado en +la acera, sin abrigo ni gorra. Cuando llegó a su casa, de madrugada, +tosía más que un asmático, y a los quince días murió en el hospital, +dejando a Engracia un niño de pocos meses. Sus compañeros, como todos +los de tan noble oficio, en que tales casos son raros, tenían formada +una a modo de sociedad de socorros para auxiliarse en los trances duros +de la vida, y acordaron entregar a la madre viuda una cantidad de +dinero. Millán puso algo de su bolsillo y mandó a Engracia recado para +que fuese a recoger el total. Poco después, con ánimo de socorrerla +indirectamente, y sabiendo cuál había sido de soltera su oficio, la dio +alguna ropa que arreglar, y, hoy un viaje de él a su casa, mañana una +visita de ella a la imprenta, al cabo de algunas semanas, como esto +coincidiese con el acentuado desvío de Leocadia, comenzó a fijarse en +Engracia, requebrándola entre rudo y amartelado con una delicadeza a que +ella no estaba acostumbrada. La hermosura de la viuda, su desamparo y la +juventud de Millán hicieron lo demás. La mujer se manifestó luego cada +día más cariñosa, medio agradecida medio amante; él instintivamente +apreció sus cuidados, quizá fijándose en el contraste que formaban con +la arisca condición de su antigua novia, y sus existencias se unieron, +formando el hermoso maridaje de la desgracia y el consuelo bendecido por +el amor. Lo que más cautivó el corazón de Engracia, fue la dulzura con +que Millán trató a su chico. Acaso el tierno afecto de la madre no fue +sino el premio espontáneo de las caricias que el niño recibía.</p> + +<p>De todo esto no tuvo Pepe conocimiento hasta mucho tiempo después, y +Pateta tampoco lo sabía cuando habló con Paz: de suerte que ésta lo +ignoró por completo.</p> + + + +<h3><a name="XVIII" id="XVIII"></a>XVIII</h3> + + +<p>Doña Manuela iba entre tanto sometiéndose mansamente a la influencia de +Tirso: su carácter débil aceptó la inclinación que éste quiso darle, +como hubiera tolerado cualquier otra. Nadie hasta entonces la dijo lo +que su pensamiento había de acoger o rechazar, y fue indiferente en +religión por serlo los que la rodeaban, que a ser fanáticos en cualquier +sentido, fuéralo ella también. Tirso acertó antes que otro a encauzar su +docilidad, y la buena mujer no ofreció resistencia, porque no hubo lucha +en su espíritu ni asomo de contradicción entre las creencias propias y +los consejos que escuchaba: el hijo cura no tuvo que desarraigar otra +planta para sembrar en aquella tierra virgen; bastó que dejase caer la +semilla: doña Manuela empezó a manifestarse devota con esa religiosidad +externa que se ciñe a fórmulas preconcebidas y rezos como estereotipados +para que las generaciones los repitan inconscientemente. La extraña +poesía de la religión, compuesta de misterios ininteligibles, +esperanzas mal definidas y amenazas tremendas, la sedujo con el encanto +de lo extraordinario y, rechazando instintivamente las abstracciones, +que tampoco Tirso hubiera podido explicarla, acogió de buen grado lo que +hiere la imaginación. No entendió nada de la perfección humana en el +seno de Dios, ni del vino que engendra vírgenes, ni del divorcio de la +carne y el espíritu, ni del himeneo místico del alma y el Señor; pero, +en cambio, la epopeya de la Pasión, narrada día por día, detalle por +detalle, como vista de cerca, la impresionó mucho. Los suplicios de los +primeros mártires, la mansedumbre de las vírgenes, la magia de los +milagros, ejercieron en ella influjo análogo al que produce en cabezas +infantiles la relación de cuentos maravillosos, y la admiración por todo +esto engendrada sirvió para aumentar sus devociones, que cumplía con +mayor facilidad según iba descifrando algo de lo que significaban. La +misa, que en un principio juzgó ceremonia cansada y larga, fue pronto +para ella representación de lo que sufrió el hijo de Dios, que por +nuestras culpas se dio, y sigue dándose en cuerpo y sangre como precio +de la redención humana; las letanías, antes enojosas, sartas de frases +que no entendía, adquirieron carácter de plegarias gratas a sus labios, +dulces al oído de aquéllos a quienes iban dirigidas; el rosario, que +consideró retahíla de inútiles repeticiones, acabó por parecerle saludo +de palabras augustas, recuerdo de las mayores penas y dichas que sufrió +la Madre del Salvador del mundo. La interpretación de ciertos +simbolismos y la sorpresa de ver explicadas cosas que antes no +comprendiera, derramaron en su alma una satisfacción tranquila, un goce +exento de egoísmo, pero que llegaba a producirla cierta excitación, +haciéndola experimentar aquella complacencia propia de los cerebros +débiles que, al descubrir algo nuevo para ellos, piensan haber hallado +lo verdaderamente extraordinario. Las vidas de los santos, sus martirios +y milagros, que Tirso solía leerla en el <i>Año Cristiano</i>, traducido del +P. Croisset, eran para su imaginación como novelas de interés +grandísimo, y la relación de aquellos gloriosos dolores y +glorificaciones se le antojaban impregnadas de encantadora poesía. Si en +la existencia de los que corrieron al martirio había algo ridículo o +absurdo, ella no lo notaba, dispuesta y preparada por Tirso a percibir +sólo el aroma de las virtudes que aquellas narraciones exhalaban. El +beato Bernardo de Corleón, que bebía agua de fregar; Santa Senorina, +que imponía silencio a las ranas; Santiago el Menor, que a fuerza de +hincarse de rodillas crió en ellas callos como los camellos; San Toribio +Mogrobejo, que nadaba entre caimanes como quien se baña con amigos; +Santa Catalina de Sena, que una vez pasó desde el principio de Cuaresma +a la Ascensión sin más alimento que la comunión; Santa Inés de +Montepoliciano, que viendo imágenes de Cristo brincaba en la cuna de +alegría; y la beata María Ana de Jesús, que dormía desnuda sobre manojos +de zarzas y cambrones, eran figuras que desaparecían ante otras +aureoladas de admirable grandeza; vírgenes con los pechos cortados a +cercén, doncellas que desafiaban a los pretores romanos, niños +cruelmente perseguidos y hombres que, ofreciendo a Dios el espíritu, +entregaban la materia al dolor, como amada que se rinde a su amante.</p> + +<p>La piedad de doña Manuela fue manifestándose por diversos síntomas. +Comenzó a frecuentar asiduamente la iglesia, y se cuidó poco de ocultar +a su marido y a su hijo menor la trasformación que en ella se operaba. +Una noche, como Pepe llegase a casa más temprano de lo acostumbrado, +entró, abriendo cautelosamente con su llave, por no despertar a los que +reposaran y, oyendo rumor de voces apagadas, se detuvo a escuchar en el +pasillo: halló entornada la puerta del comedor, y miró. Doña Manuela y +Leocadia, terminado ya el rosario, estaban haciendo <i>acto de expiación</i> +por las culpas propias y ajenas.</p> + +<p>Tirso decía las frases expiatorias y ellas contestaban a una.</p> + +<p>—Por mis pecados, por los de mis padres, hermanos y amigos; por los del +mundo entero, perdón, Señor:—y ellas repetían:</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por las blasfemias, por la profanación de los días santos, perdón, +Señor...</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por la desobediencia a la Santa Iglesia, por la violación del ayuno.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres, +por las faltas de los hijos.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por los atentados contra el Romano Pontífice.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, +religiosos y sagradas vírgenes.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por los insultos hechos a vuestras imágenes, la profanación de los +templos, el escarnio de los Sacramentos y los ultrajes al augusto +Tabernáculo.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Por los crímenes de la prensa impía y blasfema, por las horrendas +maquinaciones de tenebrosas sectas.</p> + +<p>—Perdón, Señor.</p> + +<p>—Basta por esta noche—dijo Tirso levantándose.—Mañana, el rosario y +<i>paráfrasis</i> de un mandamiento.</p> + +<p>—¿Llevamos cinco, verdad?—preguntó Leocadia.</p> + +<p>—Sí: mañana toca el sexto.</p> + +<p>Entráronse en seguida ellas, cada cual en su cuarto, y Tirso se quedó +leyendo en el breviario. Pepe aguardó a que se recogieran las mujeres y +luego volvió al comedor, resuelto a tener una explicación con su +hermano.</p> + +<p>La lámpara, casi agonizante, parecía negar su luz a aquella escena: +Tirso, no esperando tan pronto el ataque, tuvo un instante de flaqueza +y, levantándose del asiento, quiso refugiarse en su cuarto: Pepe, +extendiendo hacia él la mano, le hizo señal de que esperase. La escasa +claridad, reflejándose en los cristales del aparador y de los cuadros, +dejaba en sombra los ángulos de la habitación; tras los visillos rojos +de la puerta del gabinete dormían los padres y, al fondo del pasillo, +estaba el cuarto de Leocadia: en torno de ambos hermanos todo era sombra +y silencio. Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de +Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y +mugrientas.</p> + +<p>—Hablemos bajo—comenzó diciendo Pepe.</p> + +<p>Y el diálogo prosiguió en frases mortecinas, cobrando, en cambio, los +rostros toda la energía que faltaba a la expresión de las palabras.</p> + +<p>Después continuó:</p> + +<p>—Al entrar he oído, sin querer, que erais rezando: en eso no me meto, +aunque a mamá, sobre todo, más valiera que la dejases acostarse a su +hora. Lo que quiero rogarte es que mañana no expliques a Leocadia +mandamiento ninguno, y mucho menos el sexto.</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—Porque no.</p> + +<p>—Esa no es razón.</p> + +<p>—¿A qué decirte lo que te has de resistir a entender? Sólo te pido que +te abstengas de explicar a Leocadia, como vosotros soléis hacerlo, ideas +y conceptos de que no se debe hablar a las muchachas.</p> + +<p>—Vamos, ya encontraste pretexto para contrarrestar la obra de santa +perfección que he emprendido.</p> + +<p>—Aquí no hacía falta santidad alguna: ¿qué mayor perfección que la +tranquilidad y la paz?</p> + +<p>—¿Luego confiesas?...</p> + +<p>—No confieso nada: hago una advertencia. A ciertos actos de devoción, +tontos pero inofensivos, no he de oponerme. Ya que me obligas a ello, te +lo diré: me parecen simplezas; lo que no me acomoda, es que señales y +repitas a la muchacha esa claridad y desnudez con que algunos de +vuestros libros abren los ojos a quien los tiene cerrados, ensuciando la +inocencia y despertando ideas torpes en quien jamás las tuvo.</p> + +<p>—¡Cuánta ceguedad! A los enseres de la casa cuidadosamente quitáis el +polvo cada día: al alma dejáis que críe podre.</p> + +<p>—No me vengas con frases de beato melancólico, ni me obligues a burlas, +que callo sólo por consideración a tí. Imita mi prudencia y no motives +escenas que nos den a todos que sentir.</p> + +<p>—¡No me provoques! ¿Acaso conoces mis propósitos?</p> + +<p>—Faltas a la verdad. No te provoco, pero no te perderé de vista. He +seguido paso a paso tus manejos, y nada te he dicho; has comenzado a +sorber el seso a mamá, y he callado: ahora te declaro francamente que no +consentiré que, por adorar a Dios y sus santos, se olvide el cuidado de +mi padre, y que no te dejo hacer a Leo esas repugnantes descripciones +del vicio que encienden impureza en quien vive libre de ella. Háblala +del cielo cuanto quieras; pero no te obstines en preparar su ánimo a +combatir pecados que no conoce, porque no es cuerdo aplicar remedio +donde no hay enfermedad: y, sobre todo, por lo que más quieras en el +mundo, no turbes la paz de la casa; no vayas a hacer aquí, en pequeño, +el papel de esos curas extraviados que andan moviendo guerra en el +campo.</p> + +<p>—¡Lo que hacen es perseguir a los enemigos de la religión!</p> + +<p>—Sospechaba que simpatizabas con ellos; pero no me acomoda discutir +esto ahora. Haz que mamá y Leo canten letanías, fervorines, gozos, +salves, todo el repertorio de la música celestial; que recen hasta +repetir maquinalmente lo que les enseñes: sólo te ruego que la devoción +no robe amparo ni cariño a mi padre, y que no alecciones a la chica en +cosas que ignora.</p> + +<p>—¿No ha de huir el peligro?</p> + +<p>—¿Cómo ha de aprender a evitarlo, si lo presentan a sus ojos con el +encanto de lo prohibido por aliciente, con el incentivo de la curiosidad +por guía y el aguijón de la edad por cómplice? Desengáñate, Tirso, no es +este momento de que intentemos convencernos mutuamente; más no se le +debe despertar la malicia a quien, como ella, la tiene adormecida; que +sus impulsos no los sofoca luego nadie.</p> + +<p>—Combatir contra la carne es virtud.</p> + +<p>—Y no tener que combatirla, cosa mejor que la virtud misma.</p> + +<p>—¡Está bien! tendré que ver impasible a tu amigo traerla libros +detestables, historias de crímenes y amoríos perniciosos, y yo, su +propio hermano, no podré oponerme. Está claro; la libertad para el mal, +al bien la mordaza. Al menos eres lógico: aplicas a la casa la misma +política que defiendes para el país. Luego os indignaréis de que +sacerdotes como yo quieran traer piedad a las familias, y de que hombres +como los que luchan lejos de aquí pretendan aniquilar a la revolución, +que vomita blasfemias y engendra delitos.</p> + +<p>—¡Traer piedad a las familias! ¿Acaso sabéis lo que es familia? Os +basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la +beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece +cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un +sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas +consolando el dolor ajeno.</p> + +<p>—Eres más impío de lo que imaginé.</p> + +<p>—Y tú más fanático de lo que yo pensaba. Por ganar almas para el cielo, +vas a traer la discordia a casa de tus padres. Antes que hijo, eres +cura.</p> + +<p>—¿No hallas nombre más despreciativo?</p> + +<p>Las palabras, contenidas por el temor de despertar a los viejos, sonaban +como sofocadas, ahogando la prudencia las entonaciones de la ira. Tirso, +a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le +temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la +mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los +labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada +instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras. Sólo se +oía hacia la parte del gabinete el quejido metálico de los rodajes del +reloj, y un silencio sepulcral reinaba en el espacio a cada interrupción +del diálogo. Diríase que los objetos escuchaban.</p> + +<p>—Has vivido siempre apartado de nosotros—prosiguió Pepe—y no sabes +que el amor que une a los tuyos es más fuerte que el delirio de vuestra +fe. La solicitud con que nos atendemos, es mayor que el celo que os +inflama. No nos convencerás nunca de que las llagas de Cristo deben +dolernos más que las piernas enfermas de mi padre.</p> + +<p>—Tu padre morirá, y las sagradas heridas continuarán, por los siglos de +los siglos, manando raudales de divina gracia. Y a propósito de padre, +yo también quería hablarte de él, porque sé lo que tiene. He conocido un +señor que padecía lo mismo: eso es gota.</p> + +<p>—Es verdad; pero te advierto que se le está ocultando por no afligirle: +le hemos dicho que es un simple reuma.</p> + +<p>—Poco será el alivio que halle, si hay alguno posible.</p> + +<p>—Mayor razón para que no se le atribule inútilmente. Es tarde: ¿quieres +algo?</p> + +<p>Vaciló Tirso unos instantes, cual jugador que teme aventurar la partida, +y después, mirando a su hermano de frente, le preguntó:</p> + +<p>—¿Crees haber hecho todo lo que debéis a su estado?</p> + +<p>—Nada le falta: pagamos un médico acaso superior a nuestros recursos; +mamá o Leo van en persona a la botica; no se escatima receta, por cara +que cueste; con la mayor puntualidad se le da cuanto ha de tomar... y lo +que vale más, respira una atmósfera de ternura y cariño que echarán de +menos muchos más afortunados. Ahora tengo esperanzas de poder sacarle a +paseo algunas tardes en un simón.</p> + +<p>—Es natural; los que sólo creen en las cosas del cuerpo, no acuden a +las del alma.</p> + +<p>—¿Por qué lo dices?</p> + +<p>—Yo pienso traerle un médico mejor que el vuestro.</p> + +<p>—¿Quién?—preguntó Pepe, sospechando la respuesta.</p> + +<p>—El Santo Viático.</p> + +<p>—Eso le asustaría mucho y no le aliviaría nada; por consiguiente +abstente de ello. Bastaría hablarle de esas cosas para que se muriera de +terror.</p> + +<p>—Cuando lo crea necesario, haré lo que me dicte mi conciencia.</p> + +<p>Acercósele entonces Pepe y, poniéndole duramente la mano sobre el +hombro, entrecortadas las palabras por una risa que era toda ira, +repuso:</p> + +<p>—¡Líbrete Dios de semejante brutalidad! ¿Lo entiendes? No respondería +de mí. Papá sufriría una emoción que acaso le costara la vida... y +podría olvidárseme que eres mi hermano.</p> + +<p>—Cada cual cumple su deber como lo entiende.</p> + +<p>—¿Sí? Pues date por avisado: al Santo Viático, al granuja que lleva el +farolón y a tí... os tiro escaleras abajo.</p> + +<p>—¡Lo veremos!</p> + +<p>Pepe, sobreponiéndose a su indignación, procuró hablar con calma y, +notando la sangre fría de que Tirso alardeaba, quiso mostrar igual +serenidad.</p> + +<p>—Temía esta escena, pero no quiero esquivarla... Cuando llegaste a +Madrid, y al subir de la estación del ferrocarril entraste en Santa +María, permaneciendo allí largo rato, sin la menor prisa de conocer a +tus padres, porque conste que no les conocías, adiviné yo cuál sería tu +fanatismo; pero no imaginé que sobreviniera esta lucha. Luego, dados tus +antecedentes y viéndote vivir oculto en casa como un criminal, tuve +sospechas de que habías venido a Madrid para asuntos que no eran +tuyos... Recuérdalo: exceptuada la primer salida que hiciste entre dos +luces la misma tarde del día en que llegaste, sólo al cabo de muchos +días te atreviste a salir a la calle, después de las dos o tres visitas +de aquel señor que vino a verte, cuando se conoce que estaba ya +cumplida tu misión. Ya ves que te he seguido paso a paso. He notado tu +empeño en no hablar con nosotros de ciertas cosas, porque te repugnan +nuestras ideas sobre la política, la guerra y los curas trabucaires; y, +por último, he aguantado tus mañas para convertir a mamá y lo que +intentas para que riñan Millán y Leo... en fin, te conozco a fondo. Tú, +en cambio, no sabes de lo que soy capaz.</p> + +<p>—¿De qué?</p> + +<p>—Si, lo que no es creíble, papá, espontáneamente, pidiera ciertos +auxilios, yo sería el primero en respetar su voluntad. Pero, entiéndelo +bien; si traes confesor, viático... vamos, cualquier tontería que pueda +asustarle y provocar en su enfermedad una crisis peligrosa, te juro, por +mi madre y por el amor de la mujer a quien quiero, que no te trataré +como a hermano. De tu conducta depende mi prudencia. ¡Hemos concluido!</p> + +<p>—Cada cual cumplirá su obligación.</p> + +<p>—¡Abur!—Y Pepe, andando de puntillas, se metió en su cuarto.</p> + +<p>Quedose Tirso un rato solo en el comedor, pensativo e inmóvil: la +lámpara, espirante, despidió de pronto dos o tres chispas de la mecha, +ya seca; el temblor de la luz hizo que en la pared se agitara +convulsamente la sombra del cura, y entonces él, buscando casi a +tientas la puerta de su alcoba, encendió una bujía y, tras rezar sus +oraciones, se acostó; pero tardó mucho en dormirse. La energía de su +hermano le había desconcertado por completo: Pepe era más hombre de lo +que él imaginó.</p> + +<p>A la mañana siguiente doña Manuela, antes de ir a la compra, según +costumbre, fue a dar un beso a Pepe, mientras éste acababa de vestirse +para marchar a su trabajo.</p> + +<p>—Voy a la compra; adiós, hijo.</p> + +<p>—Y a misa, ¿verdad, mamá?</p> + +<p>Ella, sonriéndole cariñosamente, se limitó a decir:</p> + +<p>—¿Qué mal hay en ello?</p> + +<p>—En eso, nada; pero, oye, mamá. Anoche tuve una agarrada con Tirso: la +cosa había de suceder, y llegó. Supongo que te habrá hablado de ciertos +proyectos que intenta, relativos a papá: puedes imaginar el efecto que +producirían. Contén a mi hermano, imponle cordura, porque estoy +dispuesto a todo.</p> + +<p>No cumplió Tirso sus amenazas, ni se alteró más, por entonces, la +tranquilidad de la casa; pero ambos hermanos comprendieron que aquella +calma, violentamente obtenida por la energía de uno y la aparente +sumisión de otro, no era paz definitiva, sino una tregua pasajera.</p> + + + +<h3><a name="XIX" id="XIX"></a>XIX</h3> + + +<p>«Querido Pepe: Figúrate lo disgustada que estaré: hace cuatro días que +no nos vemos, y rabio por reñir contigo. Tonto, tonto mío, ¿pensabas que +no había yo de saber averiguar tus penas para compartirlas? El chico te +habrá dicho, seguramente, las preguntas que le hice y cómo me contestó. +Estoy persuadida de que todo te lo ha contado. No puedes figurarte la +gracia que me hizo su desinterés. ¿Me perdonas que soborne a tus +<i>servidores</i>? Yo, en cambio, no te perdonaré tu falta de franqueza. Haz +cuenta que estás a mi lado y que te hablo muy seria. ¿No hemos repetido +ambos hasta la saciedad que debíamos sernos leales? Pues no merece +perdón que por desconocer mi cariño me hayas ocultado las contrariedades +que te ocasiona tu hermano. Está bien, <i>don Reservado</i>; quiere decir que +no me importa lo que te agrade o enoje. ¿En qué puedes fundar el no +haberme dicho que trabajabas en una imprenta desde que te viste +obligado a dejar la carrera? Me has dicho algunas veces que tu posición +y tu género de vida no te han permitido tratar ni conocer a fondo +señoritas de esas a quienes el no tener que pensar en nada serio hace +frívolas y vanidosas. ¿En qué consiste, pregunto yo ahora, que no +habiendo podido conocerlas me confundes con ellas? Seamos francos: el +temor a que me pareciese demasiado humilde tu trabajo, el recelo de que +fuese vanidosa, te han hecho callar, y resulta que el vanidoso eres tú. +Como nada de lo que yo te diga puede enojarte, me arriesgo a todo: ¿fue +vergüenza lo que sentiste al pretender ocultarme que te obligó la +necesidad? ¿Sabes cómo se llama <i>eso</i>? Falsa vergüenza, una cosa muy +parecida a la soberbia. Sí, Pepe; soy más leal que tú: me tienes +ofendida. Dices que me quieres porque soy buena, y has sido capaz de +suponer que podía hacerme <i>mal efecto</i>, así, clarito, lo de trabajar en +una imprenta. Nunca se te caen de los labios <i>la distancia</i>, <i>la +desigualdad</i>, y qué sé yo cuántas tonterías más: sólo te las perdono +porque imagino a veces que son pretexto para que esté contigo cariñosa. +¿Ves cómo el cariño todo lo interpreta bien? Basta de esto, porque no +quiero parecerte pesada; y conste que me conoce mal quien suponga que +el obrar bien pudiera hacerle desmerecer en mi ánimo. Ahora, deja que me +goce en llamarte tonto. ¡Buena ocasión perdiste de ponerte romántico! +Queda demostrado que el amor propio es en tí más fuerte que el amor +verdadero, y que yo, la <i>señorita</i>, como me llamas en esas bromas que, +por lo visto, tienen un gran fondo de verdad, soy mucho más sincera y +menos vanidosa, y te quiero con toda mi alma y te querré siempre, porque +me has engañado con tus zalamerías, haciéndome creer que eres distinto +de los demás hombres. Tengo ganas de verte para decirte todo lo que se +me viene a la boca. ¡Lo menos pensaste que volvería despreciativamente +la cabeza, sin saludarte, si por casualidad te viera salir de la +imprenta! No lo digo por esto del saludo; pero no sabes tú de lo que es +capaz una mujer cuando sabe querer. ¡Ojalá no fuese rica!</p> + +<p>Respecto a lo de tu hermano, nada puedo decirte, porque las cuatro +palabras que arranqué a Pateta no bastan para formar idea de tu +situación, aunque sé por experiencia que esas gentes demasiado devotas +hacen desgraciado a cualquiera. En mi familia está el ejemplo: la +Condesa de Astorgüela, que es una parienta nuestra lejana, tiene +oratorio en su casa, gasta un dineral en cosas de iglesia y, a sus +hermanos, que están casi en la miseria, no quiere darles una peseta. En +cambio acaricia la pretensión de que los demás sean rumbosos, y quiere +que papá regale o malvenda a unas monjas un terreno que posee fuera de +la Puerta de Bilbao. No puedes imaginar las recomendaciones y empeños +que andan buscando. ¡Figúrate! ¡A papá con esas! Papá dice que la de +Astorgüela es muy mala y que la devoción la hace peor. Yo no me atrevo a +tanto, porque alguna religión hay que tener; pero tampoco me gustan las +exageraciones. Lo triste sería que tu padre tuviese algún disgusto por +culpa de tu hermano.</p> + +<p>Adiós, orgulloso mío, no te quejarás de la reprimenda, ni de que escribo +poco. Tuya, siempre, siempre,</p> + +<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Paz</span>.»</span></p> + +<p class="top3">»Como si lo viera. En cuanto leas lo que te digo, te pones a hacer +consideraciones sobre lo raro y lo novelesco de que yo... <i>en mi +posición</i>, quiera a un hombre como tú. ¡Hasta que te cure la tontería, +no he de parar! ¿No dicen que el amor es ciego? ¿No pude enamorarme de +un pillo? Pues me ha dado por quererte a tí, que eres bueno, y asunto +concluido.</p> + +<p>Ven pronto a verme, porque Papá habla de ir esta semana al distrito, y +por no dejarme sola en Madrid, puede que me lleve. Será cosa de pocos +días.»</p> + +<p class="arriba"><br />Realizose el viaje que anunciaba Paz, no sin que antes la viese Pepe, +disipando en la primera conversación con amantes palabras el débil enojo +que en ella produjo su reserva; y luego de partida con don Luis, como se +prolongara la excursión bastantes días, cruzaron los novios varias +cartas, una de las cuales decía así:</p> + +<p class="top5"><span style="margin-left: 20%;">«Adorada Paz:</span></p> + +<p class="top5">El cariño que me demuestras es, por la sinceridad que lo avalora, mi +única alegría. Fuera de esto, cuanto me rodea y toca es causa de +disgusto. ¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer +una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o +está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de +alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje +misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia. Mis padres, mi +hermana y Tirso (ya me repugna llamarle hermano) parecemos sujetos a +influjo extraño a nuestra voluntad. La conducta de Tirso es +inconcebible. Su obstinación en reformar la familia es igual a la +conformidad que en otro tiempo demostró para estar alejado de nosotros: +antes, como sino existiéramos; ahora, todos hemos de ser santos; es +decir, todos no, porque conmigo no se atreve.</p> + +<p>El resultado es que me da muy malos ratos, y aún los espero peores, pues +la cosa ha sido muy de prisa.</p> + +<p>Mamá está dominada por Tirso, papá enteramente acoquinado, y su +carácter, vencido por la enfermedad y los sufrimientos, va +convirtiéndose en una apatía de que sólo a ratos le saca la rabia del +dolor. Ya no hay medio de ocultarle que en casa existe una guerra peor +que la del Norte. ¡Si papá me dejase, plantaba a Tirso en medio de la +calle sin ningún miramiento! No veo otro remedio al mal. Me contengo +porque, si lo hiciera, mi madre nos daría la gran desazón: es increíble +hasta qué punto parece identificada con él; pero no me cabe en la cabeza +la idea de que nos abandonara por seguirle. Supón lo sensible que me +será admitir semejante posibilidad. Pues aún hay, sin embargo, otra +cosa más triste: el dominio que Tirso ha logrado ejercer sobre ella, no +es ascendiente de hijo, sino influjo de cura. En cuanto a Leocadia, +parece haberse desarrollado en ella una indiferencia, un egoísmo de que +nunca la creí capaz. Ambas se levantan casi al amanecer, van a misa y, +aunque no vuelven tarde, como al salir meten ruido y despiertan a papá, +resulta que éste, no pudiendo recobrar el sueño, se desespera hasta que +vienen a darle el desayuno. Antes, todo cuidado les parecía poco para +él: ayer se quejó de que el café, por ser barato, era malo, y mi madre, +con una calma espantosa, le respondió que peor estaría el cáliz de la +amargura; y no lo dijo con intención dañina, sino porque oye a Tirso +majaderías por el estilo. A pesar de comprenderlo así, tuve que mirarla +a la cara y empaparme los ojos de que era mi madre, para no soltar una +barbaridad. A la hora de comer y antes de la cena dicen las dos sus +oraciones, algunas veces hasta con latinajos (¡figúrate lo que +entenderán ellas!), y por la tarde, si hay en cualquier iglesia función, +ya las tienes con la mantilla puesta. Todavía no se han atrevido a irse +las dos dejándole solo; pero la que no sale se queda renegando. En la +conducta de mi madre, al menos, se nota cierta sinceridad; pero +Leocadia va a la iglesia porque ha hecho el descubrimiento de que ve +gente y la ven y se distrae: habla de iglesias cursis y de iglesias +elegantes, como si se tratara de teatros, y critica los trajes de las +Vírgenes como si fueran amigas suyas.</p> + +<p>El doble resultado de todo esto es que la tranquilidad no es ya fruta de +mi huerto, y que, además, los viajes a la casa de Dios van dejando la +mía sin barrer. El celo mimoso y lleno de pequeños cuidados con que +antes se atendía a mi padre, es hoy prisa por acabar pronto de servirle +y correr a lo que Tirso recomienda. En fin, temo que, sin provocación ni +desafío por mi parte, cuando llegue Tirso a comprender el imperio que +tiene en la casa, trate de ponerme en el disparador. Por supuesto, que +no adivino lo que se propone. A juzgar por algunas cosejas que compra, +debe tener cuartos; pero ni un céntimo gasta para nosotros: sabe que yo +llevo el peso de la casa y, sin embargo, parece como que quiere hacerme +saltar de ella. Repito que no lo entiendo; pues en cuanto a convertirme, +primero me hace rajas. Excuso decirte que lo que él llama conversión es +la entrada en el dominio de la imbecilidad: su devoción es de lo más +ramplón que puede darse. Lo peor de todo es que mi padre empeora +rápidamente. Ahora quiere el médico emplear con él la hidroterapia, lo +cual saldrá caro; pero yo he dicho que todo se hará, aunque hayamos de +vender hasta las sillas. Tirso dice que esas son novedades de la +ciencia, que antes no se conocían tales cosas y que no por ello dejaban +de curarse los enfermos. En cambio ha logrado que mamá dé una peseta +todos los meses para no sé qué hermandad o cofradía de la <i>Limosna de la +Luz</i>, y otra para unas escuelas católicas. El día que abra yo la puerta +al cobrador, le echo rodando por la escalera.</p> + +<p>Adiós, vida mía; no te enfades porque no te repita mil veces que te +quiero. En decirte mis disgustos se me ha ido el rato. No tengo tiempo +para más; pero ya sabes que te adora tu amantísimo,</p> + +<p><span style="margin-left: 60%;"><span class="smcap">Pepe</span>.</span></p> + +<p class="top3">¿Tardaréis muchos días en volver? ¿Cómo ha encontrado tu padre el +distrito? ¿Esperas que a tu regreso podamos vernos con frecuencia? No +quisiera sentar plaza de pegajoso y, sin embargo, deseo que don Luis me +necesite para poder verte y hablarte. Escríbeme mucho.»</p> + + + +<h3><a name="XX" id="XX"></a>XX</h3> + + +<p>Don José comenzó a empeorarse, y con sus molestias, que iban diariamente +en aumento, arreciaron los gastos.</p> + +<p>En un principio determinaron la dolencia la vida sedentaria, la +desmedida codicia en el comer y su natural plétora sanguínea: luego vino +el dormirse fácilmente en cualquier parte, el echar vientre y digerir a +duras penas, acentuándose la repugnancia a todo esfuerzo físico. Con +este desorden en el organismo, manifestó cierta volubilidad de carácter, +completándose el cuadro del que los médicos dicen estado artrítico, amén +de otros síntomas que llaman sucios, hasta que por fin estalló la +enfermedad, fijándosele el dolor en un pie, que se le puso hinchado, de +color rojo y con las coyunturas muy sensibles. El primer acceso fue +violento en extremo: posteriormente, al acostarse, en seguida conciliaba +el sueño; pero al poco rato despertábale la rabia del dolor, tardando +algunas horas en recobrarlo; repitiéndose estos exacerbamientos hasta +que, posesionado el mal de ambos pies, quedó el infeliz postrado y +sujeto a pasar los días de la cama a la butaca, y de ésta a aquélla. Al +carácter agudo del padecimiento siguió el crónico; los ataques perdieron +en intensidad, ganando en duración; tuvo fiebre, y en lo sucesivo raro +fue el día que pasó medianamente. Con tal situación, cuando mayores +cuidados y atenciones pedía el enfermo, coincidió el enfrascarse doña +Manuela en cosas de la iglesia, y ella, antes tan compasiva y solícita, +fue, sin darse cuenta, pecando de olvidadiza y negligente, sin mostrar +mala voluntad; pero el resultado era el mismo que si la tuviera. A pesar +de estar su vista cansada por los años, emprendió la tarea de bordar un +paño de altar para regalo a la parroquia, y mientras tenía caladas las +antiparras y la aguja en la mano, aunque su esposo la llamara, tardaba +en acudir. El darle las medicinas a hora fija quedó supeditado a más +santas atenciones, y comenzó a molestarla el escuchar quejidos, por +antojársele muestra de poca esperanza y ninguna resignación. Don José se +devanaba los sesos, sin lograr explicarse aquella trasformación ni +acertar cómo pudo Tirso trocar tan pronto en beata a la que nunca fue +devota, siendo lo peor del caso que no le dio la piedad por el amor al +prójimo, ni por arreciar en el cuidado de su casa, sino que miraba el +hogar y la familia como objetos inferiores. No decía palabra contra las +necesidades ordinarias de la vida, ni renegaba de la materia, ni +ensalzaba la superioridad de lo ideal sobre lo terreno, mas claramente +se veía germinar en ella la semilla dejada caer por Tirso.</p> + +<p>Lo más extraño fue que, de exageradamente limpia, se hizo algo +desaseada, como si alguien la hubiese convencido de que nadie debe +atender primero al lavado del cuerpo que a la pulcritud del alma. Por +último, todo gasto le pareció exorbitante y, cuando el médico habló de +hidroterapia y en la casa de baños dijeron que llevar a domicilio un +aparato necesario costaba un duro por cada viaje, fue de opinión +contraria al remedio, tronando por vez primera contra las <i>invenciones +de ahora</i>. Delante de Pepe se contenía cuanto le era posible; pero ya +toleraba de mala gana cualquier broma que trascendiese a incredulidad; y +como el estado de las cosas por aquel tiempo hacía que todas las +conversaciones fuesen a caer en la guerra, y hablar de ésta era hablar +del clero, doña Manuela oía con disgusto a su hijo y su marido, cuando +el primero alardeaba de republicano y el segundo de progresista a la +antigua. Bastaron unos cuantos meses, trascurridos desde la llegada de +Tirso, para que le repugnase ya escuchar ciertas conversaciones: a veces +hasta intentaba oponerse a ellas con tonterías de marca mayor, por +hablar de lo que no entendía.</p> + +<p>Don José continuaba firme en su afición a leer y comentar las noticias +de la guerra, lecturas y comentarios en que acababa siempre maldiciendo +contra el absolutismo y la lucha civil; Pepe, después de comer, +permanecía un rato acompañándole, y estos eran los mejores momentos que +el viejo pasaba, porque casi siempre estaban de acuerdo el padre y el +hijo. Don José conservaba el vigoroso arranque del antiguo partido +progresista; Pepe, prematuramente escéptico, dado a violencias, como +quien siendo joven está ya harto de traiciones, proponía a los males +públicos remedios más enérgicos. En cuanto al modo de terminar la guerra +civil, estaban conformes: había que concluirla, no por pacto, sino por +fuerza de armas. Tirso, si les oía, procuraba contenerse; mas algunas +veces le era imposible disimular, y sintiéndose ya fuerte, terciaba en +la conversación, mostrando, no simpatía tibia, sino ardor de sectario +por la causa del absolutismo.</p> + +<p>El año anterior, cuando la guerra franco-prusiana, había comprado Pepe +un mapa, barato, en el que seguía con alfileres y banderitas las marchas +de ambos ejércitos: don José, por distraerse y llevado de la atención +con que consideraba el duelo entre la revolución y el carlismo, repitió +el entretenimiento. Mandó a Pepe que colocara en la pared una carta +geográfica de toda la parte superior de España y, a cada parte de la +<i>Gaceta</i>, a cada nueva de lo que ocurría en los campos de batalla, iba +marcando los lugares ganados o perdidos por los soldados del ejército +liberal o las huestes del Pretendiente, con lo cual Tirso hallaba +justificado motivo para comentar noticias, atenuar triunfos y exagerar +derrotas, según quien salía victorioso.</p> + +<p>El estado de España era a la sazón desconsolador. El país se había +convencido de que, si el carlismo no contaba con elementos para vencer, +tenía los bastantes para ensangrentar la mitad del territorio de la +patria. En los comienzos de 1873, las partidas alzadas en armas eran +pocas; pero aumentaron pronto. La insurrección de Vizcaya no inquietaba; +el carlismo aragonés veía fracasar su intento en Santa Cruz de +Nogueras, y los castellanos parecían difíciles de arrastrar; mas ya +había fatales indicios de que la lucha sería ruda. Un jesuita amenazó +con horribles fusilamientos, más tarde realizados; hubo cabecilla que, +habiendo licenciado en Pascuas de Navidad sus tropas, las congregó a +toda prisa; se armó el Maestrazgo; creció el peligro en Cataluña y +llegaron las boinas blancas hasta más acá del Ebro. La frecuencia con +que el ejército liberal mudaba generales y los errores del Gobierno +central, servían de sarmientos a la hoguera: apenas pasaba día sin que +entrara de Francia algún jefe insurrecto; Navarra era un volcán; +asaltábanse los trenes de viajeros, y un cura famoso inauguraba la larga +serie de sus repugnantes maldades. Madrid, en tanto, servía de asilo a +<i>comités</i> o juntas fomentadoras del levantamiento, y la misma libertad, +combatida en los campos a balazos, era en la Corte aprovechada +impunemente por el bando faccioso. Tirso, como si todo esto le alegrara, +comenzó a mostrarse satisfecho sin disimulo y arrogante sin cautela: +diríase que en la lucha jugaba algo su interés y que, por extraña +aberración, veía más fácil el moralizar a su familia según se iba +desquiciando la patria. Por fin, manifestó desembozadamente sus ideas; +dijo con franqueza que era carlista y, cuando su padre leía o hacía que +le leyesen noticias de la guerra, tomaba parte en los comentarios, +oponiendo cálculos a cálculos y versiones a versiones.</p> + +<p>Los informes de Pepe procedían generalmente de las imprentas donde se +tiraban extraordinarios y hojas volantes de periódicos, que mentían con +frecuencia: las nuevas de Tirso tenían origen desconocido; pero, a +veces, se anticipaban a las oficiales, eran más exactas o llegaban a +confirmarse, acusando todo que el manantial en que las bebía era bueno; +con lo cual Pepe fue convenciéndose de que su hermano frecuentaba gentes +directamente interesadas en los acontecimientos, y corroborándose en la +idea de que el viaje de Tirso fue el desempeño de una misión más o menos +importante, pero indudable. Ya estaba explicada su actitud anterior. Los +primeros días de su estancia en Madrid temió ser descubierto, y no salió +a la calle sino una sola vez y ya de noche; visitole luego un caballero, +y desde entonces se mostró más abierto y franco, como si aquellas +visitas le quitaran peso de encima; por último, perdió el miedo, y +juntamente dio a entender su satisfacción por la marcha de los sucesos +y la influencia ejercida en el ánimo de su madre.</p> + +<p>Esto último no pudo permanecer oculto a don José; pero respecto a la +sospecha de ser Tirso agente subalterno de los carlistas, nada quiso +decir Pepe a su padre, convencido del disgusto que había de +experimentar. Harto comprendía él que las luchas políticas, por rara +excepción, tienen hoy el infame privilegio de enconar las divisiones de +familia; mas no se le ocultaba que para el viejo y entusiasta partidario +del progresismo, para el admirador de los que pusieron término a la +primera guerra civil, sería triste pesadumbre saber que un hijo suyo, +hecho clérigo a hurtadillas, era agente y servidor de los <i>facciosos</i>. +Don José no lo conjeturaba todavía: su curiosidad estaba despistada por +el empeño de saber cuál había sido el objeto del viaje.</p> + +<p>—Tirso es carlista—decía hablando con Pepe—ya no lo oculta: pero, ¿a +qué diablos habrá venido?</p> + +<p>—Se me figura que a pretender: querrá ser canónigo, y como parece +vanidoso, no nos dirá nada por si no logra su objeto.</p> + +<p>—Lo que más me duele es que está trastornando a tu madre. Esta mañana +han ido las dos a confesarse y han vuelto a las diez: total, que me han +dado la medicina muy tarde y no puedo comer hasta dentro de hora y +media. Y mira, mira, como anda todo.</p> + +<p>Pepe miró en torno suyo. Sobre el aparador estaban, aún sucios, los +platos que sirvieron para la cena de la víspera; en el centro de la mesa +veíase el mantel hecho un rebujo, las migajas sobrantes esparcidas en su +derredor, y junto al balcón una canastilla llena de ropa blanca atrasada +y sin repasar.</p> + +<p>—En cambio—prosiguió el viejo señalando a la pared—llueven estampas.</p> + +<p>Tirso había comprado una cromo-litografía de la Virgen de Lourdes con +marco de moldura dorada, colocándola encima del retrato de Espartero.</p> + +<p>—Esto—dijo Pepe—sería sencillamente ridículo si anduviésemos sobrados +de dinero: teniendo tan poco, me parece falta de juicio; pero allá él.</p> + +<p>—No, hijo, no; ¡si lo ha pagado tu madre! veintiocho realazos... ¡y +luego vociferan que el agua de Vichy es farsa moderna y que la +hidroterapia sale cara!</p> + + + +<h3><a name="XXI" id="XXI"></a>XXI</h3> + + +<p>Las gentes a cuyos manejos obedeció el viaje de Tirso a Madrid, le +mandaron que esperase órdenes en la corte, y él entonces pensó en +utilizar algunas de las amistades que, a la sombra de su misión, +contrajo con gente de sotana, logrando entrar en una iglesia, donde, a +título de suplente, ganaba algo, aunque poco. Un obispo y un ecónomo +fueron los protectores, merced a cuyo valimiento pudo actuar en una +parroquia, no sin que algunos capellanes se disgustaran, temerosos de +que, a la larga, les quitara el pan: otros, en cambio, por simpatía, o +conocedores de lo mucho que podía quien le recomendaba, hicieron buenas +migas con él, y uno de éstos, viejo achacoso, que tenía fama de avaro, +le cedía frecuentemente su puesto en ocasiones lucrativas. Malas lenguas +murmuraban que lo hacía reservándose la mitad de la remuneración, a +pesar de lo cual, de cada entierro <i>de primera</i> le quedaban a Tirso +veinte reales y treinta de cada novena. Además, servía de festero en +ciertas solemnidades, y no le olvidaba el ecónomo cuando había que +repartir algunas misas. Pero lo que él ambicionaba era tener sermones, +que uno con otro le salían lo menos a dos o tres duros, suponiendo que +fuera cierta la calumnia antes apuntada. El primer sermón que pronunció +hizo poco efecto a sus nuevos compañeros; todos dijeron que olía a +pueblo: con el segundo le ocurrió lo mismo, y en vista de ello determinó +estudiar los ajenos para perfeccionar los propios. De allí a poco le +tocó uno, y entonces desplegó toda su energía.</p> + +<p>Había él notado que, por aquel tiempo de amenazas revolucionarias, no +parecía a los devotos buen sacerdote el que no se aventuraba algo en el +terreno de las alusiones políticas; y como todo era menos tímido, se +lanzó a pisarlo, decidido a no resultar menos celoso defensor de la +Religión. Preparose durante varios días con libros que consideró del +caso, leyó al Padre Larraga y al jesuita Roothaan, consultó varios +sermonarios de Santander, Eguileta y Pantaleón García, hizo acopio de +frases sabias, citas de los Santos Padres y hasta de figuras retóricas, +escogiendo tropos, hipotiposis y apóstrofes que dieran color a sus +períodos, después de lo cual fijó el tema de la oración, fundándola en +aquellas palabras famosas: <i>Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo +que es del César.</i></p> + +<p class="arriba"><br />Como la cofradía que pagaba la función era de gente adinerada, la +iglesia estuvo brillante. En el atrio, inmediato al puesto de una +florista, habían colocado el cajón de la rifa piadosa, cuyos premios +eran un canario enjaulado, dos sortijeros de cristal, un castillete de +cartón-piedra para juguete de niños y una Virgen metida en un fanal que +parecía farol: dos viejos coloradotes y rollizos expendían las +papeletas, y una mujer que allí cerca tenía su canastilla de estampas y +escapularios les miraba de reojo, como mercader pobre a traficante rico. +De esta mujer decían lenguas pecadoras que lo que más provecho la dejaba +no era manejar los alicates con que hacía rosarios de alambre y cuentas +de vidrio, sino el servir de cobejera entre damas y galanes. Junto a la +casa de Dios varios mendigos extendían las mugrientas manos, y cuando no +pasaba gente se insultaban con el más desvergonzado vocabulario, que +trocaban en quejumbrosos ayes si alguna señora vieja se detenía a leer +los cartelillos de triduos y novenas.</p> + +<p>El altar mayor, en que ardía un bosque de velas simétricamente +colocadas en sus gradillas, semejaba pirámide de llamas temblorosas, y +el talco de los floreros de mano brillaba como plata puesta al sol. Dos +angelotes de talla dorada sostenían el templete donde estaba de +manifiesto el Señor, ceñido por los resplandecientes rayos de la +custodia, envuelto en la neblina del incienso y adorado por la +muchedumbre. En lo más alto del retablo había un astro de oro, y en su +centro un pichón blanco. El altar era todo claridad: la luz del mundo +parecía refugiada en la Santa Mesa. Las capillas laterales, los rincones +quedaban sepultados en sombra. En el medio de la nave brillaba sobre un +grupo de fieles el resplandor azulado que dejaban caer desde la altura +las ventanas del cupulino, y a veces, cuando el viento movía las +cortinas, resplandecía en el aire una ráfaga luminosa, que iba a posarse +en la faz apergaminada de un viejo, o en el rostro de una mujer bonita. +Unos ratos eran de silencio absoluto, otros flotaba sobre la atmósfera +del sagrado recinto un murmullo apagado de rezos rápidamente dichos, y +de cuando en cuando se oía hacia el exterior rodar de carruajes y tañer +de campanas: hubo un momento en que, al levantar los que entraban el +cortinón de la puerta, se oyó la música profana de un organillo que +tocaba en la calle el brindis de <i>La Traviata</i>. Desde lo alto de los +retablos churriguerescos, las estatuas de talla, troncos convertidos en +santos por el arte, parecían mirar con lástima a la gente arrodillada, +cuya apretada masa promovía ruidos en que se mezclaban el caer de las +sillas, el crujir de las sedas, la plegaria de unos y el refunfuño de +otros.</p> + +<p>Ya se había rezado el Rosario. Al comenzar la Salve rompió el órgano en +formidable trompeteo, y empezaron los cantores. La voz del tiple era +chillona y femenina, la del bajo ronca y apagada; el barítono cantó un +solo que parecía de personaje celoso en ópera italiana. De pronto el +órgano sofocó sus quejas con variadas modulaciones, ya acentos dulces, +ya rugidos estentóreos: unos instantes aquello era regalo del oído, +otros estruendo ensordecedor, hasta que de improviso las notas parecían +quedar flotando en el aire, como aves perdidas, cuyo graznido +desapacible continuaba imitando la canturía ronca de algún cura falto de +aliento. Los muros estaban cubiertos con paños de damasco rojo galoneado +de oro, que, como grandezas deseosas de humillarse, caían casi hasta el +suelo de ladrillos polvorientos, y por bajo de la verja del presbiterio +veíanse hincados de rodillas, con su cirio y escapulario, varios fieles +que de rato en rato se relevaban, formando incesante guardia de honor al +pie de la pirámide de llamas, en tanto que los sacerdotes, dando ejemplo +de piedad, se persignaban rápidamente al pasar ante los altares. Sólo +turbaban el recogimiento de los devotos el llanto de los niños cansados +y las toses de los viejos asmáticos: nadie, por fortuna, se fijaba en el +mirar incesante de las mujeres a los hombres, ni en la postura +irreligiosa de un mozuelo que, apoyado en un confesionario, devoraba con +los ojos a la novia. En la puerta un presbítero, sentado ante una mesa, +golpeaba con una moneda la bandeja de las ofrendas, y aquel choque +metálico, acusador del interés, sonaba mal: los muros sagrados lo +devolvían en apagados ecos, cual si rechazaran la voz de la codicia +humana. El olor de la cera, el aroma del incienso y la aglomeración de +gentes, viciando la atmósfera, promovían inspiraciones largas, suspiros +de desasosiego, movimiento de inquietud. En los bancos de alto respaldo +había algunas personas dormidas. Otros fieles, haciendo abstracción de +la fiesta, se postraban ante altares distintos. En uno de ellos, cuatro +gradas cubiertas de encaje sucio y un pedestal de pintura +descascarillada, adornado con cabezas de angelitos, servían de trono a +una Virgen de tamaño natural, envuelta en rico manto de terciopelo negro +entrapado de polvo, sobre cuyo pecho brillaba un corazón de hojadelata +atravesado por siete espadas de lo mismo: en cambio el rostrejo y la +corona eran de plata. Al lado opuesto estaba Jesús, clavado al leño del +martirio, hermosamente desnudo, caída la cabeza sobre el pecho, manando +sangre la lanzada, rígidas las piernas, sebosas las rodillas, porque en +ellas se apoyaba el monaguillo al subir para encender, y envuelta la +cintura en un paño rojo con lentejuelas de oro, indigno adorno de tan +venerable figura. Una vela torcida goteaba sobre los pies de la +escultura sus lágrimas de cera, y el débil resplandor verdoso de una +lámpara de vidrio, medio apagada, enviaba estertores de luz a la divina +faz. A pesar de la profanadora faldilla, el aspecto de la imagen era +imponente: el cadáver del Dios de la Caridad parecía dominar aquel +conjunto ridículo de flores de trapo, candelabros sucios, estampas +chillonas, tallas barrocas y pantorrillas de cera. Al examinar el +templo, se notaba que todo lo demás estaba vivo o expresaba vida: el +único muerto que había en la Iglesia era Cristo.</p> + +<p>Llegado el momento del sermón, salió Tirso lentamente de la sacristía y, +acercándose hasta el altar mayor, oró unos instantes de rodillas, +sosteniendo el bonete entre las manos cruzadas sobre el pecho, que +llevaba cubierto por el blanco y rizado roquete. En seguida subió al +púlpito, que era como una jícara grande pegada a la pared, y después de +arrodillarse nuevamente y pedir otra vez al Altísimo gracia y santidad +de inspiración, empezó persignándose y recitando un Ave María.</p> + +<p>El exordio fue breve, y luego, sin cuidarse mucho de reglas ni +preceptos, entró de lleno a narrar, para comentarlo, el episodio en que +Cristo dijo: <i>Dad a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del +César</i>.</p> + +<p>Su lenguaje era siempre llano: cuando quería elevarse le faltaban +palabras, y al buscar naturalidad, caía en lo vulgar y tosco. Tuvo +instantes en que, olvidándose del plan trazado, las ideas acudieron en +tropel a su imaginación y las palabras se agolparon a sus labios en +frases exentas de unción sagrada, faltas de poesía y desnudas de +belleza. Tenía prisa por llegar a mostrar su ardor en defensa de la fe. +Por fin, en la <i>recopilación y exhortación</i> su piadosa ira tendió las +alas, y entonces le salieron los párrafos a su gusto.</p> + +<p>—«Sí, hermanos míos—decía—muchos servicios debemos al país, a la +nación, al Gobierno y las autoridades, porque no exige nuestra Santa +madre la Iglesia que renunciemos en absoluto a la vida social, aunque es +mejor la vida del apartamiento religioso; pero hay que andarse con +cuidado en lo de la obediencia. ¡Bueno fuera que por servir los +intereses de este mundo ofendiéramos al Padre, o al Hijo, o al Espíritu +Santo, a la Santísima Virgen, o a cualquiera de los Apóstoles y Santos +que nos han señalado el camino de la perfección, que es como un sendero +espinoso a cuyo fin hay un gran jardín, que es la gloria! Debemos ser +obedientes al César, pagar contribuciones y gabelas, ser soldados y +marinos para mayor esplendor de esta nación cristiana, que tan mal anda +desde que vaciló en la fe: mas nuestro deber de cristianos es antes que +los demás deberes. Pues qué, amados míos, ¿hemos de contribuir para que +se emplee nuestro dinero contra nuestra conciencia? ¿Pediremos al Señor +ánimo para el trabajo, y su fruto será para escarnecerle? ¿Queréis que +sirvan nuestras riquezas o jornales para que los malos gobernantes +paguen suntuosos embajadores que adulen a los carceleros del Santísimo +Pontífice, que apacienta el rebaño de Cristo desde su lecho hediondo de +paja en un calabozo del Vaticano, antes trono de su preponderante +sabiduría? ¡No, y mil veces no, hermanos míos! Seamos, si es preciso, +como aquellos mártires que desafiaban a los procónsules romanos, y ya +sabéis que estos procónsules eran como ahora los gobernadores civiles. +¿Y hemos de ser soldados para servir de ornato y servidumbre a ministros +impíos, para obedecer a sacrílegas Asambleas que decretan la asquerosa +libertad de conciencia?</p> + +<p>¡Ah, y con cuánto dolor de corazón, con qué santa indignación los que +aman a Dios oyen hablar de esas infamias! Mas la paciencia del justo es +luego ira terrible, y el cordero se hace sañudo tigre, que dicen las +famosas palabras del Santo.</p> + +<p>¿Quién no teme que baje fuego del cielo sobre esta sociedad moderna? A +la maldad llaman libertad, y luego, ¡ilusos! piensan vencer a los que +luchan por la verdadera libertad, a los que, como nosotros, elevan su +corazón al Señor. ¡Así es todo desolación y espanto por los campos! Las +guerras son obras del demonio: Dios le permite que nos castigue porque +somos malos y nos olvidamos de Él. Y cuando esto pasa, no es +impunemente: que si a la piedad se la escarnece, si a la religión se la +pisotea, ¡ah! entonces ya no hay nada que dar al César, sino que hasta +la sangre debe emplearse en servicio del Señor. ¿No nos da Él la suya +diariamente en el convite celestial, en el manjar eucarístico? ¿Seríamos +capaces de negarle nuestra miserable sangre?</p> + +<p>Orad, hermanos míos, orad por los opresores sacrílegos, pero no +maldigáis a los que combaten. Nosotros tenemos sólo fe, quizá fe tibia: +ellos, como quería el Apóstol, juntan las obras a la fe. Supimos los +españoles expulsar al moro, desterrar al judío, vencer al turco; +destruimos al protestante en Flandes; arrojamos de aquí a los franceses +ateos de Napoleón; purificamos, con fuego, de herejes nuestra propia +tierra, y ¿no seremos hoy capaces de sojuzgar a los que traen semilla +del infierno en ese contubernio nefando que llaman matrimonio civil, en +esa crápula moral que llaman libertad religiosa?</p> + +<p>¡Qué pena, hermanos míos! ¡qué dolor! Estamos en plena Revolución; es +decir, como Job en el basurero, llenos de toda suciedad. ¡Aquí es el +rechinar de dientes y crujir de huesos!</p> + +<p>La libertad de cultos, dicen los impíos, traerá capitales extranjeros, +porque vendrán familias de herejes, ¡que maldita la falta que hacen! +¿Pues sabéis a lo que vendrán? a llevarse vuestro dinero, a poner +fábricas en las casas que ahora se están robando a las pobres monjitas. +Esta es la libertad de cultos. Ya veis, amados oyentes míos, cómo no +siempre es piadoso dar de buen grado al César todo lo que parece suyo.</p> + +<p>Sean nuestras almas del Señor para que su cólera no nos parta por la +mitad, y atendámosle a Él antes que a nadie. ¿A quién obedeceríais +primero, a un guardia municipal, o al Rey? al segundo, ¿no es verdad? +Pues el César es el guardia municipal, y el Rey es Dios nuestro Señor, +pero Rey de Reyes y Emperador de Emperadores. Elevad los corazones, que +tiemble la oración en vuestros labios, que se agite, como humo inquieto +la fe en vuestros pechos para que el Señor nos conceda ver acabadas la +podredumbre del liberalismo, la masonería, las persecuciones de la +Iglesia y las desdichas de sus venerables ministros, y para que acaben +las fatigas de los que luchan por la fe en cualquier terreno, porque +entonces podremos gritar: <i>¡Pueblos esparcidos por el Universo, +palmotead, manifestad con millares de gritos de alegría la parte que +tomáis en la gloria de vuestro Dios en el día de su triunfo!</i> Yo diré a +vuestro corazón, con el Profeta: <i>cuasi tuba exalta vocem tuam, et +anuntia populo meo scelera eorum</i>. Orad, y ahorraréis lágrimas a la +Esposa del Cordero; haced que todo el mundo rece en vuestras casas por +los que están sepultados en el profundo sueño del pecado, <i>dormiebat +sopori gravi;</i> por los que voluntariamente se han hecho sordos a las +inspiraciones divinas, <i>sicut aspidis surdæ et obturantis aures suas</i>. +Sí, amados hermanos míos, orad a María en todas sus advocaciones, tan +buena es una como otra, todas son mejores y dulcísimas; porque si +oramos, <i>las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia.</i>»</p> + +<p>Mientras bajaba lentamente del púlpito estalló en la iglesia rumor de +muchedumbre inquieta, y de los labios de los fieles salió un murmullo de +aprobación. En seguida, todos comenzaron a salir, ansiosos de +sustraerse, a pesar de su devoción, a la pesada y sucia atmósfera del +templo. Las puertas vomitaron negras oleadas de gente que, al +desparramarse por las aceras, respiraba con delicia el aire puro de la +noche, y en pocos momentos la ancha nave quedó vacía. Algunos exaltados +elogiaban el sermón.</p> + +<p>—Es un padre nuevo.</p> + +<p>—No le conocía.</p> + +<p>—Ni yo: ¡qué valiente ha estado!</p> + +<p>—Es de los finos.</p> + +<p>—¡Ojalá hubiera muchos así en los pueblos!</p> + +<p>Varias personas entraron en la sacristía, preguntando cómo se llamaba el +predicador. Los capellanes de la casa comentaron el sermón de distinto +modo.</p> + +<p>—¡Muy bien, compañero, eso es poner el dedo en la llaga!</p> + +<p>—Ha estado Vd. un poquito fuerte.</p> + +<p>—Ándese con cuidado, no sea que los liberalitos cometan con Vd. algún +atropello.</p> + +<p>El párroco calificó aquello de imprudencia.</p> + +<p>Tirso se marchó solo, contentísimo, pisando recio, llevando alta la +cabeza, como si creyera que las gentes habían de señalarle con el dedo y +mirarle con asombro. En su casa no dijo nada.</p> + +<p>Aquella noche, el nombre del Padre Tirso Resmilla era conocido en todos +los centros clericales de Madrid.</p> + +<p>A los tres días, Pepe, leyendo un periódico, dio con el siguiente +suelto:</p> + +<div class="block"><p>«El púlpito sigue convertido en tribuna por los enemigos de las +instituciones liberales. Hemos oído asegurar que en una de las +principales iglesias de Madrid se ha pronunciado anteayer un +violento sermón, una verdadera excitación a la guerra civil. La +opinión exige que, si el hecho es cierto, las autoridades tomen +cartas en el asunto. El clérigo que se ha propasado esta vez, +parece ser el Padre R..., casi desconocido, por haber llegado a +Madrid hace poco tiempo. Veremos qué resultado ofrece esta milésima +edición de semejante atrevimiento.»</p></div> + +<p>Pepe comprendió que el Padre R... era su hermano, y profundamente +disgustado, hizo que Millán averiguase la verdad del caso preguntándolo +en la imprenta de aquel periódico, y al mismo tiempo revisó +cuidadosamente los demás que había de leer su padre, decidido a evitarle +la desazón que pudiera acarrearle la noticia. No temía que Tirso se +vanagloriase de la hazaña en su propia casa, pero podían ir a prenderle, +o acaso una fracción de la prensa insistiera en pedir su castigo.</p> + +<p>El resultado de las gestiones de Millán confirmó la sospecha de Pepe: +el regente de la imprenta donde se tiraba el diario que dio la noticia, +dijo que el predicador de que se trataba era don Tirso Resmilla, quien +abandonando su curato de un pueblo del Norte, había venido a Madrid, +pocos meses atrás, como persona de confianza para los elementos +realistas de la diócesis a que pertenecía.</p> + + + +<h3><a name="XXII" id="XXII"></a>XXII</h3> + + +<p>Había en Madrid por aquel tiempo, en uno de los barrios extremos, una +casa que rompiendo la línea de fachadas contiguas, parecía apartarse del +trato de las gentes. Tenía por delante un pequeño jardín con verja; +aislábala por detrás un ancho patio con cuadras y cocheras, y a derecha +e izquierda la limitaban una pared medianera y fuertes tapias a una +calle poco frecuentada. Formaban el jardín tres o cuatro mezquinos +recuadros de flores vulgares, las enredaderas enroscadas a la verja, y +varias acacias, cuyas fornidas ramas ocultando casi por completo los +balcones, oponían a la curiosidad una cortina impenetrable. Las +persianas estaban continuamente caídas y las vidrieras se abrían rara +vez, sin que nunca sonase dentro cantar de criada ni piano de señora. +Era una casa falta de voces y de ruidos, triste, callada entre los +clamores vecinos, ajena a cuanto la rodeaba, como hecha adrede para +retiro de dama romántica o escenario de novelescas aventuras. Una +campanilla, colocada en la verja del jardín, daba aviso cuando entraba +alguien y, según quien fuese, lo anunciaba el portero tocando otra +campana en el portal. Un tañido para Hermana de la Caridad o Hermanita +de los Pobres, dos para fraile o clérigo, tres para dignidad +eclesiástica: a los simples mortales les anunciaba de palabra un criado, +y gracias si se quitaba la gorra. Señal de dar limosna los sábados o +fiestas no se veía ninguna, pero por privilegio envidiable tenía la +finca oratorio donde se rezaba misa cuotidianamente y, si acaso pasaban +por la calle alguna Minerva o el Dios chico, lucían los balcones grandes +y blasonadas colgaduras. Durante el día menudeaba el campaneo del +portal, indicando que eran muchas las visitas de gente religiosa: por +las tardes la dueña, ya entrada en años, salía a paseo en coche +modestamente vestida, con aspecto humilde y luciendo en una muñeca, a +modo de pulsera, un pequeñísimo rosario de oro y perlas. El carruaje, +cómodo y anticuado, llevaba en las portezuelas corona condal; el cochero +y el lacayo, como haciendo juego con el portero, tenían facha de +cantores de iglesia, y la dama, siempre enlutada, con trazas de poco +limpia y gesto uraño, semejaba una sacristía hecha mujer. Llegada la +noche, escapábase de alguna ventana rumor de preces dichas en común, y +antes de las diez quedaba todo cerrado, sin que hasta el día siguiente +volvieran a cruzar sombras tras las vidrieras, ni se escuchase ningún +ruido. Para ser tenida por convento, era la casa demasiado mundana; para +morada de seglares, parecía monasterio. De ambos caracteres participaba; +pues la Condesa hacía vida casi monjil y extremadamente rigurosa. En +todo tiempo se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar <i>maitines</i> +y <i>oración por los agonizantes</i>, tornando a acostarse hasta las nueve, +que oía misa, rezada por su capellán; a las doce <i>angelus</i>, antes de +almorzar; por la tarde lecturas piadosas, <i>vísperas, cinco llagas</i>, +recepción de visitas honestas y paseo en coche; antes de comer un rato +de meditación en la capilla, y después de la comida otro <i>rosario, +letanía</i>, y <i>recomendación del alma</i>: a las nueve y media se acostaba. +De bailes y reuniones, nada: de teatros muy poco, y sólo a obras cuya +moral nadie hubiese puesto en duda. Confesaba dos veces por semana y +recibía la sagrada comunión todos los domingos.</p> + +<p>Una criada, despedida de la casa porque el rigor del ayuno la hizo +blasfemar de Dios y hurtar en viernes de cuaresma restos de solomillo +fiambre, propaló por el barrio noticias muy curiosas, según las cuales +la Condesa de Astorgüela revelaba empeño de rescatar con la penitencia +lo mundano de su vida pasada. Mucho alardeaba de humilde y descuidada +para su persona; mas al decir de la doncella, quedábanla restos de la +más refinada coquetería, si bien ella procuraba ocultarlos. Sus pies +calzaban medias de seda, ceñía su talle corsé de raso, era pródiga en +perfumar el baño, cuidábase con ahínco las manos y, aunque hiciese +ostentación de vestir humildemente, la ropa blanca que gastaba era un +primor en adornos, lienzos y hechuras: bajo vestidos lisos y de lana, +solía ocultar enaguas guarnecidas de costosos encajes. La tal doncella +desmentía, además, ciertos excesos de piedad atribuidos a la dama: sus +actos de penitencia consistían en no tomar nada, aunque lo desease, +fuera de horas, abstenerse de algún bocado sabroso, escoger, por breve +rato, asiento incómodo y hasta estar unos minutos puestos en cruz los +brazos: pero era falso, según la pecadora sirvienta, que la Condesa +usara cilicio bajo el corsé de raso, ni que tuviera costumbre de llevar +por voluntaria molestia alguna china en los zapatos, antes al contrario, +se calzaba exquisitamente; ni que durmiera los viernes con una astilla +entre las sábanas, ni que hiciera en el suelo cruces con la lengua. En +cambio, insistiendo en los restos de coquetería, la Condesa, a solas en +su tocador y alcoba, desplegaba consigo misma aquel mimo y esmero que +sólo observa la mujer cuando se emplea, aunque honestamente, en el dulce +servicio del amor. De modo que, por las señas, la Condesa de Astorgüela, +lo mismo podía ser una gran dama arrojada por el desengaño a los brazos +de la Religión, que una hipócrita de alto rango, o las dos cosas a la +vez.</p> + +<p>Su rostro parecía arrancado de un lienzo de Mengs o de Van Lóo. Una +hermosa cabellera rubia, que comenzaba a encanecer, la servía de +diadema; la fisonomía era expresiva, casi picaresca; graciosa la boca, +esbelto el talle y los pies chicos. Así debían ser aquellas damas de la +corte de Versalles que compensaron la virtud que les faltó a fuerza de +elegancia e ingenio. La edad de la Condesa era un misterio, para ella +triste, para los demás engañoso; pero todavía la quedaban encantos que +desplegar cuando al caer la tarde venían a pedirla consejo algunos +amigos devotos y, como ella, dispuestos a la defensa de intereses +sagrados.</p> + +<p>Tal era la Condesa de Astorgüela relacionada con el alto clero, bien +quista de la nobleza, influyente en el ánimo de ciertos nobles chapados +a la antigua y deseosa de atraerse a todo aquel que despuntara en el +servicio de la tradición y la piedad, deseo que la inspiró grande afán +de conocer a Tirso apenas supo el valiente celo que demostró en el +sermón famoso. Ella misma le escribió así, de su puño y letra, y en +papel timbrado con su escudo:</p> + +<div class="block"><p><i>«La Condesa de Astorgüela la Real saluda respetuosamente al +capellán don Tirso Resmilla, rogándole se sirva visitarla para +encomendarle una buena obra.»</i></p></div> + +<p>(Y abajo el día y hora de la cita, con las señas de la casa.)</p> + +<p>Sorprendido Tirso agradablemente, consultó con el cura que le cedió el +sermón si debía asistir al llamamiento, y la respuesta avivó su +impaciencia.</p> + +<p>—No deje Vd. de ir, compañero; esa señora es una potencia.</p> + +<p>Con lo cual a la hora marcada se presentó en casa de la Condesa, que le +recibió en un espacioso gabinete seriamente alhajado donde a vueltas de +mucha severidad había detalles que acusaban a la mujer elegante. Cubría +las paredes rico damasco verde con el tono del mirto; los muebles, +tapizados de brocatel algo más claro, eran de hechura antigua; la +alfombra gruesa y casi blanca: del techo pendía una enorme araña de +cristal con muchos colgajillos prismáticos y, bajo ella, sobre una +mesita de mosaico, se veían varios libros ricamente encuadernados, +reflejándose todo en grandes espejos con marcos de hojarasca dorada. +Tirso echó una mirada a los lomos de los libros: eran lo más hermoso y +literario que ha dado de sí en el mundo el sentimiento religioso: +<i>Imitación de Cristo</i>, de Kempis; <i>La perfecta casada</i>, de Fray Luis de +León; <i>La vida devota</i>, de San Francisco de Sales, y el <i>Tratado de la +tribulación</i>, del P. Rivadeneyra. Sólo tres obras de arte adornaban la +estancia: una admirable copia del <i>Cristo</i> de Velázquez; otra de la +<i>Dolorosa</i> de Tiziano, y ante uno de los balcones, destacando sobre el +claror del hueco, una escultura fiel reproducción del <i>San Francisco</i> +de Alonso Cano. Cuanto allí había acusaba extraña mezcla de elegancia y +piedad.</p> + +<p>Alzose de pronto una cortina y entró la Condesa, a quien Tirso saludó +respetuosamente: ella se sentó en una butaca pequeña, de espaldas a la +luz, y el cura, obedeciendo a una indicación, ocupó un asiento cercano +puesto frente al balcón; de suerte que la fisonomía de Tirso quedó a +merced de las miradas de la dama, y el rostro de ésta no tan visible +para él, que estaba como irresoluto y cortado. El traje de la de +Astorgüela era sencillo y negro, de un negro brillante y nuevo, junto al +cual pardeaban la sotana y el manteo de Tirso.</p> + +<p>—Lo primero—comenzó ella—pido a usted mil perdones por mi +atrevimiento: debía haber procurado esta entrevista de otro modo, pero +deseaba que honrase Vd. mi casa y quería que hablásemos a solas; ante +todo, para felicitarle por su elocuencia y su rasgo de valor...</p> + +<p>—Señora, yo agradezco tanto... pero la verdad, no creo merecer...</p> + +<p>—Sí; merece Vd. que le feliciten todos los corazones cristianos. +Alcanzamos tiempos en que la energía en defender lo bueno y lo santo +debe alentarse; y yo, aunque valgo poco, he tenido empeño en conocer a +usted para apreciarle mejor.</p> + +<p>Estaba asombrado, sin adivinar a qué venían tal llamada y tan afable +recibimiento.</p> + +<p>—¿Le sorprende a Vd. mi osadía,—prosiguió adivinándolo la +Condesa—verdad? pues aún va a extrañarle más otra cosa que voy a +decirle, y sobre la cual le encargo la más absoluta reserva.</p> + +<p>—Aseguro a Vd. que me desviviré por servirla, si juzga que puedo serla +útil.</p> + +<p>—No se trata de servirme, señor Resmilla, sino de servir a la Religión. +Pero, ante todo, debo advertirle que no me era Vd. enteramente +desconocido. Mi posición, mis buenas relaciones, mi influencia, puedo +decirlo sin vanidad, me tienen al corriente de muchas cosas... y no +ignoro el objeto de su venida de Vd. a Madrid.</p> + +<p>—Yo, señora, mi viaje...</p> + +<p>—Esté Vd. tranquilo. Soy de las que animan y alientan cuanto se +proponen <i>ustedes</i>. Está Vd. en casa de una amiga. Y ahora diré a Vd. +que nada de <i>eso</i> me es ajeno, y que tengo costumbre de honrarme con la +amistad de los que se consagran a tan glorioso servicio, es decir, que +aunque sólo fuera por esto, le hubiera llamado a Vd.; pero es el caso +que, además, vamos a tratar de otro asunto.</p> + +<p>—Mande Vd.</p> + +<p>—Usted tiene un hermano que está en relaciones amorosas, honradas, por +supuesto, con una señorita, casi parienta mía, que se llama María Paz de +Ágreda...</p> + +<p>—No lo sabía... o, mejor dicho, ignoraba quién era ella.</p> + +<p>—Yo, en cambio, sé mucho más. El padre de esa señorita es un caballero +bastante rico, que, por cierto, no ha educado a la niña como debiera; +pero esto no hace al caso. Lo importante es que Vd. va a prestar un buen +servicio a intereses sagrados.</p> + +<p>—Pero, ¿qué tiene esto que ver con mi hermano?</p> + +<p>—El padre de esa señorita Paz posee cerca de los Cuatro Caminos, fuera +de la puerta de Fuencarral, unos solares, lindando con los cuales está +edificando su nueva casa una comunidad, que acaso todavía no conozca +usted, y que el vulgo ha comenzado a llamar las <i>Hijas de la Salve</i>. +Pues bien; esta hermandad desea comprar parte de la tierra que es +propiedad de don Luis, a lo cual se niega él resueltamente: todos los +esfuerzos, todos los ofrecimientos han sido inútiles.</p> + +<p>—¿Y qué puedo yo en el asunto?</p> + +<p>—Mucho: piense Vd. que se trata del servicio de una fundación +religiosa... Vamos a concretarnos a lo esencial. ¿Está Vd. dispuesto a +favorecer los deseos de los que protegen a esa comunidad? Responda Vd. +francamente.</p> + +<p>—Sí, señora, si realmente se trata de una comunidad religiosa.</p> + +<p>—Hace Vd. bien; las cosas claras. Vamos a otro punto. ¿Tiene Vd. medios +de hacer que su señor hermano influya en el ánimo de la niña, para que +ésta a su vez procure que su padre deje de ser hostil al +engrandecimiento de la comunidad?</p> + +<p>—No, señora; no tengo medio alguno para lograrlo; y ya que Vd. me honra +buscándome para una cosa tan de mi gusto, quiero ser leal con Vd. Mi +hermano y yo estamos medio reñidos: es liberal, ateo, en fin, está +dejado de la mano de Dios. Cuando yo llegué a Madrid a vivir con mis +padres, encontré la casa en un estado... impiedad, olvido de lo más +sagrado... Yo quise...</p> + +<p>—No se moleste Vd. en contármelo: estoy enterada de todo.</p> + +<p>Tirso, con los ojos desmesuradamente abiertos por el asombro, preguntó:</p> + +<p>—¿Entonces?...</p> + +<p>—Se trata de saber si, a pesar de todo eso y contra los obstáculos que +se presenten, se decide Vd. a servirnos.</p> + +<p>—¡Eso sí! pero ignoro cómo.</p> + +<p>—Si su hermano de Vd. se casara con esa señorita..... si nosotros lo +facilitáramos.....</p> + +<p>—No hay que pensar en ello, señora. Mi hermano es un fanático +descreído; a su falta de fe llama convicción honrada: sería capaz de +echárselas de mártir de sus ideas y renunciar a la chica antes que +aceptar el trato.</p> + +<p>—¿Está Vd. seguro de esa energía?</p> + +<p>—¡Ojalá no lo estuviera!</p> + +<p>—Piense Vd. que nos sobrarán medios, toda clase de protección.</p> + +<p>—Imposible.</p> + +<p>—Entonces habrá que tomar otro camino. Es preciso averiguar si esa +señorita está realmente enamorada de su hermano de usted, y necesitamos +poder calcular lo que ella haría viéndose abandonada por él.</p> + +<p>—No entiendo lo que Vd. se propone.</p> + +<p>—Hablaré sin rodeos, señor Resmilla. Si el novio se allanara, y sería +lo mejor para todos, a vender en buenas condiciones a la comunidad el +terreno que ésta desea cuando entrara en posesión de la dote, <i>nosotros</i> +haríamos la boda.</p> + +<p>—Ya he dicho a Vd., y perdone que insista, que eso es imposible.</p> + +<p>—En tal caso, hay que colocar a la pareja en condiciones de ruptura y +conseguir una de estas dos cosas: que ella imponga a su padre su +voluntad, es decir, la <i>nuestra</i>, o que, desengañada del amor, piense en +dichas más puras, en vida más tranquila.</p> + +<p>—Comprendo.</p> + +<p>—Con lo cual, señor Resmilla, lograríamos doble resultado: para el +Señor la conquista de un alma; y para nuestro propósito la posesión de +una voluntad, dueña, en plazo más o menos breve, de lo que desean poseer +las <i>Hijas de la Salve</i>.</p> + +<p>—Perfectamente.</p> + +<p>—Considerado así el asunto, Vd., ¿qué cree que debamos hacer?</p> + +<p>—Que mi hermano riña lo antes posible con la novia, y luego manejarla a +ella.</p> + +<p>—Eso es expuesto. Si está enamorada de veras, corremos dos peligros muy +grandes: primero, la dificultad de separarles; y segundo, que si su +pasión no es verdadera, al perder éste se arroje en brazos de otro amor.</p> + +<p>El cura no pudo contenerse.</p> + +<p>—Señora, ¡cuánto sabe Vd.!</p> + +<p>—Crea Vd., señor Resmilla, que para servir a Dios hay que pensar en +todo. Vamos, ¿qué le parece a Vd.?</p> + +<p>—En mi opinión, lo esencial es que riñan; y después dirigir bien a esa +criatura.</p> + +<p>—¿Quiere Vd. encargarse de ello? Piense usted que se trata de una +verdadera obra de caridad y que, además, las <i>Hijas de la Salve</i> no +olvidarán lo que Vd. haga por ellas.</p> + +<p>—Yo no hago nada interesadamente.</p> + +<p>—Me lo figuro; pero toda buena obra trae consigo su recompensa. En fin, +piénselo usted.</p> + +<p>—¿Puedo estar seguro de que obraremos sólo por favorecer a esa +comunidad, sin ninguna otra mira bastarda? No se ofenda Vd., señora; yo +soy así.</p> + +<p>—No nos anima más deseo que el de contribuir al engrandecimiento de una +institución piadosa. Usted la conocerá y juzgará luego.</p> + +<p>—Pues delo Vd. por pensado: acepto.</p> + +<p>—¿Quiere Vd. que yo le facilite ocasión de hablar a la novia de su +hermano?</p> + +<p>—Avisaré cuando lo considere oportuno; pero me parece que yo me lo +trabajaré todo.</p> + +<p>—No olvide Vd. que lo esencial es la ruptura.</p> + +<p>—Espero que la conseguiré.</p> + +<p>Al llegar aquí Tirso creyó oportuno poner gesto triste, y dando a la +voz acentos de amargura, dijo:</p> + +<p>—¡Ah, señora! ¡Si Vd. pudiera apreciar la pena de mi corazón al +comprender que las ideas de mi hermano disculpan... hasta justifican, +que yo tome cartas en este asunto!</p> + +<p>La Condesa, ya en pie, como despidiéndole, sonrió ante aquel inesperado +afán de atenuar la índole del pacto, y repuso:</p> + +<p>—Es doloroso que no se pueda hacer el bien sin estos rodeos; pero, ¿qué +remedio? señor Resmilla, así lo quieren los tiempos. Quedamos en que +convencerá Vd. a esa señorita; después, en fin... allá Vd.</p> + +<p>Despidiéronse en seguida, y salió Tirso a la calle hondamente +preocupado, por muchas razones. Aquella señora fue para él un enigma +vivo: sabía el motivo de su viaje, alardeaba de influyente, habitaba un +palacio y tenía aspecto de reina. ¡Qué maridaje tan extraño formaban en +ella el trato mundanal y la piedad! Parecía la encarnación de lo profano +puesta al servicio de lo divino. Por supuesto, estaba decidido a +servirla contra su propio hermano, contando con la ayuda de Dios. ¿Acaso +no triunfaba en los demás propósitos que formó? Su madre había entrado +de lleno en el buen camino, y su hermana había renunciado al devaneo +con Millán.</p> + +<p>Tirso recordaba las palabras de la Escritura: <i>Desaparecerá el impío +como la tempestad que pasa; mas el justo es como cimiento durable por +siempre. La esperanza de los justos es alegría; mas la esperanza de los +impíos perecerá.</i></p> + + + +<h3><a name="XXIII" id="XXIII"></a>XXIII</h3> + + +<p>Desde que Tirso despreció a Pateta por verle con uniforme de corneta de +milicianos, según él contó a Paz, no pudo el chico refrenar la antipatía +que le inspiraba el cura. Pateta era madrileño, legítimo descendiente de +aquellos liberales que cuando niños rodeaban en apretada turba las +charangas militares para oír el <i>Himno de Riego</i>, y que de hombres +alzaban barricadas contra la tropa, fraternizando con ella después de +batirse unos y otros como fieras. Sólo dos bienes poseía: juventud y +valor, y ambos los puso al servicio de la libertad, porque +instintivamente le pareció buena aquella aspiración que tanto entusiasmo +despertaba: vio alistarse como milicianos a sus compañeros de imprenta, +les imitó, y de aquí el vistoso uniforme con leopoldina de plumero que +parecía un gallo desmayado, el pecho lleno de trencillas y la corneta +presa entre cordones rojos, con los cuales arreos rechazaba en formación +o revista al más amigo gritando: «¡atrás paisano!» Su indignación cuando +Tirso le dijo: «¡quita de ahí, mamarracho!» fue espantosa; mas como +Pateta no era malo, su propósito de venganza no pasó del deseo de +jugarle una mala partida: no ambicionó causarle daño, sino rabia; no +sería la suya venganza, sino truhanada. Los sucesos facilitaron su +intento.</p> + +<p>Por aquellos días se temía un movimiento de los absolutistas sobre +Estella, y Pateta, al salir una mañana de la imprenta, estando ya cerca +de la calle de Botoneras, oyó pregonar <i>el extraordinario, con la +derrota de los carlistas</i>, grito que acto continuo le sugirió la forma +de su proyectada desazón al cura. Todo consistía en gastarse dos cuartos +en el papel y subir a dar la grata nueva a don José: era la hora del +almuerzo, y Tirso, que estaría allí, tendría que tragar la píldora.</p> + +<p>A los cinco minutos de imaginarlo entraba Pateta en el comedor, donde, +terminado el almuerzo, conversaba la familia tranquilamente antes de que +Pepe marchase a su trabajo; doña Manuela y Leocadia estaban doblando el +mantel, don José haciendo pitillos y Tirso hojeando un libro. En la +pared, por bajo de la estampa religiosa que compró Tirso, se veía el +mapa de las Provincias Vascongadas y Navarra, en que don José iba +marcando la situación de las tropas. Cuando quería ver por dónde andaba +tal o cual columna, hacia dónde estaba situado este o aquel pueblo, le +descolgaban el cartón del mapa y le daban una cajita con las banderitas +que el pobre señor se hizo, por vía de entretenimiento, con alfileres y +papelitos de colores: las había blancas para los carlistas y moradas +para el ejército, por decir don José que este era el color de las +antiguas libertades castellanas.</p> + +<p>—¿Qué hay, Pateta?—preguntó el viejo.</p> + +<p>—Pues nada, señor; que como hace tantos días que no venía y pasaba por +ahí cerca, dije: vaya, voy a subir a ver si se les ofrece algo, o si +<i>quién</i> ustedes que haga cualquier <i>recao</i>.</p> + +<p>—Nada, hombre, gracias: sigo lo mismo, yo lo mismo.</p> + +<p>—Y como sé que le gusta a Vd. leer los papeles que salen, y he oído +pregonar el que van vendiendo ahora, lo he <i>comprao</i>.</p> + +<p>—Trae, trae, a ver.</p> + +<p>Pepe tomó el extraordinario, y después de pasar por él rápidamente la +vista, dijo:</p> + +<p>—Esto no tiene relación con lo que se esperaba sobre Estella; pero les +han pegado una buena zurra. Verá Vd. (leyó):</p> + +<p>«Extracto de los partes oficiales recibidos hasta la una de la madrugada +de hoy en el Ministerio de la Guerra:</p> + +<p><i>Provincias Vascongadas y Navarra.</i>—El capitán general comuni...»</p> + +<p class="top3">—Salta, hijo, salta eso. A ver lo importante.</p> + +<p class="top3">—«Comunica que en Aya fueron cogidos a las facciones de los curas Orio +y Santa Cruz 800 fusiles <i>remingthon</i>, 300 de varios sistemas, cajas de +municiones, pólvora, piezas de tela, provisiones y papeles; no pudiendo +detallar las pérdidas del enemigo, que pasan de 50 los muertos y hasta +200 prisioneros y presentados. De nuestras tropas, cinco muertos del +batallón de Barbastro, uno de la Princesa y 14 heridos. Entre los +muertos de los carlistas había un cura, y entre los prisioneros otros +dos curas, uno de ellos herido.»</p> + +<p class="top5">—Muchos golpes como ese hacen falta—dijo don José—una cosa parecida +ocurrió el año <i>de</i> 48, cuando el brigadier Zapatero y el coronel Damato +desbarataron en Zaldivia y Amezqueta las partidas de Alzáa y Urbiztondo.</p> + +<p>—Los han <i>reventao</i>—añadió Pateta.</p> + +<p>Después el diálogo continuó sólo entre los hermanos.</p> + +<p>—¡Bah! ¿qué ha de decir el gobierno? Yo no hago caso de noticias +oficiales—dijo Tirso.</p> + +<p>—Yo sí: habrá alguna exageración, pero la paliza debe de haber sido +buena.</p> + +<p>—Otra vez me tocará a mí alegrarme.</p> + +<p>—Has podido regocijarte hace poco con el fusilamiento de los +carabineros. ¡Hasta chicos de diez y seis años!</p> + +<p>—Cosas de la guerra.</p> + +<p>—No. Salvajadas del fanatismo.</p> + +<p>—A eso dan lugar los enemigos de la fe, los que escarnecen la religión.</p> + +<p>—¡Ya salió a plaza la religión de nuestros mayores! No sé en qué +consiste, pero casi siempre que se comete una infamia de ese jaez sale a +relucir la religión.</p> + +<p>—Como que su defensa es el origen de la guerra.</p> + +<p>—Y así, a trabucazos, se hace propaganda de mansedumbre y caridad. +Ordenadas esas infamias por militares, no tendrían disculpa; ¡conque +figúrate siendo clérigos los autores!</p> + +<p>—Se miente mucho.</p> + +<p>—¡Desgraciadamente, hijo mío—interrumpió don José—no son +exageraciones! Esos curas de canana y retaco, son iguales a los de la +otra guerra. Aún recuerdo yo lo que hicieron don Basilio y Orejita, que +eran dos cabecillas, el año 36 en la Calzada. Cerca de ciento veinte +personas sacrificaron, hasta mujeres y niños, y ¿sabéis quién sirvió de +ojeador? el prior de la Calzada. Los carlistas atacaron el pueblo, los +nacionales se refugiaron en la torre de la iglesia, y entonces aquéllos +la incendiaron: un nacional que se descolgó por una ventana, pudo correr +al caer a tierra, pero le vio el prior y comenzó a gritar: <i>¡a ese +conejo que se escapa! ¡cazarle!</i> y le mataron. Por supuesto, que el tal +prior era una fiera. Con pretexto de parlamentar se acercó a la torre, y +estuvo dando conversación a los sitiados hasta que los suyos arrimaron a +las puertas astillas y sarmientos: cuando estuvo encendido el fuego, +paró de hablar. Todos los que estaban dentro ardieron como estopa, y +cuando el prior oía el llanto de las mujeres y de los niños, decía el +muy bruto: <i>¡Bien templado está el órgano!</i></p> + +<p>—¡Parece mentira que crea Vd. esas paparruchas!</p> + +<p>—¿Y lo que está haciendo por ahí ahora ese cura, cuyo nombre es un +escarnio?</p> + +<p>—Ya tendrá él cuidado de no matar a buenos cristianos: sobre todo, +¿pensáis que se puede guerrear con <i>sensiblerías</i>?</p> + +<p>—No digas disparates, hijo; me moriría de pena si supiera que eras de +los clérigos que disculpan esas atrocidades.</p> + +<p>—Le gustarán a Vd. más los que se cruzan de brazos y dejan que les +persigan y conviertan las iglesias en cuadras y los altares en pesebres.</p> + +<p>—Eso no se ha hecho todavía—dijo Pepe;—pero, no te quepa duda, si los +curas siguen el camino que han emprendido, el pueblo confundirá a los +representantes con la cosa representada, y entonces...</p> + +<p>—Entonces lo destruiremos todo y no dejaremos vivo ningún liberal... +¡masones indecentes!</p> + +<p>Estaba ya fuera de sí; la ira, contrayendo sus facciones angulosas, dio +a su rostro dureza extraordinaria, y los ojos se le inyectaron en +sangre. Nunca le habían visto tan furioso.</p> + +<p>—¿Vais a reñir por política?—gritó doña Manuela.</p> + +<p>Pateta estaba arrepentido.</p> + +<p>Pepe, por evitar que la cosa pasase adelante, trató de bromear, +diciendo:</p> + +<p>—Vaya, hombre, cálmate; otro día puede que entren en Estella o que +asomen por Chamberí.</p> + +<p>Tirso, interpretando aquello como befa por la derrota, se enfureció; +levantose de pronto con el rostro desencajado, fue hacia el mapa, +trémulas las manos, y cogiendo tres o cuatro banderizas carlistas, dijo, +clavándolas en el papel con grosera violencia:</p> + +<p>—¡Sí! ¡Entrarán aquí, y aquí, y aquí!</p> + +<p>Los alfileres marcaron al azar varias poblaciones; Estella, Pamplona y +Madrid quedaron conquistadas. Don José no se atrevió a chistar; Pepe +soltó una carcajada.</p> + +<p>—¡Qué fuerte te da!</p> + +<p>—¡Esta es una familia podrida!—prosiguió el cura—así estáis, así os +veis, necesitados, pobres, desamparados, dejados de la mano de Dios; tú, +trabajando en esa imprenta como un gañán, y Vd. <i>(dirigiéndose al +padre)</i> ahí clavado en una butaca, con el castigo del Señor encima.</p> + +<p>—¡Hijo mío, líbreme Dios de suponerle tan mezquino que sea capaz de +castigarme con reuma por ser progresista!</p> + +<p>—¿Reuma?—exclamó Tirso, sonriendo bárbaramente.—¡Reuma! ¡No tiene +Vd. mal reuma! Gota, y de la fina, es lo que tiene usted.</p> + +<p>El infeliz escuchó con indecible espanto la brutal revelación. Primero +quiso incorporarse, sin saber a qué; pero no pudiendo sus manos +crispadas sostenerle en los brazos del sillón, cayó de golpe en el +asiento; luego miró estúpidamente en torno, y por sus mejillas +resbalaron dos lágrimas.</p> + +<p>A Pepe se le asomó el furor a los ojos; sintió impulsos de abalanzarse a +Tirso y destrozarle la cabeza a puñadas. La presencia de doña Manuela y +Leocadia evitó una cosa horrible; Pepe, conteniéndose al mirarlas, se +limitó a decir a su hermano, con la voz engañosamente tranquila, pero +llena de energía:</p> + +<p>—¡Vete! Soy capaz de matarte.</p> + +<p>—Lo creo—repuso el cura, procurando aparentar serenidad y dirigiéndose +hacia su cuarto muy despacio.</p> + +<p>—¡No!—le gritó Pepe—¡no, infame; a tu cuarto no, a la calle!</p> + +<p>Doña Manuela, que sin atreverse a proferir una sola palabra se había +interpuesto entre ambos, miró entonces a Pepe como no le había mirado +nunca, y con un vigor de que jamás dio señales en su vida, le dijo:</p> + +<p>—¡Basta!</p> + +<p>La expresión que adquirió su rostro desconcertó a Pepe: le repugnaba +creer que su madre hiciera causa común con Tirso.</p> + +<p>—Pero, mamá, ¿sabes lo que acaba de hacer?</p> + +<p>—¡Basta!—volvió a gritar ella con mayor imperio.</p> + +<p>Pepe no contestó a doña Manuela; pero, volviéndose hacia la puerta del +cuarto de Tirso, exclamó rápidamente, como si temiera mancharse los +labios con la palabra:</p> + +<p>—¡Víbora!</p> + +<p>Después, todos callaron.</p> + +<p>El viejo lloraba como un niño; Pepe, abrazado a él, con la boca pegada a +su oído, le decía en voz baja prodigios de cariño; doña Manuela salió +del comedor siguiendo a Tirso, y Leocadia empezó a recoger del suelo el +mapa y las banderitas, mientras Pateta, que estaba en un rincón aterrado +ante el conflicto que había promovido, se despidió de repente y salió +rencoroso contra sí mismo.</p> + +<p>—Es mentira, ¿no es verdad, hijo mío? no es gota, ¿verdad, Pepe?—decía +el enfermo.</p> + +<p>—No, papá; cálmate, por Dios: ¡ha sido una infamia!</p> + +<p>Sólo al cabo de dos o tres horas, seguro ya de que nadie se atrevería a +molestar al viejo, marchó Pepe a su trabajo, observando al salir que +doña Manuela estaba encerrada con Tirso en el cuarto de éste. Al caer la +tarde se le presentó Pateta en la imprenta a pedirle perdón, creyendo +ser el causante de todo.</p> + +<p>—No tengo nada que perdonarte: tú no has tenido mala intención: así, o +de otro modo, ello tenía que suceder.</p> + +<p class="arriba"><br />Cuando por la noche volvió a su casa, todo estaba tranquilo; pero don +José, al empezar la cena, sufrió un acceso violento, y fue necesario +acostarle: Tirso hizo ademán de ir a coger uno de los brazos de la +butaca para conducirlo a la alcoba con Pepe, pero éste le contuvo con +sólo una mirada. Después, entre él y Leocadia, empujaron el sillón. +Estando ya en el lecho, don José sujetó a su hijo por el cuello, y le +dijo temblando, con voz apenas perceptible:</p> + +<p>—Hijo, por Dios, ¡sé prudente! ¡no hagas nada! tu madre... ha dicho que +si Tirso se marcha, ella también se irá.</p> + +<p>Durante la cena, a que el enfermo no asistió, los dos hermanos no se +dirigieron la palabra; Pepe estuvo con su madre y con Leocadia tan +afectuoso como siempre; ellas con él, frías y reservadas. Después se +encerró en su cuarto, sintiendo que el llanto se le agolpaba a los +ojos.</p> + +<p>Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su +hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el +amor de Paz le pareció una felicidad mezquina.</p> + + + +<h3><a name="XXIV" id="XXIV"></a>XXIV</h3> + + +<p>Las <i>Hijas de la Salve</i> eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas +y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las +cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral. La piedad +religiosa pareció acuñarse para sus manos: lo más elegante y rico de la +Corte les otorgó su apoyo. No había por aquel tiempo mujer devota ni +dama encopetada que dejara de visitarlas. Dos <i>hermanitas</i> venían +diariamente a Madrid a recoger ofrendas, y como tenían la colecta +admirablemente organizada por distritos y barrios, se presentaban en +palacios y casas a hora conveniente. Sabían que tal señora no se +levantaba hasta la una, que tal otra era más madrugadora, que para +hablar a unas era preciso ir a medio día, y que algunas no recibían +hasta la tarde. La tartanilla en que hacían sus correrías se paraba ante +las casas de la grandeza y la alta banca, con regularidad admirable, en +determinadas fechas y a horas fijas: a poder hablar, el borriquillo que +la arrastraba hubiera dado las señas de los domicilios de <i>lo mejor</i> de +Madrid. También había casas donde un mayordomo, una doncella, y aun el +portero, eran los encargados de entregar la limosna, sin que las +recaudadoras se ofendieran ni dejaran de tomarla. Otra mina de donde +sacaban gran provecho para adornar su casa y acrecer sus rentas—que +eran casa y rentas del Señor—consistía en una hermandad educadora aneja +al convento. Las <i>Hijas de la Salve</i>, previa autorización eclesiástica, +habían hecho dos fundaciones que eran como ramas de un mismo y santo +árbol: la primera un colegio establecido en el convento, y la segunda +una asociación devota, calcada en la organización de ciertas cofradías, +pero con perfección suma. La asociación llamada <i>Limosna de la luz</i> +tenía por objeto reunir, mediante modestas cuotas mensuales, fondos para +llevar diariamente, en nombre de los hermanos, determinado número de +velas de cera al templo donde se adorase a la Santísima Virgen en +cualquiera de sus advocaciones; pero como los asociados eran muchos y +pocas las velas necesarias, al cabo de cada mes quedaba en caja un +sobrante respetable, que se destinaba a misas por los hermanos difuntos, +funciones de iglesia, novenas, actos de desagravio al Señor por las +injurias de los impíos, ofrendas al Santo Padre y regalos a templos o +capillas pobres, que consistían algunas veces en objetos de metal para +el culto o donaciones para mejoras, pero que generalmente eran de ropas +sagradas. En un principio la hermandad lo compraba todo; mas como las +compras salían caras, la asociación estableció un pequeño obrador donde +recibía a las jóvenes que, hallándose sin trabajo, querían coser a menor +jornal que para tiendas o particulares: el obrador, pequeño, bien +dirigido y mejor administrado, trocose pronto en taller grande, de modo +que al año quedaron enlazados en sabroso nudo la piedad y el lucro, +viniendo a ser aquello una santificación del trabajo. Hacíase allí toda +clase de labores de aguja, desde lo más sencillo a lo más complicado y +primoroso. Se bordaba en blanco, en sedas de colores y en oro; el +planchado era admirable; los roquetes, albas, paños de altar, +sabanillas y almohadones para santos sepulcros, parecían obra de hadas; +los ternos, casullas, mangas y estandartes, eran verdaderos prodigios +artísticos; y como antes ocurrió que solía quedar un remanente de velas, +comenzó también a tener la casa en almacén más de lo que había menester +para sus obsequios. No se había de tirar. La administración dispuso que +pudiera venderse a bajo precio, con sólo cubrir gastos, y de esta suerte +se apretó un poco más el lazo de la Religión y el comercio. Al mismo +tiempo la hermandad <i>Limosna de la luz</i> pensó que su bienhechora +influencia podía hacer algo mejor que poner velas en los altares, +regalar casullas o vender ropa barata para el culto: podía—¡oh +admirable hallazgo! ¡oh inspiración divina!—regalar almas al Señor.</p> + +<p>Hasta entonces no se había exigido a las obreras del taller sino buena +conducta y legitimidad de origen—porque no eran dignas de trabajar para +tan santo fin las ovejas descarriadas ni las hijas del pecado;—en +adelante se las exigió someterse a ejercicios piadosos, explicación de +la doctrina cristiana y asistencia a determinadas solemnidades en la +capilla del convento. Un maestro de música formó un coro de primer +orden, siendo cosa de oír—y todo el Madrid elegante se regocijó de +ello—cómo cantaban salves y motetes por las tardes las infelices que +pasaban trabajando todo el día. Algunas, a la larga, convencidas de la +bondad de la continua predicación a que estaban sujetas voluntariamente, +manifestaban deseos de entrar en las <i>Hijas de la Salve</i>: si su +habilidad con la aguja podía ser agradable a los divinos ojos y +beneficiosa al caudal común, se las admitía: en caso contrario, no +faltaba medio de negarse, resultando que, a despecho de los errores +humanos, como la casa contaba con la visible protección del cielo, todo +era en ella prosperidad. Los jornales de las que trabajaban nunca +subían; pero, en cambio, ¡qué alegría cuando alguna renunciaba al mundo! +Las señoras que protegían a las <i>Hijas de la Salve</i> solían pagar el no +muy cuantioso dote necesario y el humilde equipo preciso. ¡Santa caridad +que sustraía doncellas a la circulación del pecado, evitando que +llegaran a ser madres de impíos! En vano fue que varios periódicos +revolucionarios y descreídos dieran la voz de alarma. El Madrid devoto +estaba entusiasmado: las <i>Hijas de la Salve</i> y la <i>Limosna de la luz</i> +hacían prodigios. Un día profesaba una rica educanda de pocos años, +desengañada del mundo; otro, una hija de familia se negaba a ir a pasar +el domingo con sus padres por adornar un altar; ya una señorita +manifestaba decidido propósito de acogerse al claustro; ya una de +aquellas pobres obreras pedía como favor supremo ser adoptada en +cualquier concepto por las santas Madres, Hermanas, o lo que fueran.</p> + +<p>Hubo casos notables. La hija de un caballero, viudo y muy rico, a los +ocho días de sacada del colegio por su padre, se escapó, volviendo a +refugiarse bajo el techo sagrado, sin que el infeliz señor pudiera +verla, porque ella misma le escribió, diciéndole que todo era inútil. +Una señorita recién casada abandonó a su esposo al mes de la boda—con +asombro de los materialistas—como herida por la nostalgia de la +devoción y prefiriendo la poesía de la fe a las impurezas del tálamo. El +padre se quedó sin hija y el esposo sin mujer. Las <i>Hijas de la Salve</i> +eran una institución incontrastable. ¿Qué autoridad civil ni judicial +podía oponérseles? No: aquel santo asilo de almas consagradas a Dios y a +la propaganda piadosa, no debían nunca verse sujetas a miserables +tributos, pesquisas de profanos malévolos ni vejaciones parecidas.</p> + +<p>La Condesa de Astorgüela era, según unos, desinteresada protectora de la +doble asociación; según otros, no más que un agente, a quien las <i>Hijas +de la Salve</i> buscaron, sabedoras de su prestigio cerca de ciertos +elementos sociales, pagándola sus desvelos, amén de otros beneficios, +con otorgarla una gran autoridad en el que pudiera llamarse—sin +ofensa—consejo administrativo de la asociación. Tal era la índole del +piadoso instituto que ansiaba dilatar su pequeño reino en este mundo +adquiriendo una parte de la propiedad que, lindante con el convento, +tenía el padre de Paz Ágreda.</p> + +<p>La Condesa de Astorgüela, deseosa de proteger a Tirso, o acaso con +ulteriores miras, hizo que las <i>Hijas de la Salve</i> le emplearan, +confiándole en compañía de otros sacerdotes la misión de dirigir las +prácticas piadosas y explicar la doctrina a las hermanas que formaban la +<i>Limosna de la luz</i>. ¿A quién podían elegir sino al ministro de Dios que +recientemente dio en el púlpito tan brava muestra de fervoroso celo? +Tirso entró en seguida en funciones, inundándosele el alma de alegría +ante el espectáculo de aquellas mujeres que, unas en continuo trabajo, +otras en perpetua oración, tenían puesta la mirada en el cielo y la +esperanza en Dios.</p> + +<p>Durante algunas semanas, Paz y Pepe se vieron poco; la clausura del +Parlamento hizo innecesarios al señor de Ágreda los servicios del +muchacho; mas sabiendo la niña que su padre hablaría en una de las +sesiones próximas, esperaba la apertura de Cortes con mayor impaciencia +que político de oficio; porque don Luis tenía propósito de que Pepe +buscara para él ciertos datos, lo cual significaba que el chico volvería +a frecuentar la casa con la asiduidad de antes.</p> + +<p>Llegó al fin la ocasión, y Pepe volvió a trabajar por las mañanas en el +<i>hôtel</i> de la Castellana.</p> + +<p class="arriba"><br />Era ya cerca del medio día. El balcón del cuarto de los libros estaba +abierto, las persianas caídas, y el sol, penetrando por entre sus +listones, formaba sobre la fina estera de junquillo un dibujo a rayas +blancas y negras. Las acacias del jardín proyectaban confusamente sus +movibles sombras en los muros: el silencio y las hileras de volúmenes, +colocados en los estantes como un ejército de ideas, parecían estímulos +del trabajo: Pepe, bajo pretexto de tomar apuntes, estaba preparando el +discurso de don Luis. Nada se oía: sólo el viento agitaba a veces el +ramaje de los árboles vecinos, obligándolo a chocar contra las +persianas; la luz intensa desparramaba su claridad hasta los rincones, y +sobre el paño oscuro que cubría la mesa, las cuartillas, unas vírgenes +de plumadas, otras ya escritas, atestiguaban de la laboriosidad de Pepe. +El discurso de don Luis prometía estar cuajado de datos interesantes y +ser denunciador de graves contradicciones en el criterio y conducta de +sus adversarios: el escribiente no podía dar al senador la elocuencia de +que éste carecía; pero, al menos, iba a ponerle en disposición de causar +efecto con la oportunidad de los recuerdos que despertase. Pepe había +leído que Girardín fundaba su oratoria en la demostración de la +versatilidad de los contrarios y, no pudiendo prestarle astucia ni +facilidad de palabra, procuraba que don Luis hiciese algo parecido. A +fuerza de revolver <i>Diarios de Sesiones</i>, discursos y periódicos, iba +reuniendo cuanto era aprovechable para que alardeara de memoria y +oportunidad. Había instantes en que experimentaba tristeza mirándose +convertido en agente de la notoriedad ajena; pero luego, considerando +que así se hacía útil, quizá necesario, al dueño de la mujer amada, y +que cuanto más le favoreciese más se acercaba a ella, redoblaba su +actividad y hacía prodigios para aguzar el ingenio. Acaso un día don +Luis llegase a apreciarle, aunque fuera por egoísmo: él se sentía con +fuerza bastante para fabricar la celebridad de aquel hombre a cambio...</p> + +<p>De pronto se abrió la puerta del despacho y entró Paz, vestida con un +traje de batista blanca sembrado de florecitas azules, sujeto a la +cintura por una ancha cinta de seda y ligeramente entreabierto el +escote, sobre el cual llevaba una crucecita de oro, como guarda colocado +a la entrada del Paraíso: la falda, corta según costumbre, mostraba a +cada movimiento sus bonitos pies, que aún hacían más perfectos a la +vista los zapatos de labor delicada y las medias oscuras, que +contrastaban con la blancura del traje.</p> + +<p>—Papá ha almorzado solo, porque tenía una cita, y no vendrá hasta las +tres:—dijo, tendiendo a Pepe la mano, que él retuvo un instante entre +las suyas.</p> + +<p>—Pues me voy.</p> + +<p>—¡No! Ya me he cuidado de decir que tenía yo que venir al despacho.</p> + +<p>—Me repugna esto de quererte a hurtadillas.</p> + +<p>—A mí también; pero, ¿qué remedio? ¡Está bueno lo que pasa! el riesgo +es mío y el miedo tuyo.</p> + +<p>—Si una imprudencia nos costara no volver a vernos, ¿quién saldría +perdiendo?</p> + +<p>—Yo, que te quiero con toda mi alma—dijo Paz con la mayor viveza.</p> + +<p>Callaron unos instantes: él tornó a cogerla la mano, por cima de la +mesa, sintiendo un placer tranquilo y grato, como si el calor que se +desprendía de su piel le llegase al alma sin pasar por el cuerpo, y +luego se levantó, yendo a ponerse de pie a un lado del balcón, más cerca +de ella.</p> + +<p>—No, no; anda a tu sitio.</p> + +<p>—Déjame a tu lado un minuto.</p> + +<p>—¡Cómo me gusta entrar aquí cuando estás trabajando!... Me parece que +ya eres mío. Los días que no vienes también suelo entrar alguna vez, +para fingirme que vivimos juntos... y estabas aquí... y que ibas a +volver en seguida.</p> + +<p>—¡Qué lejos está eso!</p> + +<p>—Mientras me quieras, no importa.</p> + +<p>—¿Sabes, Paz, que parecemos tontos?</p> + +<p>—¿Por qué?</p> + +<p>—Sí: tú, tonta; yo, malo. Nos estamos haciendo ilusiones: esto no puede +acabar bien.</p> + +<p>—¿Te gusta otra más que yo?</p> + +<p>—¿Y el tiempo? ¿Y tu padre?</p> + +<p>—Ni mi padre, ni los años, podrán separarnos.</p> + +<p>—Eso es muy bonito y muy romántico; pero la realidad se nos echará +encima, y ¡qué amarga!</p> + +<p>Pepe la había rodeado la cintura con un brazo.</p> + +<p>—Sí, ¿eh? quéjate ahora de la realidad—dijo ella, procurando +desasirse.</p> + +<p>—¿Te ofendes?</p> + +<p>—No; pero... no está bien.</p> + +<p>No estaba bien, pero lo toleró.</p> + +<p>Sus rostros quedaron tan cercanos, que los rizos de Paz le rozaban a él +la frente. La crucecita de oro que la niña lucía en el pecho, temblaba +con el movimiento de la respiración, y el viento suave, penetrando por +entre los listones de las persianas, parecía empeñado en empujar los +cabellos de Paz contra la cara de Pepe.</p> + +<p>—Cuando te tengo así—la decía oprimiéndola el talle—creo que me +quieres más, y daría la mitad de la vida por tener derecho a pasearte +como estamos ahora, así, del brazo, por las calles.</p> + +<p>—A mí me gustaría más estar solitos, sin que nadie nos viese.</p> + +<p>Se sentía languidecer, presa de una laxitud incontrastable, como flor +envuelta en una atmósfera muy cálida: el brazo y el aliento de Pepe la +abrasaban. Entonces él, sin prisa de ladrón, con verdadera calma de +dueño, fue aproximando lentamente los labios hasta besarla cerca de la +boca; y ella, en pago, sin voluntad ni fuerza para rechazarle, oprimió +la varonil cabeza contra su pecho. No fue beso robado, sino consentido +primero y agradecido luego.</p> + +<p>Al apartarse, Paz le sujetó las manos y, fijando en él los ojos, le +dijo, ansiosa de leerle el pensamiento en la mirada:</p> + +<p>—¿De verdad me quieres?</p> + +<p>—¡Ojalá estuviera tan cierto de que llegarás a ser mía como lo estoy de +mi cariño!</p> + +<p>Ella se quitó entonces un anillo de oro que llevaba entre otras +sortijas, y poniéndoselo a Pepe, le dijo, con la leal franqueza de quien +entrega el alma:</p> + +<p>—¿Entiendes? Tuya para siempre.</p> + +<p>Y él, sujetándola las manos, selló el desposorio con un beso más dulce +que la mejor palabra. Después se separaron, sin más frases ni promesas, +seguros del porvenir, dejándose cada cual su albedrío cautivo en la +voluntad del otro.</p> + + + +<h3><a name="XXV" id="XXV"></a>XXV</h3> + + +<p>Según Paz mostraba por lo enamorada mayor empeño en salvar la distancia +que les separaba, más parecía obstinarse la adversidad en desunirlos, +colocando a Pepe en peores circunstancias.</p> + +<p>Cierto caballero influyente en la comisión de gobierno interior del +Senado, que había menester una plaza vacante para uno de sus protegidos, +supo que Pepe era hermano del clérigo autor del sermón censurado por la +prensa y, sin otro motivo, logró que le dejaran cesante. En vano procuró +don Luis de Ágreda su reposición: hiciéronle buenas promesas, pero no +obtuvo resultado; y como la pérdida del destino representaba en casa de +Pepe una falta de diez y ocho duros a fin de mes, la escasez mal +disimulada fue degenerando en franca e irremediable pobreza. Además, el +desorden que causaba doña Manuela con el olvido de todo lo casero era +cada día mayor: la misa por la mañana, las Cuarenta Horas y vela por la +tarde, el hacer o escuchar lecturas piadosas y el quedarse medio +dormida en una silla, a lo cual llamaba pomposamente meditación, no la +dejaban tiempo para nada. La cena, hecha con prisas al volver de la +iglesia, unas veces era mala, otras peor y, si Pepe, a causa del trabajo +de la imprenta, no venía temprano, doña Manuela, Leocadia y Tirso, en +vez de acostar al pobre viejo, se ponían a rezar el Rosario y la Letanía +con alguna oración de añadidura, como preces por los herejes o acciones +de desagravios; con todo lo cual quedábase don José preso en la butaca +junto a las vidrieras del balcón, mirando pasar gente, viendo encender +faroles y aumentar las sombras, sin oír palabra que le distrajese ni +frase que le consolara. Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas +con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle +frío, como entumecido. Si pedía que le comprasen periódicos, nunca +faltaba excusa: los pocos cuartos antes invertidos para entretenimiento +del enfermo en suplementos y extraordinarios, iban a parar ahora al +cajón de las ánimas, débil compensación, a juicio de Tirso, de lo +gastado en regocijarse con noticias contrarias a la buena causa. Además, +del armario en que estaban faltaron varias obras que don José estimaba +en mucho, por ser de esas que proporcionan el doble placer de recordar +el tiempo en que se leyeron y afirmar las ideas que inspiraron: +desaparecieron de la casa una <i>Historia de las Cortes de Cádiz</i>, la +anónima del <i>Reinado de Fernando VII</i>, las <i>Cartas a Lord Holland</i>, de +Quintana; una continuación al <i>Mariana</i>, escrita por Eduardo Chao; los +<i>Recuerdos</i>, de Alcalá Galiano y otro de Toreno. El expurgo debió ser +cosa de Tirso, y también la elección de cuatro o seis libracos que, en +sustitución de aquellos, tomó doña Manuela, como el <i>Método práctico +para hablar con Dios</i>, del jesuita Franco; el <i>Verdadero Sufragio +universal</i>, o sea <i>Pío IX y sus bodas de oro</i>; el <i>Interior de Jesús y +María</i>, el <i>Águila real, pelicano amante, historia panegírica del +ínclito San Agustín</i>, y el <i>Despertador del alma descuidada en el +negocio máximo de su salvación</i>.</p> + +<p>Otra obra tomó Tirso, guardándola para leer a solas; pero como Leocadia +le sorprendiera varias veces con ella en la mano, entró en curiosidad y, +observando que metía el libro en el cajón de la mesita de su alcoba, que +tenía llave muy chica, intentó y consiguió abrirlo con la de su +costurero.</p> + +<p>El deseado volumen decía en la portada:</p> + +<p><i>Mechialogía; tratado de los pecados contra el sexto y noveno +mandamientos del Decálogo, y de todas las cuestiones matrimoniales, +seguido de un compendio de embriología sagrada (obra para el clero), por +Debreyne</i>. Muchas de sus páginas, y párrafos de otras, estaban en latín, +y lo escrito en castellano cuajado de palabras incomprensibles para +Leocadia; pero algunas frases que malvelaban lo que debe ignorar la +doncellez, excitaron su curiosidad. Aquello era un conjunto de +definiciones de pecados horribles, por ella nunca imaginados, +descripciones de vicios asquerosos a su castidad desconocidos, alusiones +a hechos absurdos, y advertencias estúpidas para precaver los delirios +de la más corrompida torpeza. El ansia de rebuscar pecados no respetaba +la ignorancia de la virgen ni la conciencia de la esposa, y los hechos +más naturales e inocentes de la vida servían de base a reflexiones que +excitaban groseramente los sentidos. Aquel libro buceaba en la +conciencia humana ávido de espectáculos repugnantes, y al hallarlos se +deleitaba en su análisis, como larva de corrupción que se revuelca entre +la podre: mal disfrazado, con frases piadosas y tecnicismos médicos, +cuanto en él había era perversión de lujuria. Unas cosas leyó Leocadia +con deseo de adivinarlas, otras con asco de entenderlas: hubo frases +que cayeron sobre su pureza como cieno sobre nieve: luego, asustada, +dejó el tomo y cerró el cajón, sintiendo al apartarse de allí una +emoción intensa de pudor ofendido. La flor huía con asco de la babosa. +Pero le quedó al libro el encanto de lo vedado, el aroma excitante de lo +prohibido, y una tarde volvió a entrar en el cuarto de Tirso para +hojearlo. La madre estaba en la cocina y el padre postrado en su sillón. +Llamaron a la puerta, ella no oyó nada, abrió doña Manuela a Pepe y, al +cruzar éste el pasillo, sorprendió a su hermana leyendo. El rostro de la +muchacha fue delator del libro: Pepe entró y, quitándoselo de las manos, +lo hojeó unos instantes mientras ella huía avergonzada, sintiendo por +primera vez en su vida una llamarada de vergüenza que la abrasó la cara.</p> + +<p>Pepe dudó entre devolver el cuerpo del delito a su hermano u ocultarlo +para que de nuevo no cayese en manos de Leocadia: por último, pensando +que Tirso, aunque lo echara de menos, no tendría el atrevimiento de +reclamarlo, optó por lo último. Además, cualquiera que fuese la +determinación que adoptara, comprendía que, si llegaba a tener un nuevo +altercado con Tirso, había de ser agrio, y esto le daba miedo: aún +sonaban en sus oídos aquellas palabras del viejo: «ha dicho tu madre +que si Tirso se va también se irá ella.»</p> + +<p>Entre tanto, la situación de la familia era cada día más angustiosa. Se +perdieron las escasas economías de don José; el descuento impuesto a las +clases pasivas mermó la jubilación, y la cesantía de Pepe fue causa de +que en la casa comenzaran a faltar medios para atender a cubrir +necesidades que anteriormente, aunque en cierta medida, no dejaron de +satisfacerse. La economía se trocó en privación; la comida, sana aunque +frugal, se hizo mala, porque era forzoso comprarlo todo más barato; y se +suprimió cuanto se asemejaba remotamente al lujo. El mayor regalo del +enfermo quedó reducido a tomar, de vez en cuando, un pedacito de +merluza, o a traerle para postre de la tienda inmediata dos onzas de +queso o bollos de a cuarto. Las botellas de agua de Vichy, a que estaba +acostumbrado, quedaron suprimidas, y en la hidroterapia no se volvió a +pensar. La tristeza de Pepe iba en aumento; unos recursos faltaban, +otros disminuían; con los objetos de algún valor que fueron empeñados no +había que contar, por haber vencido los plazos; pero lo peor de todo era +que el malestar de don José y la miseria, a cada momento más cercana, +dejaban fría, casi indiferente a doña Manuela y desesperada a Leocadia.</p> + +<p>Tirso continuaba dando gracias a Dios después de las comidas.</p> + +<p>Lo que más exasperaba a Pepe, era el abandono en que ambas tenían al +padre, pareciéndole mentira que fuesen las mismas mujeres, antes +solícitas en el cuidado hasta la exageración, siempre opuestas a todo lo +que fuese salir, ahora despegadas y ávidas de callejear. La vida de la +familia varió completamente: por las mañanas, don José, a no ser que +Pepe le levantara, tenía que esperar en la cama a que madre e hija +volvieran de misa, y luego aguantarse si se obstinaban en dilatar el +momento de la comida hasta que llegase Tirso; después, a media tarde, +marchábanse de nuevo, y ya no se las volvía a ver hasta la noche, sin +que Pepe se diera cuenta de en qué invertían tales ausencias. Era +imposible que permaneciesen tanto tiempo en la iglesia. Las mañanas que +iba él a casa del padre de Paz, tenía Leocadia que quedarse acompañando +al enfermo; pero doña Manuela, apenas levantada de la cama, desaparecía. +Pepe, desde que dejó por la cesantía de ir a la biblioteca del Senado, +dedicó las tardes a hacer compañía a su padre, y entonces comprendió +que su madre y su hermana habían roto todo lazo que las sujetase al +hogar. Don José no se quejaba; mas, para el cariño de su hijo, era +imposible la ocultación de su pena: en cambio no acertaba a explicarse +el fundamento del imperio que en ellas ejercía Tirso, y los medios de +que se valió para conquistarlo, pareciéndole absurdo que sólo la +devoción fuese la causante de tantas desventuras. Sus esfuerzos de +observación, su vigilancia, apenas descubrían detalles por los cuales no +era fácil adivinar nada: doña Manuela estaba completamente absorbida por +el cumplimiento de las prácticas religiosas; todo lo demás era a sus +ojos ocupación despreciable; pero aparte esto, nunca dio señales de que +otras atenciones distrajesen su espíritu. Leocadia ponía empeño en +acompañarla y, a pesar de la pobreza de sus galas, se acicalaba mucho; +mas siendo tal afición antigua en ella, no autorizaba otra sospecha. Por +fin, un día, estando recosiendo el mejor vestido que le quedaba, indicó +a su hermano tímidamente la necesidad de comprar tela para otro: Pepe, +antes por explorar su ánimo que por oponerse a sus deseos, la dijo:</p> + +<p>—Tendrás que armarte de paciencia: por ahora, es imposible complacerte +el capricho.</p> + +<p>—Es necesidad.</p> + +<p>—Pues igual que si no lo fuera. Ya sabes cómo estamos...</p> + +<p>—Saldré desnuda a la calle.</p> + +<p>—No: te quedarás en casa, y así harás compañía a papá.</p> + +<p>—Ya estoy cansada de miserias—replicó con gesto avinagrado, dando a +sus ojos una expresión de insolente desenfado que jamás tuvieron.</p> + +<p>—Pues ahora empiezan.</p> + +<p>—Veremos quién las sufre: tú eres el hombre de la casa... conque busca +el remedio. Si no... a mí no me ha de faltar.</p> + +<p>Pepe no pudo sufrir aquel lenguaje, enteramente nuevo en labios de su +hermana.</p> + +<p>—Pero, ¿eres tú quien habla así? ¿Se te ha podrido el corazón?</p> + +<p>—Vaya, vaya; menos <i>sensiblería</i>, y trae cuartos a casa, que eso es lo +que hace falta.</p> + +<p>Esta actitud de Leocadia, su exigencia, descaradamente manifestada, y +aquel despego junto con el afán de salir, hicieron sospechar a Pepe que +la manía devota fuese encubridora de próximos y mayores males.</p> + + + +<h3><a name="XXVI" id="XXVI"></a>XXVI</h3> + + +<p>—Me había propuesto—dijo una noche en la imprenta Millán a Pepe—no +hablarte de ciertas cosas, porque me duele recordar lo pasado; pero es +necesario que sepas lo que te voy a contar, para que estés advertido. Si +no andas listo, a los disgustos de ahora tendrás que añadir otros, y de +peor índole.</p> + +<p>—¿Qué quieres decir?</p> + +<p>—Es necesario... que vigiles a tu hermana.</p> + +<p>—¡Millán!</p> + +<p>—No nos enfademos; ten calma.</p> + +<p>—¡Eso es despecho!</p> + +<p>—Te hago un verdadero favor avisándote; conque escucha y serénate, que +te conviene: si callo, tú serás quien salga perdiendo. Y me alegro que +hayas soltado esa palabreja: no hay tal despecho.</p> + +<p>—Habla pronto y claro.</p> + +<p>—Yo quería a Leocadia y ella parecía no recibirlo mal; después, tú lo +viste y yo no me hice ilusiones, ella me dejó: desde entonces he +procurado ir poco a tu casa; me era penoso verla y, la verdad, hasta me +ofendía su indiferencia, porque era prueba de que mi amor propio me +había engañado. Vi claro que nunca me quiso ni pizca.</p> + +<p>—Y ahora, ¿qué pasa?</p> + +<p>—Me propuse que nosotros no riñéramos, y tú dirás si tienes queja de +mí...</p> + +<p>—Ninguna.</p> + +<p>—Y me propuse también no hablarte nunca de ella. Hoy lo hago, no por +Leocadia, soy franco; sino por tí. ¿Sabes dónde pasa muchas tardes?</p> + +<p>—Su madre se la lleva a novenas y fiestas de iglesia.</p> + +<p>—Y a otras partes.</p> + +<p>—¡Mira bien lo que dices!</p> + +<p>—No te atufes. A Tirso le ha hecho, no sé quién, capellán de una +cofradía, hermandad, o lo que sea, que llaman las <i>Hijas de la Salve</i> o +la <i>Limosna de la luz</i>, no lo sé fijamente, y Tirso las lleva con mucha +frecuencia a las fiestas de la iglesia: hay capillas privadas, como hay +teatros caseros. Hasta aquí todo va bien; pero, de paso, ya sabes por +qué dejan a don José solo las horas muertas. Lo malo es que antes y +después de las funciones de iglesia se están allí ratos y más ratos, en +una sala donde las <i>hermanitas</i> reciben la visita de las familias de sus +educandas, donde además venden la ropa de un obrador que tienen: +aquello es medio tienda medio sacristía, y allí va toda clase de gente. +Tu hermano ha tomado en serio el ser director espiritual de las +oficialas del taller, y las aturde a letanías: tu madre... chico, lo +diré con mucho respeto; pero hay que llamar a las cosas por sus +nombres... tu madre está como si le hubieran sorbido el seso: Tirso la +tiene días enteros doblando ropas, arreglando cajones, recibiendo la +labor a las chicas... y, vamos a la parte más fea del asunto. Con las +señoras de la grandeza y las que quieren imitarlas, van allí algunos de +esos devotos que desgastan con las rodillas los ruedos de las iglesias +y, tras las mujeres, van señoritos elegantes a ver lo que se pesca, +¿entiendes?</p> + +<p>—Sigue.</p> + +<p>—Uno de esos señoritos está buscándole las vueltas a Leo.</p> + +<p>—¿Estás seguro de lo que dices?</p> + +<p>—¿Puedes suponer que me hubiese metido en esto si no lo estuviera?</p> + +<p>—¿Cómo lo has sabido?</p> + +<p>—Esa cofradía ha mandado imprimir unos reglamentos en casa de Lozano, +donde yo estuve ayer; él tiene <i>prisas</i>, me ha pedido que le hagamos +aquí la tirada, y con este motivo, estuvo hablándome de esas <i>Hijas de +la Salve</i>, y me lo ha contado todo. Lozano es hombre formal, incapaz de +mentir, y, vamos, son cosas que no se inventan. Él ha ido allí varias +veces y ha visto a Tirso, y a tu madre, y a Leocadia hablando, muy +entusiasmada con varios señoritos.</p> + +<p>—¿Y en particular con alguno?</p> + +<p>—No lo sé; pero ¿qué importa? No te hagas ilusiones; tu hermana es +honrada, todo lo que quieras... pero ya puedes figurarte lo que buscarán +esos caballeretes.</p> + +<p>Pepe quedó pensativo; involuntariamente se acordó de Paz, de la +desigualdad que le separaba de su amante y de que, sin embargo, aquel +amor no podía ser más sincero ni honesto. Lejos de ocultar a Millán sus +ideas, le dijo:</p> + +<p>—Y si yo hablo con ella, ¿qué caso ha de hacerme mi hermana? Puede +decirme que también yo estoy en amores con una mujer superior a mi +clase.</p> + +<p>—Calla hombre, no compares: ¡buena diferencia! La malicia está +generalmente en el hombre; y siendo tú como eres, tu novia es para tí +sagrada. Lo otro es distinto: la atacada es la parte débil... y, en fin, +con estar avisado y ser cauto, nada pierdes. Por interés mío no te +hablo: no he vuelto nunca a imaginar que yo pudiese tener nada con +ella. Además, ya sabes que <i>estoy</i> con Engracia.</p> + +<p>—Tienes razón.</p> + +<p>—A estar yo en tu pellejo, lo primerito que hacía era prohibirla que +volviese.</p> + +<p>—Se arma en mi casa la de Dios es Cristo.</p> + +<p>—Pues chico, que se arme; pero pon remedio.</p> + +<p>—¿Tendrás medio de averiguar?...</p> + +<p>—¿Qué más quieres saber? ¿No te digo que andan tras ella sin que les +rechace? ¿que se ponen a charlar con ella en cuanto llegan? Por supuesto +que, según Lozano, la mitad de las señoras van allí a eso. En la puerta +hay una de carruajes que no se puede pasar, y todo son miradas, frases +cambiadas como al descuido, darlas el brazo hasta los coches, en fin, +como los domingos a la entrada de las iglesias de moda.</p> + +<p>—¡Y para eso dejan solo a mi padre! ¡Te juro que lo evitaré!</p> + +<p>Hablaron después de otros asuntos; pero Pepe no podía fijar en nada la +atención. Iban ya a separarse, cuando Millán le dijo:</p> + +<p>—Ahora voy a pedirte yo un favor.</p> + +<p>—Lo que quieras.</p> + +<p>—Me han propuesto un negociejo que me conviene. Se trata de ir a Ávila +para montar unas máquinas: cuestión de pasar allí unos días; estancia y +viajes pagados, y cuatro mil realitos. No sé aún cuándo será la cosa, +pero he aceptado.</p> + +<p>—¿Y qué puedo hacer yo?</p> + +<p>—Quiero que mientras yo esté fuera veas a Engracia con frecuencia, y +que si necesita algo se lo des; yo te dejaré cuartos... En fin, que sepa +yo lo que hace. ¡Está más guapa!</p> + +<p>—Corriente: haré eso y todo lo que me encargues.</p> + +<p>—Nada más: no tengo persona de mayor confianza que tú.</p> + +<p>Terminado el diálogo se despidieron, y Millán se fue: Pepe entró al +cuartito donde trabajaba y, a solas, se dejó caer sobre una silla, casi +llorando de rabia y de vergüenza. En aquel momento, hubiera sido capaz +de ahogar a Tirso entre las manos.</p> + +<p>El ruido que hicieron algunos cajistas al marcharse le distrajo de +pronto y, mirando al reloj vio que faltaba poco para la hora de la cena. +Cuando salió a la calle, el aire fresco le serenó algo; pero el bochorno +sufrido oyendo a Millán le pesaba en la memoria como el rubor de una +falta propia: unos instantes le agradecía el aviso; otros, casi le +guardaba rencor. La razón le dijo, al fin, que era más sensato lo +primero. Anduvo de prisa, impaciente por hablar en seguida con Leocadia, +y al llegar a su casa subió apresuradamente la escalera, sin saludar a +la encajera del portal, y tiró de la campanilla, que sonó hacia el fondo +del pasillo, sin que se oyeran pasos ni rozar de faldas contra las +paredes. Volvió a llamar, nervioso por la impaciencia, y nada, ni el +menor ruido: no abrieron. No era creíble que hubiesen dejado solo a su +padre: ¿qué ocurriría? Esperó unos minutos y tornó a tirar del llamador, +dando, además, con el pie en la puerta. Tampoco se oyó nada. Entonces +echó escaleras abajo, y llegó al portal a tiempo que la puntillera +terminaba de recoger su puesto para irse.</p> + +<p>—¡Jesusa!—gritó desde el último tramo—en mi casa no abren: ¿sabe Vd. +si ha sucedido algo?</p> + +<p>—Están fuera.</p> + +<p>—¿Todos?</p> + +<p>—Todos.</p> + +<p>—Pero, ¿y mi padre?</p> + +<p>—Toma, el pobre señor arriba. Como usted entró corriendo... no le dije +<i>ná</i>. La señora, don Tirso y la señorita salieron a cosa de las cuatro, +diciéndome que tuviera <i>cuidao</i>... y hasta ahora. ¡Figúrese Vd. qué iba +a cuidar! Si me hubieran <i>dao</i> el picaporte... <i>quié icir</i> que podría +haber subido por si el señor <i>nesecitaba</i> algo.</p> + +<p>—¿De modo que está solo arriba desde las cuatro?</p> + +<p>—Cabalito.</p> + +<p>Iban a dar las nueve: hacía más de cuatro horas y media que el pobre +anciano estaba solo, como perro enfermo abandonado en un desván. Aquello +era ya demasiado. Pepe, procurando no perder la calma, a pesar del enojo +que le dominaba, sintió la necesidad de cerciorarse de que nada le había +sucedido a don José. Lo primero que se le ocurrió fue hacer saltar de un +bastonazo el ventanillo y llamarle, por tranquilizarse escuchándole +contestar; pero desde el sitio donde solían ponerle la butaca, junto al +balcón del comedor, era difícil que oyera: hablarle desde las ventanas +de los vecinos que daban al patio, también era inútil; y mientras +rápidamente lo concebía, la imaginación le presentaba a los ojos a su +padre postrado en la butaca, silencioso, triste, en cruel soledad toda +la tarde. Salió a la calle para buscar quien descerrajase la puerta, tan +excitado el ánimo contra su madre y sus hermanos, que casi deseaba no +verles llegar para que apareciese más justificado el tropel de ásperas +reconvenciones y palabras duras que se le venían a los labios.</p> + +<p>—<i>Mialos, mialos</i>, por donde asoman—dijo de pronto la puntillera.</p> + +<p>Venían por el arco que da a la Plaza Mayor: doña Manuela, agitada, +llevando alguna delantera a sus hijos y con el picaporte en la mano; +Tirso, de hábitos y recientemente afeitado, detalle de aseo raro en él; +Leocadia lucía puesta la mejor ropa que le quedaba, y a falta de +primores en el traje, se había hecho un peinado muy llamativo. Pepe se +adelantó al encuentro de su madre.</p> + +<p>—Se nos ha hecho un poco tarde—dijo ella, adivinando el estado de su +hijo.</p> + +<p>Él la quitó violenta, casi brutalmente la llave de la mano, tratándola +por vez primera sin miramiento, y penetrando en el portal echó escaleras +arriba. Abrió precipitadamente la puerta del cuarto y llegó al comedor.</p> + +<p>Don José estaba inmóvil en el sillón, oprimiéndose la frente con un +pañuelo ligeramente manchado de sangre: sobre una mesa inmediata había +una bujía y una caja de fósforos. Sin preguntarle nada, adivinó Pepe lo +sucedido: al anochecer debió intentar encender la vela, y al querer +alcanzar los fósforos, se cayó. El quedar la palmatoria y las cerillas +al alcance de su mano, demostraba en la madre y los dos hijos propósito +de regresar tarde, aunque esperasen llegar antes que Pepe; pero sucedió +lo contrario. La herida de don José era insignificante, mas la vista del +pañuelo manchado de sangre puso a Pepe fuera de sí.</p> + +<p>—Nada me sorprende de tí; eres cura—dijo encarándose con Tirso, al par +que examinaba a su padre la frente—pero, ¡vosotras!...</p> + +<p>—Hijo, no creí que fuese tan tarde.</p> + +<p>—¡Parece que ya no eres mi madre! Tú—añadió dirigiéndose a +Leocadia—no volverás a salir sin permiso mío.</p> + +<p>—Ordeno y mando. ¿Sin permiso tuyo? ¡Tiene gracia!</p> + +<p>Su voz tomó inflexiones de burla provocativa: Pepe, sin dejar de limpiar +con cuidado la poca sangre que don José tenía ya casi seca en el +nacimiento del pelo, repuso enérgicamente:</p> + +<p>—¡No! no saldrás sin permiso mío. Ya que es preciso, lo diré claro, +hablaré como nunca me habéis oído hablar. Las circunstancias me han +hecho jefe de la casa; cuanto aquí entra, lo traigo yo; yo soy quien +trabaja, quien se desvela porque no nos muramos de hambre, y no +consentiré que nadie, ¿oyes, Tirso? no toleraré que ningún extraño me +robe mi autoridad. Entendedlo bien... yo, con lo que gano, tengo de +sobra para mí; si no se me obedece, soy capaz de abandonaros a todos.</p> + +<p>A pesar de tener tan sorbida la voluntad por el cura, en una sola frase +resumió entonces doña Manuela los buenos sentimientos de Pepe, diciendo:</p> + +<p>—¡Eso sí que no lo creo! ¡eres incapaz de ello!</p> + +<p>Tirso creyó que podía oponer su autoridad a la de Pepe.</p> + +<p>—Y yo, ¿no soy el hermano mayor?</p> + +<p>—¿Tú mi hermano? Tú eres cura, y nada más. Quítate de delante, porque +me falta la calma... ¡Infames, maldita sea vuestra devoción y vuestra +iglesia! ¡Sois los ateos del cariño!</p> + +<p>En vano pretendió la madre acercarse: Pepe no lo consintió. Con agua de +una botella que había sobre el aparador, lavó al padre la frente y, +convencido de que la lesión no tenía importancia, se limitó a ponerle en +ella un trozo de tafetán; pero la ira no le salió del alma: comprendía +que, a dar el golpe un poco más fuerte, aquello hubiera sido una +escalabradura muy grave: doña Manuela no se atrevió a chistar: Leocadia +continuaba mirando descaradamente a Pepe.</p> + +<p>—¿Conque ahora mandas tú?—le decía con sorna—vaya, hombre, me alegro: +pon un bando en el pasillo.</p> + +<p>—¡No! No saldrás sino cuando yo quiera; y, sobre todo, no vuelves a +poner los pies donde has estado esta tarde. ¿Piensas que no sé a lo que +vas? Eres mi hermana, ¿lo entiendes? y antes de que pierdas la +vergüenza, seré capaz de ahogarte.</p> + +<p>—¡Uf! ¡qué miedo! Mañanita vuelvo si se me antoja...</p> + +<p>—¡Basta, hijos míos! Pepe, no te irrites—interrumpió don José con +acento débil—no volverá, yo la suplicaré que no vaya... y preparadme la +cena, que tengo mucha necesidad.</p> + +<p>Cenaron en silencio y Pepe acostó a su padre, sin querer ajena ayuda ni +cruzar con nadie la palabra: después se recogieron doña Manuela y +Leocadia. Cuando iba Tirso a entrar en su cuarto, le dijo Pepe:</p> + +<p>—Espera, tenemos que hablar: no es posible que continuemos así.</p> + + + +<h3><a name="XXVII" id="XXVII"></a>XXVII</h3> + + +<p>La luz escasa de la lamparita, sucia y mal despabilada, iluminaba el +comedor, donde menudeaban las señales de incuria y abandono. Pocos meses +antes, los mismos objetos y muebles que allí había estaban limpios y +ordenados: ahora el polvo velaba las tablas del aparador, grandes +manchas de grasa afeaban las puertas a la altura de las manos, los +visillos blancos del balcón parecían grises, los cojines en que don José +apoyaba las piernas estaban medio destripados en el suelo, y el +mugriento hule que servía de tapete a la mesa mostraba descosidas y +colgando hasta la estera las tiras de su ribete de trencilla. Todo +indicaba que los ojos de la madre y la aguja de Leocadia prescindían de +lo que antes constituía su mayor desvelo; lo único limpio, nuevo y +reluciente que allí quedaba, era el marco dorado que compró doña Manuela +para la estampa de la Virgen.</p> + +<p>—¿Qué quieres?—preguntó Tirso—¿Vas a seguir echándolas de amo? Habla +y acaba pronto.</p> + +<p>Pepe, dominando cuantos resentimientos abrigaba contra su hermano y +dando tregua al encono, como si aún fuera posible devolver a la casa la +tranquilidad perdida, no hizo caso de aquellas palabras ásperamente +pronunciadas.</p> + +<p>—Óyeme, Tirso: vamos a ver si es posible que tengamos paz. Empiezo por +rogarte que me perdones cuantas frases desagradables me hayas oído desde +que llegaste a Madrid: todo lo que te haya molestado, como si no lo +hubiera dicho.</p> + +<p>—Bueno, ¿y qué?</p> + +<p>—¿Quieres prestarte a que vivamos todos en buena armonía? Por mi parte +estoy dispuesto a todo género de sacrificios.</p> + +<p>Las palabras de Pepe tenían acento de sinceridad, pero iban saliendo de +sus labios tardas, premiosas; hablaba como hombre que, sin esperanza de +éxito, cumple un mandato de su conciencia, tanto más enérgico, cuanto +más súbitamente concebido; quería demostrar buena voluntad antes de +desplegar la energía de que era capaz.</p> + +<p>—Aquí puedes estar—añadió—en libertad completa: sólo te ruego que no +distraigas a Leo y a mamá. Sé dueño de tus acciones, pero déjalas a +ellas que cuiden de la casa. Parecen otras; mira cómo tienen esto, tan +sucio; nunca ha estado así y, sobre todo, con lo que no transijo es con +el abandono de papá: no quiero que vuelva a ocurrir lo de esta tarde.</p> + +<p>—Es decir, que me cruce de brazos y vuelvan a vivir lo mismo que antes, +como judíos.</p> + +<p>—No entremos en apreciaciones: ¿a qué reñir? Tú puedes hacer lo que te +acomode: déjalas a ellas que vivan como han vivido siempre; yo me +encargo de encarrilarlas otra vez y de que esta casa sea lo que fue.</p> + +<p>—Desbaratando lo poco que llevo hecho.</p> + +<p>—Comprendo que, por tu estado, has de intentar ciertas cosas... Mira, +no es posible que discutamos, porque no nos entenderemos; pero te haré +una reflexión, nada más que una. Me parecería disculpable que hubieses +tratado de que fueran a misa, hasta de que se confesasen; pero, chico, +lo que sucede es horrible. ¿Es o no es verdad que mi padre está hoy aquí +peor que en un hospital?</p> + +<p>—¿Qué culpa tengo? Lo que ocurre es que las he hecho ver lo infame, lo +horrible del olvido en que tenían a Dios, el peligro que corrían de +condenarse y de que se condene nuestro padre: han comprendido que me +sobraba razón, y han puesto el remedio.</p> + +<p>—De modo que lo que urge es salvarse, y el prójimo que reviente; que yo +me rinda a fuerza de trabajar para impedir que esta pobreza de hoy sea +mañana miseria espantosa y, entre tanto, vosotros, a dormir a la +iglesia, que está fresca en verano y abrigada en invierno, a vestir +santos, limpiar altares y cantar jaculatorias porque el cielo es azul y +porque la Providencia dispone la comida a los pajaritos del campo... Y +yo, entre tanto, todo el día tronchado sobre la mesa, matándome a +trabajar. No, chico, a eso no me avengo. Quiero que vivamos igual que +antes; ellas en casa y para mi padre... tú, como gustes, nada te pido. +Siempre tendrás aquí la cama y la mesa, con tal que no nos obligues a +reñir unos con otros. ¿Quieres llevarlas a misa? Pues llévalas. ¿Quieres +que visiten al Santísimo? ¡Por mí, que le envíen tarjeta! Lo que no +tolero, es que dejen a papá solo y esté la casa hecha un asco. Yo no +puedo permanecer aquí constantemente; y, además, su situación exige +cuidados que un hombre no puede ni sabe darle. Consentiré que mamá y +Leocadia sean devotas; pero antes tienen que ser lo que han sido hasta +ahora, mujeres de su casa y enfermeras de mi padre. Por grande, por +fervoroso que sea tu celo, es imposible que te ofusque hasta no dejarte +comprender esto.</p> + +<p>—Lo absurdo, lo inconcebible, es que me propongas que asista impávido a +presenciar la vida que hacíais antes de mi llegada. ¡Ni un mal rosario +había en la casa!</p> + +<p>—Y vivíamos tan ricamente.</p> + +<p>—Yo no puedo autorizar eso ni tolerar tus impiedades.</p> + +<p>—Pues yo no quiero consentir lo otro. Sé religioso, pero cesa de ser +fanático: verás cómo dejo de ser impío.</p> + +<p>El ceño de Tirso y sus respuestas secas iban haciendo a Pepe perder la +calma.</p> + +<p>—Si te acomoda—continuó—estar de bruces todo el día y usar cilicio, +aunque andes a gatas o te hagas un cinturón de escarpias, me tiene sin +cuidado. En cuanto a ellas, que recen en casita; devoción a domicilio, +la que se te antoje; pero tengo resuelto que mi padre vuelva a verse +bien asistido y que Leo no tenga ocasión de perderse por ir a esa +cofradía que ha puesto tienda de ropas. Con estas dos condiciones +podemos vivir en paz. ¡Buen cuidado tendré yo de no discutir contigo! Me +repugnan estas reyertas; pero, chico, lo de esta tarde me ha llegado al +alma. Si papá se da el golpe un poco más fuerte, se mata.</p> + +<p>—Lo que ha pasado hoy no tiene nada de particular. Si padre no hubiese +querido levantarse...</p> + +<p>—Si no le hubierais dejado solo... En fin, ¿te allanas o no a que +vivamos en paz?</p> + +<p>—¿Quieres que me resigne a veros vivir como masones? ¡Cuando empiezan +ellas a comprender que lo que estaban haciendo no tenía perdón de Dios!</p> + +<p>—Figúrate que has predicado en desierto, y no intentes más conquistas +de almas. Para mí, antes que todo, está el reposo de la casa.</p> + +<p>—Pues haz cuenta que nada hemos hablado.</p> + +<p>—¿Insistes en convertir esto en un infierno con tu ridícula propaganda?</p> + +<p>—Insisto en que mi hermana y mi madre no sean herejes.</p> + +<p>—¿Y en que nuestro padre se muera a fuerza de disgustos y por falta de +cuidados?</p> + +<p>—A quien como él hace tan poco caso de la salvación del alma, debe +importarle poco la vida.</p> + +<p>—¡Basta! No blasfemes. Se acabaron las contemplaciones. Elige, y +responde categóricamente. ¿Nos dejas en paz o te marchas? ¿Sí o no?</p> + +<p>—¡Este es—exclamó Tirso amargamente—el fruto de las ideas modernas! +Vive una familia en repugnante impiedad, un sacerdote, hijo de esa +misma familia, se propone redimir de su ignorancia a los desdichados y, +otro hijo, su propio hermano, le arroja de allí... es decir, lo intenta.</p> + +<p>—¡Lo hace! ¿Piensas que por ser cura, y por invocar leyes divinas, que +pierden en vuestros labios su grandeza, te asiste derecho a mantener en +continua discordia una casa donde antes jamás se oía una frase más recia +que otra? ¿Qué tienen que ver con esto las ideas modernas? ¿Ni qué hay +de común entre vosotros, sectarios de una superstición infame, y la +doctrina del Mártir que injuríais a cada paso? ¡Quemáis incienso en las +iglesias, y propagáis por el mundo la pestilencia de vuestro egoísmo!</p> + +<p>—Egoísmo el tuyo, que estimas la tranquilidad de tu vida en más que la +salvación de tu padre. Vuestra impiedad sólo atiende a los dolores de +aquí bajo: la Iglesia, con previsión admirable, busca la eterna +bienaventuranza para el alma. Por eso removemos el mundo a nuestro +antojo: ya lo ves, los hombres se alzan en armas para defender nuestra +causa, la causa de la Iglesia Católica, eterna como la gloria de su +fundador. A su seno vendrán los pueblos como lanchas de pescadores que +arrolla la tormenta y se acogen al puerto.</p> + +<p>—¿Para que vosotros les despojéis de su ganancia?</p> + +<p>—Para señalar a las gentes el camino del bien y la verdad. El primer +pueblo que reconquistemos será este.</p> + +<p>—¡No! Es tarde. Ni la fe podrá recobrar el imperio del mundo, ni +vosotros enseñorearos de España, donde vuestra influencia ha sido tan +desdichada como la tuya en mi casa. Dirigisteis la educación nacional +por espacio de trescientos años, y el pueblo no sabe leer; gobernasteis +nuestras conciencias, y somos escépticos. Eso hicieron los de tu raza +con el país en nombre de la religión, sembrando la ignorancia y la +incredulidad, como tu fanatismo ha sembrado aquí la desdicha.</p> + +<p>—He procurado contrarrestar el mal que causaba tu ateismo.</p> + +<p>Pepe rechazó vigorosamente la acusación del cura, y entonces sus frases +ganaron en alteza lo que perdieron en naturalidad.</p> + +<p>—Te equivocas. A quien no es supersticioso llamáis ateo. ¡Yo ateo? No, +Tirso: mi corazón ama a Dios mejor que el tuyo: mi Dios no ha menester +homenaje ridículo ni dogmatismo absurdo. Tú le adoras en templos, que +aun de día necesitan luz: yo en el fondo de mi conciencia, donde me +basta para verle el resplandor de la caridad que Él me inspira. Tú has +de postrarte como salvaje que hace sacrificios a un leño: yo le llevo en +la razón, que no se arrodilla ante nadie. Tú has venido a traer al +mundo, <i>no la paz, sino la espada</i>: yo soy de los que dicen con San +Pablo: <i>hermanos, ¡sois llamados a la libertad!</i> La fe estéril es tuya: +las obras fecundas son mías. Tus creencias te arrastran al proselitismo, +que es la intolerancia y la persecución, o al ascetismo, que es la +aberración del egoísmo y la negación de la vida social. Tu fe hace +fanáticos, tu esperanza soñadores: mi caridad hace hombres. Vosotros +embrutecéis a la mujer, como querido que la pervierte para dominarla; y, +enseñándola un cadáver clavado en una cruz la decís: «ese es tu amante:» +nosotros, cuando jóvenes, la poetizamos con nuestro amor, y luego la +idolatramos como a madre. ¿Vosotros? vosotros la prometéis el reino de +los cielos, para robarla el imperio de la tierra: nosotros la damos el +corazón por trono. ¡Habláis de familia! Recuerda lo que has hecho desde +que aquí entraste. Me has robado el cariño de mi madre, sin atesorarlo +para tí, porque eres incapaz de comprender lo que vale; porque te basta +el amor frío a las imágenes de palo. Has hecho que Leocadia riña con un +hombre honrado y bueno, que podía haberla hecho feliz: y ¿para qué? +para llevarla ahora a las reuniones de esa hermandad, donde la devoción +es negocio y la piedad tercera de seducciones. Por culpa de tu maldito +sermón me han quitado medio de trabajar, y lo que hoy es aquí escasez, +será mañana miseria irremediable. ¿Acaso nos traerás tú ahora maná del +cielo o dinero de San Pedro? Has entontecido a mi pobre madre hasta el +punto de que, por vestir a una virgen, deje solo a papá, olvidándose de +la pasión de toda su vida y manchando con mala vejez una existencia +consagrada al cariño. Todo eso has hecho... ¡y dices que en nombre de +Dios!</p> + +<p>—¡Cien veces lo volvería a hacer! No tengo la culpa de que te hayan +quitado el destino, ni de que tu madre descuide sus quehaceres. En más +altas cosas me empleo. ¿Vienen males del Señor sobre la casa? Paciencia +y resignación. Rico era Job y fue paciente y resignado cuando se vio +pobre y zaherido; pero no perdió la fe. Te dueles de las cosas del +cuerpo; yo atiendo a las del alma. ¿Echa padre algunas pequeñeces de +menos?; yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos. ¿Temes que +Leocadia peque de liviana?; cuando llegó su espíritu a mis manos, ya +estaba sucio de pecado.</p> + +<p>—Si no fuera por la situación de nuestro padre, tu lenguaje me haría +gracia. ¿Conque Job tuvo paciencia y Leocadia estaba sucia de pecado +cuando, en vez de ir a corretear iglesias, atendía a las necesidades de +papá? ¿Conque ahora, que mi madre casi ha perdido el juicio, es cuando +estás abriendo para ella el Paraíso? Sí, ¿eh? pues ahora es cuando abro +yo la puerta de casa para que te vayas. No quieres vivir con nosotros +como hermano, ¿verdad? ¿Te empeñas en actuar aquí de cura? Pues ¡a la +calle! Mañana te marchas, para no volver nunca.</p> + +<p>—Eso, eso es—dijo Tirso al oír la palabra <i>cura</i>.—Aprovecha la +ocasión que se te presenta para ofender a un sacerdote. Mis ropas, mis +hábitos son los que te irritan. ¡Nada importa! Estos paños negros son en +el mundo la bandera de la verdad y del bien; por eso la llevamos ceñida +al cuerpo, para caer envueltos en ella.</p> + +<p>—¡Bonita frase! apúntala para otro sermón carlista.</p> + +<p>—Lo que apuntaré en la memoria, es la infamia que por odio a mi clase +cometes conmigo.</p> + +<p>—Te engañas. Si hubieses querido ser mi hermano, no me acordara yo +nunca de tu sotana. Ahora, ya es tarde: harto veo que tu conducta no es +fruto de la depravación del hombre, sino del celo del sectario. Unos +ensangrentáis los campos; otros desunís las familias. En el monte usáis +trabuco; en poblado os valéis del confesonario. Aquí has perdido la +partida.</p> + +<p>—¿Es decir, que me echas?</p> + +<p>—Piensa bien lo que respondes. Tirso: ¿quieres vivir con nosotros como +hermano, sin acordarte para nada de que eres clérigo?</p> + +<p>—No.</p> + +<p>—Entonces, vete y sé feliz, si puedes. No exijo, aunque lo mereces, que +salgas ahora mismo de casa. Mañana podrás ver a papá por última vez, +aunque no creo que te importe gran cosa; pero nada le digas. Luego, te +marchas cuando quieras y envías por tus ropas. Sobre todo, sé prudente y +evita que mi madre adopte cualquier resolución descabellada, ¿entiendes? +porque te costaría muy caro.</p> + +<p>Pepe pronunció las últimas frases con la serena altivez de quien, dueño +de su voluntad y seguro de su fuerza, está resuelto a exigir obediencia: +la menor provocación hubiese trocado en violencia su energía. La extrema +palidez del rostro, demudado por la cólera, los labios trémulos y la +terca obstinación de sus miradas, intimidaron a Tirso que, esquivando +encararse con su hermano, le dijo fríamente:</p> + +<p>—Abur.</p> + +<p>—Ve en paz.</p> + +<p>Entró el cura en su cuarto y Pepe en su alcoba.</p> + +<p>Así se separaron.</p> + +<p class="arriba"><br />Pepe se fue por la mañana temprano a su trabajo, evitando ver de nuevo a +Tirso: éste conversó breve rato con la madre y luego entró en la alcoba +de don José.</p> + +<p>—¡Adiós padre—le dijo—hoy me marcho... ahora mismo!</p> + +<p>El viejo, que la noche pasada había escuchado confusamente el rumor de +la conversación de ambos hermanos, adivinó la causa de aquella +despedida; mas nada hizo por evitarla. Su respuesta fue prueba de que +comprendía cuanto había ocurrido.</p> + +<p>—¡Adiós, hijo mío: sé dichoso y acuérdate alguna vez de nosotros!</p> + +<p>—¡Adiós, padre; rogaré al Señor por ustedes!</p> + +<p>En seguida Tirso sacó a rastra sus dos baúles hasta el pasillo, diciendo +a Leocadia:</p> + +<p>—Hasta luego: ya vendrán por eso.</p> + +<p>Y bajó la escalera inmutable, con los ojos enjutos.</p> + + + +<h3><a name="XXVIII" id="XXVIII"></a>XXVIII</h3> + + +<p>El remedio fue enérgico, pero tardío; la determinación de Pepe resultó +estéril.</p> + +<p>Tirso logró, por mediación de la Condesa, que, a más de su sueldo de +capellán, le diera la cofradía habitación y luz, prestándose a ello las +Hermanas cuando supieron que se trataba del agente encargado de +facilitar la adquisición de los terrenos de don Luis de Ágreda.</p> + +<p>Doña Manuela pasaba las mañanas en las iglesias, frecuentando hasta las +más lejanas de su casa, y las tardes en la <i>Limosna de la luz</i>, de donde +solía volver cuando encendían los faroles de las calles. Leocadia, +obligada por la fuerza de las circunstancias y quizá temerosa de su +hermano, cuidaba algo más al padre; mas también volvió a las andadas.</p> + +<p>Una tarde, al regresar Pepe de la imprenta, la encajera del portal le +dijo que la <i>señá</i> Manuela y la señorita acababan de subir.</p> + +<p>—Pero, ¿han salido las dos?</p> + +<p>—<i>¡Anda!</i> a media tarde ¡si <i>paece</i> que andan <i>too</i> el día <i>pingando</i>!</p> + +<p>La situación llegó a ser insostenible: doña Manuela oía sin chistar los +ruegos, súplicas y amenazas de su hijo, sin que de sus labios brotaran +respuesta dura o frase desapacible, mas tampoco promesa de enmienda. +Leocadia alardeaba de rebelde con tal descaro, que su hermano empezó a +comprender que la lucha era inútil. No le quedaba más recurso que hacer +solo frente a la desgracia, dedicándose a permanecer todo el día +cuidando de su padre; pero aun esto era irrealizable, porque necesitaba +ir a trabajar y no podía estar en dos sitios a la vez: atendiendo a su +enfermo, ¿cómo ganar el jornal? yendo a la imprenta, ¿cómo asistir al +padre?</p> + +<p>La madre, rendida por los largos paseos que se daba para ir casi +diariamente a la <i>Limosna</i>, hacía de mala gana la cena en las primeras +horas de la noche y se acostaba, ansiosa de madrugar y oír misa +tempranito; de modo que, obligada Leocadia a soportar el trajín y los +quehaceres de la casa, todo lo descuidaba. La estrechez de recursos +impuso economías, y entonces se resistió a sufrir ciertas privaciones y +molestias. La cosa más insignificante era allí ocasión de disputa, y el +último altercado era el de palabras más ágrias. Una tarde, al querer +Pepe acostar a don José antes de lo acostumbrado, vio que no le habían +hecho la cama, y como increpase a su hermana, repuso ella:</p> + +<p>—¿Soy yo criada? Ya que te llenas la boca de que eres el amo, trae a +casa quien te sirva. Haré la cama de papá; pero la tuya la haces tú... o +tráete de doncella a la novia.</p> + +<p>La falta de dinero dio margen a escenas repugnantes. Millán llevaba +adelantados a Pepe dos meses de jornales; fue preciso deshacerse de +cuanto tenía algún valor; el reloj de don José, el de Pepe y varios +cubiertos de plata se malvendieron a un platero de portal; el dueño de +la lonja de ultramarinos amenazó con no seguir fiando si no le +entregaban algo a cuenta, y llegadas a tal extremo las cosas, aun se +resistió Leocadia a empeñar una sortija de poco precio, que Pepe la +regaló en tiempos más felices.</p> + +<p>Un hecho de desgarradora elocuencia vino, por fin, a demostrar la +imposibilidad de que continuara aquel desconcierto, fundado en la +profunda variación sufrida por la madre y la hija. Una noche Leocadia +volvió sola de <i>La limosna</i>.</p> + +<p>—¿Y mamá?—la preguntó su hermano.</p> + +<p>—Mamá no viene.</p> + +<p>El muchacho, fuera de sí, resistiéndose a entender lo que oía, cogió a +la chica por un brazo, oprimiéndoselo duramente:</p> + +<p>—¿Cómo que no viene?</p> + +<p>—¡No seas bruto! ¡Esto te faltaba, pegarnos!</p> + +<p>—¿Por qué no viene mamá? ¡Responde!</p> + +<p>—Porque ahora tienen guardia las vigilantas cada ocho días.</p> + +<p>—¿Qué dices de vigilantas? ¿Qué tiene mamá que ver con eso?</p> + +<p>—Si hubiéramos hecho lo que dije, no pasaría esto. Ella no te lo ha +querido decir... y ahora aguanto yo el chubasco... Pues, nada, que la +han hecho vigilanta y tiene una guardia por semana, y hoy le toca.</p> + +<p>—¿Pero vigilanta de qué?</p> + +<p>—De la hermandad. Las muchachas del taller van a las ocho, y a esa hora +tiene que estar allí para que no alboroten y para distribuir o recoger +labor.</p> + +<p>Pepe la escuchó asombrado.</p> + +<p>—¡Mi madre convertida en criada de monjas!—gritó con rabia. Los ojos +se le arrasaron de lágrimas, y al cubrirse el rostro con las manos, por +no entristecer más a su padre, vio que su precaución era inútil: el +viejo lloraba también.</p> + +<p>—¡Padre, padre de mi alma, nos vamos a quedar solos!—dijo, +arrojándose en sus brazos.</p> + +<p>—Tú no me dejarás, ¿verdad, hijo?</p> + +<p>¡Qué larga se les hizo aquella noche! ¡Cuántos proyectos, qué de +remedios imaginó Pepe, y con qué crueldad le dijo la razón fría que eran +todos irrealizables! Don José, desvelado por la emoción sufrida, pasó en +continua queja las horas, y aun así sufrió menos que su hijo: Leocadia +se acostó desagradablemente impresionada, pero al poco rato se durmió: +Pepe, sentado junto a la cama de su padre y apoyada en su misma almohada +la cabeza, oyó sonar en el reloj todas las horas de la noche. Al +amanecer abrió el postiguillo del balcón, y entonces la luz triste del +alba, iluminando débilmente la alcoba, mostró vacío, junto al viejo, el +sitio de la madre. La muerte y no la ausencia, parecía haberla arrancado +de allí. Pepe miró hacia la cama y, al no hallar sus ojos la cabeza +tantas veces besada, los cerró, como si fuera preferible cegar a ver lo +que veía. Entrada la mañana, salió al comedor, llamando a Leocadia para +que preparase el desayuno del padre, y la encontró en la cocina sentada +en una silla, puesto ante otra el espejo, llena la falda de horquillas y +concluyendo de hacerse un peinado complicadísimo.</p> + +<p>A las nueve llegó doña Manuela, y Pepe, oyendo sus pasos en la escalera, +la abrió la puerta antes de que llamase.</p> + +<p>—Mamá—la dijo—no tengo autoridad sobre tí; pero reflexiona lo que +estás haciendo y, si aún nos quieres...</p> + +<p>No supo seguir y, arrojándose de rodillas à sus pies, la cogió una mano, +que cubrió de lágrimas y besos.</p> + +<p>—¡Hijo, por la Virgen del Carmen! ¡No es para tanto! ¡Ni que me hubiera +muerto!</p> + +<p>En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina, +gritó:</p> + +<p>—¡Mira, Leo, hazme a mí también chocolate, que vengo desfallecida!</p> + +<p>Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse, +exclamó con ira:</p> + +<p>—¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas!</p> + +<p class="top5">Millán permaneció en Ávila durante algunas semanas, hasta dejar +establecida y en actividad la imprenta cuya fundación le fue confiada. +Cuando regresó a Madrid, le dijo Engracia que Pepe había ido a verla +casi todos los días, y que estaba agradecida a sus atenciones, +especialmente a lo cariñoso que se manifestó con el niño; de suerte que +Millán, apenas vio a su amigo, le dio gracias por el buen cumplimiento +del encargo, y como estuvieran solos en el cuarto donde Pepe trabajaba, +sin temor de que nadie viniese a molestarles, hablaron así:</p> + +<p>—Sí, chico—decía Millán, aludiendo a sus relaciones con Engracia—la +verdad es que me he encariñado con ella porque es muy buena. El muerto +era un perdido, la trataba mal; ahora la pobre muchacha compara... y no +sabe qué hacer para tenerme contento. Ya habrás visto lo hacendosa y lo +limpia que es.</p> + +<p>—Sí, tiene su casa como antes estaba la mía.</p> + +<p>—De modo que siguen aburriéndote a fuerza de disgustos.</p> + +<p>Contó Pepe a su compañero cuanto había ocurrido durante su ausencia, las +consecuencias del sermón, el fanatismo de la madre, sus disgustos con +Tirso, el modo que tuvo de echarle, y, por último, el deplorable extremo +a que se veía reducido, refiriéndole, entre lloroso e irascible, cómo +había faltado doña Manuela a dormir una noche a su casa, por ser +vigilanta en la <i>Limosna de la luz</i>.</p> + +<p>—Eso no tiene arreglo.</p> + +<p>—He pensado en un remedio enérgico, brutal acaso, pero fuera de él no +hallo otro, y para ponerlo en práctica necesito tu ayuda... y la de +Engracia.</p> + +<p>—No adivino.</p> + +<p>—Dada la situación de mi padre, es insostenible el estado de mi casa: +de continuar así, ni ellas le cuidan ni yo trabajo. El día que menos lo +espere, mi madre se queda en ese convento de los demonios, sin que haya +fuerzas humanas que la arranquen de allí. No puedes figurarte su +actitud: no disputa ni contesta a mis reflexiones; calla y hace lo que +quiere. Con Leocadia, la cosa varía: a cuanto digo, responde que lo que +debo hacer es buscar dinero... y, en el fondo, no le falta razón.</p> + +<p>—Pero, ¿cuál es el remedio que has imaginado?</p> + +<p>—¿Cuánto supones tú que pueden darme por ser sustituto de uno que no +quiera ser soldado?</p> + +<p>—Muy duro me parece el sacrificio.</p> + +<p>—A mí también; pero no veo otro camino de salvación. ¿Cuánto crees que +me darían?</p> + +<p>—Agenciándolo bien, ¿qué sé yo? a lo sumo, cuatro o cinco mil reales.</p> + +<p>—Con eso tendría bastante para pagar lo que debemos y hacer frente a +la situación; pero luego necesitaría tu apoyo.</p> + +<p>—Cuenta con él.</p> + +<p>—Mi proyecto es el siguiente: primero, buscar esa cantidad por el medio +indicado: y luego, tener una entrevista seria con mi madre, ver si sé +hablarla al corazón, aunque no espero nada. Si se hace cargo de la +realidad, atiende a razones y promete enmienda, aún podemos vivir en +paz: yo me mataré a trabajar.</p> + +<p>—No te hagas ilusiones.</p> + +<p>—En ese caso, tomar el dinero de la sustitución, pagar las pocas deudas +y...</p> + +<p>Vaciló, sin atreverse a continuar.</p> + +<p>—Habla, hombre, ¿qué más?</p> + +<p>—Entregarte todo lo que me reste, y rogarte que te lleves a mi padre a +casa de Engracia. Durante tu ausencia he visto lo limpia, dulce y +trabajadora que es. Estoy seguro de que le cuidaría bien. Por de pronto, +ya digo, de esa cantidad te daría todo lo que pudiera, y en adelante, lo +que conviniéramos con arreglo a lo que yo tuviese.</p> + +<p>Millán guardó silencio.</p> + +<p>Pepe, casi temeroso de una nueva decepción, añadió:</p> + +<p>—Chico, no sabes lo harto que estoy de sufrir: hasta he pensado en +llevarle a <i>los incurables</i>; pero me harían falta recomendaciones que +no tengo, y no podría ver a mi padre cuando quisiera... mientras que en +casa de Engracia...</p> + +<p>—¿Querrá ella?—dijo el impresor.</p> + +<p>—La he hablado, y dice que sí; pero que nada resolverá sin tu +consentimiento.</p> + +<p>—Pues por mí... hecho—repuso Millán, sin valor para negar.</p> + +<p>La expresión con que Pepe le miró, fue señal de su agradecimiento.</p> + +<p>—Un gran inconveniente veo,—continuó Millán:—advierte cómo está todo; +la guerra arrecia por momentos, dicen que hay partidas hasta por +Andalucía. ¿Has pensado que estás expuesto a tener que salir a que te +rompan el alma por esos campos en cuanto te agreguen a un regimiento? +Reflexiónalo despacio.</p> + +<p>—Todo lo he pensado.</p> + +<p>—¿Y qué dirá tu novia?</p> + +<p>—¿No tengo que renunciar a mi madre? Después de esto, ¿qué desengaño he +de temer? A pesar de todo, tengo confianza en ella.</p> + +<p>—¿Estás resuelto?</p> + +<p>—Si vosotros me hacéis el favor que os pido, sí.</p> + +<p>—Cuenta con nosotros y, sin embargo, créeme: antes trata de ablandar a +tu madre.</p> + +<p>—No tengo esperanza de lograr nada, pero lo intentaré.</p> + +<p>—Falta un cabo por atar. Supones, y desgraciadamente no te equivocas, +que tu hermana y tu madre irán a parar a la maldita cofradía: pero, ¿vas +tú a quedarte en medio de la calle?</p> + +<p>—He pensado en todo. Cuando el buñolero con quien vivía Pateta supo que +tenía amores con su hija, no se opuso a las relaciones, pero dijo al +chico que no le parecía bien que siendo novios siguieran bajo el mismo +techo, y el muchacho está hoy en una casa de huéspedes que le cuesta muy +poco: con él pienso irme.</p> + +<p>—Poco te durará la compañía, porque Pateta entra en quinta estos días.</p> + +<p>—¡Quién sabe si la suerte nos juntará por esos mundos!</p> + +<p>—Pues no hay más que hablar: ya lo sabes; y si desgraciadamente llega +el caso...</p> + +<p>—Me llevo a mi padre a tu casa... quiero decir, a la de ella.</p> + +<p>—Es lo mismo—añadió Millán sonriendo.</p> + +<p class="top5">No quiso Pepe que su padre se enterase del triste proyecto que fraguaba +hasta tener que llevarlo a cabo, y para evitar que le oyese hablar con +la madre, al otro día de la conversación con Millán se fue a buscarla al +convento de las <i>Hijas de la Salve</i>, donde tenía su centro la hermandad +llamada <i>Limosna de la luz</i>.</p> + +<p>Hallábase situado el tal convento entre los cementerios viejos y el +depósito de aguas del Lozoya, destacando su oscura mole de ladrillo +rojizo sobre la terrosa campiña a que ponían término las cumbres del +Guadarrama. Cuando Pepe divisó el sombrío edificio, que con sus muros +llenos de ventanas chatas y con rejas, antes parecía cárcel moderna que +asilo religioso, las lágrimas se le vinieron a los ojos. Era un caserón +enorme, ancho y bajo, como ávido de extenderse sobre el suelo que lo +soportaba, sin torrecilla esbelta que realzase su construcción, sin +huerto que lo sombreara ni campanario que elevase al cielo la cruz de su +veleta: la puerta, claveteada de hierro, parecía de castillo, y a muy +larga distancia no había en torno de los recios paredones árbol, planta, +ni enramada alguna, cual si los jugos de la tierra se negaran a +hermosear con su verdor la obra del egoísmo humano... Era la hora de +salir las educandas externas: cerca de las tapias se veían parados +varios carruajes, y otros, a cuyas ventanillas se asomaban cabezas de +muchachas ávidas de aire libre, corrían en dirección a Madrid, donde, +según lo lejano de aquel sitio, llegarían al cerrar la noche. Pepe pensó +con rabia en el fanatismo que hacía a su madre volver desde allí sola y +a pie cuando en la casa gruñía por no ir a la botica, que distaba +cincuenta pasos... Aguardó impaciente a que se fueran los últimos +coches, esperando que doña Manuela saliera presto; mas trascurrido un +buen rato, se resolvió a llamar y adelantó hacia la puerta. Aún se +detuvo unos segundos: sentía repugnancia de entrar. Por fin llamó, oyose +dentro el sonido de la campana y abrió una mujer vestida de suerte que, +sin ser el traje religioso, quería parecerlo.</p> + +<p>—¿Hace Vd. el favor de decirme si es aquí donde está establecida la +<i>Limosna de la luz?</i>—preguntó—y como le respondiesen afirmativamente, +añadió:</p> + +<p>—¿Se ha marchado ya doña Manuela Resmilla, una señora que es vigilanta?</p> + +<p>—¿Qué deseaba Vd?</p> + +<p>—Vengo a buscarla. Tenga Vd. la bondad de decirla que está aquí su +hijo.</p> + +<p>—¡Ah! ¿es Vd. hermano del padre Tirso? Pase, pase Vd.</p> + +<p>Hiciéronle atravesar un ancho corredor dado de cal, con alto zócalo de +azulejos, y entró en un cuarto espacioso, donde todo el mueblaje +consistía en un par de docenas de sillas de Vitoria, y en uno de cuyos +muros se veía una estatuilla de la Virgen de Lourdes con las manos +cruzadas sobre el pecho, túnica blanca y faja azul. Al tiempo de llegar +Pepe, se marchaban dos señoras con una niña: era la última educanda que +salía. Allí permaneció solo unos minutos, nervioso, contrariado, sin +poder estarse quieto y mirando hacia las ventanas, donde los barrotes de +hierro cortaban con cruces negras la claridad del espacio, en que la luz +iba faltando. Como oyera de pronto a su espalda ruido de pasos, se +volvió; mas no era su madre la que llegaba, sino una monja. Traía la +cabeza metida en una cofia blanca, bajo la cual resaltaba un rostro +brillante, hasta parecer erisipeloso, de facciones menudas y redondas. +El hábito era de un gris ratonesco, y pendiente de la cintura llevaba un +enorme rosario con cuentas como nueces, gran cruz de cobre y medallas de +santos. Su voz era falsamente suave; el acento y giros que empleaba, muy +franceses.</p> + +<p>—¿<i>Está</i> Vd.—dijo—quien pregunta por la <i>mamán</i> del padre Tirso?</p> + +<p>—Sí, señora; soy su hijo y vengo a buscarla.</p> + +<p>—El caso es que... es <i>lastima</i> que haya usted dado un paseo tan largo; +pero ya hoy doña Manuela no saldrá... <i>hase su</i> guardia... es su día... +<i>que le toca</i> hoy.</p> + +<p>—No importa, señora. Suplico a Vd. que la pase recado: ya he dicho a +Vd. que soy su hijo.</p> + +<p>—Como Vd. guste, señor; pero <i>estará inútil</i>. Una <i>ves</i> que <i>ya se ha</i> +entrado en la guardia, <i>non</i> se puede salir.</p> + +<p>—Dígala Vd. que he venido yo mismo, que está aquí su hijo.</p> + +<p>No le sugería el pensamiento frase más poderosa.</p> + +<p>La monja afectaba tranquilidad; pero la entonación que Pepe daba a sus +palabras, no era para inspirar confianza. Tornó ella a salir, quedose él +otra vez esperando más desazonado que antes, y en un abrir y cerrar de +ojos apareció de nuevo la del hábito ratonesco diciendo de mal talante:</p> + +<p>—Señor, era <i>equivocasión</i>; esa señora ha salido ya; era error <i>que +cometíamos</i>; no <i>estaba</i>, hoy que <i>hasía</i> su guardia. <i>Elle est partie</i>.</p> + +<p>Era indudable el engaño: doña Manuela allí debía estar y se negaba, o +aquellas gentes, de acuerdo con ella, evitaban que saliera, lo cual +indicaba claramente su propósito de pasar la noche sin volver a casa, +como había hecho ya una vez.</p> + +<p>La resistencia hubiera sido inútil. Por fortuna, Pepe lo comprendió así, +y, aunque acibarada el alma, rebosando hiel el pensamiento, resolvió +aguantarse. ¿Qué podía hacer? ¿Dejarse llevar por la cólera, promover un +escándalo, y tras no conseguir nada ser llevado a la cárcel, si aquellas +mujeres requerían el auxilio de las autoridades? ¿Con qué derecho iba a +turbar la paz del santo asilo? ¿Por sacar de allí a su madre? Años tenía +la buena señora para obrar por su propia cuenta. Sus reflexiones fueron +tan amargas como exactas.—«Todo es en balde: armo un alboroto, grito, +insulto a estas mujeres, llamo a mi madre... cierran la puerta, mandan +venir una pareja... y mi padre se queda solo, sabe Dios hasta cuándo.»</p> + +<p>—Está bien, señora—dijo;—pero no es fácil engañarme. ¡Mi madre está +ahí dentro! Dígala Vd., de parte de su hijo, que, si quiere, pronto +podrá quedarse aquí para siempre.</p> + +<p>—Adiós, señor—repuso secamente la del hábito.</p> + +<p>Salió Pepe al corredor que comunicaba con el zaguán, y al atravesar el +cruce de dos pasillos vio claridad de luz artificial en una puerta +entornada: atraídos sus ojos por el resplandor, miró, y tras aquella +puerta vio a su madre, que estaba espiando su salida. Sin poderse +contener, avanzó para entrar; mas cerraron por dentro, y al cerrar, la +falda de doña Manuela quedó presa entre las hojas de la puerta: ella +entonces tiró con violencia del vestido, y en seguida se oyeron pasos +como de cuerpo viejo que huía trabajosamente.</p> + +<p>—¡Mamá! ¡Mamá!</p> + +<p>Su voz robusta pareció grito de niño abandonado.</p> + +<p>Oyose un violento portazo, dado ya en habitación lejana, y aquella +horrible respuesta resonó en sus oídos más triste que caer de tierra +sobre féretro.</p> + +<p>Un instante después estaba fuera: el portón de las <i>Hijas de la Salve</i> +giró sin ruido sobre sus goznes; Pepe permaneció unos instantes junto a +la misma entrada del convento, inmóvil, vencido del dolor, queriendo y +sin poder llorar... Anduvo unos cuantos pasos... Miraba y no veía lo que +tenía delante... El eco del portazo no se apagaba nunca en sus oídos. De +pronto, acordándose de su padre, apretó el paso, y de allí a poco se +internó en las calles de Madrid.</p> + + + +<h3><a name="XXIX" id="XXIX"></a>XXIX</h3> + + +<p>En veinte días quedó realizado el proyecto de Pepe. Un agente de los +llamados <i>corredores de quintos</i> tomó a su cargo el asunto, y como el +interesado se hallaba dentro de todas las condiciones exigidas por la +legislación de aquel tiempo, no hubo entorpecimientos; que a veces la +suerte facilita los intentos tristes tanto como suele estorbar los +halagüeños. Gracias a la escasez de sustitutos, los que por entonces se +prestaban a serlo eran relativamente bien retribuidos. Quedó pactado +que, aparte la ganancia del mediador, recibiría Pepe cerca de cinco mil +reales. Un caballero, amigo de Millán, prometió después interesarse para +que fuese destinado al batallón de escribientes o a la imprenta del +Ministerio de la Guerra, pues lo principal era evitar que saliera de +Madrid, propósito difícil de conseguir durante aquellos días, en que los +poderes públicos se veían obligados a echar mano de todos los cuerpos e +institutos militares para combatir la insurrección carlista, que ya +merecía el maldito nombre de guerra civil. Pepe entró en caja, siendo +destinado a un regimiento; pero las recomendaciones buscadas por Millán +fueron tan eficaces que, merced a ellas, pudo hacerse a favor de su +amigo una de esas combinaciones en que la interpretación de las leyes se +amolda a los antojos de la influencia. Primero ingresó en una de las +oficinas de la Dirección de Infantería, con permiso para dormir en su +casa, y a las pocas semanas, como era bachiller, previo cierto examen +que exigía la legislación vigente, fue ascendido a alférez y destinado a +prestar servicio en el mismo centro militar. Con esto y los cinco mil +reales, la situación de la familia mejoró bastante. En don José, que con +los años y el dolor iba haciéndose egoísta, pudo más el orgullo de tener +hijo de tales arranques que el miedo a las consecuencias de su hermoso +rasgo. Por otra parte, el temor de que le destinaran al ejército de +operaciones le parecía amenaza de un mal lejano y demasiado horrible +para ser fácilmente admitido como inmediato.</p> + +<p>Lo que no corrigieron los 5.000 reales, ni era remediable con todos los +tesoros de la tierra, fue la conducta de doña Manuela, que desde la +tarde en que Pepe estuvo en el convento acentuó su actitud, fundada en +el silencio y el alejamiento del hogar. A semejanza de estudiante +calavera que está en su casa lo menos que puede, ella iba a la suya a +las horas en que Pepe trabajaba, temerosa de tropezar con él, y cada +cuatro o seis días se quedaba una noche a dormir en la hermandad. +Leocadia se hizo cargo de la asistencia del padre, pero de mala gana, +sin renunciar a las visitas a la sala de ventas ni dejar de frecuentar +la capilla. Desde por la mañana conocía Pepe cuándo tenía intención de +salir, viéndola dar cien vueltas a los pocos trapos que tenía y peinarse +como dama que va de baile: algunos días lo evitaba, otros transigía, +recelando que una disputa lo empeorase todo. Ya imaginaba que iba +haciéndose llevadero su infortunio, y tal vez no fuese necesario +recurrir al extremo de trasladar a don José a casa de Engracia, cuando +simultáneamente se le echaron encima dos contrariedades de tal magnitud, +que cada una por sí sola era bastante a precipitar aquella resolución. +Ambos golpes se anunciaron con amagos.</p> + +<p>Una tarde, la encajera del portal, destinada a darle malas nuevas, le +detuvo y le habló así:</p> + +<p>—Tengo que <i>icirle</i> a Vd. una cosa, señorito... pero no se va Vd. a +enfurruñar conmigo.</p> + +<p>Hizo él al oírla un gesto, que equivalía a un <i>¿por qué?</i>, y prosiguió +la vieja:</p> + +<p>—<i>Misté</i>, don Pepito, <i>la verdá</i>, me han <i>dao</i> intenciones de callarme, +porque... Vd. ya lo sabe, en <i>deciocho</i> años que <i>yevo</i> aquí, +<i>mayormente</i> nunca me he <i>metió</i> en <i>ná</i>. Pero... en fin, que me da +lástima de Vd.</p> + +<p>—¿Qué ocurre? ¡Hable Vd!</p> + +<p>—Permita Dios que me equivoque; pero <i>me se</i> figura que el día menos +<i>pensao</i> le van a dejar a Vd. <i>plantao</i>, sin tener quien haga <i>tan +siquiera</i> la cama al papá.</p> + +<p>—¿Mi hermana...</p> + +<p>—Dio Vd. con ello: la señorita me <i>paece</i> que se va a torcer. Unas +veces viene un mozo de cordel a traerle cartas; otros días baja ella y, +ahí arriba, en los soportales de la calle Imperial, <i>enonde</i> está la +cubería, se ponen a hablar: él no es <i>mu</i> jovencito; es un <i>cabayero</i> ya +formal, ¿entiende Vd.? <i>pá</i> una joven lo peor.</p> + +<p>—¿Está Vd. segura?</p> + +<p>—Como de que estos pelos fueron negros—repuso, mostrándole el moño +encanecido.—Yo, la verdad... si <i>hubiá</i> sido otra cosa, vamos al +decir... novio <i>toas</i> las chicas lo tienen; pero que <i>se hable</i> con un +<i>cabayero</i>... <i>ma parecío mu</i> feo, porque los señores, cuando buscan +mocitas... ya <i>sabusté pa</i> lo que las quieren...</p> + +<p>Pepe, avergonzado y mohíno, esquivó la mirada: la ira y el rubor le +sellaron los labios.</p> + +<p>—¡Me está Vd. dando lástima! Vamos, don Pepito, que no sé como <i>tié</i> +Vd. <i>pacencia</i>. La <i>señá</i> Manuela, con los años, es más vieja que yo, no +sabe ya lo que se pesca; pero esa chica, si no la ata Vd. corto, se va a +hacer una <i>estrozona</i>... de esas que andan por ahí.</p> + +<p>—Descuide Vd., que yo pondré remedio. A ella no le diga Vd. nada, y +muchas gracias por el aviso.</p> + +<p>El segundo disgusto fue adquirir el convencimiento de que, tal vez muy +pronto, le agregarían a un cuerpo y que, en cuanto esto sucediera, +tendría que salir de Madrid el día menos pensado.</p> + +<p>La guerra, extendiéndose y encarnizándose, obligaba al Gobierno a +emplear recursos extraordinarios: a cada noticia del levantamiento de +partidas o del engrosamiento de las que ya existían, era necesario +enviar nuevos refuerzos a las Provincias Vascas, a Cataluña, a Navarra y +al Maestrazgo. El Ministerio de la Guerra, las Direcciones de las Armas +y otros centros militares, estaban llenos de soldados y oficiales que, +protegidos por recomendaciones, habían encontrado medio de burlar su +mala suerte, librándose de incorporarse a sus batallones; y el abuso +adquirió tales proporciones, que fue preciso evitarlo.</p> + +<p>Cuando más tranquilos estaban los interesados, se dio la orden de que, +en el plazo de tres días, todos los individuos colocados en las +dependencias del Ministerio en los seis últimos meses ingresaran en sus +respectivos cuerpos, cualquiera que fuese su procedencia; y como esto +significaba la ineludible precisión de salir a operaciones de la noche a +la mañana, Pepe decidió llevar a término su propósito. Respecto a su +padre, todo lo tenía previsto: lo que había de hacerse era tan sencillo +como triste; trasladarle en una camilla a casa de Engracia, y llevar +luego su cama, sus ropas y algunos muebles, más útiles para conservados +que para vendidos. La dificultad estaba en la determinación que tomaran +doña Manuela y Leocadia. ¿Qué harían? De obstinarse en seguir viviendo +en la calle de Botoneras, ¿con qué recursos? Y para buscar otra +habitación, ¿de qué medios dispondrían? No se ocultaba al claro +entendimiento de Pepe que, aun estando harto de razón, no debía arrojar +a la calle a su madre y su hermana; mas también veía que el fanatismo +de doña Manuela y la ulterior conducta de Leocadia podían dar por +resultado durante su ausencia el total abandono del pobre viejo.</p> + +<p>—Habla tú con ellas—dijo Pepe a Millán, tratando de esto. A mí me +falta valor, y puede también que me falte calma.</p> + +<p>—Veré a tu madre... Con Leo no hablo.</p> + +<p>—Como quieras.</p> + +<p>—¿Cuándo te parece que dispongamos el trasladar a tu padre?</p> + +<p>—Eso se hace en una mañana. Lo principal es que las hables. ¡Si las +tocara Dios en el corazón! ¿Y qué hago yo si no quieren irse de la +casa?... y aunque se presten a ello, ¿dónde se van a meter y cómo van a +vivir? ¡Parece mentira que hayamos llegado a tener que pensar en esto!</p> + +<p>No quiso Millán buscar a doña Manuela en su casa, por no ver a Leocadia; +mas deseoso de cumplir el difícil encargo de Pepe, fue a la <i>Limosna de +la luz</i>. El primer viaje lo hizo en balde: doña Manuela se negó a +recibirle. A la segunda tentativa, le dijeron que no podía salir porque +estaba <i>en adoración</i>, pero que rogaba dijera al capellán, su hijo, lo +que tuviese por conveniente.</p> + +<p>Entró Millán en el mismo cuarto de visitas donde días antes fue +recibido Pepe, cuando pretendió ver a su madre, y a los pocos minutos se +presentó Tirso. A pesar de lo muerto que, por obra del cariño de +Engracia, estaba el amor de Millán a Leocadia, la presencia del cura le +impresionó desagradablemente, recrudeciéndose en su corazón el enojo +hacia aquel hombre, que dio al traste con sus primeros amores. No se +resistió por ello a habérselas con el cura: la ocasión venía rodada para +tratarle sin miramientos y, además, siempre era mejor entenderse con él +que con su madre, cuya bondad pasada no existía, y cuya cortedad de +entendimiento no se habría, de fijo, corregido. Prefirió el riesgo de +tener una escena violenta con el hombre, a la perspectiva de luchar con +la debilidad o la resistencia pasiva de la anciana.</p> + +<p>—¿En qué puedo servirle?—le preguntó Tirso.</p> + +<p>—Vengo de parte de Pepe. <i>(Sentándose)</i>.</p> + +<p>—¿Qué quiere ese desdichado?</p> + +<p>No era necesario tanto para acibarar el diálogo.</p> + +<p>—Pues ese desdichado ha tenido un rasgo, para salvar a su padre de la +miseria, que no sé si Vd. sabrá apreciar, ocupado, como aquí está, en +cosas más serias...</p> + +<p>—Supongo que no habrá Vd. venido a ofenderme ni a profanar esta santa +casa—repuso el cura, poniéndose en pie.</p> + +<p>Millán continuó imperturbable, hablando sin levantarse de su asiento.</p> + +<p>—En pocas palabras pondré a Vd.. al corriente de lo que ocurre. Pepe no +podía ver con indiferencia que la miseria se le iba entrando por las +puertas de la casa y que sus esfuerzos eran inútiles para evitarlo. El +aseo, el orden, el arreglo y la economía de doña Manuela y de Leocadia, +ayudaban antes a que la familia viviera en paz y desahogadamente; él, +con su trabajo, buscaba lo que hacía falta, y ellas, con sus habilidades +y cuidados, suplían lo que el dinero no lograba.</p> + +<p>—Vivían desdichadamente sin Religión...</p> + +<p>—Vivían felices sin reñir nunca por nada, sin que hubiese entre ellos +la menor desavenencia, hasta que Vd. llegó a Madrid. A los quince días +varió la decoración.</p> + +<p>—Repito que no toleraré...</p> + +<p>—Un poco de paciencia y acabaremos pronto. Traigo propósito de que me +oiga usted. En unos cuantos meses, no sólo han llegado a escasear todos +los recursos, sino que la actitud de doña Manuela y de Leocadia +esteriliza los pocos de que se puede echar mano. Un hecho hay que +refleja lo que sucede: esa pobre señora ha llegado al extremo de faltar +a su casa por la noche. En cuanto a Leocadia, ¡sabe Dios como acabará! +pero se me figura que no se inclina al amor místico. La jubilación de +don José está empeñada no sé por cuántas mensualidades, y lo mismo +sucede con todo lo que a esa familia le quedaba de algún valor. Pepe no +podía sostener la casa sin ayuda de su madre y su hermana; el jornal que +gana en mi establecimiento era insuficiente... No ignora Vd. los gastos +que ocasiona la enfermedad de su padre. Para terminar, Pepe ha adoptado +una resolución propia de su carácter: ha entrado en el ejército como +sustituto, para poder disponer de una cantidad de alguna consideración +que le permita hacer frente al conflicto; y en vista de que ya no tiene, +o como si no tuviera, madre ni hermana, ha resuelto que don José viva en +compañía de quien le cuide y atienda. Hemos procurado que Pepe no +saliera de Madrid; pero las circunstancias pueden más que nosotros, y ha +sido destinado a un cuerpo que quizá de un momento a otro reciba orden +de marchar...</p> + +<p>—Y ¿qué tengo yo que ver con todo eso?</p> + +<p>—En una palabra, Pepe se hace cargo de su padre, porque comprende que +dejarle con doña Manuela sería peor que dejarle solo. En cuanto a esa +señora y su hija, mi amigo no puede tomar igual determinación, y, aunque +la adoptase, sería en balde. ¿Ella no quiere recibirme? Pues Vd. verá lo +que deciden.</p> + +<p>—Yo, ¿qué he de decidir? Nada.</p> + +<p>—¿No entiende Vd., o no quiere entender? Don José va a ser trasladado +en breve a la casa elegida por su hijo. Esas señoras resolverán lo que +estimen oportuno.</p> + +<p>—En plata; que su amigo de Vd. arroja a la calle a su madre y a su +hermana.</p> + +<p>—Quien se hace cargo de don José, para que al menos muera tranquilo y +entre sábanas limpias, soy yo; ¿se entera Vd.? y a mí no me acomoda +cargar con más gente.</p> + +<p>—¿Sabe Vd. la responsabilidad que contrae?</p> + +<p>—No he venido a pedirle a Vd. consejo, sino a decirle que, tan pronto +como sea necesario, sacaremos a don José de la casa de la calle de +Botoneras, y que, a partir de ese momento, Pepe renunciará a cuanto hay +allí, excepto la cama de su padre y algunos otros trastos. De todo lo +demás, que disponga doña Manuela.</p> + +<p>Calló Millán, esperanzado con que el cura, viéndose en la obligación de +amparar a las dos mujeres, se brindase a darlas consejos de prudencia; +pero lejos de esto, sonrió, fingiendo calma, para exasperar a su +interlocutor, y dijo:</p> + +<p>—De modo que Vd. ha venido a notificarme la expulsión de mi madre y de +Leocadia. ¡Cómo ha de ser! ¡No imaginé que ese infeliz se atreviese a +tanto! ¡Dios le perdone! Yo me hago cargo de ellas. Es decir, a mi +madre, que ya es vigilanta de los talleres de esta hermandad, haremos +que se le disponga aquí el cuarto a que tiene derecho. La Religión acoge +a los maltratados por la impiedad. En cuanto a Leocadia, veré si consigo +la protección de estas santas mujeres... El Señor no nos abandonará... +Diga Vd. a mi hermano que lo que hace no tiene perdón de Dios. ¡Este es +el resultado de sus ideas y de su falta de creencias!</p> + +<p>—Dejémonos de recriminaciones, y vamos a ver si la buena voluntad de +todos enmienda los yerros pasados. ¿Cree Vd. que pueda ponerse aún +remedio al mal?</p> + +<p>—¿No viene Vd. a decirme que mi hermano se desentiende de mi madre y de +Leocadia?</p> + +<p>—Ya que ha sido Vd. autor del daño, intente Vd. algo para aminorarlo. +¿Quiere usted aconsejar seriamente a doña Manuela que no olvide los +deberes de su situación, que cuide de su casa y su marido, en fin, que +vuelva a ser la buenísima mujer que fue siempre? Reflexiónelo Vd... y +evitará grandes desgracias.</p> + +<p>—Sí, y de paso evitaré que tenga Vd. que cargar con el enfermo.</p> + +<p>Enfadado Millán con tal grosería, sólo atendió a mortificar al cura.</p> + +<p>—No hablemos más—le dijo—es Vd. incapaz de comprender el rasgo de su +hermano, ni el deseo que me ha traído aquí. Ha hecho Vd. en su familia +el papel de la zizaña en el sembrado.</p> + +<p>—¡Parece mentira que se atreva Vd. a hablar así trayendo el mensaje que +acabo de oír! ¡Y aún tienen ustedes valor para acusarme! Este es el +fruto que han dado el infame ateismo de mi hermano y la punible +tolerancia de mi padre. Vea Vd. cuán fundados eran mis temores. Ni +siquiera ha tenido valor para venir él mismo.</p> + +<p>—Dé Vd. gracias a Dios de que no lo haya hecho, que no hubiese Vd. +salido bien librado. Pepe está seguro, y con razón, de que usted es el +responsable de cuanto está ocurriendo. La irritación de su ánimo es tal +que, la verdad, más vale que no se vean ustedes.</p> + +<p>—Obré como me aconsejaba mi conciencia. No tengo la culpa de que, por +haber comprendido mi madre y mi hermana que debían variar de conducta, +hayan llegado las cosas a este punto. En fin, esto se acabó; mas tenga +Vd. presente que yo no he sido quien ha causado la ruina de la casa: yo +no hice sino recomendar la observancia de los deberes religiosos. En +cuanto a lo de que mi hermano pudiera propasarse conmigo,—añadió +sonriendo como guapo amenazado—mire Vd., tampoco a mí me faltan bríos.</p> + +<p>La descarada sonrisa del cura y su ademán de amenaza, sacaron de quicio +a Millán.</p> + +<p>—No necesita Vd. insistir en ello: conozco esa mansedumbre +perfectamente sacerdotal.</p> + +<p>—¡Caballero!</p> + +<p>—Hombre, casi me alegro de que me haya usted dado ocasión de +desahogarme. Con los santos, mucha humildad; con los hombres, todo +soberbia. Por dar lustre al altar, sería usted capaz de lavarlo con +sangre, y robar para adornarlo. Aquí concluyó nuestra entrevista. Ahora, +recomiende Vd. a su madre que haga penitencia, o que bese alguna +reliquia, para que Dios la perdone el mal causado.</p> + +<p>Tirso tuvo miedo, no al hombre, al escándalo, y sin desplegar los labios +siguió a Millán con la vista, hasta que se cerró tras él la puerta.</p> + + + +<h3><a name="XXX" id="XXX"></a>XXX</h3> + + +<p>Pepe aguardó el resultado de la entrevista en un cafetín de las afueras +cercano al convento. Allí esperó largo rato de codos sobre el mármol de +la mesa, con la garganta seca por el mucho fumar, mortificada la +imaginación por la impaciencia y mirando sin cesar a un reloj colocado +en la parte alta del mostrador y cuyas lentas manecillas le parecían +pegadas a la esfera.</p> + +<p>El local estaba casi desierto: los parroquianos de por la tarde se +habían ido, y para los de la noche era temprano. Sólo quedaban, junto a +una ventana, un corredor del matute paladeando medias copas en compañía +de un tendero de ultramarinos, y al extremo opuesto, en lo más oscuro +del local, una chula y su novio, que en voz baja se decían ternezas +envueltas en desvergüenzas.</p> + +<p>Iba faltando la claridad del día: muros, banquetas, espejos, baquetones +dorados, todo se borraba, sorbido por las sombras, percibiéndose sólo, +entre la oscuridad creciente, las superficies brillantes y rectangulares +del mármol de las mesas. El matutero y el ultramarino se despidieron +amistosamente, tal vez pensando cada cual haber engañado al otro. +Después, un mozo que dormitaba sentado en un diván, se levantó a +encender las lámparas de petróleo sobrepuestas a los aparatos de gas, y +entonces, la pareja chula, disgustada con la iluminación, pagó y se fue.</p> + +<p>Pepe, poseído de una tristeza rayana en la desesperación, carecía de +calma para coordinar las ideas: esforzábase por adivinar lo que hubiera +ocurrido; pero sus suposiciones y conjeturas quedaban suspensas, como +truncadas por la inacción del pensamiento, que no podía fijarse ni +insistir en nada. En vano quería, ahondando con la memoria en lo pasado, +recordar algún rasgo, alguna acción de su madre que permitiera suponerla +capaz de ocasionar fríamente la dispersión de la familia: todo esfuerzo +era inútil, nada podía recordar que arguyese en contra de la que siempre +fue buena y cariñosa. La doña Manuela posterior a la llegada de Tirso, +parecía borrada de la imaginación de Pepe, surgiendo en su lugar la +madre amantísima, <i>la de antes</i>, como si le repugnase considerar nada +que aminorase la grandeza del bien que iba a perder. Los errores, las +culpas y faltas de aquellos últimos meses, se desvanecían ante el +recuerdo de los mimos de la infancia, las caricias de la juventud y los +cuidados de siempre.</p> + +<p>De pronto se abrió la puerta de cristales, que daba a la ronda, y entró +Millán, yendo a sentarse junto a su amigo. Venía mal encarado, con los +ojos aún abrillantados por la ira.</p> + +<p>—¿Qué ha sucedido? ¿La has visto?</p> + +<p>—No me han dejado verla. La batalla ha sido con tu hermano.</p> + +<p>—¿Y qué?</p> + +<p>—Lo peor... Es necesario que tengas valor y sangre fría. ¡Me han dado +ganas de pegarle! Tu madre se queda de vigilanta, no hay poder humano +que la arranque de allí; pero lo más irritante es que adoptan el papel +de víctimas, y dice Tirso que, abandonadas por tí, él procurará que las +recojan... en fin, un secuestro en regla, sin que podamos hacer nada +para evitarlo. Además, sería imposible encontrar juez que se atreviera a +meterse con la hermandad o lo que sea.</p> + +<p>Pepe, sin contestar, dejó caer tristemente la cabeza sobre el pecho. El +mozo que se había acercado a preguntar a Millán lo que quería tomar, se +alejó, sin atreverse a pronunciar palabra.</p> + +<p>Tras unos segundos de silencio, esforzándose por parecer sereno, Pepe se +limpió el rostro con el pañuelo, diciendo:</p> + +<p>—¡Sea lo que Dios quiera! ya no me importa nada lo demás. Confío en que +Engracia y tú cuidaréis de papá: me iré tranquilo.</p> + +<p>—¿Pero es seguro que te obliguen a salir de Madrid?</p> + +<p>—Inevitable: el regimiento ha recibido ya la orden. Hoy es jueves: +mañana o pasado nos darán no sé qué cosas por administración militar, +para completar los equipos, y al otro por la tarde nos vamos.</p> + +<p>—¿El domingo?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—Siendo así, de hoy al sábado tenemos que llevar a don José a casa de +Engracia.</p> + +<p>—No hay otra solución. ¿Cómo he de dejarle expuesto a que mi madre y +Leo se desentiendan de él en absoluto? Mientras ellas alumbran al +Santísimo, se muere mi padre el día menos pensado, sin tener quien le +ampare. Mañana te daré también el dinero que me queda: con llevarme +quince o veinte duros, tengo de sobra. No habrá muchos que lleven más.</p> + +<p>—¿A qué hora lo hacemos?</p> + +<p>—El sábado por la mañana iré yo a despedirme de Paz. ¡Me cuesta un +trabajo!..... Casi me dan ganas de escribirla, y nada más. Luego, por la +tarde, a la hora que quieras. ¿No me dijiste el otro día que conocías un +médico de la casa de socorro? Como papá no puede ir por su pie, y el +encajonarle en un simón sería incómodo porque no podría llevar las +piernas extendidas... si lograses que nos dejaran una camilla...</p> + +<p>—Cuenta con ella. ¿Tienes seguridad de estar libre a la hora que +convengamos?</p> + +<p>—Sí: la recomendación que me procuraste para el coronel lo allana todo: +me ha dicho esta tarde que basta con que esté desde temprano a su lado +el día de la marcha, es decir, el domingo.</p> + +<p>—Pues, chico, no hay más que hablar, y paciencia.</p> + +<p>—¿Crees que no debo intentar ver a mi madre? ¿No piensas que se +ablandaría si yo la hablase?</p> + +<p>—No te dejarían; y además, te conozco. Vas allí, armas una marimorena +horrorosa, y nos echamos encima otra complicación.</p> + +<p>—Quizá tengas razón.</p> + +<p>—Respecto a don José, puedes estar tranquilo: <i>aquella</i> le cuidará +bien, y yo... vamos, me parece una tontería hacer promesas.</p> + +<p>—Vámonos; quiero pasar las noches que faltan con mi padre.</p> + +<p>—Convengamos antes la hora. ¿Te parece bien a las tres?</p> + +<p>—Como quieras. Yo lo tendré todo dispuesto.</p> + +<p>—¿Qué muebles piensas enviar a casa de Engracia?</p> + +<p>—Entre mañana y pasado mandaré una cómoda, un armarito, una lámpara y +dos banastas con ropa: la cama y la butaca, el potro, como papá la +llama, no podrán llevarse hasta el último momento.</p> + +<p>—Bueno; pues ya lo sabes, por si antes no nos vemos: el sábado a las +tres, sin falta, voy con la camilla.</p> + +<p>—Asunto terminado.</p> + +<p>Ya anochecido, salieron juntos del café y Millán dejó a su amigo cerca +de la calle de Botoneras.</p> + +<p>Pepe pasó toda la noche junto a su padre. Hasta las nueve conservó +esperanza de ver llegar a la madre; pero, poco más tarde, vino sola +Leocadia, diciendo que doña Manuela se quedaba de guardia. En aquel +momento sufrió el pobre muchacho el verdadero desengaño y, perdida toda +esperanza, acostó al padre. Apenas hablaron. El viejo, en quien el +egoísmo y el temor a la falta de asistencia hacían gran mella, preguntó +a su hijo:</p> + +<p>—¿Tienes seguridad de que esa chica me tratará bien?</p> + +<p>—Sí. Engracia está perdidamente enamorada de Millán y, por tenerle +contento, se esmerará en cuidarte. En realidad no has de serles gravoso, +porque yo les dejo dinero para cuanto necesites.</p> + +<p>—Y ¿crees que tu madre no vendrá?</p> + +<p>—No lo espero, papá; no hablemos más de eso. Me parece mentira lo que +está pasando.</p> + +<p>—A mí también.</p> + +<p>—Vaya, a descansar.</p> + +<p>—No podré, hijo mío; no podré.</p> + +<p>Media hora después, estaba profundamente dormido.</p> + +<p class="arriba"><br />Con arreglo a lo convenido entre Pepe y Millán, el viernes llevó un mozo +a casa de Engracia varios muebles, en diversos viajes, y dos banastas de +ropa, quedando en la calle de Botoneras la cama y la butaca de don José, +que no podrían sacarse de allí hasta ser trasladado el enfermo. El +sábado, Pepe se vistió temprano para ir a despedirse de Paz; y su +hermana, sospechando, por el traje que se ponía, cuál era el objeto de +su salida, corrió a avisar a Tirso.</p> + +<p>Pepe, entre tanto, se avió pronto, con propósito de llegar al <i>hôtel</i> +antes de que don Luis concluyera de vestirse y saliera al despacho, +seguro, por este medio, de poder hablar un rato con su novia. En el +camino estuvo dos veces a punto de volver pies atrás: por fin, el deseo +de verla pudo más que el temor de la separación. Al entrar en el +cuartito de la biblioteca, donde había nacido aquel amor que era la +única alegría de su vida, casi le faltaron fuerzas. Creía que, con el +tormento de pensar en su madre durante la pasada noche, había agotado +todos los sufrimientos imaginables; y, al ver cercano el momento de +alejarse de Paz, sintió que aún le cabía en el alma más dolor. ¡Qué +grande y hermoso apareció, en cambio, a sus ojos, el cariño de su +amante! ¡Qué contraste formaba aquella pasión desinteresada con la +conducta de su madre! Ésta debió consagrarle la vida, y huía de él, +trastornada por una aberración, sin que con el amor maternal supiera +vencer al fanatismo, mientras la señorita, colocada en esfera propicia a +despertar ambición y orgullo, le ofrecía su porvenir, sin que lo lejano +del bien a que aspiraba enfriase el fervor de sus promesas, sin que le +arredrasen la desigualdad social ni la pobreza del hombre a quien +quería.</p> + +<p>Apenas oyó Paz el ruido de los pasos de Pepe, fue al despacho.</p> + +<p>—No nos van a dejar solos más que unos minutos: Papá está concluyendo +de vestirse: dime lo que hay, pronto.</p> + +<p>—Me voy mañana.</p> + +<p>—¿No hay esperanza de evitarlo?</p> + +<p>—Ninguna: mañana, sin falta.</p> + +<p>—¿Y tu madre?</p> + +<p>—Todo ha sido inútil: se queda en el convento.</p> + +<p>—¿Y tu padre?</p> + +<p>—Esta tarde le llevo a casa de mi amigo Millán.</p> + +<p>—¿Es cosa resuelta?</p> + +<p>—Sí.</p> + +<p>—¿Tienes confianza en mí? ¿Crees que yo puedo ofenderte, sea cual fuere +lo que te diga?</p> + +<p>—No, alma mía. Habla sin miedo.</p> + +<p>—Mira, Pepe: yo tengo ahorritos de lo que papá me da todos los meses +para alfileres: muy poco... ¿lo quieres? No para tí, no; para tu padre.</p> + +<p>—No, vida mía, gracias: no quiero nada.</p> + +<p>—Pues dime que no te ofendes porque te lo haya dicho.</p> + +<p>—Tú no puedes ofenderme, aunque quieras.</p> + +<p>Paz cogió a su novio la mano, y viendo que llevaba en ella el anillo que +le había dado, se la acercó a su pecho, oprimiéndosela fuertemente, +mientras, mirándole con fijeza, le dijo:</p> + +<p>—Te llevas mi alma, Pepe, y la promesa de que no seré de nadie más que +tuya.</p> + +<p>—Yo te juro que ni he querido, ni querré nunca más que a tí.</p> + +<p>Ella entonces, en un arranque de impudor admirable, sin sombra de +torpeza en el pensamiento, le echó al cuello los brazos, murmurando +suplicante en su oído:</p> + +<p>—¡Bésame!</p> + +<p>Y él, estrechándola contra su corazón, la besó en la boca y en los ojos.</p> + +<p>Pocos instantes después entró don Luis, y oyendo las causas de la +determinación de Pepe, le prometió interesarse en favor suyo para +facilitarle pronto regreso a Madrid con destino a cualquier oficina +militar: diole él gracias y se despidieron. Paz, al verle marchar, se +entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del +balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día +que se hablaron.</p> + +<p>En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de +aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la +amargura que la inundaba el alma.</p> + + + +<h3><a name="XXXI" id="XXXI"></a>XXXI</h3> + + +<p>Sabedor Tirso, por Millán, de la resolución que adoptó su hermano, y +enterado, por Leocadia, de cuándo había de despedirse de Paz, creyó +llegado el instante propicio para dar el golpe que fraguaba. Desde que, +primero la Condesa de Astorgüela, y luego las personas que para ello +tenían autoridad en las <i>Hijas de la Salve</i>, le encargaron que procurase +quebrantar la entereza de don Luis de Ágreda respecto a su negativa en +lo de la cesión del terreno que poseía inmediato al convento, no dejó de +pensar en el asunto, pero sin hallar modo de acometer la empresa con +esperanza de éxito. Dirigirse en derechura al señor de Ágreda, era +bobada: un hombre de sus antecedentes políticos no se expondría por nada +del mundo a que otro senador más avanzado le arrojase al rostro en +plena sesión el dictado de protector de monjas; y en cuanto a determinar +la intervención de Paz, entendía que era expuesto.</p> + +<p>Si la muchacha no se interesaba eficazmente en el asunto, nada podría +lograrse; y si se le ocurría consultarlo con su novio, el fracaso era +indudable. La base del plan habría de ser, forzosamente, malquistar a +Paz con el hombre a quien amaba, eliminando de esta suerte una +influencia contraria al logro que se apetecía. En un principio pensó +Tirso que el tiempo y su santo celo harían lo demás: según sus cálculos, +tras el profundo dolor de Paz, vendría el agradecimiento a su salvador, +que acaso se convirtiera en consejero. Hasta imaginó que, si por temor a +su padre no llegaba a recibirle en su casa, le buscaría en el sagrado +tribunal de la penitencia, lo cual facilitaría que las <i>Hijas de la +Salve</i> vieran cumplidos sus deseos, al par que él, prodigando consuelos +a la víctima del amor mundano, quizá la indujese a desear la verdadera +perfección cristiana, trocando los peligros de la pasión y las impurezas +del matrimonio por el himeneo místico con el <i>Unico</i> que jamás engaña. +Luego, sospechando que el tiempo y el celo que él empleara podían +estrellarse contra el imperio que el amor ejerciese en el corazón de +aquella mujer, para él desconocida, optó por obrar con mayor energía, y +de tal modo, que el asunto tardase muy poco en resolverse. Su primer +pensamiento fue jesuítico y solapado: la decisión a que se inclinó, más +conforme a su carácter franco y violento. Harta paciencia tuvo para no +intentar nada hasta aquel momento. Cuando Leocadia le dijo que Pepe, a +juzgar por la ropa que se puso, debió ir a despedirse de su novia, +Tirso, resuelto a llevar las cosas de prisa, determinó ver dentro del +mismo día a la muchacha, fiando, mucho más que en su propio ingenio, en +la emoción que había de causarla la sorpresa.</p> + +<p class="arriba"><br />Estaba Paz sola en su cuarto, tristemente impresionada con la despedida +de por la mañana, todavía en ropas de levantar, sin gusto para +engalanarse, descuidado el vestir y no muy enjutos los ojos, cuando +entró la doncella diciendo que un sacerdote deseaba hablar a la +señorita. Creyó ésta que venían a pedirle limosna o ayuda para alguna +obra de caridad, como a veces acontecía, y mandó que entrase el recién +llegado. A los pocos instantes, en el gabinete, alegre y claro como un +día hermoso, apareció la severa figura de Tirso, cuyos manteos semejaron +enorme mancha negra arrojada sobre la alfombra blanquecina y los muebles +de matices pálidos.</p> + +<p>—Tome Vd. asiento, y tenga la bondad de decirme en qué puedo servirle.</p> + +<p>—Vengo, señorita, a tratar un asunto de la mayor importancia—y al +decir esto se sentó, algo cohibido por el aspecto de aquella habitación, +que parecía impregnada de cierto encanto mujeril para él desconocido.</p> + +<p>Paz, comprendiendo que no se trataba de una obra de caridad, y como no +adivinase cuál era el objeto de la visita, repuso:</p> + +<p>—Papá ha salido.</p> + +<p>—No deseaba ver a su papá, sino a usted misma, señorita.</p> + +<p>—Entonces, Vd. dirá.</p> + +<p>—Ante todo, la ruego que tenga en cuenta que sólo por circunstancias +verdaderamente graves me he tomado la libertad de venir a importunarla. +Se trata de un serio disgusto de familia, del cual, por desgracia, va +Vd. a participar.</p> + +<p>Paz se acordó entonces repentinamente de que el hermano de su novio era +cura.</p> + +<p>—¿Usted es el hermano de Pepe?—le dijo con viveza.</p> + +<p>—Efectivamente, señorita. Vengo a cumplir un deber muy penoso para el +sacerdote y para el hombre.</p> + +<p>—¡Pronto, por favor, dígame Vd. lo que ocurre! ¿Le sucede a Pepe algo +malo?</p> + +<p>Su fisonomía se alteró por completo: Tirso comprendió que estaba +realmente enamorada.</p> + +<p>—Pepe se va—dijo, afectando tristeza.</p> + +<p>—Lo sé. Esta mañana se ha despedido de mí. ¡Mire Vd. cómo tengo los +ojos de llorar!</p> + +<p>—Así están los de mi hermana y mi madre, señorita.</p> + +<p>—¿Y qué puedo yo hacer, pobre de mí? Usted, como no está en +antecedentes, no sabe el cariño que le tengo; es imposible que lo +imagine Vd... Si él me hubiera dicho lo que proyectaba, vamos, yo lo +evito. Hasta me hubiese echado a los pies de mi padre confesándoselo +todo; en fin, ¡qué sé yo!... pero no se hubiera marchado. Ahora, ¿qué +hemos de hacer?</p> + +<p>—Todo ha sido inútil. Ni el ver llorar a su madre... ni el estado de +nuestro padre... no ha tenido consideración a nada. No reconoce más ley +que su capricho.</p> + +<p>—Le juzga Vd. con demasiada dureza.</p> + +<p>Tirso, sonriendo amargamente, extendió las manos, como quien dice: +«ahora lo veremos,» y la interrumpió con estas palabras:</p> + +<p>—Repito que Vd. no le conoce, y no es extraño que la haya engañado, +cuando sus padres han tardado tantos años en saber lo que era. Hoy, +desgraciadamente, ya lo sabemos.</p> + +<p>Paz se puso en pie, como dando por terminada la entrevista: aquello le +parecía una monstruosidad. Además, recordando el diálogo con Pateta, +desconfió de la veracidad del cura. Pero éste, sin alterarse, prosiguió:</p> + +<p>—Cálmese Vd. señorita, y óigame con cachaza, que el asunto la interesa: +Pepe no es lo que parece. ¿Quiere Vd. que en pocas palabras la diga lo +que ocurre?</p> + +<p>—¡Me está Vd. haciendo mucho daño!...</p> + +<p>—Pero Vd. no me cree, y es necesario que yo la persuada. Escuche Vd. y +tenga un poco de valor. Por disputas pueriles conmigo, que ningún daño +le hice, por si en casa debían o no observarse ciertos deberes +religiosos, Pepe ha llevado las cosas a un extremo que Vd. juzgará. +Comenzó por reñir conmigo, so pretexto de que me opuse a que nuestra +hermana sostuviese relaciones con un amigote suyo, perdido de la peor +índole. Logré convencer a Leocadia... y, la verdad, nunca me lo ha +perdonado. Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer +de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo +que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa. +¡Gracias a que yo he logrado que la recojan en una comunidad que me +protege! Por culpa suya, nuestro padre no tiene hoy quien le ampare y +asista. Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que +indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes +filiales.</p> + +<p>—Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las +relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le +quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es +preciso que yo le hable... Después, veremos.</p> + +<p>—Déjeme Vd. acabar. A todas sus maldades ha añadido otra mucho mayor.</p> + +<p>Paz volvió a sentarse, ocultando entre las manos los llorosos ojos.</p> + +<p>—Y no queremos de ningún modo ser cómplices de una nueva infamia. Hemos +sabido sus relaciones con Vd., tan digna, tan buena y respetable. En +fin, no podemos soportar la idea de que Vd. algún día nos juzgue +sabedores, tal vez cómplices, de la perfidia de su ingenio. No la quiere +a Vd., no puede quererla, señorita. Usted une, a sus muchas cualidades, +la riqueza: esta es la madre del cordero.</p> + +<p>—Es mentira—dijo Paz ofendida—me quiere por mí, por mí sola. Lo que +Vd. dice no es verdad.</p> + +<p>—¡Ojalá no lo fuese! Pero no hay que forjarse ilusiones. ¿Sabe Vd. +dónde intenta llevar a nuestro padre?</p> + +<p>—A casa de un amigo suyo.</p> + +<p>—No, a casa de una mujer con quien tiene relaciones y que ha sido antes +querida de ese mismo amigo.</p> + +<p>—¡Imposible! Pepe no es capaz de eso.</p> + +<p>—Estoy completamente seguro de lo que afirmo: a esa mujer es a quien ha +entregado el dinero de la sustitución.</p> + +<p>Paz, en el colmo del estupor, miró a Tirso como una fiera. Fue el único +momento de aquella escena en que el cura consideró horrible lo que +estaba haciendo. Mas era ya absurdo retroceder. Las lágrimas, que en +amargo tropel se asomaban a los ojos de la enamorada, quedaron detenidas +y, fuese máscara del amor propio ultrajado o serenidad fingida, en su +cara se dibujó de pronto una calma pasmosa: queriendo aparecer +tranquila, se enjugó el llanto con el pañuelo; pero el dolor pudo más, y +del pecho se le escapó un sollozo largo y angustioso que parecía +quejido de alma moribunda.</p> + +<p>—¡No lo creo, no creo nada!—decía, como si la negación le pareciese +respuesta bastante eficaz a contrarrestar lo que acababa de oír.</p> + +<p>—¡Qué daño me hace causar a Vd. tanto mal! Y, sin embargo, es preciso; +porque ni mi madre ni yo queremos aceptar la responsabilidad de ocultar +culpas de esta índole. No la quiere a Vd. ¿No la digo que el dinero que +acaba de recibir se lo ha entregado a esa mujer, y que pretende llevar a +su casa a nuestro padre, para que el mantenerla a ella parezca +retribución por cuidar a su padre?</p> + +<p>—Quiero hablar con él, quiero verle. ¡Yo le mandaré venir!</p> + +<p>—¿Y para qué? ¿Para oír juramentos falsos? Negará. La dirá a Vd. que se +lleva a mi padre porque nosotros le tenemos abandonado. Me echa a mí la +culpa de todo; dice que mi fanatismo es el solo culpable, que aconsejo a +nuestra madre que vaya a la iglesia y no se ocupe de otra cosa. Las +apariencias están, quizá, a favor suyo. Dirá que la Engracia no es +querida suya, sino de su amigo Millán, porque antes lo fue, y callará +que él ha hecho traición a su amigo, como nos ha engañado a todos.</p> + +<p>Cuanto se refería a las relaciones de Pepe con sus padres, quedó ante +los ojos de Paz borrado por aquellas afirmaciones: pidió pruebas, +esperanzada con que no se las darían, o ansiosa de poder desmentirlas, y +entonces ella misma se prendió en la red que la tendían.</p> + +<p>—¡Mentira!—dijo.—Y esa mujer, ¿quién es? ¿Cómo sabe Vd. que él la +quiere?</p> + +<p>—Me ofende, señorita, que acoja Vd. de este modo el paso que doy, +encaminado solamente a dejar a salvo mi conciencia, procurando a Vd. un +amargo, pero saludable desengaño; porque ya he dicho que mi madre y yo +nos resistimos a que nunca pueda usted imaginar que contribuimos a que +Pepe busque tan indebido modo de hacer fortuna... Respecto a las +relaciones de mi hermano con esa desdichada joven, estoy seguro de que +son ciertas. Ella vive en la calle de la Pasión, ignoro el número; es en +una casita vieja, muy baja, de revoque amarillo, con un zapatero en el +portal, y que hace esquina a la Ribera de Curtidores. Yo también me +resistí a creerlo; pero tuve que rendirme a la evidencia.</p> + +<p>—¿De modo que le ha visto Vd. entrar allí con ella o ir a buscarla?</p> + +<p>—Sí, señorita; varias veces. La primera... casi por casualidad... +luego, porque quise convencerme de ello.</p> + +<p>—Y ella dice Vd. que se llama Engracia... ¿eh? El número no lo +recuerda...</p> + +<p>—No tiene <i>pierde</i>, como vulgarmente se dice. Es la casa que hace +esquina a la calle de la Pasión y la Ribera de Curtidores.</p> + +<p>Paz, que jamás había oído tales nombres, se fijó en ellos con cuidado: +Tirso prosiguió:</p> + +<p>—Esta mañana se ha despedido de Vd.; pero los últimos instantes que +pase en Madrid... tenga Vd. valor, señorita, serán para ella: estoy +seguro de que irá a verla. Según me han asegurado, debe salir de Madrid +mañana por la tarde; su obligación es estar en el cuartel desde muy +temprano; pero contando al coronel a su modo la necesidad de trasladar a +papá de casa, ha conseguido que le dejen la mañana libre. Por la mañana +supongo yo que irá a ver a esa mujer, a cuya casa deben haber llevado +hoy a mi padre que, en el fondo, es el culpable de todo.</p> + +<p>—Yo le prometo a Vd. que saldré de dudas; y luego, Dios dirá.</p> + +<p>Como Paz, al decir esto, se levantara del asiento, nerviosa y +desasosegada, Tirso creyó oportuno dar por terminada la entrevista.</p> + +<p>—Persuádase Vd., señorita, de que no he dado este paso sin verdadera +aflicción de espíritu; pero, ya lo he dicho, ni mi madre ni yo podíamos +consentir en aparecer como encubridores de los ambiciosos proyectos de +mi hermano... Lo demás no tiene importancia... Una señorita como Vd. no +puede mirar sino con frialdad o desprecio...</p> + +<p>—Gracias, gracias... No me hable usted más de esa mujer.</p> + +<p>El cura salió haciendo cortesías, sin más conversación y sin que Paz se +moviera para despedirle. La pobre niña se quedó sentada en una butaca +baja, puestos los codos sobre las rodillas y apoyada la cara en las +manos, por entre cuyos dedos se le escapaban las lágrimas, que ni podía +ni quería contener. Cuanto más pensaba en lo que acababa de oír, menos +crédito le daba; y, sin embargo, por nada del mundo hubiera renunciado a +convencerse por sus propios ojos de la falsedad o certeza de la +acusación. Una sola consideración la inclinaba a creerla fundada: en lo +que Tirso la había dicho, formaban un conjunto tan homogéneo las +maldades, estaban tan enlazadas unas con otras las infamias, era todo +tan verosímil dentro de lo malvado, que parecía imposible suponerlo +invención calumniosa: no había, no podía haber imaginación tan dañina +que lo fraguase y dispusiera con aquel ensañamiento. Por otra parte, +cuanto más reflexionaba acerca de ello, en medio de la turbación de su +espíritu siempre venía a quedar sobre todos los razonamientos de +consuelo un dato suelto, aislado, pero en el cual podía tomar origen el +cúmulo de culpas de que Tirso acusaba a su hermano: la pobreza de Pepe. +Antes de la calumnia en esa pobreza del hombre amado estribaba +precisamente el amor de Paz: le creía exento de todos los defectos que +desarrolla y acrecienta el oro. Después de calumniado, imaginó verle +poseído de cuantas malas pasiones trae consigo el ansia de riqueza. Por +algo se dijo: «calumnia, que algo queda.» Otro indicio grave se alzaba +contra la inocencia de Pepe: los cargos que se le hacían eran demasiado +claros y concretos para ser falsos; no se le echaban en cara intentos +más o menos censurables, sino los efectos positivos de su maldad. Bien +claramente los enumeró Tirso. Había, según éste, tolerado que cortejase +a su hermana un amigo de mal jaez, fue causa de que la madre tuviera que +abandonar la casa, llegando a tal extremo de perversión que estaba a +punto, si ya no lo había hecho, de llevar a su propio padre a vivir con +su querida, para que lo malgastado en mantenerla a ella apareciese como +pago de la existencia del enfermo. El hombre capaz de tales cosas ¿no +podía serlo también de aspirar a su mano, no por su amor, sino por su +fortuna? Cualquiera de aquellas indignidades era bastante a justificar +el súbito desamor de Paz, y, sin embargo, para ella sólo una existía que +realmente la hiciese mella: la infidelidad, el engaño. Para todo lo +demás, su cariño hallaba atenuación o disculpa; aun convencida de su +maldad, seguiría amándole; pero ansiaba ser solo, único, absoluto dueño +de su albedrío. Dispuesta se hallaba a compartir la infamia de aquel +hombre, pero no a poseer su corazón a medias con otra mujer.</p> + +<p>Avanzó la tarde sin que Paz se tranquilizara, engolfándose tanto, por el +contrario, en sus amargos pensamientos que, sólo al sorprenderla la +tarde hundida en la butaca, como viese que iba oscureciendo y faltaba en +los balcones el resplandor del día, empezó a vestirse, temiendo que la +llamaran a comer. Por vez primera, desde que conoció a Pepe, le +parecieron enojosos e inútiles las cintas y los adornos. Su agitación +tenía algo de rabia. Cuando se estaba arreglando el peinado, se la cayó +deshecho y suelto sobre los hombros un rizo de su hermoso pelo, y ella, +recogiéndoselo con ira, tratándolo como a gala inútil, murmuró:</p> + +<p>—¡A nadie tengo que agradar!—Y esforzándose en no llorar, acabó su +tocado ceñuda y mal humorada, como quien gasta tiempo en tarea baldía.</p> + +<p class="top5">El día señalado, y a la hora convenida, Pepe y Millán trasladaron a don +José a casa de Engracia. El hijo, que la víspera había ya enviado los +muebles y las ropas que consideró necesarias para atender al cuidado y +comodidad de su padre, vistió a éste cariñosamente, envolviéndole en una +manta los pies, que por la hinchazón no era posible calzarle, y esperó a +que trajesen la camilla. Leocadia se fue por la mañana, diciendo que +volvería; pero dieron las tres de la tarde, y no pareció. El aspecto de +la casa ponía grima: todo estaba como cuando tras larga enfermedad viene +la muerte, causando momentos de perturbación y desorden: los cajones +abiertos, revuelto cuanto había sobre las mesas, y las sillas con +montones de ropas tiradas al descuido.</p> + +<p>Desde poco antes de las tres se asomó el pobre muchacho varias veces al +balcón, esperando que de un momento a otro llegaran los mozos con la +camilla. Por fin les vio volver la esquina de la calle Imperial, +trayendo suspendido de los recios tirantes aquel armatoste negro, +estrecho y largo, con trazas de ataúd. En el movimiento que hizo al +retirarse del balcón, soltando las manos de la barandilla, conoció don +José que venían los camilleros. En seguida, mirando de frente a Pepe, le +dijo, medroso:</p> + +<p>—¿Están ahí?</p> + +<p>—Sí; ya suben.</p> + +<p>Cuando los mozos llegaron a la puerta del piso principal, indicaron que, +por lo estrecho de la escalera, era casi imposible subir hasta allí con +la camilla, acordándose entonces bajar en un sillón al enfermo, +acostarle en la camilla, dentro del portal, y luego emprender la marcha.</p> + +<p>El gotoso pesaba tanto, que determinaron bajarle relevándose en cada +tramo de la escalera.</p> + +<p>—Este señor está de buen año—dijo con la sinceridad de la barbarie uno +de los camilleros.</p> + +<p>Al sacar a don José del comedor, hubo necesidad de detenerse un momento +para apartar un mueble que estorbaba el paso, dejando, entre tanto, que +la butaca descansara en el suelo. El dejarla, quitar el estorbo y +volverla a levantar, fue obra de un momento; mas como estuviese abierta +la puerta de la alcoba que ocupó Tirso, don José fijó con tristeza en +ella la mirada, y en aquel cuarto solitario, polvoriento y frío, creyó +el pobre anciano ver retratado el abandono en que él había de quedar +dentro de pocas horas. Por la ventana, que el cura adornó con papelitos +de colores imitando vidrios pintados, penetraba diagonalmente un rayo de +sol, y al fondo, destacando sobre la cal amarillenta de la pared, se +veía colgado de la percha un trapo largo y negro: era una sotana vieja +que Tirso se dejó olvidada. Don José no pudo dominarse. Por un instante +venció en él la indignación a la apatía; tomó el egoísmo acento de ira; +subiósele el rencor a los labios; inyectáronsele de sangre los ojos y, +con voz temblorosa, extendiendo una mano hacia la sotana, exclamó:</p> + +<p>—¡Maldita seas!</p> + +<p>Bajaron los mozos sin tropiezo su carga; Pepe y Millán tendieron en la +camilla a don José, y unos delante, otros detrás, echaron a andar hacia +la calle de Toledo.</p> + +<p>La puntillera, al ver alejarse el triste grupo, comenzó a desahogar su +indignación con grandes voces, y la gente de los portales vecinos formó +corro en derredor suyo.</p> + +<p>—<i>¡Quedrán ustés</i> creer—decía—que el hijo <i>güeno</i>, el que se ha hecho +<i>melitar</i>, <i>tié</i> que <i>yevárselo en cá</i> un amigo, porque la vieja y la +<i>señoritinga</i> no le <i>quién</i> cuidar! ¡Qué sangre más perra <i>tié</i> la +muchacha! <i>enantes</i> ha <i>venío</i> a preguntar si habían <i>sacao</i> ya al +señor, y por no verlo <i>yevar</i> se ha <i>marchao</i>. ¡Vaya un pingo que ha +salido la mocita! El <i>cabayero</i> que la pretendía ya no viene, y la muy +sin vergüenza va mucho mejor <i>vestía</i>.</p> + + + +<h3><a name="XXXII" id="XXXII"></a>XXXII</h3> + + +<p>La amargura del desengaño y la impaciencia por adquirir pruebas que lo +confirmaran, quitaron el sueño a Paz aquella noche. Al amanecer se quedó +adormitada y rendida a la fatiga del insomnio; pero era tal la agitación +de su espíritu que, sacudiendo de súbito aquella falsa soñolencia, se +levantó, y sin llamar a nadie, se lavó y peinó, poniéndose en seguida el +traje más sencillo de cuantos tenía. Los celos lo dominaban todo en su +ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo +pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a +su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que +Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia.</p> + +<p>Como don Luis estaba acostumbrado a verla salir por las mañanas, ya a +casa de su modista, ya a las tiendas donde se surtía de cuantas +baratijas, chucherías y pequeñas galas necesita una muchacha rica, no +imaginó hallar por este lado tropiezo a la realización de su propósito; +pero, temiendo que cualquier otra eventualidad lo estorbara, al dar las +ocho, se fue con el velo y los guantes puestos al cuarto del aya, y la +dijo:</p> + +<p>—Avíese Vd. pronto; vamos a salir. Que enganchen.</p> + +<p>Sorprendiose la vieja de verla tan madrugadora; mas obedeció sin +resistencia, y al cabo de media hora se apearon ambas ante el pórtico de +San Isidro el Real.</p> + +<p>—Esperad aquí—dijo Paz al lacayo.</p> + +<p>—¡Qué capricho!—murmuraba la dueña modernizada.—¡Al demonio se le +ocurre venir tan lejos a misa!</p> + +<p>—No vamos a misa. Sígame Vd. y calle: si quiere hacerlo por buenas, se +lo agradeceré; si no... después hablaremos, o podrá usted resolver lo +que guste.</p> + +<p>Doña Martina comprendió que convenía ceder. Si se oponía obstinadamente +al capricho de Paz, nada lograría en aquel momento; y si luego contaba +lo sucedido a su padre, de fijo, enemistada ya con la señorita, ésta la +haría saltar pronto de la casa. Tuvo, sin embargo, un instante de +vacilación; le faltó poco para dejarla sola: por fin, la curiosidad +venció sus escrúpulos y echó a andar tras de Paz, que ya la llevaba unos +cuantos pasos de delantera. Iba presa de una emoción indefinible, +murmurando incesantemente:—«calle de la Pasión... una casita baja, de +revoque amarillo... que hace esquina...» Atravesaron la calle de Toledo, +entraron en la de los Estudios, anduvieron toda la del Cuervo y, al +llegar a la Plazuela del Rastro, preguntó Paz a una mujer dónde estaba +la Ribera de Curtidores, con propósito de seguir adelante, hasta +encontrar la esquina de la calle de la Pasión.</p> + +<p>Como era domingo y hacía una mañana hermosa, la Ribera de Curtidores +estaba llena de gente: cada puesto de ropas usadas, trastos viejos, +telas, clavos, armas, colillas y herramientas, tenía delante un grupo de +gente que vociferaba y bullía, regateando con indescriptible griterío. +Paz, impresionada con la novedad de aquel Madrid que le era desconocido, +miraba en derredor, asombrada, sintiendo vergüenza, pareciéndole +indignos de ella el sitio y la ocasión. Notando que su traje, a pesar de +lo sencillo, excitaba la curiosidad, se quitó los guantes y, +disimuladamente, se colocó el velo como las mujeres que pasaban a su +lado. En esto, cruzando por entre tenderetes y puestos, llegó frente a +la calle de la Pasión. El letrero que indicaba el nombre de la calle +estaba precisamente colocado en una casa baja, de revoque amarillo. «No +ha mentido»—pensó Paz—y, dirigiéndose al aya, la dijo, con acento que +no admitía réplica:</p> + +<p>—Párese Vd. aquí conmigo.</p> + +<p>En torno de las dos mujeres se oían los gritos de los vendedores +ambulantes; los hombres decían desvergüenzas que las chulas recogían con +sonrisas, y de aquella aglomeración de cuerpos poco limpios se +desprendía un olor nauseabundo. A Paz le daban impulsos de marcharse sin +averiguar nada; pero, atormentada por los celos, no apartaba la vista de +la casa de Engracia. El aya seguía repitiendo de rato en rato:</p> + +<p>—Pero, ¿qué es esto? ¡Cuánta gentuza! ¿A qué hemos venido?</p> + +<p>Paz, sin oírla, permanecía inmóvil con la mirada fija en la puerta de la +casa. En la esquina tres chicos jugaban a la toña; pero, como excepto +ellos casi nadie había por allí, era seguro que, si Pepe salía o +entraba, le vería sin dificultad. Según trascurrían los minutos, que a +ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se +le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida. No +cesaba de mirar al reloj: cuanto menos tiempo quedara para que Pepe +acudiese al cuartel, más probabilidades había de que no viniera o no +estuviese allí... con aquella mujer. De esta suerte trascurrió largo +rato: el dueño del puesto junto al cual se habían detenido, comenzaba a +fijarse en ellas. Paz, desasosegada, fuera de sí, se mordía los labios, +pugnando por tragarse las lágrimas, y el aya la miraba sin atreverse a +chistar.—«No viene, no viene»—pensaba la pobre niña, en cuyo corazón +arraigaba rápidamente la esperanza.—«¿Estará dentro?»—la decían sus +celos. Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la +esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no +miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera. +Pensaba que, si le veía, sería al salir.</p> + +<p>De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el +tenderete junto al cual estaban. Pepe había salido del portal y, parado +en la acera opuesta, miraba hacia los balcones, uno de los cuales se +abrió al mismo tiempo, apareciendo en él Engracia con su chico en +brazos. Pepe dio unos cuantos pasos hacia lo alto de la calle, moviendo +la mano en señal de despedida.</p> + +<p>El piso, principal de los antiguos, era muy bajo, y don José tenía +colocada la butaca junto a la vidriera de modo que Pepe, gracias a la +empinada cuesta que allí forma la calle, podía ver a su padre desde la +acera opuesta, sin que Paz se diera cuenta de ello. Engracia levantaba +en los brazos a su hijo que, alegre y sonriente, movía las manitas +correspondiendo a la despedida de Pepe. La vista del niño produjo a Paz +una impresión horrible. Avanzó unos cuantos pasos, tan cegada por la +ira, que el aya, al mirarla en aquel estado de exaltación, la contuvo:</p> + +<p>—Señorita, ¡por Dios! pero ¿qué es esto?</p> + +<p>Había ya desaparecido Pepe por lo alto de la calle de la Pasión, y aún +continuaba Engracia en el balcón, volviéndose algunas veces a mirar a +don José. El niño, agitando las manitas, gritaba <i>Pepé, Pepé</i>, y +aquellos gritos, que Paz oyó clara y distintamente, por lo corto de la +distancia que les separaba, la destrozaron el corazón. Engracia, +tranquila y con la sonrisa en los labios, seguía levantando el niño, sin +señal de tristeza, como era natural que estuviese, no siendo pariente ni +amante suyo el que se iba.</p> + +<p>—Vámonos—dijo Paz de pronto, con la voz ahogada por un sollozo; y +dirigiéndose de nuevo hacia arriba, tomó la vuelta a San Isidro.</p> + +<p>Al entrar en la calle del Cuervo, vio a Tirso parado ante el escaparate +de una cerería: iba de paisano, y sólo le reconoció al escuchar su voz.</p> + +<p>—Estaba seguro—la dijo tristemente—de que vendría Vd.</p> + +<p>—¡Era verdad! No había Vd. mentido.</p> + +<p>—Adiós, señorita. El Señor la cure de ese amor, indigno de Vd. La +misericordia de Dios es inagotable.</p> + +<p>Paz, con el alma acibarada por el despecho, y doña Martina, confusa y +asombrada, llegaron a San Isidro, subiendo al coche sin entrar en la +iglesia.</p> + +<p>—Es hermosa—dijo maquinalmente Paz, a quien hostigaba el pensamiento +la belleza de Engracia.</p> + +<p>—Sí, pero ordinaria.</p> + +<p>—A papá, ni una palabra, ¿estamos? Ya sabe Vd. que soy agradecida.</p> + +<p>Luego, violentándose por aparecer serena, murmuró, como quien habla +solo:</p> + +<p>—Esto se acabó, esto ha concluido... para siempre.</p> + +<p>Tirso, parado al pie de la escalinata de ingreso a San Isidro, vio +tranquilamente alejarse al carruaje de Paz. Estaba seguro de que la +decepción sufrida por la pobre niña provocaría en su ánimo una crisis en +que, tras la desesperación, vendrían, primero el abatimiento, y luego la +resignación. Amando como ella amaba, jamás buscaría lenitivo en el +olvido, consuelo en otra pasión, ni venganza en las sugestiones del +despecho. Cuando esto ocurriera, cuando doblegada por el dolor cayese en +brazos de la resignación, entonces sería llegado el instante oportuno +para dirigir su pensamiento y encauzar sus sentimientos, trasformándolos +de terrenales en piadosos, haciendo que de entre las cenizas del amor +mundano surgiese ese divino fuego místico que abrasa y no consume. Nada +pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja +así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por +tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de +Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma +arrancada a las impurezas del mundo. Que fuese él o fuera otro el que +obtuviera el triunfo, poco importaba: lo esencial era conseguirlo.</p> + +<p>Para su hermano Pepe, cuya dicha acababa de extirpar como planta +arrancada de cuajo, no tuvo un solo impulso de rencor. La rivalidad y +antagonismo que de él le separaban, nada eran ni valían ante la alteza y +rectitud de sus propósitos.</p> + + + +<h3><a name="XXXIII" id="XXXIII"></a>XXXIII</h3> + + +<p>La mañana en que Paz creyó ver demostrada la infidelidad de su amante, +llegaron a Madrid noticias de lo mal qué iba la guerra para las armas +liberales. El gobierno, queriendo ocultarlo, publicó en la <i>Gaceta</i> un +parte, que solamente hablaba de pequeñas partidas alzadas en Galicia; +pero los periódicos, suplementos y extraordinarios dieron la voz de +alarma; con lo cual la sorpresa de la corte fue tan grande como +inconcebible estaba siendo su apatía. Cuando la capital se enteró de +que los voluntarios del Pretendiente, organizados en divisiones y +cuerpos, podían hacer frente a las tropas, nadie dejó de convenir en que +era necesario hacer un esfuerzo supremo. En los casinos, cafés y clubs, +hasta en los corros de las calles se notó en el centro del día esa +efervescencia síntoma de la inquietud popular. Todo el mundo estuvo +conforme, se vociferó, se acusó de débil al gobierno, de carencia de +disciplina a los soldados, de falta de pericia a los jefes... y por la +tarde todo Madrid se fue a los toros.</p> + +<p class="arriba"><br />Se lidian ocho del Duque en corrida de beneficencia. Hora y media antes +de la fiesta comienza a romperse la línea de vehículos tendida entre la +Puerta del Sol y las Calatravas. Los mayorales, que han pasado la mañana +reunidos en grupos, liada al braza la tralla, fumando y escupiendo por +el colmillo, mandan noramala a las desharrapadas mozuelas que, con el +décimo de la lotería en la mano y la hez del idioma en los labios, van +de uno en otro ávidas de piropos soeces; cada hombre se coloca en su +puesto, y empieza a oírse el grito tentador:</p> + +<p>—¡Eh, arriba! ¡a la plaza!</p> + +<p>Al principio los coches se llenan sin grandes apreturas, arrancan +primero los mejores, ómnibus enormes y seguros <i>breaks</i> de forma +extranjera ya españolizados, con suertes del toreo pintadas en +portezuelas y cajas; después, a falta de los buenos, la gente toma por +asalto los que van quedando; jardineras con las ballestas rotas y mal +encordeladas, tartanas quebrantahuesos y ómnibus pequeños, de aquellos +viejos que años antes iban <i>a dos riales al patíbulo</i>, todos tirados por +mulas y caballos trasijados que ostentan en el pescuezo collarones a la +jerezana pagados con la escatima del pienso, sin que su pobre costillaje +ponga lástima en el corazón de la chulapería, ávida de empezar a +varazos.</p> + +<p>—¡Eh, arriba, <i>cabayero</i>!</p> + +<p>—¡Señorito, a la plaza!</p> + +<p>Un poco más tarde llegan por las bocacalles y pasan rápidamente, tirados +por hermosos brutos, los carruajes de los ricos y sus parásitos, +mostrando la gente adinerada afán de imitar al pueblo en la manera de +vestir. Los hombres van de americana y pavero; las mujeres con flores +puestas en el pelo a lo gitana, luciendo unas la mantilla de blonda +blanca y otras la de casco de color con sedosos madroños negros, que +sombrean dulcemente la cara. Corren los simones, insultándose los +cocheros de pescante a pescante sobre cuál pugna por adelantarse, y a +las ventanillas asoman entre bocanadas de humo, ya el rostro moreno y +bigotudo del madrileño de los barrios bajos, ya la carnicera rumbosa +cargada de joyas anticuadas, que ciñe a sus hombros el rico pañolón de +colores brillantes. Al trote de un rocín miserable, y con el mono sabio +a la grupa, va el picador, cuyas formas atléticas contrastan con el tipo +enclenque de algún señorito que sirve de cochero a su lacayo; y en +potros inquietos que bracean con fuerza van el chalán que deja la bestia +en un merendero durante la corrida, y el alguacilillo vestido como los +que aborreció Quevedo. Entre los de a pie, que continuamente se desvían +de la acera para tomar corriendo los primeros ómnibus que vienen de +retorno, marchan confundidos el <i>gatera</i> que con mil trabajos, ninguno +limpio, reunió el precio del tendido, el hortera <i>endomingado</i>, el +estudiantillo que parodia en el vestir al elegante rico, la modistilla +engalanada con el trabajo de sus manos, y algún que otro viejo ávido de +censurarlo todo echando de menos los calesines y las majas del tiempo +del <i>rey neto</i>. A pie van también la chula y su amante, ella orgullosa, +él celoso, haciendo ambos mutua ostentación de sus personas: el mozo +con calzado de lo fino, pantalón ajustado, pavero y chaquetilla de +pana: la chica con el cabello ensortijado, un peinecillo en cada rizo, +pañuelo de seda caído sobre la espalda porque no oculte lo primoroso del +peinado, y sobre los hombros el gran mantón de Manila que se empeña en +los apuros, y por entre cuyos largos flecos asoman a cada paso dé su +graciosísimo andar los bajos limpios y los pies chicos. Como ella lleva +los ojos lucientes de malicia y la boca rebosando picardía, los +señoritos la miran con codicia, y entonces el chulo, porque vean que la +muchacha es suya, la requiebra con insolencias que ella estima como +madrigales dulcísimos.</p> + +<p>En <i>landó</i> de alquiler va una familia extranjera mirando a todas partes +ansiosa de color local, armada de paraguas y gemelos; y en su +<i>victoria</i>, alta la frente y provocativa la mirada, descuella la +hermosura alquiladiza de alguna pecadora que, al sentarse en delantera +de grada, será acogida con expresivo vocerío. De pronto todos miran +hacia un mismo sitio. Entre el confuso tropel de carruajes pasa una +carretela donde lleva un matador a sus peones: en el pescante el criado +muestra con orgullo los estoques y el lío de capotes, los diestros +sonríen serenos, el sol arranca destellos a los bordados de las +chaquetillas, la escolta de granujas forcejea por subirse a la trasera, +y al desaparecer el coche deja tras sí un murmullo de admiración jamás +inspirada por los hombres que mejor sirvieron a la patria... Luego cesan +poco a poco el cascabeleo y los trallazos, hacia la Puerta de Alcalá se +divisa una larga fila de simones que vuelven con el <i>se alquila</i> puesto, +y la calle recobra su aspecto normal. Al anochecer, la gente que sale de +la plaza marcha de prisa, como espoleada por el hambre, y hasta en los +barrios más apartados empieza a oírse el pregonar de los periódicos +taurinos, recién impresos y húmedos, que son un <i>mentís</i> para quien +tache de poco activa a nuestra raza.</p> + +<p class="arriba"><br />El mismo día y a igual hora, la calle de Atocha presentaba distinto +aspecto. Las tiendas estaban cerradas, no había estudiantes en la +entrada de San Carlos, ni corros ante las tabernas, ni chicos jugando en +las socavas de los árboles. En el largo trecho comprendido entre la +plaza de Antón Martín y la fuente de la Alcachofa, apenas transitaba +gente; los balcones estaban cerrados, como si el sol y la fiesta +hubieran arrancado a todo el mundo de su casa; no se oían más ruidos +que el lento campanilleo de algún carro y el silbar entrecortado y +rápido de las locomotoras que maniobraban en la estación del Mediodía.</p> + +<p>De pronto se escuchó a lo lejos sonar de cornetas cada instante más +fuerte, y en seguida rumor de música militar que se venía aproximando. +Después, en el repecho que forma la calle ante el Hospital, apareció un +batallón de los acuartelados cerca de los <i>Doks</i>, que se dirigía a la +estación del Norte. Primero se distinguieron, desde lo alto de la +cuesta, la escuadra de gastadores y el grupo que formaba la banda, en +cuyos instrumentos de cobre reverberaba la luz reflejos vivísimos: luego +se vio venir la ancha columna formada por la tropa, sobre cuya oscura +masa lucían las bayonetas heridas por el sol.</p> + +<p>Iban en traje de marcha y con todos los arreos de campaña: bota al +cinto, ros enfundado, manta liada al cuerpo, y a la espalda morralillo, +en cuya blanca tela destacaba limpia y bruñida la tartera para el +rancho: en los pies alpargatas, levantada en el empeine la polaina para +facilitar el paso, y recogidas en el correaje las puntas del capote, +dejando ver los pantalones rojos, que se movían acompasadamente por +filas como miembros de una máquina viva. Al sonar cercanos los ecos de +la banda se abrieron algunos balcones, asomándose las muchachas privadas +de salir, los ancianos y niños faltos de quien les llevase a paseo, y +por las bocacalles inmediatas vinieron a escape enjambres de chicos, que +con gran algazara y vocerío corrían unos a ponerse junto a la escuadra +de gastadores, otros a rodear la charanga, acompañándola buen trecho, +hasta que al cabo de un rato se volvían hacia sus casas, temerosos de +reprimenda o paliza. Aparte la gritería de los muchachos, el batallón +subió toda la calle sin que se escuchara a su paso murmullo de simpatía +ni rumor de cariño: sin un viva. Sólo un hombre desharrapado dijo, +mirando lo tristes que iban los soldados:</p> + +<p>—Van al Norte... ¡Pobrecitos!</p> + +<p>Y una criada de servir fresca y guapetona, contemplándolos como si +fueran pedazos de su alma, añadió:</p> + +<p>—¡Dios os dé buena muerte!</p> + +<p>No sabía el pueblo despedir a los suyos de otro modo.</p> + +<p>Luego que el batallón pasó, la calle volvió a quedar casi desierta, +huérfana de animación y ruidos: durante unos minutos continuó oyéndose +cada instante más débil el sonar de las trompetas, se cerraron los +balcones y tornáronse los chicos a sus juegos.</p> + +<p>La tropa debía subir toda la calle de Atocha y atravesar la Plaza Mayor, +dirigiéndose por la calle de Bailén y el paseo de San Vicente a la +estación del Norte, pero entre la plaza de la Bolsa y la Concepción +Jerónima halló cortado el paso por una ancha zanja que los braceros de +la villa habían hecho para colocar cañerías. Fue preciso variar el +itinerario y bajar por la calle de Carretas a tomar la del Arenal. +Cuando los soldados atravesaron la Puerta del Sol, nadie les hizo caso. +La escena fue rápida y triste: a una parte alegría, voces, trallazos y +ómnibus tomados por asalto: al otro lado, el batallón desfilando entre +dos hileras de vagos, vendedores y curiosos. El jefe miró con desprecio +a las turbas; y Pepe, que iba como alférez en su puesto, pensó que acaso +tuvieran razón los que dicen que el pueblo es indigno de la libertad.</p> + + + +<h3><a name="XXXIV" id="XXXIV"></a>XXXIV</h3> + + +<p>Había trascurrido un mes desde que salió Pepe de Madrid. Engracia, +conocedora de la estrecha amistad que existía entre él y su amante, +cuidaba cariñosamente a don José, quien viéndose bien atendido se +acordaba poco de los suyos. En la <i>Limosna de la luz</i>, doña Manuela fue +ascendida de vigilanta a inspectora, gozando más sueldo y mejor +habitación en el domicilio de la hermandad, y a Leocadia se le adjudicó +la plaza que dejó vacante su madre, favores que ambas recibieron de la +Condesa de Astorgüela, cada día más esperanzada en el éxito de la misión +que confió a Tirso. Éste, lejos de hallar atractivo en la vida +cortesana, iba sintiendo hastío de ocuparse en empresas inferiores a las +que soñó su entusiasmo. Enviado a Madrid como agente de los elementos +que impulsaban la guerra civil—causa que le parecía justísima—cumplió +su misión y recibió orden de esperar: luego, por procurarse recursos, y +al propio tiempo por deseo de contribuir de algún modo al triunfo de +sus ideas, pronunció sermones que le dieron cierta notoriedad y admitió +el cargo que disfrutaba en las <i>Hijas de la Salve</i>; pero ni bastaban a +satisfacerle los elogios de las sacristías, ni le sonreía la idea de +haber dejado su curato para ser capellán de monjas. Todo aquello le +parecía mezquino; no había él salido de su retiro para tan miserables +empeños. En un principio le preocupó bastante la impiedad que devoraba a +su familia, pero este mal estaba ya conjurado en gran parte. Respecto a +la negociación que le confió la de Astorgüela, también imaginaba haber +conseguido lo principal, que era provocar el apartamiento entre Paz y su +novio: el resto, otro lo haría. La estancia en Madrid comenzaba a serle +desagradable, pues nunca imaginó servir a la buena causa en pequeñeces y +menudencias, sino en lo más importante y principal, que era agotar todos +los medios capaces de levantar el país contra los gobiernos +revolucionarios, perseguidores de la Iglesia. En tal disposición de +ánimo se hallaba cuando le mandó llamar la de Astorgüela y, recibiéndole +en la misma habitación que la vez primera, celebró con él una +entrevista, en que acaso se dibujaron dos tendencias de un mismo partido +y en que Tirso halló ocasión de manifestar brava y noblemente sus +ideas.</p> + +<p>La de Astorgüela, sentada en una gran butaca, vestida con severa +sencillez y expresándose siempre con dulzona amabilidad, recordaba algo +las figuras de aquellas mujeres influyentes en la política francesa del +siglo XVII de quienes cuentan raras cosas las crónicas: diríase la +querida de un cardenal recibiendo a un clérigo provinciano. Tirso estaba +menos cohibido ante ella que en su primera visita, porque ya se habían +hablado algunas veces en las juntas de la hermandad.</p> + +<p>—¿Sigue Vd. contento en Madrid?—le preguntó la Condesa, indicándole +que tomara asiento.</p> + +<p>—Trabajo no falta, y algo me distrae; pero mi situación va siendo +anómala, y esto me desagrada bastante.</p> + +<p>—Estamos, sin embargo, muy satisfechos de Vd.</p> + +<p>Aquél <i>estamos</i> sonó mal en los oídos de Tirso: juzgaba que la debía +agradecimiento por el apoyo que le dispensó; pero fuera de lo referente +a la hermandad, no reconocía en ella autoridad para aprobar o condenar +sus actos, molestándole lo que alardeaba de su influencia en asuntos +políticos que se rozaban con la Iglesia.</p> + +<p>—Pues, señora, en realidad no tengo grandes motivos para estar +contento, aparte las atenciones que he merecido de Vd. Yo vine a Madrid +para una cosa... y estoy sirviendo para otra. Llegué aquí con una misión +delicada... honrosa por el peligro que entrañaba... y estoy casi +convertido en capellán de monjas. Harto sabe Vd. que mi propósito era +ayudar más eficazmente a lo que todos deseamos.</p> + +<p>Ella entonces, por darle a entender que no fue llamado para manifestar +sus deseos, sino para cumplir los ajenos, varió el rumbo de la +conversación.</p> + +<p>—He dicho a Vd. que su conducta merece elogio, y así es, efectivamente. +Según mis noticias—y ya sabe Vd. que todo lo <i>averiguamos</i> cuando es +cosa de interés—la señorita de Ágreda ha reñido con su hermano de Vd., +o mejor dicho; están en absoluto cortadas las relaciones entre ambos, y +esto a Vd. se le debe.</p> + +<p>—Hice lo que pude, sin que me costara gran trabajo. Me bastó decirla +que Pepe frecuentaba la casa de otra mujer. Después, su propia +impaciencia... los celos hicieron lo demás. Debe ser una niña +nerviosa...</p> + +<p>—Enamorada—le interrumpió la Condesa.—¡Pobre criatura, da +lástima!... Pero lo hecho no basta.</p> + +<p>—Cuando pase más tiempo...</p> + +<p>—Ni su padre, ni ninguno de los que la rodean, conoce la causa de su +abatimiento: creen que está enferma. Hay que apurar más las cosas, no +despreciar los momentos, influir en su ánimo. De lo contrario, puede +verificarse en ella una reacción y, cuando queramos acudir, tal vez sea +tarde.</p> + +<p>—Yo no he vuelto a verla, ni hallo pretexto para ello.</p> + +<p>—Hay que buscarlo; porque pasada esta primera impresión de amargura, +quizá sea difícil lo que pretendemos. Está muy triste, muy abatida, pero +no tiene trazas de pensar en religión ni en cosa que lo valga.</p> + +<p>—Con el carácter de esa niña, considero expuesto a un fracaso todo lo +que sea querer precipitar los acontecimientos.</p> + +<p>—Pues es preciso. Reflexione Vd. despacio sobre el asunto, que es de +gran importancia para <i>la casa</i>... y para Vd. Además; ese hermano, que +tan violentamente se ha portado con Vd....</p> + +<p>En esto hizo el cura ademán de querer hablar; mas la Condesa, +acostumbrada al trato de gentes tan fanáticas como él, pero menos +honradas, cometió la imprudencia de completar su pensamiento, +diciéndole:</p> + +<p>—Piense Vd. también un poco en su propio interés. El asunto es muy +importante para la hermandad, que tiene gran influencia; porque estos +revolucionarios son tontos. Sólo entre las colegiatas de León y Toledo +hay ahora cinco prebendas vacantes. ¡Imagine usted qué puesto tan +hermoso para trabajar en pro de lo que todos deseamos!</p> + +<p>Altiveciose entonces Tirso, se puso en pie como si su asiento tuviera un +resorte que le impulsara y, ofendido, trémulo de ira y de vergüenza, +repuso, sin disimular el enojo:</p> + +<p>—Señora, ni sabe Vd. lo que dice, ni a quién se lo dice. Yo no soy cura +cortesano, ni clérigo palaciego, ni he venido aquí para medrar de mala +manera...</p> + +<p>—¡Señor Resmilla!</p> + +<p>—¡Francamente, señora Condesa! No sirvo para tales cosas. Hasta me +arrepiento de lo que he hecho. Disponga Vd. de mi plaza de capellán para +los que aceptan tales ofertas. Aquí todo es mezquino. Estoy de estas +pequeñeces hasta por cima de los pelos. Daré por la fe hasta la última +gota de sangre; pero para pagarme no hay dinero... ¡Ni que me hicieran +Papa! Es cien veces más noble irse al campo a que le rompan a uno la +crisma.</p> + +<p>La de Astorgüela, absorta y desconcertada, no desplegó los labios: Tirso +cogió su teja negra de la silla en que la había dejado y añadió +bruscamente:</p> + +<p>—Adiós, señora.</p> + +<p>Sólo al caer tras el cura el pesado cortinón que cubría la puerta de la +lujosa sala, se sobrepuso la dama a la sorpresa que le causó tamaño +arranque de honrado fanatismo.</p> + +<p>—¡Bah! Es un puritano inútil. Otro lo hará...</p> + +<p class="top5">Dentro de las veinticuatro horas siguientes, las <i>Hijas de la Salve</i> +supieron que el más moderno de sus capellanes se había marchado sin +despedirse de nadie, haciendo antes renuncia de la plaza que +desempeñaba. Doña Manuela y Leocadia fueron las últimas en enterarse de +lo ocurrido. La hermana portera no pudo decirlas sino que la víspera vio +hojear a Tirso un indicador de ferrocarriles; que, vestido de paisano, +salió en persona a buscar un coche de punto y que, ayudando al simón a +levantar su baúl, dijo:</p> + +<p>—A la estación del Norte.</p> + + + +<h3><a name="XXXV" id="XXXV"></a>XXXV</h3> + + +<p>Sobre los campos, devastados por la guerra, comenzó a brillar la luz de +un nuevo día: hacia la parte de Levante el aire se arreboló cual si la +atmósfera se incendiara, y las estrellas, ofuscadas por el sol, se +borraron del cielo. En torno de Ayartiaga no se oía más que el +estridente rodar de alguna carreta mal engrasada y el apacible silbo del +viento, que se complacía en cimbrear suavemente las cañas de los +maizales, fingiendo oleadas entre el verdor de los cerros. El pueblo, +formado por dos líneas de pobrísimas casas tendidas a lo largo de la +carretera, no había despertado aún. La iglesia, que apartándose del +trato de las gentes se elevaba a corta distancia del camino, estaba +cerrada, y en torno de la cruz que servía de coronamiento a su veleta +revoloteaba una bandada de pájaros. En el camino, húmedo y barroso por +la lluvia tenaz que cayera dos días antes, se veían innumerables huellas +de herraduras y de pesadas llantas. A la entrada del lugar, algunas +tapias medio derruidas y varias fachadas conservaban señales de +balazos: en un cerro cercano se divisaba tierra removida, piedras +hacinadas como para formar parapeto, restos de una cureña rota, varios +radios de una rueda quemada en una hoguera, cuyas cenizas aún no había +esparcido el viento, y un par de sacos, acaso olvidados en la fuga. El +lodo, apenas endurecido, estaba lleno de pisadas, y un frondoso grupo de +castaños que había en la falda del montículo tenía, a trechos, rotos y +astillados los troncos, en torno de los cuales caían desgajadas algunas +ramas con las hojas ya mustias. A dos kilómetros de las primeras casas +del pueblo, una serie de montones de escombros indicaba el lugar donde +estuvo la estación del ferrocarril. No se veían en derredor más que +maderas carbonizadas, herrajes retorcidos por el fuego y planchas de +zinc medio roídas por las llamas: una fila de piedras blancas, fijas en +el suelo, designaba el trazado del andén, y los huecos de los durmientes +y traviesas arrancados marcaban el trayecto de la vía. De las oficinas y +almacenes no se conservaban en pie sino un piso casi derrumbado y +algunas paredes ennegrecidas, en una de las cuales habían quedado +intactos dos o tres cuadritos, con fotografías malas, y un impreso en +papel amarillo, con las horas de entrada y salida de los trenes. Junto a +la valla que cercaba el perímetro de la estación había una casucha, +destinada a cantina, sin el menor deterioro, quizá por ser propiedad de +un realista: tenía la puerta cerrada y, sobre ella, se veía este bando +allí pegado algún tiempo atrás, manuscrito, con la tinta corrida y el +papel humedecido por los aguaceros:</p> + +<p class="center">DIOS—PATRIA—REY + +<i>Comandancia general de Guipúzcoa.</i>—Como comandante general de esta +provincia, nombrado por S. M. Don Carlos VII de Borbón y de Este (Q. D. +G.); teniendo que emprender un movimiento general que libre a España de +la esclavitud en que la tiene un extranjero, hijo del carcelero del +Papa, el inmortal Pío IX:</p> + +<p>Considerando que la circulación de los trenes y las comunicaciones +telegráficas son el arma más poderosa con que un <i>ateo</i> gobierno cuenta, +he creído conveniente ordenar lo siguiente:</p> + +<p>Artículo 1.º A las seis horas de recibir esta mi comunicación, deberán +quedar desocupadas y cerradas todas las dependencias de la vía que están +a su cargo.</p> + +<p>Art. 2.º Pasadas las seis horas, serán hostilizados todos los +maquinistas que conduzcan trenes y fusilados todos los empleados que +sean aprehendidos en el servicio de la vía férrea, previa identificación +de sus personas, convicción de la falta de cumplimiento a esta mi orden +y después de recibir los auxilios espirituales.</p> + +<p>Art. 3.º Trascurridas las seis horas, principiará el deterioro en la +vía, cuya indemnización jamás podrá tener la empresa derecho a reclamar.</p> + +<p>El que sea católico español ante todo, obedezca mis órdenes, si es que +ama a su patria y no desea sumergir en llanto y luto a su familia y a +las de sus dependientes.—Lo que comunico a Vd. para su conocimiento y +demás exacto cumplimiento. Dios guarde a Vd. muchos años. Campo del +Honor 6 de Enero de 1873.—El Brigadier comandante general de la +provincia, <i>Antonio Lizárraga y Esquirós</i>[1].»</p> + +<p>[Nota 1: <i>Historia Contemporánea</i>, de Antonio Pirala.—Madrid, 1877.]</p> + +<p class="arriba"><br />Al despuntar la mañana, en una de las casas del pueblo se abrió el +portón del corral y, precedidos de una mujer, salieron al campo dos +soldados de infantería con el uniforme despedazado y sucio: uno de ellos +llevaba fusil, y el otro iba sin armamento. Llegaron la víspera, medio +aspeados y fugitivos del combate que se trabó en las cercanías, donde a +la entrada de un valle fueron sorprendidas y desbaratadas tres compañías +del ejército, y aquella mujer, movida de una conmiseración desusada en +las circunstancias por que atravesaba el país, les dio albergue durante +la noche; pero sabedora de que en otro pueblo no muy distante había +guarnición de tropa, les indicó de madrugada el camino que debían seguir +hasta incorporarse a ella. Cuando llamaron a su puerta maltrechos, +hambrientos y rendidos, les admitió a condición de que, para no +comprometerla, saldrían de su casa con el primer claror del día; así +que, al rayar el alba, ellos, sin esperar a que les llamase, se +levantaron del montón de hojas de maíz que les sirvió de cama y con rudo +lenguaje dieron gracias a su compasivo huésped, que les despidió +diciendo:</p> + +<p>—Sois <i>guiris</i>: ¡no importa! Yo también <i>te</i> tengo hijo, <i>pues</i>, con +general Andéchaga, valiente. ¡Dios proteja todos!</p> + +<p>Indicoles en seguida de nuevo la dirección que habían de tomar, y ellos, +según el consejo recibido, anduvieron un buen trecho por la carretera, y +luego, al llegar a una bifurcación, torciendo hacia la izquierda, se +internaron por un camino vecinal.</p> + +<p>—Por aquí debe de ser, Pateta—decía el más joven.—Esta es la casa +abandonada de que nos habló: adelante, todo derecho. Tres horas de +fatiga y estamos en salvo... por ahora.</p> + +<p>El que así habló era un muchacho alto, moreno, nervudo y fuerte, con +tipo de castellano viejo. Tenía los pies doloridos y andaba penosamente. +Pateta estaba desconocido. El <i>gatera</i> madrileño, de aspecto endeble, se +había robustecido con el aire del campo. Llevaba raído el uniforme, +sujetas las alpargatas una con cinta y otra con tomiza, y puesta sobre +el capote una manta de color indefinido, en cuyos pelos habían quedado +prendidas briznas del maíz seco sobre que pasó la noche.</p> + +<p>—¡Trae el fusil, modrego, que no <i>pués</i> con tu alma!—dijo de pronto a +su compañero, viéndole anhelante y fatigoso.</p> + +<p>Habían llegado a un cerro desde donde se divisaba gran extensión de +tierra, cuando de pronto Pateta, extendiendo un brazo para señalar lo +que creía descubrir en una hondonada, a larga distancia, dijo, con el +rostro demudado:</p> + +<p>—<i>¡Mecachis!</i> chico, ¿qué es aquello?</p> + +<p>—¡Gente!—repuso lívido el castellano viejo. Son dos a caballo y muchos +más a pie.</p> + +<p>—¿Qué hacemos?</p> + +<p>—Volver pies atrás. Mira, el camino sigue sin un marrano árbol y al +descubierto. Si nos ven, nos revientan. Correr lo que podamos, y esa +mujer nos esconderá... si no, ¡sea lo que Dios quiera!</p> + +<p>Por entre barrizales y breñas, a campo traviesa y buscando las enramadas +para mejor ocultarse, desandaron en quince minutos el camino que habían +recorrido en media hora. Cuando jadeantes como perros llegaron al portón +del corral, la mujer que allí estaba partiendo leña, con solo mirarles +al rostro, adivinó lo que les había pasado. No salió fallida la +esperanza de Pateta. Un instante después él y su compañero estaban +ocultos en el anchuroso pajar, lleno de liazas, aperos de labranza y +montoncillos de semillas, que ocupaba toda la parte alta de la casa.</p> + +<p>—¡Estamos en salvo!</p> + +<p>—Gracias a que hemos venido por ahí detrás, que por la carretera ya nos +habían <i>atisbao</i>. ¿Cómo tienes las patas?</p> + +<p>—Chico, ahora muy mal; pero mientras veníamos corriendo, casi no las +sentía.</p> + +<p>Como la casa estaba situada a la entrada del pueblo y era de las más +altas, desde los ventanillos de ambos lados del pajar se veían, hacia +una parte la larga línea de la carretera, que iba a perderse en una +curva sombreada por robustos nogales, y en opuesta dirección la pequeña +esplanada que había ante las ruinas de la estación del ferrocarril. +Pateta miraba por uno de estos ventanucos, ocultándose tras unas ristras +de mazorcas que colgaban de la techumbre, y por otro su compañero, que +resguardaba el cuerpo con un haz de leña menuda.</p> + +<p>—Venían hacia aquí, ¿verdad?</p> + +<p>—¡Claro!</p> + +<p>—Lo malo será si se detienen y se alojan.</p> + +<p>Ninguno se atrevió a seguir haciendo conjeturas, seguros de que el +alojamiento de aquella partida en el lugar podía ser su perdición.</p> + +<p>Cerca de una hora llevaban de angustiosa impaciencia, y ya iban con la +tardanza esperanzándose de que el grupo de gente armada hubiera tomado +otro camino, cuando Pateta lo vio aparecer en la curva de la carretera. +Delante venían tres hombres a caballo: dos con boina en la cabeza, el +tercero con gorra pellejera, y detrás de ellos, en confuso desorden, +hasta doscientos hombres, equipados diversamente, pero con buenas +armas, y el mayor número con boina blanca.</p> + +<p>—Traen uno <i>cogido</i>. ¡Pobrecito!—dijo. Pateta, oprimiendo +maquinalmente el fusil.</p> + +<p>—¡No seas bruto! ¡Si es inútil!—respondió su camarada, adivinándole +los pensamientos.</p> + +<p>—No, si ya lo sé; pero me están saltando los dedos.</p> + +<p>Detrás de los tres individuos que, montados en fuertes caballejos, +parecían jefes de la partida, venía maniatado a la espalda un hombre, +como de treinta años, de barba negra, muy moreno, con un pañuelo liado a +la cabeza y mal arropado con un capote pardo de los que usa el personal +subalterno de ferrocarriles. Era un telegrafista de la estación cercana.</p> + +<p>—Es uno del tren.</p> + +<p>—¡No chistes!</p> + +<p>—¡Calla!—dijeron al par los dos soldados; y como en aquel momento la +gente de la partida pasaba ante la casa, Pateta cruzó de puntillas el +desván, yendo a colocarse junto al ventanuco del lado opuesto, que daba +frente a la vía férrea, atemorizado con el terror de lo que imaginaba. +En el instante de tender Pateta la mirada hacia la valla de la estación, +hacía allí alto la partida.</p> + +<p>—<i>Pinchi</i>, ¡mira qué facha más rara <i>tién</i> los <i>cabeciyas</i>!</p> + +<p>Uno de los tres jefes les llamó en particular la atención. Era un hombre +alto, de color cetrino, facciones angulosas y barba negra muy cerrada. A +menor distancia, con seguridad Pateta le hubiera conocido en seguida. +Llevaba gorra pellejera, larga chaqueta azamarrada con grasientos +alamares negros, pantalón de pana y botas blancas de montar, con recias +espuelas de hierro; pendiente del cinto un sable, y entre los pliegues +de la faja morada y burda asomaba la culatilla de un revolver de +reglamento. Ni en las mangas del chaquetón ni en parte alguna del traje +usaba el menor distintivo; pero, en cambio, su caballo era la mejor de +las tres bestias. A juzgar por los ademanes que hacía y la respetuosa +atención con que los otros le escuchaban, debía ser el que acuadrillaba +la partida.</p> + +<p>Lo que pasó luego fue horrible crueldad. El prisionero entró en la +caseta, custodiado por cuatro números, y tras él entraron los tres +hombres que iban mandando a los insurrectos. Algunos campesinos y +labriegos del lugar, viejos en su mayor parte, que habían acudido por +curiosidad, fueron alejados con modales bruscos por la gente armada; y +como volviesen en mayor número, se dio orden de despejar la plazoleta. +Pasada media hora salieron los cabecillas, dejando al prisionero +encerrado y custodiado por los cuatro defensores del altar y el trono. +Los tres caudillos, alejándose a cierta distancia de sus subordinados, +conversaron breve rato: uno discutía acaloradamente, como quien defiende +su opinión con viveza; pero el de la zamarra y el otro, que debían estar +de acuerdo, se mostraban inflexibles. Pateta y el castellano viejo +temblaban, presintiendo que iban a presenciar algo espantoso. De pronto +el hombre que parecía compartir la opinión del jefe se apartó unos +cuantos pasos, dio orden de formar, mandó sacar el prisionero y dispuso +que, rodeado de un piquete, fuese conducido hasta los ruinosos y +calcinados paredones de la estación, junto a la valla en que estaba +fijado el bando prohibiendo la circulación de trenes. Allí, sin +desatarle las ligaduras de las manos, le hicieron arrimarse a la tapia: +el infeliz dijo algunas palabras, pero Pateta y su camarada no pudieron +oírle. Obedeciendo a las voces de mando que dio el oficial, avanzaron +cinco números y, colocados a unos cuantos pasos del desdichado, le +apuntaron dos a la cabeza y los tres restantes al pecho. Después, el +múltiple y desigual estampido de los disparos atronó el aire, y al +disiparse el humo de la descarga se vio el cuerpo inmóvil y tendido de +bruces en el suelo. La cal de la pared, ennegrecida por la humareda del +incendio, quedó jaspeada de manchas rojas, y rodeando al cadáver +apareció un charquillo de sangre, que la tierra empapó rápidamente, cual +si quisiera borrar el crimen de los hombres. En seguida el piquete se +alejó, dejando allí dos individuos, en tanto que otra pareja iba al +pueblo para ordenar que fuese sepultado el muerto. Lo que siguió ya no +pudieron verlo los del pajar.</p> + +<p>La partida se dirigió a la iglesia del lugar, entrando en ella con +muestras de piadoso recogimiento. El jefe penetró por otra puerta en la +sacristía, habló con el cura, que se disponía a decir la misa que habían +de escuchar las pocas y madrugadoras mujeres que iban llegando, y con +palabras corteses le rogó que le dejara oficiar en lugar suyo. Pocos +minutos después se despojó de los arreos militares, púsose diciendo +latinajos las sagradas vestiduras, y con el cáliz entre las manos salió +a la pequeña nave, por cuyas ventanas penetraban el aire fresco de la +mañana, saturado de aromas campestres, y los rayos del sol, en que se +movían, como polvo de oro, los átomos inquietos. Un robusto mocetón, que +llevaba en el capote galones de cabo, ayudó a la celebración del santo +sacrificio. El cabecilla rezó la misa pausada y lentamente, con la +conciencia tranquila, sólo atento al sentido místico de las augustas +frases que sus labios saboreaban como un jugo espiritual al decir:</p> + +<p>—<i>Judica me, Deus, et discerne causam meam</i>...</p> + +<p class="arriba"><br />Al medio día la partida se alejó en la dirección marcada por el trazado +de la vía férrea. Llegada la noche, Pateta y su compañero huyeron por +los mismos senderos que a la mañana y con arreglo a las instrucciones de +su compasiva salvadora, que encarándose con el madrileño dijo:</p> + +<p>—Si no escapas, <i>pues</i>, tirarte tiros <i>hasen</i>.</p> + +<p>No tres, como ella les dijera, sino cinco horas anduvieron hasta llegar +de madrugada a un caserío donde, presentándose al jefe del destacamento +que lo ocupaba, contaron cuanto habían visto, aún grabada en sus rostros +la impresión de la angustia y el terror sufridos.</p> + + + +<h3><a name="XXXVI" id="XXXVI"></a>XXXVI</h3> + + +<p>Paz y su novio convinieron, al separarse, en que ella no escribiría +hasta recibir carta de él, y que luego ambos menudearían las sucesivas +cuanto les fuera posible; pero desde el instante en que ella se juzgó +traicionada, hizo firme propósito de no escribirle una sola vez. Su +primera impresión fue una pena tan grande y convicción tan honda de +haber sido juguete de un capricho, que consideró inútil todo esfuerzo y +baldía toda tentativa para recobrar el bien perdido: después, a las +lágrimas de la decepción sucedieron las quejas de la vanidad +mortificada; se agriaron los celos y pretendió olvidarle. No hubo +sensación triste que no experimentara: lo único que no sintió fue +arrepentimiento de haberle concedido su cariño, porque la gratitud a las +delicias gozadas pudo más que el rencor a la ofensa recibida. En cuanto +a reconquistar la posesión de Pepe, lo supuso imposible: llegó a creer +que aquella disparidad de fortuna, tantas veces temida, era la causa +verdadera del mal. La desdicha le parecía irremediable; lo sólo que +debía procurar era prescindir de su amor, sofocándolo como a sentimiento +réprobo, cuya vida ha de ser toda maldición y pena.</p> + +<p>Según fueron llegando a sus manos las primeras cartas de Pepe, las rasgó +con ira, sin leerlas; pero en vez de tirarlos, guardó los pedazos en el +cajón de un mueblecillo. Pasaron muchos días, recibió otras e hizo lo +propio, sin contestar a ninguna: mas la violencia que esta entereza le +costaba iba poco a poco aumentando. En vano se había condenado +voluntariamente a no saber de él: rompía las cartas, pero no lograba +acallar los antojos de su fantasía. Aquellos trozos de papel, ilegibles +y estrujados con rabia, tenían una fuerza incontrastable: decían que +Pepe vivía y se acordaba de ella. Tal era el estado de su ánimo cuando +cesó de tener cartas. Dudó primero de la discreción del aya, que era la +encargada de recibirlas, y luego pensó que Pepe enmudecía, cansado de no +obtener respuestas; mas pronto supo con temor que el silencio de su +amante no obedecía a ninguna de estas causas.</p> + +<p>En los periódicos y partes oficiales dejó de citarse el batallón a que +pertenecía Pepe, porque se ignoraba el paradero de aquél y de otros +cuerpos, sabiéndose únicamente que estaba verificando una marcha penosa +y arriesgada, que terminaría en un combate, cuyo objeto sólo conocía el +general en jefe. Cinco días duró aquella incertidumbre. Entonces apreció +Paz lo que quería a Pepe. Mientras supo que vivía, tuvo firmeza y amor +propio: cuando las circunstancias la hicieron comprender que estaba en +peligro, su pasión despertó, sin sentimiento rencoroso que la +desvirtuase ni nube que la empañara. Cada día que pasaba, cada periódico +que llegaba a sus manos sin decirla nada de aquella marcha, que fue +célebre en la historia de la guerra civil, la sumían en mayor +abatimiento. No dejó de pensar en él, ni la asistieron fuerzas para +engañarse mintiendo que tenía sobre sí imperio para olvidarle. Su +imaginación le buscaba unas veces con la rabia de los celos, otras con +la amargura del despecho, ya saboreando la memoria recuerdos de promesas +dulcísimas, ya pagando a la esperanza muerta el inapreciable tributo de +sus lágrimas. Los primeros diálogos que con <i>él</i> sostuvo, aquella +incertidumbre deliciosa de aguardar a que hablase, estando segura de lo +que había de decir, la sincera vehemencia con que pintaba su cariño, y +el tono suplicante con que la pedía constancia, persistían en ocupar su +pensamiento y llenar su alma, como aves que se resistieran a volar lejos +de la fronda en que nacieron.</p> + +<p>La impaciencia de Paz se trocó en terror cuando, al terminar la semana y +sin que ella recibiera carta, se supo en Madrid que la marcha de campaña +se había verificado y que las tropas, al dar batalla, habían sufrido +numerosas bajas. Se enteró de lo ocurrido por un periódico de la tarde, +a hora que era ocioso intentar nada; pero aquella noche, entre la +angustia del insomnio y el dolor de la desesperación, decidió averiguar +lo que pudiese, sin que la detuvieran miramiento alguno ni resto de +vanidad ofendida. ¿Qué medio emplearía? Cualquiera: el más rápido sería +el mejor. Se le ocurrió ir a ver al padre de Pepe, y fue, llevada por su +amorosa inquietud, lo mismo que hubiera sido capaz de ir al sitio mejor +guardado o al lugar donde más arriesgara su decoro.</p> + +<p>A la mañana siguiente, no tan temprano como quisiera su impaciencia, se +apeó de la berlina cerca de la calle de los Estudios y, en compañía del +aya, que ya estaba domesticada y dócil, se dirigió hacia la calle de la +Pasión. No necesitó que nadie la indicara el camino, ni tuvo que +esforzarse por hacer memoria de dónde estaba la casa que iba buscando. +Bajaron por la izquierda de la Ribera de Curtidores; al llegar frente al +sitio en que tiempo atrás vio salir a Pepe de casa de Engracia sintió el +rostro abrasado por una llamarada de vergüenza; pero ni acortó el paso, +ni pensó retroceder.</p> + +<p>—Aquí es, y ¡no hay portería!—dijo al torcer la esquina de la calle de +la Pasión, entrando en seguida en el portal empedrado con cantos, y +cuyas paredes estaban llenas de monigotes pintados con carbón por los +chicos.</p> + +<p>—¿Qué ha de haber, señorita? en el patio nos darán razón.</p> + +<p>Adelantose el aya, siguiola Paz y penetraron ambas en el patio, que era +de los que tienen corredores con puertas numeradas.</p> + +<p>En uno de los ángulos había un pozo, junto al cual, sin miedo al sol que +la hostigaba con su seco ardor, estaba una muchacha jabonando ropa +blanca en una artesa, remangados los brazos y con la falda de percal +sujeta entre las piernas. Era alta y airosa; su pecho juvenil y fuerte +temblaba a cada movimiento; el traje era humilde, pero el peinado +primoroso, y entre los undosos rizos del moño tenía prendidos al +desgaire cuatro o seis clavelillos de los que adornan los puestos de +las verbenas. A su lado, y gateando sobre un trozo de estera, había un +niño que se entretenía en manotear contra las prendas ya retorcidas que +ella dejaba caer en un barreño. Paz la había visto una sola vez de lejos +y teniendo los ojos nublados por las lágrimas; pero la conoció en +seguida: era Engracia. El aya lo examinaba todo con miradas +despreciativas; Paz estuvo a punto de volver pies atrás; mas dominando +de pronto la repulsión que sentía hacia <i>la otra</i>, preguntó, apartando +del chiquitín las miradas:</p> + +<p>—¿Hace Vd. el favor de decirme cuál es el cuarto del Sr. Resmilla?</p> + +<p>—En mi casa, <i>prencipal</i> núm. 2,... pero no se le <i>pué</i> ver.</p> + +<p>—Lo siento; deseaba hablarle... y tal vez no me sea fácil volver.</p> + +<p>—Pues ese señor está malo, <i>mu</i> malo, y pasa las noches rabiando, y +hasta que es de día no descansa. Ya ve Vd., ¡me bajo yo el <i>arrapiezo +pá</i> que no alborote!... Si <i>quiusté</i> algún <i>recao</i>...</p> + +<p>No había contado con aquello. Hablar al padre del hombre que la engañó, +no era humillación: conversar con Engracia, le parecía insufrible +martirio. El ansia por saber de Pepe pudo al fin más que el amor +propio, y pensó que la escena no podía prolongarse arriba de unos +minutos.</p> + +<p>—Ese caballero tiene un hijo que está en el Norte, ¿verdad?... ¿Sabe +Vd. si se han recibido noticias suyas?</p> + +<p>—Sí señora, esta mañana precisamente: como que <i>aluego</i> de recibir la +carta se quedó don José más tranquilo que está esa criatura. El señorito +Pepe está sano y salvo en un pueblo que lo llaman... Astirraga, Gorri... +Garri... vamos, no me acuerdo; uno de esos pueblos de nombre <i>enrevesao</i> +que dicen que los bautizó el diablo estando borracho.</p> + +<p>—De modo—añadió Paz, sin poder disimular la emoción—que es seguro; +¿está bueno?</p> + +<p>—¿No le digo a Vd. que ha escrito él mismo?</p> + +<p>—Mil gracias, joven... ya volveré.</p> + +<p>Dejó Engracia caer sobre la artesa la tabla, por cuyas ranuras +diagonales resbalaban las irisadas burbujas del jabón, y secándose las +manos con el delantal, dijo a Paz, que ya se dirigía hacia el pasillo +del portal:</p> + +<p>—Oiga Vd., señorita: usted <i>desimule</i>; <i>aunque sea mal preguntao</i>, ¿es +Vd. la señorita Paz, la novia del señorito Pepe?</p> + +<p>—Sí—contestó secamente, evitando mirarla cara a cara.</p> + +<p>Entonces Engracia, dando a sus palabras franca expresión de simpatía, +exclamó, con asombro de Paz:</p> + +<p>—¡Vaya, vaya!... ¡sea por muchos años! ¡ahora comprendo yo que esté el +señor Pepe tan <i>chalao</i>!... ¡Y que no tenía yo pocas ganas de conocerla +a Vd! También la digo a usted que se <i>pué</i> Vd. presentar donde las +<i>haiga</i> guapas.</p> + +<p>Paz, sin acertar a comprender cómo aquella mujer la hablaba de tal modo, +repuso, echando a andar y con creciente aspereza.</p> + +<p>—Quede Vd. con Dios.</p> + +<p>La otra, muy ofendida, se plantó en la salida del patio, cortándola el +paso, al par que la decía, con desparpajo y retintín:</p> + +<p>—¡Oiga Vd., señorita! ¿qué es lo que se ha <i>figurao</i> Vd.? Yo no soy +<i>denguna</i> fregona, ¿está Vd.? Soy la Engracia. ¿Conque se <i>arranca</i>, Vd. +a venir a preguntar por el novio, y <i>aluego tié</i> Vd. a menos hablar +conmigo?</p> + +<p>Paz no se atrevía a responder, temerosa de un escándalo en tal sitio y +por semejante ocasión: Engracia, sin permitirla avanzar, continuó:</p> + +<p>—¿Habrá Vd. creído que era la <i>criá</i>? Pues no señora... Don José y su +novio de Vd. me tratan de igual a igual, y su novio de Vd. y mi Millán +se llaman de tú... Conque, menos humos. <i>Entavía</i>, ¡bestia de mí! +estaba yo adulándola a <i>usté</i> el oído. ¡Vaya Vd. mucho con Dios, doña +<i>Ínsulas</i>!</p> + +<p>Las palabras de Engracia llenaron a Paz de confusión, y además adivinó +que no estaba la razón de su parte. Aquella mujer la suponía en amores +con Pepe, y lejos de mostrarla enojo, la recibía bien; hasta elogiaba su +hermosura...; hablaba de otro hombre y decía orgullosamente <i>mi Millán</i>. +¿Qué era aquello?</p> + +<p>—No se esté Vd. aquí, <i>señorita</i>, que se le van a manchar las +<i>naguas</i>...</p> + +<p>Paz careció de sangre fría para marcharse sin salir de dudas: su calma +no podía confundirse con la indiferencia.</p> + +<p>—Pero Vd. ¿no es Engracia... la...?</p> + +<p>—¡Atrévase Vd!... la querida de Millán. ¿Era eso lo que quería Vd. +decir? Pues a mucha honra, que me está sirviendo de padre a mi chico.</p> + +<p>—¿Luego ese niño?...</p> + +<p>—No es de Millán, sino mío y de mi difunto, que por allá nos aguarde +muchos años. <i>¡Andá</i>, si no fuera por Millán, ya habíamos <i>reventao</i> yo +y el chico, como la Real Trinidad!</p> + +<p>—¿De modo que Vd. con quien tiene amores es con ese Millán?</p> + +<p>—¿Pues qué se <i>la</i> había <i>figurao</i> a Vd.?</p> + +<p>La actitud de Engracia no pudo ser más expresiva: Paz, segura de que el +exacerbar su ira atraería sobre ella una explosión de injurias, acaso +justas, comprendió que el único medio de cortar aquella escena y salir +al mismo tiempo de dudas era hablar clara y lealmente. Apartose del aya, +condujo a Engracia unos cuantos pasos hacia el fondo del patio, y allí, +con el llanto asomado a los ojos y la voz alterada por la turbación, la +refirió en pocas palabras la causa de su enojo. Cinco minutos de diálogo +bastaron para que variase de expresión el rostro de la desenfadada +chula, que al oír el nombro de Tirso exclamó:</p> + +<p>—¡Ave María Purísima! ¿Es decir que Vd. ha <i>venío</i> aquí creyendo que yo +estaba <i>liá</i> con el señorito Pepe?</p> + +<p>Paz, con las mejillas arreboladas por la vergüenza, respondió +tímidamente.</p> + +<p>—¡Sí! ¡No sabe Vd. lo que he sufrido!</p> + +<p>—¡Ya lo creo!... Pues hija, que se le quite a Vd. eso de la cabeza.</p> + +<p>—¿Me dispensa Vd., verdad? ¿Me deja usted que bese al niño?</p> + +<p>—¡No eches tierra en la ropa, <i>condenao</i>! Ven aquí, que te va a dar un +<i>chichi</i> esta señora. ¡Ay hija!—añadió, encarándose con +Paz—desengáñese Vd., cuando una quiere a un hombre, no hay señorío que +valga, <i>toas semos</i> iguales.</p> + +<p><i>(El aya aparte)</i>.—¡Válgame Dios, lo que son las señoritas del día!</p> + +<p>Paz salió de allí con el alma henchida de gozo. En su corazón había +renacido la dicha pujante y vigorosa, como agua de manantial comprimido +que redobla su violencia al cesar la fuerza que lo sofoca. Tuvo impulsos +de quitarse de las orejas los ricos pendientes que lucía y regalárselos +a Engracia, pero le parecieron pobrísima ofrenda para pagar tanta +felicidad.</p> + +<p>Aquella misma tarde escribió a Pepe una carta muy larga en que, +pidiéndole perdón, le enviaba mil besos y le hacía mil promesas.</p> + + + +<h3><a name="XXXVII" id="XXXVII"></a>XXXVII</h3> + + +<p>«Adorada Paz:</p> + +<p>Por fin he recibido carta tuya. ¡Tantas promesas, tantas protestas, y +has podido creer que yo quería a otra mujer! Bien haces en pedirme +perdón. Otro día te hablaré de esto más despacio y te reñiré mucho: +ahora, al acabar de leer tus frases de arrepentimiento y cariño, no +tengo valor para hacerte sufrir. Lo principal es que eres mía y que ya +no dejarás nunca de serlo.</p> + +<p>Ni yo, aunque lo pretendiera, podría darte idea de las penalidades que +aquí nos cercan, ni es fácil que las imagines. Las marchas y +contramarchas nos dejan tan rendidos, que casi nos parece preferible +entrar en acción a vagar por trochas y vericuetos. No sé qué es peor, si +ir perdiendo poco a poco la vida, destrozada por la fatiga y el +cansancio, o exponerse a que acabe todo de una vez. Si no fuera por tí y +por mi pobre padre, ¡cuántas veces me hubiese decidido a ser el primero +en un avance o el último en una retirada, para que me quitaran de en +medio! Tú y mi padre me sostenéis, para vosotros vivo: el pobre +viejecito necesita amparo; y contigo, ¡puedo ser tan feliz! No dejes de +escribirme detalladamente lo ocurrido; tengo ansia de saberlo; pero, +¿cómo diablos has podido suponer que yo te engañaba? Tu carta está +confusa, veo en ella mucho amor y mucho arrepentimiento, mas no me doy +cuenta de lo que ha sucedido. Explícamelo todo.</p> + +<p>De mi padre sé que continúa lo mismo, y esta es la noticia menos mala de +las que me trae la última carta de Millán. De Leocadia, casi nada me +dice; pero de la ambigüedad de sus palabras infiero que, o está loca, o +ha perdido la vergüenza. Fácilmente comprenderás lo triste que será para +mí hablarte de esto; pero entre tú y yo no hay ya secretos. Mayor pena +me causa lo que me dice de mamá. Ignoro si Millán exagerará algo las +tintas del cuadro, para que yo no abrigue esperanza y vaya +acostumbrándome a la realidad; pero me parece absurdo lo que está +pasando. Dice Millán que al otro día de salir yo de Madrid la mandó +recado al convento, participándola dónde estaba mi padre, por si quería +ir a verle, añadiendo que el pobre no hacía más que preguntar por ella: +mamá repuso que ya se había curado de <i>cosas terrenales</i> y que no tenía +más familia que Cristo y su divina Madre, pero que no se olvidaría de +nosotros en sus oraciones. Ni preguntó cómo seguía papá, ni qué +medicinas tomaba; en fin, nada. Añade Millán que ha enflaquecido mucho y +que está muy desmejorada. ¡Pobre madre mía! No me hago ilusiones; no +abrigo la menor esperanza de que llegue el caso: pero, si fuera preciso; +si a mi madre la tocara Dios en el corazón y resolviera volver al lado +de mi padre, te ruego, por las promesas que me has hecho y por lo que +más quieras en el mundo, que la prestes ayuda, que la ampares y la +protejas. Basta de esto: se me oprime el corazón como si me lo +estrujaran. De mi hermano no sé una palabra: ignoro por completo su +paradero.</p> + +<p>¿A quién dirás que tuve el alegrón de abrazar ayer? A nuestro cartero; +al fiel y nunca bien alabado Pateta, que está hecho un veterano. Dos +días ha andado perdido por los montes, con otro compañero, después de +ser sorprendido y derrotado el destacamento de que formaba parte. +Cuentan cosas horribles. Desde el pajar de una casa, donde les escondió +una buena mujer, vieron fusilar a un telegrafista. ¡Figúrate la +impresión que sufrirían! Crueldades tan inútiles y sanguinarias como +ésta, se cometen aquí muchas: en Madrid no tenéis idea de lo que es la +guerra.</p> + +<p>No creo que este ejército pueda tener grandes descalabros; pero lo que +está sucediendo en otras partes, causa en nuestras filas un efecto +tristísimo. El triunfo de Oristá, la victoria obtenida por Savalls en +San Quintín de Besora, la muerte de Cabrinety, la toma de Igualada y el +desastre de Albiol, en que nuestros prisioneros perecieron, muertos a +bayonetazos, han envalentonado mucho al enemigo. Lo más irritante es que +la guerra va tomando un carácter de ferocidad que espanta. Hay +guerrilleros que entran a saco en los pueblos como en los tiempos +bárbaros; que incendian, ultrajan a las mujeres y martirizan a los +niños: uno ha rematado a los heridos con picos y azadas, y otro ha +mandado arrancar a los jefes prisioneros tiras de carne en los brazos, +simulando los galones del grado que tenían en el ejército. Asombra el +número de curas que, hechos fieras, recorren los campos: los hay +agregados a cuerpos o divisiones bien organizadas, y otros que, sin +reconocer jefatura, van por donde quieren, cometiendo fechorías.</p> + +<p>Ahora dicen que anda por estos contornos una partida con un cabecilla al +frente, también cura, que acaso sea el autor del fusilamiento +presenciado por Pateta. Si le pillamos, se divierte.</p> + +<p>Basta de carta; no tengo tiempo para más. Escríbeme siempre que puedas y +dime de mil maneras que me quieres: la última será la que me parezca más +grata. Yo no dejo de pensar en tí, y si no me llamaras romántico, te +diría que con tu amor llevo en el alma un amuleto. No tengo miedo a +perderte. Hasta tu nombre me parece de buen agüero, y pienso, <i>Paz</i> de +mi vida, que por tí se está batiendo media España. Pese a quien pese, +serás mía. Adiós y recibe el cariño de tu amantísimo,</p> + +<p class="top5"><span style="margin-left: 50%;"><span class="smcap">Pepe</span>.»</span></p> + + + +<h3><a name="XXXVIII" id="XXXVIII"></a>XXXVIII</h3> + + +<p>Fue una escena suelta que acaso no tenga jamás historiador, un episodio +de aquel espantoso drama de la guerra, olvidado ante la magnitud de +otras proezas.</p> + +<p>Amanecía: el sol, como amante presuroso, arrancaba a la tierra su túnica +de nieblas, y de entre las sombras rasgadas por el claror del día iban +surgiendo las formas de las cosas.</p> + +<p>Frente a los cerros que ocupaba la columna del ejército liberal +aparecía, en una hondonada, el pueblecillo de Santa Cruz de Urquilezo, +cerradas todas las puertas y ventanas de su miserable caserío de +fachadas blancas, en cuyas vidrieras reverberaba la luz del alba, +fingiendo llamaradas de incendio. Ningún hombre se veía por los pequeños +espacios libres entre casa y casa que hacían el oficio de calles: todos +eran voluntarios y estaban en el monte. En las cañadas cercanas no había +ganado al regalo de la yerba.</p> + +<p>Algunas techumbres despedían el humo de los hogares encendidos, +indicando que allí permanecían los viejos, los chicos y las mujeres. Del +río, que regolfando en las riberas serpenteaba entre prados y huertas, +se desprendía un vapor gris, deshecho al menor soplo del aire, y la +corriente mansa y negruzca pasaba silenciosamente por las presas de los +molinos abandonados, como mofándose de las ruedas paradas. No se oían +más ruidos que el rápido rozar del viento contra los penachos de los +maizales, y a ratos sonar estridente de cornetas lejanas.</p> + +<p>Como a un cuarto de legua detrás del pueblo se erguía Monte-Dalarza, +impracticable a la derecha por una serie de ásperos peñascales y cortado +a la izquierda por un tajo, con honores de sima, que lo separaba del +resto de la sierra. Toda la ladera que hacía frente a los cerros +aparecía surcada de trabajos de tierra, sin que desde la falda hasta +cerca del picacho que coronaba la cumbre quedara en la vertiente un +trecho de cien pasos en que no hubiera trinchera-abrigo, pozo de tirador +o empalizada de cestones, para disparar a mansalva. En aquella posición, +casi inexpugnable, se habían apostado varias partidas, fuertes de hasta +cuatro mil hombres, decididas a defender el paso. Las quebraduras que +tenían a su derecha eran inaccesibles, y el tajo de la izquierda +absolutamente imposible de salvar. Aquella hendidura, labrada por la +fuerza brutal de la Naturaleza, parecía angosta vista de lejos; mas de +cerca, sus paredes, formadas por las aristas y angulosidades de las +rocas, se apartaban, dejando en medio un vacío ancho y tenebroso, donde +en confuso desorden iba hacinando el tiempo peñas rodadas, troncos +caídos y malezas barridas por los vendavales. Nadie oyó nunca chocar +contra el fondo del barranco la piedra allí lanzada, ni hubo jamás en la +comarca quien se aventurase a explorar aquella cavidad oscura, más +oscura según iba siendo más profunda, y de cuyos bordes el ganado se +apartaba medroso.</p> + +<p>No había más remedio que forzar de frente las trincheras de la falda de +la montaña. El plan de ataque consistía en cañonearlas primero, sin +disparar un tiro de fusil, y tomarlas después a la bayoneta cuando +fuera posible calcular que la artillería había destruido las defensas y +desalentado a los combatientes.</p> + +<p>A poco de rayar el día comenzó la lucha, cuyos actores permanecían +invisibles, unos tras las desigualdades de los montículos y otros tras +los parapetos, construidos con tierra sacada de las zanjas donde se +ocultaban. Primero se vio hacia la parte de los cerros, ocupados por los +liberales, el humo de un fogonazo que rastreó como una nubecilla, y sonó +un estampido: luego se oyó otro, y luego muchos más, hasta quedar las +colinas cubiertas de un nublado espeso que tardaba largo rato en +disiparse, mientras las cavidades de los montes devolvían en ecos +temblorosos y roncos el tronar de la artillería. Las fuerzas carlistas +contestaban débilmente al cañoneo: debían tener pocas piezas y de escaso +alcance, porque sus tiros iban a estrellarse en un ribazo situado por +bajo de los cerros, casi en la orilla del río, produciendo los cascos de +granadas, al caer en el agua, anchos círculos de ondas que se +estrellaban en las márgenes. Por fin, al cabo de una hora, comenzaron a +notarse en la falda de Monte-Dalarza puntos negros e inquietos que +semejaban hormiguero turbado: eran voluntarios carlistas que, viendo +destruidas las trincheras bajas, subían apresuradamente a refugiarse en +las altas. De pronto, cuando el cañoneo fue más recio, cayeron dos +granadas por bajo de la sima, donde había una batería, y causaron tan +horrible destrozo, que un instante después aquellos puntos negros fueron +innumerables, distinguiéndose los grupos de hombres que ascendían a la +desbandada por la vertiente, como reses perseguidas de cerca, en tanto +que otros, menos, pero más tercos y valientes, arrastraban a brazo los +cañoncejos para emplazarlos más arriba. Al poco rato sucedió lo mismo en +el extremo opuesto, enmudeciendo las tres o cuatro piezas que hacían +fuego desde la línea inferior de las trincheras. Los liberales siguieron +disparando, y así trascurrió una hora. De pronto, de entre las +quebraduras de los cerros, ocupados por el ejército, salieron dos +columnas de tropa, destacándose las filas de pantalones rojos sobre el +gris terroso del suelo. En seguida, dejando a su derecha el caserío de +Urquilezo, bajaron a la carrera hasta la hondonada, y sin detenerse un +momento emprendieron de frente la subida hacia las líneas de defensa, +mientras la banda de cornetas tocaba paso de ataque.</p> + +<p>El general había pedido voluntarios; y como el coronel del batallón de +Pepe fuese el primero en ofrecerse con su gente, se le confió la +operación, lanzándose las compañías al peligro, con sus jefes al frente, +sin que la artillería dejara de hostilizar el reducto próximo a la sima. +Cuando los soldados comenzaron a subir la falda de Monte-Dalarza, cesó +el fuego de los carlistas: no querían desperdiciar municiones. El sol, +que ya picaba, el calor, lo áspero del terreno y el cansancio de las +pasadas marchas, entorpecían el acceso; pero, al cabo de media hora, las +dos columnas llegaron casi al mismo tiempo a la primera línea de +trincheras abandonadas, siguiendo el movimiento de avance: nadie tomó +punto de reposo. Continuó la embestida y, ya estaban los más delanteros +a corta distancia del reducto, cuando la línea terrosa que señalaba las +trincheras altas desapareció de pronto tras una nube estrecha y larga, +sonando el estruendoso fragor de una descarga formidable. Más de veinte +hombres quedaron tendidos en las breñas: los demás, volviendo las +espaldas, corrieron precipitadamente a la hondonada. De los caídos nadie +se cuidó. Unos pedían agua, otros murmuraban nombres de mujeres; pero +sus gritos fueron acallados por el rápido pisar de los que huían, +brincando entre las matas y removiendo pedruscos que bajaban rodando +hasta el barranco. Entonces, una batería Plasencia, de las situadas en +los cerros, avanzó hasta emplazarse casi al alcance de los tiros +contrarios, y disparó sin descanso contra las trincheras altas. Los +primeros proyectiles cayeron bajos: luego, rectificada la puntería, su +efecto fue terrible. Al mismo tiempo los fugitivos, rehechos y animados +por sus jefes en la hondonada, dieron principio a la segunda embestida, +siendo tan bravo y rápido esta vez el avance que, a pesar de otras dos +descargas, las compañías, poco mermadas, llegaron cerca del reducto +inmediato a la sima.</p> + +<p>Merced a una quebradura del terreno, el ribazo donde estaba construido +el reducto destacaba sobre el azul del cielo, y allí, por cima del +parapeto de la obra de tierra, algunos soldados de los que subían vieron +desde los primeros momentos de la acometida un hombre de elevada +estatura y barba negra que, sable en mano, animaba a los suyos, yendo de +un lado para otro, gesticulando y dando enérgicas voces, como si +quisiera comunicarles su valor heroico. Pepe no le vio; pero Pateta se +fijó en él y hubo un momento en que, interrumpidos los disparos +carlistas, el <i>gatera</i> madrileño, que iba trepando cuesta arriba como +una alimaña del monte, oyó clara y distinta la voz de aquel hombre que, +agitando furiosamente el sable, gritaba a los de la trinchera:</p> + +<p>—¡Quietos ahora! ¡quietos, y luego tirar a los oficiales!</p> + +<p>Su figura sobresalía del parapeto, destacándose sola y arrogante. +Llevaba zamarra larga con cordonaje negro, faja morada y gorra +pellejera. Pateta, según iba subiendo, le miraba con mayor tenacidad: de +pronto, al reconocerle, soltó una palabrota y murmuró con ira:</p> + +<p>—¡El del fusilamiento!</p> + +<p>Y rápidamente el pensamiento le señaló su verdadero enemigo. Por aquel y +otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del +pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en +tierra, se echó el <i>remingthon</i> a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y +el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién +era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno.</p> + +<p>—¡Abur, amigo!—gritó al verle caer—y redoblando sus esfuerzos, llegó +al reducto entre los primeros que lo asaltaron.</p> + +<p>El carlista estaba tendido encima de un montón de alforjas. Sin duda se +arrastró hasta allí para morir. Tenía el cuello atravesado por el +balazo, y los dos agujeros abiertos por el proyectil manaban sangre: el +sable estaba caído a pocos pasos, y él, con la mano izquierda, crispada +y sucia, conservaba agarrado un trapito rectangular y blanco, sujeto a +una cinta que le salía de entre las ropas del pecho. Pateta se acercó +con medrosa curiosidad; pero al fijar en él los ojos, lanzó un grito de +espanto y tendió en torno la mirada, horrorizado ante la idea de que se +aproximara Pepe.</p> + +<p>El muerto era Tirso.</p> + +<p>Sus facciones no conservaban contracción de ira ni gesto de dolor; pero +los ojos, vidriados por la muerte, indicaban todavía el tesón indomable +de su alma, sin que bastaran a desfigurarle la barba crecida ni el +semblante pálido por la hemorragia. Las líneas duras y angulosas de su +rostro parecían suavizadas por la muerte, que imprimió en ellas una +serenidad admirable, reflejo acaso de la conciencia satisfecha por el +deber cumplido. No parecía caído entre los escombros de un reducto, sino +sacrificado ante las gradas de un altar...</p> + +<p>Lo primero que se le ocurrió a Pateta fue cubrirlo con arena, yerbajos +y cuanto hallase a mano, porque Pepe, si se acercaba, no le conociera; +mas le pareció escasa precaución. Entonces, desconcertado por la prisa, +mientras las cornetas seguían llamándole con sus sonidos estridentes, +soltó el fusil y, agarrando el cadáver por las manos, lo arrastró +penosamente hasta dejarlo en el cercano extremo del reducto que daba +junto al borde del tajo; luego volvió en busca del arma y, empuñándola +por el cañón, empujó con la culata el cuerpo inanimado, que cayó al +barranco arrastrando piedras y rebotando contra las aristas salientes de +las rocas.</p> + +<p>Un instante después, Pateta seguía trepando jadeante hacia la última +línea de trincheras, ya vencidas, donde Pepe había entrado con su +compañía.</p> + +<p>Al rodear las tropas vencedoras el picacho de Monte-Dalarza, los +facciosos huían cuesta abajo por la vertiente opuesta: ya no se +escuchaban cornetas ni se oían disparos, turbando sólo el augusto +silencio de los campos el triste relincho de un caballo herido y +abandonado en la hondonada.</p> + +<p class="arriba"><br />Por la tarde, mucho después de haber cesado el peligro, cuantos chicos +había en el vecino pueblo de Urquilezo subieron a Monte-Dalarza, +ansiosos de ver el sitio del combate, resonando su vocerío de rapaces +traviesos donde poco antes tronaron los cañones. Los mayores miraban con +semblante serio las huellas de la lucha; los pequeños, riendo +alegremente, triscaban como cabritillos; todos iban buscando vestigios +del paso de la tropa y mostrándose mutuamente las peñas donde chocó una +granada, la tierra removida en el piso de las zanjas y el musgo manchado +por la sangre; pero lo que más les regocijaba era recoger cartuchos +vacíos. Uno se encontró en una trinchera un morralillo con un cantero de +pan y medio chorizo envuelto en una carta. Por último, subieron todos +hasta el reducto inmediato al precipicio, y con grande algazara +inventaron otro juego. Reunidos en grupos, empezaron a tirar cantos a la +sima. Unos escarbaban con palos para arrancar los pedruscos de sus +terrosos alvéolos; otros, a fuerza de empujones, los iban acercando a la +sima y, cuando conseguían dejarlos junto al borde del tajo, los impelían +al abismo, gozándose en verlos desgajar raíces y partirse en mil trozos +contra las paredes de roca. Se divirtieron mucho y, como ignoraban que +en el fondo del barranco había un muerto, estuvieron largo rato +acarreando piedras y terruños, que tiraban al precipicio con inocente +furia. Hasta la puesta del sol no tornaron al pueblo.</p> + +<p>Parecían el símbolo del porvenir enterrando el cadáver del pasado.</p> + +<p class="arriba"><br />Cerró la noche, negra como un luto por las tristezas humanas; silbó el +viento entre los maizales del valle, y el río, emblema de la fuerza +inmortal de la Naturaleza, siguió pasando silencioso y lento entre las +ruedas del molino, paradas por la mano de la guerra.</p> + + +<p class="c">FIN</p> + +<p>Madrid, Junio a Diciembre de 1886.</p> + +<p> </p> +<p> </p> +<hr class="full" /> +<p>***END OF THE PROJECT GUTENBERG EBOOK EL ENEMIGO***</p> +<p>******* This file should be named 29137-h.txt or 29137-h.zip *******</p> +<p>This and all associated files of various formats will be found in:<br /> +<a href="http://www.gutenberg.org/dirs/2/9/1/3/29137">http://www.gutenberg.org/2/9/1/3/29137</a></p> +<p>Updated editions will replace the previous one--the old editions +will be renamed.</p> + +<p>Creating the works from public domain print editions means that no +one owns a United States copyright in these works, so the Foundation +(and you!) can copy and distribute it in the United States without +permission and without paying copyright royalties. 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Redistribution is +subject to the trademark license, especially commercial +redistribution.</p> + + + +<pre> +*** START: FULL LICENSE *** + +THE FULL PROJECT GUTENBERG LICENSE +PLEASE READ THIS BEFORE YOU DISTRIBUTE OR USE THIS WORK + +To protect the Project Gutenberg-tm mission of promoting the free +distribution of electronic works, by using or distributing this work +(or any other work associated in any way with the phrase "Project +Gutenberg"), you agree to comply with all the terms of the Full Project +Gutenberg-tm License (available with this file or online at +<a href="http://www.gutenberg.org/license">http://www.gutenberg.org/license)</a>. + + +Section 1. General Terms of Use and Redistributing Project Gutenberg-tm +electronic works + +1.A. By reading or using any part of this Project Gutenberg-tm +electronic work, you indicate that you have read, understand, agree to +and accept all the terms of this license and intellectual property +(trademark/copyright) agreement. 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